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1 CARTAS PROVINCIALES SOBRE EL SACRAMENTO DEL ALTAR, EL SACRIFICIO DE LA MISA Y LA HEREJÍA FILIPISTA Y Otras Cuestiones Históricas y Doctrinales. Estas así llamadas, en memoria de Blaise Pascal, ‘Cartas Provinciales,’ escritas, en cierto modo desde el exilio —no sólo geográfico, más moral— de la Cristiandad, que, sordamente, comienza a ser perseguida de momento en el mundo y Sudamérica por la instalación de esta sociedad, mezcla del neo-comunismo gramsciano y de plutocracia, y desde ello atea y humanista: una especie de Contra-Cristiandad, que intenta unir a los pueblos bajo una ley supranacional de orden natural, reemplazando el orden sobrenatural que fue derribado por la Revuelta o Revolución, de acuerdo al modelo proveniente del Sistema Global Anticristiano que configura la revelación del Reino del Anticristo, en su clímax, son la respuesta a las inquietudes de uno de mis lectores, ‘Luterano en duda,’ abrumado por el excelente desarrollo Histórico y Dogmático que, iniciado por el Prof. Hermann Sasse, permitió que Tom Hardt mostrase a los Luteranos el fraude del que han sido víctimas, desde el mismo comienzo de la Reforma: y no tan sólo los Luteranos, mas el mismo Lutero, cuya doctrina fue deformada y traicionada por el desdichado Felipe de Melanchthon, y sus seguidores, los Filipistas. Esta traición ha tenido consecuencias desastrosas, no sólo para el Luteranismo, mas para toda la Cristiandad de Occidente. A los documentos accesorios provistos por eruditos como Erling Teigen y Jünger Diestelmann, con humildad, hemos querido añadir nuestro testimonio. © Provincia de Buenos Aires, Argentina, Trinidad, 2006. © Revisión, Misericordias Domine, 2009. Dedico la obra al Revdo. Padre Julio Meinvielle, a Monseñor Jacques-Bénigne Bossuet, y, como no podría ser de otro modo, al Obispo Otto Cornelius Jansen, al Revdo. Padre Pasquier Quesnel, y a todos los grandes dogmáticos Agustinianos perseguidos y muertos por los herejes y falsos profetas en el Poder ‘religioso’ de su tiempo; similares a los de ahora, que han originado, y traído, en conjunto, la Ruina de la Cristiandad. DOM ENRIQUE BROUSSAIN, S.S.S.E.C.J.

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    CARTAS PROVINCIALES SOBRE EL SACRAMENTO DEL ALTAR,

    EL SACRIFICIO DE LA MISA Y LA HEREJA FILIPISTA

    Y Otras Cuestiones Histricas y Doctrinales.

    Estas as llamadas, en memoria de Blaise Pascal, Cartas Provinciales, escritas, en cierto modo desde el exilio no slo geogrfico, ms moral de la Cristiandad, que, sordamente, comienza a ser perseguida de momento en el mundo y Sudamrica por la instalacin de esta sociedad, mezcla del neo-comunismo gramsciano y de plutocracia, y desde ello atea y humanista: una especie de Contra-Cristiandad, que intenta unir a los pueblos bajo una ley supranacional de orden natural, reemplazando el orden sobrenatural que fue derribado por la Revuelta o Revolucin, de acuerdo al modelo proveniente del Sistema Global Anticristiano que configura la revelacin del Reino del Anticristo, en su clmax, son la respuesta a las inquietudes de uno de mis lectores, Luterano en duda, abrumado por el excelente desarrollo Histrico y Dogmtico que, iniciado por el Prof. Hermann Sasse, permiti que Tom Hardt mostrase a los Luteranos el fraude del que han sido vctimas, desde el mismo comienzo de la Reforma: y no tan slo los Luteranos, mas el mismo Lutero, cuya doctrina fue deformada y traicionada por el desdichado Felipe de Melanchthon, y sus seguidores, los Filipistas. Esta traicin ha tenido consecuencias desastrosas, no slo para el Luteranismo, mas para toda la Cristiandad de Occidente. A los documentos accesorios provistos por eruditos como Erling Teigen y Jnger Diestelmann, con humildad, hemos querido aadir nuestro testimonio.

    Provincia de Buenos Aires, Argentina, Trinidad, 2006.

    Revisin, Misericordias Domine, 2009.

    Dedico la obra al Revdo. Padre Julio Meinvielle, a Monseor Jacques-Bnigne Bossuet, y, como no podra ser de otro modo, al Obispo Otto Cornelius Jansen, al Revdo. Padre Pasquier Quesnel, y a todos los grandes dogmticos Agustinianos perseguidos y muertos por los herejes y falsos profetas en el Poder religioso de su tiempo; similares a los de ahora, que han originado, y trado, en conjunto, la Ruina de la Cristiandad.

    DOM ENRIQUE BROUSSAIN, S.S.S.E.C.J.

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    NDICE

    PRIMERA CARTA La Misa, sacramento y sacrificio. Melanchthon deseaba separar el pan y el vino del cuerpo y la sangre. Posturas iniciales y posteriores de Lutero. Variaciones y sustracciones en documentos Confesionales. Beza concuerda en que el sentido literal se expresa ms perfectamente en Santo Toms. Ejemplos de la Sagrada Escritura. SEGUNDA CARTA Melanchthon y su doctrina del uso. Surge el Antinomianismo entre Luteranos. Odio de muchos de entre los Reformadores contra la Misa. Testimonio de San Ireneo de Lyon. Profeca en Daniel 8. La Iglesia Cristiana jams ense que la Misa sea una obra que salva por el mero hecho de participar en ella, aparte de la fe. Doctrinas de los Husitas. Lutero reconoce el poder y significado de las Palabras de Institucin. Mantiene la Elevacin y la Adoracin. Melanchthon impone en Ratisbona su doctrina del recepcionismo. Argumentos bblicos contra esta falsa enseanza. Cartas a Wolferinus. Cuestin de la duracin de la Presencia Real. Lutero llama a la Misa venerabilis & adorabilis eucharistia, y reitera que la Hostia debe ser elevada. Repudio de Calvino y Melanchthon. El Luteranismo renuncia a Lutero, y asiente al recepcionismo como doctrina oficial en Leipzig, signando el acuerdo en Dresde. Fracaso de la Reforma de Lutero. Origen de movimientos antitradicionales que apresuraron la decadencia de Europa y la Cristiandad. TERCERA CARTA Fin de la Historia, mas no de la humanidad. Los predestinados, objeto del amor divino. Cita de padres de la Iglesia sobre la Presencia Real en el Sacramento por las palabras de la consagracin. La Misa como sacramento sacrificial. CUARTA CARTA Examen de los argumentos de los adversarios. Se estudia la Carta de S. Pablo a los Hebreos. Se prueba por la misma la veracidad de las doctrinas defendidas. Refutacin de los adversarios por medio de la Sagrada Escritura.

    QUINTA CARTA Cuestiones prcticas. La adoracin espiritual. Diferencias entre espiritual y espiritualista. El Dr. Hardt escribe sobre la polmica entre Lutero y Zwinglio. No es preciso relacionar toda doctrina con la de la justificacin. El reduccionismo teolgico. Significados de los actos de la divina liturgia y devociones para la participacin de los Cristianos en la Misa. Misterios de la Eleccin de Gracia. Nota sobre Lucas, 23.34. SEXTA CARTA Nuevas pruebas de la Sagrada Escritura. El sacramento sacrificial, y la presentificacin del Sacrificio, en la mstica comunin de los fieles en el Calvario. Aplicacin de la redencin y del perdn de pecados, primario objeto de la Santa Misa. Actitud de los Cristianos ante este privilegio. El Sacrificio por el Slo Cristo. Cuestin de la dignidad de los Ministros. Participacin de los fieles en la Misa como sacerdocio. Bendiciones nicas que provienen de la Misa. Intercesin en el Santuario celestial y en el altar. Errores Antinomianos. Las Doctrinas de la Gracia. SPTIMA CARTA Melanchthon y la cuestin de Aerio en la Apologa. Mateo 12.32. El Dr. Felipe dice que los Luteranos no prohben las oraciones por los muertos. Concepto equvoco sobre el significado atribuido a la expresin ex opere operato. Significado de los Sacramentos. Todo lo que era visible

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    en Cristo ha venido a los Sacramentos. La gracia es eficaz; y asimismo lo son los Sacramentos, por la Palabra e institucin de Cristo. Ampliacin del asunto de Aerio. El Ministerio Pblico en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Semejanzas y diferencias. El Oficio de la Palabra y los Sacramentos, y la Iglesia. Profundo significado de la sucesin apostlica. Por qu el Ministro Cristiano es sacerdote. Donde hay altar y sacerdote, hay oblacin. Nota sobre las consecuencias del tema de Aerio en la Apologa. Citas de los padres de la Iglesia. Citas de la Sagrada Escritura que invitan a la reflexin. Nota: Rechazo de Lutero a la doctrina del purgatorio y al estado intermedio. Varias citaciones del Reformador sobre el sueo insensible de los muertos. Discrepancias entre Lutero, Melanchthon y el Luteranismo posterior.

    OCTAVA CARTA El Sumo Sacerdocio de Cristo, el Mediador. El sacerdocio es sacrificador: Cristo, el Pontfice por excelencia. Melquisedec, figura de Cristo en el Antiguo Testamento, y tipo del Sacramento del Altar. Su relacin con las palabras del Seor Cristo al Bautista en el Jordn. Breve teologa del Sacrificio. Los tipos del Gran Da de la Expiacin en Levtico 16. Poder propiciador de la Sangre de Cristo. Cita del Augustinus. Cumplimiento del Convenio de Gracia por parte de Cristo. El sacrificio continuo de Cristo en el Santuario y el Altar, fin del derramamiento de sangre terrenal y columna del mundo. La Palabra del Evangelio es eficaz y efectiva en el Sacramento de modo especial. Notas: La traduccin de Levtico, 16, y el Convenio de Gracia.

    NOVENA CARTA Doctrinas Luteranas que pudieran conservarse en una Restauracin catlica. Catolicidad de la iglesia. Escritura por sobre la Tradicin, que no obstante se retiene. Cristo gobierna la iglesia por la Palabra y los Sacramentos. La iglesia escondida; eficacia de la Palabra; profeca bblica; justificacin y santificacin por la fe, y otras doctrinas. Textos de Johann Gerhard y Wilhelm Loehe sobre el Sacramento del Altar. DCIMA CARTA La Naturaleza y el Pecado. Cada de nuestros primeros padres. Indigencia del hombre. Causa de nuestros pecados. Prdida de la libertad original y enfermedad y ruina del albedro. La nada radical. Concupiscencia e ignorancia; el hombre cado no puede sino pecar. La gracia, que proviene de la sangre de Cristo, devuelve la libertad perfecta. Gracia y Libre Albedro. La Presciencia y Preordinacin de Dios. Obra de la gracia en el alma. La obra de la salvacin, que pertenece a Dios del principio al fin, no anula el albedro en los predestinados. Nmero de estos. La perseverancia de los santos. El Evangelio es ocasin, no causa, de la perdicin de los rprobos. Se bendice a Dios al haber salvado a tantos que merecan la perdicin eterna.

