Blog.-28.-Sacerdotes Maria Valtorta
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Sacerdotes
El tema de “Sacerdotes”, comprende:
a) Episodios y dictados extraídos de la Obra magna
. “El Evangelio como me ha sido revelado”
. (“El Hombre-Dios”)
b) Dictados extraídos de los “Cuadernos de 1943/1950” .
a) Episodios y dictados extraídos de la Obra magna
“El Evangelio como me ha sido revelado”
(“El Hombre-Dios”)
.
1-31-161 (1-52-173).- José, protector también de los consagrados.
* “La única ayuda de José: su santidad. En cambio, yo, en mi condición de Inmaculada,
tenía activos todos los dones de Dios”.- ■ Dice la Virgen: “Sé que comprendes mi llanto (1).
De todas formas, me verás llorar, todavía mucho más. Por ahora consuelo tu corazón,
mostrándote la santidad de José, que era hombre, esto es, que no tenía otra ayuda para su
corazón que su santidad. Yo tenía todos los dones de Dios en mi condición de Inmaculada. No
sabía que lo era pero éstos en mi alma estaban activos y me daban fuerzas espirituales. Pero él
no era inmaculado. Lo humano estaba en él con toda su pesantez, y él debía levantarse hacia la
perfección con todo ese peso, a costa de una continua fatiga de todas sus facultades para querer
llegar a la perfección y ser grato a Dios. ■ ¡Oh mi santo esposo! Santo en todo, incluso en las
cosas más humildes de la vida. Santo por su castidad de ángel. Santo por su honradez de
hombre. Santo por su paciencia, laboriosidad, serenidad inmutable, modestia; por todo. Esa
santidad brilla también en este episodio. Un sacerdote le dice: «Está bien que te radiques aquí en
Belén», y él, pese a que sabe lo que le va a costar, responde: «Por mí no es nada. Pienso en el
sufrimiento de María. Si no fuera por esto, no me afligiría. Basta con que sea útil para Jesús».
Jesús, María: sus únicos amores. No amó otra cosa sobre la Tierra, mi santo esposo. Y se hizo
siervo de este amor. ■ Le han hecho protector de las familias cristianas y de los trabajadores y
de otras clases. Pero se le debería hacer no sólo de los agonizantes, de los trabajadores, de los
esposos, sino también de los consagrados. Entre los consagrados de este mundo al servicio de
Dios, quienquiera que sea, ¿habrá alguno que se haya ofrecido como él al servicio de su Dios,
aceptando todo, renunciando a todo, soportando todo, cumpliendo todo con prontitud, con
espíritu alegre, siempre con buen humor, como él? No, no ha habido nadie”.
* “Zacarías, sacerdote, se deja llevar de su sentido común, interpreta humanamente las
escrituras”.- ■ Virgen: “Y quiero que observes una cosa, mejor dicho dos. Zacarías es
sacerdote. José no. Pero observa, con todo, que el que no lo es, tiene su corazón en el Cielo más
que el sacerdote. Zacarías piensa humanamente, y humanamente interpreta las Escrituras
porque no es la primera vez que lo haga. Se deja guiar fácilmente de su sentido común. Se le
castigó, pero reincide, aunque con mucho menor gravedad. Cuando se trató del nacimiento de
Juan, dijo: «¿Cómo puede suceder esto si ya soy viejo y mi mujer es estéril?». Ahora dice: «Para
allanarse el camino, el Mesías debe crecer aquí» y con ese tufillo de orgullo que persiste aun en
los mejores, piensa que podrá ser útil, él, a Jesús. No útil, como José quiere serlo, sino útil,
haciéndose su maestro... Dios le perdonó su buena intención ¿pero tenía necesidad el «Maestro»
de tener maestros? Traté de hacerle ver la luz en las profecías; pero él se creía más docto que yo,
y empleaba esta preponderancia a su modo. ■ Podía haber insistido y vencerle, pero —he aquí
2
la segunda observación que quiero hacerte— respeté al sacerdote por su dignidad, no por su
saber”.
* “Para juzgar si un sacerdote es santo debe juzgarse lo que sale de su alma”.- ■ Virgen:
“Al sacerdote generalmente Dios le ilumina. He dicho «generalmente». Es iluminado cuando
es un verdadero sacerdote. No es el hábito lo que consagra; consagra el alma. Para juzgar si
uno es verdadero sacerdote, debe juzgarse lo que sale de su alma. Como ha dicho Jesús: «del
corazón salen las cosas que santifican o que manchan» (2), las que informan todo el modo de
obrar de un individuo. Así, pues: cuando alguien es un verdadero sacerdote, generalmente es
inspirado por Dios. ■ De los que no son verdaderos sacerdotes, conviene tener una caridad
sobrenatural y rogar por ellos. Pero mi Hijo te ha puesto ya al servicio de esta redención y no
digo más. Alégrate de sufrir para que aumenten los verdaderos sacerdotes. Tú fíate de la
palabra que te guía. Cree y obedece su consejo”.
* “La obediencia siempre salva, aunque no sea perfecto en todo el consejo recibido”.- ■
Virgen: “El obedecer siempre salva. Aunque no sea, en todo, perfecto el consejo que se recibe
(3). Ves. Obedecimos. Y estuvo bien. Es verdad que Herodes hizo matar a los niños de Belén y
de sus alrededores ¿pero Satanás no habría podido incitar y propagar estas ondas de odio más
allá de Belén, y persuadir a un semejante crimen a todos los poderosos de Palestina para matar
al futuro Rey de los judíos? Sí, habría podido. Y esto habría sucedido en los primeros años del
Mesías, cuando la repetición de los prodigios ya había despertado la atención de las multitudes
y de los poderosos. Y, si ello hubiera sucedido, ¿cómo habríamos podido atravesar toda
Palestina para ir, desde la lejana Nazaret, a Egipto, tierra hospitalaria a los hebreos perseguidos,
y, además con un Niño pequeño, y mientras la persecución arreciaba? Más fácil era huir de
Belén, aunque también fue doloroso. ■ La obediencia siempre salva. Recuérdalo. El respeto al
sacerdote siempre es señal de formación cristiana”.
* “Salvar un sacerdote, hacer que se santifique, es hacer una red mística que atrapa almas
para Dios”.- ■ Virgen: “¡Ay de los sacerdotes, Jesús lo dijo (4), que pierden su llama apostólica!
Pero ¡ay también del que cree que tiene derecho de despreciarlos! Porque ellos consagran y
distribuyen el Pan verdadero que del Cielo desciende. Y ese contacto los hace santos como un
cáliz consagrado, aun cuando no lo sean. Responderán ante Dios. Tenedlos por tales y no os
preocupéis de otra cosa. No seáis intransigentes. No lo es Jesús, el cual, ante su imperativo, deja
el Cielo y desciende para ser elevado por sus manos. Aprended de Él. Si están ciegos, si están
sordos, si tienen un alma paralítica y un modo de pensar enfermo, si son leprosos de culpas muy
en contradicción con lo que son, si son otros Lázaros en un sepulcro, llamad a Jesús con
vuestras oraciones, para que los resucite. ■ ¡Llamadle con vuestras oraciones y sacrificios,
almas víctimas! Salvar un alma sacerdotal es salvar un gran número de almas, porque cada
sacerdote santo es una red que atrapa almas para Dios. Y salvar a un sacerdote, o sea, hacer que
se santifique, es lo mismo que fabricar esta mística red. Cada una de sus capturas es un rayo de
luz que se añade a vuestra eterna corona. Que la paz sea contigo”. (Escrito el 8 de Junio de
1944).
········································· 1 Nota : María y José, una vez nacido Jesús, decidieron quedarse a vivir en Belén siguiendo los consejos del
sacerdote Zacarías, esposo de Isabel, pues el Profeta había dicho: “Tú Belén Efratá, serás la más grande porque de ti
saldrá el Salvador”. Al no hablar de Nazaret, Zacarías interpreta que la profecía señalaba a Belén como la tierra del
Mesías. Esa decisión causó un profundo dolor en María que soñaba con volver a Nazaret, a su casa, después del
nacimiento de Jesús.
2 Nota : Cfr. Mt.15,11 y 15, 17-18; Mc. 7,15.
3 Nota : “El obedecer siempre salva”.- Difícilmente Dios deja sin luces a un sacerdote, aun cuando sus luces se
tiñan del modo de pensar humano. Queda en el fondo algo de luz verdadera y por esto pueden seguirse sus consejos.
Los dos esposos, María y José, obedecieron por este fondo de luz sobrenatural que había en los consejos humanos de
Zacarías.
4 Nota : Cfr. Una cosa semejante cfr. Mt.5,13-16; Lc. 12, 49.
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(<El siguiente relato pertenece al episodio de los “Mercaderes expulsados del Templo” [Ju. 2,13-25],
cuando Jesús, armado de un látigo de sogas con que los ganaderos sujetaban a los animales, ha puesto en
fuga a mercaderes y prestamistas>)
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1-53-294 (1-16-322).- Llamada a los sacerdotes, cuya única herencia debe ser Dios.
* No deben tener más que el vestido (el cuerpo sea siervo del espíritu que es siervo de
Dios) y una diadema de oro incorruptible: pureza y caridad.- ■ Acuden sacerdotes, rabíes
y fariseos. Jesús está todavía en medio del patio, de vuelta de su persecución. El látigo está
todavía en su mano. Los sacerdotes le preguntan: “¿Quién eres? ¿Cómo te permites hacer esto,
turbando las ceremonias prescritas? ¿De qué escuela provienes? Nosotros no te conocemos, ni
sabemos quién eres”. Jesús: “Yo soy Él que puede. Todo lo puedo. Destruid este Templo real y Yo
lo levantaré de nuevo para dar gloria a Dios. No turbo la santidad de la Casa de Dios y de las
ceremonias, sois vosotros los que la turbáis permitiendo que su morada se transforme en sede
de usureros y mercaderes. Mi escuela es la escuela de Dios. La misma que tuvo todo Israel por
boca del Eterno que habló a Moisés. ¿No me conocéis? Me conoceréis. ¿No sabéis de dónde
vengo? Lo sabréis”. ■ Y, Jesús, volviéndose hacia el pueblo, sin preocuparse ya más de los
sacerdotes, alto, vestido de blanco, el manto abierto y cayendo tras los hombros, con los brazos
abiertos como un orador en lo más vivo de su discurso, dice: “¡Oíd, vosotros de Israel! En el
Deuteronomio (1) está escrito: «Establecerás jueces y magistrados en todas las puertas... y ellos
juzgarán al pueblo con justicia, sin inclinarse a parte alguna. No tendrás acepción de
personas, no aceptarás donativos, porque los donativos ciegan los ojos de los sabios y alteran
las palabras de los justos. Con justicia seguirás lo que es justo para vivir y poseer la tierra
que el Señor tu Dios te dé». ■ ¡Oíd, vosotros de Israel! Dice el Deuteronomio (2): «Los sacerdotes
y los levitas y todos los de la tribu de Leví no tendrán parte ni herencia con el resto de Israel,
porque deben vivir con los sacrificios del Señor y con las ofrendas hechas a Él; nada tendrán
entre las posesiones de sus hermanos, porque el Señor es su herencia». ■ ¡Oíd, oh vosotros de
Israel! Dice el Deuteronomio (3): «No prestarás con interés a tu hermano ni dinero ni trigo ni
cualquier otra cosa. Podrás prestar con interés al extranjero; mas a tu hermano le prestarás,
sin interés, aquello de que tenga necesidad». Esto ha dicho el Señor. Ahora bien, vosotros
mismos veis qué injusticia para con el pobre se comete en Israel. No triunfa el justo, sino el
fuerte; y ser pobre, ser pueblo, quiere decir ser oprimido. ¿Cómo puede el pueblo decir: «Quien
nos juzga es justo» si ve que sólo a los poderosos se los respeta y escucha, mientras que el pobre no
tiene quien le escuche? ¿Cómo puede el pueblo respetar al Señor si ve que no le respetan los que
más deberían hacerlo? ¿Es respeto al Señor la violación de su mandamiento? ■ ¿Y por qué
entonces los sacerdotes en Israel tienen posesiones y aceptan donativos de publicanos y
pecadores, los cuales actúan así para tener de su parte a los sacerdotes, de la misma forma que
éstos actúan así para tener mayor riqueza? Dios es la herencia de sus sacerdotes. Para ellos, Él,
el Padre de Israel, es, como en ningún caso, Padre, y les provee de comida como es justo; pero
no más de lo que sea justo. No ha prometido a sus servidores del Santuario dinero y posesiones.
En la eternidad, por ser justos, tendrán el Cielo, como lo tendrán Moisés y Elías y Jacob y Abraham, pero en esta tierra no deben tener más que el vestido de lino y una diadema de oro
incorruptible: pureza y caridad, y que el cuerpo sea siervo del espíritu que es siervo del Dios
verdadero, y no sea el cuerpo señor del espíritu, y contra Dios. ■ Se me ha preguntado con qué
autoridad hago esto. ¿Y ellos?, ¿con qué autoridad profanan el mandamiento de Dios y a la
sombra de los sagrados muros permiten usura contra los hermanos de Israel, que han
venido para cumplir el mandato divino? Se me ha preguntado de qué escuela provengo, y he
respondido: «De la escuela de Dios». Sí, Israel. Yo vengo y te llevo de nuevo a esta escuela santa
e inmutable. Quien quiera conocer la Luz, la Verdad, la Vida, quien quiera volver a oír la Voz
de Dios que habla a su pueblo, venga a Mí. Seguisteis a Moisés a través de los desiertos, ¡oh,
vosotros de Israel! Seguidme; que Yo os conduzco, a través de un desierto, sin duda, más
dificultoso, hacia la verdadera Tierra prometida. Por el mar abierto de los Mandamientos de Dios
os llevo a ella. Alzando mi Señal, os curo de todo mal. Ha llegado la hora de la Gracia. La
esperaron los Patriarcas, murieron esperándola. La predijeron los Profetas y murieron con esta
esperanza. La soñaron los justos y murieron confortados por este sueño. Ha venido ahora.
Venid. «El Señor va a juzgar de un momento a otro a su pueblo y será misericordioso para con sus
siervos» (4), como prometió por boca de Moisés”. ■ La gente, agolpada en torno a Jesús, le ha
escuchado con la boca abierta. Luego comenta las palabras del nuevo Rabí y hace preguntas a sus
compañeros. Jesús se dirige hacia otro patio, separado de éste por un pórtico. Los amigos le
siguen. (Escrito el 24 de Octubre de 1944).
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····································· 1 Nota : Cfr. Dt. 16,18-20.
2 Nota : Cfr. Dt. 18,1-2.
3 Nota : Cfr. Dt. 23,19-20.
4 Nota : Cfr. Tal vez alusión a Ex. 15,13. . --------------------000--------------------
2-83-30 (2-47-508).- Jesús llora a causa de Judas quien es enseñanza para Pedro y para los
apóstoles de todos los tiempos. Zelote le consuela.
* “Judas es vuestra escuela, sobre todo para Pedro. Por un Pedro, un Juan... hay al menos
otras tantas veces 7 Judas”.- ■ Jesús está en el campo, en una zona de tierras opimas:
magníficos árboles frutales, viñedos espléndidos con racimos que tienden ya a colorearse de oro
y de rubí... Está sentado bajo un árbol y come fruta que le ofreció un campesino... ■ Se acerca
un hombre que trae un borriquillo cargado de verduras. “Mira, si tu amigo quiere partir... mi
hijo va a Jerusalén para el mercado de la Pascua”. Jesús dice a Juan: “Ve, Juan. Sabes lo que
debes hacer. Dentro de cuatro días nos volveremos a ver. Mi paz sea contigo”. Jesús abraza a
Juan y le besa, también Simón hace lo mismo. Iscariote dice: “Maestro, si me permites, voy con
Juan. Tengo necesidad de ver a un amigo. Todos los sábados está en Jerusalén. Iría con Juan
hasta Betfagé y luego iría por mi cuenta... Es un amigo de casa... ya sabes... mi madre me
dijo...”. Jesús: “Nada te he preguntado, amigo”. Iscariote: “Mi corazón llora al tener que
dejarte. Pero dentro de cuatro días estaré de nuevo contigo, y te seré tan fiel que hasta te
resultaré pesado”. Jesús: “Ve, pues. Dentro de cuatro días, cuando el alba se levante, estad en la
Puerta de los Peces. Hasta la vista y que Dios te guarde”. Judas besa al Maestro y camina a poca
distancia del borriquillo, que va trotando por el camino polvoriento. La tarde va bajando sobre
la campiña que se cobija en silencio. Simón observa el trabajo de los hortelanos que riegan los
surcos. ■ Jesús por unos momentos se ha quedado en el lugar en que estaba. Después se levanta,
va hacia la parte de atrás de la casa, se adentra en el huerto. Se aísla. Se dirige hasta un lugar
tupido en el que robustos granados se entrecruzan con matas bajas —yo diría que son de parras
silvestres, pero no sé con seguridad, porque ya no tienen frutos y conozco poco la hoja de esta
planta—. Jesús se esconde detrás de los granados, se arrodilla y ora... y luego se inclina hacia la
hierba, con el rostro contra el suelo, y llora. Esto lo colijo por sus suspiros profundos y
entrecortados. Un llanto desconsolado, sin sollozos pero muy triste. Así pasa el tiempo. La luz
es ya crepuscular, pero aún no hay tanta oscuridad como para no poder ver. ■ Y dentro de esta
escasa luz, se ve sobresalir por encima de una mata la cara fea pero honrada de Simón Zelote.
Mira, busca, descubre la figura encorvada de Jesús, todo cubierto por el manto azul-oscuro, que
le confunde casi con las sombras del suelo; sólo resaltan la rubia cabeza, apoyada sobre las
muñecas, y las manos unidas en oración, que sobresalen por encima de aquella. Simón mira con
esos ojos suyos tan saltones. Comprende que Jesús está triste, por los suspiros que da, y su boca
de labios abultados y de color violeta, se abre: “¡Maestro!”. Jesús levanta el rostro. Zelote:
“¿Lloras, Maestro? ¿Por qué? ¿Me permites que vaya a donde estás?”. En la cara de Simón está
dibujada la sorpresa y el dolor. En realidad es un hombre feo. A su no bello perfil y al color
oscuro aceituna se le añaden las cicatrices azuladas que cual hoyos le dejó su mal. Pero su
mirada es tan buena, que su deformidad desaparece. Jesús le dice: “Ven, Simón amigo”. Jesús
se ha sentado en la hierba. Simón se sienta cerca de Él. Zelote le pregunta: “¿Por qué estás
triste, Maestro mío? Yo no soy Juan y no podré darte todo cuanto él te da, pero tengo deseos de
consolarte. Y tengo un solo dolor: el de sentirme incapaz de hacerlo. Dime: ¿Te he causado
algún disgusto en estos últimos días hasta el punto de que te canse el tener que estar conmigo?”.
Jesús: “No, buen amigo. Desde el momento en que te vi, no me has causado ningún desagrado.
Y creo que jamás me serás causa de llanto”. Zelote: “¿Y entonces, Maestro?... No soy digno de
tu confianza, pero dados mis años, podría ser hasta padre tuyo, y bien sabes que siempre he
tenido sed de hijos... Permíteme que te acaricie como si fueses hijo mío y que haga yo en esta
hora las veces de padre y madre. Tienes necesidad de tu Madre para olvidar muchas cosas...”.
Jesús: “¡Oh, sí... de mi Madre!”. Zelote: “Pues bien, mientras no llegue el momento en que Ella
te consuele, deja a tu siervo la alegría de hacerlo. ■ Maestro, Tú lloras porque ha habido uno
que te ha disgustado. Desde hace días tu rostro es como sol cubierto de nubes. Te he estado
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observando. Tu bondad oculta la herida, para que nosotros no odiemos al que te hiere; pero esta
herida duele y te provoca náusea. Pero dime, Señor mío: ¿por qué no alejas de Ti la fuente de
esta pena?”. Jesús: “Porque humanamente es inútil y sería contra la caridad”. Zelote: “¡Ah! ¡Te
has dado cuenta de que me refería a Judas! Tú sufres por él. ¿Cómo puedes, Tú, Verdad,
soportar a ese mentiroso?... Miente y ni cambia de color. Es más falso que un zorro, más cerrado
que una piedra. Ahora se ha ido ¿A hacer qué? ¿Será posible que tenga tantos amigos? Aléjale
de Ti, Señor mío, a ese hombre”. Jesús: “Es inútil. Lo que debe ser, será”. Zelote: “¿Qué quieres
decir?”. Jesús: “Nada en particular”. Zelote: “Tú de buena gana le has dejado ir porque... porque
te asqueó su modo de actuar en Jericó”. Jesús: “Así es, Simón. Una vez más te digo: lo que debe
ser, será. ■ Y Judas forma parte de este futuro. También él debe estar...”. Zelote: “Juan me ha
contado que Simón Pedro es todo franqueza y fuego... ¿Le podrá soportar a éste?” (1). Jesús: “Le
debe soportar. También Pedro está destinado a ser una parte, y Judas es el cañamazo en que
debe tejer su parte; o, si lo prefieres, es la escuela en que Pedro se ejercitará más que con
cualquier otro. Ser buenos con Juan, entender a los corazones como el de Juan, es también
virtud hasta de tontos. Pero ser buenos con quien es un Judas, saber comprender corazones
como el de Judas, y ser médico y sacerdote para ellos es difícil. Judas es vuestra enseñanza
viviente”. Zelote: “¿La nuestra?”. Jesús: “Sí, la vuestra. El Maestro no es eterno sobre la Tierra.
Se irá después de haber comido el pan más duro, y bebido el vino más amargo. Pero vosotros os
quedaréis para ser mis continuadores... y debéis saber. Porque el mundo no termina con el
Maestro, sino que continúa después, hasta el regreso final del Mesías y hasta el juicio final del
hombre. ■ Y, en verdad te digo que por un Juan, un Pedro, un Simón, un Santiago, Andrés,
Felipe, Bartolomé y Tomás, hay al menos otras tantas veces siete Judas. Muchos más, muchos
más”. Simón, reflexivo, guarda silencio. (Escrito el 20 de Enero de 1945).
········································· 1 Nota : Es de advertir que estamos al comienzo de la vida pública de Jesús. Se fue realizando gradualmente la
formación del colegio apostólico. Después de la elección de los primeros discípulos en Galilea, Jesús se había
marchado a Jerusalén, donde tuvo lugar la elección de estos dos discípulos: Simón Zelote, y Judas Iscariote. Con
ellos dos y con Juan, que posteriormente había llegado también a Jerusalén, Jesús regresará más tarde a Galilea
donde Jesús presentará a los dos nuevos discípulos. Obviamente, hasta este momento, tanto Simón Zelote como
Judas Iscariote eran unos desconocidos, al menos en su forma de ser, para los discípulos de Galilea.
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2-83-33 (2-48-512).- Jesús sufre a causa de Judas, que es enseñanza viva para los apóstoles de
todos los tiempos.- La Santísima Humanidad de Cristo.
* “Vosotros, sacerdotes, todos sois «Pedros» y debéis atar y desatar. Pero ¡cuánto espíritu
de observación, de unión con Dios... cuántas comparaciones con el método de vuestro
Maestro debéis hacer para ser lo que debéis ser”.- ■ Dice Jesús: “Pequeño Juan, cuántas
veces lloré con el rostro en el suelo por causa de los hombres. ¿Y vosotros querríais ser menos
que Yo? También para vosotros, los buenos están en la proporción que había entre los buenos y
Judas. Y cuanto más bueno es uno, más sufre por ello. También vosotros, y lo digo
especialmente de los que tienen cuidado de almas, tenéis necesidad de aprender estudiando a
Judas. Vosotros, sacerdotes, todos sois «Pedros» y debéis atar y desatar. Pero ¡cuánto espíritu de
observación, de unión con Dios; cuánto estudio realista, cuántas comparaciones con el método
de vuestro Maestro debéis hacer para ser lo que debéis ser! ■ A alguien le parecerá inútil,
humano, imposible cuanto digo. Son los que de costumbre niegan los aspectos humanos de mi
vida y de Mí hacen una cosa tan fuera de la vida humana que soy solo cosa divina. ¿Dónde
queda entonces la Santísima Humanidad, dónde el sacrificio de la Segunda Persona que se vistió
de carne? Pues era Yo, verdaderamente, un Hombre entre los hombres. Era el Hombre y por
eso sufría al ver al traidor y a los ingratos. Y por esto me alegraba de que me amase alguien, o
se convirtiese a Mí. Y por esto sentía profundamente en el alma y lloraba ante el cadáver
espiritual de Judas. Con el corazón en las manos y con el llanto en los ojos lloré ante el amigo
muerto. Pero sabía que lo traería Yo a la vida y me alegraba de verlo que estaba con el espíritu
en el Limbo. Aquí... aquí tenía enfrente al Demonio...y no digo más. ■ Tú, Juan, sígueme.
Demos a los hombres también este don. Y luego... Bienaventurados los que escuchan la palabra
de Dios y se esfuerzan en cumplirla. Bienaventurados los que quieren conocerme para amarme.
En ellos y para ellos seré bendición”. (Escrito el 20 de Enero de 1945).
6
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(<Jesús está en Betsaida. Habla de pie en la barca en que ha venido. Mucha gente, sentada o en
semicírculo sobre la arena, le está escuchando>)
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2-96-98 (2-61-584).- Sublimidad de ser corredentores. Sublimidad del eunuquismo voluntario. * La dignidad más alta del hombre: ser corredentores.
. ● “Los ángeles reconocen que la perfección que tienen es inferior a la vuestra porque
no tienen poder de sufrir para cooperar en la redención del hombre”.- ■ Dice Jesús: “Voy a
manifestaros una verdad que a mis enemigos parecerá blasfemia; pero vosotros sois mis amigos.
Hablo especialmente a vosotros, mis discípulos y elegidos, y luego a todos los que me
escucháis. Os digo: los ángeles, espíritus puros y perfectos, que viven en la luz de la Santísima
Trinidad, y en ella se gozan, reconocen que la perfección que tienen es inferior a la vuestra,
¡hombres, lejanos del Cielo! Son inferiores porque no tienen poder de sacrificarse, de sufrir para
cooperar a la redención del hombre. Y —¿qué os parece?— Dios no toma un ángel para
decirle: «Sé el Redentor del género humano», sino que toma a su Hijo. Y sabiendo que, a pesar
de ser incalculable el sacrificio e infinito su poder, todavía le falta algo —y es una muestra de
bondad paternal que no quiere hacer diferencia entre el Hijo de su amor y los hijos de su
poder— a la suma de los méritos que se contrapondrán a la suma de pecados que de hora en
hora el género humano va acumulando; sabiendo esto, no toma a los ángeles para completar la
medida (1) y no les dice: «Sufrid para imitar al Mesías», sino que os lo dice a vosotros, a
vosotros hombres. Os dice: «Sufrid, sacrificaos, sed semejantes a mi Cordero. Sed
corredentores...». ¡Oh..., veo cohortes de ángeles que, dejando por un instante de rodear en
éxtasis de adoración en torno al Centro que es Dios Trino, se arrodillan, vueltos hacia la tierra, y
dicen: «¡Benditos vosotros que podéis sufrir con el Mesías y por el Dios Eterno, que es nuestro
y vuestro!». ■ Muchos no lograrán comprender todavía esta grandeza; es demasiado superior al
hombre. Pero cuando la Hostia sea inmolada, cuando el Trigo eterno resucite para nunca más
morir, después que le hubiesen recogido, golpeado, despojado y sepultado en las entrañas de la
tierra, entonces verán al Iluminador sobrenatural e iluminará a los espíritus, incluso a los más
retardados, que, a pesar de serlo, hayan permanecido fieles al Mesías Redentor. Entonces
comprenderéis que no he blasfemado, sino que os he anunciado la dignidad más alta del
hombre: la de ser corredentores, a pesar de que antes no fuera más que un pecador”.
. ● “Preparaos a tal dignidad empezando por el cuerpo para que lo seáis en el espíritu”.-
■ Jesús: “Entre tanto preparaos a ella con pureza de corazón y de propósitos. Cuanto más puros
seáis, tanto mejor comprenderéis. Y es porque la impureza, cualquiera que sea, es siempre humo
que oscurece y apesta la vista y la inteligencia. Sed puros. Empezad por el cuerpo para que lo
seáis en el espíritu. Empezad por los cinco sentidos para pasar a las siete pasiones. Empezad
por el ojo, sentido que es rey y que abre el camino a la más voraz y compleja de las hambres.
El ojo ve la carne de la mujer y desea la carne. El ojo ve las riquezas de los ricos y desea el oro.
El ojo ve el poder del gobernante y desea el poder. Tened el ojo sereno, honesto, morigerado y
puro, y tendréis deseos serenos, honestos, morigerados y puros. Cuanto más puro sea vuestro
ojo tanto más puro será vuestro corazón. Vigilad vuestro ojo, que siempre está ávido de
descubrir manzanas tentadoras. Sed castos en las miradas si queréis ser castos en el cuerpo. Si
tenéis castidad de carne, tendréis castidad de riquezas y de poder; tendréis todas las castidades y
seréis amigos de Dios. No temáis ser objeto de burlas porque sois castos. Temed tan sólo el ser
enemigos de Dios. También de Mí se dijo: «El mundo se burlará de Ti considerándote
mentiroso o eunuco, si muestras no apetecer a la mujer». En verdad os digo que Dios ha puesto
el vínculo matrimonial para elevaros a fin de que a imitación suya procreéis y cooperéis con Él
a poblar los Cielos”.
. ● “Pero existe un estado mucho más alto ante el cual se inclinan los ángeles: el
eunuquismo voluntario que incluso, en el futuro, servirá al altar y estará en torno a él”.-
■ Jesús: “Pero existe un estado mucho más alto, ante el cual se inclinan los ángeles viendo su
sublimidad sin poderla imitar. Un estado que, si bien es perfecto cuando dura desde el
nacimiento hasta la muerte, no se encuentra cerrado para aquellos que, no siendo ya vírgenes,
arrancan su fecundidad, masculina o femenina, anulando su virilidad animal para hacerse
7
fecundos y viriles sólo en el espíritu. Se trata del eunuquismo sin imperfección natural ni
mutilación violenta o voluntaria, el eunuquismo que no impide acercarse al altar; es más, que en
los siglos venideros, servirá al altar y estará en torno a él. Es el eunuquismo más elevado, aquel
cuyo instrumento amputador es la voluntad de pertenecer sólo a Dios, y conservar para Él castos
el corazón y el cuerpo, que eternamente brillen con el esplendor que el Cordero aprecia”.
(Escrito el 3 de Febrero de 1945).
······································ 1 Nota : Cfr. Col. 1,24.
. --------------------000-------------------
(<Jesús con sus discípulos va por el lago de Galilea. Van en dos barcas desde Cafarnaúm a Tiberíades.
Las barcas, hoy no pescan, se les emplea tan sólo para el transporte de pasajeros. Llegan a su destino>)
.
2-98-110 (2-63-597).- “Luz del mundo, sal de la tierra y líneas esenciales de vuestro carácter de
apóstoles”.
* La Sal de la tierra.- ■ Jesús deja su lugar y se sienta en el centro de la barca, sobre un
asiento que va de lado a lado. Enfrente tiene la otra barca, y alrededor a los que venían con Él.
“Escuchad. Os parecerá que algunas veces no pongo atención a vuestras conversaciones y que
por eso sea Yo un Maestro descuidado que no se preocupa de sus discípulos. Tened en cuenta
de que mi alma no os abandona ni un instante. ¿Habéis visto a un médico cuando estudia a un
enfermo que padece mal dudoso y que presenta síntomas raros? No separa sus ojos de él.
Después de haberle visitado, le vigila, tanto cuando duerme como cuando está despierto,
mañana y tarde, cuando calla y cuando habla, porque todo puede ser un medio y guía para
descifrar la enfermedad oculta y curarla. Lo mismo hago con vosotros. Os tengo unidos con
hilos invisibles, pero sensibilísimos, que están en Mí y me transmiten aun las más leves
vibraciones de vuestro yo. Dejo que os creáis libres, para que os manifestéis cada vez más
conforme a lo que sois, lo cual sucede cuando un alumno, o un maníaco, cree que ya no le ve
quien le está vigilando. Vosotros sois un grupo de personas, pero formáis un núcleo, esto es, una
sola cosa. Por tanto, sois un cuerpo complejo, que va tomando cuerpo, y que debe ser estudiado
en sus características particulares, más o menos buenas, para formarle, juntarle, limpiarle,
enriquecer sus lados poliédricos y hacer de él un único objeto perfecto. Por eso, Yo os estudio,
incluso cuando dormís. ■ ¿Qué sois vosotros? ¿Qué tenéis que llegar a ser? Vosotros sois la sal
de la tierra. Tales debéis llegar a ser: sal de la tierra. Con la sal se preservan las carnes de la
corrupción y otras cosas. Pero si la sal perdiese su fuerza, si deja de ser salada ¿podría salar
algo? Quiero salar al mundo con vosotros, para sazonarlo de sabor celeste. Pero ¿cómo podéis
salar si perdéis vuestro sabor? ¿Qué cosa os hace perder el sabor de lo celestial? Lo que es
humano. ¿No es verdad que el agua del mar no es buena para beber porque está salada? Y a
pesar de todo, si uno coge un vaso de agua de mar y lo vacía en una jarra de agua dulce,
entonces sí se puede beber, porque el agua de mar se ha diluido en tal forma que perdió su
propio sabor. El género humano es como el agua dulce que se mezcla con vuestra sal celestial.
Todavía más, suponiendo que se pudiese hacer venir del mar un hilo de agua e introducirlo en el
agua de este lago ¿acaso podrías volver a encontrar ese hilo de agua salada?...¡No¡ Habría
desaparecido en medio de tanta agua dulce. Así acontece con vosotros cuando inmergís vuestra
misión, mejor dicho, la sumergís en mucha humanidad. Sois hombres. Lo sé. Pero... y Yo, ¿qué
soy? Soy quien tiene consigo toda la fuerza. Y ¿qué hago? Os comunico esta fuerza, porque os
he llamado. Pero ¿de qué sirve que os la comunique si luego la perdéis bajo avalancha de cosas
y sentimientos humanos?”.
* La Luz del mundo.- ■ Jesús: “Vosotros sois, debéis ser, la luz del mundo. Os he elegido Yo:
Yo, Luz de Dios, de entre los hombres para continuar iluminando al mundo después de que
hubiere regresado al Padre. Pero... ¿podréis dar la luz mientras sois linternas apagadas o llenas
de humo? ¡No! Es más, con vuestro humo —es peor el humo que una mecha del todo
apagada— oscureceríais ese rayo de luz, que los corazones aún pudieran tener. ¡Oh,
desgraciados aquellos que al buscar a Dios se dirijan a los apóstoles y en lugar de luz obtengan
humo! Sacarán de ello escándalo y muerte. Ahora bien, maldición y castigo tendrán los
apóstoles indignos. ¡Habéis sido llamados para grandes cosas, pero al mismo tiempo tenéis un
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grande y terrible compromiso! ■ Acordaos que a quien más se le dio, más obligado está a dar. Y
a vosotros se os ha dado lo máximo, en instrucción y en dones”.
* “Recibís de Dios el don de ser «los discípulos». Meditad sobre ello”.- ■ Jesús: “Yo, el
Verbo de Dios, os instruyo, y de Dios recibís el don de ser «los discípulos», o sea, los
continuadores del Hijo de Dios. Quisiera que esta elección vuestra fuera siempre objeto de
vuestra meditación, y que continuarais escrutándoos y sopesándoos... y si uno siente que es apto
para ser fiel —no quiero siquiera decir: «si uno no se siente sino pecador e impenitente»; digo
tan solo: «si uno se siente apto para ser fiel»— pero no siente en sí nervio de apóstol, que se
retire. ¡El mundo para sus amantes es muy ancho, hermoso, suficiente y vario! Ofrece todas las
flores y todos los frutos para el vientre y los sentidos. Yo no ofrezco sino una sola cosa: la
santidad. Ésta, en la tierra, es la cosa más angosta, pobre, abrupta, espinosa y perseguida que
hay. En el Cielo, su angostura se torna en inmensidad, su pobreza en riqueza, sus espinas en una
alfombra de flores, su rigidez en sendero liso y suave, su persecución en paz y beatitud. Pero
acá, tan solo el héroe puede ser santo. No os ofrezco más que esto. ¿Queréis permanecer
conmigo? ¿Os sentís con fuerzas para hacerlo? ¡Oh! ¡No miréis con ojos de estupor y de dolor!
Muchas veces me oiréis hacer la misma pregunta y cuando la oigáis pensad que mi corazón llora
al hacerla, porque se siente herido por vuestra sordera porque no correspondéis a vuestra
vocación. Entonces examinaos y juzgad con honradez y sinceridad, y decidid. Decidid para no
ser los réprobos. Decid: «Maestro, amigos, conozco que no he sido hecho para este camino. Os
doy el beso de compañero y os digo, rogad por mí». Mejor así que traicionar... Mejor así... ■
¿Qué decís? ¿A quién, traicionar? ¿A quién? A Mí. A mi causa, o sea, a la causa de Dios,
porque Yo soy uno con el Padre, y a vosotros. Sí. Os traicionaríais. Traicionaríais a vuestra
alma, dándosela a Satanás. ¿Queréis seguir siendo hebreos? Pues Yo no os fuerzo a cambiar.
Pero no traicionéis. No traicionéis a vuestra alma, ni al Mesías ni a Dios. Os juro que ni Yo ni
los fieles a Mí os criticarán, como tampoco os señalarán con el dedo para que las turbas fieles os
desprecien. Hace poco un hermano vuestro dijo una gran palabra: «Se trata de tener ocultas
nuestras llagas y las de los que amamos». Pues bien, el que se separase sería una llaga, una
gangrena que, nacida en nuestro organismo apostólico, se separaría por ser una gangrena
completa, dejando una señal dolorosa que con todo cuidado esconderíamos. ■ No. No lloréis,
amigos. No os guardo rencor, ni soy intransigente por veros tan lentos. Apenas os he tomado y
no puedo exigir que seáis perfectos. Pero ni después de años lo exigiré, aun cuando inútilmente
haya repetido cien o doscientas veces las mismas cosas. Es más, escuchad: con los años seréis
menos ardientes que ahora que sois neófitos. La vida es así... el linaje humano es así... pierde
ímpetu después de su primer choque. Pero (Jesús de pronto se levanta) Yo os juro que venceré.
Purificados, por selección natural, fortificados con lo sobrenatural, vosotros los mejores os
convertiréis en mis héroes. Héroes del Mesías. Héroes del Cielo. El poderío de los Césares será
polvo respecto de la realeza de vuestro sacerdocio. Vosotros, pobres pescadores de Galilea,
vosotros desconocidos judíos, vosotros, un puñado entre la masa de los hombres que
actualmente viven, seréis más célebres, aclamados, venerados que César, y que todos los
Césares que haya tenido y tenga la tierra. Vosotros benditos, vosotros célebres en un futuro
próximo y en los siglos más remotos, hasta el fin del mundo”.
* “Líneas esenciales de vuestro carácter de apóstoles”.- ■ Jesús: “Yo os elijo a esta suerte
sublime. A vosotros que sois sinceros en la voluntad, y para que seáis capaces de ella os doy las
líneas esenciales de vuestro carácter de apóstoles: ● Estad siempre vigilantes y preparados.
Vuestras cinturas estén ceñidas, siempre ceñidas, y vuestras lámparas encendidas como lo hace
quien de un momento a otro debe partir o debe salir al encuentro de quien está por llegar. Y de
hecho, vosotros seréis, hasta que la muerte os detenga, los incansables peregrinos en busca del
extraviado; y hasta que la muerte la apague, vuestra lámpara debe de estar en alto y encendida
para señalar el camino a los extraviados que vienen al redil del Mesías. ● Debéis ser fieles al
dueño que os ha colocado en este servicio. El siervo a quien el amo encontrase siempre alerta y
la muerte en estado de gracia, será premiado. No podéis, no debéis decir: «Soy joven, tengo
tiempo de hacer esto o aquello y después pensaré en mi dueño, en la muerte, en mi alma».
Mueren los jóvenes como los viejos, los fuertes como los débiles. Y viejos y jóvenes, fuertes y
débiles están expuestos igualmente al asalto de la tentación. Pensad que el alma puede morir
antes que el cuerpo y podéis cargar, sin saberlo, junto con vosotros un alma en corrupción. ¡Es
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tan insensible el morir de un alma! Como la muerte de una flor: sin grito alguno, sin una
convulsión... inclina solo su llama como cansada corola y se apaga. Alguna vez después de
mucho tiempo, inmediatamente después otras veces, el cuerpo cae en la cuenta de que lleva
dentro de sí un cadáver en gusanos, y se vuelve loco de espanto, y se mata para escapar de este
connubio... ¡Oh, no escapa! Cae exactamente con su alma agusanada sobre un bullir de
serpientes en el Infierno. ● No seáis deshonestos como intermediarios o leguleyos que se ponen
de parte de dos clientes opuestos, no seáis falsos como los políticos que llaman «amigo» a éste y
a aquel, y después son enemigos de ambos. No queráis ser dobles. A Dios no se le hace burla ni
se le engaña. Comportaos con los hombres como os comportáis con Dios, porque una ofensa
hecha a los hombres es como si hubiera sido hecha a Dios. Desead ser vistos por Dios como
deseáis ser vistos por los hombres. ● Sed humildes. No podéis acusar a vuestro Maestro de no
serlo. Yo os doy ejemplo. Haced como hago. Humildes, dulces, pacientes. El mundo se
conquista con esto y no con violencia y fuerza. Sed fuertes y violentos contra los vicios.
Arrancáoslos aun cuando os arranquéis pedazos del corazón. Hace algunos días os he dicho que
vigiléis las miradas, pero no lo sabéis hacer. Os digo: sería mejor que os quedarais ciegos
arrancándoos los ojos inmoderados, que acabar siendo lujuriosos. ● Sed sinceros. Yo soy
Verdad en las cosas sublimes y en las humanas. Quiero que también vosotros seáis auténticos.
¿Por qué andarse con engaños conmigo o con los hermanos o con el prójimo? ¿Por qué jugar al
engaño? ¿Tan orgullosos como sois, y no tenéis el orgullo de decir: «No quiero que se me tache
de mentiroso»? Y sed auténticos con Dios. ¿Creéis poderlo engañar con formas de oraciones
largas y a la vista de todos? ¡Oh! ¡Pobres hijos! ¡Dios ve el corazón! ● Sed sencillos, puros al
hacer el bien, también al hacer limosna. Un publicano supo serlo antes de su conversión. ¿Y
vosotros no vais a saberlo hacer? Sí, te alabo, Mateo, por la pura ofrenda semanal de la que sólo
Yo y el Padre sabíamos que era tuya. Y te cito como ejemplo (1). También esto es castidad,
amigos. No descubráis el bien que hiciereis de la misma forma que no desvestiríais a una hija
vuestra adolescente ante los ojos de una multitud. Ser vírgenes en hacer el bien. Y el acto es
virgen cuando no tiene ningún pensamiento de alabanza o de estima, o de acicate de soberbia. ●
Sed esposos fieles a Dios en vuestra vocación. No podéis servir a dos señores. El lecho nupcial
no puede acoger al mismo tiempo a dos esposas. Dios y Satanás no pueden dividirse vuestros
brazos. El hombre no puede, como tampoco lo pueden ni Dios ni Satanás, compartir un triple
abrazo en antítesis entre los tres que se lo dan. ● Procurad estar lejos de tener hambre de oro, de
carne y de poder. Satanás os ofrece eso. ¡Sus mentirosas riquezas! Honores, éxitos, poder,
abundancias: mercados obscenos cuya moneda es vuestra alma. Contentaos con lo poco. Dios os
da lo necesario. Basta. Esto os lo garantiza, de la misma forma que se lo garantiza al ave del
cielo, y vosotros valéis mucho más que los pájaros. Pero quiere de vosotros confianza y que
seáis parcos. Si tenéis confianza, no os desilusionará; si sois parcos, su don diario os bastará.
No seáis paganos, siendo, de nombre, de Dios. Paganos son aquellos que, más que a Dios,
aman el oro y el poder para aparecer semidioses. Sed santos y seréis semejantes a Dios en la
eternidad. ● No seáis intransigentes. Todos vosotros pecadores, tratad de ser con los demás
como querríais que fuesen con vosotros: esto es, llenos de compasión y perdón. ● No juzguéis
¡Oh, no juzguéis! Ya veis —a pesar de que hace poco que estáis conmigo—, cuántas veces,
siendo inocente, he sido ilícitamente mal juzgado y acusado de pecados que no existen. El mal
juicio es ofensa, y solo el que es verdadero santo no responde ofensa con ofensa. Por lo cual
absteneos de ofender para no ser ofendidos. Así no faltaréis a la caridad, ni a la santa, querida,
suave humildad, la enemiga de Satanás al par que la castidad. Perdonad siempre. Decid:
«Perdono, oh Padre, para que Tú perdones mis innumerables pecados». Procurad ser mejores
hora tras hora, con paciencia, firmeza, heroicidad. Y... ¿quién os dice que no sea una cosa dura
el ser buenos? Es más, os digo: es el mayor entre los esfuerzos. Pero el premio es el Cielo. Por
tanto, vale la pena consumirse en este esfuerzo. ● ¡Amad! ¿Qué palabras debería decir para
induciros al amor? No existe ninguna que sea adecuada para llevaros a este amor, pobres
hombres a quienes Satanás azuza. Entonces, he aquí que yo digo: «Padre, apresura la hora de la
purificación. Esta tierra está seca. Este rebaño tuyo está enfermo. Mas hay un rocío, que puede
aplacar la aridez y limpiar. Abre, abre esa fuente. Ábreme, ¡a Mí ábreme! Mira, Padre, ardo en
deseos de hacer tu querer que es el Mío y el del Amor Eterno. ¡Padre, Padre, Padre! Mira tu
Cordero y sé su Sacrificador»”. ■ Jesús realmente está inspirado. De pie, con los brazos abiertos
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en cruz, con el rostro al Cielo, con el azul del lago que tiene de fondo... con su vestido de lino
parece un ángel que orara. La visión termina. (Escrito el 5 de Febrero de 1945).
·········································· 1 Nota : El apóstol Mateo, según esta Obra, antes de ser llamado por Jesús, solía enviar, ocultamente, bolsas de
dinero cada semana a los apóstoles para repartir entre los pobres.
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(<El siguiente pasaje tiene lugar en la casa de José de Arimatea donde están reunidos Gamaliel,
Nicodemo, Lázaro y otros invitados. Uno de ellos, Félix, sostiene que el cargo es suficiente porque, quien
tiene el cargo, tiene la inspiración de Dios>)
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2-114-205 (2-81-699).- Los sacerdotes deben tener Doctrina y Verdad, además del cargo.
* “A la Doctrina se llega por medio de una meditación constante, dirigida a conocer al
Sapientísimo; a la Verdad, con la fidelidad absoluta al Bien”.- ■ Félix dice: “Aarón había
recibido el pontificado. Era suficiente”. A lo que responde Nicodemo: “No amigo. El
pontificado es un cargo santo, pero no es más que cargo. No siempre y no todos los pontífices
de Israel han sido santos: lo cual no quita el que fueran pontífices, aunque no fueran santos”.
Félix exclama: “¡No querrás decir que el Sumo Sacerdote sea un hombre privado de gracia!...”.
El que se llama Juan dice: “Felix, no entremos en el fuego que quema. Yo, tú, Gamaliel, José,
Nicodemo, todos, sabemos muchas cosas...”. Félix está escandalizado: “Pero ¡cómo!... pero
¡cómo! ¡Gamaliel, intervén!...”. Los tres, que discuten acaloradamente contra Félix, dicen: “Si
es justo, dirá la verdad que no quieres oír”. José trata de poner paz. Jesús no dice nada, lo
mismo que Tomás, Zelote y el otro Simón, amigo de José. Gamaliel parece que está jugando
con las cintas de su vestido, pero mira de arriba abajo a Jesús. Félix grita: “¡Habla pues
Gamaliel!”. Dicen los tres: “Sí ¡Habla! ¡Habla!”. Gamaliel responde: “Yo digo: las debilidades
de la familia se tienen ocultas”. Félix grita: “No es una respuesta. Parece como si confesases que
hay culpas en la casa del Pontífice”. Los tres le replican: “Es boca que dice verdad”. ■ Gamaliel
se pone derecho y se vuelve a Jesús: “Aquí está el Maestro que eclipsa a los más doctos. Que Él
dé su opinión”. Jesús dice: “Tú lo deseas. Obedezco. Yo digo: el hombre es hombre; el cargo o
misión va más allá del hombre; pero el hombre, investido de un cargo, es capaz de cumplirlo
como superhombre cuando, por vivir una vida santa, tiene a Dios por amigo. Él es quien dijo:
«Tú eres sacerdote según el orden que Yo te he dado». ¿Qué está escrito en el Racional? (1).
«Doctrina y Verdad». Esto deberían poseer los pontífices. A la Doctrina se llega por medio de
una meditación constante, dirigida a conocer al Sapientísimo; a la Verdad, con la fidelidad
absoluta al Bien. El que juega con el Mal entra en la Mentira y pierde la Verdad”. Gamaliel
exclama admirado: “¡Bien has respondido! Como un gran Rabí. Yo, Gamaliel. Te lo digo. Me
superas”. (Escrito el 21 de Febrero de 1945).
·········································· 1 Nota : Cfr. Éx. 28,15-30; 39,8-21;Lev. 8,8; 1 Sam. 14,36-46.
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(<Jesús, ante el asedio del Sanedrín se ha retirado a una posesión de Lázaro en «Aguas Claras», entre
Efraín y el Jordán>)
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2-133-324 (2-100-829).- Trabajo oculto del manso Andrés (de sonrisa tímida y pura) y de
muchos sacerdotes santos.
* “Andrés, a pesar de ser tan distinto al principio, serás perfectamente igual a Pedro al
final de tu misión”.- ■ «Aguas claras» (1) está hoy sin peregrinos. Y parece extraño verla así,
sin signos de los que se quedan por la noche o al menos de los que toman sus alimentos en la era
o bajo el cobertizo. Hoy no se ve más que orden y limpieza. No hay ninguna de esas señales que
suele dejar tras de sí una fuerte confluencia de gente. Los discípulos ocupan su tiempo en
trabajos manuales: unos, preparando los anzuelos; otros, quitando tierra y haciendo
canalizaciones para que el agua que cae del techo no se acumule en la era. Jesús está de pie en
medio de un prado y echa migajas a los pajaritos. Se puede decir que, a pesar de que el día es
despejado, no se descubre ningún ser viviente. ■ Regresa Andrés de algún encargo y se dirige a
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Jesús: “La paz sea contigo, Maestro”. Jesús le contesta: “Y contigo, Andrés. Ven un poco aquí.
Puedes estar cerca de los pajaritos. Eres como ellos. ¿Ves? Cuando saben que quien se les
acerca los quiere, no tienen miedo... Mira lo confiados que son, y seguros, y contentos. Antes
estaban casi junto a mis pies. Ahora estás tú y están alertas. Pero mira... aquel pájaro que se
acerca más audaz. Sabe que no hay ningún peligro. Detrás de él vienen los otros. ¿Ves cómo
brincan y comen? ¿No es igual que para nosotros, que somos hijos del Padre? Él nos llena con
su amor. Y, cuando estamos seguros de que nos ama y de que nos invita a su amistad, ¿por qué
tener miedo de Él y de nosotros? Su amistad nos debe hacer audaces incluso entre los hombres.
Créeme esto: solo el malhechor puede tener miedo de sus semejantes; no el justo, como tú eres”.
Andrés se ha puesto colorado y no habla. ■ Jesús le atrae hacia Sí, y le dice sonriendo: “Habría
que uniros a ti y a Simón en un solo filtro, destilaros y luego daros de nuevo forma. Seríais
perfectos. Y sin embargo, si te dijera que, a pesar de ser tan distinto al principio, serás
perfectamente igual a Pedro al final de tu misión, ¿lo creerías?”. Andrés: “Tú lo dices y cierto
será. No me pregunto ni siquiera cómo puede suceder. Porque lo que dices es verdad. Me
gustaría ser como Simón, mi hermano, porque es justo y te hace feliz. ¡Simón vale! Estoy muy
contento de que sea una persona que vale. Valiente, fuerte. ¡Bueno, también los demás!...”.
Jesús: “Y tú ¿no?”. Andrés: “¡Oh!...¡Yo!... Solo Tú puedes estar contento de mí...”. Jesús: “Y
de que Yo soy el único que me doy cuenta que trabajas sin hacer ruido y más profundamente
que los demás. Porque, entre los doce, hay quien llama la atención en forma proporcionada a su
trabajo, hay quien hace más ruido que trabajo, y hay quien solo trabaja, sin llamar la atención;
un trabajo humilde, activo, ignorado... los otros pueden creer que éste no hace nada, mas Aquél
que ve sabe las cosas. Estas diferencias se deben, porque todavía no sois perfectos. Y siempre
las habrá entre los discípulos, entre aquellos que vengan después de vosotros, hasta el momento
en que el ángel proclame con voz de trueno: «El tiempo ha terminado»”.
* “Ni gesto ni vestido ni cultura... son lo que hacen al sacerdote sino su alma tan grande
que anule a la carne”.- ■ Jesús: “Habrá siempre servidores del Mesías que tratarán tanto de
trabajar, como de atraer sobre sí la mirada del mundo. Serán los Maestros. Habrá por desgracia,
quienes harán solo ruido y cosas exteriores, solo exteriores: los falsos pastores con actitud de
bufones... ¿Sacerdotes?... No, pantomimas. No otra cosa. No es el gesto el que hace al
sacerdote ni tampoco el vestido ni la cultura, ni las relaciones sociales y poderosas. Lo que hace
al sacerdote es su alma, un alma tan grande que anule la carne. Todo espíritu mi sacerdote... así
le sueño, así serán mis santos sacerdotes. El espíritu no tiene voz, ni posturas de payaso; no lo
soporta porque es espiritual y, por tanto, no puede ponerse máscaras; es lo que es: espíritu,
llama, luz, amor; habla a los espíritus; habla con la castidad de las miradas, de los actos, de las
palabras y de las obras. ■ El hombre le mira y ve a un semejante suyo. Pero, más allá de la
carne, y por encima de ella, ¿qué ve?: algo que le hace detenerse en su caminar apresurado,
meditar y concluir: «Este hombre, semejante a mí, tiene sólo el aspecto de hombre; el alma es
de ángel». Y, si no es creyente, concluirá: «Por él creo que existe un Dios y un Cielo». Y, si es
un lujurioso, dice: «Éste, semejante a mí, tiene ojos de Cielo; refreno mi sentido para no
profanarlos». Y si se trata de un avaro, decidirá: «Por el ejemplo de éste, que no tiene apego a
las riquezas, yo ceso de ser avaro». Y si es iracundo, una persona violenta, en presencia del
manso se vuelve un ser más sereno. Tanto puede hacer un sacerdote santo”.
* “Si el mundo no se convierte en un lupanar se deberá a estos héroes del silencio y de la
fiel actividad”.- ■ Jesús: “Y créeme, siempre habrá sacerdotes santos que sabrán morir por
amor de Dios y del prójimo y lo harán con sencillez, después de haber ejercitado la perfección
durante toda su vida, de una manera igualmente sencilla, de modo que el mundo ni siquiera se
habrá percatado de ellos. Si el mundo no se convierte en un lupanar e idolatría se deberá a éstos:
los héroes del silencio y de la fiel actividad. Andrés, tendrán tu sonrisa tímida y pura. Habrá
siempre «Andreses» por gracia de Dios y fortuna del mundo”. Andrés, humilde, le dice: “No
creía que iba a merecer esas palabras... no hice nada para provocarlas...”. Jesús: “Me has
ayudado a llevar un corazón a Dios. Y es el segundo que llevas a la Luz”. ■ Andrés,
angustiado: “¡Oh! ¿Por qué ha hablado? Me había prometido...”. Jesús le tranquiliza: “Nadie ha
hablado. Lo sé. Cuando los compañeros cansados descansan, hay tres que en «Aguas claras» no
duermen: el apóstol del silencio y del amor activo por los hermanos pecadores; la criatura a la
que el alma empuja hacia la salvación; y el Salvador que ruega y vigila, que está alerta y
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espera... Mi esperanza es ésta: que un alma encuentre su salvación... Gracias, Andrés. Continúa
y que seas bendito”. Andrés pide: “¡Oh, Maestro!... Pero no digas nada a los otros... A solas,
hablándole a una leprosa en una playa desierta, hablándole aquí a una mujer cuya cara no veo
(2), algo sé hacer. Pero, si los otros lo saben, sobre todo Simón (que querrá venir)... yo ya no sé
hacer nada... No vengas ni siquiera Tú... porque me avergüenzo de hablar delante de Ti”. Jesús:
“No iré contigo. Jesús no irá, pero el Espíritu de Dios ha ido siempre contigo. Vamos a casa.
Nos están llamando para la comida”. Y así termina el diálogo entre Jesús y el manso discípulo.
(Escrito el 18 de Marzo de 1945).
··········································· 1 Nota : Cfr. Personajes (lugares) de la Obra magna: «Aguas Claras»
2 Nota : Se trata de dos pecadoras públicas a las que, Andrés, “el apóstol del silencio y del amor activo” —según
palabras de Jesús— condujo a Jesús después de un trabajo de oculto apostolado. Cfr. Personajes de la Obra manga:
Bella de Corazaín. / Aglae.
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(<Una calumnia, “Jesús y los suyos conviven en Efraín con prostitutas”, difundida por escribas y
fariseos, obligó a Jesús a abandonar la casa de «Aguas Claras». En Betania, a donde llegaron desde
Efraín, Jesús explica a Lázaro, alarmado por la terrible acusación, la verdad de los hechos: “Una mujer
—la prostituta Aglae, «la Velada» de «Aguas claras»—, y no me mires, Lázaro, con esa cara de espanto...
una mujer siempre fue a oírme y se hospeda en uno de los establos de tu administrador, porque se lo pedí.
La razón es para que estuviera cerca de Mí. Mi deber y mi deseo es buscar y redimir a una alma caída.
Por esto podrás ver que tu hermana María no será el primer fango al que me acerque y sobre el que me
incline y no será la última. Quiero sembrar en el fango flores y quiero que nazcan flores del bien”. ■
Después de permanecer unos días en Betania y una vez celebrada aquí la fiesta de las Encenias, Jesús y
los suyos van de regreso nuevamente a «Aguas Claras»>) .
2-137-355 (2-104-862).- El apostolado y la oración. La voluntad de redimirse es ya absolución.
* “Andrés, jamás la oración hecha para salvar un alma se pierde”.- ■ Jesús atraviesa con
sus discípulos las llanuras de «Aguas Claras». El día está lluvioso y todo está desierto. Es más o
menos mediodía, porque cuando logra el sol abrirse paso entre los resquicios de las nubes, envía
sus rayos perpendiculares. Jesús va hablando con Iscariote y le da el encargo de ir al pueblo para
comprar lo más necesario. Cuando se queda solo, se le junta Andrés, y siempre tímido, dice en
voz baja: “¿Quieres escucharme, Maestro?”. Jesús: “Sí, ven adelante conmigo” y alarga el paso
seguido de su discípulo, adelantándose algunos metros respecto a los demás. Andrés, apenado,
le dice: “¡La mujer ya no está, Maestro!”. Y explica: “La pegaron y huyó. Iba herida y
sangrando. El administrador la vio. Me adelanté, diciendo que iba a ver si nos habían tendido
alguna insidia, pero la verdad es que quería ir enseguida a donde estaba ella. ¡Tantas esperanzas
tenía de traerla a la luz! ¡Mucho he orado por ella en estos días!... ¡Ahora ha huido! Se perderá.
Si supiese en dónde está, la iría a buscar... No lo diría a los demás, pero a Ti, sí, porque me
entiendes. Tú sabes que en esta búsqueda no hay pasión alguna, sino un deseo, ¡oh!, un deseo
tan grande que se hace tormento, de salvar a una hermana mía...”. ■ Jesús: “Lo sé, Andrés, y te
digo: aun cuando las cosas se han presentado así, tu deseo se cumplirá. Jamás la plegaria hecha
con ese motivo se pierde. Dios la escucha y ella se salvará”. Andrés: “Si Tú eres quien lo dice...
¡Mi dolor se mitiga!”.
* El don del verdadero apóstol.- ■ Jesús: “¿No querrías saber qué es de ella? ¿No te interesa
ni siquiera el no ser tú el que la conduzca a Mí? ¿No me preguntas cómo lo hará?”. Jesús sonríe
dulcemente, con un esplendor de luz en sus azules pupilas que miran al apóstol que va
caminando a su lado. Una de esas sonrisas y de esas miradas que son uno de los secretos de
Jesús para conquistar los corazones. Andrés con sus dulces ojos castaños lo mira y dice: “Me
basta saber que vendrá a Ti. Que sea otro o yo, no me importa. ¿Cómo sucederá? Tú lo sabes y
no tengo necesidad yo de saberlo. Tengo la promesa y me siento feliz”. Jesús le pasa el brazo
por los hombros y lo trae a Sí dándole un abrazo afectuoso, que transporta al buen Andrés en
éxtasis y en esta forma sigue hablando: “Este es el don del verdadero apóstol. Mira, amigo: tu
vida y la de los futuros apóstoles será siempre así. Algunas veces sabréis que fuisteis «los
salvadores». Pero muchas veces salvaréis las almas sin saber siquiera que salvasteis las almas
que más queríais que se salvasen. Sólo en el Cielo veréis venir a vuestro encuentro o subir al
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Rey Eterno a quienes salvasteis. Algunas veces lo sabréis en la Tierra. Son las alegrías que os
infundo para dar un vigor mucho mayor para buscar nuevas conquistas. ¡Bienaventurado será el
sacerdote que no tenga necesidad de estos incentivos para cumplir con su propio deber!
Bienaventurado el que no se amilana al no ver triunfos y que no dice: «¡No hago más porque no
tengo satisfacción!». ■ La satisfacción apostólica que se busca, como único incentivo,
demuestra que no existe formación apostólica, envilece el apostolado que es cosa espiritual y lo
reduce al nivel de un vulgar trabajo humano. No se debe caer jamás en la idolatría del
ministerio. No sois vosotros los que debéis ser adorados sino el Señor vuestro. A Él sea la gloria
de los que se salvan. A vosotros, la obra de la salvación dejando para cuando estéis en el Cielo
la gloria de haber sido los «salvadores»”.
* “La voluntad de redimirse es ya una absolución”.- ■ Jesús: “Pero me decías que el
administrador la vio. Cuéntame”. Andrés: “Tres días después de que habíamos partido, vinieron
algunos fariseos a buscarte. Naturalmente no te encontraron. Recorrieron el pueblo y las casas
de los campos como si estuvieran vivamente interesados en verte. Nadie lo creyó. Entraron en la
posada echando fuera con soberbia a los que estaban allí, porque decían que no querían entrar
en contacto con extranjeros desconocidos, que podían incluso profanarlos. Todos los días iban a
la casa. Después de algunos días encontraron a esa pobrecita, que siempre iba allá porque tal vez
esperaba encontrarte y conseguir la paz. La hicieron huir, siguiéndola hasta su refugio que
estaba en el establo del administrador. No la agredieron inmediatamente, dado que el
administrador y sus hijos habían salido armados de garrotes. Pero luego, por la tarde, cuando
ella salió de nuevo, volvieron, y venían con otros, y cuando la mujer fue a la fuente, empezaron
a apedrearla, llamándola «prostituta» y exponiéndola al oprobio del pueblo. Y, dado que ella se
echó a correr queriendo huir, la alcanzaron, la pegaron, le quitaron el velo y manto para que
todos la viesen, y siguieron pegándola, tratando de imponerse con su autoridad al sinagogo para
que la maldijera y fuera así lapidada, y además para que te maldijera a Ti, que la habías llevado
al pueblo. Pero el sinagogo no quiso hacerlo y ahora está en espera del anatema del Sanedrín.
El administrador la arrancó de las manos de esos bribones y la ayudó. Pero por la noche se fue,
dejando un brazalete y escrito sobre un pedazo de pergamino: «Gracias, ruega por mí». El
administrador dice que es joven y hermosísima, aunque muy pálida y delgada. La buscó por los
campos, porque estaba muy herida, pero no la encontró, y no se explica cómo haya podido
alejarse mucho. ■ Tal vez haya muerto en algún sitio... y no se salvó...”. Jesús: “No”. Andrés:
“¿No? ¿No ha muerto? ¿No se ha perdido?”. Jesús: “La voluntad de redimirse es ya una
absolución. Aun cuando hubiese muerto sería perdonada, porque ha buscado la verdad y puesto
bajo sus pies el error. Pero no ha muerto. Empieza a subir por la pendiente del monte de la
redención. La veo... inclinada bajo su llanto de arrepentimiento. Ahora bien, el llanto la hace
siempre más fuerte, mientras que, por el contrario, el peso va disminuyendo. Yo la veo. Se
dirige al encuentro del Sol. Cuando haya subido toda la pendiente, se encontrará en la gloria del
Dios-Sol. Va subiendo... ayúdala con tus oraciones”. Andrés: “¡Oh Señor mío!”. Y se siente casi
aterrorizado por el hecho de poder ayudar a un alma en su santificación. Jesús sonríe mucho
más dulce. Dice: “Será necesario abrir los brazos y el corazón al sinagogo perseguido e ir a
bendecir al buen administrador. Vamos con los compañeros a decírselo”. (Escrito el 6 de Mayo
de 1945).
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(<Jesús está radiante de alegría porque Analía [1] se ha consagrado virgen y ha ofrecido su vida. Andrés
cree que esta alegría de Jesús está relacionada con Aglae, la mujer velada de «Aguas Claras» a la que él,
desde su llegada a «Aguas Claras», trató ocultamente de llevarla a Jesús con sus oraciones, sacrificios>)
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2-156-431 (3-16-67).- “Cada palabra de tu plegaria, Andrés, es como un reclamo, luz en la
noche”.
* “¿Andrés, que jamás se mueve ni tiene iniciativas, dónde la encontró?”. Jesús: “Por mi
sendero”.- ■ Pedro, Andrés y Juan miran a Jesús con ojos interrogativos. El rostro brillante de
Jesús le dice que está feliz. Pedro no se contiene y pregunta: “¿Con quién has hablado tanto,
Maestro mío? ¿Y qué oíste para estar tan radiante de alegría?”. Jesús: “Con una mujer en los
albores de la vida; con la que es el amanecer de otras muchas que vendrán”. Pedro:
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“¿Quiénes?”. Jesús: “Las vírgenes”. ■ Andrés se dice a sí mismo despacio y en voz baja: “No
es ella...”. Jesús: “No. No es ella. Pero no te canses de orar. Sigue. Cada palabra de tu plegaria
es como un reclamo, una luz en la noche y la levanta y guía”. Pedro pregunta: “Pero ¿a quién
está esperando mi hermano?”. Jesús: “A un alma, Pedro. A una gran miseria que él quiere
cambiar en una gran riqueza”. Pedro, asombrado: “¿Y dónde la encontró Andrés, que no se
mueve jamás, ni habla jamás, que jamás tiene iniciativa?”. Jesús: “Por mi sendero. Ven,
conmigo, Andrés. Vayamos a casa de Alfeo a desearle bien entre sus muchos sobrinos. Vosotros
esperadme en casa de Santiago y Judas” . (Escrito el 6 de Mayo de 1945).
·········································· 1 Nota : Cfr. Personajes de la Obra magna: Analía.
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(<Antes de elegirles como apóstoles, Jesús y los 12 suben a un monte>)
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3-164-21 (3-24-105).- El retiro en el monte para la elección de los apóstoles. Qué es la oración.
* “Recurro a la gran medicina, al arma por antonomasia: la oración”.- ■ Jesús se pone en
camino dando la espalda al lago, y se dirige sin vacilar hacia uno de los desfiladeros que hay
entre las colinas que van en líneas, yo diría casi paralelas, desde el lago hacia el oeste. Entre una
y otra colina rocosa, escarpada, abierta en pico como un fiordo, baja un riachuelo envuelto en
espumas en su carrera desenfrenada y por arriba se descubre el monte agreste, con plantas que
han crecido en todas las direcciones, como han podido, entre piedra y piedra. Tan solo un
sendero de cabras hay en la colina más escabrosa, y Jesús toma ese. Los discípulos le siguen
fatigosamente, en fila india y en el silencio más grande. Tan solo cuando se detiene para darles
descanso, en un lugar, un poco ancho, de este sendero que parece un arañazo en la pendiente
dificilísima, ellos se miran sin hablarse. Parece que con miradas se dijesen: «¿A dónde nos
lleva?». Pero no se hablan, solo se miran, y cada vez con más desconsuelo a medida que ven
que Jesús vuelve otra vez a emprender el camino por la agreste garganta, llena de curvas,
hendiduras, peñascos que dificultan el andar, porque además hay las zarzas y otras miles de
hierbas que se aferran de sus vestidos por todas partes, que rasguñan, que hacen tropezar, y que
pegan en la cara. Hasta los más jóvenes, cargados con alforjas pesadas, han perdido el buen
humor. ■ Finalmente Jesús se detiene y dice: “Aquí estaremos durante una semana en oración,
para que os preparéis a un gran acontecimiento. Por esta razón quise que estuvieseis solos, en un
lugar desierto, alejado de toda caravana, y de todo lugar habitado. Aquí hay cuevas que han
servido otras veces a hombres. Nos servirán a nosotros también. Aquí hay agua fresca y
abundante, aunque el terreno sea seco. Tenemos pan y alimentos suficientes para nuestra breve
permanencia. Quienes el año pasado estuvieron conmigo en el desierto saben cómo viví (1). Esto
es un palacio real respecto de aquel lugar, y la estación, que no es inclemente, no molesta con su
cruel frío, ni con el fuerte sol. Tratad, pues, de tener buen ánimo. Tal vez jamás volveremos a
estar todos juntos y solos. Esta breve permanencia debe uniros, haciendo de vosotros no más
doce hombres, sino una sola institución. ¿No habláis? ¿No me preguntáis nada? Colocad sobre
esa peña las alforjas que traéis, y despeñad ese otro peso que tenéis en el corazón: vuestra
fragilidad humana. Aquí os he traído para hablaros al espíritu, nutriros el espíritu, para haceros
espíritu. ■ No diré muchas palabras: ¡muchas os he dicho ya en un año que llevo con vosotros!
Ahora ya basta. Si tuviera que cambiaros con la fuerza de la palabra debería teneros diez, cien
años, y aun así seguiríais siendo imperfectos. Ha llegado el tiempo de que haga uso de vosotros,
pero para ello debo formaros. Recurro a la gran medicina, que es el arma por antonomasia: la
oración. Siempre he orado por vosotros pero ahora quiero que lo hagáis vosotros mismos.
Todavía no os enseño mi oración, pero sí os doy a conocer el modo de orar y lo que es la
oración: un coloquio de hijos con su Padre, de espíritus a Espíritu, abierto, animado, lleno de
confianza, recogido, claro. La oración es todo: confianza, confesión, conocimiento de vosotros
mismos, llanto por vosotros mismos, promesa a vosotros y a Dios, búsqueda de Dios, petición a
Dios; y todo esto hecho a los pies del Padre. No debe hacerse en medio del bullicio, entre
distracciones, a menos que sea uno perfecto en la oración. Y aún éstos se resienten del griterío,
rumor del mundo en sus ratos de oración. Vosotros no sois colosos sino pequeños, niños en el
espíritu, aquí llegaréis a la edad de la razón espiritual. El resto vendrá después. ■ Por la mañana
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temprano, al mediodía y al atardecer nos reuniremos para orar juntos con las antiguas palabras
de Israel y para partir el pan y luego cada uno volverá a su cueva, teniendo ante sí a Dios y a su
alma, teniendo ante sí cuanto os he dicho acerca de vuestra misión y de vuestra capacidad. Os
digo: «Medíos, escuchaos, decidid». Es la ultima vez que os digo. Pero después debéis ser
perfectos, en vuestras medidas, sin cansancio ni fragilidad humana. Después ya no seréis Simón
de Jonás o Judas de Simón, ni Andrés o Juan, Mateo o Tomás, sino que seréis mis ministros. ■
Id, cada uno por sí solo. Yo estaré en aquella cueva. Siempre presente. No vengáis sin seria
razón. Debéis aprender a valeros por vosotros y a estar solos. Porque, en verdad os digo que
hace un año estábamos para conocernos y dentro de dos estaremos para dejarnos. ¡Ay de
vosotros y ay de Mí si no lográis aprender a valeros por vosotros! Dios esté con vosotros. Judas,
Juan, llevad a mi gruta, a aquella, las provisiones. Deben durar y Yo las distribuiré”. Alguien
objeta: “Será poco”. Jesús responde: “Lo suficiente para no morir. El vientre muy lleno hace
pesado el espíritu. Os quiero elevar y no haceros lastre”. (Escrito el 16 de Mayo de 1945).
·········································· 1 Nota : Jesús, al inicio de su pública permaneció en el desierto durante 40 días y fue tentado por Satanás (Mt.
4,1-11). Posteriormente, según esta Obra, acompañado de Juan, Judas Iscariote y Simón Zelote, había estado
también en estos mismos lugares. Jesús se refiere aquí a esta última estancia.
