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    Sinopsis

    Danny O'Shay creció sabiendo que nunca realmente encajaría. Sufamilia, lo evita. Se cae tanto, que el personal del hospital local lo conoce

     por su nombre. Y no puede conseguir una cita ni para salvar su vida.

    Introduzca a los hermosos bomberos, Ben y Abe Lake, dos hombresque son cada fantasía que Danny alguna vez tuvo en la vida. Excepto queBen y Abe parecen tener algún trato comercial con su padre, que implica unmontón de dinero y la suposición de que Danny tiene idea de lo que sucede.

    Él no la tiene.

    Cuando Ben y Abe empiezan a hablar de compañeros predestinados,shifters, y un legado familiar que se remonta a décadas, Danny está

     bastante seguro de que pertenecen a un manicomio. Pero a medida quellega a conocer a los hermosos gemelos, comienza a preguntarse si el estarloco es tan malo. Estar solo de nuevo parece peor.

    Después de que alguien comienza a tratar de sacar a Danny fuera delcuadro de forma permanente, tiene que creer que Ben y Abe son dignos deconfianza y no que están dentro del complot para matarlo, porque podríanser lo único que impida que su vida arda en llamas.

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    Capítulo 1

    Daniel O'Shay miró su brazo, mirando como el técnico envolvía capatras capa de fibra de vidrio y yeso alrededor de su muñeca rota. Estaríasiempre agradecido, por el medicamento para el dolor, que el médico lehabía dado con anterioridad o esto dolería como el demonio.

     — Está bien, Danny  — , dijo el técnico, mientras se levantaba,asegurándose que el brazo de Danny estaba elevado a la perfección.  — Mantenlo así durante otros diez minutos, mientras se endurece. Y recuerda,no debes mojarlo.

     — Sí, me acuerdo.  —  No era como si no hubieran hecho esto antes. No era el primer hueso roto de Danny, y probablemente no sería el último.La delicadeza no era su fuerte. Él era una especie de zona de desastreandante.

    El técnico movió un dedo hacia Danny.  — En serio, Danny. Manténel yeso seco. No quiero tener que reemplazar éste como lo hicimos con elúltimo.

    Danny hizo una mueca. Habían tenido que reemplazar su último yesotres veces. Había pasado la mitad de la primavera y la temporada delluvias... así que... sí... esa era la excusa de Danny. —  No lo haré.

     — Ten cuidado, Danny.  — El técnico sonrió, mientras limpiaba eldesorden del yeso y fibra de vidrio, luego llevó sus suministros fuera del pequeño cubículo de la sala de emergencias. 

    ¿Cuidadoso? 

    Si Danny hubiera sido cuidadoso, no estaría en este lío en primerlugar. Pero, no, tenía que ir y tropezar, cayendo de cabeza en un conjuntode escalones de cemento. No sólo tenía una muñeca rota, sino cinco puntos

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    de sutura en el corte sobre su ojo. Para mañana, su rostro se vería como sihubiera ido cinco rondas con un boxeador profesional y perdió.

    Era un desastre. 

     De nuevo. 

    Danny saltó, cuando la cortina alrededor de su cubículo se deslizóhacia atrás. Se acomodó, un poco, cuando vio a una enfermera entrar. Oró

     para que los papeles que tenía en la mano, fueran los de su alta. Quería irsea casa. Tenía que ir a casa. Su cabeza estaba empezando a nadar .

     — ¿Cómo se siente, Sr. O'Shay?

     — Estoy bien.

     — ¿Esos analgésicos patean bien?

     — Sí, señora.

     — Bien. — La enfermera sonrió, mientras palmeaba el brazo ileso deDanny. — Ahora, vamos a hablar de cómo sucedió esto.

     — ¿Tenemos que hacerlo?  — Danny gimió. No quería hablar de lotorpe que era. Había visitado la sala de emergencias tantas veces, que todoel mundo lo conocía por su nombre. Bueno, excepto la enfermera queestaba actualmente interrogándolo. Debía ser nueva. — ¿Dónde está Betty?

    La enfermera de pelo rubio, levantó la vista de su historia clínica.  — ¿Betty?

     — ¿La enfermera Thomas?

    La enfermera sonrió, cuando volvió a mirar a su historia clínica.  — La enfermera Thomas se fue a casa.

     — Oh.  — Danny frunció el ceño, mientras buscaba en su brumoso,cerebro medicado por otro nombre que sabía.  — ¿Esta aquí la enfermeraCarter?

     — Creo que sí.

     — ¿Puedo hablar con la enfermera Carter?

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     — Me temo, que en este momento, la enfermera Carter está con otro paciente.

     — ¿Qué pasa con el Dr. Jones o el Dr. Hannah? — Danny podía sentir

    su pecho empezando a apretarse. Quería hablar con alguien que conocía, nocon un completo desconocido. — Quiero al Dr. Jones.

     — El médico estará viéndote pronto.  — La enfermera dejó la gráficasobre el mostrador y se volvió hacia Danny, su cara amable pero severa.  — Ahora, Sr. O'Shay, acerca de sus lesiones...

    Danny se agarró el pecho, mientras trataba de tomar más aire de loque estaba consiguiendo. Sus pulmones estaban trabajando. Manchas

    empezaron a bailar delante de sus ojos, y no pensaba que procedían de lamedicación que el médico le había dado.

     — Sr. O'Shay, ¿está bien?

     — In-inhalador — , Danny jadeó, mientras buscaba la pequeña pila demedicamentos que la enfermera le había quitado cuando él entró.  — 

     Necesito mi inhalador.

     — Oh, señor O'Shay, no se puede tener ninguna otra medicina, sin elvisto bueno del médico.

    ¿Esta enfermera iba en serio?

     —  Ne – ecesito el inhalador.  — ¿Qué parte de eso no entendía estaseñora? Iba a hiperventilar y desmayarse, si no conseguía su inhalador enlos próximos sesenta segundos. Incluso ahora, podía sentir su pecho

     ponerse más apretado. Respirar estaba llegando a un mínimo histórico.

    Danny comenzó a deslizarse de la camilla, para ir en busca dealguien con una célula cerebral y un inhalador, cuando la cortina se deslizóde nuevo y el Dr. Jones entró.

     — Danny, que tienes- Dios bueno, mujer, ¿por qué no le hasconseguido su inhalador? — El Dr. Jones corrió y agarró a Danny, antes deque cayera al suelo, empujándolo en la cama.  — ¿Dónde está tu inhalador,Danny?

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     — En-enfermera — , Danny dijo con voz áspera.

     — ¡Enfermera!  — El Dr. Jones espetó, cuando empezó comprobar aDanny. — Encuentre su inhalador.

     — Doctor, él no –  

     — ¡Ahora!

    La enfermera palideció y corrió hacia el mostrador. Ella estaba devuelta, un momento después, con el inhalador de Danny. Este ni siquieraesperó a ser educado y que ella lo dejara encima de su mano. Arrancó el

     pequeño dispositivo médico plástico de su mano y tomó varias inhalaciones

     profundas del maravilloso medicamento, que mágicamente le devolvió lacapacidad de respirar.

    Después de un momento, y algunas buenas inhalaciones, las manchas bailando en los ojos de Danny se desvanecieron. Esta vez, deslizó elinhalador en su bolsillo, negándose a dejar que la enfermera lo tuviera ensus manos de nuevo.

     — ¿Mejor, Danny?

     — Sí, Dr. Jones.

     — Bien.  — El médico sonrió, mientras hacía algunas notas en elgráfico antes de mirar hacia Danny. — Así que, ¿qué pasó esta vez?

     — Escalones de cemento, nuevo libro, café.

    Era así de simple.

     — Ah. — El Dr. Jones asintió. —  No café caliente, supongo.

     —  No.  — Danny se rió.  — Renuncie a eso la última vez que metropecé. No quiero más quemaduras. Sólo café helado para mí ahora.

     — Buena elección. ¿Y qué es lo te hemos dicho acerca de caminar yleer al mismo tiempo?

    Danny se sonrojó, sumergiendo la cabeza.  — Lo sé, pero era elúltimo libro de Bellann Summer y había estado esperando semanas por el.

    Es esa nueva serie suya, Rescate Para el Alquiler al Oeste. — Danny dio un

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     buen gemido y un estremecimiento de cuerpo entero.  — Los chicos en suslibros son para morirse.

    La enfermera hizo una especie de ruido de resoplido.

    Danny la miró. No le gustaba esta enfermera.  — ¿Cuando regresa laenfermera Betty?

     — Uh...  — El Dr. Jones miró por encima del hombro a la otraenfermera. —  No era consciente de que había ido a alguna parte.

     — La enfermera dijo que Betty se había ido a casa.

     — Que divertido.  — Las fosas nasales del doctor llamearon, como si

    no encontrara nada de esto divertido. — Acabo de verla en el pasillo.

    La frente de Danny se arrugó debido a la confusión, mientras mirabaa la nueva enfermera.  — Pero, ¿por qué ella iba a decirme que Betty sehabía ido a su casa si no lo hubiera hecho?

     — También me gustaría saber eso  — , replicó el Dr. Jones.  — Laenfermera Jenson y yo vamos a salir al pasillo y hablar de eso. Enviaré a laenfermera Betty a darte tus papeles del alta y repasar todo lo que necesitassaber.

    Las cejas de Danny se dispararon, cuando el Dr. Jones agarró a laenfermera que protestaba por el brazo y la acompañó más allá de la cortinay fuera del cubículo. Tan pronto como la cortina volvió a caer en su lugar,Danny escuchó una voz baja y severa comenzar a regañar a la enfermera.

    Su cabeza empezó a palpitar.

    Cuando la enfermera Betty entró, Danny apenas podía encontrar laenergía para girar su cabeza y mirarla, y eso que era una de sus enfermerasfavoritas.

     — Hola, Danny.

    Danny rodó la cabeza y le dirigió a la enfermera la mejor sonrisa que pudo reunir. — Hey, Betty.

     — Vamos a conseguir sacarte de aquí, ¿de acuerdo?

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     — Mmkay.

    Betty se rió, de la respuesta arrastrada de Danny.  — Ya he llamado aVinnie y él está de camino. Se asegurará de que llegues bien a casa.

     — Me gusta Vinnie.

    Era un gran tipo.

    Agradable acento italiano.

     — Lo sé. Por eso lo he llamado.  — Betty volvió a sonreír, mientras ponía todos los medicamentos de Danny en una bolsa junto con susdocumentos de alta.  —  No te olvides de leerlos una vez que tus

    medicamentos hayan desaparecido.

    Danny asintió. Habían pasado por esto las suficientes veces, que lasenfermeras ya no trataban de explicarle las cosas, cuando estaba medicado.Sólo ponían todo en una bolsa que él revisaba más tarde.

