CAPACIDADES FÍSICAS BÁSICAS: Evolución y factores que influyen en su desarrollo
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CAPACIDADES FISICAS BASICAS, SU EVOLUCIÓN Y FACTORES QUE INFLUYEN
EN SU DESARROLLO.
ESQUEMA-GUIÓN
1. UBICACIÓN DE LAS CAPACIDADES FÍSICAS BÁSICAS EN LA MOTRICIDAD HUMANA. 1.1. Breve descripción de los mecanismos implicados en la ejecución motriz. 1.2. Las capacidades físicas básicas como componentes del mecanismo de ejecución motriz. 2. CLASIFICACIÓN DE LAS CAPACIDADES FÍSICAS BÁSICAS. 2.1. Breve repaso a algunos sistemas de clasificación de las capacidades físicas básicas. 2.2. Propuesta de un sistema simplificado de clasificación de las capacidades físicas básicas aplicable a la edad escolar. 3. LAS CAPACIDADES FÍSICAS BÁSICAS: DESCRIPCIÓN, EVOLUCIÓN Y FACTORES CONDICIONANTES. 3.1. La Fuerza.
3.1.1. Concepto 3.1.2. Bases biológicas: la contracción muscular 3.1.2 Tipos 3.1.4. Factores condicionantes. 3.1.5. Evolución con la edad.
3.2. La Resistencia. 3.2.1. Concepto 3.2.2. Bases biológicas: las vías de aporte energético. 3.2.3. Tipos 3.2.4. Factores condicionantes y su evolución con la edad.
3.3. La Flexibilidad. 3.3.1. Concepto 3.3.2. Tipos y componentes. 3.3.3. Bases neuromusculares 3.3.4. Factores condicionantes. 3.3.5. Evolución con la edad.
3.4. La Velocidad. 3.4.1. Concepto 3.4.2. Tipos 3.4.3. Factores condicionantes. 3.4.4. Evolución con la edad.
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RESUMEN DEL TEMA
Este tema se destina a un análisis y descripción de las capacidades físicas básicas, así
como de los diferentes factores implicados en su desarrollo durante la edad escolar.
Para ello se han estructurado los contenidos del tema en 3 apartados.
En el primer apartado se analiza el papel, que en la ejecución motriz humana, juegan
las capacidades físicas básicas, llegándose a la conclusión de que éstas representan el
aspecto cuantitativo de la capacidad humana de generar movimiento. Dicho con otras
palabras, las capacidades físicas básicas suponen el aporte mecánico y energético
necesario para el cumplimiento de las órdenes motoras que dirigen el desarrollo de
nuestro movimiento. ,
El segundo apartado se destina a repasar algunos de los diferentes sistemas de
clasificación utilizados en el campo del acondicionamiento físico, así como a
proponer el sistema de clasificación que se utilizará en este tema. Por razones de
simplicidad y claridad, se considera oportuno considerar a la fuerza, la resistencia, la
velocidad y la flexibilidad como integrantes de las capacidades físicas básicas. Es
partiendo de este sistema de clasificación que se efectuará el análisis de cada una de
ellas.
Tanto el primer como el segundo apartados, tienen un carácter introductorio del
núcleo central de los contenidos del tema, que se desarrolla en el apartado tercero.
Efectivamente este apartado se destina al análisis de cada una de las 4 capacidades
físicas básicas. En este análisis se tratan aspectos como el concepto de cada capacidad,
sus bases biológicas, los diferentes tipos que puedan darse dentro de ella, los factores
que condicionan su desarrollo y la evolución de la capacidad con la edad.
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DESARROLLO DE LOS CONTENIDOS
1. UBICACIÓN DE LAS CAPACIDADES FÍSICAS BÁSICAS EN LA MOTRICIDAD HUMANA.
1.1. Breve descripción de los mecanismos implicados en la ejecución motriz.
Tal y como se amplía en temas posteriores en la ejecución motriz humana se puede
diferenciar, siguiendo el modelo propuesto por Welford, la intervención de tres
mecanismos de actuación consecutiva que la posibilitan, estos tres mecanismos son el
mecanismo perceptivo, el mecanismo decisional y el mecanismo de ejecución, que
pasaremos a describir, muy brevemente, en estas líneas.
El primer paso que debemos efectuar a la hora de poner en práctica una habilidad
motriz es informamos, tanto sobre las características del entorno en el que la vamos a
ejecutar, como sobre nuestras propias posibilidades de actuación.
De ello se encarga el mecanismo perceptivo, que intenta responder a la pregunta ¿Qué
pasa? Para ello se vale, lógicamente de la información que le proporcionan los
diferentes órganos sensoriales, tanto los que aportan información sobre el exterior
(esterocepción) como los que lo hacen de las propias características del practicante
(propiocepción).
Este proceso de percepción no se limita a una recogida pasiva de información, sino que
el sujeto busca activamente las informaciones que necesita con la finalidad de efectuar
una configuración perceptiva de la realidad que le permita abstraer las características
del ambiente y de su propia situación.
El siguiente paso, basándose por un lado en la información obtenida mediante los
procesos implícitos en el mecanismo perceptivo y, por otro lado, en los objetivos de la
tarea propuesta, escoger una respuesta motora que se adapte a ambos
requerimientos. Este proceso de elección de la respuesta, se conoce como mecanismo
decisional y en él el sujeto elige, de entre las diferentes opciones que tiene
almacenadas en la memoria, la que Considera más apropiada para resolver el
problema propuesto. Por último una vez escogida la respuesta se debe posibilitar su
puesta en práctica, su aplicación real. Para ello se debe programar, ejecutar y regular
la respuesta motriz concreta que se haya elegido, adaptándola, de forma constante, a
las características del entorno. De todo ello se encarga el mecanismo efector.
La figura 1 esquematiza la actuación sucesiva de estos tres mecanismos.
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Figura 1: Modelo simplificado del proceso de control motor.
1.2. Las capacidades físicas básicas como componentes del mecanismo de ejecución
motriz.
Dentro de este último eslabón de la capacidad humana de generar acción motriz, se ha
distinguido, de forma tradicional, entre un aporte cualitativo y un aporte cuantitativo.
La parte cualitativa de la ejecución motriz sería la responsable de la dirección y del
control del movimiento. Por decirlo con otras palabras, daría las órdenes necesarias
para su desarrollo.
Complementariamente, la parte cuantitativa del movimiento aportaría los
componentes mecánicos y energéticos necesarios para el desarrollo de éste, en otras
palabras, lo haría “materialmente” posible.
Las capacidades físicas básicas ocuparían, dentro de este modelo simplificado, el
aspecto cuantitativo de la ejecución motriz, siendo las encargadas de posibilitar
(mediante la generación de tensión muscular o el aporte de energía, por ejemplo) el
cumplimiento de las órdenes dadas.
Imaginemos, para intentar clarificar este último punto, a un sujeto enfrentándose al
levantamiento de un peso. Es más que posible que éste sujeto “sepa” realizar los
movimientos necesarios para conseguir la finalidad prevista, es decir para levantar el
peso. Así cualquier persona en condiciones normales, “sabe” agarrar el objeto a
levantar y desplazarlo mediante la extensión coordinada de los diferentes segmentos
corporales hasta la posición deseada.
Supongamos, pero, que se trate de un peso de tal magnitud que el sujeto, aun
“sabiendo” como moverlo no “pueda” hacerlo. En este caso, atribuiremos a una falta
de fuerza muscular la incapacidad del sujeto de conseguir la tarea propuesta. Es decir
que lo que falla no es el aspecto cualitativo (saber hacer) del movimiento, sino el
aspecto cuantitativo (“poder hacer”) de éste.
