Conversaciones con phobio

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Aquella primavera, como otras anteriores, había optado por retirarme unas semanas a un antiguo convento benedictino que ahora acogía también residentes, temporales y ajenos, en busca de un periodo de desconexión con el exterior como núcleo de la estancia. Una tarde en que paseaba meditabundo por el amplio claustro de aquellos ya pocos monjes, en un generoso sector habilitado para los transeúntes, se me acercó un joven cuyo rostro me inclinó a estimar que debía andar frisando la treintena, como luego supe. Era Phobio*. ... y en mi memoria de aquellos días, escribir este opúsculo cuya lectura detenida pueda quizá iluminar a otros también en la difícil tarea de avanzar conscientemente desde el discernimiento individual y la asertividad, superando los inevitables tropiezos y frustraciones que la vida nunca nos va a ahorrar, y valorando cada pequeño esfuerzo, cada pequeño logro en esa misma vida.

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CONVERSACIONES CON PHOBIO (DEL DISCERNIMIENTO CONSCIENTE)

Alfredo Castro Fernández

© 2014 Alfredo Castro Fernández

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PRÓLOGO

Aquella primavera, como otras anteriores, había optado por retirarme unas semanas a un antiguo convento benedictino que ahora acogía también residentes, temporales y ajenos, en busca de un periodo de desconexión con el exterior como núcleo de la estancia.

Una tarde en que paseaba meditabundo por el amplio claustro de aquellos ya pocos monjes, en un generoso sector habilitado para los transeúntes, se me acercó un joven cuyo rostro me inclinó a estimar que debía andar frisando la treintena, como luego supe. Era Phobio*. Solicitó acompañarme en mi deambular, para pronto dejar traslucir su necesidad de compartir en palabras lo que le suponía un estado de angustia que había llegado a casi paralizarle anímicamente, generándole importantes conflictos tanto en su interior como en sus relaciones afectivas y sociales.

Fue el comienzo de numerosas conversaciones, una por día prácticamente, de las que finalmente supe él hacía memorizadas anotaciones en un cuaderno abierto ad hoc, y del que meses después me hizo llegar una copia, a través de los monjes, en agradecimiento por ese tiempo, en palabras suyas, de un diálogo y consejo madurativo del que ojalá otros muchos jóvenes pudieran disfrutar.

No le he vuelto a ver desde aquella primavera, pero lo he tenido en mente este último tiempo en que, a raíz de su envío y recordando aquellas conversaciones, me he decidido, basándome en ellas y en mi memoria de aquellos días, escribir este opúsculo cuya lectura detenida pueda quizá iluminar a otros también en la difícil tarea de avanzar conscientemente desde el discernimiento individual y la asertividad, superando los inevitables tropiezos y frustraciones que la vida nunca nos va a ahorrar, y valorando cada pequeño esfuerzo, cada pequeño logro en esa misma vida.

*Nota del autor: Por consideración obligada utilizo el nombre figurado de Phobio. Él, si llega a leer estos párrafos, sabrá advertir su identidad en ellos.

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Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado.

Un esfuerzo total es una victoria completa.

Mahatma Gandhi

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PRIMER ENCUENTRO

Mi muy estimado Phobio:

Como premisa a este tiempo que hemos de compartir, acepta que en la vida todo nace de la casualidad o la coincidencia, pero nos empeñamos en otorgar cautivadoras categorías de trascendencia.

Ten tan sólo como cierto y tuyo esta breve sentencia:

Sé audaz y lucha por lo que estimas. Lo consigas o no, sólo tu ilusión y esfuerzo te pertenecen. Ellos son tu identidad y fortuna.

Y nunca olvides que cada vida es tan sólo un instante de despiste de la nada. ¡Aprovéchalo!

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I

Me preguntas por qué tantas veces se torna imposible lo previsiblemente posible. Supongo, amigo Phobio, que es necesario amarlo como posible antes que denostarlo tildándolo como imposible.

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II

Quieres que te hable sobre el arte de vivir. Vivir, algo que sólo se percibe viviendo, ni antes ni después de hacerlo.

Pero quizá, amado Phobio, pueda decirte algunas cosas de cierta utilidad:

• Mezcla a partes iguales sentido común y sentido del humor.

