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Capítulo I La higiene pública en el Perú colonial y en su contexto

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Capítulo I

La higiene pública en el Perúcolonial y en su contexto

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Entorno del Perú y de la sanidad occidental

La declinación del mundo occidental medieval y su transición ha-cia la modernidad resultaron de la acumulación de una serie decambios culturales, económicos y políticos.

De la Escolástica a la “Ilustración” y el “Romanticismo”

En lo cultural, desde el siglo XII hasta el siglo XVII, en varios mo-mentos y en distintos puntos de Italia, la filosofía clásica paganarenació y las artes y las ciencias florecieron. Las ideas de Erasmode Rotterdam (1468-1536), exponente máximo de un humanismoque no renuncia al catolicismo, eran leídas, traducidas y asimila-das en la España de Carlos V. Se producía la Reforma de la Iglesia(1520 a 1530), rompiéndose la unidad cristiana y, luego, se asistíaa las guerras religiosas en Europa. Además, en el siglo XVI se co-mienza a difundir y aplicar el saber tecnológico acumulado du-rante los últimos cuatro siglos. La invención de la imprenta a fi-nes del siglo XV había hecho posible emancipar ese saber de la tra-dición oral. En estos nuevos tiempos, una racionalidad humanis-ta de carácter profundamente individualista se fue imponiendosobre el colectivismo anónimo y sobre las restricciones que el ca-tolicismo había impuesto a la crítica y a la creatividad. Con la apa-

Mundo occidental, higiene y sanidad

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rición de la razón técnica de Leonardo da Vinci (1452-1519),emerge la razón experimental. Se crea un nuevo instrumento: lanuova scienza de Galileo Galilei (1564-1642), cuya obra permitióuna fundamentación exacta de la ciencia natural, así como la apa-rición de la actitud y del método científico moderno [1, 2, 3].

El individualismo humanista, la creatividad, la laicización delsaber en las universidades y la invención de la imprenta forjaronen el mundo occidental las bases de la ciencia moderna, modela-das en el empirismo inductivo de Roger Bacon (1214-1294) y elracionalismo deductivo mecanicista de René Descartes (1596-1650).Nacen las ciencias naturales modernas: Nicolás Copérnico (1473-1543), Juan Kepler (1571-1630), Isaac Newton (1643-1727), AndreasVesalius (1514-1564) y Guillermo Harvey (1578-1657) crean y de-sarrollan los fundamentos de la Astronomía, la Física, la Anato-mía y la Fisiología [2, 4].

Luego, llega el siglo XVIII aportando al mundo occidental la Ilus-tración. Este movimiento cultural, con una fe suprema en la leynatural y una profunda confianza en la razón humana, emergióen un período crucial en la historia de este mundo, cuando unanueva tolerancia a las ideas —asociada a viejas corrientes, comoel escepticismo y el empirismo— había surgido con la revolucióncientífica del siglo XVII, imponiéndose finalmente al dogmatismomedieval. Para el ilustrado todo conocimiento no verificable em-píricamente debía ser cuestionado y revisado. Los grandes descu-brimientos de la Ciencia Natural en el siglo anterior habían de-mostrado las grandes limitaciones de la cosmovisión escolástica.El descubrimiento de los principios de la física y la mecánica in-dujo al hombre ilustrado a considerar el universo —desde una nue-va cosmovisión secular— como una inmensa máquina cuyo fun-cionamiento obedecía a leyes inmutables y verificables. Además,atendiendo a la exigencia racional de un orden en el conocimien-to, el médico y naturalista Carlos Linneo (1707-1778) propone su“Systema Naturae”, iniciando la moderna nomenclatura y clasifi-cación botánica y zoológica [1, 2].

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La gran novedad de la nueva racionalidad que se inicia conla Ilustración y, luego, caracterizará a la Era Moderna es su diso-ciación consiste en dos dimensiones: (I) la secular, es decir, la quesustenta la posibilidad de conocer empíricamente la realidad ob-jetiva y transformarla; y (II) la trascendental, es decir, la que bus-ca deductivamente las causas primarias o últimas de esa reali-dad, la razón de ser de todo el universo y de cada cosa en el uni-verso. En consonancia con las motivaciones y fundamentos delnuevo modo de producción, organizado bajo moldes capitalistas,la realidad concreta de las necesidades del hombre pasó a ser to-mada conscientemente como el origen y las bases para la formu-lación de los problemas humanos y de las respuestas correspon-dientes, sustituyendo las motivaciones y fundamentos trascenden-tales que sustentaban ideológicamente al antiguo orden feudal.El momento inductivo del origen de la abstracción teórica, a par-tir de la experiencia de los cinco sentidos materiales del hombre,ganó terreno con relación a la deducción, considerada ahora comouna puerta siempre abierta a los “devaneos” metafísicos. DesdeDescartes (1596-1650), y, luego, con los aportes de John Locke(1632-1704) y de David Hume (1711-1776), esa dimensión secu-lar o “instrumental” de la razón pasó a incrementar —cada vez amayor velocidad— su autonomía, eficacia y valoración social y,consecuentemente, su legitimidad. La razón moderna emancipósu dimensión instrumental o tecnológica, esto es, pasó a privile-giar su capacidad de interferir activamente en las condiciones devida del hombre [2, 5].

En las últimas décadas del siglo XVIII emergió en Europa unnuevo movimiento cultural: el “romanticismo”. Consistía original-mente en una rebelión contra las normas tradicionales éticas y clá-sicas estéticas, un movimiento cuyo objeto era la liberación de lapersonalidad de todos los convencionalismos. El francés J. J.Rousseau (1712-1778) fue el último de los ilustrados y el primerode los románticos; sin embargo, el romanticismo, en sus primerasetapas fue principalmente alemán. Encarnaba una reacción con-tra las crecientes complejidades de una naciente civilización tec-

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nológica y contra los problemas sociales ya creados por la indus-trialización; de aquélla surgió un espíritu humanitario que se ma-nifestaba en el odio a la injusticia y una fe apasionada en los de-rechos naturales del hombre. Es decir, era el inicio de una primerareacción ante los peligros de una racionalidad puramente instru-mental. Reacción que promovía una nueva actitud ante el mundodonde se privilegia los sentimientos y la imaginación, es decir—en el lenguaje de J. Habermas—, la dimensión valorativa de la ra-zón. Frutos del romanticismo fueron la filosofía idealista de E. Kant(1724-1804) y los aportes filosóficos de Fichte (1762-1814), Schelling(1775-1854), Hegel (1770-1831) y Schopenhauer (1788-1861) [2, 6].

Del mercantilismo al modo de producción capitalista

Con el deterioro de la economía medieval, el capital mercantil seafirmó sobre las debilitadas relaciones feudales, con el predomi-nio de una “burguesía” mercantil y bancaria sobre las tradicionesde linaje y el dominio de la propiedad de la tierra de los señoresfeudales [7]. Durante el Renacimiento, los antes poderosos comer-ciantes de Italia y Alemania fueron sustituidos por las compañíasmercantiles inglesas y holandesas. El mercantilismo surgía impul-sado desde las ciudades, o “burgos” medievales, donde circula-ban “libremente” mercaderías e ideas.

La marcación del tiempo, antes pautada por las llamadas de lascampanas para las obligaciones religiosas, pasó al dominio delos relojes y de los compromisos comerciales, aunque los nego-cios se realizaban siempre sobre una invocación divina [8].

El avance de las ciencias naturales y el progreso tecnológicodurante los siglos XVI y XVII posibilitó el inicio de un nuevo modode producción que se venía perfilando desde períodos anterioresbasándose en la actividad comercial y financiera. Como resultadode la “especialización del trabajo y la estandarización de sus ope-raciones” se había logrado el control de la producción de bienesen “escala” que caracteriza a la manufactura. La actividad artesanal

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se transforma en manufacturera. Se inicia la formación del “obre-ro colectivo” y del modo de producción capitalista [9].

A mediados del siglo XVIII se acelera el progreso científico-tec-nológico, lo cual permitirá la producción de bienes económicos en“escala masiva”, iniciándose en Inglaterra la llamada “RevoluciónIndustrial” y una nueva etapa en el desarrollo del modo de pro-ducción capitalista en Europa. Estos cambios en la economía pro-vocaron una profunda transformación de la sociedad occidental,con una reorganización del agro que, al destruir la servidumbre yla economía basada en la aldea campesina, estimuló una fuerteemigración rural hacia los centros urbanos. Por otro lado, esta nue-va etapa del modo de producción capitalista significó la partici-pación de dos nuevos protagonistas en la organización social: eltrabajador asalariado, especializado y sin acceso a la propiedadpersonal de los medios de producción; así como el empresario, pro-pietario de los factores productivos y cuya función era precisamen-te organizar la actividad de la empresa [10]. Al cumplir esta últi-ma función el empresariado capitalista pasa a tener influencia con-siderable sobre la creación de las condiciones institucionales y ju-rídicas necesarias para la continua expansión y fortalecimiento delnuevo modo de producción [9, 11].

Asimismo, con el advenimiento de la racionalidad moderna yel fortalecimiento del modo capitalista de producción en Europa,el espacio público pierde su carácter metafísico que en la EdadMedia trascendía las necesidades y juicios de cada individuo par-ticular y se reconfigura como “el espacio físico, institucional y cul-tural de circulación y de cambio, societariamente organizados, devalores materiales y espirituales de los sujetos privados”.

Los símbolos que delimitan la dimensión pública de la vidasocial pasan a legitimarse, nuclearmente, a partir de su carácterfuncional económico. Por intermedio de un criterio “contractual”el espacio público se reconstruye, es decir, se substituye la pseudo-espontaneidad de la organización de los espacios de interacciónmedieval por soluciones contractuales. El estrechamiento del ca-rácter colectivo de la organización social de producción y la acep-

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tación de la propiedad privada como principio de división socialy técnica del trabajo fueron las bases materiales de esareconfiguración.

Bases que fueron condiciones de posibilidades ideológicas ypolíticas para que el sujeto privado pudiera concebir y postularque los juicios o valores relativos a sus necesidades económicasindividuales fuesen una fuente legítima de normas y símbolos parala esfera colectiva de la vida humana en sociedad. Mientras másorgánicamente la supervivencia material de los individuos se or-ganiza en prácticas colectivizadas de producción y de consumode bienes económicos, más rápida y profundamente se estructuray se legitima el espacio público moderno [5].

En resumen, es en los contextos cultural y económico descri-tos donde se desarrollaron dos procesos, apenas analíticamentedistinguibles, que establecieron dos condiciones básicas para queemergiera la Modernidad. Por un lado está la “emancipación dela dimensión tecnológica de la razón” [6, 12] y, por otro, el “pro-ceso de la emancipación de los sujetos privados en la constitucióndel espacio público de la sociedad” [13, 14, 15]. “Ambos procesosdeberán ser considerados cuando se trate de comprender el naci-miento de la Epidemiología, que va a constituirse en el saber quefundamenta los contenidos de la Salud Pública científica” [5].

Del absolutismo al liberalismo político

Al final del siglo XV, la “razón de Estado” aparece con los ReyesCatólicos en España. Se asiste a la expansión marítima del Occi-dente, con la fundación de los imperios coloniales de España y dePortugal (siglo XVI), así como los de Holanda e Inglaterra (1609-1621). Durante el siglo XVII, se implanta la monarquía absoluta encasi todos los países europeos y se producen las guerras religio-sas. La creciente extensión del comercio internacional exigió la par-ticipación de los Estados, que para salvaguardar sus intereses eco-nómicos y políticos debían contar con una burocracia central, asícomo con ejército y marina permanentes. Los Estados nacionalescomienzan a adoptar una organización centralista y soberana, le-

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gitimada en un sistema jurídico escrito, lo cual lleva a una con-centración absolutista del poder en Francia, Inglaterra y España.Las lenguas nacionales poco a poco substituyeron al latín [1, 4].Se iniciaron los esfuerzos para conocer los datos demográficos na-cionales básicos con el propósito de utilizarlos para incrementarel poder y el prestigio del Estado. Se publica la Aritmética Políticade William Petty (1623-1687). El libro clásico de esta disciplina,Natural and Political Observations upon the Bills of Mortality , es pu-blicado en 1662 por John Graunt [3].

Luego, en el siglo XVIII, los ilustrados franceses postulan quela razón es el instrumento con el cual el hombre podía explicar ytransformar la sociedad y el Estado para lograr la felicidad. Ini-ciaron la crítica de la forma de pensar basada en la tradición y lafe, devaluando los argumentos que justificaban el derecho divinode los monarcas, la justicia natural tomista y los dogmas de la Igle-sia católica basados en la fe. Nada era demasiado sagrado para lainvestigación: el absolutismo fue objeto de ataques, al igual que eldogmatismo, la intolerancia y la censura. Para los ilustrados nosólo existían leyes científicas del mundo físico y biológico, sinoque también debía haberlas para los mundos de la política, eco-nomía, ética, religión, sociedad y filosofía. Había la convicción deque si el método de la nueva ciencia era adecuadamente aplicadoa la vida social se podría obtener los conocimientos necesariospara crear la sociedad perfecta [2].

En ese clima ilustrado se produce la revolución liberal francesade 1789, que impuso los principios de Libertad, Igualdad y Frater-nidad en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciu-dadano. En el preámbulo de ésta, se denuncia que “...la ignorancia,el olvido o el desprecio de los derechos del hombre son la sola cau-sa de la infelicidad pública y de la corrupción del Gobierno”.

Asimismo, en tres de sus diecisiete artículos se lee:

Los hombres nacen libres e iguales en derechos y las distin-ciones sociales no pueden fundarse más que en la utilidad co-mún (...) El objeto de toda sociedad política es la conservaciónde los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos

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derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resisten-cia a la opresión (...) La garantía de los derechos del hombre ydel ciudadano necesita una fuerza pública; esta fuerza es, por tan-to, instituida en beneficio de todos y no para la utilidad particu-lar de aquellos a quienes es confiada [16].

La Revolución Francesa de 1789 es el fenómeno histórico quemejor refleja las aspiraciones y exigencias liberales de la nueva cla-se empresarial capitalista en proceso de consolidación. Teniendocomo base el Humanismo del siglo XVI y del Racionalismo del XVIII,se había creado una nueva corriente ideológica: el “liberalismo”.Ideología que propone el parlamentarismo, la plena independen-cia del hombre con respecto a los poderes públicos y a los otroshombres, así como la soberanía de los naciones, entendida éstacomo la libertad de los pueblos. En el discurso liberal se repudia yse desacraliza el pasado, aunque se tiene cuidado en ratificar quela “propiedad privada es sagrada”. Esta revolución liberal —y laIndustrial que se desarrollaba en forma casi simultánea en Ingla-terra—, constituyen las dos caras, una con rasgos más acusada-mente políticos, y la otra con elementos más económicos de un mis-mo proceso: la consolidación del “régimen capitalista moderno”en el mundo occidental [1, 9, 11].

Higiene y sanidad en el mundo occidental

Concepciones de enfermedad entre los siglos XVI y XVIII

La Iglesia católica y la filosofía escolástica habían adoptado y pro-movido, de manera dogmática, las ideas de Galeno sobre la enfer-medad durante toda la época medieval. Sólo a partir del Renaci-miento, en los mismos años que surgió la reforma religiosa, apare-cieron las ideas antigalénicas de Paracelso (1493-154l), quien fueel primero en concebir a la enfermedad como un “proceso vitalanormal”. Al lado de sus creencias en brujerías y demonios intuyóuna química de la vida humana mucho antes que Lavoisier la con-firmara, en el siglo XVIII, con la demostración de que la respiración

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era una forma de oxidación. Las proposiciones alquímicas deParacelso afirmaban que la vida era un proceso químico y que laenfermedad era un desequilibrio en la química del cuerpo.

Entre los siglos XVII y XVIII, tiempos de transición y de eferves-cencia cultural, las nociones y los conceptos sobre la enfermedadproliferaron bajo una nueva perspectiva: el estudio de este fenó-meno correspondía a las ciencias naturales. Esto fue posible gra-cias a la declinación de la hegemonía del dogma católico romano,conservado intacto durante casi catorce siglos ante los avances dela libertad de pensamiento y de una nueva idea del sentido de lavida del individuo. No obstante, los antiguos sistemas filosóficos—vitalista, humoral, metodista, etc.— mantenían su influencia enel pensamiento médico. Por tal razón, los límites de esas nuevasconcepciones eran imprecisos; en sus contenidos se mezclabaninvocaciones divinas y espirituales con elementos racionales pro-cedentes de las nuevas ciencias naturales. Además de laiatroquímica, aparecieron las concepciones iatromecánicas yanimistas sobre la salud y enfermedad [4, 17].

Juan Bautista Van Helmont (1577-1644) inicia un sistema es-pecial de vitalismo que aplica a la fisiología humana. Creía quelos procesos materiales del cuerpo son presididos por “arqueos”o espíritus materiales específicos, y que estos procesos fisiológi-cos son en sí mismos puramente químicos y debidos en cada casoa un fermento especial. Franz de Le Böe o Silvio (1614-1672) con-cedía gran importancia a las “alteraciones de la mezcla del cuer-po”, considerando como factores determinantes de la enfermedada los jugos digestivos y sus anormalidades. Factores que penetranen el interior del organismo y sobre todo en la sangre, como“acrimonias”; éstas por su acritud o alcalinidad explican todaslas enfermedades. Resucita de esta manera a la patología humo-ral con el nombre de “iatroquímica” [17, 18, 19].

Radicalmente opuesta a la iatroquímica fue la iatromecá-nica, propuesta por Juan Alfonso Borelli (1608-1679). Este sistemapatológico considera —siguiendo las analogías del mecanicismocartesiano— al organismo humano como un reloj y a la enferme-

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dad como un mal funcionamiento mecánico. Borelli, sin embargo,también se inspira en el vitalismo, en tanto considera que los mo-vimientos mecánicos a los que se reduciría la vida venían dirigi-dos por un principio superior e inteligente. De la división del cuer-po en piezas y sistemas mecánicos surgirían los aparatos y siste-mas orgánicos que serían tratados por las especialidades médicasmodernas. En esta perspectiva los sólidos orgánicos funcionanimpulsados por fuerzas, en la física estática, y los humores, comotodo líquido, siguen las leyes de la hidráulica, que fue como Harveydescribió la circulación de la sangre en 1628 utilizando imágenesde bombas, válvulas y canales [17, 19].

Como reacción a los sistemas teóricos materialistas de laiatroquímica y de la iatromecánica se desarrolló el “animismo” deG. E. Sthal (1660-1734): “La enfermedad es un esfuerzo del almapara restablecer las funciones alteradas y destruir las potenciasdañinas”.

Para los animistas o vitalistas, el “ánima” —el alma en cuan-to principio vital— habitaba el cuerpo humano y era responsa-ble por el tono que mantenía su vida, su conservación y autorre-gulación. Cuando el alma está dañada no rige los procesos vita-les en la forma debida. El tono propiciado por el ánima se distri-buiría por el cuerpo a través de la sangre y, con su desequilibrioque resultaría en contracciones o relajamientos, la enfermedadocurriría [4, 17, 18].

Como todo exponente genuino del Renacimiento, ThomasSydenham (1624-1689) enseñaba que para aprender nuevos he-chos en Medicina era necesario abandonar todos los sistemas fi-losóficos que pretendían explicar y muchas veces sustituir a la rea-lidad misma. En este sentido criticaba los rezagos del pensamien-to medieval que, en su entender, aún existían en las concepcionesde los iatroquímicos, iatromecánicos, animistas y vitalistas de sutiempo:

Y, en verdad, es mi opinión que la razón principal por la quetodavía no poseemos una historia exacta de las enfermedadeses la suposición general de que éstas no son más que las opera-

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ciones confusas e irregulares de la naturaleza desordenada y de-bilitada, y por consecuencia es una labor inútil dar una descrip-ción justa de ellas. (Sobre las Enfermedades Agudas , 1675.)

Lo que debía hacerse era, primero, proporcionar una descrip-ción genuina y verdadera, una especie de historia natural, de cadaenfermedad (distinguiendo los síntomas constantes de los ocasio-nales, que pueden variar con la edad, la constitución y el trata-miento previo del enfermo; así como su presentación en ciertas épo-cas del año, ya que algunas de ellas muestran estas recurrencias“con la misma fidelidad que ciertos pájaros y plantas”); y, en se-gundo lugar, establecer un método fijo y completo de tratamientode cada enfermedad. Para lograr el primer objetivo era necesarioreducir todas las enfermedades a ciertas especies con el mismo cui-dado con que los botánicos describían sus plantas. De esta mane-ra no sólo da por sentada la existencia independiente de las en-fermedades, sino que además postula que es posible distinguirlasentre sí partiendo de sus signos y síntomas característicos, tal comoel botánico procede para distinguir las diferentes plantas, basadoen sus características físicas. En sus escritos

... no cita a ningún autor, con la excepción de Hipócrates. Sudesprecio por la literatura médica [de su época] es proverbial...No es de sorprender, por lo tanto, que uno de sus amigos máscercanos fuera John Locke, el fundador del empirismo [20].

No obstante, como todo hombre de su tiempo, Sydenham tam-bién especulaba sobre la explicación de las causas de la enferme-dad, tal como veremos al tratar sobre su concepción de la “consti-tución epidémica”.

En el siglo XVIII con una nueva percepción mecanicista del cuer-po humano, donde la atención central de los médicos europeosno estaba ya ubicada en los humores, los elementos sólidos pasa-ron a participar más de las representaciones de salud y enferme-dad, como centros de fuerzas físicas, dueños de movimientos quedan forma y expresión a la vida. No podía escapar a la observa-ción moderna de que las partes sólidas del organismo, sobre todoel músculo, presentan manifestaciones “vitales” propias que se-

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paran lo vivo de lo inerte. La imagen de fibras sólidas que sedistendían y se contraían había sido la base de la doctrina de la“irritabilidad” de Francis Glisson (1597-1677); el exceso o la faltade estimulación de factores externos al cuerpo posibilitaría la en-fermedad lo que admitía, entonces, una consideración de los lími-tes entre lo normal y lo anormal en dicha estimulación.

Friedrich Hoffman (1660-1742) resucitó el sistema de losmetodistas romanos al plantear que todas las propiedades y la ener-gía de la materia la percibimos sólo como movimiento, como fuer-zas iguales en oposición, como contracción y expansión. La saludes movimiento normal, la enfermedad es un trastorno del movi-miento y la muerte es ausencia de movimiento. Existe un fluidonervioso que conserva normales las acciones del cuerpo, que escomo una máquina hidráulica; este fluido lo secreta el cerebro yse distribuye en el organismo a través de los nervios y las arterias.Su función es regular el “tono” de los tejidos, en este sentido sedefinen los conceptos de “espasmo” y “atonía” para hacer refe-rencia al exceso y a la falta de estimulación, respectivamente. Ejem-plos de enfermedades espásticas son las inflamaciones localiza-das, catarros o neuralgias; las enfermedades crónicas se clasificancomo debidas a la atonía. Por su parte, Albrecht Von Haller (1708-1777) fue el primero, con su célebre “Disertación sobre las partessensibles e irritables de los animales”, en llamar la atención sobrela “contractibilidad” muscular provocada por una excitación, so-bre la “sensibilidad” y sobre la importancia de los “nervios” enlos procesos vitales. Clasificó los órganos y los tejidos según el gra-do en que eran irritables [4, 5, 18, 21, 22].

Para William Cullen (1710-1790) el sistema nervioso desem-peña el papel central en la patología humana y lo que se enfermano son los humores del organismo, sino los sólidos. Existe una“fuerza nerviosa” o “energía del cerebro” que inicia y mantienetodos los procesos fisiológicos y patológicos que se dan en el or-ganismo. Todas las enfermedades se inician en el sistema nervio-so y otros factores patogénicos se consideran como secundarios.La mayor parte de los padecimientos se debe a que los estímulosdebilitan al cerebro generándose así una reacción que, a su vez,

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estimula la aparición de espasmos, los cuales aparecen como unaconsecuencia de la acción debilitante inicial. Debilidad produci-da por agentes externos como frío, miasmas, contagios y otros.Combinó, así, su doctrina de la fuerza nerviosa con la de irritabi-lidad de Glisson y con las ideas de espasmo y atonía de Hoffmanpara explicar el origen de las enfermedades. Además, para Cullenexistían cuatro clases de enfermedades: las pirexias, las neurosis,las caquexias y las locales. Cada una de éstas correspondía res-pectivamente a alteraciones de las funciones vitales, animales, na-turales y “otras”. La clase de pirexias se dividía en cinco órdenes:fiebres, inflamaciones localizadas, exantemas, fluxiones y hemo-rragias. La clase de neurosis contenía cinco órdenes, una de ellasera “espasmos” [4, 5, 18, 21, 22].

Concepciones sobre las epidemias entre los siglos XVI y XVIII

Desde hacía mucho tiempo los defensores del ambientalismohipocrático postulaban que las epidemias y las enfermedades soncausadas por factores procedentes del medio ambiente. Se acepta-ban como válidas dos afirmaciones: (I) ciertas emanaciones poseenuna acción mórbica a distancia; y, (II) dichas emanaciones surgende condiciones atmosféricas, astrológicas, telúricas o de acumula-ción de heterogéneas substancias orgánicas en descomposición.A partir de estas afirmaciones se desarrolló, desde el siglo XVI, lanoción de “constitución epidémica” que posteriormente se amplíay se define como la “teoría miasmática”. Esa noción es entendida,inicialmente, como un estado de corrupción particular de la atmós-fera que produce ciertas enfermedades que se difunden en la ex-tensión que dicho estado atmosférico se prolonga y lo permite; lue-go, fue precisada por T. Sydeham en su obra Observationes medicae,publicada en 1676. En ella las manifestaciones y la evolución delas “enfermedades agudas” están determinadas por la índole dela materia “morbífica” (partículas miasmáticas del aire), la locali-zación somática de esta materia en la sangre, la mayor o menorvitalidad del paciente y la fatalidad en su aparición.

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El trastorno fundamental de estas enfermedades sería una pe-culiar alteración de la sangre, a la que Sydenham dio varias de-nominaciones: inflamación, conmoción, ebullición y fermentación.Para este autor había dos tipos de enfermedades agudas febriles:los disturbios epidémicos (plaga, viruela y disentería) produci-dos por cambios atmosféricos, y las enfermedades interferentes(fiebre escarlatina, angina, pleuresía y reumatismo). Mientras unadeterminada constitución epidémica progresaba, el disturbio epi-démico (por ejemplo la viruela) incrementaba su severidad y vio-lencia hasta alcanzar su máxima expresión para luego declinarconforme los elementos atmosféricos eran reemplazados por otrosque generarían una nueva constitución. Luego, ésta prevalecíapor un cierto período y estaría asociada con otro particular dis-turbio epidémico.

Sydeham no llegó a precisar cuál era el origen del cambio delos elementos atmosféricos, aunque creía que éste era causado poruna emanación surgida de la tierra y estuvo, incluso, propenso aconsiderar posible un origen astrológico de las epidemias. En 1717,Giovanni María Lancisi (1654-1720) publicó De noxius paludumeffluvis, sobre las emanaciones nocivas de los pantanos. Lancisicreía que los pantanos producían la malaria a través de dos moda-lidades de emanación: la animada y la inanimada. La primera erala nube de mosquitos capaces de transportar y transmitir la materiapatogénica, la segunda se identificaba con los “miasmas” [3].

Por otro lado el nuevo conocimiento sobre la naturaleza, acu-mulado durante los siglos XV y XVI, constituiría la base inicial paratratar de refutar la teoría de la constitución epidémica. Como par-te importante de esta base se pueden mencionar las proposicionesalquímicas de Paracelso comentadas, a partir de las cuales se de-sarrolla la iatroquímica que especula con la existencia de especia-les acciones químicas que actúan a distancia. También el paradig-ma iatromecánico de Borelli y Baglivi refuta como causas de lasepidemias la corrupción del aire y los factores astrológicos, plan-teando así un “modelo biológico” en el que se combinan explica-ciones iatromecánicas con iatroquímicas para dar una versión detipo “biológico” del contagio y de la extensión de las epidemias.

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Por su parte, Girolamo Frascatoro (1478?-1553) había enuncia-do, en 1546, la existencia de tres tipos esenciales de contagio: (I)infección por puro contacto; (II) infección por contacto humano ycon objetos contaminados, como en la sarna, la tisis, la lepra; (III)infección que actúa por contacto y con objetos, además que tam-bién puede transmitirse a distancia, como son las fiebrespestilenciales, la tisis, ciertas oftalmías, viruela y otras. La pala-bra que usa para referirse a los objetos contaminados es fomes, queen castellano se escribe “fomites” que significa “causa que excitao promueve una cosa”:

... llamo “objeto contaminado” a cosas como vestidos, ropa decama, etc., que aunque no se encuentran corrompidos en sí mis-mos, de todos modos pueden albergar las semillas esenciales(seminaria prima) del contagio y así producir infección [23].

La teoría de que ciertas enfermedades son causadas por orga-nismos vivos tan pequeños que son invisibles a simple vista eraya muy antigua; se mencionan como sus iniciadores, entre otros,a Columella (alrededor de 60 a. C.) y Marco Terencio Varro (116-26 a. C.). Las ideas de Fracastoro no corresponden a esta teoríaporque él postuló las semillas “en términos fisicoquímicos” y nobiológicos. Se ha sugerido que uno de los primeros que documen-taron la doctrina de que “las enfermedades contagiosas se dise-minan por medio de pequeños animalitos a simple vista” fueAthanasiuus Kircher (1602-1680), aunque sin poder poner a prue-ba la validez de sus afirmaciones.

No podía ser de otro modo en vista de que aún no se formula-ban los conceptos biológicos necesarios para darle un sentido cien-tífico; además no se disponía de técnicas adecuadas para el estu-dio de los microorganismos. De todas maneras se fue perfilandola teoría del Contagium Vivum, postulando que la enfermedad eratransmitida del portador al infectado a través de partículas vivascreadas espontáneamente por la corrupción de los humores. Deella se deriva la teoría “contagionista” de la enfermedad epidémi-ca, la cual va a competir con la teoría “atmosférica-miasmática”hasta el fin del siglo XIX [3, 4, 23, 24].

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De acuerdo con las ideas de la época, producida la enferme-dad, ésta se transmitía por “infección” o por “contagio”. Estos con-ceptos eran definidos de manera diferente a lo que es hoy usual yhacían referencia a las distintas formas de propagación de unaenfermedad. En el primer caso era una materia o un miasma elelemento transmisor; en el segundo era el sujeto enfermo mismoya sea por contacto mediato o inmediato. Los autores delCompendium, publicado en 1842, afirmaban que:

La infección es el modo según el cual se propagan ciertas enfer-medades debido a la acción tóxica o mórbica, que ejercen las ma-terias vegetales o animales en descomposición y los miasmas ex-halados por el cuerpo humano sano o enfermo, sobre uno o va-rios individuos colocados en una oportunidad particular para re-cibir su influencia (...) El contagio es un modo de propagación delas enfermedades en virtud del cual, un individuo afectado, co-munica su mal a uno o varios individuos que se hallan coloca-dos en una oportunidad particular para recibirle, y que ellos mis-mos sirven de elementos de propagación de esta enfermedad, cu-yos caracteres, quedan por lo demás, siempre idénticos [25].

Concepciones de Higiene y Sanidad entre los siglos XVI y XVII

Al iniciarse el siglo XVI no existía el saber que contemplara los di-ferentes elementos que afectan la salud colectiva, pero ya se reali-zaban prácticas sociales dirigidas a organizar y dirigir los esfuer-zos colectivos para tratar de controlar el máximo peligro sanitariopúblico de ese siglo: las epidemias. Prácticas que se fundamenta-ban en las ideas contenidas en el paradigma hipocrático-galénicoy en los postulados de la higiene individual grecorromana que con-tinuaban siendo dominantes en el pensamiento occidental.

Las ideas de carácter escolástico y galénico sobre el cuidadode la salud continuaron vigentes durante mucho tiempo en el pen-samiento médico. Estas ideas no aportaban ningún argumentopara fundamentar la importancia de las actividades de higiene di-rigidas a evitar los sufrimientos de las masas. Al contrario, Ga-leno enseñaba el carácter inevitable de tales sufrimientos: “La vida

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de muchos hombres está comprometida en las tareas de su ocupa-ción y es inevitable que ellos estén en peligro por lo que hacen (...)y es imposible cambiarlo”.

En su tratado sobre higiene, De sanitate tuenda (157 d. C.), elmismo Galeno sólo escribe reglas para el cuidado de la salud delas minorías opulentas. La enfermedad, la miseria y la hambrunaocasional eran consideradas como atributos normales e inevita-bles de la vida de los pobres. Además, hasta el final del siglo XV,al peso de las ideas de Galeno se sumaba el consenso generaliza-do de que las epidemias eran un castigo divino justamente envia-do a los hombres por su conducta pecaminosa.

Recién a partir del siglo XVI las ideas sobre los beneficios de lahigiene pública habían comenzado a difundirse en Europa; SirThomas Moro en Utopía (1516) describe un país imaginario don-de la higiene protege la salud y la medicina la restaura, y dondetodos los que necesitan sus servicios tienen acceso a ellos. La po-blación comenzó a asumir que la hora de “...la muerte no está pre-determinada por Dios, sino que el hombre, en cierta medida, tieneel poder en prolongar su vida”. Medicina e Higiene son mediospara este fin.

Se escriben varios libros sobre Higiene bajo el título De vitalonga. De todos éstos el más representativo del siglo es el Trattatodella Vita Sobria, escrito por el veneciano Luigi Carnaro y publica-do en 1558 [26].

Al final del siglo XVII, los aportes de las nuevas ciencias natu-rales aún no habían llegado a modificar significativamente los vie-jos fundamentos de la higiene y de la práctica sanitaria medieval.Se continuaba creyendo en la influencia astral sobre los proble-mas colectivos de la salud —identificados con las epidemias— ylas medidas del aislamiento y de cuarentena seguían siendo lasúnicas eficaces para limitar sus efectos. Pero ya se aceptaba quetal influencia podía ser corregida si el individuo era capaz de su-jetarse a una dieta equilibrada y a otros cuidados higiénicos.

Con relación al progreso de la Sanidad durante los siglos XVI

y XVII, lo único destacable es la creación del Consejo de Salud Mu-nicipal, como la primera organización pública sanitaria permanen-

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te responsable de las cuarentenas y del aislamiento de los enfer-mos dentro de lazaretos. Mas las autoridades locales no habíanpodido dar una respuesta suficiente a los problemas urbanos agra-vados, primero, por el desarrollo comercial de las grandes ciuda-des en la baja Edad Media y, luego, por el incipiente mercantilismorenacentista. El crecimiento desordenado de las poblaciones ur-banas y el hacinamiento de éstas en espacios reducidos agrava-ron la insalubridad de las ciudades y favorecieron, por ende, lapresencia de grandes epidemias en los siglos XVI y XVII. En estascircunstancias, los nacientes Estados nacionales se vieron obliga-dos a participar en la normatividad general sanitaria; aunque, losaspectos microadministrativos y operativos sanitarios siguieronsiendo manejados por las autoridades municipales o parroquiales.Para Michel Foucault (1926-1984):

El plan de cuarentena fue un ideal político-médico de la buenaorganización sanitaria de las ciudades en el siglo XVII. Hubo dosgrandes modelos de organización médica en la historia occiden-tal: uno suscitado por la lepra y otro por la peste [...] La Higie-ne Pública fue una variación refinada de la cuarentena [27].

Medicina urbana e higiene pública en Francia

No obstante el carácter “protocientífico” de las teorías vinculadascon la salud, su aplicación en la práctica de la higiene permitióimportantes avances en el saneamiento de las ciudades a travésde la llamada “medicina urbana”, denominada así por M.Foucault. Apareció en la segunda mitad del siglo XVIII y se desa-rrolló en Francia como una respuesta a la necesidad, económica ypolítica, de ordenar la ciudad de un “modo coherente y homogé-neo, regido por un poder único y bien reglamentado”. Sus accio-nes se orientaban a eliminar o controlar todo lo que en el espaciourbano podía provocar “malos aires”, cuya identificación estabafuertemente asociada a la percepción de olores pestilentes concen-trados en cementerios, prisiones, hospitales, navíos, aguas estan-cadas y excretas depositadas en la tierra.