     — Ahora, ¿necesitas que el Dr. Jones te escriba una prescripción parael dolor?

     — Ah, Betty. — Danny rodó sus ojos hacia la enfermera.  — Tú sabesestas cosas me ponen torpe. — Como si no fuera ya torpe. Ni siquiera podíaver bien.

    Oh, espera, él no tenía sus gafas.

    Betty palmeó la pierna de Danny. — Lo sé cariño.

    La cortina se movió de nuevo y un hombre bajo, de pelo oscuro entróen la habitación. Él le echó un vistazo a Danny y se echó a reír.  — Oh,Danny, estas tan drogado.

    Danny sonrió. — Sí.

    Los ojos oscuros del hombre se movieron a la enfermera.  — ¿Estalisto para irse, Betty?

     — Sí.  — Betty levantó bolsa de viaje de Danny.  — Asegúrate de queno pierda esto.

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    El hombre asintió, mientras tomaba la bolsa.  — Él tiene un lugar enla mesa junto a la puerta de su apartamento, donde siempre pongo sus cosasdel alta.

     — Sólo asegúrate de que se mete dentro y se acueste, Vinnie. No lonecesitamos tropezando de nuevo. — Betty señaló los puntos de sutura en lacabeza de Danny. — Él va a tener un infierno de un dolor de cabeza cuandose despierta como esta.

     — ¿Cuántos puntos esta vez?  — Vinnie le preguntó, mientras mirabamás de cerca a la herida vendada en la frente de Danny.

     — Cinco.

     — Mejor que la última vez.

    Danny asintió. La última vez había conseguido diez puntadas. Habíahabido más escaleras por las que caer. Danny levantó su yeso.  —  No merompí nada la última vez.

     — Cierto.  — Vinnie le lanzó una mirada rápida a la enfermera.  — ¿Qué se rompió?

    Betty giró sus ojos. — Muñeca.

     — Maldita sea, eso va a – .

     —  No jures, Vinnie — , dijo Danny. — ¿Qué pensaría tu madre?

     — Mis disculpas, Danny. — Vinnie fue quien rodó sus ojos, esta vez.Agarró el brazo bueno de Danny y apoyó la otra mano en su espalda.  — Vamos, tonto. Vamos a llevarte a casa y meterte en la cama, antes de que te

    caigas en tu cara.

     — ¿Otra vez? — Danny comenzó a reírse.

    Vinnie le disparó a la enfermera otra mirada rápida.  — ¿Cuántamedicación le dio el doctor?

     — Desafortunadamente, la dosis normal para cualquier persona quetiene una muñeca rota y puntos de sutura en la cabeza.  — Betty hizo unamueca. — En el caso de Danny, eso lo golpeó en su culo.

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     —  No te preocupes, Betty  — , respondió Vinnie.  — Me aseguraré deque llegue a casa sano y salvo. Incluso lo voy a meter en la cama.

    Danny sonrió, cuando Betty se rió. Le gustó cuando la enfermera

    Betty rió. Eso la hacía parecer mucho más joven que sus cincuenta y cuatroaños. Le gustaba incluso más, cuando ella tenía ese brillo en sus ojoscastaños que indicaba que estaba pensando en algo travieso.

    A menudo involucraba a Vinnie.

    Danny se preguntó si Vinnie sabía lo mucho que a la enfermera Bettyle gustaba. — Vinnie, ¿estás casado?

    Betty inhaló bruscamente.Las cejas de Vinnie se juntaron, por el cambio repentino en la

    conversación. —  No, Danny.

     — Deberías volver aquí después de que me lleves a casa y tomar uncafé con Betty. Ella es tan dulce y realmente le vendría bien un amigo. Esanueva enfermera es mala. Mintió sobre Betty.

    Vinnie parecía un poco perplejo. — Podría hacer eso, Danny.

    Betty se sonrojó, pero Danny pudo ver la creciente sonrisa en surostro. Su trabajo estaba hecho.  — Está bien, puedo ir a casa ahora.  — Danny se deslizó fuera de la cama de examen y casi fue directo hacia abajo,al suelo, cuando sus piernas se negaron a sostenerlo. Si Vinnie no lohubiera agarrado, probablemente habría necesitado más puntadas.

    Danny se rió mientras su cabeza rodó, contra amplio hombro deVinnie. — Buena atrapada. — Le dio unas palmaditas en uno de los grandes

     brazos musculosos envueltos alrededor de él, para mantenerlo en pie.Arrojó el otro brazo hacia la cortina. — A casa, Vincent.

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    Había un zumbido horrible en los oídos de Danny. Se fue a tapar susoídos, sólo para aplastar algo realmente duro en la cabeza. 

    Ouch. 

    Danny parpadeó rápidamente, con lágrimas llenando sus ojos,mientras un latido profundo comenzó en lo profundo de su muñeca.Mientras su visión se aclaró, se dio cuenta que estaba mirando un yesoverde neón de los dedos hasta la mitad de su brazo. Se había roto lamuñeca.

    Otra vez. Cierto. 

    Los escalones de cemento y un nuevo libro, una muñeca rota yalgunas puntadas, por no hablar de un buen viaje al hospital. Gimió cuandoel recuerdo de tropezar por las escaleras llenó su cabeza.

    Era tan torpe.

     No era de extrañar que no pudiera conseguir una cita por su cuenta.Tenía que confiar en sus amigos para tenderle una trampa en citas a ciegas,y las que nunca salieron bien. Por lo general se tropezaba con algo, dejabacaer comida en su regazo  – o peor aún, el regazo de su cita –  o estaba tancohibido que apenas podía hablar.

    Danny frunció el ceño, cuando giró la cabeza y miró a su alrededor.Todavía podía oír un zumbido. Cuando no pudo detectar inmediatamente elobjeto ofensivo haciendo palpitar su cabeza, sacó las piernas por el bordede la cama y se sentó, con cuidado de no usar la muñeca lesionada como

     palanca.

    Siguió la dirección del sonido, hasta que se dio cuenta de que elsonido no estaba en su cabeza sino, en realidad, en el bolsillo de sus

     pantalones, que estaban doblados pero en el suelo. Pateó sus pantaloneshasta que su teléfono celular se cayó.

    La maldita cosa seguía sonando.

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    Resignado al hecho de que iba a tener que contestarlo, se agachó yagarró el dispositivo ofensivo. Su corazón se hundió aún más, cuandoreconoció el número de teléfono de su padre. Posiblemente el último

    hombre en la historia con el que en realidad quería hablar, y sin embargo,sabía que tenía que hacerlo.

     No contestar el teléfono cuando Charles O'Shay llamaba, era comotener un obituario en el periódico local y luego poner tu dinero con uncorredor de apuestas, que haría que seas atropellado por un autobús enmovimiento antes de caminar delante de él.

     Nada bueno ha salido nunca de caminar frente a ese autobús.

    Danny hizo una mueca y sostuvo el teléfono en su oreja.  — Hola, padre.

     — ¿Dónde has estado? — Charles gritó en el teléfono.

    Hizo una mueca al escuchar el tono alto, su cabeza comenzó a palpitar tanto como su muñeca lo hacía. — Estaba durmiendo.

     — ¿Toda la noche?  — Charles espetó.  — He estado llamándote

    durante las últimas doce horas. — Oh. — Danny comenzó a morderse el labio inferior. Su padre iba a

    estar molesto cuando se enterara que había hecho otro viaje al hospital. A élno le importaría mucho que hubiera resultado herido. Más bien no queríatener que explicar los viajes constantes de Danny a la sala de emergencias.Las personas tendían a fruncirle el ceño. — Pues yo – .

     — Olvídalo. No tengo tiempo para una de tus excusas. Vístete con

    algo presentable y ven a la casa para el brunch. No llegues tarde.Danny saltó, cuando el teléfono se desconectó de repente, y escuchó

    el teléfono muerto. Acababa de colgarle. No era gran cosa. Su padre lehabía colgado un millón de veces. Fue la demanda de que fuera a la casa dela familia lo que molestó tanto. Nunca le decían que fuera a casa. En todocaso, si que se mantuviera alejado.

    Los familiares de Danny no eran muy comprensivos con las personas

    que no estaban a la altura de sus estándares, y Danny no estaba a la altura

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    en ninguna forma o manera. Él no era lo suficientemente bonito. No era losuficientemente inteligente. Y definitivamente no era lo suficientementerefinado.

    Él simplemente no era suficiente a sus ojos.

    A pesar de que le dolía, cada vez que le acordaban sus defectos, sehabía acostumbrado a ello. A menudo, se preguntaba que decía de él, el quese hubiera acostumbrado al abuso verbal por parte de las personas quedeberían cuidarlo del mundo. La mayoría de las veces, sólo resbalaba sobreél como el agua en la espalda de un pato.

    O al menos, eso era lo que Danny trataban de decirse a sí mismo. En

    el fondo, en un lugar al que trataba de no ir a menudo, le dolía cada vez quesu padre le gritaba a él o a uno de sus hermanos y les decía que no era

     bienvenido cuando todos se juntaban para una reunión familiar. Lo evitabancomo si tuviera la peste.

     Ninguno de ellos, incluso, lo había llamado la semana pasada cuandohabía cumplido veinticinco. Había celebrado su cumpleaños solo con una

     pinta de helado de doble chocolate dulce y un buen libro.

    Lo que hizo que esta demanda para que visitara la casa de la familia,fuera mucho más desconcertante. Danny no había estado en casa en casiseis años, no desde que se mudó para ir a la universidad. Ni siquiera loshabía visitado durante las vacaciones y prefería quedarse en la residenciade estudiantes, en lugar de enfrentar a su desaprobadora familia. Había sidosolitario, pero mejor que la angustia que sentía cada vez que los veía.

    Resignado al hecho de que no podía evadirse de ir a casa esta vez,

    Danny rápidamente se bañó y luego se vistió con los mejores pantalonesgris carbón que poseía. Vestía un traje; camisa blanca, una corbata a rayasgris, y su cárdigan de punto favorito  – la manga tirada sobre su yeso.Calcetines y zapatos oscuros remataban el conjunto. Era lo mejor que tenía.

     No poseía un traje.

    Sin saber cuánto tiempo iba a estar en la casa de su familia, empacóuna muda de ropa, incluyendo unos jeans y un par de camisas simples de

    algodón, pantalones de pijama, y un par de zapatos cómodos.

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    También tomó su bolsa del portátil y su ordenador portátil. Si iba aestar allí más de un día, quería asegurarse de que podría trabajar un poco.Complementaba sus ingresos, mientras asistía a la universidad con el

    diseño de sitios web, portadas de libros y material promocional para losautores románticos. Hacía lo suficiente para no tener que tener un trabajoexterno, siempre y cuando él fuera frugal.

    Una vez que tenía todo recogido y listo para salir, incluyendo su bolsa de documentos de alta, Danny comenzó a arreglar su apartamento,hasta que se dio cuenta de que sólo estaba posponiendo lo inevitable.

