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ACTAS DEL PRIMER CONGRESO NACIONAL DE HISTORIA DEL ARTE TRUJILLO 10-12 DE JUNIO DE 1977 ISBN:978-84-1527572-5

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ACTAS DEL PRIMER CONGRESO NACIONAL DE

HISTORIA DEL ARTE

TRUJILLO 10-12 DE JUNIO DE 1977

ISBN:978-84-1527572-5

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JUNTA DE GOBIERNO

Presidente: D. XAVIER DE SALAS BOSCH.

Vicepresidente: D. JOSÉ MARÍA DE AZCÁRATE RISTORI.D. JOSÉ GUDIOL RICART.

Secretarios: D. JESÚS HERNÁNDEZ PERERA.D. FEDERICO TORRALBA.

Tesorero: D. ANTONIO BONET CORREA.

Vocales: D. ENRIQUE MARCO DORTA.D. JUAN JOSÉ MARTÍN GONZÁLEZ.D. JOSÉ MANUEL PITA ANDRADE.D. EMILIO GÓMEZ PIÑOL.D. ALFONSO E. PÉREZ SÁNCHEZ.D. JUAN AINAUD DE LASARTE.

PRESIDENCIAS DE MESA

SECCIÓN I.—LA HISTORIA DEL ARTE EN ESPAÑA

1.ª Presidente: D. DIEGO ANGULO ÍÑIGUEZ.Vicepresidente: D. JOSÉ GUDIOL RICART.Secretaria: D.ª M.ª MAR LOZANO BARTOLOZZI.2.ª Presidente: D. JOSÉ HERNÁNDEZ DÍAZ.Vicepresidente: D. FELIPE M.ª GARÍN O. DE TARANCO.Secretario: D. FRANCISCO J. PORTELA SANDOVAL.

SECCIÓN II.—LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA DEL ARTE

1.ª Presidente: D. ENRIQUE MARCO DORTA.Vicepresidente: D. FEDERICO TORRALBA.Secretaria: D.ª ANA MARÍA ARIAS DE COSSÍO.2.ª Presidente: D. JUAN JOSÉ MARTÍN GONZÁLEZ.Vicepresidente: D. JESÚS M.ª CAAMAÑO MARTÍNEZ.Secretaria: D.ª AUREA DE LA MORENA BARTOLOMÉ.

SECCIÓN III.—CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN MONUMENTAL EN ESPAÑA

1.ª Presidente: D. JOSÉ MANUEL PITA ANDRADE.Vicepresidente: D. SANTIAGO ALCOLEA GIL.Secretaria: D.ª M.ª CARMEN LACARRA DUCAY.2.ª Presidente: D. JOSÉ MARÍA DE AZCÁRATE.Vicepresidenta: D.ª M.ª ELENA GÓMEZ MORENO.Secretario: D. VÍCTOR M. NIETO ALCAIDE.

COMITÉ ESPAÑOL DE HISTORIA DEL ARTE (CEHA)Y ORGANIZACIÓN DEL CONGRESO

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RELACIÓN DE PONENCIAS Y COMUNICACIONES

Sección I:TEMA GENERAL: LA HISTORIA DEL ARTE EN ESPAÑA

PONENCIAS:CID PRIEGO, Carlos: Presencia y problemas de la pintura contemporánea asturiana (ss. XIX-XX).VALDIVIESO GONZÁLEZ, Enrique: Aportaciones al conocimiento de Juan de Zurbarán.FALCÓN MÁRQUEZ, Teodoro: Nuevas aportaciones documentales sobre la Catedral de Sevilla.

COMUNICACIONES:PEMÁN PEMARTÍN, César: Precisiones sobre el retrato de la duquesa de Borgoña Isabel de Portugal,

por Jan van Eyck.BERNALES BALLESTEROS, Jorge: Esculturas del círculo de Roque Balduque en Sevilla.SOLÍS RODRÍGUEZ, Carmelo: Antón de Madrid y Estacio de Bruselas, pintores del siglo XVI en la

Baja Extremadura.GARCÍA MOGOLLÓN, Florencio Javier: Francisco de la Torre y el retablo mayor del Convento del Cristo

de la Victoria de Serradilla.CRUZ VILLALÓN, María: Las piezas visigodas del Museo de Badajoz.SERRERA CONTRERAS, Juan Miguel: Influencias de grabados germánicos en la pintura española del

XVII: Aldegrever y Zurbarán.SOBRINO MANZANARES, M.ª Luisa: Grabados y viñetas satíricas en Galicia (1919-1939): Castelao y

Maside.MORALES, Alfredo J.: Modelos de Serlio en el Arte sevillano.HERNÁNDEZ PERERA, Jesús: La custodia de la catedral de Badajoz.DE SALAS BOSCH, Xavier: Hacia la interpretación de Paret y Alcázar.BELDA NAVARRO, Cristóbal: Dos nuevas obras de Valdés Leal, en Murcia.SANZ, M.ª Jesús: Notas sobre una arquitectura temporal construida para el recibimiento de Carlos IV

en Sevilla.SÁNCHEZ-MESA MARTÍN, Domingo: Nuevas obras de los escultores andaluces Alonso Cano, Pedro de

Mena y José Medina

Sección II:LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA DEL ARTE

PONENCIAS:AZCÁRATE RISTORI, José María: El estilo y sus fases: el ejemplo del Gótico.SEBASTIÁN LÓPEZ, Santiago: El método iconológico y su aplicación a El Salvador de Úbeda.

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COMUNICACIONES:PEMÁN PEMARTÍN, César: Sobre modernización técnica del libro de Arte.PITA ANDRADE, José Manuel: Propuesta para la coordinación de actividades entre los Departamentos

de Historia del Arte.MONTOLIÚ SOLER, Violeta: La docencia de las Bellas Artes en la Real Academia de San Carlos, de

Valencia.MORALES SARO, M.ª Cruces: Sincronía y diacronía en la enseñanza de la historia del Arte.

Sección III:CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN MONUMENTAL EN ESPAÑA

PONENCIAS:MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Problemas que suscita la conservación del legado arquitectónico y al-

gunas soluciones

COMUNICACIONES:TORRALBA SORIANO, Federico: Problemática del patrimonio artístico de Aragón.CHAMOSO LAMAS, Manuel: Criterios sobre delimitación de los Conjuntos Monumentales histórico

artísticos.ÁLVAREZ VILLAR, Julián: Restauración de la iglesia de San Bartolomé de Jerez de los Caballeros

(Badajoz).LOZANO BARTOLOZZI, M.ª del Mar: La descontextualización, planteamiento problemático en la recu-

peración monumental. Aplicación al caso de Cáceres.ORTEGA ROMERO, Socorro: Alteración urbanística de un conjunto monumental contemporáneo: el

Templo de la Veracruz de Carballiño (Orense)

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ALCOLEA GIL, Santiago.

ÁLVAREZ VILLAR, Julián.

ANDRÉS ORDAX, Salvador.

ANGULO ÍÑIGUEZ, Diego.

ARIAS DE COSSÍO, Ana María.

AZCÁRATE RISTORI, José María.

AZCÁRATE, Sra. de.

BELDA NAVARRO, Cristóbal.

BERNALES BALLESTEROS, Jorge.

BLANCH ALMUZARA, Montserrat.

BONET CORREA, Antonio.

BONET, Sra. de.

CAAMAÑO MARTÍNEZ, Jesús.

CALATAYUD FERNÁNDEZ, Elena.

CID PRIEGO, Carlos.

CID PRIEGO, Sra. de.

CHAMOSO LAMAS, Manuel.

FALCÓN MÁRQUEZ, Teodoro.

GARCÍA GAINZA, M.ª Concepción.

GARCÍA MOGOLLÓN, Francisco Javier.

GARÍN ORTIZ DE TARANCO, Felipe M.ª.

GÓMEZ-MORENO, M.ª Elena.

GÓMEZ PIÑO, Emilio.

GRACIA BENEYTO, Carmen.

GUDIOL RICART, José.

HERNÁNDEZ DÍAZ, José.

HERNÁNDEZ PERERA, Jesús.

HERNÁNDEZ PERERA, Sra. de

LACARRA DUCAY, M.ª Carmen.

LOZANO BARTOLOZZI, M.ª del Mar.

MARCO DORTA, Enrique.

MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José.

MARTÍN GONZÁLEZ, Sra. de.

MARTÍNEZ RIPOLL, Antonio.

MONTOLIU SOLER, Violeta.

MORALES SARO, M.ª de las Cruces.

MORENA BARTOLOMÉ, Aurea de la.

MORENO SÁNCHEZ, Juan.

NIETO ALCAIDE, Víctor.

NIETO, Sra. de.

ORTEGA ROMERO, M.ª Socorro.

PEMÁN MEDINA, María.

PEMÁN PEMARTÍN, César.

PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso E.

PITA ANDRADE, José Manuel.

PLAZA SANTIAGO, Francisco J. de la.

PORTELA SANDOVAL, Francisco J..

SALAS, Xavier de.

SALAS, Sra. de.

SÁNCHEZ-MESA MARTÍN, Domingo.

SANZ SERRANO, M.ª Jesús.

SEBASTIÁN LÓPEZ, Santiago.

SERRERA CONTRERAS, Juan Miguel.

SOBRINO MANZANARES, M.ª Luisa.

SOLÍS RODRÍGUEZ, Carmelo.

TORRALBA SORIANO, Federico.

VALDIVIESO GONZÁLEZ, Enrique.

VERA BOTI, Alfredo.

VILLALÓN, María Cruz.

NAVASCUES, Pedro.

RELACIÓN DE CONGRESISTAS

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Presencia y problemas de la pintura contemporánea asturiana (ss. XIX-XX)

CARLOS CID PRIEGO

LA PROBLEMÁTICA DE UNA PRESENCIAIRREGULAR

Si se compara la pintura asturiana con la de otrasregiones, Cataluña por ejemplo, lo primero que sor-prende es su gran calidad e importancia en algu-nos períodos, y su minimalización y hasta desapa-rición absoluta en otros. La Prehistoria ofrece unpanorama espléndido, recientemente incrementadopor la cueva de Tito Bustillo; los insignificantes ves-tigios romanos indican, en el mejor de los casos,una presencia perdida. En el prerrománico nada detiempos visigodos, como era de esperar, pero sor-prendente, casi única en la Península, en los tiem-pos de la monarquía astur, y sin más competenciaque las miniaturas mozárabes. Después un largoocaso, un románico intuido por vestigios insigni-ficantes, nada notable en el gótico ni en el renaci-miento y el manierismo. Un nombre de primerafila en el barroco, Juan Carreño de Miranda, quepertenece por entero a la Corte; otro, extranje-rizante y de tercera fila, que pinta aquí, Reyter. Yde nuevo otra etapa, la tercera, magnífica en lostiempos contemporáneos.

Por lo visto Asturias ha sido país de pintores,pero en lapsos muy distanciados, sin relación en-tre sí, con las consiguientes incógnitas de sus orí-genes y largos ocasos, que no se explican únicamen-te por las pérdidas materiales. Si se compara lapintura con el resto de las Artes, se apreciarán fluc-tuaciones, pero mucha mayor continuidad y nun-ca cortes absolutos seguidos de fulgores. Concre-tamente, la pintura contemporánea de los siglos

XIX y XX está inmersa en esa problemática queparece propia de la tierra.

LOS PROBLEMAS GEOECONÓMICOS Y ELAMBIENTE CULTURAL

Puede que muchas circunstancias se expliquenpor la configuración geográfica. Mucho se ha in-sistido en la barrera de la cordillera Cantábrica quesepara la región del resto del país, del clima en bue-na parte duro, de los malos caminos; todavía en elsiglo XVI se dudaba de que se pudieran enviar porcarros las piezas del sepulcro del arzobispo Valdés,de Pompeo Leoni, hasta Salas, por ignorar si exis-tía comunicación. Romanos, visigodos y árabes su-frieron todos estos inconvenientes, la agitada oro-grafía y la reciedumbre de los habitantes. Laconsecuencia fue, salvo los años en que el Reinoastur alzó la enseña de la Reconquista, unamarginación secular, una economía floja, aunqueno mísera. Claro que todo esto explicaría la faltade Arte en general, pero no exclusivamente de lapintura, mientras se elevaban templos y palacios yse tallaban esculturas.

Las cosas empezaron a cambiar, y quizá aquíhaya que ver el origen del florecimiento de la pin-tura contemporánea, con la Ilustración del sigloXVIII, tan señeramente encabezada en la regiónpor el gijonés Jovellanos, que conduciría a la fun-dación de instituciones culturales y a la construc-ción de la carretera del Pajares; y en el siglo XIXcon la minería y la industrialización, y el trazado

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del ferrocarril de Gijón a León, desde donde enla-zaría con Madrid. Todo esto favoreció la cultura,antes pobre pese a los esfuerzos de una Universi-dad demasiado reducida y a la sorprendente acti-vidad musical de la catedral.

A pesar de todo, durante gran parte del períodoel ambiente no era totalmente favorable. Las no-vedades llegaban con mucho retraso; los intelectua-les se concentraban en entusiastas, pero pequeñosgrupos no sobrados de medios económicos, enOviedo y Gijón. Los artistas sólo se podían dar aconocer en el escaparate de una tienda cualquiera,luego en un café y más adelante en un casino, enun club de regatas. Era preciso escapar a Madrid ytriunfar allí. Hubo escasos mecenas; también elpositivo apoyo de instituciones oficiales, como laDiputación Provincial y el Ayuntamiento de Gi-jón. La prensa local se portó siempre bien, pero nollegaba lejos. La Universidad aportó su impulso consus concursos y premios, facilitó un aula para es-tudio, organizó exposiciones visitadas incluso pormonarcas (Alfonso XIII).

La plenitud del siglo XX vio la aparición de ga-lerías, se creó el Instituto de Estudios Asturianos,con sus publicaciones a las que se han añadido lasespléndidas series de monografías de pintores delBanco Herrero, del Ayuntamiento de Gijón, de «ElComercio» de esta ciudad, de editoriales parcial ototalmente dedicadas a temas asturianos, ademásde otras iniciativas. Gijón crea su Museo, luegoOviedo. En la Universidad se establece la Facultadde Filosofía y Letras, que pronto contará con lasSecciones de Historia y del Arte, con las consi-guientes investigaciones, tesis doctorales y memo-rias de licenciatura. No hay que olvidar algunosmeritorios libros antiguos, pero es reciente la re-cogida de millares de artículos dispersos en revis-tas y periódicos, la catalogación de cuadros, la im-presión de estos materiales desde el folleto popularhasta el libro de bibliófilo. A la erudición cada vezmás numerosa en la región se van uniendo perso-nalidades foráneas del renombre de un EnriqueLafuente Ferrari. Bibliografía, exposiciones, confe-rencias, salen al encuentro de todos y crean unaconciencia entusiasta. Tal ha sido la marcha de uncambio radical, que ha producido en pocos añosun magnífico despertar a la cultura pictórica. Ade-más de los casos de Madrid, Barcelona y el PaísVasco, entre otros, es posible que pudiera sucederlo mismo en otras provincias hoy mal conocidas

en este aspecto. Pero Asturias se ha adelantado amuchas y recupera a pasos agigantados el tiempoperdido.

EL ENTUSIASMO PICTÓRICO: ASPECTOSPOSITIVOS Y PELIGROS

En el siglo pasado y buena parte del actual lasaficiones se reducían a pequeños círculos, y es sor-prendente de un Piñole o un Marola tuvieran queesperar a traspasar la cincuentena para obtener unreconocimiento público generalizado. El incremen-to de los pintores y sus admiradores ha aumenta-do desde sus comienzos hasta hoy de modo muyirregular en su ascensión. Una representación grá-fica daría la visión de larga y ligera pendiente as-cendente, mayor elevación desde la primera déca-da del siglo XX hasta los años 30 y la triste y durapostguerra, que intercalarían violentas irregularida-des, expresivas de las tragedias. Nueva animaciónen los años 50-60 y luego el fenómeno se dispara,la línea de la gráfica parece ansiosa de acercarse ala vertical y la actividad se desborda.

Una simple estadística sobre un diccionario con-vencional, demuestra que el número de pintoresnacidos en Asturias es menor que el de otras mu-chas provincias. Que en la Asociación de ArtistasAsturianos estén inscritos unos 70 vivos en la ac-tualidad, podría parecer modesto. ¿Cómo es posi-ble que la región sea tan ruidosa en pintura? Sinentrar en cuestiones de calidad, las cifras obteni-das hay que reinterpretarlas en relación con la den-sidad de la población. Asturias tiene un millón dehabitantes, con 170.000 en Oviedo y más de200.000 en Gijón; pero compárense con los tresmillones y medio de Madrid Ciudad, o más de Bar-celona, o los dieciséis millones de Tokio. Un estu-dio estadístico detenido, daría en Asturias unos tan-tos por ciento en relación con la poblaciónverdaderamente sorprendentes por su elevación deartistas y aficionados respecto a datos absolutos dehabitantes.

Esta proporción fuera de lo corriente, esa ascen-sión geométricamente acelerada, provoca posicio-nes diversas, unas positivas, otras negativas y quetampoco deben olvidarse. El amor a la pintura, ge-neralizado desde el comprador pudiente al hom-bre culto de menos posibilidades, pero que al me-nos lee y va a los museos, al estudiante y hasta

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PRESENCIA Y PROBLEMAS DE LA PINTURA CONTEMPORÁNEA ASTURIANA 17

muchos hombres de la calle, es socialmente bue-no, como lo es siempre toda difusión cultural, queen Asturias empieza a conquistar a las masas, queal margen de las élites intelectuales y económicasve en la pintura de su tierra algo suyo y aglutinadorde una regionalidad. País con Arte, cultura del pue-blo, contribución a los valores nacionales y univer-sales, son siempre deseables, y aquí se están logran-do.

Pero existe también el lado negro, ese fenóme-no mundial que tan acerbas críticas merece de lasideologías económicas no capitalistas y de todo ver-dadero intelectual: el negocio especulativo y alie-nante. Como en todas partes, al olor de la famaacude el hedor crematístico. No cabe duda de quees lícito que el pintor viva de su trabajo, como todoser humano del suyo, y que cobre en proporciónde su calidad y esfuerzo; incluso puede admitirseun comercio moderado que facilite las relacionesentre artistas y cliente. Pero todo esto dentro delímites lógicos y honrados, que no excluyan a casitodos en beneficio de pocos, que no viertan ni con-duzcan a situaciones límite, que acaban en el crackeconómico, en la alienación y el descrédito.

Sucede que cuadros vendidos originariamentehace muy pocas décadas a 10.000 pesetas serevenden hoy al millón. Hay clientes ricos que sa-ben lo que compran, pero otros que carecen de crí-tica y abundan en dinero, que lo adquieren todo,a veces por esnobismo, otras por apariencia de su-puesta cultura, y no pocas creyendo que hacen ex-celentes inversiones, sucedáneas de la Bolsa en baja,sin importarles el Arte, sino la mercancía. Así setapizan paredes, del techo al zócalo, de lienzos demuy mezcladas categorías. Junto a vendedores se-rios aparecen los oportunistas, y entre todos pro-vocan una auténtica inflación muy peligrosa. Pri-mero para los que no supieron seleccionar ycualquier día se encuentren con telas simplementeemborronadas; segundo para los propios artistas.Este exceso de éxito anima a los valiosos y modes-tos de otros tiempos hasta el punto de exponerseal endiosamiento personalista. Lo que parece hoyfácil negocio puede atraer a demasiados, con el con-siguiente «desempleo» de una clase productora quepor esencia carece de la más mínima defensa so-cial; y nada digamos si entre esos demasiados sur-gen oportunistas de buena o mala fe, que sin valerlo suficiente creen que saben pintar y fracasan, conla consiguiente y lamentable secuela de frustracio-

nes y miserias económicas. Esperemos que este op-timismo no conduzca a una catástrofe, ni que cie-rre una vez más un período glorioso de la pinturaasturiana, pero sin duda el tiempo —el mejor delos críticos— tamizará de forma que producirá másde una sorpresa en uno y otro sentido. Estamosante un auténtico problema social, aunque sea apropósito del Arte, y ante él no es posible cerrarlos ojos ni encontrar fácil solución.

EL PROBLEMA DE LA PRESENCIA DE UNAESCUELA ASTURIANA DE PINTURA

Éste es sin duda uno de los más difíciles puntosde la exposición. De la abundante e impulsiva pin-tura contemporánea de Asturias no hay duda, pero¿constituye escuela? Creemos que el propio térmi-no de «escuela» está anticuado, es impropio, con-fusamente sinónimo de otro más concretos, y quede mantenerse habría que delimitar mejor su con-tenido, porque cada cual y cada época lo entiendede una manera diferente. De esta aclaración, quees imposible abordar aquí a fondo, ni menos solu-cionar, dependería la respuesta respecto a Asturias.Carece de sentido hablar de una «escuela españo-la», que planteada así abarcaría desde Altamira aPicasso pasando por Tahull y Velázquez; más bienhabría que considerarla como referencia a un pue-blo o conjunto de pueblos, a una etnia si se quie-re, a una demarcación geográfica o situación polí-tico-administrativa, factores todos interesantescomo apoyo del Arte, pero que no son Arte. Ental sentido no hay escuela asturiana, ni siquiera re-ferida a una de sus épocas, la contemporánea.

Si se trata de ciertas tendencias, por ejemplo, lospuntos comparables entre el expresionismo alemándel siglo XX y Mathias Grunewald, tampoco esposible enlazar lo más mínimo en Asturias la pin-tura contemporánea con la prerrománica y la pre-histórica. Pero si nos limitamos a un período máscorto —ya que la proyección al pasado quedainvalidada por las largas soluciones de continui-dad—, si se admite una amplia gama de maticesque no incluya a los artistas en un estrecho sacocomún, si se aceptan rasgos comunes con otros lu-gares, y se atiende al espíritu además de a las for-mas, entonces sí que puede hablarse de una escue-la asturiana caracterizada por la abundanciaestadística de ciertos elementos, la escasez o falta

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de otros, y sobre todo por la manera de ser de unoshombres que aparecen diferenciales respecto aotros.

Muchos rasgos son semejantes a los del resto deEspaña, incluso de Europa, por ser Asturias un rin-cón de un vasto ámbito matizado por corrientesculturales muy fuertes en cada momento; esta in-tegración es lógica, lo contrario resultaría imposi-ble. En cuanto a las peculiaridades propias, no apa-recen a primera vista tan vistosas como las de laescuela vasca, la catalana o la andaluza. Y, sin em-bargo, existen, pero es preciso vivir la tierra y sushombres, penetrar poco a poco, formar parte de ellay de ellos para sentir claramente lo que es de con-fusa explicación académica. El asturiano es por na-turaleza de personalidad individual muy fuerte, loque unido a sus vocaciones viajeras —siempre conregreso al terruño—, dificulta más las fáciles agru-paciones. Y esto ocurre en todos los aspectos de lavida, incluso del paisaje, del clima, en que los con-trastas son constantes y a pesar de ello convergen-tes. La montaña, el prado, el mar y la entraña mi-nera de la tierra, una lluvia torrencial seguida deun sol glorioso, son exactamente igual de asturia-nos.

Pero vayamos a los denominadores comunes másamplios posibles. Salvo excepciones de integracióntan total que hace olvidar el lugar del registro civilde un nacimiento, y en este caso se trata de un as-turiano más, los pintores asturianos son asturianos,como los vascos son vascos. No es el caso de la es-cuela de Madrid, formada por todos los españolesy muy pocos madrileños, o la escuela de París, queademás de no significar nada coherente, planteaserias búsquedas antes de encontrar a un parisino,mientras pululan gentes de toda Europa y no esraro hallar un japonés.

Rasgo común de los pintores asturianos es supolifacetismo. Aunque prefieran el óleo y el lien-zo, ensayan la mayoría de las técnicas propiamen-te pictóricas y diversos soportes. Pero no paran ahí,la mayoría son excelentes dibujantes, grabadores ylitógrafos, muchos recurrieron a estas especialida-des para ganarse la vida en épocas difíciles, o parailustrar bellas ediciones literarias, sin olvidar la pu-blicidad y sobre todo la caricatura, género que fueuna auténtica vocación de muchos y capítulo im-portante que está apenas por estudiar. No faltaronlos que, como los dos Vaquero, fueran al tiempoarquitectos, escultores, pintores, ilustradores y de-

coradores. Si pintura y escultura suelen andar muyentremezcladas, tampoco falta la vocación musical,la literaria y la teatral. Martínez Abades fue autorde muchos de los más populares cuplés españoles.

Otros rasgos de unión se encuentran en el tra-tamiento de la luz, tan particular y difícil enAsturias, tan diferente de la levantina o castellana;sin dejar de ser coloristas, al contrario, captanfinuras y matices cuya ejecución sale más del sen-timiento que de la aplicación de una técnica cons-ciente. También el amor al terruño y sus hombres,lo que explica, incluso hasta la actualidad, la granabundancia de paisajes, las escenas de género, pre-ferentemente populares, alguna intromisión urba-na, sobre todo de las viejas calles y del mercado delFontán. Costas y marinas alternan con otros temas,el retrato es mucho y bueno. Otra vocación carac-terística es el mural, casi siempre adosado, que al-gunos asturianos han llevado incluso más allá delos mares.

En cambio, faltan o flaquean proporcionalmentelos asuntos religiosos, literarios e incluso de His-toria, las escenas burguesas; si el trabajo se reflejacon frecuencia, es más contemplación, documen-to, comprensión, que crítica realista social a la ma-nera de un Daumier. Claro que todo esto son ge-neralidades con excepciones, y referencias másconcretas a unas épocas y personalidades que aotras.

LOS ARTISTAS ASTURIANOS

Podría pensarse en provincianismo, y lo hay aveces en sano sentido de asturianía, no peyorativo.Los hay de muy diversas andaduras. Existen los quenunca salieron de aquí, o lo hicieron con rápidoregreso para apegarse para siempre a la tierra. Frentea ellos hay casos opuestos, un Carreño de Miran-da en tiempos pretéritos, un Darío de Regoyos enlos recientes, que marcharon muy pronto parasiempre. Caso mixto son ejemplos como el de LuisMenéndez Pidal, integrado en Madrid, o el deOrlando Pelayo, en la escuela de París, pero siem-pre con frecuentes visitas e incluso regresos madu-ros. Los grandes nacionales o internacionales pa-saron aquí sus años de adolescencia, se fueron, perono se desligaron nunca y vivieron con un pie enAsturias y otro en cualquier lugar del mundo. En

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PRESENCIA Y PROBLEMAS DE LA PINTURA CONTEMPORÁNEA ASTURIANA 19

resumen, los locales, los que escaparon al epicen-tro astur y el término medio.

Por lugar de nacimiento se agrupan en el ochen-ta por ciento en Oviedo y Gijón, los dos grandescentros asturianos en todos los sentidos, incluyen-do la pintura; es muy notable el peso de Gijón, ydifícil establecer diferenciaciones tajantes con elgrupo ovetense, y menos con otros ocasionales,como el que surgió en Muros de Nalón. Nuestrospintores fueron casi siempre de notable precocidad,y llana atención la participación de las mujeres.

Su formación local se debe a las diversas Escue-las de Bellas Artes o de Artes y Oficios de Gijón yOviedo, algo a estudios de pintores foráneos. ElInstituto Jovellanos de Gijón tuvo un papel voca-cional muy importante. Pasaron por las imprescin-dibles becas de la Diputación y los ayuntamientos,de instituciones privadas como el Casino de Gijón;y tampoco faltaron apuros y miserias.

Si en el gótico hubo dependencia de León, y enel barroco de la arquitectos santanderinos, ahorala meta anhelada es Madrid, y allí siguen la segun-da parte de su carrera oficial, como en toda la Pe-nínsula. Será la Escuela de Bellas Artes de San Fer-nando, el Museo de El Prado, los talleres de losmaestros famosos, los que completen su formación,sin olvidar nuevas ayudas que desde la capital con-ducen con frecuencia a Roma y París. Y luego elcurriculum de siempre: asistencia a las Exposicio-nes Nacionales, menciones, medallas, luchas, en-cargos, exposiciones en España y en el extranjero,y hasta se abren las puertas de la Real Academia.

Salvo excepciones, hubo pocos artistas malditosde vida novelesca y viciosa. Eso sí, pintoresquismo,ocurrencia, buena bohemia no encanallecida. Enmuchos se despertó la vocación docente, siempreeficaz y muy comprensiva con los discípulos, queejercieron en Madrid, Oviedo, Gijón, Baeza, Bar-celona, Tarrasa, Segovia, Santander …

LA INCIDENCIA DE LOS ARTISTASTRASMONTANOS

Hay que contar brevemente con los pintores lle-gados del otro lado de la cordillera, que de algunamanera influyeron en Asturias. Relativamente fue-ron pocos los que vinieron a trabajar aquí y deja-ron huellas apreciables, y Asturias quedó como cotonativo en general, y no precisamente por falta de

hospitalidad y generosidad, que son cualidades su-yas. Villaamil la pintó y sus consejos pesaron enalgunos asturianos; Parcerisa la litografió en algu-nas de sus mejores láminas. La mayoría no la com-prendieron, caso de Sorolla, que llevaba dentro sucegadora luz mediterránea, y dejó de Asturias unavisión tan falsa como la partitura a ella dedicadapor Albéniz en su «Suite española».

El caso más notable es el de Carlos de Haes, bel-ga de nacimiento y madrileño de ocupación y vo-cación. Además de sus clases en la capital, fue maes-tro de generaciones asturianas en sus casi anualesvenidas veraniegas, en que rodeado de seguidoresrecorría paisajes y derrochaba consejos. Precisamen-te las vistas de los Picos de Europa figuran entre lomás conocido y mejor de su obra. Haes influyó tan-to en Asturias, que durante muchos años suele ca-racterizarse a un pintor de la región según que fuerao no discípulo y seguidor del maestro belga.

En el siglo XX hay también casos de integracióntan absoluta, que debe de hablarse de asturianíaplena. Vaquero Turcios es un ejemplo, y demás depadre asturiano, aunque nacido en Madrid. Otroes Úrculo, contrapartida de Regoyos; incluso lamayoría de los aficionados le tienen por asturiano,sin embargo, nació en Santurce. Y sin olvidar albarcelonés Gomila.

Al margen, hay los que recibieron encargos es-porádicos, los cumplieron y se fueron sin mayoresconsecuencias. Por ejemplo, los frescos de CastoPlasencia y de Manuel Domínguez en el palacio delos Segas, en Pito; o el sevillano Enrique Segura,que colaboró en los oficiosos frescos de la Univer-sidad Laboral de Gijón, dentro de una ideologíatriunfalista y estereotipada de una época caduca-da. De lo que existe de afuera en colecciones par-ticulares, parece muy oportuno prescindir aquí.

CUESTIONES DE SUCESIÓN ESTILÍSTICAY DE CRONOLOGÍA

Durante buena parte del período que expone-mos faltan numerosos estilos en comparación conlos que se suceden en el mismo tiempo en un buenmanual universal. No son de esperar un prerra-faelitismo o un futurismo, que incluso a nivel in-ternacional son específicos de países concretos. Peroaún así faltan muchos muy generalizados. Aunquehaya un primerizo y discutible enlace con el

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neoclásico y el romanticismo con Dionisio Fierros,discípulo de José y de Federico de Madrazo, la co-rriente clásica falta por completo, y su sucesora re-sulta más tibia y adjetiva que esencial.

En cambio, desde los comienzos domina el rea-lismo, que invade buena parte del siglo XX, y siem-pre triunfa al figurativismo más o menos reinter-pretado. Realismo que con frecuencia fue literal,con sus géneros y anectotismos, como en cualquierparte, pero con idéntica insistencia cargado de li-rismo y humanidad, no demasiado inclinado a lasensiblería llorona o a la superficialidad. Esta orien-tación realista siente abundantes tentacionesimpresionistas, pero salvo Darío de Regoyos, quefue de los primeros en esto, y que se nos marchó,suele detenerse en la conocida fórmula de realis-mo más luminoso, común a tantos territorios dela Europa no franceses. El realismo fue más cons-tatación de verdades visibles que crítica social pro-funda, exaltación de valores y dolores, pese a laconflictividad asturiana en el mar, en la mina y enel campo, tan presentes en la política y hastasangrientamente explosiva.

No existió un simbolismo ni un modernismocomo escuelas desarrolladas, aunque el símbolo yalgunas formas vagamente modernistas aparecierancon retraso y más como medio que como fin. Cu-bismo, fobismo, abstracción y tantos otros «ismos»apenas están presentes, salvo influencias esporádi-cas nunca integradas en grupos. Incluso las frecuen-tes declaraciones de los pintores contra posicionesvanguardistas que consideraban facilonas o simplesmodas, son muy frecuentes y características. Ha-bría que hablar del polifacetismo reciente, del pe-ríodo de los nacidos en la postguerra civil, y así in-troduciríamos el Pop, el Op, el hiperrealismo, elinformalismo y otras modalidades, con buenos re-presentantes jóvenes en la región.

En cambio, esa mezcla de realismo y figurati-vismo sobre todo, ampliamente reelaborados y confórmulas muy personales, no se estancó durante elsiglo XIX ni menos en el XX, y va desde la repro-ducción detallista a la simplificación estilizada, has-ta las fuertes concepciones constructivas, a expresio-nismos de cariz goyesco, al onirismo de vocaciónsurrealista. Hay que reconocer un evidente desfasecronológico, pero también fuertes impulsosinnovadores en los pintores jóvenes y de medianaedad, a veces tan personales, que sólo son ellos mis-mos sin posible clasificación.

LA PROBLEMÁTICA DE LA SISTEMATIZACIÓNY EL MÉTODO GENERACIONAL

Ya sabemos de la arbitrariedad de las sistemati-zaciones y de sus dogmatismos, sobre todo en lasciencias humanísticas. Los malos se agravan alrestringirse los ámbitos espaciales y temporales, yentre la Historia general del Arte y un período cor-to de una región el abismo es insalvable. Frente aesta realidad se impone la razón práctica de que sino se codifica se destruye la posibilidad de enten-derse. Y éste es precisamente uno de los másagobiantes problemas de la pintura asturiana, ca-racterizada por numerosos pintores que viven bue-na parte del siglo pasado y del presente, y que enNicanor Piñole, a punto de cumplir su centenario,tiene al decano natural de la española.

Ante problemas insolubles hay que adoptar elsistema más práctico y lógicamente justificable.Como en nuestra región falla la sucesión históricade los estilos, los géneros, los núcleos geográficosy flaquea la evolución cronológica, algo habrá queadoptar para explicar las constantes regionales ar-tísticas y humanas.

Ante la perplejidad que se plantea, sólo obser-vamos ciertas secuencias en las fechas de nacimien-to de los artistas, a veces en períodos amplios, enotras breves y muy encontrados, circunstancia losuficientemente repetida como para tomarla comoposible base operativa. Al menos se trata de unarealidad, siquiera casual, pero que en la prácticacomporta ciertas orientaciones generales en gruposque se definen sin uniformidad absoluta, pero sinromper con las directrices básicas. Es evidente queesto es una recurrencia al famoso método genera-cional, hoy superado como universal o infalible,pero aún cierto en ocasiones y utilizable en casoscomo el asturiano. Y con todas las reservas einsatisfacciones nos aferramos a él porque no se nosocurre otro mejor; que sepamos, todavía no se haintentado una estructura coherente a la pinturacontemporánea asturiana.

Esta primera que proponemos a la crítica y larectificación, está sin duda llena de defectos, perosu análisis valorativo, perfeccionamiento, e inclu-so sustitución absoluta, quizá sea el único fruto vá-lido de un vacilante paso inicial. Por lo menos esun intento de superar estructuralmente la socorri-da lista alfabética de diccionario, corriendo todoslos riesgos de los pioneros.

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LAS PROBLEMÁTICAS ETAPAS PROPUESTAS

Los posibles periodos, siempre abiertos a la rec-tificación, comienzan con Dionisio Fierros Álvarez(1827-1894), el primer pintor asturiano que abrela pintura contemporánea, y el único nacido ymuerto en el siglo pasado. Discípulo de José deMadrazo y de su hijo Federico, protegido por losMarqueses de San Adrián, retratados por Goya, seinclinó más al romanticismo realista que a otracosa; polifacético como la mayoría, tocó todas lasespecialidades y es una raíz que enlaza conMadrazo, David y Goya, aunque fuera de modomediato. Él inaugura lo que pudiéramos llamar pri-mer período, el de los inicios y de los años contralos del siglo XIX.

A esta etapa hay que añadir los lengevos, quecomo sabemos es característica astur, ya queTelésforo Fernández Cuevas, uno de los pocos«malditos» de nuestro arte, nació en 1849 y murióen el Asilo en 1934. Hombre de leyenda, no salióde Asturias, fue uno de los pocos bodegonistas im-portantes y plasmó los viejos rincones de Oviedo.Darío de Regoyos (1857-1913), el gran transfuga,hay que incluirlo como excepción en este período,aunque sus andaduras fueran muy lejos en Españay en Europa, y que su impresionismo normal ypuntillista, así como su expresionismo tipo Gene-ración del 98, lo enmarquen en muy diversos ám-bitos de la pintura europea; Regoyos fue una pér-dida para Asturias y un regalo para el mundo.

Luis Menéndez Pidal miembro de ilustre y lar-ga familia intelectual, fue el ejemplo señero delacademicismo de mejor cuño de su época, coseche-ro de todos los triunfos imaginables, y aunque in-ternacional, siempre asturiano de corazón, y de pro-fesión. Algo semejante podría asegurarse de JoséUría y Uría, paralelo en intelectualismos familia-res, nacido en el mismo año de 1861 y muerto en1937. Habría que añadir al pintoresco JuanMartínez Abados (1862-1920), figura popular enla pintura, la caricatura y el cuplé. AugustoJunquera (1869-1?????), fino paisajista y exacto re-tratista; Ventura Álvarez Sala (1869-1919) amantedel quehacer de las gentes de la tierra; Carolina delCastillo (1867-1933), polifacética, valiente intro-ductora del desnudo en una sociedad timorata, ca-racterizan a su manera esta primera época que vadesde un romanticismo tardío a un realismo conafanes de impresionismo.

EL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX

En este período, año más o menos, continúa lamarcha ascendente de la pintura asturiana con elnacimiento de bastantes maestros, entre ellos algu-nos de particular importancia. La tónica general esla de partida ochocentista, pero evidentes cambios,ya que alcanzan la veintena larga de su vida en losalbores del XX, y la mayoría doblan la primera mi-tad de éste, incluso Piñelo, casi centenario, vive to-davía.

Se agrupan Evaristo Valle (1873-1951), polifa-cético en su pintura, gran caricaturista y escritor,muy lírica y de amplia gama temática; José RamónZaragoza, (1874-1949), muy viajero, paisajista yseñor de la figura y el retrato. A esta generaciónpertenece Nicanor Piñole (n. en 1878), hombre degran maestría en todos los géneros, y venerado enAsturias como decano de toda nuestra pintura. Hayque añadir a Nemesio Lavilla (1880-1946), ManuelMedina Días (1885-1955), Florentino SoriaGonzález (1884-1961), Ángel García Carrió (1885-1964), en la misma línea de los anteriores en cuan-to a temáticas y expresiones, aunque cada cual consu propia personalidad. Francisco Casariego (1890-1958) fue el gran poeta de los paisajes, en especialde las visiones de cielos y eucaliptos. Cierran la ge-neración Eugenio Secundino Tamayo (1891-1972)y Sócrates Quintana (n. 1894).

AL FILO DEL CAMBIO DE SIGLO

Si el año 1900 apenas significa nada en Asturias,al menos en el sentido que esta fecha tiene, porejemplo, en París, en cambio centra con escasosdesplazamientos otra generación de pintores. Lamayoría vive aún o ha llegado hasta muy cerca denosotros, forman el grupo más maduro de hoy, ycomo es natural, ofrecen mayores avances en no-vedades estilísticas. Y como en todas estas etapaspictóricas asturianas, junto a nombres muy dignosdestacan algunos de proyección nacional e inter-nacional.

Inauguran la serie los hermanos Bernardo, An-tonio y Tino Uría-Aza, nacidos en 1892, 1902 y1905 respectivamente, en un lugar al parecer má-gico, en Ribadesella, en la misma casa y piso queDarío de Regoyos. Quizá se les podría englobarcomo colofón de la generación anterior, pero pre-

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ferimos abrir con ellos la nueva por su gran voca-ción muralista, una de las más características deAsturias, al menos en el siglo XX, y que comienzacon ellos. Pese a sus lastres ochocentistas yacademicistas, de sus concepciones algo postro-mánticas inflamadas de evocaciones de Miguel Án-gel, inauguran una orientación renovada, compa-rable —con los debidos distingos— a la de un Serto un Vázquez Díaz en otras partes de la Península.

Mariano Moré (1899-1972) tuvo doble vida, depintor oficial y de poético captador del paisaje as-turiano; y si como catedrático desarrolló una laborfructífera, hizo raros equilibrios para captar la luzcastellana y la de su entrañable Asturias con idén-tica maestría. Luis Suárez Fernández (1900) se in-tegró en la escuela de París, sin aceptar sus nove-dades, sino aportando su asturianía. Aurelio Suárez(1900) es imposible de encasillar en ninguna van-guardia, aunque pertenece a ellas, quizá a una es-pecie de expresionismo onírico. Paulino Vicente estambién bifacético, de carrera oficial y de docen-cia por un lado, de raíz hincada en lo astur por otra.

Cierran el ciclo dos artistas extraordinarios. Unoes Joaquín Vaquero Palacios (1900), un personajede fábula, que practica con igual éxito todas lasArtes, un hombre internacional que extendió suactividad a todos los continentes, y que conasturianía de cepa y de permanente integración,pertenece al mundo. El otro es Manuel RodríguezLana, conocido por Marola (1905), hombre de vidadura y espíritu delicado, amante de mascaradas, depersonajes sin nombre que deambulan por unmundo soñado, de paisajes de ensueño, en el fon-do de una Asturias que no es la que se contemplacon los ojos abiertos, sino en un éxtasis que apun-ta a la trascendencia, al menos a la psicológica.

LOS AÑOS 20

Desde los alrededores de 1900 hay que dar unsalto a los entornos de 1920 —un poco antes—para hallar una nueva generación, todavía más com-prometida que la anterior, como era de esperar. Enella podría incluirse Antonio de la Granda (1917),simbolista renovado en la expresión de la miseriade nuestro mundo; Fernando Magdaleno (1918),virtuoso de color y la forma; Rubio Cemín (1919),escultor, pintor y muralista que llevó su arte hastala Universidad Laboral de Tarragona; Luis Suárez

Torga (1920), dibujante y pintor de pastas simples,digno de recuerdo por sus desnudos. OrlandoPelayo (1920) es otro de los grandes internaciona-les. Asturianía y vida manchega se mezclaron conel exilio político a Argelia y luego la integraciónen la escuela de París, con el final regreso a su Gi-jón natal. Crítica y visión quevedesca de una Es-paña periclitada, rostros expresionistas a su mane-ra, sin detalles fisionómicos realistas, pero deenorme dicción psicológica, son sus especialidades.Antonio Suárez (1923) es otro maestro de difícilinterpretación para el no iniciado, de una especiede abstracción hispánica, que en sus «asuntosviscerales» podría calificársele de expresionista car-gado de esencialidades plásticas.

Paulino Vicente Serrano (1934-1956), hijo dePaulino Vicente ya citado, fue uno de los dramasdel Arte español por su temprano fallecimiento. Fielal figurativismo, lo renovó con fuertes potenciasconstructivas de las figuras y con la fuerza del co-lorido, y es otro de los muralistas de gran valía. Amedida que los años avanzan se incrementan losmaestros: Casimito Baragaña (1925), paisajista a lamanera de su siglo, sobrio y de eficaz lirismo; Ale-jandro Mieres (1927), vanguardista orientado a unaespecie de abstracción que sugiere vagas visiones.Nuevamente las mujeres: Maruja Moutas (1930),ingenuista; Trinidad Fernández (1930), neofigu-rativista avanzada.

DESDE LOS AÑOS 30 A LA POSGUERRA CIVIL

Si artísticamente los últimos citados pertenecenmás bien al mundo pictórico de los años 20 y sucontinuidad, los conflictivos 30, con su 1931, 1934y 1936-39, seguidos de la triste postguerra, de laescasez y al aislamiento, constituyen otra genera-ción bien definida. Habría que iniciarla conBaquero Turcios (1933), hijo de Vaquero Palacios,tan polifacético, activo e internacional como supadre, asturiano pese a su ocasional nacimientomadrileño. A él ya nos referimos antes, y es figuraque traspasa fronteras regionales y nacionales.

Seguirían Luis Fernando Aguirre (1935), perso-nalísimo aunque pudiera derivársele de un surrea-lismo expresionista; Jaime Herrero (1937), culti-vador de un modo de expresionismo pansexualista,burlón y crítico de la sociedad; Eduardo Úrculo(1938), ya citado; Adolfo Bartolomé (1938), uno

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de los más prolíferos grabadores, pintor de elemen-tos que recuerdan lo onírico asociado a un neorea-lismo muy suyo; Bernardo Sanjurjo (1940), uno delos más jóvenes y avanzados valores. El ya recorda-do barcelonés Juan Gomila (1942); García Linares,otro inclinado al expresionismo personal de sanaobjetividad; Miguel Ángel Lombardía (1946), queacepta todas las consecuencias del realismo, refor-zándolos con valores muy suyos.

EPÍLOGO ABIERTO Y VALORACIÓN CRÍTICA

Todo cuanto antecede no pretende ser catálo-go, ni tratado a fondo, ni tesis indiscutible. Faltanmuchos nombres, algo olvidados por falta demonografías, o dolorosamente sacrificados al espa-cio aquí disponible. En cuanto a la doctrina, sóloes un ensayo, o mejor una oferta que aguarda con-sejos y más sabias aportaciones. Intencionadamentese ha prescindido de los pintores en torno a lostreinta años de edad, vaya para todos la disculpa yel reconocimiento de la valía de muchos, tanta almenos como la de los maestros del pasado y de lamadurez. Pero las cuartillas apremian, los árbolesimpiden ver el bosque, y si exclusiones pretéritaspueden ser incómodas, las actuales resultarían con-flictivas. Hay que esperar unos años para añadirnuevos capítulos, sin duda espléndidos, a la pin-tura española de Asturias, pero con mayores pers-pectivas y quizá labor de otros investigadores. Porlo tanto, no cerramos con estas palabras y nom-bres citados, sino que dejamos abierto el caminoal futuro.

En cuanto a un juicio crítico de la pintura as-turiana, hay que ofrecer nuevas disculpas. Es difí-cil la ecuanimidad, porque el tema que no ocupa

parece siempre el más importante, porque el naci-miento, o en nuestro caso la integración en una tie-rra, arrastra al comprensible y desmedido entusias-mo. Tampoco es fácil la clara seguridad en unprimer intento de síntesis sobre incompletos cono-cimientos y en espera de más investigaciones. Y elproblema se agrava al hallarnos en el centro de unaactividad tan intensa, actual y apasionada.

Sin embargo, quizá no sean injustas algunasapreciaciones. Si se contempla la pintura asturianade los siglos XIX y XX en relación con el contextouniversal, o al menos nacional, se aprecian lugarescomunes con otros muchos territorios. Una pin-tura regional en rasgos generales —en el más posi-tivo sentido de esta palabra—, carente de univer-salidades y posibilidades como las de París o Roma,Madrid o Barcelona. En cierto modo dependenciaparcial de estos graves centros, pero conservaciónfrente a ellos de la propia personalidad étnica. Di-námica de artistas y de otras, no iguales, a delimi-taciones geohumanas equiparables.

En este marco, una muy apreciable riqueza, conartistas que alcanzan desde el entrañable tema lo-cal, con todas sus amorosas limitaciones, pero tam-bién con cualidades artísticas dignas y definitoriasde un pueblo, que algo ha aportado al país y almundo.

El retraso en la aparición de libros de gran enti-dad, la falta de intenso apoyo editorial, no se re-media hasta los años 50-60 de este siglo, y relegópor falta de difusión temprana algo más importantede lo que parecía. Por fortuna, Asturias se ha re-descubierto como país de pintores, y si algunos sóloenriquecían, con gran mérito, el patrimonio local,otros son ya imprescindibles para escribir cualquierHistoria de la Pintura algo completa de nuestro paíse incluso de la universal.

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Aportaciones al conocimiento de Juan de Zurbarán

ENRIQUE VALDIVIESO GONZÁLEZ

Mientras que la personalidad histórica de Juande Zurbarán, hijo del famoso pintor Francisco deZurbarán, ha quedado claramente fijada dentro delpanorama de la pintura española 1, su personalidadartística nos es aún prácticamente desconocida.Históricamente sabemos que nació en Llerena en1620, y que se trasladaría a Sevilla en 1629 siguien-do a su padre. En Sevilla, donde residiría el restode su vida, efectuó su aprendizaje en el taller pa-terno, donde adquiriría un estilo próximo a sumaestro y progenitor, del cual con el paso de losaños llegaría a ser ayudante. La dedicación pictó-rica del joven Juan de Zurbarán en el taller de supadre, le otorgaría una notable y precoz maestría,lo cual evidencia la calidad de los bodegones quese conservan respectivamente en Burdeos y Kiev 2,fechados en 1639 y 1640, en los que se advierteque el joven pintor a sus 20 años era ya un artistaconsumado 3.

Al tiempo que un buen aprendizaje artísticoJuan de Zurbarán recibió, beneficiándose de la

prosperidad económica del hogar paterno, una es-merada educación, como lo prueba el que fueraalumno de danzas cortesanas y que practicó la poe-sía. A los 21 años, en 1641, completada ya su for-mación, Juan de Zurbarán contrajo matrimonio enla iglesia de Santa Cruz de Sevilla, con doña Ma-ría de Quados. A partir de esta fecha se emancipa-ría del taller paterno, actuando ya como pintor in-dependiente, tal como se refleja en la declaraciónde 1644, en la que aparece como testigo con mo-tivo de las terceras nupcias contraídas por su pa-dre; en dicha declaración señala «ser pintor y veci-no de la ciudad (Sevilla) en la collación de SantaCruz». Y es en esta parroquia donde fueron bauti-zados sus dos hijos Francisco y Antonio en 1642 y1644 respectivamente. Su vida se truncaría pocosaños después, ya que falleció en 1649, probable-mente a consecuencia de la terrible peste que eseaño asoló la ciudad de Sevilla.

La relativa abundancia de datos biográficos so-bre Juan de Zurbarán contrasta con la escasez y dereferencias artísticas que de él poseemos. Aparte delos dos bodegones firmados y fechados que ante-riormente hemos mencionado, ninguna otra obrasegura de su mano conocemos. Otros muchos bo-degones le han sido atribuidos con mayor o me-nor fundamento, pero de este aspecto no nos va-mos a ocupar aquí. Sin embargo, hemos de señalarque un pintor que estuvo al menos activo en Sevi-lla durante 10 años, hubo de dejar si no una co-piosa producción, al menos un conjunto de obraslo suficientemente amplio como para que nos hu-biera permitido perfilar su talante artístico. Por otra

1 M. L. CATURLA, Zurbarán en Llerena, A. E. A., 1947,pág. 280. Id. Don Juan de Zurbarán, BRAH, 1957, pág. 269.

2 C. PEMÁN, Juan de Zurbarán, A. E. A., 1958, pág. 193-211.

3 A este respecto nos parece adecuado rechazar la hipótesisde César Pemán (ob. cit., pág. 200) seguida posteriormente poralgunos autores, que no cree en la precocidad de Juan deZurbarán, y al señalar la calidad del bodegón de Burdeos, opinaque no puede ser obra de Juan, sino de Francisco, ya que el pa-dre firmaría la obra con el nombre de su hijo para así promocio-nar a éste como artista.

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parte, al no conocerse firmas suyas más que en dosbodegones, podría inducir a pensar que tan sólo sededicó a esta especialidad pictórica; pero sabemosque en 1644 contrató dos cuadros, que no se con-servan, para una cofradía de Carmona 4, los cualesserían lógicamente de asunto religioso, mostrandopor lo tanto que fue también pintor de temas configuras.

A este respecto queremos ahora intentar dar aconocer como obras de Juan de Zurbarán un con-junto de cuatro pinturas, que procedentes del Con-vento de la Merced Calzada de Sevilla, hemos te-nido ocasión de estudiar detenidamente con motivode la realización del catálogo de las pinturas de lacatedral de Sevilla, que personalmente estamos rea-lizando. La atribución de estas obras a Juan deZurbarán se basa en la aparición de una firma frag-mentaria que hasta ahora había pasado desaperci-bida y que permite ser reconstruida e interpretadacomo la de este artista.

Las pinturas representan cuatro pasajes de la vidade San Pedro Nolasco y fueron realizadas como com-plemento a la serie que Francisco de Zurbarán con-trató para el claustro chico del convento de la Mer-ced en 1629; las pinturas contratadas por este pintorfueron veintidós, aunque nunca se llegaron a pintaren su totalidad. Ceán Bermúdez señaló en dichoclaustro doce pinturas, de las cuales habría que des-contar como obra de Francisco de Zurbarán las cua-tro a las que nos referimos en este trabajo. De todasformas en la actualidad sólo se conservan en distin-tos museos seis de las pinturas que el pintor realiza-se para el citado claustro del convento.

La noticia de que las cuatro pinturas a que nosreferimos no pertenecían a Francisco Zurbarán seda por primera vez en 1732 5 en una descripciónde los cuadros del convento. Allí se señala clara-mente que las pinturas que había en el claustro chi-co eran de Francisco de Zurbarán, excepto las querepresentaban «la entrega de Nuestra Madre por elrey San Fernando a nuestro Santo Patriarca, el de

la Barca, el del Sepulcro de San Ramón y el delmilagro del Coro, que son de Francisco Reyna, con-discípulo que fue de Zurbarán». Poco se sabe deFrancisco Reyna, excepto las noticias que nos daCeán, quien sitúa su actividad hacia 1645 y sumuerte en 1659. De las obras que de él se habíancitado no se conserva ninguna actualmente, demanera que su personalidad artística nos es por elmomento totalmente desconocida.

A pesar de que la Memoria citada menciona aFrancisco Reyna como autor de dichas pinturas,debemos de señalar que la firma fragmentaria queha aparecido en una de ellas no se ajusta para nadaa la grafía de su nombre y apellidos, y que, sin em-bargo, corresponde perfectamente a la de Juan deZurbarán. Pensemos que el autor de dicha Memo-ria, casi un siglo después de que fuesen pintadossus cuadros, o no manejó con propiedad los datosque poseía o recogió una tradición equivocada.Francisco Reyna pudo trabajar muy bien para elconvento de la Merced, pero no debió ser el autorde los cuadros citados 6. Por otra parte hay un evi-dente error en la Memoria, en la redacción de lostítulos de los cuadros, puesto que versando el temade todas las pinturas del claustro chico sobre la vidade San Pedro Nolasco, menciona uno de los cua-dros como «el sepulcro de San Ramón», refirién-dose, sin duda, a San Ramón Nonato; pero el errores fácilmente corregible, ya que el episodio al quese refiere es sin duda la muerte de San PedroNolasco, siendo esta pintura precisamente la quepresenta la firma fragmentaria de Juan de Zurbarán.

Con respecto a la fecha de realización de estascuatro pinturas, ya se ha señalado 7 que pese a pre-sentar un estilo homogéneo con el resto de las pin-turas de la serie realizada por Francisco deZurbarán, debieron ser pintadas algunos años mástarde; evidentemente para ser obras de Juan deZurbarán, como pretendemos demostrar, hubieronde ser realizadas en torno a 1645. Pensamos queno es nada extraño que habiendo quedado incon-

4 C. PEMÁN, ob. cit., pág. 194.5 Memoria de las admirables pinturas que tiene este Con-

vento Casa Grande de Nuestra Señora de la Merced, redentorade cautivos, de la ciudad de Sevilla (Copia de 1789 de un ma-nuscrito de 1732), Sevilla, Biblioteca Colombina (papeles variosnúm. 40).

6 La atribución de estas pinturas a Francisco Reyna fue re-cogida por F. J. Sánchez Cantón en La vida de San Pedro Nolasco:Pinturas del claustro del refectorio de la Merced Calzada de Sevilla.La Merced, 24-1-1922 y por P. GUIMARD, Los conjuntos dispersoso desaparecidos de Zurbarán, A. E. A., 1947, pág. 165.

7 P. GUINARD, ob. cit., pág. 165.

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APORTACIONES AL CONOCIMIENTO DE JUAN DE ZURBARÁN 27

cluso el ciclo de la vida de San Pedro Nolasco porFrancisco de Zurbarán, el convento encargase suterminación años después al hijo del pintor.

Ocupándonos ahora del comentario de las pin-turas que atribuimos a Juan de Zurbarán, señala-remos en primer lugar que en ellas se representancuatro escenas correspondientes a la madurez deSan Pedro Nolasco, apareciendo el santo en las cua-tro pinturas, con el aspecto de un venerable ancia-no, lo que contrasta con los episodios realizados porFrancisco de Zurbarán, que pertenecen a la infan-cia y juventud del santo. Los títulos que puedendarse en estas obras son El milagro de la Barca. Laaparición de la Virgen a San Pedro Nolasco en el corode la catedral de Barcelona, San Fernando entregan-do la imagen de la Merced a San Pedro Nolasco y Lamuerte de San Pedro Nolasco. En conjunto estas pin-turas demuestran haber sido realizadas por un ar-tista fuertemente influenciado por Francisco deZurbarán, lo que se traduce en una clara utiliza-ción de los modelos de este pintor, con similar cap-tación del volumen de las figuras, de su expresivi-dad y de la calidad de las texturas materiales quepresentan vestiduras y ropajes. En el milagro de laBarca se describe el episodio en que San PedroNolasco cruza el mar en una pequeña barca, sir-viéndola como vela su propio manto; la composi-ción está presidida por la majestuosa figura del san-to, en pie sobre la barca, destacando la fuerzaexpresiva de su rostro y el espectacular efecto delblanco vestuario, que está tratado con calidad si-milar a la conseguida por el propio Francisco deZurbarán. En la aparición de la Virgen a San PedroNolasco en la catedral de Barcelona, destaca el am-plio número de frailes novicios que llenan el corocon sus blancos hábitos perfectamente descritos;esta escena tiene una particular intimidad, mani-festada en el ensimismamiento de todos los perso-najes, sólo rota por la actitud de asombro del san-to en la parte derecha de la composición.

La pintura que representa a San Fernando en-tregando la imagen de La Merced a San Pedro Nolascomuestra en la efigie del rey y de su séquito un mag-nífico conjunto de retratos, que representan pro-bablemente a personajes sevillanos benefactores delconvento de La Merced; en la actitud de la figurade San Pedro Nolasco se advierte una repeticióncasi exacta de la figura del mismo santo en el cua-dro pintado por Francisco de Zurbarán, tambiénel claustro chico, que representa la aparición de San

Pedro a San Pedro Nolasco, actualmente en el mu-seo del Prado. En la Muerte de San Pedro Nolascose advierte cómo la figura del santo repite la acti-tud de la muerte de San Buenaventura, pintado porsu padre para la iglesia del convento de San Bue-naventura de Sevilla, actualmente conservada en elmuseo del Louvre; en esta misma pintura la figuradel fraile que aparece leyendo repite la actitud deFray Pedro Machado, pintado por Francisco deZurbarán también para el convento de La Mercedde Sevilla y que actualmente se conserva en la Aca-demia de San Fernando de Madrid, En suma, queen las cuatro pinturas que aquí atribuimos a Juande Zurbarán se observan claras reminiscencias delestilo de su padre, hasta tal punto que en muchosaspectos la calidad de ciertas figuras y detalles po-drían pasar perfectamente por obras suyas 8.

Y si bien la firma que hemos identificado noofrece con absoluta certeza la autoría de Juan deZurbarán como pintor de estas obras, si queremosseñalar finalmente que dicha firma no correspon-de en absoluto con la de Francisco Reyna, mien-tras que permite la reconstrucción de la de Juan deZurbarán. De esta forma nos encontraríamos conlas primeras obras de asunto religioso pintadas poreste artista de las muchas que hubo de realizar enlos diez años en que actuó como pintor indepen-diente en la ciudad de Sevilla.

8 Así lo manifiesta J. CAMÓN AZNAR en la Pintura españoladel siglo XVII, Summa Artis, XXV, Madrid, 1977, págs. 241-242,quien recogiendo la atribución a Francisco Reyna de estas pin-turas, señala sin embargo la intervención de Francisco deZurbarán en partes de cada uno de estos cuadros.

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Nuevas aportaciones documentales sobre la Catedral de Sevilla

TEODORO FALCÓN MÁRQUEZ

En el presente curso 1976-1977 realizó, comobecario de la Fundación «Juan March» un estudioarquitectónico de la catedral de Sevilla, que tienedos objetivos fundamentales: indagar en sus fuen-tes documentales y realizar los correspondientes le-vantamientos planimétricos. Por gentileza de dichaFundación, presento como primicia para este Con-greso algunos avances de la documentación halla-da, que se va a centrar sobre la Capilla Real, la Gi-ralda, Sacristía Mayor y Trascoro.

CAPILLA REAL

Entre los diversos reconocimientos verificadospor arquitectos de todo el país, durante la cons-trucción de tan colosal capilla, hemos podido lo-calizar varios que contribuirá a datar sus distintasfases constructivas. El primero que presentamos esel emitido por Diego de Vergara, el autor de la ca-becera de la catedral de Málaga. Aunque se teníareferencia de este informe por Ceán, se desconocíasu contenido. Está fechado en 1555. En él se indi-ca que la fábrica de la capilla había hecho un asien-to, por lo que recomendaba que las obras paraliza-sen por espacio de dos años. Se hallaba construidala venera del presbiterio, que recientemente habíanlabrado los entalladores Campos, Lorenzo de Bao,Lope Martín y Balcisqueta.

