Como Una Dama-Ingrid Noll

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  • Annotation

    A los setenta aos parece que a una mujer le queda poco por hacer: cuidar sus plantas, atender a losnietos, si es que sus hijos se los llevan, y ver pasar los das recordando el pasado. Pero el tpico de laabuelita apacible no sirve para Lore y Anneliese. Amigas desde la infancia, despus de una vida queles concedi alegras y contrariedades, ahora que estn solas han decidido irse a vivir juntas. Lanarradora, Lore es elegante, con un punto exquisito y tambin, algo cerrada. Anneliese, por elcontrario, es vital, decidida y expansiva. Amante de la buena mesa, es tambin una excelente cocineray le gusta preparar deliciosas salsas con las hierbas que cultiva en su jardn..., que no siempre resultanbuenas para la salud. Irnica e incisiva como siempre, Ingrid Noll nos presenta a dos abuelas nadaconvencionales, dispuestas a aprovechar al mximo todas las sorpresas que les depare la existencia.

  • INGRID NOLL

    Como una dama

    Circe

  • Sinopsis

    A los setenta aos parece que a una mujer le queda poco por hacer: cuidar susplantas, atender a los nietos, si es que sus hijos se los llevan, y ver pasar los dasrecordando el pasado. Pero el tpico de la abuelita apacible no sirve para Lore yAnneliese. Amigas desde la infancia, despus de una vida que les concedialegras y contrariedades, ahora que estn solas han decidido irse a vivir juntas. Lanarradora, Lore es elegante, con un punto exquisito y tambin, algo cerrada.Anneliese, por el contrario, es vital, decidida y expansiva. Amante de la buenamesa, es tambin una excelente cocinera y le gusta preparar deliciosas salsas conlas hierbas que cultiva en su jardn..., que no siempre resultan buenas para la salud.Irnica e incisiva como siempre, Ingrid Noll nos presenta a dos abuelas nadaconvencionales, dispuestas a aprovechar al mximo todas las sorpresas que lesdepare la existencia.

    Autor: Noll, Ingrid 2006, Circe ISBN: 9788477652502 Generado con: QualityEbook v0.75

  • COMO UNA DAMA INGRID NOLL

    Ttulo: Como una dama 2007, Ingrid Noll Ttulo original: Ladylike Traduccin de Fuente Rodrguez, Ana Mara de la Editorial: Circe Ediciones, S.A. ISBN: 9788477652502 Maquetacin ePub: teref

    Resea:A sus setenta aos, Lore y Anneliese, amigas desde la infancia, deciden irse a vivir juntas. Lore eselegante, exquisita y algo cerrada; Anneliese, vital, decidida y expansiva, adems de unaexcelente cocinera. Aunque sus salsas, preparadas con las hierbas que cultiva en su jardn, nosiempre resultan buenas para la salud...

    Resumen A los setenta aos parece que a una mujer le queda poco por hacer: cuidar sus plantas, atender a losnietos si es que sus hijos se los llevan y ver pasar los das recordando el pasado. Pero el tpico dela abuelita apacible no sirve para Lore y Anneliese. Amigas desde la infancia, despus de una vida queles concedi alegras y contrariedades, ahora que estn solas han decidido irse a vivir juntas. Lanarradora, Lore es elegante, con un punto exquisito y tambin, algo cerrada. Anneliese, por elcontrario, es vital, decidida y expansiva. Amante de la buena mesa, es tambin una excelente cocineray le gusta preparar deliciosas salsas con las hierbas que cultiva en su jardn..., que no siempre resultanbuenas para la salud. Irnica e incisiva como siempre, Ingrid Noll nos presenta a dos abuelas nadaconvencionales, dispuestas a aprovechar al mximo todas las sorpresas que les depare la existencia.

  • I

    YO siempre tena una lima de uas en el coche. En cada atasco, en cada semforo rojo, me arreglabaun dedo. Nunca perda el tiempo, era muy activa y terminaba mis tareas antes que nadie. Hoy todo aquello acab. Y aunque bastante duro es resignarse a los achaques de la edad, a m lo quems me duele es la prdida de aquel dinamismo. Se me queda corto el da para hacer todo lo que mepropongo. Mi vida ya no va a dar de s tanto como para permitirme leer todos los libros que aguardanen el estante, para aprender otro idioma ni para limpiar los esqueletos del armario. Y son tantas lascosas que me andan por la cabeza que hasta los ms delicados aromas pueden despertar el recuerdo deamargos desengaos. Probablemente, si las lilas son tan apreciadas ello se debe a que su fastuosa inflorescencia esefmera; apenas nuestro espritu, harto de invierno, ha podido alegrarse con las perfumadas umbelasblancas, prpura o violeta, apenas hemos podido recrear la mirada en los jarrones colmados de susesplndidas ramas, cuando ya empiezan a desprenderse las flores. Al principio, son slo aisladasestrellitas azul plido que el viento arrastra por los senderos del jardn, pero pronto caen como unalluvia densa, se tornan oscuras como hojas de t y se te pegan a las suelas de los zapatos. Al fin, slounas oscuras vainas nos recuerdan a la siempre fugaz primavera. Hasta aquella noche fatdica de hace veinticuatro aos, yo adoraba las lilas y crea que nuestromatrimonio era slido. Precisamente, haca planes para celebrar con una gran fiesta nuestras bodas deplata. Como es natural, Udo y yo habamos ido cambiado con los aos. Pero mucho ms haban cambiadolos tiempos! Los puritanos aos de la postguerra en los que nos habamos conocido hoy estn casiolvidados, y son muchos los jvenes que viven juntos sin estar casados. Cuando, en 1963, vimos Elsilencio de Bergman nos escandalizamos. Con los aos, bamos mirando las cosas con otros ojos ydeshacindonos de prejuicios y, en unas vacaciones, hasta fuimos a la playa nudista de Sylt. Noobstante, en 1968, nos sentamos ya muy mayores como para dejarnos entusiasmar por las ideasrevolucionarias de los estudiantes, ni siquiera por el amor libre. Hasta mucho despus no comprend laenvidia que, en cuestin de sexo, los hombres de la generacin de Udo sentan hacia los nacidosdespus ni cunto lamentaban haber pertenecido al sistema desde su juventud y haberse acostado, mso menos, siempre con la misma. Aquel domingo de mayo en que respir con optimismo el perfume de las lilas por ltima vez se megrab a fuego en la memoria. Atardeca, pero an no haba refrescado, y estbamos en la terraza. Creo que deberamos adornar la mesa con un centro de asprula olorosa propuse cuando, derepente, me di cuenta de que, desde haca una hora, yo era la nica que hablaba, mientras mi maridomiraba al vaco. De todos modos, esto sola ocurrir cuando le preocupaba algn asunto del trabajo. De pronto, no obstante, empez a hablar, y adivin que lo que menos le importaba era el centro deflores de mayo. Tengo que decirte una cosa, Lore empez. Lstima, las lilas ya estn casi pasadas le interrump, porque, en su nuevo tono de voz, habapresentido el peligro. Para frenar durante un par de minutos la marcha del destino, fui a la cocina en busca de unaescobilla de mano, para barrer las florecitas del hule de la mesa. Pero despus ya no hubo escapatoria, y tuve que escuchar. Udo quera el divorcio, para casarse conuna mujer mucho ms joven, que estaba embarazada. Sobre todo, nada de llantos pens. Todo se arreglar. No lo provoques, no excites su inquina.S prudente. Hasta ahora hemos superado todas las crisis. Tiene que comprender que a m no puede

  • sustituirme sin ms. Tranquila, no te pongas a romper cacharros. Quiz nuestro Christian deberallamar a captulo a su pap. Hoy en da, un hijo ya no es razn para un matrimonio fue mi primera titubeante objecin. l mir al techo. Quiz para ti no dijo mi marido. Pero ella procede de una familia campesina muy catlica,para la que tener un hijo natural sigue siendo una vergenza. En tal caso, tampoco se poda hablar de aborto. Yo callaba mientras creca mi indignacin hacia lapiadosa muchacha campesina que se haba liado con un hombre casado. Yo conoca a Udo desde hacauna eternidad y, en mi opinin, l poda ser cualquier cosa menos un seductor apasionado que se tira auna inocente zagala. Bien te ha cazado dije. Es posible respondi mi marido blandamente, pero aadi que le haca ilusin volver a serpadre, que, cuando naci nuestro hijo, tena que pelear tanto para abrirse camino que casi ni se diocuenta de lo pronto que crece un nio. Y vas a resarcirte ahora que ya podras ser el abuelo? Para una mujer es distinto me instruy, pero un hombre, a los cincuenta aos, no es viejo. Fueron sin duda estas palabras lo que me hizo explotar. Con la escobilla que an tena en la mano, lebarr las gafas de la nariz y entr en casa sollozando. Lstima que no le romp la nariz, ni siquiera lasgafas.

    Desde entonces ya no me gustan las lilas, y hasta la primavera en s me resulta sospechosa. Menosmal que, en el jardn de Anneliese ya se han secado las lilas y empiezan a abrirse las primeras floresdel verano: espuela de caballero, milenrama, rosas y campanillas. Pronto resplandecer el amarillo dela camelina. Mi amiga y yo estamos disfrutando plenamente de este verano, y comemos en la terrazacasi a diario. De todos modos, mi estacin favorita siempre ha sido y sigue siendo el otoo, aunque laque ms armoniza con mi edad y mis canas es el invierno.

    Entonces, hace veinticuatro aos, an tena el cabello oscuro, pero estaba desesperada. Anneliesetena que estar consolndome continuamente, y uno de los medios que utilizaba era el de describirmecon gran elocuencia lo que poda ser nuestro futuro comn. Y es que mi amiga, el da en que visit auna ta suya en una residencia geritrica, se jur a s misma que jams abandonara su casa. No puedo imaginar la vida sin mi jardn. Pero qu ocurrir el da en que Hardy ya no est parasegar el csped y recortar el seto? He tenido una idea: qu te parecera vivir juntas t y yo? Y es que su marido, que en realidad se llamaba Burkhard, ya no andaba muy bien de salud.Anneliese estaba segura de sobrevivirle varias dcadas, y no se privaba de hacer insinuaciones alrespecto. Por simple diversin, ya entonces imaginbamos cmo organizaramos nuestra convivenciacuando enviudramos: ella ocupara dos habitaciones de la planta baja y yo, otras dos del primer piso,nos alternaramos en las tareas de la cocina y dejaramos las dos buhardillas como habitaciones deinvitados para nuestros hijos y sus parejas. Cada dos o tres aos, volvamos a hablar de nuestros planes que, por cierto, bamos teniendo queaplazar indefinidamente, ya que Burkhard, a pesar de sus dolencias, daba pruebas de una sorprendenteresistencia. Cuando, por fin, l baj a la tumba, yo no quise renunciar a mi actividad profesional,iniciada en la madurez. Por otra parte, la hija menor de Anneliese volvi a casa de su madre tras elfracaso de un matrimonio prematuro, para ahorrarse gastos de alojamiento mientras prosegua susestudios.

    Hace cuatro semanas que Anneliese y yo cohabitamos felizmente y seguimos estando convencidas

  • de que sta ha sido la mejor decisin de nuestra vida, pese a que an hay pequeos detalles deadaptacin que solventar. La tensin que comporta la convivencia con un hombre brilla por suausencia. Las mujeres somos ms sufridas, ms pacficas, ms transigentes.