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    PRIMERA CARTA

    Mi querido amigo en Cristo:

    Usted me consulta por la verdadera doctrina del Sacramento del Altar, e inquiere si, para los genuinos Luteranos, como Ud. les llama, la Misa debe ser no slo un Sacramento, ms asimismo un Sacrificio, cosa objetada fanticamente y con odio entre los Reformadores, especialmente por el nefasto Felipe de Melanchthon, firmante del Acta Masnica de Colonia en 1535. Justamente, la principal preocupacin del Dr. Felipe era separar el pan y el vino del cuerpo y la sangre de Cristo en el altar por las palabras de consagracin, puesto que al admitir la Presencia Real hecha por las palabras de institucin, como lo convino el mismo Lutero hasta su muerte, (y Lutero inclua la elevacin y la adoracin,) era irrebatible que el cuerpo y la sangre realmente presentes en el altar Luterano eran sacrificio agradable al Padre, por la cual l confera el perdn de pecados; y entonces no se vea el por qu deba rechazarse la Misa en la iglesia. Lutero muri creyendo en esto con firmeza; y, cmo luego le demostrar, no fue sino por una imperdonable

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    debilidad que l concedi a Bucero, y otros de la ralea de ste, que la Presencia Real se vinculaba con el uso, algo que Lutero nunca crey, ya que pensaba que ella permaneca en las especies hasta la alteracin de stas, como lo haba enseado la Iglesia Catlica desde los tiempos ms remotos (Luther; Serm. Contr. Sverm. Id. Epist. Ad qemd. Hospiniano II, Pg. 14, 44, 132 &c.) Usted asimismo me habla de serias divergencias entre los Reformadores; menciona usted que en sus investigaciones ha descubierto una sucesin de discrepancias y una penosa vaguedad entre las distintas Confesiones Reformadas; y, por ltimo, me consulta usted sobre nuestra doctrina en la materia. Planeo escribirle un nmero de cartas, (o al menos no solamente esta,) rogando por su paciencia, pues no me ser posible corresponderle de manera inmediata, y llevar algn tiempo el satisfacer sus preguntas.

    En primer lugar, dejando a un lado las distintas Confesiones de los Reformados [los Suizos y los Calvinistas] desde que no es mi negocio responder por ellos, en tanto me correspondera hacerlo para el partido Luterano, desde que Ud. es uno de ellos djeme decirle que nos encontramos con un nmero de variaciones en vuestros propios Smbolos, (algunas de las cuales ya le hube sealado en aos anteriores;) por ejemplo, la Confesin de Augsburgo dice que el cuerpo y la sangre de Cristo estn realmente presentes en el pan y el vino; en otra Confesin leemos que el cuerpo &c es dado con, y en otra parte con y en; la Variata de la Confesin de Augsburgo (redactada por el retrado conspirador Melanchthon y adoptada por numerosos Luteranos en los primeros das de la Reforma,) hace sus cambios y dice: el cuerpo y la sangre son verdaderamente exhibidos; la versin Francesa lee estn presentes en las especies... y los Artculos de Esmalcalda nos ensean que el pan y el vino son el cuerpo y la sangre de Cristo (un significado con el cual los Romanos realmente concordaban.) Pero no es esto todo; en su Apologa, Melanchthon, (quien, finalmente, terminara repudiando la Presencia Real!) nos deja saber que el pan y el vino cambian por las palabras de institucin, y cita como autoridad la metaballo de la Iglesia Ortodoxa Griega! (Teofilacto.) Y no debemos olvidar aqu las misteriosamente perdidas Cartas de Lutero a Simon Wolferinus eliminadas (quin sabe por medio de quin) de la Declaracin Slida, segn el testimonio de Erling Teigen. Chemnitz y Gerhard, por su parte, siguiendo en esto la tradicin Gnesio Luterana, a la que Ud. se afilia, ensearon que el pan y el vino son transformados (ver El Sacramento del Altar, por el Rev. Dr.Tom Hardt,) en el cuerpo y la sangre. an cuando ellos desechan el uso, no el significado, de la voz de Sto. Toms de Aquino, transubstanciacin. En tanto reflexionamos con sombra prudencia sobre esta sorprendente variedad y gnero de afirmaciones, ser oportuno retener en mente, que el mismo Teodoro de Beza, el heredero de Calvino, dijo, en la Conferencia Libre de los Reformadores, que tuvo lugar en Montpellier, que si ellos [los Reformados] debiesen adoptar el sentido literal urgido y sostenido por Lutero, entonces todo el partido de la Reforma deba concordar en la definicin Catlico Romana, desde que es la ms apropiada al sentido literal (Conf. Mont. Gen. Ed. 1587. p. 52;) puesto que los transubstanciadores mantienen que por las palabras de institucin el pan es ahora el Cuerpo de Cristo: Esta, y nada ms, debe ser la comprensin literal de Este Es Mi Cuerpo; pero la posicin Luterana segn la cual las palabras Este Es Mi Cuerpo, al significar que Mi cuerpo est en, con o bajo el pan no nos permiten saber qu se ha hecho con el pan, y qu cosa es aquello, que ahora es el Cuerpo; la proposicin Luterana slo nos permite entrever dnde est el Cuerpo de Cristo. Y es este un buen punto en Beza, desde que, cuando nuestro querido Seor tom el pan, entendiendo hacer algo con l, l debi decirnos qu haba hecho con el pan; y es llanamente claro que el pan, por la omnipotente Palabra, termin siendo lo que el Seor quera que fuese. Por lo tanto, aquellas sagradas palabras nos facultan comprender que el Seor quera hacer del pan Su Cuerpo, de tal manera que todos los hombres pudiesen comprenderlo, cuando l dice, Este Es Mi Cuerpo. As, pues, el pan termina siendo, no slo figurativamente, como queran los Sacramentarios, mas literalmente, el verdadero cuerpo de Cristo; y no nos es posible sino admitir que el pan viene a ser el Cuerpo de Cristo; o bien figurativamente, o bien substancialmente. Por lo tanto, no podemos sino concluir que Beza est en lo correcto al plantear esto; y as debemos concordar que el pan es el Cuerpo de Cristo segn la definicin de Santo Toms, puesto que ella asegura y consolida el sentido literal reclamado por Lutero, en tanto la frmula adicional que por ltimo asumiese el partido Luterano en su mayora yerra el tiro, discrepando del sentido literal comn y las expresiones verbales cotidianas, y dando lugar, como resultado, a muchas divergencias & confusiones dentro del Luteranismo, como aquellas de los Filipistas y los Recepcionistas. En las palabras de institucin se habla de substancia, y no de accidentes, o aspectos secundarios; cuando el Seor dice Este Es Mi Cuerpo el cambio es substancial, y por un milagro & prodigio el pan y el vino son ahora el cuerpo y la sangre de Cristo. Si adherimos con firmeza al sentido literal, como Lutero quera, no es suficiente con creer que el Cuerpo est en el pan; no, de ningn modo;

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    tenemos que confesar que el Cuerpo constituye toda la substancia del Sacramento; porque Cristo no dice: Mi Cuerpo est aqu, o Esto encierra Mi Cuerpo; ni tampoco dice l, Este pan es Mi Cuerpo: sino ESTO es Mi Cuerpo, en un giro de frase indefinida, no mencionando el pan o entendiendo que el pan se mezclara con Su Cuerpo, o que el Cuerpo est encerrado dentro del pan; mas dice que aquello que era pan, ahora Es Su Cuerpo. Y as como, si hubiese dicho cuando convirti el agua en vino: Lo que os van a dar a beber es vino, no se deba entender que l conservaba juntos el agua y el vino, sino que haba mudado el agua en vino: del mismo modo, cuando afirma que lo que presenta es Su cuerpo, de ninguna manera se debe entender que mezcla Su cuerpo con el agua, sino que cambia efectivamente el pan en Su cuerpo. A esta conclusin, y no otra, es la que nos lleva el sentido literal, y esto no fue comprendido por los Luteranos tras la muerte de Lutero. Calvino concuerda con esta elucidacin (Inst. Libro iv, Cap. 17, Par. 30 &c.) Un simple ejemplo Bblico nos auxiliar a completar las conclusiones. As como la vara de Moiss no fue serpiente sin transubstanciacin, tampoco el agua fue sangre en Egipto, ni cambi en vino en las Bodas de Can, sin que antes cambiara su naturaleza. Asimismo, el pan en la Sagrada Cena no puede ser real y substancialmente el Cuerpo de Cristo, si antes no vino a ser Su carne, perdindose la forma y substancia del pan.

    Probablemente los Luteranos que siguen la doctrina del cuerpo encerrado en el pan, alegaran que el Sacramento sera destruido al quitar, como lo proponemos, la substancia del pan y el vino. Con respecto a Lutero, no consta, sin embargo, que l haya presentado esta objecin, en ninguno de sus escritos; y en realidad no creo que lo hiciera, ya que no tendra sentido resistirse a ello. Pues todos sabemos que un Sacramento, segn este anlisis, consiste en lo que aparece, y no en la substancia. No fue necesario mostrarle a Faran las siete vacas y las siete espigas corporalmente; era suficiente para ello con la imagen que l se haba formado de ello en su conciencia. En cuanto a la paloma que representaba al Espritu Santo (para emplear un ejemplo caro a Lutero,) con toda esa pureza y el honesto amor que inspira en las almas de los santos, no era por cierto importante que ella fuese una verdadera paloma, que visiblemente descendiera sobre el Seor Cristo (Matth., 3.16;) era bastante que tuviese la completa forma externa de una paloma: Asimismo, para que el Sacramento nos seale que Jesucristo es nuestro pan y nuestro vino, es suficiente que se conserven los particulares de estos elementos y sus efectos ordinarios; en una palabra, bastaba que nada se hubiese cambiado en ellos con relacin a los sentidos. As, cuando el Ministro dice (con el poder de las todopoderosas palabras de institucin) sobre el pan, Este Es Mi Cuerpo; y sobre el vino, Esta Es Mi Sangre; debemos creer, segn la Palabra divina, que estos, que nos aparecen en la forma como pan y vino, son ahora el verdadero cuerpo y sangre de Cristo. La mutacin (la metaballo, a la que paradjicamente alude la Apologa de la Confesin de Augsburgo) que aqu interiormente se verifica, sin que se cambie lo exterior, es tambin parte del Sacramento: quiero decir, haciendo perceptible esa mutacin por medio de la Palabra, se nos permite entender que obrando la Palabra del Seor Cristo en el creyente, debe ste ser cambiado con toda seguridad: aunque de otro modo, en su espritu, no reteniendo sino lo externo de cualquier hombre.

    As quedan explicados, querido amigo, los pasajes en que a la Eucarista se le llama pan an despus de la consagracin; y esta dificultad se resuelve claramente por la regla que ordena cuando se habla de una cosa convertida en otra, y por la otra relativa a cuando una cosa parece lo que no es. Por la primera regla, el pan, que ya es el Cuerpo de Cristo, es llamado pan, como en el xodo la vara, que ya era una serpiente, es llamada vara (xodo, 7. 12, 20;) y el agua, que ya era sangre, es llamada agua. Se acude a estas expresiones para manifestar juntamente, de este modo, la cosa que ha sido hecha, como la materia que se ha empleado para hacerla. Por la segunda regla, as como en las Escrituras a los ngeles que se aparecen en figura humana, se les llama ngeles porque lo eran, y a la vez hombres porque esto parecan; del mismo modo la Eucarista se llamar Cuerpo de Cristo porque lo es, y pan porque lo parece. As es; y cuando el Santo Escrito nos explica una misma cosa con diversas expresiones, para eliminar toda ambigedad permanece siempre el pasaje principal, al que deben referirse todos los dems: en ste se expresan las cosas, tales como son, en trminos precisos. Si a los ngeles se les llama hombres en algunos pasajes de la Escritura, habr en la Escritura algn otro pasaje por el que claramente comprendemos que son ngeles. Si a la sangre y a la serpiente se les llama agua y vara en un pasaje, encontraremos el pasaje principal donde claramente se seala el cambio. Y entonces, Cul ha de ser el pasaje principal por el cual Dios nos ensea sobre la Eucarista, sino aquel de su institucin, por el cual nuestro Seor Cristo ha hecho que el Sacramento sea lo que es? As, cuando queremos nombrarlo, refirindonos a lo que ha sido y a lo que aparenta, podremos llamarlo pan y vino; pero cuando queramos nombrarlo, refirindonos a lo que el Sacramento es en s mismo,

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    no tendremos otras palabras que el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Y es de esta manera, y no de otra, que deberemos definirlo; puesto que l jams puede ser sino lo que ha sido hecho por las palabras todopoderosas que le dan el ser.

