Barrios de Migrantes en Buenos Aires

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1 Autoras: Susana Sassone CONICET, Argentina [email protected]; [email protected] Carolina Mera Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Argentina [email protected]; [email protected] Barrios de migrantes en Buenos Aires: Identidad, cultura y cohesión socioterritorial 1. Introducción La concentración urbana de migrantes, basada en el origen étnico y cultural, es una tendencia creciente en la Argentina. Esta cohesión socioterritorial en barrios y suburbios, según las condiciones del hábitat, de las relaciones sociales y de las representaciones establecidas entre personas del mismo origen, explica en gran parte, el “éxito” experimentado en el habitar, el trabajo, el consumo y hasta en las estrategias de gobierno local, aunque también genere barreras simbólicas que promuevan el aislamiento. Esta concentración es analizada como producto de las redes sociales que articulan los movimientos migratorios; es que por los obstáculos que tienen los migrantes en los procesos de instalación (barrera impuesta por el idioma, desconocimiento de códigos de la nueva cultura, etc. ...), entonces, recurren a asistencia de los compatriotas. El objetivo de esta ponencia es contribuir al estudio del proceso de construcción de barrios de migrantes bolivianos, coreanos y chinos en el área central de la metrópolis de Buenos Aires, a partir de sus identidades culturales, por su inscripción territorial y por sus formas de sociabilidad como mecanismos de marcación de las diferencias y de la integración dentro de la sociedad mayor. Hemos elegido estas tres corrientes entre las migraciones recientes en la Argentina y sus tres barrios característicos como casos privilegiados a la hora de reflexionar acerca de las relaciones entre identidades y territorio. Se tratará en esta aportación de indagar las modalidades de inserción de estos migrantes, en esta instancia exploratoria, por: a) su visibilidad en ciudades y b) apropiación y uso del espacio urbano. Es asi que se presentan análisis socioterritoriales sobre esos barrios: 1) Barrio Charrua –de bolivianos- en Nueva Pompeya, 2) el barrio coreano , Baek – Ku, en Flores, y 3) el barrio chino en Belgrano, todos dentro del perímetro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, área nuclear de la gran metrópolis de Buenos Aires. La elección de los barrios se fundó en tres elementos: su consolidación en el tiempo, el reconocimiento de su representatividad por la propia comunidad, y su visibilidad y valoración por las marcas étnicas diferenciales en el paisaje urbano. 2. Identidades y Territorio Se trabaja a partir de la articulación de los conceptos de identidades y territorio, ya que es una relación que adquiere cada vez mayor importancia en los fenómenos migratorios actuales, como sostiene Massey (2005:107) “no sólo existe un paralelo entre la manera de conceptualizar el espacio y la de conceptualizar entidades/identidades, sino que también el espacio es, desde un principio, parte integral de la constitución de esas subjetividades políticas”. Se parte de una concepción no esencialista de las identidades, que las concibe como posicionalidades relacionales, donde pesa la historia y la tradición en un proceso dinámico de constante reconfiguración en la organización territorial de los barrios en la ciudad (Arfuch, 2002; Bajtin, 1988; Ricoeur, 1996; Claval, 1999). Considerar la identidad como una noción que da sentido a las vidas personales, familiares, y grupales, permite ir más allá del debate de

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Autoras: Susana Sassone CONICET, Argentina [email protected]; [email protected] Mera Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Argentina [email protected]; [email protected]

Barrios de migrantes en Buenos Aires: Identidad, cultura y cohesión socioterritorial

1. Introducción La concentración urbana de migrantes, basada en el origen étnico y cultural, es una

tendencia creciente en la Argentina. Esta cohesión socioterritorial en barrios y suburbios, según las condiciones del hábitat, de las relaciones sociales y de las representaciones establecidas entre personas del mismo origen, explica en gran parte, el “éxito” experimentado en el habitar, el trabajo, el consumo y hasta en las estrategias de gobierno local, aunque también genere barreras simbólicas que promuevan el aislamiento. Esta concentración es analizada como producto de las redes sociales que articulan los movimientos migratorios; es que por los obstáculos que tienen los migrantes en los procesos de instalación (barrera impuesta por el idioma, desconocimiento de códigos de la nueva cultura, etc. ...), entonces, recurren a asistencia de los compatriotas.

El objetivo de esta ponencia es contribuir al estudio del proceso de construcción de barrios de migrantes bolivianos, coreanos y chinos en el área central de la metrópolis de Buenos Aires, a partir de sus identidades culturales, por su inscripción territorial y por sus formas de sociabilidad como mecanismos de marcación de las diferencias y de la integración dentro de la sociedad mayor. Hemos elegido estas tres corrientes entre las migraciones recientes en la Argentina y sus tres barrios característicos como casos privilegiados a la hora de reflexionar acerca de las relaciones entre identidades y territorio. Se tratará en esta aportación de indagar las modalidades de inserción de estos migrantes, en esta instancia exploratoria, por: a) su visibilidad en ciudades y b) apropiación y uso del espacio urbano. Es asi que se presentan análisis socioterritoriales sobre esos barrios: 1) Barrio Charrua –de bolivianos- en Nueva Pompeya, 2) el barrio coreano , Baek – Ku, en Flores, y 3) el barrio chino en Belgrano, todos dentro del perímetro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, área nuclear de la gran metrópolis de Buenos Aires. La elección de los barrios se fundó en tres elementos: su consolidación en el tiempo, el reconocimiento de su representatividad por la propia comunidad, y su visibilidad y valoración por las marcas étnicas diferenciales en el paisaje urbano.

2. Identidades y Territorio Se trabaja a partir de la articulación de los conceptos de identidades y territorio, ya que es

una relación que adquiere cada vez mayor importancia en los fenómenos migratorios actuales, como sostiene Massey (2005:107) “no sólo existe un paralelo entre la manera de conceptualizar el espacio y la de conceptualizar entidades/identidades, sino que también el espacio es, desde un principio, parte integral de la constitución de esas subjetividades políticas”.

