Alfredo Di Bernardo - Narrativa
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ALFREDO DI BERNARDO nació en Santa Fe, en 1965. Su obra literaria transita mayormente por el género narrativo y varios de sus trabajos han obtenido premios a nivel local, nacional e internacional, e integran antologías diversas. Distintos textos de su autoría se hallan publicados en revistas literarias de Argentina, España, Cuba y Austria (en este último caso, traducidos al alemán), así como también en revistas electrónicas y en sitios de Internet. Ha publicado los siguientes libros: “El Regalador de colores” (cuentos, 1993), “La realidad y otras mentiras” (cuentos, 1999), “Informe sobre miopes” (novela), 2001, “Las cosas como so mos” (cuentos, 2009) y “Crónicas del Hombre Alto” (crónicas, 2013). Participa activamente en diversas experiencias de difusión cultural. Es socio fundador de la Asociación Cultural El Puente (Santa Fe), entidad dedicada a la promoción y difusión de actividades artísticas. Como responsable del área literaria de dicha institución, coordina los certámenes literarios para adolescentes que la misma organiza anualmente desde el 2000. Coordinó entre 2003 y 2009 los Encuentros Literarios Sub-20 de dicha Asociación, destinados a escritores adolescentes. Participa habitualmente de encuentros y charlas con alumnos de enseñanza media. Se ha desempeñado como jurado en diversos certámenes literarios. Es coordinador de la Academia de Literatura del Colegio Inmaculada de Santa Fe desde 1998. Desde 2002 edita “El Regalador”, micropublicación virtual, semanal y gratuita que se difunde mediante correo electrónico y llega de ese modo a lectores de 28 países.
Contacto: [email protected]
“Crónicas del Hombre Alto” http://cronicasdelhombrealto.blogspot.com
“Algo así como un padre” http://algoasicomounpadre.blogspot.com
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De “La realidad y otras mentiras”.
Edición del autor, 1999.
BREVE HISTORIA DEL HOMBRE ALTO
Hubo una vez un hombre tan pero tan alto, que con sólo ponerse de pie, abrir los ojos y
mirar hacia adelante, era capaz de leer las verdades escritas en las nubes.
La gente común admiraba su enorme altura. Él, en cambio, renegando abiertamente de
su don, profesó toda su vida una melancólica envidia hacia los hombres bajos.
Nunca se resignó a su triste suerte de poder descifrar verdades allí donde los otros,
plácidos y felices, veían solamente una nube.
-o0o-
EL DINERO
El dinero es una herramienta fundamental en la vida del hombre. Tanto, que no resulta
ocioso afirmar que el mundo entero gira en torno a él, por y para él. Gracias al dinero se
adquiere reconocimiento social, se abren puertas que de otro modo permanecerían
estrictamente selladas, se formalizan matrimonios, se alquilan placeres, se estrechan
amistades, se traicionan ideales, se clausuran ilusiones, se derrocan gobiernos, se inventan
guerras, se conciertan alianzas, se eliminan prejuicios, se forjan sonrisas, se consiguen pases y
autorizaciones, se negocian libertades y se obtienen excelentes imitaciones de felicidad, amplia
gama de actividades ésta que, dada su cotidianeidad y también el profundo arraigo que han
adquirido entre las costumbres humanas, no hacen más que confirmar que, efectivamente, el
hombre es una herramienta fundamental en la vida del dinero.
-o0o-
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DIOS IMPERFECTO
Desde el refugio situado en lo alto de la montaña, el Dios observa incrédulo las
columnas de caminantes que, sin cesar, siguen acercándose por los cuatro puntos cardinales.
Surgidos desde las entrañas del horizonte, millones de peregrinos marchan jubilosos hacia el
lugar, dispuestos a ofrecer su profundo agradecimiento a aquél que los ha salvado.