• Obvia la rigidez moral y la dramatización.

• Déjate de cuentos y recuerda que las películas son para verlas, no para vivirlas.

• Por último, nunca olvides que el pasado pertenece a otro que ya no está y el futuro es un tiempo sin nombre.

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III

No, Phobio, no has de estérilmente culparte por claudicar ante la inercia de prolongar el desamor, guiado bien por la costumbre, bien por el temor al desamparo que surge de todo lo que en la vida de un humano supone una separación, desde aquella primera que nos permi-tía la individuación frente a nuestros progenitores, algo bueno en sí, pero angustioso para quien hasta entonces había vivido bajo su paraguas.

Por otra parte, no sueles caer en que ha nacido el desencuentro, más bien lo reconoces ya caminado un buen trecho en él. Aún dubitativo, los diversos y repetidos esfuerzos por sostener el encuentro, cuando se revelan vanos, acentúan la evidencia de su imposibilidad.

Entonces, puedes cegarte y darte a una insustancial espiral de sucedáneos de amado encuentro o, consciente, tomar un nuevo camino. El quid es la consciencia. Para algunos es un poso lento, pero se alcanza. Para demasiados es algo a rehuir en una enfermiza carrera con-tra la realidad.

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IV

Mira, Phobio, el deseo es demasiadas veces un ogro con cara de niño hambriento que, si no te aplicas, te devorará.

Por ello, toma cualquier deseo, inicialmente y siempre, como ajeno. Sometido al tamiz del análisis, puede ocurrir que lo asumas y entonces lo hagas propio. O bien puede ocurrir que lo rechaces y entonces, aún persistente algún tiempo, sigas considerándolo ajeno.

Acepta por tanto, así, la saludable contradicción que supone poder desear algo que no quieres.

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V

Quieres que te diga algo sobre opiniones ajenas relativas a tu vivir. A veces pienso que te hablo como a un hijo sin serlo, pero quizá muchas relaciones, o formulaciones de ellas, tengan más que ver con su desarrollo que con su naturaleza originante.

Mira, Phobio, hijo mío, entiende que, ante una misma acción, unos te halagarán mientras otros habrán de insultarte. Ignóralos a todos, pues en realidad hablan de sí mismos y no de ti.

Es así: donde unos te dicen egoísta, otros te observarán justo. Donde estos falaz, aquellos noble. No te reflejes en ninguno, todo eso es ajeno a ti.

Y aún más. Mejor no des explicaciones de cómo vives, eres o haces. No les mueve sólo saber, sino el juzgar y sancionar desde su moral. Olvídalos.

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VI

Nunca corras, no actúes ni cedas bajo la presión del impulso que en ti mismo irrumpe o te insta a mudar. Detente, sé tu sostén y abrigo. Nada temas más que tu propia, aun feliz, disolución.

Aprende a contemplarte y a contemplar.

Piensa, Phobio:

Quizá fue de tanta y tanta prisa al caminar, que no supiste de la brisa y su respiro al pasear.

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VII

Un pensamiento vespertino que te participo:

Quien tiende a sobrevalorar las emociones, suele terminar traicionando a su razón.

Es más, contempla toda emoción inicialmente como extraña. Toma tiempo para pensarla y mira si construye antes de hacerla propia.

Sé en esto prudente: una emoción no es más que una emoción. Y la mente genera de estas a puñados, asociados con pensamientos emergentes que confunde al fin con ideas incontestables.

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VIII

Si has de acudir a la memoria o ella se te hace presente, has de saber que todo recuerdo tiene asociada su emoción. Por ello, cíñete siempre al recuerdo, si has de detenerte en él, y desprecia la emoción que por norma desvirtúa lo recordado.

Igualmente, en estados de euforia o desánimo, sé prudente con tu pensamiento, pues serán muchas de las ideas, incluidos recuerdos sobrevenidos, una mera expresión del estado emocional afectado y sin ningún significado per se.

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IX

Puedes fijarte en un solo aspecto de ti hasta encerrarte y ser dominado por él, y convencerte de que eso y no más eres tú. Eso sí, te equivocas.

Y no te hablo, Phobio, sólo de aspectos que pueden enfadarte o antojársete objeto de desagrado: una cárcel de placer no deja de ser una cárcel.