Se parte de una concepción no esencialista de las identidades, que las concibe como posicionalidades relacionales, donde pesa la historia y la tradición en un proceso dinámico de constante reconfiguración en la organización territorial de los barrios en la ciudad (Arfuch, 2002; Bajtin, 1988; Ricoeur, 1996; Claval, 1999). Considerar la identidad como una noción que da sentido a las vidas personales, familiares, y grupales, permite ir más allá del debate de

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integración o asimilación, para dar cuenta del conjunto de prácticas significantes en las que los migrantes están inscriptos.

Por su parte, el concepto de territorio reúne las nociones de espacio de vida, de espacio social y de espacio vivido (Di Meo, 1991; Soja 1997; Sassone, 2002, Massey, 2005; Arfuch, 2005; Takeyuki, 2003). Cada individuo pertenece a un grupo y tiene una trayectoria personal por la cual desarrolla su sentido de pertenencia y contribuye a la construcción de una identidad colectiva. El territorio está conformado también por símbolos que contribuyen a fundar y reafirmar estos sentimientos, inscripto en el orden de la materialidad, de la realidad concreta del terreno (Sassone, 2002).

Algunos autores sostienen que el agrupamiento de inmigrantes o de grupos étnicos cumple funciones como la de protección en un entorno diferente, conservando costumbres y tradiciones y aumentando la cohesión (Kim-Hurth, 1993; Min-Choi, 1993, Mera 1998). Noirel (1988) sostiene que el reagrupamiento de individuos del mismo origen nacional o étnico como principal medio de llegar a constituir una especie de "isla" de relativa tranquilidad y seguridad en la búsqueda del entre soi. Así, ese espacio de instalación deviene barrio de migrantes o barrio étnico, en el que las personas desarrollan un sentido de pertenencia.

3. Barrio de migrante … barrio étnico … Un trabajo pionero en la Argentina, enfocado hacia la diferenciación de áreas

residenciales a partir de la inserción de inmigrantes italianos en New York y Buenos Aires es el de Baily (1985); comparó los patrones residenciales de inmigrantes en ambas urbes y distinguió como factores condicionantes, variables estructurales (ubicación y disponibilidad de trabajo, mercado de la vivienda y transporte), y culturales, entre ellas, el deseo o la necesidad de mantener vivas las redes parentales o de paisanos. Redondo (1988) analizó el barrio de La Boca como barrio étnico. Otero y Pellegrino (2003) compararon los patrones residenciales de europeos en las ciudades de Buenos Aires y Montevideo a principios del siglo XIX. Desde la perspectiva geográfica Sassone (2000 y 2002) abordó la conceptualización del barrio de migrantes, en tanto barrio comunidad, ligado a la noción humanística de “lugar”.

Barrio es un concepto que definió la escuela de Chicago por los años 20 del siglo XX, aunque los espacios residenciales fueron reconocidos con el nacimiento mismo de las ciudades. Su forma más cerrada y difundida es la del gueto aunque no abordaremos esa cuestión. Las diferentes definiciones de barrio distinguen a éste como un área, sector o distrito de la ciudad con características históricas y culturales, esto es, como espacio de identidad social. Es parte del mosaico urbano, un ámbito con atributos espaciales, sociales y funcionales. Estebánez (1988) afirmaba: “En todo barrio hay un proceso de evolución a medida que se afianza como comunidad y es posible reconocer cuatro etapas, desde el barrio físico hasta el barrio comunidad”. Este último es definido como aquel en el que las personas desarrollan un sentido de colectividad y tienden a asociarse con sus vecinos más que con las personas que viven fuera del barrio, así se acentúan los patrones de segregación urbana por las fuerzas etnoculturales. Esta idea de comunidad de una minoría étnica exige una estancia consolidada en el barrio y es consecuencia de un proceso migratorio de larga data. Ya en un sentido específico, es oportuno destacar que, entre los barrios con migrantes, sobresale como modalidad distintiva el “barrio étnico”, como expresión clara de barrio comunidad.

El barrio étnico se conforma sobre la base de las relaciones personales, familiares o sociales consolidadas por las cadenas y redes migratorias. Los migrantes se asientan en el espacio urbano e impactan en él, trascendiendo el exclusivo ámbito de los miembros de la cadena. De este modo, las jerarquías sociales establecidas en el seno de la cadena se extienden sobre la microcomunidad de radicación “el grado de etnicidad, (para la conformación del barrio étnico) entonces, es una función de control social que la élite migrante ejerce sobre una porción

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del territorio urbano” (Gandolfo, 1988). Para el autor, un barrio étnico "...no es tan sólo el lugar físico donde prevalecen los inmigrantes de un cierto origen nacional o regional, sino aquel espacio social donde siguen reproduciéndose (y modificándose) las relaciones producidas por las cadenas migratorias". No se trata de un medio estático; los migrantes están radicados en un nuevo sitio y conviviendo con otras gentes y así se ven obligados a redefinir su espacio social de pertenencia como a reconstruir su territorialidad.

Los barrios de migrantes, al igual que las urbanizaciones privadas (en el centro o en la periferia de las ciudades) son expresiones de la segregación geográfica (también llamada espacial, residencial o urbana, de acuerdo a los autores consultados). La segregación urbana puede entenderse como la separación espacial de los diferentes grupos sociales en una ciudad o un área geográfica de acuerdo con diferencias étnicas, religiosas, de ingresos, etcétera. Según Marcuse y van Kempen (2000), el fenómeno de la segregación es inherente a la historia de las ciudades y estos autores indican que lo nuevo es su intensidad, visibilidad y explicitud. Dentro del barrio los migrantes se sienten contenidos, un espacio dentro del cual se mueven con confianza y tranquilidad, mostrando –con eficiencia y certidumbre-la relación identidad étnica-territorio. Esos barrios propios condiciona de manera muy particular el proceso de construcción identitaria del grupo. Por ejemplo, iglesias y asociaciones étnicas son las que en general trabajan sobre la consolidación y enorgullecimiento de las características asociadas a la identidad étnica.

