¡Creo! Cofrades en la Fe

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COFRADES EN LA FE Hermandad Santa Vera Cruz + Martos (Jaén) | Nº 4 | ENERO | 2013 ¡Creo!

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núm 4 - enero 2013, revista de la Hermandad de la Santa Vera Cruz de Martos (Jaén)

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COFRADES EN LA FEHermandad Santa Vera Cruz + Martos (Jaén) | Nº 4 | ENERO | 2013

¡Creo!

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GRUPO PARROQUIAL

PRIMITIVA HERMANDAD DE LA

SANTA VERA CRUZ Y COFRADÍA DE PENITENCIA Y SILENCIO DE NUESTRO PADRE JESÚS DE PASIÓN Y NUESTRA SEÑORA MARÍA DE NAZARETH

Diputación de Formación y ConvivenciaDiputación de Publicaciones

¡Creo! COFRADES EN LA FENúmero 4 · enero 2013

EDICIÓN DIGITAL:www.issuu.com/veracruzmartos

CAPELLÁN Y PÁRROCO:Rvdo. José Checa Tajuelo Pbro.

REDACCIÓN:Miguel Ángel Cruz Villalobos, María Inmaculada Cuesta Parras, Manuel

Márquez Herrador y Gabriel Zurera RibóCOLABORADORES:

Andrés Borrego Toledano, Fr. Fernando Colodro Campos, Eduardo Antonio de Diego Amate, Equipo Orar, José

Manuel Espejo Martínez, Mons. Ramón del Hoyo López, Hno. Abdón Rodríguez

Hervás, P. José Enrique Ruiz de Galarreta y Nicolás Vargas Melero

FOTOGRAFÍA:Juan Carlos Fernández López y

José Manuel López BuenoDISEÑO Y MAQUETACIÓN:

Antonio Moncayo GarridoEDICIÓN DIGITAL:

Antonio García PratsPORTADA:

Elena Hinojosa Jiménez

DIRECCIÓN POSTAL:Parroquia de San Juan de DiosPlaza de San Juan de Dios, 1

23600 Martos (Jaén)[email protected]

DEPÓSITO LEGAL:J-1.292-2012

La revista ¡Creo! Cofrades en la Fe no participa necesariamente de las opiniones expresadas por nuestros colaboradores, limitándose solamente a reproducirlas.

Año de la fe Parroquia de San Juan de Dios Número 4 Enero 2013 Página 2

Una alegoría de las manos (es-pléndidamente dibujadas) de Cristo sostienen a la Iglesia católica, simbo-lizada por el ábside de Santa María del Mar en Barcelona, y a otras Iglesias cris-tianas representadas por algunos de sus símbolos. Todas son Iglesias emanadas de la doctrina de Jesús, todas siguen sus preceptos, algunas fueron desga-jándose a lo largo de la historia y otras fundándose siguiendo su fi losofía.

Así imagina el ecumenismo nuestra amiga Elena Hinojosa Jiménez, profesora de arte en el Colegio San Antonio de Martos, en este dibujo de carboncillo y lápiz que nuestra revista “¡CREO! Cofrades en la fe” propone como portada en este mes de enero, mes del “Octavario de oración por la unidad de los cristianos”.

Una frase de la carta a los Gálatas, que intenta demostrar la inutilidad de la división entre judíos y gentiles, resume la división de los cristianos, la necesidad urgente de la unidad entre nosotros y que se ha de trabajar en pos de este sueño, pues como dice el pasaje “lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino la criatura nueva” (Gálatas 6, 15).

Lo importante es la fe de Cristo, lo demás son postizos, aña-diduras. Ninguno es de Pablo, ni de Cefas, de Apolo o de Cristo, porque Cristo no está dividido ni nadie ha sido crucifi cado por no-sotros sino Él.

La unidad de los cristianos

“Mirad con qué letras tan grandes os he escrito de mi propia mano. Los que buscan aparecer bien en lo corporal son quienes os fuerzan a circun-cidaros; pero lo hacen con el solo objetivo de no ser perseguidos por causa de la cruz de Cristo. Pues ni los mismos que se circuncidan observan la ley, sino que desean que os circuncidéis para gloriarse en vuestra carne.

En cuanto a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo. Pues lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircucisión, sino

la nueva criatura. La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios. En adelante,

que nadie me moleste, pues yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.”Gálatas 6, 11-17

REDACCIÓN

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¡Creo! Cofrades en la Fe Hermandad de la Santa Vera Cruz Número 4 Enero 2013 Página 3

en enero ...

Que nació de SantaMaría Virgen

ANDRÉS BORREGOTOLEDANO

Primera llave:Espíritu Santo

PIERRE-MARIEDELFIEUX

Lectura musicalde la Biblia

Fr. FERNANDO COLODRO CAMPOS

Creo Señor, pero aumenta mi fe

EQUIPO ORAR

4. ¡Creo!4. ¡Creo!Cofrades en la feCofrades en la fe

11. ¿Para qué 11. ¿Para qué orar?: para vivirorar?: para vivir

15. Martos15. MartosEucarísticoEucarístico

17. Cofradías en el 17. Cofradías en el Año de la feAño de la fe

5.EL CREDO DIEZ LLAVES

PARA ORAR

13.EXPERIENCIA

DE FE

7.EN CLAVE

DE SOL

23.

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Cualquier noche puede ser como la pasada. ¿Cuál fue tu noche más larga? ¿Cuál fue aquella en la que nada esperabas y todo lo encontraste? La noche de la felicidad tan deseada. Esa noche legítima que abrió el día para que fueran menos oscuras aque-llas que tuvieran que llegar.

Pensar en ello desde los tejados, las terrazas, la cenital ausencia de color … aquí, desde donde las ideas de las casas duermen a la luna, o al sol, no queremos olvi-dar la alegría celebrada y el regusto por la Navidad se nos queda entre los silencios que nos habitan, construyendo, edifi cando, descolocándonos.

Pudiera ser y es posible que llegásemos hasta agosto con las luces encendidas, y en el calor seguir sintiendo como Dios se nos acerca tocando nuestra humanidad más elemental, dignifi cando la materia, lo creado todo. Más aún, la humildad, lo pequeño, lo miserable. Esa tal trascendencia tan cercana permite comprender la perfección de la creación casi en su total esplendor, incluida nuestra propia existencia tan parecida a la de Aquel niño que nació en lo escondido. Cielo y tierra se mezclaron en la espesura de la historia como un bosque verde entretejido de retama y luz.

Ya el pueblo de Israel, como se aprecia a través de sus experiencias refl ejadas por inspiración en los libros del Antiguo Testamento, era consciente de la cercanía de Dios, cuyo ser es la propia acción. Dios está con su pueblo y esa presencia es su ac-tuación, su esencia: “Aunque tenga que pasar por caminos oscuros no tendré miedo, porque Tú estás conmigo”, pero es con el nacimiento de Jesús de Nazareth cuando esa presencia se nos hace cotidiana y compañera. Él es la imagen del Dios invisible, por Él y para Él quiso reconciliarse todo lo acaecido con todo cuanto había de suceder. Hablar ya del hombre es hablar de Dios. Se le descubre omnisciente en las preocupaciones de los seres humanos, en sus tragedias y anhelos, en sus optimismos y tranquilidades.

Y como Dios está cerca, aquí, lo reconocemos. Es fácil. En el nuevo día que brin-da posibilidades, en el desayuno delicioso y con prisas, en la broma del compañero de trabajo, en el saludo de tu vecino, en el beso de tu madre, en esa canción que te gusta, y todo eso es causa de alegría. Esa del tejado de las casas. ¿Navidad en agosto? ¿Por qué no? Dios con nosotros siempre.

¡Creo! Cofrades en la fe

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Jesús nació de una mujer. Es el hijo de Ma-ría, una joven de Nazaret prometida con José. Ella, antes de convivir con su esposo, recibe la presen-cia de un ángel enviado de Dios que le anuncia que concebirá un hijo al que pondrá por nombre Jesús porque su misión será la salvación del mundo tal y como la habían anunciado los profetas desde an-tiguo. María no era estéril, sino que nunca había estado con hombre alguno. Ella no comprende muy bien, pero acepta las palabras del ángel y la volun-tad de Dios en ella. Dios tomó la iniciativa y Ma-ría acepta compasivamente un proyecto; pero ella también responde de forma activa, colaboradora, creyente y confi ada, en libertad y ofreciéndose a Dios totalmente. En otras mujeres estériles de la Biblia hubo milagros de Dios para que los esposos pudieran concebir, como es el caso de Abraham y Sara, de Ana y Elcaná o de Zacarías e Isabel. Pero aquí, ni María es estéril ni José tiene más interven-ción que el silencio confi ado, la aceptación de la voluntad divina y el futuro cuidado de la Madre y el Hijo. Jesús no ha nacido del deseo o de la inter-vención humana, sino que únicamente es fruto de la iniciativa de Dios, es obra del Espíritu Santo y por tanto Hijo de la Gracia. La salvación de Dios, que es Jesucristo, es puro regalo, puro amor gratuito.

El término milagro se puede aplicar verda-deramente al modo como fue concebido Jesús y a la maternidad virginal de María. El Evangelio nos enseña, de manera más que elocuente, que los mi-lagros son signos de Dios y de su Reinado, pruebas de su infi nita misericordia que nos comunican su

presencia y nos hablan de Él y de sus planes. Los milagros precisan de la fe, de la mirada confi ada y creyente. “Las objeciones que se plantean contra la virginidad de María refl ejan la mentalidad cien-tista dominante, para la cual las afi rmaciones de las ciencias experimentales tienen un valor inape-lable. Nosotros, en cambio, sin negar el valor del conocimiento científi co, no lo absolutizamos, pues sabemos que por encima de la materia, de la vida, del universo y de sus leyes, está el Creador de todo ello para quien nada hay imposible” (F. Colomer).

Sería preferible utilizar el término “miste-rio”, tal y como se denomina al portal en la re-presentación del Belén. No falta el Niño, verdadero príncipe de la paz. No falta María, la madre mara-villada por la alegría del Hijo encarnado para que se cumpliera la promesa del Padre, Madre de Dios que reúne en sí y refl eja en cierto modo las supre-mas verdades de la FE. No falta José, que asiste y cuida cuantos anhelos abrigaba en su corazón y en su alma por la confi dencia del ángel del Señor, y lo hace con sincera atención paternal como digno es-poso ante los designios del Cielo. No faltan los pas-tores, los humildes, los parias y pobres de la tierra inundados de la gloria de Dios que responden, ya sin temor, a la llamada del ángel. El cielo y la tierra, la salvación y la paz se abrazan en el pesebre del Dios ternura.

Que el Hijo de Dios sea nacido de mujer es probablemente el mejor resumen de lo más subli-me de la cristología que anuncia la Pascua. No hay ser humano, verdaderamente humano, que no haya

3. Que nació deSanta María Virgen

ANDRÉS BORREGO TOLEDANO

El “Símbolo de los Apóstoles” como fórmula con la que la Iglesia expresa su fe y la transmite con un lenguaje común.