    Estaba haciendo tiempo, así de simple.

    Los hombros de Danny se desplomaron, mientras caminaba hacia la puerta principal y salió, cerrando con cuidado la puerta tras de sí. No iba asalir de esta. Si se negaba a ir, su padre simplemente enviaría a sushermanos mayores para llevarlo, y eso dolería. No eran maliciosos, perotampoco eran exactamente gentiles. Simplemente no les importaba,siempre y cuando su padre no estuviera gritándole a ellos.

    Sabiendo que estaba posponiendo la confrontación con su familia,

    Danny agarró sus cosas y enganchó las bolsas al hombro. Tenía queasegurarse de no golpear su muñeca o el dolor podría prácticamentenoquearlo. Y no quería lidiar con su familia, mientras estuviera drogado yfuera de sí por medicamentos para el dolor.

    ¿Quién sabía lo que pasaría?

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    Capítulo 2

    El autobús de la ciudad, lo dejó a seis cuadras de la finca de su padre,y demasiado rápido en lo que a él concernía. Hubiera preferidosimplemente montar alrededor de las calles de la ciudad durante todo el día.Por mucho que no le gustaba tratar con extraños, preferiría estar acurrucadocon uno, que ir a casa para enfrentarse a su familia.

    Sentía como que se dirigía a su ejecución.

    Danny se bajó del autobús, reajustó las correas de sus bolsas, y luegocomenzó a caminar, penosamente, hacia la casa en la que había crecido.Odiaba esa casa. Se sentía fría y tétrica, incluso cuando era un niño. Nohabía ninguna cantidad de decoraciones que la hiciera cálida y acogedora.

    Cuando Danny dobló la esquina de la calle donde la casa de su padre

    estaba ubicada, sus pasos se desaceleraron. Podía ver los autos de sushermanos, que estaban estacionados en el camino circular y sabía que lostres estaban allí. Parecía que incluso su hermana había venido.

    Caramba, una reunión familiar.

    Estaba tan emocionado – no.

     No sabía a quién pertenecían los otros autos, pero no importabarealmente. Tal vez, si había una multitud, Danny podría perderse en ella y

    nunca tendría que enfrentarse a su familia.

    Y arcoiris se iban a disparar fuera de su trasero, en cualquiermomento.

    Era todo lo que Danny podía hacer para poner un pie delante del otroy caminar por el camino a la parte trasera de la casa, donde se encontraba laentrada del servicio. No le permitían pasar por la puerta principal. Habíaaprendido esa regla cuando tenía cinco años.

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    Abrió la puerta trasera y entró en el pasillo que conducía a la grancocina. Justo dentro de la puerta de entrada, a su derecha había otro pasilloque conducía a un pequeño comedor que había sido reservado para los

    sirvientes. La lavandería se encontraba al otro lado de la puerta.Antes de ir a ver a su padre y hermanos mayores, quería ver a las dos

     personas que realmente consideraba su familia. Puso sus bolsas en el suelo, justo dentro de la sala de lavandería y entró de puntillas por el pasillo a lasala de los sirvientes, con la esperanza de sorprenderlos. No los había vistodesde la Navidad pasada, cuando fueron a dejar los regalos en suapartamento.

     — Simplemente no es correcto, Thomas.Danny sonrió, su corazón calentándose, cuando reconoció la voz

    suave de la ama de llaves de su familia, Clara. La mujer mayor había besado sus heridas, le hizo galletas, y lo ayudó con su tarea. Incluso lehabía dado una charla sobre los pájaros y las abejas cuando descubrió quele gustaban los chicos... más específicamente un chico de su equipo defútbol del instituto.

     —  No hay nada que podamos hacer al respecto, Clara.La sonrisa de Danny creció. También conocía esa voz. Dónde Clara

    había besado sus heridas, Thomas había lanzado una pelota con él y leenseñó a estar orgulloso de quién era, a trabajar duro por lo que quería, ynunca renunciar a sus sueños.

    Danny estaba muy emocionado de ver a Clara y Thomas, que era loúnico que podía hacer que caminara de puntillas por el estrecho pasillo. No

    quería hacer mucho ruido, porque entonces los otros lo oirían y noobtendría unos minutos con los sirvientes.

     — Sabes lo que el Señor dijo, Clara — , Thomas le decía en voz baja, pero lo suficientemente alto para que Danny lo escuchara desde dondeestaba. — Si le decimos algo a Daniel, él – .

     — ¿Decirme algo acerca de qué?  — Danny preguntó, mientras dabaun paso dentro de la habitación.

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     — Daniel.  — Clara sollozó, mientras apretaba su mano contra suclavícula. —  Nosotros no te esperábamos hasta dentro de un par de horas.

     — Cogí un autobús temprano.  — Danny lanzó una mirada a Thomas,

     preguntándose por qué el hombre mayor estaba evitando su mirada, y luegovolvió a mirar a Clara. La mujer tenía lágrimas en los ojos.

     — ¿Sucede algo malo?  — Danny podía sentir su pecho empezar aapretarse, por los ceños cautelosos en los rostros de las dos personas quecreía, deseaban verlo. ¿Podría haber estado equivocado?  — ¿Quieres queme vaya?

     — Sí, en realidad — , dijo Thomas.

    Danny respiró temblorosamente, tratando de no llorar como losúnicos buenos recuerdos de su infancia se derrumbaron a su alrededor.  — Está bien — , susurró mientras comenzó a girarse e irse.

    Si Thomas y Clara no querían verlo, no tenía ninguna razón paraquedarse. Simplemente iría a ver lo que quería su padre y luego volvería acasa. Tal vez se detendría por otra pinta de helado en el camino. Si era losuficientemente rápido, podría ser capaz de llegar a casa antes de que se

    derritiera.

     — ¡Thomas! — La voz de amonestación de Clara se filtró a través dela pena, agarrando a Danny. — Haz algo.

     — Ven aquí, hijo.

    Danny no quería, pero nunca había desafiado a Thomas antes.Realmente no había ninguna razón para empezar ahora, incluso si pensaba

    en ello durante medio segundo. Se dio la vuelta y volvió a entrar en la pequeña sala de estar, manteniendo sus ojos hacia abajo, para que nadieviera las lágrimas reuniéndose en sus ojos.

     — Tienes veinticinco años, hijo. Eres un adulto ahora.

     — Sí, señor. — Danny asintió. El pensaba que se había convertido enun adulto cuando cumplió dieciocho años, quizá veintiuno. ¿Peroveinticinco años? Había sido un adulto durante un tiempo bastante largo.

    ¿No lo había sido? Vivía por su cuenta y pagaba sus cuentas como un

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    Danny apretó a Clara una última vez, luego dejó caer los brazos y dioun paso atrás. Se negó a dejarles ver lo mucho que le dolía. No era culpa deellos, que hubiera visto algo que no estaba allí. Pegó una sonrisa en su

    rostro.  — ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarlos a hacer las maletas? No tengo finales por unas cuantas semanas más, así que mis fines desemana están libres.

    Clara sonrió, pero Danny pudo ver que se trataba de una sonrisatemblorosa, como si estuviera tratando de montar un espectáculo al igualque él lo estaba. — Siempre has sido un buen chico.

     — Hemos atendido todo, Daniel  — , dijo Thomas.  — Pero gracias.

    Sólo queremos que te concentres en tus estudios. — Lo hago.  — Danny torció sus labios, tratando de pensar en algo

    más que decir, para llenar el silencio que flotaba en el aire. Nunca había parecido tan difícil encontrar un tema de conversación antes. Ahora, él sólose sentía incómodo.

     — Charles está esperándote, Daniel  — , dijo Thomas.  — Es posibleque no desees dejarle saber que hablamos contigo.

    La cabeza de Danny se inclinó hacia un lado.  — ¿Por qué no?  — , preguntó.  — ¿Por qué iba a importarle?  —  Nunca lo había hecho antes.Siempre y cuando Danny estuviera fuera de su vista, Charles era bastantefeliz.

     — Eso es de lo que Clara y yo estábamos hablando cuando llegaste.Tu padre nos pidió que no te dijéramos nada acerca de nuestro retiro.

     — ¿Por qué no?

    Thomas de repente parecía más viejo, que sus cuarenta y cinco años.Se pasó la mano por su corto pelo y se dejó caer en una de las sillasalrededor de la pequeña mesa.  — Siéntate, Daniel.

    Danny le lanzó a Clara un vistazo, antes de tomar asiento junto aThomas. No tenía idea de lo que el hombre mayor quería decirle, pero no

     parecía que este quisiera hacerlo.

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     — Fue justo después de que su esposa fuera asesinada  — , dijo Clara. — Creo que estaba con una gran cantidad de dolor y quería dejar tododetrás de él. Puesto que tenía tu custodia, podía exigir lo que quisiera. Era

    la única forma que permitiría que estuviéramos aquí, para cuidarte. — Me imagino que ya que estamos jubilándonos,  — dijo Thomas, — 

    en realidad no importa si lo sabes o no. No es como si Charles ahora nos pudiera despedir.

     — ¡El infierno que no puedo!

    Danny se levantó tan rápidamente, que su silla cayó hacia atrás y setropezó con ella, tratando de escapar de la voz gritando. Danny cayó,

    estrellándose en el duro suelo de baldosas. Gritó cuando su muñeca rota seestrelló contra el suelo, cuando aterrizó. Danny acunó rápidamente sumuñeca lesionada contra su pecho y apretó los dientes, tratando de no llorary mostrar debilidad frente a su padre.

     — Levántate del suelo, Daniel.

    Danny apretó las muelas juntas, mientras respiraba profundamente para poder hablar a través del dolor desgarrando su brazo.  — Sí, padre.  — 

    Rodó a su lado y luego sobre sus rodillas, todavía sosteniendo la escayolacontra su pecho. Otra respiración profunda y fue capaz de ponerse de pie,empujándose hacia arriba con una pierna a la vez, hasta que se puso en pie.

    Thomas había tomado una postura entre él y su padre, algo que elhombre había hecho a menudo, cuando Danny estaba creciendo. Él estaba

     bastante seguro de que no serviría de nada esta vez.

    Charles O'Shay parecía molesto.

     — Daniel, ve a mi oficina  — , dijo Charles con una de las voces másseveras que nunca había escuchado. Lo hizo estremecerse y dar un pasoatrás, su temor habitual hacia su padre multiplicando por mil.  — Tengo quehacer frente a los sirvientes.

    Danny no sabía qué hacer. No quería molestar a su padre y tener larabia del hombre viniendo sobre su cabeza. Pero tampoco quería que fuerasobre Clara y Thomas. A pesar de que ellos lo estaban dejando, todavía le

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    habían consagrado veinte años, cuidándolo y asegurándose de que alguna parte de su vida no fuera miserable.