4. Acerca de la historia de las corrientes migratorias 4.1 La migración boliviana

La Argentina es el primer país de destino para la población boliviana; luego siguen en orden decreciente los Estados Unidos, Brasil, Chile y España. Su volumen no se conoce con exactitud aunque se sabe que es una de las comunidades más numerosa en el país. El último censo general de población en la Argentina (2001) hace referencia a 233. 464 bolivianos y la cancillería de Bolivia estimaba hacia el año 2003 que había 947.503 nativos en la Argentina. Más allá de las cifras, sobre las cuales el común denominador es la subestimación, el largo proceso migratorio puede explicarse bajo el criterio de la periodización. La migración boliviana hacia la Argentina, como tal, se inició hacia fines del siglo XIX y se pueden reconocer cinco fases (Sassone, 1984; Sassone y De Marco, 1994; Bertone de Daguerre, 2005).

En la primera (1880-1930) los flujos de bolivianos comienzan como migración fronteriza (Villar, 1973 a y b), en respuesta a la demanda estacional de mano de obra para las cosechas agrícolas en el Norte argentino. Era mano de obra masculina (trabajadores de temporada o “braceros”), empleados para la zafra en los grandes ingenios del valle del río San Francisco, comarca repartida entre las provincias de Jujuy y Salta, y conocida como El Ramal (Sassone, 1988). Posteriormente, se sumó la demanda de estos asalariados rurales para las cosechas de otros cultivos de la región, como el tabaco y la producción frutícola.

En la segunda fase (1930 – 1960), “los bolivianos comenzaron a complementar sus actividades con las labores agrícolas en las fincas tabacaleras, a partir de 1938 en el valle de Lerma (Salta) y en el valle de Jujuy y de los Pericos (Jujuy) desde 1947. La continuación del período de la cosecha de azúcar (junio- octubre) con la del tabaco (agosto-abril en Salta y diciembre-marzo en Jujuy), facilitó la coordinación de las tareas y la mayor permanencia en el territorio argentino. Una creciente cantidad de mano de obra boliviana era de baja calificación, aunque muchos de los que iban a la zafra realizaban tareas de recolección, clasificación y encañado de las hojas del tabaco” (Sassone y De Marco, 1994). Desde la década de 1950, los migrantes bolivianos y también los paraguayos comienzan a llegar Buenos Aires y su área metropolitana para trabajar en el sector de la construcción y en los servicios como mano de obra asalariada no calificada.

La década del sesenta constituye la tercera fase (1960 – 1970). Aumentan los trabajadores de temporada en las regiones extrapampeanas. Se inicia la circulación por el territorio argentino

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por combinación de cosechas en las áreas de agricultura intensiva en el Noroeste, Cuyo y el norte de la Patagonia (Balan, 1988). Se reconocen entre los migrantes bolivianos residencias permanentes en ciudades del Noroeste y en el Area Metropolitana de Buenos Aires, sobre todo en “villas miseria” (Mugarza, 1984 y 1985) Es, entre las corrientes “limítrofes”, la que cuenta con mayor número de indocumentados y dentro del perfil migratorio de esta fase se advierte que la movilidad de la familia es parte del proyecto migratorio. Las mujeres se suman como mano de obra en las áreas urbanas, sobre todo como trabajadoras domésticas.

En los años setenta (cuarta fase 1970 -1985) esta migración alcanza la mayor difusión espacial entre todas las corrientes migratorias limítrofes. Los bolivianos empleados por demandas del sector agrícola coordinan (sistemática y organizadamente) tareas estacionales a lo largo del año agrícola incluso con empleos en las ciudades. En particular, los varones cubren empleos urbanos en la construcción, coincidente con la gran demanda desde los planes de gobierno para grandes obras de infraestructura. Las economías regionales extrapampeanas demandan trabajadores de temporada y se advierte su activa presencia en la horticultura en cinturones verdes (Benencia y Karasik, 1994) y en valles de regadío, incluso en la región pampeana. Se activan las redes migratorias. La venta callejera al menudeo de verduras y el trabajo doméstico capta y acrecienta la participación de las mujeres en el mercado informal urbano. En su mayoría, los bolivianos con documento argentino lo han obtenido por los indultos otorgados desde los años cincuenta. De todos modos, el problema de la “ilegalidad” es una cuestión vigente.

Por último, la última fase (1986 – c. 2006) se relaciona con los cambios políticos y económicos mundiales. Con la globalización y las nuevas democracias en América Latina, la migración boliviana se ajusta al nuevo modelo de las migraciones globales. Sus rasgos dominantes en relación a la distribución son: a) tercera parte de la migración boliviana habita en el Área Metropolitana de Buenos Aires y va en aumento, b) alta difusión en áreas urbanas y áreas rurales en todo el territorio argentino, c) formación de barrios – enclaves bolivianos – (Grimson, 1999; Sassone, 2002). Se evidencia el protagonismo de la mujer boliviana en la economía productiva y reproductiva (Balan, 1990). En cuanto a la inserción laboral, estos migrantes se emplean como trabajadores asalariados, cuentapropistas y hasta como empresarios; trabajan específicamente en los determinados sectores de la economía urbana (construcción, textil, ferias comerciales y empleo doméstico), y en la articulación campo-ciudad en el circuito espacial de la producción de hortalizas (desde los cultivos hasta la comercialización mayorista y minorista). Esta migración desenvuelve circuitos de la economía informal y la precarización laboral es dominante (Dandler y Medieros, 1991). El otro rasgo dominante de esta fase es la emergencia de la dimensión cultural de esta migración: a través de su identidad cultural y étnica avanza dentro de la sociedad toda y en el espacio público: fiestas religiosas, comercios étnicos, periódicos y radios, restaurantes, entre otros, dan cuenta de su decisión de visibilidad socioespacial, superando las barreras de la discriminación que pesan sobre esta colectividad. 4.2 La migración coreana A partir de 1962 la república de Corea comienza a aplicar una política de emigración con el fin de controlar o dar soluciones al problema del crecimiento de la población (Kim Il Soo, 1981). Actúan también otros factores de expulsión como la situación política interna marcada por un escenario autoritario y represivo, la inestabilidad en cuanto a la relación con Corea del Norte y las amenazas del desencadenamiento de agresiones nuevamente (Mera 1998).

