Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

30
ATALANTA NAIYER MASUD AROMA DE ALCANFOR

description

«Podría elaborarse una interpretación sobre el argumento de este relato y los otros relatos de Aroma de Alcanfor, pero haciéndolo, se estaría quebrantando algo. Se estaría desbaratando el bellísimo misterio de la escritura y de la imaginación de Masud, cuya lectura hay que vivir desde la entrega y la intuición, sin desear esa claridad que creemos necesaria imponer sobre la superficie de la realidad. De otra manera, jamás atravesaremos realmente esa casa a oscuras ni se nos revelará esa visión sublime, ni entenderemos que ese lugar no existe en ninguna otra parte.» Alicia Guerrero Yeste. Koult

Transcript of Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

Page 1: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

A T A L A N T A

N A I Y E R M A S U D

A R O M A

D E A L C A N F O R

Page 2: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

Naiyer Masud ha vivido siempre en Luck -now (Utta Pradesh), en una casa construidapor su padre, que le puso por nombre «Ada -bistan» (Casa de la Literatura). Ahora, Ma -sud es admirado en su país gracias a suslibros de relatos, que ha ido escribiendolentamente a lo largo de su vida.

Alejada del exotismo y el realismo má -gico que han infectado parte de la literatu-ra india de las últimas décadas, su escritu-ra significa lo contrario de una ma nu fac -tura lista para ser exportada: el sutil climafantástico de sus relatos se apoya en unagran destreza psicológica que se despren-de de su mordaz y profunda humanidad.Masud crea un amplio abanico de persona-jes que se mueven en un mundo exuberan-te, lejano, en el que la línea que se pa ra larealidad del sueño se vuelve casi imper-ceptible.

Un perfumista es adicto al aroma dealcanfor porque puede evocar sus melan-cólicos recuerdos de niñez asociados a suamor por una niña enferma que ha marca-do su vida. Tras escapar de una relacióncon su tía, un joven se hace inspector urba-nístico y descubre su extraño don para per-cibir en las casas aquellas zonas oscurascargadas de miedo y deseo. Un niño es lle-vado por su padre a vivir con un cómicoambulante en un pueblo junto a un lago,regido por la viuda de un bandido, madrede una hija fascinante que siempre ha vivi-do en una barca sin tocar tierra firme ycree poder andar sobre el agua. Un hombrelo arriesga todo al robar un pájaro cantordel jardín de un sultán de «Las mil y unanoches». Absorbentes, cautivadores, losrelatos de Masud son la obra madura ycumplida de un artista verdadero.

TRADUCCIÓN: ROCÍO MORIONES ALONSO

Page 3: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud
Page 4: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud
Page 5: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

AR S B R EV I S

ATALANTA

41

Page 6: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud
Page 7: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

NAIYER MASUD

AROMA DE ALCANFOR

ATA L A N TA2010

TRADUCCIÓN DEL URDU Y NOTAS

ROCÍO MORIONES ALONSO

Page 8: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

En cubierta y contracubierta: Lucknow, 2009. Fotos de Rocío Moriones Alonso

Dirección y diseño: Jacobo Siruela.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o

transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización

de sus titulares, salvo ex cepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Repro gráficos,

www.cedro.org) si necesita fotocopiar

o escanear algún fragmento

de esta obra.

Todos los derechos reservados.

Título original: Itr-e-kafur© Naiyer Masud, 1999

© De la traducción y entrevista: Rocío Moriones Alonso© EDICIONES ATALANTA, S. L.

Mas Pou. Vilaür 17483. Girona. EspañaTeléfono: 972 79 58 05 Fax: 972 79 58 34

atalantaweb.com

ISBN: 978-84-937247-6-4Depósito Legal: B-39.688-2009

Page 9: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

Í N D I C E

Aroma de alcanfor11

Interregno55

Lo oculto77

Shisha Ghat107

El velatorio de la señora131

Los vestigios de la familia Ray151

La mina del Jardín de los Pavos Reales171

Entrevista a Naiyer Masud223

Nota de la traductora235

Page 10: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud
Page 11: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

Aroma de alcanfor y otros cuentos

Page 12: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud
Page 13: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

AROMA DE ALCANFOR

Pues sobre sus alas había una mezcla oscura,y al batirlas, se desprendía una esencia tan intensacomo para destruir a un alma que la conocía bien.

Edgar Allan Poe

Gar nau-bahar ayad-o-pursad ze dostanGu ay saba keh an hame gulha gayah shudand.(Si viene la primavera y pregunta por sus amigas,dile, brisa del este, que todas las flores se tornaron en broza.)