Para mayor estabilidad del edificio, Vergara pro-ponía hacer unos cimientos de dos varas de ancho,ripiándolo con cal y arena, como era usual. Fra-guada la obra y cesado el asiento, recomendaba que

se hiciera un arco de dos pies y medio de anchosobre la venera, por la parte exterior del edificio.En cuanto a los arcos de la tribuna, estimaba quedebía paralizarse la obra, hasta ver el efecto delasiento.

Acompaña a este informe, otro de Diego deVergara sobre la Giralda, que constituye un docu-mento excepcional, ya que se trata de un proyectode remate, tres años antes del definitivo de HernánRuiz. Dado su interés y su corta extensión lotranscribimos íntegro.

155 Sevilla.Parecer de Diego de Vergara sobre la Giralda.A. C. Legajo 102 (31-4-94)(al margen) La Torre.

En quanto a la torre, se podrá azer quatro bentanas, encada paño el suyo, que tengan de ancho syete, ocho pies, y lequedan en los cantones bastantes estribos proporçionado, si-gan el ancho y ençima de los arcos se tocaduen de alquitrabey cornixa de poco reliebe por los ayres.

Emparejado por ençima, encadenearlo muy bienencalabernado y ensanblado con sus arcos de bigas de robley ençima de lo susodicho un remate piramidal de madera deroble no cargado y bien encadenado con sus sortijas de yerroalto y baxo y sus remates de bolas y cruz y arpón.

Y antes quençima dello de aga funda, se maçicen unosarcos questán bazios, dentro de la torre, en este mismo cuer-po en lo alto y fortificado estos arcos se puede hazer lo suso-dicho de materiales de ladrillo y cal y arena.

La cubierta del maderamiento del remate piramidal seráde planchas de aleton morisco y dado color y benimiento do-rado, lo qual relumbrará mucho tiempo. Diego de Vergara.(al dorso) 1555. «Parescer de Diego de Velgara, sobre la Ca-pilla de los Reyes».

Otros informes sobre la Capilla Real datan de1557. También por Ceán se sabía que el 14 de di-

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ciembre de ese año habían formulado dictámenessobre el estado de la capilla los arquitectos Andrésde Vandelvira, Hernán Ruiz, Francisco del Casti-llo, Juan de Xea, Luis Machuca, Pedro del Cam-po, Diego de Vergara y Miguel Guaxa. Faltaba asi-mismo conocer el contenido de ellos. Localizadosestos informes, hemos de subrayar que aunque elreconocimiento de Diego de Vergara figura en esteexpediente, está fechado en 1555, como hemos se-ñalado anteriormente.

En el informe de Andrés de Vandelvira se indicaque la capilla está construida hasta la altura de lacornisa, así como los dos estribos que sostienen lacúpula. Reconoce Vandelvira que hay un asientoentre la obra vieja y la nueva, al haberse aprove-chado los cimientos primitivos, por lo que deberíaparalizarse por espacio de dos o tres años. Las grie-tas se deberían tratar con yeso, porque la cal noenjuga. Habría que hacer una cata para ver los ci-mientos por la parte exterior, los que en su defec-to tendrían que profundizarse y fortificar con pie-dras, cal y arena. También propone Valdelvira quese haga un arco, en la parte de Levante, encima dela cornisa, de doce pies de alto y veinte de ancho,bajo el cual se abrirían ventanas. Finalmente dice«Si se ovieren de echar las dos colunas a la partede dentro, con los arcos que atiben y reçiban el arcoescarçano, esto no se hara hasta que aya hecho eldicho asyento».

Para remediar los problemas de asiento de la ca-pilla, Hernán Ruiz propuso dos soluciones:

«Para… fortificar la bóveda en la parte flaca, seraun medio añadir un arco por la parte de fuera,destribo a estribo, que ensancha la muralla enampliamiento de seys pies, con la qual anchura ten-drá vastante restribo. El otro seía si no se tuviesepor ynconveniente, desbaratar hasta la cornisa yensanchar la muralla a la parte de dentro, con ga-nar lo aretraydo del plomo que tiene y bolar lasmolduras de los ornatos sobre la cornisa y destamanera achicase el vaquo de la capilla y crece elmaçizo de la muralla y qualquiera de sus mediosse dará despues que como e dicho la obra aya ce-sado el asiento que va haciendo …»

Sobre si este informe lo dio Hernán Ruiz en ca-lidad de Maestro Mayor de la catedral de Sevilla—como sostiene de la Banda y Vargas—, hay no-ticias contradictorias. Ceán afirma que no fue nom-brado hasta 1558. El P. García y Gutiérrez deCeballos cree que lo era desde 1556. Lo cierto es

que su nombre no aparece en las nóminas de estacatedral hasta la semana que va del 20 al 25 de di-ciembre, es decir, a la siguiente del informe.

Francisco del Castillo, Juan de Xea y Luis Machu-ca, presentaron un informe conjunto, que en sín-tesis dice que se refuerce el muro sobre la venera,con un arco que vaya de estribo a estribo, de talforma que la clave del arco venga a nivelarse conel asiento y el grueso sea de 3 pies. Posteriormentese recrecería el muro 10 pies, en donde se abriránluces, una a cada lado.

Pedro del Campo es partidario de no tocar loscimientos, ni las paredes, que tienen —a su crite-rio— el grosor suficiente. Sobre la bóveda de hor-no, dice «no es menester subir de pie derecho, porla parte de fuera, hasta subir por cima de él cuatroventanas que están acordadas. No hay que añadir-le más cargas, porque esta capilla tiene tal traza, queella por sí misma tiene fortaleza por sí, más queotra traza alguna».

Finalmente, Miguel Guaxa es también partida-rio que paralicen las obras, pero no está de acuer-do en que se hagan las cuatro ventanas, porque encontra de lo que estiman sus compañeros —queello haría más liviana la carga— él consideraba quecuanto más altura tenga la capilla, estaría menosfortalecida.

Aunque el estreno oficial de la capilla tuvo lugaren 1579, ya en 1575 estaba concluida. Sobre quienera entonces el Maestro Mayor, la bibliografía seña-la indistintamente a Juan y a Asencio de Maeda. Locierto es que en 1575 era Maestro Mayor Pedro DíazPalacios y Aparejador Pedro de la Cantera. Asenciode Maeda lo sería desde 1576 a 1602.

Otro aspecto que hay que destacar, es que la lin-terna que remata la Capilla Real no es la construi-da en el último tercio del siglo XVI, sino otra di-señada por el ingeniero militar, Sebastián Van derVorch. En las Actas de la Capilla Real hay cons-tancia del mal estado en que se hallaba la cúpuladesde principios del siglo XVIII. En 1754 se cayóde la media naranja una piedra de grandes dimen-siones, por lo que se avisó a este ingeniero para queinformase. Su Memoria queda reflejada en el Actade 26 de noviembre de ese año:

«… dixo el Sr. Capellán Mayor aver recivido de Don SevastianBrandeburg (sic), ingeniero de las obras reales de esta ciudad,un papel en que le participaba que de acuerdo con el Sr. Asis-tente de la misma ciudad, quedaba encargado de la obra deesta Real Capilla y que según el plan que tenía formado, y se

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NUEVAS APORTACIONES DOCUMENTALES SOBRE LA CATEDRAL DE SEVILLA 31

hace relación en el acta precedente y ocurrir a cualquier in-minente peligro de ella, tenía pensado comenzar por el de-rribo de la linterna, que es la causa y origen del daño que hasobrevenido al cuerpo de dicha Real Capilla, por su excesivopeso y gravedad, y en su lugar poner otra linterna de más pro-porción y menos peso, para cuyo efecto devía principar estasemana…»

Sobre el hecho de que se sustituyese la linternapor otra de menor peso, considero que estaría re-matada por pináculos y arbotantes, como la de laSacristía Mayor. Las obras terminaron en 1756, es-trenándose de nuevo la Capilla Real, con otras me-joras, en mayo de ese año.

Como dato curioso diremos, que en el Acta ca-pitular de 3 de noviembre de 1755 se indica, quetras el famoso terremoto del 1 de noviembre, laGiralda amenazaba caerse sobre la Capilla Real.Entonces se hicieron gestiones para trasladar la Vir-gen de los Reyes y el cuerpo de San Fernando elAlcázar, donde se le destinó sitio en la casa del Asis-tente. Una acertada restauración de la torre por elarquitecto Manuel Núñez, impidió desaparecer tanexcepcionales obras de arte.

SACRISTÍA MAYOR

El cerramiento de esta capilla tuvo lugar en1543, cuando era Maestro Mayor de la catedralMartín de Gaínza. En el Libro de Mayordomía deese año hay una partida por «quinientos y treintaladrillos azulejos, que se compraron para el chapi-tel questa sobre la lanterna de la Sacristía Mayor, atres mrs. cada uno y ochenta mrs. que pagó (elveedor de la obra) por la traida dellos dende Trianaa la obra».

Sin embargo, en un reciente libro que hemospublicado sobre La capilla del Sagrario de la cate-dral de Sevilla, establecíamos la analogía existenteentre la estereotomía del trasdós de la Cúpula dela Sacristía Mayor de la catedral, con la del Sagra-rio. Este edificio que se inició en 1618 y fue con-cluido en 1662, tuvo una cúpula rematada en es-tribos y arbotantes, que han sido eliminados hacepocos años en el curso de una restauración.

La comparación que establecíamos entoncestoma cuerpo con nuevos hallazgos documentales,que nos confirman que la cúpula y linterna de laSacristía Mayor fueron restaurados en el siglo XVII.En el Cabildo de 5 de marzo de 1612, se indica losiguiente:

(al margen) Que se vea el daño que tiene la bóveda de laSacristía.

«Este día mandaron se cometiese a los señores Mayordo-mo y Contador de Fábrica, hagan que el Maestro Mayor veael daño que tiene la boveda de la Sacristía Mayor y el reme-dio que tenia y para ello se hagan todas las diligencias queconviene y refieren para que el Cavildo ordene lo que másconvenga para su reparo». Era entonces Maestro Mayor enfunciones Miguel de Zumárraga. Pero aún es más explícitoel auto de 26 de enero de 1699».

(al margen) Reparo de la lanterna de la claraboya de laSacristía Mayor, se haga.

«Este dia los señores de Fabrica dieron quentaal Cabildo estar amenazando ruina la lanterna dela claraboya de la Sacristía Mayor, y que con 100ducados, poco más, se podía remediar este daño;haciéndola de azulejos en lugar de tejas, y oydo porel Cabildo, dio comision a dichos señores para quese execute luego al punto». Cuando se hicieron es-tos remates goticistas, a fines del siglo XVII, eraMaestro Superintendente de las obras de la cate-dral José de Amezquita Tirado.

TRASCORO

Las primeras gestiones para construir un trascoroen la catedral datan de 1516. En auto capitular de3 de marzo de ese mismo año, se había comisiona-do a unos diputados, a fin de que hablasen con elaparejador Gonzalo de Rozas, para que trajesen pie-dras para hacer el trascoro. Sin embargo, hasta1553 no se volvió a tratar sobre este tema, orde-nando el Cabildo que se hiciera el trascoro de pie-dra, «forrado» de alabastro, como las demás capi-llas que rodean el coro. Era entonces MaestroMayor Martín de Gaínza.

En 1619, con ocasión de la venida de los reyesa la ciudad, se pensó adornarlo y construir una tri-buna sobre él. En 10 de junio de ese año, LuisGonzález, maestro de cantería, vecino de Cabra, seconcertaba ante el escribano Gaspar de León, conel Deán y Cabildo de la catedral, para construir unonuevo, de cimientos. Se haría según las trazas deMiguel de Zumárraga, Maestro Mayor de la cate-dral, quien por entonces dirigía la construcción delSabrario. Las piedras de distintos colores se trae-rían de Lagos (Portugal) y de Galaroza (Sierra deAracena).

Iniciadas las obras, hubo frecuentes debates enel Cabildo catedral a causa del requerimiento dadopor el canónigo y tesorero, don Gaspar Rodríguez

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de Herrera, para que cesasen las obras, ya que con-sideraba que eran un gasto inútil y que afeaba elconjunto monumental. El arquitecto BermundoResta propuso que se tabicara y pintara el trascoro.

A lo largo del proceso que se entabló, en marzode 1621 informaron Juan de Oviedo, Maestro Ma-yor de la ciudad; el hermano Miguel Sánchez, dela Compañía de Jesús; Juan Martínez Montañés yDiego López Bueno. Según especifican en su in-forme, la obra no tenía falta alguna, pero «enquanto a los entibos de los lados, sería facil dispo-nerlo, de suerte que tuviera gracia y firmeza, me-jorando algo lo que el Maestro Mayor auía diseña-do, y Joan de Obiedo que encargó de traçarlo, concomunicación de los demás».

En abril de ese año, informan de nuevo Miguelde Zumárraga; Bermudo Resta, Maestro Mayor delos Reales Alcázares; Diego López Bueno, MaestroMayor de Fábricas del arzobispado y Andrés deOviedo, Maestro Mayor de la ciudad. Todos estánde acuerdo en que se quita el trascoro. Días des-pués, Bermudo Resta, Diego López Bueno y An-drés de Oviedo puntualizan: «la dicha tribuna estáerrada en la compostura y disposición de los colo-res de las piedras, el qual defecto la afea y desgra-cia, de manera que es fuerça se emiende y pongaen perfección para excusar la nota y censuras delpueblo, la qual emienda no es posible se haga, sino se quita en donde está».

Las noticias sobre el trascoro se interrumpen eneste momento, cuando su construcción estaba prác-ticamente terminada. En 1620 se había iniciado sudecoración con los bustos en bronce de las santasJusta y Rufina, que realizó el platero Lucas Valdés.Las obras estuvieron paralizadas hasta 1633, añoen que debió ultimarse, dorándose los bronces, ca-piteles y basas de las columnas, los triglifos, posti-gos y remates. Esta labor fue realizada por los maes-tros doradores Juan Machado y Baltasar Quintero,así como por el maestro platero Mateo Gutiérrez,entre otros. Francisco Pacheco pintó ese año el co-bre que representa la rendición de Sevilla a San Fer-nando.

Preside el trascoro una pintura sobre tabla de laVirgen de los Remedios. Pese a que denota influen-cia sienesa del Treccento, Bertaux, Mayor y Post, se-ñalan que debe datarse de principios del siglo XV. Loque sí es cierto es que la tabla fue restaurada en 1564,como acredita el Libro de Adventicios de ese año:

(Primera nómina de septiembre) «A Antón Pérezy Bonilla, por lo que han pintado esta semana enla ymagen de Ntra. Sra. de los Remedios, con loscolores que en ello han gastado, ochoçientos y se-tenta mrs.».

(Segunda nómina) «A Antón Pérez y otros dospintores, por lo que han trabajado esta semana enel altar de los Remedios, dos mill y sesenta y ochomrs.».

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Precisiones sobre el retrato de la duquesa de Borgoña Isabel de Portugal,por Jan van Eyck

CÉSAR PEMÁN PEMARTÍN

El objeto de la presente comunicación no es, es-trictamente hablando un tema de Arte español, yaque se contrae a una obra de pincel flamenco, perotan relacionada con un episodio importante parala Historia de nuestro Arte, como lo es el viaje deJuan van Eyck a la Península Ibérica, que me haparecido apropiado para presentarla ante esta tancalificada asamblea de profesores de la materia, por-que me consta por boca de algunos de ustedes labuena acogida que bondadosamente dispensaron auna contribución mía sobre el tema, que han in-corporado a su enseñanza en lo relacionado sobreel asunto, lo que hace en mi obligado agradeci-miento y por probidad profesional aportar una pre-cisión que puede representar una rectificación o porlo menos una duda sobre algo que de mi trabajoanterior puede resultar como un hecho probadorespecto a una obra de Arte de importancia.

Se trata del retrato de la infanta Isabel de Por-tugal cuya ejecución es el objeto, documentalmenteprobado del viaje del pintor a la Corte de Lisboaen 1429-1430.

El hecho es bien conocido prácticamente desiempre, pero el paradero del cuadro se ignoraba yse desconocía su verdadero aspecto. Ya advertí enmi librito Juan van Eyck y España que lo del as-pecto quedaba averiguado en forma poco menossegura desde el magistral trabajo que le dedicara elprofesor de Heidelberg Kurt Bauch publicado enlas Sitzungsberichte de la Academia de Ciencias dela ciudad años 1961/62.

En persecución de la correcta clasificación de unretrato no de gran calidad, pero de tipo eyckiano

en el Museo de Cádiz que yo he regentado duran-te años, el de la princesa portuguesa ocupó abun-dantemente mi atención.

De la bibliografía y documentación que yo po-seía al tiempo de publicar mi libro me llevó a afir-mar en él (pág. 52) que retratos pintados de la prin-cesa por Juan van Eyck fueron dos, y aún quizá nomeras réplicas el uno del otro.

Con posterioridad he podido manejar personal-mente fotocopia de la relación del viaje que se con-tiene en los Archivos reales belgas fondo Chambredes Comptes du Brabant, 2.º registro de «chartes»,que es la base documental, contemporánea y pun-to menos que oficial del viaje. Su lectura me obli-ga a las precisiones que ahora aporto por lo querestan de seguridad a mi afirmación anterior o pue-den influir en su valoración.

La relación del viaje declara sin lugar a dudas lapresencia del pintor en el séquito de los embaja-dores y la ejecución por el mismo de un retrato dela princesa: «… les dits ambaxadeurs par ungnommé maistre Jehan de Eyck, varlet de chambrede mondit seigneur de Bourgoingne et excellentmaistre en art de peinture firent peindre bien auvif la figure de madite dame l’infante Elizabeth».

Más adelante se añade: «… lesdits ambaxadeurs,environ le xije fehvrier ensuivant (1429), envo-yerent devers mondit siegneur de Bourgoingnequatre messaiges (debiera decir messagers), deuxpar mer et deux parterre, c’est asavoir: (a continua-ción los nombres de los cuatro enviados: por marun escudero y un poursuivant d’armes; por tierraotros dos escudero y poursuivant de los que éste

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luce el expresivo nombre de Portejoye) par les-quelles messaiges, et par chacun d’iceulx, ils avoienttrové, et que jusques lors avoit este fait touchantla matiere dudit mariage. Aussi luy envoyerent ilzla figure de ladite dame faicte par peintre commedit est».

Este doble envío uno por mar, otro por tierra,tenía evidentemente por objeto asegurar la buenarecepción en destino. De la parte de tierra y dadaslas precarias relaciones del duque con el rey deFrancia hasta el tratado de Arras de 1435 las con-diciones eran tales que la embajada había hecho suviaje por mar y lo mismo se hizo para llevar a lanovia al regreso, pero tampoco se trataba precisa-mente de un crucero de placer: el viaje de ida duródel 19 de octubre al 18 de diciembre de 1428 in-cluyendo varias recaladas en puertos ingleses,galaicos y portugueses antes de llegar a Lisboa y encuanto al de regreso fue de tal modo azaroso quedispersó parte de las naves que salieron en segui-miento de la principesca y las fatigas del mal tiem-po obligaron a cambiar de nave al jefe de la Em-bajada Juan de Lannoy, señor de Roubaix y deHaszelles y a punto estuvieron de costarle la vida.Se comprende, pues, la juiciosa precaución de man-dar la documentación por duplicado y por una yotra vía, terrestre y marítima. Lo que no se afirmacategóricamente es que una versión del retrato dela princesa formara parte integrante de cada unade las expediciones. Yo, sin conocimiento directoentonces del texto de la relación lo afirmé así enmi libro y como consecuencia de los modelos quelos estudiosos habían reunido como posibles copiaso ecos del retrato llegué a pensar que podían serdos distintos, en vez de simples réplicas el uno delotro.

Hoy con conocimiento de la documentaciónsigo creyendo la cosa posible, muy verosímil lo delos dos ejemplares, dado el interés que parece que

el duque concedía a la posesión de la vera efigie dela futura esposa, hasta el punto de hacer figurar enla Embajada a su pintor favorito. Menos seguro meparece que se tratara de dos pinturas en posas y ac-titudes diferentes dado el silencio de la relaciónacerca de tal duplicidad, y pese a las lucubracionesde los críticos a partir de varios cuadros de la épo-ca, algunos de los cuales más bien pienso que nadatienen que ver con el retrato de la princesa.

Y como de mi anterior toma de postura en milibro era natural deducir que la busca no de un ori-ginal sino de dos diferentes podía ser fructífera, eraobligado dejar ahora las cosas en su justo punto.

Un retrato debe responder con toda probabili-dad al dibujo publicado por Bauch. La existenciade un segundo, réplica o no del anterior, quedadudosa.

Al margen ya de la cuestión del retrato de Isa-bel la relación narra en pocas líneas el viaje expre-samente por los embajadores por la Península yaunque sólo cita a Santiago de Galicia, añade «elplusieurs autres seigneurs, pays et lieux», lo quebasta para comprender que el viaje desde febrerohasta «environ la fin de may» les llevó a atravesarenteramente la península. Además de los tres em-bajadores titulares se cita entre los viajeros por Es-paña nominatim a cuatro personas más y por aña-didura a «autres gentils hommes et familliers» entrelo que es razonable pensar se encontrara el pintor,hipótesis sobre las que han trabajado numerososestudiosos de su obra y para la que yo mismo adu-je razones y piezas de comparación en el paisaje dela Primavera española y variados detalles más.

Quede, pues, constancia de las limitaciones queel documento original pone a la excesiva rotun-didad de anteriores afirmaciones, pero también ala buena base de verosimilitud que otorga las apor-taciones traídas por mi propio estudio y por los deotros anteriores y posteriores.

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Esculturas del círculo de Roque de Balduque en Sevilla

JORGE BERNALES BALLESTEROS

La escultura hispalense del s. XVI ha sido estu-diada en más de una ocasión y de modo tal quesobre su desarrollo estilístico hay un conocimien-to bastante cabal, en particular en lo referente a lasegunda mitad de la centuria. La primera mitad delsiglo en cambio, tiene todavía lagunas; de muchosartistas existen visiones parciales, se desconocen susorígenes, producción completa y faltan incluso aná-lisis rigurosos que permitan comprobar la evolu-ción de las formas acorde con las ideas y gustoimperantes.

Por ello resultan imprescindibles en Sevilla lostrabajos de investigación documental en los archi-vos y de comprobación con las obras existentes. Nopueden desdeñarse en modo alguno los aportes do-cumentales y análisis ofrecidos por las generacio-nes anteriores; sin esa labor hoy tendríamos quepartir de cero; por el contrario, tenemos abierto uncamino en el que sólo hace falta proseguir y em-plear los métodos de nuestro tiempo; pero, con sen-cillez, admitir que aún son necesarias las tareas decompilación de datos, estudio de formas y, muchasveces, realizar pesquisas para la localización deobras, tanto en olvidados pueblos de Andalucíacomo en remotas localidades hispano-americanas.No por ello se marginan las orientaciones socioló-gicas y otras metodologías de indudable atracciónactual, si bien, antes parece conveniente llegar hastadonde sea posible en el más exacto conocimientode las fuentes.

El convencimiento de que esta doble tarea es unade las fundamentales, crece si se tiene en cuentaque las producciones artísticas hispalenses atendie-ron las demandas de numerosos clientes indianos

durante los siglos XVI y XVII, y que las cuantio-sas piezas conservadas en América están pendien-tes de correctas clasificaciones. No vamos a insistirsobre el papel desempeñado por Sevilla en el co-mercio indiano, es de sobra conocido, pero si pa-rece haber llegado el momento de compilar granparte de ese tráfico artístico, de lo que hay abun-dantes datos en los archivos sevillanos y america-nos. En este sentido y consecuentes con esta opi-nión, tenemos como empeño desde hace algunosaños la elaboración de un catálogo de escultura es-pañola en América, de lo que ya hemos publicadoalgo parcialmente y de lo que ahora también tra-taremos en esta comunicación.

En efecto, la finalidad, de estas líneas es la deabundar en el mejor conocimiento de la produc-ción de Roque de Balduque, artista de singularesatractivos por su labor de enlace estilístico acomedios del siglo XVI sevillano y por sus conoci-das creaciones en los temas marianos. Balduque noestá aún suficientemente conocido y con este tra-bajo sólo pretendemos añadir algunas obras a sucatálogo, amén de corroborar una sospechosa rela-ción americana, pero quedarán vacíos que espera-mos cubrir en próximas ocasiones.

El origen nórdico de Roque de Balduque es in-dudable; en varios documentos se declara como denación flamenca y así aparece en su testamento fe-chado en 1560 1. Sabemos que perteneció al gre-

1 Archivo Parroquial del Salvador, t. IV, 1552 a 1563. Y Archi-vo de Protocolos Notariales de Sevilla. Oficio 16, Lib. 1, 1560-64.

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mio de San Andrés que agrupaba en Sevilla a to-dos los nacidos en Flandes y que por esos años sus-tentaba capilla y hospital vecinos al antiguo Cole-gio de Santo Tomás. Por analogía con los Bolduqueactivos en Medina de Rioseco, en la quinta décadadel siglo 2, se ha supuesto su nacimiento enHertohenbosh (el Bois-le-Duc del Bravante septen-trional), pero faltan indicios que determinen si enverdad fue hermano de Mateo y Pedro Bolduque.En su testamento se refiere a un solo hermano,Andrés Odebelso, vecino de Cambray, a cuyos hi-jos deja ciertas cantidades, pero no menciona paranada a los escultores de Rioseco ni Hertohenbosh.De momento, y como bien dice Azcárate 3, no pa-rece haber un parentesco evidente, lo que tampo-co se aprecia estilísticamente.

En Sevilla aparece desde 1534 en que trabajapara las Casas Capitulares y puede seguirse su ac-tividad hasta 1561 en que muere, salvo algunosparéntesis de viajes (Cáceres en 1547 a 1550) yotros de desconocidas labores. No sería descabella-do suponer que buena parte de su producción sehalle inmersa en las tareas decorativas de diferen-tes partes de la Catedral sevillana, verdadera«bottega del arte», y crisol donde se fundieron lasdiversas corrientes artísticas europeas. Su nombreaparece en los libros de cuentas junto con el deotros artistas, pero resulta muy difícil deslindar laspartes que le correspondan, caso del gran retablomayor, adiciones a la sillería, decoración desacristías, capilla real, etc.

Las obras conocidas y documentadas 4 muestranuna producción fundamentalmente dividida en dos

actividades, retablos de escultura e imaginería exen-ta. Se han perdido o mutilado la mayor parte desus retablos, a excepción de los de Santa María deCáceres y Alcalá del Río, pero quedan algunos res-tos que veremos más adelante. Mejor suerte hancorrido sus hermosas y esbeltas interpretaciones deimaginería en madera estofada y policromada; sehan perdido algunas, pero restan unas diez en Se-villa y Provincia que son suficientes para justificarel título que se le ha conferido de «imaginero de laMadre de Dios» 5.

Su estilo en los relieves e imágenes de retablosresulta complejo, de factura desigual. Persisten ves-tigios que denotan ciertos arcaismos o notas po-pulares, pero también se aprecian esfuerzos por in-corporar un sentido de nobleza y empaquerenacentistas, si bien que matizados por una sensi-bilidad nórdica, más propiamente holandesa 6. Sulabor como imaginero es de mayor corrección yuniformidad 7. Hernández Díaz advierte dos mo-dalidades en el tratamiento del grupo de la Virgen-Madre 8, en un primer caso la representa con pos-tura erecta, con vestiduras muy verticales queacentúan la esbelta proporción de la figura y conpeculiares plegados y caídas de toca y manto; esteprimer tipo enlaza con Mercadante de Bretaña através de Pedro Millán. Un segundo grupo estácompuesto por imágenes de factura más suelta, conrompimiento de frontalidad y verticalidad median-

2 Noticias proporcionadas, entre otros por:MARTÍ Y MONSÓ, J.: Estudios histórico-artísticos, Valladolid-

Madrid, 1898.GARCÍA CHIVO, E.: Documentos para el estudio del Arte en

Castilla, t. II, Valladolid, 1941, págs. 78 a 80.FLORIANO, Antonio C.: El retablo de Santa María de Cáceres.

En «Boletín de Arte y Arqueología», Universidad de Valladolid,1940-41, t. II, págs. 88-89.

3 AZCÁRATE Y RISTORI, J. M.: Escultura del siglo XVI, Colc.«Ars Hispaniae», Madrid, 1958, pág. 253.

4 Sobre el particular pueden consultarse:GESTOSO Y PÉREZ, J.: Ensayo de un diccionario de los artífices

que florecieron en Sevilla desde el siglo XIII al XVIII inclusive, t.III, págs. 3 a 95.

LÓPEZ MARTÍNEZ, C.: Desde Jerónimo Hernández a MartínezMontañés, Sevilla, 1929, pág. 31.

SÁNCHEZ CASTAÑER, J.: La Virgen de la Misericordia obra deRoque de Balduque. En «El Correo de Andalucía», Sevilla, 7 demarzo de 1929.

ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: La escultura en Andalucía, t. II, Sevi-lla, texto, láminas 145 a 150.

SANCHO CORBACHO, H.: Arte Sevillano de los siglos XVI-XVII.En Colc. «Documentos para la historia del arte en Andalucía»,t. III, Sevilla, 1929, pág. 15.

HERNÁNDEZ DÍAZ, J.: Artes y Artistas del Renacimiento en Se-villa. En Colc. «Documentos para la historia del arte en Anda-lucía», t. VI, Sevilla, 1933, págs.40-41.

5 HERNÁNDEZ DÍAZ, J.: Iconografía hispalense de la VirgenMadre en la escultura renacentista. En «Archivo Hispalense», 2.ªépoca, t. II, pág. 87 (Sevilla, 1944).

6 WEISE, G.: Die Spanische plastik, Tübingen, 1956, pág. 42.7 ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: La escultura del Renacimiento en Es-

paña. Capítulo en «La Escultura en Occidente», de H. Stegman,Barcelona, 1936, pág. 264.

8 HERNÁNDEZ DÍAZ, J.: Escultura hispalense del Bajo Rena-cimiento, Sevilla, 1951, págs. 12-13.

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ESCULTURAS DEL CÍRCULO DE ROQUE DE BALDUQUE EN SEVILLA 37

te torsión del cuerpo y flexión de las piernas, lo queles confiere movimiento de estirpe manierista yapunta a las posteriores representaciones del temaen la escuela hispalense. En ambos casos los ros-tros son de expresión melancólica y con suavesacentos de tristeza.

A mediados del siglo el arte de Balduque semuestra en esta faceta mucho más sereno que elarte castellano; no tiene la sutil delicadeza del deSiloe en Granada, pero es de gran interés, tanto porla función de enlace que desempeña como por suscreaciones iconográficas, de influjo evidente en losescultores de su tiempo y en los del posteriormanierismo sevillano. Falta aún por conocer el gra-do de participación que pudo tener en la evoluciónde Balduque su compañero de tareas en Sevilla yCáceres, Guillén Ferrant, a quien Weise quiereidentificar con el Diego Guillén que trabaja en laSacristía mayor de la Catedral 9 y autor, segúnGómez Moreno, de la hermosa Virgen del Sagra-rio del panteón de la Colegiata de Osuna 10, de unconcepto renacentista más claro que el de las me-lancólicas y espirituales Vírgenes de Balduque.

Con estas premisas pasamos ahora a estudiar laspiezas que consideramos como dignas de figurar enla producción del artista; unas son en realidad derecuperación para dicho catálogo y otras son real-mente nuevas.

Esculturas de Chiclana de la Frontera.—De 1549es el contrato para la ejecución de un retablo des-tinado al templo parroquial de esta villa 11, el mis-mo que estaba terminado en 1551. Dicho retablode imágenes talladas desapareció en el s. XVIII aledificarse el nuevo templo neoclásico, pero quedóun relieve del Descendimiento de la Cruz, que hoyse guarda en la capilla del Sagrario, que durantemucho tiempo se supuso provenía del retablo deBalduque. El reciente inventario artístico que he-mos efectuado en esa localidad ha permitido exa-minar los viejos libros de fábrica, así como estu-diar de cerca el relieve, comprobar sus dimensiones(1,72 ms. de alto) e identidad con el desaparecido

retablo del cual formó parte; es en efecto obra deBalduque y emplea una composición parecida a ladel mismo tema en Santa María de Cáceres, perocon mayor dramatismo y menor habilidad. Vistode cerca resulta incorrecto, aunque es de suponerque haría otro efecto colocado en la altura para laque se dispuso originalmente. A diferencia del re-tablo cacereno estuvo estofado y policromado, obraencomendada al pintor Andrés Ramírez. Se ignorasi en esta ocasión Balduque dio participación enlos trabajos a su amigo y paisano Juan Giralte, puesel tratamiento de las figuras recuerdan de algúnmodo las labores de este otro artista.

Esculturas de Medina-Sidonia.—De 1554 es elcontrato para el retablo del Sagrario de la iglesiaparroquial de Santa María la Coronada 12 que ha-bía de tener en relieve las figuras de Santa Ana, laAnunciación y la Cena; de bulto redondo a: S. Pe-dro, S. Pablo, los cuatro Doctores de la Iglesia ylas Virtudes Teologales; se sabe que el retablo se ter-minó en 1559. Romero de Torres en su catálogode la provincia de Cádiz da noticia de la existenciade ocho de esas tallas en el actual retablo barrocodedicado a Ntra. Sra. de la Paz 13, pero consideracomo de Balduque algunas que no lo son, ya queen verdad sólo pertenecen al artista flamenco lasimágenes de los Cuatro Doctores de la Iglesia: SanAmbrosio, San Agustín, San Gregorio y San Jeró-nimo, todas ellas de tamaño académico. Lucen lahabitual composición de cuerpo modelado por tor-sión de las piernas, túnica de caídas verticales ymanto lateral que se envuelve en torno a un brazoy cae conformando cuatro o tres planos, en tantoque por el otro lado lo hace de forma recta. Losrostros son poco expresivos, si bien debe tenerse encuenta que fueron sustancialmente reformados, asícomo las manos y policromía, en el siglo XVIII.

De mayor interés es el relieve de la Cena, quedurante años ha permanecido olvidado en un al-macén del templo y que recientemente se ha colo-cado en la capilla del real bautisterio. Es una obraque entraña dificultad por el tema mismo, pero se

9 WEISE, G.: op. cit., pág. 40 y Spanische plastik aus siebenjahrhunderten, 5 ts. Tübingen, 1925-1928.

10 GÓMEZ MORENO, M.: La escultura del Renacimiento enEspaña, Barcelona, 1931.

11 GESTOSO Y PÉREZ, J.: op. cit., t. III, pág. 93.

12 Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla, Oficio 20,lib. 1, fol. 229.

13 ROMERO DE TORRES, E.: Catálogo Monumental de Espa-ña: Provincia de Cádiz, Madrid, 1934, t. I, pág. 447.

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JORGE BERNALES BALLESTEROS38

advierte una sobria composición simétrica que noes nada goticista, aunque subsisten los arcaismosen el tratamiento de las cabezas.

Para el mismo templo contrató Balduque el 2de mayo de 1559 la ejecución del retablo mayor,con catorce historias y para ser entregado al cabode tres años 14. La muerte en 1561 le impidió dartérmino al encargo, pero en el testamento dice queya tenía acabados el Calvario del remate así comootras esculturas. Como se sabe el retablo quedó pa-ralizado hasta 1577, año en que los artistas MelchorTurín, Juan Bautista Vázquez y su hijo Vázquez elmozo reemprendieron las tareas; en 1581 se dabafin a la obra del retablo, uno de los más grandes ycomplejos de estudiar dentro de la escultura de estetiempo. En su remate se conserva el Calvario deBalduque; el Crucificado es de tamaño mayor queel natural y es quizá de lo mejor y más expresivode su producción, tanto por el fuerte dramatismoen que está concebido como por la composiciónligada con las figuras de la Virgen y San Juan, re-lación visible en las posturas y movimientos de loscuerpos. Durante mucho tiempo ha pasado des-apercibido este monumental Calvario, pero impor-ta destacar la paternidad de Balduque como autorde este conjunto; no obstante, es posible que lasimágenes de la Virgen y San Juan, sufriesen algu-nas reformas por parte de los artistas que intervi-nieron posteriormente en el retablo.

Virgen con el Niño. Catedral de Lima.—En el re-tablo mayor de la Catedral de Lima se conservadesde el siglo XVI una imagen de la Virgen con elNiño que estilísticamente se relaciona con la pro-ducción de Balduque. De siempre se ha conside-rado como un donativo del Emperador Carlos,pero según investigaciones efectuadas anteriormen-te, hemos podido comprobar que el primer tem-plo limeño, estrenado en 1541, tuvo simplementeuna imagen de pintura de Nuestra Señora de losReyes, que aún se conserva con el nombre de «LaSola», precisamente por haber sido la primera yúnica imagen existente en dicha iglesia mayor. Alser convertida en Catedral, 1541, se pensó en unnuevo edificio, lo que se hizo de 1543 a 1551. La

capilla mayor de este segundo templo fue adquiri-da por D.ª Francisca Pizarro para entierro de supadre el Conquistador y Fundador D. FranciscoPizarro; para el efecto dotó una capellanía y reta-blo que cobijara una imagen de la Virgen. Por en-tonces D.ª Francisca residía en España (Trujillo en1551) y debe considerarse esta fecha como la máscercana para la adquisición de la escultura en el ta-ller de Balduque. Hay constancia documental quesu representante en Lima concertó con el Cabildoeclesiástico el 12 de marzo de 1551 la colocaciónde un retablo bajo dosel con las armas del Mar-qués 15 y poco después debió llegar la escultura dela Virgen, mencionada por todos los cronistas quedescriben la ciudad desde 1560 en adelante.

El Prof. Schenone reparó en la belleza de estaimagen, pero la relacionó con las obras de Jeróni-mo Hernández 16; es posible que hayan prestado aconfusión la altura en que está colocada y la burdapintura blanca que le aplicaron los neoclásicos se-guidores de Matías Maestro, pues es una clara com-posición balduquiana. Los rasgos de bello rostrooval son de abolengo flamenco y expresan un airede melancolía; no obstante, debe advertirse que lamascarilla está muy estropeada y en general la ima-gen ha sufrido varias restauraciones 17. La posturadel cuerpo es casi recta, con cierto frontalismoacentuado por las caídas de toca, túnica y manto,iguales en todo a los que luce la Virgen de la Mi-sericordia de Sevilla. La actitud del Niño es simi-lar y pertenece a ese primer grupo de imágenesmarianas de Balduque estudiadas por HernándezDíaz. Es una Virgen con el Niño sin advocación,pues la vara que ostenta en la mano derecha pare-ce ser de colocación posterior.

Virgen del Rosario. Iglesia de Santo Domingo deLima.—También esta imagen ha sido consideradacomo regalo de Carlos V para la comunidad de

14 Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla, Oficio 1, lib.2 s/f. Cit. también por López Martínez, C.: op. cit., pág. 32.

15 Archivo Histórico del Perú: Protocolos Notariales. Escri-bano Alonso de Valencia. Años 1550 a 1557.

16 SCHENONE, H.: Esculturas españolas en el Virreinato delPerú. En «Anales del Instituto de Arte Americano e Investigacio-nes Estéticas», Buenos Aires, 1968, pág. 68.

17 MESA, J. DE GISBERT, T.: El renacimiento en la Audienciade Charcas. En «Anales…», Buenos Aires, 1959, pág. 60.

HARTH-TERRÈ, E.-MÁRQUEZ ABANTO, A.: Retablos limeños enel siglo XVI. En «Revista del Archivo Histórico Nacional del Perú»,Lima, 1959, t. XXIII, pág. 7.

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dominicos al fundarse la ciudad en 1535, pero fueadquirida en Sevilla por prelados de la Orden y bas-tantes años después. Fue igualmente el ProfesorShenone quien supuso que podía ser imagen sevi-llana y con acierto la vinculó a la producción deBalduque 18. Las investigaciones que hemos reali-zado han confirmado las sospechas del ilustre pro-fesor argentino, pues hoy sabemos que fue encar-gada en Sevilla a nuestro artista por el Obispoelecto de Chuquisaca Fr. Domingo de Santo To-más en 1558 y que en marzo de 1559 se embarcóen la flota que zarpaba para las Indias desde eltrianero puerto de la Muela, con cuarenta frailes ymúltiples encargos de obras de arte y libros, segúnlos registros de embarque conservados en el Archi-vo General de Indias y en los que aparece el autorde la escultura 19.

La imagen limeña está intacta, guarda gran pa-recido con la Virgen de la Cabeza de la parroquiasevillana de San Vicente, procede del extinguidoconvento del Carmen 20, y con la de la Misericor-dia, aunque la de Lima resulta algo más blanda yelegante. Su esquema es de clara postura vertical ytiene las consabidas formas de toca, túnica con fa-jín y manto de diferentes planos que estudia el Pro-fesor Hernández Díaz. Además de los atributos delRosario y coronas que portan la Virgen y el Niño,en el s. XVII se le agregó un relicario con un«Lignun Crucis».

Hay un testimonio valioso para comprobar laexistencia de la imagen en el templo dominico des-de 1560, y es la del cronista de la Orden Fr.Reginaldo de Lizárraga 21, quien vivió en ese con-vento durante buena parte de la segunda mitad desiglo; dice sobre el particular que al contratarse en1582 el retablo del Rosario con Juan BautistaVázquez, no se encargó la imagen titular por cuanto

ya existía, y antes bien se dispuso en el contratoque la obra se había de ajustar a las dimensionesde la escultura existente 22. El interesante retablode Vázquez, pintado por Pedro de Villegas se haperdido, pero ha quedado la efigie de Balduque,uno de los pocos testimonios de la riqueza de eseconjunto dominico en el siglo XVI.

Otras esculturas en Lima.—En el ya citado tes-tamento de 1560 dice el artista que se le deben cier-tas cantidades por unas tallas enviadas para venderen Las Indias. Hemos logrado saber que esas obrasfueron cuatro relieves pintados que fueron embar-cados en Sevilla junto con el equipaje y criados delObispo de Charcas D. Fernando González de laCuesta en 1559 23. El Obispo murió en el trayec-to, en la ciudad de Panamá (1560) y al año siguien-te todos sus bienes fueron vendidos en Lima porel Algacea del Prelado 24. No ha sido posible iden-tificar hasta el momento esos relieves; pero pareceser muy próximo al estilo del artista el alto relievede 1,20 ms. de alto que representa la escena de laDegollación del Bautista que se encuentra en el re-tablo de la Sagrada Familia también en la Catedralde Lima. Los repintes que se advierten y mal esta-do que ofrece la obra, nos hacen guardar ciertas re-servas y no efectuar una atribución apresurada.

Hay otras esculturas en varios puntos de Amé-rica, tales como Panamá, Tunja, Quito, Tinta y aúnen la propia Lima, en las que se ven los caracteresesenciales de la plástica balduquiana; pueden serrealizaciones del taller, de otros artistas influidospor su estilo y quizá del propio maestro, pero to-davía nos faltan estudios más detenidos e investi-gaciones documentales como para efectuar atribu-ciones provisionales; de momento las tenemosconsignadas y es posible que constituyan materiade próximas tareas.

18 SCHENONE, H.: op. cit., pág. 60.19 Archivo General de Indias. Contratación. Registros de

embarque. Años 1558-59.20 ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: La escultura en Andalucía, t. II, tex-

to láms. 148 a 150.21 LIZÁRRAGA, Fr. Reginaldo: Descripción y población de Las

Indias, Lima, 1908, págs. 32-33.

22 LÓPEZ MARTÍNEZ, C.: op. cit., págs. 110-111.23 Archivo General de Indias. Contratación. Registros de

embarques. Años 155-61.24 MESA, J. DE GISBERT, T.: Escultura virreinal en Bolivia,

La Paz, 1972, pág. 30.

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Antón de Madrid y Estacio de Bruselas, pintores del siglo XVI en la BajaExtremadura

CARMELO SOLÍS RODRÍGUEZ

No está sobrada la historiografía artística extre-meña de nombres de pintores, a pesar del esfuerzoinvestigador de un Rodríguez Moñino y otros eru-ditos de la región 1. En su trabajo, «Los pintoresbadajoceños del siglo XVI», ofrece Moñino unaamplia lista de artistas, con especial referencia aLuis de Morales, recogiendo diversos estudios entorno a la figura del maestro pacense y múltiplesdatos sobre pintores activos durante aquella cen-turia en pueblos de la actual provincia de Badajoz.El ilustre bibliófilo reconocía que su aportacióndocumental no era exhaustiva y si tan sólo brinda-ba material de primera mano para una ulterior ta-rea de conjunto en orden a pergeñar la historia dela pintura bajoextremeña en el siglo XVI 2.

En esta línea de búsqueda documental se mue-ve esta comunicación, en la que damos noticia dedos pintores, que por su actividad —exclusivamen-te retablista— merecen un puesto destacado en laspor hoy breves páginas de la pintura extremeña. Larelación de sus obras —casi todas desaparecidas—pueden servirnos para clarificar un poco el pano-rama regional «cincocentista», en el que sigue al-zándose en solitario una figura tan compleja y enig-

mática como la de Luis de Morales 3. Nos referi-mos a los pintores Antón de Madrid y Estacio deBruselas. Documentado el primero a horcajadas delos siglos XV y XVI; contemporáneo y rival de Mo-rales, el segundo, y ambos muy activos en variospueblos de la Baja Extremadura.

ANTÓN DE MADRID

De este desconocido pintor os habla la docu-mentación sobre el retablo de la parroquial de Pue-bla de la Calzada (Badajoz), que en 1549 enfrentóen un largo pleito al concejo del lugar con el pin-tor Estacio de Bruselas 4. En una de las informa-ciones realizadas por éste. Un oficial de su taller,Hernando de Madrid, afirmaba que:

«… fue criado de Anton de Madrid vezino de Çafra ya di-funto que hera pintor e dorador estubo este testigo con élque lo sirbio mas de veinte e çinco años serviendole a el ofiçioe vio como el prior e probisor de la provinçia de Leon dio apintar a el dicho Anton de Madrid muchos retablos uno en

1 Sobre la pintura del XVI en la Baja Extremadura, cfr., A.RODRÍGUEZ MOÑINO, «Los pintores badajoceños del siglo XVI»,Revista de Estudios Extremeños (Badajoz, 1955), págs. 119-272.A. CARRASCO GARCÍA, «Escultores, Pintores y Plateros del BajoRenacimiento en Llerena» (Llerena, 1970. Inédito). V. NAVARRO

DEL CASTILLO, «Historia de Mérida», tomo II (Cáceres, 1974,págs. 237-241.

2 MOÑINO, op. cit., pág. 120.3 Cfr. nuestros trabajos: «El retablo de Morales en Puebla

de la Calzada», BELLAS ARTES/75, mayo, págs. 12-14. «LosMorales de la Catedral de Badajoz: Nuevas Aportaciones Docu-mentales»; Institución Pedro de Valencia (Badajoz, 1975). «La pin-tura del XVI en los pueblos bajoextremeños de la Orden de San-tiago», comunicación al 1.º SEMINARIO DE ESTUDIOSSANTIAGUISTAS (Badajoz, octubre, 1975).

4 Archivo Histórico Nacional: Órdenes Militares, Judicial.Legs. 22.179, 7.022 y 24.483. Próxima publicación en Revistade Estudios Extremeños (Badajoz, 1977), III.

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CARMELO SOLÍS RODRÍGUEZ42

Villagonçalo e otro en Alhanje e en Ribera e otro en los San-tos e otro retablo en Ussagre e otro retablo en Calçadilla eotros retablos en Fuente de Cantos e otro en Guadalcanal enla yglesia de san Sebastian e otro retablo en Cabeça de Vacaque es todo en la provinçia de Leon e otros muchos retablose todos los andava este testigo pintado con el dicho Antonde Madrid su amo…» 5.

A juzgar por el testimonio aducido, Antón de Ma-drid gozó de reconocida fama entre las autoridadeseclesiásticas de la provincia de León, Orden de San-tiago, que hasta 1875 ocupaba las tres cuartas partesdel territorio actual de la Diócesis Pacense. Afincadoen Zafra, centro comercial de la Baja Extremadura ysede del Ducado de Feria, su actividad puedeenmarcarse entre finales del siglo XV y la primeratreintena del XVI, a juzgar por la edad del declarante(Hernando contaba 51 años de edad en 1549).

De los retablos mencionados sólo subsiste el de laparroquia de San Salvador, en Calzadilla de los Ba-rros. Obra importante, ocupa todo el ábside de la igle-sia, a modo de un tríptico de grandes proporciones,y sus treinta tablas, enmarcadas en riquísima arqui-tectura gótico-mudéjar, presentan un amplio reper-torio icónico. Torpemente repintadas y algunas de ellasperdidas o a punto de perecer, su estudio es por aho-ra imposible en orden a valorar con justeza sus cali-dades y la personalidad del autor 6.

Otra obra apunta —según nuestra opinión—hacia este pintor: el San Miguel del Museo del Pra-do, consignado como del Maestro de Zafra, y que,hasta 1925, en que fue adquirido por el Museo,gracias a la intervención de J. R. Mélida, se encon-traba en el altar mayor del Hospital de San Miguelde la villa segedana 7. Post adjudicó esta obra —aunque con interrogante— al pintor Juan Sánchezde Castro, sustituyéndose después tal atribuciónpor la menos comprometida de un maestro anóni-mo de la población de origen 8.

Aunque falte la documentación directa, nos in-clinamos por atribuir esta obra —de singular im-portancia en el estilo hispanoflamenco— a favorde Antón de Madrid. Su vecindad en Zafra a prin-cipios del XVI, y la indudable categoría del artis-ta, probada por los múltiples encargos, abogan enfavor de nuestra hipótesis, aunque para un dicta-men definitivo juzgamos necesaria la restauracióndel retablo de Calzadilla para un estudio compa-rativo con la obra del Prado. Precisa asimismo delectura correcta la inscripción, que ostenta la espa-da del Arcángel. Post la creo anagrama de «Miguel»,otros opinan que son marcas de armero 9, mien-tras que J. R. Mélida se inclina por ver en ella lafirma del autor, opinión esta última que estimamosmás verosímil. Quedo, pues, lanzada la hipótesis,a la espera del documento que disipe definitiva-mente la duda sobre el autor del San Miguel delPrado.

ESTACIO DE BRUSELAS

Flamenco de origen, Estacio de Bruselas vienea engrosar la lista, nada despreciable, de artistas ex-tranjeros establecidos en la Baja Extremadura du-rante el siglo XVI, entre los que cabe recordar alos pintores Cornill de Vargas y Daniel Enríquez,al escultor Hans de Bruselas y al maestro de capi-lla Bruxell, que trabajaron en Badajoz 10, así comoel entallador Martín de Holanda, vecino deLlerena 11.

Posteriormente en una generación a Antón deMadrid, su actividad artística se documenta entre1543 y 1571, situándose la fecha de su nacimien-to según propia declaración, hacia 1518. Avecin-dado en Llerena, capital del provisorato de la Or-den de Santiago en Extremadura, casó con MariLópez, de la que le nacieron cuatro hijas, María,Catalina, Ana e Isabel, bautizadas en la iglesia de

5 A. H. N., Órdenes Militares, Judicial, Leg. 7.022.6 Abelardo Covarsí publicó un breve estudio en Revista del

Centro de Estudios Extremeños (Badajoz, 1934), tomo VIII,núm. 1.

7 J. R. MÉLIDA, «Catálogo Monumental de España: Provin-cia de Badajoz» (Madrid, 1926), II, pág. 458. Según el Catálogodel Museo la tabla se adquirió en 1924. La pintura se traspasó alienzo, perdiéndose la inscripción de la espada del Arcángel.

8 Post, CHANDLER RATHFON, «A spanich painting of theinternational movement» (Fogg Art Museum. Notes, 1937).GUDIOL RICART, J., «Pintura Gótica», ARS HISPANIAE, IX(Madrid, 1955), págs. 395-396.

9 LAFUENTE FERRARI, E., «El Prado: del Románico al Greco»(Madrid, 1965), pág. 142.

10 MOÑINO, op. cit., y «Hans de Bruxelles y Jerónimo deValencia, entalladores del siglo XVI» (Bol. Sem. Arte y Arquit.,Valladolid, 1943, pág. 121). C. SOLÍS RODRÍGUEZ, «Juan Vázquezen la Catedral de Badajoz», Revista de Estudios Extremeños, I(Badajoz, 1974).

11 A. CARRASCO GARCÍA, op. cit.

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ANTÓN DE MADRID Y ESTACIO DE BRUSELAS, PINTORES DEL SIGLO XVI 43

la Granada, a cuya parroquial pertenecía el matri-monio 12.

En 1543, goza ya el maestro flamenco de pres-tigio suficiente para que la autoridad eclesiástica leconfía la tasación de un retablo, que para la ermi-ta de los Mártires de Fuente del Maestro había pin-tado Diego González Rosado, vecino de Jerez delos Caballeros. Años después, en 1548, volverá ala fuente, para testificar en el pleito, puesto por laviuda del pintor segedano Juan Martínez, que pre-tendía cobrar dineros al mayordomo de la ermitafontanesa, alegando la ejecución de la tabla centralpor parte de su difunto esposo.

En la década de los «cuarenta», desarrolla un ex-tenso programa retablista en la comarca llerenense:retablos para las iglesias mayores de Bienvenida,Usagre, Monesterio, el Campillo, Valencia …, eje-cutados antes de 1548. En diciembre de este año,el provisor de Mérida, Diego de la Lastra, le con-fía la pintura del retablo mayor de la parroquial dePuebla de la Calzada, iniciándose poco después unlargo pleito con el concejo del lugar, interesado enadjudicar la obra a Luis de Morales, que al final sealzó con la pintura. Dos siglos más tarde, a su pasopor la Puebla, Antonio Ponz describía el retablo,hoy perdido, sin que conozcamos el paradero delas tablas de Morales, que merecieron el aplauso delilustre viajero 13.

La última noticia que hemos encontrado sobreEstacio lleva fecha de 1571 y documenta un nue-vo pleito, entablado con el escultor Miguel de Ho-landa, sobre la ejecución del retablo mayor de laparroquia de Berlanga.

Sabemos también los nombres de algunos de susdiscípulos. En 1548 trabajaban a sus órdenesGarcía Pérez, natural de Monesterio, Pedro RuizMorito y Hernando de Madrid. Ruiz Morito estu-vo relacionado con Jerónimo de Valencia, el autorde la sillería de coro de la catedral de Badajoz.Hernando de Madrid procedía del taller de Mora-les (dato este de gran interés sobre uno de los po-cos discípulos seguros del maestro pacense) y an-

teriormente había servido en casa de Antón deMadrid.

Apenas quedan restos de las obras de Estacio enorden a enjuiciar su personalidad artística. En laiglesia parroquial de Usagre, hemos encontradocuatro tablitas, con las efigies de apóstoles, empo-tradas en un retablo del XVIII, y que fueron cita-dos equivocadamente por Mélida 14. El subido va-lor de estas pequeñas muestras tal vez sea lo únicoque reste de aquel pintor «el mejor de quantos ayen la provinçia e tan bueno como lo ay en elReyno», como enfáticamente afirmara el provisorDiego de la Lastra. Los numerosos encargos, la es-tima de sus coetáneos y su rivalidad con Luis deMorales, basten para imaginar la categoría de estemaestro del XVI, cuya figura parece contrapuntearcon el manierismo moraliano.

En las páginas de la pintura bajoextremeña delXVI y junto al nombre glorioso de Luis de Mora-les, hemos de anotar los de Antón de Madrid yEstacio de Bruselas.

12 Para todo lo referente a Estacio de Bruselas, vide nues-tros trabajos consignados en nota 3, así como: «El pintor Estaciode Bruselas y Llerena», Programa de Fiestas Patronales (Llerena,agosto de 1976).

13 Antonio PONZ, «Viage de España» (Madrid, 1784), tomoVIII, págs. 155-156.

14 J. R. MÉLIDA, «Catálogo Monumental de España: Pro-vincia de Badajoz», tomo II, pág. 419.

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Francisco de la Torre y el retablo mayor del conventodel Cristo de la Victoria, de Serradilla

FLORENCIO-JAVIER GARCÍA MOGOLLÓN

I

Del testamento otorgado por el famoso Pedrode la Torre el 23 de noviembre de 1676, ante elescribano Pedro Merino 1, se infiere claramente queFrancisco de la Torre era sobrino suyo, que amboscolaboraron en bastantes obras y que debieron te-ner un taller común, en el que también trabajaronJuan de la Torre, hijo de Pedro según García Chi-co 2, y Jusepe o José de la Torre, tal vez hermanode Pedro como sugiere el marqués de Saltillo 3.

Pedro de la Torre utilizó la columna salomónicaen Madrid, como gran novedad, en el retablo delBuen Suceso (1636?), hecho que repitió Sebastiánde Herrera Barnuevo en el proyecto para el reta-blo baldaquino de la capilla de San Isidro, en laiglesia de San Endrés 4. Iníciase así la gran escuelade retablistas madrileños que domina toda la se-gunda mitad del siglo XVII, caracterizada por unestilo pomposo de lujuriosa decoración en las re-pisas, en los marcos, en los frisos. Se introducen

los órdenes de columnas gigantes, los entabla-mentos partidos, los elevados zócalos, los áticosajustados a las bóvedas, elementos arquitectónicostodos éstos que producen una sensación de lla-meante inestabilidad.

Pedro y Jusepe de la Torre, el 9 de noviembrede 1646, concertaron construir el túmulo para lashonras fúnebres del Príncipe Baltasar Carlos en elconvento de Santo Domingo el Real, conforme ala traza de Juan Gómez de Mora y las condicionespor él establecidas para el de la reina doña Isabelde Borbón. A Jusepe lo veremos intervenir treintay seis años más tarde en los arcos para la entradade la reina doña María Luisa 5.

Por lo que respecta a Francisco de la Torre su-cedió a su primo Juan como colaborador directísi-mo de su tío Pedro, existiendo siempre entre ellosuna excepcional confianza. Mantuvo el estilo delgran maestro en el desaparecido retablo de la igle-sia de la Magdalena de Alcalá de Henares, de1684 6. Contrató Francisco esta obra, ya fallecidosu tío 7, por escritura de 1.º de marzo de 1678, conAndrés de Villarán, secretario del Consejo y con-tador mayor de Hacienda, obligándose en ella ahacer dos retablos de la forma y traza que demos-traba la dibujada en un papel de marca mayor, fir-

1 Vid.: J. M. LASSO DE LA VEGA, MARQUÉS DE SALTILLO,Prevenciones artísticas para acontecimientos regios en el Madridsexcentista (1646-1680), en «Bol. de la R. Acad. de la Historia»(1947), 375.

2 E. GARCÍA CHICO, Documentos para el estudio del arte enCastilla. II. Escultores (Valladolid, 1941), 312-315.

3 J. M. LASSO DE LA VEGA, MARQUÉS DE SALTILLO, o. c., 369.4 Vid.: Alfonso RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, Los Churri-

guera (Madrid, 1971), 16. Más sobre Pedro de la Torre en JuanA. CEÁN BERMÚDEZ, Diccionario Histórico de los más ilustres Pro-fesores de las Bellas Artes en España, V (Madrid, 1800).

5 J. M. LASSO DE LA VEGA, o. c., 369.6 V. TOVAR MARTÍN, El arquitecto-ensamblador Pedro de la

Torre, en «Archivo Español de Arte», XLVI (1973), 262.7 En Madrid, el 20 de noviembre de 1677, en su casa de la

calle de la Libertad. Cfr. MARQUÉS DE SALTILLO, o. c., 370.

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FLORENCIO-JAVIER GARCÍA MOGOLLÓN46

mada de ambos y del escribano, si bien, en lugarde los cuatro ángeles que en ella figuraban, haríacuatro cogollos estofados de muy buenos colores ydorados; cobró 1.500 ducados de vellón que reci-bió del licenciado Lucas Rebollo, testamentario deVillarán, según carta de pago de 13 de mayo de1683 8.

Ocupa, pues, nuestro Francisco de la Torre unlugar importante dentro de una escuela que intro-duce grandes innovaciones en la Corte, pero quesiendo anterior cronológicamente a los Churri-guera, quedó un tanto eclipsada por la genialidady fertilísima imaginación creadora de éstos, que sibien utilizan muchos de los elementos aportadospor aquélla, saben darles un matiz y sabor tan per-sonales que trasciende originalidad y frescura. Tanes esto así que el propio Francisco de la Torre nose resistirá a emplear en Serradilla, en 1699, comoveremos, numerosos detalles churriguerescos talescomo los que advertimos en el retablo de San Es-teban de Salamanca, concertado en 1692 por Joséde Churriguera.

II

El retablo mayor del convento del SantísimoCristo de la Victoria, de Serradilla, obra de Fran-cisco de la Torre, es una muestra magnífica del ba-rroco hispánico que, precisamente en estas gran-des y resplandecientes construcciones lignarias,supo dar su verdadera y genial dimensión. Corres-ponde al tipo del retablo baldaquino tan bien ca-racterizado por Bonet Correa 9.

Sobre el sotobanco, pintado al estilo pompeyanode imitaciones marmóreas y adornado de hojaras-cas y tarjas, alzase el elevado banco con seispedestales, cuyos netos se cubren con grandescartelas de hojarasca pomposa; dos repisas entre lospedestales de los extremos, donde están colocadaslas imágenes de Santo Tomás de Villanueva, alEvangelio, y San Juan de Sahagún, a la Epístola; yel Sagrario en el centro.