     — Thomas y Clara estaban diciéndome adiós  — , dijo Danny,

    obligándose dar un paso alrededor de Thomas y más cerca de su padre.  — Me decían que habían decidido jubilarse y probablemente no los vería denuevo.

     — Tienen toda la razón no lo harás.  — El puño de Charles se cerró degolpe, en la pequeña mesa, haciéndola crujir.  — Los quiero empacados  yfuera de mi casa en una hora.

    Danny contuvo sus lágrimas, mientras Thomas se acercó para estar al

    lado de Clara. Dudaba que alguna vez volviera a ver a las dos personas quehabían significado tanto para él al crecer.

     — Gracias  — , les murmuró, mientras se deslizaba entre la mesa y la pareja mayor. Esperaba que entendieran que les daba las gracias por todo loque habían hecho por él. Ellos habían ido más allá de lo que cualquiersirviente normal, había tenido que hacer y eso merecía algo. Desde luego,no recibirían ningún agradecimiento de su padre.

     — ¿Para qué necesitabas verme, padre?  — Danny preguntó, mientrastrataba de lograr que la mente de su padre se enfocara en otra cosa.  — Parecía bastante importante.

     — ¿De verdad crees que te llamaría aquí si no lo fuera?

     —  No, por supuesto que no.  — Danny podía ver el fuego ardiente enlos ojos de su padre y sabía que probablemente no iba a salir de estaconfrontación indemne. — Vi los autos en la entrada. ¿Los otros están aquí?

    La mención de sus hermanos parecía tener el efecto deseado. Charlesgiró y comenzó a salir, mirando por encima de su hombro. — Thomas, traerefrescos para el estudio.

     — Muy bien, señor  — , respondió Thomas, aunque Danny vio al exmayordomo rodar los ojos y dudaba que el hombre estuviera acatando laorden de su padre.

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    Daniel echó una última mirada por encima del hombro y luego siguióa su padre fuera del salón de los sirvientes. Estaba un poco sorprendido deque Charles, siquiera sabía que, existía la pequeña habitación. Desde luego,

    nunca había visto a su padre allí. Nunca lo había visto en la cocina. CharlesO'Shay no hacía trabajo manual. Él podría sudar y eso arruinaría su traje perfectamente planchado.

    Contrataba a personas que sudaban por él.

    El silencio que lo siguió mientras caminaba hacia el estudio de su padre, era de mal agüero. Danny todavía estaba confundido acerca de porqué había sido llamado a casa. Cualquier cosa que su padre tenía que

    decirle, obviamente involucraba a toda la familia.Danny no pudo decir exactamente lo que lo asustaba más, el hecho

    de que su padre lo había llamado a casa  o el hecho de que todos sushermanos parecían estar allí también. Si tuviera una elección, se giraría ycorrería fuera de la casa de la familia, tan rápido como sus pies lo llevaran.

    La mandíbula de Danny cayó, cuando llegaron al vestíbulo. Noestaba de pie en medio del vestíbulo que recordaba de su infancia. Ni

    siquiera estaba seguro de que estaba en la misma casa. Las viejas escalerasde madera que habían ido a la segunda y tercera planta, habían sidoreemplazadas con mármol blanco, las barandillas brillantes con filigranadorada. Una enorme araña de cristal ahora colgaba del centro del techo.

    ¿Era un jarrón Ming?

     — Redecoró.

     — A mi esposa no le gustaba la decoración.

    Danny casi tropezó con sus pies, mientras patinó hasta detenerse.  — ¿Tu esposa?

     — Mariana.

    La mandíbula de Danny cayó. — ¿Se volvió a casar?

    Charles se giró y miró a Danny.  — ¿Esperabas que  yo  llorara a mi primera esposa por el resto de mi vida?

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    Danny bajó rápidamente los ojos, la mirada de su padre demasiadodecidida.  —  No.  — Danny simplemente se preguntó por qué sólo estabaenterándose de la nueva esposa de su padre ahora.  — ¿Cuánto tiempo has

    estado casado? — Dos años, un mes más o menos.

    Dos años. Había tenido una madrastra durante dos años.

     — ¿Se fugaron? — , preguntó.

     —  No.

    Danny comenzó a conseguir una sensación de náuseas en la boca del

    estómago. Tal vez su invitación se había perdido en el correo.  — ¿Tuvisteuna gran boda?

     — Sí, yo diría que fue bastante grande. Creo que Mariana dijo que lalista de invitados era más de doscientos.  — Charles parecía muy orgullosode ese hecho. — Fue el evento social de la temporada.

    Y que allí estaba la razón por la que Danny nunca recibió unainvitación a la boda. Su padre no le permitiría asistir al evento social delaño. Él podría traer vergüenza al nombre de la familia.

     — Bueno, felicitaciones.

    Charles lo miró, parpadeando lentamente, antes de alejarse sin decirnada más. Danny suspiró y siguió a su padre. Incluso si quería conocer aesta nueva madrastra  – que no lo hacía –   dudaba que la misteriosa mujerquisiera conocerlo. Quién sabía lo que le habían dicho acerca de él.

    Era, después de todo, la vergüenza de la familia.

    Cuando llegaron al estudio, Charles caminó directamente dentro.Danny se detuvo junto a la puerta, sabiendo muy dentro de él que una vezque cruzara el umbral, su vida no sería la misma. Algo estaba pasando aquíque hacía que los pelos de la nuca se erizaran.

    ¿Y que era ese delicioso olor?

     — Daniel, estoy esperando.

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    La que era, probablemente, la más grande y más fuerte mano en lahistoria de las manos, se suavizó, mientras acarició un lado de la cara deDanny. — Eso ya no será permitido.

     — Bueno.

    Espera.

    ¿Qué?

    ¿Acababa de acordar no caerse nunca más?

    Sintiéndose más confuso y desconcertado con cada segundo que pasaba, se apartó del seductor tacto del hombre. Mientras lo hacía, se dio

    cuenta de que el segundo extraño se había movido hasta pararse al otro ladode él. Estaba rodeado.

     —  Necesito aire — , Danny jadeó, mientras su pecho se apretó en unafracción de segundo. — Por favor, necesito aire.

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    Capítulo 3

    Estaba claro, para cualquiera, que mirara al magnífico hombrecito,que Daniel estaba teniendo un ataque de pánico. Las risitas suaves de laconversación que apenas llenaba el aire era una indicación de que a losdemás en la habitación no podría importarle menos, si Daniel se desmayabaen el suelo. Probablemente ni siquiera comprobarían para ver si estaba

    respirando.

    Y eso puso a Abraham Lake, tan enojado que tuvo que cavar susuñas en las palmas de sus manos para no lanzarse a través del cuarto yatacar a las mismas personas que habían estado encargadas de cuidar aDaniel.

    Abe hizo un gesto con la cabeza a su hermano, para que llevara aDaniel a un lado y se asegurara de que estaba bien. Tenía gente con la que

    tratar. Una vez que Benjamin había escoltado a Daniel a la esquina,colocándose entre el hombrecito y los idiotas en la habitación, Abe dirigiósu atención al grupo creciente de personas en su lista de odio.

     — ¿Alguien quiere explicarme por qué Daniel está lesionado?

    Abe juró que podía ver gotas de sudor formándose en la frente deCharles O'Shay. Y bien que el hombre debería estar nervioso. Había sido elencargado de cuidar a Daniel hasta su vigésimo quinto cumpleaños, que

    había sido hace sólo una semana. Era obvio por las lesiones, que nadiehabía estado cuidando su seguridad.

     — Como yo les he dicho — , dijo Charles — Daniel insistió en que sele permitiera vivir por su cuenta. Ya que era un adulto legal cuando cumpliódieciocho años, no había nada que pudiéramos hacer para evitar su partida.

     — Era considerado un adulto para los estándares humanos, no losnuestros.

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     — Pero legalmente, podía hacer lo que quisiera, y optó por alejarsede casa.  — Los ojos de Charles se lanzaron a la esquina por un momento.Cuando volvieron a él, Abe sabía por el brillo en los ojos del anciano que

    todo lo que estaba a punto de salir de su boca iba a ser una mentira.  — Tratéde hablar de ello, por supuesto, pero él insistió. No había nada que pudierahacer para disuadirlo. 

     Historia probable. 

     — ¿Y no creíste que sería una buena idea asignar a alguien paracuidarlo?  — Los labios de Abe se curvaron hacia atrás, el asco que estabasintiendo y en la rabia que se estaba construyendo lentamente.  — ¿Cómo

     puedes ser tan descuidado con su seguridad? — Daniel es muy testarudo  — , Charles insistió.  — Él se niega a

    escuchar a la razón. Independientemente de cuánto insistí en que se mudaraa casa, él no me escuchó.

    Abe abrió la boca para discutir ese punto, pero los otros que estabanalrededor de Charles, asintieron de acuerdo, por lo que Abe se pregunto sitenían razón.

    Para ser justos, no sabía casi nada acerca de Daniel O'Shay. Ni a él nia su hermano se le había permitido acercarse a él hasta su vigésimo quintocumpleaños. Habían recibido informes mensuales sobre el hombre, eincluso algunas fotos, pero ni una sola palabra se había hablado entre ellosdesde el día que Daniel fue enviado lejos. 

    "Están mintiendo, Abe."  

    Abe miró por encima del hombro, cuando su hermano usó su vínculo

    gemelo para hablar con él en la cabeza. "Lo sé,"  Abe respondió del mismomodo silencioso. "No estoy seguro de si están mintiendo acerca de todo.

     Leíste los informes igual que yo. Sabes que Daniel es testarudo". 

    Ben miró al pequeño hombre de pie frente a él. "No estoy tan segurode eso, Abe. Puedo oler el miedo en él". 

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    Abe apenas impidió que sus cejas subieran, cuando el shock rodó através de él, junto con un temor creciente de que podrían haber sidoengañados todo este tiempo. "¿Crees que nos mintieron en los informes?"

    "No lo hice cuando entré por primera vez aquí, pero ahora no estoytan seguro. Está tan asustado, que está a punto de sacudirse a pedazos."  Abe vio la misma rabia que él sentía reflejada en los ojos de su hermano,cuando Ben lo miró. "Vamos a firmar los papeles y terminemos con esto,

     Abe. Quiero llevar a Daniel a casa". 

    Abe asintió, entendiendo la necesidad de su hermano. Su piel estabaempezando a apretarse y podía sentir a su otra mitad despertando, lo que

    nunca era una buena señal, cuando estaba enojado. Si llegaba a estardemasiado enfurecido, no sería capaz de impedir que su bestia saliera.

    Abe devolvió su atención a los demás en la habitación. — ¿Tienes los papeles?

