6804971 Coelho Paulo Las Confesiones Del Peregrino

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  • LAS CONFESIONES DEL PEREGRINOJUAN ARIAS PAULO COELHO

    EDITORIAL PLANETAPrimera edicin: marzo de 1999Primera edicin argentina: junio de 1999

    LA CONVERSACIN EN COPACABANA

    Estas conversaciones-confesiones con Paulo Coelho tuvieron lugar en su casa de Ro de Janeiro, frente a la esplndida playa de Copacabana, a primeros de julio de 1998, en plena fiebre del Mundial de Francia, de manera que slo se vieron interrumpidas para que el escritor no deja-se de ver los encuentros sobre los cuales deba informar para la prensa francesa.Durante aquellas largas conversaciones, Coelho abri su alma y des-vel, por vez primera, momentos dolorosos de su pasado, como la tra-vesa por los desiertos de las drogas, de la magia negra y satnica, el manicomio, la crcel y la tortura. Al trmino de las conversaciones, manifest su deseo de no tener que volver a hablar de su vida en los prximos veinte aos.

    En aquellos encuentros particip mi compaera, la escritora y poeta brasilea Roseana Murray. Al principio, tenan lugar por la tarde, des-pus de que Coelho hubiese dado su habitual paseo por la playa, nada ms levantarse. Porque el escritor trabaja durante la noche, se acues-ta al amanecer, duerme por la maana y dedica la tarde a encontrarse con la gente y a revisar los montones de correspondencia, fax, mensa-jes electrnicos y llamadas de telfono que le llegan desde los cuatro puntos del mundo.Por eso, nuestras conversaciones -que se realizaban en su dormitorio, situado en la parte de la casa que da a la playa de Copacabana, y donde tiene instalado su ordenador- se vean interrumpidas muchas veces por los mensajes que reciba continuamente. A veces esos men-sajes se oan amplificados por un altavoz. Coelho aguzaba el odo y, segn de qu se tratase, se levantaba o no a contestar. Una de las

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  • veces dijo: Perdonad, pero me anuncian que me va a llegar un fax de Boris Yeltsin invitndome a ir a Mosc.Alguna tarde quiso abrir la abultada correspondencia que recibe cada da para comentarla con nosotros. Suelen ser cartas de gente anni-ma, a veces de muchas cuartillas, que le hablan de lo que sienten le-yendo sus libros, que le piden las cosas ms peregrinas y que se con-fiesan con l como con un mago bueno. Aquella tarde, entre las doce-nas de cartas haba tambin una del ministro del Ejrcito de Brasil. Le deca que haba ledo su libro El guerrero de la luz. Esto no es nor-mal, dice Coelho. La gente importante no se molesta en escribir, aunque cuando se encuentran conmigo me dicen que leen mis libros, como hizo Shimon Peres, durante el congreso de Davos, en Suiza, en la reunin de los grandes genios de la economa mundial, a la que este ao me invitaron para que les hablase. Comentando aquel encuentro en Davos, al que por parte de Brasil fueron invitados slo Coelho y el presidente de la Repblica, Fernando Enrique Cardoso, el escritor dira en estas conversaciones que los verdaderos juegos de magia los realizan hoy los economistas y los fi-nancieros y no los pobres magos de profesin.Aquella vista sobre el mar de Copacabana, que iba adquiriendo todos los tonos de azul a medida que la tarde se iba echando encima, hizo que Coelho usara con frecuencia la imagen del mar para responder a nuestras preguntas. Lo hizo siempre en espaol, una lengua que ama y domina. El autor de El Alquimista no es hombre de medias tintas; es ms bien de extremos, pasional, acostumbrado a lo que l llama el buen combate, a quien no le importa polemizar, aunque le distingue siempre una enorme sencillez, que no le hace sentirse seguro de nada, que le lleva a saber escuchar y a admitir que ha podido equivocarse.Una tarde hubo que interrumpir durante una hora la conversacin porque haba llegado una representante de su editorial de Brasil con un fotgrafo profesional, que deba realizar toda una serie de nuevas fotografas para el lanzamiento de su ltima novela, Vernika decide morir. Quiso que asistiramos a aquella sesin fotogrfica que le inmor-taliz en todas las poses, incluso descalzo, sentado con las piernas cruzadas en su mesita del ordenador. Observando la maestra del fot-grafo, era evidente que iban a ser las mejores fotografas que se le haban hecho hasta entonces. Por eso, la editora le coment: Y ahora, qu hacemos con las fotos anteriores? Coelho contest: Puede en-viarlas a los peridicos de provincia. En aquel momento, mi compae-ra, Roseana, le recrimin con cario: Paulo, ests haciendo como el Primer Mundo rico hace con nosotros: enviarnos su basura. Coelho no lo pens dos veces: Tienes razn, Roseana, y pidi que se pres-