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3-165-23 (3-25-107).- En el día de la elección de los 12 apóstoles (1). * Jesús, en un amanecer, en medio de una naturaleza que se despierta, se recrea en sus
criaturas.- ■ Es un amanecer que ilumina los montes y parece suavizar este lugar en donde tan
solo se oye el estrépito del riachuelo que espumoso corre en el fondo; estrépito que, reflejado
por los montes, llenos de cuevas, adquiere un rumor muy singular. Allí en el lugar donde se han
instalado los discípulos, no se oye sino algún que otro cauto ruido entre las hojas y las hierbas:
el de los primeros pájaros que se despiertan, de los últimos animales nocturnos que van a su
madriguera. Un grupo de liebres o conejos montaraces, que está royendo una mata de mora,
huyen asustados por una piedra al caer, luego vuelven prudentemente, moviendo sus orejas para
captar cualquier ruido, y al ver que todo está en paz, regresan a su mata. El abundante rocío lava
todas las plantas y piedras; el bosque adquiere un inmenso aroma de musgo, menta y mejorana...
■ Jesús avanza hacia el umbral de la cueva y se pone a desmigajar un poco de pan, llamando
muy suavemente a los pájaros con un silbido melodioso que imita muy bien el gorjear de
muchas avecillas. Luego se separa de la cueva y sube más arriba, quedándose inmóvil contra la
pared rocosa para no espantar a sus amigos que pronto bajan: primero un petirrojo, al que antes
le había dado unas migajas, y luego muchos de varias especies. La inmovilidad de Jesús y
también su mirada —prefiero pensar así porque tengo experiencia de que las bestias más
desconfiadas se acercan a quienes por instinto sienten que no son enemigos sino protectores—
hacen que en breves momentos y a pocos centímetros de Él empiecen a saltar los pájaros y, el
petirrojo, ya satisfecho, vuela a lo alto del peñasco sobre el que está apoyado Jesús y se posa en
una delgada ramita de algalia y se columpia sobre la cabeza de Jesús con muchas ganas de
posarse sobre la rubia cabeza y sobre sus hombros. La comida ha terminado. El sol besa la cima
del monte y luego las copas de los árboles más altos del bosque, mientras el valle todavía se
encuentra envuelto en la luz pálida del alba. Los pájaros vuelan, satisfechos y llenos, cantando
con todos sus piquitos abiertos.
* Juan siente en él la inhabitación del Dios Trino.- ■ Dice Jesús: “Y ahora vamos a despertar
a los otros hijos míos”, y baja porque su cueva es la que está más arriba. Entra a las cuevas
llamando en cada una de ellas a sus discípulos que duermen. Simón, Bartolomé, Felipe,
Santiago, Andrés responden enseguida. Mateo, Pedro y Tomás se muestran más lentos en
responder. Mientras Judas Tadeo, ya listo y bien despierto, sale al encuentro de Jesús en cuanto
le ve en el umbral; el otro primo, sin embargo, y con él Iscariote y Juan, duermen como leños,
de modo que Jesús debe moverlos en su lecho de hojas para que se despierten. Juan, el último
en haber sido llamado, duerme tan profundamente que no cae en la cuenta de quién le llama, y,
entre las nieblas del sueño interrumpido a mitad, murmura: “Sí, mamá. Voy enseguida...” y da
media vuelta para el otro lado. Jesús sonríe, se sienta sobre el montón de hojas recogidas en el
bosque, se inclina y besa en la mejilla a su discípulo Juan, que abre los ojos y se queda atónito
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al ver allí a Jesús. Inmediatamente se incorpora y pregunta: “¿Me necesitas? Sí, aquí estoy”.
Jesús le dice: “No te he despertado como a todos. Soñabas que Yo era tu mamá y por eso te besé
para hacer lo que hacen las mamás”. ■ Juan, con la túnica inferior, por haber utilizado como
cobija la túnica y el manto, se echa al cuello de Jesús, y ahí se refugia, con la cabeza entre el
hombro y la cara, diciendo: “¡Oh, Tú eres mucho más que mi madre! Yo la dejé por Ti, pero a
Ti, no te dejaría por ella. Ella me dio a luz para este mundo, pero Tú me has dado a luz para el
Cielo. Yo esto lo sé”. Jesús le pegunta: “¿Qué otras cosas sabes más que los otros?”. Juan: “Lo
que me dijo el Señor en esta cueva. Jesús, no he ido ninguna vez a tu cueva, lo cual creo que
habrá sido interpretado por los compañeros como indiferencia y soberbia. Pero no me importa lo
que piensen. Sé que Tú sabes la verdad. No iba donde Jesucristo, Hijo de Dios encarnado, pero
lo que Tú eres en el seno del Fuego que es el Amor eterno de la Trinidad Santísima, su
Naturaleza, su Esencia, su verdadera Esencia —¡la verdad es que no sé expresar todo lo que he
comprendido en esa tétrica cueva oscura que de tantas luces se ha llenado para mí; en esta fría
cueva en la que he ardido en un fuego que no tenía forma sensible para ver con mis ojos, pero
que ha bajado hasta lo profundo de mi ser encendiéndolo con llama de dulce martirio; en esta
cueva silenciosa, pero que me ha cantado verdades celestes!—, lo que Tú eres, Segunda Persona
del inefable misterio que es Dios y que yo penetro porque Dios me ha aspirado hacia Sí, eso, lo
he tenido siempre conmigo (2). Todos mis deseos, mis llantos, preguntas, se han derramado
sobre tu pecho divino, Verbo de Dios. Y ninguna de las palabras, entre las tantas que te he
escuchado, ha tenido la amplitud de la que me dijiste aquí, Tú, Dios-Hijo, Tú, Dios como el
Padre, Tú, Dios como el Espíritu santo, Tú, Tú que eres el eje de la Trinidad... ¡Oh, quizás es
una blasfemia, pero me parece que es así, porque sin Ti, amor del Padre y al Padre, faltaría el
Amor, el Divino Amor, y la Divinidad ya no sería Trina, y le faltaría el atributo más propio de
Dios: su amor. Oh, mucho tengo aquí dentro, pero es como agua que brota contra un dique sin
poder salir... y me da la impresión de que fuera a morir por lo violento y sublime de la
convulsión que ha penetrado a mi corazón desde que te he comprendido... Y por nada del
mundo querría verme despojado de ello... ¡Haz que muera de este amor, mi dulce Dios!”. Juan
sonríe y llora, agitado, encendido en su amor, con la cabeza abandonada sobre el pecho de
Jesús, como si la llama le dejara sin fuerzas. Y Jesús, ardiendo también de amor, le acaricia con
ternura. ■ Juan se recobra bajo una oleada de humildad y con voz suplicante dice: “No digas a
los otros cuanto te he dicho, aunque también ellos habrán sabido vivir de Dios como yo he
vivido estos días; deja sobre mi secreto la piedra del silencio”. Jesús: “Puedes estar seguro,
Juan; ninguno sabrá de tu desposorio con el Amor. Vístete y ven, que tenemos que
marcharnos”.
* “Castos y casados saben ahora lo que es el amor perfecto pero ninguno como los
vírgenes porque Dios a éstos se revela en toda su plenitud”.- ■ Jesús sale al sendero donde
ya están los demás. Sus caras tienen un aspecto más venerable, más recogido. Los de edad
parecen patriarcas, los jóvenes tienen un no sé qué de madurez, de dignidad que antes la
juventud escondía. Iscariote mira a Jesús con una sonrisa tímida en su rostro bañado de
lágrimas. Jesús le acaricia al pasar. Pedro... no habla y esto es en él lo que más me llama la
atención; mira atentamente a Jesús, pero con una nueva dignidad, que parece hacerle la frente
más ancha, proporcionada; su mirada, que antes brillaba todo de perspicacia, es más austera.
Jesús le llama para que esté cerca de Él y así le tiene en espera de Juan, que por fin sale con la
cara, no sé decir, si más pálida o más sonrosada, pero sí encendida por una llama que, aun no
mudando el color, es patente. Todos le miran. Jesús: “Ven aquí, Juan, cerca de Mí. Y también
tú, Andrés, y tú, Santiago de Zebedeo. Luego, tú Simón y tú, Bartolomé, Felipe y vosotros
hermanos míos, y Mateo. Judas de Simón aquí enfrente de Mí. Tomás, ven aquí. Sentaos que os
debo hablar”. Se sientan, quietos como niños, todos un poco absortos en su mundo interior y,
con todo, atentos a Jesús como jamás lo habían estado. ■ “¿Sabéis lo que he hecho con
vosotros? Todos lo sabéis. El alma se lo ha dicho a la razón. El alma, que en estos días ha sido
la reina, ha enseñado a la razón dos grandes virtudes: la humildad y el silencio, hijo de la
humildad y de la prudencia, que a su vez son hijos de la caridad. Hace sólo ocho días, habrías
venido a proclamar —cual hábiles niños, cuyo deseo es dejar asombrados a los demás, superar
a su rival—, vuestras hazañas, vuestros nuevos conocimientos; sin embargo, ahora guardáis
silencio. Habéis cambiado de niños a adolescentes y comprendéis que un tipo de proclamación
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como el que he mencionado podría mortificar al compañero al hacerle sentir poco, que ha
recibido menos de Dios, y por eso guardáis silencio. Sois como muchachas. Ha nacido en
vosotros el santo pudor de la metamorfosis que os ha revelado el misterio nupcial de las almas
con Dios. Estas cuevas el primer día os parecieron frías, duras, repulsivas... ahora las miráis
como a perfumadas y luminosas habitaciones nupciales. En ellas habéis conocido a Dios. Antes
sabíais algo de Él. Pero no le conocíais en esa intimidad que de dos hace uno. ■ Entre vosotros
hay quienes están casados desde hace años; otros que tuvieron sólo lujuriosas relaciones con
mujeres, algunos que, por diversas razones, son castos. Mas los castos ahora saben como los
casados lo que es el amor perfecto; es más, puedo afirmar que ninguno, como el ignorante del
apetito sexual, sabe lo que es el amor perfecto, porque Dios se revela a los vírgenes en toda su
plenitud, tanto por la propia delicia de darse a quien es puro —reconociendo parte de Sí mismo,
Purísimo, en la criatura limpia de lujuria—, como para recompensarla de cuanto ella se priva
por amor a Él. ■ En verdad os digo que por el amor que os tengo y por la sabiduría que poseo, si
no debiera de llevar a cabo la obra del Padre, querría teneros aquí y estar con vosotros, alejados
de la gente; ciertamente haría de vosotros, solícito, grandes santos; y no tendríais más extravíos,
o defecciones, caídas o relajamiento o retrocesos. Pero no puedo. Debo continuar mi camino, y
vosotros también. El mundo nos espera, ese mundo profanado y profanador que tiene necesidad
de maestros y redentores. Yo os he querido dar a conocer a Dios para que le amarais mucho más
que al mundo, el cual con todos sus afectos no merece ni siquiera una sonrisa de Dios. He
querido que pudierais meditar sobre lo que es el mundo y sobre lo que es Dios para que
aspirarais a lo mejor. En estos momentos no anheláis otra cosa que a Dios. Oh, si pudiera
dejaros fijos en esta hora, en este anhelo. Pero el mundo nos espera. E iremos a él. Así como la
Caridad me mandó al mundo, así también por órdenes mías os mando a él. Pero, ¡oid bien!, os
lo suplico, como se guarda una perla en un cofre, guardad bien el tesoro de estos días en que
vuestra mirada y vuestros cuidados han estado dirigidos a vosotros mismos, de estos días en que
os habéis erguido, y procurado vestiduras nuevas, habéis contraído esponsales con Dios... en
vuestro corazón; como las piedras de testimonio que los patriarcas alzaban a Dios como
recuerdo de sus alianzas con Él, conservad y guardad estos preciosos recuerdos en vuestro
corazón”.
* “Tarea de sacerdotes y discípulos (ellos recibirán encargos iguales, porque la misión es la
misma, pero ante los ojos del mundo estarán encuadrados de forma distinta. Pero no ante
los ojos de Dios...) será siempre la de los sacerdotes y levitas de Ezequías: practicar el
culto, purificar corazones y lugares, predicar al Señor y su Palabra, destruir idolatrías”.-
■ Jesús: “De hoy en adelante no sois solo los discípulos predilectos sino los apóstoles, cabezas
de mi Iglesia. De vosotros saldrán en los siglos que están por venir todas las jerarquías de ella y
seréis llamados maestros, teniendo a Dios como vuestro Maestro en su triple potencia, sabiduría
y caridad. No os escogí porque fuisteis los más justos, sino por un complejo de causas que no
es necesario que por ahora sepáis. Os escogí en lugar de mis pastores que fueron mis primeros
discípulos desde que Yo era niño. ¿Por qué lo he hecho? Porque estaba bien que así se hiciese.
Entre vosotros hay galileos y judíos, doctos e indoctos, ricos y pobres. Esto es por el mundo
para que no diga que he preferido una categoría. Pero vosotros no daríais abasto a todo lo que
hay que hacer, ni ahora ni en el futuro. ■ Quizás no todos habréis tenido presente un punto de la
Escritura. Os recuerdo el capitulo 29 en el 2 de las Crónicas. Se cuenta cómo Ezequías, rey de
Judá, hizo purificar el Templo y, una vez purificado, ofreció sacrificios por el pecado, por el
reino, por el Santísimo y por Judá; y cómo luego comenzaron las ofrendas individuales...; pero,
no siendo suficientes los sacerdotes para las inmolaciones, se llamó a los levitas, consagrados
con rito más sencillo que los sacerdotes. Esto mismo Yo haré. Vosotros sois los sacerdotes, a
quienes Yo, Pontífice eterno, he preparado con grandes cuidados; pero no dais abasto al trabajo,
cada vez mayor, de inmolación de cada hombre en particular al Señor Dios. Por lo cual, asocio
a vosotros a los discípulos, a los que siguen siendo, eso, discípulos. Algunos de ellos nos están
esperando al pie del monte, otros están más arriba, y otros están ahora esparcidos por la tierra de
Israel y llegará el tiempo en que lo estén por todos las partes de la Tierra. Ellos recibirán
encargos iguales —porque una es la misión—, pero ante los ojos del mundo estarán
encuadrados de forma distinta. Pero no ante los ojos de Dios, ante quien hay justicia, de modo
que el discípulo desconocido, desconocido aún por los apóstoles y otros compañeros, si vive
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santamente, llevando a Dios almas, será mayor que aquel otro apóstol, conocido, que de apóstol
solo tiene el nombre y que rebaja su dignidad de apóstol al nivel de intereses humanos. ■ La
tarea de los apóstoles y discípulos será siempre la de los sacerdotes y levitas de Ezequías:
practicar el culto al Señor, purificar corazones y lugares, predicar al Señor y su Palabra, destruir
idolatrías. No existe tarea más santa sobre la tierra, ni tampoco dignidad más alta que la vuestra.
Por esto os dije: «Escuchaos, examinaos». ¡Ay del apóstol que caiga!: arrastrará consigo a
muchos discípulos, y a su vez éstos arrastrarán a un número aún mayor de fieles, y la ruina será
cada vez mayor, como avalancha que cae o como círculo que va extendiéndose cada vez más en
la superficie de un lago cuando una y otra vez se lanzan piedras al mismo punto. ¿Vais a ser
todos perfectos? No. ¿Va a durar el espíritu de ahora? No. El mundo lanzará sus tentáculos para
estrangular vuestra alma. La victoria del mundo —que es hijo de Satanás en cinco de sus
partes, siervo de Satanás en otras tres partes, apático hacia Dios en las otras dos— consiste en
apagar las luces de los corazones de los santos. Defendeos por vosotros mismos contra vosotros,
contra el mundo, la carne, el demonio; pero sobre todo defendeos de vosotros mismos. ¡A la
defensa, oh hijos, contra la soberbia, la sensualidad, doblez, tibieza, sopor espiritual, avaricia!
Cuando el «yo inferior» hable de supuestas crueldades que le perjudican, y lloriquee, hacedle
callar con estas palabras: «Por un brevísimo tiempo de privación a que te someto, te procuro
para toda la eternidad el banquete de éxtasis que recibí en la cueva de la montaña al terminar la
luna de Scebat». Vámonos. Vamos a donde los demás, que en gran número están en espera de
mi regreso. Luego iré unas horas a Tiberíades. Vosotros, predicándome, iréis a esperarme al pie
del monte que está en el camino de Tiberíades al mar; os veré allí y subiré para predicar.
Tomad las bolsas y mantos. La breve permanencia aquí ha terminado y la elección se ha
cumplido”. (Escrito el 16 de Mayo de 1945).
········································· 1 Nota : Cfr. Mt.10,1-4; Mc.3,13-19;Lc.6,12-16.
2 Nota : “Lo que Tú eres, Segunda Persona del inefable misterio que es Dios y que yo penetro pues Dios me ha
aspirado hacia Sí, eso, lo he tenido siempre conmigo”. Estas palabras del apóstol del amor aclaran muy bien el
misterio de la inhabitación de Dios en nosotros. En el santuario del alma, el Espíritu divino se encuentra con nuestro
espíritu y Dios habla y se descubre y revela al alma instruyéndole en su amor y comunicándole la semejanza más
viva, transformándole en Sí, no sustancialmente, porque solo Dios es Dios, sino por participación.
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3-166-30 (3-26-116).- Después de la elección apostólica, Jesús se prodiga en milagros (1).
Primera manifestación apostólica: primera predicación de Simón Zelote y Juan sobre el camino
al amor, eligiendo (las buenas) o destruyendo (las malas) piedras de la antigua construcción.
Hermas y Esteban presentes (2).
* Jesús se prodiga en milagros. ¡Cuántos milagros! Incluso solo al tocar con su manto.
Presenta a sus apóstoles ante la gente: “Cada uno de ellos es otro Jesús. Dirigíos a ellos
confiadamente. Les he enseñado lo que necesitan vuestras almas”.- ■ Jesús desciende a
media altura de la escarpada ladera y encuentra a muchos discípulos y a otros muchos que poco
a poco se han ido uniéndose a ellos, a quienes la necesidad de un milagro o el deseo de la
palabra de Jesús han conducido a este lugar apartado del tránsito: han venido seguros o por
indicaciones de la gente o por el instinto del alma. Me imagino que sus ángeles, los de estos
hombres deseosos de Dios, los guiaban al Hijo de Dios. No creo que invente una leyenda: en
efecto, si se piensa con qué pronta y astuta constancia Satanás conducía a los enemigos hacia
Dios y hacia su Verbo en los momentos en que el espíritu demoníaco podía hacerles creer a los
hombres una apariencia de culpa en Jesús, es lícito poder pensar también, más que lícito es
justo, que los ángeles no fuesen inferiores a los demonios y condujesen a los espíritus no
diabólicos a Cristo. ■ Jesús se prodiga en milagros y en palabras de consuelo para todos estos
que le han esperado sin cansancio ni temores. ¡Cuántos milagros! Una riqueza semejante a la de
las flores que embellecen los riscos del abrupto monte. Milagros grandes, como el acaecido en
un niño, al cual han extraído, con atroces quemaduras, de un pajar en llamas: es un montón de
carne asada que gime lamentosamente bajo el lienzo con que le han cubierto para ocultar su
horrible aspecto: ya agoniza. Le han traído en una camilla. Jesús, infundiéndole su respiro,
regenerando las zonas quemadas, le devuelve a su estado precedente: las quemaduras han
desaparecido completamente; tanto es así que el niño se pone de pie, completamente desnudo, y
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corre feliz hacia su mamá, la cual, llorando de alegría, acaricia su cuerpo del todo curado, sin
señales de fuego y besa sus ojos —que deberían estar quemados y que, sin embargo, están sanos
y resplandecientes de alegría— y su cabello, muy corto pero no quemado, como si la llama
hubiese sido una hoja de rasurar y no de muerte. También milagros pequeños, como el de un
anciano tuberculoso que dice: “No por mí, sino porque debo hacer las veces de padre para los
nietecitos huérfanos y no puedo trabajar la tierra con este tumor clavado en la garganta, que me
ahoga...”. O el milagro —no visible, pero sin duda real— que provoca estas palabras de Jesús:
“Entre vosotros hay uno que llora con el corazón y no se atreve a decir con la boca: «¡Ten
piedad!». Mi respuesta es: «Sea como tú pides. Ten piedad, para que sepas que soy la
Misericordia». Lo único que por mi parte te digo es que seas generoso para con Dios. Rompe
toda ligadura con el pasado. Ven a Dios a quien sientes, con corazón libre, con amor total”.
Quién sea, entre la multitud, al que o a la que fueron dirigidas estas palabras, no lo sé. ■ Jesús
agrega: “Estos son mis apóstoles. Cada uno de ellos es otro Jesús porque como a tales los he
elegido. Dirigios a ellos confiadamente. Les he enseñado lo que necesitan vuestras almas...”.
Los apóstoles, que más asustados no podrían estar, miran a Jesús, pero Él sonríe y continúa:
“Darán a vuestras almas luz y consuelo que harán que no os languidezcáis en las tinieblas.
Luego vendré, os daré la plenitud del sol, toda la sabiduría para haceros fuertes y felices con una
alegría y fortaleza sobrenaturales. La paz sea con vosotros, hijos. Otros más infelices, pobres
que vosotros me están esperando. No os dejo solos. Os dejo a mis apóstoles y es como si dejase
a los hijos de mi amor confiados al cuidado de las más amorosas y fiables nodrizas”. Jesús hace
un ademán de adiós y bendición y se abre paso entre la multitud que no lo quiere dejar partir, y
es entonces cuando se produce el último milagro, el de una viejecita semiparalizada. La había
traído su nieto. Alza contenta el brazo derecho que está paralizado y grita: “Él apenas me tocó
al pasar con su manto, y me curé. Ni siquiera se lo pedí, porque soy ya anciana... Él tuvo
piedad de mi deseo secreto y con el manto, con su punta que me tocó apenas el brazo muerto,
me he curado. ¡Oh, qué gran Hijo ha tenido nuestro santo David! Gloria a su Mesías. ¡Mirad,
mirad! También mi pierna está curada como el brazo... Oh, me siento como de veinte años”. Al
dirigir todos su mirada a la anciana, que grita feliz con todas sus fuerzas, Jesús puede
escabullirse sin que le estorben. Los apóstoles van detrás del Él.
* “No temáis, toda mi enseñanza está en vosotros, aunque os parezca que se haya
perdido”.- ■ Llegados casi al llano, a un espacio desierto, entre tupidos matorrales, se detienen
un momento y Jesús dice: “Os bendigo. Regresad a vuestro trabajo y hacedlo como os lo he
dicho hasta que regrese”. Pedro que hasta ese momento había estado callado rompe a hablar:
“Pero, Señor mío, ¿qué has hecho? ¿Por qué dices que tenemos todo cuanto necesitan las almas?
Es verdad. Nos has dado mucho, pero somos calabazas, por lo menos yo, y... me queda muy
poco de lo que he oído. Me pasa como a aquél que lo que le queda en el estómago después de
una comida es la parte más consistente; lo demás ya no está” . Jesús sonríe abiertamente: “¿Y
dónde está ese «lo demás»?”. Pedro: “No lo sé. Lo que sé es que si como cositas delicadas,
pasada una hora no siento nada en el estómago; mientras que si como raíces pesadas o lentejas
con aceite, sí que me cuesta digerirlo”. Jesús: “Cuesta. Pero ten en cuenta que esas raíces y
lentejas, que parece te llenan más, son las que menos sustancia te dejan: es todo escoria que
pasa sin aprovechar gran cosa. Sin embargo, los alimentos delicados, que después de una hora
ya no sientes, no están en tu estómago, pero sí en tu sangre. Una vez digerido un alimento, ya no
está en el estómago, pero su sustancia está en la sangre y aprovecha más. Ahora os parece, tanto
a ti como a tus compañeros, que, de todo lo que os he ido diciendo, nada o muy poco os queda.
Quizás —o sin quizás— recordáis los aspectos que se conforman más a vuestra particular
manera de ser: los de carácter violento, los aspectos violentos; los de carácter meditativo, los
aspectos meditativos; los afectuosos, los aspectos cargados de amor. No. ■ Creedme: todo está
en vosotros, aunque os parezca que se haya perdido. La verdad es que lo habéis absorbido.
Vuestro pensamiento se irá desenvolviendo cual hilo multicolor, aportándoos las tonalidades
suaves o fuertes, según las vayáis necesitando. No tengáis miedo. Pensad también que Yo sé y
jamás os mandaría si os supiese incapaces de hacerlo. Adiós, Pedro. ¡Ea, alégrate! Ten fe. Un
acto de fe en la Sabiduría Omnipotente. Adiós a todos. El Señor quede con vosotros”. Y, rápido,
los deja todavía sorprendidos y turbados con lo que oyeron que tienen que hacer.
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* Los apóstoles invocan la plegaria de Salomón antes de predicar.- ■ Tomás dice: “Y sin
embargo es necesario obedecer”. Pedro murmura: “Sí... Oh, ¡pobre de mí! Como que me voy
detrás de Él...”. Santiago de Alfeo dice: “No. No lo hagas. La obediencia para Él es amor”.
Zelote aconseja: “Comenzar cuando le tenemos cerca, y puede decirnos si nos equivocamos, es
una cosa elemental y también de santa prudencia. Tenemos que ayudarle”. Bartolomé expresa
claramente: “Es verdad. Jesús está visiblemente cansado. Es menester ayudarle en lo que
podamos, según nuestras fuerzas. No basta con llevar las alforjas, preparar los lechos y la
comida. Eso lo puede hacer cualquiera. Pero ayudarle como Él quiere, en su misión...”. Santiago
de Zebedeo dice con voz llorosa: “Tú sabes hablar porque eres una persona instruida; pero yo...
soy casi un ignorante...”. Andrés exclama: “¡Oh Dios! Ved que están llegando los que estaban
allá. ¿Qué hacemos?”. Mateo: “Perdonad si yo, el más miserable, os aconsejo. ¿No sería mejor
rogar al Señor, en lugar de estar aquí lamentándose con lo que nada sirve? Ea, Judas, tú que
conoces bien las Escrituras, di por todos nosotros la plegaria de Salomón para alcanzar la
Sabiduría (3) ¡Pronto y antes de que se acerquen!”. Y Judas Tadeo con su hermosa voz de
barítono empieza: “Dios de mis padres, Señor de Misericordia que todo lo creaste... etc, etc...”
hasta donde dice: “... por la Sabiduría se salvaron todos los que fueron gratos al Señor desde
los orígenes”. ■ Termina justo un instante antes de que llegue la gente, los rodee, los asalte con
miles de preguntas sobre el lugar a donde fue el Maestro, cuándo regresará, y la más difícil de
responder: “¿Cómo se hace para seguir al Maestro no con las piernas, sino con el alma por los
caminos del sendero que Él señala?”. A esta pregunta los apóstoles se quedan sin saber qué
responder. Se miran entre sí. Iscariote dice: “Con seguir la perfección” como si fuese una
respuesta que explicara todo. Santiago de Alfeo, más humilde y más calmado, piensa y luego
dice: “A la perfección de la que habló mi compañero se llega obedeciendo a la Ley. Porque la
Ley es justicia y la justicia es perfección”. Sin embargo, la gente no se da todavía por satisfecha
y, por boca de uno de ellos que parece un dirigente, objeta: “Nosotros somos pequeños como
niños por lo que respecta al Bien. Los niños no conocen todavía el significado del Bien y del
Mal, no distinguen. Igualmente nosotros, en este Camino que Jesús indica estamos tan poco
formados que somos incapaces de distinguir. Conocíamos un camino, el antiguo, el que se nos
ha enseñado en las escuelas: ¡qué camino tan difícil, largo y amedrentador! Ahora, al oír las
Palabras del Maestro, sentimos que es como aquel acueducto que desde aquí se ve: abajo está el
camino de los animales y del hombre; arriba, encima de los ligeros arcos, alto, inscrito en el sol
y azul cielo, cercano a las ramas más altas, que chocan entre sí y que cantan al viento y a los
pájaros, hay otro camino liso, limpio, luminoso, cuanto escabroso, sucio, oscuro, es el inferior,
un camino para las aguas limpias y parlanchinas —esa agua que es bendición—, un camino
para el agua que viene de Dios, acariciada por lo que de Dios es: rayos de sol y de estrellas,
nuevas ramas, flores, alas de golondrina. Quisiéramos subir a ese camino alto, el suyo, pero no
sabemos cómo, porque estamos aquí clavados, bajo el peso de toda la antigua construcción” y
añade: “No sabemos cómo hacer”. ■ El que habló es un joven como de unos veinticinco años,
moreno, robusto, de mirada inteligente y de aspecto que no es de pueblerino como el de casi
todos los presentes. Está respaldado por otro más maduro. Iscariote, que, siendo alto, le ve, dice
en voz baja a sus compañeros: “¡Rápido, hablad bien! ¡Está Hermas con Esteban, el predilecto
de Gamaliel!”. Ello termina por descorazonar del todo a los apóstoles.
* Predicación de Zelote: “Examinad las piedras de la antigua construcción con el sonido
de la palabra de Dios. Si su sonido no desentona, construid de nuevo con ellas. Y no os
podéis equivocar, porque si es palabra de Dios su sonido es de amor, si es voz humana... si
es voz satánica...”.- ■ En fin, Zelote toma la palabra: “No habría arco si no hubiera base en el
camino oscuro; ésta es matriz de aquél, que sobre ella se yergue y sube a ese azul que anhelas.
No pienses que las piedras enterradas en el suelo, que soportan el peso y no gozan de rayos ni
vuelos, ignoran la existencia de éstos, pues de vez en cuando una golondrina desciende con su
piada hasta el barro y acaricia la base del arco, y desciende también un rayo de sol, o de estrella,
para expresar la gran belleza del firmamento. De la misma manera, en los siglos pasados, de vez
en cuando, ha descendido una palabra celeste portadora de promesa, un rayo celeste de sabiduría
para acariciar las piedras que estaban oprimidas por el enojo divino. Porque las piedras fueron
necesarias, y no son —ni fueron ni serán— jamás inútiles. Sobre ellas, lentamente, se ha
elevado el tiempo y la perfección del conocimiento humano hasta alcanzar la libertad del tiempo
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presente y la sabiduría del conocimiento sobrehumano. ■ Ya estoy leyendo en tu rostro la
objeción; es la misma que hemos puesto nosotros antes de saber comprender que ésta es la
Nueva Doctrina, la Buena Nueva que ahora se predica a los que no han podido llegar a ser
capaces de elevarse hasta ella apoyándose en las piedras del saber, sino más bien han ido
encontrando cada vez más tinieblas, cual un muro que se hunde en el abismo ciego. Nosotros,
para salir de esta enfermedad de oscuridad sobrenatural, debemos liberar con valor la piedra
fundamental de todas las otras que están encima de ella. No tengáis miedo de destruir ese alto
muro que —a pesar de serlo— no trae consigo las aguas limpias del manantial eterno. Volved a
la base, que no debe ser cambiada porque es de Dios y es inconmovible. De todas formas, antes
de desechar las piedras —no todas son malas e inútiles— examinadlas una por una con el
sonido de la palabra de Dios; si su sonido no desentona, conservadlas, construid de nuevo con
ellas; mas si es el sonido desacorde de la voz humana o lacerante de la voz satánica —y no os
podéis equivocar, porque si es palabra de Dios, su sonido es de amor, si es voz humana es
sonido del sentido, si es voz satánica es voz de odio—, rompedlas. He dicho «rompedlas»
porque es un acto de caridad el no dejar tras uno mismo semillas u objetos portadores de mal
que puedan seducir al viajero e inducirle a usarlos en perjuicio propio. Romped completamente
toda cosa no buena que haya sido vuestra, en obras, escritos, enseñanzas o actos. Es preferible
quedarse con poco, elevarse apenas un codo, pero con buenas piedras, que no varios metros con
piedras malas. Los rayos de sol y las golondrinas bajan también hasta las paredes que apenas
sobresalen del suelo, y las humildes florecillas de la vera del camino llegan a acariciar las
piedras que están a flor de tierra; mientras que las soberbias piedras, que, inútiles y ásperas,
quieren elevarse, no reciben sino azote de zarzas y de hierbas venenosas. Destruid para construir
nuevamente, para subir, probando la calidad de vuestras viejas piedras con la voz de Dios.”
* Predicación de Juan: 1ª parte: El camino para alcanzar la cima, el ápice del arco, en
que el Dios-Amor se encuentra: el señalado por el Bautista y el señalado por el Cordero
de Dios.- ■ Esteban dice: “Hablas bien. No cabe duda. ¡Pero, subir!... ¿Cómo? Te hemos dicho
que somos incluso menos que los niños. ¿Quién nos ayuda a subir sobre la alta columna?
Probaremos las piedras con el sonido de Dios, romperemos las menos buenas, pero ¿cómo
subir? ¡Da vértigo sólo el pensarlo!”. ■ Juan, que ha estado escuchando con la cabeza inclinada,
sonriendo para sí, levanta su cara luminosa y toma la palabra: “¡Hermanos! Causa vértigo el
subir. Es verdad. Pero ¿quién os ha dicho que sea necesario lanzarse sobre la cima
directamente? Esto ya no los niños, pero ni siquiera los adultos pueden hacerlo. Tan sólo los
ángeles pueden lanzarse a la infinitud azul porque están libes del peso de la materia y entre los
hombres solo los gigantes en santidad pueden hacerlo. Hoy todavía, en este mundo decaído,
entre nosotros vive uno, Juan Bautista, que sabe ser héroe de santidad como los antiguos —
ornato de Israel—, cuando los Patriarcas eran amigos de Dios y la palabra del Código era la
única, la que toda criatura recta obedecía. Juan, el Precursor, enseña cómo afrontar la altura
directamente. Juan es un hombre. Pero la Gracia que el Fuego de Dios le ha comunicado,
purificándole desde el vientre de su madre —de la misma forma que el Serafín purificó los
labios del Profeta (4)— para que pudiera preceder al Mesías, sin dejar hedor de culpa original
por el camino regio del Cristo, ha dado a Juan alas de ángel; luego la penitencia las ha hecho
crecer, aboliendo al mismo tiempo el peso de humanidad que su naturaleza, propia de los
nacidos de mujer, todavía poseía. Por lo cual, Juan, desde su gruta donde predica la penitencia y
desde su cuerpo donde arde el espíritu desposado con la Gracia, se lanza, puede lanzarse a sí
mismo, al ápice del arco, por encima del cual está Dios, nuestro Altísimo Señor; y puede,
dominando los siglos pasados, el tiempo presente y el futuro, anunciar con voz de profeta y con
ojo de águila que puede mirar fijamente al Sol eterno y reconocerle: «Éste es el Cordero de
Dios, el que quita los pecados del mundo»; y morir tras este canto suyo sublime que será
repetido no sólo durante el transcurso del tiempo limitado sino también durante el Tiempo sin
fin, en la Jerusalén siempre eterna y bienaventurada, para aclamar a la Segunda Persona, para
invocarla por las miserias humanas, para cantar sus alabanzas entre los resplandores eternos. ■
Pero el Cordero de Dios, el dulcísimo Cordero que dejó su luminosa morada del Cielo, en que
es Fuego de Dios en abrazo de fuego —¡oh, eterna generación del Padre que concibe con
el Pensamiento ilimitado y santísimo a su Verbo, y le atrae hacia Sí produciendo una fusión de amor de que procede el Espíritu de Amor, en quien se centran la Potencia y
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la Sabiduría!— el Cordero de Dios que ha dejado su purísima e incorpórea forma, para
encerrar su pureza infinita, su santidad, su naturaleza divina dentro de carne mortal, sabe que a
nosotros no nos ha limpiado la Gracia y sabe que no podríamos —como esa águila que es
Juan— lanzarnos a las alturas, a ese ápice en que Dios Uno y Trino se encuentra. Somos
nosotros los pajarillos de tejados y caminos; golondrinas que tocan el cielo, pero que se
alimentan de insectos; calandrias que quieren cantar para imitar a los ángeles y que ¡ay!,
respecto al canto de los ángeles, el suyo no es sino un grito desentonado de chicharra de estío.
Esto lo sabe el dulce Cordero de Dios, venido para quitar los pecados del mundo, porque, a
pesar de no ser ya el Espíritu infinito del Cielo por haberse encerrado a Sí mismo dentro de una
carne mortal, su infinitud no ha quedado disminuida, y todo lo sabe, siendo siempre —como lo
es— infinita su sabiduría. Así pues, Él ahora nos enseña su camino, el camino del amor. Él es
el Amor que por Misericordia hacia nosotros se hizo carne. Y es así que este Amor
misericordioso nos crea un camino por el cual hasta los pequeñuelos pueden subir; y Él mismo
—no porque tenga necesidad, sino para enseñárnoslo— es el primero en recorrerlo. Él no
tendría ni siquiera necesidad de abrir las alas para fundirse de nuevo con el Padre. Su Espíritu,
yo os lo aseguro, está encerrado acá, dentro de esta tierra de miseria, pero está siempre con el
Padre, porque Dios todo lo puede, y Él es Dios. Va caminando por delante, dejando tras Sí el
perfume de su santidad, el oro y el fuego de su amor. Observad su camino: a pesar de llegar al
ápice del arco, ¡cuán sosegado y seguro es! No es una recta sino una espiral. Es más largo, sí,
pero precisamente su sacrificio de amor se revela en esta distancia, demorándose por amor a
nosotros los débiles; más largo, pero más adecuado a nuestra miseria”.
. ● Predicación de Juan: 2ª parte: la subida al Amor es un camino largo pero sencillo y
profundo.- ■ Juan continúa: “La subida hacia el Amor, hacia Dios, es simple, como simple es
el Amor; pero al mismo tiempo es profunda, porque Dios es un abismo —inalcanzable, yo diría,
si Él no se rebajase para que las almas, enamoradas de Él, puedan llegar a Él y sentir su beso—
(mientras está hablando Juan llora, aunque su boca sonríe, envuelto en el éxtasis de la
revelación que está haciendo Dios). Es largo el camino sencillo del amor, porque Dios es
Profundidad sin fondo, en que uno podría adentrarse cuanto quiera; mas la Profundidad,
admirable, llama a nuestra profundidad miserable, llama con sus luces y dice: «Venid a Mí».
¡Oh, invitación de Dios! ¡Invitación del Padre! ■ ¡Escuchad, escuchad! Del Cielo nos llegan
palabras dulcísimas, de ese Cielo que está abierto porque Cristo ha abierto de par en par sus
puertas y ha puesto ante ellas, para así mantenerlas abiertas, a los ángeles de la Misericordia y
del Perdón, para que de Él broten al menos las luces, perfumes, cantos y bonanzas, capaces de
seducir santamente a los corazones humanos y sobre éstos se depositen. Habla la voz de Dios y
la voz dice: «¿Vuestra infancia?... Pero ¡si es la mejor moneda! Yo quisiera que os hicieseis
completamente niños para que exista en vosotros la humildad, sinceridad, y amor de los
pequeñuelos, el amor confiado de los hijos para con su padre. ¿Vuestra incapacidad?... Pero
¡si es mi gloria! ¡Venid! Ni siquiera os pido que probéis antes el sonido de las piedras buenas o
malas ¡Dádmelas a Mí! Yo las elegiré y vosotros os reconstruiréis. ¿La subida hacia la
perfección?... ¡Oh, no, hijos míos! Poned vuestra mano en la mano de mi Hijo y Hermano
vuestro, ahora, así, y subid a su lado...». ■ ¡Subir, llegar a Ti, Eterno Amor! ¡Asemejarnos a Ti,
o sea, al Amor!... ¡Amar, éste es el secreto!... ¡Amar! ¡Darse... Amar!...¡Borrarse... Amar!
Fundirse... ¿La carne?: nada; ¿el dolor?: nada; ¿el tiempo?: nada. Nada es el pecado mismo, si
yo lo disuelvo en tu fuego, ¡oh Dios! Sólo es el Amor. El Amor que nos ha dado el Dios
encarnado nos otorgará todo perdón. Pues bien, amar es un acto que nadie sabe hacer mejor que
los niños, y nadie es más amado que un niño. ■ ¡Oh, tú, a quien no conozco, pero que quieres
conocer el Bien para distinguirlo del Mal, para poseer el azul del cielo, el Sol celestial, todo
aquello que es alegría sobrenatural... ama y lo tendrás! Ama a Cristo. Morirás en la vida, pero
resucitarás en el espíritu. Con un espíritu nuevo, sin necesidad ya de usar piedras, serás
eternamente un fuego que no muere. La llama sube, no necesita ni peldaños ni alas para subir.
Libera tu «yo» de toda construcción, pon en ti el Amor y te encenderás. Deja que ello sea sin
restricciones, es más, atiza la llama echando en ella para alimentarla todo tu pasado de pasiones,
de conocimientos: quedará consumido lo menos bueno, puro se hará el metal ya de por sí noble.
Arrójate, hermano, al amor activo y gozoso de la Trinidad; comprenderás lo que ahora te parece
incomprensible porque comprenderás a Dios (5), que es el Comprensible, pero que solo se da a
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los que se entregan sin medida a su fuego sacrificador. Quedarás finalmente fijo en Dios, en un
abrazo de llama... y rogarás por mí, el pequeñuelo de Cristo, que ha tenido el atrevimiento de
hablarte del Amor”. ■ Todos quedan estupefactos: apóstoles, discípulos, fieles... Aquel, a quien
Juan se dirigió, está pálido; Juan, por el contrario, está encendido de color de rosa, no tanto por
el esfuerzo cuanto por el amor. Esteban lanza un grito: “¡Bendito tú! Dime ¿quién eres?”. Y
Juan por su parte —con un gesto que me recuerda mucho a la Virgen, en el momento de la
Anunciación— dice en tono bajo, inclinándose como adorando a Aquel a quien nombra: “Soy
Juan. Soy el más pequeño entre los siervos del Señor”. Esteban: “Pero ¿quién ha sido tu maestro
antes?”. Juan: “Nadie aparte de Dios. He bebido la leche espiritual de manos de Juan el Bautista
al que Dios santificó de antemano; me alimento del pan de Cristo, Verbo de Dios; bebo del
fuego de Dios que me viene del Cielo. ¡Sea dada la gloria al Señor!”. ■ Esteban: “¡Pues yo ya
no me separo de vosotros, ni de ti, ni de éste, ni de ninguno de vosotros! Tomadme con
vosotros”. Juan: “Cuando... Bueno, aquí entre nosotros el jefe es Pedro” y Juan toma a Pedro,
que está atónito, y le proclama así «el primero». Pedro reacciona y se pone en el lugar que le
corresponde diciendo: “Hijo, puesto que se trata de una grande misión, es necesaria una madura
reflexión. Éste es nuestro ángel. Él enciende, pero es necesario saber si la llama va a durar en
nosotros. Mídete a ti mismo, y luego ven al Señor. Nosotros te abriremos nuestro corazón como
a un hermano muy amado. Por el momento, si quieres conocer mejor nuestra vida, quédate; las
greyes del Mesías pueden crecer sin medida alguna para ser separados —perfectos e
imperfectos— los verdaderos corderos de los falsos carneros”. Y con esto termina la primera
manifestación apostólica. (Escrito el 18 de Mayo de 1945).
······································· 1 Nota : Cfr. Mt. 4,24-25; Mc. 3,7-12; Lc. 6,17-19.
2 Nota : Cfr. Personajes de la Obra magna: Esteban y Hermas.
3 Nota : Cfr. Sab. 9.
4 Nota : Cfr. Is. 6.
5 Nota : Para el significado de la palabra “comprender” cfr. Ef. 3,18.
. -------------------000--------------------
3-169-61 (3-29-149).- Discurso de la montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos.
“Sois la sal de la tierra y la luz del mundo”(1).
* “Aquellos apóstoles que más han dado son los que más se olvidaron de sí mismos”.- ■
Jesús se pone de pie y saluda como habitualmente lo hace: “La paz sea con vosotros”. Son
muchos los discípulos que han subido con los apóstoles. Isaac (2) con su sonrisa de asceta en su
delgada cara los capitanea. Todos se arremolinan alrededor de Jesús que está saludando de
modo particular a Judas Iscariote y a Simón Zelote. “He querido que todos estuvieseis conmigo
para estar algunas horas juntos y para hablaros en privado. Tengo que deciros algo para
prepararos siempre mejor a la misión. Comamos y luego hablaremos, y durante el sueño vuestra
alma continuará saboreando la doctrina”. ■ Termina la parca cena y luego se acercan a Jesús
que está sentado sobre una gran piedra. Son alrededor de 100 o tal vez más entre discípulos y
apóstoles: una corona de caras atentas que la llama de dos hogueras las ilumina de modo
extraño. ■ Jesús habla despacio. Sus ademanes son tranquilos. Su rostro, destacándose de su
vestido azul oscuro, y bajo el rayo de la nueva luna —pequeña coma de luna en el cielo, rayo
de luz que acaricia al Dueño del Cielo y de la tierra— que cae justo donde está Él, parece más
blanco. “He querido que estuvierais aquí, aparte, porque sois mis amigos. Os he llamado
después de la primera prueba de los doce, para ampliar el círculo de discípulos activos, y
también para oír de vuestros labios las primeras reacciones ante el hecho de que os dirijan estos
continuadores míos, que os he designado. Sé que todo ha ido bien. Yo sostenía, con la oración,
las almas de los apóstoles, que han salido del retiro con una fuerza nueva en la mente y en el
corazón, una fuerza que no les viene de industria humana sino del completo abandono en Dios.
■ Los que han dado más, son los que más se han olvidado de sí mismos. Olvidarse a sí
mismo es una cosa difícil. El hombre está hecho de recuerdos, y los que gritan más son los
recuerdos del propio «yo». Es menester distinguir entre el «yo» y el «yo». Existe el «yo»
espiritual dado por el alma, que se acuerda de Dios y de su origen divino, y existe también el
«yo» inferior de la carne que se acuerda de esas miles exigencias que todo lo abraza de sí misma
y de las pasiones y que —puesto que son tantas voces como para formar un coro— vencen, si el
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espíritu no está bien firme, a la voz solitaria del espíritu que recuerda su nobleza de hijo de
Dios. Es por ello por lo que —excepto en este recuerdo santo, que habría que estimular cada
vez más y mantener vivo y fuerte—, para ser perfectos como discípulos, es necesario saber
olvidarse de uno mismo en todos los recuerdos, exigencias y reflexiones del «yo» humano. En
esta primera prueba, los que, de los doce, han dado más fueron los que más se olvidaron de sí.
Se olvidaron no sólo de su pasado, sino de su personalidad limitada. Se olvidaron de lo que eran
y se unieron de tal manera con Dios que no tuvieron nada que temer. Nada. ¿A qué eran debidas
las reservas de algunos? Pues a que se han acordado de sus escrúpulos, consideraciones y
prevenciones habituales. ¿Por qué otros fueron lacónicos? Pues porque se han acordado de su
falta de capacidad doctrinal y han temido a quedar mal y hacerme quedar mal a Mí. ¿Por qué las
vistosas exhibiciones de otros? Pues porque se acordaron de sus soberbias habituales, de sus
deseos de querer figurar, de ser aplaudidos, de sobresalir, de ser «alguna cosa». Finalmente, por
el contrario, ¿por qué otros de improviso mostraron una oratoria de rabinos, segura, persuasiva,
como de vencedores? Porque éstos y éstos solos supieron acordarse de Dios. Igual cosa hicieron
los que hasta ahora eran humildes y que han tratado de pasar inadvertidos: cuando se presentó el
momento, supieron portarse con la dignidad del primado que se les dio, y que no quisieron
ejercitarla por temor de presunción. Las tres primeras categorías se acordaron de su «yo»
inferior. Las dos últimas, del «yo» superior, y no tuvieron miedo. Sintieron a Dios consigo, a
Dios en sí y no temieron. ¡Oh santo atrevimiento que mana del hecho de estar con Dios!”.
* “Vosotros sois la sal de la tierra, la luz del mundo”.- ■ Jesús: “Así, pues, escuchad todos
vosotros: apóstoles y discípulos. Vosotros, apóstoles, ya habéis oído estos conceptos, pero ahora
los comprenderéis más profundamente; vosotros, discípulos, no los habéis oído todavía, o
habéis oído solo alguna parte, y necesitáis que los grabéis en vuestros corazones. Tanto más
tendré necesidad de vosotros, cuanto más aumenta el rebaño de Cristo; el mundo os va a atacar
cada vez más, según crezcan en él los lobos contra Mí, el Pastor, y contra mi rebaño. Pues bien,
quiero poner en vuestra mano armas con que defender mi Doctrina y mi rebaño. Lo que es
suficiente para el rebaño, no lo es para vosotros, pequeños pastores. Si las ovejas pueden
cometer errores, comiendo hierbas que les hacen sangre amarga o enloquecen sus deseos, no es
lícito que vosotros cometáis los mismos errores porque llevaríais al rebaño a la perdición; pues
debéis pensar que donde hay un pastor ídolo, perecen las ovejas, o por efecto de sustancias
venenosas o por el asalto de los lobos. ■ Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo.
Mas si no respondierais a vuestra misión, os convertiríais en una sal insípida e inútil; ya nada
podría devolveros el sabor, porque la fuerza de la sal, que es un don, la perdisteis al lavarla con
las aguas insípidas y sucias de la humanidad. La endulzasteis con el dulzor corrompido de los
sentidos. Mezclasteis con la sal pura de Dios, desperdicios y desperdicios de soberbia, avaricia,
gula, lujuria, ira, pereza, de modo que viene a resultar que hay un grano de sal por cada siete
veces siete granos de cada uno de los vicios. Vuestra sal, entonces, no sería sino una mezcla de
arenillas (entre las cuales se habría perdido el pobre grano de sal solo), de arenillas que
rechinarían entre los dientes dejando en la boca sabor a tierra y haciendo el alimento repugnante
y detestable. Ya ni siquiera serviría para otros usos inferiores, porque un saber empapado en los
siete vicios dañaría incluso a las misiones humanas. Pues bien, en ese caso, para nada serviría
esa sal excepto para tirarla por el suelo y ser pisoteado por los indiferentes pies del pueblo.
¡Cuántos, cuántos del pueblo podrán por este motivo pisotear a los hombres de Dios! Y todo
porque éstos, que habían sido llamados, permitirán al pueblo pisotearlos sin ninguna
consideración. En efecto, en este caso, ya no servirían para obtener sabor de cosas selectas,
celestes, sino que serían únicamente, eso, detritos. ■ Vosotros sois la luz del mundo. Sois
como esta cima donde estamos, que ha sido la última en perder el sol y es la primera en bañarse
con la luz de la luna. Cuando uno está en un lugar elevado, destaca, y se le ve, porque hasta el
ojo más distraído se detiene alguna vez a mirar a los lugares altos. Puedo decir que el ojo
material —llamado muchas veces espejo del alma— refleja el anhelo de ésta, ese anhelo que
pasa desapercibido muchas veces pero que siempre permanece vivo, con solo que el hombre no
se haya convertido en un demonio; ese anhelo de lo alto, donde la razón instintivamente coloca
al Altísimo; y, buscando el Cielo, levanta, alguna vez al menos en la vida, la mirada hacia lo
alto. Por favor, traed a vuestra memoria lo que todos, desde nuestra niñez, hacemos al entrar en
Jerusalén. ¿Hacia dónde se dirigen las miradas? Hacia el monte Moria, coronado con el hermoso
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mármol y oro del Templo. ¿Y una vez dentro del recinto sagrado?... Miramos a sus bellas
cúpulas que resplandecen al sol. ¡Qué hermoso es este astro esparcido por los atrios, pórticos y
claustros del recinto del Templo! Sin embargo, las miradas van siempre hacia las cúpulas.
Evocad también, os lo ruego, los momentos en que vamos de camino: ¿hacia dónde van nuestras
miradas, como queriendo olvidarnos de lo largo del recorrido, de su monotonía, cansancio, calor
o fango?: se dirigen hacia las cimas, aunque no sean muy altas o estén lejos. ¡Cuánto nos
consuela su vista, si vamos por una llanura rasa y uniforme! ¿Encontramos fango en nuestro
camino?; allí, limpieza. ¿Aquí aire sofocante?; allí, frescura. ¿Aquí, límite a nuestra vista?; allí,
amplitud. Por el simple hecho de mirar a las cimas, ya nos parece menos caluroso el día, menos
cenagoso el fango, menos triste nuestro caminar. Si, además, resplandece una ciudad en la
cúspide del monte, entonces no hay ojos que no se detengan en admirarla. Podemos decir que
incluso construcciones de poca importancia ganan en belleza si están, casi como suspendidas en
el aire, sobre la cima de una montaña. Por esta razón, no solo en la verdadera sino también en
las falsas religiones, siempre que ha sido posible, se han edificado templos en lugares altos y, si
no había colinas o montes, se han construido a fuerza de brazos, sobre bases de piedra realzadas.
¿Por qué esto? Porque se quiere que el templo sea visto, para, al verlo, el pensamiento se eleve a
Dios. ● Os he comparado a una luz. El que enciende de noche una lámpara en una casa ¿dónde
la pone?: ¿en el agujero de debajo del horno?, ¿en la cueva que se usa como bodega?, ¿dentro de
un armario?, ¿única y simplemente, sofocada bajo el celemín? No, porque sería inútil
encenderla. Por el contrario, la lámpara se coloca sobre una repisa, o se cuelga en su soporte
para que, estando en un punto alto, dé luz a toda la habitación y a los que están en ella. Ahora
bien, precisamente por el hecho de que lo que ocupa un lugar elevado debe recordar a Dios y
dar luz, debe estar a la altura de su cargo. ● Vosotros debéis recordar al Dios verdadero. Así
pues procurad no tener en vosotros el paganismo de las siete formas, porque, de ser así,
vendríais a ser lugares elevados profanos, con sagrados bosquecitos dedicados a un dios, y
arrastraríais con vuestro paganismo a los que os mirasen como a templos de Dios. Debéis ser
portadores de la luz de Dios; ahora bien, una mecha sucia, o no embebida de aceite, produce y
no da luz, emana mal olor y no ilumina. Una luz celada tras un cuarzo sucio no crea ese
espléndido resplandor, ese brillante juego de reflejos de luz en el brillante mineral, sino que
languidece tras el velo de negro humo que opaca a la diamantina protección. ● La luz de Dios
resplandece donde la voluntad se muestra cuidadosa en limpiar diariamente, quitando las
escorias que el mismo trabajo produce, con sus contactos, reacciones, y desilusiones. La luz de
Dios resplandece donde la mecha está empapada de abundante líquido de oración y caridad. La
luz de Dios se multiplica en infinitos rayos —como infinitas son las perfecciones de Dios, cada
una de las cuales suscita en el santo una virtud ejercida heroicamente— si el siervo de Dios
conserva separado, del negro hollín de toda humeante mala pasión, el cuarzo de su alma.
¡Separado! ¡Separado! (Jesús levanta su voz que retumba en este anfiteatro natural). Solo Dios
tiene el derecho y el poder de incidir trazos sobre ese cristal, de escribir sobre él, con el
diamante de su Voluntad, su Santísimo Nombre; entonces este Nombre, así, se convierte en
ornamento determinante de una más viva refracción de sobrenaturales bellezas sobre el cuarzo
purísimo. Mas si el necio siervo del Señor, perdiendo el control de sí mismo y distrayéndose de
su misión —entera y únicamente sobrenatural—, se deja incidir falsos adornos —rayones,
no incisiones—, misteriosos y satánicos números grabados por la zarpa de fuego de Satanás...
entonces no, entonces la admirable lámpara deja de resplandecer con hermosura y permanente
integridad; se raja y se rompe y sofoca la llama con los pedazos del cristal fragmentado; o, si no
se raja, queda en ella, al menos, una intrincada red de signos inequívocos en los cuales el hollín
se deposita y se introduce, ejerciendo acción corrosiva”.
* “Desdichados mis sacerdotes sin caridad, ídolos del saber humano, muertos en el alma”.-
■ Jesús: “¡Desdichados, tres veces desdichados estos pastores que pierden la caridad, que se
niegan a subir, día tras día, para conducir a zonas elevadas al rebaño que, para subir, espera a
que emprendan su ascensión: Yo descargaré mi mano sobre ellos, los derrocaré de su puesto y
apagaré del todo su humo. ¡Desdichados, tres veces desdichados esos maestros que rechazan la
Sabiduría para saturarse de una ciencia no pocas veces contraria, siempre soberbia, alguna vez
satánica; porque los hace hombres! Oid y no olvidéis, que si los hombres tienen como destino
hacerse semejantes a Dios, por medio de la santificación, que hace del hombre un hijo de Dios,
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el maestro, el sacerdote debería tener ya desde este mundo solo el aspecto de hijo de Dios, de
criatura resuelta toda en alma y perfección; debería tener, digo, para llevar a Dios a sus
discípulos. ¡Anatema a los maestros de doctrina sobrenatural que se convierten en ídolos del
saber humano! ■ ¡Desdichados, tres veces desdichados mis sacerdotes muertos en su alma,
aquellos que son con su insipidez, con su tibieza de carne medio muerta, con su sueño lleno de
alucinaciones de todo lo que no es el Dios Uno y Trino, y de cálculos de todo lo que no es el
sobrehumano deseo de aumentar las riquezas de los corazones y de Dios, viven una vida
materializada, mezquina, humana, abúlica, arrastrando hacia sus aguas muertas, a los que,
considerándoles «vida», los siguen! ¡Maldición de Dios sobre los corruptores de mi pequeño y
amado rebaño! Os pediré justificación, ¡oh siervos inútiles del Señor, de hoy, de todos los
tiempos!, de todo el tiempo que habéis tenido, de cada una de las horas, de cada contingencia,
de todas las consecuencias; a vosotros os la pediré, no a los que perecen por vuestra indolencia...
y exigiré castigo. Recordad estas palabras. Ahora podéis iros. Voy a la cima”. (Escrito el 22 de
Mayo de 1945).
········································· 1 Nota : Vosotros sois la sal de la tierra: Cfr. Mt. 5,13-13; Mc. 9,49-50; Lc. 14,34-35; Vosotros sois luz para el
mundo: Mt. 5,14-16; Mc. 4,21-23; Lc. 8,16-16.
2 Nota : Cfr. Personajes de la Obra magna: Pastores de Belén: Isaac.
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3-178-132 (3-38-224).- Tres hombres quieren seguir a Jesús (1).
* A un escriba: “Las raposas tienen sus madrigueras. Seguirme requiere sacrificio-
obediencia-caridad, curvarse hacia todas las llagas, arrancarlas del fango, no subirse las
vestiduras y apartarse, la pureza debe estar en nosotros. Intenta. Rogaré para que seas
capaz”.- ■ Veo a Jesús con sus once apóstoles —sigue faltando Juan— dirigiéndose hacia la
orilla del lago. Mucha gente se aglomera en torno a Él: muchas de estas personas, en su mayor parte
hombres, son las mismas que estaban en el Monte y que ahora se han llegado de nuevo a Él, a
Cafarnaúm, para seguir escuchando su palabra. Intentan retenerle, pero Jesús dice: “Yo soy de todos.
Debo ir a otros muchos. Volveré. Ya os reuniréis de nuevo conmigo. Ahora dejadme que me vaya”.
Con mucha dificultad logra andar entre la muchedumbre que se comprime por la estrecha
callecilla. Los apóstoles empujan para abrirle paso, pero es como querer pasar por una sustancia
blanduzca, que enseguida recupera la forma que tenía; incluso se irritan, pero inútilmente. ■ Ya se
ve la orilla, cuando un hombre de mediana edad y de aspecto distinguido, que a duras penas ha
logrado abrirse paso, se acerca al Maestro y, para atraer su atención, le toca en el hombro. Jesús
se para, se vuelve y pregunta: “¿Qué quieres?”. Hombre: “Soy escriba. Lo que hay en tus
palabras supera toda comparación con lo que hay en nuestros preceptos. A mí me ha conquistado.
Maestro, ya no te dejo. Te seguiré a dondequiera que vayas. ¿Cuál es tu camino?”. Jesús: “El del
Cielo”. Escriba: “No me refiero a ése. Lo que te pregunto es a dónde vas: después de ésta, ¿cuáles
son tus casas, para poderte encontrar siempre?”. Jesús: “Las raposas tienen sus madrigueras y las
aves nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza. Mi casa es el mundo, está
dondequiera que haya espíritus a los que enseñar, miserias que aliviar, pecadores que redimir”.
Escriba: “Entonces, por todas partes”. Jesús: “Tú lo has dicho. ¿Serías capaz de hacer, tú, doctor
de Israel, lo que éstos, los últimos, hacen por amor mío? Aquí se requiere sacrificio y obediencia, y
caridad para con todos, espíritu de adaptación a todo y con todos. Porque la condescendencia
atrae. Porque quien quiere curar debe curvarse hacia todas las llagas. Luego vendrá la pureza del
Cielo; aquí estamos en el fango, y hay que arrancarle al barro en que pisamos las víctimas que están
en él sumergidas. No subirse las vestiduras y apartarse porque ahí el barro es más profundo. La
pureza debe estar en nosotros. Tenemos que estar empapados de ella de forma que nada más
pueda entrar. ¿Puedes hacer todo esto?”. Escriba: “Déjame probar al menos”. Jesús: “Intenta.
Rogaré porque seas capaz de ello”.
* A un joven: “«Sígueme». Deja que los muertos entierren a los muertos”.- Oración de
Jesús que repite un niño: «Padre, tu luz... tu fuerza... tu amor». El joven le sigue.- ■ Jesús
reanuda su camino. Luego, captada su atención por dos ojos que le están mirando, dice a un
joven alto y fuerte que se ha detenido para dejar pasar a la multitud, pero que parece llevar otra
dirección: «Sígueme». El joven siente un sobresalto, cambia de color, parpadea como si hubiera
178.4
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sido deslumbrado por un resplandor, abre la boca para hablar, pero no encuentra en ese momento qué
responder; al final dice: “Te seguiré. Pero, se me ha muerto mi padre en Corazaín; tengo que
enterrarle. Volveré después del entierro”. Jesús: “Sígueme. Deja que los muertos entierren a sus
muertos. La Vida ya te ha succionado; por otra parte, tú la has deseado. No llores por el vacío que la
Vida te ha formado a tu alrededor, para tenerte como discípulo suyo. Las mutilaciones del afecto son
raíces de las que nacen alas en el hombre que se ha hecho siervo de la Verdad. Deja la corrupción a
su suerte. Elévate hacia el Reino de lo incorrupto. Allí encontrarás también la perla incorruptible de
tu padre. Dios llama y pasa. Mañana quizás ya no encontrarías ni tu corazón de hoy ni la
llamada de Dios. Ven. Ve a anunciar el Reino de Dios”. El hombre, que está apoyado en una pared
baja, con los brazos colgando, de los cuales penden las bolsas, que contienen sin duda los aromas y las
vendas, tiene la cabeza agachada, y medita, en pugna entre los dos amores: el de Dios y el de su padre.
■ Jesús le mira y aguarda, luego coge a un pequeñuelo y le aprieta contra su corazón diciendo:
“Repite conmigo: «Te bendigo, Padre, e invoco tu luz para los que lloran envueltos por las
ofuscaciones de la vida. Te bendigo, Padre, e invoco tu fuerza para quien es cual un niño que
necesita de alguien que le sostenga. Te bendigo, Padre, e invoco tu amor para que hagas olvidar el
recuerdo de todo lo que no seas Tú a todos aquellos que en Ti encontrarían —y no saben creerlo—
todo su bien, aquí y en el Cielo»”. Y el niño —un inocente de unos cuatro años— repite con su vo-
cecita las palabras santas, mientras Jesús le mantiene con su derecha las manitas unidas, en oración,
cogidas por las muñecas regordetas, como si fueran éstas dos tallitos de flor. ■ El hombre se decide.
Da a un compañero sus envoltorios y se acerca a Jesús, que pone en el suelo al niño tras haberle
bendecido y echa su brazo sobre los hombros del joven y sigue caminando así, para confortarle y
sostenerle en su esfuerzo.
* A un hombre demasiado arraigado en lo humano: que quiere despedirse de su familia:
“Nada debe atar a quien se entrega. Si quieres ser discípulo abraza la cruz. Si no te
quedarás en el número de los fieles. El camino de los siervos de Dios es de exigencia
absoluta.- Nadie, que pone la mano sobre el arado y luego mira atrás, es apto. Trabájate y
luego ven”.- ■ Otro hombre le pregunta: “También yo quisiera ir contigo como ese joven, pero
antes de seguirte querría despedirme de mis familiares. ¿Me lo permites?”. Jesús le mira fijamente y
responde: “Demasiado arraigado en lo humano. Arranca las raíces, y, si no eres capaz de ello,
córtalas. Al servicio de Dios se viene con espiritual libertad. Nada debe atar a quien se entrega”.
Hombre: “Pero, Señor, ¡la carne y la sangre son siempre carne y sangre! Alcanzaré lentamente la
libertad de que hablas...”. Jesús: “No. Jamás lo lograrías. Dios, de la misma forma que es
infinitamente generoso cuando premia, es también exigente. Si quieres ser discípulo debes
abrazar la cruz y venir; si no, te quedarás en el número de los simples fieles. El camino de los
siervos de Dios no es de pétalos de rosa; es de exigencia absoluta. Nadie, habiendo puesto la
mano sobre el arado para arar los campos de los corazones y esparcir en ellos la semilla de la
doctrina de Dios, puede volverse para mirar lo que ha dejado y lo que ha perdido, o lo que
podría haber tenido si hubiese seguido un camino común; quien así actúa no es apto para el
Reino de Dios. Trabájate a ti mismo. Hazte viril y luego ven. Ahora no”. Llegan a la orilla.
Jesús sube a la barca de Pedro y le dice unas palabras al oído; veo que Jesús sonríe y que Pedro
hace un gesto de admiración, pero no dice nada. Sube también el hombre que ha dejado de ir a
enterrar a su padre por seguir a Jesús. (Escrito el 3 de Junio de 1945).
············································· 1 Nota : Cfr. Mt. 8,18-22; Lc. 9,57-62.
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3-179-134 (3-39-227).- La Parábola del sembrador (1).- Con el nuevo discípulo Elías.
* Una nota respecto a la situación de la Betsaida actual y de la antigua de hace
20 siglos.- ■ Jesús —mostrándome el curso del Jordán, o mejor, la desembocadura del Jordán en
el lago de Tiberíades, en el lugar en que se extiende la ciudad de Betsaida en la orilla derecha del
río respecto a quien mira al Norte— me dice: “Ahora la ciudad ya no se encuentra en las orillas del
lago, sino un poco más hacia el interior. Esto desconcierta a los estudiosos. La explicación se debe
buscar en el espacio cedido por el lago, por esta parte, al terreno seco, debido a veinte
siglos en que el río ha ido depositando tierra suelta, y también a aluviones y
desprendimientos de tierra de las colinas de Betsaida. En aquel tiempo la ciudad estaba
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justamente en la desembocadura del río en el lago; es más, las barcas más pequeñas, en las
estaciones más ricas en aguas, remontaban un buen trecho del río, casi hasta la altura de
Corazaín; las orillas del río servían siempre como embarcadero y lugar protegido para las barcas
de Betsaida en los días de borrasca en el lago. Esto no te lo digo por ti, que poco te importa, sino
por los doctores difíciles. Y ahora continúa”.
* Pedro, que ha acogido a Jesús en su casa de Betsaida, tiene una angustia: de lo que dice el
Maestro, nada retiene.- ■ Las barcas de los apóstoles, recorrido el breve trecho de lago que
separa Cafarnaúm de Betsaida, echan amarras en esta ciudad. Pero otras barcas las han seguido
y muchos bajan de ellas para unirse enseguida a los de Betsaida que han venido a saludar al
Maestro. Jesús está entrando ahora en la casa de Pedro en la que... está de jefe su mujer, la
cual supongo que ha preferido la soledad antes que vivir entre las continuas quejas de su madre
contra su marido. ■ Afuera reclaman al Maestro a voces, lo cual inquieta no poco a Pedro, que sube
a la terraza y con tono autoritario se dirige a la gente, de la ciudad o no, diciendo que se requiere
respeto y educación (quisiera, en efecto, poder gozar un poco de la presencia del Maestro, en paz,
ahora que le tiene en su casa, y, sin embargo, no tiene el tiempo ni la satisfacción de ofrecerle ni
siquiera un poco de agua y miel, entre las muchas cosas que ha dicho a su mujer que traiga), y
se muestra enfadado. Jesús le mira, sonriente, y menea la cabeza diciendo: «¡Parece como si no
me vieras nunca y que estemos juntos de casualidad!”. Pedro: “¡Pues si es así! Cuando estamos
por el mundo, ¿estamos, acaso, yo y Tú? ¡Ni soñarlo! Entre Tú y yo está el mundo, con sus
enfermos, sus afligidos, sus oyentes, sus curiosos, sus calumniadores, sus enemigos, y no estamos
nunca yo y Tú. Aquí, sin embargo, Tú estás conmigo, en mi casa, ¡y deberían comprenderlo!”.
Está verdaderamente alterado. Jesús le dice: “No veo la diferencia, Simón. Mi amor es igual, mi
palabra es la misma; ¿no es lo mismo que te la diga en privado o que la diga para todos?”. Pedro
entonces confiesa su gran pesar: “Es que soy cerrado de mollera, y me distraigo con facilidad.
Cuando hablas en una plaza, en un monte, en medio de una muchedumbre, no sé por qué,
comprendo todo, pero luego no recuerdo nada. Se lo he dicho también a los compañeros
y me han dado razón. La otra gente —me refiero al pueblo que te escucha— te comprende y luego
se acuerda de lo que has dicho. ¡Cuántas veces hemos oído confesar a uno: «No he vuelto a hacer
esto porque Tú lo has dicho», o: «He venido porque una vez te oí deci r esta otra cosa y
se me quedó grabado en el pensamiento». Sin embargo, nuestro caso... ¡ay!, ¡ay!, es como un
curso de agua que pasa sin detenerse: la orilla ya no tiene esa agua que ha pasado. Viene otra,
sí, continuamente, y mucha, pero sigue pasando, sigue pasando... Yo pienso, con gran temor,
que, si es como dices, llegará el momento en que Tú ya no podrás seguir haciendo de río y... y yo...
¿Qué le voy a poder dar a quien tenga sed, si no conservo ni una gota de lo mucho que me das?”.
■ También los otros apoyan las quejas de Pedro, lamentándose de no encontrar nunca nada de
lo que escuchan, cuando querrían encontrarlo para responder a los muchos que los
preguntan. Jesús sonríe y responde: “No creo que sea así. La gente está muy contenta también de
vosotros...”. Pedro: “¡Sí, claro, para lo que hacemos!... Abrirte paso dando codazos, llevar a los
enfermos, recoger las dádivas y decir: «¡Sí, sí, aquél es el Maestro!». ¡Pues vaya una cosa,
¿no?!”. Jesús: “No te rebajes demasiado, Simón”. Pedro: “No me estoy rebajando, es que me
conozco”. Jesús: “Es la más difícil de las sabidurías. De todas formas, quiero quitarte este
gran miedo. Las veces que hable y veáis que no habéis podido comprender y retener todo,
preguntadme, sin miedo a parecer latosos o a desanimarme. Siempre tenemos algunas horas de
intimidad; abridme en esos momentos vuestro corazón. Yo doy mucho a muchos, ¿qué no os
daría a vosotros, a quienes amo con un amor que Dios no podría superar? Has hablado de la
ola que va sin dejar rastro en la orilla. Llegará un día en que te darás cuenta de que cada
una de las olas ha depositado en ti una semilla, y que cada una de las semillas ha producido
una planta, y verás ante ti flores y árboles para todos los casos, te asombrarás de ti mismo, de
lo que el Señor ha hecho contigo, porque entonces estarás redimido de la esclavitud del pecado
y tus virtudes actuales habrán adquirido muy alta perfección”. Pedro: “Si Tú lo dices, Señor,
descanso en estas palabras tuyas”. Jesús: “Ahora vamos con los que nos están esperando. Venid.
Recibe la paz; mujer. Esta noche seré tu huésped”. Salen.
* La indicación del tema a exponer por Jesús: se la dan los tres hombres que esta
mañana, con el propósito de seguir a Jesús, se han cercado a Él.- Y Jesús pregunta:
“¿Por qué gentiles y pecadores, y no el pueblo elegido, avanzan más por mi camino?”.- ■
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Jesús va hacia el lago para evitar la compresión de la muchedumbre. Pedro, diligentemente,
separa la barca de la orilla unos pocos metros, de modo que la voz de Jesús sea oída por todos y
que haya un espacio entre el auditorio y Él. Jesús dice: “De Cafarnaúm a aquí he venido
pensando qué podría deciros. La indicación la he encontrado en los hechos sucedidos esta
mañana. Habéis visto a tres hombres que se han acercado a mí. Uno, espontáneamente, otro
porque le he llamado, el tercero por un entusiasmo repentino. Habéis podido ver también
cómo de estos tres he tomado sólo a dos. ¿Por qué? ¿Será porque he visto en el tercero a un
traidor? No, ciertamente no; lo que he visto en él ha sido una persona no preparada. A simple
vista parecía menos preparado éste hombre que ahora está a mi lado, este hombre que iba a
enterrar a su padre. Sin embargo, el menos preparado era el tercero. Éste estaba tan
preparado —aún sin saberlo— que ha sabido realizar un sacrificio verdaderamente heroico.
