Ambiente, Cultura y Sociedad

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sociedad herrerana

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Milcíades Pinzón Rodríguez- 2011-

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DEDICATORIA

Para Ana Mercedes:

prolongación de mi estirpe,brisa refrescante del Canajagua,

manojito de orejanidad,aroma sutil de flor silvestre,

pimpollito de promesas.

Milcíades

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ÍNDICE

Introducción …………………………………………………………………………...

1. La cuestión de desarrollo regional …………………………………………………….2. Cubitá, tierra y conflicto ………………………………………………………………3. Problemas ecológicos de Azuero ……………………………………………………4. Mitos ecológicos ………………………………………………………………………5. La huerta campesina …………………………………………………………………..6. Sociología de la tusa …………………………………………………………………7. Historia de gatos y patologías humanas ………………………………………………8. El bosquecillo de Chenda ……………………………………………………………..9. Carretera Divisa-Las Tablas …………………………………………………………..10. Loros: Respuesta a interrogantes de Don Jorge Ventocilla …………………………11. Ecoturismo en Azuero ………………………………………………………………12. Se vende una península ………………………………………………………………13. El manglar, un ecosistema en peligro ………………………………………………14. Se mueren nuestros ríos ………………………………………………………………15. Otra vez los alisios ……………………………………………………………………16. Alisios, bocanadas celestiales ………………………………………………………..17. Agua, agua, agua ……………………………………………………………………..18. Confesiones de un corotú …………………………………………………………….19. Harto de antenas guarareñas20. Canajagua, ¿porqueriza de Azuero? …………………………………………………21. Contaminación acústica ………………………………………………………………22. Cerro Quema, mirador de Azuero ……………………………………………………23. Cerro Quema, oro, tradición y pobreza ………………………………………………24. La minería en la Península de Azuero ……………………………………………….25. Meditaciones desde Cerro Quema ……………………………………………………26. Sobre bosques, minería y cultura orejana ……………………………………………27. Angurria minera ………………………………………………………………………28. Cerro Quema, prohibido olvidar ……………………………………………………..29. Los santeños y sus luchas contra la minería …………………………………………30. Anam, ambientalismo “ligth” ……………………………………………………… Bibliografía…………………………………………………………………………….

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INTRODUCCIÓN

Presento a la consideración del lector un conjunto de temas que se refieren a la cuestión ambiental en las provincias de Los Santos y Herrera. Como es sabido, la zona geográfica se caracteriza por su fuerte expulsión de la población, profundo apego a la identidad cultural, profusión de eventos sacro-profanos, acendrado compromiso con la ética laboral y una economía que en términos generales se centra en el sector agropecuario.

Los escritos recogen una multiplicidad de temas que he venido analizando en las últimas décadas. El enfoque que les da unidad intenta ser interdisciplinario y holístico, porque no creo que la sociología ambiental –como cualesquiera otra disciplina científica- pueda atribuirse el mérito de poseer la visión correcta de la problemática. Es más, la propia dinámica ambiental demuestra lo pretensioso de tal perspectiva.

Debo añadir que en la mayoría de los casos he optado por utilizar un lenguaje que se acerca más a lo coloquial que a un vocabulario o jerga científica. Esto obedece a que el objetivo central del texto no quiere parecerse ni remotamente a un manual ecológico, ni cosa que se parezca. Al contrario, busca ser accesible al hombre de la calle y promover en él una conciencia crítica, que como diría Stéphane Hessel, le permita indignarse con lo que acontece.

Al final he añadido una bibliografía que ayudará al lector acucioso a ir más allá de lo que recogen y sugieren las cuartillas que presento a su consideración. Y si de algo sirven las mismas, entonces el beneficio será colectivo.

….mpr…..20/IX/2011

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1. LA CUESTIÓN DEL DESARROLLO REGIONAL

Interrogarse sobre la cuestión del desarrollo regional siempre será un tema de vital importancia, especialmente para un país como el nuestro, con evidentes rezagos y disparidades provinciales. Un aspecto central del análisis debe reconocer la existencia de la llamada macrocefalia ístmica, con una zona de tránsito que aglutina no solo la mitad de la población, sino parte considerable de la inversión y la riqueza nacional. El peso de esa deformación estructural debería tomarse en consideración a la hora de elaborar una estrategia de desarrollo nacional. Así debemos concebirlo, porque el transitismo ha retardado y deformado el progreso del Panamá rural. Estoy convencido que para construir el país que queremos hay que estimular una reflexión que nazca de las entrañas de la nación, meditación que debe ser producto de un debate maduro, serio y constructivo. El liderazgo para el logro de ese empeñó tiene que ser asumido por las diversas regiones que constituyen la república. Nadie hará como nosotros lo que podemos encomendar a otros. En esa línea de pensamiento, y como una contribución a tal propósito, adelanto algunas ideas con las que pretendo acercarme a la cuestión del desarrollo regional de las provincias de Herrera y Los Santos.

Algo de historiaLa historia de la planificación nacional confirma que la nación careció, hasta la primera mitad del Siglo XX, de estrategias de desarrollo nacional. Los primeros amagos en esa dirección fueron producto del trabajo de los liberales de la década del cincuenta y sesenta de esa centuria. A continuación el período militar se caracterizó por las retoma de tales líneas de desarrollo, las que fueron ampliadas y modificadas. De hecho lo implementado respondió a la visión liberal que la gente del llamado “proceso revolucionario” hizo suya en el marco del llamado “Estado empresario” de los años setenta. En ese tiempo se habló de los “polos de desarrollo regional”, estrategia que no logró su cometido y terminó apabullada por una propuesta centrada en la ampliación del rol de la zona de tránsito, con su canal y centro bancario internacional. Advirtamos que esa planificación se elaboró en los centros de poder transitista. Las provincias fueron simples receptores de una estrategia que les fue extraña y desconocida.Desde aquellos tiempos han transcurrido más de tres décadas y todavía la república carece de un norte que guía sus pasos y le conduzca más allá de las veleidades de gobiernos electos. Aún los panameños no sabemos qué queremos, ni hacia dónde vamos; quizás porque los militares hicieron añicos al país y los gobiernos democráticos tampoco han sido capaces de presentar una propuesta que satisfaga las ansias de desarrollo nacional. Hemos arribado al Siglo XXI de coyuntura en coyuntura; huérfanos de una visión que unifique y dote de planes y proyectos de desarrollo que superen el período político de quienes transitoriamente detenta el poder.

El caso de la Región de CubitáLas provincias de Herrera y Los Santos experimental lo misma que otras regiones interioranas. En el transcurso del Siglo XX, y en lo que va de la centuria, ni tan siquiera tienen una idea vaga de cual podría ser la suerte de tales circunscripciones administrativas. Se puede afirmar que la planificación peninsular ha sido casi nula, porque en la práctica lo que se observa es un desarrollo desarticulado. En ese escenario histórico cada actor social intenta despegar desde su propia pista y el Estado se caracteriza por dar palos a ciegas, contentándose con acudir a “resolver” problemas cuando éstos están a punto de eclosionar. El caso del alcantarillado de La Villa de Los Santos, poblado en el que la población tuvo que protestar durante cuatro largos años para lograr su objetivo, demuestra con elocuencia lo que queremos decir.Si analizamos integralmente la Península se observa que en ella coexisten dos mundos, ambos interrelacionados, pero cada uno marchando al ritmo de sus particulares condiciones de desarrollo. De un lado encontramos el segmento de población que vive en la costa, en la sección oriental de la región; mientras que en la sección occidental (área de montaña) muestra su faz un sistema social y económico que experimenta las condiciones de vida que caracterizaron los años treinta o cuarenta del Siglo XX. La costa y la sabana apuntan hacia la modernidad, mientras que la montaña es el reducto histórico de la pobreza y el abandono. Es evidente que la utilización de los espacios geográficos ha privilegiado la sabana antropógena en desmedro de la sección occidental de la región. Este desequilibrio interno promueve constantes flujos migratorios que alimenta la población de la costa y estimula la despoblación de la sección occidental. Se

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entiende que esta situación es más una consecuencia que una causa, por cuanto obedece a la falta de planificación del desarrollo regional.La ausencia de previsión ante la cuestión del desarrollo también lo vemos en los problemas que enfrenta la empresa privada regional. Las organizaciones empresariales intentan fortalecerse por cuenta propia, ya que no existe un patrón de desarrollo dentro del cual implementar sus proyectos, entre otros motivos porque los municipios no han legislado sobre el tópico. En consecuencia, se agudiza el problema de la recolección de la basura, las barriadas se expanden sin norte ni guía, el transporte colectivo no satisface las expectativas de los usuarios, la inseguridad está en ascenso y las carreteras no reciben mantenimiento preventivo.Al adentrarnos en la compresión de nuestro mundo regional hay que destacar otro aspecto capital, me refiero a las actividades agropecuarias. Éstas han sufrido en carne propia el problema estructural de la nación. A saber, un país centrado en el sector servicio que mira con desdén las actividades del agricultor y del ganadero. Los años ochenta y noventa del Siglo XX fueron claves en la destrucción del modelo de producción agropecuaria. Desde entonces las políticas neoliberales promovieron la crisis que agricultores y ganaderos no han podido enfrentar con los exiguos recursos con que cuentan, mientras se les conmina a que promuevan una adecuada reconversión económica, pero no se les dota del presupuesto para ello. En lo que ha transcurrido del Siglo XXI ese abismo de desarrollo se ensancha antes que reducirse.Muy a tono con las tendencias del subdesarrollo regional, asoma su faz el problema de la preservación ambiental. En la pasada centuria la región destruyó gran parte del legado ecológico que a la naturaleza le tomó millones de años de evolución. Entre los problemas más angustiosos de la cuestión ecológica pueden citarse la reducción de los bosques por el avance de la ganadería extensiva, la contaminación de las principales fuentes hídricas, el abuso en el uso de los agroquímicos, la catástrofe ecológica de los manglares, ausencia de políticas ambientalistas que normen el crecimiento de los centros urbanos y últimamente la amenaza de la minería, así como el desarrollo turístico sin planificación. Admitamos que sin planificación regional el desarrollo sostenible es un eufemismo. Añadamos al tétrico panorama otro elemento fundamental: el desafío cultural. El observador acucioso se percata que en la región coexisten aparatosamente el tradicionalismo y la modernidad; creando una cultura híbrida que añora el ayer, al mismo tiempo que intenta disfrutar de las manifestaciones de la postmodernidad. Como consecuencia de la carencia de una política cultural sensata, se produce una creciente comercialización de las expresiones de la cultura popular. Tales son los casos de la música de acordeones, cantaderas, matanzas, bailes tradicionales, etc. En consecuencia, la población vive atrapada en un mundo cultural al que le están vedadas otras manifestaciones del espíritu.

La estrategia para el desarrollo humano sostenibleA la situación descrita, en la que asuman su rostro algunos problemas estructurales de la mano con otros cuya naturaleza es más específica, se impone la implementación de políticas que apunten hacia una solución integral. Todo conduce a pensar que la región no logrará superar el subdesarrollo en que se encuentra sin asumir una estrategia que establezca las líneas generales de ese desarrollo y que reoriente el accionar de los actores sociales en el marco de un proyecto de desarrollo nacional. Esto supone partir de una filosofía que inspire los planes y programas de desarrollo. A nivel nacional una discusión de tal naturaleza tiene que centrarse en el mejoramiento de la calidad de vida del panameño, construyendo un país donde el campo y la ciudad se complementen, vale decir, que la riqueza nacional se distribuya por igual entre la zona de tránsito y el interior panameño. El nuevo modelo ha de inspirarse en el ecodesarrollo, la búsqueda del consenso social (alimentando y respetando el disenso renovador) y la equidad, entre otros aspectos. En este punto deberíamos admitir que las grandes líneas desarrollo ya se encuentran planteadas en el documento denominado VISIÓN NACIONAL 2020, así como diagnosticada en el INFORME NACIONAL DE DESARROLLO HUMANO (Panamá 2002). En el caso que nos ocupa se debe retomar la propuesta nacional que plantea el desarrollo humano sostenible, pero en el marco de nuestras particularidades regionales. Como quiera que la región pocas veces ha sido consultada, exceptuando el período de las elecciones (ejerciendo parcialmente sus derechos políticos, más no así los económicos), la estrategia debe

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caracterizarse por la consulta a los diversos grupos que habitan la región. Pienso que algunos de los ejes en torno a los cuales debe girar la estrategia, los planes y proyectos de desarrollo, son los siguientes: la cuestión ecológica, las asimetrías entre la costa y la montaña, el problema de la identidad cultural de la región, los medios de integración regional y nacional (medios de comunicación y transporte), los pilares que han de sustentar la economía regional (agricultura, ganadería, turismo, servicio, etc.), el desafío educativo y la cuestión de tipo sanitaria.Al final de estas notas se impone una reflexión nacida del estudio de la zona. Debo decir que la experiencia del desarrollo regional durante los siglos XIX y XX deja como saldo una gran enseñanza. En realidad la Península es una sola e indivisible, porque las distancias geográficas y culturales entre los pueblos son demasiado pequeñas como para concebir una planificación basada en las circunscripciones provinciales o municipales. Este fenómeno se observa, por ejemplo, en la problemática de la basura y el desarrollo municipal de Chitré y la Villa de Los Santos; municipios que deberían colaborar en la solución integral de estos y otros problemas comunitarios.Todo parece indicar que no sólo es viable, sino necesario que la planificación trascienda los límites administrativos de cada provincia. Sin duda habrá resistencia de parte de algunos actores sociales, pero tales argumentos deben ser superados mediante información, docencia y participación ciudadana, si es que de verdad deseamos un desarrollo centrado en la calidad de vida e integrado al ritmo que la nación necesita.

19/IX/2006

2. CUBITÁ, TIERRA Y CONFLICTO

La tierra da la vida, pero también suele ser fuente de conflicto y de muerte. En la Región de Cubitá así ha sido desde los tiempos de las disputas territoriales entre diversos cacicazgos (antaño bajo el férreo control de Paris, Antataura o Antatara), hasta las peloteras actuales por la compra y venta de territorios adyacentes a la costa peninsular. Hasta la primera mitad del Siglo XIX, sin embargo, valían más las vacas que la tierra. La transformación comenzó a repuntar con la ampliación del mercado interno, fruto de la construcción del ferrocarril transístmico, el canal francés y el norteamericano. Luego, hacia los años veinte, la legislación liberal sobre la tenencia promovió la quiebra de la economía campesina y aupó una rapiña que expulsó a los paisanos de sus fundos. Tal es el verdadero origen de la migración santeña.La lucha por la tierra siempre ha estado a la orden del día. Recordemos que a mediados del Siglo XIX surgió el conflicto agrario por la imposición de impuestos e introducción de ideas liberales en la mal llamada “guerra entre familias (Guardia vs. Goytía)”. A partir de allí el incremento en la demanda de carne vacuna impulsó la potrerización, la deforestación y la conquista. Y otra vez la res tuvo prioridad sobre la gente; aunque nunca faltó el tinterillo que se prestó para armar el “pleito” contra el campesino depauperado del pasado siglo.La actual centuria ha promovido con renovado ímpetu la añeja disputa por la tierra. El viejo factor productivo ha alcanzado mayores cuotas de valor, por encima de la humanidad y el canto de los gallos que con su matinal sinfonía pregonan nuestro subdesarrollo. El turismo desenfrenado y la minería se apoderan de potreros, cerros, flora, fauna y agricultura. La identidad cultural orejana se estremece y el neoliberalismo pone en jaque al tradicional modelo de vida. En un sistema así concebido, la ganadería extensiva y la agricultura tradicional son impulsadas desde la costa hacia los reductos montañosos; como antaño aconteció con los indios acosados por las ballestas de los españoles y los perros carniceros. En la costa la tierra vale demasiado para engordar vacas. ¿Se concretiza la vieja y folclórica leyenda del “hombre que se fue a rodá tierra”?.En vano el paisano de extracción campesina se refugia en su folclor (como lo hizo a mediados del siglo pasado). Actores de cine, banqueros, empresarios y especuladores le han caído en pandilla. La tierra se vende a buen precio y las heredades pasan a manos de consorcios pudientes. Pululan los letreros en inglés, mientras los especuladores degustan su sancocho de dólares. Si durante la colonia las vacas valían más que la tierra, ahora la ecuación se invierte. Las pezuñas no pueden competir con el auge inmobiliario.

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Lo que acaece en Los Santos es terrible y tiene una fuerza y un impacto demoledor. Pedasí es el espejo en el que debiéramos mirarnos. Un fenómeno que ya deja sus huellas en Bocas del Toro y que acongoja al boqueteño. La austral población santeña vive su minuto de gloria, pero ya vendrá la larga y negra noche. En la Península de Cubitá rápidamente se incuba la nueva diáspora, pero los pueblos resisten solos, como antaño. Indiferentes, los gobiernos promocionan el turismo anárquico en un país sin planificación, Dios ni patria. La política de la rapiña se incuba a la sombra del Ancón y los orejanos, enredados entre carnavales (celebrando la semana del campesino de un solo día), en tiempos de globalización, vivimos nuestro contemporáneo despojo. Parece que la valorización de la tierra convertirá en realidad lo que no pudo hacer la modernización cosmética del Siglo XX, destruir la base económica sobre la que se construyó la cultura popular. La geofagia iza su bandera en la cumbre de Cerro Quema y al mirar hacia otro lado, hemos olvidado que la relación con la tierra, y el minifundio en particular, fue el pilar que dio sustento a los valores de nuestra cultura campesina. La muerte del parvifundio es la decapitación de la cultura campesina.La tierra que por quinientos años sostuvo la vida, se vende y permuta como otro bien del mercado. Ante nuestros ojos fenece una filosofía y una cultura de la tierra. En cambio, los abuelos de Canajagua, dolidos y melancólicos, miran a otros cosechando los mangos que ellos sembraron. Congoja infructuosa, porque ante el conjunto de iniquidades, los jerarcas de la cosa pública se cruzan de brazos, muestran sonrientes sus guarismos de crecimiento económico y terminan por echar mano del viejo aforismo popular: “Así es el mundo compa, nadie sabe pa’ quien trabaja”.

21/X/2008

3. PROBLEMAS ECOLÓGICOS DE AZUERO

El hombre que habita en la Península de Azuero es conocido en el ámbito nacional por diversos aspectos: expresiones folclóricas, productividad lechera y maicera, profunda fe religiosa, laboriosidad de la población, así como por lo vistoso de sus carnavales. A ello debemos añadir en las últimas décadas otro rasgo: la tendencia a la depredación ecológica. Desde el hacha de los campesinos, hasta la destrucción del entorno por la minería, todo grita en el área la necesidad de implementar correctivos y superar viejos hábitos.Con el ánimo de destacar algunas de las dificultades que vive la región en el ámbito ecológico, los comentarios que siguen intentan realizar un inventario de los más apremiantes. Está demás indicar que se impone profundizar en la investigación de los mismos y generar un debate colectivo que nos conduzca a solucionarlos. Sin embargo, esto último escapa al objetivo inmediato que nos proponemos. Veamos esos problemas.1. El problema de la potrerización: Azuero es la región más deforestada del país. En términos relativos se puede afirmar que la zona sólo cuenta con el 5% de los bosques, ya que todo lo demás ha sido convertido en potreros. El desequilibrio entre las actividades ganaderas y agrícolas repercute en desmedro de la última y provecho de la primera. Según las estadísticas del año 1995, en esa fecha existían 434,700 cabezas de ganado vacuno en Herrera y Los Santos; al tiempo que el contingente poblacional se estimaba para ese año en 181,133 personas. Es decir, registramos un promedio de 2,39 vacas por cada persona. En el caso particular de la Provincia de Los Santos, las cifras arrojan un total de 3,68 ejemplares de ganado vacuno por persona. Guarismo nada despreciable si tomamos en consideración que el promedio nacional es de 1,80 cabezas de ganado por habitante. 2. Destrucción de las cuencas hidrográficas: Este es el caso de la Reserva de El Montuoso en la Provincia de Herrera en donde nacen los ríos Tebario, La Villa, El Gato y otros. Otro tanto podemos decir de la serranía del Canajagua en donde encontramos los ríos Quema, Güera, Estibaná y Oria; importantes fuentes abastecedoras de agua de la comunidad azuereña. Lo acontecido con el Río La Villa ilustra las consecuencias. Nacido el recurso hídrico en el área de El Montuoso, el río abastece de agua al 45 % de la población; sector poblacional que consume 3,6 millones de galones diarios. El también denominado Cubitá tiene una extensión de 108 kilómetros, dependiendo de su caudal un alto porcentaje de la actividad agropecuaria. Hoy, el desmonte en la cabecera del río pone en peligro al resto de la población. Sume a todo ello la

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destrucción de la Reserva de La Tronosa, que de 22,000 hectáreas ha sido reducida a 5,000, o el dramático caso de la Reserva de El Montuoso que se redujo de 12,000 a 4,000 hectáreas.3. El negocio del cascajo y la arena: Decenas de camiones volquetes recorren a diario las principales carreteras de Azuero con su cargamento de cascajo y arena. Detrás de ello dejan a ríos y playas convertidos en despojos ecológicos. Ante la indiferencia ciudadana son devastados los ríos La Villa y Guararé y se acaba con las hermosas playas santeñas de Las Comadres y Bella Vista de Guararé.4. Destrucción de los manglares: Las alocadas concesiones a las camaroneras están acabando con los manglares. Cientos de hectáreas caen bajo el hacha destructor de dichas empresas. En esta ocasión no podemos atribuir la culpa a los campesinos, ya que la libre empresa también hace de las suyas. Las camaroneras se multiplican como hongos en los manglares del Golfo de Parita, se conceden en áreas arqueológicas como la albina de Sarigua y se amenaza con entregar más de 500 hectáreas de los manglares de Santa Ana de Los Santos a la voracidad del capital.5. Basureros comunales: El aumento de la población ha creado un problema relacionado con el lugar en donde se deposita la basura. Esta situación es más notoria en Chitré, Ocú, Villa de Los Santos, Guararé, Las Tablas y Pedasí. No existe en tales distritos un manejo científico de la problemática, optando las municipalidades por escoger lugares que muchas veces están próximos a ríos y quebradas con lo que se agrava el problema de la contaminación de las aguas.6. La concesión minera: Una empresa canadiense se apodera de 5,000 hectáreas en pleno corazón de la Península de Azuero. Intenta implementar aquí una mina de cielo abierto poniendo en peligro a toda la región. Todo ello mientras los organismos estatales, por medio de las instituciones oficiales, advierten al campesinado sobre la "conservación" del medio ambiente.7. Los agroquímicos: Hace poco un medio de comunicación se hizo eco de las personas que se han envenenado, y en algunos casos hasta muerto, por el efecto del mal uso de agroquímicos en la población de Ocú. Pero no se trata sólo de esa población herrerana, también es el caso de Santa María y muchas otras poblaciones en donde el manejo inadecuado de los agroquímicos termina por elevar la toxicidad de las aguas y de los alimentos de consumo diario. A ello debemos añadir que muchos de esos plaguicidas están prohibidos en los países en donde se fabrican, pero en Azuero se venden libremente en el mercado. 8. Ecología urbana: En Azuero no sólo encontramos potreros devastados; en los principales pueblos, áreas de convivencia social como los parques, son lugares desprovistos de verdor. Un caso ilustrativo es lo que acontece con el principal parque de la capital santeña. Allí, pretextando que en los carnavales los jardines eran pisoteados por los tunantes, la grama fue reemplazada con lozas de concreto. Triste espectáculo en pueblos que carecen de lugares apropiados para el esparcimiento de la familia, optando ésta por recluirse en el hogar para consumir los alienantes mensajes de algunos canales televisivos.9. Modelo de desarrollo: En las provincias de Herrera y Los Santos, como en el resto de la nación, el problema ecológico va mucho más allá de la falta de conciencia. Acontece que el modelo de desarrollo lleva en sus entrañas el germen de la depredación. La verdad es que no existe en Azuero un tipo de propuesta económica y social que se constituya en alternativa diferente a la existente. El ganadero y el agricultor viven atrapados en un modelo de desarrollo que propicia y alimenta la destrucción del entorno ecológico.En verdad, las instituciones gubernamentales y privadas deberían alentar una verdadera y responsable propuesta de desarrollo sostenible. Un proyecto de esa naturaleza debe surgir de los actores sociales de la zona, quienes son los que han de garantizar el éxito de la empresa. Tal postura bien podría ser el punto de partida para que en la región demos un paso más allá del romanticismo de contentarnos con celebrar el "día del árbol", "la semana del campesino" o la "semana ecológica".