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  • cindiera de las fotos anteriores y que se enviaran las nuevas tambin a los peridicos de provincias.Das despus comentaba yo este episodio con el telogo Leonardo Boff, en su nueva casa en medio de la floresta de Itaipava, cerca de Petrpo-lis. Boff siempre ha defendido a Coelho contra sus crticos, porque considera que en un mundo tan distrado y fro l despierta con sus li-bros el amor por el misterio y por el espritu. Odo el episodio de las fotos, Boff coment: Siempre apreci a quienes no temen reconocer sus errores. Supone, en definitiva, grandeza de alma.Durante los ltimos das, las conversaciones tuvieron lugar de noche. Coelho, acostumbrado a trabajar cuando la gente empieza a dormir, se siente fresco como una rosa. Ms comunicativo incluso. Interrumpa-mos slo cuando a nosotros nos poda el cansancio. Si de l dependie-se, hubisemos continuado toda la noche. Slo haba un momento en que el escritor haca una pausa: a medianoche. Es una hora ritual para l, al igual que las seis de la tarde, al caer el sol. Pide unos segundos de silencio para un momento de oracin.En aquellas noches, ms ntimas, ms de confesiones, participaban a veces otras personas. Su mujer, Cristina, delicada y discreta, pregun-taba siempre si poda quedarse a escuchar. En un cierto momento, Co-elho le dice: Estte muy atenta porque vas a or cosas que ni t has escuchado nunca, ya que he decidido contarlo todo, desnudarme, para que todos sepan quin he sido y quin soy, y no se me construyan personajes falsos.Por la noche mantenamos nuestras conversaciones en la sala del come-dor, en la parte opuesta de la casa. Sobre la mesa haba siempre unas fuentes con tapas, a la espaola, de jamn y queso, regadas con un soberbio vino italiano. Todo invitaba a la confidencia. Y sobre todo, na-die del exterior interrumpa, porque a esas horas enmudecan telfonos, fax y ordenadores varios. Y en la casa se masticaba el silencio, ausente durante el da por el acoso mundial al que se ve sometido el escritor ms de moda en la actualidad.En una de aquellas noches participaron en el encuentro tres jvenes universitarias espaolas: las hermanas Paula y Ana, y Mara, una amiga de ellas. Sus padres trabajan en una multinacional en Ro de Janeiro, ellas estudian en Madrid y en las vacaciones se renen con sus padres. Las conoc en el avin, viniendo de Madrid. Al tener noticia de que iba a hacer un libro con el escritor Paulo Coelho se les iluminaron los ojos. Y cada una de ellas me mostr un libro del escritor que venan leyen-do: eran Brida, La Quinta Montaa y A orillas del ro Piedra. Observ en sus ojos que su sueo sera poder conocerle.

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  • Coelho, que es muy sensible a ciertas seales, interpret mi encuentro con aquellas tres jvenes universitarias, que venan a Ro leyendo sus libros, como un feliz auspicio para la tarea que tenamos entre manos.El encuentro del escritor con las jvenes universitarias fue no slo emotivo sino tambin vivaz, atrevido y sincero. Y cont con una pre-sencia de excepcin: la de Mauro Salles, empresario de publicidad, in-telectual y poeta, una personalidad muy respetada en Brasil, a quien Coelho considera como su padre espiritual. Suelen celebrar, junto con sus mujeres, el fin de ao en la soledad de la gruta de Lourdes. Salles presenci el encuentro de Coelho con las jvenes sentado entre ellas, tomando apuntes de lo que decan e interviniendo como uno ms.El escritor y mago Coelho es muy fiel a ciertos rituales y no los oculta. As, la noche en que se decidi a abordar sus dolorosas experiencias del pasado con la magia negra y con los ritos satnicos, hizo apagar la luz elctrica e ilumin la sala con velas de cera. As me siento ms a gusto para hablar de estas cosas, coment. Y cont todo, sin que yo necesi-tara casi hacerle preguntas, como si estuviese hablando consigo mismo, recordando viejas heridas de su alma.Uno de los momentos de mayor tensin emotiva se produjo cuando, al relatar su experiencia espiritual en el campo de Dachau, en Alema-nia, que habra de cambiar radicalmente su vida, rompi a llorar. Tras unos momentos de silencio, para quitarle importancia, coment: Qui-z he bebido demasiado. Y el momento de mayor gozo fue cuando su mujer, Cristina, recogi una pluma blanca de ave de debajo de la mesa y se la entreg a su marido. Mira, Paulo, lo que haba aqu. Y coloc la pluma sobre la mesa. Coelho, radiante, le tom la mano a su mujer y le dijo emocionado: Gracias, Cristina! Y es que para l la seal de que va a nacer un nuevo libro suyo es la aparicin fortuita a su lado de esa pluma blanca de ave. Y en aquel momento estbamos ya casi al final de este libro.Quiso que terminsemos nuestras conversaciones en el mismo lugar donde habamos comenzado, en su dormitorio, frente a la playa de Co-pacabana iluminada por el sol del dulce invierno de Ro. Le pregunto si se considera un mago adems de escritor, y responde: S, soy tam-bin un mago, pero como lo son todos los que saben leer el lenguaje oculto de las cosas en busca de su destino personal.He querido mantener en el libro el carcter informal de conversacio-nes amistosas con el escritor. Conversaciones que a veces tuvieron su punta de polmica y otras de confesin por el clima de intimidad que se haba creado. En un gesto de confianza, Coelho no ha querido revi-sar el texto dejndome toda la responsabilidad del mismo. Por ello, cualquier tipo de error que contenga ser slo culpa ma.

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  • Agradezco de corazn a Mauro Salles, la persona que mejor conoce de cerca a Paulo Coelho, el apoyo moral e informativo que con gran gene-rosidad me brind para profundizar mejor en la compleja y rica perso-nalidad del escritor brasileo.Y a los lectores antiguos y nuevos de Coelho quiero asegurarles que fueron ellos, en todo momento, el objeto de atencin del escritor. Los tuvo delante cada vez que emita un juicio o revelaba una faceta des-conocida de su vida rica y ajetreada. Ellos son, pues, los autnticos pro-tagonistas y destinatarios de este libro.