Pongamos otro ejemplo. La habilidad de correr es una habilidad alcanzada, desde muy
temprana edad, por parte de los sujetos que no presentan algún tipo de minusvalías.
Sin embargo, pocas personas son capaces de aguantar corriendo la distancia, por
ejemplo, de una Maratón. Al igual que en el caso anterior, lo que falla aquí no es el
saber ejecutar una habilidad, sino el tener la capacidad necesaria para ejecutarla
dentro de unos requerimientos determinados.
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A lo largo de este tema se describirán y analizarán las diferentes capacidades que,
dentro del mecanismo de ejecución, constituyen su aspecto cuantitativo, es decir, se
describirán las capacidades físicas básicas. Antes de iniciar éste análisis es importante
efectuar una clasificación de estas capacidades que facilite su estudio y comprensión.
2. CLASIFICACIÓN DE LAS CAPACIDADES FÍSICAS BÁSICAS.
2.1. Breve repaso a algunos sistemas de clasificación de las capacidades físicas
básicas.
Han sido varios los autores que se han propuesto efectuar una clasificación de las
capacidades físicas básicas y del papel que estas juegan dentro de la motricidad
humana.
Hegedus [1973], en Mora, [1989] distingue entre la técnica (que representaría el
aspecto cualitativo del movimiento) y lo que él denomina como acondicionamiento
físico básico, que incluye la fuerza, la velocidad y la resistencia.
En esta misma línea, Manno [1986] diferencia entre las capacidades coordinativas y las
capacidades condicionales, dentro de las que incluye a la fuerza, la resistencia, la
velocidad y la flexibilidad.
Igualmente Dassell y Haag [1975], en Mora op cit) diferencian entre la coordinación y 3
cualidades físicas (fuerza, velocidad y resistencia) entre las que se dan cualidades
“mixtas” (fuerza explosiva, fuerza resistencia y resistencia en velocidad) tal y como se
muestra en la figura 2.
Grosser et al (Grosser [1988]) efectúan por su parte una clasificación de la condición
física dividida en fuerza, rapidez, resistencia y movilidad, todas ellas con subdivisiones
e influidas, en su conjunto, por diferentes aspectos como por ejemplo la edad, la
“psique” o el momento del entrenamiento, tal y como se muestra en la figura 3.
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Figura 3: El sistema de clasificación de Grosser [1989]
Bouchard ([1970], en Mora, por su parte añade una comparación entre las estructuras
corporales y las cualidades que ellas generan, acercándose, a pesar de su antigüedad, a
las tendencias más modernas ya que distinguen entre cualidades orgánicas (o
responsables del aporte energético necesario para cualquier actividad) de tipo
muscular (responsables de la producción de la tensión muscular) y “perceptivo-
cinéticas” (en las que incluyen además de las coordinaciones, determinadas
manifestaciones de la velocidad).
Por último, el propio Mora (op cit) propone un sistema de clasificación en el que, a
partir de 3 sistemas iniciales (el sistema de movimiento encargado de la producción
mecánica, el sistema de alimentación encargado del aporte energético y el sistema de
dirección encargado de la coordinación del movimiento) se diferencian una serie de
cualidades físicas. Así, la fuerza, la velocidad y la flexibilidad se originarían en el
sistema de movimiento, mientras que la resistencia aeróbica y la anaeróbica
provendrían del sistema de alimentaci4n,
De todos estos sistemas de clasificación podemos extraer una serie de conclusiones
comunes:
– Primeramente observamos que, en muchas de ellas, se mantienen como cualidades
o capacidades físicas la fuerza, la resistencia, la velocidad y la flexibilidad.
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– En segundo lugar, en algunas de estas clasificaciones se presenta la diferenciación
entre el aspecto coordinativo (o cualitativo) y el condicional (o cuantitativo) del
movimiento, estando las cuatro capacidades físicas básicas antes incluidas en el
segundo, a excepción hecha de Bouchard, quien incluye a la velocidad dentro de las
denominadas cualidades perceptivo-cinéticas.
– Por último, en algunos sistemas de clasificación como por ejemplo en el de Dassell y
Haag, se puede encontrar la existencia de cualidades mixtas o producto de la “fusión”
de dos capacidades básicas (de la fuerza y de la velocidad nace, por ejemplo, la fuerza
rápida).
¿Qué sistema de clasificación utilizaremos para sistematizar este tema?
2.2. Propuesta de un sistema simplificado de clasificación de las capacidades físicas
básicas aplicable a la edad escolar.
Teniendo en cuenta la etapa en la que se deberá aplicar este trabajo (la infancia y la
pre adolescencia), el entorno, en el cual se hará (la escuela, con la simplificación de
objetivos y contenidos que éste entorno, en el campo del acondicionamiento físico
conlleva) y las características de este trabajo, hemos optado por la adopción de un
sistema simplificado de clasificación de las capacidades físicas básicas. Así, al igual que
Manno consideraremos las capacidades condicionales divididas en 4 grandes bloques
como son la fuerza, la velocidad, la resistencia y la flexibilidad, de las cuales nacerán
diferentes subdivisiones.
La razón de ser principal de esta elección radica en su simplicidad y en la claridad, por
ser términos muy utilizados en el lenguaje cotidiano, de cara a su comprensión.
Somos conscientes de que en la actualidad se tiende hacia otros sistemas de
clasificación (que agrupan, por un lado los mecanismos de aporte energético y por otro
las propiedades contráctiles de los músculos para explicar las diferentes
manifestaciones de la condición física) pero creemos que tales sistemas podrían
generar mayores problemas de comprensión. Igualmente somos conscientes de que,
en el sistema escogido, se hace difícil de delimitar claramente donde empieza una
cualidad y dónde la otra (fuerza-resistencia, fuerza-velocidad,…). Es decir que somos
conscientes de que la diferenciación en 4 cualidades físicas básicas, no responde
completamente a unos criterios reales y objetivos, sino a unos criterios
simplificadores.
Con todo, creemos que dadas las condiciones de aplicación y las características de este
trabajo, nos hallamos frente a un sistema de clasificación óptimo. Óptimo en tanto en
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cuanto recoge las diferentes expresiones del acondicionamiento físico y lo hace de una
forma suficientemente clara y explícita.
3. LAS CAPACIDADES FÍSICAS BÁSICAS: DESCRIPCIÓN, EVOLUCIÓN Y FACTORES CONDICIONANTES
3.1. La Fuerza.
3.1.1. Concepto. La fuerza
Por fuerza entendemos aquella capacidad de los músculos de producir una tensión con
el fin de vencer una resistencia externa.
3.1.2. Bases biológicas: la contracción muscular.
Los músculos son capaces de desarrollar tensión porque son capaces de contraerse, de
disminuir su tamaño, como respuesta a la excitación nerviosa.
Así, cuando un músculo se contrae, tira de las palancas óseas a las que está fijado y, si
es capaz de vencer la resistencia a la que se le somete, genera movimiento.
La capacidad contráctil de los músculos radica en su estructura fibrilar. Las fibras
musculares la célula básica del tejido muscular. De esta forma, un músculo está
compuesto por “paquetes” de fibras musculares (los fascículos). A su vez, las fibras
musculares están compuestas por multitud de miofibrillas son la base estructural del
músculo
Estas miofibrillas están, básicamente formadas, por unas proteínas contráctiles que
reciben el nombre de actina y miosina, de tal forma que las moléculas de miosina
sirven de “puente” o de unión a las moléculas de actina.
Cuando llega al músculo la excitación nerviosa, se producen una serie de cambios
bioquímicos cuyo resultado final es el acercamiento de las moléculas de actina,
aprovechando para ello el puente que les supone la presencia de moléculas de
miosina. Cuando este acercamiento se da de forma generalizada en la masa muscular,
el músculo disminuye su tamaño, se contrae, provocando, si es capaz de superar la
resistencia a la que se opone, el movimiento de las palancas óseas a las que está
conectado.
