Bartleby Feinman

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  artleby, Dios ha muerto  Por José Pablo Feinmann  Durante la década del cincuenta del que todavía (por unos meses) llamamos "el siglo  pasado", un escritor norteamericano escribió y publicó en un par de magazines algunas  breves y memorables historias. enía de un gran !racaso. abía escrito una voluminosa novela sobre el mar, los pescadores y las ballenas que desagradó a la crítica. #a novela era $oby Dic%, el escritor es erman $elville y una de las historias breves que publicó durante esa décad a es &artleby , el escribi ente, sobre la que es posib le trazar todo tipo de interpretaciones o alegorías. ' $elville no le gustaban las alegorías. n el capítulo #* de $oby Dic% e+plicita ese rechazo. 'dmitamos que si un escritor narra una historia sobre un capitn que persigue a una ballena blanca para matarla y vengarse de las mutilaciones que ella le ha in!erido, la narración habr de abrir inevitablemente a!anes alegóricos. $elville no lo acepta así. -ara él, $oby Dic% es una historia de "carcter razonable". a/ade0 "#a gente de tierra ignora hasta tal punto las ms notorias maravillas del mundo, que a menos de de1ar constancia de algunos datos históricos, y de otros géneros rela tiv os a las pes que ría s, pue de que tuvie ran a $ob y Dic % por una !bula desa!orada, o lo que es a2n peor y ms detestable, por una odiosa e intolerable alegoría". 3in embargo, las narraciones de $elville son interpretadas como poderosas alegorías. 45ómo decirle a ese narrador del mar que creía narrar una historia de "carcter razonable" que estaba escribiendo uno de los relatos ms hondamente meta!ísicos de la literatura universal6 'l cabo, los lectores de $oby Dic% han sido "gente de tierra", gente ale1ada de "las ms notorias maravillas del mundo" y proclives, entonces, a los caprichos de la meta!ísica, provenientes del tedio o la angustia. *gnoro si $elville impugnaba la lectura alegórica de &artleby, el escribiente. -ero hubiera tenido que apelar a otros elementos para re!utarla, &artleby, le1os de ser una historia del mar , una histor ia de las "no tor ias mar avillas del mundo ", es una peque /a his tor ia  burocrtica que se desliza en las o!icinas de un oscuro abogado de 7ueva or%. st narrada en primera persona 88precisamente por el abogado88 y en ella se anticipan algunas temticas centrales de la !iloso!ía y la literatura del siglo 0 la ausencia del sentido de la e+istencia, la burocracia como horizonte pesadillesco y repetitivo, la e+periencia !undante de la nada. &artleby es un hombre 1oven que se emplea en la e+igua o!icina del abogado8narrador. ay ahí dos copistas (7ippers y 9ur%ey ) y un 1oven de doce a/os, :inger 7ut, mandadero y repentino. &artleby se ubica en su escritorio y comienza a copiar e+pedientes. s, ahí, eso0 un amanuense o copista 1udicial. 5ierto día, el abogado le pide cote1ar alguna de sus copia s con el origi nal, le pide hacer 1untos el traba1o . l aboga do es un hombre sencill o, simple0 "3oy uno de esos abogados sin ambición que nunca se dirigen a un 1urado o sol icit an de alg2n modo el apl aus o p2b lic o". 3e de! ine tambié n como "un hombre eminentemente seguro". 'sí, le pide a &artleby revisar sus copias. &artleby le entrega una respuesta que ser célebre en la literatura0 "-re!eriría no hacerlo" (* ;ould pre!er not to). 3orprendido pero animado por un deseo de comprensión que ser, a lo largo del relato, conmovedor e in!inito, el abogado pregunta a sus otros empleados qué opinan de la situación. De eso0 que &artleby pre!iere no obedecer. :inger 7ut acerca la opinión ms cotidianamente sensata0 "5reo, se/or, que est un poco chi!lado". l abogado, por el

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Critica literaria

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Bartleby, Dios ha muerto

Bartleby, Dios ha muertoPor Jos Pablo Feinmann

Durante la dcada del cincuenta del que todava (por unos meses) llamamos "el siglo pasado", un escritor norteamericano escribi y public en un par de magazines algunas breves y memorables historias. Vena de un gran fracaso. Haba escrito una voluminosa novela sobre el mar, los pescadores y las ballenas que desagrad a la crtica. La novela era Moby Dick, el escritor es Herman Melville y una de las historias breves que public durante esa dcada es Bartleby, el escribiente, sobre la que es posible trazar todo tipo de interpretaciones o alegoras. A Melville no le gustaban las alegoras. En el captulo XLIV de Moby Dick explicita ese rechazo. Admitamos que si un escritor narra una historia sobre un capitn que persigue a una ballena blanca para matarla y vengarse de las mutilaciones que ella le ha inferido, la narracin habr de abrir inevitablemente afanes alegricos. Melville no lo acepta as. Para l, Moby Dick es una historia de "carcter razonable". Y aade: "La gente de tierra ignora hasta tal punto las ms notorias maravillas del mundo, que a menos de dejar constancia de algunos datos histricos, y de otros gneros relativos a las pesqueras, puede que tuvieran a Moby Dick por una fbula desaforada, o lo que es an peor y ms detestable, por una odiosa e intolerable alegora". Sin embargo, las narraciones de Melville son interpretadas como poderosas alegoras. Cmo decirle a ese narrador del mar que crea narrar una historia de "carcter razonable" que estaba escribiendo uno de los relatos ms hondamente metafsicos de la literatura universal? Al cabo, los lectores de Moby Dick han sido "gente de tierra", gente alejada de "las ms notorias maravillas del mundo" y proclives, entonces, a los caprichos de la metafsica, provenientes del tedio o la angustia.

