Cromomagazine 12 gris mayo 2016 issuu
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Transcript of Cromomagazine 12 gris mayo 2016 issuu
C R O M OMAGAZINE
de Escuela de Color
gris / mayo / 2016especial fotografía
12
Texto: Estela de Castro
Imagen: Juan González Mesa2
C R O M O M A G A Z I N Ede Escuela de Color
# 12 / Gris
C R O M O M A G A Z I N Ede Escuela de Color
# 12 / Gris
Texto: Estela de Castro
Imagen: Juan González Mesa4
ÍNDICE
Intro - Leandro Pérez
Elsa Vinardell + Sergio Castañeira
Juan González Mesa + Estela de Castro
Isabel García Mellado + Alex Llovet
Javier Sánchez Menéndez + María Moldes
Gema Estudillo + Lola Guerrera
Olga Rendón + Oliver Roma
Martín Hidalgo + Jon Cazevane
Carlos Bassas del Rey + Sergio Flores
Nicolás Corraliza + Dalila Virgolini
Nico de Brozas + Elisa Muñiz
Eduardo Flores + Aleix Plademunt
David Eloy Rodríguez + Rocío Díaz Farre
Daniel Estorach + Iñaki Izquierdo
Justo Sotelo + Rosa Martínez
Efi Cubero + Marta Bisbal
Hilario Barrero + David Salcedo
J. M. Serrano Cueto + Eleazar Ortuño
Borja Bagunyá + Juan Diego Valera
Fernando Santiago + Alejandro de Dueñas
Yolanda Beláustegui + David García Torrado
José Ángel Mañas + Julián Ochoa
Jesús Micó
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Texto: Estela de Castro
Imagen: Juan González Mesa6
I N T R OLeandro Pérez
El milenio pasado escribí este
cuento corto y tristón:
«Entre el blanco y el negro hay
muchos grises. Y no sólo en las
fotos. En esta vida predominan
los tonos grisáceos. Es decir, la
medianía, la mediocridad. Más
que los feos y mucho más que
los guapos, predominan los
tipos como yo y las tías como
tú, las parejas prescindibles
que se aman y odian sin pena
ni gloria, que nunca jamás se
empacharán de amor con una
historia de color rosa».
Que conste que el grisáceo
narrador del cuento en nada
se parecía a mí. El gris yo no
quería verlo ni en pintura.
Pero eso era antes. El siglo
pasado, cuando Aventuras de
Kirlian cantaba este estribillo:
«En un día gris,
yo prefiero una casa.
En un día gris,
un mantel a cuadros blancos».
Ahora no. Ahora me gusta el
gris. Y no sólo a mí. El otro día
Rafa Nadal sostenía que para
llegar a pactos uno no puede
estar criticando siempre lo que
hace otro. Y concluía: «No ha
votado nada que sea blanco
ni nada que sea negro. Ha
votado un gris, por lo cual, se
tienen que poner de acuerdo».
El gris luce bien. Aunque a
menudo nos olvidemos de él.
Sobre todo, cuando decimos
que una foto está «en blanco y
negro»: en realidad rebosa de
grises maravillosos.
Gris que te quiero gris
Texto: Estela de Castro
Imagen: Juan González Mesa8
Texto: Elsa Vinardell
Imagen: Sergio Castañeira
Otra vez. Todo se adivina inmutablemente gris en esta mañana cenicienta del mes de noviembre. Las calles, que ennegrecen por la impertinente lluvia otoñal, horadan sus pensamientos y su alma mientras se dirige a su incierto destino. Camina pensando en lo gris de su existencia, en el aciago sino que se ha empecinado en cambiar, mientras divisa en el plomizo cielo las espirales de acero que asoman entre los monótonos edificios de la avenida principal. El humo gris del cigarrillo de un taciturno viandante se cruza a su paso, cuando un repentino aire de infortunio le arranca de su seno lo que atesoraba de forma casi inconsciente. Es entonces cuando parece despertar de su letargo y reacciona inútilmente para recuperar lo torpemente perdido. De manera frenética recorre la calle intentando dar alcance a los documentos que debía presentar. Desea cambiar los pasados augurios. Pero el gris, que lo inunda todo, le responde que es demasiado tarde. Otra vez.