Este proceso de acercamiento entre moléculas de actina se denomina contracción y es
seguido por la relajación, que se produce al desaparecer la estimulación nerviosa y que
consiste en el alejamiento de estas moléculas, para devolver así el músculo a su
tamaño y estado inicial.
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Ambos procesos, contracción y relajación, requieren para su desarrollo un aporte de
energía, que les suministrará, tal y como se explicará más adelante, un compuesto
denominado ATP.
El acercamiento entre moléculas de acuna responde a la ley fisiológica del “todo o
nada”. Esto quiere decir que las moléculas o se acercan o no se acercan, pero si lo
hacen, lo hacen siempre de la misma forma, con la misma magnitud, no existiendo
término medio.
Sin embargo, no siempre que un músculo se contrae lo hace con la misma intensidad,
sino que somos capaces de regular la fuerza que desarrollamos ¿cómo es esto posible?
La posibilidad de control del nivel de fuerza ejercida radica en la posibilidad de
controlar el número de fibras musculares que se contraen, de tal forma que, a mayor
número de fibras contraídas, superior nivel de fuerza ejercido.
En efecto las neuronas encargadas de conducir la excitación hasta los diferentes
grupos musculares (moto neuronas alfa) se van ramificando de tal forma que cada
pequeña terminación nerviosa es la encargada de inervar, de portar la señal eléctrica,
a un número determinado de fibras musculares. A la terminación nerviosa y el
conjunto de fibras musculares que inervase le denomina “unidad motora”. Así, todas
las fibras pertenecientes a una misma unidad motora se contraerán o relajarán “de
forma simultánea, dado que su inervación es común. A la unión entre la terminación
nerviosa y la fibra muscular se la conoce como placa motora, siendo el lugar en el que
se produce la última sinapsis, es decir la última unión, en este caso entre la fibra
nerviosa y la fibra muscular.
Así, si necesitamos ejercer altos niveles de fuerza, reclutaremos un gran número de
unidades motoras a la vez, mientras que si el nivel de fuerza que precisamos es bajo,
utilizaremos pocas unidades motoras de forma simultánea.
Dentro del músculo hallamos también componentes que no poseen la capacidad de
contraerse, las denominadas estructuras no contráctiles, por ejemplo, los tendones
(encargados de transmitir la tensión desarrollada a las palancas óseas) o los múltiples
velos que recubren las diferentes estructuras musculares (endomisio, perimisio…).
Tampoco todas las fibras musculares son del mismo tipo. Así, se distinguen dos
grandes tipos de fibras musculares: las fibras lentas (también denominadas rojas, tipo I
o ST) y las fibras rápidas (conocidas también como blancas, tipo II o FT).
Las primeras, están altamente vascularizadas y se caracterizan por su alto contenido
en mioglobina y por la gran cantidad de mitocondrias que contienen. La velocidad de
contracción que pueden desarrollar es baja pero su fatigabilidad también lo es. Todos
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estos factores determinan que las fibras de tipo I sean las encargadas de dar respuesta
a trabajos poco intensos pero de larga duración, característicos, como veremos más
adelante, de regímenes aeróbicos de aporte de energía.
Dentro del segundo tipo de fibras se distingue a su vez entre las fibras tipo IIa y las Ilb.
Las fibras lIb representan el tipo antagónico a las fibras de tipo I. Así están muy
pobremente vascularizadas, su contenido en mioglobina es muy bajo y presentan altos
niveles de concentración del enzima ATPasa. Todo esto conlleva que la repuesta
contráctil de este tipo de fibras sea muy rápida pero de alta fatigabilidad, es decir que
dan respuesta a trabajos muy intensos pero cortos, característicos de los regímenes
anaeróbicos de aporte energético. Las fibras lIa, igualmente englobadas dentro de las
fibras rápidas, representan, un eslabón intermedió entre las fibras I y las fibras IIb.
Estos tipos de fibras están presentes, en diferentes proporciones, en todos los
músculos, existiendo un predominio de uno u otro tipo que varía según el individuo y
según el grupo muscular. Así existen determinados grupos musculares con mayor
presencia de fibras rápidas (musculatura denominada “fásica”) que se caracterizan por
ser capaces de desarrollar altas velocidades de contracción. Por contra, otros grupos
musculares (los denominados “tónicos”) presentan porcentajes muy reducidos de
fibras rápidas y, por lo tantoun gran predominio de fibras lentas. Estos músculos se
caracterizan por ser capaces de mantener estados de contracción durante largos
períodos de tiempo, aunque la velocidad que son capaces de desarrollar no sea muy
elevada.
Igualmente se ha comprobado que el porcentaje de fibras rápidas/lentas varía según
los individuos. De esta forma, un sujeto con mayor capacidad relativa de fibras rápidas
se caracterizará por destacar en aquellas tareas en las que la fuerza rápida, la potencia
o la velocidad sean requeridas. Por el contrario, los sujetos con predominio relativo de
fibras lentas, se caracterizaran por ser capaces de mantener esfuerzos durante largos
períodos de tiempo, no estando excesivamente predispuestos a efectuar
contracciones rápidas y potentes.
Aunque existen importantes discusiones sobre la capacidad de transformación, debida
al entrenamiento físico, de un tipo de fibras a otro, parece comprobado que el paso de
fibras rápidas a lentas es relativamente fácil, mientras que el inverso, la
transformación de fibras lentas en rápidas, es mucho más complejo, incluso, para
muchos autores, imposible.
3.1.3. Tipos de Fuerza
Podemos clasificar la fuerza según el tipo de contracción muscular generado y según la
resistencia que se supera.
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a) Según la contracción muscular:
Se distinguen, según el músculo sea capaz o no de superar la resistencia a la que se le
somete, dos tipos de contracción muscular, la isométrica y la isotónica. Se da una
contracción isométrica cuando el músculo no es capaz de superar la resistencia que se
le ofrece, no generando, por tanto, movimiento.
En este tipo de contracción las partes contráctiles del músculo se ven acortadas,
mientras que las no contráctiles se ven estiradas.
En la contracción isotónica el músculo sí que es capaz de vencer la resistencia
generándose, por tanto, movimiento.
Dentro de la contracción isotónica podemos distinguir, a su vez, entre la contracción
concéntrica y contracción excéntrica. Por contracción concéntrica entendemos aquella
en la que todo el trabajo del músculo se traduce en un acortamiento de su tamaño.
Este tipo de contracción se da, por ejemplo, cuando se levanta un objeto.
Hablamos de contracción excéntrica cuando todo el trabajo del músculo se destina a
resistir su alargamiento. Por ejemplo, imaginemos que, estando con el antebrazo
flexionado sobre el brazo nos cargan en las manos un peso superior al que somos
capaces de sostener. Aunque todo el trabajo de la musculatura flexora se traducirá en
un intento por frenar su alargamiento, éste, dado que el peso que se soporta supera
las posibilidades del músculo, se producirá igualmente. Es decir que, aunque el
músculo trabaje para acortarse el resultado final será su alargamiento, producido por
la existencia de una resistencia muy alta.