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Era necesario establecer los mejores métodos de ventilación enlas ciudades: corredores que garantizaran una buena circulaciónde las cosas —del agua y del aire—, así como garantizar una ubi-cación adecuada de las fuentes de agua y los desagües o de lasbombas y de los lavaderos fluviales. En opinión de Foucault, la“medicalización de la ciudad” en el siglo XVIII permitió que los pro-fesionales médicos se pusieran en contacto directo con otras cien-cias afines, especialmente la química y la física; y que la medicinapasara del análisis de las condiciones del medio, al estudio de losefectos del medio sobre el organismo y, finalmente, al análisis delpropio organismo. Con la medicina urbana apareció, poco antesde la Revolución Francesa, “la noción de salubridad” que hacereferencia “al estado del medio ambiente y sus elementos consti-tuyentes en todo aquello que permita mejorar la salud” [27].

Al iniciarse en 1789 la Revolución Francesa, la ciudad de Pa-rís ya había sido detenidamente estudiada por una policía médi-ca urbana que había establecido las directrices de lo que se debe-ría realizar para una adecuada organización de los servicios desalubridad en la ciudad. Esto permitió que una de las primerasdecisiones tomadas por la Asamblea Constituyente en 1790 ó 1791fuera la creación del “Comité de Salubridad” en los departamen-tos y ciudades principales. La “salubridad” había sido entendidacomo la base material y social requerida para el logro de los obje-tivos de una “Higiene Pública” compatible con los principiosrevolucionarios [27, 29].

Al final del siglo XVIII había triunfado ideológicamente el libe-ralismo en Francia, imponiendo los principios de Libertad, Igual-dad y Fraternidad en la Declaración Universal de los Derechos delHombre y del Ciudadano. Se afirmaba, así, la idea de que los intere-ses de los individuos libres eran la razón del Estado o de la socie-dad política , y que los actos de los poderes Legislativo y Ejecutivodebían subordinarse a dichos intereses para lograr la felicidad pú-blica. La conservación de la salubridad del espacio público y eldesarrollo de la higiene colectiva eran dos condiciones para la pro-tección de la salud humana y, por ende, para el logro de la felici-dad social.

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La “Policía Médica” o “Medicina de Estado” en Alemania

Al final del siglo XVIII Alemania estaba conformada por más de 30pequeños Estados absolutistas y semifeudales gobernados por dés-potas ilustrados. La teoría de gobierno dominante desde el siglo XVI

en tales Estados era el cameralismo, versión alemana delMercantilismo. De acuerdo con ella, para incrementar el poder po-lítico y la riqueza nacional se requería aumentar, dirigir y contro-lar la población de acuerdo a los intereses del Estado. La“Polizaiwissenschaft” (ciencia del Estado) era uno de los principa-les elementos de esta teoría que postulaba una población grande,una política estatal en lo económico-social y una disciplina teóri-ca y práctica de la administración pública [30]. Por otro lado, des-de la perspectiva del absolutismo o despotismo, el Estado es res-ponsable de sus gobernados y, sabiendo lo que les es apropiado,ordena lo que ellos deben hacer para conservar su bienestar.

Dentro de ese marco teórico, el Estado reconoce que la protec-ción de la salud de sus ciudadanos es una de sus obligaciones,la cual debe ser cumplida a través de medidas legales y admi-nistrativas. Leyes y regulaciones policiales debían prescribir loque los individuos tenían que hacer y debían evitar en los espa-cios públicos y privados para mantener y restaurar su salud. Laconducción política y la administración de la higiene pública yla sanidad eran, finalmente, funciones policiales de un Estadopaternalista. Se definía así una nueva concepción del papel del Es-tado en el cuidado de la salud. Concepción que, luego, se deno-minaría “Policía Médica” y sería entendida como la formulaciónde una política médica y de su instrumentación con regulacio-nes administrativas y policiales (mantenimiento del orden y dela limpieza en el espacio público y privado) a cargo de organismosgubernamentales.

El primer escrito sobre esta concepción alemana fue publica-do en 1665 por Von Seckendorff (1626-1692), contemporáneo dePetty. Sin embargo, el teórico más representativo de esta tenden-cia fue Johann Peter Frank (1748-1821), quien en 1779 escribía losiguiente:

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La seguridad interior del Estado es el fin de la ciencia general dela policía. Una parte importante de ella es la ciencia que nos en-seña a dirigir metódicamente la salud de los seres humanos queviven en sociedad y de los animales que aquellos necesitan parasus labores y su manutención... Por tanto, la política médica,como la ciencia de la política en general, es un arte defensivo,una doctrina mediante la cual los seres humanos y sus ayudan-tes animales pueden ser protegidos contra las malas consecuen-cias de su excesivo amontonamiento en la tierra; y, de maneraespecial, es un arte para la promoción de su bienestar físico enforma tal, que sin sufrir indebidamente de los males físicos, pue-dan diferir lo más posible el destino al cual, finalmente, tienenque sucumbir todos. Cuán extraño el que esta ciencia, que cadadía se hace más esencial para nuestra raza, sea tan poco cultiva-da... Esto se debe quizá al hecho de que sólo recientemente lagente ha comenzado a comprender el valor del ser humano y aconsiderar la ventaja de la población [27, 29, 31, 32].

La obra de Frank, Medicinische Polizey, publicada entre 1779 y1817 en seis volúmenes, tuvo una gran difusión en los Estadosgermanos. Pero la aplicación de su propuesta en el resto de Euro-pa tuvo limitaciones que se derivaban de sus fundamentos mer-cantilistas y absolutistas que ya eran obsoletos en el siglo XIX. Enpalabras de Foucault [27], la obra de Frank podía ser consideradacomo una propuesta de “Medicina de Estado” que incluía medi-das para “...la organización del saber médico estatal, la normali-zación de la profesión médica, la subordinación de los médicos auna administración general y, por último, la integración de variosmédicos en una organización médica estatal”.

Nacimiento de la salud pública moderna

Las nuevas condiciones sociales y culturales del siglo XVIII favore-cieron el desarrollo de la Higiene Pública, como una disciplinaprotocientífica que fundamenta el cuidado de la salud en el espa-cio público; y de la sanidad como una práctica de intervencióndel Estado nacional, orientada a mejorar la salud colectiva y, en

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consecuencia, el bienestar de la población. En el nacimiento de laSalud Pública moderna confluyen varias vertientes: la científicade la medicina urbana y de la Policía Médica, que estudian losfactores espaciales y sociales que condicionan la situación de lasalud colectiva; la vertiente cultural, que ha configurado una men-talidad “ilustrada” sensible a los problemas humanos, que se veíanagravados por la supervivencia del “Antiguo Régimen”; la vertien-te política de la Revolución Francesa, que define la defensa de losderechos naturales del ciudadano como el objeto de toda sociedadpolítica; y, finalmente, la vertiente económica, aportada por la Re-volución Industrial, que provoca la aparición del proletariado ysu demanda al Estado de la modificación de las condiciones devida en que se encuentra, así como la revaloración de la fuerza detrabajo como factor de producción.

A partir de sus postulados protocientíficos, la Higiene conti-nuaba explicando el origen de las epidemias con la teoría “atmos-férica-miasmática”, ahora complementada y renovada con la in-terpretación social de las consecuencias negativas de la pobreza.Además, la fundamentación de dicha teoría había sido reforzadapor los postulados de la iatroquímica, esencialmente con los deLancisi, que relacionó dicho origen con la “fermentación” del aguaestancada, de la cual se derivarían vapores pestilentes constitui-dos por miasmas alcalinos, amoniacales o de óxido nitroso. Tam-bién se le relacionó con la acción nociva del conjunto de los pro-ductos químicos utilizados en la industria.

Esa teoría “atmosférica-miasmática” fundamentó una prácti-ca sanitaria orientada a “sanear”, “ventilar” y “limpiar” losentornos físicos. También justificó los esfuerzos realizados por losmunicipios, para eliminar de los alrededores de los núcleos urba-nos las actividades consideradas como nocivas a la salud (cultivode arroz, tratamiento de los curtidos, etc.). Esfuerzos coactivos quegeneraron fuertes resistencias de los afectados, poniendo en evi-dencia los conflictos entre los intereses económicos y los sanita-rios. La importancia otorgada a los ambientes físicos y sus rela-ciones con las condiciones de vida y de la salud de colectivos con-cretos justificó los trabajos realizados por James Lind en 1753 so-

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bre el escorbuto en la Armada, o los múltiples estudios efectuadosen Francia, Inglaterra y España sobre la situación de los alojadosen los hospitales, manicomios, orfelinatos y prisiones [28].

En algunos países europeos, entre los que se encontraban Es-paña e Inglaterra, la conmoción producida por la peste de Marse-lla de 1720 adquirió una especial significación para el desarrollode la Sanidad, la cual se configura como una estructurainstitucional estatal permanente que tiene como misión controlarlas condiciones ambientales vinculadas con la aparición y difu-sión de las epidemias. En España se sustituyó el Real Proto-medicato por la “Junta Suprema de Sanidad”, organización esta-tal, dependiente del gobierno central, jerarquizada e implantadaen todo el territorio nacional, con representación local a través delas Juntas de Sanidad de menor ámbito espacial. Asimismo en In-glaterra, a partir del informe elaborado por R. Mead se constituyóun “Consejo de Salud”, con amplios poderes para llevar a cabolas medidas consideradas oportunas para la lucha contra lasepidemias [28].

Inicio de la vacunación en el mundo occidental

La viruela fue descrita correctamente por el persa Razés (865-925),y es evidente que había sido conocida desde tiempos inmemorialesen la China y en la India. Durante siglos, los orientales habíantratado de protegerse contra la enfermedad por medio de la llama-da “variolación” o “inoculación” profiláctica, que efectuaban ha-ciendo aspirar por la nariz la costra seca de pústulas variolosas,introduciendo material varioloso en una vena, o fijando un frag-mento de dicho material sobre un rasguño en la piel de personassusceptibles, previamente no expuestas a esta enfermedad.

El inoculado recibe un caso atenuado de viruela-fiebre más bajay menos exantema, que es raramente fatal y confiere inmuni-dad a la infección posterior (Greenough 1980).

Si el procedimiento tenía éxito, el inoculado no adquiría la en-fermedad durante las epidemias que inevitablemente asolarían a

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la comunidad y se reducía el peligro de que la infección dejasecicatrices severas y otras secuelas. Difiere de la vacunaciónjenneriana principalmente en que una persona inoculada es con-tagiosa, mientras que una persona vacunada no lo es.

La variolación parece haber sido traída a Europa durante elsiglo XVII, y en el siguiente siglo ya se había convertido en una prác-tica tradicional (“comprar la viruela”) entre los campesinos pola-cos, griegos, franceses y galeses (Hopkins 1943). Pero, no fue acep-tada en los centros urbanos europeos hasta 1717, cuando comen-zó a ser utilizada de manera esporádica. A mediados del siglo XVIII,antes del descubrimiento de Jenner, la viruela era responsable del10 % de la mortalidad total; frecuentemente desfiguraba la cara delos que no mataba y era una de las principales causas de la ce-guera. Las medidas más importantes para controlar la viruela se-guían siendo el aislamiento y la cuarentena.

Edward Jenner (1749-1823) inició sus experimentos en 1788.Hizo suya la observación popular de que las manos de las orde-ñadoras eran frecuentemente contagiadas de las lesiones ulcera-das de las vacas infectadas con la “cow-pox” (vacuna), y que di-cho contagio provocaba una incapacidad para contraer posterior-mente la viruela. A partir de esta observación, Jenner planteó lahipótesis de la capacidad profiláctica de la vacuna y la sometió aprueba mediante un procedimiento verificable con éxito. En 1798,Edward Jenner publicó un folleto con los resultados de sus traba-jos: Estudio de las Causas y Efectos de la ‘Variolae Vaccinae’, enferme-dad descubierta en algunos de los condados del oeste de Inglaterra, parti-cularmente en Gloucester, y conocido bajo el nombre de Vacuna. Publi-cación que adquirió, posteriormente, una gran importancia en lahistoria de la Salud Pública mundial.

Al principio, el uso del gran descubrimiento de Jenner provo-có resistencias en la comunidad médica. Pero su trabajo estaba só-lidamente fundamentado en datos experimentales, la vacunacióntuvo resultados positivos y convincentes y era necesario un méto-do más seguro, inocuo y menos doloroso que la variolización. Todoello impuso en dicha comunidad la validez e importancia de su

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trabajo, y se pudo iniciar en el mundo la vacunación masiva con-tra la viruela. Se utilizó, entonces, el primer medio científico y efec-tivo para la prevención de una enfermedad transmisible [29].

La beneficencia en el mundo occidental

Las ideas de “justicia” y del “bien común”

Tomás de Aquino (1224-1275 d. C.) admite los conceptos aristo-télicos de justicia conmutativa y distributiva, pero introduce ele-mentos de la doctrina católica. El Estado procede de Dios. La vidaterrenal en el Estado es sólo preparación de una futura vida espi-ritual en Dios. El poder del gobernante debe subordinarse al po-der espiritual, superior a él. A la cabeza de este poder espiritualse encuentra Cristo en el cielo y el Papa en la Tierra. Estos ele-mentos le permiten a Tomás diferenciar claramente entre “leyeterna”, “ley natural” y “ley humana”. La ley eterna o “Divina”constituye la sabiduría divina para el gobierno del mundo, inclu-ye las leyes físicas y biológicas y las que permiten al hombredisfrutar de existencia, conocimiento y libertad. La ley natural sedesprende de la ley eterna y está inscrita en la conciencia del hom-bre para prescribirle que debe obrar de acuerdo con su naturale-za. La ley humana, promulgada por el gobernante, aspira a ser laexpresión de la ley natural y sólo es genuina cuando se orienta allogro del bien común. Esta diferenciación permitió a la Iglesia afir-mar que la ley natural es un precepto que se encuentra por enci-ma del gobernante o de la comunidad, por lo que si la ley huma-na está en conflicto con la ley natural no puede ser consideradacomo una norma de Derecho verdadera sino su perversión, porcuanto impide al hombre cumplir con su fin esencial: realizar elbien, gozar de Dios, alcanzar la felicidad. El pensamiento jurídi-co español de los siglos XVI y XVII continúa el desarrollo de la vi-sión tomista. Así, tenemos que Francisco Suárez sostiene la exis-tencia de la ley natural en la conciencia del hombre, la cual esinmutable y universal [33].

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Además, para todos los pensadores occidentales anteriores alsiglo XVII, la perfección moral que cada persona alcanza en la co-munidad depende de su lugar en ella. En el soberano, su bien indi-vidual se identifica con el bien común. En los súbditos, sus bienesindividuales sólo podrán ser considerados como buenos cuando seorientan a aquello que el soberano entiende como bien común. Deahí que el máximo bien individual del súbdito sea la obediencia. Algobernante se le debe obediencia y piedad, lo mismo que a los pa-dres. Tal es el fundamento del paternalismo, una constante en todala tradición sociopolítica de orientación naturalista [34].

Beneficencia privada y religiosa

La historia parece demostrar que en toda organización humanase presenta como espontánea respuesta frente a la menesterosidado indigencia de algunos de sus miembros, una acción individualo colectiva inspirada en ideas de caridad, fraternidad, en suma,de amor al prójimo que busca socorrer al necesitado. Esta acciónorientada a la realización del bien, que es la beneficencia, apare-ce, en su inicio, preferentemente espontánea y privada, y es

una de las primeras manifestaciones de la seguridad social cuyoobjeto es abolir determinados estados de necesidad que experi-mentan seres humanos dentro de un cuerpo social [35].

Todas las grandes culturas de la antigüedad muestran im-portantes manifestaciones de esta forma de la buena acción, quese perfila cada vez con más claridad en la medida que se inter-naliza en las organizaciones religiosas, que en su momento, asu-men esta tarea como manifestación práctica del amor de Dios enel hombre. Es así como el cristianismo revistió a la beneficencia deun sentido esencialmente religioso, considerando a la limosna comoagradable a Dios y ejerciendo la caridad como un fin en sí mismo.Para facilitar la organización de la beneficencia se instituyó eldiaconado, bajo la gestión de los obispos. Los diáconos hacían unalista de los pobres de la diócesis que tenían derecho a la partici-pación del patrimonium pauperum, constituido por las dádivas o

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donaciones que los gobernantes y los particulares hacían a laIglesia. En el desarrollo de la obra caritativa de la Iglesia católicase estableció la obligación de los obispos de habilitar lugares parahospedar a los necesitados de asilo. Hospitales, hospicios, orfe-linatos, casas de recogidas, etc. reconocen su origen en esta obli-gación [35, 36].

En 1536, por orden de Francisco I de Francia, la beneficenciafue secularizada a favor del Estado, aunque sólo en la ciudad deParís; pero Francisco II la extendió a toda Francia, y poco tarda-ron los demás Estados en seguir esta conducta. Más aún, la Igle-sia católica continuó ejerciendo su acción en el campo de la be-neficencia, principalmente por medio de las ordenes religiosastradicionales, particularmente los benedictinos, cistercienses ypremostratenses, y nuevos institutos y órdenes que fueron apa-reciendo. La secularización de la beneficencia, a partir del sigloXVI, permitió el desarrollo progresivo de las organizaciones be-néficas laicas. Éstas se organizaron, sin embargo, sobre basesprincipalmente morales y religiosas; es decir, orientando sus ac-ciones a la realización de la caridad, la fraternidad, el amor alprójimo y, en última instancia, a la disciplina moral de quienesla practican [35, 36].

El atributo común de la beneficencia no estatal, ya sea religio-so o secularizado en cuanto a acción para el bien del prójimo, esprimero y principalmente su carácter de acción privada. Y, en con-secuencia, se trata de una acción más o menos espontánea, desti-nada a socorrer a los pobres o necesitados, impulsada por senti-mientos de caridad y amor al prójimo, y fundamentada en el de-ber religioso y/o ético de afirmar y de realizar determinados valo-res que se derivan del bien.

Inicios de la asistencia pública

A partir de los siglos XIV y XV, se hace evidente la creciente insufi-ciencia de la beneficencia religiosa y secularizada frente a la gra-vedad y la extensión de la pobreza en Europa. La disminución delos recursos religiosos y privados de beneficencia y su gestión no

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siempre eficiente, junto a una creciente demanda de socorro en épo-cas de crisis, indujeron a una mayor participación del Estado enel campo de la beneficencia. Paulatinamente, las entidades públi-cas empiezan a asumir las funciones operativas en dicho campo,anteriormente entregada a los agentes no públicos, desempeñan-do un papel cada vez más importante en el socorro a los pobres.

Experiencias de socorro municipal para los indigentes, en al-gunas ciudades europeas, tienden a generalizarse a escala nacio-nal a través de ordenanzas reales que establecen obligaciones alas ciudades y a los pueblos en favor de los pobres. Destacada esla influencia que en tal sentido ejerció don Juan Luis Vives (1492-1540), amigo personal del gran humanista Erasmo de Rotterdamy de Tomás Moro, quien brindó asesoría en la formulación de ta-les normas en algunas municipalidades y que compartió sus ideascon quienes se ocupaban de políticas de auxilio a los pobres en lacorte de Inglaterra. La sustitución de las colectas dominicales porcontribuciones obligatorias de todos los ciudadanos en ese paísmarca el comienzo de lo que serán leyes nacionales sucesivas dic-tadas durante el siglo XVI, base de la asistencia pública hasta elpresente. Tal proceso de reconocimiento de la obligación del Esta-do para ayudar a los niños carentes de recursos y, en general, alos pobres, se formalizó en Inglaterra con “The Poor Law Act” de1601, durante el reinado de Isabel I [35].

La mencionada ley estableció la obligación de los servicios deasistencia, anexos a cada una de las parroquias, de prestar ayudaa los niños cuyos padres no podían cuidarlos, a los pobres váli-dos y a los incapacitados o dolientes. Las parroquias nombrabananualmente a dos o tres inspectores encargados, bajo la inspec-ción de los jueces de paz, de hacer cumplir la “Ley de los Pobres”;en especial, lo referente a las contribuciones de pobres (poor rates)que debían hacer los parroquianos hacendados. A los niños huér-fanos se les destinaba a un aprendizaje, a los pobres válidos seles daba trabajo y a los incapacitados se les asistía. La obligaciónde trabajar era ineludible para los pobres válidos que quisieranobtener socorro.

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Como cada parroquia era responsable por el mantenimientode los pobres residentes en su ámbito, ella procuraba reducir elnúmero de éstos buscándoles empleo. Con este objeto se crearon,desde 1697, centros de manufactura en la forma de workhouses. Lospobres que estaban en capacidad de trabajar eran enviados a es-tos centros o se les encargaba otro tipo de labor por salarios muybajos y sólo a los incapacitados se les otorgaba una ayuda econó-mica para su manutención. Esta orientación era coincidente conel deseo contemporáneo de estimular la prosperidad nacional usan-do a los pobres desempleados en la manufactura.

A partir del momento en que el pobre, incapacitado para tra-bajar, se beneficiaba del sistema parroquial de asistencia, se veíaprivado de los derechos de un vasallo normal; así, por ejemplo,quedaba obligado a someterse a varios controles y otras medidasde tipo coactivo. Estas medidas permitieron una asistencia locali-zada de los pobres extremos y, al mismo tiempo, un control sani-tario de los mismos; además, era un medio de limitar o restringirla demanda de asistencia. En realidad, el fundamento de la asis-tencia pública en esos años estaba más en el interés de abolir ocombatir el desorden social vinculado con la pobreza, que en elmero afán de ayudar al prójimo. La pobreza era considerada unproblema personal, generado por la imprevisión, el vicio y la in-moralidad del pobre; por lo que la vagancia y la mendicidad seencontraban sancionadas social y penalmente [3, 37].

En Francia fue seguida similar política de asistencia pública.Una ordenanza de Francisco I en 1536 dispuso que las parroquiascuidasen de los pobres. La “Ordenanza de Moulins”, en 1566, ex-tendió a todas las comunidades municipales la contribución depobres que existía en París desde 1547. Al mismo tiempo, los men-digos no incapacitados eran obligados a trabajar en las tierras delos señores locales o a prestar servicios especiales a éstos. Los men-digos que se resistían eran severamente castigados. El número demendigos y vagabundos (gens sans aveu), aumentó considerable-mente durante los siguientes siglos XVII y XVIII. Los edictos de LuisXIV, que ponían bajo la inspección del Estado los establecimientos

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de beneficencia eclesiásticos y las fundaciones, tampoco resolvie-ron el problema de la mendicidad.

Como parte de esa política, los hospitales generales de Fran-cia acogían a todo tipo de incapacitados para el trabajo:

Con anterioridad al siglo XVIII el hospital era una institución esen-cialmente de asistencia a los pobres, pero al mismo tiempo... deseparación y exclusión. El pobre, como tal, necesitaba asistenciay, como enfermo, era portador de enfermedades y posible pro-pagador de éstas. En resumen era peligroso. De ahí la necesidadde la existencia del hospital, tanto para recogerlo como para pro-teger a los demás contra el peligro que él entrañaba [38].

Al final del siglo XVIII, la Revolución Francesa introduce algu-nos elementos nuevos en la concepción de la asistencia públicaen cuanto se pretende afirmar a ésta como un derecho natural delos pobres sobre la “abundancia de los ricos”. Dicha revoluciónfijó los principios de la beneficencia pública, disponiendo en laConstitución de 1793 que la sociedad tenía la obligación de soco-rrer a sus miembros desvalidos, organizándose al efecto todo unsistema de socorros; ya desde 1789 se crearon talleres nacionalesen los que se daba asistencia a cambio de trabajo; pero estos talle-res se cerraron muy pronto por sus malos resultados. En 1789 ha-bía en Francia 2 185 hospitales y hospicios [36].

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Su incorporación al mundo occidental

La llegada de los españoles al Imperio de los incas, marcó un puntode inflexión en el proceso histórico peruano. Hasta el inicio de laConquista, los pueblos peruanos habían realizado su desenvolvi-miento económico y social de manera libre y autónoma. Al finalde la misma, el Perú autóctono había sido incorporado al mundooccidental, en una condición colonial; es decir, como un Perú su-bordinado a los centros de poder económico y político ubicadosen Europa. Subordinación que se expresaría, durante el virreinato,en el carácter, sentido e intensidad de las relaciones exógenas dedominio-subordinación entre la metrópoli del Imperio español yel Perú colonial. Relaciones que también se dieron al interior delmundo colonial peruano, entre la ciudad de Lima y el resto de lasciudades y de los pueblos del virreinato.

El desarrollo autónomo del Perú indígena se sustentaba sobrebases materiales y espirituales diferentes a las existentes en Euro-pa, pero había logrado superar largamente los niveles de supervi-vencia de sus pueblos y generar excedentes económicos para man-tener grandes proyectos urbanos y Estados tan poderosos como elde los incas.

Lo que encontraron los españoles... fue un mundo diverso don-de los pueblos, desde miles de años atrás, habían iniciado un

El Perú durante la Colonia

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largo proceso de dominio de la naturaleza,... de manera óptimasegún las condiciones... todo el territorio andino estaba domes-ticado, en sus múltiples versiones: las punas y los páramos, losvalles interandinos y las cuencas, los desiertos y los oasis (...)Todo ello era posible porque el hombre dominaba sus circuns-tancias, el mundo indígena no estaba congelado, sino todo locontrario, en pleno proceso de crecimiento y ampliación... [39]

Pero esa situación de progreso autónomo del mundo indígenano podía ser apreciada como tal por los conquistadores españo-les, cuya misión inicial era el control militar e ideológico de un“nuevo mundo” percibido, desde una perspectiva española y ca-tólica, como un conjunto de pueblos primitivos y “gentiles” quedebían ser “civilizados” cristianamente. En consecuencia, los con-quistadores impusieron instituciones y costumbres españolas a losconquistados, y trataron de eliminar las experiencias acumuladaspor el mundo indígena, convertido —de acuerdo con esa percep-ción— en la antítesis de la civilización y del desarrollo.

Esto se tradujo muy pronto en segregación y marginalidad decostumbres y gentes aborígenes, convirtiendo en estigma a lacondición indígena (...) Al congelar el mundo indígena por atra-sado y primitivo se congeló también la experiencia que aquí sehabía acumulado [39].

La conquista y la colonización del Imperio incaico obedecie-ron a las necesidades de expansión política y de acumulación eco-nómica de la monarquía española. Se trataba de imponer —utili-zando la fuerza militar y la evangelización— las condiciones ma-teriales e ideológicas que posibilitaran la extracción eficaz y co-rrecta de los excedentes económicos y de los recursos metálicos delos pueblos conquistados, con el propósito de atender los requeri-mientos crecientes del desarrollo ibérico. Ello significó, por el ladomaterial, la implantación de un régimen colonial basado en la mi-nería y en la explotación de las tierras, riquezas y fuerza de traba-jo de los conquistados; y, por el lado ideológico, la formalizaciónde las normas jurídicas y el desarrollo de normas religiosas y cul-

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turales que justificaron y legitimaron, en el mundo hispanoameri-cano, ese régimen.

Con esos propósitos, la Corona española, ante la decisión deconsiderar si los pueblos nativos de las Indias españolas servi-rían a sus vasallos conquistadores de modo temporal o perpetuo,optó por institucionalizar la “encomienda de indios”. A través deesta institución, la Corona ponía al cuidado de cada conquista-dor un determinado número de individuos, familias o pueblos in-dígenas; concediéndole el derecho a percibir el tributo y serviciospersonales de los mismos. Como contraparte, la Corona esperabala colaboración del encomendero en la prestación de servicio mili-tar y en la evangelización indiana. La encomienda no concedía lapropiedad de la tierra ni de los indios. La fórmula inicial fue: “ávos Fulano, se os encomiendan tantos indios de tal cacique yenseñadle las cosas de nuestra santa fe católica”.

De esta manera, el rey cedía al encomendero el servicio perso-nal y el tributo que como nuevos vasallos reales le debían los in-dígenas, como una compensación por los gastos y esfuerzos quehabía realizado para la conquista del Perú, pero sin ceder la pro-piedad real del territorio conquistado. Aparentemente se tratabade la solución más apropiada para satisfacer las expectativas per-sonales de los conquistadores, de manera concordante con los in-tereses de la monarquía [40, 41].

La encomienda se aplicó inicialmente en las Antillas, Méxicoy, luego, en el Perú con una normatividad imprecisa, producién-dose grandes abusos por parte de los encomenderos. El interés dela Corona por evitar estos abusos y por restringir el poder de losencomenderos, determinó que en 1542 se dictaran las “Leyes Nue-vas de Indias”, que declararon la prohibición de la esclavitud yregularon el trabajo y las tributaciones de los indígenas asigna-dos a los encomenderos; asimismo, precisaron la duración y la he-rencia de la concesión, la cual debía retornar al poder de la Coro-na al cabo de dos a tres generaciones. Posteriormente, en 1552, sepromulgó la supresión de los servicios personales como parte deltributo y se autorizó, con este objeto, el trabajo de los indios, bajo

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la condición de ser libremente concertado y pagado. Estas restric-ciones generaron rebeliones de los encomenderos, rebeliones quefueron debeladas cruentamente en 1548 y 1553. La encomiendaen el Perú y en toda América inició su decadencia hacia finalesdel siglo XVII —la población indígena había disminuido de talmodo que “no había indios que repartir” (Gibson 1976)— y fuefinalmente abolida en 1721 con la “Ley de Restitución”. Elencomendero no fue precisamente un funcionario del aparato bu-rocrático colonial, pero de hecho ejerció funciones semiguber-namentales al inicio de la Colonia [40, 41].

Tres siglos de vida colonial: periodización

Los reyes que gobernaron España durante los casi tres siglos queduró el Perú colonial pertenecieron a dos dinastías diferentes: lacasa de Habsburgo o Austriaca (1519-1700) y la casa de Borbón oFrancesa (1700-1821). En 1700, el último monarca Habsburgo mue-re sin dejar descendencia. Franceses y austriacos pelean por la co-rona de España y de las Indias españolas. El asunto de la suce-sión se zanja con el tratado de Utrech. Felipe de Anjou, de origenfrancés, es reconocido como Rey de España por las potencias eu-ropeas. Durante la etapa colonial del proceso histórico peruanose pueden distinguir, esquemáticamente, cuatro períodos. En eltranscurso de los mismos se desarrollaron los rasgos económicos,políticos, sociales y culturales [40, 41, 42, 43, 44, 45, 46] que defi-nieron las bases de la futura peruanidad republicana.

a) Período de la Conquista (1533-1545)

Los tiempos de la Conquista constituyen un período violento y trá-gico caracterizado por el sojuzgamiento forzado de los indios, elempeño evangelizador y lingüístico de los sacerdotes, la funda-ción de ciudades y las rebeliones de los encomenderos. Los aspec-tos políticos y estratégicos militares fueron los prioritarios.

La fundación de ciudades coloniales y el inicio de la evangeli-zación de los indios fueron dos de los elementos fundamentales

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de la conquista. Estas ciudades se comenzaron a erigir, por lo ge-neral, sobre las antiguas urbes indígenas: se hacía indispensablela ocupación permanente y controlada del territorio conquistado.La ejecución de la evangelización, a cargo principalmente del cle-ro regular de las órdenes religiosas, estaba sujeta al “Regio Patro-nato” de la monarquía española.

En este período inicial, la preocupación central fue la supervi-vencia y dominio militar de los conquistadores y la captura y re-colección del “botín” (R. Mellafe 1965); de allí que las primerasconsideraciones gubernamentales territoriales tuvieron que ver conla constitución de una serie de escalones de control militar e ideo-lógico, desde los cuales los indígenas fueran vigilados y obliga-dos a someterse y ubicarse en el nuevo régimen.

b) Período expansivo (1545-1650)

Es el período de la organización civil y religiosa del virreinato yde la gran producción minera de oro y plata. En 1573 se dictó enEspaña las “Nuevas Ordenanzas de Población y Descubrimien-to” que se constituyeron en el cuerpo jurídico y la base de la polí-tica española en las Indias. En ellas se describe las tres fases delproceso colonizador: primero, descubrir, en segundo lugar, poblary, finalmente, pacificar; quedando proscrita la palabra conquista. Enlo económico, el período se inicia con el descubrimiento de la minade Potosí y finaliza con la decadencia minera. Otros hechos quelo caracterizan son: la colonización intensiva, la creación de lasreducciones, la desestructuración de la economía andina y el ini-cio del establecimiento de relaciones desequilibradas entre el cam-po y la ciudad.

Superado el período inicial de conquista, la ciudad colonialasumió funciones económicas y administrativas que le fueronmuy favorables en sus relaciones con el campo. Así, mientras elcampo (incluyendo las áreas mineras) venía a ser básicamente elsector que generaba los productos y los capitales, la ciudad ten-día a extraerlos y concentrarlos, para exportarlos a la metrópoliespañola o dedicarlos al consumo y atesoramiento urbano. La ciu-

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dad tendía a absorber y concentrar los excedentes obtenidos enáreas agrícolas, mineras, manufactureras (particularmente obrajes)que eran las realmente productivas. Además, la fuerza de trabajocampesina fue conducida hacia la ciudad y las áreas mineras, apesar de que esta movilización perjudicaba la dinámica de la eco-nomía agrícola, ya debilitada por la extracción permanente de susexcedentes.

Por otro lado, el surgimiento de ciudades mineras prósperasde atractivos mercados impulsó la economía agrícola de su entor-no; el caso más relevante fue el de la economía del sur del país,que giraba alrededor de las minas de Potosí y de Huancavelica.Directamente como proveedoras de dichos mercados o vinculadasa los circuitos económicos establecidas alrededor de ellos, progre-saron ciudades como Arequipa, Piura, Trujillo, y puertos como Ca-llao y Arica. Finalmente, es importante insistir en que el oro y laplata exportados pusieron en marcha un proceso de acumulaciónoriginaria en Europa al precio del atraso de la economía peruana,en especial de su área rural.

c) Período de la hegemonía religiosa (1650-1720)

Etapa del enclaustramiento místico. Se inicia con la baja de la pro-ducción minera, el terremoto del Cusco de 1650, el inicio de losrepartos forzosos mercantiles hacia 1670 y la existencia de unaeconomía colonial estancada. Las ciudades se mantuvieron comoejes del comercio y del dinamismo interregional. El desarrollo al-canzado por la ganadería lanar permitió, en el siglo XVII, el apo-geo de la industria textil a través de los obrajes. La Iglesia se forta-leció económicamente y captó la mayor parte del excedente por le-gados y donaciones. En la vida cotidiana, predominaban las pro-cesiones y los autos de fe, la escolástica y la rivalidad de las orde-nes religiosas.

Los criollos logran una mayor presencia en la sociedad colo-nial, ingresan en las órdenes religiosas regulares y se desarrollael clero secular. Santa Rosa de Lima (1586-1617), primera santa

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nacida en el nuevo mundo, fue beatificada en 1668 y canonizada,muy rápidamente, en 1671. Al respecto, Teodoro Hampe (1998)plantea la tesis siguiente: “Su diligente elevación a los altares fueincentivada por el interés político de las elites criollas delVirreinato”.

d) Período de crisis, inquietud científica y reformas (1720-1821)

Es el período de los viajeros de la ilustración, las rebelionesanticoloniales, la expulsión de los jesuitas, la ilustración peruanay la división del virreinato. Se inicia con la gran epidemia de 1719-1720 y el rompimiento parcial del monopolio comercial por el tra-tado de Utrech; prosigue con un conjunto de reformas políticas yadministrativas instrumentadas por la nueva casa reinante deBorbón. Reformas que afectaron las bases económicas sobre lascuales la élite conquistadora había afianzado su dominio. En elaño 1778 se decretó la libre navegación entre 13 puertos españo-les y 22 americanos con gran ventaja para Buenos Aires yValparaíso y en desmedro de Lima y Callao. El cambio de ruta delos circuitos de comercialización impactó seriamente a la econo-mía de Lima y de todo el virreinato.

A lo largo de este período el virreinato fue sacudido por suce-sivas revueltas y rebeliones que manifestaban, fundamentalmen-te, el descontento generado por la instrumentación del proyectode reformas borbónicas. En 1821 se declaró, finalmente, la libera-ción político-militar del país, iniciándose una nueva etapa en elproceso histórico peruano.

Economía dependiente de la metrópoli

Economía precapitalista durante los Habsburgo

El régimen colonial permitió la creación de un sistema económicoprecapitalista basado en la explotación del indígena cuya fuerzade trabajo fue indispensable para la extracción minera, el cultivo

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de las tierras, la construcción y la manufactura. El control de estafuerza de trabajo en el ámbito local originó fuertes disputas entrelos sectores dominantes de la sociedad (corregidores, sacerdotes ycuracas), que anteponían sus intereses personales a los de la me-trópoli española. Ello obligó a que la Corona buscara los mediospara organizar dicha explotación en función de sus requerimien-tos. Dos de estos medios fueron los implantados por el virrey Fran-cisco de Toledo (1569-1581): la “reducción”, que agrupaba en pue-blos a gran número de indígenas dispersos en los campos facili-tando el control del trabajo, el cobro del tributo y la evangeliza-ción; y la “mita”, antiguo sistema de trabajo andino que moviliza-ba a los hombres mayores de edad (18 a 50 años) para la realiza-ción de tareas comunitarias. La mita, durante la Colonia, fue unsistema de trabajo forzado rotativo; cada año, una séptima partede los indios varones tributarios debían aportar su trabajo fuerade su comunidad [42, 44, 46].

