Corazon Clarividente
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CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
1
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee
((HHeerriiddoo ddee ppaallaabbrraa))
OO DDee llaa aabbssuurrddaa eessttrraatteeggiiaa ddeell
ppuuññaall ccoonnttrraa llaa pplluummaa
MMaarriiaannoo LLooppaattaa
“La mediación de lo humano sobre el cosmos es una herida que
se abre en él al nombrar,
se entregan a las cosas el nombre que ellas son.
La palabra es aquella herida por la
cual sangra el mundo;
Los primeros en morir serán los
poetas, y de su carne abierta brotará
un rayo
hacia el lugar que elijan las aves al partir”.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
2
NOCTURNO A IA POESÍA
Tras la Lectura de Corazón Clarividente.
A Mariano Lopatka.
1
Persiste, y eres, pero dañas, como la crueldad.
Mis labios besan tu cabellera corrompida; y
yo escribo para la muñeca de alambre.
Transfigurada, con rasos, con morbos, con
tales medias de láudano; y el clavicordio
entre las ligas. El romántico Cuartero
prosigue la pesadilla en bajo continuo; y la
imaginación atempera las llagas. Este amor es
atroz y divino, respira su enigma sobre la
tinta espesa, la infancia, el veneno, el tahúr
junto al caballo color cadáver; y el girasol de
cuervos. Ninfómana de luto, ven por mí no te
detengas apresúrate llega antes del amanecer.
2.
He callado a causa del silencio. Mudo, pues
la armonía pervierte esta ambigua belleza.
Cuando inocente te buscaba en los espejos,
viéndote prostituída, entre moscas y encajes,
exasperada, casi burguesa, en estampas sepia,
deprimiéndote en la sensualidad. Me pregunté
cómo las mirarías cuando fueras anciana.
Repicó entonces el tambor de Solomon Eagle.
Entregaba, así, mis miserias, a tales
Nocturnos. Lloré como un apóstol o un
rebelde, y confesé mis pecados al beber la
sangre de Dios. Veo ahora las agonías de la
Rosa, la Luna, y el Lupanar. Oh, calla ahora,
que todos están muertos. Sólo subsisten mis
plegarias, y el prestigio obsceno de tu
seducción.
El tiempo está cerca.
3.
Elijo entre mis recuerdos tu mirada podrida
de flor. Paraísos del Buitre, augura el poeta,
Yo exhumo entre esos filtros tus sílabas de
peste, runas, guaridas, aliteraciones,
romanzas de guignol para el Castillo de la
Pureza. Y tú, tú sonríes, reina adolescente,
Quimera - pero te abandono, parto, soy
arrebatado por el Ángel del Pacto. Harto del
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
3
perro, del jurista, del erudito infértil, de la
feminista capada, de la gran turba de
imbéciles irreductibles. Escupo con potestad
sobre el horror de esta sociedad ex folklórica,
curtida ahora por virreyezuelos de anomia y
merengues cromañón. Escucha. El lobo gris
aúlla en borgoña noche. El lobo gris. Cubana
infausta, palpo tu carne verbal como el
espectro los perfumes de Lofoten. Pero en
lugar de tus caderas y tus sedas hallo una
copa breve, tersa, traspasada, con la pócima,
lenitivo de este mal; el bálsamo del deseo y
del dolor. Antes de cerrar los ojos advierto la
voz del cofrade; su violín, cerca del ático,
después de las Ventanas, de las tinieblas
verdes en los húmedos crepúsculos de la
dulce estación.
Penetro con mando y antorcha el muladar de
los cráneos, el fantoche de papel reseco, el
títere de jengibre y hiel. Tempestades difuntas
ululan sobre tu carne deslumbrada; fulgores
de Rimbaud, obsesiones de Degas. Beso, otra
vez, tus labios, manchados por el veneno:
entre las varias lámparas. Relentes de Otoño.
La Sinfonía llega, indefensa. Caigo de
rodillas, y mis recuerdos sangran junto al
Crucificado por este montepío de impiedades.
Indignos de Él, befan al Albatros, más no
saben que Su muerte fue por los escogidos. -
Y tú, impura de estrellas; tú sabes que soy
testigo de tu escritura, Poesía, y que guardo
tus secretos, en tanto desapareces, y
desciendes, entre los acordes del laúd.
N'es tu pas l'oasis où je rêve, et la gourde
Oú je hume à longs traits le vin du
souvenir?
Entenas, ma chère, entends la douce Nuit
qui marche!
Enrique Ivaldi, Marzo del 2005.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
4
Capítulo I
Los Paraísos del Buitre
El Hombre Desenmascarado
Mortal es sobre todo la memoria
en tiempos aciagos, donde vuelan
como enjambres de plata
los días del reloj.
La tierra inmaculada se vuelve
un templo
donde yo he de bailar,
como el clown de medianoche en
un patíbulo redentor.
Sobre un secreto
Inexpresable
revelar la
maravilla
¿Ó qué?
¿Qué cosa para el clamor seco
de la garganta que arde?
¿Qué cosa para toda la seda que
ya se ha tendido y sobre el
hilo último del que pende?
¿Qué cosa para cada mañana
ensombrecida de rumores
crepusculares?
¿Qué cosa para cada noche
de corazón a labios?
¿Y todo ello?
¿Cómo sabré quebrar la mirada
ante los mendrugos de lástima
que ostenta la cordura?
¿Cómo sabré ser el cordero?
Romper el conjuro,
y bendecir un nombre
II
Irreal parece la nada fantástica
esparcida al viento del atardecer
como aves crepusculares que huyen
y desfallecen de silencios,
ó arrojarnos como
salamandras suicidas al fuego
redentor.
Como un incendio de campanas,
así gritamos nosotros,
ardientes de rabia y noche,
de cenizas no saciadas
de todo lo que mata.
Hermano:
Solo resta vagar mientas tanto,
Tal vez, contemplar el mundo
mientras todo huye.
Nosotros como buitres del hospicio
ó como perros del
hambre que disfraza
el triste orgullo,
enterrando
cada océano de tormentas
que supimos codiciar.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
5
III
Hube querido extinguir la línea
que me trajo en mi propio
centro.
Y aquí estoy
tendiendo estas redes
sobre el sórdido espasmo del abismo.
Hube querido incinerarme,
arder hasta la gota última de
sangre,
Y aquí yazgo, impertérrito,
silencioso y vacante.
Aquí soy todo el misterio y esta
semilla de vida en devenir;
este instante único en que aguarda
la espera.
Todo lo que ya se.
Todo este presente
que ahora recuerdo
Y qué sabré olvidar.
IV
Ya sabremos abolir
los paraísos
y enlutarnos de vanidades
mientras todo arde.
Y sabemos olvidarlo todo,
absolutamente todo y
comenzar de nuevo.
Con la tez radiante de
inocencia profana.
Lóbrego,
quiere inclinarse ante la
muerte un animal azul.
Sombra de la bestia que gime
el aire plomizo.
¡Tú!
¡Desesperación!.
Anida aquí un destello
inexpresable.
V
Heme aquí de magma,
sangre de lava,
río de la vida
que en mi no se detendrá
mas que para
darte unas palabras.
En la tarde corre atravesando
el fuego de las calles
el aullido lánguido de las siestas,
el barrio silencioso de misterios
que dialoga con la chicharra
y el canto áspero como
partiendo el aire.
Deshaciéndonos en mares salvajes
mientras cada bocanada quema,
mientras cada mirada cae perdida
y cada suspiro ruega mudo
por la lluvia que no vendrá.