    Cordialmente suyo,

    En Cristo,

    + Enrique I. Broussain

    SEGUNDA CARTA

    Estimado amigo en Cristo:

    En respuesta a mi anterior, veo que manifiesta usted singular desasosiego ante las labores emprendidas por Felipe de Melanchthon en menoscabo, no slo de la doctrina de Lutero sobre el Sacramento, mas de la ciencia general que la Iglesia Catlica Indivisa ha sostenido sobre este punto esencial de la doctrina, desde sus mismos comienzos. Continuar mi correspondencia, pues, dicindole que all por el ao del Seor de 1544, cuando ya Lutero daba por finalizados sus esfuerzos con el partido de los Sacramentarios, y luego de la nueva Confesin de Fe suscripta por el sutil sofista Bucero, (quien no cejaba en sus variaciones sobre el dogma,) Melanchthon, a su vez, laboraba incansablemente en el persistente esfuerzo por disminuir, y hasta eliminar, si esto le fuera posible, la Presencia Real del cuerpo y la sangre de Cristo en el Sacramento por las palabras de institucin. Ya haba decidido que esto habra de lograrse restringindola al preciso tiempo del uso. Luego de la muerte de Lutero, este funesto error del Dr. Felipe se transform en regla principal del Luteranismo; salvo honrosas excepciones, la iglesia Luterana fue conducida a un erial sectario, al que jams debi arribar.

    No fueron estas las nicas innovaciones y cambios; a tal punto se pervirti la enseanza sobre la doctrina de la Justificacin, que la iglesia Luterana vino a ser Antinomiana a todo efecto; y a esto se lleg, no slo por la eventual denuncia de errores manifiestos en la Iglesia de Roma, mas atribuyndole a sta doctrinas que jams ense, como es fcil de ver, si usted lee con atencin los Cnones del Decreto sobre Justificacin del Concilio de Trento: se sorprender usted al ver que Lutero, en sus primeros tiempos y en la Confesin de Augsburgo, y el mismo Melanchthon, en su Apologa, no exhiban insalvables discrepancias con las definiciones de Trento, como s ciertamente sucedi con posteriores Confesiones y aserciones de telogos post-Luteranos, o neo-Luteranos. Ahora bien, No resulta extraordinario que, exceptuando a Lutero (al menos en su ltima poca) y unos pocos seguidores, conocidos, luego, como Ud. lo reporta, como Gnesio [genuinos] Luteranos, el resto del partido, de un mismo modo que los Suizos y los Calvinistas, haya manifestado tan grande odio a la Misa, como Sacramento del Altar; esa Misa que acompaa a la Iglesia Cristiana desde el principio: ya en un autor tan antiguo como San Irineo de Lyon, en el siglo II, se llama y conoce a la Eucarista de esta manera, es decir, como Sacramento del Altar, con la Presencia Real de Cristo en las especies del pan y del vino: y tambin como Sacrificio (Adv. Hreses, T. iv, 17, 4, 127.) Pues donde hay un altar, y en l un Cordero sacrificado y herido (repito aqu las palabras de Chemnitz!) hay, desde luego, un Sacrificio. De algn modo vienen a mi mente en este momento las visiones del profeta Daniel, en el captulo 8 de su extraordinario Libro, donde anuncia que se quitar el sacrificio continuo... Como sea, en la Misa, la Presencia Real de Cristo da honra al Padre y santifica a los fieles. Pero parece que los enemigos de la Reforma de Lutero, por un lado, y de la Iglesia Cristiana, por el otro, no entendan estas cosas del modo en que nosotros las concebimos; y repudiaron abiertamente la Presencia Real efectuada por las palabras de consagracin, la Oblacin que esto implica, y la Elevacin y Adoracin del Sacramento, que Lutero practic y ense, en el mismo fin de sus das sobre este valle de lgrimas.

    Los enemigos de la Misa decan entonces que la Iglesia de Roma (Y por qu no la Iglesia Griega? Estos tenan y tienen una misma doctrina; y no obstante Melanchthon durante largo tiempo trat de integrar a los Ortodoxos con la Reforma,) atribua a la Presencia Real y la accin de la Misa el poder de salvar a los hombres independientemente de la fe, lo cual, por supuesto, no es as, tal como cualquiera que conoce la doctrina Romana sobre este punto y lee el Canon de la Misa Latina, puede sencillamente percibirlo. Por

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    ejemplo, poco antes de la Comunin, el Ministro dice, Oh Seor Jesucristo, que has dado la vida al mundo por Tu muerte, lbrame de todos mis pecados por medio de Tu cuerpo y de Tu sangre, oracin de la cual no hay motivo alguno para dudar que sea hecha en fe, y fe salvadora en la sangre de Cristo que quita todo pecado. No observamos qu pudiere haber aqu de salvacin por las obras...

    As pues, por la Misa, la iglesia de todos los tiempos ha entendido una celebracin donde es dado y recibido el perdn de pecados, como el principal, aunque no el nico, objeto de la reunin eucarstica, all tambin la congregacin, la Ecclesia Christi presente en ese lugar, a su vez, participa, por el Obispo que oficia, o el Pastor, la Misa para la redencin: no para merecerla de nuevo, pues sta tuvo en la Cruz el altar para la nica ofrenda por el pecado, sino en accin de gracias por un beneficio tan grande, que nos es aplicado en el Sacramento. Y aqu ser propio recordar que los as llamados pre-Reformadores, Joann., Huss y Jernimo de Praga, de Bohemia, tan alabados por los Protestantes desde el comienzo de la Reforma, celebraron la Misa (aunque dando ambas especies al pueblo,) como Sacramento y Sacrificio, enseando la doctrina de la transubstanciacin (De La Roque, Histoire de lEucharistie, II, c. 10, Pg. 484.)

    Como sea, la Reforma post-Lutero se levant con rencor contra la Misa Cristiana; nada desearon tanto sus maestros como minar & arruinar su fundamento: la Presencia Real; los Catlicos apoyaban toda la virtud de la Misa en esta Presencia; y ella era el nico cimiento de la oblacin y de todo el resto del culto. Lutero, pese a su inicial propsito de abolir la Misa en su totalidad, luego, al comprender que l jams renunciara al sentido literal de las palabras de consagracin, advirti que as la Misa subsista con toda su doctrina e integridad; pues al convenir la conservacin del sentido literal, l ya no poda sino afirmar que la Eucarista no solamente era el verdadero cuerpo de Cristo, (desde que el Seor Cristo haba dicho Este Es Mi Cuerpo,) sino, asimismo, que la Eucarista era el cuerpo porque Jess as lo haba dicho, y por lo tanto lo era antes de la recepcin, y desde la consagracin: porque, en fin, el Seor no dijo: Este Ser Mi Cuerpo, sino ESTE ES MI CUERPO, doctrina en que consiste toda la Misa.

    Entendemos que aceptando esto, Lutero no poda sino reconocer una Presencia permanente y fuera del uso (especficamente: no en la recepcin,) por lo cual retuvo la Elevacin de la Hostia y la Adoracin del Sacramento, como brillantemente lo ha demostrado el Dr. Tom Hardt. Y pese a que la suprimi en 1544 por las presiones del Elector, la restaur, como luego veremos, al ao siguiente, harto de Melanchthon y de las desviaciones indudables del partido Filipista. Ahora bien; ante esta creencia tan patente de Lutero sobre la Presencia Real desde la consagracin, y todos sus efectos, no tena propsito seguir objetando que la Misa no solamente es el Sacramento del Altar, mas tambin el Sacrificio del Altar. Pues, qu har el Seor Cristo antes de que se comulgue Su cuerpo y sangre, sino, como Mediador, presentarse ante Su Padre en nuestro favor? Exasperado ante la firme postura de Lutero y las consecuencias negativas que esta allegaba para sus propsitos masnicos de unidad entre las sectas Protestantes (y para destruir, no para reformar, la Iglesia de Occidente,) Melanchthon trat de aguzar su talento para reducir la Presencia Real solamente a la recepcin. As, en la Conferencia de Ratisbona hizo pblico este aspecto de su doctrina, que lo divida ahora de Lutero. Transcurra el ao del Seor de 1541; Carlos V haba ordenado esta Conferencia con el propsito de que Catlicos Romanos y Luteranos meditaran los medios de reconciliar ambas partes. Sin embargo, y alejndose de estos fines, nobles por cierto, Melanchthon dijo que si bien l reconoca una Presencia Real y substancial, no poda sino concluir que en la Eucarista, como en los otros sacramentos, no era sacramento sino en el uso legtimo, es decir, segn l ahora enseaba en cuanto a la Santa Cena de Cristo, en la recepcin actual.

    Ahora bien, querido amigo; no debe escaprsenos que la comparacin que haca el malhadado Dr. Felipe era un argumento muy frgil; pues en signos de esta cualidad, instituidos por el Dios-Hombre, no nos corresponde a nosotros sealar cul fue Su voluntad al establecer este o aquel sacramento, o si estos estn sujetos a leyes generales; ya que el Seor pudo haber tenido diversos propsitos al crearlos, lo que debe reflexionarse segn las palabras que utiliz para cada uno de ellos. Sobre el Sacramento del Altar, Jess dijo ESTE ES: el efecto es inmediato, tal como poderosas y verdaderas son las palabras y no hay ms argumentos.

    Pero Melanchthon, gran sofista, responda a los Catlicos y a los Gnesio Luteranos (y este era su ltimo testimonio sobre el tema) que la Promesa de Dios no iba dirigida al pan, sino al hombre, de manera que el cuerpo de Cristo estaba en el pan solamente cuando el hombre lo reciba. Nosotros le contestamos: de un mismo modo podra decirse que la amargura de las aguas de Mara no fue remediada (xodo, 15.23;) o que

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    el agua de las Bodas de Can no fue vino (Joann., 2) sino hasta que el lquido fue bebido, porque estos milagros no fueron hechos sino para aquellos hombres que bebieron de esas aguas! As, pues, tal como se cambiaron aquellas aguas, mas no para el agua, de una misma manera podemos tener la certeza de que hay un cambio en el pan, mas no para el pan; y que el pan del cielo, as como el de la tierra se hace y se prepara antes de ser comido. Tal era la mendaz artimaa del recepcionista hertico y renegado. Esta es la principal traicin del Dr. Felipe contra Martn Lutero; aqu se derriba cualquier propsito de pretensa catolicidad en la Reforma Luterana; y su traicin es todava ms grave, una blasfemia, cuando es una contra el mismo Cristo. Similares consecuencias habr de tener la insercin hertica, en la doctrina de la Justificacin, del concepto de Obediencia Activa de Cristo que lanz la justicia imputativa en la bolsa rota de la mendacidad Antinomiana.

    Los pobres argumentos de Melanchthon, aunque pobres, eran los argumentos de su humana razn contra el misterio de Jesucristo: vanas sutilezas, meros sofismas. El Hermano Melanchthon odiaba la doctrina de Lutero porque odiaba la Catolicidad de la Iglesia de Occidente; l bien saba que la Presencia Real del Cordero sacrificado y herido sobre el altar Luterano, hecha por la consagracin, era algo por s mismo agradable a Dios, que atestiguando de Su suprema grandeza, interceda por los hombres, teniendo el carcter de una verdadera oblacin. Melanchthon, los Filipistas, los Suizos y los Ginebrinos deban destruir la Misa por qu? la respuesta deber hallarla el lector.

    En las Cartas a Simon Wolferinus, vergonzosamente extirpadas del texto de la Declaracin Slida, en la Formula de Concordia Luterana, Lutero intenta discretamente refutar a su ex discpulo, diciendo que la Presencia Real comienza inmediatamente despus del Padrenuestro, que se dice en la Misa Luterana, inmediatamente antes de la consagracin, y permanece hasta que todos han comulgado, y los restos se consumieron, y el Ministro se retir del altar. En este tiempo Lutero ya haba cedido ante Bucero, en el Acuerdo de Wittenberg, su conviccin de que la Presencia Real del cuerpo y la sangre de Cristo permanecan hasta que las especies se alteraban, lo que inclua la Presencia durante las procesiones (Artculos 2 y 3; Luther Serm. Cont. Swerm. Id. Epist. Ad quemd, Hosp. 11; pp. 14, 44, 132, &c.) Pues, si se admite la Presencia Real por la consagracin, (como Lutero y toda la Iglesia de Occidente y Oriente enseaban!) si se hubiese llevado de inmediato la comunin a los enfermos, como Justino registra se haca en su poca (Just. Apol. N. 65 et 67,) qu motivo habra para ensear que el Seor haba excluido Su santa presencia? Solamente por una mera pretensin se intentara quitar la Presencia de Cristo; y para mal de los Filipistas, jams se hall una regla cierta para determinar el tiempo de la presencia en el uso del sacramento, por corto que este fuese, sino por la recepcin actual; pero an peor resultaba que la Misa y la oblacin siempre permanecan, en virtud de las todopoderosas palabras de institucin. Por esto Melanchthon y los Filipistas se aferraron desesperadamente a la recepcin, pues no hallaban otro medio por el cual destruir la Misa y el Sacrificio.