Seguir a Dios con heroísmo es siempre prueba de una fuerte preparación espiritual. Esto
explica ciertos hechos sorprendentes que se producen en torno a Mí. Los que están más
preparados para recibir al Cristo —cualesquiera que sean su casta o su cultura— vienen
a Mí con prontitud y fe absolutas. Los menos preparados me observan como a un hombre que
se sale de lo habitual, o me estudian con desconfianza y curiosidad, o incluso me atacan y
desacreditan acusándome de varias formas. Las distintas formas de actuar son proporcionales
a la falta de preparación de los espíritus. ■ En el pueblo elegido deberían encontrarse por
todas partes espíritus preparados para recibir a este Mesías en cuya espera se consumieron de
ansiedad los Patriarcas y los Profetas; a este Mesías que por fin ha venido, precedido y
acompañado por todos los signos profetizados; a este Mesías cuya figura espiritual se
delinea cada vez más clara a través de los milagros visibles, en los cuerpos y en los elementos,
y de los milagros invisibles en las conciencias que se convierten, y en los gentiles que se vuelven
al Dios verdadero. Y, sin embargo, no es así. Precisamente en los hijos de este pueblo la
prontitud para seguir al Mesías se ve fuertemente obstaculizada, y, además, aunque duela
decirlo, a medida que se sube a las clases más altas, más obstaculizada está. No lo digo para
escandalizaros, sino para induciros a orar y a reflexionar. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué
gentiles y pecadores avanzan más por mi camino?, ¿por qué acogen lo que Yo digo, y los otros
no? Porque los hijos de Israel están anclados; es más, incrustados como madreperlas al banco
en que nacieran. Porque están saturados, henchidos de su sabiduría, que los ha engordado, y no
saben abrir camino a la mía desprendiéndose de lo superfluo para hacer espacio a lo nece-
sario. Los otros no padecen esta esclavitud: son pobres paganos, o pobres pecadores,
desancorados como naves a la deriva; son pobres, que no tienen tesoros propios, sino que sólo
poseen fardos de errores y pecados de los que se desprenden con gozo en cuanto logran com-
prender la Buena Nueva y prueban su dulzura corroborante, bien distinta del desagradable
revoltijo de sus pecados”.
* Parábola del sembrador.- ■ Jesús: “Escuchad, y quizás entenderéis mejor cómo de una
misma acción pueden surgir diversos frutos. Salió un sembrador a sembrar. Sus tierras eran
muchas y de distintos tipos. Algunas de ellas las había heredado de su padre; en éstas, su
falta de atención había permitido la proliferación de plantas espinosas. Otras eran
adquiridas; las había comprado a una persona descuidada y las había dejado como estaban.
Otras estaban atravesadas por caminos, porque el hombre era un comodón y no quería hacer
mucho recorrido para ir de un lugar a otro. En fin, había algunas, las más cercanas a la casa,
que había cuidado, para que el aspecto de delante de su casa fuera agradable; estas tierras
estaban bien limpias de cantos, de espinos, de malas hierbas, etc. ■ Pues bien, el hombre cogió su
saquito de trigo de simiente, el de mejor calidad, y empezó a sembrar. La simiente cayó en el
terreno bueno, esponjoso, arado, limpio, abonado, de las tierras cercanas a la casa. Cayó en las
tierras cortadas por esos caminos más o menos anchos que las fragmentaban hasta la saciedad
y que, además, eran fuente de despreciable polvo árido para la tierra fértil. Otras semillas
cayeron en las tierras en que la ineptitud del hombre había dejado proliferar los espinos; el
arado, ahora, los había arrastrado a su paso y parecía que ya no hubiera, pero seguían
estando, porque solo el fuego, la radical destrucción de las malas plantas, les impide volver a
nacer. La última semilla cayó en los campos comprados poco antes, en esos campos que el
sembrador había dejado como estaban cuando los adquirió, sin roturarlos profundamente, sin
levantar todas las piedras que estaban hundidas en la tierra y que formaban un pavimento duro
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en que no podían prender las tiernas raíces. ■ Una vez esparcida por los campos toda la
simiente, volvió a su casa y dijo: «¡Bien!, ¡bien!, ahora no hay sino que esperar a la cosecha». Y se
regocijaba al ver con el paso de los meses, primero germinar bien espeso el trigo en las tierras
que estaban delante de su casa, luego crecer —¡oh, qué suave alfombra! — y producir espiga
—¡qué mar!— y dorarse y cantar su hosanna al sol entrechocándose las espigas. El hombre decía:
«Como estas tierras serán todas las demás. Preparemos la hoz y los graneros. ¡Cuánto pan!
¡Cuánto oro!», y exultaba de gozo. ■ Segó el trigo de las parcelas más cercanas y luego pasó
a las tierras que había heredado de su padre y que había dejado abandonadas. Al verlas se
quedó de piedra. Mucho trigo había nacido, porque eran buenas parcelas, y la tierra,
bonificada por su padre, era rica y fértil. Pero esta misma fertilidad había actuado en las
plantas espinosas —arrastradas por el arado pero aún vivas—, que habían renacido creando un
verdadero techo de híspidos ramajes de espinos, a cuyo través sólo algunas escasas espigas de
trigo habían podido emerger, con lo cual casi todo había quedado ahogado. El hombre dijo: «Con
estas parcelas he sido negligente, pero en otras no había espinos; irá mejor la cosa». ■ Y pasó a las
tierras que había comprado recientemente. Su estupor pasó a ser dolor: delgadas hojas de trigo,
ya resecas, yacían, como heno seco, diseminadas por todas partes. Heno seco. «¿Cómo es
posible? ¡¿Cómo es posible?!», se lamentaba el hombre. «¡Pues si aquí no hay espinos y el
trigo era el mismo! Y había nacido bien compacto y hermoso: se ve por las hojas bien formadas
y numerosas. ¿Por qué, entonces, todo ha muerto sin formar espiga?». Y, con dolor, se puso a
excavar en el suelo para ver si encontraba nidos de topos u otros flagelos. No había ni insectos
ni roedores.¡Ah, pero, cuántas piedras, cuántas piedras! Estas parcelas estaban, literalmente
hablando, pavimentadas con lascas de piedra; era engañosa la poca tierra que las cubría. ¡Ah,
si hubiera hincado profundamente el arado a su debido tiempo! ¡Ah, si hubiera excavado
antes de aceptar esas tierras y comprarlas como buenas! ¡Ah, si, al menos, una vez
cometido el error de adquirir lo que se le ofrecía sin asegurarse de su calidad, lo hubiera
bonificado a fuerza de brazos! Pero ya era demasiado tarde. Inútil plañirse. ■ El hombre se
enderezó, desanimado, y fue a ver los campos cortados por los caminos que él mismo, buscando la
comodidad, había trazado.... Y se rasgó las vestiduras del dolor. Aquí no había nada, abso-
lutamente nada. La tierra oscura del campo estaba cubierta por un leve estrato de polvo
blanco. El hombre se desplomó gimiendo: «Pero aquí, ¿por qué? Aquí no hay ni espinos ni piedras,
porque estos campos son nuestros; mi abuelo, mi padre, yo, los hemos tenido siempre y durante
muchos lustros los hemos hecho producir y han sido fértiles. Yo he abierto los caminos;
habré quitado espacio a las parcelas, pero ello no puede haberlas hecho tan improductivas...».
Estaba llorando cuando un nutrido conjunto de pájaros, que con frenesí se lanzaban de los
senderos a la tierra de labor y de ésta a los senderos, para buscar, buscar, buscar semillas,
semillas, semillas... le dieron respuesta a su dolor: esta tierra se había convertido en una red de
caminos, a cuyos bordes habían ido a parar granos de trigo, atrayendo así a muchos pájaros, los
cuales primero se habían comido los granos que habían caído en el camino y luego lo que había
caído dentro, hasta el último grano. De esta forma, la simiente, igual para todas las parcelas,
había producido, en unas, cien, en otras, sesenta o treinta o nada. ■ El que tenga oídos para oír
que oiga. La semilla es la Palabra, que es igual para todos; los lugares donde cae la simiente son
vuestros corazones. Que cada cual lo aplique y lo comprenda. La paz sea con vosotros”.
* Jesús y el nuevo discípulo Elías, que había dejado de enterrar a su padre por seguir a Jesús.-
■ Luego, volviéndose a Pedro, dice: “Remonta el río hasta donde sea posible y amarra al otro lado”.
Y mientras las dos barcas recorren un corto trecho por el río para luego detenerse junto a la
orilla, Jesús se sienta y le pregunta al nuevo discípulo: “¿Quién queda ahora en tu casa?”. Elías:
“Mi madre con mi hermano mayor, que está casado desde hace cinco años. Mis hermanas
están en distintos puntos de esta región. Mi padre era muy bueno. Mi madre le llora
desconsoladamente”. El joven calla bruscamente al sentir que un sollozo le sube del corazón. Jesús
le agarra de una mano y dice: “Yo también he experimentado este dolor y he visto llorar a mi
Madre. Por tanto, te comprendo...”. ■ El fondo restriega contra el guijarral. Ello hace que la
conversación se interrumpa, para permitir bajar de la barca. Ya no se ven las bajas colinas de
Betsaida que casi se introducen en el lago; aquí hay una llanura rica en gramíneas que se
extiende desde esta orilla, opuesta a Betsaida, hacia el Norte. Pedro pregunta: “¿Vamos a
Merón?”. Jesús: “No. Cogemos este sendero que va por entre las tierras”. ■ Los campos, hermosos
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y bien cuidados, muestran las espigas aún tiernas pero ya formadas. Todas, a la misma altura y
cimbreándose levemente por el viento fresco que viene del Norte, parecen otro lago, pequeño, en
que las velas son los árboles que esporádicamente se yerguen, llenos de trinos de pájaros. El
primo Santiago observa: “Estos campos no son como los de la parábola”. Judas Iscariote dice:
“¡No, sin duda! No han sido devastados por los pájaros, ni hay espinos ni piedras. ¡Hermoso trigo!
Dentro de un mes ya estará dorado...y dentro de dos estará maduro para la hoz y el granero”.
■ Pedro dice: “Maestro... Te recuerdo lo que has dicho en mi casa. Has hablado muy bien, pero yo
empiezo ya a tener en la cabeza nubes desmadejadas como ésas del cielo...”. Jesús le dice: “Esta
noche te lo explicaré. Ahora tenemos ante nuestros ojos a Corazaín”. Y Jesús mira fijamente al
neodiscípulo diciendo: “A quien tiene se le da. El hecho de recibir no quita el mérito a la
ofrenda. Llévame a vuestro sepulcro y a casa de tu madre”. El joven se arrodilla y besa entre
lágrimas la mano de Jesús, que le dice: “Levántate. Vamos. Mi espíritu ha oído tu llanto. Quiero
fortalecerte en el heroísmo con mi amor”. Elías dice: “Isaac el Adulto me había hablado de
tu gran bondad. ¿Sabes qué Isaac, no? Aquel al que le curaste la hija. Ha sido el apóstol para mí.
Pero veo que tu bondad es aún mayor de cuanto me habían referido”. Jesús: “Iremos a
saludar también al Adulto para darle las gracias por haberme dado un discípulo”.
. ● En Corazaín, con Isaac el Adulto y en casa del nuevo discípulo Elías.- ■ Llegan a
Corazaín. La primera casa es precisamente la de Isaac. El anciano, que está volviendo a casa,
cuando ve al grupo de Jesús con los suyos, y entre ellos al joven de Corazaín, levanta los
brazos con su bastoncito en la mano. Se queda sin respiración, a boca abierta. Jesús sonríe y su
sonrisa devuelve la voz al anciano: “¡Dios te bendiga, Maestro! ¿A qué se debe este honor?”. Jesús:
“Para decirte «gracias»”. Isaac: “¿Por qué motivo, Dios mío? Soy yo quien debe decirte esta
palabra. Pasa, pasa. ¡Qué pena que mi hija esté lejos asistiendo a su suegra! Porque se ha casado,
¿sabes? Toda suerte de bendiciones tras el encuentro mío contigo. Ella, curada;
inmediatamente después, ese rico pariente, que regresaba de lejos, viudo, con unos
pequeñuelos necesitados de una madre... ¡Bueno, pero si ya te he contado estas cosas!¡Mi
cabeza es anciana también! Perdona”. Jesús: “Tu cabeza es sabia, se olvida además de
gloriarse del bien que hace por su Maestro. Olvidarse del bien realizado es sabiduría;
demuestra humildad y confianza en Dios”. Isaac: “Bueno... yo... no sabría...”. Jesús: “¿Acaso no
tengo este discípulo por ti?”. Isaac: “Bueno, no he hecho nada; sólo, decir la verdad... Me alegro de
que Elías esté contigo”. ■ Y se vuelve hacia Elías y dice: “Tu madre, pasado el primer
momento de estupor, vio enjugado su llanto al saber que eras del Maestro. Tu padre tuvo un
digno duelo. Se le ha enterrado hace poco. Elías pregunta: “¿Y mi hermano?” Isaac: “Guarda
silencio... Ya sabes... Le ha sido un poco duro el no verte... Por el pueblo... Piensa todavía así...”. El
joven se vuelve hacia Jesús: “Es lo que dijiste. Pero no quiero que esté muerto... Haz que venga a
la vida como yo, y a tu servicio”. Los otros no entienden y miran con ademán de pregunta a
Jesús, quien sólo responde: “No pierdas la esperanza y persevera”. Luego bendice a Isaac y
se marcha, a pesar de todas las presiones en contra. ■ Se detienen primero a orar junto a la tumba
cerrada. Luego, atravesando un majuelo aún semideshojado, se dirigen a la casa de Elías. El
encuentro entre los dos hermanos es más bien circunspecto: el mayor se siente ofendido y lo
quiere poner de manifiesto; el menor se siente humanamente culpable y no reacciona. Pero
cuando aparece la madre —la cual, sin mediar palabra, se postra y besa el extremo del
vestido de Jesús— el ambiente y los ánimos se calman; tanto, que quieren hacer honores al
Maestro. ■ Pero Jesús no acepta nada, limitándose a decir: “Sean justos vuestros
corazones recíprocamente, como justo era el hombre al que lloráis. No deis impronta humana a lo
sobrehumano: la muerte y la elección para una misión. El alma del justo no ha sufrido
turbación al ver la ausencia del hijo en el entierro de su cadáver; es más, la seguridad sobre el
futuro de su Elías le ha dado paz. No turbe el pensamiento del mundo la gracia de la
elección. Si el mundo se ha podido quedar sorprendido al no ver a éste junto al féretro paterno,
los ángeles han exultado al verle al lado del Mesías. Sed justos. Y a ti, madre, que esto te
consuele: has educado sabiamente y tu hijo ha sido llamado por la Sabiduría. Os bendigo a
todos. La paz os acompañe ahora y siempre”. ■ Vuelven al camino que los ha de llevar al río
y después a Betsaida. El hombre, Elías, no ha perdido ni un instante en el umbral de la casa
paterna; tras el beso de despedida a su madre ha seguido al Maestro con la sencillez con
que un niño sigue a su verdadero padre. (Escrito el 4 de Junio de 1944).
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·········································· 1 Nota : Cfr. Mt. 13,1-9; Mc. 4,1-9; Lc. 8,4-8.
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(<Pedro pide a Jesús que les explique la parábola del sembrador>)
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3-180-146 (3-40-239).- “¿Por qué les hablas en parábolas?” (1).- Magisterio infalible para Pedro y
sucesores respecto a las cosas del Reino de Dios.- Explicación de la parábola del sembrador (2).
* “A vosotros, que habéis dado todo, se os concede conocer los misterios del Reino. De este
modo, a quien ha dado le será dado, y con abundancia. A los demás, por ser incompleta o
nula su voluntad de adherirse a Dios, en parábolas, para que viendo vean sólo lo que les
ilumina su voluntad de seguir a Dios”.- ■ También los otros apóstoles se unen a Pedro y
preguntan: “Por qué les hablas en parábolas?”. Jesús: “Porque a ellos no se les concede entender
más de lo que explico. A vosotros se os tiene que dar mucho más, porque vosotros, mis apóstoles,
debéis conocer el misterio; por tanto, se os concede entender los misterios del Reino de los Cielos.
Por esto os digo: «Preguntad, si no comprendéis el espíritu de la parábola». Vosotros dais todo, y
todo se os debe dar, para que a vuestra vez podáis dar todo. Vosotros dais todo a Dios: afectos,
tiempo, intereses, libertad, vida. Y Dios os da todo para compensaros y haceros capaces de dar todo
en nombre de Dios a quienes vienen después de vosotros. De este modo, a quien ha dado le será
dado, y con abundancia; pero, a quien sólo ha dado parcialmente o no ha dado en absoluto, le
será incluso quitado lo que tenga. ■ Les hablo en parábolas a ellos para que viendo vean sólo lo
que les ilumina su voluntad de seguir a Dios; para que oyendo —con la misma voluntad de
adhesión— oigan y comprendan. ¡Vosotros veis! Muchos oyen mi palabra, pocos se adhieren a
Dios; es incompleta la buena voluntad de sus espíritus. En ellos se cumple la profecía de Isaías:
«Oiréis con los oídos pero no comprenderéis, miraréis con los ojos pero no veréis». Porque este
pueblo tiene un corazón insensible; sus oídos son duros y han cerrado los ojos para no oír y para
no ver, para no comprender con el corazón y no convertirse para que los cure. ¡Pero, dichosos
vosotros por vuestros ojos que ven, por vuestros oídos que oyen, por vuestra buena voluntad! En
verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron y
oír lo que vosotros oís pero no lo oyeron. Se consumieron en el deseo de comprender el misterio
de las palabras, pero, apagada la luz de la profecía, las palabras permanecieron como carbones
apagados, incluso para el santo que las había recibido y pronunciado”.
* “Pedro, tiempo llegará en que la luz vendrá sobre ti, y no solo por un instante sino en una
insuperable unión del Espíritu Eterno con el tuyo. Y, como en ti, en tus sucesores, si viven de
Dios como su único pan”.- ■ Jesús prosigue: “Sólo Dios se devela a Sí mismo. Cuando su luz se
retira, una vez terminado su fin de iluminar el misterio, la incapacidad de comprender envuelve
—como las vendas de una momia— la regia verdad de la palabra recibida. Por esto te he dicho,
Pedro, esta mañana: «Un día volverás a encontrar todo lo que te he dado». Ahora no puedes
retenerlo. Pero tiempo llegará en que la luz vendrá sobre ti, y no sólo por un instante sino en
una inseparable unión del Espíritu eterno con el tuyo, por lo cual será infalible tu magisterio
respecto a las cosas del Reino de Dios. Y, como en ti, en tus sucesores, si viven de Dios como su
único pan” (3).
* Explicación de la parábola del sembrador: cuatro tipos de campos y cuatro tipos de espíritus.-
■ Jesús les dice ahora: “Escuchad ahora el espíritu de la parábola. Tenemos cuatro tipos de
campos: los fértiles, los espinosos, los pedregosos y los que están llenos de caminos. Tenemos
también cuatro tipos de espíritus. ■ Por una parte, están los espíritus honestos, los espíritus de
buena voluntad, preparados por esta misma buena voluntad y por la obra buena de un apóstol,
de un «verdadero» apóstol. Porque hay apóstoles que tienen el nombre pero no el espíritu de
apóstoles: su efecto sobre las voluntades que se están formando es más mortífero que los
propios pájaros, espinos y piedras; con sus intransigencias, prisas, reprensiones y amenazas,
trastocan todo, de tal forma, que alejan para siempre de Dios. ■ Hay otros que, al contrario,
por derrochar continuamente una benignidad fuera de lugar, hacen secar la semilla en un terreno
demasiado blando. Privados de un espíritu viril, con su debilidad, quitan fuerzas a las almas que
están bajo su custodia. ■ Mas quedémonos con los verdaderos apóstoles, es decir, con los
espejos límpidos de Dios: son paternales, misericordiosos, pacientes, y, al mismo tiempo, fuertes
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como su Señor. Pues bien, los espíritus preparados por éstos y por la propia voluntad se pueden
comparar a los campos fértiles, exentos de piedras y zarzas, limpios de malas hierbas y cizaña;
en ellos prospera la palabra de Dios; cada palabra —una semilla— produce un manojo de
espigas, y da en unos casos el cien, en otros el sesenta, en otros el treinta por ciento.
¿Entre los que me siguen hay de éstos? Sin duda. Y serán santos. Los hay de todas las castas, de
todos los países, hay incluso gentiles que darán también el cien por ciento por su buena
voluntad; por ella únicamente, o también, además de por ella, por la de un apóstol o discípulo que
me los prepara. ■ Los campos espinosos son aquellos en que la dejadez ha permitido penetrar
montones de espinas de intereses personales que ahogan la buena semilla. Es necesaria
siempre una vigilancia sobre uno mismo; siempre, siempre... Nunca decir: «¡Ya estoy formado,
he recibido ya la semilla, puedo estar tranquilo porque daré semilla de vida eterna!». Es necesaria
siempre una vigilancia: la lucha entre el Bien y el Mal es continua. ¿Alguna vez os habéis parado a
observar una colonia de hormigas que se establece en una casa? Ya se las ve junto al horno. La
mujer ya no vuelve a dejar alimentos allí sino que los pone encima de la mesa; mas el olfato de las
hormigas examina el aire y asaltan la mesa. La mujer pone los alimentos en la alacena, pero ellas
pasan adentro a través de la cerradura. Entonces la mujer cuelga del techo esos alimentos, pero las
hormigas recorren un largo camino por paredes y viguetas, bajan por la cuerda y comen. Entonces
la mujer las quema, las envenena... y se queda tranquila creyendo que las ha destruido. ¡Ah, si no
vigila, qué sorpresa! Ya salen las otras nuevas que han nacido... y vuelta a empezar. Esto durante
el tiempo que dura la vida. Es necesario vigilarse para extirpar las plantas malas desde el primer
momento en que aparecen; si no, harán un techo de zarzas y ahogarán el trigo. Las
preocupaciones mundanas, el engaño de las riquezas, crean la maraña, ahogan la planta de la
semilla de Dios y no dejan que llegue a hacerse espiga. ■ ¿Y las tierras pedregosas?... ¡Cuántas
hay en Israel!... Son las que pertenecen a los «hijos de las leyes» como muy acertadamente ha dicho
mi hermano Judas. Estas tierras no tienen la Piedra única del Testimonio; no existe la Piedra de la
Ley, sino el pedregal de las pequeñas, pobres, humanas leyes creadas por los hombres; muchas,
tantas, que con su peso han reducido a astillas incluso la Piedra de la Ley. Se trata de una
destrucción tal que impide completamente que pueda crecer semilla alguna. La raíz no tiene ya
alimento alguno. No hay tierra, no hay sustancia. El agua, estancándose sobre el suelo de piedras,
no hace sino marchitar la planta; el sol se pone al rojo en esas piedras y quema las plantas
tiernas. Son los espíritus de los que quieren sustituir la sencilla doctrina de Dios con com-
plicadas doctrinas humanas. Reciben mi palabra hasta incluso con alegría; momentáneamente se
sienten impresionados y seducidos por ella; pero luego... Sería necesario tener el heroísmo de
trabajar duro para limpiar el campo, el espíritu y la mente de todo el pedregal de los oradores
vacíos. Entonces la semilla echaría raíz y crecería robusta. Del otro modo... no es nada. Es
suficiente un temor a venganzas humanas, es suficiente la reflexión: «¿Y luego?, ¿qué me harán
los poderosos?», y la pobre semilla, carente de alimento, muere. Es suficiente con que todo el
montón de piedras haga ruido con el sonido vano de los centenares de preceptos que han
reemplazado al Precepto, para que el hombre perezca con la semilla recibida... Israel está lleno
de ello. Esto explica por qué el ir a Dios está en razón inversa del poder humano. ■ Por último,
las tierras llenas de caminos, desnudas, llenas de polvo. Las de los mundanos, las de los
egoístas. Su comodidad es su ley; su fin, gozar. No trabajar, sino vivir en la indolencia, reír,
comer... En ellos reina el espíritu del mundo. El polvo de la mundanidad recubre el terreno y
éste se hace arenoso. Los pájaros, o sea, el producto de sus disipaciones, se lanzan hacia esos
mil caminos que han sido abiertos para hacer más fácil la vida; luego el espíritu del mundo, o
sea, el Maligno, picotea y destruye cada semilla que cae en este terreno abierto a toda
sensualidad y ligereza. ■ ¿Habéis comprendido? ¿Tenéis algo más que preguntar? ¿No? Pues
entonces podemos retirarnos a descansar... ( Escrito el 7 de Junio de 1945).
······································ 1 Nota : Cfr. Mt. 13, 10,17; Mc. 4,10-12; 4,25-25; Lc. 8,9-10; Lc. 8,18-18.
2 Nota : Cfr. Mt. 13,18-23; Mc. 4,13-20; Lc. 8,11-15.
3 Nota : Condición puesta a la infalibilidad del Papa:“si viven de Dios como su único pan”. Tal condición debió
provocar una objeción por parte del Padre Migliorini, a quien MV transmitió la respuesta dada por Jesús, escribiéndola,
con fecha 30 de junio de 1945, por las dos partes de una hoja pequeña que encontramos intercalada entre las Páginas
autógrafas del cuaderno. De esta observación, que podrá figurar íntegramente en un comentario de la Obra, reseñamos aquí
los fragmentos relevantes: [... me responde Jesús: “[...] Es cierto que la existencia de la infalibilidad papal en cosas de
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espíritu, en cualquier Vicario mío, prescindiendo de su forma de vida y posesión de virtud es verdad definida. Pero es
también cierto que no podréis encontrar un dogma definido y proclamado por Papas privados —notoriamente o no—
de mi Gracia. El alma privada de la Gracia no puede tener como amigo al Espíritu Santo . [...] Pensar
cosa semejante sería herético. Y como Dios es justo, así como trata al pobre, al rico, al laico, así al
Sacerdote supremo. ■ Por desgracia hay zonas oscuras en la historia de mi Iglesia. Querer cerrar los ojos
para no ver los puntos oscuros, quiere decir, vivir en la oscuridad en lo que se refiere a la Iglesia, aun en
las épocas numerosas y brillantes, angelicalmente luminosas de ella. [...] La historia para ser historia y
no cuento, debe ser imparcial. Las épocas oscuras, por otra parte, son a las que se alude en las profecías
del pastor-ídolo (Cfr. Ez. 34; Jer. 23,1-4; Zac. 11, 4-17) y de Sobna, prefecto del Templo (Cfr. Is. 22;
36,1-37, 7= 2 Rey.18,1-19,7) [...] Que duela y queme lo admito. Pero no es lícito pronunciar «anatema»
a una verdad. ■ Descansad, por tanto, en esta certeza: que los dogmas son verdaderos, que la infalibilidad existe, y Yo no
concedo dogmas a quien no lo merece Y esto estaba incluido en la frase que ha suscitado la objeción. [...]”.
El mismo concepto está presente en las palabras de Jesús al apóstol Santiago de Alfeo, que se reseñan más
adelante en el episodio 4-258-185: “Dios dará la Luz según los grados que tengáis. Dios no os dejará sin la Luz, a
menos que la Gracia no quede apagada en vosotros por el pecado”.
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3-181-152 (3-41-246).- Parábola del buen trigo y de la cizaña (1).
* Pedro quiere tomar precauciones antes de entrar en Cafarnaúm .- Una aurora clara
adorna el lago y envuelve las colinas en niebla, ligera como velo de muselina, tras la cual se
ven más graciosos los olivos y nogales y las casas y las cimas de los pueblos ribereños. Las
barcas se deslizan serenas, silenciosas, en dirección a Cafarnaúm. Pero, en un momento dado,
Pedro gira la caña del timón; tan bruscamente, que la barca se ladea. “¡¿Qué haces?!” dice
Andrés. Pedro: “Allí hay una barca de uno de esos avestruces. Está saliendo de Cafarnaúm.
Tengo buenos ojos, y, desde ayer noche, olfato de perro rastrero. No quiero que nos vean.
Vuelvo al río. Iremos a pie”. La otra barca ha hecho la misma maniobra, pero Santiago, que
va al timón, pregunta a Pedro: “¿Por qué haces esto?”. Pedro: “Ya té lo diré. Ven detrás de mí”.
Jesús, que está sentado en la popa, vuelve de su ensimismamiento, ya casi a la altura del Jordán, y
pregunta: “Pero ¿qué haces, Simón?”. Pedro dice: “Bajamos aquí. Hay un chacal merodeando. No
podemos ir a Cafarnaúm hoy. Primero voy yo a ver el ambiente; yo con Simón y Natanael.
Tres personas dignas contra tres indignas..., si es que no son más las indignas”. Jesús: “¡No
veas ahora asechanzas por todas partes! ¿No es la barca de Simón el fariseo?”. Pedro: “Sí,
justamente ésa”. Jesús: “No estaba cuando la captura de Juan”. Pedro: “No sé nada”. Jesús:
“Siempre es respetuoso conmigo”. Pedro: “No sé nada”. Jesús: “Me haces aparecer como una
persona que huye”. Pedro: “No sé nada”. A pesar de que Jesús no tenga ganas de reír, debe por
fuerza sonreír ante la santa testarudez de Pedro. Jesús: “¡Pero tendremos que ir a Cafarnaúm,
¿no?! Si no es hoy, será en otro momento...”. Pedro: “Ya te he dicho que voy antes yo y veo
cómo está el ambiente, y... si es necesario... sí, lo haré también... será un malísimo trago... pero
lo haré por amor a Ti... Iré... iré donde el centurión a solicitar protección...”. Jesús: “¡No,
hombre, no hace falta!”. ■ La barca se detiene en la pequeña playa desierta que está en el
lado opuesto a Betsaida. Bajan todos. Pedro dice: “Venid vosotros dos. Tú también, Felipe.
Los jóvenes quedaos aquí. Tardaremos poco”. El neodiscípulo Elías suplica: “Ven a mi casa,
Maestro. Para mí sería un motivo de gran alegría que te hospedases en ella...”. Jesús: “Voy a
tu casa. Simón, nos encontraremos en casa de Elías. Adiós, Simón. Ve, pero sé bueno, prudente y
misericordioso. Ven, que quiero besarte y bendecirte”. Pedro no da seguridad de que será
bueno, ni paciente ni misericordioso; se limita a guardar silencio. Se besan recíprocamente. Es
el mismo gesto de saludo de Jesús con el Zelote, Bartolomé y Felipe. Y las dos comitivas se
separan ya, tomando direcciones opuestas.
* Jesús en Corazaín, a la entrada de la casa de Elías, el nuevo discípulo, cura a la hija de
una mujer.- ■ Entran en Corazaín en pleno día, terminada ya la aurora. No hay tallito que no
brille con gemas de rocío. Los pájaros cantan por todas partes. El aire es puro, fresco: parece
saber incluso a leche, a una leche más vegetal que animal. Y hay olor a cereales formándose
dentro de las espigas, a almendros cargados de frutos... un olor ya experimentado por mí en las
frescas mañanas en los opimos campos de la llanura del Po. ■ Llegan pronto a casa de Elías.
Pero ya muchos en Corazaín saben que ha llegado el Maestro, y, cuando Jesús está para
atravesar el umbral, una madre acude gritando: “¡Jesús, Hijo de David, piedad de mi
hijita!”. Lleva en brazos a una niña de unos diez años, cérea y flaquísima (más que cérea,
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amarillenta). Jesús pregunta a la madre: “¿Qué le pasa a tu hija?”. “Tiene fiebres. Se las ha
cogido pastoreando por la ribera del Jordán. Porque somos los pastores de un hombre rico. Su
padre me ha llamado para que acompañara a la niña, que estaba enferma. Él ha vuelto a los
montes. Pero, como sabes, con esta enfermedad no se puede subir a lugares elevados. Y no
puedo quedarme aquí. El amo me lo ha permitido hasta ahora. Pero yo estoy encargada de
esquilar a las ovejas y de ayudar en los partos. Llega el tiempo de nuestra labor, la de los
pastores. Si me quedo, nos despedirán o estaremos divididos; veré morir a mi hija, si subo al
Hermón”. Jesús: “¿Tienes fe en que puedo hacerlo?”. Madre: “Hablé con Daniel (2), pastor de
Eliseo. Me dijo: «Nuestro Niño cura todos los males. Ve al Mesías”. Desde más allá de Merón
vengo con ésta en brazos, buscándote a ti. Y habría seguido caminando hasta
encontrarte...”. Jesús: “No camines más, sino para regresar a casa, al trabajo sereno. Tu
hija está curada porque Yo lo quiero. Ve en paz”. La mujer mira a su hija y a Jesús. Quizás
espera ver que instantáneamente la niña engorde de nuevo y recupere el color. Ésta también
mira al rostro de Jesús, con ojos como platos, aunque cansados y sonríe. Jesús: “No temas,
mujer. No te estoy engañando. La fiebre ha desaparecido para siempre. Según vayan pasando
los días, la niña recuperará su lozanía. Déjala que camine, no se tambaleará ya, ni sentirá
cansancio”. La madre deja en el suelo a la niña, la cual se tiene bien derecha y sonríe cada vez
más contenta, y acaba gorjeando con su voz argentina: “¡Bendice al Señor, mamá! ¡Siento que
estoy perfectamente sana!” y con sencillez de pastorcita y de niña se lanza al cuello de Jesús y
le besa. La madre, reservada como la edad enseña, se prosterna y besa el vestido bendiciendo al
Señor. Jesús: “Marchaos. Recordad el beneficio que habéis recibido del Señor y sed buenas. La
paz esté con vosotras”.
* Parábola del buen trigo y de la cizaña.- ■ En esto, la gente ya se ha agolpado en el
huertecillo de la casa de Elías, ya reclama la palabra del Maestro. Y Jesús cede, a pesar de
que no tenga muchas ganas de hacerlo, entristecido como está por la captura del Bautista y por
el modo en que se ha producido, y empieza a hablar bajo la sombra de los árboles. Jesús dice:
“En este hermoso tiempo de cereales que espigan, quisiera proponeros una parábola tomada
de ellos. Escuchad. El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla
en su campo. Pero, mientras el hombre y sus siervos dormían, vino su enemigo y esparció
semilla de cizaña en los surcos, y se fue. Nadie al principio se dio cuenta de nada. Llegó el
invierno y con él las lluvias y escarchas; llegó el final de Tébet y brotó el trigo: un verde
tierno de hojitas apenas despuntadas; parecían todas iguales en su inocente infancia. Llegó
Sabat y luego Adar y se formaron las plantas y luego granaron las espigas. Entonces se vio
que el verde no era todo de trigo, sino que también había cizaña, y bien enroscada a los tallitos
del trigo con sus zarcillos finos y tenaces. Los siervos del amo fueron a su casa y dijeron: «Señor,
¿qué semilla has sembrado? ¿No era simiente selecta, sin semilla alguna que no fuera de
trigo?». «Claro que lo era. He elegido los granos, todos de igual formación: me hubiera dado
cuenta, si hubiera habido otras semillas». «¿Y entonces, cómo es que ha nacido tanta cizaña entre
tu trigo?». El patrono pensó y respondió: «Algún enemigo mío me ha hecho esto para
perjudicarme». Los siervos preguntaron entonces: «¿Quieres que recorramos los surcos y,
con paciencia, arranquemos la cizaña para liberar las espigas? Mándalo y lo haremos». Pero el
patrono respondió: «No. Al hacerlo, podríais extirpar también el trigo y, casi seguro, dañar las
espigas, que están aún tiernas. Dejad que estén juntos ambos hasta la siega; entonces diré a
los segadores: `Segad todo junto. Antes de atar las gavillas, ahora que los zarcillos de la
cizaña al secarse se han hecho friables, y, por el contrario, las apretadas espigas están más
fuertes y duras, separad del trigo la cizaña y haced con ella haces aparte; después los
quemaréis: servirán de abono para el terreno. Pero el buen trigo llevadlo a los graneros:
servirá para hacer un excelente pan, con bochorno para mi enemigo, que lo único que habrá
ganado será resultar abyecto a Dios por su odio'». ■ Ahora reflexionad en vuestro interior
acerca de lo frecuente y numerosa que es la siembra del Enemigo en vuestros corazones. Com-
prended, pues, cuán necesario es vigilar con paciencia y constancia para que poca cizaña se
mezcle con el trigo seleccionado. El destino de la cizaña es arder. ¿Queréis arder o llegar a
ser ciudadanos del Reino? Decís que queréis ser ciudadanos del Reino. Pues sabedlo ser. El buen
Dios os da la Palabra. El Enemigo vigila para transformarla en nociva, porque harina de trigo
mezclada con harina de cizaña da pan amargo, nocivo para el vientre. Si tenéis cizaña en
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vuestra alma, sabed con vuestra buena voluntad separarla, para arrojarla fuera y no ser
indignos de Dios. Podéis iros, hijos. La paz sea con vosotros”.
. ● Explicación de la parábola en su sentido universal.- ■ La gente va despejando el lugar
lentamente. Al final, en el huerto se quedan además de los ocho apóstoles, Elías, el hermano y la
madre de éste y el anciano Isaac que alimenta su alma mirando de hito en hito a su Salvador.
Jesús les dice: “Venid a mi alrededor y oid. Os explicaré el sentido completo de la parábola que
tiene además estos dos aspectos, además del que dije a la gente. En el sentido universal la
parábola tiene una explicación: El campo es el mundo. La buena semilla son los hijos del Reino
de Dios sembrados por Él en el mundo en espera de que alcancen su máximo desarrollo y ser
cortados por la Guadaña y llevados al Dueño del Mundo para que los almacene en sus graneros;
la cizaña son los hijos del Maligno, esparcidos a su vez en el campo de Dios con la intención de
causar dolor al Amo del mundo y de dañar también a las espigas de Dios —el Enemigo de
Dios, por un sortilegio, los ha sembrado de propósito (porque verdaderamente el Diablo
desnaturaliza al hombre hasta hacer de éste una criatura suya, y siembra la cizaña para apartar
de la recta vía a los que no ha podido someter de otro modo)—; la siega, o, más exactamente la
formación de las gavillas, y su transporte a los graneros, es el fin del mundo y quienes la llevan
a cabo son los ángeles: a ellos les ha sido encargado reunir a las segadas criaturas, y separar el
trigo de la cizaña; y, de la misma forma en que ésta es arrojada a las llamas en la parábola, así
serán arrojados al fuego eterno los condenados, en el Último Juicio. ■ El Hijo del hombre
mandará sacar de su Reino a todos los que han cometido escándalos y a los inicuos. Porque el
Reino estará en la tierra y en el Cielo, y entre los miembros del Reino en la tierra habrá,
mezclados, muchos hijos del Enemigo, los cuales, como dijeron también los profetas,
alcanzarán la perfección del escándalo y de la abominación en todas partes de la tierra y
atormentarán gravemente a los hijos del espíritu. En el Reino de Dios, en los Cielos, no entrarán
los pervertidos, porque la corrupción no entra en el Cielo. Así pues, los ángeles del Señor,
llevando la guadaña por entre las hileras de la última cosecha, segarán y luego separarán el trigo
de la cizaña; ésta será arrojada al horno ardiente, donde hay llanto y crujir de dientes. Pero los
justos, el trigo escogido, serán conducidos a la Jerusalén eterna, donde brillarán como soles en
el Reino de mi Padre y vuestro”.
. ● Explicación de la parábola en su sentido especial: aplicada a los traidores.- ■ Jesús:
“Esto en sentido universal. Pero, para vosotros, hay otro que da respuesta a muchas preguntas
que os hacéis y sobre todo desde ayer por la noche. Os preguntáis: «Luego entre el número de
los discípulos ¿puede haber traidores?», y os horrorizáis dentro de vuestro corazón y os llenáis
de pavor. Pues bien, puede haberlos. Es más, los hay. El Sembrador desparrama la buena
semilla. En este caso más bien que «esparcir», se podría decir: «coge», porque el maestro, sea
Yo o sea el Bautista, había elegido a sus discípulos. ¿Cómo es que, entonces, se han pervertido?
No, no, digo mal llamando «semilla» a los discípulos; podríais entenderlo mal; los llamaré
«campo». Cada discípulo es un campo, elegido por el maestro para establecer el área del Reino
de Dios, los bienes de Dios. El maestro trabaja en ellos para cultivarlos a fin de que produzcan
el ciento por ciento. No ahorra trabajos, lo hace con toda paciencia, amor, sabiduría, fatiga,
constancia; ve también sus inclinaciones perversas, sus sequedades y ambiciones, su testarudez
y debilidades. Y espera, siempre espera, fortaleciendo su esperanza con la oración y la
penitencia, porque los quiere llevar a la perfección. ■ Pero los campos están descubiertos, no
son un jardín cerrado, rodeado de muralla cuyo dueño único sea el maestro y a donde solo él
puede penetrar. Están al descubierto. Colocados en el centro del mundo, entre el mundo, todos
pueden acercarse a ellos, todos pueden entrar en ellos. Todos y todo. ¡No es la cizaña la única
mala semilla sembrada! La cizaña podría ser símbolo de la ligereza amarga del espíritu mundial.
No, en estos campos nacen, arrojados por el Enemigo, todas las otras semillas: ortigas, grama,
cuscuta, hasta la cicuta y otras plantas venenosas. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Qué son? Las ortigas
son los espíritus punzantes, indomables, que hieren por exceso de veneno y causan mucho
malestar. La grama son los parásitos, que agotan al maestro a fuerza de arrastrarse y chupar,
aprovechando del trabajo de éste y causando daño a los que ponen su mejor voluntad, que
verdaderamente sacarían mayor provecho si el maestro no se viera turbado y distraído por las
atenciones que exigen los espíritus de grama. La cizaña no se levanta de la tierra si no es
aprovechándose del esfuerzo de los demás. Las cuscutas, son dolor en el ya doloroso camino del
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maestro y tormento para los fieles discípulos que le siguen; son como garfios, se enganchan, se
clavan, hieren, rasgan, introducen desconfianza y sufrimiento. Las plantas venenosas
representan a los delincuentes entre los demás discípulos, aquellos que incluso llegan a
traicionar o matan, como la cicuta y otras plantas venenosas. ¿Habéis visto qué bonitas son con
sus florecitas que se convierten en bolitas blancas, rojas, o de color azul violeta? ¿Quién podría
asegurar que de esa corola estrellada, blanca o apenas rosada, de corazoncito de oro; quién
podría decir que, de esas corolas multicolores, tan semejantes a otras, puedan sus pequeños
frutos, que son delicia de los pajaritos y niños, cuando son maduros, causar la muerte? ■ Y los
inocentes caen en la trampa. Creen que todos son buenos como ellos, los cogen... y mueren.
¡Creen que todos son buenos como ellos! Oh, una gran verdad que ensalza al maestro y condena
al traidor. ¿Cómo? ¿La bondad no desarma? ¿No hace al malvado inofensivo? No. No lo hace
inofensivo porque el hombre que ha caído en manos del Enemigo es insensible a todo lo que es
superior, y cualquier cosa superior, para él, cambia de aspecto: la bondad será entonces
debilidad que es lícito pisotear, y agudiza su mala voluntad, como el olor de la sangre agudiza a
una fiera: el deseo de degollar. También el maestro es siempre inocente... y deja que su traidor
le envenene porque no quiere, y no puede dejar pensar a los otros que un hombre pueda llegar a
matar a un inocente. ■ En los campos del Maestro (los discípulos), penetran los enemigos, que
son muchos (el primero, Satanás; los otros, sus siervos, o sea, los hombres, las pasiones, el
mundo y la carne). Y he aquí que al discípulo que más fácilmente golpean es al que no está muy
cerca del Maestro, sino que está entre el maestro y el mundo. No sabe, no quiere separarse de
todo lo que es el mundo, carne, pasiones y demonio, para ser todo de aquel que le lleva a Dios.
Sobre ese discípulo esparcen sus semillas el mundo, la carne, las pasiones y el demonio. Oro,
poder, mujer, orgullo, el miedo de que el mundo piense mal de él y espíritu de utilitarismo:
«Los grandes son los más fuertes. Yo les sirvo para tener su amistad»... ¡Y por estas miserables
cosas uno se hace delincuente, se condena!... ■ ¿Por qué el Maestro, viendo la imperfección del
discípulo, —si bien no quiere rendirse ante el pensamiento de que será su asesino— no le
extirpa de sus filas? Esto os preguntáis. La respuesta es: Porque es inútil hacerlo. Si lo hiciese
no le suprimiría como enemigo; antes al contrario, su enemistad se duplicaría y se haría más
diligente, o por la rabia de haber sido descubierto o por el dolor de haber sido expulsado. Dolor,
sí, porque a veces el discípulo perverso no cae en la cuenta de lo que es; tan sutil es la obra
del demonio que no la advierte (viene a ser poseído por el demonio sin sospechar que está bajo
su poder). Rabia, sí, rabia por haber sido conocido en lo que es; esto sucede cuando está
consciente del trabajo de Satanás y de sus adeptos (los hombres que tientan al débil en sus
debilidades para quitar del mundo al santo que les echa en cara con su bondad sus malas
acciones). Y entonces el santo ora, y se pone en manos de Dios «hágase lo que permites que se
haga» dice, añadiendo solo esta cláusula: «con la condición de que sirva para tus fines». El
santo sabe que ha de llegar la hora en que serán separadas de sus espigas las malas plantas de
cizaña. ¿Y quién la hará? Dios mismo, que no permite más de cuanto es útil para el triunfo de su
voluntad amorosa” (3).
. ● “¿Disminuye la responsabilidad del traidor por ser tentado por Satanás o sus
adeptos?”.- ■ Mateo dice: “Pero si admites que siempre es Satanás y sus adeptos... me parece
que la responsabilidad del discípulo disminuya”. Jesús: “No lo creas. Si existe el Mal, también
existe el Bien, y existe en el hombre el discernimiento y con él la libertad”. Iscariote dice: “Tú
dices que Dios no permite más de cuanto es útil al triunfo de su voluntad de amor. Por tanto,
este error incluso es útil, si lo permite, y sirve para que triunfe la voluntad divina”. Jesús: “Con
lo cual tú arguyes, como Mateo, que ello justifica el delito del discípulo. Dios había creado al
león sin su ferocidad y a la serpiente sin veneno; ahora aquel es feroz y ésta es venenosa. Pero
Dios, por esta razón, los alejó del hombre. ■ Medita esto y aplícatelo apropiadamente.
Vayamos a la casa. El sol está ya muy fuerte, como si fuera a haber tempestad. Vosotros estáis
cansados porque no dormisteis anoche”. Elías dice: “La habitación alta de la casa es grande y
fresca. Podréis descansar”. Suben por la escalera externa, pero solo los apóstoles se echan sobre
las esteras para descansar. Jesús sube a la terraza, sombreada en un ángulo, bajo un altísimo
roble, y se sumerge en sus pensamientos. (Escrito el 8 de Junio de 1945).
··········································· 1 Nota : Cfr. Mt. 13,24-30; 13, 36-43.
38
2 Nota : Daniel.- Pastores de Belén. Fue tal el impacto que produjo la teofanía de Belén en aquellos humildes
pastores, que, a pesar de las acusaciones, persecuciones, todos ellos se mantuvieron fieles a aquel recuerdo durante
toda su vida. Jesús, al comienzo de su vida pública, se interesó por cada uno de ellos. Fueron doce, entre ellos Daniel
que, junto a Benjamín, pastoreaba en el Líbano. Cfr. Personajes de la Obra magna: Pastores de Belén.
3 Nota : En una nota explicativa, MV dice: “Dios mismo, que no permite más de cuanto es útil para el triunfo de
su voluntad amorosa”. A propósito de esto MV escribió una nota: Dios concedió al hombre la inteligencia para
comprender, la conciencia para que sea consejera, la Ley para regularse, la libertad para merecer lo que él quiera
merecer: Dios y su gloria, o el infierno y su condenación. Además le dio la gracia o predestinación a la gracia para
que sea un estímulo o medio para elevar sus facultades a un nivel que las haga apetecer santamente lo sobrenatural y
Dios. Ahora en el hombre inteligente, consciente, libre, y sobre todo en el que por medio de la fe conoce su último fin
y la Ley divina, debería haber solo acciones que prescribe la Ley y que la conciencia del fin alienta a practicar, entre
tanto que la razón y la conciencia las muestra buenas a todos, aun a los que no conocen la religión revelada, y así
puedan conseguir el premio eterno que el entendimiento humano, aunque iluminado por la gracia, siente
infinitamente superior a todo gozo imaginable que pueda fomentar el creyente. Algunas veces sucede que el hombre
al obrar contra la razón, convierte su libertad en un yugo más cruel que todas las esclavitudes: el del demonio, y del
pecado, prefiriendo el Mal al Bien. Y entonces, aunque Dios permita que el hombre lleve a cabo lo que
voluntariamente elige realizar —y ello para probarlo y confirmarlo en gracia o juzgarlo merecedor de castigo—, la
culpabilidad del hombre no disminuye por ningún motivo. Porque, si bien es verdad que el hombre, bajo impulso de
Dios o el impulso de Satanás, puede hacer el bien o el mal, no es menor verdad que solo Dios debería ser seguido en
sus invitaciones de amor, por el hombre, porque de Él ha recibido todos aquellos dones naturales, morales y
sobrenaturales capaces de hacer de él un hijo de Dios heredero del Cielo.
. --------------------000--------------------
(<Jesús ha llegado al Templo de Jerusalén con sus apóstoles. Viene con ellos el niño Yabés —Marziam [1]—.
Jesús se ha acercado a Yabés>)
.
3-197-245 (3-58-342).- Importancia de la oración en las horas: de la mañana y de la tarde.
* “El día empieza con la mañana: justo es que el hombre bendiga al Señor. Pero al atardecer
es aún más solemne”.- ■ Jesús le dice: “Ven, Yabés, que es la hora más solemne del día. Hay otra
análoga por la mañana, pero ésta es todavía más solemne. El día empieza con la mañana: justo es que el
hombre bendiga al Señor para que el Señor le bendiga durante todo el día en todas sus obras. Pero al
atardecer es aún más solemne: declina la luz, cesa el trabajo, llega la noche. La luz que declina
recuerda la caída en el mal, y verdaderamente las acciones de pecado se producen generalmente por la
noche. ¿Por qué? Porque el hombre ya no está ocupado en el trabajo y más fácilmente se ve
envuelto por el Maligno, que proyecta sus propuestas y pesadillas. Bueno es, por tanto, después de
haberle agradecido a Dios su protección durante el día, elevarle nuestra súplica para que se alejen de
nosotros los fantasmas de la noche y las tentaciones. La noche con su sueño, símbolo de la muerte...
Dichosos aquellos que, habiendo vivido con la bendición del Señor se duermen no en las tinieblas sino
en una brillante aurora.
* “El sacerdote ofrece el incienso por nosotros, ora por todo el pueblo, en comunión con Dios,
y Dios le confía su bendición para sus hijos”.- ■ Jesús: “El sacerdote ofrece el incienso por todos
nosotros, ora por todo el pueblo, en comunión con Dios, y Dios le confía su bendición para que la
imparta al pueblo de sus hijos. ¿Te das cuenta de lo grande que es el ministerio del sacerdote?”.
Yabés: “Yo quisiera... Me sentiría todavía más cerca de mi madre...”. Jesús: “Si eres siempre un
buen discípulo e hijo de Pedro, lo serás. Mas ahora ven; mira, las trompetas anuncian que ha llegado la
hora. Vamos con veneración a alabar a Yeové”. (Escrito el 22 de Junio de 1945).
·········································· 1 Nota : Cfr. Personajes de la Obra magna: Marziam o Yabés.
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(<Aglae, «la Velada», ha llegado donde Jesús a través de la Madre, a la que, ella, errante y perseguida,
había acudido. El encuentro con Jesús tiene lugar en Betania en la casa de Simón Zelote, donde Jesús se
encuentra en ese momento. Postrada ante Jesús, arrepentida totalmente, recibe la saludable absolución de
Jesús. Aglae, al despedirse, después de entregar todas sus joyas para los pobres, desparrama el contenido
de un perfume por el suelo>)
.
3-200-268 (3-61-367 ).- Una paternidad espiritual del apóstol Andrés.
* “Gracias, Andrés, en nombre de Dios y de un alma”.- ■ De Aglae (1) solo queda, a los pies
de Jesús, el saquito y, por toda la sala, el intensísimo aroma. Jesús se levanta... recoge el saquito
197.3
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y se lo lleva al pecho; se dirige a una ventana que da al camino; sonríe al ver a la mujer que sola
se aleja envuelta en su manto hebreo en dirección de Belén. Hace señal de bendecir. ■ Va a la
terraza y dice: “Mamá”. María ligera sube la escalera: “La has hecho feliz, Hijo mío. Se ha
marchado con fortaleza y paz”. Jesús: “Sí, Mamá. Cuando regrese Andrés, mándamelo cuanto
antes”. ■ Pasa el tiempo. Luego se oye la voz de los apóstoles que vuelven hablando... Andrés
va donde Jesús: “Maestro, ¿me necesitas?”. Jesús: “Sí, ven aquí. Nadie lo sabrá, pero es justo
que te diga a ti. Andrés, gracias en nombre de Dios y de un alma”. Andrés está sorprendido:
“¿Gracias? ¿De qué cosa?”. Jesús: “¿No percibes este perfume? Es el recuerdo de «la Velada».
Ha venido. Se ha salvado”. Andrés se pone rojo como una amapola. Cae de rodillas. No
encuentra ni una palabra que decir... al fin murmura: “Ahora estoy contento. ¡Sea bendito el
Señor!”. Jesús: “Sí. Levántate. No digas a los demás que vino... Esta noche también tú debes
sentirte feliz...” Andrés: “Sí, Maestro. Yo también tengo mi invisible pero tierna paternidad.
Hasta luego”. (Escrito el 25 de Junio de 1945).
········································· 1 Nota : Cfr. Episodio 2-137-355.
. -------------------000------------------
4-234-29 (4-95-580).- Normas para los directores de almas basadas en el comentario de tres
episodios sobre la conversión de María Magdalena (1).
* “Razón de las 4/10 de las conversiones fallidas: negligencia de los pastores”.- ■ Dice
Jesús: “Desde Enero, cuando te hice ver la cena en casa de Simón el fariseo (2), tú, y quien te
guía, tuvisteis deseos de conocer mejor a María de Mágdala, y las palabras que le dirigí. Siete
meses después os doy a leer estas páginas para satisfacer vuestro deseo y para dar una norma a
los que deben saber inclinarse sobre estas lepras del alma, y para brindar, a estas infelices que
se ahogan en su tumba de vicio, una voz que quiera invitarlas a salir de él. ■ Dios es bueno.
Con todos es bueno. No mide con la medida humana. No hace diferencias entre pecado y
pecado mortal. El pecado, cualquiera que sea, le causa dolor. El arrepentimiento le proporciona
alegría y le inclina a perdonar. La resistencia a la Gracia le hace inexorablemente severo, porque
la Justicia no puede perdonar al impenitente que muere en tal estado, no obstante todos los
auxilios que se le dan para convertirse. Las causas, si no de la mitad o por lo menos de cuatro
décimas de las conversiones fallidas, son la negligencia de los que están designados para esta
misión de convertir; un mal entendido y falso celo que no es sino velo que cubre un real
egoísmo y orgullo, en virtud del cual se quedan tranquilos en su propio refugio y no descienden
al fango para arrancar de él un corazón. «Yo soy puro, digno de respeto. No voy allí donde hay
podredumbre, y donde se me puede faltar al respeto». Quien así habla, ¿no ha leído en el
Evangelio que el Hijo de Dios vino a convertir a publicanos y meretrices, además de a los justos
que estaban en el ámbito de la Ley antigua? ¿No piensan que el orgullo es impureza de mente,
que la falta de caridad es impureza de corazón? ¿Que sufrirás humillación? Yo la sufrí primero
y más que tú, y era el Hijo de Dios. ¿Que tendrás que arrastrar tu vestidura sobre la inmundicia?
¿Y no toqué Yo, acaso, con mis manos esta inmundicia para ponerla en pie y decirle: «Anda por
este nuevo camino»? ■ ¿No os acordáis de lo que dije a vuestros predecesores? «En cualquier
ciudad o poblado que entraseis, informaos de quién hay merecedor de vuestra presencia y
quedaos en su casa». Esto lo dije para que el mundo no murmure. El mundo que fácilmente ve
el mal en todas las cosas. Pero añadí: «Cuando entréis en las casas —‘casas’ dije, no ‘casa’—
saludadlas diciendo: ‘Paz sea en esta casa’. Si la casa es digna de recibirla, la paz descenderá
sobre ella; si no, volverá a vosotros». Esto lo dije para enseñaros que, si no hay prueba clara
de impenitencia, debéis tener para con todos un mismo corazón. Y terminé la enseñanza
diciendo: «Y si alguien no os recibe, y no escucha vuestras palabras, al salir de esas casas o
ciudades, sacudid el polvo que se os haya pegado a las suelas». Y la fornicación, para los
buenos, para aquellos a quienes la Bondad constantemente amada hace semejantes a un cubo de
cristal liso, no es sino polvo que, para quitarlo, basta sacudirlo o soplar. ■ Sed verdaderamente
buenos. Formad un bloque único con la Bondad eterna en medio, y ningún género de corrupción
podrá subir a ensuciaros más arriba de las suelas que pisan el suelo. ¡Tan alta está el alma!... El
alma de quien es bueno y de quien forma una cosa con Dios. El alma está en el Cielo. Allí no
llega ni el polvo ni el fango, ni siquiera cuando lo lanzan con odio contra el alma del apóstol.
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Puede afectar a vuestra carne, es decir, heriros material y moralmente, persiguiéndoos, porque el
Mal odia al Bien, o colmándoos de injurias. ¿Y qué? ¿No me ofendieron a Mí? ¿No fui herido?
¿Pero, aquellos golpes y aquellas palabras indecentes turbaron mi espíritu? No. Resbalaron sin
penetrar, como saliva en un espejo o piedra lanzada contra la pulpa jugosa de un fruto. O
penetraron solo superficialmente, sin causar daño al germen de la semilla que está encerrado en
el centro del hueso; es más, favoreciendo su germinación, porque es más fácil brotar de una
pulpa entreabierta que no de una completamente cerrada. Solamente muriendo, el grano germina
y el apóstol produce. Muriendo a veces materialmente; casi muriendo diariamente, en el sentido
metafórico porque el yo humano no está sino quebrado. Y esto no es muerte, sino Vida. El
espíritu triunfa sobre la muerte de la humanidad”.
* “Tras haber recordado la Ley, pisoteada por la pecadora, hablé de perdón: rocío para
la sed ardiente que siente el culpable”.- (A continuación, nota 1- 1º). ■ Dice Jesús: “Había
venido a Mí por el simple capricho de la mujer ociosa que no sabe cómo llenar sus horas de
ocio. Pues bien, en sus oídos —embotados de falsas lisonjas de quien con himnos a la
carnalidad la mecía para tenerla esclavizada— sonó la voz límpida y severa de la Verdad, de la
Verdad que no tiene miedo a las burlas e incomprensiones y expresa sus palabras mirando a
Dios. Y, cual coro de campanas tocando a fiesta, se fundieron en la Palabra las voces que hablan
en los Cielos, en el azul libre del aire, propagándose por valles y colinas, llanuras y lagos, para
recordar las glorias y delicias del Señor. ¿Recordáis el doble festivo que en los tiempos de paz
tanto alegraba el día dedicado al Señor? La campana mayor daba, con el badajo sonoro, el
primer toque en nombre de la Ley divina. Decía: «Hablo en nombre de Dios, Juez y Rey». Y
luego las campanas menores, con sus arpegios: «que es bueno, misericordioso y paciente». Para
terminar luego la campana más argentina, con voz de ángel, diciendo: «y su caridad mueve al
perdón y a la compasión, para enseñaros que el perdón es más útil que el rencor, y la compasión
más que la implacabilidad; venid a Aquel que perdona, tened fe en Él, que es compasivo». ■
También Yo, tras haber recordado la Ley, pisoteada por la pecadora, he hecho cantar la
esperanza del perdón. Como una cinta de seda de color verde y azul, la he agitado entre las
tonalidades negras para que ahí introdujera sus consoladoras palabras. ¡Oh, el perdón! Es rocío
para la sed ardiente que siente el culpable. El rocío no es como el granizo que golpea, rebota y
desaparece, sin penetrar, y que mata la flor. El rocío baja tan delicadamente que aun la flor más
tierna no siente cuando se posa en sus pétalos de seda; pero luego ésta bebe su frescura y cobra
fuerzas. El rocío cae en las raíces, en el terrón ardiente del suelo y en tantas cosas... Es una
humedad de lágrimas, llanto de estrellas, amoroso llanto de las madres por sus hijos que tienen
sed. Rocío que baja, que en sí mismo ya es consuelo, junto a la leche dulce y fecunda. ¡Oh
misterios de los elementos, que obran cuando el hombre descansa o peca! El perdón es como
este rocío. No solo trae consigo la limpieza, sino jugos vitales, que arrebató no a los elementos,
sino a las hogueras divinas. ■ Luego, después de la promesa del perdón, la Sabiduría habla y
dice lo que es lícito o no, avisa, sacude no por dureza, sino por solicitud maternal de salvación.
¡Cuántas veces vuestro pedernal se hace aún más impenetrable y cortante para con la Caridad
que se inclina hacia vosotros!...¡Cuántas veces huís mientras ella os habla...! ¡Cuántas os burláis
de ella! ¡Cuántas la llegáis a odiar...! Si la caridad os pagase como le pagáis a ella, ¡ay de
vuestras almas! Sin embargo, ya veis que la Caridad es la caminante incansable que anda en
busca vuestra. Viene a donde estáis aunque estéis sumergidos en asquerosas cuevas”.
* “Los apóstoles deben desafiar prejuicios y críticas ante un deber tan alto”.- (A
continuación, nota 1-2º). ■ Dice Jesús: “¿Por qué quise ir a aquella casa? ¿Por qué no obré en
ella el milagro? Para enseñar a los apóstoles cómo obrar, desafiando prejuicios y críticas cuando
se trata de cumplir un deber tan alto y que está lejos de estas cosillas del mundo. ¿Por qué dije a
Judas aquellas palabras? Los apóstoles eran muy humanos. Todos los cristianos son muy
humanos. Los santos que están en la tierra también lo son, pero en grado menor. Algo de
humano sobrevive aun en los perfectos. Mas los apóstoles no eran todavía perfectos. Lo humano
estaba filtrado en sus pensamientos. Yo los llevaba a las alturas, pero el peso de su humanidad
les hacía descender de nuevo. Para que cada vez bajaran menos, tenía que meter en su camino
de subida cosas apropiadas para detener su descenso, de modo que parasen en ellas meditando y
descansando, para luego subir más arriba del límite anterior. ■ Tenían que ser cosas que
pudiesen servirles de peldaño para convencerlos de que Yo era un Dios. Por esto: conocimiento
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exacto de almas, victoria sobre los elementos, milagros, transfiguración, resurrección y
ubicuidad. Estuve contemporáneamente en el camino de Emaús y en el cenáculo (3). Las horas
de las dos presencias, cotejadas por los apóstoles y los discípulos, fue una de las razones que
más les convenció, y los arrancó de sus lazos y los lanzó al camino de Cristo. Más que por Judas
—miembro que incubaba ya en sí la muerte—, hablé para los otros once. Debía mostrarles
claramente, no por orgullo, sino por necesidad de formación, que Yo era Dios. Era Dios y
Maestro, aquellas palabras lo manifiestan de Mí: revelo una facultad extrahumana y enseño una
perfección: a no tener conversaciones malas, ni siquiera con nuestro interior. Porque Dios ve,
y gusta ver puro el interior para bajar a él y morar en él”.
* “La presencia de Dios exige un ambiente puro”.- (A continuación, nota 1, 3º). ■ Dice
Jesús: “¿Pero por qué no obré el milagro en esa casa? Para enseñar a todos que la presencia de
Dios exige un ambiente puro. Por respeto a su excelsa majestad. Para hablar, no con palabras
que salen de los labios sino con palabras más profundas, al espíritu de la pecadora y decirle:
«¿Lo ves, infeliz? Eres tan sucia, que todo a tu alrededor se hace sucio. Tan sucio que Dios no
puede obrar. Tú más sucia que estos. Porque repites el pecado de Eva y ofreces el fruto a los
adanes (4), tentándoles y arrebatándoles de su deber. Tú, servidora de Satanás» ■ ¿Pero por qué
no quise que su madre angustiada la llame «Satanás»? Porque ninguna razón justifica la
ofensa y el odio. Condición primera y necesaria para tener a Dios con nosotros es no tener
rencor y saber perdonar. Condición segunda, saber reconocer la propia culpabilidad, o de quien
es nuestro; no ver solo las culpas de los demás. Tercera: saber conservarnos, por justicia hacia el
Eterno, agradecidos y fieles después de haber recibido una gracia. ¡Quienes, tras haber recibido
una gracia, son peores que los perros y no se acuerdan de su Bienhechor —mientras que el
animal sí se acuerda— son unos desdichados. ■ No dije ninguna palabra a María Magdalena.
La vi por un instante como una estatua, y luego la dejé. Volví con «los vivos» a quienes quería
salvar. Ella, materia muerta igual o más que un mármol esculpido, la envolví en un aparente
descuido. No dije ni una palabra, e hice como si no hubiese tenido presente ante todo su alma
que quería redimir. ■ Y la última palabra: «No insulto. No insultes tú; limítate a orar por los
pecadores», como guirnalda de flores, vino a juntarse con la que dije en el monte: «El perdón es
más útil que el rencor y la compasión que la inexorabilidad», y la encerraron dentro de un aro
fresco, perfumado de bondad, haciéndole experimentar cuán distinto de la feroz esclavitud de
Satanás es el servir a Dios, cuán suave es el perfume celestial respecto a la hediondez de la
culpa, y qué gran tranquilidad proporciona el ser amados santamente, respecto a ser poseídos
satánicamente”.
* Enseñanza de todo esto.
. ● “Yo mido conforme a Dios vuestra fuerzas”.- ■ Jesús: “Observad cómo el querer del
Señor es comedido. No exige conversiones fulminantes. No exige de un corazón lo absoluto.
Sabe esperar. Sabe conformarse: se conformó con lo que pudo darle aquella madre trastornada
por el dolor, mientras esperaba a que la extraviada encontrara de nuevo el camino. No le pido
otra cosa más que «¿Puedes perdonar?». ¡Cuántas otras cosas habría podido pedirle para hacerla
digna del milagro, si hubiese juzgado a lo humano! Yo mido conforme a Dios vuestras fuerzas.
Para aquella pobre madre presa de dolor, ya era mucho el que fuera capaz de perdonar. En
aquella hora solo le pido eso. Después, cuando le restituí a su hijo, le dije: «Sé santa y santifica
tu casa». Pero, mientras el dolor la tiene prisionera, no le pedí sino perdón para la culpable. No
se debe exigir todo de quien poco antes ha estado en el fondo de las tinieblas. Esa madre luego
iba a salir a la Luz total, y con ella la esposa y los hijos. Pero, en ese momento, lo que hacía
falta era portar a sus ojos, ciegos de llanto, los primeros rayos de la luz: el perdón, alba del día
del Dios”.
. ● “Estos sinsabores están unidos a las victorias del apostolado”.- ■ Jesús: “De los
presentes uno solo —no cuento a Judas, me refiero a los de la ciudad que estaban presentes en
ese lugar, no me refiero a mis discípulos— uno solo no iba a alcanzar la Luz. Estos sinsabores
están unidos a las victorias del apostolado. Hay siempre alguien por quien el apóstol en vano se
fatiga. Pero esas derrotas no deben quitar el aliento. El apóstol no debe esperar obtener todo.
Contra él existen muchas fuerzas adversas que cual tentáculos de pulpo aferran la presa que él le
había arrebatado. El mérito del apóstol es igual. Infeliz el apóstol que dice: «No voy a ese lugar
porque sé que no voy a convertir». Este es un apóstol que vale muy poco. Es necesario ir a ese
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lugar, aunque se vaya a salvar solo uno de mil. Su jornal apostólico será el mismo por uno que
por mil, porque él hizo todo lo que podía hacer, y Dios premia eso. También hay que pensar que
donde el apóstol no puede convertir, porque quien debe convertirse está asido fuertemente por
Satanás y las fuerzas de apóstol son inferiores al esfuerzo necesario, puede intervenir Dios. Y
¿entonces? ¿Quién puede más que Dios?”.
. ● “El apóstol necesariamente debe practicar el amor: el amor visible no solo el amor
secreto del corazón”.- ■ Jesús: “Otra cosa que el apóstol necesariamente debe practicar es el
amor. Amor visible, no solo el secreto amor del corazón de los hermanos. Esto bastaría para los
hermanos buenos. Pero el apóstol es un obrero de Dios y no debe limitarse a orar, debe actuar.
Que actúe con amor, con gran amor. El rigor paraliza el trabajo del apóstol y el movimiento de
las almas hacia la Luz. No rigor sino amor. El amor es ese vestido de asbesto que preserva del
ataque del calor de las malas pasiones. El amor es un cúmulo de esencias que os preservan de
que la podredumbre humano-satánica pueda entrar en vosotros. Para conquistar a un alma es
necesario saber amar. Para conquistar a un alma es necesario conducirla a que ame, a que ame el
Bien y repudie sus pobres amores pecaminosos. Yo quería el alma de María. Y me comporté
con ella, como contigo, pequeño Juan, pues no me limité a hablar desde mi cátedra de
Maestro, sino que bajé a buscarla en los caminos del pecado. La seguí, la perseguí con amor.
¡Dulce persecución! Entré, Yo-Pureza, donde estaba ella, la impureza. No temí el escándalo ni
en Mí ni en los demás. El escándalo en Mí no podía entrar, pues que Yo soy la Misericordia, y
ésta llora por las culpas pero no se escandaliza de ellas. ¡Infeliz aquel pastor que se escandaliza
y, tras esta barrera, se atrinchera para abandonar un alma! ¿No sabéis que las almas son más
proclives a resucitar que los cuerpos y que la palabra piadosa y amorosa que dice: «Hermana,
por tu bien, levántate» realiza a menudo el milagro? Tampoco temía el escándalo en los demás.
Los ojos de los buenos me comprendían; los de los malos, en donde la malicia fermenta,
arrojando emanaciones de una corrupción interna, no tienen valor. Ellos encontraban culpa aun
en Dios. Creían que solo ellos eran perfectos. Por esto no les curaba”.
. ● Las tres etapas para salvar un alma.- ■ Jesús: “Las tres etapas para salvar un alma son,
primera: Ser integérrimos para poder hablar, sin temor a que nos hagan callarnos. Hablar a
toda una multitud de modo que nuestra palabra apostólica, dirigida a las turbas que se agolpan
alrededor de la mística barca, vaya, en círculos de onda, cada vez más lejos, hasta la orilla
cenagosa donde están enclavados los que viven inertes sobre el fango sin preocuparse de
conocer la Verdad. Este es el primer trabajo para romper la costra del duro terrón y prepararlo
para la semilla. Es el trabajo más duro tanto para el que lo tiene que hacer como para quien lo
recibe, porque la palabra debe, cual penetrante reja de arado, herir para abrir. Y en verdad os
digo que el corazón del apóstol bueno se hiere y sangra por el dolor que le supone tener que
herir para abrir; pero también este dolor es fecundo. Con la sangre y el llanto del apóstol se hace
fértil el terreno agreste. Segunda cualidad: trabajar incluso allí donde otro, que no ha
comprendido su misión, huiría. Despedazarse en el esfuerzo de arrancar cizaña, grama, espinas
para que el terreno esté limpio y arado para que resplandezca sobre él, como sol, el poder de
Dios y su bondad; y al mismo tiempo, con maneras de juez y de médico, ser severo y, no
obstante, compasivo; firme en un período de espera para dar tiempo a las almas de superar la
crisis, meditar y decidir. Tercer punto: en el momento en que el alma que en el silencio se ha
arrepentido, llorando y pensando en sus errores, se atreve a venir tímidamente, miedosa de ser
rechazada, hacia el apóstol, el apóstol debe tener un corazón más ancho que el mar, más dulce
que el corazón de una madre, más enamorado que el corazón de un esposo, y ha de abrirlo de
par en par, para que broten de él olas de ternura. Si tenéis a Dios con vosotros, Dios que es
caridad, encontraréis fácilmente palabras de amor para las almas. Dios hablará en vosotros y por
vosotros, y el amor llegará, como miel que se escurre de un panal, para alivio de los labios
ardientes y nauseados; como bálsamo que sale de una ampolla, para medicina de los espíritus
heridos. ■ Doctores de las almas, haced que os amen los pecadores, haced que gusten el sabor
de la caridad celestial y que lo ansíen tanto que no busquen ya otro alimento, haced que sientan
en vuestra dulzura un alivio tan grande que lo busquen para todas sus heridas. Es menester que
vuestra caridad aleje de ellos todo temor, porque, como dice la epístola que hoy leíste: «El
temor supone el castigo; el que teme no es perfecto en la caridad». Pero tampoco es perfecto en
la caridad el que produce el temor. No digáis: «¿Qué has hecho?». No digáis: «Vete». No
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digáis: «Tú no puedes tener gusto por el amor bueno». Antes al contrario, decid, decid en mi
nombre: «Ama y yo te perdono»; decid: «Ven, Jesús te abre los brazos»; decid: «Gusta este Pan
de los ángeles y esta Palabra y olvida la pez de Infierno y los desprecios de Satanás». Haceos
acémilas para llevar las debilidades de los demás. El apóstol debe llevar sus cargas y las de los
demás, su cruz y la de los demás. Y, mientras os acercáis a Mí, cargados con estas ovejas
heridas, dadles confianza a estas ovejas errantes, decidles: «En este momento todo se ha
olvidado»; decir: «No tengas miedo del Salvador, que ha venido del Cielo por ti, exactamente
por ti; yo solo soy el puente para llevarte a Él, que te está esperando, al otro lado del río de la
absolución penitencial, para llevarte a sus pastos santos, cuyos comienzos están aquí en la tierra,
pero que luego continúan, con Belleza eterna que alimenta y hace feliz, en los Cielos»”.