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6
Mientras todo se apaga,
mundo.
Tú te vas extinguiendo
como el hálito último
de lámparas vacías.
¿Nunca te han dicho que
llevarás tu tiempo
contigo?
Aquellas horas que ahora sólo son
memoria.
Que desaparecen como el alma fugaz
mientras te veo,
anciano,
ya recuerdo que he sido como tú,
y que otros tiempos murieron silenciosos
su dolor.
Y pienso:
Guardas contigo los días
de historias lejanas,
muere contigo la voz
como el gorgoteo del ahogado
muere contigo el mal.
VI
Se ha desdibujado el rostro
de aquella mujer que añoré
sin conocer.
Casi al mismo tiempo que se ha
borrado en mí la memoria de
aquel que partió un día agitado
por la intriga que causaba
el extraño mundo ahí fuera;
(todo por conocer)
Y hoy vuelvo en sueños, cerrando los
ojos ó fijando la vista en algún espacio
sin foco.
Conozco la mecánica celeste
de todas las palabras.
Me hace falta solo abismo
y en precipicios
ser cada una de mis moradas;
Cada breve silencio te alcanzará
como el rayo,
ya puedo verte,
ya hundo lo que resta
de tierra y lo que
sueña de pájaro:
pienso en truenos.
Soy todas las lluvias
y este misterio perpetuo.
VII
Sabe que el dolor
es ella misma,
mientras trina
gime de júbilo
y espanto
cada día.
Apenas sé algunas cosas,
y del resto nada.
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Y aquí marchan nuevamente,
sórdidos mis encantos sin imágenes,
mis lamentos que no son amargos,
que languidecen
como los pabilos últimos
y la vela encendida
mientras te deshacías a la luz y el fuego
yo,
ya había aprendido a soñar.
VIII
Del dolor que me produce cada azul
rescato una lágrima,
y en el suspiro que lleva
la palabra que escapa
como loba hambrienta
devora la razón,
a cada cosa como carne
nueva
y sin sentido.
Anciano
La estirpe salvaje de los no nacidos
recuerda la voluptuosidad del
ave mágica extendiéndose al
viento, mientras todo lo vacío es
lo único real.
Allí se arremolinan los escombros
de un hombre,
los escombros de todos los hombres
que ya no son;
Allí reunidas en él,
las flores ya marchitas
encendiendo la corona que luce
de cauces secos,
ríos extintos que recorren su rostro,
valles yermos en la piel y
los áridos labios que ahora
en silencio pronuncian
el nombre apagado.
En cada gemido invocan lo
indecible con la violencia del deseo.
Allí, tras las rejas,
Tiritando con el pulso de los puños
que se unen al hierro,
allí tras los ojos vidriosos que
huyen como atardeceres,
allí tan lejos,
y tan inútilmente cerca
desde el fondo de su mirada.
Moría aquel viejo presagiando destinos :
y moría con él todo un siglo,
moría no solo con la herrumbre de su cuerpo,
moría con el brillo de la memoria que se apaga.
La tenue candela purpúrea
era la llama de antaño,
Y allí morirán los días
y los corazones.
¡Oh! Cuantos secretos has guardado
que tú ya ni recuerdas.
Ya no te regocija la moral de los esclavos,
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ahora descansas
del afán vano y la colmena.
Pero ¿danzarás tú al final?
¿Habrá un arrullo para el sosiego?
¿Esconderán los lienzos ensangrentados
antes que despiertes?
Y te vi desvanecerte.
Hay:
Una mirada pendiente desde el
fondo del abismo.
Hay:
Desconcierto ante el engaño
que tienden el espejo y el reloj.
Hay:
La mirada cómplice de
todos los demás.
Mientras la vejez es sólo una patria:
la de todos los muertos
que esperan a sus amantes
tras los amargos cerrojos
y el collar de los días,
para unírseles como el horizonte al alba,
y la perla sangrante del corazón.
II
Como si la vida
(quiebre del estupor)
se inclinara reverente
sobre el mármol en que
cada nombre yace escrito.
III
Cada haz de luz destellante sobre el
trópico del claustro irradiaba
el fulgor de tubos y
manivelas,
y sobre la cama tardía un cuerpo
yaciente muriendo de vida.
Y en el arrullo, bostezo profundo
de alguna musa perdida;
el canto iba repitiendo la estrofa:
“El tiempo se halla en el fin,
deshaciendo el pensamiento
hasta apagar al mundo”.
Extinto de las mediciones perennes,
extinto como las hojas de otoño
sobre las camas metálicas,
las mismas que prefiere el cadáver,
las mismas que prefiere
el llanto sordo de los que aguardan.
La juventud:
donde mueren los
que no saben morir antiguos.
Juventud sorprendida
del horror con la sangre
en el lienzo blanco,
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como la sangre en el pavimento
suave del abrazo final.
III
Cuencos.
Aún después de mi mismo
he terminado por ver otra aproximación,
esta sed devastada
y el vino.
Capítulo II
La Peste
Resuena viendo los pasos abrazados
por el dolor de alguna
pregunta inútil
sobre la helada
superficie de todo lo
que abruma.
Ese dulzor somnífero de las horas
tenues,
de las horas leves.
Ese candoroso porvenir anunciado
de todo lo mismo que resta.
¿Estarán allí todos?,
¿Allí donde los dejé?
Estarán allí todas las imágenes de
un pasado que fue tan cierto
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como la sustancia que
enmascara al ojo;
la sustancia que prepara de
nombradas soledades a todo lo
que no nombra.
II
Sobresaltos.
Bombardeo de fútil cansancio,
mientras la sangre se derrama
la sonrisa tiembla para
no padecer la mueca del dolor.
El centro vacío al que
se niega toda necesidad
¿De nuevo lo mismo?
La misma calle,
el mismo choque de gritos
enfrentados.
Esa horda blasfema corriendo,
toda esa ética pagana,
vehemente y atroz,
esa masa de esclavos,
y yo que quiero arrancar
mi carne y colgar mis
vestiduras de piel.
Yo, que abjuré de mi fe de estrellas
que aún siento
la explosión de galaxias
que llevo dentro.
III
Como un hálito que me consume
del verbo invisible,
tiemblan mis labios al
no poder pronunciar
un nombre que me
rescate del abismo.
Ya sé lo que resta:
Moriremos.
¿Y que más?
¿Qué más para la carne y el barro?
Para cada caricia;
tu piel y mis labios quebrándose
como cristales arrojados
al espasmo y el desconcierto.
¿Qué más para los amantes?
¿Qué más para los pájaros,
que huyen a zozobrar
hasta el fondo del dolor?
¿Qué más?
Esta es la hora
a Paul Zech
No hay sosiego fuera del cruel
diseño:
el ojo.
Renuencia de un infinito vacío y estéril,
la mirada que se contempla desde el
fondo de cada cosa en devenir.
¿Son las texturas, fronteras en
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que palpitan la lápida y el laúd?
Este engendrar continuo en ti y en mí,
cuando volvamos ardientes
entre las bestias,
las alimañas y el fango
y retornemos
después de millones de años.
Minutos
Los minutos negros de la locura,
el suave canto de la madre en sueños,
la pluma sangrante sobre la mano,
el puñal sediento y redentor,
los clavos, el látigo, la corona
y el madero.
Mi piel abierta.
El amor reluciente entre los
cantos roncos del burdel.