    Asimismo los Filipistas se esforzaron en robar de la Misa Luterana la Elevacin de la Hostia y la Adoracin del Sacramento. Lutero insista en retenerlos, y deca que el sacerdote, al elevar, mostraba a los fieles el Cuerpo de Cristo, como dicindoles, Mirad, este es el Cuerpo que fue entregado para el perdn de nuestros pecados! En 1545, en su Tesis Contra los Doctores de Lovaina, un ao antes de su muerte, Lutero mantiene que la Adoracin del Sacramento es necesaria. Llama entonces al Sacramento del Altar venerabilis & adorabilis eucharistia, la adorable & venerable eucarista. Los Sacramentarios, que haban redo cuando escucharon que Lutero haba prohibido la elevacin, se consternaron; y Calvino escribi que Lutero, al hacer esto haba elevado el dolo en el templo de Dios (Ep. ad Bucer, p.108.) Melanchthon, por su parte, llam a los gnesio Luteranos adoradores de dolos (Corpus Reformatorum, Halle, 1834-1879; 9,626.)

    Fue entonces cuando Melanchthon comprendi que deba avanzar todava un poco ms, si no se quera adoptar la completa posicin Catlico Romana sobre la Eucarista: ERA NECESARIO separar el pan y el vino del cuerpo y la sangre en el altar. El recepcionismo deba adoptarse como la nica doctrina Luterana (ahora bien, Melanchthon nunca explic como se produca la transubstanciacin en los labios del comulgante!) Entonces sucedi lo inesperado: Lutero muri. Fue la hora de Melanchthon y su secta. Logr convencer a los telogos de Wittemberg y Leipzig, quienes, en una reunin con el Elector en Dresde, en 1561, se manifestaron oficializando el Filipismo. La doctrina de Lutero fue rechazada por los Luteranos. Oficialmente se adopt la posicin recepcionista, diciendo que la otra doctrina era horrible y monstruosa, y que en verdad el cuerpo y la sangre de Cristo llegan al hombre cuando este recibe las especies (Vit. et Leip. Theol. Orthod. Conf.; Heidelberg 1573; Hosp. Anno 1561; 27.)

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    Lutero haba dicho en Esmalcalda que el pan y el vino eran el cuerpo y sangre de Cristo substancialmente, recibido tanto por los santos como por impos. Todos los Luteranos suscribieron aquella confesin. Tambin dijo, en su ltima Confesin, que el pan de la eucarista es el verdadero y divino cuerpo de Cristo; y todos ellos lo haban consentido. Melanchthon y la entera Sajonia haban adoptado esta doctrina; pero ahora que Lutero haba muerto, retrocedan, porque no haba modo de negar que si el pan era el cuerpo y el vino era la sangre en al altar por las palabras de consagracin, entonces el pan cambiaba en el cuerpo, ya que no pudiendo ser el pan cuerpo en naturaleza, deba serlo en la mutacin, o cambio. Tambin reconocieron que la doctrina de Lutero daba lugar al Sacrificio de la Misa y la Adoracin del Sacramento.

    As qued sepultada en un largo invierno, y an duerme all, entre fras veladas y el canto de los ruiseores que vigilan los misterios de la Palabra la doctrina Catlica de Lutero y el otro posible destino de la iglesia Luterana, si lo observamos desde nuestra posicin Viejo-Catlica y Jansenista; el Luteranismo comenz a degradarse en una serie de variaciones y alteraciones que lo alejaron de lo que Lutero, rodeado de innumerables tempestades y conflictos, haba designado para su Movimiento de Reforma del Catolicismo. No podemos ahora, estimado amigo, columbrar motivos personales o elementos subjetivos; solamente nos quedan los hechos. La Reforma fue frustrada. La Catolicidad Cristiana de Occidente se resquebraj, y del Calvinismo y las sectas de los Suizos y los Anabaptistas se fue modelando una Europa que march hacia la decadencia, el Humanismo, el Atesmo, el Laicismo, la Revolucin, el Comunismo, y otras plagas, que, entre los antros del Liberalismo secular y anticristiano, no slo ahogan hoy a los pueblos del orbe en sus miasmas, ms han corrompido a todas las iglesias, las Protestantes no menos que las Luteranas, las Luteranas no menos que al Catolicismo.

    Del canto de aquel cisne del que habl Huss haba de surgir una luz para Occidente, muy pronto tan slo quedaron cenizas, acerbas y melanclicas cenizas que apenas entibian el dolor del Salmo fnebre de los escasos sobrevivientes, los nufragos del tiempo del fin, que elevan sus ojos al cielo aguardando la Segunda Venida de Aquel cuyo cuerpo y sangre an comen y beben en la venerable & adorable eucarista.

    Cordialmente suyo,

    + Enrique I. Broussain

    TERCERA CARTA

    Estimado amigo en Cristo:

    Agradezco al Seor que haya sido usted confortado por mis anteriores acerca de cul sea la verdadera doctrina Cristiana sobre el Sacramento y Sacrificio del Altar; como usted dice, nada ms slido para refutar a los antibblicos Filipistas que las pruebas dadas por la misma Escritura, lo que humildemente se intent hacer en la primera de mis cartas; siendo que por medio de la segunda acudimos al veredicto de la Historia, la cual, aunque su fin y sentido se reduzca a la consecucin de los fines divinos, muy especialmente en cuanto a los predestinados, (desde que la Historia finaliza, pero no finaliza la humanidad, que marcha hacia la cesacin del tiempo en la Segunda Venida de Cristo,) la Historia, deca, nos ha procurado elementos que se juzgan suficientes para situarnos en la correcta perspectiva en este asunto. Ahora bien, me pregunta usted si los padres de la iglesia, (que los mismos Luteranos aunque debiera decir Filipistas, ya que son las doctrinas de stos las que dominaron a la iglesia Luterana, citan tan a menudo en los Smbolos confesionales de su iglesia,) han dejado comentarios lo bastante amplios y decisivos sobre esta materia, a fin de que nos resulte claro que sta, y no otra, ha sido la doctrina de la Iglesia Cristiana a travs de los siglos; y lo demanda usted recordndome la cita de San Ireneo que le mencionase anteriormente. A la vez hace llegar las objeciones que los supuestos Luteranos ortodoxos de estos das le han hecho llegar sobre la doctrina de la Misa, no slo como Sacramento, mas como Sacrificio, asunto que tratar de responder, con el slo fin de convencer a los contumaces, y traerles a la verdad de la Escritura, en otra epstola, que probablemente siga a esta. Recurriremos, as, en todo caso, al testimonio de los antiguos, quienes tenan mayor piedad y conocimiento de los que nosotros podemos hoy descubrir mirando alrededor. Para comenzar, pues, le transcribo aqu las citas de los padres que he podido hallar y me han parecido ms apropiadas:

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    Quin ms sacerdote del Dios supremo que nuestro Seor Jesucristo, el cual ofreci sacrificio a Dios Padre, y ofreci aquel mismo que haba ofrecido Melquisedec, esto es el pan y vino, a saber Su cuerpo y sangre? S. Cypriano, Epist. 63.

    As como jams se ve que Melquisedec, que era sacerdote de los gentiles, haya ejecutado sacrificios corporales, sino que solamente ofreci uno de vino y pan, as primeramente nuestro Seor y Salvador, y despus de l los Ministros que ordenados por l han ido a todos los pueblos, con el vino y el pan representan los misterios de Su cuerpo y sangre saludable, cuyos misterios en verdad Melquisedec haba conocido de antiguo por el Espritu divino, usando las elementos de cosas futuras. S. Euseb. Caesarien. Demonstr. Evang. n. 3.

    Vers a los levitas llevando los panes y el cliz del vino, depositndoles en la mesa. Y mientras las preces e invocaciones an no estn terminadas, nada sino pan y vino es hallado. Mas despus que las excelentes y admirables preces hayan sido terminadas, entonces el pan es hecho el cuerpo, y el cliz la sangre de Nuestro Seor Jesucristo. S. Atanasio; Fragmentum apud Eutychum.

    El pan de nuevo es pan en el principio de la comunin; mas luego que el misterio le haya sacrificado, se dice y es hecho el Cuerpo de Cristo. S. Gregorio Nyss.; Oratio in diem luminum.

    Antes de ser consagrado, es pan; mas luego que se aaden las palabras de Cristo, es el Cuerpo de Cristo. S. Ambrosio. De Sacramentis. n. 23.

    Debis saber lo que habis recibido, lo que habis de recibir, y qu es lo que cada da debis recibir. Aquel pan que veis en el altar, santificado por la palabra de Dios, es el Cuerpo de Cristo. S. August.; Sermo.

    Cuando se ponen en los sagrados altares los elementos que han de ser bendecidos con palabras celestiales, antes que sean consagrados con la invocacin del Santo Nombre, hay all la sustancia del pan y del vino; mas despus de las palabras, hay el Cuerpo de Cristo y la Sangre de Cristo. Qu tiene de admirable que quien pudo crear con la Palabra, pueda con la Palabra convertir lo creado? S. Caesario Arles. Hom. 5. De pashate.

    Dando consejo a Sus discpulos de ofrecer a Dios las primicias de Sus criaturas, no como si l estuviese necesitado, sino para que ellos no sean ingratos ni estriles, Jess tom pan, y dio gracias, diciendo: Este Es Mi cuerpo. Asimismo tom el cliz, confes que era Su sangre, y ense un nuevo sacrificio, el del Nuevo Testamento. S. Ireneo de Lyon. Adversus haereses. N. 5.

    Y se llevaba a S mismo en sus manos. Esto en verdad, hermanos; mas cmo puede realizarse en el hombre? Quin lo entender? Pues, quin se lleva a s mismo en sus propias manos? Con las manos de los otros puede ser llevado el hombre; con sus manos, nadie se lleva. Como se entienda esto en David, segn lo que indican las palabras, no lo hallamos; mas en Cristo lo hallamos. Se llevaba Cristo a S mismo en Sus manos, cuando recomendndonos Su mismo cuerpo, dijo: Este Es Mi Cuerpo. Pues llevaba aquel Cuerpo en Sus manos. S. August. Enarratio in Psalm. N., 110.

    De un modo demostrativo dijo: "Este es Mi cuerpo y Esta es Mi sangre;" por ello, no pensars que era una mera figura lo que se expresaba, sino que por una razn oculta, aquello era transformado por el omnipotente Dios en cuerpo y sangre de Cristo, verdaderamente ofrecida; y nosotros, as, hechos participantes, recibimos la vivificante y santificante virtud de Cristo. S. Cyrillo Alexan. In Matth. comment. n. 26.

    Los herejes gnsticos se abstienen de la Eucarista y su consagracin, porque no creen que la Eucarista sea la carne de nuestro Salvador Jesucristo, la cual padeci por nuestros pecados, la cual el Padre por Su bondad resucit. Por lo mismo, los que disputando contradicen el don de Dios, ya estn muertos. S. Ignat. Antioch. Epist. ad Smyrneos, n. 7.