    Un amigo arquitecto hizo un proyecto para las necesarias reformas. Haba que instalar un segundocuarto de bao en la planta baja, para lo que sera necesario restar espacio al vestbulo y al ropero.Demasiado caro, dijo Anneliese; ella no poda pagar tanto. Tampoco quera que yo corriera con losgastos y, por mi parte, no deseaba poner de manifiesto que estoy en mejor situacin econmica queella. En resumen, que Anneliese se ha quedado con la sala y el comedor de la planta baja, ms undormitorio del primer piso, ms el uso compartido del cuarto de bao. Yo habra preferido otrasolucin, pero, en fin, no es mi casa! Y no voy a incomodarme por semejantes minucias. Para m es ms importante que podamos sentarnos al aire libre cuando hace buen tiempo, con elflorido macizo de la salvia delante de las narices. Haca mucho tiempo que yo no tena jardn. Despus del divorcio, Udo vendi la casa y desdeentonces no haba tenido ms que un pequeo balcn. Adems del alquiler de mis habitaciones, pago a la asistenta y al jardinero que se ocupa de lostrabajos ms pesados. Anneliese guisa muy bien. Cuando me toca el turno de hacer de cocinera, sacodel congelador un precocinado y lo meto en el microondas. Una vez ped una pizza por telfono, peroesto a Anneliese le parece una frivolidad. Realmente, es una vida de fbula.

    Mi hijo Christian reside en Berln. Cuando yo an viva en Wiesbaden l vena a verme de vez encuando, aprovechando sus viajes de negocios, ya que desde el aeropuerto de Frankfurt hasta mi casano haba mucha distancia. Ahora le resulta un poco ms complicado; no obstante, en su ltimo viaje,dio un rodeo para pasar por Schwetzingen. Tena que ver tu nuevo nido y comprobar si os aguantis la una a la otra brome, y quiso que leenseramos toda la casa, desde las buhardillas hasta el stano. Quiz deberais... empez, titubeando y carraspe mientras buscaba la forma de proseguir condiplomacia... quiz, todo quedara an ms confortable, acogedor y prctico si llevarais algunascosas al guardamuebles... Se interrumpi al ver nuestras caras de espanto. No me lo tomis a malaadi sonriendo. No quera molestar. Pero es que casi no puede uno ni moverse! Habis llenadohasta el ltimo rincn. Tiene razn, desde luego. Pero qu se le va a hacer si a ninguna de nosotras le gusta tirar nada? Las dos tenemos nuestro propio ajuar de casa, reunido a lo largo de muchos aos, suficiente paratoda una familia. Adems, por una herencia, yo lo tena casi todo por partida doble. Desde luego, notuve ms remedio que desprenderme de muchas cosas antes de la mudanza. La cocina, por ejemplo, ladon a una familia inmigrante y slo traje el microondas que, por cierto, para Anneliese es unartefacto extrao. Y bien que me pesa, porque mi horno era bastante ms moderno que el de mi amiga. Christian no quiso quedarse a dormir; dijo que la empresa le pagaba el hotel. Sospecho que engaa asu mujer. Pero esto no es de mi incumbencia. Mi hijo consinti, por lo menos, en tomar una copa de vino, y pude darme cuenta de que lesorprenda ver cmo se iba animando Anneliese. Hace ya muchos aos que he observado que, cuandoentra un hombre en la habitacin, a mi amiga le cambia la voz. A m se me contagi su animacin yacabamos cantando a do las canciones que hacan furor en nuestros tiempos. Christian escuchaba, divertido. Pero l, naturalmente, no conoca las canciones que hacan furor ennuestros tiempos. Y los Beatles? pregunt. Tambin os gustaban? Ellos llegaron diez aos despus, pero nosotras apenas nos enteramos dije. En los aos

  • sesenta, tenamos hijos pequeos y mucho trabajo. Nos hemos perdido muchas cosas. Pero Anneliese quiso anotarse un punto a costa ma: Escuch a los Beatles al principio de su carrera y me parecieron fabulosos dijo. Pero ella, por lo visto, an no se ha enterado de lo cargante que es para la nueva generacin que lospadres le hablen de las penalidades de antao. Y Anneliese tuvo que aburrir a mi hijo con la historiade que nosotras, de jvenes, lavbamos y tendamos paales todos los das porque carecamos de lasventajas de hoy, de los paales desechables, la lavadora y la secadora. Ella segua enumerando tareas domsticas obsoletas cuando Christian se despidi.Lamentablemente, yo no haba podido hablar a solas con l ni un minuto, pero eso podra remediarsecon el telfono. Y tambin se me haba olvidado pedirle que me reparase la lmpara de la mesita denoche.

    Hoy he llamado a Christian, pero slo estaba en casa mi nuera. Llamo nicamente para saber cmo estis y si el chico regres a casa sano y salvo digo. Pues yo crea que nuestro querido muchacho an segua en casa de su mam responde ella, nosin sarcasmo. Malo pienso. Ha mentido a su mujer dando la excusa de que vena a visitarme. De maneraque doy un rpido viraje, pregunto por los nios y me despido. Inmediatamente, trato de llamar aChristian al mvil, para advertirle. Confo en que no cometa el mismo disparate que su padre. l reacciona con naturalidad. S, dice, en un principio, pensaba pasar un par de das conmigo, pero altima hora la empresa le hizo cambiar de planes, y cambia de tema. Tenis una casa muy hogarea y tu amiga Anneliese es realmente divertida. No est acostumbrada a beber ms de una copa digo con indulgencia. Pero no te parece quedebera ponerse a rgimen? No s, no s. Es la clsica abuela oronda y jovial. Estoy seguro de que te conviene su compaa. Qu habr querido decir con que me conviene su compaa? Es que me ve depresiva oexcesivamente delgada? Me despido de mi hijo, confiando en que haya captado el aviso y llame a sumujer cuanto antes.

  • II

    HOY llueve y, por esta vez, Anneliese y yo desayunamos en la cocina. La veo muy compuesta y, porprimera vez, lleva en la mano, adems de la alianza, una sortija con un pequeo zafiro. Eso s, alguientendra que decirle que, con tanto cavar y escarbar, hara bien en cuidarse las uas un poco ms. Ledigo que me gusta el anillo, y tambin el broche que exhibe en el pecho. Como es natural, paratrabajar en el jardn, Anneliese prescinde de las joyas y lleva la ropa ms vieja que tiene. Pero hoy,domingo, se ha puesto elegante o, por lo menos, lo ha intentado. Me ha prometido acompaarme en midiario paseo por el parque, pero que no sirva de precedente, puntualiza. De todos modos, como sigalloviendo, tendr una buena excusa para quedarse en casa. Se quita el broche de su blusa de flores sobre la que, naturalmente, la alhaja no luce como debera para ensermelo. Tanto en el broche como en la blusa hay mermelada. Creo que Anneliese podraprescindir de la servilleta que tiene en el regazo, ya que todos los desperdicios van a parar a la bandejade su busto. Durante muchos aos, mi trabajo consisti en adquirir antigedades procedentes de herencias,tasarlas y ofrecerlas a una clientela selecta. Las joyas antiguas son mi especialidad, en eso no hayquien pueda engaarme. El broche fue un regalo que recibi la abuela de Anneliese el da de su boda.Es una pieza que data sin duda de finales del siglo XIX, un camafeo con el perfil de un soldadoromano con una montura de esmalte azul guarnecida de pequeas perlas. Es muy decorativo reconozco. Ten cuidado, que no se te pierda. Cunto se podra pedir por l hoy en da? me pregunta, y sus ojos tienen ese brillo de codiciaque tantas veces he visto en los de mis clientes: avidez mal reprimida que embarga tanto al compradorcomo al vendedor. La montura est un poco abollada por detrs respondo, y lleva relativamente poco oro; esoreduce el valor. Si lo vendieras a un particular, podras pedir unos quinientos euros. En una tienda deconfianza, algo as costara ms, por el margen de beneficio. En su cara hay ahora cierta decepcin. Ella esperaba ms, pero las joyas antiguas no tienenaceptacin entre las jvenes de hoy. De todos modos, para vender las joyas de la familia o hay que ser insensible o estar con el agua alcuello le digo para consolarla. Bien tienes que saber cunto vale, si has de repartir equitativamente la herencia entre tus hijos dice Anneliese. Yo no tengo esta preocupacin, ya que Christian es el nico que tiene derecho a mi patrimonio. Pacientemente, trato de hacer comprender a mi amiga que un broche como ste luce ms en lasolapa de una chaqueta negra. Anneliese posee un don innato, una seguridad de sonmbula, paraarreglar las flores, pero en su arreglo personal es un desastre. Tambin ella parece comprenderlo as, porque dice, compungida: Cuando bamos al colegio, ya te admiraba, porque t siempre ibas muy bien arreglada. Y eso quetu madre no deba de tener ms dinero que la ma para el presupuesto familiar. Y ahora que, a tusaos, dispones de una buena renta, tienes ms clase todava. Adems, con esa figura, puedes ponerte loque quieras, y todo te sienta mejor que a m. Es que t tienes una complexin ms robusta le digo, aunque las dos sabemos que eso sontonteras y que lo cierto es que Anneliese liquida una tableta de chocolate al da.

    A menudo evocamos los viejos tiempos. En la fiesta de la clase de baile yo era la ms elegante,desde luego, y as lo demuestran las fotos. Las otras chicas llevaban vestidos de glac color malva,

  • turquesa o rosa caramelo, con volantes. En las fotos en blanco y negro no se aprecia, pero el vestido deAnneliese, azul celeste con topos verde guisante, le daba un cierto aire circense. Mi madre me haba hecho una falda de seda de paracadas que caa en suaves pliegues a ras de miszapatillas de baile. Por todo adorno, llevaba una rosa de pitimin en mi melena negra. Estaba tanbonita y tan dulce como Blancanieves. Pero de qu me sirvi mi vestido de seda? A los chicos, reclutados del cercano instituto masculino,unos dos aos mayores que nosotras, no les interesaban las faldas ni las blusas sino el contenido. Yninguna bailaba el vals con tanto garbo como Anneliese, ninguna exhiba un escote tan magnfico,ninguna se rea con tanta alegra ni se dejaba besar tan fcilmente camino de casa. Mi padre deca: Tendras que buscarte a otra amiga, Lore. Una que no te hiciera la competencia. Yo me rea del consejo de pap, y Anneliese y yo seguamos siendo inseparables. A m no meinteresaban aquellos jovenzuelos con granos en la cara que andaban detrs de ella. Eso s, me dola serla ltima a la que se sacaban a bailar. Y es que yo no tena gancho.

    Anneliese no est de acuerdo. Lo cierto es que los jvenes no se atrevan a acercarse a m, dice. Eracasi demasiado refinada, demasiado elegante y sofisticada, y tambin ms inteligente que las otras. Vamos, no exageres le digo, pero me gusta orlo.

    En la clase de baile conoci Anneliese a su primer novio. Nunca olvidar el olor de su cazadora depana verde oscuro, abrochada con un moderno cierre de cremallera. Era una pana gruesa que, denueva, tena un olor acre, distinto del que tiene ahora, y luego, con el uso, ola a moho. l llevaba en elbolsillo, bien a la vista, una pipa, un simple adorno, para presumir. Las suelas de crep de sus zapatoschirriaban con el tango, el sudor le haca burbujitas en la frente y el olor de la pana se mezclaba con elperfume de la locin del afeitado. Os besabais y nada ms o tambin os tocabais un poco? pregunto a mi amiga, porque a estasalturas ya puede confesarlo. T qu te has credo? me dice riendo. Hasta los besos eran mucho ms inocentes que los delas teleseries de la tarde. El da en que uno me puso una mano en el pecho le di una bofetada. Laverdad es que no estaba muy informada. No? Y cmo te enteraste? pregunto. En mi caso, como en el de tantas otras muchachas, me ilustraron dos libros que formaban parte dellegado de mi abuela: La mujer, mdico del hogar y Vida sexual de la mujer. Al parecer, Anneliese posea talento natural para la materia. La mayor parte de esas cosas puede una figurrselas dice. Cmo se llamaba aquel chico de la cazadora de pana? pregunto. Ewald responde Anneliese, y no puede reprimir una risita.