Durante la época colonial, la minería fue la principal activi-dad productiva. Desde un inicio hubo una marcada preferenciapor los metales preciosos, los que eran considerados la verdaderariqueza de Hispanoamérica. Para explotar esta riqueza se impusoun sistema de producción que exigía la existencia de una canti-dad apreciable de fuerza de trabajo permanente y de bajo costo,así como un proceso tecnológico adecuado a las condiciones par-ticulares del terreno andino [42, 44, 46].

La producción manufacturera, a cargo de los “obrajes”, y la agrí-cola, destinada al consumo interno, siguieron en importancia a laminera. Aspecto importante de la agricultura fue la formación de lahacienda y el latifundio colonial. El origen de la hacienda hay quebuscarlo en la apropiación de los españoles de las tierras del rey— que antes habían pertenecido al Inca y al culto—, en las mercedeso donaciones de tierras otorgadas por las autoridades, en la com-pra de éstas a los caciques y a usurpaciones o posesiones por lafuerza. La formación de latifundios quedó facilitada por la despo-blación indígena, que dejaba muchas tierras vacías [42, 44, 46].

La casa de Habsburgo estableció formalmente en sus dominiosel monopolio del comercio con sus colonias, con el objetivo de que

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sólo España se beneficiara con la importación de sus productosmanufacturados y con la apropiación de los metales preciosos ex-portados desde Hispanoamérica. Este intercambio comercial se rea-lizaba a través del sistema de convoyes o flotas de galeones. El ejeestratégico de este movimiento comercial era la costa andaluza do-minada por Sevilla. Mas el objetivo mencionado no pudoalcanzarse cabalmente debido a que los comerciantes sevillanoseran, en su mayor parte, sólo intermediarios de los comerciantesdel norte de Europa. Además, el cargamento que las flotas trans-portaban del nuevo mundo a España atrajeron hacia el Caribe yel Pacífico a corsarios y piratas que se apropiaban de los galeonesespañoles y atacaban a los puertos del litoral peruano. Fueron va-rias las oportunidades en que Paita fue saqueada y que Lima fueatacada y bloqueada por los piratas. Este monopolio comercial, sinembargo, favoreció a los comerciantes limeños vinculados con Se-villa, pues todas las embarcaciones de carga que venían de Euro-pa a Hispanoamérica debían cruzar el Caribe y dirigirse al puertodel Callao con fines de control, para finalmente reexportar sus mer-caderías hacia otras regiones coloniales [42, 44, 46].

Al final del siglo XVII, la economía de España estaba en crisis,con una industria interna casi colapsada por la competencia exte-rior y la presencia de mercaderes extranjeros que controlaban casitodo el comercio y los transportes marítimos. Crisis que contrasta-ba con la prosperidad creciente de Inglaterra, Francia y Holanda.En estas circunstancias Carlos II —el último monarca Habsburgo—muere sin dejar descendencia [42, 44, 46].

Economía mercantilista durante los Borbones

La dinastía de los Borbones inició su gobierno en España en me-dio de una crisis económica. Para salir de tal crisis las nuevas au-toridades definieron un plan de reformas inspirado en las políti-cas seguidas por los gobiernos de los países vecinos del norte deEuropa; países que, adoptando teorías y prácticas mercantilistas,habían alcanzado una prosperidad sin precedente. El punto prin-cipal del mencionado plan estaba en la liberalización comercial:

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“resultaba perjudicial para España tanto el monopolio sobre el co-mercio americano como el sistema de flotas vigente”. Asimismo,se debía evitar el contrabando y la defraudación, para lograr re-cursos fiscales adicionales en beneficio de la monarquía. De ma-nera concordante con este plan, en el año 1713, con el tratado deUtrech, se concedió a Inglaterra el derecho legal de introducir mer-cancías en las colonias españolas mediante el “navío de permi-so”, rompiendo formalmente el monopolio. Posteriormente, se de-bió decretar la libre navegación, pues recrudeció el contrabando.Estas nuevas medidas produjeron un aumento espectacular de losingresos de aduanas y una reducción de los precios de las impor-taciones en las colonias, con beneficio para el consumidor ameri-cano. Sin embargo, detrás de ese aparente éxito comercial se es-condía un completo fracaso para la monarquía española, pues sibien el comercio creció, las ganancias se siguieron desviando alextranjero [42, 44, 46].

Subordinación política a la Corona

Burocracia en apoyo al “absolutismo”: 1535-1700

En los años de la Conquista, en España se había fortalecido la au-toridad de la casa de Habsburgo y se estaba constituyendo un Es-tado nacional moderno cuyo rasgo más saltante era el absolutis-mo del Rey. Éste gobernaba por “voluntad divina” y concentrabaen su persona todos los poderes: políticos, administrativos, legis-lativos, militares y tributarios, así como los religiosos a través del“Real Patronato”. Toda autoridad emanaba de la persona del Rey,y cualquier desacato a la autoridad real era un delito gravísimode lesa majestad. Además, las Indias españolas eran posesión di-recta y absoluta del Rey de España por derecho de descubrimien-to. La autoridad de la futura burocracia colonial debía procederdirectamente del Rey:

...quien tenía en sus manos el poder sagrado, supremo y here-dable de gobernar, legislar y sentenciar litigios, protegiendo ycastigando a sus súbditos. (Alcántara 1992)

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Producida la conquista de las Indias españolas, la Corona tuvoque enfrentar un problema clave: la organización del gobierno co-lonial y de la administración de extensos territorios y poblacionesen función de los intereses de la lejana metrópoli europea. Ello, encondiciones de que los detentores efectivos del poder local eranlos conquistadores convertidos en encomenderos, y de que sólo sepodría disponer en el Perú de una pequeña burocracia de oficia-les reales dirigida por un virrey. El “Buen Gobierno”, en el len-guaje de la época, implicaba que los primeros españoles residen-tes en el Perú aceptaran, en tales condiciones, subordinar sus in-tereses particulares a los de la Corona. Este problema se agravóen el primer período colonial por la violenta resistencia de los pri-meros encomenderos a admitir la autoridad real, cuando ésta pre-tendió mermar sus privilegios iniciales [47].

Si bien esas primeras reivindicaciones locales fracasaron gra-cias a la sagacidad política de La Gasca y de Toledo, lo cierto esque persistieron las tensiones entre las autoridades metropolita-nas y los españoles residentes en el Perú. Además, ya en el sigloXVII, a las reivindicaciones de éstos se sumaron las de sus descen-dientes (los criollos). Estos últimos fueron adquiriendo un poderefectivo que las autoridades metropolitanas no pudieron evitar y,luego, obviar. Ya sea por vínculos matrimoniales o económicos,los miembros del gobierno español entretejieron redes de interesescomunes con los criollos, aunque persistieron diferencias forma-les y sociales entre éstos y los nacidos en España.

El Rey de España gobernaba América mediante un organismocolegiado denominado Real y Supremo Consejo de Indias, creado en1524 y que residía en la Corte de Madrid. El Consejo tenía atribu-ciones legislativas, financieras, militares, judiciales, eclesiásticasy comerciales. Todas las normas jurídicas para las colonias eranpreparadas en él y todos los funcionarios reales en América esta-ban bajo su control; constituía, asimismo, la máxima instancia ju-dicial. El objetivo de la política del Estado era alcanzar el ordenpúblico y la armonía entre los intereses metropolitanos y locales.Para lograr este propósito, el Rey y el Consejo de las Indias dicta-

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ron muchas leyes y disposiciones que constituyeron el Derecho In-diano, que se caracterizó por su flexibilidad.

Por las razones anotadas, el esquema administrativo delvirreinato era muy complejo, con un mecanismo de mutua fiscali-zación entre las diversas autoridades coloniales, designadas di-recta o indirectamente por la Corona (virreyes, audiencias, corre-gidores) o por el nivel político local (cabildo de Españoles, cabil-do de Indios). Esquema administrativo que, obedeciendo a un pactoimplícito entre la autoridad metropolitana y la élite criolla, evita-ba la desconcentración de poder central y la ruptura del equili-brio político.

El virreinato del Perú fue creado por Real Cédula del 20 denoviembre de 1542. El virrey era un funcionario nombrado, sujetoa un plazo de gobierno y sometido a un juicio de residencia al tér-mino de su mandato y siempre responsable ante el Consejo de In-dias y el Rey. Era el representante personal del Rey con atribucio-nes políticas, militares, legislativas, eclesiásticas, económicas ytributarias. Además, presidía la Real Audiencia, con la cual man-tenía relaciones complejas y en ocasiones tensas.

La Real Audiencia de Lima, creada en 1542; era el organismo ci-vil más importante del régimen colonial, con autoridad para re-solver asuntos judiciales, legislativos e incluso ejecutivos. Actua-ba como institución colegiada y en sus tribunales se trataban, enúltima instancia, la mayor parte de los juicios civiles y penales.Ejercía una fuerza política importante debido a su contacto per-manente con el Consejo de Indias y a que actuaba en nombre delRey. Los funcionarios de la audiencia formaban parte de una bu-rocracia especializada, a la cual se ingresaba cumpliendo muchosrequisitos sociales y profesionales. Para evitar conflictos de inte-reses, la autoridad metropolitana prefería designar para estos car-gos a letrados españoles o procedentes de otras regiones america-nas que no estuvieran relacionados con la población local. Sin em-bargo, la crisis económica obligó que la Corona estableciera, des-de 1687, la venta de altos cargos públicos en América, lo que posi-bilitó que muchos criollos compraran dichos cargos en la judica-tura. Posteriormente, desde 1750, los reyes borbónicos estuvieron

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en condiciones de eliminar esa práctica inescrupulosa, nombran-do candidatos españoles para copar todas las vacantes.

El Corregidor de Indios era un funcionario designado por la Co-rona o por el virrey para cumplir funciones ejecutivas y judicialesen el medio rural. El corregidor tenía como obligación impartir jus-ticia, “inculcando a los indios las buenas costumbres y el aban-dono de sus antiguos vicios y cultos”. Supervisaba la buena mar-cha del corregimiento de indios y la efectiva tributación, realizan-do continuas visitas a todos los pueblos. Además, debían vigilarla actividad de curas, caciques y encomenderos, evitando que seinmiscuyeran en asuntos judiciales y abusaran de los indígenas.No obstante, muchos de los corregidores se enriquecieron a costade los indígenas a través “... del repartimiento, los trajines, la con-fiscación de tierras y el alquiler de peones” ( Sánchez Albornoz1978).

Esta institución fue introducida al Perú en 1565, cuando se di-vidió el territorio del virreinato en 56 corregimientos. Alrededorde 1765, según Cosme Bueno, su número se había incrementado a74. En 1784, al entrar en funcionamiento las Intendencias, la ins-titución fue eliminada.

El Cabildo de los Españoles, llamado también Ayuntamiento, erala institución urbana de gobierno local encargada de la adminis-tración, ornato y seguridad de la ciudad y de su entorno. Repre-sentaba a todos los vecinos de la ciudad, pero especialmente a losprincipales (encomenderos, comerciantes, hidalgos, etc.). Ante elCabildo se presentaban las disposiciones reales que debían cum-plirse en su ámbito, para su ratificación: por ejemplo, los títulosde los funcionarios reales.

El Cabildo, estaba compuesto por dos alcaldes, elegidos anual-mente, [y] un número variable de regidores... La venta de los car-gos de regidores comenzó en 1581 y en 1686 todos los cargos sevendían a perpetuidad (...) El Cabildo... era como dice Konetzkeuna oligarquía de los notables de la ciudad... inmediatamente des-pués de la conquista tuvieron gran poder. En los siglos XVII y XVIII

decayeron notablemente [42].

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A partir de 1570 surgieron las llamadas “reducciones”, queeran réplicas de pueblos españoles destinadas a la ocupación ex-clusiva de indígenas: con sus iglesias, Cabildos de Indios y normaslocales. Cada pueblo de indios tenía dos alcaldes, cuatro regidoresy un alguacil con atribuciones judiciales, penales y civiles, así comodos mayordomos responsables del control de las fiestas, de losmercados, del ornato y del orden público.

Los españoles respetaron la autoridad étnica y los mecanis-mos de sucesión del “curaca”, antigua autoridad prehispánica delos “ayllus”. Se le denominaba “cacique” y era supervisado por elcorregidor. Su persistencia era necesaria, en tanto cumplía el pa-pel de intermediario entre el Estado y los pueblos indígenas, asu-miendo la responsabilidad de la recaudación del pago del tributoy de la organización de la mita. Algunos de los caciques aprove-chaban su condición de autoridad étnica, para tener mano de obragratuita y apropiarse de las tierras de los indios.

Esa administración colonial tuvo entre otros defectos el exce-so de formalismo y el incumplimiento solapado de las normas le-gales, cuando éstas afectaban los intereses de los “principales”,aplicando en la práctica el principio de “acato pero no cumplo”.Además, las grandes distancias entre la metrópoli y las coloniascontribuyeron a la lentitud y la ineficiencia, así como a la corrup-ción y el nepotismo de la burocracia.

En Lima, sede del virreinato, se establecieron las principalesinstituciones de la administración colonial. El papel político-ad-ministrativo asignado a Lima permitió que la ciudad establecierauna forma de dominación patrimonial y burocrática sobre el restodel virreinato; así, por ejemplo, sus más altos funcionarios teníanel monopolio de la gestión de recursos de “merced real”, tanto depropiedad, cargos y empleos a diferentes niveles, como de rentaefectiva. Utilizando esta forma de dominación, los conquistadoresy sus descendientes organizaron diversos mecanismos políticosde apropiación de los excedentes económicos producidos por lapoblación indígena y esclava en el resto del país. De esta manera,a su primitiva función política y administrativa, Lima añadió la

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función económica de mercado. Esta última función se refuerzacuando la Corona española le asigna a la ciudad el control delmonopolio comercial con las colonias [45, 48].

Burocracia en apoyo al “despotismo ilustrado”: 1700-1821

Al instalarse la casa de Borbón en la Monarquía de España seimportó de Francia un nuevo modelo administrativo unitario ycentralizador. Los reinos del Imperio español, incluyendo el pe-ruano, pierden antiguos privilegios y autonomía y el Consejo delas Indias es reemplazado por el Ministerio de Indias y Marina.Se iniciaba, así, un proceso de renovación de la estructura delEstado español que tendió hacia la centralización administrativa,la apertura del libre comercio, la abolición de los regímenes parti-cularistas regionales y a una reducción de los poderes descon-centrados [46, 47].

La reforma borbónica trató de establecer el “despotismo ilus-trado”, en especial durante el reinado de Carlos III (1759-1788). Re-forma que se inspiró tanto en los postulados de la Ilustración comoen los valores tradicionales del “Antiguo Régimen”. Es decir, seadoptó la tendencia liberal en lo económico, al mismo tiempo quela tendencia conservadora en lo político, buscando la máxima cen-tralización y el control absoluto de todas las fuerzas del Reino. Lacreación de los Ministerios en España refleja las tendencias mo-dernas de una administración pública secularizada, al ser consti-tuidos como meros instrumentos ejecutivos del soberano absolu-to, dejando de lado los antiguos Consejos: “... en adelante, solamen-te el soberano tendría funciones deliberativas” [44, 46].

La adopción simultánea de esas tendencias hizo necesaria lareorganización del aparato burocrático en todos los niveles delvirreinato: se crearon nuevos cargos públicos y las viejas institu-ciones fueron revitalizadas. Para garantizar el compromiso de laburocracia con estas reformas se profesionalizó la administraciónpública y se eligió funcionarios españoles para cubrir los princi-pales cargos administrativos. Los criollos fueron casi totalmente

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excluidos de los altos cargos públicos o, si pertenecían a la buro-cracia, sus promociones eran frecuentemente retrasadas; se rom-pió, entonces, el delicado equilibrio de intereses que había existi-do entre la Corona y sus súbditos americanos. Estas dificultadesfueron muy criticadas por los criollos y se comenzó a insistir en elderecho inalienable de éstos para gobernar la tierra donde habíannacido. Este discurso fue el precursor de los movimientos por laindependencia de América.

Se separaron del Perú el virreinato de Santa Fe o de NuevaGranada (1739), el virreinato de Buenos Aires (1778) y, posterior-mente, la capitanía general de Chile. La innovación administrati-va territorial de mayor alcance fue, dentro de los nuevos límitesperuanos, el establecimiento del sistema de las “Intendencias”(1784). Éstas eran circunscripciones de amplia extensión, que abar-caban grandes provincias. Fueron creadas teniendo en considera-ción varios criterios, como la relativa unidad del territorio, la faci-lidad de las comunicaciones y la existencia de una economía rela-tivamente estable. Los antiguos corregimientos fueron reemplaza-dos por los “partidos”.

La aplicación de ese sistema implicó profundas alteracionesen la burocracia colonial, pues suponía el establecimiento de unnuevo escalafón administrativo regional que se superponía a lasantiguas autoridades. Al frente de cada Intendencia se hallaba unIntendente con amplias atribuciones en el gobierno regional. Tam-bién era responsable del orden público y de suministrar facilida-des logísticas al ejército colonial en su jurisdicción. Desaparecie-ron los corregidores, substituidos por los subdelegados y por losalcaldes mayores, nombrados inicialmente por el Intendente y luegopor el mismo virrey. Como parte de la profesionalización de losservidores públicos, se expidió el año 1803 una importante RealOrden otorgando pensiones a los empleados de la Real Hacienda.

La aplicación de la Reforma Borbónica en la organización po-lítica del virreinato del Perú significó también la creación de laAudiencia del Cusco y un intento ambicioso por revitalizar los ca-bildos y agilizar su funcionamiento:

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En el siglo XIX... el Cabildo Abierto, en que podían intervenir to-dos los vecinos, se convirtió en foco de agitación en favor de laemancipación (...) Era la única institución que se perpetuaba porsí misma y que no era un mero apéndice de la administracióncolonial [41].

Ese conjunto de cambios administrativos rompió con el“pactismo” medieval y con el monopolio comercial y la libre na-vegación, que se tuvieron con los Habsburgo. De esta manera, se

... atacaba tanto los intereses creados como las aspiraciones delos múltiples grupos coloniales, recortaba la autonomía y pri-vilegios sociales, regionales y corporativos y enfrentaba a la so-ciedad toda creando malestar y conflicto [44].

La ciudad de Lima, dada su naturaleza burocrática y co-mercial, fue afectada de manera más intensa, iniciándose unretraimiento general de la economía urbana que duraría variasdécadas [48].

Es en este contexto de malestar y conflicto que se produce larevolución indígena popular de Túpac Amaru (1780-1781), la quefue debelada cruelmente ante la falta de apoyo de los criollos y desus allegados. Luego, se produce el movimiento independentistademocrático-burgués de 1812-1815 que también fue derrotado porun ejército colonial ya profesionalizado. No obstante la derrotamilitar de estos movimientos emancipatorios, la invasión de Es-paña en 1808 por los ejércitos napoleónicos y la deposición de Fer-nando VII habían iniciado el deterioro político y militar de la mo-narquía borbónica y significó, esencialmente, el principio del findel Imperio español en América.

Finalmente, los esfuerzos por la independencia americanatriunfaron en el Perú como resultado de la interacción de factoresendógenos y exógenos. Entre los exógenos: la coyuntura españo-la, el liderazgo de San Martín y Bolívar y el impacto ideológico delas dos grandes revoluciones liberales de la época —la norteame-ricana de 1776 y la francesa de 1789. En 1821 se declaró, final-mente, la liberación político-militar del país, con una actitud

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ambivalente de los criollos frente a ella y la ausencia política delas fuerzas populares e indígenas [44, 49].

En la América española existían, hasta el siglo XVII, unidadesde soldados con instrucción militar conocidas como tropas vete-ranas, pero su número era muy reducido, su disciplina escasa ysu preparación defectuosa. A partir del siglo XVIII, la existencia deun peligro evidente para la estabilidad del Imperio español habíadeterminado que los Borbones decidieran traer de España unida-des completas del ejército regular, bien equipadas, disciplinadase instruidas en las técnicas del arte militar prusiano para actuarcomo “Cuerpos Expedicionarios” destinados a convertirse en unmodelo para la formación de un ejército colonial profesional. Entotal fueron 89 los batallones del ejército de línea español que lle-garon al territorio americano entre 1766 y 1788 [50, 51, 52].

Los resultados del trabajo de esas unidades fueron muy im-portantes, pues contribuyeron a crear un espíritu militar entre lossoldados indianos; además, sirvieron de instructores en el manejode armas y los movimientos y tácticas de guerra entre la oficiali-dad y la milicia. Sin embargo, el costo de sus pasajes y de su ma-nutención era muy alto, razón por la cual el gobierno borbónicodecidió organizar rápidamente a las unidades militares profesio-nales indianas para evitar mayores gastos. El esfuerzo inicial secentró, entonces, en la creación de un sistema de defensa colonialconstituido por unidades fijas cuya misión era reclutar, organizare instituir a los soldados indianos que serían parte del futuro ejér-cito colonial americano.

Con el tiempo, estas unidades adquirieron suficiente poder yautonomía para asumir el control de las plazas americanas, mien-tras las unidades peninsulares quedaban en calidad de tropas derefuerzo. Estos hechos permitieron aumentar el ejército colonial deuna dotación inicial de 10 550 hombres en 1739, a otra de más de30 000 en 1790. Para satisfacer las necesidades de esta extraordi-naria fuerza militar se organizaron varios servicios: intendencia,sanidad, centros de instrucción y las academias de matemáticas.Además, se abrieron algunas empresas destinadas a la fabricación

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de pertrechos de guerra como armas, municiones y vestidos [50,51, 52].

La creación de ese ejército profesional indiano fue una de lasmás importantes reformas borbónicas. Fue importante desde el ladomonárquico porque su acción permitió a la Corona mantener suscolonias, en medio de políticas expansionistas de potencias extran-jeras rivales, así como sostener el Imperio español en América, mu-chas décadas después de que la fidelidad al Rey en este nuevomundo se había deteriorado o agotado. Fue quizá más importantedesde el lado de los patriotas, porque del ejército indiano salieronlos oficiales criollos que —identificados con las ideas de la eman-cipación— organizaron ejércitos independentistas capaces de de-rrotar militarmente a los realistas. En opinión de E. Bernales B.:

El desenlace violento de la Emancipación motivó que una frac-ción de las elites... que habían tenido la posibilidad de ubicar asus hijos como oficiales de los ejércitos metropolitanos, se con-virtiera a la ideología emancipadora. Sin embargo más que unaclase política capaz de conducir el proceso, lo que se configurórápidamente fue un caudillismo militar, constituido por anti-guos oficiales criollos que se habían pasado al bandoindependentista. Dadas las necesidades de la guerra, (...) fue sólocuando quienes habían recibido entrenamiento en los ejércitosde la Corona abrazan la causa de la Independencia, que elespontaneismo popular auspiciado por líderes políticosiluministas, comienza a convertirse en la formación orgánicade ejércitos militares con capacidad de confrontación de las hues-tes leales a la Corona. (...) Las bases para el caudillismo se danen ese contexto, en el que la Independencia radicará más en laeficacia militar de estos oficiales, que en la acción de improvi-sadas e inexpertas dirigencias políticas [52].

Sociedad estamental y discriminatoria

En el Perú, durante los tres siglos de vida colonial, la organiza-ción social se caracterizó por ser estamental, jerarquizada,racialmente discriminatoria y corporativa. Según las leyes colonia-

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les existían formalmente en el Perú dos repúblicas o estamentos.El rey gobernaba ambas repúblicas aunque con leyes distintas queseñalaban sus derechos y obligaciones particulares:

• La República de los españoles, dominante, agrupaba en unaestructura piramidal jerarquizada a los peninsulares y crio-llos. Exonerados del tributo, de la mita y de la encomienda.En esa estructura se distinguían tres estratos: la nobleza, elmedio y el bajo pueblo. Los conquistadores, convertidos enencomenderos, y sus descendientes “beneméritos”, ocupa-ban el vértice de la pirámide social.

• La República de los indios, subordinada a la anterior, incluíaa los grupos étnicos indígenas. Al interior de la misma tam-bién existían jerarquías. En un extremo estaba la nobleza ylos curacas, y en el otro los indios de “cédula o tributarios”,sujetos al tributo y la mita, y los indios “forasteros”, que pres-taban servicios a los españoles en las haciendas, minas uobrajes.

Los negros no estaban considerados en ese régimen estamental.Para evitar que la economía de las Indias españolas se desploma-ra con las limitaciones, primero, y la prohibición efectiva, después,de la utilización de la mano de obra esclava indígena, se optó porreemplazarla con la fuerza de trabajo de esclavos procedentes delÁfrica o de otras colonias. El negocio del tráfico de esclavos ne-gros fue, además, sumamente lucrativo [45, 46]. Desde el punto devista legal eran considerados, apenas, como objetos o bienessemovientes. Según una nota aparecida en el Mercurio Peruano, delaño 1791, los negros se hallaban “reducidos a nivel de fardo demercancías, y tratado a veces peor que jumentos”. Los negros sus-tituyeron a los indios en los trabajos agrícolas, de arrieraje,artesanales y, luego, en el servicio doméstico. No podían, igual quelos indios, usar armas de fuego y montar a caballo, no podían an-dar de noche por las ciudades, ni tener indios a su servicio, tam-poco llevar adornos de oro, ni ingresar a las escuelas. Se llamabanegro “bozal” al que procedía directamente del África [53].

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El esquema formal de las dos repúblicas tampoco había consi-derado a un nuevo grupo que fue el resultado de la interacciónsexual de los miembros de tres “razas”: españoles, indios y ne-gros. Grupo heterogéneo de mixtura racial, denominado “castas”,conformado por mestizos (español/india), zambos (negro/indio)y mulatos (blanco/negro). Las clasificaciones eran complica-das, pasando del primer grado al cuarterón, al quinterón y alrequinterón de cada uno de estos tres tipos principales. Las cas-tas también incluían a los negros “horros” o libres. Los “pardos”agrupaban a los mulatos y zambos. Los mulatos nacían con el es-tigma o “nota de infamia” de ser hijos ilegítimos de los dueños deesclavos y habitualmente nacían esclavos por tener madre escla-va. De manera distinta, los zambos nacían libres por ser su madreuna india libre [45, 46, 53].

Inicialmente, el virrey Toledo aconsejaba el mestizaje por “víade gratificación (...) para conseguir pacificación, quietud y obedien-cia de los padres y de ellos mismos, más adelante”. Posteriormen-te, cuando los mestizos “blanco-india” y “mestiindios” crecieronen número se convirtieron en un problema. En este sentido, el mis-mo Toledo debió comunicar su preocupación al Rey, recordándo-le que los primeros hijos de españoles con indias tenían sus pre-tensiones “juzgando que por parte de las madres es suya la tierray sus padres la ganaron y conquistaron”. Estaba prohibido quelos mestizos usaran armas o arcabuz so pena de muerte, pues setemía que se “alzaran con la tierra”, además de ser de difícil iden-tificación ya que cuando, según Toledo, cometían un delito “lue-go se visten como indios y se meten entre los parientes de sus ma-dres y no se les puede hallar” [53]. Por su ilegitimidad, elmestiindio también fue considerado miembro de una casta infa-mante, por lo que se le vedó acceso a la enseñanza, a los empleospúblicos, el sacerdocio, restricciones que después fueron disminui-das o suprimidas. A partir del siglo XVII se generalizó el prejuiciode que los mestizos tenían una conducta extraña al del resto de lasociedad colonial, siendo calificados de resentidos, revoltosos, des-leales y peligrosos.

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En la Guía Política, Eclesiástica y Militar para el Virreinato del Perúse informaba que para el año 1793 la distribución porcentual dela población por “calidad” era la siguiente: indios 56,5%; “espa-ñoles” (incluía a los criollos) 12,7%; mestizos 22,7%; pardos 3,8%y negros 3,7% [54].

La delimitación de cada uno de esos grupos “raciales” estabaasociada a fueros privativos y especiales obligaciones, que deli-neaban con precisión, por ejemplo, los lugares donde podían resi-dir, las ocupaciones que podían desempeñar, las corporaciones alas que podían pertenecer, los tribunales a los que podían recu-rrir, los medios de transporte que podían usar, etc. En losestamentos de la sociedad colonial se diferenciaban, a su vez, sec-tores funcionalmente divididos y organizados de acuerdo a las di-ferentes actividades específicamente adscritas.

La sociedad dividida jerárquicamente en estamentos, a su vezsubdividida en... corporaciones, se entroncaban con la figura per-sonal del monarca... los individuos se ubicaban según su naci-miento que, a su vez, determinaba la ocupación y la posiciónsocial... [54].

La población económicamente activa urbana se organizaba encorporaciones o gremios según su profesión u oficio. Los gremiosse regían por un cuerpo de normas llamadas ordenanzas; éstaseran dictadas por los cabildos y prescribían los derechos y obli-gaciones de los miembros, las técnicas de producción, las opera-ciones y la administración de la corporación. Desde 1780, las au-toridades impusieron la agremiación forzosa de todos los artesa-nos bajo la pena de cárcel. El resultado de esta reforma fue la for-mación de nuevos gremios que tuvieron una destacada partici-pación en la vida económica de las ciudades, hasta bien entradoel siglo XIX.

En la población colonial se repetía, en los diferentes niveles,la aplicación del mismo principio jerarquizador y corporativo vi-gente desde el medioevo.

El Estado tenía un carácter corporativo. Dentro de él coexistían,independientemente, privilegios y jurisdicciones para amplios

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sectores (indios, europeos, eclesiásticos, negros) así como para sec-tores más reducidos y específicos, tales como: indios en misiones,pueblos de indios, indios encomendados; mercaderes; clero regu-lar, clero secular, funcionarios de la Inquisición; esclavos negros,libertos y así sucesivamente. La huella medieval... de un régimenpluralista de privilegios compartamentalizados [55].

La Iglesia como actor social protagónico

Iglesia católica y la evangelización

En 1508, por Bula del papa Julio II se había establecido el “Patro-nato Real Indiano” en favor de los Reyes de España. Por él, la mo-narquía española y sus representantes en el nuevo mundo teníanel derecho de decidir todo cuanto se relacionara con la provisiónde obispados, dignidades y curatos; así como de elegir la modali-dad de cristianización en sus dominios. Como contraparte, la mo-narquía estaba comprometida a sostener, en sus territorios, a lasmisiones de la Iglesia con fondos financieros procedentes, esen-cialmente, del cobro del diezmo [41, 46].

Producida la conquista e incorporadas las tierras peruanas ala Corona española, ésta se vio frente al problema de la incorpora-ción del indígena peruano a la cultura occidental. Las institucio-nes culturales, especialmente las de gobierno y las religiosas, de-bían ser impuestas al pueblo conquistado, con la finalidad de con-solidar la nueva situación política. Resultaba indispensable, en-tonces, iniciar la evangelización, pues ésta sería el mejor mediopara lograr dicha incorporación. En este sentido, la labor de evan-gelización obedeció a un vasto plan protegido por la Corona y rea-lizado por las órdenes religiosas de más prestigio en España [56].

Mientras la conquista civil supuso la destrucción de la econo-mía, el gobierno y las costumbres cotidianas indígenas, las órde-nes religiosas combatían la religiosidad indígena para suplantar-la por la fe cristiana a través de la evangelización. La conquistade las almas fue una tarea exclusiva de los misioneros de la Igle-sia, en tanto ésta reconocía la situación del indígena como un ser

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humano con derecho a ser cristianizado. A partir de 1534, las ór-denes de frailes dominicos, franciscanos y agustinos comenzarona extenderse por el Perú; hasta finales del siglo XVI, la Iglesia enlas Indias fue exclusivamente de frailes. Recién en la última déca-da del mismo siglo comenzó a extenderse en forma cada vez másimportante el clero secular, al que se le fueron entregando curatosy doctrinas cada vez en mayor número [41, 46, 56].

La evangelización hizo necesaria la presencia de curas en to-dos los poblados donde debían cumplir su misión pastoral. Lascircunscripciones que estaban bajo su mandato espiritual eran lla-madas “doctrinas”. Los cargos de “curas doctrineros” eran otor-gados tanto a clérigos seculares como a frailes de órdenes religio-sas. La ley imponía las normas que debían ser cumplidas por es-tas autoridades, como el conocer las lenguas indígenas y enseñary adoctrinar a los indios en español. Los métodos de evangeliza-ción incluían la destrucción física y mental de las antiguas reli-giones, ídolos, huacas y templos. Para cumplir con sus funciones,los curas disponían de un ingreso fijo deducido del tributo paga-do por los indígenas, así como los ingresos extra por serviciosparroquiales. Lamentablemente, las “doctrinas” administradas porcuras deshonestos, dispuestos a utilizar procedimientos repetida-mente condenados por la autoridad eclesiástica como civil, se con-virtieron con el tiempo —al igual que los corregimientos— en cen-tros de explotación de los indios.

El proceso de evangelización del Tahuantinsuyu no fue fácil.En este proceso los indígenas aceptaron ser bautizados y cristiani-zados, se sometieron a las apariencias del culto cristiano, pero de-bajo de él escondieron los ritos autóctonos. No obstante sus exhibi-ciones públicas de piedad cristiana, muchos indígenas continua-ron adorando a sus huacas y manteniendo sus creencias y ritualesen secreto. Continuaban practicando todas las formas de su anti-gua y compleja religiosidad. Esta resistencia a la nueva religión eraatribuida, por los españoles, a la “idolatría” de los indígenas.

Las denuncias sobre idolatría se inician en 1541 cuando se evi-dencia la continuidad de las prácticas religiosas ancestrales. Ha-bía que extirpar las idolatrías y para ello era indispensable el co-

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nocimiento de tales prácticas. Los “extirpadores de idolatrías”, en-tre los que destacaron José de Arriaga y Francisco de Ávila, estu-diaron el mundo religioso nativo para encauzar sus esfuerzos pe-dagógicos; convirtiéndose, de esta manera, en los mejores cronis-tas informantes sobre la religión en el Tahuantinsuyu [56]. Final-mente, la fusión de los elementos paganos nativos y católicos ori-ginó un catolicismo mestizo y popular.

La Iglesia católica dispuso durante toda la etapa colonial deimportantes prerrogativas tanto jurisdiccionales como económicasy culturales. La Iglesia percibía la mayor parte de los diezmos y sebeneficiaba con un conjunto de primicias. Además, por testamen-tos y legados se enriqueció y se convirtió en la gran propietaria dehaciendas y obrajes. Sus privilegios le permitieron cumplir un pa-pel preponderante, casi exclusivo, en la educación, así como en eldesarrollo de las actividades culturales, en donde sus normas ypreferencias se imponían sobre el resto de la sociedad en formadogmática.

La Compañía de Jesús

La Compañía de Jesús, orden religiosa de ascendencia militar, lle-gó al Perú en 1568, caracterizándose por su ardor religioso, sucelo misionero y su destacada labor en el campo de la educacióny la cultura. Para financiar sus actividades misionales y educati-vas, los jesuitas administraron empresas agropecuarias, industria-les y financieras que les dieron un gran poder económico y políti-co. El éxito de las empresas jesuitas se basaba en la buena direc-ción, en la reinversión de sus utilidades, en el empleo de una manode obra esclava o semiservil y en la producción a gran escala parael mercado [42, 46].

Los jesuitas fundaron grandes misiones destinadas a conver-tirse en centros de esfuerzos catequizadores. Por ejemplo, la histo-ria de la Amazonía peruana fue fundamentalmente, hasta la ex-pulsión de la Compañía, una historia de la actividad de las mi-siones jesuitas. Participaron activamente como maestros en los di-ferentes niveles educativos, especialmente en los Colegios Mayo-

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res, influyendo poderosamente en la formación de funcionarios,intelectuales y artistas que destacaron en el gobierno y la culturavirreinal, así como en la construcción de una nueva ideología po-lítica de la élite colonial [42, 46].