Un atardecer,
los susurros de esta mesa
que gime herida de letargos,
los bosques, los pájaros
y los perfumes.
Este cofre de la niñez extraviada
y el ojo puro que se inclina
sobre las noches
más lejanas.
Hierro
Hemos al final comprendido que el ejercicio de la memoria
es un arte del asombro continuo que únicamente por esfuerzo
se sostiene.
Recordar que junto a los muertos habla su pasado.
Y si ahora puedo arriar el ancla,
suspenderla al viento como bandera.
Si ahora, al final comprendo que solo un instante baña las
cumbres del pensamiento, que el corazón es lago
de la inmensidad que nos aguarda y de él, de todo él
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no conocemos más que la superficie fría y abismal.
La vida se vuelve mucho más extensa al viajar;
esta es una afirmación no-racional
contra los dictámenes cronométricos del reloj.
El tiempo se extiende con el movimiento:
he aquí la distancia que nos separa de los pueblos nómades,
ellos eran en si mismos el tiempo de su peregrinación;
nosotros somos apenas un suspiro detenido en un
espacio que se quiere eternizar y se derrumba sobre si.
El viaje nos devuelve la lozanía que hemos perdido con la rutina
mecánica de nuestros días.
Una semana se transforma en una zona inmensurable de tiempo;
El tiempo verdadero es marcado por la memoria y la experiencia;
y no por las agujas profanas de algún minutero.
La rutina es la herrumbre que deshace nuestro cuerpo.
Nos vamos deshaciendo poco a poco y no lo comprendemos.
Pero ¿Qué importa eso?
Importa solo esto: nos rodea el misterio
¿Y qué más?
Babilonia
He recordado que en aquella atroz ciudad se conjugan los
elementos que
invocan la decadencia de toda cultura y toda civilización...
Soy de una tierra de profetas olvidados,
crepitando junto a los siglos
y la hondura de venas
que surcan espacios de inmensidad.
Soy de una tierra que ya borró mi nombre,
de un desasosiego infinito encendido de estrellas
que ven más allá.
Soy hecho de sueños de fuego,
Más no caeré,
ni después de sostener el último candil.
II
No partas ya tus horas
de cruel dolor.
¿Qué importan los
destinos que arrecian?
¿Qué importa la horda temprana
asomando en un horizonte
que sangra de crepúsculos?
¿Qué importa todo aquello si no estas tú?
Mi destino será ser solo
palabra cuando ya no sea del cuerpo,
ya también seré de estrellas,
tempestad de polvo
en un mar de vida;
como náufrago del silencio,
como huérfano de la luz
en un cielo de tierra.
¡Despertad!
Despertad que se deshacen
los lechos mustios.
Los sueños se quiebran
contra un suelo de
risco ardiente.
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Y allí se arrojan
uno tras otro;
allí van, hacia el abismo
como aún
no he sabido
caer
yo.
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Sur
Sur donde la piedra aúlla,
sur de risco y volcán
donde el viento no ha encontrado
descanso, ni pelea.
¿Qué palabra para el asombro?
¿Qué otra para el silencio?
Como si ya no hubiera ningún sonido;
como si ya el paisaje que se
extiende desbordara profundo el
centro de la mirada.
Y quedara solo este espacio por habitar.
Sur de las aguas blancas; del hielo eterno,
que alguna vez anocheció y ahora
desangra junto a los días que soñaron en la
inmensidad del tiempo; sobre los
últimos glaciares, aquellos que
la vista perdió.
II
¿Y si aún no hemos amanecido al misterio?
III
Olvidamos la precariedad de la existencia, la fragilidad de nuestra
vida
y la vulnerabilidad de nuestro cuerpo.
La vida es un instante del presente al que debemos retornar: La
presencia.
IV
El viaje sintetiza sobre si mismo la existencia; la circularidad de
los hechos.
La elipse del destino y el retorno.
Volvemos, ineludiblemente regresamos hacia donde partimos, y
hallamos en la naturaleza
y las cosas, las señales más claras sobre el propio camino y el
devenir.
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Efecto Trochita
I
Como si pudiera hundirme
en la quietud de estos
paisajes.
En un océano infinito de arbustos
y piedra;
hasta el horizonte de cerros
como incesantes olas,
el paisaje y sus estibaciones de matorrales
ardientes que ondulan junto al cristal difuso,
y el reflejo que a la distancia
cubre el aire de bocanadas
y polvo que danza.
Allí, hasta donde la vista
alcanza: Desierto.
II
Va respirando susurro de
vapor el hierro antiguo de aquella
profunda inspiración.
El acero tendido en la nada
corta como herida que va
cicatrizando con la herrumbre
del tiempo.
Y los hombres que le sirvieron;
que a paladas alimentaron
su caldera, las llamas
que hoy renacen como grito
agónico de un sueño de máquina
que no se supo apagar.
III
El silbato corría como filo agudo
por el aire extenso,
el azul por los valles,
la piedra muda,
el rayo fuerte de un sol sediento
y la sombra que ampara
el silencio.
Viejo tren:
Tal vez tu ya descanses
del ajetreado mundo y su
inexorable: ¿Qué más por hacer?
Igual que los cardos que te
escoltan inútiles desde el llano.
Quizás nos recuerdas algo
en la sangre de un ayer que
soñamos
y un mañana que no es;
tal vez viejo tren,
en la añoranza,
perdidos de prodigios
rescatemos tu paciente tranco
aliado de potro y sueño
que aguarda por soñar.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
16
Lago
(Presentificar el tiempo,
aniquilar la previsión).
Así como este fragmento de luz
hay una palabra exacta.
Hay aquella que no se
puede quebrar.
Hundo la mirada
hasta la inquietud del vacío.
Horizontes yermos para cosechas
pródigas de utilidad.
Solo viven quienes desafían las
incesantes mareas del
cambio:
Todas esas furias que se desgastan
como la piedra, que el viento del
olvido no tardará en devastar.
II
Vuelvo aniquilado al horizonte
gris donde partí.
Vuelvo y en cada volver
hay mil regresos y otras mil partidas.
Así se extienden acantilados que
desafían a nuestras almas.
Y un espacio líquido donde se desangra el
aire de sal y espuma,
abismo y luz.
Azur hundiente de
páramo y blanco,
viento; soplo del verbo feroz.
Muerto:
¿Cómo respiras a través de altares
rojos en la piedra?
¿Cómo aguardas tibio, envuelto de
mortajas secas y soles y noches,
la visita de algún sueño
vacante para poder despertar?
Tus huesos purpúreos del corazón
abrazados a los huesos blancos
de las piernas,
envueltos en capullos de siglos
y luna.
Allí esperas, con los ojos huecos y abiertos,
con tu sonrisa de polvo,
abrazado a los guijarros ardientes
como sueño ineludible del destino,
hijo del sol, que vuelve a la tierra donde
despertó.
Gloria
¡Vamos!
Vamos que aun venden
la gloria de laureles
y las coronas de espinas.
Vamos que los hombres nuevamente
marchan hacia los podios sedientos,
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17
anhelando algo que el mundo no posee,
a la espera de algo nuevo y profano
con caja y con marca.
¡Vamos!
Que el bronce no tañe,
la piedra no gime
esperando el polvo ausente
que serás tú.
II
Como una danza que hubiera
extendido susurros de mármol
entre la carne fría:
¿Para qué miento?
Si ya no sé que cosa escribir;
¿Para qué miento?,
Si no sé que más para la pluma,
una vida lenta;
un reposo ciego,
un dolor apagado
pero que igual duela;
una calma quieta y angustiosa;
el destino de la flor que se arranca,
que se arroja al
sol de los días por-venir.