    El abogado abrió un expediente que tenía en la mano y lo puso sobrela mesa, colocando de una pluma al lado.  — Todo está aquí justo comoCharles y sus ancianos acordaron.

    El estómago de Abe se torció en un nudo en lo que fue el momentomás importante de su vida siendo regulado a algo tan simple como firmarun pedazo de papel. Disgustado, leyó rápidamente sobre el acuerdo entresus ancianos y Charles O'Shay.

    Todo parecía estar como sus mayores dijeron que sería.

    Charles O'Shay había recibido una gran suma de dinero cada mes para el mantenimiento y el cuidado de Daniel. Este debía recibir lo mejor

    de todo  – la mejor educación, condiciones de vida, e incluso las mejoresoportunidades que la vida tenía que ofrecer. La casa en la que seencontraban actualmente proclamaba que al menos sus años de crecimientohabían sido los mejores. El lugar era prácticamente un palacio.

    Abe no podía dejar de preguntarse sobre el alojamiento actual deDaniel si su casa de la infancia era cualquier cosa por la que guiarse. Estabaun poco preocupado acerca de llevarlo a casa a su mucho más humilde

    morada. No vivían como reyes.

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    Daniel respiró tan profundamente como pudo, presionando una manocontra su pecho. — Está en mi bolsa, en el cuarto de lavado.

    El presentimiento de Abe de que había mucho más en juego aquí de

    lo que él sabía, o de lo que había sido informado, era cada vez más fuertecon cada segundo que pasaba. Las cosas que él estaba viendo noconcordaban con las cosas que leyó, en los informes mensuales, que lehabían sido enviados a Ben y a él.

    Trató de no parecer amenazante, cuando le sonrió a Daniel, pero noestaba seguro de haber logrado su objetivo, cuando Daniel tragó saliva.  — 

     No tienes nada que temer, Daniel. Nunca te haría daño.  — Preferiría

    cortarse el brazo a levantarle la mano. — Danny.

     — ¿Perdón?

     — Mi nombre es Danny. Sólo mi padre y hermanos me llamanDaniel.

    La mandíbula de Abe cayó. — ¿Tu padre?

    Danny asintió. — Charles O'Shay.

     — Daniel, Char  – .

     — Danny.

    Abe sonrió, asintiendo. — Danny.

     — Gracias.

    Abe volvió a asentir.

     — ¿Qué ibas a decir sobre mi padre?

     — Uh... — Abe, de repente, no quería ser quien le dijera a Danny queCharles O'Shay no era su padre, sobre todo si se había criado creyendo eso.Quitarle a su padre, también significaba sacarle sus hermanos y hermana.Dejaría a Danny sin la familia con la que había crecido. Simplemente no

     podía hacerle eso.

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     — En realidad, deberíamos ir a buscar tu inhalador — , dijo Abe en sulugar. — Podemos hablar de Charles después.

    Abe agarró el brazo bueno de Danny y se dirigió hacia la puerta.

    Danny se encogió y se alejó, tratando de dar un tirón a su brazo.  — Porfavor, no me gusta que me toquen.

     — Oookay.  — Abe averiguaría el por qué de eso, aunque fuera laúltima cosa que hiciera. Si Danny creció en el seno amoroso de la familiade Charles como se les había hecho creer, entonces, ¿qué le había ocurrido

     para que él tuviera miedo de que lo toquen?

    Abe se encontró con los ojos de su hermano, mientras caminaba.

    "Vamos a conseguir inhalador de Danny."

    "¿Danny?"  Los ojos de Ben se trasladaron al hombre más pequeño,mientras hablaba silenciosamente con Abe. 

    "Prefiere que lo llamen Danny. Dice que sólo su padre, Charles, y sus hermanos lo llaman Daniel".

    "Pero – "   Los labios de Ben de adelgazaron, mientras los presionó

     juntos. "¿Es eso lo que realmente cree?""Sí."   Abe gruñó en voz alta, a pesar de que envió la palabra

    mentalmente a su hermano. Simplemente no podía evitar hacer el profundosonido amenazante, no cuando estaba tan enfurecido, que su bestia estabaempezando a despertar aún más. "Tenemos que darnos prisa y terminar conesto, para que podamos salir de aquí antes de que arranque la cabeza deeste hijo de puta."

    "No conocemos la historia completa, Abe.""Sabemos lo suficiente."  Procurando no tocar a Danny, Abe se movió

    hacia la puerta. — Vamos, Danny.

    Este se humedeció los labios, claramente nervioso e inseguro sobrequé hacer. Sus ojos se dirigieron hacia Charles. — ¿Padre?

    Abe podía ver como si un tren fuera de control se dirigíadirectamente hacia Danny, en los ojos maliciosos de Charles de O'Shay y

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    no había nada que pudiera hacer para evitarlo. No podía tapar los oídos deDanny y él nunca llegaría a Charles a tiempo para mantenerlo cayado.

     — Yo no soy tu padre.

    Abe esperaba que Danny estuviera devastado, o quizás incluso quellorara. Eso era lo que otras personas hacían, cuando el hombre que loshabía criado anunciaba que no era su padre. Danny se limitó a mirarlo porel momento más largo, su expresión una máscara de piedra, ilegible.

    Y luego miró a Abe. — ¿Es eso cierto?

    Abe hizo una mueca de simpatía. — Me temo que si, Danny.

    Danny miró a los otros que estaban alrededor de Charles, asintiendocon la cabeza hacia ellos. — ¿Y ellos? ¿Son mis hermanos y hermana?

     —  No.

     — Oh, gracias a Dios.  — Las cejas de Abe se dispararon, cuandoDanny agarró su camisa y apoyó la frente contra el pecho de Abe.  — Ese esel mejor regalo de cumpleaños que he recibido.

     — ¿Estás feliz de que no estás emparentado con ellos?  — ¿Qué lehabía hecho la familia O'Shay a Danny para hacerlo disgustar   tanto queestaba feliz de saber que no estaban relacionados?

    Danny tenía una rabia profunda en sus ojos, cuando inclinó la cabezahacia atrás y miró a Abe. No era una buena mirada en él.  — Prefiero estarrelacionado con una rata de alcantarilla. 

     Está bien, entonces. 

    Abe parpadeó al pequeño hombre, sin saber exactamente que decir aeso. Danny parecía demasiado inocente, para tal crueldad, a pesar de losinformes mensuales que ahora estaba empezando a creer que eran todo unmontón de mierda. No podía ser el niño mimado que Charles le había dichoque era.

     — Dejemos que ellos terminen aquí, sin nosotros, ¿hmm? Tenemosque ir a buscar tu inhalador.

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     — Ahora estoy bien.  — La palidez del rostro de Danny le dijo locontrario. Su respiración podría estar un poco mejor, pero todavía estabatomando aire demasiado rápido para el gusto de Abe.

     — ¿Por favor?  — Abe podría ser educado como el que más, sobretodo cuando creía que nadie en mucho tiempo había pedido la cooperación de Danny en lugar de exigirla.

    La cabeza de Danny se inclinó. Sus ojos eran penetrantes, como siestuviera tratando de ver lo que Abe estaba buscando. Había unadesconfianza en Danny que había sido ganada por años de traición y abuso.Abe se comprometió a hacer todo lo posible para eliminar esa mancha de

    esos hermosos ojos verdes.Cuando Danny asintió y se giró hacia la puerta, Abe soltó un suspiro

    de alivio y lo siguió. "Ben, no estoy seguro de que firmar ese acuerdo seael mejor interés de Danny ahora. Hay mucho más en juego aquí, de lo que

     se nos informó".

    "¿Prefieres que Charles y sus críos sigan siendo parte de la vida de Danny?"  Respondió Ben.

     No hay manera en el infierno. 

    "Prefiero matarlos a todos."

    "Probablemente, no es el mejor curso de acción, incluso si está justificado."  La diversión de Ben le llegó a través de su vínculo, cuando elhombre se echó a reír. "Sólo vamos a sacar a Danny de aquí. Podemosexplicarle todo una vez que lo llevemos a casa". 

    Abe estaba a favor llevar a Danny lejos de Charles y sus crías. Si porél fuera, Danny no volvería a ver a ninguno de ellos, nunca más. Era obvio

     para cualquiera que mirara, que había una enorme brecha entre ellos yDanny. Eso podría no ser tan malo. Charles era un culo, su nueva y jovenesposa era una perra, y sus hijos eran mocosos privilegiados. Abe oró paraDanny no fuera como cualquiera de ellos.

    Sólo el tiempo lo diría.

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     — Danny, sé que Charles dijo que te habías mudado hace un tiempo.¿Hay algo todavía aquí que necesites empacar?

     —  No.  — Danny sacudió la cabeza con tanta fuerza, que Abe estaba

     preocupado que iba a caerse. Casi alargó la mano para estabilizar a Danny,hasta que recordó que al hombre no le gustaba que lo tocaran. Tendrían quetrabajar en eso. Abe tenía la intención de estar tocando mucho.

     — ¿Vives cerca de aquí?

     —  No.

    Abe frunció el ceño. No estaba satisfecho con las sencillas

    respuestas, de una sola palabra. — ¿Puedes decir algo más que solo no?Danny se detuvo y se dio la vuelta. — ¿Quién eres?

    Ben firmó su nombre en la línea punteada y luego arrojó la plumasobre el escritorio, igual que hizo su hermano gemelo.  — Eso debería sertodo — , dijo mientras observaba Charles firmar con su nombre. El abogadocomprobó todas las firmas y luego le entregó a Ben su copia de losdocumentos.

     — ¿Qué tan pronto el dinero será transferido a mi cuenta?  — , preguntó Charles. El hombre trató de parecer informal, mientras apretaba

    sus dedos juntos, pero estaba prácticamente babeando, mientras hablabasobre el dinero que le iban a pagar por el cuidado de Danny todos estosaños.

     — En las próximas veinticuatro horas, según lo acordado.  — Benestaba disgustado, por la mirada alegremente codiciosa en el rostro deCharles. Estaba indignado, por el coqueteo que podía ver en los ojos de la

     joven esposa del hombre.

    Todavía no le gustaba el hecho de que sus ancianos habían hecho unacuerdo con Charles O'Shay para que criara a Danny, a cambio de una gran

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    suma de dinero. Danny debería haber sido criado en una casa con unafamilia amorosa. No en ese agujero de infierno.

    Pero desobedecer a sus ancianos, no era algo que hubiera

    considerado hacer. Desde su primer recuerdo, Ben, su gemelo, sus otroshermanos, todos habían sido criados para respetar a sus ancianos. Erainaudito que uno de ellos desobedeciera a un anciano o no escuchara susconsejos, aunque no les gustara.

    Sobre todo después de la masacre, de hace veintitrés años, que casilos había aniquilado. Tantas personas habían muerto, que hasta ahora eradifícil para cualquier persona hablar sobre ello. Ben y Abe habían perdido a

    su padre Isaac en el ataque. Ben había sido sólo un niño en ese momento, pero todavía sentía la pérdida de uno de sus padres hasta el día de hoy.

