Alfaro Cristo Sacramento de Dios - La Iglesia Sacramento de Cristo

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PArte del libro de Alfaro Cristologia y antropologia sobre le tema Cristo como sacramento y la Iglesia como sacramento de Cristo

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  • BIBLIOTECATEOLOGICA

    CRISTIANDAD

    La dirigeM. G esteira G arza

    1. J. Alfaro: Cristologia y A ntropologia.

    2. K. Rahner/P. Overhage: El p rob lem a d e la bom m izacin ,

    3. K. Rahner/W. Thsing: Cristologa.

  • JUAN ALFARO

    CRISTOLOGIA

    ANTROPOLOGIATEMAS TEOLOGICOS ACTUALES

    23 2-M fcr\

    1E D I C I O N E S C R I S T I A N D A D

    Huesca, 30 - 32 M A D R I D

  • Nihil obstat Silio Giorgi, SJ Roma, 7-3-1973

    Imprimi potest

    Jos Mara Martn Patino Pro-Vicario General

    Madrid, 19-6-73

    Copyright byEDICIONES CRISTIANDAD - MADRID 1973

    Depsito legal: M. 22.488- 1973 ISBN: 84-7057-136-2

    Printed in SpainAldus, S. A., Artes Grficas - Castell, 120 - Madrid

  • A KARL RAHNER,HOMENAJE DE ADMIRACION POR SU OBRA RENOVADORA DE LA TEOLOGIA CATOLICA.

  • PRINCIPALES ABREVIATURAS

    AAS Acta Apostcicae Sedis (Roma 1909ss)AbThK Abhandlungen ber Theologie und Kirche (Dsseidorff 1952)AM Augustinus Magister (Paris 1954)APh Archiv fr Philosophie" (Stuttgart 1947ss)ATG Archivo Teolgico Granadino (Granada 1938ss)AThA L'Anne Thologique Augustinine (Paris 195 Iss)Bib Biblica (Roma 1920ss)BiViClhx Bible et Vie ChrtienneBZ Biblische Zeitschrift (Friburgo 1903-29; Paderborn 1931-39, 1957ss) Caith Catholica. Jahrbuch fr Kontroverstheologie ([Paderborn} Mnster

    1932ss)GBL Collectanea Biblica Latina (Roma 1912ss)GBQ The Catholic Biblica! Quarterly (Washington 1939ss)CSCO Corpus Scriptorum Christianorum Orientalium (Pars 1903ss)D H. Denzinger, Enchiridion Symbolorum (Friburgo :i0195 5)DBS Dictionnaire de la Bible, Supplment (Paris 1928ss)DS Denzinger-Schnmetzer, Enchiridion Symbolorum (Friburgo M195)DSAM Dictionnaire de Spiritualit Asctique et Mystique (Paris 1932ss)EB Enchiridium Biblicum (Npoles-Roma *1964)BphMar Ephemerides Mariales (Madrid 1950)ETL Ephemerides Theologicae Lovantenses (Brujas 1924ss)JBL "Journal of Biblica! Literature (Boston 188 Iss)JTS "Journal of Theologi'cal Stiidies (Londres 1899ss)KuD "Kerygma und Dogma (Gotinga 1955ss)LThK Lexikon fr Theologie und Kirche (Friburgo 219 57-1967)LV Lumen Vitae (Bruselas 1946ss)NRT Nouvelle Revue Thologique (Paris 1879ss)NThSt "New Theologica! StudiesRB Revue Biblique (Paris 1892ss, 1904ss)RET Revista Espaola de Teologa (Madrid 194Iss)RGG Die Religion in Geschichte und Gegenwart (Tubinga 1909-13; *1927-

    32; 31965ss)RScRel Revue des Sciences ReligieusesRSPT Revue des Sciences Philosophiques et Thoiogiques (Paris 1907ss) RSR Recherches de Science Religieuse (Paris 1910ss)RTAM Recherches de Thdlogie Ancienne et Mdivale (Lovaina 1929ss) RTh Revue Thomiste (Paris 1893ss)RTP Revue de Thologie et Philosophie (Lausana 1868-1911; 1913-50;

    195 Iss)SZ "Stimmen der Zeit (Friburgo de Br.)TGL Theologie unid Glaube (Paderborn 1909ss)ThQ Theologische Quartalschrift (Tubinga 1819ss; Stuttgart 1946ss)VD "Verbum Domini (Roma 1921ss)ZKT "Zeitschrift fr Katholische Theologie" (Viena 1877ss)ZSTh Zeitschrift fr Systematische Theologie (Berlin 1923ss)ZThK Zeitschrift fr Theologie und Kirdhe (Tubinga 1891ss)

  • CONTENIDO

    Prlogo.......................................................................................................... 11I. El tema bblico en la teologa sistemtica......... ................... 15

    II. La gracia de Cristo y del cristiano.......................................... 45III. Cristologia y eclesiologa en el Concilio Vaticano I I ........... 105IV. Cristo, sacramento de Dios: la Iglesia, sacramento de

    C risto ............................................................................................... 121V. Cristo glorioso, revelador del Padre.......................................... 141

    VI. Mara en la salvacin cumplida por Cristo ......................... 183VIL El problema teolgico de la trascendencia y de la inma

    nencia de la g rac ia ...................................................................... 227VIII. Persona y g rac ia ............................................................................ 345

    IX. Revelacin y f e ........................................................ .................. 367X. La certeza de la fe en su dimensin personal y comunitaria. 399

    XI. Actitudes fundamentales de la existencia cristiana.......... 413XII. La resureccin de los muertos en la discusin teolgica

    actual sobre el porvenir de la H istoria............................... 477XIII. El cristianismo en la sociedad industrial.............................. 495XIV. Eucarista y compromiso cristiano por la transformacin

    del mundo...................................................................................... 513

  • CRISTO, SACRAMENTO DE DIOS:LA IGLESIA, SACRAMENTO DE CRISTO

    IV

    1. La encarnacin es la realizacin y revelacin definitiva de la gracia, es decir, de la comunicacin de Dios en s mismo al hombre: al apropiarse personalmente el Hijo de Dios el ser humano, Dios se da y se revela como Padre al hombre Cristo y en Cristo a los hombres. La revelacin y realizacin de la gracia en Cristo son dos aspectos, inseparables entre s, de la autocomunicacin de Dios al hombre 1.

    El misterio de Cristo est en la unin de su carcter personal divino con su autntico ser humano: el hombre Jess es personalmente el Hijo de Dios. La filiacin divina constituye la gracia increada de Cristo; en la totalidad corpreo-espiritual de su naturaleza humana el hombre Jess est orientado hacia Dios, su Padre, con la relacin increada de la filiacin eterna 2.

    1 En e cuarto Evangelio aparecen identificadas da funcin reveladora y la funcin vivificante del Verbo encarnado. Cristo da la vida eterna a los hombres revelndoles su Padre y lies manifiesta eli Padre dndoles la vida eterna. La manifestacin de da gloria de Dios y lia comunicacin de ila vida divina a los Ihomibres coinciden (Jn 1, 4. 14. 18; 3, 16. 36; 5, 20-26. 40; 6, 46-47; 10, 14-18. 25-30; 14, 6-2; 17, 3-8. 20-26; 20, 31; Cf. C. H. Dodd, The Interpretation of the Fornth Gospel [Cambridge 1958} 318-354; C. K. Barrett, The Gospel according St. John [Londres 1958] 68; R. Bultmann, Theologie des Neuen Testaments [Tubinga 1958] 418-422).

    a Tanto eil Jess die los sinpticos, como el del cuarto Evangelio, invoca a Dios, como Podre suyo y vive su relacin personali a Dios como actitud filial; precisamente en esa alctitud del hombre Cristo para con Dios nos ha sido revelado su carcter personal divino. Cf. B. M. van Iersell, Der Sohn in den Synoptischen Jesusworten (Leiden 1961) 165-185; J. .Schmid, Das Evangelium nach Markus (Ratisbona 1954) 162-165; W . Marchei, Abba, Pre, La Prire du Christ et des chrtiens (Roma 1963) 101-181; J. Jeremias, Abba. Studien zur neutest. Theologie und Zeitgeschichte (Gotinga 1964) 33-67; id., Le Message central du Nouveau Testament (Paris 1966) 10-29.