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es aquí ante todo la mujer y ante todo es la madre, mujer creyente y madre del Hijo de Dios. De ella nos interesa su personalidad y sobretodo su condi-ción femenina y maternal a través de la cual, Je-sús se ha hecho hombre para tomar la condición de esclavo. Cristo nació de una mujer, quiso Dios te-ner una madre y no verse privado de la mirada y el abrazo del inefable amor contenido en el corazón de una madre. Ni el mismo Dios se resistió a sentir en sus propias carnes la expresión más afortunada de lo creado a su imagen y semejanza. Por verda-dero amor se despojó de su rango naciendo como verdadero humano sin dejar de ser Dios. El mismo amor por el que se entregó para la redención.

Cuando María dice “SÍ” a Dios se lo está di-ciendo a toda la Humanidad para convertirse en mediadora de todas las gracias, bienaventurada entre todas las mujeres para concebir la Luz del mundo y romper las tinieblas. María presta su exis-tencia y su condición, por la fe, para ser eslabón y nudo indestructible entre lo divino y lo humano, entre la eternidad y el tiempo. Y así, Cristo con su encarnación se ha unido a todo hombre a través de una verdadera mujer. María no es semidiosa ni diosa madre, no es producto de la mitología olímpica, es auténtica humanidad que envuelta en la valentía de saber de quien se había fi ado, dijo que asumía los designios del Padre Eterno cuando era casi una adolescente y acababa de prometerse a José de la estirpe de David. Esa misma convicción de la ac-ción providente depositada en ella le alentó a huir a Egipto, a acompañar a su Hijo en todo su proceso mesiánico, a estar al pie de la cruz cuando parecía esperar contra toda esperanza y ser protagonista infalible de la primitiva Iglesia, antes y después de Pentecostés.

“Sobre su maternidad humano-divina se ci-menta el misterio de la redención. Sin un hombre-Dios la redención no tiene valor infi nito. Sin un Dios-hombre no existe la solidaridad, condición ne-cesaria para la liberación total. María madre es ga-rantía de lo uno y de lo otro” (A. Martínez Sierra).

Será edifi cante animar a fi eles y cofrades a dirigirse, con particular devoción a María, imagen de la Iglesia. Se debería alentar toda iniciativa que ayude a los creyentes a reconocer su papel especial en el misterio de la salvación, a amarla fi lialmente y a imitar su fe y su virtud.

nacido de mujer. Es María de Nazareth la que apor-ta la humanidad al Logos hecho carne en ella. El verdadero Dios es verdadero hombre por María. Ella

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2012

Nuestra Señora María de Nazareth. Martos.

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Sin ningún género de duda, son muchos, mu-chísimos, los objetivos que podremos conseguir por medio de nuestro propio esfuerzo. Para ello nos ha dotado el Señor de no pocos medios y facultades. Pero está fuera de toda duda, que para lograr otros propósitos deberemos seguir el viejo apotegma de “a Dios rogando y con el mazo dando”. Más incluso: ciertas metas sólo las alcanzaremos poniéndonos de rodillas. Esto es, orando. Algo de todo esto preten-demos decir en las siguientes líneas.

¿Por qué aquel rito exorcista no resultó?

Siempre que me ha tocado impartir lecciones de pastoral, recuerdo cuando nos las daban en el Seminario y aún después. El objetivo para clérigos o laicos siempre fue y sigue siendo el mismo: arran-car a las gentes del poder del Maligno y llevarlas a Dios. Pero, pese a que seguro que por Dios no que-da, y a los multiformes estudios, planes, estrategias y tácticas pastorales empleados, infi nidad de veces “la cosa”, esto es, la “conversión”, no se logra ¿Por qué? Aparte de la irrenunciable libertad del hombre, la respuesta es sencillísima: nos la dio el evangelista san Mateo hace ya unos 2000 años cuando nos contó (Mt 17, 14-19) lo que les sucedió a 9 de sus apóstoles con un chiquillo “malísimo” que les trajo su padre para que se lo curasen.

Recordad: El hecho tuvo lugar mientras Jesús había subido al monte Tabor con Pedro, Santiago y Juan para aquello de su Transfi guración ante ellos. En esto llega tal padre con su hijo “endemoniado”, como les decían entonces. Endemoniado o lunáti-co, lo cierto es que el chaval sufría y hacía sufrir muchísimo, ya que llegaba a tirarse hasta al fuego o al agua. Urgía pues “desendemoniarlo”. Sanarlo, diríamos hoy.

Y los apóstoles, que habían visto tantas ve-ces cómo solucionaba el Maestro tal problema con sólo dos palabras, se lanzan a hacer de exorcis-tas o sanadores “en prácticas”. Comenzarían, sin duda, por repetir las mismas palabras que pro-nunciaba en tales casos el Maestro, pero viendo que la curación no llegaba, es fácil imaginar la de palabras y gestos y hasta trucos que emplearían. Y cómo subirían o atemperarían el tono de voz y ademanes frente al desventurado jovencito. Total que nada. Este seguía tan endemoniado como ha-bía llegado.

En esto llega Jesús y se encontró con esta escena tragicómica. Un tanto semejante, por cier-to, a la de tanta teoría, tantos debates y tantos organigramas pastorales como hoy nos traemos los “aprendices de apóstoles” del Maestro. ¿Será cierto aquello de que “reunión de pastores, oveja muerta”? Porque no neguemos que hoy nos vemos, no ante uno, sino ante muchos padres angustiados porque sus hijos, si no “endemoniamos”, sí se tiran o merodean cerca de fuegos o aguas no menos pe-ligrosas: compañías, sexo, drogas, violencia, des-precio de valores, etc. Padres que se sienten im-potentes y piden que se los curemos. Y por nuestra parte, seguimos sin recordar la fórmula magistral de sanación.

Recordando la “fórmula”

Porque ésta ya nos la deja clarísima el rela-to de Mateo. Cierto tipo de “demonios” sólo salen con la oración confi ada. Justo el método del que los discípulos se habían olvidado: método hecho de una fe nutrida y expresada en la oración. En encuentros fi liales con el Padre como el que él mismo acababa de tener en el monte.

Experiencia de fe

Creo Señor, pero aumenta mi feLa madre Asunción Colomo Lara de San José nos remite este texto del “Equipo Orar” para ser

meditado y para que nos ayude en nuestra experiencia de fe interior y personal.

EQUIPO ORAR

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¿Y a qué atribuye el Maestro este fallo orante? Jesús advierte repetidamente sobre la falta de fe en quienes le piden algo. Y a ello atribuye la inefi cacia de su oración. A la buena mujer a quien cura de su fl ujo de sangre le dice: “Tu fe te ha curado”. Y al admirable centurión que le ruega cure a su criado le responde: “Que te suceda tal como has creído”; a la par que pondera abiertamente su fe con aquellas palabras, raras por otra parte en boca de un judío referidas a un militar romano: “No he encontrado tanta fe en Israel”.

Parece que Jesús no tiene otro objetivo que el de promover la fe de quien le pide o simplemente escucha. Tanto la fe en él mismo, como en el Padre que le ha enviado. Una fe que puede “mover mon-tañas”, capaz de “arrancar higueras y plantarlas en el mar”. Una fe que, si se tiene sin titubeos, “todo cuanto pida en la oración” lo obtendrá. Una fe ca-paz de conseguir al creyente “ver la gloria de Dios”. Una fe cuya carencia le impresiona dolorosamente como cuando se enfrenta a sus discípulos y les llega a llamar “hombres de poca fe”.

Lo bueno es que Jesús no pide mucha fe. No les pide una fe “talla de Abraham, Padre de los Cre-yentes”. Basta con que la tengan del tamaño de un granito de mostaza (Mateo 17,20). Pero cuidado, no dice un granito de “arena”, que es algo inerte, sino un granito de “mostaza”, que es algo que puede germinar y crecer. Lo que importa no es el tamaño, sino que nuestra fe, por pequeña que sea, tenga un dinamismo interior que aspire a crecer. El padre de aquel niño tenía una fe muy pequeña, pero era una fe germinal, esto es, con futuro y dispuesta a cre-cer. “Creo, Señor, pero ayuda mi poca fe”, dijo el buen hombre. Oró y su fe creció. Y su hijo se curó.

Fe y oración. Oración y fe.

Quien no tiene fe -confi anza, apertura, en-trega plenas en las manos del Señor- no sólo no verá nunca efi cacia alguna en su oración, sino que su mis-ma fe ira decreciendo más y más. Al contrario, si la tiene muy pequeña, pero capaz de repetir una y mil veces: “Creo, Señor, pero ayuda mi poca fe”, como el padre que acabamos de mencionar, entonces su fe crecerá. Tras de cada momento orante irá des-cubriendo las maravillas que Dios ha hecho y sigue haciendo cada día en él. Y su fe irá, como si dijése-mos, retroalimentándose y creciendo.

Lo peor para que un alcohólico sane, es que no se considere tal. Alguien que se considere con la fe sufi ciente, caerá en la pasividad, y jamás buscará de verdad a la Verdad. Seguirá siendo cierto lo de que “la fe mueve montañas”; pero esto sólo ocurrirá si ponemos por nuestra parte toda la carne en el asador. Sólo en ese caso la fe será capaz de mover la montaña más difícil: la de nuestra pasividad o autosufi ciencia.

La fe moviliza todos nuestros recursos. Cuando realmente creo que puedo conseguir algo, se despier-ta mi creatividad, venzo mis temores, trato de buscar lo que busco con mis propias fuerzas, pero también recordando que hay cosas que se consiguen “orando y con el mazo dando”, e incluso otras que sólo las conseguiré puesto de rodillas; es decir, mediante la oración confi ada, humilde, atenta y constante.

La oración de quien no tiene fe carece de es-tas cualidades. Por eso, insistamos por última vez, antes que pedir nada en concreto, primero pidamos al Señor: “Creo, Señor pero ayuda a mi poca fe”. Primero, ¡oremos!

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Carta leída en el programa de “Los sábados de Radio María” en las pasadas navidades por NH Miguel Ángel Cruz Villalobos, miembro del Consejo de Redacción de la revista ¡CREO! Cofrades en la fe.

La carta… tengo que escribir la carta. ¡Jesús! Qué nervios. Y tengo que escri-birla ya.

Que se van, que ya pronto inician el camino…

¡Qué suerte! Y lo verán y estarán un ratito con Él y seguro que disfrutarán de la magia del momento.

Tengo que escribirla para que puedan llevársela. ¡Dios mío! El bolígrafo, ¿dón-de habré puesto el bolígrafo?... no, mejor un lápiz, con un lápiz puedo borrar y rehacer lo escrito, con un boli he de hacer tachones si me equivoco y la carta es de importancia, debe ser leída por personalidades de relieve… je je ¡qué tonto! Pero si ya no necesito instrumentos de escribir, no tengo que tachar, sólo con pulsar la tecla eliminar o suprimir lo tengo resuelto, además, como el procesador me indica la falta de ortografía… pues eso.

Tengo que aprovechar que van, pero he de darme prisa, pues, aunque salen de aquí al lado -el Papa dice que de Tartessos-, están a punto de partir ya que el viaje es largo y penoso, aunque al fi nal merezca la pena.

¿Me la aceptarán?... yo creo que sí… son muy bondadosos. A pesar de que, esta vez, sean ellos los carteros, me la aceptarán. Están acostumbrados a recibir cartas de todos los niños pidiendo regalos, pero ahora tendrán que hacer una excepción y ser los portadores de la misiva, porque yo quiero que sea Él, sólo Él quien la lea, con su pequeñez la leerá y si no, será su Madre quien lo haga -Ella está acostumbrada a servir de mediadora-.