    Despus que comieron los discpulos del pan nuevo y santo, y con la fe entendieron que ellos por medio de l coman Su Cuerpo, continu Cristo explicando y entregando todo el Sacramento. Tom y mezcl el cliz del vino; despus le bendijo, sign y santific asegurando que era Su sangre que haba de ser derramada. Cristo les mand que bebiesen y les explic que aquel cliz que beban era Su sangre: Esta es verdaderamente Mi sangre que por todos vosotros se derrama; tomadla, bebed todos de ella, porque es el Nuevo Testamento en Mi sangre. As como habis visto lo que Yo he hecho, as lo haris en conmemoracin

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    ma. Cuando os congregareis en Mi nombre en la iglesia, en todo lugar, haced lo que hice, en memoria de M; comed Mi cuerpo, y bebed Mi sangre, testamento nuevo y antiguo. Ephrem. Sermo 4 in hebd.

    Por lo cual con toda persuasin comamos esto como el cuerpo y sangre de Cristo. Pues en forma de vino se te da la sangre, para que cuando hayas tomado el cuerpo y sangre de Cristo, te hagas de un mismo cuerpo y sangre con l. Si distribuido en nuestros miembros Su cuerpo y sangre, somos hechos Cristforos, as, segn el Apstol Pedro, nos hacemos consortes de la naturaleza divina. S. Cyrillo Hierosol. Myst., 4.

    El cliz de bendicin que bendecimos acaso no es la comunin de la sangre de Cristo? Muy fielmente lo dijo, y con gran poder; pues con esto quiere significar: Esto que est en el cliz, es lo mismo que man de Su costado, y somos participantes de ello. Le llam cliz de bendicin, porque tenindole en nuestras manos celebramos un mismo Sacramento, admirndonos, sobrecogidos en reverencia por el don inefable, bendiciendo a Cristo por haberla derramado, para que no permaneciramos en el error; y no slo la derram sino que l mismo la ha dado a cada uno de nosotros. Por lo tanto si deseas sangre, dijo, vete no al ara de los dolos ensangrentada con las bestias, sino a Mi altar, rojo con Mi sangre. Qu cosa ms horrible que aqulla? Qu, pregunto, ms cordial que esta? Otra cosa veo, cmo es que t me dices que reciba el Cuerpo de Cristo? Esto an nos falta, que la misma naturaleza se transforma. S. Ambrosio. De mysteriis, n. 50.

    Si Cristo Jess, Seor y Dios nuestro, l mismo es Sumo Sacerdote de Dios Padre, y como sacrificio se ofreci al Padre, y mand que celebrsemos ste en conmemoracin suya, en verdad aquel Ministro que imita lo que hizo Cristo, lo hace en lugar de Cristo y como instrumento suyo: y es as cmo se ofrece en la iglesia a Dios Padre un sacrificio verdadero y pleno. S. Cypriano. Epist. 63, n. 14.

    Vimos al prncipe de los sacerdotes que vena a nosotros, vimos y omos al que ofreca por nosotros Su sangre; vamos ahora tras l, como podemos, nosotros Sus Ministros, para ofrecer el sacrificio por el pueblo; aunque dbiles por nuestra condicin, con todo dignos de honor por el sacrificio; pues aunque no parezca que Cristo es ofrecido ahora, sin embargo l mismo es ofrecido en la tierra cuando se ofrece el Cuerpo de Cristo; y an ms, se manifiesta que es l quien ofrece en nosotros; l, cuya Palabra santifica el sacrificio que se ofrece. S. Ambrosio. Ennarrat. in psalm. 38.

    No vaciles en orar e interceder por nosotros, cuando atrajeres al Verbo con la Palabra, cuando con incruenta particin partieres el Cuerpo y Sangre del Seor, empleando la voz como espada. S. Greg. Nazian. epist. 171.

    Cundo ves al Seor inmolado y reclinado, y al Ministro dedicado al sacrificio y orando, y a todos enrojecidos con aquella sangre, por ventura piensas que ests en la tierra con los hombres, y no, mejor, en el cielo? Reverenciad, reverenciad esta mesa de la cual todos somos participantes; a Cristo inmolado por nosotros, a este sacrificio puesto sobre esta mesa. S. Joan. Chrisost. De sacerd.

    Acaso no ofrecemos cada da? Ofrecemos en verdad, ms recordamos Su muerte, y esta es una, no muchas. Y cmo es una, y no muchas? Porque una sola vez fue ofrecida, como lo fue aquella en el santa sanctorum. Esta es figura de aqulla, y aqulla de sta; siempre ofrecemos la misma, no ahora uno, y maana otro cordero, sino siempre el mismo. Por esto el sacrificio es uno; de otra manera, desde que se ofrece en muchos lugares sern muchos los Cristos? De ningn modo, sino que Cristo es uno en todas partes: l est aqu del todo, y en otra parte tambin; y es un solo cuerpo. De consiguiente, as como ofrecido en muchos lugares es un cuerpo y no muchos, as tambin es un sacrificio. S. Joan. Chrisost. In Epist. ad Hebr. n. 17.

    Por ventura no fue inmolado Cristo una vez por S mismo? Y an as, en el Sacramento, no slo en todas las solemnidades de Pascua, sino cada da, no es l inmolado entre los pueblos? No miente quien, preguntado, responde que le inmola. Pues si los sacramentos no tuviesen la semejanza de aquellas cosas de que son sacramentos, ya no lo seran. S. August. Epist. 98.

    Desde el Oriente al Crepsculo [Malaquas, I. 11.] Qu responderis a esto? Abrid los ojos, pues, y mirad desde el oriente al occidente, y veris que no en un slo lugar, mas en todo lugar es ofrecido el sacrificio de los Cristianos; no a cualquier Dios, sino al que lo predijo, al Dios de Israel. No en un slo lugar, como haba sido mandado a vosotros en la terrena Jerusaln, mas en todo lugar, hasta en la misma Jerusaln. Ni segn el orden de Aarn, sino segn el orden de Melquisedec. S. August. Trac. adver. Iudaeos. n. 9.

    Cree firmemente y de ningn modo dudes, que el mismo Unignito Dios Verbo hecho carne, se ofreci por nosotros en sacrificio a Dios en olor de suavidad; ese mismo Verbo a quien, con el Padre y Espritu

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    Santo, le eran sacrificados animales por los patriarcas y profetas y sacerdotes en tiempos del Antiguo Testamento: a este Verbo ahora, en el tiempo del Nuevo Testamento con el Padre y el Espritu Santo, con los cuales tiene una misma divinidad, la iglesia, por toda la tierra, sin cesar ofrece el sacrificio del pan y del vino con fe y caridad. En aquellos sacrificios, por figuras, se nos significaba qu se nos haba de dar; mas en este sacrificio se nos muestra evidentemente lo que ya se nos ha dado. En aquellos sacrificios se profetizaba que el Hijo de Dios haba de ser muerto por nosotros; en ste se le anuncia muerto por nosotros. ,S. Fulgen. De fide, ad Petrum. 19.

    En los sacrificios de la antigua ley se significaba ste nico sacrificio, en el cual se obra la verdadera remisin de pecados, de cuyo sacrificio no slo a nadie le est prohibido recibir la sangre para alimento; sino que, mejor, todos somos exhortados a beber esta sangre, si queremos participar de la vida. S. August. Quaest. In Heptatec., n. 3.

    En Cristo, suyo

    + Enrique I. Broussain

    CUARTA CARTA

    Estimado amigo en Cristo:

    Luego de haber satisfecho, segn mis posibilidades, la cuestin relativa a citas de los padres de la Iglesia sobre el tema que hemos venido considerando, llega el momento de responder a las objeciones de los falsos profetas. No acudiremos ahora ni a los padres ni a otros argumentos; el nico Maestro de todos, Nuestro Seor Jesucristo, al refutar a los Saduceos slo debata a partir de los libros de Moiss, que eran los nicos que stos aceptaban. As nos ense que contra los heterodoxos no empleemos pruebas que ellos no consienten, sino slo los testimonios sagrados que ellos no rechazan.

    Por esto, al escribir sobre el Sacrificio de la Misa contra los sectarios llamados, de modo espurio, Luteranos, (quienes no son sino discpulos de Melanchthon: mejor cabindoles, pues, el nombre de Filipistas,) gente que dice apoyarse nicamente en los testimonios de la Biblia, procuro llevar a cabo toda la discusin y la explicacin afirmndome, asimismo, solamente en la misma Sagrada Escritura, con la sabidura de los antiguos. No solamente para que aquellos no se gloren diciendo que al negar el carcter sacrificial de la Misa se asientan en el slido fundamento de la Palabra, mas, asimismo, para que los menos instruidos no supongan que el Sacrificio de la Misa no lo establece la autoridad de la Escritura, sino slo doctrinas o usos de hombres; y tambin para que los que yerran por ignorancia puedan recapacitar.

    Para que la verdad se haga evidente, se va a explicar primero en qu estn de acuerdo y en qu se diferencian los Filipistas de nosotros; luego, qu se encuentra en las Sagradas Escrituras acerca del Sacrificio de la Misa; y, finalmente, se respondern las objeciones.

    1. Coincidencias y diferencias entre Gnesio Luteranos y Filipistas sobre el Sacrificio de la Misa.

    Los Filipistas concuerdan en que la Misa se puede llamar sacrificio memorial, porque el verdadero Cuerpo de Cristo, con su verdadera Sangre, se consagra, venera y recibe en memoria del sacrificio ofrecido en la Cruz; pues dice el Seor: Haced esto en memoria de M [Luc., 22, 19; 1 Cor., 11, 24-25.]

    Pero niegan tres cosas. La primera: Que en el altar est el verdadero cuerpo de Cristo, error ya refutado en mis anteriores. La segunda: Que el cuerpo y la sangre de Cristo se ofrezcan a Dios. De modo que aunque admiten la Presencia Real, niegan sin embargo que se ofrezca a Dios este Su verdadero Cuerpo.

    La tercera, consecuencia de las dos primeras: Que en el altar haya una hostia o sacrificio para la expiacin de los pecados.

    Dicen fundarse en la doctrina de la Carta de S. Pablo a los Hebreos, donde se lee que para el perdn del pecado del mundo, basta el ofrecimiento del cuerpo de Cristo hecho de una sola vez en la Cruz. De ah concluyen que, aunque el culto al cuerpo de Cristo en memoria de Su Pasin y Muerte fue instituido por

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    Cristo mismo, sin embargo el ofrecimiento de Su cuerpo como hostia por el pecado es un invento humano, contrario a los textos de la Sagrada Escritura. ~ La palabra hostia significa sacrificio.

    2. Por institucin de Cristo se inmola la Eucarista. Sin embargo, los Viejo-Catlicos ortodoxos sabemos que en el Santo Escrito est sellada la inmolacin de la Eucarista. Los Evangelistas, as (especialmente S. Lucas, 22, y ms an S. Pablo, en I Corintios, 1,) nos dicen que, luego de otras cosas que hizo Nuestro Seor Jesucristo en la Cena, les mand: Haced Esto en memoria de M. Estas palabras, al proferirlas el Divino Maestro, deben ser muy bien examinadas: tanto el pronombre ESTO, como el verbo HACED, como EN MEMORIA DE M.

    Para entender lo que se indica con el pronombre Esto, deben examinarse las palabras que preceden. Lo que antecede es que Jess tom el pan, dio gracias, lo parti, lo dio y dijo: Tomad y comed, Esto es mi Cuerpo que por vosotros es partido, (o, segn San Lucas, es dado.) E inmediatamente aadi: Haced Esto en memoria de M. Como el pronombre ESTO no se limita a sealar unas y a no sealar otras de las cosas que anteceden, se sigue que seala la totalidad de las que anteceden.

    La palabra HACED encierra muchos misterios, pues no dice: Decid esto, sino, Haced Esto, para sealar que lo que manda no consiste en decir SINO EN HACER, y que el decir que figura aqu no es para decir algo, mas para hacer algo; Para que comprendisemos que las palabras de la consagracin son palabras que producen lo que significan.

    Al aadir, en memoria de M, distingue hacer de conmemorar. No dijo: Conmemorad esto, sino: HACED ESTO en memoria de M. Nuestro Seor Jesucristo manda que ESTO, es decir todo lo que precede, se haga en memoria Suya. Lo que se manda es hacer esto y que se haga en memoria de nuestro Seor Jesucristo.