En el siglo XVIII se difundió en la España borbónica la doctrinaregalista, que preconizaba reducir el poder de las instituciones ecle-siásticas para convertirlas en instrumentos dóciles de la políticaestatal. Los regalistas percibían a los jesuitas como un serio obstá-culo para el control de la Iglesia, por su independencia frente alos obispos, su devoción por el Papa y su resistencia a la autori-dad de los funcionarios. Influida por estas ideas, la Corona ex-pulsó en 1767 a la Compañía de Jesús de los dominios españoles.

El Tribunal de la Inquisición

El Tribunal del Santo Oficio o Tribunal de la Inquisición fue cons-tituido en el Perú, en 1569, para evitar la propagación de las here-jías y controlar más eficazmente la moral cristiana de la población.Esta institución tenía un carácter represivo sobre los “antiguos cris-tianos” y las castas que adoptaban posiciones heréticas. Tambiénlos judaizantes, los sospechosos de hechicería y aquéllos de con-ducta escandalosa eran candidatos al temible juicio de la Inquisi-ción. El Tribunal no juzgaba a los indios que, por ser “neófitos”en la religión, no eran responsables de herejía y estaban bajo latutela del “Tribunal de Extirpación de las Idolatrías” [42, 46].

La Inquisición tenía competencia para revisar los libros publi-cados en los países extranjeros, muchos de los cuales entrabanclandestinamente a los territorios españoles y transmitían ideasconsideradas por la Inquisición como peligrosas o heréticas, porlo que su edición, circulación y lectura eran censuradas severa-mente. En el caso de detectar alguna de esas ideas en algún libro,éste era prohibido y anotado en un index que debía ser difundidoen forma de carteles en las puertas de los templos. De esta mane-ra, la lectura de obras de autores importantes —como Montesquieu,Voltaire, Maquiavelo, Rousseau, Milton, Adam Smith, etc.— fuevedada para el público hispanoamericano [42, 46].

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El Santo Oficio condenó al tormento a muchos brujos y astró-logos que practicaban su arte “con mezcla de muchas supersticio-nes, haciendo juicio por las estrellas”, así como a psicópatas, his-téricos, epilépticos, etc. Durante su existencia en el Perú, la Inqui-sición condenó y ejecutó por garrote o por la hoguera a treinta he-rejes o hechiceros. Con el correr de los años, esta institución ad-quirió mucho poder político y una cómoda situación económica,producto de la confiscación de los bienes de los condenados. Pero,a fines del siglo XVIII se recortaron las prerrogativas de la Inquisi-ción y en 1813 se decretó su abolición definitiva [42, 46, 57].

Otros rasgos culturales coloniales

Discriminación sexista y por “defecto de nacimiento”

La situación jurídica de la mujer dentro de la sociedad españolaestaba normada por las leyes de Toro, las cuales formalizaba sudesigualdad con el hombre en derechos y obligaciones. Según estalegislación, las mujeres eran tenidas como menores de edad y portanto estaban sujetas a la tutela y protección de padres y herma-nos antes del matrimonio. A partir de ese momento pasaban a de-pender del marido. Su misma condición las convertía en incapa-ces de asumir determinadas responsabilidades legales y limitabasus posibilidades de recibir una educación superior. En tanto eldestino de la mayoría de mujeres era la vida matrimonial, sólo de-bían recibir una formación para cumplir cristianamente sus “pa-peles naturales” de esposa, madre y ama de casa [46].

En la concepción colonial, la relación matrimonial era la úni-ca legalmente sancionada como legítima y sagrada. Las demás for-mas de relación intersexual, que incluían el concubinato, la biga-mia, el adulterio y la prostitución violaban las normas morales queregían la sociedad por lo que eran denominadas “relacionesilícitas” para recalcar su carácter clandestino y vergonzoso. Loshijos ilegítimos que resultaban de estas relaciones ilícitas eran mar-cados por una concepción impura. Las autoridades debían defen-der la moral sexual católica que sólo autorizaba el matrimonio, por

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lo que se impedía el acceso de los hijos ilegítimos a los puestospúblicos en la Iglesia y en el gobierno. Ésta era una forma de dis-criminación social, pues estos hijos pertenecían frecuentemente agrupos sociales de bajo nivel económico, donde el índice de enla-ces irregulares era grande [46].

Es importante apreciar que la ley establecía diferencias sus-tantivas entre los hijos ilegítimos, clasificándolos de acuerdo conla naturaleza de sus progenitores. Así, los nacidos de relacionespermanentes entre solteros o concubinos eran considerados “hi-jos naturales”, mientras los que eran producto de uniones esporá-dicas adúlteras o incestuosas eran llamados “bastardos”. Final-mente, los huérfanos o hijos no reconocidos legalmente por el pa-dre eran denominados “expósitos”. Las normas legales eranbenevolentes con los hijos naturales, se les permitía heredar; mien-tras que eran severas con los bastardos y expósitos, los cuales car-gaban con una “nota de infamia” por defecto de nacimiento y de-bían limitarse a ganar su sustento sin esperar algún auxilio de suprogenitor [46].

Imaginario colectivo y fervor religioso

Un aspecto importante del contexto que analizamos es el imagi-nario colectivo y el fervor religioso de la población colonial, en es-pecial durante el siglo XVII, cuando surge en el Perú una fuerte co-rriente de misticismo, con la aparición de numerosos santos y bea-tos. Los hombres y mujeres dedicados a la vida religiosa en Limaconstituían cerca del 10% del total poblacional. Desde finales delsiglo XVI y durante todo el XVII, unas sesenta personas fallecieronen Lima con fama de santos. De ellos sólo tres alcanzaron a sercanonizados durante el virreinato: Santo Toribio de Mogrovejo, SanFrancisco Solano y Santa Rosa de Lima, la primera de todos. Elideal de santidad que tenía como personaje central al “fraile será-fico y milagrero” o a la “virgen estática y penitente” contrastaba,cada vez más, con la realidad vigente donde era cotidiana la ex-plotación de los indígenas y otras prácticas anticristianas.

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Luis Millones explica el fervor religioso, el surgimiento de bea-tas, santas y alucinados como resultado de un sentimiento gene-ral de inseguridad colectiva:

El aglomeramiento urbano, la ausencia de un recojo sistemáticode basura y la falta de desagües actuaban como un caldo de cul-tivo para enfermedades contagiosas. Los hospitales, más que cen-tros de curación, eran puntos de contagio y muerte. Pero la gen-te no sólo se moría a causa de enfermedades. Los terremotos fla-gelo de Dios, causaban pánico entre la población. Las grandesprocesiones y los interminables sermones no impidieron queDios siguiera castigando a sus habitantes por sus pecados (...) Aestas dos causas de incertidumbre hay que agregar otras fuentesde temor entre la población de origen europeo: la eventualidadde una sublevación de grupos indígenas o de un levantamientode negros, o la posibilidad de una incursión pirata. En fin, tan-tas incertidumbres, peligros y, sobre todo, la certeza de una muer-te próxima, hicieron posible una vida ritual. [58].

En ese clima de fervor religioso y misticismo, al que se suma-ba la escasa eficacia de la medicina oficial, no puede sorprenderla importancia que rápidamente alcanzó el uso de las prácticasmédicas religiosas, importadas de España, y el gran arraigo queéstas adquirieron, posteriormente, en la cultura colonial. Los cre-yentes tenían una fe absoluta de que con el ruego, las plegarias ylas procesiones se curaban los enfermos, se salvaban los “posesos”y se alejaban las epidemias. Para el mejor resultado de sus plega-rias, los creyentes tenían en el santoral sus abogados o protecto-res “celestiales” contra determinadas enfermedades: San Sebastiány San Roque, para la peste; San Lázaro, para la lepra; San Bar-tolomé, para las enfermedades de la piel; Santa Lucía, patrona delos invidentes; San Hipólito, para los alienados; San Camilo deLelis, para los cancerosos. Además, para fortalecer esa fe absolutase dieron múltiples testimonios de “curaciones milagrosas y ma-ravillosas” —validados por las autoridades eclesiásticas— reali-zadas por personajes como San Martín de Porres, Santa Rosa deLima, el beato Juan Masías y otros “bienaventurados” que vivie-ron en el Perú durante la Colonia.

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Educación de carácter escolástico [40, 42, 46]

En 1551 se creó la Universidad de Lima, bajo la advocación deSan Marcos, con la finalidad de adoctrinar, enseñar y difundir,fundamentalmente, la fe religiosa. La estructura y funcionamientode la “Real y Pontificia Universidad de San Marcos” correspon-dían a la de una universidad medieval. Hasta 1637, los únicos es-tudios que se realizaban en sus claustros eran los de Teología, Ar-tes y Leyes:

La universidad de Lima se fundó a solicitud de fray Tomás deSan Martín, primer Provincial de la Orden Dominica en el Perú;funcionó durante veinte años en el Convento de Santo Domin-go, cuyos priores de la Orden fueron los rectores del Instituto,hasta que fue secularizada por Real Cédula dada en Madrid porS.M. Don Felipe II el 30 de diciembre de 1571. Pero no obstantesu secularización, en la enseñanza continuaron predominandolas disciplinas teológicas y el escolasticismo; los maestros eranfrailes del convento y los profesionales vestían hábito talar... lacolación de los grados... se efectuaba en el recinto de los tem-plos con mayor ritualidad religiosa que científica [59].

Las universidades desarrollaron, por su orientación elitista yescolástica, una enseñanza conservadora y dogmática, donde seimpuso el prejuicio, el sofisma y la preocupación metafísica. Pre-cepto pedagógico esencial fue el de magister dixit. La educaciónuniversitaria colonial era predominantemente religiosa; cualquierexplicación se encontraba, finalmente, en las Sagradas Escriturasy no en la observación ni en el análisis inductivo. Se fomentaba,así, el dogmatismo y el memorismo [60].

A partir del siglo XVII se crearon los colegios de las órdenesreligiosas, los Colegios Mayores y las universidades de San Igna-cio del Cusco (1621), San Cristóbal de Huamanga (1677) y de SanAntonio de Abad del Cusco (1692). El carácter escolástico de lasuniversidades existentes, así como las rivalidades entre los cléri-gos españoles y criollos encargados de su dirección, dificultaronel progreso de las mismas, acrecentándose la importancia y el nú-mero de los colegios. Éstos eran entidades de estudios menores y

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mayores, que operaban de manera independiente de las universi-dades, a las que hicieron una gran competencia. Los estudiantespreferían estudiar en los colegios y sólo iban a la universidad paraobtener los grados. El Colegio Mayor más importante fue el de SanMartín, conducido por los jesuitas. A los colegios asistían criollos,mestizos, hijos de curacas y principales, así como personas bene-méritas A los Colegios Mayores y universidades se acudía pararecibir una educación superior y el grado académico (bachiller,doctor y maestro) que los calificaba para acceder a los altos car-gos de la burocracia civil y eclesiástica [42, 59, 60].

En el sistema educativo se distinguían, al final de la Colonia,tres niveles: (a) primeras letras, consistente en ejercicios delectoescritura en castellano; (b) estudios menores, para la educa-ción elemental en latín, doctrina cristiana y matemáticas básicas;y, (c) estudios mayores, que se iniciaban en los Colegios Mayores,con los estudios de Artes o Filosofía aristotélica que conducían altítulo de Licenciado en Artes, Cánones o Teología. Además, unavez obtenido este título, el “bien nacido” podía ingresar a la uni-versidad. Los grados académicos estaban reservados, en la prácti-ca, a la élite española y criolla, que cumplía los requisitos de “pu-reza de sangre” y/o de “bien nacidos”. Los indios, castas y ne-gros difícilmente podían acceder a una educación de calidad; porlo que era frecuente que sus familias firmaran, con un maestro detaller, los llamados “contratos de aprendizaje” para que sus hijosaprendieran un oficio artesanal.

En el último tercio del siglo XVIII se inició una etapa enciclopé-dica de la universidad; sin embargo, continuó existiendo una fuerteresistencia a la incorporación del racionalismo ilustrado que serefugió en los Colegios Mayores y, a partir de 1771, en el RealConvictorio de San Carlos, que desde su fundación se constituyóen un “foco de renovación pedagógica e ideológica” [42, 60].

La Ilustración al final del Perú colonial

A medida que avanzaba el siglo XVIII iba aumentando la oposicióna la escolástica en España y en el Perú, sobre todo por la difusión

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de las ideas enciclopedistas y la activa presencia de los diversosgrupos intelectuales ganados al movimiento de la filosofía ilus-trada. Difusión que se favoreció con la declinación de la influen-cia de la Iglesia en la vida colonial, sobre todo a partir de la ex-pulsión de los jesuitas, la orden que conducía la vida intelectualen el país [42, 60].

En parte, gracias a la Ilustración fue que en el siglo XVIII mo-narquías y naturalistas europeos organizaron una docena de ex-pediciones científicas al Perú que realizaron importantes estudiosque combinaron la historia natural con la geografía y las observa-ciones sociales y políticas. Las expediciones europeas alentaronla organización en la ciudad de Lima de la “Sociedad Académicade Amantes del País” que, entre 1791 y 1795, publicó el MercurioPeruano. La Ciencia Natural empezó a desarrollarse en la Colonia,con la creación de centros de estudios naturalistas como la Escue-la Náutica (1791), el Anfiteatro Anatómico (1792), el Colegio deMedicina (1811), etc. [46, 59].

Los intelectuales peruanos que hasta esos años habían perma-necido lejanos de los centros del saber científico y limitados en susinquietudes por la Inquisición tuvieron la oportunidad de acer-carse a las ciencias naturales al mismo tiempo que a las nuevasconcepciones sociales y políticas. “La lectura de los libros prohi-bidos se hizo general dentro de la élite intelectual criolla”. Se de-sarrollaba en esta élite una nueva necesidad: confiar en la razónantes que en la tradición, aunque sus esquemas y prácticas siguie-ron cargados de idealismo y no llegaron a mostrar una total cohe-rencia y consistencia con esa nueva necesidad [42, 46, 59, 61].

Los pensadores peruanos que, en una u otra forma, conduje-ron el proceso de emancipación política eran hombres “ilustrados”que confiaban en el poder de la razón y en la posibilidad de reor-ganizar profundamente la sociedad colonial basándose en princi-pios racionales.

La crítica de la estructura colonial... se acentúa en las esferas dela educación, política, derecho, religión, situación social, econo-mía y comercio. De la crítica pasaron a los planes de reforma,

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que pretendían casi siempre formas liberales en todas las esferasantes mencionadas, pero... en vista de que por las vías racionalesy jurídicas no se obtenían las reformas liberales programadas,toma cuerpo el movimiento separatista revolucionario a travésdel cual se hacen efectivas y reales las evidencias racionales (...)El proceso de la ilustración, desde la perspectiva de la Emancipa-ción, podría, pues, sintetizarse en dos grandes momentos: razóny revolución. La razón, punto de partida que hizo evidentes lasnecesidades de cambio y la revolución que hizo efectivo y realese cambio [56].

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Problemas de la población

La despoblación y la explotación indígena

Se ha estimado que el tamaño de la población autóctona, al mo-mento de la llegada de los españoles, alcanzaba los 9 ó 10 millo-nes de habitantes. Un siglo después no llegaba, aparentemente, a700 mil. A partir de estas cifras se generalizó la idea de una catás-trofe demográfica con una disminución del 92% en apenas un si-glo. Sin embargo esa cifra, de 700 mil, ha sido cuestionada porqueen su cálculo sólo se incluyó a la población tributaria. Finalmen-te, aun cuando no es posible negar la gran disminución de la po-blación indígena a partir de la conquista, sí se discuten los nive-les de despoblamiento. Además, hoy se piensa que el deterioro de-mográfico nativo se detuvo a mediados del siglo XVII.

La disminución de la población indígena de las Indias espa-ñolas está ampliamente documentada en los testimonios de los cro-nistas y de las autoridades del siglo XVI. Este hecho constituyó unatemprana preocupación de los Reyes de España quienes, más alláde razones paternalistas o humanistas, comprendieron, en el len-guaje de un clérigo de la época, que “Las Indias sin indios no valenada”. Carlos V, por Cédula de 28 de enero de 1541, prohibió quelos indios de tierras frías fueran sacados a las calientes ni al con-trario, “porque esa diferencia es nociva para su salud y su vida”,

La policía sanitaria en la Colonia

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y Felipe II, por Cédula de 27 mayo de 1582, afirma: “que por eltratamiento que reciben los indios, éstos se iban acabando, que enalgunas partes faltaban algo más de la tercera parte” [41, 53].

Se han mencionado las guerras, los maltratos, la explotacióny las epidemias, como causas que explican esa despoblación. So-bre las tres primeras existen dudas sobre su capacidad para ma-tar rápidamente a una población numerosa a gran escala. Las epi-demias sí tienen esta capacidad, especialmente cuando la pobla-ción afectada no ha desarrollado previamente una defensainmunológica específica. Este tipo de causa biológica puede ex-plicar, además, la diferencia entre la disminución demográfica dela Costa y aquella que afectó a la Sierra, puesto que las epidemiasse desarrollaron más en las zonas cálidas y húmedas, donde sevolvieron endémicas.

Con relación a la explotación del indígena por parte de los es-pañoles, ésta comenzó con la Conquista. No obstante la prohibi-ción de la esclavitud del indígena, establecida tempranamente porla Corona, persistieron los abusos cometidos contra el indio. En laCédula Real de Felipe II, datada el 27 de mayo de 1582, se afirmalo siguiente:

... que los trataban peor que esclavos y como tales se hallan mu-chos vendidos y comprados de unos encomenderos a otros yalgunos muertos a azotes, y mujeres que mueren y revientan,con las pesadas cargas y a otras y a sus hijos las hacen servir engranjerías, y duermen en los caminos y allí paren y crían mor-didos de sabandijas ponzoñosas, y muchos se ahorcan, y otrosse dejan morir sin comer y otros toman yerbas venenosas y quehay madres que matan a sus hijos pariendo, diciendo que lo ha-cen para librarlos de los trabajos que ellas padecen... [53].

Ésos y otros excesos que se cometieron contra los pueblos in-dios crearon una situación en la que estaba en peligro el éxito dela política española en América. Tratando de superar esta situa-ción crítica, la Corona española desarrolló la legislación indiana.Parte de esta legislación se encuentra en la Recopilación de Leyes deIndias, publicada en 1681, que contiene las normas promulgadas

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en España para el gobierno de sus colonias. Entre ellas, las leyesque crearon autoridades —corregidores, curas doctrineros y caci-ques— que vivieran en permanente contacto con los indígenaspara velar por su protección y buen adoctrinamiento cristiano y,de otro lado, vigilar el pago de sus correspondientes tributos portratarse de súbditos libres de la Corona.

Pero los legisladores no habían previsto las difíciles y conflic-tivas relaciones entre esas autoridades encargadas del gobierno yprotección de los indígenas. En la casi totalidad de los casos, laley fue sobrepasada por los intereses personales que se impusie-ron en el ejercicio del poder. De manera contraria a la intención dela legislación indiana, los corregidores, curas y caciques entraronen una abierta competencia por apropiarse y beneficiarse del tra-bajo y bienes de los indígenas. Con esta conducta se descuidó laprotección y evangelización de los indios, así como se perjudicó ala Corona, pues sus ingresos tributarios disminuyeron [42, 46].

A la explotación inicial de los indios por los encomenderos sesumó, entonces, los abusos de los funcionarios encargados de evi-tarla. En esta situación, la capacidad de los miembros de la comu-nidad indígena era insuficiente para satisfacer las desmedidas ex-pectativas de lucro de todos sus explotadores. Ello generó perma-nentes conflictos, entre corregidores y curas, por el acceso directoa la mayor cantidad posible de los escasos recursos de los indíge-nas; así como mutuas denuncias ante las autoridades reales y ecle-siásticas correspondientes. Por el otro lado, la reacción de los in-dígenas frente a esos abusos fue polarizada. Los más tolerantesbuscaron la protección paternalista del explotador convirtiéndosede esta forma en peones o trabajadores serviles vinculados a latierra; en tanto que los menos tolerantes recurrieron al empleo dela violencia en revueltas y rebeliones cuya máxima expresión fuela que protagonizó Túpac Amaru II en 1780.

Limitaciones de la información demográfica

Arca Parró informa sobre seis empadronamientos generales levan-tados en la Colonia, pero advierte que no eran verdaderos censos

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porque su finalidad era exclusivamente tributaria o religiosa. Elprimero, realizado en 1548 durante el gobierno de Pedro de laGasca, empadronó a 8 285 000 habitantes. En el tercero, efectuadoentre 1570 y 1575 siendo virrey Francisco de Toledo, se empadro-nó un total de 1 067 693 indios varones tributarios; mientras queen el sexto y último ejecutado entre 1791 y 1795, siendo virrey Gilde Taboada y Lemos, se contabilizaron 1 076 122 (sin contar laPresidencia de Quito, que tenía 700 000) [53].

En la revisión bibliográfica realizada en 1970 por FranciscoPini R. [62], no se identificó ninguna publicación periódica coninformación demográfica sobre el virreinato del Perú antes del fi-nal del siglo XVIII. Sólo a partir del año 1793 aparecen, primero, laGuía Política, Eclesiástica y Militar del Virreinato del Perú, númerosanuales de 1793 a 1797; y, luego, el Almanaque Peruano y Guía deForasteros, números anuales de 1799 a 1821. Pini encontró, ade-más, valiosa información demográfica sobre la ciudad de Lima enla colección del Mercurio Peruano de Historia, Literatura y NoticiasPúblicas, publicada desde 1791 hasta 1795. Los datos de tamaño yde distribución de la población en el ámbito del virreinato que con-tenían estas publicaciones se presentaban según intendencias ypor razas y castas. Los datos sobre Lima presentados para el año1790 se distribuían según las variables: “estado secular” (estadocivil), sexo, “calidades” (razas y castas), “destinos y categorías”(ocupación), cuartel y otras.

En ninguna de las publicaciones revisadas por Pini se presen-taba información estadística sobre la natalidad, mortalidad ymorbilidad de la población colonial. Una de las razones de estaomisión era que el Estado colonial había confiado a la Iglesia elmonopolio de los registros civiles, situación que se mantuvo inal-terable durante toda la etapa colonial y las tres primeras décadasde la República. En el cumplimiento de esta responsabilidad hubodesidia por parte de los párrocos en enviar a la autoridad civil,según regulaba la normativa vigente, la relación mensual de losbautizos, casamientos y entierros de sus parroquias [63].

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Discriminación de la población “no española”

El sociólogo Gonzalo Portocarrero [64] define al “racismo” comouna falsa doctrina que afirma la desigualdad de los seres huma-nos. Según esta doctrina: “Existirían grupos de seres humanos—“razas”— definibles por ciertos invariantes genéticos que deter-minarían sus posibilidades de logro intelectual y moral. Por tan-to, las jerarquías sociales tendrían una base biológica, siendo en-tonces naturales e insuperables”.

En páginas anteriores se ha caracterizado a la sociedad colo-nial como racialmente discriminatoria y se han descrito algunosde los prejuicios raciales vigentes implícitos en la subvaloración,segregación y postergación de los indígenas, mestizos, “pardos”y negros. En la Historia de la Medicina Peruana, de Lastres [65], setranscriben y comentan disposiciones coloniales que legitiman eltrato discriminatorio al esclavo negro, así como las opiniones ytestimonios sobre su naturaleza, comportamiento y triste situación.Entre los principales de esos comentarios están:

•Los esclavos destinados al Perú llegaban al Callao y eran alo-jados en un corral. En el día funcionaba la “feria de negros”,en la cual sus “propietarios” los exhibían a los compradores.Pero en el puerto, la venta resultaba agotadora mientras sehacía el “negocio”. El traficante debía cuidar su “carga”, ali-mentarlos y curarlos para que no murieran. Se trataba de quelos gastos no superaran los beneficios esperados.

•El cabildo de la Ciudad de los Reyes tuvo que dictar ordenan-zas, al inicio de la conquista, para reglamentar la distribu-ción de los esclavos “ya que habían muchos negros y quehacían mucho daño a los indios”. Cuando se considerabaque estaban enfermos de lepra eran agredidos: “Estos desdi-chados se guarecían en los montes y cañaverales del río o enlas huacas y ruinas que por aquella época abundaba en losalrededores de Lima, donde morían de hambre y miseria, sinotro testigo que su propia desventura y sin otro consuelo quesu desamparo”.

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•Mendiburu, en su Diccionario Biográfico, critica las excesivaspenas que se imponían a los esclavos prófugos; incluso erapermitido matarlos si se resistían en el momento de su captura.

Otra manifestación del racismo vigente en la Colonia es la for-ma en que se expandió espacialmente la ciudad de Lima desde lasexta década del siglo XVI. Década en que las autoridades colonia-les consideraron que indios y miembros de otras castas estabanocupando lotes de la “ciudad-damero”, previstos para edificiospúblicos y vecinos notables, cuando su lugar “natural” debía es-tar fuera de ese perímetro. Con este propósito se fomentó la forma-ción de dos núcleos urbanos que polarizaron el crecimiento deLima. En los espacios intermedios entre el damero central de laciudad colonial y esos dos núcleos urbanos —uno, de concentra-ción indígena (El Cercado) y, otro, de concentración de los negros(San Lázaro)— se desarrollaron los principales ejes de crecimien-to de Lima hasta el final del siglo XIX [58].

Hacia el sureste de la ciudad, hacia los Andes y detrás de lamuralla, se ubicó el “Pueblo de Indios del Cercado”, creado en1571. Fue construido a manera de gueto con el objeto de concen-trar en dicho lugar a los indios que cumplían servicios personalesa los encomenderos residentes en Lima. Su concepción arquitectó-nica, rodeada de altos muros con sólo dos puertas de entrada ysalida, y bajo estricta administración, señala sus objetivos de con-trol físico de los indígenas y de dominio ideológico [48, 66]. Deacuerdo a Aldo Panchifi:

Desde el primer momento esta zona no fue bien consideradapor la sociedad limeña. No sólo era un lugar de indios sino que,en sus alrededores se construyeron el Hospital de Mendigos eInsanos de Santo Toribio (1669)... y también callejones, tambospara arrieros y... chinganas [67].

Hacia el noreste de la ciudad, detrás de las murallas y del río,se ubicó el barrio de Malambo, que en su origen fue casi una cár-cel de esclavos africanos, donde éstos vivían hacinados, muchasveces enjaulados, sufriendo hambre e inhumanos castigos de sus

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amos, listos a ser comercializados y luego conducidos a hacien-das y minas. Además, tuvo la triste distinción de haber sido el áreadel primer basurero de la ciudad de Lima. En verano, cuando elrío Rímac se desbordaba, todo el basural se empozaba en Ma-lambo. En 1563, cuando se desató una epidemia de lepra en Limacuyo foco infeccioso se encontraba en Malambo, todos los negrosque transitaban por las calles de la ciudad de Lima eran conside-rados como leprosos y tuvieron que huir y refugiarse al “otro ladodel río” del cruel apedreamiento del que eran objeto.

Ese mismo año se estableció en dicha zona una enfermeríapara leprosos, así como la parroquia de San Lázaro; alrededor detales construcciones se formó el “Arrabal de San Lázaro”, habita-do por negros enfermos, sus familias expulsadas de la ciudad, ysacerdotes a cargo del hospital y la parroquia. Algunos años des-pués se construyó el hospital de San Lázaro. Entre 1573 y 1592otros grupos de esclavos, negros libertos, indígenas, artesanos yblancos pobres, convergen en la zona construyendo casas de ve-cindad para pobres y solares de recreo para vecinos de mejor con-dición económica, constituyendo un nuevo núcleo urbano que secomunicaba con la ciudad a través de un puente. En 1711, el vi-rrey Diego Ladrón de Guevara crea en ese lugar el hospicio de cie-gos, mancos y tullidos. De esa manera, Malambo se convirtió enun lugar donde habitaban indios y negros, pero además era el lu-gar de residencia de leprosos, tullidos y ciegos. Todo esto daba ala zona el estigma de la miseria, el dolor y la muerte, y le daba almalambino el estigma de ser pobre, sucio, enfermo y “carachoso”[66, 68].

Normatividad básica de la policía sanitaria

Higiene Pública en las Leyes de las Indias

Las normas más importantes en los reinos de España eran lasPragmáticas Sanciones, dictadas por el rey, sin concurso de nin-gún cuerpo legislativo y cuyo cumplimiento era obligatorio en to-dos los dominios de la Corona. La Real Cédula era la forma más

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común adoptada para legislar sobre temas coloniales; durantelos Habsburgo, era precedida de un estudio por parte del Consejode Indias. Le seguían en orden de importancia las reales provisio-nes, las reales cédulas, las reales órdenes, las cartas reales y lasordenanzas.

Entre las normas coloniales que trataban asuntos vinculadoscon la higiene pública, la policía sanitaria y la beneficencia sonimportantes las ordenanzas que, entre 1572 y 1574, dictó el virreyFrancisco de Toledo. En ellas, el virrey “ordena y manda” evitartoda acción que pudiera constituirse en una “ofensa pública y co-nocida de Dios Nuestro Señor” o en una trasgresión a “la buenapolicía” del espacio público. Es así, por ejemplo, que entre las “Or-denanzas para los indios de todos los departamentos y pueblosde este Reyno”, se incluían las relacionadas con los siguientes te-mas o mandatos: pena para los que vendieran a sus hijas y otrasindias para mancebas; los alcaldes visiten las cárceles cada sába-do; cuidado que han de tener los alcaldes con los huérfanos; quelos hijos ilegítimos no se quiten de sus madres sin quitarles lacrianza; cuidado que se ha de tener en los hospitales y enfermos;que los corregidores tomen cuenta a los mayordomos de los hos-pitales y por su ausencia los alcaldes; que en cada pueblo hayamercado dos veces en la semana; que los alcaldes cuiden de quelas calles y casas estén limpias, y que los indios tengan “barba-coas” en que duerman; que los alcaldes visiten los tambos. Entreotras Ordenanzas, “sobre los bienes de comunidad y cuenta quede ellos se ha de tener”, debemos remarcar dos: la XVII, “Que delindio que estuviere enfermo todo el año, o la mayor parte de él,que no se cobre tributo y se pague de la caja de la comunidad”, yla XVIII, “Que se cobre de los indios el tomín de hospital” [69].

La ordenanza XVIII sobre el tomín de hospital, dice lo siguiente:

Por cuanto por mi mandato los visitadores comisarios que pro-veí para la visita general, dejaron mandado hacer hospitales encada pueblo,... y porque en el resumen de esta visita los indiosnaturales quedaron reservados de muchas contribuciones y car-gos que antes solían tener, y es justo que de ellos salga el pro-

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veer para el sustento de los dichos hospitales, pues en ellos hande ser socorridos y curados en sus enfermedades. Ordeno y man-do: que los Alcaldes, Caciques y principales tengan particularcuidado de cobrar en cada un año, de los indios tributarios quehubiere en cada repartimiento un tomín de plata ensayada... ytendrán particular cuenta los corregidores de tomar en cuenta alos dichos alcaldes, de lo que sobre esto hubieren hecho, y delo que así montara esta limosna, se meta en la caja que tuvierael hospital, haciendo cargo de ello al mayordomo del [69].

Según el padre Arriaga, cuyo estudio de idolatría fue publica-do en 1621, la legislación con respecto a la práctica médica eraambivalente, al menos durante la primera mitad del siglo XVII. Aun-que las autoridades coloniales dictaron disposiciones específicasdirigidas a eliminar procedimientos que consideraban inacepta-bles, la escasez de médicos los forzó a tolerar la práctica de loscuranderos indígenas. Arriaga concluye su estudio con una seriede recomendaciones: “Constituciones que deja el visitador en lospueblos para remedio de la extirpación de la idolatría”. En estasrecomendaciones, además de las prohibiciones al alcoholismo, ladanza, y a los sacrificios en ceremonias rituales, se imponen seve-ras restricciones al curanderismo:

De aquí adelante los Indios Hechiceros ministros de Idolatría,por ningún modo curaran a los enfermos; por quanto la expe-riencia ha ensenado, que cuando curan hacen idolatrar a los en-fermos, y les confiesan sus pecados a su modo gentílico; y siotros Indios uviere que sepan curar porque conocen las virtu-des de las yerbas, examinará el Cura de este pueblo el modocon que curan que sean ageno a toda supertición [70].

Sin embargo, como era de esperar, los esfuerzos de Arriaga yde otros sacerdotes que intentaron extirpar esas prácticas de ido-latría fueron un fracaso total [71]. No obstante el manto de oculta-miento que cubrió las prácticas curanderiles y que limitó el cono-cimiento de las mismas durante el resto de la etapa colonial, elnúmero de procedimientos legales contra los individuos acusadosde hechicería o idolatría demuestra que las creencias tradiciona-

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les “médicas” y religiosas indígenas continuaron jugando un pa-pel importante en la vida colonial [72].

Policía de salubridad en la Constitución de Cádiz, 1812

Para Ugarte del Pino [73] la “Constitución Política de la Monar-quía Española de 1812”, promulgada en Cádiz a 19 de marzo de1812, puede ser considerada peruana. Las juntas de gobierno sur-gidas en España, después de que el Rey Fernando VII cayó prisio-nero de Napoleón, se unieron en una junta central que se convir-tió en un Congreso —las Cortes de Cádiz— que sesionó con parti-cipación de diputados peruanos. Las sesiones se realizaron bajouna influencia ideológica liberal, que se impuso finalmente a lasideas del despotismo borbónico [74]. Es así, que en el art. 1º dedicha Constitución se prescribe, que “La Nación española es lareunión de todos los españoles de ambos hemisferios”, en el art.3º, que “La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lomismo pertenece á esta exclusivamente el derecho de establecer susleyes fundamentales”, y en el art. 4º que “La Nación está obligadaa conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, lapropiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuosque la componen”.

Asimismo, en su art. 13º se señala:

El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto queel fin de toda sociedad política no es otro, que el bien estar, delos individuos que la componen [75].

La Constitución de Cádiz se publicó y juró en Lima los días 2y 4 de octubre de 1812 respectivamente, durante el gobierno delvirrey Abascal y Souza. Tuvo las siguientes características: consa-gró el principio de igualdad entre americanos y peninsulares; pro-clamó la libertad de del pensamiento y su libre expresión; procla-mó la soberanía del Pueblo; derogó todos los símbolos del antiguovasallaje; prescribió la elección de los Cabildos por el voto popu-lar; suprimió el tributo indígena y la mita; abolió el Tribunal de la

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Santa Inquisición y otorgó el sufragio a los analfabetos. El mismoUgarte comenta:

Pese al barniz de religiosidad que se le dio... que se mantendríaen casi todo el siglo XIX en todas las constituciones peruanas...no se pudo ocultar la influencia de la Constitución francesa...[73, 74].

Pero, lamentablemente, el regreso de Fernando VII (1814) repre-sentó un regreso al despotismo y “... una burla de la monarquíaespañola a los sagrados derechos que los americanos habían de-fendido en las Cortes” [76].

En lo que corresponde a la sanidad y la beneficencia, en laConstitución de Cádiz [75] se encuentran referencias a estos te-mas en los siguientes artículos:

-Art. 131. Las facultades de las Cortes son... Vigesimatercia: Apro-bar los reglamentos generales para la policía y sanidad delreyno.-Art. 321. Estará a cargo de los ayuntamientos: Primero: La policíade salubridad y comodidad. Segundo: Auxiliar al alcalde en todolo que pertenezca á la seguridad de las personas... Sexto: Cuidarde los hospitales, hospicios, casas de expósitos y demás estableci-mientos de beneficencia, baxo las reglas que se prescriban.-Art. 325. En cada provincia habrá una diputación...-Art. 335. Tocará á estas diputaciones... Séptimo: Formar el cen-so y las estadísticas de las provincias. Octavo: Cuidar de que losestablecimientos piadosos y de beneficencia llenen su respecti-vo objeto, proponiendo al Gobierno las reglas que estimen con-ducentes para la reforma de los abusos que observaren.

El cabildo y la policía sanitaria

Conforme a la organización política medieval de España, eran losalcaldes comunales que presidían los cabildos los responsablesen velar por la higiene pública y la policía sanitaria de las ciuda-des y pueblos de su jurisdicción. Por ello fue el cabildo, tambiénllamado ayuntamiento, la más importante institución del régimen

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colonial en lo concerniente a dictar normas sanitarias. Entre susmúltiples atribuciones administrativas se encontraban:

vigilar el aseo de la ciudad, cuidar de la reparación de las ca-lles, inspeccionar los camales, inspeccionar los establecimien-tos de beneficencia y organizar la baja policía... interviniendoprincipalmente en la fijación de los precios de los alimentos ylas mercancías necesarias para la vida en la ciudad [55].