Vencido por la culpa, el Dios menea la cabeza con melancólica resignación. "No
entienden", se dice, "no entienden que todo lo hice por mí". Y vuelve a esconderse,
infinitamente avergonzado.
-o0o-
PARALELAS
Geometrilandia es una ciudad muy triste. Por disposición de vaya a saber qué poderoso
personaje del pasado, las líneas que allí habitan están obligadas a desplegar sus angostas
existencias en la misma dirección y en el mismo sentido. Como nadie se atreve a violentar
precepto tan celosamente guardado durante años, no es posible hallar en toda la ciudad ningún
tipo de figura.
En medio de este aburrido panorama de uniformidad hay, sin embargo, quienes sueñan
aún con el día en que las líneas se decidan al fin a dejar de lado tanta rigidez y se entrelacen
alegremente unas con otras para formar curvas y quebradas. Si esta gloriosa sublevación
llegara alguna vez a acontecer, una multitud feliz de círculos y rombos flotaría gozosa esa
mañana sobre las chimeneas. Los hexágonos y los trapecios se hamacarían sonrientes en los
árboles, los rectángulos y equiláteros brotarían por doquier y el cielo sería un desparramo
fenomenal de curiosas espirales, elegantes elipses y graciosos escalenos. La vida de la ciudad se
tornaría incomparablemente más bella.
Pero por el momento semejante alteración de las cosas no es posible. Sea por miedo,
ignorancia o conveniencia, la mayoría de las líneas son sumisas y nunca cuestionan su patética
rectitud, llevando de este modo gran desconsuelo a las otras, las líneas soñadoras, ésas que en
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las tardes nubladas lloran en silencio su ingrato destino de eternas paralelas, solitarias
infinitas, condenadas a no tocarse jamás.
-o0o-
LOS ÁNGELES Y LOS PUENTES
Hay ángeles que, a su manera, son ingenieros. Rozan a la gente con sus alas y, con ese
suave toque celestial, la incitan a levantar puentes. Entonces, esperanza sobre esperanza, la
gente se pone manos a la obra y, con más entusiasmo que habilidad, se lanza de lleno a
construirlos. Y aunque los puentes resultan casi siempre frágiles y efímeros, las personas
caminan sobre ellos, se encuentran, pueden amarse, son felices y se ríen desde lo alto mientras
miran, con cierto alienado desdén, a los seres aparentemente tan seguros y tranquilos que
permanecen abajo, atados al suelo.
Pero existen también ángeles perezosos que odian la ingeniería e inoculan a la gente su
propio recelo hacia este tipo de construcciones. Entonces, la gente se queda quieta, segura y
tranquila, se acurruca en sus miedos y mezquindades, permanece en tierra sin ganas de
levantar puentes, y al mirar cada tanto para arriba se pregunta, con envidiosa indignación, qué
es lo que hacen esos seres aparentemente tan felices suspendidos en el aire.
-o0o-
ARTISTA FRENTE AL MAR
Lenta, muy lentamente, el hombre se fue acercando hacia el borde del acantilado. La
mujer sentada en las rocas lo contempló con atención desde el fondo de un silencio profundo y
expectante. Observó su respiración agitada, su barba naciente, sus cabellos descuidados, su
camisa clara maltratada por el viento. Había algo en él -cierta actitud de entrega a lo absoluto,
la expresión desolada de sus ojos- que lo tornaba, al mismo tiempo, majestuoso e indefenso. La
mujer reparó también en la firmeza con que cerraba una de sus manos y entrevió la causa,
adivinó en ella la presencia de la pequeña joya en la que -según contaban en el pueblo- el
hombre había estado trabajando con obsesivo fervor durante los últimos meses.
Fue entonces que tuvo el presentimiento. Nada extraordinario estaba sucediendo, pero
ella supo que algo inquietante se cernía sobre la momentánea quietud de la escena. Bajo las
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nubes grises e hinchadas que parecían aplastar al mundo, el olor penetrante del mar fue de
pronto un presagio, y el viento un emisario del desconsuelo.