Amir Khusro

Nunca aprendí el complejo y sutil arte de la elaboraciónde perfumes practicado desde la antigüedad y ahora casidesaparecido, o quizás ya extinto; desconozco también losnuevos métodos de preparación de fragancias artificiales.Por eso, nadie comprende las esencias que yo preparo, ninadie hasta ahora ha sido capaz de imitarlas. La gente creeque conozco ciertas fórmulas secretas que guardo con celoen mi interior y que están destinadas a morir conmigo, demodo que en ocasiones insisten en que las preserve para laposteridad.Como respuesta, permanezco en silencio. Mis perfumes

no tienen nada de especial, salvo el hecho de que elaboro fra-gancias comunes sobre una base de extracto de alcanfor. Dehecho, cada perfume que fabrico es en realidad un extractode alcanfor oculto bajo un aroma familiar. He experimenta-do con muchas fragancias. Hubo un momento en el que lle-gué a acumular tal cantidad de sustancias aromáticas que elmero hecho de acercarse a ellas provocaba mareos. La fra-gancia de cada sustancia se difundía y se evaporaba por sísola. Al final, llegaba un momento en el que permanecía la

11

Page 14: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

materia, pero su aroma se había desvanecido en el aire, ypara identificarla, tenía que verla o tocarla. Sin embargo, elalcanfor es muy diferente porque se evapora a la vez que suaroma: una vez que su fragancia se ha disipado es imposibleque su sustancia permanezca, aunque sí es posible que seevapore el alcanfor y que permanezca el aroma. No obstante, en mi perfume no se aprecia el aroma del

alcanfor ni de ninguna otra fragancia. Consiste en una mez-cla incolora contenida en un frasco de porcelana de basecuadrada. Al quitar el tapón redondo, de la estrecha aber -tura del frasco no surge ningún tipo de fragancia. Cuando seintenta olerlo se siente una desolación vacía, y al siguienteintento, al inhalar más profundamente, se descubre algo enesa desolación. Al menos, eso es lo que yo siento. No puedodecir qué es lo que los demás sienten ya que, aparte de mí,no hay nadie que haya inhalado nunca el extracto en su for -ma más pura. Es cierto que cuando preparo un perfume conesta base, aquellos que lo inhalan creen que bajo su aromasubyace algo más. Obviamente, no son capaces de reco -nocer qué es, ya que mi perfume de alcanfor carece de fra-gancia.Al igual que el alcanfor, su perfume también se evapora

y se extingue con su aroma, o incluso antes. Mi logro, si esque se puede denominar así, consiste simplemente en ha -cer que el alcanfor no desaparezca con su fragancia. Cuandotransformo el alcanfor en una disolución, su aroma se inten-sifica. Después conservo la disolución, pero eso hace que suaroma se desvanezca. En ocasiones, el aro ma se disipa porcompleto, haciendo que la disolución no se distinga lo másmínimo del agua pura, y me veo obligado a tirarla toda.Esto únicamente ocurre cuando me distraigo durante elproceso y mis manos vacilan. Nor malmente, no me distrai-go con facilidad. Una vez que me hallo concentrado en lapreparación del perfume, no oigo ni los ruidos intensos, nilas voces cercanas. En cambio, me puede distraer el suavepiar de un pájaro lejano o cualquier otro sonido igualmente

12

Page 15: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

tenue y desconocido. Cuan do eso ocurre, mi mano se detie-ne, y cuando intento volver a mi tarea, descubro que elpunto inferior de la fragancia ha comenzado a emanar de ladisolución y se eleva serpenteando hacia el techo como elcabo de una cuerda, sin que sea posible hacer que regrese.Yo no me lamento porque se haya desperdiciado mi traba-jo, y vuelvo a mi tarea resuelto a no distraerme nuevamen-te. Al poco tiempo, observo cómo pugna por ascender elaroma de la nueva disolución. Remuevo la mezcla lenta-mente hasta que comienza a formarse un pequeño remolino.La fragancia gira en este remolino, para después alzarsecomo un leve tornado. Yo dejo que ascienda. Su extremosuperior se eleva sinuosamente hacia el techo, pero en el ins-tante en que su extremo inferior está a punto de salir, meapresuro a remover la mezcla en sentido contrario haciendoque el diminuto remolino cambie también de sentido, y queel lánguido tornado de perfume comience a descender.Nunca soy capaz de controlar el tiempo, pero creo que esteproceso dura un lapso bastante largo, durante el cual noceso nunca de mover la mano, removiendo la disolución enuna dirección y después en la dirección opuesta, una y otravez. Al final, la fragancia ascendente y descendente se debi-lita y empieza a difuminarse. En ese momento nada me debedistraer. La fragancia continúa elevándose y descendiendocada vez con más debilidad hasta que llega un momento enque desaparece. A continuación, vierto esa disolución inco-lora en el frasco de base cuadrada y cierro el tapón mientrasdirijo mi atención deliberadamente a otra cosa, pero parececomo si mi mano se moviera hacia el frasco por su propiavoluntad. En ese momento, inhalar el aroma de alcanfor sólo pro-

voca una sensación de desolación, y posteriormente, larevelación de algo en esa desolación, pero sea lo que sea loque se revele en ella, es algo que existía ya antes de la con-cepción del extracto. Es más, la preparación del extractodepende de su existencia.