Así, así, son los días, que restan
uno más entre los mil.
III
Hay mil nombres que aúllan
ciegos.
Hay mil días para mi soledad.
Vivo en la herrumbre imperfecta
del tiempo que oscila presencias.
¿Qué me susurran?
Los pastos que crecen intrépidos
entre las baldosas rajadas,
las hormigas que vivorean
compactas sobre la mesa y
el pan que se deja comer;
La hiedra que se aferra celosa
a los cables que sostienen el
viento;
tazas de té rotas,
de porcelana y piedra.
La regadera seca
sobre charcos de barro.
Los ladrillos que escapan
de sus paredes entre el escombro
rebelde.
La madreselva que esconde aquella
revolución de muros y cemento.
Cada maceta que
cuelga de las ramas secas,
cada girasol que se alza como se
alza el ahogado en busca de
luz.
Anarquía de un patio
verde.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
18
Pude ser todos los poetas en este
instante de luz y cantar como
el grillo.
Pero ahora soy ineludible,
como la sombra y el destino.
IV
Tengo miedo que descubran esta lágrima;
miedo de descubrirla yo
en el espejo de mi mirada.
Tengo miedo del arco profundo
que se tiende a través del centro que
la oculta, como las gotas yendo
sobre el agua quieta que se
funde en círculos hacia la
orilla de la tierra.
¿Y cuántas tardes para el exilio?
La hermosura de una estirpe que regresa al hogar
I
Fatal como un diluvio de estrellas:
sin pensar que pueda
rescatarme de los abismos
que templan silencios como
el afán de las bestias
Invoco:
“La hermosura de una estirpe
que regresa al hogar”
Enceguecidos;
Luchamos entre los vivos signados
por nuestros muertos,
mientras las hordas fantasmagóricas
se debaten en el infierno
el poder sobre el hombre,
brilla una luz lejana pero profunda, una luz nocturna como
el faro negro de la locura.
Allí, los cuervos de la razón
y sus graznidos,
musitando blasfemias tan afables, y
tan comedidas que la sangre se
hiela y como un río glaciar,
se quiebra de a pedazos,
transformándose en astillas del
mismo pavor que tu demencia,
así caen implacables con el
filo brillante apuntando al
corazón;
Y lo destrozan,
y tu también te desangras por la misma herida
que fluye del agua que es vida;
de nuestra corona que es martirio,
y el calvario infame que es dolor.
¡Qué ello nos temple!
¡Qué ello nos salve!
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
19
¡Qué ello nos redima!
Que la última gota:
el sudor, la sangre, la lágrima
y el barro.
Que la última gota
parta como el rayo fulmíneo
el báculo dorado de la razón.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
20
II
Tu caudal sombrío
Tus himnos de coraza partida.
Mi saliva
Nuestras horas mudas de
Ángel, corona y regazo.
Alumbrada, sola en el medio del mar
Con el bronce vacío.
Mientras aquí los muertos que se arrojan coronas,
Te llamo en el silencio
Y recuerdo:
“El hombre esta hecho de la obediencia
a los poderosos pastores”
III
A Mario Morales y su linaje de cisnes
Madre. ¿Dónde estás?
El río nocturno pasa ardiendo,
en el corazón del hombre
las cenizas danzan.
¿Desde donde se derramará
la noche en su
abismo de estrellas?
¿Dónde acudiré innombrado y
vacante de ausencias?
¿Me acompañarás tú acaso,
como la luna ciega
que se deshace sobre el filo
de las copas y los árboles
lejanos?
¿Seré yo quien te pierda?
¿Llegará el entonces donde
por fin olvide tu nombre,
tu rostro amado, tus pechos de miel,
el sabor de tus valles y la
profundidad de tus mares?
Señor, mi Dios, solo danzan
cenizas en el corazón del hombre,
sea en mí tu designio
y todo el dolor de
cada soledad implacable;
Estas sombras, estos olvidos y
el murmullo incesante de las
dimensiones pequeñas que
susurran bendiciones en
una lengua que no puedo
entender.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
21
Diálogo con los muertos
I
He estado
dialogando con algún maestro muerto.
Me desgarré en cenizas
inclinándome ante el espanto de
verle carcomido.
Si el cuerpo ó el alma,
si el gran accidente de
estar vivos,
si la despedida es cielo y es
infierno.
Si este que soy, que transmigra del
ser inmortal ó si todo se
perderá en un relámpago,
no lo sé.
Si el amor está tan cerca del miedo,
como el fuego de la luz.
Si extiendo mi corazón en
llamas mientras las gotas densas
en que se deshace el alma
caen estrepitosas sobre la hierba,
y abren el hueco, y surcan
la huella y mis pasos,
mientras por el sinuoso camino van quedando
los vestigios ígneos,
como un río de lava,
del candor que latió cada
palabra dentro del pecho,
de cada sol negro
de la piel abierta y el
nombre sagrado que amo.
¿Qué más?
¿Qué más para el desconsuelo?
II
¿Qué estoy haciendo yo aquí?
He de cesar.
¿Qué es esta extrañeza del encanto
de los días y de los mares de olvido
en que naufragan todas mis
certezas y mis memorias?
¿Dónde?
¿Cuándo?
Y seré tal vez, fuera de mi imagen...
un sueño
el vuelo de un ave,
la brisa
y un ramo de flores marchitas
que se arrojan al fuego.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
22
III
No hago más que robar suspiros,
perseguir el viento.
¿Qué será de mi por perder
todo el oro que me fue dado
de los días y el otoño,
si me demora el ansia y
la ambición?
¿Dónde te has ido tú que me
buscabas entre el tumulto y el
desencuentro?
¿Quién se acuesta en el tiempo y me mira?
La arcilla que se moldea de caricias mientras ese pequeño destello
de lo que resta;
esta coraza dura como un sueño dentro de otro sueño donde
agoniza el mundo
anuncia hoy la muerte que me mira con los ojos de los vivos.
Noche de ojos
La lluvia crecía hacia los labios puros,
estabas detrás de la eterna noche de
los ojos apagados,
de las pupilas hacia dentro,
del abismo terrible
en que el barranco final
es el propio corazón.
¡Saltar y huir!
¿Y qué más?
Oraremos abstraídos entre los astros,
con el llanto del niño abandonado
en el desierto ingrato del dolor.
Sabré esperar ese tiempo de
truenos y alacranes, ese
donde ya palpo la piedra absurda
que unirá mis labios.
Pláticas
“La palabra es aquella herida
por la cual sangra el
mundo;
y el poeta”.
(Palabra latente debajo de la palabra que la designa,
su precisión consiste en no alejarse del alba.)
I
La memoria no es más que una
suposición improbable.
Hay que prohibir todas las palabras,
son peligrosas.
Ellas significan.
Dejar vivos los cuerpos que agradan a
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
23
la muerte:
la vida no es más que el miedo frente a ella,
la antesala.
Adultamente predecible, petrificado;
Abjurante del don aéreo: lo leve;
Anclado a la parca imagen.
Pero morirás;
Y te volverás invisible.
El carácter hechicero de la imagen como presencia o;
El lenguaje inaudito del mundo.
El hombre moderno se nutre de imágenes débiles que lo eclipsan.
Difícilmente podremos sustraernos de ellas y el embrujo que se
cierne sobre el verbo.