    Como en las palabras hacer esto se entiende no slo hacer el Cuerpo de Cristo sino tambin hacer el Cuerpo de Cristo que se parte o se da por nosotros, queda claro que nuestro querido Seor Jesucristo mand que HICISEMOS Su cuerpo que por vosotros es partido y s da, como si dijese: Que se inmola por vosotros; pues slo es partido y se da en cuanto se parte y se ofrece en la Cruz (esto significa se inmola) por vosotros. Por consiguiente, Hacer Mi Cuerpo que Se Inmola por vosotros es lo mismo que Hacer Mi Cuerpo en cuanto a que se inmola, o sacrifica, por vosotros.

    Para que entienda usted mejor lo que digo, advierta que si nuestro Seor Jesucristo hubiese aadido las palabras que por vosotros se parte, o se da, slo para expresar la realidad de Su Cuerpo, hubiese sido suficiente decir: Esto es lo que es visto en Mi persona, o algo similar. Pero lejos del Seor Cristo un lenguaje impreciso; pues negado esto, se quita toda certeza a las palabras. Y nos perderamos entre infinitas posibilidades. Al decir, pues, que por vosotros se parte o se da, significa exactamente: Haced Mi Cuerpo en tanto se ofrece por vosotros, y eso mismo hacedlo en memoria de M.

    HACER ESTO en memoria de Cristo es ms que hacer el Cuerpo de Cristo consagrndolo, porque es adems hacer el Cuerpo de Cristo que se da y se parte por vosotros. Asimismo, es algo ms que recordar a Cristo, porque es HACER, en recuerdo de Cristo, Su Cuerpo que se da, y es partido por nosotros. Adems, darse y partirse por nosotros, equivale a ser inmolado por nosotros, pues darse significa, genricamente, ofrecerse, y partirse significa especficamente el modo de ofrecerse, es decir, en padecimiento: El se ofreci a S mismo a Dios en la Cruz a travs de la fractura y herida de Sus manos, pies y costado por nosotros. Por consiguiente, cuando Nuestro Seor Jesucristo mand HACED ESTO en memoria de M, mand: Haced Esto como INMOLACIN en memoria de M. Hacer el Cuerpo de Cristo que se inmola es Hacerlo Inmolndolo, o por modo de inmolacin, de modo que sea el Cuerpo de Cristo en cuanto es inmolado. Si no hacemos estas dos cosas: 1: Hacer el Cuerpo de Cristo consagrndolo; y 2: Inmolando lo que se da y se parte por nosotros, no hacemos el Cuerpo de Cristo que se inmola. A esto se aade otra cosa ms, a saber, 3 Hacerlo en memoria de Jesucristo.

    Consideremos lo que se efectu en la Cena del Seor, para as entender cmo corresponde institucin con institucin, hecho con hecho, e inmolacin con inmolacin. La Cena Pascual, instituida en memoria del xodo de Egipto, consista, de hecho, de una inmolacin, de modo que la misma Cena era la inmolacin del cordero Pascual. De igual modo, nuestro Seor Jesucristo, al concluir el sacrificio del cordero Pascual, instituye nuestra nueva Pascua en S mismo, cuando se inmola diciendo: Esto es Mi Cuerpo que se da por vosotros, o que por vosotros es partido: Haced esto en memoria de M. Como si dijese de palabra lo que expresaba con el hecho de la sustitucin: as como hasta ahora hacais la Pascua en memoria de la salida de Egipto, a partir de ahora haced esto en memoria de Mi inmolacin. Como si hablara por la misma sustitucin de la

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    antigua Pascua con la nueva, y dijese: Aquella Pascua la hacais inmolndola en una cena, juntos; ahora HACED ESTO inmolndolo en vuestra mesa en comn, en memoria de M.

    De modo que por tal sustitucin de la antigua Pascua por la nueva, se da a entender que cuando dice: Haced esto en memoria de M, se refiere a que hay que hacerlo por modo de inmolacin, pues en la antigua Pascua se haca de tal manera.

    Que tal sea el sentido autntico de este mandamiento, lo prueban los hechos relatados por San Pablo en I Corintios, 10. Pablo enumera entre las cosas inmoladas el pan santo y el cliz de la Sangre de Cristo; trata a nuestra mesa como altar; y pone a los que comen y beben de la mesa del Seor como a los que comen y beben cosas inmoladas. Con esto queda claro, por una parte, que los Apstoles haban entendido el mandato de Cristo: Haced esto en memoria ma, como hacer la Eucarista inmolndola; por otra parte, que en la Iglesia de Cristo, en tiempos de los Apstoles, la Eucarista era no slo sacramento sino tambin sacrificio; y adems, que se considera como inmolacin del Cuerpo y de la Sangre del Seor no slo en los usos de la iglesia y en los libros de los Doctores de la Palabra, sino tambin en la Sagrada Escritura.

    Las palabras del Apstol son estas: Por tanto, amados mos, huid de la idolatra. Como a sabios os hablo; juzgad vosotros lo que digo. El cliz de bendicin que bendecimos, no es la comunin de la sangre de Cristo? El pan que partimos, no es la comunin del cuerpo de Cristo? Porque todos los que participamos del mismo pan, aunque muchos, venimos a ser un solo pan, un solo Cuerpo. Considerad a Israel segn la carne: los que entre ellos comen de los sacrificios no tienen parte con el altar? Qu digo pues? Que el dolo es algo? o que sea algo lo que es sacrificado los dolos? No; antes digo que lo que los Gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios: y no querra que vosotros tuvieseis sociedad con los demonios; pues no podis beber el cliz del Seor, y el cliz de los demonios. Esto es lo que Pablo, inspirado por el Espritu, dice.

    Con estas palabras queda claro que el Apstol coloca el pan que partimos, y el cliz de bendicin en el mismo rango que las vctimas levticas del antiguo Israel y aquello inmolado a los demonios; que sita la Mesa del Seor en la misma categora que el altar de Israel y la mesa de los demonios; y que pone a los que comen de la Mesa del Seor y beben de aquel cliz, en el mismo rango que los que participan de las vctimas de Israel, y comen las cosas inmoladas a los demonios. Con estas razones, alega S. Pablo que los santos no pueden tomar parte de las cosas inmoladas a Dios y a los demonios.

    Si el pan y el cliz de Cristo no se inmolasen a Dios, toda la argumentacin de Pablo, tanto acerca de las cosas inmoladas al Dios verdadero por el antiguo Israel como a los demonios por los Gentiles, caera irremisiblemente. Pero su testimonio sobre cmo en su tiempo se inmolaban el pan y el cliz de Cristo es tan claro, que no necesita ninguna explicacin.

    3. Por institucin de Cristo, la Eucarista se inmola en remisin de los pecados. Con el mismo mandamiento de Nuestro Seor Jesucristo y siguiendo anlogo proceder se refuta fcilmente otra negacin que es propia, sino de todos, de la mayora de los Filipistas; que haya una Hostia o Sacrificio para la expiacin de los pecados.

    En San Mateo, 26, 28 Nuestro querido Seor Jesucristo, al tomar el cliz, no slo dijo: Esta es Mi Sangre, que es derramada por vosotros, mas aadi: Para remisin de los pecados, y luego: Haced Esto en memoria de M.,

    De modo que en el mandamiento: HACED ESTO, se incluye HACER la Sangre de Cristo en el cliz, inmolndola, no slo en cuanto se derrama, sino tambin en cuanto se derrama por muchos para la remisin de sus pecados. Lo que exactamente quieren decir estas palabras, es que as como el derramamiento de sangre en remisin de los pecados es la propia vctima cruenta dada como ofrenda por nuestros pecados, de un mismo modo, HACER, como tal, el cliz de tal Sangre que se derrama para la remisin de los pecados es inmolar el cliz de la Sangre en cuanto ella se derrama para la remisin de los pecados: en cuanto realiza esa misma remisin. Derramarse para la remisin de los pecados es realizar esta misma remisin de manera objetiva, independientemente de cul sea el efecto: uno de bendicin para los fieles, otro de condena para los impos. Por lo tanto, no es esto una invencin de los hombres, mas entender claramente y obedecer al mandamiento divino; esto es; no slo ofrecer el Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino en memoria de Nuestro Seor Jesucristo, sino tambin ofrecerlos en expiacin de los pecados. Es ms, el uso de todas las Iglesias, no slo las Latinas, y Greco-Rusa, sino tambin de las Armenias, Sirias y las otras difundidas por toda la tierra, en todas las eras, resulta la mejor elucidacin de esta doctrina. Desde antiguo ha sido explicado as.

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    Advirtase la Divina armona entre el ofrecimiento del Cuerpo y la Sangre del Seor Jesucristo como expiacin del pecado, con el comer y beber de los fieles y Ministros para la remisin de los pecados.

    4. Supuestas Objeciones de la Carta a los Hebreos al Sacrificio de la Misa. Clamando que se afirman en la Carta a los Hebreos, Cap. 7 al 10, inclusive, la mayora de nuestros adversarios se levantan contra dos cosas que han quedado establecidas.

    ESTO ES; CONTRA la celebracin cotidiana del ofrecimiento del Sacramento, replican con tres argumentos.

    En primer lugar, alegan contra la multiplicidad de los sacerdotes. Pues segn esta Carta la diferencia entre Cristo, sacerdote del Nuevo Testamento, y el sacerdote del Antiguo Testamento, reside en que Cristo es nico, mientras que ste tena que multiplicarse; ya que Cristo es eterno, mientras que ste era temporal. As que sera impropio afirmar en el Nuevo Testamento una hostia a la que no le basta un nico sacerdote: Cristo; mas exige un sacerdote que sucede a otro segn sucesin temporal, como vemos que sucede con el Sacrificio de la Misa.

    En segundo lugar, alegan sobre la repeticin del ofrecimiento. Pues segn esta Carta, la diferencia entre el sacrificio del Antiguo Testamento y el del Nuevo consiste en que aqul se repeta cada da por los simples sacerdotes, y cada ao a manos del Sumo Sacerdote; mientras que ahora no se repite ni cada da ni cada ao, sino que ha sido ofrecido de una sola vez para siempre. De modo que sera impropio afirmar en el Nuevo Testamento un sacrificio que hay que repetir a menudo.

    En tercer lugar, alegan sobre lo que se ofrece. Pues segn esta Epstola, afirman, la diferencia entre el sacrificio del Antiguo Testamento y el del Nuevo consiste en que en aquel tiempo el sacerdote haca uso de la Sangre de machos cabros y otros animales, mientras que ahora Cristo ha ofrecido, de una sola vez, Su propia Sangre.

    De modo que sera errneo decir que se ofrece por nosotros bajo las especies de pan y vino, siendo que El se ofreci, ms que suficientemente, una sola vez, a S mismo.

    Y ADEMS; EN CONTRA de que el Sacramento sea una hostia para expiacin de los pecados, presentan los adversarios tres argumentos.

    En primer lugar, arguyen de la reiteracin, porque en esta misma Carta se atribuye la reiteracin de Hostias o Sacrificios a la insolvencia de stos para borrar los pecados en tiempos del Antiguo Testamento. Si hubiesen podido lavar los pecados, se hubiesen dejado de ofrecer: por eso en el Nuevo Testamento no tiene que repetirse el ofrecimiento de la Hostia que quita los pecados. Sera incorrecto, entonces, afirmar que en el Nuevo Testamento hay una Hostia por los pecados que sea necesario repetir, como sucedera en la Misa.

    En segundo lugar, arguyen de la suficiencia del sacrificio de Cristo. Porque Cristo, ofrecindose a S mismo en la Cruz con una sola ofrenda, perfeccion a todos los que se le acercan, &c. De modo que aadir en el Nuevo Testamento otra Hostia por los pecados sera cometer una injuria contra la completa suficiencia de Cristo-Hostia por el pecado del mundo.

    En tercer lugar, arguyen de los pecados perdonados, porque (como se indica en esa Carta,) donde ya no hay ms pecados para expiar, no es precisa una Hostia por ellos; sino que todos ya han sido abolidos gracias al Nuevo Testamento, rubricado con la muerte de Cristo.

