Análisis semiótico de la Prosa Apátrida 76

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ALUMNO: Huali Acho, José Alfredo CÓDIGO: 13030008 ANÁLISIS SEMIÓTICO DE LA “PROSA APÁTRIDA 76” DE JULIO RAMÓN RIBEYRO En este breve texto, el narrador apunta a un deseo de homogeneización de comportamientos, con el fin de obtener una suerte de democracia social sostenida, paradójicamente, en una aristocracia –donde él mismo se incluye–. Elite comunitaria que se obtiene mediante una revolución verdadera, basada no en la modificación de ideas, sino en la alteración de modos de actuar de los sujetos. Deseo que, al final, aún no se satisface, por lo que el sujeto central se enfrenta a una desilusión con el futuro. Un pesimismo se esconde tras esa ausencia de revoluciones auténticas. Para corroborar lo anterior, primero establezcamos las presencias que se logran vislumbrar en el texto, con el fin de determinar sus conexiones. Desde el inicio, un sujeto narrador se coloca como cuerpo receptor de sensaciones, el cual se halla comiendo tranquilamente en medio de la noche hasta que nota un carácter de los otros comensales (que son unos obreros): sus modales diferentes. A partir de ahí, el narrador determinará que no son los prospectos ideológicos los que separarán a las clases sociales, sino que esos modos de acción, esos comportamientos funcionan como límites entre cada estrato de la comunidad. El yo-narrador (fuente) apunta a esos comensales y –específicamente– a sus ademanes (blanco), pero mantiene una separación profunda con ellos por su clase social superior (control de las

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Análisis semiótico de la Prosa Apátrida 76