Sin atreverse a intervenir, comprendiendo que no estaba autorizada a modificar un
acontecimiento que intuía irreversible, un rito que parecía establecido desde muchos siglos
antes, la mujer siguió los sucesos con ojos fascinados: el torso del hombre y su brazo derecho
arqueándose hacia atrás, la tensión extrema del cuerpo, el feroz impulso hacia adelante, la
maniobra de los dedos al abrirse en un gesto irrevocable.
No tuvo tiempo siquiera de abrir la boca para intentar un grito. La joya dibujó una
parábola desesperanzada, refulgió contra el cielo por única vez -ella pudo vislumbrar su
hermosura perfecta segundos antes del final- y cayó para siempre en una indiferencia infinita
de sal y de espuma.
Hubo en la mujer un reflejo efímero de angustia; luego una mudez de asombro y
espanto. En lo alto, un viento triste azotaba los rostros. Abajo, heladas, las olas se suicidaban
furiosas contra la barranca.
–¿Qué vas a hacer ahora?– se animó después a preguntarle, con un susurro quedo que
fue casi una plegaria.
El hombre no desvió sus ojos hacia ella. Con la mirada vacía, perdida en algún punto
indescifrable del océano, dejó pasar unos segundos antes de dar, con voz cansada, la respuesta
que ella ya sabía:
–Lo de siempre. Empezar de nuevo.
-o0o-
EL HOMBRE DEL VALS
Imprevistamente, el hombre que ocupa la mesa que da al ventanal se ha puesto a silbar
la melodía dulzona de un vals de Strauss, confiriéndole al jueves una fisonomía singular, rayana
en lo grotesco. Mientras el silbido recorre el salón con apacible fluidez, disolviendo la habitual
monotonía de las tardes en el antiguo café, el solitario autor de esta ruptura permanece
absorto, mirando la calle a través de los cristales manchados, sin advertir que los otros
parroquianos se han confabulado tácitamente para crear un silencio profundo y burlón que
ponga aún más en evidencia su insólita conducta.
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Al cabo de unos minutos, el concierto llega a su término y el acorde final deja latente en
el aire una tenue sensación de ausencia. Con absoluta naturalidad, el hombre bebe un último
trago de café, deja un billete sobre la mesa y se pone de pie. Ensimismado, con aire de estar
resolviendo íntimas y complejas ecuaciones, camina callado unos metros, esquiva tres sillas
mal ubicadas y detiene su marcha frente al viejo del mostrador. "La realidad no es tan simple
como parece", afirma de pronto, con filosófica contundencia, sin hablarle a nadie en particular.
Poco le importa la expresión distraída del viejo, poco le importan las sonrisas cáusticas de
aquellos que lo escuchan, divertidos, a sus espaldas. Habitante único de un mundo que parece
terminar en los bordes mismos de su mente, se limita a disertar para sí mismo, como si los
otros no existieran. "En el mundo viven cinco mil millones de personas", sigue diciendo, con
voz serena y firme. "¿Por qué no pensar que en este mismo momento una de esas personas
acaba de silbar el mismo vals que yo silbé? Tal vez esté escrito desde siempre que los dos
hagamos las mismas cosas al mismo tiempo, minuto tras minuto, segundo tras segundo. Pero él
y yo vivimos a kilómetros de distancia y nunca podremos comprobar si nuestras sospechas son
fundadas".
El viejo lo mira ahora con una atención piadosa; el resto ya no logra disimular la risa.
Ajeno por completo a las reacciones que provocan sus palabras, el hombre del vals se acomoda
el saco con un suave movimiento de hombros, da unos pasos cansados hacia la puerta y se deja
devorar por la calle, por la alienada agitación de una ciudad incapaz de entenderlo.
Los otros, los que se quedan, comentan el episodio y se ríen sonoramente del loco.