    De modo que, segn aquello que los Filipistas, en mayora, han afirmado hasta aqu, en el Nuevo Testamento no queda lugar para otra Hostia en remisin de los pecados.

    5. Respuesta a las objeciones. El fundamento de la verdad y de la comprensin de las diversas afirmaciones de la Sagrada Escritura sobre el sacrificio y el sacerdocio del Nuevo Testamento es que hay una sola Hostia, que simple y absolutamente fue inmolada en s misma una sola vez por Cristo mismo, pero que bajo cierto aspecto es o debiera ser inmolada cada da por Cristo a travs de los Ministros en Su Iglesia.

    De modo que en el Nuevo Testamento hay Hostia cruenta y Hostia incruenta; y por ello confesamos que la Hostia cruenta es Jesucristo ofrecido de una sola vez para siempre en el ara de la Cruz por el pecado del mundo, y que la Hostia incruenta fue instituida por Cristo: Y es Su Cuerpo y Sangre bajo las especies de pan y vino, tal como lo sealan las Escrituras. De hecho, la Hostia cruenta y la incruenta NO SON dos hostias sino UNA SOLA, porque la cosa que es hostia, o sacrificio, es una misma cosa. El Cuerpo de Cristo que est en

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    nuestro altar no es distinto del que se ofreci en la Cruz, ni la Sangre de Cristo que est en nuestro altar es distinta de la que se derram en la Cruz.

    Lo que s es distinto es el modo de inmolacin de esta nica y misma Hostia. Porque aquel modo nico, sustancial, y original fue cruento, desde que fue en Su propia figura, derramando Su Sangre en la Cruz al partirse su Cuerpo; mientras que ste, frecuente, externo y dependiente, es un modo incruento, desde que bajo las especies de pan y vino se re-presenta, por modo de inmolacin, a Cristo ofrecido en la Cruz, reunindonos en el Calvario, y en el Olivete, ms all del tiempo, que cesa; pues en el Sacramento morimos con Cristo, y resucitamos con l. Al reunirse los Cristianos para la comunin del cuerpo y sangre de Cristo, hacen de ese da el Da del Seor: es el Sabbat Eterno donde se expresan, a la vez, el Da del Juicio y las Bodas del Cordero.

    Por esto, en el Nuevo Testamento la Hostia cruenta e incruenta es nica, tanto por la realidad que se ofrece, como por el modo de ofrecer, aunque hallemos una diferencia, ya que este ltimo modo (inmolacin incruenta) no se instituy como uno autnomo en s mismo, sino slo en cuanto se refiere a la Hostia cruenta de la Cruz. Esto es evidente para los que comprenden que si una cosa slo existe con relacin a otra, es slo una cosa la que existe. Por consiguiente, no se puede afirmar que en el Nuevo Testamento haya dos sacrificios o dos hostias o dos oblaciones o inmolaciones (no importa qu dictado se le d) por el hecho de tener la Hostia cruenta de Cristo en la Cruz, y la Hostia incruenta de Cristo en el altar. Slo hay una nica Hostia ofrecida una sola vez en la Cruz y que perdura, en modo de inmolacin, por la repeticin frecuente, de acuerdo a la institucin de Cristo en el Sacramento del Altar.

    En nuestro altar, el Oficio de Cristo crea la perduracin de la Hostia que se ofreci en la Cruz. Pero como lo que se ofrece en la Cruz y en el altar es aquello mismo dado que lo que ofrecido en la Cruz y lo que se ofrece en el altar es el mismo Cuerpo de Cristo queda claro que la Hostia del altar no es distinta de la de la Cruz, sino que esa misma Hostia que se ofreci una nica vez en la Cruz persevera, aunque de otro modo, en el altar, por medio de Cristo: Haced esto en memoria de M.

    Si se relacionan estas dos cosas, es decir: Haced esto y en memoria de M, cualquiera podr comprender que sa misma e idntica cosa que se haca entonces, se hace nuevamente en memoria de Cristo: aquello mismo que entonces se parta y se derramaba, es lo que ahora perdura bajo las especies de pan y vino, en memoria del Divino Maestro.

    Ahora bien; dirimamos una a una las objeciones. La primera, acerca de la unidad del sacerdote. En el Nuevo Testamento hay un solo sacerdote, Cristo, y l mismo es el sacerdote en nuestro altar, pues los Ministros no consagran el Cuerpo y la Sangre de Cristo a ttulo personal sino en la Persona o en lugar de Cristo, tal como lo prueban las palabras de la consagracin. De modo que los ofrecen por mandamiento y en lugar de Cristo. El Ministro no dice: Esto es el Cuerpo de Cristo, sino: Esto es mi Cuerpo, haciendo en la Persona de Cristo, en lugar de l, tal como l lo hubo mandado: Haced Esto el Cuerpo de Cristo bajo la especie de pan.

    Cuando se nos arguye que es errneo que en el Nuevo Testamento se ensee otra Hostia, una a la que no le basta Cristo, sino que necesita que le sucedan a l otros Ministros sacrificadores, respondemos diciendo que no es lo mismo alegar DIVERSAS Hostias que requieren sucesin de Ministros, que afirmar la perduracin de LA MISMA Hostia ofrecida en la Cruz, requiriendo una sucesin de Ministros. Lo primero no convendra a las glorias del Nuevo Testamento; mientras que lo segundo est en conformidad con l; esto es, que aquella vctima que fue ofrecida de una sola vez es la nica agradable al Padre.

    A la segunda, acerca de la repeticin, decimos que en el Nuevo Testamento no se repite el sacrificio u ofrecimiento mas que PERDURA, EN MODO DE INMOLACIN, EL NICO SACRIFICIO QUE SE OFRECI UNA VEZ. La repeticin se da slo en el modo de perdurar, no en la cosa misma que se ofrece. Es ms: el mismo modo que se repite no concurre al sacrificio por s mismo, mas para conmemorar incruentamente la ofrenda de la Cruz.

    Tal repeticin no contradice la doctrina de la Carta a los Hebreos, como lo prueban aquellas palabras que dicen que si se repitiese el sacrificio del Nuevo Testamento sera necesario que Cristo sufriese varias veces. Est claro que esas palabras se refieren a la repeticin del sacrificio y no a la repeticin de este modo de inmolacin en el Sacramento instituido por Nuestro Seor Cristo.

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    A la tercera, que se refiere a lo que se ofrece, decimos que al hecho de que Cristo derramase una sola vez Su propia Sangre de modo ms que suficiente y abundante, le conviene la perduracin en el Sacramento, en modo de inmolacin, de aquella nica y tan suficiente Su efusin de sangre en la Cruz.

    Respondiendo a la primera de aquellas objeciones contrarias a la Santa Cena de Cristo en cuanto Hostia o Sacrificio por el pecado, concordamos en decir que en el Antiguo Testamento se haba determinado la reiteracin de la Hostia a causa de su ineficacia para borrar los pecados. A esto replican los adversarios, que por esto mismo es impropio decir que en el Nuevo Testamento hay que multiplicar las Hostias por los pecados. Si se habla propiamente, estamos de acuerdo en todo, porque en la Misa no se multiplica la Hostia, sino que en cada Misa se vuelve a conmemorar la misma Hostia que fue ofrecida en la Cruz, y que perdura en modo de inmolacin.

    A la segunda decimos que es ajeno a los fieles pensar siquiera que la Misa sea celebrada para suplir la eficacia de la Hostia que se ofreci en la Cruz. La Misa se celebra como vehculo de la remisin de los pecados, que Cristo obtuvo para nosotros en la Cruz, de tal modo que as como no hay otra Hostia distinta, ninguna otra nos alcanza remisin de pecados. Del mismo modo que Cristo entr en el Santuario con Su propia Sangre y sigue siendo Sacerdote eternamente para interceder por nosotros (como est escrito en la Carta de Pablo a los Hebreos,) tambin sigue estando con nosotros por la Eucarista, en modo de inmolacin, para interceder por nosotros. As como la suma suficiencia y la eficacia del sacrificio en el ara de la Cruz no excluye que Cristo est en el Santuario celestial, cumpliendo Su oficio sacerdotal, intercediendo por nosotros, tampoco excluye Su perduracin entre nosotros por modo de inmolacin, para interceder por nosotros. Y as como la continua intercesin de Cristo en el Santuario del cielo por nosotros no deroga la nica intercesin que proviene de la ofrenda de Su muerte, as tampoco la deroga Su perduracin en modo de sacrificio para interceder por nosotros, hacindonos partcipes en la ofrenda por los pecados consumada en la Cruz, cuando Su mediacin se realiza por medio de Su cuerpo y sangre en las especies de pan y vino (la del cielo tiene lugar por Cristo en la misma figura en que fue crucificado.) Como se ha dicho, El estado de inmolacin que normalmente deba tener por sujeto al pan, por el hecho del cambio, se estima como existiendo, no ya en el pan, que ha desaparecido, mas en el cuerpo de Jesucristo, en el que este pan ha sido cambiado... Este sacrificio se produce no ya por un nuevo sacrificio del Cordero de Dios, sino por el cambio del pan en el Cordero ya inmolado. El cambio se repite [cada vez que consagramos;] pero el objeto del cambio sigue siendo uno y el mismo. (Cabasilas.)

    De este modo, si hubiese lugar para alguna abolicin, el que Cristo despus de Su muerte interceda bajo Su propia figura, resultara an ms revocatorio a la nica intercesin de Su muerte como ofrenda por el pecado, que el hacerlo bajo otra apariencia; pues la primera intercesin supone una especie de perfeccionamiento de intercesin, mientras que esta segunda slo prev un modo ritual de intercesin.

    A la tercera decimos, que a ninguno le ser difcil entender que por la muerte de Cristo vino la remisin de pecados; es decir, por la muerte de Cristo que se nos aplica por medio de los sacramentos que l instituy. En esto todos los Cristianos estamos de acuerdo.

    Entre los Sacramentos instituidos por Cristo est el de la Eucarista, instituido por Cristo como una inmolacin. As lo declaran las mismas palabras de Cristo y San Pablo. En el Sacramento se aplica la eficacia de la muerte de Cristo para el perdn de los pecados. Aunque el Sacramento del Altar fue instituido, principalmente, como una inmolacin que beneficia a quienes participan y comulgan, sellando el perdn de los pecados obtenido por la Cruz de Cristo, su institucin procede, adems, para otros bienes del alma, a la cual como comida de inmortalidad, sana y santifica.

    Por consiguiente, el Sacramento como Sacrificio, celebrado siguiendo la enseanza de Cristo y los Apstoles, concuerda con todo lo que est escrito en la Carta a los Hebreos. Y esto se dice admitiendo la extensin de los trminos a la Hostia de la Eucarista, pues sabemos que segn su sentido genuino, Pablo trata all de los sacrificios cruentos, como antitipos, definiendo la excelencia del sacrificio cruento que ofreci Cristo al instituir el Nuevo Testamento, consumando y dando fin a los sacrificios tpicos del Antiguo Testamento.

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    Cordialmente suyo,

    En Cristo,

    + Enrique I. Broussain

    QUINTA CARTA

    Estimado amigo en Cristo:

    Luego de tan meditados pensamientos, por los cuales examinamos la Escritura, la Historia, el testimonio de los padres de la iglesia, refutando as hasta la ltima de las objeciones que los adversarios hayan podido levantar contra la doctrina de nuestro venerable Sacramento del Altar, no se han de olvidar las materias prcticas de este asunto aunque prcticas para el espritu, si me es dable decirlo as, en la espontaneidad de estas lneas; y digo esto ante su consulta acerca de cmo participar activamente en la Misa, lo cual no concibo sino como adoracin espiritual, en la divina liturgia, recibida de nuestra tradicin occidental.