    QUIN ES PAULO COELHO?

    Paulo Coelho, uno de los escritores ms vendidos del mundo, naci en el barrio de Botafogo de Ro de Janeiro, bajo el signo de Virgo, el 24 de agosto de 1947. Naci -cosa de la que se siente orgulloso- el mismo da, el mismo mes y bajo el mismo signo, aunque muchos aos despus, que su dolo literario, Jorge Luis Borges. Para conocerle per-sonalmente, despus de haberse aprendido de memoria sus poesas, siendo an muy joven, se subi a un autobs en Ro de Janeiro y via-j durante cuarenta y ocho horas hasta Buenos Aires. Le encontr al cabo de no pocas peripecias y, cuando estuvo ante l, se qued mudo. Le mir y pens: Los dolos no hablan, y regres a Ro.No niega que hay mucho de Borges en sus obras, empezando por El Alquimista, el libro que le ha hecho famoso en todo el mundo. Sin duda, fue el genial escritor argentino quien meti en la cabeza del en-tonces inquieto hijo de un ingeniero, Pedro Queima Coelho de Souza, el deseo de ser escritor, cuando en realidad su padre quera que fuese abogado. Por desobedecerle, acabara internado en un manicomio.En realidad, el nio Paulo, que lleg al mundo tras un parto difcil -lo que llev a su madre, Lygia Araripe Coelho, profundamente religiosa, a bautizarle en la misma clnica donde haba nacido-, so desde siempre con ser artista, algo que agradaba muy poco en su hogar de clase media alta. Quiz por ello le costaron mucho los estudios. A l le gustaba leer no slo a Borges sino tambin a Henry Miller, y empez a encariarse con el teatro. Sus padres, al ver que no progresaba en los estudios, acabaron ingresndole en el entonces severo colegio jesuta de San Ig-nacio, en Ro de Janeiro, donde aprendi a ser disciplinado en la vida pero donde tambin perdi la fe religiosa. Que no haba perdido, sin embargo, el gusto por la literatura lo demuestra el que ganara en el colegio su primer concurso de poesa.

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  • Coelho fue siempre un inconformista, un buceador de cosas nuevas, lo cual le llev a probar todo lo bueno y lo malo que se le presentaba en su camino. Cuando en plena fiebre del 68 nacen los movimientos gue-rrilleros y hippies, el futuro escritor se enamora de Marx, Engels y Che Guevara. Participa en comicios y manifestaciones callejeras. Se introdu-ce en todos los movimientos progresistas y forma parte de la genera-cin Paz y Amor.Es en este momento cuando Coelho empieza a poner en crisis su ate-smo y sale en busca de nuevas experiencias espirituales recurriendo a drogas y alucingenos, a sectas y a magias, viajando por toda Amrica latina tras las huellas de Carlos Castaeda.Al final hace caso a su padre y se matrcula en la Facultad de Derecho, en la Universidad de Ro de Janeiro. Pero pronto abandonara los estu-dios para dedicarse al teatro, su nuevo sueo. Con el dinero que gana como actor y, tras escapar del manicomio, marcha a Estados Unidos, donde los movimientos hippies le ayudan cuando se le acaba el dinero.Su pasin contina siendo la escritura y as escarcea con el periodismo y funda una revista alternativa con el ttulo de 2001. La revista sobrevi-vi slo dos nmeros, pero fue para l de enorme importancia ya que, a travs de uno de los artculos, entr en contacto con el productor musical Ral Seixas, para quien acabara escribiendo cientos de letras para sus canciones. Fue su primer gran momento de gloria. El cantor se mova a nivel de multinacional y Coelho empez a ganar tanto dine-ro con sus letras que acab comprndose cinco pisos. Escribi tambin en el diario O Globo de Ro hasta que, en 1974, publica su primer li-bro sobre el teatro en la educacin.Son tambin los tiempos ms duros de sus experiencias de magia ne-gra, inspirada en Aleister Crowley. Una experiencia de las ms duras y difciles de su vida, de la que habla a fondo en este libro de confesio-nes. Cuando consigui liberarse de aquellas cadenas de la magia ne-gra, que le estaban llevando al borde del abismo, le toc vivir otra de las experiencias ms duras de todas: su secuestro y la tortura a manos de un grupo de paramilitares en la poca de la dictadura brasilea.Escap con vida de aquel secuestro y de las duras torturas sufridas casi de milagro. Decidi entonces poner punto final a la locura de las drogas y la magia negra y se propuso emprender una vida normal tra-bajando con varias casas discogrficas. Pero, en 1976, de nuevo el gu-sanillo del escritor le roe por dentro y se traslada a Inglaterra como corresponsal de algunas revistas brasileas, y decide relatar su vida, a lo que dedic un ao. Sin embargo, antes de regresar a Brasil, olvida sus manuscritos en un pub de Londres y su vida queda sin publicar.Despus de tres matrimonios fallidos, en 1981 se casa con la que an es su feliz esposa, Cristina Oiticica, una pintora con la que iba a com-