13

Page 16: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

Nunca he tenido gran habilidad para reconocer diferen-tes especies de pájaros. Durante mi infancia únicamenteconocía unos cuantos nombres de pájaros comunes, y cadavez que oía el canto de algún pájaro que estuviera posado enla cerca de mi casa o sobre la rama de algún árbol del jardín,preguntaba su nombre a algún familiar, pero después termi-naba olvidándolo ese mismo día. No obstante, yo mismoponía nombres de persona a todos los pájaros de mi jardín.Cuando llamaba a alguno de ellos por el nombre que lehabía dado, éste se volvía hacia mí. En su momento, aque-llos pájaros terminaban muriéndose, y yo los recordaba du -rante unos cuantos días después de su muerte y luego losolvidaba, y al final, terminaba olvidando también el nombreque les había puesto. Ahora ya he olvidado todos los nom-bres que puse excepto uno, que no es un nombre de perso-na ni tampoco de ningún pájaro real. Es el nombre que lepuse a un pájaro que estaba representado en un cuadro.Era un cuadro que había hecho una niña de mi familia, y

como la niña murió al cabo de unos días, colocaron el cua-dro sobre la chimenea del salón, de tal manera que todoaquel que entraba en aquella habitación lo primero que veíaera el cuadro, e indefectiblemente, el recién llegado se que-daba mirándolo para, acto seguido, acercarse y observarlocon gran atención. Realmente, era digno de verse. Parahacerlo, la niña pegó sobre una plancha de madera oscuraun trozo de corteza de árbol que cortó de modo que seme-jara una fina y larga rama de árbol, y sobre ella, juntandovarios copos de algodón, hizo el cuerpo del pájaro. Para lasalas extendidas, además de algodón, utilizó plumas blancasauténticas. Como ojos puso dos cuentas de cristal rojo, ehizo las patas puntiagudas utilizando espinas de un arbusto.Sin embargo, en vez de estar colocado sobre la rama infe-rior, estaba ligeramente más arriba, por eso no se sabía biensi se estaba posando en la rama o si estaba alzando el vuelo.

14

Page 17: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

Quizás ésa fuera la razón de que al contemplarlo durante unrato, uno se quedara desconcertado, pero en mi familia sedaba por hecho que representaba a un pájaro alzando elvuelo.Yo lo llamaba «el gorrión de alcanfor». Al contemplar

sobre la tabla de madera oscura aquellos copos de algodónimpolutos y aquellas alas de blancura inmaculada sentía unaespecie de frialdad. Era la misma frialdad que sentía al ver elalcanfor que habitualmente había en mi casa, ya que en micasa preparaban un bálsamo de alcanfor que se distribuíagratis y al que denominaban «el bálsamo frío». Un día, unade las criadas estaba moliendo el alcanfor sobre una piedrade moler, y yo me senté a su lado. Ella se levantó un mo -mento para hacer algo, y yo aproveché para hacer un mon-toncito con el polvo que había disperso sobre la piedra.Después, lo empecé a aplastar con la mano y a extenderlopor todas partes. Entre tanto, volvió la criada, y llamando aalguien le dijo en tono de queja: –¡Mire, lo ha estropeado todo!Yo me sacudí las manos y me levanté. Al contemplar el

polvo blanco extendido sobre la piedra recordé las alas des-plegadas del pájaro del salón y la frialdad que éste me pro-ducía. Por eso, desde aquel día lo empecé a llamar «elgorrión de alcanfor», y todos en mi casa también lo empe-zaron a llamar así, ya que nadie conocía su verdadero nom-bre. Es más, quizás ese tipo de pájaro no existiera y la niñaque lo hizo se lo inventara, aunque guardaba cierto pareci-do con algunos pájaros entre los cuales se encontraban algu-nas aves de presa. Yo no tenía la menor idea de esto, pero losupe un día que vi en el salón a unos invitados que acababande volver de caza. Estaban de pie frente al cuadro, hablandode él, y señalaban las diferentes partes del gorrión de alcan-for comparándolo con distintos tipos de pájaros. Yo noentendía la mayor parte de lo que decían, pero al cabo de unrato el gorrión de alcanfor me empezó a parecer algo tre-mendamente complejo, y una vez que los invitados se hu -

