Cartas de Felipe II a Sus Hijas - Bouza, Fernando (Ed.)

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  • FERNANDO BOUZA (ED.)

    Cartas de Felipe IIa sus hijas

  • AKAL UNIVERSITARIASerie Historia Moderna

    Director de la serie:Fernando Bouza

  • Diseo interior y cubierta: RAG

    Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Cdigo Penal, podrn ser castigados con penas

    de multa y privacin de libertad quienes reproduzcan sin la preceptiva autorizacin o plagien, en todo o en parte, una obra literaria,

    artstica o cientfica fijada en cualquier tipo de soporte.

    Fernando Bouza, 1998

    Ediciones Akal, S. A., 1998, 2005, 2008

    Sector Foresta, 128760 Tres CantosMadrid - Espaa

    Tel.: 918 061 996Fax: 918 044 028

    www.akal.com

    ISBN: 978-84-460-0991-7Depsito legal: M-30351-2008

    Impreso en Fer Fotocomposicin(Madrid)

  • CARTAS DE FELIPE IIA SUS HIJAS

    Edicin de:Fernando Bouza

  • La presente edicin de las Cartas de Felipe II a sus hijas se hahecho sobre la nueva lectura y transcripcin de los originalesautgrafos del rey que se conservan en el Archivio di Stato deTurn y que sirvi de base a nuestra edicin de Turner de 1988,que ahora se reproduce corregida y aumentada. La Editorial Akaldesea agradecer pblicamente al Archivo di Stato su amable cola-boracin. La investigacin de la que ha resultado la fijacin deltexto de las cartas portuguesas que componen esta corresponden-cia ha sido posible gracias a la ayuda de la Comisso Nacionalpara as Comemoraes dos Descobrimentos Portugueses.

    SIGLAS

    AC : Arquivo Cadaval, Muge (Portugal)ACEDAL : Archivo de la Casa y Estados de los Duques de Abrantes

    y de Linares, Jrez de la Frontera.ADA : Archivo de los Duques de Alba, Madrid.AGS : Archivo General, Simancas.AHN : Archivo Histrico Nacional, Madrid.AHN-SN : Archivo Histrico Nacional, Seccin Nobleza, Toledo.AHPM : Archivo Histrico de Protocolos, Madrid.AMAE-SS : Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Embajada

    de Espaa ante la Santa Sede, Madrid.AP : Archivo de Palacio, Madrid.AST : Archivio di Stato, Turn.BA : Biblioteca da Ajuda, Lisboa.BES : Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial.BNL : Biblioteca Nacional, Lisboa.BNM : Biblioteca Nacional, Madrid.BNP : Bibliothque Nationale, Pars.BPDE : Biblioteca Pblica Distrital, vora.BUSA : Biblioteca de la Universidad, Salamanca.CODOIN : Coleccin de Documentos Inditos para la Historia de

    Espaa.DHE : Depsito Histrico del Ejrcito, Madrid.FZ : Fundacin Francisco de Zablburu y Basabe, Madrid.IVDJ : Instituto Valencia de Don Juan, Madrid.RAH : Real Academia de la Historia, Madrid.RB : Real Biblioteca, Madrid.UW : Universittsbibliothek, Viena.

  • INTRODUCCIN

    EL TIEMPO DEL PRNCIPE ENLAS CARTAS DE FELIPE II A SUS HIJAS

    Giannozzo: ... Adunque queste due, lanimo e il corpo, sononostre.

    Lionardo: La terza quale sar?Giannozzo: Ha! Cosa preziosissima. Non tanto sono mie queste

    mani e questi occhi.Lionardo: Maraviglia! Che cosa sia questa?Giannozzo: Non si pu legare, non diminuirla; non in modo alcu-

    no pu quella essere non tua, pure che tu la voglia essere tua.Lionardo: E mia posta sar daltrui?Giannozzo: E quando vorrai sar non tua. Il tempo, Lionardo

    mio, il tempo figliuoli miei.Leon Battista Alberti, I libri della famiglia, III.

    A las dems cartas vuestras, por ser ya viejas, acuerdo de noresponder, sino quemarlas, por no cargar ms de papeles...(Carta XXIII, Lisboa, 3 de julio de 1582)

    Las ms de las veces alcanzado de hacienda, Felipe II confiesa,adems, que en bastantes ocasiones tambin andaba alcanado detiempo1. Muy a su pesar, conoci el rey cunto supona el paso de stecomo dimensin medida en horas o en distancias y a sus urgencias hubode enfrentarse con premuras y, otras veces, con todo ingenio puesto enla dilacin. Pero, adems, pocos como l parecen haber sabido que ocu-paban un determinado lugar en el secular paso del tiempo y que, sindo-se capaz, era posible actuar sobre l creando memoria, y tambin olvido,de sus hechos, de sus decisiones, de su espritu o de su propia majestad.

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    1 Anotacin holgrafa del rey a carta de Antonio Maurio de Pazos, Madrid, 8/7/1581,AGS, Patronato Eclesistico, 12, ...que agora ando tan alcanado de tiempo que no puedolo que quera.

  • En diciembre de 1581, cuando se encontraba en Lisboa, AntonioMaurio de Pazos le insista lastimero en la falta de lea para benefi-ciar las minas y en lo urgente de encontrar madera suficiente parapoder seguir mantenindolas en explotacin. Con su habitual minuciade glosador, Felipe II anotaba de su propio puo y letra los mrgenesde la carta del Presidente de Castilla y al llegar a ese prrafo selament con Maurio de la preocupante escasez de madera. Pero,adems, aadi:

    Y no tanto lo digo por esto de las minas, quanto por escusar lasmaldiiones que los que vinieren despus de nosotros nos han dehechar porque no avemos acudido a remedio del dao que poresto les ha de venir, y aun creo que muchos de los que ya bibenlo han de alcanar a ver y aun creo que se alcana ya en muchaspartes2.

    Subyace aqu, en estas palabras del rey escritas casi al azar, unaclara conciencia de la existencia de un tiempo que no tiene nada quever con se del que Felipe II andaba tan alcanzado, se que regaimplacable en el apresto de una armada, la perentoria paga de unaguarnicin amotinada o el comn envo, y a su hora, de un correo ordi-nario. Es ste otro un tiempo que cuenta con la opinin de los coet-neos, pero, represe, que no ignora el futuro juicio de otras generacio-nes. Porque, en suma, el rey saba ya que haba de ser pasado.

    No hay duda de que Felipe II pretendi determinar bien cmo serconocido, bien cmo iba a ser recordado. sa es la inequvoca inten-cin que cabe descubrir, por ejemplo, tras una imponente empresa demecenazgo librario como fue la edicin de la Biblia Regia o la quepodemos intuir tras la arquitectura del monasterio de San Lorenzo deEl Escorial, tan emblemtica de su monarqua y forma perenne delpropio rey. Sin embargo, resulta paradjico que haya una parte nadadesdeable de su memoria que no ha tenido que ver, digamos, conpiedras o con libros hechos programticamente para durar. A la pos-tre y por el contrario, tanto como esos simulacros de su grandeza y enalgunos momentos incluso ms, en el recuerdo del rey han pesado loque podramos calificar de testimonios de lo efmero.

    Cuntense en este efmero del rey las numerosas agudezas decortesano circunspecto que nutren la inagotable tradicin de susdichos y que, aunque empezaron a ser recogidos ya por sus mismoscontemporneos, tiene en Baltasar Porreo su primer gran divulga-dor. Cuntense aqu tambin las Cartas a sus hijas, en especial lascartas portuguesas de 1581 a 1583 que el rey no imagin siquiera pre-

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    2 AGS, Patronato Eclesistico, 12, nota holgrafa del rey a carta de Maurio de Pazosdesde Madrid, 30/12/1581.

  • servar, cuanto menos que llegaran a convertirse en una parte funda-mental de su mejor memoria desde que fueron dadas a conocer en1884. As, la historia particular de esas cartas pensadas para no durarse entremezcla de forma decisiva con la forja de la imagen histo-riogrfica del rey en este su ltimo siglo.

    Los bigrafos decimonnicos deban sospechar que los sujetossobre quienes escriban sufran alguna forma de indefensin hist-rica ante su pluma, teniendo en cuenta lo vehementes que eran lasquejas cuando sus biografiados no haban dejado su propia verdadpor escrito y lo alborozado de sus felicitaciones cuando, por el con-trario, as lo haban hecho. El comentario autgrafo, los epistola-rios, el diario personal y las memorias se encontraron entonces, sinduda, entre las fuentes de mayor fortuna crtica, ya que parecansatisfacer los imperativos de objetividad que requera el positivismohistrico, as como el dramatismo propio de la llamada historiafilosfica.

    A mediados de este siglo, el historiador y crtico literario PhilarteEuphmon Chasles, buen conocedor de las relaciones entre la escenafrancesa y la literatura dramtica espaola, se lamentaba de que sesupiera tan poco de las vidas de los grandes escritores de nuestroSiglo de Oro, relacionando esta carencia biogrfica que a l leimpeda conocer como se mereca a su admirado Caldern con unasuerte de malentendido orgullo nacional que habra obligado a losespaoles a guardar frreo silencio sobre s mismos durante cientosde aos. Philarte Euphmon supona, asimismo, que la endmicafalta de memorias particulares era una muestra de la fiert silencieusedel espaol clsico; por ello, el crtico sentenciaba que les Espag-nols ont crit peu de mmoires; la grandeur et l'clat de l'histoirenationale ont absorb les prtentions individuelles3.

    Semejante falta de vanidad personal tan lejana a la tpicabravuconera hispana que haba sido difundida por las rodomonta-des no sera en modo alguno exclusiva de los escritores, sino quetambin afectara a todos los personajes histricos; tambin elloshabran sido esclavos del duro principio del obras y no palabras enel que, tpicamente, Philarte E. Chasles pretenda ver cifrado uno delos rasgos esenciales de lo hispnico.

    En Espaa no habra habido casi nadie que, como Cellini oRousseau dice Philarte Euphmon, hubiese querido invitar almundo a or su confesin personal; por desgracia, no lo haban hecho

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    3 Philarte Euphmon Chasles, La France, lEspagne et lItalie au XVII sicle, Pars, 1877,pg. 213. Cuando fue publicada esta edicin de su obra, el antiguo bibliotecario de la Mazarineya habia fallecido (Venecia, 1873). Sobre la forma de historiar en el XIX, vase Georg P.Gooch, Historia e historiadores en el siglo XIX, Mjico, 1977, e Yvonne Kniebhler, Naissancedes sciences humaines: Mignet et lhistoire philosophique au XIX sicle, Pars, 1973.

  • ni Caldern ni Cervantes, ni tampoco haban dejado su testimoniopersonal Pizarro o Corts, ni, con ellos, la inmensa mayora de lasfiguras de la historia poltica y militar, de modo que su estudio se veaprivado, en consecuencia, de una fuente directa y personal a travs dela cual ellos mismos hubieran podido justificar y exaltar sus acciones.Entre estos altaneros personajes, que por voluntad propia ne se sontni justifis ni vants, nuestro autor quiere que ocupe un lugar desta-cado Felipe II, monarca a quien, por otra parte, no dudar en calificarcon los severos trminos de infame Tiberio4.

    Dejando a un lado las reflexiones de Philarte E. Chasles sobre elmutismo como rasgo de la particular idiosincrasia espaola y la secu-lar permanencia de sta, es en la paradoja apuntada donde precisa-mente se encuentra el que, creemos, es el mayor valor del testimoniodel crtico, pues alguien que para retratar a Felipe II no dudaba enrecurrir a algunos de los lugares comunes ms caractersticos de laLeyenda Negra (infamia, cobarda, ruindad, perversin, etctera)parece desear, sin embargo, que el llamado Demonio del Mediodahubiera escrito algn tipo de memoria vindicativa y personal para, atravs de ella, rastrear su ejecutoria y penetrar en lo que l mismo nodud en llamar l'me d'un lche5.

