Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en ...
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Director: Lenci, María Laura
Lastra, María Soledad
Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciada en Sociología
Cita sugerida Lastra, M. S. (2007) Actitudes sociales frente a la última dictadura militar en Argentina: Reflexiones y debates [en línea]. Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.474/te.474.pdf
Actitudes sociales frente a la última dictadura militar en Argentina: Reflexiones y debates
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATAFACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA
LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA
TRABAJO FINAL
Actitudes sociales frente a la última dictadura militar en Argentina.
Reflexiones y debates.
Alumna. M. Soledad LastraLegajo 71069/8 Correo electrónico: [email protected]
Director: Prof. Laura LenciFecha 15 de marzo de 2007
1
Abstract
La mayoría de los trabajos académicos sobre el estudio de las actitudes sociales frente a
la última dictadura militar en Argentina tienen su eje en el consenso o la resistencia que
acompañaron a todo el proceso dictatorial. Desde el apoyo explícito o implícito hasta la
oposición abierta, las investigaciones toman como objeto de estudio a los sectores dirigentes
de variados sectores de la sociedad.
Los debates acerca de las actitudes que se tomaron en los microcontextos de lo social
oscilan entre la “teoría de los dos demonios” y las que recaen en culpabilizaciones totales de
la sociedad. Para superar estas visiones maniqueas se vuelve relevante analizar las formas en
que otras sociedades que pasaron por experiencias similares tramitaron estas cuestiones. Por
ello, el presente análisis se inicia con un recorrido por los diferentes debates que en las
distintas épocas se desarrollaron en torno a la comprensión de los casos del fascismo italiano,
el franquismo español y el nazismo alemán con el fin de abordar nuevas perspectivas de
interpretación que sean útiles al momento de pensar sobre la relación entre sociedad y
dictadura en la bibliografía referida al caso argentino. Finalmente indagaremos las distintas
actitudes sociales en esos microcontextos con el abordaje de las producciones audiovisuales
desarrolladas por los alumnos bonaerenses de nivel Polimodal bajo el programa “Jóvenes y
Memoria. Recordamos para el futuro”, propuesta desarrollada por la Comisión Provincial por
la Memoria desde el año 2002. La elección de los videos desarrollados en el marco de este
Programa apunta a su carácter testimonial y permite problematizar los vínculos entre memoria
e historia para comprender cuáles son los caminos y obstáculos a los que se enfrentan este
tipo de investigaciones, donde la memoria aparece fuertemente ligada a la reconstrucción
histórica del período.
2
Términos Claves
Dictadura militar - sociedad - vida cotidiana - complicidad - resistencia - silencio -
microcontextos sociales - historia local - memoria
3
Indice
Introducción .........................................................................................................Pág. 4
Los casos europeos ................................................................................................Pág. 9
El caso argentino ...................................................................................................Pág. 34
Vida cotidiana y Dictadura. Abordaje desde el cine ............................................Pág. 75
Palabras finales .....................................................................................................Pág. 98
Bibliografía ...........................................................................................................Pág. 103
4
Introducción
Los trabajos académicos sobre el estudio del pasado reciente en Argentina abordan una
amplia gama de problemas referidos a la última dictadura militar y a sus relaciones con
diversos sectores de la sociedad. La mayoría de estos trabajos tienen su eje en el consenso o la
resistencia que acompañaron a todo el proceso, centrándose en las actitudes de las cúpulas
dirigentes que representan a variados sectores sociales. Desde el apoyo explícito o implícito
hasta la oposición abierta, las investigaciones académicas toman como objeto de estudio a la
gran prensa, las cúpulas de los partidos políticos, las asociaciones empresariales,
profesionales, sindicales, los Organismos de Derechos Humanos y la Iglesia católica, entre
otros.
La indagación sobre la vida cotidiana de aquellos sectores que no estaban directamente
relacionados con esos grupos o corporaciones y que frecuentemente aparecen catalogados
como “pasivos” o “ajenos” bajo el último Régimen dictatorial en Argentina, no han sido
objeto de estudios reflexivos y críticos. Los debates acerca de las actitudes que se tomaron en
los microcontextos de lo social oscilan entre la “teoría de los dos demonios” y las que recaen
en culpabilizaciones totales de la sociedad.
En este sentido, este trabajo parte de dos ideas centrales y básicas que confluyen en una
misma toma de posición. La primera, es que la “teoría de los dos demonios”, tradicionalmente
invocada para explicar el origen de la última dictadura militar no es suficiente para entenderla,
no sólo porque iguala las fuerzas represivas del Estado con las actividades clandestinas de la
militancia guerrillera sino porque deja al “resto de la sociedad” bajo un manto de silencio,
como testigo ajeno del enfrentamiento. Por otro lado, y en íntima conexión con lo
anteriormente dicho, tampoco la idea de devolverle a ese sector “silenciado” de la sociedad el
sentido a las actitudes que realizaron frente a la dictadura significa culparla por ella.
Principalmente, este trabajo se orienta a comprender sin exculpar ni inculpar a ese sector
5
social del desarrollo y consecuencias del proceso militar. El intento es el de superar estas dos
visiones reduccionistas de interpretación, para indagar cuáles fueron las distintas actitudes
sociales que se tomaron frente a la dictadura y cómo es posible abordarlas desde un estudio
histórico y social.
Por otro lado, si tomamos la conceptualización que realiza Ágnes Heller sobre la vida
cotidiana, entendiéndola como “el conjunto de actividades que caracterizan la reproducción
de los hombres particulares, los cuales, a su vez, crean la posibilidad de la reproducción
social1”, incluyendo en estas actividades rutinas y hábitos que persisten durante un período
prolongado de tiempo y que forman parte del “quehacer diario” de la vida de las personas que
constituyeron estos sectores, es menester aclarar que no es la intención de este trabajo
sobrevaluar esa dimensión reproductora del orden social. El riesgo de tomar esta definición
“al pie de la letra” es caer en interpretaciones lineales, donde las actividades realizadas por los
sujetos bajo un Régimen de terror pudieran interpretarse como simples sostenedoras de ese
orden sin poder rescatar que otras actitudes pudieron ser posibles aún con un margen de
elección y libertad oficialmente suprimido.
Estudiar la vida cotidiana implicará indagar sobre la gama de prácticas que en los
microcontextos los sujetos pudieron desarrollar aún bajo el terror y la persuasión de la prensa,
actitudes que se situarán entre los grandes polos de complicidad y resistencia delineando una
escala de matices posibles, importantes de rescatar, aunque nunca hayan tomado estado
público. Esas actitudes han quedado ocultas en la trama cotidiana de esa época pero son
indispensables para aprhender la complejidad de lo social.
El trabajo es exploratorio y apunta, en primer lugar, a conocer cuáles fueron los debates
académicos que se desarrollaron en torno a los casos europeos. Rescatar los aportes de los
estudios sobre el fascismo italiano, el franquismo español y el nazismo alemán tiene como
objetivo comparar no sólo los procesos propiamente históricos de cada Régimen, sino
contrastar los distintos momentos y temas por los cuales transitaron estas investigaciones y 1 Heller, Ágnes, 1998. Sociología de la vida cotidiana. Ediciones Península, Barcelona, España. Pág. 19
6
conocer qué se está debatiendo en el presente. Teniendo esto como referente, buscaremos en
la extensa bibliografía sobre la última dictadura militar argentina cuáles fueron las formas de
abordaje de este tema y qué líneas de interpretación fueron más o menos debatidas, así como
también rescatar con qué tipos de trabajos epistemológicos y metodológicos contamos para
repensar acerca de la relación entre dictadura y sociedad.
Una vez recorridos los diferentes debates en Europa y en Argentina, nos orientaremos a
indagar sobre la vida cotidiana en un plano local, a partir de los soportes audiovisuales que
fueron producidos por alumnos bonaerenses de nivel Polimodal en el marco del Programa
Jóvenes y Memoria. Recordamos para el futuro impulsado por la Comisión Provincial por la
Memoria desde el año 2002 y que hasta el momento ha cumplido con cinco convocatorias.
Abordar esta problemática desde los videos no tiene por fin analizarlos desde su especificidad
audiovisual, sino en el valor de los testimonios y relatos que recopilan sobre la vida diaria
bajo la dictadura, es decir que nuestro trabajo focalizará su atención sobre ellos como fuente
de historia oral. En este sentido es importante destacar que la elección se toma a partir de la
dificultad que implica acceder a otras fuentes que permitan el abordaje de este objeto de
investigación ya que lamentablemente no contamos con suficientes documentos escritos,
como por ejemplo archivos periodísticos, cartas o revistas que pongan de manifiesto las
actitudes que a nivel micro se desarrollaron en la época.
En nuestro país, el uso de relatos y testimonios de aquellos que vivieron bajo el Proceso,
de aquellos que sobrevivieron a la represión y de los que sólo lo presenciaron tuvo sus inicios
a partir de la transición democrática con el Juicio a las Juntas y la elaboración del Informe
Nunca Más de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). La
memoria se convierte así en canal privilegiado de transmisión de la verdad para que las
nuevas generaciones sepan lo que pasó pero sobre todo, para la lucha por la justicia. En
Argentina aparece la memoria como un estadio anterior a la historia, es decir, se convierte en
fuente para la reconstrucción de los hechos, en un puente necesario para llegar a la verdad “tal
7
y como ocurrió”, entendiendo en este caso, que esa verdad por su carácter jurídico permitiría
castigar a los culpables.
El análisis de las producciones del Programa Jóvenes y Memoria tiene por objeto
articular la memoria que habita en los relatos recogidos sobre el tema con la historia, el
análisis se realizará bajo la luz de los debates y estudios para los casos europeos y el caso
argentino con el fin de que nuestro trabajo resulte enriquecido por las distintas visiones del
tema y contribuya a dar un paso más allá de las explicaciones maniqueas que cuestionamos
anteriormente.
El objetivo entonces, no es lograr respuestas acabadas ni cerradas, sino comprender cuál
puede ser una línea fructífera de problematización del tema, para delinear la complejidad de
este tipo de análisis y no volver sobre visiones de explicación simplistas. Retomar y
profundizar interpretaciones más críticas, menos abstractas, que no caigan en el oficio de la
generalización y por lo tanto que rescaten las particularidades que son propias del tejido
social.
8
Los Casos Europeos
Los sistemas autoritarios o totalitarios impuestos en las sociedades europeas durante el
siglo XX abrieron grandes debates historiográficos en torno a nuevas ideas como la crisis del
Estado moderno liberal, su barbarización, la novedosa industrialización de la muerte o el
llamado genocidio, entre otros temas.
Aquí nos proponemos rescatar de la extensa bibliografía elaborada acerca de esas
experiencias, aquéllos trabajos que reflexionan sobre las actitudes sociales y sobre el papel de
la sociedad frente a estos sistemas. El análisis recorrerá los diferentes debates y las distintas
épocas en que estos se desarrollaron para los casos del fascismo italiano, el franquismo
español y el nazismo alemán con el fin de abordar nuevas perspectivas de interpretación que
sean útiles al momento de pensar sobre la relación entre sociedad y dictadura en el caso
argentino.
Inicios del debate
En el año 1946 Karl Jaspers dictó un curso sobre “La cuestión de la culpa y la
responsabilidad política en Alemania” en la Universidad de Heidelberg que meses después
sería publicado en un ensayo titulado El problema de la culpa. Este trabajo parte de la
premisa de que la responsabilidad por el desastre político - moral alemán no podía ser
imputada tan sólo a decisiones adoptadas por los jerarcas nazis ya que las dictaduras también
necesitan de la complicidad activa o pasiva de buena parte de la ciudadanía. Resaltando la
participación de cada individuo en el proceso histórico, el autor aborda retrospectivamente las
culpas que le competen al pueblo alemán y a los individuos en particular, mientras estuvo
bajo la dominación nazi.
Así, distingue cuatro conceptos de culpa:
9
− la culpa criminal, que consiste en acciones demostrables objetivamente y que
infringen leyes inequívocas,
− la culpa política, recae sobre cada persona del pueblo alemán, desde los altos
mandos hasta aquellos sujetos que por encontrarse su vida diaria bajo la regulación
de un mismo Estado, es “corresponsable” de cómo aquél lo gobierna,
− la culpa moral, se refiere a las acciones que se realizan en tanto individuo de una
colectividad, incluyendo las acciones políticas y militares y quedando inválido el
principio de la “obediencia debida”. Este tipo de culpa la encontramos en aquellos
individuos que vivieron durante la dictadura bajo una mentirosa lealtad, en el
disimulo y actuando de manera tal que diera la apariencia de que se tomaba parte
en el gobierno o más específicamente en los individuos activos, (actores y
ejecutores políticos) como en los pasivos (que son culpables por no haber hecho
nada).
− la culpa metafísica, se plasma en la premisa de que debe haber una solidaridad
entre los hombres como tales que convierte a cada uno en responsable de todo el
agravio y de toda la injusticia del mundo, especialmente de aquellos crímenes que
se cometen en su presencia o con su conocimiento. El razonamiento del autor en lo
que refiere a esta culpa es: si suceden crímenes y yo estoy presente y sobrevivo
mientras que el otro es asesinado entonces tengo la culpa de seguir viviendo.
Jaspers se pregunta en qué sentido puede ser enjuiciada una colectividad y en cuál sólo el
individuo. Para él tiene sentido que la responsabilidad recaiga sobre todos los ciudadanos por
las acciones de ese Estado, pero esa responsabilidad no es de carácter moral o metafísico sino
político. Si es absurdo inculpar por un crimen a un pueblo entero, porque sólo el individuo
que infringe la ley es el criminal, también lo es acusarlo moralmente. No hay ningún carácter
de un pueblo que tuviera que tener cada individuo por pertenecer a él, por lo tanto el
10
enjuiciamiento de un pueblo entero supone una sustancialización equivocada del mismo que
tiene como consecuencia la degradación de las personas en tanto individuos.
El autor concluye que cada alemán es responsable de los actos del Régimen que han
consentido (culpa política), que son culpables de haber apoyado al Régimen y de haber
colaborado con él (culpa moral) y también de quedarse sin hacer nada cuando se cometieron
los crímenes (culpa metafísica)2.
Después de esta publicación, la sociedad alemana se esforzó por olvidar los crímenes
nazis, pero a partir de 1958 con la reedición del libro de Primo Levi Si esto es un hombre se
vuelve a poner en escena el problema del genocidio judío y los niveles de responsabilidad del
pueblo alemán.
Primo Levi parte de su condición de testigo para relatar su experiencia en Auschwitz al
que fue deportado en 1944. La riqueza testimonial sobre todo de su trilogía3 excede los fines
de este trabajo, por lo cual nos limitaremos a presentar aquellos elementos que ofrece el autor
para reflexionar sobre las actitudes tomadas en el interior del campo de concentración frente
al terror y que pueden funcionar como guías heurísticas para comprender las de la sociedad
alemana, ya que como explica en Los hundidos y los salvados, los Lager constituían un
sistema complejo y extenso profundamente compenetrado en la vida cotidiana del país.
Según Levi si la estructura del campo se rige por la ley que determina que los
privilegiados oprimen a los no privilegiados podemos sin embargo encontrar, en el límite que
divide a estos sectores zonas de comportamientos borrosos. Estas zonas grises se constituyen
por un entramado de contactos humanos que no es sencillo de definir ya que no puede
reducirse en dos bloques polares de víctimas y verdugos. El enemigo estaba alrededor pero
dentro también, el “nosotros” perdía sus límites, no se distinguía una frontera sino muchas y
difusas. Los que se confundían en la zona gris, eran los que terminaban comprometidos con el
2 Jaspers, Karl, 1998. El problema de la culpa. Ediciones Paidós, I.C.E de la Universidad Autónoma de Barcelona, España, Pág. 69.3 Levi, Primo, 2005. Trilogía de Auschwitz. Si esto es un hombre. La tregua. Los hundidos y los salvados. Ed.El Aleph, Barcelona.
11
Régimen por actos que los cargaban de culpa y que los convertía en cómplices. Esta
complicidad debe analizarse a la luz de que cuanto más dura era la opresión más difundida
estaba entre los oprimidos la buena disposición a colaborar con el poder, y esta disposición se
teñía de infinitos matices y motivaciones donde se ponían en juego el terror, la seducción
ideológica, la imitación servil del vencedor, el deseo de poder, la vileza, etc. Combinadas o
no, estas motivaciones han sido el origen de esa franja gris que se encuentra unida, según
Levi, por la voluntad de conservar y consolidar sus privilegios. Entonces, para el autor, en el
Lager y fuera de él hay gente gris, ambigua, dispuesta al compromiso. A éstos les corresponde
una parte de culpa (más importante cuanto mayor fue su libertad de elección) y por encima de
ella están los vectores y los instrumentos de la culpa del sistema mismo.
En el epílogo de 1976 a Si esto es un hombre encontramos su explicación de las actitudes
tomadas por la sociedad alemana bajo el Régimen nazi. Para Levi, esconder del pueblo
alemán el enorme aparato de los campos de concentración no era posible ni deseable por los
nazis ya que, como veremos en el trabajo de Robert Gellately, el conocimiento de los campos
les servía para difundir el terror y disciplinar a la sociedad alemana. El país entero sabía de su
existencia y de que allí la gente se moría, pero desconocían los detalles, los métodos y la
industrialización de la muerte. Refiriéndose a la función de la propaganda nazi, la utilización
de eufemismos permitía que en la recepción del mensaje los alemanes determinaran su acción
por el conocimiento (aunque parcial) que tenían. Para Levi, pese a las varias posibilidades de
información, la mayoría de los alemanes no sabía porque no quería saber o porque quería no
saber, vivían cada día con la ilusión de que “no ver” fuese igual a “no saber” y que “no saber”
les aliviase de su cuota de complicidad o de conveniencia4.
Como en los campos, la sociedad ni siquiera intentó resistir y se dio una singular forma
de urbanidad, donde quien sabía no hablaba, quien no sabía no preguntaba y quien preguntaba
no obtenía respuesta. El ciudadano alemán típico conquistaba y defendía su ignorancia,
construyendo de este modo la ilusión de no estar al corriente de nada y así, de no ser cómplice 4 Ibid. Pág. 543
12
de lo que ocurría. Para el autor, esta omisión del pueblo alemán lo convierte en culpable
aunque reconoce también actitudes de solidaridad de civiles alemanes que permitieron la
supervivencia de millares de judíos. Pensar la resistencia en los campos representa un error de
perspectiva histórica, significa pretender de los deportados una consciencia política que
entonces pertenecía solamente a una elite e implica desconocer las condiciones en las que se
desenvolvía la vida diaria en el campo.
Pensando en la complicidad, el hecho de que el universo concentracionario no fuese
cerrado, permitió que muchos civiles participaran de intercambios comerciales, que se
utilizara la mano de obra de los prisioneros y muchas empresas colaboraran en el
levantamiento de los grandes hornos crematorios. La complicidad de las grandes
corporaciones empresarias era evidente, aunque las dudas que podían tener los que desde
afuera se relacionaban con el campo fueron sofocadas por el miedo, el afán de lucro, la
voluntaria ceguera o la fanática obediencia.
Los trabajos testimoniales de Primo Levi incorporan a las investigaciones no sólo la idea
de estas zonas grises, que serán retomadas en las próximas décadas como una forma de
explicación más cercana a la compleja realidad de estas sociedades, sino también el debate
sobre la memoria y los usos de los relatos como fuentes inagotables para estudiar las
experiencias del horror.
Debates sobre el consenso
A mediados de la década del ´70 Renzo De Felice inauguró los debates acerca del uso de
la categoría consenso para comprender al Régimen fascista italiano, explicando que éste
alcanzó su momento de mayor solidez entre los años ´29 y ´345. A partir del ´26 el Régimen
fue radicalizando su influencia sobre la sociedad, sin recibir críticas ni tampoco discusiones
sobre su modelo moral. Para De Felice, el consenso no derivaba tanto de la consciencia de las 5 De Felice, Renzo, 1974. Mussolinni Il Duce I. Gli anni del consenso, 1929-1936, Torino, Einaudi.
13
ventajas que el fascismo aportaba a los italianos cuanto de la seguridad que el Régimen
inspiraba en la población debido a los males que había evitado en un momento de crisis
internacional. Si la crisis aparece en las percepciones del pueblo italiano como una crisis
mundial, producto del sistema capitalista, el Régimen emerge como esforzándose por
superarla. En este sentido, para De Felice, las manifestaciones de descontento no eran
antifascistas sino de carácter económico.
En torno a esta aplicación del término consenso, durante la década de los ´90 varios
autores elaboraron trabajos críticos negando que la postura teórica de De Felice sea la
indicada para pensar sobre la naturaleza del fascismo. En este sentido, Nicola Tranfaglia6
considera que esta categoría define la relación existente entre los gobernados y los
gobernantes en un Régimen que permita la libre expresión de la voluntad individual y social,
y no en un sistema caracterizado por la preeminencia del aparato represivo, por el monopolio
político y la imposibilidad de expresar y ejercer la propia opinión. Para el autor, De Felice no
da cuenta del terror y de la coerción que imperaban en la relación de la sociedad italiana con
el aparato estatal fascista a la vez que interpreta las protestas como resultado de inquietudes
económicas y no con un carácter político. Para el caso alemán, Tim Mason prioriza la faz
política sobre la económica explicando que ante la imposibilidad de desarrollar otras prácticas
de resistencia, las huelgas y las luchas de los trabajadores estaban dirigidas contra el Estado
más que contra los empleadores7.
Retomando la crítica de Tranfaglia sólo se puede hablar de consenso cuando existe un
apoyo de masas hacia el sistema político, es decir, un apoyo entusiasta y una participación
activa de la población, mientras que para De Felice el consenso no equivale a unanimidad de
apoyos ni a adhesiones entusiastas.
6 En Calvo Vicente, Cándida, 1995. “El concepto de consenso y su aplicación al estudio del régimen franquista” en Spagna Contemporánea, N° 7. Pág.144 7 Mason, Tim, 1995. Containment of the working class en Nazism, fascism and the working class, Cambridge, Cambridge University Press, p.
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Para el caso del franquismo, Cándida Calvo Vicente coincide en la explicación del
consenso como adhesión y apoyo dado por los ciudadanos al sistema político que se traduce
en la obediencia y disposición de los individuos a aceptar las decisiones adoptadas por la
clase política. Sin embargo, para la autora, la formación de consenso efectivo no es un
fenómeno espontáneo sino que es inducido desde el poder a través de una serie de
mecanismos que se despliegan desde el Régimen para conseguirlo, entre ellos figuran: la
manipulación ideológica orientada hacia la producción y difusión de imágenes y juicios
positivos referentes al sistema político y negativos respecto a los comportamientos disidentes;
la interiorización de una serie de modelos culturales, pautas ideológicas y comportamientos
acordes con las necesidades del sistema y la creación de unas condiciones de existencia que
favorezcan el surgimiento en la sociedad de juicios positivos en relación al poder político así
como la reducción de comportamientos y actitudes críticas8.