El de Lima fue el cabildo más importante en lo concerniente ala administración de las normas de higiene pública. El primer ca-bildo de Lima fue presidido por sus alcaldes Nicolás de Ribera, elViejo, y Juan Tello, que de esta manera se constituyeron en los pri-meros funcionarios que actuaron como autoridades en el campodel cuidado de la salud colectiva en Lima. Al tomar sus primerasdisposiciones, después del fundar Lima, eligieron la ubicación dela futura catedral y la del palacio de Pizarro y, luego, reservaronuna manzana para la construcción de un hospital. Éste se cons-truyó algunos años después. La primera preocupación de los es-pañoles al establecer colonias y fundar ciudades era la de cons-truir primero una iglesia, una casa de gobierno y un hospital.

Durante los años de la Colonia, el cabildo de Lima, resguar-dando a la ciudad contra las epidemias, ordenó varias veces cua-rentenas para los barcos que venían de Panamá. Asimismo, el pri-mer Protomédico Sustituto, Dr. Hernando Sepúlveda, tuvo que ju-rar ante el cabildo, primera autoridad sanitaria, para poder ejer-cer su cargo. El nombramiento de Protomédico procedía del Rey,pero debía ser refrendado por el cabildo. Además, en el Libro deCabildos de Lima queda constancia de la primera visita de boticas,realizada el año de 1537 por el citado Protomédico y otros miem-bros del cabildo, para verificar si el boticario “cobraba contra la fecatólica” y si éste fuera el caso “tasaren y lo dañado tomaren” [77].

José Riva Agüero comenta que los cabildantes trataban todolo vinculado con “... las tasas y ordenanzas de... ganados, víveres,aguas, barcos que entran al Callao, gremios, etc. (...)”, así como lasprecauciones higiénicas y cuarentenas contra la peste, como la es-tablecida contra la epidemia que devastaba México por los añosde 1560 y contra los valles del Norte en 1589.

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Además, el cabildo de Lima, después de establecerse el men-cionado Real Tribunal en 1570, tuvo que señalar salarios y nom-brar médicos de hospitales y de médicos de negros, así como asu-mir otras funciones de competencia del Protomedicato, debido aque esta entidad no las cumplían [78, 79].

En las anotaciones registradas en el Libro de Cabildos al finalde la Colonia, publicadas por B. Lee y J. Bromley, se leen las dis-posiciones dictadas para el control de la viruela; así como todolo referente a la venida de la expedición filantrópica de la vacuna.En dicho libro se escribe, el 8 de marzo de 1803, lo siguiente: “So-bre hospitales en el campo para inoculación de las viruelas”. “Tam-bién se manifestó el expediente sobre que se fabriquen Hospitalesen el campo para la inoculación de las viruelas, a cuyo propósitoexpone el Procurador que todo lo conducente en respuesta al tras-lado que se le dio se mandó que se reservara para Cabildo pleno”.

En la sesión del 26 de noviembre de 1805 y en las siguientesse toman otras disposiciones administrativas, como nombramien-to de los facultativos para el fluido vacuna, vinculadas con su par-ticipación en las actividades de la expedición filantrópica [78, 79].

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Control de las epidemias

Las primeras “plagas” en la América india: siglo XVI

Cuando el aislamiento del nuevo mundo fue roto por la Conquis-ta, la América india también se puso en contacto, por vez primera,con gérmenes patógenos del viejo mundo que provocaron epide-mias que se caracterizaron, durante el primer siglo después delprimer contacto, por su rápida propagación y su alta letalidad.Esta última ha sido estimada entre el 30 y el 50% de los casos.Características explicadas por la ausencia de experiencia inmuno-lógica específica de los indígenas que, además, estaban debilita-dos como consecuencia de la guerra, el hambre y el trabajo forza-do. Posteriormente, la epidemiología de estas enfermedades se mo-dificó gradualmente debido a que los nativos se hicieron más re-sistentes y las enfermedades menos virulentas [41, 53].

Para tener una idea de la magnitud y trascendencia de estasepidemias es conveniente citar al cronista Cieza de León que, co-incidiendo con Juan de Betanzos, en la descripción de la epide-mia que provocó la muerte de Huayna Cápac dice: “... una granpeste de viruela vino, tan contagiosa que más de doscientos milalmas murieron en todos los distritos colindantes”. Así como ci-tar a Montesinos cuando en el año 1585 describía otra epidemiade la manera siguiente:

Control de las grandes plagas y lasendemias en el Perú colonial

[99]

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Este año ubo en la ciudad del Cuzco una peste tan grande deviruelas y sarampión y dolor de costado, y venía con tanta ma-licia que a los que daba esta peste los llenaba de lepra y moríandello muchas personas, y solo era en tierra del de Cuzco, y sepegaba con tanto rigor, de modo que las ciudades se guardabany velaban con todo cuidado. Se tomaron algunas precaucionespara evitar el contagio, como cerrar ciertos caminos para quenadie pudiese pasar a pié ni a caballo del Cuzco a Guamanga, yque se despoblase el tambo de Vilcas, y que nadie que viniesedel Cuzco se le diese recaudo [80].

En el siglo XVI, la población indígena reaccionó con horror antelos efectos de las desconocidas plagas; los cronistas de la épocanarran que reaccionaron con suicidios, infanticidios y negativa detener hijos. Asimismo, con la incorporación de las creencias cris-tianas en la visión del mundo andino, las ideas indígenas con res-pecto a la enfermedad cambiaron. Los pobladores andinos habíancreído por mucho tiempo que la ira divina podía ser una de lascausas de enfermedad. Según esta misma creencia, dichos pobla-dores entendían, después de la conquista, que los antiguos diosesandinos enviaban esas nuevas y mortales plagas para castigar aaquellos que los habían abandonado por el dios de los europeos.Pero pronto los curas católicos, que viajaban por todo el virreinatocon la misión de eliminar las “idolatrías”, les enseñaron que elDios de los cristianos castigaba con la enfermedad y la muerte aaquellos que rehusaban rendirle culto. Finalmente, los indígenasoptaron por utilizar tanto los rituales religiosos tradicionales, comolos que enseñaban los curas católicos, con el fin de no despertarla ira de ninguna divinidad con capacidad de castigarlos con unaplaga [71].

En el siglo XVI ocurrieron las epidemias de más alta letalidad,diecisiete de ellas fueron calificadas por J. Lastres [65] como “gran-des plagas”, las cuales contribuyeron de manera significativa a ladespoblación indígena ya comentada. Otros historiadores aceptanque durante ese siglo coincidieron en el Perú varias epidemias desarampión y viruela; y que otra de influenza recorrió el país en 1558-1560, reapareciendo desde Lima hasta Piura durante 1581-1591. En

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1546 una epidemia cuyos signos eran fiebre y sangrado, alcanzó alárea andina; algunos cronistas la reportaron como peste [41].

Epidemias entre el siglo XVII e inicios del XIX

Las numerosas epidemias que se presentaron en el Perú colonialfueron descritas de manera poco exacta, por lo que es difícil reco-nocer, en cada brote epidémico, de qué enfermedad se trataba. Enmuchos de los informes de la época se lee denominaciones de“berruga”, “pestilencia”, “alfombrilla”, “tabardillo”, “peste”, “con-tagio”, etc. Sin embargo, de acuerdo a estudios de J. Polo [80] y H.Valdizán [81], la mayor parte de ellas eran, probablemente, de vi-ruela y sarampión, y con menor frecuencia de tifus exantemático,paperas e influenza.

En los siglos XVII y XVIII hubo varios brotes de sarampión y vi-ruela. En 1614 y 1615 una epidemia de “difteria” atacó las ciuda-des de Cusco y Potosí [41]. Entre 1719 y 1720 se produjo en el Surdel virreinato una gran epidemia: “En el Alto Perú hubieron ‘fie-bres mortíferas’... Murió mucha gente: 72,800 según un autor... ElPadre Gumilla dice que... murieron más de doscientos mil indios.Arequipa también fue visitada por la epidemia. En el Cuzco co-menzó hacia 1720 y la mortalidad fue de 20,000. Sus síntomas fue-ron catalogados por los cronistas como correspondientes al ‘tabar-dillo’ o tifus exantemático”.

Además, por esos años, señala Córdova y Urrutia,

la aparición de una rara enfermedad llamada‘vómito negro ofiebre amarilla’. Dicha epidemia fue producida por la llegadade navíos guarda-costas a nuestras playas. Ya la fiebre amarilla,había hecho estragos en Brasil, apunta Valdizán, desde 1685 [82].

La colonización de la Selva, realizada recién en el siglo XVIII, tra-jo como resultado la propagación de epidemias a las que los aborí-genes selváticos no eran inmunes. Entre 1709 y 1737 se sucedieronepidemias de viruela y sarampión que ocasionaron la muerte de nu-merosos pobladores. Los estragos que las epidemias causaron entrelas etnias evangelizadas generaron una actitud de rechazo frente a

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los misioneros, que explican así las numerosas rebeliones deamueschas y campas que se sucedieron en dicho siglo [46].

Entre 1802-1805 se registra la última epidemia de viruela enla época colonial, antes de la primera vacunación masiva en elPerú. Al respecto, Mendiburu apunta

que se generalizó la viruela como una verdadera epidemiaque hizo perecer a muchos pacientes, los más de la clase deindígenas [83].

De acuerdo a varios testimonios de la época, después de di-cha vacunación, la viruela prácticamente desapareció del país en-tre 1805-1819, para reaparecer con un pequeño brote epidémiconacional en 1920 [84]. La última epidemia de viruela en la Limacolonial se presentó en el año 1818.

Medidas de control de epidemias: 1535-1821

Desde el siglo XIV las reglas de “cuarentena” veneciana de 1423estaban siendo utilizadas en Europa como un mecanismo eficazpara evitar la importación de alguna enfermedad “pestilencial”.La cuarentena implicaba la detención de las embarcaciones con-taminadas o sospechosas de estarlo y en el aislamiento de la tri-pulación fuera del puerto, hasta que hubiera transcurrido el tiem-po suficiente sin casos nuevos de alguna “pestilencia”. En 1520se aplicó la cuarentena, por primera vez, en las Indias españolas;sin embargo, no se pudo evitar la difusión en América de una pa-vorosa epidemia de viruela que arrasó a la población indígena.

Posteriormente, la Corona española tuvo que establecer las orde-nanzas correspondientes para la implantación de cordones sanita-rios y de la cuarentena en determinados puertos de su territorio colo-nial: La Habana, Santo Domingo, San Juan, Cartagena, Maracaibo,Guayaquil, Callao, Valparaíso, Buenos Aires y Montevideo.

Eran puertos que tenían un buen comercio de esclavos negrosprovenientes de áreas de fiebre amarilla y eran lugares de en-trada muy vulnerables a la introducción de epidemias de vi-ruela, cólera y peste (...) Pareciera obvio decir que la ciudad que

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comenzara a sufrir la implantación de la cuarentena en América,fuera Santo Domingo (1520)... Después vendrán los puertos delPerú y Chile (1589). En Santiago de Chile el alcalde ordenó eseaño prohibir el arribo de barcos limeños. Luego seguirán Bue-nos Aires (1621)... La Habana sufrió el mismo tratamiento (1711)y así continuó siendo una práctica corriente por mucho tiempo.En 1622 el Marqués de Guadalcázar ordenó una cuarentena con-tra todos los negros que llegaban al Perú provenientes de Pana-má [85].

Los esclavos destinados al Perú llegaban al Callao desde Pa-namá, y según crónicas de la época eran portadores de muchasenfermedades:

por ser bien sabidos que traían viruela, sarampión, tabardillode que venían infectados; de allí eran conducidos a los arraba-les herrados, encadenados de dos en dos, como los presidiarios,en donde permanecían a la intemperie hasta que encontrabancomprador [65].

Por esta razón el marqués de Guadalcázar (1621-1628) orde-nó, según consta en sus memorias, que todos pasaran cuarentena.En 1630 se dictó una ordenanza que obligaba a los barcos que tra-ficaban con los esclavos que se detuvieran a una legua de distan-cia del Callao hasta que un equipo de tres médicos certificara laausencia en su “carga” humana de enfermedades como la viruelay otras “pestilencias”.

De manera distinta a la cuarentena, frente a la sospecha decasos de peste en la ciudad, se confinaba a los individuos enfer-mos en sus viviendas, para vigilarlos y controlarlos uno a uno,con un registro lo más completo posible de todos los fenómenosocurridos durante la observación: “... el modelo religioso era sus-tituido, así, por el de la revisión militar” [27].

La reacción práctica de las autoridades coloniales frente a ladifusión de las epidemias en las ciudades incluyó —además delaislamiento— las siguientes medidas: el establecimiento de hos-pitales provisionales; las disposiciones sanitarias para los entie-rros; la indicación de remedios médicos rudimentarios; las cam-

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pañas caritativas; y, generalmente bajo el auspicio de la Iglesia,las rogativas y procesiones en las que se imploraba la ayuda deSan Roque y, luego, de Santa Rosa. Cuando se trataba de epide-mias en los poblados indígenas, el comportamiento de dichas au-toridades era muy distinto. En estos casos la reacción frente a lasmuertes masivas fue escasa y tardía; sólo adquirieron cierta im-portancia cuando provocaron, debido a su gran magnitud, pro-blemas para la disponibilidad de fuerza de trabajo semiservil.

Vacunación antivariólica: 1805-1821

Entre 1802-1805 asoló al país la última gran epidemia de viruelade la época colonial que, de acuerdo a testimonios de esos años,fue comparable en malignidad con las grandes epidemias de lossiglos anteriores. Unanue, en 1802, con fluido vacuno traído enun navío que iba a Filipinas, trató de comenzar la vacunaciónjenneriana en el Perú,

aunque no obtuvo, en puridad de verdad, un verdadero grano,pero de todas maneras logró atenuar en parte su contagiosidad.Esta epidemia se prolongó hasta el año 1805, empleándose enun comienzo el antiguo procedimiento de variolización, lo queprovocó una acentuación de la epidemia, de tal forma que elgobierno se vió obligado a ‘prohibirla baxo fuertes penas den-tro de la Capital’... [86].

Según escribe Moreno, citado por Lastres, el monarca españolal oír y leer en el Almanaque Peruano del año 1803, los terribles es-tragos de dicha epidemia, “lleno de compasión y amor hacia susfieles vasallos”, ordenó se formase una expedición para propagary promover la vacunación en sus extensos dominios de todo elmundo. Ésta fue la “Real Expedición Filantrópica de la Vacuna”,que dio la vuelta al mundo, poco tiempo después de la publica-ción del descubrimiento de Jenner. La expedición llegó al Perúel 23 de diciembre de 1805 y, posteriormente, a Lima el 23 demayo de 1896, conducida por su vicedirector, don José Salvany yLleoport [86].

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Dos meses antes de que la expedición ingresara al Perú llega-ron a Lima, desde Buenos Aires, los primeros vidrios que conte-nían el fluido vacuno; el cirujano Pedro Belomo obtuvo, el 23 deoctubre de 1805, el primer “grano” perfecto y se iniciaron lasvacunaciones jennerianas exitosas en Lima. En esos años, la pro-pagación de la vacuna se realizaba conduciendo el fluido en fras-cos (“vidrios” o “cristales”) o disponiendo expediciones para con-ducirla por niños “de brazo en brazo”; en tanto que el fluido seaplicaba por incisión o picadura siguiendo los procedimientos“del Quaderno”, es decir, los de Moreau de la Sarthe. Preocupa-ción permanente de los propagadores del fluido era conservar lapotencia biológica del virus para garantizar la continuidad de laeficacia de la vacunación [86].

Sin embargo, las vacunaciones masivas recién se iniciaronen el país con las acciones de la “Real Expedición Filantrópicade la Vacuna”. La ruta en el Perú era por mar y tierra, según laordenanza:

que siendo lo más esencial y difícil de la empresa la conserva-ción del fluido vacuno con toda su actividad en tan dilatadosviajes ha resuelto el Rey que lleven los facultativos niños expó-sitos que no hayan pasado las viruelas para que mediante unaprogresiva vacunación en Madrid y a bordo hagan aquellos asu criterio la primera operación brazo a brazo y después en loscuatro virreynatos el modo de practicarla enseñar a hacerla al-gunos facultativos naturales [87].

En palabras de Salvany, correspondía a la expedición “con-ducir la vacuna y proponer los medios para perpetuarla” y en estesentido presentó al gobierno un plan para conservar el fluido-va-cuna en todo el Reino. Las actividades de la expedición se exten-dieron por todo el país, dominantemente en Lima y alrededores[86, 87].

El día 3 de enero de 1807, al concluir la expedición sus activi-dades en el país, Salvany hace entrega formal del fluido-vacuna alos consultores Pedro Belomo y José Manuel Dávalos [86]. Final-mente, no obstante sus continuas quejas sobre las resistencias de

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los naturales para recibir el fluido vacuna, el mismo Salvany pudoinformar que se vacunó a un total de 197 004 personas, entre mayode 1806 y enero de 1807. La viruela prácticamente desapareció delpaís entre 1806 y 1819.

A poco de haber llegado a Lima la expedición filantrópica sedispone, por decreto virreinal de 10 de julio de 1806, la formaciónde una “Junta Conservadora del Fluido Vacuno”, que comenzó afuncionar desde el 1 de julio de 1806. Inicialmente se le asignó granimportancia, lo que se expresa en el hecho de que tenía al virrey,como presidente, y al Arzobispo de Lima, como copresidente. Fueconstituida como el organismo director que legislaba en todo loconcerniente al buen uso y propagación del profiláctico o especí-fico, como también se llamaba entonces a la vacuna. Belomo,Dávalos y Félix Devotti asesoraban a la junta para que la activi-dad biológica de la vacuna no amenguara. En la primera sesiónde la junta se acordó constituir las “Juntas Subalternas” en las ca-pitales de las principales intendencias. Acuerdo que sólo fue par-cialmente concretado, por problemas económicos [86].

La junta solicitó con frecuencia en Lima la colaboración de losalcaldes de barrio para que condujeran a las personas que debíanser vacunadas a la casa donde se encontraban los niños en que seconservaba la vacuna, sin mucha fortuna. En 1818 comenzaron apresentarse quejas sobre la mala conservación de la vacuna enLima, y en abril de 1820 los mismos asesores informaron que “elfluido había degenerado, hasta llegar a un ‘extremo fatal’, motivopor el cual pidieran que se enviara a Lima, vacuna de Arequipa,Cuzco o Chile y, [en la Junta] también se vio en esa oportunidad,el ofrecimiento de un Sr. Rendón para conducir vacas con ‘gra-nos’, desde Nazca” [87].

La última sesión de la junta se realizó el 19 de mayo de 1820.

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Control de algunas endemias

La malaria y la “cascarilla”

Las “tercianas” o malaria parece ser un problema que afecta a losperuanos desde la época prehispánica. Es probable que por elladurante el Incanato los pueblos nativos prefirieron asentarse enlas alturas de los Andes, antes que en las feraces tierras de los va-lles de la Costa y de la Selva alta. Al respecto Chiriboga opina:

El conocimiento que tenían los Incas de las inclemencias de losvalles cálidos de los Andes Orientales, quizá sí esté realzado porhaberse encontrado las grandes ciudades de los antiguos en lafrontera de estas regiones [88].

Argumenta también, citando a cronistas coloniales, que losIncas consideraban a los valles de la Costa como “pestilentes”. Enel virreinato se consideró a los valles de la Selva alta y algunos dela Costa, entre ellos el del río Nasca, como valles de “mucha arbo-leda”, “muy calientes” y “muy enfermos” para la “gente serrana”y también para los españoles [89]. Los informes de las autorida-des y de los médicos de la época mencionan a las “tercianas, pre-sentes desde tiempos remotos en los valles cercanos de Lima” [90].

De acuerdo con los criterios de Sydenham, las tercianas, en tan-to “especie morbosa característica”, formaba parte de las enferme-dades agudas, en la que una “materia morbígena” proveniente delaire, atacaba a la sangre y producía una “fermentación” anómala.La fiebre servía para “hervir” la “materia morbífica”, que con lasudoración era eliminada del organismo [91].

A comienzos del siglo XVII se dieron a conocer en el mundooccidental las virtudes medicinales de un árbol indígena del Perú:el “palo de las calenturas”, “cascarilla” o “quina”. En 1632 llegósu corteza a Roma por intermedio de los jesuitas, que fueron susdifusores. La primera noticia escrita acerca del uso de la quina seencuentra en un libro religioso publicado en España en 1639. Elautor, Antonio de la Calancha (1584-1654), monje agustino, priordel convento de Trujillo y cronista de su Orden, escribió:

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Dase un árbol que llaman de calenturas en tierra de Loja, concuyas cortezas de color de canela, hechas polvo, dados de bebi-da el peso de dos reales, quita las calenturas y tercianas; hanhecho en Lima efectos milagrosos [92].

La quina pareció dar la razón tanto a las patologías como alas terapéuticas de la época. Según señala Laín Entralgo:

Los iatroquímicos... le atribuyeron la propiedad de corregir la“fermentación” febril de la sangre y disolver las mucosidades delos pequeños vasos. Frente a ellos los iatromecánicos pensaronque la quina diluye el líquido hemático y disminuye así la fuerzade su rozamiento en la pared vascular. Unos y otros coin-cidieron, sin embargo, en estimar que el nuevo medicamentodaba un golpe de muerte a la tradicional farmacodinamiagalénica. Lo que la pólvora ha sido in re militari, eso ha sido laquina in methodo curandi, escribirá Ramazzini [93].

En el caso de Sydehman, éste utilizó la quina sólo para la cu-ración de la malaria, reafirmando su idea de que cada enferme-dad tenía un remedio específico [94].

Inicialmente en Europa, no obstante los evidentes efectos de laquina, los médicos vieron con desdén ese nuevo medicamento por-que su empleo no se avenía a las enseñanzas de Galeno. Además,la observaban con sospecha debido a que los jesuitas la utiliza-ban. Por estas razones, la corteza fue empleada casi exclusivamentecomo remedio secreto, en la forma de polvos o de cocimiento. Re-cién en 1677 se reconoció oficialmente a la quina como un fárma-co, al ser incluida en la farmacopea londinense con el título deCortex peruannus. En 1820, los franceses Pelletier y Caventou ais-laron de la quina los alcaloides quinina y cinconina, cuyo uso porla medicina oficial adquirió pronto gran predicamento [95].

Por otro lado, Estrella [94] comenta que Jorge Juan y Antoniode Ulloa en su obra Relación Histórica del viaje a la América Meridio-nal (1748) dicen sorprenderse por el hecho de que siendo endémi-cas las tercianas en algunas zonas de la Real Audiencia de Quitoy conociendo los nativos las virtudes de la quina, no la usaran,“... poseídos de la aprehensión de que siendo la naturaleza de estesimple, cálida en extremo, no podía serles provechosa”.

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Lo que sucedía, según opinión del mismo Estrella, era “... quelos indígenas consideraban contraproducente usar un remedio ‘cá-lido’ (la quina o cascarilla) para una enfermedad también ‘cáli-da’, (las tercianas, o paludismo)”.

La lepra y medidas para su control

Descubierto un caso presunto de lepra se procedía, durante la Co-lonia, a aplicar las medidas de aislamiento ya señaladas en la Bi-blia. El sospechoso era expulsado del espacio común, de la ciu-dad, como una forma de purificar el medio urbano; era un modelode exclusión y de tipo religioso [27]. Como ya se comentó, el “Arra-bal de San Lázaro” de la ciudad de Lima se originó en 1563 cuan-do se desató una epidemia de lepra, cuyo foco de infección se en-contraba en esta zona. Ese mismo año se estableció en la zona,que luego se llamaría Malambo, una enfermería para leprosos, condos salas pequeñas; y se adquirió los solares adyacentes con elfin de garantizar el aislamiento de los presuntos leprosos. Todoello por iniciativa del acaudalado Antonio Sánchez.

Algunos años después la enfermería se convirtió en el hospi-tal San Lázaro. Pronto la capacidad de internamiento del hospitalfue superada por la demanda. Los otros hospitales de Lima no ad-mitían a leprosos por temor al contagio, de manera que los des-graciados enfermos tenían que ocultarse, favoreciendo de esta ma-nera los riesgos de propagación. Luego, en 1606 cinco personascaritativas cedieron sus bienes y recogieron limosnas para concluiry ampliar la obra física del hospital, así como fundar el templo deSan Lázaro. Con esa ampliación se dispusieron de tres salas, lasque destinaron una a mujeres, otra a hombres de origen español yuna tercera a negros. Al mismo tiempo se formaron una herman-dad y una cofradía para el tratamiento de los leprosos de todaslas clases y sexos [48, 69].

En 1746, el violento terremoto que sufrió Lima casi destruyó elhospital, quedando los enfermos leprosos a la intemperie o al malabrigo de chozas que se construyeron para albergarlos, en las quepermanecieron, según A. Fuentes, “durante seis años sufriendo los

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rigores de las estaciones”. La hermandad, a cargo de la adminis-tración del hospital, se encargó finalmente de reedificarlo con unacapacidad de 53 camas. El nuevo local funcionó como hospitalhasta 1825, cuando sus internados son trasladados al hospital re-fugio de Incurables y, luego, es convertido en “caserna” (mesón oparador) [48, 69].

Otros problemas

De acuerdo a J. Lastres, la “rabia” hizo en 1803 su primera apari-ción en el Perú. Unanue afirma, en su obra El Clima de Lima, que“cayeron varios hombres enfermos con todo el aparato de la hi-drofobia”. Por los años 1807 y 1808, volvió la rabia humana a ha-cer su aparición con más fuerza, haciéndose ostensible sus efec-tos letales en Lima, Arequipa e Ica. El Teniente Protomédico deArequipa informa que la rabia: “grasó en esta ciudad y sus con-tornos y aun en la mayor parte de la provincia”. Además de lasepidemias, los informes de las autoridades y de los médicos de laépoca mencionaban con frecuencia la presencia de enfermos del“mal gálico”, así como “de éticos, tísicos y otros enfermos conta-giosos” [65, 84]. Frente a estos problemas, las autoridades localesse limitaban a adoptar las medidas de aislamiento de los afecta-dos, y las que indicaban los protomédicos para el tratamiento delos “contagiosos”.

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Higiene y policía urbana

Problemas de higiene urbana

Los principales problemas de saneamiento de las nuevas ciuda-des coloniales estuvieron siempre vinculados con las escasas ca-pacidades materiales de sus autoridades para garantizar el abas-tecimiento de buena agua para la bebida y la cocina, la limpiezade las calles, la disposición de las basuras, la eliminación de lasexcretas y la protección de los mercados de alimentos, tal como loestablecía las leyes dictadas en España y las ordenanzas locales.Estas insuficientes capacidades eran especialmente evidentes enla ciudad capital al final del siglo XVIII. No obstante las ordenan-zas que se habían dictado al respecto en la ciudad de Lima y quese detallarán más adelante, su situación sanitaria era terrible ypeligrosa: acumulación de basuras, acequias abiertas en las callesprincipales portadoras de todo tipo de desechos, jirones polvo-rosos, sin empedrar, falta de canalizaciones del agua y desagüe,plagas de gallinazos simulando servidores de la baja policía entodos los techos y en todas las aceras; focos de infección en todoslos hogares con los silos abiertos, falta de baños públicos y par-ticulares, etc. [96].

Hipólito Unanue describía y explicaba esa situación de dete-rioro ambiental de la manera siguiente:

Higiene ambiental en el Perú colonial

[111]

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Lima, cuyo temperamento ha sido en la pluma de diferentes sa-bios hipérbole de la benignidad, se halla reducida a ser la patriade las más funestas enfermedades y el sepulcro de los naturalesy extranjeros. Si se inquieren con atención las causas, se descu-brirá que la falta de celo público ha mudado las saludables cua-lidades de este cielo clementísimo. Lo primero, por permitirseque las calles y plazas fuesen establos de los excrementos y des-pojos de la multitud de cuadrúpedos que entran, salen y se en-cierran en ella, formándose por esta causa enormes muladares.Lo segundo, porque a las acequias que atraviesan casi todos losbarrios, y arrastran las basuras de las casas, se les ha dejado for-mar a su arbitrio pantanos, sin cuidar de dárseles otra circula-ción ni limpia que la desecación que hacen los ardores del estío.Lo tercero, porque, estando los hospitales en el centro de la ciu-dad, con camposantos muy estrechos, y siendo muchas las bóve-das de las iglesias, con ventanas de comunicación, o a las calles,o al interior de los conventos, se dejan los cadáveres casi al hazde la tierra. Lo cuarto, porque en el siglo pasado se prohibióseriamente se introdujesen en la capital partidas de negros bo-zales, por las pestes que habían causado; en el presente se hanadmitido sin reservas. Lo quinto, porque los paños infectos decontagio, o continuaban en la familia, o por una falsa piedad sedaban a los pobres, etc. (...) La experiencia de todos los siglos, yde todos los países de la tierra, nos enseña que cada una de estascausas por sí sola puede apestar al lugar más sano y perpetuarsus dolencias. ¿Qué hará, pues, la reunión de todas? [97].

A los problemas derivados de la falta de capacidad de las au-toridades para garantizar la higiene urbana en las principales ciu-dades coloniales se sumaron los provocados por desastres natu-rales, especialmente terremotos, que afectaron duramente a dichasciudades en varias oportunidades durante la época colonial. Losdaños materiales provocados por los sismos fueron cuantiosos de-bido a que las construcciones eran inadecuadas para resistir losviolentos movimientos del suelo. Se construía aprovechando losmateriales de cada región y de acuerdo a las condiciones climáticas,primando las construcciones de adobe o de quincha en la Costa ylas de piedra en las regiones altas. Durante el período colonial,

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las incipientes ciudades del virreinato fueron igualmente destrui-das por grandes sismos. Lima en 1586, 1687 y 1746; Arequipa lofue sucesivamente en 1582, 1600 y 1784; la ciudad imperial delCusco en 1650; Trujillo en 1619, 1725 y 1759 [98].

El más violento terremoto, sucedido el 28 de octubre de 1746,echó por tierra casi todas las edificaciones de Lima, al mismo tiem-po que un maremoto cubría el Callao. Según la información ofi-cial, perecieron en Lima 1 141 personas de un total de 60 000 ha-bitantes. De los 4 000 habitantes de que se componía la poblacióndel Callao, sólo pudieron salvarse unos 200. Los damnificados so-brevivientes sufrieron de privaciones y de los efectos de vivir en laintemperie. “Vino el hambre, y luego los catarros, tabardillos y do-lores de costados. Muriendo más gente de enfermedad, que entrelas ruinas de la ciudad: el número de víctimas en ella y el Callaopasó de 16,000”.

De las 3 000 casas existentes en Lima, y distribuidas en 150manzanas, sólo 25 quedaron en pie. Cayeron a tierra los principa-les y más sólidos edificios, entre ellos los monasterios, conventosy hospitales. Del puerto del Callao sólo quedaron vestigios. En las24 horas que siguieron a este formidable terremoto se contaron 200temblores. Correspondió al virrey conde de la Superunda recons-truir Lima y su puerto. Estos fenómenos motivaron en la ciudadde Lima un cambio arquitectónico relevante, mientras la devociónpor el Señor de los Milagros iba en aumento [83, 98].

Normas de higiene y policía urbana

Tempranamente se dictaron los reglamentos de 1513 del rey Fer-nando el Católico, y las Instrucciones de Felipe II de 1573, quenormaban la elección de espacios para el asentamiento de las nue-vas ciudades coloniales, así como la higiene y policía urbana. Lasordenanzas de poblaciones establecían las condiciones higiénicasy ecológicas que debían tener dichos espacios: “aire puro y suave,sin exceso de calor o frío”, “aguas muchas y buenas para beber yregar”, clima benigno, y estar ni muy lejos ni muy cerca de las po-blaciones indígenas. De ser posible debía estar cerca del mar. En

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una de las ordenanzas se explicitaba: “No elijan sitios demasiadoaltos, por las molestias de los vientos..., ni en los bajos, porque sue-len ser enfermos, haciendo observaciones de lo que más convengaa la salud y accidentes que pueden ofrecer”. La elaboración de losplanos de las ciudades era previa a su edificación. Con relación a lospueblos de indios, las mismas ordenanzas señalaban que debíantener “sitios acomodados y sanos”, así como “doctrinas, hospita-les y todo lo demás necesario en que sean curados los enfermos”[41, 46, 96].

Es en cumplimiento de dichas ordenanzas que, tan pronto sefundó Lima, fue preocupación de España y Pizarro dotar a la nue-va ciudad de lo necesario para su cuidado y desarrollo. En la mis-ma acta de su fundación se dan ordenanzas que reglamentan supolicía municipal, el arreglo de las acequias para distribuir el agua,el arrojo de basuras, el entierro de cadáveres; y se hace constar queel valle del Rímac “contiene en sí las calidades que requieren te-ner las ciudades que se pueblan” [99]. En el año 1551, la Corteexpidió las llamadas “27 Ordenanzas de Lima” para el gobiernode la capital peruana. En una de ellas se reitera la prohibición delavar y de abrevar en el río, y echar inmundicias, porque “en estaciudad no hay fuentes donde la gente beba, sino que todos bebendel río” [96]. Ordenanzas análogas se dictaron, posteriormente,para las principales ciudades coloniales.

Tratando de evitar los problemas urbanos existentes en Euro-pa, donde las ciudades se habían desarrollado sin ninguna previ-sión, con calles y callejones desordenados, formando grandes la-berintos habitacionales, las nuevas normas reales establecíanque las ciudades se diseñaran con el principio geométrico del“damero”. Por ejemplo, en el plano original de la ciudad de Lima,descrito como “ajedrezado”, se habían trazado 117 rectángulosdenominados “manzanas”; cada una de ellas fue dividida en 4partes iguales, todas con esquinas, recibiendo la denominación de“solares”, que fueron adjudicados según los merecimientos de susfundadores. La población fue ordenada con 13 “cuadras” de lon-gitud y 9 de latitud [41, 96].

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Asimismo, en las ordenanzas de Toledo dictadas entre 1572 y1574, se incluyen reglas sobre higiene y policía urbana, en los si-guientes temas: molinos y molineros de la ciudad, carnicerías ymataderos, “borracheras y tabernas del vino que usan los indios”,ribera y río que pasa por la ciudad, “alhóndigas” (depósitos degranos y legumbres) de la ciudad, agua pública que viene o ha devenir a la ciudad, etc. Además, se detallan las reglas para regularla utilización de las acequias; entre las principales: (I) la obliga-ción de tener licencia para cerrarlas, abrirlas o reformarlas, (II) lastengan limpias bajo pena, (III) no echen estiércol ni tengan caballe-rías sobre ellas, bajo pena, (IV) estén cubiertas las que están o atra-viesan las calles, bajo pena; (V) ninguna persona sea osada a rom-per ni rompa ninguna de las que atraviesan las calles [69].

Obras de higiene y policía urbana

Para abastecerse de agua para beber, los vecinos de las ciudadescoloniales tenían que transportarla en cántaros de barro desde losríos y vertientes más cercanos o —si se habían instalado— de laspiletas públicas, abastecidas desde un río por canales de barro.En el caso de la ciudad de Lima, su primera pileta pública, inau-gurada alrededor del año 1578, estuvo abastecida por acueductosde cal y ladrillos —partían de manantiales ubicados a seis kiló-metros más arriba de la capital—, que fueron construidos por elcabildo de Lima. En los años posteriores se fue acrecentando elnúmero de pilas y canales de conducción del agua, dotándose tam-bién a algunas casas de pileta propia [69]. Lima dispuso, desde1650, de una pila monumental, que aún perdura, en la Plaza Ma-yor; desde ahí el agua era transportada a los hogares de los pu-dientes en cilindros de madera o de hierro por miembros de ungremio de aguadores sujeto a pragmática o reglamentación. Losmiembros de este gremio estaban obligados, dos veces al mes, amatar a los perros callejeros; usaban para ello un garrote reforza-do con plomo [96].

Muy pronto, casi paralelamente al progreso urbano y crecimien-to de la población, se dotó a Lima de un sistema de acequias abier-

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tas en el medio de la calle, por las que corría un caudal suficientede agua para arrastrar las basuras y residuos de las casas y calles,que eran conducidas fuera de la población por medio de otras ace-quias de mayor tamaño que desembocaban en el río. Este sistemade desagüe primitivo subsistiría en Lima y en otras ciudades delpaís hasta muy entrada la República, actuando como uno de losprincipales focos de infección y propagación de la disentería, la fie-bre tifoidea y otras enfermedades agudas diarreicas [69].