    Sin duda, con todo ello, la obra de Chasles, como tantas otrasescritas sobre el Rey Prudente, y esto desde los lejanos tiempos de laApologia de Guillermo de Orange, pone claramente de manifiestoque la Leyenda Negra se basaba en la descripcin de la fisonomamoral del monarca y que el contenido preferente de la misma era lacondenacin de sus vicios, faltas que llegaran a su mxima deprava-cin en el ambiente familiar, escenario en el que se alzaba indiscuti-ble el leitmotiv de Don Carlos6. Siendo esto as, es comprensible que

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    4 Hablando de Antonio Prez uno de los pocos espaoles que, con sus Relaciones, ysegn el autor, s habra dejado escritos dignos de ser considerados memorias, Chaslesdice que fue el Tcito del segundo Tiberio; op. cit., pg. 217. Sobre el paralelismo moralestablecido entre Felipe II y el emperador Tiberio, vase Grimur Thomsen, Tiberius ogPhilip II. En historisk sammeligning, Kjoebehavn, 1852.

    5 Ph. E. Chasles, op. cit., pg. 217.6 La bibliografa sobre la Leyenda Negra es muy extensa; baste recordar aqu las obras

    de Julin Juderas, La leyenda negra. Estudios acerca del concepto de Espaa en el extran-jero, Madrid, 1960; Henry Kamen y Joseph Prez, La imagen internacional de la Espaade Felipe II, Valladolid, 1980; William S. Maltby, La leyenda negra en Inglaterra.Desarrollo del sentimiento antihispnico, 1558-1660, Mjico, 1982; y Ricardo GarcaCrcel, La leyenda negra. Madrid, 1992. Sobre el papel que ocupa el juicio moral del carc-ter de Felipe II en esta polmica, vid. J. C. Rule y J. Te Paske, The character of Philip II.The problem of moral judgement in History, Boston, 1963; F. Bouza, La fortuna histo-riogrfica de Felipe II entre los siglos XVI y XX, apud El Escorial. Biografia de una poca.La historia, Madrid, 1986, pgs. 31-346; C. J. Cadoux, Philip II of Spain and theNetherlands. An essay on moral judgements in History, London, 1947; y la introduccin deAlfredo Alvar a las Relaciones y cartas de Antonio Prez, Madrid, 1986.

  • la reivindicacin decimonnica de Felipe II hiciera de la construccindel lado amable de un rey severo uno de sus puntos predilectos7.

    Para esta recuperacin pocas fechas pueden considerarse tanimportantes como la de 1884, pues ste fue el ao de la aparicin enPars de las Lettres de Philippe II ses filles les Infantes Isabelle etCatherine siguiendo la edicin de Gachard, que haba sido su descu-bridor en los archivos piamonteses8. A partir de este momento cual-quier historiador interesado en rebatir las condenas de la LeyendaNegra, que como hemos dicho eran, ante todo, morales, dispondr deuna baza tambin personal para probar el carcter no infame, sinobenfico, del rey, de modo que estas cartas autgrafas se convertirnrpidamente en la principal arma dialctica de la antileyenda deFelipe II, porque, como escribe Ludwig Pfandl, ellas solas aventancomo un viento de tempestad el montn de escorias, de calumnias yodiosas leyendas acumuladas a lo largo de tres siglos sobre aquelfretro y aquel nombre9.

    A las treinta y cuatro cartas publicadas entonces por Gachardlas escritas a las dos infantas en torno a los aos de la Jornada Realde Portugal (1581-1583) hay que sumar las noventa y dos remitidasya a Catalina Micaela en exclusiva, datadas entre 1585 y 1596, queErika Spivakovsky edit en 1975 y que hasta ese momento slo eranconocidas gracias a la noticia que el citado historiador belga habadado de ellas ya en 188410. Siete nuevas cartas holgrafas, prove-nientes tambin del Archivio di Stato de Turn, fueron publicadas en198811. De todas ellas, las que han ejercido mayor atraccin sobregeneraciones de historiadores han sido, evidentemente, las misivas

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    7 No es otra la intencin de Juan Prez de Guzmn en su El lado amable de un reysevero, en Revista Contempornea, Madrid, 1876, pgs. 76-91. Es importante destacarque al mismo tiempo que apareca este artculo vea la luz la edicin completa de laHistoria de Felipe II, Rey de Espaa de Luis Cabrera de Crdoba, buena prueba del intersque despertaba la figura del Rey Catlico, y que en 1883 se publicaba en Madrid la mili-tante Nueva luz y juicio verdadero sobre Felipe II de Jos Fernndez Montaa.

    8 Lettres de Philippe II ses filles les Infantes Isabelle et Catherine crites pendantson voyage en Portugal 1581-1583, Paris, 1884. Gachard encontr las cartas en Turn,donde todava hoy se conservan en el Archivio di Stato. Estas primeras cartas fueron ree-ditadas por Luisa Elena del Portillo en 1943 (Cartas de Felipe II a sus hijas, Madrid).

    9 L. Pfandl, Felipe II. Bosquejo de una vida y de una poca, Madrid, 1942, pgs. 560-561.

    10 Erika Spivakovsky (ed.), Epistolario familiar. Cartas a su hija la infanta doaCatalina (1585-1596), Madrid.

    11 Con ellas, el nmero de las piezas del epistolario de Felipe II y sus hijas que se noshan conservado asciende a ciento treinta y tres, Las cartas que fueron publicadas por pri-mera vez en aquella ocasin son las correspondientes a los nmeros XXXV, XXXVI,XXXVII, XXXVIII, LIII, LXXXVI y CXVIII. La correspondencia entre las cartas edita-das por Gachard y por Spivakovsky aparece en la tabla de correspondencias aneja a estaIntroduccin.

  • dadas a conocer por Gachard, digno de ser llamado benemritopor dicha publicacin12.

    En efecto, desde que fueron publicadas, los apologetas del ReyPrudente han recurrido a este epistolario con el confesado objetivo dedesmontar la descalificadora imagen de su prncipe como tirano que noduda en sacrificar a los miembros de su familia en el altar de las razo-nes de Estado. Los numerosos y minuciosos detalles de intimidad delos que el rey hace partcipes a sus dos hijas en estas cartas han servi-do para que Felipe II pudiera ser presentado como un padrazo y paraque sus palacios fueran pintados como un modelo de vida hogarea,insistiendo en que en la correspondencia mantenida con sus hijas esta-ban los mejores testimonios del que sera su autntico carcter13.

    Pese a la fama que ha alcanzado, este epistolario familiar deFelipe II no es conocido suficientemente, porque, de tanto ser invo-cada su extraordinaria importancia, la referencia a las cartas se haconvertido en un tpico en los estudios laudatorios o caracteriolgi-cos centrados en la figura del Rey Prudente, viendo consumirse suvalor en el hecho de repetir que son la prueba definitiva de la bondaddel monarca. Sin lugar a dudas se trata de unos documentos excep-cionales porque nos hablan como pocos, y no se olvide que desde laperspectiva del propio monarca, de cul era la relacin de Felipe IIcon su crculo familiar en la corte; sin embargo, creemos que lo sonno slo por estas razones informativas, las habitualmente esgrimidas,sino por la posibilidad que ofrecen de poder ser consideradas a la luzde lo que Kantorowicz llam geminatio regia enbre lo pblico y loprivado14.

    En primer lugar, debe quedar claro que su importancia no provie-ne de su rareza como fuente, como generalmente se afirma, puesto que

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    12 Es Fidel Prez Mnguez quien no duda en calificarlo de esta manera por haber dadoa la luz pblica las cartas turinesas; Psicologa de Felipe II, Madrid, 1925. Un ao antes,Flix de Llanos deca en Bruselas que l'Espagne est tres reconnaissante a M. Gachard d'a-voir rvl par ces seules phrases un aspect inconnu du caractere de Philippe II(L'Archiduchesse-Infante Isabelle Claire Eugnie au Muse du Prado, Bruxelles, 1925,pg. 27).

    13 Vase una elocuente exposicin de estas posturas en F. de Llanos y Torriglia, Lavida hogarea a travs de los siglos. Las casas del Rey Prudente, Madrid, 1947, y en su con-ferencia de 1924 citada supra en la nota 12. Flix de Llanos llevar su visin hogarea deFelipe II a sus mayores extremos en Desde la cruz al cielo. Vida y muerte de Isabel ClaraEugenia, Madrid, 1933 (reeditada en 1944 como La novia de Europa), obra en la que se des-criben situaciones propias de la intimidad burguesa como la siguiente: ... en cuya cmara fre-cuentemente despachaba el padre su correo en presencia de la reina Ana, que verta polvos desalvadera sobre los pliegos ya terminados y los entregaba a sus hijastras, sentadas a los piesdel bufete, para que stas los llevasen de puntillas, extendidas sobre las palmas de las mane-citas, hasta la puerta de la estancia, donde los reciba Sebastin de Santoyo, (pgs. 3-31).

    14 Ernst H. Kantorowicz, The kings two bodies. A study in Medieval political theo-logy, Princeton, 1970, pg. 172.

  • sabemos que existieron otros muchos epistolarios similares cruzadosentre padres e hijos o abuelos y nietos, aunque ahora se hayan perdidoo slo los conservemos muy parcialmente; as, por citar dos ejemplosbien cercanos a Felipe II, podemos mencionar el de Felipe III con suhija Ana de Austria o el de la reina viuda Catalina de Mdicis conIsabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, las infantas a quienes tam-bin van remitidas las cartas que nos ocupan15.

    Tampoco el que su contenido sea la noticia personal o familiar lasdota de un carcter absolutamente nico en su gnero; no hace deellas, pues, una fuente del Felipe II privado, ya que, como se sabe,toda la correspondencia de Estado se halla entreverada de noticias deeste tipo en un momento en que ninguna familia moderna, y menoslas que conocemos como dinastas, goz del carcter unitario y per-sonal tan caracterstico de los grupos nucleares liberales16. No obs-tante, a nuestro entender, estas cartas s se encuentran entre los pocosdocumentos verdaderamente privados que salieron de mano del rey.

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    15 Vanse Antonio Rodrguez Villa, Cartas autgrafas del rey Felipe III a su hijaDoa Ana, reina de Francia, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Madrid, 1897,pgs. 9-18; Ricardo Martorell-Tllez Girn, Cartas de Felipe III a su hija Ana, reina deFrancia (1616-1618), Madrid, 1929; y Hctor de la Ferrire (ed.), Lettres de Catherine deMdicis, I-IX, Pars, 1885-1905, en especial los volmenes VII, VIII y IX; de otra parte, laspreguntas sobre la salud y estado de sus nietas ocupan un lugar determinante en la corres-pondencia de la reina viuda de Francia con sus embajadores en Madrid, De Fourquevaux,Saint Gouard y De Longle; lo mismo se puede decir de las once cartas seis de ellas aut-grafas que dirigi doa Mara Enrquez a Catalina de Mdicis (Alfred Morel Fatio, LaDuchesse d'Albe D. Mara Enriquez et Catherine de Mdicis, en Bulletin Hispanique, 7,1905, pgs. 360-387). Pese a lo que pudiera esperarse ante su ttulo, no se pueden incluirentre estos epistolarios familiares las cartas publicadas por Germana Ins D'Onofrio en Ilcarteggio intimo di Margherita d'Austria, Duchessa di Parma e Piacenza, Napoli, 1919.Por otra parte, es cierto que son muy escasos los cuerpos documentales publicados que nospermitan estudiar la evolucin de los nios y la relacin de stos con los adultos, padres ono, en los siglos XVI y XVII, un cometido que pueden cumplir muy bien las cartas. En estetipo de fuentes, tiles para conocer la percepcin de la infancia propia de la Alta EdadModerna, ocupa el lugar ms destacado el famoso Journal dc Jean Hroard sur lenfanceet la jeunesse de Louis XIII, Paris, 1868.

