Basta un pequeño esfuerzo para salvar una vida

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Basta un pequeño esfuerzo para salvar una vida A menudo cuando vemos un perro en la calle sin una persona a su lado pensamos ¿le habrán dejado suelto? (como hacen muchos dueños) ¿o estará abandonado? Por regla general aceptamos la primera pregunta como válida, no nos tomamos la molestia de investigar muchas veces por comodidad, y nos vamos sin pensar que el pobre animal puede estar desorientado y perdido. Hace unos años tuve una experiencia similar. Eran las 22:30 h y yo iba por la calle con unas amigas, a lo lejos vimos como un perro andaba “haciendo eses” por en medio de la carretera. Todas nos quedamos mirando fijamente sin movernos, hasta que una fue corriendo para sacarlo, con mucho cuidado para no asustarle le dirigió a la acera. Era un perro grande, parecido a un pastor alemán, se le veía cansado, desorientado y asustado. Mientras ellas asistían al perro llamé a la protectora, pero a esa hora no cogía nadie el teléfono, así que se nos ocurrió llamar a la guardia civil. Ellos si que nos atendieron, al ver que no iban a hacer nada les dijimos que era un peligro dejarlo allí porque podría producir un accidente de tráfico pero ni aun así vinieron a recoger al pobre animal. Al poco rato empezó a acercarse gente para ver que ocurría, le trajeron agua y comida para que se recuperara un poco. La gente decía cosas como: - No entiendo como alguien puede ser capaz de abandonar a un animal, no tienen corazón. - Tendría que haber pena de cárcel para quien hiciera algo así. Insultaban y despotricaban sin aportar soluciones. Por distintos motivos nadie podía llevarse al animal a su casa y la gente empezó a marcharse pensando que no se podía hacer nada. A alguien se le ocurrió ir a la comisaría que estaba una calle más arriba, para ver si podían tener allí al animal hasta el día siguiente, un grupo más reducido fuimos a probar suerte. Cuando estábamos en la comisaría llegó mi padre, le había llamado cuando encontramos al perro. El policía de la entrada fue muy amable y nos consiguió una entrevista con el comisario para exponerle el caso. Una chica, que se había parado al ver lo que ocurría, y yo entramos, intentamos por todos los medios que se lo quedaran por esa noche pero una vez más nos dieron con la puerta en las narices. Cuando salimos explicamos lo ocurrido a los que nos esperaban fuera cuidando al perro que continuaba triste y cansado. En esos momentos entre la desesperación, la impotencia y la rabia una mujer nos comentó que cerca de ese lugar había una casa con jardín perteneciente a Parcs i Jardins de la Generalitat, el único inconveniente era que nadie “podía” ir, yo sí podía y quería pero también tenía miedo y me sentía sola. Una chica dijo que ella iba pero no sola porque era un sitio peligroso y le daba miedo, y aunque yo me disponía a acompañarla, por mi edad no le inspiraba mayor seguridad, gracias a mi padre, al que no me costó nada convencer, fuimos a lo que pensábamos era la última oportunidad. Fue difícil que el perro nos siguiera porque estaba cansado y no quería andar, mi padre le fabricó un collar con una cuerda que encontró pero no podía estirar de él porque le hubiese hecho daño, así que le hablábamos con cariño y dándole ánimos para que hiciera el último esfuerzo y dio resultado. Mientras andábamos pensaba que si eso no resultaba tendría que dejar al perro en la calle, se me rompió el corazón no podía dejar a ese animal desvalido solo y abandonado, pensé en quedarme toda la noche en la calle con él haciéndole compañía, aunque sabía que mi padre no me lo iba a permitir, estaba desesperada y me sentía muy culpable. Cuando llegamos a nuestro destino vimos a un hombre en la puerta y a más perros en el jardín de la casa, le empezamos a explicar lo que ocurría cuando el hombre vio al animal y sin dejarnos terminar nos dijo que era suyo, nos explicó que se le había escapado hacía dos días cuando salió corriendo al ver a un gato. Cuando el perro vio a su amo le cambió la cara, le vi por primera vez mover el rabo con energía, entró corriendo al jardín y se tumbó al lado de una silla. En aquel momento sentí una gran paz, no sólo le habíamos encontrado un sitio para pasar la noche, habíamos encontrado su casa.

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Basta un pequeño esfuerzo para salvar una vidaA menudo cuando vemos un perro en la calle sin una persona a su lado pensamos ¿le habrán dejado suelto? (como hacen muchos dueños) ¿o estará abandonado? Por regla general aceptamos la primera pregunta como válida, no nos tomamos la molestia de investigar muchas veces por comodidad, y nos vamos sin pensar que el pobre animal puede estar desorientado y perdido. 