14/X/1998

4. MITOS ECOLÓGICOS(O al perro más flaco se le pegan las pulgas)

En la acepción que nos interesa, un mito es visto como una representación y explicación del mundo. Explicación que, independientemente de su certeza, es asumida como válida; constituyén-

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dose en una verdad que termina por ser aceptada por el sentido común y asumida como un modelo de conducta social. Por su parte, la ecología ha sido definida como una ciencia preocupada por la interacción de los seres vivos con la naturaleza.Siendo así, podemos hablar de la existencia de una mitología ecológica, es decir, un conjunto de creencias que se dan como ciertas y que pretenden dilucidar lo que acontece en nuestro medio, como producto de la interacción entre el hombre y la naturaleza. Señalemos algunas de ellas y procedamos a su desmitificación.I mito: El campesino carece de conciencia conservacionista.Según esta versión nuestro hombre de campo es un arboricida. Transita por esos caminos de Dios con el hacha al hombro y una cajetilla de fósforos en el bolsillo de su "cotona". Los males que adolece nuestro entorno ecológico se los debemos a las satánicas actividades del hombre interiorano y, en especial, a los santeños, herreranos y chiricanos. Al parecer nuestros orejanos padecen de una extraña enfermedad que sólo puede ser calmada con el zumbido del hacha y el deleite piromaniático de la candela en el rastrojo.II mito: La escasez de lluvia es un castigo de Dios. Los dioses son seres iracundos. Están hechos para castigar al hombre por sus pecados terrenales. A éste último -pobre e infeliz mortal-, sólo le queda conformarse con lo que tiene en este "valle de lágrimas". Si escasean las lluvias, es porque algo maléfico han realizado los descendientes de Adán y Eva. En consecuencia, se imponen las "rogativas" y las procesiones a San Isidro.III mito: Los ganaderos son los culpables de la deforestación. Junto a los campesinos los ganaderos han sido catalogados como el segundo estrato social que depreda los bosques. Quienes así piensan parecieran aceptar que las vacas y sus propietarios provienen de alguna extraña constelación ubicada más allá de Alfa Centauri. Viven los cuadrúpedos en el limbo y sin vínculos económicos con los grupos hegemónicos. Aunque es de creer que quien dice res, vaca o cuadrúpedo está pensando exclusivamente en los rumiantes que tienen por dueños a campesinos pequeño-propietarios; los que para subsistir tienen que alternar sus actividades agrícolas con las ganaderas.IV mito ecológico: En Panamá tenemos la mejor agua del mundo ¡Hombre!, no hay que preocuparse, siempre tendremos agua en abundancia. Si hoy, en el Interior como en la capital de la república nos quedamos sin el apreciado líquido, la culpa la tiene el IDAAN. Nosotros seguiremos saltando en los culecos, enjabonándonos mientras dejamos el grifo abierto. Total, decimos, no es mi problema y...no tengo medidor.V mito ecológico: El asfixiante calor que sentimos antecede a los terremotosEsta es una vieja creencia. El problema no es la destrucción de nuestro hábitat natural. En la sabiduría popular, el problema del cada vez más sofocantes calor que todos experimentamos, apenas si se vincula con la deforestación de alrededor de 100,000 hectáreas anuales. Que existan pueblos sin bosques y ciudades con parques de concreto, poco tiene que ver con las altas temperaturas. Y ni qué decir sobre las baladíes consecuencias de la destrucción de la capa de ozono.

Aproximación a una desmitificaciónNo es cierto que el problema ecológico sea exclusivamente un asunto de falta de conciencia y de la necesidad de sembrar uno que otro arbolito. Las semanas ecológicas, como las del libro y el idioma, pasan como tantas otras y hasta nos acostumbramos a celebrarlas... y nada más.Siendo así, se impone para la correcta comprensión de la problemática indicada, superar las visiones románticas y las explicaciones alegres; compenetrarnos de las esencias y no de las apariencias. Me sumo a los que consideran que es imperioso destacar las causas estructurales. Una de ellas, a mi juicio la más importante, radica en comprender que moramos dentro de un sistema socioeconómico que posee una racionalidad centrada en las utilidades económicas y no en el bienestar del hombre. ¿Qué importa talar un bosque más si al final crecerá mi cuenta bancaria? ¿A quién le importan los cocodrilos, si las carteras del reptil anfibio están bien cotizadas en París y Washington? Si la existencia de las titibúas de Santa Ana de Los Santos tienen sus vidas sujetas a los caprichos de los Caballeros de la Orden de Malta, entonces, ¿en dónde está la justicia?Bien dice el adagio popular que "al perro más flaco se le pegan las pulgas". En una sociedad con el sistema de estratificación característico de nuestro ístmico país, un problema tan complejo como el ecológico pretenden reducirlo a la falta de conciencia de nuestros agricultores y pequeños

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ganaderos. Se les recomienda a éstos no talar, no deforestar, no quemar y proteger la fauna. Mientras, los grandes consorcios madereros continúan haciendo de las suyas y pueblos como el de Santa María son fumigados con agroquímicos.Con un modelo de desarrollo como el nuestro (plutocrático y excluyente), casi que resulta un insulto a la inteligencia el pedirle a nuestra gente que abandone un estilo de vida de cinco centurias a cambio de...nada. Si en verdad nos interesa resolver el problema ecológico, debemos superar el romanticismo y encaminar nuestros pasos en la búsqueda de acciones que apunten a modificar un modelo tan depredador como el que tenemos y en el que las áreas interioranas son solamente un ente folklórico.Los mitos ecológicos únicamente serán verdaderamente erradicados cuando al mismo tiempo que se implementa un modelo de desarrollo centrado en el hombre y la naturaleza, las instituciones de socialización acompañan a este mismo modelo indicándole a todos los sectores sociales qué hacer para conservar su hábitat.

1/V/1999

5. LA HUERTA CAMPESINA

Cuando llegué a la huerta de Arturo Bernal Solís ya el sol se encontraba en su cenit. A orillas del Río La Villa, debajo de frondosos árboles de mango y muy cerca de las faldas del Cerro Juan Díaz, los amigos se congregaban en un rito festivo que se repite en las regiones de Azuero desde hace muchos siglos. Tantos, que incluso el mismo cerro ha abierto sus entrañas a la arqueología moderna para dar testimonio de ese encuentro del hombre con la tierra y la naturaleza; proceder que es tan viejo como los primeros asentamientos indígenas que en florecieron en él. Estamos hablando de una edad que se ha fechado con Carbono 14 entre 1 al 550 d.C. Antes, probablemente este mismo lugar cumplió su función de recreo o de sitio sacro en donde los antiguos habitantes enterraban a sus muertos.Algo más de un milenio después, aún perdura en la conciencia cultural del pueblo azuerense aquellas costumbres culturales que el tiempo no parece doblegar. Por eso, Arturo está feliz de reunir a sus familiares y a sus vecinos en el sitio en donde ha organizado para ellos la matanza. Allí, a pleno sol, tendida sobre varas, la carne de res se deshidrata. Las mujeres cocinan sobre los fogones de piedra el adobo y la sopa de res; porque desde la madrugada la vaca supo del filoso cuchillo y la sangre rojiza mojó los sedientos terrones del mes de abril.

Recuerdos del pasadoJoaquín Bernal Peralta es el padre de Arturo. Hombre curtido por el tiempo; con algunos años encima se muestra orgulloso de sus ancestros. Nos dice que la huerta ha pertenecido a su familia por algo más de seis décadas. Con un dejo de nostalgia, y mientras sus ojillos añoran otra época, nos fue desgranando parte de su mundo de hortelano.El traslado a la huerta -nos dice- se iniciaba el día de la Candelaria, es decir, el 2 de febrero. La estadía en las vegas del río La Villa se prolongaba hasta los primeros aguaceros de mayo. El mes que en la cultura campesina de antaño era propicio para dar inicio al rito sacro profano del Velorio de la Cruz. Pero esos son otros cantares.Según Bernal Peralta la bajaría del río se llenaba de covachas. Época de moliendas, de baños en el río, romances furtivos e incluso de alguna desgracia. Como la acontecía a la señora que fue atrapada por un inmenso lagarto. El mismo saurio que en un día similar dio cuenta de una madre y su pequeña hija.Bernal sabe lo que cuenta y lo narra no sólo con la experiencia que dan los años, sino con la formación de Perito Agropecuario que adquirió por los años cuarenta en el Instituto Nacional de Agricultura. "Soy de la segunda promoción", me dijo, con aire de sano orgullo. Los nombres de Menalco Solís, Dagoberto Vázquez y los profesores cubanos y peruanos no se hicieron esperar.Escucho los relatos mirando el Río La Villa -mudo testigo de la historia regional -, corriente fluvial que en décadas anteriores poseía más caudal e incluso fue causante de inundaciones. Este hecho fue el que imposibilitó la construcción de viviendas mucho más sólidas que las típicas covachas.No faltaron en aquellos años algunas simpáticas estampas. Como la representada por Francisco; personaje pintoresco que durante las mañanas recorría el río sonando la cambombia, con la que

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anunciaba a los residentes de las huertas que en su bote podían adquirir manteca, fósforo, chicharrones, carne de cerdo y cuanto cosa pudiera serle útil a las familias que moraban lejos del pueblo.

Aproximación sociológica a la huertaAparte de estas bucólicas remembranzas, la huerta tiene para el hombre del campo una importancia que apenas se ha analizado. Uno de los primeros aportes a su conocimiento lo debemos al Dr. Manuel Fernando Zárate, quien publicó en el año 1959 (Revista Lotería # 59 de febrero del año indicado) un artículo en el que describe con maestría las características que le hicieron famosa. Su título: "La Huerta: Tradición de Trabajo y de Recreo".Una investigación que incursione más allá de los detalles anecdóticos y folclóricos, lo repetimos, aún no se ha intentado. Porque si bien es cierto lo que indicó Zárate (que la huerta resume la tradición de trabajo y de recreo de los orejanos), la micro hacienda azuerense es más que eso. Sabemos que mucho antes se fue perfilando como el lugar apropiado para las labores propias de una región minifundista como la azuereña, región en donde la agricultura y la ganadería coexistieron desde la llegada de los españoles. Teniendo la vera de los ríos la tierra fértil, aquí la ganadería encontró un lugar propicio para que hombres y rumiantes lograran superar el estío peninsular. Corotúes, mangos, espavés, harinos y otras variedades de árboles produjeron el microclima ideal para la temporada seca.Paradójicamente, la huerta, que inicialmente fomentó las actividades propias de una economía campesina, fue el lugar ideal para que a través de ella se introdujera la nueva racionalidad económica que durante el Siglo XIX (en su segunda mitad) y la vigésima centuria (particu-larmente en sus primeras décadas), transformó las relaciones asalariadas mediante el cultivo de nuevos rubros.Al iniciarse el Siglo XX, aguijoneada por las demandas de la creciente población que se asienta en la zona de tránsito, la huerta se mostró proclive al cultivo de la caña de azúcar y de otros rubros de mercado seguro. Los Santos y Herrera vivieron por aquellos años la época de oro de los alambiques y la huerta se constituyó en el epicentro de la actividad económica. Época de las carretas, barcos en los puertos (Guararé, Mensabé, Búcaro y otros). Luego, cuando los intereses económicos de los grandes ingenios se impusieron, nuevos rubros aparecieron en el horizonte económico de la huerta: comercialización de la sandía, el ají y los tomates.En nuestros días se está repitiendo en la huerta el mismo fenómeno que podemos observar con la música folclórica. Me refiero, sin duda, a la instrumentalización económica de una vieja tradición. Porque no deja de llamarnos la atención cómo está siendo utilizada la huerta para la realización de matanzas. Los intereses son los más disímiles: recaudación de fondos económicos para reinas de carnavales, festivales folklóricos o simple interés crematístico. La otra dimensión de la huerta, aparte de fomentar la tradición de trabajo y de recreo, está representada por ser la vía por la que se introducen nuevas tecnologías al agro azuerense. El cultivo del tomate, la sandía y el melón son apenas dos ejemplos de lo que apuntamos.

Arturo y su familiaPareciera que en la época contemporánea la huerta está condenada a desempeñar su doble papel de ente tradicionalista y portador de los nuevos aires de renovación agraria. Como quiera que sea, en Azuero los hombres parecen debatirse al son de esas dos tendencias: lo viejo con su añeja carga de querencias y las nuevas urgencias de la economía de mercado. Sea como fuere, la verdad es que el amigo Arturo Bernal y su familia disfrutan aún de la huerta campesina a orillas del río La Villa.

15/III/1995

6. SOCIOLOGIA DE LA TUSA

Nuestra intención al hablar sobre la importancia de la tusa podrá parecer un esfuerzo poco cuerdo dentro de una disciplina académica como la sociología. No es mi propósito sugerir la descabellada idea de instaurar una nueva especialidad en la disciplina que fundara Augusto Comte. Recurro a este título, un poco en broma y en serio, para intentar reparar el agravio que se ha infringido a uno de los objetos más preciados de la sociedad campesina. Porque el punto es que la tusa nunca ha recibido la atención que se merece. Al contrario, ella ha llegado a ser sinónimo de cosa inservible,

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de ser sin importancia, de paria agrícola. La verdad sea dicha, la inseparable amiga del maíz ha pasado de la grandeza a la desventura en un país en donde el agro se ahoga entre bancos y barcos. La tusa, para el que todavía no sepa a qué me refiero, se trata de ese cuesco de la mazorca que las culturas han denominado de diferentes formas: olote, carozo, coronta, raspa y zuro. Problemas de lengua y habla de pueblos indígenas y mestizos en donde el maíz desempeñó un papel protagónico. Por allí, en Centroamérica, Miguel Angel Asturias le dedicó toda una novela bajo el sugestivo título de Hombres de Maíz. Tusa y maíz, maíz y tusa, ambos están indisolublemente ligados y al hablar de uno de ellos tenemos que hacerlo en el contexto del otro.El maíz ha sido el plato por excelencia del aborigen y al llegar los españoles el mismo ya se había extendido de norte a sur. En Panamá, por ejemplo, nos cuenta el cronista Espinosa que a su arribo a Natá era cuantioso el cultivo del grano. Ya en la actual región de Azuero, el hispánico conquistador bautiza con el nombre de “Río de Los Maizales” al que después se denominará Río La Villa.De modo que en América, durante miles de años, el maíz se integró al hombre y el hombre al maíz; en un extraordinario ejemplo de lo que son capaces los sistemas sociales cuando se respeta a la naturaleza y ésta se constituye en soporte de los primeros. Dialéctica de la conservación y del desarrollo sostenible que no terminamos de aprender.Al igual que el maíz, múltiples usos tuvo la tusa en nuestra cultura de raíces campesinas. Sólo hay que recordar cómo las piaras hambrientas se la disputaban cuando el maíz era desprendido de ella; pasando a cumplir el último labores de mayor jerarquía alimenticia. En cambio, la tusa quedaba a un lado, como un desecho, mientras el grano corría mejor suerte: humeantes changas, deliciosos pastelitos, mazamorra, serén, entre otras delicias de la gastronomía orejana.Aquellas sociedades vivían del maíz y para ellas el grano era un regalo de los dioses; siendo cultivada la planta herbácea en la vega de los principales ríos. Allí vivió su gloria, gozando de un triunfo que se prolongó por varias centurias, hasta el momento cuando el trigo lo destronó de su rol protagónico y, de cierta manera, comenzó su declinación. Hoy observamos cómo, morando en sociedades de maíz, tenemos que ser partícipes de la irracional conducta de consumir “michas”, rosquitas y viriles; todas elaboradas con harina de trigo en un país en donde el foráneo cereal no se cultiva. Cosas de país subdesarrollado que dedica millones de balboas a consumir un producto que no produce.Pues bien, esa misma decadencia ha venido a reflejarse en la tusa, compañera inseparable del grano de origen americano. Como hemos indicado, variados usos se le dio a ella, desde servir de soporte para el cuerpo de una muñeca campesina, improvisado mechón de rancho y casas de quincha, hasta ejercer la nada agradable función de papel higiénico. Porque hay que recordar que antiguamente era muy corriente encontrar en los llamados “servicios de hueco”, una lata repleta de tusas. Por algo, aún se escucha decir a nuestro pueblo (que de todo hace un chiste) que la tusa no sólo limpia, sino que simultáneamente tiene la virtud de rascar y peinar. Tusa que no sólo servía para cumplir la tan necesaria función de aseo en la parte de la anatomía que te estás imaginando, sino para calmar en una noche de insomnio el prurito de un molesto pie de atleta. ¡ Ay !... si las tusas hablaran.En la tradicional sociedad orejana ella asomó su faz en los jorones y luego de desgranada la panoja, era guardada en sacos. Jorones de maíz y tusa que fueron el orgullo de la cultura campesina que disfrutaron nuestros abuelos. Todo un mundo de maizal, capullo, granos de maíz y tusas.En fin, reflexionando sobre la triste historia de la tusa, cae uno en cuenta que otras facetas del Panamá que construyeron nuestros antepasados, también han experimentado el vía crucis del hermoso escaparate del maíz. Así, las refrescantes y nutritivas chichas fueron reemplazadas por las gaseosas, el sombrero pintado por las gorras, las tejas por el zinc y la solidaridad humana por el mercantilismo.Dentro de su humildad, la tusa guarda para nosotros una enseñanza. Parece decirnos que aunque todo se vuelve moderno, globalizado, lleno de reingeniería y calidad total, debemos aprender de su experiencia popular. Actúa con cautela – pregona -, porque tras el nuevo modelo económico, los grandes poderes transnacionales deparan a nuestras sociedades un destino de tusa.

12/VI/1998

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7. HISTORIA DE GATOS Y PATOLOGIAS HUMANAS

Detuve el auto a la orilla del camino. Muy próximo a la alcantarilla de la polvorienta carretera, un desperfecto mecánico me obligó a estacionarlo bajo la sombra de un árbol. Mientras verificaba qué había acontecido con el motor, me pareció escuchar un débil maullido. Levanté la cabeza y afiné el oído. Caminé hacia la alcantarilla y descubrí cobijados entre las hierbas a un par de indefensos gatitos. Esperé en vano que apareciera su felina madre.Luego de pensarlo, colegí que los animalitos habían sido abandonados allí por algún bípedo sin sesos; uno de esos que se ufanan en pertenecer al reino del más racional de los animales. Tal cosa asevero porque los animalitos aún no habían podido abrir los ojos. Estaban allí, abandonados sin poder comer o tomar leche, y expensos a ser devorados por las aves de rapiñas o por alguna hambrienta culebra de los contornos.El suceso me hizo recordar algunos pasajes que muchos hemos vivido y que demuestra la saña con la que a veces arremetemos contra los animales. Pienso, por ejemplo, en la conducta del paisano que abandona a su fiel caballo luego de que éste le ha servido durante muchos años. Producto de una conducta como esa, a diario vemos transitar por nuestros caminos algunos equinos en el más lamentable estado de postración. Incluso hay quien se divierte colocando "cabuyas" en el trasero de las yeguas sólo por el placer enfermizo de verlas sufrir. Y no falta quien ata al rabo del alazán un viejo balde que el cuadrúpedo tiene que cargar, cual penitente de otra vida, por lo callejones de nuestra península de emigrantes.Otros se divierten arrancándole la cabeza a un pato mientras se corre al galope desde un brioso caballo. Vemos a perros que penden de la rama de un árbol porque el hambriento can se atrevió a comerse una "posta" de la mesa. Mucho podríamos decir de los lebreles que mueren con espumas en la boca, o con vidrio molido en sus estómagos, porque el vecino le tiene inquina al dueño de la casa en donde desafortunadamente mora el chucho.Hay gatos que pierden sus testículos porque al fulano maquiavélico le parece divertido arrancárselos de un tirón con un hilo. (Me pregunto si le agradaría que le aplicaran la misma receta). No falta quien abuse de la garrocha con sus bueyes, o quien le caiga a palos al caballo porque éste no responde a sus soberanas órdenes. ¡Cuánta injusticia en contra de animales que únicamente han cometido el pecado de sernos fieles!. Al observar todas estas patologías humanas, no deja uno de sentir un escalofrío interior y cierta pena para con nosotros mismos. Hay más. Aves durante años morando en cárceles llamadas jaulas. Animales amaestrados que experimentan pavor ante el látigo de sus domadores mientras nosotros aplaudimos el espectáculo circense que llegó al poblado. Ni qué hablar de los loros que miran entre los barrotes la bandada de emplumados congéneres que pasa rauda por el cielo.Dicen los pragmáticos que todo esto es "normal", que siempre será así y que vivimos en una sociedad en donde el pez grande se come al más chico. La ley de la selva en su máxima expresión. Yo me inclino a pensar lo contrario y no deja de resonar en mis oídos el maullido de unos indefensos gatitos que encontré a la vera del camino. Historia de gatos y otros animales que claman al cielo por una asociación protectora de animales.