  • 122 Cristo, sacramento de Dios

    La encarnacin implica la donacin personal de Dios al hombre Cristo como Padre suyo: el hombre Cristo es persona en cuanto Dios es su Padre. Esta autodonacin del Padre (tan real como la encarnacin misma) es la gracia increada de Cristo3 4 ; solamente el hombre Jess es amado por Dios como Hijo suyo i .

    La donacin de Dios a Cristo como Padre suyo es el fundamento de toda comunicacin de Dios en s mismo al hombre. La encarnacin (cuya posibilidad se basa en el misterio personal intradivino) es la gracia fundamental, de la que depende y participa toda otra gracia.

    La gracia increada de Cristo comporta necesariamente su gracia creada. La encarnacin (el hacerse-hombre del Hijo de Dios, la humanizacin de lo divino en Cristo) implica la divinizacin de la humanidad de Cristo, que queda constituida en la humanidad del Hijo de Dios 5.

    El hombre Cristo tiene conciencia de ser el Hijo de Dios; en la intimidad de su actitud filial para con Dios conoce inmediatamente a su Padre celeste6. En la experiencia filial del hombre Jess y en su entrega absoluta a Dios se realiza y revela la absoluta autodonacin del Padre a su Hijo, hecho hombre. La gracia creada de Cristo (que constituye la divinizacin de su humanidad) es la expresin-realizacin de su gracia increada. Esto quiere decir que la gracia de Cristo, por ser gracia de encarnacin, tiene estructura sacramental. En Cristo tiene lugar la unin suprema de lo divino con lo humano (bajo la primaca de lo divino), de tal modo que lo divino se manifiesta y obra en lo humano, y lo humano es elevado a signo eficaz de la autocomunicacin de Dios 7. En la humanidad de Cristo se revela y realiza la donacin personal de Dios al hombre Jess, su Hijo: la gracia de Dios (que es Dios mismo en su autocomunicacin al hombre) queda sacramentada en la encarnacin. Por su misma constitucin de Hijo de Dios, hecho

    3 La donadora personal de Dios ai hombre Jess, como Padre suyo, y la filiacin divina de Cristo coinciden. Grieto es el Hijo de Dios, en cuanto Dios es su Padre, es 'decir, en cuanto recibe del Padre su mismo divino ser.

    4 Cf. Mc 1, 11; 9, 7; Jn 1, 18; 3, 16; Ef 1, 6; Col 1, 13.6 La gracia increada de Cristo es tan nica e 'irrepetible como su 'divina filia

    cin, a saber, como lia autodonacin personal de Dios, su Padre. Su gracia creada es tambin nica e irrepetible, pues es la repercusin propia de su gracia increada e incluye la asuncin hiposttica de su humanidad y Ja conciencia de da misma, que san cualitativamente nicas. Si se tiene presente que la gracia creada (aun en su estadio supremo, que es la visin de Dios) implica la unin 'personal del hombre con Dios, fcilmente se comprender que la gracia creada de Cristo es tan nica e irrepetible como la misma unin personal del hombre Cristo con Dios, su 'Padre.

    6 Cf. Mt 11, 27; Jn 1, 18; 6, 46; 10, 15. 38.7 Cane. Vat. II, Const. sobre la. Iglesia, c. I, n. 8; Const. sobre la Liturgia,

    c. I, n. 5.

  • 123

    hombre, Cristo es sacramento (el sacramento fundamental) ante todo en s mismo y para s mismo: en l se hace real y a l se revela la suprema autodonacin de Dios 8.

    2. Como misin del Hijo de Dios al mundo, la encarnacin proviene en ltimo trmino del amor del Padre hacia los hombres 9. La iniciativa salvifica de Dios, que implica la intencin de dar al hombre participacin en la vida divina, radica en la persona misma del Padre invisible, principio fontal de la vida trinitaria. La comunicacin de la vida divina a los hombres debe pasar a travs de su Hijo y de su Espritu10 11.

    Por la encarnacin Dios se hace Padre de Cristo: la generacin eterna y el eterno amor del Padre tienen efectivamente como trmino personal el hombre Jess. En su Hijo, hecho hombre, extiende Dios su amor paterno a todos los hombres . Por su autntico ser-hombre el Hijo de Dios queda vinculado con toda la comunidad humana; su existencia no tiene sentido sino dentro de la totalidad de la humanidad. Por eso en la encarnacin Dios se hace Padre de los hombres en Cristo.

    Al hacerse hombre, el Hijo de Dios se apropi nuestro destino de muerte para por su muerte-resurreccin hacernos participantes en su destino de gloria12. La encarnacin implica esencialmente la solidaridad

    8 La gracia increada de Cristo (autodonacin de Dios como Pedir suyo) tiene su signio absolutamente eficaz en su gracia creada (impecabilidad de Cristo en virtud de la misma anin hiposttiea) ; la encarnacin exige y garantiza por s misma la aceptacin de la grada increada (autodonacin del Padre) de parte dl hombre Cristo. B1 Verbo encarnado es en s mismo el signo y rgano supremo de Ha gracia de Dios. La encarnacin es el f mandamento ltimo de la sacramenitalidad de la gracia, es decir, de la vinculacin de la gracia (que es Dios mismo en su gratuita autocomunicacin al hombre) a lo visihle. Bn Cristo tiene lugar la suprema unin de lo divino con lo humano; por eso el Verbo encamado es el anadogatum princeps del sacramento y de los sacramentos de da Iglesia. La encamacin del Hijo de Dios imlpllica la sacramentacin suprema y ejemplar de la gracia divina.

    9 Rom 5, 8; 8, 28-32; Gal 4, 4; Ef 1, 3-12; Jn 3, 16; 1 Jn 4, 9-16.10 La teologa no ha reflexionado apenas sobre el dato revelado de la invisi

    bilidad de Dios-Padre (Col 1, 15; 1 Tim 6, 6; Jn 1, 18; 6, 46; Mr 11, 27; 1 Jn 4, 12) y sobre eil significado salvifico de la misma. B1 Padre salva la humanidad pecadora, enviando al mundo su Hijo y, por su Hijo, su Espritu (Gl 4, 4; Jn 14, 16. 17. 26; 16, 13-15); solamente se hace visible en su Hijo, hecho hombre (Jn 1, 18) y slamente por Cristo glorificado nos da su Espritu y -nos comunica su vida divina (1 Cor 15, 45; Jn 7, 39; 16, 7). El Padre invisible es pues el principio-sin-principio de la vida imt-radivina y de la comunicacin de la misma a Cristo y por Cristo a los hombres. La sacraimentalidad de la encamacin supone la invisibilidad dl Pad-re: en el Hijo de Dios, hecho hombre, se expresa y comunica la vida divina escondida en el Padre (Jn 1, 14-18; 5, 26).

    11 Cf. Ef 1, 6.13 Cf. Rom 1, 3-4; 5, 12-21; 8, 3. 17. 29; 1 Cor 15, 20-23; 2 Cor 5, 21; 13, 4;

    Bip 2, 5-11; Cl 1, 18; 1 Tim 3, 16; Tit 2, 13; Aot 26, 23; Heb 2, 10-18; 4, 5; 6, 20; 10, 19. 20.

    La Iglesia, sacramento de Cristo

  • 124 Cristo, sacramento de Dios

    del Hijo de Dios con toda la familia humana. En esta solidaridad radica el valor salvifico de la encarnacin, que es en s misma el comienzo efectivo de la salvacin de los hombres y del mundo13. En Cristo ha dicho Dios su definitivo s salvifico: ha quedado irrevocablemente fijada la salvacin de los hombres 14.

    Como Hijo de Dios hecho hombre es Cristo la manifestacin y realizacin suprema del amor de Dios a los hombres: en l Dios se ha hecho y se ha revelado Padre nuestro 15 *.

    Por su constitucin misma de Hijo de Dios hecho hombre es Cristo el centro de la humanidad en su relacin a Dios. La gracia de Cristo est por s misma orientada hacia los hombres y tiende a comunicarles la vida divina, que l mismo recibe del Padre; es, pues, gracia eclesial, ordenada a vivificar y unificar la comunidad humana por la participacin en la vida divina. El carcter encarnacional de la gracia de Cristo comporta el carcter eclesial de la misma. Como unin personal del Hijo de Dios con la naturaleza humana, la encarnacin es el fundamento supremo de la unidad de la comunidad humana, destinada en Cristo a la unin inmediata con Cristo mismo y en l con Dios en su misterio personal1G. Pero la encarnacin tiene su fundamento en la Trinidad; por eso la unidad de los hombres en Cristo se basa definitivamente en la comunin de vida trinitaria, cuyo manantial es el Padre 17.