Con relación a la policía sanitaria en Lima, a mediados delsiglo XVI se estableció el matadero de Castilla, ubicado en la calle“Rastro de San Francisco”, por haber ordenado el cabildo que endos días de la semana se hiciera el “rastro” (arrastre de las reses)correspondiente. No se tiene información sobre el control sanita-rio de las carnicerías y de otros establecimientos encargados de lacomercialización de los alimentos, aunque es de presumir que, deexistir, era muy insuficiente [69].

Recién desde 1790, bajo el gobierno del virrey Gil Lemos yTaboada, se comenzó a aplicar, a instancias de Hipólito Unanue,una política “ventilatoria” orientada a limpiar las ciudades de losbasurales, pantanos y desperdicios cuyas emanaciones generabanaires viciados. En 1792, Unanue enumeraba y alababa lo realiza-do en Lima por Gil:

... los carros de limpieza establecidos desde el año anterior,... lasupresión de acequias inmundas y formación de silos, que ade-más de servir para el aseo de las casas, podrán ser muy útiles enlos terremotos a que está expuesta Lima... [el interés del virrey] afin de que se formen los sepulcros y osarios fuera de las ciuda-des... Por estos cuidados la salud del ciudadano gozará de mejorsuerte. Como las capitales dan siempre el tono a las ciudades desu dependencia, ya el Cuzco se hace libre de sus inmundicias,Arequipa con una hermosa Alameda y Tarma con otra igual... [97].

Otra obra importante para la salubridad de Lima fue la cons-trucción del cementerio, inaugurado en 1808 por el virrey Abascaly cuyos planos y ejecución estuvo a cargo de Matías Maestro. Eneste mismo año se dio el reglamento respectivo prohibiéndosesepultar cadáveres en las iglesias. Hasta entonces era aceptado

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sepultar los cadáveres de personajes ilustres en las iglesias y con-ventos, costumbre venida de España y que se había conservadocon celo religioso [100]. Las importantes acciones que se realiza-ron para mejorar la salubridad de la ciudad de Lima, durante lasgestiones de los virreyes Frey don Francisco Gil Lemos y Taboada(1790-1796) y don José Fernando de Abascal (1806-1816), sonconcordantes con las recomendaciones de la medicina urbana.

Higiene y ambiente laboral

El mayor riesgo de muerte del indígena estuvo condicionado porlos abusos cometidos en la utilización de su fuerza de trabajo, es-pecialmente en las minas. Si bien la mita servía para varias activi-dades, el trabajo por 10 meses en las minas era el más importante.La minería colonial requería de mucha mano de obra de operarioslibres y, después de la reforma de Toledo, de mitayos. La utiliza-ción de estos últimos permitió abaratar los costos de explotaciónde la minería, ello porque el empresario minero se aprovechabadoblemente del indio mitayo; primero, reservándole las tareas máspesadas y peligrosas; y, segundo, pagándole una baja remunera-ción, muchas veces inferior a la inicialmente acordada. Se estabalejos de cumplir con la ley en lo que correspondía al pago de unaremuneración “de acuerdo a sus necesidades” [42, 44, 46].

En el caso de los operarios libres permanentes y los mitayos lamortalidad en las minas fue muy alta. Inundaciones, caídas, neu-monías y envenenamientos por mercurio contribuyeron a incremen-tar sus riesgos de muerte El jurista Solórzano y Pereira, alrededordel siglo XVII, advertía: “Y en efecto, si continuando el apretar, y apu-rar a los indios en este servicio, se puede temer y recelar que se aca-ben y falten del todo, y con ellos las mismas riquezas que estamosbuscando”. Asimismo, el virrey Conde de Alba (1655-1661) denun-ciaba: “Las piedras de Potosí y sus minerales están bañados de san-gre de los indios, y que si exprimieran el dinero que de ellos se sacahabría de brotar más sangre que plata” [101]. La mina más grandeera la de Potosí, donde trabajaban en tres turnos 13 500 mitayos,llegados desde la Sierra sur. Los indios de la Costa y la Selva esta-

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ban exceptuados bajo el argumento de que no podían soportar laaltura ni el frío de la puna donde estaba ubicado el yacimiento [46].

Los efectos negativos comentados se presentaban con mayorintensidad en los mitayos de las minas de azogue de Huancavelica,en la Sierra central. El virrey Toledo, señala en sus memorias elconstante riesgo a que estaban sometidos los indios “de andar enel beneficio del azogue y labor de ello...”. Asimismo, fray Lizárragaescribe lo siguiente: “... el trabajo de socavón, labrando el cerro a‘tajo abierto’... lo cual es la total extinción de los miserables indios...salen los pobres azogados, no los curan, luego vienen a sus tie-rras así enfermos; ninguno escapa que venga enfermo de Guan-cavilca; ni en seis y ocho meses y un año y año y medio, con granapretamiento de pecho, y así enferman y acaban la vida”.

Por último, Tadeo Haënke, explorador que visitó el Perú en elsiglo XVII, al referirse a esas minas comenta:

... respiran continuamente una atmósfera cargada de partículasmetálicas, y los vapores que estas despiden en la fundición, ade-más de las particulillas de azogue que se introducen por la plantade los pies en los ensayos por crudo, causa frecuentes parálisis,esputos sanguíneos y cólicos. También las frías impresiones delambiente exterior, al salir abochornados con el trabajo... pro-ducen en el trabajador frecuentes pasmos, que arrastran a la se-pultura a muchos centenares de operarios [101].

En el mismo sentido, Hipólito Unanue denunciaba las terri-bles condiciones de trabajo en las minas, la ausencia de una poli-cía minera y los desgraciados efectos de dichas condiciones en lasalud de los trabajadores:

... En Europa, para remediar semejantes desgracias, se cuida deque los asientos de minas están proveídos de profesores, peri-tos y de auxilios. En el Perú se carece de todos [97].

Con relación a los “obrajes”, un maltrato similar es testifica-do, entre 1734 y 1745, por Jorge Juan y Antonio de Ulloa, marinosy geógrafos españoles, cuando narran:

El trabajo en los obrajes empieza antes [de] que aclare el día, acuya hora acude cada indio a la pieza que le corresponde según

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su ejercicio, y en ella se reparten las tareas,...; y luego que se con-cluye esta diligencia, cierra la puerta el maestro del obraje y losdeja encarcelados. A mediodía se abre la puerta para que entrenlas mujeres a darles la pobre y reducida ración de alimento, locual dura muy poco tiempo, y vuelven a quedar encerrados. Cuan-do la oscuridad de la noche no les permite trabajar entra el maes-tro del obraje a recoger las tareas; aquellos que no las han podi-do concluir, sin oír excusas ni razones, son castigados con tantacrueldad, que es inexplicable; y hechos verdugos insensibles, aque-llos hombres impíos descargan sobre los indios azotes a cientos,porque no saben contarlos de otro modo... [102].

De manera concordante con las intenciones de la políticapaternalista de los Habsburgo, aunque de manera contradictoriacon la existencia de un sistema de explotación del trabajo del in-dio, el Rey y el Consejo de las Indias dictaron numerosas leyes ydisposiciones para la protección de los indígenas que trabajabanen las minas y los obrajes. Asimismo, durante los Borbones se con-tinuó con la misma política. Al respecto, Paz Soldán [103] alabacon entusiasmo las normas contenidas en las Reales Cédulas del28 de enero de 1541, del 20 de enero de 1589 y la de Servicio Per-sonal del Indio de 1601; así como en las ordenanzas de mineríadictadas en 1783, 1786 y 1787 que ampliaron los alcances de lasanteriores, permaneciendo formalmente vigentes hasta el año 1900.Estas últimas eran una adaptación de las que habían sido dadaspara la nueva España.

Todos los historiadores coinciden en afirmar que el contenidode las Leyes de las Indias alcanzó, para la protección de los indí-genas, perfiles admirables. Pero la casi totalidad de los mismos, adiferencia de Paz Soldán, enfatizan que en esa época existía, enmayor medida de lo que sucede actualmente, un dislocamiento en-tre la intención de la norma y su aplicación por los empleadores ylas autoridades encargadas de hacerla cumplir. Era evidente quelas normas aludidas, pese a su origen y a su espíritu caritativo opaternal, significó apenas un conjunto de enunciados de intencio-nes que, por lo general, nunca se concretaron cuando afectabanlos intereses de dichos empleadores y autoridades.

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La universidad y la medicina colonial

Las cátedras médicas en la universidad: 1638-1821

La estructura y funcionamiento de la “Real y Pontificia Universi-dad de San Marcos” correspondían a la de una universidad me-dieval bajo el modelo salmantino. La educación universitaria des-preció en esos tiempos a las nacientes ciencias naturales. El sigloXVII muestra similar desaprensión. Médico y curandero son casi lamisma cosa; y cuando en 1637 se discutía en la universidad sobrela instauración de las cátedras de Medicina, algunos docentes seopusieron alegando la superioridad de los curanderos sobre losmédicos y la inutilidad de dichos estudios [104]. Hasta 1637 losúnicos estudios que se realizaban en sus claustros eran los de Teo-logía, Artes y Leyes. Recién en 1638, por Real Cédula de Felipe IV,se inició formalmente la enseñanza de la Medicina con la instau-ración de las cátedras de Prima y de Vísperas de Medicina. Poste-riormente dicha enseñanza se amplió con la creación de las cáte-dras de Galeno o de Método en 1691 y de Anatomía en 1711. Estaúltima funcionó irregularmente hasta 1752, cuando el Rey confir-mó su creación, [105, 106].

Hasta el siglo XVIII la enseñanza universitaria de la Medicinase desarrollaba de manera teórica, conservadora y dogmática, im-poniéndose el prejuicio, el sofisma, la preocupación metafísica y

Entidades vinculadas con lahigiene pública colonial

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el verbalismo. Precepto pedagógico esencial fue el de magister dixit.Los catedráticos de Prima y Vísperas de Medicina se limitaban aleer y comentar las materias de estudio, sobre la base de los textosde Hipócrates, Galeno, Avicena y Pablo de Egina [106].

Hasta 1723, la Universidad de San Marcos nada sabía acerca dela doctrina de la circulación de la sangre, descubierta por Harveyen 1628 [104].

Por otro lado, el gobierno colonial no permitía seguir la carre-ra universitaria a los mestizos, zambos, mulatos y cuarterones,asumiendo que eran hijos ilegítimos y, por lo tanto, con una “notade infamia”. El cumplimiento estricto de esta norma de exclusión,además de la poca estima que la élite criolla tenía de la Medicina,mermaban considerablemente la posibilidad de aumentar el ingre-so a la carrera médica universitaria:

... al punto que sólo habían “cuatro graduados” y uno se repu-dió del profesorado, en 1737. Los cirujanos, latinos yromancistas, reclutados entre gente de la baja esfera social, eranen su mayoría mulatos. Estos hacían su aprendizaje en los hos-pitales, al lado de los Maestros de Medicina... Mas, la carreraacadémica, el doctorado, sólo era permitido a los de raza blan-ca [106].

Recién con Hipólito Unanue, que en 1787 obtiene por concur-so la cátedra de Anatomía, se inicia la reforma de la enseñanza dela Medicina en el Perú. Reforma que trata de hacerse basándoseen la clínica, las disecciones anatómicas y la anatomía compara-da; siguiendo el método anatomoclínico que se desarrollaba enFrancia. El 21 de noviembre de 1792 se inauguró solemnemente el“Anfiteatro Anatómico” y, al poco tiempo, se organizaron las “Con-ferencias Clínicas y Demostraciones Anatómicas”, como parte delos esfuerzos a realizar para dar énfasis a la enseñanza prácticaen la formación médica. El éxito obtenido por Unanue en dichasconferencias lo motivaron bien pronto a pensar en la necesidadde fundar un colegio destinado especialmente a la enseñanza dela Medicina y así lo expresó claramente en su memoria de 1796[107].

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El “quadro sinóptico” de Unanue: 1808

En la revista La Minerva Peruana , de 1808 —relata HermilioValdizán—, se da cuenta del “Quadro sinóptico de las Cienciasque enseñarán en el colegio de Medicina de San Fernando de Lima,que se funda de orden del Excmo. Virrey Don José FernandoAbascal y Sousa”, editado con autorización de Unanue y fechadoel 13 de agosto de 1808. Este cuadro, considerado el primer currí-culo de estudios para la formación de médicos elaborado en el Perú,precisa: “Que el objeto de este Colegio es formar Médicos útiles ála Salud pública, á las Artes y á la Industria, cultivando las cien-cias”. Luego enumera y organiza dichas ciencias en dos catego-rías: la de las ciencias básicas, en la columna de la izquierda, y lade las ciencias médicas en la columna de la derecha:

•Las ciencias básicas están agrupadas en tres ramas: (I) Mate-mática, subdividida en pura (Aritmética y Geometría) y mixta(Mecánica, Óptica y Astronomía); (II) Física, subdividida enExperimental y Química; y, (III) Historia Natural, subdivididaen Mineralogía, Botánica y Anatomía. Recomendando comoautores a Bauls, Farcroy, del Río, Linneo y Bunells.

•Las ciencias médicas, a su vez, están agrupadas en dos gran-des ramas: la Medicina Teórica y la Medicina Práctica. En laprimera de estas ramas, incluye a la Zoonomía (“Vida orgá-nica, sus leyes, sus funciones, su muerte, Higiene”), la Patolo-gía (“Nosología, Semiología, Terapéutica”), la Psicología (“sualma, sus potencias, su comercio con el cuerpo, males que looriginan, sus remedios”). En la segunda de las ramas, a laClínica (“Interna, Externa”), la Operatoria (“Anatómica, Qui-rúrgica”), la Obstétrica (“Anatómica, Quirúrgica, Médica”),la Farmacéutica (“Nomenclatura, uso, acción, preparaciónde los remedios”) y la Topográfica (“Lugares, Temperamen-to, Meteoros, Vivientes, Costumbres, Epidemias. Observa ycura, ordena y escribe la MEDICINA PERUANA”). Recomen-dando como autores a Hipócrates y a los de la Escuela deLeyden.

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Al comentar ese “Quadro Sinóptico”, Paz Soldán destaca en loque se refiere a la denominada, por Unanue, Medicina Topográficalo siguiente:

... Quería Unanue que se estudiara los lugares —conocimientodel GEOS— los temperamentos y metéoros —conocimiento delCOSMOS— y por último los vivientes y sus costumbres —co-nocimiento de los SOCIOS— y los conflictos con los otros seresvivos en esas resultantes de las Epidemias, juego de los“biones”, que en su tiempo estaba envuelto en tinieblas talesque Sydenham creía invencibles. Y después de recomendar esteapasionante estudio, concluye con un consejo... “Observa y Cura,Ordena y Escribe la MEDICINA PERUANA”, divisa con que de-berían salir los médicos que su ardiente apostolado creador am-bicionaba para su patria [108].

Por su parte, R. Beltrán comenta:

No escapó a la sagacidad de Unanue, la importancia básica dela historia de las ciencias... enseña anatomía histórica y decideemplear la topográfica para escribir la historia de la medicinaperuana, y creó la cátedra de Geografía Médica del Perú... Perola culminación filosófica-humanista del plan de Unanue se en-cuentra en la psicología aplicada a la medicina... [105]

Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando: 1811-1821

En 1808, Unanue envía al nuevo virrey, don Fernando de Abascaly Souza, un memorial donde le solicita la creación del colegio deSan Fernando. La solicitud fue favorablemente acogida por dichovirrey, que en su largo viaje por tierra de Buenos Aires a Lima,había constatado la falta de médicos para atender los graves pro-blemas de salud colectiva. Abascal estaba en la ciudad de BuenosAires cuando fue nombrado en 1806 Virrey del Perú. En el men-cionado memorial Unanue argumentaba que el colegio debía si-tuarse en uno de los dos mayores hospitales de Lima: San Andréso Santa Ana; pero esta parte de la iniciativa tropezó con la incom-prensión y la resistencia de las cofradías que tenían a su cargo

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esos hospitales. Finalmente, el local del Colegio se edificó en ple-no ángulo de la Plaza de Santa Ana, entre el hospital de San An-drés y el de Santa Ana, no lejos del antiguo hospital de la Caridady muy cerca del hospital de San Bartolomé. Su fábrica estuvo en-cargada al presbítero Matías Maestro [108].

El “Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando” fue in-augurado el 1 de octubre de 1811. Su independencia de la univer-sidad hasta su conversión en la Facultad de Medicina fue posiblepor gestión de Hipólito Unanue, que tenía el apoyo político delvirrey. La enseñanza de la Medicina dejó de realizarse en la Uni-versidad de Lima (San Marcos), aunque ésta siguió otorgando losgrados académicos. Las primeras autoridades del Colegio fueron:Hipólito Unanue, director; P. Francisco Romero, rector; y J. M.Galindo, secretario. Los catedráticos fundadores fueron: José M.Dávalos, en Materia Médica; Félix Devotti, en Clínica Externa (Ci-rugía); José G. Paredes, en Geometría; José Pezet, en Anatomía; Mi-guel Tafur, en Vísperas de Medicina; Hipólito Unanue, en Primade Medicina y José Vergara en Clínica Interna [84].

Por Cédula de 19 de mayo de 1815, el Colegio adquirió el ran-go de “Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando” y seaprobó el plan de estudios, en el cual se reemplazó la cátedra defilosofía peripatética con dos más científicas y positivas: una defísica experimental y otra de química. En sus aulas estudiaban loshijos de españoles residentes en el virreinato y los mestizos y cas-tas, siempre que no tuvieran “nota de infamia”. El virrey Abascalen su memoria de gobierno fundamentaba la creación del Colegiodiciendo:

Faltaba un Colegio de Medicina y Cirugía... Por esta culpableomisión de los vecinos, vinieron a quedar privadas muchas fa-milias de la honrada subsistencia que podían rendirles empleara sus hijos en el ejercicio de una u otra profesión; siendo lo másdoloroso que por el escaso número de gentes de color que sededicaban a ellas, carecía de facultativos el Reino... y los muchoshospitales construidos a expensas de la Soberanía para la asis-tencia y curación de los naturales, se hacían inútiles por la insufi-ciencia de los religiosos a cuyo cargo estaba la curación de los

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enfermos, no siendo posible suplirse la ignorancia con la caridad,ni la falta de luces en materias de Medicina, con los mejores sen-timientos de piedad... constándome por experiencia propia y porla relación de los profesores de vacuna, quienes a su tránsito pormuchos lugares de consideración no han encontrado personasaptas y dispuestas a quien encomendar la conservación del im-portante fluido que a tanta costa como trabajo hizo pasar a estasdistancias la beneficencia de nuestros Soberanos. (...) La conside-ración de estos males... me obligó a plantear un colegio para lasexpresadas facultades y sus auxiliares. (...) El cuadro sinóptico quese acompaña firmado por el Protomédico del reino Dr. Dn.Hipólito Unanue, acredita la inteligencia y los conocimientos deeste benemérito profesor... [108].

Sobre la participación del colegio en la emancipación, HermilioValdizán comenta:

... hay excepcional unanimidad de nuestros cronistas al dejarconstancia de los muy importantes servicios prestados por elReal Colegio... a la causa de nuestra emancipación política... Secelebraban Juntas en las cuales se acordaba la mejor forma deayudar a los compatriotas que habían enarbolado la bandera dela más santa de las rebeldías. Y el Colegio de San Fernando fueuno de esos focos de rebelión... [81].

El colegio de San Fernando, si bien nació con los mejores aus-picios y con los mejores profesores disponibles, no llegó a desa-rrollar todo el plan de enseñanza concebido por Unanue, inspira-do en el de la Escuela de Leyden, porque el movimientoindependentista ya bastante intenso creaba una gran inestabili-dad gubernamental y social. Don Hipólito Unanue, su director fun-dador, fue enviado en 1814 a las Cortes Peninsulares y el virreyprotector y fundador del colegio fue retirado del país en 1816 [107].

El sentimiento religioso de la época se expresaba nítidamenteen la universidad y en la formación médica. San Lucas presidía elestudio médico en la universidad y la Virgen María el colegio deSan Fernando. Los médicos y cirujanos en el acto de su recepciónpor el Real Tribunal del Protomedicato “Juran en forma, hacer bien,

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y fielmente sus oficios; defender en público, y en secreto el Miste-rio de la Purísima Concepción de María Santísima Señora Nues-tra; de asistir a los pobres de limosna, y sin llevarles derecho, nisalario alguno; y cumplir con las obligaciones de sus encargos”.

En el mismo sentido, el 3 de junio de 1819, el colegio de SanFernando acordó:

Quede elegida y reconocida desde este día por Patrona de losestudios de este Colegio la Virgen María en el misterio de sugloriosa ascensión a los cielos y se haga fórmula la promesa uofrecimiento que deberán hacer los alumnos el día de su recep-ción en el Colegio en que protesten elegirla, la elijan e invo-quen por patrona de su carrera literaria [109].

Real tribunal del protomedicato: 1570-1821

El “Real Tribunal del Protomedicato”, era una institución creadaen la España de 1442, como un tribunal formado por losprotomédicos o examinadores, que reconocía la suficiencia de losque aspiraban a ser médicos y concedía las licencias necesariaspara el ejercicio de dicha facultad; además hacía las veces de cuer-po consultivo en el campo del cuidado de la salud colectiva. Fueestablecido en el virreinato del Perú en 1570, teniendo como sedela ciudad de Lima. Aunque había contado con un Protomédicodesde el año 1537, cargo que fue desempeñado por el Dr. Hernandode Sepúlveda.

El Tribunal del Protomedicato en el Perú estaba encargado deregular y controlar el ejercicio de las profesiones médicas, en rela-ción directa con la Real Audiencia y el virrey. Tenía como miem-bros: el Presidente del Tribunal, que era al mismo tiempo elProtomédico General del virreinato; los alcaldes examinadores, dosde Medicina y uno de Cirugía; el fiscal y el escribano o letradoasesor. Además, el Protomedicato contaba con un alguacil mayory un portero. Su jurisdicción alcanzaba a todo el virreinato delPerú. Las autoridades del tribunal nombraban a los ProtomédicosParticulares de Provincias o Tenientes Protomédicos [79].

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El rey Felipe II nombró, por Cédula del 14 de febrero de 1568,al Dr. Francisco Sánchez de Renedo, su primer Presidente delTribunal, que ocupó el cargo entre 1570 y 1578. Recién al finaldel siglo XVII, un peruano recibió ese nombramiento; se trataba delDr. Francisco Bermejo y Roldán, natural de Lima, que ejerció elcargo entre 1692 y 1700. En el momento de la declaración de laIndependencia peruana, Hipólito Unanue ejercía el cargo de Pro-tomédico. Entre 1570 y 1821 se sucedieron un total de diecinueveProtomédicos [110].

Formalmente, el Tribunal del Protomedicato debía cumplir, enel Perú, las siguientes funciones: examinar a los que aspiraban ac-tuar como “médicos o físicos, cirujanos, farmacéuticos, flebótomosy sangradores”, y conceder las licencias correspondientes a los quemostraban suficiencia profesional; ejercer la dirección y el controlde la enseñanza y los asuntos vinculados con el gobierno de lasprofesiones médicas; administrar la justicia con relación al ejerci-cio de tales profesiones para evitar los excesos de los facultativos;tomar conocimiento de las plantas medicinales existentes en sujurisdicción; así como recaudar, administrar e invertir los recur-sos monetarios provenientes de las multas y del pago de los dere-chos de examen. En el caso de la presentación de brotes epidémi-cos, el Protomédico debía entregar el dictamen correspondiente alas autoridades del cabildo, para que ellos tomaran las medidasdel caso. Asimismo, desde el año 1646 se había dispuesto, por Cé-dula Real, que el Protomédico tuviese anexo a su cargo la cátedrade Prima de Medicina de la universidad, que era entonces la demayor jerarquía académica [79, 84].

El tribunal estuvo muy lejos de cumplir a cabalidad las nume-rosas funciones que tenía asignadas formalmente. Todos los in-formes de la época coinciden en afirmar que durante toda su exis-tencia se limitó a dar cartas de aprobación para el ejercicio de las“profesiones médicas” y a tratar de resolver numerosos asuntoscontenciosos, en especial, pleitos entre médicos y cirujanos. Al fi-nal de la vida colonial, el tribunal tenía “una vida lánguida, limi-tándose a otorgar diplomas” [84].

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Los gremios “médicos”

Hermilio Valdizán, Juan Lastres y Juan Ramón Beltrán [81, 105,109, 111] nos informan, que durante la Colonia cuatro eran los“gremios” que ejercían el arte de curar en el Perú: el de médicos, elde cirujanos, el de flebótomos o barberos y el de farmacéuticos oboticarios:

•El gremio de médicos era el más distinguido. Conformado pormédicos venidos de Europa y, a partir del siglo XVII, de algu-nos profesionales peruanos a quienes el Protomedicato habíaconcedido el título de Profesor Médico y la universidad losgrados de Doctor, Licenciado y Bachiller. Los doctores erangraduados con estudios completos, en cuya virtud usabanlas “borlas” correspondientes a dicho título. La recepción delgrado de Doctor era complicada y comprendía una ceremo-nia, con examen y todo, que se celebraba en la catedral, en elaltar de Nuestra Señora de la Antigua. Los Licenciados enMedicina podían ser “romancistas” o “latinos”, según el len-guaje utilizado durante sus estudios (castellano o latín res-pectivamente); debían “sostener sobre medicina y práctica yuna de filosofía natural, tomándole los puntos de Hipócratesy Avicena” para ser graduados. Por último, era preciso serBachiller en Artes (Filosofía) para graduarse como Bachilleren Medicina, [106]. El número de miembros peruanos del gre-mio fue muy limitado porque se concedía el título y el gradosólo a los que no tenían impedimentos genealógicos previs-tos en la ley. Además, la élite criolla del país no tenía en mu-cha estima la profesión de médico y destinaban a sus hijos aotras ocupaciones de mayor valoración social. Por su origensocial y su formación académica, los médicos tenían desdénpor los cirujanos y por todo tipo de intervención quirúrgica.

•El gremio de cirujanos seguía en jerarquía social, a gran dis-tancia, al de los médicos. Sus miembros debían aprobar deter-minadas pruebas de competencia y recibir la autorizacióncorrespondiente del Tribunal del Protomedicato. Los Licen-ciados en Cirugía, tanto romancistas como latinos, estaban

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autorizados para ejercer la cirugía de la época, incluida algu-nas intervenciones obstétricas y ginecológicas. Cuando unode ellos se dedicaba a la ortopedia era denominado “algebris-ta”. El gremio estaba conformado por unos cuantos cirujanosextranjeros, los barberos o aprendices que venían de ultramare ingresaban al gremio y cirujanos preparados en el país. Conrelación a estos últimos, Lastres dice: “Solamente podían es-tudiar Cirugía aquellos mal nacidos, porque era un arte paragente de color y éstos la habían desempeñado durante los tressiglos virreinales... Su estudio era poco decoroso y miradocon desdén por las clases elevados. Los “pardos” aprendíanel arte al lado de un buen maestro que se dignara enseñarles(...) Unanue fue quien elevó la dignidad profesional del Ciru-jano nacional, fundando primero el Anfiteatro Anatómico yprincipalmente el Real Colegio de Medicina y Cirugía de SanFernando en 1808”.

•El gremio de barberos o flebótomos tenía una jerarquía aúninferior al de los cirujanos. Los “sangradores” aprendían suarte en forma empírica, prodigando el recurso heroico de la“sangría”. Gozaron de gran popularidad. El mismo San Mar-tín de Porres ejerció la flebotomía con gran éxito. Además, selimitaban a cumplir funciones de cuidado de enfermería y decuración de heridas de poca importancia.

•Por último, estaban catalogados los boticarios y el gremio delas “comadres o recibidoras” que ejercían, en competenciacon cirujanos, la obstetricia y aun la ginecología.

Los primeros conquistadores no trajeron médicos ni cirujanos.En abril de 1537, el cabildo de Lima refrendó el poder otorgadopor el Rey de España a su vasallo Hernando de Sepúlveda paraque éste cumpliera las funciones de Protomédico Sustituto en es-tas tierras. Luego, llegaron algunos médicos y cirujanos europeosy en 1637 se inició la formación universitaria de médicos y ciruja-nos en el país. El número de médicos y cirujanos competentes queejercieron, autorizados por el cabildo y el Tribunal del Proto-medicato, durante la Colonia siempre fue limitado. Junto con ellos

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ejercían “numerosos curanderos y empíricos” [106]. Unanue, al re-ferirse a la situación del ejercicio de la Medicina en el país, fuereiterativo en problematizar el escaso número de médicos capaci-tados y el inapropiado comportamiento de éstos.

En el Perú no han tenido sus moradores otro asilo en las gravesy frecuentes epidemias y demás accidentes que han padecido quela impericia de los empíricos, el total abandono y el bárbaro arrojode los charlatanes: médicos capaces de acabar por sí solos con ellinaje humano (...) Los primeros que fijando su residencia enLima, tenían el lugar más eminente en la Facultad, son pintadosen el siglo de la conquista como unos hombres ignorantes, se-dientos de oro y olvidados enteramente del bien público. En elsiguiente, sus conocimientos prácticos se reputaban inferiores alos supersticiosos que conservan los indios, y a los que por uninstinto automático adquieren los sirvientes de los hospitales (...)Fundáronse las cátedras para esparcir la luz de la enseñanza. Pero,o porque la medicina no mereció aquella atención que las demásciencias, o porque al abrigo de las tinieblas del siglo era fácil pro-fesarla sin entenderla, nadie procuró penetrar sus misterios.Creíanse demasiadamente instruidos los que poseían un fárragode recetas adquirido por una práctica grosera, o que juzgabanexplicar y ordenar por el hombre quimérico, que se habían figu-rado en la mente, las leyes reales del cuerpo físico. En uno y otrocaso corría un riesgo evidente la salud del pueblo [112].

Al final de la Colonia persistían las diferencias sociales entrelos estamentos y las castas que se expresaban en la composiciónde los gremios médicos. Diferencias cotidianas que iban más alláde las establecidas formalmente y que eran muy nítidas en la uni-versidad. Desde el año 1698 la Real Cédula de Carlos II prohibía elingreso a la universidad a los que tenían “nota de infamia”; peroal aplicarse esta prohibición a todos los “pardos”, el conde deCastelar tuvo que dar un edicto precisando que ese ingreso estabaimpedido sólo a las castas que tenían “nota de infamia”. No obs-tante, el año de 1701 los médicos suplicaron al Rey, que ningún“pardo” fuese admitido a los grados académicos. El Rey denegóesta petición, ordenando se guardase el contenido del artículo 238

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de la norma citada: “por la que se excluía solamente a los peniten-ciados o a los que tuvieron nota de infamia”. En 1752 y en 1768, elRey debió reiterar esa orden. Sin embargo, las autoridades univer-sitarias siguieron impidiendo el ingreso de los “pardos” a los es-tudios de Medicina, los cuales —salvo casos excepcionales— tu-vieron que limitarse, por más de tres siglos, al ejercicio de la Ciru-gía: “El caso más flagrante fue el del mulato Valdés (destacado ci-rujano), por el que pidió el cabildo de Lima al Rey una excepción(para que se graduara como Médico), y esta fue concedida” [59].

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Asociaciones de beneficencia

Las instituciones de caridad privada

La beneficencia privada se difundió significativamente durante laépoca colonial debido a la conjunción de la permanente labor ydedicación de las cofradías y hermandades, del fomento y apoyode la Corona; así como de los constantes legados y mandas testa-mentarias de ilustres benefactores que hacían grandes donacionesde bienes, capitales, propiedades y rentas con ese fin. La disponi-bilidad y la buena administración de tales recursos permitieron lacreación, ampliación, mantenimiento y el mejoramiento de los hos-pitales, las casas de recogimiento y los hospicios.

Las instituciones caritativas en el Perú... tuvieron su origen enla caridad privada que no sólo las fundó, sino que las proveyóde todos los medios necesarios para su subsistencia y progreso[113].

Las “cofradías” son las congregaciones que forman algunaspersonas, con autoridad competente para ejercitarse en obras depiedad. Según refiere Valdizán [77], la mayoría de las cofradíasestablecidas en el Perú colonial tenían por objeto “cuidar de la ceray decencia con que se lleva el santísimo a los enfermos”; cada unade ellas tenía sus “Mayordomos” y “Hermanos Veinticuatros” o

La beneficencia colonial

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diputados, y en las más importantes figuraban los elementos másaristocráticos de la Lima virreinal. Las leyes españolas prohibie-ron que se hiciera la fundación de alguna cofradía, sin licenciadel rey y del obispo diocesano. Así lo ordenó Felipe II, en su RealCédula del Pardo, de 7 de mayo de 1591. Nueve años después laCédula de Felipe II en Aranjuez, 11 de mayo de 1600, precisaba:

... para fundar Cofradías, juntas o cabildos de españoles, indios,negros, mulatos o otras personas de cualquier estado o calidad,aunque sea para cosas y fines píos y espirituales, proceda licen-cia nuestra, y autoridad del Prelado Eclesiástico, y habiendo he-cho sus Ordenanzas y Estatutos, les presenten en nuestro RealConsejo de las Indias, para que en él se vean, y se provea loque convenga...; y si se confirmaren o aprobaren, no se puedanjuntar... sino estando presentes algunos de nuestros MinistrosReales, que por el Virrey, Presidentes o Gobernador fuere nom-brado, y el Prelado de la Casa donde se juntaren.

Esta prescripción se reprodujo en las Reales Cédulas de 9 denoviembre de 1763 y 17 de septiembre de 1766; además, por Cé-dula de 21 de diciembre de 1744 se ordenó al virrey del Perú quehiciera cerrar algunas cofradías por haberse establecido sin la reallicencia. De esta manera los reyes españoles, siempre celosos delos privilegios y fueros de su autoridad, se reservaron el derechode dar las licencias para la fundación de las cofradías y el funcio-namiento de sus hospitales y otros establecimientos de beneficen-cia [103, 113, 114].

En cumplimiento de las ordenanzas y estatutos de su funda-ción, la cofradía administraba los bienes y las rentas de las “ca-sas de misericordia” a su cargo; para ello, nombraba anualmente,en cada una de ellas, un mayordomo y varios diputados auxilia-res o celadores. El mayordomo, al final de su gestión, enviaba lascuentas a la cofradía para su aprobación; las cuales, una vez apro-badas internamente, debían ser examinadas y aprobadas por unMinistro Real, a cuyo cargo corría la protección de la casa de mi-sericordia administrada.

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En la composición de esas asociaciones caritativas se repro-ducía el carácter estamental y racista de la sociedad colonial. Lascofradías y las “hermandades”, constituidas para el socorro de los“hermanos”, se diferenciaban por la “raza” y gremio de sus aso-ciados. El jesuita Bernabé Cobo informa que alrededor del año 1650existían en la ciudad de Lima un total de 57 de estas organizacio-nes: 25 de españoles, 13 de indios y 9 de negros y mulatos; desta-cando “las memorias pías de gruesa renta que se han instituido...para utilidad de los pobres, y servicio del culto divino (...) los cua-les se emplean en remediar doncellas pobres, criar huérfanos yotras obras de misericordia” [96].

Los santos patrones de las cofradías y de las hermandades delos gremios eran elegidos conforme a su afinidad con el ejerciciodel oficio de sus miembros: los plateros tenían como patrón a SanHomobono, los tintoreros a San Gabriel, los zapateros a SanCrispín, etc. De las 77 cofradías y hermandades que existieron enLima entre 1746 y 1810, las más importantes eran la Archicofra-día de Veracruz (españoles), la de San Crispín (zapateros), la deSan Crispiniano (zapateros indios) y la del Rosario (pardos) [46].Cada establecimiento de asistencia al indigente desarrollaba susactividades cumpliendo sólo la reglamentación dictada por la co-fradía de la que dependía [99].

Las casas de recogimiento y hospicios [46, 115, 116]

Las casas de recogimiento eran entidades creadas para albergar alas doncellas criollas o mestizas pobres, viudas o madres solterasabandonadas que buscaban refugio y protección de la Iglesia. Enestos locales las mujeres vivían enclaustradas y se les proporcio-naba alimentación, alojamiento, educación y seguridad frente alos “peligros del mundo”. Asimismo tuvieron una labor correc-tiva, pues aquí llegaban mujeres que habían cometido delitoscomo adulterio, robo o lesiones, para recibir un castigo ejemplar.Por otro lado, los hospicios eran casas destinadas para albergarpobres y expósitos.

