Bir Majer

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Birmajer

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  • "De los Apeninos a los Andes", de Marcelo Birmajer Fragmento del captulo "Tribulaciones de un padre escritor", en Me gustaba ms cuandoera hijo. Puerto de Palos. Marcelo Birmajer.

    La piedra negra de Marcelo Birmajer.En El compaero desconocido (diez recuerdos inventados), Editorial Alfaguara). Marcelo Birmajer

    Ilustraciones: Jimena TelloDiseo de tapa y coleccin: Plan Lectura 2008Coleccin: Escritores en escuelas

    Ministerio de EducacinSecretara de EducacinUnidad de Programas EspecialesPlan Lectura 2008Pizzurno 935. (C1020ACA) Ciudad de Buenos Aires. Tel: (011) 4129-1075/[email protected] - www.me.gov.ar/planlectura

    Repblica Argentina, 2008

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    Debido a que nos mudamos, tuve que cambiar de colegio ami pequeo hijo de cinco aos. No fue fcil tomar la deci-sin. Intent resistir: como los viajes en auto lo marean, propuse ami esposa llevarlo yo mismo, caminando, hasta su antigua escue-la. Si el Marco de Edmundo De Amicis camin de los Apeninosa los Andes para reencontrarse con su madre, por qu no iba apoder yo caminar doscientas cincuenta cuadras con mi hijo acococho para salvarlo de la tragedia de cambiar de colegio? Peromi esposa imagin la escena: yo, exnime, desmayado; a mercedde transentes desconocidos.

    Ya s grit como una eureka, imbuido de una conviccinmstica. Vivimos en una carpa de lunes a viernes, al lado delmismo colegio. Y los fines de semana, volvemos a la nueva casa.

    Pero mi esposa sugiri que yo no sera capaz de recordar sacar-me las zapatillas cada vez que ingresara en la carpa, por lo quenuestra vida se tornara un infierno. Y cuando ya estaba dispuestoa pagar la primera cuota del helicptero, la decisin gubernamen-tal de robarnos nuestros ahorros dio por tierra con la idea.

    De modo que haba que cambiarlo de colegio.Hablale vos le dije a mi mujer. Es fcil; explicale que hay

    cosas mucho peores: terremotos, tiburones. Contale que los que sepierden en el Tringulo de las Bermudas no vuelven nunca ms;

    De los Apeninos a los Andes

    Marcelo Birmajer

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    mientras que a l, slo lo vamos a cambiar de colegio.Mi mujer escuch en silencio las propuestas y respondi: Si le hablo yo, le hablo yo.Pero no le habl. Pasaban los das y, en ocasiones, no le habla-

    ba porque estaba a punto de comer y no quera ponerlo nervioso,porque justo le haba comprado un juguete nuevo y no quera

  • arruinar la sorpresa o porque, en ese momento, no lo vea pre-parado. Cuando me dijo que no le quera dar a las diez de lamaana la noticia para que se fuera a dormir tranquilo, supe quetendra que hablar yo.

    Me prepar. Compr tteres, un video no violento de la ante-rior Europa del este y diversos discos compactos. Me dije que,antes de hablarle, le hara llegar el mensaje en forma indirec-ta. Subliminalmente, mientras jugaba con su Jedi, yo le haca

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    escuchar la cancin Presente, de Vox Dei: Todo concluye alfin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina.Pero no pareci conmoverlo.

    Interrumpa un cuento y le deca:Hijo, las abejas nacen, se reproducen y, lamentablemente,

    mueren. Todo cambia. Creo que las marsopas hibernan, es decir,pasan seis meses sin saludarse. Los osos, seguro. Entends?

    Mi hijo peda que le siguiera leyendo el cuento, afortunada-mente escrito por personas normales

    Cuarenta y ocho horas antes de inscribirlo, mi esposa y yo des-cubrimos que si no le decamos la verdad, mi hijo llamara a susnuevos compaeritos con los nombres de los anteriores.

    Yo se lo digo dijo por fin mi esposa.Lo despert, porque el pobre dorma, le susurr al odo la terri-

    ble novedad y lo dej seguir durmiendo.Ests segura de que te escuch?Por supuesto respondi mi mujer. Y se encerr a llorar en el

    bao.Velamos junto a su cama: esperbamos verlo levantarse entre

    pesadillas, gritando el nombre de su ltima maestra, intentandoaferrarse vanamente a los amados compaeritos, a los que nuncams vera. Por la maana, cuando lo vimos desayunar en paz,supusimos que el mensaje no le haba quedado claro.

    No vas a volver al colegio del ao pasado le dije con la voztrmula de dolor.

    Ya s dijo mi hijo con la tranquilidad tpica de los negadores,liquidando su chocolatada.

    Pasamos las siguientes horas como el reo que aguarda su eje-cucin. Llorara en la entrada, se quedara lvido frente a las caras

  • extraas, sera ste el material de los peores conflictos de su futu-ra vida adulta, estaramos dndole la imagen de que el mundo esvertiginoso e inseguro? Dios mo!

    Finalmente, el hombre, mi hijo de cinco aos, entr en sunueva escuela.

    Todo parece indicar que jug y convers con normalidad. No lenot erupciones ni incoherencias. Como siempre, cuando le pre-gunt cmo la haba pasado, me dijo que esas cosas slo las habla-ba con Batman. Le pregunt si haba extraado su antigua escuela.

    No te preocupes, pap me dijo. Si quers, un da te llevo aque te despidas de los otros padres.