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  • partir los grandes xitos de su vida como escritor de fama mundial. Pero su pasin por los viajes, a la bsqueda de su misin personal, no se haba apagado. Con el dinero que tena, emprende un viaje de seis meses por todo el mundo hasta que en Alemania, en un campo de concentracin, tendra una experiencia espiritual muy intensa que im-primira un nuevo cambio en su vida, devolvindole la fe catlica de sus padres. Es el momento en que, con su maestro espiritual, reco-rrer durante cincuenta y cinco das los setecientos kilmetros del ca-mino de Santiago de Compostela, como los viejos peregrinos medieva-les.La experiencia del camino de Santiago le empuj a publicar el que sera su primer texto literario: el Diario de un mago. Tras ste llegaran sus otros libros, desde El Alquimista hasta el reciente de Vernika decide morir, que le consagraran como uno de los diez autores con mayores ventas en el mundo, un escritor que suscita polmicas, odios y amo-res desenfrenados, pero que sigue adelante, sonriente y seguro, en su camino de intentar despertar en los hombres y mujeres de este final de milenio el gusto perdido por el misterio y por la magia, que salva del tedio y del desamparo en el seno de una sociedad mecanizada y aburrida.Coelho suele decir que tiene dinero suficiente para tres reencarnacio-nes. Gana tanto que ha decidido dedicar cada ao cuatrocientos mil dlares de sus derechos de autor a una fundacin que lleva su nombre y de la que se encarga su mujer, Cristina, dedicada a ayudar a los nios abandonados de las favelas ms miserables de Ro, a los ancianos ms desprotegidos, a promover la traduccin a otras lenguas de autores clsicos brasileos y a la investigacin de los orgenes paleontolgicos de su Brasil que tanto ama y al que considera el pas ms mgico del mundo, porque, segn dice, en l no existe diferencia entre lo profano y lo sagrado y nadie se avergenza de creer en el espritu.

    CAPTULO PRIMERO

    Las seales

    La seal es un alfabeto que desarrollas para hablar con el alma del mundo.

    Paulo Coelho es ms que un escritor, cosa que muchos de sus crticos literarios no han entendido. Es un personaje polifactico y emblem-tico en este final de siglo. Sus libros son ms que pura ficcin, por eso desencadenan pasiones enfrentadas y adhesiones inquebranta-8

  • bles. De ah tambin que sus relaciones con los lectores no sean las de un escritor cualquiera. Pude comprobarlo en Rio de Janeiro, en el Centro Cultural Banco de Brasil. Coelho, en el programa llamado Ruedas de lectura, fue a leer unas pginas de su libro La Quinta Montaa y a que el pblico -unas mil personas- le hiciera preguntas. Pues bien, el acto cultural se convirti, a pesar suyo, en una sesin de psicoterapia colectiva, has preguntas deberan haber sido por escrito, pero se rompieron todos los esquemas, y la gente se levantaba para hablar directamente con l, confesando en pblico cmo alguna de sus obras haba transformado sus vidas. Queran saberlo todo de l. Se le abrazaban llorando al acercarse para que les firmara un libro, una operacin que dur varias horas con una suerte de aventuras provocadas por su sola presencia.Para Coelho, su vida est hoy centrada fundamentalmente en ser un escritor, algo por lo que luch toda la vida y que ha conseguido por encima de sus mismas expectativas. Vero es un escritor a quien le gusta sumergirse en la vida, escudriarla, leer el alfabeto secreto del universo, las seales que nos envan, como mensajes cifrados, las cosas que nos rodean.Precisamente con una de esas seales comenz nuestro encuentro en Rio de Janeiro. La primera cita estaba fijada para las dos de la tar-de. Estaba programada desde haca seis meses. Cuando llegu a su casa, a orillas de la playa de Copacabana, el portero me dijo que an no haba regresado de su paseo matutino por la playa, un paseo que aprovecha para saborear el agua de un coco y saludar a la gente que, al reconocerle, se le acerca para hablar con l. Me sent a esperarle en el bar que est junto a su casa. Lleg con media hora de retraso, sonriente pero preocupado. Y antes an de encender el magnetofn que recogera nuestras conversaciones, se apresur a contarme lo que le haba sucedido ya que lo consideraba como una de esas se-ales que te obligan a reflexionar en la vida. Se trat de algo que le impresion tan poderosamente que lo hizo tema de uno de sus art-culos dominicales del diario O Globo de Ro de Janeiro, titulado Un hombre tumbado en el suelo, que transcribimos a continuacin:El da 1 de julio, a las trece horas y cinco minutos, un nombre de unos cincuenta aos estaba tumbado en la acera de la playa de Copacabana. Yo pasaba por all, le ech una ojeada rpida y continu mi camino en direccin a un chiringuito donde cada da suelo beber agua de coco.Como carioca, ya cruc centenares (millares?) de veces ante hom-bres, mujeres y nios tumbados en el suelo. Y como persona acostum-brada a viajar, ya he visto esa misma escena en todos los pases que he visitado -desde la rica Suecia a la miserable Rumania-, y las he visto en todas las estaciones del ao: en el invierno helado de Madrid, Nue-