     No podía empezar a imaginar lo que Danny debía estar pasando, porhaberse enterado de que Charles no era su padre. Danny dijo que lo preferíaasí, pero ¿lo hacía de verdad? Ben sabía por experiencia personal lo

     perjudicial que podría ser emocionalmente el perder de un familiar, un padre aún era más difícil.

    Danny tenía que estar devastado.Ben metió los papeles en el bolsillo de su chaqueta y luego se volvió

     para irse cuando una pregunta ardiente vino a la mente.  — Dime, Charles — , dijo, mientras miraba hacia atrás. — ¿Danny sabe algo sobre lo que está pasando aquí? ¿Acaso le dijiste quiénes éramos?

     —  No.  — El hombre tenía una sonrisa en su rostro, mientrasrespondía, lo que hizo que Ben quisiera borrarla – con una pata con garras.

     — ¿Debería?Ben apretó los puños. — ¿Incluso sabe sobre los shifters?"

    La sonrisa presumida de Charles fue respuesta suficiente.

    Danny no tenía ni idea. 

    ¡Jodidamente perfecto!

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    Capítulo 4

    El silencio, en la parte posterior de la casa era inquietante,recordándole a Danny que Thomas y Clara se iban a casa y él

     probablemente nunca volvería a verlos. Para rematar lo que se estabaconvirtiendo en un día estelar en su triste vida, todavía estaba tratando deaceptar el hecho de que Charles O'Shay no era su padre.

    Una parte de él quería subir a la azotea y gritar al mundo que noestaba relacionado con el bastardo insensible y frío que lo había criado.Otra parte se preguntó si todavía había alguien en el mundo que inclusosupiera que existía. Si abandonaba la faz del planeta, ¿alguien iría a

     buscarlo o simplemente se desvanecería en la nada?

    Era perfecta víctima de un asesino en serie  – sin amigos, sin familia,sin trabajo en el mundo real, nadie lo reportaría como desaparecido. Ni

    siquiera tiene un gato.

     Necesitaba un gato.

     — ¿Tienes un gato?  — , preguntó, mientras miraba al hombre altosiguiéndolo a la parte posterior de la casa.  — Creo que necesito conseguirun gato. — Danny frunció el ceño. — Tal vez un perro.

     Necesitaba a alguien que se preocupara de que él existiera.

     — Podemos hablar de ello cuando lleguemos a casa.

    Bueno, eso no tenía sentido.

     — ¿Por qué deberíamos hablar de ello?  —  Ni siquiera sabía por quéestaba hablando con el hombre, más allá del hecho de que estaba allí y elsilencio lo ponía incómodo.

     — Creo que hay un montón de cosas que necesitamos discutir,

    Danny.

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     — ¿Como qué?

     — Vamos a esperar hasta que mi hermano esté aquí. 

     Hermanos. Sí, eso tenía sentido. Abe y Ben se veían muy parecidos.Tenían los mismos ceños amenazadores en sus rostros, cuando estabantratando con Charles. También tenían los mismos ojos de color ámbar

     profundo, los que parecían hipnotizar a Danny cada vez que miraba enellos.

    Evitó mirar en ellos.

     — ¿Ustedes son gemelos?

     — Sí.

     — ¿Qué se siente tener un gemelo?

    Abe parpadeó por un momento, como si la pregunta lo hubierasorprendido.  — Ben y yo estamos muy cerca. Es como tener un mejoramigo que has conocido toda tu vida.

    Danny suspiró. — Eso suena bien.

    Se dio la vuelta y siguió caminando hacia la lavandería, sin quererque el fuerte hombre viera su labio inferior deslizarse hacia fuera en un

     puchero. Lamentó que el no tener un hermano gemelo. Con los que habíacrecido, o por lo menos la gente que consideró como sus hermanos durantetoda su vida, nunca fueron muy amables con él. Lo ignoraron, más quenada, metiéndose con él cuando no lo hacían. Se había convertido en un

     problema menor, una vez que se mudó, pero al crecer, había sido uninfierno. Le dejaron más que claro que no era bienvenido.

    Siendo el más joven, Danny siempre supuso que era una ocurrenciatardía. Tal vez sus padres se habían olvidado de usar un métodoanticonceptivo una noche y él había sido el resultado. También, siempreasumió, que su madre había muerto dándolo a luz ya que su pa –   ya queCharles pareció culparlo de alguna manera por la muerte de la mujer. Ahorani siquiera estaba seguro de que fuera su madre.

     — ¿Sabes quiénes eran mis padres?

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     — Danny, tenemos que esperar hasta que – .

    Danny se giró. — Por favor dime.

    El enorme hombre suspiró, sus hombros desplomándose. — Era muy joven cuando murieron, pero los recuerdo.

    Danny retorció los dedos juntos. — ¿Ellos...? — Tragó saliva. — ¿Mequerían?

     — Murieron para salvar tu vida  — , dijo Abe.  — Un grupo denosotros, estaba abajo, en el lago en una excursión de verano, cuandofuimos atacados. Tus padres murieron tratando de protegernos a todos

    nosotros.Danny inhaló lentamente, tratando de parpadear las lágrimas que

     brotaban de sus ojos.  — ¿Murieron tratando de protegerme?  — ¿Lo habíanquerido lo suficiente como para dar la vida por él?

     — Muchas vidas se perdieron esa tarde. Tus padres, uno de mis padres, la primera esposa de Charles. Una gran cantidad de personas perdieron la vida, pero aún más fueron salvados por su sacrificio.

     — Lo siento.

     — Fue hace mucho tiempo, Danny.

    Danny no estaba seguro de si Abe no estaba afectado por lo que pasóhace tantos años, o si sólo estaba tratando de ocultarlo. Sólo sabía que hizoque le doliera el pecho, el pensar en el hombre grande y fuerte herido. 

    ¿Y eso no era extraño? 

    Confundido acerca de la dirección a la que se dirigían sus pensamientos, Danny se dio la vuelta y continuó hacia la lavandería. Susmaletas estaban allí, donde las había dejado, junto con una bolsa adicionalde que habían sido apilada con ellas.

    Danny se puso en cuclillas y abrió la nueva bolsa, hurgando en elinterior de la misma. Sacó una memoria flash, un oso de peluche, unamanta azul con su nombre bordado en ella, y una nota pegada a todo ello,

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    de Thomas y Clara diciéndole que la memoria flash contenía fotografíastomadas mientras crecía y que ellos no podían esperar para verlo de nuevo.

    Estarían esperándolo en casa.

    Danny primero pensó que querían decir su apartamento y se preguntó por qué iban a estar allí, y entonces supo que se referían al pueblo dondehabían crecido. Levantó su mirada hacia Abe.  — ¿Sabes dónde está PacificCove?

     — Si, por supuesto.

    Danny sonrió.  — Genial. — Volvió a mirar a través de la bolsa, pero

    no había más sorpresas en ella. Empujó todo de nuevo en el interior,dejando caer la memoria flash con su ordenador portátil. Quería asegurarsede que estaba en un lugar seguro, que no olvidaría.

    Agarró los tirantes en las bolsas y empezó a levantarlas sobre suhombro, pero las correas se las quitaron de sus manos. Danny se dio lavuelta, dispuesto a luchar por sus posesiones  –  pensando que se trataba deuno de sus ex hermanos jugándole otra broma –  hasta que vio a Abe colocarlas correas encima de su hombro.

     —  No tienes que – .

     — Puedes llevarlos cuando no estés lesionado.  — Abe dio unas palmaditas en la bolsa en la parte exterior de la pila.  — ¿En cuál de estas bolsas tienes tu inhalador?

    Danny señaló la segunda bolsa de atrás. — La verde.

    Abe movió las bolsas alrededor, hasta que pudo entregarle la verde aDanny. — Consigue tu inhalador. Creo que por ahora sería una buena idea silo llevas contigo. Una vez que podamos conseguir llenar tu prescripción,Ben y yo también vamos a empezar a llevar uno para ti.

    Danny vaciló, parpadeando con desconcierto, antes de excavar en la bolsa verde para sacar su inhalador. Lo metió en su bolsillo, con laesperanza de no perderlo. Tenía otro en casa, pero ese era un trayecto enautobús. Nunca llegaría a casa a tiempo si tenía un ataque.

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     podría tener su cabeza arrancada si él insultaba al hombre más grande lomantuvo en silencio.

    Danny se quedó mirando las bolsas que Abe llevada, con ganas de

    arrancárselas del hombro del hombre e irse. Eran sus bolsas. Másimportante aún, algunas de las cosas en esas bolsas eran sus posesiones más

     preciadas. Ni siquiera tenía la opción de simplemente alejarse.

     — ¿Tu hermano va a tardar mucho tiempo?  — , preguntó Danny.  — Realmente necesito volver a casa. Tengo una receta que tengo que llenar.

     — Y necesitaba hacerlo, mientras estuviera pensando en ello o se quedaríaatrapado en el trabajo o en sus estudios y nunca iría a la farmacia.

     — ¿Por qué tienes una receta?  — Los ojos de Abe se pusieron alertascomo los de un halcón. — ¿Estás enfermo?

    Danny levantó la escayola.  — El Dr. Jones siempre me prescribeantibióticos, cuando termino dentro de la sala de emergencias. Es una

     precaución.

     — ¿Qué tan a menudo has estado en emergencias?

    Danny levantó su mano buena para sofocar su risita. Odiaba cuandosoltaba risitas. La gente lo miraba divertido... algo así como Abe estabamirándolo ahora.

    La boca de Danny se deslizó en una sonrisa de labios apretados.  — Ya que mi presencia no parece ser necesaria más aquí, necesito irme.  — Danny extendió la mano por su equipaje. — Gracias por sostenerlas por mí.

    Abe no renunciaría a ellas. En cambio, agarró la mano ilesa de

    Danny y la metió alrededor de su brazo. Danny no tuvo más remedio queseguir al poderoso hombre, mientras caminaba por la puerta trasera y sedirigía a la calle. De alguna manera, la descomunal camioneta hacia la queAbe caminó, encajaba en el hombre. Danny necesitaría una escalera sólo

     para entrar en el asiento del pasajero... si estuviera tan inclinado a entrar enel asiento del pasajero.

    La camioneta era de color verde oscuro, tal vez un color verdecazador. Danny no estaba seguro. Sólo sabía que era de color verde oscuro.También tenía cuatro puertas, aunque las dos traseras eran un poco más

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     pequeñas que las delanteras. Y la larga cama de la camioneta en la parte deatrás, que parecía no terminar nunca.