    16 Sobre las caractersticas de la familia moderna y sus diferencias con la contem-pornea, vanse Lloyd de Mause (ed.), Historia de la infancia, Madrid, 1974; PhilippeAris, L'enfant et la vie familiale sous l'Ancien Rgime, Paris, 1973; J. L. Flandrin,Familles, parent, maison, sexualit dans l'ancienne socit, Paris, 1984; Lawrence Stone,Family, sex and marriage in England 1500-1800, New York, 1977; Otto Brunner, La casacome complesso e l'antica economica europea, apud Per una nuova storia costituzio-nale e sociale, Milano, 1970, pgs. 133-164; Marzio Barbagli, Sotto lo stesso tetto.Mutamenti della famiglia in Italia dal XV al XX secolo, Bologna, 1984; Daniela Frigo, Ilpadre di famiglia. Governo della casa e governo civile nella tradizione dell' Economica traCinque e Seicento, Roma, 1985. Como modelos coetneos de lo que deba ser la economafamiliar, vanse, entre otras muchas obras dignas de mencin, los Discorsi de principiidella nobilit et del governo, Venezia, 1550, que Mario de la Frata dedic a Maximiliano,Fernando y Carlos de Austria, hijos del entonces Rey de Romanos, Fernando, y primos, portanto, de Felipe II; y entre los escritores castellanos, el del jesuita Gaspar Astete, Delgouierno de la familia y estado del matrimonio, Burgos, 1597.

  • Desistiendo, por tanto, de recurrir exclusivamente al contenidofamiliar, varias son las razones que podemos aducir para defender lacondicin privada de las cartas por supuesto, hasta el punto quepuede tener sentido decir algo parecido de un monarca del siglo XVI,que no es sino una ceremonia17.

    En primer lugar, ni las cartas para las infantas eran duplicadas porlos escribanos reales para tener de esta forma una copia archivablede ellas, algo que siempre se haca con el resto de la documentacindespachada por el rey, ni las correspondientes de Isabel ClaraEugenia y de Catalina Micaela eran remitidas al archivo real, enSimancas, sino que, por el contrario, eran destruidas en cuanto susnoticias se haban hecho viejas18; de esta forma, podemos decirque se hallaban por voluntad del propio rey, su destinatario y emisor,fuera de los lmites de lo que era necesario o digno de recordarsepara la conservacin de nuestros derechos y de nuestros reinos yvasallos19. Como se sabe, esta correspondencia ha llegado a noso-tros slo gracias a que Catalina Micaela en 1585 llev consigo alPiamonte las cartas de su padre que por entonces conservaba, y questas, unidas a las que el rey le remiti hasta 1596, fueron a parar alArchivo de Estado de Turn como parte de las Lettere PrincipiForestieri20.

    En segundo lugar, nos ayuda a ver su condicin non publica el quetodas ellas hayan sido escritas de puo y letra de Felipe II, es decir,que sean ntegramente holgrafas, pues, como ha mostrado PhilippeAris, uno de los indicadores del incremento de lo privado en la EdadModerna es, precisamente, la difusin de la literatura autgrafa, quese ha de considerar indice d'une volont plus ou moins consciente,parfois obstine, de se mettre a part (...) sans necessairement com-

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    17 The autobiography of Edward, Lord Herbert of Cherbury, London, 1886, pgs. 205-206. Citado por J.H. Elliott, The court of the Spanish Habsburgs: a peculiar institution?,en Studies in honour of H.G. Koenigsberger, Cambridge, 1987, pg. 5.

    18 Carta XXIII, Lisboa, 30/7/1582.19 stos eran los objetivos principales que se perseguan a travs de la existencia de un

    archivo de la Corona de Castilla en Simancas, segn son expuestos en el Despacho sobreel recogimiento de los papeles tocantes a los patronazgos, corona y patrimonio real deCastilla, AHN Cdices 792 B. Cfr. con el Memorial das cousas tocantes a Torre do Tombo,de Cristvo de Benavente (1583): Tanto que estos livros sam trazidos Torre do Tombopello escrivo della a quem se entregam se ordena de fazer delles outra leitura nova e aordem que se guarda no fazer da leitura nova de que se trasladam somete aquelles cousascuio afeito ha de durar para sempre (BNM, Ms./8180,fol. 89 v.).

    20 Aparte de las cartas de Felipe II a sus hijas, en estos legajos se pueden encontrar car-tas de don Juan de Austria, de Ana de Austria, de Isabel de Valois, de Felipe II a CarlosManuel de Saboya y de Isabel Clara Eugenia a Catalina Micaela (carta que publicamos enla nota 411 de la presente edicin). Sobre la correspondencia del rey y su yerno, vaseGiovanna Altadonna, Cartas de Felipe II a Carlos Manuel II Duque de Saboya (1583-1596), en Cuadernos de Investigacin Histrica, Madrid, 1986, pgs. 137-190.

  • muniquer cette connaissance a d'autres que ses enfants pour qu'ilsgardent la memoire21.

    Sin duda, se puede objetar que Felipe II ha dejado la impronta desus anotaciones marginales en innumerable cantidad de documentos,algunos de los cuales salieron tambin ntegramente de su mano; sinembargo, estos otros autgrafos se han conservado en los archivospor voluntad regia y como expediente final de una negociacin quelos englobaba y en la que no slo participaba el rey, sino que tambinlo haca el resto de la mquina administrativa de la corona, desde losconsejeros a los copistas y archiveros.

    He aqu y no slo en su magnfico contenido, una buena razn paraque consideremos extraordinarias estas cartas: hemos de deducir sucarcter privado del hecho de que no se tuviera intencin de preservarsu memoria y no de lo ntimo o familiar, que no son categoras estric-tamente particulares en la Alta Edad Moderna. Son privadas porque seagotan en su momentnea fruicin y luego se hacen viejas, cuandoningn documento pblico del Antiguo Rgimen es susceptible deenvejecer de esta forma, y porque, de nuevo volviendo a Kantorowicz,es patente su condicin temporal y de no perpetuacin22. Sin lugar adudas, lo verdaderamente esencial de la familia para el rey era lo queestaba fuera del tiempo, era la dinasta y lo que a ellos poda servir loque perviva ajeno a los cambios, porque, como quiere JonathanGoldberg, asegurar la dinasta era asegurar el destino23.

    Para comprender la diferente durabilidad de que aqu hablamospuede recurrirse a la contraposicin entre tempus y aevum que elRenacimiento haba recibido de la Antigedad y de la Edad Media24;el primer trmino sera el propio de lo humano y el segundo el de losngeles y personas ficticias, quedando la aeternitas para la divinidad.De este modo, lo dinstico duraba en el cmputo del aevum, mien-tras que la vida personal lo hara en el del tempus.

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    21 Philippe Aris, Pour une histoire de la vie prive, en Histoire de la vie prive,Pars, 1986, pg. 11.

    22 E.H. Kantorowicz, op.cit., pg. 172. Cfr. Ph. Aris: Ces sont des crits pour soi et,bien souvent, pour soi et seulement pour soi. On en cherche pas toujours les publier.Mme quand ils en sont pas dtruits, ils ne survivent que par hasard, au fond dune malleou dun grenier. Ce sont des crits rdigs donc pour le seul plaisir, Pour une histoire...,pg. 11.

    23 J. Goldberg, Fatherly authority: the policits of Stuart family images, en Rewritingthe Renaissance, Chicago, 1986, pg. 6.

    24 Una nueva apariencia de la geminacin real en dos cuerpos que tambin es expues-ta por Kantorowicz, op.cit., pgs. 78-86. Aunque se escribe desde una perspectiva bien dife-rente a sta, resulta esclarecedor lo que sobre el tiempo en el Renacimiento apuntanRuggiero Romano y Alberto Tenenti en su introduccin a los Libri della famiglia de L.B.Alberti (Torino, 1972); en ella se considera el concepto de tiempo humanizado, que es pro-pugnado por Alberti, frente al tiempo medieval que perteneca a Dios, sealndose que esuna de las mayores novedades que aporta el pensamiento renacentista.

  • Atendiendo a ambos, tempus y aevum, se contaban, pues, las horasy los actos del rey Felipe II, mezclndose, hasta confundirse, en el tiem-po efectivo del monarca, algo sobre lo que sabemos muy poco todava.

    Aunque son numerosas las noticias sobre su modo de trabajo25, lamanera en que se disponan las actividades reales a lo largo de unajornada nos es menos conocida26. Sin duda, la fuente ms completa esel orden que fray Pablo de Mendoza present a Felipe II en 1583,coincidiendo con el fin de la estancia real en Portugal. Segn el plantrazado al detalle por el religioso, casi eran doce las horas que elmonarca deba dedicar a conceder audiencias y a resolver despachosde gobierno, quedndole dos horas para negociar con Dios y sinque llegaran a cuatro las previstas para disfrutar con cosas degusto, en un largo da que daba comienzo a las seis de la maana yque terminaba a las once de la noche27.

    Tampoco ha sido establecido su ciclo anual, pues carecemos deitinerarios completos de sus desplazamientos, similares a los traza-dos para su padre, Carlos V, o para su sobrino, Sebastin dePortugal28. Por lo que sabemos hasta el momento podemos decirque, salvo los grandes viajes, que llamaremos jornadas de rela-

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    25 Vanse Godefroid Kurth, Comme Philippe II travaillait, en Melanges PaulFrederick, Bruxelles, 1894; Helmut G. Koenigsberger, The statecraft of Philip II, enEuropean Studies Review 1, 1971, pgs. 1-21; y Peter Pierson, Felipe II, Mjico, 1985.

    26 Las noticias podran obtenerse poco a poco a partir del ingente volumen de docu-mentacin de que se ocup personalmente el propio rey; por ejemplo, por una carta deSebastin de Santoyo a Juan de Escobedo, de 13/9/1569, sabemos que el rey dorma amedianoche, pues no recibi a un correo, y que a las ocho del da siguiente ya se encon-traba despachando de nuevo (AGS, Consejo y Juntas de Hacienda, 97, Fol. 140).

    27 Lo primero es ordenar y disponer el tiempo repartindolo de manera que se desocu-pe Vuestra Majestad de cosas menores, por dar lugar a las mayores, y para esto es necesariotomar ms del da levantndose a las ocho y or misa comenzando a negociar con Dios yrezando Vuestra Majestad sus oraciones y en esto se puede gastar hora y media. Y desde lasnueve y media hasta las once (por lo que toca a la salud de Vuestra Majestad, que es lo msimportante) pasendose blandamente puede or a dos ministros de los consejos que VuestraMajestad mandase, sealndoles aquella hora cada da para resolver cosas que a los talesministros competan. A las once coma Vuestra Majestad y descanse hasta la una y de una ados reserve Vuestra Majestad para or y tratar cosas de su gusto que sean de gobierno y seadespachar negocios. De tres a cuatro d Vuestra Majestad audiencia cada da, que es cosa demucho despacho siendo continua y ordinaria y desde las cuatro hasta las seis negocie VuestraMajestad con otros dos ministros o tres de diferentes consejos o con uno resolviendo de pala-bra los negocios. Desde las seis hasta las nueve escriba Vuestra Majestad y lea los papeles queconviniere para despachar otro da. A las nueve cene y se entretenga con cosas de gusto hastalas diez y media y lo que quedare hasta las once sea para examen de su conciencia y desdelas once hasta las seis de la maana duerma, que son siete horas, y desde las seis hasta lasocho, que son dos horas, estando en su sosiego considere y piense en las cosas que ha ledola noche antes para despacharlas el mismo da o en cosas de gobierno de sus Reinos, BNM,Ms./9405. Citamos por la edicin modernizada que incluimos en La memoria del ReyCatlico, en El Escorial. Biografa de una poca. La historia, Madrid, 1986, pgs. 237-238.

    28 M. Foronda, Estancias y viajes de Carlos V, Madrid, 1944; Joaquim V. Serro,Itinerrios de el-Rei D. Sebastio, Lisboa, 1962-1963.

  • cin29, Felipe II se desplazaba en torno a la corte describiendo rutasaparentemente circulares, de mayor o menor radio, en las cuales lasetapas de mayor importancia correspondan, obviamente, a los sitiosy cuartos reales (El Pardo, Casa de Campo, San Jernimo, Aranjuez,San Lorenzo, Vaciamadrid, El Bosque de Segovia, Aceca, etc.),algunos de los cuales servan, a su vez, de centro de nuevos movi-mientos circulares30.

    A decir verdad, las cartas a sus hijas son una buena fuente paraconocer estos itinerarios, pues no en vano su razn ltima de ser es,precisamente, salvar la distancia existente entre el monarca y lasinfantas. Por ello, hablan de las grandes jornadas motivadas por razo-nes polticas incorporacin de la Corona de Portugal a laMonarqua Hispnica (1581-1583), celebracin de las cortes arago-nesas en Monzn (1585-1586) y en Tarazona (1592) y de los viajesmenores hechos para visitar las casas que el rey tena cerca deMadrid, especialmente de stos, pues durante ellos Felipe II escribila mayor parte de las cartas castellanas, dedicndose en muchas de lasdatadas en la corte a recordar o a anunciar estancias prximas enaquellas posesiones.