A ver como empiezo…. Señor… no eso no puede ser, ¡que es un niño! ¡Ufff! esto es más difícil de lo que creía. Estimado… tampoco, demasiado formal

Veamos…, esto no puede ser tan difi cultoso…, ¡ya lo tengo!

Querido Niño Dios: …………………………………………… ¡Buenoooo! Ahora no sé que pedirte… ¿Qué te podemos pedir nosotros, los pobres humanos, que no nos hayas dado ya?: nos diste la Vida y la capacidad de la palabra para comunicarnos, nos diste una Mente, la inteligencia, la voluntad y la facultad de razonar que nos hace libres y juiciosos. Nos diste todo un universo para recrearnos y disfrutarlo. Nos diste el poder amar... ¡Ah! y por último, para remate, nos diste a ti mismo… ¿Qué más se puede pedir?

Pues sí que la he hecho buena, escribo una carta de deseos y resulta que en vez de pedir, tengo que dar gracias por todo, incluso por la ayuda para no estropear nada de lo graciosamente recibido.

Bueno, pues entonces, MUCHAS GRACIAS.

Recibe un amoroso beso y saluda a Papá y Mamá.

Miguel Ángel (un niño grande)

Carta a ...

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Que los cristianos sientan la urgencia de la Nueva Evangeli-zación y hagan de sus vidas una proclamación gozosa del Evange-lio de Jesucristo.

Que las comunidades cristianas de Medio Oriente reciban del Espíritu Santo la fuerza de lafidelidad y la perseverancia, especialmente cuando son discri-minadas.

Que el cofrade viva, participe y comparta con ilusión la celebra-ción del sacrificio Eucarístico que celebramos en la Santa Misa cada domingo.

Abba, Padre

La fe de los cristianos:Que en este Año de la Fe los cristianos podamos profundizar el conocimiento del misterio deCristo y testimoniar nuestra fe con alegría.

ENEROOremos por las intenciones del Santo Padre y la Conferencia Epis-copal propuestas al Apostolado de la Oración, a las que le hemos sumado una de la Hermandad.

AGENERAL

AMISIONERA

ACEE

ACOFRADE

Profesión de fe

SECCIÓN DEDICADA A LA ORACIÓN, COORDINADA POR HNO. ABDÓN RODRÍGUEZ HERVÁS, MONJE JIENNENSE DEL MONASTERIO CISTERCIENSE DE SANTA MARÍA DE LAS ESCALONIAS. HORNACHUELOS (CÓRDOBA).

Creo que son felices los que comparten,

los que viven con poco,

los que no viven esclavos de sus deseos.

Creo que son felices los que saben sufrir,

encuentran en Ti y en sus hermanos el consuelo

y saben dar consuelo a los que sufren.

Creo que son felices los que saben perdonar,

los que se dejan perdonar por sus hermanos,

los que viven con gozo tu perdón.

Creo que son felices los de corazón limpio,

los que ven lo mejor de los demás,

los que viven en sinceridad y en verdad.

Creo que son felices los que siembran la paz,

los que tratan a todos como a tus hijos,

los que siembran el respeto y la concordia.

Creo que son felices los que trabajan

por un mundo más justo y más santo,

y que son más felices

si tienen que sufrir por conseguirlo.

Creo que son felices los que no guardan en su granero

el trigo de esta vida que termina,

sino que lo siembran, sin medida,

para que dé fruto de Vida que no acaba.

Y creo todo esto porque creo

en Jesús de Nazaret, el Hijo,

el hombre lleno del Espíritu,

Jesucristo, el Señor.

JOSÉ ENRIQUE RUIZ DE GALARRETA sj

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Sí, para vivir verdaderamente, necesitamos orar. ¿Por qué? Porque vivir es amar; una vida sin amor no es vida. Es soledad vacía, es prisión y tris-teza. Vive verdaderamente solo el que ama. Y ama solo quien se siente amado, alcanzado y transforma-do por el amor. Como la planta que no puede dejar abrir su fruto si no es alcanzada por los rayos del sol, así el corazón humano no se entreabre a la vida llena y verdadera si no es tocado por el amor. Enton-ces, el amor nace del encuentro y vive del encuen-tro con el amor de Dios, el más grande y hermoso de todos los amores posibles, el amor más allá de todas nuestras defi niciones y de nuestras posibilidades.

Orando, nos dejamos amar por Dios y se nace al amor, siempre nuevo. Por eso, quien ora vive, en el tiempo y en la eternidad. ¿Y el que no ora? Quien no ora tiene el peligro de morir dentro, porque le faltará antes o después el aire para respirar, el calor para vivir, la luz para ver, el alimento para crecer y la alegría para dar un sentido a la vida.

Me dices: ¡yo no sé rezar! te respondo: em-pieza a dar un poco de tu tiempo.

Al principio, lo importante no es que sea mu-cho tiempo, sino que tú lo des fi elmente. Cada día, fi ja, tú mismo, un tiempo, para dárselo fi elmente al Señor, cuando tienes ganas de hacerlo y cuando no las tienes. Busca un lugar tranquilo donde, si es po-sible haya cualquier signo que te hable de la presen-cia de Dios (una vela, un icono, la Biblia, una cruz, el Sagrario…) recógete en silencio: invoca al Espíritu Santo, para que sea Él quien grite en tu corazón: “Abbá, Padre”. Ofrece a Dios tu corazón, aunque esté alborotado: no tengas miedo en decirle todo, no solamente tus difi cultades, tu dolor, tu incredu-lidad, también, si lo sientes dentro, tus rebeliones, tu protesta.

Todo ponlo en las manos de Dios. Acuérdate que Dios es Padre-Madre en el amor, que todo lo acoge, lo perdona, lo ilumina, lo salva. Escucha su silencio; no pretendas tener enseguida las respues-tas. Persevera. Como el profeta Elías, camina en el desierto hacia el monte de Dios: y cuando te hayas acercado a Él, no lo busques en el viento, en el te-rremoto o en el fuego, como señal de fuerza o de

grandeza, sino en la voz del penetrante silencio (cf 1 Re 19, 12). No pretendas aferrarte a Dios, deja que Dios entre en tu vida, en tu corazón, te toque el alma, y se haga ver de ti aunque solo sea de es-paldas.

Escucha la voz de Su Silencio. Escucha Su Pa-labra de vida: abre la Biblia, medítala con amor, deja que la Palabra de Jesús hable al corazón de tu corazón; lee los Salmos en los que, con frecuencia, encontrarás todo aquello que le querrías decir al Señor; escucha a los apóstoles y a los profetas; ena-mórate de la historia de los Patriarcas y del Pueblo elegido y de la iglesia primitiva, donde encontrarás la experiencia de la vida vivida en el horizonte de la Alianza con Dios. Y cuando hayas escuchado la Palabra de Dios, sigue caminando en el sendero del silencio, dejando que sea el Espíritu Santo el que te una a Cristo, Palabra eterna del Padre. Deja a Dios Padre que te plasme con sus dos manos, el Verbo y el Espíritu Santo.

Al principio, te podrá parecer que el tiem-po, para todo esto, sea demasiado largo, que no pasa; persevera con humildad, dando a Dios todo el tiempo, más o menos, que has establecido cada día. Verás que, de encuentro a encuentro, tu fi delidad será premiada, y te darás cuenta que poco a poco el gusto por la oración crecerá en ti y aquello que al principio te parecía imposible, será cada vez más fácil y hermoso. Comprenderás entonces que lo que cuenta no es tener respuestas sino ponerse a dispo-sición de Dios; y verás que lo que llevas a la oración será poco a poco transfi gurado.

Así, cuando vayas a orar con el corazón albo-rotado, si perseveras, te darás cuenta que después de haber rezado no habrás encontrado respuestas a tus preguntas, mas las mismas preguntas se disolve-rán como la nieve al sol y tu corazón se llenará de paz: la paz de estar en las manos de Dios y de de-jarte conducir dócilmente por Él a donde Él quiera. Entonces tu corazón podrá cantar el cántico nuevo, y el “Magnífi cat” de María saldrá espontáneamente de tu boca y será cantado en la elocuencia silencio-sa de tus obras.

Vendrá el momento de la “noche oscura”, en donde, las cosas de Dios, te parecerán áridas y ab-

Me preguntas ¿para qué orar? Te respondo: para vivir

HNO. ABDÓN RODRÍGUEZ HERVÁS ocso

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surdas: no tengas miedo. En esa hora en la que Dios mismo luchará contigo: removerá en ti cada pecado, con la confesión humilde y sincera de tus culpas y el perdón del Sacramento; dale a Dios, aún más de tu tiempo; y deja que la noche de los sentidos y del es-píritu llegue a ser para ti la hora de la participación en la pasión del Señor. Entonces será Jesús mismo a llevar tu cruz y a conducirte con Él hacia la gloria de la Pascua. No te sorprendas de encontrar hasta agradable esa noche, porque la verás, transformada en ti como noche de amor, inundada del gozo de la presencia del Amado, llena del suave olor de Cristo, luminosa con la luz de la Pascua.

No tengas miedo de las pruebas y de las difi -cultades en la oración; acuérdate sólo de que Dios es fi el y no te dará nunca una prueba sin darte la manera de salir de ella y no te expondrá nunca a una tentación sin darte la fuerza para vencerla. Dé-jate amar por Dios: como una gota de agua que se

evapora bajo el rayo del sol y sube a lo alto y baja a la tierra como lluvia fecunda o rocío consolador, así deja que todo tu ser sea trabajado por Dios, plas-mado por el amor de los Tres, absorbido en ellos y restituido a la historia como don fecundo. Deja que la oración libere en ti cada miedo, y haga crecer el valor y la audacia del amor, la fi delidad a las per-sonas que Dios te ha confi ado y a las situaciones en el que te ha puesto, sin buscar evasiones o consola-ciones fáciles. Aprende orando, a vivir la paciencia de esperar los tiempos de Dios, que no son nuestros tiempos, y a seguir el camino de Dios, que muchas veces no son nuestros caminos.

Un don particular que te dará la fi delidad a la oración, es el amor a los otros y el sentido de igle-sia: a más oración, serás más misericordioso para todos, querrás ayudar más a los que sufren, tendrás más hambre y sed de justicia para con todos, espe-cialmente para los pobres y débiles, aceptarás más el cargar con el pecado ajeno, para completar en ti aquello que falta a la pasión de Cristo, a favor

de su cuerpo, la Iglesia. Orando, sentirás como es hermoso estar en la barca de Pedro, solidario con todos, dócil a los pastores, sostenido por la oración de todos, pronto a servir a los demás gratuitamente, sin pedir nada a cambio. Orando, sentirás crecer en ti la pasión por la unidad del cuerpo de Cristo y de toda la familia humana. La oración es la escuela del amor. La oración es la escuela del amor, porque es en ella donde uno puede reconocerse infi nitamente amado y puede siempre de nuevo, nacer a la ge-nerosidad que toma la iniciativa del perdón y de la entrega incondicional, sin medir el cansancio.

