Bioy Casares, Adolfo - Diario Guerra Del Cerdo

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Diario de la Guerra del Cerdo - A. Bioy Casares

Diario de la Guerra del CerdoAdolfo Bioy CasaresKarneeval Biblioweb Libros Gratis3http://ar.geocities.com/krnv_bwebAdolfo Bioy CasaresDiario de la Guerradel Cerdo

ILunes, 23 mircoles, 25 de junio

ISIDORO VIDAL conocido en el barrio como don Isidro, desde el ltimo lunes prcticamente no sala de la pieza ni se dejaba ver. Sin duda ms de un inquilino y sobre todo las chicas del taller de costura de la sala del frente, de vez en cuando lo sorprendan fuera de su refugio. Las distancias, dentro del populoso casern, eran considerables y, para llegar al bao, haba que atravesar dos patios. Confinado a su cuarto, y al contiguo de su hijo Isidorito, qued por entonces desvinculado del mundo. El muchacho, alegando sueo atrasado porque trabajaba de celador en la escuela nocturna de la calle Las Heras, sola extraviar el diario que su padre esperaba con ansiedad y persistentemente olvidaba la promesa de llevar el aparato de radio a casa del electricista. Privado de ese vetusto artefacto, Vidal echaba de menos las cotidianas charlas de fogn de un tal Farrell, a quien la opinin sealaba como secreto jefe de los Jvenes Turcos, movimiento que brill como una estrella fugaz en nuestra larga noche poltica. Ante los amigos, que abominaban de Farrell, lo defenda, siquiera con tibieza; deploraba, es verdad, los argumentos del caudillo, ms enconados que razonables; condenaba sus calumnias y sus embustes, pero no ocultaba la admiracin por sus dotes de orador, por la clida tonalidad de esa voz tan nuestra y, declarndose objetivo, reconoca en l y en todos los demagogos el mrito de conferir conciencia de la propia dignidad a millones de parias.Responsables de aquel retiro demasiado prolongado para no ser peligroso fueron un vago dolor de muelas y la costumbre de llevarse una mano a la boca. Una tarde, cuando volva del fondo, sorpresivamente oy la pregunta:Qu le pasa?Apart la mano y mir perplejo a su vecino Bogliolo. En efecto, ste lo haba saludado. Vidal contest solcitamente:Nada, seor.Cmo nada? protest Bogliolo que, bien observado, tena algo extrao en la expresin. Por qu se lleva la mano a la boca?Una muela. Me duele. No es nada respondi sonriendo.Vidal era ms bien pequeo, delgado, con pelo que empezaba a ralear y una mirada triste, que se volva dulce cuando sonrea. El matn sac del bolsillo una libretita, escribi un nombre y una direccin, arranc la hoja y se la entreg, mientras comunicaba:Un dentista. Vaya hoy mismo. Lo va a dejar como nuevo.Vidal acudi al consultorio esa tarde. Restregndose las manos, el dentista le explic que a cierta edad las encas, como si fueran de barro, se ablandan por dentro y que felizmente ahora la ciencia dispone de un remedio prctico: la extirpacin de toda la dentadura y su reemplazo por otra ms apropiada. Tras mencionar una suma global; procedi el hombre a la paciente carnicera; por fin, sobre carne tumefacta, asent muelas y dientes y dijo:Puede cerrar la boca.Se oponan a ello el dolor, los cuerpos extraos y aun la desazn moral que le infunda la confrontacin con el espejo. Al otro da Vidal despert con malestar y fiebre. Su hijo le aconsej que visitara al dentista; pero l ya no quera saber nada con ese individuo. Qued echado en la cama, enfermo y apesadumbrado, sin atreverse en las primeras veinte horas a tomar un mate. La debilidad ahond la pesadumbre; la fiebre le daba pretextos para seguir en el cuarto y no dejarse ver.El mircoles 25 de junio resolvi concluir con tal situacin. Ira al caf, a jugar el habitual partidito de truco. Se dijo que la noche era el mejor momento para abordar a los amigos.Cuando entr en el caf, Jimi (Jaime Newman, un hijo de irlandeses que no saba una palabra de ingls; alto, rubio, rosado, de sesenta y tres aos) lo salud con el comentarioTe envidio el comedor.Vidal fraterniz un rato con el pobre Nstor Labarthe, que haba pasado, segn se aclar entonces, por la misma cruz. Nstor, subiendo y bajando un arco dental apenas grisceo, articul estas misteriosas palabras:Te prevengo sobre alguna consecuencia que ms vale no hablar.Los muchachos armaron, como todas las noches, la mesa de truco, en ese caf de Canning, frente a la plaza Las Heras. El trmino muchachos, empleado por ellos, no supone un complicado y subconsciente, propsito de pasar por jvenes, como asegura Isidorito, el hijo de Vidal, sino que obedece a la casualidad de que alguna vez lo fueron y que entonces justificadamente se designaban de ese modo. Isidorito, que no opina sin consultar a una doctora, sacude la cabeza, prefiere no discutir, como si su padre se debatiera en su propia argumentacin especiosa. En cuanto a no discutir, Vidal le da la razn. Hablando nadie se entiende. Nos entendemos a favor o en contra, como manadas de perros que atacan o repelen un circunstancial enemigo. Por ejemplo, todos ellos Vidal se cuidaba de decir los muchachos, cuando se acordaba en la mesa de truco mataban el tiempo, lo pasaban bien, no porque se entendieran o congeniaran particularmente, sino por obra y gracia de la costumbre. Estaban acostumbrados a la hora, al lugar, al fernet, a los naipes, a las caras, al pao y al color de la ropa, de manera que todo sobresalto quedaba eliminado para el grupo. Una prueba? Si Nstor en chanza los amigos pronunciaban Nestr, con erre a la francesa empezaba a decir que haba olvidado algo, Jimi, a quien por lo animado y ocurrente llamaban el Bastonero, conclua la frase con las palabras:Por un completo.Y Dante Rvora machacaba:As que te olvidaste por un completo?Era intil que Nstor, con esa cara que mantena la rubicundez de la juventud, con los ojitos redondos de pollo y con la permanente expresin de hablar en serio, asegurara que se trataba de un error cometido en su increble infancia, que se le qued, cmo decir?, fijado... No lo escuchaban. Menos lo escuchaban cuando sacaba el ejemplo de Dante, que insista en pronunciar ermelado por enmelado, sin que nadie le negara el respeto que merece una persona culta.Como la noche del 25 asumir en el recuerdo aspectos de sueo y aun de pesadilla, conviene sealar pormenores concretos. El primero que me viene a la mente es que Vidal perdi todos los partidos. La circunstancia no debe asombrar, ya que en el bando contrario jugaban Jimi, que ignoraba el escrpulo y era la astucia personificada (a veces Vidal le preguntaba, en broma, si no haba vendido el alma, como Fausto) y Lucio Arvalo, que haba ganado ms de un campeonato de truco en La Paloma de la calle Santa Fe, y Leandro Rey, apodado el Ponderoso. A este ltimo, un panadero, hay que distinguirlo entre los muchachos por no ser jubilado y por ser espaol. Aunque sus tres hijas la ambicin las perda lo mortificaban para que se retirara y fuera por las tardes a tomar sol con los amigos a la plaza Las Heras, el viejo se mantena al pie de la caja registradora. Hombre fro, egosta, apegado a su dinero, peligroso en los negocios y en la mesa de truco, Rey irritaba a los otros por un defecto venial: en trance de comer, aunque fuera el queso y el man trados con el fernet, sin disimulo se entregaba a la impaciencia de la gula. Vidal deca: Entonces la aversin me ofusca y le deseo la muerte. Arvalo, un experiodista que durante algn tiempo redact crnicas de teatro para una agencia que trabajaba con diarios del interior, era el ms ledo. Si no descollaba por hablador ni por brillante, manejaba ocasionalmente un tipo de irona criolla, modesta y oportuna, que haca olvidar su fealdad. Empeoraba esta fealdad una desidia en auge con los aos. Barba mal rasurada, anteojos empaados, pucho adherido al labio inferior, saliva nicotnica en las comisuras, caspa en el poncho, completaban la catadura de este sujeto asmtico y sufrido. Compaeros de Vidal en aquel partido fueron Nstor, cuyas travesuras propendan a la inocencia, y Dante, un anciano que nunca se distingui por la rapidez y que ahora, con la sordera y la miopa, viva retirado en su caparazn de carne y hueso.Para que su imagen reviva en la memoria, sealo otro aspecto de esa noche: el fro. Haca tanto fro que a toda la concurrencia del caf se le ocurra la misma idea de soplarse las palmas de las manos. Como Vidal no se convenca de que no hubiera all algo abierto, de vez en cuando miraba en derredor. Dante, que si perda se enojaba (su devocin por el equipo de ftbol de Excursionistas, inexplicablemente no le haba servido para encarar con filosofa las derrotas), lo reprendi por desatender el juego. Apuntando a Vidal con el ndice, Jimi exclam:El viejito trabaja para nosotros.Vidal consideraba el hmedo hocico en punta, el bigote que tal vez en razn de la temperatura invernal se le antojaba nevado, y no poda menos que admirar el desparpajo de su amigo.A m el fro me asienta declar Nstor. De modo, seores, que preprense para el chubasco. Triunfalmente puso una carta sobre la mesa. Arvalo recit:

Y si la plata se acaba Por eso no me caduco Si esta noche pierdo al trucoMaana gano a la taba.