    Nos quedamos en silencio. Por la ventana entornada ha entrado un abejorro que arremete, furioso,contra el cristal; lo habr atrado el perfume de una rama de jazmn del jarrn. A m no me gustan losinsectos. Anneliese, a la que su trabajo en el jardn ha habituado a tratar con gusanos, caracoles y otrosbichos, con gran serenidad, agarra al abejorro con un pao de cocina y lo echa afuera procurando nocausarle dao. Si ella me admira por mi elegancia en el vestir, a m me impresionan su energa ydecisin. No es una persona quejica ni amargada, ni tiene remilgos. Ms de una vez, me ha aseguradoque incluso puede levitar en sueos.

    Qu otra mujer, responsable de la muerte del propio marido, podra estar tan libre deremordimientos? Hubo investigacin policial y Anneliese fue citada a declarar, porque Hardy, el

  • eterno enfermo, muri envenenado. Anneliese es una cocinera excelente. Cuando, en la dcada de 1990, se redescubri el puerrosilvestre, Hardy pidi en un restaurante una sopa del tan celebrado vegetal, que lo entusiasm.Adems, ley en el diario local que no hay nada mejor para reducir el nivel de colesterol. A partir deentonces, casi todos los das peda a su mujer, que no tolera los ajos ni las cebollas, una primaveralsopita de puerro. Para halagarla, y para mantenerla de buen humor, Hardy aseguraba que ni uncocinero estrella poda preparar una sopa mejor. Anneliese es una mujer ahorradora y no vea por qu haba de comprar en el mercado el puerrosilvestre si es un bulbo que prolifera en el campo. Pero un da, sin darse cuenta, con los puerros,recogi unas hojas de quitameriendas. Aquel da, desgraciadamente, la especialidad de Annelieseestaba condimentada con clquico, y Hardy se tom hasta la ltima cucharada con gran apetito. Desdeluego, no poda atribursele mala intencin. Un ama de casa experimentada no llama al mdico poruna diarrea y un vmito sino que echa mano de acreditados remedios caseros. Lo sospechoso podaser, a lo sumo, que ella no hubiera probado la sopa. Pero hubo suficientes testigos entre los que mecontaba yo que declararon que Anneliese siempre haba evitado los platos que llevaran cebolla. Porotra parte, el mdico de la familia certific que a su paciente se le haba detectado un clculo biliarhaca aos, por lo que deba evitar los alimentos flatulentos e indigestos.

    ltimamente, un da que me tocaba guisar no tuve en cuenta su piedra de la vescula, a pesar de locual Anneliese comi con buen apetito. Hasta das despus no me doy cuenta de mi distraccin y le pregunto con aprensin: Te ha sentado bien la comida ltimamente? Por la fuerza de la costumbre, prepar el hgado conaros de cebolla. Tienes que perdonarme... No importa dice Anneliese. Estaba bueno. Y es que nunca se sabe de antemano si una cosa latolero o no. Slo las setas son tab. Me dan unos dolores horribles. Estoy a punto de preguntarle por el puerro silvestre, pero prefiero no tocar el tema. Aunque s lepregunto: Por qu no te operas? Hoy en da las piedras de la vescula te las trituran. Y quin sabe qu otras cosas te trituran. Prefiero llevarme mi preciosa piedra a la tumba. Mientrasno tenga ms que un clico cada cinco aos, podr soportarlo. Y el mdico qu dice? En principio, opina que las operaciones no deben dejarse para cuando tengas cien aos. De todosmodos, tampoco quiero llegar a los cien. Ya, los achaques de la edad! Tambin yo puedo hablar de eso: prdida de memoria, cataratas, dedomartillo, gases, insomnio. Y, con cada nueva dolencia, mi voz se hace ms lastimera. Pero Anneliesetiene ms factores de riesgo, a causa del sobrepeso: hipertensin, cido rico, afecciones de columna...aunque ella es una de esas pacientes que, con disimulos y eufemismos, desconciertan al mdico y, detodos modos, slo se deja caer por un consultorio muy de tarde en tarde. Incluso conmigo minimizasus dolencias y tampoco de mis males se compadece. Quiz no sea la suya una actitud equivocada.

    Afortunadamente, nadie conoce el momento de su muerte. Por lo menos a m no me gustara saberlocon aos de antelacin. Y es que no puedo imaginarme una vida despus de la muerte. Lo pasado,pasado y punto final. Anneliese no es que vaya a la iglesia, pero es susceptible a las veleidades espirituales. Es slo pordiversin, dice al leer el horscopo. Uy, uy, uy, suspira, y toca madera. Un da hasta se santigu yquin sabe si no reza a escondidas. Como en sueos levita, a pesar de su peso considerable, piensa quequiz pueda hacerlo tambin en otra vida. Y a veces le parece que sus padres y otros antepasados

  • revolotean a su alrededor como las mariposas, con la levedad de la brisa, tiernos y protectores. Ahora me dirs que tienes un ngel de la guarda le digo en tono de burla. Anneliese sonre y mueve la cabeza de arriba abajo. A veces, parece una nia. Cuando la conoc, ella tena diez aos. Sus trenzas rubias hacan contraste con mi peinado estilopaje. Llevaba una chaqueta tirolesa de punto negra ribeteada de rojo y verde, con botones de madera,ceida a la cintura por una tira de ganchillo pasada por dentro. A m me habra encantado tener una chaqueta como aqulla, pero mi madre dijo tan slo, secamente: Qu ocurrencia, lo que te faltaba! Hasta hoy no he comprendido que su tajante negativa y su antipata por aquella prenda delataban suodio virulento hacia el rgimen hitleriano.

  • III

    NUESTRO hijo Christian tendra unos diez aos cuando un da lleg a casa con un foxterrier. El perroera del abuelo de un amigo, que haba sido ingresado en un geritrico. Como nadie quera hacersecargo del animal, se qued en nuestra casa. En todas las familias que conozco se ha dado un casoparecido: al principio, los nios juran ocuparse del nuevo miembro de la familia y, durante unos das,as lo hacen. Pero, antes o despus, todos los cuidados recaen en el ama de casa. Durante los paseos vespertinos con el perro, conoc a un matrimonio del vecindario que, a la mismahora, paseaba a su teckel de pelo duro. Poco a poco, fui enterndome de las circunstancias de aquellapareja, que era bastante mayor que yo. Ya en una de nuestras primeras conversaciones, la seora Rebhuhn, que sacaba a su marido toda lacabeza, se mostr indignada por un artculo del peridico. Trescientas setenta y cuatro mujeresrelevantes reconocan haber abortado ilegalmente. Recuerdo haber discutido vivamente con ella, perocuando supe que el matrimonio haba intentado en vano durante aos tener un hijo, call. Los Rebhuhn eran dueos de una tienda de antigedades, especialmente, joyas, situada en la ciudadvieja de Wiesbaden. Los dos eran inseparables, todos los das iban juntos a la tienda y siempre sellevaban al perro. No se puede decir que su teckel tuviera mucho de perro guardin, pero grua yenseaba los dientes amenazadoramente. Un da que haba salido de compras, descubr la minscula tiendecita con su rtulo de latn en el quese lea:

    Walter P. Rebhuhn, Antigedades.

    Entr y estuvieron ensendome muchas chucheras. En el escaparate tenan, sobre todo, joyas, perotambin vendan cajitas, dedales, marcos, cubiertos, bandejitas y pequeos objetos de plata. Todoaquello me encantaba y, con el dinero que tena destinado a un bolso, compr un pequeo costurero deviaje: dentro de un estuche de carey haba una tijerita dorada, una lezna y un recipiente para las agujasde coser. An lo conservo, pese a que, en realidad, fue una compra tan espontnea como superflua.Hasta a mi marido le pareci extraa. De todos modos, a Udo le interesaba todo lo que yo le contaba de aquel matrimonio y tena en granconsideracin a nuestros acomodados vecinos. l fue quien me convenci para que aceptara elofrecimiento que me hicieron, de sustituir ocasionalmente en la tienda al seor o a la seora Rebhuhn. No es que me pagaran un sueldo principesco, pero en la tienda pasaba horas muy agradables. LosRebhuhn haban decidido que cada uno, alternativamente, hara un da de fiesta a la semana, parallevar al teckel al veterinario o hacer otras gestiones. Como a veces entraban grupos de turistas, eraconveniente que hubiera en la tienda dos personas por lo menos, para no perder de vista la mercanca. Podas aprender muchas cosas de los Rebhuhn. A veces, pasaban horas sin que entrara nadie, y habatiempo para charlar. Walter Rebhuhn era un hombre de gran cultura. Entre las existencias, tena suspiezas favoritas, que guardaba en la caja fuerte y de las que se desprenda a regaadientes. Su mujer serea de l por su resistencia a mostrar sus tesoros. De casi todos los objetos tena algo interesante quecontar, lo que tambin a m me llev a desear documentarme sobre la historia y el arte. Al cabo de unpar de aos, me haba convertido en su persona de confianza y buena conocedora del negocio. Cuandola seora Rebhuhn enferm de cncer, tuve que sustituirla cada vez ms a menudo. Hay personas como Anneliese que no creen en la casualidad. Yo no soy una de ellas, pero no

  • dej de parecerme una seal del destino que la seora Rebhuhn muriese el mismo da de mi divorcio.De pronto, me haba quedado sola y, al poco tiempo, tuve que abandonar nuestra casa. No es deextraar que me sintiera amargada. Nuestro hijo ya viva en Berln, yo no tena familia en Wiesbadeny fue Anneliese quien me apoy y me infundi valor. Entonces el seor Rebhuhn me ofreci empleofijo. Nada mejor para distraerme de mi auto compasin. Porque, al fin y al cabo, mi jefe no suframenos que yo. Ya haca diez aos que nos conocamos y estimbamos, y siempre habamos mantenido unarespetuosa distancia. El seor Rebhuhn era muy educado como para formular sus rdenes ms que conun corts por favor y quiz tambin muy chapado a la antigua como para proponer el tuteo. Una maana, al llegar a la tienda, encontr a mi jefe deshecho en llanto. A la muerte de su mujer, enningn momento haba cedido al dolor, pero ahora haba perdido el control. Su viejo perro acababa deser atropellado por un coche delante de la tienda. Compadecida, puse mi mano sobre la suya y le habl en tono tranquilizador. Lo que menos esperabayo era que se me abrazara llorando como un nio. Para protegerlo de las miradas de los curiosos, cerrla puerta. Segua consolndolo lo mejor que saba, y hasta le acariciaba la espalda. Al fin tambin yolloraba y lleg un momento en el que nuestras caras hmedas se juntaron y nos besamos. Una relacinamorosa no habra podido tener un comienzo ms dramtico y sentimental. Hasta mucho despus nocomprend que la simbitica relacin triangular entre marido, mujer y perro no se haba roto hasta lamuerte del teckel, dejando va libre a un nuevo comienzo. Formbamos una pareja desigual, pero nadie poda divertirse a costa nuestra, porque Anneliese erala nica que estaba al comente de nuestra relacin. Christian, en una de sus espordicas visitas,sospech algo. T le tienes mucho afecto al pequeo Rebhuhn, verdad? pregunt. Pero los hijos no tienen por qu saberlo todo acerca de sus padres, ni siquiera los hijos mayores.Adems, yo no quera que mi relacin pudiera llegar a odos de Udo. Los nombres de pila del seor Rebhuhn eran Walter P. Me llev una sorpresa al enterarme de que laP no era de Peter ni de Paul sino de Percy. Como su mujer siempre le haba llamado Walter, me pidique le llamara Percy. Al cabo de tantos aos, costaba trabajo acostumbrarse a utilizar el nombre depila, y los dos nos equivocbamos a menudo. Uno de los abuelos de Percy era escocs, y supongo quequiz de ah le venan al nieto sus contactos con ciudadanos ingleses. Por mediacin de ellos habapodido adquirir ventajosamente muchas antigedades. Percy tena el pelo blanco, la cara sonrosada, era bajo y rechoncho y un poquito cojo. Lo mismo quesu difunta esposa, yo era bastante ms alta que l, a pesar de lo cual, en nuestras horas de calma seguramente, porque yo sola vestir de gris, me llamaba su pequea golondrina. Para m era unaexperiencia nueva que, merced a mis atenciones, un hombre se revitalizara y mostrara unainsospechada faceta alegre. A m nunca me haban gustado los hombres que llevaban joyas, pero a lle sentaban bien los anillos, los alfileres de corbata, los gemelos y las cadenas de reloj de oro, porquesaba llevarlos con elegancia y naturalidad. A veces, sin decirme nada, me pona un anillo en el dedo,y yo no saba si me lo regalaba o slo quera ver el efecto en una mano femenina. Casi siempre, alterminar el trabajo, cenbamos en el restaurante. Pero a medioda, como mi nuevo apartamento estaba cerca de la tienda, bamos a mi casa.Tombamos un refrigerio y dormamos la siesta: yo, en la cama y l, en el sof. No se puede decir quenuestra relacin se caracterizara por una pasin desenfrenada, sino que fue una poca de una dichaserena, mutuo reconocimiento, leal amistad y de muchas comidas plcidas. Slo una vez pasamos la noche juntos en casa de Percy, experiencia que no repetimos por cuestionesprcticas. Por un lado, no quera dejarme ver por los alrededores de mi antigua casa, en la que ahoravivan unos desconocidos. Por otro lado, no pude pegar ojo en la cama de la difunta seora Rebhuhn.