    Aunque, como se sabe, el rey no dejaba de trabajar casi en ningnlugar ni en ningn tiempo, llegando a despachar en pleno cauce del roTajo31, son estos sitios reales su lugar de retiro y distraccin. Seranpara l como la ansiada maison des champs con la que Michel de

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    29 Vase Jenaro Alenda y Mira, Relaciones de solemnidades y fiestas pblicas deEspaa, 1, Madrid, 1903. Felipe II fue un rey ms viajero de lo que normalmente se pien-sa; entre sus mayores jornadas estn las de Pases Bajos (Juan Cristbal Calvete deEstrella), Inglaterra (Andrs Muoz), Andaluca/Sevilla (Juan de Mal Lara), Portugal(Isidro Velzquez), Zaragoza/Barcelona/Valencia (Henrique Cock) y Tarazona (HenriqueCock).

    30 Por medio de algunas fuentes narrativas se puede reconstruir grosso modo e indi-rectamente los movimientos del rey, por ejemplo, con las noticias que ofrecen, entre otros,fray Jos de Sigenza (La fundacin del monasterio de El Escorial), Luis Cabrera deCrdoba (Historia de Felipe II Rey de Espaa) o Hans Khevenhller (Geheimes Tagebuch,1548-1605). Sin embargo, gracias a las memorias de las jornadas de la cmara, una fuen-te primaria que se encuentra acompaando a los registros nominales de escuderos reales(AGS, Casa y Sitios Reales) y que hasta ahora no ha sido utilizada, ser posible trazar conmayor precisin los itinerarios de Felipe II ao a ao. Estas memorias permiten poner enduda algunas afirmaciones tradicionales tal como la de que el rey, a quien no le agradaraen demasa la ciudad de Toledo, slo acuda a la antigua corte con motivo de grandes fes-tividades religiosas, pues sus registros atestiguan numerosos desplazamientos a este lugar.Nos ocupamos de estas memorias en Las jornadas y los viajes reales como fuentes parala historia poltica. Lo pblico y lo privado en la persona de Felipe II, en PrimerasJornadas sobre mtodos y tendencias actuales en la investigacin geogrfica e histrica,Madrid, 1987. Sobre los diferentes sitios reales que se encontraban cercanos a la corte y susentido, vase Miguel Morn y Fernando Checa, Las casas del rey. Casas de campo, caza-deros y jardines, Madrid, 1986.

    31 De la embarcacin de su Majestad con el Prncipe y las serensimas Infantas, sushijos, en Vaciamadrid para Aranjuez y Aceca, BES, Cd. &.II.21.

  • L'Hpital deseaba encontrarse quand le mois de septembre arrive yel magistrado podia despedirse del foro y faire treve au barreau:

    ... plus de proces alors, les portes de Thmis se ferment, un longsilence regne au Palais; c'est pour nous l instant du repos; c'estle seul tems qu'il nous soit permis de donner nos femmes & nos enfans, aprs la dixieme lune. Excds de travail, dgoutesmme de la capitale, nous dsertons en foule; on se presse auxportes; l'amour immodr des champs nous gare. Les uns s'-lancent sur des navires; d'autres, plus impatiens, sur des coursiersrapides: vous verriez les routes troites chauffes de tant dechars qu'un cuir neuf environne. On arrive enfin a la maison deschamps; chacun y retrouve son got, son plaisir chri (...).Recueilli en moi-mme, j'y faisois, comme les autres, l'numera-tion des mes richesses; telles qu'elles sont, je ne les changeroispour tout l'ar de Crassus. O! ce tems, ce deux mois passs dansl'ivresse du bonheur, sont le plus beau tems de ma vie! depuis quej'exerce une fonction publique, ces deux mois ne m'ont jamaisparu que deux jours32.

    La imagen de la vida real que nos ofrecen las cartas es bastantesimilar a sta; segn ellas, tambin Felipe II quera descargarse depapeles entornar, pues el rey no podra nunca cerrarlas, las puertasdel templo de Temis de su particular corte yendo a alguna de lasmuchas casas de campo que tena fuera de Madrid y aprovechandoeste reposo para dedicar algn tiempo a su familia, pensndolo dehacer cada da de uno para otro nunca he podido hasta ahora que, porpoderos escribir y entender en otras cosas, me he salido de Madridms temprano que suelo otros aos y con esto espero poderos res-ponder33.

    Todos estos sitios y casas reales tienen en comn un excelente ycuidado emplazamiento campestre, lo que los hace perfectos para lacontemplacin retirada de la naturaleza, tanto los emplazados aquen-de y allende los puertos como los ribereos del Tajo y su red deafluentes; sin embargo, junto a este carcter naturalista que todoscomparten, y segn se desprende de una lectura detallada de las car-tas, cada uno de ellos parece haber cumplido una funcin preferente,desde aquellos que no parecen ser ms que puntos de descanso en las

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    32 pitre de Michel de lHpital au Cardinal de Tournon, 1543, en Essai de traduc-tion de quelques pitres et autres poesies latines de Michel de lHpital, Paris, 1778, pgs.2-3. No nos ha sido posible, como hubiramos querido, contrastar algunos puntos de estatraduccin dieciochesca con el original latino. El nfasis es nuestro. Cfr. los elogios del re-tiro en las casas de campo que hace Gaspar Salcedo Aguirre, Pliego de cartas, Baeza, 1594:De suerte que la rara y ms humana sabidura de Salomn nos ense como con la casade la ciudad y el templo es necesario otro alojamiento en el campo donde se olviden losenfados y se dejen las pesadumbres que trae consigo el gobierno, pg. 136.

    33 Carta LVII, El Pardo, 14/3/1587.

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    rutas que conducen a otros lugares El Piul, Vaciamadrid, Aceca, porejemplo hasta el magno Escorial, cuyo conjunto integra todas lasfunciones supuestas en los dems sitios y casas reales. As, la cazaparece la caracterstica que determina la estancia en El Bosque deSegovia y en El Pardo, aunque la proximidad a la corte de este pala-cio lo hace similar en mucho a la Casa de Campo, mientras que susituacin en la ruta hacia San Lorenzo y Segovia lo convierte en unfrecuentadsimo punto de paso. Por su parte, Aranjuez y sus contor-nos (Ontgola, Esperanza) parecen dedicados a la contemplacin dela naturaleza en su sentido ms estricto, siendo lo ms estimable dellugar sus frondas, jardines, canales y estanques.

    Por ltimo, San Lorenzo de El Escorial, como era de esperar, se nospresenta como el sitio real ms importante, tanto por el mucho tiempoque pasa el monarca en l como por las actividades que all realiza. Esel monasterio de San Lorenzo el escogido para las que el padreSigenza llam vacaciones santas34, pues a l se trasladaba el rey paracelebrar la pascua de la Natividad, la Semana Santa y otras festividadesreligiosas, relacionadas o no con las ceremonias de consagracin delmonasterio. Pero, adems de esto, los anejos y dehesas de El EscorialLa Fresneda, El Quexigal, La Herrera, San Juan de Malagn, princi-palmente con sus estanques, jardines y monte bajo permitan tanto lacaza y la pesca como el puro disfrute contemplativo de lo natural.

    Gracias a las cartas podemos saber tambin que, adems de teneruna actividad predominante, y en directa relacin con ella, cada unode los sitios principales parece haber sido visitado con mayor fre-cuencia en alguna de las cuatro estaciones; de esta forma, Aranjuezera el preferido en primavera, El Escorial en verano, Valsan y ElPardo en otoo, mientras que el Alczar de Madrid se enseoreabadel invierno, aunque debe quedar claro que esta pauta anual es mera-mente indicativa, pues cualquier poca del ao parece haber sidobuena para trasladarse, sobre todo, a El Pardo o a San Lorenzo35.

    stos son los escenarios ms habituales de las cartas y, si aadi-mos a lo dicho todos los detalles que concernir puedan a la represen-tacin monrquica de la que el rey no poda separarse y que se desa-rrollaban tambin en estos reales sitios, por supuesto insistimos enque Felipe de Austria nunca poda cerrar su corte como lo haca

    34 Fray Jos de Sigenza, La fundacin..., pg. 102.35 A partir de las Cartas slo se puede conseguir una aproximacin al ciclo anual de

    los desplazamientos reales, visin que nos proponemos completar con los registros de lasmemorias de las jornadas de la cmara, especialmente tiles para reconstruir como semerecen los viajes a los sitios reales ribereos del Tajo y la ruta que, pasando por Aranjuezy Aceca-Toledo, llevaban al rey desde Madrid a El Escorial pasando por El Quexigal,mucho menos conocida, pese a que fue muy utilizada, que la ruta nortea por El Pardo,Galapagar y La Fresneda.

  • L'Hpital, nos encontraramos ante los argumentos de los que noshalan las cartas la mayor parte de las veces, salvo en las correspon-dientes a las jornadas de relacin, en las que hallamos una mezclams compensada, valga esto como ejemplo, de visitas a jardines yproposiciones de cortes. Por razones obvias, las noticias de este lti-mo tipo (reuniones de estados, proclamaciones, triunfos, juramentos,gobiernos delegados, etc.) menudean ms en las cartas escritas duran-te los viajes a Portugal, en 1581-1583 (I a XXXIII); a Monzn, en1585 (XXXIX a XLIX), y a Tarazona, en 1592 (CIX a CXIII). Enrelacin con esto, y por ltimo, es importante sealar que existe unainnegable diferencia entre las cartas escritas antes y despus de quese celebrase en Zaragoza, en 1585, el matrimonio de CatalinaMicaela y Carlos Manuel de Saboya.

    Aunque hay algunas dirigidas slo a una de las infantas, lo normales que las cartas escritas entre abril de 1581 (I) y junio de 1585(XXXIX) vayan remitidas conjuntamente a Isabel Clara Eugenia y aCatalina Micaela, siendo, por el contrario, esta ltima, ya comoDuquesa de Saboya, la destinataria de todas las restantes hasta llegara completar las ciento treinta y tres piezas que componen este episto-lario. Pues bien, en estas cartas saboyanas ms numerosas, perotambin ms breves las habituales noticias que ha venido dandoFelipe II sobre tantas cosas de su gusto ceden terreno muchas vecesante los comentarios que al Rey Catlico le merecen la poltica lleva-da a cabo por Carlos Manuel con el horizonte de las Guerras deReligin de fondo y la repercusin que tales empresas (relacionesdiplomticas con los cantones de Ginebra y Berna, intervencin mili-tar en Provenza, ocupacin del Saluzzo, etc.) pudieran tener en losplanes trazados por el propio monarca en relacin a este conflicto y aesta zona europea, ante todo, en lo que tena que ver con la seguridaddel camino espaol y con la presentacin de la candidatura al tronofrancs de su hija mayor, Isabel Clara Eugenia, como heredera de losValois, al morir asesinado sin herederos directos el ltimo de ellos,Enrique III36.

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    36 Como se sabe, Isabel Clara Eugenia era hija de Felipe II y de Isabel de Valois y, portanto, nieta de Enrique II, el padre del difunto Enrique III. Por su parte, y como herederode Francisco I, Carlos Manuel tambin pretenda el trono francs y quera que su suegro leprestara su apoyo para conseguirlo. sta es la razn de su intervencin en las cuestionesinternas francesas en Provenza y en el Delfinado. Vase J. De Croze, Les Guises, les Valoiset Philippe II, Paris, 1866; y F. Braudel, El Mediterrneo y el mundo mediterrneo en tiem-pos de Felipe II, Mjico, 1976. La relacin con el camino espaol radicaba en la impor-tancia geoestratgica que le conceda a Carlos Manuel ser el seor de Saboya y Piamonte,en el nacimiento de algunos de los ms importantes corredores alpinos existentes entre elMilanesado y el Franco Condado-Pases Bajos; vase Geoffrey Parker, El ejrcito deFlandes y el camino espaol, Madrid, 1976; y Cano de Gardoqui, La cuestin del Saluzzo,Valladolid, 1962.