El pensamiento y la libertad creadora de la significación artística
son reemplazados
por preconceptos mecánicos al servicio de la eficiencia,
procesos absurdos y estériles, maquinaciones no menos aberrantes
que la de suponer
una cultura muerta y desarraigada de su propio suelo, hipnotizada
por fascinaciones
y el destello de sus pantallas anunciando lo real.
Dios ha muerto. Gritaron.
Y hoy el olvido nos ha arrojado a un terreno mucho más yermo
que aquel donde el hombre presentía su orfandad.
El aplastante ritmo de un sistema devorador de todo cuanto pueda
consumirse
coloca a la imagen al servicio de los acontecimientos en su
actualidad temporal.
Asediados por fotografías, periódicos, la televisión, publicidad y
redes virtuales de información.
que intentan volver simultáneo y sincrónico su “mundo global”.
Acaso no sea quimérico suponer que las generaciones futuras,
deseosas de información
cada vez mas rápida y verosímil, tiendan a reemplazar la
expresión verbal por la imagen.
Se trata de una elección que el hombre haría entre las imágenes y
el verbo,
ello nos habla de un peligro y una amenaza:
precisamente la supremacía del mundo imaginario sobre la
conciencia,
el espíritu y el pensamiento ahora sitiados por esta horda insana se
hallan a merced de las sombras.
En rigor no es posible la elección:
las imágenes se nos imponen; y los espíritus mejor prevenidos
difícilmente
puedan conjurar su hechizo.
Una maldición de la técnica, donde las fuerzas creadas por el
hombre amenazan contra él mismo
anunciando la profética rebelión del hijo; Un engendro bastardo
intentando vengar el trágico destino
que lo arrojó sobre el mundo: el maquinismo y la técnica;
Y un padre bestial que ha perdido su vínculo sagrado con lo
divino: el hombre.
II
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
24
La mediación de lo humano sobre el cosmos es una herida que se
abre en él al nombrar,
se entregan a las cosas el nombre que ellas son.
La palabra es aquella herida por la
cual sangra el mundo;
Los primeros en morir serán los
poetas, y de su carne abierta brotará
un rayo
hacia el lugar que elijan las aves al partir.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
25
( Parto universal.
Acentos del mundo en su creación.
El poeta encarna un drama solitario
entre el mundo y su representación.)
Ceremonial de Conjuro
Ajena al vestuario convencional.
La poesía tiende al último horizonte.
Ni contradicción ni duda.
Las tierras del poeta reposan más allá de la razón y la fantasía,
del espíritu y la materia.
I
Como un poderoso conjuro aquella inscripción hecha sobre el
cuenco
de una caracola vuelve arrojada sobre mí.
Hoy desde el abismo de los días, y con las manos gastadas,
Recupero de algún hueco tibio el tesoro enterrado en el fondo de
mi corazón;
Hoy veo con calma la inquietud que gobierna a los hombres,
y que en aquellas jornadas de la euforia hace arder las pueriles
vanidades
del día a día donde se nos escapan las claves de esta misteriosa
existencia:
los labios, las palabras, la tibieza de las manos, el sol,
la candidez de la mirada, la noche serena,
y el camino de estrellas que guía a los amantes hacia su
morada celeste;
Las cenizas que arden,
la luz en que la vida escapa y es liturgia de dos.
II
Aquí me hallo contemplante del misterio de
eternidades.
Ante el enigma del ser;
observando desde lo alto y el frío
aquellos muertos que caminan desprevenidos.
He oído que llegan hasta sus lechos atroces
soñando en la desesperación del día
para aniquilar el ardor de sus anhelos
con la fragua del olvido;
Ya no recuerdo si me he visto también
entre ellos ó
construyendo sus tumbas.
Dicen que demuelen las guaridas de quienes aún viven,
destrozan la piedra; inventan un canto y
vuelven entre sollozos hacia sus hoyos;
perdidos en el tumulto de huesos,
entre harapos y mortajas que cubren la máscara que era cuerpo
para seducir a la muerte.
Pero ella no llega;
y deben dormir otra noche más al
desamparo del amor,
que no sabe que es dicha,
que es la única dicha
y que no hay otro sueño que
persista mientras tanto prevalezca ígnea la estirpe
que arde en los brazos del amante,
para ser consumido hasta las cenizas y el polvo,
para que su fuego
inflame la carne,
derrita los huesos,
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
26
hasta agotarnos y ser estrellas,
pero no,
otro cadáver del buitre metal.
III
(Intentaré ver todo de nuevo, no ya con una queja absurda en los
labios ante el mundo.)
No, no son las vanidades del mundo, es entonces mi corazón vano
que no
puede entender las cosas de otra forma;
La vida de un modo que no sea atroz.
La muerte de otra manera que no
sea simplemente cesación.
Cristo agrega algo poderoso: la idea del Amor.
Ni en las antiguas doctrinas del Buda se estima esta fuerza y
elemento,
en ellas se busca el desapego de todo cuanto nos ciegue a la
verdadera
dimensión (cubierta por la ilusión del velo opaco sobre las cosas).
Aunque con gran compasión por todo lo existente solo se persigue
tras este
tenaz camino la liberación del círculo de encarnaciones, la rueda
del samsara y la unión de la
conciencia a la conciencia del todo, la extinción del yo, y el
“nirvana”.
El cristianismo primitivo incorpora un elemento disonante: el
Amor
Como camino de liberación, como camino hacia el padre a través
del servicio como
total entrega y renuncia.
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27
Argentum Maris
Allí, cada atardecer veo el sol tras el horizonte que sangra,
y pienso qué historia me fue dada para traer como un augurio ó un
consuelo.
Veo aparecer, otra vez, la misma estrella y las nubes lilas, fucsias
y grises
eclipsan la luz entre mis ojos y su distancia.
¿Sabrán ellas que se interponen entre nosotros?,
¿Sabrán algo de aquél lejano sol que lucha por permanecer un
instante más
alumbrando mis palabras?
Yo, ya había decidido partir.
Siempre había creído que me estaba reservado algún destino
especial, pero luego
supe que no, que era lo mismo; aunque en el fondo de cada
palabra brillara
la esperanza de sentir finalmente aquel llamado.
Si algo he aprendido de la vida es esto: que es silenciosa y
anónima,
aún en la fama ó el tumulto somos anónimos,
el nombre es el de una imagen tras el velo de las cosas;
únicamente somos conocidos para quienes saben ver en nuestros
corazones.
De joven había pensado en forma mucho mas radical; Junto a un
amigo llegamos a idear un
complot total del mundo, que montaba un escenario a medida que
nos desplazábamos
por la vida, de modo tal que las personas, los autos, los diarios, la
historia, todo en definitiva,
todo era una farsa alrededor nuestro, no sé como no llegamos a
desconfiar
de nosotros mismos, tal vez por que arribamos juntos a esta
conclusión.
Entonces leíamos un texto de Descartes (El discurso del método)
y discutíamos con algún joven profesor de filosofía, sobre la
existencia de lo real en el mundo.
Yo era un escéptico empedernido y dudaba hasta de la realidad
misma de las cosas más cercanas.
Recuerdo que un día llevamos a un extremo una apología sobre la
inexistencia del zapato,
diciendo que solo era existente para quien lo percibía como tal, y
no para el resto
de las personas.
El profesor nos propuso usar el zapato como sombrero y salir a la
calle.
Siempre subestimé los criterios de aquel profesor y mis demás
compañeros.