Hace unos años tuve una experiencia similar. Eran las 22:30 h y yo iba por la calle con unas amigas, a lo lejos vimos como un perro andaba “haciendo eses” por en medio de la carretera. Todas nos quedamos mirando fijamente sin movernos, hasta que una fue corriendo para sacarlo, con mucho cuidado para no asustarle le dirigió a la acera. Era un perro grande, parecido a un pastor alemán, se le veía cansado, desorientado y asustado.

Mientras ellas asistían al perro llamé a la protectora, pero a esa hora no cogía nadie el teléfono, así que se nos ocurrió llamar a la guardia civil. Ellos si que nos atendieron, al ver que no iban a hacer nada les dijimos que era un peligro dejarlo allí porque podría producir un accidente de tráfico pero ni aun así vinieron a recoger al pobre animal.

Al poco rato empezó a acercarse gente para ver que ocurría, le trajeron agua y comida para que se recuperara un poco. La gente decía cosas como: - No entiendo como alguien puede ser capaz de abandonar a un animal, no tienen corazón. - Tendría que haber pena de cárcel para quien hiciera algo así. Insultaban y despotricaban sin aportar soluciones. Por distintos motivos nadie podía llevarse al animal a su casa y la gente empezó a marcharse pensando que no se podía hacer nada. A alguien se le ocurrió ir a la comisaría que estaba una calle más arriba, para ver si podían tener allí al animal hasta el día siguiente, un grupo más reducido fuimos a probar suerte. Cuando estábamos en la comisaría llegó mi padre, le había llamado cuando encontramos al perro. El policía de la entrada fue muy amable y nos consiguió una entrevista con el comisario para exponerle el caso. Una chica, que se había parado al ver lo que ocurría, y yo entramos, intentamos por todos los medios que se lo quedaran por esa noche pero una vez más nos dieron con la puerta en las narices. Cuando salimos explicamos lo ocurrido a los que nos esperaban fuera cuidando al perro que continuaba triste y cansado. En esos momentos entre la desesperación, la impotencia y la rabia una mujer nos comentó que cerca de ese lugar había una casa con jardín perteneciente a Parcs i Jardins de la Generalitat, el único inconveniente era que nadie “podía” ir, yo sí podía y quería pero también tenía miedo y me sentía sola. Una chica dijo que ella iba pero no sola porque era un sitio peligroso y le daba miedo, y aunque yo me disponía a acompañarla, por mi edad no le inspiraba mayor seguridad, gracias a mi padre, al que no me costó nada convencer, fuimos a lo que pensábamos era la última oportunidad. Fue difícil que el perro nos siguiera porque estaba cansado y no quería andar, mi padre le fabricó un collar con una cuerda que encontró pero no podía estirar de él porque le hubiese hecho daño, así que le hablábamos con cariño y dándole ánimos para que hiciera el último esfuerzo y dio resultado. Mientras andábamos pensaba que si eso no resultaba tendría que dejar al perro en la calle, se me rompió el corazón no podía dejar a ese animal desvalido solo y abandonado, pensé en quedarme toda la noche en la calle con él haciéndole compañía, aunque sabía que mi padre no me lo iba a permitir, estaba desesperada y me sentía muy culpable. Cuando llegamos a nuestro destino vimos a un hombre en la puerta y a más perros en el jardín de la casa, le empezamos a explicar lo que ocurría cuando el hombre vio al animal y sin dejarnos terminar nos dijo que era suyo, nos explicó que se le había escapado hacía dos días cuando salió corriendo al ver a un gato. Cuando el perro vio a su amo le cambió la cara, le vi por primera vez mover el rabo con energía, entró corriendo al jardín y se tumbó al lado de una silla.

En aquel momento sentí una gran paz, no sólo le habíamos encontrado un sitio para pasar la noche, habíamos encontrado su casa.

Gracias a toda la gente que ayudó en lo que pudo aquel perro encontró su hogar.

En esta historia se puede ver de forma clara como una sola persona puede hacer que muchas más se involucren, como insistiendo y buscando se encuentra una solución. Y que no hay que hacer caso a los obstáculos, es cierto que no encontramos apoyo en la policía, pero en este caso específico si en lugar de habernos encontrado con un comisario nada amigo de los animales nos hubiese atendido alguien sensibilizado y dispuesto a ayudar aquel perro no hubiese regresado a su casa.

Si ves a un animal solo en la calle no te desentiendas, mira sus ojos pidiendo ayuda y después de habérsela dado vuélveselos a mirar, ver ese cambio es lo mejor que te podrían dar.