Según Calvo Vicente en los años ´40 de la dictadura franquista, las actitudes que se
podían distinguir entre los vencidos, la mayoría de clases populares, eran de aceptación
resignada y pasiva pero también de rechazo y hostilidad. Sin embargo, es difícil diferenciar la
aceptación pasiva del rechazo silencioso. Muchas veces la hostilidad también tuvo forma de
silencio, de indiferencia y frialdad (esto lo observa sobre todo en las actitudes de los sectores
vencidos frente a los actos públicos que organizaba el Régimen). Las actitudes de rechazo no
se tradujeron en un apoyo activo a los grupos clandestinos de oposición. La pasividad que
caracteriza a estos sectores se explica por la atomización social, por la desorientación y
desmoralización de los obreros, por una minoría resistente pero desorganizada con sus líderes
diezmados y por el resto de la población que bajo condiciones paupérrimas concentraba sus
energías en sobrevivir y en no ser blanco del aparato represivo del Estado.
Los análisis que realiza le permiten a la autora plantear que existen distintos niveles de
consenso, ya que no hay ninguna sociedad en la que el consenso sea universal ni es la
universalidad una condición necesaria para su efectividad. En este sentido la gama de 8 Ibid, Pág.16
15
comportamientos sociales de los diferentes sectores se pueden entender como respuesta a los
requerimientos que se hacían desde el Estado. El Régimen franquista implementó medidas
represivas y persuasivas para conseguir de los distintos sectores respuestas diferentes. La
indiferencia se aceptaba de la masa de la población pero no de los grupos sociales y políticos
que habían constituido la base de apoyo inicial al franquismo, y del cual se exigía la adhesión
activa y la identificación ideológica evitando que surgieran en su interior disensos o apoyos
limitados.
Carmen Molinero y Pere Ysás discuten con las conclusiones del trabajo anterior. Los
autores inician su estudio poniendo en duda la afirmación de que el franquismo no buscó la
aceptación y el consentimiento de los gobernados sino sencillamente la obediencia,
alcanzándole con la desmovilización, la despolitización y la indiferencia política para
mantenerse9. Al contrario, para ellos, el Régimen desarrolló acciones y proyectos que aunque
no tuvieron éxito estuvieron orientados a ampliar sus originarios apoyos incluso a los sectores
hostiles. El estudio aborda los comportamientos de distintos sectores sociales en el período
franquista, recorriendo las actitudes de los sectores burgueses y de clase media que
inicialmente apoyaron al franquismo y donde también existieron actitudes de rechazo y
hostilidad que se manifestaron en los ámbitos privados (hasta los años ´50) en forma de
silencio y pasividad. En los ´60 por los cambios económicos, sociales y culturales aumentará
el disenso en este sector y surgirán conflictos que el Régimen no podrá canalizar y que
desembocarán en actitudes políticas contrarias sobre todo en Cataluña y en el País Vasco. Al
interior de las clases medias se distinguirán, entonces, un sector que por haber vivido la
guerra civil mantendrá su apoyo inicial al franquismo y otro que manifestará actitudes
deslegitimadoras del mismo.
Observando a las clases trabajadoras, los autores destacan su actitud de rechazo y
hostilidad durante los ´40 y ´50, actitud que tiene su explicación en las durísimas condiciones
9 Molinero, Carmen e Ysás, Pere, 1998. “La historia social en la época franquista. Una aproximación” en Historia Social, n° 30, Valencia. Pág. 135
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de vida por las que transitaban, en los recuerdos que tenían de la guerra civil y en la represión
estatal. Sin embargo, el rechazo no se tradujo en acciones masivas de protesta sino que,
coincidiendo con Calvo Vicente, fue esencialmente pasivo a la vez que existieron franjas
obreras de indiferencia política, sobre todo de aquellos sujetos que estuvieron al margen en
los años ´30. A partir de los ´60 la conflictividad en el sector obrero fue creciente y la
politización de los conflictos se produjo de forma inevitable ya que el marco legal existente
les impedía limitar los reclamos a meras reivindicaciones de carácter salarial. Se elabora en el
imaginario de los obreros una identificación entre “patronos” y “franquistas” por las
respuestas represivas que se daban desde las empresas ante los conflictos laborales y esta
identificación contribuye al desprestigio de la clase empresaria, a la radicalización de las
actitudes obreras. Junto a ello se desenvolvió también la conflictividad en los ámbitos
estudiantil y vecinal que resultó ser un espacio propicio para la difusión de los valores
democráticos de sus integrantes. Las movilizaciones de estos sectores tenían en su base a los
militantes antifranquistas que aunque no provocaron el derrumbe de la dictadura, ayudaron a
erosionarla.
En estos últimos trabajos del franquismo, no sólo se pone en juego el papel del Estado
como creador de consenso sino que aparece una categoría problemática en torno al tipo de
recepción que tuvieron los sectores a los que se dirigía el mensaje de adhesión, la pasividad.
Para Carmen Molinero y Pere Ysás la pasividad de los españoles en los ´40 y ´50 se puede
interpretar como producto del miedo y no como resultado de la despolitización y de la apatía
politica. Sin embargo, no encontramos en estos trabajos una definición tangible de qué se
entiende por pasividad.
Estudiando la ocupación alemana el historiador francés Philippe Burrin propone otra
forma de abordar la naturaleza social de este tipo de regímenes dejando de lado la categoría
de consenso por su carácter simplificador de las actitudes hacia el poder. Estas actitudes,
según Burrin, habría que analizarlas en una escala que se construye en torno a dos nociones:
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la aceptación y el distanciamiento. La primera, incluye comportamientos como la resignación,
el apoyo y la adhesión. La segunda, comprende actitudes como la desviación, la disidencia y
la oposición. Para el autor, lo más frecuente es encontrar en un mismo individuo distintas de
estas actitudes en distintos tiempos10.
Volviendo al franquismo, el trabajo de Javier Moreno Luzón parte de la hipótesis de que
el Régimen logró su persistencia gracias al mantenimiento de instrumentos eficaces de
coerción que se combinaron con un nivel suficiente de apoyo social. Esta franja de apoyo al
Régimen, contó con diferentes actitudes que se pueden distinguir en: inmovilidad social
(conseguida por medios coactivos y violentos que fueron usados de forma masiva en una
primera etapa y luego de forma más selectiva); apoyo difuso (obtenido por el Régimen a
través de la satisfacción de demandas de tipo simbólico y por el diseño de planes de desarrollo
económico); apoyo específico (tomando como indicador la participación del pueblo en las
manifestaciones sociales organizadas por el Régimen y en las instituciones vinculadas a él)11.
El autor utiliza el concepto de “apoyo social” para definir aquellos comportamientos de
conformidad o de no oposición que el Régimen buscó obtener en diferentes ámbitos a través
de aparatos creados y manipulados por tal fin.
La mayoría de los trabajos sobre el franquismo inician sus debates en torno al concepto
consenso de forma tardía en comparación a la bibliografía italiana y alemana. En sus debates,
entienden al consenso como el resultado de la combinación entre los mecanismos ideológicos
y represivos desplegados desde el Régimen para conseguirlo y de los factores externos
coyunturales que afectan directa o indirectamente la vida de los sectores sociales bajo el
Régimen. Estos factores en general se limitan a la marcha de las condiciones objetivas de vida
de la población y al peso de otros polos alternativos de hegemonía guiados por las fuerzas de
oposición.
10 Burrin, Philippe, 1996. France under the germans. Collaboration and compromise, New York, The New Press. Pág. 625. 11 Moreno Luzón, Javier, 1991. “El estudio de los apoyos sociales del franquismo. Una propuesta metodológica” en S. Castillo (coord) La Historia Social en España. Actitudes y perspectivas, Madrid, Siglo XXI. Pág. 542
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Debates sobre resistencia
Los primeros trabajos sobre la resistencia al nazismo fueron presentados como una
respuesta a las crudas ideas de los Aliados sobre la “culpa colectiva” de la sociedad alemana.
Estas ideas son las que componen las críticas elaboradas por Karl Jaspers presentadas
anteriormente. En esta fase de la historiografía, entonces, la resistencia se explica como una
elección ético moral del individuo por sostener los valores de la libertad y de la democracia y
donde la oposición tuvo características burguesas, cristianas e individuales y que se tradujo en
una heroización y monumentalización de estas acciones. El punto focal de estas explicaciones
giraban en torno a los comportamientos disidentes de las elites y a la conspiración contra
Hitler de 1944, donde la resistencia aparece como “resistencia sin el pueblo”.
A partir de los ´60, comienza a cambiar la perspectiva y la historiografía alemana se
ocupa de las instituciones y organizaciones de las actividades clandestinas de la clase obrera.
Se aparta el estudio de la resistencia de las elites para centrase en las acciones, actitudes y
conductas de la masa de alemanes corrientes. Así se desarrollan estudios locales de resistencia
obrera y del alcance de sus actividades clandestinas.
Un nuevo giro se da en los ´70 con el desplazamiento de estudios de la resistencia como
organización de la actividad clandestina hacia la de las personas corrientes, donde los
historiadores se preguntan en los trabajos cómo se las arreglaba este sector en sus vidas
cotidianas para desarrollatr formas de oposición más parciales pero también “normales”,
abordando incluso aquéllos aspectos del Régimen nazi que los afectaban directamente. Esto
se enmarca en una tendencia general de la historiografía orientada al estudio de la
Altagsgeschichte o “Historia de la vida cotidiana”.
Ian Kershaw analiza la relación entre el Régimen nazi y la sociedad alemana a través del
concepto de “resistencia”. El autor aborda el problema de los límites entre el consenso y el
conflicto como fronteras fluidas y fluctuantes. El aporte más significativo que rescata el
19
trabajo de Kershaw, es la incorporación en el año 1973 del concepto Resistenz que se
desarrolla en el marco del Proyecto Baviera en Munich. En este proyecto se aborda el impacto
del Régimen en todas las áreas de la vida cotidiana y aparece una imagen del conflicto con
muchas facetas. Martin Brozat incorporará el concepto Resistenz para incluir las oposiciones
parciales y una profunda comprensión de la base social del conflicto junto a una sutil
explicación de las esferas de consenso con el gobierno. En lugar de concentrarse en un
motivo, una intención o un objetivo de la acción, se ocupó de la resistencia poniendo el acento
en lo metodológico de las acciones mismas y sus efectos en bloquear o restringir parcialmente
la penetración social del nazismo. Es decir, se ocupó de la capacidad en ciertos medios
sociales de ofrecer un nivel de relativa inmunidad al intento de dominio “total” del Régimen y
su ideología. En este sentido Resistenz permite analizar las conductas que provocaron una
diferencia en la capacidad del Régimen para manipular a la sociedad a su gusto12.
“Resistencia”, en cambio, será criticado por ser un concepto que oscurece el impacto social y
político real, el efecto y las consecuencias de las acciones y por ser un término que se
concentra excesivamente en la motivación subjetiva, en la organización y en el marco ético
moral de la acción.
Así, se bifurcan dos líneas interpretativas de las acciones de oposición, por un lado, la del
Proyecto Baviera que se centralizará en un enfoque más social y funcionalista. y por el otro, la
de sus críticos que destacarán la voluntad que guía la acción más que sus consecuencias13.
Recorriendo los análisis de varios autores que descargan críticas contra el concepto de
“Resistenz” (entre ellos: Peter Steinbach, Hans Mommsen, Walter Hofer, Marlis Steinert,
Klaus-Jürgen Müller, Heins Boberach y Manferd Messerschmidt) el trabajo de Kershaw
señalará cuáles son a su criterio las mayores debilidades y los aportes de este término. En este
sentido, señala que en la práctica existe una gran dificultad para separar totalmente la
12 Kershaw, Ian, 2004. La dictadura nazi. Problemas y perspectivas de investigación. Bs As, Siglo XXI. Pág. 258.13 En este sentido se puede interpretar que resistenz es un concepto similar al de James Scott y que ha sido profusamente retomado por la historiografía anglosajona de los últimos 20 años. Ver Scott, J. C. (1985). Weapons of the Weaks: Everyday forms of peasant resistance. New Haven,Yale University Press.
20
intención y la motivación de la acción; para él no es posible considerar una acción y su efecto
separados de cualquier valor o implicación moral que pudiera haber tenido. También advierte
sobre el riesgo de “comprar” las definiciones que se daban desde el aparato estatal acerca del
concepto ya que si la resistencia puede ser entendida como la voluntad de vencer al Régimen,
también es cierto que la naturaleza del Régimen moldea la naturaleza de la resistencia.
Ampliando esta idea, en un gobierno “asimétrico” el Régimen mismo convierte en resistencia
a conductas que no lo serían en un gobierno “simétrico” (entendiéndolo como un sistema
pluralista y democrático). Así, conductas que no hubieran llamado la atención en una
democracia liberal por considerarse inofensivas, fueron politizadas y criminalizadas por el
Régimen.
Según Kershaw, el Proyecto Baviera abre nuevas interpretaciones, donde es posible
comprender cómo la gente se comportaba durante la dictadura nazi, cómo se comprometía
con el Régimen y también dónde se trazaba la línea que limitaba los intentos del Estado de
interferir, penetrar y controlar a la sociedad alemana. Resistenz destaca la verdadera situación
de la gente común donde la confusión, los dilemas de elección y los incómodos compromisos
eran cosa de todos los días. De esta manera sería útil imaginar, en lugar de escalas
ascendentes de actitudes sociales que vayan de la disidencia pasiva a la resistencia, círculos
concéntricos que permitan visualizar la superposición de actitudes frente al nazismo. Estos
círculos concéntricos se unirían borrosamente unos con otros y en ellos encontraríamos, una
primera gama de disenso, una más estrecha aunque amplia banda de oposición y en el núcleo
un pequeño círculo de resistencia en sentido tradicional.
Retomando su propio análisis y la pregunta acerca de si hubo “resistencia sin el pueblo”
en la dictadura nazi, el autor destacará la importante complicidad de las elites en el gobierno
nazi y la falta de una base popular para la resistencia que se encuentran entre los principales
elementos de una explicación. Ambos elementos se relacionan con la eliminación desde el
Estado de sus opositores, con la represión y con el éxito de la propaganda en el
21
establecimiento de un poderoso apoyo plesbicitario centrado en Hitler. En condiciones de
dictadura terrorista, dirá el autor, basta con la atomización y el miedo, la fragmentación de la
oposición y el difundido temor entre los ciudadanos comunes para descartar levantamientos
masivos. Actitudes como mantener la propia cabeza oculta era natural y constituía una
reacción normal frente al terror14.
Uno de los trabajos sobre el fascismo italiano que brinda mayores aportes al momento de
pensar en las posiciones que el sector obrero tomó frente al Régimen dictatorial es el de Luisa
Passerini, quien a fines de los ´80 investiga las prácticas culturales y de la vida cotidiana de
los trabajadores de Turín durante el período fascista. La autora se pregunta por las relaciones
que mantuvieron los obreros en su imaginario con el fascismo y también en cómo se
incorporaba el Régimen a las experiencias que tenían estos obreros. Para responder a estas
preguntas, toma dos tipos de fuentes de trabajo: las entrevistas personales (de estructura
abierta) con los obreros que llegaron a Turín después de 1930 y que nacieron antes de 1922 y
el Archivo de la Policía Italiana. Ella parte de diferenciar al consenso de la aceptación al
orden establecido, siendo esta última una aceptación pragmática que no debe confundirse con
la aprobación del Régimen, y que estaría dada por una cuestión de practicidad, no por una
valoración positiva del mismo. La aceptación entonces, no es consenso y no es apoyo, es una
adaptación cotidiana a las demandas del Régimen pero manteniendo un margen de maniobra.
Estos márgenes de acción se realizan “desde abajo” y permiten hacer un uso estratégico en
una situación tan inflexible como una dictadura.
La autora detecta en sus entrevistas formas de resistencia en lo cotidiano, formas de
oposición al Régimen que se manifiestan en la burla o en blasfemias que los entrevistados
realizaban durante la época, por ejemplo, subvirtiendo los slogans del gobierno y las
oraciones o loas que se emitían desde el mismo. Algo similar sucede con las canciones
populares y con los chistes. La risa surge como mecanismo para llevar adelante una situación
de impotencia, las bromas aparecen irrumpiendo una situación que se les impone y 14 Ibid. Pág. 282
22
otorgándole un nuevo sentido que también puede ser entendido como resignación. De
cualquier forma, estas estrategias serán interpretadas por la autora como la evidencia que
demuestra la penetración del Régimen en la vida cotidiana de los trabajadores. Los espacios
donde se dan este tipo de prácticas serán llamados para el análisis “ámbitos de resistencia
simbólica”15 donde los comportamientos que se orientan a ridiculizar al Régimen parecen
emerger de forma espontánea e individual, pero que están relacionadas con una fuerte
herencia cultural.
Otro aporte de este trabajo es la noción de “mediación” que le permite a la autora
establecer una gama de grises en las conductas que se pueden hallar en la sociedad italiana.
Las mediaciones funcionaron uniendo la esfera pública con la privada, donde un trabajador
puede estar vinculado al aparato gubernamental o bien fingir adhesión en lo público mientras
en lo privado realizó acciones o mantuvo discursos totalmente opuestos al Régimen. Es decir,
en lo privado el sujeto se manifestó en oposición y en lo público desarrolló prácticas que se
integraron en redes que objetivamente favorecieron al Régimen a pesar de que el sujeto se
reconozca disidente. Un ejemplo de mediación es el “fascista bueno”, o los corruptos que
optan por vincularse con el Régimen, la mayoría de la veces en vistas a un aprovechamiento
personal mientras que en su ámbito privado se manifestaron disconformes.
Los trabajos sobre el franquismo en torno a este tema se caracterizan por su atraso con
respecto a los debates que vimos de los casos anteriores, ya sea por una cuestión temporal,
dado que el Régimen de Franco finalizó treinta años después que los Regímenes en Alemania
e Italia, como por las escasas discusiones que los atraviesan. Sin embargo es importante
rescatarlos.
En la compilación de artículos realizada por Isidro Sánchez, Manuel Ortiz y David Ruiz16
se rescatan distintos escenarios de la España franquista en las que bajo la apariencia de
15 Passerini, Luisa, 1987. Fascism in Popular Memory. The Cultural experience of the Turin Working Class. Londres y Paris, Cambridge University Press y Editions de la Maison des Sciences del´Homme. 16 Sánchez, Isidro; Ortiz, Manuel y Ruiz, David (coords), 1993. España franquista. Causa general y actitudes sociales ante la dictadura. Ediciones de la Universidad de Castilla la Mancha.
23
uniformidades, homogeneidades y consensos se encontrarán una variada gama de reacciones
individuales, de grupos y fracciones de clase, que oscilarán entre la inquebrantable adhesión
al sistema hasta la desafección manifiesta, pasando por la masiva aceptación resignada y la
minoritaria disconformidad que se desenvuelven en distintos tiempos del Régimen.
El artículo de Antonio Miguel Bernal, se referirá a la resistencia pasiva de los
campesinos andaluces que aparece como respuesta a la derrota en la lucha contra el
franquismo. El trabajo recorre las distintas actitudes que este sector desarrolla a lo largo del
Régimen franquista, desde la resignación, pasando por el apoyo pasivo a los “hombres de las
sierras” (exiliados que representaban el símbolo de la rebeldía) hasta el cambio de los años
´54-´57 donde se produce una consolidación progresiva de las nuevas organizaciones
sindicales en oposición al sindicalismo oficial y corporativo del Régimen. Este cambio
culminará en 1975 con el relanzamiento del sindicalismo agrario originalmente iniciado bajo
una forma clandestina.
Carmen Molinero y Pere Ysás, en la misma compilación, abordarán la contradictoria
adhesión de los industriales catalanes al franquismo y José María Garmendia y Manuel
González Portilla estudian las actitudes políticas de la burguesía vasca en relación al
desarrollo de la conflictividad en el sector obrero que residió en las deplorables condiciones
de vida de los trabajadores. Centrándose en el sector obrero, José Babiano analiza tres
respuestas temporales que este sector manifiesta ante la dictadura en Madrid: los años ´50
caracterizados por la ausencia de huelgas generales debido a los efectos de la represión; la
segunda etapa, durante los años ´63 y ´67 donde las demandas coyunturales se politizaron y el
movimiento obrero sustituyó sus tácticas de paros prolongados por acciones de menor riesgo
como la disminución del rendimiento o la negativa a realizar horas extraordinarias;
finalmente, el trieño comprendido entre 1975 y 1977 que fue el de mayor conflictividad
obrera donde se verifica un giro radical en las pautas de comportamiento que se dan en el
momento de declive del gobierno franquista por el brusco bloqueo de las expectativas de los
24
trabajadores y por la acumulación de recursos organizativos y políticos que venían
desarrollando en los años ´60.
Como advertimos, es notoria la distancia en los debates que se desarrollan en la
bibliografía sobre los casos alemán e italiano y la del franquismo. Mientras en los primeros
se están discutiendo nuevas categorías de análisis para interpretar las actitudes de resistencia u
oposición, en el caso español se mantienen estudios que señalan que la mayor parte de la clase
obrera rechazó la dictadura y destaca sobre todo su posición pasiva frente al Régimen debido
a la política de terror como a la concentración de este sector en la preocupación por superar
los problemas de su subsistencia diaria. De esta bibliografía rescatamos sus miradas más
locales (también presentes en Passerini) que permiten desagregar a la sociedad como un ente
abstracto en sectores más complejos a la vez que tiene en cuenta cuestiones de periodización y
contextualización de los comportamientos. Sin embargo, no se incluyen elementos simbólicos
o culturales que puedan ser factores determinantes y constitutivos de cualquier actitud frente
al Régimen.
Últimos debates
Volviendo sobre la Alemania nazi, a fines de los ´90 el “debate Goldhagen” ha reiniciado
las reflexiones acerca del consenso otorgado por los alemanes hacia el Tercer Reich.
Daniel Goldhagen17 explica que hubo en la sociedad alemana un antisemitismo
demonológico latente (persistente y reprimido, dirá) que formaba parte de la estructura común
de las ideas que tenían los perpetradores del holocausto y los alemanes en general. Estas ideas
fueron liberadas por la dictadura nazi, permitiendo que el genocidio se realizara y que
alemanes comunes se convirtieran en asesinos y en “verdugos voluntarios” del Régimen. El
autor ve la crueldad del Régimen como original y específica de la sociedad alemana y
17 Goldhagen, Daniel, 1997. Los verdugos voluntarios de Hitler, Madrid, Ed. Aguilar.
25
presenta como incuestionable la extensiva participación de numerosos alemanes en el
asesinato en masa de judíos y el alto grado de voluntarismo que exhibieron.
Obviamente esta posición generó un ríspido debate entre los historiadores. Para
Chistopher Browning esta es una visión simplista que no toma en consideración factores
situacionales ya que no se contextualiza la acción de esos hombres, al punto de que en la
explicación pareciera olvidarse que esos alemanes estaban viviendo bajo una dictadura y que,
por lo tanto, que una situación de silencio en ese contexto no siempre significó apoyo18. El
ritual manipulativo y la propaganda nazi apuntaban a crear una imagen de actitudes alemanas
uniformes pero, según Browing, no deberían ser tomadas como evidencia de una expresión
espontánea de antisemitismo generalizado.