Destacan en el primer cuerpo seis columnassalomónicas de orden gigante, asentadas en lospedestales del banco sobre basas áticas; muy ador-nados de carnosos racimos, zarcillos y hojas de vidsus fustes, girando, para el espectador, en sentidodextrorsum a la derecha de las esculturas y en sen-tido sinextrorsum a su izquierda, cuyo esquemamantienen los que van rehundidos a los costadosdel baldaquino, conforme a las enseñanzas de JuanCaramuel 10; los capiteles son corintios. Las escul-turas de San Agustín, a la izquierda, y de SantaMónica, a la derecha, entre las columnas, se asien-tan sobre repisas sostenidas, a modo de ménsulas,por cabezas de angelitos mofletudos que parecenemerger de entre la abundosa hojarasca que los ro-dea, enriquece y anima; encima de las dos escultu-ras aparecen unas tarjas con muy profusa decora-ción de hojas, cartones y molduras alrededor de unóvalo de simetría vertical.

El baldaquino con el camarín del Cristo de laVictoria, soberbia talla de Domingo de Rioja, ocu-pa la parte central. Lo sostienen cuatro columnasdel mismo estilo que las anteriormente descritas,aunque más pequeñas y realzadas por ello conpedestales; el sentido de giro en los fustes esdestrorsum en la de la izquierda del primer plano ysinextrorsum, en la de la derecha, sucediendo a lainversa en las del segundo plano. En la cúpula sedesarrolla una complejísima teoría decorativa queno deja ver su real estructura arquitectónica, cuyacomplacencia en el equívoco es muy propia del ba-rroco: angelitos en forzados escorzos a las esquinas,jarrones, floreros, hojarascas y tarjas … en explo-sión de luz, de color y de movimiento, que atraela mirada irresistiblemente hacia el centro del re-tablo.

El entablamento se divide en sólo dos fajas conbellas y adornadas ménsulas y cartelas que las abar-can, el origen de cuyas ménsulas se halla en la cor-nisa de Vignora, reformada más tarde por fray Lo-renzo de San Nicolás 11. Al estar el entablamentopartido al centro, se produce un fuerte contrastede luces y de sombras que imprimen evidente sen-sación de movimiento a toda la planta, cuyo dina-

8 Ibídem, 370.9 A. BONET CORREA, El túmulo de Felipe IV, de Herrera

Barnuevo, y los retablos baldaquinos del barroco español, en «Ar-chivo Español de Arte» (1961), 285-296.

10 Juan CARAMUEL, Architectura civil Recta y Obliqua, II(1678), 76.

11 A. GARCÍA Y BELLIDO, Estudios del barroco español, en «Ar-chivo Español de Arte y Arqueología» (1929), 34.

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FRANCISCO DE LA TORRE Y EL RETABLO MAYOR DEL CONVENTO DEL CRISTO DE LA VICTORIA 47

mismo resulta acentuado por las dos grandes co-lumnas centrales rehundidas a ambos lados del bal-daquino que, siendo exactamente iguales a las ubi-cadas en el primer plano, parecen sin embargo máspequeñas; recursos todos ellos usados con frecuen-cia por los arquitectos barrocos para dar profundi-dad y perspectiva a los retablos.

En el ático, bien amoldado a la forma curva dela bóveda, persiste una frondosa y abultada deco-ración vegetal; destacan los tres angelitos de cadalado todos ellos escorzados en idéntica postura.Conserva rehundida su parte central ocupada poruna hornacina de arco mixtilíneo con la imagen deSan Miguel Arcángel entre dos estípites suavementetroncopiramidales. Avanzadas, hay otras dosestípites sobre las que descansa el frontón partido.Remata el conjunto un gran broche de hojarasca.

III

Debiose la hechura de este retablo a la munifi-cencia de Doña María de la Fuente Arratia, viudade don Pedro de Jaúregui, secretario de Felipe IV,que profesó religiosa en Serradilla a los 77 años conel nombre de Madre María de Cristo. Dejó todossus bienes al Cristo de la Victoria y ordenó a sustestamentarios, en 1699, que «en el altar mayor dela iglesia de este convento de Agustinas Recoletasadonde estoy, se aga un retablo en que se coloquela ymagen del Santísimo Christo de la Victoria …y que éste sea de todo luzimiento y primer y quese perfeccione y acaue…» 12. Ayudaron también aesta obra la reina doña Mariana de Austria, con 50ducados; el marqués de Canales, con 200 reales; elmarqués de Monroy, con 550 reales y el vecinda-rio de Serradilla que aportó dinero y trabajo per-sonal para cortar la madera y acarrearla con susbueyes 13.

Fue testamentario de la M. María de Cristo donClaudio Cerdán, vecino de Madrid, quien debiócontrastar personalmente la obra del retablo en

nombre de las religiosas. Es muy probable que seencargara en principio su factura a los maestrosentalladores José de Pomar y Juan de la Rosa, veci-nos de Cuerva (Burgos), pues el convento realizógastos en el litigio que éstos instaron en su preten-sión de que había «de correr por su quenta la obradel retablo mayor que se hizo en esta iglesia …» 14;estos maestros fueron los autores de los retabloscolaterales de esta iglesia 15.

Sin embargo, el retablo mayor, es obra segurade Francisco de la Torre, quien, el 13 de octubrede 1701, dio recibo a la M. Mariana de Cristo,Priora, por importe de «veinte y cinco mil quinien-tos y sesenta y ocho reales de vellón en que entrannovecientos y diez reales que me auía dado DiegoFernández Serrexón su maiordomo por quenta delretablo que e hecho para el altar maior de la igle-sia de dicho conuento la qual dicha cantidad la erecibido de dicha madre priora desde el día veintede agosto del año prosimo pasado de mil y sete-cientos hasta treze de octubre deste presente de milsetecientos y uno… Y lo firma en la villa de laSerradilla, Francisco de la Torre. Se le entregó enMadrid lo rrestante de la ovra asta cunplimientode los zincuenta mil reales en que se ajustó, de quedio carta de pago» 16. Hay constancia igualmentede este pago de 50.000 reales a Francisco de la To-rre en el Libro de Quentas del convento «los qualesse pagaron por mano de don Claudio vezino de di-cha villa de Madrid, de que hay reciuo y parece porla quenta que ynvio a este combento…» 17.

El dorado de este retablo mayor y de los dos co-laterales lo realizó Francisco Baliño, vecino de Ma-drid, por un importe global de 64.000 reales devellón, sin que podamos determinar la cifra corres-pondiente a cada uno de ellos, abonándose dichasuma, una vez terminada la obra, el 4 de octubrede 1705 18.

Sobre el coste de los honorarios del maestroFrancisco de la Torre, 50.000 reales de vellón, sepagaron 10.694 por «la madera que se cortó yconduxo a esta villa para la fábrica de dicho reta-

12 Constan estas aportaciones en el Libro de Devotos que seconserva en el Archivo del Convento.

13 Testamento del 27 de mayo, mandas del 16 de julio ycodicilo del 12 de noviembre todas de 1699, ante el escribanopúblico de Serradilla, Juan Rodrigo Grande de la Vega. En Ar-chivo del Convento.

14 Cfr. Libro de Quentas, período 1704-1710, Archivo delConvento.

15 Ibídem.16 Cfr. Libro de Devotos, del expresado Archivo del Convento.17 Cfr. Libro de Quentas, Archivo citado, período 1704-10.18 Ibídem.

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blo mayor, andamios para asentarle y dorarle» 19.Añadidos los gastos del pleito con Pomar y de laRosa, por 321 reales, el gasto total del retablo ma-yor, sin dorados, fue de 61.015 reales de vellón.

Resulta de todo ello que la obra comenzó en1699, en que la inició Francisco de la Torre; con-

cluyó éste su trabajo en 8 de octubre de 1701, vein-titrés días antes del fallecimiento de la M. Maríade Cristo, su generosa donante; el dorado, inicia-do por Baliño inmediatamente después, se ultimóen octubre de 1705.

19 Ibídem.

ADVERTENCIA.—El Archivo del Convento de Serradilla no está ordenado y los libros que hemos citado sehallan sin foliar. Una selección de documentos de este archivo se transcribe en nuestro trabajo EstudioHistórico-Artístico del Convento del Santísimo Cristo de la Victoria de Serradilla, de próxima publicación.

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Esculturas del círculo de Roque de Balduque en Sevilla

JORGE BERNALES BALLESTEROS

La escultura hispalense del s. XVI ha sido estu-diada en más de una ocasión y de modo tal quesobre su desarrollo estilístico hay un conocimien-to bastante cabal, en particular en lo referente a lasegunda mitad de la centuria. La primera mitad delsiglo en cambio, tiene todavía lagunas; de muchosartistas existen visiones parciales, se desconocen susorígenes, producción completa y faltan incluso aná-lisis rigurosos que permitan comprobar la evolu-ción de las formas acorde con las ideas y gustoimperantes.

Por ello resultan imprescindibles en Sevilla lostrabajos de investigación documental en los archi-vos y de comprobación con las obras existentes. Nopueden desdeñarse en modo alguno los aportes do-cumentales y análisis ofrecidos por las generacio-nes anteriores; sin esa labor hoy tendríamos quepartir de cero; por el contrario, tenemos abierto uncamino en el que sólo hace falta proseguir y em-plear los métodos de nuestro tiempo; pero, con sen-cillez, admitir que aún son necesarias las tareas decompilación de datos, estudio de formas y, muchasveces, realizar pesquisas para la localización deobras, tanto en olvidados pueblos de Andalucíacomo en remotas localidades hispano-americanas.No por ello se marginan las orientaciones socioló-gicas y otras metodologías de indudable atracciónactual, si bien, antes parece conveniente llegar hastadonde sea posible en el más exacto conocimientode las fuentes.

El convencimiento de que esta doble tarea es unade las fundamentales, crece si se tiene en cuentaque las producciones artísticas hispalenses atendie-ron las demandas de numerosos clientes indianos

durante los siglos XVI y XVII, y que las cuantio-sas piezas conservadas en América están pendien-tes de correctas clasificaciones. No vamos a insistirsobre el papel desempeñado por Sevilla en el co-mercio indiano, es de sobra conocido, pero si pa-rece haber llegado el momento de compilar granparte de ese tráfico artístico, de lo que hay abun-dantes datos en los archivos sevillanos y america-nos. En este sentido y consecuentes con esta opi-nión, tenemos como empeño desde hace algunosaños la elaboración de un catálogo de escultura es-pañola en América, de lo que ya hemos publicadoalgo parcialmente y de lo que ahora también tra-taremos en esta comunicación.

En efecto, la finalidad, de estas líneas es la deabundar en el mejor conocimiento de la produc-ción de Roque de Balduque, artista de singularesatractivos por su labor de enlace estilístico acomedios del siglo XVI sevillano y por sus conoci-das creaciones en los temas marianos. Balduque noestá aún suficientemente conocido y con este tra-bajo sólo pretendemos añadir algunas obras a sucatálogo, amén de corroborar una sospechosa rela-ción americana, pero quedarán vacíos que espera-mos cubrir en próximas ocasiones.

El origen nórdico de Roque de Balduque es in-dudable; en varios documentos se declara como denación flamenca y así aparece en su testamento fe-chado en 1560 1. Sabemos que perteneció al gre-

1 Archivo Parroquial del Salvador, t. IV, 1552 a 1563. Y Archi-vo de Protocolos Notariales de Sevilla. Oficio 16, Lib. 1, 1560-64.

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JORGE BERNALES BALLESTEROS36

mio de San Andrés que agrupaba en Sevilla a to-dos los nacidos en Flandes y que por esos años sus-tentaba capilla y hospital vecinos al antiguo Cole-gio de Santo Tomás. Por analogía con los Bolduqueactivos en Medina de Rioseco, en la quinta décadadel siglo 2, se ha supuesto su nacimiento enHertohenbosh (el Bois-le-Duc del Bravante septen-trional), pero faltan indicios que determinen si enverdad fue hermano de Mateo y Pedro Bolduque.En su testamento se refiere a un solo hermano,Andrés Odebelso, vecino de Cambray, a cuyos hi-jos deja ciertas cantidades, pero no menciona paranada a los escultores de Rioseco ni Hertohenbosh.De momento, y como bien dice Azcárate 3, no pa-rece haber un parentesco evidente, lo que tampo-co se aprecia estilísticamente.

En Sevilla aparece desde 1534 en que trabajapara las Casas Capitulares y puede seguirse su ac-tividad hasta 1561 en que muere, salvo algunosparéntesis de viajes (Cáceres en 1547 a 1550) yotros de desconocidas labores. No sería descabella-do suponer que buena parte de su producción sehalle inmersa en las tareas decorativas de diferen-tes partes de la Catedral sevillana, verdadera«bottega del arte», y crisol donde se fundieron lasdiversas corrientes artísticas europeas. Su nombreaparece en los libros de cuentas junto con el deotros artistas, pero resulta muy difícil deslindar laspartes que le correspondan, caso del gran retablomayor, adiciones a la sillería, decoración desacristías, capilla real, etc.

Las obras conocidas y documentadas 4 muestranuna producción fundamentalmente dividida en dos

actividades, retablos de escultura e imaginería exen-ta. Se han perdido o mutilado la mayor parte desus retablos, a excepción de los de Santa María deCáceres y Alcalá del Río, pero quedan algunos res-tos que veremos más adelante. Mejor suerte hancorrido sus hermosas y esbeltas interpretaciones deimaginería en madera estofada y policromada; sehan perdido algunas, pero restan unas diez en Se-villa y Provincia que son suficientes para justificarel título que se le ha conferido de «imaginero de laMadre de Dios» 5.

Su estilo en los relieves e imágenes de retablosresulta complejo, de factura desigual. Persisten ves-tigios que denotan ciertos arcaismos o notas po-pulares, pero también se aprecian esfuerzos por in-corporar un sentido de nobleza y empaquerenacentistas, si bien que matizados por una sensi-bilidad nórdica, más propiamente holandesa 6. Sulabor como imaginero es de mayor corrección yuniformidad 7. Hernández Díaz advierte dos mo-dalidades en el tratamiento del grupo de la Virgen-Madre 8, en un primer caso la representa con pos-tura erecta, con vestiduras muy verticales queacentúan la esbelta proporción de la figura y conpeculiares plegados y caídas de toca y manto; esteprimer tipo enlaza con Mercadante de Bretaña através de Pedro Millán. Un segundo grupo estácompuesto por imágenes de factura más suelta, conrompimiento de frontalidad y verticalidad median-

2 Noticias proporcionadas, entre otros por:MARTÍ Y MONSÓ, J.: Estudios histórico-artísticos, Valladolid-

Madrid, 1898.GARCÍA CHIVO, E.: Documentos para el estudio del Arte en

Castilla, t. II, Valladolid, 1941, págs. 78 a 80.FLORIANO, Antonio C.: El retablo de Santa María de Cáceres.

En «Boletín de Arte y Arqueología», Universidad de Valladolid,1940-41, t. II, págs. 88-89.

3 AZCÁRATE Y RISTORI, J. M.: Escultura del siglo XVI, Colc.«Ars Hispaniae», Madrid, 1958, pág. 253.

4 Sobre el particular pueden consultarse:GESTOSO Y PÉREZ, J.: Ensayo de un diccionario de los artífices

que florecieron en Sevilla desde el siglo XIII al XVIII inclusive, t.III, págs. 3 a 95.

LÓPEZ MARTÍNEZ, C.: Desde Jerónimo Hernández a MartínezMontañés, Sevilla, 1929, pág. 31.

SÁNCHEZ CASTAÑER, J.: La Virgen de la Misericordia obra deRoque de Balduque. En «El Correo de Andalucía», Sevilla, 7 demarzo de 1929.

ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: La escultura en Andalucía, t. II, Sevi-lla, texto, láminas 145 a 150.

SANCHO CORBACHO, H.: Arte Sevillano de los siglos XVI-XVII.En Colc. «Documentos para la historia del arte en Andalucía»,t. III, Sevilla, 1929, pág. 15.

HERNÁNDEZ DÍAZ, J.: Artes y Artistas del Renacimiento en Se-villa. En Colc. «Documentos para la historia del arte en Anda-lucía», t. VI, Sevilla, 1933, págs.40-41.

5 HERNÁNDEZ DÍAZ, J.: Iconografía hispalense de la VirgenMadre en la escultura renacentista. En «Archivo Hispalense», 2.ªépoca, t. II, pág. 87 (Sevilla, 1944).

6 WEISE, G.: Die Spanische plastik, Tübingen, 1956, pág. 42.7 ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: La escultura del Renacimiento en Es-

paña. Capítulo en «La Escultura en Occidente», de H. Stegman,Barcelona, 1936, pág. 264.

8 HERNÁNDEZ DÍAZ, J.: Escultura hispalense del Bajo Rena-cimiento, Sevilla, 1951, págs. 12-13.

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ESCULTURAS DEL CÍRCULO DE ROQUE DE BALDUQUE EN SEVILLA 37

te torsión del cuerpo y flexión de las piernas, lo queles confiere movimiento de estirpe manierista yapunta a las posteriores representaciones del temaen la escuela hispalense. En ambos casos los ros-tros son de expresión melancólica y con suavesacentos de tristeza.

A mediados del siglo el arte de Balduque semuestra en esta faceta mucho más sereno que elarte castellano; no tiene la sutil delicadeza del deSiloe en Granada, pero es de gran interés, tanto porla función de enlace que desempeña como por suscreaciones iconográficas, de influjo evidente en losescultores de su tiempo y en los del posteriormanierismo sevillano. Falta aún por conocer el gra-do de participación que pudo tener en la evoluciónde Balduque su compañero de tareas en Sevilla yCáceres, Guillén Ferrant, a quien Weise quiereidentificar con el Diego Guillén que trabaja en laSacristía mayor de la Catedral 9 y autor, segúnGómez Moreno, de la hermosa Virgen del Sagra-rio del panteón de la Colegiata de Osuna 10, de unconcepto renacentista más claro que el de las me-lancólicas y espirituales Vírgenes de Balduque.

Con estas premisas pasamos ahora a estudiar laspiezas que consideramos como dignas de figurar enla producción del artista; unas son en realidad derecuperación para dicho catálogo y otras son real-mente nuevas.

Esculturas de Chiclana de la Frontera.—De 1549es el contrato para la ejecución de un retablo des-tinado al templo parroquial de esta villa 11, el mis-mo que estaba terminado en 1551. Dicho retablode imágenes talladas desapareció en el s. XVIII aledificarse el nuevo templo neoclásico, pero quedóun relieve del Descendimiento de la Cruz, que hoyse guarda en la capilla del Sagrario, que durantemucho tiempo se supuso provenía del retablo deBalduque. El reciente inventario artístico que he-mos efectuado en esa localidad ha permitido exa-minar los viejos libros de fábrica, así como estu-diar de cerca el relieve, comprobar sus dimensiones(1,72 ms. de alto) e identidad con el desaparecido

retablo del cual formó parte; es en efecto obra deBalduque y emplea una composición parecida a ladel mismo tema en Santa María de Cáceres, perocon mayor dramatismo y menor habilidad. Vistode cerca resulta incorrecto, aunque es de suponerque haría otro efecto colocado en la altura para laque se dispuso originalmente. A diferencia del re-tablo cacereno estuvo estofado y policromado, obraencomendada al pintor Andrés Ramírez. Se ignorasi en esta ocasión Balduque dio participación enlos trabajos a su amigo y paisano Juan Giralte, puesel tratamiento de las figuras recuerdan de algúnmodo las labores de este otro artista.

Esculturas de Medina-Sidonia.—De 1554 es elcontrato para el retablo del Sagrario de la iglesiaparroquial de Santa María la Coronada 12 que ha-bía de tener en relieve las figuras de Santa Ana, laAnunciación y la Cena; de bulto redondo a: S. Pe-dro, S. Pablo, los cuatro Doctores de la Iglesia ylas Virtudes Teologales; se sabe que el retablo se ter-minó en 1559. Romero de Torres en su catálogode la provincia de Cádiz da noticia de la existenciade ocho de esas tallas en el actual retablo barrocodedicado a Ntra. Sra. de la Paz 13, pero consideracomo de Balduque algunas que no lo son, ya queen verdad sólo pertenecen al artista flamenco lasimágenes de los Cuatro Doctores de la Iglesia: SanAmbrosio, San Agustín, San Gregorio y San Jeró-nimo, todas ellas de tamaño académico. Lucen lahabitual composición de cuerpo modelado por tor-sión de las piernas, túnica de caídas verticales ymanto lateral que se envuelve en torno a un brazoy cae conformando cuatro o tres planos, en tantoque por el otro lado lo hace de forma recta. Losrostros son poco expresivos, si bien debe tenerse encuenta que fueron sustancialmente reformados, asícomo las manos y policromía, en el siglo XVIII.

De mayor interés es el relieve de la Cena, quedurante años ha permanecido olvidado en un al-macén del templo y que recientemente se ha colo-cado en la capilla del real bautisterio. Es una obraque entraña dificultad por el tema mismo, pero se

9 WEISE, G.: op. cit., pág. 40 y Spanische plastik aus siebenjahrhunderten, 5 ts. Tübingen, 1925-1928.

10 GÓMEZ MORENO, M.: La escultura del Renacimiento enEspaña, Barcelona, 1931.

11 GESTOSO Y PÉREZ, J.: op. cit., t. III, pág. 93.

12 Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla, Oficio 20,lib. 1, fol. 229.

13 ROMERO DE TORRES, E.: Catálogo Monumental de Espa-ña: Provincia de Cádiz, Madrid, 1934, t. I, pág. 447.

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advierte una sobria composición simétrica que noes nada goticista, aunque subsisten los arcaismosen el tratamiento de las cabezas.

Para el mismo templo contrató Balduque el 2de mayo de 1559 la ejecución del retablo mayor,con catorce historias y para ser entregado al cabode tres años 14. La muerte en 1561 le impidió dartérmino al encargo, pero en el testamento dice queya tenía acabados el Calvario del remate así comootras esculturas. Como se sabe el retablo quedó pa-ralizado hasta 1577, año en que los artistas MelchorTurín, Juan Bautista Vázquez y su hijo Vázquez elmozo reemprendieron las tareas; en 1581 se dabafin a la obra del retablo, uno de los más grandes ycomplejos de estudiar dentro de la escultura de estetiempo. En su remate se conserva el Calvario deBalduque; el Crucificado es de tamaño mayor queel natural y es quizá de lo mejor y más expresivode su producción, tanto por el fuerte dramatismoen que está concebido como por la composiciónligada con las figuras de la Virgen y San Juan, re-lación visible en las posturas y movimientos de loscuerpos. Durante mucho tiempo ha pasado des-apercibido este monumental Calvario, pero impor-ta destacar la paternidad de Balduque como autorde este conjunto; no obstante, es posible que lasimágenes de la Virgen y San Juan, sufriesen algu-nas reformas por parte de los artistas que intervi-nieron posteriormente en el retablo.

Virgen con el Niño. Catedral de Lima.—En el re-tablo mayor de la Catedral de Lima se conservadesde el siglo XVI una imagen de la Virgen con elNiño que estilísticamente se relaciona con la pro-ducción de Balduque. De siempre se ha conside-rado como un donativo del Emperador Carlos,pero según investigaciones efectuadas anteriormen-te, hemos podido comprobar que el primer tem-plo limeño, estrenado en 1541, tuvo simplementeuna imagen de pintura de Nuestra Señora de losReyes, que aún se conserva con el nombre de «LaSola», precisamente por haber sido la primera yúnica imagen existente en dicha iglesia mayor. Alser convertida en Catedral, 1541, se pensó en unnuevo edificio, lo que se hizo de 1543 a 1551. La

capilla mayor de este segundo templo fue adquiri-da por D.ª Francisca Pizarro para entierro de supadre el Conquistador y Fundador D. FranciscoPizarro; para el efecto dotó una capellanía y reta-blo que cobijara una imagen de la Virgen. Por en-tonces D.ª Francisca residía en España (Trujillo en1551) y debe considerarse esta fecha como la máscercana para la adquisición de la escultura en el ta-ller de Balduque. Hay constancia documental quesu representante en Lima concertó con el Cabildoeclesiástico el 12 de marzo de 1551 la colocaciónde un retablo bajo dosel con las armas del Mar-qués 15 y poco después debió llegar la escultura dela Virgen, mencionada por todos los cronistas quedescriben la ciudad desde 1560 en adelante.

El Prof. Schenone reparó en la belleza de estaimagen, pero la relacionó con las obras de Jeróni-mo Hernández 16; es posible que hayan prestado aconfusión la altura en que está colocada y la burdapintura blanca que le aplicaron los neoclásicos se-guidores de Matías Maestro, pues es una clara com-posición balduquiana. Los rasgos de bello rostrooval son de abolengo flamenco y expresan un airede melancolía; no obstante, debe advertirse que lamascarilla está muy estropeada y en general la ima-gen ha sufrido varias restauraciones 17. La posturadel cuerpo es casi recta, con cierto frontalismoacentuado por las caídas de toca, túnica y manto,iguales en todo a los que luce la Virgen de la Mi-sericordia de Sevilla. La actitud del Niño es simi-lar y pertenece a ese primer grupo de imágenesmarianas de Balduque estudiadas por HernándezDíaz. Es una Virgen con el Niño sin advocación,pues la vara que ostenta en la mano derecha pare-ce ser de colocación posterior.

Virgen del Rosario. Iglesia de Santo Domingo deLima.—También esta imagen ha sido consideradacomo regalo de Carlos V para la comunidad de

14 Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla, Oficio 1, lib.2 s/f. Cit. también por López Martínez, C.: op. cit., pág. 32.

15 Archivo Histórico del Perú: Protocolos Notariales. Escri-bano Alonso de Valencia. Años 1550 a 1557.

16 SCHENONE, H.: Esculturas españolas en el Virreinato delPerú. En «Anales del Instituto de Arte Americano e Investigacio-nes Estéticas», Buenos Aires, 1968, pág. 68.

17 MESA, J. DE GISBERT, T.: El renacimiento en la Audienciade Charcas. En «Anales…», Buenos Aires, 1959, pág. 60.

HARTH-TERRÈ, E.-MÁRQUEZ ABANTO, A.: Retablos limeños enel siglo XVI. En «Revista del Archivo Histórico Nacional del Perú»,Lima, 1959, t. XXIII, pág. 7.

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ESCULTURAS DEL CÍRCULO DE ROQUE DE BALDUQUE EN SEVILLA 39

dominicos al fundarse la ciudad en 1535, pero fueadquirida en Sevilla por prelados de la Orden y bas-tantes años después. Fue igualmente el ProfesorShenone quien supuso que podía ser imagen sevi-llana y con acierto la vinculó a la producción deBalduque 18. Las investigaciones que hemos reali-zado han confirmado las sospechas del ilustre pro-fesor argentino, pues hoy sabemos que fue encar-gada en Sevilla a nuestro artista por el Obispoelecto de Chuquisaca Fr. Domingo de Santo To-más en 1558 y que en marzo de 1559 se embarcóen la flota que zarpaba para las Indias desde eltrianero puerto de la Muela, con cuarenta frailes ymúltiples encargos de obras de arte y libros, segúnlos registros de embarque conservados en el Archi-vo General de Indias y en los que aparece el autorde la escultura 19.

La imagen limeña está intacta, guarda gran pa-recido con la Virgen de la Cabeza de la parroquiasevillana de San Vicente, procede del extinguidoconvento del Carmen 20, y con la de la Misericor-dia, aunque la de Lima resulta algo más blanda yelegante. Su esquema es de clara postura vertical ytiene las consabidas formas de toca, túnica con fa-jín y manto de diferentes planos que estudia el Pro-fesor Hernández Díaz. Además de los atributos delRosario y coronas que portan la Virgen y el Niño,en el s. XVII se le agregó un relicario con un«Lignun Crucis».

Hay un testimonio valioso para comprobar laexistencia de la imagen en el templo dominico des-de 1560, y es la del cronista de la Orden Fr.Reginaldo de Lizárraga 21, quien vivió en ese con-vento durante buena parte de la segunda mitad desiglo; dice sobre el particular que al contratarse en1582 el retablo del Rosario con Juan BautistaVázquez, no se encargó la imagen titular por cuanto

ya existía, y antes bien se dispuso en el contratoque la obra se había de ajustar a las dimensionesde la escultura existente 22. El interesante retablode Vázquez, pintado por Pedro de Villegas se haperdido, pero ha quedado la efigie de Balduque,uno de los pocos testimonios de la riqueza de eseconjunto dominico en el siglo XVI.

Otras esculturas en Lima.—En el ya citado tes-tamento de 1560 dice el artista que se le deben cier-tas cantidades por unas tallas enviadas para venderen Las Indias. Hemos logrado saber que esas obrasfueron cuatro relieves pintados que fueron embar-cados en Sevilla junto con el equipaje y criados delObispo de Charcas D. Fernando González de laCuesta en 1559 23. El Obispo murió en el trayec-to, en la ciudad de Panamá (1560) y al año siguien-te todos sus bienes fueron vendidos en Lima porel Algacea del Prelado 24. No ha sido posible iden-tificar hasta el momento esos relieves; pero pareceser muy próximo al estilo del artista el alto relievede 1,20 ms. de alto que representa la escena de laDegollación del Bautista que se encuentra en el re-tablo de la Sagrada Familia también en la Catedralde Lima. Los repintes que se advierten y mal esta-do que ofrece la obra, nos hacen guardar ciertas re-servas y no efectuar una atribución apresurada.

Hay otras esculturas en varios puntos de Amé-rica, tales como Panamá, Tunja, Quito, Tinta y aúnen la propia Lima, en las que se ven los caracteresesenciales de la plástica balduquiana; pueden serrealizaciones del taller, de otros artistas influidospor su estilo y quizá del propio maestro, pero to-davía nos faltan estudios más detenidos e investi-gaciones documentales como para efectuar atribu-ciones provisionales; de momento las tenemosconsignadas y es posible que constituyan materiade próximas tareas.

18 SCHENONE, H.: op. cit., pág. 60.19 Archivo General de Indias. Contratación. Registros de

embarque. Años 1558-59.20 ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: La escultura en Andalucía, t. II, tex-

to láms. 148 a 150.21 LIZÁRRAGA, Fr. Reginaldo: Descripción y población de Las

Indias, Lima, 1908, págs. 32-33.

22 LÓPEZ MARTÍNEZ, C.: op. cit., págs. 110-111.23 Archivo General de Indias. Contratación. Registros de

embarques. Años 155-61.24 MESA, J. DE GISBERT, T.: Escultura virreinal en Bolivia,

La Paz, 1972, pág. 30.

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Antón de Madrid y Estacio de Bruselas, pintores del siglo XVI en la BajaExtremadura

CARMELO SOLÍS RODRÍGUEZ

No está sobrada la historiografía artística extre-meña de nombres de pintores, a pesar del esfuerzoinvestigador de un Rodríguez Moñino y otros eru-ditos de la región 1. En su trabajo, «Los pintoresbadajoceños del siglo XVI», ofrece Moñino unaamplia lista de artistas, con especial referencia aLuis de Morales, recogiendo diversos estudios entorno a la figura del maestro pacense y múltiplesdatos sobre pintores activos durante aquella cen-turia en pueblos de la actual provincia de Badajoz.El ilustre bibliófilo reconocía que su aportacióndocumental no era exhaustiva y si tan sólo brinda-ba material de primera mano para una ulterior ta-rea de conjunto en orden a pergeñar la historia dela pintura bajoextremeña en el siglo XVI 2.

En esta línea de búsqueda documental se mue-ve esta comunicación, en la que damos noticia dedos pintores, que por su actividad —exclusivamen-te retablista— merecen un puesto destacado en laspor hoy breves páginas de la pintura extremeña. Larelación de sus obras —casi todas desaparecidas—pueden servirnos para clarificar un poco el pano-rama regional «cincocentista», en el que sigue al-zándose en solitario una figura tan compleja y enig-

mática como la de Luis de Morales 3. Nos referi-mos a los pintores Antón de Madrid y Estacio deBruselas. Documentado el primero a horcajadas delos siglos XV y XVI; contemporáneo y rival de Mo-rales, el segundo, y ambos muy activos en variospueblos de la Baja Extremadura.

ANTÓN DE MADRID

De este desconocido pintor os habla la docu-mentación sobre el retablo de la parroquial de Pue-bla de la Calzada (Badajoz), que en 1549 enfrentóen un largo pleito al concejo del lugar con el pin-tor Estacio de Bruselas 4. En una de las informa-ciones realizadas por éste. Un oficial de su taller,Hernando de Madrid, afirmaba que:

«… fue criado de Anton de Madrid vezino de Çafra ya di-funto que hera pintor e dorador estubo este testigo con élque lo sirbio mas de veinte e çinco años serviendole a el ofiçioe vio como el prior e probisor de la provinçia de Leon dio apintar a el dicho Anton de Madrid muchos retablos uno en

1 Sobre la pintura del XVI en la Baja Extremadura, cfr., A.RODRÍGUEZ MOÑINO, «Los pintores badajoceños del siglo XVI»,Revista de Estudios Extremeños (Badajoz, 1955), págs. 119-272.A. CARRASCO GARCÍA, «Escultores, Pintores y Plateros del BajoRenacimiento en Llerena» (Llerena, 1970. Inédito). V. NAVARRO

DEL CASTILLO, «Historia de Mérida», tomo II (Cáceres, 1974,págs. 237-241.

2 MOÑINO, op. cit., pág. 120.3 Cfr. nuestros trabajos: «El retablo de Morales en Puebla

de la Calzada», BELLAS ARTES/75, mayo, págs. 12-14. «LosMorales de la Catedral de Badajoz: Nuevas Aportaciones Docu-mentales»; Institución Pedro de Valencia (Badajoz, 1975). «La pin-tura del XVI en los pueblos bajoextremeños de la Orden de San-tiago», comunicación al 1.º SEMINARIO DE ESTUDIOSSANTIAGUISTAS (Badajoz, octubre, 1975).

4 Archivo Histórico Nacional: Órdenes Militares, Judicial.Legs. 22.179, 7.022 y 24.483. Próxima publicación en Revistade Estudios Extremeños (Badajoz, 1977), III.

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CARMELO SOLÍS RODRÍGUEZ42

Villagonçalo e otro en Alhanje e en Ribera e otro en los San-tos e otro retablo en Ussagre e otro retablo en Calçadilla eotros retablos en Fuente de Cantos e otro en Guadalcanal enla yglesia de san Sebastian e otro retablo en Cabeça de Vacaque es todo en la provinçia de Leon e otros muchos retablose todos los andava este testigo pintado con el dicho Antonde Madrid su amo…» 5.

A juzgar por el testimonio aducido, Antón de Ma-drid gozó de reconocida fama entre las autoridadeseclesiásticas de la provincia de León, Orden de San-tiago, que hasta 1875 ocupaba las tres cuartas partesdel territorio actual de la Diócesis Pacense. Afincadoen Zafra, centro comercial de la Baja Extremadura ysede del Ducado de Feria, su actividad puedeenmarcarse entre finales del siglo XV y la primeratreintena del XVI, a juzgar por la edad del declarante(Hernando contaba 51 años de edad en 1549).

De los retablos mencionados sólo subsiste el de laparroquia de San Salvador, en Calzadilla de los Ba-rros. Obra importante, ocupa todo el ábside de la igle-sia, a modo de un tríptico de grandes proporciones,y sus treinta tablas, enmarcadas en riquísima arqui-tectura gótico-mudéjar, presentan un amplio reper-torio icónico. Torpemente repintadas y algunas de ellasperdidas o a punto de perecer, su estudio es por aho-ra imposible en orden a valorar con justeza sus cali-dades y la personalidad del autor 6.

Otra obra apunta —según nuestra opinión—hacia este pintor: el San Miguel del Museo del Pra-do, consignado como del Maestro de Zafra, y que,hasta 1925, en que fue adquirido por el Museo,gracias a la intervención de J. R. Mélida, se encon-traba en el altar mayor del Hospital de San Miguelde la villa segedana 7. Post adjudicó esta obra —aunque con interrogante— al pintor Juan Sánchezde Castro, sustituyéndose después tal atribuciónpor la menos comprometida de un maestro anóni-mo de la población de origen 8.

Aunque falte la documentación directa, nos in-clinamos por atribuir esta obra —de singular im-portancia en el estilo hispanoflamenco— a favorde Antón de Madrid. Su vecindad en Zafra a prin-cipios del XVI, y la indudable categoría del artis-ta, probada por los múltiples encargos, abogan enfavor de nuestra hipótesis, aunque para un dicta-men definitivo juzgamos necesaria la restauracióndel retablo de Calzadilla para un estudio compa-rativo con la obra del Prado. Precisa asimismo delectura correcta la inscripción, que ostenta la espa-da del Arcángel. Post la creo anagrama de «Miguel»,otros opinan que son marcas de armero 9, mien-tras que J. R. Mélida se inclina por ver en ella lafirma del autor, opinión esta última que estimamosmás verosímil. Quedo, pues, lanzada la hipótesis,a la espera del documento que disipe definitiva-mente la duda sobre el autor del San Miguel delPrado.

ESTACIO DE BRUSELAS

Flamenco de origen, Estacio de Bruselas vienea engrosar la lista, nada despreciable, de artistas ex-tranjeros establecidos en la Baja Extremadura du-rante el siglo XVI, entre los que cabe recordar alos pintores Cornill de Vargas y Daniel Enríquez,al escultor Hans de Bruselas y al maestro de capi-lla Bruxell, que trabajaron en Badajoz 10, así comoel entallador Martín de Holanda, vecino deLlerena 11.

Posteriormente en una generación a Antón deMadrid, su actividad artística se documenta entre1543 y 1571, situándose la fecha de su nacimien-to según propia declaración, hacia 1518. Avecin-dado en Llerena, capital del provisorato de la Or-den de Santiago en Extremadura, casó con MariLópez, de la que le nacieron cuatro hijas, María,Catalina, Ana e Isabel, bautizadas en la iglesia de

5 A. H. N., Órdenes Militares, Judicial, Leg. 7.022.6 Abelardo Covarsí publicó un breve estudio en Revista del

Centro de Estudios Extremeños (Badajoz, 1934), tomo VIII,núm. 1.

7 J. R. MÉLIDA, «Catálogo Monumental de España: Provin-cia de Badajoz» (Madrid, 1926), II, pág. 458. Según el Catálogodel Museo la tabla se adquirió en 1924. La pintura se traspasó alienzo, perdiéndose la inscripción de la espada del Arcángel.

8 Post, CHANDLER RATHFON, «A spanich painting of theinternational movement» (Fogg Art Museum. Notes, 1937).GUDIOL RICART, J., «Pintura Gótica», ARS HISPANIAE, IX(Madrid, 1955), págs. 395-396.

9 LAFUENTE FERRARI, E., «El Prado: del Románico al Greco»(Madrid, 1965), pág. 142.

10 MOÑINO, op. cit., y «Hans de Bruxelles y Jerónimo deValencia, entalladores del siglo XVI» (Bol. Sem. Arte y Arquit.,Valladolid, 1943, pág. 121). C. SOLÍS RODRÍGUEZ, «Juan Vázquezen la Catedral de Badajoz», Revista de Estudios Extremeños, I(Badajoz, 1974).

11 A. CARRASCO GARCÍA, op. cit.

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ANTÓN DE MADRID Y ESTACIO DE BRUSELAS, PINTORES DEL SIGLO XVI 43

la Granada, a cuya parroquial pertenecía el matri-monio 12.

En 1543, goza ya el maestro flamenco de pres-tigio suficiente para que la autoridad eclesiástica leconfía la tasación de un retablo, que para la ermi-ta de los Mártires de Fuente del Maestro había pin-tado Diego González Rosado, vecino de Jerez delos Caballeros. Años después, en 1548, volverá ala fuente, para testificar en el pleito, puesto por laviuda del pintor segedano Juan Martínez, que pre-tendía cobrar dineros al mayordomo de la ermitafontanesa, alegando la ejecución de la tabla centralpor parte de su difunto esposo.

En la década de los «cuarenta», desarrolla un ex-tenso programa retablista en la comarca llerenense:retablos para las iglesias mayores de Bienvenida,Usagre, Monesterio, el Campillo, Valencia …, eje-cutados antes de 1548. En diciembre de este año,el provisor de Mérida, Diego de la Lastra, le con-fía la pintura del retablo mayor de la parroquial dePuebla de la Calzada, iniciándose poco después unlargo pleito con el concejo del lugar, interesado enadjudicar la obra a Luis de Morales, que al final sealzó con la pintura. Dos siglos más tarde, a su pasopor la Puebla, Antonio Ponz describía el retablo,hoy perdido, sin que conozcamos el paradero delas tablas de Morales, que merecieron el aplauso delilustre viajero 13.

La última noticia que hemos encontrado sobreEstacio lleva fecha de 1571 y documenta un nue-vo pleito, entablado con el escultor Miguel de Ho-landa, sobre la ejecución del retablo mayor de laparroquia de Berlanga.

Sabemos también los nombres de algunos de susdiscípulos. En 1548 trabajaban a sus órdenesGarcía Pérez, natural de Monesterio, Pedro RuizMorito y Hernando de Madrid. Ruiz Morito estu-vo relacionado con Jerónimo de Valencia, el autorde la sillería de coro de la catedral de Badajoz.Hernando de Madrid procedía del taller de Mora-les (dato este de gran interés sobre uno de los po-cos discípulos seguros del maestro pacense) y an-

teriormente había servido en casa de Antón deMadrid.

Apenas quedan restos de las obras de Estacio enorden a enjuiciar su personalidad artística. En laiglesia parroquial de Usagre, hemos encontradocuatro tablitas, con las efigies de apóstoles, empo-tradas en un retablo del XVIII, y que fueron cita-dos equivocadamente por Mélida 14. El subido va-lor de estas pequeñas muestras tal vez sea lo únicoque reste de aquel pintor «el mejor de quantos ayen la provinçia e tan bueno como lo ay en elReyno», como enfáticamente afirmara el provisorDiego de la Lastra. Los numerosos encargos, la es-tima de sus coetáneos y su rivalidad con Luis deMorales, basten para imaginar la categoría de estemaestro del XVI, cuya figura parece contrapuntearcon el manierismo moraliano.

En las páginas de la pintura bajoextremeña delXVI y junto al nombre glorioso de Luis de Mora-les, hemos de anotar los de Antón de Madrid yEstacio de Bruselas.

12 Para todo lo referente a Estacio de Bruselas, vide nues-tros trabajos consignados en nota 3, así como: «El pintor Estaciode Bruselas y Llerena», Programa de Fiestas Patronales (Llerena,agosto de 1976).

13 Antonio PONZ, «Viage de España» (Madrid, 1784), tomoVIII, págs. 155-156.

14 J. R. MÉLIDA, «Catálogo Monumental de España: Pro-vincia de Badajoz», tomo II, pág. 419.

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Francisco de la Torre y el retablo mayor del conventodel Cristo de la Victoria, de Serradilla

FLORENCIO-JAVIER GARCÍA MOGOLLÓN

I

Del testamento otorgado por el famoso Pedrode la Torre el 23 de noviembre de 1676, ante elescribano Pedro Merino 1, se infiere claramente queFrancisco de la Torre era sobrino suyo, que amboscolaboraron en bastantes obras y que debieron te-ner un taller común, en el que también trabajaronJuan de la Torre, hijo de Pedro según García Chi-co 2, y Jusepe o José de la Torre, tal vez hermanode Pedro como sugiere el marqués de Saltillo 3.

Pedro de la Torre utilizó la columna salomónicaen Madrid, como gran novedad, en el retablo delBuen Suceso (1636?), hecho que repitió Sebastiánde Herrera Barnuevo en el proyecto para el reta-blo baldaquino de la capilla de San Isidro, en laiglesia de San Endrés 4. Iníciase así la gran escuelade retablistas madrileños que domina toda la se-gunda mitad del siglo XVII, caracterizada por unestilo pomposo de lujuriosa decoración en las re-pisas, en los marcos, en los frisos. Se introducen

los órdenes de columnas gigantes, los entabla-mentos partidos, los elevados zócalos, los áticosajustados a las bóvedas, elementos arquitectónicostodos éstos que producen una sensación de lla-meante inestabilidad.

Pedro y Jusepe de la Torre, el 9 de noviembrede 1646, concertaron construir el túmulo para lashonras fúnebres del Príncipe Baltasar Carlos en elconvento de Santo Domingo el Real, conforme ala traza de Juan Gómez de Mora y las condicionespor él establecidas para el de la reina doña Isabelde Borbón. A Jusepe lo veremos intervenir treintay seis años más tarde en los arcos para la entradade la reina doña María Luisa 5.

Por lo que respecta a Francisco de la Torre su-cedió a su primo Juan como colaborador directísi-mo de su tío Pedro, existiendo siempre entre ellosuna excepcional confianza. Mantuvo el estilo delgran maestro en el desaparecido retablo de la igle-sia de la Magdalena de Alcalá de Henares, de1684 6. Contrató Francisco esta obra, ya fallecidosu tío 7, por escritura de 1.º de marzo de 1678, conAndrés de Villarán, secretario del Consejo y con-tador mayor de Hacienda, obligándose en ella ahacer dos retablos de la forma y traza que demos-traba la dibujada en un papel de marca mayor, fir-

1 Vid.: J. M. LASSO DE LA VEGA, MARQUÉS DE SALTILLO,Prevenciones artísticas para acontecimientos regios en el Madridsexcentista (1646-1680), en «Bol. de la R. Acad. de la Historia»(1947), 375.

2 E. GARCÍA CHICO, Documentos para el estudio del arte enCastilla. II. Escultores (Valladolid, 1941), 312-315.

3 J. M. LASSO DE LA VEGA, MARQUÉS DE SALTILLO, o. c., 369.4 Vid.: Alfonso RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, Los Churri-

guera (Madrid, 1971), 16. Más sobre Pedro de la Torre en JuanA. CEÁN BERMÚDEZ, Diccionario Histórico de los más ilustres Pro-fesores de las Bellas Artes en España, V (Madrid, 1800).

5 J. M. LASSO DE LA VEGA, o. c., 369.6 V. TOVAR MARTÍN, El arquitecto-ensamblador Pedro de la

Torre, en «Archivo Español de Arte», XLVI (1973), 262.7 En Madrid, el 20 de noviembre de 1677, en su casa de la

calle de la Libertad. Cfr. MARQUÉS DE SALTILLO, o. c., 370.

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FLORENCIO-JAVIER GARCÍA MOGOLLÓN46

mada de ambos y del escribano, si bien, en lugarde los cuatro ángeles que en ella figuraban, haríacuatro cogollos estofados de muy buenos colores ydorados; cobró 1.500 ducados de vellón que reci-bió del licenciado Lucas Rebollo, testamentario deVillarán, según carta de pago de 13 de mayo de1683 8.

Ocupa, pues, nuestro Francisco de la Torre unlugar importante dentro de una escuela que intro-duce grandes innovaciones en la Corte, pero quesiendo anterior cronológicamente a los Churri-guera, quedó un tanto eclipsada por la genialidady fertilísima imaginación creadora de éstos, que sibien utilizan muchos de los elementos aportadospor aquélla, saben darles un matiz y sabor tan per-sonales que trasciende originalidad y frescura. Tanes esto así que el propio Francisco de la Torre nose resistirá a emplear en Serradilla, en 1699, comoveremos, numerosos detalles churriguerescos talescomo los que advertimos en el retablo de San Es-teban de Salamanca, concertado en 1692 por Joséde Churriguera.

II

El retablo mayor del convento del SantísimoCristo de la Victoria, de Serradilla, obra de Fran-cisco de la Torre, es una muestra magnífica del ba-rroco hispánico que, precisamente en estas gran-des y resplandecientes construcciones lignarias,supo dar su verdadera y genial dimensión. Corres-ponde al tipo del retablo baldaquino tan bien ca-racterizado por Bonet Correa 9.

Sobre el sotobanco, pintado al estilo pompeyanode imitaciones marmóreas y adornado de hojaras-cas y tarjas, alzase el elevado banco con seispedestales, cuyos netos se cubren con grandescartelas de hojarasca pomposa; dos repisas entre lospedestales de los extremos, donde están colocadaslas imágenes de Santo Tomás de Villanueva, alEvangelio, y San Juan de Sahagún, a la Epístola; yel Sagrario en el centro.

Destacan en el primer cuerpo seis columnassalomónicas de orden gigante, asentadas en lospedestales del banco sobre basas áticas; muy ador-nados de carnosos racimos, zarcillos y hojas de vidsus fustes, girando, para el espectador, en sentidodextrorsum a la derecha de las esculturas y en sen-tido sinextrorsum a su izquierda, cuyo esquemamantienen los que van rehundidos a los costadosdel baldaquino, conforme a las enseñanzas de JuanCaramuel 10; los capiteles son corintios. Las escul-turas de San Agustín, a la izquierda, y de SantaMónica, a la derecha, entre las columnas, se asien-tan sobre repisas sostenidas, a modo de ménsulas,por cabezas de angelitos mofletudos que parecenemerger de entre la abundosa hojarasca que los ro-dea, enriquece y anima; encima de las dos escultu-ras aparecen unas tarjas con muy profusa decora-ción de hojas, cartones y molduras alrededor de unóvalo de simetría vertical.

El baldaquino con el camarín del Cristo de laVictoria, soberbia talla de Domingo de Rioja, ocu-pa la parte central. Lo sostienen cuatro columnasdel mismo estilo que las anteriormente descritas,aunque más pequeñas y realzadas por ello conpedestales; el sentido de giro en los fustes esdestrorsum en la de la izquierda del primer plano ysinextrorsum, en la de la derecha, sucediendo a lainversa en las del segundo plano. En la cúpula sedesarrolla una complejísima teoría decorativa queno deja ver su real estructura arquitectónica, cuyacomplacencia en el equívoco es muy propia del ba-rroco: angelitos en forzados escorzos a las esquinas,jarrones, floreros, hojarascas y tarjas … en explo-sión de luz, de color y de movimiento, que atraela mirada irresistiblemente hacia el centro del re-tablo.

El entablamento se divide en sólo dos fajas conbellas y adornadas ménsulas y cartelas que las abar-can, el origen de cuyas ménsulas se halla en la cor-nisa de Vignora, reformada más tarde por fray Lo-renzo de San Nicolás 11. Al estar el entablamentopartido al centro, se produce un fuerte contrastede luces y de sombras que imprimen evidente sen-sación de movimiento a toda la planta, cuyo dina-

8 Ibídem, 370.9 A. BONET CORREA, El túmulo de Felipe IV, de Herrera

Barnuevo, y los retablos baldaquinos del barroco español, en «Ar-chivo Español de Arte» (1961), 285-296.

10 Juan CARAMUEL, Architectura civil Recta y Obliqua, II(1678), 76.

11 A. GARCÍA Y BELLIDO, Estudios del barroco español, en «Ar-chivo Español de Arte y Arqueología» (1929), 34.

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FRANCISCO DE LA TORRE Y EL RETABLO MAYOR DEL CONVENTO DEL CRISTO DE LA VICTORIA 47

mismo resulta acentuado por las dos grandes co-lumnas centrales rehundidas a ambos lados del bal-daquino que, siendo exactamente iguales a las ubi-cadas en el primer plano, parecen sin embargo máspequeñas; recursos todos ellos usados con frecuen-cia por los arquitectos barrocos para dar profundi-dad y perspectiva a los retablos.

En el ático, bien amoldado a la forma curva dela bóveda, persiste una frondosa y abultada deco-ración vegetal; destacan los tres angelitos de cadalado todos ellos escorzados en idéntica postura.Conserva rehundida su parte central ocupada poruna hornacina de arco mixtilíneo con la imagen deSan Miguel Arcángel entre dos estípites suavementetroncopiramidales. Avanzadas, hay otras dosestípites sobre las que descansa el frontón partido.Remata el conjunto un gran broche de hojarasca.

III

Debiose la hechura de este retablo a la munifi-cencia de Doña María de la Fuente Arratia, viudade don Pedro de Jaúregui, secretario de Felipe IV,que profesó religiosa en Serradilla a los 77 años conel nombre de Madre María de Cristo. Dejó todossus bienes al Cristo de la Victoria y ordenó a sustestamentarios, en 1699, que «en el altar mayor dela iglesia de este convento de Agustinas Recoletasadonde estoy, se aga un retablo en que se coloquela ymagen del Santísimo Christo de la Victoria …y que éste sea de todo luzimiento y primer y quese perfeccione y acaue…» 12. Ayudaron también aesta obra la reina doña Mariana de Austria, con 50ducados; el marqués de Canales, con 200 reales; elmarqués de Monroy, con 550 reales y el vecinda-rio de Serradilla que aportó dinero y trabajo per-sonal para cortar la madera y acarrearla con susbueyes 13.

Fue testamentario de la M. María de Cristo donClaudio Cerdán, vecino de Madrid, quien debiócontrastar personalmente la obra del retablo en

nombre de las religiosas. Es muy probable que seencargara en principio su factura a los maestrosentalladores José de Pomar y Juan de la Rosa, veci-nos de Cuerva (Burgos), pues el convento realizógastos en el litigio que éstos instaron en su preten-sión de que había «de correr por su quenta la obradel retablo mayor que se hizo en esta iglesia …» 14;estos maestros fueron los autores de los retabloscolaterales de esta iglesia 15.

Sin embargo, el retablo mayor, es obra segurade Francisco de la Torre, quien, el 13 de octubrede 1701, dio recibo a la M. Mariana de Cristo,Priora, por importe de «veinte y cinco mil quinien-tos y sesenta y ocho reales de vellón en que entrannovecientos y diez reales que me auía dado DiegoFernández Serrexón su maiordomo por quenta delretablo que e hecho para el altar maior de la igle-sia de dicho conuento la qual dicha cantidad la erecibido de dicha madre priora desde el día veintede agosto del año prosimo pasado de mil y sete-cientos hasta treze de octubre deste presente de milsetecientos y uno… Y lo firma en la villa de laSerradilla, Francisco de la Torre. Se le entregó enMadrid lo rrestante de la ovra asta cunplimientode los zincuenta mil reales en que se ajustó, de quedio carta de pago» 16. Hay constancia igualmentede este pago de 50.000 reales a Francisco de la To-rre en el Libro de Quentas del convento «los qualesse pagaron por mano de don Claudio vezino de di-cha villa de Madrid, de que hay reciuo y parece porla quenta que ynvio a este combento…» 17.

El dorado de este retablo mayor y de los dos co-laterales lo realizó Francisco Baliño, vecino de Ma-drid, por un importe global de 64.000 reales devellón, sin que podamos determinar la cifra corres-pondiente a cada uno de ellos, abonándose dichasuma, una vez terminada la obra, el 4 de octubrede 1705 18.

Sobre el coste de los honorarios del maestroFrancisco de la Torre, 50.000 reales de vellón, sepagaron 10.694 por «la madera que se cortó yconduxo a esta villa para la fábrica de dicho reta-

12 Constan estas aportaciones en el Libro de Devotos que seconserva en el Archivo del Convento.

13 Testamento del 27 de mayo, mandas del 16 de julio ycodicilo del 12 de noviembre todas de 1699, ante el escribanopúblico de Serradilla, Juan Rodrigo Grande de la Vega. En Ar-chivo del Convento.

14 Cfr. Libro de Quentas, período 1704-1710, Archivo delConvento.

15 Ibídem.16 Cfr. Libro de Devotos, del expresado Archivo del Convento.17 Cfr. Libro de Quentas, Archivo citado, período 1704-10.18 Ibídem.

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blo mayor, andamios para asentarle y dorarle» 19.Añadidos los gastos del pleito con Pomar y de laRosa, por 321 reales, el gasto total del retablo ma-yor, sin dorados, fue de 61.015 reales de vellón.

Resulta de todo ello que la obra comenzó en1699, en que la inició Francisco de la Torre; con-

cluyó éste su trabajo en 8 de octubre de 1701, vein-titrés días antes del fallecimiento de la M. Maríade Cristo, su generosa donante; el dorado, inicia-do por Baliño inmediatamente después, se ultimóen octubre de 1705.

19 Ibídem.

ADVERTENCIA.—El Archivo del Convento de Serradilla no está ordenado y los libros que hemos citado sehallan sin foliar. Una selección de documentos de este archivo se transcribe en nuestro trabajo EstudioHistórico-Artístico del Convento del Santísimo Cristo de la Victoria de Serradilla, de próxima publicación.

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Las piezas visigodas del Museo de Badajoz

MARÍA CRUZ VILLALÓN

La comunicación que presentamos, síntesis deun amplio trabajo dedicado al estudio completo dela colección de piezas ornamentadas del Museo deBadajoz, pretende, a través del esquema básico deun análisis total, dar a conocer una de las colec-ciones arqueológicas más ricas de este género, y almismo tiempo manifestar una serie de conclusio-nes que de alguna manera vengan a aportar algu-nos datos al vacío histórico de la ciudad de Badajozanterior a la dominación musulmana.

Efectivamente, Badajoz, dentro de la línea co-mún del Guadiana, por donde se canalizó la in-fluencia de la creación de Mérida, a pesar de ser elnúcleo más interesante junto con Beja, es todavíaun capítulo casi inédito en el conjunto lusitanovisigodo 1.

Pertenecientes al Museo y aprovechadas en zo-nas inmediatas al mismo contamos con una nume-rosa colección de piezas, pilastras, columnas, table-ros, capiteles, cimacios, tenantes, etc., que comoelementos diferenciados por su decoración, son losúnicos restos que atestiguan una arquitectura cuya

destrucción por musulmanes nos consta por elaprovechamiento de esta material en las murallasárabes.

El estudio sistemático de un conjunto tan hete-rogéneo en cuanto a estructuras tipológicas, mate-riales, tallas y ornamentación, sólo nos fue posiblea partir de conceptos estilísticos formales, admitien-do las clasificaciones evolutivas ya realizadas parala escuela de Mérida, y agrupando las piezas porsimilitud de caracteres desde las primeras manifes-taciones, hasta las últimas esquematizaciones 2.

Reduciendo el análisis a piezas fundamentales,tenemos dos grupos claramente diferenciados:

— El primero constituido por piezas decoradascon temática vegetal, en las que existe todavía unrelativo naturalismo si comparamos con evolucio-nes posteriores, con recuerdo aún de los modos de-corativos tardorromanos, y con indudable introduc-ción de lo bizantino tanto en la temática como enla técnica. Ésta consiste en el recortado de moti-vos en silueta, mediante dos planos, con una tran-sición suavizada entre ambos.

Los mejores exponentes los encontramos en es-tas dos pilastras (fig. 1 y fig. 2) que parecen for-

1 Únicamente tenemos referencias a las piezas de esta colec-ción en las catalogaciones, parciales, de ROMERO DE CASTILLA,T., Inventario de los objetos recogidos en el Museo Arqueológico dela Comisión Provincial de Monumentos de Badajoz. (Badajoz,1896); y MELIDA, J. R., Catálogo Monumental de España. Pro-vincia de Badajoz (Madrid, 1926), completadas con algunas ci-tas de hallazgos posteriores a estas publicaciones en la revista«Memorias de los Museos Arqueológicos, y a través de sus estu-dios generales en los que se citan lo más significativas.

2 En este proceso de evolución estilística en el tiempo, es enel que se basa SCHLUNK para estudiar y fijar la cronología de pie-zas que no tienen apoyatura documental ninguna. Cfr. Artevisigodo, en Ars Hispaniae II (Madrid, 1947), y El arte decorati-vo visigodo: «Boletín bibliográfico», Instituto Alemán de Cultu-ra, núm. 1 y 2, 1944, pág. 22.

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mar pareja por similitud de dimensiones y mate-rial: un mármol rosáceo común para ambas. En-contramos sus antecedentes inmediatos en los ejem-plares más bizantinos de Mérida 3, y aún susrelaciones lejanas en pilastras muy semejantes ita-lianas de derivación bizantina 4 y ejemplares muysimilares, de los que proceden con toda seguridadlos citados, en Constantinopla, en el s. VI 5. Poranalogía a las del mismo estilo de Mérida, situadasen la segunda mitad del s. VI, sin precisar 6, éstasde Badajoz deben pertenecer al mismo momento.

— Un segundo grupo, muy homogéneo, conrasgos bien definidos y netamente diferenciado. Lostemas son menos variados que en las primeras pie-zas de las que derivan. Técnicamente la talla es másseca, con superficies más aristadas y biseles más pro-nunciados.

Como pieza prototípica incluimos el pilar de lafig. 3 (a y b) cuya pareja correspondiente se encuen-tra en el Museo, junto con dos pilastras paralelasprocedentes de Almendral. Éstos presentan unatipología distinta a las pilastras del primer grupo.Son estructuras más pesadas y voluminosas, en lasque sus elementos componentes se ciñen estricta-mente a la geometría del bloque. La decoracióntendente al geometrismo llena toda la superficie,con una planimetría más lineal y dibujística queescultórica. Los motivos, en general, vienen a mos-trarnos la interpretación del estilo creado en Méridaen el s. VI con modificaciones más rudas y pro-vincianas hacia el esquematismo y desnaturaliza-ción de los modelos originales 7 (fig. 3 a). En otracara de esta misma pieza (fig. 3 b) se advierte laabundancia de motivos sin dejar espacio libre. Tam-bién las pilastras más tardías de Mérida sufren esteproceso final de recargamiento 8. Pero curiosamen-te, las piezas de Badajoz presentan ahora una rela-ción más estrecha con las creaciones de Beja que

con las de Mérida. Los motivos, la técnica de ta-lla, la disposición de los mismos (bajo un esquemade cuadrícula, y con un listel central, dividiendosimétricamente cada cara) y la estructura tipológicason paralelas en ambos centros 9. Incluso A. Viana,en un estudio sobre las piezas de Beja advierte laposible utilización de material, un mármolgranulado gris extraído de la cantera de Sao Brissos,próxima a Beja 10.

Cronológicamente, conceptuamos estas obrascomo las más tardías de la Lusitania. Schlunk lassitúa, junto con las últimas evoluciones emeritensesen el s. VII 11. A. Viana, considera incluso la posi-bilidad de atribuir estas obras a una poblaciónmozárabe, en el s. VIII 12.