En 1962 se establecen las relaciones diplomáticas entre la República Argentina y la República de Corea del Sur y a partir del año 1965 puede hablarse de una inmigración coreana en Argentina, ya que desde ese momento llegan flujos de migrantes coreanos con destino final Argentina. Entre 1970 y 1978 desembarca un centenar de familias para establecerse en áreas

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rurales, pero esos asentamientos no prosperaron y terminaron instalándose en las grandes ciudades.

El número de migrantes coreanos alcanzó su punto máximo en los años noventa, cuando llegaron a residir unas 42.000 personas de este origen. La mitad de esta población llegó entre los años 1984 y 1989, instalándose principalmente en la Provincia y en la ciudad de Buenos Aires. En abril de 1985 se firma en Buenos Aires un Acta de Procedimiento para el ingreso de inmigrantes coreanos a la Argentina. Entre los años 1984 y 1989 se otorgarán más de 11.000 permisos a familias. Este flujo migratorio dispone de capital de inversión. Emigran de una Corea moderna e industrializada y por lo tanto tienen un perfil cultural diferente a las familias ya instaladas. En la década del noventa no hubo entrada de nuevos migrantes sino expulsión. Actualmente el 80% reside en la Ciudad de Buenos Aires y unas pocas familias en Córdoba, Rosario, Tucumán, y Puerto Madryn (Mera, 1998; 2005).

Los migrantes coreanos adoptan una fuerte tendencia a reagruparse y a crear instituciones. Esta concentración espacial se asentó en el barrio de Flores de la Ciudad de Buenos Aires. La formación del barrio fortificó la cohesión y existencia del grupo. Allí se instalaron las iglesias, ámbitos principales de la vida comunitaria.

Las iglesias son el centro de las redes de sociabilidad y del barrio. Como dice una frase dicha por otros académicos: “Koreans often say: if three Chinese get together, they will open a restaurant, if three Japanese, they will establish a company. If three Koreans, they will start a church.”1. Actualmente hay en Argentina unas aproximadas 40 Iglesias evangélicas, una iglesia católica y dos templos budistas2. Las iglesias tienen un rol multidimensional. Fueron desde el inicio el sostén y principal eje articulador de la estructura comunitaria. Recordemos que a solo menos de un año de la llegada de la primer corriente oficial de migrantes coreanos hacia Argentina, en marzo de1966, se fundó la primer Iglesia Evangélica Presbiteriana Coreana (Han In). Y en marzo de 1970 se fundó la Iglesia Católica Coreana. Durante los primeros tiempos las iglesias brindaron mucho más que contención espiritual, contribuyeron a la seguridad de las personas en el campo de servicios de información, pero también de contención emocional y afectiva (Mera, 2005 a). En los centros de culto se organizan los lazos sociales: intercambio de información, relaciones de amistad y matrimonio. Además, tienen un rol mediador entre las dos culturas (Mera, 2004).

También los medios de comunicación de la comunidad desempeñan un rol muy importante en la vida de las personas. Por un lado afianzan los lazos intragrupales y, por otro, refuerzan la relación con la madre tierra. No sólo transmiten noticias de Corea y de Argentina, sino que refuerzan el sentido de pertenencia, a través de la información sobre eventos, noticias sociales de la vida en la Argentina, en Corea, en el mundo internacional.

En cuanto a la educación, constatamos que desde los inicios hubo un fuerte interés por establecer lugares de educación relacionados con la cultura y tradición peninsular. En general, fue en los lugares de culto donde esta acción se realizó; dentro de las actividades de las iglesias figuraban las clases de coreano, y cultura e historia coreana, para niños y adolescentes. Actualmente, existe una Escuela bilingüe coreano- español, con contenidos en español regidos por la currícula argentina y contenidos en coreano regidos hasta el momento por el Ministerio de Educación de Corea. También en el sistema secundario y universitario constatamos una inserción exitosa. Prueba de esto es la presencia de estudiantes coreanos en los mejores colegios y universidades de Buenos Aires, así como también en la diversidad de profesionales de origen coreano en diferentes ámbitos públicos y privados (Mera, 2005 b)

1 Park kye-young, 1997, Pag 183 2 La sobrerepresentación de cristianos en la población migrante puede ser explicada por la propensión a migrar de estos fieles a diferencia de los budistas o adherentes a otras religiones nativas, al hecho de que las iglesias están involucradas en el proceso de migración, especialmente a través de sus misioneros, y al proceso de conversión de muchos de los migrantes al llegar a nuestro país.

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En lo laboral, la mayor parte de la actividad económica se concentra en la pequeña y mediana industria textil y en el comercio de indumentaria mayorista y minorista. En general, protagonizaron un acelerado proceso de movilidad social ascendente (Bialogorsky y Bargman, 1996; Mera, 1998). 4.3 La migración china

Con respecto a la comunidad china, según el trabajo de Bogado Bordazar (2003) habría tres períodos migratorios con características diferentes.

El primero, comprendido desde 1914 hasta 1949 (Revolución China), es poco significativo cuantitativamente. Provenían principalmente de las provincias costeras del sur de China, llegaban al país con poco capital y eran, en su mayoría, hombres solos, motivados por razones políticas, refugiados del nuevo sistema comunista. Según fuentes extraoficiales, entre 1960 y 1965 residían en la Argentina alrededor de 1.500 chinos.

El segundo período de inmigración china se produjo desde los primeros años de la década del ’80 y atrajo principalmente a los chinos provenientes de Taiwán. Este nuevo grupo de inmigrantes emigraban con toda la familia y en su mayoría tenían capital que les ayudaba a iniciar su estadía en Argentina, especialmente a través del establecimiento de actividades comerciales. Los motivos de la emigración están asociados al miedo de una invasión del comunismo continental y la migración se orientó de acuerdo a cadenas migratorias ya existentes.