  • De todas las opiniones que en ellas vierte el rey manu propria, sinduda, las ms importantes son las que se refieren a la idea de la repu-tacin de los prncipes y de la estimacin que se les debe y que tam-bin ellos se deben a s mismos, ideal estudiado en parte por el pro-fesor J. H. Elliott en relacin a la poltica de conservacin37. Quienaqu est hablando en semejantes trminos de reputacin / desrepu-tacin no es el rey privado, el que est sujeto a tempus, sino elmonarca que ha de medir la repercusin de sus acciones contando conel valor de su permanencia, con el aevum.

    Pese a esto, desde la primera a la ltima, donde las cartas sonverdaderamente elocuentes es en todo aquello que tenga que ver conla particularidad de Felipe II; una constante que as lo pone de mani-fiesto es la referencia continua a la salud real, no al riesgo que con-lleva para la Corona que el prncipe participe directamente en la gue-rra y arriesgue su vida, sino a las enfermedades que padece su cuerponatural, desde las torceduras a los catarros, pasando por las tercianasy la inefable gota filipina, dolencias que, claro est, no van a afectara su cuerpo poltico, forma que pervive a travs de su heredero38.Puede ser importante recordar aqu que las personalsimas noticias deestas cartas van dirigidas a las infantas, quienes, en principio, no esta-ban llamadas a suceder a su padre, y no al futuro Felipe III; no pare-ce casual que para el prncipe heredero lo que se redactasen fuesen,por antonomasia, instrucciones39.

    Una vez considerados los que podemos tener por escenarios yargumentos de las cartas, cabra preguntarse quines son sus perso-najes, aunque sin entrar en mayores precisiones biogrficas, pues ellector podr encontrarlas en las notas que acompaan la edicin delas mismas.

    Slo con la lectura de unas cuantas de ellas puede responderse sindudar que sus protagonistas principales son el rey Felipe, sus fami-liares directos y los miembros de su corte, pero no cualquier tipo decortesanos, sino slo aquellos pertenecientes al crculo ms ntimodel caballerizo mayor, de los secretarios de cmara, de los ayos de los

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    37 Vase infra nota 338 en las notas a las Cartas.38 Cfr. Kantorowicz, op.cit., pg. 13 y passim. Puede ser importante sealar aqu que

    en la tratadstica castellana sobre el gnero epistolar la carta en que se da noticia de enfer-medades era considerada carta familiar; vase, por ejemplo, la De un cavallero gotoso aotro de su religin, presentada por Gaspar de Texeda, Cosa nueva. Estilo de escrevir car-tas mensajeras, Valladolid, 1549. Sobre este gnero, vanse, adems de la obra de Texeda,el Estilo y formulario de cartas familiares de Gernimo Paulo de Manzanares (Madrid,1600) y el Arte de escribir cartas familiares de Toms Gracin Dantisco (Valencia, 1589).

    39 Felipe II haba recibido de su padre las famosas de Palams y tambin dejar, a suvez, unas para su hijo, Felipe III. Cfr. M. Fernndez lvarez, Las instrucciones polticasde los Austrias mayores. Problemas e interpretaciones, en Gesammelte zur Kulturges-chichte Spaniens. 3, Mnster, 1967, pgs. 171-188.

  • ms pequeos y las damas de las infantas, sin olvidar a los aposenta-dores de palacio, las graciosas y, en general todos esos tipos inclasi-ficables que se conocan como hombres de placer40.

    En primer lugar, aparecen el rey, sus hijos y nietos: Diego, Felipe,Mara, las mismas destinatarias de las cartas, Isabel Clara Eugenia yCatalina Micaela, y, segn van viniendo al mundo, los hijos de sta yde Carlos Manuel de Saboya41; en un segundo plano, la familia de lamayor de las hermanas de Felipe II, la emperatriz Mara y sus hijoslos archiduques Alberto y Margarita42. Como en el cuadro hoy en laHispanic Society de Nueva York que representa, al lado del rey, a lasdos Infantas cuidando a su pequeo hermano Felipe de Austria, unaire de crculo ntimo y familiar se apodera de lo mejor de la corres-pondencia43.

    Va el rey siguiendo en las cartas el desarrollo y la educacin de sushijos y nietos, su salud y hasta sus juegos, temores y bromas, mos-trando alegra o preocupacin con tal intensidad que ha sorprendido alos actuales historiadores de las mentalidades, sobre todo porque lamodernidad en los sentimientos que le despiertan la presencia o ausen-cia de sus hijos no parece concordar con el espritu de un siglo nodemasiado feliz para la infancia, cuando el mismsimo Michel deMontaigne podia escribir en sus Essais que haba sentido la muerte de

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    40 Referencias a todos estos personajes aparecen infra en las notas que acompaan alas Cartas, notas 22 (Magdalena Ruiz, graciosa), 24 (Luis Tristn, Agustn Profit, elCalabrs, graciosos), 56-57 (Francisca de Rojas, Francisco Zapata de Cisneros, ayos), 68(Hernando de Cabezn, msico), 80 (Juan de Valencia, aposentador), 114 (Ana deMendoza, aya de los Prncipes), 122 (Juan de Herrera, aposentador y arquitecto), 124(Jernimo de Talamante, cantor), 125 (Philippe Rogier, maestro de capilla), 128 (SanchoMorata, gracioso), 132 (Andrs de Salazar, aposentador), 133 (Alonso Tofio, aposenta-dor), 159 (Ana de Dietrichstein, dama), 179 (Graciosa Malaspina, dama), 186 (Valls,mdico real), 194 (Mara Manuel, dama), 206 (Diego Fernndez de Crdoba, caballerizomayor), 214 (Sebastin de Santoyo, secretario de la cmara), 232 (Mara de Aragn, dama),234 (Juliana de Lencastre, menina), 238 (Juan Bautista Cabrera), 253 (Catalina Laso,duea), 256 (Rafaela de Cardona, Luisa de Pernstein, Ana Mollart, damas), 265 (LeonorMascarenhas, aya), 267 (Pedro de Velasco, gentilhombre de cmara), 289 (Paulo Sfondrato,mayordomo mayor), 291 (Juan de Idiquez), 299 (Doctor Madera, mdico), 319(Estanislao, hombre de placer), 327 (Luis Gutirrez, guardajoyas), 328 (Garca de LoaysaGirn, preceptor del Prncipe), 335 (Cristbal Briceo, mayordomo mayor), 336 (Sanchade Guzmn, dama de honor), 414 (Beatriz de Mendoza, dama) y passim.

    41 Vanse Cuadros Genealgicos I y III e infra notas a las cartas 4 (Catalina deMdicis), 11 (Diego Flix de Austria), 26 (Felipe de Austria), 30 (Infanta Mara de Austria),322 (Felipe Manuel de Saboya y Austria), 349 (Vctor Amadeo de Saboya y Austria), 354(Manuel Filiberto de Saboya y Austria), 371 (Margarita de Saboya y Austria), 388 (Isabelde Saboya y Austria), 409 (Mauricio de Saboya y Austria), 410 (Mara Apolonia de Saboyay Austria), 413 (Francisca Catalina de Saboya y Austria) y passim.

    42 Vanse Cuadro Genealgico II e infra en las notas a las cartas 3 (Mara de Austria,emperatriz), 10 (Alberto de Austria, archiduque), 131 (Margarita de Austria, archiduquesa)y passim.

    43 El cuadro, de un annimo espaol, aparece reproducido en Priscilla E. Muller,Jewels in Spain, 1500-1800, New York, 1972, pg. 77.

  • sus hijos pequeos non sans regrets, mais sans fascherie, llegando adudar si haban sido dos o tres los nios perdidos en nourrice44.

    Las muestras de amor paternal en las cartas son tan frecuentes ytan vivas que, sin duda, pueden sorprender a un lector no familiariza-do con el carcter de Felipe II o que tenga en su retina la formaliza-da imagen dinstica de los retratos de corte, como el Felipe II ofre-ce al cielo al Prncipe Don Fernando pintado por Tiziano, cuyoglorioso lema maiora tibi no se sita en la misma esfera natural deque nos hablan las cartas45.

    Pero, sobre todos los personajes, cabe destacar las figuras de IsabelClara Eugenia y de Catalina Micaela, las corresponsales del rey en esteepistolario. En el ao 1581, fecha de las primeras cartas que conserva-mos, las infantas cumpliran quince y catorce aos, respectivamente; noeran, por tanto, tan nias como suele decirse y empezaban a ocupar en lacorte de su padre un lugar preeminente, habiendo formado, a su vez, consus damas y criadas una suerte de pequea corte, descrita por Glvez deMontalvo en su Pastor de Flida. En l, las hijas de Felipe II y de su ter-cera esposa, Isabel de Valois, nos son presentadas poticamente:

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    44 Essais, II, 8. Comprese estas palabras de Montaigne con la reaccin que, segn el em-bajador imperial, provoc en Felipe II la muerte en 1583 de la menor de sus hijas, la pequeainfanta Mara: ... sucediendo en aquella ocasin la muerte temprana de la Infanta Doa Maraque fue a quatro de agosto, que afligi harto con el amor paternal al Rey Don Felipe, sintin-dola como padre, de suerte que le hizo cessar de atender otras cosas el sentimiento de ella,Historia de Joan Kevenhuller, Conde de Franquenburg, BNM, Ms./2751, pg. 462. Sobre lasituacin y la nocin de infancia en la Edad Moderna, vanse las obras de Lloyd de Mause,Aris, Flandrin y Stone citadas supra en la nota 16, en especial las dos primeras.

    45 Museo del Prado, nm. 431. Este cuadro fue pintado por Tiziano para conmemorarla victoria de Lepanto de 1571 y su valor dinstico aumenta aun ms si tenemos en cuentaque colgaba en la quinta sala de la Casa del Tesoro del Alczar madrileo junto al Carlos Ven Mhlberg (M. Morn y F. Checa, El coleccionismo en Espaa, Madrid, 1985, pg. 123).Gracias a Louise Roblot Delondre disponemos de un bien documentado estudio grficosobre la imagen de las infantas de la Casa de Austria en el XVI (Portraits dInfantes, Paris-Bruxelles, 1913); sin embargo, sabemos muy poco sobre la imagen de los prncipes here-deros hispnicos en el mismo perodo, habiendo obras tan interesantes para estudiar comola ya mencionada de Tiziano o la Alegora de la educacin de Felipe III, de Justus Tiel(Museo del Prado, nm. 1846), cuadro que, por cierto, formaba conjunto con los arribamencionados. El sentido de esta imagen, tambin gloriosa (la Justicia da su espada al jovenPrncipe mientras que el Tiempo aleja a Cupido), puede ser contemplado atendiendo a lassiguientes palabras que el Licenciado Juan Garca de Becerril pronunci en una oracinante el Prncipe Felipe y la Infanta Isabel Clara Eugenia (BNM, R./23551, manuscritoencuadernado con la Oratio panegyrica del mismo autor, Madrid, 1588): De manera queletras y armas, clarssimo prncipe, son las que conservan las repblicas, aumentan los rey-nos y hacen a los reyes y prncipes dignos de inmortal gloria y pues que destos dos tannecessarios exeriios en este tiempo es Vuestra Altea tan aficionado al que tan tiernos ydelicados aos permiten y es el ms principal para el fin que se pretende, qu emos de espe-rar, sino de aquella gran Minerva guarda segn dean los antiguos y maestros de los prn-cipes, o por mejor decir Dios todopoderoso, que en esta primera edad a aficionado aVuestra Altea a las letras, luego que las fueras corporales den lugar a ello, le a de ponerla fuerte elada en la cavea y resplandeciente espada en las manos, con que exercitando loque la prudencia y buen consejo dictan salga digno de un tal abuelo e hijo de un tal padre.

  • Las dos Infantas que en el ancho suelocon sus rayos clarsimos deslumbrancomo dos nortes en que estriva el cielocomo dos soles que la tierra alumbran.Son las que a fuera de su inmenso buelo

    al soberano nombre de Austria encumbran, bella Isabel y Catalina bella; sta sin par y sin igual aqulla46.