    Pero antes de proseguir, debo hacer algunas observaciones, relativas a aquello que queremos expresar cuando hablamos de espiritual. Una adoracin espiritual no significa adoracin espiritualista, como aquella que surge de las viejas y rancias ideas que los Sacramentarios de toda poca suelen, a menudo, oponer a la doctrina genuinamente ortodoxa y catlica, especficamente en la materia que estamos tratando en esta correspondencia. En este lugar es ms que adecuado recordar un pasaje del excelente Tratado del Dr. Hardt sobre el Sacramento. Dice all:

    En el Castillo de Marburgo esta diferencia terminante, relativa a la revelacin Cristiana, se hizo evidente durante las conversaciones entre Zwinglio y Lutero. En su primera exposicin contra Lutero, Zwinglio dice: Y finalmente usted mismo concede que el comer espiritual es el que da consuelo. Y desde que estamos de acuerdo en este punto principal, yo le pido a usted, por causa del amor de Cristo, que no nos acusemos mutuamente de hereja debido a esta diferencia [sobre el Sacramento.] Los Padres no se han acusado uno al otro apresuradamente, an cuando no tenan coincidencia. En opinin de Zwinglio este punto privativo, el comer de la fe, en el cual las partes concordaban, hace al comer corporal innecesario: Desde que tenemos este comer espiritual, Qu necesidad hay del comer corporal? Una y otra vez, los adversarios de Lutero enfatizaban que, de hecho, la Presencia Real no tiene sustento sistemtico en la doctrina de la justificacin. Sin embargo, debemos reconocer que Lutero no intenta alegar ninguna piadosa explicacin al respecto. En lugar de ello, resea sus opiniones en una sentencia monumental, la cual es tan importante, que podra decirse que excede sus triunfantes palabras, escritas con tiza en la mesa, ESTE ES MI CUERPO. Esta sentencia de Lutero, que fundamenta la fe en las palabras Este Es Mi Cuerpo, expresan: Cada artculo de fe tiene en s mismo su propio principio y no requiere ser probado por medio de ningn otro.

    Extraordinaria verdad! Pues no es sino sana doctrina comprender esto: que cada artculo de fe, o cada dogma, (si a usted le conviene esta expresin,) tiene en s mismo su propio principio, por lo cual no requiere ser probado por ningn otro. Si hablamos de la Segunda Venida de Cristo, o del Canon de las Escrituras, no es preciso relacionarlas intrnsecamente con la doctrina de la justificacin; de lo contrario se peca por el error llamado reduccionismo teolgico.

    Aade Hardt: Lutero ofrece una amplia explicacin de esta sentencia. Vuestro argumento est construido sobre algo como esto: Debido a que tenemos un comer espiritual [por la fe,] el comer corporal [del real y substancial Cuerpo de Cristo en el Sacramento] no es necesario. Yo respondo [dice,] Nosotros no negamos de ninguna manera el comer espiritual; incluso enseamos y creemos realmente que esto es necesario; pero no prueba en modo alguno que el comer corporal no sea necesario o resulte superfluo. Yo no busco una respuesta a la pregunta de si es necesario o no lo es. Esto no nos concierne. Est escrito: Tomad, comed, este es Mi Cuerpo, y por lo tanto uno no debe sino creerlo. Uno debe, uno debe... Si l me ordena comer barro, yo debo hacerlo. Y debo hacerlo porque s perfectamente que ser para mi beneficio. El siervo no debe cuestionar la voluntad de su Seor. Uno debe cerrar sus propios ojos. Este beneficio el cual Lutero confiesa creer es, aqu, en principio, el mismo que implica obedecer la voluntad de Dios, la que nosotros nunca podremos penetrar. Esta Voluntad no puede jams convertirse en el objeto de un escrutinio, siguiendo un modelo impuesto. colampadio, el colaborador de Zwinglio, le respondi a Lutero, y le dijo: Dnde est escrito, Herr Doktor, que debemos ir por la Escritura con los ojos cerrados? Al decir esas palabras, lo que l

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    atacaba no era un biblicismo paradjico que se obstinara en mantener posiciones axiomticas como defensa. l irrumpa con una exgesis cientfica que definitivamente rehsa imponer la justificacin por la fe como un estrecho principio sistemtico que gobierne cada interpretacin, y que, en lugar de ello, no tiene otra aspiracin que no sea dejar al material hablar por s mismo: Yo permanezco con mi texto, es la conclusin de Lutero. Es por ello mismo que l insiste: Las palabras de Dios deben ser escuchadas en su forma desnuda. Por supuesto, ni l ni nosotros negamos; por el contrario, lo afirmamos, que el Sacramento es un vehculo de la gracia divina justificante y santificante. Como se seala en el libro del Dr. Hardt, La certeza de que el Sacramento es un Medio de esta Gracia no mora en la exgesis de las palabras de Jess sobre el pan y el vino. Lo que es decisivo en la interpretacin de Lutero y de todo telogo verdaderamente Cristiano es el hecho de que la dogmtica puede ser presentada en forma de Loci, es decir, propuesta de tal modo que cada doctrina en principio es prescripta por s misma, independientemente de otras doctrinas. Los artculos de fe, pues, constituyen la armoniosa comprensin que la teologa, ese don sobrenatural infundido al alma, que la eleva hacia la contemplacin de la divina esencia, en la visin bienaventurada, tiene de los dogmas de la fe Cristiana; es un don magisterial gobernado por el Espritu Santo en la Palabra. No obstante, esa armona no implica una interdependencia de reduccin de todos los artculos a uno slo de ellos, por principal que este sea. Todas las palabras de Dios son sagradas, y como tales deben ser contempladas, comprendidas y expuestas. Quien quebranta este principio cae fcilmente en la heterodoxia, y esto es lo que sucede con los Sacramentarios, que acuden a un artculo, el de la justificacin, afirmando que es el nico que Dios manda sea entendido y predicado, negando as, por una reduccin ilegtima, otras palabras y enseanzas divinas que tienen la autoridad de Dios. Negar el mtodo de presentar la teologa en el modo de Loci tratando cada dogma como sagrado y central en s mismo, independiente, en el sentido de no subordinado a cada uno de los otros, lleva a la heterodoxia por el reduccionismo y un psicologismo de la experiencia, que as todo lo degrada al rechazar la contemplacin sobrenatural de lo sobrenatural. A esto bien, asimismo, puede llamrsele Racionalismo; y ha sido la carta de defuncin del Protestantismo; y la raz de todos los otros males, que lo aniquilaron.

    Una vez aclarado esto, iremos a tratar esta reciente inquietud suya. Y qu mejor que recordar la Palabra divina, segn le fue dada a S. Pablo; Cada vez que comiereis este pan y bebiereis este cliz, anunciaris la muerte del Seor. I Cor., 11, 26.

    Me pregunta usted sobre la actitud del fiel en la Santa Cena de Cristo, la Misa. Es ms que recomendable, en ese sagrado momento, meditar las circunstancias de la Pasin del Seor, que es presentificada [v.g. los fieles son hechos presentes en la Pasin por el Sacramento sacrificial] en ella de un modo admirable. Como preparacin, sea que usted se congregue en una catedral gtica, o en un humilde lugar; sea que le acompaen cien creyentes, o bien sea usted el tercero, contando al Ministro; considere usted ese templo como el lugar ms santo y honorable del mundo, como un nuevo Calvario. El altar invoca al Glgota, Monte de la Calavera, al que la tradicin atribuye ser el sepulcro de Adn. Los cirios que arden y alumbran, simbolizan la fe, la esperanza y la caridad. Los manteles que cubren el altar representan los lienzos que envolvieron el cuerpo de Jesucristo; el crucifijo nos recuerda que l muri por nosotros.

    Vea usted, en el Ministro, a Jesucristo cubierto de todas las vestiduras de Su Pasin. La negra toga representa el pao con que los verdugos velaron la faz del Salvador. El roquete, o sobrepelliz, la vestidura blanca que por burla le puso el vicioso Herodes. Las tablas blancas en el cuello, las sogas con que los Judeanos ataron a Jess en el Huerto de los Olivos para conducirle ante las cortes, y tambin son figura de la Ley divina, cumplida por Cristo como vctima perfecta e inmaculada, que morira como ofrenda por el pecado del mundo. La estola, las sogas con que le arrastraban al llevar el Seor Cristo la Cruz por las calles de Jerusaln. La casulla, el manto de prpura que en el pretorio se le ech sobre los hombros, o la cruz con que se le carg.

    Vemos as que el Ministro revestido de los paramentos, representa al mismo Jesucristo marchando al suplicio del Calvario. Pero tambin nos ensea las disposiciones con que hemos de asistir al santo sacrificio.

    La honestidad y el recogimiento son significados por la toga, que se coloca primero sobre la cabeza y despus sobre la espalda; la pureza, por el blanco roquete; la contricin, por las tablas de la Ley en el cuello; por la estola: la inocencia; y el amor de la cruz y del yugo del Seor, por el crucifijo en el cuello, por encima del roquete.

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    PREPARACIONES DEL MINISTRO. Le vemos ir al altar llevando el cliz. Vemos a Jess yendo al Huerto de Gethseman para comenzar Su Pasin; le acompaamos con los Apstoles; y se nos llama a velar y orar con l. Renuncien los fieles a toda distraccin, a cualquier pensamiento extrao al inexpresable misterio. Antes de comenzar la Misa, el Ministro ora, y se inclina, humillndose hondamente por sus propios pecados. ~ En el Huerto, Jess se arrodilla, rostro en tierra; se humilla por los pecadores; hay sudor de sangre, fruto de Su inmenso dolor; la sangre cubre Su cuerpo, tiendo los vestidos y la tierra. Toma sobre S todos nuestros pecados con toda su penosa amargura. Confiesen los fieles los suyos a una con el Pastor, aguarden con humildad la absolucin, y recbanla para asistir con pureza al santo sacrificio.

    Lo ve usted, estimado amigo; no cabe duda de que esta sola referencia podra bastar para ocuparnos todo el tiempo del santo sacrificio sacramental. Si intentamos penetrar en las intenciones de Jess o en Su agona, si nos vemos como reunidos a Su lado por la gracia, permanezcamos all. Mas si no, prosigamos con las dems circunstancias de Su Pasin.

    EL MINISTRO VA AL PLPITO, PARA COMENZAR LA MISA. Recordamos que Judas va al Huerto de los Olivos. Besa prfidamente a Jess. Cuntos besos de stos no ha recibido Jess por parte de Sus hijos y de Sus Ministros infieles! Pregntese usted, Acaso yo mismo no le he traicionado? Entregndole alguna vez a Sus enemigos, o a mis pasiones? Y l, amndome, me am hasta el fin. O tambin considere usted cmo el Cristo sube encadenado a Jerusaln para presentarse ante Sus enemigos. Se deja llevar con igual sumisin que un cordero. Que usted, y todos los fieles, le pidan, pues, ternura y paciencia para las pruebas que procedan de los hombres.

    CUANDO EL INTROITO, Y AL PERSIGNARSE EL PASTOR. Recordamos que Jess es conducido ante el sumo sacerdote Caifs. All, Pedro reniega de l. Cuntas veces no hemos renegado tambin nosotros del Divino Maestro y de Su verdad y ley, pisoteando el Evangelio, y olvidado nuestras promesas... Somos peores que Pedro, porque si renegamos del Salvador, no ha sido como Pedro, por temor o confusin. Pensemos en ello: Las lgrimas de Pedro siguieron pronto a su pecado, que llor durante toda su vida, en tanto nosotros tenemos todava un corazn cruel e insensible. Al escuchar el Introito, memoremos los deseos de los Patriarcas y Profetas cuando an no haba venido el Mesas; deseemos como ellos que Jesucristo venga y establezca en nosotros Su reinado.

    A LOS KYRIES. Jess clama a su Padre e intercede por nosotros; consintamos, como l, todos los sacrificios que nos pidiese.

    AL GLORIA. Que todos se renan en espritu con los ngeles para alabar a Dios, y darle gracias por el misterio de la Encarnacin. Durante las oraciones, que las intenciones y demandas se unan con las de la iglesia, con gratitud al Seor de Bondad, de quin procede todo don.

    EL MINISTRO DICE LAS ORACIONES Y LA EPSTOLA. Jess confiesa Su divinidad delante de Caifs, por ms que se condene esta declaracin con la sentencia de muerte. Oremos, por