    Por su misma constitucin de Hijo de Dios hecho hombre es por consiguiente Cristo (para s mismo y para toda la comunidad humana) el sacramento fundamental, el supremo signo-eficaz de la gracia (como autocomunicacin de Dios en s mismo), de la ntima unin del hombre con Dios y de la unidad de todos los hombres por la comunin de

    13 Cone. Vat. II, Const. sobre la Iglesia, c. 1, o. 7; Const. sobre la Liturgia, c. IV, n. 83; c. V, n. 102; Const. sobre la Iglesia en el mundo actual, c. I, n. 22.

    11 Cf. 2 Cor 1, 19-20; Rom 8, 28-30; Ef 1, 3-14.15 Cf. Ja 1, 14-18. La verdad de la encarnacin implica que l Hijo de Dios se apropia el ser

    humano en todas sus dimensiones y, por consiguiente, tambin en su dimensin aornuniraria, que es tan fundamental en el hambre como su dimensin personal. Al apropiarse esta dimensin comunitaria, l Hijo de Dios eleva la ifamillia humana a una nueva sobrenatural unidad, cuyo centro es l mismo Cristo (Cf. Cone. Vat. II, Const. sobre la Iglesia, c. II, mn. 9. 13; Const. sobre la Iglesia en el mundo actual, Introduccin m. 10; c. IV, n. 45; Decr. sobre e l Ecumenismo, t. I, n. 2). La gracia del Verbo encarnado tiene necesariamente carcter capital, a saber, comunitario y eclesial. Por la misma unin hiposttica queda elevada la naturaleza humana individual de Cristo a signo-instrumento de la comunicacin de la vida divina a los hambres (Const. sobre la Iglesia, c. I, nn. 7. 8) y la comunidad humana es eo ipso elevada a signo eficaz de la gracia de Cristo, es decir, al sacramento que es la Iglesia.

    17 Cf. Gone. Vat. II, Const. sobre la Iglesia, c. I, n. 2; c. VII, n. 48; Decr. sobre el Ecumenismo, c. III, n. 15.

  • La Iglesia, sacramento Ae Cristo

    vida con Dios, Padre de Cristo y Padre nuestro, principio de la unidiiil y de la vida trinitaria 18.

    Al hacerse hombre como nosotros, el Hijo de Dios se apropi ni ics tra existencia, sometida a la ley de la muerte. La encarnacin premi i tiene en s misma la muerte de Cristo como inevitable desenlace de mi autntico ser-hombre: en la fragilidad de su carne lleva Cristo su destino de muerte19. En su indefectible sumisin filial a la volunt mi del Padre (impecabilidad del hombre Cristo, radicada en su cahun personal de Hijo de Dios) estaba precontenida la libre aceptacin

  • 126 Cristo, sacramento de Dios

    La entrega absoluta de Cristo al Padre en el acto de morir es el signo eficaz de la absoluta donacin de Dios al hombre Cristo, como su Padre; en la muerte del Hijo de Dios es plenamente actuada la donacin filial de Cristo en respuesta a la autodonacin del Padre a su Hijo hecho hombre 23.

    Entregando a la muerte su Hijo por la salvacin de los hombres, significa y realiza Dios definitivamente su gracia. En la muerte de Cristo nos da Dios su Hijo y se nos da en su Hijo. La cruz es el supremo signo eficaz del amor salvifico del Padre24.

    Cristo ofreci el sacrificio de su vida en un mismo acto indiviso de filial sumisin a Dios y de amor a todos los hombres (dimensin eclesial de la oblacin de Cristo) 25. El amor del hombre Cristo a la Iglesia es la expresin y realizacin humana del amor salvifico del Padre.

    La muerte de Cristo tiene, pues, como la encarnacin, estructura sacramental; en ella se revela y realiza la gracia como autodonacin personal de Dios al hombre Cristo y, en Cristo, a todos los hombres: es el signo eficaz de la unin filial de Cristo y de los hombres con el Padre, y de la unidad de todos los hombres en Cristo y por Cristo en el Padre. La encarnacin y la cruz representan dos fases esenciales y complementarias del sacramento fundamental, como autocomunicacin del Padre invisible en su Hijo, hecho hombre.

    3. Si, como verdadero hombre, tuvo Cristo que padecer la experiencia de morir, como Hijo de Dios no poda quedar definitivamente bajo el dominio de la muerte. En su libre y absoluta aceptacin de la muerte, quebrant Dios el podero de la muerte. La encarnacin estaba orientada por s misma a la muerte del Hijo de Dios y, por la muerte, a su gloriosa resurreccin. La glorificacin de Cristo representa la definitiva plenitud de la encarnacin, es decir, la plena divinizacin del hombre Jess en la totalidad corpreo-espiritual de su ser humano. En su resurreccin pas Cristo a ser el Seor por la participacin en la gloria y en el poder del Padre26. La encarnacin del Hijo de Dios, su muerte y resurreccin constituyen la totalidad y unidad de un mismo misterio, a saber, de la apropiacin personal de la naturaleza humana por el Hijo de Dios.

    23 La sumisin filial de Cristo a 4a voluntad de Dios en la aceptacin de su muerte fue la expresin-realizacin humana suprema de su carcter personal de Hijo de Dios (ef. Me 14, 36-42 15, 39; Le 23, 46; Mt 27, 54; Jn 10, 17. 18; 14, 31; 17, 4 ; 19, 30). La donacin personal del Padre al hombre Jess, su Hijo, se hizo definitivamente visible y real en la oblaoin amorosa de Cristo ai Padre en la cruz.

    21 Rom 8, 32; 3, 24; 5, 8; 1 Cor 1, 30; Jn 3, 16.23 Me 10, 45 ; Flp 2, 9; Heb 4, 5; Ef 5, 2. 25; Gal 2, 20; Tit 2, 14.M Act 2, 24. 36; 13, 34; Eip 2, 5-11; Rom 14, 9; Heb 2, 9; 10, 12; 12, 2.

  • La Iglesia, sacramento de Cristo 127

    La pertenencia de Cristo a la comunidad humana, como jefe de la misma, confiere a su resurreccin un significado salvifico universal: Cristo fue glorificado como el primognito de los hombres (solidaridad ascendente) 27. Su glorificacin implica la exigencia de dar a los hombres participacin en su gloria de Unignito del Padre.

    La resurreccin es la fase final del sacramento fundamental de la encarnacin como supremo signo eficaz de la autodonacin de Dios al hombre Cristo, su Hijo, y en Cristo a toda la humanidad. En la glorificacin de Cristo tiene lugar la definitiva revelacin de su carcter personal divino y la plena realizacin de su gracia creada, que corresponde a la gracia increada de su filiacin divina. En Cristo glorificado, imagen del Padre invisible, habita corporalmente la plenitud de la gloria divina. La creacin y la historia tienden hacia l y estn sustentados por la potencia de su atraccin hacia s: l es el centro finalizante y unificador de la humanidad y del universo 28.

    Por la resurreccin alcanz la existencia del hombre Cristo una duracin nueva, que implica la participacin en la eternidad divina29. Cristo glorificado vive y obra ms all del tiempo y del espacio; por eso su accin salvifica no est sometida a las leyes del espacio y del tiempo.

    Con la glorificacin de Cristo la historia y la creacin han recibido su dimensin escatolgica; la participacin de Cristo, jefe de la comunidad humana y centro de la creacin, en la eternidad divina implica el destino de la humanidad y del universo a participar en la duracin supratemporal del resucitado. En Cristo glorificado ha comenzado ya la participacin del hombre en la vida eterna intradivina. Si se tiene en cuenta que la encarnacin tiende por s misma a la glorificacin del Hijo de Dios, hecho hombre, se comprender que el sentido escatolgico de la historia y de la creacin qued radicalmente determinado por la encarnacin 30.

    27 1 Cor 15, 20. 23; Cod 1, 18; Rom 6, 8; 8, 29; Heb 2, 10; 6, 20.28 Cdl 1, 15-20; 1 Car 8, 6; Ef 1, 9-11; 3, 11; Rom 8, 19-23; Bip 3, 20; Ja

    12, 32. Cf. Cane. Vat. II, Cornt. sobre la Iglesia, c. I, na. 2. 3. 7; c. VII, n. 48; Const. sobre la Iglesia en el mundo actual, c. IV, a. 45.