Quiero respondi Nstor.Al que quiere se le da dijo Arvalo y dej caer una carta superior.Entr el diarero don Manuel, bebi en el mostrador su vaso de vino tinto, se fue y, como siempre, dej la puerta entreabierta. gil para evitar corrientes de aire, Vidal se levant, la cerr. De regreso, al promediar el saln, por poco tropez con una mujer vieja, flaca, estrafalaria, una viviente prueba de lo que dice Jimi: La imaginacin de la vejez para inventar fealdades!.Vidal dio vuelta la cara y murmur:Vieja maldita.En una primera consideracin de los hechos, para justificar el ex abrupto, Vidal atribuy a la seora el chifln que por poco le afecta los bronquios y entre s coment que las mujeres no se comiden a cerrar las puertas porque se creen, todas ellas, reinas. Luego recapacit que en esa imputacin era injusto, porque la responsabilidad de la abertura recaa sobre el pobre diarero. A la vieja slo poda enrostrarle su vejez. Quedaba, sin embargo, otra alternativa: soltarle, con apenas disimulado furor, la pregunta de qu buscaba, a esa hora, en el caf? Demasiado pronto hubiera obtenido respuesta, porque la mujer se meti por la puerta rotulada Seoras, de donde nadie la vio salir.Permanecieron todava otros veinte minutos. Para congraciar la suerte, Vidal agot los recursos ms acreditados: esper con fidelidad, aguant con resignacin. Tampoco era cosa de mostrarse terco. El jugador inteligente asegura que la suerte prefiere que la sigan, no apoya a quien se le opone. Si no haba cartas, con semejantes compaeros, cmo ganar? Tras la quinta derrota, Vidal anunci:Seores, ha sonado la hora de levantar campamento.Sumaron y dividieron, pag Dante deudas y adicin, los compaeros le reembolsaron su parte, bajo protesta. Ni bien Dante desliz la propina, todos los otros alzaron la algaraba de siempre.Yo voy a decir que a ste no lo conozco inform Arvalo.No pods dejar eso protest Jimi.Le reprochaban, en tono de broma, la avaricia.Departiendo animadamente pasaron a la intemperie. El fro por un instante los enmudeci. Una vaporosa niebla se difunda en llovizna y envolva en un halo blanco los faroles. Alguien aventur:Esta humedad va a podrir los huesos. Rey, con empaque, observ:Desde ya promueve carrasperas.En efecto, varios haban tosido. Se encaminaron por Cabello rumbo a Paunero y Bulnes. Nstor coment:Qu noche! En su apagado tono irnico apunt Arvalo: A lo mejor llueve.Dante los hizo rer: Qu me cuentan si despus refresca?Jimi, el Bastonero, resumi:Brrr.La vida social es el mejor bculo para avanzar por la edad y los achaques. Lo dir con una frase que ellos mismos emplearon: a pesar de las rigurosas condiciones atmosfricas, el grupo se manifestaba entonado. Entre burlas y veras, mantenan un festivo dilogo de sordos. Los ganadores hablaban del truco y los otros rpidamente respondan con observaciones relativas al tiempo. Arvalo, que tena el don de ver de afuera cualquier situacin, incluso aquellas en que l participaba, acot como si hablara solo:Un entretenimiento de muchachos. Nunca dejamos de serlo. Por qu los jvenes de ahora no lo entienden?Iban tan absortos en ese entretenimiento, que al principio no advirtieron el clamor que vena de el pasaje El Lazo. La gritera de pronto los alarm y entonces notaron que un grupo de gente miraba, expectante, hacia el pasaje.Estn matando un perro sostuvo Dante.Cuidado previno Vidal. No estar rabioso?Han de ser ratas opin Rey.Perros, ratas y una enormidad de gatos merodeaban por el lugar, porque all los feriantes del mercadito, que forma esquina, vuelcan los desperdicios. Como la curiosidad es ms fuerte que el miedo, los amigos avanzaron unos metros. Oyeron, primero en conjunto y luego distintamente, injurias, golpes, ayes, ruidos de hierros y chapas, el jadeo de una respiracin. De la penumbra surgan a la claridad blancuzca, saltarines y ululantes muchachones armados de palos y hierros, que descargaban un castigo frentico sobre un bulto yacente en medio de los tachos y montones de basura. Vidal entrevi caras furiosas, notablemente jvenes, como enajenadas por el alcohol de la arrogancia. Arvalo dijo por lo bajo:El bulto ese es el diarero don Manuel.Vidal pudo ver que el pobre viejo estaba de rodillas, el tronco inclinado hacia adelante, protegida con las manos ensangrentadas la destrozada cabeza, que todava procuraba introducir en un tacho de residuos.Hay que hacer algo exclam Vidal en un grito sin voz antes que lo maten.Callate orden Jimi. No llams la atencin. Envalentonado porque sus amigos lo retenan, Vidal insisti:Intervengamos. Van a matarlo. Arvalo observ flemticamente:Est muerto.Por qu? pregunt Vidal, un poco enajenado. En su odo, Jimi murmur fraternalmente:Calladito.Jimi debi de alejarse del lugar. Mientras lo buscaba, Vidal descubri una pareja que miraba con desaprobacin esa matanza. El muchacho, de anteojos, llevaba libros debajo del brazo; ella pareca una chica decente. En procura del apoyo moral que tantas veces encontr en los desconocidos de la calle, Vidal coment:Qu ensaamiento!Ella abri la cartera, sac unos anteojos redondos y, sin apuro, se los puso. Ambos volvieron hacia Vidal sus caras con anteojos y lo miraron, impvidos. Con diccin demasiado clara la muchacha afirm:Yo soy contraria a toda violencia. Sin detenerse a considerar la frialdad de tales palabras, Vidal intent congraciarlos:Nosotros no podemos hacer nada, pero la polica, para qu est?Abuelo, no es hora de andar ventilndose el muchacho le advirti en un tono casi cordial. Por qu no se va antes que le pase algo?Ese mote injustificado Isidorito no tena hijos y l estaba seguro de parecer, a pesar de la incipiente calvicie, ms joven que sus contemporneos tal vez lo ceg, porque interpret la frase como un rechazo. Trat de reunirse con el grupo, pero no lo encontr. Se alej por fin. Estaba un poco desorientado, sin los muchachos para conversar, para compartir el disgusto.Lleg a su casa, que viene a quedar frente al taller del tapicero de autos, en la calle Paunero. El cuarto le pareci inhospitalario. ltimamente senta una invencible propensin a la tristeza, que modificaba el aspecto de las cosas ms habituales. De noche vea los objetos de su cuarto como testigos impasibles y hostiles. Trat de no hacer ruido: en la pieza contigua dorma su hijo, que se acostaba tarde porque trabajaba en la escuela nocturna. Ni bien se cubri con la manta, pregunt alarmado si no pasara la noche en vela. Ninguna posicin le convena. Porque pensaba, se mova; digan despus que el pensamiento no afecta la materia. Los hechos que vieron sus ojos, ahora se le presentaban con una vividez intolerable, y se mova en la esperanza de que la visin y el recuerdo cesaran. Al rato se le ocurri, tal vez para cambiar de tema, ir al bao; nada ms que para estar seguro y dormirse tranquilo. La travesa de los dos patios, en noches de helada, lo arredraba; pero no permitira que una duda sobre la utilidad de ese viaje lo dejara sin dormir.En medio de la noche, cuando se encontraba en la inhspita dependencia del fondo fra, oscura, maloliente sola deprimirse. Motivos para ello nunca faltan, pero, por qu precisamente incidan a esa hora y en ese lugar? Para olvidar al diarero y a sus matadores record una poca, hoy increble, en que la aventura misma no se descartaba... La culminacin lleg la tarde en que sin saber cmo se encontr en los brazos de una chica llamada Nlida, hija de una cocinera, la seora Carmen, que trabajaba en casas de familia del barrio norte. Nlida viva con su madre en la segunda sala del frente, donde ahora funcionaba el taller de costura. Por una simple casualidad el recuerdo del fin de ese amoro coincida con otro, para Vidal desgarrador (no saba muy bien por qu) y repugnante, de un anciano excitado y borracho que persegua con un largo cuchillo desenvainado a la seora Carmen. De Nlida guardaba, en un bal, donde tena cosas viejas y reliquias de sus padres, una fotografa que les tomaron en el Rosedal y una cinta de seda, descolorida. Los tiempos haban cambiado. Si antes se encontraba en el fondo con una mujer, ambos rean; ahora peda disculpas y rpidamente se alejaba, para que no pensaran que era un degenerado o algo peor. Acaso tal deterioro de su posicin en la sociedad lo volva nostlgico. El hecho era que de meses, tal vez aos, a esta parte, se haba dado al vicio de los recuerdos; como otros vicios, primero entretena y a la larga lesionaba y perjudicaba. Se dijo que al da siguiente estara muy cansado y apresur la vuelta a la pieza. Ya en cama, formul con relativa lucidez (psimo sntoma para el desvelado) la observacin: He llegado a un momento de la vida en que el cansancio no sirve para dormir y el sueo no sirve para descansar. Revolvindose en el colchn, record nuevamente el crimen que haba presenciado y quiz para sobreponerse al desagrado que le infunda el cadver que primero haba visto y ahora imaginaba, se pregunt si el muerto realmente sera el diarero. Lo acometi una vivsima esperanza, como si la suerte del pobre diarero fuera esencial para l; se vio tentado de figurrselo por las calles, corriendo y pregonando, pero se resista a esas imaginaciones por temor a la desilusin. Record la frase de la muchacha de anteojos: Yo soy contraria a toda violencia. Cuntas veces haba odo esa frase como si no significara nada! Ahora, en el mismo instante en que se deca Qu chica pretenciosa, por primera vez la entendi. Entrevi entonces una teora sobre la violencia, bastante atinada, que lamentablemente olvid luego. Recapacit que en noches como esa, en que dara cualquier cosa por dormir, involuntariamente pensaba con la brillantez de un suelto del diario. Cuando los pjaros cantaron y en las hendijas apareci la luz de la maana, se apesadumbr de veras, porque haba perdido la noche. En ese momento se durmi.

IIJueves, 26 de junio

LA IMPACIENCIA por acudir al velorio lo despert. ltimamente se impacientaba con facilidad.En el calentador a querosn prepar unos mates, que despach a la disparada, con dos o tres mordiscos de pan de la vspera. Su desayuno estaba perfectamente calculado; no se permita un exceso en los mates o en el pan, sin que empezara ese ardor que lo asustaba un poco. Se lav los pies, las manos, la cara, el cuello. Se pein con agua de violetas y brillantina. Ni bien se visti, se present en el taller de las chicas y pregunt si poda usar el telfono. La dentadura se haba convertido en mana. Hubiera jurado que las chicas lo miraban y comentaban, como si fuera un monstruo o tal vez el primer hombre con dientes nuevos. Una circunstancia lo extra: aunque estaba prevenido, no sorprendi una sola sonrisa, ni nada que sugiriera la burla. Vio caras graves, preocupadas, asombradas, quiz temerosas y aun colricas. Todo esto le pareci inexplicable.Llam a casa de Jimi, pero no obtuvo comunicacin. En casa de Rey una de las hijas le advirti que el padre haba salido y le aconsej que no molestara. Mientras tanto, una de las chicas del taller, una triguea de piel blanca, llamada Nlida, que le recordaba, siquiera por el nombre, a la Nlida de otros tiempos, lo miraba con alguna obstinacin, como si quisiera decirle algo. Si realmente quera hablarle, la muchacha encontrara oportunidades, pues viva en el inquilinato (en las piezas de su amiga Antonia y de la madre de sta, doa Dalmacia). A Vidal siempre le molestaba que lo miraran cuando hablaba por telfono. Se perturbaba como si lo distrajeran en medio de una prueba difcil; ms molesto aun resultaba que lo miraran cuando su parte en la conversacin era deslucida. Una puerilidad? A veces Vidal se preguntaba qu aprendemos a lo largo de los aos, a resignarnos a nuestras deficiencias? De soslayo mir los ojos que lo observaban, la piel cercana, la tricota con la forma del pecho, y se dijo que para un admirador de la belleza no haba nada como la juventud. Imprevistamente angustiado pens tambin que las chicas de esa edad son capaces de cualquier locura, pero que l, plantado ah, con aire de no entender nada, pasara por tonto. Dej en la repisa el importe de las comunicaciones y se retir para no abusar del telfono.Ira al restaurante y hablara con toda comodidad por el telfono pblico. Adems comprara el diario, para ver si ya pagaban, como dijeron Faber y otros, la jubilacin de mayo. Antes de salir se fij si no rondaba el encargado, un gallego acriollado y anarquista, que defenda celosamente los intereses del propietario. Por suerte tampoco estaba en el zagun el seor Bogliolo, que por un sordo aborrecimiento al gnero humano, honorariamente oficiaba de polica del gallego. Hasta alrededor del 20, en que sola cobrar la jubilacin y pagar el alquiler, todos los meses Vidal evitaba con el mayor cuidado a esos dos individuos.Encontraba agrado en caminar por el barrio en un da de sol, en desentumir las tabas, como deca Jimi. La maana se presentaba limpia y, de acuerdo con las previsiones de los muchachos, el fro no haba disminuido. En cuanto asom a la calle advirti que el taller del tapicero estaba cerrado. Sin amargura coment:Todava no es medioda y ya bajaron la cortina. La gente de hoy no quiere trabajar. Qu vidurria.Not que nunca le faltaba el pretexto para hablar solo y ensayar una sentencia de moralista.El telfono del restaurante exhiba, como de costumbre, el letrerito No funciona. Mientras caminaba por Las Heras, en direccin a la plaza, en voz alta se pregunt qu tena esa maana la ciudad, porque pareca ms linda y ms alegre. La verdad es que algunos transentes lo miraban con insistencia, de manera para l incmoda. Consider extrao que un arco dental llamara tanto la atencin, y arguy: Al fin y al cabo va dentro de una boca cerrada, o poco menos. Su dentadura y las miradas que provocaba eran la causa de la angustia que senta en el pecho? No, haba que buscarla, tal vez, en los atractivos de esa muchacha, que a lo mejor se ofreci, y en su retirada, rpida como una fuga. Inexplicablemente su timidez haba aumentado con los aos; como si no creyera en s mismo, por si acaso estaba siempre retirndose. O la verdadera causa de la angustia se ocultaba en la jubilacin impaga, en las preocupaciones de dinero, ahora primordiales?Tras un cordial saludo, en que volc una afabilidad llana, pero generosa, pregunt al diarero de Salguero y Las Heras:Dnde velan a don Manuel?Todava no sali de la morgue repuso el hombre en un tono que Vidal se atrevi a calificar de neutro.El fin de semana explic, guiando un ojo. Apostara que el mdico forense aprovecha el fin de semana y no quiere que le hablen de cadveres.Intuy de improviso que su locuacidad, o quin sabe qu en su persona, molestaba al individuo. La sola presuncin lo ofendi. No era el muerto un diarero, un colega de este joven ingratamente hosco? La exquisita deferencia que l manifestaba, tanto ms valiosa por provenir de alguien ajeno al gremio, mereca el desdn? Opin que no era necesario criar cuervos para cosecharlos. La fe en la esencial camaradera de los hombres lo movi a dar otra oportunidad: Lo velan en Gallo?Usted lo dice.Usted va? insisti.A santo de qu?Y... yo pienso ir.Tal vez porque una chiquilina pidi una revista, el muchachn le volvi la espalda. Vidal pens que para no humillarse del todo no le comprara el diario. Ya se alejaba, deprimido, cuando oy una frase que lo desorient:Los que provocan, no se quejen.Consider la posibilidad de pedir explicaciones, pero record la espalda ancha, los msculos ajustados por el saquito gris, y admiti que algunas maanas despertaba con dolor de cintura, como si el esqueleto se encontrara trabado y hasta enclenque. La aceptacin de las propias limitaciones eventualmente es una sabidura triste.Cruz la plaza en diagonal, no sin detenerse frente al monumento, para leer la inscripcin. La saba de memoria, pero cuando pasaba por ah la lea. En una corazonada se dijo que este pas, en la poca de sus guerras, no debi de ser inamistoso.Desde el telfono pblico del caf, trat en vano de comunicarse con los amigos. En casa de Arvalo no contestaban. La vecina de Nstor, que por lo general acceda a llamarlo (si le preguntaban sin apuro por la salud y por la familia), murmurando improperios cort la comunicacin. Siempre interesado en la meteorologa, Vidal observ que si bien la temperatura estaba en ascenso, la gente segua destemplada. En un nuevo intento de comunicarse con Jimi, emple la ltima moneda. Se felicit de que no contestara su llamado la sirvienta, una muchacha primaria, que apenas hablaba y casi no oa. La sobrina, Eulalia, le explic:A la tarde lo visitar en su casa. Trat de disuadirlo, seor, pero me dijo que ira.Vidal todava le daba las gracias por la amabilidad, cuando Eulalia cort. Se dirigi a la panadera. Al enfrentar el pasaje El Lazo, los recuerdos de la pesadilla de la noche anterior lo entristecieron. Con alguna contrariedad not que el pasaje haba recuperado su aspecto habitual, que no quedaban rastros ni pruebas del suceso. Ni siquiera haba all un vigilante. Si no fuera por el tacho de basura, se figurara que la muerte del diarero haba sido una alucinacin. Bien saba Vidal que la vida siempre sigue, que nos deja atrs, pero se pregunt por qu esta urgencia? En el mismo lugar en que horas antes un hombre de trabajo haba cado asesinado, un grupo de chiquitines jugaba al ftbol. Solamente l adverta la profanacin? Tambin lo ofenda la circunstancia de que esos mismos menores, mirndolo con una cara que parodiaba ingenuidad y comunicaba menosprecio, a un tiempo entonaran el cantito:

Viene llegando la primavera que siembra flores en la vejez.

Vidal reflexion que ltimamente haba hecho mritos para graduarse en ese coraje, desde luego pasivo o negativo, que nos permite desor los escarnios.Al pasar frente a una casa en demolicin, mir un cuarto desprovisto de techo, pero todava encuadrado en fragmentos de paredes y conjetur: Debi de ser una sala. En la panadera le esperaba una sorpresa. Leandro Rey no ocupaba su puesto detrs de la caja registradora. Pregunt a una de las hijas del panadero:Le pasa algo a don Leandro?Esta cortesa no cay bien. En voz bastante alta, para lucirse quiz, en un tono sequito, moviendo sus labios oscuros, gruesos y hmedos, como si preparara un moo para regalo, la muchacha interpel a Vidal:No ve que hay gente en la cola? Si no va a comprar, haga el favor de retirarse.Enmudecido por el injusto maltrato, no encontr respuesta adecuada. Para salvar la dignidad, no le quedaba otro recurso que dar media vuelta y salir. Con increble sangre fra, sin mover un msculo, esper hasta recuperar el uso de la palabra; entonces, en medio de la expectativa general, articul la enumeracin:Seis felipes, cuatro medias lunas y una tortita guaranga.Risas contenidas festejaron esa tortita guaranga como si fuera una respuesta cargada de intencin. No hubo tal cosa. Las propias hijas de don Leandro despus admitiran que Vidal se limit a repetir su pedido habitual. Por qu no se alej dignamente? Porque le gustaba el pan de la panadera de Leandro. Porque las otras no quedaban cerca. Porque no saba qu explicacin dar a su amigo, si maana le preguntaba por qu no compraba en su casa. Porque ltimamente se haba aficionado a la fidelidad: era fiel a los amigos, a los lugares, a cada uno de los proveedores y a su local de venta, a los horarios, a las costumbres.La gente afirma que muchas explicaciones convencen menos que una sola, pero la verdad es que para casi todo hay ms de una razn. Dirase que siempre se encuentran ventajas para prescindir de la verdad.

IIIENTR en su casa, para dejar el envoltorio. En el zagun, pensativamente apoyado en el cepillo de piso, el encargado conversaba con Antonia, una de las muchachas del taller. Vidal, que no tuvo tiempo de retroceder antes de que lo viesen, al pasar oy las palabras Algunos, rudimento, vergenza y la frase completa:No pagan el alquiler, pero se dan el lujo en panaderas y restoranes.Ya cerrada su puerta, se encontraba a salvo. El hombre lo importunaba sin encarnizarse. El ms atrabiliario de los encargados de hoy en da era un ser benvolo en comparacin con aquellos casi mitolgicos de su juventud, de lo que l llamaba los buenos tiempos; entonces por una nimiedad lo echaban a usted a la calle. Adems el gallego le haba dicho la verdad: l y su hijo vivan de lo que ste ganaba (en el colegio y por unos corretajes en farmacias) y no se acordaban de pagar el alquiler hasta que el gobierno se acordaba de pagar la pensin. Vidal pens que mantener la honestidad en la pobreza era ms difcil de lo que la gente crea, y agreg: Hoy ms que ayer y con mucho menos lucimiento.En su pieza pas pronto del alivio a la ansiedad. Despus de tantos das de ayuno estaba lnguido, necesitaba comida.Hasta cundo se prolongara ese dilogo en el zagun? Trat de pensar que a la pobreza no le faltaban ventajas. Por ejemplo, a l le impona indignidades y travesuras propias de un muchacho y no le permita el ingreso a la respetabilidad, tan parecida a la vejez (de un Rey, de un Dante o de un Nstor se dijo).Resonaron entonces golpes, el clamor de un tumulto, destemplados gritos del encargado y de otras personas. Porque record el episodio de la noche anterior, se estremeci. Pens que el encargado estaba de mal humor y que por todos los medios l deba evitar un encuentro. Cuando volvi el silencio, volvi el hambre; pudo sta ms que la prudencia y lo empuj fuera de la pieza. Increblemente el encargado no estaba en el zagun. No haba nadie. Lleg a la calle, dobl a la derecha, se dirigi al restaurante de la esquina. Almorz admirablemente, comidas blandas, que no desplazan la dentadura. Expres audiblemente la satisfaccin:Por algo se rene aqu el chofer de taxi, gente que viaja y conoce.Al salir se cruz con el seor Bogliolo, alias Botafogo. Vidal lo salud. El matn mir para otro lado. Todava cavilaba sobre el desaire, cuando atrajo su atencin una visin ttrica y magnfica: frente al taller del tapicero, la hilera de carromatos negros de una cochera. Se acerc a una de las ventanas del taller. Adentro haba grupos de gente. Pregunt:Qu pasa?El individuo de negro, que estaba junto a la puerta, contest:Ha fallecido el seor Huberman.Qu barbaridad exclam.Aunque se le cerraban los ojos, posterg resueltamente la siesta y entr en el velorio. Algunos recuerdos la fidelidad a los recuerdos le placa, como si estos revistieran la dignidad de las tradiciones lo vinculaban a la familia de Huberman. La idea de compartir con ella unos momentos de tristeza lo confortaba.Pobre tapicero, con la calva pecosa y las orejas en abanico. Una simple irona en sus labios maravillaba a Vidal, que a lo mejor se deca, estupefacto: Adems de cortar el pao y cobrar el dinero, bromea. Increble! Tambin rubia y pecosa era Madeln, la hija de Huberman, de carcter festivo y de cara breve y agraciada. La cortej hace aos, no sin fortuna, pero luego Vidal se apart, porque result una de esas muchachas que siempre estn proponiendo salidas en grupo. Cuando quiso acordar ya alternaba con amigos y parientes, y esa gente extraa lo trataba como de la familia. No haba riesgo, por lo menos l repeta la frase, pero el simulacro de noviazgo bastaba para mortificarlo. La terquedad de las mujeres! Cuando en imaginacin hablaba con ellas y digan despus que la trasmisin del pensamiento es un hecho les recomendaba que no forzaran la mano. Es claro que si no la forzaban tambin se iba. Porque se alej demasiado pronto, qued con una especie de nostalgia. Como ya se dijo, Madeln era rubia, pecosa, de ojos risueos, eminentemente joven y, aunque parezca mentira, linda. En estos ltimos aos la vea muy de tarde en tarde, trasformada en mujerota desabrida, de esqueleto grande y cuerpo ordinario, con una cara de longitud fuera de lo comn y nauseabundos lunares mezclados con las verrugas. Como si la memoria fuera inconsistente, la imagen actual de Madeln caa en el olvido y cuando apareca en la realidad, lo sorprenda. Siempre volva a creer que Madeln era la chica de antes; con distraerse un poco, se figuraba que esa chica deba de esconderse en alguna parte y que si l se esmeraba, sin duda acabara por encontrarla.Lo primero que divis al entrar en la casa fue a Madeln en su apariencia de ahora, grande y ordinaria. Como no era rencorosa, ni bien lo vio se le ech a llorar sobre un hombro. Vidal dijo:Te acompao. Qu pas?En el tono de quien repite una vez ms la explicacin, Madeln refiri:Regresaba el pobre en su automovilito por Las Heras, y al llegar a Pueyrredn...Cmo?Vidal pens que la mujer, a causa del velorio, hablaba en voz particularmente baja o que l estaba perdiendo el odo.Al llegar a Pueyrredn se encontr con la luz roja. Se dispona a obedecer la seal de luz verde, que ya haba aparecido, cuando ocurri el hecho.Vidal pregunt de nuevo:Cmo?Volvi la mujer a explicar y l a perder buena parte de las palabras. Pens que hoy en da la gente no articulaba, hablaba con la boca cerrada, mirando para otro lado. Con algn empaque murmur al vecino de la izquierda:Esta chica no vocabuliza debidamente.Qu chica?Madeln se reanim por un instante, para anunciar:Acaba de irse Huguito.Huguito? repiti despistado.Huguito insisti. Huguito Bogliolo.Botafogo? Nos cruzamos y no me salud.Qu raro. No te habr visto.Me vio. Los otros das fue la amabilidad en persona.Cmo no te va a saludar?Fue amable para embromarme. A l lo embramaron primero y para vengarse me embrom a m.Cmo lo embromaron?Como a m. Con la dentadura. No te fijaste?Sonri ampliamente. Presuma ante cualquier mujer, pero haca excepciones.Cuando el sueo le recrudeca en los ojos, entr el individuo de negro que antes montaba guardia en la entrada y hubo un movimiento en el saln. Con alarma Vidal comprendi que si Madeln le peda que la acompaara al cementerio, perdera la siesta. Se alej por un instante, como quien busca a otro para decirle algo. Llegado al umbral, venci la tentacin de volver la mirada y se desliz afuera. En seguida cruz a su casa.Era un da tan destemplado que la manta y el poncho sobre la cama resultaban insuficientes. Recurri al sobretodo. Reflexion que pasaba por una poca de neurastenias inopinadas, ya que la visin de su cama semicubierta por el sobretodo marrn, con manchas y peladuras, lo deprima.Actualmente la siesta lo descansaba de manera notable. Vidal recordaba otros tiempos en que se haba levantado malhumorado, fuera de caja. Ahora dirase que rejuveneca por un rato, como despus de afeitarse. En cambio esperaba la noche con temor, porque a las pocas horas despertaba una mala costumbre y fatalmente se desvelaba con pensamientos tristes.Durmi una media hora. Al poner a calentar el agua para el mate, medit que una vida, por breve que sea, alcanza para dos o tres hombres; con relacin al mate l fue un hombre que lo requera siempre amargo, despus uno que no lo tomaba porque le caa mal y ahora se haba convertido en un fiel devoto de los mates dulces. Se dispona a cebar el primer mate, cuando entr Jimi. Sin duda, el fro le afilaba en forma de hocico de zorro la nariz y el bigote.. Era fama que este individuo, en quien la inteligencia conviva con un instinto casi animal, sola llegar de visita cuando sus amigos empezaban a comer. Resueltamente asegur Jimi con la mano derecha la tortita guaranga y con la izquierda cubri las medias lunas. Tras una leve irritacin, Vidal se felicit porque esa factura, comprada tal vez con el pueril afn de postergar la hora de la claudicacin, determinaba toda suerte de trastornos en su aparato digestivo.Tras chupar el primer mate, lo que siempre era cortesa y en ese momento precaucin, Vidal pregunt a su amigo, mientras le cebaba:Dnde lo velan?A quin? pregunt Jimi, como si no entendiera. Ms que desentendido se mostraba trabajoso, como algunos jugadores de truco. Sin perder la paciencia, Vidal aclar: Al diarero.Un tema francamente alegre.Mira cmo lo mataron. Hay un deber de solidaridad. Ms vale pasar inadvertido.Y el deber de solidaridad?Eso viene despus.Qu viene antes? pregunt Vidal, un poco enojado.Qu viene antes? Tu mana de no faltar a velorios ni entierros. A cierta edad, la gente instala el club en la necrpolis.Quers que te diga una cosa? Me escap de casa de Huberman para no ir al entierro.Eso no prueba nada. Tendras ganas de echar una siesta. Vidal se call. Como de nada vala disimular ante Jimi, le dio una palmadita en el hombro y le dijo:Te confieso? Esta maana me despert la impaciencia por saber dnde era el velorio.La impaciencia es captulo aparte observ Jimi, implacablemente.Captulo aparte? La impaciencia y la irritacin nos acompaan siempre. Fjate, sino, en esta guerra.Qu guerra?Como si l tambin se volviera sordo, continu: A cierta edad.La frasecita me revienta previno Vidal.A m tambin. Sin embargo, no niego que a cierta edad aflojamos el control.Qu control? No haca caso. Prosigui:Como todo lo dems, afloja con el desgaste y uno ya no aguanta. Una prueba? En cualquier parte, los primeros en llegar son los viejos.Increble admiti con admiracin Vidal. No soy viejo y paso por ese cuadro.En resumen, una mala combinacin: impaciencia y reflejos lentos. No es milagro que no nos quieran.Quin no nos quiere?En lugar de contestar, pregunt:Cmo te va con tu hijo?Perfectamente respondi Vidal. Por qu?El que est mejor colocado es Nstor. Parecen hermanos con el hijo.Ni bien oy esta frase, Vidal emprendi una de sus teoras favoritas. Formulada la primera regla Mantener la distancia, lo que impone un clima de juego limpio (palabras que en la oportunidad no obtuvieron el apoyo a que estaba acostumbrado) hall un estmulo en el ejercicio de sus medios de intelecto y de exposicin, afinados a lo largo de experiencias anteriores, y se alarm por la entrevista posibilidad, pronto desechada, de haber ya expuesto a Jimi, con las mismas palabras, las mismas reflexiones. Consider conmovido:Por; la ley de las cosas, los padres nos vamos antes... Descomedidamente Jimi lo interrumpi:A qu hora vuelve tu hijo?Ahora noms respondi, disimulando la mortificacin.Yo tambin me voy antes, para que no me vea contest Jimi.Esta frase lo sorprendi penosamente. Iba a protestar, pero se contuvo. Estaba seguro de que el afecto no lo cegaba: su hijo era un muchacho querible y generoso.