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  • va York o Pars, donde moran cerca del aire caliente que sale de las bo-cas del metro; en el suelo ardiente del Lbano y entre los edificios des-truidos por la guerra. Personas echadas en el suelo -borrachas, desa-brigadas, cansadas- no son una novedad en la vida de ninguno de no-sotros.Tom mi agua de coco. Tena que volver en seguida, pues haba con-certado una cita con Juan Arias, del diario espaol El Pas. A mi regreso, vi que el hombre continuaba tumbado all, bajo el sol, y que cuantos pasaban a su lado hacan como yo: miraban y seguan adelante.Sucede que -aunque yo no lo percibiese- mi alma estaba ya cansada de ver esa misma escena tantas veces. Cuando volv a pasar al lado de aquel hombre, algo ms fuerte en m me llev a arrodillarme para in-tentar levantarlo.1 no reaccionaba. Yo lade su cabeza y haba sangre cerca de sus sie-nes. Y entonces? Se trataba de algo serio? Limpi su piel con mi ca-miseta: no pareca nada grave.En aquel momento el hombre empez a murmurar algunas palabras como: "Pdeles que no me peguen." Bien,entonces estaba vivo y yo tena que levantarle y llamar a la polica.Par al primer hombre que pasaba por all y le ped que me ayudara a arrastrarlo hasta la sombra, entre la acera y la arena de la playa. l dej todo y vino a ayudarme. Su alma deba de estar tambin cansada de observar aquella escena.Una vez colocado el hombre a la sombra, me dirig hacia mi casa. Saba que all cerca haba un puesto de la polica y poda pedir ayuda. Pero antes me cruc con dos guardias. "Hay un hombre herido delan-te del nmero tal", les dije. "Lo he colocado en la arena, habra que llamar a una ambulancia." Los policas me dijeron que se iban a inte-resar. Bien, yo haba cumplido con mi deber. La buena accin del da! El problema estaba ahora en otras manos, ellos deban responsabili-zarse. Yo pensaba que el periodista espaol estara llegando a mi casa.Haba dado apenas diez pasos cuando se me acerc un extranjero. Me habl en un portugus casi ininteligible: "Yo ya haba avisado a la polica sobre aquel hombre", me dijo, "pero ellos me contestaron que si no se trataba de un ladrn no les concerna".No dej que el hombre terminase de hablar. Me volv hacia los guar-dias, convencido de que me conocan como persona que aparece en la televisin y escribe en los peridicos. Me volv hacia ellos con la falsa impresin de que el xito puede resolver muchas cosas. "Es usted al-guna autoridad?", pregunt uno de ellos, viendo que yo peda ayuda de manera ms incisiva. No tenan ni la mnima idea de quin pudiera

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  • ser yo. "No", les respond, "pero vamos a arreglar este asunto inme-diatamente".Yo iba mal vestido, con mi camiseta manchada con la sangre del hombre, pantaln corto recortado de unos viejos vaqueros, sudando. Yo era para ellos un hombre comn, annimo, sin mayor autoridad que mi cansancio de ver gente tumbada en el suelo, durante aos de mi vida, sin jams haber hecho nada por ellos.Y aquello cambi todo. Existe un momento en que te encuentras ms all de cualquier miedo. Hay un momento en el que tus ojos miran de un modo distinto, y las personas entienden que ests hablando en se-rio. Los guardias me acompaaron y fueron a llamar a una ambulan-cia.De regreso a casa, record las tres lecciones de aquel paseo:a) Todos podemos detener una accin cuando somos an puros; b) siempre hay alguien que te dice: "Ahora que empezaste, ve hasta el fi-nal." Y finalmente: c) todos somos autoridad cuando estamos absoluta-mente convencidos de lo que hacemos.J. A.-EI tema de las seales, del tipo de la que acabas de vivir en la playa antes de encontrarnos, cmo reconocerlas, y qu pueden signi-ficar en nuestra vida, es un tema recurrente en tus libros. Vero cundo consideras que se trata de una verdadera seal? Sera fcil leer seales en todas las cosas... P. C.-Tienes razn, porque a fuerza de ver seales en todo podramos acabar paranoicos. Mira, yo en este momento veo bordada una rosa en el bolso de Roseana, tu compaera, y ah en el ordenador tengo a santa Teresita de Lisieux y una rosa. O podra ver eso como una seal muy concreta de complicidad hacia santa Teresa, pero entonces puedes volverte loco, porque ves un cigarrillo Galaxy y puedes pensar que tie-nes que hablar de las galaxias. Y no es eso.-Qu es entonces una seal?-La seal es una lengua, es el alfabeto que desarrollas para hablar con el alma del mundo, o del universo, o con Dios, o el nombre que le des. Como todo alfabeto, es individual, slo aprendes equivocndote, y eso evita que globalices la bsqueda espiritual.-Qu entiendes por globalizar lo espiritual?-Mira, a mi juicio, en los prximos cien aos la tendencia de la humani-dad va a ir hacia la bsqueda de la espiritualidad. Veo que la gente hoy est ya ms abierta a este tema que en el siglo que acaba. He-mos ido dndonos cuenta de que eso de que la religin es el opio del pueblo no aguanta, porque adems quienes lo decan probablemente nunca haban probado el opio.Lo que ocurre es que cuando las personas empiezan a bucear en lo religioso, entran en un mar desconocido. Y, cuando nos hallamos hun-