Hoy, ensombrecido por el abrumador peso del conocimiento
siento que no sé nada
y en aquel gesto arrogante de mi temprana juventud reconozco la
más terca ignorancia
que no deja de acompañar al hombre que cree conocer la verdad
última de las cosas.
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28
Poesía
¿Cómo discurrirá la simultaneidad de los seres en un tiempo
continuo de
misterio, donde los espejismos de nosotros mismos nos asedian
multiplicados en
cuanto anhelo se reproduzca hasta el infinito de esta farsa?
¿Cómo soñaremos el parto universal?
Respuesta:
Todo comienza con un leve
suspiro que se eleva y el quebranto
de la voz.
La escritura sella destinos.
Siempre que con mi sangre sellé destinos,
corrieron los ríos junto a la distancia.
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29
Las Invasiones
Refugios de tus vanas cadenas
Quince minutos.
¿Cuanto tiempo para la palabra?
Lo casual que se combina en el doble
círculo de los mecanismos atroces;
Donde todo responde,
donde cada llamado quiebra el aire,
parte la presencia de las cosas,
no la materia, esa no,
no lo concreto
en donde hinca el diente la desesperación
del razonador, no,
sino allí donde habitan el misterio y el
silencio
Raza fatigada
Ángel salvaje,
¡Incendia sus plantaciones de preceptos!
Su sagrado sepulcro
Paradoja: soy el temblor de tierra.
Pegado a mi muerte (voy)
Apoyado en el bastón de mi esqueleto;
La Infancia ardiente
Y la Oratoria del árbol.
¡Pártase la luna en mil espejos!
Grito y gimo con el
eco de mi voz
entre leones y águilas,
ríos y selvas.
A toda maquina entre planetas y catástrofes
con los ojos abiertos en la noche
y el pesado cortejo.
Febo en llamas del mundo,
Fusil que decapita los pájaros del cielo y
El alba benigna
Apaga la Usina del ansia,
mordido por calamidades
de las maquinas que avanzan.
Historias de guerras antiguas,
Cabeza que piensa otra cosa.
Lucha entre el barro y Dios.
Fragilidad del sueño
Habitado de cadáver
Átomo:
¿De donde vienes?
Corazón clarividente,
Cansado de pasar linderas en los laberintos
de la nada.
Entre la
burla del hombre hormiga;
Mentira :
Pedestales de aire de mis leyes
entre lágrimas de olvido.
Recuerdo de las vidas más solas,
Los pájaros de antaño,
Los ríos sumergidos
La Fuerza de la luz.
Liviano el mundo
Cae como un cabello de sol
Piano de olores
Y los ojos que hipnotizan la soledad
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30
Rayo de luz
Hornero del mar
Golondrina
Encoge tus uñas como leopardo
Y arranca un corazón con vida
Hazlo.
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31
II
Hay un orden divino que vuelve estable
todo el universo
Hay una palabra profunda
en el centro de cada mirada
Hay presencia.
Hay un conjuro sobre el
pecho que huye como pájaro
Hay en tu risa y la mía
el corazón clandestino,
la pasión errante
y un espacio para el amor.
III
Calles,
Como guante blanco
Asesinan y dan un beso
Calles envueltas en pies de luna
Calles llenas de espíritu
Ciudades tristes o alegres
Volad como un pájaro sensible hacia la muerte,
La flor que será nuestro mañana
Nuestros enigmas como puertos abiertos
Aventura enferma del corazón
Libértanos de la demencia humana
Quema con su anhelo
La medida del tormento;
Hasta hoy,
No conocía
el peso de mi muerte
IV
La voluntad dormita sobre un astro encendido,
La noche sabe qué corazón tienen mis
Amarguras
El pasajero de su destino:
Hermoso y Absurdo
Es tarde
Como el cadáver que separa la eternidad,
el sobresalto de las estrellas,
la lejanía sin solución y la
huella de los pies.
Silente
Entre hombres y presagios
Con la nave de mi alma
Arrojaré los números,
Para no empañar el metal de tu
Alma.
Ya no espero:
El gran viento que quiere abrazar el destino
El Infinito irresistible,
La Roca tenebrosa
Y la pluma que planea desde el principio del
Mundo.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
32
El Peso de mi Muerte
“El hombre es como
Un mendigo que se arrastra en la ley de
las alucinaciones buscando una
evidencia”.
Vicente Huidobro
No conocía el peso de mi muerte,
entre los hombres y los espectros
vacilé.
No supe distinguir.
Busqué el refugio del sueño,
donde amanecen los cuerpos cuando
cruzan el olvido.
Allí debía estar intenso de
cenizas tras la señal del vidente,
tras la mentira de este mundo,
como fantasmas que se arrastran
buscando
una evidencia;
Filoso como un frío lucido de destinos
no cumplidos.
Y el sino en la piel que nos oculta
¿Cual será entonces nuestro verdadero rostro?
Hoy me deshago en presagios;
peleo ciego como el lobo último
tras el asedio fatal.
Sangrando de púrpura el alma
se deshace en mil ríos.
Y te detengo para verme
Reflejo,
Reflejo mío,
del que soy
Un espasmo quieto en el alba de los
anochecidos.
Una sombra abyecta en la multitud,
tus tres días de espera,
un cadáver
y la redención.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
33
Crear
Secuencias temporales y esparcirlas
Zona:
Este mundo tal como el otro lo desorganiza.
Tras fundirse de mundos
Sueño que retorna a la vida
Bajo Títeres
Testigo de lo absoluto
Cazador de los fragmentos
Traductor de astros
De Pié
De pie los maniquíes expuestos
rápidos como mi memoria.
De mil mitologías inmóviles;
Rostros.
Los hombres lejos de las arcadas
como muertos encantadores.
Blandiendo palabras absurdas y líricas;
Esponsales y prenda del amor
El anillo se rompió
mas claro que el firmamento
las lilas, el tomillo y la rosa
a la orilla de un lago sobre agua que ondulaba
Yo Amo como el insecto nocturno
a la luz
Cortejo de pájaro que nidificas en el aire,
el limite donde brilla la memoria.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
34
K487 – Carta a mi hija
Como rasgando el filo de las formas,
el mundo agoniza de imágenes sobre el ojo
(irreparable pasajero de las alucinaciones del día);
Y las verdades en que despierta la voz,
el sonido
(verdugo de la palabra)
hieren de muerte a todo lo que calla,
desgarrándolo del silencio,
(presagio de la eternidad)
Y se alza desde la lengua misma,
como un conjuro,
cada pacto entre las cosas y su nombre
Cada nombre encanta su reflejo y
se yergue
lastimado de sustancia;
de materia;
de algo mas que nada
Donde hinca su colmillo la
Serpiente del hierro ;
Y en cada guiño nos muestra
el frenesí de un Dios agotado:
todas sus máquinas y
todos sus cálculos
Veo hacia atrás, allí donde el sol
muere de los días que se escapan,
como los pájaros de otoño,
como los ojos nublados,
como el aliento último
Y este desasosiego
Y esta nueva esperanza:
Fuerza de luz y de sueño
y el eco de esta voz
Qué eres tú.
II
¿Que es verdad hija mía?
¿Que es la verdad mi hija?
¿Donde se oculta el aire en el viento;
la noche como paloma,
lo oscuro y la voz en el desierto
del alma?
¿Acaso hija mía se conjugue en tu
elemento mi sangre y esta pregunta
sin respuesta?
Acaso un día sientas el vértigo
de quienes te lanzamos al mar de los días.