Amparados en una lógica arbitraria que jamás atinarán a cuestionar, no pueden siquiera
imaginar que, en este mismo momento y en un lugar muy remoto, otra gente se ríe de un loco
con las mismas carcajadas mordaces e ignorantes.
-o0o-
EL CAZADOR
Indiferentes a la nieve que se desploma sin cesar más allá de las ventanas, los cazadores
celebran el ritual de cada anochecer en la taberna del pueblo. Al amparo de esa rutina viril y
cómplice de whisky y tabaco, se acaloran hablando animadamente de mujeres, trampas y
licores, pero -él lo sabe- en pocos minutos retornarán, como siempre, al tema que ha desvelado
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a los lugareños desde tiempos inmemoriales: saber si la presa que buscan en verdad existe, o si
es sólo una leyenda.
"Dicen que tiene la mirada verde", acotará alguno de ellos, enunciando sin saberlo una
sospecha alimentada por todos sus ancestros. "Dicen que su hermosura es extraordinaria",
agregará otro, y volverá a soñar despierto con el día en que pueda comprobarlo. "Dicen que hay
un único ejemplar en todo el mundo", ilustrará un tercero, y refrendará bravíamente ante el
resto el desafío de encontrarlo. "Dicen que verla es como comprender el infinito", insistirá otro,
y entornará ambicioso sus ojos, imaginando la proeza. Escudado en su parquedad habitual, él
los escuchará como lo ha hecho tantas veces, y no podrá ni querrá evitar que sus pensamientos
vuelen ansiosos hacia el mágico esplendor del secreto que guarda en su cabaña. Los otros, sin
embargo, abstraídos en su eterno torneo de argumentos, no advertirán su callada excitación, su
vuelo inmóvil.
Una carcajada ebria estalla en la mesa de los cazadores, como un trueno escandaloso y
procaz. Semejando ecos, otras risas menores la suceden y secundan. Luego, se van
desvaneciendo, hasta que sólo queda resonando en el ambiente la música alegre que emite la
máquina de discos, matizada por el tintineo nervioso de vasos y botellas.
"Dicen que es suave y pequeña", arriesga de pronto uno de los cazadores, y la ronda de
suposiciones comienza, en efecto, a girar. Él permanece inmutable; guarda prudente silencio y
oculta orgulloso en un trago una imperceptible sonrisa de indulgencia. Llama a la camarera,
paga sus whiskies, se pone de pie y se enfunda en su abrigo. "Dicen que de noche se esconde en
las montañas", lo interpela uno de los hombres, pretendiendo involucrarlo en la conversación.
Él se encoge de hombros y manifiesta una fingida ignorancia. "Dicen que anda entre nosotros y
que no sabemos verla", contesta, evasivo, y se refugia otra vez en el silencio. El otro,
desilusionado, farfulla algo incomprensible y ahoga su disconformidad en un trago de whisky.
Él se hunde la gorra de lana hasta las cejas, saluda a los parroquianos, y sale.
Atraviesa la nieve acumulada en las veredas, trepa a la camioneta y se pone en marcha,
silbando entre dientes una antigua melodía. El camino hacia la cabaña no es largo. Sólo cinco
minutos lo separan de esa mirada verde, cargada de infinito, que -como todas las noches desde
el último diciembre- aguarda su llegada.
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SOBRE CIERTO ARTE
Todas las noches, un hombre miope sale al patio de su casa y mira hacia el cielo
estrellado. La debilidad innata de sus ojos le impide percibir con nitidez el paisaje majestuoso
que se extiende sobre él. No obstante, en aquellos débiles fulgores apenas vislumbrados
alcanza a intuir la mágica esencia de algún secreto cósmico, y eso lo hace feliz.
Al día siguiente, todavía conmovido por los fragmentos de eternidad que ha logrado
capturar, resuelve compartir sus modestos hallazgos con todo aquel que quiera escucharlo.