3/II/1999

8. EL BOSQUECILLO DE CHENDA

Cosas de la naturaleza. El salmón retorna a los sitios donde nació para depositar sus huevos y otro tanto hace la tortuga. El hombre, por su parte, añora sus querencias, extraña los lugares que hollaron sus plantas de niño. Así lo entendió Ricardo Miró en su poema "Patria" y el doctor Sergio González Ruiz en su "Adiós a Las Tablas". Y no puede ser de otra manera, amamos nuestros solares patrios o regresamos al inframundo de los hombres de corazones de piedra.Todas estas reflexiones vienen a mi mente a propósito de algunas cosas que han sucedido en mi pueblo y que poseen un hondo significado para los que hemos nacido en el villorrio guarareño que ayer se denominaba El Potrero y que hoy conocemos como Bella Vista.En efecto, son muchos los hechos que se pueden rememorar del pueblo donde se nace. Entre esas vivencias tan pueblerinas aparece con particular insistencia la vieja casa de Chenda con sus portales amplios, sus viejos anaqueles, extrañas pinturas y profusión de frascos de vidrio. Estos

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últimos nos recordaban que allí se estableció en décadas pasadas una tienda a la que acudían nuestros abuelos y en las que hacían sus compras los niños, luego de apearse de sus altos zancos.Tiempos aquellos que no volverán y que desconoce la actual juventud que baila "salsa" y reggae. Pues bien, Rosenda vestía su típico pollerón. Su casa siempre fue percibida por los niños del lugar como una especie de museo de antigüedades. En ese lugar se tejieron toda clase de leyendas en torno a la personalidad de un español que casó con su hermana Aura y que con posterioridad llegó a ser el dueño de la Imprenta Barcelona que se estableció en la ciudad de Las Tablas.La casa de Chenda siempre estuvo rodeada de árboles y por mucho tiempo un mamón cobijó bajo sus sombras los restos de una vieja camioneta que en su época hizo la ruta Guararé-Panamá. Al frente de la vieja morada de quincha, un amplio llano era custodiado por un inmenso árbol de mango. Allí jugábamos béisbol con pelotas de trapo y en su época la improvisada plaza supo de las corridas de toro. Aún recuerdo con nostalgia la juntas para la construcción del "torín" y ese penetrante olor a "carate" recién cortado que era traído en carretas cuando ya estaba próxima la fiesta.El paisaje se complementaba con la casa de mi padre en un extremo de los llanos; luego de la calle, la herrería de Arcelio "Chelo" Díaz con su fragua y ese característico sonido del mazo sobre el yunque en la confección de los machetes campesinos. En el otro extremo mostraban sus tejas mustias las vernaculares casas de quincha que ocupó inicialmente la Cooperativa. Allí vivió, entre otras familias, la de Amado Bustamante con cuyos hijos trabé una amistad que se ha prolongado más allá de la infancia.De la misma manera acude a mi memoria la figura del octogenario "Nenga Bucha", personaje campesino que reposaba muchas veces bajo la sombra del mango, cuando no lanzando unas de sus picantes expresiones de hombre de "mundo". Desde que tengo memoria ese pequeño bosque de Chenda siempre estuvo allí, en pleno centro del poblado, como si se tratase de un pulmoncito dispuesto a oxigenar una comunidad de hombres laboriosos. Los mismos hombres que crearon la primera cooperativa de la península de Azuero, realizaron la primera reforestación de mangles que recuerde la historia regional, mejoraron casi con sus propios recursos las calles y que más recientemente se han opuesto a la extracción de arenas de sus playas. Bella Vista, como otros pueblos de la provincia, puede sentirse orgullosa de su historia; porque los nietos de los campesinos analfabetas de principio de siglo, hoy ocupen destacadas posiciones en el engranaje gubernamental, la empresa privada y las labores independientes.Si hacemos estas aseveraciones y remembranzas es porque estamos convencidos que los pueblos tienen deberes que no pueden eludir y derechos que no pueden ser vulnerados. Las colectividades, como los hombres, necesitan de lugares que se constituyan en puntos históricos de referencias, sitios de encuentros que permitan una vida con una aureola casi de mística religiosidad. Sin ánimos de exagerar, yo diría que el Bosquecillo de Chenda podría convertirse en uno de ellos. Para los bellavisteños ese rincón es algo así como nuestra ánfora de recuerdos; cualquier mutilación del mismo viene a constituirse en una inaceptable amputación a nuestra historia y a nuestra cultura de pueblo pequeño. Hace poco me entero que la Cooperativa José del Carmen Domínguez ha adquirido los terrenos que pertenecieron a Chenda y que existen planes para su uso futuro. En lo personal no me opongo al avance de los tiempos, pero también me percato que los pueblos que no recuerdan su pasado desaparecen. Necesitan que esa historia que es suya se materialice en objetos físicos. Para las presentes y futuras generaciones esa pequeña porción de tierra a la que nos hemos venido refiriendo puede cumplir esa función. Necesitamos que no desaparezca el bosquecillo, que la presencia devoradora del hacha no convierta en rastrojo lo poco que queda de él.Pienso que la Cooperativa tiene una insaldable deuda con el poblado. Respetar el lugar en donde ella misma está enclavada puede ser un primer paso en esa dirección. Incluso podríamos soñar a largo plazo con edificar en el centro del bosquecillo el "Museo de la Casa Vernácula de Azuero". Una vivienda de quincha al estilo de la que cobijó a nuestros ancestros campesinos que mostrase a las juventudes presentes y futuras cuáles han sido nuestras raíces culturales.

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No me cabe la menor duda de que nadie osará darle un uso distinto al que hemos sugerido y me atrevería a afirmar que el grueso de la población, aunque no lo exprese, comparte mis puntos de vista. Los amigos que integran la Cooperativa, en cuyas manos está el futuro del Bosquecillo de Chenda, sé que no cometerán el desatino de destruir parte de nuestra historia de pueblo chico.

17/V/1992.

9. CARRETERA DIVISA-LAS TABLAS

¿Cuántas veces hemos transitado la carretera Divisa - Las Tablas?, ese tramo vial que es la columna vertebral de la región de Azuero. Al hacerlo hemos visto miles de veces cómo a ambos lados de ella se divisan en invierno las verdes sabanas; llanura antropógena que se torna de un chocolate claro en el largo estío peninsular.En esos sesenta y ocho (68) kilómetros que distan de Divisa a Las Tablas; convertidos en ciento diez (110) hasta Pedasí, en el extremo sur; todo un mundo de cosas acontecen. Estamos ante la manifestación de la micro historia que transcurre indiferente y que nada la perturba. La lucha por la vida: insectos, animales, hombres, casas, pueblos, autos, aves y una larga lista de la cotidianidad santeña y herrerana. Nos encontramos ante un camino que es una síntesis de facetas ignotas de nuestra cultura; senda donde todo es factible y que recibe a diario el solitario saludo de los que transitan por ella. De ese trajín extraigo este muestrario. Pañuelos multicolores. Repentinamente aparecen. Las veo venir hacia el parabrisas de mi auto; asemejan frágiles pañuelos multicolores que carga el viento. En vano intento reducir la velocidad. En este mes de agosto, son miles las mariposas que mueren al estrellarse con los autos. Pareciera como si se empeñaran en acabar con sus efímeras existencias. De ellas sólo queda en el vidrio un punto acuoso y al mirar por el espejo retrovisor observo cómo se quedan inertes en el pavimento. Sin embargo, sigue el vehículo su marcha, y en mi memoria permanece ese sonido doloroso del golpe leve de un ser alado que no contará su historia.Vendedores de El Lagartillo. Próximo al Cruce a Sabanagrande está El Lagartillo. Ya casi nadie conoce por dicho nombre a éste poblado de casas dispersas. Un fenómeno interesante se observa allí. Un grupo de "vendedores" están a la orilla de la carretera. Al divisar un auto en la distancia, hombres, mujeres y niños intentan vender sus productos del mar: ostiones, camarones, longorones y langostas. Guardadas las proporciones (5,000 años a.C.) el hombre de Azuero también vivía de la recolección de moluscos. Hoy, continuando esa tradición milenaria, están allí para tratar de sobrevivir dentro de un sistema económico donde el pez grande se come al chico. Halcones en el camino. De tanto posarse sobre la carretera se han convertido en devoradores de carroña. Viven del despojo de cuerpos que se disputan con los gallinazos. Producto de la experiencia se han convertido en diestros toreros que sacan lances a los bólidos motorizados que transitan de un lado a otro de la carretera. Al verlos me pregunto, ¿qué pensarán estas aves y cómo repercutirá sobre sus futuras generaciones un cambio tan radical en sus estilos de vida ?. Yo no sé qué pasará, pero siguen jugándose la vida sobre el asfalto.Las fondas. Antes fueron casi una institución de las fiestas de toros; porque en Azuero no se puede concebir una actividad festiva sin las fondas. Las urgencias económicas del pueblo las sacó de su entorno y las ha sembrado, también, a la vera de la carretera Disvisa-Las Tablas. Una fonda es un restaurante popular con comida típica. Dista mucho de ser aquélla de la que nos habla Don Miguel de Cervantes Saavedra en su "Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha". Del siglo XVI perdió su hospedaje y se quedó en lo que ahora tenemos. Las fondas son un paraíso de la gastronomía vernacular que el conductor fatigado encuentra en su camino. Cuando de sobrevivir se trata, ¡qué ingenioso es nuestro pueblo!Los busitos. "Parada señor", grita el hombre desde el fondo del microbús. Dentro algunos escuchan los característicos programas de comentarios de la radio azuerense, otros se deleitan con el casete musical del conductor, no pocos compran el pan de La Arena o silenciosamente repasan en su cabeza las gestiones que harán en Chitré o Las Tablas. Mientras, muy atrás en el tiempo, las chivas gallineras son un recuerdo del ayer.Las zarcetas. Ocasionalmente, de manera furtiva, un joven vende zarcetas en un punto cercano al Río Escotá. Cazadas en las ciénagas cercanas, le roba a la naturaleza un ave migratoria que en

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tiempos de antaño abundaban por estos lares. Alguien se detiene y desde su auto le regatea el precio... y raudo se pierde sobre la carretera de asfalto con su zarceta en el maletero. ¡Ay ANAM !Vallas publicitarias. En los últimos tiempos han aparecido como moscas. Se anuncia de todo: seco barato, televisores, pollos, casas comerciales, etc. Asoman su faz para recordarle al conductor incauto que en este mundo casi todo tiene un precio. Mensajes publicitarios que rompen la monotonía del paisaje con colores chillones para indicarnos que hay baile en el pueblo que se avecina.Divisa. Pueblo de entrada a la península. Allí se inicia la carretera. Divisa tiene un nombre que lo dice todo: mirar. Encuentro de viajeros, lugar de trasbordo terrestre. No faltará quien pida un aventón o el pasajero desesperado porque el transporte no llega.Camiones. Van y vienen los camioneros con sus cargas variadas. Se saludan muchas veces, aunque no se conocen. "Arrieras somos y en el camino andamos", parecen decir. Tomates, carne, leche, mercancía seca. Un mundo por transportar. En la casa la familia espera. Mientras, pende del espejo retrovisor un zapatico del hijo, la imagen de Santa Librada o el Jesús Nazareno de La Atalaya.El martín pescador y el galápago. Casi todas las mañanas un martín pescador escudriña las aguas del Río La Villa. Paralelo al puente del río y en sentido contrario a la corriente, posado sobre el tendido eléctrico, aguarda con paciencia franciscana a una desprevenida presa. Al martín pescador lo he visto muchas veces cuando con mi carro me dirijo de La Villa a Chitré. En esas ocasiones, y no en pocas veces, igualmente un galápago intenta perezosamente atravesar la carretera. En otras, he sido testigo presencial de cómo un "as del volante" se complace en aplastar su caparazón de quelonio. ¡Qué clase de injusticas observa uno tras el volante del auto en esta carretera tan nuestra! Una zorra y un sapo en el camino. Zorra decimos los azuerenses, pero en propiedad se trata de un marsupial llamado zarigüeya. Pues bien, las zorras siempre han sido víctimas de la trampa ecológica que es la carretera Divisa-Las Tablas. En las noches, deslumbradas por las luces de los autos, arremeten contra éstos en un vano intento por medir fuerzas. En esto compiten con los sapos, que se paran a desafiar con sus vientres abultados a la tecnología moderna. Tal pareciera que dichos anfibios son los suicidas que la naturaleza envía para avisarnos que algo no anda bien por nuestra región peninsular. Así es, en la región de Azuero la carretera Divisa-Las Tablas es una vitrina cultural y ecológica. Además de ser una vía de comunicación terrestre, su significado va más allá de su aparente función integradora de pueblos. Nadie puede negar la utilidad de la misma, pero también es preciso escribir la micro historia que a diario acontece sobre y en torno al concreto. Para los animales la carretera siempre ha sido una trampa ecológica, una lengua de asfalto y cemento que devora vidas. Sin embargo, día a día, allí transcurre la vida y se construye parte de la cotidianidad que como un todo integrado constituye una faceta de la cultura del hombre de Azuero.

29/V/1999

10. LOROS: RESPUESTA A INTERROGANTES DE DON JORGE VENTOCILLA

1. ¿Cree que estas aves son realmente especiales para los humanos? ¿Por qué?Creo que hay algo de mutua complicidad entre los hombres y los loros. Con certeza no sabría explicar la razón, pero intuyo que se trata de una relación hombre-mascota que se remonta quizás al surgimiento del propio hombre. Tal vez a éste le atrajo la vocinglería de los emplumados que sin querer le alertaban de acechanzas y amenazas. De allí a la domesticación fue sólo un paso, para estar al lado de alguien, que como el loro, era capaz de surcar los cielos y estimular la imaginación de quien se quedaba en tierra.

2. ¿Tiene anécdotas sobre loros en tu vida?Lamentablemente no tengo anécdotas, pero sí recuerdo una lectura de escuela primaria de la pluma de Rubén Darío Carles Oberto (el padre del famoso ex contralor panameño). Debe consultar el libro QUIERO APRENDER del ilustre penonomeño. Pienso que el texto tuvo un

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gran influjo sobre los panameños, de la ciudad y del campo, que crecimos en la década del cincuenta y sesenta. Allí un loro, como el maestro que fue su dueño, enseña a leer a una bandada de ellos que surcan los cielos repitiendo la lección del maestro.

3. ¿Alguna información que compartir sobre loros y el folklore, costumbres o tradiciones panameñas?El loro está muy ligado al folclor nacional, al punto que aparece en innumerables chistes nacionales. Nunca falta ese lorito que rompe con el tedio y con la rutina de la vida. Por algún motivo, entre los muchos significados que le damos, le hemos asociado a la libido del hombre. Curioso porque muy pocas veces se habla de la lora, sino de su consorte, el loro. Tal pareciera que el hombre, como producto de su observación, siente algún grado de envidia por la potencia sexual del loro. Algo parecido observamos en el caso de los gallos. En el campo la trilogía de loros, gatos y perros lograron una empatía con el ser humano que ha hecho más apetecible al último su transitar por la vida. Nótese que en las áreas rurales quien domestica al loro es casi siempre una mujer, y en muy contados ocasiones el hombre. ¿Acaso fue el hombre quien cazó el loro para su amada? ¿Qué hay detrás de todo ello?Lo dejo aquí porque ya entro al resbaladizo terreno de la pura especulación.

9/IX/2008

11. ECOTURISMO EN AZUERO

Las provincias de Herrera y Los Santos subsisten dentro de un modelo de desarrollo que se centra en la explotación de actividades agropecuarias. Agricultores y ganaderos han convivido en torno a núcleos poblacionales que datan del Siglo XVI (como en los casos de Parita y la Villa de Los Santos) o en otros de más reciente data (como en el caso de Chitré).El hombre que se dedica a actividades tan tradicionales ha de continuar mejorando sus hatos ganaderos y estimulando la producción hortícola, pero ello no debería ser impedimento para asumir responsablemente los desafíos de la modernidad.La convivencia en la nueva época únicamente será posible si el santeño y el herrerano adoptan un cambio de actitud económica y cultural. Y es que no puede ser de otra manera, porque esas nuevas tareas demandan la diversificación productiva y el diseño de políticas que logren superar el desbocado regionalismo que amenaza anquilosarnos.Entre las actividades que podrían desempeñar un papel relevante se cuenta con el ecoturismo, ya que son innumerables las potencialidades que en este campo podría aportar la Península. Porque a nadie escapa que Azuero ha vivido hasta ahora de espaldas a su condición de masa geográfica que se interna en el mar.Así, por ejemplo, hemos desconocido que tenemos decenas de kilómetros de hermosas playas, arrecifes, rías, quebradas y, en general, una red hidrográfica que ya desearían otras áreas geográficas. Aquí el turista puede disfrutar del contraste entre el ambiente soleado de la playa de Bella Vista y, en menos de dos horas, experimentar el clima agradable de Las Minas de Herrera. Puede vivir la vida urbana de Chitré, y cinco minutos después, caminar por las centenarias calles de La Villa de Los Santos o disfrutar de la arquitectura vernácula de pueblos como La Palma de Las Tablas.La provincia herrerana muestra la reserva de El Montuoso, Chepo de Las Minas, la tradición ocueña, el rostro moreno de Parita y Santa María, las aguas termales de París de Parita, la vocación industrial de Pesé, la albina de Sarigua, la ciénaga de la Macana, las huertas del Río Santa María y la chispeante hilaridad del monagrillero.En cambio, la Provincia de Los Santos luce orgullosa la cima del Canajagua, Cerro Quema y Cerro Hoya. Todo en una gama de altitudes que van desde los 40 metros sobre el nivel del mar en el Cerro Juan Díaz, hasta los casi 1,600 metros de Cerro Hoya en la divisoria provincial de Los Santos y Veraguas.El ecoturismo santeño mostraría la Isla Iguana y la Isla de Cañas, Playa Venao, Búcaro, la fertilidad de los valles de Tonosí y Oria, numerosas playas, monumentos históricos como El Pausílipo y la vida apacible del poblado en donde nació Manuel F. Zárate. Los turistas podrían

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recorrer la carretera a Pedasí, mientras ven cómo el Macizo del Canajagua muere lentamente al precipitarse hacia Punta Mala.En fin, lo que mostramos es un pálido reflejo de las potencialidades del ecoturismo en la región de Azuero. Evento económico que no tiene que circunscribirse a la visión de ríos, quebradas, animales y para el que es lícito el reconocimiento de pueblos, gentes y sitios de interés histórico.

6/VI/1999

12. SE VENDE UNA PENÍNSULA

El encabezado bien podría ser el titular de primera plana en un diario de circulación nacional, y no cabe duda que  llamaría la atención. Sin embargo, el suceso es posible, no en el sentido literal de la expresión, sino por las implicaciones económicas, sociales y políticas para el desarrollo de la región santeña y herrerana, sección del país en donde acontece tan insólito mercadeo. Trataré de explicarme. La región ha sido tradicionalmente percibida como lugar de actividades agropecuarias, así como reducto de manifestaciones folclóricas. Tal fue su rol durante el Siglo XX, aunque las cosas comenzaron a cambiar desde mediados de la pasada centuria, no sólo por el encuentro con otras culturas, sino por el impacto de las políticas neoliberales que en las postrimerías del siglo dieron el último puntillazo al tradicional modelo de desarrollo regional.Durante le vigésima centuria las provincias de Herrera y Los Santos experimentaron su integración nacional, pero con la carencia de una estrategia de desarrollo que las acompañara en esa transición económica y social. A causa de ello, el  Siglo XXI encuentra a la Región de Cubitá en un estado de indefensión económica, social y ecológica. Actualmente las provincias subsisten en el seno de una estructura agraria de expulsión que podría promover flujos migratorios de mayor envergadura que los que se registraron en los años cincuenta, sesenta y setenta. En ese mundo agrario, con centros urbanos que a duras penas puedan llamarse ciudades, gran parte de la población se refugia en un folclorismo alienante, actividad que ha hecho de la música de acordeones una válvula de escape a las tenciones sociales y, de paso, una empresa rentable. En este mundo de jorones y de vacas, la gente consume su existencia.Lo preocupante para el desarrollo regional radica en percatarse que aún no hay luz al final del túnel. La población se aglutina en los pueblos de la costa y la inexistente estrategia nacional la empuja, sin brújula, hacia dos panaceas contemporáneas: la minería y el turismo. La primera muestra sus colmillos en Cerro Quema  y la cordillera que se extiende hacia Veraguas, ansiosa de apoderarse del oro del promontorio tonosieño y, en su nueva versión, del aurífero metal de La Pitaloza. Como ya es harto conocido, la minería promete empleo con salarios pírricos, mientras se apropia de más del 95% de las ganancias y oculta convenientemente las consecuencias ecológicas de su depredadora actividad. Más de 140 mil hectáreas han sido entregadas en concesiones mineras, desconociendo el orejano el impacto de tal angurria empresarial.Curiosamente, mientras esto acontece en Herrera y Los Santos, así como en la sección que comparte con Veraguas, en la zona de tránsito se pronostica una inversión que superará los 15,000 millones para esa sección del país. Los personeros gubernamentales hablan de la ampliación de Canal, autopistas, mega puertos, transmilenium, edificios y muchos otros megaproyectos. En cambio, en la Península la inversión estatal en proyectos de desarrollo no alcanza los 50 millones anuales. Sólo se anuncian mini proyectos que jamás podrán competir con el influjo mágico de la Ciudad de Panamá. Al parecer nuestros campos se quedarán solos, de vez en cuando animados por las actividades inherentes a su papel de reservorio vernáculo de tradiciones. Únicamente el turismo ilusiona a uno que otro poblado, como en el caso del austral Pedasí. En efecto, diversos sectores ven en la actividad turística la tabla de salvación de la situación asfixiante en que se vive. Lamentablemente, al contrario de lo que se cree, la “industria” sin chimenea está desarrollando sus actividades como enclaves económicos y sociales. Tal y como ha acontecido en Boquete y Bocas del Toro, ese impacto turístico ya deja ver su lado negativo. El primer indicador de la situación  ya se  percibe en la valoración que se está produciendo en el recurso tierra. El precio se ha disparado por las nubes y los propietarios se ven tentados a vender sus posesiones. La especulación de la tierra está a la orden del día y la

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región vive el peor momento con el despojo de los paradisíacos parajes costeros. Al ritmo que vamos, los santeños y herreranos seremos extranjeros en nuestra propia tierra o, con suerte, mucamas de la hotelería.La dramática situación descrita sólo puede ser superada mediante la creación de un plan de desarrollo nacional, estrategia que debería contener las líneas y proyectos de desarrollo regional. Creemos que sin descartar el aporte que podría significar el turismo sustentable, porque rechazamos por depredador el desarrollo minero, la planificación a que hacemos alusión debe contar con el aporte y respaldo de los grupos organizados que se agitan en la región (municipios, empresarios, ganaderos, agricultores, cooperativistas, educadores, etc.,).El gobierno y los diversos grupos organizados debemos aprender de la enseñanza que nos deparó el Siglo XX: el país no es sólo el Canal. Por este motivo la nación no puede darse el lujo de repetir, en la presente centuria, los mismos vicios del ayer. Debemos diversificar las fuentes de la riqueza nacional, para no ser tan vulnerables a los vaivenes de la economía mundial. Mientras no lo hagamos, y los gobiernos se contenten con implementar proyectos coyunturales, el desarrollo regional será una quimera, los santeños y herreranos buscarán en otras tierras lo que no tienen en la suya, y será siendo trágicamente válido el título que encabeza este escrito: se vende una península.