    29 Aunque Cristo tuvo ya en sai existencia terrena la visin de Dios (Mt 11, 27; Ja 1, 18; 6, 46), cuya duracin propia es la eternidad participada (cf. K. J. Peter, Partkpated Eternity in th Vision of G od [Rama 1964]), su actividad humana estuvo sometida a la ley del tiempo. Solamente por la resurreccin gloriosa lleg el hambre Cristo en la totalidad-unidad de su ser humano a la unin inmediata can Dios (iniciada en la visin) y a la participacin en la vida eterna intradivina.

    80 La visin de Dios fue en el homibre Cristo una consecuencia necesaria de la encarnacin. Por eso el destino del hombre (y a travs del hombre, de toda la creacin) a participar en la vida eterna de Dios qued .radicalmente fijado por la misma encarnacin.

  • 128 Cristo, sacramento de Dios

    La transformacin divinizante del hombre Cristo en su glorificacin confiere al resucitado el poder de enviar a la humanidad el Espritu Santo 31, que obra internamente en el corazn del hombre y crea en l una actitud filial para con Dios. Cristo glorificado puede obrar por su espritu en el interior del hombre (interioridad de la gracia de Cristo) 32.

    Como participacin en la gloria del resucitado, la gracia de Cristo (por su Espritu) tiende a transformar el hombre en su totalidad cor- preo-espiritual y, a travs del hombre, la creacin entera; la presencia del Espritu de Cristo en el hombre es garanta de resurreccin y orienta la humanidad hacia el encuentro con Cristo glorificado 33. Por su resurreccin entra Cristo en la plena comunin de vida con Dios y (por su Espritu) comunica a los hombres la vida eterna, que l recibe del Padre.

    En la totalidad y unidad de su misterio salvifico es Cristo el sacramento fundamental, supremo e irrepetible, de la autocomunicacin de Dios al hombre y de la unin intima de los hombres con Dios y entre s mismos. La unicidad del sacramento fundamental, que es Cristo mismo, proviene de la excelencia misma de la encamacin (en su plena realizacin por la muerte y resurreccin de Cristo), que agota cualitativamente la comunicabilidad de Dios al hombre y la capacidad del hombre a participar en la vida misma de Dios.

    Las tres funciones fundamentales de Cristo (revelador, sacerdote, Seor) 34, inseparablemente unidas entre s por su comn radicacin en la encarnacin, pertenecen a la estructura sacramental de su mediacin salvifica. Revelndose como Hijo de Dios, revela Cristo a Dios como Padre suyo y Padre de los hombres : en Cristo nos ha dado Dios el signo supremo de su amor salvifico. La oblacin de Cristo al Padre (iniciada en la encarnacin, realizada en la cruz, eternizada en la existencia gloriosa del resucitado) es el supremo acto de culto, del que depende y recibe sentido todo culto de la humanidad a Dios. Como Seor, enva Cristo a los hombres su Espritu y por l les da participacin en su propia gloria y, definitivamente, en la vida misma de Dios. Adoracin perfecta de Dios y significacin absolutamente eficaz de la gracia son los aspectos sacramentales propios de la mediacin de Cristo desde la encarnacin hasta su glorificacin.

    31 Rom 1, 4; 1 Gor 15, 45; Jn 7, 39; 14, 16. 26; 15, 26; 16, 7. 14.33 Rom 8, 14-17. 23; Gl 4, 4-6; 2 Cor 1, 22; 3, 18.33 Rom 8, 11. 23; 1 Cor 15, 22. 40; 2 Cor 1, 22; 3, 18; 5, 1-8; Ef 1, 14; 4,

    30; Flp 1, 23; 3, 20; 1 Tes 4, 17; Jn 14, 1-3; 17, 24.34 Conc. Yat. II, Const. sobre la Iglesia, c. I, nn. 3-6; c. II, nn. 9-13; c. III,

    n. 21. 25; c. IV, nn. 31-35.

  • II4. La Iglesia surgi como la comunidad de la fe en la resurrec

    cin del crucificado, es decir, como la manifestacin-realizacin (inseparablemente unidas entre s) de la potencia salvifica de Cristo glorioso. La Iglesia naciente fue simultneamente signo y resultado de la glorificacin del Jess histrico, muerto en la cruz; en la experiencia de la presencia vivificante del resucitado conoci y dio a conocer a los hombres la existencia del Seor a la diestra de Dios 35. La Iglesia tuvo, pues, su origen como signo eficaz de la glorificacin de Jess crucificado.

    Cristo resucitado vive de la vida misma de Dios y ejerce para siempre actualmente su absolutamente eficaz intercesin sacerdotal ante el Padre; est eternamente presente ante Dios en la actitud de ofrecerse por la salvacin de los hombres y de comunicarles su vida gloriosa (en ltimo trmino la vida misma divina) 3e. De la existencia divinizada del Seor y de su mediacin eterna ante el Padre recibe la Iglesia su existencia como comunidad visible de la salvacin invisible . La permanencia eternizada de la accin de Cristo resucitado es decisiva para la constitucin de la Iglesia como signo eficaz de la autocomunicacin de Dios por Cristo a la humanidad 3S.

    35 Act 2, 36-38; 3, 6. 12-20; 4, 1-31; 5, 17. 18. 26-42; 6, 3-10; 7, 55. 59; 8,12. 16; 9, 34; 10, 43. 44 1 Car 6, 11; 10, 21; 11, 21-30; 15, 1-19; 16, 22.

    30 Rom 8, 34; Hb 6, 20; 7, 3. 16-28; 8, 1-6; 9, 12. 24; 10, 12; 1 Jn 2, 1-2.3T Cdl 1, 18-24; 2, 19; 1 Cor 10, 17; 12, 12-28; fif 1, 22; 4, 16; 5, 23.38 El Cristo, que est presente y obra en Ja Iglesia, es el Cristo .resucitado. La

    glorificacin de Jess crucificado fue revelada a la Iglesia primitiva en la experiencia privilegiada de la presencia del Seor; en su extraordinaria vivencia religiosa la Iglesia naciente conoci e invoc al resucitado, de quien recibi el Espritu (Aot 1, 1-11. 21-26; 2, 32-38; 3, 6. 15-21; 4, 9-12. 30. 31; 5, 31. 32; 7, 56-60; 8, 12-16. 17; 1 Cor 12, 3; 16, 22; Rom 10, 9; Elp 2, 11 ; 1 Tim 3, 16). La reflexin teolgica sobre Ja presencia de Cristo en Ja comunidad edesial ha descuidado este dato revelado: se trata de Ja presencia de Cristo glorificado. Es Ja existencia divinizada del hombre Cristo (a saber, su participacin en Ja vida eterna de Dios) la que hace posible su presencia y accin en la Iglesia por la misin de su Espritu; es la plena transformacin espiritualizante de Ja humanidad de Cristo (1 Cor 15, 45; Rom 1, 4) la que ha hedho del hombre Jess l Seor, que enva su Espritu y por l esta presente en su Iglesia. 'Solamente por Ja resurreccin (radicalmente exigida por la filiacin divina de Cristo) trascendi la 'humanidad de Cristo la dimensin del tiempo, y su existencia y accin pasaron a ser supratempo- rales. Elevado a la participacin en la eternidad divina, el hombre Cristo puede estar presente y Obrar ms all del tiempo, l a presencia supratemporal de Cristo en la Iglesia ^proviene radicalmente de su carcter personal divino; pero tiene su fundamento inmediato en ila piena 'divinizacin de la humanidad de Cristo por su gloriosa resurreccin. Aun los ms recientes intentos de explicar la presencia de Cristo en la eucarista Ihan olvidado l dato fundamental de que se trata de ila presencia de Cristo glorificado, cuya existencia divinizada tiene lugar 'fuera del espacio y dl tiempo. No est presente en l sacramento eucaristico otro Cristo que el Cristo existente y no existe otro Cristo que el Cristo glorioso.

    9

  • 130 Cristo, sacramento de Dios

    Como la vida de Cristo glorioso est escondida en el Padre, de qUien recibe eternamente la vida divina y la potestad de comunicarla a los hombres, as la vida de la Iglesia est escondida en Cristo glorioso, de quien recibe la eficacia santificadora. En la eterna mediacin celeste de Cristo est la razn definitiva de la existencia de la Iglesia como sacramento de la unin ntima de los hombres con Dios y de la unidad sobrenatural (por la gracia de Cristo) de la humanidad 39. La indefectibilidad de la Iglesia, como comunidad de la fe, de la esperanza y de la caridad, es el signo eficaz de la infalible intercesin de Cristo glorioso ante el Padre. En la Iglesia se hace visible y real desde ahora la salvacin de la humanidad, como expresin y efecto de la gloria del Seor.