El tercer flujo importante de chinos a la Argentina, comprendido desde 1990 hasta aproximadamente 1999, contenía principalmente personas provenientes del continente chino, la mayoría de las provincias costeras (Bogado Bordazar, 2003). La mayoría de los migrantes chinos se asentaron en la Ciudad de Buenos Aires y los alrededores, donde encontraron mejores posibilidades para desarrollar sus actividades comerciales.

En 1999, según datos de la Dirección Nacional de Migraciones, eran 10.124 los residentes chinos. Sin embargo, en el trabajo mencionado, según cifras de fuentes extra oficiales de 2002, el número de residentes chinos en Argentina rondaba entre 40.000 y 45.000 personas. Según Taboada “Se calcula que hay una colonia de chinos de 60 mil personas”3. Actualmente las únicas categorías de admisión en carácter de permanente son migrantes con capital y/o parentesco. Esto dificultó el ingreso de inmigrantes chinos y taiwaneses; agravado por problemas legales y de documentación. Los inmigrantes chinos se dedican mayoritariamente al comercio en el rubro de alimentación y podemos observar un crecimiento vertiginoso. Según cifras de La Nación de 1988, en la Capital Federal los taiwaneses atendían “unos 150 supermercados y pequeños almacenes y alrededor de 300 casas de comida.”4 Casi veinte años más tarde, según Fernández Taboada, en el 2006 “Son los dueños de los 2 mil y pico supermercados, de restaurantes chinos, mandan a sus hijos a colegios argentinos o bilingües.”

Al igual que los coreanos, los chinos construyen redes étnicas en lo económico, que tienen su correspondencia en el ámbito social, en la formación de asociaciones de residentes. Al igual que las asociaciones coreanas constatamos algunas relacionadas a identidades de origen – por regiones de procedencia de China y Taiwán - y otras a la vida en Argentina: de restaurantes, de comerciantes, de mujeres, de estudiantes, culturales, artísticas y mixtas (chino-argentina y coreana-argentina). Las asociaciones funcionan independientemente de su registro oficial y, la mayor parte de ellas pretende ser nexo entre la cultura de origen y la de nuestro país. Con respecto a las prácticas religiosas, a diferencia de los coreanos, casi el 50 % de los chinos de ultramar es budista.

3 Fernández Taboada es Director Ejecutivo de la Cámara de la Producción, la Industria y el Comercio Argentino-China. En Secretos verdaderos de la relación Chino-Argentina, Junio 2006 http://www.sinergias.com.ar 4 “Los inmigrantes taiwaneses.” La Nación. 30 enero 1988.

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5. Barrios de migrantes en Buenos Aires En las grandes ciudades, los migrantes tienden a concentrarse en barrios donde se

observan marcas culturales de cohesión étnica. En 2005 en la ciudad de Paris y en unas 300 ciudades de Francia como en otros países europeos, hubo protestas en algunos barrios de migrantes por la falta de empleo y el déficit de adecuados servicios. Por otro lado, con frecuencia se habla de la presencia de migrantes en la recomposición urbana tanto en áreas residenciales como en áreas comerciales o en los espacios públicos; ciudades como Ámsterdam, Madrid, Toronto, San Pablo, Nueva York, San Francisco, Los Ángeles, Roma, Milán, Londres, entre otras, cuentan con barrios de migrantes y centros comerciales étnicos. Incluso hay espacios públicos donde determinados días (por lo general, los domingos) se reúnen los migrantes como la plaza del Duomo de Milán o el Forum de Las Halles en Paris.. En el caso de los barrios se advierte polarización residencial (Sassen, 1999) y, al igual que la segregación urbana, constituyen evidencias de la mundialización. Buenos Aires no es ajena a este fenómeno y presenta barrios de migrantes, como el Barrio Charrua (de migrantes bolivianos), el barrio chino o “Chinatown” en Belgrano y el barrio coreano o Baek-Ku en Flores, objeto de un análisis comparado en esta ponencia. 5.1. El barrio “Charrua”: el barrio boliviano

El barrio General San Martín o barrio Charrúa es un barrio de migrantes bolivianos, caracterizado por funciones residenciales y culturales, además de funciones de servicio. Fue primeramente un asentamiento precario-Villa Piolin y luego la Villa 12-, para luego con el transcurso del tiempo conformarse en un barrio étnico. Sus pocas manzanas permiten observar la creación de un paisaje donde la interacción de los habitantes con su espacio físico modeló la fisonomía propia del barrio. Los bolivianos han construido este barrio que se mantiene como un centro de reunión para toda la colectividad boliviana en Buenos Aires e incluso en el país. Para Szulik y Valiente (1999) es “el primer barrio boliviano o, dicho en otros términos, el primer gueto en el que los bolivianos pueden ser fácilmente reconocidos como un colectivo”5.

El barrio Charrúa está localizado dentro del barrio porteño Nueva Pompeya, próximo al límite con el barrio de Villa Soldati y delimitado por las calles Erezcano, Avenida Fernández de la Cruz, Carlos Berg y las vías del Ferrocarril Metropolitano (ex Belgrano). En unas pocas manzanas se puede estudiar una evolución edilicia muy particular. La forma del plano de Charrúa es muy particular; sus habitantes hablan de 3 manzanas (Bertone de Daguerre, 2003 y 2005), pero no son tres manzanas completas sino parte de ellas a las que hay que sumarles la superficie ocupada por la capilla, la escuela. y la Asociación de Fomento General San Martín. El barrio ocupa una superficie aproximada de 2,6 ha o 26.000 m2.