IVVIDAL cruz los dos patios y lleg al fondo.Mientras lavaba en una de las piletas, Nlida conversaba con Antonia y con el sobrino de Bogliolo. Antonia era una muchacha de escasa estatura, de pelo castao, de cutis grueso, de brazos cortos; su voz, opaca y baja, corresponda a la de una persona que est despertndose. En el inquilinato era muy admirada. El sobrino de Bogliolo alto, angosto, imberbe, de ojos redondos, con una camisa que trasparentaba la camiseta estrechndola por la cintura exclam:Esta Petiza!Vidal se dijo: No hay cmo la gente joven y Estos dos, probablemente, andan en algo.De qu hablaban? pregunt. Vyase, vyase dijo, riendo, Antonia.Me echan?pregunt Vidal.No, cmo cree asegur Nlida.Antonia insisti:Don Isidro no puede or lo que estamos diciendo. Vidal not que los ojos de Nlida eran verdosos.Por qu? protest el sobrino. El seor Vidal es un espritu joven.Abierto aadi Nlida.Vidal admiti:As lo espero...Pens que a l le haba tocado vivir una poca de transicin. En su juventud las mujeres no hablaban con la libertad de ahora.No solamente joven de espritu dijo Nlida con algn nfasis. El seor est en la flor de la edad.Lstima que me llame seor observ Vidal. En qu ao naci? pregunt Antonia.Vidal record entonces la visita de un par de seoritas que hicieron una encuesta en el inquilinato, para un instituto psicolgico o sociolgico. Pens: Lo nico que falta es que sta ahora saque libreta y lpiz. Tambin: Qu a gusto me siento con los jvenes. Contest en tono de broma:Eso no se pregunta.Le doy la razn convino el sobrino de Bogliolo. No le haga caso a la Petiza. Le paso el dato: Faber no le contest.No vas a comparar al seor con ese viejo protest Nlida con inesperado calor. Apostara que ese viejo ha llegado a los cincuenta.Vidal pens: Yo lo pondra entre los sesenta y los setenta. Para estos chicos, a los cincuenta uno es viejo.Como quien acomete, Nlida prosigui:Si te descuids, el seor es ms joven que tu to.La conjetura no agrad al sobrino de Bogliolo: su rostro se ensombreci y por un instante perdi la trivialidad para mostrarse incuestionablemente avieso. Vidal reflexion que ese afecto un poco pueril, por ese pariente un poco aborrecible, era meritorio. Tambin se pregunt si l tendra coraje de entrar en el bao delante de esos muchachos. La vergenza era tonta, porque al fin y al cabo... La calific: Una vergenza de chico. Secretamente el hombre es un chico disfrazado de persona grande. Eran as todos los dems? El mismo Leandro Rey era un chico? Sin duda, Leandro lo engaaba a l, como l engaaba a los otros.

VLA vida del tmido es engorrosa. Ni bien se encamin a la pieza, comprendi que ms ridcula que la imagen de un hombre que entra en el bao, era la del que se retira porque le falt el coraje de entrar. Haba mayor vergenza que dejar ver que uno tuvo vergenza? Para peor, quiz el episodio no estuviera cerrado. Sobre un punto no caban dudas: no demorara mucho en volver al fondo. Slo poda esperar que las chicas y el sobrino de Bogliolo se fueran pronto de all. Estaba con la mano en el picaporte de la pieza, cuando lo sorprendi Bogliolo en persona, con la pregunta:Cmo le va, don Isidro?Con ese individuo no saba uno a qu atenerse. Tan confuso estaba Vidal que respondi:Cmo le va, don Botafogo?Tena la esperanza de que el matn no hubiera odo el mote, pronunciado (porque ya estaba en la boca) en un murmullo inconcluso.Desde lo alto Bogliolo lo mir fijamente. Con extrema seriedad le dijo:Me tomo la libertad de darle un consejo. Le hablo como si fuera su padre. El gallego est juntando presin. Pague, seor, el alquiler, antes que el hombre haga una barbaridad.La gente es mala y anda diciendo que usted se da la gran vida en restoranes y no paga el techo que lo cobija. Se iba; volvi para agregar: No me pregunte cmo, pero hasta saben lo que ha gastado en la dentadura.En la pieza encontr a su hijo ocupado en guardar algunos objetos en el ropero.Poniendo orden? pregunt.Siempre de espaldas, el muchacho emiti un sonido que Vidal tradujo por la palabra s. Distradamente vio cmo Isidorito guardaba el viejo chambergo, la chalina, la navaja, el asentador, la cajita de madera clara, con la inscripcin Recuerdo de N e cochea, donde por la noche pona el reloj de bolsillo. De pronto advirti:Che, todo eso es mo. Quiero tenerlo a mano.Est a mano contest Isidorito, cerrando el ropero.Ests loco? pregunt el padre. El chambergo, la chalina, no digo. Para mirar la hora, maana por la maana, va a ser muy cmodo tener el reloj ah adentro.Esta noche nos reunimos aqu los de la Agrupacin Juvenil de la Veintiuno.Vidal crey notar en el tono en que fueron pronunciadas las palabras un dejo de fastidio o de impaciencia.Qu bien! exclam con sinceridad. Me alegro tanto que traigas a tus amigos. Adems, no s, me parece mucho mejor que te renas con la juventud de tu misma edad...Se detuvo a tiempo, porque no quera mortificar a su hijo con reproches. En cuanto se descuidaba le echaba en cara esa doctora que lo haba puesto tan pedante y agresivo. Como si hubiera intuido un ataque a la doctora, Isidorito contest con aspereza:Por m que no vinieran. Lo vieras a mi padre, cmo atenda a mis amigos. Dentro de la modestia de sus medios, no s si me entends. Hasta la obligaba a mam, fritas ya las empanadas, a ponerse la mejor ropa.Qu mana de hablar de matusalenes.No te olvides que son tus abuelos.Ya s que no somos gente de cuna. A toda hora me lo records.Vidal lo mir con afectuosa curiosidad. Se dijo que en las personas ms ntimas y prximas hay pensamientos que no sospechamos... Esta circunstancia, que l describa con las palabras No somos trasparentes, en un tiempo le haba parecido una proteccin, la garanta de cada cual para ser libre; hoy lo apenaba como una prueba de soledad. Para llegar a su hijo y sacarlo del aislamiento en que lo vea, coment:Lo que es yo, me felicito que vengan. Hace un rato pensaba que siempre estoy a gusto con los jvenes.Nadie sabe porqu te sents tan a gusto.Vos no te sents a gusto con ellos?Por qu no me voy a sentir? Yo no soy vos.Ah, es cuestin de generaciones. No nos entendemos? La doctora te ha explicado eso?Mira, puede ser, pero lo mejor es que los muchachos no te encuentren aqu. Para peor viene uno que es un energmeno. Un individuo muy querido que se dedica al trasporte de verduras. Un tipo pintoresco, un hroe popular. Hasta le han hecho un versito:

Salite de la esquina Cantonero loco...