Orando, se aprende a orar y se saborean los frutos del Espíritu que hacen verdadera y hermosa la vida: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fi delidad, mansedumbre, dominio de si” (Gal 5, 22). Orando se siente cada vez más la urgen-cia de llevar el Evangelio a todos, hasta los confi nes de la tierra. Orando se descubren los infi nitos dones

de Dios y se aprende cada vez más a darle gracias en todas las cosas. Orando se vive. Orando se ama. Orando se alaba. Y la alabanza es el gozo y la paz más grande de nuestro corazón inquieto, en el tiem-po y en la eternidad.

Si tuviera que desearte el don más hermoso, si quisiera pedírselo a Dios para ti, no dudaría en pedirle el don de la oración. Se lo pido: y tú no du-des en pedirlo a Dios para mí. Y para ti. La paz del Señor nuestro Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo estén contigo. Y tú en ellos; porque orando entrarás en el corazón de Dios, escondido con Cristo en Él, envuelto en su amor eterno, fi el y siempre nuevo. Ya lo sabes: quien ora con Jesús y en Él, quien ora a Jesús o al Padre de Je-sús o invoca su Espíritu, no ora a un Dios genérico o lejano, sino ora en Dios, en el Espíritu Santo, por el Hijo al Padre. Y del Padre por medio de Jesús, en el soplo divino del Espíritu, revivirá cada don perfecto, apto para Él y desde siempre para Él preparado y deseado. El don que se espera. Que te espera.

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Page 13: ¡Creo! Cofrades en la Fe

Siguiendo la tradición de Santa Teresa de Ávi-la, Delfi eux considera que en la oración hay unas mo-radas con puertas que fácilmente se abren con unas llaves. Éstas no son sólo acceso a la oración, sino oración misma, de tal forma que quien empiece a

Ninguno de nosotros sabe orar, pero Jesús nos ha enseñado cómo hacerlo.

Después de tantas y tantas generaciones, sus discípulos intentan imitarle, y han ido desarrollando y precisando, un cierto número de leyes para actualizar y concretar

las enseñanzas del Evangelio.

Enseñanzas que, a lo largo de los siglos, numerosos maestros espirituales han confi rmado.

Estas enseñanzas nos abren las puertas del mundo interior de la contemplación.

Aquí tienes, hermano, diez llaves para la oración.

Es muy importante que tomemos conciencia de una primera verdad: la oración habita ya en noso-tros. Quizá no habíamos pensado nunca en ello. Sin embargo, ésta es la realidad.

Llevamos en nosotros mismos, inscrito en nuestro ser, el aliento mismo de Dios, soplado en nuestro pecho desde el principio. Éste es el don más hermoso de nuestra divina creación.

“Entonces el Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo” (Gn 2,7).

En efecto, desde el origen, se puede decir que este ser vivo que somos nosotros, ontológicamente es un ser orante, puesto que ha sido constituido como ser animado, marcado en lo más profundo de sí mismo por el sello de la imagen y semejanza:

“Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó” (Gn 1,27).

Con la gracia de la Encarnación redentora, se nos ha dado este mismo Espíritu inundando nuestros corazones:

“El amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones, por el Espíritu Santo que nos ha dado” (Rom 5,5).

Diez llaves para orarPIERRE-MARIE DELFIEUX

utilizar una de ellas se encontrará orando con Jesús al Padre. Porque las puertas de la oración se abren por dentro, y el Señor que las abre está deseando ver cómo el orante mete la llave por la cerradura para hacer un movimiento de ayuda por el otro lado.

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De una forma todavía más maravillosa poseemos las primicias del Espíritu y llevamos en nosotros su sello:

“Al creer, fuísteis sellados con el Espíritu Santo prometido...para ser un himno a su gloria” (Ef 1,14).

Es él quien nos anima, pues es nuestra vida. Y si es nuestra vida, la primera llave de la oración consiste en seguir sus pasos:

“Si el Espíritu nos da vida, sigamos también los pasos del Espíritu” (Gál 5,25).

Hemos de comenzar por unir nuestro ser a la oración que ya habita en nosotros. Tenemos que descubrir sus huellas, pues ella va delante de nosotros. No debemos impedir que afl ore. Tenemos que liberarla por nuestra fe en su presencia y por nuestra docilidad a sus llamadas.

Para orar bien tengo que comenzar por escuchar dentro de mí mismo, al Espíritu de Jesús orando al Padre del cielo:

“Dios envió a vuestro interior el Espíritu de su Hijo, que grita: ¡Abba!¡Padre!” (Gál 4,6).

Desde este momento, ¿qué importancia tiene nuestra debilidad, nuestra inercia, nuestra falta de experiencia? No es dándonos cabezazos obstinadamente contra esta situación como lograremos conti-nuar hacia adelante. En el centro de este gran muro, se ha abierto una puerta y tenemos ya la llave de su cerradura.

Nosotros no sabemos qué hacer para orar como conviene, pero eso no es problema. El Espíritu intercede por nosotros:

“El Espíritu acude en auxilio de nuestra debilidad: nosotros no sabemos, a ciencia cierta, lo que debemos pedir, pero el Espíritu en persona intercede por nosotros,

con gemidos, sin palabras” (Rom 8,26).

Por tanto, antes que nada debemos orar en el Espíritu Santo. Él es el maestro de nuestra oración. Puesto que el Espíritu de Dios habita en nosotros y el Padre no puede negárnoslo si se lo pedimos:

“Si vosotros, malos como sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros niños, ¿cuánto más vuestro Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden?” (Lc 11,13).

Vivamos a la escucha de este huésped interior, seamos dóciles a sus deseos, atentos a su presen-cia, consintiendo a sus llamadas. Él mismo, en persona, acude en auxilio de nuestra incapacidad natural, con la dulzura de sus gemidos. No frenemos su acción.

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HERMANDAD HUMILDAD Y DESAMPARADOS

Iglesia delMonasterio de la Santísima Trinidad10:30 h. a 13:00 h.

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MartosEucarístico

Horarios de exposición del San simo Sacramento en templos marteños

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ADORACIÓN NOCTURNA · ANECapilla Sacramental de la Iglesia Parroquial de San Juan de DiosInicio 20:10 h.

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INTRODUCCIÓN

El Cardenal John Henry Newman, en un momento de búsqueda de la ver-dad, como tantos hombres que encontra-ron la fe después de un fatigoso camino, escribió estos versos el año 1883:

“Guíame, luz amable, por entre la niebla que me rodea ...No pido ver el panorama lejano; un poco es sufi ciente” 1.

El itinerario de la fe, en cada per-sona, es único. Cada uno tiene su historia personal con sus tiempos y circunstancias. Nunca hacemos este camino en solitario y es Dios mismo quien sale un día y otro día a nuestra búsqueda y encuentro. Si le abrimos el corazón, Él nos ayuda y acom-paña. Si le cerramos la puerta, Él espera. Es de necios pretender hacer este camino solos, y de sabios cogernos de la mano con quienes hacen el mismo recorrido.

El cofrade, el hermano, hace su itinerario de creyente con unos ideales y objetivos semejantes a su grupo de aso-ciados, no para estancarse sino para lle-gar más lejos aportando su ilusión y apo-yándose en los demás como familia de hermanos.

Importa mucho que en este reco-rrido, como aquellos discípulos de Emaús el día de la Resurrección, busquen juntos la compañía de Cristo, escuchen sus Pala-bras y le inviten a la Mesa, para que “les arda el corazón” (Lc 24, 32).

1. EN EL AÑO DE LA FE

El Papa Benedicto XVI, como ya co-nocen, decidió hace más de un año, el 11 de octubre de 2011, celebrar en toda la Iglesia el Año de la Fe. Dio comienzo el pasado día 11 de octubre y se extende-

rá hasta el 24 de octubre, festividad de Cristo Rey.

Ha hecho coincidir este aconteci-miento eclesial con el 50 aniversario del inicio del Concilio Vaticano II y el 20 ani-versario también de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, indicán-donos claramente el camino a seguir du-rante este año para reavivar y fortalecer la fe personal y comunitaria que compar-timos.

En la Carta Apostólica Porta Fidei de Su Santidad, por la que convoca este gran acontecimiento para toda la Iglesia, nos señala sus objetivos básicos. Se pre-tende, podemos leer, que este año sea “un tiempo de especial refl exión y des-cubrimiento de la fe” en su doble dimen-sión: personal (subjetiva) y comunitaria (objetiva).

En el primer sentido, como fe per-sonal, nos señalaba el Papa, que lo que se pretende es “ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa” 2, o lo que es lo mismo, precisamos, cada uno, que nuestra fe nos confi gure con Jesucristo, que inti-memos con su persona, que Él transforme nuestros pensamientos y afectos, nuestra mentalidad y comportamiento 3.

Sólo desde esa experiencia interior, personal y única en nosotros, nos sentire-mos renovados por el amor que nos tie-ne, muy personal, Jesucristo y aumentará nuestra fe en Él.

Conocemos los caminos para en-contrar esa fuente renovadora en noso-tros: sobre todo la Eucaristía y la Palabra de Dios como la “lectio divina”, la cele-bración de nuestra fe en la liturgia, la oración reposada y personal en silencio, si fuera posible ante el Santísimo Sacra-mento.

El O

bispo

de J

aén

a las

Cofr

adías

Cofradías y HermandadesDiocesanas en el Año de la fe

CARTA PASTORAL

+ RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ, Obispo de Jaén

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Pero además de reavivar nuestra fe personal tenemos también necesidad de conocer y descender a nuestra fe objetiva: el Credo de nuestra fe y sus contenidos.

Con palabras del Papa, en la Carta Apostóli-ca citada, hay que “redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada” 4. Así lo hacían ya, nos recuerda, los primeros cristianos que, en los primeros siglos: “Estaban obligados a aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no olvidar el compromiso asumido en el bautismo” 5. Para ello realizaban la ceremonia de la entrega del Credo, como refi ere San Agustín en uno de sus sermones 6.

El apóstol San Pablo escribe en su segunda carta a Timoteo, su discípulo, que busque la fe con la misma constancia de cuando era niño 7. Lo mis-mo viene a indicarnos el Santo Padre al decirnos en esta Carta que la fe “es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos, las maravillas que Dios hace con nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia ac-tual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo” 8.

Sería muy oportuno que cada hermano co-frade rezara reposadamente el Credo de su fe ante la pila bautismal en que inició su recorrido de creyente y que, junto con los demás hermanos o en su comunidad parroquial, recibiera de manos de su Capellán o Párroco el símbolo de la fe, para recitarlo diariamente.

INVITACIÓN: El Credo de Nuestra Fe.

2. FE EN SENTIDO RELIGIOSO

La fe es un viaje de todo hombre o mujer que estructura su existencia de forma nueva. Es una decisión por la que afi rmamos que en lo íntimo de nuestra existencia hay un punto que no puede ser sustentado ni sostenido por lo visible y comprensi-ble, sino que choca con lo que no se ve. Esto afecta en su mismo ser a la vida del creyente y aparece para él como algo necesario para su existencia.

El hombre tiende, por inercia natural, a lo vi-sible, a lo que podamos tocar con la mano, a lo que pueda comprender como propio. Para creer, sin em-bargo, hace falta un cambio interior, darnos cuenta de lo pobre y ciego que es fi arse solamente de lo que pueden ver nuestros ojos. Sin este cambio, que podemos llamar “conversión”, no puede haber fe en sentido religioso. Y, porque nuestra inercia natural nos empuja en otra dirección, la fe es un cambio diariamente nuevo. Sólo desde una conversión pro-longada a lo largo de la vida podremos percatarnos de lo que signifi ca “yo creo”.