Gris
Texto: Estela de Castro
Imagen: Juan González Mesa10
Texto: Juan González Mesa
Imagen: Estela de Castro
En mi recuerdo no mueres al nacer, no exactamente.
Creces un poco, lo justo para agarrar con más dolor,
y alcanzar tu propio sentido de la estética, sobre el
acero quirúrgico y la naftalina.
En mi recuerdo te llamabas Ana, aunque sé que ella
te iba a poner Elena porque ganó a los dados, como
todo lo que ganaba y perdía. Eres una mira láser
apuntando mi frente. Cuando el color llegue a mí,
estallaré.
Cuando me abraza un sobrino, te abrazo, cuando me
abraza el levante, te abrazo, cuando me duermo, te
duermes conmigo. En posición fetal, porque no quiero
llegar a ser padre, porque un padre nunca debe cruzar
según qué metas.
Me han oído gritar; soy consciente de ello. Luego me
doy cuenta de que, en mi recuerdo, podría asustarte,
y lloro con el puño dentro de la boca.
En mi recuerdo soy yo el que murió al nacer tú.
10
Texto: Estela de Castro
Imagen: Juan González Mesa12
Texto: Isabel García Mellado
Imagen: Alex Llovet
no te das cuenta de los restos. caminas. caminas sin más, sobre las hojas rotas en el tiempo, sobre el sonido grisáceo de las persianas
que se alejan y los infinitos postigos. te permites adentrarte en la niebla. pero no te das cuenta de los restos porque los restos siempre
han estado ahí contigo. los restos de infancia que arrastras como muñeca de trapo, los restos de unas ideas que alguien te vendió pero no
querías, los restos de lo que tú eras y destruyeron. no te das cuenta de los restos pero los restos siguen ahí. te pertenecen. por completo.
si das una patada en la hojarasca seca el olor del bosque irá a tu encuentro. deja que los árboles te cuenten la historia de tus restos, deja
que te cambie la vida.
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no te das cuenta de los restos. caminas. caminas sin más, sobre las hojas rotas en el tiempo, sobre el sonido grisáceo de las persianas
que se alejan y los infinitos postigos. te permites adentrarte en la niebla. pero no te das cuenta de los restos porque los restos siempre
han estado ahí contigo. los restos de infancia que arrastras como muñeca de trapo, los restos de unas ideas que alguien te vendió pero no
querías, los restos de lo que tú eras y destruyeron. no te das cuenta de los restos pero los restos siguen ahí. te pertenecen. por completo.
si das una patada en la hojarasca seca el olor del bosque irá a tu encuentro. deja que los árboles te cuenten la historia de tus restos, deja
que te cambie la vida.
14
Texto: Javier Sánchez Menéndez
Imagen: María Moldes
Es el distanciamiento. Hay lecturas que impactan,
lugares, la memoria, un libro de poemas o tal vez
un ensayo. Suena bien ese nombre, un autor, su
pensamiento. Pasan los años y, ahora, todo es
distanciamiento, se aleja, se enfría, no es lo mismo. Se
ha hecho tarde.
Lo cierto, la verdad, lo que nunca se aleja, es Platón,
Cirlot, Parra, y algún que otro canalla que emite la
fuerza sin necesidad de buscarla.
No hay distanciamiento en la pureza, ni en la esencia,
ni siquiera en la sombra.
Es la transparencia, la imagen de ese hombre gris
que no cambia de tamaño ni de culto. Miro al grifo
y su rebose, es la abundancia, la intensidad, el tono,
la invasión de verdad sin el distanciamiento. Pisa la
tierra seca. La sombra siempre acude para hacer la
puñeta.
Distanciamiento
16
Texto: Gema Estudillo
Imagen: Lola Guerrera
Para que me reconozcas en el tiempo,
para no perderme sin tu voz,
conservé mi cuerpo intacto
en la ingravidez líquida del sueño.
Aquí, en la transparencia gris del silencio,
donde se guardan olvidados
los vestigios de lo eterno
y no hay aire que oxide
y nada crece, ni se transforma,
ni hace peligrar el cristal
que preserva el vacío,
atrapada en los hilos de esta fría
luz metálica,
le oculto mi cuerpo al tiempo
por si vuelves.