Volviendo sobre la historia. Villa Piolín fue el primer nombre con el que se identificó este barrio en los años cincuenta. Sus primeros moradores se asentaban con lo poco que tenían, a escondidas y de noche, y marcaban los límites con piolines como forma de apropiación territorial. Se produjeron varios incendios y en busca de soluciones duraderas, se trabajó entre los vecinos para contar con viviendas mediante autoconstrucción bajo coordinación de la Comisión Municipal de la Vivienda. Durante sábados, domingos y feriados los bolivianos edificaron las viviendas, todos juntos, ladrillo por ladrillo. En 1968 finalizaron las obras y se procedió al sorteo de las viviendas. Se planificaron unidades unifamiliares a ambos lados de pasillos (en total hay dieciocho pasillos). La tarea demandó años de intenso trabajo hasta lograr que se adjudicaran todas viviendas en 1992. Ante la falta de espacio las casas se fueron agrandando “hacia arriba” para sobrellevar esa situación, quitando luminosidad a los angostos pasillos. Señalaban Laumonier, Rocca y Smolensky (1983: 24) que los edificios fueron

5 No se considera que este barrio pueda asumir la condición de gueto, concepto que sin embargo está tomando una nueva dimensión conceptual pues hasta en la prensa escrita se hace referencia a los barrios de migrantes como tales.

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planificados en dos plantas pero, en los primeros, la mayoría solo tenían una. Desde hace varios años hay unidades funcionales que cuentan hasta con cuatro plantas. El barrio sigue manteniendo el aspecto de obra en construcción.

En 1981 se inauguró la Escuela N° 13 Presbítero Alberti, un terreno que los habitantes denominaban “la canchita”. A su vez, se fundó la comisión del barrio en 1989, que se llamó Asociación Vecinal de Fomento General San Martín, fue y sigue siendo una institución étnica formada por bolivianos. El movimiento cotidiano por las calles es muy intenso. Todos los sábados opera una feria que abarca una cuadra, ubicada en la calle Charrúa frente a la capilla, a la escuela y la asociación. Comienza muy temprano y a media mañana casi no se puede caminar entre los puestos que son de bolivianos para bolivianos. Los olores de las comidas recuerdan a las del Altiplano.

Los fuertes lazos de pertenencia barrial se coronaron simbólicamente en la Festividad de la Virgen de Copacabana; fue en octubre de 1975 que se trajo una imagen de la Patrona de Bolivia y se la recibió con una fiesta “como se hace en Bolivia”. Como señala Vargas (2002) ”este lugar de la ciudad de Buenos Aires es el sitio de referencia de la colectividad boliviana … por su ineludible vínculo con la festividad, que forma parte de su identidad comunitaria. La fiesta de Nuestra Señora de Copacabana es el evento más importante y significativo de los residentes bolivianos en el país (Bertone de Daguerre, 2004). Convoca a miles de personas de la colectividad boliviana en la Argentina y en particular en la ciudad de Buenos Aires. 5.2. El Barrio coreano del Bajo Flores, Baek-ku

Barrio periférico con respecto al centro de la ciudad y a los centros comerciales de otros barrios. Es un barrio modesto, habitado por sectores medios, y populares. Al límite de una villa de emergencia donde residen otros inmigrantes, en general migrantes internos y de países limítrofes. Sin embargo, es una zona con una óptima red de trasporte público: colectivos hacia todos los centros importantes de la ciudad como la Estación de Retiro, Once y Constitución, línea de subterráneo, y grandes Avenidas que conectan al barrio con el resto de la ciudad. Es notable la presencia de grandes veredas que durante el auge de la comunidad coreana en Buenos Aires (1989-1995) permitieron una vida social importante.

Lo que comúnmente se conoce como el “barrio coreano”, Baek-ku, se concentra en la Avenida Carabobo (que cuadras más tarde pasa a llamarse Corea) desde Av. Eva Perón hasta Castañares y hacia los alrededores. En calles cercanas se instalan las residencias, y en otros barios como Caballito (en la Av. Avellaneda) y Once, los comercios de venta textiles. Se encuentran allí todo tipo de comercios, la mayoría de los cuales tenían hasta fines de los 90, los carteles y leyendas en coreano: panaderías, video-clubes donde todos los títulos están en coreano, casas de modas, salones de belleza, peluquerías, dentistas, garajes, talleres mecánicos, supermercados coreanos, casas de arroz, restaurantes, pescaderías, agencias inmobiliarias, casas de computación, de regalos, el Golf Shop, la Confederación Argentina de TAE KWON DO, estudios contables, una farmacia, compañías de remises, agencia de viaje y turismo, etc.

Se trata de comercios que se dirigen a población “coreana”, los menús, carteles de publicidad y precios están en coreano y no hay estrategias para llegar a otro público. Durante los primeros años de la década del 80, esto provocó descontento entre la población del barrio que manifestó su disconformidad. Además, en la mayoría de los casos, los vendedores no hablan español, los productos no están preparados para la venta y consumo de no coreanos, (pescado seco, algas de mar, nabos gigantes y otras verduras aún no conocidas en Argentina) o simplemente porque a causa del tipo de embalaje resulta casi imposible identificar el contenido. Todo está preparado para el consumo étnico-comunitario.

En el barrio hay espacios que permiten desarrollar una vida asociativa intensa. Algunos ejemplos son: 1) bares y cantobares para las diferentes edades, los que están destinados a las personas mayores venden bebidas con alcohol de Corea (Soju), atendidos por mujeres, mientras

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que los restaurantes son atendidos por los dueños; 2) iglesias, encargadas de hacer la conexión entre los individuos de los diferentes espacios de la comunidad; se encuentran allí la iglesia católica, la mayoría de las iglesias evangelistas de la comunidad coreana registradas en Buenos Aires y los dos Templos budistas; 3) asociaciones, medios de comunicación (diarios y radio) y comercios vario; además de la Asociación Coreana en Argentina existen otras de carácter muy diverso: por origen de Provincia, por Universidades y Escuelas de graduación en Corea, por actividades laborales desarrolladas en Corea antes de emigrar, deportivas, artísticas y de escritores. Hay asimismo asociaciones relacionadas con las diversas opciones de vida en la ciudad de Buenos Aires: de comerciantes, de industriales, de profesionales (médicos, abogados, contadores, etc.) de estudiantes, de jugadores de golf y de ancianos. Entre las mismas también se encuentran el Club de calígrafos, el Grupo de estudio de la cultura de los inmigrantes coreanos, el Grupo de Bellas Artes y las iglesias cristianas. Esta amplia gama de instituciones juega un rol muy importante en la forma en que las personas ordenan su vida cotidiana y contribuye fuertemente al desarrollo de la vida de la comunidad en nuestro país (Mera, 2005 b).