Entre estos dos grupos a los que asimilamos nu-merosas piezas del total por afinidades existen di-ficultades de definición para aquéllas, cimaciosprincipalmente, paneles, alguna pilastra, que con-tienen temas geométricos (fig. 4). La concatenaciónde círculos, los rombos encadenados, y las imbrica-ciones son los más repetidos. Éstos, al no presen-tar rasgos que marquen una evolución, no son sus-ceptibles de un estudio comparativo ni cronológico.Del mismo modo, las columnas estriadas, lascolumnillas, los tenantes y los variados capiteles,al poseer un carácter decorativo estructural, pro-pio exclusivamente de su tipología, y poco infor-mativos de caracteres estilísticos clasificales, presen-tan el mismo problema (fig. 5).

En lo que se refiere a la valoración cuantitativa,un total aproximado de cuarenta piezas, suponenun material bastante considerable, que sin embar-go debe constituir sólo una parte. En la colina dela Muela, donde se encuentra la Alcazaba, y don-de han aparecido la mayoría sólo se ha excavadomuy someramente. De hecho, casi todas las piezashan sido encontradas directamente, reaprovechadas

3 SCHLUNK, H., Arte visigodo, ob. cit., figs. 265 y 266.4 CATTANEO, R., L’architecture en Italie du VIe siècle au XIe

siècle (Venecia, 1890), págs. 126 y 127, figs. 49, 27 y 57.TOZZI, M. T., Alcune esculture medievali della Campania,

«Bolletino d’arte» XXV pág. 277, fig. 6.5 SCHLUNK, H., Bizantinische Bauplastik aus Spanien:

«Madrider Mitteilungen» núm. 5 (1964), fig. 3.6 SCHLUNK, H., Arte visigodo, ob. cit., pág. 254.7 SCHLUNK, H., Ibid pág. 254, y El arte decorativo, ob. cit.,

pág. 22.8 SCHLUNK, H., Arte visig., ob. cit., pág. 254, fig. 264.

9 ALMEIDA, F. de, Arte visigótica em Portugal: «O arqueologoportugues», núm. 4, 1962, fig. 86, y VIANA, A., Visigótico de Beja,«Archivo de Beja», vol. VI, 1944, pág. 269.

10 Este mármol «Si ni igual al menos muy parecido al deBeja», habría sido extraído de las canteras de Sao Brissos, cercade Beja al no existir en las proximidades de Badajoz. Cfr. VIANA,A., ob. cit., pág. 291.

11 SCHLUNK, H., Arte visig., ob. cit., pág. 254.12 VIANA, A., Pax Iulia. Arte romano visigótico, «Archivo Es-

pañol de Arte», núm. 19, 1946, pág. 108.

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LAS PIEZAS VISIGODAS DEL MUESO DE BADAJOZ 51

en la construcción árabe posterior. Por otra parte,en la primera catalogación que realizó Romero deCastilla a finales del siglo pasado, descripciones nocoincidentes con las piezas conocidas, presuponenuna pérdida. Además atestigua el mismo Romerode Castilla que unas columnas estriadas, que en-tonces llegaban hasta catorce, fueron rebajadas yempleados en obras municipales 13. Hoy sólo co-nocemos tres (fig. 5).

Partiendo de las consideraciones anteriores, yjuzgando a la arqueología como única fuente deconocimiento, tratamos de interpretar algunos as-pectos relativos al Badajoz visigodo.

En primer lugar, el hecho de que todos los ha-llazgos, salvo dos o tres excepciones, se circunscribana la colina de la Muela o a sus inmediaciones, indi-ca que éste fue precisamente el lugar de asentamientodurante el período visigodo. Ahora bien, nos pre-guntamos si Badajoz fue sede de una ciudad, de unnúcleo de población, o solamente una basílica o cen-tro de una comunidad religiosa, como otros tantoscreados en este momento. Y si realmente fue un nú-cleo de población, qué importancia tuvo.

Ante la variedad que presenta este diverso gru-po de piezas en todos sus aspectos, suponemos laexistencia de más de un edificio. Es imposible re-ducir estructuras tan distintas a una sola edifica-ción. Cabría entonces plantearse el carácter funcio-nal de los edificios construidos.

A través de la decoración, se advierte una clarasimbología religiosa en un gran número de piezas,que indudablemente pertenecieron a edificios deesta significación, y además a más de uno, por lafalta de conexión tanto estilística como tipológica,ya consideradas. Por otra parte, es difícil precisarsi otras piezas cuya decoración no comporta nin-gún significado, pertenecieron a algún tipo de cons-trucción civil 14. Sin embargo, no descartamos la

posibilidad de su existencia. Los textos de dos cro-nistas árabes sobre el acto fundacional de Badajoz,como fortificación, por Ibn-Marwan, refieren al-gunos comentarios a la topografía y a la poblacióndel momento (año 875), que, aunque muy vagos,nos interesan como apoyo de esta hipótesis.

Ibn al Qutiyya (s. X) describe el momento enque Ibn Marwan, el caudillo rebelde que venía hu-yendo de Mérida pide al Emir una zona en Badajozpara establecerse estratégicamente. Dice Marwan alEmir: «Mi deseo es que se me deje libre Albashranal(o Basharnal), para restaurarla, fortificarla y poblar-la…», prosigue el comentario: «Este Albashranalestaba frente a Badajoz y entre ambos estaba el río:Fuele concedido el construir (restaurar o fortificar)a Badajoz al otro lado del río …» 15. El Basharnalha sido identificado con el cerro de Orinaza 16, jus-to enfrente de la colina de la Muela y con el ríopor medio como indica el texto. El cronista se estárefiriendo a las dos colinas gemelas que flanqueanel paso del Guadiana por Badajoz. Y fue el peñónde la colina de la Muela, el que en contra de la vo-luntad de Marwan se le asignó para construirBadajoz, o quizá para «restaurar o fortificar», comotranscribe indiferenciadamente el traductor, algo yaexistente. Efectivamente, Ibn Idhari, vuelve a co-mentar el asentamiento de Marwan en Badajoz, trassu asedio y rendición en Alanje: «… atacáronle conla catapulta hasta que se rindió y pidió por la se-guridad de su vida, expuso su cansancio y mal es-tado hasta que la autorizó el príncipe Muhammada marcharse a Badajoz para vivir allí. Era un pue-blo (qaria) donde vivió en soledad». Luego, comen-tando los sucesos del año siguiente dice: «Fue ibnMarwan quien construyó el campamento deBadajoz, donde tuvo su residencia y donde estabala gente de Mérida…» 17. Luego existía ya una vi-lla («qaria»), anterior a la llegada de Marwan, queéste fortificaría, poco después de su llegada, en elrecinto de la actual Alcazaba 18. Por lo tanto, pare-

13 ROMERO DE CASTILLA, T., Inventario …, ob. cit., pág. 46y 139.

14 Nos consta que piezas con decoración geométrica pudie-ron formar parte de edificios religiosos por referencias a las basí-licas del s. VII que aún quedan en pie, y aunque no se conservaningún testimonio de arquitectura civil visigoda, las fuentes es-critas manifiestan su lujo decorativo. Cfr. PAULO DIÁCONO, Li-bro de la vida y milagro de los Padres Emeritenses, trad. de SÁNCHEZ

LORO, D. (Cáceres, 1951), pág. 66, y AMADOR DE LOS RÍOS, Losmonumentos Latino-bizantinos de Mérida, Madrid, 1877, pág. 10.

15 Cfr. CODERA, F., Los Benimerwan en Mérida y Badajoz,«Estudios críticos de historia árabe española», Madrid, 1917,pág. 37.

16 MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ, M., Historia del reino moro deBadajoz, Badajoz, 1904, pág. 69.

17 Cfr. TERRÓN ALBARRÁN, M., El solar de los aftasidas,Badajoz, 1971, pág. 628.

18 TERRÓN ALBARRÁN, M., Ibid., pág. 629.

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ce ser que Badajoz, ya antes de la ocupación ára-be, existía como un núcleo poblado que supone-mos de continuación visigoda. Posiblemente, por-que estas noticias fueron distantes en el tiempo delmomento de los sucesos, los cronistas no hicieronmás comentario sobre esta pequeña villa.

Basándonos de nuevo en la arqueología, se pue-de puntualizar algo más. Según el estudio estilístico,es evidente que las piezas del primer grupo (s. VI)presentaban estrecha relación con las de Mérida,mientras que las últimas (s. VII) eran identificablescon las de Beja, en este momento en que Méridaseguía creando tipos diferentes a los de ambos cen-tros. Por lo tanto, esta pequeña villa, estuvo másvinculada en principio a Mérida, al menos en elcampo de las relaciones artísticas, de la que se des-ligó en el s. VII en favor de Beja.

Cronológicamente, las creaciones más tempra-nas pertenecen al s. VI y las más tardías al s. VII, ycomo muy tarde a principios del s. VIII. En esteperíodo del s. VI al VIII, poniendo fechas límites,se observa una continúa evolución de formas que

respondió a momentos de creación sucesivas, enque, sin que nos sea posible precisar con exactitud,advertimos una línea de vida continuada.

En resumen, sintetizando las deducciones ex-puestas, se puede decir que Badajoz visigoda de-bió ser una aldea de valor secundario, asentada enla Colina de la Muela y con una jerarquía de or-den eclesiástico. En el plano de sus actividades, pri-mero estuvo relacionada con Mérida y luego conBeja. Finalmente, su vida queda documentada conuna continuidad, desde mediados del s. VI hastaprincipios del s. VIII.

Estas conclusiones, limitadas y de carácter hi-potético, son muy relativas como consecuencia dela naturaleza escasamente informativa de este ma-terial que ni siquiera ha aparecido «in situ», y quepor otra parte, como hemos advertido, es muy po-sible que constituya sólo una parte. Aportamos es-tas primeras consideraciones en espera de una ma-yor adquisición documental el día que se lleve acabo el interesante proyecto de excavaciones en LaAlcazaba.

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Influencias de grabados germánicos en la pintura española del siglo XVII:Aldegrever y Zurbarán

JUAN MIGUEL SERRERA CONTRERAS

Resulta innecesario a la altura en que encuen-tran los estudios sobre Zurbarán tratar de explicaro de justificar el empleo de grabados por parte delmaestro. Los estudios, entre otros, de Angulo,Guinard, César Pemán, Martín Soria y PitaAndrade han ido mostrando cómo Zurbarán, aligual que casi todos los pintores de su época, utili-zó grabados y estampas como base para sus com-posiciones. Por ello, el presente trabajo se limitaúnicamente a señalar el origen gráfico de los Evan-gelios del Museo de Bellas Artes de Cádiz, al tiem-po que se hacen algunas consideraciones sobre lasinterrelaciones entre escultura y pintura que plan-tea la utilización simultánea por pintores y escul-tores de unas mismas fuentes gráficas de inspira-ción, y sobre las diferencias y similitudescompositivas de la pintura sevillana de la segundamitad del siglo XVI y del XVII que derivan del em-pleo en esas dos épocas de unos mismos grabados.

Las pinturas del retablo mayor de la Cartuja deNuestra Señora Santa María de la Defensión deJerez de la Frontera se pintaron entre 1637 y 1639.Actualmente se encuentran repartidas entre losmuseos de Grenoble, Nueva York y Cádiz. En esteúltimo están los Evangelistas que se comentan, pro-cedentes del citado retablo 1. César Pemán recons-truyó el conjunto teniendo en cuenta descripcio-

nes literarias, las medidas de las pinturas y escul-turas conservadas, su iconografía y los datos sumi-nistrados por las huellas dejadas por el propio re-tablo en el enlucido de los muros de la iglesia 2.Según esta reconstrucción, los Evangelistas, siguien-do unas complejas pero exactas reglas iconográficas,estaban colocados sobre los cuatro grandes lienzoslaterales del retablo y no en el banco, como hastaentonces se había creído. Este carácter complemen-tario, sus cualidades pictóricas y el hecho de quepor aquellos años el taller de Zurbarán tuviera querealizar simultáneamente las pinturas de ese reta-blo y las de la sacristía de Guadalupe, justifican ple-namente las dudas que siempre se han tenido so-bre su ejecución por el pintor de Fuente de Cantos.

Martín Soria los considera obra de discípulosrealizada sobre dibujos del maestro, criterio quecomparten Guinard y César Pemán 3. Sin embar-go, este carácter de obra de taller no invalida enningún momento el considerarlos como suyos. Losmaestros contrataban, firmaban y ejecutaban lasobras, pero en esta última tarea el taller jugaba unpapel fundamental. Esta masiva actuación confirióa la pintura sevillana del siglo XVI un carácter casimedieval, sentido que en gran parte pasó a la delXVII. Por eso, aunque los Evangelistas del Museo

1 San Juan, L. 0,65 x 0,63 m.; San Mateo, L. 0,65 x 0,63m.; San Marcos, L. O,55 x 0,53; San Lucas, L. 0,55 x 0,53 m.Cádiz, Museo Provincial de Bellas Artes, núms. 77-80.

2 PEMÁN, César, La reconstrucción del retablo de la Cartujade Jerez de la Frontera, «Archivo Español de Arte», 1950, págs.203-227, láms. I y II.

3 SORIA, Martín, The Paintings of Zurbaran, Londres, 1953,pág. 165.

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de Cádiz no los pintara Zurbarán, sino su taller, síentran de pleno dentro de su obra. Y ello, no sóloporque poseen ese carácter propio de las obras delmaestro que Gallego define como «zurbaranesco» 4,sino especialmente porque formaron parte de unretablo que contrató y firmó Zurbarán, quien eli-gió como base de su composición los Evangelistasgrabados en 1539 por Aldegrever 5.

La dependencia de estos grabados es total en lasfiguras de San Mateo y de San Juan, y algo menoren la de San Lucas, cuyo modelo repite en la deSan Marcos. Subordinación que alcanza inclusohasta la forma en que se presentan al espectadorlos Evangelistas, vueltos tres cuartos hacia la dere-cha San Mateo y San Marcos y en igual giro haciala izquierda San Juan y San Lucas, posiciones enque aparecen esos mismos personajes en los graba-dos. En San Mateo (figs. 1 y 2) la copia es com-pleta y alcanza no sólo a las imágenes de los Evan-gelistas y del ángel, sino también a los detallesaccesorios, como la filacteria que este último sos-tiene en sus manos. Igual fidelidad presenta SanJuan (figs. 3 y 4), en cuyo caso Zurbarán sólo su-primió la pequeña imagen de la Virgen que apare-ce en el ángulo superior derecho del grabado, omi-sión debida a la inserción del lienzo en el programaiconográfico general del retablo. Frente a la exactareproducción de los grabados de los dos lienzosanteriores, en el de San Lucas únicamente sigue lacomposición general de la figura, que mantiene elencuadre y colocación de piernas del modelo deAldegrever. Esta misma ordenación la repite, aun-que invertida, en San Marcos, en el que se aleja aúnmás del precedente grabado.

Más interesantes aún que estas claras y eviden-tes dependencias compositivas resultan las simili-tudes de tipos y expresiones de rostros y de plega-dos y distribuciones de paños. En San Mateo elpintor repite exactamente el rostro y expresión fa-cial del Evangelista del grabador. La misma seme-janza presenta el ángel que acompaña al Evange-lista en el grabado de Aldegrever y en el lienzo deZurbarán; semblante éste que, como señaló César

Pemán 6, el pintor vuelve a reproducir en el SanJuan Evangelista del mismo retablo. Esta identidadtiene su origen en Aldegrever, quien a su vez repi-te en esas dos figuras el mismo tipo y expresión derostro. Esta semejanza fisonómica entre los mode-los del grabador y del pintor alcanza incluso hastala representación de San Marcos, la figura más ale-jada de los modelos grabados.

Especialmente significativas son las coincidenciasque presentan los paños de las figuras de Zurbarány Aldegrever, similitud que se evidencia claramenteen San Mateo, la figura que con más fidelidad re-produce el grabado. En los dos casos la distribucióny el plegado de los tejidos son similares; con un di-bujo más incisivo y menudo en el grabado y con unjuego de luces más contrastante en la pintura, perosiguiendo un mismo ritmo y ordenación. Con ellose puede observar cómo hasta en uno de los carac-teres más genuinamente zurbaranesco de toda suobra, el tratamiento de los paños, el maestro y sutaller siguen fielmente esquemas ajenos, aunque esosí, logrando a siempre a partir de ellos resultados dis-tintos, «zurbaranescos».

Esta semejanza de los paños de Aldegrever yZurbarán se relaciona íntimamente con los valoresescultóricos de las figuras del maestro extremeño,carácter evidente en el San Juan Evangelista del re-tablo de la Cartuja de Jerez. Una de las causas quesiempre se ha aducido para ello ha sido la influen-cia que la escultura policromada sevillana —en es-pecial la de Martínez Montañés y Juan de Mesa—ejerció sobre su obra. Su clara tipología de «santosimitación de talla», como los define Gallego 7, tie-nen evidentemente su origen en estos precedentesescultóricos. No obstante no hay que olvidar losvalores pictóricos de gran parte de la imagineríasevillana de aquella época. En su frontalidad, el SanJuan Evangelista de Martínez Montañés del monas-terio sevillano de Santa Paula es una simpletrasposición al espacio de los valores pictóricos dellienzo de Zurbarán. Estas interrelaciones típica-mente manieristas que perduran en el arte barrocotienen su origen en el empleo simultáneo por pin-tores y escultores de unas mismas fuentes gráficas

4 GALLEGO, Julián, Zurbarán, 1598-1664. Biografía y Aná-lisis crítico, Barcelona, 1976, pág. 58.

5 HOLLSTEIN, F. W. H., German Engravings, Etchings andWoodcuts, Amsterdam (1954 ss.), vol. I, núms. 57-60.

6 PEMÁN, César, Catálogo del Museo Provincial de Bellas Ar-tes de Cádiz (Pinturas), Madrid, 1964, pág. 139.

7 GALLEGO, Julián, Zurbarán, op. cit., pág. 45.

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INFLUENCIAS DE GRABADOS GERMÁNICOS EN LA PINTURA ESPAÑOLA DEL S. XVII 55

de inspiración: en el caso de Zurbarán y MartínezMontañés los grabados de Aldegrever. Ellos son losque hacen que el San Juan Evangelista del Maes-tro de Fuente de Cantos recuerde en su volumetríael del escultor de Alcalá la Real, cuya frontalidad asu vez remite al que Zurbarán pintó para el reta-blo de la Cartuja de Jerez.

No resulta extraño la elección por Zurbarán delos grabados de Aldegrever. Durante todo el sigloXVI y XVII el arte sevillano, al igual que todo eloccidental, siguió unas claras tipologías en las fi-guras de los Evangelistas. Uno de estos prototiposes el que deriva de los dibujos de Giulio Romano,sucesivamente grabados con algunas modificacio-nes por Agostino Veneziano (fig. 5) y Aldegrever 8.El empleo sistemático de estos mismos modelos eslo que motiva que tanto los Evangelistas deEsturmio del retablo de ese nombre de la catedralsevillana (fig. 6), los de Luis de Vargas del altar delNacimiento del mismo recinto, los de bajorrelievede Jean Goujón del Louvre, los pequeños cobresde finales del XVI con San Marcos (fig. 7) y SanLucas de una colección particular canaria, el SanJuan Evangelista de Juan de Salcedo de la parro-quia del Viso del Alcor (fig. 8), el San Juan Evan-gelista de Martínez Montañés del monasterio deSanta Paula, los de Zurbarán que se comentan yhasta los de Baltasar de Echeve Ibía en México pre-senten la misma estructura compositiva 9. Esquema

éste, que dentro de sus diferencias de encuadres, es-pacios, puntos de vista, colores y tratamiento de lasfiguras, mantiene a través del tiempo y del espacioun mismo criterio compositivo.

Con ello se aprecia como las diferencias que aveces existen entre la pintura sevillana de la segun-da mitad del siglo XVI y la del XVII, y en generalla de esas dos épocas, se deben no tanto al empleode distintas fuentes grabadas, sino más bien a unadiferente utilización de las mismas. En su localiza-ción y estudio comparativo se puede detectar cómopartiendo de unas mismas fuentes grabadas, la pin-tura sevillana de la segunda mitad del siglo XVI,provincia artística de segundo orden respecto a laitalo-flamenca, se transforma en la centuria siguien-te en un centro creador o irradiador de arte.

Estas grandes diferencias y similitudes existen-tes entre la pintura sevillana de esas dos épocas queobedecen al empleo de unos mismos grabados, sehacen evidentes en el estudio comparativo de losEvangelistas de Esturmio y Zurbarán, ya que en losdos casos las figuras se inspiran en los que dibujó

8 Los Evangelistas de Agostino Veneziano están basados enlos dibujos de Giulio Romano, cf. Bartsch, Adam, Le peintregraveur, Viena, 1920, vol. XIV, núms. 92-95, págs. 45-46.

9 Los Evangelistas de Esturmio pueden representar perfec-tamente dentro de la pintura sevillana esa tipología común a todoel arte occidental, ya que están inspirados tanto en los grabadosde Agostino Veneziano como en los de Aldegrever (figs. 5 y 6).PASSAVANT, J. D., El arte cristiano en España, Sevilla, 1887,pág. 252, fue el primero que estableció sus relaciones con los gra-bados de Agostino Veneziano; sus dependencias con los deAldegrever las determinó por primera vez Justi, Carl, Misscellaneenaus drei Jahrhunderten Spanischen Kunstlobens, Berlín, 1908, vol.II, pág. 338. Sobre ellos véase ANGULO ÍÑIGUEZ, Diego, Pinturadel Renacimiento, «Ars Hispaniae», vol. XII, Madrid, 1954,pág. 213, fig. 220. El mismo carácter ecléctico presentan losEvangelistas de Luis de Vargas del altar del Nacimiento de la ca-tedral sevillana, cf. Angulo Íñiguez, op. cit., pág. 215. Los Evan-gelistas de Baltasar de Echeve Ibía más que reproducir algunasde estas dos versiones, lo que hacen es mantener una tipologíaclaramente manierista, inspirada lógicamente en grabados delXVI. De todas las maneras hay que resaltar las analogías compo-sitivas que presentan San Mateo y el modelo de Aldegrever, cf.TOUSSAINT, Manuel, Pintura colonial en México, 1965, págs. 84-97, figs. 140-141.

Frente a este criterio ecléctico, en otras ocasiones los artistasse han limitado a reproducir algunas de las dos versiones graba-das. Así totalmente copiados de los grabados de AgostinoVeneziano están dos pequeños cobres con San Marcos (fig. 7) ySan Lucas —0,20 x 0,15 m.— de una colección particular deTenerife. En ellos están ausentes esas modificaciones compositi-vas que Zurbarán introduce en sus Evangelistas, y que hacen que,aunque simple copia de los grabados, presenten caracteres total-mente distintos de los modelos que copian. Por el contrario, aun-que inspirados en los Evangelistas de Agostino Veneziano, los deJean Goujon presentan caracteres propios, que les convierten enauténticas obras de arte, cf. B (eaulieu), M(ichele), Jean Goujon,en L’Ecole de Fontainebleau, París, 1972, págs. 387-389,núms. 521-524, fig. 521.

Los grabados de Aldegrever han servido asimismo numero-sas veces de fuente de inspiración a los artistas, tanto pintorescomo escultores. Así Juan de Salcedo en el San Juan Evangelistaque en 1557 pinta en un retablo de la parroquia del Viso delAlcor, tabla, 0,51 x 0,56 m. (fig. 8) reproduce esta misma figuradel grabador alemán, cf. HERNÁNDEZ DÍAZ, José, y SANCHO COR-BACHO, Antonio, Edificios religiosos y objetos de culto saqueadospor los marxistas en los pueblos de la provincia de Sevilla, Sevilla,1937, pág. 214. En este mismo grabado creemos que se inspiraMartínez Montañés para componer su San Juan Evangelista delMonasterio sevillano de Santa Paula, cf. HERNÁNDEZ DÍAZ, José,Juan Martínez Montañés. El Lisipo andaluz. (1568-1649), Sevi-lla, 1976, págs. 93-94, lám. 15. Sobre la utilización de los gra-bados de Aldegrever en la decoración pictórica de la cerámica,cf. SIMOES, JOAO DOS SANTOS, Sobre a «Porcelana dos Médicis»do Museu, «Boletín do Museu Nacional de Arte Antiga, vol. III,núm. 4, Lisboa, 1958, págs. 25-26, lám. 1.

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Giulio Romano, si bien Esturmio sigue más de cer-ca los grabados por Agostino Veneziano y Zurbaránreproduce fielmente los de Aldegrever 10. Ahorabien, aunque en ambos casos los cuadros repitenun mismo tipo de esquema compositivo, los resul-tados que se obtienen remiten a dos mundos pic-tóricos totalmente opuestos: al maniorista del pin-tor holandés y al barroco del maestro extremeño.

Prescindiendo del color, elemento ausente en losgrabados, dos grandes diferencias compositivas se-paran las pinturas de Zurbarán de las de Esturmio:su tratamiento espacial y el punto de vista. En elprimero de estos aspectos, tanto en los grabados deAgostino Veneziano como en los de Aldegrever, losEvangelistas aparecen entre nubes en espacios to-talmente irreales. Esturmio mantiene este mismotratamiento en los Evangelistas de la zona superiordel retablo. En los del segundo cuerpo introduceunas referencias paisajísticas ausentes en los graba-dos. En estas zonas, que unos troncos de árbolessobre los que las figuras parecen descansar enlazancon las superiores, el pintor sitúa unos espacios apa-rentemente reales. Sin embargo, la presencia enellos de unas aves emblemáticas y de unos paisajesy ruinas totalmente inspirados en grabados remi-ten de nuevo a espacios, si no irreales como los delos grabados, si ideales o pictóricos.

Frente a este tratamiento típicamente manieris-ta, los troncos de árboles que en los cuadros deEsturmio enlazan espacios irreales y pictóricos sir-ven a Zurbarán para concretizar lo terrenal de susfiguras. En efecto, los Evangelistas del Museo deCádiz aparecen apoyados sobre unos troncos quedejan ver unos paisajes al fondo; espacios igualmen-te ideales o pictóricos, pero en los que las figurasse insertan sin ese carácter puramente irreal de losgrabados y de las tablas de Esturmio. Zurbaránvuelve con ello al sistema espacial unitario de losgrabados y abandona el juego contrastante de losde Esturmio. Sigue un camino similar al que em-pleó el joven Velázquez en su San Juan de la Gale-ría Nacional de Londres, figura que igualmente

10 Una muestra del eclecticismo compositivo de Esturmioes la figura del Evangelista San Lucas. Su composición generalreproduce la de San Juan de Aldegrever; sin embargo, el rostroestá inspirado en el San Mateo de Agostino Veneziano, totalmenteopuesto al juvenil del primero.

aparece recostada sobre un tronco de árbol que asu vez configura un paisaje. Pero el proceso de imi-tación de lo humano, el presentar a los Evangelis-tas bajo un aspecto nuevamente humano, se evi-dencia con más rigor en Velázquez. Diferencia quese debe en gran parte a la absoluta dependencia deZurbarán de los grabados, relación que en Veláz-quez, como siempre, sirve únicamente como pun-to de partida. En su caso se inspira igualmente eneste mismo tipo de grabados, e incluso en algunosanteriores, como el de Schongauer, pero lograndouna reinterpretación genial, que convierte la figu-ra ideal de los grabados en el «mozo arrogante ysin espiritualidad» que describe Gallego 11.

El otro factor compositivo que diferencia losEvangelistas de Esturmio y de Zurbarán es el pun-to de vista. Siguiendo unas reglas compositivas ba-rrocas Zurbarán se acerca en estos lienzos a los per-sonajes, a los que contempla bajo un punto de vistapróximo. Intensifica aún más que en los grabadosla proximidad ideal del espectador a las figuras, loque hace que desaparezcan del encuadre la parteinferior de las imágenes. Emplea un criterio total-mente opuesto al de Esturmio en sus Evangelistas,figuras distantes y ajenas al mundo de los fieles,quienes solamente a través de las nubes consiguendesvelarlos.

Estas diferencias compositivas de espacios y depunto de vista dan lugar a que, aunque simple re-producción a color de los grabados, los Evangelis-tas de Zurbarán se inserten en un mundo barrocototalmente opuesto al manierista de los de Estur-mio y Aldegrever. Modificaciones que, unidas a supeculiar manera de entender la luz y el color, ha-cen que, aunque simple copia de los grabados deAldegrever, los Evangelistas de la Cartuja de Jerezde la Frontera presenten ese carácter «zurbaranesco»de las obras del maestro de Fuente de Cantos.

11 GALLEGO, Julián, Velázquez en Sevilla, Sevilla, 1974,pág. 160.

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Grabados y viñetas satíricas en Galicia (1919-1939): Castelao y Maside

M.ª LUISA SOBRINO MANZANARES

Pretende este trabajo hacer un análisis de la obragráfica —viñetas, aguadas, grabados, etc.— con pieescrito, e intención político-social que en periódi-cos o recogida en Álbumnes, publicaron estos dosartistas, sin duda las figuras más representativas delarte gallego de entreguerras.

He elegido estos años porque a ellos pertenecenla mayoría de sus obras satíricas. La exposiciónitinerante de dibujos de Castelao, reunidos poste-riormente en 1931, en el Álbum «Nos» 1, marcaríael inicio de un período de intensa actividad quedespués de 1939, raras veces volverán a repetir.

La obra gráfica de Alfonso R. Castelao (nacidoen 1886), más conocida por la abundante biblio-grafía sobre las distintas facetas de su personalidadcomo político o escritor, así como por las nume-rosas reimpresiones que de ella se están haciendo,constituye un aspecto fundamental dentro de sulabor artística. La de Carlos Maside (nacido en1897) todavía casi desconocida, es sólo una técni-ca más de su polifacética obra 2.

Ambas tuvieron una enorme significación no sóloen cuanto a un orden de contenido, también en elcampo de las formas. Aportaron nuevos modos deexpresión al humorismo plástico o caricatura, con-siderada entonces como un género menor, dándoleuna verdadera dimensión artística, algo similar a loque por los mismos años ocurría en Alemania.

EL HUMOR COMO CRÍTICA SOCIAL

Tanto Castelao como Maside coinciden en susdibujos en el planteamiento real de la situación ga-llega de la época, utilizando una postura crítica dis-frazada con el arma del humor.

La novedad de este planteamiento estriba en quepor primera vez rompen con la visión folklórica ynaturalista con la que los pintores de principios delsiglo XX representaban las escenas populares en lapintura gallega. Bajo su enfoque satírico ponen derelieve la miseria, la incultura, la opresión que elcampesino gallego en su fatalismo, aceptaba comotaras naturales, denunciándolas como fruto de unasituación a la que puede ponerse remedio.

Su temática, referida casi siempre a los foros —los trabucos como los llama Castelado—, la emi-gración, los abusos del caciquismo, etc., eran unaforma activa de incidir en la situación y de con-cienciar al pueblo. Sus protagonistas: los campesi-nos, hombres, mujeres y niños rurales con los quelos dos dibujantes gallegos se identifican, y a quie-nes tratan siempre desde una óptica de ternura quese contrapone al tratamiento de señoritos, caciquesburócratas y políticos, ridiculizados, hablando elcastellano frente a la lengua gallega que utilizan lospaisanos en sus leyendas.

Toda esta iconografía popular estará, coinciden-temente, tomada por ambos en los mismos luga-res, el paisaje urbano de Santiago de Compostela,donde los jueves de Feria o los domingos, teníanpunto de reunión la gente de las aldeas vecinas.Campesinos, traficantes de ganado, pordioseros,

1 CASTELAO, Nos, Madrid, 1931.2 Maside alcanzaría más renombre como dibujante, graba-

dor o por su pintura al óleo que como dibujante de viñetas.

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ciegos, etc. sirvieron como modelo en la creaciónde unos tipos, de unas vestimentas y de unos ade-manes familiares que veremos repetirse en susviñetas.

Pero no nos haga pensar esto que su representa-ción es algo así como un repertorio de personajeslastimosos que despiertan nuestra conmiseración,o que su defensa posee la obviedad descriptiva deun panfleto social. En la obra de ambos resaltacomo fundamental condición su carácter sintético.Su dibujo lineal de un solo trazo fino y cerrado sinhuella de claroscuro —en muchos casos—, sin ape-nas decorado, definen una situación concebida conla mayor economía de medios. «Una comedia o undrama nun dibuxo leese de una sola ollada, e coniso aforrase atención» —dice Castelao 3.

Este sintetismo debido en gran parte a unas ne-cesidades gráficas, responde al deseo de despojarsede todo lo innecesario y retórico, y de esta formahacer solamente de la imagen una solicitación vi-sual, ya que la comunicación se realizaba en el pieescrito.

En segundo lugar creo que hay que señalar comocarácter común en la obra de ambos la tipificación,su capacidad para crear personajes y actitudes, es-tableciendo sus características más notables conmuy pocos rasgos, sólo aquéllos más precisos ydefinitorios.

Resalta igualmente la expresividad del gesto, elefecto de un rostro o la forma de unas manos quese convierten en signos cargados de intención psi-cológica, en expresión de actitudes anímicas.

A estas tres características que son comunes aambos y que podrían señalarse como condición detodo buen caricaturista —cuyo mejor ejemplo po-dría ser Daumier—, habría que añadir un carácterlineal en el dibujo de Castelao y Maside, proceden-te de la influencia del modernismo europeo, desdeel Jugenstil alemán a la caricatura francesa de prin-cipios de siglo. Ello es, por otro lado, una influen-cia general en los caricaturistas españoles de la épo-ca como Bagaria, humorista catalán con el que losartistas gallegos tienen puntos de contacto.

Ahora bien, se puede observar en la obra deCastelao y Maside una naturaleza común que las

define y caracteriza. Su enraizamiento con lo po-pular gallego. Esto viene dado, más que por unasformas artísticas, indudablemente bastante refina-das, por su mismo sentido humorístico, porque lavisión de la vida que ellos presentaban, nace deidéntico modo de razonar con ironía torva del cam-pesino gallego.

Los problemas sociales que vive la Galicia deentonces son testimoniados y denunciados en susviñetas bajo ese mismo humor socarrón y con re-tranca del labriego, que es —según Castelao— ladefensa de los desengañados. De esta manera lle-gaban mejor a un público mayoritario, eran máscomprensibles para el estamento al que iban diri-gidas, y su crítica más efectiva.

Hay que señalar, sin embargo, diferencias dematices entre el humor de Castelao y el de Maside.Mientras que en el primero la actitud irónica iríainvariablemente unida a una actitud sentimental,agudizada desgarradoramente en los «Álbumnes deGuerra», en Maside la ironía se volverá más pun-zante, menos sentimental, convirtiéndose a vecesen una sátira cruel.

Una vez contemplada la obra gráfica de ambospintores de un modo general, podrían señalarse dis-tintos períodos e influencias en su evolución, la cualresponde, más que a una dialéctica de estilo, a unarespuesta eficaz ante una situación de crisis.

Se puede considerar a Castelao como el intro-ductor de la caricatura en Galicia, iniciándoseesporádicamente en este género en una Exposiciónde 1908 y colaborando en 1909 en la revistaviguesa «Vida Gallega». El humor intranscendentede estos primeros momentos, del que renegara añosdespués es pronto sustituido por un tipo de viñetacomprometida con los problemas sociales deGalicia que aparecen ya en su periódico rianxeiro«El Barbero Municipal», y sobre todo en viñetassueltas reconocidas, después, en el Álbum «Nos».

Estos dibujos a tinta responden a un modo dehacer que va a ser peculiar en sus ilustraciones: Pre-dominio de la línea fina y continua de la plumillasobre blanco como único soporte del dibujo, aun-que en algunas la sustituya por el trazo corto e in-clinado, dando un ligero sombreado en las partesmás expresivas, o incluso, en las menos, dejandola figura blanca violentamente recortada sobre elfondo negro o a la viceversa.

A los tres tipos de dibujo responde el más delmillar que con el título genérico de COUSAS y

3 CASTELAO, Humorismo, dibujo humorístico. Caricatura.Conferencia. Marzo 1920, La Coruña, 1961.

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GRABADOS Y VIÑETAS SATÍRICAS EN GALICIA (1919-1939): CASTELAO Y MASIDE 59

COUSAS DA VIDA publica en los periódicos: «ElSol» (1918-1922), «Noroeste» (1918), «Galicia»(1925) «Faro de Vigo» (1925-26 y 1930-1932), asícomo los dibujos que solían publicarse los domin-gos en estos últimos periódicos, seguidos de unacopla de ciego, algunas redactadas por él, cuandono era popular, a las que titula OS CEGOS.

Estas viñetas, cuyas leyendas encierran toda unafilosofía popular, puede que hayan surgido influen-ciados por las caricaturas de un dibujante gallegoemigrado a la Argentina y al que es probable queCastelao conozca en su adolescencia, o después, através de revistas que le llegaban de Buenos Aires.Lo que si es evidente es que se relacionan con lasviñetas que por aquella época publicaban los mejo-res caricaturistas europeos en la revista francesa«L’Assiette au Beurre» y la alemana «Simplicissimus».

Luis Seoane 4 señala incluso la influencia queejercieron estas revistas en su época formativa.Castelado poseía álbumnes recogiendo números deprincipios de siglo de «L’Assiette au beurre», unode los cuales regalaría en 1932 a Maside.

Revisando los ejemplares de esta revista france-sa, podrían señalarse algunos puntos de contactocon los caricaturistas de entonces. Por ejemplo conel greco-francés Galanais, o con el sueco Stenleincuya actitud de defensa de los obreros parisinos,coincide con la de los campesinos gallegos deCastelao. Se señala también, en los pies de los di-bujos, la influencia de Forain, un caricaturista con-servador que encabezaba entonces la sátira políticafrancesa.

Sin embargo, el carácter sintético del dibujo deCastelao tuvo, probablemente, más que ver con elde los dibujantes del grupo «Simplicissimus» deMunich, tan deudores como los franceses de los ja-poneses, entre los que se destacaron Th. Heine,Karl Arnold, el sueco Blix, Grossman, y sobre todoel noruego Gulbransson que ejerció una gran in-fluencia en la caricatura de los primeros años desiglo, y con cuyo sintético dibujo, el de Castelaotiene puntos de contacto. Me refiero a la genera-ción de dibujantes, provenientes muchos delJugenstil, anteriores al Segundo Expresionismo deOtto Dix y George Grosz. Precisamente, la visión

agriamente irónica de este último, opuesta a la deCastelao, desagradaría al dibujante gallego, del quedice: «ten a mentalidade ruin de ilustrador espon-táneo de café cantante» 5.

Lo que no sabemos, es si llegaría a conocer a estegrupo de dibujantes antes de su estancia en Munichen 1921. Es entonces cuando habla de ellos, en susartículos de la sección «O meu diario» de la Revis-ta «nos» 6 en la que recoge los recuerdos de su via-je por Francia y Alemania. Lo que no es tan segu-ro es que en Alemania, conozca la obra de KatheKölwitz, de la que no hace ninguna mención enestos artículos —aunque según Seoane— gustabacitarla 7.

Sin ningún tipo de ironía, los dibujos y graba-dos de esta artista alemana denunciando las clasesoprimidas de su país, son los, quizá, estén más cercade los de Castelao. No hay más que comparar al-gunos de los aguafuertes de la serie «La Guerra delos Campesinos» de aquélla (realizados entre 1901y 1908) y algunos dibujos a plumilla del ÁlbumNos, para ver como ambos coinciden en la mismaactitud sentimental ante lo que pintan e incluso,como su dibujo posee igual fuerza, y sobre todo,como tratan un tema poco frecuente en la carica-tura, el del campesino, en una época en la que casisiempre era el proletariado urbano el principal pro-tagonista de este género.

Creo que en esta relación se podría hablar me-jor de coincidencias que de influencias.

LAS VIÑETAS DE CARLOS MASIDE

Más joven que Castelao, Carlos Maside comien-za precisamente su labor artística como dibujantede viñetas, cuando es contratado por el periódico«Faro de Vigo» en 1925.

Tras un vago aprendizaje anterior como diseña-dor de publicidad y más tarde como caricaturistade personajes, se inicia en la viñeta social. Con ella

4 SEOANE, Castelao artista, en «Castelao» Enciclopedia Ga-llega, núm. 77, Santiago, 1974.

5 CASTELAO, Do meu diario, en «Nos», Orense, julio, 1923, 4.6 Art. cit.7 Seoane lo cita en La Enciclopedia Gallega núm. 77 dedi-

cado a Castelado, 199, también en «George Crosz» (La Coruña,1975) pero no en trabajos anteriores como «Castelao artista»(Buenos Aires, 1969).

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sostendría un digno mano a mano con Castelao enlos periódicos vigueses «Faro de Vigo» y «PuebloGallego» cuando en 1926 vuelve éste al «Faro» yMaside pasa a colaborar con el «Pueblo Gallego».

La formación de Maside como dibujante satíri-co creo que puede entroncarse claramente conCastelao, no sólo por la influencia de su obra ar-tística, sino a través de sus escritos, conferencias eincluso de su trato personal. Es lógico que las con-cepciones artísticas de Castelao, su conocimientode la vanguardia europea, su búsqueda de un arteenraizado con la tradición y con el arte popular,encontraran pronto eco en el joven Maside.

Observamos en estas viñetas de 1926, parecidatendencia a la sintetización, un dibujado lineal si-milar —quizá algo más rígido y anguloso—, el mis-mo tipo de humor en sus leyendas aunque sin lagarra y la transcendencia de las de Castelao.

Su labor se interrumpe a finales de 1926 y nose renovará hasta el 30 tras una estancia en Parísde un año, becado por la Diputación de Ponteve-dra. Es contratado entonces por la revista madrile-ña «La Nueva España», colaborando con una seriede grabados sobre cartulina enyesada, cuya técnicahabía aprendido en París.

Si comparamos aquellas primeras viñetas de1926 y éstas del 30 vemos, que de la línea fluidacon la que antes construía la imagen, pasa a la man-cha plana, destacando sus perfiles rígidos y angu-lares, por el violento contraste del blanco y del ne-gro. Su técnica que las emparenta a la de losgrabados populares, busca la ejecución ruda, el de-jar la huella de su proceso manual tratando de ha-cernos sentir su sensación matérica. De esta formasus signos adquieren una existencia real, se ofrecencomo «cosas» cargadas de fuerza propia y no sólocomo medio para representar «cosas».

Se observa en ellas una mayor sintetización. Sóloqueda lo necesario para actuar como estímulo ysuscitar en el espectador un juicio, incitándole aque toma una postura. Su gran fuerza expresivabasta para transmitirnos un significado que Masidesubraya por una corta leyenda, o mejor, un títuloempleado, en muchos casos, en sarcástica contra-posición.

Basten títulos como «La elocuencia», «Ha pasa-do el orden», «La carga», «Veinte mil muertos enbusca de autor», etc., la distorsión del espacio, laviolencia del contraste entre el blanco y el negro,la rigidez formal, o el tratamiento de unos rostros

despersonificados en una masa anónima de vacia-das cuencas, son la denuncia implacable de la vio-lencia y del abuso de poder de una dictadura quemoribunda daba sus últimos coletazos.

La crítica velada por un humor amable y a me-nudo ingenuo del año 26, se convierte aquí en pun-zante ironía, bien lejos de toda actitud sentimen-tal. Maside se aparta de la influencia de Castelao ysu enfoque está ahora más cercano al de los graba-dores expresionistas alemanes. Ahora bien, creo quecabe distinguir entre el tratamiento formal y la in-tención satírica. Su concepción estilística se acer-ca, por su técnica, a aquélla de los grabadores enmadera (Beckmann, Pechstein, Kirchner, Schmidt-Rottluff, etc.) que también recurren a las formasdel grabado popular, e incluso, de manera clara, ala obra del grabador flamenco, algo más joven queellos, Frans Masereel, al que Maside descubriría enParís y por el que se sintió interesado.

La intención satírica está, sin embargo, más cer-cana a la sátira cruel de Grosz, quizá porque Masidepasa de pintar un pueblo sacrificado a los sacrifi-cantes del pueblo y su actitud hacia ellos no es pre-cisamente caritativa.

Maside acabaría mitigando la agresividad de sucrítica para volver, en su nueva colaboración para«El Pueblo Gallego» en 1934 y de nuevo a un hu-mor más cercano a la socarronería popular. El cam-bio de contexto político, de una publicación deámbito nacional a una de ámbito local y de unatécnica de grabado al antiguo dibujo de plumilla,condicionarían de nuevo la creación de sus imáge-nes. Éstas, realizadas hasta 1936, se acercan a aque-llas realizadas diez años antes, quizá ahora másinfluenciadas por otras técnicas que Maside reali-zaba entonces: estilizados dibujos a plumilla quedenominaba «Estampas» o incluso, de nuevo, porla caricatura francesa de principios de siglo.

DE NUEVO CASTELAO

Quiero terminar este trabajo citando los Ál-bumnes de Guerra de Castelao que ponen fin a unimportante período de arte gallego.

El comienzo de la guerra sorprende a Castelaoen Madrid, contrariamente a Maside que queda enzona nacional. Desde Madrid viaja a Barcelona yValencia; en esta última ciudad pública, en 1937,los Álbumnes de Estampas «Galicia Mártir» 8 y

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GRABADOS Y VIÑETAS SATÍRICAS EN GALICIA (1919-1939): CASTELAO Y MASIDE 61

«Atila en Galicia» 9, y en 1938 en Nueva York, adonde acude enviado por el Ministerio de Propa-ganda de la República, «Milicianos» 10.

Como en el caso de Maside su estilo cambia antela crisis política. Cambia también la técnica utili-zando ahora la aguada. Abandona la línea defini-dora de entonces, para volcarse en el dramático cla-roscuro de la mancha. La sintetización formal esahora menor, las figuras quedan fuertemente mo-deladas, rostros y actitudes se subrayan en ellas,buscando el efecto patético de un gesto o la ferozcrueldad de un rostro.

Estas representaciones van igualmente acompa-ñadas de una pequeña leyenda cuya ironía cortan-te y desgarrada las hace comparables, así como elvalor expresivo del claroscuro, a aquéllas de «LosDesastres de la Guerra» de Goya.

Su estilo, en líneas generales, peca de descripti-vo, incluso algunas de sus estampas de excesivaobviedad, pero hay que pensar que a Castelao lepreocupaba más que los problemas técnicos delarte, el buscar los medios más eficaces para divul-gar lo que suponía urgente. Y es por ello que sudiscurso se apoye en unos elementos sentimenta-les y literarios que conmovieran al mayor númeroposible de público.

Quizá deban a esto su popularidad durante laresistencia europea, sobre todo en Francia, dondese reprodujeron multitud de veces.

Después, apenas volveremos a ver aparecer estetipo de viñetas en la obra de los dos artistas galle-gos. Maside al terminar la guerra se dedicará a otrastécnicas: óleo, algo de grabado e incluso dibujo.Castelao desde su exilio en la Argentina recordaráen toda su labor artística a las gentes de su tierranatal, pero raras veces les volverá a poner al pie, elhumor socarrón de una leyenda.

BIBLIOGRAFÍA

Para realizar este trabajo he consultado todos losperiódicos que me fueron posibles, donde se pu-blicaron estos dibujos.

También las posteriores reimpresiones que deellos se han hecho:

«Almanaque del Faro de Vigo» Cousas da vida porCastelao, Vigo, 1945.

CASTELADO, Nos, con prólogo de Xesus ALONSO

MONTERO, Madrid, 1974.CASTELAO, Galicia Mártir, Buenos Aires, 1973.CASTELAO, Atila en Galicia, Buenos Aires, 1973.CASTELAO, Milicianos, Buenos Aires, 1973.175 Dibuxos de Castelao, Caixa de Aforros de

Santiago de Compostela, Santiago, 1975.DURÁN, J. A., Castelao en el Sol, Madrid, 1976.En cuanto a bibliografía concreta:CASTELAO, Humorismo, dibujo humorístico. Ca-

ricatura. Conferencia Marzo 1920. La Coruña,1961.

CASTELADO, O galeguismo no arte, en «Discur-sos pronunciados o dia de Gaiza, no mitin celebra-do no Teatro Garcia Barbón de Vigo». Edt. por elGrupo autonomista gallego, Vol. I, 1930.

DURÁN, J. A., Historia de caciques bandos e ideo-logías en la Galicia no urbana, Madrid, 1973.

El primer Castelao, Madrid, 1973.SEOANE, Luis, Castelao artista, Buenos Aires,

1969.SEOANE, Luis, Castelado artista, núm. 77 de la

«Enciclopedia Gallega» Santiago, 1974.DÍAZ PARDO, Isaac, Castelao artista, en

«Castelao». Colección Suplementos de Cuadernospara el Diálogo, Madrid, 1975.

SEOANE, Luis: Maside y su obra satírica, en«Galicia Emigrante», Buenos Aires, abril-mayo,1958.

SEOANE, Luis: Maside grabador. En «Galicia emi-grante», Buenos Aires, 1958.

RODRÍGUEZ LOSADA, Maside dibujante. Trabajode Licenciatura, Universidad de Santiago, inédito.

SOBRINO MANZANARES, Cuatro pintores gallegoscontemporáneos: Maside, Colmeiro, Souto y Laxeiro.Tesis Doctoral, Universidad de Santiago, inédita.

8 CASTELAO, Galicia Mártir, Valencia, 1937.9 CASTELAO, Atila en Galicia, Valencia, 1937.10 CASTELAO, Milicianos, Nueva York, 1938.

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Modelos de Serlio en el arte sevillano

ALFREDO J. MORALES

En el momento actual los estudios sobre pintu-ra y escultura prestan atención a los grabados comofuente de inspiración de las distintas obras. Nue-vas investigaciones avanzan por este camino con elpropósito de desentrañar el origen próximo o re-moto de las mismas en los diversos autores. El es-tudio no se ha marcado límites temporales o espe-ciales, pues se está seguro de la amplia difusión quelos grabados y estampas han tenido a lo largo de lahistoria. Para corroborar esta creencia se recurre alas bibliotecas de los maestros, en donde nunca faltaun numeroso grupo de estos materiales. Fuentesque fueron utilizadas con mayor o menor fortunatanto por los artistas de primera fila como por losde rango inferior y de los que en muchas ocasio-nes se ofrecieron copias literales.

Este fenómeno, que como decimos encaminaimportantes investigaciones en la historia del arte,ha pasado más desapercibido para los historiado-res de la arquitectura. El tradicional concepto deautoría, que consideraba originales del maestro has-ta los mínimos detalles de un edificio desde su pla-nificación a los aspectos decorativos, ha sido unade las causas que no favorecieron esta corriente.Recientemente los estudios de Sebastián y Mesa-Gisbert, atendieron a este movimiento abriendo uncamino que consideramos de gran importancia paralogra una más completa y perfecta visión del fenó-meno artístico en su aspecto arquitectónico 1. Es

un resumen un intento por aclarar y poner en pa-rangón a los arquitectos con los demás maestros desu tiempo, en la utilización de las fuentes graba-das como base de sus creaciones.

Referidas a la arquitectura estas fuentes encon-traron su máximo desarrollo en torno a los trata-dos. La difusión de los textos escritos, debido alavance de la tipografía, dio lugar durante el sigloXVI a una corriente que intentaba hacer más fácilla comprensión de estos mediante las imágenes.Como bien dice Chastel la identificación de con-cepto e ilustración, «la aproximación entre imagi-nación y razón es una de las características del Re-nacimiento».

En ese momento de la Historia del Arte en quese vuelve la vista al mundo clásico, se recupera eltexto de Vitruvio, que se convierte de este modoen el punto de partida de toda la tratadística ar-quitectónica. La primera respuesta al texto clásicola ofrece León Bautista Alberti, pero su obra, im-pregnada de un fuerte espíritu humanista y debi-do a su forma y a su lengua erudita, poseía más uncarácter teorizante que práctico y carecía, para suéxito definitivo, de un repertorio de láminas ilus-trativo. No obstante debe reconocerse su valor so-bre todo por preparar el terreno a los grandes teó-ricos de la arquitectura del XVI: Serlio, Palladio,Vignola y Sacamozzi. La publicación de sus librosfacilitó la trasmisión de formas hasta los puntos másalejados, poniendo en manos de los artistas un re-pertorio fácilmente utilizable. Pero este paso de unamano a otra llevaba consigo la introducción de va-riantes, lo que dificulta en varias ocasiones la iden-tificación entre el eslabón primero y último de lacadena.

1 Nos referimos a los artículos de Santiago Sebastián: La in-fluencia de los modelos ornamentales de Serlio en Hispanoamérica, yde José de Mesa y Teresa Gisbert: Un diseño de Bramante realizadoen Quito, que aparecieron en 1967 en el núm. 7 del Boletín delCentro de Investigaciones Históricas y Estéticas de Caracas.

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De los teóricos mencionados indudablemente elmás conocido y divulgado fue Serlio. Esto se de-bió tanto a ser sus libros los primeros en aparecercomo al hecho de establecer en ellos una nueva res-puesta acorde con las necesidades e inquietudes delmomento. La base de su teoría sigue siendoVitruvio, pero no el aséptico texto de la antigüe-dad, sino una nueva visión del arquitecto clásicoanalizado y criticado partiendo de los monumen-tos. Pero tampoco se trata de una copia servil deéstos, puesto que les agrega sus propias experien-cias y el caudal de la tradición arquitectónica desu patria. Punto este último muy importante, yaque por su origen boloñés volcará en sus escritoslas experiencias de la Italia septentrional.

Fueron ocho los libros compuestos por Serlio.Aparecieron con independencia unos de otros, sinseguir criterio alguno y distanciados en el tiempo.El primero que vio la luz fue el Libro IV, que salióen Venecia en 1537, y trataba de la teoría de loscinco órdenes. Le siguió el III, apenas un mes des-pués de reeditado el anterior, siendo tambiénVenecia el lugar de su aparición, y en el que figu-raban monumentos de la antigüedad y contempo-ráneos. Los Libros I y II, dedicados respectivamentea los fundamentos matemáticos de la arquitecturay a la perspectiva, surgen en París en 1545, siendoen la misma ciudad y dos años más tarde la edi-ción del V, que trata de la arquitectura de las igle-sias. En Franckfurt se publica en 1575 el Libro VII,que viene a ser una continuación del VI, que nollegó a aparecer, y se dedicó a los palacios y villas.El siguiente, es decir, el VIII, no se imprimió, sólose conoce un esbozo del mismo encontrado porGassirer en la Biblioteca de Munich y trataba dela arquitectura militar 2. Con anterioridad a éstos,en 1551 había aparecido en Lyon el Libro Extraor-dinario, que Serlio dedicaba al rey de Francia, y enel cual presentaba treinta puertas de rústico y otrasveinte de obra delicada. De todos ellos los núme-ros III, IV y V, junto con el Extraordinario, fue-ron los más difundidos y los que ejercieron unamayor influencia. Se repitieron sus ediciones y setradujeron a varios idiomas. En 1552, 1563 y 1573se edita en castellano el Libro IV, siendo de los mis-

mos años las ediciones del III, todas realizadas enToledo. Gracias, a la publicación de los libros, quecontaron con versiones en francés, inglés, flamen-co y alemán, se divulgaron fuera de Italia varios delos principios del manierismo, que tomó así carác-ter internacional, permitiendo a los arquitectos delos lugares más apartados utilizar un lenguajetectónico que si bien de sentido anticlásico demos-traba la gran capacidad de Serlio para enseñar laarquitectura, lo que lo convertía en el maestro ideal.

En la búsqueda de las huellas de Serlio en el artesevillano habría que investigar las testamentarías delos artistas para así comprobar que repercusión einterés existió en la ciudad hispalense por los tra-tados del arquitecto boloñés. Este estudio apenasiniciado, no permite sacar consecuencias todavía.Hay que recurrir a las propias obras de arte comoprueba irrefutable de su presencia en la ciudad des-de fecha bien temprana. Enumerar los monumen-tos sevillanos en que es detectable alguno de losmotivos de Serlio sería tarea larga. Lógicamenteaquello son más abundantes dentro de la ornamen-tación, pero tampoco faltan en la puramente estruc-tural.

Dentro de este último apartado sobresale la fa-chada del Hospital de San Lázaro. El edificio seencuentra situado extramuros de la ciudad y su fun-dación se realizó por Fernando III durante la re-conquista. A la etapa medieval corresponden la igle-sia, ejemplo del mudéjar sevillano de tres naves yel ábside poligonal, realizado este último a fines delsiglo XV. La fábrica primitiva sufrió remodelacionesdurante el siglo XVI, especialmente el ala perpen-dicular a la iglesia destinada a alojar a los enfer-mos. Su fachada se ha dispuesto en dos cuerpos conun tratamiento de módulo que por su reiteraciónpodría prolongarse indefinidamente. La composi-ción se ha resuelto conjugando tres modelos dife-rentes que se han articulado con gran maestría. Parala planta baja el motivo utilizado se ha tomado delfol. IX del Libro IV de Serlio, según la reediciónde Villaspando de 1663. Lo que el arquitectoboloñés concibió como puerta ha encontrado enSevilla un desarrollo horizontal que ha roto el mó-dulo primitivo. En el cuerpo superior se han usa-do dos temas diferentes, uno encuadra los vanos,otro compone el espacio entre los mismos. Si elprimero corresponde con la ilustración del fol.XLIII, el segundo no pueda hablarse de copia lite-ral como en los anteriores. Aquí el arquitecto se ha

2 SCHLOSSER, Julius, La Literatura Artística, Madrid, 1976,pág. 352.

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expresado con más libertad, pero recurriendo a lasmismas fuentes. El juego de vano y macizos, lacompartimentación de este último y el tratamien-to de la superficie pudo haberse inspirado en la so-lución que el boloñés había creado para el vanocentral de una casa veneciana correspondiente alfol. XXXV del citado libro. A su vez en el hospitalsevillano se han dividido los espacios laterales y seha abierto un óculo en la zona superior, elementoéste que si bien no figura en la citada ilustracióndebió realizarse obedeciendo a las necesidades fun-cionales del edificio. También la puerta de ingresose basó en el tratado serliano. El modelo se tomódel fol. XXVIII, al que se introdujeron innovacio-nes en su remate para situar un balcón. Toda estaenvoltura externa, que enmascara la primitiva obra,está realizada en ladrillo simulando sillares, siguien-do así la tradición constructiva sevillana.

Otra plasmación arquitectónica de modelos deSerlio se encuentra en la población onubense deAlájar de la Peña. La localidad hasta la actual divi-sión en provincias, perteneció al antiguo reino deSevilla y por ello se incluye en esta relación. En elmencionado pueblo, en la Peña denominada deArias Montano por el insigne humanista deFregenal que la eligió como lugar de retiro, apare-cen los restos de una portada. Es difícil determi-nar si formó parte de un edificio o si fue concebi-da como arco triunfal, plasmación en piedra de lasarquitecturas provisionales erigidas con motivo delas entradas reales, debido a la visita de Felipe II allugar. El adosamiento de las columnas, las fajas derusticado y el dovelaje del arco de medio punto fi-guran en las láminas I, la portada de la casa del car-denal de Ferrara Hipólito de Este, y V del Extraor-dinario Libro. De haberse conservado el remate enesta obra, sería posible determinar cuál de los di-seños citados se copió 3.

Pese a estos ejemplos anteriores y a otros muchosaún por analizar, es indudable que el influjo másfuerte de la obra de Serlio se dio en la ornamenta-ción. El Libro IV sería la fuente inagotable a la queacudirían los artistas en busca de motivos decorati-vos, tanto si se trataba de grutescos como si se pre-ferían los elementos geométricos. La importancia del

mencionado libro en la evolución decorativa de lastechumbres y artesonados ya ha sido puesta de ma-nifiesto 4. Con preferencia se utilizaron dos mode-los, uno que resultaba de la combinación deoctógonos y cuadrados y otro que reunía casetonesoctogonales, exagonales y cruciformes. No faltan, sinembargo, ejemplos en que aparecen exágonos ytriángulos y otros en que figuran estrellas combina-das con cruces.

Algunos de estos modelos se utilizaron en Italiacon anterioridad a la publicación de Serlio, así eloctógono y cuadrados, tal vez el más conocido, fi-gura en el Palacio Ducal de Urbino, en el PalacioViejo de Florencia, en el Arco de Alfonso V enNápoles y en el Palacio Massimo alle Colonne deRoma.

La aparición en Sevilla de estos modelos debiórealizarse tanto por las ediciones de los libros comopor los apuntes y dibujos de viajeros y artistas quehabían visitado la península italiana. Su aceptaciónfue rápida y alcanzó notable éxito y si en algunoscasos se copiaron fielmente en otros se realizaroncon mayor libertad interpretativa, constatándose suutilización, incluso en el Barroco, como en el casodel intradós del vano central en la fachada princi-pal de la Colegiata de Jerez de la Frontera.

Un ejemplo de gran interés, combinación deoctógonos y cuadrados, se encuentra en la SacristíaAlta de la catedral. Esta dependencia está situadaa espaldas del altar mayor y su ejecución formó par-te de las labores de cerramiento de la capilla ma-yor.

El encargado de realizarlas fue el maestro Gon-zalo de Roças, auxiliado en las tareas de carpinte-ría por Sebastián Rodríguez. Este último en com-pañía de un hermano y de Pedro López reciban en1522 6.000 mrs. en «que se les remató la obra decarpintería de las cámaras altas del vestuario tras elaltar mayor» 5. Si el pago corresponde al artesona-do que cubre la sala, habría que considerarlo quinceaños más antiguo que la primera edición del LibroIV. El modelo que figura en el tratado está aquíreflejado con gran fidelidad aunque con la parti-cularidad de interpretar los centros de cuadrados y

3 MORALES, Alfredo, Arquitectura Onubense. La Arquitectu-ra del Renacimiento en Huelva. En prensa.

4 SEBASTIÁN, Santiago, op. cit.5 GESTOSO Y PÉREZ, José, Sevilla Monumental y Artística,

tomo II, Sevilla, 1890, pág. 228.