    Una antena se alzaba desde el centro del techo, lo que Danny

    encontró fascinante. Él siempre había estado intrigado por radios CB yradios HAM. Los dispositivos de comunicación que funcionaban en unafrecuencia diferente a la mayoría de las radios modernas, eranimpresionantes.

    Abe abrió ambas puertas del lado del pasajero, colocando las bolsasen el asiento de atrás antes de girarse hacia Danny, tendiéndole la mano. — Está un poco alto. ¿Por qué no dejas que te ayude, hasta que tu muñeca este

    un poco mejor?Danny estaba demasiado sorprendido por la sugerencia de Abe como

     para ofrecer cualquier objeción. Dio un paso adelante, con el rostroinundándose de color cuando las manos de Abe aterrizaron en su cintura yfue levantado en el asiento delantero. — ¿Vamos a alguna parte?

     — Ben y yo vamos a conducir de regreso a tu apartamento. Vamos aconseguir tu receta, algo de comer, y luego todos vamos a sentarnos y

    hablar.  — La expresión de Abe se volvió apretada por la tensión.  — Yrealmente necesitamos hablar, Danny.

     — Está bien. — Danny no tenía idea de lo que estaba aceptando, peromás o menos habría dicho cualquier cosa para lograr que la expresiónagonizante saliera de la cara del hombre. No conocía a Abe pero nadiedebería verse tan molesto.

    El silencio que pareció rodearlos era incómodo. Danny se movió en

    su asiento, mientras trataba de pensar en algo que decir para llenar el vacío. — ¿Cómo te lesionaste la muñeca?

    Danny casi dejó escapar un suspiro de alivio, cuando Abe habló.Odiaba las pequeñas charlas, porque nunca sabía qué decir. Sonrió mientrassostenía la escayola hacía arriba.  — Tratando de leer, mientras caminabasubiendo unas escaleras. Me tropecé y me fui para abajo.

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     — ¿Alguna vez consideraste que no deberías caminar y leer al mismotiempo?

    Había un rastro de risas en la voz de Danny cuando contestó.  —  No

    serías la primera persona en decirme eso. El Dr. Jones ya me regañó porello. Y esta vez tuve suerte.

    Los ojos de Abe se abrieron, cuando aterrizaron en el yeso de Danny. — ¿Llamas a eso suerte?

     — Oh sí. Cambié de café caliente al café helado recientemente. Puedeser frío pero no terminare con quemaduras de segundo grado.

    Los ojos de Abe fueron de amplios, a reducirse en pequeñas rendijas. — Estás hablando por experiencia, ¿verdad?

    La expresión de Danny se quedó inmóvil y se puso serio.  — Sí, algoasí. — Levantó la escayola de nuevo. — Esta no fue la primera vez que fui ala sala de emergencias porque me tropecé.

     — ¿Sólo dime con qué frecuencia tropiezas?

     — Casi tan a menudo como camino.

     — A mí me parece que necesitas un guardián. — Abe pareció estudiarel rostro de Danny sin prisa, rasgo por rasgo.  — A Ben y a mí nos gustaríasolicitar el trabajo. 

    Las espesas pestañas que ensombrecieron las mejillas de Danny seagitaron. — ¿Qué? — Seguramente no había escuchado lo que pensaba quehacía. — ¿Quieres ser mi guardián?

    ¿Exactamente qué quería decir eso?

    Los ojos de Abe recorrieron el rostro de Danny con aprobación.  — Guardián, compañero, amante, hay muchos nombres para el puesto.

    Toda la soledad y la confusión de Danny se soldaron juntas, en unaumento devorador de anhelo y luego se desplomó a sus pies igual derápido. Su miseria era como un peso de acero que lo mantenía presionado.

    Danny fue súbitamente asaltado por una terrible sensación deamargura. Había estado eufórico, cuando se enteró de que no estaba

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    relacionado con Charles y sus hijos, pero sólo porque significaba la mismaodiosidad   que corría en sus venas no corría en las suyas. Si alguna vezdecidiera tener hijos, no quería pasarles esa locura a ellos.

    Pero para que Abe, un total desconocido, se burlara de él como sifuera, a ofrecerle una conexión que anhelaba más que su próximo aliento, yluego bromear sobre ello... eso era imperdonable.

    Danny se tragó la desesperación en su garganta y se giró, alcanzandomás allá del asiento a sus bolsas. Tenía que irse y tenía que hacerlo ahora.Una vez que agarró las correas de su equipaje, se giró y bajó los pies lo máscerca posible a la tierra, como pudo, se deslizó por el resto del camino.

    Danny estaría agradecido con los poderes fácticos después, por permitirle aterrizar en sus pies en vez de bruces en el suelo. Podría ser unazona de desastre andante, pero tenía algo de orgullo.

     — Gracias por la oferta de un aventón, Abe. — Estaba tan furioso queapenas podía hablar.  — Pero realmente tengo que irme. Voy a coger elautobús.  — Danny se alejó, dejando a Abe allí de pie con la boca abierta.Era la salida más grandiosa de toda la vida de Danny.

    Y la más triste.

    El dolor en su corazón se volvió punzante, enfermo y ardiente. Noquería nada más que ir a casa y enterrarse a sí mismo en su cama... con un

     poco de helado de doble chocolate dulce. Y tal vez otra novela romántica.Alguien, en algún lugar merecía un final feliz.

    Seguro que no iba a ser él.

    Una lágrima rodó caliente por su mejilla. Danny airadamente laquitó. Él no iba a llorar porque algún imbécil estaba divirtiéndose a sucosta. No era la primera vez que había sucedido y dudaba que fuera laúltima. Algunas personas simplemente parecían necesitar ser malas yDanny era el blanco perfecto.

    ¿Tal vez debería tomar artes marciales?

    Danny vio que el autobús venía y apresuró sus pasos para poder

    llegar a la parada designada, antes de que se fuera. El vecindario de su

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     padre estaba lo suficientemente fuera de la ciudad, para que el autobús sólollegaba una vez cada hora. Danny no quería estar sentado ahí esperando porél.

    Conociendo la forma en que su suerte iba, Charles saldría de la casay exigiría que volviera a casa. Danny casi empezó a correr más rápido antela terrible idea.

    Su actual racha de buena suerte parecía estar con él. Llegó al bus contiempo de sobra. El billete que había comprado para ir a su casa de lainfancia era aún válido. Danny se lo mostró al conductor del autobús yluego se subió el, encontrando un asiento cerca de la parte trasera. Dejó su

    equipaje en el asiento junto a él.Cuando el autobús no se movió de inmediato, Danny sacó el horario.

    Su corazón se hundió, cuando se dio cuenta de que el autobús estabatemprano y que en realidad tenía otros diez minutos antes de que saliera.

    Danny se mordió el labio inferior, mientras miraba por la ventana,rezando para que nadie se acercara al autobús, subiera a el, o incluso miraraen la dirección del autobús.

    Mucho podría suceder en diez minutos.

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    Capítulo 5

     — ¿Dónde está Danny?

    Abe se estremeció y hundió la punta de su bota en la hierba.  — Creoque metí la pata.

    La boca de Ben se abrió. — ¿Tú crees?

     — Mira.  — Abe extendió los dedos ampliamente luego los dobló juntos como si fuera incapaz de decidir qué hacer con ellos. — Tú sabes queyo no soy de hablar. Tendrías que haber sido el que hablara con Danny, noyo.

    El hecho de que Abe tenía razón, no significaba que Ben no estabaenojado a su gemelo. De los dos, Ben era mucho más fácil con palabras.Abe tendía a simplemente sentirse frustrado y usar la fuerza bruta para

    conseguir lo que quería. Hacía su trabajo como bombero y saltar al humoun poco más fácil pero apestaba cuando se trataba de las relacionesinterpersonales.

    Estrangular a su gemelo estaba fuera de cuestión, porque necesitabaal hombre con el fin de aparearse con Danny. Para una verdadera unión,ambos tenían que estar allí. Ambos tenían que reclamar a Danny. Ambostenían que aceptar que iban a compartir un compañero entre ellos.

    Era sólo la forma en que se hacen las cosas.

    Frenando su temperamento, Ben contempló fijamente a su hermano,antes de pasar la mano por su cara. De repente se sintió muy cansado.  — Está bien, dime lo que pasó.

     — Estaba tratando de llevarlo a la camioneta, para que pudiéramos ira su casa a empacar sus cosas. Estábamos hablando y mencioné que tú y yoqueríamos cuidarlo.

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     — ¿Y qué te dijo?

     — Hasta ese momento, sólo parecía confundido.  — La frente de Abese arrugó, como si estuviera igual de confundido.  — Incluso lo tenía

    sentado en la cabina de la camioneta.

     — Y entonces, ¿qué pasó? — Era como tirar un camión con chicle. — ¿Qué hizo que Danny despegara?

     — Estábamos hablando de sus frecuentes viajes a la sala deemergencias, porque al parecer esta no era la primera vez que ha estado ahí.Danny dijo que tropieza mucho. Le dije que sonaba como que necesitabaun guardián y que a ti y a mí nos gustaría solicitar el trabajo.

     — Abraham. — Su tono era frío con la desaprobación.

    Un escalofrío repentino flotaba en el aire, mientras las fosas nasalesde Ben se ensancharon de furia. Se giró y apoyó las manos en el borde de lacaja de la camioneta. Apretó el metal frío y duro, en lugar de envolver losdedos alrededor de la garganta de su hermano.

     — La jodí, ¿no? — La voz de Abe era baja, resignada. Ben había oído

    ese tono más de una vez, desde el día en que dieron sus primerasrespiraciones. Dudaba que sería la última vez.

     — ¿Honestamente? Sí, lo hiciste  — , respondió Ben.  — Creo queDanny no sabe nada acerca de nosotros o de nuestra vida.

    Abe lo contempló por un momento y luego se echó a reír. — Claaaro.

     — Lo digo en serio, Abe. Me dio la impresión de que Danny no tieneni idea lo que está pasando aquí o lo que significa para nosotros. O'Shay nole dijo nada. Cuando le pregunté al respecto, O'Shay sólo me dio esasonrisa de suficiencia suya.

    El color drenó de la dorada piel bronceada de Abe. — ¡Oh, mierda!

     — Esa también fue mi impresión.  — Los dos habían visto esaexpresión de arrogancia autosuficiente en el rostro de Charles O'Shay másde una vez, en los últimos años. El hombre pensaba que era mejor que

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    ellos, porque era humano y no tenía que ocultar quién era del resto delmundo.

    Ben en realidad se sentía un poco mal por el humano, simplemente

     porque nunca podría levantar la nariz en el aire y oler un alce a una millade distancia o escuchar un águila volando por encima, antes de que pudieraverla. O'Shay nunca entendería el gozo que se encontraba en un jugueteosencillo en el bosque o un baño en el arroyo en un día caluroso de verano.