27/III/207

13. EL MANGLAR, UN ECOSISTEMA EN PELIGRO

1. En Estados Unidos de Norteamérica, el día 19 de abril de 1999, la Fundación Goldman confirió al hondureño Jorge Varela el premio de esa asociación (consistente en B/125,000.00 de un total de B/750,000.00 que fueron otorgados a líderes ecologistas de diversos continentes) por considerar que el centroamericano es un permanente defensor del Golfo de Fonseca, ha exigido respeto a los derechos humanos y económicos de los habitantes de la zona costera de la patria de Morazán, así como por oponerse a la destrucción de los manglares para construir granjas camaroneras. Esa lucha la inició Varela en el año 1976 y ha dado sus frutos.Al contrario del caso hondureño, en Panamá el manglar ha sido presa fácil de intereses económicos que ven en el mangle un arbusto insignificante que no representa otra cosa que un estorbo en la rapiña por apoderarse de las zonas costeras. Sin embargo, no siempre la población ha visto con pasividad el papel del manglar. Así, por ejemplo, a mediados del siglo XX una comunidad santeña convocó a una junta muy peculiar. Un grupo de personas se congregó, no para construir casas de quincha, participar en la deshierba del sembradío de un amigo o asistir en las labores de cosecha, sino para sembrar de mangles la costa adyacente a la Playa de Bella Vista de Guararé. Quienes así procedían eran un conjunto de visionarios cooperativistas que comprendieron tempranamente lo relevante del manglar para la vida humana; estableciendo un precedente nacional que décadas después asumirían los grupos ecologistas que luchan por preservar y mejorar la calidad de vida del istmeño.Han pasado los años y al final de la década del noventa vimos cómo los medios de comunicación se llenaron de noticias que hablaban de granjas de camarones, conflicto asociados a la extracción de arena, reconversión económica, oposición a la minería y protestas populares por la destrucción del manglar. Por ello, y debido a la importancia del tema, conviene que asumamos la tarea de referirnos a esa maltrecha zona de los humedales en nuestro Istmo.

2. Lo primero que conviene apuntar es que el vocablo manglar es de origen portugués, deriva de mangue que significa árbol. De modo que un manglar no es otra cosa que un bosque en la costa. Es decir, un bosque salado. Estamos ante un ecosistema que cumple una función importante al ubicarse entre el mar y la tierra propiamente dicha. Los manglares están clasificados dentro de los llamados humedales, que son zonas de transición entre los sistemas terrestres y acuáticos. Por ello, si pudiéramos hacer un corte transversal de tal zona de nuestro planeta, nos encontraríamos con la existencia del manglar seguido de un lecho de hierbas marinas que en algunos casos se conectan con arrecifes de coral.Otro aspecto a tomar en consideración estriba en percatarse que el manglar no existe en todas las regiones del planeta; el mismo se encuentra particularmente en las costas tropicales y

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ecuatoriales, sobre todo en la zona ecuatorial de Indonesia, Nueva Guinea y Filipinas. En América la expresión más destacada corresponde al Ecuador, especialmente en la costa norte de la Provincia de Esmeralda.En nuestro planeta grandes extensiones de las áreas costeras estaban cubiertas de manglares. La FAO estima que en 1980 existían 17 millones de hectáreas de manglares en las costas tropicales, pero que las mismas se han reducido en un 50%. Sólo para la cría de langostinos se han deforestado un millón de hectáreas y de esta cifra 750,000 hectáreas desaparecieron en los últimos años. Un ejemplo dramático de ello corresponde a la ya indicada región de Esmeraldas, en el Ecuador, que tuvo 20,800 hectáreas de manglares; bosques marinos que en 10 años las granjas camaroneras redujeron a 680 hectáreas.En el continente americano encontramos manglares desde el Golfo de California (Estados Unidos) hasta el Golfo de Guayaquil (al norte de Perú). Por su parte, en 1988 existían en nuestro país 170,000 hectáreas de manglares, según lo confirma el Instituto Tommy Guardia. Se considera que Panamá posee los mayores manglares de Centroamérica.Las investigaciones demuestran que tales bosques no representan sólo una simple zona costera en donde crece un árbol tan original, la trascendencia del manglar va mucho más allá. Ellos son el refugio de variadas especies marinas (peces, moluscos y crustáceos), son el hábitat de vida silvestre (aves, culebras, gatos manglarejos, iguanas, etc.), cumplen su labor como barrera protectora contra el efecto de los vientos cargados de salinidad, reducen el efecto destructor de maremotos y huracanes, representan un valioso recurso forestal, así como materia prima para pequeñas empresas (salinas y tenerías). En la istmeña cultura campesina el manglar nunca ha sido un recurso despreciable; por el contrario, allí acude el hombre del pueblo para dotarse de madera para la construcción de casas de quincha, la zona del manglar le permite adquirir alimentos marinos, grupos de atarrayeros subsisten acudiendo a esa área para extraer el camarón que luego venden en los poblados, otros elaboran el carbón que pondrá en marcha los fogones y el salinero comprende su papel relevante.Hasta hace poco tales agentes sociales convivieron durante siglos en una simbiosis armónica en donde el manglar era fuente de vida y el hombre le robaba un pequeño espacio ecológico, sin obstaculizar su regeneración. Incluso esa zona de la costa era fuente de entretenimiento y hasta sujeto de la mitología campesina con sus cuentos de figuras fantasmagóricas que se perdían en el manglar, así como de voces extrañas que se escuchaban en la alta noche cargada de estrellas.En los últimos tiempos el manglar está en peligro. Ha sido presa de la ganadería extensiva, lo han convertido en basurero municipal, sitio en donde van a dar los residuos de plaguicidas, ha sido víctima del hacha devoradora y zona contaminada por los intereses plutocráticos de las granjas para camarones. El manglar es otra víctima del individualismo, del pragmatismo de mercado y ecocidio planetario; forma parte de otros problemas del medio ambiente que hacen más dramática su desaparición. Entre ellos la destrucción de los bosques, la contaminación de las cuencas hidrográficas, los efectos nocivos de la minería, la extracción incontrolada de arena, la venta del cascajo de los ríos, el efecto de invernadero y la contaminación acústica.

3. Mientras tales cosas acontecen, en nuestros países las autoridades se empeñan en continuar dando concesiones argumentando la impostergable generación de empleo y el derecho de las empresas a lucrar con los recursos que pertenecen a todos los habitantes de nuestro planeta. Por ejemplo, en Azuero (una importante región de la República de Panamá), más del 40% del territorio ha sido concedido para exploración de empresas mineras y amplias zonas de los litorales se entregan a granjas camaroneras. Todo ello olvidando que los azuerenses han experimentado en este siglo graves problemas asociados a una intensa deforestación que se fortalece con la llamada cultura del potrero. Un caso que en la región ilustra lo planteado corresponde al llamado arco seco; allí las granjas para camarones se instalan en sitios arqueológicos como Sarigua y en la desembocadura del Río La Villa, lugar en torno al cual se ubica la mayor densidad de población de la Península de Azuero. Razón tiene el grupo de Santa Ana de Los Santos (Vida y Preservación del Manglar) en organizarse para detener la inminente destrucción de los bosques marinos. Sin embargo, ello no sólo acontece con los distritos indicados, sino que se manifiesta en los municipios santeños

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de Tonosí y Pedasí; aparte de lo que acontece en las provincias de Coclé, Panamá y otras regiones del Istmo. Ante los hechos se impone no sólo una toma de conciencia, sino la elaboración de políticas encaminadas a controlar la destrucción de los manglares. En esta cruzada las organizaciones populares han de desempeñar un papel relevante y deberán hacer escuchar su voz para que el manglar no quede en el recuerdo como un bosque salado, una zona boscosa de los litorales que no tuvo “buena suerte”. Urge su mantenimiento como lugar comunitario de ecoturismo, recurso forestal y ecosistema de educación e investigación.

28/XII/1999

14. SE MUEREN NUESTROS RIOS

Cuando era un chico de escuela primaria, por vez primera escuché hablar de los ríos famosos. Excitaban mi imaginación aquellos extraños nombres de Tigres, Éufrates, Nilo, Huang-Ho, Danubio, Rin y tantos otros. Eran maravillosas las cosas que se contaban sobre ellos; grandes civilización habían crecido en sus riberas y no pocas leyendas se referían a seres mitológicos que emergían de sus aguas. Más tarde, vinieron a mí noticias de los ríos nacionales. Se hablaba mucho del Tuira, allá en las tierras del Darién majestuoso. "El Darién Majestuoso", recuerdo que así se denominaba un libro producto de la prolífica pluma de Rubén Darío Carles Oberto. (Penonomeño a quien debemos los panameños obras tan hermosas como "La Gente de "Allá Abajo", libro que describe los campos azuerenses y que deja traslucir la sensibilidad de un educador comprometido con su gente). Pues bien, en el primero de los textos indicados había un titular que rezaba: "El Tuira es la Avenida Central del Darién". Este encabezado despertaba en mi interior todo un mundo de interrogantes; preguntas que únicamente lograba descifrar al adentrarme en las páginas de aquél manjar literario que sólo costaba cuarenta centésimos.De aquella inicial incursión bibliográfica, pasé a confrontar la realidad del medio. Experiencias de un novato tritón que hacía sus pininos en el apacible recodo de una quebrada; lugar al que denominamos (en común acuerdo con otros compañeros generacionales) "Las Maravillas". Desde allí a los baños en la represa del Río Guararé y en el "Salto del Pilón", un poco más allá de la comunidad de Perales. Esos fueron años hermosos de una niñez que se mecía en la ingenua hamaca de la década del sesenta. En el "Pilón", por aquellos años, uno sentía caer sobre la testa la fuerza de un torrente que parecía agitarse gracias a la bravura de algún oculto dios de las aguas.Desde aquellos tiempos, que hoy añoramos con algún dejo de melancolía, el agua no sólo se nos está escapando de las manos, sino de la tierra, las quebradas y los riachuelos. Nuestras fuentes fluviales ya no son las mismas. Allá en el sur de la península, el Río Oria agoniza sobre un cauce que luce muy grande para el arroyo que cobija. En las "tierras altas" de la Provincia de Herrera -corazón hidrográfico de Azuero-, heridos de muerte están río Negro, Suay, Tebario, Mariato y La Villa. El zumbido del hacha y la faragua han hecho lo suyo, ayudado un poco por las motosierras de un conocido politicastro azuerense y condimentado con la indiferencia de algunas instituciones estatales.De todos nuestros "caminos" fluviales, quizás ninguno como el Río La Villa refleje de manera tan dramática los incontables problemas que al hombre azuerense le depara el futuro. Sabemos que en torno a las riberas de éste río (al que los indígenas denominaron Cubitá), se desarrollaron importantes cacicazgos. Grupos de amerindios que, como en el resto de América, poseían una cultura que armonizaba hombre y naturaleza. El arribo de los hispánicos, con la implantación del pastoreo al estilo de la región de Castilla, profundizó un incipiente desequilibrio ecológico que se profundizó en el siglo XX, al crecer en la Zona de Tránsito la demanda de carne y leche.En nuestros días, el Río La Villa ha sido el depositario de todo tipo de detritus. De la impresionante corriente por la que navegara en el siglo XVII el pirata inglés Townley, nuestra principal recurso fluvial ha tornado a convertirse en el depositario de aguas negras; del lugar que poseía en su vegas las más productivas huertas, a sitio predilecto de la extracción de cascajo; de ecosistema fluvial en donde pululaban las nutrias y peces, a lavandería de agroquímicos; de sitio por antonomasia para los paseos dominicales, a balneario de diesel y de

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mosto, en fin, de unas aguas que cantaban entre guijarros la libertad de su caminar, a la represa/cárcel con la que una transnacional enmudece su clarinada libertaria. "Se muere el río La Villa y a nadie le importa", tal podría ser el estribi llo de una tonada del carnaval azuerense. Y esto es así, pese a que del aprovisionamiento de agua de tan importante recurso hidrográfico, se abastecen distritos como Las Minas, Los Pozos, Macaracas, Los Santos, Guararé, Las Tablas y Chitré. En su conjunto, tales municipios contienen una población que el censo de población del 2000 estimó en 124,987 personas. Es decir, el equivalente al 67% de los habitantes de las provincias de Herrera y Los Santos dependen directa o indirectamente del más importante sendero acuoso de la zona. Hombres y mujeres que necesitan el precioso líquido para la higiene personal, tomaterales, maizales, labores de la empresa privada y gubernamental, así como para otra multiplicidad de actividades.En el espejo del Río La Villa pueden mirarse los ríos Mensabé, Guararé, Tonosí, Parita, Estivaná, Purio, Oria y muchos otros. Porque, al parecer, no queremos entender que la desaparición de nuestros recursos hidrográficos no sólo acarreará implicaciones ecológicas y económicas, sino sociales y culturales. Meditémoslo. La destrucción de la floresta existente en las riberas de los ríos altera el microclima del que han disfrutado tantas generaciones de bañistas. En el orden cultural, ¿qué será de La Tepesa y en dónde irá a llorar ésta mitológica mujer indígena?; ¿qué será de nuestras ninfas, seductoras doncellas de apuestos aborígenes e intrépidos españoles?; ¿qué hacemos con nuestros trapiches y paseos campestres, cuando en noches de estío una coqueta luna alumbra la improvisada covacha adornada con luciérnagas?; y algo mucho más terrenal, ¿de qué vivirá nuestro "campesino"? Se mueren nuestros ríos y a nadie le importa. Por allí, con cascajo, van y vienen los camiones. Emulando a Rubén Darío Carles Oberto, diría que huele a mosto el otrora hermoso río azuerense. Mientras, en la rama de un guácimo, el triste y melancólico cantar de una lebruna se ahoga entre pasto y alambre de púas. Canta el mochuelo y su agorero canto, presagia un futuro incierto. Sin embargo, en tiempos de alienación, el eco distante de una murga asfixia el murmullo de la corriente del río.

1/V/1994

15. OTRA VEZ LOS ALISIOS

El Diccionario de la Real Academia Española de Lengua define al viento como “una corriente de aire producida en la atmósfera por causas naturales”, pero todos sabemos que la definición se queda corta. Por ejemplo, en este mes de diciembre los panameños experimentamos la llegada de los vientos alisios, una corriente de aire que trae algo más que la calidez del trópico. Junto a ese soplo de final de año, canta la vida con toda la fuerza de que es capaz durante el tiempo que los panameños llamamos el verano o “estación seca”. El fenómeno atmosférico, y más precisamente climatológico, se casa por estas calendas con la cultura que ha construido el hombre, con todo lo que representa en tradiciones, valores y creencias populares. ¡Hermosa mezcla de relaciones sociales, etnografía y Natura!, que vive nuestra gente de diferentes maneras. Muy ligado a este fenómeno climatológico, antaño se celebraba en Herrera y Los Santos el 25 de Noviembre (festividad de Santa Catalina de Alejandría), con un rito sacro-profano de lo más tradicional. En la fecha los habitantes de la sección oriental de la Península se trasladaban a la costa para esperar la llegada del viento y recibirlo con cantos y bailes. En lo más profundo de su esencia, aquél era un ritual de muerte y renovación de la vida. Nada nuevo, porque ya los griegos, romanos y nuestros indígenas americanos hicieron del cambio de las estaciones un momento propicio para expresar los sentimientos de alegría ante la maravilla de la existencia, así como de temores a la vida de ultratumba.Hablando de la región aludida, así como de la riqueza de la cultura popular, los vientos alisios tienen la virtud de convocar una simbiosis de todo lo dicho, porque en la fecha coinciden otros acontecimientos. Además de terminar el invierno, la Navidad está a la vuelta de la esquina, concluye el período escolar, finaliza otro año y la naturaleza se viste con nuevos atuendos. Los madroños parecen novias cubiertas de azahares y por las carreteras, adheridas a las cercas, florecen las “campanillas veraneras”; que en la época aparecen ataviadas de un lila celestial, emulando el manto del Nazareno que habrá de nacer el 25.

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Alguna vez leí por allí, que en lengua árabe el vocablo alisios hace alusión al comercio, aseveración que no he podido corroborar. Lo cierto es que los vientos del Este, como también se les denomina, desempeñaban un papel importante en la navegación de la época colonial, ya que facilitaban la movilización de los galeones. Importante la última acotación, porque algo de ello todavía representan los alisios en nuestro país. Tales soplos de la naturaleza traen augurios de una época de productividad agropecuaria, despiertan en nuestro hombre del campo la certeza de que el estío peninsular promoverá mayor productividad e incrementará la fuerza laboral. En consecuencia, anímicamente, el alma orejana se predispone hacia un goce que trasciende la mera cuestión crematística, aunque el salinero se piense pegado a sus destajos y las fiestas, que han de pulular, aún dormiten en los fuelles del acordeón. En nuestra cultura el Céfiro istmeño suscita reacciones y sentimientos encontrados. Para algunos el cambio climatológico es portador de congojas y, para otros, de entusiasmo colegial. Conste que no estoy planteando aquí un trasnochado determinismo decimonónico, sino constatando un hecho social que he experimentado a lo largo de mi vida de hombre de campo. Importa sí, dejar constancia de un suceso que demuestra, con la fuerza de los hechos, la integración del hombre a su entorno y la cultura que profesa. Por eso, desde el patio de mi casa, dejo que los alisios atrapen mi humanidad y renueven mis utopías. En la fecha sólo me queda sonreír y decir para mis adentros: “¡Qué bueno!, otra vez están aquí los alisios”.

6/XII/2006

16. ALISIOS, BOCANADAS CELESTIALES

Siempre me he preguntado sobre el misterio que esconden estos vientos alisios que en noviembre renuevan viejas aspiraciones y acongojan el alma. Y pienso que el asunto no es tan sólo de cambio de estación, ni de la llegada de la Navidad o del inicio del año. En verdad hay algo más profundo que late en toda esta compleja conducta cultural del hombre que mora, pongamos por caso, en las provincias interioranas, cuando se ve sometido al encanto de estas bocanadas de la naturaleza.Pienso que estos céfiros tienen algo de soplo divino que se atreve a tentar lo más recóndito de nuestra vida espiritual. Porque, en efecto, el asunto no involucra las facetas materialistas de la vida, sino que incursiona en los insondables arcanos de un ser que, como el hombre, es capaz por su fina sensibilidad de trascender su propia miseria física y lograr una especia de comunión espiritual con la deidad, cualesquiera sea la forma que esta pueda asumir.Me parece que hay como una parada en el camino, como si ese hálito nos obligara a repensar la ruta de la vida y la brisa fuera un tónico para reconfortar el alma. Entonces, irremediablemente, lo espiritual se apodera y posesiona de nuestro cuerpo para pensar en los nuestros, con aquellos que hemos amado y compartido nuestro andar por el mundo.¡Ah!, qué período tan hermoso este de finales de noviembre y transcurso de diciembre; con lluvias dispersas y esos madroños que en la soledad de los campos se visten de novias blancas de la naturaleza. Pienso que nuestra gente lo disfruta a plenitud, aunque a veces asome una que otra congoja cuando esa brisa se pasea entre la copa de los árboles y los cerros pelones dejan volar sus pocas crenchas que los ocasos conviertan en un espectáculo luminoso de la tarde.Los alisios despiertan nuestra humanidad dormida. Ya se trate del portal de la casa de quincha, la casa moderna o el modesto apartamento, el Céfiro se cuela con esa alegría juguetona del niño que recorre las habitaciones en busca de un invisible amigo.En este tiempo, cuando el adviento se otea en el horizonte, te invito a detenerte uno de estos días, a olvidarte de las pantomimas sociales y dejarte llevar por el hechizo mágico que pregonan los alisios. No opongas resistencia al espíritu soñador que siempre ha morado en ti, deja que se despierte el niño que todos llevamos dentro y que revestimos con el caparazón de la deshumanización y la adultez. Piensa que todos los años las bocanadas celestiales tocan nuestra puerta y nosotros corremos a cerrarlas, cual si se tratara de una visita indeseable.Si Panamá entendiera la música que pregonan los alisios, si estuviéramos atentos al arrullo de su corazón, naceríamos a un nuevo proyecto de humanidad y, también, el próximo año comprenderíamos el lenguaje oculto de esas brisas novembrinas y decembrinas que hablan de renovación y esperanza

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25/XI/2009 17. AGUA, AGUA, AGUA