  • En la mesita de noche de Percy estaba la foto de la boda, con la dedicatoria: A mi querido Walterde su Martha. Nuestro bien amado vesta en la foto un uniforme que no le cuadraba lo ms mnimo.Y no slo la foto sino todos y cada uno de los muebles de la casa eran recordatorio de un largomatrimonio. En mi apartamento de dos habitaciones la cama era estrecha, porque, despus deldivorcio, me prepar para una vida monstica. Habra podido alquilar un apartamento mayor, desdeluego, pero no quera que la iniciativa partiera de m. Y Percy pareca plenamente satisfecho conespordicas horas de amor. Muchos clientes pensaban que Percy haba estudiado historia del arte, cuando en realidad habaadquirido sus grandes conocimientos por su cuenta. Tena el oficio de orfebre, pero haba trabajadopoco tiempo en un taller. Despus de la guerra, en la que haba sido herido en la pierna, abri unapequea tienda, con nimo emprendedor. Al principio, se dedicaba a la compra-venta de toda clase deobjetos de segunda mano. Los soldados americanos le compraban condecoraciones como recuerdo yescuchaban muy complacidos las explicaciones que Percy les daba en ingls. Ms adelante, cuando seespecializ en joyas, tuvo ocasin de ejercer su verdadero oficio, haciendo las pequeasmodificaciones y reparaciones que le pedan los compradores. Por un orgullo estpido, despus de mi divorcio, renunci a una pensin. De todos modos, misituacin econmica no era mala, pero en aquel tiempo no poda permitirme grandes dispendios. Mepareca natural que Percy pagara a cuenta en el restaurante. l daba la ropa a lavar, pero yo le ayudabaen muchas cosas, y no slo en la tienda. En materia econmica, no era esplndido ni era tacao sinocomedido. Cuando muri Percy, con slo sesenta y cinco aos, me sent culpable, a diferencia de Anneliese a lamuerte de su marido por envenenamiento. Muchas veces me he preguntado si, en sus ltimosmomentos, l seguira creyendo que su pequea golondrina le haba trado suerte. A pesar de que laseora Rebhuhn se haba referido alguna que otra vez a una dolencia cardiaca de su marido, yo casinunca me interesaba por el estado de salud de Percy. En mi descargo puedo decir que l nunca sequejaba de molestias ni le haban hecho un electrocardiograma en los ltimos aos. Probablemente, aquel da yo le exig demasiado. Era medioda, haca calor y, tras una largaabstinencia, me apeteca un polvito y tom la iniciativa. Por desgracia, a pesar de mi empeo, el actose frustr, y las sonrosadas mejillas de Percy se volvieron blancas como la cal. Mi pareja se disculpcomo un gentleman por no haber estado a la altura. Luego me rog que volviera a la tienda sin l.Sali de mi apartamento, subi al coche y se fue a su casa. Yo, errneamente, pens que me rehua porvergenza. No llegu a saber si muri aquella misma tarde o por la noche. A la maana siguiente, al ver que novena a la tienda, tuve un mal presentimiento, fui a su casa, y all lo encontr cadver. Las mismas personas volvieron a ayudarme en mi desgracia: Anneliese, con palabras de consuelo yPercy, con su testamento, declarndome heredera de todos sus bienes. A los cincuenta y tres aos, inesperadamente, yo era una mujer bien situada que no tena quepreocuparse por el futuro y que poda optar entre descansar, vivir de renta y esperar la llegada de losnietos o seguir trabajando. Sin dudarlo ni un instante, me decid por el trabajo y segu llevando latienda como la haba llevado Percy. El negocio de las antigedades an marchaba bastante bien durante las dcadas de 1980 y 1990, yWiesbaden era un buen mercado, con una clientela adinerada. Por otra parte, no eran pocos lospacientes de los balnearios que adquiran, para s o para otra persona, un regalo en premio por lossacrificios de la terapia. Mand quitar el viejo rtulo de Rebhuhn y puse a mi tienda el nombre de Lamina de oro. A diferencia de Percy, tambin venda bisutera de antes de la guerra, que estaba alalcance de las mujeres con menos disponibilidades. Mi cuenta bancaria iba creciendo poco a poco y yopoda permitirme vestir siempre de seda. Mi color favorito era el gris perla, sobre el que lucan muy

  • bien mis propias joyas. Desde luego, mi actividad supona mucho trabajo y estrs, ya que no se limitaba a la compraventa;Percy haba atendido en silencio a cuestiones que yo ignoraba: calculaba con precisin los anticipos aHacienda, planificaba los pagos con el asesor fiscal, supervisaba la contabilidad, calculaba los preciosy continuamente tena que estar tomando decisiones. Al cabo de unos meses, contrat para que me ayudara a un muchacho larguirucho que, con sus cejasoscuras, sus prpados gruesos y sus labios entreabiertos, me recordaba un autorretrato temprano deCaravaggio. El joven Rudi acababa de ser abandonado por su compaero sentimental y socio, pero lno se senta, ni de mucho, tan desgraciado como me haba sentido yo en su momento. A Rudi lo que ms le haca sufrir era un problema muy particular: tena el pie derecho trescentmetros ms largo que el izquierdo. Ms de una vez, lo haba sorprendido detrs de la caja, encalcetines, metiendo papel de seda en el zapato. Un poco harta de orle lamentarse, en su cumpleaosle compr dos pares de zapatos, uno del nmero 41 y el otro del 44, sabiendo que la mitad de cada parno tendra utilidad. Rudi se mostr encantado. Camino de casa, delante de m, arroj al contenedor los zapatossobrantes. Por desgracia, se confundi y se deshizo de los buenos. Cuando se dio cuenta, ya habanvaciado el contenedor. An hoy sigue relatando con complacencia el que l llama el mayor error de suvida. Al principio de trabajar para m, Rudi me convenci para que comprase una cafetera exprs, muycara y delicada, que slo le obedeca a l, e impresionaba a los clientes sirvindoles el negro brebajeen una tacita de porcelana de Meissen. A las pocas semanas, mi tiendecita ya pareca un bar, porquesiempre tena all a un par de amigos que entraban a tomar un cafetito. Al principio, yo los miraba conescepticismo, ya que aquellos jvenes no venan a comprar, pero con el tiempo llegu a desear suvisita, porque no me rea tanto desde mis tiempos del colegio, y su presencia atraa tambin a losclientes habituales, que se divertan con su charla desenfadada. De todos modos, los amigos de Rudieran gente educada que saban cundo entorpecan una venta, y se retiraban discretamente. No dejaba de divertirme que Christian estuviera celoso de mi empleado, como de un hermanomenor, mientras que Rudi, por su parte, miraba a mi hijo con franca desconfianza. En general, Rudi era activo, fiable, inteligente y una gran ayuda. Cuando, aos despus, le traspasmi Mina de oro lo hice con el convencimiento de que el propio Percy se habra sentido satisfecho deeste sucesor.

  • IV

    LLAMO a Rudi una vez al mes, para interesarme por l y por la marcha del negocio. Este mes l seme ha adelantado. No te lo vas a creer, Lore empieza, con entusiasmo: estoy enamorado. Le creo inmediatamente. Durante los aos de nuestra relacin laboral, Rudi se enamoraba ydesenamoraba con cierta frecuencia, empezando siempre con el mismo fervor y terminando con lamisma decepcin. Ahora que est a punto de cumplir los cuarenta, a veces, an se porta como unadolescente, a pesar de que le he dicho ms de una vez que, si un joven puede colarse por una personadistinta cada pocos meses, un adulto no se enamora tan fcilmente, por lo menos, cada siete aos y unanciano, casi nunca. O, quiz, nunca ms. A veces me pregunto cmo y dnde podra yo, a mis ms de setenta aos, encontrar pareja. Quiz losjubilados alemanes hagan bien en pasar el ocaso de su vida en Mallorca o Tenerife. All se puedecomer al aire libre, lo que facilita las relaciones casuales. Pero es eso lo que yo deseo? En esto no me parezco a Anneliese, que siempre est leyendo las pginas de contactos de los diarios.Y se indigna, porque casi todos los hombres buscan mujeres delgadas. Y si me fuera con Anneliese aMallorca, a probar? Lo malo es que a ella no hay quien la haga subir a un avin. Me ests escuchando? pregunta Rudi, cortando el hilo de mis pensamientos. Qu dices? Que has vuelto a enamorarte? Es fantstico digo a mi antiguo empleado. Loconozco yo? Imposible responde Rudi. l vive en Hamburgo. Es una relacin de fin de semana, pero aveces son las ms satisfactorias. Y el negocio, cmo va? Me dice que, por desgracia, bastante mal, y eso me preocupa. Cul ser la causa? Rudi ha compradolas joyas del legado de una familia de la nobleza. El precio era alto y, para poder pagarlo, pidi uncrdito al banco. A pesar de que la operacin lo ha puesto en una situacin econmica difcil, Rudidescribe con vehemencia la belleza de los collares, anillos, broches y pulseras. Lstima que no seencuentre comprador para piezas tan caras. Tienes que venir a la tienda me dice, aunque no sea ms que para ver la diadema de unaprincesa prusiana. En el centro, lleva las iniciales de la reina Luisa, esplndidamente montadas sobrefondo de esmalte verde esmeralda. Y unos pendientes art dco de brillantes, de un estilo de lo msrefinado. Y collar a juego! Y de Budapest... Rudi le interrumpo, me parece que t y yo tenemos que hablar seriamente. Ven y treme tustesoros. Supongo que estarn asegurados! El jueves siguiente es fiesta tanto en Wiesbaden como aqu, en Schwetzingen. Lo invito a almorzar,tentndolo con nuestros esprragos y guisantes y l acepta, ya que para su amigo, el hamburgus, elda del Corpus es laborable, y el viaje al Norte slo trae cuenta el fin de semana. A Anneliese le encantan las visitas, aunque no sean para ella. Estoy buscando la manera de hacerlecomprender, con diplomacia, que mis invitados no han de ser tambin suyos forzosamente. Mi amigano tiene por qu enterarse de lo que yo opino de la contabilidad de Rudi. Podramos hacer esprragos propone, como si a m no se me hubiera ocurrido la idea. Al fin y al cabo, los prncipes electores saban ya en el siglo XVIII que el suelo arenoso deSchwetzingen es ideal para esta planta. Y, de primero, tu clebre sopa de puerros aado. Durante un segundo, se queda con la boca abierta y me mira a los ojos, buscando sarcasmo, sorna o,quiz, alevosa. Pero yo adopto mi expresin ms apacible y enseguida vuelve a sonrer.