* Finalidad de este comentario.- ■ Jesús: “Este es el comentario. Poco toca a vosotros, ovejas
fieles del Pastor. Si a ti, pequeña esposa, te aumenta la confianza, al Padre (5) se le aumentará la
luz para poder juzgar; y para muchos actuará no solo como incentivo de acercarse al Bien, sino
que será el rocío de que he hablado, que penetra y nutre y da nuevo vigor a las flores caídas.
Levantad la cabeza. El Cielo está en lo alto. Queda en paz, María. El Señor está contigo”.
(Escrito el 13 de Agosto de 1944).
········································· 1 Nota : En este capítulo se comentan tres episodios de la vida de María de Mágdala:
(1º) Se refiere al primer encuentro de Magdalena con Jesús, episodio 3-174-109, (expuesto en el tema “Pureza-
Castidad”) en que María Magdalena, provocativa, llevada en brazos por cuatro hombres, apareció en el monte de las
Bienaventuranzas. Ante esta conducta escandalosa de Magdalena Jesús, tras haber recordado que uno debe ser fiel a
Ley, pasó a hablar del perdón, declarando que “el perdón es más útil que el rencor”.
(2º) Se refiere a la 1ª parte del episodio 3-183-163, (expuesto en el tema “Pureza-Castidad”). Los discípulos habían
quedado escandalizados porque Jesús quería ir a Mágdala, ciudad de mala fama. Pero Jesús, que penetraba en los
corazones, sabía lo que en esos momentos sucedía en una casa de Mágdala, en la casa de María Magdalena, donde
un hombre casado, que sostenía con ella relaciones lujuriosas, había sido apuñalado por un romano. Y la respuesta a
la pregunta: “¿Por qué quise ir a aquella casa?”, se encuentra en las palabras dirigidas por Jesús a Pedro: porque
“Cristo no ha venido a salvar a los salvados sino a los pecadores... por amor a Mí hay que entrar hasta en
prostíbulos... sin miedo a contaminarse... Porque mientras no se quiere no viene el mal. Pero es menester no querer
fuerte y constantemente. Fuerza y constancia que se obtiene del Padre si se ora con rectitud de propósito”. Es el
momento en que Jesús captó el pensamiento de Judas Iscariote, poniéndolo al descubierto: “Judas, no te fíes mucho
de ti mismo... El orgullo es una rendija por donde entra Satanás. Vigila y sé humilde”. Y cuando Jesús dijo, “A la
Mágdala de los ricos es a donde quiero entrar”, fue cuando Jesús captó por 2ª vez el pensamiento de Judas Iscariote,
poniéndolo también al descubierto: “Judas, no has hablado con los labios sino dentro de tu corazón... Pues bien, no
hay que murmurar o calumniar con nuestro propio «yo»”.
(3º) La 2ª parte del episodio 3-183-163, responde a la pregunta: “¿Por qué no obré en la casa de Magdalena el
milagro?”. Por deseo expreso de Jesús, el hombre apuñalado fue llevado por sus familiares a la casa de la madre del
herido, a unos 100 metros de distancia, porque como dirá Jesús a la madre del herido: “Tu casa ha sido santificada
con el milagro que siempre es prueba de la presencia de Dios. Por este motivo no he podido hacerlo donde había
pecado”.
2 Nota : Cfr. Lc. 7,36-50.
3 Nota : Cfr. Lc. 24,13-35. Cfr. también Mt. 28,1-10; Mc. 16,1-14; Lc. 24,1-49; Ju. 20,1-25.
4 Nota : Cfr. Gén. 3,6.
5 Nota : Padre Migliorini, padre espiritual de MV.
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4-237-46 (4-100-598).- Petición de obreros para la mies (1).
* “Rogad, pues, al Dueño de la tierra que envíe muchos obreros a su mies... para dar
doctrina y palabra de Vida, y también sanación porque los que conmigo formen una sola
cosa llegarán a hacer lo que Yo hago”.- ■ Jesús se encuentra en el camino que desde el
lago Merón va hacia el de Galilea. Con Él están Simón Zelote y Bartolomé y parece como que
esperan, cerca de un riachuelo que con su hilito de agua alimenta frondosos árboles, a los otros
que están llegando desde dos partes distintas. Es un día de mucho calor. No obstante, mucha
gente ha seguido a los tres grupos, que deben haber predicado por los campos,
encaminando a los enfermos hacia el grupo de Jesús y reservándose predicar sobre Él a los
sanos. Muchos de los curados, sentados entre los árboles, forman ahora un grupo feliz. Su
alegría es tal, que no sienten siquiera el cansancio producido por el calor, el polvo, la luz
cegadora; mientras que todas estas cosas hacen sufrir, y no poco, a los demás. Cuando el
grupo capitaneado por Judas Tadeo llega —es el primero— adonde Jesús, se manifiesta
44
evidente el cansancio de todos los que lo forman y de los que vienen detrás. El último es el
grupo capitaneado por Pedro; vienen en él muchos de Corazaín y Betsaida. ■ Pedro dice:
“Hemos hecho lo que estaba previsto, Maestro. Pero haría falta ser muchos grupos... Ya ves...
andar mucho no se puede, por el calor. ¿Qué hacemos, entonces? El mundo parece ensancharse
más cuantas más cosas tenemos que hacer, porque los pueblos se desperdigan más y se alargan
las distancias. No me había percatado nunca de que fuera tan grande Galilea. Estamos sólo en
un rincón de ella, realmente en un rincón, y no logramos evangelizarla, de tan grande como es y.
de tantas necesidades y tanto deseo de Ti como hay”. Tadeo responde: “No es que el mundo
crezca, Simón. Lo que crece es el conocimiento de nuestro Maestro”. Santiago de Zebedeo dice:
“Sí, es verdad. Mira cuánta gente. Algunos nos siguen desde esta mañana. Durante las horas de
calor, nos hemos refugiado en un bosque. Pero incluso ahora, que se acerca el atardecer, es un
sufrimiento el caminar. Y estos pobrecillos están mucho más lejos de casa que nosotros. No sé
cómo nos las vamos a arreglar si sigue aumentando todo a este ritmo...”. Andrés, como para
consolar, dice: “En octubre vendrán también los pastores”. Pedro responde: “¡Sí! ¡Ya! Pastores,
discípulos... ¡maravilloso! Pero son útiles sólo para decir: «Jesús es el Salvador. Está allí». Nada
más”. Andrés: “Al menos la gente sabrá dónde encontrarle. Ahora, sin embargo... nosotros
venimos aquí y ellos corren aquí; mientras ellos vienen aquí, nosotros vamos allá, y ellos tienen
que correr detrás de nosotros... Y con niños y enfermos no es muy cómodo”. ■ Jesús habla:
“Tienes razón, Simón Pedro. También siento Yo compasión de estas almas y de estas turbas.
Para muchos el no encontrarme en un momento determinado puede ser causa irreparable de
desventura. Observad qué cansados están y cuán desorientados se sienten los que no poseen
aún la certeza de mi Verdad; y cuán hambrientos los que han gustado mi palabra y ya no
saben estar sin ella, y ninguna otra palabra los satisface. Asemejan a ovejas sin pastor, que
vagan no encontrando a alguien que las guíe y lleve a pastar. Yo les seré próvido. Pero vosotros
tenéis que ayudarme, con todas vuestras fuerzas espirituales, morales y físicas. Debéis aprender
a ir no a grupos, sino a multitudes. Y a ellas mandaremos los mejores discípulos. Porque la mies
es verdaderamente mucha. En este verano os prepararé para esta gran misión. Para Tammuz
(2) se nos habrá reunido Isaac, que vendrá con los mejores discípulos; y os prepararé. De todas
formas, no seréis todavía suficientes, porque la mies es verdaderamente mucha y los
obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la tierra que envíe muchos obreros a su mies”. ■
Santiago de Alfeo dice: “Sí, mi Señor, pero ello no modificará mucho la situación de éstos que te
buscan”. Jesús: “¿Por qué, hermano?”. Santiago de Alfeo: “Porque buscan no sólo doctrina y
palabra de Vida, sino también que se les cure en sus flaquezas, sus enfermedades, a toda tara de
su parte inferior o superior causada por la vida o por Satanás. Y esto sólo Tú lo puedes hacer,
porque en Ti está el Poder”. Jesús: “Aquellos que conmigo formen una sola cosa llegarán a
hacer lo que Yo hago, y los pobres recibirán ayuda en todas sus miserias. Pero aún no
poseéis en vosotros lo que es necesario para llegar a esto. Esforzaos en superaros a
vosotros mismos, en aplastar vuestra humanidad para hacer triunfar el espíritu. No
asimiléis sólo mi palabra sino también su espíritu, o sea, santificaos por medio de ella; y
luego todo lo podréis. Mas ahora vamos a manifestarles mi palabra, dado que no quieren
marcharse sin que Yo les dé la palabra de Dios. Luego volveremos a Cafarnaúm. También allí
habrá quien nos esté esperando...”. (Escrito el 29 de Julio de 1945).
············································· 1 Nota : Cfr. Mt. 9,35-38; Lc. 10,2.
2 Nota : Cfr. Anotaciones, nº 5 : Calendario hebreo: Tammuz
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(<La Virgen y María Magdalena, ésta, después de su conversión, por 1ª vez entre discípulas —entre
éstas está también Marta, hermana de Magdalena— y apóstoles, acaban de llegar a la casa de Cafarnaúm.
Al pronunciar Jesús el nombre de Cesárea como uno de los lugares próximos a visitar, se oye un violento
suspiro de M. Magdalena. Esto da pie a Jesús para decir que M. Magdalena debe vencer el respeto
humano. Ella está llamada a ser signo indicador para muchos>)
. 4-239-61 (4-102-614).- Parábolas: de la red y los pescadores (1); de la perla preciosa (2); del
padre de familia que saca de su tesoro para la familia (3).
37.2
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* “Andrés, pescador mío, te quiero contar una parábola que parece hecha para ti”.- ■
Dice Jesús: “Pues María, cuando haya quebrantado las últimas cadenas de su ser humano, será
un fuego de amor. No ha hecho más que cambiar la dirección de su exuberancia en el amar. Ha
colocado en un plano sobrenatural esta facultad poderosa de amar que tiene, y realizará
prodigios con ella. Os lo aseguro. Ahora todavía está avergonzada. Pero la veréis que día tras
día se irá apaciguando, se irá robusteciendo en su nueva vida. En casa de Simón dije: «Mucho se
le ha perdonado, porque mucho ama ella». Ahora os digo que en verdad todo le será perdonado
porque amará a su Dios con todas sus fuerzas, con toda su alma, con toda su inteligencia, con
toda su sangre, con toda su carne, hasta el holocausto”. Andrés suspira: “¡Bienaventurada ella
que merece ese elogio! ¡También yo quisiera merecerlo!”. ■ Jesús dice a Andrés: “¡Tú! Tú ya
lo tienes. Ven aquí, pescador mío. Te quiero contar una parábola que parece que fuere hecha
para ti”. Marta: “Maestro, espera. Voy a llamar a María. Desea conocer tu doctrina...”.
Mientras sale Marta, los otros arreglan los asientos de modo que se forme un semicírculo
alrededor de Jesús. Regresan las hermanas y se sientan junto a María Santísima. Jesús empieza
a hablar: “Unos pescadores fueron al lago y echaron su red, después de cierto tiempo la subieron
a bordo. Fatigosamente cumplían con el trabajo que les había impuesto su patrón, que les había
dado órdenes de proporcionar pescado exquisito a su ciudad, y les había dicho: «de los peces
malsanos o de poco calidad no os preocupéis ni siquiera de sacarlos a tierra. Devolvedlos al
mar. Los pescarán otros pescadores, pero, al ser pescadores de otro patrón, los llevarán a su
ciudad: pues allí se consumen cosas malsanas, cosas que hacen cada vez más fea la ciudad de mi
enemigo. Pero, en la mía, hermosa, llena de luz, santa, no debe entrar ninguna cosa malsana».
Así pues los pescadores, sacada la red, empezaron a escoger. Había peces de distintos aspectos,
tamaños y colores. Había peces de buen aspecto, pero con mucha espina, de mal sabor, con su
grueso vientre lleno de lodo, gusanos, hierbas podridas que aumentaban el sabor malo de su
carne. Había otros, por el contrario, de aspecto feo, con una cabeza que parecía la fea cara de un
delincuente o de un monstruo de pesadilla; pero los pescadores sabían que su carne era
deliciosa. Otros, por no valer tanto, pasaban inadvertidos. Los pescadores trabajaron y
trabajaron. Las cestas estaban llenas de pescado delicioso y en la red quedaban los de poco
valor. Dijeron muchos de los pescadores: «¡Bien! Basta. Las cestas están llenas. Vamos a tirar
las que sobran al mar». ■ Pero uno, que hablaba poco, cuando los otros alababan o se burlaban
de todo pez que caía en sus manos, se quedó todavía hurgando en la red y, entre la multitud de
pececillos, encontró dos o tres peces y los puso encima de todos en las cestas. Le preguntaron:
«¿Pero qué estás haciendo? Las cestas están ya completas y bien presentadas. Las echas a perder
poniendo encima ese pobre pez. Da la impresión de que quisieras decir que ése es el mejor». El
pescador respondió: «Dejadme, que yo conozco esta clase de peces y sé qué rendimiento y qué
placer proporcionan». Esta es la parábola, que termina con la bendición del patrón al pescador
paciente, experto, silencioso, que supo distinguir entre la masa de los peces”.
Aplicación de la parábola.- ■ Jesús: “Ahora escuchad la explicación. El dueño de la bella
ciudad, llena de luz y santa, es el Señor. La ciudad es el Reino de los Cielos. Los pescadores,
mis apóstoles. Los peces del mar, el género humano en el que se encuentra toda clase de
personas. Los peces buenos, son los santos. El patrón de la ciudad horrible es Satanás. La
ciudad horrible, el Infierno. Sus pescadores son el mundo, la carne, las pasiones malas
encarnadas en los siervos de Satanás, bien sean espirituales como los demonios, bien humanos,
como los hombres que corrompen a sus semejantes. Los peces malos son los hombres que no
fueron dignos del Reino de los Cielos: los condenados. ■ Entre los pescadores de almas para la
ciudad de Dios habrá siempre unos que emularán la capacidad paciente del pescador que sabe
buscar con perseverancia, exactamente en los estratos del género humano, donde sus
compañeros, más impacientes, tomaron solo los que aparecían buenos a primera vista. Y, por
desgracia, habrá también pescadores que, porque son muy distraídos y charlatanes, no verán los
peces buenos y los echarán a perder. No se han percatado de que su trabajo es un trabajo de
selección que exige sumo cuidado y silencio para escuchar las voces de las almas y las
indicaciones sobrenaturales. Y habrá otros que, por demasiada intransigencia, rechazarán a
almas que si bien no son perfectas en su aspecto exterior, son excelentes en todo lo demás. ¿Qué
importa si uno de los peces que capturéis para Mí muestre señales de luchas pasadas, o presente
mutilaciones producidas por muchas causas, si su espíritu no está lesionado? ¿Qué importa si
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uno de éstos, por librarse del enemigo, se haya herido y se presente con estas heridas, si su
interior muestra su clara voluntad de querer pertenecer a Dios? Almas probadas, almas seguras;
más que esas otras, que son como niños protegidos por sus pañales, su cuna y su mamá, y que
duermen saciados y contentos, pero que en el futuro pueden, con la razón y la edad y los
vaivenes de la vida, dar sorpresas dolorosas de desviaciones morales. ■ Os recuerdo la parábola
del hijo pródigo. Escucharéis otras parábolas, porque seguiré buscando la manera de infundiros
recta inteligencia en vuestra manera de distinguir las conciencias y de escoger el modo con que
guiéis esas conciencias, que son singulares, y cada una, por tanto, tiene su modo especial de
escuchar y reaccionar respecto a las tentaciones y a las enseñanzas. No creáis que sea cosa fácil
el ser discernidores de corazones. Todo lo contrario. Requiere ojos espirituales repletos de luz
divina, requiere inteligencia infusa de sabiduría divina, requiere la adquisición de las virtudes en
forma heroica, la primera de las cuales es la caridad. Requiere la capacidad de meditar porque
cada alma es un texto oscuro que hay que leer y meditar. Se necesita una unión continua con
Dios, olvidando todos los intereses egoístas; vivir para las almas y para Dios; superar prejuicios,
resentimientos, antipatías; ser dulces como padres y férreos cual guerreros. Dulces para
aconsejar y dar valor; férreos para decir: «Esto no te es lícito y no lo debes hacer». O: «Eso se
debe hacer y tú lo harás». Porque, pensadlo bien, muchas almas serán arrojadas a los fosos
infernales. Pero no serán solo almas de pecadores, también habrá almas de pescadores
evangélicos, las de aquellos que hayan faltado a su ministerio, contribuyendo así a que se
perdieran muchos espíritus. ■ Llegará el día, el último día para la tierra, el primero de la
Jerusalén completa y eterna, en el que los ángeles, como los pescadores de la parábola,
separarán los justos de los malos para que, según la orden inexorable del Juez, los buenos
entren al Cielo y los malos al fuego eterno. Y entonces se conocerá la verdad acerca de los
pescadores y pescados; caerán las hipocresías y aparecerá el pueblo de Dios cual es, con sus
caudillos y los salvados por sus caudillos. Entonces veremos que muchos de los que son
considerados sin valor externamente, o inútiles, serán esplendor del Cielo, y que los pescadores
calmos y pacientes son los que más han logrado, resplandecerán con piedras preciosas que son
tantas cuantas fueron las almas que salvaron. Ya terminó la parábola y la explicación”. ■ Pedro
dice: “¿Y mi hermano?...¡Oh, pero...!”. Pedro le mira, le mira... luego mira a Magdalena.
Andrés dice secamente: “No Simón. En esa yo no tengo ningún mérito. Solo el Maestro lo
hizo”. Felipe pregunta: “Pero entonces los otros pescadores, los de Satanás, ¿cogen solo las
sobras?”. Jesús: “Tratan de coger los mejores, las almas capaces de mayor prodigio de Gracia, y
se sirven para ello de los propios hombres, y de las tentaciones de éstos. ¡Hay muchos en el
mundo que por un plato de lentejas renuncian a su primogenitura!”.
* Parábola de la perla preciosa.- ■ Santiago de Alfeo pregunta: “Maestro, hace unos días nos
hablabas de que muchos son los que se dejan seducir por las cosas del mundo. ¿Serán también
éstos de los que pescan para Satanás?”. Jesús: “Sí, hermano mío. En aquella parábola el hombre
se dejó seducir por el mucho dinero, que le podía proporcionar muchos placeres, y así perdió
todos los derechos al Tesoro del Reino. Pero en verdad os digo que de cien hombres, solo un
tercio sabe resistir a la tentación del oro, o a otras seducciones, y de este tercio solo la mitad
sabe hacerlo de manera heroica. El mundo se está ahogando de asfixia porque se carga
voluntariamente de las ataduras del pecado. Es mejor estar despojado de todo, más bien que
tener riquezas irrisorias y engañosas. Procurad comportaros como los joyeros inteligentes, que,
apenas saben que en un determinado lugar se pescó una perla rarísima, no se preocupan de
conservar en sus cofres muchas joyas modestas, sino que se libran de todo para comprar aquella
perla maravillosa”. Bartolomé pregunta: “Pero entonces, ¿por qué Tú mismo estableces
diferencias entre las misiones que confías a las personas que te siguen, y dices que debemos
considerar las misiones como un don de Dios? Deberíamos renunciar también a ellas, porque
respecto al Reino de los Cielos no son tampoco más que migajas”. Jesús: “No son migajas, son
medios. Serían migajas, o, más aún, serían paja sucia, si vinieran a ser objetivo humano en la
vida. Quienes se afanan para conseguir un puesto con miras a una ganancia humana hacen de
ese puesto, aunque sea santo, una paja sucia. Mas si vuestra misión de sacerdotes es para
vosotros obediente aceptación, gozoso deber, total holocausto, haréis de vuestra misión una
perla singularísima. La misión, si se cumple sin reservas, es holocausto, martirio, gloria.
Chorrea lágrimas, sudor, sangre, pero entreteje una corona de eterna realeza”.
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* Parábola del padre de familia que saca de su tesoro lo que necesita la familia.- ■
Bartolomé: “¡Tú sabes responder a todo y bien!”. Jesús: “¿Pero, me habéis entendido?
¿Comprendéis lo que digo con comparaciones sacadas de la vida diaria, iluminadas —eso sí—
con una luz sobrenatural que explica las cosas eternas?”. Bartolomé: “Sí, Maestro”. Jesús:
“Recordad entonces el método para instruir a las multitudes. El recordar es uno de los secretos
de los escribas y rabíes. En verdad os digo que cada uno de vosotros, instruido por la sabiduría
de poseer el Reino de los Cielos, es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro
aquello que necesita la familia, usando cosas antiguas y nuevas, pero todas con la finalidad
única de procurar el bienestar a sus propios hijos. ■ Ya no llueve. Dejemos tranquilas a las
mujeres y vayamos nosotros a la casa del viejo Tobías que dentro de poco abrirá sus ojos
espirituales a la aurora del más allá. La paz sea con vosotros”. (Escrito el 31 de Julio de 1945).
··········································· 1 Nota : Cfr. Mt. 13,47-51.
2 Nota : Cfr. Mt. 13,45-46.
3 Nota : Cfr. Mt. 13,52-52.
. -------------------000------------------
(<Jesús, acompañado de apóstoles y mujeres ha llegado a Sicaminón y en presencia de la gente
congregada por el expastor Isaac, ha hablado sobre la conversión de Juan de Endor [1] y de Magdalena.
Después, les advierte que en una conversión no basta el heroísmo de la persona que se convierte; es
necesario también el heroísmo de quien convierte —es más, éste debería preceder a aquél, porque las
almas se salvan con nuestro sacrificio—>)
.
4-250-139 (4-113-697).- “La unión de mis sacerdotes será como la parte vital del Cuerpo de mi
Iglesia, de la que yo seré el Espíritu Santo animador”.
* “Tened siempre presente: no vine a salvar santos, sino los pecadores. Igual haced
vosotros, porque el discípulo no es mayor que el Maestro”.- ■ Dice Jesús: “Os repito que no
tenía necesidad de justificar mis acciones, pero he querido que entraseis en mi concepto y lo
hicieseis vuestro; para ahora y para otros casos futuros semejantes, cuando Yo ya no esté con
vosotros. Que jamás un concepto errado, una sospecha farisea de contaminar a Dios llevándole
un pecador arrepentido, os detenga en esta obra, que es el coronamiento perfecto de la misión
para la que os destino. Tened siempre ante los ojos que no vine a salvar santos, sino los
pecadores. Igual haced vosotros, porque el discípulo no es mayor que el Maestro y si Yo no
aborrezco el tomar de la mano a los deshechos de la Tierra que sienten necesidad de Cielo y con
gozo los llevo a Dios, porque tal es mi misión, y cada conquista es una justificación de mi
Encarnación humilladora del Infinito (2), pues no lo aborrezcáis tampoco vosotros, hombres
limitados, que en mayor o menor grado habéis conocido, todos, la imperfección; hechos de la
misma naturaleza que vuestros hermanos pecadores, hombres que os elijo como salvadores para
que continúe mi obra hasta que perdure la Tierra, de forma que sea como si Yo estuviese
viviendo en ella, como si viviese corporalmente. ■ Y así será porque la unión de mis sacerdotes
será como la parte vital del gran cuerpo de mi Iglesia, de la que Yo seré el Espíritu Santo
animador; y, alrededor de esta parte vital se concentrarán todas las infinitas partículas de los
creyentes para que formen un solo cuerpo, que tendrá mi Nombre. Pero si faltase la vitalidad en
la parte sacerdotal ¿podrían las infinitas partículas tener vida? Verdad es que Yo, estando en ese
cuerpo, podría impulsar mi Vida hasta las partículas más lejanas, sin hacer caso de las cisternas
y los canales cerrados e inútiles, reacios a su ministerio. Porque la lluvia penetra hasta donde
quiere, y las partículas buenas, que son capaces por sí mimas de querer la vida, vivirían
igualmente mi vida. ¿Pero qué sería entonces del Cristianismo? Conjunto de almas y almas,
cercanas, pero separadas por canales y cisternas que ya no serían lazos de unión, distribuidores
de la sangre vital proveniente de un único centro para cada una de las partículas; serían, más
bien, muros y precipicios de separación, a través de los cuales las partículas se mirarían,
humanamente hostiles, sobrenaturalmente entristecidas, de una orilla a otra, diciendo en sus
espíritus: «Y, con todo, éramos hermanos y como tales nos sentimos todavía, a pesar de que nos
hayan separado». Cercanía. No una fusión. No un organismo. Y sobre esta ruina resplandecería
con pena mi amor... Aún más, no penséis que esto valga solo para los cismas religiosos. No.
Sirve también para todas las almas que quedan solas, porque los sacerdotes no quieren
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sostenerlas, ocuparse de ellas, amarlas, faltando con ello a su misión, que es la de decir y hacer
lo que Yo digo y hago, o sea: «Venid a Mí todos vosotros, que os conduciré a Dios». Id en paz
ahora, y que Dios sea con vosotros”. (Escrito el 11 de Agosto de 1945).
········································ 1 Nota : Cfr. Personajes de la Obra magna: Juan de Endor.
2 Nota : Expresión que debe entenderse a la luz de: Fil. 2,5-11. Cfr. también: Rom. 8,3; Hebr. 4,15.
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4-265-236 (5-128-802).- Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo de su ministerio.
* “Ha llegado la hora de vuestra labor evangelizadora. Ahora, a la mitad de mi vida
pública dedicada a preparar corazones para mi Reino, es tiempo de que también mis
apóstoles tengan parte en la preparación de este Reino”.- ■ Jesús y los apóstoles —están
todos: señal de que Judas Iscariote, cumplida su obra, se ha unido de nuevo a sus compañeros—
están sentados a la mesa en la casa de Cafarnaúm. Atardece. La luz del día que declina entra
por la puerta y las ventanas abiertas de par en par. A través de éstas, se puede ver cómo la
púrpura del ocaso se va transformando en un rojo violáceo irreal, que en los bordes se deshace
formando abarquillamientos de un color turquí que termina en gris. Me recuerda a una hoja de
papel arrojada al fuego: se enciende como el carbón en que cae, pero, en los bordes, después de
la llama, se enrosca, y se apaga tomando un color plomo azulado que termina en un gris de perla
casi blanco. Pedro sentencia: “Calor”, y señala hacia la voluminosa nube que viste el occidente
de esos colores. “Calor. No agua. Eso es niebla, no nube. Esta noche duermo en la barca para
estar más fresco”. Jesús: “No. Esta noche vamos a los olivares. Necesito hablaros. Judas ya ha
vuelto. Es tiempo de hablar. Conozco un lugar ventilado donde estaremos bien. Levantaos.
Vamos”. Mientras cogen los mantos preguntan: “¿Está lejos?”. Jesús: “No. Muy
cerca. A un tiro de honda de la última casa. Podéis dejar los mantos. Coged, eso sí, yesca y
eslabón para vernos al volver”. Salen de la habitación alta y bajan la escalera tras haber
saludado al dueño de la casa y a su mujer, que están tomando el fresco en la terraza. Jesús
vuelve resueltamente la espalda al lago, y, atravesada la ciudad, recorre unos doscientos o
trescientos metros por entre los olivos de una primera loma de detrás de la ciudad. Se detiene
cuando llega al borde de un ribazo, que, por su posición saliente y libre de obstáculos, goza de
todo el aire de que es posible gozar en esta noche de bochorno. ■ Jesús: “Vamos a sentarnos.
Prestadme atención. Ha llegado la hora de vuestra labor evangelizadora. He llegado
aproximadamente a la mitad de mi vida pública para preparar los corazones para mi Reino.
Ahora es tiempo de que también mis apóstoles tengan parte en la preparación de este Reino. Los
reyes actúan así cuando deciden conquistar un país. Primero investigan y toman contacto con
personas para oír las reacciones y presentarles la idea que se proponen. Luego extienden la obra
de preparación enviando personas de confianza al reino que quieren conquistar. Envían cada vez
más personas, hasta que todas las particularidades geográficas y morales del país son
perfectamente conocidas. Una vez hecho esto, el rey cumple cabalmente la obra y se proclama
rey de ese lugar y se corona rey. Para llevarlo a cabo corre la sangre. Porque las victorias
cuestan siempre sangre...”. ■ Los apóstoles prometen unánimamente: “Nosotros estamos
dispuestos a luchar por Ti y a derramar nuestra sangre”. Jesús: “Sólo derramaré la sangre del
Santo y de los santos”. Apóstoles: “¿Quieres empezar la conquista por el Templo, irrumpiendo
durante la hora de los sacrificios?...”. Jesús: “No divaguemos, amigos. Sabréis el futuro a su
debido tiempo. De todas formas, no os estremezcáis de horror. Os aseguro que no voy a
trastocar las ceremonias con la violencia de una irrupción. Y, no obstante, serán desbaratadas;
llegará un día, una tarde, en que el terror, el terror de los pecadores, impedirá la oración ritual.
Mas Yo, esa tarde, estaré en paz, en paz con mi espíritu y mi cuerpo, una paz total , feliz...”.
Jesús mira uno a uno, a sus doce; es como si mirase la misma página doce veces y en ella leyera
doce veces la misma palabra escrita: no comprenden.
. ● (1) “Todavía no estáis formados ni tenéis el heroísmo suficiente. Por tanto, no
vayáis a gentiles ni samaritanos, sino a las ovejas perdidas de Israel. Anuncio básico:
«El Reino de los Cielos está cerca». Se convence con el milagro (os doy el don del
milagro) y más que con el milagro con una vida santa”.- ■ Jesús sonríe y prosigue:
“Pues bien, he decidido enviaros, para penetrar más y más ampliamente de cuanto Yo solo
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podría hacer. Pero pondré notables diferencias entre mi modo de evangelizar y el vuestro, para
no crearos dificultades demasiado fuertes ni meteros en peligros demasiado serios para vuestra
alma y vuestro cuerpo y para no causar perjuicio a mi obra. Todavía no estáis formados hasta
el punto de poder relacionaros con cualquier persona, quienquiera que sea, sin que os
perjudique o la perjudiquéis, ni —mucho menos aún— tenéis el heroísmo suficiente
como para desafiar al mundo por causa de la Idea e ir al encuentro de sus venganzas. Por
tanto, no vayáis a los gentiles cuando vayáis a predicarme, ni entréis en las ciudades de los
samaritanos; id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel: hay mucha labor que
hacer con éstas; en verdad os digo que estas multitudes, que os parecen muchas, en torno a
Mí, son la centésima parte de las que en Israel todavía esperan al Mesías y no le conocen ni
saben que vive. Llevadles a éstas la fe y el conocimiento de Mí. ■ Por el camino predicad:
«El Reino de los Cielos está cerca». Éste debe ser el anuncio básico, apoyad en él toda
vuestra predicación. ¡Mucho me habéis oído hablar del Reino! No tenéis sino que repetir
mis palabras. Ahora bien, el hombre, para sentirse atraído por las verdades espirituales,
para sentirse convencido de ellas, necesita estímulos de carácter material, como si fuera un
eterno niño, que no estudia una lección, no aprende un oficio, si no tiene el estímulo de un
dulce de su madre o de un premio del maestro de la escuela o del maestro del oficio. Pues
bien, para que dispongáis del medio para que crean en vosotros y os busquen, os concedo el
don de milagros...”. ■ Los apóstoles se levantan de improviso —excepto Santiago de Alfeo y
Juan— y, según el temperamento de cada uno, gritan, protestan, se exaltan...
Verdaderamente el único que se pavonea de la idea de hacer milagros es Judas Iscariote,
el cual, a pesar de que sabe que lo que va a decir es falso e interesado , exclama: “¡Ya era
hora de que también nosotros hiciéramos esto, para gozar de un mínimo de autoridad sobre las
multitudes!”. Jesús le mira, pero no dice nada. Pedro y el Zelote —que están diciendo: “¡No,
Señor! ¡No somos dignos de tanto! Eso es para los santos”— rebaten enérgicamente a Judas. El
Zelote dice: “¿Cómo te atreves, hombre necio y orgulloso, a censurar al Maestro?”. Pedro:
“¿Un mínimo? ¿Quieres hacer más que milagros? ¿Ser Dios también? ¿Sientes, acaso, el
mismo prurito de Lucifer?”. Jesús dice con tono autoritario: “¡Silencio!”. Y prosigue: “Hay
una cosa que supera al milagro y que convence igualmente multitudes, y con mayor
profundidad y duración: una vida santa. Pero vosotros estáis todavía lejos de esta vida, y
tú, Judas, más que todos los demás. Mas dejadme hablar porque es una instrucción larga”.
. ● “Ya sabéis cómo se obra un milagro: penitencia, oración, deseo de hacer brillar el
poder de Dios, humildad, caridad, fe, esperanza... No rebajéis el don de Dios sirviéndoos
de él... El único fruto que os es lícito coger de lo que hacéis: las almas que conquistáis con
el milagro”.- ■ Jesús: “Id, pues, y curad a los enfermos, limpiad a los leprosos, resucitad a
los muertos del cuerpo y del espíritu (porque cuerpo y espíritu pueden estar igualmente
enfermos, leprosos, muertos). Ya sabéis cómo se obra un milagro: con vida de penitencia,
ferviente oración, sincero deseo de hacer brillar el poder de Dios, humildad profunda, viva
caridad, encendida fe, esperanza imperturbable ante cualquier tipo de dificultad. En verdad os
digo que todo es posible para quien dispone de estos elementos. Y los demonios huirán ante el
Nombre del Señor pronunciado por vosotros, si tenéis cuanto he dicho. Este poder os
viene de Mí y de nuestro Padre. No se compra con moneda alguna. Sólo nuestra voluntad lo
concede, sólo la vida justa lo mantiene. De la misma forma que se os da gratis,
gratuitamente habéis de darlo a los demás, a los que tengan necesidad de él. ■ ¡Ay de
vosotros si rebajáis el don de Dios sirviéndoos de él para engrosar vuestra bolsa! No es
vuestro poder, es poder de Dios. Usadlo, mas no os apropiéis de él diciendo: «Es mío». De la
misma forma que se os da, se os puede quitar. Simón de Jonás poco antes ha dicho a Judas
de Simón: «¿Tienes el mismo prurito que Lucifer?». Ha expresado una cosa muy clara y muy
recta. Decir: «Hago lo que hace Dios porque soy como Dios» es imitar a Lucifer. Su castigo lo
conocemos. También sabemos lo que les sucedió a los dos que comieron el fruto prohibido en el
paraíso terrenal, por instigación del Envidioso —que quería que hubiera otros desdichados en su
Infierno, además de los ángeles rebeldes que ya estaban allí—, y también por su propio
prurito de una soberbia perfecta. ■ El único fruto que os es lícito coger de lo que hacéis son
las almas que con el milagro conquistaréis para el Señor y que deben entregársele al Señor.
Esas son vuestras monedas, no otras; en la otra vida gozaréis de su tesoro”.
265.5
50
. ● (2) “Id sin riquezas... ni armas... ni preocuparos qué comer. En la ciudad que entréis
informaos sobre quién es digno de hospedaros: merecéis respeto porque sois mis enviados.
El sacerdote-demonio: no es lícito esconder sus llagas... En la casa que entréis saludad con
mi saludo de paz. Cuando en una ciudad o casa no os quieran escuchar, sed pacíficos,
humildes, como hábito de vida. Sin embargo sacudíos hasta el polvo de las sandalias...”.- ■
Jesús: “Id sin riquezas. No llevéis con vosotros ni oro, ni plata, ni monedas en vuestros
cinturones; ni alforja de viaje con dos o más vestidos y calzado de repuesto, ni bastón de
peregrino, ni armas humanas. En efecto, por ahora, vuestras visitas apostólicas serán cortas y
cada atardecer de los sábados nos volveremos a encontrar y podréis cambiaros vuestros vestidos
sudados sin tener necesidad de llevar con vosotros uno para cambiaros. No hace falta el bastón,
porque el camino es aquí suave; bien distinto es lo que se necesita en los desiertos y montañas
altas de lo que se necesita en colinas y llanuras. No hacen falta armas; éstas las necesita el
hombre que no conoce la santa pobreza e ignora el divino perdón. Mas vosotros no tenéis tesoros
que cuidar y defender de los ladrones. El único al que debéis temer, el único ladrón para
vosotros es Satanás, y Satanás se vence con la constancia y la oración, no con espadas y puñales.
■ Perdonad al que os ofenda. Si os despojasen del manto, dad también la túnica. Aunque os
quedarais completamente desnudos por mansedumbre y desapego de las riquezas, no
escandalizaríais a los ángeles del Señor ni a la infinita Castidad de Dios, porque vuestra caridad
vestiría de oro vuestro cuerpo desnudo, la mansedumbre os sería compuesto cinturón, el perdón
hacia el ladrón os pondría manto y corona regia; estaríais, por tanto, mejor vestidos que un rey,
no de tela corruptible, sino de materia incorruptible. ■ No os preocupéis por qué habréis de
comer. Dispondréis siempre de lo apropiado para vuestra condición y ministerio, porque el obrero es
digno del alimento que le ofrecen. Siempre. Dios proveería de lo necesario a su obrero, si los
hombres no lo hicieran. Ya os he mostrado que para vivir y predicar no es necesario atiborrarse de
comida. Eso va bien para los animales impuros, cuya misión es la de engordar para ser
entregados a la muerte y engordar a los hombres. Vosotros sólo debéis nutrir bien vuestro
espíritu y el de los demás con alimentos sapienciales. Mas la Sabiduría se hace presente con su
luz a una mente no embotada por la crápula, a un corazón que se nutre de cosas espirituales.
Jamás habéis sido tan elocuentes como después del retiro en el monte, y en aquel entonces
comisteis sólo lo indispensable para no morir; pues bien, a pesar de ello, al final del retiro
estabais fuertes y joviales como nunca. ¿No es, acaso, verdad? ■ En cualquier ciudad que
entréis, informaos sobre quién es digno de hospedaros. No porque seáis Simón, Judas,
Bartolomé, Santiago, Juan, etc., sino porque sois los enviados del Señor. Aunque hubierais sido
escoria, asesinos, ladrones, publicanos, ahora, arrepentidos y a mi servicio, merecéis respeto
porque sois mis enviados. Digo más. Digo: ¡ay de vosotros si, teniendo la apariencia de
enviados míos, por dentro sois viles y diabólicos!, ¡ay de vosotros!; el Infierno es poco para lo
que merecéis por vuestro engaño. Mas, aunque fuerais al mismo tiempo enviados públicos de
Dios en la apariencia pero, por dentro, escoria, publicanos, ladrones, asesinos; aunque los
corazones tuvieran sospechas respecto a vosotros, o casi certeza... se os debe honrar y respetar
porque sois mis enviados. El ojo del hombre debe mirar más allá del medio, debe ver al enviado
y debe ver el fin, ver a Dios y su obra más allá del medio, que demasiado frecuentemente es
deficiente. Sólo en casos de culpas graves, que dañen la fe de los corazones, Yo por ahora, luego
quien me suceda, tomaremos medidas para amputar el miembro corrompido. Porque no es lícito
que por un sacerdote demonio se pierdan almas de fieles. Nunca será lícito, por esconder las
llagas abiertas en el cuerpo apostólico, permitir que en él pervivan cuerpos gangrenados que con
su aspecto repugnante obliguen a alejarse y con su hedor demoníaco envenenen. ■ Os informaréis,
por tanto, de cuál es la familia de vida más recta, donde las mujeres saben ser retraídas y las
costumbres suelen ser estrictas. Entraréis en esa casa y en ella os alojaréis hasta el momento
de vuestra partida. No imitéis a los zánganos, que después de succionar una flor pasan a otra más
nutritiva. Ahora bien, tanto si os veis entre personas de buena cama y rica mesa, como si os toca
una familia humilde, rica sólo en virtudes, quedaos donde estéis. No busquéis nunca «lo mejor»
para el cuerpo que perece. Antes bien, dadle siempre lo peor y reservad todos los derechos al
espíritu. Si podéis —os digo esto porque conviene que lo hagáis—, con toda diligencia, dad la
preferencia a los pobres para vuestra estancia en el lugar: para no humillarlos, y en memoria
mía, que soy y permanezco pobre y me glorío de serlo, y también porque los pobres frecuentemente
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son mejores que los ricos. Encontraréis siempre pobres justos, mientras que será raro encontrar
un rico que no sea injusto. No tenéis, por tanto, la disculpa de decir: «Sólo he encontrado bondad
en los ricos», para justificar vuestra sed de bienestar. ■ Al entrar en la casa saludad con mi
saludo, que es el más dulce de los saludos. Decid: «La paz sea con vosotros. Paz a esta casa» o «la
paz descienda sobre esta casa». En efecto, vosotros, enviados de Jesús y de la Buena Nueva,
lleváis con vosotros la paz, y vuestra llegada a un lugar significa hacer llegar a ese lugar la paz.
Si la casa es digna de la paz, la paz descenderá sobre ella y permanecerá en ella; si no lo es, la
paz volverá a vosotros. Mas estad atentos a ser vosotros pacíficos, para tener por Padre a Dios. Un
padre siempre ayuda; ayudados por Dios, haréis todo, y lo haréis bien. ■ Puede suceder, es más,
sucederá, que una ciudad o una casa no os no querrán escuchar vuestras palabras, os expulsarán,
os tomarán a risa, os perseguirán a pedradas cual profetas molestos. Entonces tendréis más
necesidad que nunca de ser pacíficos, humildes, mansos, como hábito de vida. Si no, la ira se
impondrá y pecaréis: escandalizaréis y aumentaréis la incredulidad de los que se han de
convertir. Sin embargo, si recibís con paz la ofensa que supone el ser expulsados, escarnecidos,
perseguidos, convertiréis con el más bello de los discursos: la silenciosa predicación de la virtud
verdadera. Un día volveréis a encontrar a los enemigos de hoy en vuestro camino, y os dirán: «Os
hemos buscado porque vuestro modo de actuar nos ha persuadido de la Verdad que anunciáis. Os
pedimos vuestro perdón y que nos acojáis como discípulos. Porque no os conocíamos. Pero ahora
sabemos que sois santos. Por tanto, si sois santos, debéis ser los enviados de un santo. Ahora
creemos en Él». ■ De todas formas, al salir de la ciudad o casa que no os hayan recibido, sacudios
hasta el polvo de las sandalias, para que la soberbia y la dureza de aquel lugar no se pegue ni
siquiera a vuestras suelas. En verdad os digo que el día del Juicio Sodoma y Gomorra serán
tratadas con menos dureza que esa ciudad”.
. ● (3) “Os envío como ovejas entre lobos. Prudentes como serpientes, sencillos como
palomas. Veis cómo me trata el mundo mas Yo puedo defenderme con mi poder; vosotros
necesitáis prudencia, sencillez, sagacidad... Llegará el tiempo del heroísmo inconcebible
que será llamado «locura», en que seréis perseguidos mas no os preocupéis por lo que
habéis de responder. El hombre dará muerte a Dios en la carne del Hombre-Dios. De la
misma forma se llegará al crimen de padres, hermanos, hijos contra padres...”.- ■ Jesús:
“Mirad, os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes y
sencillos como las palomas. Porque ya sabéis cómo el mundo —que, en verdad, es más de lobos
que de ovejas— me trata a Mí, que soy el Mesías. Yo puedo defenderme con mi poder, y lo haré
mientras no llegue la hora del triunfo momentáneo del mundo. Pero vosotros no tenéis este
poder y necesitáis mayor prudencia y sencillez. Mayor sagacidad, por tanto, para evitar por
ahora, cárceles y flagelaciones. En verdad os digo que, a pesar de vuestras protestas de querer
derramar vuestra sangre por Mí, por el momento no soportáis ni siquiera una mirada irónica o
iracunda. Llegará un tiempo en que seréis fuertes como héroes contra todas las persecuciones;
más fuertes que héroes, con un heroísmo inconcebible para los criterios del mundo, inexplicable,
que será llamado «locura». ¡No, no será locura! Será la identificación, en virtud del amor, del
hombre con el Hombre-Dios, y sabréis hacer lo que Yo haga. Para comprender este heroísmo hará
falta verle, estudiarle y juzgarle, desde niveles ultraterrenos, porque es una cosa sobrenatural
que está más allá de cualquier límite de la naturaleza humana. Los reyes, los reyes del
espíritu serán mis héroes, eternamente reyes y héroes... ■ En aquella hora os arrestarán, os
pondrán las manos encima. Os llevarán ante los tribunales, los jefes y los reyes, para que os
juzguen y condenen por ese gran pecado ante los ojos del mundo que es el ser los siervos de
Dios, los ministros y tutores del Bien, los maestros de las virtudes. Por ser estas cosas os
flagelarán y os castigaran de mil modos, hasta acabar con vuestra vida. Y dareis testimonio de
Mí a los reyes, a los jefes, a las naciones, confesando con la sangre que amáis al Mesías, el Hijo
verdadero del Dios verdadero. ■ Cuando caigáis en manos de vuestros enemigos, no os aflijáis
por lo que tendréis que responder ni de lo que habréis de decir. En aquella hora no debéis tener
ninguna pena aparte de la de la aflicción por vuestros jueces y acusadores, que Satanás desvía
hasta el punto de hacerlos ciegos para la Verdad. Las palabras que habrá que decir se os darán
en ese momento. Vuestro Padre las pondrá en vuestros labios, porque en aquella hora no seréis
vosotros los que habléis para convertir a la Fe y para profesar la Verdad, sino que será el
Espíritu del Padre vuestro el que hablará en vosotros. ■ En aquella hora el hermano dará muerte
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al hermano, el padre al hijo, los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán. ¡No
desfallezcáis ni os escandalicéis! Respondedme. ¿Para vosotros es mayor crimen matar a un
padre, a un hermano, a un hijo, o a Dios mismo?”. Iscariote dice secamente: “A Dios no se le
puede matar”. Bartolomé confirma: “Es verdad. Es Espíritu inaprensible”. Y los demás, aun con
su silencio, son del mismo parecer. Jesús dice tranquilamente: “Yo soy Dios y Hombre”.
Iscariote objeta: “Ninguno piensa matarte”. Jesús: “Os ruego que respondáis a mi pregunta”.
Iscariote: “¡Es más grave matar a Dios! ¡Se comprende!”. Jesús: “Pues bien, el hombre dará
muerte a Dios, en la Carne del Hombre-Dios, y en el alma de los asesinos del Hombre-Dios. Por
lo tanto, de la misma forma que se llegará a cumplir este crimen, sin el horror de sus autores, se
llegará al crimen de los padres, hermanos, hijos, contra hijos, hermanos, padres. Seréis odiados
por todos a causa de mi Nombre. Mas quien persevere hasta el final se salvará”.
. ● (4) “Perseguidos, huid a otra ciudad. En la vida de mi Iglesia se repetirán todas las
vicisitudes de mi vida de hombre. Israel será disperso hasta que sea de nuevo recogido en
la era de Arauná el Jabuseo, llorará durante tantos siglos cuantas serán las gotas que
lloverán de la venas del Cordero Inmolado... El discípulo no es más que el Maestro ni el
siervo más que su Señor: si me han llamado «demonio»... No hay nada oculto que quede
sin revelar: 8 de 10 no querrán comprender. Así y todo, predicad desde tejados, montes.
Aunque no os escuchen, los pájaros, vientos, recogerán las palabras divinas”.- ■ Jesús:
“Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra, no por cobardía, sino para darle tiempo a la
recién nacida Iglesia de Cristo de alcanzar la edad adulta —superando la edad del bebé que
apenas si puede hacer algo por sí mismo— en que sea capaz de afrontar la vida y la muerte sin
temer a la muerte. Aquellos a quienes el Espíritu les aconseje huir huyan, como huí Yo cuando
era pequeño. Verdaderamente en la vida de mi Iglesia se repetirán todas las vicisitudes de
mi vida de hombre. Todas. Desde el misterio de su formación en la humildad en los primeros
tiempos, a las turbaciones e insidias que le vendrán de los hombres violentos, o a la necesidad
de huir para seguir desde la pobreza y el trabajo infatigable, hasta muchas otras
cosas que vivo actualmente, o que sufriré mañana, hasta llegar al triunfo eterno. Aquellos a
quienes, por el contrario, el Espíritu les aconseja quedarse quédense: sí, aunque caigan
asesinados, vivirán y serán útiles a la Iglesia; sí, siempre está bien lo que el Espíritu de Dios
aconseja. ■ En verdad os digo que no acabaréis, ni vosotros ni los que os sucedan, de recorrer los
caminos y ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre. Porque Israel, por un
tremendo pecado suyo será dispersado, como cascarilla embestida por un torbellino y
diseminado por toda la Tierra; habrán de sucederse siglos y milenios, uno y otro y otro, ... antes
de que sea recogido de nuevo en la era de Arauná el Jebuseo. Cada vez que lo intente, antes de
la hora señalada, será nuevamente embestido por el torbellino y dispersado, porque Israel tendrá
que llorar su pecado durante tantos siglos cuantas serán las gotas que lloverán de las venas del
Cordero de Dios inmolado por los pecados del mundo. Mi Iglesia —agredida por Israel en Mí y en
mis apóstoles y discípulos— deberá abrir sus brazos maternos, para tratar también de recoger a
Israel bajo su manto, como hace una gallina con los polluelos que se dispersan. Cuando todo Israel
esté bajo el manto de la Iglesia de Cristo, vendré. Mas éstas son cosas futuras, hablemos de las
inmediatas. ■ Tened siempre presente que el discípulo no es más que su Maestro, ni el siervo
más que su Señor; bástele, pues, al discípulo ser como su Maestro, ya de por sí inmerecido
honor; y al siervo como su Señor: el que lo consiga es ya, de por sí, una concesión de la bondad
sobrenatural. Si han llamado Belcebú al Señor de la casa, ¿qué llamarán a sus siervos?
¿Podrán, acaso, rebelarse los siervos cuando no se rebela su Señor, ni odia ni maldice, sino que,
sereno en su justicia, continúa su obra, posponiendo el juicio para otro momento, una vez que,
habiendo intentado todo para persuadirlos, haya visto su obstinación en el Mal? No. Los siervos
no podrán hacer lo que no hace su Señor; antes bien, deberán imitarle, pensando que ellos
también son pecadores, mientras que Él no tenía pecado. No temáis, por tanto, a los que os
llaman «demonios». Día llegará en que la verdad será sabida; entonces se verá quiénes eran los
«demonios», si vosotros o ellos. ■ No hay nada escondido que quede sin revelar; nada
secreto que no se venga a saber. Lo que ahora os digo en la sombra y en secreto porque el
mundo no es digno de conocer todas las palabras del Verbo —no es digno el mundo todavía, ni es
hora de hacer extensiva la manifestación de estas cosas a los indignos—, cuando llegue la hora
de que todo deba ser conocido, decidlo a la luz, gritad desde los tejados lo que Yo ahora os
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susurro más al alma que al oído. Entonces, en efecto, el mundo ya habrá sido bautizado por la
Sangre. Satanás encontrará ante sí un estandarte por el que el mundo, si quiere, podrá
comprender los secretos de Dios; él, sin embargo, no podrá dañar sino a quien desea su mordisco
y lo prefiere a mi beso. Mas ocho partes de diez del mundo no querrán comprender. Sólo las
minorías tendrán la voluntad de saber todo para seguir todo lo que es mi Doctrina. No importa.
Dado que no se puede separar estas dos partes santas de la masa injusta, predicad desde los
tejados mi Doctrina, predicadla desde lo alto de los montes, por los mares sin confines, en las
entrañas de la tierra; aunque los hombres no la escuchen, recogerán las divinas palabras los
pájaros y los vientos, los peces y las olas, conservarán su eco las entrañas del suelo para
decírselo a los manantiales internos, a los minerales, a los metales, y exultarán todos ellos,
porque también ellos han sido creados por Dios para ser escabel de mis pies y alegría de mi
corazón”.
. ● (5) “No temáis a los que solo pueden matar el cuerpo. El Padre os conoce, hasta el
número de vuestros cabellos. A quien me confiese delante de los hombres. No he venido a
traer la paz. Quien ame más a su padre, quien no toma su cruz: no es digno de Mí. Quien
estima más su vida terrena...”.- ■ Jesús: “No temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden
matar el alma; temed sólo a quien puede mandar vuestra alma a la perdición y reunirla en el
Último Juicio con el cuerpo resucitado, para arrojarlos al fuego del Infierno. No temáis. ¿No se
venden dos pájaros por un as? Y, sin embargo, si el Padre no lo permite, ni uno de ellos caerá a
pesar de todas las asechanzas del hombre. No temáis, pues. El Padre os conoce. Como también
conoce el número de vuestros cabellos. ¡Vosotros valéis más que muchos pájaros! ■ Os digo que a
quien me confiese ante los hombres Yo también le confesaré ante mi Padre, que está en los
Cielos; mas a quien me niegue ante los hombres, también Yo le negaré ante mi Padre. Confesar,
aquí, significa seguir y practicar; negar significa abandonar mi camino por vileza, por la triple
concupiscencia, por mezquino cálculo, por afecto humano hacia un allegado vuestro contrario a
Mí. Porque estas cosas sucederán. ■ No creáis que he venido a sembrar la concordia en la
tierra y para la tierra. Mi paz es más alta que las paces calculadas que tienen la finalidad
de poderse uno manejar diariamente en la vida. No he venido a traer la paz, sino la
espada; la espada afilada para cortar las lianas que impiden salir del fango, abriendo así los
caminos a los vuelos en el mundo sobrenatural. Así pues, he venido a separar al hijo del padre, a
la hija de la madre, a la nuera de la suegra. Porque Yo soy el que reina y tiene todos los derechos
sobre sus súbditos. Porque ninguno es más grande que Yo en derechos sobre los afectos. Porque
en Mí se centran todos los amores y se subliman; soy Padre, Madre, Esposo, Hermano, Amigo:
así os amo y así debo ser amado. Cuando digo: «Quiero», ningún vínculo puede resistir y la
criatura es mía. Yo con mi Padre la he creado, Yo por Mí mismo salvo, Yo tengo derecho a
poseerla. ■ En verdad, los enemigos del hombre, además de los demonios, son los propios
hombres; enemigos del hombre nuevo, del cristiano, serán los de su propia casa, con sus quejas,
amenazas o súplicas. Pues bien, quien, de ahora en adelante, ame a su padre y madre más
que a Mí no es digno de Mí; quien ama a su hijo o a su hija más que a Mí no es digno de Mí; el
que no toma su cruz de cada día, completa, hecha de resignación, renuncias, obediencia,
heroísmos, dolores, enfermedades, lutos, de todo aquello que es manifestación de la voluntad de
Dios o de una prueba del hombre... el que no la toma y con ella me sigue no es digno de Mí.
Quien estima más su vida terrena que la vida espiritual perderá la Vida verdadera. Quien
pierda su vida terrena por amor mío la volverá a encontrar, eterna y bienaventurada”.
. ● (6) “Quien recibe a vosotros me recibe a Mí; a un profeta, a un justo... Quien dé,
aunque sea solo un vaso de agua, a un discípulo mío en mi nombre...”.- ■ Jesús: “Quien a
vosotros os recibe a Mí me recibe, quien me recibe a Mí recibe a Aquel que me ha enviado;
quien reciba a un profeta como profeta recibirá premio proporcional a la caridad ejercida con el
profeta; quien reciba a un justo como justo recibirá un premio proporcional al justo. Y la razón es
porque el que reconoce al profeta en el profeta es señal de que también él es profeta, es decir, muy
santo porque el Espíritu de Dios le tiene en sus brazos; y quien reconoce a un justo como justo
demuestra que él mismo es justo, porque las almas semejantes se reconocen. A cada uno, pues, se
le dará según justicia. ■ Quien dé aunque sólo sea un vaso de agua pura a uno de mis
siervos, aunque fuera al más pequeño —y son siervos de Jesús todos los que le predican con una
vida santa, y pueden serlo tanto los reyes como los mendigos, tanto los que saben mucho como
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los que no saben nada, los ancianos o los niños, porque a todas las edades y en todas las clases se
puede ser discípulo mío—, quien dé a un discípulo mío aunque sólo sea un vaso de agua en mi
nombre y por ser discípulo mío, en verdad os digo que no perderá su recompensa. He dicho. ■
Ahora vamos a orar y luego volvemos a la casa. Al alba partiréis; así: Simón de Jonás con
Juan, Simón Zelote con Judas Iscariote, Andrés con Mateo, Santiago de Alfeo con Tomás,
Felipe con Santiago de Zebedeo, Judas mi hermano con Bartolomé. Esta semana será así. Luego
daré nuevas indicaciones. Vamos a orar”.Y oran en voz alta... (Escrito el 28 de Agosto de 1945).
······································ 1 Nota : Cfr. Mt. 10, 1-8; Mc. 6,7-7; Lc. 9,1-2.
2 Nota : Cfr. Mt. 10,9-15; Mc. 6,8-13; Lc. 9,3-5.
3 Nota : Cfr. Mt. 10,16-22.
4 Nota : Cfr. Mt. 10,23-27; Lc. 6,40-40: Ningún discípulo está sobre el Maestro; Lc. 8,17-17: No hay nada oculto
que quede sin revelar.
5 Nota : Cfr. Mt. 10,28-39.
6 Nota : Cfr. Mt. 10,40-42; Mc. 9,41-41.
. -------------------000------------------
(<Jesús, rodeado de apóstoles y discípulos, está en los jardines de M. Magdalena, en Mágdala>)
.
4-277-331 (5-141-903) La corrección fraterna (1).
* “La antipatía, el desapego y la indiferencia son ya odio: simplemente porque no son
amor... Os doy una nueva ley sobre las relaciones con el hermano, hermano de sangre o
hermano de amor: «Si tu hermano peca contra ti...»”.- Jesús les dice: “Está escrito en el
Levítico (2): «No odiarás a tu hermano en tu corazón sino repréndele públicamente para que no
te cargues de pecados por su causa». Pero, del no odiar al amar hay todavía un abismo. Os
puede parecer que la antipatía, el desapego y la indiferencia no son pecado por el hecho de no
ser odio. No. Yo vengo a dar nuevas luces al amor, y, por tanto, necesariamente al odio; porque
lo que clarifica al primero en todos sus detalles sabe clarificar en todos sus detalles al segundo;
la misma elevación del primero a altas esferas produce como consecuencia un alejamiento
mayor del segundo, pues cuanto más se eleva el primero el segundo parece hundirse en un
fondo cada vez más profundo. Mi doctrina es perfección, finura de sentimiento y de juicio,
verdad sin metáforas ni perífrasis; y os digo que la antipatía, el desapego y la indiferencia son ya
odio: simplemente porque no son amor. ¿Podéis dar otro nombre a la antipatía, o al hecho de
alejarse de un ser, o a la indiferencia? Quien ama siente simpatía por el amado; así que, si siente
antipatía por él, es que ya no le ama. Quien ama sigue cerca del amado con su espíritu, aunque
materialmente la vida le haya alejado de él; por esto, cuando alguien se separa de otro con el
espíritu, es porque ya no le ama. Quien ama jamás siente indiferencia hacia el amado; antes al
contrario, todas sus cosas le interesan; así pues, si uno siente indiferencia por una persona, es
señal de que ya no le ama. Como veis, estos tres afectos son ramificaciones de una sola planta:
de la del odio. ■ Veamos, ¿qué sucede cuando nos ofende alguien a quien amamos? En el
noventa por ciento, si no viene odio, viene antipatía, desapego o indiferencia. No. No os
comportéis así. No metáis el hielo en vuestro corazón con estas tres formas de odio. Amad. Y
me preguntaréis: «¿Cómo podremos hacerlo?». Os respondo: «De la misma forma que puede
Dios, que ama también a quien le ofende; es un amor doloroso, pero siempre bueno». Decís:
«¿Y cómo haremos?». Pues bien, os doy una nueva ley sobre las relaciones con el hermano
ofensor: «Si tu hermano te ofende, no le humilles reprendiéndole delante de los demás; antes
bien, alarga tu amor hasta cubrir la culpa del hermano ante los ojos del mundo»; tendrás gran
mérito ante los ojos de Dios, si por amor niegas anticipadamente a tu orgullo toda satisfacción.
Oh, ¡cómo le gusta al hombre que se sepa que fue ofendido y que le causó un gran dolor por
ello! No va al rey, a pedir dádiva de oro, sino que cual mendigo sin juicio, va donde otros
insensatos y pordioseros como él a pedirle unos puñados de ceniza y basura, y sorbos de veneno
ardiente: esto da el mundo al ofendido que se va quejándose y mendigando consuelos. Dios, el
Rey, da oro puro a quien ofendido, y sin rencor, va a llorar solo a sus pies su dolor y a pedirle a
Él, que es Amor y Sabiduría, consuelo de amor y enseñanza por lo que sucedió. Por esto si
queréis consuelo id a Dios y obrad con amor. ■ Yo os digo, corrigiendo la ley antigua: «Si tu
hermano peca contra ti, ve y corrígele a solas. Si te escucha, habrás ganado de nuevo a tu
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hermano, y muchas bendiciones de Dios. Pero si tu hermano no te hace caso y, obstinado en su
culpa, te rechaza, entonces, para que no se diga que asientes a su pecado o que no te importa el
bien del espíritu de tu hermano, toma contigo a dos o tres testigos serios, buenos, dignos de
confianza y vuelve con ellos donde tu hermano y repite en su presencia tus observaciones, a fin
de que los testigos puedan dar fe de que hiciste cuanto estaba en tu mano para corregir con
santidad a tu hermano. Porque éste es el deber de un buen hermano, dado que ese pecado contra
ti, cometido por él, lesiona su alma, y tú debes preocuparte de su alma. Si no da resultado esto
tampoco, ponlo en conocimiento de la sinagoga, para que le llame al orden en nombre de Dios.
Si ni siquiera con esto se corrige sino que rechaza a la sinagoga o al Templo de la misma forma
que te rechazó a ti, considérale publicano y gentil». ■ Haced esto con los hermanos de sangre y
con los hermanos de amor, pues hasta con vuestro prójimo más lejano debéis obrar con
santidad, y sin codicia ni intransigencia ni odio”.
. ● “Reconcíliate con tu hermano antes de ir a los jueces, porque la justicia humana es
imperfecta siempre”.- ■ Jesús: “Y cuando haya causas por las que sea necesario ir ante los
jueces, y estés yendo ya con tu adversario, Yo te digo, ¡oh, hombre, que muchas veces te ves
metido en males mayores por culpa tuya!, te digo que hagas todo lo posible de tu parte, mientras
vas de camino, por reconciliarte con él, tengas razón o no; porque la justicia humana es
imperfecta siempre y generalmente el astuto logra burlarla, de forma que podría pasar por
inocente el culpable y tú, inocente, podrías pasar por culpable. Entonces te sucedería que no
sólo no te reconocerían tu derecho, sino que incluso perderías la causa, y que pasarías, de
inocente, a la situación de culpable de difamación, con lo cual el juez te entregaría al brazo de la
justicia, y no te soltarían hasta que hubieses pagado hasta el último centavo. Ten espíritu
conciliador. ¿Con ello sufre tu orgullo? Muy bien. ¿Tu bolsa se mengua? Mucho mejor. Basta
con que crezca tu santidad. No tengáis nostalgia por el oro, no seáis ávidos de alabanzas.
Procuraos la alabanza que viene de Dios, procuraos una rica bolsa en el Cielo. ■ Y orad por los
que os ofenden, para que se enmienden; si ello sucede, serán ellos mismos quienes os restituirán
honores y bienes; si no lo hacen, Dios proveerá. Idos. Es hora de la comida. Que se queden sólo
los pordioseros para que se sienten a la mesa apostólica. La paz sea con vosotros”. (Escrito el 16
Septiembre 1945).
········································· 1 Nota : Cfr. Mt. 18,15-17; Lc. 12,58-59.
2 Nota : Cfr. Lev. 19,15-18.
. -------------------000------------------
(<Jesús, rodeado de apóstoles y de discípulos, sigue en Mágdala, en los jardines de María Magdalena>)
.
4-278-333 (5-142-906).- Perdón y la parábola del siervo inicuo (1). Envío de los 72 discípulos (2).
* Exhortación a los apóstoles.
. ● “Los que, perseverando, vengan a ser sacerdotes míos tendrán buena pesca.
Pero no todos la tendrán. En mi Nombre aconsejar, perdonar, casar, atar o desatar: será
válido como si el mismo Dios lo hubiera hecho. Pedro, Santiago o Felipe, o los demás, no
sabrían hacerlo bien; pero el sacerdote Pedro, Santiago o Felipe sabrán hacerlo bien
porque obrarán junto con la divina Sabiduría”.- ■ Transcurrida la comida y después de
haber saludado a los pobres, Jesús se queda con los apóstoles y discípulos en el jardín de María
de Magdala. Van al límite de éste a sentarse, al lado mismo de las tranquilas aguas del lago,
donde unas barcas de vela se mueven en busca de pesca. Pedro, que está observando,
comenta: “Tendrán buena pesca”. Jesús: “Tú también tendrás buena pesca, Simón de Jonás”.
Pedro: “¿Yo, Señor? ¿Cuándo? ¿Te refieres a que vaya a pescar para procurarnos comida para
mañana? Voy inmediatamente y...”. Jesús: “No tenemos necesidad de comida en esta casa. La
pesca tuya es futura, y en el campo espiritual. Y contigo serán también magníficos pescadores la
mayor parte de los presentes”. Mateo pregunta: “¿No todos, Maestro?”. Jesús: “Los que,
perseverando, vengan a ser sacerdotes míos tendrán buena pesca. No todos”. Santiago de
Zebedeo pregunta: “¿Conversiones, no?”. Jesús: “Convertir, perdonar, guiar hacia Dios...
¡muchas cosas!”. Pedro dice: “Maestro, hace poco dijiste que a uno que no escuche a su hermano
ni siquiera en presencia de testigos se le lleve a que le aconseje la sinagoga. Ahora bien, si he
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entendido bien lo que nos has dicho desde que nos conocemos, me parece que la sinagoga va a
ser sustituida por la Iglesia, eso que vas a fundar. Entonces, ¿a dónde vamos a ir para que
aconsejen a los hermanos cabezotas?”. Jesús: “A vosotros mismos, porque vosotros seréis
mi Iglesia. Por tanto, los fieles se dirigirán a vosotros, bien sea para que los aconsejéis en
asunto propio, bien sea para que les deis un consejo para terceros. Os digo más aún: no
sólo podréis dar consejos, sino que podréis incluso absolver en mi Nombre. Podréis liberar
de las cadenas del pecado y vincular a dos que se aman haciendo de dos una sola carne. Y cuanto
hagáis será válido ante los ojos de Dios como si hubiera sido el mismo Dios quien lo hubiera
hecho. ■ En verdad os digo: lo que atéis en la tierra será atado en el Cielo, lo que desatéis
en la tierra será desatado en el Cielo. Y os digo también esto —para que comprendáis la
potencia de mi Nombre, del amor fraterno y de la oración—: si dos discípulos míos, y por tales
entiendo a todos los que creyesen en el Cristo, se reúnen para pedir cualquier cosa justa, en mi
Nombre, mi Padre se la concederá. Gran poder tiene, efectivamente la oración; gran poder, la
unión fraterna; grandísimo, infinito peder mi Nombre y mi presencia entre vosotros. Donde dos
o tres se reúnan en mi Nombre, efectivamente, Yo estaré en medio de ellos, y oraré con ellos, y
mi Padre no dirá que no a quien conmigo ora. Porque muchos no obtienen porque oran solos, o
porque oran por motivos ilícitos, o con orgullo, o con pecado en su corazón. Lavad vuestro corazón,
para que pueda estar con vosotros; luego orad, y seréis escuchados”. ■ Pedro está pensativo.
Jesús se da cuenta y le pregunta el porqué. Pedro explica: “Estoy pensando en la magnitud de la
responsabilidad que se nos asigna. Y siento miedo, miedo de no saber hacerlo bien”. Jesús:
“Efectivamente, Simón de Jonás o Santiago de Alfeo o Felipe, y así los demás, no sabrían
hacerlo bien; pero el sacerdote Pedro, el sacerdote Santiago, el sacerdote Felipe o Tomás, sabrán
hacerlo bien, porque obrarán junto con la divina Sabiduría”.
* Exhortación a apóstoles y discípulos.
. ● “¿Cuántas veces deberemos perdonar al hermano? ¿A quién? ¿Por qué?”. Parábola:
el siervo que no perdonó a su hermano. Exigencias de la vocación misionera.- ■ Pedro
pregunta: “ Y... ¿cuántas veces deberemos perdonar a un hermano? ¿Cuántas, si pecan contra los
sacerdotes?, ¿cuántas, si pecan contra Dios? Porque, si sucede como ahora, sin duda pecarán
contra nosotros, visto que pecan contra Ti tantísimas veces. Dime si debo perdonar siempre o sólo
un determinado número de veces; por ejemplo, ¿siete veces?, ¿o más?”. Jesús: “No te digo siete,
sino setenta veces siete; un número sin medida, porque el Padre también os perdonará a
vosotros, que deberíais ser perfectos, muchas veces, un número grande de veces. Pues bien,
debéis ser con los demás como el Padre es con vosotros, porque representáis a Dios en la
tierra. Es más, ■ oíd esta parábola que os voy a exponer y que servirá para todos”. Y Jesús,
que estaba rodeado solamente por los apóstoles (3), en un pequeño quiosco de boj, se dirige
hacia los discípulos, que, respetuosamente, están en grupo en una plazoleta embellecida con una
lagunita llena de aguas limpias. La sonrisa de Jesús es una señal de que va a hablar; así que,
mientras Él camina, con su paso lento y largo —por lo cual, sin apresurarse, recorre mucho
espacio en poco tiempo— los discípulos se llenan de alegría... y, cual niños reunidos en torno a
alguien que los hace felices, se cierran en círculo: es una corona de rostros atentos. Jesús, se
adosa a un alto árbol y empieza a hablar: “Cuanto he dicho antes a la gente debe ser
perfeccionado para vosotros, que sois los elegidos de entre la gente. El apóstol Simón de Jonás
me ha dicho: «¿Cuántas veces debo perdonar? ¿A quién? ¿Por qué?». Le he respondido en
privado. Ahora voy a repetir para todos mi respuesta en aquello que es justo que sepáis ya desde
ahora. ■ Escuchad cuántas veces y cómo y por qué se tiene que perdonar. Hay que perdonar
como perdona Dios, el cual, si uno peca mil veces, pero se arrepiente, mil veces perdona; le
basta ver que en el culpable no hay voluntad de pecar, no hay búsqueda de lo que hace pecar,
sino que el pecado es sólo fruto de una debilidad del hombre. En el caso de persistencia voluntaria
en el pecado, no puede haber perdón por las culpas cometidas contra la Ley. Mas vosotros
perdonad el dolor que estas culpas os produzcan individualmente. Perdonad siempre a quien os
haga un mal. Perdonad para ser perdonados, porque también vosotros tenéis culpas con Dios y
con los hermanos. El perdón abre el Reino de los Cielos tanto al perdonado cuanto al que
perdona; asemeja a lo que sucedió entre un rey y sus siervos: ■ Un rey quiso hacer cuentas
con sus siervos. Los llamó, pues, uno a uno, empezando por los que estaban más arriba. Vino
uno que le debía diez mil talentos. Pero este siervo no tenía con qué pagar el anticipo que el rey le
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había prestado para que se construyera la casa y adquiriese todo tipo de cosas que necesitara,
porque verdaderamente no había administrado —por muchos motivos, más o menos justos—
con mucho cuidado la suma que había recibido para estas cosas. El rey-amo, indignado
por la holgazanería de su siervo y por la falta a su palabra, ordenó que fueran vendidos él, su
mujer, sus hijos y cuanto poseía, hasta que quedase saldada la deuda. Pero el siervo se echó a
los pies del rey, y, llorando y suplicando, le rogaba: «Déjame marcharme. Ten un poco de
paciencia y te devolveré todo lo que te debo, hasta el último denario». El rey, movido a
compasión por tanto dolor —era un rey bueno—, no sólo aceptó esto, sino que, habiendo sabido
que entre las causas de la poca diligencia y de no pagar había también enfermedades, llegó
incluso a perdonarle la deuda. El siervo se marchó contento. ■ Pero, saliendo de allí, encontró en
el camino a otro siervo, un pobre siervo al que había prestado cien denarios tomados de los diez
mil talentos que había recibido del rey. Convencido de gozar del favor regio, creyó todo lícito,
así que cogió al infeliz por el cuello y le dijo: «Devuélveme inmediatamente lo que me debes».
Inútil fue que el hombre, llorando, se postrase a besarle los pies gimiendo: «Ten piedad de
mí, que estoy viviendo muchas desgracias. Ten un poco de paciencia todavía, y te devolveré
todo, hasta el último centavo». El siervo despiadado llamó a los soldados, hizo que el infeliz
fuera encarcelado para que se decidiera a pagar, so pena de perder la libertad o incluso la vida.