Ignoro si Melville impugnaba la lectura alegrica de Bartleby, el escribiente. Pero hubiera tenido que apelar a otros elementos para refutarla, Bartleby, lejos de ser una historia del mar, una historia de las "notorias maravillas del mundo", es una pequea historia burocrtica que se desliza en las oficinas de un oscuro abogado de Nueva York. Est narrada en primera persona --precisamente por el abogado-- y en ella se anticipan algunas temticas centrales de la filosofa y la literatura del siglo XX: la ausencia del sentido de la existencia, la burocracia como horizonte pesadillesco y repetitivo, la experiencia fundante de la nada.

Bartleby es un hombre joven que se emplea en la exigua oficina del abogado-narrador. Hay ah dos copistas (Nippers y Turkey) y un joven de doce aos, Ginger Nut, mandadero y repentino. Bartleby se ubica en su escritorio y comienza a copiar expedientes. Es, ah, eso: un amanuense o copista judicial. Cierto da, el abogado le pide cotejar alguna de sus copias con el original, le pide hacer juntos el trabajo. El abogado es un hombre sencillo, simple: "Soy uno de esos abogados sin ambicin que nunca se dirigen a un jurado o solicitan de algn modo el aplauso pblico". Se define tambin como "un hombre eminentemente seguro". As, le pide a Bartleby revisar sus copias. Bartleby le entrega una respuesta que ser clebre en la literatura: "Preferira no hacerlo" (I would prefer not to). Sorprendido pero animado por un deseo de comprensin que ser, a lo largo del relato, conmovedor e infinito, el abogado pregunta a sus otros empleados qu opinan de la situacin. De eso: que Bartleby prefiere no obedecer. Ginger Nut acerca la opinin ms cotidianamente sensata: "Creo, seor, que est un poco chiflado". El abogado, por el momento, no insiste. Confiesa: "Nada exaspera ms a una persona seria que una resistencia pasiva". Le pide a Bartleby que se cruce hasta el correo. Bartleby dice su "preferira no hacerlo". El abogado busca una mayor precisin: "No quiere (will) ir?" Bartleby: "Lo preferira (prefer) as". Es Melville quien marca en bastardilla los dos verbos: desear y preferir. Bartleby no tiene deseos, tiene preferencias, lo cual mitiga la presencia en l de una voluntad fuerte y lo aleja de una inmediata y posible interpretacin nihilista, nietzscheana. (Lo aleja tambin del apocalptico hombre del subsuelo dostoievskiano.)

El abogado se compadece por Bartleby: "Su pobreza es grande; pero, su soledad qu terrible!". Como vemos, comienza a entender algo. Pero desea entender ms. De esta forma, dice: "Bartleby, venga, no le voy a pedir que haga nada que usted preferira no hacer. Slo quiero conversar con usted". Conversar, comprender, esas cosas de la sociabilidad humana. Bartleby responde, claro, con su "preferira no hacerlo". El abogado --en quien la angustia es creciente-- pregunta por la razn de tal conducta. Bartleby, con indiferencia, replica: "No la ve usted mismo?". "Pareca solo", narra el abogado, "absolutamente solo en el universo". Y aqu Melville introduce la nica metfora martima del texto: "Algo como un despojo en medio del ocano Atlntico". Lo cual nos remite, otra vez, a Moby Dick. (Si usted quiere saber cmo contina y concluye Bartleby puede leer la edicin de Plaza & Jans con traduccin de Borges o ir al teatro Babilonia y ver la estupenda puesta de David Amitn. Tambin puede hacer las dos cosas.)

Bartleby es un relato sobre la ausencia del sentido. El ser en tanto inmovilidad y resignacin. "Cul es la razn?", pregunta el abogado. Cuando Bartleby le responde "no la ve usted?" le est diciendo: no hay razn alguna. No hay nada que justifique hacer nada. Moby Dick es una novela sobre el ser en tanto bsqueda y voluntad de podero. El ser es, siempre, un ms all, un horizonte al cual nos abrimos, al cual nos arrojamos y este arrojarse es el sentido de nuestra existencia. Por qu Bartleby es "un despojo en medio del ocano Atlntico"?

Porque Bartleby no es Ahab ni es Moby Dick. Si Ahab no la buscara, la ballena blanca tambin sera un despojo en medio del ocano. Si la ballena no existiese, Ahab sera otro despojo, una presencia solitaria y absurda, injustificable, en medio del ocano. Ahab es ms afortunado que Bartleby: la bsqueda lo impulsa, la ballena le entrega una plenitud, que, en su caso, se expresa como persecucin y venganza. Ahab y la ballena se justifican y requieren mutuamente, de aqu que mueran juntos. Bartleby es Ahab sin la ballena blanca. Bartleby no tiene el mar, no tiene la furia, el impulso feroz de la venganza, un horizonte existencial abierto por el odio, por la voluntad de podero. Bartleby est solo en medio del universo. No hay nada que justifique su existencia ni nada existe en l que pueda crear el sentido. Bartleby, el escribiente es un texto que dice --una y otra vez-- lo que habr de decir la filosofa a partir de Nietzsche: Dios ha muerto.

As, la honda narracin de Melville se prolonga no slo en las filosofas del absurdo de mediados del siglo XX (Camus, digamos), sino tambin en la nada heidegeriana o la nusea sartreana. Dentro de la literatura (adems de estar presente en el "monstruoso insecto" kafkiano), esta experiencia de la ausencia del sentido, traducida como espera infinita, est, claro, en Beckett y en la bellsima novela de Dino Buzzati, El desierto de los trtaros. Que, en uno de sus textos ms expresivos, dice: "El cielo se haba quedado vaco, el ojo buscaba intilmente alguna cosa en las ltimas fronteras del horizonte".