    La participacin de la Iglesia en la funcin proftica, sacerdotal y seorial de Cristo pertenece a su estructura sacramental.

    La revelacin de Cristo vive en la fe de la Iglesia, cuyo testimonio y mensaje dan expresin al misterio salvifico del Verbo encarnado. Como comunidad de los verdaderos adoradores de Dios, la Iglesia participa en el sacerdocio de Cristo; el culto liturgico eclesial da visibilidad a la invisible y eterna oblacin celeste de Cristo, y recibe de ella todo su valor. Con su poder santificante, recibido del Seor, la Iglesia somete los hombres (y por los hombres la creacin) a la gracia de Cristo 40. Comunidad del culto, bajo el sacerdocio nico del resucitado, y, como tal, signo eficaz de la potencia salvadora del Seor, la Iglesia es el sacramento de Cristo glorioso, que en ella hace visible y real la comunicacin de la vida divina a la humanidad.

    La institucin de la Iglesia, como comunidad visible de la salvacin, es obra de Cristo en la unidad de su existencia terrena y de su existencia gloriosa. El Cristo histrico funda la Iglesia en sus estructuras sociales-visibles 41 ; la conciencia de la filiacin divina en el hombre Jess es decisiva para el origen y constitucin de la comunidad eclesial42. El Cristo glorificado funda la Iglesia en el aspecto invisible 30

    30 Gone. Vat. II, Const. sobre la Iglesia, c. I, ion. 6-8; c. II, o. 9- 14; c. VI, n. 48; Decr. sobre la actividad misionera de la Iglesia, c. I, mu. 4-5.

    40 Cerae. Vat. II, Const. sobre la Iglesia, c II, m. 12; c. III, nn. 21-26; c. IV, n. 31. 36; c. VI, n. 44; c. VII, n. 48.

    41 Me 3, 13-19; 6, 7-13; Mt 16, 16-20; 18, 18.42 La divinidad de Cristo es el dogma fundamental del cristianismo, su autn

    tica cuestin de ser o no ser; si Cristo no es el Hiljo 'de Dios, el cristianismo debe renunciar a su carcter absoluto y a su primaca sobre las dems religiones. La fe en ila Iglesia, como comunidad visible de la salivacin universal, supone la fe en la filiacin divina de Cristo. Si ino se cree que el hambre Jess fue personalmente el Hijo de Dios y tuvo conciencia de su filiacin divina, no es posible creer que el Cristo histrico instituy da Iglesia como sociedad visible de lia salvacin del muti-

  • La Iglesia, sacramento de Cristo 131

    de su eficacia salvifica; es el resucitado el que da su Espritu a la Iglesia como principio interno de vida divina 43. La identidad del Cristo glorioso con el Cristo histrico funda la unidad de la Iglesia en su aspecto visible y en su funcin salvifica. El misterio de la Iglesia se basa en la totalidad-unidad del misterio de Cristo desde la encarnacin hasta su muerte y eterna glorificacin. A la encarnacin pertenecen la historicidad de la existencia humana del Hijo de Dios y la glorificacin metahistrica del hombre Cristo, en la que la encarnacin llega a su definitiva plenitud.

    5. La misin del Espritu Santo por Cristo glorioso representa la fase definitiva en la constitucin de la Iglesia, como sacramento. Cristo fue constituido sacramento de Dios por la misin del Hijo de Dios de parte del Padre; la Iglesia fue constituida sacramento de Cristo por la misin del Espritu Santo de parte del resucitado. El Espritu Santo fue dado a la humanidad como el Espritu d e Cristo g lo r ificad o .

    Con la encarnacin misma recibi el hombre Cristo el Espritu Santo como personalmente suyo; Cristo es personalmente el Hijo de Dios, de quien procede eternamente el Espritu Santo. La presencia del Espritu Santo en Cristo se funda exclusivamente en su origen intradivino del Padre por el Hijo y en la encarnacin. Al poseer el Espritu divino como procedente de l mismo, el Verbo encarnado tiene la potestad (radicada en la encarnacin, actuada plenamente en la resurreccin) de darlo a la humanidad. El Espritu Santo fue enviado por Cristo resucitado; pero como la glorificacin de Cristo estaba virtualmente implicada en la encarnacin, la misin del Espritu Santo (constitutiva de la Iglesia) tiene su fundamento definitivo en la encarnacin. La presencia del Espritu Santo en Cristo tena, pues, carcter e desia i, en cuanto por la misma encarnacin estaba ordenada a vivificar toda la comunidad humana.

    La misin del Espritu Santo a la comunidad eclesial supone la encarnacin y la plenitud definitiva de la encarnacin en la glorificacin de Cristo. El Hijo de Dios pudo ser enviado por el Padre, porque recibe del Padre su mismo divino ser (la encarnacin supone la generacin eterna intradivina) ; el Espritu Santo pudo ser enviado por Cristo, porque procede de l (finalmente del Padre) y porque Cristo posee el Espritu como Hijo de Dios (encarnacin-glorificacin).

    _ Como Cristo recibe la vida del Padre, la Iglesia recibe la vida de Cristo por su Espritu. Cristo se da a su Iglesia y obra en ella por el Espritu Santo. La accin de Cristo glorioso y de su Espritu en la Iglesia

    do. La concepcin catlica sobre la Iglesia, como comunidad visible de la gracia, supone ta ife en la encarnacin del Hijo de Dios, a saber, en el carcter personal divino del hombre Jess.

    e Le 24, 49; Act 1, 4-8; Jn 20, 21-23.

  • 132 Cristo, sacramento de Oios

    son inseparables; Cristo obra enviando su Espritu y el Espritu vivifica la Iglesia como enviado por el Seor 44.

    El Espritu Santo ilumina internamente la Iglesia para que crea y penetre en el misterio salvifico de Cristo; la sostiene para que por la esperanza tienda al encuentro con Cristo glorioso; le infunde anhelos de unin ntima con Dios en Cristo. Como Espritu de Cristo, que proviene de Cristo y conduce a Cristo, suscita en los hombres la ley del amor como vnculo de una nueva unidad, que se funda finalmente en la unidad de Cristo con el Padre en el Espritu. La actitud filial del hombre para con Dios determina una relacin nueva del hombre para con los hombres; la ley suprema, que debe regir las relaciones humanas, es el amor 45.

    Como enviado por Cristo resucitado, el Espritu Santo es en la Iglesia principio interno de resurreccin y da a los hombres participacin en la vida gloriosa del Seor. La presencia del Espritu de Cristo orienta la humanidad a la unin ntima con Cristo glorioso y, en Cristo, con Dios 46. Por eso eleva y diviniza el hombre en su totalidad-unidad corpreo-espiritual, es decir, en su relacin a Dios, a los hombres y al mundo.

    La sacramentalidad de la Iglesia (sacramento de Cristo) proviene de la sacramentalidad misma de la encarnacin. Como sacramento del Padre, es Cristo el sacramento fundamental, a saber, la manifestacin- 14 15

    14 En lugar de -aponerse entre s, -la concepcin cristolgica y ila pneumatoi- gica de la Iglesia se exigen y completan mutuamente. La misin del Espritu Santo, -que constituye la Iglesia como sacramento, dpende de la encarnacin y acta la -dimensin edesial de la gracia dd Verbo encarnado; -d carcter -capital de la gracia de Cristo es -inseparable de su potestad en enviar a la -humanidad su Espritu vivificante. -La accin dd Espritu Santo sobre la Iglesia tiene su fundamento mismo de inteligibilidad en la encamacin: la persona divina d d Espritu Santo es enviada por Cristo glorioso como principio interno de unidad y -de vida divina en el sacramento de la Iglesia, porque la persona divina -del Verbo en la encarnacin se ha hecho principio interno de unidad y de vida divina en el sacramento de Cristo. La presencia -del Verbo en la humanidad de Cristo es personalizante (la humanidad de Cristo subsiste en la persona misma -dd Verbo); la presencia dd Espritu Santo en la Iglesia eleva la -dimensin personal de cada hombre en su -relacin a Dios y a los -dems hombres (la gracia -comporta la -definitiva -perfeccin del ihomhie como persona, creando as una misteriosa unidad personal -de -toda la familia humana a semejalnza de -la unidad de las divinas personas (Conc. Vait. II, Decr. sobre el Ecumenismo, c. I, -n. 2; c. III, ti. 15; cf. H. Mhlen, Una mystica Persona. Die Kirche als das Mysterium der Identitt des Heiligen Geistes in Christus und den Christen: eine Person in vielen Personen [Mu-nidh 1964]).