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La primera casa de recogimiento que se creó en el Perú fue lade San Juan de Letrán en el Cusco, en 1551. En 1553 se fundó elrecogimiento de Nuestra Señora del Socorro en Lima a los que lesiguieron el de Nuestra Señora de los Remedios en el Cusco, y elque Isabel de Porras fundó en Lima en 1602. Muy pronto se crea-ron otros recogimientos, en casi todas las provincias peruanas, poriniciativa de las autoridades eclesiásticas y civiles locales que, lue-go, supervisaban directamente sus operaciones. Los jesuitas fun-daron algunas casas, en tanto que las congregaciones de otras ór-denes laboraban en las demás cumpliendo disposiciones de la Co-rona hispana para controlar la mendicidad. A diferencia de losconventos, que eran fundados por iniciativa privada, las casas derecogidas tuvieron que ser solventadas con apoyo estatal puestoque no recibían apoyo de las personas pudientes. La precaria eco-nomía de estas entidades hizo que muchas veces recurrieran a di-ferentes estrategias como comercializar algunas labores manualeso pedir limosnas para su mantenimiento.

Con relación a los principales hospicios y casas de recogimien-to que funcionaron durante la Colonia en la ciudad de Lima, losautores que escriben sobre el tema [46, 99, 103, 113, 117] coinci-den en destacar los siguientes:

•El “Recogimiento de Doncellas” de San Juan de la Penitencia.Se fundó en 1538 como una casa de alojamiento para el cui-dado y educación de mestizas y de mujeres en riesgo moral.En 1576 su local fue comprado por la Real Universidad deLima, por lo que sus beneficiarias pasaron a alojarse en diver-sos conventos y monasterios, hasta que en 1670 se concentra-ron en el “Beaterio de las Amparadas”.

•El “Hospicio de Santa Cruz de Atocha” o “Casa de Expósi-tos”, fundado en noviembre de 1603 por don Luis de Ojeda(Luis Pecador). Posteriormente estuvo bajo la administraciónde una cofradía de escribanos, la “Hermandad de los NiñosPerdidos, huérfanos y desamparados de Nuestra Señora deAtocha”. A los niños recogidos eran confiados a la lactancia

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de amas asalariadas que residían fuera del hospicio, perosujetas a severo control. El padre Cobo refiere que los niñosrecogidos anualmente sumaban de cuarenta a cincuenta yque el total de asilados alcanzaba a 120 en el año 1639. Lacasa de expósitos funcionó hasta 1850 al lado de la Iglesia delos Huérfanos, luego fue trasladada a la plaza de la Recoletay desde 1918 fue integrada a la organización del PuericultorioPérez Araníbar, en Magdalena.

•La “Casa del Divorcio y Abandonadas”, fundada en 1605 porel arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, asociado a don Fran-cisco de Saldaña. Se destinó al recogimiento de las mujeresabandonadas o separadas de sus esposos y a la educación deniñas. Habiendo el terremoto de 1655 arruinado su local en lacalle de las Divorciadas, la casa se integró, en 1670, al “Beateriode las Amparadas”.

•El “Beaterio de Amparadas” u “Hospicio de las Amparadas oRecogidas” comenzó a funcionar en 1670. Gracias a la preo-cupación del venerable predicador P. Francisco del Castillo,el virrey conde de Lemos autorizó su establecimiento. Gozóde la mayor protección de los monarcas de España y de susvirreyes en el Perú. Destinado inicialmente a refugiar a muje-res abandonadas o arrepentidas, se extendió luego a colegiode Educandas y, posteriormente, a lugar de reclusión de mu-jeres de mala vida. Inicialmente ubicada en la calle de lasDesamparadas, lo que es hoy el monasterio de Santa Rosa,pasó en 1771 al local de la calle Colegio Real, junto al antiguohospital de San Pedro, hasta su desaparición en 1870.

•El “Real Hospicio de Pobres” fue instituido y fundado por elvirrey Amat en 1765, a instancias del benefactor don DiegoLadrón de Guevara. Comenzó a operar, con 24 indigentes ensu local del colegio de Caciques del Cercado. Dejado a la ad-ministración de la Corona, decayó hasta quedar en laprecarísima situación de tener que ceder los patios y casi todala morada de su local para un cuartel de tropas regulares.Para remediar tal situación, el virrey De la Pezuela, dictó el

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decreto de 26 de agosto de 1819 que creó la “Junta de RealBeneficencia” para que administrara el hospicio y lo fortale-ciera. Cambios normativos posteriores desactivaron a la jun-ta en 1820.

Junta Real de Beneficencia: 1819-1820

En medio de las dificultades políticas y económicas presentes enlos últimos años del Perú colonial, la administración gubernamen-tal del “Real Hospicio de los Pobres” no podía evitar el deteriorode sus acciones en auxilio de la indigencia. En estas circunstan-cias el virrey De la Pezuela dictó, primero, el decreto de 20 deseptiembre de 1817, por el que declara el restablecimiento del hos-picio y, luego, el decreto de 26 de agosto de 1819 que creó la “Jun-ta Real de Beneficencia” con la misión de

esclarecer, consolidar y realizar todos los derechos del Real Hos-picio (...) conforme a las intenciones del Soberano, al bien desus vasallos pobres, y al concepto público [118].

El virrey delegó a la junta su representación para encargarletodo lo relativo al indicado establecimiento. En el texto del men-cionado decreto se siguió utilizando el lenguaje colonial de lacaridad:

... bondad de S.M. y de la piedad de aquel promotor... el acierto yla extensión de ideas tan benéfica en honra y gloria de Dios, ho-nor del Soberano, y auxilio de la indigencia de esta ciudadfidelísima... que robustecido por la caridad de que abunda, conlos auxilios que se fomenten y constituido baxo de un sistema elmás pío y bien reglado... por tanto, debiendo encomendar estaciudad del modo más conforme a las intenciones del Soberano, albien de sus vasallos pobres, y al concepto público, he resuelto ins-talar una Junta que se titulará de REAL BENEFICENCIA.

La junta debía cumplir las siguientes tareas: (a) formar las cons-tituciones del Real Hospicio; (b) promover arbitrios; (c) estimularla piedad pública; (d) hacer levantar el plano de un nuevo localpara los pobres blancos en la Portada del Callao; y, (e) detallar la

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refacción que necesita el antiguo local del hospicio del Cercadopara destinarlo al auxilio de los pobres de color [118].

El 22 de septiembre de 1819 se instaló la junta en la casade su presidente, el oidor D. Manuel Genaro de Villota. En su se-gunda sesión se incorporó D. Matías Maestro. Este último redac-tó las instituciones o reglamento del hospicio y fue el mayor ani-mador del cumplimiento de las tareas encomendadas, a pesar delas dificultades ocasionadas por las luchas independentistas. Fi-nalmente, la junta fue desactivada formalmente en 1820; sin embar-go, la vigilancia del hospicio y la construcción de su nuevo localquedó encomendada al deán Echague, con el título de DirectorEspiritual [118] .

Asistencia hospitalaria

El hospital colonial como casa de misericordia

Las primeras disposiciones de la Corona para el buen gobiernode sus colonias destacan la importancia asignada a la construc-ción y operación de los hospitales o “casas de misericordia”. Loshospitales eran considerados, en esos siglos, como casas que sir-ven para recoger pobres y peregrinos por tiempo limitado y, lue-go, como casas en que se curan enfermos pobres. La caridad cris-tiana era el argumento oficial de la importancia de estos estableci-mientos. De ellos sólo se esperaba que cumplieran una función deasistencia social-religiosa: cuidar con piedad al que llamaba a suspuertas. Además, la tecnología médica disponible antes del sigloXIX no habría permitido esperar que cumplieran, de manera eficaz,una función recuperativa de la salud. El primero de estos localesen el país fue una pequeña “casa-enfermería”, establecida en Limadurante el año 1538 y ubicada en la “Calle de la Rinconada deSanto Domingo”, sobre dos solares asignados por don FranciscoPizarro para servicio de la ciudad. En 1541, una Real Cédula or-denó establecer hospitales en todo pueblo de españoles o indios,fundados o por fundar, “donde sean curados los pobres enfermosy se ejercite la caridad cristiana”.

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En esos tiempos de evangelización y de fervor religioso no po-dían faltar, en el Perú colonial, las iniciativas piadosas y los apor-tes monetarios de la caridad privada, para la fundación de esas“casas de misericordia”: se fundaban generalmente por el deseo,el trabajo y los aportes iniciales de algún personaje o vecino pu-diente. Respecto de estas iniciativas de los benefactores particula-res, la Corona se reservaba una simple relación de amparo y, oca-sionalmente, hacía aportes de la hacienda real. En los casi tres si-glos de vida colonial, el número de hospitales en operación au-mentó y disminuyó en medio de grandes contrastes. No era infre-cuente que tales casas, luego de la muerte del benefactor funda-dor, se empobrecieran y, luego, desaparecieran.

Las primeras “casas de misericordia” eran sencillas construc-ciones de tabiques de madera, cañas, esteras, bejucos y barro. Pos-teriormente, algunas de ellas fueron reemplazadas por grandesedificaciones, con paredes de piedra y adobe, ladrillo y cal, altostechos, artesanados y tallados, cruceros de salas y “cobachas”;además de capillas interiores dotadas de retablos y tallas, con por-tadas de piedra tallada, con amplios zaguanes y patios floridos.Recién en 1858 y en Lima, los catres de fierro reemplazarían a las“antiguas y pestíferas cobachas” [77] .

En 1821 se disponía en el Perú de cincuenta hospitales, once delos cuales se ubicaban en Lima. Las ciudades de Anta, Arica,Ayacucho (Huamanga), Arequipa, Callao, Cajamarca, Cusco,Chachapoyas, Huancavelica, Huaura, Huaraz, Huaylas, Ica,Lambayeque, Moquegua, Moyobamba, Piura, Puno, Trujillo, Saña ySicuani contaban con uno o más hospitales. El establecimiento seconstruía para atender, de acuerdo al carácter estamental de la so-ciedad colonial, a los indigentes de una determinada raza y casta;pero también hubieron hospitales para determinado tipo de enfer-medad y aún para incurables, además de los destinados a las mu-jeres, a ciertas profesiones y al cuidado de los convalecientes [119].

Por otro lado, los sismos, el tiempo, la falta de pago de tribu-tos, los problemas administrativos, etc., afectaron seriamente la es-tructura física y la calidad de la atención social en la mayoría delos hospitales que mantenían sus operaciones. En sus informes a

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los virreyes sobre la situación de Lima, Hipólito Unanue es reite-rativo en insistir, por un lado, en la insuficiencia y el deterioro dela obra física y, por otro, en el “abandono en que se halla el régi-men curativo” en los hospitales, señalando como causas de estosdefectos, la falta de médicos y cirujanos; así como las “arbitrarie-dades de las hermandades de los hospitales” [120].

La administración hospitalaria colonial

Paz Soldán [103] destaca el hecho de que la Corona reservó de suReal Patrimonio, rentas fijas para el mantenimiento de los hospi-tales. La más importante de éstas, el noveno y medio del total delos diezmos, que todos pagaban al Rey. Otras rentas procedían del“derecho de escobillas y relave y el famoso ‘Tomín de Hospita-les’... que pagaban los indios, reteniéndole del salario que goza-ban como mitayos”, creado por el virrey Toledo. Las limosnas ydonaciones aportadas por los opulentos de la época incrementabansignificativamente las rentas públicas destinadas a la asistencia.Además, la misma Corona hacía, en determinadas oportunidades,donaciones importantes con este objeto.

Otros estudiosos coinciden con Paz Soldán en señalar que elfinanciamiento de los gastos operativos de los hospitales era ge-neralmente mixto, aunque mayoritariamente privado. Se utiliza-ban diversas fuentes: (a) bienes generadores de rentas aportadospor los fundadores; (b) legados por testamentos; (d) donacionesdestinadas al culto y sostén del establecimiento; (e) ingresos pro-pios por alquileres, enfiteusis, mandas, préstamos y colocaciones;(f) cuotas pagadas por los asociados, sea del gremio o de los pro-pios miembros del mismo; (h) asignaciones de la Hacienda Real.En algunos casos los fundadores aportaban propiedades y rentasseguras para que los establecimientos pudieran atender sus reque-rimientos sin tener que recurrir al apoyo del gobierno.

Con relación al patronato de los hospitales se produjeron al-gunos conflictos entre las autoridades civiles y religiosas colonia-les. Habiendo un Arzobispo de Lima llevado su queja a Roma, porel derecho de patronato que sobre los hospitales reivindicaba el

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virrey, una nueva Cédula Real, dada en Cobejos en 1593, confir-mó lo dispuesto en la de Pardo:

Porque bien se sabe que los hospitales de los pueblos españo-les son de Patronato, fundados y dotados con mi hacienda y li-mosnas que les he hecho y hago de ordinario, y los que hay enlos pueblos de los indios se mantienen con la cuota que el Vi-rrey D. Francisco de Toledo les adjudicó en las tasas y tambiénen las sementeras y otros bienes de comunidad, que los indiostienen para este objeto [113].

El gobierno estableció leyes y reglamentos para el control delbuen funcionamiento de los hospitales coloniales. Normas queen 1681 conforman el “Título Quarto. De los Hospitales y Cofra-días” de la “Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias”.La “Ley iii. Que los Virreyes, Audiencias y Governadores pongancuidado en los Hospitales [establecía:] Mandamos A los Virreyesdel Perú y Nueva España, que cuiden de visitar algunas vezes losHospitales de Lima y México y procuren que los Oidores por suturno hagan lo mismo, quando ellos no pudieren por sus perso-nas, y vean la cura, servicio y hospitalidad que se haze á los en-fermos, estado del edificio, dotación, limosnas, y forma de su dis-tribución, y por qué mano se haze, con que animarán á los queadministran...”.

En opinión de Jorge Basadre, ese sistema complejo de admi-nistración y control externo mantuvo, a la par que la autoridadreal sobre los hospitales, la honradez en el manejo de las rentasasignadas.

Anualmente los hermanos elegían un mayordomo y cuatro ce-ladores. Olvidaban ellos sus propios asuntos para atender a losmiserables. Cuando se presentaban las cuentas el hospital nun-ca perdía; y por el contrario ganaba por caridad de alguno de losmayordomos [121].

La gestión interna del hospital era ejercida por personal reli-gioso, encargado de dirigir las operaciones cotidianas del estable-cimiento, así como de la asistencia alimentaria y la salvación delas almas de las personas hospitalizadas. Se llamaba al médico

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para atender a los enfermos graves, más para cumplir con un re-quisito administrativo que para buscar una acción médica eficaz.Las ordenes hospitalarias de San Juan de Dios y de Pedro deBetancourt fueron las más importantes en dicha gestión, aunquetambién participaron otras ordenes menores. Los hermanosbetlemitas, de la Orden de Pedro de Betancourt, usaban barbas lar-gas y eran conocidos como los “barbones”; llegaron a Lima a fi-nes del siglo XVII para encargarse de la asistencia de enfermos enel hospital del Carmen, para luego extenderse por todo el Perú consus hospitales [103, 77].

La Orden de San Juan de Dios llegó a Lima alrededor de 1606,siendo el hospital de San Diego el primero que administraron. Lue-go, “sus casas se multiplicaron como por milagro, por el resto delVirreinato”. Los juandedianos usaban capuchas abultadas y eranllamados por el pueblo los “frailes capachos” [103]. Esta congre-gación, fundada por San Camilo de Lelis, estableció su primeraprovincia en Lima el año 1735. Aún cuando no se ocupaba direc-tamente de la asistencia de enfermos, sí tenía que ver con ellos enla asistencia de los últimos momentos de la vida. Eran los “Pa-dres de la Buena Muerte”, que tenían como advocación “La Bue-na Muerte” [77].

Los hospitales de Lima

La historia de la construcción de hospitales coloniales comenzócon las realizaciones urbanísticas en la nueva Colonia. En Lima,al distribuirse los solares, se delimitaron las áreas correspondien-tes a templos y hospitales. El cabildo de Lima inició, el 16 de mar-zo de 1538, la edificación de la primera enfermería en la Rincona-da de Santo Domingo para los españoles, siendo comisionado parala dirección de la fabricación del hospital y como su mayordomo,Juan Mero. Hacia 1800, el explorador Tadeo Haencke contabilizóen Lima un total de 1 000 camas hospitalarias, repartidas en 50enfermerías que funcionaban en diez hospitales disponibles [99,112, 113].

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Los principales hospitales de la Lima colonial, descritospor Montesinos, Ulloa, Olaechea, Paz Soldán y Lastres, son lossiguientes:

•Hospital Santa Ana. Cuya construcción se inició, a iniciati-vas del arzobispo Loayza, en 1548 y fue destinado aladoctrinamiento y a la atención de la salud de los indios hom-bres y mujeres. En palabras de Córdova y Urrutia, para “lacuración de los miserables indios que morían como bestias enlos campos y en las calles”. Al comenzar sus operaciones en1549, el cabildo trató de incorporar el hospital a su adminis-tración; pero la Iglesia logró el apoyo de la Corona para quemantuviera su autonomía de gestión bajo el Patronazgo Real.A poco de entrar en operación, cuenta Fuentes, se asistían300 enfermos diarios. La historia del hospital está unida alnombre de fray Jerónimo de Loayza, Arzobispo de Lima, quiendedicó gran parte de su vida al servicio personal del hospital,hasta morir en una de sus “cobachas” y dejar sus restos en elpanteón del hospital. En 1606 la gestión del hospital fue puestaa cargo de una hermandad de 24 personas notables de Lima.En 1642, Montesinos describe al hospital:

Tiene dos cruceros, uno principalísimo donde se curan hombresy otro para mujeres; fuera de esto y salas distintas para enferme-dades contagiosas, ay de ordinario trescientas camas y llegan al-gunas veces a cuatrocientos, porque se curan aquí indios de todoel Reino; ay cuatro clérigos... se dicen por los indios difuntos queallí mueren ocho misas rezadas cada semana; desde que se fundohan muerto cincuenta mil indios y más; entyerranse los yndiosque mueren en un patio, que bendizó el Arzobispo, que esta en-tre la Iglesia Parroquial y el claustro del hospital [122].

•Hospital de San Andrés. Fue fundado en 1552 para la aten-ción de los varones españoles pobres y funcionó en formaautónoma y regular desde 1556; refundiéndose en él los res-tos de la enfermería de la Rinconada de Santo Domingo. Elvirrey Toledo, en 1570, fue quien dio a este hospital sus pri-

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meras ordenanzas y reglamento; hasta que en diciembre de1602 el virrey Luis de Velazco aprobó la fundación de unahermandad de notables y acaudalados que se encargó de sudirección. Bajo ésta, el hospital amplió su oferta de atención,aumentando sus salas y construyendo hasta un servicio para“locos”. Unanue dice que en 1793 contaba con nueve salas,256 camas y que sus rentas eran cuantiosas. Las salas deenfermos formaban un enorme crucero en cuya intersecciónhabía de alzarse un altar para consuelo de todos los pacien-tes, aún de los agonizantes.

•Hospital de la Santa María de la Caridad o de los SantosCosme y Damián. Fue fundado en 1559 para la atención delas mujeres españolas. Su inspirador fue fray Ambrosio deSuerra, cuyo ejemplo estimuló al español don Pedro Alonzode Paredes que organizó la hermandad de la Misericordia yla Caridad. Esta cofradía también prestaba asistencia en elentierro de los muertos, en la educación de los huérfanos y enel acompañamiento de los ajusticiados. Basándose endonaciones fundaron, además, un hospicio para pobres y uncolegio para la educación de doncellas desvalidas. El progre-so de la hermandad fue tal que los virreyes mismos pertene-cían a ella. Tenía una renta muy alta, sin embargo sus egresoseran mayores que sus ingresos fijos, cubriendo el déficit lacaridad pública.

•Hospital de San Lázaro. Como ya se informó en páginas ante-riores inició sus operaciones en 1563 y estaba destinado a laatención de los leprosos. Funcionó hasta el año 1825 cuandofue refundido en el hospital Refugio de Incurables.

•Hospital del Espíritu Santo. En el año 1575, Miguel de Acostay un grupo de navieros crearon con este hospital un sistemade protección y asistencia de los marinos. Sus rentas proce-dían de tasas que pagaban las numerosas naves que ingresa-ban y salían del puerto del Callao; así como de cuotas del 5%sobre sus soldadas, pagadas por los marinos asalariados.Fue el hospital donde se hicieron las primeras prácticas decirugía y por ende la formación de cirujanos. Subsistió hasta

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1822, fecha en que fue trasladado a la nueva población deBellavista, siendo la base del primer hospital naval.

•Hospital o Casa de Convalecencia de San Diego. Fue fundadoen 1593, por doña María Esquivel y su esposo, para la aten-ción de los convalecientes que egresaban del Hospital SanAndrés. La administración estuvo a cargo de la hermandadde San Diego y la asistencia hospitalaria a cargo de los reli-giosos de San Juan de Dios. El Padre Camacho amplió estehospicio hasta para 24 camas.

•Hospital de San Pedro. Una hermandad de 25 clérigos, enca-bezada por el presbítero Almeida, fundó en 1594, con susbienes, la enfermería u hospital de dicho nombre para sacer-dotes o clérigos seculares, párrocos de doctrina y presbíterospobres y enfermos. Sosteniéndolo con dichos bienes y conlimosnas públicas. Trasladado en 1767 al antiguo conventode San Pablo de los padres jesuitas, subsistió hasta 1875.

•Hospital de Convalecencia de Nuestra Señora del Carmen uhospital de Barbones. Fundado en el año 1648 por el indioJuan Cordero y el presbítero don Antonio Dávila, para la aten-ción de los convalecientes egresados del hospital Santa Ana;preparándolos así para el retorno de sus faenas y labores deorigen. Llegados a Lima la hermandad de los betlemitas, seles entregó su administración al final del siglo XVII.

•Hospital Real de San Bartolomé. Al esfuerzo de fray BartoloméVadillo, de la Orden de San Agustín, se debió la creación deeste hospital:

Afectado de sentimiento al ver que los negros pobres no teníanrefugio en sus dolencias y que aún morían algunos en el campoy arrabales de Lima, abandonados cruelmente, por los mismosa quienes había servido, proyectó hacer un Hospital donde pu-diesen acogerse y morir evitando el escándalo... [83].

Con la colaboración del padre Francisco del Castillo S. J., esta-bleció una casa de socorros en Barranca, que desde el 6 de enerode 1646 sirvió de albergue a los negros enfermos y necesitados.Luego, con la ayuda de otros hombres virtuosos, el llamado

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“Hospital de Vadillo” fue trasladado en 1651 a un gran localubicado en Barrios Altos bajo la denominación de “Hospital deSan Bartolomé”. Recibían enfermos de los dos sexos en 118camas, que se aumentaban conforme a las necesidades. Des-pués de la Independencia, en 1826, el libertador Simón Bolívardispuso que se desalojara el hospital para que sirviera de cuar-tel a la División Colombia, fecha desde la cual quedó converti-do en cuartel y, después, en hospital militar hasta 1961.

•Los Refugios de los Incurables. Eran dos hospitales, uno paracada sexo, que llevaron el nombre de “Refugio” y fueron fun-dados separadamente. El de hombres debió su fundación a lacaridad del español Domingo de Cueto, en 1669; fue adminis-trado por los padres betlemitas. En 1794, bajo el gobierno delvirrey Avilés, se fundó el Refugio de las Incurables Mujeres,contiguo al anterior.

•Hospital del Cercado. Fue un lugar de convalecencia de losPadres de la Compañía de Jesús. Luego de la expulsión de laorden jesuita del territorio peruano fue convertido en colegiode caciques.

Cerca del final de la Colonia, Hipólito Unanue señala que loshospitales de Lima habían sufrido un gran deterioro físico comoconsecuencia de los terremotos y que la atención que brindabanno correspondía a las necesidades de servicios curativos de la po-blación limeña. En un informe que emitió el 15 de enero de 1808en apoyo a la iniciativa de que el colegio de San Fernando se cons-truyera en el hospital de Santa Ana, afirmaba:

Lima, que en todo se manifiesta caritativa y generosa, tiene hos-pitales para las diversas castas que la habitan, pero cualquierhombre que con medianos conocimientos ponga un poco de aten-ción, echará de ver que sus grandes hospitales, cuales son SantaAna y San Andrés, no pueden dar, en el pie en que se hallancolocados, la debida y arreglada asistencia a los enfermos que seacogen a ella. Estos grandes edificios, con cerca de una docenade salas y centenares de camas, se ven muchas veces tan ocupa-dos que es necesario poner crujias para dar lugar a los enfermos

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(...) Pero para la asistencia de todo este número no tiene másque un médico y un cirujano que los visita dos veces. No tienesino un enfermero que es regularmente el cirujano, y unos cuantossirvientes que carecen de toda instrucción... Finalizada ésta [la vi-sita del médico] queda un recetario inmenso en manos de un ci-rujano y luego la distribución de remedios en manos de hom-bres idiotas que frecuentemente truecan los frenos, y cuando sue-na la campana de la agonía no se puede asegurar si ésta es efec-to del mal o de un error de los sirvientes [112].

El problema de la asistencia a los enfermos mentales

La sociedad colonial vinculaba, por lo general, los desordenesmentales y las alucinaciones con lo demoníaco o lo místico. Eranconsideradas manifestaciones de una alianza con el diablo o deuna conducta malvada antes que de una enfermedad y por lo tan-to eran delitos que debían ser sancionados. Muchos alucinadosfueron llevados a los tribunales de la Inquisición para ser juzga-dos, luego torturados y algunas veces arrojados a la hoguera. Mu-jeres que estaban convencidas de tener dones proféticos o que de-cían recibir señales celestiales y visitas de los serafines fueroncruelmente castigadas [123].

Los orates, siendo considerados peligrosos, eran excluidos delresto de la sociedad de igual manera que los mendigos, misera-bles y desahuciados. Aquellos alucinados que no ameritaban serllevados al tribunal del Santo Oficio eran internados en lasloquerías que existían en los hospitales de San Andrés y SantaAna. En estos lugares, los instrumentos y procedimientos de re-presión más utilizados para “tratar” a estos desafortunados eran:cepos, baños sorpresivos, asfixia por sumergimiento, encierros lar-gos, amarras con grilletes, sometimientos por hambre, castigos cor-porales y terribles sangrías que ponían en peligro sus vidas [124].El desprecio por la condición humana de estos desafortunados eratal que en días festivos estaban “a disposición de la curiosidad yburlas del público (...) con el objeto de recabar limosnas de los vi-sitantes, que suelen ser muchos” [125].

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Pensamiento filosófico hegemónico

Desde el siglo XVI hasta inicios del XVIII

Al hombre medieval se le enseñó que el mundo era estático, finito,perfecto en su ordenación y que las verdades absolutas habían sidoreveladas por Dios. En esta Edad de la Fe no había espacio parala crítica y la creatividad. En el siglo IX aparece una escuelateológica que enseña un nuevo saber filosófico: la Escolástica, quefundamenta esta aceptación dogmática de la “verdad revelada”.Filosofía que se hace hegemónica en el mundo occidental durantevarios siglos.

Esa hegemonía comenzó a debilitarse a principios del siglo XIII;al regresar los cruzados de Tierra Santa, se difunde en Europa me-dieval la lógica de Aristóteles y los comentarios sobre sus obras,procedentes del mundo arábigo. En el mismo siglo nacen las uni-versidades y las órdenes de los franciscanos y los dominicos, queeventualmente conquistan las universidades de París y de Oxford.Para impedir el debilitamiento de la fe dogmática, los dominicosAlberto Magno (1193-1280) y Tomás de Aquino (1225-1274) desa-rrollaron una nueva escolástica cristiana, partiendo del principiode que el conocimiento nace de dos fuentes paralelas: la razón yla revelación. Enfatizando, sin embargo, que la razón no puede

Ideas sobre la higiene y la beneficencia en el Perú colonial

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contradecir la revelación divina. Afirmaban que el intelecto puedeprobar la existencia de Dios, pero no sus atributos; “la fe empiezadonde la razón acaba”. Se trataba, así, de armonizar la fe católicacon la razón aristotélica. Esta escolástica tomista se difundió y sehizo dominante en Europa entre los siglos XIII y XVI. Un agudo crí-tico de la escolástica tomista fue el franciscano Juan Duns Escoto(1266-1308), quien niega la posibilidad de aquella armonía. Paraél, la teología es una disciplina práctica que enseña al hombre amanejar los dogmas de la fe. Mas para conocer la Naturaleza sedebe cultivar un ideal racional demostrativo, riguroso y crítico, in-dependiente de la fe. Sentó el principio de que todo lo que no esrigurosamente demostrado depende, finalmente, de la voluntadhumana [2].

De acuerdo al peruano David Sobrevilla, la filosofía llega alPerú de Europa, y más concretamente, de España. En consecuen-cia la filosofía comienza por ser en el Perú algo extraño a la cultu-ra en la que fue insertada; circunstancia que da lugar a un tipo depensamiento “imitativo” que se orienta tardíamente por los cam-bios del pensamiento occidental. En el Perú colonial la escolásticatomista estuvo vigente y predominó hasta la primera mitad del si-glo XVIII; fue enseñada en la Universidad de San Marcos por losdominicos, primero, y por los jesuitas, después. El curso “Primade Duns Scoto” sólo se creó en 1701, y el de “Vísperas” en 1724,ambos en la Universidad de San Marcos; sin embargo, no despla-zó a la escolástica tomista de esta universidad, donde siguieronproliferando los cursos sobre materias teológicas y religiosas. Elmismo Sobrevilla distingue dos períodos en la filosofía virreinal:el de 1550-1750 o de la escolástica, hegemónica en la universidad,y el de 1750-1830 o de la ilustración, cultivada fuera de los claus-tros universitarios [126].

Por su parte, la filósofa e historiadora María Luisa Rivara deTuesta opina al respecto lo siguiente:

La filosofía americana durante los siglos XVI y XVII, se sostiene,fue la filosofía escolástica, pero como podemos apreciar por elestudio de su vertiente humanista, no llegó a América con pu-

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reza teorética... pone en cuestión el texto aristotélico sobre la es-clavitud, pero sobre todo contribuye a... la tarea pedagógica deadoctrinar a los indígenas. Renovada por el Renacimiento y lasideas de reforma actúa, un tanto encubierta, en el proyecto derealizar en América el ideal de un cristianismo más puro y au-téntico, al mismo tiempo que convertir a la iglesia en instituciónpedagógica al servicio del ordenamiento moral de la sociedad (...)La realidad americana, tanto en lo que respecta a los hombrescomo en lo concerniente al mundo natural, rompió los estrictosmarcos de la escolástica. Conviene, por eso, diferenciar el movi-miento ideológico que obligó a la creación de nuevasconceptualizaciones para la praxis de dominación, del movimien-to filosófico académico que se transplantó de España a América.Y es que en materia de filosofía todo lo que vino al nuevo mun-do procedió de España [56].

Las ideas de Erasmo de Rotterdam, representante máximo delHumanismo, también habían llegado a América como una exten-sión del movimiento de su asimilación en España. Los idealeserasmasianos prenden en América con mayor fuerza en su aspec-to reformador cristiano debido a necesidades de carácter históricoseñaladas en la cita anterior.

En resumen, de acuerdo a los comentarios de Rivara de Tues-ta y de Sobrevilla, los argumentos filosóficos utilizados por las au-toridades españolas para legitimar la organización y la dinámicade la sociedad colonial procedieron de la filosofía escolástica, teo-ría oficial de la Iglesia, aunque matizada por el desarrollo de suvertiente humanista que actuó en las disquisiciones jurídico-teológicas sobre la guerra y el justo título al dominio y el reconoci-miento de la naturaleza humana del indígena americano. Sin em-bargo, el pensamiento de Aristóteles y de Santo Tomás de Aquinofue hegemónico en la educación universitaria, generando un esti-lo de razonamiento basado en el respeto a las opiniones de lasautoridades, el barroquismo en la forma y el silogismo aristotélicocomo instrumento esencial de argumentación en todo campo dela actividad colonial, entre ellos el de higiene y policía sanitaria,así como el de la beneficencia o asistencia pública.

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Recién a mediados del siglo XVIII una élite criolla abrió en elpaís un espacio a la filosofía de la Ilustración y la ideología de laEmancipación; iniciando un movimiento, clandestino y casi sub-versivo, dirigido a rechazar el pensamiento escolástico para reno-var los conocimientos sobre la naturaleza, de manera concordan-te con los avances y las inquietudes de la ciencia moderna.

Desde mediados del siglo XVIII hasta inicios del XIX

El movimiento filosófico de la Ilustración alcanzó a España du-rante el siglo XVIII, pero se diferenció del francés por su defensa dela Iglesia católica. Sus cultores eran ilustrados cristianos que de-fendían a la Iglesia por su esencia: “la fe en Dios y en Cristo sal-vador”. La Ilustración peruana se originó en la española y, porende, sus cultores también eran cristianos ilustrados. Los librosde los ilustrados franceses —entre ellos los relacionados con laHigiene Pública— fueron leídos y difundidos por un grupo selec-to de los médicos criollos. Entre éstos destaca Hipólito Unanue.La participación de estos ilustrados, preocupados por el destinonacional, iba a ser esencial en la fundamentación y legitimaciónde la práctica sanitaria en la futura República peruana:

Unanue procuró introducir en el saber tradicional los nuevosaportes de la filosofía ilustrada y de la ciencia moderna [126].

Pero, además, las ideas filosóficas de la élite criolla no sólo seencontraban en la ilustración, como muy bien lo comenta LeopoldoZea, sino en otras corrientes filosóficas:

el tradicionalismo francés, el eclecticismo, el utilitarismo, la es-cuela escocesa, el socialismo romántico de Saint Simon [127].

Los hombres de ciencia criollos toman conciencia de la identi-dad de América y ellos comenzaron a querer a esta realidad físi-ca, moral y social. Del romanticismo toman “su preocupación porel destino nacional” [127]. La América Hispana podía también te-ner su destino propio.

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Pronto se pasó de los problemas propios del naturalista a losproblemas políticos y los científicos se convirtieron en conspira-dores en el Perú [59]. Actividad subversiva que se expresó en unalucha singular en la cual el apellido muchas veces protegió de ladura represión virreinal a criollos de prestigio o de fortuna impli-cados en la conspiración [61].

Legitimación de la situación del indígena

La política y las formas de colonización de las Indias españolasse inspiraron, inicialmente, en las tradiciones de la reconquistamedieval ibérica. Los territorios americanos ocupados por los es-pañoles se tornaron por derecho de conquista en tierras de realengoo de propiedad del Rey. De este derecho se derivaba que la pro-piedad particular de la tierra sólo se podría adquirir por merced oconcesión del monarca español. Pero,

... las tierras recién incorporadas a la corona suscitaron una se-rie de problemas...: el determinar la naturaleza humana del in-dígena americano para poderlo aceptar como miembro de la re-ligión cristiana y de la corona española, el afán de los conquis-tadores de obtener nombradía y enormes fortunas en corto tiem-po y, por último, el hecho de que muchos sacerdotes se vieronenvueltos en intereses ajenos a su ministerio (...) Estos proble-mas, unidos a la licencia moral que reinó en los primeros tiem-pos de la conquista, trajeron como consecuencia muchos atrope-llos e injusticias [76].

En los inicios de la conquista de las Indias españolas se ha-bían producido polémicas sobre el derecho a la libertad de los in-dios. En el año 1500, la Corona había ya declarado que los indioseran “libres y no sujetos a servidumbre”; era permisible, sin em-bargo, esclavizar a los indios en caso de “guerra justa”. Los con-quistadores y encomenderos trataban de legitimar la esclavitud delindígena argumentando que no tenían “alma” y que su naturale-za estaba más cerca de la animal y no de la humana. De este modoperseguían legitimar su explotación total por la fuerza y por la

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guerra. Los sacerdotes venidos a la América, especialmente los do-minicos, recusaron ese argumento y denunciaron la explotaciónexistente. En 1512, como respuesta a esa denuncia, la Corona pro-mulgó las Leyes de Burgos. Estas normas, destinadas a proteger alos indios de un trabajo esclavo, no alcanzaron los resultados es-perados. Recién en 1542, con la promulgación de las “Nuevas Le-yes”, la esclavitud de los indios fue definitivamente abolida. Perosi bien, en éstas y posteriores leyes, los indios eran consideradossúbditos libres, estaban en la condición de “menores de edad” quedebían contar con una protección y tutoría legal efectivas [40, 47].

Previamente se habían producido grandes discusiones entrelos teólogos y juristas españoles sobre el contenido de una obra deJuan Ginés de Sepúlveda, publicada en Roma. En esta obra su au-tor, siguiendo las teorías aristotélicas de la existencia natural dehombres para mandar y de otros para obedecer, afirmaba “... quelos indios eran siervos, bárbaros, incultos e inhumanos por natu-raleza, y si se negaban a obedecer a otros hombres más perfectos,era justo sujetarlos por la fuerza y por la guerra”.