Vemos pues que esta primera clasificación de la fuerza atendiendo al tipo de
contracción muscular, se puede resumir atendiendo únicamente a la relación entre la
fuerza que puede generar el músculo y la resistencia que se pretende vencer. Si la
fuerza muscular es superior a la resistencia ofrecida nos hallaremos frente a una
contracción isotónica concéntrica. Si ambas son iguales tendremos una contracción
isométrica. Por último, si la resistencia ofrecida es superior a la fuerza generada, nos
hallaremos frente a una contracción isotónica excéntrica.
b) Según la resistencia superada:
Dentro de las contracciones isotónicas concéntricas podemos distinguir, según la
magnitud de la resistencia superada (y siempre teniendo en cuenta que el músculo va
a ser capaz de superarla) y la velocidad o duración del trabajo, entre tres grandes tipos
elementales de fuerza: la fuerza máxima, la fuerza rápida y la fuerza resistencia.
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Hablamos de fuerza máxima cuando un grupo muscular supera una resistencia máxima
para sus posibilidades, es decir, cuando nos acercamos a la máxima resistencia que un
músculo es capaz de superar. Un ejemplo de actividad deportiva donde se utiliza la
fuerza máxima lo constituye la halterofilia.
Hablamos de fuerza rápida cuando un grupo muscular supera una resistencia no
máxima haciéndolo a alta velocidad. El lanzamiento de peso, la carrera de velocidad o
el salto, son ejemplos de actividades donde se emplea la fuerza rápida.
Por último, la fuerza resistencia se da en aquellas actividades en las que, una
resistencia leve, se vence durante un largo período de tiempo. El remo es un buen
ejemplo de actividad deportiva donde se usa la fuerza resistencia.
Esta última clasificación admite la existencia de diversas subdivisiones y matizaciones
que, en aras a una superior simplificación, no recogeremos en estas líneas.
3.1.4. Factores condicionantes de la fuerza
Podemos distinguir, siguiendo a Cometti tres grandes grupos de factores
condicionantes del nivel de fuerza muscular: los factores estructurales (o los relativos a
la propia composición del músculo), los factores nerviosos (que son los que hacen
relación a la utilización de las unidades motrices) y los factores ligados al estiramiento
muscular (los cuales potencian, en determinadas situaciones, la contracción muscular).
a) Factores estructurales:
Dentro de los factores estructurales distinguiremos, básicamente entre la hipertrofia
muscular y el tipo de fibras.
Por hipertrofia entendemos, literalmente, el aumento de volumen que sufren los
músculos como consecuencia de un entrenamiento adecuado. Este aumento de
volumen (otros autores hablan de aumento de la sección transversal del músculo) se
produce por la contribución de varios aspectos como el aumento del número y de la
talla de miofibrillas, el aumento de la cantidad de tejido conjuntivo (colágeno y otros
tejidos; musculares no contráctiles) y el aumento en la vascularización del grupo
muscular. Otros autores hablan también de un aumento en el número de fibras
musculares aunque, sobre este aspecto, existe una ya clásica controversia dado que,
en opinión de otros expertos, no se puede aumentar, con el entrenamiento, el número
de fibras musculares en los humanos.
La influencia positiva del aumento de la sección transversal sobre la fuerza que el
músculo es capaz de generar es un hecho admitido desde hace ya mucho tiempo.
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En relación al predominio relativo de uno u otro tipo de fibras musculares, nos
remitimos al apartado 3.1.2. de éste mismo tema. Simplemente afirmaremos que a
mayor proporción de fibras rápidas el individuo será capaz de desarrollar niveles
superiores de fuerza, tanto máxima como rápida, mientras que si el predominio es de
fibras lentas, el sujeto se caracterizará por una alta resistencia al esfuerzo.
b) Factores nerviosos:
Los factores nerviosos son también muy importantes a la hora de condicionar la fuerza
muscular. ¿Qué pruebas tenemos de la contribución de los factores nerviosos en el
aumento del nivel de fuerza? Se ha comprobado que un sujeto sometido a un
entrenamiento adecuado de fuerza aumenta sus niveles de rendimiento en esta
cualidad sin que se haya producido ningún cambio estructural en su musculatura. Es
decir que, en las primeras fases del entrenamiento, donde se da un aumento del nivel
de fuerza sin que se dé ningún cambio estructural en el músculo, debemos buscar las
causas de tal mejora en otro tipo de factores. Estos factores serán los factores
nerviosos.
Así pues, y siempre de acuerdo con Comettí distinguimos dentro de los factores
nerviosos que condicionan la fuerza muscular, entre el reclutamiento de unidades
motoras, la sincronización de éstas y el aumento de la coordinación intermuscular.
La mejora en el reclutamiento de fibras significa que un sujeto es capaz, para aumentar
su nivel de fuerza, de conseguir aumentar el número de unidades motoras que actúan.
Este aumento se da básicamente mediante dos mecanismos: la suma espacial y la
suma temporal. El primero consiste en que se recluta, en un mismo espacio de tiempo,
un mayor número de unidades motoras. El segundo, consiste en que, cada unidad
motora se recluta con más frecuencia, es decir, en un número más elevado de veces
por cada unidad de tiempo.
El aumento de la sincronización expresa el hecho de que, fruto del entrenamiento,
aumenta el número de unidades motoras que trabajan de forma sincronizada, es decir
en un mismo espacio de tiempo.
Por último él aumento de la coordinación intermuscular quiere decir que, con la
práctica y el entrenamiento, el funcionamiento de los diferentes músculos implicados
en la acción (agonistas, sinergistas y antagonistas) se hace más coordinado, mejorando
de esta forma el nivel de prestación.
c) Factores ligados al estiramiento:
Se ha comprobado que en los trabajos en los que él músculo es estirado de forma
previa a la contracción el rendimiento se ve, bajo determinadas condiciones de
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ejecución, mejorado. Es decir que un músculo sometido a un pre-estiramiento
responde, en su contracción, con niveles superiores de fuerza. Por ejemplo, a la hora
de efectuar un salto vertical a pies juntos (sin carrera de impulso previa) el
rendimiento se mejora si, antes de saltar el sujeto efectúa una rápida y no
excesivamente profunda flexión de sus rodillas (de hecho la forma “natural” o
“intuitiva” de efectuar un salto máximo incluye una leve flexión de rodillas de forma
previa a su extensión). Este hecho es el que lleva a diversos autores, como Cometti, a
hablar de un tercer grupo de factores que influyen sobre la fuerza, englobados bajo el
término factores ligados al estiramiento. Dentro de este grupo hallamos la actuación
del reflejo miotático y la propia elasticidad muscular.
El reflejo miotático es la respuesta automática e involuntaria de un músculo como
respuesta a su estiramiento. Esta respuesta se da en forma de contracción. Dicho con
otras palabras, un músculo sometido a un estiramiento brusco responde, de forma
refleja, con su contracción. De esta forma, la contracción refleja se sumaría a la
contracción voluntariamente efectuada por el sujeto, y el resultado de esta suma sería
la generación de unos niveles superiores de fuerza.
Igualmente en el músculo existen determinados elementos con propiedades elásticas y
que, por tanto, son capaces de, frente a su estiramiento, responder con una
contracción o reducción de .su tamaño. Estos elementos son los tendones (fracción
pasiva de la elasticidad muscular) y los puentes actina-miosina, es decir los puntos de
unión entre las moléculas de las proteínas constituyentes de las miofibrillas, que
representarían la fracción activa de la elasticidad muscular.
3.1.5. Evolución de la fuerza con la edad.
Tal y como se ha comentado en el punto anterior, la fuerza depende de múltiples
factores (estructurales, nerviosos,…) por lo que su desarrollo con la edad va a
depender de la evolución de estos.
A continuación repasaremos algunos de los factores ligados al crecimiento que tienen
influencia en el desarrollo de esta cualidad.
– Aumento de la masa muscular: Existe un acuerdo total en afirmar que se da
una correlación entre el aumento de la masa muscular, producto del
crecimiento, y la mejora de los niveles de fuerza. Esto es lógico si se tiene en
cuenta lo que se ha afirmado en el punto anterior relativo a la relación
existente entre la fuerza y el volumen (sección transversal) del músculo.