  • El jardn es el paraso de Anneliese. Hoy me ensea sus plantas aromticas. El perejil, el cebollino yel eneldo ya los conozco, desde luego, pero requiere atencin distinguir las diferencias entre lamejorana, el tomillo y el organo. Y quin sabe lo que es el hisopo, la ruda y la consuelda? Para lasalsa verde al estilo de Frankfurt, tiene siempre a mano siete hierbas distintas: adems de lascorrientes, acedera, borraja, pimpinela, perifollo y berro. Ests hecha una hechicera le digo con admiracin. Con mis pobres ojos, yo agarrara lasortigas. Todas tus hierbas las veo parecidas. Pues eso puede tener consecuencias fatales re Anneliese. Hay que saber distinguirlas, porqueen los jardines hay tambin hierbas venenosas. Por todas partes crecen el elboro, la dedalera, eldafne, la adormidera, la espuela de caballero, el acnito y el ctiso. Hasta en los balcones hayoleandro, laurel cerezo y geranios. Pero a quin se le ocurrira preparar una ensalada con eso, o hacermermelada con las bayas de la hiedra o del tejo? A m tal vez no pienso. Pero a ti, no s. Al fin y al cabo, ella aderez una sopa con hojas declquico. Tienes puerro silvestre en el jardn? le pregunto. Me gustara saber qu aspecto tiene. No; el puerro silvestre crece ms bien en vegas y pantanos, aunque tambin se encuentra en lazona rstica del parque dice Anneliese. Cuando no est en flor, se parece un poco a esto yarranca una hoja de muguete y me la ensea. Frunzo la frente, pensativa, ya que me cuesta trabajo creer que una persona tan ducha en larecoleccin de plantas como Anneliese pudiera equivocarse. Ella me adivina el pensamiento. Por cierto, tambin el muguete es venenoso dice alegremente, aunque no tan eficaz como elclquico. Al parecer, da por descontado que yo no me he credo la versin del error fortuito. Me limito a mover la cabeza de arriba abajo. Hay cosas de las que vale ms no hablar, pero tambinsin palabras nos entendemos. De todos modos, ella sabe que siempre puede contar con mi absolucin.

    En la rosaleda ha florecido una rosa amarillenta que tiene el bello nombre de Gloria Dei. Desde cundo no te regalan flores? pregunta Anneliese, agarrndose a mi hombro paraquitarse una de sus botas de goma y sacar una piedrecita. Desde cundo? Udo me obsequi con un ramo el da en que celebramos nuestro compromiso yPercy me traa flores de vez en cuando, pero eran casi siempre flores blancas, que l consideraba lasms refinadas. Hace una eternidad contesto. Y a ti? Pues no hace mucho dice ella con una ancha sonrisa. Pero Anneliese es muy lagarta. No me sorprendera que se comprara ella misma rosas en invierno. Ahora se pone a cantar alegremente: La que compra rosas para s con ellas se entregar... Por supuesto que conozco la cancin. ramos casi unas nias cuando vimos juntas la pelcula Rosasdel Tirol y nos colamos por Johannes Heesters, el protagonista. Te acuerdas de quin ms sala en la pelcula? pregunto. Anneliese tiene mejor memoria que yo. A m se me olvidan los nombres, hasta de los artistas msfamosos, aunque recuerdo perfectamente las caras. Marte Harell, Hans Moser y Theo Lingen responde ella de carrerilla. Cmo me gustaravolver a ver aquel viejo rollo. No s si nos emocionaramos tanto como entonces o nos moriramos derisa. Podramos buscarla en vdeo, pienso. Seguramente, Christian sabr dnde.

  • Por segunda vez, Anneliese se pone a canturrear. Conserva una voz potente. Recuerdo que, de nia,quera ser cantante de pera. Tampoco yo he visto realizados mis sueos infantiles que, en realidad, eran bastante ambiciosos. Alos quince aos, quera ser aviadora como Elly Beinhorn, mi herona, que ya en 1928 pilotaba aviones.Pero, cuando termin el bachillerato, descubr que a los miopes no se nos consideraba aptos para laprofesin y, en los aos de la posguerra, se prefera formar a las chicas para azafatas. No te acuerdas de que queras ser una estrella? le pregunto. Crees que siendo una grancantante habras encontrado la felicidad? Anneliese no tiene que pensrselo mucho: Hace tiempo que eso dej de preocuparme. Quiz con el tiempo me hubiera convertido en unaalcohlica depresiva, ya que mi voz no daba para una carrera larga. Me parece bien que llegue un daen que los pjaros que tienes en la cabeza se te bajen al estmago y sean digeridos. Y, cambiandobruscamente de tema, dice: Mira esa nube. Enseguida veo a qu se refiere. All en lo alto cabalga una bruja. Unos pelos largos le asoman delcurvado mentn. La boca est hundida en una mueca feroz. Se parece un poco a nosotras bromeo. Las dos habamos sido muy bonitas. Desde luego, yo no lo crea as y no me gustaba mirarme en elespejo, pero las fotos de entonces no engaan. Udo fue el primero que me dedic un requiebro, y esome conquist. Anneliese, en cambio, tena muchos pretendientes. A los quince aos, ya tena un buen busto, lacintura fina y, desde luego, ninguno de los michelines que la envuelven ahora.

    Ayer entramos en una boutique porque Anneliese quera comprar una blusa para regalrsela a su hijaen su cumpleaos. A pesar de que necesitbamos consejo, las dependientas ni nos miraron. Mi amigase lo tom con ecuanimidad, pero yo echaba pestes y an ahora me indigno al recordarlo. Para tranquilizarnos, invit a Anneliese a almorzar en unas mantequeras. Dos copas de prosecco y dos raciones de esa ensalada ped en el mostrador al entrar, sealandouna fuente de cristal. Pero eso es langosta! protest la camarera, casi escandalizada, como si dos seoras mayores notuvieran derecho a almorzar delikatessen.

    No son nicamente las dependientas antipticas las que pasan de las mujeres de nuestra edad.Cuando voy por la calle, no hay casi ni un solo hombre que me mire. Y si, inesperadamente, algnjoven muestra inters, es ms por mi bolso que por mi persona. Y de Anneliese lo que les atrae es lacocina de la abuela. Cuando pasas de los setenta ya has dejado de contar como mujer, salvo que seasuna vieja gloria del cine o un personaje famoso. Anneliese lo ve de otra manera. Al parecer, hay bastantes abuelos que silban a su paso, aunque yo nohe visto a ninguno. De todos modos, a m los jubilados silbadores nunca se me han dado bien. Yaestoy harta de los seores mayores que, para reavivar su potencia sexual, se buscan a una mujer veinteaos ms joven. Pienso en Udo con malsana alegra y no puedo menos que rerme entre dientes. De qu te res? me pregunta Anneliese. De un modo u otro, siempre se hace justicia digo, sin explicar cmo he llegado a estaconclusin. Desde hace tiempo, Udo tiene que usar muletas. Durante unos aos, su segunda esposalo pas muy bien con l, pero no se imaginaba lo poco que eso iba a durar. Lo mismo que Hardy tetiranizaba a ti durante sus ltimos aos, as martiriza Udo a mi sucesora, a la que no consiente que sesepare de l ni un momento. Ya se le han terminado los viajes, las reuniones, el teatro y el cine. Tieneque pasarse todo el da haciendo de enfermera y de cocinera diettica.

  • Vas a hacerme llorar! No te da lstima? pregunta Anneliese. Las dos nos remos. Naturalmente, estoy encantada de ser libre como un pjaro. Pero, hablando con sinceridad dice, somos nosotras mucho mejores que los hombres? Sipudieras elegir, no preferiras a un tipo joven y guapo en lugar de un carcamal? Si yo tuviera laocasin... Anda, mujer le digo, no me hars creer que ibas a enamorarte de un chaval que podra ser tuhijo. Hace tiempo que nuestros hijos dejaron de ser unos chavales dice Anneliese. Ya rondan loscuarenta. Por cierto, tu Christian es tan guapo que me lo tirara sin pensrmelo dos veces! Qu cosas dice! Bromea? Me siento un poco sorprendida. Anneliese se re al ver mi gesto de reprobacin y aade, como colofn: El jueves, cuando venga tu antiguo empleado, ser mejor que no me dejes a solas con l ni unminuto. De todos modos, con Rudi no hay peligro.

    En el fondo, estoy de acuerdo con Anneliese. Por supuesto que es mucho ms divertido estar con losjvenes, y es que, por desgracia, con los aos, va desapareciendo la risa. Un nio pequeo puederevolcarse de jbilo, los adolescentes no paran de carcajearse y hasta en la mediana edad la gentesuele contar chistes y bromear con los amigos. Pero llega un momento en que, insensiblemente, la risase agota. Cuando ves las caras agrias de muchos mayores, pierdes el humor. Estar relacionado con lasexualidad ese poder de atraccin de la alegra juvenil? Sin duda. Despus de que nuestro hijoChristian se fuera de casa, Udo y yo prcticamente dejamos de dormir juntos, porque se nos haba idoel sol, dando paso a una poca de lluvias persistentes. No era hora de que empezara a perdonar a Udohaber querido pasar unos aos al lado de una mujer joven, aun a costa ma? Dentro de poco estar enuna silla de ruedas y no tendr muchos motivos de alegra.

    El hecho de que ahora me sienta dispuesta a perdonar a mi ex marido con tanto altruismo ygenerosidad me produce de pronto una profunda tristeza. La despedida es el lema de la vida de lamujer. Primero, del amparo de la casa paterna, despus de la independencia de la juventud, ms adelante, delos hijos, de la pareja, del sexo, de la profesin, de la salud, de la vitalidad y del atractivo femenino.Ahora me despido de un sentimiento poderoso: mi clera. La vida es injusta. Yo me he conservado delgada y tengo un aspecto cuidado, pero ello no hacontribuido a mi felicidad personal ni ha despertado el inters de un hombre. Anneliese est hecha unabola y viste a la buena de Dios y, sin embargo, no se siente desgraciada. Mi hijo lo vio enseguida: unagorda jovial le hace mucho bien a un limn agrio.

  • V

    MI invitado llega antes de la hora anunciada. An no he acabado de maquillarme, y le abre la puertaAnneliese. Apasionada jardinera como es, ha estado varias horas escarbando en la tierra, y lleva undelantal de plstico lila sobre sus bermudas floreadas y la blusa tpica rumana. Rudi, por el contrario,viste con exquisita correccin, como siempre. Loooore! grita Anneliese por la escalera, y yo me abrocho afanosamente el collar de perlas. Sialguien sabe apreciar las joyas bonitas, se es Rudi. Nos abrazamos afectuosamente, contentos de volver a vernos. Mira! Hechos a medida! me dice, muy ufano, sealndose los pies. Tambin Anneliese mira los zapatos de Rudi, y se queda pasmada por la evidente diferencia detamao. Despus de admirar debidamente la nueva adquisicin, pregunto con severidad: Puedes permitrtelo? En realidad, no. Pero, en compensacin, ahorra en otras cosas que son menos importantes para l.Conduce un coche vetusto, tiene un televisor que funciona mal y la nevera era de su difunta abuela.