15

Page 18: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

bieron ido, me quedé de pie durante un rato contemplándo-lo desconcertado frente a la chimenea. En principio, su fac-tura no parecía presentar la menor complicación. Observécon atención cada una de sus partes, y al final me convencíde que la niña no había tardado mucho tiempo en hacerlo yle había resultado muy fácil, y de que yo también lo podríahacer sin ninguna dificultad. Me sorprendió no haberlointentado hasta entonces, y a partir de ese momento comen-cé a reunir todo aquello que me hacía falta para hacerlo.Al cabo de unos días me coloqué frente al pájaro de

alcanfor con una tabla de madera e intenté reproducirlo sinéxito alguno, y llegó un momento en que el salón, que siem-pre estaba limpio y ordenado por si venía algún invitado, seempezó a llenar de restos de algodón y de plumas blancasestropeadas, y tras llamarme la atención dos o tres veces,terminaron por prohibirme terminantemente que trabajaraen el salón. Empecé a trabajar en mi pequeña habitación,pero cada dos por tres tenía que levantarme para ir a ver elcuadro, aunque no tenía que andar mucho ya que una de laspuertas de mi habitación daba al salón. Me quedaba duran-te un rato observando con atención el gorrión de alcanfor, ydespués, volvía rápidamente a mi habitación y comenzaba apegar los copos de algodón sobre la tabla de madera. Aveces pensaba que una parte me había quedado perfecta,pero cuando hacía la siguiente, me parecía que la anteriorestaba mal, y por eso también me empezaba a parecer queésa estaba mal, pero a pesar de todas esas dificultades seguíaestando convencido de que era algo muy fácil de hacer y, alcabo de un rato, me ponía frente al cuadro y me pregunta-ba por qué no conseguía hacerlo.Un día al mediodía estaba en el salón contemplando el

cuadro y entró a buscarme un amigo con el que solía jugar.Él también se quedó mirándolo un rato y después me dijo: –Allí hay posado uno igual que éste.–¿Dónde?–En el árbol del pozo –me dijo, señalándome hacia fuera.

16

Page 19: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

–¿Has ido allí? –le pregunté.Asintió con la cabeza y me dijo:–Voy ahí todos los días.–¿Y quién vive ahí ahora?–Nadie. Está vacío.Señalando el gorrión de alcanfor le pregunté:–¿Es exactamente igual que éste?–No se puede ver muy bien, por las hojas –dijo–, pero

las alas son exactamente iguales. Ven a verlo.–Ya se habrá ido volando.–No, lleva ahí posado toda la mañana.Eso hizo que aumentara mi curiosidad.–Vamos a verlo –le dije, y salimos fuera.Cuando nos acercábamos al extremo occidental del

solar, le volví a preguntar:–¿No vive nadie allí?–¡Si ya te lo he dicho! Está vacío.Aquella casa normalmente estaba vacía. Era la única,

aparte de la nuestra, que daba a ese solar. La puerta princi-pal de la casa daba a la calle, pero en la parte posterior, situa-da justo enfrente de la puerta principal de nuestra casa,había un gran jardín con una puerta pequeña que daba alsolar. Esa puerta tenía las dos hojas medio sueltas y bastan-te hundidas en la tierra, pero los niños de mi edad podíanpasar entre ellas. Mis amigos y yo solíamos jugar en el solar,y a veces, cuando la casa estaba vacía, nos colábamos en eljardín atravesando aquella pequeña puerta.Aquel día, mi amigo y yo pasamos por ella uno detrás

del otro y entramos en el jardín. En vez de apresurarme allegar al árbol, me detuve en la puerta y contemplé todo eljardín. Había tal cantidad de zarzas que parecía una selva, ypor todas partes había desperdigados montones de basurade diversos tamaños que eran los restos que quedaban de lassucesivas personas que habían habitado aquella casa tempo-ralmente. Eché un vistazo a todo y le pregunté a mi amigo: –¿Dónde está?

17

Page 20: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

Él me hizo una señal para que me callara, y caminamossigilosamente hacia la izquierda hasta llegar cerca del pozo.Estaba tan cubierto de tierra, basura y ramas de árbol quesólo quedaban sin cubrir las dos o tres filas superiores deladrillos hexagonales que conformaban su boca redonda.El árbol estaba situado entre el muro izquierdo del jar-

dín y el pozo, y como el muro le impedía crecer hacia laizquierda, estaba bastante inclinado sobre el pozo. Nuncanos subíamos a él, pues, aunque a simple vista las ramas másgruesas parecían resistentes, en realidad, no podían soportardemasiado peso. Sus grandes hojas redondeadas estabancubiertas de una especie de pelusa compuesta fundamental-mente de un polvo cuyo roce producía picor. En esemomento no soplaba la más mínima brisa, por lo que elárbol estaba tan inmóvil que parecía como si estuvieramuerto. Cuando soplaba el viento, todo el árbol se movía alunísono en la misma dirección, y ese movimiento le daba unaspecto aún más mortecino. Cuando el viento soplaba muyfuerte, crujía, y siempre se rompían una o dos ramas y secaían al suelo. Mi amigo se colocó bajo el árbol, alzó la vista y comen-

