Cada pinga conta

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CADA PINGA CONTA

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Actividade Biblioteca IES Taboada Chivite

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CADA PINGA CONTA

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Lingüistas

Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüística y Afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y papeles y se dirigió hacia la salida abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos, semiólogos, críticos estructuralistas y deconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemática.

De pronto las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:

¡Qué sintagma!

¡Qué polisemia!

¡Qué significante!

¡Qué diacronía!

¡Qué exemplar ceterorum!

¡Qué Zungenspitze!

¡Qué morfema!

La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas.

Sólo se la vio sonreír, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído: ''Cosita linda".

(Mario Benedetti)

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A Bela Dorminte do bosque e o príncipe

A Bela Dorminte pecha os ollos mais non dorme. Está agardando o príncipe. E cando o escoita achegarse, finxe un sono aínda máis profundo. Ninguén llo dixo, mais ela sábeo. Sabe que ningún príncipe pasa ó carón dunha muller que teña os ollos ben abertos. (Marco Denevi)

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Celebración de la fantasía

Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, porque la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano. Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quien una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaban los que pedían un fantasma o un dragón. Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba más de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca: -Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo - ¿Y anda bien? -le pregunté -Atrasa un poco -reconoció. (Eduardo Galeano)

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O mundo

Un home do pobo de Neguá, na costa de Colombia, puido subir ó ceo. Á volta, contou. Dixo que contemplara, dende alá arriba, a vida humana. E dixo que somos un mar de pequenos lumes. O mundo é iso – revelou – un mar de lumiños. Cada persoa brilla con luz propia entre todas as demais. Non hai dous lumes iguais. Hai lumes grandes e lumes pequeniños e lumes de todas as cores. Hai xente de lume calmo, que nin se decata do vento, e xente de lume tolo, que enche o ar de charamuscas. Algúns lumes, lumes bobos, non alumean nin queiman; mais outros arden a vida con tantas ganas que non é posible miralos sen pestanexar, e quen se achega, acéndese. (Eduardo Galeano)

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Obdulio

Sorpresa en el estadio de Maracaná: Uruguay gana el campeonato del mundo de 1950. Al anochecer, Obdulio Varela huye del hotel, asediado por periodistas, hinchas y curiosos. Obdulio prefiere celebrar en soledad. Se va a beber por ahí, en cualquier cafetín, pero por todas partes encuentra brasileños llorando. - Todo fue por Obdulio – dicen, bañados en lágrimas, los que hace unas horas vociferaban en el estadio. – Obdulio nos ganó el partido. Y Obdulio siente estupor por haberles tenido bronca, ahora que los ve de a uno. La victoria empieza a pesarle en el lomo. El arruinó la fiesta de esta buena gente, y le vienen ganas de pedirles perdón por haber cometido la tremenda maldad de ganar. De modo que sigue caminando por las calles de Río de Janeiro, de bar en bar. Y así amanece, bebiendo, abrazado a los vencidos. (E. Galeano )

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A ovella negra

Nun país de lonxe existiu hai moitos anos unha ovella negra. Foi fusilada. Un século despois, o rabaño arrepentido ergueulle unha estatua ecuestre que quedou moi ben no parque. Así, en diante, cada vez que aparecían ovellas negras eran rapidamente pasadas polas armas para que as futuras xeracións de ovellas comúns e correntes puidesen exercitarse tamén na escultura. (Augusto Monterroso)