    Ya antes de la cena, Rudi insiste en ensearme las alhajas que trae en un maletn de joyero. Puedo? pregunta Anneliese acercando un taburete y limpindose la tierra de los dedos con unaservilleta de papel. Rudi empieza por mostrarnos pequeos objetos procedentes del mismo legado. Boquillas de marfil,estuches de plata para gafas, frascos de perfume de cristal de Murano, unos impertinentes plegables,pastilleros, medallas de oro, una hebilla de esmalte, relojes de bolsillo, y hasta unas gafas de sol conbrillantes en la montura. Anneliese no sale de su asombro. Entonces Rudi, con gesto solemne, saca delmaletn las joyas propiamente dichas, que va depositando sobre un pao de terciopelo: sortijas,broches, pendientes, un collar y, como apoteosis, la diadema. Qu dices ahora? me pregunta con expectacin. Yo ya tena la lupa preparada, y examino atentamente, una a una, las piezas, que datan de pocasdistintas. Las sortijas en forma de lanzadera, los aros, las criollas y las pulseras del siglo pasado anpueden venderse a precios asequibles: pero las joyas de brillantes y piedras preciosas, y no digamos, ladiadema, sern difciles de colocar. Son piezas de museo que slo podran adquirir coleccionistasadinerados. Adems, mi antigua Mina de oro no es una joyera en la que pudiera extraviarse unmillonario. Con suerte, algn dentista o fabricante regalara a la esposa en las bodas de oro algo unpoco ms valioso que la mercanca habitual. Expongo a Rudi mis reservas, pero l no se amilana. Un poco avergonzado, confiesa que esas alhajasle encantan y que le gustara conservarlas. Le hablo de Percy, que cuidaba sus piezas favoritas como las nias de sus ojos. Le hablo tambin, entono de advertencia, del caso que saco de una novela, de un joyero manaco que asesina a uncomprador, para recuperar una joya. Pero slo consigo que Rudi se sienta justificado en su actitud. No es que Anneliese sea un alma Cndida, pero tampoco sabe lo que es una discreta reserva, ydurante todo el rato no ha hecho ms que exclamar ah! y oh! como el que contempla un castillo defuegos artificiales. Rudi se estremece visiblemente cuando, de pronto, ella arramba con el contenido de un estuche depiel de becerro roja que l acaba de abrir y suelta: Esto tiene que ser para m, cueste lo que cueste. Se trata de un aderezo compuesto de collar, pulsera, anillo, broche y pendientes. Pura artesana, con

  • grandes cabujones de esmeralda y pequeos rubes, probablemente, realizado hacia 1830. Con estareaccin, Anneliese ha demostrado poseer muy buen gusto pero tambin un total desconocimiento desus posibilidades econmicas. Tras una breve reflexin, Rudi le da un razonable precio de amigo, y Anneliese se asusta. Por todos los santos! dice, palidece y lo deja todo en el estuche, respetuosamente. He de reprimir una sonrisa, porque tambin yo, al principio de mi actividad profesional, tuve queaprender a no desear para m las piezas ms bellas. Un collar de esmeraldas gigantes no est a nuestro alcance; pero un ramo de flores de tu jardn esmucho ms bonito le digo, a modo de consuelo. Anneliese no est de acuerdo, porque no hay ninguna flor que reluzca como una gema. Cundo son las prximas ferias? pregunto. Ahora ya no me acuerdo de las fechas. S por experiencia que en una gran feria de antigedades puedes encontrar comprador para algnque otro objeto de valor. Dortmund, septiembre. Munich, octubre. Basilea, noviembre dice Rudi. La nuestra, en elpalacio Rhein-Main, no abre hasta febrero del ao que viene. Para entonces ya me habr muerto dehambre. Entretanto, tambin Anneliese ha reconocido el problema, y trata con nosotros de hallar unasolucin. Si la montaa no va al profeta, el profeta debe ir a la montaa dice a Rudi. Y, puesto que losricachos no se dignan pisar la bonita tienda de Lore, debe usted cambiar de local e instalarse en elpalacio de un nawab. Rudi deja de tomarla en serio y dice que para eso le hara falta una bandeja de buhonero. La palabra rabe nawab me ha dado una idea. Por el momento, no obstante, no digo nada y me llevoa Rudi a mi salita del primer piso cuando Anneliese se brinda, amigablemente, a empezar a preparar lacena. Efectivamente, mi sucesor est hundido en los nmeros rojos. Si antes critiqu la compra de lasjoyas, ahora le toca el turno a la contabilidad de Rudi, que es un caos. Me sorprende que el banco le concediera un crdito tan importante. Lasdesastrosas finanzas de Rudi no me preocupan por razones humanitarias nicamente sino tambin pormi propio inters. Del traspaso de la tienda slo se me ha pagado una pequea suma. Cmo has podido arriesgarte de ese modo, mi pobre iluso? Debi de darte la fiebre del oro! Loms razonable sera que te fueras a Zrich con la maletita, para ofrecer el lote a algn joyero derenombre. Pero acaba de ocurrrseme otra idea...

    Los esprragos de Anneliese estn exquisitos, como siempre. Van acompaados de jamn de laSelva Negra, patatas nuevas y salsa de mantequilla. Despus del pastel de merengue de fresa, les hablo de un antiguo cliente que trabajaba de crupier enel casino de Wiesbaden. Proceda de Italia, donde haba dejado a la familia. Era un hombre muyformal que pagaba en efectivo y hablaba varios idiomas europeos. Lo nico que no acababa deconvencerme era su vida sentimental. De vez en cuando, vena a comprar un anillito antiguo pararegalarlo a la amiga de turno. El hombre, con la conmovedora historia de que el anillo habapertenecido a su difunta mam, consegua que hasta las damas de hierro se le derritieran. Por l me enter de los elementos que componen la clientela de un casino de juego. Adems de losturistas que lo visitan por curiosidad, estn los individuos que van a blanquear dinero y, los msapreciados, los jeques petroleros a los que no viene de cien mil euros ms o menos. Esos son los clientes ideales, Rudi! digo. Si a una seora de un harn le gusta la diadema, tela comprarn sin regatear. No tienes ms que buscar a un jeque del petrleo, y se habrn acabado tus

  • problemas. Despus del riesling que habamos bebido con la cena, abro una botella de champn. En realidad, laguardaba para el cumpleaos de Anneliese, pero las fiestas hay que celebrarlas cuando se presentan.Rudi bebe deprisa y mucho, Anneliese no se cansa de brindar con l y abre la segunda botella, que esde inferior calidad. Ya hace rato que ella y Rudi se tutean. De repente, Anneliese desaparece y, al cabode un rato, sale a escena contonendose ataviada con un amplio kaftan azul. Por lo que ms quieras, deja que me pruebe tus joyas! suplica con teatral vehemencia, y Rudino se hace rogar. Despus de la metamorfosis de Anneliese en diva, yo, para no ser menos, me planto la diademasobre mi pelo blanco y quedo hecha una rplica de Isabel II. Cuando de payasadas se trata, Rudi no es de los que se quedan atrs. Se adorna como un rbol deNavidad, se cala las gafas de brillantes y se pone una boquilla en la oreja. Anneliese, no sin dificultad,se sube a la mesa la tnica le estorba, pero no deja de ser una suerte que le llegue hasta los pies yataca briosos aires de opereta. Rudi y yo bailamos alrededor de la mesa del comedor que crujepeligrosamente, a los sones de Es el ideal de mi vida el ganado de cerda, la buena panceta hasta quela diadema me resbala hasta la nariz. Rudi no est en condiciones de conducir. Para estos casos, tenemos en la buhardilla una cama limpiay un cepillo de dientes sin estrenar, y l acepta la invitacin, agradecido. Hay que aprrenderr a venderr al jeque que no /regatea dice, muy serio, antes de subir laempinada escalera a gatas.

    Curiosamente, por la maana me despierto sin pizca de resaca; al contrario, me encuentrodivinamente, plcida y contenta. Casi como despus de un buen polvo, a pesar de que ya hace muchosaos que perd la costumbre. Me desperezo bostezando a placer, y entonces caigo en la cuenta: anocheme re hasta desternillarme. Eso es mejor que cualquier gimnasia, me digo, y salto de la cama convivacidad. Siento una punzada en los riones, pero no dejo que eso me estropee el humor. Anneliese tambin est contenta, pero, afortunadamente, hoy no le da por hacer gorgoritos, y selimita a poner la mesa. Yo apago la radio y el fuego de la tetera que est silbando. Es un muchacho encantador dice. Para comrselo. Por m puedes coquetear, pero vale ms que no te entusiasmes, porque es gay de nacimiento. No soy idiota dice Anneliese, ofendida, mirndome con ojos centelleantes. Por qu teempeas siempre en fastidiar? Las dos miramos por la ventana, furiosas, un momento y luego nos echamos a rer a la vez. Decidimos no esperar para el caf del desayuno y dejar dormir al husped. De todos modos, hoy nopodr abrir la tienda. Pero yo no hago ms que darle vueltas al asunto. Advierto a mi amiga que no debe infravalorar a Rudi que, si bien ayer mostr su faceta ldica, no es un hombre superficial. Es ms bien el tipo del artista de gusto refinado termino. Entendido dice Anneliese. No voy a robrtelo, cacata celosa. En este momento entra Rudi y las dos nos ponemos coloradas. Confo en que no haya odo nuestraescaramuza. Rudi se ha cortado al afeitarse y no parece tan fresco como ayer tarde. No quiere panecillo ni caf, yse prepara un t. Desde luego, es elogiable que se sirva l mismo, pero haba de utilizar precisamente la taza deSajorna que yo tengo de adorno? Remueve y remueve el azcar sin decidirse a beber, mirandofijamente, como hipnotizado, la lmpara de la cocina que data de los tiempos de los padres deAnneliese: una rueda de carro colgada de una cadena, con cuatro lamparitas en soportes de hierro

  • forjado. Anneliese y yo hablamos del tiempo. En Wiesbaden me conocen hasta las ratas dice Rudi sin rodeos. All no puedo rondar por elcasino abordando a un jeque y luego a otro. Podran tomarme por un chapero! Ser preferible queprobemos en Baden-Baden. Probemos? preguntamos Anneliese y yo al unsono. Esta noche, Rudi ha estado pensando durante horas y ha trazado un plan. Para dar impresin dedignidad e inocencia, nada como dos seoras de edad. Cierto digo al momento. Nosotras podramos dedicarnos al contrabando o al narcotrfico,robar, chantajear y secuestrar sin levantar sospechas. Nadie sabra dar nuestra descripcin, porquehace aos que nadie se fija en nosotras. Nosotras, las panteras grises, somos el ejrcito invisible de lanacin. Lore! exclama Rudi, impresionado Qu bien expresado! Como en Arsnico y encajeantiguo pero, sorry, no puedo induciros al robo. Pero lo que importa es la diversin. Anneliese est entusiasmada. Theo, llvame a Lodz! jadea All cantando y bailando nos olvidaremos del mundo. El plan es sentarse a tomar el aperitivo en el saln del balneario ms elegante, para ojear a losmultimillonarios. Luego tocar a Rudi entrar en conversacin con ellos. Para hacernos una demostracin, ensaya la escena. Cubre un florero esfrico con un pao de cocina acuadros rojos y blancos y susurra al odo del imaginario jeque: Ve a esa seora que est sentada ah detrs? Es mi ta abuela, una dama de la nobleza que ayer, lapobre, perdi en el juego toda su fortuna y ahora debe desprenderse de las joyas de la familia. Yo interrumpo, molesta: Y por qu no tu tatarabuela? Con ta a secas basta! Mi amiga, que durante toda su vida ha soado con dedicarse al teatro, est entusiasmada. Y qu papel hara yo? pregunta. A veces, Rudi se extralimita con sus bromas. Con una risita, suelta: Mi nodriza, naturalmente! Durante unos segundos, sonro con malicia, pero l rectifica:Anneliese interpretar un lcido papel secundario, el de tu doncella personal. Anneliese no admite ninguna de las dos sugerencias. Tambin yo protesto, ahora en serio: No se trata de representar ni Mara Estuardo ni una pera de Mozart. Y no hay doncellaspersonales de nuestra edad. Qu dira el sindicato? Anneliese har el papel de amiga ma,sencillamente. Andando, chicas! dice Rudi que cobra bro a ojos vistas. Aciclense, saquen los chales. Perolas joyas ya te las pondrs despus, Lore. Es ms seguro. Acordamos ir en mi coche y salir dentro de una hora, ya que de Schwetzingen a Baden-Baden hayslo poco ms de cien kilmetros.