■ La cosa se vino a saber ampliamente entre los amigos del desgraciado , los cuales, llenos
de tristeza, fueron a referirlo al rey y amo. Éste, conocido el hecho, ordenó que fuera
conducido a su presencia el servidor despiadado. Mirándole severamente, dijo: «Siervo inicuo,
te había ayudado para que te hicieras misericordioso, para que consiguieras incluso una
riqueza; luego te he ayudado además perdonándote la deuda por la que tanto implorabas
que tuviera paciencia. Tú no has tenido piedad de un semejante tuyo, mientras que yo,
que soy rey, había tenido mucha piedad de ti. ¿Por qué no has hecho lo que yo hice
contigo?». Y lo entregó, indignado, a los carceleros, para que le encerraran hasta que pagase
todo, diciendo: «De la misma forma que no tuvo compasión de uno que le debía muy poco,
cuando yo, que soy rey, había tenido mucha piedad de él, de la misma forma no halle piedad
en mí». ■ De igual modo se comportará mi Padre con vosotros, si sois despiadados
con vuestros hermanos; si, habiendo recibido tanto de Dios, os cargáis de culpas más que
un fiel. Recordad que tenéis más obligación de evitar el pecado que ningún otro. Recordad
que Dios os anticipa un gran tesoro, pero que quiere que le rindáis cuentas de él.
Recordad que ninguno como vosotros debe saber practicar amor y perdón. No seáis de los
siervos que pedís mucho para vosotros y luego no dais nada a quien os pide. El comportamiento
que tengáis será el que recibiréis. Y se os pedirá cuenta del comportamiento de los demás que
fueron arrastrados al bien o al mal por vuestro ejemplo. ¡Si sois verdaderos santificadores,
recibiréis verdaderamente una gloria grandísima en el Cielo! Mas, de la misma forma, si
sois corruptores, o simplemente holgazanes en santificar, seréis duramente castigados. ■ Os lo
repito: si alguno de vosotros no se siente con ánimos de ser víctima de su propia misión, que
se marche, pero que no falte a su misión y digo: que no falte en las cosas verdaderamente
nocivas para su propia formación y la de los demás. Y sepa tener a Dios por amigo, teniendo
siempre en su corazón el perdón por los débiles. Así, Dios Padre perdonará a todo aquel de
vosotros que sepa perdonar”.
* Exhortación a los discípulos.
. ● Envío de los 72. “Rogad al Dueño de la mies que siga mandando nuevos obreros.
Curad siempre antes el espíritu. Encended antes que nada la fe, comunicad con
palabras seguras la esperanza y Yo añadiré en ellos la divina caridad”.- ■ Jesús:
“Nuestra estadía ha terminado. Se acerca el tiempo de los Tabernáculos. Aquellos a quienes esta
mañana he hablado por separado, desde mañana irán precediéndome y anunciándome a la gente
de los respectivos lugares; los que se quedan que no pierdan ánimos. Si he reservado a alguno
de ellos, ha sido por motivo de prudencia y no por desprecio; se quedarán conmigo, pero
pronto los enviaré como ahora envío a los primeros setenta y dos. La mies es mucha y los
obreros serán siempre pocos respecto a las necesidades; habrá, pues, trabajo para todos,
y ni siquiera serán suficientes. Por tanto, sin rivalidades, rogad al Dueño de la mies
que siga mandando nuevos obreros para su cosecha. Entretanto, marchaos. Yo y los
apóstoles, en estos días de pausa, hemos completado vuestra instrucción acerca del trabajo que
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tenéis delante, repitiendo lo que Yo ya dije antes de enviar a los doce (4). Uno de vosotros
me ha preguntado: «¿Cómo curaré en tu Nombre?». Curad siempre antes el espíritu.
Prometedles a los enfermos que obtendrán el Reino de Dios si saben creer en Mí, y, viendo
en ellos que hay fe, ordenad a la enfermedad que se aleje, y se alejará. Y haced lo mismo
con los enfermos del espíritu. Encended, antes que nada, la fe. Comunicad, con palabras
seguras, la esperanza. Yo añadiré en ellos la divina caridad, así como la deposité en vuestros
corazones después de que creísteis en Mí y esperasteis en la misericordia. ■ Y no tengáis
miedo ni a los hombres ni al demonio. No os harán ningún mal. Lo único que debéis temer es
la sensualidad, la soberbia, la avaricia, que pueden ser causa de entregaros a Satanás y a los
hombres satanases, que también los hay. Id, pues, delante de Mí por los caminos del Jordán.
Cuando lleguéis a Jerusalén, id al valle de Belén a reuniros con los pastores, y, con ellos,
volved donde Mí, al lugar que sabéis: celebraremos juntos la fiesta santa, para luego regresar
más confirmados que nunca a nuestro ministerio. Idos con paz. Os bendigo en el santo Nombre
del Señor”. (Escrito el 17 de Septiembre de 1945).
········································ 1 Nota : Cfr. Mt. 18,18-35.
2 Nota : Cfr. Lc. 10,1-12; 10,16-16.
3 Nota : “Jesús, que estaba rodeado solamente por los apóstoles”.- Por esto, según también esta Obra, solo a los
apóstoles Jesús dirigió estas palabras, con las que confirió el poder de atar y desatar.
4 Nota : “Yo y los apóstoles, en estos días de pausa, hemos completado vuestra instrucción... repitiendo lo
que Yo ya dije antes de enviar a los doce”. Es la confirmación del aparente paralelismo entre el pasaje
evangélico de Mateo 10, 5-42 y el de Lucas 10, 2-12: el primero reseña la larga instrucción de Jesús a los doce
apóstoles (como en el episodio 4-265-236); el segundo reseña fragmentos de esa misma instrucción repetida a los
setenta y dos discípulos (como se explicita en el presente episodio 4-278-333).
Muchos de los episodios considerados en los cuatro Evangelios (sobre todo en los tres sinópticos)
paralelos entre sí, por el mismo contenido y la misma colocación histórica, en la Obra de M. Valtorta no son
paralelos, al menos por su diferente colocación histórica.
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(<Como es habitual, van llegado a Jerusalén los peregrinos, para celebrar la fiesta de los Tabernáculos.
Entre ellos: Jesús con los apóstoles, familiares de los mismos, y también los 72 discípulos que han
cumplido las instrucciones dadas por Jesús>)
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4-280-340 (5-144-913).- El regreso de los 72 (1).- Profecía sobre los místicos futuros.
* “Solo porque nos enviaste, enfermedades y hasta demonios se nos sujetaron por la fuerza
de tu Nombre”.- ■ En el largo crepúsculo de un atardecer sereno de octubre regresan los
setenta y dos discípulos con Elías, José y Leví (2). Cansados, llenos de polvo, ¡pero felices!
Felices los tres pastores por poder ya servir libremente al Maestro. Felices también porque
pueden estar juntos con sus compañeros de otros tiempos de los que estuvieron separados.
Felices los setenta y dos por haber llevado a cabo su primera misión. Sus caras resplandecen
más con las lamparillas que iluminan las cabañas construidas para este numeroso grupo de
peregrinos. En el centro está la cabaña de Jesús, y más abajo la de María con Marziám que le
ayuda a preparar la cena. Alrededor las de los apóstoles. En la de Santiago y Judas está María de
Alfeo; en la de Juan y Santiago está María de Salomé con su marido; en la que está pegando a
ésta última está Susana con su marido (3), que no es ni apóstol ni discípulo oficial, pero que debe
haber hecho valer su derecho de estar allí, sobre la base de haber permitido a su mujer ser toda
de Jesús. Alrededor están las de los discípulos, algunos con familias, otros sin ella; los que están
solos, y son los más, se han juntado con uno o más compañeros. Juan de Endor está con el
solitario Ermasteo, pero trató de estar lo más cerca de la cabaña de Jesús; así es que Marziam
puede ir frecuentemente donde él a llevar esto o aquello o a alegrarle con sus palabras de niño
avispado y feliz de estar con Jesús, María y Pedro, y además en una fiesta. ■ Terminada la cena,
Jesús se dirige hacia las laderas del monte de los Olivos y los discípulos le siguen en masa.
Aislados del ruido y de la gente, después de haber orado en común, informan a Jesús más
ampliamente de cuanto no han podido hacerlo antes en medio de unos que iban y otros que
venían. Admirados y alegres dicen: “¿Sabes, Maestro, que no sólo las enfermedades, sino los
demonios, se nos sujetaron por la fuerza de tu Nombre? ¡Qué cosa, Maestro! ¡Nosotros,
nosotros, unos pobres hombres, por el simple hecho de que nos habías enviado, pudimos
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liberar al hombre del horrible poder de un demonio!...” y refieren casos y casos, sucedidos acá y
allá. Solo de uno de ellos dicen: “Los familiares, mejor dicho, la madre y vecinos le trajeron a la
fuerza a nuestra presencia. Pero el demonio se burló de nosotros diciendo: «He vuelto aquí por
voluntad suya, después de que Jesús Nazareno me había expulsado, y no me vuelvo a marchar
de él, porque él me prefiere más a mí que a vuestro Maestro y me ha buscado de nuevo». Y, de
repente, con una fuerza extraordinaria, arrebató al hombre de la mano de quienes le tenían y le
lanzó de lo alto de un precipicio. Corrimos a ver si se había hecho pedazos y ¡nada! Corría
como un cervatillo, profiriendo blasfemias y haciendo muecas, que ciertamente no eran de este
mundo... Nos movió a compasión su madre... ¡Pero él! ¡Pero él! ¿Pero puede obrar así el
demonio?”. Jesús dice con tristeza: “Así y mucho más”. ■ Ellos le dicen: “Quizás si Tú hubieses
estado...”. Jesús: “No. A ese hombre Yo le había dicho: «Vete y no quieras volver a caer en tu
pecado». Ha querido. Era consciente de que quería el Mal y lo aceptó. Está perdido. El caso de
aquel que no sabe si está poseído es distinto de aquel que se deja poseer sabiendo que,
haciéndolo, se vende de nuevo al demonio. Pero no habléis de él. Es un miembro cortado sin
esperanza. Es un voluntario del Mal”.
. ● “Otros harán lo que hicisteis, pero sin amor, y no obtendrán conversiones”.- ■ Jesús:
“Alabemos más bien al Señor por las victorias que os concedió. Yo sé el nombre del culpable y
los nombres de los salvados. Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo por vuestro mérito
unido a mi Nombre. Porque he visto también vuestros sacrificios, plegarias, el amor con que os
acercabais a los infelices para hacer lo que Yo había ordenado. Procedisteis con amor y Dios os
bendijo. Otros obrarán lo mismo que hicisteis vosotros, pero sin amor, y no obtendrán
conversiones... Pero no os alegréis porque sometisteis a los espíritus, sino alegraos porque
vuestros nombres están escritos en el Cielo. No los quitéis jamás de allí...”.
. ● “No os acongojéis. Se os darán al punto las palabras precisas. Yo estaba con vosotros
y estaré hasta el fin de los siglos con quien me sirva amorosa y fielmente”.- ■ Un discípulo,
cuyo nombre ignoro, pregunta: “Maestro, ¿cuándo sucederá eso de que algunos no van a obtener
conversiones? ¿Quizás cuando ya no estés con nosotros?”. Jesús: “No, Agapo. En todos los
tiempos”. Agapo: “¿Cómo? ¿Incluso mientras nos adoctrinas y nos amas?”. Jesús: “Sí. Amaros
os amaré siempre, aunque estéis lejos de Mí. Mi amor siempre vendrá a vosotros, y lo notaréis”.
Agapo: “¡Oh! es verdad. Yo lo experimenté una tarde que estaba en dificultades por no saber
qué responder a las preguntas de uno. Estaba yo para huir avergonzado. Pero me acordé de tus
palabras: «No tengáis miedo. En su momento se os darán las palabras que tengáis que decir», y
te invoqué con mi corazón. Dije: «Sin duda Jesús me ama, así que llamo a su amor en mi
ayuda» y llegó el amor, como un fuego, una luz... una fuerza... El hombre estaba frente a mí, y
me observaba e irónico se burlaba haciendo guiños a sus amigos; estaba seguro de vencer la
disputa. Abrí mi boca y fue como un torrente de palabras que fluía con gozo de mi boca tonta.
Maestro, ¿viniste de verdad o fue una ilusión? Yo no lo sé. Sé que, al final, el hombre —y era
un joven escriba—, me echó los brazos al cuello diciéndome: «Bienaventurado tú y quien te ha
conducido a esta sabiduría». ■ Me pareció una persona que tenía voluntad de buscarte.
¿Vendrá?”. Jesús: “El hombre es inestable como una palabra escrita en el agua, y su voluntad es
inquieta, como el ala de una golondrina, que revolotea en busca del último alimento del día.
Ruega por él... Sí. Yo fui a donde estabas. Y también estuve con Matías, Timoneo, Simón, Juan
de Endor, Samuel y Jonás. Quién se percató de mi presencia, quién no. Pero Yo estaba con
vosotros y lo estaré con quien me sirva amorosa y fielmente, hasta el fin de los siglos”.
. ● “Maestro, si no te amamos nosotros ¿quién te puede amar? ¿Y quién te ama más
entre nosotros?” “Este niño y todo el que renace en Mí y se hace «niño», es el que más me
ama”.- ■ Agapo: “Maestro, no nos has dicho todavía si entre los presentes hay quienes estén sin
amor...”. Jesús: “No es necesario saberlo. Sería falta de amor por parte mía el indisponeros
hacia un compañero que no sabe amar”. Agapo: “¿Pero hay? Esto sí lo puedes decir...”. Jesús:
“Hay. El amor es la cosa más sencilla, la más dulce y la más rara que pueda concebirse, y no
siempre crece, aunque haya sido sembrado”. Agapo: “Pero, si no te amamos nosotros, ¿quién te
puede amar?”. ■ Casi hay indignación en los apóstoles y discípulos, que se alborotan,
descontentos, por la sospecha y por el dolor. Jesús baja los párpados, y con sus ojos oculta
también su mirada, para no señalar a nadie. Eso sí, hace un gesto resignado, dulce, triste con las
palmas de sus manos hacia arriba, y dice: “Así debería ser, pero no es así. Muchos todavía no se
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conocen. Pero Yo sí los conozco, y tengo piedad de ellos”. Pedro pregunta angustiado: “¡Oh,
Maestro, Maestro! ¿Seré yo acaso?”, y se pega literalmente a Jesús, aplastando al pobre
Marziam entre sí y el Maestro, y echa sus brazos cortos y nervudos a los hombros de Jesús, y le
agarra y le menea, enloquecido por el terror de ser uno que no ama a Jesús. Jesús abre sus ojos,
llenos de caridad pero tristes y mira la cara angustiada y aterrorizada de Pedro, y le dice: “No,
Simón de Jonás, tú no eres. Tú sabes amar y sabrás amar cada vez más; tú eres mi Piedra,
Simón de Jonás, una buena piedra, sobre la cual apoyaré las cosas que más quiero, y estoy
seguro que las sostendrás sin conocer turbación”. “¿Y entonces?” “¿yo?”; “¿yo?”; “¿yo?”. Las
preguntas se repiten de boca en boca, como un eco. Jesús: “¡Calma! ¡Calma! Estad tranquilos y
esforzaos en poseer todos el amor”. ■ Y le preguntan: “¿Pero, de entre nosotros, quién sabe
amar más?”. Jesús extiende su mirada sobre todos: una caricia que sonríe... después baja su
mirada y la posa sobre Marziam, que sigue apretado entre Él y Pedro, y, haciendo a un lado a
éste y poniendo al niño de cara a la pequeña multitud, dice: “Ved al que sabe amar más que
todos. El niño. No os acongojéis, de todas formas, los que tenéis ya barba en la cara y hasta
hilos canos en los cabellos. Todo el que renace en Mí, se hace «un niño» ¡Id en paz! Alabad a
Dios, que os ha llamado, porque realmente veis con vuestros ojos los prodigios del Señor”.
. ● Futuros místicos: “los grandes, amados escuadrones de mis «pequeños-grandes» que
—por gracia— verán, sabrán y escucharán lo que vosotros ahora veis, sabéis y oís”.- ■
Jesús: “Bienaventurados los que vean lo que estáis viendo. Porque os aseguro que muchos
profetas y reyes anhelaron ver lo que estáis viendo y no lo vieron, y muchos patriarcas habrían
querido saber lo que vosotros sabéis y no lo supieron; y muchos justos habrían querido
escuchar lo que vosotros oís y no pudieron escucharlo. Mas, de ahora en adelante, los que me
amen sabrán todo”. Ellos insisten: “¿Y después, cuando te hayas ido, como dices?”. Jesús:
“Después hablaréis vosotros por Mí. Y luego... ¡Oh, los grandes escuadrones, no por número
sino por gracia, de los que verán, sabrán y escucharán lo que vosotros ahora veis, sabéis y oís!
¡Oh, los grandes, amados escuadrones de mis «pequeños-grandes»! ¡Ojos eternos, mentes
eternas, oídos eternos! ¿Cómo podré explicaros a vosotros que me estáis rodeando, lo que será
ese eterno vivir (4) —más que eterno, sin medida— de los que me amarán y por Mí serán
amados hasta el punto de abolir el tiempo, y serán «los ciudadanos de Israel» —aunque vivan
cuando ya Israel no sea sino un recuerdo de nación—, los contemporáneos de Jesús vivo en
Israel? Y estarán conmigo, en Mí, hasta el punto de conocer lo que el tiempo borró y la soberbia
destruyó. ¿Qué nombre les daré? Vosotros apóstoles, vosotros discípulos, los creyentes serán
llamados «cristianos». ¿Y éstos? ¿Qué nombre tendrán éstos? Un nombre conocido solamente
en el Cielo. ¿Qué premio tendrán ya en la Tierra? Mi beso, mi voz, mi corazón. Todo, todo,
todo Yo mismo. Yo, ellos. Ellos, Yo. La comunión total... Podéis iros. Yo me quedo aquí a
hacer feliz a mi espíritu en la contemplación de mis futuros conocedores y amantes absolutos.
La paz sea con vosotros”. (Escrito el 19 de Septiembre de 1945).
····································· 1 Nota : Cfr. Lc. 10,17-20 y 10,23-24.
2 Nota : Elías, José y Leví.- Personajes de la Obra magna: Pastores de Belén.
3 Nota : Susana.- Cfr. Personajes de la Obra magna: Susana.
4 Nota : Futuros místicos: “Ojos eternos, inteligencias eternas, oídos eternos... serán los «ciudadanos de Israel»”.-
Estas expresiones encuadran en el contexto, donde se lee: “más que eterno, ilimitado” (sin medida). Aquí se alude a
los grandes místicos y carismáticos que nunca faltarán en la Iglesia a través de los siglos; criaturas privilegiadas,
transformadas en Jesucristo (Gál. 2,20; Col. 3,3) y por esto participantes de su admirable e “ilimitado” poder de ver,
escuchar, entender.
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4-281-347 (5-145-921).- En el Templo, en la fiesta de los Tabernáculos.- Las condiciones para
seguir a Jesús (1). Parábola de los talentos (2). El mayor precepto. Parábola del buen samaritano (3). * “Venir a Mí como discípulo quiere decir renuncia a todos los amores en aras de un solo
amor: el Mío... Quien no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mis discípulo”.- ■ Los
anchos y altos pórticos del Templo están llenos de gente que escuchan las lecciones de los
rabíes. Jesús se dirige al lugar donde están parados los dos apóstoles y los dos discípulos que
había mandado delante. Enseguida se forma un círculo a su alrededor y a los apóstoles y
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discípulos se unen también otras muchas numerosas personas que estaban esparcidas en el patio
de mármol. La curiosidad es tal que hasta algunos estudiantes de los rabíes, no sé si
espontáneamente o porque sus maestros los enviaron, se acercan al círculo donde está Jesús.
Jesús pregunta a quemarropa: “¿Por qué os agolpáis en torno mío? Decidlo. Tenéis rabíes sabios
y famosos, bienvistos de todos. Yo soy el Ignorado, el Malvisto. ¿Por qué venís a Mí?”.
Algunos estudiantes dicen: “Porque te amamos”. Y otros: “Porque Tú tienes palabras distintas
de los otros”. Y otros: “Para ver tus milagros”, y: “Porque te hemos oído hablar”, y: “Porque
solo Tú tienes palabras de vida eterna y obras que corresponden a ellas”, y: en fin: “Porque
queremos unirnos a tus discípulos”. Jesús mira a cada uno que va hablando, como si quisiera
traspasarlos con la mirada y leer sus más recónditos sentimientos. No falta quien al sentir
aquella mirada, se aleje o se esconda detrás de alguna columna o se pierda entre la gente. ■
Jesús vuelve a preguntar: “¿Pero sabéis qué quiere decir y qué es el hecho de seguirme? Doy
respuesta solamente a estas palabras, porque la curiosidad no merece respuesta y porque quien
tiene hambre de mis palabras, como consecuencia, me ama y tiene deseos de unirse a Mí. Por
esto, los que han hablado se clasifican en dos grupos: los curiosos, de los que no me ocupo, y
los que ponen buena voluntad; a éstos los adoctrino sin engaño, acerca de la dureza de esta
vocación. ■ Venir a Mí como discípulo quiere decir renuncia a todos los amores en aras de un
solo amor: el Mío. El amor egoísta a uno mismo; el amor culpable a las riquezas, a los sentidos
o el poder; el amor justo a la propia esposa; el amor santo hacia la madre o el padre; el amor
cariñoso de los hijos y a los hijos o hermanos: todo debe ceder ante mi amor, si uno quiere ser
mío. En verdad os digo que mis discípulos han de ser más libres que las aves en el firmamento,
más libres que los vientos que recorren los cielos, sin ser detenidos por nadie y por nada; libres,
sin cadenas pesadas, sin vínculos de amor material y sin que nada, ni siquiera los más finos
hilos lo puedan detener. El espíritu es como una delicada mariposa encerrada dentro del capullo
pesado de la carne; su vuelo lo puede obstaculizar —o pararlo del todo— simplemente el
contacto impalpable de una tela de araña: la araña de la propia sensibilidad, de la falta de
generosidad en el sacrificio. Quiero todo, sin reservas. El espíritu tiene necesidad de esta
libertad de dar, de esta generosidad de dar, para poder estar seguro de no enredarse en la tela de
araña de cariños, costumbres, reflexiones, miedos, tejido todo ello como otros tantos hilos de
esa monstruosa araña que es Satanás, ladrón de almas. ■ Si alguien quiere venir en pos de Mí
y no odia santamente a su padre, a su madre, a su mujer y sus hijos, a sus hermanos y
hermanas, e incluso la propia vida, no puede ser mi discípulo. Dije: «odia santamente». En
vuestro corazón decís: «El odio —Él lo enseña— no puede ser santo. Por lo tanto se
contradice». No. No me contradigo. Afirmo que se debe odiar el amor lento, lo grave del amor,
el amor que no rebasa los límites de la carne, la pasionalidad terrenal, bien se trate del amor al
padre y a la madre, a la esposa y a los hijos, a los hermanos y hermanas, a la propia vida; pero
ordeno que se ame, con la libertad ágil, ingrávida, propia de los espíritus, a los familiares y a la
vida. Amadlos en Dios y por Dios pero sin anteponer jamás a Dios. Ocupaos y preocupaos de
llevarlos a donde el discípulo ha llegado, o sea, a Dios Verdad. De esta forma amaréis
santamente a los familiares y a Dios conciliando los dos amores, y haréis de los vínculos de
sangre no un peso sino alas, no culpa sino un deber santo. ■ También debéis estar dispuestos a
odiar vuestra vida para seguirme a Mí. Odia su vida aquel que, sin temor de perderla o de
hacerla humanamente triste, la pone a mi servicio. Pero es sólo apariencia de odio, un
sentimiento erróneamente llamado «odio» por la mente del hombre que no sabe elevarse, del
hombre todo terrenal, superior en poco a los animales. En realidad este odio aparente, que
consiste en negar las satisfacciones sensuales a la existencia para dar cada vez más amplia vida
al espíritu, es amor; amor es, y del más alto que existe, del más bendito. Negarse las bajas
satisfacciones, el prohibirse la sensualidad de los afectos, el atraerse reproches y comentarios
injustos, el arriesgar a sufrir castigos, rechazos, maldiciones, y tal vez hasta persecuciones, todo
esto es una serie continua de penas. Pero es menester abrazarse a ellas e imponérselas como una
cruz, como un patíbulo en el que se expía cualquier culpa pasada para llegar ante Dios
justificados; un patíbulo del cual obtendremos para los seres amados todas las gracias. Quien no
carga con su cruz y no me sigue, quien no sabe hacer esto, no puede ser mi discípulo”.
. ● “Necesidad de «conocerse a sí mismos». Si no sentís en vosotros el valor de renunciar
a todo por amor mío, no vengáis a Mí, porque no podéis ser mis discípulos”.- ■ Jesús: “Por
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tanto, los que decís: «Hemos venido porque queremos unirnos a tus discípulos», pensadlo
mucho, mucho. No es vergüenza sino signo de sagacidad el sopesarse uno mismo, juzgarse y
confesar así a los demás: «No tengo madera para ser discípulo». ¿Y qué? Los paganos tienen
como principio de su enseñanza la necesidad de «conocerse a sí mismos» ¿y vosotros, Israelitas,
para conquistar el Cielo, no lo sabréis hacer? Porque —recordad esto siempre—
bienaventurados los que vienen a Mí. Pero si venís para luego traicionarme a Mí y al que me ha
enviado, mejor es no venir para nada, y seguir siendo hijos de la Ley, como hasta ahora lo
habéis sido. ¡Ay de aquéllos que habiendo dicho «vengo» causan daño a Cristo, siendo traidores
de la idea cristiana, escandalizando a los pequeños y buenos! ¡Ay de ellos! Y con todo los habrá
y siempre los habrá. Por eso imitad al que quiere construir una torre. Primero calcula los
gastos necesarios y cuenta su dinero para ver si tiene lo suficiente para terminarla, y no verse
obligado, una vez terminados los cimientos, a suspender la obra por falta de dinero. Si esto
sucediera, perdería incluso lo que tenía primero y se quedaría sin torre y sin dinero; y a cambio
se atraería las burlas de la gente que diría: «Este comenzó a construir y no pudo terminar; ahora
tendrá que llenar el estómago con las ruinas de su construcción incompleta». Imitad a los reyes
de la tierra —sacando así enseñanza sobrenatural de lo que sucede en el mundo— que, cuando
quieren hacer guerra a otro rey, examinan fría y atentamente todos los pormenores, los pros y
los contras; meditan si lo que van a sacar con la conquista les compensan o no el sacrificio de
las vidas de sus súbditos; estudian si es posible conquistar ese lugar; si sus ejércitos, inferiores
en número, pero de espíritu combativo, puedan vencer; y, si, lógicamente, ven que no es posible
que diez mil venzan a veinte mil, entonces, antes de que estalle la batalla, mandan al rival —que
ya está en guardia a causa de las operaciones militares del otro— una embajada con ricos
presentes, y le amansan, le apaciguan con pruebas de amistad, anulan sus sospechas, en fin
firman un tratado de paz, que siempre es más ventajoso, humana y espiritualmente, que una
guerra. Eso es lo que debéis hacer vosotros antes de empezar la nueva vida y colocaros en las
filas contra el mundo. ■ Porque ser discípulo mío quiere decir eso: ir contra la turbia y violenta
corriente del mundo, de la carne, de Satanás. Y si no sentís en vosotros el valor de renunciar a
todo por amor mío, no vengáis a Mí, porque no podéis ser mis discípulos”.
* Parábola de los talentos.- ■ Un escriba que se había mezclado en el grupo, dice: “Está bien.
Lo que dices es verdad. ¿Pero si nos despojamos de todo con qué te podemos servir? La Ley
tiene mandamientos que son como monedas que Dios da al hombre para que usándolas se
compre la vida eterna. Tú dices: «Renunciad a todo» y señalas el padre, la madre, las riquezas,
los honores. Dios es quien dio todos estos bienes y quien nos dijo por boca de Moisés, que las
usáramos santamente para aparecer justos a los ojos de Dios. Si nos quitas esto, ¿qué nos das?”.
Jesús: “Yo lo dije: os doy el amor verdadero. Os doy mi doctrina que no quita ni una jota a la
antigua Ley, sino que la perfecciona”. Escriba: “Entonces todos somos discípulos iguales,
porque todos tenemos las mismas cosas”. Jesús: “Todos las tenemos según la Ley mosáica, no
todos según la Ley perfeccionada por Mí según el amor. Mas no todos, en ésta, alcanzan la
misma suma de méritos. Aun entre mis discípulos no todos llegarán a tener una suma de méritos
en igual medida; y uno de ellos no solo no alcanzará suma alguna, sino que perderá incluso su
única moneda: su alma”. Escriba: “¡Cómo! A quien más se dio, más le quedará. Tus discípulos,
y más tus apóstoles, te siguen en tu misión, y están al corriente de tus modos de actuar; han
recibido muchísimo. Mucho han recibido también tus discípulos efectivos; menos, los
discípulos que lo son solo de nombre. Nada han recibido los que, como yo, te oyen solo por
mera casualidad. Es claro que los apóstoles tendrán muchísimo en el Cielo; mucho, los
discípulos efectivos; menos, los discípulos de nombre; nada, los que son como yo”. Jesús:
“Humanamente es evidente, y humanamente también puede ser un mal. Porque no todos son
capaces de hacer fructificar los bienes recibidos. ■ Escucha esta parábola y perdona si me alargo
aquí mucho en enseñar. Pero es que Yo soy la golondrina que va de paso, y estaré poco tiempo
en la Casa del Padre, pues vine para todos al mundo y, además, este pequeño mundo que es el
Templo de Jerusalén no quiere dejarme recoger el vuelo y permanecer donde la gloria del Señor
me llama”. Escriba: “¿Por qué hablas así?”. Jesús: “Porque es la verdad”. El escriba mira a su
alrededor, y luego baja la cabeza. Que sea verdad lo ve escrito en muchas caras de miembros del
sanedrín, rabíes y fariseos que han ido engrosando cada vez más la aglomeración de gente que
hay en torno a Jesús: caras verdes de bilis, o rojas de ira, miradas de veneno; rencor en
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fermentación por todas partes; deseos de pegar al Mesías, que queda en deseo solo por miedo a
los muchos que rodean al Maestro con devoción y que están prontos a defenderle, miedo tal vez
también al castigo por parte de Roma, que mira con buenos ojos al dulce Maestro de Galilea. ■
Jesús continúa hablando con calma y expone su pensamiento con la siguiente parábola: “Un
hombre que estaba a punto de emprender un largo viaje y ausentarse por mucho tiempo, llamó a
todos sus siervos y los entregó cuanto tenía. A uno le dio cinco talentos de plata; a otro, dos de
plata; a uno, uno solo, de oro. A cada uno según su grado y habilidad. Y luego se marchó.
Entonces, el siervo que había recibido cinco talentos de plata fue a negociar sagazmente sus
talentos, y, pasado un tiempo, le produjeron otros cinco. El que había recibido dos talentos de
plata hizo lo mismo y duplicó la suma recibida. Pero el que había recibido más de su señor: un
talento de oro puro, lleno de miedo a no saber negociar, de miedo a los ladrones, a mil
quimeras, lleno, sobre todo, de la pereza, hizo un gran hoyo en la tierra, y allí escondió el dinero
de su señor. Pasaron muchos, muchos meses y al fin regresó el patrón. Llamó enseguida a sus
siervos para que le devolviesen el dinero que les había dejado en depósito. Llegó el que había
recibido cinco talentos de plata y dijo: «He aquí, señor mío. Tú me diste cinco. Me pareció mal
no hacer producir lo que me habías dado, así que me las ingenié para ganar otros cinco talentos.
No pude más...». «Bien, muy bien, siervo bueno y fiel. Fuiste fiel en lo poco, te has aplicado
con buena voluntad, has sido honrado. Te daré autoridad sobre muchas propiedades. Entra en la
alegría de tu señor». Luego vino el otro, el de los dos talentos y dijo: «Me he permitido emplear
tus bienes para beneficio tuyo. Aquí tienes las cuentas para que veas cómo he empleado tu
dinero. ¿Ves? Eran dos talentos de plata, ahora, son cuatro. ¿Estás contento, señor mío?». Y el
patrón dio a este siervo bueno la misma respuesta que había dado al primero. Vino por último
aquel que, por gozar de la máxima confianza del patrón, había recibido el talento de oro.
Desenrolló el paño en que lo conservaba, lo sacó y dijo: «Me confiaste lo que tenía mayor valor,
porque sabes que soy prudente y fiel, de la misma forma que yo sé que eres intransigente y
exigente y que no toleras pérdidas en tu dinero, sino que si te pasa alguna desgracia te la pagas
(te resarces) con el que tienes a tu lado, porque, en verdad, cosechas donde no sembraste,
recoges donde no esparciste, siendo así que no perdonas un solo centavo ni a tu banquero ni a tu
mayordomo, por ninguna razón. Tu dinero debe ser el que tú dices. Ahora bien, yo, temiendo
disminuir este tesoro, lo he cogido y lo he escondido. No me fié de nadie, ni siquiera de mí
mismo. Ahora lo he desenterrado y te lo devuelvo. He aquí tu talento». ■ El patrón le dijo: «¡Oh
siervo inicuo y holgazán! Verdaderamente no me has amado porque no me has conocido, ni has
querido mi bienestar porque has dejado el talento improductivo. Has traicionado la estima que
había depositado en ti. Te desautorizas a ti mismo. Por ti mismo te acusas y te condenas. Sabías
que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido. Y entonces ¿por qué no has
obrado de forma que pudiese cosechar y recoger? ¿Así correspondes a mi confianza? ¿Así me
conoces? ¿Por qué no llevaste el dinero a los banqueros, de forma que a mi regreso lo hubiera
retirado con los intereses? Te di instrucciones especiales para ello, mas tú, necio holgazán, no
las tuviste en cuenta. Que se te quite, pues, el talento, y todos los demás bienes, y que se den al
que tiene diez talentos». Le replicaron: «Él ya tiene diez y éste se queda sin nada...». El patrón
contestó: «Así está bien. A quien tiene, y trabaja con eso que tiene, se le dará todavía más,
hasta que le sobre. Pero a quien no tiene, porque no quiso tener, se le quitará incluso lo que se
le dio. En cuanto al siervo parásito que traicionó mi confianza, y que dejó improductivos los
dones recibidos, arrojadlo de mi propiedad, y que se aleje llorando y muriéndose de envidia en
su corazón». ■ Esta es la parábola. Como ves, rabí, le quedó menos al que más tenía porque no
supo merecer conservar el don de Dios. No se puede afirmar que uno de esos que llamas
discípulos solo de nombre, que tienen muy poco que negociar, y de los que, como dices, me
escuchan solo por casualidad, y que tienen la única moneda de su alma, no lleguen a poseer el
talento de oro —arrebatado a uno de los más beneficiados— y sus frutos correspondientes. Las
sorpresas del señor son infinitas, porque infinitas son las reacciones del hombre. Veréis a
gentiles, que alcanzan la vida eterna, y a samaritanos que poseerán el Cielo, y veréis a israelitas
puros y a seguidores míos perder el Cielo y la vida eterna”.
* El mayor precepto.- ■ Jesús calla, y, como queriendo evitar toda discusión, se dirige en
dirección de los muros del Templo. Pero un doctor de la Ley, que se había sentado a escucharle
seriamente bajo el pórtico, se levanta y se le pone delante para preguntarle: “Maestro ¿qué debo
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hacer para obtener la vida eterna? Respondiste a los otros, respóndeme a mí también”. Jesús:
“¿Por qué quieres tentarme? ¿Por qué quieres mentir? ¿Esperas que Yo diga una cosa
disconforme con la Ley por el hecho de que añado a la Ley conceptos luminosos y perfectos?
¿Qué cosa está escrito en la Ley? ¡Responde! ¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?”.
Doctor: “«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus
fuerzas. Amarás a tu prójimo como a ti mismo»”. Jesús: “Bien respondiste. Haz eso y
obtendrás la vida eterna”.
* Parábola del buen samaritano.- Doctor de la ley: “¿Y quién es mi prójimo? El mundo está
lleno de gente buena y mala, conocida y desconocida, amiga y enemiga de Israel. ¿Cuál es mi
prójimo?”. ■ Jesús: “Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones,
los cuales le hirieron cruelmente, le despojaron de todo lo que llevaba, incluso de sus vestidos, y
le dejaron más muerto que vivo en el borde del camino. Por ese mismo lugar pasó un sacerdote
que había terminado su turno en el Templo. ¡Todavía llevaba los perfumes del incienso del
Santo! ¡Debería haber llevado también el alma perfumada de bondad sobrenatural y de amor,
pues que había estado en la casa de Dios, casi en contacto con el Altísimo! Este sacerdote tenía
prisa de volver a su casa. Miró, pues, hacia el herido pero no se detuvo. Pasó ligero de largo, y
dejó al desgraciado en el borde. Luego pasó un levita. ¿Contaminarse él que debía servir en el
Templo? ¡De ninguna manera! Se recogió los vestidos para que no se fuese a ensuciar de
sangre, echó una mirada fugitiva al que gemía bañado en su sangre y apresuró su paso hacia
Jerusalén, hacia el Templo. El tercero que pasó, viniendo de Samaria, en dirección al vado, fue
un samaritano. Vio la sangre, se detuvo, descubrió la presencia del herido en medio del
crepúsculo que caía; bajó de su asno, se acercó al herido, le robusteció con un sorbo de buen
vino, desgarró su manto para hacerse vendas, lavó y ungió las heridas, primero con vinagre y
luego con aceite, se las vendó con amor; luego cargó al herido sobre su jumento, guió con
cautela a la bestia, al mismo tiempo que consolaba al herido, con buenas palabras, sin
preocuparse del cansancio, sin enfado por el hecho de que el herido fuera de nacionalidad judía.
Llegado a la ciudad, le condujo a un albergue, le cuidó toda la noche. Al alba, viéndole
mejorado, le dejó en manos del hospedero a quien pagó de antemano unos denarios y le dijo:
«Ten cuidado de él como si se tratara de mí mismo. A mi regreso te pagaré cuanto hubieses
gastado de más, y con medida generosa, si haces bien las cosas». Y se marchó. ■ Doctor de la
ley, respóndeme: ¿Cuál de estos tres fue «prójimo» para con el que cayó en manos de ladrones?
¿Acaso el sacerdote? ¿Acaso el levita? ¿O mejor el samaritano que no preguntó quién era el
herido, ni por qué estaba herido, ni si hacía mal en socorrerle perdiendo tiempo y dinero y
arriesgándose a ser acusado de haberle herido él?”. El doctor de la ley responde: “Fue
«prójimo» éste, porque tuvo misericordia”. Jesús: “Haz también tú lo mismo y amarás al
prójimo y a Dios en el prójimo y de este modo merecerás la vida eterna”. Y ninguno se atrevía a
preguntar más. Jesús aprovecha de ello para reunirse con las mujeres que estaban a su espera
cerca del muro e irse con ellas de nuevo a la ciudad. (Escrito el 20 de Septiembre de 1945).
·········································· 1 Nota : Necesidad de la abnegación para tomar la cruz. Cfr. Lc. 14,25-33.
2 Nota : Parábola de los talentos; minas Cfr. Mt. 25,14-30; Lc. 19,11-27.
3 Nota : Parábola del buen samaritano. Cfr. Lc. 10,25-37.
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4-282-359 (5-146-934).- “El nombre y la misión os hacen iguales en todo. Haced que se anule
la separación de pertenecer a esta o aquella región”.
* “Solo en una cosa os podéis diferenciar: en santidad”.- ■ Jesús con los apóstoles y
discípulos se va en dirección de Betania. En estos momentos está hablando a los discípulos, a
quienes da órdenes de separarse de este modo: los judíos irán por la Judea y los galileos por la
otra parte del Jordán, anunciando al Mesías. Esto último suscita algunas objeciones. Me parece
que la Transjordania no gozaba de buena fama entre los israelitas. Al hablar de ella es como si
hablasen de regiones paganas. Mas ello ofende a los discípulos de esta región. Entre ellos está el
sinagogo de Aguas Claras, la voz más autorizada, y también un joven, cuyo nombre ignoro, los
cuales defienden ardientemente su ciudad y a sus conciudadanos. Dice el sinagogo Timoneo:
“Ve, Señor, a Aera, y verás si allí no se te respeta. No encontrarás tanta fe en Judea como allá.
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O, mejor: yo no quiero ir. Tenme contigo. Que vaya un judío con un galileo a mi ciudad. Verán
cómo han sabido creer en Ti, fiándose de mi palabra”. Y el joven dice: “Yo he sabido creer sin
haberte visto ni siquiera una vez. Después del perdón de mi madre, te he buscado. De todas
formas, me gustaría volver, a pesar de que ello comporte burlas de los perversos del lugar,
perversos como era yo antes, y reproches de los buenos por mi pasada conducta. Pero no me
importa. Te predicaré con mi ejemplo”. Jesús: “Dices bien. Harás como has dicho. Luego iré
Yo. También tú, Timoneo, has hablado con buen juicio. Irán, pues, Hermas y Abel de Belén de
Galilea a anunciarme a Aera, mientras que tú, Timoneo, te quedarás conmigo. ■ Pero no quiero
estas discusiones. Ya no sois ni galileos ni judíos: sois mis discípulos. Es suficiente. El
nombre y la misión os hacen iguales en lugares de nacimiento, en grado, en todo. Sólo en una
cosa os podéis diferenciar: en santidad. La santidad será individual y tendrá la medida que cada
uno haya sabido conseguir. De todas formas, Yo quisiera que todos tuvieran una misma medida,
la perfecta: ¿Veis a mis apóstoles? Estaban divididos, como vosotros, por razas y otros motivos.
Ahora, después de más de un año de instrucción, son únicamente apóstoles. Haced vosotros lo
mismo, de forma que, como entre vosotros el sacerdote convive con el que fue pecador, el rico
con el que fue mendigo, el joven junto al hombre anciano, haced que se anule la separación de
pertenecer a esta o aquella región. Por lo demás, tenéis una sola patria: el Cielo, al que os habéis
puesto en camino. No deis jamás a mis enemigos la impresión de que sois enemigos entre
vosotros. El enemigo es el pecado, y ningún otro”. (Escrito el 21de Septiembre de 1945).
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(<Jesús ha anunciado por 1ª vez su Pasión [Mt. 16,21-28]. Pero Pedro piensa que cosa semejante no puede
suceder nunca; aún más, que con un último milagro Jesús debería reducir a cenizas a sus enemigos.
“Apártate de Mí, Satanás” es la respuesta contundente y severa de Jesús para con su apóstol>)
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5-346-299 (6-34-210).- “Quien quiera venir detrás mío debe estar dispuesto a negarse a sí
mismo, a destruir el viejo ser suyo”. “¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si
luego pierde su alma?”.
* “Quien recibe mucho, mucho debe dar”.- ■ El pobre Pedro queda aniquilado bajo el regaño
severo. Se separa, apenado, y rompe a llorar. No es el llanto gozoso de pocos días antes, sino el
sollozo desolado de quien comprende haber ofendido a quien se ama. Jesús le deja que llore. Se
separa, se levanta un poco el vestido y pasa a pie el río. Los demás le siguen en silencio. Nadie
se atreve a decir una palabra. En la cola viene el pobre Pedro. En vano tratan de consolarle Isaac
y Zelote. Andrés se vuelve una y otra vez a verle, y luego dice algo a Juan que también está
afligido; pero Juan mueve su cabeza en señal de negación. Entonces Andrés se decide. Corre
adelante. Alcanza a Jesús. Le llama suavemente, con voz temblorosa: “¡Maestro! ¡Maestro!”.
Jesús le deja que le llame así varias veces. Finalmente se vuelve severo y pregunta: “¿Qué
quieres?”. Andrés: “Maestro, mi hermano está afligido... viene llorando...”. Jesús: “Se lo ha
merecido”. Andrés: “Es verdad, Señor. Pero él no deja de ser humano... No puede hablar
siempre bien”. Jesús responde: “¡Efectivamente, hoy ha hablado mal!”. Pero a Jesús se le ve
menos severo, y una pincelada de sonrisa brilla en sus ojos divinos. Andrés toma confianza, y
empieza a perorar a favor de su hermano. “Tú eres justo y sabes que el amor por Ti hizo que se
equivocara...”. Jesús: “El amor deber ser luz, no oscuridad. Lo convirtió en oscuridad, y en
ella se envolvió su espíritu”. Andrés: “¡Tienes razón! Pero las vendas pueden quitarse cuando
se quiera. No es lo mismo que tener el espíritu oscuro. Las vendas son lo externo; el espíritu es
lo interno, el núcleo vivo... El interior de mi hermano es bueno”. Jesús: “Que se quite las vendas
en que se ha envuelto”. Andrés: “Ciertamente que lo hará, Señor. Ya lo está haciendo. Vuélvete
y mira lo desfigurado que está por el llanto que no consuelas Tú. ¿Por qué eres duro con él?”.
Jesús: “Porque él tiene el deber de ser «el primero» así como le he dado el honor de serlo.
Quien mucho recibe, mucho debe dar...”. Andrés: “¡Oh, Señor, es verdad! ¿Pero no te acuerdas
de María, la hermana de Lázaro? ¿De Juan de Endor? ¿De Aglae? ¿De la Bella de Corazaín?
¿De Leví? A estos les diste todo... y ellos todavía te habían dado solo la intención de
redimirse... ¡Señor!... Atendiste mi súplica por la Bella de Corazaín y por Aglae... ¿No vas a
escucharme por tu Simón, mi hermano, que pecó por el amor que te tiene?”. Jesús baja sus ojos
sobre Andrés que cada vez más aboga por su hermano, como lo hizo en privado por Aglae y la
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Bella de Corazaín. Resplandece su rostro de alegría: “Ve a llamar a tu hermano” dice “y
tráemelo aquí”. Andrés: “¡Oh, gracias, Señor mío! Voy...” y corre cual un ciervo. ■ Andrés le
dice a Pedro: “¡Ven, Simón! El Maestro no está ya irritado contigo. Ven, que te lo quiere decir”.
Pedro: “¡No, no! Tengo vergüenza... Hace demasiado poco que me ha reprendido... Tal vez
quiera reprenderme otra vez...”. Andrés: “¡Qué mal le conoces! ¡Venga, ven! ¿Crees que te
llevaría para eso? Si no estuviera cierto que te espera allí una alegría, no insistiría. ¡Ven!”.
Pedro: “¡Pero qué voy a decirle!”. Y lo dice mientras se pone en marcha un poco contra su
voluntad, frenado por su debilidad humana, empujado por su corazón que no puede estar sin la
bondad de Jesús y sin su amor. “¿Qué voy a decirle?”, sigue preguntando. Su hermano, para
darle ánimos, le dice: “¡Nada! ¡Muéstrale tu cara, y será suficiente!”. ■ Todos los discípulos, a
medida que los dos hermanos los van adelantando, los miran y sonríen, comprendiendo lo que
sucede. Llegan donde Jesús. Pero Pedro, al último momento, se detiene. Andrés no anda con
chiquitas. Le empuja fuertemente, como hace con su barca para empujarla al lago. Jesús se
detiene. Pedro levanta su cara. Jesús le ve. Se miran... Dos lágrimas gruesas ruedan por las
mejillas enrojecidas. Jesús le dice: “¡Acércate, muchacho tonto, para que como un padre te
seque esas lágrimas!”. Y Jesús levanta su mano donde todavía puede verse la cicatriz de la
pedrada de Giscala, y con sus dedos seca esas dos lágrimas. Pedro le dice: “¡Oh, Señor! ¿Me
perdonas?”. Y le pregunta temblando, apretando la mano de Jesús entre la suyas y mirándole
con esos ojos de fidelidad, que piden perdón, que anhelan por el perdido amor. Jesús: “No he
dicho que estabas condenado...”. Pedro: “Pero antes...”. Jesús: “Te he amado. Es amor no
permitir que en ti arraiguen desviaciones de sentimiento y de pensamiento. ¡Debes ser el
primero en todo, Simón Pedro!”. Pedro: “Entonces... entonces ¿todavía me quieres? ¿De veras?
No es que apetezca el primer puesto, ¿sabes? Me basta con el último, con tal de estar contigo, a
tu servicio... y morir por tu causa ¡Señor, Dios mío!”. Jesús le pasa el brazo por encima de los
hombros y le estrecha contra su costado. Entonces Simón que no ha soltado la mano de Jesús, se
la cubre de besos... feliz, y en voz suave dice: “¡Cuánto he sufrido! ¡Gracias... Jesús!”. Jesús:
“Da gracias a tu hermano. Y para el futuro aprende a llevar tu peso con justicia y heroísmo.
Esperemos a los otros. ¿Dónde están?”.
* “He venido para ser Camino, Verdad y Vida. Quien responde a mi llamada para redimir
al mundo debe estar dispuesto a morir para dar vida a otros, a negarse a sí mismo, a
destruir su viejo yo”.- ■ Los demás están parados en el lugar en que se encontraban cuando
Pedro alcanzó a Jesús, para dejar libertad al Maestro de hablar a su apenado discípulo. Ahora les
hace señas de que se acerquen. Con ellos hay un grupito de campesinos que habían dejado su
trabajo para venir a hacer preguntas a los discípulos. Jesús, siempre con su mano sobre el
hombro de Pedro, dice: “Por lo que ha sucedido podéis comprender que es cosa dura estar a mi
servicio. Le he reprendido a él. Pero la corrección era para todos. Porque los mismos
pensamientos había en casi todos los corazones. De este modo los he cortado, y quien todavía
los cultiva, da muestras de no comprender mi doctrina, mi misión, mi Persona. ■ He venido para
ser Camino, Verdad, Vida. Os doy la Verdad con lo que enseño. Os allano el Camino con mi
sacrificio, os lo trazo, os lo señalo. Pero mi Vida os la doy con mi muerte. Recordad que quien
responde a mi llamamiento y se pone en mis filas para cooperar a la redención del mundo debe
estar dispuesto para morir, para dar a otros la vida. Por esto quien quiera venir detrás mío debe
estar dispuesto a negarse a sí mismo, a destruir el viejo ser suyo con sus pasiones, tendencias,
costumbres, tradiciones, pensamientos, y seguirme con su nuevo ser. Tome cada uno su cruz
como Yo la tomaré. Tómela aunque le parezca demasiado infamante. Deje que el peso de su
cruz aplaste su ser humano para dejar libre su ser espiritual, al cual la cruz no produce horror;
antes al contrario, le es apoyo y objeto de veneración, porque el espíritu sabe y recuerda. Y que
me siga con su cruz. ¿Que al final del camino le espera una muerte ignominiosa como me espera
a Mí? ¡No importa! No se aflija; antes al contrario, llénese de júbilo por ello, porque la
ignominia de la tierra se transformará en grande gloria en el Cielo, mientras que será un
deshonor el haber sido cobardes frente a los heroísmos espirituales”.
* “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si luego pierde su alma?”.- Lo que será
«vivir» (seguirle por un camino áspero, pero santo y glorioso) o «morir» (seguir los
caminos del mundo y de la carne como también avergonzarse de sus palabras y acciones).-
■ Jesús: “Siempre andáis diciendo que me seréis fieles hasta la muerte. Seguidme entonces, os
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conduciré al Reino por un camino áspero, pero santo y glorioso, al final del cual conquistaréis la
Vida eternamente inmutable ¡Esto será «vivir»! Por el contrario, seguir los caminos del mundo
y de la carne es «morir». De modo que quien quiera salvar su vida en esta tierra la perderá, mas
aquel que pierda su vida en esta tierra por causa mía y por amor a mi Evangelio la salvará.
Pensad en esto ¿de qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si luego pierde su alma? ■ Y
otra cosa: guardaos bien, ahora y en el futuro, de avergonzaros de mis palabras y acciones.
Esto también será «morir». Porque quien se avergüence de Mí y de mis palabras ante esta
generación necia, adúltera y pecadora, de la que he hablado, y, esperando recibir su protección y
provecho, la adule renegando de Mí y de mi Doctrina, arrojando mis palabras a las bocas
inmundas de los cerdos y perros, para recibir a cambio excrementos en lugar de dinero, será
juzgado por el Hijo del hombre cuando venga en la gloria de su Padre, con sus ángeles y santos,
a juzgar al mundo. Él entonces se avergonzará de estos adúlteros y fornicadores, de estos
cobardes y usureros y los arrojará fuera de su Reino, porque no hay lugar en la Jerusalén celeste
para adúlteros, cobardes, fornicadores, blasfemos y ladrones. Y en verdad os digo que algunos
de mis discípulos y discípulas aquí presentes no morirán antes de haber visto la fundación del
Reino de Dios, y ungido y coronado a su Rey”. ■ Mientras el sol desciende lentamente en el
cielo, ellos reprenden la marcha, hablando animadamente entre sí. (Escrito el 30 de Noviembre
de 1945).
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6-365-11 (6-55-350).- Enseñanza de Jesús a Marziam, futuro sacerdote.- La medida justa del
juicio caritativo.
* “Los sacerdotes siempre deben ser escuchados, por respeto a su misión. Es siempre Dios
quien habla por labios de sus siervos en horas de su ministerio”.- ■ Jesús entra en el verde
y plácido huerto de los Olivos. Marziam no se le ha despegado y se echa a reír al pensar en la
carrera fatigosa que hará Pedro para alcanzarlos. Exclama: “¡Oh, Maestro, quién sabe cuántas
cosas va a decir! ¡Si en lugar de detenerte aquí, hubieras seguido para Betania, se moriría de
dolor!”. Jesús sonríe, mirando al jovencillo y le responde: “Me enterraría con sus quejas. Pero
esto le servirá de escarmiento, para que esté atento. Mientras estaba hablando, él estaba charla
que charla con este o con aquel”. Marziam le excusa pero ya sin reír: “Le hacían preguntas,
Señor”. ■ Jesús: “Educadamente se hace la señal de que después se responderá, cuando calle la
palabra del Señor. Tenlo presente, para cuando seas sacerdote. Exige el máximo respeto en las
horas y lugares de instrucción”. Marziam: “Entonces, Señor, será el pobre Marziam quien
hable...”. Jesús: “No importa. Es siempre Dios quien habla por los labios de sus siervos en las
horas de su ministerio, y por eso debe escuchársele con respeto y en silencio”. Marziam hace
un gesto significativo como respondiendo a algo que rumiaba por dentro. Jesús que lo ha visto
le pregunta: “¿No estás convencido?”. ■ Marziam: “Señor mío, me preguntaba si Dios está
también en los labios y en el corazón de sus sacerdotes de ahora... y con terror me preguntaba si
los futuros serán iguales... Y concluía diciendo que... muchos sacerdotes hacen quedar mal al
Señor... Claro que he pecado... ¡Pero son tan malos y odiosos! Tan secos... que...”. Jesús: “No
juzgues. Pero no olvides esto que te disgusta. Tenlo presente en el futuro. Y, con todas tus
fuerzas, trata de no ser igual a los que te desagradan; y que tampoco lo sean los que dependan de
ti. Haz que el mal sirva al bien. Cualquier acción y cualquier conocimiento deben ser
transformados en bien pasando por un juicio y una voluntad rectos”. ■ Marziam: “¡Oh, Señor!
antes de entrar en la casa, que ya se ve, respóndeme a una cosa. No puedes negar que los
sacerdotes de ahora sean culpables. Me dices que no juzgue, pero Tú lo haces y puedes hacerlo,
y lo haces rectamente. Ahora bien, escucha, Señor, lo que pienso. Cuando los sacerdotes de hoy
hablan de Dios y de la religión, —siendo la mayoría de ellos como son, y me refiero ahora a los
peores—, ¿deben ser escuchados también?”. Jesús: “Siempre hijo mío. Por respeto a su misión.
Cuando hacen cosas pertinentes a su ministerio no son Anás, ni Sadoc, ni ningún otro... Son «el
sacerdote». Distingue siempre la pobre fragilidad humana de su ministerio”. Marziam: “Pero si
hacen mal también su ministerio...”. Jesús: “Dios suplirá”.
* “La medida justa del juicio caritativo: es tener presentes nuestros defectos y contrastar
con ellos las buenas cualidades de los que queremos juzgar. Evitad el pecado de juicio”.- ■
Jesús: “¡Y además!... ¡Escucha, Marziam! No hay ningún hombre completamente bueno ni
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completamente malo. Y nadie es tan completamente bueno que tenga el derecho a juzgar a los
hermanos como completamente malos. Tenemos que tener presentes nuestros defectos,
contrastar con ellos las buenas cualidades de los que queremos juzgar. Entonces tendríamos una
medida justa de juicio caritativo. Hasta ahora, Yo no he encontrado ningún hombre
completamente malo”. Marziam: “¿Ni siquiera Doras, Señor?” (1). Jesús: “Ni siquiera él, porque
es un marido honrado y un padre cariñoso”. Marziam: “¿Ni siquiera el padre de Doras?”. Jesús:
“También era él un marido honrado y un padre cariñoso”. Marziam: “¡Pero fuera de eso no era
más!”. Jesús: “Así es, pero en este punto no era malo. Por lo tanto no completamente malo”. ■
Marziam: “¿Ni siquiera Judas es malo?”. Jesús: “Ni siquiera él”. Marziam: “Pero no es bueno”.
Jesús: “No lo será completamente, como tampoco lo es del todo malo. ¿No te convences de lo
que estoy diciendo?”. Marziam: “Estoy convencido de que Tú eres totalmente bueno, y que, en
modo absoluto en Ti, no existe la maldad. De esto sí que estoy convencido. Y tanto lo eres que
nunca encuentras una acusación para ninguno...”. Jesús: “¡Oh, hijo mío! Si pronunciase la
primera sílaba de acusación, ¡todos os echaríais encima del acusado como fieras!... ■ Yo,
actuando así, trato de evitar que os manchéis con pecado de juicio. ¡Compréndeme, Marziam!
No es que no vea el mal donde lo hay. No es que no vea la mezcla de mal y bien que hay en
algunos. No es que no comprenda cuándo un alma sube o baja del nivel en que la puse. No se
trata de esto, hijo mío. Es prudencia, para evitar las anticaridades entre vosotros. Y lo haré
siempre así. También en los siglos venideros, cuando deba dar mi juicio sobre una criatura. ¿No
sabes, hijo, que algunas veces vale más una palabra de alabanza, de ánimo, que mil reproches?
¿No sabes que de cien casos pésimos, señalados como relativamente buenos, al menos la mitad
vienen a ser realmente buenos al no faltarles, después de mi palabra benévola, la ayuda de los
buenos, que, en caso distinto, huirían del individuo señalado como pésimo? Hay que sostener a
las almas, no hundirlas. Pero si Yo no soy el primero en sostenerlas, en encubrir las partes no
bellas, en solicitar para ellas vuestra benignidad y ayuda, jamás os entregaríais a ellas con activa
misericordia. ¡Tenlo presente Marziam!...”. (Escrito el 3 de Enero de 1946).
····································· 1 Nota : Cfr. Personajes de la Obra magna: Doras.
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(<José de Arimatea, Nicodemo, María Magdalena, Lázaro, Zelote están conversando con Jesús en la casa
de Lázaro de Betania>)
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6-365-20 (6-55-359).- El alto cargo y la soberbia. “Hay terquedad en las ideas tanto en
Gamaliel como en Judas”.
* “El hombre es restringido en su forma de pensar «sin la luz sobrenatural»”.- ■ Hablan
alrededor de la cama de Lázaro de los hechos de la mañana. Y él se interesa tanto, que parece
aliviado de su sufrimiento. José de Arimatea dice: “¿Y Gamaliel, Señor? ¿Oíste?”. Jesús:
“Oí”. Nicodemo dice: “Yo, sin embargo, digo: ¡Y ese Judas de Keriot, Señor! Después de tu
partida, me lo encontré vociferando como un demonio en medio de un grupo de alumnos de los
rabíes. Te acusaba y te defendía al mismo tiempo. Estoy seguro que estaba convencido que no
hacía sino el bien. Ellos querían encontrarte culpas, sin duda estimulados por sus maestros. Él
rebatía las acusaciones con ardor inmenso, diciendo: «Solo una culpa tiene el Maestro: de no
hacer ostentación de su poder. Deja escapar la hora oportuna. Cansa a los buenos con su
demasiada bondad. ¡Rey es! Y como rey debe actuar. Vosotros le tratáis como a un siervo
porque es bueno. Y Él, por ser solo bueno, se destruye. Vosotros, cobardes y viles, no merecéis
sino el azote del poder, de un poder absoluto, violento ¡Ah, si pudiera yo hacer de Él un Saúl
violento!»”. Jesús mueve su cabeza sin comentar nada. Nicodemo añade: “Y con todo te ama a
su modo”. Lázaro exclama: “¡Qué hombre tan desconcertante!”. Zelote confirma: “Sí. Has
dicho bien. Después de dos años que vivimos juntos, no le puedo comprender todavía”.
Magdalena se levanta con aire de reina, y con voz clara dice: “Yo le he comprendido mejor que
todos: es el oprobio junto a la Perfección. No hay otra cosa que agregar” y sale por algo,
llevándose consigo a Marziam. Lázaro dice: “Tal vez María tenga razón”. José: “Lo mismo
pienso yo”. Nicodemo: “¿Y Tú, Maestro, qué dices?”. ■ Jesús: “Digo que Judas es un
«hombre». Como lo es Gamaliel. El hombre limitado frente al Dios infinito. El hombre es tan
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restringido en su modo de pensar, mientras no penetra en él un rayo sobrenatural, que puede
acoger una sola idea, incrustarla dentro de sí, o incrustarse en ella, y quedarse así. Incluso contra
la evidencia. Obstinado. Terco. Incluso por fidelidad a la cosa que más le ha impresionado
alguna vez. En el fondo, Gamaliel tiene una fe, como pocos en Israel, en el Mesías que
vislumbró y reconoció en un Niño. Y es fiel a las palabras de aquél Niño... (1). Y lo mismo
Judas. Saturado de la idea mesiánica, como la mayor parte de Israel la cultiva, confirmado en
ella por mi primera manifestación a él, ve, quiere ver en Mí, al rey, a un rey temporal,
poderoso... ¡y es fiel a esta idea suya! ¡Cuántos, incluso en el futuro, se malograrán por una
concepción de fe equivocada, cerrada a cualquier razonamiento!”.
* El cargo elevado y la soberbia.- “Es más fácil que se salve un niño o un fiel común que
uno elevado a cargo... Gamaliel-Judas... El hombre es el eterno Adán, que tenía todo
menos una cosa: quiso ésa. Pero el hombre muchas veces no queda en Adán sino se
convierte en Lucifer: quiere la divinidad...”.- ■ Jesús prosigue: “¿Pero qué pensáis vosotros,
que es fácil seguir la verdad y la justicia en todas las cosas? ¿Qué pensáis, que es fácil salvarse
solo porque se sea un Gamaliel, o un Judas apóstol? No. En verdad, en verdad os digo que es
más fácil que se salve un niño, un creyente común, que uno elevado a un cargo especial y
especial misión. Generalmente entra, en los llamados a extraordinaria carga, la soberbia de su
vocación, y esta soberbia abre las puertas a Satanás, y echa fuera a Dios. Las caídas de las
estrellas son más fáciles que las de las piedras. El Maldito trata de apagar los astros y se
insinúa, se insinúa, siempre falaz, para poder hacer caer a los elegidos. Si miles de personas
caen en los errores comunes, su caída no arrastra más que a ellos mismos. Pero si cae uno de los
elegidos, y viene a ser instrumento de Satanás en vez de serlo de Dios, su voz en vez de «mi»
voz, su discípulo en vez de «mi» discípulo, entonces la ruina es mucho mayor y puede dar
origen incluso a profundas herejías que hagan mal a tantísimos. El bien que Yo doy a una
persona producirá mucho bien si cae en un terreno humilde, y que sabe permanecer humilde;
pero, si cae en un terreno soberbio, o que se hace soberbio por el don recibido, entonces el bien
se convierte en mal. A Gamaliel se le concedió una de las primeras manifestaciones del Mesías.
Debía ser su precoz llamamiento al Ungido; sin embargo, es la razón de su sordera a mi voz que
le llama. A Judas se le concedió ser apóstol: uno de los doce apóstoles entre los millares de
hombres de Israel. Esto debía ser su santificación. Pero... ¿qué será?... ■ ¡Amigos míos, el
hombre es el eterno Adán!... Adán tenía todo. Todo menos una cosa. Y quiso ésa. ¡Y si el
hombre queda en Adán! ¡Ah, pero muy a menudo se convierte en Lucifer! Tiene todo menos la
divinidad. Y ambiciona la divinidad. Quiere lo sobrenatural para llamar la atención, para ser
aclamado, temido, conocido, afamado... Y, para conseguir algo de eso que sólo Dios puede dar
gratuitamente, se abraza fuertemente a Satanás, que es el eterno mono de Dios, y da sucedáneos
de dones sobrenaturales. ¡Qué triste suerte espera a los ensatanizados! Os dejo amigos... Me
retiro por unos momentos. Tengo necesidad de recogerme en Dios...”. Jesús, muy turbado, sale.
■ Lázaro, Nicodemo, José, Zelote se miran entre sí. José pregunta a Lázaro en voz baja: “¿Viste
cómo se ha turbado?”. Lázaro: “Sí, lo he visto. Parecía como si estuviera viendo un espectáculo
horrendo”. Nicodemo pregunta: “¿Qué tendrá en su corazón?”. José contesta: “Solo Él y el
Eterno lo saben”. Nicodemo: “¿Tú no sabes nada, Simón?”. Zelote: “No. Pero lo cierto es que
desde hace algunos meses parece muy afligido”. José: “¡Que Dios le ampare! Pero lo cierto es
que el odio aumenta”. Zelote: “Sí, José. El odio aumenta... Creo que pronto el Odio va a vencer
al Amor”. Lázaro: “¡No digas eso, Simón! Si debe suceder así, no volveré a pedir la curación.
Es mejor morir antes de asistir al más horrendo de los errores”. Zelote: “¡De los sacrilegios,
dirás, Lázaro!”. Nicodemo suspira: “Y con todo... Israel es capaz de esto. Está maduro para
repetir el gesto de Lucifer, declarando la guerra al Señor”. Un silencio penoso se forma, cual
mordaza que estrangula todas las gargantas. La tarde dice adiós a los cuatro, que piensan en los
futuros delincuentes.(Escrito el 3 de Enero de 1946).
········································· 1 Nota : Según esta Obra, un hecho marcó la vida de Gamaliel. Jesús, a los 12 años, tiempo que la Ley destinaba
para la mayoría de edad, para cumplir lo que la Ley ordenaba, estuvo en el Templo y se sometió a examen para
adquirir la mayoría de edad según los preceptos de Israel (Lc. 2,41-50). En el episodio analógico descrito por María
Valtorta para la obra sobre el Evangelio, aparecen los personajes: Gamaliel y Hillel entre estos doctores. Jesús
intervino en una disputa con ellos. Ese día, Gamaliel, impresionado por la ciencia de aquel Muchacho, oyó decirle:
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“Yo daré una señal...: Estas piedras del Templo se estremecerán cuando llegue mi hora”. Estas palabras dejaron una
huella profunda en Gamaliel, como se ve en esta Obra. . --------------------000--------------------
(<En los montes Carit, meses atrás, Jesús y apóstoles fueron asaltados por unos bandidos. Jesús habló con
ellos. Como fruto de esas palabras no solo no sufrieron daño alguno sino que los bandidos les ofrecieron
comida. Jesús la aceptó y encareció a los apóstoles que, aunque era una comida, producto de robos, no la
rechazaran. Ahora Jesús y los apóstoles pasan nuevamente por el mismo sitio>) .
6-380-129 (7-70-464).- El amor de los apóstoles: de la contemplación a la acción.
* “Ese movimiento inicial de caridad que tuvieron con nosotros tendrá su recompensa”.- ■
Jesús dice a los apóstoles: “Sí. No tengáis miedo. Ved que algunas veces el mal ayuda al bien.
Aquí los cuervos dieron de comer a Elías (1). Nosotros podemos decir que los feroces cuervos
nos calmaron el hambre”. Pedro pregunta: “¿Crees que exista algún movimiento de conversión
en ellos?”. Jesús: “No. Pero la caridad que tuvieron, aun siendo movida por la idea de que
usando generosidad nos habrían puesto en condiciones de no traicionarles...”. Andrés
interrumpe: “¡Pero nosotros no los habríamos traicionado!”. Jesús: “Claro que no, pero ellos,
ladrones infelices, no lo saben. No hay nada de espiritual en sus obras, cargados como están por
el peso de los delitos”. Juan pregunta: “Señor, acabas de decir que la caridad... No entendí qué
quisiste decir”. Jesús explica: “Quise decir que la caridad, que tuvieron para con nosotros, no
dejará de tener su recompensa, al menos entre los mejores. La conversión, que no ha ocurrido,
puede efectuarse lentamente; lentamente pero puede llegar. Por eso os dije: «No rechacéis lo
que os dan». Y lo acepté aun cuando tenía hedor de pecado”. Juan: “Y también comiste...”.
Jesús: “Cierto. Pero no los humillé, rechazándolos. Un movimiento inicial de caridad había en
ellos. ¿Por qué destruirlo? Ese arroyo que corre allá en el fondo ¿no nace del manantial que
gotea de aquella roca? Tenedlo siempre presente”.
* “¿Sabéis cómo el hombre «finito» puede poseer un amor «infinito»? Uniéndose
totalmente a Dios para ser una cosa con Él. Entonces la criatura desaparece en el Creador,
obra Él, que es Infinito. Convertiréis los corazones no por la manera con que habléis, sino
por el modo con que obréis”.- ■ Jesús: “Y es una lección para vuestra vida futura. Para cuando
ya no esté más entre vosotros. Si encontráis durante vuestros viajes a algunos delincuentes, no
seáis como los fariseos, que desprecian a todos y no se preocupan de —estando pervertidos
como están— despreciarse antes a sí mismos. Tratad más bien acercaros a ellos con mucho
amor. Quisiera decir: «con amor infinito». Y es más, lo digo. Y ello es posible, a pesar de que el
hombre sea «finito y limitado» en sus acciones y en sus hechos. ■ ¿Sabéis cómo el hombre
«finito» puede poseer un amor «infinito»? Uniéndose totalmente a Dios para ser una cosa con
Él. Entonces la criatura desaparece en el Creador, obra Él, que es Infinito. Así, unidos con Dios
por la fuerza del amor deberán ser mis apóstoles. Convertiréis los corazones no por la manera
con que habléis, sino por el modo con que obréis. ¿Vais a encontrar pecadores? Amadlos. ¿Vais
a sufrir por discípulos que se descarríen? Tratad de salvarlos con el amor. Recordad la
parábola de la oveja perdida. Os digo que esta parábola, por los siglos y siglos, será la
dulcísima llamada: lanzada a los pecadores; pero también será una orden clara dada a mis
sacerdotes. Empleando todos los medios, todo sacrificio, aún a costa de perder la vida por salvar
un alma, pacientemente deberéis ir buscando a los extraviados para que vuelvan al redil”.
* “Por la contemplación se ama a Dios, pero por la acción se ama al prójimo. Estos dos
amores no están separados, porque uno solo es el amor, y al amar al prójimo amamos a
Dios. No podréis, ni vosotros ni los futuros sacerdotes, decir que sois mis amigos si vuestra
caridad, y la de ellos, no se vuelve toda a la salvación de las almas”.- ■ Jesús prosigue: “El
amor os dará alegría. Os dirá: «No tengas miedo». Os dará un poder de expansión por el mundo,
como ni Yo mismo lo tuve. El amor de los futuros justos no deberá ponerse como una señal
exterior sobre el corazón o sobre el brazo, como dice el Cantar de los Cantares (2) sino que debe
ponerse dentro del corazón. Debe ser el fermento que empuje al alma a cualquier acción. Y cada
acción debe ser una sobreabundancia de la caridad, que no se siente ya satisfecha de amar a
Dios o al prójimo solo mentalmente, sino que baja a la arena, a luchar contra los enemigos de
Dios, para amar a Dios y al prójimo en lo contingente, en acciones incluso materiales, que son
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vías para acciones más grandes y perfectas que poco a poco concluyen en la redención y
santificación de los hermanos. Por la contemplación se ama a Dios, pero por la acción se ama al
prójimo. Estos dos amores no están separados, porque uno solo es el amor, y al amar al prójimo
amamos a Dios, que nos ordena este amor y que nos ha dado al prójimo por hermano. ■ No
podréis, ni vosotros ni los futuros sacerdotes, decir que sois mis amigos si vuestra caridad, y la
de ellos, no se vuelve toda a la salvación de las almas por las que Yo me he encarnado y por las
cuales sufriré. Os doy ejemplo de cómo se ama. Vosotros y los que vinieren detrás de vosotros,
tenéis que imitarme. Se acerca la nueva era. La del amor. He venido a poner fuego en los
corazones que crecerá aun después de mi Pasión y Ascensión, y os incendiará cuando el Amor
del Padre y del Hijo descienda a consagraros para el ministerio. ■ ¡Divinísimo Amor! ¿Por
qué tardas en consumar la Víctima y en abrir los ojos y los oídos, en soltar las lenguas y los miembros a este rebaño mío, para que se meta en medio de los lobos y enseñe que Dios es Caridad y que quien no tiene caridad dentro de sí no es sino un animal y un demonio? ¡Ven Espíritu dulcísimo y fortísimo, e incendia la Tierra, no para destruirla sino para purificarla! ¡Incendia los corazones! Haz de ellos que sean como Yo, unos ungidos por el amor, que obren por amor, santos y santificadores por amor. ■
Bienaventurados los que amen porque serán amados, y no dejará su alma un instante de cantar a
Dios, junto con los ángeles, hasta que canten la gloria eterna en la luz del Cielo. Cúmplase esto
en vosotros, amigos míos. Id ahora y haced con amor lo que os he dicho”. (Escrito el 9 de
Febrero de 1946).
··············································· 1 Nota : Cfr. 1Rey. 17,2-6.
2 Nota : Cfr. Cant. 8,6.
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7-460-176 (8-152-174).- “Donde hay un buen sinagogo (sacerdote) hay buenos fieles y allí está
Dios”.