Y tengo que dar vueltas por la calle mientras atends a tus amigos? Cmo se te ocurre? Por la calle? No quiero que te pase nada.No puedo creer lo que estoy oyendo. Pretendes que me esconda debajo de la cama?Cmo se te ocurre? Tengo una idea mejor. Lo tom de un brazo y lo llev afuera. No perdamos tiempo. En cualquier momento llegan.No me empujes. Dnde vamos?Isidorito le gui un ojo y poniendo un dedo sobre los labios le pidi que guardara silencio.Al altillo susurr.Vidal poda interpretar esas palabras como una explicacin o como una orden. En el primer patio se cruzaron con Faber, que iba al fondo. Apareci tambin Nlida, con un atado de ropa. Empujado por su hijo, Vidal apresuradamente trep la escalerita, en la esperanza de que la chica no lo viera. Una vez arriba, entr gateando, porque el techo era muy bajo.Aqu vas a estar perfectamente asegur el muchacho. Si te recosts en uno de los cajones, podrs echar un sueito. Apag esa luz y no bajs hasta que te avise.Isidorito se escabull antes de que l protestara. El sitio no le pareca bien elegido. Como don Soldano, el mayorista de aves y huevos, lo usaba para depsito, estaba abarrotado de cajones sucios y malolientes. Con la luz apagada, la oscuridad resultaba intolerable. Isidorito lo apur tanto, que no se acord de traer el poncho ni el sobretodo, de lo que se felicitaba, porque hubieran quedado para la tintorera, aunque la verdad es que temblaba de fro, amn de que las tablas bajo su cuerpo eran demasiado duras. Si por lo menos hubiera pasado por el fondo antes de subir... Perda la cabeza cuando su hijo se impacientaba tanto.Tambin lo haba desorientado, veinte aos antes, Violeta, la madre de Isidorito, una mujer vehemente, que sin necesidad de pruebas conceba las opiniones ms enfticas. Ante esa conviccin, l siempre haba sentido que toda duda era ofensiva y por un tiempo se dej dominar. Qu imgenes acudan primero a su memoria cuando pensaba en la poca de Violeta? Ante todo, monumentales redondeces rosadas y el color del pelo rubio rojizo y un olor que tenda a la acritud ferina. Luego, sucesivos momentos de un perodo que ahora le pareca breve: el da que le anunci, en el Palais Blanc, que esperaba un chico y que deban casarse. El da que el chico naci. El da que por fin supo que ella lo engaaba. Porque daban una pelcula de Louise Brooks, haba entrado en el mismo Palais Blanc, y de pronto adivin un aroma que le trajo nostalgias, y en la oscuridad de la sala, en la fila de adelante, oy una voz inconfundible, que deca: No te preocupes. Nunca viene sin m al bigrafo. El da que encontr sobre la almohada la cartita de Violeta; le confiaba el hijo Sos un buen padre, etctera y se iba, aguas arriba, con un paraguayo. A l le haba tocado se pregunt si no tendra alguna falla una situacin muy cantada en los tangos, que segn lo comprobaba a su alrededor, no era habitual. Mientras Violeta lo dejaba, los amigos no hacan ms que hablar del yugo y de las ganas de sacrselo, como si llevaran a sus mujeres a cuestas; la infidelidad lo contrari, sin el dolor y el despecho que la gente supona inevitables, y porque atenda a su hijo, goz de un extraordinario prestigio entre las vecinas, aunque no falt una que lo interpelara con la aseveracin de que ella no respetara nunca a un hombre que se ocupaba de tales menesteres. Todo esto le prob que los dems no sentan cmo l. Por aquella poca resolvi mudarse a un departamento, porque haba recibido unos pesos que le dej un pariente (el disgusto que se hubiese llevado la pobre Violeta si lo hubiera sabido!); pero como las vecinas cuidaban de Isidorito mientras l estaba en el trabajo, desisti del proyecto. La plata se fue gradualmente, en la vida de todos los das, y ya no volvi a pensar en mudanzas. A continuacin record esa tarde en que al llegar a casa oy, en el cuarto contiguo, en medio del clamoreo de mujeres embelesadas, la apreciacin de una seora: Mrenle el cosito. Esta memoria le aviv las ganas de ir al fondo. En verdad estaba desesperado, pero no se atreva a bajar porque le haban indicado que no lo hiciera. Al obedecer tan ciegamente a su hijo, obraba como un pobre viejo; recapacit despus que sta era una argumentacin de chico malcriado; por algo le habran dicho de no bajar. Sobre un punto no caba discusin: l no aguantaba ms. Como pudo se arrastr por ese altillo infecto, se parapet detrs de las ltimas jaulas y, arrodillado, en postura inestable, interminablemente orin. Hacia el final divis luz entre las tablas del piso; con alarma estim que all abajo quedaba el cuarto del seor Bogliolo. La sola idea de una trifulca en ese lugar cubierto de suciedad de gallinero lo amedrentaba. Con el mayor sigilo trat de ocultarse en los cajones apilados en el extremo opuesto. Al rato estaba soando con un seor que pas casi toda la tirana de Rosas escondido en un altillo, hasta que lo delat el mayor de los nios que por las noches le haba hecho a su mujer y la mazorca lo degoll. Despus, en otro compartimento de ese mismo sueo, l saltaba a caballo empinados obstculos, triunfal ante las mujeres, y combinando modestia personal con orgullo patritico explicaba: A caballo ando bien, como cualquier argentino. Como antes no haba nunca montado, empez a desconfiar de sus aptitudes y por fin cay dolorosamente. Fragante de alhucemas, Nlida se reclin sobre su cara y le pregunt Qu te has hecho? No; lo que en realidad Nlida repeta era: Ya se fueron. Qu hora es? pregunt. Estaba medio dormido.Las dos. Ya se fueron. Isidorito no vino, porque tuvo que acompaarlos unas cuadras. No tardar. Ahora puede bajar, don Isidro.Cuando quiso incorporarse le doli todo el cuerpo y sinti el tirn en la cintura. Con incredulidad se pregunt: Un lumbago, de nuevo? Le mortificaba que la muchacha asistiera a sus dificultades, que mentalmente calific de miserias. Se disculp:Parezco un viejo tullido.Una mala postura explic Nlida.Una mala postura admiti sin conviccin. Permtame que lo ayude. No faltara ms. Yo puedo...Permtame.Sin ayuda no hubiera salido de ah. Nlida lo sostuvo; como una enfermera lo condujo hasta la pieza. Vidal se abandon a sus cuidados.Ahora va a permitirme que lo acueste pidi Nlida. Contest con una sonrisa:No. No hemos llegado a ese extremo. Puedo acostarme solo.Bueno. Esperar. No me voy hasta dejarlo acostado.Vindola as, de espaldas, parada en el medio del cuarto, pens que en ella eran muy evidentes los caracteres de fuerza y de belleza de una hembra joven. Consigui desvestirse y meterse en cama..Ya estdijo.Tiene t? Voy a prepararle un tecito.A pesar del lumbago, sinti una suerte de beatitud desconocida, porque desde muchos aos, no recordaba cuntos, no lo mimaban. Pens que estaba inicindose en los agrados de la vejez y de la enfermedad. Mientras le serva el t, Nlida le dijo que se quedara un rato. Sentada a los pies de la cama, le habl para hacer conversacin, opin l de su vida, y con algn orgullo refiri:Tengo novio. Un muchacho que me gustara que usted conociera.Cmo no dijo desganadamente. Pens que le gustaban las manos de Nlida.Trabaja en un taller mecnico, de coches, sabe? y, como tiene sensibilidad artstica, integra el tro tpico Los Porteitos, que toca por la noche en locales del centro y sobre todo en Plaza Italia.Van a casarse? pregunt.Ni bien juntemos la plata para el departamento y los muebles. Usted no sabe lo que me quiere. Vive pendiente de m.Sigui Nlida ponderando. Muy pronto su vida, al calor de esa descripcin, constituy una sucesin de triunfos en bailes y en fiestas, en los que ella era la inconfundible herona. Vidal la escuchaba con incredulidad y ternura.Se abri la puerta. Isidorito mir, sorprendido.Perdn, los interrumpo.Su padre no estaba bien explic la muchacha. Quise acampanarlo hasta que usted volviera.A Vidal le pareci que Nlida se haba ruborizado.

VIViernes, 27 de junio A LA otra maana se encontr mejor, pero no lo bastante para despreocuparse. Pens que si tuviera plata ira a la farmacia, se pondra una inyeccin y quedara como nuevo (si no ese da, una semana despus, cuando le hubieran aplicado la caja entera). Hasta que no cobrara la jubilacin, todo gasto que no fuera indispensable quedaba excluido. Si en la farmacia lo atenda el seor Garaventa, no habra dificultades, pues entre hombres uno explica estas cosas; pero si lo atenda doa Raquel, la gestin se volvera espinosa. Agravaba su perplejidad la doble circunstancia de que doa Raquel tena buena mano y de que el farmacutico era famoso por carnicero.Cuando fue al fondo, se encontr con Faber y con Bogliolo que, gesticulante, locuaz, nervioso, narraba algo. Apartando un poco a su interlocutor, pregunt Faber:Y usted, dnde se meti anoche? Vidal vacil, incmodo. Lleg a balbucear:Este...No fue necesario aclarar.Lo que es yo lo relev Bogliolo a pesar de que no me sorprenden fcilmente...Vidal lo mir con alguna curiosidad: hablaba de un modo extrao, con la expresin cambiada.Levantando la voz, Faber consigui que lo escucharan:Yo alcanc a introducirme en un retrete explic, pero, cranme, pas una noche de novela. En un momento golpearon a la puerta. Cuando crea que me llegaba el fin, se fueron.Lo que es yo insisti Bogliolo aunque no me dejo sorprender fcilmente, me vi rodeado por esa muchachada y, como no pierdo la cabeza, opt por seguirles el tren.Al alba, cuando encontr la salida expedita continu Faber no poda levantarme. De tanto estar sentado no s qu me dio, un lumbago o un espasmo en la cintura.Arrastrado por un impulso fraterno, dijo Vidal:Lo mismo que a m.No, no protest Faber. Cuando sal del retrete me mantuve flexionado por un tiempo considerable.Bogliolo, a pesar de alguna dificultad expresiva, logr acallar a sus interlocutores y retomar el relato:Los muchachos entraron en el juego y all estuvimos conversando y planeando golpes hasta las ms altas horas. No crean que mi situacin era cmoda: la procesin iba por dentro y, aunque lo disimulara, estaba nervioso. Cuando la reunin se disolvi, trat de quedarme, pero porfiaron que los acompaara. Quise acoplarme al grupo de su hijo, que al fin es un conocido, pero dos me tomaron de los brazos y conversando como amigos caminamos una enormidad, en direccin del Pacfico. Cerca de los depsitos del vino Giol uno, al que apodaban el Nene, sin alteracin de su tono cordial, me dijo que me olvidara de cuanto haba odo esa noche. El otro elogi mi dentadura y con el pretexto de examinarla me la sac de un tirn. Ustedes no van a creer: cuando la reclam, el ms petizo me dijo que si quera volver a casa prcticamente entero, no perdiera tiempo.De todos modos, la sacamos bastante ms barato que Huberman observ Faber.Con la empacada afectacin a que echaba mano en ocasiones delicadas, aventur Bogliolo:Su hijo, don Isidro, me impresion como un mozo responsable. Usted se anima a sondearlo?A sondearlo? pregunt Vidal.Para que inicie una exploracin del terreno, para ver si tengo una chance de recuperarla. Usted sabe lo que vale una dentadura.No voy a saber.Cuento con usted?Cuente, cuente. Cmo fue lo de Huberman? Bogliolo arque las cejas con alguna desconfianza. Luego emprendi la explicacin:El pobre vena con su automovilito por Las Heras... Faber lo apart un poco y lo interrumpi:Me deja hablar? Yo recort en Ultima Hora las declaraciones del homicida sac del bolsillo el recorte y cuidadosamente lo desdobl. No tienen desperdicio. Oigan esto:Cuando vi esa calva en el auto de adelante, comprend que me haba equivocado de fila. Confieso que a lo mejor estuve prevenido, irritado de antemano. Pero, cranme seores, todo pas como lo haba previsto: cuando los otros vehculos arrancaron, el que yo tena adelante, segua inmvil, con su conductor, el viejito de la calva, primero a la espera de sus propios reflejos y despus preparndose para poner en marcha el auto. Este viejo fue vctima de una irritacin que llevo acumulada a lo largo de situaciones parecidas, por culpa de viejos parecidos. Yo me contena apenas y la tentacin de hacer puntera en esa calva, centrada por las orejas bien abiertas, fue demasiado para m.Vidal pregunt:Qu le hicieron a ese loco?Bueno, che, no lo tome as protest Bogliolo.Recuper inmediatamente su libertad asegur Faber. Bogliolo abri la canilla de una pileta y bebi, ayudndose con la mano. Recomend a Vidal:No se me olvide, si le viene bien, de sondear a su hijo. Se alej en direccin a las piezas. Los otros lo siguieron lentamente.Me da lstima dijo Faber.A m, ninguna contest Vidal.Con ese aire de malo, es un pobre diablo, un miserable turiferario del encargado. No sabe para qu lado agarrar.Se encontraron con Nlida y Antonia. Vidal not que no saludaban a Faber. ste se retir.Lo felicito por sus amistades, don Isidro observ irnicamente Antonia.Lo dice por Botafogo?Botafogo, vaya y pase. A este viejo sinvergenza no lo trago.Tiene razn Antonia afirm Nlida.Vidal mir a esta ltima, admir la ligera curva de su cuello, pens, que poda describirlo como cuello de cisne y que l siempre estaba haciendo descubrimientos en la muchacha. Rpidamente pregunt:Qu ha hecho? Antonia se ensa:Qu no ha hecho? Es un viejo repugnante. Se lo cuento y me sofoca la rabia. De noche la aborda a una con intenciones de lo ms groseras, en los baos y sus inmediaciones! Pregnteselo a Nlida, si no me cree.Nlida reconoci:Desde las diez de la noche, est agazapado a la espera.No puede ser exclam Vidal.Tngalo por seguro. Si lo sabremos nosotras.No me digan? No se ver a s mismo? Estar desesperado y habr perdido la vergenza.Vidal coment que la conducta de Faber era increble y abund en condenaciones.A un viejo as declar Antonia yo lo denunciara sin remordimiento. Como si conviniera con ella, Vidal lo defendi:Es un pobre diablo.Repiti eso varias veces. Intent otras defensas, porque los ataques eran despiadados.Viejos as no habra que dejar ninguno sentenci Antonia.Bueno. Confieso que tienen razn. Viejos que se meten con mujeres jvenes dan un espectculo triste. Repugnante. Ustedes tienen razn. Toda la razn. Pero si los comparan con un delator, con un traidor, con un asesino...A usted no lo ofendi Faber. Pngase en mi lugar.Cmo no va a estar ofendida? convino Vidal. Faber no tiene perdn. Pero tal vez el infeliz no vea hasta qu punto es grotesco lo que est haciendo, porque verlo sera reconocer que est viejo y que se acerca a la muerte.Antonia pregunt:Eso a m que me importa?Vidal juzg la rplica inapelable; sin embargo, como crey que deba intentar un ltimo esfuerzo en favor de su amigo, resumi la argumentacin en estas palabras:Bueno, les doy la razn en todo. Es viejo y es feo, pero esto es algo que no podemos echarle en cara. Nadie es viejo y feo por gusto.Antonia lo mir moviendo la cabeza, como si hubiera odo algo extravagante y lo perdonara simplemente porque lo aceptaba como era.Con don Isidro no se puede. Voy a lavar un poco.Antes de seguirla, Nlida susurr:No hable as delante de Antonia.

