Casero, Jorge (2013). Lenguaje y Fenomenología; La Deconstrucción Como Ausencia Constituyente

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Tomado de "Jacques Derrida" Autor: Jorge León Casero http://www.philosophica.info/archivo/2013/voces/derrida/Derrida. html 2. Lenguaje y fenomenología: la deconstrucción como ausencia constituyente 2.1. Introducción La obra de Jacques Derrida se caracteriza por una gran complejidad terminológica en la que abundan ciertos neologismos que cruzan transversalmente la mayor parte de sus diferentes trabajos. Así pues, aunque éste no sea el lugar adecuado para realizar una investigación sistemática de toda la problemática semántico-terminológica de la obra derrideana, resulta imprescindible realizar una primera introducción aproximativa a los matices semánticos de los principales términos empleados por el filósofo francés. A este respecto, resulta fundamental un primer tratamiento del término que mayor difusión ha adquirido en el ámbito tanto académico como extra-académico: la «deconstrucción». Como el mismo Derrida afirma en Carta a un amigo japonés, el término deconstrucción procede de un intento de traducción de los términos heideggerianos de Destruktion y Abbau, en tanto que una operación de des-montaje analítico de «la estructura o la arquitectura tradicional de los conceptos fundadores de la ontología o de la metafísica occidental» [Derrida 1997a : 23] que no implicase de forma excesiva una «reducción negativa» —más próxima a la «demolición nietzscheana»— o la mera «destrucción» de una lógica y su sustitución por otra. Además, puesto que nos encontramos inmersos de lleno en la filosofía francesa de los años 60, época completamente dominada por el estructuralismo en general, o las semiologías (Saussure, 1

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Tomado de "Jacques Derrida" Autor: Jorge León Casero http://www.philosophica.info/archivo/2013/voces/derrida/Derrida.html

2. Lenguaje y fenomenología: la deconstrucción como ausencia constituyente

2.1. Introducción

La obra de Jacques Derrida se caracteriza por una gran complejidad terminológica en

la que abundan ciertos neologismos que cruzan transversalmente la mayor parte de

sus diferentes trabajos. Así pues, aunque éste no sea el lugar adecuado para realizar

una investigación sistemática de toda la problemática semántico-terminológica de la

obra derrideana, resulta imprescindible realizar una primera introducción aproximativa

a los matices semánticos de los principales términos empleados por el filósofo francés.

A este respecto, resulta fundamental un primer tratamiento del término que mayor

difusión ha adquirido en el ámbito tanto académico como extra-académico: la

«deconstrucción». Como el mismo Derrida afirma en Carta a un amigo japonés, el

término deconstrucción procede de un intento de traducción de los términos

heideggerianos de Destruktion y Abbau, en tanto que una operación de des-montaje

analítico de «la estructura o la arquitectura tradicional de los conceptos fundadores de

la ontología o de la metafísica occidental» [Derrida 1997a: 23] que no implicase de

forma excesiva una «reducción negativa» —más próxima a la «demolición

nietzscheana»— o la mera «destrucción» de una lógica y su sustitución por otra.

Además, puesto que nos encontramos inmersos de lleno en la filosofía francesa de los

años 60, época completamente dominada por el estructuralismo en general, o las

semiologías (Saussure, Barthes), antropologías (Lévi-Strauss) y psicoanálisis (Lacan)

estructuralistas en particular, afirma Derrida que «deconstruir era asimismo un gesto

estructuralista, en cualquier caso, era un gesto que asumía una cierta necesidad de la

problemática estructuralista. Pero era también un gesto antiestructuralista; y su éxito

se debe, en parte, a este equívoco» [Derrida 1997a: 25].

Toda deconstrucción será una nueva lectura intencionalmente dirigida a buscar dentro

de un texto todos los sentidos y posibilidades presentes y no seguidas por el texto

mismo, todo lo que el “sentido propio” ha expulsado fuera de su unidad para poder

constituirse como tal y que late en su fondo como posibilidad misma de toda

deconstrucción, de forma que ya desde este primer momento vemos cómo la

diferencia y la multiplicidad son condición de posibilidad de la unidad, y que esta última

únicamente puede constituirse como tal en tanto que acto violento segundo sobre la

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diferencia originaria primera, que Derrida llamará différance, distinguiéndola del

concepto usual de diferencia (différence). La grafía de la palabra différance es distinta

del término usual francés différence, aunque en la lengua hablada son fonéticamente

idénticas. En efecto, se trata de una “diferencia” que va más allá de la lengua hablada.

Con esto ya entramos, sin embargo, de lleno en la problemática central de toda

deconstrucción, problemática que la afecta a sí misma en cuanto concepto, pues la

deconstrucción —tanto de la arquitectura de la metafísica occidental en su conjunto

como de ciertos discursos o prácticas discursivas menores dentro de esta

arquitectónica general— conllevará siempre la búsqueda de aquellos momentos en los

que la polivocidad y ambigüedad propia de todo lenguaje —incluido el filosófico—

intente determinarse en la identidad del concepto filosófico, en tanto que “sentido

propio” y primero que organice toda la semántica y sintáctica lingüística.

La deconstrucción —tal y como va a pasar con todos los conceptos analizados por

Derrida y tradicionalmente aceptados como tales— va a ser un término ampliamente

polívoco cuyo significado únicamente va a poder ser apreciado dentro de un discurso,

de forma que «la palabra “deconstrucción”, al igual que cualquier otra, no posee más

valor que el que le confiere su inscripción en una cadena de sustituciones posibles, en

lo que tan tranquilamente se suele denominar un contexto» [Derrida 1997a: 27], de

modo que la pretendida unidad del concepto en aras de salvaguardar el sentido propio

de la significación de un texto no sería más que esa “cadena de sustituciones” que,

antes de ser meros “accidentes” externos a un presunto núcleo esencial, constituyen la

movilidad abierta de ese mismo sentido.

Por otra parte, hay que adelantar aquí cómo este planteamiento derrideano en la

lectura de los textos va a conllevar la proliferación de un cierto número de “no-

conceptos” o terminologías abiertas, denominadas por el mismo Derrida “indecidibles”

en tanto que acontecimientos lingüísticos previos a los conceptos y que los hacen

posibles, de forma que nunca podrán ser determinados unívocamente. Algunos de los

más utilizados por Derrida serán los “indecidibles” de différance, huella, suplemento,

archiescritura, párergon, subyectil y texto. La valencia de estos términos se irá

explicitando a lo largo de la voz.

Por último, es necesario anunciar también cómo uno de los fundamentos básicos de

toda deconstrucción, en su desmontaje de la arquitectura de la metafísica occidental

como determinación de la unidad del concepto, consiste en romper la creencia de la

primacía de la voz sobre la escritura como base de la unidad del concepto, dada por la

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instantaneidad de la presencia de la voz a la conciencia, a lo que Derrida se refiere

con el término de “fonocentrismo”. Éste es el punto crítico de su deconstrucción de la

obra husserliana. Dicha deconstrucción de la metafísica occidental en tanto que

fonocéntrica será repetida a propósito del psicoanálisis, disciplina directamente

dependiente del armazón conceptual de la metafísica occidental, donde la centralidad

del concepto de “falo” —significante vacío garante de la unidad de toda interpretación

psicoanalítica— es el punto crítico de la deconstrucción derrideana del psicoanálisis en

tanto que disciplina “falocéntrica”.

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