Así comienza la Carta Porta Fidei, de Su San-tidad Benedicto XVI: “la puerta de la fe (cf. Hch 14,27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza en el bautismo (cf. Rm 6, 4) ... y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna ...” 9.

Creer implica confi anza y osadía de ver, en lo que no se ve, algo auténticamente real. La fe es una decisión de nuestra existencia, un cambio con-tinuado en el ser humano al que sólo llega por una decisión personal fi rme.

No es creer “sospechar o no saber con cer-teza”. Este sería un creer que no compromete a nada, ni tendría consecuencias para la vida en sus comportamientos. Son quienes dicen creer en Dios, sospechan que tiene que haber “algo” o “alguien” que fundamente todo, pero no practican, aunque incluso recen alguna vez y se unan a determinadas celebraciones con otros creyentes.

Tampoco es propiamente fe, en sentido reli-gioso, “creer en uno por confi anza” como encuentro de personas v. gr. fi arse de un profesional, porque para esto no se precisa un conocimiento profundo de la intimidad de esa persona para fi arse por com-pleto de ella.

La dimensión de la fe, en el sentido que esta-mos tratando, va más allá de los planteamientos an-teriores. No sólo supone creer en una persona, sino que implica identifi carnos con ella, amarla, fi arnos de ella e ir a su encuentro. En este sentido enseña el Concilio Vaticano II que: “por la fe, el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el ho-menaje total de su entendimiento y de su voluntad, asistiendo libremente a lo que Dios revela” 10.

La fe en el cristiano no es fruto de nuestro pensamiento. Nos viene de afuera. Es revelación que supera el abismo que yace entre lo eterno y lo temporal, entre lo visible y lo invisible. Aquel a quien nadie vio, entra en contacto histórico conmi-go, con nosotros (cf. 1Jn 1, 1-13).

Escribe San Agustín: “Y ¿qué es creer en Él?: Amarle, ir a su encuentro creyendo, incorporarse a sus miembros ... no se trata de una fe cualquiera sino de la fe que actúa por amor. Exista en ti esta fe y comprenderás la doctrina” 11.

INVITACIÓN: Deben procurar desde las Parro-quias o Cofradías, Hermandades y Grupos Parro-quiales, también a nivel personal, acercarse de una forma u otra a los Documentos del Concilio Vati-cano II, al menos a algunos referentes a la Familia, al Catecismo de la Iglesia Católica, en alguno de

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Nuestro Padre Jesús de Pasión. Martos.

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sus apartados, y contar con la ayuda de las Escuelas diocesanas sobre Fundamentos Cristianos.

3. ENCUENTRO CON DIOS POR JESUCRISTO

Intuimos en el fondo de nuestro corazón, como escribió San Agustín en el libro de las Confe-siones, que “nos has hecho, Señor, para Ti, y nues-tro corazón esta inquieto hasta que no descanse en Ti” 12.

Dios sabe bien lo que hay en nuestros cora-zones, sus inquietudes, preocupaciones y anhelos, porque es su Hacedor y sus Palabras serán acogidas en todo tiempo si llegan al hombre. Como enseña el Concilio Vaticano II: “La razón más alta de la dig-nidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios que lo creó y por el amor de Dios que lo conserva, y sólo se puede decir que vive en plenitud de verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su creador” 13.

En el camino de nuestra fe hay Alguien que nos llama y espera. No se inicia, ni se hace este camino en solitario. Esa llamada está ya en nosotros desde el momento en que somos capaces de trascender, con nuestra inteligencia, por encima de lo que ven nuestros ojos, más allá de lo caduco y efímero. El hombre es capaz de encontrarse con Dios amor por la fe, verdadero don de Dios, aceptado libremente y al que se responde con generosidad. Todo ello se manifi esta en la voz de nuestra conciencia.

El itinerario de la fe, de cada creyente, es único y personal. Cada uno tiene sus propios ritmos y tiempos. El recorrido de la fe no suele ser como la línea recta y ascendente. Aparece la duda a toda edad y nos sorprende en algún momento la noche oscura del alma en su recorrido. Pero una cosa es muy cierta y segura: nunca recorremos este camino en solitario: Dios mismo nos acompaña y también la amistad de muchos cristianos en nuestro hogar común que es nuestra Madre la Iglesia.

El acto de fe es una entrega confi ada a Dios mismo que se nos revela en su Hijo Jesucristo. Creer encierra un diálogo sincero entre Dios y nosotros, un intercambio de conocimiento y de amor mutuo. Creer es recibir como verdadero lo que la Iglesia nos propone como contenido de la fe. Creer, en defi ni-tiva, es una confi anza desde nuestra entrega a un “Tú” que es Dios quien nos da una certeza distinta aunque no menos sólida que la que me llega del cál-culo exacto o de la ciencia. La fe es el acto con el que nos confi amos libremente a un Dios que es Pa-dre y nos ama. No contradice nuestra inteligencia.

La Teología describe la realidad de la fe, con-forme a la enseñanza de San Agustín en los siguien-tes términos: creer por Dios, es decir, movidos por la autoridad de Dios que se revela; creer en Dios, esto es, creer cuanto nos enseña la Revelación sobre

Él y creer hacia Dios, es decir, dirigiéndonos hacia Él como verdad y amor supremo, razón de nuestra existencia.

La fe es, en defi nitiva, es un encuentro vivo, personal y real con Dios a través de su Hijo Jesucris-to. Como afi rma el Papa Benedicto XVI: “No se co-mienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un aconteci-miento, con una Persona, que da un nuevo horizon-te a la vida y, con ella, una orientación decisiva” 15.

Para reavivar nuestra fe y adentrarnos en la grandeza de sus contenidos hemos de seguir profun-dizando con la inteligencia y el corazón, con la luz del Espíritu, en la persona de Jesucristo.

Enseña el Concilio Vaticano II que “realmen-te el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Pues Adán, el primer hombre, era fi gura del que había de venir; es de-cir, de Cristo el Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifi esta plenamente el hombre al propio hombre” 16.

Escribe el teólogo Romano Guardini que: “El momento decisivo en orden a la salvación es Cristo mismo. No su doctrina, no su ejemplo, ni la poten-cia divina operante a través de Él, sino simple y escuetamente su persona” 17.

Al fi nal de su carta de convocatoria de este Año, el Papa Benedicto XVI nos invita a “que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo el Señor, pues sólo en Él tenemos la cer-teza de mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y verdadero” 18.

Hermanos cofrades: Interesa comprobar, en el Antiguo y Nuevo Testamento que la fe es la res-puesta del hombre al Dios que se revela y a su Hijo Jesucristo, y que esta respuesta implica a la persona verdaderamente creyente en todo su ser.

En el Antiguo Testamento la fe aparece como una forma de existencia especial, como persona o como pueblo de quien está unido a Dios y de estar convencido de que es Dios quien conduce la historia de sus vidas. Se insiste, por ello, en la confi anza del creyente en Dios, en ponerse en sus manos y refugiarse en Él. Ello da estabilidad a la persona y a la comunidad al abandonarse con confi anza en los brazos del Señor.

Se puede comprobar en Abraham (Gen 12, 1-4), en la salida de Egipto del pueblo de Israel (Ex 14, 31), en la obediencia a Dios de su pueblo en el desierto (Dt 9, 26-29), en el rey David (Sal 57, 2), entre otros muchos pasajes.

En el Nuevo Testamento podrían acercarse a los Evangelios para comprobar cómo entraban algu-nas personas en contacto con Jesús y se quedaban con Él.

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Caminaba Jesús por la orilla del lago y llamó a unos pescadores para que le siguieran, y dejándo-lo todo se fueron con Él (cf. Mt 4, 18-22). Lo mis-mo ocurre con Mateo, el recaudador de impuestos (cf. Mt 9, 9). El evangelista San Marcos precisa que “Jesús llamó a los que quiso y se fueron con Él, e instituyó a doce para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar” (Mc 3, 13-14). Algo muy es-pecial y decisivo debió ocurrir en el encuentro de Jesús con los discípulos de Juan el Bautista, pues no sólo le siguieron ellos, sino que también invitaron a sus hermanos (cf. Jn 1, 41).

El Año de la Fe será buena ocasión para pro-gramar un tiempo especial para estar con Jesucris-to. Pensemos: ¿cuándo, dónde, con quién?

INVITACIÓN: Acudir a la Sagrada Escritura.

4. VIDA DE FE Y TESTIMONIO DE CARIDADFe y caridad en el cristiano se reclaman mu-

tuamente. Una sostiene a la otra. La fe se manifi es-ta en la caridad. La caridad sin fe sería fi lantropía. Una fe sin obras es una fe muerta. Testimoniar la caridad y la justicia es exigencia esencial e irrenun-ciable de la fe en Jesucristo.

Escribe el Papa en Porta fi dei: “La fe sin la caridad no da fruto y la caridad sin la fe sería un sentimiento a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permita a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cris-tianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, por-que precisamente en él se refl eja el rostro mismo de Cristo”. Por eso nos dirá también el Santo Pa-dre: “El Año de la Fe ... será una buena oportunidad para intensifi car el testimonio de la caridad” 19.

Sabemos que el Apóstol San Juan insiste en decirnos que “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus ovejas” (Jn 15, 13). Es lo que hizo Jesucristo en la cruz: entregar su vida por la humanidad. No cabe mayor amor. Mirar por tanto a Jesús, conocer su vida y conducta y enseñanzas es entrar en la escuela del verdadero amor: en la escuela de la caridad.

Para la Iglesia la caridad no es una especie de actividad de asistencia social, que podría dejarse a otros, sino que pertenece a su misma naturaleza y que es manifestación irrenunciable de su propia esencia. Cáritas es la misma Iglesia en su acción caritativa y social. Si Cáritas no estuviera movida por la fe cristiana, no sería lo que es. Quiere ser expresión de amor cristiano y por eso acude al en-cuentro del hombre, en especial del más débil, del que califi can algunos de “inútil social”. Cáritas se acerca con alegría a ellos porque alcanza a ver en el hermano necesitado el rostro mismo de Cristo.

Es la fe la que permite reconocer a Cristo y es, su mismo amor, el que mueve a socorrer al ne-cesitado en el camino de la vida. La caridad es el verdadero lenguaje de la Nueva Evangelización y la respuesta del creyente a su fe.

Las Cofradías, Hermandades y grupos parro-quiales, como las parroquias y otras instituciones de la Iglesia, han venido apoyando, con ejemplaridad y generosidad la tarea de la caridad cristiana que ha ejercido siempre la Iglesia desde sus inicios apostó-licos. Al tender la mano a favor y apoyo de Cáritas, estas instituciones refl ejan el verdadero alcance de su fe cristiana.

Por otra parte, la fe vivida como expresión de amor y entrega al necesitado, es también fuente de alegría. Comenta así el Santo Padre en su Carta de convocatoria de este Año de la Fe: “Redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado de nuestro encuentro con Cristo” 20.