VIIESTABA aliviado. El largo da de haraganear en la pieza lo haba mejorado notablemente. Si no sali fue por consejo de Nlida. A las doce, cuando iba al restaurante, se encontr con ella en la puerta cancel. La chica le dijo:No salga. Salir as a la calle me parece una imprudencia. Hoy se toma un descanso y maana estar bien.No se vive del aire. Crame, ni para hervir fideos tengo disposicin.Mi ta Paula me trajo una fuente de pastelitos. Me deja que lo convide?Si viene a comerlos conmigo.No, eso no. Por favor, no lo tome a mal. Usted sabe cmo est la gente.Primero uno, despus otro ms, comi media docena de los pastelitos de Nlida, una verdadera exquisitez, que luego hizo bajar con mates. De todos modos le cayeron pesados y durmi una larga siesta, de esas de antes, de las que uno por fin despertaba desorientado, sin saber si era de da o si era la mitad de la noche. Mate de nuevo en vano esper que Isidorito le trajera la radio que por ltimo llev a componer, se resign a hervir los fideos, los comi con queso rayado, con pan de la vspera, con vino tinto y, cuando no quedaban sino migas, entr Jimi.Llego tarde? pregunt.Por increble que parezca. Ya no hay nada.No me vas a decir que no tens un postre en el ropero? Un budn? Siquiera una barra de chocolate?Bueno, el chocolate de Isidorito. Te va a caer como plomo.No te preocups, yo todava digiero declar mientras morda rpidamente la barra. Espero no causar una desavenencia entre ustedes. A propsito: esta noche vamos a jugar en lo de Nstor, que se lleva bien con su hijo. Es ms seguro. Vens?Vidal pens que poda aceptar porque Nlida no se enterara y porque a l le hara bien reunirse con los muchachos, ventilarse un poco, renovar las ideas que se le haban puesto lgubres a lo largo de ese da de quietud y de indigestin. Pregunt:Sigue el fresco, che?Abrgate, que estn caras las coronas. Vidal se cubri los hombros con el ponchito y salieron a la noche.Qu te pasa? pregunt Jimi. Te veo medio envarado.Nada. Un dolor de cintura.Los aos, viejo, los aos. El hombre astuto despliega a tiempo su estrategia contra la vejez. Si piensa en ella se entristece, pierde el nimo, se le nota, dicen los dems que se entrega de antemano. Si la olvida, le recuerdan que para cada cosa hay un tiempo y lo llaman viejo ridculo. Contra la vejez no hay estrategia. Mira, en la esquina veo gente, a lo mejor es una patota, o uno de esos piquetes de represin, como los llaman... No cuesta nada dar la vuelta a la manzana y evitarlos.Uno se resigna a todo. Vos crees que dos viejos seores argentinos, de tiempos de nuestra juventud, se resignaran a esta prudencia?Mir, en esa poca todos eran colricos, pero si nadie los vea, quin sabe.

VIIINSTOR viva con su mujer y con su hijo, que tambin se llamaba Nstor, en la calle Juan Francisco Segu, en una casita compuesta de comedor y una pieza al frente, otra pieza y las dependencias al fondo, sobre un jardn o terreno. Cuando los dos amigos llegaron, los otros estaban reunidos en el comedor. En una de las paredes haba un reloj de pndulo, detenido en las doce. La seora, doa Regina, segn su costumbre no se dejaba ver por los amigos del marido; para contestar una pregunta sobre ella, ste vagamente seal los fondos.El hijo explicaba:Me esperan en un caf del otro lado de la avenida.Alvear precis Dante.Todos rieron. Con la mayor seriedad Jimi explic:Nuestro viejito es prehistrico.El hijo de Nstor corrigi cortsmente:El seor Dante quiso decir la avenida del Libertador.Tiene razn Dante observ Arvalo. Hay que oponerse al cambio de nombres. Cada veinte aos cambian las casas, cambian los nombres de las calles...Cambia la gente seal Jimi y se puso a tararear:Dnde est mi Buenos Aires?No hay razn para considerar que es la misma ciudad. asegur Arvalo.El muchacho se despeda de los invitados de su padre. Vidal se disculp:Qu manera de invadir la casa.Hasta lo obligamos a salir aadi Arvalo.Lo principal es que estn a gusto asegur el muchacho. Por m no se hagan problema.Es una barbaridad que tenga que irse por nosotros dijo Arvalo.Qu es eso, comparado? protest el muchacho. Yo estoy con los amigos de pap. En un balbuceo, agreg: Caiga quien caiga.Afectuosamente palme en el hombro a su padre. Sonri, salud con la mano en alto, parti.Un buen chico dijo Vidal.Un charlatn murmur Jimi.Nstor sirvi el fernet, los manes, las aceitunas. Rey adelant una mano vida. Tiraron a reyes; le toc a Vidal jugar con Jimi y Arvalo, de modo que esa noche, antes de empezar, los partidos estaban ganados.Qu me dicen del tapicero? coment Rey, con la boca llena. Vidal pregunt a Nstor:Lo conocas?Lo he visto mil veces, frente a tu casa. Aunque Nstor pronunci frente con una erre marcadamente francesa, nadie sonri, salvo Jimi, que tambin gui un ojo.De quin hablan? pregunt Dante.Noto con alarma un gran cambio dijo Arvalo.Del abuelo de Rey dijo Jimi, sofocando la risa,No te creo replic Dante. Noto con alarma un gran cambio insisti Arvalo. Estas cosas pasaban antes en las noticias de polica, a desconocidos; ahora a personas del barrio.Cuyas caras conocemos aadi, truculento, Rey.Otro pasito y pobres de nosotros! gimi Jimi, guiando un ojo.T no tienes alma dijo Rey, como si lo descalificara. Por qu el gobierno tolera que ese charlatn, desde la radio oficial, difunda la ponzoa?Vidal habl en tono reflexivo:Yo creo que Farrel ha dado conciencia a la juventud. Si ests en contra de las charlas de fogn, todava te van a confundir con los matusalenes.Qu razonamiento dijo Arvalo, con una sonrisa.Seal Rey:Veis la ponzoa? Nuestro propio Isidro nos habla con los terminachos del demagogo.De acuerdo concedi Arvalo pero a vos, Leandro, se te va la mano. Sos demasiado conservador.Por qu no he de serlo?Por qu se vuelven odiosos los viejos? argument Arvalo. Estn demasiado satisfechos y no ceden su lugar.Al Ponderoso, quin lo mueve de la registradora? pregunt Jimi.Ceder a chapuceros, porque son jvenes? Abandonar el fruto de mi trabajo? Dejar el timn? .Guiando un ojo, Jimi cant:Cmo rezongan los aos!Mucha broma coment Nstor, y sin perdonar una erre francesa, continu: pero si la autoridad no para esta ola, quin estar seguro?Recuerdan la ricachona de Ugarteche? pregunt Rey. La vieja de los gatos? pregunt Arvalo.La vieja de los gatos asinti Rey. Qu podan echarle en cara? Una extravagancia, alimentar gatos. Pues nada, ayer en la esquina de su casa, una cfila de muchachuelos la mat a golpes, a vista y paciencia de los transentes.Y de los gatos agreg Jimi, que no toleraba por mucho tiempo las tristezas.Husmeaban el cadver puntualiz Rey.Jimi coment con Vidal:Frente al gallego hay que abrir el paraguas. Viste cmo vol el pedacito de man? Los viejos al hablar escupimos. Yo me venia salvando de esta desgracia; pero ya empec. Los otros das, no me acuerdo a quin, en el calor de una explicacin le apliqu mi redondelito blanco en la manga. Para disimular, yo quera seguir la conversacin, pero slo pensaba: Ojal que no se de cuenta.Peor es el caso del abuelo dijo Arvalo.De Rey? pregunt Dante.Ustedes no leen los diarios? pregunt Arvalo.Era un peso para la familia y fue eliminado por dos nietos de seis y ocho aos.Respectivamente concluy Rey.Se proponen inquietarme? pregunt Jimi. Hablemos de cosas serias. El domingo, gana River?En la justa de honor, River se agranda declar Rey.Por algo te dicen Ponderoso apunt Arvalo. Dante pregunt irritado:Eso qu tiene que ver con su abuelo? Recordaron enormidades que ocurran en canchas y en tribunas. Rey sostuvo:Hoy por hoy, el varn prudente presencia el ftbol ante su pantalla de televisin. Lo que es yo dijo Dante, que por una vez haba odo ahora no voy a la cancha aunque juegue Excursionistas.Tras mostrarse partidario de una confrontacin actual, directa, Nstor anunci:El domingo ya me vern en las tribunas alentando a River.No seas inconsciente rog Jimi.Suicida flemticamente sentenci Rey.Dante explic:Nstor va con su hijo.Ah, eso es otra cosa admiti el mismo Rey.Ufano en su orgullo de padre, confirm Nstor: Vieron? No soy inconsciente ni suicida. El chico me acompaa.Mientras tanto, con la conversacin acot Jimi da largas al juego y posterga la derrota. Nos tendr engaados el viejito? Ser un vivo?Cuando la derrota lleg cuatro veces, los perdedores dijeron basta. Dante declar su intencin de acostarse temprano, Nstor ofreci otra vuelta de fernet y de manes. Rey observ que era medianoche. Pagaron.En amor vamos a tener una suerte brbara dijo Nstor.Por qu van a tener? pregunt Jimi. No fue por falta de cartas que perdieron. Rey sonri, movi la cabeza, reproch afectuosamente:Por lo menos djanos la esperanza.Mrenlo pidi Arvalo. Dnde est su famoso empaque? Por algo sostena Novin que la sola idea del amor humaniza.Salieron juntos, pero cada cual muy pronto se encamin a su casa, excepto Rey, que dijo:Quiero estirar las piernas. Te acompao, Isidro, hasta la puerta. En tono de confidencia agreg: Te ruego que no imagines que el nico entretenimiento en mi vida es el de arrellanarme en la butaca, frente al ftbol televisado. Lo digo con el mayor respeto por esos chirimbolos de la tcnica. Vidal sinti que esta ltima frase lo enconaba inexplicablemente contra su amigo. Iban llegando. Rey lo tom del brazo y le dijo:Caminemos un poco ms. Ven, acompame hasta casa.Mientras caminaban, Vidal pens que por su parte quera estar solo, ya en cama, preferiblemente dormido. Para romper el silencio coment:Esta noche el fro amaina.Ya viene, con retardo pero ya viene, el veranillo de San Juan.Vidal se dijo que en la noche, como si hubiera ms lugar, sola encontrarse libre de circunstancias que durante el da lo atenaceaban; el lumbago, por ejemplo, se haba esfumado, o por lo menos incomodaba apenas. Como llegaban a la panadera, se apresur a exclamar:Hasta maana.Te acompao hasta tu casa.A Vidal se le ocurri, por primera vez, que el otro acaso quera decirle algo importante. Pens tambin que as, mientras Rey no se resolva, caminaran hasta el alba. De nuevo rompi el silencio.Por qu no estabas ayer en el despacho?A la maana? Exageraciones de las chicas...Sin duda la necesidad y el escrpulo de hablar lo abstraan, Vidal no era curioso. Con el egosmo de un hombre cansado resolvi cortar ese ir y venir.Hasta maana dijo y se meti por el zagun. Vagamente entrevi la carnosa cara de Rey, que abra la boca.