Así gritan los tunantes en tiempo de carnaval. El agua corre por las calles mezclada con todo tipo de inmundicias, mientras la gente salta y se divierte. Pues bien, acontece que ya comienza a escuharse la misma tuna con similar algarabía sobre el planeta; porque el hombre se ha dado a la tarea de destruir las fuentes hídricas y deberá pagar semejante desatino. En la Amazonia las motosierras destruyen miles de hectáreas de bosques y sobre los océanos los accidentes provocados por los supertanqueros repletos de petróleo cubren bajo un negro manto la vida de peces, aves y crustáceos. En los países en vías de desarrollo la roza y la quema impregnan de humo el planeta, mientras las naciones industrializadas hacen de los países pobres el basurero para sus desperdicios y el escenario propicio para sus prácticas atómicas. El mar, que cubre el 75% de la Tierra, se está convirtiendo en un enorme estercolero en el que se deposita la basura tóxica del mundo “desarrollado”, aunada a la falta de previsión de las naciones que están en vías de desarrollo.Nada escapa a la voracidad del hombre, a su materialismo económico y su falta de cultura ecológica. Nos contentamos con pensar que se trata de un asunto de poca monta y no pocas veces desconocemos la magnitud de la problemática. En Europa se puede palpar la destrucción en el caso del Río Rhin. Se estima que esta corriente fluvial tiene una contaminación de 200 mil bacterias por centímetro cúbico; el mismo río que ha sido denominado por grupos ecologistas como “cloaca abierta”. Otro tanto acontece en Madrid con el Río Manzanares; mientras en Hungría una mina de oro contamina con cianuro a varios países vecinos y gran parte del legendario Danubio experimenta la destrucción de su ecosistema fluvial. Por su parte, en nuestro país no se quedan atrás la Bahía de Panamá, el Río Pacora y la cuenca hidrográfica del Canal. Todo esto producto del saqueo de los recursos de la naturaleza y el silencio cómplice de la clase política, así como de los organismos públicos y privados responsables de su conservación. Tenemos muchos grupos “ecologistas”, pero irónicamente un silencio que aterra. Además, contamos con no pocos intelectuales demasiado ocupados en discutir el problema de la pobreza; mientras caminan sobre alfombras, en salones con aire acondicionado y brindan con champaña para solidarizarse por la suerte de los famélicos del planeta. No menos aterrador es lo que observamos en la región de Azuero: tierra de carnavales, béisbol, reinados, ganadería y deforestación. En esta zona geográfica la mayoría de la población se encuentra ubicada en torno al llamado “arco seco”. Encontramos un amplio sector poblacional que depende de los ríos que se localizan desde Divisa a Pedasí, muchos de los cuales están haciendo crisis por el uso inapropiado que se hace de ellos. En Los Santos y Herrera los casos que ilustran con mayor dramatismo lo que indicamos corresponden a los ríos La Villa y Guararé.Por ejemplo, el Ministerio de Salud, a la altura del puente que conduce a la aludida comunidad guarareña, se ha visto obligado a colocar un letrero anunciando que se prohibe bañarse debido a la contaminación de las aguas. Igual acontece con el Río La Villa. En contra de las corrientes fluviales se han ensañado las aguas negras, agroquímicos, objetos físicos (plásticos, latas botellas, etc.), productos químicos no biodegradables (detergentes) y una extracción de cascajo que hace urgente el emprender una cruzada conducente a la depuración de las aguas y a la formación de una cultura ecológica.Sin embargo, nada de esto se está haciendo. Incluso el propio gobierno nacional no tiene una política definida al respecto, por más que exista un organismo gubernamental como el IDAAN y éste se rasgue las vestiduras conmemorando el Día Mundial del Agua.Como van las cosas pronto tendremos sobre el planeta una nueva conflagración bélica. Los grandes poderes hegemónicos se disputarán las fuentes de agua y los consorcios internacionales convertirán al preciado líquido en lujosa mercancía. La ONU señala que dos de cada tres personas vivirá con problemas de agua en el año 2025. Lo que se plantea no es un escenario remoto, ya que en Panamá es notoria la cantidad de agua embotellada que se vende en los supermercados. Todo esto acontece mientras en pleno verano la clase alta y media riega la grama de sus residencias, sólo por asunto de estética y para darse “tono”. Otro caso es el de los

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sectores populares que muchas veces viven como gorgojos esperando el escaso líquido que sustenta la vida. El agua, que otrora fue una elemento cuya sola mención estimulaba en la mente una placentera sensación de frescor, ahora provoca estímulos disociadores y conflicto social. ¿Qué haremos con el agua?, tal es la pregunta que no terminamos de contestar los panameños.

30/III/2000

18. CONFESIONES DE UN COROTÚ

Crecí hace muchos años, tantos, que no recuerdo los que tengo. Nací en tierra árida y llegué hasta aquí en las alas del viento. Nunca conocí a mi madre y me costó mucho crecer para llegar a ser un árbol frondoso. Las ramas, esos brazos míos llenos de hojas, son mi mayor orgullo. Me llaman Corotú y desde este lado del camino he visto pasar de todo: autos, bicicletas, gentes, vacas, aves y muchas otras cosas. Yo no sé que tengo, pero la gente y los animales siempre vienen a mi.Cuando el verano es más tórrido y el sol calcina las tierras santeñas, me lleno de verdor y caen al suelo mis semillas; todas con forma de orejas, revestidas de un pétreo y negro estuche. En marzo las vacas se cobijan bajo mi sombra y miro cómo las devoran. Supe después, al escuchar la conversación de unos desprevenidos arrieros, que mis simientes son manjares para el ganado. Eso no me preocupa, porque son tantas que difícilmente me quedaré sin progenie. Digo que esto es lo bonito de quien nos creó; hay para todos, si sabemos tomar únicamente lo que necesitamos.Recuerdo que cuando era joven me asaltó una preocupación, que luego resolví felizmente. Desde entonces aprendí que la envidia no es buena consejera y que lo mejor es la propia autoestima. En esa época sentía desazón al ver a los niños que en la tarde se desplazaban en raudas bicicletas. Me veía tonto pegado aquí, a la tierra, mientras allá abajo ellos iban de un lado para otro y empinaban sus cometas para que el viento las bamboleara sobre el firmamento.Entonces sucedió algo increíble, se posó sobre las ramas el primer pájaro de que tengo memoria, era un hermoso sangretoro. Serían como las cinco de la tarde y en ese instante el sol se ocultaba en lontananza. Yo miré esa ave hermosa y cómo la luz se reflejaba iridiscente sobre su cuerpo diminuto. Allí no quedó todo, porque al rato tenía sobre mis manos, mis ramas, aquél bimbim de colección y esa achocolatada cascá que cantaba como diosa. Te confieso que me quedé alelado y no fue hasta altas horas de la noche, al mirar las estrellas, cuando comprendí lo que había pasado. Yo era una creación de Dios y tenía la bendición de poder echar raíces sobre una parte del mundo. Advertí lo hermoso de la soledad y la maravilla de estar allí quieto, imperturbable, como si Natura hubiese construido todo para mí. Ahora sé que poseo una facultad de la que otros carecen. Durante el día, cuando la vida despierta y el Lucero del Sur desaparece, muchos amigos vienen a visitarme: aquella tortolita de cantar lúgubre y ronco, las inquietas pechiamarillas, el gallinazo siempre vestido de luto y los azulejos con sus ojitos inquisidores.Entonces miré la sabana devastada y ese día sentí pena por el hombre, por ese ser que vive angustiado caminando de un lado para otro, tratando de encontrar la felicidad y deseando ser libre, porque piensa que su albedrío consiste en poder deambular a su antojo sin darse cuenta que el asunto es de echar raíces y tener un proyecto de vida. Yo puedo decir que tengo un proyecto de vida, porque vivo para los demás; cierto que no es ostentoso, ni me deparará millones, pero es vital para aquellos que no lo entienden. Sin mi no habría vida y sin bosques no habrían hombres. Empotrado en tierra, de alguna manera yo soy un canto a la vida.Hoy he despertado como tantas otras veces, pero bien sé que es un día especial para mi y no me quejo. Aquí los espero; por eso he rogado al vecino, al que vive del otro lado de la calle, que escriba esta crónica de un agónico Corotú. Sí, desde hace semanas presentía mi desdicha, así me lo advirtió aquél búho que cobijé en mi tronco. Aquella noche me dijo: “Prepárate y ten cuidado Corotú, porque están ampliando la carretera. Ya llegaron aquellas máquinas infernales que devoran tierra y derriban árboles. El otro día tuve que salir despavorido de un guácimo en el extremo oeste del viejo camino. A pleno día me despertaron con ruido de motores y crujir de ramas. Ten cuidado, amigo, ten cuidado”.

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Tenía razón el viejo búho, ya llegaron. Huele a diesel y algunos vecinos miran impávidos desde sus casas. No tienen que decírmelo, comprendo que les duele la suerte de árbol viejo a la vera del camino. Yo fui parte de sus vidas y dentro de poco sólo seré leña. No importa, he decidido morir firme e imperturbable, aunque parto acongojado por las semillas que aún no han cuajado, por las mariposas que ya no veré y por esos hombres que no saben lo que hacen. ¡Oh Dios!, ojalá atesoren alguna de mis hojas, la brisa les traiga mis recuerdos y lean alguna vez esta crónica sobre el viejo árbol de corotú.

4/IV/2007

19. HARTO DE ANTENAS GUARAREÑAS

Llegué a Guararé y ya en la distancia se dibujaban en el horizonte un conjunto de torres. Ingenuamente me dije para mis adentros, “estamos progresando”. Pero al rato la alegría se convirtió en mueca. Por doquier asomaban su mecánico rostro las antenas con sus torres piramidales. Ya en casa, ¡qué lío!, pensé, porque al querer tumbar un mango distrajo mi vista el miserable esqueleto de la comunicación digital. Al parecer ya no podemos ni comernos un “piro” tranquilo; porque hasta lo peones, que antaño hacían la limpieza del potrero, ahora mueven temerosos sus machetes para no confundir la pata del nuevo soporte tecnológico con la escobilla y el guácimo.Mi cerebro no deja de pensar en este tópico, porque en otro tiempo la antena era otra cosa. Por ejemplo, aquella que se le colocaba al radio y, esa otra, la antena de Ondas del Canajagua. Desde entonces, para algunos santeños la antena es sinónimo de torre y la torre es lo mismo que la antena, aunque no sea así. Esta última no era una amenaza, como tampoco lo fue (allá por los años sesenta) la que mi padre colocó, con su respectivo pararrayo, para poder ver en el Canal 4 al Fat Fernández leyendo Telenoticias RPC. Porque el truco era que la antena no era un contaminante visual y el Canajagua seguía siendo ese cerro azul que se divisaba desde la “chiva” en la que “Minso” nos llevaba al Colegio Manuel María Tejada Roca; con Héctor, Fanny, César y toda esa gallada de guarareños que hicimos nuestro bachillerato desde mediados de los sesenta hasta los primeros años de los setenta.Algunos ya no vivimos en la Tierra de Benjamín “Min” Domínguez, pero la seguimos queriendo, no sólo porque allí están los huesos de nuestros antepasados, sino porque nadie que se precie y respete puede renegar de sus orígenes y querencias. Por eso me duele ver a Guararé convertido en cementerio y depositario de artilugios electromagnéticos. Claro que comprendo a quienes reciben algún pago por el alquiler de sus terrenos, y no los culpo, porque el asunto no es con ellos, sino con esos empresarios millonarios que nunca vivirán en el poblado, ni les importa con la naturaleza ni con la gente que mora en la tierra del Dr. Manuel F. Zárate.Ya han aparecido algunos “genios” a decirnos (porque aún piensan que somos un conjunto de aldeanos ignorantes) que no hay nada que temer, que no se ha logrado comprobar que esas radiaciones hagan daño, pero se les olvida aclarar que tampoco se ha podido establecer lo contrario, que sean benéficas. Yo pienso que mientras no haya una definición en firme, mientras la ciencia no lo afirme con la contundencia de la investigación, lo mejor es tener las torres alejadas de nuestras viviendas, tal y como lo estable la política que han creado los gobiernos europeos.Bajo un sol candente y un sopor endiablado, miro esas torres de la modernidad que invaden patios y potreros. Y sé que el asunto no es tan sólo de antenas. Hace unas décadas fueron los manglares destruidos para construir estanques para camarones, luego vino la amenaza de la minería en pleno Macizo del Canajagua, más adelante los chiqueros para cerdos en la cumbre del promontorio al que le cantara el Dr. Sergio González Ruiz y, recientemente, la compra de las costas y la especulación inmobiliaria. Los santeños estamos jodidos, aunque seamos potencia maicera, bicampeones, tengamos reinas de belleza y organicemos el mejor carnaval nacional; poco a poco se destruye nuestro patrimonio ante la indiferencia ciudadana y el oído sordo de las autoridades.¡Claro que estoy harto de antenas guarareñas! Y así les llamo, aunque por ningún lado de ellas penda una mejorana. Llamo a la reflexión sobre el tema, sin oponerme al avance de los tiempos, ni ser un cavernícola de las comunicaciones. No en balde la Luna Llena alumbra las famosas

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torres, mientras el foco titilante, en la cumbre del esperpento, anuncia con su rojo intenso el peligro que cuelga de los cielos y se enseñorea sobre la sabana santeña. Paisanos, por Dios, paremos esa cochinada.

22/V/2010

20. CANAJAGUA, ¿PORQUERIZA DE AZUERO?

Algo anda mal por las tierras panameñas y por nuestra peninsular región azuerense. A veces está uno tentado a pensar que los istmeños atravesamos por un período en donde hemos perdido momentáneamente la lucidez mental. Arremetemos contra los valores sociales, sumimos al país en una pobreza digna de un país del cuarto mundo, invertimos cuantiosas cifras en estimular el ego de políticos miopes, destruimos los ecosistemas e irrespetamos los iconos culturales y naturales que fueron el orgullo de nuestros antepasados.Un poco de tales sentimientos encontrados es lo que experimentamos al ver lo que acontece con el famoso Cerro Canajagua. El promontorio azuerense que fuera el orgullo de las pasadas generaciones, el accidente geográfico al que le cantaron poetas criollos y sobre el que redactaron ensayos nuestros mejores escritores, se ha convertido en el blanco de los más nefastos intereses mercantilistas.Estuvo allí durante millones de años, incluso mucho antes de que existiera el Istmo centroamericano, época cuando las aguas del mar llegaron hasta sus orillas. Luego, la inexorable evolución de la naturaleza lo convirtió en lo que ha sido hasta hace poco: la más alta elevación cercana a la costa azuerense; tan importante y sentida que alguno aún lo confunde como el punto más alto de la región de Azuero, olvidando que Cerro Hoya casi duplica la altura que posee el Canajagua.Todos le llamamos así, Canajagua, pero en esencia desconocemos lo que significa ese vocablo indígena. Sobre el origen del término sólo contamos con una interpretación producto de la mente del escritor peseense José Huertas, que al igual que la mayoría de las explicaciones existentes sobre Azuero, se fundamente en la tradición, pero sin aclarar con lucidez científica la realidad de los hechos.¿Qué representó ese cerro para los indígenas?, tal vez nunca lo sabremos. Pero intuyo que ellos también experimentaron, como las generaciones presentes, una cierta atracción cuasi religiosa, un mágico sentimiento de admiración y congoja hacia esta atalaya peninsular con nombre de colombiano santanderista. Todos hemos aprendido a amarle con la misma pasión con que los chiricanos idolatran su Barú o los capitalinos el Ancón. Por eso, duele en lo profundo de nuestra identidad de azuerense el atropello que se comete contra el símbolo de nuestra orejanidad. Porque hay que tener un alma de poliéster para pretender situar, arropándose bajo el viejo argumento de la generación de empleos y el “desarrollo nacional”, una piara en el Canajagua. Sólo de imaginar a los chanchos contaminando con sus heces al más hermoso emblema de la cultura regional, es como para exigir a las autoridades el cierre inmediato del engendro ecológico y empresarial. En verdad, algunas veces, la ignorancia es la madre de la osadía. Siendo así, ¡pobre de nosotros si permitimos que el Canajagua se destruya y asumimos frente a los hechos la clásica indiferencia ciudadana! Ello sería tanto como admitir lo poco que nos importa nuestro entorno ecológico, asumiendo que estamos dispuestos a aspirar la fragancia que nos traerán los berracos en celo desde las faldas del Olimpo santeño.Ante los hechos, uno no deja de preguntarse, ¿qué culpa tenemos los santeños de que en el Canajagua se encuentre el clima adecuado para este proyecto? ¿Por qué tenemos que cargar nosotros con la basura ecológica mientras otros disfrutan de las mieles de la economía? La verdad sea dicha, si no abrimos los ojos, como lo hicieron la gente de Cerro Quema, la península no sólo será la más deforestada, sino la que durante el Siglo XXI se convertirá en el basurero de todas las inmundicias que nos obsequia la globalización mal comprendida y peor ejecutada. Tendremos, gracias a nuestra proverbial pasividad ciudadana, que sacar a lucir nuestros tamboritos, murgas y procesiones, entre el revoleteo de los gallinazos en la cumbre del más querido símbolo de la cultura orejana.

30/III/2001

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21. CONTAMINACIÓN ACÚSTICA

Cuando hablamos de contaminación ambiental acuden a nuestra mente las clásicas imágenes de ríos destruidos, playas sucias y basureros repletos de gallinazos; sin embargo, esos problemas sólo representan una parte de los desequilibrios ecológicos que padecemos. Un tema menos conocido es el que se refiere a la contaminación acústica y del que expondremos algunas ideas.Se entiende por tal tipo de contaminación la saturación sonora que experimentamos en nuestro medio al recibir un conjunto de estímulos que lesionan nuestro sentido auditivo. En efecto, en las sociedades actuales se hace cada vez más insoportable el convivir entre sonidos de automóviles, aparatos musicales e industriales. Pareciera que nos relacionamos con los demás bajo el supuesto de que quien más grita es quien mejor piensa. El ruido, que no es otra cosa que un sonido molesto, se escucha por doquier. Estamos rodeados de escándalos sonoros que conducen inevitablemente al embotamiento de los sentidos. Atrás quedaron los tiempos del contacto armónico con el entorno. A manera de ejemplo, citemos el caso de la música instrumental o aquella que proviene de la propia naturaleza. Hemos generado tal dependencia acústica que sentimos fobia por el silencio; ese silencio que siempre fue la antesala para las grandes meditaciones, la introspección y la creatividad del hombre. Piense usted nada más en aquel hombre que activa la radio o la televisión, no para escuchar o ver, sino por el temor a tener que pasar por el “desagradable” trance de quedarse sólo con su mente en un mundo en donde no experimenta la intensidad sonora a la que está acostumbrado. Llevamos nuestro ruido a todas partes. Vamos al río o al mar dotados de horrendos aparatos para reproducir una música estridente. Al parecer hemos descendido en la escala zoológica, porque nos resulta extraño escuchar el rumor de las olas, el murmullo del agua en el río o el encanto del viento que entona su canción entre las copas de los árboles. Al contrario, los tiempos actuales son de algarabía sónica, de dejarse alienar en la selva de los decibeles excesivos.Como sabemos, la intensidad del sonido se mide en decibeles (dB) y un hombre normal está en la capacidad de soportar alrededor de 65 dB. Si ello es así, alguien nos está robando el derecho a vivir en paz, a experimentar sosiego y a escuchar sólo aquello que es de nuestro agrado. Parafraseando a Benito Juárez podríamos decir que el respeto al silencio ajeno es la paz.Las implicaciones del ruido son desastrosas para la salud humana. Se ha demostrado que la exposición continuada a él genera tensión, problemas cardiovasculares, sordera, aumento de la presión arterial, fatiga y alteraciones del sueño. Sin embargo, muy poco se hace por regular su impacto sobre nuestras vidas.Naturalmente, tal problema no es nuevo en la historia del hombre. Siempre ha existido, pero lo específico de nuestro tiempo es la intensidad que ha asumido a partir de la Revolución Industrial. Vivimos en ciudades ruidosas, con jóvenes que constantemente son sometidos al bombardeo sónico de las discotecas, con autos dotados de bocinas estridentes y en barriadas donde en los fines de semana los vecinos no sólo se emborrachan con aguardiente, sino con dotaciones musicales que rayan con lo patológico. Por ejemplo, se ha calculado que escuchando música rock, en el interior de un local cerrado de una discoteca, la intensidad del sonido ronda los 110 decibeles. Igualmente, una calle con tráfico intenso puede llegar a 80 decibeles.Lo trágico de toda esta contaminación que padecemos, radica en percatarnos lo poco que hemos hecho para suprimir el exceso de ruido. El hombre moderno tiene que aprender a convivir con algún grado de ruido, pero ello no supone que lo haga soportando los destructores niveles que padecemos. Por ejemplo, en Panamá no existen claras disposiciones jurídicas sobre el tema y nuestra socialización apunta más a la jarana que a la vida sosegada.La Sociología Ambientalista tiene en la tal problemática un tema que aún está virgen y que con un estudio serio podría aportar soluciones. Tiene que ser así, porque el análisis del tema propuesto no es tan sólo un asunto propio de la física e ingeniería, sino que abarca a campos como el que fundara Augusto Comte. Debemos admitir que el sonido, y el ruido en consecuencia, deben mucho a la dimensión social, ya que parte de su definición depende del contexto social y cultural. Dicho de otra manera, el ruido es simultáneamente un fenómeno físico y social. Por ello, mucho podría decir la sociología sobre la interacción entre ambientes sociales y ruidos excesivos.