    En 1585, la ms pequea Unin en la cifra oficial de aquel ao47abandonaba Espaa, despus de haberse convertido en la Duquesa deSaboya48, quedando Isabel Claridad en la misma clave como elnico sol de esta corte de Flida, pues la que haba de ser gobernado-ra soberana de los Pases Bajos, conjuntamente con su esposo elarchiduque Alberto, no abandon a su padre hasta la muerte de ste,sucedida en septiembre de 1598, sin que hubiera llegado a cumplirseun ao del fallecimiento de la propia Catalina Micaela49.

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    46 Luis Glvez de Montalvo, El pastor de Phlida, Lisboa, 1589, fol. 209 v.47 British Library, Additional 28358, fol. 327. Publicado por Carlos Riba Garca,

    Correspondencia privada de Felipe II con su secretario Mateo Vzquez, Madrid, 1957. Enesta misma clave, Felipe II era designado con el pseudnimo de Fundamento, laEmperatriz Mara con el de Recogimiento, el Prncipe Felipe con el de Esperanza, elDuque de Saboya con el muy significativo de Buenafortuna.

    48 Sobre los esponsales de Catalina Micaela y Carlos Manuel, vase infra notas en lasCartas 268 y passim, as como las capitulaciones matrimoniales que se encuentran en AGS,Patronato Real, caja 46, Fol. 20, dote de medio milln de ducados para Catalina Micaela alcasarse con el Duque de Saboya; caja 46, Fol. 16, particin de los bienes de Isabel de Valoisentre sus dos hijas. Con la llegada de la Infanta a Saboya la corte turinesa recibi el elabo-rado ceremonial de la corte madrilea; como dice Romolo Quazza le nozze... modificaro-no profondamente i costumi della corte torinesa con linfanta, umanissima in privato mapiena di sussiego pubblico, si introdussero nella famiglia sabauda il ceremoniale spagnuolo,la gravit dei modi, la severit delle apparenze (Margherita di Savoia, Torino, 1930).

    49 Catalina Micaela haba muerto del sobreparto de una nia, Giovanna, el 7/12/1597,contando apenas treinta aos. El rey lo har en El Escorial el 13/9/1598. Para una biografade las infantas recomendamos las obras de Agustn Gonzlez de Ameza Isabel de Valois,Reina de Espaa, Madrid, 1949; Flix de Llanos, De la cruz al cielo...; Italo Raulich,Storia di Carlo Emanuele I di Savoia, Milano, 1896; Alfonso Danvila, Don Cristbal deMoura, Madrid, 1900; o Mercedes Formica, La infanta Catalina Micaela en la corte ale-gre de Turn, Madrid, 1976. Sin embargo, s queremos recordar aqu el retrato de las infan-tas hecho por el veneciano Matteo Zane en 1584: Della regina Isabella, que fu sorella delre cristianissimo e terza moglie di S.M. Cattolica, viuono due figliuole; la prima di et di18 anni e la seconda di 17. La maggiore si dimanda col medesimo nome della madre,Isabella, nata veramente fortunata, poi che oltre che il padre lama piu teneramente che nonfece mai alcun altro desuoi figliuoli, ha lamore e la benevolenza intiera di tutta Spagna,che da molti anni in qua le augura la successione e vi e molto vicina; e certo che meritaogni bene, perche oltre desser dun animo tanto pio e religioso che niente piu, e dotata ditanta virtu e prudenza che la rende dignissima di regnare. La seconda infante si diceCaterina; non e bella en graziosa quanto la sorella, ma e piu allegrea, piu gioviale e matreg-gia piu che non fa laltra. Potria esser che questa si maritasse prima in Ernesto [de Austria]o in Savoyae che la maggiore dovendo ereditare si fermasse presso il padre, EugenioAlberi, Relazioni degli ambasciatori veneti al Senato, serie I, vol. V, Firenze, 1861.

  • Con tales componentes y caractersticas esenciales se comprendeque las cartas se hayan convertido en el ms firme soporte documen-tal disponible para la elaboracin del llamado lado amable del reysevero, aquella fuente con la que hubiera deseado contar Prez deGuzmn ya en 187650. A decir verdad, a nadie se le oculta que la ima-gen del Felipe II demoniaco se ha convertido en poco ms que en unobjeto de anlisis historiogrfico de estudio enriquecedor y apasio-nante, por otra parte y que, precisamente, han sido las cartas uno delos ms importantes medios para derribar el perfil moral de estaLeyenda Negra, pues, como escribi Gregorio Maran, justamentehan contribuido a ennoblecer la memoria de este Rey51.

    Sin embargo, en esta labor de recuperacin historiogrfica deFelipe II a travs del uso de las cartas se ha llegado a alguna posicinextremada, sin duda, porque se ha considerado que era imposible com-paginar el rey paternal y carioso que en ellas se nos ofrece con unestadista de relieve; algo que, paradjicamente, s pareca posible conel prototipo legendario de rey infame, pero habilsimo polticamente.

    En este sentido, son elocuentes las palabras del ya mencionadoMaran cuando compara este epistolario con el de Antonio Prez,sealando que las cartas de Antonio a los suyos son paralelas enpasin y tan dignas de respeto como las de Felipe II a sus hijas (...).Slo se diferencian en que las de Felipe II parecan escritas por un niobueno, pero no muy inteligente; las de Antonio Prez, por un hombrepecador, pero inteligentsimo52. Como se sabe, postular semejanteinfantilismo en la personalidad del Rey Prudente le era preciso al doc-tor Maran para reforzar su particular anlisis caracteriolgico, pues-to que el modo en el que este historiador conceba la relacin entre elrey y su secretario se ajustaba a una suerte de dependencia personal.

    Sin entrar en consideraciones, a todas luces ya innecesarias, sobrelos planteamientos histrico-psicologistas, debe tenerse en cuentaque en modo alguno podra calibrarse en la misma balanza el valor deambos epistolarios; como hemos indicado, las cartas de Felipe II asus hijas no fueron escritas para ser difundidas, ni siquiera conserva-das, mientras que las del antiguo secretario del rey reunieron todas lascondiciones de instrumento poltico, incluida la que queremos evocaren este momento: su intencionada publicidad53.

    23

    50 Ut supra nota 7. Prez de Guzmn haba tenido que conformarse con las ancdotasde los Dichos y hechos de Baltasar Porreo.

    51 Gregorio Maran, Antonio Prez. El hombre, el drama, la poca. Madrid, 1954,pg. 326.

    52 Ibidem.53 Desde un principio, las llamadas Cartas de Antonio Prez a doa Juana Coello, su

    mujer, y a sus hijos, enviadas por aqul a Gil de Mesa, formaron parte de las edicionesuniversales del epistolario del antiguo secretario. A. Alvar (edicin), Relaciones ycartas, Madrid, 1986, II, pgs. 159-174.

  • Segn la preceptiva epistolar de la poca en que fueron escritas,slo las cartas de Felipe II a las infantas deben propiamente conside-rarse cartas comunes o familiares teniendo en cuenta quines fueronsus particulares destinatarios54, mientras que las de Antonio Prez aJuana Coello y a sus hijos no fueron escritas (...) para enviarse, ni seenviaron las ms de ellas, sino para entretenimiento y aliento delcorazn55. Por ello, las del secretario son evidentemente literarias,por los asuntos tratados y porque han sido dadas al conocimiento gene-ral por voluntad de su autor, mientras que las del rey no tuvieron estacondicin; de este modo, la estructura de carta familiar de las de Prezparece haber acabado convirtindose en un ardid retrico bien buscado.

    Por otra parte, tambin puede ser que el aniamiento del rey qui-siera deducirse de la irrelevancia poltica, que no histrica, de los asun-tos tratados y de la falta de estilo en la redaccin de las cartas. Puesbien, ambos defectos no seran tales a la luz de las convenciones yusos epistolares del momento, tal como los describe Stefano Guazzo:

    Quanto allo stile, dopo hauuto riguardo allo stato delle persone,per cui & a cui se scriue, ben sapete che vi conuiene formarlo horpiu hor meno rimosso secondo la diversit loro, ma in modo chesempre si mostri una grauit piaceuole & una piacevolezza graue.Non vorrei che pensando di lauarui le mani ne le bruttaste ne icolori retorici & nelle figure poetiche, perche non hanno che farecon questa foggia di lettere communi & famigliari, le qualiscriuendo piu per bisogno, che per pompa, debbono semplice-mente rappresentar l'animo nostro senza sospetto d'adulatione odi cerimonia56.

    Queda claro, por tanto, que se crea que el estilo ms adecuado y losasuntos que se deban tratar en estas cartas no dependan del autor, sinoque correspondan al estado de los destinatarios, en este caso infantasque contaban quince y catorce aos de edad al empezar el epistolario.

    Pero, sobre todo lo dicho, el infantilismo de que se acusa al reyproviene de la no consideracin de dos mbitos tiles en la conductay en el ser de un prncipe de la Alta Edad Moderna: el pblico y elprivado, el dinstico y el estrictamente familiar. Las cartas que el lec-tor tiene en sus manos pertenecen al rey privado y no al prncipepblico, aunque el Felipe II real slo fuera uno, pues sera una sin-razn separar al carioso padre y hermano que se solazaba en los rea-les sitios, que querrn tirios, y al monarca prepotente, ceremonial yhegemnico, que invocarn troyanos.

    24

    54 Vid. ut supra nota 38.55 Relaciones y cartas, II, pg. 159.56 Stefano Guazzo, Lettere, Venezia, 1603, A messer Fabbio Messarani, 13/9/1560,

    pg. 130.

  • No quiso el rey dejar recuerdo de las cartas que enviaba a lasinfantas, ocupndose de mandar quemar las que stas, a su vez, leenviaban; las cartas nacieron para ser destruidas poco despus de sercontestadas, hasta el punto que hoy podemos leerlas casi por casuali-dad, pese a la insistente y declarada intencin de su autor por mante-nerlas secretas hacindolas olvidar.

    Por ello, si llegara a plantearse, tendramos que responder negati-vamente a la pregunta de si las cartas de este epistolario podran serconsideradas las autnticas memorias de Felipe II, una pregunta obviaque, sin duda, Philarte Euphmon Chasles se hubiera hecho de haberpodido conocer lo publicado por Gachard en 1884. No son memoriasporque lo privado del rey no es concebido ni como duradero ni comonecesario, no es memorable; por ello, a las dems cartas vuestras, porser ya viejas, acuerdo de no responder, sino quemarlas57.

    En cuanto a los criterios de edicin, conviene comenzar diciendoque la fijacin del texto de las veintiocho primeras cartas se ha hecho apartir de la comparacin de la edicin de Gachard de 1884 con los origi-nales turineses, mientras que en todas las restantes hemos establecidouna nueva lectura a partir de dichos originales, lo que, en la prctica, seha traducido en versiones muy diferentes a las hasta ahora disponibles.

    Por otra parte, y como principio general, se han modernizado lagrafa y la puntuacin de las cartas para facilitar su lectura; igualmen-te, en algunas ocasiones se ha credo conveniente hacer pequeos cam-bios sintcticos o morfolgicos para aclarar ciertas frases que, de locontrario, hubieran podido resultar de difcil comprensin. En las notasque acompaan esta edicin, sin embargo, se ha seguido un criterioms purista, manteniendo grafas, aunque resolviendo las abreviaturas.

    Las obras citadas en estas notas suelen serlo de forma no comple-ta, remitiendo aqu a la bibliografa general al lector que quiera com-pletarlas. No se ha incluido un repertorio de fuentes manuscritas uti-lizadas, apareciendo stas reseadas slo en las notas; por elloqueremos dejar constancia aqu de nuestro agradecimiento, en espe-cial, a los archiveros del Archivio di Stato de Turn, del ArchivoGeneral de Simancas y a la Seccin de Manuscritos de la BibliotecaNacional de Madrid y de la Biblioteca Nacional de Lisboa.

    Los agradecimientos personales que quisiramos hacer son nume-rosos, porque esta edicin debe tanto, y ms, a muchos.