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octógonos como piñas, más acordes con la tradi-ción mudéjar. No obstante nos inclinamos a pen-sar que esta obra fue posterior a la aparición deltexto serliano y que tal vez se trasladó a esta de-pendencia desde otro emplazamiento o monumen-to desaparecido.

El mismo tema se ha utilizado en otro edificiosevillano realizado en el siglo XVI. Nos referimosal Ayuntamiento y a su sala denominada CabildoAlto. Su artesonado adopta la forma de una bóve-da muy rebajada y lleva en su centro sobrepuestoel escudo de España correspondiente al reinado deFelipe II, figurando en los faldones de la artesa lasarmas de la ciudad. El modelo de Serlio se ha re-petido en este caso con más precisión si bien se hanreemplazado las cadenetas de separación entre loscasetones por guirnaldas florales, y se ha dispuestoen el centro de los octógonos una roseta de la quecarecía el original. La obra de carpintería, a excep-ción de los escudos que aparecen los ángulos, de-bidos a Juan de Castillejo, fue realizada por PedroGutiérrez en 1570, cobrando por la misma 460ducados. El dorado se debe a los pintores AntónVelázquez y Miguel Vallés que recibieron 430.000mrs. por él y debieron terminarlo en los últimosmeses de 1571 6.

También en los Reales Alcázares existe un arte-sonado que corresponde al modelo hasta ahora co-mentado. Pertenece al salón llamado de Carlos Vque se encuentra en la planta baja en el lado surdel Patio de las Doncellas. Como novedad respec-to al diseño del Libro IV puede citarse el grupo debustos masculinos y femeninos que ocupan las ban-das centrales del artesonado. Su cronología se des-conoce y aunque en el friso que rodea la sala apa-recen los escudos del emperador y las columnas conel Plus Ultra, nos inclinamos a considerarlo comouna más de las obras que se llevaron a cabo en elreal palacio durante el último tercio del siglo XVI.En estos años se remodeló el mencionado patio,sustituyendo los pilares de ladrillo por columnasgenovesas de mármol y peraltando los arcos cen-trales de los cuatro lados, lo que hace pensar quelas obras también abarcarían a las dependencias quelo rodeaban.

La combinación de octógonos y cuadrados seencuentra en el tránsito a la Sala de Cabildo de lacatedral, cubriendo el dintel de la puerta. El arqui-tecto estiró la composición con el fin de crear unaperspectiva irreal prolongando ilusoriamente unespacio reducido. La obra debió hacerse en tornoa 1583 pues ese año se pide parecer a varios maes-tros sobre la antesala del Cabildo Nuevo. Para cu-brir esta última dependencia también se utilizarondistintos modelos del Libro IV. El que sirvió debase consta de estrellas y cruces entrelazadas, peroconsiderando estas últimas como el ejecompositivo, lo que contradice el diseño serliano.A la retícula así creada se añadió el conocido es-quema de cuadrados y octógonos, que previamen-te se habían enmarcado por cuadrados, con lo quela red primitiva desaparece prácticamente dandolugar a un nuevo modelo decorativo. El artista de-mostró su conocimiento profundo del tratado ar-quitectónico, así como de las posibilidades de con-jugación que los distintos modelos permiten. Elresultado es de gran brillantez y coincide con elgusto manierista por el juego ilusionista y la am-bigüedad, sensaciones que aquí se refuerzan por labicromía de los materiales.

El modelo de Serlio que combina exágonos ytriángulos sirvió con diferentes interpretacionespara variar obras sevillanas. Una de ellas se encuen-tra en el primer tramo de la escalera de la Casa dePilatos. Quizá su ejecución pueda atribuirse a Cris-tóbal Sánchez de quien se sabe que en 1538 reali-zaba la cúpula que cubre el hueco central y queposteriormente doraría el pintor Antón Pérez 7. Lasdiferencias de este esquema respecto al diseño ori-ginal es el resultado de regularizar la distribuciónde los exágonos, colocados tangentes entre sí, lo queconvierte en rombos los triángulos del primitivomodelo.

Idéntica disposición adopta uno de los arteso-nados existentes en la Casa de las Dueñas, lo quehace sospechar que la variación fue bien acogidapor los Artistas sevillanos. Esta teoría queda refor-zada con los artesonados que cubren la escalera delos Reales Alcázares, el pabellón de Carlos V en el

6 GESTOSO Y PÉREZ, José, op. cit., págs. 159-160.

7 GONZÁLEZ MORENO, Joaquín, Catálogo de Documentos Se-villanos del Archivo Ducal de Alcalá de los Gazules, Sevilla, 1976,pág. 62.

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mismo recinto y el hueco de la escalera del desapa-recido convento de San Agustín. Este último erauna cúpula de paños y tuvo que adaptar el esque-ma a las exigencias de la curvatura y alzado. Noobstante en su arranque y sobre todo en las trom-pas, aparecen claramente combinados y rombos.Iba rematada por una gran piña de mocárabes loque confirma la vigencia del mudéjar en fechas bas-tante avanzadas del siglo XVI.

En el pabellón de Carlos V, que parece aprove-char los muros de una antigua qubba islámica, lacúpula arranca de trompas aveneradas habiéndoseresuelto con más elegancia la combinación de lasfiguras geométricas. La obra debió iniciarse en1543, pues la documentación cita que el 28 deMayo «anduvieron Sebastián Segovia maestro ma-yor y Melchor Bonilla y Juan Pérez y Juan deSimancas y Juan de Mora y Pero García y Francis-co Díaz y Alonso Hernández maestros carpinteroslabrando de carpintería faciendo una armadura parael dicho cenador 8. La obra continuaba a finales deaño, labrándose «carpintería en el arrocave de se-nador de la guerta de la alcoba» 9.

La cúpula que corresponde a la escalera del Al-cázar es de mayor envergadura pero presenta unagran semejanza con la anteriormente comentada.Su fecha de ejecución no se conoce aunque se pue-de pensar una fecha en torno al último tercio delsiglo XVI.

Una variante de este esquema, más próxima almodelo de Serlio, se encuentra en un artesonadodel Hospital de la Misericordia y en el que existíaen la casa núm. 4 de la calle Levíes. En ambos ca-sos se han combinado exágonos y triángulosenmarcados por bandas y a la misma altura.

Finalmente hay que citar una pieza excepcional.El artesonado que cubre la nave de la iglesia delexconvento dominico de Gibraleón, localidad hoyonubense y antaño dependiente de Sevilla. Por laestructura y algunos elementos sigue la tradiciónmudéjar, pero los temas decorativos que cubren elalmizate son plenamente manieristas. La superfi-cie aparece dividida en seis recuadros repitiendo

alternativamente los modelos ornamentales. En eltramo central, en sus cuatro extremos se ha copia-do uno de los motivos que figuran en el fol. LXXVv., del Libro IV, que el boloñés ofrecía como es-quema de jardines o vergeles. El interés que elmanierismo demostró por los esquemasgeométricos explica esta utilización de los mismoscon distintos fines para los que fueron creados. Laobra debió realizarse en la transición del siglo XVIal XVII, pues la fundación del monasterio se llevóa cabo en 1587 por los duques de Béjar 10.

También la cerámica sevillana utilizó los moti-vos decorativos del Libro IV, siendo el más emplea-do el compuesto con octógonos y cuadrados. Esteesquema aparece en algunos de los azulejos decuenca que cubren los zócalos de la Casa de Pilatosy cuya realización concertó el marqués de Tarifa conJuan Polido en 1538 11. Al mismo artista se debenlos que decoran el pabellón de Carlos V, algunosde los cuales repiten el mencionado tema. La eje-cución de esta obra data de 1543, pues en agostode ese año se le pagan al ceramista los azulejos,alizares, tablillas y tejas que entregó para la deco-ración del mencionado pabellón. También son decuenca y con el mismo tema los que aparecen si-tuados en los zócalos a la entrada del refectorio delconvento de Santa Clara.

En el Museo de Bellas Artes y procedentes delos conventos desaparecidos a raíz de la Desamor-tización figuran algunos azulejos de superficie lisaque igualmente copian este motivo. Por la técnicadeben haberse realizado en el último tercio del si-glo XVI y presentan en los octógonos temas degrutescos que también aparecen en algunos mode-los de Serlio.

Para finalizar, otro caso en que se recurrió al Li-bro IV para extraer temas decorativos es el ábsidetriconque de la Capilla Real. En el friso superiorfigura una cenefa de motivos que recuerdan roleosy que aparecen en el fol. LXXV del citado texto.

Creemos que los ejemplos hasta aquí analizadosson solo el comienzo del estudio más amplio y sis-temático que un tema de tanto interés como este

8 GESTOSO Y PÉREZ, José, op. cit., pág. 512, tomo I.9 GESTOSO Y PÉREZ, José, op. cit., pág. 516, tomo I.

10 MORALES, Alfredo J., op. cit.11 SANCHO CORBACHO, Antonio, Azulejos sevillanos del si-

glo XVI de cuenca, Sevilla, 1953, pág. 11.

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necesita. Su finalidad no debe ser otra que ponerde manifiesto la trascendencia del texto de Serliocomo divulgador de las formas del manierismo ita-liano, la rápida acogida que el mismo tuvo y la con-fianza que a maestros y artesanos le ofrecía la obra

del boloñés. Asimismo debe ser un intento de aca-bar con los pruritos nacionalistas toda vez que sedemuestra la universalidad de unos esquemas ca-paces de superar las limitaciones geográficas y tem-porales.

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La custodia de la catedral de Badajoz

JESÚS HERNÁNDEZ PERERA

Dos textos críticos recientes han vuelto a ponerde actualidad y a destacar la calidad artística de unade las obras más sobresalientes del Renacimientoen Extremadura, la custodia procesional de la ca-tedral de Badajoz.

El profesor Alcolea, en su excelente panorámicade la orfebrería española que integra el vol. XX de«Ars Hispaniae» 1, se refiere a la custodia proce-sional de la catedral pacense ponderando su tipoturriforme, sobre planta cuadrada, con torrecillassalientes formadas por templetes superpuestos enlos ángulos de estructura semejante al cuerpo cen-tral, y también la riqueza de su ornamentación plás-tica con profusión de estatuillas en sus huecos, todolo cual forma, dice, «un conjunto de indudable ca-lidad», aunque medianamente armónico en susproporciones. Por su estilo cree que puede relacio-narse con lo toledano, dentro de la etapa que enCastilla preside la manera de Antonio de Arfe, nolejos del auge de los talleres de Toledo y de Cuen-ca, nimbados éstos por el prestigio de los Becerril.

Algo antes (1959), el profesor Camón, en sudensa exégesis de la orfebrería española del Rena-cimiento que con tanto acierto como novedad pusoen sugerente paralelo con la arquitectura renacen-tista 2, había insistido igualmente sobre la custodia

de Badajoz, reputándola como una de las orfebre-rías renacientes que presentan un carácter arquitec-tónico en su torre central, flanqueada por cuatrotorrecillas divididas en cuatro pisos, aparte de lle-var una amplia decoración escultórica en relieves yestatuas. En cuanto a su filiación, recoge el Sr. Ca-món el parecer del señor Mérida (debe ser erratapor Mélida, supongo), quien tenía el templete deplata dorada de esta custodia como obra de Anto-nio de Arfe. No dejaba, por otra parte, de indicarCamón que también se ha supuesto, según notacapitular, que es obra del platero de Valladolid Juandel Burgo.

La descripción más amplia que conozco de lacustodia de Badajoz es la que precisamente da ensu «Catálogo Monumental» don José RamónMélida 3 publicado en 1926, pero redactado entrelos años 1907 y 1910. La cataloga como obra deestilo plateresco del siglo XVI, de «buen trabajo derepujado y cincelado». Identifica también las cin-co series tetramórficas que acompañan a las figu-ras del Salvador y de la Virgen: los cuatro Evange-listas, cuatro Profetas, las cuatro Mujeres fuertes dela Escritura, cuatro soldados en el sepulcro, cuatroÁngeles arrodillados, a más otras figurillas angéli-cas y los diez relieves con historias de la Pasión delSeñor del primer basamento (éstos de estilo barro-

1 Santiago ALCOLEA, Ars Hispaniae, XX, Artes decorativas enla España Cristiana (siglos XI-XIX), Madrid, Plus-Ultra, 1975.

2 José CAMÓN AZNAR, Summa Artis, XVII. La arquitectura yla orfebrería españolas del siglo XVI, Madrid, Espasa Calpe, 1959,pág. 519 y fig. 592.

3 José Ramón MÉLIDA, Catálogo Monumental de España, Pro-vincia de Badajoz, Madrid, Ministerio de Instrucción Pública yBellas Artes, 1926, tomo II, pág. 121-122 y I, fig. 236.

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co) y otros tantos más en el segundo basamentocon escenas bíblicas. Y precisa Mélida que es de pla-ta blanca, es decir en su color, toda la arquitectu-ra, pero las figuras y adornos son de plata dorada.Ahora bien, no encontró Mélida marca alguna deplatero en esta obra tan notable del siglo XVI, an-terior, dice, al estilo de Juan de Arfe, pero sin con-cluir, al menos en este texto, que fuese obra del pa-dre, Antonio de Arfe.

Más escueta y sin plantearse problemas de au-tor ni procedencia, la papeleta que redactaron enel Catálogo-guía de la Exposición Nacional de ArteEucarístico Antiguo 4 organizada con ocasión deCongreso Eucarístico Internacional de Barcelona(1952), en la que se exhibía en la misma vitrinaen que se expusieron las custodias de Santa Maríade Medina de Rioseco —obra de Antonio de Arfede los años 1552-1554— y de la catedral de Ávila—obra ésta, como es sabido, de Juan de Arfe, con-cluida en 1571—, describe la custodia de la cate-dral de Badajoz como procesional turriforme, decuatro cuerpos, con torrecillas angulares y relievesen el basamento. En el centro, el ostensorio, soste-nido por un ángel. En el segundo cuerpo se iden-tifica la figura de Cristo Resucitado con los solda-dos de la guardia en las esquinas; y en el tercero,la Asunción. Las torrecillas angulares albergan es-culturas de los cuatro Evangelistas y otras. El ma-terial es plata dorada. Se la fecha simplemente enel siglo XVI.

No acrecientan otros datos estilísticos nicronológicos las menciones que a la custodiabadajoceña dedicaron en sus trabajos respectivossobre orfebrería eucarística autores como Trens 5,A. M. Johnson 6 o Gascón de Gotor 7, que todo lomás la acercan a la producción plateresca de me-diados del siglo XVI pero sin plantearse un tallerconcreto de procedencia.

Sin pretender, por otra parte, dar por resueltoel problema de su autor, para el que recabaría la

colaboración de los investigadores extremeños quemás fácil acceso tendrían al archivo catedralicio, meatrevo a traer aquí dos precisiones sobre la hermo-sa custodia de Badajoz, que pasaron inadvertidas aJ. R. Mélida cuando examinó el ejemplar y no hansido incorporadas hasta ahora a la bibliografía. Setrata de los dos punzones que presenta marcadosen su metal la custodia pacense, cuyo conocimien-to debe a mi buen amigo José Milicua, quien tuvola fortuna de encontrarlos al examinar las piezasdurante la labor de limpieza realizada en Barcelo-na en las vísperas del Congreso Eucarístico de1952, y al cual hago presente mi gratitud por sugenerosidad en cederme, como muchísimas mar-cas de plateros que entonces obtuvo, la primicia desu publicación.

Uno de ellos es, exactamente, la marca heráldi-ca de la ciudad de Valladolid, de formato parecidoal punzón habitual en la platería vallisoletana delsiglo XVI 8, con cuatro flámulas o tranglos ondu-lantes, y sin corona.

El segundo punzón, con letras mayúsculas lati-nas en dos líneas, ofrece la grafía abreviada Aº /GRZ, que puede leerse Antonio (o tambiénAlonso) Gutiérrez. Es evidente, puesto que no apa-rece otro tercer punzón como es habitual en la pla-tería de muchas ciudades castellanas del Renaci-miento y desde luego en otras piezas coetáneasproducidas y punzonadas en Valladolid, cuandotambién el autor imprime su propia marca, la im-prenta del contraste. No es posible deducir de ellaque tenemos también identificado al autor de laobra por la lectura de Antonio (o Alonso)Gutiérrez, pero sí viene a confirmar que la custo-dia de Badajoz es labor vallisoletana del tercer cuar-to del siglo XVI.

En efecto, la marca del platero Antonio (oAlonso) Gutiérrez aparece empleada como impren-ta de fiel contraste en bastantes piezas y de granimportancia en la orfebrería española del Renaci-miento, marcadas en Valladolid. La custodia de laparroquia de Santa María de Medina de Rioseco

4 Luis MONREAL y José MILICUA, XXXV Congreso EucarísticoInternacional, Exposición Nacional de Arte Eucarístico Antiguo, Ca-tálogo-guía, 2.ª edición, Barcelona, abril-mayo, 1952, pág. 55.

5 M. TRENS, Las custodias españolas, Barcelona, 1952.6 A. M. JOHNSON, Custodias for the processionals of Corpus

Christi, «Notas Hispanic», Nueva York, 1941; Idem, HispanicSilverwork, Nueva York, The Hispanic Society, 1944.

7 A. GASCÓN DE GOTOR, El Corpus Christi y las custodiasprocesionales de España, Barcelona, 1916.

8 P. M. DE ARTIÑANO, Catálogo de la Exposición de Orfebre-ría Civil Española, Madrid, Sociedad Española de Amigos delArte, 1925; Jorge RABASCO CAMPO, Los plateros españoles y suspunzones, Vitoria, 1975.

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LA CUSTODIA DE LA CATEDRAL DE BADAJOZ 71

(Valladolid), construida entre 1552 y 1554 9 porAntonio de Arfe, entonces establecido en la ciudadcastellana después de sus etapas leonesa y compos-telana, lleva marcado en el templete central la mis-ma impronta Aº / GRZ que figura en la deBadajoz, punzón al que acompaña el de Valladolid—igualmente sin corona y con los mismos cuatrotrangles ondados—, el de autor, ARFE en una solalínea y dentro de cartela rectangular de borde su-perior mixtilíneo, y un cuarto de un pájaro en vuelodentro de orla circular, este último menos frecuentey hasta ahora inédito 10.

Con la misma grafía Aº / GRZ anota el Catálo-go de la Exposición de Orfebrería y Ropas de Cul-to celebrada en Madrid en 1941 11 una jarra deaguamanil, cónica, con gallones y cartelas, fechablehacia 1580, que también tiene el punzón de Valla-dolid, lo cual permite alargar por toda la séptimadécada del XVI el ejercicio de fiel contraste en lacapital castellana del platero Gutiérrez.

Pero además la marca del mismo contraste apa-rece por lo menos en dos de las custodias labradasen Valladolid por Juan de Arfe Villafañe, el famo-so hijo de Antonio de Arfe, sólo que el cuño no esexactamente el mismo, pues la abreviatura, siem-pre en dos líneas, es en estos casos Aº / GREZ, conla «o» minúscula inserta entre las dos ramas de laA bajo el travesaño y no sobre el vértice de la Acomo en Badajoz, y con una E como penúltima le-tra del apellido que tampoco se da en la marca dela custodia pacense. La lectura del nombre del pla-tero puede seguir interpretándose o como Antonio(o Alonso) Gutiérrez y desde luego con la mismasignificación de marca del contraste.

Una de ellas es la más antigua custodia conoci-da y documentada de Juan de Arfe, la de la cate-dral de Ávila, firmada por el artista en bellos ca-racteres cursivos «Joanes de Arphe legions. Faciebathoc opus. An. 1571» 12. Lleva los punzones de Va-

lladolid, Aº / GREZ y un tercero del platero valli-soletano Juan de Benavente, Jº / bena / bente. Sonlos tres mismos punzones que lleva, con la fechagrabada de 1585, la hermosa custodia procesionalde la catedral de Palencia, obra documentada deJuan de Benavente, que la terminó aquel año en laciudad de Valladolid 13, donde tenía su taller, y enesa fecha seguía ejerciendo de fiel contraste A.Gutiérrez con su segundo punzón Aº / GREZ.Añadiré, por último, que la custodia que fue de lacapilla parroquial de San Pedro aneja a la Catedralde Toledo y ahora se exhibe en el Museo toledanode Santa Cruz 14, obra que firmó Juan de Arfe conel mismo anagrama A R que empleó en 1590 alconcluir la custodia de la catedral de Valladolid, tie-ne junto al punzón de esta ciudad el del contrasteAº / GREZ, con lo que todavía se prolonga hastala última década del siglo su tarea de contrastadorde plata. Aún podrán añadirse otras marcas cuyas,sin duda abundantes en Valladolid y sus cercanías,y hasta en piezas conservadas en Madrid como unajarra en el Museo Nacional 15.

Pese a su reiterado y prolongado oficio de fielcontraste, pocas o ninguna son las referencias quede Antonio (o Alonso) Gutiérrez me son conoci-das, pues apenas ha dejado otras huellas que sonpunzones. No lo veo citado en ninguno de losabundantes documentos que sobre plateros valli-soletanos del siglo XVI publicó García Chico 16,que tantos datos ha aportado acerca de los Arfes,Benavente, cuyos punzones o firmas están ligadosal suyo. Un Antonio Gutiérrez da a conocer ÁngelSan Vicente en su recientísimo estudio sobre la pla-tería zaragozana del bajo Renacimiento 17, concer-tándose como aprendiz para un plazo de cuatroaños, y cuando todavía no contaba veinte de edad,en junio de 1556 con el platero de ZaragozaAmbrosio Betorz del Caxo, pero dudo mucho quepudiera ser el mismo contraste que ya marcó en1554 la custodia de Antonio de Arfe para Medinade Rioseco. Tal vez alguna búsqueda en los archi-

9 F. J. SÁNCHEZ CANTÓN, Los Arfes, escultores de plata y oro,Madrid, Edit. S. Calleja, 1920, pág. 40; ALCOLEA, ob. cit.,pág. 187; CAMÓN, ob. cit., pág. 509.

10 Los debo y agradezco a la amabilidad de José Milicua.11 Exposición de Orfebrería y Ropas de Culto, Madrid, Mu-

seo Arqueológico Nacional, 1941, pág. 48, núm. 49.12 M. J. GARCÍA MARTÍN, Juan de Arfe y la Custodia de Ávila,

B. S. A. A., Valladolid, VIII, 1941-2, pág. 257-68; EstebanGARCÍA CHICO, Documentos para el estudio del arte en Castilla.Plateros de los siglos XVI, XVII y XVIII, Valladolid, S. E. A. A.,1963, págs. 38-44.

13 GARCÍA CHICO, ob. cit., pág. 71-76.14 Matilde REVUELTA, Museo de Santa Cruz de Toledo, Guía,

Madrid, Dirección General de Bellas Artes, 1962, pág. 30-63.15 Exposición de Orfebrería y Ropas de Culto, pág. 48.16 Ob. cit.17 Ángel SAN VICENTE, La platería de Zaragoza en el Bajo

Renacimiento, 1545-1599, Zaragoza, 1976, vol. II, pág. 47.

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JESÚS HERNÁNDEZ PERERA72

vos vallisoletanos nos dé más adelante alguna no-ticia más amplia sobre este marcador de plata dela ciudad de Valladolid durante casi toda la segun-da mitad del siglo XVI.

Sobre el estilo de la custodia de la catedral deBadajoz, y confirmada ya por sus dos punzones suprocedencia de Valladolid, me interesa dejar consig-nada mi opinión de que es obra anterior a Juan deArfe como ya dijo J. R. Mélida, pero muy ligada ala estela de Antonio de Arfe, sea o no su autor, se-gún la documentación catedralicia a que se refirióel profesor Camón, el platero de Valladolid Juan delBurgo, artista que tampoco cita García Chico ni larestante bibliografía que sobre platería vallisoletanahe podido consultar, y que de serlo, dada la calidadde la custodia de Badajoz, podría reputarse comouno de los más eximios de la ciudad, no muy lejosde ambos Arfes y de Juan de Benavente, de quiensería coetáneo (me atrevo a pensar en una incorrec-ta lectura del apellido «del Burgo», y no es que pre-tenda identificarlo con los de sus homónimos Juande Arfe o Juan de Benavente).

Me parece muy claro su nexo con la custodiade Santa María de Medina de Rioseco, la obra de1552-54 de Antonio de Arfe 18. Como ella, ofreceun esquema turriforme de base cuadrada, contorrecillas también cuadradas en las esquinas, aun-que en estas se note un exceso de altura que da otraproporcionalidad al conjunto, como ya advirtió S.Alcolea, pero sin hacerle perder su silueta piramidalen proporción base = 1/3 de la altura. La ornamen-tación plástica, tanto en las figurillas de bulto re-dondo como en los relieves, no deja de ofrecer hue-llas de ese precoz manierismo que Antonio de Arfedesplegó ya en la custodia de Santiago de Com-postela (1539-45), pero sobre todo en la deRioseco 19. El sistema de adosar torrecillas en lasesquinas, tanto a sistemas turriformes de base cua-drada como exagonal, no fue innovación de Anto-nio de Arfe, pese a su papel de renovador de la or-febrería plateresca tan justamente destacado por suhijo Juan 20, puesto que ya es el seguido por PedroLamaison, según diseños de Jerónimo Cosida y con

la colaboración del escultor Damián Forment, enla rica custodia de La Seo de Zaragoza (1537) yaún antes por Juan Ruiz el «Vandalino» que sobrebase exagonal las aplicó en la desaparecida custo-dia de la catedral de Jaén lacrada entre 1533 y1536) 21. El Vandalino, como reconoció Juan deArfe en la cita tan repetida de «Varia Conme-suración», no sólo fue el primero que torneó la pla-ta en España, sino que también ha de reconocérselecomo el traductor al esquema de torrecillas angu-lares de gusto plateresco, del sistema aún gótico desu maestro Enrique de Arfe de arbotantes y con-trafuertes para ensanchar la base piramidal de lascustodias. Juan de Arfe todavía emplea torrecillasen la custodia de Ávila (1571), pero deja de usar-las en las de Valladolid, Sevilla y Museo de SantaCruz de Toledo, sustituyéndolas por parejas de co-lumnas avanzadas que se unen por arbotantes alúnico cuerpo torreado, y lo mismo hará Juan deBenavente por los mismos años en la custodia dePalencia. El uso de las torrecillas, no sólo privativode Valladolid, está vigente entre los plateros de laciudad en los años 1539 a 1571, aproximadamen-te los de la estancia allí de Antonio de Arfe. Y poréste y otros pormenores de factura y estilo que uncotejo con la custodia de Medina de Rioseco espe-cialmente pone de manifiesto, me inclino a fecharpor la década 1555 a 1565 la espléndida custodiaprocesional de la catedral de Badajoz, obra segurade un taller vallisoletano de primer orden.

21 J. A. CEÁN BERMÚDEZ, Diccionario …, Madrid, 1800,tomo IV, pág. 280-2; José CHAMORRO, Guía artística y monumen-tal de la Ciudad de Jaén, Jaén, 1971, 2.ª edic., pág. 182-4.

18 CAMÓN, loc. cit.19 SÁNCHEZ CANTÓN, loc. cit., F. ABBAD, Manual de Orfe-

brería, Madrid, Aguilar, 1949.20 SÁNCHEZ CANTÓN, ob. cit., pág. 44.

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Hacia la interpretación de Paret y Alcázar

XAVIER DE SALAS BOSCH

En diversas ocasiones me he ocupado de la obrade Luis Paret y Alcázar, pintor exquisito y pocoafortunado. María Luisa Caturla, inteligente his-toriadora del arte, excelente crítico y que tiene unraro honor de ser hija adoptiva de la Ciudad deTrujillo que nos alberga, le definió con exactitudcomo siendo «contemporáneo y dispar» de Goya.Éste no precisa presentación, ni tampoco la líneaque siguió su pintura, que fue genial continuaciónde lo nuestro, a un tiempo que genial anticipaciónde mucho de lo que el arte de la pintura iba a seren el pasado siglo. Paret, por el contrario, es ejem-plo, el más destacado, de influencia de lo francésentre nuestros pintores: por su formación primeray por su gusto, fue un pintor afrancesado. No creoque tampoco precise extenderme sobre ello.

Hoy quisiera presentar una interpretación a ungrupo de sus dibujos representando a vacíos per-sonajes de ambos sexos vestidos con trajes que soninterpretación dieciochesca de la vestimenta medie-val. Osiris Delgado en su libro sobre nuestro pin-tor, publicó varios, a ellos añadí otros en uno demis artículos; conocemos también que DonValentín Carderera poseyó 6 y que el Conde de losGaytanes tuvo también 6 en su poder. No pareceque sean estos últimos los de aquél. Hoy se hallanen varias colecciones: recientemente apareció otroaún inédito entre los dibujos del Museo del Pra-do, que publico en artículo en prensa. En total co-nocemos diez de ellos.

El de la Biblioteca Nacional, según su inscrip-ción, es figurín para traje de «Raquel», debiendoser los restantes, que tienen semejantes caracterís-

ticas externas, figurines para los restantes persona-jes de la Tragedia de García de la Huerta, titulada«Raquel» por el nombre de su protagonista. No voya tratar de determinar los que corresponden a Al-fonso VIII y a los nobles y demás protagonistas dela misma, cual hago en mi aún inédito artículo.

Mi intención es la de poner de manifiesto, si-guiendo a René Andioc que recientemente publi-có esta Tragedia anotada, el valor que ésta tuvo enla política de sus días. Sirviéndome de ello para lacomprensión de la personalidad de Paret.

Éste presenta en sus dibujos el testimonio de unaposición política de la que se hizo intérprete; unaposición que contribuye a que podamos definir suarte.

Recordaré que la obra de García de la Huertase estrenó en Orán en 1772, que tuvo gran éxitoal estrenarse en Madrid en 1778, al ser acogida porel público con un sentido político preciso. Éste hizose mantuviera en los repertorios hasta muchos añosdespués. Y que por ello fue representada no sólopor profesionales, sino por compañías de aficiona-dos. Barcia, en su Catálogo de los dibujos de la Bi-blioteca Nacional recogió cómo éstos lo fueron parauna representación en casa del gran impresorSancha.

Andioc, permitáseme recordarlo, relacionó elhecho de la privanza de Raquel sobre Alfonso VIIIy la rebelión de la nobleza y el pueblo contra ella,como algo que se consideró situación paralela conla del Marqués de Esquilache, Ministro de CarlosIII. Éste fue malquisto por sus medidas de gobier-no con las que coincidió una carestía de la vida.

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La nobleza española, alejada del gobierno, le con-sideraba persona no calificada por su sangre paragobernar, así como lesivos a su poder los princi-pios que mantenía, ya que fortalecían del poderReal, y le acusaba de aprovechar su valimiento parasu medro personal.

Añadiré, aunque Andioc no lo recoja, que la crí-tica al poder de Raquel sobre el Rey, y su muerte,se encuentra en sátiras contra gobernantes anterio-res. Tal en versos —malos— de cierto soneto «con-tra los Grandes en tiempo de Valenzuela» durante suprivanza reinando Carlos II. Pero dejando esto aun lado, el caso es que reinando Carlos IV, el vali-miento de Godoy, que pertenecía a la pequeña no-bleza extremeña no titulada, y cuyo rapidísimo as-censo conocen todos, llevaron de nuevo a susenemigos a usar de la historia de Raquel para pre-sentar sus agravios y presentar el posible caminode terminar con ellos.

Andioc puso de relieve que si los textos oficialeshicieron recaer en el pueblo los tumultos que die-ron lugar a la caída de Esquilache, en él tuvo parteimportante la oposición de la aristocracia: Ésta cons-tituye la misma corriente que se expresó contra eladvenedizo Godoy. Contra éste el Conde de Teba,

uno de los promotores conocidos del Motín deAranjuez, había escrito años antes un «Discurso so-bre la autoridad que los Ricos hombres tuvieron so-bre el Rey y cómo la fueron perdiendo hasta llegaral punto de opresión en que se halla hoy». En la tra-gedia de Hernán García, noble que lleva la intrigacontra Raquel, es un personaje subversivo, a fuerzade ser conservador, aunque en ella llegue a ser un«revolucionario» contra su propio Rey.

Paret realizó estos figurines —que su calidad ylo perfecto y concluido de los mismos obligan aconsiderarles destinados a una representación ensalón aristocrático— participando en un grupoopuesto a la privanza de Godoy. Pero en un grupocuya crítica se realizaba desde una posición retró-grada, ya que el mundo no iba por caminos de de-volver a la nobleza funciones ya perdidas por lamisma.

Estos dibujos confirman ante nosotros a Paretcomo artista afrancesado, por su estilo, como deli-cioso y gran dibujante, revelándonos a un tiemposu adscripción a un grupo nostálgico «vieux regime»—que diría un francés», que trataba de mejorar elgobierno de la cosa pública volviendo a formas idas.Es decir, en esto también, dispar de Goya.

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Dos nuevas obras de Valdés Leal, en Murcia

CRISTÓBAL BELDA NAVARRO

La naturaleza de la comunicación que ahora pre-sentamos tiene como única finalidad el dar a co-nocer dos obras de Juan Valdés Leal, que, conser-vadas en la ciudad de Murcia, no han adquiridohasta el presente la necesaria divulgación. Se tratade dos cuadros representando a los Santos Juanes,ambos de 0,79 x 0,38 m., firmado uno (el queefigía al Evangelista en Patmos: Juan Baldés / LealFecit Anno / 1658) y fechado en el año antes rese-ñado. Su propiedad corresponde a la DiputaciónProvincial murciana quien los adquirió en Villa-nueva del Segura a D.ª Isabel López López.

Nada se ha sabido de los dos cuadros, ni aún ensus expedientes de compra se revela su proceden-cia originaria (por si fuera ésta diferente a la de suadquisición) salvo el ridículo precio de venta, comointegrantes de un lote en el que asimismo figura-ban unos Ángeles adoradores del Sacramento quePaul Guinard atribuyó al taller de Zurbarán.

La primera noticia de su existencia apareció re-cogida por el Departamento de Historia del Artede la Universidad de Murcia al redactar el Catálo-go de bienes artísticos de la Corporación provin-cial, actualmente en curso de impresión. Al rever-so de ambos cuadros figuraba una tarjeta de laDelegación de Asistencia Social de Murcia, quienlos inventarió con el número 18 en noviembre de1938. Desde entonces hasta ahora las dos obras deValdés Leal sólo han podido ser contemplados porun reducido número de personas, sin ser objeto dereseña alguna. Ello hace más valiosa esta aporta-ción por cuanto que ambos aparecen ausentes delas redacciones catalográficas del pintor.

Por otra parte, las obras de los grandes maestrosdel siglo XVII español, salvo raras excepciones, nosuelen ser frecuentes en Murcia, quien a lo largode esa centuria decoró sus iglesias y palacios conpintores de la tierra, algunos, como Pedro deOrrente, vinculados a escuelas foráneas, pero en-contrándose ausentes otros renombrados artíficesmás importantes por sus actividades en la enseñan-za de la pintura o en la recopilación de datos sobreartistas, como José García Hidalgo, cuyo origenmurciano en más de una ocasión ha sido puestoen duda. Por lo que se refiere a los maestros anda-luces del XVII, su presencia en Murcia suele ser es-porádica, con poca obra conservada, aunque no fal-ten nombres como Alonso Cano o Pedro de Menao pintores como Valdés Leal (que ahora se incor-pora a este panorama) y Zurbarán. El resto de losartífices de esa centuria, por lo que a pintura se re-fiere, es en su mayoría local, los zurbaranescos Cris-tóbal de Acevedo y Lorenzo Suárez, los valencia-nos Vila (Senón y Lorenzo) y el murciano NicolásVillacis, quizá el mejor tras Pedro de Orrente, perode obra dispersa y poco documentada, lo que hamotivado la creación de un catálogo artificial einexacto por cuanto que se le atribuyen obras queen modo alguno parecen haber salido de su mano.

Del resto de pintores activos a lo largo del XVIIy XVIII sólo un nombre escapa a la mediocridadreinante, el del lorquino Camacho Felices, en al-gunos casos adherido a un manierismo retardado,pero hábil e importante. Capítulo aparte mereceJuan de Toledo, pintor y soldado, famoso por susescenas de batalla, de pincelada suelta o imágenes

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abocetadas, colores terrosos donde predominanfundamentalmente los pardos y rojos. Pronto secomprenderá que este breve repaso por la pinturamurciano del siglo XVII, mal conocida y estructu-rada (lo que quizá en algún momento posteriorpudiera cambiar el panorama ahora descrito) haceparticularmente interesante el poder contar conobras de primera línea (a la que se debe sumar elconocido Ribera del Museo Provincial de BellasArtes) que desconocidas en el catálogo de nuestrosgrandes pintores del Barroco puedan contribuir aenriquecerlo. Cierto es que no corresponden amaestros que hayan tenido una influencia directaen el ámbito pictórico murciano, pero no por ellodeja de ser importante desde este punto de vistaya que por su calidad y por su carácter excepcio-nal dentro del ámbito regional murciano aparecencomo verdaderos «islotes» que ilustran posibles en-cargos a sus vecinos andaluces quienes, como es sa-bido, dominan una gran parte de la historia de lapintura española durante el Barroco. El mismo ca-rácter enigmático de su procedencia, es decir, el ig-norar actualmente si tales obras fueron directamen-te comisionadas a Valdés Leal o fueron productode una compra en época muy posterior, impideaceptar literalmente cuanto se ha dicho, aunque nodesvirtúa el propósito inicial de esta comunicaciónque pretende poner en la consideración y conoci-miento de Vds. unas obras hasta el presente no te-nidas en cuenta.

La misma fecha de ejecución, 1658 (puesto quesuponemos que ambas fueron realizadas en igualaño) permite poder integrar dentro del conoci-miento actual que de la pintura de Valdés Leal te-nemos, dos piezas que entran de lleno en un cam-po de relaciones claras, evidentes y hasta ciertopunto obligadas que nos han facilitado la labor deestudio. Éstas serían, por una parte, las que desdeun punto de vista técnico los asemejan al S. JuanBautista de la Iglesia de la Magdalena de Sevilladonde el predicador del desierto aparece tratadocon igual factura que su homónimo murciano (re-cuérdese que el ejemplar sevillano se fecha entre1658-1668) en una ejecución que refleja una ima-gen llena de ascetismo, de estructura musculada,de expresión ausente en su mirada, aunque en laobra murciana el santo parece mostrar una miste-riosa luz celestial que rasga una zona superior delcuadro. Sin embargo, su constitución corpórea esmuy semejante, sus manos reflejan parecidas dis-

posiciones, especialmente la que sostiene su caya-do con la filacteria del Agnus Dei y sus pies largosy huesudos, precedidos por unas piernas donde de-liberadamente se han marcado músculos y tibias.El S. Juan en Patmos, realizado en una composi-ción diagonal, es el único que, como antes indica-mos, aparece firmado. Su presentación es la usualen aquellas obras que le representan en el momen-to de redactar su Evangelio con el símbolo con quetradicionalmente le ha identificado la iconografía.La semejanza cromática con el primero así comosu especial ejecución en tonos difuminados lesemparenta en cuanto a época de realización. Así losazules, oros y rojos y los tonos aplicados a la natu-raleza rocosa le insertan en unos presupuestoscronológicos semejantes, a lo que se podría sumarel hecho de que por su composición (uno vuelto ala derecha y otro, a la izquierda del contemplador)estuvieran destinados a ser expuestos uno junto aotro como integrantes de un supuesto tríptico.Nada es posible a este respecto afirmar de una ma-nera rotunda al ignorar la intención originaria delcomitente, pero por lo que podemos actualmentejuzgar parece obvio.

Indudablemente y por encima de hipótesis delógico planteamiento, ambas obras encuentran pa-ralelos en cuanto Valdés Leal ejecutó. Además dela primera mención en un ejemplo sevillano, antescitado, es obligada la referencia al elementopaisajístico que encuentra una clara corresponden-cia con otras pinturas del sevillano donde el paisa-je ha entrado a formar parte. Éstas irían desde elretablo dedicado al profeta Elías en el Conventode Carmelitas Calzados de Córdoba hasta otrosejemplos como el Milagro de Santa Inés, Tentacio-nes de S. Jerónimo, Fray Alonso de Ocaña, etc. Eneste último de Grenoble el diluido paisaje que seabre bajo una amplia arcada juega, como en elejemplar murciano, un papel de primer orden, allímotivado por un relato biográfico, aquí por ser ele-mento principal de la obra. Muchas citas se podríanofrecer, desde Fray Juan de Ledesma, de Sevilla, has-ta algunas representaciones del ciclo de S. Ignacio,como el que muestra al santo fundador de la Com-pañía en Manresa. Sin embargo, no es éste el pro-pósito que en estas obras de Valdés Leal (lasmurcianas) nos debe animar. Antes, por el contra-rio, debe ser el de la valoración del elementopaisajístico como un ingrediente de gran significa-ción en los cuadros murcianos. No nos vamos a re-

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DOS NUEVAS OBRAS DE VALDÉS LEAL, EN MURCIA 77

ferir ahora a su concepción de la naturaleza comoelemento pictórico, claramente demostrado desdeel marco que le sirve de fondo para la Batalla deAsís del Museo de Sevilla hasta las representacio-nes ya citadas que de alguna manera tocan este as-pecto. En concreto queremos insistir en otro sen-tido y es el que ambas obras nos ofrecen, como elde equilibrar figura y paisaje. Es evidente que elpropósito del comitente se ha limitado a requerirdel artista las efigies de los Santos Juanes, para larealización del pintor ha conjugado ambos facto-res, destacando en primer lugar y como elementopredominante las figuras, pero añadiendo a las mis-mas unos fragmentos de paisaje que inundan todala composición.

Mucho se ha hablado de que en la pintura es-pañola del XVII no existen paisajistas puros comoen otros ámbitos de la pintura barroca europea con-temporánea, pero si esta especialidad pictórica he-mos de desentrañarle a través de las muestras quenuestros artífices nos legaron, en algunos casoscomo elemento secundario del tema tratado, he-mos de afirmar que en este presente caso el paisajees por sí solo un elemento tan importante como lapropia figura. Y ello no tanto por un deseo de opo-ner a estos principios generales excepciones impor-tantes, desde luego, sino por la necesidad de po-

der contar entre nuestros artistas del Barroco congrandes cultivadores del tema, quienes en algúnmomento entendieron la perfecta integración defigura y paisaje, dando a éste no el simple valor deun elemento subsidiario, sino el sentido de una rea-lización que puede cobrar vida por sí misma. Suautonomía no hay que buscarla, como todos Vds.advertirán, en un lenguaje ajeno a lo que el temarefleja, sino en la posibilidad de deslindar dos cam-pos diferentes en los que resulta difícil la priori-dad de su valoración. Todo está unificado por eltratamiento difuminado de ambos con suaves tran-siciones cromáticas, confundiendo a veces la natu-raleza rocosa con la vegetal, o diluyendo el símbolocaracterístico del Evangelista, en este caso reducidoa una oscura mancha suavemente silueteada.

Las características de lo que en este I CongresoEspañol de Historia del Arte requería de las comu-nicaciones presentadas, no permiten por razonesobvias extendernos en éste y otro tipo de conside-raciones, pero por lo hasta ahora expuesto y por elúnico sentimiento que nos movía que no era otroque el de dar a conocer estas dos obras del pintorandaluz, valga a modo de ejemplo la sencilla refe-rencia a unos cuadros que por la peculiaridad desu emplazamiento no permite su fácil contempla-ción.

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Notas sobre una arquitectura temporal construida para el recibimientode Carlos IV en Sevilla

MARÍA JESÚS SANZ SERRANO

La monotonía de las ciudades actuales, dondesus habitantes se sienten ajenos a todo lo que lesrodea, está muy lejana del ambiente animado y vivoque los conjuntos urbanos presentaban en otrasépocas anteriores. Cualquier tipo de acontecimien-to religioso o profano hacía que la ciudad se con-virtiese en casa de todos, las calles y plazas princi-pales se adornaban con colgaduras y alfombras deflores, levantándose en los sitios más concurridosarquitecturas temporales. Las fiestas del CorpusChristi parece que fueron de los más antiguos acon-tecimientos que produjeron un gran exorno en laciudad de Sevilla 1, otras fiestas religiosas como lasdedicadas a San Fernando en 1671 originaron ungran despliegue de arquitecturas efímeras levantán-dose grandes fachadas de madera y lienza sobre laspuertas de la Catedral, en cuyo diseño y realiza-ción intervinieron figuras tan señoras de nuestroSiglo de Oro como Murillo o Valdés Leal 2. Final-mente los recibimientos reales fueron siempre un

gran pretexto para el desarrollo de la gran creativi-dad artística de la ciudad; desde épocas muy remo-tas los reyes eran recibidos exornado las puertas delas murallas, las calles y las plazas por donde la co-mitiva real había de pasar. Una de las mejores des-cripciones del adorno de la ciudad, que se conser-va, es la realizada para la entrada de Felipe II en1570, por Juan de Mallara, cuyo libro con dibujosse publicó en Sevilla en el mismo año 3. A partirde esta fecha son numerosas las descripciones quese conservan sobre la ornamentación de la ciudadcon motivo de las llegadas reales.

Los gremios, comunidades todavía muy pode-rosas en Sevilla durante la Edad Moderna, tuvie-ron a su cargo gran parte del exorno de la ciudaddurante las fiestas, así preparaban carrozas en laprocesión del Corpus y adornaban sus barrios ocolaciones con espíritu competitivo. Para dejarconstancia del gran despliegue ornamental realiza-do durante algunas festividades solían imprimir fo-lletos explicativos que a veces incluso iban ilustra-dos. De fecha tan tardía como la de 1789 nos haquedado un librito editado por el Gremio de Pla-teros donde se narra la decoración escultórica y ar-quitectónica que realizaron sobre la fuente de laPlaza de San Francisco, para conmemorar la llega-da de Carlos IV y María Luisa a Sevilla (lámina 1).

1 Muchos tratadistas han estudiado la fiesta del Corpus enSevilla, siendo uno de los más interesados en el tema José Gestosoque en su Diccionario de los artífices que florecieron en Sevilla des-de el siglo XIII al XVIII, tomo I, pág. LXI de la Introducción, asícomo en otras obras más cortas, toca el asunto de exorno de Se-villa durante las fiestas. Últimamente Vicente Lleó Cañal en Artey espectáculo: la fiesta del Corpus Christi en Sevilla en los siglos XVIy XVII, Sevilla, 1975, ha dado una visión muy interesante de lacuestión.

2 TORRE FARFÁN, F., Fiestas de la S. Iglesia Metropolitana yPatriarcal de Sevilla al nuevo culto del señor rey S. Fernando el IIIde Castilla y de León, Sevilla, 1671.

3 MALLARA, J., Recebimiento que hizo la muy noble y muy lealCiudad de Sevilla a la C. R. M. del Rey D. Philipe N. S. Va todofigurado con una breve descripción de la Ciudad y su tierra, Sevi-lla, 1570.

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MARÍA JESÚS SANZ SERRANO80

La plaza de San Francisco era el centro vital dela ciudad ya desde el siglo XVI, pero también erael núcleo de la vida comercial y privada de los Pla-teros, en los soportales de la plaza y en sus callesadyacentes estaban obligados a tenor sus tiendas yobradores, teniendo la vivienda en el piso superiorla gran mayoría de ellos. También en la Plaza deSan Francisco tenían los Plateros su lugar de re-unión tanto para los asuntos profesionales comopara los religiosos, pues la capilla de los Plateros,dedicada a San Eligio, se hallaba ubicada en el Con-vento Casa Grande de San Francisco, hoy desapa-recido, que dio nombre a la plaza 4. Así pues, na-die mejor que el Gremio de la Platería podía estarencargado de decorar la fuente de la Plaza de SanFrancisco. En una ocasión tan señalada como es lallegada de un rey. El folleto explicativo 5 consta dequince páginas y en él se describe, con el lenguajegrandilocuente del siglo XVIII, cómo reunidos losdiputados de los plateros decidieron el exorno dela fuente. Aunque el librito no presenta dibujo al-guno, se halla en él puntualmente descrito todo elmonumento tanto en su parte arquitectónica comoen la escultórica, e incluso aparecen los poemas ex-plicativos de su iconografía. El revestimiento de lafuente era de orden toscano, con un zócalo exte-rior de vara y media de alto que se adornaba conmascarones y guirnaldas de flores doradas sobrefondo de sillares fingidos o pintados. Sobre estezócalo se levantaba un edificio de planta cuadradacuyos lados medían dos varas y media de ancho,teniendo en sus ángulos pilastras con pedestales quesobresalían hacia afuera una vara. Sobre estospedestales había cuatro estatuas de tamaño naturalque representaban las Estaciones del año. Entre lospilares, o sea en cada lado, había cuatro rocas y so-bre cada una de ellas figuras de menor tamaño queel natural que representaban al dios Neptuno, al ríoBetis, al dios Amor y a Narciso. Detrás de ellos, encada fachada, había deidades marinas pintadas:Nereo, Glauco, y dos ninfas, símbolos de fuentes,Aganipe y Aretusa. El segundo cuerpo tenía planta

octogonal y sobre él iba una moldura en forma deescocia que sostenía una figura dorada símbolo dela Lealtad. La altura total del monumento era dedoce varas y media, rematándose por pirámides yotras molduras, todas doradas.

A la vista de la descripción arquitectónica po-demos comprender que el templete se hallaba den-tro de los cánones neoclásicos que privaban en elmomento, el orden toscano y los remates de pirá-mides parecen estar ya alejados de las ondulantescurvas rococó.

En cuanto a la decoración escultórica del mo-numento —las estaciones, las deidades marinas—se halla dentro de la más clásica tradición iconográ-fica que parte del siglo XVI. Las figuras de las cua-tro estaciones, que se situaban en el primer cuer-po, estaban relacionadas con la fidelidad al monarcapor parte del Gremio de la Platería, durante todoel año, expresándose todo ello en poemas al pie decada estatua. Así, la Primavera relaciona el abrir delas flores con el florecimiento del afecto del Gre-mio por sus soberanos; el calor del verano puedeagostar el amor de los Plateros por sus reyes; el Oto-ño produce frutos como el Arte de la Platería susnuevos alumnos, y finalmente la nieve del Invier-no simboliza el candor y la inocencia de los Plate-ros y su actitud de niños ante la protección real.También las pinturas de las deidades marinas —Glauco, Nereo, Aretusa y Aganipe— llevaban ver-sos alusivos a su significación y a su relación conlos reyes. Igualmente las esculturas situadas sobrelos riscos —Narciso, Cupido, Neptuno y Betis—establecían relaciones entre su propia simbología ylos reyes mediante poemas en su pie. El remate deledificio construido por la figura de la Lealtad lle-vaba en sus manos dos espejos con los nombres deCarlos y María Luisa.

El monumento se completaba con la ilumina-ción de 144 luces de cera repartidas en cuatro ara-ñas de plata, que lució durante cuatro noches, yen la tarde de la proclamación se soltaron cien pa-lomas desde la fuente con cintas de seda al cuello,de las que colgaban medallas de plata con la leyendade Viva Carlos IV. Se hicieron 2.000 medallas deplata y 24 de oro.

Como podemos ver por la descripción del mo-numento, todo el programa iconográfico pone enrelación la mitología con la realeza, intención tanantigua que se encuentra ya en el mundo clásico yque fue revitalizada por la Italia del renacimiento.

4 SANZ SERRANO, M. J., La orfebrería sevillana del barroco,tomo I, pág. 29, Sevilla, 1976.

5 Descripción de la arquitectura y alegorías con que el ilustrecolegio, y arte de la Platería de Sevilla adornó la gran fuente de laplaza de San Francisco, para el acto de la proclamación del señorD. Carlos IV. Imp. de Vázquez, Hidalgo y Compañía, Sevilla,1789.

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Nuevas obras de los escultores andaluces Alonso Cano, Pedro de Menay José Medina

DOMINGO SÁNCHEZ-MESA MARTÍN

Dentro del importante capítulo de la escultura ba-rroca andaluza, vienen apareciendo nuevas aporta-ciones de obras desconocidas, tanto de los grandesmaestros que la componen como de sus discípulos.Desde las obras realizadas bajo las normas estilísticasdel manierismo, del más pleno naturalismo, e inclu-so las ambientadas en las características del rococó,existen ininterrumpidos ejemplos en los que se man-tiene la escultura con verdaderos valores artísticosjunto a sus eficaces valores como imágenes popula-res de devoción. Las imágenes de vestir significan eneste sentido un avance en la intervención del gustopopular en el fenómeno creativo. La devoción po-pular acaba imponiendo en muchos casos su canosestético, dirigiendo fundamentalmente sus apeten-cias hacia la materialización mimética de las figurasde santos, y demás representaciones sacras, llegan-do así a dimensiones no lejanas a niveles de funcio-namiento de objetos mágicos. El pueblo quiere y alfinal hace más profundamente suyos los santos y lasvírgenes, al vestirlos con telas y trajes reales, colo-carles pelucas con cabello de verdad y cargándolasde alhajas y ofrendas.

Se viene generalmente admitiendo que estas so-luciones de compromiso entre lo artístico y lo po-pular degeneran en obras sin ninguna justificaciónestética. Frente a ello hay que afirmar que, apartede los valores iconológicos que estas obras presen-tan como materialización de mecánica de represen-tación de temas y escenas, no siempre las figurasde vestir están huérfanas de valores escultóricos.

Junto a maniquíes articulados, preparados pararepresentar escenas de pasión, a través de simples

y originales mecanismos de marioneta, aparecenotras en las que el artista ha buscado en la compo-sición anatómica de la figura, acentuada expresivi-dad de siluetas y contornos que alcanzarán el equi-librio plástico una vez vestidas. Presentamos aquíuna interesantísima figura que creemos representaun San Juan de Dios, que por sus calidades plásti-cas y estilo la situamos en el arte del racionero gra-nadino Alonso Cano.

El equilibrio de su planta, con elegante compen-sación anatómica, forzando intencionadamente lassiluetas para después una vez vestida la figura, lospliegues de la túnica más que ocultar el ritmo delos volúmenes resalten su movimiento y acompa-ñen sobre todo el sereno sentido que tanto la in-clinación de la cabeza como el expresivo rostro tie-nen. El especial interés que el artista puso en cargarel hondo trasfondo de la expresión de la mirada noslleva a las características dadas como peculiares delarte de Cano.

La talla del rostro, de fino dibujo y modeladosuave, sin durezas de planos ni hirientes cortes degubia, todo envuelto en hábil modelado, y la sere-nidad tanto de los perfiles como del frente, en elque destacan la expresión serena de los ojos, noshacen recordar claramente la tipología de las escul-turas de pequeño tamaño talladas primorosamen-te por Cano en su etapa final en Granada, a partirde 1652.

Desgraciadamente la obra ha llegado a nosotroscon su policromía muy deteriorada, aunque estonos permita descubrir las distintas capas de prepa-ración que sobre la madera se hacía para policro-

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mar, apareciendo aquí la típica preparación de mi-nio en la imprimación de las carnaciones en lasobras de Cano.

Es en conjunto esta bella figura, que no alcan-za los 40 cms. de altura todo un atractivo enig-ma, definido por ese tan característico aplomo clá-sico que dentro del barroco andaluz ofrece el artede Cano, distinto claramente a lo más seco y durodel arte de Pedro de Mena, y al mismo tiempomenos atormentado y menos blando que las obrasde Mora. Por las circunstancias de haber forzadosus siluetas nos podría quizá hacer pensar en unaobra que por sus ritmos fuese más encajable en elsiglo XVIII, pero ni su modelado, ni la serenidad,blandura y corrección, nos permiten retrasarla aestas fechas. Completaría su conjunto iconográ-fico, aparte de la túnica y el escapulario propiode la orden hospitalaria, los atributos iconográ-ficos propios de santo portugués que alcanzó enGranada la santidad. En la actualidad esta figurase encuentra en propiedad de D. Gonzalo More-no Abril que la adquirió en el mercado de obrasde artes en Granada.

El otro sentido de evolución de nuestra plásticabarroca ya en el s. XVIII y aún en el XIX, loneoclásico, no llega en Andalucía como ocurre enla mayor parte de España a anular la tradición dela imaginería. Es frecuente y característico de estaetapa que las representaciones escultóricas busquenmás que lo serenamente trascendente y atormen-tado en temas y en formas, los aspectos agradablesy sonrientes del rococó, que alcanzan incluso ni-veles de ademanes coquetones en ambientes demenores sentidos sacros.

Junto a mayores énfasis en los movimientos am-plios y revuelto de los paños, las figures encarnanactitudes rítmicas y de movimientos que claramentelas podemos relacionar con gestos y ademanes pro-pios de graciosas danzar cortesanas, equilibradas yparsimoniosas. Son actitudes diferentes aquellasotras que hasta aquí llegan por claras influenciasdel arte de Bernini, de siempre más cargado de dra-matismo y teatralidad, como bien puede represen-tar en Andalucía la obra de Duque Cornejo.

A este último artista, del que celebramos o ce-lebraremos el tercer centenario de su nacimiento,pensamos en un principio atribuir la obra que aquíles presento de Sta. Bárbara, expuesta hoy en unade las salas del simpático y agradable Museo Mu-nicipal de Antequera.

Su estudio más detenido, aunque no a nivel do-cumental, nos hace pensar más verosímilmente seaobra del lucentino José Medina que trabajaba enAntequera hacia 1747 en las esculturas del retablodel altar mayor de la iglesia del Convento de Car-melitas Calzadas de aquella ciudad. Por otra parte,documentada también la imagen de Ntra. Sra. deMonteagudo para el convento antequerano de re-ligiosas de Madre de Dios, y haciendo un análisiscomparativo de dichas obras, deducimos como máslógica esta última atribución que hoy hacemos.

Descartamos totalmente la atribución que se ve-nía haciendo a Cano desde la aparición de libro deJosé M.ª Fernández sobre las iglesias de Antequera.

Estuvo destinada esta escultura a la iglesia de S.Agustín, pasando después por varios lugares hastaque hoy afortunadamente se ha recogido en elMuseo. El tipo humano representado, de modela-do muy naturalista con rasgos claramente tomadosdel natural; el gracejo de sus ademanes, la talla delos pliegues de las telas, quebrados y de muy airo-sas siluetas, nos permiten pulsar el encanto de es-tos nuevos horizontes de la plástica andaluza delXVIII en alternantes perfiles sacros y profanos. Lapolicromía rica en estofados chinescos, imitandotelas con escalfados sobre plata y oro en brillo, conbordados imitados en picado de lustre, acompañaasimismo el ambiente de una nueva cultura artís-tica, más alegre, menos oscura y preocupada y tam-bién menos trascendente.

Traemos aquí también a la atención de los estu-diosos otra importante obra, inédita totalmentehasta ahora, y que tuvimos el honor de ofrecerla,como documento complementario, de nuestra par-ticipación en el Primer Congreso de Historia deAndalucía celebrado recientemente en Córdoba,Sevilla, Málaga y Granada.

Se trata, según creemos, de una bella talla reali-zada por el famoso escultor granadino Pedro deMena, durante su etapa malagueña, en el momen-to en el que, desde su intervención en el coro de laCatedral, su nombre alcanzó importante fama entoda España, repartiendo tanto sus obras como lasde taller por todo el país.

El tema representado, Cristo atado a la colum-na, cuenta con una muy completa evolucióniconográfica en la plástica granadina. Nos presentaa Cristo desnudo, en actitud serena y aplomada,con las manos atadas atrás, a una columna baja,que en parte obliga y justifica todo el movimien-

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OBRAS DE LOS ESCULTORES ANDALUCES ALONSO CANO, PEDRO DE MENA Y JOSÉ MEDINA 83

to y composición de la figura. Antecedentes in-mediatos podíamos recordar las obras pintadas porAlonso Cano de este mismo tema y más lejano enel tiempo el famoso Cristo atado a la columna deArce, que dio a conocer Gallego Burín y que hoyse encuentra en la iglesia granadina de los Hos-pitalicos. Por la manera serena y aplomada de re-presentar este tema, por la inclinación de la ca-beza respecto a la vertical de la figura, por elensimismamiento del espíritu que envuelve la fi-gura nos encaja claramente en el estilo de laimaginería granadina posterior a Cano. Por la ma-nera de interpretar el desnudo, por los detallesanatómicos y su interpretación escultórica, por lamisma técnica de tallar el rostro, los cabellos, elpaño de pureza, nos hace obligadamente pensaren el arte de Pedro de Mena. Un estudio compa-rativo con el destruido Crucificado de Sto. Do-mingo de Málaga, de anatomía tendente hacia laredondez, y también comparándola con el grupode Cristo Salvador que remata el retablo de la igle-

sia de Sta. María de la Alhambra de Granada, ymás aún, con el busto de Ecce Homo del monas-terio de Císter en Málaga, nos hace que confir-memos esta atribución.

La policromía clara y en tono mate, enorme-mente descuidada y sucia en la actualidad, es laauténtica. La manera de tallar los ojos y aún másel tipo de cristal de los mismos, con muy poca cur-vatura, obligando a un específico tipo de modela-do, encaja también dentro de la obra de Pedro deMena, permitiéndonos fijar su ejecución dentro delas obras salidas de su taller después de 1664.

La figura, tallada en madera de pino, alcanza unaaltura de 82 cms., siendo destinada a una capillaparticular en Málaga.

La presentación aquí de estas tres obras inédi-tas, existentes en la provincia de Granada y Mála-ga, nos permite recordar la importancia de la rea-lización de los inventarios artísticos que en estas dosciudades ya están iniciados, esperando su próximapublicación.