Texto: Olga Rendón
Imagen: Oliver Roma18
Un vano intento de acotar el mar, de amurallar la
playa, de poner límites a la extensión abierta. Un
pretencioso gesto de domesticar el ímpetu oceánico
del agua filtrándola por tres chorros que se abren
con el brío contenido de una catarata en miniatura.
Eso es lo que veo.
Para qué asfaltar la arena y aplanar sus ondulaciones.
El pie roza el frío mortecino y llano de una losa para
buscar hundirse como sierpe en el vientre cálido de
la arena y sentir los granos rugosos que formaron
parte en otro tiempo de la perfección de una
caracola, del caparazón móvil de un molusco, de la
arenisca viajera del levante. Al abandonar el suelo
frío y hundirse en las concavidades de la arena el pie
percibe, en la extensión de sus raíces, que se mueve
sobre la vida, como antes sobre lo inerte.
Cilindros, vértices y rectas. Perfecta la geometría.
Impoluta en su diseño. Es el orden de la línea frente
al caos natural, ondulante y sinuoso. Una pared
persiste con la rigidez rectangular del cemento
y frente a ella un pardo horizonte marcado por
irregulares concavidades de huellas, recovecos
grises de un mar de invierno, pinceladas de color
ceniza desplegadas en un vasto cielo de febrero.
Texto: Martín Hidalgo
Imagen: Jon Cazevane20
Puede que fueras la piel del territorio, las cicatrices de una tierra fotografiada desde un lejano satélite, o quizás te aparecieras como dos plantas invertidas, una colgante, la otra grave, creciendo osadas en un campo de cenizas. O tal vez no, seguramente creí estar ante el pelaje cano de una criatura mítica, señor de la oscuridad mediana, que acecha con ira la primavera recién llegada. O en cambio, fueras una geografía de valles umbríos y afiladas crestas que recorre un hombre diminuto en busca de un tesoro extinto, celoso en las esquinas, casi aterrado frente a los abismos. Bien podrías haber sido el fondo de un mar invisible, nunca profanado, donde se acumulan enormes esqueletos enroscados unos con otros como en un cementerio de náufragos. Pero no, no eres nada de eso, tan solo eres un espectro de gris.
Texto: Carlos Bassas del Rey
Imagen: Sergio Flores22
“Gris. Hay muchos grises en el gris. Muchos más que blancos en el blanco. Que negros en el negro. Que rojos y verdes y azules y amarillos y marrones en el rojo, el verde, el azul, el amarillo y el marrón. Si le quitas la saturación a cualquier fotografía, pongamos, por ejemplo, a una que muestra la parte de arriba de dos edificios simétricos de cemento, hierro, aluminio y cristal con una bandada de pájaros desbocada navegando su cielo, todo se llena de grises. En cada uno de los grises que existen. Los edificios siguen allí. Imponentes, majestuosos, sólidos. Elegantes. También los pájaros. Y las nubes. Las llamamos fotografías en Blanco y Negro, pero no es así. Son maravillosas fotografías en grises. En una escala de cien mil grises. Tantos como estrellas en la Vía Láctea. Como neuronas en nuestro cerebro. Gris: carente de atractivo o singularidad; triste. ¿Sí?”
Gris
“Gris. Hay muchos grises en el gris. Muchos más que blancos en el blanco. Que negros en el negro. Que rojos y verdes y azules y amarillos y marrones en el rojo, el verde, el azul, el amarillo y el marrón. Si le quitas la saturación a cualquier fotografía, pongamos, por ejemplo, a una que muestra la parte de arriba de dos edificios simétricos de cemento, hierro, aluminio y cristal con una bandada de pájaros desbocada navegando su cielo, todo se llena de grises. En cada uno de los grises que existen. Los edificios siguen allí. Imponentes, majestuosos, sólidos. Elegantes. También los pájaros. Y las nubes. Las llamamos fotografías en Blanco y Negro, pero no es así. Son maravillosas fotografías en grises. En una escala de cien mil grises. Tantos como estrellas en la Vía Láctea. Como neuronas en nuestro cerebro. Gris: carente de atractivo o singularidad; triste. ¿Sí?”