En efecto, cuando Dios falta, el mundo queda en tinieblas, todo parece aburrido y sin sentido para el creyente. Se puede comprobar que cuanto más se vacía el mundo de Dios más necesidad hay de con-sumismo y más ausente está la verdadera alegría. Esta tiene como fuente la fe expresada y vivida con amor, y en eso consiste esencialmente su manifesta-ción en la caridad.

El amor de Dios, con que nos ama a cada uno, no tiene límites ni fronteras. Desde su fe, el Cofra-de y el Hermano procurará mirar desde ese máximo amor a sus hermanos y a cuantos sufren.

La fe cristiana no es una teoría. Por todo ello, les animo a seguir el camino emprendido en esta dirección. Llenen sus cestas de alimentos para los más necesitados que siempre serán fl ores de amor que adornan sus pasos con un brillo especial.

Sería de desear, ante las circunstancias por las que atravesamos, que cada Cofradía, Herman-dad, Grupo parroquial emprendiera una campaña, bien en torno a la Navidad como expresión de ale-gría, o bien durante la próxima Cuaresma con senti-do penitencial, de recogida de alimentos no pere-cederos, para, en conexión con las Cáritas, hacerlos llegar a las personas necesitadas que son muchas y cercanas.

INVITACIÓN: Recogida de alimentos.

CONCLUSIÓNCuando se presentó en la Ofi cina de la Santa

Sede el Año de la Fe se subrayaron los tres grandes objetivos para este Año, en concreto:

a. Sostener la fe de tantos creyentes que, en medio de las fatigas cotidianas, no cesan de confi ar su vida al Señor.

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b. Responder a la profunda crisis de fe de nuestro tiempo, y

1. J.H. NEWMAN, Himno, Verses on Variorus Occasions, Londres, 1889, pp.156-157.

2. Ibid., n.8.

3. Cf. Ibid., n.6.

4. Ibid., n.9.

5. Ibid., n.9.

6. S. AGUSTÍN. Sermón 215. n.1.

7. Cf. Tm, 2,22.

8. Ibid., n.15.

9. Ibid., n.1.

10. CONCILIO VATICANO II. Constitución Dei Verbum, n.5.

11. SAN AGUSTÍN. Comentario al Evangelio de San Juan, 29,6.

12. SAN AGUSTÍN, Confesiones, 1.1.1.

13. CONCILIO VATICANO II, Constitución Gaudium et spes, nº 19.

14. “Credere Deo, credere Deum, credere in Deum”, SAN AGUSTÍN, Tractatus in Iohannis Evangelium, 29, 6, cit.

15. BENEDICTO XVI, Carta Encíclica “Deus caritas est”, nº 1.

16. CONCILIO VATICANO II, Constitución Gaudium et spes, 22.

17. ROMANO GUARDINI, La esencia del cristianismo, Madrid, Edit. Guadarrama, 1964, p. 54

18. Ibid., nº 15

19. Ibid., nº 14.

20. Ibid., nº 2

21. Esta presentación tuvo lugar el 21 de junio de 2012 e intervinieron en el acto el Arzobispo Rino Fisische-lla y Mons. Graham Bell, presidente y subsecretario respectivamente del Pontifi cio Consejo para la nueva Evangelización.

22. Ibid. Nº 15.

c. Volver a encontrar el espíritu misionero necesario para dar vida a la Nueva Evan-gelización.

Muy queridos hermanos cofrades:

La Iglesia de Jaén cuenta siempre con vosotros como porción comprometida y renovadora de esta Comunidad eclesial. De cada uno de vosotros y de vuestras cofradías, hermandades y gru-pos, dependen muchas cosas en el itinerario de este año de la fe. Vivid la fe en vuestras familias y asociaciones, en vuestras comunidades parroquiales, y sed transmisores de vuestra fe, en sentido misionero, a vuestro alrededor.

Caminemos unidos, asumiendo con ilusión las propuestas concretas de la Delegación epis-copal de Cofradías y Hermandades, a la que agradecemos su ejemplar dedicación, de vuestras agrupaciones arciprestales y uniones locales. Es tiempo de crecer desde la alegría de la fe e ilu-minarla desde nuestra intimidad con Jesucristo, para vivirla a favor de una nueva evangelización como protagonistas activos.

Nos dice el Santo Padre, Benedicto XVI, en su Carta citada: “Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio de los que, iluminados en la mente y en el corazón, por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, esa que no tiene fi n” 22. Nos invita, por tanto, a ser sus testigos en la Iglesia y en el mundo.

Así lo suplicamos ante el Señor por intercesión de nuestros Patrones: Santísima Virgen de la Cabeza y San Eufrasio. Que ellos nos indiquen el camino y nos acompañen.

Con mi saludo y bendición.

Año de la fe Parroquia de San Juan de Dios Número 4 Enero 2013 Página 22

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La historia del pueblo hebreo podría escribir-se sobre un pentagrama cuya clave musical fuera Yahveh. La vida entera de este pueblo constituye un canto continuo de agradecimiento y alabanza al Dios que lo eligió entre los otros pueblos, dirigiéndo-lo por sendas, muchas veces ocultas, hacia un des-tino cierto y seguro. Por eso este pueblo atravesó las arideces de la historia con fe fi rme y esperanza agradecida, teniendo siempre sus labios dispuestos a la plegaria y al canto:

El Señor es mi pastor, nada me falta.en verdes praderas me hace reposar.Me conduce a fuentes tranquilas y repara mis

fuerzas.Me guía por caminos seguros,como exige su misión.Aunque pase por el valle de la sombra de la

muerte,ningún mal temo: Tú vienes conmigo.Tu vara y tu cayado me sosiegan.Preparas ante mí una mesaa la vista de mis enemigos.Unges mi cabeza con perfume y mi copa re-

bosa.Bondad y fi delidad me acompañantodos los días de mi vida,y habitaré en la casa del Señorpor días sin fi n (Salmo 23).

A pesar de los avatares de la historia por los que ha atravesado, a lo largo de los siglos, este pue-blo sigue sintiéndose como elegido. Su existencia es un canto continuado de agradecimiento y de ala-banza al Dios Yahveh.

1. INTRODUCCIÓNTodo el mundo sabe que la Biblia es un libro

de carácter religioso y para los creyentes cristianos es “la palabra de Dios”. No es, pues un libro de his-

toria, aunque en ella se encuentran innumerables datos históricos, contrastados por la arqueología y demás ramas del saber: en la Biblia se encuentran abundantes datos de personas de los que nadie se atrevería a dudar: Rey David, Ciro, Nabucodonosor, Alejandro Magno, Herodes, Augusto, etc.; datos de acontecimientos como diversidad de guerras. La Bi-blia tampoco es un libro de geografía, aunque indu-dablemente nos habla de infi nidad de lugares que han existido y muchos de los cuales siguen existien-do todavía: Jerusalén, Jericó, Belén, Nazaret, Da-masco, Roma, mar de Tiberíades, mar Muerto, etc.

De forma similar tenemos que decir que la Biblia no es ningún tratado de música ni de instru-mentos musicales; sin embargo, a lo largo de sus páginas nos encontramos muchísimas referencias a instrumentos musicales, personas y personajes rela-cionados con el mundo de la música y gran variedad de términos que hacen referencia, de una manera u otra, a este arte.

Las manifestaciones musicales que encontra-mos en la Biblia tienen siempre un carácter funcio-nal: la música no se cultiva por si misma, el pueblo hebreo no cultiva el arte por el arte; la música va siempre acompañando algún suceso de la comuni-dad ya sea religioso, militar o de otro tipo.

Cuando nos adentramos en este mundo de la música y la Biblia, descubre uno que este campo, como la inmensa mayoría de otros campos, es de tal amplitud que no queda más remedio que renunciar a abordarlo en su totalidad y limitarse sólo a alguno de sus aspectos. Esto es lo que intentamos hacer.

El presente estudio tiene un carácter estadís-tico y descriptivo. Nos limitaremos a recontar y des-cribir los instrumentos y principales vocablos que en la Biblia aparecen relacionados con la música. Hay que notar bien que las traducciones del original hebreo de la Biblia difi eren con frecuencia al refe-rirse a los instrumentos musicales; así, por ejemplo,

¡Creo! Cofrades en la Fe Hermandad de la Santa Vera Cruz Número 4 Enero 2013 Página 23

Lectura musical de la Biblia I

Es característica del Padre Fernando Colodro Campos la rigurosidad y exhaustividad científi ca de sus escritos. En este caso el citado fraile escribe -como no podía ser menos- sobre la música en la Biblia.

Es un artículo ciertamente extenso, por eso el Consejo de Redacción de la revista ha creído conve-niente dividirlo en tres partes que irán siendo editadas en sendos meses para disfrute del lector.

Fr. FERNANDO COLODRO CAMPOS ofm

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para nombrar el mismo instrumento una traducción utiliza la palabra “arpa” mientras que otra utiliza el término “lira” y otra el vocablo “cítara”. Estas variantes y divergencias se deben a que todavía hoy siguen existiendo dudas en cuanto al conocimiento de los instrumentos musicales descritos por la Bi-blia, al igual que ocurre en otros temas.

Por eso dejamos bien claro que nuestra fuen-te fundamental de información es la propia Biblia en su versión “Biblia de Jerusalén, Ed. Desclée de Brouwer, 1976”.

El arte de la música parece ser connatural al hombre. Ya en las primeras páginas de la Biblia apa-rece como una de las tres principales profesiones, junto con la de herrero y la de pastor: “Adá dio a luz a Yabal, el cual vino a ser padre de los que habitan en tiendas y crían ganado. El nombre de su herma-no era Yubal, padre de cuantos tocan la cítara y la fl auta. Sillá por su parte engendró a Túbal Caín, padre de todos los forjadores de cobre y hierro” (Génesis 4, 20-22).

Pero el pueblo hebreo, dada su situación geo-gráfi ca, estuvo relacionado con los pueblos del anti-guo Oriente Medio; su vida estuvo infl uenciada por la de estos pueblos circundantes, especialmente Meso-potamia. Lógicamente su música también tuvo dichas infl uencias en cuanto al tipo de instrumentos musica-les, momentos en que practicar su música, tipos de cantos etc. De manera especial el pueblo hebreo asig-nó un destacado papel a la práctica de la música en los momentos religiosos y solemnidades de su culto.

En la Biblia encontramos abundantes citas sobre el tema: datos sobre tipos de instrumentos musicales, sobre el canto coral y el correspondien-te acompañamiento instrumental, sobre ciertos ti-pos de canciones (himnos, aclamaciones, lamentos, canciones de victoria…), sobre formas de interpre-tación del canto (antifonal, responsorial, etc.), so-bre organización del canto en el Templo y reglamen-tación a la que estaban sometidos los intérpretes. También se nos han conservado algunos textos de canciones entre los que destacan los del libro de los Salmos.

De todo ello intentamos dar una breve des-cripción, siguiendo de cerca la Biblia en la versión citada.

2.- ESTADÍSTICAS

A lo largo de las más de 1.600 páginas de esta edición hemos recontado cerca de un millar de tér-minos que hacen referencia a la música en sus más variados aspectos. Aparte hemos encontrado otra serie de pasajes que nos hablan también del tema pero de forma más indirecta o implícita; estos pasa-jes no están recontados.; en este estudio hacemos alusión solamente a algunos de ellos cuando el caso lo requiere. En apéndice aparte fi guran detallada-mente todas y cada una de dichas citas.