Las críticas a Goldhagen apuntan a estudiar el antisemistimo alemán pensando en
distintos grados de colaboración con el Régimen. La mayoría de los hombres pudo haber
accedido a matar por la presión estatal que se ejercía desde el sistema político y por la presión
social que los podría catalogar de traidores si no actuaban de esa manera. Browning rescata,
en esta discusión, la idea de que esos hombres no eran sádicos, sino hombres corrientes y la
explicación entonces no debería centrarse en la ideología como único y suficiente factor del
exterminio producido en la Alemania nazi. El foco de las interpretaciones debería desplazarse
del modelo cognitivo singular de Goldhagen a la combinación de factores ideológicos y
situacionales que permitieron a un Régimen dictatorial, “popular” y conducido
ideológicamente, movilizar y utilizar al resto de la sociedad para sus propósitos. En este
sentido se acusa a Goldhagen de realizar su trabajo en base a un determinismo metodológico
dejando afuera mucho de lo que podría dar alguna textura y diferenciación a la descripción de
los asesinos alemanes, quedándose sólo con aquellos datos que confirman su hipótesis. Dada
su metodología, explica Browning, difícilmente podría haber llegado a otra conclusión.
18 Browning, Christopher, 1999. “Los verdugos voluntarios de Daniel Goldhagen” en Federico Finchelstein (comp.) Los alemanes, el Holocausto y la culpa colectiva. El Debate Goldhagen, Buenos Aires, Eudeba. Pág.118.
26
Esta crítica, similar a la que le hicieron a De Felice para el caso italiano, devuelve a los
estudios la necesidad de recordar que la represión era real. Partiendo de este conocimiento
habría que analizar, como Primo Levi, las zonas grises de las sociedades frente a los sistemas
dictatoriales. Según Browning, estas zonas borrosas permiten observar lo propiamente
humano, es decir una característica troncal de cualquier acción y cuya observación está
ausente en el trabajo de Goldhagen.
Los análisis del consenso en la Alemania nazi parecen florecer en este período. En este
caso, tomaremos el trabajo de Robert Gellately. En su libro19 analiza a la sociedad alemana
partiendo de la idea de que el Régimen intentó en todo momento atraerse el consentimiento y
el apoyo del pueblo. Consentimiento y coerción fueron dos elementos inextricablemente
unidos durante toda la historia del Tercer Reich. La hipótesis que guía su trabajo es que el
consenso asumió diversas formas, fue más fluctuante que firme, más activo que pasivo,
determinado por distintos factores según el contexto y el tema, y estuvo todo el tiempo en
proceso de formación20. Centrándose en las facetas sociales y públicas de la dictadura (no en
lo que sucedía a puerta cerrada y en secreto) y utilizando los Archivos de la Policía Alemana
y la prensa de la época, el autor observará cómo los medios de comunicación y las delaciones
de los ciudadanos civiles se combinaron en una matriz de consenso hacia el Régimen.
La prensa -que publicó gran cantidad de materiales relacionados con la policía, elogió los
campos de concentración y se hizo eco de diversas campañas discriminatorias- era
manipulada por el Régimen para impresionar las mentes y esto constituyó una faceta
fundamental de la vida cotidiana. Los alemanes fueron informados de aquel nuevo modo de
afrontar la delincuencia y los campos se presentaron como los sostenedores del “la ley y el
orden”, destacándose su faceta educativa. Según Gellately apenas hay indicios de que los
alemanes estuvieran en contra de los campos ni de que tuvieran dudas de que los presos
19 Gellately, Robert, 2002. No sólo Hitler. La Alemania nazi entre la coacción y el consenso, Barcelona, Ed. Crítica. 20 En este sentido los trabajos de Gellately se vinculan a la concepción de hegemonía como proceso en constante conformación que desarrolla Florencia Mallon en Peasant and Nation: The Making of Postcolonial Mexico and Peru. Berkeley: University of California Press.
27
estaban en el campo porque se mostraban en desacuerdo con los nazis. Las imágenes de los
campos tuvieron efectos terroríficos o disuasivos sobre los potenciales adversarios del
nazismo y sobre las personas que estaban estigmatizadas socialmente. Esas mismas imágenes
se ganaron el apoyo de muchos alemanes y contribuyeron a facilitar la aceptación.
El autor rescata la faceta represiva del Régimen que se convirtió en un concepto social
formado a través de lo que los ciudadanos se contaban unos a otros y de las noticias que
publicaba la prensa o que se escuchaban por radio. La nueva policía invadió cada vez más
aspectos de la vida social y privada y el nuevo sistema se dedicó a erradicar a una serie de
colectivos de la población que “no podían adaptarse”. En este sentido, las prácticas represivas,
la coerción y la persecución hicieron que la dictadura ganase muchos más adeptos. Junto con
la represión, el aparato disuasivo de los medios de comunicación iba acompañado de éxitos
políticos, como el programa de creación de empleo, la construcción de autopistas, la promesa
de un automóvil para cada familia, vacaciones baratas y las Olimpiadas; de manera tal que se
fueron ganando las actitudes conformistas.
Pero la colaboración de la sociedad se ve de forma evidente en los estudios que realiza
Gellately sobre los expedientes policiales. Aunque no todos los alemanes estuvieron de
acuerdo con todas las medidas adoptadas por la dictadura, con ciertos aspectos vinculados a la
eutanasia, a la persecución de los judíos y de los trabajadores extranjeros, el Régimen no tuvo
la menor dificultad para conseguir que la población denunciara las supuestas infracciones de
la normativa racista. La participación de los ciudadanos como delatores ante las autoridades
era un medio fundamental para salvaguardar el frente interno en medio de la guerra. Desde
1933 la gente había hecho con frecuencia un uso egoísta de la delación. El suministro de
información a la policía o al partido fue una de las contribuciones más importantes de la
participación ciudadana en el Tercer Reich. La población cooperó en la puesta en práctica del
antisemitismo y en la aplicación de las medidas raciales pareciendo dispuesta a aceptar la idea
de vivir en una sociedad vigilada y a prescindir del ejercicio de sus libertades individuales. De
28
este modo, cuando cualquiera denunciaba una infracción de las leyes raciales a la policía o
escribía una carta al partido notificando comportamientos sociales políticamente
“indeseables”, sin importar si sus motivos eran sinceros o egoístas, contribuía a la realización
de la ideología nazi y sostenía a la dictadura21. Esta disposición a la delación, tuvo efectos
devastadores para la resistencia que se mantuvo sin organización, bajo formas individuales y
cuyos actos tenían importancia para quienes los realizaban, pero no implicaban una amenaza
real para el gobierno.
Retomemos el debate sobre el concepto Resistenz que introdujo el Proyecto Baviera en
los ´70 para abrir el panorama de explicaciones referentes a las actitudes frente al nazismo
bajo la lectura de Gellately. Como vimos, para este autor, el Régimen nazi contó con un
amplio apoyo de los sectores civiles evidenciado en la proliferación de delaciones que se
realizaban frente a las autoridades. De estas denuncias no rescata su aspecto subjetivo, es
decir, si estaban orientadas por la voluntad de colaborar con el gobierno, sino su función
subyacente. Aunque las denuncias pudieron ser motivadas por cuestiones egoístas o como un
instrumento para resolver problemas personales entre los civiles, indirecta o directamente
contribuyeron a sostener la dictadura nazi. En este sentido, la definición del término Resistenz
parece apropiada para interpretar estas conductas pero en sentido inverso, pensando no en la
oposición sino en el apoyo.
Por otro lado, el papel de la propaganda, de los mecanismos objetivos del Estado que
buscaba adhesión a través de beneficios simbólicos y materiales que le otorgaba al pueblo
alemán se combinan con el miedo diario que se difundía. Las informaciones que se podían
tener se convirtieron en un arma de doble filo, no sólo porque ellas podían garantizarle al
Régimen un clima de “no resistencia” de la sociedad sino porque también la comprometía día
a día con el silencio. Pero pensar que la sociedad es cómplice por saber (cuando como dice
Levi, era imposible no saber) es tomar como legítima la imagen que el Régimen le devolvía a
la sociedad acerca de sí misma. 21 Ibid. Pág. 350.
29
Sin dudas hubo cómplices, colaboradores, gente que apoyaba, gente que callaba, muchos
que no estaban de acuerdo y otros que resistían. Pero estas actitudes frente a la dictadura no
pueden ser analizadas en sí mismas sino en conjunto con los factores que hacían que, por
ejemplo, fueran pocos los que resistieran en lo público y muchos en lo privado. Y en este
sentido, habría que definir qué entendemos por cada una de las actitudes sociales posibles de
encontrar o si nos vamos a centrar en los motivos de la acción o en los efectos de la misma.
Siguiendo esta línea, uno tampoco puede dejar de lado el papel de la memoria y de los
testimonios que se elaboran en un momento completamente distinto al vivido, donde el
individuo que transmite su experiencia lo hace en un proceso de reelaboración de la misma y
con mayores posibilidades de otorgarle un sentido diferente al que tuvo cuando actuó.
La idea de comprender las actitudes frente al Régimen en una gama de círculos
concéntricos, como propone Kershaw, me parece acertada. En primer lugar porque
esquemáticamente nos permite comprender que las acciones no pueden encasillarse en
categorías rígidas y en segundo lugar, porque los límites entre una acción y otra son difusos
pudiendo un individuo tomar distintas posiciones en diferentes tiempos.
Finalmente, analizar los silencios como pasividad consensual u opositora debe ir
acompañada de una descripción espacio - temporal de la acción, donde se pongan en juego los
lugares públicos o privados en los que se observan estos silencios así como los distintos
momentos por los que pasa un Régimen y en los que también se manifiestan. En este sentido,
la noción de mediación que ofrece Passerini contribuye a desmistificar las acciones por lo que
expresaron en el ámbito público para comprenderlas también en aquéllos espacios a los que
no llegaba el Régimen o (pensando en la idea de Resistenz) en los que podía evitarse su
penetración.
30
El caso argentino
La mayoría de los trabajos sobre el consenso o la resistencia en la última dictadura
militar argentina se centran en las actitudes de las cúpulas dirigentes que representan a
variados sectores sociales. Las investigaciones académicas toman como objeto de estudio los
posicionamientos que tuvieron la gran prensa, las cúpulas de los partidos políticos, las
asociaciones empresariales, profesionales, sindicales y la Iglesia católica, entre otros.
Para iniciar este análisis, partiremos de una breve presentación de esta bibliografía para
luego abordar aquella que se refiere a los microcontextos de lo social, específicamente a los
trabajos que indagaron sobre la vida cotidiana en la dictadura.
Iniciando el recorrido. A veinte años del golpe.
A partir de la apertura democrática y a lo largo de las dos primeras décadas, encontramos
una gama de trabajos que abordan el problema de los apoyos y la oposición hacia la dictadura
militar focalizando sus investigaciones en sectores acotados que tuvieron papeles
protagónicos en la configuración del escenario político y social. Las actitudes frente al
Régimen serán inicialmente catalogadas de cómplices o resistentes para llegar durante los
primeros años del 2000 a tomarse en cuenta otras dimensiones que problematizan esta
polaridad.
Para iniciar este trayecto, tomaremos en primer lugar el texto de Ignacio Klich22 quien
indagó sobre las actitudes de silencio que se tomaron al interior de la DAIA (Delegación de
Asociaciones Israelitas Argentinas) durante la última dictadura militar. El autor encuentra que
la preocupación por las víctimas que formaban parte de la comunidad no fue prioridad para la
institución, por el contrario, desalentó la notificación de desapariciones y detenciones de las
22 Klich, Ignacio, 1989. “Políticas comunitarias durante las Juntas Militares argentinas: la DAIA durante el Proceso de Reorganización Nacional” en Leonardo Senkman, El antisemitismo en la Argentina, Buenos Aires, CEAL.
31
víctimas judías, obstaculizó y se alejó de las actividades en las que podía colaborar con el
Movimiento de Derechos Humanos y favoreció la imagen que del exterior se tenía del
gobierno militar. Ese silencio original es interpretado en su trabajo como una actitud cómplice
de la DAIA con la Junta para garantizar la continuidad de la vida institucional negándose a
reconocer el antisemitismo de la misma.
Pablo Pozzi23 y Francisco Delich24 profundizarán los estudios sobre el movimento obrero
durante la dictadura militar pero llegarán a conclusiones diferentes. Para el primero, los
planes de lucha y la resistencia del movimiento obrero fue capaz de herir al proceso aún bajo
el terror y la represión. Delich, en cambio, ve al sector en un estado de inmovilidad, donde la
represión, la crisis salarial y los planes de diálogo entre la cúpula sindical y el gobierno fueron
factores suficientes para frenar las reivindicaciones y su capacidad de organización.
Un análisis de las actitudes de los partidos políticos durante todo el período dictatorial lo
encontramos en el trabajo de César Tcach25. El autor destaca el papel del peronismo, que
definido como verticalista y pretoriano, optó por compartir el poder con los militares antes
que con otros partidos. Por el contrario, el Partido Radical se destacó por sus actitudes de
reparos frente al Régimen, mostrándose más duro en algunos momentos y menos en otros.
En la Revista Puentes26 dedicada al tema de la responsabilidad colectiva y a las
elecciones morales ante la dictadura, encontramos una serie de artículos que evidencian tanto
la complicidad como la oposición frente al Proceso. Para dar algunos ejemplos, el artículo de
Horacio Verbitsky sobre el papel de la Iglesia desnuda la trama de conocimiento que tenía por
ejemplo el Nuncio Apostólico Pio Laghi sobre lo que pasaba en la Escuela de Mecánica de la
Armada, su contacto con los detenidos en los campos de concentración y su estrecha relación
con Massera. Actitudes de apoyo del fuero eclesiástico también son trabajadas por Emilio 23 Pozzi, Pablo, 1988. Oposición obrera a la dictadura, Buenos Aires, Contrapunto24 Delich, Francisco, 1982. “Desmovilización social, reestructuración obrera y cambio sindical” en Peter Waldman y Nestor Grazón Valdés (comp) El poder militar en Argentina 1976-1981, Buenos Aires, Ed Galena. 25 Tcach, César, 1996. “Partidos políticos y dictadura militar en Argentina (1976-1983)”, en Dutrénit, Silvia (comp) Diversidad partidaria y dictaduras: Argentina, Brasil y Uruguay, México D.F, Instituto de Investigaciones Dr José María Luis Mora26 Revista Puentes, julio 2001. Año 1, número 4, La Plata, Centro de Estudios por la Memoria, Comisión Provincial por la Memoria.
32
Mignone27 quien pone en evidencia las relaciones de complicidad entre el clero y el Régimen
que se sustentaban en una afinidad ideológica de larga data entre estos sectores, una tradición
de sometimiento de la Iglesia a la corporación militar que consistía en un acto delegativo
donde se le confió al Estado la capacidad de reformar al pueblo cristiano.
Actitudes corporativas de complicidad también se ejemplifican, en esta revista, con la
existencia de un plan concertado entre los grupos económicos y el Estado que se aborda en
una selección del informe presentado por la CTA ante el Juez Baltasar Garzón. En esas
páginas se resume el apoyo que empresas como Ford, Ingenio Ledesma, Astilleros, Acindar,
entre otras, manifestaron por los métodos de detención y represión aplicados por el gobierno
militar hacia los trabajadores de las fábricas. La colaboración de los directivos de las
empresas se observa no sólo en la nóminas de trabajadores “sospechosos” que entregaban al
gobierno, sino también en la ayuda operativa para llevar adelante los secuestros y
detenciones, así como en la creación de centros de tortura en el interior de las mismas.
Actitudes solidarias y de oposición al Régimen se demuestran con la entrevista realizada
a Enrico Calamai, ex cónsul italiano que logró durante la dictadura refugiar y otorgar asilo a
todos aquellos que se acercaban al consulado buscando ayuda. Su tarea central fue organizar
la salida de los perseguidos hacia el exterior. Para Calamai todo el barrio sabía lo que él
estaba haciendo pero nunca hubo alguien que lo delatase.
En la misma línea de comportamientos, la revista publica una conferencia dictada por
Elizabeth Jelin28 que luego será profundizada en su artículo Los derechos humanos entre el
estado y la sociedad en uno de los tomos de Nueva Historia Argentina. La autora rescata las
actitudes de los Organismos de Derechos Humanos desde los primeros años de la dictadura y
de las comunidades barriales y las redes sociales (sindicales, políticas, religiosas) que se
creaban en la vida comunitaria durante ese período convirtiéndose en espacios de contención
27 Mignone, Emilio, 1986. Iglesia y dictadura. El papel de la iglesia a la luz de sus relaciones con el Régimen militar, Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional. 28 Jelin, Elizabeth, 2005. “Los derechos humanos entre el estado y la sociedad” en Suriano, Juan (Comp), Dictadura y Democracia 1976-2002, Nueva Historia Argentina, Tomo X, Buenos Aires, Sudamericana.
33
de los familiares de las víctimas bajo diferentes formas de solidaridad: las manifestaciones
callejeras, protestas barriales y en las fábricas, marchas, asesoramiento y orientación a los
afectados. Para la autora, este tipo de protestas más informales y a menudo localizadas en
barrios populares ha quedado en el silencio o en el recuerdo de aquellos que la vivieron sin
haber entrado a formar parte de la “historia oficial” de la resistencia contra la dictadura29.
Los últimos artículos mencionados, la entrevista al Cónsul Calamai y la conferencia de
Jelin, nos parecen apropiados para iniciar un proceso de reflexión en torno a aquellos estudios
cerrados que insisten en explicar la relación entre la sociedad argentina y el Régimen
dictatorial a través de un vínculo simple y unilateral donde todos fueron cómplices o
inocentes ( me refiero a la teoría de los dos demonios y a los trabajos que culpabilizan
absolutamente a la sociedad). A través de Calamai y Jelin podemos ver que la complicidad no
era una regla de acción ineludible y que en los ámbitos locales se configuraron espacios
heterogéneos de acción que al no tomar un carácter público contribuyó a alimentar aquellas
visiones simplistas que aquí criticamos.
Continuando con el recorrido bibliográfico, veremos otras investigaciones más generales
que abarcan todo el proceso dictatorial desde sus distintas dimensiones, lo económico, lo
político, lo social, lo cultural y lo represivo. Aquí presentaremos sólo aquellas reflexiones que
desde estos trabajos dan cuenta del problema de las actitudes que se tomaron frente al
Régimen.
En primer lugar, Hugo Quiroga30 estudia el proceso militar en la dinámica de la relación
que se articula entre el Estado y la sociedad civil al interior del sistema político. Trabaja sobre
los medios de comunicación y las declaraciones que han realizado en el período distintos
actores sociales pertenecientes a partidos políticos, al gobierno, a la Iglesia y a los sectores
empresarios. La hipótesis que guía su trabajo es que el sistema político argentino funcionó
combinando en su estructura los gobiernos militares con los gobiernos civiles, siendo el golpe
29 Ibid. Pág.522. 30 Quiroga, Hugo, 1994. El tiempo del proceso. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares, 1976-1983, Rosario, Ross.
34
del ´30 no una ruptura sino una apertura del sistema que incluye a las Fuerzas Armadas como
un componente necesario y complementario en el funcionamiento del mismo. De esta manera,
para el autor, siempre hubo dos polos antagónicos coexistiendo: el democrático y el
autoritario.
Para Quiroga el apoyo y el reconocimiento de la participación de lo militares en política
fue aceptada por la sociedad argentina entre 1930 y 1983. Sin embargo, dirá, la dictadura se
sostuvo por ese funcionamiento particular del sistema político, no por el carisma, por la
ideología o por la fuerza pura. Fue una dictadura soberana, que recibió el poder por sí misma,
se instituyó por encima de la Constitución Nacional pero que también necesitó de estrategias
discursivas, comentarios editoriales de la gran prensa del país, del apoyo de los dirigentes
políticos, de la cúpula eclesiástica y de las organizaciones empresariales para moldear su
legitimación.
Quiroga distingue cuatro subperíodos dentro del Proceso: el primero de Legitimación
(1976-1977), el segundo de Deslegitimación (1978-1979), el tercero de Agotamiento
(1980-81-82) y finalmente el de Descomposición (1982-1983). El autor analiza las
estrategias y los conflictos internos en las Fuerzas Armadas que dificultó para el gobierno la
tarea de conformación de un consenso creado “desde arriba” a través de todo el período. El
nuevo consenso intentó crearse a través de la centralización de los discursos en torno a la
“lucha antisubversiva” fuente elemental de legitimidad permanente que, según el autor,
encontró el Régimen para sostenerse. Concentrándose en las repercusiones que tuvo en la
sociedad las distintas políticas e intentos de diálogo que desde el Estado se implementaron
para no perder legitimidad, el autor concluirá que la adhesión original con la que contó el
golpe fue erosionándose por la falta de eficacia de la administración de facto ya que no
encontraba las soluciones a aquellos problemas básicos que requerían de respuestas
inmediatas. La pérdida de legitimidad que lleva a una situación de agotamiento y que
culminará en un estado de descomposición es el resultado de diferentes momentos críticos en
35
los que se manifestó la incapacidad de respuesta del Estado autoritario a las demandas
sociales de distinta naturaleza.
A diferencia de Quiroga, Palermo y Novaro31 parten de la idea de que en las etapas
iniciales del golpe, los militares no necesitaban del acompañamiento civil, por el contrario
tomaron distancia de una sociedad a la que consideraron totalmente enferma. Sin embargo,
rescatan varios frentes de colaboración con los que contó el Estado para llevar a cabo su
“lucha antisubversiva”: en el frente sindical, empresarios y directivos respondían
positivamente al Régimen brindando información para que los grupos de tareas secuestraran a
sus empleados considerados “sospechosos”; en lo educativo, contó con el respaldo de actores
civiles del mismo y de otros ámbitos que fomentaron la delación de docentes, alumnos y
autoridades consideradas “subversivas”; complicidades de otros sectores se encuentran en
aquellos profesionales, empresarios, escribanos, abogados y jueces que fueron muy necesarios
para el personal de las fuerzas de seguridad al momento de falsificar escrituras y títulos de
propiedad obtenidos por la apropiación de los bienes de las víctimas y sacerdotes católicos
afectos al enriquecimiento ilícito. Para los autores existió un núcleo social procesista que se
encontraba fuera del gobierno pero dentro del Régimen, formado por el conjunto de civiles y
militares, laicos, sacerdotes, hombres y mujeres de todas las condiciones y profesiones que
dieron su consentimiento a la operación de represión ilegal.
Profundizando en los microcontextos, Palermo y Novaro entienden que la aplicación del
proyecto de reorganización de la sociedad “de arriba hacia abajo” se realizó a través del
terror de Estado, utilizado como un instrumento fundamental aunque no exclusivo y que
consiguió escindir la vida cotidiana en dos esferas: el mundo de la seguridad y el mundo del
temor.