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  • didos en un mar que no conocemos, nos entra miedo y en ese mo-mento nos agarramos a la primera persona que tenemos a mano para que nos ayude. Todos necesitamos conectarnos con los dems, estar en comunin con el alma de los otros.Pero al mismo tiempo necesitamos caminar con nuestros propios pies, como cuando haces el camino de Santiago. Lo emprendes a oscuras, sin saber qu vas a encontrar, aunque deseando encontrar pistas para ha-llarte contigo mismo, con tu destino. Y estas pistas nos llegan a tra-vs de un alfabeto ms rico, que nos permite intuir qu se debe o no se debe hacer.Pero no crees que el peligro es que veamos las seales que nos con-viene o que nos puedan desviar del verdadero camino? Cmo alcan-zas la certeza de que ests ante una seal verdadera?-No. Lo que ocurre es que al principio no creemos casi en nada; en un segundo momento pensamos que nos hemos equivocado; en el tercero todo nos parecen seales, y slo al final, cuando una seal se cruza en nuestro camino una y ms veces, sin buscarla, adviertes que ests ante un lenguaje que va ms all de la realidad.-Podras poner un ejemplo personal de algo que te haya ocurrido ltimamente y que hayas interpretado como una seal?-Os habl antes de que tengo a santa Teresa de Lisieux ah en mi orde-nador. Os podr parecer curioso, pero mi devocin a esta santa fran-cesa, que muri casi nia, naci a travs de un proceso parecido al que acabo de indicar. Yo no tena nada que ver con ella. Pero poco a poco empez a aparecer en mi vida. Le un libro suyo y la sensacin primera fue penosa: me pareci una pobre histrica.Un parntesis. El primer libro que se escribi en Francia sobre la grafologa de los grandes santos de la Iglesia caus escndalo. El resultado era que, de no haber seguido el camino religioso, aquellos grandes personajes venerados como santos hubiesen sido o grandes criminales, los varones, o grandes prostitutas, las mujeres. La expli-cacin que dio entonces el graflogo fue que se trataba de personali-dades tan fuertes que, de no haber sublimado religiosamente sus pulsiones, podran haber sido grandes asesinos o prostitutas.-Sin duda alguna. Y eso no slo pasa con los santos. Se dice que los mejores cirujanos tienen que tener una gran dosis de sadismo subli-mada, de lo contrario no operaran bien. Como se dice que el buen psi-quiatra tiene que tener por lo menos una pizca de locura.-Y los escritores?(Paulo Coelho se re y responde: Yo creo que los escritores tenemos tambin algo de criminales, sobre todo los que escriben de misterio y crimen.)-Volvamos a tu santa Teresa. Cmo empez todo?

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  • -Empez el ao pasado, unas semanas antes de conocerte a ti en Ma-drid. Yo volva de Alemania. Era el padrino de un nio y el cura que ofici el bautismo empez a hablarme de santa Teresa durante la cena y me dio un libro de ella. Lo dej en el hotel, porque ya sabes lo incmodo que es cuando se viaja cargar con libros, y ms si no te interesan. Pero antes de despedirme de l le ped que me bendijera, porque tena que emprender una gira muy larga. Me llev a un rincn del hotel y me bendijo. Pero despus se arrodill l y me dijo: Ahora bendceme t. Yo?, le dije sin entender nada, porque yo saba que son los sacerdotes los que bendicen a la gente, no al revs. Pero l insisti y yo le bendije para no desagradarle.All empez todo. Antes del Saln del Libro alguien se acerc a m -yo ya haba tirado el libro que me haba dado el cura sin leerlo- y me dijo: Tengo un mensaje de santa Teresa para ti. Te hago un parn-tesis para decirte que he llegado a un momento de mi vida en que me lo creo todo. Si alguien me dice: Ven, que vamos a ver volar los ca-ballos, yo voy. Mi primer impulso es dar un voto de confianza a la gen-te, aunque, eso s, soy implacable con la mentira. Pero he visto ya tan-tos milagros en mi vida, que cuando aquel desconocido me dijo que me traa un mensaje de santa Teresa me lo cre.-Pero tuvo que haber algo ms para que lo entendieras como una seal de que esta santa iba a ser importante en tu vida.-Claro, porque a partir de aquel momento fui descubriendo cosas que nunca hubiera imaginado. Por ejemplo, supe por mi padre -el que me recluy en un manicomio cuando era muy joven- que mi madre haba sido siempre muy devota de esta santa. Ahora estn haciendo una pel-cula sobre mis viajes internacionales, es una produccin franco-cana-diense-americana, y el cmara me dijo en Japn -nunca habamos toca-do el tema-: Estoy haciendo una pelcula sobre santa Teresa, porque es mi santa de devocin, puedes hablarme de ella? S que no crees en santa Teresa, pero... Cmo que no creo en santa Teresa!, le digo. sas son las seales. Te estoy contando la historia, porque en principio empiezas a rechazar y, despus, cuando las seales se mani-fiestan, lo hacen en un lenguaje muy individual e inequvoco.-Pero qu ocurre si te equivocas y sigues la pista de una seal falsa? No puede eso estropear tu vida?-Es un tema delicado e importante. Para m, el peligro no consiste en que puedas equivocarte siguiendo una seal que al final resulte falsa. Para m, el gran peligro en la bsqueda espiritual son los gurs, los maestros, el fundamentalismo, lo que yo llamaba antes la globalizacin de la espiritualidad. Cuando alguien viene y te dice: Dios es eso, es aquello, mi Dios es ms fuerte que el tuyo. As empiezan las guerras. La nica manera de escapar de eso es entender que la bsqueda de la