* “Los sinagogos están para ser vuestros maestros”.- ■ Es sábado en Cafarnaúm. Jesús se
echa a caminar de nuevo, no volviendo inmediatamente al pueblo por el camino recorrido antes,
sino dando una vuelta entre los huertos que le lleva al lado del manantial que está cerca del lago,
manantial que toman al asalto las mujeres para proveerse de agua cuando el sol no está todavía
alto y está fresca el agua. “¡El Rabbí! ¡El Rabbí!”. Es un acudir hacia Él de mujeres, de niños y
hasta de hombres, ancianos ya en su mayoría, y que en el sábado no tienen nada que hacer.
“Una palabra, Maestro, para que hacer alegre este día” dice un hombre ya muy anciano que
lleva de la mano a un niño, tal vez su biznieto, porque si el viejo tiene casi ciertamente cien
años, el niño no tendrá más de seis. Y la gente añade: “Sí. Alegra al viejo Leví y a nosotros con
él”. Jesús les dice: “Este día os va a hablar Jairo. Yo seré uno de sus oyentes. Tenéis un
sinagogo sabio”. La gente le replica: “¿Por qué dices eso, Maestro? Tú eres el sinagogo de los
sinagogos, el Maestro de Israel. Nosotros te reconocemos solo a Ti”. ■ Jesús: “No está bien.
Los sinagogos están puestos para que sean vuestros maestros, para encargarse del culto entre
vosotros, dándoos ejemplo para haceros unos fieles Israelitas. Los sinagogos seguirán estando
cuando Yo ya no esté. Tendrán otro nombre, otras ceremonias, pero siempre serán los ministros
del culto. Debéis amarlos y debéis orar por ellos; porque donde hay un buen sinagogo hay
buenos fieles, y por tanto, allí está Dios”(Escrito el 18 de Julio de 1946).
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(<Jesús adoctrina al apóstol Juan y a Abel de Belén de Galilea, futuros sacerdotes, médicos y maestros de
almas. Abel, llevado por su celo, socorre también a unos leprosos amigos>)
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7-476-307 (8-171-295).- Lección sobre el cuidado de las almas: las virtudes del apóstol hallan
su luz en el amor. * “Valor de las obras de misericordia corporales: allanan el camino a las espirituales”.- ■
Jesús les dice: “En las conversiones hay que tener constancia. Lo que no se consigue en un año,
se logra en dos o más. Hay que insistir en hablarles de Dios, aunque parezcan como las rocas
que los cobijan”. Abel pregunta: “¿Hago mal entonces en pensar en darles alimentos? Me había
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propuesto traérselos antes del sábado, porque los sábados los hebreos no viajan, y nadie piensa
en ellos...”. Jesús: “Has hecho bien. Tú lo has dicho. Son paganos. Por tanto, piensan más en el
cuerpo que en el alma. La amorosa solicitud que les demuestras en calmar su hambre, despierta
en ellos el cariño hacia el desconocido, que se preocupa por ellos. Y, cuando te quieran, te
escucharán, aunque les hables de cosas distintas de la comida. El amor preludia siempre el
seguimiento de aquel a quien se ha empezado a amar. Ellos te seguirán un día en los caminos
del espíritu. Las obras de misericordia corporales allanan el camino a las espirituales, que lo
limpian y aplanan de modo que el encuentro con Dios, que se acerca a un hombre preparado de
este modo, se realiza sin que el mismo individuo caiga en la cuenta. Éste se encuentra a Dios
dentro de sí y no sabe por dónde ha entrado. ¿Por dónde? A veces tras una sonrisa, tras un
pedazo de pan, tras una palabra de compasión, ha empezado la apertura de la puerta de un
corazón cerrado a la Gracia, y ha empezado el camino de Dios para entrar en ese corazón”.
. ● “Las almas son la cosa más variada que existe. Exige estudio continuo, paciencia
constante, firmeza en saber curar sin asco y sin falsa piedad, prudencia en el trato”.- ■
Jesús: “¡Las almas! Son la cosa más variada que pueda haber. Ninguna cosa —y son muchas las
cosas que hay en la tierra— es tan variada en sus aspectos como son las almas en sus
inclinaciones y reacciones. ¿Veis ese robusto terebinto? Está en medio de un bosque de
terebintos, semejantes a él en especie. ¿Cuántos son? Centenares, mil quizás, quizás más.
Cubren esta parte escabrosa del monte, dominando con su aroma penetrante y saludable de
resinas todos los demás olores del valle y del monte. Pero, fijaos. Mil y más, pero no hay
siquiera uno que por su grosor, altura, corpulencia, inclinación, disposición, sea igual a otro, si
se observa bien. Uno derecho como una caña. Otro inclinado hacia el norte o sur, oriente u
occidente. Uno, nacido todo en tierra; otro, allá, en un risco, que no se sabe ni cómo puede
sostenerle ni cómo el árbol puede sostenerse tan pendiente en el vacío, casi haciendo de puente
con la otra ladera que se alza sobre aquel torrente, ahora seco, pero muy turbulento en épocas de
lluvias. Uno retorcido, como si un tirano lo hubiera aplastado cuando era todavía tierna planta;
otro, sin defectos. Uno, con ramaje casi hasta el suelo; otro, sin ramaje, apenas con un penacho
en su cima. Aquel, con ramas solo en la derecha; aquel otro, frondoso abajo y reseco arriba, en
la cima quemada por un rayo. Éste, casi muerto, sobrevive gracias a una rama obstinada, única,
que brotó junto a las raíces y recoge la savia que en lo alto había muerto. Y éste, el primero que
os he señalado, hermoso a más no poder, ¿tiene acaso una rama, una ramita, una hoja —¿qué
digo una hoja, respecto a las miles que tiene?— igual a otra? Parecen iguales, pero no lo son.
Mirad esa rama, la que está más abajo. Observad la parte alta de ella, solo la punta de la rama.
¿Cuántas hojas habrá en ese extremo? Tal vez doscientas, verdes y finas. Y, no obstante, mirad:
¿hay una igual a otra, en color, vigor, lozanía, flexibilidad, aspecto, edad? No la hay. ■ De igual
modo las almas. Hay tantas diversidades de tendencias y reacciones como almas existen. Y no
es un buen maestro y médico de almas el que no sabe conocerlas y trabajarlas según sus
distintas tendencias y reacciones. No es un trabajo fácil, amigos míos. Se necesita un continuo
estudio, hábito de meditación, que ilumina más que cualquier larga lectura de textos fijos. El
libro que debe estudiar un maestro y un médico de almas es las mismas almas. Tantas hojas
cuantas almas, y en cada hoja muchos sentimientos y pasiones pasadas, presentes y en embrión.
Por tanto, se necesita un estudio continuo, atento, reflexivo; se necesita paciencia infatigable,
constante. Firmeza en saber curar las llagas más pútridas para curarlas sin dar muestras de asco,
cosa que humillaría al enfermo, y sin falsa piedad, que, por no hacer sufrir descubriendo la
podredumbre y no limpiar por temor a hacer sufrir la parte corrompida, deja que el mal se haga
gangrena y se extienda por todo el cuerpo. Prudencia, al mismo tiempo para no profundizar con
modos demasiado violentos las heridas de los corazones, y para no infectarse con su contacto
por alardear de que no se teme la infección al tratar con los pecadores”.
. ● “Esas virtudes, necesarias al médico de almas ¿dónde encuentran su luz? En el
amor”.- ■ Jesús: “Y todas estas virtudes, necesarias para el maestro y médico de almas, ¿dónde
hallan su luz para ver y comprender; su paciencia, algunas veces heroica, para perseverar
recibiendo frialdad, alguna vez ofensas; su fortaleza para saber curar; su prudencia para no
perjudicar al enfermo ni perjudicarse a sí mimo? En el amor. Siempre en el amor. El amor da
luz a todo, da sabiduría, da fortaleza y prudencia; preserva de las curiosidades, que se prestan
como medio para cometer culpas ya curadas. Cuando uno es todo amor, no puede entrar en él
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otro deseo ni ninguna otra ciencia sino los del amor. Sabéis que los médicos dicen que, cuando
uno estuvo grave de alguna enfermedad y curó, difícilmente vuelve a contraer la misma
enfermedad, porque ya su sangre la ha recibido y la ha vencido. La idea no es del todo perfecta,
pero tampoco está equivocada. Pero el amor, que es salud y no enfermedad, produce eso que
dicen los médicos, y para todas las pasiones que no son buenas. Quien ama con toda sus fuerzas
a Dios y a sus hermanos, no hace nada que pueda causar dolor a Dios y a los hermanos; por
esto, aunque se acerque a los enfermos de espíritu y llegue a saber cosas, que el amor hasta el
presente había ocultado, no se corrompe con ellas, porque permanece fiel al amor y el pecado no
entra. ■ ¿Qué fuerza puede tener la sensualidad para aquel que ha vencido la sensualidad con la
caridad? ¿Qué fuerza, las riquezas para el que en el amor de Dios y a las almas encuentra todos
los tesoros? ¿Qué, la gula; qué, la avaricia; qué, la incredulidad; qué, la pereza; qué, la soberbia:
para quien solo tiene apetito de Dios; para quien se entrega a sí mismo al servicio de Dios, para
quien en su fe encuentra todo su bien; para quien se siente aguijoneado por la llama incansable
de la caridad, y trabaja incansablemente para dar alegría a Dios; para quien conoce a Dios —
amarle es conocerle— y ya no puede ensoberbecerse, porque comprende qué es respecto a
Dios?”.
. ● “Ni el nombre, ni la vestidura, sino el amor, os hará sacerdotes, esto es, ministros de
Cristo, maestros y médicos de almas. Ellas, todas diferentes entre sí, llegarán a tener una
única semejanza: la del Padre, si las sabéis trabajar con amor”.- ■ Jesús: “Un día seréis
sacerdotes de mi Iglesia. Seréis, pues, médicos y maestros de los espíritus. Recordad estas
palabras mías. No será el nombre que lleváis, ni la vestidura, ni las funciones que ejercitéis, lo
que os hará sacerdotes, esto es, ministros de Cristo, maestros y médicos de almas, sino el amor
que tengáis. El amor os dará todo cuanto es necesario para serlo; y las almas, todas diferentes
entre sí, llegarán a tener una semejanza única: la del Padre, si las sabéis trabajar con el amor”. ■
Juan exclama “¡Qué hermosa lección, Maestro!”. Abel pregunta: “¿Pero lograremos algún día
nosotros ser así?”. Jesús mira al uno y al otro, y luego pasa su brazo sobre los hombros de
ambos, los estrecha contra Sí, el uno a la derecha, el otro a la izquierda, y les besa en los
cabellos diciendo: “Lo lograréis porque habéis comprendido el amor”. (Escrito el 19 de Agosto
de 1946).
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8-511-80 (9-208-512).- Lección de Jesús a los 12 antes de enviarlos a predicar.
* “Debéis predicar mi Doctrina hasta con vuestro modo de vivir y convivir entre vosotros
y con quien os acoge. Veis que los ojos del mundo están siempre sobre nosotros. ¡Ay del
apóstol que es escándalo!”.- ■ Jesús está en Nobe. Y debe ser desde hace poco, porque está
organizándose y dividiendo en tres grupos de a cuatro personas a sus doce para distribuirlos en
las casas. Con Él se quedan Pedro, Juan, Judas Iscariote y Simón Zelote. Con Santiago de
Zebedeo, que hace cabeza, van Mateo, Judas de Alfeo y Felipe. En el tercero, en que Bartolomé
es el jefe, están Santiago de Alfeo, Andrés y Tomás. Jesús les dice: “Iréis, después de la cena, a
donde os han ofrecido hospedaros. Volveréis aquí por la mañana, y os diré lo que tendréis que
hacer. Estaremos juntos a la hora de las comidas. Acordaos de lo que muchas veces os he dicho:
que debéis predicar mi Doctrina hasta con vuestro modo de vivir y convivir entre vosotros y con
quien os acoge. Sed, pues, sobrios, pacientes, honestos en vuestras palabras, en vuestras
acciones, en vuestras miradas, de modo que de vosotros se respire como perfume vuestra
rectitud. Ya veis cómo los ojos del mundo están siempre sobre nosotros, para calumniarnos o
para estudiarnos, y también para venerarnos. ■ Pero los que hacen esto ultimo son los menos
entre los muchos ojos que nos observan. Y, no obstante, de estos pocos debemos tener sumo
cuidado, porque el trabajo del mundo carga contra la fe de los mismos para desmoronarla; y
todo sirve al mundo como arma para destruir el amor de los buenos hacia Mí, y, como
consecuencia, hacia vosotros. No ayudéis, pues, al mundo con un modo de vivir que no es santo.
No hagáis pesada la carga de los que deben defender su fe de las asechanzas de mis adversarios,
siéndoles causa de escándalo. El escándalo introduce la duda en las almas, las aleja, las debilita.
■ ¡Ay del apóstol que es escándalo para las almas! Peca contra su Maestro y contra el prójimo,
contra Dios y contra el rebaño de Dios. Pongo mi confianza en vosotros. No añadáis a mi dolor,
que es ya mucho, otro dolor que venga de vosotros”. Bartolomé dice: “No te preocupes,
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Maestro. De nosotros no recibirás ningún dolor, a no ser que Satanás nos extravíe a todos”.
(Escrito el 11 de Octubre de 1946). . --------------------000--------------------
8-555-442 (10-16-110).- Lección de Jesús a Pedro, futuro sacerdote, para juzgar y absolver los
pecados.
* Las 7 condiciones para valorar un pecado.- ■ Jesús está solo en una pequeña habitación,
sentado sobre la cama. Piensa u ora. Una lamparita de llama amarillenta, encima de un estante,
ilumina la estancia. Debe ser ya noche porque no se oye ruido alguno en la casa, o por el
camino, solo el ruido del arroyo que parece aumentar con el silencio de la noche. Jesús levanta
su cabeza mirando hacia la entrada. Escucha. Se levanta y se dirige a abrir. Ve a Pedro en el
umbral. “¿Tú? Ven. ¿Qué se te ofrece, Simón? Tenías que estar acostado porque mañana te
espera una larga caminata”. Jesús le toma de la mano y le hace pasar adentro, cerrando la puerta
sin hacer ruido. Le invita a sentarse a su lado en la orilla de la cama. Pedro: “Vine a decirte,
Maestro... Sí, vengo a decirte que... ya has visto también hoy para lo que valgo: soy capaz solo
de hacerse divertir a unos pequeñuelos, de consolar a una viejecita, de arreglar un pleito entre
dos pastores por una oveja herida. Soy un pobre hombre. Tan pobre que no comprendo ni
siquiera lo que me explicas. Pero, éste es otro asunto. Ahora vengo a decirte que, precisamente
por esta razón, me dejaras aquí contigo. No me entusiasma el ir por ahí predicando, cuando Tú
no estás con nosotros; y además no soy capaz de hacerlo... Concédeme, Señor”. Pedro habla con
vehemencia pero con los ojos clavados sobre la rústica baldosa del suelo. ■ Jesús le ordena:
“Mírame, Simón”. Pedro levanta su cara. Jesús le mira fijamente y le pregunta: “¿Es esto todo el
motivo de que estés despierto? ¿Todo el motivo de pedir que te deje aquí? Sé sincero, Simón.
No es murmurar decir a tu Maestro la otra parte de tu pensamiento. Hay que saber distinguir
entre palabra ociosa y palabra útil. Es ociosa —y generalmente en el ocio florece el
pecado—, cuando se habla de defectos ajenos con quien nada tiene que ver con ellos. En este
caso, es simplemente falta de caridad, aunque las cosas dichas fueran verdaderas; como es falta
de caridad hacer reproches más o menos duros sin unir al reproche el consejo necesario. Y me
refiero a reproches justos; los otros, son injustos y son pecado contra el prójimo. Pero cuando
uno ve que su prójimo peca, y sufre por ello, porque, pecando, ese prójimo suyo ofende a Dios y
daña su alma; y siente que por sí solo no es capaz de medir la magnitud del pecado ajeno, y no
se siente suficientemente sabio para dar consejo, y entonces se dirige a un justo, a un sabio, y le
confía su preocupación, entonces no comete pecado, porque sus confidencias están dirigidas a
poner fin a un escándalo y a salvar un alma. Es como uno que tuviese un pariente enfermo de
carácter vergonzoso. Está claro de que procurará ocultar el mal, pero, en secreto, irá al médico a
decirle: «Mi pariente, según yo, tiene esto y esto, pero no sé ni aconsejarle ni curarle. Ven tú o
dime qué debo hacer». ¿Falta éste, acaso, contra el amor respecto a su pariente? No. Sí que
faltaría si, por un mal entendido sentimiento de prudencia y amor, fingiera no darse cuenta de la
enfermedad y dejase que ésta progresara y llevara a la muerte. ■ Llegará un día —y no pasarán
muchos años—, que tú y tus compañeros escucharéis confidencias de los corazones. No en la
forma como ahora las escucháis, como hombres comunes y corrientes; las escucharéis como
sacerdotes, esto es, como médicos, maestros y pastores de las almas, como Yo soy Médico,
Maestro y Pastor. Deberéis escuchar, decidir y aconsejar. Vuestro juicio tendrá el mismo valor
como si Dios mismo lo hubiese pronunciado...”. Pedro se separa un poco de Jesús y poniéndose
en pie objeta: “No es posible esto, Señor. No nos impongas nunca eso. ¿Cómo quieres que
juzguemos como Dios, si no sabemos ni siquiera juzgar como hombres?”. Jesús: “Entonces
sabréis, porque el Espíritu de Dios estará sobre vosotros y os iluminará con sus luces. Sabréis
juzgar, teniendo en cuenta las siete condiciones, según las cuales sabréis aconsejar o perdonar
los hechos que os presentaren. Escúchame bien y trata de comprenderlas. En su día, el Espíritu
de Dios te traerá a la memoria mis palabras (1). Pero también tú trata de usar tu memoria, porque
Dios te la ha dado para que la uses sin haraganería, ni presunción espirituales que arrastran o a
esperar todo de Dios o a exigir todo Él. Cuando seas médico, maestro y pastor en mi lugar y
haciendo mis veces, y cuando un fiel venga a llorar a tus pies sus inquietudes, sus desazones
debidas a acciones propias o ajenas, tú deberás tener presentes estas siete condiciones o
preguntas. 1ª Quién: ¿Quién ha pecado? 2ª Qué: ¿Cuál es la materia del pecado? 3ª Dónde: ¿En
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qué lugar? 4ª Cómo: ¿En qué circunstancias? 5ª Con qué o con quien: El instrumento o la
criatura que sirvió para pecar. 6ª Por qué: ¿Cuáles fueron los incentivos que han creado el
ambiente favorable al pecado? 7ª Cuándo: ¿En qué condiciones y reacciones, y si
accidentalmente o por hábito contraído?”.
* Consejos para aplicar las 7 condiciones.- ■ Jesús: “Ten en cuenta, Simón, que el mismo
pecado puede tener innumerables matices y grados, según todas las circunstancias que lo han
creado y las personas que lo han llevado a cabo. Tomemos, para ilustrar lo que digo, los dos
pecados más frecuentes: el de la concupiscencia carnal y el de la concupiscencia de las riquezas.
Una persona ha cometido pecado de lujuria, o cree haberlo cometido; ■ porque algunas veces el
hombre confunde el pecado con la tentación, o bien juzga como iguales el estímulo creado
activamente, debido a una malsana tendencia, y los pensamientos que surgen como reflejo del
sufrimiento de una enfermedad, o también porque la carne y la sangre, algunas veces, forman
imprevistas voces, que resuenan en la mente antes de que ésta tenga tiempo de ponerse en
guardia para sofocarlas. Llega a ti y te dice: «He cometido pecado de lujuria». Un sacerdote
imperfecto le diría: «Recaiga sobre ti la maldición». Pero, tú, mi Pedro, no debes decir eso.
Porque tú eres Pedro de Jesús, eres el sucesor de la Misericordia. Antes de condenar, debes
considerar e investigar suave y prudentemente ese corazón que llora ante ti, para conocer todos
los lados del pecado, o del supuesto pecado, del escrúpulo. Dije: suave y prudentemente.
Acuérdate de que además de maestro y pastor eres médico. El médico no pone veneno en las
llagas. Pronto para cortar si hay gangrena, sabe, de todas formas descubrir y curar con mano
suave, si hay solo laceraciones de partes vivas que deban ser unidas y no arrancadas. ■
Acuérdate de que además de médico y pastor eres maestro. Un maestro adapta sus palabras
según la edad de sus discípulos. Sería un escándalo un pedagogo que a niñitos revelara leyes
del instinto que ellos, inocentes, ignoraban, haciendo que se conviertan en maliciosos precoces.
■ Igualmente en el trato de las almas hay que tener prudencia en las preguntas. Respetarse y
respetar. Te será fácil si en toda alma ves un hijo. Un padre es por naturaleza maestro, médico y
guía de sus hijos. Por esto, quienquiera que fuera la persona que tengas delante, desasosegada
por el pecado, o por el temor del pecado, ámala con amor paternal, y sabrás juzgar sin herir ni
escandalizar. ¿Me comprendes?”. ■ Pedro: “Sí, Maestro. Comprendo muy bien. Deberé ser
cauto, paciente, convencer a descubrir las heridas, cuidar de no llamar la atención de otros; y,
solo cuando viera que realmente hay herida, decir: «¿Ves? Aquí te has hecho daño por este
motivo o por aquel otro». Pero, si veo que la persona solo tiene miedo de haberse herido por
haber visto fantasmas, entonces... soplar sobre esa oscuridad y alejarla, sin proyectar luces, por
un celo inútil, que pudieran hacer ver reales raíces de pecado. ¿Dije bien?”. Jesús: “Muy bien.
Si, pues, alguien te dijere: «He cometido pecado de lujuria», tú considera a quién tienes delante.
Es verdad que se puede pecar a cualquier edad. Pero será más fácil encontrar el pecado en un
adulto que no en un niño. Por lo tanto, distintas serán las preguntas que habrá que hacer y las
respuestas que habrá que dar, si se trata de un hombre o de un niño. ■ Terminado el primer
modo de escrutinio, sigue el segundo, sobre la materia del pecado, luego el tercero, acerca del
lugar del pecado, el cuarto, sobre las circunstancias, el quinto, acerca del cómplice, el sexto,
acerca del por qué, y el séptimo, acerca del tiempo y número del pecado. Verás que,
generalmente, mientras que para un adulto, que además viva en el mundo, a cada pregunta tuya
te aparecerá una circunstancia de verdadera culpa, para las almas infantiles por edad o por
espíritu, a muchas preguntas deberás responderte: «Aquí hay humo, y no razón de culpa». ■ Es
más, algunas veces verás, en lugar de fango, que lo que hay es un lirio que tiene miedo de
ensuciarse de fango, y que confunde la gota de rocío posada sobre su cáliz con la mancha del
lodo. Son almas tan deseosas del Cielo que tiemblan verse manchadas incluso con la sombra de
una nube que por un momento se interpuso entre ella y el sol, pero que pasa pronto sin dejar
huella de sí en la cándida corola. Son almas tan inocentes y deseosas de seguir siéndolo, que
Satanás las asusta con tentaciones mentales o instigando los incentivos de la carne o la carne
misma, aprovechándose de verdaderas enfermedades de la carne. A estas almas hay que
consolarlas porque no son pecadoras sino mártires. Recuerda esto siempre. ■ Recuerda también
de juzgar con el mismo método al que cometió pecado de avidez de riquezas o bienes ajenos.
Porque, si es culpa maldita la avidez sin necesidad ni piedad, robando al pobre sin compasión, y
vejando contra la justicia a ciudadanos y criados o a los pueblos, menos grave, mucho menos
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grave, es la culpa de quien, viendo que no se le da un pedazo de pan, lo roba para apagar su
hambre y la de sus hijos. Recuerda que si, tanto para el lujurioso como para el ladrón, hay que
tener en cuenta, en el acto de juzgar, el número, las circunstancias, la gravedad de la culpa, ■
también hay que tener en cuenta el conocimiento que había por parte del pecador, del pecado
que ha cometido y en el momento que lo cometía. Porque si alguien lo hace con pleno
conocimiento, peca más que el que lo hace por ignorancia. Y quien libremente peca, es más
pecador que el que se ve forzado. En verdad te digo que habrá casos con apariencia de pecado,
pero son martirio, y tendrán su premio. ■ Recuerda, sobre todo, que, en todos los casos, antes
de condenar, deberás acordarte de que tú también eres hombre y de que tu Maestro, a quien
nadie pudo encontrar pecado, jamás condenó a nadie que se hubiera arrepentido de haber
pecado. Perdona 70 veces 7 y también 70 veces 70 los pecados de tu hermano y de tus hijos.
Porque cerrar las puertas de la Salud a un enfermo, solo porque haya recaído en la enfermedad,
es querer su muerte. ¿Has comprendido?”. Pedro: “Sí. Esto verdaderamente lo he
comprendido...”. (Escrito el 15 de Enero de 1947).
·········································· 1 Nota : Alusión a la sobreabundante efusión del Espíritu Santo y sus admirables efectos, entre los cuales está el
de traer a la memoria las palabras de Jesús. Cfr. Ju.14,25-26; 16,12-15.
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(<Este episodio tiene lugar el sábado anterior al Domingo de Ramos, en casa de Lázaro en Betania>)
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9-584-241 (10-45–311).- Parábola de las dos lámparas.
* El brillo deslumbrante de una lámpara y el tranquilo y constante de otra.- ■ Una vez que
han cesado las lluvias, el cielo muestra una faz limpísima y brilla en lo alto un sol hermoso. La
tierra, lavada, está tersa como el firmamento. Parece como si hace pocas horas hubiera sido
creada por lo fresca y limpia que se ve. Todo resplandece, todo canta en esta serena mañana.
Jesús pasea lentamente por los senderos más alejados del jardín. Solo alguno que otro jardinero
mira este paseo solitario en las primeras horas matinales. Nadie le interrumpe al Maestro; al
contrario, se retiran en silencio para dejarle en paz. Es sábado, día de descanso, y los jardineros
no trabajan, aunque, por una larga costumbre, han salido a ver sus plantas, sus colmenas, sus
flores. ■ Poco a poco el jardín se anima. Primero salen los siervos de la casa y las criadas, luego
los apóstoles, las discípulas, y finalmente Lázaro. Jesús se acerca a ellos y los saluda como de
costumbre. Lázaro pregunta a Jesús: “¿Desde cuándo estás aquí, Maestro?”, mientras sacude de
los mechones de los cabellos de Jesús algunas gotas de rocío. Jesús: “Desde el amanecer. Tus
pajarillos me invitaron a alabar a Dios. Vine a contemplar a Dios en las bellezas de la creación y
a honrarle, a orar con corazón contento. Es hermosa la Tierra, y en estas primeras horas del día,
de un día como éste, se nos muestra con la frescura que tenía en los primeros días de su
existencia”. Pedro dice calmadamente: “Verdaderamente tiempo de Pascua. Y se ha
estabilizado. Se mantendrá porque se ha estabilizado en la primera fase de la luna con viento
propicio”. Lázaro: “Me alegro de ello. Una pascua lluviosa es triste”. Bartolomé: “Echa a perder
hasta las mieses que necesitan del sol, ahora que se aproxima la cosecha”. Andrés a su vez:
“Estoy feliz de estar aquí. Hoy es sábado y no vendrá nadie. Ningún extraño entre nosotros”...
■ Un siervo viene a decir algo a Marta; se va y regresa con otros que traen jarras de leche, tazas
con pan, mantequilla y miel. Se sientan acá y allá en los asientos. Luego se reúnen alrededor del
Maestro y le piden que les diga una parábola, «una hermosa parábola, serena como este día de
nisán». Y Jesús les habla: “Escuchad. Un día hubo un hombre que encendió dos lámparas para
honrar al Señor en una de sus fiestas. Las dos eran iguales de tamaño. Les echó igual cantidad
de aceite, les puso su mecha, y las prendió al mismo tiempo, para que sus llamas oraran por él
mientras él trabajaba como estaba permitido. Después de un poco tiempo regresó y vio que una
lámpara ardía muy bien, mientras que la otra lanzaba una llamita tranquila, quieta, que apenas se
movía, que parecía un puntito de luz en el rincón donde estaba. Pensó que era por la mecha. La
vio. Estaba bien, pero no ardía tan alegremente como la otra, que tan alegremente ardía que
parecía una lengua la llama que lanzaba, y era como si verdaderamente musitase palabras.
Efectivamente, al agitarse ardiendo con tanta vehemencia, hasta emitía un leve susurro. Dijo
entre sí: «Esta lámpara canta verdaderamente las alabanzas del Altísimo Señor. ¡Sin embargo,
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ésta otra! ¡Mírala, alma mía! ¡Lo hace con tan poco ardor, que parece que le pesara el tener que
honrar al Señor!» y regresó a sus labores. Volvió poco después. La llama que antes ardía bien,
se había levantado un poco más, y la otra empequeñecida, pero seguía ardiendo de la misma
manera, esto es, firme pero suavemente. Volvió otra vez, y lo mismo. Pero al regresar a la cuarta
vez encontró la habitación llena de humo, y vio sólo una llamita que, a través de la espesa
humareda, seguía alumbrando. Fue a la mesa donde estaban las lamparillas y vio que la que
tanto ardía antes estaba ennegrecida y se había acabado completamente. Vio que incluso había
manchado con su lengua la pared blanca. La otra, por el contrario, continuaba con su constante
brillo alabando al Señor. Estaba a punto de poner una nueva mecha cuando una voz se oyó: «No
cambies nada. Medita en ello, que es un símbolo. Soy el Señor». ■ El hombre se echó en tierra
adorándole y con gran temor se atrevió a decir: «Soy un necio. Explícame, oh Sabiduría, el
símbolo de las lamparillas, de las cuales, la que parecía más activamente honrarte no ha hecho
más que daño y la otra mantiene su luz». El Señor le habló así: «Lo haré. Lo mismo sucede con
el corazón de los hombres. Hay corazones que al principio arden, resplandecen, son la
admiración de los hombres, pues muy perfecta y constante parece su llama. Y hay corazones
que brillan con suavidad, que no llaman la atención y que puede parecer tibieza en lo relativo a
honrar al Señor. Pero, pasada la primera efusión de llama, o la segunda o la tercera, entre la
tercera y la cuarta causan daño, y luego se apagan porque la luz de esos corazones no era segura.
Quisieron brillar más por los hombres que por Dios, y la soberbia los consumió en breve
tiempo, en medio de un negro y denso humo que oscureció incluso el aire. Los otros han
conservado una voluntad única y constante: honrar sólo a Dios, y, sin preocuparse de si el
hombre les alaba, se consumieron a sí mismos con una clara y larga llama, exenta de humo y de
hedor. Que sepas imitar a esa lamparita constante, porque sola ésa es grata al Señor». ■ El
hombre levantó su cabeza... El aire había quedado limpio de humo y la llama de la lamparita fiel
resplandecía, ahora sola, pura, constante, en honor de Dios, haciendo brillar el metal de la
lamparilla como si fuera de oro puro. Y la miraba resplandecer, siempre igual, durante horas y
horas, hasta que dulcemente, sin humo ni mal olor, sin ensuciar nada, la llama expiró en un
repentino resplandor pareciendo subir al cielo para ponerse entre las estrellas, habiendo honrado
dignamente al Señor hasta la última gota y la última hebra de su vida. ■ En verdad, en verdad os
digo que son muchos los que al principio dan una llama intensa y atraen la atención del mundo,
el cual solo ve la superficie de las acciones humanas; pero enseguida perecen carbonizándose y
llenando todo con su humo de mal olor. Y en verdad os digo que Dios no observa su llama
porque ve que es un arder orgulloso que tiene un fin humano. Bienaventurados los que sepan
imitar a la segunda lámpara y no carbonizarse sino subir al Cielo con el último latido de su
constante amor”.
* El mundo, por boca de Iscariote, interpreta a su modo, el brillo de las lámparas.- ■
Comenta uno de los presentes: “¡Qué extraña parábola! ¡Pero verdadera! ¡Me ha gustado!
Quisiera saber si somos de las llamas que suben al Cielo”. Los apóstoles se intercambian
miradas. Judas encuentra el modo de morder. Y sus dientes se clavan en María Magdalena y en
Juan de Zebedeo: “Cuidado, María, y tú, Juan. Sois entre nosotros las llamas que brillan... ¡No
os vaya a suceder lo mismo!”. ■ María Magdalena está a punto de responder, pero se muerde
los labios. Mira a Judas. Se limita a mirarle. Pero es tan dura esa mirada que prefiere dejar de
reírse y de mirarla. Juan, humilde de corazón si bien ardiente de caridad, responde con dulzura:
“Y por mi capacidad eso podría suceder. Pero confío que el Señor me ayudará a consumir mi
última gota y mi última hebra para honrar al Señor Dios nuestro”. (Escrito el 26 de Marzo
de1946).
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(<Una digresión sobre la verdadera evolución, la del espíritu, y sobre el hecho sacerdotal, que Jesús
intercala en medio de su comentario sobre el Pecado Original>)
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10-606-49 (11-26-551).- “Cuanto más se desarrolla el espíritu más conoceréis a Dios”.- Enós,
hijo de Set, el primer sacerdote.
* El óleo de la ordenación de los laicos (sacerdotes anónimos).- ■ Dice Jesús: “Eva sube por
el camino de la expiación. El arrepentimiento crece según va saboreando las pruebas de su
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pecado. Quiso conocer el bien y el mal. Y el recuerdo del bien perdido es para ella como el
recuerdo del sol para uno que, al improviso, hubiera quedado cegado. El mal está ante ella al
contemplar los restos de su hijo asesinado; y a su alrededor, por el vacío creado por el hijo
fratricida y fugitivo. Y nace Set, y de éste Enós, el primer sacerdote (1). ■ Os hincháis vuestra
inteligencia con los humos de vuestra ciencia y habláis de evolución como de un signo de
vuestra formación espontánea. El hombre-animal, evolucionando, se hará superhombre: esto
decís. Sí, así es, pero a mi modo, en mi campo, no en el vuestro; no pasando de la condición de
cuadrumanos a la de hombres, sino de la de hombres a la de espíritus: cuanto más crezca el
espíritu, tanto más evolucionaréis. Vosotros, que habláis de glándulas y os llenáis la boca
hablando de hipófisis o pineal y ponéis en ella la sede de la vida —tomada ésta no en el tiempo
en que la vivís, sino en los tiempos que han precedido y seguirán a vuestra vida actual—, sabed
que la verdadera glándula vuestra, la que os hace herederos eternos de la Vida, es vuestro
espíritu. Cuanto más esté éste desarrollado, más poseeréis las luces divinas y más evolucionaréis
de hombres a dioses, a dioses inmortales, y obtendréis de este modo —sin contravenir al deseo
de Dios, a su prohibición con respecto al árbol de la Vida— la posesión de esta Vida,
justamente en la manera en que Dios quiere que la poseáis, porque Él para vosotros la creó
eterna y refulgente, abrazo beatífico con esa eternidad que os absorbe en Sí y os comunica sus
propiedades. ■ Cuanto más se desarrolla el espíritu más conoceréis a Dios. Conocer a Dios
significa: amarle y servirle y, por tanto, ser capaz de invocarle para sí y para los demás: ser
sacerdotes que desde la Tierra ruega por sus hermanos. Pues el consagrado es sacerdote pero
también lo es el creyente convencido, amoroso, fiel. Lo es sobre todo el alma víctima que se
inmola a sí misma por impulsos de la caridad. Dios no mira lo que uno tiene puesto encima sino
el corazón. En verdad os digo que a mis ojos aparecen muchos tonsurados que no tienen nada de
sacerdotes sino la tonsura y muchos laicos en quienes la caridad, que vive en ellos y que les
consume, es el óleo de la ordenación que los hace mis sacerdotes, que el mundo no conoce pero
a quienes Yo bendigo”. (Escrito el 5 de Abril de 1944). ·············································· 1 Nota : Cfr. Gén. 4,25-26.
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(<Este episodio tiene lugar el Domingo de Resurrección, en que Jesús Resucitado se aparece a los 10
apóstoles. Tomás ausente. Después del impacto de los primeros momentos de la aparición, poco a poco se
va restableciendo una especie de normalidad>)
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10-627-216 (11-13-693 ).- “Vosotros sois mis continuadores”.
* “¿Por qué apareciste primero a ellas y no a nosotros?”.- ■ Están ahora todos alrededor de
Jesús. Poco a poco ganan confianza. Encuentran de nuevo aquello que habían perdido o que
temían haber perdido para siempre. Vuelve de nuevo la paz, la tranquilidad, y, a pesar de que
Jesús aparece tan majestuoso que mantiene dentro de un cierto respeto a sus discípulos, éstos
logran atravesar esos límites y empiezan a hablar. Su primo Santiago se lamenta: “¿Por qué nos
has hecho esto, Señor? Sabías que somos nada y que todo viene de Dios. ¿Por qué no nos diste
las fuerzas para estar a tu lado?”. Jesús le mira y sonríe. Dice Zelote: “Ahora todo se ha
cumplido. Y nada debes padecer. Pero no me exijas otra vez que te obedezca hasta ese punto (1).
He envejecido un lustro por cada hora que pasaba, y tus sufrimientos, que el amor e igualmente
Satanás aumentaban en mi imaginación en cinco veces respecto a la que ya de por sí eran, han
acabado con todas mis fuerzas. Solo me ha quedado fuerza para seguir obedeciendo, sujetando
—como uno que se estuviera ahogando y tuviera las manos rotas— mi fuerza con la voluntad,
como uno que se agarra de la tabla con los dientes, para no perecer... ¡Oh, no me pidas más esto
de tu leproso!”. Jesús mira a Simón Zelote y sonríe. Andrés: “Señor, Tú sabes lo que mi corazón
anhelaba. Pero después me faltó el ánimo... como si me lo hubiesen arrebatado los verdugos que
te apresaron... y lo que me quedó fue un agujero por el que se escapaban todos mis
pensamientos anteriores. ¿Por qué has permitido esto, Señor?”. Felipe: “Tú hablas del corazón...
pero yo aseguro que me sentí como uno a quien falta la razón. Como quien recibe un mazazo en
la nuca. De pronto, en la noche me encontré en Jericó... ¡Oh Dios, Dios!... ¿Pero puede un
hombre padecer de este modo? Me imagino que así será la posesión. Ahora comprendo qué es
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esta horrible cosa...”, y abre desmesurados ojos ante el recuerdo de lo que le sucedió.
Bartolomé: “Felipe tiene razón. Yo miraba atrás. Soy un viejo y no me falta el saber. Y con todo
no sabía nada en aquella hora. ■ Miraba a Lázaro, cruelmente atormentado, pero seguro, y me
decía: «¿Cómo puede suceder que encuentre todavía una razón para estar así y yo no?»”.
Santiago de Zebedeo: “Yo también miraba a Lázaro. Y, dado que acabo de saber lo que Tú nos
has explicado, no pensaba en el saber, sino que me decía: «Si al menos mi corazón fuese como
el de él»; y, sin embargo, yo solo tenía dolor, dolor, dolor. Lázaro tenía dolor pero tenía paz...
¿Por qué a él tanta paz?”. Jesús mira primero a Felipe, luego a Bartolomé, a Santiago de
Zebedeo, sonríe, pero no dice nada. Judas Tadeo dice: “Abrigaba esperanzas de ver lo que
ciertamente Lázaro veía pero no lo logré. Por esto siempre estuve cerca de él... ¡Su cara!... Un
espejo. Un poco antes del terremoto del viernes la tenía como uno que muere aplastado. Y
luego, de golpe, cobró aire de majestad en su dolor. ¿Os acodáis de cuando dijo: «El deber
cumplido produce paz»? Todos pensamos que se trataba de un reproche dirigido contra nosotros
o algo que se decía a sí mismo. Ahora pienso que lo dijo por Ti. Lázaro fue un faro en nuestras
tinieblas. ¡Cuánto le has dado, Señor!”. Jesús calla y sonríe. Andrés: “Sí. La vida. Y tal vez con
ella le has dado un alma diferente. Porque, en fin, ¿en qué se diferencia de nosotros? Y, sin
embargo, no es ya un hombre. Es algo más que un hombre. Por lo que había sido en el pasado,
debía de haber sido menos perfecto en su espíritu. Y él ha logrado serlo, y nosotros... Señor. Mi
amor ha estado vacío como ciertas espigas vacías. Solo he dado paja”. Mateo: “No puedo pedir
nada, porque mucho ha sido lo que he obtenido con mi conversión, pero ¡sí!, habría querido lo
que tuvo Lázaro. Un corazón entregado a Ti. También yo pienso como Andrés...”. ■ Juan dice:
“También Marta y Magdalena fueron como faros. Será su raza. Vosotros no las visteis. Una era
piedad y silencio. ¡La otra! ¡Oh!, si estuvimos juntos, cual un manojo de paja alrededor de la
Virgen, es porque Magdalena nos envolvió con el fuego de su valeroso amor. Sí. He
mencionado la raza, pero debo agregar: el amor. Nos han superado en amar. Por eso fueron lo
que fueron”. Jesús continúa sonriendo sin decir una palabra. “Pero han sido grandemente
recompensados...”. “A ellos te apareciste”. “A los tres”. “A María después de tu Madre...”. No
cabe duda que los apóstoles dejan traslucir un cierto reproche por estas personas privilegiadas.
“Magdalena sabe desde hace muchas horas que has resucitado. Y nosotros solo ahora podemos
verte...”. Dice Judas Tadeo: “Ellas ya sin dudas. Pero nosotros ¡cuántas!... Mira, solo ahora
comprendemos que nada ha terminado. ¿Por qué entonces a ellos, Señor, si todavía nos amas y
no nos rechazas?”. Pedro: “Sí, ¿por qué a las mujeres, y sobre todo a María Magdalena? Incluso
le has tocado en la frente, y asegura que le parece llevar una guirnalda eterna. Y a nosotros, tus
apóstoles, nada...”. ■ Jesús no sonríe más. Mira seriamente a Pedro —que fue el último en
hablar, y que ha ido recuperando el valor a medida que se le iba pasando el miedo— y dice:
“Tenía Yo doce discípulos. Los amaba con todo mi corazón. Los había elegido, y como una
madre cuidé de que crecieran durante mi vida. No tenía secretos para ellos. Todo les decía,
explicaba, perdonaba su debilidad humana, sus descuidos, su terquedad... todo. Tenía
discípulos. Había ricos y pobres. Tenía mujeres discípulas, de un pasado turbio y de frágil
constitución. Pero mis predilectos eran los apóstoles. Llegó mi hora. Uno me traicionó y me
entregó a los verdugos. Tres se echaron a dormir mientras Yo sudaba sangre. Todos menos dos
huyeron cual cobardes. Uno me negó, por temor, no obstante el ejemplo del otro joven y fiel. Y,
por si no fuera suficiente, entre los doce he tenido a un suicida desesperado y uno que ha
dudado en tal forma de mi perdón que no quiso creer en la misericordia de Dios pese a las
palabras de mi Madre. De modo que, si hubiera mirado a mis seguidores, si los hubiese mirado
con ojos humanos, habría debido asegurar: «Menos Juan, fiel en el amor, y de Simón, fiel en la
obediencia, ya no tengo apóstoles». Esto es lo que debería haber dicho cuando padecía en el
recinto del Templo, en el Pretorio, por las calles, en la cruz. ■ Había mujeres que me seguían...
Y una, la más pecadora en el pasado, ha sido, como Juan acaba de decir, la llama que soldó las
fibras rotas de los corazones. Esa mujer es María Mágdala. Tú me negaste y huiste. Ella desafió
a la muerte por estar cerca de Mí. Al sentirse insultada levantó el velo para recibir los
escupitajos y burlas pensando que así se asemejaba más a su Rey crucificado. En el fondo de
los corazones era objeto de burla porque creía en mi Resurrección, y pese a ello, siguió
creyendo; llena de congoja, ha actuado; esta mañana, pese a su dolor, dijo: «De todo me
despojo, pero dame a mi Maestro». ¿Puedes repetir tu pregunta de por qué a ella? Tuve
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discípulos pobres que eran pastores. Pocas veces tuve la oportunidad de estar cerca de ellos, y
sin embargo no dudaron en proclamar su fidelidad. Tuve discípulas tímidas, como todas las
mujeres hebreas, y con todo no vacilaron en abandonar sus casas y avanzar en medio de una
marea de un pueblo que me blasfemaba, con tal de darme esa ayuda que mis apóstoles me
habían negado. Tuve paganas que admiraban al «filósofo». Tal lo era para ellas. Pero no
tuvieron complejo, ellas las poderosas romanas, en aceptar las costumbres hebreas, para
decirme, cuando todo un mundo de ingratos me había abandonado: «Somos tus amigas». ■
Tenía el rostro cubierto de escupitazos y sangre. Lágrimas y sudor corrían por mis heridas.
Suciedad y polvo lo cubrían. ¿Cuál fue la mano que me limpió? ¿La tuya? Ni una de las
vuestras. Éste estaba junto a mi Madre. Éste otro juntaba a las ovejas dispersas: vosotros. Y si
mis ovejas estaban dispersas ¿cómo podían ayudarme? Tú escondiste tu cara por miedo al
desprecio del mundo, mientras el desprecio de todos cubría a tu Maestro. Yo que era inocente.
Tuve sed. Sí. Has de saber también esto. Me moría de sed. La fiebre y el dolor se habían
apoderado de Mí. Ya había manado sangre de Mí en el Getsemaní por el dolor de ser
traicionado, abandonado, negado, azotado, sumergido bajo las culpas infinitas y bajo el rigor de
Dios. Sangre también corrió en el Pretorio. ■ ¿Quién quiso dar una gota de agua a mi garganta
que ardía de sed? ¿Una mano de Israel? No, un pagano compasivo. La misma mano que, por
decreto divino, me abrió el pecho para mostrar que el Corazón tenía ya una herida mortal: la que
había hecho en él la falta de amor, la cobardía, la traición. Fue un pagano. Os lo recuerdo: «Tuve
sed y me diste de beber». En todo Israel no hubo uno que me hubiera dado un solo consuelo. O
porque no podían, como mi Madre y las mujeres fieles, o por mala voluntad. Y un pagano tuvo
para el Desconocido un gesto de compasión, que mi pueblo no me dio. En el Cielo encontrará el
sorbo de agua que me dio. En verdad os digo que si rechacé todo consuelo, porque cuando se es
víctima no hay que mitigar el destino, no quise rechazar lo que me ofrecía el pagano, porque
en ello probé la miel de todo el amor que los gentiles me brindarán como compensación de la
amargura que me hizo beber Israel. No me quitó la sed. Pero sí el desconsuelo. Acepté ese sorbo
para atraer hacia Mí al que se había inclinado hacia el bien. ¡Que el Padre le bendiga su
compasión!”.
* “He procedido así porque seréis mis continuadores y debéis convertir al mundo, la cosa
más delicada y difícil”.- ■ Jesús prosigue: “¿Ya no decís nada? ¿Por qué no preguntáis otra vez
por qué así he procedido? No os atrevéis, ¿verdad? Os lo diré. Os diré los porqués de esta hora.
¿Quiénes sois? Mis continuadores. Lo sois pese a vuestro extravío. ¿Qué debéis hacer?
Convertir el mundo al Mesías. ¡Convertirlo! Es la cosa más delicada y difícil, amigos míos. Los
desprecios, las burlas, el orgullo, el celo exagerado son cosas que se opondrán al éxito. Pero,
dado que nada ni nadie os habría convencido para que usaseis de bondad, condescendencia,
caridad hacia los que están en las tinieblas, ha sido necesario —¿comprendéis?—, el que de una
vez para siempre vierais aplastado vuestro orgullo de hebreos, de varones, de apóstoles, para
comprender solamente la verdadera sabiduría de vuestro ministerio: la mansedumbre, la
paciencia, amor sin límites. Ya veis que todos aquellos a quienes mirabais con desprecio o con
orgullosa compasión os han superado en la fe y en el obrar. Todos. La Pecadora de otros
tiempos. Lázaro, el aficionado a la cultura profana, el primero que en mi Nombre perdonó y
guió. Las mujeres paganas. La débil mujer de Cusa. ¿Débil? En verdad que ella a todos os
supera. La primera mártir de mi fe. Los saldados de Roma. Los pastores. El herodiano
Mannaén, y hasta Gamaliel, el rabino. No te estremezcas, Juan. ¿Crees tú que mi Espíritu estaba
en las tinieblas? Todos lo pensabais. Y esto os ha sucedido para que el día de mañana, al
recordar vuestro error, no cerréis vuestro corazón a quien se acerca a la Cruz. ■ Os digo esto,
aunque sé que, a pesar de decirlo, no lo haréis sino cuando la Fuerza del Señor os pliegue como
débiles tallos a mi Voluntad, que es la de hacer que toda la Tierra crea en Mí. He vencido a la
Muerte, pero la Muerte es menos dura que vuestro viejo hebraísmo. Y, con todo, os doblegaré.
■ Tú, Pedro, en lugar de estar llorando, tú que debes ser la Piedra de mi primera Iglesia, grábate
esta amarga verdad en el corazón. La mirra se emplea para preservar de la corrupción. Llénate,
pues, de mirra. Y cuando sientas deseos de cerrar el corazón y la Iglesia a uno de otra fe,
recuerda que no Israel, no Israel, no Israel, sino Roma, me defendió y tuvo piedad. Acuérdate
que no tú, sino una pecadora tuvo la osadía de estar a los pies de la Cruz y mereció que fuera la
primera en verme. Y para que no te hagas digno de un duro reproche, imita a tu Dios. Abre el
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corazón y la Iglesia diciendo: «Yo, el pobre Pedro, no puedo despreciar, porque si desprecio,
Dios me despreciará, y mi error tornará cual es ante sus ojos». ¡Ay, si no te hubiera quebrantado
así! Habrías venido a ser no pastor, sino lobo”.
* “Hijos míos... os perdono y absuelvo... Os comunico el Espíritu Santo. A quienes les
perdonareis sus pecados...”.- ■ Jesús lleno de toda majestad, se pone de pie. “Hijos míos, os
hablaré más veces, mientras esté con vosotros. Entre tanto os absuelvo y perdono (2). Después de
la prueba que, aun siendo avasalladora y cruel ha sido también necesaria y saludable, descienda
sobre vosotros la paz del perdón. Y con ella en el corazón volved a ser mis amigos fieles y
fuertes. Mi Padre me envió al mundo. Yo os mando a él para que continuéis mi evangelización.
Miserias de toda clase vendrán a vosotros en demanda de consuelo. Sed buenos, pensando en
vuestra miseria cuando os quedasteis sin Mí. Llevad la Luz con vosotros. En las tinieblas no se
puede ver. Sed limpios para que otros lo sean. Sed amor para amar. Luego vendrá el que es Luz,
Purificación y Amor. Para prepararos a este ministerio Yo os comunico el Espíritu Santo. A
quienes les perdonareis sus pecados les serán perdonados. A quienes no, no se les perdonarán.
Que vuestra experiencia os haga justos para juzgar. Que el Espíritu Santo os haga santos para
santificar. Que vuestra voluntad sincera de reparar vuestra falta os haga heroicos para la vida
que os aguarda. Lo que todavía no os digo, os lo diré cuando el que está ausente, haya venido.
Rogad por él. Quedaos con mi paz y sin angustia de dudas respecto de mi amor”. ■ Jesús
desaparece como había entrado, dejando entre Juan y Pedro el lugar vacío. Desaparece en medio
de un resplandor que hace que los apóstoles cierren los ojos. Y, cuando los abren, solo
encuentran que la paz de Jesús se ha quedado allí, llama que quema y que cura y consume las
amarguras del pasado en un único deseo: el de servir. (Escrito el 6 de Abril de 1945).
········································· 1 Nota : Después de la Última Cena, en el camino hacia el Getsemaní, cerca del Cedrón, Simón Zelote, que se
había acercado a Jesús, recibió de Jesús el encargo de llevar a la casa de Lázaro tanto a apóstoles como a discípulos,
quienes, una vez apresado Él, huirían y vagarían extraviados por los campos, abatidos y avergonzados de haber
abandonado a su Maestro. Promesa que cumplió Simón Zelote.
2 Nota : “Os hablaré muchas veces mientras esté con vosotros. Mientras tanto os absuelvo y perdono”.- Jesús, en
la noche de su Resurrección, según esta Obra, por virtud del Espíritu Santo que habita en Él, resucitó espiritualmente
a sus Apóstoles, pecadores pero arrepentidos, absolviéndolos y perdonándoles. Después de haberlos hecho partícipes
del mismo Espíritu Santo, les dio poder de resucitar espiritualmente a sus propios hermanos, esto es, de absolver,
perdonar (a los pecadores arrepentidos) y de no perdonar (a los pecadores no arrepentidos).
. --------------------000--------------------
(<Este episodio tiene lugar el día de la aparición de Jesús Resucitado a los once apóstoles. Tomás
presente. Después de la escena donde Tomás reconoce a Jesús y termina con lágrimas de arrepentimiento
que se refleja en sus palabras “Señor mío y Dios mío”, Jesús se sienta a la mesa con los apóstoles>)
.
10-629-230 (11-15-706).- “Por eso creo sacerdotes”.
* “Sacerdotes, gran ministerio el vuestro, juzgar y absolver en nombre mío. Por ello,
debéis estar limpios”.- ■ Juan, como de costumbre, apoya su cabeza sobre el hombro de Jesús,
quien le arrima a su Corazón y en esta posición habla: “No debéis asustaros, amigos, cuando Yo
aparezco. Soy siempre vuestro Maestro que ha compartido con vosotros el pan, la sal, y el
sueño. Que os eligió porque os ha amado. También ahora os sigo amando”. Jesús hace hincapié
en estas palabras últimas. “Vosotros” continúa “habéis estado conmigo en mis pruebas...
Estaréis también en la gloria. No bajéis la cabeza. La noche del domingo, cuando me aparecí a
vosotros por vez primera después de mi Resurrección, os infundí el Espíritu Santo... que
también sobre ti, que no estabas presente, descienda... ¿No sabéis que la infusión del Espíritu es
como un bautismo de Fuego, porque el Espíritu es Amor y el amor borra las culpas? El pecado
que cometisteis cuando me abandonasteis, os está perdonado”. Al decir esto, Jesús besa a Juan
en la cabeza, a Juan, que no le abandonó. Y Juan llora de alegría. ■ “Os he dado la potestad de
perdonar los pecados pero no se puede dar lo que no se tiene. Vosotros, pues, debéis estar
seguros de que esta potestad Yo la poseo perfecta y la uso por medio de vosotros, que debéis
estar limpios en máximo grado para poder limpiar a quien, sucio del pecado, se acerque a
vosotros. ¿Cómo podría uno juzgar y limpiar, si fuera merecedor de condena y estuviera él
mismo sucio? ¿Cómo puede uno juzgar a otro, si tuviera vigas en su ojo, y pesas infernales en
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su corazón? ¿Cómo podría decir: «Yo te absuelvo en el nombre de Dios» si, por sus pecados,
no tuviese a Dios consigo? Amigos, pensad en vuestra dignidad de sacerdotes. Yo estuve entre
los hombres para juzgar y perdonar. Ahora regreso donde el Padre. Regreso a mi Reino. La
facultad de juzgar, la sigo teniendo. Mejor dicho, toda ella está en mis manos, pues el Padre a
Mí me la ha conferido. Pero, será juicio terrible. Porque se producirá cuando ya no le será
posible al hombre atraerse el perdón con años de expiación sobre la Tierra. Todos los
hombres vendrán a Mí con su espíritu, cuando hayan abandonado su mortal cuerpo. Y Yo les
juzgaré, una primera vez. Después, la Raza Humana volverá con su vestido de carne, que habrá
tomado de nuevo por ordenes celestiales; volverá para ser separada en dos partes: los corderos
con su Pastor, los machos cabríos con su Torturador. Pero ¿cuántos serían los hombres que
estarían con su Pastor, si después del lavacro del Bautismo, no tuvieran ya a nadie que los
perdonase en Nombre mío? ■ Por eso creo sacerdotes. Para salvar a los que salvé por mi
Sangre, que es Salvadora. Pero los hombres siguen cayendo en la Muerte, una y otra vez. Es
necesario, pues, que quien tiene la potestad les lave siempre en mi Sangre, setenta y setenta
veces siete, para que no caigan en manos de la Muerte. Vosotros y vuestros sucesores lo haréis.
Por esto os absuelvo de todos vuestros pecados. Porque tenéis necesidad de ver, y la culpa, al
arrebatar al alma la Luz que es Dios, ciega. Porque tenéis necesidad de comprender, pues la
culpa, al quitar al alma la Inteligencia que es Dios, embrutece. Porque tenéis un ministerio de
purificación, y la culpa, al quitarle al espíritu la Pureza que es Dios, ensucia. ¡Es un gran
ministerio el vuestro: juzgar y absolver en nombre mío!”.
* “Debéis ser puros (de corazón, de inteligencia, de cuerpo, de lengua) para consagrar y
recibir el Pan y el Vino, con la pureza de la Mujer sin Culpa Original ni personal”.- ■
Jesús: “Cuando consagréis para vosotros el Pan y el Vino y hagáis que sean mi Cuerpo y mi
Sangre, realizaréis una grande, sobrenaturalmente grande, y sublime cosa. Para realizarla
dignamente debéis ser puros porque tocaréis a Aquel que es la Pureza, y os alimentaréis de la
Carne de un Dios. Puros de corazón, de inteligencia, de cuerpo, de lengua debéis ser porque con
el corazón amaréis la Eucaristía y no deben mezclarse con este amor celestial, amores profanos
que sería un sacrilegio. Puros de mente: porque debéis creer y comprender este misterio de
amor; y la impureza de pensamiento mata la Fe y la Inteligencia. Queda la ciencia del mundo
pero muere en vosotros la sabiduría de Dios. Puros de cuerpo: porque a vuestro pecho bajará el
Verbo así como descendió al seno de María por obra del Amor. ■ Tenéis ante vosotros el
ejemplo vivo cómo debe ser un pecho que acoge al Verbo que se hace Carne. El ejemplo es la
Mujer sin Culpa Original, y sin la culpa personal. Ved cuán pura es la cima del Hermón la que
corona todavía la nieve invernal. Desde los Olivos parece un montón de lirios deshojados o de
espuma marina que se levantara como oblación a la blancura de las nubecillas, que arrastra el
viento de abril por el firmamento azul. Ved el lirio que abre su corola a una sonrisa de perfume.
Y con todo ni una, ni otra pureza son mayores que lo fue la del seno materno que me llevó. Los
vientos arrastran polvo que cae sobre la nieve del monte, y sobre el terciopelo de la flor. El ojo
humano no lo ve, por lo pequeño que es. Todavía más: observad la perla más pura, arrancada
del seno del mar, de su concha, para que sirva de adorno a la corona de un rey. Es perfecta en su
brillo perfecto que desconoce el contacto profanador de cualquier cosa humana, pues se ha
formado en las entrañas de la madreperla, y solo se encontró entre las azuladas aguas de las
profundidades marinas. Y sin embargo, esa perla es menos pura que el seno que me llevó. En el
centro de la perla está el granillo de arena: un algo microscópico, pero siempre terrestre. En Ella
que es la Perla del Mar no existe granillo de pecado, ni siquiera inclinación hacia él. Perla que
nació en el Océano de la Trinidad para llevar en la Tierra a la Segunda Persona. Ella es
compacta alrededor de su centro que no es semilla de concupiscencia terrenal, sino chispa del
Amor eterno. Una chispa que al encontrar en Ella correspondencia, ha engendrado las
maravillas de ese Meteoro, que llama y atrae hacia Sí a los hijos de Dios: a Mí, Jesús, Estrella
de la mañana. Os propongo esta inviolada Pureza como ejemplo”.
* “El Rigor va contra mi voluntad, mi Doctrina, mi Justicia... Intencionadamente, he
esparcido samaritanos piadosos, médicos buenos, faros de noche, voces en el silencio,
caridades activas...”.- ■ Jesús: “Después, cual viñadores, cuando metáis las manos en el mar
de mi Sangre, e introduzcáis en Ella las vestiduras corrompidas de los miserables que pecaron,
sed, además de puros, perfectos para no mancharos con un pecado mayor, es más: con pecados
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mayores, derramando y tocando sacrílegamente la Sangre de un Dios o faltando a la caridad y a
la justicia, al negarla, o al darla con un rigor que no es de Jesús —el cual fue bueno con los
malvados para atraerlos a su Corazón, y tres veces bueno con los débiles para animarles a la
confianza— al emplear este rigor tres veces indignamente, al ir contra mi Voluntad, contra mi
Doctrina y contra la Justicia. ¿Cómo puede ser riguroso con los corderos un pastor ídolo? ¡Oh,
amados míos, amigos que mando por los caminos del mundo para continuar la obra que Yo he
empezado y que continuará mientras dure el Tiempo, recordad estas palabras mías! Os las digo
para que se las repitáis a los que consagréis para el ministerio en que Yo os he consagrado. ■
Veo... Miro el paso de los siglos... el tiempo y las multitudes infinitas de hombres que estarán
—todos— ante Mí... Veo... calamidades y guerras, paces mentirosas y horrendas carnicerías,
odio y latrocinio, sensualidad y orgullo. De vez en cuando un oasis: un período en que se vuelve
a la Cruz. Como obelisco que señala una senda pura entre la seca arena del desierto, mi Cruz —
después que el veneno del mal haya infectado de rabia a los hombres— será levantada con
amor, y, alrededor de ella, plantadas en los bordes de aguas salubres, florecerán las palmeras de
un período de paz y de bien en el mundo. Los espíritus, como ciervos y gacelas, como
golondrinas y palomas, se acercarán a ese reposado, fresco, nutricio refugio para curarse de sus
dolores y recuperar la esperanza. Refugio que apretará sus ramas como una cúpula protectora de
las tempestades y del fuerte sol, y mantendrá alejadas a serpientes y a fieras con la Señal que le
pone en fuga al Mal (1). Así mientras los hombres quieran. Veo a... hombres... mujeres...
ancianos, niños, guerreros, estudiosos, doctores, campesinos... Todos vienen y pasan con su
fardo de esperanzas y dolores. Veo que muchos vacilan, porque el dolor es demasiado... Veo
que muchos caen al borde de los caminos porque otros más fuertes los empujan... Veo que
muchos, al sentirse abandonados de quien pasa, llegan a odiar y a maldecir. ¡Pobres hijos! ■
Entre todos estos heridos por la vida y que pasan o caen, mi Amor ha esparcido
intencionadamente samaritanos piadosos, médicos buenos, faros de la noche, voces en el
silencio, para que los débiles que caen encuentren una ayuda, vuelvan a ver la Luz, vuelven a oír
la Voz que dice: «Espera. No estás solo. Sobre ti está Dios. Contigo está Jesús». He puesto
intencionadamente estas caridades activas para que mis pobres hijos no vayan a morir en su
alma, al perder la divina mansión, y continúen creyendo en Mí que soy caridad, al ver en mis
ministros mi reflejo”.
* “En el futuro los Judas más grandes, de nuevo y siempre, los tendré entre mis
sacerdotes”.- ■ Jesús: “Pero, ¡oh dolor que me haces sangrar la Herida de mi Corazón como
cuando fue abierto sobre el Gólgota! ¿Qué están viendo mis ojos divinos? ¿No hay acaso
sacerdotes entre las multitudes infinitas que pasan? ¿Por esto sangra mi Corazón? ¿Están vacíos
los seminarios? ¿Mi divina invitación ya no suena en los corazones? ¿El corazón del hombre ya
no es capaz de oírla? No. En el correr de los siglos habrá seminarios, y en ellos, levitas. De ellos
saldrán sacerdotes porque en la hora de su adolescencia mi invitación se hará oír con una voz
celestial en muchos corazones y ellos la habrán seguido. Pero otras, otras, otras voces habrán
venido después, con la juventud y la madurez, y mi Voz habrá quedado achicada en esos
corazones, mi Voz que habla durante los siglos a sus ministros para que sean siempre lo que
vosotros sois ahora: los apóstoles formados en la escuela de Jesús. ■ El vestido lo siguen
teniendo pero el sacerdote ha muerto. En demasiados, durante siglos, sucederá esto. Sombras
inútiles y oscuras, no serán una planta que eleva, una cuerda que tira, una fuente que quita la
sed, trigo que quita el hambre, corazón que sabe compadecer, una luz en las tinieblas, una voz
que repita lo que le ordena el Maestro; sino que serán para la pobre raza humana un peso de
escándalo, un peso de muerte, parásitos, putrefacción... ¡Horror! ¡En el futuro los Judas más
grandes, de nuevo y siempre, los tendré en mis sacerdotes!”.
* “Repetid el milagro de los peces y panes... Con almas humildes y laicas daré a comer a
muchos y se saciarán. Benditos los que merezcan ser voces y 3 veces más benditos los
sacerdotes-apóstoles”.- ■ Jesús: “Amigos, estoy en la gloria, y, a pesar de ello, lloro. Tengo
compasión de estas multitudes infinitas, rebaños sin pastores o con demasiado escasos pastores.
Siento una piedad infinita. Pues bien: lo juro por mi Divinidad que les daré el pan, el agua, la
luz, y las voces que los elegidos por Mí para estas obras no quieren hacer. Repetiré a lo largo de
los siglos el milagro de los peces y panes. Con pocos, despreciables pececillos y con escasos
trozos de pan --almas humildes y laicas-- daré a comer a muchos y se saciarán, y sobrará
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para los que vengan después, porque «tengo compasión de este pueblo» y no quiero que
perezca. Benditos los que merezcan ser eso. No benditos por ser eso, sino porque lo habrán
merecido con su amor y sacrificio. Y tres veces benditos los sacerdotes que permanezcan
apóstoles: pan, agua, luz, voz, descanso, medicina de mis pobres hijos. Resplandecerán en el
Cielo con una luz especial. Os lo juro. Yo soy la Verdad. ■ Levantémonos, amigos, venid
conmigo para que os enseñe otra vez a orar. La oración es la que alimenta los fuerzas del
apóstol porque le funde con Dios”. Jesús se pone de pie y se dirige hacia la escalerilla Pero,
cuando está al pie de la escalerilla, se vuelve y me mira. ¡Oh, Padre! ¡Me mira! ¡Piensa en mí!
¡Busca a su pequeña «voz» y la alegría de estar con sus amigos no le impide acordarse de mí!
Me mira por encima de las cabezas de los discípulos, me envía una sonrisa. Levanta su mano,
me bendice y me dice: “La paz sea contigo”. La visión ha terminado. (Escrito el 9 de Agosto de
1944).
············································· 1 Nota : Cfr. Ez. 9.
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(<Los apóstoles han subido al Gólgota siguiendo instrucciones del Resucitado. Allí, han jurado, a
invitación de Juan, en el nombre santo de Jesucristo, abrazar su doctrina hasta poder morir por la
redención del mundo. En el momento del juramento, como si se tratara de una llamada, Jesús se les
aparece en medio de una fuerte luz y les ordena ir a la ciudad y al Cenáculo. Al bajar, después, del
Gólgota una mujer creyente, primero, y después un pastor, les echa en cara el haber abandonado a Jesús.
Ya en la ciudad no solo han sufrido las burlas y críticas de los judíos, sino que les han lanzado piedras en
un intento de lapidación. Se salvan huyendo. Han regresado al Cenáculo escondidos y camuflados en la
carreta de un hortelano conocido, en cuya huerta se habían buscado refugio después de la huida. En el
Cenáculo Jesús les está esperando>)
.
10-631-266 (11-17-737).- “Ahora os estáis convirtiendo en sacerdotes”.
* En el Cenáculo, Jesús consuela a los afligidos apóstoles: “Ahora muere el orgullo, nace
la humildad, el conocimiento y el amor”.- ■ Jesús les mira. Sonríe. Ellos, antes de entrar en
casa, se han quitado las capuchas que cubrían como venda sus cabezas y se las han puesto como
impone el uso normal. Las heridas recibidas, por tanto, no se ven. Se sientan cansados, en
silencio. Más afligidos que cansados. Jesús les dice con dulzura: “Habéis tardado”. Silencio.
“¿No me contáis algo? Hablad. Soy siempre Jesús. ¿Se ha acabado vuestro entusiasmo del
día?”. Pedro, cayendo de rodillas a los pies de Jesús, grita: “¡Oh, Maestro! ¡Oh, Señor! No se ha
acabado nuestro entusiasmo. Pero nos mata el comprobar el daño que hemos hecho a tu Fe.
¡Estamos aplastados!”. Jesús: “Muere el orgullo, nace la humildad. Surge el conocimiento,
crece el amor. No temáis. Ahora os estáis convirtiendo en apóstoles. Esto es lo que quería”.
Apóstoles: “¡Pero no podremos nunca hacer algo! ¡El pueblo, y tiene razón, se burla de
nosotros! ■ Hemos destruido tu obra. ¡Hemos destruido tu Iglesia!”. Están todos angustiados.
Gritan, gesticulan... Jesús guarda una calma solemne. Dice ayudando sus palabras con el gesto:
“¡Calma! ¡Calma! Ni siquiera el Infierno destruirá mi Iglesia. Aunque se mueva la piedra,
porque aún no está bien asentada, no hará que el edificio caiga. ¡Calma! ¡Calma! Vosotros lo
haréis bien, porque con humildad reconocéis lo que sois; porque ahora sois sabios con una gran
sabiduría: la de saber que cada acción tiene repercusiones muy extensas, algunas veces
incalculables, y que quien está arriba —recordad lo que os dije de la lámpara que se pone en un
lugar alto para que sea vista pero, porque precisamente todos la ven, debe tener una llama
pura—, que quien está arriba, más que quien no lo está, tiene la obligación de ser perfecto.
¿Veis, hijos míos? Lo que, si lo hace un fiel, pasa inobservado o que puede excusarse, no pasa
desapercibido, y severo es el juicio del pueblo, si lo hace un sacerdote. Pero vuestro futuro
borrará vuestro pasado. ■ Nada os dije en el Gólgota, pero dejé que el mundo hablase. Os
consuelo. ¡No lloréis! Descansad y dejad que os cure. Así”. Levemente toca a las heridas de las
cabezas. Luego añade: “Pero conviene que os alejéis de aquí. Por esto os había dicho: «Id al
Tabor para orar». Podéis estar en los pueblos cercanos y subir a cada amanecer a esperarme”.
Tadeo dice en voz baja: “Señor, el mundo no cree que hayas resucitado”. Jesús: “Convenceré al
mundo. Os ayudaré a vencer al mundo. Vosotros permanecedme fieles. No os pido más.
Bendecid a los que os humillan porque os santifican”. Parte el pan. Lo ofrece y lo distribuye:
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“Éste es el alimento que os doy ahora que partís. Allí he preparado ya el alimento para mis
peregrinos. Haced también esto en el futuro con los que de entre vosotros se pongan en viaje.
Sed paternales con todos los creyentes. Todo lo que Yo hago, o hago que hagáis, hacedlo
también vosotros. ■ En el porvenir haced el camino al Calvario, meditando y haciendo meditar.
Reflexionad en mis dolores. Por esto os he salvado, no para la gloria presente. Allí está Lázaro
con sus hermanas. Han venido a saludar a mi Madre. Id también vosotros porque mi Madre
parte en breve en el carro de Lázaro. La paz sea con vosotros”. Se levanta y sale rápidamente. ■
Andrés grita: “¡Señor! ¡Señor!”. Pedro le pregunta: “¿Qué quieres hermano?”. Andrés: “Querría
preguntarle muchas cosas. Hablarle de los que quieren ser curados... ¡Qué sé yo! Cuando está
entre nosotros, no sabemos decir nada” y corre a buscar al Señor. Todos dicen: “¡Es verdad!
¡Estamos como quien ha perdido la memoria!”. Santiago de Alfeo exclama: “Y es muy bueno
con nosotros. Nos ha llamado «hijos» con tal dulzura que me ha abierto el corazón”. Tadeo
afirma: “¡Pero es tan... Dios, ahora! Tiemblo cuando le tengo cerca, como si estuviese cerca del
Santo de los Santos”. Andrés regresa: “No está. ¡El espacio, el tiempo, los muros, todo le está
sujeto!”. Confiesan: “¡Es Dios! ¡Es Dios!” y permanecen en actitud de adoración. (Escrito el 14
de Abril de 1947).
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10-635-328 (11-21-789).- Jesús Resucitado, en un monte cercano a Nazaret, habla a apóstoles y
discípulos sobre el sacerdocio: “Transmitid el sacerdocio en nombre mío... Pensad en lo que es
el sacerdote, en el bien o en el mal que puede hacer”.
* “Ya no se podrá matar al Hijo de Dios, pero sí se podrá matar la fe en Dios, la idea de
Dios. Y así se realizará un deicidio mucho mayor, pues carecerá de resurrección. Y, que se
podrá realizar, lo estoy viendo, debido a los muchos Judas de Keriot que habrá. Un
horror”.- ■ Jesús les dice: “Considerad que contra vosotros conspiran el mundo, la edad, la
enfermedad, el tiempo, las persecuciones. Evitad, pues, el ser avaros de lo que habéis recibido y
evitad la imprudencia. Transmitid en mi Nombre el Sacerdocio (1) a los mejores de entre los
discípulos para que la Tierra no se quede sin sacerdotes. Y que sea un carácter sagrado,
concedido después de un examen severo, basado no en palabras, sino en acciones de aquel que
os pida ser sacerdote, o de aquel a quien juzguéis apto para serlo. Pensad en lo que es el
sacerdote, en el bien o mal que puede hacer. ■ Tenéis ejemplo de lo que puede hacer un
sacerdote venido a menos en su carácter sagrado. En verdad os digo que por las culpas del
Templo esta nación será dispersada. Igualmente os aseguro que será destruida la Tierra
cuando el abominio de la desolación (2) entre en el nuevo sacerdocio, arrastrando a los
hombres a la apostasía para abrazar doctrinas infernales. Entonces surgirá el hijo de Satanás, y
los pueblos, tremendamente horrorizados, gemirán, y pocos permanecerán fieles al Señor;
entonces, entre convulsiones de horror, vendrá el fin después de la victoria de Dios y de sus
pocos elegidos, y descenderá la ira de Dios sobre todos los malditos. ¡Desventura, tres veces
desventura, si para esos pocos ya no hay santos, los últimos recintos del Templo de Jesús!