Pero apenas abre la boca frente a algún interesado, descubre con tristeza que, por más que se
esfuerce, no acierta a encontrar las frases apropiadas, ni puede tampoco dejar de tartamudear.
De su garganta sólo surge, entonces, un parlotear confuso, compuesto de palabras
incoherentes, fatalmente imprecisas. Su discurso termina siendo sólo un pálido reflejo de otro
pálido reflejo.
El frustrante proceso se reitera día a día.
Y sin embargo -he aquí el auténtico misterio- hay gente que al ver pasar al miope
tartamudo lo mira con admiración y comenta con gratitud: "ese hombre me ha enseñado lo que
son las estrellas".
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De “Las cosas como somos”.
Santa Fe, Colección Bienes Culturales, ATE, 2009.
LECTURA OBLIGATORIA
Lo siento mucho, pero debo informarle que está usted en mi poder. Lo he atrapado.
Quizás usted aún no lo haya advertido, pero desde el momento en que posó su mirada
sobre la primera de las palabras que componen este cuento, quedó completamente a mi
merced. Por más que lo intente, ya no podrá escapar de mí. Al menos, no hasta que termine de
leer estas líneas.
Tal vez si hace unos segundos hubiese optado por elegir otro texto o, simplemente, por
seguir cualquier otro de sus impulsos (ponerse a escuchar música, por ejemplo), las cosas
serían diferentes. Pero no lo hizo y ahora es demasiado tarde: no tiene margen posible para
evadirse de mí. ¿Le molesta que se lo haga notar? Es natural; a nadie le gusta asumir que ha
perdido el dominio de sus actos. Pero no se rebele contra lo inevitable. Sólo acéptelo: no podrá
dejar de leer este texto hasta no acabar con la última frase.
Usted dirá que lo que termino de afirmar es ridículo y exagerado. Seguramente
argumentará que la simple maniobra de alejar sus ojos del papel le alcanzaría para librarse de
mí. Puedo incluso imaginar la expresión desafiante de su rostro mientras su mente se apoya en
esta tranquilizadora hipótesis. ¿Realmente cree que las cosas son tan sencillas? Supongamos
por un instante que es cierto, que usted abandona la lectura de estas líneas aquí mismo
(decisión que, sin embargo, no ha tomado, ¿me equivoco?). Bien, haga uso entonces de su ilusoria
libertad e imagine que se dedica a mirar televisión, a darse un baño, a escuchar música o a
comer chocolates. ¿Verdaderamente supone que realizar cualquiera de esas actividades lo
pondrá a salvo de mi control? Permítame el placer de socavar con fundamento sus candorosas
esperanzas: no lo logrará. No niego que quizás consiga desligarse de mí por un lapso
determinado, pero se lo aseguro: no pasará demasiado tiempo hasta que descubra en su boca
un regusto amargo de curiosidad insatisfecha y compruebe que lo único que ha logrado es
retorcerse patéticamente como la mosca enredada en la telaraña. Mis palabras continuarán
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acosándolo, acechando su sueño y su vigilia, listas para derrumbar sin piedad sus frágiles
anhelos cuando usted menos lo espere.
¿Piensa que estoy siendo tendencioso? Está bien, deje entonces de rumiar vanas
protestas contra mi actitud presuntamente despótica y reivindique con hechos su libre
albedrío. Adelante, no imagine nada; hágalo. Aléjese de mis trampas y señuelos. Salga del
laberinto que he creado para usted. Vamos, anímese, deje de leer ya mismo, dése el gusto,
cumpla su deseo. Saltéese el final de este cuento y demuéstreme que estoy equivocado.
Sorpréndame, haga añicos mi convicción, aniquile mi certeza.
Es inútil; no lo hará.
¿Lo ve? Todavía sigue allí.
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ARQUEOLOGÍA
La pareja está ubicada en una de las mesitas que flanquean la puerta de entrada al bar.