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    Otra cosa que me pasaba de chico es que perda todos los ti-les de la cartuchera, y a veces la cartuchera tambin. Mispadres deban comprarme cada da un nuevo lpiz, una nuevagoma o un nuevo comps (todava siguen usando comps y trans-portador en la escuela?), y una cartuchera por semana. Yo creo queexisten ciertas personas cuya atencin slo puede ser atrapada poralgunos hechos muy llamativos, y no les queda atencin para nin-guna otra cosa. Es el da de hoy que sigo perdindolo todo: los len-tes de sol, el control remoto del televisor, una ojota, los papelesdonde anoto las direcciones en los viajes. Por eso, me paso buenaparte de la vida buscando. Es curioso, porque por un lado debo bus-car objetos -llaves, la agenda, una tarjeta-, pero tambin busco his-torias para contar, busco sabidura en las historias de otros escrito-res, y busco la verdad. Qu es la verdad? Bueno, cmo debe viviruno para sentirse completo, qu es el bien y qu es el mal, qu esel alma... En fin. Del mismo modo que no busco una sola cosamaterial: buscando el control remoto encuentro las llaves, buscan-do la agenda encuentro la lapicera, etctera; tampoco busco unasola cosa cuando busco las dems: en busca de una historia puedoencontrar un consejo, o en la persona ms inesperada puedo encon-trar una buena historia. La actitud del buscador siempre debe ser unpoco distrada: no sea cosa que por buscar con demasiada atencin

    La Piedra NegraMarcelo Birmajer

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    una sola cosa se pierdan muchas otras.No s si mis reflexiones les estn resultando lo suficientemente

    claras; de modo que, por las dudas, como siempre, contar una his-toria. No necesariamente porque mi historia vaya a dejar del todoclaro el asunto de los buscadores, sino porque, si no queda del todoclaro, al menos habrn disfrutado de un cuento.

    Cierta maana de enero me hallaba caminando con mi padrepor las playas de Miramar. Yo deba tener doce aos. Como mi pielnunca se ha llevado bien con el sol, acostumbraba pasear por laplaya a horas muy tempranas: siete y media u ocho de la maana,para poder disfrutar del mar y el cielo a pleno sin convertirme en unpiel roja. El mar en las primeras horas del da es un espectculo dis-tinto: las aguas son plateadas, y la espuma es ms blanca. El cieloes de un celeste discreto, como si estuviera apareciendo por prime-ra vez. La brisa marina es fra, pero es un fro hospitalario. Mi padrecaminaba silencioso, con las manos entrecruzadas tras la cintura; yyo zigzagueaba entre los restos de las olas y la arena hmeda. Depronto, mi padre se detuvo y vi que su mirada se clavaba en unpunto de la arena hmeda. Inclin apenas la espalda y recogi algodel suelo. Me lo mostr.

    Era una piedra negra. Una piedra ovalada como un camafeo,reluciente y lisa. Era tan negra que pareca la matriz del color negro,el modelo del que se haba partido para luego ir distribuyendo losmatices del negro por el resto de los objetos.

    Mi padre me mostr la piedra.Tal vez no haya ninguna piedra como sta en todo el mundo

    dijo. Est aqu tirada, y a nadie le interesa. Pero tal vez sea la pie-dra ms negra del mundo, y tal vez no haya ninguna otra piedraigual. En ese caso, valdra ms que el oro.

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    Yo extend la mano para que depositara all la piedra negra; peromi padre, con una agilidad que pocas veces le he visto, llev subrazo y su mano hacia atrs y lanz la piedra ms all de las olas,al centro del mar.

    Desde entonces, busco la piedra negra. Cuando buscaba los ti-les, cuando busco el control remoto, cuando busco una buena his-toria o cuando busco la verdad, busco la piedra negra. Y qu sig-nifica la piedra negra? Lo sabr si alguna vez la encuentro.

  • Marcelo Birmajer

    Naci en Buenos Aires, en 1966. Es escritor, co-autor del guin cine-

    matogrfico El abrazo partido, ganador del premio al Guin Indito

    en el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana 2002 y

    del Oso de Plata en Berln 2004, del premio Clarn al mejor guin y

    mejor pelcula, y seleccionada por la Academia argentina de cine.

    parra competir en los Oscar. Ha ejercido el oficio de redactor y cola-

    borador en ms de un cincuentena de medios grficos de habla hispa-

    na. Entre otros, ha publicados artculos y cuentos en la revistas Fierro,

    La Revista (del diario La Nacin), Viva (del diario Clarn) y Pgina/30;

    en los diarios Clarn y Pgina/12; y en los diarios espaoles el ABC, El

    Pas y El Mundo. Escribe semanalmente en la revista Ya, del diario chi-

    leno El Mercurio. Algunos de sus libros han sido traducidos al alemn,

    al italiano, al holands y al portugus. Fue honrado con el premio

    Konex 2004 como uno de los cinco mejores escritores de la dcada

    1994-2004 en el rubro Literatura Juvenil.

    Quers leer ms de este autor?

    Un crimen secundario (novela, 1992), El alma al diablo (novela

    1994), Fbulas salvajes (1996), El fuego ms alto (cuentos, 1997), Ser

    humano y otras desgracias (cuentos, 1997), Historias de hombres

    casados (cuentos, 1999), No tan distinto (novela 2000), Tres mos-

    queteros (novela, 2001), Nuevas historias de hombres casados (cuen-

    tos, 2001) y ltimas historias de hombres casados (cuentos, 2004).

    Quers saber ms de este autor?

    http://www.imaginaria.com.ar/13/1/birmajer_lecturas.htm

    www.leer.org.ar

    Ejemplar de distribucin gratuita. Prohibida su venta.