¡Desventura, tres veces desventura si para confortar a los últimos cristianos no hay verdaderos
sacerdotes, como los habrá para los primeros. En verdad, la última persecución, no siendo
persecución de hombres sino del hijo de Satanás y sus seguidores, será horrenda. ■ ¿Sacerdotes?
Tan feroz será la persecución de las hordas del Anticristo, que los de la última hora deberán ser
más que sacerdotes. Semejantes al hombre vestido de lino, como en la visión de Ezequiel (3), así
ellos deberán, infatigablemente, con su perfección, marcar una Tau en los espíritus de esos
pocos fieles, para que las llamas del Infierno no la borren. ¿Sacerdotes? Ángeles. Ángeles que
agiten el incensario cargado de los inciensos de sus virtudes para purificar los miasmas de
Satanás. ¿Ángeles? Más que ángeles: otros Cristos, para que los fieles de los últimos tiempos
puedan perseverar hasta el fin. Esto es lo que deberán ser. ■ Pero el bien y el mal futuros tienen
su raíz en el tiempo presente. Las avalanchas de nieve empiezan con un copo de nieve. Un
sacerdote indigno, impuro, lujurioso, hereje, infiel, incrédulo, tibio o frío, un sacerdote sin
voluntad de serlo, hace un daño diez veces superior al que provoca un fiel culpable de los
mismos pecados. La relajación en el sacerdocio, el acoger doctrinas impuras, el egoísmo, la
avaricia, la concupiscencia en el Sacerdocio, ya sabéis a dónde desembocan: en el deicidio. Y en
los siglos futuros ya no se podrá matar al Hijo de Dios, pero sí se podrá matar la fe en Dios, la
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idea de Dios. Por lo cual se realizará un deicidio mayor, mucho mayor porque carecerá de
resurrección. Y, que se podrá realizar, lo estoy viendo, debido a los muchos Judas de Keriot
que habrá en los siglos futuros. ¡un horror!... ¡Mi Iglesia destrozada por sus mismos
ministros!. ■ ¡Y Yo sosteniéndola con la ayuda de las almas víctimas! ¡Y ellos, esos sacerdotes
que tendrán solamente el vestido pero no el alma del sacerdote, se ocuparán en mover las olas
agitadas por la Serpiente infernal contra tu barca, Pedro! ¡Entonces en pie! ¡Yérguete!
Transmite esta orden a tus sucesores: «Mano al timón, mano dura con los náufragos que han
querido naufragar y que quieren que naufrague la barca de Dios». Castiga, pero salva y sigue
adelante. Sé severo, pues los piratas se hacen dignos de que se les castigue. Defiende el tesoro
de la fe. Mantén en alto la luz cual faro, sobre las enfurecidas olas, para que los que siguen tu
barca la vean y no perezcan. Pastor y navegante para los tiempos borrascosos, recoge, guía,
levanta en alto mi Evangelio, porque en él y no en otra ciencia se encuentra la salvación”.
. ● “Vendrá el tiempo en que el Libro será sustituido por otros libros. El Evangelio será
enseñado científicamente bien pero espiritualmente mal”.- Jesús: “Lo mismo que nos ha
sucedido a los de Israel, y aún más profundamente, llegarán tiempos en que el Sacerdocio creerá
—por saber solo lo superfluo, desconociendo lo indispensable, o conociendo solo su forma
muerta, esa forma con que ahora los sacerdotes conocen la Ley, o sea, no en el espíritu sino en
su forma exterior, y exageradamente recargado de adornos— creerá, digo, con sus vestidos
cargados de franjas, ser una clase superior. Vendrán días en que el libro quedará sustituido
por todos los demás libros, y aquel será usado sólo como lo usaría uno que debiera utilizar
forzadamente un objeto, mecánicamente; como un agricultor ara, siembra, cosecha sin pensar en
la maravillosa providencia que hay en esa nueva multiplicación de semilla que sucede todos los
años: una semilla arrojada en la tierra removida, que se hace tallo y espiga, luego harina, y luego
pan por paterno amor de Dios. ¿Quién hay, que al llevar a la boca un pedazo de pan, levante su
espíritu al que creó la primera semilla y desde siglos la hace renacer y crecer, haciendo caer
sobre ella la lluvia y el calor para que germine y se alce y madure sin secarse o quemarse? Así,
llegará el tiempo en que será enseñado el Evangelio científicamente bien pero espiritualmente
mal. ■ Ahora bien, ¿qué es la ciencia a la que falta la Sabiduría? Paja tan solo. Paja que hincha
pero que no nutre. Y en verdad os digo que vendrá un tiempo en el que demasiados sacerdotes
de entre los Sacerdotes serán semejantes a hinchados pajares, soberbios pajares, que se
mostrarán arrogantes con el orgullo de estar muy llenos, orgullo que les impedirá reconocerse
tales, que creerán que a ellos se les deben las espigas como si éstas crecieran entre la paja; y
creerán ser todo por tener toda esa paja, en vez del puñado de granos, del verdadero alimento
que es el espíritu del Evangelio. ¡Un montón! ¡Un montón de paja! Pero ¿puede acaso bastar la
paja? Ni siquiera lo es para la barriga del asno, y, si su dueño no le da cereales y forraje fresco,
el asno nutrido solo con paja se debilita e incluso muere. ■ Pues bien, os digo que vendrán días
en que los Sacerdotes, olvidando que con pocas espigas instruí a los espíritus en orden a la
verdad, y olvidando también lo que costó a su Señor ese pan verdadero del espíritu —que mana
solo de la Sabiduría divina, que se llama Palabra divina, la cual es majestuosa en su estilo
doctrinal, que, al repetirse, es siempre nueva y siempre vieja, y que si se le repite es para que no
se pierdan las verdades, humilde en su forma, sin atavíos de ciencias humanas, sin añadiduras
históricas o geográficas— esos Sacerdotes, digo, no se preocuparán del alma de ese pan del
espíritu, sino sólo del revestimiento con que presentarlo, para hacer ver a las multitudes cuántas
cosas saben, y el espíritu del Evangelio quedará difuminado en ellos bajo avalanchas de una
ciencia humana (4). Pero, si no lo poseen ¿cómo pueden transmitirlo? ¿Qué darán a los fieles
estos pajares hinchados? Paja. ¿Qué alimento podrán recibir de ellos los corazones de los fieles?
Pues lo que no da para más que para llevar una vida lánguida. ¿Qué fruto producirán de esta
enseñanza y de este conocimiento imperfecto del Evangelio? Pues el enfriamiento de los
corazones, el que entren doctrinas heréticas, doctrinas e ideas más que heréticas incluso, en vez
de la verdadera y única Doctrina; y la preparación del terreno para la Bestia (5), para su fugaz
reino de hielo, tinieblas y horror. ■ En verdad os digo que, de la misma manera que el Padre y
Creador multiplica las estrellas para que el cielo no se despueble, por las que, terminada su vida,
perecen, así, igualmente, Yo tendré que enseñar el Evangelio cien y mil veces a mis discípulos a
los que esparciré entre los hombres a lo largo de los siglos. Y también en verdad os digo que el
destino de éstos será como el mío; es decir, la Sinagoga y los orgullosos les perseguirán como
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lo hicieron conmigo. Pero tanto Yo como ellos tenemos nuestra recompensa: la de hacer la
Voluntad de Dios, y la de servirle hasta la muerte de cruz para que su gloria resplandezca y el
conocimiento de Él no se apague”.
. ● “Pero tú, Pontífice, y vosotros Pastores, estad atentos para que no se pierda el espíritu
del Evangelio. Y no dejéis que caigan en el vacío mis Voces futuras. Cada una de ellas es
una misericordia mía para vuestra ayuda”.- ■ Jesús: “Pero tú, Pontífice, y vosotros,
Pastores, estad atentos de que en vosotros y en vuestros sucesores no se pierda el espíritu del
Evangelio. Rogad sin cesar al Espíritu Santo para que se renueve en vosotros un constante
Pentecostés —no comprendéis lo que estoy diciendo, mas pronto, lo comprenderéis— para que
podáis comprender todas los idiomas, discernir mis Voces de las del eterno Mono, imitador de
Dios que es Satanás, y elegir aquellas. Y no dejéis que caigan en el vacío mis Voces futuras.
Cada una de ellas es una misericordia mía para vuestra ayuda; y esas Voces, cuanto más vea Yo,
por razones divinas, que el Cristianismo las necesita para vencer las borrascas de los tiempos,
más numerosas serán. ■ Pedro, pastor y nauta. No te bastará un día ser pastor, si no eres nauta,
ni ser nauta, si no eres pastor. Una y otra cosa debes ser para tener unidos a los corderos, a los
que tenazas y trampas infernales tratarán de arrancar con melodías de promesa infernales, con
que querrán seducirte, y seguir adelante con tu barca, a la que atacarán vientos de todas clases,
de norte y sur, poniente y oriente, barca que se verá atacada por las fuerzas de lo profundo,
asaeteada por los arqueros de la Bestia, envuelta en las miasmas del Dragón, rodeada por su
cola, en tal forma que los imprudentes se verán envueltos en llamas y perecerán en medio de
enfurecidas olas. Pastor y nauta en tiempos verdaderamente dificultosos... Tu brújula sea el
Evangelio. En él se encuentra Vida y Salvación. Todo se encuentra en él. Todos los artículos
del Código santo, todas las respuestas para los múltiples casos de las almas se encuentran en él.
Procura que no se separen de él ni los Sacerdotes ni los fieles. Procura que no vengan dudas
sobre él, ni alteraciones a él, ni sustituciones ni sofisticaciones. Yo mismo soy el Evangelio.
Desde mi nacimiento hasta la muerte. En el Evangelio está Dios. Porque en él se muestran a
las claras las obras del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El Evangelio es amor. Yo he dicho:
«Mi Palabra es Vida». He dicho: «Dios es caridad». Por lo tanto, que conozcan los pueblos mi
Palabra, que sepan qué significa conocer a Dios. Para tener el Reino de Dios. Porque el que no
está en Dios, no tiene en sí la Vida. Porque los que no aceptan la Palabra del Padre, no podrán
ser una cosa con el Padre, conmigo y con el Espíritu Santo en el Cielo, y no podrán pertenecer a
ese único Redil que es santo como Yo quiero que lo sea. No serán sarmientos unidos a la Vid,
porque quien rechaza todo o parte de mi Palabra es un miembro por el que ya no circula la savia
de la Vid. Mi Palabra es savia que alimenta y hace crecer y producir frutos”. (Escrito el 22 de
Abril de 1947).
··········································· 1 Nota : Sacerdote y laico. El sumo del Sacramento del Orden Sagrado es el Sacerdote. Los laicos son llamados
sacerdotes como miembros de la Iglesia, la cual, siendo el Cuerpo místico de Jesús, sumo y eterno sacerdote,
participa del sacerdocio de Jesús. Naturalmente, los sacerdotes, quienes —además de la efusión del Espíritu Santo
en el Bautismo, Confirmación y Eucaristía— han recibido una comunicación particular y sobreabundante del
Divino Paráclito por medio de la imposición de las manos y oraciones, gozan de una amplia y profunda
participación del sacerdocio de Jesús, que los hace semejantes a Él, exactamente en su prerrogativa y en todos sus
poderes sacerdotales (Cfr. Ju. 20,21-23 ritos de la consagración episcopal y sacerdotal según las diversas liturgias).
Por esto, los obispos y sacerdotes, si con su vida ardiente de amor sobrenatural, representan a Jesús sacerdote y
víctima, como padres y maestros están a la cabeza del ejército de los santos laicos. La Iglesia de Cristo se adornó y
se ha adornado siempre de obispos y sacerdotes que llevaron y llevan una vida santa, y son la luz y guía del pueblo de
Dios.
Apéndice de la nota anterior. Sacerdocio y Jerarquía instituidos por Dios.- Entre los numerosos pasajes bíblicos
que preparan, presentan o esclarecen la figura de los ministros de Dios en la Antigua y Nueva Ley se pueden escoger
y considerar muchos textos: Gén. 4,1-16; 8, 13 -9, 17; 14, 17-24; 22, 1-18; Ex. 25-31; 35-40; Lev. 8-10; 13-
14; 16; 21-22; Núm. 3-4; 8; 11, 16-30; 18; Deut. 16, 18 - 18, 8; 1 Rey. 6, 1 - 9, 9; 1 Paral. 9; 23-26; 2
Paral. 29-31; 1s. 40, 9-11; Ez. 34; Zac. 11, 4-17; Mt. 4, 17-23; 9, 9; 9, 36 - 10, 40; 16, 13-20; 18, 15-20; 28,
16-20; Mc. 1, 14-22; 2, 13-17; 3, 13-19; 6, 7-13; 16, 14-20; Lc. 5, 1-32; 6, 12-16; 9, 1-6; 10, 1-24; 24, 44-
53; Ju. 1, 35-51; 10, 1-21; 20, 19-29; 21, 1-23; Hech. 1-2; 4, 23-31; 6, 1-8; 8, 4-40; 10, 34-48; 14, 19-
28; 15, 1-35; 19, 1-7; 20; 1 Cor. 10, 14-22; 11, 17-34; 2 Cor. 5, 11 - 6, 10; 1 Tim. 3, 5; 2 Tim. 1, 6-14; 2, 1-13; 4,
1-8; Tit. 1, 5-9; Hebr. I,5-10, 18; Sant. 5, 14-16; 1 Pedr. 5, 1-11; Apoc. 2-3. Admirable es la armonía
entre el Antiguo y Nuevo Testamento, porque el Dios de ambos es el mismo, y porque Jesús vino no para destruir
sino para sublimar, como dice Mt.5,17. A la luz de tales testimonios bíblicos, de otros muchos, de su armonía,
claramente aparece que Dios mismo instituyó el Sacerdocio y la jerarquía; estableció requisitos físicos y espirituales
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para poder acercarse; llama con clara o secreta vocación, consagra a los elegidos sirviéndose de sus representantes
con ritos que sustancialmente lo tienen a Él como Fundador y exigen gestos sagrados y oraciones inspiradas, destina a
estos sus siervos a la multiforme misión de ser cooperadores de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, en la glorificación
de Dios y en la enseñanza, santificación y salvación de los hombres.
2 Nota : Cfr. Dan. 9-12.
3 Nota : Cfr. Ez. 9-10.
4 Nota : “El espíritu del Evangelio desaparecerá bajo la avalancha de una ciencia humana”. El mejor medio de
estudiar la Biblia es tratarla no solo como un libro humano, sino como lo es, un libro divino. El Conc. Vat. II,
resumiendo y adaptando las normas escritas en las Encíclicas de León XIII, Benedicto XV, Pío XII y en otros
documentos, ha sintetizado el método del estudio. Cfr. Constitución Dogmática “Dei verbum”, cap. III. n.12.
5 Nota : Cfr. Dan. 7.
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b) Dictados y visiones extraídos de los “Cuadernos de 1943/1950”
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43-86.- “Nunca como ahora es necesario rogar al Dueño de la mies... Un mundo sin sacerdotes
verdaderos acabaría en un horror”.
* “El mismo relajamiento que se da en los laicos se da en mis sacerdotes y en los
consagrados con votos especiales”.- ■ Dice Jesús: “Ruega, ofrece y sufre por mis sacerdotes.
Mucha es la sal que ha perdido su sabor y las almas se resienten de ello perdiendo el sabor de
Mí y el de mi Doctrina. Hace algún tiempo que vengo diciéndote esto: mas tú no quieres
percibirlo, no quieres escribirlo y te retraes. Comprendo el por-qué. Con todo, otros, antes que
tú, por inspiración mía, hablaron de esto y eran santos. Resulta inútil querer cerrar los ojos y los
oídos para no ver ni oír. La verdad grita hasta con el silencio. Grita con hechos, y ellos son la
más potente de las palabras. ■ ¿Por qué no recitas ya la oración de M. Magdalena de Pacis? En
un tiempo la decías de continuo. ¿Por qué no ofreces parte de tus diarios sufrimientos por todo
el sacerdocio? Oras y sufres por mi Vicario. Esta bien. Oras y sufres por algún consagrado o
consagrada que te han recomendado o por aquellos sobre los que tienes deberes especiales de
reconocimiento. Está bien. Pero no basta. Y ¿qué haces por los demás? El miércoles, una de las
intenciones de tus sufrimientos fue por el clero. No basta. Es preciso que pidas todos los días
por mis sacerdotes y que ofrezcas por estas intenciones parte de tus sufrimientos. Nunca te
canses de pedir por ellos que son los máximos responsables de la vida espiritual de los católicos.
■ Si un laico basta que haga como diez para no escandalizar, mis sacerdotes deben hacer como
cien y como mil. Deberían ser semejantes a su Maestro en la pureza, en la humildad, en el
desapego de las cosas del mundo, en la humildad y en la generosidad. Por el contrario, el mismo
relajamiento de la vida cristiana que se da en los laicos se da también en mis sacerdotes y, en
general, en todas las personas consagradas con votos especiales. Mas de éstas te hablaré
después” (1).
* “Deberían ser llama, no humo, como los diáconos y presbíteros de las catacumbas”.- ■
Jesús: “Ahora te hablo de los sacerdotes, de aquellos que tienen el sublime honor de perpetuar
mi Sacrificio en los altares, de tocarme, de repetir el Evangelio. Deberían ser llamas. Por el
contrario, son humos. Lo que han de hacer, lo hacen con aburrimiento. No se aman entre sí ni
os aman a vosotros como pastores que deben estar prontos a darse por entero a sí mismos,
incluso hasta el sacrifico de la vida, por sus ovejitas. Se acercan a mi altar con el corazón repleto
de cuidados terrenos. Me consagran pensando en babia y ni aún mi Comunión enciende en su
espíritu esa caridad que si en todos ha de ser viva, debe ser vivísima en mis sacerdotes. ■
Cuando Yo pienso en los diáconos y presbíteros de la iglesia de las catacumbas y los comparo
con éstos de ahora, siento una piedad infinita por vosotros, turba que os encontráis sin o con
demasiada escasez de alimento de mi palabra. Aquéllos presbíteros, aquellos diáconos tenían
enfrente a una sociedad malvada, tenían enfrente al poder constituido. Aquellos presbíteros y
aquellos diáconos habían de ejercer su ministerio en medio de mil dificultades; el movimiento
más ingenuo podía hacerles caer en manos de los tiranos y conducirles a la muerte entre
tormentos. Sin embargo, ¡cuánta fidelidad, cuánto amor, cuánta castidad, cuánto heroísmo en
ellos! Con su sangre y con su amor cimentaron la Iglesia naciente y de su corazón hizo cada uno
de ellos su altar. Ahora resplandecen en la Jerusalén celestial como otros tantos altares sobre los
que Yo, el Cordero, descanso gozándome con ellos, mis intrépidos, mis castos confesores que
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supieron lavar las sordideces del paganismo que, durante años y años, habíales saturado de sí
antes de su conversión a la Fe y que, aún después de ella, les salpicaba con su fango como un
océano de lodo que bate escollos irrompibles. Se habían purificado con mi Sangre y habían
venido a Mí con blancas estolas sobre las que, como ornamento, aparecían su sangre generosa y
su caridad vehemente. Carecían de vestiduras externas y de signos materiales de su milicia
sacerdotal; pero eran sacerdotes en su espíritu. Ahora se da la exterioridad del vestido, mas su
corazón ya no es mío. Tengo compasión de vosotros, rebaños sin pastores. Es por esto que
detengo todavía mis rayos: porque tengo compasión. Sé que mucho de lo que sois proviene de
que no se os atiende. ■ Son pocos en demasía los verdaderos sacerdotes que se parten a sí
mismos para prodigarse a sus hijos. Nunca como ahora es necesario rogar al Dueño de la mies
para que mande verdaderos operarios a la misma, que cae perdida por no haber número
suficiente de verdaderos e incansables operarios sobre los que se posa mi mirada con
bendiciones y amor infinito y agradecido. ¡Si pudiera decir a todos mis sacerdotes: «Venid,
siervos buenos y fieles, entrad en el gozo de vuestro Señor!». Ruega por el clero secular y
conventual”.
* “El tiempo del Anticristo será tanto menos dilatado y cruel cuanto más numerosos sean
los verdaderos sacerdotes y almas víctimas”.- ■ Jesús: “El día en que en el mundo ya no
hubiere sacerdotes, verdaderamente sacerdotales, el mundo acabaría en un horror imposible de
describir con palabras. Sería llegado el momento de la «abominación de la desolación»; pero
con una violencia, a la vez, tan espantosa, que sería un infierno trasladado a la Tierra. Ruega y
di que se ruegue para que toda la sal no se haga insípida en todos menos en Uno, en el último
Mártir que entonces habrá para la última Misa, a fin de que perdure hasta el último día mi
Iglesia militante y se concluya el Sacrificio. Cuantos más sacerdotes verdaderos haya en el
mundo cuando se cumplan los tiempos, menos largo y cruel será el tiempo del Anticristo lo
mismo que las convulsiones últimas de la raza humana. ■ Porque «los justos» de que hablo
cuando predigo el fin del mundo son los verdaderos sacerdotes, los verdaderos consagrados
existentes en los conventos esparcidos sobre la Tierra, las almas víctimas, escuadra ignorada de
mártires que solo mi ojo conoce y que son los que operan con verdadera fuerza de fe. Mas éstos
últimos, aún sin ellos saberlos, son consagrados y víctimas”. (Escrito el 10 de Junio de 1943).
········································· 1 Nota : En el siguiente dictado 43-91.
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43-91.- Religiosas de monasterios y conventos. * Virtudes que las deben adornar y el valor de la oración para convertir almas.- ■ Dice
Jesús: “En la lección sobre los sacerdotes (1) dije que te haría algunas reflexiones sobre extremos
relacionados con las personas consagradas con votos especiales pero que no son sacerdotes. O
sea, con las vírgenes encerradas en monasterios y conventos esparcidos por todo el mundo. ■
En la mente de sus fundadores, estos lugares habrían de ser otras tantas casas de Betania, en las
que Yo, cansado, ofendido y perseguido pudiera encontrar refugio y amor. Y habrían de ser,
conforme también a la mente de sus fundadores, otras tantas cimas donde, en soledad y oración,
sus almas puras pidan por los habitantes del mundo que luchan y, con frecuencia, no piden.
Castidad no sólo de carne sino de pensamiento y de alma, caridad vivísima, plegaria mejor:
oración continua no turbada por las ocupaciones, amor a la pobreza, acatamiento a la
obediencia, silencio exterior para oír en el interior la voz de Dios, vocación de sacrificio,
espíritu de verdadera penitencia. He aquí las virtudes que deberían informar los corazones de
todas las mujeres que se dan a Mí con votos especiales. Consecuencia de una vida así, cada día
sería un arder de inciensos espirituales y un baño de espirituales perfumes que purificarían la
tierra subiendo a continuación hasta mi trono y poco a poco vendría a quedar destruida la cizaña
del pecado. Porque quien pide, obtiene y si de verdad se pidiera insistentemente por los
pecadores, se obtendría su conversión. Vosotros, en cambio, pedís por vosotros mismos. Esto es
egoísmo y lesiona la caridad”.
* ¿Por qué entraron?: 4 categorías.- Es preciso rogar mucho por ellas.- ■ Jesús: “No todas,
pero gran parte de las almas que entraron en los conventos, ¿por qué lo hicieron? Veamos juntos
los porqués. Te vendrá espontánea la necesidad de pedir por estas almas descaminadas, mucho
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más que si se hubieran quedado en el mundo. ■ Muchas entraron por exaltación, obedeciendo
a un impulso, bueno en sí, mas no corroborado con un firme propósito, una severa reflexión y
una verdadera vocación. Vieron el arado en una hora de sol sobre un campo florido y pusieron
la mano en él sin recapacitar si tenían fuerza para ararse a sí mismas con la reja tremenda de las
renuncias. Caen las flores, se pone el sol; viene la tierra pedregosa, dura, árida, llena de espinas;
llega la noche negra y borrascosa. Estas almas, que irreflexivamente cedieron a un sueño se
encuentran desoladas en un mundo que no es el suyo, en el que de mala manera saben moverse.
Sufren y hacen sufrir. ■ Otras entraron después de una desilusión. Creyeron que estaban
muertas cuando sólo estaban desmayadas. Aun superando la idea de que lo que a Dios se le
ofrece son las primicias y no los residuos, convendría siempre considerar si de lo que se trata es
propiamente de la muerte del alma para el mundo o simplemente de una herida grave. Toda
herida, que no sea mortal, cura y se sale de ella más vivos que antes. También éstas y, por
cierto, éstas más que aquéllas, se encuentran después turbadas, ya que, además de comprobar
que el mundo monástico no es el suyo, acarrean a él cosas del mundo exterior: nostalgias,
recuerdos, sentimientos, deseos. En el silencio del claustro estas cosas son como vinagre
aplicado a una llaga: la avivan, la irritan, emponzoñan todo, las vuelven inquietas, rencorosas,
mordaces. También éstas sufren y hacen sufrir sin mérito alguno. ■ Tercera categoría: la de
aquellas que ingresan por interés. Se ven solas, pobres con miedo a la vida, sin oficio que les dé
seguridad. Se retiran. Toman la casa de Dios por seguro albergue en el que cuentan con cama y
mesa. Se aseguran el mañana. Mas a Dios ni se le burla ni se le engaña. Dios ve el fondo de los
corazones. ¿Qué pensará Dios de tales mujeres? ■ Están, por último, las que entran para darse
a Dios con pureza de sentimiento y verdadera vocación. Estas son las perlas, si bien son pocas
en comparación con las otras. Y aun éstas pueden malearse y dañarse. También las perlas se
dañan. Es difícil que, a lo largo de una vida monástica, no se produzca el asalto de algún
germen que intente destruir la perla que se entregó a Dios. Les asiste mi gracia mas, con todo, es
preciso pedir por ellas. Para esto es la Comunión de los Santos. Nadie hay tan mísero cuya
plegaria carezca de valor. Y Dios, atraído por la oración, petición que sube del mundo, puede
descender como fortaleza al corazón de una esposa mía que vacila en un convento. ■ No muere
la humanidad en el ser humano al transponer los umbrales de un monasterio. Nunca muere la
humanidad. Ella, por desgracia, penetra dentro de los muros sagrados y me arroja a Mí. Ella
promueve las mezquindades, los rencores, los celos inconsiderados, disipa, obstaculiza, enfría.
Es cierto que centuplica la santidad de las «santas»; pero no basta. Es preciso pedir, pedir, pedir
por mis esposas. Que las ilusas, las desilusionadas, las interesadas comprendan y sepan añadir la
cruz de su error a las demás cruces de la vida conventual para hacer con ellas nuevo peldaño en
la escala que sube al Cielo. Es inútil ser ramas de flores puestas sobre el altar si tales flores
continúan siendo humanas. Lo que quiero Yo son flores espirituales”.
* “Los conventos deberían ser invernáculos del Cielo... porque únicamente el perfume
celestial es acepto al Señor y se transforma en gracias divinas”.- ■ Jesús: “¿Sabes qué
diferencia existe entre un alma que vive a lo humano y otra que vive conforme al espíritu? Pues
bien: Tú tienes cantidad de flores en tu habitación y percibes un intenso perfume. Mas vienes a
confesar que todas esas rosas, claveles, jazmines y lirios no te dan ni con mucho el más lejano
parecido con el «perfume» que, a veces, sientes y que viene de reinos sobrenaturales. Aquel es
perfume del Cielo y éste de tus flores es perfume de la tierra. Lo mismo acaece con las almas.
Las verdaderamente místicas exhalan un perfume celestial, las otras un perfume humano. Éste
puede ser admirado por el mundo, mas Yo no lo aprecio. ■ Yo quiero que mis conventos sean
invernáculos del Cielo en donde caigan, cual hojas muertas, las preocupaciones humanas, las
soberbias, las envidias, las críticas, los egoísmos, las dobleces. Resulta inútil observar la regla al
exterior si el interior se encuentra inficionado con tóxicos humanos. La oración no sube cuando
un lastre de humanidad pende de las alas de las que no acierta a desprenderse. La oración
entonces no se derrama por la tierra para salvar a los pecadores ni para consolarme; queda con
frecuencia bajo una masa de fango humano. En tal coyuntura es inútil consagrarse a Mí si el
sacrificio de la libertad no ha de dar el fruto para el que ciertos sacrificios fueron ideados. Todo
muere cuando falta la caridad, sobre todo ésta, porque la caridad hacia Mí hace puros, buenos,
desasidos de todo lo que no es Dios, amantes de la Cruz y de las cruces; porque la caridad hacia
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el prójimo hace pacientes, dulces y generosos. Las vírgenes pueden ayudar al mundo mas las
vírgenes han de ser ayudadas por las víctimas”. (Escrito el 15 de Junio de 1943).
·········································· 1 Nota : En el anterior dictado 43-86.
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43-125.- Parábola del convite a las bodas (1): todos estamos invitados a ser perfectos pero los
elegidos, con solicitud amorosa.- En los evangelistas, excepto en Juan, hay equivocaciones de
forma mas no de fondo. * “Para los elegidos a ser mis íntimos y amigos no basta la pequeña perfección”.- ■ Dice
Jesús: “Sed perfectos vosotros a quienes amo con un amor de predilección. Vivid como ángeles
vosotros que constituís mi Corte sobre la tierra. Si a todos se hizo la invitación amorosa de ser
perfectos como mi Padre, para los elegidos a ser mis íntimos y amigos, tal invitación viene a
constituir un suave mandato. Ser mis discípulos —no en el sentido vago que se aplica a todos
los cristianos sino en el sentido propio con el que llamaba discípulos y amigos míos a mis
Doce— es gran honor, pero implica gran responsabilidad. No basta ya la pequeña perfección, es
decir, no cometer culpas graves y obedecer a la Ley en sus disposiciones más señaladas. Es
preciso llegar a la delicadeza de la perfección: cumplir la Ley hasta en sus más leves matices y,
por así decirlo, como anticipándose a ella con un algo más. Igual que los niños, que van a la
casa paterna, no ya caminando al lado del que los conduce, sino que se adelantan corriendo
alegres, superando las fatigas, y obstáculos de un sendero más dificultoso por llegar antes,
porque su amor les espolea. La casa de vuestro Padre está en el Cielo. ■ El amor es el que os
impele a superar, volando, todas las dificultades para alcanzar presto el Cielo en el que os
aguarda el Padre con los brazos abiertos ya para el abrazo. Por eso, mi discípulo, no solo ha de
cumplir la Ley en aquellas cosas importantes que impuse a todos, sino que debe interpretar mi
deseo, por más que no aparezca expreso, que es el que hagáis el «máximo» bien que podáis,
deseo que es comprendido por el que ama, ya que el amor es luz y sabiduría”.
* “Podían cometer equivocaciones de forma, no de fondo. Solo Juan es de una exactitud
fonográfica. Juan era un alma sobre la que el Amor, que no se posa sino en los puros de
corazón, escribía sus palabras”.- ■ Jesús: “Voy a explicaros ahora dos puntos del Evangelio.
Uno es de Mateo y el otro de Lucas. En realidad constituyen ambos una misma parábola si bien
expuesta con alguna diferencia. No debe sorprender que se den estas diferencias en mis
evangelistas. Cuando escribían estas páginas eran hombres todavía, elegidos, es cierto, mas no
aún glorificados. Por lo cual podían cometer equivocaciones y errores de forma, mas no de
fondo. Sólo en la gloria de Dios no es posible ya el error. Mas, hasta alcanzarla, habían ellos de
luchar y sufrir mucho todavía. Uno tan solo de los evangelistas es de una exactitud fonográfica
completa al referir cuanto Yo dije. Mas éste era el puro, el amoroso. ■ Reflexiona sobre esto: La
pureza y la caridad tienen tal poder que permiten captar, recordar y transcribir mi palabra sin el
error de una coma ni de un concepto siquiera. Juan era un alma sobre la que el Amor escribía
sus palabras y podía hacerlo porque el Amor no se posa ni tiene contacto sino con los puros de
corazón, y Juan era un alma virginal, pura como la de un niño. No confié mi Madre a Pedro sino
a Juan porque la Virgen debía estar con el virgen. Recuerda bien esto: que Dios no se comunica
con quien no tiene pureza de corazón, ya conservada desde el nacimiento o bien recobrada con
asidua labor de penitencia y de amor, sustancias espirituales que devuelven al alma aquella
cándida lozanía que atrae mis miradas y consigue mi palabra”.
* “Parábola del banquete de bodas, aplicada a mis elegidos”.- ■ Jesús: “Cuentan, pues, mis
evangelistas que un personaje —uno le llama rey, el otro da a entender que se trata de un rico
señor— preparó un gran convite, probablemente de bodas, invitando a muchos amigos. Mas
éstos, dice Lucas, alegaron excusas y Mateo encarece: se burlaron de él. Por desgracia. Ni
excusas aducís a vuestro Dios y, con frecuencia, respondéis con burlas a sus invitaciones.
Entonces el señor del convite, tras haber castigado a los maleducados y por no dejar perder las
viandas preparadas, mandó a sus criados que juntasen a todos los pobres, cojos, lisiados, ciegos,
que estaban en torno de la casa a la espera de los residuos, o sea, que acudían de toda la comarca
acuciados entre el temor y la necesidad. La orden era de abrirles a todos ellos la sala y hacerles
sentar a la mesa después de haberlos aseado y vestido cual debía. Mas con todo, la sala aún no
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estaba llena. Entonces aquél rico manda salir a sus siervos de nuevo con orden de que inviten a
quienquiera usando, incluso dulce violencia. De esta suerte entran, no sólo los pobres que vagan
merodeando las casas de los ricos, sí que también los que ni se lo pensaban, convencidos como
estaban de no ser conocidos del dueño y no tener necesidad de cosa alguna. Cuando estuvo llena
la sala, entró en ella el rico señor y vio a uno —no se dice que fuese pobre o un viandante,
detalle éste de poca monta— que se había despojado del vestido de bodas, lo que le hace
suponer que el tal fuese un viandante rico y soberbio y no un pobre convencido de ser
menesteroso. Entonces el señor desdeñado, al ver despreciada su dádiva y hollada la
consideración debida a la morada del anfitrión, le hace salir de allí por cuanto nada contaminado
debe penetrar en la sala de bodas. ■ Paso ahora a explicarte esta doble parábola. Los invitados
son aquellos a los que Yo llamo con una vocación especial, gracia gratuita que concedo como
invitación a la intimidad conmigo en mi palacio y elección para mi corte. Los pobres, ciegos,
mancos y lisiados son aquellos que no tuvieron especiales llamadas ni ayudas y que con sus
solos medios no pudieron conservar o conseguir riqueza alguna espiritual ni salud, antes con
imprudencias naturales acrecentaron su desgracia. Son éstos los pobres pecadores, las almas
débiles, menesterosas, deformes que no osan presentarse a la puerta sino que vagan por los
aledaños del palacio a la espera de una limosna que les alivie. Los viandantes apresurados que
no se preocupan de lo que acontezca en la mansión del Señor, son los que viven en las
religiones más o menos reveladas o en la suya personal que tiene por nombre: dinero, negocios,
riquezas. Estos creen no tener necesidad de conocerme. Hoy en día se da el hecho de que, con
frecuencia, los por Mí llamados desatienden mi llamada, se desentienden de ella y prefieren
ocuparse de las cosas humanas en lugar de dedicarse a las sobrenaturales. En tal caso Yo hago
entrar a los pobres, a los ciegos, a los cojos y lisiados; los visto con el traje de bodas, les hago
sentar a la mesa, los declaro huéspedes míos y los trato como amigos. Y llamo también a
aquellos que se encuentran fuera de mi Iglesia, los atraigo con insistencia y cortesía forzándoles,
incluso con dulce violencia”.
. ● “¡Ay, empero, de aquellos que, habiendo sido elegidos por Mí mediante vocación, me
olvidan, prefiriendo dedicarse a cosas naturales!”.- ■ Jesús: “En mi Reino hay puesto para
todos y es mi gozo haceros entrar a muchos. ¡Ay, empero, de aquellos que, habiendo sido
elegidos por Mí mediante vocación, me olvidan, prefiriendo dedicarse a cosas naturales! Y ¡ay
de aquellos que, habiendo sido acogidos benignamente aunque sin merecerlo, y habiendo sido
revestidos por magnanimidad mía con la gracia que cubre y anula sus torpezas, se despojan de
su vestido nupcial faltando al respeto debido a Mí y a mi mansión por la que nada indigno debe
discurrir! Serán echados del Reino por haber despreciado el don de Dios. A veces, entre los
pecadores y convertidos, veo almas tan bellas y reconocidas, que las elijo por esposas mías en el
puesto de otras, ya llamadas, que me rechazaron”.
. ● Parábola del banquete de bodas aplicada a M. Valtorta.- ■ Jesús: “Tú, María, eres una
pobrecilla, mendiga, hambrienta, inquieta, desnuda. Tras haber intentado por ti misma saciar tu
hambre, cubrir tus miserias sin conseguirlo te acercaste a mi Mansión por haber comprendido
que solo en ella hay paz y refrigerio verdaderos. Yo te acogí poniéndote en el puesto de otra,
que habiendo sido llamada por Mí, rechazó la gracia, y viéndote agradecida y dispuesta, te elegí
por esposa. ■ La esposa no se queda en la sala del convite. Penetra en la cámara del esposo y
conoce sus secretos. Más, ¡ay si se adormecieran en ti la buena voluntad y el agradecimiento!
Debes continuar trabajando por complacerme cada vez más. Trabajar para ti dándome gracias
por haberte llamado. Trabajar para la otra que rechazó las místicas nupcias a fin de que se
convierta y torne a Mí. Quién sea ella lo sabrás un día. Ahora aliméntate de mi mesa, cúbrete
con mis vestidos, caliéntate al amor de mi fuego, reposa sobre mi corazón, consuélame de las
defecciones de los llamados, ámame en agradecimiento, en reparación, en impetración, ámame
para aumentar tus méritos. Yo doy el vestido nupcial al que amo con amor de predilección. Mas
la que es amada debe ordenarlo cada vez más con una vida de perfección angélica. Jamás debes
decir «Basta». Tu Esposo y Rey es un Señor tal que el vestido de su esposa debe estar tan
recamado de perlas que pueda ser digno de lucirlo por ser la elegida a sentarse en el palacio de
su Señor”. (Escrito el 28 de Junio de 1943).
··········································· 1 Nota : Cfr. Mt. 22,1-14; Lc. 14,15-24.
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43-131.- Respecto de aquella persona elegida que después desmereció su elección.
* “Tú ruega para que sepa venir a la puerta de la mística sala de las nupcias”.- ■ Dice
Jesús: “Respecto a cuanto ayer te dije (1), no pienses que aquella por la que tú debes reparar sea
un alma consagrada cuya vocación vacile. No. Es una criatura débil a la que Yo había escogido,
pero que dio oídos a las voces de las criaturas más que a la mía y por mezquinas
consideraciones humanas perdió el trono en la casa del Esposo. No sufre ahora por ello. Más
bien carece de fuerza para reparar. Todavía le abriría los brazos. Ruega para que sepa venir a la
puerta de la mística sala de las nupcias y acierte a entrar en ella con su alma renovada. Incluso
una lágrima ofrecida a tal fin tiene su peso y su valor. Ayuda, María, a tu Jesús y Él te ayudará a
ti cada vez más”. (Escrito el 29 de Junio de 1943).
········································· 1 Nota : Se refiere al dictado anterior 43-125.
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43-191.- “Mi obrar desde el comienzo de este siglo es un prodigio de caridad para intentar la 2ª
salvación del género humano, en especial de las almas sacerdotales, sin las que la salvación del
mundo es imposible”.
* Uno de los dolores más acerbos de Cristo: el racionalismo en los sacerdotes.- ■
Inmediatamente después de haberse marchado el Padre Migliorini, dice Jesús: “No. Por ahora,
cuanto te digo debe servir para ti y para el Padre. Tú sabes cómo conducirte. Respecto del
Padre, estoy muy contento, contentísimo de que haga uso de mis palabras para sí, para su alma,
para su predicación, para guía y consuelo de las otras almas sacerdotales o que no lo son. Mas,
por ahora, no debe revelar su origen. ■ Uno de los más acerbos dolores que Yo tengo es ver
cómo se ha infiltrado el racionalismo en los corazones, aún de aquellos que se dicen míos.
También entre éstos se encuentran quienes, predicándome a Mí y mis pasados milagros, niegan
mi poder cual si yo no fuese ya el Cristo capaz de hablar todavía a las almas que languidecen
por falta de mi Palabra, admitiendo casi mi actual incapacidad de obrar milagros y negando el
poder de la gracia en los corazones”.
* “Quien cree con pureza e inteligencia distingue mi voz y la atiende. Los otros sofistican,
discuten, critican y niegan... No piensan que Yo tenga algo que decir apropiado a las
necesidades de los tiempos y que sea Dueño de decirlo cómo y a quien me place”.- ■ Jesús:
“Creer es señal de pureza además de fe. Creer es inteligencia además de fe. Quien cree con
pureza e inteligencia distingue mi voz y la atiende. Los otros sofistican, discuten, critican y
niegan. Y ¿por qué? Porque viven de la torpeza y no del espíritu. Se han aferrado a las cosas con
que se encontraron, sin recapacitar que son cosas que provienen de los hombres, los cuales no
siempre tuvieron una perspectiva justa y si es que fue justa dicha perspectiva y escribieron con
justicia, lo hicieron para su tiempo, no siendo bien interpretados por los de tiempos futuros. ■
No piensan que Yo tenga algo que decir apropiado a las necesidades de los tiempos y que sea
Dueño de decirlo cómo y a quien me place, porque Yo soy el Dios y el Verbo eterno que nunca
cesa de ser Palabra del Padre”.
* “Menos ciencia y más caridad. Menos libros y más Evangelio”.- ■ Jesús: “Pongo en juego
los últimos resortes para inflamar a las almas que ya no son almas vivas sino autómatas dotados
de movimiento, pero no de entendimiento ni de caridad. Mi obrar desde el comienzo de este
siglo, el último de este segundo milenio, es un prodigio de caridad para intentar la 2ª salvación
del género humano, en especial de las almas sacerdotales, sin las que la salvación del mundo es
imposible. ■ Yo me sustituyo en los púlpitos vacíos o en los que resuenan palabras sin vida
verdadera. Mas hay pocos que sean dignos de comprenderme, incluso entre mis ministros. Por
eso, sepa el Padre Migliorini cómo actuar. Que se atenga y amolde a mi modo de decir para sí,
para todos, y procure, ante todo, encender la caridad en los corazones, incluso en los de sus
hermanos religiosos. Menos ciencia y más caridad. Menos libros y más Evangelio. Luz en las
almas puesto que Yo soy Luz, desalojando todo para hacer sitio a la Luz. ¿No dice el Padre
Migliorini que soy terreno inaccesible? Pues aún dice poco: soy terreno enemigo, lo que es un
gran dolor para Mí”. (Escrito el 18 de Julio de 1943)
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43-207.- Las estrellas que caerán al final de los tiempos: mis ministros.
* Debilitamiento del sacerdocio producto del caos no tanto del sentido sino de la mente.- ■ Dice Jesús: “Cuando llegue el tiempo, muchas estrellas serán envueltas en manos de Lucifer que
para vencer necesita se amortigüen las luces de las almas. Esto será factible porque, no ya los
láicos, mas también los eclesiásticos, han perdido y pierden cada vez más aquella firmeza en la
fe, en la caridad, en la fortaleza, en la pureza y en el alejamiento de las seducciones del
mundo, necesaria para permanecer en la órbita de la luz de Dios. ¿Sabes quiénes son las
estrellas de que hablo? Son aquellos a los que Yo di el apelativo de sal de la tierra y luz del
mundo: mis ministros. Es empeño de la sutil malicia de Satanás apagar, trastornándolas, estas
luminarias que son luces que reflejan mi Luz a las gentes. Si con tanta luz, que todavía emana la
Iglesia sacerdotal, se van hundiendo cada vez más las almas en las tinieblas, es de prever la
oscuridad que oprimirá a las gentes cuando se apaguen muchas estrellas en mi cielo. ■ Satanás
lo sabe y siembra sus semillas para preparar el debilitamiento del sacerdocio con el fin de
poderlo fácilmente envolver en sus pecados, no tanto del sentido cuanto del pensamiento.
Resultará para él más fácil provocar el caos espiritual mediante el caos mental. En el caos
espiritual, los débiles, ante las avenidas de persecuciones, cometerán el pecado de renegar la fe”.
(Escrito el 23 de Julio de 1943).
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43-356.- “«¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que habéis usurpado la llave de la ciencia y,
no habiendo entrado vosotros, habéis puesto impedimento a los que entraban!»... Por eso, Yo
intervengo ahora con mi enseñanza directa a través de los pequeños. Te escogí porque eres pura
miseria y, convencida de ello, te vivifica el amor”.
* “Lo que ahora ha sucedido es, no que se haya perdido con el tiempo la eficacia de cuanto
di, sino que se ha amortiguado en vosotros la facultad de comprender”.- ■ Dice Jesús:
“¿Sabes por qué te escogí? Porque eres pura miseria, estando convencida de ello, y te vivifica el
amor. Yo voy buscando humildad y amor a fin de depositar mis palabras y mis gracias haciendo
resplandecer mis misericordias, porque el mundo está necesitado siempre de pruebas de
misericordia si se ha de conservar un mínimo de amor y de fe. Si la formación llevada a cabo de
mi Iglesia y el afianzamiento del cristianismo en el mundo hubiesen dado los frutos que de la
floración primera cabía esperar, no hubiera habido necesidad de más. A cuantos creyeron en Mí
les di cuanto necesitaban para ir creciendo en la Fe y en mi Doctrina. Y se lo di de una manera
perfecta como Yo sólo, el Perfectísimo, lo podía dar. ■ Lo que ahora ha sucedido es, no que se
haya perdido con el tiempo la eficacia de cuanto di, sino que se ha amortiguado en vosotros la
facultad de comprender. Y se ha amortiguado porque habéis ofuscado: vuestro oído espiritual
con el murmullo de excesivas palabras humanas; vuestra vista espiritual con el humo de las
soberbias humanas; vuestro gusto espiritual con el sabor de tanta corrupción; vuestro tacto
espiritual con el abuso de inmoderados contactos carnales; vuestro olfato espiritual con esa
perversión que os hace preferir lo putrefacto a lo que es puro. Se ha amortiguado, en fin, porque
habéis aplastado vuestro espíritu bajo las piedras del sentido, de la carne, de la soberbia y del
mal en sus mil formas. Como riachuelo de agua destinado a regar las flores de vuestras almas,
hice brotar de los Cielos —mejor: de mi Corazón que os ama— mi Doctrina. Mas vosotros
habéis lanzado contra mi Doctrina piedras y escombros, partiéndola en mil y mil hilos de agua
que han acabado por perderse sin provecho para vosotros, cristianos, que, más o menos, habéis
renegado de Cristo. ■ Las herejías manifiestas han anulado directamente muchas venas de agua
que, partiendo de mi Corazón, bajaban a nutrir el organismo de la Iglesia, Una, Católica,
Romana, Universal y gran parte del organismo ha llegado a convertirse en miembro paralizado,
muerto a la vida y destinado a ser portador de células cancerosas. Ahora bien, las pequeñas
herejías individuales —¡y cuántas!— se hallan esparcidas por el núcleo de los católicos. Estas
son las más perniciosas y reprobables. Porque —fijaos bien— si a distancia de años y de
siglos es condenable hasta cierto punto el protestante, de cualquier iglesia que sea, el ortodoxo,
el oriental que acepta con fe lo que sus antepasados le dejaron como Fe verdadera, no es de
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perdonar, en cambio, al que vive bajo el signo de la Iglesia de Roma y se forja su particular
herejía de sensualidad del sentido, de la mente y del corazón. ¡Cuántos compromisos con el
Mal, cuántos que Yo veo y condeno!”.
* “Intervengo con la enseñanza directa que sustituye con sus luces y su calor a tantos
púlpitos por demás helados y oscuros. Los más reacios en aceptar esta ayuda, como hace
20 siglos, son precisamente mis sacerdotes”.- ■ Jesús: “El noventa por ciento de los católicos
se preocupa de todo menos de la vida que tienen gracias a mi Fe. Y es entonces cuando Yo
intervengo. Intervengo con la enseñanza directa que sustituye con sus luces y su calor a tantos
púlpitos por demás helados y oscuros. Intervengo para ser Maestro en el puesto de los maestros
que prefieren cultivar sus intereses materiales en lugar de los intereses espirituales vuestros, y,
sobre todo, míos. Porque Yo les encomendé los talentos vivos que sois vosotros, almas que
compré con mi Sangre, viñas y graneros de Cristo Redentor, no para que los dejasen
improductivos e incultos sino para que se gastasen a sí mismos haciéndoles rentar y fructificar.
■ Pues bien, María. ¿Sabes quiénes son los más reacios en aceptar esta ayuda que Yo presto
para reparar los daños del ayuno espiritual de que vosotros, los católicos, morís? Son
precisamente mis sacerdotes. Las pobres almas desparramadas por entre el laicado católico
acogen con devoción este pan que Yo parto a las turbas dispersas en el desierto porque tengo
compasión de ellas que vienen menos. Mas los doctores de la doctrina, no. Lo demás es lógico.
Como hace 20 siglos, mi Palabra que es caricia, pobres almas, viene a ser reproche, para quienes
os han dejado empobrecer. Y el reproche por más que sea justo, siempre pesa. Mas ahora como
hace 20 siglos, no puedo menos de repetirles: «¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que habéis
usurpado la llave de la ciencia y, no habiendo entrado vosotros, habéis puesto impedimento a
los que entraban!». Aquellos que no entraron por haberles vosotros obstruido el camino con
vuestras mezquindades y escandalizado sus corazones, que os miraban como maestros, al veros
más indiferentes que ellos mismos hacia la eterna Verdad, serán juzgados con piedad. Empero,
vosotros, que preferisteis el dinero, los honores, las comodidades, los intereses de vuestros
familiares a la misión de ser «maestros» en nombre y para continuar el Cristo docente; vosotros
que sois tan severos con vuestros hermanos pretendiendo que den lo que no dais y produzcan
los frutos que vosotros no sembrasteis en ellos mientras sois tan indulgentes con vosotros
mismos; vosotros que no creéis en mis manifestaciones provocadas, en el fondo, por vosotros,
ya que es para reparar las ruinas causadas por vosotros por lo que vengo a amaestrar los
corazones dispersos por el mundo”
* “Tanto más vengo cuanto los tiempos más se cargan de herejías, incluso dentro de mi
Iglesia, vosotros que tratáis «locos» y «obsesos» a mis portavoces lo mismo que vuestros
lejanos antecesores dijeron de Mí”.- ■ Jesús: “Y observad: que tanto más vengo cuanto los
tiempos más se cargan de herejías, incluso dentro de mi Iglesia; vosotros que os burláis y
perseguís a mis portavoces y les insultáis tratándoles de «locos» y «obsesos», lo mismo que
vuestros lejanos antecesores dijeron de Mí; vosotros seréis tratados con severidad. Purificad con
el fuego del amor y de la penitencia los sentidos de vuestra alma y oiréis, veréis, gustaréis,
oleréis, me sentiréis a Mí en las palabras que digo a los humildes y callo a vosotros, soberbios,
porque únicamente el que tiene corazón de niño entrará en mi Reino y sólo a los pequeños
revelo los secretos del Rey, porque el más grande de entre vosotros, católicos, no es el que
ostenta ropaje de autoridad sino el que viene a Mí con corazón puro, confiado como un niño y
amoroso como un párvulo para con su madre que le nutre. ¡Bienaventurados los pequeños! Yo
les haré grandes en el Cielo”. (Escrito el 20 de Septiembre de 1943).
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43-475.- “«¡Ay de los pastores que se apacientan a sí mismos!» [Ez. 34,2] (1)...Yo mismo vendré
como Pastor en el período de paz pero no faltarán los Judas en la última rebelión de Satanás”.
* “No hay otra alternativa: fuera de Dios y de su Ley no se da honestidad continuada en el
obrar”.- ■ Dice Jesús: “Escribe, hija: «¡Ay de los pastores que se apacientan a sí mismos!».
Pastores de almas y pastores de hombres. Mis sacerdotes y jefes de naciones. La tremenda
responsabilidad de ser administradores de Vidas y de vidas, pastores de almas, no puede
realizase sino permaneciendo vosotros en mi Santidad y en mi Justicia. No hay otra alternativa.
Fuera de Dios y de su Ley no se da honestidad continuada en el obrar. Podréis resistir por algún
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tiempo mas al fin claudicaréis para vuestra ruina y la de los demás. Desnaturalizáis vuestra
misión, os apacentáis en vez de apacentar. No os agotáis en la tarea santa y suave de robustecer
y curar las almas, vosotros, los pastores primeros, y en la tarea justa y bendita de mirar por
vuestros súbditos, vosotros, pastores segundos. Habéis perseguido o desentendido. Habéis
condenado o matado, ¡oh, qué tremendo juicio os espera! ■ Lo repito, las desesperaciones de los
individuos recaen sobre quienes las provocan. Los extravíos y blasfemias sobre quien los hace
desbordar. Las agonías de las almas sobre aquellos sacerdotes que saben ser únicamente
rigoristas y sin caridad. ¡Ay!, tres veces ¡ay de vosotros poderosos! Y siete veces ¡ay de
vosotros sacerdotes! Porque si los primeros acarrean la muerte a los cuerpos más que a las
almas, vosotros sois responsables de la muerte de las almas, comenzando por las de los
poderosos a los que no sabéis contener con un enérgico «Non licet» sino que, por una mendaz
consideración que se traduce en traición a Cristo, dejáis que lleven a cabo su maldad. ■ Ya os lo
dije: «El buen Pastor da la vida por la de sus ovejas». Pero lo que vosotros hacéis es conservar
la vuestra; y las ovejas, así las grandes como las pequeñas, se han dispersado, presa de las fieras,
y han muerto por haberse alimentado con pastos malsanos. Es preciso asestar la segur al pie de
aquella planta grande que daña sin sopesar el peligro que suponga el que ella o su linaje se
revuelvan con la espada contra vosotros para quitaros la vida, haciendo así cuanto sea posible
para preservar la Vida más excelsa. Esto cada vez lo hacéis menos vosotros y así la ruina causa
estragos en la tierra lo mismo que en los espíritus”.
* “Durante mi período de Rey de paz (P. Intermedio) (2) Yo seré el Pastor, y oirán la Voz,
no como ahora a través de los siervos, sino de la boca el Verbo”.- ■ Jesús: “Dígoos Yo
ahora: He aquí que Yo mismo seré su Pastor. Vendré para reunir a mis ovejas. Las agruparé en
mis dehesas, apartadas de las nieblas de las doctrinas vanas y perniciosas que producen las
fiebres mortales del espíritu. Las separaré y aún ellas, por sí mismas, se apartarán de los cabritos
y de los carneros al oír la Voz amada. La oirán, no como ahora, a través de mis siervos, sino
brotando, cual río de Vida, de la boca del Verbo que vuelve a tomar posesión de su Reino.
Recogeré con piedad a mis ovejas, aún aquellas que por vuestro abandono se perdieron. Mas,
¡fuera de mi redil los lobos con piel de cordero!, ¡fuera los pastores holgazanes!, ¡fuera los
ansiosos de riquezas y de placeres! ■ El que me sigue debe amar lo que es limpio y honesto. El
que me sigue ha de tener caridad con el hermano y no aprovecharse, dejando para los demás la
miseria de una herida pisoteada y sucia y una agua enturbiada por enjuagues humanos. Y va
esto también para aquellos que en las asociaciones de laicos no aspiran sino a los cargos que
estimulan la vanidad. ¡Abajo la soberbia! si es que queréis ser mis corderos, y ¡abajo también la
dureza de corazón! Son éstas las astas afiladas con las que herís y rechazáis a los bondadosos y
oprimís a los débiles. ■ Cuando haya depurado mi grey de cuanto es falso e impuro durante mi
período de Rey de la Paz, aleccionaré a los que habrán quedado para la última instrucción. Me
conocerán del modo como ahora solo los elegidos me conocen. Serán, no doce sino doce mil
veces doce mil las criaturas llamadas al conocimiento del Rey. Desaparecerán las herejías y las
guerras. Luz y Paz serán el sol de la Tierra. Se nutrirán con el germen vivo de mi Palabra y ya
no languidecerán a causa del hambre espiritual. Me adorarán en espíritu y en verdad”.
* “La última rebelión de Satanás (4º período), no faltarán los últimos Judas, será el último
crisol mas mis «fieles» conocerán que son mi pueblo y que estoy con ellos”.- ■ Jesús:
“Cuando sobrevenga la postrer rebelión de Satanás no faltarán los últimos Judas entre los
llamados al conocimiento del Rey. El oro de la Ciudad eterna debe ser purificado mediante tres
crisoles si ha de llegar a ser turíbulo ante el trono del Cordero glorioso. Y éste será el último
crisol. Mas los «fieles» permanecerán fieles y conocerán que Yo estoy con ellos y que ellos
constituyen mi pueblo eterno. ■ Y, ya desde ahora, sabed, queridos míos y alma que me amas y
a la que amo, que, aun antes de que Yo venga a congregar a mi grey para llevarla a los pastos
eternos del Cielo, sois vosotros mis corderos amados. Entraréis en mi Reino antes que los demás
por cuanto vosotros sois mi rebaño y Yo soy el Señor Dios vuestro, vuestro Pastor que tiene sus
delicias en estar entre vosotros y que os llama a su morada eterna para vivir con vosotros en la
Paz reservada a los fieles de Cristo”. (Escrito el 28 de Octubre de 1943). ··········································
1 Nota : Ezequiel 34-2. “Hijo de hombre, habla de parte mía contra los pastores de Israel... que se apacientan a
sí mismos... porque mis ovejas han pasado a ser presa de todas las fieras por falta de pastor... se las quitaré y Yo
mismo cuidaré de mis ovejas”.
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2 Nota : Período de Paz o Intermedio.- En esta Obra se dice que en el Apocalipsis, por más que parezcan
confundirse, se distinguen 4 períodos: 1º: Período de los precursores del Anticristo; 2º: Período del Anticristo; 3º:
Período de Paz o Intermedio; 4º: Período último: última venida de Satanás.
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43-499.- Doctores de la ciencia sagrada. La Sabiduría vela los pasos del hombre desde Adán.
* “En verdad te digo que si es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que
no un rico se salve, aún más difícil será que un eclesiástico «humanamente» docto, o
cualquiera que trata de cosas de religión con ciencia humana, se salve”.- ■ Dice Jesús: “Has
dicho bien. Es masticar paja y Yo quiero que te nutras con grano selecto. La paja no nutre sino
que hincha sin nutrir. Así acaece con muchas de las ciencias. Lo que en toda ciencia es siempre
un peligro, resulta particularmente pernicioso cuando se trata de la ciencia de las cosas de Dios.
Así es hoy día. Los doctores de la ciencia sagrada olvidan con harta frecuencia de qué tratan, al
servicio de quién están y de qué poderes hablan. Olvidan así mismo a quiénes hablan y las
consecuencias de su enseñanza que, a modo de ondas, se propagan en extensión tras haber
impresionado directamente a los primeros que les oyeron. Pudiendo ser «luces», son humo que
oculta la luz hasta en su origen Les agrada hacer ostentación de erudición humana. En verdad
te digo que si es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que no un rico se salve,
aún más difícil será que un eclesiástico «humanamente» docto, o cualquiera que trata de cosas
de religión con ciencia humana, se salve. No sólo habrán de responder haberse hartado, llenos
hasta rebosar, de humana erudición, no admitiendo antes expulsando de sí cuanto es ciencia
santa, sino que tendrán que responder del mal incalculable que hicieron a los demás, empezando
por sus hermanos religiosos y descendiendo hasta a los simples fieles y a los hombres en
general. En verdad te digo que la luz que ha de nimbar la frente de un humilde creyente que
únicamente sabe recitar sus oraciones sin más garambainas de cultura, hará sonrojar de
vergüenza a estos tales, que, como Epulón, quisieron tener abastecida su mesa con toda suerte
de alimentos olvidando uno tan sólo: la Caridad. Y la Caridad se hallará cerrada para ellos
siendo extremadamente avara con los mismos, del modo que ellos se cerraron y fueron avaros
con Ella”.
* “La Palabra no precisa de erudición humana sino de pureza de espíritu y de amor para
ser comprendida”.- ■ Jesús: “Los doctos no entienden el Cantar, que encubre las relaciones
amorosas de Dios con su Iglesia y Dios con las almas. No es posible. Sólo los amadores de Dios
perciben el sonido de la octava cuerda, ese sonido que es producido al toque del dedo de Dios
movido por el amor. Los demás tienen los oídos cerrados a esa voz celestial que es la verdadera
voz reina entre las voces que, como coro, la acompañan, siendo voces para los sentidos
humanos. No lo entienden los doctos que levantan una nueva Babel allí donde se alza la Palabra
que no precisa de erudición humana sino de pureza de espíritu y de amor para ser
comprendida. Ni lo entienden aquellos para quienes el Amor se hace Pan, se hace Voz y se hace
Luz. ■ Despojaos de las franjas y de las filacterias con las que os pavoneáis y vestíos una
sencilla túnica de lino puro ceñida con franja de púrpura. Éste fue el vestido de Cristo Maestro y
séalo también el vuestro. ¡Pureza, representantes de la religión! Sea la pureza vuestro vestido:
Pureza de carne, doble pureza de corazón y triple pureza de pensamiento. A quien demanda
pensamientos de Dios no le entreguéis pensamientos contaminados por el vuestro, apartado de
Dios y saturado de erudición humana. Que haya amor, amor, amor en vuestro derredor y dentro
de vosotros. En vuestro derredor, para que las gentes lo vean; y dentro, porque cuanto hay en el
interior se irradia como esencia al exterior. Y mal podéis infundir lo que no poseéis ni hablar
con justa voz de lo que no entendéis. Las almas no tienen necesidad de ciencia sino de luz. Para
la ciencia hay ya excesivos volúmenes y doctos en demasía. Dad a las gentes las palabras de la
Sabiduría y dádselas con palabras de sabiduría impregnada de Mí”.
* “La Sabiduría continuó guiando a Adán tras su pecado: dióle luces de instinto (para
reinar sobre la cosas) y de arrepentimiento (para merecer la salvación) que otra cosa no
son que Sabiduría... E instruyó al hombre recto...”.- ■ Dice Jesús: “«La sabiduría protegió
al padre del mundo, al primer hombre creado por Dios, cuando fue creado sólo. Ella le levantó
de su caída y le dio el poder de dominar el universo» (1). Adán en el Paraíso terrenal, puro y
obediente, era instruido directamente por Dios. Cuando Adán se manchó con la Culpa se hizo
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desmerecedor de la enseñanza de Dios. El último cuidado paternal fue el proveer a ambos de
vestidos y enseñarles cómo cubrir lo que a la sazón, era estímulo para los sentidos
contaminados. ¿Cómo habría podido desenvolverse la primera pareja sobre la tierra de no
haberla guiado una fuerza espiritual? ■ Dios, hijos que no pensáis en ello, es siempre Padre y
hasta cuando hiere, no lo hace sino por bondad y con bondad. No os echa desnudos y
abandonados a los caminos de perdición dejándoos solos. Aun cuando atraéis el castigo sobre
vosotros, Él acompaña al mismo espirituales auxilios que vosotros, hechos de carne y sangre, no
lo apreciáis. Tan solo apetecéis lo que satisface y nutre vuestra carne y vuestra sangre. ■ No oyó
más Adán la voz del Ofendido. Ahora bien, Éste, porque le amaba como a obra de sus manos,
no le dejó sin luces. Dióle luces de instinto y luces de arrepentimiento. Las primeras para su
carne y las segundas para su alma. Con el arrepentimiento sincero mereció la salvación y con el
instinto reinó sobre las cosas. Las luces, que otra cosa no son que Sabiduría, fueron en sus hijos
maestras de progreso; menos en quien, rechazando la Sabiduría, prestó oídos el Error, es decir, a
Satanás que armó su mano con el sílex con que fue abatido el inocente. ■ La Sabiduría instruyó
al hombre recto para que se salvase la estirpe humana y las especies animales en el castigo de
las cataratas abiertas sobre el mundo convertido en cloaca. La Sabiduría impulsó a Abrahám al
gran sacrificio y puso a salvo su corazón de padre, como también condujo fuera del fuego
venido del Cielo al justo y al obediente. La Sabiduría no abandona al que a Ella se confía con
puro corazón y recto pensamiento. Y huye, en cambio, de aquel que se empeña en escogerse su
pasto y su camino y así ese tal termina por conocer las sendas del error y por comer el manjar de
la muerte. Como el sol que, cuando más alto sube en la bóveda del cielo, más brilla y calienta,
así también, cuanto más supieron amarla, tanto más alta brilló la Sabiduría para los hombres.
Proporcionó progreso de espíritu y de inteligencia. Fulguró en el milagro del Sinaí dando a los
hombres la Ley que no cambia”.
* “Si al menos ahora, como sucedió con los hebreos de Egipto, se quebrase vuestra dureza
para acoger a la Sabiduría...! Contraviniendo la Ley se os cambia en castigo. Volved. De
un siglo a esta parte vengo aumentando las «voces» y las apariciones. Y el peso de los
castigos para haceros tornar a mi Ley...”.- ■ Jesús: “Y si al menos ahora, ante la sangre que
bebéis, se quebrase vuestra dureza —pues de sangre se han vuelto los ríos y los mares de la
tierra y de sangre se nutren las espigas y los racimos que os proporcionan el pan y el vino— si
al menos ahora, como sucedió con los hebreos de Egipto, se quebrase vuestra dureza para
acoger a la Sabiduría...! Aun esto, hijos, es castigo de Misericordia. Sois vosotros quienes los
transformáis en castigo de Justicia. Reconocedme por Padre y no por rey inexorable. Hacedme
Rey; pero rey de amor, rey de vuestra casa: padre, vuestro padre y no Juez. Y —los que vivís
en Mí, lo mismo que los que de Mí os alejasteis— ¿no os veis igualmente atormentados? Los
primeros, por el dolor proporcionado por los hombres y los segundos, por el dolor no mitigado
por Dios. ¿No sufrís, acaso, ahora todos sobre la tierra? Hay hambre hasta para los neutrales,
mortandad por las pestilencias y peligros de nuevos azotes pesan sobre vosotros, aún sobre los
más alejados y neutrales de todos. ¡Venid a Mí para salvaros! Llorad, no tanto por el
sentimiento del bienestar material perdido, cuanto por el remordimiento de haber disgustado a
Dios. Llorad, pero llorad golpeándoos el pecho, llorad en mis manos que, si os han herido, ha
sido por amor, por despertaros del sueño morboso en el que habéis caído y en el que sin duda,
pereceréis de continuar en él. Dejad de adorar a quien no es Dios. ¿No acabáis de convenceros
de que cuanto adoráis contraviniendo la Ley se os cambia en castigo? No digáis que no lo
creíais, que no lo sabíais. ■ De un siglo a esta parte vengo aumentando las «voces» y las
apariciones, milagros, unas y otras, de la Bondad para haceros volver al Camino. De un siglo a
esta parte voy aumentando el peso de los castigos para haceros tornar a mi Ley. De nada hacéis
caso. Cuanto más Dios se aleja, tanto más vosotros, en vez de llamarle, os alejáis de Él. ¿Cómo
habré de llamaros si he de daros un nombre que os cuadre? Os llamaré «Malicia» por cuanto de
ella os encontráis repletos y a la Malicia os vendisteis”.
* “En medio de los aguaceros de las desgracias os recuerdo que soy Dios. Que no hay otros
fuera de Mí. Que quien se aparta de Mí cae en los excesos provocando su ruina. Que una
sola es la Palabra y la Promesa que salva: la de vuestro Dios”.- ■ Jesús: “Y de nada podéis
acusarme. No soy Yo el que os destruyo, sois vosotros los que habéis cerrado las puertas al
Amor que velaba de vosotros como un padre inclinado sobre la cuna de su hijo y se las habéis
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abierto a Satanás. Aun dentro de mi Justicia, que no puede quedar impasible, soy indulgente. ■
En medio de los aguaceros de las desgracias os recuerdo que soy Dios y que no hay otros fuera
de Mí. Os recuerdo que soy el Poderoso, el Perfecto, y vosotros el lodo que únicamente es algo
mientras permanece bajo la acción de la Gracia, rocío santo que impide al lodo reducirse a
polvo. Os recuerdo que quien se aparta de Mí cae en los excesos provocando su ruina. Os
recuerdo que la palabra y las promesas de los hombres son nube que pasa y, a menudo, se
resuelven en rayos y que una sola es la Palabra y la Promesa que salva: la de vuestro Dios. Y si
para fundamentar vuestra tesis de endemoniados me argüís que, al castigaros, caen también los
justos con los culpables, os contesto que sus occisores sois vosotros y no Yo y que de esa sangre
os pediré cuenta, ¡raza de hienas que solo vivís despedazando!, ¡raza de serpientes que pasáis
estrangulando o contaminando mentes y corazones con vuestro veneno! No, en modo alguno
me mostraré severo con quien no llegó a saber lo que era Dios. Mas con vosotros, cristianos que
sois unos Judas, usaré de una severidad desprovista de piedad”. (Escrito el 4 de Noviembre de
1943).
········································· 1 Nota : Cfr. Sab. 10,1.
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Isaías Cap. 6º, v. 6 (1).
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43-531.- Enseñanza en Isaías para ser merecedores de transmitir la palabra de Dios: labios y
corazón limpios.
* “El estado actual de las almas se debe en un 50 % a que vosotros, sacerdotes, infieles a
vuestro sublime ministerio (continuadores de los Doce) lesionáis el edificio de la fe en los
corazones”.- ■ Dice Jesús: “Para ser merecedores de transmitir la Palabra de Dios es preciso
tener los labios y el corazón limpios. Corazón limpio, por cuanto es del corazón del que parten
los impulsos que mueven los pensamientos y la carne. ¡Ay de los que, sin ser puros ellos, se
atreven hablar en mi Nombre con el alma en pecado! No son esos tales discípulos ni apóstoles
míos. Son mis depredadores porque me roban las almas para dárselas a Satanás. Las almas, ya
sigan al sacerdote con respeto y con fe o le observen con desconfianza, al estar dotadas de
razón, por fuerza les da que pensar la conducta del sacerdote. Y si ven que quien les dice: «Sé
paciente, sé honrado, sé casto, sé bueno, sé caritativo, sé magnánimo, perdona, ayuda...», hace
todo lo contrario, dejándose llevar de la ira, de la dureza, de la sensualidad, del rencor y del
egoísmo, se escandalizan y si por ventura no se alejan al pronto de la Iglesia, nunca dejan de
recibir en sí un fuerte impacto. Son como golpes de ariete que vosotros —sacerdotes infieles a
vuestro sublime ministerio que os hace continuadores de los Doce entre las turbas que, a
distancia de veinte siglos, tienen siempre necesidad de ser evangelizadas puesto que Satanás
destruye de continuo la obra de Cristo y es a vosotros a quienes se encomienda la reparación de
los entuertos de Satanás— son golpes de ariete que vosotros asestáis al edificio de la fe en los
corazones. Por más que no se derrumbe, queda lesionado y basta después un empujón de
Satanás para hacerlo caer. ■ Es demasiado el número de los que entre vosotros imitan al
duodécimo apóstol y por rastreros intereses humanos venden lo que se identifica conmigo —las
almas que os confié bañadas en mi sangre— al Enemigo de Dios y del hombre. La situación
actual, en un cincuenta por ciento —y me quedo muy corto— depende de vosotros, sal vuelta
insípida, fuego que ya no calienta, llama que humea y no alumbra, pan que ha tomado sabor
amargo y consuelo transformado en tormento porque a las almas ya heridas que acuden a
vosotros en demanda de apoyo, les presentáis un cúmulo erizado de espinas: dureza, anticaridad,
indiferencia, rigorismo; todo esto dais a las almas que vienen a vosotros para escuchar una
palabra de padre que sea el eco de mi dulzura, de mi perdón y de mi misericordia. ¡Pobres
almas! Tronáis contra ellas. Y ¿por qué no contra vosotros mismos? ¿Os ufanáis de parecer los
émulos de los antiguos sanedritas? Pues bien, aquel tiempo ya pasó y sobre él coloqué una losa
sepulcral ya que se imponía su sepultura a fin de que no dañase más, y sobre ella erigí mi trono
de Consuelo y de Amor proporcionados por una Mesa y una Cruz en las que un Dios se hace
Pan y Hostia para la redención de todos”.