    15 Genie. Volt. II, Const. sobre la Iglesia, c. I, inn. 3-8; c. II, n-n. 9-14; c. III, nn. 21-27; c. IV, imi. 31. 35; c. V, -n. 40; c. VI, n. 44; c. VII, -n. 48; Const. sobre la Iglesia en el mrntdo actual, c. I, -. 22; c. II, . 24; Decr. sobre la actividad misionera de la Iglesia, c. I, un. 4. 5; Decr. sobre el Ecumenismo, c. I, m. 2.

    * Rom 6, 5; 8, 14-17. 24. 29; 1 Cor 15, 20. 23. 49; Col 3, 4; Elp 3, 21; 2 Tim 4, 18; 2 Cor 5, 5.

  • La Iglesia, sacramento de Cristo 133

    realizacin ejemplar del amor salvifico de Dios, el signo supremo y absolutamente eficaz de la unin ntima del hombre con Dios.

    Al apropiarse personalmente el Hijo de Dios la naturaleza humana, la diviniz por la comunicacin de la vida intratrinitaria y la elev a signo eficaz de la autocomunicacin de Dios a los hombres. En la encarnacin la comunidad humana fue radicalmente divinizada (capitalidad de la gracia de Cristo) y elevada a signo eficaz de la gracia de Cristo. La inclusin de toda la familia humana en la humanidad del Hijo de Dios, su jefe, comportaba su elevacin a signo eficaz de la unin filial de los hombres con Dios (gracia de Cristo) y de la unidad de la comunidad humana. La gracia de Cristo, destinada a toda la humanidad, es dada a los hombres, en cuanto son miembros de la familia humana, cuyo centro de unidad es Cristo. En su glorificacin recibe plenamente Cristo la potestad de dar a la humanidad su Espritu, como principio de vida divina en ella. La misin del Hijo de Dios en la encarnacin, que constituye a Cristo en sacramento del Padre, es el fundamento de la misin del Espritu Santo en la institucin de la Iglesia como sacramento de Cristo glorioso. La institucin de la Iglesia, como comunidad visible de la salvacin, resulta de la glorificacin de Cristo y, en ltimo trmino, de la encarnacin. La unin de lo divino y lo humano, de lo invisible y de lo visible, de lo escatolgico y de lo histrico, que constituye la sacramentalidad de la Iglesia, depende y recibe su misma inteligibilidad del misterio de la encarnacin, que a su vez se funda en el misterio trinitario. La Iglesia es sacramento, porque participa de la unin de lo divino y lo humano en Cristo, sacramento por excelencia. El Concilio Vaticano II ha subrayado fuertemente la analoga existente entre el misterio de la Iglesia y el misterio de la encarnacin; es el misterio de Cristo el que funda y hace inteligible el misterio de la Iglesia 4T.

    La presencia vivificante del Espritu Santo en la comunidad humana tiene su origen en la presencia hiposttica del Hijo de Dios en el hombre Cristo ; el Espritu Santo obra en la humanidad como enviado y dado por Cristo glorioso.

    La presencia personal del Hijo de Dios comporta la divinizacin de la naturaleza humana de Cristo, a saber, su elevacin a signo supremo, por s mismo absolu tam ente eficaz, de la autocomunicacin de Dios y de la unin suma posible del hombre con Dios; la ausencia de todo pecado en el hombre Cristo, su filial sumisin a Dios y el carcter eclesial de su gracia estn infaliblemente implicados en la encarnacin misma.

    La presencia del Espritu Santo comporta la divinizacin de la co- 47

    47 Cane. Vat. II, Const. sobre la Iglesia, c. I, n. 8; Const. sobre la Liturgia, c. I, n. 5.

  • 134 Cristo, sacramento de Dios

    munidad humana, a saber, su elevacin a signo eficaz de la gracia de Cristo (autodonacin de Dios a la humanidad en Cristo, unin filial de los hombres con Dios y unidad de la comunidad humana en su jefe, Cristo) ; la santidad de la Iglesia (la indefectibilidad de su fe, esperanza y caridad) pertenece esencialmente a la Iglesia misma como manifestacin y realizacin de la potencia salvifica de Cristo, que por su Espritu comunica a los hombres su vida divina. En la fe, esperanza y caridad de la Iglesia se hace visible y se realiza el amor salvifico de Cristo, que nos da su Espritu y se nos da en su Espritu.

    Como el Padre invisible se hizo visible por la misin de su Hijo en Cristo, as Cristo glorioso se hace visible por la misin de su Espritu en la Iglesia. Como el Padre nos dio su Hijo y por su Hijo se nos dio en el hombre Cristo, as Cristo nos da su Espritu y por su Espritu se nos da en la Iglesia.

    Cristo es el sacramento por excelencia, porque en l se manifiesta y realiza la suprema comunicacin de Dios en s mismo al hombre, la suprema unin del hombre con Dios y la suprema unidad de los hombres entre s ; es el sacram ento fundatnental, porque toda otra manifestacin-realizacin de la autocomunicacin de Dios tiene en Cristo su razn de ser (en el orden de la ejemplaridad y de la finalidad).

    La Iglesia es el sacramento de Cristo glorificado, porque en ella se hace visible y real la gracia de Cristo, a saber, la comunicacin de la vida gloriosa de Cristo a la humanidad por el Espritu Santo, la participacin de los hombres en la vida divina de Cristo (y por Cristo en la vida intradivina) y la unidad de la familia humana en Cristo. La sacramentalidad de la Iglesia es el resultado primordial del sacramento de la encarnacin (cuya fase definitiva es la muerte y glorificacin de Cristo) ; por eso es la Iglesia el sacram ento primordial, que viene concretamente actuando en cada uno de los sacramentos particulares4S.

    En Cristo glorificado habita corporalmente la plenitud de la divinidad, porque l es personalmente el Hijo de Dios y por su encarnacin, muerte y resurreccin ha unido a s mismo toda la humanidad y (a travs de ella) todo el universo, para comunicarles la vida misma de Dios 48 49. La humanidad, unida a Cristo y vivificada por la presencia de su Espritu, es la Iglesia, cuerpo y plenitud del Seor, que en ella comunica su vida gloriosa a los hombres 50.

    48 Gome. Vat. II, Corni. sobre la Iglesia, c. II, n. 11.48 P. Benok, Corps, tte et plrme dans les pitres de la Captivit'. RB 63

    (1957) 34-39; L. Cerfaux, Le Christ dans la Thologie de S. Paul (Paris 1957) 320J3'28 (Trad. espaola: Jesucristo en sem Pablo, [Bilbao I960]).

    50 P. Benoit, 9-14; H. Schlier, Der Brief an die Epheser (Dsseldorf 1962) 9-99; Die Zeit der Kirche (Friburgo 1962) 159-186 299-307; R. Scfanackenburg, Die Kirche im Neuen Testament (Friburgo) 146-164) (trad. espaola: La Iglesia del Nuevo Testamento [Madrid 1965]); L. Cerfaux, La Thologie de l Eglise

  • Ili

    6. Solamente en Cristo ha sido revelada y realizada la autocomu- nicacin personal de Dios en s mismo al hombre. No conocemos otra gracia que la gracia de Cristo. Toda reflexin teolgica sobre la gracia, que no piensa ante todo en la gracia misma del Verbo encarnado y no considera nuestra gracia como participacin en la gracia de Cristo, es absolutamente ajena al dato revelado. Intentar explicar qu es la gracia de Dios, prescindiendo de su dimensin encarnacional, equivale a situarse totalmente fuera de la luz de la revelacin y, por consiguiente, fuera del campo de la teologa.

    Tanto en su aspecto increado como en su aspecto creado, la gracia de Cristo tiene carcter trinitario. Es el Padre, principio fontal de la vida intradivina, el que por la encarnacin enva su Hijo al mundo y se da realmente como Padre al hombre Cristo. La gracia creada (repercusin del carcter personal divino de Cristo en su humanidad) orienta al hombre Cristo hacia Dios como Padre suyo 51 ; la actitud filial del hombre Jess para con Dios es la expresin-realizacin humana de su filiacin divina, es decir, su respuesta humana plena a la absoluta donacin de Dios como su Padre.