IXSbado, 28 de junio

A LA maana reapareci el lumbago. Lentamente Vidal se levant, calent el agua, se visti, chup unos mates. En los movimientos que ensayaba indag, sin prisa, el dolor. Bromeando consigo, compar esa accin con la de un buen jugador de truco, por ejemplo Arvalo (o Jimi cuando imitaba a Arvalo), que orejea las cartas y con alardeada lentitud se entera del juego que le toc en suerte. Despus de un rato lleg a la conclusin de que el dolor, muy llevadero, no justificaba por ahora inyecciones u otro gasto de farmacia. Entendi entonces que deba, como un varn, afrontar una verdadera prueba, la ms dura: el lavado de alguna ropa. Dijo Ahora mismo; imagin el esfuerzo de fregar y enjuagar con la espalda encorvada, se acobard, calific de mastodontes a las viejas piletas del inquilinato, anchas y profundas. Protest: Un modelo que ya no se fabrica. No por nada dicen que la gente de antes era ms grande. Recogi un par de medias, un calzoncillo, una camisa, una camiseta. Sacudi la cabeza y declar: No hay ms remedio. Hasta que paguen la pensin me pregunto si la pagarn algn da no doy ropa a lavar. Antonia me tomar entre ojos, como todos los meses, cuando le retiro la ropa a su madre. Hasta que me paguen, ese y otros lujos quedan eliminados. Qu manera de hablar solo.Doa Dalmacia, la madre de Antonia, era el personaje ms popular del inquilinato. Viuda desde joven, dirase que lavando y planchando (sin por ello interrumpir las bromas y el canturreo) esta valiente seora criolla haba criado, educado, mantenido, relativamente pulcros, a ocho hijos. Ahora, como todos ellos (menos Antonia), se haban casado y vivan afuera, doa Dalmacia recogi a las tres plidas chiquilinas de un hijo que pasaba por estrecheces: en el amplio corazn de la seora sobraba lugar y su nimo para el trabajo no conoca lmites. La edad, sin embargo, le haba modificado el carcter, en el que era de advertir una acentuacin de cierta brusquedad ingnita, lo que dio pie sin duda a que gente nueva en el barrio le aplicara el alias, no menos afectuoso que burln, de el Soldadote; pero si los enojos de la seora eran contundentes quien la enemistaba corra algn riesgo tambin era cierto que perdonaba con prontitud y que olvidaba las ofensas.Camino al fondo, Vidal murmur: Ojal que no encuentre a nadie. Aqu llevan un censo de las veces que va uno al bao. Por cierto, encontr a Nlida, que lavaba, y a Faber.Le explicaba a la seorita dijo Faber que no toda la culpa es de los inadaptados. Tambin estn los que azuzan.Quiere creer, don Isidro, que Antonia me da vuelta la cara?No puede ser dijo Vidal.No puede ser? Usted no la conoce. El seor Faber no me ha hecho nada, pero ella quiere que lo trate como a un perro.Faber asinti con la cabeza. Vidal exclam:Increble.Le cuento una cosa? Ahora me comenta con todo el mundo, porque la otra noche estuve en su cuarto.Vidal no pudo conceder a esta revelacin el asombro esperado, porque llegaron Dante (con algo inslito en su apariencia) y Arvalo. Rpidamente se retir Nlida.Bueno dijo pero ustedes no estn siempre a vista y paciencia.Faber huy en direccin a su pieza y, Vidal se top con el encargado. ste declar:No hay que permitir que desacuerdos, llammoslos nimiedades, nos aparten. Un ejemplo? El seor Bogliolo est hecho una fiera, porque le derramaron agua desde el altillo. Es para tanto? Ahora voy arriba, a ver qu descubro se alej unos metros, los desanduvo, anunci dramticamente: O presentamos un frente unido o nos corren de todos lados.Cuando se fue el encargado, Arvalo dijo:En esta casa reina la animacin. Nosotros, ms bien, necesitamos tranquilidad. Queremos hacerte una consulta.Estoy a la disposicin de ustedes contest Vidal.No te pongas tan solemne. Queremos tu opinin. Dante, aqu presente, resolvi anoche... lo digo?Para eso nos costeamos hasta ac dijo Dante, molesto. Cuanto antes mejor.Arvalo habl rpidamente:Resolvi anoche teirse el pelo y pregunta qu opinas. Vidal balbuce:Me parece perfecto... No te apures protest Arvalo.Te explico mis dudas? pregunt Dante. Hay personas a quienes el pelo canoso repugna y enfurece; en cambio a otros les da rabia un viejo teido.Te explico? dijo Arvalo. Yo le contaba a Dante que una vez, yendo con una chica a un hotel, nos cruzamos en la puerta con otra pareja. La chica se ri: Mira el viejito. Mir y era un condiscpulo mo, ms joven que yo, slo que pareca una oveja con el pelo blanco.Vos te tes?Ests loco? Gracias a Dios, nunca me hizo falta.Hay un pero observ Dante, con visible preocupacin. La tintura se nota.Qu se va a notar replic Arvalo. Nadie se fija en nadie. Tenemos una idea general de que fulano es canoso o es calvo.Las mujeres a lo mejor se fijan opin Vidal.No te oigo dijo Dante.Se fijan en otras mujeres, para criticarlas dijo Arvalo.Ahora la gente se fija insisti Dante. Y no me van a negar: un viejo teido provoca irritacin.Y los calvos? pregunt Vidal.La tintura continu Dante es, hoy por hoy, un procedimiento burdo. Se nota.La mitad de las chicas que andan por la calle estn teidas. Lo notas?Yo no dijo Dante.Como si cambiara de bando, admiti Arvalo:Se nota cuando disimula. Qu me dicen de esas negras teidas de rubias?No me interesan las negras. Dganme la verdad, parezco ms joven? Yo as no engao a nadie declar Dante, desolado.Entonces, para qu te teiste? pregunt Arvalo.No s, che. Te pregunt.A veces no hay ms remedio que saltar en el vaco.Eso parece fcil, tratndose de los otros. Y ahora no me dicen nada, si est bien o si est mal. Estoy peor que antes?Vidal pens: Es un chico enojado y necio. Pregunt:Un calvo, qu hace? Volvi Nlida.Ay, seor exclam en voz baja lo llama por telfono Leandro.Me esperan un momento?No, nos vamos..Nlida le dijo:Qu va a hacer con esa ropa? Voy a lavarla.Dmela. Antonia le va a tomar una idea...No faltara ms.Para entrar en el taller, donde trabajaban media docena de muchachas, domin una instintiva aprehensin; sin embargo, la circunstancia de que lo rodearan mujeres jvenes hasta hace poco lo atraa.Por telfono Rey le dijo:Estoy por invertir unos pesitos en un hotel...No digas...Me gustara mostrrtelo. Te animas a salir esta tarde? No queda lejos de tu casa. Las cinco es muy temprano?Precis la calle Lafinur y el nmero.Nunca hubiera credo Vidal que se era el secreto que perturbaba anoche a su amigo. Pens que l era un mal psiclogo. No acababa de conocer a la gente.