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  • espiritualidad es una responsabilidad personal que no puedes transfe-rir ni encomendar a otros. Mejor equivocarse siguiendo las seales que en conciencia crees que te estn guiando, a que otros decidan tu destino. Y todo esto no es una crtica a la religin, un aspecto que con-sidero muy importante en la vida de los hombres.-Qu es entonces para ti la religin?-Yo la veo como un grupo de personas que encuentran una manera co-lectiva de adorar. Digo de adorar, no de obedecer. Son dos cosas muy distintas. Este grupo de personas puede adorar a Buda, a Al, a Dios de Jess, no importa. Lo que importa es que en ese momento, juntos, nos conectamos con el misterio, nos sentimos ms unidos, ms abiertos a la vida y advertimos que no estamos solos en el mundo, que no vivimos aislados. Eso es para m la religin, no un conjunto de reglas y manda-mientos impuestos por otros.-Pero si no me equivoco, t aceptas los dogmas de la Iglesia catli-ca, a la que te convertiste despus de tu perodo de atesmo.-Lo de los dogmas sera una discusin muy larga. El dogma lo aceptas slo porque lo quieres aceptar, no porque te lo imponen. Cuando era nio deca, sin entender, lo que todos: que Mara haba concebido sin pecado original, que Jess era Dios, que Dios es Trinidad. Despus co-noc la teologa de derechas, la de la liberacin, todas. Son formas que cambian y evolucionan. Pero yo tengo cincuenta aos y los dogmas tie-nen siglos. Segn Jung, los dogmas son tan absurdos en apariencia que constituyen la manifestacin ms clara, mgica y genial del pensa-miento humano, porque estn ms all de la conciencia.Hoy, los dogmas, por absurdos que me parezcan, los acepto libre-mente con el corazn. No por imposicin, no porque me vea forzado a ello, como en el pasado, sino porque intento ser humilde ante el mis-terio. En el fondo, todas las religiones tienen sus dogmas, que son pa-radigmas del misterio ms profundo y arcano. A m eso me parece bo-nito, porque no tiene por qu no ser verdad lo que no entiendo con mi razn. El misterio existe.-Lo malo es que las religiones intentan imponerte los dogmas me-diante el miedo a los castigos eternos.-Eso ya lo viv en mi juventud. Por eso abandon la religin y me hice ateo. Me convencieron de que el catolicismo era la peor cosa del mundo, una secta ms.Por eso tuve que hacer un largo camino antes de volver a l. No digo que el catolicismo sea mejor o peor que otras religiones, pero est en mis races culturales, en mi sangre. Para m ha sido una elec-cin personal y libre. Poda haber escogido el islamismo o el budis-mo, o nada. Pero sent que necesitaba algo ms en mi vida que el atesmo y eleg el catolicismo como la forma de comulgar con el mis-

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  • terio, con otras personas que creen como yo. Y eso no tiene nada que ver con el cura que celebra la misa. El dogma es algo que est ms all de los ritos, la bsqueda del misterio es una bsqueda de gran libertad.-Pero no te crea problemas el saber que esos dogmas que t acep-tas como forma de conectar con lo divino provienen de una institu-cin que cre la Inquisicin, que actuaba contra quienes no acepta-ban sus dogmas?-S, y de una Iglesia que an sigue negando a la mujer su derecho a participar de lleno en la vida eclesistica.-Que es una institucin que ha abusado tantas veces del poder y ha encadenado no pocas conciencias.-Eso en Amrica latina lo sufrimos mucho, y en Espaa tambin lo pa-decisteis, no?-Y a pesar de eso no te crea problemas...-No, porque s distinguir entre la esencia de la religin y las actitudes de sus hombres, que pueden ser buenos o malos y pueden abusar de la religin. Yo veo la religin como el conjunto de personas que for-man un cuerpo vivo que se desarrolla con todas sus miserias y sus co-sas sublimes.Si he entendido bien, lo que t rescatas de la religin es lo que tiene de misterio y de comunin entre los creyentes.-S. A m me interesan las personas que creen en ese misterio, no quien celebra el misterio, que puede ser indigno. El misterio est ms all de los ministros que lo celebran. En la parbola del buen samarita-no, Jess reprocha la conducta del levita que pasa al lado del herido y no se detiene. Y el levita era el hombre religioso de aquel tiempo. Al revs, alaba al samaritano que atiende al herido. Y los samaritanos eran los ateos de entonces.-Crees que toda bsqueda espiritual necesita de una Iglesia insti-tuida?-No. Al contrario, hay que estar muy atento cuando entras en una iglesia para que no intenten sustituirse a tu responsabilidad. Lo que creo es que la religin como tal -no lo que a veces se hace de las reli-giones- no est en contradiccin con una bsqueda personal de lo espi-ritual. Lo importante es conseguir hacer un gran vaco en tu interior; despojarte de lo superfluo, saber vivir con lo esencial, estar siempre en camino.Yo recuerdo en mis tiempos hippies que tenamos las casas abarrota-das de cosas: psters, discos, libros, revistas, objetos de mil formas. No quedaban espacios vacos. Hoy me he liberado de todo eso. Como ves, mi casa es muy grande pero est vaca. Conservo slo algunas co-

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  • sas simblicas. Hasta mis libros los tengo escondidos, porque no quiero exhibir ante los dems lo que leo o dejo de leer.-Me interesa mucho la importancia que das al vaco. Hay una poesa preciosa de Lao-ts que dice as:

    Treinta radios convergen en el crculo de la rueda.Y por el espacio que hay entre elloses donde reside la utilidad de la rueda. La arcilla se trabaja en forma de vasos.Y en el vaco reside la utilidad de ellos.Se abren puertas y ventanas en las paredes de una casa,y es por los espacios vacos que podemos utilizarla. As, en la no-existencia reside la utilidad, y en la existencia, la posesin.