No permitas que ningún fragmento de ti crezca en tu mente hasta envolverte y perder de vista el todo que eres contigo y la realidad que te rodea.

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X

Te preguntas, Phobio, y me participas sobre el propósito de la existencia.

En la adolescencia (debutando), estás seguro de que la vida es algo con sentido y crees haber dado con ello en cada aventura que emprendes.

Ya inmerso en la vida como protagonista (madurando), pero aún joven y poco experimentado, sueles preguntarte por cuál será el propósito de esta, como sentido existencial y aún de modo general o reproducible.

Es más adelante (madurez) cuando descubres que no hay sentido ni propósito en ninguna existencia de manera universal o generalizable a individuos o generaciones. Es entonces que vida es sólo, y no es poco, cuando tú eres y te sientes vivo.

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XI

Mira bien que no persigas, sin saberlo, identificarte en otro o dejar que su impronta te conquiste al punto de llegar a creer que sin tal apego puedas ser.

Vivir lo propio como si fuera algo ajeno, o permitir que lo ajeno se viva como si fuera algo propio, siempre es peligroso y muchas veces inconsciente. Y es condición humana, muy humana. Aplícate a ello, no te coja desprevenido.

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XII

Es ya un clásico de la estupidez emocional que la mayoría de las veces que haces algo bien dejas de valorarlo en lo que merece, mientras que si haces algo mal tiendes a perseguirte hasta conseguir deprimirte o avergonzarte.

Sé vigilante en valorar cada mínimo logro antes que tildarlo como vulgar o bien producto entero de la fortuna, pues a esa estupidez le será, en caso contrario, más fácil alcanzarte ante cualquier mínimo error.

Observa, Phobio, a la hora de valorar un hecho, no tanto el resultado (sea bueno o malo) como el esfuerzo empeñado. Eso y sólo eso es lo que te califica, tu esfuerzo.

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XIII

Procura, Phobio, al menos una vez cada día, retirarte siquiera unos minutos a un lugar tranquilo y solitario.

Siéntate, relajando tu cuerpo aunque erguido. Deja caer tus brazos con tus manos sobre tu regazo abiertas hacia arriba, los pies en el suelo. Sé así un todo con el cielo y el suelo, a través de tus manos y tus pies.

Baja el ritmo al respirar y hazlo siempre profundo, siente el paso del aire por ti expandiendo tu abdomen al inspirar.

No prestes atención a nada exterior o interior. Sé espectador, no parte, de cualquier pensamiento o emoción hasta que se diluyan.

No quieras, no desees nada.

Deja de ser.

Entonces, Phobio, así, estás meditando: recuperando tu conciencia, iluminando tu espíritu.

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XIV

Es una de las paradojas mentales humanas que a un estado de plena satisfacción se le sume de inmediato la congoja de un mal porvenir. O que a cualquier momento de luz le brote su inconsciente y contrapuesta sombra. De tal modo que comprobamos cómo un avance personal tiende a convocar automáticamente alguna oportunidad de retroceso que nos acongoja.

Porque es condición humana una división psíquica base de tal contraposición, y objeto de la madurez su integración para su gobierno, no el lamento y la claudicación ante tal naturaleza mental, la cual sólo transmite la existencia de sus dos etapas:

Enfrentar la realidad de manera adulta, lo que ahora domina tu conciencia, habiéndola enfrentado muy opuesta y previamente al modo infantil, fuera ya de conciencia pero aún persistente. De ahí que lo denominemos lo inconsciente.

Piensa así, Phobio, cómo, ante cualquier cosa buena que logres con tu esfuerzo, algo en ti señalará hacia donde puedas de alguna forma minusvalorarte o restarte importancia. Mas sólo será indicador, y así has de tomarlo, de que efectivamente has progresado.

Tampoco has de tomar de otra manera esas pesadillas en que te ves incapaz de preparar o aprobar exámenes que ya antaño superaste, o caminando repentinamente por arenales donde tu paso es lento y pesado, así que apenas puedes avanzar al ritmo que quisieras.

O bien, es lo mismo, esos momentos de ensoñación con otros hechos ya vividos u otras opciones ya ausentes, donde sobrevaloras algún ayer tendente a despreciar o cuestionar logros de un hoy suficiente y labrado por ti.