Esta afirmación fue rebatida, entre otros, por fray Bartoloméde las Casas. Como resultado final de esas discusiones el princi-pio de la libertad de los indios fue reiterado y fortalecido en lasnuevas leyes españolas. Otro resultado de las mismas discusio-nes fue la Bula de Paulo III, de 9 de junio de 1537; en ella, el Papadodeclaraba:

los indios son verdaderos hombres y que no sólo son capaces deentender la fe católica, sino que de acuerdo con nuestras infor-maciones, se hallan en deseos de recibirla [47].

Así, se armonizaba la doctrina de la Iglesia con la del Estadoespañol.

La concepción sociopolítica vigente en la época, basada en pos-tulados aristotélicos, tomistas y humanistas, fundamentó una fic-ción jurídica de la existencia de una “República de los Españo-les” junto a otra “República de los Indios”. El Rey gobernaba am-bas, aunque con leyes distintas, que señalaban sus derechos y obli-gaciones particulares.

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Las relaciones del Rey con el resto de la sociedad diferían deacuerdo al principio de “limpieza de sangre” de los súbditos, loque acarreaba la constitución de diferentes “repúblicas” oestamentos sociales, con particulares derechos y deberes... [44].

Mientras los nacidos en España eran “cristianos viejos” ose destacaban por su “limpieza o pureza de sangre” (no teníanascendencia negra, judía ni morisca), la población de los conquis-tados tenían un origen “gentil”. Por lo tanto, los miembros dela “República de Españoles” debían encargarse de cristianizar ala “República de Indios” recibiendo a cambio servicios de susconquistados.

Además de los argumentos utilizados para formalizar en elDerecho Indiano la condición de “menores de edad” de los indí-genas americanos, también se consideraban válidos otros de ca-rácter biológico y ecológico. Hasta el siglo XVI era hegemónica enEuropa la creencia de que las zonas tórridas no podían ser habi-tadas por el excesivo calor y la gran humedad que caracterizabansu clima. Posteriormente, las evidencias derivadas de la expansióngeográfica de la población europea fue modificando esta concep-ción aristotélica; sin embargo, persistía la convicción de que el de-sarrollo biológico de los pueblos y habitantes de las Indias espa-ñolas —que se hallaban precisamente en zona tórrida— era afec-tado negativamente por el medio geográfico y las “dañinas” cons-telaciones celestes.

Esas dudas sobre la calidad biológica del aborigen americanopersistieron durante toda la época colonial. En el siglo XVIII algu-nos científicos destacados, como el francés Buffon, despertaron enel mundo académico una polémica sobre la debilidad del hombreamericano y la influencia enervante del clima húmedo. SegúnBuffon (1707-1771), el continente americano era inmaduro desdeel punto de vista biológico, el ambiente es húmedo e impropio parael florecimiento de los seres animales y que el hombre que lo habi-ta está afligido por deficiencias biológicas. Además el historiadorRobertson asentaba, en su obra sobre América,

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la debilidad de constitución del hombre peruano y su extremaindolencia para obtener la libertad, su poca sensibilidad para labelleza y el amor, la limitación de sus facultades intelectuales,su aversión al trabajo... [128].

Asumiendo como verdaderas esas afirmaciones, los espa-ñoles podían considerar a los indígenas como seres degeneradose inferiores y justificar, de esta manera, su dominación; así comoargumentar la inconveniencia de que el país fuera gobernado porcriollos, en tanto éstos eran personas que nacían y vivían en unclima que afectaba su biología y, por ende, el desarrollo de suscapacidades.

La respuesta peruana a las aseveraciones de Buffon y Robertson,desde una perspectiva criolla, fue la que se dio con sus doce to-mos de exaltación de los valores históricos y naturales, en el Mer-curio Peruano de 1791. Los criollos ilustrados aceptaban la influen-cia del clima en el desarrollo del hombre, aunque discrepaban deque sus efectos fueran los mismos en los distintos estamentos dela población peruana. Por ello exaltaron las bondades del climaperuano y las notables capacidades del “español americano” quese desarrollaba en un clima “clementísimo”; asimismo criticaroncomo absurda la idea de que tal clima convertía a los residentesen la misma “raza embrutecida” de los indígenas nativos, “sin dis-tinguir el originario del forastero, ni sus clases o jerarquías, quetienen inexplicable variedad en su cultura, usos y costumbres; po-niendo en un mismo paralelo al Español Americano, con el Indiomás inculto de la Sierra” [130].

Con relación al Mercurio Peruano, César Lévano nos advierteque a esta revista hay que examinarla con respeto, pero con caute-la crítica:

Está muy claro que allí por primera vez se estudia y se siente alPerú como una realidad separada. Esa es su mayor grandeza.Al mismo tiempo, en ella se refleja un espíritu de casta contraindios y negros (...) Nos referimos a la exaltación de España con-quistadora y al desdén por el indio, y a la suposición de queentre indios, españoles y negros no era posible la unidad, por

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la sencilla razón de que los peninsulares eran espiritual e intelec-tualmente superiores [130].

Para fundamentar su comentario nos remite a la lectura deltexto titulado “Carta remitida a la sociedad, que publica con al-gunas notas” (Mercurio Peruano, tomo X, pp. 215-216). El lectorautor de la carta sostenía que el tributo que pagaban sólo los in-dios y la exención de otros derechos que gozaban “... son otrastantas líneas de división que forman dos repúblicas, en ciertomodo distintas en un mismo Estado: lo cual en política viene a serun desorden”.

Respondieron los mercuristas: “La legislación conoció la cor-tedad no solo de ideas sino de espíritu del indio y su genio imbé-cil, y para igualar de algún modo esta cortedad con el carácter pre-ponderante que como conquistador tenía el español respecto deaquél, les concedió sabiamente las exenciones y protección de quese trata”.

Otra cuestión importante planteaba el lector, opinando que eltipo de legislación hasta ese momento seguido “... esto es el de laseparación, se ve que no aprovecha. Pruébese pues, si tendrá me-jor efecto la reunión”.

A ello contestaron los mercuristas “Dexamos establecido ennuestras notas que tenemos por imposible la unión y común so-ciedad del indio con el español, por oponerse a ella una grandediferencia en los caracteres, y una distancia tan notable en la ener-gía de las almas”. Más adelante formulaban la conjetura de quecon el tiempo desaparecerían los indios.

Hipólito Unanue, consejero de virreyes y miembro del grupointelectual del Mercurio Peruano, enfatiza la influencia de la hume-dad en la conformación somatopsíquica del hombre americano, enespecial del indígena [131]. Al respecto, J. Carrizales analiza lasobras del sabio peruano y comenta: “De acuerdo con Unanue, loscambios constantes de temperatura, como la humedad y el calorde la costa, habían hecho a los indígenas de ‘huesos duros y car-nes blandas’. El exceso de humedad había producido que sea ‘ma-yor la debilidad de sus fibras’ y nervios, y que por lo tanto sean

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particularmente susceptibles a las epidemias. Su sensibilidad loshizo tímidos y miedosos, pero también los proveyó de gran ‘ima-ginación’... facultad que los hizo perezosos, sin energía para ‘losesfuerzos y ejercicios de voluntad’... si el clima húmedo afectó elcuerpo del indígena, el medio ambiente modificó sus característi-cas espirituales (...) Frente a algunas de estas características...Unanue defendió un medio de control social que seguramente fuemuy utilizado durante y después del período colonial: la periódi-ca flagelación...”.

La visión del indígena andino como un ser inferior y perezosoque requería ser azotado para “salvarlo” no fue un invento deUnanue y puede remontarse a los prejuicios de los conquistadoresespañoles del siglo XVI, a partir de los cuales justificaban su domi-nación. Lo importante es verificar que Unanue y los otros miembrosdel grupo redactor del Mercurio Peruano, no obstante su identifica-ción con las ideas ilustradas de Europa del XVIII, integraba a estasnuevas ideas los viejos prejuicios racistas coloniales [132].

Concepciones de enfermedad y epidemia

Escolástica y galenismo

Durante la primera mitad de la época colonial predominaba unenfoque medieval y galénico sobre las epidemias. Enfoque susten-tado en los conocimientos derivados tanto de la observación di-recta de la “plaga” como de la tradición hipocrática, sistematizadospor Galeno y trasmitidos a los médicos medievales. Había, enton-ces, una aceptación general de que alguna alteración atmosférica,una corrupción o envenenamiento del aire, producía la “enferme-dad”. Corrupción que, a su vez, era producida por descomposi-ción de la materia orgánica, aguas estancadas y pútridas, o porrazones astrológicas o sobrenaturales. Al penetrar en una perso-na este aire corrupto se alteraba el equilibrio humoral corporal yse iniciaba la enfermedad en el individuo. La “enfermedad” ad-quiría un carácter colectivo o masivo cuando una “maligna” con-

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junción de estrellas provocaba una corrupción atmosférica que afec-taba a todo un territorio y se hacía especialmente virulenta. En losescritos hipocráticos se había destacado las variaciones meteoro-lógicas y el carácter de las estaciones como los elementos determi-nantes en el ascenso y descenso de una epidemia y las variacio-nes de su incidencia estacional y anual [133].

El Dr. Francisco Bermejo y Roldán [134], Catedrático de Primade Medicina y Protomédico General del virreinato del Perú, en sudiscurso sobre un brote epidémico de sarampión sucedido en Limadurante el año 1694, cita a Hipócrates cuando éste hace una divi-sión de las enfermedades agudas en: (I) las semejantes, universa-les, comunes o públicas: “aquellas de quien en un mismo tiempoenferman muchos”; y (II) las particulares o desemejantes: “aque-llas de quien muchos o pocos en diversos tiempos diferentementeenferman, cada uno según su naturaleza, y según el mantenimientoque ha usado”. Luego, cita a Galeno cuando divide al grupo deuniversales y comunes en tres subgrupos: (a) enfermedades vul-gares o populares, las “Epidemias” de los griegos, “aquellas deque enferman muchos de diferentes naturalezas, de una propiaedad, de una propia suerte y de un mismo tiempo”; (b) enferme-dades pestilentes, similares a las anteriores, aunque se diferencian“en que las vulgares... mueren pocos y de las pestilentes los más”;y (c) enfermedades provinciales o “Patrias” o “Endemias” de losgriegos, “propias de una Provincia o de algún Pueblo, o por el si-tio particular de él, por la vecindad de algunas lagunas o lugarescenagosos, por el estorbo de algunos montes hacen a los vientossaludables, o por particulares influencias del cielo que les cupoen suerte”. De acuerdo a estas divisiones y conceptos concluye elautor que el brote de sarampión de 1694 no ha sido pestilente sinovulgar y popular.

Las causas del sarampión son, para Bermejo y Roldan, de dostipos: (I) las que proceden del mal régimen del mantenimiento cor-poral, actúan en cada individuo en particular; y (II) las que proce-den del aire y actúan de manera semejante y común sobre todos olos más. Este segundo tipo de causa actúa, a su vez, de dos mane-

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ras: (a) cuando “por los pulsos, y por la respiración, nos sustentay altera”; y (b) por “causas superiores y más altas”, como cuandose difunden en el aire las constituciones y las alteraciones produ-cidas por “movimientos superiores”, que dan origen a las enfer-medades populares y pestilentes. Estas causas superiores, puedendividirse, en “cualidades demasiadas, y fuera del natural”; y en“constituciones varias y violentas de los tiempos del año, de lascuales se hacen las epidemias simples y solas (...) son malignasinfecciones influidas del cielo al ayre (sic) por particulares aspec-tos y configuraciones de Planetas y varias mezclas y juntas de es-trellas...”. Es conveniente hacer notar que los antiguos entendíanpor “infección” todo lo que tenía por efecto corromper el aire, y nofue sino en el siglo XIX que se trató de diferenciarlo del “contagio”.

Casi cincuenta años después de Bermejo, el padre jesuita J.Gumilla, Superior General de las Misiones Jesuitas de Orinoco, es-cribía al respecto:

supongo que nadie questiona, ni duda de la existencia de inmu-merables poros, por donde los cuerpos de los vivientes y los in-sensibles exhalan cantidad de efluvios, ya saludables, ya noscivos;estos corren con el ayre, ya favorables, ya danosos, según la va-riedad de sus qualidades, y la diversa disposición de los cuerposen que se introducen [135].

Luis Ángel Ugarte, después de analizar las transcripciones delos contenidos de las obras médicas publicadas en el Perú virreinal,hasta el final del siglo XVII, concluye:

las transcripciones... parecen demostrar categóricamente, el es-tancamiento de la Medicina Peruana: Hipócrates y Galeno impe-ran en absoluto y sin restricciones en el pensamiento médico...La Astrología Médica, que interpreta la influencia de los astrossobre la salud humana por acción que podría decirse sobrenatu-ral y en cierto modo mágica, es creencia predominante. La in-fluencia directa e inmediata de la voluntad divina, expresada enepidemias y muertes enviadas por Dios como castigo a los pue-blos, en el nacimiento de monstruos y otras manifestaciones dela “cólera divina” eran también plenamente aceptados (...) No se

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menciona, probablemente por desconocerlos en absoluto, aParacelso sus entia, ni a Santorio y sus mediciones, que florecie-ron en Europa el siglo anterior; ni a... las doctrinas yatroquímicas;menos aún a Harvey y la circulación de la sangre, ni a Descartesy su teoría corpuscular ni a las doctrinas yatrofísicas que revolu-cionaron la medicina del siglo XVII [136].

Ilustración, Ciencia y Unanue

A medida que avanza el siglo XVIII las nuevas doctrinas filosóficasy científicas se van conociendo en el Perú en sus formulacionesoriginales o a través de traducciones o reseñas de las obras de losprincipales filósofos y científicos. Un factor que favoreció la difu-sión de esas doctrinas fue la influencia ejercida por los viajerosilustrados que visitaron el Perú en el siglo XVIII y principios delsiglo XIX. Las visitas de Alexander von Humboldt y Tadeo Hanke,al igual que las expediciones científicas de los hermanos Ulloa(1735), la de la Academia de París, representada por P. Bouger, L.Gaudin y C. de la Condamine, que venían a medir el arco meri-diano, la expedición Botánica de Dombey, Ruiz y Pavón (1778) yla de Malaspina (1790) dieron impulso a la inquietud científica.Por otro lado profesionales europeos que radicaron en el Perú,como los médicos Pedro Petit, Federico Bottoni y Martín Delgar,contribuyeron también al conocimiento de las nuevas doctrinascientíficas en la comunidad médica del país [76].

Además, después de la expulsión de los jesuitas la acción delos profesores laicos, como Pedro de Peralta Barnuevo y Rocha(1663-1743), favoreció dicha difusión. De gran talento y erudiciónrepresentó, aparte de su tendencia mística, un espíritu abierto alas formas modernas del saber científico y de sistemas como losde Copérnico, Gasendi y Descartes, de los cuales se sirvió paracriticar la doctrina escolástica. Sin embargo, en su carácter de ca-tedrático de Prima de Matemática de la Real Universidad de SanMarcos y de Cosmógrafo Mayor del Reino continuaba establecien-do —en la publicación El Conocimiento de los Tiempos, Ephemerides

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del año 17... (de 1732 a 1743)— juicios y pronósticos de la enferme-dad con base en la Astrología. Al igual que los otros cosmógrafosde la Colonia fundamentaban sus pronósticos constitucionales condatos resultantes de la observación de las estrellas. Por ejemplo,al hacer los pronósticos sobre la salud de la población de Limapara el año 1732, escribía:

Estío: Y aunque la Luna en Libra amenaza algunas muertes, lasdesvanece Jupiter con que está en exacta conjunción. Sin embar-go recelo dolores de ojos (...) Otoño: Será esta fructífera estaciónmas enferma que sana, por que Mercurio y Marte, como si fue-ran vestibulo de Abysmos sus Espheras se traen consigo séquitode enfermedades, bien molestas Toses, dolores de oydos, de vien-tre y orina, con amenazas de Viruelas y Sarampión (...) Invierno:Será de Sazon bien templada, y no menos pluviosa. Sin embar-go observese parsimonia, para librarse de algunas enfermeda-des, y tumores porque la Luna, embidiosa de aquella ilustre Es-trella, les amenaza con algunas muertes (...) Primavera: Todo elmundo se modere en el mantenimiento, en las pasiones y en eltrabajo. Armarse de alegria, sosiego y dieta contra los males ame-nazados, esto es daños, y dolores de oydos, viruela, sarampion,y otros accidentes de riesgo que amenazan a la juventud y al serhumano [77].

Recién en 1750, el padre Juan Rer, quien había asumido lacátedra de Prima de Matemáticas y estaba a cargo de la publica-ción de El Conocimiento de los Tiempos, hace en ella una adverten-cia acerca de la Astrología y sus pronósticos, en la que distinguíala Astronomía, que observa el movimiento del sol, las lunas y losplanetas y de acuerdo a esas observaciones hace pronósticos deeclipse del sol y la luna basados en reglas científicas y la Astrolo-gía que pretende “pronosticar con muy débiles o ningún funda-mento, Tempestades, Temblores, Hambrunas, Guerras y aun losvarios sucesos...” [76].

El español Cosme Bueno (1711-1798), sucesor de Rer y consi-derado el continuador de la obra de Peralta, ocupó el mismo car-go que ellos y dictó, además, la cátedra de Método de Galeno en laUniversidad de San Marcos, cuando Unanue hacía sus estudios

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médicos universitarios. Había seguido estudios de farmacia y demedicina, y abandonó las ideas peripatéticas para convertirse enun difusor de la física newtoniana y de las doctrinas médicas deBeerhave. Encargado de la edición de El Conocimiento de los Tiem-pos y como Cosmógrafo Mayor del Reino, preparó los “Almana-ques” donde analizó las incidencias físico-médicas de la pobla-ción de Lima y del Perú. En opinión de J. Lastres, los “Almanaques”constituyen una especie de Geografía Médica y Metereopatologíadonde se puede reconstruir, sobre la base de datos fidedignamenteconstatados, el estado de clima, las enfermedades causadas porlos cambios atmosféricos, el estado de clima, los terremotos, etc.[76]. Fue uno de los primeros en trazar la geografía médica perua-na e informa en una de esas publicaciones:

Las quebradas son muy enfermizas, en que se notan dos castasde males, que también se observan en otras provincias frías. Eluno es de berrugas que en no brotando a tiempo suele ser en-fermedad bien molesta y peligrosa. El otro es una llaga corro-siva, especialmente en la cara, de dificilísima curación y de queperecen algunos [133].

Gabriel Moreno en su Elogio al Dr. Cosme Bueno, que se publi-có al año siguiente del fallecimiento del sabio, testimoniaba:

Nuestros estudios físico médicos de aquel tiempo estaban redu-cidos al puro peripatetismo... El doctor don Cosme, abandonandola ruta común... Primer prosélito de Newton en el Perú, adqui-rió la regla y exactitud de su espíritu a fuerza de estudiarlo... buscóla realidad en Hipócrates, Areteo y Celso, sus más antiguas ypuras fuentes, recorriendo con indecible trabajo, todos los escri-tores que en los siglos subsiguientes habían seguido sus pasos,hasta encontrar con la Escuela Boerhaviana que ya empezaba aresonar en el Nuevo mundo. Fue el primero que en esto supovenerar al restaurados de la Medicina... [137].

Por su parte, Luis A. Ugarte hace una revisión del contenidode seis de las obras publicadas por Cosme Bueno, entre 1756 y1796, y después de celebrar que con ellas se comenzó a vencer elmenosprecio que la intelectualidad peruana sentía por las cien-

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cias físicas, advierte el retraso de dicho contenido, con relación alos avances que se producían en Europa, haciendo los siguientescomentarios:

se aprecia una fuerte influencia de las doctrinas yatrofísicas queestuvieron de boga en Europa el siglo anterior... Hay tambiéninfluencia de la teoría de la tonicidad y laxitud de las fibras deHoffman... Casi todos los autores que cita han florecido en si-glos anteriores o muy al comienzo del siglo XVIII... Recién en 1796hace referencia a la teoría del flogisto de Stahl publicada antes de1734 [136].

José Hipólito Unanue Pavón (1755-1833), médico, prócer de laIndependencia, contribuyó a la formación de la “Sociedad Acadé-mica de Amantes del País” (1790), y bajo el seudónimo de “Aristio”colaboró en el Mercurio Peruano. Creador del Anfiteatro Anatómi-co (1792), fundó la Escuela de Medicina de San Fernando (1808) ycontribuyó poderosamente con sus conferencias y escritos a darmayor extensión a los conocimientos de la medicina, la cirugía, lahigiene y la sanidad. Discípulo de Cosme Bueno hacía, en 1792,los siguientes comentarios:

... Contaminado el aire, la tierra y los vientos varió el genio ycurso de las endémicas. Adquiriendo por la negligencia fuer-zas formidables, las benignas se hicieron perniciosas, entre-tanto que las esporádicas y estacionarias aceleraban sus perío-dos. Llegó el tiempo fatal en que bajo un cielo donde jamáshabían dominado las pestilencias, cada accidente es una pesteterrible... Las convulsiones arrasan sin piedad los hermosos pim-pollos... Las fiebres eruptivas son un astro maligno, cuyos te-mibles influjos no perdonan...; y en un país poblado de bos-ques de cascarilla, corren las intermitentes arrasándolo de unextremo a otro (...) Delante de la muerte marchan la consterna-ción y la miseria. Convertidos en hospitales los pueblos, cadahabitación es un retrete... [97].

En el año 1803, en su discurso sobre el panteón del conventode San Francisco, afirmaba:

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Lima por razón de su clima cálido y húmedo y método de susentierros es la más expuesta a que la dañen los cadáveres. Todala infección de estos proviene de que los factores pestilentes quese levantan de ellos, alteran y corrompen el aire que respira-mos. Pues nada acelera y aumenta tantos estos vapores como elcalor y la humedad; estos son principales agentes de la corrup-ción y disolución de los cuerpos... Y debe advertirse que el con-tagio introducido por la boca hace estragos incomparablemen-te mayores que los que resultan del que se introduce por el cu-tis, aplicándose el cuerpo sano al enfermo [136].

Unanue publicó en 1806, a los 51 años de edad, su obra cum-bre Observaciones sobre el clima de Lima, y sus influencias en seres or-ganizados, en especial el hombre [138]. El contenido de esta obra, quese constituyó en un texto de referencia obligada de los estudiosmédicos en el Perú republicano, está organizado en cinco partes:

•En la primera se trata acerca de los accidentes geográficos deLima, las variaciones del clima y su influencia en las perso-nas como factores morbígenos. En las observacionesmetereológicas se ocupa de las influencias del sol y estacio-nes del año, la luna, los eclipses, vientos y lluvias.

•En la segunda se ocupa de la influencia del clima en la vege-tación, los animales y en especial en el hombre y su ingenio.Al tratar lo referente al hombre, comienza haciendo un estu-dio del efecto diferenciado del clima sobre las razas.

•En la tercera se trata sobre las influencias del clima en lasenfermedades del organismo y del ánimo y los medios parapreservarse de ellas; tomando precauciones en la niñez y enlas demás edades. De esta parte de la obra transcribimos lassiguientes afirmaciones:

El hombre, antes de morir, padece muchas alteraciones en su sa-lud. Una parte de éstas proviene del abuso que hace de las cosasque se le concedieron para su subsistencia y recreo; la otra de lascalidades del cielo bajo el cual mora. Y aún a las primeras extien-de el clima sus influencias: pues según las disposiciones que en-

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gendra en nuestros cuerpos, así es la capacidad de éstos para re-sistir o ceder el daño que les amenaza (...) Por eso el estudio deMedicina debería empezar por el clima, pues que según la variaposición y condiciones de éste deben variar en la aplicación delas reglas generales de aquélla (...) El calor y la humedad combi-nados hacen endebles los cuerpos y los exponen a todos los ma-les que nacen de esta condición en los diversos tiempos de vida.

•La cuarta, trata de los medios de curar las enfermedades delclima; sobre la dieta y los remedios.

•La quinta, estudia la constitución epidémica de Lima en 1799,señalando la patología médica en las diversas estaciones.

De la lectura de esta última obra se infiere que Unanue seguíamuy de cerca los progresos de la Medicina y que sus conocimien-tos estaban a la altura de los más avanzados de su época: “cono-ce y cita los descubrimientos médicos o relacionados con la medi-cina. Hechos en Europa relativamente pocos años antes”, y tratade aplicarlos a la realidad nacional. Así recibe elogios de perso-nalidades contemporáneas suyas como Humboldt y los colabora-dores de revistas de prestigio, como era el caso del Memorial Lite-rario de Madrid. Además 150 años después, el historiador GeorgeRosen la consagra, en su A History of Public Health , como una delas más importantes obras de Geografía Médica que circulaban afines del siglo XVIII e inicios del XIX [136].

Al final de la época colonial latinoamericana los mejores fru-tos del movimiento cultural de la Ilustración, en el campo de lasalud colectiva, se resumen en: las publicaciones de HipólitoUnanue (1755-1833); los estudios de Eugenio Espejo (1747-1795)sobre las características de la viruela y la higiene en la Presiden-cia de Quito; y los de José Celestino Mutis (1732-1808) sobre elcarate o pinta en Nueva Granada [85]. Todos ellas, a partir de lateoría “atmosférica-miasmática”.

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Legitimación de la higiene pública

Responsabilidad del Estado en el cuidado de la salud

De acuerdo al pensamiento de la época, la autoridad ejercida porla Corona española sobre sus súbditos para dirigir y organizar losesfuerzos colectivos para el logro del bienestar y, en consecuen-cia, de la salud de los miembros de la sociedad colonial se deriva-ba del “derecho divino” del rey a ejercer dicha autoridad. Normasuprema legitimada en el mundo occidental, hasta el siglo XVII, apartir de las ideas de los griegos sobre el carácter natural de la“justicia distributiva” y las de Tomás de Aquino sobre la organi-zación del Estado y la preeminencia de la norma del “bien común”.La meta del bien común, parte esencial de la política social espa-ñola, se basaba en la convicción de que lo divino y lo secular es-tán íntimamente relacionados.

Las relaciones del rey con sus súbditos eran verticales y esta-ban mediatizadas por la organización estamental y corporativa dela sociedad colonial. Cada súbdito real pertenecía a un estamentoy a un grupo social o corporación según su origen social, su ocu-pación o su raza. Las distintas corporaciones tenían cartas de cons-titución que enumeraban los derechos y las obligaciones de susmiembros particulares. Pero tales “derechos” eran consideradoscomo “privilegios” concedidos por el Rey. Las obligaciones teníansu origen en el hecho “natural” de haber nacido en un estamentoy una corporación determinada; y, de manera excepcional teníansu origen en la circunstancia de que el estatus social alcanzadoefectivamente por el miembro de una corporación requería que in-gresase en otra (la Iglesia, el Ejército o un gremio dado). Todos lossúbditos tenían plena conciencia de pertenecer a un pueblo, unacorporación y una raza. Esta organización imponía obligaciones“naturales” que el súbdito aceptaba como un destino en la vida ouna misión por cumplir [128].

El rey mantenía una relación de padre-hijo o de “patrón-sier-vo” con todos sus súbditos coloniales: éstos recibían la proteccióny el favor real a cambio de lealtad, servicios y cumplimiento de

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obligaciones “naturales”. Parte de esta protección real de carácterpaternalista se debía realizar, a través de la burocracia colonial,en el campo del cuidado de la vida y de la salud de los peruanos,aunque respetando los diferentes derechos de los distintosestamentos y corporaciones. Es decir, manteniendo en dicho cui-dado un carácter diferencial de acuerdo con la raza, el gremio y elrango social de la persona, en virtud del principio natural de jus-ticia distributiva.

En general, la larga “paz andina” existente entre las rebelio-nes del siglo XVI y del siglo XVIII muestra que el “derecho divino”de los reyes Habsburgo a gobernar de manera paternalista y dife-renciada —presentándose como promotores del bien común y, es-pecialmente, “defensores de los humildes”— había logrado ciertogrado de legitimación en la sociedad colonial. Es así, que “cuan-do Túpac Amaru fue a Lima en 1776 para reclamar sus derechosancestrales, fue con la ilusión de que siempre hay una justicia porencima del poder local”. Recién a partir de 1780, cuando losBorbones, en un exceso reformista, renunciaron al paternalismopara presentarse como “déspotas ilustrados” se hicieron eviden-tes, para la élite criolla peruana y sus aliados, las debilidades delos argumentos de legitimación del régimen de la Colonia [128].

Otros fundamentos del cuidado de la salud colectiva

Es a partir del Renacimiento y el posterior desarrollo de una reno-vada cultura humanista que la pobreza y la enfermedad pierdenlos matices positivos promovidos por la Iglesia católica durante elmedioevo (intersección ante Dios, acercamiento a Jesucristo, pur-ga de las propias culpas, prueba de Dios, etc.), para comenzar aprevalecer, en el pensamiento de los gobernantes católicos de Eu-ropa, sus efectos negativos (insalubridad, debilidad militar anteel enemigo, disminución de la capacidad de producir y de la ri-queza, etc.). Efectos que debían ser evitados para incrementar elpoder del Estado nacional. Desde el siglo XVI, la Corona españolaestablece una serie de regulaciones para evitar todo tipo de activi-dades que puedan afectar a la salud de la población y, por ende,

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disminuir el poderío del Estado. Además, desde el punto de vistade la práctica sanitaria, los cabildos dictan las ordenanzas de po-licía sanitaria destinadas a evitar la insalubridad. Lamentablemen-te, por razones ya comentadas, dichas regulaciones nunca llega-ron a ser cumplidas a cabalidad en el Perú colonial.

Finalmente, como ya se comentó, la monarquía borbónica, enel siglo XVIII, fomentó un ambiente más favorable para la introduc-ción en el virreinato de los nuevos conocimientos científicos pro-cedentes de Europa. De hecho, a lo largo del siglo, crece en cifrasabsolutas y porcentuales dentro del conjunto de las obras médi-cas el número de traducciones de obras modernas de Higiene Pú-blica, y los ilustrados peruanos presentan, a las autoridadesvirreinales, los argumentos teóricos suficientes para que éstasadopten las innovaciones tecnológicas utilizadas exitosamente enFrancia e Inglaterra, como eran las obras de saneamiento urbanoy la vacunación antivariólica. Así desde 1793, bajo el gobierno delvirrey Gil Lemos y Taboada, y hasta 1808, bajo el régimen deAbascal, Hipólito Unanue argumentó exitosamente la aprobacióny la aplicación de normas que mejoraran la precaria salubridadcolonial y promovió una política “ventilatoria” que limpiara Limade los basurales, pantanos y desperdicios cuyas emanaciones eranconsideradas como el origen de las enfermedades. Sus escritos ysu actuación pública contribuyeron al abandono de la costumbrede enterrar a los muertos en las iglesias, a la construcción de ce-menterios extramuros, a la organización de la baja policía encar-gada de la limpieza de las calles, a la difusión de la vacuna con-tra la viruela y al mejoramiento de los hospitales. Además, desde1805, pocos años después del informe de Edward Jenner, se esta-ba masificando en el Perú la vacunación contra la viruela.

En los años iniciales de la República peruana, bajo los go-biernos de San Martín y de Bolívar, Unanue y otros ilustradosmédicos continuarían con sus importantes aportes para la or-ganización de la higiene y la asistencia públicas, promoviendola formalización de los dispositivos legales que crearon en 1826las “Juntas de Sanidad” y la “Dirección General de Beneficen-cia Pública”.

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Legitimación de la beneficencia pública

Paz Soldán no tiene dudas de que durante la Colonia la políticade asistencia pública de la Corona española estuvo orientada porla piedad:

La moral cristiana, que tenía como principio social la caridad,fue la que impulsó a los gobernantes españoles a formular laasistencia social en la naciente colonia. El derecho divino de laautoridad monárquica de la época, aparejó asimismo el deberdivino de velar porque la piedad hiciera menos dura la condi-ción de los súbditos de España [103].

Para la moral cristiana, la “caridad” es la mejor de las virtu-des y, con relación al prójimo, es un sentimiento generalizado debenevolencia para con los otros. Sentimiento que se fundamentaen el deber moral de amar al prójimo como a nosotros mismos. De-ber que se basa, a su vez, “... en el amor a los hombres por ser to-dos hijos de Dios y, por tanto, hermanos. Los actos de caridad parael prójimo se llaman obras de misericordia”.

En su sentido más amplio la caridad conduce al cristiano vir-tuoso a hacer el bien a sus semejantes en proporción a los bienesque posee; en un sentido restringido lo lleva principalmente al cui-dado y socorro de los indigentes [139].

Durante la mayor parte de la Colonia, de acuerdo con una vi-sión ideologizada del Estado paternalista, el rey de España erapara sus súbditos lo que el padre es para los hijos. Era responsa-ble de ellos y, sabiendo lo que les era bueno, ordenaba lo que de-bían hacer para conservarse bien en cuerpo y en alma. De maneraconcordante con esta visión y el conocimiento de los abusos quese cometían en las colonias, los monarcas tuvieron que dar priori-dad a la asistencia caritativa de los indígenas mediante medidasadministrativas supuestamente efectivas. Así, se expiden al res-pecto numerosas normas, entre ellas, la Cédula Real de 7 de octu-bre de 1541 que ordena:

a los Virreyes, Audiencias y Gobernadores que por especial cui-dado provean en todos los pueblos de españoles y de indios de

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sus provincias y jurisdicciones se funden hospitales donde seancurados los pobres enfermos, y se ejercite la caridad cristiana.

Y la de 18 de septiembre de 1693 que, con relación a las soli-citudes para fundar nuevos monasterios, dispone de maneracontraria:

Apliquen las limosnas... a la continuación y manutención de unhospital, pues es obra en que tan inmediatamente ejercitan lacaridad y bien público de las provincias [112].

En relación con la función realmente cumplida por los hospi-tales en la sociedad colonial es conveniente citar a M. Foucaultcuando afirma:

Con anterioridad al siglo XVIII el hospital era una instituciónesencialmente de asistencia a los pobres, pero al mismo tiem-po... de separación y exclusión. El pobre, como tal, necesitabaasistencia y, como enfermo, era portador de enfermedades y po-sible propagador de éstas. En resumen era peligroso. De ahí lanecesidad de la existencia del hospital, tanto para recogerlocomo para proteger a los demás contra el peligro que élentrañaba. Hasta el siglo XVIII el personal ideal del hospital noera el enfermo al que había de curar sino el pobre que estabamoribundo. Se trata de una persona que necesitaba asistenciamaterial y espiritual, que ha de recibir los últimos auxilios y losúltimos sacramentos. Esta era la función principal del hospital. Elpersonal hospitalario no estaba destinado a curar al enfermo sinoa conseguir su propia salvación. Era un personal caritativo (reli-gioso o laico) que estaba en el hospital para hacer obras de mise-ricordia que le garantizaran la salvación eterna. Por consiguien-te, la institución servía para salvar el alma del pobre en el mo-mento de la muerte y también del personal que lo cuidaba [140].

Las afirmaciones de Foucault son concordantes con las opi-niones de Unanue y Paz Soldán cuando éstos se refieren a los hos-pitales coloniales, también denominados “Casas de Misericordia”.Unanue testimonia, en enero de 1808:

Un hospital es una casa consagrada por la piedad para que loshombres indigentes que no pueden ser asistidos en sus propias

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casas, en los mayores de nuestros males que son las enferme-dades, se refugien allí donde encuentren médicos y medicinasy una asistencia dulce y arreglada que pueda consolarlos en ellas...[112].

Asimismo Paz Soldán, revisando otros testimonios de la épo-ca, opina:

A los hospitales y demás centros de asistencia para los enfer-mos, los huérfanos, los desvalidos y los pobres se tuvieron, loque fue un admirable acierto, más que como órganos de acciónmédica y asistencial, como instrumentos insuperables para rea-lizar, por el amparo social, la fraternidad cristiana. La caridadpuso en esta inmensa tarea humana, luz inextinguible [103].

En lo referente a la asistencia hospitalaria específicamente di-rigida a los indígenas, Paz Soldán hace el siguiente comentario:

España creó un derecho a la asistencia, digna de nuestro recuer-do y nuestra alabanza. La enfermedad del indio, al par que leexceptuaba del pago de tributos y de ejecutar los trabajos demitas y obrajes, le daba derecho a ser asistido en los hospitales(...) Eso fue una consecuencia natural del hecho de que los in-dios, después de haberse debatido sobre si eran o no seres racio-nales, se acabó por concederles un Alma que había que salvar.Así nació lo que ha llamado la Asistencia espiritual, religiosa [103].

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