XAL desembocar en la calle Lafinur exclam: No puede ser. Pocos pasos despus admiti: Sin embargo, no hay otro por ac. Desde luego, las vacilaciones de la noche anterior se volvan comprensibles: el pobre Rey no se resolva a comunicarle su propsito de comprar un hotel de citas. Ahora l mismo vacilaba. Confesemos, dijo, que entrar sin una compaera resulta incmodo. Rey apareci en la puerta del hotel, con una gran sonrisa, y lo llam por seas. Cuntos aos tendra que vivir el hombre para dejar atrs todas las vergenzas injustificadas, para madurar, completamente? Haba mirado en derredor, esperanzado quiz de entrar sin que nadie lo viera, sobre todo por la circunstancia agravante de que el pesado de Rey llamaba la atencin con sus gestos. En seguida Rey lo abraz, muy contento y hasta nervioso. Desde luego no exista motivo alguno para que un observador casual imaginara disparates. Infinidad de razones podan llevar ah a un par de seores como ellos. Por ejemplo, la de visitar el hotel, con intencin de comprarlo. Como tantas veces, la verdad pareca increble.Rey lo condujo por un corredor, que daba al patio, golpe con prudentes nudillos en una puerta, la abri sin esperar que le contestaran y se hizo a un lado, para que Vidal entrara primero. Tras una brevsima duda, ste lo obedeci. Haba perdido el aplomo, como en una situacin de sueo, de modo que se alegr de encontrarse frente a ese gordo plido, el patrn indudablemente, en un escritorio, con una mesa y tacitas de caf. Rey present:Mi amigo Vidal. Mi paisano Jess Vilaseco.Otro pocillo, Paco vocifer el patrn. Bien calibrado y caliente el caf. Baj la voz, para preguntar en un gemido: Hay domsticos peores que los de hoteles como este? Si lo sacas a Paco de las camas, para qu sirve? Para traer fro el caf, tibio el refresco.Apareci el individuo con la tacita: un pelafustn plido como su amo, pero ms joven e infinitamente desaseado. Anunci:Don Jess, en el dieciocho nos dejaron de nuevo una pared que da grima.Fue el de Anglica, Paco? Qu va. Si a ese to le echo el guante...Ms caf, Paco, y por una vez calentito. Quin es el de Anglica? pregunt Rey.Un mentecato que invariablemente escribe en la pared: Anglica, siempre te busco.Vidal pens: Un abandonado. La llama con amor, pero sin ilusiones. Intercedi:Pobre hombre...Pobre hombre? repiti el patrn. Por angelitos como ese un da te clausuran el local.No cuente? ponder Rey.Tarde o temprano se cruza con la fulana, que si viene aqu no anda sola, y te la despacha como a un conejo. Desde el llano ustedes piensan que uno se da una vida regalada, que esto es un Per. Socarronamente Rey lo interrumpi:No te quejes. Fuera de las funerarias, qu ramo cobra contante y sonante, como el tuyo?Nos comparas? A ellos, quin los molesta? Di que se requiere un estmago...Vidal pens que en esa conversacin estaban invertidos los papeles. El comprador elogiaba la mercanca, el vendedor la denigraba. Se haban distrado? Rey interpel a su paisano:Qu sabrs t de mis guerras para cobrar a fin de mes una libreta? Sin contar el fiado y el robo hormiga.Y t, qu sabes de sobresaltos? Al inspector, que arreglas con un pan dulce, no lo conformo con la entrada bruta de un sbado, para no decir nada de las visitas de la Comisin del Honorable Concejo ni de los tipejos del patrullero. Te cuento a quin envidio? A don Eladio, que se pas de la flota de taxis a la red de garages y a la carne en trnsito. Para cundo el cafecito, Paco?Hablaron largo y tendido sobre don Eladio. Vidal se dijo que estos hombres de negocios, como si no tuvieran nada que hacer, no mostraban apuro; en cambio l, un desocupado, no poda perder el tiempo de esa manera. Tal vez para seguir ah sentado encontrara aliciente en un espectculo que pareca inevitable: las evoluciones de esos dos, a partir de la posicin que haban tomado, para llegar a sus respectivas metas de cobrar ms y de pagar menos. En verdad, estaba furioso de impaciencia. Entr Paco y, poniendo la cafetera sobre la mesa, dijo:Si no est caliente, la culpa es de los que llegan. Cada triqui traca, el timbre.Y t todava te quejas coment Rey.No he de quejarme, Leandro? Slo pido un caf calentito.Se entreabri la puerta y una voz femenina pregunt: Se puede?Acudi Paco a ver quin llamaba. Es Tuna? dijo. Cmo te va? Qu tal? dijo el patrn. Por fin llegaste dijo Rey, mirando de soslayo el reloj.Era una muchacha cobriza, de baja estatura, de fuerte pelo negro, de frente muy estrecha, de ojos chicos y duros, de pmulos prominentes, vestida con ropa nueva, humilde. Estaba resfriada.Un caf, Tuna? pregunt el patrn. A lo mejor se esmera Paco y lo trae caliente.Gracias, no tengo tiempo.Rey pregunt con alarma:No tienes tiempo?Pero s, che. Digo noms que no me sobra.Vidal se haba levantado de la silla; como no los presentaron, salud con una inclinacin de cabeza.Bueno, si te parece, vamos pasando sugiri el patrn.Tuna extrajo de la cartera un pauelo de papel, lo despleg con pulcritud, son abundantemente la nariz. Vidal observ que cerraba la mano sobre el bollo de papel mojado y que el esmalte de las uas era rojo oscuro. Se pregunt por qu estaba ah la muchacha. Era la intermediaria? No lo pareca.Te seguimos dijo Rey.Vidal fue el ltimo en salir. Las piezas, con su interminable fila de puertas de color verde nilo, daban a un alero; a la derecha, bajo un parral, corra un pasaje para automviles, clausurado. El patrn empu el picaporte de la primen puerta.No, don Jess, que hay gente previno Paco.Todas las piezas son iguales declar el patrn y abri la segunda.Entraron Tuna y Rey, el patrn hizo pasar a Vidal, se retir y cerr. En el cuarto haba una espaciosa cama, dos mesas de luz, dos sillas, grandes espejos. Vidal se dijo: Ca en una trampa. En seguida recapacit que esa idea era absurda. Hasta cundo l, un hombre ya cansado, sera ntimamente un chico? Peor: un chico tmido. Para ms de una situacin imprevista, hasta el fin de sus das... Advirti entonces que Rey besaba mimosamente las manos de la muchacha.O te portas bien o me voy amenaz Tuna. Ya te dije que no quiero perder tiempo.Seremos formales afirm Rey, con resignacin.Le seal a Vidal una silla y se sent en el borde de la cama. Ah, sentado como un nio juicioso, resultaba muy grande y muy gordo.Distradamente Vidal ley las inscripciones en la pared: Adriana y Martn, Rubn y Celia, Recuerdo de un corazn entrerriano, Pilar y Rubn.Tuna padeca un copioso resfro de nariz. La sonaba con sucesivos pauelos de papel, que sacaba de la cartera y, ya usados, acumulaba sobre la silla libre. Solcito Rey le insinu:Si temes que te haga dao...Si me hiciera mal desnudarme asegur Tuna estara tuberculosa.A medida que se quitaba la ropa, la pona ordenadamente en el respaldo de la silla. Desnuda, camin por el cuarto, con inesperada cortedad esboz pasos de baile, levant extticamente los brazos, gir sobre s misma. Vidal not que la piel, desde los senos hasta el bajo vientre, era griscea y que junto al ombligo tena un lunar negro. La muchacha se acerc a Rey, para que la besara. Despus habl. Sorprendido, Vidal comprendi que le habl. Tuna le deca:Vos tampoco vas a hacer nada?Se apresur a contestar:No, no, gracias.En ese momento entrevi la posibilidad de sentir luego disgusto, acaso enojo. Rey alegaba entre risotadas:Por m no tengas empacho... Es pan comido la Tuna.Tal vez quisiera mostrarse dueo de la situacin. Vidal se dispona a replicar secamente, cuando la muchacha le dijo en tono triste:Si no vas a hacer nada, te pido que aceptes un recuerdo.Sac de la cartera otro pauelo de papel, lo apret contra la boca y, debajo del dibujo estampado, torpemente escribi con el lpiz de labios: De la Negra.Gracias dijo Vidal.Te llaman la Negra? pregunt Rey, con ansiedad. A m no me dijiste que te llamaban la Negra.Se visti la mujer, pidi su paga, se trab con Rey en acre debate sobre el monto. Vidal record que Rey llamaba la hora de la verdad el momento de entregar el dinero. Al despedirse, Tuna y Rey ya no estaban peleados. Afectuosos, como cualquier sobrina y cualquier to, se besaron en la mejilla.Cuando los hombres quedaron solos, Rey coment:No est mal la chicuela. Dispongo de otras iguales o parecidas, un enjambre de ellas, en constante contacto telefnico... Te digo cmo la descubr? En la seccin Servicio Domstico, un aviso clasificado tanto machacaba sobre la buena presencia, que llam poderosamente mi atencin. No son malas chicas, vinculadas eso s a una caterva de muchachones, que no es de fiar.Se despidieron del patrn y salieron a la calle. Quin sabe porqu Vidal sinti piedad por su amigo. Quera hablarle, para no parecer enojado, pero sin que se le ocurriera un tema de conversacin, caminaron buen trecho. Cuando pasaron frente a la casa en demolicin, ponder:Con qu rapidez la destruyen.Aqu slo para destruir somos rpidos afirm Rey.Vidal mir la demolicin. Ahora quedaba a la intemperie el empapelado de lo que sin duda fue el dormitorio, con un cuadrado descolorido, donde debi de colgar un retrato, y tambin se descubran las intimidades del cuarto de bao. Frente a la panadera, record la manera en que la noche anterior se haba librado de Rey, y, como basta un antecedente para establecer una costumbre, sin premeditacin dijo:Me esperan. Te dejo.Se alej con paso apresurado. Cuando se volvi, sus ojos encontraron la misma imagen de la noche anterior: la carnosa cara de Rey, que abra la boca.

XICOMO un animal que anhela su cueva, tena ganas de volver a casa, pero con asombro descubri que estaba inquieto y opt por cansar un poco los nervios antes de encerrarse en la pieza a pasar la noche. Se dijo que a sus aos un hombre ha conocido tantas experiencias, que un episodio como el del hotel no lo sorprende demasiado. Lo compar, sin embargo, a sueos en que la situacin no es amenazadora ni angustiosa, pero que resultan opresivos por un indefinible poder de las imgenes. Quin sabe qu asociacin de ideas le trajo en ese momento el recuerdo de un perro de la casa paterna, cuando l era chico, el pobre Vigilante, que luego de una larga conducta de abnegacin, constancia y dignidad, se entreg, ya viejo, a la indecorosa e intil persecucin de las perras del barrio. Probablemente por primera vez en la vida l se ofendi. La amistad con el perro no volvi a ser la misma y cuando lo perdieron conoci dos nuevos estados de nimo: el remordimiento y el desconsuelo.Pens que una conversacin con Jimi le hara bien. Con su extraordinaria cordura, Jimi le ayudara a echar todo a la broma, a entender esa emboscada, tan absurda, que le haban tendido. Es verdad que difcilmente podra contar la historia sin mencionar a Rey, mejor dicho, sin rerse de Rey, pero tambin era verdad que ste, para cumplir sus misteriosos propsitos, lo haba engaado. De cualquier manera, le desagradaba cometer, a sabiendas, una deslealtad a un amigo. Record entonces una frase que le servira quiz para proteger al pobre Rey: Se dice el pecado, no el pecador. Por cunto tiempo sera capaz de esgrimirla ante Jimi? Sin hacerse mayores ilusiones lleg a la calle Malabia, donde Jimi viva desde que le pagaron para que dejara su domicilio anterior, de Juncal y Bulnes. Con intencin de pasar unos das se mud a un hotel. Su buena estrella quiso que ah tambin el propietario decidiera levantar un edificio nuevo y que para desalojar en el acto a los ocupantes los indemnizara. Jimi, el recin llegado, pidi ms que nadie, indefinidamente fue quedndose y ahora estaba instalado en el casern, que todava ostentaba a la derecha de la puerta una placa negra y brillosa, donde se lea en doradas letras inglesas: Hotel Nuevo Lucense. Viva con Jimi una sobrina desvada, rubia y amatronada, Eulalia, sobre cuyas funciones en aquel hogar corran conjeturas, ya que del grueso de la tarea domstica se encargaba Leticia, la muchacha que dorma afuera: criatura de fisonoma a medio hacer, repulsiva ante todo por el cutis, que recordaba el de una momia.El Nuevo Lucense originalmente haba sido una casa de familia, de esas de principio de siglo, con la cocina y otras dependencias en el stano. La cocina reciba luz por una ventana semicircular, abierta al ras de la vereda. Algo, que all abajo se desplazaba contra el blanco de los mosaicos, atrajo su atencin.Se detuvo, se agach, observ. Le pareci que una pareja bailaba por el stano y que en su danza alternaba la tensa tiesura con el deslizamiento raudo, la sacudida con el zarandeo. Al rato descubri que la mujer que se debata abrazada era Leticia. La persegua Jimi, irreconocible en su pltora de tenacidad y de urgencia. Presentaban ambos un aspecto descompuesto, con la ropa y el pelo desordenado. La visin inmoviliz a Vidal, encorvado frente a la ventana. Lo despert de su estupor una voz desconocida e inmediata.Tal cual un perro prendido. El viejo inmundo merece escarmiento.Se incorpor a medias. Desde lo alto le hablaba un joven estrecho, sin duda fantico y conminatorio. Instintivamente Vidal sali en defensa de su amigo.No exageremos dijo.Usted opina eso? pregunt el joven, como si lo emplazara.Vidal atin a decir:Yo no hara eso, pero si a l le gusta, es libre.Ms de una vez, en el trayecto a su casa, mir hacia atrs, para cerciorarse de que no lo seguan. La extraa racha de hoteles y de amoros grotescos haba concluido en una escena ambigua, que lo dejaba descontento. Tena algo que reprocharse? Por curiosidad estpida haba puesto en evidencia a un amigo y despus no haba mostrado decisin para defenderlo. Mientras deploraba esa falta de coraje, en la que no recaera, mir hacia atrs.

XIIDomingo, 29 de junio

HACE una maana muy linda afirm Nstor, al entrar en la pieza de Vidal. Hoy no da ganas de quedarse en casa.Quers ir con nosotros al ftbol?No creo, che. Sigue el fro.Aqu adentro, dirs.