  • VI

    EN mi juventud, los saludos efusivos estaban reservados a los enamorados y a los familiares msprximos, pero la generacin que nos sigui adopt la costumbre de saludar tambin a los amigos conabrazos y besos en la mejilla. De todos modos, los mayores nos mantuvimos fieles al apretn demanos, y para Anneliese y para m resultara violento empezar a besarnos al cabo de tantos aos, loque no impide que besemos a personas jvenes con las que tenemos una amistad ms reciente ydistante. Sin embargo, siempre ha habido y sigue habiendo personas a las que yo llamo plastas, que nopractican el moderno besuqueo sino un implacable acoso, que nada tiene que ver con la moda.Siempre se sitan demasiado cerca del interlocutor y siguen avanzando a medida que ste retrocede,de manera que, a veces, la conversacin termina varios metros ms all de donde empez. Una antiguacliente ma utilizaba esta tctica, y otro maestro de la especialidad era el difunto marido de Anneliese. Poco me importaba si lo que l pretenda era comerme el terreno o comerme a m, lo cierto es quetanto entonces como ahora detesto que me acorralen. Burkhard, que tambin poda ser francamente encantador, siempre se las ingeniaba para cazarme.Como estando sentados es difcil practicar este juego, ya que no puede uno estar moviendocontinuamente la silla y, mucho menos, la butaca, l procuraba que los invitados tuvieran quequedarse un momento en el recibidor desde donde, con el abdomen, conduca a su vctima a la sala, yla pona contra la pared, para que no pudiera escabullirse. Anneliese sola acudir al rescate delatrapado, enviando a su Hardy a la bodega a buscar vino. En sus ltimos aos de vida, Hardy slo poda ejercer su poder recurriendo a la tirana, ya que unviejo mandn aquejado de incontinencia carece de facultades para acorralar. Al igual que tantosenfermos crnicos, desarroll inquina hacia las personas sanas y, como ya no poda mangonear a sushijos, que haca tiempo que se haban ido de casa, se desahogaba con Anneliese. Demasiado aguantella.

    Cuando conduzco acostumbro a meditar. A velocidad moderada, avanzo por la A5 en direccin aBasilea. Anneliese va en el asiento del copiloto. Poco imagina que ando en cavilaciones acerca de sumatrimonio. Tambin ella parece ensimismada. Hace media hora que callamos por obligacin, puestoque Rudi duerme, plegado en el asiento de atrs. Yo me alegro. No tiene por qu enterarse de queahora conduzco como una pazguata encogida. A la vuelta conducir Rudi, o eso ha prometido. Tambin para Anneliese es hoy un da especial. Para nuestra pequea expedicin, ha renunciado a sulook de espantapjaros y lleva el traje de chaqueta negro que estren para el entierro de Hardy y con elque tiene pinta de deshollinador. En voz baja, me dice que las esmeraldas lucirn mejor sobre fondonegro. Y es que est decidida a ponerse otra vez el collar antes de su venta. Poco antes de llegar a la salida de la autopista, Rudi se despierta y por fin podemos volver a hablar.Anneliese me pide que la deje en la estacin. Y eso por qu? pregunto, irritada. No querrs escaquearte ahora? Seguro que llego antes que vosotros. Mientras buscis aparcamiento, el taxi ya me habr dejadoen el hotel. Rudi y yo seguimos sin comprender el porqu del plan. Anneliese nos explica, pacientemente, lo queha estado tramando durante la etapa silenciosa del viaje. No hay mejor fuente de informacin que un taxista. Pero, para sonsacarle, tienes que hacer unacarrera relativamente larga. Hace aos que Anneliese tiene experiencia con taxis. Aunque posee permiso de conducir, Hardy casi

  • nunca le ceda el volante, de manera que ha perdido el hbito y est encantada de que yo me encarguede la locomocin. Rpidamente, se roca el escote con Chanel N 5, me hace un palmo de narices y seapea en la estacin. Buena idea la del taxi dice Rudi. A m no se me habra ocurrido. Es una ventaja no tener quepreocuparnos en buscar el hotel. Basta con seguirlos. S, s, Anneliese es muy lista digo con leve irona. Ahora slo falta que encontremos unhueco para aparcar. Cuando, por fin, entramos en el Grand Hotel, donde habamos acordado reunimos, Anneliese ya estinstalada en un rincn del vestbulo desde el que se domina todo el campo de operaciones y nos llamaagitando la mano vivamente. Casi no puede esperar a que pidamos para empezar a hablar. Ella ya tienedelante una copa de Campari. Ya podis olvidaros de los jeques del petrleo empieza. En primavera todos estn en la CostaAzul. Slo queda uno, un tal El Latif ben Nosecuntos que est en tratamiento en una clnica. Apuestoa que hacindose la liposuccin. Me dispongo a quitarme las joyas, porque la gargantilla de coral blanco me aprieta, pero Annelieseme detiene con ademn imperioso y mirada triunfal. Que no cunda el pnico, querida! Ahora esto es un hervidero de nuevos ricos rusos. Y a susmujeres les gusta llevar alhajas, cuantas ms mejor. Vaya, qu casualidad, para muestra... Los tres a la vez volvemos la cabeza hacia la puerta que el portero sostiene mientras entra unallamativa pareja. El hombre es ms bien fornido, de entre cuarenta y cincuenta aos y un poco basto,pero Rudi identifica inmediatamente el Rolex de la mueca y las gafas de diseo de cristales tintados.Su acompaante tiene unos diez aos menos. Para describirla, no puede hablarse de discrecin ni desobria elegancia. Esbelta, aunque con curvas, rubia artificial, muy maquillada y, gracias a los taconesde aguja, ms alta que l. La faldita y la chaqueta estilo sastre deben de haber costado una fortuna. Eloro le reluce en la garganta, las orejas y los dedos. Se nota que le gusta ser el centro de todas lasmiradas, y se para un momento en medio del vestbulo mientras su compaero busca unas butacaslibres. Satisfechos? pregunta Anneliese, ufana. Los tusos ya venan a Baden-Baden en el siglo XIXy muchos hasta tenan aqu casa propia. El balneario era casi una colonia rusa, y hoy ocurre casi lomismo. Aqu perdan su dinero los novelistas rusos ms clebres, y hasta la zarina Isabel frecuentabala llamada capital de verano de Europa. Te has aprendido el Baedecker de memoria? pregunto. La informacin procede del taxista. Tambin hoy son bienvenidos los rusos dice Anneliese. Lstima que no sean tan distinguidoscomo los de antao. De todos modos, gastan mucho. El consumo de caviar se ha multiplicado, uno decada cinco clientes de los hoteles de lujo procede de Mosc y en las perfumeras y boutiques selectashay muchas dependientas eslavas. Me consta que hoy en da los rusos tambin pagan fuertes sumas por las obras de los pintores delsiglo XIX. Entretanto, el supuesto ruso se ha decidido por una mesa, acerca un silln para su pareja y hace unasea al camarero. Mira con insistencia el reloj y la puerta giratoria. Anneliese y yo hemos de hacer unesfuerzo para no observar a nuestras presas con descaro, mientras Rudi empieza a asustarse de supropia audacia. Chicas, chicas, esto es una locura! gime. No puedo plantarme delante de ellos y sacarme ladiadema de la manga como un prestidigitador. No seas pusilnime le digo con severidad. Se trata de hablar con ellos, no de hacerles unnmero de magia. Seguro que hablan ingls y, quiz, hasta alemn. Adems, no hay que precipitarse.

  • Por el momento, nos limitaremos a observar. Entra otra pareja, con indumentaria similar, pero la mujer es morena. Se saludan efusivamente, conel tpico humor de vacaciones. La morena se sienta al lado de la rubia e inmediatamente empieza aensear las compras a la amiga. Al parecer, ha hecho una buena redada por las tiendas de las galerascomerciales del balneario. Todo, de Prada y Gucci supongo. Los hombres no se han sentado y ahora dan media vuelta y se dirigen hacia una sala contigua. Rudise lleva las manos a la cabeza. Ahora empieza la pesadilla! suspira. Me vais a decir que tengo que ligarme a las titis! A Anneliese le apetece otro Campari. Queris vosotros algo ms? pregunta. Pero el camarero se hace esperar. Ella, impaciente,acaba por levantarse. Supongo que busca el tocador.

    Al cabo de cinco minutos, Anneliese est de vuelta. Ha venido por fin el camarero? pregunta. Ahora s lo que hay en el saln de al lado. Dosfrancesas viejsimas de uas largas y muy rojas, haciendo solitarios. Para filmarlas! Y nuestros rusosse han sentado delante de un tablero de ajedrez. Sabes jugar al ajedrez, Rudi? l se encoge de hombros. Un poco. Cuando era nio, mi abuelo me enseaba, pero... Magnfico! As podrs entrar en conversacin! declara Anneliese. Detrs de Karpov y deKasparov siempre hay tres mirones comentando la jugada. Quin iba a suponer que tenas esas dotes de agente secreta aplaudo, y envo a Rudi al antro dejuego, con palabras de nimo. l se levanta con visible esfuerzo. Cuando venga el camarero, pedid para m tres vodkas. Y seis huevos rusos! Y vigilad bien mistesoros dice, pasndome el maletn por debajo de la mesa. Se aleja andando erguido, como el toreroque est acostumbrado a mirar a la muerte cara a cara.

    Durante un buen rato no pasa nada, pero al fin aparece, por lo menos, el camarero, y Anneliese pideuna racin de tarta. Poco a poco, nos domina la impaciencia. Da la impresin de que las mujeres de losajedrecistas se hospedan en el hotel; se han aposentado con su impedimenta y piden ms t con petitsfours que mastican arrullando como palomas. Al fin tomo la iniciativa. Ahora, para variar, explorar yo digo a Anneliese. T vigila el tesoro de Rudi. Ella promete hacerlo as y yo, confundindome entre otros huspedes, me introduzco en elmisterioso saln. Ahora se juega al ajedrez en dos mesas: en una, los dos rusos y, en la otra, Rudi y unjoven con jersey azul marino que no tiene aspecto de nuevo rico. Yo me sito detrs de l, fingiendoun apasionado inters por su prxima jugada.Check! dice Rudi de pronto. Su contrincante enciende un cigarrillo. Hay un montn de colillas en el cenicero. Rudi no me hacecaso. Un poco molesta, pregunto al fin: Cunto va a durar esto todava? Los dos levantan la mirada y Rudi, en ingls, dice que soy su anciana ta. El desconocido se levanta cortsmente, me da la mano y sealando a su contrincante con una ampliasonrisa, dice con marcado acento:Rudi is grand-master!