zó a observar las ramas con atención. Yo también me acer-qué a él silenciosamente. Apoyé la espalda en el tronco ymiré hacia arriba. Tenía las hojas secas y estaban a punto decaerse. Entre el entramado de hojas había algunos claros através de los cuales se podía vislumbrar el cielo blanco. Envarias ocasiones confundí aquellos claros con la forma de unpájaro. Finalmente, mi amigo me dio un codazo y me seña-ló hacia arriba. En un principio confundí el cuerpo del pája-ro medio oculto por tres o cuatro hojas grandes con untrozo de cielo, pero después, al lado de esa forma blanca,pude distinguir la forma de unas alas. El pájaro no estaba ademasiada altura, y tenía la cabeza oculta por el follaje. Ledije a mi amigo por señas que iba a subir al árbol. Él mehizo un gesto para que me detuviera, pero yo ya tenía un piepuesto en el tronco.

18

Page 21: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

Anteriormente, sólo había subido a aquel árbol en unaocasión en que hice una apuesta con mis amigos, pero encuanto trepé un poco, volví a bajar, ya que ellos, al ver queyo había ganado la apuesta, estaban a punto de escaparse.Sin embargo, fue suficiente para que me diera cuenta de quesi no se cargaba demasiado el peso del cuerpo en el árbol sepodía llegar hasta arriba. Con esta idea en mente, me apoyéen las ramas más gruesas y comencé a trepar. Finalmente,llegué a una altura en la que podía alcanzar el pájaro con lamano derecha. Rodeé con el brazo izquierdo una rama, yapoyando con fuerza los pies en la rama inferior, inclinétodo el cuerpo hacia donde estaba el pájaro. Sólo se le veíaun ala, pero yo quería cogerle las dos a la vez para que nopudiera salir volando. Para intentarlo, adelanté un poco unpie en la rama inferior y ésta crujió ligeramente. Mi amigome llamó desde abajo y me dijo algo. Con un impulsolevanté los dos pies de la rama y me sujeté con más fuerza ala rama de arriba con la mano. Tenía la otra mano un pocomás arriba del pájaro. La rama inferior volvió a crujir y todoel árbol se agitó. Mi amigo volvió a llamarme y a decirmealgo, pero para entonces yo ya tenía el pájaro en la mano.Me fijé en cuál era la rama que crujía y para bajar fui apo-yando los pies en otras ramas, aunque al poner el pie nota-ba que no eran muy resistentes. Tenía extendida la mano enla que llevaba el pájaro y me parecía sentir un ligero cosqui-lleo. Bajé deslizándome por el tronco con una sola mano ycuando llegué al suelo me costó un poco mantener el equi-librio. Justo cuando mi amigo estaba rodeando el pozo paraacercarse a mí, se oyó el fuerte crujido de una rama grandey ésta cayó sobre la boca del pozo alcanzando ligeramente ami amigo. Yo tiré de él para soltarlo y nos quedamos de piea cierta distancia del pozo.–¿Lo has cogido? –dijo mi amigo sacudiéndose la ropa.Yo me miré la mano. Estaba llena de hormiguitas rojas

que se movían de un lado a otro, y el pájaro, que debía estarmuerto desde hacía varios días, estaba hueco por dentro.

19

Page 22: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

Tenía trozos de hojas enganchados entre las uñas de laspatas, tenía el cuello caído sobre el pecho, y sus ojos yahabían desaparecido. Lamenté que mi esfuerzo hubiera sidoinútil. Lancé el pájaro hacia donde estaba mi amigo, y em -pecé a soplar para quitarme las hormigas que me recorríanla mano. En ese momento oí que mi amigo daba un gritoahogado. El pájaro estaba en el suelo y mi amigo tenía unpie sobre él. Justo entonces recordé que a él le daban miedolas cosas muertas y que cuando se asustaba se quedaba para-lizado. Me adelanté un poco y tiré suavemente de él ha -cia mí. Se quedó paralizado unos instantes, pero de repentereac cionó y se quedó mirándome desconcertado. A conti-nuación, bajó la mirada hacia sus pies y se echó hacia atrás.Yo me acerqué a él, pero en ese momento, se giró, echó acorrer, y salió por la puerta trasera.Yo fui detrás de él, pero al llegar a la puerta me di cuen-

ta de que no había observado el pájaro con atención, demodo que volví. Al llegar al lugar donde estaba, me agaché.Se había quedado aplastado por la presión del pie de miamigo, y si debajo de él, en vez de tierra blanda, hubierahabido una tabla de madera, me habría parecido como unacopia desmañada del gorrión de alcanfor del salón.