Texto: Nicolás Corraliza
Imagen: Dalila Virgolini24
el cuerpo frente al espejo, dibuja un instante irrepetible
donde la mirada apunta al mar de las sirenas.
Boca abajo el gris es una luz femenina y festiva.
Sobre los espacios
Texto: Nico de Brozas
Imagen: Elisa Muñiz26
No son las noches para quien las duerme.Cuarenta años de noches despuésno soy la misma que entonces,aunque siga siendo la mujer equilibrio,los zuecos de una rampa,la sonrisa de unas rodilleras.El sur de quien seré,el norte de quien fui.
Cuarenta años de noches después, soy.Es Olesia otra mujer no muy diferente a la niña que ahora sigo siendo.
* Olesia: Nombre polaco variante de Eva que significa la que da la vida.
La sonrisa de Olesia
Texto: Eduardo Flores
Imagen: Aleix Plademunt28
Despuntaba el alba, tan lejos.
Bebía, sentado -disfrutando de la penumbra, del plomo en las entrañas-, cuando llegó, un don nadie como cualquiera. Y yo la miraba. Las aspas del ventilador removiendo el vapor de las copas sobre la música de otro tiempo, la batahola tras la barra clandestina, la borracha y danzarina y exótica Suzzane atenuada en el centro del cosmos.
-Sé de lo que hablas -dijo-; también estuve enamorado.
La mesa baja, cómplices desconocidos, uno frente al otro -yo también...-, y en medio el cenicero que apenas se usaba para erigir una pirámide de ceniza. En la calle y solo aullaba el perro de las noches en los barrios sin luz; de aire desoxigenado por el vómito de las chimeneas de la fábrica.
Si nos despedíamos no era porque fuera hora de cerrar. Amanecía. Ella seguiría allí. Y él ya se alejaba, taciturno.
-Cuánto lo siento -mentí.
Asintió.
Texto: Rocío Díaz Farre
Imagen: David Eloy Rodríguez30
Digamos un avión, digamos ese, digamos que tú y
yo. De repente, lejos, juntos.
Digamos que ya no hay miedo. Que hay tiempo, que
hay lugar. Digamos que es posible.
El cielo parece de los dos ahora en este sueño.
Míranos: aquí no pueden atraparnos.
Atrás las heridas, como un color que pudiera borrarse
o un error que se alcanzara a remediar.
Atrás la ciudad, como un puñado de mentiras que
ya no importan nada.
A punto de escapar del gris
Texto: Daniel Estorach
Imagen: Iñaki Izquierdo32
El gris de la piedra, del cemento y el
asfalto, de la madera ajada, como
signo inconfundible de un lugar que ha
conocido tiempos mejores. Uno que
ahora parece un sitio olvidado y triste,
en el que sólo las malas hierbas, que
crecen a través de fisuras y grietas,
se atreven, tímidamente, a añadir una
nota de color. Lo que nadie sabe es
que cada matiz de gris pertenece a una
historia distinta, a un tiempo distinto:
el gris de la piedra nos habla de una
guerra sin cuartel que tiñó de rojo el
lugar tiempo atrás; el gris del cemento,
de un proyecto alucinante que quedó
en nada y que destruyó la mente de
aquel que lo ideó; el gris del asfalto, del
camino que debía conducir a un lugar
de ensueño; y el gris de la madera
deteriorada, de un amor imposible que
rompió todas las leyes de probabilidad.
Texto: Justo Sotelo
Imagen: Rosa Martínez34
Nos sentamos a escuchar los sonidos. Sabíamos que éramos los únicos habitantes de aquel mundo. Las sombras se asomaban sobre tu mirada en una especie de juego de la infancia que jamás lograríamos olvidar. Quizá tú y yo nos contáramos a la vez una leyenda mítica, de esas que intentaban explicar lo inefable. Era la búsqueda antropológica de nuestras conciencias. En algún momento cerramos los ojos. Parecíamos dos insectos, dueños de nuestra propia alambrada, solos en la Tierra, buscando el significado de la palabra serenidad. Ni siquiera necesitábamos tocarnos, palpar el presente y sentir que vivíamos en armonía.