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ALUMNO: Huali Acho, Jos AlfredoCDIGO: 13030008ANLISIS SEMITICO DE LA PROSA APTRIDA 76 DE JULIO RAMN RIBEYROEn este breve texto, el narrador apunta a un deseo de homogeneizacin de comportamientos, con el fin de obtener una suerte de democracia social sostenida, paradjicamente, en una aristocracia donde l mismo se incluye. Elite comunitaria que se obtiene mediante una revolucin verdadera, basada no en la modificacin de ideas, sino en la alteracin de modos de actuar de los sujetos. Deseo que, al final, an no se satisface, por lo que el sujeto central se enfrenta a una desilusin con el futuro. Un pesimismo se esconde tras esa ausencia de revoluciones autnticas.Para corroborar lo anterior, primero establezcamos las presencias que se logran vislumbrar en el texto, con el fin de determinar sus conexiones. Desde el inicio, un sujeto narrador se coloca como cuerpo receptor de sensaciones, el cual se halla comiendo tranquilamente en medio de la noche hasta que nota un carcter de los otros comensales (que son unos obreros): sus modales diferentes. A partir de ah, el narrador determinar que no son los prospectos ideolgicos los que separarn a las clases sociales, sino que esos modos de accin, esos comportamientos funcionan como lmites entre cada estrato de la comunidad. El yo-narrador (fuente) apunta a esos comensales y especficamente a sus ademanes (blanco), pero mantiene una separacin profunda con ellos por su clase social superior (control de las percepciones). Estas ubicaciones pertenecen al plano del campo de posiciones de los elementos, que no representan el autntico objeto de deseo del yo-narrador, pues este se ubica en una instancia ms honda, pero slo accedemos a ese estrato gracias a la aparicin de esos modales chabacanos de los obreros.El centro de las percepciones se torna un ser estsico ante las presencias forneas, y estos entes operan como representantes de un deseo profundo: el deseo de revolucin autentica para la ecualizacin de los estratos sociales, al cual se llega con un trabajo en los modales, y no, como tpicamente se cree, con las ideas. El narrador demarca claramente su orientacin: las ideas son invisibles, son fciles de copiar; mientras que el calco de comportamientos es un trabajo engorroso, pues estos se conquistan, responden a un legado que se adquiere a travs de varias generaciones y sobreviven ante cualquier mutacin intelectual. Los actos son perennes, las ideas no, es por eso que se requieren para las permanente alteracin de los conjuntos. As como la comunicacin se da ms fcilmente a travs de formas que de los contenidos, las revoluciones necesitan de maneras y no tanto de fondos. Esto es lo que busca el yo-narrador: una revolucin autntica, la de los comportamientos.La aparicin de los comportamientos huachafos de los comensales detona una concentracin de la extensidad, la captacin se focaliza en un elemento especfico de los otros, y a la par la intensidad se incrementa, develando reflexiones sobre la estructura de la sociedad. Este punto de vista electivo, centralizado en ese parangn que son los comportamientos de slo un grupo de obreros, pero que refleja el incompleto actuar revolucionario de un conglomerado mayor (el de todos los incompetentes agitadores), facilita que el yo-narrador se desembrague en el mundo, explayando sus ideas en relacin a un elemento que le resulta molesto. El sujeto se expande en el mundo, despliega sus consideraciones sobre los dos tipos de revolucin: la no-autntica, centrada en la alteracin de las ideas, y la autntica, la de los comportamientos. El yo expande sus ideales reflexivos para criticar la alienacin de los huachafos por intentar encajar, por medio de modos errados, en un grupo social al cual no pertenecen. Al narrador le importa poco la equidad ideolgica (incluso puede llegar a compartir las aspiraciones de los comensales, pero no puede tolerar su forma de mascar, de hablar y de fumar), lo que busca es un punto mayor: la homogeneizacin de comportamientos, pues estos permiten la convivencia (del mismo modo que permiten la comunicacin, cualidad bsica para la consolidacin de una civilizacin hermanada). La nivelacin de modales (o la creacin de otros nuevos ms naturales y soportables) es un medio para obtener la autntica revolucin, la cual conllevara a una sociedad equitativa, pero a la par, aristocratizada, como se explicar en un momento. Aqu ya se aprecia claramente que el yo-narrador experimenta una carencia: aspira la verdadera rebelin, ansa este valor exclusivo o de absoluto, sabe que muchos desean llegar a l, pero pocos pueden hacerlo. Los enormes grupos de chabacanos pecan al imitar ideas tratando de obtener ese valor, mientras que algunos arribistas usan apropiadamente sus conocimientos de la insurreccin legtima para obtener beneficios de ello, pocos acceden a estos valores y su exclusividad es el motor que hace desearlos.Ahora bien, como vemos el relato presenta una estructura concreta: la introduccin de la presencia que sobrecogen, la focalizacin de un objeto de deseo y los mecanismos necesarios para obtenerlos, falta entonces una resolucin acerca de la ejecucin de los proyectos revolucionarios ya planteados. Falta hablar de la etapa de sancin del discurso, pues aqu se pueden observar las valorizaciones del sujeto, y como en la mayora de textos de Ribeyro en este escrito resalta el carcter pesimista. Se aprecia un escepticismo con respecto a la consolidacin de la revolucin genuina, pues persiste el mpetu engaoso de la falsa transformacin, la alteracin ideolgica se sobrepone a la modificacin de comportamientos, y estos al perpetuarse conservan la esencia de una sociedad anticuada, que se cree haber destruido. Manda la falacia del desarrollo, y los grupos sociales se obstinan en un crculo vicioso. La desilusin de la bsqueda se hace presente. Resulta imposible el movimiento de la civilizacin por la incorrecta adjudicacin de valores positivos a un objeto equivocado, a la revolucin de ideas. El hacer de los individuos no conlleva al fin deseado, la performancia se trunca por la carencia de ciertos factores de la competencia modal: pues si bien el querer y el poder estn presentes, no saben cmo realizar la accin, al desconocer cul es la legtima manera de revolucionar. El ente comn es incompetente por su desconocimiento y las dems facultades son intiles sin un esquema de ejecucin (sin un esquema del saber). Por otra parte, debido a que el yo-narrador se ubica como algo externo al grupo de revolucionarios, el slo desea, no acta porque no puede; sabe y quiere, mas no es capaz de realizar una accin por su aislamiento. En ambos casos, ni el aislado ni el conjunto pueden hacer competentemente.Ahora bien, el ltimo elemento que se analizar es el destinador implcito que maneje las posturas y orientaciones que el yo-narrador tiene con respecto a su deseo. Este destinador social puede calificarse de aristocrtico, ya que repudia a los huachafos y aprecia a los oligarcas podridos, no por sus ideas, sino porque saben desdoblar correctamente su servilleta. Dicho concepto supremo que finura y etiqueta, hace que se desee una revolucin para el allanamiento de los estratos sociales, manteniendo un equilibrio en la superioridad, en la aristocracia, no en las hoscas acciones de los obreros, ni en las volubles ideas, sino en la insigne forma de mascar o beber, en el modo de dialogar con decoro, en la lite se halla una perfecta armona, las ideas fluyen, chocan y se desintegran, pero las formas y las maneras perduran. No hay censura de pensamiento, pero s de acciones. Entonces, al unificarnos con los modales se puede llegar a una paradjica democracia, donde el libre pensar se inspecciona a travs de la correcta forma. Mediante una aristocratizacin de modelos se llega a una democratizacin de las ideas. Esto desata el deseo, esta utopa seduce (no slo al narrador, sino tambin a las otras presencias, quienes anhelan tambin esta tolerancia), pero las falencias en la competencia derrumban todo el proyecto final, trayendo decepcin y pesimismo sobre el futuro. La reincidencia en el error trunca el ideal, por lo que el deseo no llega a satisfacerse.