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Aquí en Panamá, por ejemplo, convendría analizar cómo somos expuestos al ruido dependiendo del área geográfica que se habite (rural o urbana), clase social, el nivel educativo o cualesquiera otra variable. En las áreas rurales podríamos analizar el ruido en los llamados jardines de diversiones, ya sea en su modalidad de música de acordeones o de discotecas. Personalmente conocemos de casos de cantantes de música típica que padecen de problemas auditivos.Al iniciar el nuevo siglo estamos ante un nuevo reto: el estudio de la contaminación acústica con una visión holística y teniendo presente que los panameños aún estamos a tiempo de crear leyes que nos alejen de las estridencias sonoras y, sobre todo, el fomentar una cultura que propicie una armónica convivencia con los sonidos

8/III/2000

22. CERRO QUEMA, MIRADOR DE AZUERO

El sonido del motor del auto con tracción en las cuatro ruedas hace lenta la subida por las laderas del cerro. En la medida que se asciende un aire frío se apodera de nuestra piel. Froto mis manos y una indisimulada ansiedad delata mi deseo de llegar a la cumbre. Una voz interior me dice que una vez en la cima derivaré grandes satisfacciones y, en verdad, mi corazonada resultó cierta. A 950 metros sobre el nivel del mar el cerro Quema se erige como un inamovible y mudo centinela del Macizo del Canajagua. Finalmente, el auto nos dejó a unos 100 metros de la cúspide. Mi corazón palpitó aceleradamente y ese centenar de metros se me hicieron in-terminables.Para mi asombro, alguien estuvo por esos lares y plantó una cruz en el punto más alto. 10:37 a.m., domingo 27 de septiembre de 1992, torné la mirada hacia el horizonte y lo que presencié me dejó extasiado. Tenía ante mis pies una vista panorámica de toda la península de Azuero. Desde los recodos del golfo de Parita recorrí con mis ojos toda la costa hasta la punta Morro de Puerco. En la distancia se divisaba Aguadulce y las demás regiones hasta las llanuras de Pedasí. “De noche la vista debe ser asombrosa”, pensé. Al suroeste el Valle de Tonosí; en dirección noroeste Los Pozos y Las Minas.Como inmensas cortinas naturales, colgadas desde las amenazantes nubes de invierno, presencié cómo llovía simultáneamente en tres puntos diferentes. Una mezcla de encontrados sentimientos se fue apoderando de mí. Estaba consciente de que miles de orejanos han hecho su vía crucis terrenal sin mirar jamás lo que mis ojos presenciaron desde el mirador de Azuero que es el Cerro Quema. Muy cerca de él está el Canajagua, el Quemita y La Pava; otras tantas ventanas desde las que se asoma uno a la grandeza que ha obrado sobre nosotros alguna fuerza estelar empeñada en recordarnos nuestra condición de partícula cósmica; al par que nos muestra su infinita sabiduría y nuestros poco fructuosos intentos cosmogónicos.En estas alturas de Azuero, la satisfacción de sentir la naturaleza en toda su magnitud, sólo es opacada por la constatación de que el Cerro Quema ha sido deforestado. Uno que otro manchón de árboles se divisa en las laderas ; minúsculos bosques vírgenes que se me antojan extrañas garrapatas adheridas al anca de nuestro terrenal centauro peninsular.Empero, Quema no es tan sólo un accidente geográfico; en éste promontorio se ha descubierto la más importante mina de oro de nuestra región. Estamos hablando de la tierra que describiera, en la búsqueda del áurico metal, el Lic. Gaspar de Espinosa en el siglo XVI, y de la que dijera que estaba habitada por los caciques Quema y Huera; también llamado este último Güera o Vera.En efecto, no deja de ser irónico que luego de quinientos años nuevos intereses foráneos estén tras la búsqueda del tesoro en las entrañas de las tierras que otrora habitaron nuestros aborígenes. Recuerdo que de los españoles de su época dijo fray Bartolomé De Las Casas: "Como puercos ansían el oro".Luego de lo que he presenciado, no deja de inquietarme la suerte que ha de correr Cerro Quema. ¿ Qué será de él ahora que la "civilización" ha llegado a sus laderas. ¿ No tendremos más acceso al privilegio de escalar su cumbre y de compartir con él lo sublime de su visión ?. Y la población que radica en sus contornos, ¿qué sentirá ahora que será puesto en ejecución el proyecto minero de Cerro Quema?

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Según las viejas tradiciones y consejas populares, en algún punto de nuestra península guardó Urracá sus tesoros auríferos. Al parecer, hoy nos percatamos que siempre estuvo allí, en nuestras narices. Ahora sólo nos queda velar porque sus frutos no corran la misma suerte que la colonial mina boliviana y tengamos nosotros, también, que contentarnos con exclamar: "Vale un Potosí".

11/XI/1992

23. CERRO QUEMA: ORO, TRADICION Y POBREZA

1- Casi en la víspera de la celebración de Santa Rosa, en Llano de Piedra de Macaracas, emprendimos el viaje. Largo caminar que nos llevaría, luego de pasar siete veces el curso del río San Antonio, a la comunidad del mismo nombre. Desde allí la comunión entre bestias y hombres, hizo posible el recorrido que nos condujo a Loma Blanca, Platanal, La Rana, Quema Abajo y Quema Arriba.Por senderos poco menos que intransitables -que hablan desde sus cárcavas, potreros, alambres y vacas, de un mundo que parece detenerse en los años veinte-; por esos caminos de Dios, digo, transitan los campesinos.En Loma Blanca el viento trae desde la cima del Cerro Quema un ronco sonido de "civilización". Los tractores hacen de las suyas, porque allá en la cumbre está en marcha el proyecto de la aurifica mina de la región azuerense. Con este desafinado concierto de motores, recostado a unas cuerdas de alambres de púas, observo cómo algunos penachos de nubes rodean a la mole tectónica; su cumbre se deja acariciar como presintiendo que su propio nombre es un premonitorio mensaje de su destino.Si los cerros tuviesen ojos para ver y alma para sentir, en esta parte del Macizo del Canajagua, la congoja reinaría por estos parajes interioranos. Ranchos, faragua y cuadrúpedos rumiantes hegemonizan el paisaje. Los hombres, muy solos, acompañados por una que otra escuela de tablas, niños descalzos, perros famélicos, educadores heroicos y niñas mujeres, son el rostro del subdesarrollo. No hay tierra, se dice. Los dueños están en Macaracas, Llano de Piedra, Los Santos y aún en Las Tablas. Señores feudales del siglo XX, preocupados por la suerte de la vaca que parió en el monte, y olvidadizos de la novena preñez de la mujer del mozo que atiende sus potreros.En este mundo casi no conocido de Azuero, el hombre dá rienda suelta a su imaginación orejana; sueña con bailes, escucha misteriosos violines en la alta noche, y hace de los chorros de las quebradas sitios encantados que pueblan ninfas. De repente, hasta Señiles está allí para recordarle el exterminio de la fauna.

2- Solo, con su nieto, mientras el manto de la noche cae sobre los árboles de aguacate de El Platanal, el abuelo me contó una leyenda. Él se sentó sobre su silla de varitas, mientras yo, visitante confianzudo, hice mía su hamaca. Así habló el abuelo desde su experiencia de setenta y dos años: " Sabe una cosa, creo que fue en los años cincuenta. Yo me había venío de allá abajo, a tumbá monte acá arriba. Muchos árboles y carne de monte por estos laos. Venaos, chuéralas, armadillos y too tipo de bichos. Entonces nosotros habíamos parao el rancho muy cerca de aquí y mi mujel no se había muerto.Como si fuera hoy, recuerdo que fue tarde en la noche, calculo que serían como las doce o una de la madrugá, cuando escuché la cosa. Era un sonío como de violines que se escuchaban allá por los laos de la poza de que le hablé. Le dije a mi mujel, ¿ oíste voo?. Y entonces oí un jupío, pero jupío de un hombre bien plantao, y un perro que latía en la montaña. Nunca más he escuchao yo un grito y un perro de esa laya. Ese es Señiles, me dije. Porque Señiles es un hombre que castigó Dios por haberse ido en Semana Santa a matá animales al monte. Desde entonces Dios le condenó a cuidá los animales de la sierra. Porque Usted sabe que hay cristianos salvajes que matan animales de vicio y los dejan tirao por los montes y entonces llega Señiles y los cuida.Ya le digo que en esa poza de allá abajo, en la quebrá, hay un encanto. Mire, que a mí mesmo me pasó una cosa. Taba yo lavando una paila, de esas grandes con que se jace la miel, y en eso se me vira la condená, y qué cree, se me va al plan y por mucho que la amarré, por más que la

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jalábamos nunca pudimo sacarla. Jamás vimos que la arrastrara la corriente y nunca más se supo de ella. Si no le digo yo, que esa poza taa encantá." 3- La vida es difícil por estos lugares, y quizás por ello, la solidaridad entre los hombres florece con una intensidad que es de un envidiable calor humano. En el rancho del hijo del abuelo, pasé la noche. Allí la sopa de carne de res, el café humeante y los "pifá" calientitos, animaron una conversación al calor del fogón y los ojitos inquisidores de los seis niños de la familia Sáez-Núñez.Al otro día, al paso de los caballos, atravesamos lagunas y quebradas con un guía de oro, Domiciano Sáez. Media hora después estuvimos en La Rana. Minúsculo poblado de ranchos que encontramos en el camino que conduce a Quema Abajo. Entre las pencas de palma real que cobijan la "casa", un perezoso humo se escapaba en espirales. Inequívoca señal de vida. Dentro alguien cuece sus alimentos.Minutos después los ríos Bayano y Quema quedaron atrás. En la distancia se divisa la Escuela de Quema Abajo. El pabellón tricolor se mece en los brazos del viento, teniendo como fondo la cima del Canajagua. A su lado, en un típico rancho rural, una niña mujer atiende detrás de un improvisado mostrador de la tienda del pueblo. Catorce años de edad y ocho meses de casada. La miro y confirmo mis sospechas de un futuro incierto para estos paisanos. "Se fijó", me dijo una voz y ambos sentimos como una contenida e impotente rabia interior. En Quema Arriba, las cosas varían poco, lo repetitivo son los estilos de vida y la cultura del potrero. Con terquedad envidiable una maestra se empeña en enseñar el alfabeto; alejada de los suyos, de la burocracia del Ministerio y de los viáticos jugosos.

4- Ahora que estoy de retorno, mi caballo se detiene bajo la sombra de un árbol de toreta; muy cerca un jobo ha empedrado el camino con sus ricos frutos. Retorno la mirada hacia los lugares que recorrí, y me lleno interiormente de este paisaje de las tierras de Cerro Quema. Allá está la mina de oro y acá los campesinos.Trato de ordenar mis pensamientos. Recuerdo que una constante en nuestro recorrido fue la expresión de Domiciano: "Habían antes muchas gentes por estos laos, pero se fueron de aquí". Añoranzas de un joven soñador que, como sus amigos, se aferra a lo poco que le queda de su economía y vida campesina. El sonido de los tractores en la cumbre del Cerro Quema me saca de mis cavilaciones. Aunque no lo desee reconocer, sé que ese eco de motores anuncia que Señiles ha sido desterrado para siempre de estos contornos.Cuando llego a Llano de Piedra, una dependiente de la tienda comenta que este fin de semana comienzan las fiestas de Santa Rosa. En la soledad de su rancho campesino, algún niño soñará con un par de zapatos que no tiene. Mientras tanto, en la costa, un fosforescente y chillón letrero anuncia que el jolgorio no termina y que, borrachos de folklore, continuamos empeñados en vivir de espaldas a la realidad.

25/XI/1992

24. LA MINERÍA EN LA PENÍNSULA DE AZUERO

Parece un cuento macabro, pero es una triste realidad; hasta mayo del presenta año se han presentado al Ministerio de Comercio e Industrias un conjunto de solicitudes sobre exploraciones mineras (de minerales metálicos) que abarcan no menos de 200 mil hectáreas de la Península de Azuero; el equivalente a 2000 kilómetros cuadrados de su superficie regional. Si tomamos en consideración que las provincias de Herrera y Los Santos abarcan 6,145 kilómetros cuadrados, resulta que tales solicitudes abarcan el 32.5% de la Península, un tercio de toda la tierra disponible. Esta misma cifra representan el 52.8% de la Provincia de Los Santos; o lo que es lo mismo, el 85% de la Provincia de Herrera. También hay que considerar que la totalidad arriba indicada únicamente se refiere a los minerales metálicos. A todo ello hay que sumar 6002.11 hectáreas de minerales no metálicos y las concesiones de explotación minera que totalizan 15,892.23 hectáreas.El cuadrilátero terrestre peninsular vive así una situación realmente lamentable, por cuanto al aterrador panorama del área de la montaña (a la que pertenecen la mayoría de las solicitudes) se añade el problema de la venta de las costas. Esto supone que el grueso de la población vive

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atrapada entre dos frentes depredadores: el minero-montañero y el costero-inmobiliario. A ello hay que sumarle las secuelas de la contaminación de ríos, el desarrollo de una ganadería extensiva (400 mil cabezas de ganado), la destrucción de los bosques, el exterminio de la fauna regional, el problema de los agroquímicos, la reducción de manglares por el avance de las “camaroneras”, la escasez de agua, y la ausencia de una propuesta de desarrollo regional. Yo no pretendo ser alarmista, pero no puedo desoír la realidad. Durante el Siglo XX tuvimos algunos avances sociales y un soterrado temor a la destrucción de nuestra cultura regional, coyuntura que hizo ineludible organizar festivales folclóricos y abanderar, de paso, la identidad cultural de la nación. En cambio, el Siglo XXI sugiere que las amenazas de la anterior centuria serán de más largo aliento. Porque si no logramos combatir tales problemas, con la puesta en vigor de un modelo de desarrollo respetuoso de la gente y de su entorno, sin por ello caer en regionalismos decadentes, la migración regional será tanto o más violenta que la vivida en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado.De lo planteado se deduce que la minería, como alternativa de desarrollo, es un verdadero contrasentido en una región que le urge preservar sus recursos naturales y que no puede darse el lujo de continuar con un modelo depredador, en el que no caben los sueños de opio de los empresarios mineros, más interesados en los metales preciosos que en la calidad de vida del hombre santeño y herrerano.En verdad, la región no aguanta un zarpazo más y la solución no vendrá necesariamente de las esferas gubernamentales y político partidistas, sino de la capacidad de organización que demuestren las fuerzas vivas de la región. En consecuencia, aunque vivimos tiempos difíciles, la época no es para cruzarse de brazos, sino para asumir los nuevos desafíos; vigorizando nuestra idiosincrasia cultural, promoviendo una apertura económica respetuosa, fortaleciendo la educación de la población, incentivando una tecnología amigable y preservando nuestro legado ambiental. Y en ese calamitoso escenario regional, la minería no es una oportunidad sino una amenaza; tanto como añadir gasolina para apagar el fuego.

13/VII/2009

25. MEDITACIONES DESDE CERRO QUEMA

La pregunta clave en el candente problema de la mina de Cerro Quema continúa siendo: ¿ Por qué el santeño se opone al proyecto minero que se pretende implementar en la región de Tonosí y Macaracas?. Sobre el tópico podríamos ensayar un conjunto de razones que parten desde la imposición comunitaria hasta lo pírrico de las ganancias o la siempre válida razón de orden ecológico. Debe quedar claro que la compresión del fenómeno social no encuentra su solución en propuestas del tipo costo-beneficio. El asunto es más complejo y entrelaza un conjunto de razones dentro de las cuales sólo intentaré sustentar la de orden cultural.La verdad es que los mineros canadienses, con sus acólitos del suelo patrio, pasaron por alto la naturaleza cultural del hombre que mora en la zona. Mucho más, diría que se equivocaron de grupo humano y de zona geográfica. Porque el santeño es un hombre que ha desarrollado en los últimos quinientos años una visión de patria que difícilmente puede ser doblega con argumentos del tipo que hasta ahora se han esgrimido.El santeño, inmerso en una región de amplias sabanas costeras y en una zona montañosa de tímidas alturas, ha hecho de su geografía clima la razón de su existencia. Aún más, el sistema educativo en lo que va del siglo no ha logrado provocar una ruptura entre éste hombre y la naturaleza. Porque ésta es para el santeño -en la vieja tradición hispánica- algo que hay que doblegar, pero representa en la añeja tradición del ancestro indígena aquello que se ama y respeta. Vive el orejano este desgarramiento interior del que doblega su entorno, pero que en el accionar de su lucha termina por amar lo que domeña. Ese es el caso del típico ganadero azuerense. Aquello que ayer fue montaña y que hoy es potrero se transmuta para él en emblema cultural que trasciende las lomas peladas y el calcinante sol. Los escasos montes y las colinas que acaricia el viento son la razón de ser de su vida. Para el santeño es intruso todo aquello que osa violar su tradición de siglos. Y en verdad, no es que se oponga al desarrollo, sino que en su código de ética social no cabe la contemporánea irracionalidad minera.

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Con la antedicha visión cultural el santeño emigra y a la hora del postrer adiós retorna a los lares que le vieron nacer y vive en la fiesta la policromía de su mundo sacro-profano.En múltiples ocasiones hemos visto a este hombre-agricultor-ganadero-poeta otear desde los cerros la magnificencia de los ocasos de oro. Hombre y mujer han heredado del hispánico el alma de Quijote y la sensibilidad del poeta. Canta en sus décimas los temas de su entorno: mujeres, decepciones, santos, sequías y cerros. La décima es para él un desahogo y un vivo reflejo de su rica cosmovisión cultural.En el caso del tonosieño -santeño que ingresa tardíamente a los "beneficios" que dispensa el desarrollo -, todo aquello que hemos descrito adquiere una dimensión de alto vuelo. Desde los años ochenta, como dijo un destacado antropólogo panameño, se acabaron los montes. Lo que había que doblegar ya fue domeñado. Le queda sólo el amor y le duelen más las querencias de unos antepasados que datan de la centuria anterior. Ese encuentro con la naturaleza agreste ha forjado un carácter muy a tono con el "hombre de la montaña". El tonosieño es lo más reciente que queda en la provincia del indomable orgullo español y de la rebeldía indígena. La memoria histórica recuerda la Tonosí Fruit Company, las migraciones campesinas, el proyecto del Desarrollo Rural Integrado, la ganadería extensiva y la rebelión guerrillera de finales de los años sesenta.Se equivocan los que piensan que Cerro Quema es sólo una mina de oro. Olvidan que el tonosieño habla de la destrucción de su cerro y de su Quebrada Chontales como si se tratase de la pérdida de un ser querido, como de un amigo que llora la partida de algo con lo que ha crecido y aprendió a amar. En el caso de Cerro Quema estamos ante el viejo problema de aquellos que persiguen el infructuoso objetivo de divorciar la razón y el amor. Los mineros quieren imponerle al santeño -un ente con alma de poeta- la objetividad de una razón amañada. Empeño inútil ante un hombre que ha hecho del amor a su tierra el fundamento de su existencia.Mientras un ministro habla de "protección a la inversión extranjera" y de "respeto al contrato minero", el hombre de la zona le reza a San Roque, recuerda los camarones de los ríos, la Candelaria, piensa en la sequía que le ha impedido sembrar el arroz y transita acongojado tras las vacas por los mismos callejones donde hasta hace poco lo hacía con indiferencia pueblerina. En ese caminar mira al Cerro Quema y siente muy dentro de sí que un intruso se apodera de lo que siempre ha sido suyo. Sabe también que entre más traten de imponer la mina, mucho más radical será su postura. Ante cada nueva imposición su amor crece. En fin, lo trascendental de la lucha que libran los santeños va mucho más allá de la mina. Ante Cerro Quema el azuerense no asume falsas posturas entre la civilización y la barbarie; al contrario, renueva su promesa de promover la comunión entre el amor y la razón. Allí radica su terquedad peninsular y su radical oposición al proyecto minero.

15/V/1997

26. SOBRE BOSQUES, MINERÍA Y CULTURA OREJANA

Me gusta llamar Península de Cubitá a la región que comprende las provincias de Herrera y Los Santos, creo que el apelativo es más certero que el de Azuero, denominación colombiana que honra la memoria del Dr. Vicente Azuero y Plata, personaje santanderista que no tuvo vínculos con la región. Cubitá es el nombre indígena del Río La Villa.La zona es un cuadrilátero con apenas 80 kilómetros de ancho por 100 de largo. Sin embargo, la región ha hecho un aporte nacional que no se compagina con su dimensión geográfica. Cuando se estudia este espacio bajo la mirada escrutadora de la sociología salen a relucir verdades que no siempre son de dominio público. Yo he nacido y crecido en la Península y he tratado de amarla con el corazón y pensarla con el cerebro. Me duelen sus cosas, como a un chiricano la suerte del Barú o a un habitante de la Ciudad de Panamá las amenazas que pudieran cernirse sobre el Cerro Ancón. Para mí, el Canajagua es un símbolo, el 10 de noviembre un emblema de libertad, la mejorana un ícono de nuestra identidad y La Moñona el legado religioso.La cultura de la región está casada con la economía. Podría decir que en los últimos 500 años se forjó una sociedad centrada en la agricultura y la ganadería, aparte de algunas contribuciones menores del sector terciario. En cambio, la cultura regional es un amasijo complejo de valores y creencias que tiene parte de su sustento en una estructura agraria minifundista. A diferencia de

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Coclé y Veraguas, la pequeña propiedad se enseñoreó sobre los campos, mientras aquéllas se distinguían por el latifundio.Herrera y Los Santos no son peores ni mejores que el resto de las provincias, pero tienen una identidad que debe respetarse. El minifundio hizo posible un amor a la tierra que permitió que floreciera un sentimiento de apego al terruño, fenómeno que ha dado vida al folclor regional. Actualmente se vive la destrucción de esa añeja estructura socioeconómica. Pienso cómo, por ejemplo, la minería con su destrucción ecológica y su visión fenicia, podría constituirse en un poderoso factor de destrucción que rebasaría la cuestión ecológica y amenazaría los cimientos sociales y culturales del hombre orejano. El asunto se torna más complejo si a ese "sancocho" le añadimos ingredientes como la compra de los terrenos de las costas, la destrucción de los manglares, la desaparición de los bosques, la contaminación de los ríos, la presencia de los agroquímicos y una economía vapuleada por la política económica de corte neoliberal.La minería no sólo es perjudicial por su impacto sobre los ecosistemas regionales, sus actividades amenazan el sustrato de la cultura campesina, estimulan el latifundio y colocan al grueso de la población en el centro de una tormenta que tendría la depredadora actividad minera en las montañas y al turismo desenfrenado en las costas. En ese emparedado de intereses mercuriales la población tendría que preservar su identidad cultural y mantener sus actividades económicas. Todo esto mientras suenan las murgas, los acordeones, las mejoranas y las cantaderas en un esfuerzo por subsistir en el siglo XXI.Hay pobreza y abandono regional, pero los gobiernos de turno recetan la minería para que el orejano de Cubitá calme sus males. Desde las montañas y sobre las cuencas hidrográficas, ¡increíble! Nunca antes se ha jugado tan miserablemente con el hombre del campo. Quiero pensar, quizás ingenuamente, que el silencio de algunas autoridades regionales y nacionales es producto del desconocimiento, más no excusa para la iniquidad.Como habitante de la zona lucho para que le región se desarrolle, tampoco me opongo al progreso, pero aspiro a un desarrollo sostenible y con equidad. Si duda la región tiene otros problemas que reclaman su atención, pero la minería a cielo abierto llega a la Península para apagar con gasolina las llamas del incendio. Sean serios, ¡así no se juega con la suerte de un pueblo noble y trabajador!