Acercaste tus labios a los míos y la Historia se detuvo. Durante ese tiempo imposible pudimos escuchar el murmullo del viento y el ritmo de las hojas de más allá de los sentidos.
Los insectos
Texto: Efi Cubero
Imagen: Marta Bisbal36
Hay infinitas formas de mirar. Y decir.
Un tiempo de poliéster mantiene la impostura de lo
resquebrajable.
Lo que inquieta es la caligrafía de este rostro sin alma en
la secuencia muda de un silencio.
En la tensión de la curiosidad y la distancia del
desasosiego, perturba, el estático plano que oculta un
interior deshabitado.
Espejismo en la imagen que vela o que sugiere la escueta
desnudez.
Tan sólo el negativo del rostro oracular, lejanía de materia
fluyente, o excluyente, entre su yo y el tiempo, o el lugar
que la observa, como si regresara de las incertidumbres.
El gris absorbe vanidades vanas.
El mejor camuflaje es este rostro que expone mil dilemas
sin salidas.
Al fin y al cabo todo es extranjero, en la distancia gris del
incurable.
Grises
Texto: Hilario Barrero
Imagen: David Salcedo38
Ver la piel del mar como plata liquida,
rebanada de un pan de metal,
plomo lluvioso en la lente dolorida
de una luz de Viernes Santo.
Oír las tinieblas apuntaladas en el sótano del agua
donde la desidia de la sal se vuelve
amargamente acristalada,
donde miles de peces minerales tiran de las mareas.
Ser como el horizonte: una coraza oxidada,
sábana sucia de algodón mojado
para envolver a ahogados que murieron
buscando sirenas imposibles.
Sentir como el gris deja de respirar,
como se estremece, se ahoga en un mar de espumas,
muere esperanzado creyendo haber vivido
entre el peso del negro y la clara levedad del blanco.
Y saber que la muerte lo acoge
en su infierno apagado de una gama de grises.
Texto: José M. Serrano Cueto
Imagen: Eleazar Ortuño40
Hace millones de años, cuando el mundo
estaba dominado por los humanos, el dinero
servía para algo bueno y demasiado de lo
malo. Cuentan las crónicas antiguas que
por un puñado de monedas, más o menos
copioso, esos seres llegaron a matarse.
Los pobres odiaban a los ricos porque
tenían caudales y los ricos procuraban que
los pobres no los tuvieran nunca. Fue una
era gris, como el color de estas monedas
encontradas en una vieja casa del páramo. Se
ha propuesto que las fundamos y hagamos
piezas nuevas para nuestros cuerpos de
metal, pero los Sabios se han negado a que
ese tono oscuro y decadente forme parte de
nosotros. El tiempo las ha corrompido aún
más y ha apagado su brillo, tornándolas de
un grisáceo intoxicador. Las sepultaremos
en este plato donde una vez comieron los
hombres y la tierra las engullirá para siempre.
Texto: Borja Bagunyà
Imagen: Juan Diego Valera42
El gris parece haberse convertido en el color de la
falta de carácter, de lo que no se decide a ser nada,
de lo insulso. Quizás se trate de una consecuencia
histórica: con el desencantamiento del mundo, los
dioses no sólo se habrían retirado de lo cotidiano;
también se habrían llevado consigo el color –o, al
menos, lo habrían reducido a un triste paseo por
el espectro de las mezclas de blanco con negro.
Pero, con el gris, nace invisiblemente un tipo
de heroicidad antiheroica, hecha de estallidos
invisibles y de tormentas en los vasos, de matices,
de minuciosidades. Es un espectáculo discreto, una
épica sin épica, que ha llevado a algunos a cerrar
cremalleras mentales y a declarar precipitadamente
el fin de ciertas cosas o la muerte de ciertas otras.
Precipitadamente, digo, y triste: nada peor que no
saber ver el Monte Olimpo naciendo lentamente de
una espalda.