– Mejora de la coordinación motora: Para muchos autores, la mejora de la
fuerza en la edad infantil tiene una alta correlación con el desarrollo de los
factores coordinativos, ya comentados anteriormente.
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– Influencia de las hormonas: Aunque sobre este asunto se presentan
discusiones, parece claro el importante papel de la secreción de determinadas
hormonas (testosterona,…) en relación al aumento de la fuerza. Así, en los
chicos coincide el aumento de la secreción de hormonas sexuales masculinas
(pubertad) con el mayor aumento de esta cualidad, mientras que en las chicas
se constata un nivel inferior de rendimiento debido, justamente, a las
diferencias hormonales en relación al sexo masculino.
– Efectividad de las palancas: Durante el crecimiento, los huesos crecen de
forma previa a los músculos, que lo hacen después. Esto implica una menor
efectividad de las palancas motoras, ya que las inserciones musculares en los
huesos, se hallan desplazadas hacia el punto medio de éstos. Este aspecto
podría explicar en parte el bajo rendimiento de fuerza en edades infantiles.
Además, para varios autores, este desajuste entre el crecimiento óseo y el
muscular puede comportar, en caso de trabajos musculares intensos, la
aparición de lesiones en las inserciones tendinosas, aunque sobre este punto
no exista un acuerdo total.
Al analizar la evolución con la edad de diferentes manifestaciones de la fuerza;(Malina
[1991]) podemos comprobar cómo, en términos generales, los sujetos de ambos sexos
experimentan una mejora paralela, siempre ligeramente superior en los niños, hasta,
aproximadamente los 12 o 13 años, momento en el cual, los chicos mejoran
notablemente sus niveles de fuerza mientras que las chicas se estancan e incluso
disminuyen.
3.2. La Resistencia.
3.2.1. Concepto de resistencia
Por resistencia entendemos la capacidad que tiene el organismo de soportar cargas de
trabajo de duración prolongada.
3.2.2. Bases biológicas: las vías de aporte energético.
El organismo es capaz de soportar cargas de trabajo porque tiene unos mecanismos de
aporte energético que le proporcionan la energía que necesita para llevarlas a cabo.
La “moneda energética” de nuestro organismo es un compuesto que se conoce con el
nombre de ATP (Adenosin Tri Fosfato). En tanto en cuanto dispongamos de este
compuesto, dispondremos de energía para realizar trabajo.
La pregunta es ¿Cómo puede nuestro organismo obtener este compuesto?. Se sabe
que no se puede ingerir, que no se puede obtener directamente del exterior, siendo,
por tanto, necesario sintetizarlo en el interior de la célula muscular.
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Dentro de los complejos mecanismos de obtención y uso del ATP hablaremos,
simplemente, de los tres más usados, tanto en la vida cotidiana como en la actividad
físico deportivo infantil y juvenil. Estos tres mecanismos de obtención del ATP (“vías de
aporte energético”) provienen de la degradación de los azúcares ingeridos en la
alimentación.
La primera vía de aporte energético es aquella que aprovecha las reservas que, en la
célula muscular existen de este compuesto. Estas reservas de ATP son limitadas y, en
pocos segundos, se agotan. Lo que ocurre es que en el músculo existen también unas
reservas de otro compuesto, la fosfo creatina (CP), que mediante unas reacciones
bioquímicas contribuye a formar de nuevo ATP, con lo que la posibilidad de obtención
de energía por esta vía se alarga unos segundos más. La segunda forma que tiene el
organismo para obtener ATP (siempre ciñéndonos al metabolismo de los glúcidos)
implica a toda una serie de complejas reacciones bioquímicas que se desarrollan
mayoritariamente en la mitocondria de las células musculares (y entre las que cabe
destacar el ciclo de Krebbs), cuya función es la transformación la glucosa en ATP.
De esta cadena de reacciones salen como productos el ATP (36 unidades de ATP por
cada unidad de glucosa) el anhídrido carbónico (CO2) y el agua (H2O). Como vemos, se
trata de una vía de obtención de energía muy interesante para el organismo ya que,
por un lado es altamente “rentable” (por cada unidad de glucosa obtenemos 36 de
ATP) y, por otro lado, los residuos que produce son absolutamente inofensivos para el
organismo y muy fáciles de eliminar. Por todas estas razones será la vía prioritaria de
obtención de energía para la inmensa mayoría de acciones que, cotidianamente,
desarrollemos. De todas formas esta vía necesita el aporte de oxígeno, O2, para poder
realizar sus reacciones, ya que, sin él, éstas son del todo imposibles.
En este sentido, debemos tener en cuenta que la capacidad de nuestro organismo para
introducir oxígeno desde el exterior hasta las células musculares está limitada por
numerosos factores (capacidad pulmonar, capacidad de absorción de oxígeno…) lo que
hace que no seamos siempre capaces de introducir en ellas todo el oxígeno que
necesitaríamos para obtener energía por esta vía.
¿Qué ocurre cuando necesitamos más energía de la que somos capaces de fabricar
gracias a esta vía? ¿Cómo obtenemos esta energía “extra”?
Para casos de “emergencia”, el organismo dispone de una tercera vía de aporte
energético. En ella no es necesaria la presencia de oxígeno para pasar desde el ácido
pirúvico hasta el ATOP pero, a diferencia de la anterior, por cada unidad de glucosa
solo se obtienen tres de ATP y, además, la cadena de reacciones bioquímicas genera la
producción de un residuo, el ácido láctico, que dificulta el funcionamiento muscular y
acarrea toda una serie de inconvenientes al organismo. Esta vía, mucho menos
17
rentable que la aeróbica y generadora de residuos molestos, sólo se usará para
obtener aquella energía suplementaria que el organismo no pueda obtener por la vía
anterior.
¿Qué nombre reciben estas tres vías?
Como se ha visto uno de los factores claves en su diferenciación es la necesidad de
oxígeno para obtener ATP. Cuando una vía necesita oxígeno para obtener ATP, se la
conoce con el nombre de Aeróbica, cuando no lo necesita se la denomina anaeróbica.
Así, las vías primera y tercera, al no necesitar el aporte de oxígeno para la fabricación
de ATP, se denominan anaeróbicas mientras que la vía segunda, que sí lo precisa, se
llamará aeróbica. Para diferenciar las vías primera y tercera, ambas anaeróbicas, se
recurre a la existencia o no del ácido láctico como producto de desecho de las
reacciones. Por este motivo, la vía tercera, que produce ácido láctico, se llamará
anaeróbica láctica, mientras que la primera, que no da como resultado la obtención de
este producto, recibirá el nombre de anaeróbica a láctica. La figura 11 recoge, de
forma esquemática, la actuación de estas tres vías de aporte energético.
¿En qué tipo de actividades se utilizará, de forma prioritaria, cada una de las tres
vías?
La vía anaeróbica aláctica, como se ha dicho, aprovecha las reservas celulares de ATP y
de CP. Dado que estas reservas son limitadas, esta vía de aporte energético durará
muy poco tiempo. Podemos hablar de una duración que oscila entre los 10 y los 30
segundos de actividad. Por tanto esta vía suministrará energía, fundamentalmente, en
aquellas actividades de muy corta duración y alta intensidad de ejecución (en caso de
actividades muy cortas pero también muy poco intensas no se utilizará, ya que la poca
intensidad de la actividad permitirá la utilización de la vía aeróbica).
La vía aeróbica es la que se utilizará siempre que, mediante el aporte de oxígeno,
seamos capaces de producir toda la energía que necesitemos. Dado que, como se ha
comentado anteriormente, nuestra capacidad de introducir oxígeno en nuestras
células es limitada, esta vía se utilizará en aquellas actividades de intensidad media o
suave y de larga duración.