El mundo de la seguridad lo distinguen por aquellos valores y pautas de familia o
autoridad que fueron “restaurados” por el Régimen en el sentido de que si éste fue
31 Novaro, Marcos y Palermo, Vicente, 2003. La dictadura militar (1976-1983). Del golpe de Estado a la restauración democrática, Buenos Aires, Paidós.
36
conservador, las políticas activas y su retórica propiciaron un clima reconfortante para
aquellas familias de clase privilegiada que coincidían ideológicamente con ellos. Esta
satisfacción de los altos sectores no se limitaba a la esfera familiar sino también a los cambios
sufridos en las instituciones directamente relacionadas a ese entorno: los ámbitos educativos,
religiosos y el mundo del trabajo. El golpe fue vivido por este sector como una reivindicación
simbólica acompañada de una especie de odio social que respaldaba los actos del gobierno
(por ejemplo, la erradicación de las villas de emergencia) para volver a sentirse seguros. La
vida cotidiana recupera para estos sectores una sensación de certidumbre perdida en los años
previos. Con respecto a la represión, retomando a Hannah Arendt, los autores explican que en
un difundido anestesiamiento de las consciencias morales, muchos querían que se terminase
la violencia previa y estaban dispuestos a aceptar un grado importante de violencia ilegal para
que eso se lograra. Pero como la represión no ofrecía hechos transparentes sino un difuso
rompecabezas, la confusión debió ser interpretada por cada persona para definir su situación y
elegir qué hacer. Las personas encontraron un amplio margen para construir su interpretación
y para “decidir” ver o no ver, saber o no saber, entender o no entender32. Para los autores, la
frase “por algo será” establece un corte en la selectividad de la represión y les permite a los
sujetos sentirse por fuera del problema. La ecuación “no soy un subversivo, ergo, a mí no me
va a pasar nada” se conjugaba con los vagos requisitos que alcanzaban a los militares para
llevarse a alguien. En este “mundo”, existió una fuerte tendencia a culpabilizar a las víctimas
lo que les permitió justificar su “no acción” y tener razones para sentirse seguros. Este
anestesiamiento moral se conjugó con el secreto y la elección de las personas por no saber. La
modalidad ambigua de la represión aumentó notablemente la capacidad de usar mecanismos
de negación y evasión para elaborar todo lo que se percibía y hacer la vida más llevadera.
El mundo del temor, se configuró mucho antes de 1976 en torno a la desmoralización y
la derrota que sufrieron los sectores populares. La súbita concentración de la violencia en
manos del Estado significó la intensificación de la ola represiva que ya experimentaban los 32 Ibid. Pág.133.
37
lugares de trabajo, los barrios y las instituciones educativas desde la emergencia de la Triple
A. En el trabajo, tres factores se conjugaron para redefinir la dirección de la vida laboral: un
abrupto retroceso en las formas de protección estatales, legales y corporativas, una drástica
irrupción de la represión estatal y la ofensiva de los patrones de las empresas que recuperarían
su autoridad frente a los trabajadores. El modo en que el terror del Estado impactó en la
cotidianeidad del trabajo varió según las características de cada actividad. Por ejemplo, en el
ámbito educativo, el control del “curriculum oculto” se orientó a vigilar y castigar a todas
aquellas relaciones que afectasen el principio de autoridad y fueran consideradas sospechosas
de subversión. La retórica sobre la juventud, las familias, y las acciones moralizantes fueron
útiles para infundir comportamientos autorrepresivos en los hogares presididos por el silencio,
convirtiendo a la incertidumbre en una cuestión cotidiana. Esas pautas represivas se
internalizaban al interior del hogar aún sin estar de acuerdo con ellas, pero se percibían como
la forma más prudente de actuar para protegerse y proteger a los hijos.
A su vez, para los autores, el método de las desapariciones persiguió varios objetivos
simultáneos: permitió extender un manto de sospecha sobre un sector amplio de la sociedad
forzándolo a la inacción por el terror y aislándolo del resto del cuerpo social, dificultó la tarea
de denuncia de las organizaciones guerrilleras y de izquierda, desalentó la solidaridad y el
reclamo de familiares y amigos porque ocultaba a los responsables ante quienes reclamar y
evitó toda comunicación con los detenidos por temor a generar represalias sobre ellos. El
carácter “doble” de las desapariciones, amplitud y prontitud de la matanza con mínima
repercusión pública, permitía resolver el dilema de tener que mantener fuera de la vista de la
opinión pública la dimensión de los crímenes que se habían perpetrado a la vez que les
evitaba a quienes daban un apoyo al Régimen el verse obligados a emitir un juicio público
favorable ya que no tenían que justificar lo que podían decir no conocer. Pero el miedo no
tuvo los mismos efectos en toda la sociedad, algunos sectores no se paralizaron y desafiaron
al gobierno en el terreno de los derechos humanos.
38
Palermo y Novaro parecen sobredimensionar el margen de elección que la sociedad
tenía frente al terrorismo estatal. Más adelante veremos que la opción entre saber y no saber
lo que sucedía será criticada por Pilar Calveiro en tanto ese saber constituía una estrategia
estatal para disciplinar a la sociedad en el silencio y comprometerla así con las prácticas del
Régimen. En este sentido, Gabriela Águila rescatará la esfera pública del terror militar que,
puesto en evidencia frente a amplios sectores, pudo haber contribuido a ese anestesiamiento
mencionado por los autores, pero esto lo retomaremos después. Mientras tanto, vale la pena
subrayar la idea del núcleo social procesista en tanto permite volver más flexible la matriz de
complicidades y apoyos desde todos los ámbitos y pensar también en un sentido inverso,
donde pudo haber existido un núcleo social resistente que actuó con formas de oposición que
no sólo se manifestó en una lucha abierta de un pequeño grupo organizado en torno a ello.
Continuamos entonces con Juan Corradi33, quien realiza un abordaje sobre el tema del
terror permitiendo analizar los posicionamientos sociales ante la dictadura desde su dimensión
coercitiva. El autor inicia su artículo destacando que la fragmentación y anomia absoluta que
dominaba en los ´70 generó una demanda primitiva de orden desde los sectores subordinados,
en particular los sectores medios, y una disposición generalizada de suscribir a un pacto
hobbesiano que le otorgó al Régimen una autonomía temporaria.
Luego distingue dos funciones del terror: la función de comportamiento y la ideológica,
entendiendo que el terror estará orientado a adaptar el comportamiento político a la
obediencia absoluta hacia las directivas que bajan desde el poder político a la vez que
moldeará las actitudes a fin de obtener obediencia voluntaria. Es decir, el terror será creador
de nuevos sujetos en tanto los prive de la oportunidad de calcular y prever las consecuencias
de sus acciones, como “una forma de poder en la cual, la conformidad no garantiza la
seguridad y cuyo efecto principal es la emergencia de una cultura del miedo34”.
33 Corradi, Juan, 1996. El método de destrucción. El terror en la Argentina en Hugo Quiroga y César Tcach (comps), A veinte años del golpe. Con memoria democrática, Rosario, Homo Sapiens34 Ibid. Pág. 89
39
Si después del ´76 lo que prima es una práctica y discurso que gira en torno a la
dicotomía amigo-enemigo, esta dualidad se trasladará a lo ideológico al establecer una
oposición espúrea entre violencia y orden. Para el autor, la sociedad civil funciona
“normalmente” cuando no está vigorosamente integrada, cuando provee un espacio público
para el debate y la negociación, cuando los mensajes sociales no son completamente claros.
Es decir, una sociedad “normal” es una sociedad conflictiva, donde prima la acción
comunicativa. Al contrario, en una sociedad autoritaria, integrada por la fuerza, se desarrollan
mecanismos unitarios que reducen la esfera pública, desintegran distintos problemas y
distorsionan cuando no reprimen la acción comunicativa. En este sentido, la violencia, no el
conflicto, es un atributo sistémico de la sociedad dictatorial y por lo tanto, orden y violencia
pertenecen a la misma ecuación autoritaria. Estos pares ideológicos reposicionan a los sujetos
en un campo peligroso porque ninguno de ellos puede definir con certeza quién es
identificado como amigo y quién como enemigo. Así, los sujetos tienen que lograr resolver
por sí mismos cuáles son las reglas, los signos que distinguen a un “buen” de un “mal”
ciudadano y en semejante contexto, el sujeto no sólo se vuelve obediente sino también
potencialmente punitivo para sí mismo y para los otros.
Una de las conclusiones más interesante a las que llega Corradi es que la población fue
utilizada como cómplice de los mismos actos perpetrados por ella y este “involucramiento” se
procuró a través de la elaboración de un “discurso de justicia sumaria” en los medios de
comunicación que tiende a identificar por un lado, al pueblo con las fuerzas de seguridad y
con las personas que no se oponían activamente al Régimen y por otro lado, a los que
permanecían indiferentes junto a los enemigos. La privatización de la vida, el silencio, la
desmentida, la justificación, la mera preocupación por uno mismo se transformaron en pautas
sociales gracias a la combinación de un Estado policial con un mercado salvaje, logrando
transformar a las personas en consumidores preocupados por la maximización de sus
beneficios personales y sofocando la oposición social y política organizada. Sin embargo,
40
parece coincidir con Quiroga en que el Régimen fracasó en producir estructuras sustitutas de
participación y su aislamiento de la sociedad le jugó en contra.
Finalmente, incluiré en este primer recorrido el trabajo de Ariel Armony35 para luego
concentrarme en las investigaciones más recientes sobre la relación entre la dictadura y la
vida cotidiana.
Armony inicia su trabajo con la siguiente pregunta : ¿Por qué la Argentina engendró el
monstruo del terrorismo estatal? El autor busca evidenciar el papel que jugaron algunos
sectores de la sociedad argentina en los primeros años de la dictadura, apoyando el proyecto
represivo y permitiendo una convivencia amistosa con el Régimen. Manifestándose en
desacuerdo con las lecturas que le otorgan a la sociedad una esencia autoritaria, profundizará
en las acciones de consenso y conformismo hacia las fuerzas armadas de los sectores medios
y altos, basando su análisis en documentos provenientes del Departamento de Estado
norteamericano desclasificados en agosto de 2002 y focalizando su mirada en el
comportamiento de una parte del liderazgo político, religioso y empresarial durante los
primeros años del Régimen. Desde estas fuentes, el autor observa que la mayoría de los
líderes que estaban en contacto con la embajada de Estados Unidos permanecían dispuestos a
confiar en Videla y esperaban que actuara para moderar los excesos ya que existía consenso
en que si el presidente de la Junta y el grupo moderado fracasaban, vendrían entonces los
sectores “duros” del Ejército que eran menos aceptables. También encuentra en el Episcopado
Argentino comportamientos de oposición frente al Régimen en lo privado mientras en lo
público las manifestaciones de este sector aparecían con tintes de complicidad. Para el autor,
la Iglesia se caracterizó por su “vía de la diplomacia silenciosa” ya que se encontró durante el
Régimen frente a la necesidad de responder a los conflictos internos dentro del cuerpo
episcopal y a los vínculos ideológicos que la unían a las Fuerzas Armadas, y por otro lado, se
35 Armony, Ariel, 2004. “Mejor no hablar de ciertas cosas. Responsabilidad social y terrorismo de Estado en Argentina” en Revista Textos para pensar la realidad, año3, número 6.
41
encontraban bajo la presión de tener que dar respuesta a los familiares de las víctimas y de
condenar moralmente las aberraciones cometidas por el Estado.
Para Armony, mientras algunos sectores de la sociedad civil pudieron haber cometido
errores de apreciación con respecto a los métodos represivos del General Videla, otros
convalidaron el Régimen por intereses particulares, por ejemplo los empresarios tucumanos
que niegan la violación a los derechos humanos en el país para vender una imagen de paz a
los norteamericanos y así lograr un aumento en la cuota de azúcar que ellos exportaban.
En este sentido, Armony parece confundirse tras la idea de representación. Si los
dirigentes políticos apoyaron al Régimen entonces tiende a generalizar sus observaciones
como si toda la sociedad también lo hubiera hecho. Por ejemplo, tomando los comentarios de
Bittel y de Balbín a los funcionarios norteamericanos donde expresaban claramente que
Videla y la violencia ilegal de su gobierno eran aceptables porque representaban un mal
menor, parece no tener en cuenta que esta aceptación podía venir sólo de un sector específico,
con intereses específicos sin necesidad entonces de formular la siguiente pregunta “¿cuánta
represión en el nombre de la seguridad y el orden está dispuesto a aceptar un público
atemorizado?”. Si, como bien dice, el razonamiento del mal menor fue utilizado por los
sectores militares para justificar su estrategia represiva, esto no quiere decir necesariamente
que la sociedad argentina toda estuviera negociando un poco de su paz por tanta o menos
represión. Cito a Armony: “una parte importante de la sociedad argentina había aceptado la
represión como una forma de orden que ofrecía alivio, tranquilidad y certidumbre,
legitimando la ilegalidad de la violencia. Dirigentes políticos, religiosos y empresarios,
medios de comunicación y formadores de opinión que aprobaron o mantuvieron silencio
frente a la campaña represiva constituyen una expresión ineludible de la sociedad36” Los
sectores que menciona como cómplices de la dictadura no necesariamente son “expresión
ineludible de la sociedad”, primero porque los canales tradicionales de representación ya
habían sido anulados no sólo en el nivel de los partidos políticos sino incluso en otras 36 Ibid. Pág. 21
42
dimensiones como la universidad y la actividad laboral. En sí misma, bajo un sistema
“democrático” la representación no constituye un espejo de la voluntad social, sino que
implica un proceso de recepción de las demandas y de construcción de lo que luego se
transmitirá por los dirigentes.
Su artículo finaliza subrayando la poca atención que se le ha brindado en las
investigaciones a la responsabilidad de los mismos ciudadanos en incubar el huevo de la
serpiente ya que han desviado la mirada hacia responsabilidades de grupos específicos sin
reconocer que esos grupos también formaron o aún forman parte de ella. Sin dudas, los
sectores que menciona (y muchos más) son parte de la sociedad argentina, pero justamente
por ser parte, no son todo. Por ello, si la sociedad está constituída por partes y, rescatando la
idea de Corradi, lo social es conflictivo en tanto es heterogéneo, necesariamente una
descripción de las actitudes tomadas frente a la dictadura deberá reconocer una matriz
compuesta por distintas gamas de acción. Tomar a las cúpulas políticas, económicas y
eclesiásticas para diseñar esta matriz es necesario pero no suficiente.
A treinta años del golpe. Aproximaciones al estudio de la vida cotidiana.
Para iniciar el abordaje sobre la relación entre la dictadura y la sociedad desde la vida
cotidiana y no desde las grandes figuras, grupos o corporaciones del escenario político y
social del período uno está casi obligado a volver sobre sus pasos hasta el año 1984, donde el
politólogo Guillermo O´Donnell publica el artículo “Democracia en la Argentina: Micro y
Macro”37, analizando el cotidiano de Buenos Aires durante los años represivos de la dictadura
militar. Por eso, este autor se convertirá en la excepción de esta sección del capítulo, ya que el
resto de los trabajos que tomaré para el análisis de este tema, han sido producidos y
publicados en el marco del trigésimo aniversario de la instauración del golpe militar.
37 O´Donnell, Guillermo, 1982. “Democracia en la Argentina: Micro y Macro” en Oszlak, Oscar (Comp.), Proceso, Crisis y Transición democrática, Centro Editor de América Latina.
43
Partimos entonces del trabajo de Guillermo O´Donnell. La idea que recorre el ensayo es
analizar la violencia y las condiciones de posibilidad de la situación golpista, desde el
universo más pequeño y molecular que constituye a una sociedad, es decir, desde las prácticas
y tendencias del núcleo familiar, la escuela, el trabajo, la calle, entre otros. Según el autor,
hubo una tendencia “psicológica” en la sociedad de aspirar a la emergencia de un poder
supremo que garantizara algún orden. Su propuesta es entonces, no limitarnos a proyectar
toda la explicación hacia las Fuerzas Armadas porque implicaría desplazar toda la
responsabilidad a uno de los “dos demonios”.
O´Donnell parte de los microcontextos de la sociedad argentina durante la dictadura para
explicar porqué el poder militar tuvo éxito en su proyecto de penetrar en el tejido profundo de
lo cotidiano. Para el autor no hubo sólo un gobierno brutalmente despótico sino también una
sociedad que por esos años fue mucho más autoritaria y represiva que nunca. Es decir, “hubo
una sociedad que se patrulló a sí misma: hubo numerosas personas que, sin necesidad
“oficial” alguna, simplemente porque querían, porque les parecía bien o porque aceptaban la
propuesta de orden que el Régimen les proponía como única alternativa, se ocuparon
activamente de ejercer su propio pathos autoritario”38. La sociedad argentina estaba entonces
infantilizada, dividida entre lo que tenían derecho a mandar y los que estaban obligados a
obedecer. Lo importante de este análisis es que lo que sucedió a nivel macro (los militares
dando órdenes y la sociedad obedeciendo), también se reprojo en los microcontextos donde
quienes tomaron el “lugar de mando” en estas pequeñas esferas, son denominados por O
´Donnell como kapos39, personas que contaban con el “permiso” que el gobierno autoritario
les otorgaba para ejercer sus minidespotismos frente a trabajadores, estudiantes y todo aquél
subordinado.
38 Ibid. Pág. 17.39 El autor utiliza el mismo nombre que se les daba a aquellos prisioneros de los campos de concentración nazis, que se identificaban con el agresor y terminaban aplicando ellos también los métodos de disciplinamiento
44
Otro de los elementos de análisis que aporta el autor se relaciona con lo que él llama un
“proceso de privatización de las vidas”40 que se desencadenado durante la dictadura. Esta
privatización se sustentó en prácticas a nivel micro y si bien los sujetos tuvieron como
objetivo reducir la incertidumbre en la vida diaria generó, en última instancia, una
despolitización y alejamiento de los temas centrales que se estaban debatiendo violentamente
en lo social durante los setenta.
Para O´Donnell, la sociedad argentina está tradicionalmente impregnada de tendencias
escasamente democráticas que perfilan este tipo de desenlaces golpistas. Si bien destaca el
papel que el miedo y el terror cumplieron en la difusión de conductas disciplinadas y
obedientes no deja de subrayar el riesgo que implica que en el nivel micro persistan aquellas
actitudes autoritarias.
Muchos son los trabajos recientes que rescatan este anclaje en lo microsocial para
explicar cómo fue posible la última dictadura militar. Al respecto, mencionaremos el trabajo
de Hugo Vezzetti41 quien originalmente se dedicó a la investigación sobre problemas de
historia de las ideas y nos ofrece un abordaje desde el campo de la psicología. El autor realiza
un análisis de la memoria social indagando el universo de representaciones que la sostienen,
tomando las imágenes, ideas y discursos que confluyeron en nuestra sociedad a la hora de
explicar porqué pasó lo que pasó y quiénes fueron los responsables.
Generalmente cuando pensamos en cómo fue posible la instauración de la última
dictadura en nuestro país, la explicación primera remite a lo que se conoció como “teoría de
los dos demonios”. Las condiciones de surgimiento de la idea de “dos demonios “ (que se
enfrentaban ya antes del ´76) se encuentran en la arraigada fe militarista en la que coincidían
guerrilleros y represores. Sin embargo, para Vezzetti, no hubo tal guerra en lo real, pero sí
existió como representación. Esta imagen de guerra arraigaba sobre todo en los sectores de la
40 O´Donnell, Guillermo, 1982. “Democracia en la Argentina: Micro y Macro” en Oszlak, Oscar (Comp.), Proceso, Crisis y Transición democrática, Centro Editor de América Latina, Pág. 20.41 Vezzetti, Hugo, 2002. Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Buenos Aires, Ed. Siglo XXI.
45
“gente común” que estaba harta de la violencia y que se veía ajena a ese conflicto que se
estaba viviendo.
Vezzetti dirá que si la guerra fue posible como imagen y no como realidad, también lo
fue esta idea de “ajenidad” que defendían grandes sectores de la sociedad, convencidos de que
este conflicto involucraba sólo a dos grandes focos de violencia armada. Desde los años
sesenta, y durante los setenta, la guerrilla contaba con una gran adhesión por parte de la
sociedad, lo cual no implicaba participación directa. A partir del despliegue de la violencia
estatal, las organizaciones guerrilleras sufrieron un proceso de aislamiento de su propia base
social, proceso que cooperó en las características de una memoria que se construiría mucho
tiempo después En este acto delegativo la sociedad proyectó la responsabilidad de la violencia
hacia estas organizaciones armadas que, mientras les permitía sentirse partícipes de la causa
revolucionaria también conservaban la imagen de ajenidad e inocencia que necesitaban
mantener.
A los fines de un análisis histórico social, es claro que ningún ejercicio de memoria
puede dejar de considerar el papel que tuvieron los grupos radicalizados, cuáles fueron los
“aportes” que estos grupos hicieron para crear las condiciones de represión del aparato estatal
y por lo tanto, cuál es la responsabilidad que realmente les concierne en cuanto a los costos de
este proceso. Pero Vezzetti también aborda la responsabilidad que les cupo a los encargados
directos de torturar y exterminar (por orden del Estado) y de aquellos que cooperaron con la
corporación militar brindando información. Él destaca que estas participaciones fueron
principales para que la dictadura fuera posible y este tipo de comportamientos pueden
explicarse desde lo que él llama “inhibición moral”, es decir, un mecanismo que impidió que
estos grupos analizaran críticamente las consecuencias de sus acciones. Tres condiciones
confluyeron para que esta inhibición frente a la violencia resultara efectiva: que dicha
violencia fue autorizada por órdenes reconocidas, que esas prácticas se convirtieron en
46
rutinarias (respondiendo a indicaciones precisas) y finalmente, que las víctimas eran
previamente deshumanizadas por el adoctrinamiento ideológico.
Hasta aquí, el autor parece concentrar toda la explicación en la teoría de los dos
demonios. Avanzando en su trabajo, Vezzetti destaca la existencia de un sistema de creencias
eficaz en la construcción del enemigo, la figura de un Otro subversivo que fue construida
previamente a la maquinaria de terror, la cual no podría haber funcionado sin una adhesión
moral (en el sentido de una moral de combate). Esta imagen de un Otro sospechoso y
peligroso no sólo funcionó como fundamento para legitimar la intervención armada, sino que
también actuó para el resto de la sociedad como canal donde concentrar la explicación y la
responsabilidad de lo que estaba sucediendo, como un elemento anestesiante de culpa,
convirtiéndose en algo ajeno, extraño, a donde el Estado dirigió su atención. Sin embargo,
para nosotros esta idea también está alejada de la realidad, ya que muchas de las personas
secuestradas y asesinadas por la máquina estatal no tenían ningún vínculo con agrupaciones
guerrilleras o con proyectos revolucionarios. Más importante es destacar que, a lo largo de su
trabajo, el autor parece querer descifrar cuáles son los mecanismos sociales exculpatorios y,
por lo tanto, nos da a entender que si tales mecanismos existen se debe a que la
responsabilidad por lo sucedido recae directamente sobre la sociedad.