En las tablas siguientes disponemos los ins-trumentos y términos musicales encontrados, y la frecuencia con que aparecen en la versión citada de la Biblia.

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I. Instrumentos musicalesInstrumentos musicales nº veces Instrumentos musicales nº veces

Adufe 7 Instrumentos músicos 2

Ajorca 3 Laúd(es) 2

Añafi l 19 Lira(s) 4

Arpa de diez cuerdas 3 Oboes 2

Campanillas 7 Pandereta 1

Címbalo (cimbalillos) 1 Pandero 1

Címbalos 19 Pífano 4

Cítara(s) 49 Salterio(s) 20

Corneta 1 Sambuca 4

Cuerno 24 Sistros 1

Cuerno de carnero 5 Tambor(il) 5

Cuernos 10 Tambor(es) 2

Flauta 16 Tímpano 3

Gong 1 Triángulo 1

Instrumentos de cuerda 7 Trompeta(s) 82

Instrumentos de David 2 Zampoña 4

Instrumentos de música 3 Total 316

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¡Creo! Cofrades en la Fe Hermandad de la Santa Vera Cruz Número 4 Enero 2013 Página 25

II. Otros términos musicalesTérmino nº veces Término nº veces

Canción(es) 30 Música 19

Cantaban 6 Músicos 1

Cantad 19 Octava 3

Cantado 1 Resonar 12

Cantan 6 Ritmo 1

Cantar 17 Salmo 59

Cantará 4 Salmodia (sustant.) 3

Cantaré 10 Salmodia (verbo) 1

Cantaremos 2 Salmodiaban 1

Cantaron 5 Salmodiad 18

Cantó 6 Salmodiar 6

Canto (verbo) 1 Salmodiará 1

Cántico(s) 51 Salmodiaré 12

Cantares 6 Salmodiaremos 1

Cantoras 5 Salmodie 1

Cantor(es) 39 Salmodien 1

Canto(s) 36 Salmodio 2

Citaristas 2 Sonar (un instrumento) 16

Coro 7 Tañedor 2

Danzar 20 Toca 4

Dirigir el canto 2 Tocaban 8

Elegía 18 Tocad 7

Endecha(s) 3 Tocan 7

Endechad 1 Tocar 7

Entona 7 Tocará 3

Entonaba 3 Tocarán 1

Entonado 1 Tocaré 1

Entonando 1 Tocaréis 6

Entonarán 1 Tocaremos 1

Entonaron 5 Tocaron 11

Entono 1 Tocó 2

Entonó 14 Toque (sustant.) 4

Flautistas 2 Toquéis 2

Himno(s) 26 Toquen 1

Lamentación 7 Tonalidad 1

Maestro de coro 56 Unísono 1

Total 648

Personajes relacionados con la música

HOMBRES

Lamec: padre de Yubal y de Tubal-Caín: (Gen 4, 18-24 y Gen 5, 28-31). La tradición le atribuye la invención del laúd.

Jubal: padre de los que tocan la cítara y la fl auta (Gen 4, 21).

Tubal-Caín: (Gen 4, 18-24); se le atribuye la construcción de un instrumento en hierro y cobre.

Hemán, Asaf y Jedutún (cantores y directo-res de música).

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Zacarías, Aziel, Semiramot, Jehiel, Uni, Eliab, Maasías y Benaia (tocaban el sal-terio).

Matatías, Elifelehu, Micnías, Obed, Jeiel y Azazías (arpistas).

Kenanías (director del canto).

Benaia, Jehaziel, Sebanías, Josafat, Nata-nael, Amasai y Zacarías (trompetistas).

David, rey: organizador del culto y músico.

Salomón, rey: organizador del culto.

Josías, rey: restaurador del culto.

MUJERES CANTANTES

Mirian y compañeras: cantoras y danzantes (Éxodo15, 20-21).

Débora: cantora (Jueces 5, 1).

Hija de Jefté: (Jueces 11, 34).

Mujeres de Israel: cantan la victoria de David sobre Goliat (I Samuel 18, 6-7).

3.- UN POCO DE HISTORIA DE ISRAELComo a lo largo de este estudio citaremos a

varios personajes de relevancia en la historia de Is-rael, creemos conveniente hacer antes un sucinto recorrido en la cronología del pueblo elegido para que el lector tenga un marco temporal de referen-cia 1.

• Hacia 2000-1700 a.C.: Época de los patriar-cas. En la Biblia aparecen personalidades como Abraham, Isaac y Jacob, representantes de la primitiva vida nómada del pueblo judío. Hacia 1700, los patriarcas hacen presencia en Egipto.

• Entre 1250 y 1200 a.C.: Moisés y Josué. En este tiempo se produce el éxodo, o salida del pue-blo judío de Egipto. Moisés conduce al pueblo a través del desierto y le da la Ley del Sinaí (las tablas de la Ley). Hacia 1200 a.C.: Josué está al frente del pueblo ju-dío; comienza el paso de la vida nómada a la sedentaria y rural. El pueblo es gobernado por Jueces.

• De 1030-1010: las diferencias y enfrentamiento entre las diferen-tes tribus hacen que éstas pidan a Samuel, el último de los Jueces, ser gobernadas por un rey. Es designa-do Saúl, de la tribu de Benjamín.

• De 1010 a 970 a.C.: David es de-signado rey y es consagrado por el profeta Samuel. Logra apaciguar las tensiones entre las tribus y rehacer la unidad del pueblo. Conquista la

ciudad de Jerusalén y la convierte en capital del reino. Diseña la construcción del Templo y re-glamenta, hasta en los detalles, el culto en el mismo. Como militar y rey triunfó en diversas campañas guerreras que aseguraron la indepen-dencia y la hegemonía de Israel. Además de un gran rey, David fue buen músico, ejecutante del arpa y la lira, diseñador y constructor de instru-mentos musicales, y compositor.

• De 970 a 931 a.C.: a David le sucede como rey su hijo Salomón. Con un concepto del poder al estilo de los soberanos orientales, se rodeó, como ellos, de múltiples esposas. Construyó el Templo, que su padre había diseñado, en una co-lina próxima a su pro-pio palacio; construyó así mismo otras obras grandes y suntuosas, para lo cual tuvo que agobiar al pueblo con tributos excesivos, provocando así el descontento de todos, espe-cialmente de las tribus del norte. Le sucede en el trono el rey Roboán, elegido en la asamblea de Siquén. Las tribus del norte le presentan sus des-contentos y él se niega a escucharlo. Las tribus se rebelan y el reino de Israel se divide en dos.

• De 931 a 587 a.C.: El cisma: Judá e Israel. Los dos reinos (el del Norte o reino de Israel y el del Sur o reino de Judá) caminan separados y debilitados. En el reino del Norte, regido por el impío rey Jeroboán, las infl uencias de los reinos paganos circundantes se hacen sentir y la fi de-lidad a las exigencias de la alianza con Yahveh se resiente: el pueblo cae en la idolatría, los levitas músicos son expulsados del Templo y su papel pasa a manos de dirigentes paganos. El profeta Elías lanza su poderoso mensaje contra

la idolatría, llamando al rey y al pueblo a volver a la primitiva alianza (I Reyes 18, 24 y ss.). En el reino de Judá se mantienen en el trono los descendien-tes de David; los reyes y los sacerdotes del Templo se prestan su apoyo mutuo; los grandes profetas Isaías, Miqueas, Sofonías y Ezequiel alzan su voz anun-ciando los tiempos nuevos que traerá el Mesías infundiendo así en el pueblo la esperanza de una nueva liberación.

• 587 a 538 a.C.: El destierro de Ba-bilonia. El año 587 a.C. Jerusalén es tomada por los babilonios, el Templo es destruido y los israelitas son deportados a Babilonia. En medio de la prueba del

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exilio la voz de los profetas anima a los deporta-dos a mantenerse fi eles a su Dios, que sigue con ellos, e intentan dar un sentido trascendente al dolor del destierro: las humillaciones del pueblo son parte del plan de Dios, en la debilidad de Israel se esconde su fuerza porque lo propio de Dios es el amor que es mas fuerte que el poder.

• 538-333 a.C.: Restauración en la época persa. El 538 a.C. Ciro promulga su Edicto por el que se concede la libertad a los judíos; éstos regresan a su tierra. Se reconstruye el Templo y la ciudad de Jerusalén. Otros deportados se dirigen a Ale-jandría y otras ciudades. En este tiempo Esdras juega un destacado papel en la concienciación del pueblo en torno al concepto de judaísmo; los textos de los libros del Antiguo Testamento (principalmente los correspondientes a la Ley o Torah) quedan fi jados defi nitivamente. Aunque el pueblo sigue dominado por Babilonia, los sa-cerdotes, que ocupan una posición dominante en la sociedad, son los guardianes y servidores únicos del Templo, y los que mantienen cohesio-nado al pueblo.

• 333-63 a.C.: época helenística. Al derrotar Ale-jandro Magno a los persas, Israel pasó a dominio griego. En la comunidad judía se generan gran-des tensiones entre aquellos que defi enden una apertura hacia la cultura griega dominante y los que siguen aferrados fi elmente a las tradicio-nes judías. Hacia mediados del s. II a.C. hacen aparición los movimientos religiosos de los ese-nios y los fariseos. Hacia el 164 a.C. el rey de Siria, Antíoco IV, saquea el Templo de Jerusalén y dicta leyes contra el culto judío; esto provocó el levantamiento del sacerdote Matatías y sus hijos Judas Macabeo, Jonatán y Simón. Tras las luchas por el poder, se inaugura la dinastía de los asmoneos en la que los poderes políticos y religiosos los ostentaba la misma persona.

• 63 a.C. a 100 d.C.: época romana. El general romano Pompeyo toma Jerusalén aprovechando las disensiones entre los gobernantes asmoneos, e impone el gobierno de Roma. Herodes el Gran-de, a base de intrigas, logra ser nombrado rey por Roma reinando desde el 37 al 4 a.C. En el año 6-7 a.C. nace Jesucristo en Belén. En el año 4 a.c. muere Herodes. El año 27 d.C. Juan el Bautista inicia su predicación siendo decapitado dos años más tarde. Jesucristo, sentenciado por Poncio Pilato, muere en la cruz el año 30 d.C. A lo largo de todo el siglo I tiene lugar la difusión del mensaje evangélico por la predica-ción de los Apóstoles, creándose innumerables comunidades. La vivencia de ese mensaje por la primitiva comunidad cristiana se fue plasmando a lo largo del siglo en todos los escritos del Nue-vo Testamento: Evangelios, Hechos de los Após-toles, Cartas de los Apóstoles y Apocalipsis. Se cierra el siglo con la muerte de San Juan Evan-gelista, en Éfeso, hacia el año 100 d.C.