Texto: Fernando Santiago
Imagen: Alejandro de Dueñas44
El gris es a la filosofía lo que el blanco y el negro
es al periodismo. En el mundo del razonamiento,
sea político o filosófico, los matices son muy
importantes y por eso se dice que los tonos de gris
marcan la diferencia. Todo el mundo tiene una parte
de razón, por pequeña que sea, de ahí la metáfora.
El periodismo se asemeja más a la ciencia: las cosas
son blancas o negras. Hubo siete muertos o hubo
seis. No hay términos intermedios. Otra cosa es la
verdad comprobable, pero el periodismo trata sobre
hechos, no sobre especulaciones. Los porqués son
para los pensadores, el qué , el cómo, el cuándo, el
quién , el dónde son del periodismo. Por eso sostengo
que un informador es más de blancos o negros. La
imagen llena de grises da lugar a la especulación, a
proponer hipótesis. Si el cristal se limpiase veríamos
con detalle la cara de la persona, podríamos saber
su identidad y lo que hace con exactitud. Por eso
esta foto es arte. Un redactor jefe le devolvería el
original al fotógrafo que le llevase esta foto.
Texto: Yolanda Beláustegui
Imagen: David García Torrado46
Espero; entre la neblina que todo lo envuelve, que enmohece las arterias de la ciudad y pudre las venas que arriban hasta este corazón. Me
vuelvo transparente, arropado por la bruma que forma un caparazón que vuela hasta tu alma fría. Alzo la mirada; pobres ojos sin luz, pobre
y olvidado espíritu lánguido que va perdiendo latidos a cada segundo marcado en un reloj de sombra. Silencio. Solo silencio.
Y sigo esperando; una señal, cualquier señal: un amago de tu figura y la mano de mármol tras el cristal, la soñada presencia que mitigue el
dolor de esta visión clavada con raíces en el asfalto gris, la insistencia de otros ojos que entibien este amanecer amargo entre penumbras.
Entre murmullos, las palabras del poeta maldito acuden como llagas a mis oídos:
“¿Qué buscan en el cielo todos estos ciegos?”
Comienza a llover.
Espero; entre la neblina que todo lo envuelve, que enmohece las arterias de la ciudad y pudre las venas que arriban hasta este corazón. Me
vuelvo transparente, arropado por la bruma que forma un caparazón que vuela hasta tu alma fría. Alzo la mirada; pobres ojos sin luz, pobre
y olvidado espíritu lánguido que va perdiendo latidos a cada segundo marcado en un reloj de sombra. Silencio. Solo silencio.
Y sigo esperando; una señal, cualquier señal: un amago de tu figura y la mano de mármol tras el cristal, la soñada presencia que mitigue el
dolor de esta visión clavada con raíces en el asfalto gris, la insistencia de otros ojos que entibien este amanecer amargo entre penumbras.
Entre murmullos, las palabras del poeta maldito acuden como llagas a mis oídos:
“¿Qué buscan en el cielo todos estos ciegos?”
Comienza a llover.
Texto: José Ángel Mañas
Imagen: Julián Ochoa48
La anciana, el templo, la niebla. La muerte,
la anciana, el templo. El tiempo, la muerte,
la anciana. La niebla, la anciana, el templo.
Uno revuelve los elementos, y no sabe que
es más gris, más pesado, más incierto. El
cielo es como una mortaja que envuelve la
figura, tan frágil, de esta señora. La niebla
la desdibuja, como desdibuja el templo al
fondo. Encorvada, la mujer agarra algo en
la mano derecha. No sabría decir qué. La
grisura de una vejez desdibujada, la desgana
vital y la niebla, esa niebla que ahoga al
color, que niega el color, que lo exprime, que
lo oprime como el dolor oprime la vida. La
vejez es descolorida, es el horror tranquilo,
la repugnancia de un niño y el pasar junto
al templo sin mirarlo: ya no hay esperanza,
solo un delgado velo que cubre la nada.
La anciana, el templo, la niebla. La muerte,
la anciana, el templo. El tiempo, la muerte,
la anciana. La niebla, la anciana, el templo.
En el revoltijo gris de esta foto nebulosa,
sugerente de indeterminación, todo acaba
siendo lo mismo.