Además del papel de un “Otro sospechoso”, para Vezzetti el miedo aparece como
instrumento disciplinador que lleva a la obediencia y que produce en la sociedad la demanda
de un poder que les devuelva la seguridad. Entonces, si el poder autoritario fue posible no lo
fue por el miedo que él mismo generó y lo llevó a tomar la dirección de la sociedad sino
porque encontró “su condición necesaria en un miedo menos visible, que se prolongó en la
demanda de orden frente a la amenaza de caos y derrumbe”42. Es decir que, para Vezzetti, lo
que operó en los sectores que no participaron activamente en ninguno de los “dos bandos” fue
la representación y la creencia de que el orden y la seguridad sólo podía alcanzarse de esta
manera y no de otra, creencia sostenida por el escenario de violencia que se desarrollaba 42 Ibid. Pág. 52.
47
desde décadas atrás y por las constantes intervenciones que las Fuerzas Armadas habían
protagonizado en más de una oportunidad durante nuestra historia.
Volviendo a los mecanismos de exculpación, el autor explica que en el proceso de
transición democrática, con la presentación del informe Nunca Más de la Conadep y el Juicio
a las Juntas, la máxima responsabilidad se descarga sobre las cúpulas militares, desplazándose
el tema central de debate: deja de ser la guerra contra la subversión para ser la violación a los
derechos humanos y la categoría desaparecido implicará un proceso de victimización y
despolitización sobre todo de los que fueron militantes de las organizaciones guerrilleras. La
sociedad toda queda así, en palabras de Vezzetti, infantilizada, despojada de la
responsabilidad y libre de culpas ocupando el papel de víctima, reclamando justicia y verdad.
Para Vezzetti la dictadura fue posible porque existió consenso y conformidad en una
sociedad que se caracterizó por un componente muy fuerte de oportunismo. Esta actitud
oportunista, respondía a un estado de miseria moral tal que permitía a esos grupos adoptar un
comportamiento de acomodación que los beneficiara. Por ello subraya que la sociedad no
obedecía sumisamente sino que se subordinaba pero sin resignarse al logro de sus intereses;
desde los grandes empresarios, la cúpula eclesiástica hasta eso que llama “gente corriente” (y
que, por cierto, no la define) encontró en el proceso dictatorial alguna forma de preservarse.
Por eso, explica, la imagen de una sociedad aterrorizada es una construcción retrospectiva que
se vincula con la imposibilidad de amplios sectores de reconocer su adhesión a un Régimen
dictatorial de estas características. Si bien para el autor, en el caso de “la gente corriente” que
estuvo en situaciones extremas es necesario preguntarse “quiénes las pusieron en esa
situación”43 esto no niega pera él que tuvieron un papel importante, aún por omisión, ya que
formaron parte de las condiciones que hicieron posible el terrorismo dictatorial, “una
violación masiva a los derechos humanos no puede cumplirse sin la participación activa de
muchos y sin la conformidad de muchos más”44.
43 Ibid, Pág. 49.44 Ibid, Pág. 25.
48
El libro de Vezzetti pondrá de manifiesto, una de las visiones simplistas que aquí
deseamos superar. Su trabajo parece extrapolarse entre la explicación de los dos demonios en
guerra hasta una sociedad culpable, sino por acomodamiento oportunista o por miseria moral,
por omisión. Su trabajo será retomado por Mariana Caviglia, a quién veremos más adelante,
reforzando sobre todo esta última idea de una sociedad responsable por ser generadora de las
condiciones dictatoriales, culpable no directa pero sí moralmente por apoyar la violencia de
aquellos años en pos del orden y, sobre todo, expiando sus culpas desde la apertura
democrática, convirtiendo su conformismo original (según estos autores) en victimización o
ajenidad. Intentamos en este trabajo trascender este tipo de explicaciones a través de un
abordaje más complejo y menos determinista, que ponga en juego las distintas gamas de
comportamientos que hubo en lo social dejando de lado conclusiones morales o éticas.
Un trabajo mucho más analítico es el de Pilar Calveiro45. Anclada en la dimensión
política e histórica de la última dictadura militar, se aleja de los abordajes desde la memoria y
las representaciones como vimos en el caso de Vezzetti y llega a conclusiones que comienzan
a dar cuenta de la complejidad de lo social.
En primer lugar, para la autora, las Fuerzas Armadas se convirtieron en el núcleo duro y
homogéneo del sistema con capacidad para representar a los distintos sectores de la sociedad,
partidos políticos y grupos económicos que no lograban elaborar una propuesta hegemónica
ante la crisis institucional por la que transitaba la sociedad argentina. En este sentido, para
Calveiro, los golpes militares que vivió nuestro país no fueron producto de una decisión
unilateral proveniente del Ejército, “nunca un general se levantó una mañana y dijo: vamos a
descabezar a un gobierno”. El último golpe fue diferente a los anteriores, no sólo por la
escalada violenta que se desató sobre la sociedad (una represión sin precedentes), sino porque
las Fuerzas Armadas se lanzaron para desarrollar una propuesta propia, un proyecto de
“salvataje” del país, concebida desde dentro mismo de la institución y contando con el
45 Calveiro, Pilar, 1998. Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina, Buenos Aires, Ed. Colihue
49
acuerdo activo y unánime de las tres armas. Esto es una parte de la explicación de lo
sucedido. Para Calveiro, los golpes de Estado vienen de la sociedad y van hacia ella. “La
sociedad no es el genio maligno que los gesta, ni tampoco su víctima indefensa46”. La trama
del golpe se entreteje entre civiles y militares que no es homogénea ya que tiene a la vez,
núcleos duros y fisuras, sostiene un poder golpista, autoritario y desaparecedor.
Coincidiendo con Vezzetti, este poder que ella llama desaparecedor arraigaba desde el
siglo XIX en nuestra sociedad, favoreciendo la desaparición de lo disfuncional, de lo
incómodo, de lo conflictivo. El Proceso representó, entonces, una nueva configuración de las
prácticas antes vigentes. En este cambio de forma de las prácticas que, en realidad,
representan un poder ya existente, el campo de concentración aparece como la herramienta
que permitirá llevar adelante una “cirugía mayor” para alcanzar un nuevo país.
Los análisis que la autora realiza sobre la lógica de los campos de concentración le
permiten pensar también en esa sociedad que aunque estaba fuera del campo no era ajena. Los
campos de concentración se convirtieron en el dispositivo represor del Estado, llegando a
cobrar vida propia por su carácter burocrático en donde la fragmentación de las tareas
desvanecía las responsabilidades. El dispositivo necesitó que cada hombre (“desde el cabo de
guardia hasta Videla”) se comporte como un engranaje en el ritual diario de la tortura y la
muerte, así no sólo los reprimidos perdieron su condición humana por el maltrato sufrido, sino
que los mismos represores fueron deshumanizados por la maquinaria. Los desaparecedores se
despersonalizaron a sí mismos en el ejercicio de la deshumanización ajena, siendo victimarios
y víctimas de un dispositivo que los atrapó; de esta manera, la burocracia obediente que
combinaba los atributos de un empleado de oficina con la subordinación militar, llevaba a la
pérdida del sujeto incluso al interior de la corporación militar. Para estos “engranajes” no
había interrogación moral posible acerca de lo que se estaba haciendo, sólo correspondía
obedecer a ultranza las demandas que la maquinaria parecía dar por sí misma, de forma
independiente (esto sería lo que en Vezzetti encontramos como “inhibición moral”). 46 Ibid. Pág. 10.
50
La disciplina como herramienta de control funcionó de la misma manera en el campo
como en el resto de la sociedad. Cinco mecanismos permitieron que la máquina de exterminio
funcionara: la autorización que marca el deber de obedecer; el miedo; la burocratización o
naturalización y fragmentación de las acciones; la impotencia sobre el propio movimiento de
la máquina y la diseminación de la disciplina en toda la sociedad. Estos mecanismos
permitieron que los fines últimos y las intenciones de cada acción del engranaje se
desdibujaran y se favoreciera una sensación de exculpación en los encargados de ejecutar las
órdenes.
Pero más allá de las responsabilidades que les cupo a las Fuerzas Armadas como primer
ejecutora de la dictadura y de sus consecuencias, la autora realiza una reflexión muy crítica
acerca del papel de las organizaciones guerrilleras, sobre todo de Montoneros, en el proceso
de violencia y en su posterior fracaso. Para ella, las organizaciones guerrilleras reproducían la
misma lógica de disciplinamiento y de obediencia “natural” (desde las cúpulas de las
organizaciones) que estructuraban a la corporación militar imitando su organización interna y
reforzando así la imagen de una guerra entre dos “ejércitos” (aunque haya quedado
demostrado que en métodos, técnicas y tamaños, las Fuerzas Armadas superaban
ampliamente a la guerrilla). Para Calveiro, es necesario “recuperar quiénes fueron los
militantes de los ´70, qué hicieron y qué no hicieron para potenciar el estallido de la violencia
que terminó por destruirlos”47 sin perder de vista que lo militar y lo organizativo terminaron
por asfixiar la comprensión y la práctica política de las agrupaciones armadas dejando sin
valor el proyecto político sobre el que previamente habían trabajado. En este sentido, el
fenómeno de los desaparecidos no es el de la masacre de víctimas inocentes, sino el del
asesinato de una forma de resistencia y oposición.
Pero volvamos sobre aquella sociedad “ajena”. Así como Vezzetti reconoce en el miedo
un instrumento de disciplinamiento de la sociedad (aunque lo resalte como un componente
47 Calveiro, Pilar, 2005. Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años ´70, Argentina, Grupo editorial Norma, Pág. 18.
51
demandante de una salida golpista), el terror también es mencionado por Calveiro como un
elemento que funcionó dentro del campo de concentración y fuera de él, en el resto de la
sociedad. La autora dirá que así como los cuerpos de los secuestrados permanecían en la
oscuridad, el silencio, la inmovilidad, así la corporación militar pretendía a la sociedad:
fraccionada, inmóvil, silenciosa y obediente, pasiva e inerte. Como la sociedad fue la
principal destinataria del mensaje represivo y sobre ella se grabó la aceptación del poder
disciplinario y asesino, se entiende entonces que “la sociedad sabía”48. Este saber de la
sociedad es usado por el poder militar para comprometer a todos, imponiendo una
complicidad y diluyendo aún más las responsabilidades. El dispositivo, entonces, actúa fuera
y dentro del campo y las reacciones frente a éste fueron por lo tanto análogas ya que la
obediencia y la resistencia se daban en distintas tonalidades en los dos espacios. Si Todos
fueron alcanzados de alguna manera por el poder desaparecedor, según Calveiro, entonces el
campo y la sociedad estuvieron estrechamente unidos, se pertenecieron y son inexplicables el
uno sin el otro, es decir, se reflejan y se reproducen. Esta forma de interpretar la dictadura
argentina mirada a través del campo, le permite concluir que toda la sociedad ha sido víctima
y victimaria, toda la sociedad padeció y a la vez tiene alguna responsabilidad.
Una interpretación diferente a la de Calveiro la encontramos en la publicación de la
Revista Caras y Caretas a 30 años del golpe. En uno de los artículos, María Seoane49 entiende
la relación entre la sociedad y el Régimen partiendo desde su historia personal. La autora
cuenta que siempre que caminaba hacia la casa de una compañera de militancia, paraba en
una verdulería a comprar unas bananas. Una tarde de septiembre de 1976, ella decidió no
detenerse a comprarlas pero el verdulero al verla pasar le insistió para que lo hiciera;
convenciéndola, cuando ella ingresa al lugar, le advierte que no siguiera hasta la casa de su
amiga porque allí se encontraban los militares. Sintiendo temor por la noticia, compró unas
bananas y se fue.
48 Ibid, Pág. 8249 Seone, María, 2006. “Bananas maduras y el último mito dictatorial” en Revista Caras y Caretas, marzo de 2006, Bs As.
52
Sobre este hecho sostiene su interpretación del golpe, entendiendo que a partir del ´76
emergió el silencio y las pautas de lo cotidiano consistieron en no hablar, no preguntar, no
pensar. Para ella no había ni siquiera complacencia por parte de la sociedad, ya que
predominó el miedo y luego el terror que, negado, permitió el alivio en la creencia de que la
vida estaba ordenada. Por eso ante la pregunta: “la mayoría de los argentinos que querían que
se acabara la violencia que instaló el gobierno de Isabel ¿ podían saber que se estaban
instalando 590 campos de concentración en el país?”50 responde que la gente sólo sabía
retazos de realidad, escuchaban los tiros en la noche, veían los secuestros en la madrugada y
conocían a los amigos que se exiliaban.
Para Seoane la estrategia del Régimen fue convertir el silencio inicial en culpa,
culpabilizar a los argentinos de haber permitido algo que no podían permitir porque estaban
despojados de ciudadanía y de libre albedrío. Por lo tanto, para ella, no hubo consenso ni
complicidad ni delación, sólo terror y silencio. En ese contexto fue posible que se gestara el
mayor movimiento de derechos humanos durante el Proceso, porque para la autora todos
fueron víctimas, no victimarios.
La idea de que sólo se sabían “retazos de la realidad” será analizada con mayor
profundidad por Gabriela Águila, poniendo en discusión el tema del conocimiento de lo que
sucedía como elemento comprometedor y gestor de responsabilidad. Si para Calveiro el saber
de la sociedad era una estrategia del gobierno para involucrarlos como cómplices, para
Seoane ese saber sólo será parcial y no constituirá un motivo suficiente para culparlos.
En la misma publicación, el artículo de Cristina Zuker51 retoma los análisis de Vezzetti,
O´Donnell y Pilar Calveiro, para preguntarse si el huevo de la serpiente no anidaba ya entre
los pliegues del ser nacional y pensando en que tras las frases recurrentes del imaginario
colectivo “por algo será” o “algo habrán hecho” la indiferencia se convertía en complicidad
del terror. La autora expone un pequeño debate entre Eduardo Pavlovsky y Fernando Devoto.
50 Ibid. Pág. 1251 Zucker, Cristina, 2006. “El terror y la vida” en Revista Caras y Caretas, marzo de 2006, Bs As.
53
Si para el primero no hay terrorismo de Estado sin una sociedad civil cómplice, para el
segundo también existían pequeños gestos de rebeldía en el orden social, porque si en todo
Régimen autoritario la persona siempre tiende a buscar espacios para construir algún tipo de
rutina esta puede ser incluso de indiferencia o de impasibilidad, la resistencia debería
entenderse en la medida de cada uno. Para este autor, es muy difícil medir los consensos de la
época, ya que el miedo o la indiferencia no siempre son sentimientos opuestos y podían
combinarse en distintas dosis, no así en el caso de las dirigencias políticas, económicas e
intelectuales que sí fueron evidentemente más complacientes con el Régimen. Zucker
concluye que la discusión sobre la responsabilidad no debe cesar pero no debe expandirse la
culpa a toda la sociedad porque eso la haría abstracta e indeterminada.
Un trabajo de reciente publicación que problematiza la esfera de lo cotidiano durante la
dictadura es el libro de Paula Guitelman52. Esta investigación aborda la vida diaria de la
población desde la incorporación cotidiana al hogar de la revista Billiken para los niños.
Indaga sobre el tipo de subjetividad infantil que la dictadura conformó en el plano discursivo
a través de la revista y analiza la relación entre el ideal de niñez construido desde Billiken y
los valores y objetivos que se buscaba promover en el período. Para ello parte de la
complicidad que hubo entre la Opinión Pública y en los medios de comunicación con el
Régimen. En este sentido, explora la represión simbólica que se ejercía desde el plano cultural
para hegemonizar discursos que sostuvieran a la dictadura. Si bien su objeto de estudio son
los medios de comunicación y en especial, Billiken, el libro intenta abordar los valores y
discursos que circulaban en la vida cotidiana y que eran producto de un gobierno autoritario
que pretendía penetrar capilarmente en la sociedad. No define qué entiende por la vida
cotidiana, ni alude a actitudes de consenso por parte de los receptores de la revista, ni llega a
indagar sobre las interpretaciones que desde el hogar se hacían en torno a la información que
desde allí emanaba. El trabajo presenta a la revista como un instrumento disciplinador de la
52 Guitelman, Paula, 2006. La infancia en dictadura. Modernidad y conservadurismo en el mundo de Billiken. Buenos Aires, Ed. Prometeo.
54
sociedad y formador de consenso sin medir sus efectos, sin embargo, constituye un paso más
en el camino que nos interroga sobre la vida cotidiana en dictadura y cómo abordarla.
Sin dudas, el trabajo más provocador acerca de la vida cotidiana en la dictadura es el que
publicó recientemente Mariana Caviglia53. Su libro se inserta en lo que seguramente
constituirá uno de los ejes más importantes de un incipiente debate acerca del desarrollo de la
vida cotidiana bajo la última dictadura militar. El objetivo de la autora es explorar cuáles
fueron y cómo se construyeron las diversas condiciones y continuidades socio culturales que,
de múltiples maneras, hicieron posible el surgimiento, la implantación y las consecuencias de
la última dictadura en Argentina54. Guiada por la pregunta del “¿cómo fue posible?” se
concentrará en buscar la respuesta no en las grandes estructuras de la historia, sino en las
experiencias micro que constituyeron la vida cotidiana de la “gente corriente”.
En su búsqueda, Caviglia trabaja sobre la memoria de hombres y mujeres pertenecientes
a los sectores medios de la ciudad de La Plata que en 1970 tenían entre 15 y 40 años de edad
y cuyos relatos fueron seleccionados por cumplir una doble condición, por no haber
participado en ninguna organización armada en los ´70 y por no haber formado parte de las
actividades del terrorismo estatal. La memoria rescatada en sus entrevistas, a través de los
discursos, recuerdos y representaciones de los testigos permiten la construcción simbólica y la
elaboración de sentidos sobre el pasado e implica también para la autora, otorgarles a aquellos
que aún no han hablado es decir, a la gente común, un espacio de elaboración del trauma
marcado por el horror de esa experiencia. Aunque no se define exhaustivamente cuáles son
los indicadores que ha utilizado para definir e identificar a este sector de “clase media”, la
investigación destaca la pertinencia y el valor analítico que tiene focalizar las investigaciones
en un sector acotado, en una experiencia local.
53 Mariana Caviglia es licenciada en Comunicación Social, docente e investigadora de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. 54 Caviglia, Mariana, 2006. Dictadura, vida cotidiana y clases medias. Una sociedad fracturada. Ed. Prometeo, Bs As, Pág.27
55
En líneas generales, el trabajo parte de la idea de que hubo una fractura en la sociedad
argentina por la cual se precipitó el terrorismo estatal y esta fractura alude a condiciones ya
existentes en el cuerpo social que hicieron posible el nacimiento, la implantación y las
consecuencias de la dictadura. Partiendo de esta hipótesis, la autora aborda las distintas
memorias de los testigos sin forzar un recorrido cronológico sino atendiendo a aquéllos
recuerdos y olvidos de los momentos de esa época que ellos resignifican a lo largo de las
entrevistas. Los interrogantes principales que intentará responder en este trabajo son: ¿cómo
fue posible que la experiencia del horror se convirtiera en cotidiana?, ¿qué prácticas e
imaginarios la sostuvieron?, ¿qué criterios de normalidad constituían esa cotidianeidad y
cómo se construyeron?.
Para indagar sobre lo que denomina “fractura” combina el campo de las mentalidades,
con la sociología de la vida cotidiana (tomando a Ágnes Heller y a Norbert Lechner) y la
teoría de la estructuración social de Anthony Giddens. La primera línea de análisis, las
mentalidades, la utiliza para reflexionar sobre aquéllas ideas que motorizaron determinadas
actitudes en nuestra sociedad y que posibilitaron la dictadura. La vida cotidiana, se orienta al
abordaje de la historia de la “gente común” durante el último período dictatorial, destacando
la importancia de este sector social por constituir la trama no visible que sostuvo la trama
visible de la dictadura, es decir, ese conjunto de ideas corrientes y cotidianas jamás
explicitadas ni sistematizadas pero que son operativas, funcionan y constituyen el sistema de
pensamiento y los fundamentos de las acciones de cada grupo social. Partir de una historia de
la vida cotidiana supone, para la autora, tener en cuenta los criterios de normalidad que
manejaban estos sectores en su actuar diario y medir las rupturas en tanto estos criterios que
guiaban las acciones ya no fueron útiles y necesitaron ser reformulados. Finalmente,
siguiendo a Giddens, reflexiona acerca de aquellas actividades que realizan los sujetos y que
contribuyen a reproducir las condiciones sociales en las que viven mientras que, a su vez, las
hacen posibles. La autora sostendrá a lo largo de su investigación que la estructura no es
56
externa a los individuos, sino a la vez, constrictiva y habilitante. En este sentido, entenderá
que las transformaciones se produjeron en lo microsocial para luego institucionalizarse.
Partiendo de que aquella fractura social desestructuró lo que hasta entonces esos testigos
reconocían como “normal” o “natural” se dedica a analizar cuáles fueron entonces las
prácticas, los imaginarios y los sentimientos que debieron incorporar o reformular en sus
vidas cotidianas. Aquí inicia la sistematización de las entrevistas en tres grandes grupos, que
se corresponden a tres formaciones distintas de la memoria: los testigos del pánico, del “todo
es posible” y del desorden institucional. Estas categorías las construye con las explicaciones
que le dieron los testigos acerca de cómo fue que el pánico, la práctica del todo es posible y la
representación del desorden institucional se fueron instalando hasta llegar a convertirse en
cuestiones cotidianas. El hecho de que esas prácticas, imaginarios y sentimientos se
incorporaran a la cotidianeidad de sus entrevistados implica para Caviglia que también se
constituyeron por eso en condiciones de posibilidad del horror. “Esas ideas, pasiones y
acciones, son las que hicieron posible al consenso del Régimen aunque los testigos no tengan
una consciencia clara de ello ya que tenían una consciencia práctica que las hizo funcionar
durante el terror como reglas sociales”55. Aquí es notoriamente visible, cómo Caviglia utiliza
su marco teórico no cómo herramientas de análisis de las entrevistas sino como un molde
rígido en donde debe encasillar los testimonios, forzando la interpretación del discurso por el
camino de su hipótesis. A lo largo de este capítulo e incluso en sus conclusiones no es posible
encontrar una grieta que trastoque la premisa de que la sociedad argentina hizo posible el
horror y colaboró en su sostenimiento. Pero continuemos un poco más.
Avanzando sobre esa cotidianeidad bajo el horror, muestra cómo algunas de esas
condiciones que lo hicieron posible comienzan a desmembrarse en los últimos años del
Régimen, época en la que otras cuestiones pudieron ser imaginadas y pensadas por los
testigos como un despertar a la nueva consciencia. La autora resalta el inicio de una nueva
etapa en las prácticas cotidianas de este sector y en la memoria del mismo; en los años ´80 55 Ibid. Pág.31
57
empieza a vislumbrarse para los entrevistados la recuperación institucional que va
acompañada del problema de los desaparecidos, de la verdad de los campos de concentración
y de la toma de conocimiento de las atrocidades cometidas desde el Estado.