4.- DESCRIPCIÓN DE LOSINSTRUMENTOS MUSICALES

A) INSTRUMENTOS DE VIENTO

Cuerno-corneta-trompeta:

Estos nombres son prácticamente sinónimos, representando el mismo instrumento con pequeñas variantes. Este instrumento consistía en cuernos de animales (carnero, vaca o macho cabrío); si se le quería dar forma especial se calentaba al vapor hasta reblandecerse y entonces se le daba la forma deseada. Probablemente el extremo más estrecho estaba abierto y en él se adaptaba una boquilla que podía estar recubierta de oro. Este instrumento no puede ejecutar melodías puesto que sólo emite tres sonidos: fundamental, quinta y octava (por ejemplo: Do, Sol y Do octava). No es por tanto un instrumento musical en sentido estricto. Aparte del cuerno tam-bién existían trompetas metálicas: “Habló Yahveh a Moisés y le dijo: Hazte dos trompetas: las harás de plata maciza. Te servirán para convocar a la co-munidad y dar la señal de mover el campamento” (Números 10, 1-2). Se utilizaba para hacer llamadas al pueblo o para anunciar acontecimientos impor-tantes civiles, religiosos o militares: (Josué, hijo de Nun, llamó a los sacerdotes y les dijo: “Tomad el arca de la alianza y que siete sacerdotes lleven las trompetas de cuerno de carnero delante del arca de Yahveh” (Josué 6, 6); “En cuanto llegó tocó el cuerno en la montaña de Efraím y los israelitas ba-jaron con él de la montaña. El se puso al frente de ellos, y les dijo: Seguidme, porque Yahveh ha entre-gado a Moab, vuestro enemigo, en vuestras manos” (Jueces 3, 27-28); “Entonces clamaron a Yahveh y, mientras los sacerdotes tocaban las trompetas, los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra; y al alzar el grito de guerra los hombres de Judá, des-barató Dios a Jeroboam y a todo Israel delante de Abías y de Judá” (II Crónicas 13, 15).

Flauta-pífano:

Es uno de los instrumentos musicales más an-tiguos y, junto con la cítara, son los dos primeros que se mencionan en la Biblia: “Yubal, padre de cuantos tocan la cítara y la fl auta” (Génesis 4, 21). Las primeras fl autas probablemente eran de una

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sola caña con varios agujeros a intervalos. Más tar-de se hicieron de huesos agujereados de animales, de madera o metálicas. El pífano viene a ser como una fl auta pequeña o fl autín cuyo registro es más agudo que el de la fl auta. Su poca sonoridad parece que no hacía muy aptos para el culto ni las fl autas ni los pífanos. Se utilizaban fundamentalmente para acontecimientos menos solemnes en las orquestas, bodas, funerales etc. “Subió después todo el pueblo detrás de él; la gente tocaba las fl autas y manifes-taba tan gran alegría que la tierra se hendía con sus voces” (I Reyes 1, 40).

Oboe:

Parece se que se trata de una fl auta doble compuesta por dos tubos que se hacían sonar si-multáneamente mediante una sola boquilla. Ambos tubos estaban unidos en la boquilla y luego se sepa-raban formando un ángulo de algunos grados. Cada mano manejaba un tubo.

Zampoña:

Aparece por primera vez en Daniel 3, 7. No se sabe con certeza si se trata de un tipo de fl auta de varios tubos (como es la actual zampoña de los An-des) o un tipo de gaita en la que varios tubos están introducidos en una bolsa (vejiga o piel de animal); por uno de los tubos se sopla para introducir el aire y éste sale, presionando la bolsa con los brazos, por varios tubos: uno de ellos tiene agujeros para po-der entonar una melodía; los otros tubos, llamados “roncones” emiten un sonido fi jo y están afi nados al unísono, a la quinta y a la octava.

Añafi l:

El añafi l es un instrumento de viento consis-tente en un tubo largo que tiene forma cónica; la embocadura se encuentra en la parte más delgada. Está hecho de metal y el sonido se produce por la vibración de los labios del instrumentista. Se trata, pues, de una especie de trompa. En la fi gura se re-presentan añafi les decorando la cantiga nº 320 de Al-fonso X, de los que cuelgan estandarte y pendones.

B) INSTRUMENTOS DE PERCUSIÓN Adufe (o pandero)-pandereta:

Es una especie de pandero o bastidor ancho de madera sobre el que se tensan dos pieles, una de las cuales suele ir decorada con pinturas. La piel es golpeada con la mano. Se utilizaba para acompañar la danza y los cantos en los momentos de alegría (Jueces 11, 34; Isaías 5, 12).

Campanilla (o ajorcas):

Las campanillas son pequeños vasos metáli-cos en forma de campana que se utilizaban frecuen-temente como adornos. Las ajorcas, también eran adornos consistentes en aros de metal. Las mujeres se las colocaban en las muñecas, brazos, gargan-ta y en los tobillos para llamar la atención (Isaías 3,16); el sumo sacerdote se colgaba campanillas en el borde inferior del manto para anunciar su llegada (Éxodo 28,33); también se sabe que a los caballos se les ponían campanillas como adorno y como ayuda para poder encontrarlos.

Címbalo-cimbalillos:

Consistía en dos platillos metálicos que se hacían sonar al ha-cerlos chocar entre sí; se cogían con ambas manos, si eran grandes (como se hace con los actuales platos de las bandas de música), o se sujetaban a los dedos pulgar y corazón de una mano. Se utilizaban en las grandes fi estas y días de alegría (II Crónicas 5, 13; Nehemías 12, 27).

Gong:

Aparece únicamente en II Macabeos 4, 14. Se trataba de un disco de bronce que se golpeaba con un mazo. Parece que se utilizaba para realizar la llamada a un acto.

Sistro:

Solamente se cita en II Samuel 6, 5 y consiste en un bastidor en forma de herradura, agujereado en ambos brazos, donde se insertaban varillas metá-licas dobladas en sus extremos para impedir que se salieran. Cuando se sacudía el bastidor, las varillas sonaban como una especie de sonajero. Se utilizaba

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para acompañar la danza, como hizo el Rey David y toda su casa según el texto citado.

Tambor(il):

Consistía en un marco circular, cuadrado o triangular, sobre el que iba tensada una piel de animal. Se sujetaba con la mano izquierda, bajo el brazo izquierdo o contra el pecho y se golpeada con la mano derecha o con los dedos. También se podía sostener entre las rodillas o dejarlo en el suelo y golpearlo con ambas manos. El tamboril esta com-puesto por dos cuencos pequeños sobre los que iban tensadas sendas pieles de animal; se tocaba con las dos manos, y solían hacerlo casi siempre las muje-res. Estos instrumentos se utilizaban para acompa-ñar el canto y la danza, marcando el ritmo (Judit 3, 7: Los habitantes de las ciudades y todos los de los contornos salieron a recibirle con coronas y danzan-do al son de tambores).

Tímpano:

Es una especie de tamboril.

Triángulo:

El actual triángulo es una varilla metálica, doblada en forma triangular y sin unir sus extremos; se golpea con una varilla metálica. De los triángu-los citados en la Biblia no se tiene certeza sobre su forma: “Cuando volvió David de matar al fi listeo, salían las mujeres de todas la ciudades de Israel al encuentro del rey Saúl para cantar danzando al son de adufes y triángulos con cantos de alegría” (I Samuel 18, 6).

C) INSTRUMENTOS DE CUERDA

Arpa:

Es el primer instrumento, junto con la fl auta, que menciona la Biblia. Consta de una caja de ma-dera; David escogió la madera de ciprés (2 Samuel 6, 5), mientra que su hijo Salomón prefi rió la de sándalo (I Reyes 10, 2); sus cuerdas eran de tripa y se pulsaban con los dedos de una o ambas manos; el número de cuerdas era normalmente de 8, pero también las había con 10 (arpa de diez cuerdas) y hasta 12. Con el arpa se podía interpretar una me-

lodía y al mismo tiempo su acompañamiento, por lo cual este instrumento era muy adecuado para acompañar el canto, procurando no ensom-brecer el papel principal de éste. Uno de los usos principales del arpa era el acompañamiento del canto en el Templo en diversas fi estas y solem-nidades judías (II Samuel 6, 5; I Crónicas 15, 16).

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El arpa y sus variantes (cítara, lira, sambuca y salte-rio) junto con la trompeta, son los dos instrumentos más citados por la Biblia y su uso fue el más extenso tanto en las fi estas religiosas como en las profanas.

Cítara:

Es una especie de lira, cuyas cuerdas dobles, son punteadas con una púa: en su parte posterior lleva con una caja de resonancia, de forma similar a la guitarra (la palabra guitarra proviene de cítara). El uso de la cítara es similar al del arpa (I Samuel 16, 23; Job 21, 12).

Laúd:

Su caja de resonancia tenía forma ovoidal e iba unida a un mango de madera con cuerdas que eran pulsadas con los dedos.

Lira:

Es uno de los instrumentos más antiguos y está compuesto por una caja de resonancia que ter-mina en dos brazos arqueados sobre los que se adosa un travesaño; las cuerdas fi jan sus extremos en el travesaño y en el puente situado sobre la caja de resonancia. Las cuerdas eran pulsada con la mano derecha mediante una púa y con la mano izquierda apagaba las cuerdas que no debían sonar. La lira se utilizaba para consolar y ahuyentar la melancolía (I Samuel 16, 23: Cuando el espíritu de Dios asaltaba a Saúl, tomaba David la cítara, la tocaba, Saúl, en-contraba casa y bienestar y el espíritu malo se apar-taba de él), para expresar alegría (I Macabeos 3, 45: Había desaparecido la alegría de Jacob, la fl auta y la lira habían enmudecido); para solemnizar el culto (I Macabeos 4, 54: Precisamente fue inaugurado el altar, con cánticos, cítaras, liras y címbalos, en el mismo tiempo y el mismo día en que los gentiles la habían profanado).

Salterio:

Es una especie de arpa y se pulsa con los de-dos; está afi nado una octava más alta que el arpa (I Crónicas 15, 20).

Sambuca:

Llamada también “trígono” es un instrumen-to portátil, similar al arpa; el músico la podía su-jetar en su cintura y tocar mientras estaba en pie; aunque aparece varias veces en la Biblia (Daniel cap. 3), no era un instrumento hebreo sino importa-do de la orquesta de Nabucodonosor.

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La Campaña 54 de Manos Unidas, centrada en el Objetivo del Milenio nº 3, hace un llamamiento a toda la sociedad para acabar con las injusticias que sufren las mujeres:

• Promoviendo el acceso a los recursos y la igual-dad de oportunidades para que hombres y mujeres puedan desarrollar sus propias capa-cidades intelectuales, técnicas, profesionales, morales, espirituales y religiosas.

• Ofreciendo oportunidades para que las mujeres sean cada vez más libres para elegir cómo vivir su vida y desarrollarla plenamente en relación con los demás.

• Estimulando la colaboración entre el hombre y la mujer, reconociendo la diferencia de los se-xos como mutua complementariedad.

• Impulsando proyectos educativos y de capaci-tación profesional que refuerzan la dignidad de las mujeres y su presencia en la sociedad.

• Potenciando la participación efectiva de la mu-jer en los procesos sociales y políticos.

• Denunciando aquellas estructuras sociales y culturales que impiden un verdadero desarrollo humano de la mujer.

Manos Unidas promueve la igualdad de oportuni-dades y de trato entre los hombres y las mujeres, porque en los países pobres la mujer es la más afectada por la enfermedad, el abuso, la falta de educación, la violencia o la invisibilidad en el tra-bajo.

10febrero2013

colecta

www.manosunidas.org

902 40 07 07

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