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Por último la vía anaeróbica láctica se utilizará en aquellos casos en los que
necesitemos más energía de la que somos capaces de producir por la vía aeróbica,
complementando de alguna manera, el aporte de ésta. Así pues se utilizará en
actividades de intensidad alta (no máxima) y de duración media (entre los 30 segundos
y los dos minutos aproximadamente). Como podemos suponer, en la mayoría de los
casos se dará un aporte combinado de varias vías energéticas, es decir que la energía
total utilizada, provendrá de más de una fuente o vía de aporte energético.
3.2.3. Tipos de resistencia
Según la utilización mayoritaria de una u otra vía de aporte energético en una
determinada tarea podremos hablar de dos tipos fundamentales de resistencia, la
resistencia aeróbica, (cuando la vía mayoritaria sea la aeróbica), y la resistencia
anaeróbica (cuando lo sea la anaeróbica láctica).
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El tipo de tareas que demandan la utilización de la vía anaeróbica aláctica, no suelen
clasificarse dentro de las tareas de resistencia sino, por su corta duración y alta
intensidad; dentro de las tareas de velocidad o fuerza.
Así la resistencia aeróbica se caracteriza por dar soporte a trabajos de intensidad
media o baja pero de prolongada duración. Por contra, la resistencia anaeróbica se
utiliza en tareas de intensidad media o alta pero de corta duración (menos de dos
minutos)
La tabla 1 muestra, resumidas, las características fundamentales de ambos tipos de
resistencia.
3.2.4. Factores condicionantes y evolución de la resistencia con la edad
Es un hecho constatado (más adelante insistiremos en ello) que la resistencia aumenta,
de forma más o menos constante, a lo largo de la infancia y de la adolescencia.
En este apartado repasaremos algunos de los factores de los que depende esta
capacidad física a la vez que analizaremos cual es la evolución de éstos a lo largo de la
infancia y adolescencia, intentando con ello establecer algunos paralelismos entre la
evolución de la capacidad y la de sus factores condicionantes.
Uno de los parámetros más utilizado para explicar el rendimiento en tareas de
resistencia es la capacidad de absorción de oxígeno o VO2Max. Este parámetro mide la
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cantidad máxima de oxígeno que un individuo puede obtener del medio ambiente.
Puede expresarse en valores absolutos, es decir en mililitros de oxígeno absorbidos por
unidad de tiempo (normalmente por minuto), o en valores relativos al peso corporal,
es decir en mililitros de oxígeno absorbidos por unidad de tiempo y kilogramo del peso
corporal. Si recordamos que, para utilizar la vía aeróbica, es absolutamente necesario
aportar oxígeno a las células musculares, nos será fácil entender la relación existente
entre esta capacidad y los índices de absorción de oxígeno.
¿Cómo evoluciona la capacidad de absorción de oxígeno con la edad? Si analizamos la
evolución de la VO2Max absoluta con la edad, vejemos que ésta aumenta de forma
constante con el paso del tiempo durante la infancia y la adolescencia. Sin embargo, al
observar la evolución del V02Max relativa al peso corporal vemos que sus valores
permanecen, a lo largo del crecimiento, estables y constantes, por lo que, a primera
vista podemos pensar que la evolución de este parámetro no puede explicar, por sí
solo, la mejora de la resistencia durante la infancia.
Al igual que la absorción de oxígeno, la función cardiaca es uno de los puntos clave
para explicar el rendimiento en las pruebas de resistencia. La evolución de este órgano
con la edad aporta algunos datos de interés. Así, si bien el tamaño del corazón
aumenta con la edad, la relación entre su volumen y el peso total del cuerpo (ratio
volumen cardiaco/peso corporal) se mantiene prácticamente constante a lo largo de la
infancia y la adolescencia. De esto podemos deducir que el aumento del tamaño del
corazón no contribuye a explicar la mejora de la resistencia durante la etapa de
crecimiento.
En cambio podemos comprobar que la frecuencia cardíaca (número de latidos (o
pulsaciones) del corazón por minuto, en adelante ppm) desciende de forma
prácticamente constante en estas edades: pasa de unos valores medios de unas 80
ppm a los 6 años, a unas 70 ppm a los 10 años y, alrededor de 60 ppm en adultos
jóvenes. Paralelamente, el volumen de eyección de sangre del ventrículo izquierdo del
corazón (es decir el volumen total de sangre que expulsamos, de nuestro corazón en
cada latido de éste) aumenta de forma considerable con la edad. De todo ello
podemos deducir que, si bien el tamaño relativo del corazón no aumenta con la edad,
si que lo hace su efectividad, lo que podría ser un factor explicativo de la mejora de la
resistencia aeróbica durante la infancia y adolescencia.
Igualmente, la función pulmonar se relaciona de forma muy consistente con la
resistencia. Durante el crecimiento la función ventilatoria aumenta de forma gradual
aunque, si se relaciona con la masa corporal, se mantiene en valores más o menos
constantes (Marcos [1989]). Igualmente aumentan en esta etapa las diferentes
manifestaciones de la capacidad pulmonar, aunque éstas parecen guardar más
21
relación con el aumento de talla de los sujetos que con la propia edad de éstos (Malina
op cit).
Uno de los factores más utilizados en la actualidad para explicar el rendimiento en
pruebas de resistencia aeróbica es la denominada eficiencia energética. Podemos
afirmar que, suponiendo a dos individuos de peso semejante, uno tendrá una superior
eficiencia energética en la realización de una determinada actividad si, en la ejecución
de ésta, consume menos energía que el otro sujeto. Dicho con otras palabras, la
eficiencia energética daría muestra de lo que, a cada sujeto le “cuesta”
(energéticamente) efectuar una actividad determinada. Lógicamente, a mayor
eficiencia energética, menor gasto energético y, por consiguiente, mejor rendimiento
en las tareas de resistencia. Es importante recalcar que la eficiencia energética se
refiere al uso de una habilidad en concreto y que no parece fácil poder extrapolarla al
uso de otras habilidades: un sujeto puede tener mucha eficiencia energética al usar la
carrera y muy poca al usar, por ejemplo, la natación. Parece claro que la mejora de la
eficiencia energética está muy ligada a la práctica y al entrenamiento (Barbany) así
como a la edad (Malina op cit) por lo que podríamos hallarnos frente a uno de los
aspectos que permitan explicar, en parte, la mejora de la capacidad de resistencia
durante el crecimiento: la ejecución de las habilidades (marcha, carrera,…) cada vez, al
aumentar su eficiencia energética, sería menos costosa, en términos energéticos, para
los niños y niñas, por lo que se podría aumentar tanto el tiempo de actividad como la
intensidad de esta.
Sea como sea, la evolución de los resultados en pruebas de resistencia a lo largo de la
edad escolar comienza sobre los 8 o 9 años con un aumento significativo en su
rendimiento. Este aumento es paralelo en niños y en niñas, aunque los primeros
muestran, por término medio, un nivel ligeramente superior a las segundas.
Según algunos autores, se produce, hacia los 11 años de edad (un poco antes en las
niñas), un relativo estancamiento de esta cualidad, más patente en los sujetos
entrenados que en los no entrenados. Tras esta pausa y hasta los 13 años
aproximadamente se sigue mejorando esta cualidad de forma paralela en chicos y
chicas. A partir de esta edad, y a tenor de los resultados experimentales de numerosas
pruebas, se comprueba que los chicos sufren un gran aumento de esta cualidad
mientras que las chicas no sólo no la aumentan significativamente, sino que, en
muchos casos se estancan o incluso sufren un descenso en su nivel de resistencia. Las
causas posibles de este hecho cabe buscarlas no solo en aspectos fisiológicos y
hormonales (aumento del peso graso en las chicas a partir de la pubertad, menor masa
muscular,…) sino también en causas culturales y sociales como por ejemplo el escaso
nivel de práctica de actividades físico-deportivas entre la población femenina
adolescente.