En torno a este “despertar” distingue en sus entrevistas los elementos que le permiten
pensar acerca de qué hay de continuidad y de ruptura entre el pasado y el presente. Tomando
a las rupturas como un síntoma de la nueva consciencia, de la nueva forma de actuar y pensar
de los individuos sobre su vida cotidiana, la continuidad existirá para ella cuando los testigos
no puedan diferenciar entre sus acciones del pasado y las del presente ya que la cotidianeidad
será la misma. En este sentido advierte que aún habrá condiciones para el terror toda vez que
las prácticas, sentimientos y discursos que constituyeron la trama sobre la que se sostuvo la
dictadura durante el pasado continúe vigente, implícita o explícitamente incluso con otros
ropajes. Por eso subraya la importancia de que la “gente común” pueda narrar lo vivido, no
sólo para elaborar el trauma sino para no continuar alimentando interpretaciones en las que el
terror se entienda como un juego entre dos bandos quedando la sociedad en un lugar ajeno e
inerme. Pero principalmente, Caviglia rescata la memoria de este sector para indagar si hay
en ellos un reconocimiento de sí mismos como autores de la historia. He ahí el núcleo duro de
toda su interpretación: las conclusiones apuntan a destacar el papel fundamental que tuvieron
aquellas personas que, por miedo, omisión y silencio, creyeron no intervenir en una realidad
que parecía imponérseles pero que contribuyeron a sostener y a recrear a través de esas
acciones. Abriendo un abanico de interrogantes en torno al problema de la responsabilidad, la
investigación se cierra con la idea de que los testigos no se saben actores de la historia porque
aún no perciben ningún grado de vinculación entre sus prácticas cotidianas y las condiciones
de posibilidad que tuvo la dictadura. Que este sector no pueda o no quiera apropiarse de ese
saber significa, para Caviglia, que los cauces de explicación de la última dictadura se irán
volviendo más estrechos dejando a la pregunta del “¿cómo fue posible?” sin respuesta; sin
embargo, el mayor peligro residirá en la posibilidad de que, al no reflexionar acerca de sus
58
propias prácticas cotidianas durante el terror, los testigos continúen contribuyendo “sin
saberlo” a la reproducción de muchos horrores propios de ese período pero que hoy aparecen
con otras formas.
Sin dudas, el libro de Caviglia propone una nueva forma de mirar la última dictadura
militar, centrándose inicialmente en una perspectiva local de la sociedad. Retoma las
especificidades de los discursos pero volviendo insistentemente sobre explicaciones generales
que, aunque parten de un análisis micro parecen finalmente extrapolarse desde la
cotidianeidad hasta las estructuras, sin tener en cuenta la posibilidad de una dimensión
autónoma de lo político. Las elecciones teóricas que realiza, sostienen este tipo de mirada.
Caviglia concentra su investigación en todos aquellos elementos que le permiten decir
que la sociedad prestó su apoyo al proyecto represivo “aunque no lo supieran”. La idea de que
sus entrevistados sostuvieron el terror gracias a una consciencia práctica que no les daba
espacio para replantearse las consecuencias de sus acciones la llevan a afirmar la idea original
que se lee en sus primeras páginas aunque no sea explícito: la sociedad argentina actuó de
forma complaciente con la dictadura. Pero eso es mínimo comparado con sus siguientes
aseveraciones donde estas personas que no tuvieron un papel protagónico no se reconocen
como autores de la historia. Uno podría preguntarle ¿qué significa ser autor? A lo que ella
respondería “reconocerse como creador de las estructuras que nos rigen”, sin embargo, el
término autor, parece implicar cuestiones de índole moral en el análisis, aunque lo niegue en
sus conclusiones, su investigación parece forzosamente dirigida a culpabilizar a la sociedad
porque el origen y las consecuencias de la dictadura son responsabilidad de aquellos que no
“se supieron autores”. Es decir, que en una ecuación simple, pareciera que sólo aquellos que
resistieron de forma consciente, es decir, voluntaria y abiertamente, se reconocen autores de la
historia. El resto, los que internalizaron el terror en sus vidas y trataron de convivir con el
miedo, sólo contribuyeron a mantener el Régimen y para Caviglia este “resto” es la mayoría
de la sociedad.
59
Como podemos ver, los trabajos de O´Donnell y Caviglia parecen asemejarse. Mientras
los dos son subjetivos y testimoniales para el primero lo es porque los modos habituales de
investigar habían sido suprimidos y reprimidos, para la segunda sólo responde a una elección
personal. En este sentido, la opción de la autora de tomar únicamente los testimonios para
responder a una pregunta tan compleja como la que se formula, subraya el potencial de los
relatos en primera persona para reconstruir la experiencia. El uso del testimonio sin reconocer
sus propios límites no permite, siguiendo a Beatriz Sarlo, desmistificarlo como ícono de la
Verdad56. El testimonio se ha convertido en un elemento privilegiado e ineludible al momento
de iniciar las investigaciones sobre el pasado reciente sobre todo si lo que se intenta es
conocer cómo fue vivir bajo la dictadura militar. La inmediatez de la voz y del cuerpo
favorecen la confianza en el discurso del testigo, sobrevalorando su experiencia y
convirtiendo el sujeto en portador de la verdad. Los relatos son núcleos de un saber sobre la
represión que tienen la textura de lo vivido en condiciones extremas pero que no reúnen en sí
mismos todos los elementos necesarios para realizar un estudio histórico aunque sí memorial.
Por ello, explicar un Régimen represivo como el que afectó a nuestra sociedad no puede
reducirse a análisis simplificadores, unilaterales o sustancialistas ya que, citando a Alessandro
Portelli “es una consecuencia de la relación entre la política, el poder y la vida cotidiana”57 y
por lo tanto, necesita de abordajes complejos y de reflexiones que promuevan las críticas y las
polémicas.
Teniendo en cuenta los fines de nuestro trabajo, el libro de Caviglia y como veremos, el
artículo de Gabriela Águila, nos habilitan a pensar sobre la complejidad de este tema, sobre
las dificultades inherentes a cualquier proceso de investigación social pero sobre todo a
aquellos que se dirigen al entendimiento de nuestro pasado reciente.
56 Sarlo, Beatriz. 2006. Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Siglo veintiuno editores, Bs As, Pág. 23.57 Portelli, Alessandro. 2005. “Historia y relato oral”. Entrevista por Ingrid Jaschek y Sandra Raggio, en Revista Puentes, Comisión Provincial por la Memoria, Bs As, Pág.39.
60
En un artículo publicado en la Revista Puentes en diciembre de 2006, Gabriela Águila58,
presenta una aproximación distinta al estudio de la vida cotidiana bajo la dictadura. Su
análisis se centra en los relatos de personas que presenciaron fusilamientos, allanamientos y
secuestros o fueron vecinos de los centros clandestinos de detención de la ciudad de Rosario.
La autora parte de la idea de que, aunque la mayoría de los procedimientos eran realizados en
la noche por las Fuerzas Armadas, otros fueron expuestos durante el día con un despliegue de
efectivos armados, cercando calles y alertando a los vecinos para que se ocultaran en sus
casas, convirtiendo a los allí presentes en testigos de los hechos.
La autora rescata que esta faceta pública del terror estatal también debe ser tenida en
cuenta al momento de estudiar los comportamientos sociales en la dictadura, articulando para
ello las estrategias del Régimen y la sociedad o los modos en los cuales, los objetivos, las
políticas y las convocatorias implementadas por la dictadura fueron recibidos y
experimentados por los ciudadanos que presenciaron procedimientos represivos. Sin lugar a
dudas, esta es una de las dimensiones más difíciles de captar de la vida cotidiana durante el
Régimen, no sólo porque no contamos con las fuentes documentales y testimoniales propias
de esa época, sino porque aunque uno podría apelar hoy a fuentes orales, la memoria, como
veremos, tiene las características propias de la subjetividad, condicionada por el presente, por
su constante transformación y muchos de los hechos relatados pueden adquirir matices
diferentes según quien lo cuenta y el momento en que lo hace.
El artículo utiliza los distintos testimonios intentando reconstruir esta faceta pública del
terror, para llegar a comprender la vida cotidiana en Rosario y reflexionar acerca de las
diferentes actitudes sociales que se tomaron en estos contextos micro bajo el Régimen. De
esta manera, explica cómo se vio afectada la vida de los vecinos por la presencia de estos
centros clandestinos de detención ubicados en localidades periféricas, sobre todo en los casos
en que se alquilaban casa particulares para ello. Algunos recuerdos recurrentes se centran en
58 Águila, Gabriela, 2006. “La dictadura en el Gran Rosario. Testigos y Vecinos”. En Revista Puentes, año 6, n° 19, Buenos Aires, Argentina
61
los movimientos de coches particulares, de tiros que se escuchaban de noche y algunas
vinculaciones de los habitantes con personal uniformado por cuestiones comerciales.
Las entrevistas son utilizadas en primer lugar para reconstruir los enfrentamientos o
hechos vinculados con el accionar represivo. Pero llegando a las actitudes que tomaron en su
cotidianeidad, la autora sostiene que no es errado suponer que para los testigos, estos hechos
se les representaban como acontecimientos abstractos, lejanos, aislados. Para ella, la mayor
parte de los ciudadanos no padecieron o fueron afectados directamente por el ejercicio de la
represión estatal ya que ésta era selectiva y estaba orientada hacia los “subversivos”, y esto le
permite pensar en que si existió condena o crítica de estas acciones represivas, su forma
silenciada e individual dio por resultado comportamientos que expresaban la apatía o la
imposibilidad de articularse con acciones de resistencia abierta. En este sentido, establece una
fuerte articulación entre las imágenes y los discursos hegemónicos difundidos a través de la
prensa que enfatizaban en las prácticas de las FFAA como una drástica respuesta a las
amenazas que representaban los “enemigos” y el papel del silencio de la sociedad rosarina. La
autora se pregunta entonces, “¿cómo una percepción fragmentaria, o en todo caso, no integral
o global, del plan represivo consolidó estas perspectivas y concurrió a la aceptación de las
explicaciones que se difundían desde el Estado, contribuyendo a generalizar, por lo menos,
durante los primeros años, estos comportamientos sociales? ¿Se debió a la imposibilidad de
resistir, producto de la magnitud del terror? O bien, las actitudes tomadas aisladamente de
oposición ¿son suficientes para opacar esta imagen de un consenso social amplio visible
durante los primeros años?”59.
Finalmente, en su artículo encontramos un intento de explicación respecto de lo que
Águila considera, fue una preeminencia de actitudes que expresaban conformidad o por lo
menos, la ausencia de respuestas sociales amplias y acciones articuladas de resistencia. Para
ella, el postulado de la restauración del orden y el terror fue un elemento fundamental en el
discurso de la dictadura como generador de consenso y adhesión voluntaria sobre todo por 59 Ibid. Pág.46
62
parte de aquellos que apoyaron abierta o tácitamente el objetivo de las FFAA; el análisis de
este tipo de testimonios que provienen de ciudadanos comunes, le permiten caracterizar de la
siguiente manera los comportamientos de la mayor parte de la sociedad: conocimiento,
fragmentado o no de la violencia, aceptación de las explicaciones provistas, conformidad
pasiva o el silencio producido por el miedo. La autora concluye que ya sea por un consenso
explícito o por temor, el clima social y político dominante se adecuó a los objetivos de la
dictadura, generando una sociedad que otorgaba silencio y que por ello aparentó
despolitización y aceptación, resignada o no, del Régimen.
La propuesta de Gabriela Águila de estudiar la vida cotidiana en la ciudad de Rosario,
teniendo como eje disparador en las entrevistas aquellos hechos que los vecinos o transeúntes
pudieron presenciar, aquello que observaron, que escucharon o de lo que, como bien dice la
autora, tenían un conocimiento fragmentario, es un buen punto de inicio. No sólo por la
dimensión local en la que se desenvuelve el estudio, sino por la delimitación de la
problemática para desarrollar la entrevista. Tomar esos hechos públicos como disparadores
del relato y del recuerdo, permite organizar el discurso e incluso confrontarlo con fuentes
documentales, como diarios y revistas de la época que pudieron hacer alusión o no a esos
hechos.
Sin embargo, a lo largo de su análisis, al igual que Caviglia, Gabriela Águila parece dar
un salto desde lo local hasta lo general y abstracto de la sociedad toda. Las conclusiones a las
que llega para el caso de Rosario sufren una extrapolación que le permiten decir que la
sociedad argentina, bajo el silencio, por temor o por resignación, construyó el escenario de
consenso que el gobierno militar necesitaba. Por ello, no sería errado interpretar las
conclusiones a las que llega bajo la misma lectura que realizó Robert Gellately para el caso
alemán. Como vimos, este autor analizó las disposiciones frecuentes que había en la sociedad
alemana a delatar (no sólo a los judíos ya sea por complicidad con el Régimen como para
saldar deudas de índole personal, casi como actos de venganza) destacando cuáles fueron las
63
consecuencias de estas acciones. Las delaciones de la sociedad alemana, sin importar sus
motivos, contribuyeron a reforzar el sostenimiento del Régimen nazi, creando un clima de
consenso a pesar de no estar constituido por actos voluntarios de adhesión directa con los
objetivos del gobierno. En este sentido, Águila parece seguir esta misma línea de
interpretación, donde el silencio de la sociedad argentina no sólo aparenta una disposición al
consenso sino que aunque así no lo fuera (según ella por el conocimiento fragmentario que
tenían de los hechos o por temor a ser blancos de la represión) colabora en el mantenimiento
del poder militar.
Uno de los problemas de este tipo de análisis se da cuando las distintas dimensiones de la
acción se confunden, es decir, cuando las consecuencias del silencio se identifican con sus
motivos. Esta y otras actitudes, como la oposición individual y expresada en los ámbitos
privados, habilita a las últimas autoras mencionadas a explicar que toda la sociedad argentina,
aún por omisión, fue complaciente u otorgó consenso a la dictadura, dejando a un lado el
sentido de sus acciones para privilegiar sus consecuencias directas incluso cuando no fueron
pensadas por los actores. En este sentido, como vimos, Vezzetti coincide con este tipo de
conclusiones.
Estos trabajos, los más cercanos a la problemática que nos ocupa y a la vez, los más
recientes, no toman en cuenta algunas cuestiones importantes que vimos para los casos
europeos y que vale la pena mencionarlos nuevamente aquí.
En primer lugar, la propuesta de Passerini de utilizar el concepto de “mediaciones” para
comprender las actitudes sociales según el ámbito en el que se manifiestan, parece acertada.
En el caso del fascismo italiano, lo privado aparece como un espacio donde se expresa la
oposición y el descontento mientras que en lo público, la misma persona puede tomar otra
actitud más complaciente con el Régimen. Esta idea de “mediación” se convierte en una
herramienta útil para relativizar aquellas conclusiones lineales a las que llegan algunos
trabajos sobre el caso argentino, conclusiones a las que se arriban a través de una traducción
64
automática donde lo que la sociedad manifestó en lo público aparece como una única actitud
que por suposición también se da en lo privado. Tener en cuenta lo público y lo privado como
espacios diferentes que atraviesan la vida de las personas, permite abordar la matriz de
actitudes sociales de una manera más compleja y enriquecedora.
En segundo lugar, como vimos para el caso alemán, el concepto de Resistenz del
Proyecto Baviera problematiza el análisis desplazando el eje de los motivos de la acción a sus
consecuencias. Resistenz será, a diferencia de Resistencia, toda acción que impida la
penetración del Régimen en la vida de las personas, aún cuando esas acciones no tengan la
voluntad explícita de enfrentarlo. Será entendida, entonces, como una actitud de oposición al
gobierno de facto pero que no se manifiesta como una lucha abierta y declarada, sino con
pequeñas actitudes que en lo público o en lo privado, expresan disconformidad y limitan el
avance del Régimen sobre la cotidianeidad de las personas.
Trabajos como el de Hugo Vezzetti, Mariana Caviglia y Gabriela Águila parecen
entender el consenso en el sentido de Resistenz, es decir, como todas aquellas actitudes
(incluyendo la omisión) que sin la voluntad de prestar conformidad a los objetivos y prácticas
de la dictadura permitieron que aquella se siguiera sosteniendo. El consenso no será para estos
autores una manifestación explícita de apoyo, sino una gama de actitudes que van desde el
oportunismo hasta la indiferencia y que contribuyen a generar un escenario favorable para que
el Régimen continúe.
En el caso argentino, esta forma de entender el consenso no nos parece adecuada. La
razón más importante es que, en el clima de terror y de ejercicio ilegítimo de la violencia del
gobierno dictatorial, las actitudes de apoyo obviamente no serían condenadas como sí las de
oposición. Por ello, pretender que toda acción que contribuyó al mantenimiento del Régimen
tuvo, en última instancia, un sentido de apoyo es un error, porque no había dificultades para
manifestarlo mientras que el descontento contaba sin dudas con respuestas represivas y de
censura que sólo se podían evitar creando espacios propios de Resistenz.
65
A continuación, realizaremos un análisis de la vida cotidiana en la dictadura a partir de
los soportes audiovisuales creados en el Programa Jóvenes y Memoria. Recordamos para el
Futuro, teniendo en cuenta estas reflexiones y con vistas a superar aquellas explicaciones
maniqueas.
66
Vida cotidiana y Dictadura. Abordaje desde el cine.
El estudio del pasado reciente en Argentina ha atravesado diversos momentos desde la
transición democrática. Los cambios en la forma de abordar el tema responden al carácter
indeterminado de lo que entendemos por “pasado reciente” ya que la especificidad de esta
historia parece no residir únicamente en reglas o consideraciones temporales, epistemológicas
o metodológicas, sino también en cuestiones subjetivas y cambiantes que tienen su eje en el
problema de la memoria. En este sentido, encontramos que los estudios sobre memoria tienen
una larga trayectoria dentro de la historiografía occidental que se remontan a las experiencias
traumáticas de las guerras, sobre todo de las marcas que ha dejado el Holocausto.
En Argentina, el auge de los estudios sobre ese pasado reciente está marcado por las
huellas de las desapariciones y por un sector muy importante de la sociedad, con los
Organismos de Derechos Humanos a la cabeza, que se encuentra en constante lucha por la
verdad y la justicia. La necesidad de recordar lo que pasó para que no vuelva a repetirse y las
demandas de castigo a los culpables por la violación sistemática a los derechos humanos que
sufrió el país a lo largo de esos años, aumentan los estudios académicos sobre el tema
impulsados por nuevos interrogantes y nuevas formas de indagación. A partir del Juicio a la
Junta y del Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) se
diseñó un ciclo favorable para que estos trabajos pudieran desarrollarse. Principalmente lo
que nos interesa, es destacar el auge en las investigaciones memoriales que se sostienen por lo
que Beatriz Sarlo60 llama un giro subjetivo en los estudios de historia reciente basado en la
resignificación de los testimonios que otorga un nuevo lugar a la experiencia de los actores y
a los discursos de carácter subjetivo que pueden dar. Este florecimiento en Argentina de la
historia oral se dirige fundamentalmente al rescate de experiencias locales, a la reconstrucción
60 Sarlo, Beatriz, 2005. Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Siglo XXI editores, Bs As
67
de vivencias y procesos “micro sociales” que se alejan de las estructuras y los análisis sobre la
“larga duración”.
Siguiendo a Bruno Groppo61 podemos entender a la memoria en estrecha relación con la
identidad y en un constante proceso de reacomodamiento que actualmente se ve afectado
sobre todo por la impunidad con la que todavía cuentan algunos de los responsables por los
crímenes perpetrados durante la dictadura. La memoria, anclada y construida desde el
presente, se caracteriza por ser selectiva, retiene algunos elementos del pasado y condena
otros al olvido. Las diferentes memorias colectivas coexisten y compiten en el seno de una
sociedad, cada sector recuerda el pasado y lo resignifica de acuerdo a su experiencia o a lo
que le fue trasmitido. Hay entonces, verdaderas batallas de memorias cuya apuesta es la
conquista de la memoria pública.
Para Elizabeth Jelin62 también existe una explosión de la memoria que vive el mundo
occidental contemporáneo, en el sentido de que empieza a tomar forma una cultura de la
memoria que tiene un nivel altamente significativo como mecanismo cultural para fortalecer
el sentido de pertenencia y construir mayor confianza en los sujetos, sobre todo en los grupos
que han sido oprimidos y silenciados. La conmemoración, el recuerdo y el olvido (que es
indiscutiblemente la otra cara de la misma moneda) adquieren significación en términos del
ser parte de una misma comunidad política.
Jelin y Groppo entienden las luchas en torno a la construcción de la memoria como
batallas en las que se disputa el sentido del pasado y que configuran una lucha política ya que
las rememoraciones colectivas se convierten en instrumentos para legitimar discursos,
establecer comunidades de pertenencia, identidades colectivas y como justificación para el
accionar de movimientos sociales que promueven distintos modelos de futuro. En el mismo
61 Groppo, Bruno, 2002. “Las políticas de la memoria” en Sociohistórica n° 11/12. Cuadernos del CISH. Ediciones Al Margen, La Plata62 Jelin, Elizabeth, 2005. “Los derechos humanos entre el estado y la sociedad” en Suriano, Juan (Comp), Dictadura y Democracia 1976-2002, Nueva Historia Argentina, Tomo X, Buenos Aires, Sudamericana
68
espacio de lucha, también están los que no están dispuestos a reabrir experiencias dolorosas y
que frecuentemente promueven políticas de olvido o de reconciliación.
El riesgo que existe para Jelin de una memoria hegemónica consiste en la ritualización de
las explicaciones de lo que pasó, convirtiendo el contenido de la memoria en algo repetitivo
que trivializa el horror del pasado y que obstruye la posibilidad de creación de nuevos
sentidos y la incorporación de nuevos sujetos (de nuevas generaciones) al debate. Para ella,
hay que seguir de cerca cómo el Estado y sus instituciones incorporan las interpretaciones del
pasado en los ámbitos de democratización, en el sistema educativo, en el ámbito cultural, en
el aparato judicial, entre otros; ya que esta inclusión de los temas del pasado reciente siempre
es parte de la lucha social y política a la que antes hacía referencia.
En nuestro país, el uso de relatos y testimonios de aquellos que vivieron bajo el Proceso,
de aquellos que sobrevivieron a la represión y de los que sólo lo presenciaron tuvo sus inicios
a partir de la transición democrática con el Juicio a las Juntas y la elaboración del Informe
Nunca Más de la Conadep. La memoria se convirtió así en canal privilegiado de transmisión
de la verdad para que las nuevas generaciones sepan lo que pasó pero sobre todo, para la
lucha por la justicia. En Argentina aparece la memoria como un estadio anterior a la historia,
es decir, se convierte en fuente para la reconstrucción de los hechos, en un puente necesario
para llegar a la verdad “tal y como ocurrió”, entendiendo en este caso, que esa verdad por su
carácter jurídico permitiría castigar a los culpables.
Historia y Memoria transitan en Argentina por momentos diferentes, la primera aparece
relegada al desarrollo de la segunda, especialmente en aquellos trabajos que necesitan de los
testimonios orales para reconstruir el pasado por las dificultades de acceder a otras fuentes.