Después de aquel suceso dejé de interesarme por el go -rrión de alcanfor y empecé a construir otro tipo de cosas. Yadesde muy pequeño, acostumbraba a recoger cosas sueltas ya juntarlas, y después les preguntaba a los demás qué eralo que había hecho. Mis familiares me respondían lo prime-ro que se les ocurría, y yo me convencía, no sólo de que erajusto eso lo que yo había hecho, sino de que era lo que que-ría hacer desde un principio. Sobre la chimenea del salóncolocaba algunas muestras de mis obras, y no me parecíande menor calidad que el gorrión de alcanfor. Me negaba aconsiderar juguetes las cosas que hacía, hasta el punto deque en una ocasión en que junté dos o tres trozos de made-

20

Page 23: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

ra y me dijeron que había construido un coche muy bonito,estuve varios días empeñado en que mi familia fuera a daruna vuelta en ese coche. Sin embargo, al cabo de unos díassiempre terminaba olvidando las cosas que había construi-do, y al final las retiraban de encima de la chimenea. Poco apoco reuní unas cuantas herramientas viejas y medio rotas, yuna gran variedad de cosas con las cuales construí distintosobjetos. A pesar de que, en realidad, el parecido de esas co -sas era bastante superficial, se podían reconocer. En mi pe -queña habitación, debajo de mi cama, había todo tipo deherramientas, trozos de madera, retales de telas de colores,planchas de hojalata, alambres, y hasta huesos de frutas, eincluso en la oscuridad era capaz de meter la mano debajo dela cama y encontrar en ese montón aquello que necesitaba.Con la emoción de reproducir el gorrión de alcanfor me

había olvidado de todo ese material, pero ahora me interesépor él mucho más que antes. En mi cuarto se oían a todashoras golpes y martillazos que perturbaban la tranquilidadde los demás, pero nunca me pusieron impedimento algunoya que yo era el niño mimado de la casa. Sin embargo, comoyo era muy descuidado a veces me hacía heridas, y dejaba detrabajar durante uno o dos días. Cuando me empecé a hacerheridas con frecuencia, dejé en mi habitación un frascogrande de bálsamo de alcanfor, a pesar de que ese bálsamosólo se usaba para cortes más serios y heridas pertinaces.Mis heridas eran superficiales y momentáneas y se podíancurar con cualquier crema del mercado, pero, como ya hemencionado antes, yo era el niño mimado de la casa. Sin queyo lo dijera, ponían mis cosas como decoración sobre la chi-menea y se las enseñaban a los invitados. A veces, cuandono se me ocurría qué hacer, subía a la azotea, desde dondepodía ver con claridad el tejado de la casa situada al otrolado del solar y el muro del jardín trasero. En ocasiones, labrisa cálida parecía envolverme en una oleada de aromasconocidos y desconocidos que hacían que surgiera en mimente una imagen borrosa que, al cabo de unos instantes,

21

Page 24: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

volvía a desaparecer. De repente, mientras contemplabaestas imágenes que aparecían y se desvanecían, decidía cons-truir algo, así que me apresuraba a bajar y me encerraba enmi habitación.Un día me encontraba en la azotea contemplando las nu -

bes que después de la larga estación de sol intenso y vientosabrasadores se acumulaban en el cielo desde por la mañana.En ese momento se encontraba conmigo aquel amigo que sehabía asustado al ver el pájaro muerto. A los dos nos encan-taba empaparnos con las primeras lluvias y, al ver los prime-ros indicios de tormenta, él vino a buscarme y subimos a laazotea. Estábamos jugando a reconocer las formas que crea-ban las nubes de distintos tamaños. En algunas partes se veíabrillar el azul del cielo entre las nubes, pero poco a poco, sefueron juntando hasta formar un plomizo manto uniforme.Yo estaba esperando a que empezara a soplar el viento y allover, y en esa espera me olvidé por completo de mi amigo.Al cabo de un rato empezaron a levantarse ligeras ráfagas deviento. Con alguna de esas ráfagas sentí una especie de aro -ma frío como el hielo, pero no era un aroma que percibieracon la nariz sino con los ojos, y tras elevarse ante mí comoel cabo de una cuerda blanca, desapareció. En ese momentooí la voz de mi amigo que decía:–Es igual que el otro.Estaba mirando hacia arriba. Yo también alcé la vista.

Sobre nosotros había un pájaro revoloteando en torno a unmismo punto, y con él se movía una cuerda blanca.«¿Y esa cuerda?», me pregunté a mí mismo.–La habrá cogido por ahí para construir su nido –dijo mi

amigo.El pájaro descendió un poco y después se elevó dando

vueltas.–No –dije yo–, lleva la cuerda atada debajo.–Entonces debe ser que se ha escapado de algún lado

–dijo mi amigo–. No sé de quién será.A continuación seguimos observándolo en silencio. Por