    La dimensin encarnacional de la gracia de Cristo se identifica con su estructura sacramental. Al apropiarse personalmente el Hijo de Dios la naturaleza humana, sta es elevada a signo absolutamente eficaz de la gracia como donacin personal de Dios Padre al hombre Cristo y en Cristo a toda la comunidad humana. En la totalidad corpreo-espiritual de la humanidad de Cristo se hace visible y real la gracia increada de la filiacin divina. En la encarnacin tiene lugar la suprema unin personal de lo divino con lo humano y la suprema elevacin de lo humano a expresin-realizacin de la autodonacin personal de Dios, es decir, la sacramentacin suprema y ejemplar de la gracia. La encarnacin funda la vinculacin de la gracia de Dios con lo humano y visible, a saber, la sacramentalidad de la gracia. La suprema autodonacin de

    suivant S. Paul (Pars 1965); A. Feuillet, LEglise, plrme du Christ daprs Eph. 1, 23 : NRT 76 (1956) 449-472; J. A. Robinson, The Body. A. Study in Pauline Theology (Londres 1952); F. Musaner, Christus, das A ll und die Kirche (Trveris 1955); L. Cerfaux, Las imgenes simblicas de la Iglesia en el Nuevo Testamento, en La Iglesia del Vaticano II, G. Barana (ed) (Barcelona 31968) 309-323.

    E1 Si con sanco Toms se admite que la gracia creada de Cristo es el resultado propio de su filiacin divina (cf. S. Th., III, q. 7, a. 13; q. 6, a. 6; Comp. Theol., I, c. 214 , n. 214, o. 428), se debe lgicamente admitir que lia gracia creada del Hijo de Dios no es cualitativamente idntica, sino cualitativamente superior a la gracia creada de los hijos de Dios. La afirmacin de la identidad cualitativa de ambas proviene del olvido de la dimensin personal de la gracia misma oreada, inconscientemente reducida a una realidad fsica.

  • 136 Cristo, sacramento de Dios

    Dios se revela y realiza en Cristo mismo (mutua implicacin de ambos aspectos; el Padre se da a Cristo, revelndose a l, y se manifiesta a l, dndose).

    La verdad de la encarnacin implica que el Hijo de Dios se ha apropiado personalmente el ser humano en todas sus dimensiones y, por consiguiente, tambin en su dimensin comunitaria, que es esencial en el hombre. Apropindose esta dimensin social, el Hijo de Dios la transforma en un nuevo vnculo de unidad de la familia humana: por su misma constitucin de Hijo de Dios, hecho hombre, es Cristo el centro vivificante y unificador de toda la humanidad (dimensin eclesial de la gracia de Cristo) 52. En su Hijo, hecho hombre, se da Dios como Padre a toda la comunidad humana, que queda as unificada en Cristo y, definitivamente, en el Padre, principio originario de la unidad in- tradivina.

    La gracia de Dios tiene carcter encarnacional, porque toda ella pasa por Cristo; Dios no se comunica en s mismo al hombre (y, por el hombre, al mundo) sino por Cristo. Como autodonacin personal de Dios al hombre, la gracia tiene su realizacin ejemplar y su fundamento mismo de inteligibilidad en la autodonacin personal del Padre al hombre Cristo por la encarnacin. En su Hijo, hecho hombre, Dios se hace Padre de los hombres y los llama a la intimidad de su vida intradivina. La gracia de la humanidad resulta de la gracia de Cristo, como participacin de la misma.

    Como gracia de encarnacin, nuestra gracia tiene carcter trinitario. Al darnos su Hijo, el Padre se nos da en su Hijo: la gracia nos hace hijos de Dios en Cristo, su Hijo. Al darnos su Espritu, Cristo glorioso se nos da en su Espritu: es el Espritu de Cristo, el que crea en nosotros la actitud filial para con el Padre de Cristo, como nuestro Padre 53.

    La gracia increada consiste en la autodonacin personal de Dios segn el orden personal intratrinitario. Dios no puede darse personalmente, sino como personalmente existente: el Padre, como principio sin principio, que nos da su Hijo y, por su Hijo, su Espritu; el Hijo, como dado por el Padre y como el que nos da su Espritu; el Espritu, como dado por Cristo y, definitivamente, por el Padre. Como repercusin de la gracia increada, la gracia creada orienta al hombre hacia la unin ntima con Dios en s misma, es decir, hacia Dios en el misterio personal de su vida intradivina: en el Espritu por Cristo al Padre.

    La gracia es, pues, la comunicacin de la vida intratrinitaria, cuyo principio fontal es el Padre, por Cristo en el Espritu; por eso tiene su Origen definitivo en la fuente misma de la vida divina, a saber, en el

    52 Conc. Vait. II, Const. sobre la Liturgia, c. III, n. 83.63 Rom 8, 14-16; Gl 4, 6. Cf. Me 14, 36.

  • 137

    Padre, que se nos da en Cristo, su Hijo, y por Cristo nos da su Espritu. El carcter trinitario de la gracia coincide con su carcter encarna- cional. Por Cristo es comunicada a los hombres la vida intradivina: cristocentrismo y teocentrismo trinitario coinciden. Por la gracia est destinado el hombre a la comunin de vida con Cristo glorioso y, en Cristo, con la Trinidad.

    La dimensin eclesial de la gracia resulta de su dimensin encar- nacional. Por la unin hiposttica queda Cristo constituido en centro de vida divina y de unidad de la humanidad; su gracia est, pues, destinada a toda la humanidad y es comunicada a cada uno de los hombres, como miembros de la nueva comunidad humana, cuyo jefe es Cristo. De este modo, al ser elevada la naturaleza humana individual de Cristo a signo eficaz de la comunicacin de la vida intradivina (es decir, a sacramento de Dios), la comunidad humana quedaba radicalmente elevada a signo eficaz de la gracia de Cristo (es decir, a sacramento de Cristo). La sacramentalidad de la Iglesia estaba virtualmente contenida en la encarnacin misma y fue plenamente actuada en la glorificacin de Cristo (plenitud de la encarnacin). Por la resurreccin pas Cristo a ser espritu vivificante, que enva su Espritu como principio interno de vida de la comunidad de los creyentes: en la Iglesia se hace visible y real la gracia de Cristo. La capitalidad de la gracia de Cristo determina la unificacin de toda la humanidad, salvada y divinizada por Cristo; los individuos participan en el misterio salvifico de Cristo, en cuanto pertenecen a la comunidad visible de la salvacin, que es la Iglesia5.

    La misin del Hijo por el Padre y la misin del Espritu Santo por Cristo glorioso fundan el carcter encarnacional y eclesial de la gracia. Dios no comunica su vida divina a los hombres sino por Cristo, su Hijo hecho hombre; Cristo no comunica su vida gloriosa sino por su Espritu y no da su Espritu sino en la Iglesia. Tan universal es el carcter crstico de la gracia, como su carcter eclesial. La universalidad y unicidad de la mediacin de Cristo tienen su razn de ser en la suprema excelencia y unicidad del misterio de Cristo, expresin y realizacin exhaustiva del amor de Dios; Cristo es por s mismo el sacramento fundamental. Como sacramento de Cristo, la Iglesia tiene una funcin universal en la comunicacin de la gracia; esta universalidad se basa en

    La Iglesia, sacramento de Cristo

    51 Por la accin de su Espritu unifica Cristo la humanidad en la comunin de una misma vida, que es lia de Cristo mismo. Esta unificacin interior tiene su expresin en La unidad de los hombres por la adesin a Cristo en la fe. La comunidad de la gracia de Cristo es la Iglesia, visible en la unidad de su idefectible adesin a Cristo y portadora (en esta unidad) de la salvacin del mundo por Cristo. En su unidad visible es la Iglesia la expresin efectiva de la salivacin de la humanidad.

  • 138 Cristo, sacramento de Dios

    la unicidad mediadora de Cristo y en la misin del Espritu Santo a la comunidad visible de los creyentes: enviando su Espritu, Cristo g lo r io so constituy la Iglesia en sacram ento un iversal d e la sa lvacin 55.