  • Por lo visto, se han hecho amigos. Rudi seala, a su vez, al del jersey y dice:Nicolai is world champion! Los dos se echan a rer y yo me retiro. Vuelvo junto a Anneliese, y veo que luce el collar de esmeraldas. Ha entrado un pianista que,despus de hacer una reverencia a las rusas, se pone a tocar. Tchaikovski, suite de Cascanueces dice Anneliese con aire de experta. Podramospreguntarle si tiene en el repertorio la cancin esa del Volga, porque as entonces... Yo la interrumpo, furiosa. Anneliese, si empiezas a montar un nmero de los tuyos, me vuelvo a casa inmediatamente, y sinti. Para hacerme rabiar, ella me canta al odo:

    En la orilla del Volga hay un soldado que por su patria monta guardia, lejos y solo, en la noche oscura no lo alumbra estrella ni luna.

    Por pura petulancia, yo le hago coro: T que ests en las alturas, te has olvidado de m, con lo que mi corazn aora el amor? T que tantos ngeles tienes en el cielo, bien podras enviarme a uno de ellos. Las rusas nos miran con curiosidad, porque estamos riendo como dos colegialas. Rudi es el ngelque nos ha sido enviado para que no olvidemos lo que es la risa.

    Al poco, reaparece el emisario celestial con ojos brillantes, pero, en lugar de anunciarnos una gratanueva, se bebe el vodka de un trago y dice:Nastrovye! Tengo que volver. Vamos a jugar otra partida!

  • VII

    ANNELIESE agarra de una manga al ngel, que aletea. Quieto aqu! ordena, y le pregunta a qu hora regresamos. He de regar las plantas antes deque se haga de noche explica. Con extraeza, pero sin perderla afabilidad, Rudi se sienta en el brazo de un silln, lanza una miradadebajo de la mesa, para cerciorarse de que el maletn de las joyas sigue all y se mete en la boca lamitad de la tarta de Anneliese. A pesar de que le urge marcharse, no puede menos que comunicarnos,mientras mastica y engulle, una noticia sensacional: Es una casualidad fabulosa, increble! exclama con entusiasmo, y luego explica que sucontrincante de ajedrez tiene el mismo problema que l: calza en cada pie un nmero de zapatodiferente. Si fuera a la inversa, podramos comprar dos pares de zapatos del mismo modelo y hacerintercambio. Lo malo es que tambin l tiene el pie derecho ms grande. Anneliese empieza a intuir que aqu ha intervenido el destino. As que habis estado hablando de zapatos? pregunto, atnita. Es que no te das cuenta deque te juegas tu futuro econmico? Pero Rudi se explica: segn lo acordado, l se haba puesto a mirar la partida y, casualmente, habahecho un comentario tcnico por lo menos, a l se lo pareca que haba provocado grandescarcajadas. Entonces uno de los jugadores le explic la causa de la hilaridad: You are just likeNikolai! Al parecer, Nikolai era otro espectador que poco antes haba hecho el ridculo con la mismaobservacin que se haba permitido Rudi. Entonces, los jugadores pidieron otro tablero para que losdos principiantes jugaran su propia partida y los dejaran tranquilos. ... y ahora nos estamos divirtiendo un montn dice Rudi Nikolai es genial! Adems, estoyaprendiendo muchas cosas, el ruso no es tan difcil. Vosotras podis leer esto, por ejemplo? En una carta de helados escribe K Y P O P T. Nosotras leemos la palabra, pero ignoramos elsignificado. Son letras del alfabeto cirlico. Y no se pronuncia kypopt sino kurort, como en alemn.Porque en ruso hay muchas palabras del alemn: Schlagbaum, Rucksack, Butterbrot, Absatz,Buchhalter, etctera. 1 Qu bien, que aprendas el ruso con tanta facilidad. Cmo se dice joyas de poca, collar, sortija,diadema, etctera? pregunto. Rudi me dice que no hay que precipitarse, que tiene que granjearse su confianza antes de abordar eltema con precaucin. Que no nos preocupemos y que disfrutemos de las amenidades del hotel. Y, conestas palabras de consuelo, vuelve a dejarnos solas. Empezamos a aburrirnos otra vez y, para distraernos, jugamos a los concursos, como dos nias. Dime palabras rusas que se utilicen en nuestra lengua propongo. Anneliese piensa. Dacha, naturalmente, balalaica, zar, samovar y ninguna ms. Nuevo rico, quiz? Una expresin peyorativa, desde luego. Sin embargo, todos los ricos han sido nuevos en la primerageneracin. Y una fortuna adquirida rpidamente resulta sospechosa, se asocia a transacciones ilcitas,estafas, especulacin, trfico de drogas, de blancas o de armas. Sin embargo, tambin se da el caso delempresario de origen modesto que se hace millonario gracias a su esfuerzo y habilidad.

    De pronto, los tenemos delante a los cuatro: Nikolai, Rudi y los dos jugadores de ajedrez. Hablan

  • todos a la vez en ruso, alemn, ingls y, Nikolai, para desconcierto general, en francs. Despus de laspresentaciones y saludos, los dos hombres se quedan mirando el escote de Anneliese, cautivados, Rudiparece molesto, ya que habamos convenido que slo yo llevara alguna que otra joya. Una seoranunca se pondra una diadema a la hora del t. Los rusos llaman a sus mujeres: Oxana, Ludmilla! Mi amiga, recordando pelculas de guerra o amargas experiencias de la niez, grita a voz en cuello:Davai, davai! En torno a Anneliese se forma un corro de admiradores que contemplan las esmeraldas. Yo quedo almargen. Oxana y su pareja, Vladimir, hablan alemn. Cunto? pregunta l sin rodeos. La cantidad que menciona Rudi hace que me sonroje, pero, afortunadamente, nadie se fija en m.Inesperadamente, los interesados no se escandalizan al or el astronmico precio sino que asientenentornando los ojos con gesto soador. Ahora bien, Oxana objeta: El collar no moderno. Desmontar piedras, quiz? Tambin la amiga duda. Desde luego, a las dos las esmeraldas les parecen picobello (palabreja que,por lo visto, tambin se ha colado en su lengua) pero la montura biedermeier no es de su gusto. Mehorroriza pensar que pueda desmontarse una obra tan exquisita. Medito un momento e intervengo con energa, para declarar que yo soy la duea y que precisamentemi amiga Anneliese desea comprarme el collar. Y aado que en modo alguno estara dispuesta aconsentir que se reformara una alhaja histrica. Rudi, para demostrar mi supuesta alcurnia, hurga apresuradamente en la cartera hasta encontrar unaamarillenta tarjeta de visita de la antigua duea de las joyas. Nuestros potenciales clientes examinancon reverencia el ttulo y la serie de nombres de pila de la difunta. Oxana escucha con inters, pero no parece haber comprendido que se trata de antigedades, y sealasu propio collar con gesto de autosuficiencia perlas cultivadas de Tahit con oriente gris oscuroque sin duda ha costado un dineral. Ahora Ludmilla, mostrndonos sus macizas sortijas de oro, pide a su amiga que nos pregunte si notendramos algo por el estilo que ofrecer. Rudi y yo movemos negativamente la cabeza con resignacin. Vladimir que, segn Oxana es un gran businessman, no presta atencin a los deseos de su esposa oamiga y, tras larga consideracin, decide: hay que llamar a un perito, para que tase la mercanca. Seenva a Nikolai como emisario, se arriman sillas y sillones a nuestra mesa y el camarero, que haaparecido con asombrosa rapidez, anota el pedido. El ambiente es casi festivo, y los rusos brindan connosotros. Antes de que llegue el perito, Rudi me pone la diadema y todos me miran como si fuera unaaparicin.

    El perito resulta ser una mujer que, al parecer, goza de gran prestigio. Aparenta unos cincuenta aos,tiene cara de pjaro y me lanza miradas escrutadoras. Comprendo que con ella no valdr hacer teatro.Por cierto, no lleva joyas. Vladimir, al que ella da el tratamiento de director le explica la situacinen ruso. Ella sonre levemente y de una gran bolsa de terciopelo saca una lupa de diez aumentos, unabalanza digital de precisin y un pao limpiaplata. Anneliese tiene que quitarse todas las piezas deladerezo y colocarlas delante de la experta. Cuando se menciona el precio solicitado, ella junta lasmanos sobre la cabeza y exclama: Absurdo! Vladimir, el director, traduce:

  • Especialista dice: disparate. Oxana y Ludmilla han perdido inters por las joyas del arca de la abuela y hablan entre s,seguramente, de nosotros. Miran sucesivamente a Rudi, a Anneliese y a m y cuchichean. Por desgracia, nosotros no entendemos lo que se dicen Vladimir y la experta. Me piden que lesensee todo lo que deseo vender. A un imperioso ademn mo, Rudi saca el cofre del tesoro y lo abre. La experta rusa comprueba los delicados repujados, pesa, frota, rasca, pule, garabatea nmeros ydescubre, triunfalmente, una imitacin que yo no haba detectado. En general, sin embargo, parececonvencida de la calidad de las joyas, sobre todo, de la diadema. Una y otra vez, mira al director yasiente con gesto de aprobacin. Finalmente, se acerca la calculadora, suma con precisin y memuestra el total. Por todo el lote dice Vladimir. Ahora Rudi, que protesta con vehemencia, est en su elemento. Yo deduzco que la oferta lepermitira saldar sus deudas, pero no le dejara mucho margen. El embarazoso regateo se prolonga. Seretiran un par de piezas, se discute un nuevo precio, Rudi lo guarda todo, lo saca y vuelve a guardarloy declara que, en tales condiciones, yo no me desprendera ni de la ms insignificante sortija. Anneliese se revuelve en el silln con impaciencia. Yo, por el contrario, estoy tan cansada que ya nime entero de lo que se habla. De pronto, percibo movimiento. Por un mvil se llama a un bankir que,deduzco, se aloja en el hotel, porque aparece al poco rato con un maletn lleno de billetes como yoslo haba visto en las pelculas de gnsteres. No tengo ni la menor idea de la suma a la que se hallegado. De repente, la adusta especialista me abraza y me tiende un vodka. Hasta este momento, no hapronunciado ni una palabra en alemn, pero ahora brinda conmigo y cita a Goethe: Porque todo al oro nos empuja, todo del oro depende. Slo Rudi parece abrigar reservas, y sigue calculando escrupulosamente. Finalmente, se cierra el trato y todas las partes se muestran satisfechas. Anneliese se despierta,bosteza, se despereza y ronronea como una gata.

    Luego llegan las despedidas, con grandes abrazos y palmadas en la espalda. Rudi se va a buscar elcoche y Anneliese y yo esperamos en el hotel a que venga a recogernos. Rudi ha metido el dinero en elmaletn de las joyas y me lo ha confiado. Parece un poco triste. De pronto, siento inquietud. Digo a Anneliese en voz baja: Me parece que todo ha sido demasiado rpido y fcil. No te parece que al salir podran asaltarnosy robarnos? No llevamos ni una sola arma. Si tanto miedo tienes, entra en el restaurante y roba un cuchillo de la mantequilla me proponeAnneliese, que sigue con su nimo aventurero. Me pregunto si no sera ms prudente dormir en el hotel. Probablemente, a la luz del da podramossalir de Baden-Baden sanos y salvos. En recepcin me dicen que les queda libre una suite que cuestamil setecientos euros. Yo doy las gracias y desisto. A diferencia de Anneliese, Rudi comprende mi peocupacin. En el garaje subterrneo le ha parecidoor a su espalda pasos cautelosos. Seguro que nos siguen dice lgubremente, dando