22

Page 25: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

la forma en que volaba se notaba que estaba cansado. Siguióvolando alrededor de la azotea aleteando cansinamente. Eracomo si estuviera buscando un lugar en el que posarse. Alfinal se posó en la torreta que había a nuestra izquierda.Parecía estar contemplando algo en la lejanía y era evidenteque no había notado nuestra presencia. Yo le hice una señala mi amigo para que permaneciera en silencio, y me dirigí ala torreta muy despacio. Cuando estuve cerca de ella, medetuve. En ese momento no veía al pájaro pero tenía lacuerda colgando delante de mí y la podía coger con la mano.Me di la vuelta y le volví a hacer a mi amigo una señal paraque estuviera en silencio, pero en ese momento oí un aleteo,y cuando me giré hacia la torreta el extremo de la cuerda sehabía elevado y ya no lo podía alcanzar con la mano. Re -gresé donde estaba mi amigo. En ese momento el pájaroestaba volando rápidamente hacia la otra casa, pero en vezde hacerlo en línea recta, se iba moviendo de un lado a otrocomo una persona que caminara haciendo eses, y tras de síondeaba la cuerda blanca como una serpiente.–¿A que es igual que el otro? –dijo mi amigo.Yo seguí mirando al pájaro sin responder. Había cruza-

do el muro del jardín de la casa de enfrente y no hacía másque dar vueltas sobre un mismo lugar y a cada vuelta des-cendía un poco más. Al final, desapareció de nuestra vistatras el muro, pero al cabo de un rato volvió a aparecer en esemismo lugar. Batió las alas con fuerza y luego descendió. Acontinuación volvió a aparecer allí mismo, y se quedó alete-ando suspendido en un mismo lugar durante un rato, y alfinal, descendió lentamente y desapareció. Nosotros nosquedamos esperando a que volviera a salir, pero no lo hizo.–¿Qué estará haciendo ahí? –dijo mi amigo sin dejar de

mirar al otro lado del muro.Oí el sordo tronar de las nubes, y la luz de los relámpa-

gos iluminó fugazmente el cielo plomizo en varios lugarespara luego volver a desaparecer. Justo en el mismo instanteen que yo también caí en la cuenta dijo mi amigo:

23

Page 26: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

–Allí es donde está el árbol del pozo.Nos miramos el uno al otro y permanecimos en silencio.

En lo alto el sonido de los truenos cambió de lugar, luegodescendió hasta tocar la tierra y volvió a ascender lentamen-te hasta desvanecerse en el cielo. Cogí a mi amigo de lamano.–Vamos –le dije–. Lo liberaremos.–No –me contestó, intentando soltarse.–Vamos –le volví a decir.–No –me dijo–, no vamos a ir allí.–¡Que ése no está muerto! –le dije–. Aunque si llueve…Entonces, se le empezó a enfriar la mano y se quedó

mirándome medio paralizado.–Bueno, olvídalo –le dije. Lo dejé allí y bajé yo solo.

En aquel momento hacía calor y las grandes hojas delárbol se mecían suavemente, pero bajo la pelusa polvorien-ta de su superficie comenzaba a brillar el verde. Rodeé elpozo y me quedé justo debajo del árbol. Aunque no veíanada moverse ni oía ningún sonido, estaba seguro de que elpájaro estaba oculto en alguna parte entre las hojas de lacopa del árbol, por eso lo estuve buscando durante un rato.Finalmente, empecé a pensar que se habría ido volandoantes de que yo llegara, pero justo cuando me disponía amarcharme, oí un leve sonido que provenía de las hojas yque no era capaz de identificar. A pesar de ello, decidí inme-diatamente que era el sonido que producían sus alas al rozarlas hojas. Me detuve y comencé a mirar hacia arriba. Aquelsonido parecía provenir de todo el árbol. Entonces me dicuenta de que había comenzado a llover de forma silencio-sa. Después de esperar un rato más salí a una zona descu-bierta. Cuando ya estaba a cierta distancia, me volví y miréhacia el árbol.Su aspecto estaba cambiando poco a poco. Las gotas de

24

Page 27: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

lluvia iban trazando rayas verdes sobre las hojas polvorien-tas, para después, ya turbias, caer al suelo, mientras las hojasmustias comenzaban a enderezarse poco a poco, lozanas.De repente, la lluvia se intensificó, y yo me giré hacia lapuerta trasera. Comencé a sentir un suave olor a tierra, y almismo tiempo, oí el sonido de un fuerte batir de alas.Me giré de nuevo y dirigí la mirada hacia el árbol. El

pájaro estaba a muy poca altura de él, suspendido, batiendolas alas a toda velocidad, y los goterones de lluvia, al chocarcon sus alas, se dispersaban de tal modo que el pájaro pare-cía estar completamente envuelto en una nube blanca. Lalluvia incesante que caía sobre aquella nube trémula iba des-cendiendo desde el cielo hasta la tierra a través de hilosblancos.El jardín estaba completamente anegado. Había desapa-