Quienes me engendraron,
y el engendro divino como
torrente hacia el océano de todos
los miles que alcanzamos forma.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
35
¿Que es la verdad hija mía?
¿Donde escarbar?
Si allí entre las arenas y el fango,
debajo de las plantas,
entre los huesos antiguos, ya blancos
como la memoria.
Aquí entre los pliegues de los
recuerdos, las escarpadas angustias,
los bajíos insondables del alma
y la dicha que es un día,
que es un destello en el relámpago
de la vida.
Te diré un secreto Hija mía:
Nuestra eternidad escapa
a todas las palabras.
III
Me asalta cada recuerdo;
cada lugar;
Las costas bañadas del infinito sol
los acantilados negros,
el filo de lava en los ríos
que bajan como senderos.
Cada palabra, cada imagen,
cada aroma, cada sustancia,
recaen sobre mi con el
abrumador peso de lo eterno,
de lo que por siempre
seguirá
La leña ardiendo en la playa,
una páramo en la Isla de Creta
(Matarán, si no me traiciona el nombre)
Las chispas encendidas de
noche subiendo junto a las estrellas.
¿En que memoria de mi mismo puedo
detenerme?
¿En que memoria sin quebrantar el
tiempo?
Hija mía, ya también recuerdo
lo que vendrá,
los días que llegarán
la mañana en que te veré
nacer,
Ya recuerdo tu sonrisa que aun
no es,
pero ya es.
Recuerdo el rostro y el vientre de
la mujer amada
Y a ti dentro como un misterio
de caracolas.
Como el sonido del mar,
Como los latidos del inmenso
río que fluye de sangre
hacia los ojos,
hacia otros hijos
que no conoceré,
pero conozco,
algo de mi corazón,
algo de la pasión entre los
corazones que
se hacen uno,
aquel fuego templante de
vida que será: ¡más vida!
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
36
Que ya es
que somos nosotros convertidos
en todos los recuerdos y los que
vendrán hechos de carne,
hechos de miel,
hechos de sueño,
hechos del inmenso amor
que nos
redime
Como el óbolo terrible y la pira ya
encendida.
Un Caronte que nos transporte desde
el Hades que ya somos
Hacia el recuerdo silencioso
y de memoria plena
sin tiempo,
sin las horas de arena; aciagas
sin los días de sombra; abyectos
sin la risa que se burla;
en cada vuelta absurda.
De esta farsa comedida,
el engaño preciso:
¡Yo te conjuro Oh reloj!
¡Detén el tiempo, y contigo las
horas de barro!
Las lluvias de polvo,
el ansia encendida y
toda, toda esta desesperación.
Querida hija;
Huye del reloj,
Huye de todo lo que te aleje del sol
Huye como el viento
que mece los trigales
sin pensar en la renta.
Hazte día, brilla.
Hazte como flor y perfuma.
Hazte pájaro, hazte roca, manantial,
Selva
Nube,
Hazte, todo lo que no se compra.
Pero nunca dejes que tus sueños
se fundan en la jaula del estrépito,
del progreso metálico
del estertor eléctrico,
del humo desesperado,
de pantallas necias,
espejos encantados,
prisiones de cadena libertaria.
IV
Hoy te sueño hecha de flores,
te sueño hecha de sueños
Mira:
La vida es instante que
escapa como el día.
¿Que es verdad hija mía?
Es verdad el perfume en la boca,
es verdad un sueño de pájaro,
es verdad tu sonrisa de nácar,
que se adivina desde el centro que
es ombligo.
Es verdad cuando sabe el corazón;
es verdad cuando tiembla una palabra
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
37
en el filo de la lengua
y se agita la tierra cuando ella nombra;
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
38
Es verdad este amor de astros,
este amor de estrellas,
este amor de hadas,
de sirenas
de ángeles,
este amor de lobos,
este amor que yo siento,
Hija mía, es verdad este amor
que nos une,
ya te amo,
Es verdad mi Dios, hija mía,
y que este amor es puente
desde su centro hacia nosotros,
y el vientre que te alumbra y
la verdad de ser todo;
todo ese amor.
Peregrinos de la perdición
¿Que cosa puedo hacer más que
apreciar en silencio la creación?
Contemplar....
¿Donde suenan la huestes junto al metal
hiperbóreo?
¿En que ataúd han de edificar
su nueva morada?
¿Quo vadis veritas?
Ve que allí aguardan
las vacanzas entre
magistas urgenciadas
Toma el pedíon
fastíde entre
foganzas y el murgendo
¡Oh las suplicas del arbontal
y todas las
márgines del sagazo!
¡Oh los idas argicos del
áuride solístido!
¡Oh, musas verboteantes
de las crestas sagazes
¿Dónde no es ridículo el gesto
vanidoso del que aúlla
bonito;.... y bonito nada mas?
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
39
Ciudadano del olvido
¡Oh tribu de cadáveres !
que se mecen solícitos
entre las grutas y los rincones,
de galerías insondables.
Peregrinos del extravío,
que vagan entre sollozos
a la espera del salvador.
Que se acurrucan en los días cálidos,
y los días helados salen a pastar,
a balar entre la turba,
a balar ante el magnificente
siervo coronado que como un
párvulo soez escupe
y gime entre destellos guturales
de toda su vanidad.
¡Peregrinos, Peregrinos, náufragos del desacierto!
Yo también soy uno de vosotros,
Yo también me aferro al madero
salvador en medio de la tempestad.
¡Yo también sufro desasosiego de lo
vasto, vértigo de infinito,
estupor de lo eterno!
Tantas veces te he visto con ojos ciegos
de mi,
que no se si son todos el mismo,
el único.
Este dolor de pájaro:
¡Si al menos fuera digno de su austeridad!
que mueren silenciosos sin
reclamar estrellas al cielo,
coronas al mar
ni collares de flores,
ni el fuego patibulario, ni el martirio de los
santos, ni la bala heroica o
la espada de tierra, la espada de rayo,
la espada, la espada,
¡La gloria de los hombres es
horror de espadas!
¡Que era de espadas!
Y de hienas incendiarias
¡Hurra por todo tu fuego!,
Hurra por tus cañones libertarios,
Hurra, por tus verdades de panfleto
¡Hurra, Hurra de botas y de barro!
Yo sigo entre los pájaros,
que mueren bajo sus alas en un rincón desconocido
con mis ojos de lluvia,
mis ojos de lluvia Vicente.
Este día de soledad inaccesible
que me inunda de algo mas bello
que aun no aprendo a pronunciar.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
40
Si,
la sangre que corre a la muerte tiene
sus afluentes,
La insinuación de tal semilla
y la selvas, y los ríos, y los manantiales
brotando del centro del pecho
hacia el gran corazón,
el que sacude como temblor
el día de los días,
y los días que estallan como soles,
que estallan como estrellas,
que estallan como esquirlas,
esquirlas veloces que escapan
incandescentes como el relámpago
y el misterio.
Como la noche imperecedera,
como las costas negras
bañadas por el río del olvido,
como este amor de fragmentos
de pájaro,
del pájaro de ojos de lluvia
que resplandece en el alba
del día más negro,
de la noche que más brilla
que resplandece de corazones
en la frase última
y la atmósfera más distante.
II
Como un rasguido de fuego
que irrumpe desde antaño
caigo igual que el rayo,
que todo en él es,
y fulmíneo
con el se deshace.