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El estilo y sus fases: el ejemplo del gótico

JOSÉ MARÍA DE AZCÁRATE RISTORI

En el examen de las obras de arte incluimos den-tro de un mismo estilo artístico formas que, den-tro de la homogeneidad que caracteriza a cualquierestilo histórico, ofrecen una evidente variabilidad.No nos referimos, en este caso, a la diferenciaciónestilística entre un artista y otro, ni a las varianteslocales o regionales, sino a la que corresponde alproceso evolutivo del estilo histórico y, en este caso,a las constantes que se advierten cuando compara-mos el proceso evolutivo de estilos históricos dife-rentes.

En efecto, al insertar el factor temporal en laconsideración estética de los estilos históricos sepercibe una serie de fases que, con variabilidad encuanto a su perduración y persistencia, se obser-van en el proceso evolutivo de todos los estilos. Estaconsideración de los estilos en función de la diná-mica de su desarrollo es esencial para la considera-ción y valoración estética consiguiente de una obrade arte.

Ahora bien, aparte de lo que podríamos inser-tar dentro del clásico concepto de la vida de las for-mas, hemos de tener presente que la génesis y evo-lución de los estilos históricos están en íntimaconexión con el mundo cultural y técnico en quenacen y se desarrolla. Aunque las formas evolucio-nan aparentemente con independencia del mundoen cuyo contexto se sitúan, el artista crea incons-cientemente, motivado por múltiples circunstan-cias que derivan, en todo momento, tanto del mun-do en que vive, como de las formas creadas ydesarrolladas anteriormente. Hemos de prescindir,sin embargo, en lo que a nosotros atañe en estos

momentos los factores volitivos e inconscientes dela creación artística, y partir del hecho incuestio-nable de la evolución estilística, e indagar en tor-no al hilo conductor del proceso evolutivo de cual-quier estilo histórico. El estilo histórico surge,evidentemente, como consecuencia de la actividadcreadora y su configuración como tal es indepen-diente de la voluntad del artista. Ni el hombre delsiglo XII cuando construía las primeras bóvedas deogivas, ni el romántico con las primeras construc-ciones en hierro podían preveer el proceso evoluti-vo posterior, aunque lo vislumbrasen, como ocu-rre en cualquier acontecer histórico. Nadie sale parala guerra de treinta años.

Brevemente, considerados los estilos históricoscon la perspectiva de nuestro tiempo y tomandocomo ejemplo el proceso evolutivo del gótico, quees el que con más claridad nos ofrece un ciclo evo-lutivo completo, podemos distinguir seis fases esen-ciales, que se nos muestran con absoluta nitidez:

a) preclásicab) clásicac) manieristad) barrocae) arcaizantef ) recurrenteCada una de estas fases se puede considerar in-

dependientemente, pues se configuran con carac-terísticas bien definidas, aplicables por extensos acualquier otro estilo histórico. Ahora bien, en unanálisis estilístico de un período histórico es preci-so tener presente dos circunstancias que únicamen-te hemos de citar en esta ocasión. En primer lu-

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gar, la coexistencia en un mismo período de dosestilos consecutivos, que se solapan, al mismo tiem-po que formas de un estilo pueden ser característi-cas de una fase de otro estilo anterior o posterior.Y, en segundo lugar, que, considerada con indepen-dencia cada una de estas fases, vemos cómo se in-sertan adentrándose en fase anterior o subsiguien-te y como cada fase lleva implícita una ciertarecurrencia de las fases anteriores.

Por otra parte, hemos elegido como ejemplifica-ción el proceso evolutivo del estilo gótico por ofre-cernos, a nuestro juicio con la máxima nitidez suscaracterísticas, a lo largo de los varios siglos de sudesarrollo. La importancia que en el desarrollo delestilo helénico han adquirido algunas de sus fases,han aconsejado sustantivar lo que en el fondo noes más que una recurrencia o un arcaísmo, a vo-ces.

Precisemos escuetamente algunas de las carac-terísticas esenciales de cada una de estas fases que,salvo la última, se suceden consecutivamente, sinhiato cronológico. Al mismo tiempo, conviene te-ner presente que no en todo caso existe una estric-ta coincidencia cronológica entre las diversas artes.

A) FASE PRECLÁSICA

Corresponde al momento de iniciación y hemosde denominarla preclásica en tanto antecede y sucaracterización formal está en función de las for-mas que triunfan en la fase clásica. Fase de ensa-yos, en ella se comienzan a configurar unas formasy técnicas que han de integrar el lenguaje formalcaracterístico del nuevo estilo. No hay plena ade-cuación entre las formas y lo que se considera comoóptima solución técnica o en relación con la ex-presión de la belleza.

En el período gótico, es claro este período conlos ensayos de nuevos sistemas de abovedamiento,diversos en cuanto a procedimientos y determina-dos generalmente por factores de lograr una ma-yor luminosidad y economía. En las artes figurati-vas predomina el deseo de ruptura con lasimbología y el carácter intelectual de la represen-tación, en búsqueda de la expresión de la bellezanatural, en función del público a quien va dirigidala obra. En estos casos, es claro que las bóvedas deogivas, bien conforme a la ascendencia islámica uoccidental, así como la sexpartitas, como los siste-

mas de muros paralelos en alzado, las estatuas co-lumnas y el predominio del sentido narrativo y na-turalista, como la tendencia a eludir la ley del mar-co y la concreción de un nuevo lenguajeiconográfico, son claros precedentes de las formasde la fase clásica del estilo.

A esta fase es a la que aplicamos el prefijo proto,según hemos indicado en otra ocasión, en su acep-ción de inicial, precedencia o prioridad.

B) FASE CLÁSICA

No creo preciso detenerme en las formas quecaracterizan el estilo gótico clásico, a partir delmodelo de Chartres. En la fase clásica del estiloexiste una perfecta adecuación entre la forma y elcontenido. De su examen se deducen unas normas,unos principios directores, que sirven de pauta parala caracterización del estilo. Al margen de la per-sonalidad de los artistas y de la variedad de me-dios con que se pueden manifestar unos criteriosestéticos, subyacen unas normas y principios queson los que fundamentalmente las rigen. Surge, evi-dentemente, un cierto academicismo, en tanto encuanto son normas precisas y concretas que pue-den servir de pauta, de asideros fijos para la expre-sión del juicio crítico sobre la obra que contem-plamos.

La obra parece surgida sin esfuerzo, no percibi-mos en una primera consideración el esfuerzo téc-nico que ha sido preciso, ni la elaboración mentalque ha sido necesaria poner en juego para la con-secución de la obra. Todo surge naturalmente, sinaparente esfuerzo, como si de otra manera no hu-biera podido ser realizada. La dignidad y noblezadel arte, como expresión espiritual, en ningún otromomento de la evolución de un estilo artístico seadvierte con tanta nitidez como en las obras co-rrespondientes a esta fase. Todo, en suma, contri-buye a crear la idea de la objetividad de la Bellezay de ahí su inmutabilidad aparente por apoyarseen conceptos racionales.

Las grandes catedrales francesas de la primeramitad del siglo XIII, como el racionalismo de lacabecera de la catedral de Toledo, las esculturas delos pórticos del crucero de Chartres y, singularmen-te, de Amiens y Reims son ejemplos de este clasi-cismo, aunque ya en el Maestro de la Sonrisa, comoen Estrasburgo y en las sepulturas castellanas de la

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EL ESTILO Y SUS FASES: EL EJEMPLO DEL GÓTICO 87

segunda mitad del siglo XIII se advierte el tránsitoa la siguiente fase. Mientras que en la pintura ha-brá que llegar a la Capilla Scrovegni para hallar elparalelismo con la majestuosidad de las formasescultóricas francesas de la primera mitad del sigloXIII.

C) FASE MANIERISTA

La adecuación entre forma y contenido, el equi-librio que caracteriza la fase clásica no supone laestricta uniformidad en la interpretación de las nor-mas que fundamentan el estilo. Existe una diversi-dad de interpretación sin menoscabo de la homo-geneidad estilística. Las diversas formas culturalesde un momento concreto y la propia individuali-dad de los artistas, entre otros factores, origina unaevidente variabilidad que ha de servir de fundamen-to a la fase siguiente, o manierista.

En el manierismo, tanto en el aspecto negativo,—en tanto en cuanto el artista sigue demasiado fiel-mente el estilo de un gran maestro—, como en suaspecto positivo, —en cuanto se desea acentuar lapersonalidad insistiendo en aspectos a veces sor-prendentes y arbitrario—, se parte de una base co-mún, que son las formas clásicas del estilo.

Partiendo, en efecto, de las formas clásicas sepuede observar como se intenta obtener las máxi-mas consecuencias de la aplicación de los princi-pios clásicos, mediante un virtuosismo técnico su-mamente característico. Así de una parte el deseode ganar altura, por ejemplo, llega a solucionescomo la catedral de Beauvais o la torre deEstrasburgo, como el concepto de la máxima es-pacialidad y luminosidad conduce a las solucionesde la Santa Capilla de París y de las formas del gó-tico horizontal mediterráneo, mientras se rompecon el clasicismo de las racionales tracerías en lafragmentación determinada por la proliferación debaquetones verticales y triángulos curvilíneos, enlos lancetados ventanales del s. XIV, como en elenriquecimiento de tracerías hasta alcanzar el tipode bóveda de abanicos de Gloucester, sin llegar enningún caso a los conceptos decorativos de la fasesiguiente.

En las artes figurativas se insiste en la expresiónsentimental, de acuerdo con el espíritu del tiem-po, creándose un estilo que roza a veces la afecta-ción. El deseo de originalidad y ruptura conduce a

la estilización de las formas, a la exaltación del mo-vimiento, a las complejas alegorías, al rebuscamien-to en la búsqueda de causar el asombro y admira-ción del espectador, captando su atención. Formasque ya se inician en Simine Martini, por ejemplo,mientras otras veces se resalta lo caprichoso comoen las drolerías de Jean Pucelle; características queculminan en el desarrollo del estilo internacional.

D) FASE BARROCA

Es una etapa de culminación del proceso evolu-tivo que se fundamenta en la fase manierista, de laque deriva, pero en la que es preciso tener presen-te la supervivencia de las formas clásicas que a ve-ces sirven de inspiración como contraposición a laartificiosidad manierista. Es norma la libre utiliza-ción de los elementos que han servido como len-guaje formal, debidamente ordenados, en la faseclásica, potenciándose la imaginación frente alracionalismo clásico. Unas veces ha de ser el con-cepto del conjunto en el que los elementos se fun-den indiferenciados, y en otras, paradójicamente,el empleo del lenguaje formal clásico conduce a unaestética muy diversa, tal como ocurre con las igle-sias de una nave escasamente iluminadas por la ex-cesiva estrechez de sus ventanas. En unos casos hade dominar la fastuosidad decorativa, como en SanJuan de los Reyes o en San Gregorio de Vallado-lid, mientras en otras se impone la sequedad, comoen Santo Tomás de Ávila, o la geometría de las ver-ticales, como en los pilares de Plasencia y Sevilla,por ejemplo, y más claramente en el gótico inglés,donde las perpendiculares se contraponen a la com-plejidad de las bóvedas de abanico.

En esta etapa, aunque la artificiosidad se noshace evidente en el análisis formal, en una prime-ra y somera consideración todo nos parece natu-ral, como formas que surgen espontáneamente. Asíocurre en las artes figurativas, en la acentuación delas notas expresivas y en la melancolía, en el realis-mo simbólico de los primitivos flamencos. Vueltaa la realidad característica de esta fase barroca, aun-que este realismo está cargado de sentido alegóri-co y trascendente, de lo que es buen ejemplo elMatrimonio Arnolfini. Realismo barroco que estámuy lejos del naturalismo idealizado la fase clásicadel estilo, pues, más que la representación de la rea-lidad, lo que interesa es su significación.

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E) FASE ARCAIZANTE

Es nota característica esencial de esta fase la uti-lización de formas que no se corresponden con elperíodo cultural en que se desarrollan. Persisten-cia que se caracteriza tanto por la introducción deelementos del estilo dominante en este período,como por ser indicativa de la persistencia en de-terminados sectores de una cultura asentada firme-mente en el pasado. No obstante, en un caso u otro,el estilo pierde vitalidad, pues, agotados los talle-res educados en las formas del estilo, desaparece porconsunción, como ocurre con la adición de nerviosde yeso para imitar el efecto de la bóveda de cru-cería. Es asimismo nota característica la tendenciaa depurar el estilo, ya que se parte de la fase barro-ca, tendiéndose hacia la eliminación de lo que seconsidera contingente y adventicio, en búsqueda deun nuevo clasicismo. Así superviven las formas dela arquitectura gótica en los siglos XVI y XVII, envirtud de circunstancias muy diversas en la Euro-pa católica.

De la misma manera en las artes figurativas per-sisten de manera arcaizante, repitiéndose una y otravez las formas características del estilo, que desapa-recen conforme varía el contexto cultural, aunquepersisten en ambientes rurales o alejados de losgrandes centros creadores.

F) FASE RECURRENTE

Rota la hilación con el pasado, surgen de nuevolas de un estilo en la fase recurrente, a la que apli-ca el prefijo neo, bien como reacción frente al últi-mo estilo dominante, o bien como lógico procesode renovación, en el que el pasado vuelve a servirde fuente de inspiración.

Esta fase no supone, generalmente, una simplerepetición de las formas del pasado, sino que enesencia asistimos a un proceso de interpretación,

de recreación de las formas y principios que se de-sarrollaron en cualquiera de las fases anteriores delestilo, e incluso, a veces, se funden eclécticamente.Transformados los factores culturales que funda-mentan y se conexionan estrechamente con la crea-ción artística, es evidente que esta vuelta al pasadoorigina las más de las veces la creación de una esti-lística artificiosa, en la que el contenido expresivolucha por acomodarse a las formas que se le hanimpuesto.

Esta fase, que se desarrolla fundamentalmenteen la edad contemporánea, busca en un principiomás la apariencia de las formas del estilo que losprincipios estéticos básicos que lo justifican, peroen un segundo momento se indagan los principiosracionales que fundamentan la existencia de estasformas, y de ahí el interés por cuanto supone estafase el análisis y estudio del pasado.

Característica esencial, por otra parte, de estafase es la incorporación de elementos técnicos queimpide que esta etapa recurrente sea una copia li-teral del pasado; en segundo lugar, su eclecticismo,por cuanto se toman elementos de diversas fases oescuelas del pasado; y, en tercer lugar, la celeridaddel proceso evolutivo. No obstante, a veces, comoocurre con Gaudí, la fase recurrente se asienta enla base de la iniciación de un proceso evolutivo queha de dar origen a un estilo diferente. De ahí elinterés de esta fase, tanto desde el punto de vistadel ciclo evolutivo de un estilo, como de la apor-tación hacia la creación de un estilo diverso.

Hemos de considerar, en resumen, dos momen-tos cumbre en la evolución del gótico, el clásico y elbarroco, correspondientes fundamentalmente a lossiglos XIII y XIV; dos períodos intermedios, elpreclásico y el manierista, que corresponden a la se-gunda mitad del siglo XII y a la segunda mitad delsiglo XIV y primer tercio del XV, respectivamente;una fase arcaizante, que corresponde a los siglos XVIy XVII, y una fase recurrente, al siglo XIX, aunquetenga sus precedentes en el siglo XVIII.

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El método iconológico y su aplicación a El Salvador de Úbeda

SANTIAGO SEBASTIÁN LÓPEZ

Como Vds. saben fue Winckelmann el iniciadorde la Historia del Arte, pues consideró como partefundamental de su tarea el desarrollo del arte y nola descripción de los monumentos. Ello fue posiblegracias al descubrimiento de la noción del estilo,concepto básico que permitió el carácter científicode esta materia que nosotros cultivamos. Natural-mente, por este punto de partida tradicionalmentela Historia del Arte ha sido considerada como la «his-toria de los estilos», así las obras artísticas pudieronser catalogadas en grupos y subgrupos desde el puntode vista espacial y temporal.

Inicialmente Rielg y luego Overak se dieroncuenta de lo insuficiente del método, y abrieronpaso a la tendencia hoy dominante, que considerala historia del arte desde la perspectiva de la histo-ria del espíritu, pues arranca del supuesto de quelo que interesa de una obra artística no es, en últi-ma instancia, su clasificación, sino su significación,la que sólo puede captarse partiendo de la situa-ción histórica de las corrientes espirituales de sutiempo y, por tanto, como resultado de su conexiónde sentido con las otras esferas de la estructura his-tórico cultural 1. Y ello es evidente, pues, en últi-ma instancia la forma misma depende de las con-cepciones de una época, pues ciertos temasimponen determinadas formas.

La visión fragmentaria de la Historia, propia delos llamados especialistas les ha llevado a callejo-nes sin salida, es una de las funestas consecuenciasdel formalismo a ultranza. Debemos tender a unavisión global de las creaciones humanas y tratar dereconstituir la unidad estructural que forman lasideas políticas, sociales, religiosas, etc., con las re-presentaciones visuales. El estudio del Arte puedeaportar una valiosa ayuda a la llamada «historia delas ideas». Tenemos, pues, ante nosotros un cam-po rico y profundo.

Por ello comprenderán Vds. que el método másadecuado para conseguir resultados valiosos es eliconológico, método que casi no se ha aplicado en-tre nosotros, así que nuestra historia ofrece a losjóvenes investigadores problemas apasionantes queacabarán con muchos de los tópicos mantenidospor la historia tradicional. Quizá la celebración deeste Primer Congreso Español de Historia del Artesea una oportunidad para plantearse esta metodo-logía por aquellos que están verdaderamente inte-resados en una renovación de la ciencia.

El primer historiador del siglo X que empleó lapalabra iconología fue el alemán Aby Warburg du-rante el X Congreso Internacional de Historia delArte, celebrado en Roma en 1912, al exponer losresultados de sus investigaciones iconológicas so-bre las fuentes de los frescos del Palacio Schifanoia,en Ferrara. Fue el primero en explicar su verdade-ra significación, y su ingeniosa interpretación fuegeneralmente aceptada. Sus criterios fueron aplica-dos por los especialistas que trabajaron en la «Bi-blioteca Warburg» de Hamburgo, que tras la apa-

1 M. GARCÍA PELAYO, Ideología e iconología, «Cuadernos delInstituto de Estudios Políticos, núm. 4, Caracas, 1963.

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rición del nazismo hubo de refugiarse en Londres,hoy sede del prestigiosísimo Instituto Warburg,conocido no sólo por su equipo de especialistas,sino también por la publicación de su famosoJournal y por una serie de monografías realmenteejemplares.

El historiador Aby Warburg quizá no hacía sinoaplicar a la Historia del Arte un método que eracorriente en los primeros años del siglo XX entrelos arqueólogos y los especialistas en mitología; en-tre ellos, Salomón Reinach fue un entusiasta de estemétodo, que venía empleando desde 1902, y queaplicó en el cuarto volumen de su obra Cultes,mythes et religions (1912), con una parte titulada:«Desarrollo del método iconológico por el autor delpresente libro». Pero, ¿qué era para SalomónReinach el método iconológico? Una manera deesclarecer el origen de los mitos por la considera-ción de las imágenes antiguas, que interpretadaserróneamente llegaban a ser fuentes de mitos nue-vos; y estas imágenes de significación olvidada ve-nían a ser puntos de partida de una actividadmitológica creadora 2. Mas hay que concluir, el con-cepto del método iconológico según Reinach y suscoetáneos era distinto del introducido por AbyWarburg, que sería magistralmente sistematizadopor Erwin Panofsky.

En orden cronológico habría que situar aHoogewerf, que se lamentaba en el Congreso In-ternacional de Historia, celebrado en Oslo en 1928que únicamente se hubiera tratado de iconografía,que no era más que descripción metódica, y decíaque no bastaba para una interpretación justa de lasobras: era necesario ir a la iconología. Sospechó queun máximo desarrollo de la iconografía desembo-caría en la iconología 3.

De los países europeos ha sido Francia el de máslarga trayectoria en los estudios simbólicos, que dehecho se remontan al siglo XVII, como ha expuestoBialostocki, tomando como punto de partida laobra de Jacques Baudoin: L’iconologie (1644), en laque dice: «les images que l’esprit invente sont les

symboles de nos pensées». Le sigue Claude-FrançoisMenestrier (1631-1705), quien en su tratado Lesrecherches du blason (1683) estudia la ciencia de lasimágenes. Y por medio de Roger de Piles (1699)pasa esta tradición a las Enciclopedias y dicciona-rios del siglo XIX.

Pero, atención: ¿acaso los españoles han vividoajenos a los criterios iconológicos? Es difícil ima-ginarlo, cuando la España del Siglo de Oro es qui-zá el país que más libros emblemáticos publicó, ysin duda el tema requiere una investigación. To-dos recordamos cómo tal aspecto no pasó inadver-tido a un teórico y práctico del siglo XVII comoAntonio Palomino, aunque su Museo Pictórico yEscala Óptica apareció en 1715. Precisamente de-dica el punto noveno del cap. VII al «argumentoiconológico», entendiéndolo en el sentido de laépoca. Y el libro IX está dedicado al pintor que haalcanzado el grado sexto, el más perfecto, por cuan-to puede expresar por medio de alegorías las«ideas», es decir, el argumento o metáforaiconológica. Pero, cuidado, él advierte que «aquíes dónde el pintor necesita adelgazar el ingenio:porque la idea no es otra cosa que un concepto for-mal intelectivo, fabricado en la mente del artífice».Y poco antes advirtió al principio del capítulo queel formar las ideas para las pinturas es empresa tandifícil que aún los hombres más doctos se han re-conocido insuficientes en proponer argumentos desus discursos para las inventivas de los pintores».Queda claro, pues, que Palomino participa de loscriterios de la época y opina que las imágenes seforman en la mente del artista o del promotor in-telectual como expresión de ideas o pensamientos,y que ésta no es tarea fácil.

Ya en el siglo XX fue el sabio Emile Mâle el pri-mero en intuir la iconología, pero nunca aplicó ensus trabajos esta palabra. Sus ideas son de una cla-ridad meridiana, así dice en la página segunda desu prefacio el libro L’art religieux du XIIIieme siècleen France: «En la Edad Media toda forma es la ves-tidura de un pensamiento. Se diría que este pensa-miento trabaja más allá de la materia y de la for-ma. Una obra del siglo XIII, aun cuando laejecución sea tosca, nos interesa, sentimos algo queparece a un alma». Tras la figura rutilante de Mâlehay que mencionar a un discípulo de HenriFocillon, André Chastel, que siguió la definiciónde su maestro: «La historia del arte es la historiadel espíritu humano a través de las formas», según

2 J. BIALOSTOCKI: La méthode iconologique et l’éruditionfrancaise. «L’information d’Histoire de l’art», núm. 3, París, 1975.

3 G. J. HOOGEWEF: L’iconologie et son importance pour l’étudesystematique de l’art chrétien. «Rivista di Archeologie Cristiana»,VIII, 53-82, Roma, 1931.

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vemos en su obra magistral Art et humanisme àFlorence au temps de Laurent Le Magnifique (París,1959). En esta línea hay que citar a Robert Klein,cuyos escritos recogió Chastel y publicópóstumamente en el volumen La forme etL’intelligibile (París, 1970). Dentro de los escrito-res de lengua francesa hay que incluir a Guy deTervarent, autor de un documentado diccionariode símbolos, realmente ejemplar, y de un libro Dela méthode iconologique (Bruselas, 1961).

Como Vds. saben ha sido Panofsky, el sabio ger-mano más grande de este siglo, quien ha desarro-llado este método de interpretación en forma real-mente magistral. Tal método consta de tres fases:

1. La descripción preiconográfica, lo que él lla-maba la captación del sentido del fenómeno, ya queante una obra de arte hemos de empezar por es-clarecer su asunto primario o natural. Tal es elmundo de las formas puras, que son portadores designificados primarios o naturales, lo que se puedellamar al mundo de los motivos artísticos. El baga-je que necesitamos para su interpretación es el queproporciona la experiencia de la vida; y el princi-pio controlador en la historia del estilo, así quedanexaminados formalmente los objetos y los hechosanálogos.

2. El análisis iconográfico nos permite ver losmotivos» como portadores de un significado secun-dario o convencional, es el mundo de las imáge-nes formando «historias» y «alegorías». Es obvio queun análisis iconográfico correcto tiene que apoyar-se en una identificación correcta de los «motivos».En cuanto al bagaje para la interpretación es pre-ciso una familiaridad con las fuentes literarias encuanto que nos den los «temas» y los «conceptos»específicos; y el principio controlador de la inves-tigación lo suministra la historia de los tipos, queno es otra cosa que la expresión de los «temas» o«conceptos» bajo diferentes condiciones históricas.

No se olvide que nos estamos moviendo, pues,a nivel iconográfico, es decir, de descripción y cla-sificación de imágenes; estamos en la etapa previaa la interpretación iconológica, en la que se trataráde la captación del «logos» de la obra artística.

3. El tercer grado según Panofsky es el de lainterpretación iconológica, que es la captación delsignificado intrínseco, el último y esencial de laobra en cuanto comporta «valores simbólicos» enel sentido usado por el filósofo Cassirer. Se tratade la aprehensión de algo subyacente el sentido de

los fenómenos como el de los significados, y en estesubstrato están los principios, ideas o creencias enlos que se revela la actitud básica de una sociedado época. No es fácil a este estado de conocimien-to, es preciso tener un bagaje para esta interpreta-ción por medio de la «intuición sintética» o fami-liaridad con las tendencias esenciales de la mentehumana sin más condicionantes que la psicologíapersonal y la «Woltanschauung». El principio con-trolador de la interpretación lo de la historia de lossíntomas culturales o símbolos. Se comprende quela iconología exija el conocimiento a fondo de ma-terias fronterizas a la historia del arte como la et-nografía, la psicología, el folklore, la literatura, etc.Y por lo que respecta al arte religioso se precisa delconocimiento de la devoción popular, del dogmay de la liturgia, pues de no tener éste en cuenta des-embocará en un estudio falto de perspectivas y lle-no de errores 4.

EL SALVADOR DE ÚBEDA

Su mecenas fue uno de los hombres más pro-minentes del emperador Carlos V: Francisco de losCobos, perteneciente a una familia de infanzones,asentada en la ciudad de Úbeda desde que ésta fuearrebatada a los moros (1234), quedando desdeentonces los miembros de tal familia unidos a lahistoria de la noble ciudad. Nuestro personaje fuehijo del regidor de la ciudad Diego de los Cobos yde Catalina de Molina, así que en su personaentroncaron los apellidos más ilustres de la ciudad.Casó en 1525 con María de Mendoza y Sarmien-to, condesa de Rivadavia, y fue comendador ma-yor de la Orden de Santiago, señor de Sabiote, ade-lantado de Cazorla, etc., pero más importante fuesu carrera burocrática al servicio de la Corona, te-niendo una rápida ascensión, ya acompañando alpropio Carlos V ya en constantes embajadas fuerade España hasta el año de 1543, en que quedócomo consejero de Felipe II. Fue Cobos hombrede plena confianza del Emperador y éste le colmóde mercedes, aunque sólo su sueldo anual llegó aalcanzar la nómina de 888, 70 maravedises. Sus via-

4 E. PANOFSKY, Estudios de iconología. Trad. Introducción deL. Ferrari.

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jes le pusieron en contacto con los focos del arterenacentista y se trajo a España una escultura deMiguel Ángel, el San Juanito, destruida en Úbedaen 1536, y por su influencia vinieron a nuestra pa-tria los pintores rafaelescos Julio Aquiles y Alejan-dro Mayner, pero su aporte más valioso al patri-monio nacional fue la construcción de esta iglesia,una de las obras claves del arte español del sigloXVI 5.

Dadas las ocupaciones del prepotente Franciscode los Cobos, tuvo personas de confianza que leasesoraron y ayudaron en la magna empresa de laiglesia de El Salvador. La documentación nos ha-bla de dos colaboradores, ambos eclesiásticos: Fer-nando Ortega y Diego López de Ayala; el primerofue deán de la catedral de Málaga, primer capellánmayor de El Salvador y apoderado de los Cobos,así que su firma aparece en las trazas dadas por Siloey en las segundas, diciendo que la sacristía se hagacon dos puertas comunicando con el señor deán eltamaño y el ornato que le pareciere. Pese a esto pa-rece que su misión no fue más allá de vigilar lasobras y administrar los fondos; a él se debe elmagnífico palacio junto a la iglesia, hoy Paradorde Turismo con el título del Condestable Dávalos,que se construyó como residencia particular.

Más interés presenta la figura del otro eclesiás-tico asesor de Francisco de los Cobos: Diego Lópezde Ayala. Sobre la confianza depositada en él esbien expresivo que le encargue la adquisición dejoyas, a «contentamiento de Ayala» 6. Pero, ¿quiénfue este hombre? ¿Acaso fue el verdadero mentorde los programas iconográficos? Diego López deAyala pertenecía a uno de los más nobles linajesde Toledo, pues entre sus antecesores se contabanada menos que el canciller Pedro López de Ayala,y un Juan López de Ayala, aposentador mayor delos Reyes Católicos. Nuestro personaje figura ya en1496 como paje del Cardenal Cisneros, al que que-dará vinculado amistosamente hasta representarloen 1516 ante el joven Carlos V, en Flandes. Tras lamuerte de Cisneros se eclipsó su estrella política y

parece que estuvo retirado en su puesto de obreroy vicario de la catedral toledana y dedicado a susquehaceres literarios. La primera muestra de su in-terés por la literatura italiana fue la traducción deuna parte del Filocolo de Bocaccio impreso enToledo en 1546, y reeditado luego dos veces, unade ellas en Venecia. También tradujo la Arcadia deSannazaro 7. Era obvio que Ayala conociera otrospoetas italianos, no podía desconocer a DanteAlighieri, que como veremos dio la clave para elprograma de la portada de El Salvador de Úbeda através de su conocidísima obra la Divina Comedia.Si bien parece que la formación y cultura no fue-ron comunes, como atestiguan su manuscrito Li-bro de Cortes de Piedra y los libros que mencionaen su testamento (c. 1568), no llegó a poseer unacultura literaria como la de este humanista toleda-no, tan vinculado a Francisco de los Cobos.

Los padres del Secretario del Emperador empe-zaron una capilla sepulcral en la desaparecida igle-sia ubetense de Santo Tomás, pero encontrándolahumilde para su nuevo rango, pensé una últimamorada, suntuosa en grado, para él y los suyos; elPapa Paulo III concedió el oportuno permiso en1535. Un año después, el arquitecto español de másprestigio, Diego de Siloe, empeñado a la sazón enla catedral de Granada, dio la traza y condicionesde la obra, que contrataron Andrés de Vandelvira,vecino entonces de Villacarrillo, y Alonso Ruiz. Talvez, Siloe se desentendió de la obra, así que en 1540se hizo un segundo contrato que estipulaba la cons-trucción de la sacristía, estando presente el arqui-tecto regio Luis de Vega, enviado quizá como ga-rantía por Francisco de los Cobos. Éste llegó aÚbeda en abril de 1547 y murió el 10 de mayo,así que poco pudo ver de la que sería la futura igle-sia, mas por suerte quedó al frente su expeditivaespesa, que llevó adelante el magno templo, con-sagrado en 1559.

La creación arquitectónica se debe a Diego deSiloe, que dispuso iglesia de una nave, de tres tra-mos, con capillas entre los contrafuertes, y una granrotonda, que hace las veces de capilla mayor; la sol-dadura entre la nave y la capilla circular se logra

5 Para noticias históricas véanse R. MARTÍN LÓPEZ: La igle-sia de San Salvador, 11, Úbeda, 1951, Vera León, La sacra capi-lla del Salvador en Úbeda, en «Don Lope de Sosa», núm. 5; H.Keniston, Francisco de los Cobos, Secretary of the Charles V,Pittsburg Press, 1958.

6 R. MARTOS LÓPEZ, ob. cit., 15.

7 R. REYES CANO, La arcadia de Sannazaro en España, 61-69, Sevilla, 1973. Del mismo: En torno a Boccaccio en España,en «Filología Moderna» núm. 55, Madrid, 1975.

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por un gran arco toral con sus contrarrestos, conresultado óptimo desde los puntos de vista estéti-co y mecánico. «La planta —ha escrito Chueca—resulta de la mayor claridad y armonía geométrica,y los espacios resultantes producen un efecto degrandiosidad interior y al mismo tiempo deescenográfica sorpresa, pues la vista queda comosorbida por la atracción de la gran rotonda, que seensancha tras el estrangulamiento del arco triunfalcon efecto de teatro. En menor, la misma sorpresay arrobo que nos produce la capilla mayor de lacatedral de Granada. El tema de la rotonda teníaasimismo una justificación simbólica muy acordecon el espíritu cristocéntrico de la época. La igle-sia había de estar dedicada al Salvador del mundoy si se trataba de una capilla funeraria la alusión alSanto Sepulcro y su forma rotonda era de rigor» 8.Pero debemos a Rosenthal la mejor exégesis sobreel origen de esta planta, que no fue creación deDiego de Siloe, ya que está dentro de una tradi-ción que se remonta a la época paleocristiana.Como fuente inmediata recuerda el proyecto deMicholozzo y Alberti en la Annunziata deFlorencia: la capilla funeraria de Ludovico Gonzagay familia; Siloe pensó poner los sepulcros en nichos,a ambos lados del altar mayor 9. Pero es preciso vol-ver a Chueca en su crítica de este monumento: «Elexterior de El Salvador no deja de ser pintoresco yresulta agradable, a pesar de los pesares, porque laplanta es en sí buena y da lugar a volúmenes efica-ces y significativos. El tambor de la capilla circulary su agradable acoplamiento al prisma de la torrees lo más convincente desde el punto de vista clá-sico. Sin embargo, perdura en toda la aparienciaexterna mucho del antiguo goticismo, falta una or-ganización arquitectónica que estructure el conjun-to, como sucede en el interior, y la fachada princi-pal está sin resolver, dejada a lo gótico, con suscontrafuertes vistos y abusando del fácil recurso delas portadas, que con la riqueza de la decoraciónquieren hacer olvidar la pobreza de la idea. Un in-tento loable en busca de soluciones transitivas con-siste en enmascarar la dureza prismática de los con-

trafuertes por medio de formas redondeadas, comolos cubetes o cantoneras de ángulo que flaquean,cual torrecillas, la fachada principal. Algo de estovemos también en la solución del crucero de la ca-tedral de Málaga. Estas torrecillas parece que sepensaban terminar en terrazas o tribunas, y que elpropio Cobos mandó reprimir cuando llegó aÚbeda enfermo, para morir al cabo de poco tiem-po. Entonces posiblemente surgió la idea de las gra-ciosas decoraciones que los rematan, típicas del pla-teresco y terminadas en candeleros antiguos. Nocabe duda que prestan a la fachada una picanteintencionalidad que sorprende favorablemente,pero cuya travesura es indicio incuestionable deingenuidad o infantilismo artístico 10.

Otro espacio que merece atención es el de lasacristía, que no estaba prevista en el plan primiti-vo de Siloe, pues se pensaba dedicar la capilla late-ral de la izquierda. Así que se estipuló su construc-ción en el segundo contrato, comunicándola conla iglesia en forma caprichosa y atrevida, al colo-carla en una esquina. Su estructura sigue la de otrassacristías del Renacimiento, como la de la catedralde Sigüenza, con arcos hornacinos para la coloca-ción de los armarios. Llama la atención la profusay rica imaginería en la que se quiere ver la manode Jamete, pero aquí no hay estípites manieristascomo los que puso en la portada, junto a las Vir-tudes. No hay que dudar de la intervención de estedecorador francés, de vida atr??????????, en lasacristía, ya que pasó dos años trabajando en estaobra, pero hay que pensar que el diseño es obra deVandelvira y que él se encontraba a su vez asesora-do por teólogos. Como luego veremos, el estudiode la iconografía no acusa ese presunto eramismoque sin mayor fundamento le atribuyen al artistagalo.

Vista la estructura, debemos de afrontar el exa-men o interpretación de los programasiconográficos, especialmente de la fachada princi-pal, la de los pies, de un tono parlante muy expre-sivo. En las segundas capitulaciones se precisa queha de ser «de la lavor y forma de la que Siloe a fe-cho nuevamente en la yglesia mayor de Granada»,con referencia naturalmente a la Puerta del Perdón

8 F. CHUECA GOITIA, Andrés de Vandelvira. Arquitecto, 114,Jaén, 1972.

9 E. ROSENTHAL, The Cathedral of Granada, 64, Princeton,H. J., 1961. 10 F. CHUECA GOITIA, ob. cit., 116-117.

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de la catedral. Este pie forzado hace desmerecer lade Úbeda, pese a lo ambicioso de su programa ico-nográfico, pero las Virtudes no resultan incon-gruentes sino que están incorporadas al nuevo pro-grama ubetense. El título de la iglesia es ElSalvador, y lo tomó de un hospital construido enel mismo lugar: es obvio que al Salvador se refiereel tema de la portada principal, en el momento dela Transfiguración, cuando estando Jesús con Pe-dro, Santiago y Juan los llevó a un monte elevadoy se transfiguró ante ellos, mas antes les había di-cho: «Os aseguro que algunos de los presentes nomorirán hasta que vean el reino de Dios venir conpoder» (San Marcos 9,1). Claramente se trata deun texto en orden a la Resurrección de acuerdo conla función de una iglesia funeraria, de ahí que se lerepresentara en la parte superior de la portada-re-tablo, y que se repite en el interior en el retablo dela capilla mayor por mano de Berruguete. Comola garantía de la promesa de Cristo se hace a travésde la Iglesia, por ello la escena tiene a los lados enla fachada las figuras de San Pedro y San Pablo, pie-dras angulares de esta institución.

En el nivel intermedio, a lo largo del friso quesepara los dos cuerpos hay cuatro escenas bíblicas,basadas en la iconografía tipológica, y que tiendena acentuar el carácter cristológico de este progra-ma: vemos a la izquierda la Caída del Maná, y alotro lado aparece la Veneración de la Serpiente deBronce en el desierto (Números 21, 6-9). Ningunode los pasajes ofrece duda, pero este último espe-cialmente tenía para los teólogos y comentaristasel espaldarazo concluyente de San Juan (3, 14-15):«Como Moisés levantó la serpiente en el desierto,así es preciso que sea levantado el Hijo del Hom-bre, para que todo el que crea, reciba por él la vidaeterna». El soporte en forma de T aparece en la ico-nografía desde el siglo XII, en la misma forma queestá en Úbeda. No ha terminado la lectura a niveliconográfico, quedan dos escenas referidas a Ma-ría, Madre del Salvador, en la parte inferior delentablamento, que sobresale en los intercolumnioslaterales; tenemos bajo la escena de la Adoraciónde la Serpiente al brazo de San Joaquín y de SantaAna en la puerta del templo, y en juego con la Caí-da del Maná está el Nacimiento de la Virgen. Eranatural que no se olvidase a la Virgen, que en elprograma interior tiene un gran bajorrelieve en lamisma puerta de la sacristía.

Al programa netamente eclesial de la portadafaltan las imágenes de los nichos de los interco-lumnios, en línea con San Pedro y San Pablo, allídebieron estar previstos los Evangelistas, haciendojuego con los que hay al interior, en el retablo ma-yor, donde como hemos dicho está la escena delMonte Tabor con Cristo y los Apóstoles, mas lasfiguras de Elías y Moisés, así queda subrayada laarmonía entre el exterior y el interior, conforman-do un programa unitario.

Tras de la lectura de los elementos bíblicos-cristológicos, hemos de pasar a los expresados enlenguaje mitológico, que están distribuidos en elrico y complejo arco de ingreso, aquí muy expresi-vo, con su intradós y arquivolta totalmenterecubiertos de grutescos. Son un total de trecedovelas con sus composiciones diferentes y para queno haya duda, once de ellos tienen inscritos losnombres de los dioses mitológicos allí representa-dos. Era comprensible que la precisión en los de-talles obedecieron a un propósito definido, pues nose trataba de cubrir el espacio por ese «horror vacui»tan socorrido entre la historia tradicional, sino porel propósito deliberado de dar un programa alta-mente complejo, según veremos.

Dado que la iglesia es funeraria, era obvio queen la fachada principal se llevara a cabo una exal-tación de la inmortalidad tanto de Cristo como delhombre; para la de Jesús se tomó el expediente yavisto, de acuerdo con la escena de la Transfigura-ción. Estamos ante una creación eclesial y la Igle-sia triunfante del fin de los tiempos presupone nosólo a Cristo sino también a los hombre, ya queéstos se enfrentarán al destino final de acuerdo conel uso que hayan hecho de su libertad; de los hom-bres, pues, en primer término va dirigido el men-saje del arco.

Ahora, al dilucidar este programa vemos la manode un humanista, ya que escapa —creo— a la cul-tura de Siloe y Vandelvira. Hay que pensar en unbuen conocedor de la literatura italiana, especial-mente del Dante, de cuya obra de la Divina Co-media se hace aquí una síntesis. Nadie mejor queuna personalidad como la de Diego López de Ayala,poeta y diplomático, traductor de Boccaccio ySannazaro, y hemos de suponer que buen conoce-dor y admirador del excelso Dante Alighieri. Laportada de El Salvador de Úbeda quiere instruir alos hombres como lo hace la Divina Comedia en

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el arte de la salvación del alma hasta que ella lle-gue al conocimiento espiritual de Dios. En esta tra-ducción plástica se empleará el mismo medio queen la gran creación literaria italiana, la alegoría, quees diáfana para la concepción del cristiano, aunqueaquí se use un lenguaje mitológico. La lecturaiconológica de la portada de Úbeda está llena desentidos ocultos, concebidos alegóricamente. Se tra-ta de una visión general del Más Allá, pero aquí elviajero no es Dante sino el fiel cristiano que con-templa la lección del arco. El mérito del humanis-ta y del artista está en haber compendiado el poe-ma dantesco en el arco, con las reducciones obviasdel caso. Veamos.

Los grutescos de las jambas parecen aludir a lavida humana con escenas de exaltación en sendascabezas femeninas, bajo las impuestas, en la parteinterior de las jambas. Pero la vida del cristiano esante todo una lucha y para expresar su dinamismose buscó el sentido ascendente de la arquivolta, que,con una serie de escenas va de las impostas a con-fluir en la clave, dedicada a un amorcillo triunfan-te, imagen del alma que ha superado de las tenta-ciones. La arquivolta está recubierta de diez gruposde dos amorcillos coronando a una cabeza huma-na o de carnero, en ocho de los cuales parecealudirse a la seducción que el hombre siente porlos placeres terrenos: a la lujuria deben referirse losde la concha de Venus relacionada con una calave-ra o con la cabeza de un carnero; y al orgullo talvez una cabeza coronada. Sobre estas escenas depsicomaquia están no sólo el amorcillo triunfantede la clave sino las dos virtudes cristianas de las en-jutas, imagen del cristiano vencedor, que será pre-miado.

Pasemos ahora al intradós en el que nuevamen-te tenemos al almacén en su contemplación delMás Allá, en su doble fundamental solución: el In-fierno y el Cielo, según el esquema del Dante. Lasdos dovelas inferiores, sobre las mismas impostas,presentan los bustos de un hombre y de una mu-jer, en medallones, flanqueados por geniecillos hu-manos, que portan escudos a manera de máscaras.Parece tratarse de una clara alusión al hombre cuyaalma ha sido puesta por el Creador como viajeraen este mundo hasta que consiga la visión beatíficade Dios; esta felicidad suprema es algo inalcanza-ble sin la ayuda del magisterio sobrenatural de lateología —es decir, la Iglesia— ya que la sola ra-zón filosófica, aunque pueda guiar al hombre en

las primeras etapas de su viaje místico, no puedeelevarla hasta las sublimes esferas del paraíso, a lasque sólo se llega con la ayuda de las VirtudesTeologales, sólo asequibles por la gracia. Los gas-tos tanto del hombre como de la mujer no puedenser más trágicos, son los del hombre en el Infier-no, cuando perdido en la selva de este mundo seve asaltado por las fieras del mal y los vicios, y paradefenderse acude erróneamente a la insinceridad yfalsedad, a las que aluden posiblemente los escu-dos que portan, a manera de máscaras 11.

Las cuatro dovelas siguientes, dos a cada lado, enla zona inferior, hacen referencia al Infierno y a loscuatro elementos que forman el mundo sublunar:aire, agua, fuego y tierra, representados por mediode los dioses mitológicos Eolo, Neptuno, Vulcano yAnteo. Precisamente, las almas de los condenados,una vez que han cruzado la puerta con la terribleinscripción: «Abandonad toda esperanza los que aquíentrais» (canto III), son castigadas con los elemen-tos de que se compone el mundo, según la natura-leza de sus pecados y de acuerdo con las tres malasdisposiciones aristotélicas: incontinencia, bestialidady malicia.

Los lujuriosos son castigados por medio del vien-to —Eolo— y Dante nos describe así el círculo enque esto ocurre: «Era un sitio de toda luz privado,ruidoso como el mar embravecido, agitado por latempestad y por vientos contrarios» (canto V). Loscondenados por bestialidad sufrirán las penas delfuego, que no respeta ni al mismo Vulcano, el he-rrero de Júpiter (canto XIV); no pocos suplicios tie-nen un escenario acuático —Neptuno—,metaforseado en Caronte desde el canto III. La tie-rra está representada por el gigante Anteo, no envano es hijo de Gea, que le daba un poder invul-nerable cuando se apoyaba en ella; su elección talvez se justifique porque este gigante se dedicaba amatar a los viajeros para decorar con sus despojosel templo de su padre Poseidón; según el comen-tarista Fulgencio, Anteo representaba los placeresterrenales 12. Estamos, pues, ante un monstruo,imagen del demonio que sólo fue vencido por Hér-

11 E. PANOFSKY, Estudios de iconología, 113.12 J. SEZNEC, The survival of pagen gode, 223. Trad. New

York, 1961.

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cules —el Salvador—, el héroe que por sus haza-ñas mereció la apoteosis celestial 13. En conexióncon ésta hay que poner los dos relieves herácleos,embutidos en los dos machones de la portada: lalucha con el centauro y con los toros de Gerión.La inclusión de Hércules no alude a la fuerza, comoha dicho alguien, sino a la interpretación místicade los trabajos, que se toman como las «pruebasdel alma» que se libera progresivamente de las pa-siones hasta la apoteosis final 14. El modelo de estaliberación por sus trabajos y penas fue Cristo, elHércules cristiano, cuya relación con el héroe delPeloponeso ya aparece por lo que a España se re-fiere en la obra de Vigarny, en el trascoro de la ca-tedral de Burgos (1498), al representar a Cristo conla Cruz saliendo por la puerta de la ciudad de Je-rusalén, decorada con sendos trabajos herácleos,sobre los capiteles de las jambas 15.

Aún más, las cuatro dovelas con las imágenes deEolo, Neptuno, Vulcano y Anteo están dentro delcontexto general de un monumento funerario, queexpresa la ascensión del alma a través de las esferasdel universo, como ha señalado Panofsky para laCapilla Medicea. En esta obra italiana por las imá-genes de los Dioses-Ríos se representó il mando sotteranco, en Úbeda se recurrió a los mencionados per-sonajes, imagen de los cuatro elementos para ex-presar naturalmente la materia, indicando la ideaneoplatónica que comparaba la vida del alma,mientras está prisionada en el cuerpo, con la vidaapud inferos, y siguiendo a Dante los cuatro ele-mentos significaron los cuatro grados del castigoexpiatorio que tendrá el alma después de la muer-te, antes de la apoteosis celestial.

Las restantes siete dovelas del arco de El Salva-dor de Úbeda están dedicadas a la representacióndel Paraíso, que aquí adquiere un gran desarrollo.De acuerdo con las doctrinas de Ptolomeo, Danteubica el Paraíso en torno a la Tierra, más allá delas esferas del aire y del fuego, y está formado porlas siete esferas planetarias, más dos estrellas fijas y

el empíreo. Dante distribuye a los justos según uncriterio astrológico-moral, ya que en cada cielo oesfera planetaria se colocan las almas cuya conductaestuvo determinada por la influencia del respecti-vo astro. Así en el cielo más bajo, el de la Luna —aquí bajo el nombre de Diana— están los huma-nos «relegados por no haber cumplido sus votos»(Paraíso, Canto III) 16. La dovela siguiente del arcode Úbeda está dedicada a Mercurio siguiendo pre-cisamente el orden de Dante en el Paraíso (cantoIV), donde dice el poeta italiano: «Esta pequeñaestrella se adorna de espíritus buenos que fueronactivos, dejando honra y fama en pos de si; y cuan-do los deseos a esto se inclinan, desviándose de estasuerte, conviene que los rayos del Amor verdaderosobre ellos brille con menor intensidad». Siguien-do el mismo orden, la dovela opuesta, la correspon-diente al tercer cielo está dedicada a Venus (cantoVIII), del que nos dice Dante: «No recuerdo comosubí a la estrella, pero de que me encontraba en suinterior dio fe mi dama (Beatriz), a la que vi tor-narse aún más hermosa». Y los que estaban en elcielo de Mercurio lo afirmaron: «Nosotros giramoscon los príncipes celestiales en la misma órbita yde la misma manera … y tan llenos de amor esta-mos que no nos será menos dulce un poco de quie-tud por complacerte».

El cuarto círculo o cielo es el del Sol —aquí lla-mado Febo—, respetando la sucesión en el arco yen el poema de Dante. Precisamente Beatriz em-pezó el diálogo: «Da gracias, da gracias al Sol delos ángeles, que por su bondad te ha elevado a estesol sensible». Y el poeta comenta: «Jamás hubo co-razón de mortal que tan dispuesto estuviera a ladevoción y a entregarse a Dios con tan viva grati-tud como estuve yo cuando aquellas palabras es-cuché, y de tal suerte puse en El mi amor entero,que, Beatriz se eclipsó en el olvido» (canto X). Hayen el planeta un círculo de doce espíritus más bri-llantes que él y que forman una corona en torno,una se descubre como Santo Tomás, que le va iden-tificando a los once restantes. El cielo quinto es elde Marte, decorado en su extensión con dos fajas

13 F. CUMENT, Recherches sur le symbolisme funéraire desRomains, pág. 66, París, 1966.

14 P. GRIMAL, Diccionario de la mitología griega y romana,242. Trad. Barcelona, 1966.

15 S. SEBASTIÁN, Arquitectura plateresca en la provincia deBurgos, 88. Síntesis de la tesis doctoral, Madrid, 1961.

16 Sigo la traducción de J. Godé, Editorial Zeus, Barcelona,1970.

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luminosas en forma de cruz, y en él aparecen en-tre cánticos las almas de los mártires, que derra-maran su sangre por Cristo y la Iglesia (canto XIV).

El círculo sexto es el del planeta Júpiter (cantoXVIII), en el que están los que amaron la justicia ygobernaron a los pueblos, ellos forman un águilacoronada, atributo del padre de los dioses y símbo-lo de la justicia del imperio. Finalmente, la dovelade la clave está dedicada a Saturno, de pie, siguien-do el orden del poema (canto XXI); en este círculose encuentran los dedicados a la vida contemplativa,precisamente allí halla Dante a San Benito. De allíel poeta entró en la octava esfera o cielo de las estre-llas fijas, que no tiene ya representación mitológicaen el arco de la puerta de El Salvador. Si tenemossobre el arco dos Virtudes, una de las cuales es laFe, acerca de la cual el poeta es examinado por SanPedro (canto XXIV). Y ya en el nivel superior estála visión del cielo con base en la escena de la Trans-figuración, antes comentada.

No ha terminado de la lección de la portada, yaque en las retropillastras, en el friso de separaciónde los nichos hay una serie de seis medallones: tresde mujeres a la derecha, y tres masculinos en el ladoopuesto, a la misma altura que los relieves herácleosde los machones. Indudablemente se trata del ni-vel histórico inserto en el plano ideológico, perola solución no la veo clara por las dificultadesiconográficas que presentan algunos medallones, ysolamente dos tienen inscripción aclaratoria: SANTELISABET Y JVLIVS CESAR IMPERATOR, delos restantes se puede identificar iconográficamentea una mujer con la cruz, se trata seguramente deSanta Elena.

Tratemos de adelantar una hipótesis: el nivel his-tórico justifica la presencia de César Augusto, encuyo reinado nació Jesús, según recoge el evange-lista San Lucas y precisamente en el mismo capí-tulo un ángel dice a los pastores: «No temáis, puesos anuncio una gran alegría destinada al puebloentero; porque os ha nacido hoy un Salvador, quees Cristo, Señor, en la ciudad de David» (2, 10-11). Junto está el medallón de otro emperador, quepudiera ser Constantino, el hijo de Santa Elena,con la que guardaría correspondencia; pero lleva eltoisón y parece más obvio referirse a Carlos V comonuevo defensor del Catolicismo. La mención deCarlos V no sólo está justificada por la devociónde los mecenas sino porque entonces se considera-ba que los Habsburgo descendían de los empera-

dores romanos 17. No veo clara la iconografía deltercer medallón masculino, en la pilastra de la es-quina, tal vez se refiera a Francisco de los Cobos,mecenas de la obra en honor de El Salvador, cuyosepulcro allí se guardaba. De los medallones feme-ninos se justifica el de Santa Elena, madre deConstantino, el emperador romano defensor de ladoctrina del Salvador, y al mismo tiempo fervoro-sa cristiana que buscó la Cruz en que Cristo mu-rió. El medallón de Santa Isabel tal vez haga alu-sión a la esposa de Carlos V, recordada aquí conreferencia a su patrona; no olvidemos que tanto elEmperador como la Emperatriz figuran adorandoa la Virgen en el retablo de obra que hay al inte-rior sobre la puerta de la sacristía. Finalmente, elmedallón femenino de la esquina, sin identificar,tal vez se refiera a María de Mendoza, esposa deFrancisco de los Cobos y digna como él de figuraren este programa, pues su intervención fue decisi-va para llevar adelante la magna obra de la iglesia,una vez muerto aquél. Insisto, en relación con estenivel histórico parece hallarse la portada-retablo dela sacristía, de acusado aspecto triunfal no sólo enel friso, sino por los genios con cornucopias de lasenjutas y las cariátides del primer cuerpo; en el se-gundo cuerpo están las figuras imperiales adoran-do a la Virgen de la Paz, que presenta a los extre-mos sendas figuras a manera de Hércules, previstoscon maza y escudo.

Incompletas aparecen las portadas laterales. Ladel Evangelio es de carácter cristológico y de sen-tido triunfalista: lo primero lo indica no sólo la es-cena de la Anunciación sino el medallón superiorde Cristo Rey, coronado por un ángel con la cruz;es un programa eclesial por ello tenemos a los la-dos a San Pedro y San Pablo, mientras que la esce-na de Santiago Matamoros del tímpano da el tononacional del ambiente español, alude a la tarea his-pánica en su proyección de la fe de Cristo. La por-tada de la Epístola parece estar dedicada a la Vir-tud, tan importante para el cristiano a la hora dealcanzar el premio final; los guerreros clásicos late-rales hacen referencia a la virtud en el sentido an-tiguo, mientras que los personajes con espada delas enjutas, uno viejo y otro joven, tal vez expresen

17 E. ROSENTHAL, ob. cit., 64, nota 42.

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la regeneración del hombre viejo por las aguas delbautismo; entonces viene el mensaje de Cristo, alque anuncian San Juan Bautista y los Evangelistas,aquí representados por San Juan y San Marcos; aese nivel intermedio aparecen las Virtudes Cardi-nales (Fortaleza y otra) y en el nivel superior surgelas Teologales, con la Caridad como más importan-te al centro, bajo el tímpano.

No hay duda, podemos concluir, tras la lecturade la estructura, con la forma dominante de la ro-tonda, y de los programas de las Portadas, especial-mente de la de los pies, que estamos ante un edifi-cio funerario, con claras alusiones a la inmortalidadtanto en los contextos iconológicos de la estructu-ra arquitectónica como de la decoración. La inter-pretación iconológica se aparta de las soluciones dela Capilla Medicea, de la Capilla de los Chigi y dela vallisoletana de los Benaventa, por cuanto se dotóa la construcción de dos centros de interésiconológico: la portada, con la visión del Infiernoy del Cielo, y la rotonda, con su simbolismo cós-mico de su esfera celestial.

Visto ya el mensaje iconológico del edificio prin-cipal, es decir, de la iglesia y capilla circular comomansión de la inmortalidad, queda por interpretarel edificio adicional de la sacristía, que no estuvo pre-visto en las primeras capitulaciones. No hay dudade que este espacio comporta una «idea», tal es lacantidad de elementos iconográficos: medallones conbustos, cariátides y atlantes, sibilas y la bóveda, enun conjunto ascensional; necesariamente se observaque son portadores de un mensaje.

Lo más llamativo es la serie de cariátides yatlantes, dispuestos alternadamente, en puntos cla-ve, como son los esquinales y los apoyos de los ar-cos. De acuerdo con el esquema que damos son:cariátide (A), guerrero clásico maniatado, cubiertocon piel de un ovino (B), cariátide prisionera conlas manos unidas por detrás (C), guerrero (D),cariátide (E), por excepción un personaje orientalcon aire de sacerdote (F), una mujer con toca (G),y un guerrero atado de pies y manos (H). La ideaevidentemente está tomada de Vitruvio (lib. I, cap.I) cuando trata de la cultura que debe poseer el ar-quitecto y sobre todo debe de estar versado en His-toria «puesto que muchas veces los arquitectos em-plean en los edificios diversos ornatos, de cuyostemas deben dar razón a quien se le pidiere. Y dael ejemplo de las cariátides, es decir, el empleo defiguras de mujer, ataviadas con manto y ropaje has-

ta los pies, cuyo nombre deriva de la ciudad deCaria que durante las guerras médicas se alió conlos persas, pero fue dominada por los griegos; és-tos «se llevaron como esclavos a las mujeres, perono consintieron a éstas desprenderse del manto nide los demás atavíos matronales, como objeto sólode llevarles en triunfo, sino para que, así humilla-dos con el espectáculo de su eterna servidumbre,pareciesen expiar la culpa de su ciudad. Por eso losarquitectos —que por entonces florecían— colo-caron los edificios públicos, en sustitución de lascolumnas las imágenes de aquellas matronas, a finde que se transmitiera también a la posteridad elrecuerdo del castigo infligido a los habitantes deCoria». Y a continuación de otro ejemplo históri-co, el de la victoria de Pausanias sobre los persasen la batalla de Plate, y para conmemorarle erigie-ron el pórtico llamado pérsico. «Colocaron en éllas estatuas de los persas cautivos, ataviados a lausanza de su país en actitud de sostener la bóveda,para castigar de este modo a aquel pueblo con eloprobio que su soberbia merecía y dejar a sus des-cendientes un monumento a cuya vista, no sólo losenemigos se aterrorizasen por temor al valor de loslacedemonios, sino que incluso ellos mismos, mi-rándose en aquel ejemplo de valor y animados delsentimiento de la gloria, se sintieron siempre dis-puestos a defender su libertad. De ahí el hecho deque muchos usaron las estatuas persas para soste-ner los arquitrabes y otros ornatos de los edificios,y de esta forma acrecentaron muchas y famosas va-riedades ornamentales en las obras 18.

Un pasaje de Vitruvio tan expresivo no pasó des-apercibido a los comentaristas durante el Renaci-miento, De las ilustraciones que acompañan al tex-to latino como interpretando la palabra deVitruvio, pocos superan a los que suministróCesariane en su edición del texto latino, que debeser el mencionado en el testamento de Vandelvira:«un vitruvio en latín». La comparación de los gra-bados con las figuras de la sacristía nos cerciora quetanto para los guerreros como para el personajeoriental se partió de las ilustraciones del mencio-nado texto, aunque el modelo fue ampliamente su-perado. Cesare Cesariane (1483-1543) fue un dis-

18 Sigo la traducción de A. Blánquez, Ed. Iberia, Barcelona,1970.

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cípulo de Bramante, pintor y teórico del arte comodemuestra su valioso comentario a Vitruvio; suprestigio como arquitecto queda atestiguado porhaber trabajado para Carlos V en 1528 y haber sidonombrado arquitecto jefe de la ciudad de Milán en1533 19. Queda claro que Vandelvira manejaba tra-tados, y aún se citan otros en su testamento, porello cabe deducir que las figuras antropomorfas delos atlantes y cariátides, atribuidas a la inventiva deJamete, ¿le pertenecen?; una vez más tenemos pormedio la circulación de grabados como elementotransmisor de las imágenes y del estilo. Por influen-cia de las ilustraciones del texto vitruviano se ex-tendió el gusto por el antropomorfismo de los so-portes como cariátides y persas, viniendo a ser unade las características de la decoración arquitectó-nica del Manierismo, con un simbolismo que va-rió según la función del nuevo edificio, y rara vezquedaron en meros elementos decorativos 20.

Dado este precedente, cabo preguntarse: ¿quésignifica la sacristía de El Salvador de Úbeda? A juz-gar por el nivel de los atlantes y cariátides, el másllamativo, se trata de la imagen de la sabiduría delmundo antiguo, que no puede competir con laimagen perfeccionada de la sabiduría cristiana. Esel templo de la ley antigua, regido por la razón fi-losófica, pero falto de la revelación del verdaderoDios; a juzgar por las figuras alegóricas, no sóloabarca al mundo grecorromano sino también aloriental. El nivel superior está reservado a unos se-res proféticos: las sibilas, que hasta llegaron a anun-ciar la venida de Cristo al mundo pagano, comolos profetas lo habían hecho a los judíos. Aquí lastenemos en número de doce, que es el establecidopor Barbieri en 1481 con la diferencia de que lassibilas Europa y Agrippa han sido sustituidas porlas llamadas Babilónica y Judaica, que son poco fre-cuentes, por tanto deben de proceder de una fuenteno conocida. Cada una muestra una cartela con sunombre y la edad, pero falta la filacteria en la quesuelen expresar la concordancia general entre la «fe»pagana y la cristiana, que es la idea central de Ficinoen su «Teología platónica».