Teniendo en cuenta estas breves líneas acerca del tema de la memoria y con el fin de
propiciar un clima favorable para la formulación de preguntas más que para la concreción de
respuestas acabadas es que indagaremos a continuación el entramado de la vida diaria bajo la
dictadura en nuestra sociedad a partir de las producciones fílmicas que se han desarrollado en
69
torno a este tema. Si bien el cine cuenta con la generosidad de brindarnos más información
que el relato en sí, comparte con nosotros gestos y emociones que los entrevistados no pueden
poner en palabras, aquí sólo tomaremos su carácter testimonial. Inauguramos este abordaje
entonces con dos producciones pioneras del tema, Shoah para el caso del Régimen nazi y
Vecinos del Horror. Los otros testigos sobre la última dictadura militar argentina para luego
profundizar sobre ésta con una selección de películas resultante del Programa Jóvenes y
Memoria. Recordamos para el futuro realizadas entre los años 2002 y 2005.
Dictadura y sociedad en Shoah y Vecinos del Horror . Algunas comparaciones.
Shoah, dirigida por Claude Lanzmann ha sido producida durante cinco años, concluida
en 1985, proyectada en Buenos Aires en 1989 bajo el auspicio de la AMIA y la Sociedad
Hebraica Argentina y también presentada por capítulos en el canal oficial, ATC. El director
busca reconstruir el holocausto judío bajo el Régimen nazi centrándose en sus restos y
dejando hablar a los testigos, es un trabajo arqueológico en el sentido de que su opción para
explicar el genocidio alemán no es la presentación de fotografías y documentos que
evidencien los cadáveres, la muerte, los deportados y las caras del horror. Él elige poner a la
luz aquellos elementos que por ser nimios aún no fueron abordados pero que son
significativos en tanto constituyeron una gama de detalles que permitió que el exterminio se
llevara a cabo.
Lanzmann indaga desde preguntas simples que parecen pecar de triviales: cómo era el
clima en Treblinka la noche en que llegó el primer convoye de judíos, cuáles son los
recorridos de los trenes que llevan a los deportados a los campos, en qué horarios recorren
esas distancias, quiénes pagaban los pasajes de los judíos hacia el exterminio, quién le cortaba
el pelo a las mujeres antes de ser gaseadas y cómo lo hacían, cuál era la distancia entre las
estaciones de trenes y los correspondientes campos de exterminio (como el campo de
70
Chelmno y Treblinka), cuánto tardaban las mujeres y cuánto los hombres en desnudarse,
cómo era la vida en el guetto de Varsovia, qué veían los vecinos polacos de la estación, qué
escuchaban. El film repite insistentemente estas preguntas a distintos testigos, sobrevivientes,
ex miembros del partido nazi, kapos, personal de los campos de concentración, vecinos
“ajenos”, familiares de víctimas. En la repetición, el director logra un abanico de respuestas
que lindan entre lo asombroso y lo banal.
De las diez horas de film, tomaré sólo algunos ejemplos reveladores. El primer caso, es el
de un judío checo deportado que pasó a formar parte del Comando Especial de Auschwitz,
Filip Müller. Este prisionero fue obligado por los oficiales alemanes a realizar tareas para
guiar a la gente hacia el crematorio, para limpiar los hornos y deshacerse de los cadáveres que
podían obstruir su funcionamiento. Él recuerda que estaba “shockeado, hipnotizado, sólo lo
hacía” y en ese continuar con la tarea, logró sobrevivir. En un nivel de conducta similar, el
siguiente ejemplo es el de un peluquero entrevistado por Lanzmann que en la entrevista relata
cómo era su tarea en la sala que antecede a la cámara de gas de Treblinka donde debía cortarle
el pelo a las mujeres con la mayor rapidez posible para alimentar a la máquina con futuras
muertes. Él declara “yo sólo obedecía órdenes, mi deber era cortar el pelo sacándole el
máximo posible pero haciéndoles creer (a las víctimas) que era un corte normal” pero su
discurso se quiebra en un profundo silencio cuando recuerda con dolor la llegada de la mujer
y la hermana de su compañero de tarea, ante la insistencia del director para que continúe su
relato, sólo agrega “no prolongue esto...va a ser muy duro”. En este sentido, Michael Pollak
explica que la obra de Lanzmann busca impedir el olvido por el testimonio de lo
insostenible63.
Alejado del campo de concentración, el encargado de coordinar los “trenes especiales”
durante la segunda guerra mundial, un ex miembro del Partido Nazi, explica “yo era un
simple burócrata pegado a mi escritorio, ¿cómo iba a saber? (...) Treblinka era un campo de
63 Pollak, Michael, 2006. Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite. Ed. Al Margen, La Plata, Pág. 28.
71
concentración, un alojamiento (...) si uno no estaba cansado de la vida más valía callarse la
boca”. Pilar Calveiro explica esta característica del sistema de exterminio como la
constitución de un “servicio público criminal” que se encuentra montado por burócratas
perseverantes que actúan cumpliendo con una función específica, es decir, como un engranaje
dentro de la gran maquinaria y que son capaces de obedecer por sobre todas las cosas, sin
interrogarse por cuestiones morales. Finalmente, también rescatamos de Shoah los
testimonios de los integrantes de comandos especiales que a fines de la guerra se organizaron
para la resistencia, buscando primero mejorar las condiciones de vida en el campo en el que
estaban para luego conscientizarse de que sólo con organización y atacando a las SS en su
interior podían lograr el objetivo central: parar a la máquina de exterminio.
El trasfondo de estos ejemplos, son los testimonios de aquellos alemanes y polacos que
viviendo cerca de las estaciones de trenes a donde llegaban los deportados o permaneciendo
en el centro de la ciudad veían los traslados y aunque algunos conocían que el destino final
era la muerte no sabían los detalles del proceso. Como vimos en el trabajo de Robert
Gellately, la sociedad alemana no ignoraba la existencia de los campos y las políticas
tendientes a arianizar la nación, al contrario, este tipo de medidas, según el autor, fueron
aceptadas por la población. Es probable que los alemanes ignorasen los detalles que
constituían el proceso de exterminio pero para muchos de los entrevistados “la vida
continuaba”. En este punto, lo que Lanzmann rescata es que continuaba en el horror o como
dice Beatriz Sarlo “la constancia del horror puede no destruir materialmente todo, pero al
mismo tiempo nadie se salva de esa presencia permanente”64.
Vecinos del horror. Los otros testigos fue grabada en 1996 por un grupo de
investigadores argentinos65. Este film se diferencia del anterior por su cortísima duración
aunque trabaja sobre la compilación de testimonios de vecinos y testigos que habitaban cerca
de los campos de concentración y centros de detención de la Provincia de Buenos Aires. Las
64 Sarlo, Beatriz, 1989. “La historia contra el olvido” en Revista Punto de Vista, Año XII, número 36, Bs As. 65 Idea: María S. Cantino, Graciela Guilis. Entrevistas: Sebastián Clemente, Enrique Porterie, Genaro Press, Damián Roth, Santiago Zari. Cámara y edición: Zebra Producciones. Coordinación y guión: Genaro Press.
72
entrevistas presentadas en este documental tienen su eje en preguntas mucho más abiertas,
poco anecdóticas y si se quiere, más directas acerca de lo que significó la convivencia cerca
del terror.
El video recoge diez testimonios de vecinos cercanos al Pozo de Banfield, el Pozo de
Quilmes, el COTI Martínez y el Olimpo y también presenta el testimonio de una mujer que
sufrió una operación comando en su edificio en Capital Federal. Para el primer centro
clandestino de detención, se ofrece una pequeña entrevista con un matrimonio de edad
avanzada que definen la vida en esa época como “horrible, era la angustia de ver lo que se
hacía y no se podía hacer nada”. Miguel, otro entrevistado que vivió desde 1971 en las
proximidades del Pozo de Banfield, cuenta: “a mí nunca me pasó nada, a mí no me molestaba
que los militares nos pidieran los DNI y esas cosas”. Sin embargo, aunque el miedo estaba
presente, ya que “si queríamos acercarnos a ver lo que pasaba no nos dejaban (...) se
escuchaban gritos y observábamos a las tres o cuatro de la madrugada cómo bajaban gente de
los camiones”, termina definiendo así su vida diaria en esa época: “para mí era bueno, porque
ahora con los chorros y los drogadictos dando vueltas...si mataron gente por algo lo mataron,
a mí nunca me hicieron nada”.
Una mujer presta su testimonio sobre su vida diaria cerca del Pozo de Quilmes pero sin
que su imagen quede registrada en el video. Ella vive allí desde hace cuarenta años y dice
nunca haber visto nada. “Nosotros nos habíamos acostumbrado a ver todo cercado, a prender
las luces internas y apagar los faros si venías en auto (...), a lo mejor vecinos que viven más
cerca vieron y oyeron algo...yo no...trabajarían de noche...no sé”. Cuando los entrevistadores
le preguntan si a pesar de no haber visto nada, sabía algo de lo que pasaba en su barrio,
contesta: “en el barrio todos sabíamos pero no hablábamos” y agrega “me enteré (de lo que
pasaba) con el tiempo, después que pasó todo”.
Un vecino que vivió cerca de El Olimpo, desde 1967, cuenta “no hubo nada anormal
además de la vigilancia extrema. Ronda de autos y de policía. Nunca me imaginé eso, sino me
73
hubiera agarrado un pánico terrible (...) yo no escuché ni gritos, ni voces, nada raro, sólo que
no podías pasar por la puerta, ni estacionar el auto quince segundos (por allí) porque venían
los policías armados a sacarte”. A diferencia de este testimonio, un hombre más joven que
vivió cerca de este campo hasta los ´80 cuenta que “los fines de semana ponían música al
mango y el comentario, un poco ingenuo, de los vecinos era: mirá cómo se divierten los
milicos, la deben estar pasando bomba”. Tiempo después, ellos descubren que la música era
una pantalla para cubrir los gritos y voces de los secuestrados mientras eran torturados.
Pero las “pantallas” funcionaban dentro y fuera del campo, como lo cuenta una mujer
joven que sólo conserva recuerdos del ambiente familiar de la época: “en mi familia no se
decía nada, no se hablaba del tema. Cuando cayó la dictadura se empezó a hablar de la
movida nocturna, durante el día no se veía nada, era todo muy prolijo”. Esta combinación
entre el silencio del hogar y las estrategias del gobierno para mantener oculto el núcleo de
esos “fragmentos de realidad” que los vecinos conocían funcionó durante muchos años en
favor de que los crímenes continuaran. Pero ¿podemos decir por ello que la sociedad lo
apoyaba?.
Para el caso de Coti Martínez, los entrevistadores eligen a un canillita del lugar que
trabaja allí desde hace treinta años. Este hombre, recibía comentarios de los vecinos acerca de
los gritos que escuchaban desde la Comisaría y define la vida de aquella época como un clima
de tensión: “los militares estaban siempre por la calle y si no les gustabas te llevaban (...) El
barrio vivía tensionado”. Viviendo al lado de la Comisaría, un hombre que decide no quedar
registrado frente a las cámaras, cuenta cuando su mujer se dirige ante los oficiales para
quejarse por los gritos que se escuchaban, “fue muy bien atendida” y este hecho para él “no
tuvo mayor trascendencia”.
Finalmente, una mujer mayor de edad, testigo de una operación comando en su edificio
ubicado en Arenales y Pueyrredón, Capital Federal, cuenta que los militares la trataron muy
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bien durante el operativo, que actuaron con mucha cautela y silencio y que al retirarse le
pidieron “discreción”: “me quedó la certeza de lo que estaba pasando, una certeza absoluta”.
En líneas generales, en los relatos se sostiene que el miedo y el desconocimiento de lo
que estaba pasando eran moneda corriente, si bien ellos notaban la presencia militar en el
barrio y algunos veían cómo los camiones llegaban a la madrugada cargados de secuestrados
y escuchaban gritos y música en tono elevado que provenían de los centros, dicen jamás
haber imaginado lo que en verdad sucedía. La sospecha que recaía sobre la gente que era
detenida en esos lugares, el “por algo será” se repite hoy como en aquella época, trazando un
límite en algunas entrevistas entre la inocencia de los que “trabajaban” y que “nunca les pasó
nada” y los “otros”. Los comentarios sobre el tema en el ámbito vecinal eran frecuentes
aunque también reconocen que en la familia no se hablaba demasiado.
Si bien las torturas, los crímenes, las desapariciones llegan a ellos mucho tiempo después
con la transición democrática han quedado en sus recuerdos aquellos “movimientos extraños”
que mencionábamos antes. Esto es utilizado por Florencia Levin como evidencia de que las
representaciones de una sociedad ajena pueden ser falsas, si algo de los centros clandestinos
se desbordaba hasta penetrar en el barrio, dejando rastros visuales o auditivos entonces la
ignorancia, la pasividad y la victimización de los vecinos puede cuestionarse. Como vimos en
el capítulo anterior, estos “retazos de saber” fueron abordados también por Gabriela Águila y
María Seoane en perspectivas diferentes.
Continuando con Florencia Levin, esta imagen de inocencia arraigada en la sociedad es
un producto de la eficacia de la memoria performativa del Nunca Más66, sin embargo uno
podría alegar que, la otra mirada sobre una sociedad que por “saber” es cómplice, también es
producto de la eficacia del discurso militar. Para Calveiro la sociedad fue la principal
destinataria del mensaje represivo y el conocimiento que esta tenía de lo que ocurría fue
66 Levin, Florencia, 2005. “Arqueología de la memoria. Algunas reflexiones a propósito de Los Vecinos del Horror. Los otros testigos” en Revista Entrepasados, número 28, Buenos Aires, p. 57
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también un instrumento utilizado desde el poder militar para comprometer a todos,
construyendo retrospectivamente en ellos una actitud cómplice.
Programa Jóvenes y Memoria. Recordamos para el futuro
El Programa Jóvenes y Memoria. Recordamos para el futuro forma parte de una
propuesta fuerte desarrollada por la Comisión Provincial por la Memoria desde el año 2002
que hasta la actualidad ha cumplido con cinco convocatorias anuales67. La propuesta de este
programa es que los alumnos de colegios bonaerenses de nivel polimodal investiguen durante
todo el año escolar acerca del pasado reciente, inscribiendo su trabajo en una mirada local
para que una vez concluido, pueda ser transmitido a su comunidad bajo distintos soportes:
libros, producciones gráficas (folletos, cartillas, diarios, revistas), ediciones multimedia
(páginas web, cds), murales, obras de teatro o puesta escénica, muestra fotográfica,
documental en soporte audiovisual o en soporte sonoro. Estas producciones constituyen la
fase final del Programa, donde los alumnos elaboran sus conclusiones. Como explica Sandra
Raggio, Directora del proyecto, el programa promueve el desarrollo de una “experiencia” que
se orienta a transformar la propia subjetividad de los jóvenes para cambiar la forma de
percibir el presente, las maneras de comprender a la sociedad y de valorar los hechos.
Siendo el eje central del proyecto “Autoritarismo y Democracia” los alumnos estudian el
pasado reciente en la escuela, con un anclaje en lo local ya que la mirada micro histórica de
las investigaciones les permite un análisis sobre la dinámica de la historia menos opaca,
menos abstracta y a la vez, menos esquemática y estereotipada de la que ofrece la historia
escolar. El protagonista, el testigo la víctima, el victimario, el cómplice están al alcance de su
mano y pueden ser reconocidos como vecinos, maestros y padres de los alumnos68. Estos 67 La Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires es un organismo público extrapoderes, con funcionamiento autónomo y autárquico, creado por una ley provincial en el año 2000. Sus diferentes áreas de trabajo son: Archivo y Centro de Documentación, Comunicación y Cultura, Investigación y Enseñanza y el Comité contra la Tortura. La sede de la Comisión, se encuentra en el edificio donde funcionó la Dirección de Inteligencia de la Policía bonaerense cumpliendo tareas de espionaje político en toda la provincia entre 1956 y 1998. Para más información ver: www.comisionporlamemoria.org 68 Raggio, Sandra, 2004. “La enseñanza del pasado reciente. Hacer memoria y escribir la historia en el aula”, Revista Clio y Asociados, volumen 5, Universidad Nacional del Litoral.
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elementos les permiten integrar sus historias a la gran Historia o ponerla en cuestión. A pesar
de la variedad de los proyectos, algunos temas permanecen y se repiten en cada convocatoria:
reconstrucción de episodios locales de represión o resistencia, biografías de desaparecidos,
exploración que desde el presente se tiene sobre la dictadura, centralmente la idea de que “acá
no pasó nada”, las transformaciones sociales y económicas del período en la comunidad, la
guerra de Malvinas y la vida cotidiana bajo la dictadura.
En torno a este último eje, los alumnos parten de las siguientes preguntas ¿cómo era la
vida cotidiana en su comunidad?, ¿cómo impactaba la presencia militar?, ¿cómo convivían la
normalidad con el horror? ¿ era real que “no pasaba nada”?. Intentando responder a estos
interrogantes en las entrevistas encuentran frecuentemente que miedo y silencio parecían ser
costumbre en esa época. Pero también podemos encontrar una gama de actitudes que oscilan
entre el apoyo y la resistencia.
Para comenzar, tomemos el video Recordar sin temor, elaborado por los alumnos de la
E.E.T.N°1 de Coronel Pringles en el año 2002. Coronel Pringles es una pequeña ciudad de
aproximadamente 20 mil habitantes, cuya principal actividad es la agrícola ganadera. Los
alumnos la definen como un pueblo de mentalidad tradicionalista, renuente a los cambios
fácticos o actitudinales y en donde la desconfianza sobre los testimonios de los secuestrados
proviene de la gente de clase media y alta.
El video retoma un tema del que ya no se hablaba en el pueblo pero que fue significativo
durante la dictadura: el cese en la actividad de dos maestras del colegio Sagrado Corazón y el
traslado de dos monjas como resultado de la delación ante las fuerzas de seguridad de sus
compañeras de trabajo que habían calificado la actividad de estas personas como “subversiva
y sospechosa”. Los alumnos rescatan los relatos de las denunciantes y de las maestras
cesantes poniendo en juego un conflicto de memorias que hasta el momento parecía
desconocerse en la comunidad. En las entrevistas aparecen relatos orgullosos de docentes que
confeccionaban las listas de sus compañeras que estaban a favor y en contra de las dos
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hermanas incriminadas, listas que fueron entregadas al Padre Pedro Grande quien debía pasar
los nombres al V Cuerpo del Ejército de Bahía Blanca. Cuenta una de las docentes “le dije,
'mire Padre, yo le voy a dar el nombre de las seis que estamos definitivamente en contra de las
hermanas. Es decir, a menos no tenemos más confianza en ellas. No sabemos si son zurdas
pero ya no queremos estar, no nos sentimos ni cómodas, ni bien, ni seguras, ni tranquilas.
Nosotras para prevención queremos que se vayan'”. El testimonio del ex Secretario del
Gobierno Municipal en la dictadura, afirma que “muchos de los que ahora se dicen
democráticos, fueron entregadores (...) y otros que estaban dentro del Proceso, procedieron
con mucha más justicia y menos discriminación que muchos de los que se dicen
democráticos”. Para ejemplificar esto, toma el caso del Intendente del pueblo en el período
dictatorial, quien intercedió ante el V Cuerpo del Ejército para que no detuvieran a las
hermanas: “cuando el V Cuerpo se lleva a las monjas, el Intendente va al Ejército y les dice
'por favor, no me baje el Ejército en Pringles, déjeme manejar esta situación a mí' (...) y
también habla con el Obispo de Bahía Blanca y le pide que traslade a las monjas a un lugar
pequeño donde no estuvieran bajo la lupa, para salvarlas”. Ante estos episodios de cesantías y
expulsiones, el funcionario concluye que “no se manejó como un hecho público. Un buen día
las monjas se fueron y un buen día las maestras se quedaron sin el sueldo”.
Gellately interpretaría esta conducta delatora de las docentes como parte de un entramado
de complicidad con el Régimen que propicia su sostén. Es difícil en este caso definir si las
intenciones en la elaboración de la lista responden a un compromiso con el gobierno militar o
una cuestión de interés personal donde se ponen en juego motivos privados para la delación.
Sin embargo, parece una actitud aproximada al conformismo con los objetivos militares ya
que las monjas molestaban, generándoles desconfianza por que podían ser “zurdas”.
Siguiendo con este tipo de casos, el video Huellas de la Historia Presente de los alumnos
del I.S.F.D N°36 de José C. Paz presenta en los testimonios de profesores y alumnos de la
Escuela Media de General Sarmiento el compromiso de los docentes con las políticas contra
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la “subversión en el ámbito educativo” permitiendo que la dictadura contara con un nivel de
consenso importante durante algunos años en la implementación de medidas autoritarias
concernientes a rituales, vestimenta y contenido de las clases en el colegio.
Como veremos, la mayoría de los alumnos69 que indagaron sobre los silencios y la
pasividad de sus pueblos bajo el período dictatorial se encontraron con frases que depositan
la sospecha en los “otros” y también con la idea de que sus comunidades, por ser “pueblos” y
estar alejados de la gran ciudad, no podría haber sucedido nada raro.
En Vida cotidiana en Abasto, realizado por los alumnos de la E.E.T.N° 4 se indagó sobre
los roces y las memorias del pasado reciente en Abasto, una pequeña localidad de 10 mil
habitantes, ubicada a 15 km de La Plata. Los protagonistas de este video están cruzados por su
pertenencia a la escuela, los testimonios que recoge son de una maestra que hoy está jubilada,
tres ex alumnos dos de los cuales hoy son empleados y la tercera está desaparecida.
Haide, la maestra, se define como apolítica, estuvo vinculada durante un tiempo a la
Iglesia hasta que le propusieron ir a enseñar a las villas y no aceptó. Junto a su marido,
vendieron su estación de servicio a un “grupo guerrillero” sin saber de sus actividades hasta
que “los agarran a todos”. Cuando le preguntan sobre su vida diaria en Abasto responde: “no
teníamos docentes con problemas, éramos todos matrimonios de pueblo, las chicas que venían
con 'ideas' no se volcaban a nosotras porque éramos grandes”. A pesar de que sus hijos le
reprochan que nunca les haya contando lo que pasó en esa época, Haide mantiene una
posición definida durante todo su testimonio “era una disputa entre los militares y los...
(silencio), ambos tenían razón...pero no se puede vivir con ideales, hay que ser un poquito
más frío. Siempre hay uno más fuerte que los corta a los ideales por más que sean re justos.
Pero ¿vas a agarrar un arma y vas a salir a luchar?...¿contra quién?”.
69 Tomo las siguientes películas: “Vida cotidiana en Abasto” (E.E.T.N° 4. Abasto), “Recuerdos Latentes” (E.E.M.N°1.Los Cardales), “Huellas de la Historia Presente” (I.S.F.D N° 36. José C. Paz), “Vida y Ausencia” (E.E.M. N°1. Smith), “Miramar, si estoy en tu memoria soy parte de tu historia”(E.E.M.N°1. Miramar), “Los vecinos del Pozo de Banfield” (Instituto Dr Emilio Lamarca. Lomas de Zamora).