     — Muy bien, mira. — Ben pasó una mano por su pelo corto, mientrasmiraba a su alrededor.  — ¿Por qué camino se fue Danny? Voy a seguirle la

     pista y trataré de razonar con él. Sígueme en la camioneta.

    Los labios de Abe se apretaron, el hombre simplemente apuntó a lacalle. Ben corrió, escaneando a ambos lados de la carretera, mientras seapresuraba para alcanzar a Danny.

    Comprendía cómo Abe podría haberlo estropeado. Él sentía las cosasintensamente, pero eso hizo que bloqueara sus emociones, para que ellas nosacaran lo mejor de él. Era algo que tuvo que hacer cuando murió su padreIsaac. Abe había estado particularmente cerca de él.

    La desventaja de eso, era que Abe tendía a poner un montón dedistancia entre él y los demás. Ben era probablemente una de las pocas

     personas que dejó cerca, y sólo debido a su conexión de gemelos. Abe noestaba así de cerca con cualquiera de sus otros hermanos.

    Ben sabía que iba a tener una batalla que luchar con Abe, a la hora dereclamar su compañero. Había tenido la esperanza de tener a Danny en casaantes de que todo explotara. Lástima que alguien ya había encendido la

    cerilla antes de que ellos llegaran.Ben giró por la esquina, bajando la calle del la casa O'Shay y sabía

    que el autobús que divisó estacionado en el lado de la carretera era el lugarmás probable para encontrar a Danny. El hombre no poseía un auto. Ben yAbe se habían ofrecido a comprarle uno, pero Charles O'Shay insistió enque Danny no quería uno. Él prefería viajar en el autobús. Ben estabaempezando a dudar de esa declaración, junto con muchas otras que habíaescuchado saliendo de la boca de Charles con los años.

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    Charles O'Shay estaba resultando ser un imbécil incluso más grandede lo que Ben había pensado en un principio, y eso era simplementeincreíble porque estaba bastante seguro de que el hombre era el mayor

    imbécil de la historia.Ben buscó en su bolsillo por el cambio suficiente para comprar un

     billete de autobús y luego pagó su pasaje. Tomó el pasaje de una hora queel conductor le tendía y empezó a caminar a través del bus. No era difícilde detectar a Danny. Estaba a mitad de camino hacia atrás, encorvado en suasiento, con el rostro vuelto hacia la ventana, su chaqueta tirada cercaalrededor de su cuello.

    Los labios de Ben temblaron, cuando se dio cuenta que Danny estabatratando de esconderse de él. El hombre no tenía idea de que Ben probablemente podría rastrearlo claramente por todo el estado con sólo sudulce aroma.

    Le dio a Danny una mirada mordaz para dejar que el hombre supieraque lo vio y luego se trasladó al conjunto de asientos justo al otro lado del

     pasillo. Sólo había un par de personas en el autobús, por lo que Ben sesentía seguro de estirar las piernas a lo largo del asiento, con la espalda

    apoyada en el costado del autobús.

    La posición le dio una visión clara de su presa.

    Ben encontró una satisfacción gozosa en estudiar el perfil de Danny.Incluso envuelto en un grueso abrigo de invierno, Danny era todavía unhombre impresionante. Y el material de color verde oscuro sacaba el verdenatural de sus ojos.

    La cabeza de Danny giró tan mínimamente que una persona normalno podría haberlo notado. Ben notaba todo lo relacionado con el magníficohombre. Los ojos oscuros como el musgo de árbol y tan misteriosos comoel bosque profundo, se asomaban hacia él, a través de una caída de pelo decolor marrón rojizo.

    Ben le guiñó un ojo.

    Los ojos de Danny se redondearon y su cabeza se alejó tan rápido,

    que Ben se preocupó de que el hombre podría haberse lastimado su cuello.

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    Un rubor profundo se extendió desde la chaqueta de Danny para abarcartoda la cara.

    Fue la cosa más adorable que Ben alguna vez había presenciado.

    El viaje en autobús de vuelta a la ciudad tardó casi una hora, sobretodo debido a las frecuentes paradas para recoger y dejar pasajeros. Ni una

     palabra salió de la boca de Ben en todo el tiempo. Él se sentó allí y observóa Danny, nunca mirando a otro lado.

    Podría haber seguido haciendo eso por horas pero, muy pronto en suestimación, el autobús se detuvo y Danny agarró su equipaje y se levantó.Cuando Danny caminó hacia la puerta, Ben se levantó y lo siguió. Danny

    se puso rígido cuando Ben cogió la barra de seguridad justo al lado de él.Ben revoloteaba y lo sabía, pero Danny estaba de pie en un vehículo enmovimiento. Quería estar allí en caso de que algo pasara.

    Abe tenía razón. El hombre necesitaba un guardián.

    Ben siguió a Danny fuera del autobús, cuando llegó a una parada. Élse quedó atrás, un poco, cuando Danny empezó a caminar rápidamente porla acera. No cabía duda de que Danny sabía que él estaba allí y sabía que lo

    estaban siguiendo. El hombre no dejaba de mirar por encima del hombro.

    Danny caminó alrededor de una esquina y desapareció de la vistadurante menos de cinco segundos. Ben se apresuró a alcanzarlo, pero amedida que doblaba por la esquina, se dio cuenta que no lo había alcanzadocon suficiente rapidez.

    Danny estaba sentado en el suelo, con las bolsas alrededor de él y eltalón de la palma de su mano sana en su boca.

     — ¿Danny?  — Corrió hacia adelante y cayó sobre una rodilla,corriendo rápidamente las manos sobre el cuerpo de Danny, en busca dealgo roto.

    Una risita suave lo congeló en su lugar.

     — Me haces cosquillas. — Los extraordinarios ojos verdes de Danny,se suavizaron un poco, anillados con motas de oro.

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     — ¿Lo hago? — , preguntó Ben.

    Las mejillas de Danny estaban de un color rojo atractivo, cuandoasintió.

    La voz de Ben bajó, perdiendo su filo acerado.  — ¿Te duele encualquier lugar, Danny?

     — Mi trasero. 

     Nop, no voy a decirlo. Ben apretó los labios cerrados, negándose aser voluntario para frotarlo mejor. Las palabras de Danny eran unainvitación embriagadora, que Ben creía que el hombre no podía ofrecer en

    este momento y punto.Los ojos de Danny se acercaron para estudiarlo.  — ¿Por qué me estás

    siguiendo?

     — Eso va a tener más explicaciones de las que estoy cómodo dandoaquí en la calle, Danny.  — Ben se puso en pie y extendió su mano.  — ¿Podríamos hablar de ello en tu apartamento?

    Danny inclinó la cabeza hacia atrás y miró a Ben durante muchotiempo, él empezó a bajar la mano hasta que el hombre se acercó y laagarró. Ben tiró cuidadosamente a Danny poniéndolo de pie, mirando alhombre de arriba abajo por cualquier lesión que podría haber pasado poralto.

     — ¿Él vendrá también?

    Ben ya sabía a quién se estaba refiriendo Danny, sin siquiera mirar. — Él es mi hermano, Danny. Esta situación lo involucra, al igual que a ti y amí.

     — ¿Qué situación? — Danny levantó la barbilla y se encontró con losojos de Ben directamente. — ¿Puedes decirme al menos algo?

     — Charles te ha estado mintiendo por mucho tiempo Danny.

    Danny resopló y se giró, tratando de alcanzar sus bolsas.  — Dimealgo que no sepa.

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     — Él no es tu padre.

     — Sí, como que recibí eso, también.

    Danny estaba al borde de girar los ojos. Ben podía verlo. Sabía quenecesitaba detener la dirección en que esta conversación se dirigía, y teníaque hacerlo rápido.

     — Charles O'Shay se suponía que vería que recibieras la mejoreducación y cuidado, mientras crecías. Nunca debió decirte que él era tu

     padre.

    Danny hizo una pausa, frunciendo el ceño.  — Sabes, no creo que

    alguna vez realmente lo hiciera.  — Una amargura que nunca debió estarallí, se deslizó en la voz de Danny.  — Por supuesto, él nunca me disuadiócuando lo llamé padre tampoco, así que puede ser igual de malo.

     — ¿Realmente pasaste todos estos años creyendo que Charles O'Shayera tu padre?

    Ben no era un fan de la resignación y la ira que flotaban en los ojosde Danny.  — Mira, no sé qué tan cerca estás de él, pero honestamente, he

     pasado todos estos años deseando que alguien más que Charles O'Shayfuera mi padre.

     — Él no lo es  — , Ben argumentó, con la esperanza de aplacar aDanny de alguna manera. — Yo conocía a tu – .

     — ¿Conocías a mi padre?  — Los ojos verdes de Danny sedesbordaron con impaciencia. Ben podría haberse pegado un tiro en el pie,

     por hablar sobre los padres de Danny, especialmente porque el hombre ni

    siquiera sabía acerca de ellos. Tenía algunas explicaciones importantes quedar.

     — Lo hice  — , Ben respondió lentamente, mirando con cautela lareacción de Danny. — Hubo un incidente en el lago –  

    Danny asintió.  — Tu hermano dijo que hubo algún tipo de ataque yvarias personas murieron, incluyendo a uno de sus padres.  — La frente deDanny se arrugó, sus ojos brillando un poco más brillante, como si las

    lágrimas nadaran en ellos. — Lo siento.

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    Ben apretó los puños al recordar el dolor y la soledad que habíasentido en los últimos años por haber sido separado de Danny.  — Charlesno nos permitió verte hasta que estuvieras veinticinco.

    La cabeza de Danny se alzó con tanta rapidez, que el hombre tropezócon sus propios pies y perdió el equilibrio. El corazón de Ben se disparó ensu garganta, mientras alargó la mano y envolvió sus brazos alrededor de lacintura de Danny, tirando al hombre al ras contra su cuerpo.

     — Dulce Jesús, Danny.  — Ben cerró los ojos por un momento,saboreando el hecho de que Danny estaba en el círculo de protección de sus

     brazos, ileso.  — Estoy empezando a ver por qué necesitas visitar la sala de

    emergencia tan a menudo.Ben sintió más que oyó la risita suave de Danny, contra la pechera de

    la camisa. — Te lo dije.

    Ben abrió los ojos y se giró, cuando oyó el chirrido de losneumáticos en la calle al lado de él. Abe se había detenido y estaba saliendode la camioneta, con el rostro pálido de preocupación.

     — ¿El está bien?

     — Él está bien, Abe  — , Ben se apresuró a asegurarle a su hermano. — Se tropezó.

    Abe se pasó la mano por la cara, mientras se dejaba caer contra lacamioneta. — Soy demasiado viejo para esta mierda.

     — Será mejor que te acostumbres a ello.  — Ben respiró hondo,mientras miraba hacia abajo a los seductores ojos verdes de Danny.  — Este

    es el hombre que el destino eligió para nosotros.

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