El domingo es un día particular en la vida del barrio, en las calles de la zona los transeúntes son, en su gran mayoría, de origen coreano. Al salir de la iglesia se dirigen a los comercios y luego parten en sus autos o comen en algún restaurante. Durante la semana, el ambiente es más calmo, se ven más pobladores no coreanos en las calles, pero sobre todo llama la atención la presencia de bolivianos y paraguayos6. La avenida Castañares, límite de las villas funciona como barrera simbólica hacia zonas consideradas como peligrosas para los habitantes de este lado del barrio.

Más allá del centro comercial se instalan las viviendas particulares y algunos otros servicios de manera dispersa en las calles aledañas. Entre el año 1997 y 2000 han proliferado los restaurantes y comercios en las calles perpendiculares a la Avenida Corea y Castañares, corazón del barrio. A pesar de la decadencia del barrio, las principales iglesias, la escuela (ICA) y otros servicios no pueden trasladarse de esta zona, por tanto el barrio continuará con parte de su funcionalidad. 5.3. El Barrio Chino de Belgrano

El mismo se encuentra en la calle Arribeños entra la Avenida Juramento y Monroe, extendiéndose también en la calle Montañeses. En el barrio chino se pueden encontrar comidas y verduras típicas, restaurantes, escuelas, un templo budista, supermercados, almacenes especializados en productos de soja, peluquerías, herboristerías y videoclubes. Según datos obtenidos de la página web del barrio de Belgrano, este recibe 15.000 visitantes por fin de semana.

Entre las asociaciones, iglesias, etc se encuentran, en Mendoza 1660, el instituto cultural de idiomas de la Iglesia Presbiteriana Evangélica Sin-Heng, instalada desde el año 1982, en dónde se dan clases de orientación escolar. Y en Montañeses 2175 está el templo budista Chong Kuan, en dónde hay sesiones de meditación en una sala donde reina el silencio.

Los primeros en asentarse en la zona fueron taiwaneses. Casa China es el primer supermercado, que empezó como almacén y hace un tiempo se agrandó sumando el local contiguo. En 1990 se instaló la primer farmacia y herboristería China. Luego aparecieron los restaurants, los superettes con variedad de productos chinos, coreanos y japoneses, las librerías, disquerías y videoclubes con productos en idiomas nativos. Es común que en muchos de estos negocios se vean televisores sintonizando canales orientales en TV satelital. Actualmente ha cambiado completamente la fisonomía del barrio, dada la presencia de los comercios chinos que tienen una estética muy particular. Por ejemplo, encontramos una galería entera de negocios chinos. 6 Esta población proviene en general de los barrios de emergencia que se encuentran a los alrededores de esa zona del barrio de Flores.

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La Asociación Vecinal de Arribeños es una agrupación que se formó para proyectar el Barrio Oriental. Ya están participando los dos grandes grupos del barrio, taiwaneses e inmigrantes de China continental, que se reunieron con representantes japoneses, coreanos, tailandeses y vietnamitas. Existe un restaurante coreano-japonés, y en los próximos meses, abriría un restaurante japonés, otro tai y un tercero vietnamita.

6. Hacia la construcción de barrios de migrantes Hemos visto los patrones de asentamiento de los migrantes en la ciudad de Buenos Aires,

constatando patrones residenciales definidos por la concentración en sus dos dimensiones, material y simbólica, cuya explicación se puede encontrar en los mecanismos de la cohesión étnica. Si bien para la mirada de cualquier habitante de la ciudad la concentración en barrios de migrantes resulta evidente y hasta obvia, el análisis sistemático de estos patrones espaciales nos permite afirmar que el sentido de la concentración varía de acuerdo a la apropiación y al uso del espacio urbano que hacen los migrantes.

La apropiación del espacio por parte de migrantes nos habla de dos estrategias: una la de la repoblación de barrios deprimidos o periféricos de las ciudades y una segunda de la instalación ex –novo. En los casos analizados, constatamos que la instalación de chinos y coreanos responde a la primera estrategia mientras que la de los bolivianos a la segunda. Estas dos estrategias demuestran el tipo de diálogo que las comunidades mantienen con la sociedad local; los chinos y coreanos implementan estrategias individuales de acceso a la vivienda mediante la intermediación de agentes inmobiliarios mientras que los bolivianos lo concretan bajo decisiones colectivas con un fuerte compromiso comunitario. Es más, esto promueve distintas formas de relaciones de vecindad, en un caso, el espacio debe ser negociado con los ya afincados (barrios coreanos y chino) en el lugar mientras que en el otro es monopolizado por la comunidad (barrio boliviano).

Con respecto a la modalidad de instalación, en los tres casos constatamos la formación de barrios de migrantes identificados como tales por los propios migrantes y la sociedad local. En este sentido, cada barrio puede ser caracterizado de acuerdo a las funciones ya sean residenciales, comerciales, culturales o bien la combinación de esas tres. Se ha comprobado que si bien la etnicidad emerge como rasgo distintivo de la territorialidad que construyen los migrantes, existen variantes en las cuales una función sobresale sobre las otras. En el caso de coreanos el barrio unifica las funciones residenciales, comerciales y culturales étnicas, en el caso del barrio boliviano (Charrúa) se unifican las funciones residenciales y culturales étnicas. Mientras que en el barrio chino se trata principalmente de funciones culturales y comerciales étnicas, además de los comercios abiertos para el consumo de argentinos y turistas. Esta ultima característica replica el perfil de los barrios chinos (China town) de las grandes metrópolis del mundo como San Francisco, Paris, Sydney, Toronto, entre los principales. Es decir, a diferencia del barrio Charrúa de Baek-ku, el barrio chino utiliza la diferencia cultural como marca de consumo particular dentro de la Ciudad.