En Úbeda el programa de la sacristía se compli-ca más por cuanto las sibilas parecen guardar rela-ción con el atlante o cariátide y la figura en gustodel medallón inferior; nuevamente tenemos cuatropersonajes masculinos en relación con otros tan-tos femeninos. Parece obvio que se refieran a per-sonajes sabios, que es tanto como decir virtuosos,ya que para los antiguos el verdadero sabio se con-funde con el hombre virtuoso; corrobora esta ideael hecho de que cada medallón se corone con unvaso, que es el atributo de la virtud. Se comprendeque el personaje de medallón de la letra G sea Hér-cules, el prototipo del héroe virtuoso, y que la fi-gura femenina que tiene enfrente pueda ser su es-posa Hebe, diosa de la Juventud. Pero quedan poridentificar seis medallones más, es decir, otros tan-tos personajes del mundo clásico —dioses, héroesy hombres— que gozaron de fama de sabios o ma-gos. La mezcla de dioses mitológicos, personajesbíblicos y del mundo antiguo formando programases costumbre que ya se inicia en los manuales dela Edad Media tardía y adquiere nuevas proporcio-nes en autores italianos del siglo XV como Jacopode Bergamo o Polidoro Virgil 21. Creo que no haylugar para dudar: las sibilas y personajes de lasacristía de Úbeda forman un complejo programaque está por desentrañar y que se ofrece a los in-vestigadores como algo muy apasionante. No seríaesto una excepción ni en el medio hispánico, ya quea principios del siglo XVII se realizó en Méjico unintrincado programa con sibilas, dioses mitológicos,virtudes cristianas y personajes bíblicos. El proble-ma se solucionará cuando queden identificadas lasfuentes literarias de los promotores intelectuales deesta obra excepcional del Humanismo en España.Si bien las fuentes están por aclarar, si parece ob-vio que con la sacristía se quiso significar al mun-do antiguo a través de sus sabios y videntes, queestaban anunciando la venida del Salvador, del Hijode Dios, el único capaz de indicar a los hombresel camino verdadero que conduce al Paraíso, a lamansión de la inmortalidad.

ADVERTENCIA: La presente ponencia está sacadadel libro del autor Arte y Manierismo, en prensa.

19 Di Lucio Vitruvio de Architectura libri doce traducti invulgare Affigurati. Commentati et con mirando Ordine insigniti,Como, 1521.

20 E. FORSMANN, Säule und Ornament, 135-40, Upsala,1956. 21 J. SAZNEC, ob. cit., 20-22.

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Sobre modernización técnica del libro de arte

CÉSAR PEMÁN PEMARTÍN

En medio de tantos progresos de las técnicasmodernas sorprende observar que el instrumentopor excelencia de la cultura, el libro, no ha experi-mentado mejoras esenciales desde la lejana susti-tución del volumen arrollado por el codex de hojascosidas. Éste, sin embargo, resulta cada día más in-adecuado a las necesidades de la ciencia modernay muy particularmente a la ciencia del Arte.

La primera necesidad que plantea el libro al es-tudioso en su forma actual es la de reducirlo a fi-chas lo que exige un tiempo y un trabajo conside-rable. Es frecuente el destrozo de valiosos libros deArte para aprovechar sus láminas coleccionándolaspor materias, autores y otros conceptos en reper-torios iconográficos especializados.

Parece llegado el tiempo de aportar solucionesque armonicen las necesidades científicas con lasexigencias económicas.

Dos sugerencias me parecen fundamentales: laorganización del libro en forma de hojas sueltas(détachables) y la estandarización de los formatos.

El libro debería volver a las formas clásicas dein-folio, 4.º, 8.º de medidas rigurosas convenidas,aptas para recoger láminas de medidas igualmentepreestablecidas, sensiblemente las fotografías de 18x 24, 13 x 18, 9 x 12. Ficheros de dimensiones ade-cuadas y universalmente convenidas podrían reco-ger las hojas sueltas de tales libros para formar sinmás trámites repertorios iconográficos, bibliográ-ficos o de otros órdenes. Naturalmente que ya ellibro había de ser concebido como destinado a talfin. Las láminas no habían de contener otras re-producciones o textos en el reverso, las notas bi-

bliográficas ocuparían hojas aisladas unas de otras.El sistema podría extenderse a toda clase de mate-rial coleccionables: comptes rendues de exposiciones,ventas o congresos, legislación, personal, etc. En lasreproducciones de obras de Arte se convendría unmodo invariable de hacer constar en la ficha, al pieo tal vez por el reverso todos los datos esenciales:autor, fecha, asunto, material, dimensiones, proce-dencia e historia, bibliografía, comentario … Uncatologue raisonné sería siempre un conjunto dehojas sueltas de ese tipo.

Las Revistas cuyo dépouillement suele ser tanlaborioso se prestarían con la mayor utilidad paratodos a una reforma del tipo propuesto.

Un ideal acaso un poco más utópico o lejanoconsistiría en que todo el contenido de un librocientífico pudiera darse en forma de papeletasdestacables, pasando a una hoja distinta con cadamateria distinta.

Pueden preverse y discutirse algunas objeciones.Algunos dirían: dejaría de haber libros enteros enlas Bibliotecas. Otros: los costos subirían enorme-mente.

A lo primero cabe contestar que el sistema pro-puesto sólo afectaría a libro científico y aún éstesólo recibiría el trato de desmembración del estu-dioso especializado y de las instituciones científi-cas. El lector ordinario y las bibliotecas generalesconservarían los libros intactos al lado de los desimple amena lectura, bajo cubiertas que no ten-drían por qué ser diferentes.

En cambio el estudioso o la institución científi-ca ansiarían adquirir tantos ejemplares como reper-

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torios tuviera que proveer; verosímilmente uno porautores, otro por localidades, alguno por material,por fechas u otras circunstancias. El editor vende-ría lógicamente más ejemplares. El compradorcompraría seguramente algo más caro, pero aho-rraría infinito tiempo, trabajo y gastos en secreta-rios, fotocopias. La modernización de procedimien-tos de reproducción, la carestía de la mano de obra,etc., han representado en los últimos lustros au-mentos de precio muy considerables sin rendir unautilidad comparable.

El sistema propuesto rendiría servicios inestima-bles a los estudiosos aislados y a los centros y biblio-tecas provinciales y alejadas de los grandes centros.

Una acogida favorable del Congreso a las ideasexpuestas con el acuerdo de subsiguiente someti-miento de la propuesta al CEHA sería posiblemen-te el medio de que la organización internacionalacordara someter la idea a un estudio exhaustivoque condujera a una propuesta oficial a las gran-des editoriales de Arte que pudiera conducir a re-sultados positivos.

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Propuesta para la coordinación de actividades entre los Departamentosde Historia del Arte

JOSÉ MANUEL PITA ANDRADE

Se pretende promover a través de la SecretaríaGeneral del Comité Español de Historia del Arte(C. E. H. A.) y al margen de los contactos direc-tos que puedan existir entre profesores o inclusoentre Departamentos. Las propuestas que se some-ten a la consideración de los congresistas constitu-yen sólo un punto de partida considerado comovisible dentro de las circunstancias actuales. La co-ordinación se iniciaría en los siguientes campos:

1. INTERCAMBIO DE INFORMACIÓN

La Secretaría del Comité se encargaría de reuniry transmitir todas aquellas noticias (conferencias,exposiciones, trabajos en curso, publicaciones, etc.)que deben ser conocidas de los diversos Departa-mentos de Historia del Arte. De un modo muy es-pecial las que se relacionan con las investigaciones,tanto de carácter individual como de equipo, em-prendidas en el seno de los mismos. Resulta de lamayor importancia informar sobre las Memorias deLicenciatura o Tesis Doctorales en elaboración. Es-tos datos podrían difundirse a través de simples«Circulares» u «Hojas Informativas» que, no obs-tante, deberían responder a unas ciertas caracterís-ticas y ser incluso coleccionables. Aparecerían, de-bidamente numeradas, a medida que fuesenrecibiéndose las noticias o, cuando menos, trimes-tralmente.

2. PUBLICACIÓN ABREVIADA DE TRABAJOS

REALIZADOS

Las crecientes dificultades que existen para im-primir en extenso los trabajos que se realizan en elseno de los Departamentos aconsejan la edición deun «Boletín del C. E. H. A.» donde tendrían cabi-da los resúmenes de las Memorias de Licenciaturay Tesis Doctorales. Recuérdese que en las últimases preceptivo este trámite. Podrían establecerse unoslímites para estos resúmenes: se sugieren 60 foliospara las tesis y 20 para las memorias de licenciatu-ra con un discreto margen para las ilustraciones.

La publicación de este «Boletín del C. E. H. A.»podría realizarse recurriendo a los sistemas más eco-nómicos. La composición se haría en máquinas deescribir corrientes (aunque con espacios compensa-dos y cinta de polietileno), sin justificar; los textosse pasarían luego a fotolitos o «maxters», reducien-do el tamaño y efectuando la tirada en sencillasimpresoras de «ofsset»; las ilustraciones que no fue-sen de línea se añadirían al final de los trabajos. Lasexperiencias acumuladas como motivo de la publi-cación de las Actas del XXIII Congreso Internacio-nal de Historia del Arte, nos mueven a recomendarla mayor simplicidad en las técnicas editoriales.

Si el Comité no dispusiera de una buena Secreta-ría, con personas que pudieran llevar a cabo estos tra-bajos, cabría encargar la composición y la tirada en ca-sas que se ocupan de hacer reproducciones en «ofsset».

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3. INTERCAMBIO BIBLIOGRÁFICO MEDIANTE

«MICROFILM» O «XEROCOPIAS»

La Secretaría del Comité podría encargarse tam-bién de suministrar reproducciones en «microfilm»o en «xerocopias» de artículos o libros a peticiónde los Departamentos. Este servicio atendería nosólo peticiones concretas de ciertos artículos uobras, que serían reproducidos en ejemplar único,sino que podría encargarse de reproducir determi-nados trabajos u obras agotadas que se anunciaríanpreviamente en las hojas informativas y que haríanfactible (al hacerse ediciones de medio centenar omás de ejemplares) enriquecer, a bajo precio, losfondos bibliográficos de los Departamentos.

4. FINANCIACIÓN

Los costes de las «Circulares» u «Hojas Informa-tivas», «Boletín del C. E. H. A.» y de los artículoso libros reproducidos tendrían que correr, de ma-nera inevitable, a cargo de los Departamentos. Perodeberían solicitarse subvenciones de la DirecciónGeneral de Enseñanza Universitaria y de la de In-vestigación. En cualquier caso a cargo de los De-partamentos correría la parte proporcional de losgastos de impresión de los resúmenes de las Me-morias de Licenciatura y Tesis o de reproduccio-nes de libros y artículos. La utilidad de estos servi-cios compensaría de sobra el sacrificio económico.La suscripción al «Boletín» por parte de los miem-bros del C. E. H. A. contribuiría a enjugar gastos.

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La docencia de las bellas artes en la Real Academia de San Carlos de Valencia

VIOLETA MONTOLIÚ SOLER

La comunicación que voy a presentar ante Vds.es el fruto de una investigación destinada a obser-var la evolución del Arte Valenciano durante los si-glos XVIII, XIX y XX, tomando como base la la-bor docente realizada por la Real Academia deBellas Artes de San Carlos, de Valencia, único or-ganismo con carácter oficial que asumió la respon-sabilidad de enseñar y formar artísticamente a quie-nes pretendían profesionalizarse en el ejercicio delas Artes.

El Academicismo es un fenómeno universal que,dejando a un lado sus orígenes gremiales, de inexactasimilitud, se perfila con la Academia de Milán fun-dada por Leonardo, cuya ejemplaridad fructifica pri-meramente en Florencia donde, aunque con eco algodesvirtuado, Vasari establece una Escuela de Dibu-jo, o mejor, una completa Academia de Bellas Artesque es la primera en irradiar al mundo el pre-ceptismo clásico, formal y virtuoso, sustituyendo elsistema tradicional de «maestría y aprendizaje» poruna docencia ecléctica y preceptista. Este acade-micismo vasariano produjo una continuidad múlti-ple en Bolonia, ciudad que, tal vez por carecer deprimeras figuras en el Arte del momento, se lanzafervientemente por el camino del estudio y de la pre-paración técnica casi virtuosista. Así nacen las Es-cuelas boloñesas que culminan con la fundación delos Carracci, que unen a éstos primeros afanes detecnicismo, una vieja y viva tradición universitariacapaz de aplicar a las disciplinas artísticas, la orga-nización y los métodos universitarios.

Si Italia había sido el crisol de las Academias,Francia y su monarquía absoluta encontraba en esta

modalidad una perfecta cristalización de su tem-peramento ordenancista, matemático y unificadoraumentado por la filosofía cartesiana y propagadopor el apogeo de la política borbónica.

España que, desde la entronización de Felipe Ventró en la órbita de los Borbones, recibió con in-terés el auge de las instituciones académicas preci-samente porque ya contaba con antecedentes muyclaros. Durante el reinado de Felipe II existe ya lafundación de una Academia dirigida por Juan deHerrera que más que una academia era el reflejode un ambiente propicio al academicismo, siguien-do las directrices de maestros como Carduccio, LosGuevara, Giuseppe Martínez, Siguenza y Céspedes,que tiene su continuidad en la ya verdadera acade-mia fundada en Sevilla por Pacheco e integrada poramigos del Romanismo y de la «buena pintura».Este movimiento académico y otros subsiguientescomo el de Valdés Leal, Herrera el Mozo y Murillo,piden al rey que se funde una Academia al igualde las que ya existen en Italia, solicitud hecha prin-cipalmente con miras a garantizar la defensa cor-porativa y prestigio social del artista.

Valencia también manifestó su interés normati-vo en materia artística. Sus antecedentes se remon-tan al siglo XIV, aunque se trata de noticias vagasque hablan de viejas asociaciones de artistas valen-cianos y de la existencia de una escuela de pinto-res en Valencia. Seguramente pintaban arcas y ob-jetos similares, lo cual no desmiente el hecho deque en el siglo XVII se fundase en ésta ciudad unahermandad religiosa especialmente integrada porartistas que pintaban retablos y cuya sede estaba en

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VIOLETA MONTOLIÚ SOLER106

el convento de Santo Domingo 1. Más tarde, estecolegio de pintores se dirige al monarca reinante,Felipe III, para que dé plena libertad de profesióny apruebe sus propias constituciones. Semejan-temente a la Academia de los Nocturnos, cuya dela literatura hispana, se erige en Valencia una «Aca-demia Valenciana» en 1742, en el centro del Cole-gio Imperial San Vicente, con fines eruditos. Seconsidera a esta Academia como precursora de lasacademias organizadas ya que, al extinguirse, en1751, se vio sustituida por la de Santa Bárbara, di-recto antecedente de la de San Carlos. Pero al igualque en otras muchas ciudades, es en el siglo XVIIIcuando la Academia de Valencia alcanza su gloriacon una numerosa pléyade de figuras ilustres comoel pintor José Conchillos, sucesor de Espinosa, quetuvo una Escuela, pública primero y privada des-pués; Evaristo Muñoz que tanta influencia tuvo enotros muchos artistas de la época, y en esta mismatrayectoria los ideales de la arquitectura tambiéndescuellan en Valencia promovidos por clérigoscreadores como Vicente Toscá, José Zaragoza y JuanBautista Corachán. En este mismo momento, el 13de junio de 1752, Fernando VI crea la Real Aca-demia de San Fernando de Madrid dotándola denumerosos medios materiales.

La nueva generación de artistas valencianos queprecedió al gusto barroco se encontró con un granhueco que llenar. Toda la región se encontraba lle-na de edificios barrocos y ornamentos similares,mientras la Europa coetánea siente correr por susvenas el nuevo estilo artístico que renueva las be-llezas griegas y romanas. También en Valencia sequiere desterrar el barroquismo de las artes e impo-ner los moldes clásicos exigiendo unos estudios pú-blicos de las nuevas artes que dogmatizan sobre elgusto; estos impulsos nacidos de la celda del PadreToscá y guiado por los auspicios de los hermanosVergara, hizo que se creara en 1754 una AcademiaPública y Oficial de Arquitectura, Escultura y Pin-tura, a la que pusieron el nombre de Santa Bárbara,en homenaje a la reina D.ª Bárbara de Braganza, es-posa del entonces reinante Fernando VI.

Los estatutos de esta incipiente Academia queson un fiel reflejo de los de la Academia de San Fer-nando tienen un gran interés porque se refieren auna institución que aún no ha podido conseguirel matiz real y son los únicos documentos que re-glamentan la primera Academia Oficial de BellasArtes, destacando especialmente el hecho de quepretende ser una institución universitaria como lodemuestra el asentamiento de las aulas de esta Es-cuela en la misma mole del edificio de la Universi-dad, lo que le confiere una consideración, de facto,como una Facultad más y sus alumnos se ven inte-grados en el ambiente universitario, ya que convi-vía con los estudiantes de Jurisprudencia, Ciencias,Cánones y Teología.

Desde el punto de vista docente, en primer lu-gar crea la clase del Natural o dibujo del Natural,seguida de la de Principios y Arquitectura, y la delModelo Blanco, atendidas todas ellas por directo-res, tenientes de director, académicos de Mérito yde Honor, quienes tienen la misión de vigilar y co-rregir a los alumnos, los cuales pueden colaborarcon los profesores en cuanto a temas y formas deestudio, similar a la colaboración entre maestros yaprendices 2. Sin embargo, la muerte de la Reina yprecariedades económicas derrumbaron este primertronco artístico, que fue erigido de nuevo en 1764,con instauración definitiva y expresa protecciónreal, adoptando el nombre de San Carlos, en ho-nor del patrón del Rey Carlos III.

La Junta de la recién fundada Academia elabo-ró unos estatutos que delegaban la elaboración delos planes de estudio a los directores ya elegidos,además de esta división de cargos y funciones existe,completamente aparte una estructura complicadaintegrada por cuatro clases de Juntas llamadas: Par-ticular, General, Ordinaria y Pública, de las que laParticular es el verdadero comité que tiene potes-tad y gobierno, rigiendo todos los aspectos referen-tes a los estudios.

1 GARÍN ORTIZ DE NARANCO, F., La Academia Valencianade Bellas Artes, Secretariado de Publicaciones, Universidad de Va-lencia, Valencia, 1945.

2 Representación hecha a la Muy Noble Ciudad por los Direc-tores y Consiliarios que dirigen la Academia de Pintura, Esculturay Arquitectura, que con el nombre de Santa Bárbara, se ha estable-cido en la insigne Universidad de Valencia, en este año de 1754con relación de su origen, progresos y estado. Copia manuscrita en-cuadernada con un ejemplar impreso de los Estatutos de la fun-dación de San Carlos. Año de 1754, págs. 3-4.

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LA DOCENCIA DE LAS BELLAS ARTES EN LA REAL ACADEMIA DE SAN CARLOS DE VALENCIA 107

Los estatutos no declaran un esquema de cate-gorías en las asignaturas de la Academia. Se sabeque quien más directamente era el responsable delas asignaturas y la marcha del curso eran las Jun-tas Ordinarias, en donde desde los más remotoscomienzos, se refleja la fidelidad a los principiosbásicos del Neoclasicismo. Las enseñanzas o clasesestaban dispuestas flexiblemente, unas veces porrazón del destino y otras en orden al presente o fu-turo profesional del artista. Agrupaban unos estu-dios básicos comunes divididos en «Salas»: de Prin-cipios y Estampas, de Modelo Blanco y del Natural,que daban paso a las especialidades de Pintura, Es-cultura, Arquitectura y Grabado. El material do-cente usado en los estudios básicos procedía decompras propuestas por los propios profesores delas asignaturas o por donaciones efectuadas gene-rosamente por el Rey, la Real Academia de San Fer-nando o por personajes ilustres de la ciudad, sinembargo no se halla ninguna nota detallada sobretextos o sistemas docentes empleados hasta despuésde 1850, rastreando entre esas donaciones lo quedebía suponer el tema, textos y modelos utilizadosen cada una de las clases.

La sala de Principios y Estampas era la que ini-ciaba cualquier tipo de enseñanza o aprendizaje enla Academia; equivalía a la que actualmente se im-parte en las Escuelas de Artes y Oficios y a ella asis-tían los que, por deseo propio o del profesor, seconsideraban como menos aptos para el desempe-ño del dibujo, eje y fundamento, entonces, de cual-quier manifestación artística 3. En un grado supe-rior al estudio del dibujo, existía la segunda clasede estudios comunes: modelo blanco o de yeso, queequivalía al dibujo clásico de estatuas, estudio quedebían realizar sin excepción todos los alumnos, ypara lo que se dispusieron varias figuras vaciadasde la escultura clásica en unión de los seis timosde la Arquitectura de Palladio, el Vitrubio del Mar-qués de Galiani y algunos dibujos de figuras delnatural 4.

Los estatutos fueron modificados en varias oca-siones generalmente para aumentar la dotación yampliar la plantilla de profesores que atendían nue-

vas asignaturas (como ocurre en 1776, 1778, 1848y 1850), pero hasta 1788, las enseñanzas se cana-lizaban especialmente hacia la Pintura y la Escul-tura, quedando el grabado y la arquitectura en es-tudios separados, todo ello completado por lapromulgación de un Decreto de Carlos III por elque se establece una Escuela Especial de Flores yOrnatos aplicados a los Tejidos de la seda, coinci-diendo con el auge de esta industria valenciana.Tras el episodio de la Revolución francesa, un nue-vo real Decreto promulga unos estatutos a obser-var que modifican en parte el panorama decenteesbozado anteriormente, quedando definitivamenteperfilado en 1863 del siguiente modo:

Estudios elementales: Dibujo lineal, dibujo de fi-gura, modelado, sección de policromía y Artes plás-ticas.

Estudios profesionales: Anatomía artística, Pers-pectiva, Teoría e H.ª del Arte, Dibujo de Antiguo,escultura, colorido, dibujo del natural, paisaje ymodelado de adorno 5. Los estudios de Flores, Ar-quitectura y Grabado quedan reglamentados apar-te, así como las asignaturas que componen las en-señanzas de Maestros de Obras, Aparejadores yAgrimensores, que son las siguientes:

— Geometría descriptiva, Topografía y Agri-mensura, Mecánica y Construcción, Composicióny parte legal 6.

El plan de estudios de 1901 presenta el siguien-te panorama que permite observar la continuidadde las asignaturas:

Sección primera. estudios de pintura y esculturaClases preparatorias: Dibujo elemental de figu-

ra, Acuarela y Paisaje.Clases Superiores: Anatomía Artística, Perspecti-

va, Teoría e H.ª del Arte, Dibujo del Antiguo, Di-bujo del Natural, Colorido y Modelado.

Sección segunda. estudios de arte aplicadoArte decorativo, Abaniquería, Cerámica y esmal-

tes, Pintura Mural.

3 Id., págs. 7-8.4 Acuerdos en Limpio de Juntas Particulares, desde 1765 a

1786, Libro I, año 1777-78, págs. 19.

5 Estudios. Lista de Matrícula de estudios profesionales. Año1863-65. Legajo núm. 44, núm. 5.

6 Estudios. Libros de Aprobados en las clases de esta Escueladesde 1768 a 1845. Legajo 40, núm. 10, v.

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CONCLUYENDO: Lo que se pretende plan-tear con esta rápida y escueta ojeada basada en al-gunos puntos de la investigación realizada, es lanecesidad que la H.ª del Arte tiene de contar conel proceso docente seguido por los artistas en unmomento histórico determinado, ya sea impartidopor individuos o por organismos colectivos de todotipo. Conocer la preparación profesional del artis-ta es como atisbar la explicación de gran parte desu obra, del mismo modo que su personalidad, edu-cación, nivel humano y espiritual, nos perfilan alhombre creador.

En segundo lugar se intenta recalcar la ineludi-ble influencia ejercida por una institución capaz de

perpetuar durante casi dos siglos su programa do-cente, puesto que las actuales Escuelas de BellasArtes, promulgadas en 1934, están reglamentadasdesde el punto de vista docente siguiendo el pa-trón académico, de modo que muchos de los jóve-nes estudiantes en la Academia de antes, son losactuales profesores de las Escuelas Artísticas.

Y en tercer lugar, se pone de manifiesto el evi-dente matiz universitario de la Academia desde susorígenes renacentistas y la preocupación de estasinstituciones por dotar al artista de una titulaciónque haga posible la normalización de una profe-sión creativa en el ámbito de la Sociedad.

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Sincronía y diacronía en la enseñanza de la historia del arte

M.ª CRUCES MORALES SARO

La exigencia fundamental de la enseñanza de laHistoria del Arte, se manifiesta en la necesidad deque la comprensión del hecho artístico se haga ex-plícito a dos niveles: la organización general de unperíodo históricamente delimitado y el comenta-rio particularizado de obras de arte.

No creemos que esta relación deba establecersesimplemente como una yuxtaposición, ni aceptarla ilustración sólo como acompañamiento que re-frende la exposición de patrones, que en sentidoacumulativo, es necesario aplicar uniformementesobre amplios conjuntos estilísticos, es decir, comorefrendo visual de la indagación y explicación quese pretende ofrecer del proceso del arte en un pe-ríodo determinado.

El momento clave, significativo, de la Historiadel Arte, se resuelve a nivel de la enseñanza, comouna síntesis entre los dos momentos: el discursivo,que tiende a uniformizar, por hacer susceptibles dela misma interpretación, conjuntos de hechos queson en realidad heterogéneos. (Como cuando seplantean las líneas básicas del Renacimiento a basede una concienzuda «Introducción»); y la particu-larización, el comentario que tiende a profundizaren las diferencias y peculiaridades, que se ejerce so-bre obras concretas que aparecerán así considera-das en su doble aspecto de hecho histórico y he-cho artístico individual.

La teoría y la crítica, llegan a nuestros días a lanecesidad de admitir algo que está en el fondo mis-mo de nuestra actividad, la confluencia de las dostendencias polarizadas historicismo y estructu-

ralismo, como único modo de obtener el alcance ysignificación total de las obras de arte.

La aplicación de esquemas lógicos a la Historiadel Arte, pueden conducir si no va seguido de unmomento sintético a la desmembración del hechoartístico. La posibilidad de aplicar unos modelosde trabajo idénticos a la producción artística de unperíodo, induce a perder de vista y oscurecer el ca-rácter de univocidad e irrepetibilidad de la obra dearte. El segundo momento actúa así como correc-tor dentro del normal discurrir explicativo de lasgénesis y los destinos, las formas y las técnicas ytodos los demás índices operativos que son propiosdel método histórico.

FUNCIÓN DEL HISTORICISMO EN LA

EXPLICACIÓN DE UNA OBRA

La definibilidad histórica de cada obra, afirmay corrige a la vez el discurso en el que previamentehan quedado fijadas. El sentido de continuidad ysimplificación que se operan por necesidades deuna claridad pedagógica, se manifiestan en su ver-dadero sentido, cuando se traslada la reflexión a loscasos particulares. Cada obra, concreta de maneraunívoca, toda una serie de factores que se mani-fiestan mucho más ambiguos en el contexto que lacircunda.

Es necesario fijar en la obra comentada, comose insertan los factores individuales, colectivos y es-pecialmente poner de manifiesto la multiestra-

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tificación del arte en cada momento. Es decir con-cretar las tendencias generales de una manera es-pecífica e individual. Uno de los instrumentosoperativos a tener en cuenta es el «corte perpendi-cular» o «corte sincrónico». Mediante este proce-dimiento se sigue con una base histórica-artísticala peculiaridad en el concretarse estilos o tenden-cias en una sola obra de arte:

etc.). En un sentido restringido sería el «populismo»(Gramsci), como eficacia cultural, consumo socialde los géneros.

Estas aproximaciones a lo TÍPICO es una obra,contrastan con los resultados obtenidos desde unmétodo ahistórico. Así desde el punto de vista for-mal, lo típico residiría en la capacidad de la obrapara sintetizar las características (abstraídas), delestilo; es decir, la obra como punto de confluenciaentre la acepción generalizante y lo individual. Eltipo Ideal de Weber.

Valorada la dimensión o posición relativa de laobra a comentar, según la tipicidad, todavía se pue-de analizar desde su historicidad el alcancesuprahistórico de la misma. Si una proyección in-mediata es la que se refleja en la continuidad esti-lística (ej. Miguel Ángel y Rafael en los manieristasflorentinos, en la escuela de Bolonia, etc.), existe,además una supervivencia proporcionada por lahistoriografía que incide de manera importante enla funcionalidad de aquélla.

La difusión de las propuestas a nivel teórico, elque movimientos posteriores tomen como puntode partida una obra, en la que se concentra todauna posición estética: El Laoconte de Lessing, com-prendería lo que toma la historiografía neoclásicadel mundo antiguo y del Renacimiento. En estesentido es especialmente fructífero llevar a cadaobra a la dimensión de nuestra cultura artística ac-tual: Las tumbas de los Médicis interpretadas porPanofsky, Borromini a través de Gaudi en los en-sayos de Bruno Zevi, etc.

Una exigencia de habernos situado en este nivelsuprahistórico, es la precaución al aplicar catego-rías generales, para determinar casi con una solapalabra la significación de una obra: nociones comoarcaísmo, clasicismo, realismo, simbolismo, expre-sionismo, manierismo, naturalismo, idealismo,decadentismo, decorativismo, etc., sólo adquierensentido referidas a su propio tiempo/lugar. Hemosde señalar las reservas sobre lo que las recurrenciasestilísticas puedan añadir a la introspección de laobra, y sobre todo desde el punto de vista históri-co considerada.

Calificar de «clásica» una etapa o una obra deun pintor, puede ser el dato más claro para dife-renciar a esa obra: las obras de finales de la épocarosa de Picasso en los primeros tiempos de Gosol.Pero también debe especificarse claramente en queconsiste ese clasicismo. A nivel de categoría queda

Ej.:

Divisionismo

Art-Nouveau

Sintetismo

Nabis

Fauvismo

Cubismo

Cultura artística Francesa

Matisse/Picasso

Consuno social del Fauvismo

Vanguardia como anti-Impresionismo

Sentido Decorativista

Es la llegada a la explicación de la génesis, el pro-ceso de plasmación de tendencias efímeras, de lar-ga duración, anticipación y retardatarias. La com-prensión histórico-artística, teniendo en cuentapreviamente las circunstancias del artista, posiciónestética, alcance de la propuesta, significado socio-lógico de su obra. Una parte importante de la la-bor del enseñante, pero que no agota el sentido dela obra.

Un nuevo punto, que puede abordarse tambiéndesde la perspectiva histórica es el carácter de «cua-lidad», la importancia de los valores artísticos (to-davía no profundizados en sentido crítico, sino encuanto a la relación de lo «cualitativo» con lo «tí-pico»). Y es, que una parte importante del proble-ma de las «obras maestras», se debate a este nivelde la TIPICIDAD.

Las propuestas desde esta perspectiva son:— La cualidad reside en la obra que expresa

mejor su época. (Desde este sentido no serían me-jores las obras excepcionales).

— La cualidad expresa el complejo de las rela-ciones y contradicciones de la sociedad que pro-duce la obra. En el sentido de «la verdad en lapraxis» (referido todavía al papel del realismo, laverdad que refleja la obra aún a despecho de su au-tor. Lukács).

— La cualidad residiría en la cantidad. Alcancey proyección de una obra, incidencia en su mediocultural la obra anticipadora y revolucionaria(Masaccio en la Capilla del Carmine. Caravaggio,

ESTUDIO ROJO. Matisse. 1911

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SINCRONÍA Y DIACRONÍA EN LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA DEL ARTE 111

muy diluido si se compara con obras de Ingres,Rafael o cualquier «clásico».

¿Dónde está la norma para considerar esto comoclasicista?: ¿Idealización del desnudo femenino —canon de proporciones— figura escultórica presen-cia de la línea-dibujo-volumen?; o será más bien quealiamos «clasicismo» con simplicidad de la compo-sición a nivel sintáctico, pocas figuras, claridad, es-tatismo? ¿Existe una norma «clásica» para el color?Es evidente que no se exige lo mismo a una obra dePicasso para calificarla de clásica, que a una obra deDelacroix. En este caso concreto el clasicismo sóloes comprensible en función de la forma-expresiva,pero no tanto a nivel sintáctico como a nivelsemántico; lo «clásico» es el sentido esteticista, degoce en el arte, la tradición mediterránea de una ac-titud contemplativa, inmersa en la naturaleza, aun-que no se haya producido esa perfectibilidad de lanaturaleza de los «clásicos». Es clásico, el sentido dela obra como resultado, al final de un proceso ela-borado, costoso, con muchos bocetos y dibujos, esdecir, lo opuesto a una improvisación. Pero sobretodo lo demás, el clasicismo particular de obrascomo «El Tocado» (1906) se delimita solamentemediante connotaciones históricas. El espacio no escorrecto del todo, el dibujo no es académico, la pers-pectiva no es aérea; sólo en la dimensión de la obraposterior y anterior del pintor, y en la herencia cul-tural nuestra se nos hace comprensible.

EL MOMENTO SINCRÓNICO

DE LA OBRA DE ARTE

Con todo, el aspecto que resulta menos solucio-nado a nivel práctico de los programas de Historiadel Arte, está en centrar el segundo momento a quenos referíamos dentro de la particularización delcomentario sobre obras concretas. El momento sin-crónico en el que se trata de abordar el cuentro dela operación crítica con la explicación histórica yareferidas al nivel de la unidad de la obra de arte.

Surgen muchas referencias, en el proceso de pro-porcionar a los estudiantes las claves, para deter-minar la misma artisticidad de la obra. Se trata defacilitar la percepción unida a la significación. Elloexigirá ver en la obra de arte un sistema de signifi-caciones, un lenguaje visual y una tecnología.

Resulta útil citar ahora el concepto de «imagenpoética» aplicado al arte (G. Della Volpe). Poner

de relieve «lo formal» que el excesivo historicismotiende a descuidar pero desde una posición en quela forma se manifiesta como «imagen-concepto», loscontenidos sólo se evidencian al expresarse y des-de esa perspectiva las mismas imágenes son ahoralos contenidos.

El estilo se nos explicaría como una creación de laforma por las ideas y de las ideas a través de la forma.

La primera exigencia, estriba en destacar la obraen relación con el artista, la obra es una elecciónentre múltiples posibilidades y las posibilidadesdesechadas pueden seguirse a veces en la prepara-ción de estudios y bocetos, en la sucesión de variasobras que suponen direcciones divergentes experi-mentales, etc.

Respecto al papel del factor material: artesanía,técnica, tecnología, lo artístico se manifiesta comodistinta, pero estos factores pueden integrarse demanera importante. A veces la técnica (en sentidoamplio) se asume por el artista como el contenidomismo y condiciona la expresión (Brancusi,Chillida, Arquitectura Actual, etc.).

La reflexión de la obra sobre sí mismo, la obracomo poseía del hacer poesía; uno de los rasgosfundamentales del arte contemporáneo en plantearla obra como manifiesto, pero este aspecto se en-cuentra muchas veces a lo largo de la Historia delArte, especialmente desde el Renacimiento. (La fa-chada de 55. Lucca o Martina de Pietro da Cortonarevela el conflicto y la posición del autor en la po-lémica Bernini/Borromini).

El momento sincrónico, contribuye a determi-nar la validez total de hecho artístico. Así el fenó-meno neogótico puede ser susceptible de un exce-lente ensayo histórico, pero a nivel forma-expresiónse revela en toda su insuficiencia, lo mismo diría-mos de tantos plagios, pastiches y academicismos(incluso los contemporáneos, de los fenómenosNaifs, Abstractos … cuando degeneran y falsean ladimensión del arte).

Desde el punto de vista de la creatividad pre-sente en una obra, podemos referirnos a la capaci-dad de comunicación o de información. Aquí setrataría de observar sobre todo la novedad de laimagen, que se interpreta como más llamativa y porello con mayor incidencia a nivel «vanguardista».

En el concepto de «obra total», se llegaría a pro-porcionar la auténtica dimensión global y las ma-nifestaciones que completan al aspecto plástico ovisual; como versión a nivel literario y musical.

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En este lugar se destaca en toda su importanciapara la función pedagógica el papel del comenta-rio de textos, el papel de la artigrafía y la colabora-ción interdepartamental que sacase de este presen-te aislado, en «insulas» autónomas, las distintasdisciplinas cuya faceta complementaria es más sig-nificativa, que la particularidad de los «campos»sobre las que se ejerce la investigación.

¿Las cartas de Van Gogh, pertenecen más a laHistoria del Arte o de la Literatura, o es que pue-de comprenderse el fenómeno simbolista sinMallarmé, Valery y Debussy, o el Romanticismo sinGoethe, Baudelaire, Wagner …?

Por último, suele ser contradictora la forma deintroducir «la Estética» como parámetro de lasobras de arte.

La Estética conlleva dos niveles en nuestra refe-rencia, uno natural, la correspondencia cronológicay el sentido que tendría mencionar a Ficino a pro-pósito de «La Primavera de Boticceli», a Lipps yWörringer para introducir una obra expresionistagermana, o la consabida alusión a Freud ante lasimbología surrealista. Es preciso acudir al Aero-pagita para explicar parte de la elaboración arqui-tectónica de Suger, y a Abelardo y la escuela deChartres, la Escolástica y el Tomismo para aludiral naturalismo de gótico. Pero tampoco la estéticapuede ser la demostración clara del estado del arteen una época. El carácter excesivamente general delas propuestas y la particularidad con que se expre-san las obras de arte ha de resolverse nuevamentepor la introducción de cada caso particular.

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Problemas que suscita la conservación del legado arquitectónicoy algunas soluciones

JUAN JOSÉ MARTÍN GONZÁLEZ

No vamos a entrar en las razones en pro de laconservación del patrimonio histórico-artístico. Esmateria suficientemente debatida en cuanto a susprincipios y al menos en el campo teórico predo-mina la fuerza de la conservación. Otra cosa es lamisma realidad, pero aquí ya sabemos que el ene-migo principal es el interés en disponer de un so-lar libre para la edificación. Nos vamos a limitar acontemplar el problema en su contorno español,que presenta unos caracteres más graves que en lamayoría de los países europeos, no sólo por la me-nor disponibilidad de medios económicos, sinotambién por el desatado propósito especulativo. Yaquí sucede un fenómeno muy curioso, sobre el queha llamado poderosamente la atención Bruno Zevi(Architettura in nuce, Roma, 1964). A saber: el nulovalor que el propietario de un inmueble concede asu propiedad, y en cambio la sobrevaloración decualquier pieza de arte figurativo a mueble. La con-servación de un edificio constituye en cualquier si-tio una empresa costosa, y además una preocupa-ción, lo que invita al propietario a procurardeshacerse de él. Una pintura puede colocarse encualquier edificio nuevo, y además se ha llegado aidentificar arte-dinero, de suerte que los guarismosestán impulsados por resortes más allá del verda-dero significado de la obra. En cuanto al edificio,todo son engorros: vejez, falta de acondicionamien-to, incapacidad de adaptación humana al recinto,etc. Creo por tanto que el principal aspecto quedebemos abordar es el de la situación de los edifi-cios en función de su utilidad y del interés de suspropietarios. A este propósito estableceremos tres

grupos, según pertenezcan a la Iglesia, el Estado ylos particulares.

1. PATRIMONIO ECLESIÁSTICO

a) Clero regular.—La crisis de vocaciones ha pro-ducido una disminución importante del contingentehumano. Por otra parte ha decrecido considerable-mente la riqueza tradicional de estas instituciones,hoy en proceso irreversible de descapitalizacióndineraria y en riqueza rústica e inmobiliar. La faltade patrimonio económico hace que estas institucio-nes, tradicionalmente poderosas, se vuelven impre-cantes ante el Estado para solicitar ayuda para la con-servación de sus inmuebles. La poca rentabilidad dela enseñanza hace también que la conservación deedificios históricos se ponga en entredicho. En cuan-to a las comunidades femeninas, debo hacer cons-tar que la situación económica va estabilizándose,gracias a que en la mayoría de los conventos se hanestablecido trabajos manuales que permiten obtenerbeneficios económicos suficientes para el sosteni-miento de la vida conventual. Pero he de hacer cons-tar la insuficiencia de estos recursos en el momentoen que se presenta una importante reparación arqui-tectónica. Una solución deseable puesta en prácti-ca, como es la de abrir una parte de las clausuraspara museo, crea una rentabilidad harto discutible,si se hace mención de algunos edificios insignes per-tenecientes al Patrimonio Nacional.

Otro peligro que se está suscitando es el aparta-miento de la vida comunitaria en ciertas entidades,

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JUAN JOSÉ MARTÍN GONZÁLEZ114

que se adscriben a residencias alejadas de los edifi-cios centrales. Si los propios individuos hallan in-cómodo el gran centro conventual, faltando la ocu-pación humana suficiente, el edificio peligra.

Tampoco silenciaré la situación en que se en-cuentran viejos conventos urbanos, que todavíadetentan extensas fincas. La tentación que supo-ne el vasto solar que ocupan, les incita a veces adesplazarse fuera del núcleo urbano, vendiendo lapropiedad intramuros. El Estado pone todos losmedios para evitar el éxodo, acudiendo a medi-das como la declaración de monumento históri-co-artístico. Esto naturalmente no puede privar ala comunidad del derecho a marcharse. La expe-riencia me dice que por lo común operan condaño, ya que la comunidad pierde el contacto conla ciudad, y aparte de ello el desconocimiento delos asuntos económicos y constructivos hace quela nueva fábrica no los libre de mil imperfeccio-nes. En otros tiempos las órdenes religiosas con-taban con arquitectos especializados que les po-nían a cubierto de estos riesgos; otras veces losmismos mecenas buscaban lo mejor para los edi-ficios sometidos a su tutela. Es muy grave la si-tuación de los edificios que abandonan estas co-munidades, porque precisamente no se encuentrafunción adecuada que pueda continuar la que suspropietarios estaban desarrollando. De esta suer-te se hace muy oneroso al Estado contribuir al sos-tenimiento de tales edificios. Pese a todo he dedecir que, al menos excepcionalmente, se han sal-vado claustros e iglesias conventuales, si bien conpérdida de su uso tradicional. Muchos de estosmonasterios siguen apegados al viejo calor ciuda-dano. Mi opinión es que hasta donde se pueda,hay que alentar esta vida comunitaria en el ám-bito urbano, ya que los edificios habitados cons-tituyen la garantía de su conservación. Pero en lamayoría de ellos, el cerco es cada vez mayor; añotras año van vendiendo solar; es lastimoso ver aalgunas comunidades sin el tradicional hurto, ex-pansión ciertamente vital para la propia existen-cia de los individuos enclaustrados.

He de advertir que este sector religioso, dedica-do a la vida contemplativa, aunque también conpreocupaciones manuales, no goza del menor apoyoprivado. Los fieles no sienten preocupación autén-tica por estas comunidades, de suerte que a la horade facilitar un recurso económico es el Estado elúnico que hace algo positivo.

b) Secular.—Los edificios parroquiales son porsu naturaleza los que mejor se adaptan a la conser-vación, precisamente porque el uso se ha manteni-do. Claro que hay que hacer la distinción entre lasparroquias rurales y las urbanas. La despoblacióndel agro máquina de forma peligrosísima contra eledificio. En poco tiempo he visto venir a menos yarruinarse monumentos parroquiales que hace sólounos años gozaban de buen aspecto.

Pero de una forma u otra, las parroquias anti-guas están amenazadas por varias causas. La primeraes el envejecimiento del edificio. Los libros de fá-brica nos enseñan los continuos rotejos que se rea-lizaban. El retraso de esta operación por falta derecursos o de celo, inicia un desencadenamientofatal. En poco tiempo una gotera hace combar latechumbre. Las maderas, por lo común en mal es-tado por el largo tiempo, entran en fase ruinosa congran celeridad. Es la excusa que se está buscandopara declarar un edificio en ruina, pues he de ad-vertir que una parte del clero y de los fieles no quie-ren seguir utilizando estos templos y prefieren otrosmás modernos.

Evidentemente los edificios parroquiales anti-guos, lo mismo que las grandes catedrales, son es-pacios arquitectónicos que suponen incompatibi-lidades para la vida actual. Hoy no estamos encondiciones de soportar una larga permanencia sincalefacción. Pero estos templos son demasiado es-paciosos y ofrecer una temperatura conforme a loque estamos habituados en nuestras casas, es un es-fuerzo que sólo los monumentos bien dotados eco-nómicamente pueden afrontar. Los fieles prefierenedificios más pequeños. He visto una solución enalgunos templos: en invierno ocupan la sacristía oun salón contiguo; en el buen tiempo vuelven a ser-virse del templo. Insiste en que sin ocupación nohay salvación posible. Y de igual suerte consideroque las reparaciones deben acometerse tan prontose produzca el desperfecto.

Añadamos los cambios operados en la liturgia.No voy a entrar en el problema de conservaciónde imágenes, pues he de limitarme a los edificios.Torres y espadañas ya no se reconstruyen, cuandoel uso de la campana ha desaparecido. Si el Estadoaporta medios, estos elementos se mantendrán, ylo mismo si una torre sirve de apoyo. Pero de noser así, se va prescindiendo de tales elementos. Losórganos y los púlpitos están desapareciendo, si biense ha refrenado su eliminación. Ahora va a tocar el

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turno al confesionario. Me refiero a estos elemen-tos porque son parte de la función arquitectónica.

c) Edificios devocionales o asistenciales.—Lasantiguas cofradías de penitencia llevan ya una pre-caria existencia. En estos últimos años una acerbacrítica se ha cebado sobre estas instituciones, queciertamente sólo conservan de sus tiempos la pie-dad religiosa, ya que la tarea de asistir enfermos,enterrar difuntos pobres, mantener enseñanza gra-tuita, está suplida ya por entidades civiles. Estascofradías en muchas ciudades españolas tienen susedificios, antaño gloria de la ciudad. Hoy están car-gadas de deudas, con muchas goteras en sus edifi-cios, y además con una vida social muy escasa. Pe-ligra su conservación en el ámbito urbano. Sulanguidecimiento es patente, y como quiera que lavida religiosa de los fieles propende a desarrollarsepor cauces menos tradicionales, al fin y a la postreserá difícil mantener la función. Esto supone queestos edificios, que tienen proseas, imágenes de cul-to acreditadas, pasos procesionales, etc., tendránque convertirse en museos si, al menos, la socie-dad está suficientemente sensibilizada para su con-servación.

Otros edificios, como los hospitales, han deja-do un recuerdo emotivo en la vida española, porla asistencia prestada y la singularidad de su fá-brica. El cambio de uso es la única posibilidad desupervivencia (caso del Hostal de los Reyes Ca-tólicos, en Santiago de Compostela), pues esta fi-nalidad asistencial no puede mantenerse: la me-dicina no tolera concesiones so pretexto de loartístico.

Y en este ámbito queda un tipo de arquitecturaque nos llena de preocupación: las ermitas. La pér-dida de uso se acrecienta; emociona ver estos san-tuarios rurales, rodeados de olmos, colmados de ex-votos, hoy en el más triste abandono. Tan sólo sevisitan una o dos veces al año. La víspera las muje-res del pueblo han puesto todo su esfuerzo para eli-minar telarañas, reponer los cirios, fregar los sue-los. Pero ya resulta difícil congregar al pueblo alson del tamboril y la dulzaina, danzando en tornode la imagen. Los sistemáticos robos que se estánproduciendo en objetos sagrados ya indican el ne-gro porvenir de este capítulo de nuestra arquitec-tura. Y ya sin salida porque la función está casi deltodo extinguida. Mientras tanto el edificio enveje-ce, las tejas vuelan, las palomas se adueñan del in-terior. ¿Qué puede hacer el Estado, cuando se ve

impotente casi para conservar los edificios parro-quiales?

2. EL PATRIMONIO DEL ESTADO

Es el que se halla más a cubierto de todo riesgo.Primero porque cuenta con subvenciones oficialespara reformas y mantenimiento; en segundo lugarporque está alejada toda especulación sobre sus so-lares. Y finalmente porque en los detentadores fi-guran personas imparciales, sensibles a los valoresarquitectónicos históricos. Sin embargo, como ga-rantía de su ocupación, los presupuestos tienen queresultar particularmente generosos para estas fábri-cas, sobre todo porque la acomodación de sus ac-tuales funciones no siempre resulta idónea. Hayejemplos, de todo tipo, que acreditan los logrosobtenidos. Entre ellos me resulta particularmentegrato el ejemplo dado por la Universidad de San-tiago de Compostela, modernizando el interior delcasco neoclásico de su edificio.

Por todo ello y como consecuencia de que escierto que edificio que no se habita se arruina, elEstado debe imponer la política de alojar sus de-pendencias en edificios de valor arquitectónico,como sucede en otros países, cual Italia. Sabemosde construcciones totalmente nuevas para entida-des oficiales, cuando el remozamiento de un edifi-cio antiguo habría solucionado dos cosas: la salva-ción de un edificio de mérito, y el mantenimientode esta función en un punto céntrico de la pobla-ción.

No merece la misma consideración el caso de lasDiputaciones Provinciales y los Ayuntamientos.Forzados a una vida económica precaria, se handesencadenado casos flagrantes de especulación convisos de necesidad apremiante. Esta situación tie-ne que esclarecerse, precisamente porque estas en-tidades por la Ley del Tesoro Artístico están obli-gadas a la conservación del patrimonio artístico detodo tipo, pero especialmente el monumental. Enciudades donde el valor histórico-monumental pre-valece, los arquitectos municipales deben poseer lasdotes de aprecio y valoración de las Bellas Artes ydel urbanismo histórico, para ejercer la defensa delos monumentos con los conocimientos y el amorque el caso requiere. Olvidan a veces estos funcio-narios que sus obligaciones se refieren a dos clasesde edificios: los nuevos y los viejos.

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3. EL PATRIMONIO DE LOS PARTICULARES

Constituye un sector de la arquitectura monu-mental muy difícil de mantener. Por lo común setrata de viviendas, aunque hay que recordar las pro-piedades inmobiliarias rurales (monasterios por locomún), que son objeto de un uso poco noble (al-macén del utillaje agrícola, depósito de cereales,etc.), pero muy difícil de cambiar, pues esta mis-ma función ayuda aunque poco vistosamente a suconservación.

Salvo casos aislados, estas viviendas históricas si-tuadas en el medio urbano constituyen víctimapropiciatoria. La evolución de la arquitectura ha-cia un formato de mayor escala, hace casi inman-tenible desde el punto de vista económico estas vi-viendas. Salvo que se trate de un capricho, es decir,que lo ocupe el propio dueño para dar ejemplo oacreditar su rango, lo normal es la imagen de unpalacio venido a menos, carente de lo más indis-pensable. A esto ha venido a sumarse la desacertadapolítica de alquileres, que al congelarse, ofrecen nosólo una rentabilidad nula al propietario, sino quele imponen un oneroso censo a sus espaldas. Laprovocación de la ruina se convierte en una medi-da rutinaria. Al no repararse los desperfectos, unavivienda de este tipo, para uso de tres o cuatro ve-cinos, es prontamente un lugar desaseado y ruino-so. Edificios que han soportado airosamente unavejez de cuatro o cinco siglos, se tornan ahora enhumillados recogedores de basura.

Otro tanto puede decirse a propósito de un tipode arquitectura más próximo a nosotros: la de losedificios eclécticos y modernistas, e incluso lafuncionalista. Es verdad que se ha desencadenadoun estado de opinión favorable a su conservación.Pero los peligros son de la misma naturaleza. Estasviviendas responden a modelos en desuso: balco-nes abiertos, techos altos, pasillos largos, habitacio-nes lóbregas. Evidentemente una reforma interiorpuede haber habitable este tipo de morada: colo-cación de ascensores, reducción del alto de techos,instalación de calefacción central. La nación cuen-ta con un repertorio impresionante de esta modali-dad arquitectónica, orgullo de las partes céntricas.Se están viendo desaparecer inmuebles valiosísimos,sustituidos por otros de insípida arquitectura. Peroel propietario se justifica, ya que la venta del solarle ha proporcionado una riqueza frente a la ruin-dad económica del viejo inmueble. Y el promotor

de la nueva vivienda dispone de un número máselevado de inquilinos, que tributan rentas actua-les, o de copropietarios que han colocado sus fon-dos al servicio de una finalidad rentable. Ya vere-mos que ante esto no queda sino una solución: unapolítica de protección oficial a favor de inmueblesde valor monumental, para reforma de interioresy también de exteriores. El Estado debe promoverno solamente viviendas nuevas, sino conservarinmuebles valiosos, ya que el esfuerzo constructi-vo está ya hecho por generaciones anteriores, so-bre todo cuando muchos edificios de este tipo yahan conocido técnicas modernas de construcción.

NORMAS DE ACTUACIÓN

Operar con elementos prácticos es necesidadimprescindible; pero al propio tiempo convienepresionar desde el terreno de la propaganda. Estatarea debe dar principio en la propia escuela. Se hareparado ya el error de eliminar la Historia del Artedel Bachillerato, pero hay que ir hacia los comien-zos. En el medio escolar disponemos de un resortemuy poderoso para mentalizar ya al niño en favorde la arquitectura monumental. Es un semillero defuturos defensores. Pero procede hacer una aclara-ción: creemos que el enfoque no debe ser meramente«estilístico», es decir, un bello juego de combinacio-nes de nombres y formas. El valor monumental esotra cosa: se refiere a exaltar el espacio y la masade un edificio en la ciudad, y sobre todo la valora-ción de los ambientes, y por supuesto del urbanis-mo. El niño tiene que aprender a sentir lo que sig-nifica estar «dentro» de una calle o edificio antiguo;apreciar su ritmo, la sensación de un tiempo his-tórico detenido. Porque en definitiva es la gran ven-taja que supone para el adulto el habitar estas zo-nas. Nos encontramos ante la dialéctica ciudad viejay ciudad nueva. Entre los individuos y familias quese acogen a la vida urbana, debe existir esta opción.Pero hay que preparar dos ambientes dignos: unaciudad nueva, con calles anchas, circulación rápi-da, comercio de masas; y una ciudad vieja, de ca-lles más recoletas, circulación rodada escasa y víaspeatonales, comercio de venta lenta (como el deantigüedades), restaurantes de «época», y privanzade lo artístico (palacios, edificios religiosos y pú-blicos, museos). Cada zona ofrecerá sus ventajas.Pero resulta intolerable la imagen de la ciudad vie-

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ja en el sentido de rincón lóbrego, arruinado y su-cio. El que viva en la parte vieja debe estar enamo-rado de su ambiente, esto es, de sus propias venta-jas. Conviene recordar: atmósfera más limpia,escasez de ruidos, menor peligro en el deambularpor las calles, ritmo de paseo. Esta zona desactivadaconstituirá a no dudarlo un lugar de atracción, nosólo de los propios ciudadanos, sino de los turis-tas. Una zona de tiempo lento, frente a otra de rit-mo dinámico. Los planes de urbanismo en ciuda-des históricas tienen que contemplar esta doblerealidad. El Ayuntamiento no cumple con sus fun-ciones si no promueve una política de valoraciónde ambos componentes. Puede pecar de anquilo-samiento, si impide el progreso de su ciudad; o deceguera histórica, sin sacrificar los monumentos.

Pero en la realidad española este caso se ha pre-sentado en muy contadas poblaciones. Utilicemoslos ejemplos de barrio gótico de Barcelona o el cas-co viejo de Pamplona. En rigor los casos de Toledoo Santiago de Compostela son de otra índole, yaque constituyen una lección de salvación de ciu-dades de valor pleno monumental, de forma quela ciudad nueva apenas tiene interés.

Por el contrario, lo normal ha sido la irrupciónviolenta del urbanismo y la arquitectura modernaen el ámbito monumental. Las posibilidades deconcordia resultan escasas, y al fin y a la postre eldaño es para las dos partes: nunca ya seré ciudadnueva ni ciudad monumental. Los ejemplos sonmúltiples, aunque algunos muy graves. Urbanísti-camente el choque tiene que producirse al inten-tar llevar al corazón de una ciudad histórica unavía de gran circulación. Se lleva un tráfico densoal centro, se establece alineación recta, que tropie-za con los trazados sinuosos del pasado, y por aña-didura se imponen volúmenes y alturas en funcióndel gran ancho de calle. No solamente son derri-bados los edificios fuera de la alineación, sino quela escala grande de la nueva arquitectura sitúa encondiciones de difícil defensa a los viejos monu-mentos e inmuebles, que para mayor mal recibenuna alta cotización en lo referente al solar que ocu-pan. La especulación ahora recibe el apoyo de unaopinión favorable a esta vía del «progreso». Todose justifica. Si a tiempo se hubiera aislado la zonamonumental, no se hubiera producido esta situa-ción. Pero la avalancha de reformas y promociónsocial de viviendas operó con tal proteccionismo eimpunidad, que la lucha de los conservadores tro-

pezó contra un muro infranqueable. Y así el per-juicio es ya difícil de enmendar. A lo sumo se llegaa componerlas, aunque por supuesto haya que in-tentarlas. ¿Qué se quiere decir? La ciudad monu-mental, descuartizada, ofrece sus monumentos flo-tando como restos de un naufragio urbanístico. Yahora surgen esos mil problemas, que hay que re-solver al pormenor en cada caso. Subsisten en larama urbana plazas, tal calle, y diversos edificios.Una arquitectura a trozos.

Como norma general cree que debe defendersela política de conservar los restos en el mismo em-plazamiento. Es verdad que algunos fragmentosvelan su orfandad entre las frondas románticas dealgún jardín. Pero como caso aislado vale. Por esopienso que hay que contemplar el fenómeno en sutotalidad. Los monumentos no son solamente unelemento de prestancia, sino un recuerdo históri-co, y esto compete al sitio, al emplazamiento. De-ben por ello dejarse donde están. Si se ha de salvaruna portada, es preferible incorporarla a un nuevoinmueble, siempre que se busque una solución es-tética, que siempre la hay. Si se trata de un patiocompleto, también hay solución, como múltiplespruebas acreditan. Pero acceder al traslado debe serla última solución. Y por supuesto si este trasladose opera dentro del nuevo edificio para favorecersu acomodación, hay que exigir responsabilidades.En mi experiencia tengo ejemplos dolorosos de ar-gucias de los constructores para acabar con los res-tos o desfigurarlos una vez dada la autorización deldesmontado: proporciones alteradas, «descomposi-ción» de materiales, pérdida de elementos, etc.Como la ley todavía dispone de un recurso pode-roso, que es la suspensión de la obra, esto manten-drá en vilo al constructor, y así se podrá vigilar coneficacia si cumple debidamente con la obligaciónde conservar o incorporar algún elemento monu-mental.

LO QUE SE HA DE CONSERVAR

Se parte del error grave de considerar que sonlos monumentos llamados «Nacionales» los queconstituyen el verdadero objetivo de la política pro-tectora. Aunque el número de éstos se ha acrecen-tado, hay que decir que faltan muchos que mere-cerían esta consideración. El hecho de que alacogerse a esta categoría tienen derecho a las asig-

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naciones oficiales, hace que los no reconocidos que-dan sin más protección que la prohibición de underribo, llegado el caso. Pero para ejercer esta me-dida hay que poner en marcha como tarea previala incoación del expediente, aunque luego no pros-pere, pues en el entretanto el derribo se aplaza oimpide. Pero tal enfoque es defectuoso. Son dig-nos de protección todos los monumentos, al mar-gen de que el dinero alcance o no. Precisamenteesta falta de reconocimiento impide la movilizaciónde recursos para proteger áreas urbanísticas ambien-tales. Por todo ello la tarea inexcusable es la cata-logación de monumentos y la inmediata publica-ción de los catálogos. La descripción, el plano y lafotografía del monumento constituyen un testigode cargo y una prueba de control, que pueden re-sultar decisivos a la hora de impedir un derribo.Es evidente que no se podrá proteger todo, peropor lo menos se evitarán derribos clandestinos, yse tendrá la seguridad y la satisfacción al menos deque se hizo todo lo posible para facilitar la conser-vación. El futuro hará que no se nos acuse de ne-gligencia.

Por lo que se refiere a las ciudades, faltan pla-nes de conjunto en orden a la defensa. Es verdadque se han opuesto interesadamente muchos resor-tes contra las declaraciones de los conjuntos mo-numentales. No creo que estas declaraciones debangestarse a hurtadillas, pero debe vencerse con de-cisión las moratorias promovidas en el ámbito mu-nicipal, ya que el daño es como se ha dicho paratoda la ciudad. Por otro lado el usuario tiene dere-cho a saber las limitaciones y condiciones que leaguardan a la hora de conservar o construir en zonamonumental. Para llevar a cabo estos planes, es departicular importancia un acuerdo entre ayunta-mientos, Ministerio de la Vivienda y DirecciónGeneral del Patrimonio, para establecer unas basesque no supongan luego enfrentamientos en la apli-cación de casos parciales. Pero hay que fijar unasfechas límite para redactar tales planes, ya que ladilación atenta contra la conservación.

En los planes especiales que afectan a ciertas ciu-dades monumentales, como Santiago de Compos-tela, se han establecido unos criterios constructi-vos. Eso aligera la concesión de permisos y orientaal promotor. Pero sería de desear que se redactaranunas normas generales para todo el país, si biendejando consideraciones propias para aplicar segúnlas zonas y regiones. Sabemos que la Dirección

General del Patrimonio Artístico tiene ya elabora-do el borrador de una publicación de esta materia;pensamos que aunque queden siempre aspectosrevisables, debería publicarse. Y bien entendido quelos criterios son siempre opinables, pero hay quetomarlos. Precisamente los puntos de vista que hoyse manejan no favorecen la imitación de los edifi-cios antiguos en las zonas de protección. El acha-que de «historicista» a la política de conservaciónambiental ha sido en buena parte superado. La ar-quitectura de nuestro siglo debe entrar en los sec-tores históricos, a condición de que se respetenmódulos, materiales, alturas y volúmenes. Pero par-ticularmente sostengo el criterio de que no habríainconveniente en tales zonas de protección de sermás tolerantes en casos especiales, es decir, cuan-do el edificio a construir ha sido objeto de un pro-yecto especial, por ejemplo un concurso, y se tie-ne la garantía de tratarse de una obra «singular».Precisamente lo que acredita la diferencia entre lavieja arquitectura y la nueva, es que ésta por lo co-mún se limita a construir con un criterio práctico,mientras que la antigua se proyectaba con un pro-pósito más estético.