Ella -que podría ser cajera de banco, o empleada de una empresa de telefonía celular- está
tomando un jugo de naranja. Él -que tiene cara de profesor de historia, o de vendedor de libros-
tiene ante sí un café doble del cual se eleva todavía una tenue columna de humo. Se los ve
distendidos, sin apuro, alternando armónicamente ráfagas de animada charla con mansos
silencios.
Si en este momento alguien se acercase y les preguntara en qué circunstancias se
conocieron, no dudarían en responder al unísono. "En una fiesta de cumpleaños", dirían, o "en
la playa", o "en la Facultad". Si esa misma persona les preguntara además en qué fecha ocurrió
tal encuentro, ella probablemente se excusaría de responder, aduciendo insalvables problemas
para fijar fechas en la memoria, aún las más significativas. Arriesgaría quizás un "fue en
febrero, creo", y miraría de inmediato a su compañero, buscando su aprobación. Él, en cambio,
acostumbrado a las precisiones estadísticas, seguramente menearía la cabeza en señal de
cariñoso reproche y daría una respuesta contundente: "viernes 23 de febrero de 1990", o
quizás "sábado 4 de diciembre de 1993".
Lo curioso es que -aunque ninguno de ellos sea capaz de recordarlo- una mañana de
otoño de 1988 los dos coincidieron durante diez minutos en un mismo ómnibus urbano, al que
subieron en la parada de Tribunales. Tampoco saben que el 16 de abril de 1987 ella salió de un
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negocio céntrico de ropa informal en el mismo momento en que él entraba, y que sus brazos
alcanzaron a rozarse. Tampoco, que el 20 de enero de 1985 ella fue a bailar con quien era
entonces su novio, vistiendo una minifalda muy corta, y que a él, a pesar de que estaba
tomando un trago en la barra con quien era entonces su novia, se le fueron los ojos por un
instante al verla pasar. Menos aún, pueden saber que el 8 de octubre de 1974 sus respectivas
madres los llevaron al mismo cine, a ver la misma película de Disney, y que ambos se vieron en
la cola sin prestarse mayor atención. Muchísimo menos, claro, pueden imaginar que una tarde
de octubre de 1969, se pelearon y lloraron en una plaza porque los dos querían ocupar la
misma hamaca al mismo tiempo.
La pareja de la mesa situada junto a la puerta realmente cree que se conoció en una
fiesta de cumpleaños, o en la playa, o en la Facultad, en 1990, o en 1993. Como cualquier
mortal, ambos están plenamente convencidos de sus certezas al respecto. Han estructurado,
sin ser conscientes de ello, una versión dogmática de la historia que tienen en común. Una
versión definitiva, pues jamás procederán a revisarla.
Su prehistoria, entonces, esa ignorada sucesión de efímeros fragmentos de pasado
compartido, seguirá enterrada en las arenas del Tiempo, hasta que -a tientas y con inútil
empeño- algún escritor solitario escondido en las sombras de un bar se lance a rescatarla del
olvido.
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ÍNDICE
De “La realidad y otras mentiras”. ................................................................................................... 3
BREVE HISTORIA DEL HOMBRE ALTO ....................................................................................... 3
EL DINERO ................................................................................................................................... 3
DIOS IMPERFECTO ...................................................................................................................... 4
PARALELAS ................................................................................................................................. 4
LOS ÁNGELES Y LOS PUENTES ................................................................................................... 5
ARTISTA FRENTE AL MAR .......................................................................................................... 5
EL HOMBRE DEL VALS ................................................................................................................ 6
EL CAZADOR ................................................................................................................................ 7
SOBRE CIERTO ARTE .................................................................................................................. 9
De “Las cosas como somos”. ......................................................................................................... 10
LECTURA OBLIGATORIA ........................................................................................................... 10
ARQUEOLOGÍA .......................................................................................................................... 11
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