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* Ser sacerdotes es reflejar a Cristo.- ■ Jesús: “Aprended de Mí, Sacerdote eterno, a ser
sacerdotes. Ser sacerdotes quiere decir ser como los ángeles, quiere decir ser santos. Las gentes
deberían ver en vosotros a Cristo con una evidencia total. Pero ¡ay!, que, a menudo, les mostráis
una apariencia la más semejante a Lucifer. ¡De cuántas, de cuántas almas habré de pedir cuenta
a mis sacerdotes! Repito para vosotros lo ya dicho por Pablo. Y creed que haríais mejor en
confesar públicamente que os sentís incapaces de continuar en ese camino, que no vivir como
vivís. Abjuráis de Mí solo vosotros; mas, permaneciendo, ¡a cuántas almas apartáis de Mí...!
Dejad, de una vez para siempre, tantas superfluidades y cuidados”.
* “Pedid a Dios que os purifique con el fuego de la continencia y el amor para entender mi
Evangelio”.- ■ Jesús: “Para vuestra cultura, tornad a los textos sagrados y pedid a Dios que os
purifique la mente y el corazón con el fuego de la continencia y el amor a fin de poderlos
entender como es debido. Porque habéis hecho de las perlas ardientes de mi Evangelio
piedrezuelas opacas atribuyendo a las palabras de amor un rigorismo que las horroriza llevando
a las almas a la desesperación. Sois vosotros los que os merecéis tales piedras, porque si un
rebaño es presa de lobos, cae por un barranco o se apacienta con hierbas venenosas, ¿de quién
es la culpa en el noventa por cien de los casos? Del pastor negligente y disoluto que, mientras
peligran las ovejas, él anda de francachelas, duerme o no se cuida sino de negocios y bancos. ■
Pedid a Dios por medio de una vida penitente que os limpie de tanta humanidad y que un serafín
os purifique de continuo con carbón encendido tomado del altar del Cordero, o mejor: del
Corazón del Cordero que arde desde la eternidad por el celo de Dios y de las almas. La
penitencia mata únicamente lo que ha de morir. No temáis por vuestra carne a la que deberíais
amar solo en la medida que merece, es decir, poquísimo y a la que apreciáis como algo de
inestimable valor. Mis penitentes no mueren por ella, mueren por la caridad que les abrasa. Es la
Caridad la que les consume, no los cilicios de las disciplinas. Prueba de ello, es que alcanzan a
veces edad provecta con la integridad física que los solícitos cuidadores de su carne desconocen.
Mis santos acabados en edad juvenil son los abrasados en la hoguera del Amor, no los
destruidos por la austeridad. La penitencia, al tener subyugado al pólipo que lo humano lleva
adherido en su fondo, confiere luz y agilidad al espíritu. La penitencia os arranca de los bajos
fondos lanzándoos arriba al encuentro del Amor”.
* Las 5 perlas mayores y las 4 menores de la corona sacerdotal.- ■ Jesús: “Sencillez,
caridad, castidad, humildad, amor al dolor: éstas son las cinco perlas mayores de la corona
sacerdotal. Alejamiento de los humanos cuidados, longanimidad, constancia y paciencia son las
otras perlas menores. Todas ellas forman una corona de punzantes perlas que con su cerco
oprimen el corazón. Mas el estar así estrechado, permaneciendo herido, hace que ese corazón
suba en esplendor hasta el punto de llegar a constituir un vivo rubí en medio de una corona de
diamantes. ■ No os digo siquiera: «Tened la mente de mi Pedro» sino: «Tened el corazón de mi
Juan». Quiero en vosotros ese corazón porque, desde la aurora del sacerdocio hasta su ocaso,
fue el suyo el corazón apostólico perfecto. La mente de Pedro la infundo a mis Vicarios; mas
el corazón os lo debéis formar vosotros. Y ese corazón no puede faltar en quien es mi sacerdote:
desde el más alto Santo mío, blanco de alma y pensamiento como de vestido, que es la hostia
mayor de esta misa cruenta que celebra la Tierra, hasta el último de mis ministros que parte el
Pan y la Palabra en un villorrio perdido: un puñado de casas que hasta el mundo ignora que las
lleva sobre su superficie, pero que la Eucaristía y la Cruz las hacen tan augustas como un
palacio: las hacen semejantes al Templo máximo de la Cristiandad. ■ Porque bien en aúreo
tabernáculo recubierto de pedrería o en mísero sagrario, Cristo, Hijo de Dios, es el mismo y las
personas que ante Él se postran —ya vistan púrpura cardenalicia, manto real o se cubran con
humilde hábito y pobres ropas— son todas para Mí iguales. Yo, hijos, miro el espíritu y
bendigo allí donde la bendición es merecida. No me dejo seducir, como hacéis vosotros con
frecuencia, por lo que es mundo. ■ Cambiad, sacerdotes, vuestro corazón. La salvación de esta
humanidad está, en gran parte, en vuestras manos. No hagáis que en el Día grande me vea
precisado a fulminar densas filas de consagrados por ser responsables de ruinas inmensas que,
salidas del corazón, se extendieron por el mundo”. (Escrito el 13 de Noviembre de 1943).
····································· 1 Nota : Isaías (Cap. 6,6): “Entonces voló hacia mí uno de los serafines que tenía en la mano una brasa que tomó
de encima del altar con unas tenazas y tocó con ellas mi boca”.
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Isaías c. 8º, v. 5º (1).
43-535.- “Sacerdotes, volved a ser como los primeros apóstoles”.
* “Entregad a esas almas lo que nunca tuvieron: amor santo”.- ■ Dice Jesús: “Una vez
hayáis cumplido con vuestro deber, —prosigo hablándoos a vosotros, sacerdotes— os autorizo
a decir lo que les enseñé a decir a mis apóstoles cuando les mandé a misionar por Palestina.
Pero cuidad de no cansaros demasiado pronto. Yo fui repitiendo, a lo largo de tres años, mi
doctrina. ¡Y era Dios! Pasados tres años, uno de los Doce, que tan saturados estaban de Mí, me
traicionó. Otros muchos, infinitos en número, me abandonaron en el momento de la prueba.
¿Pretendéis acaso ser vosotros más solícitos, más obedecidos o poderosos que Yo? Recordad
que, si ha de perdonarse a los hermanos 70 veces 7, a los hijos espirituales —y todos los
católicos, todos sin excepción, son para vosotros hijos— se les ha de perdonar 70 veces 70. ■
Recordad que, cuando se trate de almas, no deben existir para vosotros las diferencias que se
dan entre los humanos. Hay para ellos un trastrueque de valores. Todo hombre admira y
reverencia al que es honesto, bueno y puro. Vosotros, en cambio, debéis no ya admirar sino
amar a aquél que es un desgraciado espiritual. Cuanto más astroso se encuentre, cuanto más
alejado de Mí esté, tanto más debéis ser par él luz y padre. No caben en vosotros repugnancia,
desaliento, dejación ni miedo alguno. Habéis de inclinaros sobre todas las miserias, ir en busca
para curarlas y amarlas para llevarlas al Amor. ¿Que os rechazan? Volved a la carga. ¿Que se
burlan de vosotros? Aumentad vuestra caridad. ■ Servíos de las cosas humanas para hacer
entrar a las almas en la órbita de lo sobrenatural. Y ¿cómo habré de enseñaros Yo las suaves
astucias del amor? ¿Nunca tuvisteis un padre, una madre, unos hermanos con los que
practicarlas y conseguir así de ellos un amor cada vez mayor? Vuestros fieles son los hijos para
vosotros. ¡Oh, qué de cosas no idea un padre para hacerse amar de su hijo! Es éste todavía un
infante y el padre, aunque rendido por el trabajo, se inclina sobre la cuna y va desgranando
dulces palabras para poder después oírlas repetir de aquella boquita inocente. Y, párvulo ya, se
dobla el padre para enseñar al pequeñín a dar los primeros pasos. Le muestra las flores, las
estrellas, educa su mente con las primeras sensaciones y los pensamientos primeros. Por más
que sea un tanto retrasado y deficiente mental, se esfuerza el padre en abrir la mente de su hijo.
Y aunque sea tal vez un caprichoso indomable, pone en juego mil argucias para ver transformar
su corazón. ¿Y vosotros? ¿Cómo no tenéis entrañas de padre para con vuestros hijos
espirituales? ¿Que son ateos? No importa. ¿Que son lujuriosos? No importa. ¿Qué son una
sentina de vicios? No importa. Orad y arriesgaos: hoy y mañana, pasado mañana también y
siempre, siempre, sin desmayar. ¡Cuántas veces, para conquistar un alma, basta saberle dirigir
una mirada de verdadero amor! ■ Con harta frecuencia no son, como creéis, perversas las
almas. Se encuentran hastiadas, enfermas, avergonzadas. Hastiadas de cuanto el mundo, y el
clero con él, les proporcionó. Enfermas, por haber sabido Satanás explotar su debilidad.
Avergonzadas de verse enfermos. Desean curar; pero se avergüenzan de confesar sus
enfermedades. Entregad a esas almas lo que nunca tuvieron: amor santo. Marchad a su
encuentro. Persuadidlas a que se abran sin avergonzarse. Son flores reacias. Mas si el amor las
caldea, se abren. ¡Oh rocío santo y benéficos rayos que vosotros, sacerdotes, atraéis con vuestro
sacrificio sobre las almas! Arrepentimientos y redenciones que hacen de las almas hijos de
Dios! ¡Sacramentos y gracia que infundís santificándoos a vosotros y a ellas! ¡Y seáis benditos
por esta obra, siervos fieles, que cuidáis de mi mies y de mi viña! ¡Y seáis benditos también si
os inclináis sobre las plantas salvajes nacidas fuera de mi viña!”.
* “Carne, dinero y poder han arrojado a Dios de las almas. ¿Y quién causó este mal?
todos, incluso sacerdotes”.- ■ Jesús: “No es preciso, hijos, dejar la patria para ser misioneros.
Europa y el mundo son todo él tierra de misión ya que el hombre se ha hecho idólatra y hereje.
En verdad os digo que, por caridad por la patria, habría que roturar el terreno nativo antes que
los demás, ya que de una patria cristiana es de donde se deriva el bienestar patrio. ■ Mas ¿dónde
están hay día las naciones cristianas? Mirad a vuestro alrededor. ¿Qué veis? Montones de ruinas
y de víctimas. ¿Quién la ocasionó? ¿Uno, dos, cuatro individuos? No. Ellos son los agentes, los
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ministros del Mal que los emplea como rey despótico. Y son lo que son porque la población
sobre la que ejercen su imperio les dejó ser tales al poner en los mismos el exponente máximo
de sus propios sentimientos. De un pueblo sin Dios —y ahora los pueblos se hallan privados de
Dios porque le arrojaron de su alma sustituyéndole con la carne, con el dinero, con el poder—
brotan las serpientes que matan mediante esa triple hambre que Satanás azuza. No cabe decir:
«Fueron ellos la causa del presente mal». Decid todos, y digo todos, comprendidos también
vosotros, los sacerdotes: «Fuimos nosotros», y seréis sinceros”.
* “Sed de nuevo héroes en el sacerdocio, única milicia santa, cumpliendo con el deber
hasta la inmolación”.- ■ Jesús: “Ahora se presenta mucho más dura la labor en el campo
inculto. Pero, hacedlo volver a ser como mis primeros apóstoles. Sed héroes de nuevo en el
sacerdocio que es la única milicia santa. Cumplid todos con vuestro deber hasta la inmolación.
■ ¿Que después las gentes se obstinan en perderse? Yo dispondré de ellas. Vosotros tendréis
idéntico premio por más que vengáis a Mí con los brazos, rotos ya por el abrumador trabajo,
cargados de escasísimas espigas. Mas, os lo ruego, —y eso que soy Dios— no os hagáis
culpables de desamor. La ausencia de caridad, por ser negación de Dios, no la perdono”.
(Escrito el 14 de Noviembre de 1943).
········································ 1 Nota : Isaías 8, 5: “Yavé me habló nuevamente y me dijo: «Ya que este pueblo ha despreciado las aguas de
Siloé... Adonay hará subir contra ellos las aguas embravecidas y profundas del río Eúfrates... irrumpirán en Judá y
la inundarán hasta el cuello... Pongan atención naciones lejanas: van a ser destruidas...»”.
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43-565.- El corazón hace la diferencia (entre el P. Migliorini y otros compañeros de su Orden).
* “Su corazón de niño (pureza infantil), regido por una mente de adulto, refleja el corazón
de la Madre”.- ■ Dice Jesús: “Hagamos una pausa en el comentario de Isaías. Te encuentras,
amiga, tan cansada y enferma que tienes necesidad de alivio y no de sobrecarga. Mis palabras,
por otra parte, no son ajenas al tema que tratamos, antes vienen a ser como un «aparte» en la
época profética que anuncia mi venida, mi misión y mi gloria. Le haremos así un regalo al
Padre (Migliorini) que te dirige, el cual, como niño que tiene lejos a su mamá y quiere saber de
ella para conocerla y amarla cada vez más, tantos deseos tiene de oír hablar de María. Con toda
verdad te digo que el padre Romualdo es propiamente un «hijo» para mi Madre como mi Madre
es con toda propiedad una «Madre» para él. ■ No todos sus compañeros, a pesar del vestido que
les iguala, son como él. Es el corazón el que los diferencia. El corazón lo es todo. En el suyo no
hay malicia, soberbia, dureza ni humanidad del sentido y de mente. Al despojarse, como
hombre, del traje seglar para tomar la librea sagrada, se despojó igualmente de su humanidad
para hacerse únicamente siervo de su Señor, portador de Cristo, luz y voz de Dios, de mi Madre
y suya. Es el suyo un corazón de niño regido por una mente de adulto. ■ Y si para ser amados
por Mí y conquistar el Cielo es preciso saber hacerse semejantes a los niños, igual es para ser
amados por mi Madre, la cual, cuando ve un corazón que la reproduce en la pureza, en la
humildad, en la sencillez, en la fe y en la caridad con la naturalidad de un niño, toma ese
corazón y se lo estrecha contra el suyo que es el mismo Corazón sobre el que Yo dormí”.
(Escrito el 26 de Noviembre de 1943).
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43-588.- “Tornad, sacerdotes, para que seáis «sacerdotes». Tenéis necesidad de su
consagración, de éste óleo que se derrama del Sacerdote Eterno”.
* “En las Iglesias son rarísimos los fieles y ministros que estén «vivos». ¿De qué sirven los
ritos con vuestra alma muerta? Os habéis reducido a lámparas sin aceite”.- ■ Dice Jesús:
“¡Crueles que desbaratáis hasta la obra de Dios y aniquiláis el templo de vuestro cuerpo en el
que hay un alma muerta y hasta el mismo templo de Dios, ya que en las iglesias son raros,
rarísimos los fieles y ministros que estén «vivos»! ¿De qué sirven los ritos que cumplís con
vuestra alma muerta? ¿No recordáis que han de ofrecerse a Dios hostias vivas, perfectas y
primicias? Mas vosotros ofrecéis los residuos, los deformes y muertos. Muertos, porque cuanto
tocáis con vuestra alma muerta lo matáis; deformes, porque deformáis cuanto entregáis a Dios
con vuestra alma enferma; y los residuos, porque reserváis para Él lo que os sobra después de
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haberos hartado dándoos satisfacción. Tornad a Dios. Tornad a Cristo. ■ Tornad, sacerdotes,
para que seáis sacerdotes. Tenéis necesidad de su consagración, de éste óleo que se derrama del
Sacerdote Eterno. Demasiados de vosotros os habéis quedado reducidos a lámparas faltos de
aceite y los fieles se extravían porque no disponen de luz en las tinieblas. Llevadles la luz. Yo
soy la Luz del mundo. Pero mal podéis llevarme si no me tenéis en vosotros”.
* “No insultéis a mi portavoz. Ella me ama y hace las mismas cosas que Yo”.- ■ Jesús: “Y
no insultéis a mi portavoz si os dice esto, antes agradecédselo porque os pone en conocimiento
de la verdad y os facilita el modo de preservaros de las lacras del alma y de lavaros de tanto
polvo como la ensucia. Si la verdad es amarga y os desagrada, pensad que es culpa vuestra el
que se os tenga que decir. No debierais heceros merecedores de esta verdad. Sería mejor. Mas
ya que la habéis merecido, no abriguéis rencor contra mi portavoz que os la dice con lágrimas.
Que si Yo la elegí para esto es porque la amo y veo en su espíritu una morada en la que siempre
soy recibido con respeto de súbdito a Rey y con simplicidad de niño para su padre. ■ Dije Yo:
«El que me ama hace las mismas obras que Yo hago». Porque Yo vivo en mis amadores,
víctimas que se aniquilan en el amor hasta morir en él y obro en ellos maravillas de mi poder”.
(Escrito el 2 de Diciembre de 1943).
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43-650.- Visión de M. Valtorta: la Virgen vestida de negro llorando por los sacerdotes.
* Las flores caídas y las dobladas.- ■ Para colmo de todos mis sufrimientos, veo claramente a
María Santísima vestida toda de negro. Toda: velo, hábito, manto, que va con rostro de infinita
tristeza como por un jardín. Digo jardín porque en él hay flores, si bien no veo bancales
propiamente dichos. Allí hay flores y senderos. No veo otra cosa. Nuestra Señora se inclina a
coger flores. Añado para explicarlo mejor, que parece como si hubiese caído una tromba sobre
aquel lugar puesto que las plantas y las flores se encuentran, una rotas y otras dobladas en el
fango del sendero. María va recogiendo las flores rotas y las besa, aparta con su pie las
dobladas entre el fango, pero no las coge y llora.
■ María Santísima responde así a la pregunta que intelectualmente le hago: “Son almas
sacerdotales a las que el mundo y Satanás combaten encarnizadamente y más en estos tiempos.
Las rotas: son aquellos a los que dio muerte el odio del mundo: son las mártires de este siglo.
Las recojo y las llevo al Cielo porque soy la Madre de los sacerdotes y llevo a mis hijos fuera
del horror a la Luz de la que se hicieron merecedores. Las recojo en mi manto para derramar
esta santa floración al pie del trono de Dios. Las dobladas en el fango: son los sacerdotes que
acabaron doblegándose bien por conveniencia humana y apatía, cuando no por hervor de
orgullo, ante acontecimientos o doctrinas que les despojan de su armadura protectora. Perdieron
el temple que les infundiera su carácter sacerdotal plegándose a los vientos humanos hasta el
extremo de mancillar su seda florida con el fango de la tierra. Lloro por el dolor de los primeros
y la desviación de los segundos. Ahora bien, mi llanto por los primeros se transforma en perlas
eternas destinadas para su corona. Por los segundos, no hay sino mi dolor por querer salvarlos,
salvación que no puedo conseguir si antes ellos no lloran sobre sí mismos. ■ Es el mayor de mis
dolores de Madre universal por los hijos que ofenden a mi Primogénito muerto por dar vida a
todos ellos. En estos días en que se renueva mi gozo en Dios, el mundo encuentra el modo de
cambiar mi vestidura de cándida alegría en vestido de luto matando a mis sacerdotes o —lo que
es doble muerte y sin esperanza— sus almas. Ruega y sufre para ayudar a los mártires y salvar
a los culpables”. (Escrito el 17 de Diciembre de 1943).
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44-107.- “Una página que produce dolor dictarla, leerla. Es para los sacerdotes”.
* “Las Iglesias debían ser a modo de faros y de purificatorios”.- ■ Dice Jesús: “Esta es una
página que produce dolor dictarla, leerla. Mas por ser verdad, la digo: escribe. Es para los
sacerdotes. Mucho es lo que se les reprocha a los fieles: el ser poco fieles y muy tibios. Mucho
lo que se les echa en cara a los hombres su falta de caridad, de pureza, de desapego de las
riquezas y de su espíritu de fe. Mas acontece como con los hijos, salvo raras excepciones, que
son como los forman sus padres, no tanto con reprensiones cuanto con el ejemplo. Otro tanto
sucede con los fieles, salvo siempre las naturales excepciones, que son con como los forman los
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sacerdotes, no tanto con las palabras cuanto con el ejemplo. ■ Las iglesias desparramadas por
entre las casas de los hombres deberían ser a modo de faros y de purificatorios. De ellas
debería desprenderse una luz suave, potente, atractiva y penetrante y al igual que la luz del día
penetrase, venciendo todas las cerraduras, en el fondo de los corazones. Contemplad un
hermoso día de verano. Una luz maravillosa se desprende del sol abarcando la tierra, luz tan
avasalladora y potente que ni en la estancia mejor cerrada llega a ser completa la oscuridad.
Será un rayo tenue como el cabello de un niño, será un punto trémulo sobre la pared, será un
polvillo dorado danzando en la atmósfera; pero allí, en aquella estancia, hay un indicio
minúsculo de luz atestiguando que afuera está el fulgurante sol de Dios. Igual sucede en los
corazones más cerrados. ¡Si de las Iglesias desparramadas por entre las casas se desprendiese
una «luz» cual yo os indiqué, como señal vuestra, ¡oh, sacerdotes!, a los que llamo «luz del
mundo» —así os llamé al crearos— si penetrase un hilo, un punto, un polvillo de luz, ese
mínimo indispensable que haga recordar que en el mundo hay «una luz», ese mínimo
indispensable capaz de despertar el hambre de luz, de esa «luz» en los corazones...! ■ Mas
¿cuántas son las iglesias de las que emane luz tan viva, capaz de forzar las puertas cerradas de
los corazones y penetrar en ellos para llevarlos a Dios, a Dios que es Luz? Y ¿cuántas las almas
de tales iglesias, vosotros todos a quienes llamé Yo a que llevarais a los corazones, que se hallen
de tal manera encendidas de Caridad que lleguen a deshacer el hielo de las almas y llevar a los
corazones de los hombres el amor de Dios y el amor a Dios, al Dios que es Caridad?”.
* “Si las almas de las iglesias, los sacerdotes, fuesen ascuas de caridad, polvillo cuando
menos de su luz, serían a modo de incensarios que despiden el perfume de Dios”.- ■ Jesús:
“Los hombres, en sus dolores, y solo Yo sé cuántos sean éstos, en sus dolores, distintos de los
vuestros o, al menos, los vuestros deberían ser distintos de los de ellos, porque los vuestros
deberían ser únicamente penas ocasionadas por el celo de vuestro Señor no amado lo suficiente,
por los fieles que se pierden y por los pecadores que no se convierten. Estos deben ser vuestros
dolores porque cuando yo os llamé no os puse por delante un palacio, una mesa, una bolsa, una
familia sino una cruz, mi cruz sobre la que morí desnudo, sobre la que expiré sólo, a la que subí
despojado de todo, a la que no le queda sino el patíbulo compuesto de unos leños, de tres clavos
y de un manojo de espinas en forma de corona. Y esto para deciros a todos, y a vosotros en
particular, que las almas se salvan con el sacrificio y con la generosidad en el sacrificio que va
hasta el despojo total, absoluto de los afectos, de las comodidades, de lo necesario y hasta de la
vida. ■ Y los hombres, en sus dolores, deberían mirar a su Iglesia como a una madre sobre cuyo
regazo van a llorar y oír palabras de consuelo con la seguridad de ser escuchados y
comprendidos. Los hombres, en sus obnubilaciones, producto de tantas causas, no siempre
dependientes de su voluntad sino impuestas por la voluntad de otros o por un complejo de
circunstancias que les inducen a creer en el error o dudar de Dios, deberían encontrar en
vosotros a hombres compasivos como el samaritano, a maestros como el Maestro, a padres
como a vuestro Padre. La tierra, corrompida por tantas cosas, fermenta como cuerpo en
descomposición y contamina las almas con su hediondez de pecado. ■ Mas si las iglesias
desparramadas por entre las casas fuesen incensario en el que el sacerdote viviera ardiendo, y
se arde cuando se ama, el hedor del mundo estaría contrarrestado con el perfume de Dios
transpirando de los corazones de los sacerdotes que viven en total «fusión» con Dios, anulados
en Dios hasta el punto de no ser ya sino semejantes a Mí que estoy constantemente en el
Sacramento a disposición del hombre —Yo, Dios, que estoy allí sin cansancio, sin soberbia, sin
resistencia— y los corazones llegarían a purificarse. ■ Los sacerdotes, de este modo perfectos,
son como el sol. Aspiran las almas al Cielo cual si fuesen gotas de agua, las purifican en la
atmósfera del Cielo y, después, hechas nubes, se desintegran en rocío que silenciosamente
desciende para refrigerar las heridas de los corazones, pobres flores lastimadas por tantas cosas.
Aspiran: para aspirar hacia sí es preciso disponer de una gran fuerza. Sólo el amor vivísimo por
el Señor y por los hermanos os la puede proporcionar. Fijos en Dios, en lo alto, muy en lo alto,
remontando la tierra, podéis vosotros, si lo queréis, atraer hacia vosotros, es decir, hacia Dios en
el que vivís, las almas. Hasta el simple pestañeo debe servir a este fin. Todas vuestras acciones
deben encaminarse a esta meta. Hay miradas que pueden convertir a un corazón cuando en ellos
se trasluce Dios. Desintegrarse: sacrificarse, de todas la formas, en el anonimato, llevando a las
almas abrasadas en refrigerio celeste que se desprende tan suave que las almas, sin saber cuándo
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ni cómo se derramó, se encuentran rociadas por él. Lo mismo que hace el rocío que, silenciosa y
púdicamente, desciende mientras todo reposa: hombres, animales, flores, purificando la
atmósfera de las impurezas diurnas, apagando la sed y emperlando tallos y frondas. ¡Sacerdotes:
sacrificio, sacrificio, sacrificio! ¡Pastores: oración, oración, oración!”.
* Los sacerdotes deben obrar cual «pastores» (no «solitarios» ni «capitanes») con sus
propias ovejas.- ■ Jesús: “Os he llamado «pastores», no «solitarios» ni «capitanes». El solitario
vive para sí y el capitán marcha a la cabeza. Mas el pastor está en medio del rebaño para
guardarlo. No se separa porque su rebaño se dispersaría. No marcha a la cabeza porque los
distraídos del rebaño se irían quedando desperdigados por el camino resultando presa fácil de
lobos y ladrones. El pastor, de no ser un insensato, vive en medio de su grey a la que llama y
agrupa e, incansable, va arriba y abajo de la misma, la precede en las cosas difíciles, advierte él
antes que nadie las dificultades, las allana cuanto puede, asegura los pasos peligrosos con su
propia fatiga y después se queda en el punto dificultoso para vigilar el paso de sus ovejas; y si
ve que alguna se encuentra medrosa y débil, se la carga sobre sus hombros y la lleva hasta pasar
el punto peligroso; ■ y si viene el lobo, no huye antes se abalanza contra él delante de sus ovejas
a las que defiende aun a costa de morir en el empeño de salvarlas. Se inmola por ellas
entregándose al lobo para saciar el hambre de la fiera y así ésta no sienta ya necesidad de
devorar. ¡Cuántas no son las fieras que tienen en contra las almas! El pastor no se entretiene en
pláticas inútiles con los viandantes ni pierde el tiempo en cosas que no son de su incumbencia.
Se ocupa de su rebaño y basta”.
* Mas, como aparece prefigurado en Ezequiel, hay sacerdotes que siguen a los ídolos: de
los celos, herejías, sentidos y sectas.- ■ Jesús: “Mirad ahora. ¿No os parece que leamos el
capítulo 8º de Ezequiel? (1). ¿Y qué ve el señor en los momentos actuales en la Casa de Dios?
Primer ídolo: los celos. ¿No es cierto que deberíais ser Caridad? Caridad para inducir a ella a
los demás. ¿Y qué sois? Envidiosos los unos de los otros. Os sentís ofendidos si un laico os
critica. Mas, con harta frecuencia, ¿no os criticáis injustamente los unos a los otros? El superior
critica a los subordinados y el subordinado a los superiores. Sentís celos de que alguno de
vosotros llegue a distinguirse, mejore condición o aumente sus riquezas. Esto, que debiera
causar temor, es lo que más ambicionáis. Ahora bien, ¿Yo, Sacerdote eterno, fui acaso rico?
Sed perfectos y así seréis señalados y alabados, si bien debiera importaros únicamente la
alabanza de vuestro Dios. Sed perfectos y tendréis éxito en lo único que es digno de vuestra
condición: llevar almas a Dios. ■ Segundo ídolo o más bien, numerosos ídolos: las varias
herejías que ocupan en vosotros el puesto del culto que deberíais tener. También vosotros, al
igual que los setenta Ancianos indicados por Ezequiel, estáis incensando cada uno el ídolo de
vuestras preferencias. Y lo hacéis en la oscuridad con la esperanza de que el ojo del hombre no
os vea. Pero os ve y le escandalizáis, porque los fieles y los hombres, en general, son como los
niños, que parece que no se dan cuenta pero son siempre todo ojos y todo oídos. ¿Y no sabéis
que, aunque los hombres no os vean, os ve Dios? ¿Por qué, pues, esparcís vuestro incienso ante
el poder del oro y del hombre? ¿No observo Yo, desde lo alto de mi trono, a demasiados de mis
sacerdotes ocupados en dedicar su tiempo —ese tiempo que les concedo para que lo empleen
en su misión sacerdotal— en negocios humanos para acrecentar su bienestar? Sí lo veo. ¡Oh,
los sacerdotes politiqueros! Son los sanedritas de esta hora. Recuerden éstos, no obstante, cuál
fue el final del sanedrín a manos precisamente de aquellos a quienes entregaron su conciencia
infrigiendo mi Ley. Y nada más digo. Esto, de parte de los hombres; pues lo demás vendrá de
parte del Juez eterno y justo. ■ Tercer ídolo: el sentido. Sí, también esto tenéis. Y no digo más
por consideración a mi «portavoz». Mas que cada uno se examine a sí mismo y vea si en lugar
donde únicamente pueden estar dos criaturas femeninas a las que deba lícitamente recordar con
amor sacerdotal, mi Madre y la suya, no se encuentre una diosa pagana. Pensad que me tenéis a
Mí; y basta. No pongáis en contacto al Purísimo con una carne mancillada de lujuria. ■ Cuarto
ídolo: la adoración de Oriente. Las sectas. Sí, eso también. ¿Y cómo no habré de trataros a
muchos de vosotros con desdén y dirigiros los apóstrofes que lancé a los fariseos y doctores de
mi tiempo? ¿Cómo no suscitar «luces» entre los laicos que me aman como muchos de vosotros
no me amáis, y esto por compasión de las almas a las que vosotros las dejáis en el hielo, en el
vacío y en la impureza; por las almas de las que no sois camino que conduce a Dios sino
sendero que lleva al profundo? Y ¿cómo podéis osar repetir mi Palabra y predicar mi Ley
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cuando esta Palabra y esta Ley son condenación para vosotros? Quien esté limpio, que se limpie
más; y que se limpie el que no lo esté”.
* En la encrucijada de la humanidad (hay un bloque indicador: los sacerdotes): de ella
parten dos vías.- ■ Jesús: “La humanidad se encuentra en una encrucijada impresionante. De
ella parten dos vías: la una, en sentido ascendente, lleva a Dios; la otra, en sentido descendente,
conduce a Satanás. En la encrucijada hay un bloque indicador que sois vosotros. Si pues hacéis
de vosotros un baluarte e impulso hacia la primera, no irrumpirá Satanás y las almas se sentirán
impelidas a Dios. Mas si sois vosotros los primeros en rodar por la pendiente de Satanás
arrastraréis, anticipadamente a la humanidad hacia los horrores del Anticristo. ■ Y si éste ha de
venir, ¡ay de aquéllos que anticipan su venida y la prologan! Porque entonces ya no será el
momento fijado desde la eternidad sino que el tiempo de su permanencia será más dilatado y el
número de almas que se pierdan más numeroso. Ninguna de ellas, recordadlo, dejará de ser
vengada. Pues qué, si vuestro Dios ve al pájaro que muere, ¿cómo no ha de poder ver a un alma
que muere? A los asesinos de ésta, cualquiera que sean, les pediré cuenta y dictaré condena
contra ellos”. (Escrito el 27de Enero de 1944).
·········································· 1 Nota : Visión de la idolatría de Jerusalén.- Ezeq. 8: Ezequiel fue llevado por Yave a varios lugares: al primero,
a la puerta que da al norte; al segundo, a la entrada del patio de la Casa de Yavé; al tercero, a la entrada de la
puerta de la Casa que da al norte; y por último, al cuarto, al patio interior de la Casa de Yavé, entre el vestíbulo y el
Altar. En el primero estaba situado el ídolo que provocaba sus celos. En el segundo, había toda clase de reptiles y
animales repugnantes, ídolos de Israel pintados en las paredes y setenta Ancianos de Israel estaban de pié ante los
ídolos, cada uno con un incensario. Y todo lo hacían a escondidas diciendo que Yavé no les veía porque había
abandonado el país. “Y verás pecados mayores” le dijo Yavé. En el tercero, había mujeres sentadas llorando al
Dios Tammuz. “Y verás cosas mayores” le dijo. Y en el cuarto, veinticinco hombres dando la espalda al Santuario y
vueltos al Oriente adoraban al sol. “¿No le basta al pueblo de Judá para que además de llenar de pecados la tierra,
se dedique a irritarme?” le dijo Yavé a Ezequiel.
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44-269.- Razón de ser de los conventos de clausura. * Las clausuras mayores y clausuras menores (cooperan con las grandes) aplacan al
Padre y consuelan a la humanidad.- ■ Me dice Jesús también las palabras que se refieren a la
función de ciertas almas en el mundo. Lo hago por más que, débil y atormentada como estoy,
gira mi cabeza como un trompo.
■ Dice Jesús: “¿Has entendido ahora el por qué de los conventos de clausura y su razón de ser?
Inmersos como están en la vida activa, no todos disponen de tiempo para orar. Cierto que la
actividad honesta es ya oración y por eso están justificados los que oran mientras trabajan. Mas,
muchas son las necesidades de los hombres como muchos son también los hombres que no oran
en absoluto. Por todos aquellos que no quieren o no puedan orar, lo hacen los enclaustrados para
que cada día suba al Cielo el número de homenajes que la Divinidad requiere (pensad que en el
Cielo no hay pausa en el “Gloria a Dios”). Oran a Dios para honrarle, para aplacarle y para
impetrarle. Son los brazos alzados sobre los que combaten y que ruegan por todos. ■ Tú eres en
tu casa la pequeña enclaustrada que ruega por todos. Ahora bien, tu caridad deber ser tan amplia
como el mundo. Más aún: tan amplia como la Creación e, incluso, penetrar en el Cielo.
Comienza, por esto: Rogar para tributar alabanzas y reparaciones a Dios por tantos
blasfemadores. Rogar por los que no ruegan. Rogar por la Iglesia. Rogar por los sacerdotes sin
los cuales, vueltos al esplendor de un mártir Lorenzo, os hacéis cada día más idólatras. Rogar
por la sociedad humana a fin de que venga a Dios si quiere salvarse. Rogar por la patria para
que tenga paz y bienestar. Rogar por los que sufren, por los que tienen hambre y por los que
están sin techo. Rogar por los que dudan y sienten que la desesperación se apodera de ellos.
Rogar, rogar, rogar. Y por último, ruega por ti. No tengas miedo, si los que rogáis por todos no
lo hacéis por vosotros pues Yo ruego al Padre por vosotros. Estad tranquilos. ■ Las almas que
oran en el mundo, las que de su enfermedad saben hacer, no un ocio forzado, sino una actividad
santa, son las pequeñas clausuras que Yo esparzo como flores por el mundo para ayudar a las
clausuras mayores y así, con esta suma de plegarias incansable, aplacar al Padre y proporcionar
consuelo a la humanidad”.
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* MV expresa su emoción por haber sido inscrita en la Tercera Orden de la Dolorosa.-
■ Y ahora, padre Migliorini, le diré que estoy conmovida por la bondad de Dios de la que la
suya se deriva. Es Jesús el que se lo ha inspirado. Era grande mi deseo de pertenecer a la
Tercera Orden de la Dolorosa. Si ya desde niña no hubiera sido muy devota de San Francisco de
Asís y no hubiese tenido tan penosas experiencias con sacerdotes de los Siervos de María,
cuando en 1926 me decidí a entrar en una Tercera Orden, porque quería ser de María aun
cuando... era una cabrilla, como dice Jesús. No la amaba bien por conocerla poco bien,
instintivamente, me iba acercando a Ella. Ahora desde que la vi sufrir, la amo como a su Hijo:
«con todas mis fuerzas» agudizándose el deseo de ser de la Dolorosa. Callaba por más que la
espina del deseo la tuviese clavada en mi garganta. Gracias a Jesús y a la Madre que se lo han
sugerido y a usted que lo ha entendido. ■ Desde el año pasado le vengo diciendo cómo la Madre
Dolorosa ha estado siempre irresistible conmigo. Quiso que fuese mi director un hijo suyo (P.
Migliorini), quiso para su altar la labor realizada para otros altares, y ahora quiere que yo muera
con su librea (Terciaria de O. S. M.). Pues bien, esperemos que quiera de su Hijo lo que le pido
para todos (la paz) y lo que para mí le pido: la salvación de mi pobre alma. Y así tendrá también
usted su Fernanda Lorenzoni (1). (Escrito el 16 de Marzo de 1944).
········································· 1 Nota : Terciaria de la Dolorosa: 1906-1930.
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44-373.- Sucesores de los descendientes de los antiguos sacerdotes, cegados de racionalismo y
privados de fe verdadera, y los “portavoces”.
* “Seréis acusados de herejía porque vuestras palabras son de tal naturaleza que chocarán
con las partes más preeminentes haciéndoos objeto de su odio”.- ■ Dice Jesús: “No solo os
echarán de las sinagogas —y por ellas entiendo las posiciones sociales que os podrían reportar
honores y ventajas económicas— sino que seréis perseguidos por mi Nombre y por vuestra
fidelidad al mismo hasta en vuestros espíritus; y esto no porque quien os persigue lo hace con
sincero celo de Mí y de mi culto, y me dirijo a vosotros, mis portavoces, sino porque las
palabras que decís son de tal naturaleza que chocan con las preeminencias —y de éstas, contra
la parte de las mismas que debiera ser la mejor— haciéndoos objeto de odio para ellas. No
hablo aquí para todos los creyentes, a los que, ciertamente, les sobrevendrán persecuciones
periódicas del poder humano, aquejado de fiebre satánica, sino para mis predilectos, objeto de
persecuciones especiales, a los que, por encima de la dulce cruz de mi amor, y de mi querer, se
le impone la cruz acerbísima del odio y del malquerer de los hombres. ¡Oh, mis predilectos, si
supieseis cómo os odia el mundo! Os odia como me odió a Mí. ■ Y en el mundo están también,
con una doble culpa, los descendientes de los antiguos sacerdotes de los que son sucesores.
Pocos de entre ellos tienen fe verdadera. El racionalismo les esteriliza con su doctrina y el
egoísmo les ciega hasta llevarles a odiarnos. Por eso os acusarán de ser herejes. Mas no perdáis
el ánimo. El mundo termina el mismo día de vuestro nacimiento. Entonces se abrirán para
vosotros las puertas del verdadero Mundo, del Mundo eterno y feliz por ser el Mundo de Dios.
Yo os amo, queridos míos; os doy las gracias, os bendigo y, conmigo, os bendicen también el
Padre y el Espíritu, ya que vosotros, al servirme a Mí, servís a la eterna Trinidad que os besa
con sus rayos amorosos y os rodea de Sí para compensaros de manera inefable de todo el dolor
que los desconocedores de Dios os ocasionan. ■ Vete en paz, María y entrégame tu tribulación y
tu desolación. No es que te encuentres sola, es que Yo tengo necesidad de esta tu pena y de un
poco de Getsemaní por mi amor”. (Escrito el 21de Mayo de 1944).
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44-393.- “Tres días de la semana, en el programa de tus sufrimientos, por los sacerdotes, tan
necesarios para la vida del espíritu como lo son para la tierra los 4 elementos vitales”. * “¿Por qué tres días para ellos? Porque, dada la necesidad que tienen, no bastaría la
totalidad de los siete”.- ■ Dice Jesús: “Ven, mi pequeño Juan. ¡Tengo tantas cosas para decirte
para calmar tus sufrimientos...! Bueno, lo primero ven y bebe. Eres más afortunada que Juan. Él
apoyó su cabeza sobre mi pecho cuando éste aún no había sido herido. Tú, en cambio, te
estrechas a mi pecho traspasado pudiendo beber el amor que brota del Corazón herido. Estate en
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paz y tranquila. Como tiene una madre entre sus brazos a su niño enfermo para consolarle
cuando sufre, así te tengo Yo a ti ¡Oh, tú sabes cuánto has hecho y haces con tus padecimientos!
Te parece no haber hecho nada porque nada sabes hacer sino sufrir. Pues bien, haces mucho,
mucho más que cuando enseñabas, rogabas y trabajabas para Mí. Entonces eras tú la que hacía y
me daba lo que hacías o querías hacer, y Yo lo aceptaba porque soy bueno y nada rechazo. Lo
aceptaba porque tus pobres cosas Yo las enriquecía con mis méritos. Ahora, en cambio, soy Yo
el que hago. Y lo hago todo, me hago cargo de todo y lo quiero todo. No te dejo ni una brizna de
la riqueza de tu vida, de tu salud, de tu vigor, de tu tranquilidad ni de tu libertad. Vida, salud,
vigor, tranquilidad y libertad humanos, se entiende. Lo anulo todo y lo suprimo todo. A ti,
mujer, nada; pero a ti, alma, me doy a Mí: todo. ■ Oye a tu Maestro y, antes de decirte dos
cosas que deseas saber, voy a presentarte el programa de tus sufrimientos para los días de la
semana. Ante todo, veamos las grandes categorías por las que se debe sufrir, esas categorías por
las que también Yo lo hice en mi Pasión: los sacerdotes, los desesperados, los pecadores, los
idólatras y las almas que están esperando tornar a Dios, que para ti son las almas del Purgatorio
y para Mí fueron un día los justos del Limbo. Son siete los días de la semana. Ahora bien, por la
necesidad de tres categorías deberían ser cuando menos siete veces siete; mas... tan sólo son
siete días y así, conforme a ese número, habrán de ser tus sufrimientos. ■ El Domingo, lunes y
martes deberá ser por los sacerdotes. En los sacerdotes incluyo a todos los consagrados de
cualquier género y categoría. Y ¿por qué tres días para ellos solos? Porque, dada la necesidad
que tienen, no bastaría la totalidad de los siete”.
* Comparación de los sacerdotes con los 4 elementos vitales.- ■ Jesús: “¿Qué son los
sacerdotes para la masa de los fieles? ¿Con qué los compararemos? Con los elementos vitales.
¿La tierra ya podría haber vivido y conservado la vida sin luz, sin calor, sin agua y sin aire? No,
imposible. Pues bien, coge la Biblia y lee su primer capítulo. ¿Qué dice?: «En el principio creó
Dios el cielo y la tierra... En el primer día hizo la luz» porque la tierra se halla cubierta de
tinieblas y no puede darse vida donde hay tinieblas perpetuas. En el segundo día dije: «Sea el
firmamento y separé las aguas de las aguas» ya que era el agua necesaria para la vida terrestre.
Ahora bien, el agua no debía hallarse en su totalidad ni en el globo ni en el cielo sino bajar de
éste, recogerse y volver a subir cuando fuera preciso. De lo contrario la tierra vendría a
convertirse en polvo o en un pantano. «En el tercer día, juntando las aguas, creó el mar». El
mar: ese enorme recipiente que posibilita la evacuación de todas las aguas terrestres y alimenta
las aguas del cielo que más tarde las nubes han de esparcir sobre la tierra. Tres días para
preparar a la tierra a fin de que pueda ser habitada; y en el día tercero la vestí de hierbas y de
plantas puesto que a la sazón estaba dispuesta para recibir semillas con las que formar la
vegetación del todo útil. Y entonces, sobre la tierra, en la que hay ya luz, agua, aire, se enciende
la fuente de calor y así, con el sol, se perfecciona la luz y con las estrellas y la luna se regulan
las mareas, las ondas de los vientos y las aguas del cielo. He aquí pues a la tierra dispuesta a
recibir a los animales y, por último, en la tierra perfeccionada con todo bien, al hombre, su rey.
■ Si la semana tuviera más días, te habría impuesto cuatro de penitencia por los sacerdotes
puesto que ellos son necesarios para la vida del espíritu en la medida que los cuatro elementos:
luz, agua, aire, fuego, son vitales para la tierra. Mas ¿cómo pueden ser ellos luz estando
apagados u oscurecidos?; ¿cómo agua estando secos?; ¿cómo respiración estando inclinados a la
asfixia? Y ¿cómo fuego siendo ellos hielo? ¡Oh pobres almas mías! Mías porque os conquisté
con mi muerte. Pobres, pobres almas mías que os vais debilitando día a día como tallos a los
que llega a faltarles el aire, la luz, el calor y el agua. ¡Qué pena me dais! Y ¡Cuánto, cuánto no
es el desdén de aquellos que no saben o no quieren, sí, no quieren absorber los cuatro elementos
vitales para dároslos a vosotros!”.
* “¡Qué doloroso resulta para Mí, Pontífice Eterno, ver que mi ejército sacerdotal se
encuentra lleno de cobardes y desertores!”.- ■ Jesús: “¿Para qué están ellos entonces? ¿Qué
misión es la que cumplen? ¿Acaso la que Yo confié a los sacerdotes? (1). No, sino la de su
utilidad y la de desbaratar cuanto Yo allegué. ¡Oh, estoy ya a punto de castigarles...! Mira y
tiembla, María, viendo mi rostro. Con él les reclamaré: «¿Qué hicisteis de mis hijos, de mis
corderos? ¿Qué ha sido de estos mis rebaños? ¿Cómo es que se han cambiado a cabrones
salvajes? ¿Por qué han sido despedazados por los cuatro enemigos del hombre: la carne, la
ciencia, el poder y el demonio? ¿Por qué, cegados, heridos, dispersos, hambrientos, desnudos,
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analfabetos del espíritu, acosados y abandonados, se han visto precisados a gritar: ‘Dios no
existe porque no le vemos, no le sentimos ni reconocemos a través de las obras y de las palabras
de quienes dicen sacerdotes de Dios’? ■ ¿Por qué a los mejores —aquellos que, a vuestros
ojos, tuvieron la desdicha, la imperdonable desdicha de ser mejores que vosotros en la fe, en la
esperanza y en la caridad, en el sacrificio, en la castidad, en el desapego de cuanto no sea Yo y
Yo crucificado, aquellos a quienes colmé de puras aguas y de selecta harina para atender a los
hambrientos y a los que mueren de sed, en sustitución de las cisternas que se habían desecado y
de los graneros que en su gran mayoría habían sido invadidos por el gorgojo, aquellos a quienes
hice luz y calor para quienes en las tinieblas buscaban un guía que les condujese a Dios y en el
hielo un fuego que no les dejase morir— por qué a éstos les habéis herido y crucificado sobre
una cruz preparada por vosotros? Bastábales su sufrimiento, ¡oh siervos presuntuosos y
holgazanes! que jamás quisisteis sufrir nada: ni el cansancio físico, ni la humillación saludable
de veros sobrepujados en heroísmo por estos siervos míos fieles a los que Yo estrecho contra mi
corazón ya que por ellos se han conservado la Luz y la Palabra sobre la tierra, estrellas que,
durante su periplo, brillaron a lo largo de los siglos haciendo que el Cielo resplandeciera
siempre sobre los hombres pudiéndolo así reconocer y decir: ‘¡Ahí está Dios! Sí, en ese rayo
tremola la Palabra de Dios que aún puedo oír en la medida suficiente que me baste para creer,
para esperar, para amar, para salvarme, en fin’. Bastábanles sus propios sufrimientos y vosotros
os habéis asociado a Satanás para torturarles. Pero, ¿veis? Ellos se han visto medicinados de
vuestras torturas con el bálsamo que fluye de mi corazón. Y estando así, como Yo los tengo
estrechados a mi corazón, han bebido de él consuelo, santa embriaguez, paz y amor, el amor de
un Dios». ■ Todo esto les diré mas tú dame tres días de dolor por ellos. ¡Qué doloroso resulta
para Mí, Pontífice Eterno, ver que mi ejército sacerdotal se encuentra lleno de cobardes y
desertores!”. (Escrito el 29 de Mayo de 1944).
·········································· 1 Nota : “¿Qué misión es la que cumplen? ¿Acaso la que Yo confié a los sacerdotes?”: Cfr. Mt. 10,16,17-19;
18,18; 28,16-20; Marcos 3,13-19; 6,7-13; 16,14-18; Lucas 6,12-16; 9,1-5;10,1-20; 24,45-49; Juan 10,1-18; 20,19-
23; 21,15-17.
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44-568.- “Desead con pureza de corazón la santidad y los dones que os ayudan a poseerla”
* La pureza de corazón, mucho más delicada que la pureza física, requiere constante
vigilancia.- ■ Dice Jesús: “El amor, la misericordia, la oración, la mortificación y el deseo de
poseer los dones de Dios y la santidad, sentimientos dignos sin duda de alabanza, pueden
mancillarse con impurezas que los maleen haciendo que no sean aceptos a Dios. La pureza de
corazón no consiste en poseer un corazón encerrado en un cuerpo virgen ni en un cordial deseo
de permanecer tal. La pureza de corazón es algo tan delicado que la pureza física viene a ser
nada en su parangón. ■ Así, mientras la pureza física es muro sólido contra el que rebotan, sin
lesionar de importancia, las tentativas de Satanás (basta con que uno no quiera ni llegue a
violarse a sí mismo), la pureza de corazón, en cambio, es telaraña de plata a la que el ala de un
moscón la puede romper. El ala de un moscón, esto es, la irreflexión del espíritu que deja de
estar de continuo sobre sí con atención. Entonces resulta facilísimo el que las cosas más santas
se manchen con herrumbres humanas descomponiéndose o, al menos, sufra deterioro la bondad
de su esencia”.
* “El deseo de poseer los dones de Dios y santidad es casi una obligación para el hombre”.-
■ Jesús: “El deseo de poseer los dones de Dios y la santidad es casi una obligación para el
hombre. ¿Qué diríais del hijo de un rey que no desease poseer los dones que el rey, su padre, le
quiere entregar mandándole a decir por medio de sus emisarios: «Mira, aquí tengo incalculables
riquezas para ti, para que tú las emplees en tu provecho y placer. Cuando las necesites
pídemelas y te las entregaré»? ¿Qué pensar de este hijo del rey que, sabiendo que su padre le ha
destinado la corona, no tuviese deseo de ceñirla para dar continuidad a la realeza paterna? Esa
corona que el rey padre le tiene preparada es una señal de amor paterno que pensó en su
heredero por más que éste se encontrase exiliado en la tierra. Rechazarla o menospreciarla es
desamor irrespetuoso hacia el padre. Lo mismo es con respecto al hijo del Rey de reyes que
muere en la indigencia espiritual por no recurrir, con una abulia culpable, a los tesoros del
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Padre, no pensando jamás en aquella corona, esto es, en la santidad que le hará rey en el Reino
eterno”.
* “¿Para qué santidad y dones?”.- ■ Jesús: “Mas, ¿para qué santidad y dones? Santidad para
gozar de Dios y no por vanidad de recibir alabanza de los hombres. En verdad os digo que en mi
Cielo hay santidades y santos de las más variadas características. Mas no se da ni uno solo que
haya conseguido la santidad por el deseo de ser conocido y celebrado por esto entre los
hombres. El uno lo es por el martirio, el otro por haber sido anacoreta, el de aquí por haber
trabajado incansablemente los corazones mediante la predicación, el de más allá porque se
consumió en el silencio y en la oración, éste por haber amado a mi Infancia, aquél mi Pasión e,
incluso, otro por haber sido el caballero defensor de la Purísima y, por último, el que lo fue por
haber sido el heraldo del gran Rey. Mas no hubo, no hay quien se hiciera santo porque pensó en
serlo para conseguir la aureola a los ojos del mundo. ■ Vosotros no veis a los santos el día en
que sobre la tierra se proclama su santidad. Mas si los pudieseis ver en ese momento,
observaríais en ellos un estupor de niño que, teniendo ya en sus manos un juguete de gran valor
o contemplando un grabado bellísimo, ve que le ponen en la mano un objeto mezquino y ante
los ojos un dibujo mal trazado, oyendo decirle al adulto que se lo ofrece: «¡Mira qué regalo tan
hermoso te hago!». El niño lo contempla y se calla; mas con la justa observación de los niños,
piensa: «¡Pero si no se puede comparar con lo que ya tengo!». Y se queda indiferente ante el
regalo siguiendo, teniendo a la vista y jugueteando, con lo que ya tenía. Si los santos tienen a
Dios, ¿qué otra cosa queréis que les seduzca? ¿Aumenta la aureola? Ellos lo tienen completo y
perfecto pues tienen a Dios”.
* “Desead con pureza la santidad y los dones: ha de ser de corazón, o sea, con el único
deseo de llegar a reuniros lo más pronto posible con Dios para amarle más todavía y de
ayudar a los hermanos con vuestros méritos en virtud de la Comunión de los santos”.- ■
Jesús: “Eso aparte, un niño bueno, muy bueno, que verdaderamente sea muy bueno y no un
pequeño hipócrita, cuando se ve alabado, por haber sido bueno, piensa: «¿Acaso no debía serlo?
Mi padre me dice siempre que tengo que ser bueno y por eso nada hago que merezca alabanza.
Tan solo he obedecido a mi padre para que esté contento». En su humildad no alcanza a
comprender qué gran cosa sea el saber obedecer por amor para hacer feliz a quien le ama.
También los santos, humildes como son porque son santos, piensan: «¿Qué de especial he
hecho? He obedecido al mandato de Dios, mi Padre, para que esté contento». Y son ya tan
completamente felices que las fiestas de la tierra les dejan indiferentes. ■ He dicho las fiestas,
no las oraciones de los fieles que son peticiones que los amigos lejanos mandan a los que, por
hallarse al lado de Dios, pueden hablarle más directamente de sus necesidades. Esto es caridad.
Y la caridad practicada por ellos a la perfección durante la vida llega a ser mucho más perfecta
desde el momento en que quedó fundida con la Caridad misma. ■ Desead, por tanto, con pureza
la santidad y los dones que os ayudan a poseerla. Mas esta pureza ha de ser de corazón, o sea,
con el único deseo de llegar a reuniros lo más pronto posible con Dios para amarle más todavía
y de ayudar a los hermanos con vuestros méritos en virtud de la Comunión de los santos”.
(Escrito el 26 de Julio de 1944).
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45-118.- Para Sor Teresa Querubina de la Santa faz.- “Tráeme la mirra de tu obediencia”.
* “No tengas escrúpulos. Cuando te confesaste tenías el deseo sincero de confesarlo todo.
Todo está confesado. Lo que el sacerdote no oyó de tus labios, lo oí Yo de tu alma y te dije
«¡Vete en paz!»”.- ■ Dice Jesús: “Teresa Querubina, ¿no sabes que ésta es la hora de Satanás y
que él echa mano de todos los medios para hacer pecar de rebeldía, de ésta al menos, incluso a
los mejores? ¿Por qué te prestas al juego? ¿Quieres causarme dolor? Has ido por el mundo; es
cierto. Tal vez has tenido cerca demonios; cierto también. Pero recuerda que quien cree en Mí
hollará serpientes sin que le causen daño. Mas si no hubieses salido no habrías llegado a
conocer al «pequeño Juan» y no habrías tenido las palabras de ahora. No te he dirigido «una
palabra» como querías sino muchas. Y es así porque quiero hacer que te eleves. La
resistencia a mis quereres provoca la resistencia a mis concesiones. Acepta
todo y Yo sabré proveer siempre bien. ■ Y no seas humana en cuanto a la necesidad
de director. Yo soy el Director de todas las almas y no estés siempre con el compás y el
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cubilete, con el gancho y el microscopio para medir, rebuscar, examinar el pasado y sus
residuos. Cuando te confesaste tenías el deseo sincero de confesarlo todo. Así, pues, todo está
confesado. Lo que el sacerdote no oyó de tus labios lo oí Yo de tu alma y te dije: «¡Vete en
paz!». ■ No te ensorberbezcas porque te haya hablado mucho a ti. No es por ser la más santa de
este Carmelo sino porque tienes gran necesidad de ello para tu santificación. No exijas mucho
de la Portavoz pues no es ella sino Yo el que lo regulo; y si está callada es porque así Yo lo
quiero. Vete en paz. Sé el rey de Oriente que me trae la mirra de tu obediencia para las
necesidades actuales. ¡Vete en paz! ¡Vete en paz!”. (Escrito el 24 de Diciembre de 1945).
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45-119.- Para la madre Teresa María de S. José, priora del Convento. “Sé tú mi incienso”.
* “Un Prior, cual incienso oloroso desmenuzado por los demás para echar en el turíbulo,
no perfumaría si no hubiese carbones ardientes de su caridad de víctima”.- ■ Dice Jesús:
“¿Ya ves? He hablado de dos de tus hijas y las he hecho «reyes de Oriente» (1). Mas la que ha de
traerme los inciensos has de ser tú. Tráeme, tráeme los inciensos de tu cargo de Priora, tan
santificante cuando se ejerce con justicia. ¡Oh!, en verdad, como se desmenuza el incienso en
granitos y se desparrama sobre los carbones para que exhale su perfume y así se realice el objeto
para el que fue creado, de manera idéntica el Superior de un Convento, para cumplir realmente
el oficio para el que fue investido con aquel cargo, debe ser triturado y consumido por los
carbones en ascuas. Y el mortero y el almirez vienen a ser el deber a cumplir. El mortero que
aglomera todo; y los caracteres de las almas confiadas al Superior, caracteres que, pesados
como son, de diferentes características y tendencias, vienen a hacer de pesadísimo almirez de
bronce al aglomerarse las unas con las otras. ■ Y la pobre Superiora o el pobre Superior se
encuentra en el fondo cual resina odorífera que los demás desmenuzan y que no podría echarse
al turíbulo de no ser desmenuzada; y que no perfumaría si en el turíbulo, agitado por manos
angélicas ante el altar de los Cielos, no hubiese carbones ardiendo: en parte dulcísimos, como
los carbones de la caridad de la víctima que por sí misma los enciende por contar con su fuego
inmolador; y en parte amarguísimos como los del egoísmo sobreviviente en las criaturas aun
cuando éstas no sean ya: Rosa, Josefina, Antonia, Ángela y así por el estilo, sino Sor A. B. C.,
criaturas que, al dejar su vestidura seglar en la toma de hábito, debieran haberse despojado de
sus hábitos morales preexistentes y resurgir nuevas, del todo nuevas para penetrar cantando en
la casa del Esposo. Pero es necesario compadecerlas... ■ porque la naturaleza humana es peor
que un pulpo... Se corta, se vuele a cortar... y siempre queda algún tentáculo, alguna ventosa
adherida al pasado... a ese pasado que debiera haber muerto con todas sus tendencias y gustos.
¡Arde, arde! y que tu perfume suba hasta aquí. El oro es precioso sirviéndole al rey para sus
coronas. La mirra, en cambio, es saludable y sirve para preservar de la putrefacción; sirve, por
tanto, para los hombres. Mas el incienso es de Dios, para su trono, para aclamarle... Teresa
María, sé incienso. Que mi paz esté en ti”. (Escrito el 25 de Diciembre de 1945).
················································ 1 Nota : Cfr. Mt. 2,1-12.
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45-120.- Para la madre Luisa Jacinta. “Tráeme el oro de tu caridad”.
* “A ti, Jacinta, te digo: «Tráeme el oro». ¡La caridad! ¡Cuánto puedes hacer en este
campo!”.- ■ Dice Jesús: “Me place ver esas dos humildes palabritas grabadas en la cartera de
la Madre. En este tiempo, en efecto, los jacintos apenas si muestran una diminuta cabecita
verde que aflora de la tierra. Todo el resto de la planta muerde la tierra del tiesto o del bancal,
se mortifica en la oscuridad, en el suelo húmedo y está i gnorado... Mas cuando
llega el tiempo de mi glorificación de Redentor, todos los jacintos alzan su corola perfumada
y parece como si la ofreciesen al cielo y a mi altar, destacándola por entre la copa de
las hojas, semejando los dedos de dos manos unidas en la plegaria que se abren
para invocar. Precisamente porque me es grata la mortificación del jacinto, le dirijo a él
mi palabra. A una hermana tuya le he dicho que me traiga la mirra. A la madre
(superiora) le diré que me traiga el incienso. ■ Mas a ti, Jacinta, te digo: «Tráeme el oro». ¡La
caridad! ¡Cuánto puedes hacer en este campo! Tú deseas que te dirija mi Madre. Yo te
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conduzco a Ella. Que sea pues Ella, que es toda Caridad, la que te hable”. (Escrito el 25 de
Diciembre de 1945).
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49-470.- Sacerdotes traidores.
* “Son el fango lanzado contra mi Esposa mística, por tanto sobre mi Cabeza, pues soy su
Cabeza”.- ■ Dice Jesús: “Penetremos en la verdadera y gran Pasión, la que viene tras el sudor
de sangre en el Getsemaní y viene para que, aun después de haber intuido lo que nos ha de
costar seguir siendo fieles a la voluntad de Dios, al amor y a la justicia, continuemos siéndolo. ■
He aquí la llegada de Judas que llama «amigo» a su víctima. Para ti ha habido, no un Judas sino
más para que resultase perfecta la traición, acción astuta y completa con la intervención de una
mente que la organiza, una mano que la prepara y vestimenta con que aparecer, segura de no
confundir sospecha alguna de emboscada, ya que esa vestidura debería estar siempre limpia de
infamia. Debería... Lloro, María. Lloro porque, de los pecados de los hombres, lo soporto todo
puesto que ahora y siempre se encuentran débiles frente a la fortísima Serpiente. Mas las culpas
de los Sacerdotes me desgarran. Son el fango lanzado a la Cabeza de mi Esposa mística y, por
tanto, sobre mi Cabeza, ya que Yo soy su Cabeza. Y si el fango no debería caer sobre el vestido
de mi Esposa, muchísimo menos aún debiera hacerlo sobre la corona del Esposo. Mas las culpas
de los Sacerdotes son pelladas de fango, guantadas y esputos lanzados contra el Pontífice
eterno, contra Aquel que llama a su santo servicio a tantos que después vuelven la cabeza atrás,
alzan contra Mí su calcañal y traicionan a su misión y a su Señor: son los Judas de todos los
siglos. ■ Sí, las culpas de los Sacerdotes, causa de infinitas culpas de los laicos y de infinitas
ruinas de almas, carcomas que atacan peligrosamente a tantas cosas santas y, en especial, a las
tres más santas —la Iglesia, la religión y la caridad— me desgarran el Corazón. Porque los
Sacerdotes gozan de continuas y especiales ayudas, además de la gracia de estado, para ser
santos y eso, muchas veces, no lo aprecian ni hacen fructificar; y otras veces hasta se sirven de
su vestidura para causar daño y algunas, por último, pisotean los dones y deberes sacerdotales
hasta llegar al delito, porque delito es toda acción inmoral contra la Iglesia, la religión y las
almas. ■ Y las culpas de la mala voluntad y de la mente rebelde son todavía más graves que las
imprevistas y tal vez únicas culpas de la carne... ¡Oh!, consuélame, que eres María y es misión
de las Marías consolarme de las culpas de los predilectos y de los elegidos para el servicio de
Dios que no me aman, que no me aman, no, con todas sus fuerzas, con el corazón, con el alma y
con la mente, como es deber de todos aquellos que creen en el verdadero Dios y, en especial, de
aquellos a quienes más di haciéndoles mis ministros; mas, por el contrario, se aman a sí mismos,
al dinero y los honores. ¡Como Judas! ¡Como Judas! Son sus perpetuadores”. (Escrito el 30 de
Marzo de 1949).
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49-479.- Visión de Ntra. Señora de Fátima con hábito de penitencia y con un libro, y que llora
por los sacerdotes.
* “Me aflijo por la mala voluntad de muchos consagrados”.- ■ Nuestra Señora (siempre la
de Fátima por su postura, elevada sobre la encina, pero distinta porque lleva un manto gris
ceniza, como de penitencia y en la mano un libro con cubierta gris ceniza también) mira con
rostro de dolor siempre hacia oriente pero observando la tierra. Los días primero y segundo nada
la digo: mas al tercero, sí.
■ Me responde Nuestra Señora: “Miro la celda de una prisión de Hungría. Miro a un siervo de
mi Hijo y ruego por él... Pero me resulta menos aflictivo mirar al atribulado, que no tener
delante, aunque no los mire, otros corazones de consagrados que no tienen más tribulación que
la de su mala voluntad... Por ellos ciertamente ruego, pero... ¡cuánto me cuesta! Algo así como
las palabras que dirigí al Apóstol traidor en la mañana del Viernes; mis últimas e inútiles
palabras al impenitente... (1). Por esto llevo vestido de penitencia. Créelo, le ponen el luto a la
Madre... y tengo esto entre mis manos (indica el libro) para limpiarlo del polvo que han echado
hasta ponerlo así de gris”. Y llora. (Escrito el 13,14,15 de Mayo de 1949).
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1 Nota : Según esta Obra, J. Iscariote, una vez de haber entregado a Jesús en el Getsemaní, en la madrugada del
Viernes santo, sobresaltado y aterrado vagó por la ciudad, regresó al Huerto de los Olivos, al Templo ante el Sanedrín
y por último al Cenáculo donde se encontró con los ojos dolorosos de la Madre que le dice: “Judas, ¿a qué viniste?
¿qué has hecho? ¿has correspondido a tanto amor con la traición? ¡Detente! ¡Espera! ¡Escucha! Te lo digo en su
nombre: arrepiéntete, Judas. Él perdona...”. Pero Judas huye precipitadamente resistiendo a la gracia.
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49-498.- Sacerdotes y la Obra de María Valtorta
* “Desde que dejaron de creer en lo que tú eres, se apoderó de ellos la concupiscencia”.- ■ Dice Jesús: “El año pasado, día como hoy, dije que habría de quitar el morral y el cayado a los
pastores para probar con los samaritanos. Y así lo he hecho. He arrancado una máscara, más de
una, y he dado fin a su prueba puesto que era la última para ellos. He dicho: «Después de ésta,
basta, pues, de lo contrario, sería tentar la paciencia de la criatura, la tuya, criatura mía». Ya te
dije días pasados cómo se ha cumplido la profecía de marzo de 1947, como debe también
cumplirse mi decreto con ellos. ■ ¿Cuántas veces no dije que la figura de Judas, entusiasta y
creyente en un principio, incrédulo después hasta llegar a la traición, en un tira y afloja que duró
tres años terminando con el deicidio, es la figura más estudiada entre los seguidores de Cristo
por ser ésta la que más se da entre ellos? ¿Cuántas veces no dije que la casa de Betania no podía
albergar a los sacerdotes y fariseos, a excepción de dos o tres que eran diferentes de la masa?
¿Cuántas veces no dije que Samaria era mejor que Jerusalén para Cristo hasta que los de
Jerusalén, (sacerdotes, escribas, fariseos), con malas artes, movidos por la envidia y el cálculo,
corrompieron a los más débiles de entre los samaritanos enfrentándolos contra Mí? Lo que
aparece escrito en los libros eternos, al ser justo, se cumple; como también se cumple siempre,
por ser justo, el decreto divino. Ahora bien, éstos, los fanáticos de una hora por la nueva
Betania, no pueden estar en la casa de María. Allí hay lugar para el verdadero Cristo y sus
ministros verdaderos. Allí puede estar María, que es a la vez Lázaro por su sufrimiento, y
también Marta, ocupada en servirte a ti que contemplas, y algún que otro discípulo fiel: pocos y
probados. Y allí estaréis con Cristo en la verdadera, viva fe y religión del espíritu, en la vida de
unión con Cristo y no en la arquitectura de templos pomposos y manifiestos para que sean
vistos y admirados pero que se encuentran vacíos, totalmente vacíos de Mí al hallarse saturados
de la concupiscencia de la vida. ■ María, desde el momento en que cesaron de creer lo que tú
eres, se apoderó de ellos la concupiscencia. Porque tú, María, apagas la concupiscencia en quien
te ama al ser tú, mi flor, un efluvio de Mí, y mi perfume apaga las fiebres. Mas cuando quien te
amó cesa de amarte, entonces al igual que en Judas, se produce en él primero la victoria del
hombre carnal y después la del Seductor. Para probarlos es preciso quebrantar su soberbia de
creerse perfectos. A la cumbre se llega a través de un largo y fatigoso camino seguido con
fidelidad. Hay veces en que no basta toda una vida para alcanzar la cumbre de la justicia y ni
aun allí se está seguro si no se sube y se enclava a la cruz de la perfecta caridad mediante el
completo sacrificio. Tú así eres y ahí estás sin moverte porque quisiste que el amor te
crucificase en ese punto a fin de estar más segura de no despeñarte”.
* “Mi palabra es salvación para los humildes y veneno para los soberbios”.- ■ Jesús:
“Como ya te lo dije muchas veces, todo lo mío se repite en ti. Por lo que, con toda verdad y lo
mismo que en Mí, se ha dado en ti la pobreza, las incomprensiones, las traiciones, escarnios y
calumnias. También la soledad. Las almas grandes se ven siempre solas porque las otras, las
almas comunes, no pueden subir a donde las pocas almas verdaderamente grandes planean. Mas
la Grandeza eterna y perfecta, es decir, Dios, desciende a donde están las solitarias, siendo para
ellas el Amigo, el único amigo que basta a colmar los vacíos causados por los desertores de una
santa amistad. Yo me quedo contigo para ser cada vez más tuyo, cada vez más «una cosa
contigo». Ahora bien, a éstos tales les digo que me llamarán en vano puesto que han preferido
otras voces y otras vías diferentes a la mía, portándose como seguidores míos al igual que lo
hicieron conmigo, siendo infieles a la llamada que les hice a la justicia. ■ Mi Palabra es
salvación, luz, sabiduría para los humildes de corazón y veneno para quienes no lo son. Les
hablas indicándoles el camino exacto para su literal que no espiritual piedad; mas mi Palabra,
golpeando contra el yo carnal, lo ha abierto —al ser Ella potente— y de su yo, de su corazón,
tal como lo dije, ha salido cuanto contenía oculto: «Del corazón es de donde salen los malos
pensamientos, las envidias, los homicidios, las fornicaciones y los hurtos, incluso los morales y
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espirituales que son más graves y que, al quedar impunes en la Tierra son por Mí después
juzgados y castigados en la segunda vida; y de él salen también los falsos testimonios y las
blasfemias contra el prójimo y contra Dios». ■ En vano han de llamarme ahora puesto que la
Caridad no ampara a quien, sin caridad, hiere a mi siervo inocente que eres tú. Y, por las
desventuras que hayan de herirles, deberán decir: «Nosotros lo quisimos al practicar la injusticia
y el odio contra la amiga de Jesús que nos amaba y continúa amándonos». ¿Cómo ha de poder
reclamar de Dios misericordia cuando, sin justicia y sin misericordia, no deponen su injusto
rencor hacia ti? Lo dice el Eclesiástico (1) y así es. Y tú canta: «Tú que estabas irritado, has
arrojado de ti el enojo para consolarme. Tú, mi Salvador, me quitas el temor. Tú, fortaleza mía,
me socorres y Tu, mi alegría, me letificas». Seas bendita, violeta mía.”
* “Sacerdotes, tenéis la ventaja de estudios y ayudas sobrenaturales para juzgar mejor,
¿cómo imitáis a vuestros predecesores tentando a Dios?”.- ■ Dice ahora Jesús: “El pretender
descargar sobre Dios la responsabilidad de cuanto acaece, intentando así aminorar a tus ojos y a
los del mundo su culpa de procacidad, de pusilanimidad, de cobardía o de quietismo diciendo:
«Dios es el que debe hacer», les semeja a aquellos que, mientras estaba Yo en la Cruz, se dieron
a conocer en lo que verdaderamente eran en lo más profundo de su ser al perder con la
embriaguez del supuesto triunfo todo freno y control de sus hipócritas acciones, gritando: «Si
eres Hijo de Dios, baja ahora de la cruz y sálvate para que podamos creer que eres Tú de
verdad el Rey de Israel, el Mesías». ■ Los hombres gozan todos de inteligencia para juzgar. Los
hombres de Dios, sus siervos y ministros —los sacerdotes— tienen sobre eso la ventaja de sus
estudios y de las ayudas sobrenaturales inherentes a su misión para juzgar mejor todavía.
¿Cómo pues imitan a sus predecesores tentando a Dios? Hagan por tanto con santidad y justicia
lo que a ellos compete y Yo les bendeciré. Mas si no hacen ni me sirven pretendiendo que haga
Yo lo que, por otra parte, de nada serviría por no haber en ellos voluntad de servirme, Yo tendré
para ellos el silencio condenatorio que tuve con los Jefes de los Sacerdotes y con los Escribas;
aquel silencio que no tuve con el buen ladrón, un auténtico malhechor, que, para convertirse, no
aguardó a que Yo hiciese nada sino que él es el que hizo y después, claro que Yo habríale
premiado su buena voluntad, se volvió a Mí para que lo absolviese. ¡Qué lección para tantos! ■
A Dios no se le burla ni se le tienta, para no imitar a Satanás que me tentó en el desierto, ni a los
Sacerdotes a la sazón condenados junto con su Templo ni a los Fariseos hipócritas ni a los
Escribas llenos de iniquidad que se apropiaban de los bienes de las mujeres que se veían solas y
de los huérfanos, burlándose de Mí al estar crucificado. ¿Cómo a su sabiduría, de la que tanto se
precian, no aparece clara su conducta con ese comportamiento contra Mí y contra las almas a las
que torturáis con vuestro «no» privándolas de la Palabra?”. (Escrito el 21 Noviembre de 1949).
·········································· 1 Nota : Cfr. Sirácida 28,3-5.
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