Incluso podemos observar que mientras los barrios coreano y boliviano, tienen una denominación propia, Charrúa y Baek-ku, que evidencia la impronta étnica (por ocultamiento o demostración de la identidad)7, el barrio chino es nombrado por la población de la comunidad China como “Barrio Chino de Belgrano”, al igual que el resto de los vecinos de la Ciudad. La forma de denominación, también hace referencia a una carga afectiva que tiene su origen en un 7 Según uno de los miembros de la Asociación Vecinal de Fomento General San Martín, fundada por los migrantes bolivianos y por ellos integrada hasta la actualidad, el nombre de la asociación se eligió ex - profeso para evitar la erradicación de los habitantes en la villa originaria. Esa denominación, de raigambre argentina, no haría pensar que allí residían bolivianos. Luego, el nombre dado a la calle principal del barrio también fue un distractor pues recuerda a los indígenas que habitaban principalmente en el actual territorio de la Republica Oriental del Uruguay.

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proceso histórico de décadas de historia, en el caso boliviano relacionada a la modalidad de construcción del barrio, en el caso coreano a la forma en que fue bautizado como Baek-ku (107), narrativas que son transmitidas por los adultos, desde las vivencias cotidianas, cargadas de un sentido emotivo, que no encontramos en el barrio chino.

Las instituciones que cumplen con la reproducción de las funciones comerciales y culturales étnicas son las que refuerzan los mecanismos de cohesión de los grupos. Como hemos visto, en el caso coreano se trata de actividades de consumo de y para coreanos (asociaciones, iglesias, bares y restaurantes) y en el caso boliviano de actividades de sociabilidad (asociación e iglesia) de y para bolivianos. En cambio, en el caso chino constatamos que las funciones culturales (templos budistas, asociaciones) son de y para chinos. En cambio, en cuanto a las actividades comerciales, observamos una doble orientación: una intracomunitaria y otra extracomunitaria. Esto se condice con el grado de apertura de estas comunidades hacia la sociedad local dentro de los barrios.

La concentración espacial estructura en los tres casos la vida comunitaria y condiciona las formas que adopta la adhesión a la identidad étnica. En el cuadro 1 se han sintetizado las dos dimensiones de la construcción de un barrio étnico a través del cual se evidencia la segregación urbana etno-cultural forjada en mecanismos de cohesión socioterritorial. De los tres barrios, los barrios boliviano y coreano son más cerrados, y el barrio chino de Belgrano, presentan canales abiertos a la sociedad exterior. En el paisaje de estos barrios la apropiación y uso del espacio como las relaciones de sociabilidad muestran marcas visibles, reforzadas por prácticas cotidianas que hablan de la territorialización de la reproducción de la identidad étnica.

Cuadro 1. Territorialidad y sociabilidad en barrios de migrantes

Territorialidad Sociabilidad

Barrio Apropiación del espacio urbano

Función urbana Instituciones étnicas (Relaciones intracomunitarias)

Instituciones abiertas (Relaciones extracomunitarias)

Charrua Construcción comunitaria ex novo

Residencial/ Cultural

Iglesia Asociación Medios de comunicación

Escuela Centro de salud

Baek-ku Repoblamiento en área periférica

Residencial/ Cultural/ Comercial

Iglesias Asociaciones Escuela Medios de comunicación

Taller cultural

Chino Redoblamiento en área central deprimida

Comercial/ Cultural

Templos Asociaciones Escuela

Restaurantes Supermercados Bazares Medicina oriental

7. Conclusiones Los migrantes en el destino desarrollan estrategias orientadas hacia la reconstrucción de la territorialidad. La residencia o el uso residencial como área dormitorio es eje explicativo de la construcción de un barrio. En el caso de los migrantes chinos que no residen en el barrio sino están dispersos por la ciudad, el barrio adquiere funcionalidades diferentes al caso boliviano y coreano. La comunidad china plantea una estrategia de tipo transnacional que se ve en un anclaje territorial que evidencia la presencia cultural del grupo pero no necesariamente da cuenta de mecanismos de cohesión étnica a partir del barrio. Las tres comunidades aquí tratadas pueden ser consideradas comunidades migratorias transnacionales porque comprenden redes sociales globales, incluidas familias o sistemas de migración de cadena, flujos económicos, movimientos políticos y procesos culturales dinámicos de des y reterritorialización. Podemos hipotetizar que

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la relación con la identidad china no se articula de manera principal a través de barrio, como sí es el caso de Charrúa y Baek-ku. A pesar de las diferencias, las tres comunidades estudiadas articulan el plano transnacional con el anclaje local, haciendo de la ciudad y el barrio, núcleos donde las diferencias étnicas se manifiestan con particular intensidad. Los grupos migrantes bolivianos, chinos y coreanos mantienen sus características culturales, afianzando su identidad étnica en un modelo socioterritorial bicultural. Constatamos que los procesos de construcción de identidades étnicas desarrolladas en los territorios urbanos se expresan en patrones de segregación urbana y se rigen por relaciones de sociabilidad, basadas en el funcionamiento de redes intragrupales y que avanzan hacia la interculturalidad con la sociedad local. Así, emergen nuevas territorialidades regidas por el poder de la identidad como agente superador de barreras físicas y simbólicas que facilitan la construcción de una sociedad con nuevas formas de integración, menos homogeneizantes. Además, las redes de sociabilidad étnico-cultural les permiten tener éxito en la inserción en ciertos planos como el laboral, y construir un espacio de resguardo frente a la otredad de la sociedad local. Sin duda, la dimensión transnacional del mundo actual contribuye a fortalecer este modelo de inserción, dado que permite mantener y activar las redes sociales comunitarias en nuestro país y con sus lugares de origen. Referencias bibliográficas ARFUCH, L. 2005 Pensar este tiempo. Espacios afectos, pertenencias. Buenos Aires: Paidós.

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