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3.3. La Flexibilidad
3.3.1. Concepto de flexibilidad
Por flexibilidad entendemos la capacidad de una articulación o grupo de articulaciones
de efectuar gestos que impliquen una gran amplitud de movimiento.
3.3.2. Componentes de la flexibilidad
Que una articulación tenga uno u otro grado de movilidad depende, en términos
generales, de factores ligados a la propia articulación y de factores ligados a los
músculos que la rodean e inciden sobre ella.
Así, determinados autores hablan de dos componentes básicos, interrelacionados pero
diferenciados, de la .flexibilidad, como son la movilidad articular, entendida como la
capacidad especifica de una articulación de alcanzar uno u otro grado de movimiento,
y la elongación muscular entendida como la capacidad de los músculos de responder,
estirándose, a las tracciones a las que son sometidos.
3.3.3. Bases neuromusculares.
Centrándonos en la elongación muscular, existen una serie de mecanismos
neuromusculares que pueden facilitar o dificultar el estiramiento de un músculo.
De ellos, numerosos y complejos, vamos a fijarnos solo en uno, quizás el de mayor
influencia, que es la actuación de los husos musculares en el reflejo miotático.
Este órgano nervioso está presente, en diferentes proporciones, en la totalidad de
nuestra musculatura estriada, y está situado de forma paralela a las fibras musculares,
a las que está adherido.
Esta disposición ocasiona que, si una fibra muscular se ve estirada, el huso también se
estirará. Estos órganos son sensibles al estiramiento muscular.
Cuando el músculo se ve estirado de forma brusca y súbita, el huso muscular, al
estirarse, se excita y envía, vía aferente, esta excitación a la médula espinal. De forma
refleja, este estímulo de estiramiento provoca una respuesta en forma de contracción
muscular.
Fijémonos por tanto que un estiramiento muscular brusco tiene como respuesta
refleja (y por tanto involuntaria y automática) la contracción de este grupo muscular.
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Si analizamos las metodologías tradicionales de estiramiento, basadas en repetidos y
bruscos “tirones” sobre el músculo, veremos que lo que en realidad provocan es, por
vía refleja, la contracción del músculo qué pretenden estirar (amén de otros problemas
secundarios como las “microrroturas” fibrilares,…).
De esta forma, parte de las nuevas metodologías de estiramiento pretenden eliminar
la estimulación del huso muscular, para así conseguir hacer más efectivo el
estiramiento. Antes de acabar este apartado es importante comentar que se ha dado
una visión muy simplificada de la base neuromuscular: de los estiramientos, que
incluye otros muchos efectos musculares (inervación recíproca, actuación de los
órganos tendinosos de Golgi,…) que la hacen mucho más compleja.
3.3.4. Factores condicionantes de la flexibilidad
Podemos hablar de unos factores propios del individuo y de otros externos a él.
a) Factores propios del individuo:
– Conformación articular: La forma y disposición de las superficies óseas que
componen la articulación limitan, en gran medida. Las posibilidades de movimiento de
esta.
– Estado de los tejidos para-articulares: la articulación está rodeada por una serie de
estructuras con diversas funciones (como la cápsula articular, la membrana sinovial o
los ligamentos) que tienen una influencia importante en las posibilidades de
movimiento de ésta.
– Contacto con partes blandas: Las posibilidades de movimiento de una articulación
pueden verse limitadas por el contacto de las palancas óseas que unen, con diferentes
partes blandas del cuerpo.
– Edad: Tal y como se comentará más adelante, la edad influye, decisivamente, en la
flexibilidad, de tal forma que, de forma generalizada, podemos afirmar que a mayor
edad menor flexibilidad.
– Sexo: La mujer tiene, usualmente mayor nivel de flexibilidad.
– Estado de la musculatura: Las características y estado de los grupos musculares que
influyen sobre una articulación tienen una gran influencia sobre las posibilidades de
movimiento de ésta.
– Estado emocional: Los estados de tensión emocional, al incidir sobre el grado de
contracción muscular, afectan a la flexibilidad.
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– Fatiga: La fatiga disminuye ostensiblemente las posibilidades de movimiento articular
y de elongación muscular.
b) Factores externos al individuo. Podemos distinguir, entre otros:
– Hora del día: En términos generales, las primeras y últimas horas del día son las
menos favorables para el desarrollo de esta cualidad, aunque este hecho puede verse
alterado por la costumbre de practicar actividad física a estas horas.
– Temperatura: En principio, las temperaturas bajas dificultan la flexibilidad, que va
mejorando con el aumento de temperatura, hasta un punto crítico, a partir del cual, la
cualidad se ve empeorada.
– Humedad: Al igual que el caso anterior, un exceso de humedad ambiental dificulta la
ejecución de tareas que impliquen a la flexibilidad, que mejora con la disminución de
ésta, hasta un punto crítico, a partir del cual se empeora.
De todos estos aspectos, vemos que hay algunos sobre los que se puede incidir
fácilmente con el entrenamiento y otros sobre los que, o no se puede, o, si se puede,
es con medios complejos y sofisticados.
3.3.5. Evolución de la flexibilidad con la edad.
A diferencia de las otras cualidades físicas, la flexibilidad es una cualidad recesiva, es
decir que se va perdiendo conforme avanza la edad. Así los niveles máximos de esta
cualidad se dan en los primeros años de vida (poco después del nacimiento para
algunos autores, sobre los 8-9 años para otros).
Durante las fases de crecimiento acelerado se suele dar el período más crítico de
rendimiento en esta cualidad dado, entre otros factores, que el hueso crece de forma
previa al músculo, con lo que este se ve “empequeñecido” dificultando así la amplitud
de los movimientos. Así, se habla del período comprendido entre los 11 y los 14 años
como la fase crítica de la flexibilidad.
Sea como fuere, en cualquier etapa de la vida, las mujeres muestran, por término
medio, niveles de flexibilidad sensiblemente superiores a los de los hombres.
3.4. La Velocidad.
3.4.1. Concepto de velocidad
Llamamos velocidad a aquella capacidad que nos permite realizar una acción
determinada en el mínimo tiempo posible.
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3.4.2. Tipos de velocidad
Aunque muy interrelacionados entre si, podemos distinguir tres tipos diferentes de
velocidad: la velocidad de reacción, la velocidad a cíclica y a la velocidad cíclica.
La velocidad de reacción es aquella que permite acortar el tiempo que transcurre entre
la presentación de un estímulo y el inicio de la respuesta motora que a éste se le
asocia. Por ejemplo, la capacidad de acortar el tiempo existente entre el disparo del
juez y el inicio del movimiento de la salida en una prueba de velocidad en atletismo, es
un claro exponente de la velocidad de reacción.
La velocidad a cíclica (también conocida como velocidad gestual) es aquella que
permite efectuar gestos unitarios y no repetidos lo más rápidamente posible. Un
ejemplo de aplicación de este tipo de velocidad lo hallamos en un lanzamiento de
jabalina, en el cual el atleta intenta efectuar el gesto, único y sin repetición, a la
máxima velocidad que sea capaz.
La velocidad cíclica es aquella que permite efectuar gestos repetidos a la mayor
frecuencia posible. El ejemplo más claro de este tipo de velocidad lo hallamos en la
velocidad de desplazamiento, presente por ejemplo en las carreras de natación donde
el gesto técnico se sucede a alta velocidad.