    Por eso la incorporacin del hombre a la Iglesia es absolutamente necesaria para la salvacin 5. Esta incorporacin es plena, cuando el hombre est unido con Dios por la caridad y esta unin logra su adecuada expresin en la adhesin del hombre a la visible comunidad ecle- sial, cuyo centro unificador es Cristo. Si el hombre est unido a la Iglesia en sus estructuras visibles (confesin de fe, culto y jerarqua), pero no vive en la intimidad filial con Dios, no est plenamente incorporado a la Iglesia, que es el sacramento de la unin ntima del hombre con Dios 57. Si en lo profundo de su libertad acepta el hombre la gracia de Cristo, pero no expresa suficientemente esta aceptacin en la adhesin a la visible comunidad eclesial, tampoco est plenamente incorporado a la Iglesia, que es el sacramento de la unidad de la familia humana bajo el magisterio, el sacerdocio y el seoro de Cristo (unidad de fe, de culto y de jerarqua) 58 ; pero su unin con Cristo no ser exclusivamente interna, pues toda realizacin y manifestacin humana de la gracia dice relacin al sacramento universal de Cristo, que es la Iglesia 59.

    La economa de la gracia es encarnacional y eclesial, es decir, sacramental. La autocomunicacin de Dios al hombre comporta la elevacin de lo humano a expresin y realizacin de la gracia divina. La presencia divinizante del Espritu Santo transforma el hombre en la totalidad de su ser corpreo-espiritual, es decir, no solamente en su orientacin vertical hacia Dios, sino tambin en su orientacin horizontal hacia los hombres y hacia el mundo. La unin filial con Dios tiene su signo

    Coric. Vat. II, Com, sobre la Iglesia, c. II, n. 14; c. VII, m. 48; c. II, n. 9; Decr. sobre la actividad misionera de la Iglesia, c. I, m. 5; Const. sobre la Iglesia en el mundo actual, c. IV, a. 5.

    56 Conio. Vat. II, Const. sobre la Iglesia, c. II, ti. 14. La necesidad absoluta de pertenecer a la Iglesia visible para la salvacin, supone la saoramentalidad de la Iglesia, como signo visible portador de la salvacin, y la universalidad del sacramento eolesil : la Iglesia no es un mero signlo de la gracia de Cristo, sino un signo trasmisor de la misma.

    57 Come. Vat. II, Const. sobre la Iglesia, c. II, n. 14. Quia peccatores Ecdlesiae non plene incorporantur, etsi ad 'Ecdlesiam pertinent, Commissio statuit adiungeie, secundum Rom 8, 9 : Spiritum Christi habentes (Schema Constitutionis De Ecclesia, 1964, p. 50).

    58 Gonlc. Voit. II, Const. sobre la Iglesia, c. II, . 15; Decr. sobre el Ecumenismo, c. I, . 3.

    Come. Vat. II, Const. sobre la Iglesia, c. I, . 2; c. II, tun. 13. 16; Const. sobre la Iglesia en el mundo actual, c. I, n. 22; Decr. sobre la actividad misionera de la Iglesia, c. I, nn. 2. 3. 7; Declaracin sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, nn. 2-4.

  • eficaz en la unificacin de los hombres en la comunidad eclesial, cuyo jefe es Cristo.

    7. Con la resurreccin de Cristo no cesa la encarnacin del Hijo de Dios, sino que permanece para siempre en la existencia gloriosa del Seor. Con su presencia supratemporal y supraespacial Cristo glorioso obra por su Espritu en la Iglesia y en ella comunica a los hombres su vida divina; de este modo atrae la humanidad, y por la humanidad toda la creacin, hacia s 60. La gracia de Cristo resucitado es en el hombre principio interno de resurreccin gloriosa y por eso orienta la humanidad hacia la participacin plena en la gloria del Seor; la comunidad eclesial camina en la fe y en la esperanza hacia el encuentro con Cristo glorioso 61.

    La encarnacin y, definitivamente, la glorificacin de Cristo han determinado la dimensin escatolgica de la historia y del universo. Ha comenzado ya ahora la salvacin de la humanidad; pero todava no ha llegado a su plenitud ; el ya-ahora y el todava-no de la salvacin caracterizan el tiempo de la Iglesia y pertenecen a su estructura sacramental 62 : como anticipacin de la transformacin de la humanidad y del mundo por la participacin en la gloria del Seor, la Iglesia es el sacramento de la potencia salvifica de Cristo glorioso.

    Como en la glorificacin de Cristo no desaparece el sacramento de la encarnacin, sino que llega a su plenitud, as en la salvacin definitiva de la humanidad no cesar la Iglesia como sacramento de Cristo glorioso, sino que llegar a su definitiva plenitud.

    Cristo glorificado ejercer eternamente su mediacin entre Dios y los hombres en su triple funcin fundamental de revelador del Padre, sacerdote y Seor. En la plenitud de su gloria de Unignito manifestar a los hombres la gloria del Padre; en el encuentro cara a cara con l, imagen perfecta del Padre invisible, llegarn los hombres a la unin inmediata con las personas divinas y alcanzarn la plenitud de la salvacin en la totalidad de su ser corpreo-espiritual63. Como sacerdote nico se ofrecer para siempre al Padre y le presentar la adoracin de los hombres y la sumisin de la creacin; en la actitud de su obediencia filial someter todo el universo al Padre G4. Como Seor, enviar eternamente su Espritu a los hombres y por su Espritu les dar participacin en su gloria de Unignito, es decir, en la vida intratrinitaria, cuyo

    80 ConC. Vat. II, Const. sobre la Iglesia, c. I, nn. 2. 3. 7; c. YI, o. 48; Const. sobre la Iglesia en el mundo actual, c. I, n. 22.

    61 Cone. Vat. II, Const. sobre la Iglesia, c. VII, nn. 48-50.82 lbid., c. VII, ti. 48; Const. sobre la Iglesia en el mundo actual, c. III, n. 39.83 1 Cor 13, 10-12; 2 Cor 5, 6-8; 4, 4; Elip 1, 23; Col 1, 15; 3, 4; 1 Tes 4, 17;

    1 Tim 6, 16; Jn 14, 1-3; 17, 24; 1 Ja 3, 2.81 1 Cor 15, 28.

    La Iglesia, sacramento de Cristo 139

  • 140 Cristo, sacramento de Dios

    principio es el Padre. La adoracin eterna del Padre, la revelacin y comunicacin de la vida divina a la humanidad salvada, inseparablemente unidas entre s como tres aspectos de una misma funcin salvifica, constituirn la estructura sacramental de la mediacin eterna de Cristo. El Hijo de Dios, hecho hombre, y, como tal, glorificado, permanecer para siempre el sacramento fundamental de Dios: solamente en l y por l comunicar el Padre eternamente su vida divina a los hombres.

    Cristo glorioso seguir siendo el centro vivificante y unificador de la humanidad; dar eternamente su Espritu a la comunidad humana y a cada hombre como miembro de esta comunidad. La dimensin ecle- sial de la gracia de Cristo resulta necesariamente de la encarnacin y, por consiguiente, debe permanecer para siempre, como la encarnacin misma. La salvacin de cada hombre tendr tambin su dimensin comunitaria en la plena unidad de todos los hombres por la participacin de todos ellos en la vida gloriosa de Cristo. Entonces alcanzar la Iglesia su definitiva plenitud como sacramento de Cristo glorioso, a saber, como expresin y realizacin de la unin ntima de los hombres con Cristo (y por Cristo con el Padre) y de la unidad de la familia humana en Cristo; entonces la humanidad llegar a ser definitivamente el pueblo de Dios 65. La solidaridad de Cristo con toda la comunidad humana alcanzar su expresin y realizacin suprema: Dios Padre comunicar su vida a la Iglesia por Cristo en el Espritu Santo y por la accin del Espritu llegar la Iglesia a la unin plena con Cristo y, por Cristo, con el Padre.

    La gloria del Padre resplandecer en la gloria de Cristo y la gloria de Cristo se reflejar en la gloria de la Iglesia, vivificada por el Espritu de Cristo. La dimensin encarnacional (y, por consiguiente, trinitaria y eclesial) de la gracia permanecer para siempre. La unidad plena de la humanidad por el Espritu de Cristo ser eternamente el signo eficaz de la unin perfecta de los hombres con Cristo y de su participacin en la vida intradivina: por Cristo glorioso y en su Espritu llegar la humanidad al Padre invisible, principio de la vida y de la unidad intradivina.

    Cono. Vat. II, Com, sobre la Iglesia, c. I, n. 2. 4. 8; c. VII, n. 48. 50. 51.