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El testimonio de uno de los ex alumnos, Enrique, nos acerca a los cambios que se
sufrieron en la vida cotidiana donde la participación con los vecinos en el Club, en la
Cooperadora de la Escuela y en la Iglesia, dejaron lugar al aislamiento desde el momento en
que fue secuestrado y liberado. A partir de su secuestro, Enrique siente que convivió con una
marca, los vecinos y la gente en general empezaron a tener un trato distinto hacia él y
comenzó a escuchar frases como “¿este en qué anda?”, “por algo le pasó”. “Tuve un retroceso
muy grande en la parte social (...) me centré en mi casa, en mi trabajo, en mi novia y no me
ocupé más en afuera de mi casa”. Para él, el clima que se vivía en esa época era de miedo “ la
familia te decía: no te metas, que te secuestran, no digas nada. Y la Iglesia no tuvo una
participación muy profunda porque al cura lo silenciaron (...) vos no hacías algo por miedo, el
hecho de no participar es que te daba terror”.
Actitudes como las de Haide y Enrique están atravesadas por el miedo y la decisión de no
mantener compromisos que pudieran generar sospechas en las fuerzas de seguridad y entre los
vecinos del pueblo. Como explican Corradi y Calveiro, el terror aparece implantando una
cultura del miedo y convirtiéndose en elemento disciplinador que busca, incluso, la
obediencia voluntaria.
Omar, el otro ex alumno, era delegado sindical de la fábrica Kaiser y llegó a ocupar un
puesto alto dentro de la planta de 450 obreros. Para él, no había presencia militar, “lo anormal
podía ser que revisaran el micro y te pidieran documentos. En esa época se respetaba mucho a
la policía porque nos daba ejemplos a nosotros”. Coincidiendo con la maestra, “fue una guerra
sin declarar de ambas partes (...) el enfrentamiento fue producto de la ambición de poder, fue
inútil no se logró nada positivo, sólo muerte”.
Con respecto a la desaparición de Mirta en 1977, los alumnos reconstruyen parte de su
historia pero no con testimonios de los vecinos de Abasto sino gracias a la colaboración de las
Madres de Plaza de Mayo. Ellos explican que “Abasto no pudo hablar de ella. A las
preguntas, respondieron con olvidos y silencio”.
80
Vida y Ausencia de los alumnos de la E.E.M.N° 1 de la localidad de Smith ubicada a 38
km de Carlos Casares, también centra los relatos en torno a la desaparición. En este caso, será
Horacio Raúl Campione secuestrado en julio de 1978. La historia que se rescata aquí, tiene
como objetivo devolverle al pueblo parte de su historia silenciada, destacando la participación
de la madre de Campione, quien se acerca a los Organismos de Derechos Humanos y a otros
familiares de desaparecidos donde encuentra contención y un espacio de recuerdo de las
víctimas “que son la historia real”. En la misma línea de investigación se halla Miramar, si
estoy en tu memoria soy parte de tu historia, producida por alumnos de la E.E.M.N° 1 de
Miramar, donde un familiar de desaparecido cuenta que “había aceptación de la sociedad al
Golpe (...) no se hablaba del tema de los desaparecidos”.
En las entrevistas recogidas por Ludmila da Silva Catela70 para el desarrollo de su
investigación sobre la reconstrucción del mundo de los familiares de desaparecidos en La
Plata, la autora distingue que el proceso dictatorial y el momento del golpe no pueden
escindirse en los relatos de los entrevistados, aparecen como una misma cosa que no permite
diferenciar intensidades, etapas, responsabilidades ni tipos de “apoyos”. En este sentido, en la
vida cotidiana de los familiares de desaparecidos, el golpe aparece fuertemente asociado al
secuestro de un hijo o pariente cercano, diseñando un sistema de acusaciones que marca y
condena a quienes prestaron conformidad a la violencia estatal y que se representa como
ruptura de la vida diaria en ese momento.
En este sentido, los relatos sobre las desapariciones en Abasto, Smith y Miramar parecen
combinar por un lado el silencio frente a los secuestros y la oposición a través de la
participación en organismos de derechos humanos. Pero, como dice Da Silva Catela, la
desaparición se presentaba como una situación traumática frente a la que no había
establecidas previamente pautas de acción. Algunos familiares reaccionaron con actitudes de
búsqueda y reclamos y otros sólo pudieron esperar noticias mientras convivían con el miedo y
70 Da Silva Catela, Ludmila, 2001. No habrá flores en la tumba del pasado. La experiencia de reconstrucción del mundo de los familiares desaparecidos, Ed Al Margen, la Plata, Bs As, Argentina.
81
en este sentido es certera la definición de Fernando Devoto71 acerca de que la resistencia debe
entenderse en la medida de cada uno.
En Recuerdos Latentes, producida por los alumnos de la E.E.M.N°1 de Los Cardales,
partido de Exaltación de la Cruz, algunos testimonios coinciden en que la vida cotidiana no
fue profundamente trastocada excepto en cuestiones mínimas, como la presencia militar, pero
se repite el hecho de que “los que normalmente vivíamos trabajando, no teníamos
inconveniente”. Sin embargo, encontramos en este video un testimonio que rompe con la idea
de que en el pueblo “no pasaba nada”. Un hombre que trabajaba como bombero en aquélla
época, cuenta que se encargaba de levantar a las víctimas en un callejón y llevarlos al hospital
acompañado por personal de las Fuerzas Armadas. Ante estos hechos, él recuerda que “ era
normal encontrarse a las personas dentro de gomas y prendidas fuego (...) cuando el médico
anunciaba los decesos no sé de qué forma sabían, pero ellos (los militares) les comunicaban a
los familiares y los trasladaban al cementerio”.
Este relato se asemeja a muchas de las entrevistas realizadas por Lanzmann en Shoáh
donde aquéllos que participaron en pequeñas tareas vinculadas a la máquina de exterminio
incitan a más de un autor a pensar en términos de complicidad. La fragmentación de los
hombres como engranajes de una cadena que conduce a la muerte era parte de la estrategia del
Régimen argentino para difuminar las responsabilidades. Pero a la vez habría que preguntarse
qué motivos llevaron a este bombero a aceptar la terrible tarea de trasladar los cuerpos
quemados por las fuerzas represivas. ¿Fue por temor?, ¿fue porque compartía los valores del
gobierno?. Caviglia nos diría que no importan los motivos, sino que con esa actitud colaboró
a que la dictadura fuera posible y que, en última instancia, esto se debió a que ese bombero no
se reconocía como autor de la historia, en tanto una actitud de oposición hubiera alcanzado
para generar una ruptura en su esquema normalizado y así, cambiar la estructura de su
cotidianeidad. La pregunta queda abierta.
71 Ver el artículo de Cristina Zuker, “El terror y la vida” en Revista Caras y Caretas, marzo de 2006, Bs As.
82
Los vecinos del Pozo de Banfield, video del Instituto Dr Emilio Lamarca de Lomas de
Zamora, profundiza en los testimonios sobre qué veían, qué escuchaban y qué sentían los
habitantes del lugar en esa época. Originalmente lo que hoy es el Pozo de Banfield empezó a
construirse como un campo deportivo del Club Luz y Fuerza. Los vecinos se percatan de la
construcción carcelaria mucho tiempo después, “viviendo acá no sabíamos lo que pasaba
realmente, venían algunas versiones que no se sabía si eran verdad (...) había gente que se la
llevaba y no se sabía a dónde”. Los vecinos se encuentran juntos en la misma entrevista, se
interrumpen en los testimonios y se ayudan entre todos a recordar. “No se podía preguntar
nada, uno era ajeno a lo que estaba sucediendo, era todo cerrado, no se veía nada, sólo los
camiones blancos de presos cerrados y ver pasar a los patrulleros”. Algunos rememoran
momentos de contacto con los militares del Pozo, prestándoles el teléfono de su domicilio,
vendiéndoles pañales en un kiosco o simplemente hablando “había dos (militares) que eran
muy amables” acota delante del grupo una vecina de edad avanzada.
De esta forma, “no nos enterábamos de nada” “económicamente estábamos muy bien”, “
acá no se notó ninguna diferencia”, “en el interior no se notó tanto”, “ uno era ajeno a lo que
estaba sucediendo” son muchas de las constantes frases que constituyen lo que Michael
Pollak retoma de Henri Rousso y llama el encuadramiento de la memoria, entendiendo a la
memoria como una operación colectiva de los acontecimientos que se busca proteger y que se
integra en tentativas de definir y reforzar sentimientos de pertenencia y fronteras sociales
entre colectividades de distintos tamaños72. En este sentido si una memoria encuadrada da
cohesión y sentido de pertenencia al grupo, también le trae conflictos en tanto puede
enfrentarse con otras memorias o bien, el sujeto puede sentirse obligado a controlar las
tensiones de sus recuerdos personales para poder integrarse a una memoria colectiva que, en
general es la oficial, aunque sus experiencias no coincidan con ella.
72 Pollak, Micael, 2006. Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite, Ed. Al Margen, Bs As, p.25
83
Otras cuestiones que aparecen son las marcas en lo urbano, los cortes de calles por las
que los vecinos ya no pueden transitar debido a su cercanía a los centros de detención y
tortura, la presencia militar en los barrios, las requisas, las armas que visten a los policías que
transitan incansablemente por allí, los horarios que inauguran un momento de repliegue de los
vecinos hacia sus hogares. Fundamentalmente las personas ausentes de las que no se habla ni
se indaga pero que pasan a constituir la vida diaria de los hombres y mujeres de esos lugares,
diseñan un prisma de climas cambiantes que se incorporaban a los hogares, a las ideas e
imágenes que diariamente iban configurando y delimitando las diferentes opciones que tenían
ante el terror.
Las actitudes de no apoyo u opositoras al Régimen73 se registran en la reconstrucción de
episodios de solidaridad y ayuda. La organización de los vecinos desarrollada en la localidad
de San Nicolás para superar en el ´78 y el ´79 el conflicto por la erradicación de la villas se
ejemplifica en el video Villa Pulmón de los alumnos de la E.E.M.N° 5 de esa ciudad. Se
rescata aquí las actitudes de vecinos acompañados por sacerdotes y gente joven que se
comprometen en una acción conjunta para acercarse a los sectores pobres afectados y poder
ayudarlos. El Padre Karaman dice al respecto “en la villa encontré los valores humanos, era el
lugar de resistencia”. Lo mismo se muestra en Del Autoritarismo a la Solidaridad de los
alumnos de la E.E.M.N°32 de La Matanza, donde ante decisión tomada por el Intendente
Cacciatore de erradicar la villa, la respuesta del barrio es organizarse en comisiones vecinales
dirigidas por el Padre de la zona para enfrentar el desalojo. En Pastoral Salesiana y
Terrorismo de Estado elaborada por los alumnos del Colegio Don Bosco de San Nicolás,
también encontramos actitudes de oposición al Régimen por sacerdotes que trabajaban en las
villas y que eran catalogados de sospechosos por su acercamiento a los pobres. Uno de los
entrevistados cuenta: “eran muy comprometidos, vivían la misma experiencia de los pobres,
se insertaban en los barrios a través de la Escuela nocturna para Adultos, la Escuela de Arte y
73 Tomo las películas “Villa Pulmón” (E.E.M.N°5. San Nicolás) , “Pastoral Salesiana y Terrorismo de Estado” (Colegio Don Bosco. San Nicolás), “Del autoritarismo a la solidaridad” (E.E.M.N°32. La Matanza)
84
Oficios para jóvenes”. Desde 1975 se empezó a cuestionar este tipo de actividades de
promoción social como conductas próximas al marxismo, otro entrevistado opina al respecto
“la peor manera de matarlos era decirles comunistas (...) continuamente en el barrio se hacían
allanamientos buscando a los curas pero ellos no se apichonearon”.
Estos casos de solidaridad no desembocaron en actitudes propias de una resistencia
organizada en pos del objetivo de vencer al Régimen. Fueron, sobre todo, actitudes de
Resistenz.
Si dentro de la Iglesia se podían encontrar actitudes “no conformistas” frente al Régimen
también existían actitudes de apoyo como la del sacerdote Cristian Von Wernich. En este
caso, otra de las producciones realizadas dentro del Programa “Jóvenes y Memoria” que no
tiene un soporte audiovisual sino que tomó la forma de un libro El hombre de las dos caras es
la de los alumnos de 25 de Mayo que indagando sobre la percepción local que se tiene en su
pueblo de este personaje cómplice de la dictadura, encontraron que en los relatos esto se ponía
en duda. La imagen negativa que circula en los medios basada en su participación y vínculos
directos con el Régimen son desmentidos y negados en 25 de Mayo sacando a la luz un
conflicto de memorias difícil de resolver.
Los resultados de estas producciones son variados y nos permiten ver por su
heterogeneidad, la complejidad de la matriz de lo social en cuanto a las actitudes se refiere.
Desde los apoyos, el consentimiento, las oposiciones, las resistencias y los silencios, la vida
cotidiana bajo la dictadura parece no poder explicarse por una sola de estas dimensiones. Dos
elementos fundamentales habrá que rescatar al momento de intentar un análisis crítico: la
coyuntura y lo local. La primera porque nos permite contextualizar el marco en el que se
desarrollaron las actitudes, el momento por el que pasaba la Junta Militar y la sociedad.
Probablemente no lleguemos a las mismas conclusiones analizando el momento específico del
golpe y por otro lado el resto de su trayectoria. En segundo lugar, lo local como espacio de
85
micro historias permitirán alejarnos de los relatos globales y abstractos que no rescatan la fina
trama de actitudes y conflictos a los que los miembros de una comunidad debieron enfrentarse
durante el Proceso.
86
Palabras Finales
El abordaje de la vida cotidiana bajo el último Régimen dictatorial en Argentina no ha
tenido demasiados trabajos académicos que sean a la vez reflexivos y críticos. La mayoría de
ellos parten del uso de los testimonios como fuente principal para reconstruir cómo era la vida
bajo el Régimen y muy pocos nos ofrecen un cruce con otros documentos de la época que
enriquezcan las interpretaciones del pasado reciente. A su vez, estos trabajos parecen caer
inevitablemente en uno de los dos polos de interpretación más fuertes sobre la dictadura: los
dos demonios o la complicidad absoluta de la sociedad. Como explicamos, el objetivo de este
trabajo se orientó a superar ambas visiones para enriquecer el debate y construir nuevas vías
de acceso a la complejidad de lo social.
No podemos iniciar un análisis de este tipo sin tener en cuenta que durante todo el
período el terror existió, no sólo en los campos de detención y concentración sino también en
los ámbitos cotidianos de lo social. Las investigaciones de las películas presentadas
demuestran que, en aquellos lugares donde “no pasó nada” se vivieron muchas experiencias
que no necesariamente tuvieron a la represión física como eje central pero sí a la represión
simbólica. En la gestación de una cultura del miedo, el Régimen jugó con los silencios de
aquellos sectores que aparecen como “no involucrados” pero que algo sabían. Pero también
existieron actitudes de apoyo y oposición en estos microcontextos, desde las docentes
elaborando listas para la delación de compañeras de trabajo, hasta los vecinos congregados
bajo la dirección de un sacerdote con el fin de buscar una solución ante la erradicación de las
villas. En este sentido, no todas las complicidades fueron de los grupos corporativos
poderosos (como la Iglesia y las grandes empresas) y tampoco toda la resistencia al Régimen
puede explicarse con la organización de la clase obrera o del movimiento de Derechos
Humanos. Quizás uno de los elementos más interesantes en este punto, sea rescatar los
análisis que realizan para el caso europeo Kershaw y Passerini. El primero por aportar el
debate en torno al concepto Resistenz del Proyecto Baviera y la segunda por su nueva mirada
87
sobre las mediaciones que pueden existir entre lo público y lo privado dejando al sujeto actuar
en uno de esos espacios de manera totalmente diferente a como lo hace en el otro.
Como explica Vezzetti, hay que analizar esta gama de actitudes teniendo en cuenta quién
puso a las personas en esa situación porque si hubo apoyos también hubo prácticas que por
pecar hoy de pasivas no dejaron de ser una respuesta al estado de terror y miedo que
imperaba. A pesar de ello, hubo mucha gente capaz de evitar que el Régimen penetrara en sus
vidas de diferentes maneras, algunos organizándose y denunciando (por ejemplo, las Madres
de Plaza de Mayo) y otras resguardando sus ideas y creencias bajo llave. No todo silencio
significó conformidad como tampoco oposición, a veces pudo ser una estrategia eficaz para
convivir en una cultura del miedo.
Lo mismo sucede con el problema del tiempo histórico. Y digo problema porque es
frecuente encontrar frases que aluden al consenso de la sociedad argentina toda vez que, por
ejemplo, multitudes vitoreaban en Plaza de Mayo por el Mundial del ´78 o por la guerra de
Malvinas. De la misma manera, la idea de que se esperaba la llegada de los militares para
poner orden al caos institucional del gobierno de María Estela Martínez de Perón da por
sentado que los sectores que apoyaron el golpe conocían el plan represivo y la ola de
desapariciones que le seguirían. Esto no tenía necesariamente que ser así. Si, como explica
Quiroga, los golpes se legitimaban por la tradición de alternancia entre civiles y militares del
sistema político argentino, también es importante analizar los mecanismos que desde el
gobierno militar se implementaron para generar consenso o silencio y evitar la oposición. La
censura en los medios de comunicación, las medidas de control sobre los ámbitos educativos
y laborales, las propagandas dirigidas a la nación y al extranjero limpiando la imagen del
Régimen, la promesa de una política dialoguista entre el Estado y los Partidos Políticos, son
varios de los elementos que constituyen un contexto complejo en el cual se insertaban las
diferentes opciones que podían tener estos sectores ante la dictadura. Por eso, es importante
situar las actitudes que se van a indagar ya que las personas que acompañaron positivamente
88
al golpe en 1976, no necesariamente tuvieron que mantener la misma actitud a lo largo del
todo el período, sobre todo cuando el Régimen hubo atravesado por fases críticas para su
sostén, aún al interior de la corporación militar. El énfasis en la necesidad de periodificar la
dictadura no sólo permite ver las fluctuaciones de las actitudes sociales, sino que también nos
puede acercar a una conceptualización de esas actitudes más dinámica y precisa. Para poner
un ejemplo, nos parece necesario dejar de lado una idea de consenso estable, y pensarlo más
como algo en permanente formación y transformación –en palabras de Florencia Mallon, no
como un punto de llegada, sino como un proceso.
Como vimos para el caso de Shoah, la vida cotidiana parecía seguir su rumbo diario pero
bajo el horror. No sólo el miedo configuró el “quehacer diario” de las sujetos, también hubo
medidas económicas y culturales tomadas desde el gobierno que afectaron distintas
dimensiones de la cotidianeidad. En el plano local, por ejemplo, el cierre de una fábrica, los
despidos, la censura pudieron condicionar gravemente una faceta de la vida cotidiana de la
sociedad. El Régimen se propuso penetrar en los espacios micro de la sociedad y de alguna
manera todos fueron alcanzados por él, aún aquellas personas que hoy recuerdan no haber
vivido “cosas raras” durante ese pasado, reconocen en alguna experiencia de familiares o
vecinos que su ajenidad no era tal y que muchos hábitos o prácticas mínimas fueron
modificadas por la presencia militar (por ejemplo, saberse obligado a llevar consigo el
documento de identidad incluso para caminar hasta el almacén, conocer que después de
determinado horario era recomendable no transitar por las calles, prevenirse en la forma de
vestirse y en el aspecto físico como el uso de la barba para los hombres para no generar
sospechas, etc).
En una escala que tiene por extremos opuestos a la complicidad y la resistencia, podemos
distinguir actitudes de apoyo, consentimiento, indiferencia, distanciamiento y oposición.
La complicidad podría entenderse como una práctica convencida y sostenida en el tiempo
que beneficia al Régimen. El apoyo como una manifestación explícita de acuerdo con el
89
Régimen y algunas actitudes coyunturales que estén orientadas a favorecerlo. El
consentimiento como una manifestación implícita de acuerdo. Mientras que la indiferencia
representaría un punto neutral en la escala, donde los sujetos no manifiestan posiciones a
favor ni en contra, el distanciamiento implicaría manifestaciones implícitas de descontento.
La oposición estaría representada por prácticas y manifestaciones en contra del Régimen.
Finalmente, la resistencia concentraría toda la voluntad explícita y abierta de enfrentar al
Régimen y vencerlo.
Por supuesto que en medio de estas categorías, la escala comprendería zonas grises entre
uno y otros conceptos en los que las personas fluctúan según el momento por el que transite el
gobierno, su propia experiencia y la historia local. No pueden interpretarse como categorías
estancas y excluyentes sino como una gama de alternativas por las que se podía optar
dependiendo de una serie de variables como el miedo, el momento histórico del Régimen y
las dimensiones público - privado.
La pasividad es una forma tramposa de catalogar a la actitud de la sociedad,
principalmente porque los hombres nunca están inertes en su vida diaria, aún desarrollando
una rutina absolutamente monótona y repetitiva. La pasividad es por lo general una forma
retrospectiva de considerar la posición de este sector frente a la dictadura que se convierte en
un arma de doble filo: por un lado, parece darle un tinte de inocencia y ajenidad y por otro
lado, habilita la posibilidad de concentrar las culpas en él por la “no oposición” que demostró,
cayendo en una especie de analogía entre pasividad - conformismo (y por lo tanto, aceptación
del Régimen).
Esta visión errónea es la que atraviesa el trabajo de Mariana Caviglia, donde la ajenidad
de la sociedad se traduce en una ausencia del propio reconocimiento como autores de la
historia concluyendo de esta manera que todos posibilitaron el auge y fueron sostén del
Régimen. Este tipo de análisis desliza una heroización y monumentalización de la resistencia
que cierra la posibilidad de pensarla políticamente. Lateralmente, este tipo de análisis parece
90
ignorar la existencia concreta, aunque derrotada de plano, de formas de resistencia armada
durante la dictadura: la contraofensiva montonera. La heroificación de la resistencia en
abstracto, entonces, ocluye también la posibilidad de analizar concretamente la oportunidad
política y las consecuencias de algunas de las formas de la resistencia frontal.
El problema de los vínculos entre esta gama de actitudes y lo moral no nos interesó a los
fines de este trabajo, ya que se buscó evitar caer en las mismas explicaciones maniqueas y
reduccionistas que condenan o exculpan a la sociedad por su actuar cotidiano en el Proceso.
Entendemos que uno de los problemas que han tenido los análisis acerca de la vida cotidiana
bajo autoritarismos ha sido la imposibilidad de distanciarse de dos lenguajes y dos lugares de
autoridad: el lenguaje jurídico y el lenguaje moral –y esto supone ocupar el lugar de jueces de
la sociedad.
Considerar a las actitudes sociales como constitutivas de una matriz de respuestas
alternativas frente a la última dictadura militar que resulta compleja, diversa, heterogénea y
hasta conflictiva permitirá problematizar aquellas conclusiones simplistas y lineales sobre el
tema y abrir nuevas formas de abordaje de la historia reciente más enriquecedoras para el
debate.
91
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