3.4.4. Factores condicionantes de la velocidad
a) Velocidad de reacción:
Podemos hablar de 5 fases en la ejecución de una tarea que implique a la velocidad de
reacción.
A1) La primera es la percepción del estímulo por los órganos sensoriales
especializados. Esta primera fase se ve afectada por múltiples factores:
– Condiciones de la percepción (claridad del estímulo, discriminación de éste,…).
– Nivel de atención y concentración del sujeto.
– Tipo de estímulo (en igualdad de condiciones se responde más rápidamente a los
estímulos auditivos y táctiles que a los visuales).
Durante esta fase se produce, con mucha frecuencia, el fenómeno de la anticipación
que consiste en escoger, como desencadenante de la respuesta motora, un estímulo
anterior en el tiempo al que en realidad debería desencadenarla. Pongamos por
ejemplo un portero de fútbol enfrentado al lanzamiento de un “penalty”.
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Teóricamente el estímulo que debería servir al portero para iniciar su respuesta es la
trayectoria de la pelota. Sin embargo podemos comprobar que en la mayoría de
lanzamientos, el portero inicia su actividad motora antes incluso de que el balón haya
sido chutado por el delantero. Esto se debe a que el portero ha anticipado el estímulo,
es decir, ha escogido un estímulo anterior en el tiempo para desencadenar la
respuesta motora con la finalidad de reacciona más rápidamente. El estímulo escogido
suele ser la trayectoria y las acciones del jugador que chuta del balón, intentando
deducir, según éstas, hacia donde lo enviará el. Como vemos esta fase es mejorable
con el entrenamiento en diferentes aspectos (concentración, anticipación…)
A2) La segunda fase es la transmisión del impulso nervioso desde el órgano sensorial
hasta el sistema nervioso central. Según parece, esta fase no es mejorable con el
entrenamiento, dado que la velocidad de transmisión del impulso nervioso es un factor
congénito.
A3) La tercera fase corresponde a la elaboración de la orden motora. Esta fase es
altamente mejorable gracias al entrenamiento y la experiencia. Hay que distinguir dos
tipos fundamentales de velocidad de reacción que tienen sus diferencias más
marcadas durante esta fase.
Por un lado tenemos la velocidad de reacción simple, que se da cuando se presenta un
solo estímulo que lleva asociada una única respuesta; por ejemplo la salida de una
carrera de velocidad, donde el estímulo es único (disparo) y la respuesta asociada
también (salida), por lo que los procesos cognitivos que se deben efectuar disminuyen
al mínimo.
Por otro lado tenemos la velocidad de reacción compleja o discriminativa, en la que se
pueden presentar varios estímulos, cada uno de los cuales lleva asociad una respuesta
diferente. Este sería el caso, por ejemplo, de las acciones en los deportes de equipo, en
las que las decisiones de un jugador se ven condicionadas, entre otros factores, por las
actuaciones de los otros. Dado que se debe efectuar una discriminación, los procesos
cognitivos son más largos, resultando el tiempo de elaboración de la orden tanto más
largo cuanto mayor sea el número de estímulos/respuesta posibles. Siempre será más
lenta la velocidad de reacción compleja que la simple.
A4) y A5) son las dos últimas fases, la transmisión del impulso hasta el músculo y el
inicio de la estimulación de las diferentes unidades motoras implicadas, no son, según
parece mejorable con el entrenamiento.
b) Velocidad cíclica:
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Este tipo de velocidad se ve condicionada por factores neuronales (estimulación
neuromuscular) y por factores intra e inter musculares. Tiene un alto componente
coordinativo y mucha relación con el aprendizaje específico del gesto a efectuar, de tal
forma que podemos afirmar que se puede “aprender” a ser rápido ejecutando un
gesto.
B1) Los factores neuronales, según se ha comentado con anterioridad, no parecen
mejorables gracias al entrenamiento,
B2) Los factores intramusculares, hacen relación al estado del músculo o de los
músculos encargados de ejecutar el movimiento. Estos factores son, principalmente, el
PH (grado de acidez) del músculo, su viscosidad interna, o el grado de fatiga, por poner
algunos ejemplos Son fácilmente mejorables mediante el entrenamiento e, incluso
gracias a un correcto calentamiento.
B3) Por último los factores intermusculares hacen referencia a la coordinación que
debe existir entre los diferentes grupos musculares implicados en la acción. Aquí es
donde las capacidades coordinativas tienen su mayor peso, ya que estas se encargan,
justamente, de regular la “colaboración” entre diferentes grupos musculares a la hora
de llevar a cabo un determinado gesto.
Se ha comprobado que la velocidad a cíclica o gestual no es “extrapolable,” de un
segmento a otro e incluso de un gesto al otro. Es decir que no necesariamente, si
somos rápidos efectuando un gesto con el brazo, lo seremos efectuando uno con la
pierna, o, más aun, podemos ser rápidos efectuando un gesto con un segmento y
lentos efectuando otro gesto con el mismo segmento. Esto viene a demostrar la
existencia de un “aprendizaje” en la velocidad gestual, por lo que podemos afirmar
que ésta es dentro de unos límites genéticos, relativamente mejorable con el
entrenamiento, sobre todo en determinados momentos del desarrollo infantil y
juvenil.
c) Velocidad acíclica:
Al hablar de la repetición de un gesto, deberemos tener en cuenta los factores citados
para la velocidad acíclica y otros como la fuerza o la resistencia. El ejemplo más
frecuente de velocidad cíclica es la velocidad de desplazamiento. En ella se implican
directamente la fuerza rápida y la resistencia a la velocidad.
Según parece, justamente la vía más importante de mejora de esta cualidad pasa por
la mejora de estas otras dos, fácilmente mejorables con el entrenamiento.
3.4.5. Evolución de la velocidad con la edad.
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Ya se ha comentado que la velocidad es una cualidad, en su conjunto, muy difícilmente
mejorable gracias al entrenamiento. Esto quiere decir que los márgenes de mejora de
esta están muy limitados.
Por otro lado, al estar englobadas dentro del término velocidad cualidades tan
diferentes como la velocidad de reacción y la velocidad de desplazamiento, se hace
difícil hablar de una evolución general de esta cualidad, ya que esta evolución va a ser
diferente para cada tipo de velocidad
Además entre los diferentes autores que han estudiado esta cualidad no existe
siempre acuerdo a la hora de hablar de la evolución o de la entrenabilidad de esta
cualidad.
Tal y como se ha comentado la velocidad se relaciona con un número bastante elevado
de cualidades diferentes, de la evolución de las cuales dependerá su propia evolución.
Así, la maduración del sistema nervioso condiciona, a lo largo del crecimiento y
desarrollo infantil, las posibilidades de ejecución en esta cualidad, al incidir
directamente sobre la velocidad de transmisión del impulso nervioso o sobre los
mecanismos de coordinación neuromuscular por citar solo algunos ejemplos.
Por último la evolución de otras cualidades como la resistencia a la velocidad, la fuerza
máxima o la fuerza rápida, tendrá un peso decisivo en la mejora de los niveles de
velocidad.
Sea como sea, se halla una relativa mejora de la velocidad gestual (a cíclica) a partir de
los 7-9 años, la velocidad de reacción lo hace a partir de los 10 años y la velocidad de
desplazamiento, sobre todo, a partir del cambio puberal. A lo largo de las diferentes
edades, los chicos mantienen un nivel ligeramente superior, por término medio, a las
chicas.
Es importante observar que éstas, a partir de la pubertad, continúan mejorando, a
diferencia de lo que ocurre con otras cualidades, sus niveles de velocidad.
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BIBLIOGRAFÍA
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