Si se reclaman unas normas estéticas para la con-servación de edificios, también las técnicas sonmerecedoras de atención. Por experiencia sé que elejercicio profesional del arquitecto restauradorconstituye una tarea escasamente lucrativa, si biencompensada por un amor a los monumentos y elinterés de explorar el pasado. La Dirección Gene-ral del Patrimonio desarrolla esta misión con unelenco de arquitectos de prestigio. La Escuela deRestauración, creada hace unos años, es un eficazinstrumento para mantener la cohesión que estaespecialidad reclama, si bien su progreso ha sidoescaso, por el poco apoyo prestado a este organis-mo. Soy de opinión por el contrario que debeimpulsarse la vida de esta Escuela.

La restauración es una tarea a priori que se de-sarrolla a partir de una inspección ocular del edifi-cio afectado. Con arreglo a los datos históricos ylo que la visión ofrece, se redacta el proyecto. Perotodos sabemos que las cosas son más complicadas.Entre el proyecto de restauración y la obra termi-nada suele haber una considerable diferencia. Peroasí como el proyecto queda bien conocido por elmaterial gráfico unido al expediente, he observadopor el contrario que falta una memoria final, queadvierta de las novedades acaecidas en el curso de

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la restauración. Debiera seguirse el ejemplo de lasmemorias de excavaciones, que proporcionan losdatos finales. De esta manera la Historia del Artecontará el día de mañana con un material fehacien-te. El tiempo suelo jugar una mala pasada, y es queal envejecer las partes renovadas, no se tiene cons-tancia de lo viejo y de lo nuevo.

El claustro del Colegio de San Gregorio de Va-lladolid colegimos que fue prácticamente renova-do en la restauración del siglo XIX, pero nos gus-taría conocer la memoria del restaurador, que dijeraclaramente lo que había hecho.

FINANCIAMIENTO

El proceso administrativo que se sigue para em-prender una restauración y todo el capítulo eco-nómico constituyen una seria materia de preocu-pación. Ciertamente la redacción de un plan derestauración no puede improvisarse, ya que requieretoma de datos, información histórica, levantamien-to de planos, cálculos técnicos, etc. Ahora bien, es-timo que hay que hacer distinciones entre las res-tauraciones. Las que afecten a cubiertas debenemprenderse por el procedimiento de urgencia.Una restauración de un pequeño hundimiento con-jura la caída de la totalidad. Por otro lado, el dañoque reciben los techos y bóvedas al practicarse unaapertura del tejado suele ser inmediato, por efectode los temporales. He visto ejemplos tristísimos dearruinamiento de cubiertas por no haberse cerra-do prontamente un parcial hundimiento del teja-do. Creo que debiera estudiarse un sistema de te-jado provisional, montable y desmontable, paratapar estas aberturas, hasta que se practica la cu-bierta definitiva.

Por otro lado creo que debido a la escasez demedios económicos se acude a restauraciones in-completas, de suerte que no se aseguran los planesde reconstrucción. Mi opinión es que se deben re-dactar planes totales de una determinada restaura-ción, aunque luego su ejecución se vaya repartien-do por anualidades, pero sin interrupción. Estasdetenciones constituyen uno de los vicios más gra-ves y antieconómicos de la administración españo-la. No sólo no se asegura la restauración, sino queluego sale más cara. Me estoy refiriendo natural-mente a unidades de restauración, como puede serun tejado, que es lo más grave en un edificio. El

parar la obra es exponerse a que se desplome todo,ya que por la parte abierta penetran las humedadesy los vientos.

Y finalmente, ciertos edificios no pueden ser ob-jeto de un proyecto de restauración a priori. Cuan-do el edificio está enmascarado, la primera tarea unavez de asegurada la cubierta debe ser la exploraciónde sus elementos, dejando al descubierto todo lo quesea legítimo. El no hacerlo así supone que el pro-yecto inicial tendrá que sufrir muchas rectificacio-nes en el curso de la ejecución, aparte de que pue-den derivarse errores muy graves.

El financiamiento de la restauración viene a serel mayor problema. Son muchos los monumentos,corto el dinero. No cabe pensar ciertamente en unmilagro. Pero para empezar debe concentrarse el es-fuerzo. Los fondos proceden generalmente de la Di-rección General del Patrimonio, pero también co-opera el Ministerio de la Vivienda y hasta el deInformación y Turismo. Esto parece que debe seragradecido en principio, pero no hay duda de quese pierde unidad de acción. De concentrarse ésta enun solo organismo, como parece recomendable, esclaro que los presupuestos deben ser inmediatamenteacrecentados. Ya he indicado anteriormente que tanimportante para un Ministerio de la Vivienda esconstruir casas nuevas, como prolongar la vida delas antiguas, siempre que lo merezcan ciertamente.Muchos viejos palacios podrían de esta manera te-ner asegurada su supervivencia. Pero por otro ladodeben también ofrecerse incentivos al propietario,cuando generalmente ha ocurrido lo contrario, yaque no se le permite derribar su edificio, al tiempoque se congelan las rentas y progresan los deterio-ros, que tienen que ser reparados a su costa. Es evi-dente que para estos monumentos hay que arbitrarayudas. Pero al mismo tiempo deben ponerse enmarcha esas desgravaciones de que habla la Ley delTesoro. Es más, no solamente no han de tributar esosmonumentos, de tan oneroso sostenimiento, sinoque por razón de las obras que efectúen en la con-servación de estos inmuebles, el propietario debeobtener también reducciones en el impuesto gene-ral sobre la renta. Todo esto es moverse en el terre-no de las realidades y de la propia justicia. Pero eldemorar las cosas en el estado actual, supone minarla buena disposición que muchos propietarios deinmuebles monumentales, que pierden la moral alcontemplar el enfoque tan defectuoso que se da alproblema del mantenimiento.

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Problemática actual de la conservación del patrimonio artístico de Aragón

FEDERICO TORRALBA SORIANO

Resulta pavorosa la disminución del patrimonioartístico monumental de Aragón y, evidentemen-te, además, con carácter progresivo. No va a con-solarnos de que esto ocurra aquí el que tambiénsuceda en otros lugares de España y que el mismofenómeno se acuse indudablemente en Francia eItalia, países de rico patrimonio artístico, que enel momento actual lo ven también disminuir. Esuna circunstancia de nuestra época y por ello esnormal que se acuse lo mismo entre nosotros.

Aparte del lógico deterioro por el paso de lostiempos, la contaminación ambiental de hoy esprogresiva y terrible; a lo largo de mi vida he vistola degradación arquitectónica —en progresióngeométrica— de Zaragoza. Y con intensidad cre-ciente.

El hecho (he de tomar como símbolo la capitalde la región) tiene ya largo historial. Se suele inci-dir en las destrucciones ocasionadas por la guerrade la Independencia, que efectivamente mucho des-truyó. Pero seguramente —y se habla menos deello— fueron mucho más considerables las demo-liciones monumentales a lo largo del siglo XIX.Baste citar una serie de monumentos como testi-monio: así el convento de San Francisco, del cualla guerra respetó partes importantes que desapare-cieron en 1844; la Diputación del Reino fue aca-bada de aniquilar también a lo largo del siglo, aligual que lo que había subsistido del convento deSanta Engracia y de otros emplazados en la perife-ria de la ciudad. La demolición de las iglesias deSan Lorenzo, San Juan Bautista y del Temple, fueproseguida más tarde con las de Santiago, San An-

drés, San Juan y San Pedro, San Pedro Nolasco…Las casas palacio de Torrellas y de Zaporta, piezasfundamentales en la historia de la arquitectura ci-vil aragonesa, desaparecieron, así como la famosay ya tópica Torre Nueva, demolida a fin de siglo.

En el siglo XX y en fechas bien recientes hemosvisto derruir el hermoso palacio de Sora (pieza fun-damental del barroco), el convento de la Enseñan-za, el Arco de los Cartujos, el del Arzobispo, el con-vento de la calle del Fin, el convento de las Vírgenesy multiplicidad de casas antiguas, alguna de ellascon patio gótico. En fecha bien reciente fue derrui-da la importantísima iglesia gótico-mudéjar de lasLucías y la no menos importante torre, tambiénmudéjar, de San Juan y San Pedro. La capilla delantiguo Estudio Universitario de Cerbuna, con suestructura del siglo XVI, realizada en materialespoco resistentes, se salvó momentáneamente, para,dejándola desguarnecida y abandonada, que por símisma se hundiese. Estas últimas catástrofes cau-saron impacto en la conciencia popular y el Ayun-tamiento, a través de la Institución «Fernando elCatólico» encargó la redacción de un catálogo demonumentos histórico-artísticos que se recomen-daba salvar. Pero hecho el catálogo de monumen-tos y publicado, han sido destruidas buena partede las obras que allí se incluían, como el colegiode San Jerónimo, el Pósito de la sal o el palacio delos duques de Villahermosa, del que sólo la facha-da queda, y a pesar de que se hizo notar repetida-mente la importancia del conjunto civil constitui-do por las calles de Infantes y de Constantino,también ha desaparecido. Se han salvado a duras

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FEDERICO TORRALBA SORIANO122

penas la cara iglesia de Las Fecetas, si no su con-vento y la exquisita iglesia de San Fernando, asícomo, difícilmente, el palacio de los condes deSástago. Pero otros muchos edificios han sucum-bido.

Si la demolición de lo histórico ha sido tan in-tensa, puede pensarse lo ocurrido con los edificiosmás recientes. La anulación por transformación del«Rincón de Goya», pieza fundamental en la arqui-tectura española innovadora de 1927. Restos sub-sistentes de la Exposición de 1908; la casa del es-cultor Lasuén y buen número de casas modernistasmuy interesantes, fueron desapareciendo con un talritmo creciente, que en la sesión conjunta del XXIpleno del Colegio de Aragón, el año 1972 presen-té una ponencia en defensa de la arquitectura dela primera mitad del siglo XX, que tuvo muchaaceptación pero pocas consecuencias, ya que, porejemplo, bien reciente esté la destrucción del cha-let de la familia García, en el paseo de GeneralMola; otras casas modernistas en el momento ac-tual están todavía bajo la amenaza de la piqueta, apesar de que se me pidió una catalogación de mo-numentos de antigüedad inferior a los cien años,catalogación que enviada al Ayuntamiento, se per-dió entre los trámites burocráticos.

He dicho que utilizaba Zaragoza como símbolobien significativo de los hechos que comento, peropodría llevarse a todo el territorio de la región don-de la riqueza monumental, en muchas ocasiones,está rudamente amenazada, unas veces por ser ensitios poco poblados o modestos, otras, aún másgrave, en los núcleos importantes y así ocurre conTarazona donde las casas antiguas del «Cinto» sesustituyen por feas construcciones y las calles seensanchan y rectifican, destrozando así una de lasciudades, sin duda, más bellas no sólo de Aragónsino de España.

Quiero entrar brevemente en algunas de las cau-sas de este proceso destructivo.

Por una parte es lógico el deterioro de aquellosmonumentos que por cese de servicio o por sermuy gravosos en su conservación se arruinan pro-gresivamente; este es el caso de múltiples iglesias yde numerosísimos palacios o casas señoriales.

No cabe duda que esos deterioros y esa gravo-sidad de entretenimiento se deben en muy buenaparte a los materiales empleados en la región, detradición mudéjar fundamentalmente, materialesdeleznables que en sustitución de la piedra son el

ladrillo, el tapial, el yeso y la carpintería. Todo ello,efectivamente, es de fácil y rápido deterioro, peroaún hay algo mucho más grave para estas construc-ciones y es lo cómodo de su demolición, sobre todosi se plantea en urgencia y empleando los mediostécnicos actuales al servicio de excavaciones yterraplenados.

Esa inutilidad práctica o inadecuación a nues-tro momento unida a esa fragilidad del material,son sin duda factores importantes en lo que ocu-rre, pero creo que aún por encima de todo ello hayotra serie de razones, que pueden llegar a tocar locaracteriológico regional. Es indudable la presen-cia entre nosotros de un mal entendido afán denovedad y «modernidad», se busca siempre la ac-tualización de las cosas y el «estar al día», hacién-dose eco de novedades que pueden en ocasionestocar a la vanguardia, de que puede dar buen ejem-plo el modernismo de la Exposición de 1908, o lapresencia en 1928 del «Rincón de Goya» e, inclu-so, en otro campo de actividades artísticas, la apa-rición de la «Escuela de Zaragoza» en 1947-48,como exponente de la abstracción. Pero por otraparte, hay como una tremenda despreocupación delo nuestro, juzgándolo inferior a lo producido enotras latitudes o a lo que en la nuestra pueda pro-ducir gente de fuera y basta recordar la permanen-cia de la asignación a Herrera el Mozo de la inven-ción de la iglesia del Pilar y el encargo de ejecuciónde la capilla de la Virgen a Ventura Rodríguez,mientras se lo planteaban problemas a Goya o des-conocemos a Tiburcio del Caso; no toda la culpamuchas veces del no llegar a tiempo en el cuidadode nuestros monumentos ha de imputarse al cen-tralismo, aún cuando evidentemente éste siempremanifieste también un cierto desinterés hacia nues-tra transitiva región. A estos factores indicados seañade por otra parte, en nuestras tierras, un eviden-te positivismo y aún mercantilización de las cosas,que en lo que ahora nos ocupa puede llevar a losagudos problemas de la capitalización del suelo.

A lo largo de los tiempos, incide en lo dicho an-tes, vemos que esto se ha planteado en continui-dad, como lo demuestra el hecho de la transfor-mación permanente de la ciudad y la desapariciónde sus monumentos, no siempre justificada por ra-zones de deterioro sino, muy habitualmente, pornuevas orientaciones urbanísticas, nuevo tono yaspecto de la ciudad o simplemente remodelacióno sustitución de monumentos por considerarlos

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PROBLEMÁTICA ACTUAL DE LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO ARTÍSTICO EN ARAGÓN 123

«pobres y anticuados», como fue el caso por ejem-plo del planteamiento de la nueva basílica del Pi-lar, para suceder a la anterior iglesia gótico-mudé-jar. Ya es suerte, pues, que hayan llegado bastantescosas hasta nuestro siglo, pero bien es verdad quenos hemos despreocupado o prescindido de bastan-tes. Pero aún en Zaragoza hay una cierta razón geo-gráfica y su centro llano podía pedir y prestarse aesas transformaciones; pero no veo por qué en lu-gares donde el suelo impone la estructura de la vi-lla, como en el caso antes referido de Tarazona, sepueda llegar a una imposible y deprimente «mo-dernización».

No voy a ser yo quien de las soluciones al pro-blema, ya que mi intención y finalidad es funda-mentalmente el planteamiento de una grave cues-tión. Creo, sin embargo, que tal como las cosasfuncionan en relación con este asunto en el mo-mento actual hay una pérdida evidente de tiempoy una lentitud de términos —que facilitan indu-dablemente la actuación y gestión de los interesesindividuales— y que, dada su dependencia de los

centralismos por un lado y la ya antes indicada rá-pida posible demolición de los monumentos porel otro, es necesario abreviar y agilizar, si se quierellegar a tiempo. Es forzoso reorganizar los proce-dimientos de trabajo del Ministerio y las consig-nas o disposiciones dadas a los organismos oficia-les, e incluso reorganizar las Comisiones deMonumentos, que no alcanzan generalmente unaverdadera efectividad en la consecución de la rápi-da actitud de salvamento de monumentos en con-flicto, que muchas veces son demolidos mientras seincoan los expedientes. Es forzoso que haya un ma-yor interés de ayuda y más directo desde las entida-des centrales y leyes que, incluso, podrían ser dadaslocalmente con carácter de urgencia; leyes tambiéndecididamente protectoras y, sobre todo, con pro-cedimientos de ejecución rápidos. No quiere estodecir que no sea también importantísimo el hacercomprender a la población el interés fundamentalde la conservación del conjunto de sus monumen-tos histórico-artísticos, testimonio esencial, al finy al cabo, de su pervivencia y su cultura.

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Criterios sobre delimitación de los conjuntos monumentales histórico-artísticos

MANUEL CHAMOSO LAMAS

Dejando aparte el concepto de Monumento, quees tan antiguo como el hombre mismo, puesto quecon él nace el sentimiento estético; dejando apar-te, igualmente, el criterio racionalista que a la co-lectividad humana impone un respeto hacia el mo-numento, hacia la creación artística en general, y,también, el innato resultado expectante que la evo-lución, el desarrollo, el avance de las artes, despiertaen el ser humano, son, realmente, otros dos los con-ceptos que imponen al hombre la adopción de cier-tas posiciones críticas esencialmente básicas parahacer brotar de ellas una regulación estimativa; unaposición autocrítica que produce una concreta ca-lificación al juzgar el valor de lo monumental, yuna posición exocrítica que desarrolla una proyec-ción hacia la evocación de los aconteceres históri-cos, quizá obedeciendo intuitivamente a una reivin-dicación conservadora y exaltativa, incorporandovalores estéticos cuidadosamente tamizados por elcedazo espiritual de la selección calificadora. Puesbien, ésta ha sido la línea generalmente seguida porla mayor parte de las legislaciones elaboradas parala defensa y salvaguarda del Patrimonio cultural delos distintos países.

Hoy no constituye novedad saber que la legisla-ción más completa y perfecta que existe para la de-fensa del Patrimonio Histórico-Artístico, Monumen-tal y Pintoresco o Paisajístico, de un país, es la deEspaña. Sorprende, ciertamente, el que se haya lo-grado la formación de este Cuerpo legislativo en unpaís que, si bien va en cabeza dentro del cuadro re-presentativo de la riqueza artística que aún posee elmundo, su desarrollo histórico y político, sus avata-

res y aconteceres determinados por una discontinui-dad ideal, harían esperar una acusada indiferenciaal igual que aconteció en países más sobrios y pre-ocupados por su afán conservador. España propor-ciona en este aspecto una lección de gran avance yconquista cultural que le permite hacer frente, conserena objetividad normativa, a los graves problemasde salvaguarda y valoración de su Patrimonio His-tórico-Artístico y Monumental.

No ha de extrañar este hecho si traemos a nues-tro recuerdo el conocimiento de que los primerosbrotes legislativos referidos a esta salvaguarda, seremontan al siglo XIII, pues tienen justificada en-tidad normativa en preceptos recogidos en el Fue-ro Real. Cierto que tales preceptos, «Leyes 1, 2 y3, del título V del Libro 1.º del Fuero Real» se re-fieren exclusivamente a las riquezas históricas o ar-tísticas que en siglos anteriores habían ido reunien-do las iglesias y los grandes centros monacales,motivando su abundante existencia una honda pre-ocupación por su defensa, y que tienden, preferen-temente, a la prohibición de la enajenación y sali-da de cuanta obra de arte en aquellos templos ycentros religiosos se conservaba y era objeto de cul-to o de admiración, simplemente.

Igualmente, en el Libro de las Siete Partidas,del Rey Sabio, 1256-1265, en la Partida 1.ªPreámbulo del título XV, se establece una norma-tiva plena de razonable exigencia y de justa apre-ciación creando todo un sistema eminentementeconservador, y defensivo de los bienes artísticosque se donaron, confiaron o poseyera en cualquierforma la Iglesia.

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MANUEL CHAMOSO LAMAS126

En el siglo XIV también preocupa a la autori-dad estatal, representada por el Rey, la «Conserva-ción de los tesoros, reliquias, imágenes y ornamen-tos, de las Iglesias» según demuestra el Título 32de la Ley III del «Ordenamiento de Alcalá», del año1348.

No obstante, puede asegurarse que es el sigloXVIII, con su estricto sentido anticuarista, cuan-do la normativa legal adquiere la más honda pre-ocupación por el Tesoro Artístico y Monumentalde nuestro país. El esplendor cultural que fluye in-contenible en los distintos estados europeos, deter-mina en España una inquietud renovadora, queconduce a la conquista de una auténtica difusióndel conocimiento y valoración de nuestra riquezahistórico artística y monumental. La «NovísimaRecopilación» es un amplio y coordinado compen-dio de reglamentaciones inspiradas hondamente enel ambiente creado por la política absolutistaborbónica, que asienta su base en la creación de lasReales Academias de San Fernando y de la Histo-ria, verdaderos focos productores de la luz oficial-mente orientadora en el orden estético, hasta elpunto de alcanzar una estricta categoría rectora,impuesta y exigida en el cumplimiento de sus eru-ditos criterios.

El siglo XIX fue para España la época de mayory más auténtica consagración a la defensa, estima-ción y difusión, de nuestro Patrimonio Artístico eHistórico. Sin embargo, esta consagración no pudoobtener una necesaria continuidad y desarrollo sis-temático, sino que los mismos peligros, amenazasy atentados que afectaban a nuestra riqueza artís-tica, determinaban inquietudes traducidas en dis-posiciones apremiantes y aisladas que no lograron,a causa, más que a cualquier otro motivo, de losavatares políticos, que alteraban la continuidad dela acción gubernamental. Sin embargo, la preocu-pación por la valoración y defensa de nuestra ri-queza monumental y artística fue mantenida des-de todos los campos políticos, culminando estapreocupación en la «Cédula del Real Consejo» de6 de julio de 1803. Tan destacadamente se acusaen esta Cédula Real la preocupación y el perfectosentido normativo que la inspira, que tan sólo suolvido explica el que no se haya usado como pun-to básico de toda nuestra legislación posterior.

A pesar de ello el siglo XIX fue logrando conloable afán, una cierta estructuración que poten-ció el esquema medular de un cuerpo legislativo

para la defensa del Tesoro Artístico. El año 1837se dio un paso sumamente importante al prohibirla exportación de objetos artísticos y en 1844 seobtiene otro logro más al ser creadas las Comisio-nes Provinciales de Monumentos, si bien su Regla-mento no fue aprobado y publicado hasta el año1865, siguiendo la constitución o creación de Mu-seos de Antigüedades y de Bellas Artes, todo ellosin dejar de promulgar nuevas y convenientes dis-posiciones.

El siglo XX se inicia con una nueva y ya urgen-te Ley. La de Excavaciones Artísticas y Conserva-ción de Ruinas y Antigüedades, de 7 de julio de1911. Su Reglamento publicado al año siguienteproporcionó una consistencia jurídica y práctica adicha Ley. Pero fue la Ley de 4 de marzo de 1915la que dio el impulso definitivo a la regulación ju-rídica establecida para la defensa Monumental His-tórico-Artística. Reconocida su trascendencia aúndejó ver ciertos fallos, los cuales pronto fueron sub-sanados mediante sucesivas normas dictadas y apro-badas con sólida eficacia legal.

Como suma y compendio de lo legislado ante-riormente y ajustándolo al renovado ambiente na-cional, se crea el Real Decreto-Ley de 9 de agostode 1926, el cual alcanza, como máximo triunfo, adejar adscrita de una vez y para siempre la riquezade España al suelo de la Nación. Este Real Decre-to-Ley de 1926, fue ratificado y ampliado, a la vezque se le dotaba de una más sólida estructuración,por la Ley de 13 de mayo de 1933, aún reforzadoacertadamente por el Reglamento de 16 de abrilde 1936 para la Aplicación de la Ley del TesoroArtístico Nacional.

La Guerra Civil determinó la incorporación deotras varias disposiciones, pero que en nada altera-ban la reglamentación de los Decretos y Leyes an-teriores, por ello no vamos a detenernos a consi-derarlos aquí, así como otras muchas disposicionesadicionales que fueron dictándose según necesida-des que la evolución de los tiempos creó, algunade cuyas disposiciones fueron suscitadas por el queeste escribe durante la misión que la DirecciónGeneral de Bellas Artes le confió, ininterrumpida-mente desde el año 1938 hasta el presente.

Ahora bien, de toda la legislación últimamenteredactada, impuesta y hecha cumplir, destaca uncuerpo legal que una acuciante e inesperada evo-lución económica de la sociedad, obligó a formu-lar e incorporar al gran conjunto legislativo exis-

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CRITERIOS SOBRE DELIMITACIÓN DE LOS CONJUNTOS MONUMENTALES 127

tente. Se trata del crecimiento de las ciudades, delos incontenibles desarrollos urbanísticos y del bro-te de una especulación afanosa de obtención de fá-ciles lucros. Los Decretos de declaración de losConjuntos Monumentales e Histórico-Artísticos,de los Sitios, Parques, Jardines y Paisajes, permi-tieron regular la defensa de tantos y tan valiososconjuntos gravemente amenazados, si bien a costade una complicada y aún hoy no bien organizadaacción de la Administración Pública.

Actualmente la defensa de nuestras viejas Ciu-dades, Villas o Pueblos, de sus Monumentos, desu ambiente y su carácter, es lo más complejo y di-fícil que, como grave problema, tienen planteadotodos los países. El establecimiento de normas, sin-gulares en algunos casos, generales en todos, es elúnico medio de que se dispone para alcanzar solu-ciones adecuadas.

La normativa que se ha juzgado como más efi-caz para la conveniente salvaguarda de los Conjun-tos Urbanos declarados Nacionales y que ha sidopuesta en función legal en España, establece comopunto básico de su desarrollo la delimitación de lazona urbana, que, por sus valores intrínsecos, fueobjeto de declaración. Esta delimitación, si bien seajusta a la zona monumental o histórico-artísticade manera exclusiva, pudiera dejar vulnerable laintegridad y conservación de aquélla, pues su en-torno quedaría a merced del tratamiento de la ini-ciativa privada o de los planes u ordenanzas muni-cipales, pocas veces acordes con el carácter o lavaloración ambiental de los cascos urbanos decla-rados Monumentales o Histórico-Artísticos. Estasituación determinó la necesidad de considerar laconveniencia de incluir una segunda delimitaciónque, con el nombre de «Zona de respeto», permi-tiese controlar legalmente la acción privada, mu-nicipal o estatal. Ambas delimitaciones fueron ca-libradas con arreglo a una normativa diferente; laZona Monumental o casco urbano Histórico-Ar-tístico, que se cobija en la delimitación que se acor-dó denominar Perímetro Morado, y la Zona de res-peto delimitada y designada con el nombre dePerímetro Azul.

Esta delimitación, regulada por una reglamen-tación generalizada en principio para todos losConjuntos Monumentales Histórico-Artísticos,pronto se vio desbordada por el torrente especula-tivo, la inoperancia en la aplicación de las normaslegales, la indiferencia de las Autoridades, en fin,

por una complicada serie de imponderables queobligan a recapacitar y buscar nuevos sistemas dereglamentación. A este respecto nos permitimosresumir aquí los dispositivos susceptibles de seradoptados para facilitar una acción de salvaguardaeficaz de los Conjuntos Histórico-Artísticos, segúnnuestro modo de ver.

Teniendo en cuenta que una Ciudad es siempreun organismo vivo y como tal sensible, no se lapuede tratar con un criterio exclusivamente nos-tálgico, desprovisto de realismo ante los problemasmateriales y las necesidades cotidianas que la vidamoderna impone y exige resolver. Ahora bien, confrecuencia los valores espirituales y trascendentesque conserva una ciudad antigua, se enfrentan contales problemas, sus planteamientos y necesidades.Pues bien, unos y otros deben ser estudiados, aten-didos y resueltos, de una manera cordial y razona-da que permita, a la vez, salvaguardar y defendercon el debido esmero, la fisonomía, el carácter y elambiente peculiar de la ciudad y todo cuanto demeritorio por su monumentalidad, historia o arteposea y que, en suma, encarnan aquellos valores.Pero también deberá ser tenido en cuenta el hechode que serán frecuentes los casos en que la urgen-cia de algunas reformas y su aparente ineludiblenecesidad, tengan por objeto derribos o cambiosde aspecto que afectan al perfil urbano o a estima-bles y calificados rincones y edificios, y que la acep-tación de su ejecución ocasionará daños irreparablesque, tan sólo póstumas e inútiles lamentaciones,darán cuenta del grave error cometido. Es preciso,para evitarlo, sopesar serena e imparcialmente lasdecisiones que puedan adoptarse en tales casos. Uncriterio de flexibilidad puede seguirse en aquellospuntos de una Ciudad antigua en los cuales no con-curra o no se haya perdido la conjunción de valo-res que la distinguen. Del mismo modo la incor-poración de materiales producto de manufacturaso técnicas modernas, podría ser aceptado en deter-minadas circunstancias, siempre que se empleo nodestruya ritmo expresivo y armonía constructiva,lográndose de este modo, una acomodación pro-vechosa a las necesidades de vida de nuestro tiem-po. Pero esta aplicación de criterios debe estar re-gulada objetivamente para evitar la anarquía de lasubjetividad, siendo esta regulación la que propor-ciona una declaración de Conjunto Urbano His-tórico-Artístico o Monumental. No obstante, estaregulación es limitada en su alcance para enfren-

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tarse con la problemática actualmente planteada,por lo que se hace preciso proveerla de instrumen-tos legales de aplicación que compongan una re-glamentación, instrumentos que difícilmente pue-den generalizarse dada la diversidad del carácter,ambiente, valores expresivos tradicionales, etc., quepresentan nuestras Ciudades, de ahí la necesidadde añadir a la regulación legal existente un sistemaacomodado a cada Conjunto Monumental Histó-rico-Artístico, y aún dentro de éste a cada una delas delimitaciones que en él se establezcan.

A tal fin, la solución que estimamos como másefectiva a la vista de los resultados obtenidos en losensayos de aplicación que llevamos efectuado enConjuntos declarados, como Santiago de Compos-tela y Betanzos (La Coruña) y Ribadavia (Orense),es la confección de unas «Instrucciones» que regla-mentan la aplicación de la Ley general de acuerdocon la valoración singular que distingue a cada

Conjunto, pues no es raro encontrar casos en ciu-dades de una misma región en los cuales la prohi-bición del empleo de un material determinado,debe ser eliminada en otras por exigirlo así el dife-rente tratamiento tradicional. Fácilmente se com-prende que un Conjunto Urbano que radica en laMontaña o en el Valle, es totalmente diferente aotro emplazado en la costa; el desenvolvimientomismo de la vida, tan diferente en tales ciudades,villas o pueblos, lo impone.

De ahí que la confección de unas Instruccionescuidadosamente estudiadas y afianzadas en el res-peto a las singularidades o aspectos específicos decada Conjunto, Instrucciones que vendrían a com-plementar los postulados legales generalizados,constituyan la única posibilidad de lograr la máseficaz y auténtica conservación de los ConjuntosUrbanos declarados Monumentales o Histórico-Artísticos.

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Restauración de la iglesia de San Bartolomé, de Jerez de los Caballeros (Badajoz)

JULIÁN ÁLVAREZ VILLAR

La ocasión de este Congreso de Historia delArte, con sede en la bellísima Trujillo, una de laslocalidades de mayor importancia histórico-artís-tica de Extremadura, me brinda la oportunidad dellamar la atención de los congresistas sobre una igle-sia del mayor interés, de todos conocida, pero que,se halla en lamentable estado de conservación, o almenos ofrecía serios peligros en su fachada en laúltima ocasión que la visitó para tomar diapositivasde su torre y hastial.

No es, pues, esta comunicación un estudio deledificio ni una nueva aportación sobre su arte o his-toria. Es sencillamente una petición al Congreso,para que, si lo estima precedente canalice la peti-ción a la Dirección General del Patrimonio Artís-tico de una urgente restauración de esta pieza ex-cepción y no demasiado conocida del público noespecializado.

Realizada en ladrillo, su fachada se compone deun gran retablo exterior de azulejos al estilo delHospital sevillano de La Caridad, dedicando partede su obra cerámica a reproducir imágenes de SanAntonio Abad, San Diego de Alcalá, San Antoniode Padua y San Francisco de Asís todo de gran sa-bor sevillano. Es obra de 1759 y se halla en trancede perderse si una pronta ayuda técnica no viene a

detener el continuo estrago que el tiempo y el maltrato que sus partes inferiores revelan, ha sufridoeste templo.

La puesta en valor del arte en los últimos tiem-pos, una mayor cultura y el amor al patrimoniohistórico que todo pueblo tiene hoy hacia lo suyo,justifican esta petición de ayuda para una obra, atodas luces excepcional, que desde este Congresosolicito.

Jerez de los Caballeros es Conjunto Histórico-Artístico por Decreto de 22 de diciembre de 1966,lo que reforzaría la petición que aquí se formula,por otra parte no excesivamente gravosa, si tene-mos en cuenta las características del monumento,que mereció figurar en bella portada del libro quesobre la ciudad publicó recientemente don Casi-miro González, quizá con el deseo no sólo de quela iglesia represente el arte de la localidad, sino quesea la llamada en favor de una obra que de ningu-na manera puede perderse.

Si este escrito es o no una comunicación de po-sible inclusión en la Sección III, que agrupa lasaportaciones en torno a CONSERVACIÓN Y RESTAU-RACIÓN DE MONUMENTOS EN ESPAÑA, lo deje al ar-bitrio del Congreso. En todo caso mi deseo es efec-tuar una llamada en favor del monumento.

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La descontextualización, planteamiento problemático en la recuperaciónmonumental. Aplicación al caso de Cáceres

MARÍA DEL MAR LOZANO BARTOLOZZI

Nuestra comunicación trata de replantear unode los problemas que se suscitan en las reconstruc-ciones monumentales: la descontextualización deelementos histórico-artísticos, es decir, el traer loshechos del pasado al momento presente incluyén-dolos en contextos o ecosistemas distintos para pro-curar su conservación, lo cual se traduce en la prác-tica en traslados de monumentos completosentendidos como sistemas artísticos sacándolos desu entorno, o en la recuperación de una portada,una ventana o escudo, para aplicarlos a otros edi-ficios existentes o edificios que surgen así por en-samblajes artificiales. El problema que se plantea,para nosotros, es grave, pues primero: al descon-textualizar un monumento quitamos varios elemen-tos de su historia (de su ecosistema) y nos queda-mos solamente con el diseño o con todo su sistema,produciéndose un desajuste sistema-ecosistema(obra-contexto) que lleva a una crisis atentandocontra la auténtica comprensión. No siempre la es-tructura formal aislada puede seguir conteniendosu significado completo. En consecuencia ladescodificación del mensaje artístico, será incom-pleta para el espectador. Segundo: cuando se hanperdido los elementos redundantes de la obra, sumensaje no es recuperable; si deshacemos una es-tructura o nos la encontramos deteriorada por elpaso temporal al recomponerla hay que plantearseesa posible o no capacidad de redundancia. Conesto se relaciona otro fenómeno que va unido a loanterior: la creación de ambientes escenográficosfalsos con la finalidad de conseguir un mayor ilu-sionismo para el turista o espectador en general.

A estas reflexiones nos invita el análisis de casosproducidos en la ciudad de Cáceres, donde juntoa una conservación y recuperación acertada de laciudad antigua, de su muralla o de los recuerdosdel pasado de toda la villa extramuros, se han pro-vocado lo que podríamos calificar de pastiches yde conjuntos kitsch. Dicho análisis nos lleva areconsiderar una vez más cuál debe ser el concep-to de lo monumental, así como a hacer patente elproblema de la valoración personal de lo estéticoen los reconstructores pues se puede llegar a recons-trucciones románticas y portadoras de falsos signi-ficados.

El primer ejemplo cacereño es el derribo de unedificio: el Colegio-Seminario mandado construirpor el obispo de la Diócesis de Coria, D. PedroGarcía de Galarza, bajo la advocación de San Pe-dro, al final de la calle de Parras, el año 1579. En1609 el papa Clemente VIII aprueba su erección 1.La intención fundamental de esta construcción estransmitir la ideología de Trento a través de la la-bor pedagógica a la que se destina el colegio. Eledificio tenía un carácter alegórico y era el quintoque se hacía en España de tipo post-tridentino.

Desgraciadamente deriva con posterioridad enotros usos y en el año 1963 se decide derribarlocon indignación de algunos cacereños que se opo-nían proponiendo su restauración. Posteriormentesus tres portadas, de tipología manierista, se han

1 Biblioteca Nacional. Mss, 430, núm. 139, fol. 646-647.

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MARÍA DEL MAR LOZANO BARTOLOZZI132

trasladado a la zona intramuros, así como algunosotros elementos: escudos, cornisas, ventanas y re-jas. Se formaron entonces los conjuntos exterioresde la Diputación Provincial, entre la parroquia deSanta María y los Golfines de Abajo, y de la Jefa-tura Provincial de Carreteras en la misma plazue-la. Más, la fachada posterior del Palacio Episcopalen el adarve junto al Arco de la Estrella, que era laprincipal del Seminario. El visitante que actualmen-te a nuestra ciudad no tiene ninguna señal que leindique estos arreglos a no ser un error que resultaanecdótico y que es el trastrueque de letras en lainscripción de la última portada que por confusiónde quien la colocó ofrece la lectura de: … OBIS-PO CALARZA, DIÓCESIS DE GORIA.

Otro ejemplo en Cáceres es el siguiente: el lien-zo de la muralla entre las torres del Horno y de laYerva que da a la Plaza Pública o de General Molay parte lateral del Ayuntamiento, había sido ocu-pado por construcciones de viviendas y un merca-do de traza modernista (de 1931) bastante intere-sante, el mercado de las Pizuelas. Derribado todoesto en 1973, se ha reconstruido la muralla y lastorres a imitación árabe (no precisamente del ta-pial almohade del resto de la cerca) y también conalgunos fragmentos de un mudéjar «revival» que vaapareciendo asimismo por otras reconstrucciones dela ciudad. Delante se ha colocado la estatua de lamal denominada diosa Ceres o genio protector dela ciudad 2 con unos cipreses (un convencionalis-mo tradicional) y a su lado los Pilares de San Fran-cisco, de los que hablaremos ahora, calificando este«ambiente» inventado en el año 1975 de «El Forode los Balbos» nombre simbólico para Cáceres por-que el Cónsul romano Lucio Cornelio Balbo fuequien fundó la Colonis Norba Caesarina origen dela actual población.

Los citados pilares son una fábrica de tiemposde Felipe II 3 para abrevadero de animales, que es-

taban situados en la salida sureste de la villa, en elcamino de San Francisco junto a la calle de Miraal Río, todo un arrabal entre la Fuente Nueva y laFuente del Concejo. En el mismo lugar hay toda-vía otro pilar que no ha sido trasladado. Ambos hanmantenido su funcionalidad hasta época muy re-ciente.

Ya ante estos dos ejemplos hay que plantearsevarias cuestiones, en el primer caso el problema delpastiche, como hecho frente a la repristinación en-tendiendo ésta como: «tipo de restauración, el cualconsiste en la devolución del aspecto o de la for-ma primitiva a un organismo mediante la elimina-ción de añadidos o superposiciones» 4 y aquél comouna acumulación de elementos no correspondien-tes a la estructura original, deformando o produ-ciendo «ruido» (si empleamos un término teórico)en la información.

En el segundo caso, se plantean los elementosmonumentales singulares, bien que no participanya de un ambiente o contexto (el caso de la esta-tua de Ceres que ha querido ser llevada al MuseoArqueológico y en el cual se ha colocado una co-pia fiel) o bien que participando aún de dicho am-biente, se ven privados de él (como los pilares en1975).

En ambos ejemplos se da la descontextualizaciónque podemos definir ya como la no integración ensu ecosistema físico e histórico de la obra artísticaconsiderada como sistema de elementos interrela-cionados. Los pilares tenían un ecosistema físico ehistórico o contexto que era su barrio, su emplaza-miento como espacio social y urbano. Físicamenteestaban unidos por un conducto al agua que surgíade la Fuente Nueva. Nos hablaban de una econo-mía ganadera y agrícola vigente hasta la actualidadpues su funcionalidad es lo que los ha hecho funda-mentalmente superar el paso del tiempo. Los pila-res son una obra urbana de carácter cotidiano indu-

2 Desde 1820 a 1964 estuvo colocada en un templete de la-drillo sobre la Torre de Bujaco. Después fue bajada al atrio delAyuntamiento.

3 En ellos aparece la inscripción siguiente: REINANDO ENCASTILLA/ EL CATHOLICO REI DON PHI/ LIPPE SE-GUNDO CACERES/ MANDO HAZER ESTA OBRA/ SIEN-DO CORREGIDOR POR/ SU MAGESTAD EL LICENCIA-DO/ DIEGO DE VALDIVIA ACABO/ SE AÑO DE 1577AÑOS.

En el año 1684 encontramos la tasación de la obra que hizoAlonso Cassares por mandato de la Villa en los pilares. ArchivoHistórico Provincial, leg. 3717 ante Alonso Conejero. Se tratade toda una reparación. Y constantemente encontramos tambiénen los libros de acuerdos del municipio, en el Archivo Munici-pal medidas de limpieza y aderezo de ellos.

4 CERVELLATI, P. L. y SCANNAVINI, R., Bolonia. Política yMetodología de la Restauración de Centros Históricos, Ed. GustavoGili, Barcelona, 1976, pág. 9.

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LA DESCONTEXTUALIZACIÓN, PLANEAMIENTO PROBLEMÁTICO EN LA RECUPERACIÓN… 133

dablemente enriquecidos por su nivel artístico, peroa los que se les ha privado de su cotidianeidad paraemplearlos como punto escenográfico cambiándo-los el medio natural. Se les ha eliminado de su rela-ción con el entorno físico, con el individuo y con elbarrio quitándoles su función social.

Los dos ejemplos son productos kitsch si segui-mos las opiniones de Umberto Eco sobre este con-cepto, para él, el kitsch es: «forma de desmedida,de falso organicismo contextual, y por ello, comomentira, como fraude perpetrado no a nivel de loscontenidos, sino al de la propia forma de la comu-nicación» 5 y «el estilema extraído del propio con-texto insertado en otro contexto cuya estructurageneral no posee los mismos caracteres de homo-geneidad y de necesidad de la estructura original,mientras el mensaje es propuesto —merced a la in-debida inserción— como obra original y capaz deestimular las experiencias inéditas» 6.

Y si seguimos analizando la restauración cace-reña nos encontramos con más ejemplos concre-tos a los que aplicar todos estos reparos. Los seña-lamos como llamada de atención a las posiblesreformas que aún están en vías de realizarse 7, así:

— A la aparición de todo un lienzo neomudéjarcompletamente construido en la fachada lateral delPalacio Episcopal frente al palacio Montezuma, quenos hace pensar en una tipología que lleva a la uni-formidad con otras reconstrucciones de algunas re-giones españolas y que no corresponde a la reali-dad de Cáceres.

— La transformación de la entrada a la ciudadantigua por el Arco de la Estrella ampliando las es-calinatas, tirando casas y reinventando la mayorparte de las paredes laterales que dan a dichas es-calinatas. El efecto de amplitud y solemnidad cier-tamente ha aumentado. El mismo carácter de es-cenografía se le ha dado a la plazuela de San Jorge,aunque aquí los cocherones derribados afeaban laperspectiva y eran recientes. Sin embargo junto auna revalorización de las fachadas de la iglesia ycolegio de la Compañía, se ha inventado todo un

decorado de bolas de granito neo-herrerianas, es-calinatas, un jardincito, de nuevo, neo-mudéjar yuna serie de tiendas de «souvenirs» que nos afirmasu relación con los kitsch.

— La inclusión de elementos decorativos que,o no tienen nada que ver con la construccióncacereña: las mismas bolas de granito de la plazade San Jorge que se repiten en el palacio del Co-mendador de Alcuéscar (hoy Hostería de Turismo)y los cipreses de la plaza; o son pura imitación: lasgórgolas y cornisas superiores de la parroquia deSanta María que oscurecen a las auténticas, la cor-nisa de gran parte del actual museo del Mono, etc.

— Y sobre todo la transformación de la plaza, ala que se le han arrancado todo un grupo de pal-meras para convertirla en un deplorable aparca-miento de coches.

En conclusión, ¿qué debemos hacer con lo mo-numental? Quizá en algunos casos no hay más re-medio que salvar los monumentos incompletos. Loideal sería, si seguimos la definición de G. C. Argansobre el monumento: «la obra de arte que atravie-sa los siglos conservando y transmitiendo su pro-pio valor ideológico» 8 poder conservar todo sucontexto, y si no existe no tener por qué comple-tarlo falsamente.

Queremos terminar con unas palabras de losconservadores de la ciudad de Bolonia sobre el res-peto al pasado histórico, modélicas para nuestrasciudades monumentales: «La conservación estruc-tural del centro histórico, a través de la recupera-ción de los valores de permanencia y de inmu-tabilidad de la ciudad antigua, basados en unaorgánica consideración histórica y estructural de laproblemática misma de la conservación, supera ala tan comúnmente propagada y entendida conser-vación, arbitraria en las premisas e incluso en lospropósitos que ha quedado a menudo reducida aun simple problema de escenografía urbana, super-puesta a una reestructuración funcional, ya que re-nuncia a una comprensión histórico-crítica de laciudad antigua encuadrada en la más vasta ypoliédrica realidad territorial» 9.

5 ECO, U., Apocalípticos e integrados ante la cultura de ma-sas, Ed. Lumen, Barcelona, 1973, pág. 102.

6 ECO, U., opus cit., pág. 129.7 GONZÁLEZ VALCÁRCEL, J. M., «Treinta años de restaura-

ción monumental en Cáceres» en Revista de Estudios Extremeños,T. XXVI, Badajoz, 1970.

8 ARGÁN, G. C., El concepto del espacio arquitectónico, desdeel Barroco a nuestros días, Ed. Nueva Visión, Barcelona, 1973,pág. 56.

9 CERVELLATI, P. L. y SCANNAVINI, R., op. cit., pág. 19.

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Alteración urbanística de un conjunto monumental contemporáneo: el Templo dela Veracruz de Carballiño (Orense)

MARÍA DEL SOCORRO ORTEGA ROMERO

Este trabajo tiene como fin dar a conocer lo queestá sucediendo con el templo de la Veracruz, em-plazado en la villa de Carballiño (Orense), obra delArquitecto Antonio Palacios Ramilo, y con ellocontribuir a poner coto a tantas anomalías y abe-rraciones urbanísticas como se están llevando acabo en su entorno 1.

Antes de pasar a analizar el «nuevo Carballiño»,que Paladios intentaba crear teniendo como cen-tro la Veracruz, vamos a reseñar brevemente las cau-sas de su nacimiento y la historia de su construc-ción.

En el año 1943, dentro del pobre panorama eco-nómico de España, la villa de Carballiño en Orensegoza de una situación privilegiada. Por un lado, suproximidad a Portugal hace que allí revierta el pro-ducto del contrabando con la nación vecina; tam-bién es una fuente de ingresos la afluencia de fo-rasteros que acuden a su balneario de aguasmedicinales; la numerosa emigración que envíafuertes sumas de divisas; finalmente, sus minas dewolframio y estaño, productos que entonces alcan-

zan un alto grado de cotización. Por otra parte, elfenómeno del «Nacional-Catolicismo» apoya, ani-ma y, en parte, contribuye a la construcción de edi-ficios religiosos 2.

Después de repetidos estudios y bocetos el Ar-quitecto Antonio Palacios entregaba gratuitamen-te, a comienzos del año 1943, los primeros planospara la reconstrucción de un complejo religioso: «Eltemplo de la Veracruz de Carballiño y el Hostal delPeregrino». Enmarcando todo el conjunto en unambicioso proyecto urbanístico del que nacería el«Nuevo Carballiño».

El 20 de junio del citado año se colocaba la pri-mera piedra 3. Un año más tarde —junio 1944—eran revisadas e inspeccionadas las obras por el ar-quitecto, el cual felicitó al constructor, un simplemaestro-cantero, Adolfo Otero Landeiro, por suextraordinario trabajo e inteligente interpretaciónde su memoria y planos. Palacios no sólo daría losplanos y memoria sino que cuidaría de que todoslos detalles estuviesen acordes con el entorno ur-banístico y el paisaje gallego. Así, desde Madrid,continuará enviando planos y dibujos de diversaspartes y elementos.

En mayo de 1945 se entrega a Franco el plano ymemoria de todo el conjunto, ocasión que aprove-

1 Agradezco a Felipe Senén López Gómez, que está elabo-rando bajo mi dirección su Tesis de Licenciatura sobre el templode la Veracruz, los datos que me ha facilitado para este trabajo.Dichos datos provienen de:

— Libro de Actas de D. Evaristo Vaamonde de Cortiña (1943-1961).

— Memoria de la construcción del Templo de la Veracruz, delArquitecto Antonio Palacios Ramilo.

— Noticias de los hijos del Constructor Adolfo Otero.

2 GÓMEZ PÉREZ, R., Política y religión en el régimen de Fran-co, Madrid, 1976. ÁLVAREZ BOLADO, A., El experimento del Na-cional-Catolicismo. Rev. «Cuadernos para el Diálogo», 1976.

3 Un acto de fervor popular en Carballino. «El Pueblo Galle-go», 22 de junio, 1943.

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cha Adolfo Otero para visitar a Palacios. Entoncesya las obras acusaban admiración por su grandiosi-dad. En el mes de octubre enferma el arquitecto yAdolfo Otero lo vuelve a visitar en Madrid. Esto su-pondrá un momento de crisis en las obras, que seagudiza al morir, fechas más tarde, Antonio Palacios.

Pasan luego a ser supervisores de la dirección losingenieros de la línea del Ferrocarril, MarcelinoEnríquez, Roberto de Agustina, y el Sr. Alex, ar-quitecto de la nueva estación que se estaba cons-truyendo. Todos ellos actuarán como meros obser-vadores o inspectores ya que el auténtico directorsería el insustituible Adolfo Otero, fiel intérpretey seguidor del proyecto de Palacios. Más tarde, ennoviembre de 1946, se incorpora también al gru-po el arquitecto Fernández Chacón. Desde este año—1946— hasta 1952 se llevan las obras con granlentitud, a causa de la notoria escasez de cemento,incrementada por la construcción de embalses, yfalta de dinero para hacer frente a esta magna em-presa. De significada trascendencia es el CongresoEucarístico Internacional de Barcelona, celebradoen marzo de 1952, pues de él se deriva un momen-to de acendrada religiosidad repercutiendo en larenovación de las obras. De tal forma, que el 17de septiembre se bendice ya el nuevo templo y co-mienza a celebrarse el culto, aunque las obras noestaban finalizadas.

Unos años más tarde, en 1956, —coincidente-mente un 17 de septiembre— fallece el construc-tor Adolfo Otero, continuando en tal cargo un hijoque lleva su mismo nombre. Por estas fechas falta-ba ya poco para terminar la estructura exterior deltemplo, pues meses más tarde, el 12 de junio de1957, se remataba la última almena de la torre 4.

El auténtico promotor del templo había sido elpárroco de Carballiño D. Evaristo Vaamonde daCortiña 5 cuyo fallecimiento, el 19 de abril de1961, ocasiona una notable pérdida para esta ex-traordinaria empresa. Con él desaparece la segun-da persona (anteriormente Adolfo Otero) que ha-bía interpretado fielmente el pensamiento delarquitecto Palacios y que había sido el más deno-dado luchador y defensor de todo lo que se referíaa esta colosal obra.

En septiembre de 1962 toma posesión el nuevopárroco y desde 1963 hasta nuestros días se conti-núa con la decoración del templo, obras adyacen-tes e interiores. La falta de una identificación conlo planeado por Palacios ha dado lugar a que se lle-gue a una descontextualización, perdiéndose el sen-tido auténtico que había guiado a sus promotores.

El arquitecto Antonio Palacios proyecta un mag-nífico templo que podemos incluir estilísticamenteen el eclecticismo, pues, como él mismo dice en laMemoria de la Obra, «la mezcla de estilos generaun estilo nuevo». En esta grandiosa construcciónpodemos distinguir dos notas predominantes. Enprimer lugar sus elementos simbólicos: tomados delas iglesias de peregrinación, de la arquitectura ci-vil y religiosa del Galicia, y de la historia y tradi-ciones populares. Viene a ser como un «SummaTeologica» de elementos del arte gallego. Como se-gunda nota, podemos apuntar su monumentalcolosalismo, típico de este arquitecto. En este mo-mento en España sólo se están construyendo dosgrandes templos: el del Valle de los Caídos y el dela Veracruz de Carballiño.

Tomando como centro la Veracruz, el arquitec-to Palacios proyecta en torno de ella todo un áreaurbanizable con un marcado sentido político-reli-gioso. De esta forma él traza la Gran Vía Sacra, Víade la Veracruz, que partiendo de la Estación delFerrocarril pasaría por el «complejo espiritual» yenlazaba con el Ayuntamiento. La Estación, unaconstrucción contemporánea al templo, es consi-derada por Palacios como un «apeadero de pere-grinos» hacia Compostela. El «complejo espiritual»lo formaba el templo de la Veracruz y el Hostal delPeregrino (del cual sólo queda el proyecto de Pala-cios, pues ni se empezó a construir) y ambas se-rían «un centro de cultura religiosa». El Ayunta-miento, —una construcción que data del año1862— quedaría al fondo de la Vía Sacra, despuésdel templo y Hostal del Peregrino y constituía eltercer vértice de este proyecto urbanístico. Sería elsímbolo del poder político, temporal, frente al sig-nificado religioso del Complejo de la Veracruz.

El mismo Palacios dice taxativamente en la Me-moria de la obra que «sólo con un plan ordenado yracional se podría organizar … el nuevo Carballiñoque la Veracruz creará». De acuerdo con esto trazauna amplia avenida de triple vía, dejando la del cen-tro con doble fila de árboles, para viandantes, y aella convergerían todas las calles secundarias debi-

4 Ha sido colocada la última piedra del Templo de la Veracruzde Carballino, La Región, 12 de junio de 1957.

5 Ver el dibujo de PALACIOS «El Carballino que la Veracruzcreará y plano-proyecto» (Fotos).

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ALTERACIÓN URBANÍSTICA DE UN CONJUNTO MONUMENTAL CONTEMPORÁNEO 137

damente estructuradas. De trecho en trecho se abri-rían en esta Vía Sacra amplias glorietas que contri-buirían, de acuerdo con la estructuración de las edi-ficaciones, a dejar siempre visible esa «Gran Cruz»que es la torre del templo. Para mejor comprenderesto debemos aclarar que la villa de Carballiño estáa unos 400 m. sobre el nivel del mar y el templo dela Veracruz está ubicado en el punto más alto.

Es de lamentar que esta gran avenida no se lle-gase a construir tal como la diseñó Palacios. Nadase ha hecho: ni paseo con árboles, ni glorietas, nitampoco la visión que él pretendía, pues la calle seconstruyó sin la anchura suficiente, ya que no tie-ne los metros estipulados.

Sin embargo, no es lo que queda expuesto el mo-tivo de este trabajo. Se intenta poner de manifiestocomo se pierde el sentido de la empresa al desapare-cer los promotores y gestores de la obra que habíancomprendido e interpretado el pensamiento del ar-quitecto. Como consecuencia se olvida completamen-te el plan urbanístico proyectado alrededor de este sig-nificativo templo. El principal enemigo que hadestruido esta ambiciosa idea inicial es el conocidomal del momento: la especulación. La inversión enpisos, en construir, es tomada como norma por losemigrantes de América, procedentes de las aldeas ve-cinas a Carballiño, que invierten en el núcleo urbanoen las décadas de los años 50 a 60; aumentado pro-gresivamente la especulación con los emigrantes aCentro-Europa en las décadas siguientes.

La verdadera decadencia arranca especialmentedesde 1961 al morir el Párroco de Carballiño, ci-tado anteriormente. Sacerdote de gran prestigio enla villa y querido por sus feligreses, supo oponersesiempre valientemente a cualquier desaguisado ur-banístico en torno al templo. El nuevo párroco, D.Francisco Vázquez, no supo o no pudo seguir enla línea de su antecesor. Precisamente, con el finde hacer frente a las construcciones modernas yocupar parte del terreno lindante a la iglesia conun edificio en armonía con lo construido, decido;en el año 1965, según planos del arquitectoComingos, construir la casa rectoral, remedo frus-trado de la arquitectura de Palacios y que sólo sir-vió de pionera en la creación de las monstruosida-des actuales (ver fotos).

El entorno de la Veracruz se convierte en centrode las ansias especuladoras y poco a poco, a partirde la fecha citada, se comienza a construir todavíatímidamente, pues aún flotaba en el ambiente el re-

cuerdo de sus promotores. A partir de 1975 ya nadapudo con esta fuerza y las construcciones crecieroncada vez más, no sólo superficialmente sino tambiénen altura. Las casas se hallan a muy poca distanciadel templo. Por el lado derecho queda una distan-cia aproximada de 15 m., que es un poco mayor ensu lado izquierdo. En su frente, aparte de la ridículaescalinata de pequeñísimas proporciones en compa-ración con el edificio, la distancia también es insu-ficiente para la perspectiva de la fachada. Gran peli-gro corre el ábside pues, solamente a la distancia de2 metros, existe un solar de un particular, al cual sise le ocurre construir privará completamente de vi-sión a esta zona. La limitación de pisos se descono-ce y así el grandioso templo de la Veracruz, con sutorre de 56 metros, queda hundido entre las recien-tes edificaciones de cemento, entablando un desas-troso contraste entre la cantoría de su piedragranítica y de sus formas neo-medievales, con estasedificaciones sencillas, la mayoría de las veces de pé-simo gusto y sin estilo, propias de este período dela especulación (ver fotos).

En 1975 escribe Torrente Ballester refiriéndosea la Veracruz «… de la que los carballineses se en-orgullecen, pero a la que le falta un entorno dignode tanta piedra labrada y de tanta magnitud. Tienela ventaja de que no estorba a la expansión aunquela expansión le esté estorbando a ella … la torre quedominaba antes el pueblo se ve en competencia des-igual …» 6.

Sin embargo, las críticas no fueron abundantesy más bien quedaron a nivel individual o de co-mentarios ineficaces. En el diario «La Región» setrató como «cosa local» y la voz de los pocos críti-cos quedó ahogada en el silencio 7. El individua-lismo y la lucha en esta carrera de la especulaciónabonó el terreno y sigue abonándolo.

Creo sería necesario solicitar, urgentemente, quefuese declarado monumento de interés histórico-artístico para poner fin a tantos demanes.

6 Gonzalo TORRENTE BALLESTER, «Información de las Ar-tes y las Letras», núm. 349. 20-III-1975.

7 En el núm. 3 de TEIMA (30-XII-76) Benxamin VÁZQUEZ

titulaba un artículo «O Carballiño un New York de papel» en elque entre otras decía «… cunha torre de 56 metros, diante dacal fariase unha gran praza, cunha via sacra…, artollado conxuntourbanístico… queda afogada entre ducias de raña-ceos…».

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CONCLUSIONES

1. Constatar la necesidad de creación de una Sociedad Española de Historia del Arte que integre atodas las personas e instituciones interesadas en los estudios histórico artísticos.

2. Celebrar en la ciudad de Valladolid el próximo II Congreso Español de Historia del Arte dentro delcurso 1978-79.

3. Llamar la atención de las autoridades competentes sobre la política de conservación del Patrimonioartístico, al mismo tiempo que se insiste en la necesidad de contar con el asesoramiento de Profeso-res de Historia del Arte, y muy especialmente en las localidades y provincias donde existen Univer-sidades y Colegios Universitarios.

4. Urgente necesidad de actualización de la Ley del Tesoro Artístico de 1933 para conseguir una ma-yor agilidad en la aplicación de sus disposiciones.

5. En todas las Universidades debe contarse con una Cátedra dotada de Historia del Arte, dosAgregaciones y cuatro Adjuntías, suficientemente provistas de medios adecuados. Y se hace especialhincapié, con motivo de este Congreso, en la urgencia de resolver la situación de la Universidad deExtremadura.

6. Que se amplíe la plantilla del Cuerpo de Conservadores de Museos de Bellas Artes, y que las oposi-ciones a las plazas que se convoquen sean juzgadas por especialistas en Historia del Arte mientras noexista número suficiente de Conservadores especializados en esta disciplina.

7. Que existiendo ya suficiente plantel de Licenciados en Historia del Arte y en número creciente entodas las Universidades, se convoquen oposiciones para Profesores de Historia del Arte (Cátedras yAgregaciones) en los Institutos de Bachillerato.

8. Que se arbitren los medios necesarios para la realización de Inventarios y Catálogos Monumentales,que contribuirán a la mejor defensa y conservación del Patrimonio histórico-artístico.

9. Que se restablezca la Dirección General de Bellas Artes.

10. Dirigirse al Presidente de la Comisión Episcopal sobre la necesidad de conservación del patrimonioartístico de la Iglesia, ofreciendo nuestra colaboración más decidida para la realización de esta tareaen las diferentes diócesis.

11. Instar a la Dirección General del Patrimonio Artístico se apliquen los beneficios fiscales que la legis-lación vigente concede a los propietarios de edificios declarados Monumentos Nacionales, así comolas ayudas también previstas por la Ley a los propietarios que mantienen o reconstruyen sus edifi-cios monumentales.

12. Agradecer y felicitar al Ayuntamiento y al pueblo de Trujillo por la iniciativa de preparar lugaresapropiados para la propaganda electoral, dando lugar de esta manera a que fueran respetados losmonumentos de la ciudad.

13. Apoyar las gestiones del Ayuntamiento de Trujillo para que el «rollo» de la ciudad quede salvaguar-dado por una isla circular de suficiente amplitud para que quede preservado de la intensidad detráfico que lo rodea.

Trujillo, 12 de junio de 1977.