Son contraposiciones no conscientes con el solo objeto, inconsciente trampa al fin, de despreciar o peyorar tu esfuerzo y progreso presente como adulto, desde ese otro modelo de antaño que insiste en que toda respuesta a tu necesidad o deseo sea inmediata y garantizada, sin mayor esfuerzo que su reclamo, por Otro que sólo vive para tal fin. Algo que experimentó muy pronto, cuando su supervivencia tenía un carácter absolutamente dependiente.

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XV

No es lo mismo vivir una situación excitante que vivir excitado. Lo primero puede generar bienestar. Lo segundo, aún presentando su rostro más eufórico, conduce a un estado de alerta persistente y agotador que, una vez raya lo depresivo, refuerza ese vivir excitado por mera acción-reacción.

Por otra parte, lo primero acontece como consecuencia de algo, mientras lo segundo busca algo que lo justifique. En esa búsqueda podemos obtener variadas pretendidas causas en el tiempo que terminan reconociéndose como imposturas, pues no eran tales, pero hemos buscado su satisfacción sin más resultado que su irrealidad o irrelevancia.

La cuestión es que añaden una secuela siempre: más frustración, tendencia depresiva y, es así, refuerzo de nuevo de ese vivir excitado.

Es un camino de crecimiento interior aprender a distinguir una y otra cosa. Pero en ti está ese discernimiento.

Estate quieto de una vez, date tiempo cada día solo contigo para, observador y no partícipe, contemplarte en silencio.

Lograrás más consciencia y reducirás excitación.

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XVI

Dedícate a vivir un día tras otro, sin atragantarte por ese extraño y tóxico fenómeno de la anticipación. Haz y sé lo que puedas. No te juzgues duro y valora cualquier detalle que te hace mejor, por tonto que te parezca.

Sí Phobio, lo sé. De pequeño te hicieron creer que estabas destinado a grandes cosas y que debías destacar, sobresalir... Es mentira, sacúdete esa lacra y cuanto antes.

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XVII

Comprende y acepta la realidad tal como es, aquí y ahora. Sin ira, sin odio, porque la realidad no es tuya, no se desenvuelve como reflejo de tu deseo.

Puedes, si quieres, intentar mejorarla, pero no juegues a ser como un dios: perderás.

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XVIII

Deseas que en pocas palabras te explique mi indisposición frente a dioses y sus religiones.

No te será difícil entender lo falaz que resulta cuando ciertos creyentes religiosos pretenden afirmar la existencia de un dios porque no se puede demostrar su no existencia.

En cambio, parece que su mero deseo o necesidad de que exista ya lo hacen realidad. Menudo delirio.

Una existencia, una supuesta realidad que pivota sobre la falacia argumental y el delirio de masas.

Tan absurdo como racionalmente abominable: la religión.

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XIX

Phobio, aprecia y aprende de los silencios solitarios donde, aún cuando salen tus fantasmas a pasear, te observas permaneciendo impasible.

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XX

La vida en su paso es inexorable. La vida tiene su propia inercia y es inclemente, adusta e inconmovible con nuestras encrucijadas, porque ella sigue, las cosas suceden, no hay una mínima detención.

Así, no es raro que tu necesidad de tiempo para analizar, decidir y actuar sea materialmente ignorada, y ese día, ese tiempo en que ya has dispuesto, en que dices esto es y vas, resulta que ese día, ese tiempo ya no es, no esperó, ya pasó, se fue. Y anotas una nueva frustración, constatas otra vez tu fragilidad.

Y sólo, si sabes, si puedes, te queda entonces aprender algo y recordar, para consolarte, qué tercamente humano eres.

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XXI

No ves la hermosura sino en lo ajeno, lanzándote repetidamente al placer de su inicial seducción y conquista, peyorando lo que ya tienes y que se llama realidad, donde la excitación por lo nuevo ha tornado a dedicación por lo cotidiano. Toda una vida, joven Phobio, que aún no sabes o no puedes, y así no quieres, vivir.

Y ese arrancarte a pintar cuadros, sin acabar ninguno, es tu angustia y tormento, aunque tú lo llames equivocadamente placer.