Texto e imagen:
Jesús Micó50
Este es transcrito, el email que le envié a Paco Cano desde
Barcelona, la madrugada del 4 al 5 de noviembre de 2004.
Querido Paco: Aquí te va la primera de las imágenes
que he pensado para tu encargo en Arte y Naturaleza.
Es la primera de paisaje que he hecho nunca con este
tratamiento. En realidad miento. Hice una antes. Trataba el
tema de mi espacio cotidiano. Era una imagen sobre una
mesa de desayuno dominguero (con los restos de un buen
brunch que nos habíamos tomado) en nuestra terraza en
los ultimísimos días del verano. Era una prueba fácil de
realizar y la resolví correctamente. No me la planteé en
principio como una imagen final para mi proyecto. Solo
pensaba realizar un test sobre mi método de fragmentación
aplicado al paisaje. Al final, la encontré interesante. He
pensado que también te la enviaré junto con las dos que
te he comentado esta tarde. Será la tercera.
Desde luego que ésta que te envío en este primer email
me satisface mucho. ha quedado justo como deseaba.
Desde el primer momento que pasé por delante de la
escena (volviendo en bici desde la piscina por el puerto)
sabía que la fotografiaría. Me tenía que decidir pronto
porque era una estructura de arquitectura efímera,
52
provisional. Un stand promocional de teléfonos móviles
Siemens. En dos días habrían desmantelado la caseta.
Así que no me lo pensé dos veces y continué rápido
a casa a coger la cámara. Cogí la bici de nuevo y me
planté allí con el equipo. Tanteé previamente el espacio
y comencé a disparar realizando mi habitual coreografía
de desplazamientos que, como siempre que trabajo en
exteriores, dejaban completamente sorprendido a un
numeroso público que asistía a algo como un extraño
ritual fotográfico realizado por un alucinado reportero.
Como siempre, el dar o no un espectáculo delante de
la gente me la traía floja ante la perspectiva de poder
obtener una de mis imágenes para Escenarios.
En fin, como te decía, aquí te va. Espero que te guste. En
tamaño grande es muy potente. Y me encanta porque
creo haber superado un nuevo reto que no había tratado
en Escenarios, el del paisaje. Y ese reto ha nacido de tu
encargo.
Bueno, ya hablaremos. Ya te llamaré. Un abrazo, Jesús.
pd (1): Barcelona madrugada del 4 al 5 de Noviembre.
Hace justo 5 años que José y yo empezábamos nuestra
relación. Qué una apasionada noche salvaje que no
olvidaré nunca. Yo había inaugurado mi exposición de
fotografía para la UCA en el Baluarte de Candelaria.
pd (2): el hecho de que sea muy panorámica me sitúa
más en la idea de paisaje al observarla.
La fotografía fue realizada en el puerto de Barcelona el
día 3 de octubre de 2004.
54
UN MILLÓN DE GRACIAS
Leandro Pérez + Elsa Vinardell + Sergio Castiñeira
+ Juan González Mesa + Estela de Castro + Isabel García
Mellado + Alex Llovet + María Moldes + Javier Sánchez
Menéndez + Gema Estudillo + Lola Guerrera + Olga
Rendón + Oliver Roma + Martín Hidalgo + Jon Cazevane +
Carlos Bassas del Rey + Sergio Flores + Nicolás Correliza +
Dalila Virgolini + Nico de Brozas + Elisa Muñiz
+ Eduardo Flores + Aleix Plademunt + Rocío Díaz Farre
+ David Eloy Rodríguez + Daniel Estorach + Iñaki Izquierdo
+ Justo Sotelo + Rosa Martínez + Efi Cubero + Marta Bisbal
+ Hilario Barrero + David Salcedo + J. M. Serrano Cueto
+ Eleazar Ortuño + Borja Bagunyá + Juan Diego Valera
+ Fernando Santiago + Alejandro de Dueñas + Yolanda
Beláustegui + David García Torrado + José Ángel Mañas
+ Julián Ochoa + Jesús Micó
Texto: Estela de Castro
Imagen: Juan González Mesa56
CROMOMAGAZINE
de Escuela de Color
DirecciónJosé Alberto López
Diseño y maquetaciónPaco Mármol
www.escueladecolor.com