CCoorraazzóónn CCllaarriivviiddeennttee MMaarriiaannoo LLooppaattaa
41
Noche de bestias
El aire y los sueños
El agua y los ríos
La poética del espacio
Y el derecho de soñar
Dirige tu paso atrás,
Me llevaban las lagrimas de la
Juventud y los
Perros dominados por la locura
Las bestias antes de morir
lanzan una última mirada al
cielo,
con patas sangrientas
de insaciable sed de infinito
Non Serviam
No cantes la lluvia poeta, haz llover,
sacúdete de la vista a los hombres
y préndete en un incendio de astros.
Igual que la garganta del ahogado
que destella relámpagos y no voces,
truenos y no palabras,
el fogonazo prístino del dulcísimo corazón.
No cantes la lluvia poeta, haz llover,
porque sino llovieras de mares,
y de todo lo que sufre,
serías igual que aquellos pobres diablos;
aquellos perros vagos
que nada crean
que mueren sin haber
visto tras el eclipse que es mundo
los rayos fulmíneos del ser.
Poeta,
¿Que es tu fuerza sino conjuro?
¿Cuál es tu don si no eres cordero?
¿Con que escribes sino con tu sangre?
Cuando miro mis manos buscando una
palabra, cuando le ruego aquella palabra
al viento; no como inspiración;
sino como el aire
que queman mis pulmones
con cada latido,
cuando miro mi pecho, buscando una palabra
como la flor de estío,
como la flor que no fue
como la flor maldita,
como la flor que acompaña al
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muerto hasta el sepulcro
así acompañan las palabras a los hombres,
pero a ti no,
pero a ti no, poeta.
Tú velas el fuego sagrado,
de una orden extinta;
Tu perteneces al linaje de los
que sobreviven a la devastación,
porque sobreviven las palabras,
crecen como estas flores,
alumbran como el fuego,
arden como todo lo que es noble,
como arden las maderas,
como el árbol, como la tierra,
de pie,
igual a nosotros que en el abrazo de las llamas
coronamos un nombre y un destino.
Sed de infinito
Un ansia
I
Lector:
Detente, no te conduzcas con
hocico embalsamado de gloria
por las ciénagas de la fatalidad.
Aún la lógica de los hombres
tiñe de melancolías rojas, aún
su gloria se cierne
sobre los frutos de nuestro
amor como los ángeles de la furia
amarga.
Los esperaré, los esperaré como
espera el pez ser devorado por
la dentellada implacable del tiburón,
la sangre que espera
la sangre que espera.
II
Cuando la belleza se halla ido ya del
esplendor en la carne,
la sed,
los aromas que te invaden,
se hayan saciado de días,
de miradas,
habré muerto a tu dolor.
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El hombre desenmascarado
Un hombre suplica,
un nombre nuevo que suena de feroces
guturales, las distancias entre
los labios
Un nombre que rechina de sombras y
se complace en el vértigo del
día, sobre el tallo que es
renglón de cada palabra
Cada palabra en un renglón de
estrofas que tiemblan sordas el
estrépito de los mundos que
colisionan dentro.
¡Feroz ve, arremete!
Dios quiera perdonar tu complacencia.
II
Los dioses que antaño
se regodeaban con las miserias de
los hombres hoy yacen desnudos
de mármol frío,
las miradas
vacías de sus hijos
huérfanos
incendiando las
retinas en una guerra de ojos;
Una guerra de labios,
una guerra de lenguas de humo
negro.
Y aquí aparece en escena el
lúbrico, el loco, aquí aparece
como un rayo y habla suave
pero con el filo de mil hojas
de diamante hechas daga;
que aman al corazón
Aquí aparece el loco:
Devuélvele el velo blanco que cubre
los ojos de todos los nombres
que no he sabido pronunciar.
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Así grita el loco:
Hablo bien para tanto dolor que ni
una lágrima se escurre
hacia el infierno de mi boca;
Mi voz quiere ser la sombra de la vida,
y mi palabra tiembla.
Yazgo perdido entre los gritos arteros,
la turba llega y caigo
hacia el súbito corazón, viajo tan profundo
y dentro que ya no recuerdo mi
nombre, que ya no recuerdo el tuyo
¿Cómo podré redimirme?
¿Quién soy ahora sin mis gritos?
Quiero edificar los soles en el
ojo
como el arquitecto de cada pensamiento
y no puedo despegarme de esta tierra
que me abraza.
¿Haz visto tú cuánto de loco?
¿Qué lugar es el mío demente
de tus pesadillas tan consabidas?
Es que te has propuesto las perfidias
que osa el exegeta, cuando
la magnánima razón resplandece en
tus días-prisión.
Aquí la ninfa, la musa huye
horrorizada, abandona al loco,
que corre hacia la noche
escapando también, del sol y del
sueño.
Haz tu también el mal donde roen
los huesos de aquellas victimas
del amor.
Corre tú, huye tú,
vete tú.
Decídeme en un instante y de una
vez todo lo que cruza
Conjúrame para que renazca;
y renaceré hecho de estrellas a
tu lado;
Renaceré de la fiebre que padecen
los dioses, pariré cada palabra,
me comprometo
pero eso si, que halla una luz.
Que la haya al final; te lo suplico.
Que haya una luz al final del
desencanto.
Austero es mi pecho que no
refulge de galardones pueriles,
la mano que no porta látigos
ni espadas,
Yo sólo llevo un nombre y mí
triple lengua de platino,
mi doble dedo entintado,
mis ojos de hielo y mí
boca de fuego,
y sobre todo el corazón que se
desangra.
¡Oh canta conmigo en medio de
la fragua que es batalla!
Y ahora ausente de destinos heroicos,
del rebuzno oficial,
vuelve a sumergirse
en su mar de ópalo con los ojos
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palpitando como la bestia
liberada cuando se estremece
ante el rayo.
Un sueño
Alguien muy adinerado asistía a los remates de importantes
pinturas en alguna de aquellas tiendas inglesas que tan famosas
son por encontrar precio al arte.
El hombre pagaba cuantiosas sumas por estas obras para luego
comérselas.
Si, millones te dólares por un Picasso, o un Rembrandt, o un
Vang Gog y luego en el momento de adquirir la pieza, la comía
sin mayor protocolo que cortarla en pedazos que pudieran caber
en su boca, para finalmente tragarlos, acompañado de algún vino
mediocre que consiguiera para la ocasión.
Y así es como el mundo del arte se conmocionó por esto.
¿Como desaparecerán las pinturas para ser comidas por este
hombre?
Provocando el horror de los críticos y el refinado sector de la
prensa burguesa que tanto alaba los iconos de la cultura,
porque así debe ser.
Con el tiempo, y luego de que tal hombre comiera el arte, tanto
arte como millones de dólares pudiera pagar,
su apetito por la pintura se sació.
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Agradecimiento
Dios mío, gracias por cada día vivido, por todos los lugares, por
todos los seres que amo, por tu palabra que nunca me abandonó,
aún cuando creí dominarlas a ellas y no reconocí tus labios tras
mi voz.
Hoy abjuré de la razón y la duda porque una lágrima rozó mi ser,
lo hizo despertar.
Ya no anhelo señales ni sabiduría, solo busco sosiego y una
palabra nueva,
una que solo sea para el corazón.
Agradecimientos:
A Enrique por heredarme el linaje del cisne,
(la tribu profética de pupilas ardientes)
A Pérez Turco por heredarme su luz.
A todos mis nobles amigos, (ellos saben quienes son)
A mi amada Eugenia y a mis pequeñas Ana, y Zoe
por hacerme un hombre feliz (quién ahora soy).