30/III/2008

27. ANGURRIA MINERA

“Fulano es un angurriento”, la expresión la escuché en mis días de infancia en Bella Vista de Guararé. Creo que fue Isaías “Chía” Vásquez”, uno de tantos santeños laboriosos que ya abandonó este mundo, quien la usaba con frecuencia. Con ello mi paisano quería decir que zutano era un avariento, un ser insaciable que cree que toda la riqueza del mundo ha de ser para él. Porque no falta quien hago de su vida un templo a la codicia.Esta remembranza del vocablo viene a propósito de la conducta angurrienta que observo en los mineros istmeños; y no me refiero al campesino que labora en Petaquita, Cañazas o al que soñó con ganarse unos reales en Cerro Quema. Hago alusión a aquellos “monos gordos” que no reparan en destruir bosques, ríos, animales, gentes, o cualesquiera otro “minucia” que se interponga a su aurífera voracidad.Tal vez el término ha caído en desuso o ya no tiene el interés que antaño le dispensó el hombre interiorano, pero hay que prestarle atención a esa deleznable avaricia que se ha apoderado del país. A propósito, por allí sobreviven algunos políticos angurrientos que si los dejamos harán causa común con los mineros para desvalijar las arcas del Estado y la ecología nacional. Ante el fenómeno de marras habría que plantear algunas hipótesis para ver si explicamos tamaña deshumanización, quizás atribuible al brillo del oro o el retintín de las monedas (“Túrbalos San Jacinto”). Se me ocurre, igualmente, que acaso los efluvios del cianuro habrán alterado las neuronas cerebrales y generado una devoción por el oro que rebasa con creces la veneración al Jesús Nazareno de La Atalaya o al Cristo Negro de Portobelo.También he desechado la hipótesis de que sea un asunto genético, porque sólo de imaginarme las implicaciones de ello se me “espeluca” el cuerpo. Esta angurria minera quiera Dios que

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tampoco sea una enfermedad contagiosa, porque todo ello sería catastrófico para el país. Curioso, porque al parecer este raro padecimiento es de tipo dual. Mire usted que la devoción por el oro viene acompañada de una obsesión por la tierra. En Cerro Quema, por ejemplo, quieren “explorar” algo más de 102 mil hectáreas de tierra. Algo así como la creación de un potrero gigantesco enclavado sobre la Cordillera del Canajagua; desde Las Minas al austral Distrito de Pedasí. Y ya por allí están solicitando 2 millones de hectáreas adicionales en tierras nacionales.La angurria minera es un espanto, tal vez una maldición como la que recayó sobre La Tepesa, la vieja leyenda amazónica que aún recorre los campos nacionales. Al parecer estamos ante un maleficio que se ensaña sobre “Panamá la verde”, la misma que describiera el novelista español Don Vicente Blasco Ibáñez. Así es, como parásitos sobre el cuerpo sano de nuestro istmo, los mineros avarientos recorren a argucias semánticas para disimular sus aviesos intereses mercuriales. “No hay tal angurria”, contestarán, “estamos preocupado sobre la sostenibilidad ambiental. Donde Usted, pobre orejano, mira el brillo del oro nosotros vemos la posibilidad de generar empleo y sacar del abandono a los depauperados hombres del campo. En un país como el nuestro es inconcebible que la pobreza siga acostada sobre un lecho de auríferos resplandores.”Yo les escucho, pero algo me dice que mienten y sigo creyendo que son unos angurrientos. Pienso que hay que encontrar algún antídoto contra estos insólitos males. Quizás con algún tipo de terapia: escuchando el murmullo del agua en un arroyuelo serrano, mirando las piruetas que realizan los morachos sobre los cascajales del río o tal vez sentados con pose de Buda minero, meditando mientras en lontananza se oculta el sol.. La verdad yo no sé, pero me preocupa este síndrome istmeño que deshumaniza y corroe el alma de la patria.Mucho agradeceré, amigo lector, que Usted reflexione sobre la temática y trate de encontrar la alternativa para superar esta espantosa angurria minera. Es urgente, no vaya a ser que este mal, al parecer contagioso, se apodere del cuerpo social y terminemos todos en una tina de lixiviación nacional. No hay derecho, tome sus precauciones, hágale un favor al país y denuncie el menor brote de angurria minera.

10/I/2009

28. CERRO QUEMA: PROHIBIDO OLVIDAR

Muchas cosas han sucedido en Cerro Quema. Pasada una década, otra vez aparece la empresa minera y pretende explotar el yacimiento echando mano de las mismas mentiras camufladas con el ropaje de la generación de empleo, el apoyo a las comunidades y un conjunto de “regalías” a la sociedad santeña. Ahora se habla de la reducción del tamaño de la mina, del “respeto” al ambiente y de que hay que “corregir” lo que ayer no se hizo.Ya sea que la llamemos Minera Cerro Quema o le asignemos cualesquiera otro nombre, estamos ante la misma situación de destrucción ecológica y de ansias de riqueza, sin importar las consecuencias que se derivan para el conjunto de la sociedad regional. Y para que no lo olvides te traigo estos recuerdos del pasado.

1996, 26 de diciembre. Mediante resolución de esa fecha se aprueba el contrato de Minera Cerro Quema S.A.

1997, 18 de abril. Se crea el Frente Santeño Contra La Minería. 1997, 15 de junio. El obispo Lacunza envía carta al ministro del MICI indicándole que

la mina debe ser cerrada. 1997, 16 de junio. Suspenden provisionalmente las labores en la mina por

contaminación. La empresa quema la vegetación con diesel. 1997, 17 de junio. Destituyen a ingeniero por contaminación. 1997, 23 de junio. El Consejo Municipal de Macaracas pide que se suspenda el

proyecto minero. 1997, 24 de junio. El MICI suspende por cuatro meses a la empresa minera y la culpa

de sus desatinos. 1997, 4 de julio. Accidente en la mina. Amputan pierna a un trabajador de la empresa. 1997, 16 de agosto. Un contingente de policías se establecen en el área de la mina.

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1997, 28 de agosto. El Frente entrega al gobernador de la provincia una carta para el Presidente de la República con miles de firmas oponiéndose al proyecto minero.

1997, 1 de septiembre. Carta de protesta al Sr. Presidente. 1997, 17 de septiembre. Son arrestados 6 miembros del Frente Santeño. 1997, 18 de septiembre. Son arrestados 18 miembros del Frente Santeño. Minera

Cerro Quema presta sus locales para que sirvan como cárcel a la población. Mujeres, hombres, niños y ancianos son agredidos con bombas lacrimógenas.

1997, 20 de septiembre. Desaparece un miembro del Frente que aparece con posterioridad

1997, 2 de octubre. La Iglesia Católica dice que no aceptará donaciones de la minera. 1997, 5 de octubre. Alrededor de 5,000 personas protestan en Tonosí. Exigen el cierre

del proyecto minero. 1997, 1 de noviembre. Profesores del Colegio de Macaracas se oponen a explotación

de Cerro Quema. 1997, 12 de noviembre. Asamblea de padres de familia del Colegio de Macaracas

exigen cierre de proyecto minero. 1997, 18 de noviembre. Profesores del IPTA se oponen a la mina. 1997, 20 de noviembre. A raíz de los sucesos renuncia el gobernador santeño. 1997, 29 de noviembre. Desconocidos incendian la casa de Secundino Jaén, Presidente

del Frente. 1997, 4 de diciembre. Secundino Jaén denuncia amenazas de muerte. 1997, 9 de diciembre. La empresa Constructora y Asociados S.A. secuestran los bienes

a Minera Cerro Quema S.A., argumenta falta de pago. 1997, 17 de diciembre. Minera Cerro Quema no atiende reclamos de trabajadores. 1998-2002. Se producen diversos intentos de abrir la mina. El Frente se pone. 2001, 31 de diciembre. Aparece en Río Quema extraño fenómeno. El río se tiñe de

rojo. 2003, 18 de enero. Anuncian que la explotación de la mina se iniciará el 15 de

febrero. 2007, diciembre. Minera Cerro Quema quiere abrir la mina. 2008, 6 de enero. El Frente emite comunicado declarando al 2008 como AÑO DE

LUCHA ANTIMINERA 2008, 14 enero. El Consejo Municipal de Tonosí emite una resolución en la que

rechaza el proyecto minero y declara al municipio como territorio libre de la minería. 2008, 7 de febrero. El Consejo Municipal de Macaracas emite una resolución en la que

respalda en todas sus partes la Resolución de Tonosí y se declara territorio libre de la minería.

2008, 8 de febrero. El Consejo de Guararé emite una resolución en la que respalda la resolución emitida por Tonosí y se declara territorio libre de la minería.

21/III/2008

29. CERRO QUEMA: LOS SANTEÑOS Y SUS LUCHAS CONTRA LA MINERÍA

La agricultura y la ganadería son las actividades económicas que en los últimos quinientos años han predominado en las provincias de Herrera y Los Santos; aunque tal hegemonía agropecuaria no excluye el aporte económico de otros rubros. Así, por ejemplo, en la segunda mitad del siglo XX diversos productos se han sumado a la contribución que la región hace al país.Esta realidad - poco estudiada y no siempre comprendida-, contrasta con las afirmaciones en las que se sostiene que la población azuerense ha sido reacia a la introducción de nuevas tecnologías; desconociendo que en la horticultura tenemos un vivo ejemplo de la receptividad provincial a las innovaciones agropecuarias.Hoy día, y a contrapelo de la vieja tradición productiva peninsular, el Estado intenta diversificar la producción introduciendo la minería en la región. Como sabemos, este proceder ha generado reacciones de los grupos sociales que se consideran afectados por la naturaleza contaminante de la actividad minera.

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La intensidad y vehemencia con que los santeños expresan su protesta suscita en la comunidad nacional no pocos interrogantes que ameritan respuestas. Entre ellos los siguientes: ¿Cómo se explica que un proyecto minero, supuestamente encaminado a promover la diversidad productiva, haya generado tantas protestas de los sectores populares santeños? ¿Acaso existe en todo ello un malsano propósito de rechazo al cambio social que pregonan los personeros de la modernización y la globalización? ¿Qué razones aducen los santeños para rechazar el proyecto? ¿Quién es Minera Cerro Quema S.A.? ¿Cuáles son los antecedentes de la minería en la Península de Azuero?. Con el propósito de clarificar tales interrogantes, y de contribuir al debate que la minería ha generado en nuestra nación, las ideas que expongo van encaminadas a dilucidar erróneas percepciones sobre el tópico y pretenden lograr una aproximación al polémico tema de la minería en la Península de Azuero. En lo medular el trabajo aspira al logro de los siguientes objetivos: a. Determinar la trayectoria histórica de la minería en Azuero. b. Indicar las verdaderas razones que animan a la empresa minera. c. Exponer las razones opositoras del Frente Santeño Contra la Minería.Todo lo anterior en el entendimiento de que el autor del escrito es parte interesada y no escapa - ni como profesional ni como santeño-, al ineludible deber de emitir su punto de vista.

Azuero: el problema ecológico y culturalLo primero que se debe afirmar es que la minería se suma al conjunto de factores que configuran la imperfecta incorporación al desarrollo nacional de la provincia santeña. Lo medular de esta integración -que se ha incrementado en la segunda mitad del siglo XX- radica en fomentar un modelo de desarrollo excluyente.En efecto, la lucha entre la economía campesina y el sistema capitalista ha promovido cambios de todo orden en Los Santos. Entre ellos se destacan la valoración del recurso tierra, estímulo a la ganadería extensiva, migración interdistrital y provincial, deforestación y adulteración de manifestaciones folklóricas. Por el lado amable del cambio social se experimenta la elevación del nivel educativo de la población, mejoramiento del sistema de salud, crecimiento de la red vial y el desarrollo de los medios de comunicación de masas. En el plano propiamente ecológico, Azuero presenta altos niveles de deforestación, deterioro de las cuencas en donde nacen los principales ríos, manejo inadecuado de los basureros municipales, extracción indiscriminada de cascajo y arena, abuso en la utilización de agroquímicos y otra serie de obstáculos que gravitan sobre la deteriorada calidad de vida del hombre azuerense.1

Para comprender la incidencia de la minería, especial atención debemos dispensar a la naturaleza sociológica de la zona; porque a la hora de "vender" el proyecto minero, el factor cultural adquiere una dimensión no valorada por los defensores del aurífero yacimiento de Cerro Quema. Este imperdonable olvido ha llevado a la empresa a subestimar el poder contestatario que subyace en la arraigada identidad cultural del hombre que mora en las faldas de Cerro Quema y Canajagua. Porque, en este caso, estamos ante un istmeño para el que la tierra es parte consustancial de su existencia, un ente cultural que tiene por norma la consulta, el respeto a sus tradiciones y una acendrada ética del trabajo colectivo que heredó de la tradición hispano-indígena de la junta.2

Tampoco debemos desconocer que la región de Tonosí (área de influencia directa de la mina) guarda en su historia los antecedentes de dos frustrados intentos de implementar proyectos que

1    . Consultar del autor: "Agro y capitalismo en Los Santos", en REVISTA ANTATAURA # 1, Chitré: Impresora Crisol S.A., 1987, págs. 39-66. Además: "La costa y la montaña en el desarrollo de Azuero", en Ágora y Totuma, Año 3, # 49, 6/I/94. Igualmente: "Problemas ecológicos de Azuero"; en ÁGORA Y TOTUMA, Año 6, 30/IV/97. 2    . Debido a que el proyecto minero se pretende implementar en la Provincia de Los Santos y, específicamente en Tonosí, para la comprensión del morador que habita en ese distrito santeño recomendamos la lectura de los siguientes libros: 1/. Heckadon Moreno, Stanley. CUANDO SE ACABAN LOS MONTES (Los campesinos santeños y la colonización de Tonosí). Panamá: Eupan/Smithsonian Tropical Research, 1983, 172 págs. 2/. Valdés, Isidoro. HISTORIA DE TONOSI. Panamá: Grupo Jorsal S.A., 1995, 132 págs. 3/. Franco, Raquel Muñoz de. VIVENCIAS Y POEMAS. Panamá: Editorial n/e, 1996, 211 págs.

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han sido traumáticos para el distrito. Tales los casos de la Tonosí Fruit Company y el Desarrollo Rural Integrado del Valle de Tonosí.3 La comprensión integral de la cuestión minera en la aludida provincia debe analizarse considerando las secuelas que el "desarrollo" ha estimulado en la tierra del Dr. Belisario Porras Barahona y Francisco Samaniego. En este marco el problema minero no es un asunto que podamos desligar del cambio social y cultural que ha vivido la región durante el Siglo XX y en lo que va de la presente centuria. Por ello, una mirada retrospectiva a los antecedentes de la minería en el área ayudará a ubicar el problema.

La ruta del oro: antecedentes de la minería en AzueroEn la región el interés por metales preciosos se remonta al período Colonial. Al leer las crónicas de aquella época (Lic. Gaspar de Espinosa) queda plasmada en ellas que el aurífero metal se encontraba en la provincia de "Huera" (probablemente Güera); lugar que ubica el cronista "cuatro jornada adelante de la dicha provincia de Guararí". Además, el conquistador español señala la existencia de los cacicazgos por él denominados "provincias" de Querna (¿actual Quema?) y Usagaña. Afirma el cronista en su Relación que en la provincia de Usagaña se encontraron diez jabas de oro. Dice Espinosa que tenía noticias de que en la provincia de Quente se encontraba el cacique París.4

Como vemos, las informaciones históricas confirman la existencia de lo que podemos denominar la "ruta del oro" en Azuero. Es decir, la aurífera caminata de los españoles de hace cinco siglos coincide con la actual zona en donde las empresas mineras intentan establecer sus "reales". Observemos que la circunscripción administrativa, que antaño los españoles denominaron "provincias", corresponde a los actuales distritos de Tonosí, Macaracas, Los Pozos y Las Minas.Desde las anotaciones del siglo XVI, hasta finales del siglo XIX, no existen referencias de actividad minera en la región. Sabemos que en el decimonono (1895) un ingeniero de minas inglés arribó a la región. Se trata de Maurice Hooper, quien se establece y casa en la población herrerana de Las Minas. Hooper desarrolló un pequeño proyecto minero del tipo socavón en el actual distrito herrerano. Aún hoy encontramos algunos vestigios de la llamada Mina de El Gallo, actividad que por su magnitud no tuvo implicaciones ecológicas.5

Un antecedente menos conocido se refiere a la presencia en la región de Quema de un alemán; teutón que el pueblo aún recuerda como Julio Esthuar, quien al parecer extrajo oro por métodos artesanales en la sección del Río Quema conocida como Río Abajo. Según declaraciones de uno de sus nietos, Esthuar era un médico militar que llegó a la zona en el año 1903 y su labor extractiva se extiende hasta su fallecimiento en la década del treinta. La tradición lugareña acertadamente lo ubica en la primera mitad del siglo XX e incluso relata su trágica muerte en las astas de un toro.6

En nuestra pesquisa histórica he comprobado que durante el período que transcurre desde Hooper hasta la actual década del noventa, la actividad de extracción de minerales se reduce a materiales pétreos (canteras) para la construcción de caminos y viviendas, uso de piedras de ríos y arena del mar para las edificaciones; actividad que en los últimos años ha generado un soterrado debate entre ecologistas y empresarios azuereños. Una excepción a ello la

3    . La Tonosí Fruit Company se estableció en esa zona santeña y retuvo 40,000 hectáreas desde la década del veinte (1924) hasta 1950. Es decir, la compañía frutera se posesionó de la tercera parte de la superficie total del distrito santeño, lo que equivale a decir que retuvo el 90% de las mejores tierras municipales. El proyecto fracasó, entre otros factores, por la caída de los precios del banano a finales de la década del veinte. Mayores detalles sobre el tópico se obtienen consultando el trabajo de Stanley Heckadon Moreno (CUANDO DE ACABAN LOS MONTES, Capítulo III); ensayo que recoge las angustias de los campesinos santeños en aquella época y en donde se describe magistralmente la economía campesina tonosieña de aquellas calendas. Sobre el problema suscitado por el Proyecto de Desarrollo Integral del Valle de Tonosí (en el que se registró la muerte de un policía) ver del autor: "El agro y la política estatal en Los Santos. Período 1950-1970”; en REVISTA ANTATAURA # 2. Chitré: Impresora Crisol S.A., 1988, pág. 40-66.4    . Ver Araúz, Reina Torres de. NATA PREHISPANICO. Panamá: Imprenta Universitaria, 1972, 140 págs. Igualmente confrontar: Velarde B., Oscar. EL CACICAZGO DE ANTATAURA. Las Tablas: Editorial no especificado, 1993, 52 págs.5    . Consultar Hooper Domínguez, Luis Alberto. "Remembranzas familiares, Nuevas informaciones sobre Ofelia Hooper Polo"; en AGORA Y TOTUMA, Año 4, # 75, 15/II/95. Algunos detalles aparecen en el artículo periodístico de Hooper Domínguez: "Santa Bárbara Bendita...Santa Patrona de Las Minas de Herrera"; en EL SIGLO, 2 de diciembre de 1997, pág. 6. 6    . La versión corresponde a Adriano Esthuar (48 años), nieto del "minero", quien cree que su pariente murió en el año 1933.

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encontramos en la industria de la caliza; roca sedimentaria cuyo procesamiento industrial se desarrolló en el Distrito de Tonosí en la década del ochenta (¿1983?).Los primeros estudios científicos sobre la minería en la región se dan durante la década del sesenta, época cuando una misión científica, con el auspicio de la Naciones Unidas, determinó que en las provincias de Herrera y Los Santos existía alta posibilidad de explotación de oro, cobre y molibdeno.Dos décadas después, hacia los años ochenta, la empresa panameña CEMSA (Compañía de Exploración Mineral S.A.) hizo otro tanto y entre 1990-1994 las investigaciones fueron responsabilidad de Cyprus Minera de Panamá, una subsidiaria de la Corporación norteamericana Cyprus Amax, con sede en Denver Colorado.7

Recientemente otras empresas de exploración minera incrementan sus actividades en el área. Como consecuencia de ello se realizan labores de exploración en los distritos de Los Pozos, Las Minas, Macaracas y Tonosí. En este marco, y como productos de la búsqueda del codiciado metal aurífero, una empresa de capital canadiense busca implementar el proyecto minero de Cerro Quema.

Cerro Quema en la mira de los minerosHoy día se habla mucho de Cerro Quema, pero pocos pueden ubicar con precisión el lugar de la mina. El accidente geográfico está localizado en la Provincia de Los Santos y, como su nombre lo indica, se trata de una elevación situada en la confluencia geográfica de tres municipios santeños. El cerro es el punto geográfico en donde convergen los distritos de Las Tablas, Macaracas y Tonosí. Cerro Quema se localiza en las faldas que dividen el Macizo del Canajagua y la Cordillera Occidental.La elevación tiene una altitud estimada en 950 metros sobre el nivel del mar. Próximo a ella existen dos elevaciones: La Pava y el Quemita. Según los estudios realizados, el yacimiento no se encuentra en el Cerro Quema, sino en las otras elevaciones citadas; aunque al visitar la zona hasta el más ingenuo corrobora, debido a la estrecha relación entre los tres cerros, que es imposible preservar incólume el polémico promontorio.En fin, la preocupación por la explotación de Cerro Quema se evidencia al percatarnos que el promontorio forma parte de una importante sección de la región de Azuero. El Cerro Quema está localizado en un área de alta trascendencia para los habitantes de las provincias de Herrera y Los Santos; baste recordar que allí nacen los principales ríos de la provincia santeña: El Quema, Estivaná y Oria. Aparte de que en la banda occidental del Quema están los ríos Tonosí y Güera.

El Estado y sus concesiones a Minera Cerro Quema S.A.La empresa que busca explotar la mina responde a la razón comercial de "Minera Cerro Quema S.A."; organización que es subsidiaria de la empresa canadiense Campbell Resource.Debemos precisar que Minera Cerro Quema S.A. no es la institución comercial que inicialmente tuvo bajo su responsabilidad la exploración de la zona. Esa labor fue encomendada a Cyprus S.A., quien luego traspasó sus derechos a la empresa actual. Este proceder es típico de la actividad minera internacional en la que existe una marcada división de labores asociada a la minería. En efecto, no siempre las organizaciones que realizan las exploraciones son las mismas que terminan por explotar los yacimientos. Esto último fue lo que ocurrió con el proyecto minero de Cerro Quema.A la altura del desarrollo del tema aflora una pregunta: ¿Por qué una empresa canadiense quiere explotar un aurífero yacimiento en Panamá? Para dar respuesta generalmente se argumenta que esas empresas deben asumir la explotación, porque el país no cuenta con los recursos económicos y la tecnología necesaria.Sobre ello podemos decir que tal argumento es una verdad a medias, porque la afirmación no toma en consideración que tales corporaciones acuden a Panamá por el "incentivo" que ofrece el Código Minero; así como por el hecho de que en nuestro país logran burlar fácilmente los controles ecológicos que tendrían que enfrentar en sus países de origen. En el indicado Código encontramos tal cantidad de exoneraciones y beneficios, que para una empresa extranjera resulta altamente beneficioso el establecerse en un país que lo da todo a cambio de nada. Además,

7    . Algunos de los datos proceden de: Salazar, Carlos E.. "Reporte de actividades comunales de Proyecto Cerro Quema"; en Geo-eco (Boletín trimestral), s/f, pág. 12.

