Calvo, Agustín Garcia - Hay Mucho Que El Poder No Puede

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Hay mucho que el Poder no puede. Por ejemplo, recojo en algún tomo del Teatro Crítico del Padre Feijoo esta declaración, que él da, al paso, como principio consabido de teólogos ortodoxos: que ni Dios puede realizar todas las posibilidades, si bien no hay posibilidad ninguna que Dios no pueda realizar. Ahí os dejo esa preciosa formulación, que sin duda os tendrá absortos un rato, si os dejáis. Pero ya días pasados la hemos usado en la tertulia política del Ateneo de Madrid, y hoy prefiero presentaros la relativa impotencia del Poder de una manera más sencilla, referida a la lengua hablada de la gente, sobre la que el Poder no puede prácticamente nada. Y en ello me ayudará el ingenio de Lewis Carroll, probablemente el lógico de más limpio corazón que por estos siglos se nos ha deslizado por entre las letras. No sé por dónde tendréis los recuerdos de cuando de niños (¿o todavía no?) acompañabais a Alicia al otro lado del espejo, una escursión de la que espero que espero que ninguno os hayáis privado, pese a que y puesto que ni las Agencias de Viajes ni montajes de Disneylandias os la ofrecen. Recordad de cuando se encuentra Alicia, sentado en lo alto de una tapia, a Humpty-Dumpty, el hombre-huevo o tentetieso, que se le ha encarnado a partir de una rima de juego de niños (perversos como todos) que ella nos rememora. Todo el rato conversan, al no querer, en torno a cuestiones de lenguaje, donde afloran descubrimientos que, surgidos en la lucha con el idioma que le ha tocado, laten en el corazón de Alicia; que tiene 7 años y medio, según le declara a H-D, que a su vez le dice que, si le hubiera pedido a él consejo y ayuda, se habría parado a los 7; a lo que A., desesperada del altercado, acaba proclamando que es que uno no puede impedir crecer y hacerse mayor; y a eso H-D: "Uno quizá no pueda; pero 2 pueden". No deja H-D, creído, impertinente, provocativo, de jugar con mecanismos del lenguaje, para irritación y perplejidad de A.; sobre todo, con la significación: insiste en la literalidad y rigidez de los significados: primero, tendiéndole a A. una trampa al preguntarle "¿Qué edad dices que tienes?" A: "7 años y 6 meses"; H-D: "¡Falso!: nunca has dicho nada de eso"; A: "Creí que quería usted decir que qué edad tengo"; H-D: "Si hubiera querido decir eso, lo habría dicho". Y más tarde, cuando está recitándole un poema "que he compuesto para tu diversión" ("Gracias" dice tristemente A., que piensa que, en ese caso, es su deber oírlo), y donde dice el verso "para tu delicia canto esta canción", se interrumpe H-D para advertirle "Solo que no la canto"; "Ya lo veo" dice A.; conque él: "si puedes ver si estoy cantando o no, tienes una vista más aguda que la

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Calvo, Agustín Garcia - Hay Mucho Que El Poder No Puede

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Hay mucho que el Poder no puede. Por ejemplo, recojo en algún tomo del Teatro Crítico del Padre Feijoo esta declaración, que él da, al paso, como principio consabido de teólogos ortodoxos: que ni Dios puede realizar todas las posibilidades, si bien no hay posibilidad ninguna que Dios no pueda realizar. Ahí os dejo esa preciosa formulación, que sin duda os tendrá absortos un rato, si os dejáis. Pero ya días pasados la hemos usado en la tertulia política del Ateneo de Madrid, y hoy prefiero presentaros la relativa impotencia del Poder de una manera más sencilla, referida a la lengua hablada de la gente, sobre la que el Poder no puede prácticamente nada. Y en ello me ayudará el ingenio de Lewis Carroll, probablemente el lógico de más limpio corazón que por estos siglos se nos ha deslizado por entre las letras. No sé por dónde tendréis los recuerdos de cuando de niños (¿o todavía no?) acompañabais a Alicia al otro lado del espejo, una escursión de la que espero que espero que ninguno os hayáis privado, pese a que y puesto que ni las Agencias de Viajes ni montajes de Disneylandias os la ofrecen. Recordad de cuando se encuentra Alicia, sentado en lo alto de una tapia, a Humpty-Dumpty, el hombre-huevo o tentetieso, que se le ha encarnado a partir de una rima de juego de niños (perversos como todos) que ella nos rememora. Todo el rato conversan, al no querer, en torno a cuestiones de lenguaje, donde afloran descubrimientos que, surgidos en la lucha con el idioma que le ha tocado, laten en el corazón de Alicia; que tiene 7 años y medio, según le declara a H-D, que a su vez le dice que, si le hubiera pedido a él consejo y ayuda, se habría parado a los 7; a lo que A., desesperada del altercado, acaba proclamando que es que uno no puede impedir crecer y hacerse mayor; y a eso H-D: "Uno quizá no pueda; pero 2 pueden". No deja H-D, creído, impertinente, provocativo, de jugar con mecanismos del lenguaje, para irritación y perplejidad de A.; sobre todo, con la significación: insiste en la literalidad y rigidez de los significados: primero, tendiéndole a A. una trampa al preguntarle "¿Qué edad dices que tienes?" A: "7 años y 6 meses"; H-D: "¡Falso!: nunca has dicho nada de eso"; A: "Creí que quería usted decir que qué edad tengo"; H-D: "Si hubiera querido decir eso, lo habría dicho". Y más tarde, cuando está recitándole un poema "que he compuesto para tu diversión" ("Gracias" dice tristemente A., que piensa que, en ese caso, es su deber oírlo), y donde dice el verso "para tu delicia canto esta canción", se interrumpe H-D para advertirle "Solo que no la canto"; "Ya lo veo" dice A.; conque él: "si puedes ver si estoy cantando o no, tienes una vista más aguda que la

mayoría". Pero ya antes de eso, como remate de su demostración de la ventaja de los regalos de incumpleaños, que son 364 al año, frente a 1 de cumpleaños, le suelta "¡Ahí tienes gloria!"; a lo que A: "No entiendo qué quiere usted decir con ´gloria´"; y H-D: "Quiero decir que ahí tienes un lindo argumento irrefutable"; y A: "Pero ´gloria´ no significa ´un lindo argumento irrefutable´"; a lo que H-D: "cuando yo uso una palabra, significa justamente lo que decido que signifique, ni más ni menos"; A: "La cuestión es si se puede hacer significar a las palabras tantas cosas"; y H-D: "La cuestión es cuál va a ser el amo: eso es todo". Y esto aún toca sólo a lo más superficial de una lengua, los significados, donde todavía cabe, en efecto, algún manejo por parte del Poder: si H-D hubiera intentado meterse en la gramática más elemental, y hacer que a rose red quisiera decir a red rose, que la Prep. of o la de indicaran because o porque, que el fonema H- de un nombre fuese un D-... H-D es la caricatura de los que confunden lengua con cultura y se creen que en la lengua de verdad puede mandar uno, o sus superiores, gobernantes y académicos, como mandan en la Cultura. Volveré en otra entrega de éstas, si queréis, a seguir aprovechando las aventuras con el lenguaje de Alicia tras el espejo. Y también acaso si no queréis.

AGUSTÍN GARCÍA CALVO