    Madrid, 1987-1998

    Para Juan Miguel Serrera

    25

    57 Ut supra nota 18.

  • TABLA DE CORRESPONDENCIAS

    N. B. La primera columna refleja la numeracin y la datacin delas cartas en la presente edicin; la segunda y la tercera, el orden delas cartas en las ediciones de Gachard (Pars, 1884) y de Spivakovsky(Madrid, 1975); por ltimo, la cuarta columna se refiere a la coinci-dencia con las piezas de la correspondencia mantenida entre Felipe IIy Carlos Manuel de Saboya segn la edicin de Altadonna (Madrid,1986), haciendo constar su fecha y su numeracin relativa.

    26

    I II(Gachard)

    III(Spivakovsky)

    IV(Altadonna)

    1581

    3/41/55/626/610/714/821/82/1023/1030/1020/1125/12

    1582

    15/129/119/25/319/32/416/47/54/625/630/73/9

    IIIIIIIVVVIVIIVIIIIXXXIXII

    XIIIXIVXVXVIXVIIXVIIIXIXXXXXIXXIIXXIIIXXIV

    IIIIIIIVVVIVIIVIIIIXXXIXII

    XIIIXIVXVXVIXVIIXVIIIXIXXXXXIXXIIXXIIIXXIV

  • 27

    I II(Gachard)

    III(Spivakovsky)

    IV(Altadonna)

    17/91/1025/108/11

    1583:

    3/117/1

    31/1

    14/215/3

    EscorialEscorialBosque

    1584:

    3/1Escorial

    1585:

    14/618/626/617/73/83/823/8

    XXVXXVIXXVIIXXVIII

    XXIXXXX

    XXXI

    XXXIIXXXIII

    XXXIVXXXVXXXVI

    XXXVIIXXXVIII

    XXXIXXLXLIXLIIXLIIIXLIVXLV

    XXVXXVIXXVIIXXVIII

    XXIXXXX

    XXXI

    XXXIIXXXIII

    XXXIV

    IIIIIIIVV

    XXVIVI

    28/1 1

    7/2 2

    20/9 330/9 411/10 5

    7/3 620/9 715/9 8

    22/2 98/3 10

    111213

    1430/9 15

  • 28

    I II(Gachard)

    III(Spivakovsky)

    IV(Altadonna)

    3/105/11

    1586:

    2/116/2

    10/4

    27/4

    28/728/727/812/9

    20/11

    1587:

    14/312/4

    28/52/7

    23/717/8

    13/12

    XLVIXLVII

    XLVIIIXLIX

    L

    LI

    LIILIIILIVLV

    LVI

    LVIILVIII

    LIXLX

    LXILXII

    LXIII

    VIIVIII

    IXX

    XI

    XII

    XIII

    XIVXV

    XVI

    XVIIXVIII

    XIXXX

    XXIXXII

    XXIII

    3/10 16

    177/4 18

    25/4 19

    6/7 207/7 217/7 2213/7 23

    2425

    18/11 2627

    5/3 287/3 29

    3027/5 31

    32

    33-346/7 35

    36-37

    19/10 3822/10 3823/10 39

    40

  • 29

    I II(Gachard)

    III(Spivakovsky)

    IV(Altadonna)

    1588:

    12/3

    14/6

    19/818/9

    8/11

    5/12

    1589:

    22/29/3

    7/5

    22/66/719/84/912/918/923/1026/11

    LXIV

    LXV

    LXVILXVII

    LXVIII

    LXIX

    LXXLXXI

    LXXII

    LXXIIILXXIVLXXVLXXVILXXVIILXXVIIILXXIXLXXX

    XXIV

    XXV

    XXVIIXXVIII

    XXIX

    XXX

    XXXIXXXII

    XXXIII

    XXXIVXXXVXXXVIXXXVIIXXXVIIIXXXIX

    XLXLI

    1/3 4142

    8/6 4344

    13/6 45

    23/6 4618/8 47

    481/11 49

    509/11 51

    23/12 52

    20/1 5318/2 5419/2 5520/2 56

    12/3 5719/3 585/5 59

    6021/5 6120/6 62

    63646566676869

  • 30

    I II(Gachard)

    III(Spivakovsky)

    IV(Altadonna)

    1590:

    4/112/26/329/4

    14/8

    9/1019/1020/115/1224/12

    1591:

    21/17/224/328/328/410/510/63/79/9

    15/1028/1015/1118/12

    1592:

    31/1

    13/122/2

    LXXXILXXXIILXXXIIILXXXIV

    LXXXV

    LXXXVILXXXVIILXXXVIIILXXXIX

    XC

    XCIXCIIXCIIIXCIVXCVXCVIXCVIIXCVIIIXCIX

    CCICIICIII

    CIV

    CVCVI

    XLIIXLIIIXLIVXLV

    XLVI

    XLVIIXLVIIIXLIX

    L

    LILIILIIILIVLVLVILVIILVIIILIX

    LXLXILXIILXIII

    LXIV

    LXVLXVI

    1/1 70

    717273

    13/6 7475

    1/9 76

    777879

    80

    81

    24/9 828384

    20/12 85

    10/2 8612/2 87

  • 31

    I II(Gachard)

    III(Spivakovsky)

    IV(Altadonna)

    31/312/429/56/617/828/88/12

    1593:

    12/130/17/41/523/57/723/8

    8/11

    1594:

    2/222/329/4

    4/7

    31/1019/12

    1595:

    25/819/9

    CVIICVIIICIXCXCXICXIICXIII

    CXIVCXVCXVICXVIICXVIIICXIXCXX

    CXXI

    CXXIICXXIIICXXIV

    CXXV

    CXXVICXXVII

    CXXVIIICXXIX

    LVIILVIIILIXLXXLXXILXXIILXXIII

    LXXIVLXXVLXXVILXXVII

    LXXVIIILXXIX

    LXXX

    LXXXILXXXIILXXXIII

    LXXXIV

    LXXXVILXXXVII

    LXXXVIIILXXXIX

    8889909192

    93

    94

    95

    28/8 961/9 97

    9899

    10024/6 10128/6 102

    10320/8 10427/8 105

    106107

    108109

    14/10 11016/11 11121/11 112

  • 32

    I II(Gachard)

    III(Spivakovsky)

    IV(Altadonna)

    1596:

    12/14/220/6

    7/9

    CXXXCXXXICXXXII

    CXXXIII

    XCXCIXCII

    XCIII

    113114115

    25/8 116117

  • CARTAS

  • ITomar, 3 de abril de 1581.

    A las Infantas mis hijas

    Siempre deseo responderos1 y nunca puedo y menos ahora queson las once y an no he cenado2; slo digo ahora que sera muy bienque escribis y respondis a mi hermana3, como creo que os lo escribya y volv su carta. Y de hoy en ocho das creo yo que enviar cartaspara ella, con que se habr de despachar correo y as para entoncespodris tener escrito y yo procurar de responderos, pues ahora nopuedo.

    Y porque he visto que no tenis sello os envo el que va aqu, paraque con l podis sellar las cartas de mi hermana y las de la reinamadre4 y las mas, y en lacre creo que sellar mejor, que en papel no

    1 Las cartas del rey a sus hijas eran respuesta de las que previamente stas le enviaban.Aunque s hay cartas posteriores, no se conservan las cartas de Isabel Clara Eugenia o deCatalina Micaela a su padre de estas fechas porque Felipe II se deshaca de ellas a medidaque se iban haciendo viejas (Carta XXIII). Un ejemplo tempransimo de la escriturainfantil de Isabel Clara Eugenia puede verse en IVDJ, Envo 38.

    2 Comprese con la cena a las ocho de la Carta VII y con el orden cotidiano que frayPablo de Mendoza recomendaba en 1583: Desde las seis hasta las nueve escriba VuestraMajestad y lea los papeles que conviniere para despachar otro da. A las nueve cene y seentretenga con cosas de gusto hasta las diez y media. Cito por La memoria del ReyCatlico. Cien y ms textos sobre Felipe II y su tiempo, apud El Escorial. Biografa deuna poca, Madrid, 1986, pgs. 237-238.

    3 Mara de Austria, segundognita del emperador Carlos V y de Isabel de Portugal,nacida en Madrid el 21/8/1528; casada en 1548 con su primo el archiduque Maximiliano(1527-1576), quien en 1564 se convertira en emperador con el nombre de Maximiliano II.En 1580 inici el viaje de retorno a Espaa desde Praga, la corte de su hijo el emperadorRodolfo II; retirada a las Descalzas Reales de Madrid, fue una figura importante en la cortede su hermano y de su sobrino y nieto, Felipe III, hasta su muerte en 1603. Fue madre dedos emperadores [Rodolfo II y Matas], dos reynas [Ana e Isabel de Austria, esposas deFelipe II y de Carlos IX, respectivamente] y doze archiduques de Austria, hija, nuera yesposa de tres csares [Carlos V, Fernando I y Maximiliano II] (Rodrigo Mendes Silva,Admirable vida y heroycas virtudes de aquel glorioso blasn de Espaa... Mara, hija delsiempre Invicto Emperador Carlos V, Madrid, 1655, fol. 20 v.). Cfr. Elas Tormo, En lasDescalzas Reales. Estudios histricos, iconogrficos y artsticos, 1. Madrid, 1917.

    4 Catalina de Mdicis (Florencia, 1519-Blois, 1589), reina viuda de Francia, madre delos reyes Francisco II, Carlos IX y Enrique III y de Isabel de Valois, tercera esposa deFelipe II y, por tanto, abuela de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela. Sobrela relacin epistolar entre la reina madre francesa y las princesas vase Hctor de la Ferrire(ed.), Lettres de Catherine de Mdicis, I-IX. Pars, 1885-1905. Del vivo inters de la reinamadre por sus nietas dan buena prueba los tres volmenes de Dpches de M. deFourquevaux, ambassadeur du roi Charles IX en Espagne, 1565-1572, publicados porC. Douais (Pars, 1896-1904). Fechada en Badajoz, 15/8/1580, se conserva una de las car-tas autgrafas que Catalina Micaela envo a la Reina Madre, BNP, Nouvelles AcquisitonsFranaises, 5177.

    34

  • me parece que sella muy bien; mas para m no sellis en lacre, querompe las cartas, si no fuere el pliego que se ha de cortar. Y es el pri-mer sello nuevo en que se han puesto las armas de Portugal, comoveris en lo que va en la cajilla5.

    Creo que se comenzarn presto las Cortes6 y primero el juramen-to, porque ya viene mucha gente, y ya habris sabido cmo me quie-ren hacer vestir de brocado muy contra mi voluntad, mas dicen quees la costumbre de ac7; Tomar8, a 3 de abril, 1581,

    vuestro buen padre.

    35

    5 La obra del sello debi corresponder a Clemente Virago, en atencin al siguiente tes-timonio de 1584: Clemente Virago me dio... los sellos que hizo en Portugal, donde yo losvi, y repar en lo destar poco hondos los escudos y sin letras, FZ, Carpeta 137, n 154. Loaqu apuntado parece ser la razn de las quejas del rey porque no sellaban muy bien enpapel. Antes de disponer de uno con todas sus armas, Felipe II us en los documentos desu primera cancillera portuguesa un sello con las armas reales y una leyenda que lo iden-tificaba como soberano de Portugal. El justo ttulo en el que se basaba la incorporacin dePortugal a la Monarqua de Felipe II era la herencia y, por tanto, como a tal reino hereda-do, que no conquistado, era preciso encontrarle un lugar en el escudo de armas del ReyCatlico, introduciendo algn cambio por el que se reconociese herldicamente esta agre-gacin. El resultado fue el que iba a ser el escudo de armas de los Austrias hispanos entre1581 y, al menos, 1668, con el blasn de las quinas portuguesas encajado entre Castilla yAragn sobrepuesto [Juan de Silva al secretario Gabriel de Zayas, Lisboa, 5/12/1580,AGS, Estado 418, Fol. 206].

    6 Los representantes de los Tres Estados de Portugal fueron convocados a una reuninde cortes por diversas cartas regias a partir del 4/1/1581. Su objetivo ms importante era elde jurar al nuevo rey Felipe de Austria, el 16/4, y a su heredero Don Diego. La convocato-ria especificaba estas intenciones: Pera me jurarem por verdadeiro Rey e senor destesReynos e senhorios delles, como o suo, e me fazerem preito e menagem de vassalagem,fidelidade e obediencia em forma de direito, e assy ao Principe dom Diogo, meu sobre todomuito amado e muito prezado filho primogenito, como a meu verdadeiro e ligitimo sues-sor e aos outros meus suessores que legitimamente me soederam (Carta regia a cida-de de Lisboa, Elvas, 4/1/1581, citada por Eduardo Freire de Oliveira, Elementos para aHistria do Municipio de Lisboa, XII, Lisboa, 1903, pg. 8).