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mucho influye la actual coyuntura internacional en la que se habla de apertura de mercados en el marco de políticas de corte neoliberal.El siguiente es un ejemplo elocuente de la entrega incondicional que hace el Código Minero al capital foráneo. De acuerdo con las disposiciones jurídicas del mismo, el Estado panameño sólo tiene derecho al 2% de las ganancias brutas de la empresa. Los municipios en donde se establecen las minas, se benefician con el 15% del 2% que recibe el Estado. A ello se añade la posibilidad de exoneraciones de impuesto sobre la renta (superiores al 25%) y de facilidades para introducir maquinarias libres de todo tipo de gravámenes. Además de lo señalado, otra razón de peso estriba en la vulnerabilidad estructural de nuestras sociedades. Es decir, Panamá carece del control institucional que le permita frenar la depredación ecológica que es tan característica de la minería. A ello se añade que muchas organizaciones ecologistas no son suficientemente independientes como para constituirse en obstáculo a la voracidad de las empresas transnacionales. Todavía más, ni siquiera la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) y el Ministerio de Comercio e Industrias (MICI), poseen la infraestructura para dar seguimiento a las implicaciones sociales y ecológicas que se derivan de la minería. Hay más, algunos organismos gubernamentales se vuelven en extremo vulnerables al poderío económico de las empresas mineras; habida cuenta de los bajos salarios de los funcionarios y los evidentes intereses de sectores que se ubican en la cima de la toma de decisiones estatales.8

El Frente Santeño y sus razones opositorasLa empresa Minera Cerro Quema S.A. instaló sus toldas en la zona al comenzar la década del noventa. Alrededor de 1992 se dieron los estudios de exploración y de impacto ambiental; en cambio las reacciones populares no se hicieron notar hasta el año 1997 cuando la empresa inicia operaciones y los diversos sectores provinciales se percatan de la magnitud del proyecto y de las implicaciones ecológicas del mismo.9 En este contexto surge el "Frente Santeño Contra la Minería"; organización de base en la que predominan pequeños agricultores y ganaderos, así como campesinos sin tierra que han recibido apoyo de sectores intelectuales de la región y del resto del país. El Frente se crea el 18 de abril de 1997 luego de realizar reuniones en diversos poblados. En ese intento sobresale el liderazgo de Secundino Jaén, Arturo Moreno y Pedro Vidal, como las cabezas cumbres del movimiento ecologista santeño. Hasta ahora el mayor mérito del grupo estriba en haber logrado concitar la atención sobre el problema de Cerro Quema y, de paso, estimular la discusión nacional sobre el tema del "desarrollo" minero.Las razones que esgrime el grupo santeño para oponerse al proyecto son variadas y aquí haremos una exposición de algunas de ellas. Sostiene el Frente lo siguiente:a. "La población no ha sido consultada". Aduce el grupo que los principales sectores de la provincia han permanecido al margen de la toma de decisiones. La empresa minera, en alianza con el MICI, impuso a la población el proyecto minero sin entrar en una discusión seria y sincera de las implicaciones ecológicas y sociales del proyecto. Incluso el Estado asignó a Minera Cerro Quema S.A. un globo de terreno de 5,000 hectáreas, por lo que algunos moradores se vieron coaccionados a la hora de vender sus heredades a la empresa.b. "El tipo de explotación minera es el más contaminante". La explotación responde a un sistema extractivo conocido como "mina de cielo abierto". Esta técnica exige eliminar toda la capa vegetal que cubre la zona, triturar 10 millones de toneladas de rocas (sacando una onza de oro por cada 100 toneladas), cavar fosas que tendrían profundidades que podrían superar los 150 metros, construir la tina de lixiviación (donde se rocía la roca con cianuro las 24 horas del día).El Frente sostiene que este procedimiento no garantiza que la membrana geotérmica (especie de grandes carpetas que separan del suelo las rocas regadas con cianuro y otras sustancias tóxicas), cumplan con la labor a ella encomendada. La experiencia indica que en la mayoría de los casos

8    . Para una mayor información sobre facilidades a la empresa recomendamos confrontar el Contrato # 20 de 13 de febrero de 1997 que aparece en la Gaceta Oficial del miércoles 26 de febrero de 1997, pág. 8 a 12. 9    . Según la Dirección General de Registro Público la empresa Minera Cerro Quema S.A. fue registrada el 27 de junio de 1994. Sus directores son John O. Kachmar, Paul J. Ireland y Lorna D. Macgillivray. La representación legal la ejerce George J. Simchuk y su agente residente corresponde a Benedetti & Benedetti. Los dignatarios se detallan así: John O. Kachmar (Presidente), Paul J. Ireland (Vice-Presidente y Finanzas), Lorna D. Macgillivray (Vice-Presidente), no consta (tesorero), Alida Benedetti (Secretario) y Lorna D. Macgillivray (Sub-Secretaria).

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ocurren roturas en la membrana protectora. Además, el procesamiento de 10 millones de toneladas de rocas exige un trabajo que se realizará las 24 horas del día, 365 días al año durante un período que fluctúa entre 5 a 10 años.10 A todo ello debemos añadir que el material producto de la extracción minera genera un proceso que se conoce como "drenaje ácido de minas". Esto significa que el indicado material de desecho contiene cantidades de sulfuro que al entrar en contacto con el aire y agua produce ácido sulfúrico. Según los especialistas el ácido promueve daños ambientales que se prolongan muchos años después que la mina ha sido cerrada.Valorando estas razones el Frente estima que los riesgos de la minería son muy altos y podrían poner en peligro a amplias zonas geográficas de la región de Azuero y, en especial, de la región tonosieña.c. "Los beneficios económicos son pírricos". Como hemos apuntado arriba, mientras la empresa se apropia del 98% de las ganancias brutas, el Estado recibe el 2% restante y los municipios el 15% del 2% que corresponde al Estado. En otras palabras, por cada B/100.00, el Estado recibe B/ 2.00 y los municipios el equivalente a B/ 0.30 centésimos. Pero como quiera que el 15% debe distribuirse entre tres municipios, a cada uno de ellos le corresponde B/0.10 centésimos. Es decir, mientras por cada B/100.00 la empresa se gana B/98.00, cada distrito santeño recibirá B/ 0.10 centésimos.Ante estos hechos Minera Cerro Quema argumenta que la minería generará una gran empleomanía. Según informaciones de la empresa ésta contribuirá con 149 puestos de trabajo que tendrán un efecto multiplicador sobre la economía regional.11 En este punto conviene recordar que el habitante de la zona no tiene experiencia en labores mineras, ni la califica ción técnica necesaria para devengar salarios jugosos. Lo que significa que el santeño tendrá que laborar como trabajador no calificado y en las actividades de más alto riesgo (en la llamada tina de lixiviación, por ejemplo). Aparte de que un proyecto minero como Cerro Quema no logra compensar y pone en peligro una inversión agropecuaria que supera los B/200 millones en el Valle de Tonosí.ch. "Los daños ecológicos son cuantiosos". La naturaleza de la explotación exige el desmonte de toda la capa fértil de la zona. Ya han sido taladas decenas de hectáreas de montes, destruida la Quebrada Chontal, contaminado con sedimentación el cauce del Río Quema, sometidos a alto riesgo los animales (entre otros los monos y aves existentes) y las fuentes de aguas que abastecen a la región de Azuero.Como hemos explicado en otro momento, el agua es un recurso vital para la provincia santeña. Con la instalación de la mina el problema de la tala indiscriminada de árboles se agudiza al establecer en la serranía del Canajagua un proyecto tan contaminante como el aludido. Para la ecología y economía regional sería devastador que se contaminara con sustancias tóxicas, producto de la minería, la cuenca hidrográfica del Canajagua.d. "El país no cuenta con la tecnología ni con los recursos económicos para la explotación". Careciendo el Estado de tecnología apropiada y de recursos económicos propios, es poco menos que irrisorio que éste se empeñe en explotar una mina a cielo abierto -con todos los riesgos que ello implica- sabiendo que la explotación de Cerro Quema es un mal negocio. Porque además de que el Estado casi no obtendrá nada por el oro, la mina atenta contra la economía de una importante región interiorana y afecta la calidad de vida del hombre que vive en la provincia santeña.e. "La mina está próxima a la más importante falla geológica de Azuero". En efecto, muy próximo al proyecto -entre Macaracas y Llano de Piedra, a escasos kilómetros de Cerro Quema - encontramos una falla de alta peligrosidad. Existen registros de temblores que alcanzan los 6

10    . Detalles sobre el procedimiento técnico de las minas a cielo abierto pueden consultarse en los siguientes documentos: Defensa Ambiental. "La industria más sucia. Aproximación a los riesgos ambientales y a algunos de los problemas sociales asociados con las actividades mineras en Panamá ". Panamá, 11 de julio de 1997, 10 págs. Puede leerse, igualmente, la crítica al Estudio de Impacto Ambiental que elaboró el Dr. Mark Chernaik (científico y abogado independiente de Estados Unidos de América), así como el Dr. Glenn Miller (Especialista en Geología y Minas de la Universidad de Nevada). Ver al respecto. CEALP. Evaluación de Estudio de Impacto Ambiental del Proyecto Minero de Cerro Quema, Panamá, en fotocopias, 25 págs. 11    . No existe un consenso sobre la cantidad de empleos directos que generaría la explotación de la mina. Las cifras van desde 130 empleos (Ver Salazar Carlos. op. cit. pág. 13), hasta 275 puestos de trabajo a los que se refiere el Ministro Arango (Ver El Panamá América, 8/VIII/97, pág. F.8).

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grados en la escala Richter. Todo ello muy cercano a un proyecto minero que se caracterizará por el uso de tinas de lixiviación a cientos de metros sobre el nivel del mar.Las razones previas son algunos de los argumentos que el Frente presenta para oponerse al desarrollo de la minería en la Península de Azuero. La problemática se torna aún más candente, al considerar que en la vecina provincia herrerana están en fase de exploración los probables yacimientos de Los Pozos (La Pitaloza ) y Las Minas ( El Castillo). La última muy próxima a la Reserva de El Montuoso; sitio en donde nacen ríos tan importantes como La Villa, Suay y otros.

El poder económico minero y estatal contra Cerro QuemaEn el caso de Cerro Quema se vive una lucha desigual. Podríamos resumirla diciendo que expresa el encuentro entre la fuerza de la razón vs la razón de la fuerza. Por un lado está (la razón de la fuerza) el poderío económico de Minera Cerro Quema S.A., en alianza con el MICI y su mayor personero (El Ministro Raúl Arango Gasteazoro). Del otro lado del espectro encontramos (la fuerza de la razón) a amplios sectores de pequeños y medianos agricultores y ganaderos, así como de campesinos sin tierra.La postura del MICI se resume en argumentos del tipo: "Hay que respetar el contrato minero" y "Tenemos que proteger la inversión extranjera". Por su parte Minera Cerro Quema S.A, señala que reúne las condiciones técnicas que evitarán la contaminación.12

A su vez el Frente Santeño Contra la Minería aglutina al contingente de población que asume las consecuencias de defender los derechos de la colectividad. Su técnica de lucha ha consistido en realizar mítines (La Llana, Tonosí, Río Quema, Las Tablas y el Cruce a Sabanagrande), denuncia a través de los medios de comunicación y participación en foros regionales y nacionales (conferencias en centros educativos, asociaciones cívicas, televisoras, etc.).Podemos señalar que el Frente desarrolla una lucha de carácter pacífico; a diferencia del gobierno que en los últimos tiempos ha hecho gala de su represivo aparato de "control de multitudes". Así, por ejemplo, el 17 y 18 de septiembre el grupo experimentó la más brutal represión que recuerda la historia del movimiento popular santeño. En efecto, el 17 de septiembre, luego de que algunos miembros del Frente se opusieron a la introducción de equipo pesado para labores en la mina, fueron arrestados siete (7) miembros de la organización, incluyendo al Presidente del Frente, Sr. Secundino Jaén. Al día siguiente, en una manifestación pacífica, un grupo de antimotines reprimió a niños, mujeres, ancianos y activistas. Producto de esa refriega se arrestaron a diecinueve (19) miembros de la organización; ecologistas que fueron liberados pocas horas después debido a la presión popular en el Valle de Tonosí. Más recientemente, el 29 de noviembre de 1997, desconocidos incendiaron la residencia del dirigente Secundino Jaén.Con anterioridad a estos sucesos, en algunas ocasiones el ministro Arango se ha presentado en la zona; proceder que se explica por la propia dinámica que los ecologistas santeños le imprimen a su movimiento. Es más, el MICI, luego de una concentración en La Llana de Tonosí, se vio forzado a suspender por cuatro meses el proyecto minero. Proceder al que antecede la sanción a la empresa minera por sedimentar el cauce del Río Quema y contaminarlo con diesel.13

Así las cosas, es fácil comprender que la suspensión a la que aludimos en párrafos precedentes, fue una mera escaramuza del gobierno para no asumir la postura que le corresponde en cumplimiento del Régimen Ecológico al que se refiere la Constitución Nacional. Hay más, incluso el Presidente de la República se ha visto precisado a manifestarse en carta que dirigió al Frente. Todo ello luego de un memorial que la organización santeña le remitiera al mandatario (con alrededor de 5,000 firmas) y que acompañó de una misiva en la que explica las razones de su oposición.14

Conclusiones

12    . Ver "Contrato minero debe respetarse"; en LA PRENSA, 7 de septiembre de 1997, pág. 5. y "Explican que Cerro Quema no afectará medio ambiente"; en EL PANAMA AMERICA, 21 de agosto de 1997, pág. A.2 13    . Según Resolución # 97-45 del 11 de junio de 1997 que emitiera el Ministerio de Comercio e Industrias.14    . Para una completa cronología de lo hechos, consultar los diversos comunicados del Frente Santeño Contra la Minería. Los detalles de la carta del Frente al Presidente de la República pueden confrontarse en: "Carta del Presidente al Frente Santeño"; en La Prensa, 24 de octubre de 1997, pág. 7A. La respuesta de la organización santeña al Presidente aparece en: "Frente Santeño contesta: Carta abierta al Presidente"; en La Prensa, domingo 26 de octubre de 1997, pág. 8A.

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El caso de Cerro Quema y la lucha contra la minería reviste un hondo significado para el movimiento popular en Panamá. Podemos decir que se produce en una coyuntura histórica caracterizada por la implementación de políticas fondomonetaristas. En ese marco la actividad minera es una expresión concreta de la voracidad del capital foráneo y de sus repercusiones sobre la vulnerable estructura económica nacional.No demanda mucho esfuerzo comprender que la protesta de los santeños trasciende la mera lucha de hombres apegados al terruño. Lo peculiar de ella radica en surgir en una provincia que, al decir de algunos estudiosos panameños, es proclive a posturas ideológicas conservadoras. Tanto más significativo si el movimiento reviste un carácter ecologista y de respeto a la tierra; hecho que parece contradictorio en una provincia que hasta hace poco era vista como sinónimo de degradación ecológica.Sin embargo, debemos cuidarnos de emitir juicios apresurados. La anterior afirmación hay que tomarla con mucha reserva, porque la paradoja sólo es aparencial. Según nuestro punto de vista, el movimiento popular santeño demuestra cómo, dentro del sistema social azuerense, se cuece una mayor toma de conciencia producto de los desajustes que en la actual centuria ha experimentado la aludida sociedad peninsular. Además, estimamos que el éxito y simpatías que despierta el Frente Santeño Contra la Minería nace de la propia composición y representatividad popular del movimiento: pequeños propietarios, campesinos sin tierra, agricultores, profesionales y ganaderos.En otro orden de ideas, Cerro Quema ha puesto en evidencia hasta dónde los personeros gubernamentales y los empresarios mineros están dispuestos a llegar en su intento de coadyuvar en la implementación del modelo económico de corte neoliberal. Pensamos que la renuencia gubernamental a aceptar las justas reclamaciones de los santeños se explica en parte por el temor a poner en peligro su proyecto nacional de "desarrollo" minero. Porque no se trata de que no se hayan dado los canales propicios para "resolver" el problema, sino que los intereses económicos que se parapetan tras el "respeto a la inversión extranjera" temen un efecto multiplicador de los sucesos de Los Santos.El panameño tiene en Cerro Quema otra muestra de la irracionalidad económica del sistema social imperante; un modelo que coloca entre paréntesis la naturaleza humana y opta por la degradación del medio ambiente. En Cerro Quema estamos ante empresarios empeñados en hacer viable la mina, aunque para ello los santeños tengan que ser sometidos a la insensatez de imponerles un proyecto que la población rechaza. Oposición, que a propósito, no nace del temor santeño a cambiar "estilos de vida", sino de haber experimentado las secuelas del problema ecológico y, en consecuencia, desear asumir el protagonismo histórico que le compete.Finalmente, valorando lo acontecido en Cerro Quema, podemos arribar a las siguientes conclusiones:1. La empresa minera y el gobierno buscan implementar un proyecto minero desconociendo la idiosincrasia regional. Esta se distingue por un alto concepto de identidad cultural, apego a la tierra y una larga experiencia de trabajo colectivo (la junta).2. Minera Cerro Quema S.A. ha dado muestras evidentes de su incapacidad administrativa y de su inconsulto proceder para con la comunidad.3. Un análisis de costo-beneficio demuestra que las ganancias son mínimas comparadas con los riesgos ecológicos y económicos a que es sometida la actividad agropecuaria y la vida misma. 4. El desarrollo de la minería en una zona con evidentes problemas ecológicos (que el gobierno panameño ha tratado de paliar en lo que va del siglo XX), demuestra la incoherencia que subyace en las políticas estatales. Es decir, el Estado le reprocha a la población la tala indiscriminada, mientras él promueve un proyecto contaminante y deforestador.5. Los riesgos que asume el gobierno a la hora de imponer el proyecto son muy altos. En este punto la empresa minera y el gobierno no deberían subestimar la capacidad de respuesta del santeño. El método represivo y el dilatar las respuestas que la población espera, son actitudes contraproducentes.6. Todo indica que se impone el cierre definitivo de la mina, así como el promover una redefinición de las políticas estatales en la región de Azuero.Los panameños debemos aprender de los errores. Lo acontecido en la provincia santeña debería ser un hito a partir del cual lograr plantearnos la importancia de hacer de la consulta con el

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pueblo una norma de proceder político. Los hechos también demuestran que los resabios del centralismo bogotano aún cabalgan alegremente sobre los campos interioranos. Y, algo mucho más trascendente, confirma que los orejanos se cansaron de ser meros espectadores y están aprendiendo a luchar por sus derechos humanos y ecológicos.

18/VII/1998

30. ANAM: AMBIENTALISMO “LIGTH”

La Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) es la regente de la cuestión ambiental en Panamá. Un organismo gubernamental que se supone tiene bajo su responsabilidad la custodia de los bienes que la Providencia nos ha regalado a los panameños. A través de los años la dependencia ha evolucionado de un simple departamento ministerial, hasta una agencia con un poco más de autoridad sobre el patrimonio que tiene que salvaguardar.Los panameños esperábamos que esa transición institucional fuera algo más que un asunto semántico, porque nuestros gobiernos son muy dados a jugar con las denominaciones, modifican la forma, más no así el contenido. Verbigracia, como cuando dejamos de llamar “doberman” a ciertos estamentos represivos, para luego bautizarlos con el inofensivo mote de “control de multitudes”, pero igual te entran a palos.Ya sabemos que la postura istmeña sobre la cuestión ecológica no es un asunto que atañe exclusivamente a la ANAM, por cuanto la cultura panameña se ha adherido a la concepción colonial que miraba los bosques como lugar de sabandijas y sitio en el que moraban todo tipo de “bichos”. Baste con decir “selva”, y ya acuden a la mente todas las impresiones que ese vocablo evoca. Sin embargo, esa no es excusa válida para justificar el presente y enclenque rol de la institución gubernamental.A la ANAM le pasa lo que al resto de los organismos estatales, que terminan destinando el grueso de su presupuesto al pago de salarios, los directivos ocupan puestos coyunturales (lo que dure el gobierno de turno) y las componendas políticas terminan sofocando la independencia crítica de los funcionarios, al punto que la mayoría de las veces no osan ir más allá del ronroneo de la burocracia. Todos sabemos lo que existe detrás de casos como el relleno de la Calzada de Amador, la cinta costera, el delfinario de San Carlos, el “echapalante y echapatrá” de la Isla de Coiba, la minería depredadora y un conjunto de proyectos que tienen al ambiente nacional en el cuarto de cuidados intensivos.Claro que la ANAM ha aportado su cuota en todos estos años, no faltaba más. Pero tales acciones no apuntan a enfrentar los problemas estructurales del desafío ambiental, sino que se quedan en la periferia de los mismos. Una que otra multa por allí, penalización que casi siempre se apela, y el panameño no termina por saber si, en efecto, el infractor desembolsó la suma que debió pagar por su desatino. Otra cosa son los campesinos e indígenas depauperados que no tienen la influencia y el poder económico del que hacen gala, por ejemplo, los monos gordos de Cerro Quema y Petaquilla.Yo creo que la ANAM está llamada a mejores cosas, y para ello necesita zafarse del pesado fardo de la cultura del “juega vivo” gubernamental. El Estado, que somos todos los panameños, debe hacerla una institución completamente autónoma, con funciones de docencia, investigación, autogestión y poder coercitivo, entre otros atributos. Algunas de estas funciones ya le son consustanciales, pero las mismas terminan supeditadas al querer de grupos plutocráticos y políticos venales.La regente nacional de la problemática ecológica aún esté en mora con la nación y el país ya no puede esperar más. Hay que estar ciego para no percatarse del estado de postración en que se encuentran nuestras playas, bosques, manglares, humedales y la rica fauna nacional. En especial, ahora que vivimos en un país que crece económicamente, pero que mantiene una deuda social tan grande como la pública.Tal parece que el impacto del crecimiento económico ha sobrepasado la ya de por si escasa capacidad de respuesta de la ANAN. Ello es evidente en las serias limitaciones que posee para hacer cumplir los Estudios de Impacto Ambiental (EIA), o al “descubrir” que la empresa, que nunca los hizo, ya está desarrollado su proyecto. Sin querer (no sé si queriendo) la institución se

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ha convertido en una vitrina que muestra al panameño cierto grado de “preocupación” ambiental, aunque ese empeño no rebasa la pose institucional.Ya sé que lo planteado resulta descarnado y hasta incómodo, pero debemos convencernos que la nación no puede continuar creyendo en mentiras piadosas. La ANAM necesita una verdadera y urgente reingeniería, para que cumpla su rol y reciba el reconocimiento que se merece y al que está llamada. Lo demás son “cuentos de Tío Conejo”, ambientalismo “light”.

1/IX/2008

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