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XXII

Ah, Phobio, sí, sobre el amor adolescente, no por edad, sino como calificativo, algo puedo decirte que seguro puedes comprender:

El apego, ese letal enemigo del amor, mas leal amigo de la derrota y claudicación.

Porque el primero mana de tu necesidad y hace del otro objeto para su sola satisfacción, algo sólo por su incondicional dedicación a ti garantizada.

El amor, en cambio, es hijo del deseo, se preocupa por el otro y madura en el compromiso cooperativo.

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XXIII

Sé, ante cualquier otro con quien te relaciones, siempre asertivo. ¿Qué quiero decir? Te lo digo en primera persona y hazlo tuyo:

Soy como soy y si eso te genera dudas no perderé tiempo en disipártelas. Etiquetarme o dudar de mí no afecta a mi sinceridad ni a mi determinación en mi forma de vivir. Es cosa tuya que sólo a ti afecta.

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XXIV

La luz de las tardes de primavera se deja caer ya por este claustro recreando el espléndido verde de naranjos y arrayanes. De la fuente más allá en el patio, brota de cinco bocas rítmica un agua cristalina que melodiosa penetra los oídos atentos. La naciente sombra en los pasillos alrededor invita a pasear dejándose regalar agradecido por su frescor.

Caminemos un rato, Phobio, en el silencio interior de la meditación.

¿Pensar? No, no me entendiste. Dije meditar.

Contempla silente la luz descubriendo el verde patio; deja que el caer del agua suene como melodía sin notas en tus oídos; respira y siente en cada poro de tu piel este frescor de una sombra en primavera.

No convoques nada a tu mente e ignora cualquier pensamiento si eres tú el convocado.

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XXV

No es inseguridad ni bisoñez, Phobio. No te castigues cuestionando con ello tu valor en tu propio crecimiento.

Mira, hijo, nos enseñan a detestarla porque con ella cuestionamos el orden establecido de ideas y actitudes. Se llama Duda.

Pero Duda es un atributo de la razón e ineludible puerta del conocimiento crítico de uno mismo y de la realidad. La Fe Ciega, en cambio, es un atributo de la estupidez e ineludible puerta de la renuncia al conocimiento crítico de uno mismo y de la realidad.

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XXVI

Ya es tiempo del adiós para este tiempo, joven Phobio. Debes partir de mi lado, pero no has de borrarme de tu mente, pues en mis palabras estoy yo cuando tú las convoques. Ahora tú has de seguir estas conversaciones en ti mismo y, por qué no, quizá otros se alimenten de tu aprendizaje vital.

Porque es ese un gran objetivo del convivir adultos y jóvenes: la solidaridad generosa en este diálogo entre quien posee experiencia y quien empieza a adquirirla, sin imposición, sólo como un alimento más para ser compartido y, si se desea, nutrirse de él.

Recuerda, mi joven amigo –ya te considero tal–, nuestros paseos y, en ellos, nuestros diálogos. No olvides que jamás debes dar un paso sin haber hollado bien profundo en el anterior, o pretender cruzar una travesía sin haber llegado realmente a ella. Porque eso sólo será subyugar tu vivir a la prisa, que sólo provee celeridad y anticipación. Una respiración agitada denunciará cómo te arrastra el vértigo de la inconsciencia. Párate entonces a respirar al compás de quien medita.

Adiós, Phobio. Ve contigo y en paz.

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EPÍLOGO

Comprendiendo que quizá me había sostenido fuerte y templado en demasía, y sentía la debilidad de quien se vacía nutriendo a otros sin atender a su propio alimento, regresé los últimos días de retiro a un estado de profunda entrega a la meditación.

Única actitud que quita, consciente, valor al paso del tiempo, pues lo ignora.

Único estar donde cualquier ambición o ilusión de realidades distintas, incomodidad del yo o malestar del sentimiento, son expulsados, contemplativo y consciente, por un Aquí y Ahora que nos ilumina y fortalece.

Porque nadie es inmune a la severidad de la vida, mas siempre es posible crear un espacio donde, contemplativo y ajeno, sentarse a respirar y recrearse.

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AGRADECIMIENTOS

A Juan Martínez, por la inestimable aportación de su persona;

A Concha, mi pareja, por su cariño y paciencia siempre;

A mis hijos, Marina y Pablo, cuyo crecimiento en la vida es mi estímulo.