    7 En efecto, el primer da de las Cortes, Felipe II hizo su entrada vestido de blanco conrosas doradas espalhadas por elle, com o seu tozo, Diario de Aurelio Antnio Baldino,BNL, Cod. 11136, fol. 136. Segn esto, el luminoso retrato del rey que hoy se encuentra enel Museo Nacional de San Carlos, Mxico, debe representar a Felipe II tal y como apareciante las Cortes en 1581. La ropa que port el da del juramento fue tambin de gran solem-nidad; cfr. Isidro Velzquez, La entrada que en el reino de Portugal hizo la SCRM de DonPhilipe invictssimo Rey de las Espaas, segundo deste nombre, primero de Portugal...Lisboa, 1583, ... dexando por este rato el luto, que con tanto sentimiento traa por la Reyna,que Dios tiene en su gloria, sali vestido de autoridad, de un ropn grande y ropeta largadebaxo, de tela de oro, rasa, amarilla, puesto sobre los ombros el collar de eslavones de oro,de que penda la insignia del Thoisn, gorra de rio negra, llana, camisa de cadeneta, guan-tes de mbar blancos, fol. 88 v; y Luis Cabrera de Crdoba, Historia de Felipe II, Madrid,1876-1877, II: El Rey entr vestido con sotana y gramalla de brocado carmes con largafalda, que llevaba el Conde de Matusinos [Matosinhos], empuado el cetro y con la coronapareca el Rey David, rojo, hermoso a la vista y venerable en la majestad que representaba,pgs. 633-634. El 1/2/1581, desde Elvas, el rey haba ordenado que se leve a Tomar o cep-tro de ouro que deve estar no tisouro, BA, 49/X1/1-5, Embaixadas de Duarte de Castelo

  • II

    Tomar, 1 de mayo de 1581.

    [A las Infantas mis hijas]

    Lo hacis tan bien en el cuidado que tenis de escribirme que nopuedo dejar de pagroslo en lo mismo y as lo he querido hacer ahora,aunque no me sobra mucho tiempo. Y os doy muchas gracias por laenhorabuena que me dais del juramento9 y harto quisiera que lopudierais ver desde una ventana, como lo vio mi sobrino, que se veamuy bien todo10.

    Branco, I, fol. 314. Por esta correspondencia queda claro que el encargado de organizar todoel aparato ceremonial y espacial de las Cortes de 1581 fue Alvaro Pires.

    8 Felipe II, de su propia mano, encomi el Convento de la Orden de Cristo en Tomar,diciendo de l es muy principal casa y de mucha autoridad: nota marginal holgrafa delrey a Carta de Antonio Maurio de Pazos a Felipe II, Madrid, 13/3/1581, AGS, PatronatoEclesistico, 12. Para algunos de los que fueron con l hasta Tomar el convento era muygrande y tan grande que le quieren conparar con el escurial (Gaspar de los Arcos a Pedrode Morlanes, Tomar, 20/3/1581, BNM, Ms./2020927-2). El lugar fue elegido para la reuninde las Cortes portuguesas porque Lisboa padeca rebatos de peste (vid. infra nota 12). Taleleccin provoc alguna alarma en la corte, pues escribe Maurio: Dzenme que en tomarse harn las cortes y que V.M. estar en el convento donde all byen se ve que es casa muyprincipal y capaz de mucha gente. Slo hago recuerdo a V.M. la contradiin y rebellinque an mostrado los religiosos desse reyno y que aquella casa fue del infante don luys,padre de don antonio, y en ella benyfic a muchos, que hoy en da, por ventura, querrnmostrar su gratitud con alguna diablica resolucin, que dyos no permitta, y como sonseores de la casa e sauen los secretos y escondrijos della tendrn ms occasyn para offen-der que el que entra nuevo en ella tiempo de poderse remedyar y tambyn acuerdo a V.M.que los conjurados contra sar nunca se atrevyeron a matarlo, sino quando lo tuvyeronenerrado en el senado donde no pudo ser socorrido de los suyos; Felipe II apunt al mar-gen, por mano de Mateo Vzquez, aquel convento es de la orden de Christus y no fue delinfante, sino del rey (Madrid, 4/2/1581, AGS, Patronato Eclesistico, 12).

    9 El juramento se produjo el domingo 16 de abril, ... em riba diante do convento deTomar em riba dos degraos, sendo tudo armado ricamente toda a historia de tunes que foro dainfanta dona Mara, Diario de Aurelio Antnio Baldino, BNL, Cod. 11136, fol. 135. DesdeElvas, 1/2/1581, el rey haba ordenado a Bernardim de Tvora que hiciese que el tesorero dela tapicera llevase al Convento cuanto se necesitase para su ornato y, en especial, porque hodito capitullo he descoberto e se ha de cobrir com vellas e forrar o tecto por baixo dellas comtepaaria ou panos de seda se os ouver na tapearia ou no tesouro, BA, Embaixadas deDuarte de Castelo Branco, I, fol. 314. Puede verse una relacin de esta ceremonia enInstrumentos e escrituras dos autos seguintes: Auto de Leuantamento & juramento d'el Reynosso Senhor. Auto das Cortes de Tomar. Auto do juramento do Prncipe Dom Diogo nossoSenhor. Auto do juramento do Principe Dom Philippe nosso Senhor, Lisboa, 1584. Impresoen vitela y con una encuadernacin especial, el ejemplar BNM Raros 7698 parece haber sidoel de presentacin real, destacando o debuxo das cortes que lo hace especialmente raro.

    10 Hijo de Mara y Maximiliano II de Austria, el cardenal archiduque Alberto de Austria(Wiener Neustadt, 1559 Bruselas, 1621) acompaaba a su to Felipe II en el viaje a Portugal,reino del que acabar por ejercer el virreinato entre 1583 y 1593; Mendes Silva traza estasinttica semblanza del archiduque: Crise en la corte de su to el Rey D. Felipe Segundo,

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  • l no ha estado bueno estos das, que ha tenido un poco de calen-tura y le sangraron una vez y ayer se purg con unas pldoras y estya sin calentura y as creo que se levantar maana. Y con haber sidopoco el mal, me ha dado harto cuidado.

    Y volviendo al juramento, por la relacin de l que os envihabris visto si eran verdaderas las que antes habais visto; y por sihan ido otras tales del de vuestro hermano11 os envo el orden que enl se haba de tener y se tuvo. Y porque no me quedan copias de aquelpapel y de ste guarddmelos entrambos para cuando yo vaya ah,que placer a Dios que sea presto.

    Y por estar ya bueno Lisboa12 y andar en buenos trminos lasCortes trato ya de ir all, aunque pasar por Almeirim13 y otros luga-

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    fue Cauallero del Tusn de Oro, dcimo octauo Prior de Ocrato (...) quinto Inquisidor Generalde aquel Reyno y su primer Virrey [i.e., de Portugal], Cardenal de la Eglesia Romana, del ttu-lo de Santa Cruz en Gerusalem (...) y electo Arzobispo de Toledo, pero el [ao] de 1598renunciando al Capelo, cas el ao 1599 con la Infanta Doa Ysabel (...) llevando en dote losEstados de Flandes, donde muri el Archiduque en Bruselas a quince de Iulio, ao 1621,Admirable vida..., fol. 58 v. A los once aos haba llegado a Espaa acompaando, junto a suhermano Wenceslao, a su hermana Ana que vena a casarse con el rey Felipe, quien ya habatenido consigo a otros dos hijos de Maximiliano y Mara, Rodolfo y Ernesto. Despus deencargarse durante diez aos del virreinato portugus, Alberto ser nombrado Gobernador delos Pases Bajos, para convertirse en soberano de los mismos en 1598 tras su matrimonio conIsabel Clara Eugenia. Sobre su figura, vase el relato de su capelln Juan Roco de Campofro,Espaa en Flandes. Trece aos de gobierno del Archiduque Alberto (1595-1608), Madrid,1973; y el estudio de Francisco Jos Caeiro, O Arquiduque Alberto de Austria, Lisboa, 1961.En Tomar, el archiduque ocupaba un aposento alto en la pared parte yzquierda deste des-canso frente del tablado, desde una de cuyas cinco ventanas asisti a la ceremonia de jura-mento de su to, retirado de la ventana, sentado en su silla (...) cercado de sus mayordomosy los de su cmara, I. Velzquez, La entrada..., fol. 86 v.

    11 Prncipe Diego Flix de Austria, tercer hijo de Felipe II y de su cuarta esposa Anade Austria, nacido el 12/7/1575; cfr. Fray Jos de Sigenza, La fundacin del monasteriode El Escorial, Madrid, 1986, pgs. 61-62. Despus de la muerte de los prncipes Fernando(1571-1578) y Carlos Lorenzo (1573-1575), Don Diego se haba convertido en el herede-ro de la Monarqua Catlica. El juramento de Don Diego Dom Diogo para los portugue-ses como prncipe heredero de Portugal se produjo el 23/4/1581; vase Instrumentos eescrituras... Auto do juramento do Principe Dom Diogo..., fols. 12 r.-16 v.

    12 En principio, Felipe II haba deseado que las cortes se reuniesen en Lisboa, y as sucarta de convocatoria sealaba expresamente que los llamados deberan reunirse en lacidade de Lixboa do fim deste mes de ianeiro por diante (Freire de Oliveira, Elementos...,XII, pg. 8); sin embargo, los rebatos de peste que se haban producido en la corte hicieronpensar en que los Tres Estados del Reino deberan reunirse en vora, Abrantes, Elvas oTomar, localidad en la que, por fin, se reunieron. El fin de la peste en Lisboa hizo posibleel inicio del viaje real hacia aquella corte, en la que solemnemente entrar el 29/6/1581.

    13 El 14/1/1581, desde Elvas, el rey haba ordenado que se reparase el Palacio deLisboa (vid. infra nota 43) y tambin que se conertem logo os paos de almeirym de tudoo necessario para eu poder estar nelles, escribiendo a Alvaro Pires que entenda logo emambas estas cousas , BA, Embaixadas de Duarte de Castelo Branco, I, fol. 299. SobreAlmeirim, vid. las impresiones recogidas por Bartolom de Villalba y Esta unos aosantes de que la visitase Felipe II en su El pelegrino curioso y grandezas de Espaa, Madrid,1886-1889: ... parecile al Pelegrino que era ya tiempo de caminar y ans fuese a ver a

  • res que estn cerca del camino; y lo ms pienso ir por el ro, que esmuy buena cosa14. Y por estar ms desembarazado para el camino, hedado hoy el Toisn al Duque de Braganza15 y fue conmigo a misa yentrambos con los collares16, que sobre el luto17 parecen muy mal, elmo digo, que l ms galn iba, aunque dicen que el da de mi jura-mento fue el primer da que se puso zapatos, que ya les traen actodos, sino soy yo18.

    Almerin, un lugar que los reyes de Portugal tienen para el ynvierno, con un bosque demuchas cabras, corzos y otros gneros de caza. Es sitio muy apacible y caliente; est tresleguas de Santaren en un llano, II, pgs. 37-38. Almeirim haba sido uno de los lugarespredilectos del rey Don Sebastin, vid. Itinerrios de El-Rei D. Sebastio (1568-1578), edi-cin de Joaquim Verssimo Serro, Lisboa, 1987, pg. 11 passim. Durante su estancia enPortugal, Felipe II realiz itinerarios en torno a Lisboa muy similares a los que habanhecho su sobrino D. Sebastin y su ta Catalina de Austria.

    14 Antes de llegar a Lisboa, el rey pas por Santarem, Almeirim, Salvaterra, VilaFranca y Almada. Efectivamente, algunas de las etapas de este viaje fueron fluviales; vid.las referencias a esta navegacin en algunas de las cartas siguientes y en las relaciones deIsidro Velazquez, La entrada...; y de Afonso Guerreiro, Das festas q