recido aquella fragancia conocida que había surgido con lassalpicaduras de las primeras gotas de lluvia sobre la tierraseca, y ahora comenzaban a emanar los aromas enterradosen las entrañas de la tierra. A medida que caminaba, surgíanlas fragancias de la tierra y se quedaban flotando durante uninstante en un lugar para después volver a desplomarse,sacudidas por una ráfaga de lluvia. Sin embargo, yo no lespresté demasiada atención ya que estaba contemplando elárbol sobre el cual había desaparecido aquella nube trémulay el sonido del batir de alas que de ella provenía. Al mojar-se, las hojas del árbol habían cobrado un color verde oscu-ro y el tronco se había vuelto negro. La lluvia se tornó aúnmás intensa haciendo que todo el árbol cobrara un aspectobrumoso. Entonces me di cuenta de que tenía toda la ropaempapada y de que yo también me estaba mojando. Justocuando estaba corriendo hacia la puerta trasera, el viento sehizo aún más fuerte. Como estaba tiritando de frío, meempezó a parecer que la puerta estaba muy lejos, así que dila vuelta y corrí en dirección opuesta, refugiándome en ellargo y estrecho porche que había pegado a la casa, cubier-to con un tejado de metal. El agua caía por el tejadillo for-

25

Page 28: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

mando una cortina ante mí, a través de la cual el diluvio quecontemplaba en el jardín se asemejaba a unas grandes sába-nas de humo blanco que el viento meciera, hinchándolas,plegándolas, y zarandeándolas en todas las direcciones.El viento también llegaba hasta debajo del tejadillo, y

hacía vibrar sus planchas de metal. El frío me había caladohasta los huesos, de modo que miré en todas las direccionesen busca de un lugar en el que refugiarme de la lluviatorrencial. Detrás de mí había tres puertas arqueadas porarriba, sobre las cuales había cristales azules. Yo ya habíavisto esa casa en varias ocasiones y sabía que detrás de esaspuertas había un salón con tres chimeneas. Recordé que,cuando era muy pequeño, a veces entraba en esa habitacióncon mi familia y después de insistir mucho, alguno de misfamiliares me cogía en brazos para que me pudiera asomarpor el cristal de la puerta central, ya que me encantaba vertodo el jardín de color azul. Después me acordé de la últi-ma familia que habitó aquella casa. Eran unas seis o sietepersonas que pasaban la mayor parte del tiempo sentadas,separadas, cabizbajas y en silencio. A veces, las mujeres selevantaban para hacer alguna tarea de la casa, para volver alca bo de un rato y sentarse nuevamente en su sitio, en silen-cio y cabizbajas. Cuando los hombres regresaban del traba-jo, se dirigían silenciosamente a alguna de las habitaciones,y después de cambiarse de ropa, salían y se sentaban cabiz-bajos. A veces una de las niñas le preguntaba algo a la otra,aquella le respondía, y después las dos, cabizbajas, se vol -vían a sumir en el silencio. Todas aquellas personas pare -cían hallarse envueltas en una especie de nebulosa. En esaépoca tuve que ir a aquella casa varias veces. Siempre volvíacansado y enfadado, y al llegar a mi casa me ponía a imitarel modo en que se sentaba esa gente, y le decía a mi familiaque no me volvieran a mandar otra vez allí. Ellos se reían,pero al cabo de dos o tres días me volvían a enviar para cual-quier recado. Un día sacaron todas sus pertenencias de lacasa y se marcharon sin avisar. Desde entonces, seguía vacía.

26

Page 29: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

«Masud escribe sobre un Lucknow yuna India de los cuales nada sabíamos an -tes de que se plasmasen en su obra. Es unapasionado y sereno realista de lo extraño;su prosa precisa, meticulosa, describe losborrosos estados de la mente en que sebasan y se fundan nuestras vidas. Proba -ble mente sea la voz más extraordinariaque ha emergido de la literatura india enesta década.»

Amit Chaudhuri

«La maravillosa delicadeza de “Aromade alcanfor” emana de la habilidad que tie -ne este escritor para dar forma y voz a losraros detalles de otra cultura, y de su ele-gante prosa (...) cada uno de estos siete re -latos, plenos de maestría, están iluminadospor una ironía tan fina como compasiva.»

Sara Suleri Goodyear. Univ. de Yale

«“Aroma de alcanfor” es una peculiarreu nión de criptogramas líricos para aque-llos que gustan de las perturbaciones quese demoran.»

Bill Marx. «Boston Globe»

Naiyer Masud (1936) es catedrático delengua persa en la Universidad de Luck nowy traductor de Kafka y de literatura persaal urdu. Además de ensayos literarios yalgunos cuentos infantiles, ha escrito tresvolúmenes de relatos que han recibido im -portantes premios de la India. Sin em bar -go, su verdadera pasión, según confiesa élmismo, es la lectura. Kafka, Poe y Borgesson sus autores predilectos.

Page 30: Aroma de alcanfor - Naiyer Masud

A r s b r e v i s

www.atalantaweb.com