    -Es preciosa esa poesa de Lao-ts. Yo, de hecho, hoy intento simplifi-car mi vida al mximo, a lo esencial. Incluso cuando viajo llevo slo lo imprescindible, para sentirme libre y ligero.Buda deca: Es muy fcil para el impotente hacer voto de castidad y para el pobre renunciar a la riqueza. Yo no he hecho voto de casti-dad, pero por otro lado, como viajo tanto, poco a poco voy descu-briendo lo simple que es la vida y lo poco que se precisa para vivir fe-liz. De hecho, cuando viajo llevo una maleta insignificante. Y me he dado cuenta de que esa maleta mnima me sirve tanto para viajes cor-tos como largos. Nadie puede sentirse lleno si antes no ha sabido va-ciarse en su interior, como muy bien han explicado siempre todos los grandes msticos de las grandes religiones.-T insistes mucho en que el hombre debe seguir un camino del es-pritu, el que sea, porque no puede ser plenamente feliz slo con las cosas materiales, por interesantes que stas sean. Pero no crees que, a veces, es el miedo el que lleva a refugiarse en lo espiritual?-No. Por qu? En todos los tiempos los hombres han buscado lo des-conocido, lo que no es evidente, tangible, material. Lo han buscado de mil maneras, a veces equivocndose, a trompicones, pero en todos los tiempos los mejores hombres y mujeres han sido peregrinos en busca de lo desconocido.-Precisamente porque cada vez es ms grande el campo de lo descu-bierto por el hombre, ste tiende a buscar lo an desconocido, sea lo que sea, no?-Exactamente. Lo que ocurre es que a veces vivimos atrapados por la falacia de las utopas: la utopa marxista pretenda cambiarlo todo

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  • cambiando las estructuras de la sociedad y acabando con el capitalis-mo. No lo consigui. Otra utopa es la freudiana, que supedita la cura-cin del alma al regreso al pasado. Y la tercera utopa es la del conser-vadurismo, que pretende que todo se soluciona dejando las cosas como estn, inmviles, sin cambiar nada o cambiando slo lo justo para que todo siga igual. Ahora bien, todas estas utopas del siglo que acaba han fracasado, por lo menos en buena parte.-Cul es la alternativa?-Es la gran bsqueda, el caminar hacia un punto an desconocido, un mar difcil, sembrado de peligros, de trampas, de gurs, de maestros que quieren imponernos su visin del mundo y de las cosas.T hablabas antes de que a veces las personas van hacia la bsqueda espiritual por miedo, pero por miedo la gente tambin se queda sen-tada en la playa sin intentar nada. La humanidad est en una encru-cijada: por un lado, el camino ya conocido del conservadurismo, las cosas cristalizadas, los reglamentos e imposiciones legales, la religin como sistema legal de conducta. Por otro, la foresta oscura, descono-cida, lo nuevo, la verdadera cultura creativa, la bsqueda de pregun-tas que an pueden tener respuesta, la aceptacin de la vida como aventura del espritu.-Hay un crtico tuyo que afirma que cuando acabe este siglo y mile-nio ya nadie necesitar de tus libros.-Curiosamente, para m no cambia nada el que acabe o no un siglo. Es algo convencional. Y adems, dentro de dos aos ya no volveremos a hablar de fin de milenio, porque adems habremos visto que nada ha cambiado y que todo sigue igual. Esos que me critican quiz piensan que va a ocurrir algo especial, mientras yo estoy seguro de que nada va a pasar. Los problemas que tendremos aquella medianoche segui-remos tenindolos en el primer da del nuevo milenio y el universo continuar y los hombres seguirn con los mismos miedos, las mismas esperanzas y las mismas ganas de seguir buscando algo que aplaque esa sed de infinito que nunca los ha abandonado a lo largo de los si-glos, y que los impulsa a buscar lo desconocido.(En este momento de la conversacin, por el cielo de la playa de Co-pacabana pasa un helicptero arrastrando un gigantesco cartel publi-citario sobre la nueva estacin de metro de Ro de Janeiro que, des-pus de quince aos de espera, ha llegado a cincuenta metros de la mtica playa de Copacabana. Coelho explica que le haban pedido que patrocinase aquel anuncio con una frase suya pero que se neg, porque se habra tratado de hacer publicidad a los polticos.)-Volviendo al tema de la bsqueda espiritual, es verdad que la ves como una gran aventura?

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  • -Es la gran aventura, la cosa ms excitante que tenemos. En la Grana-da de Espaa -esa ciudad tan mgica para m- en 1492 toda la lgica llevaba a aquel pas hacia frica; Granada estaba conquistada. Haban expulsado a Boabdil, el ltimo moro, cul iba a ser la prxima aventu-ra? Cruzar el Estrecho e ir hacia frica. Un hombre que estaba all viendo la rendicin del ltimo moro, deca: Qu frica! frica ya la conocemos, quiero dinero para ir a las Indias. Cmo las Indias, hombre? Y es que la lgica era frica. Por eso, a m no me gusta tan-to seguir la lgica, me gusta ms la filosofa de la paradoja, que es la que muchas veces acaba triunfando sobre todas las lgicas y las evi-dencias. El hecho es que aquel hombre, Cristbal Coln, estaba all aquel ao y no quiso dejarlo para otro ao, ni lo hizo un ao antes. Lo hace el mismo ao en que se reconquista Granada. El 12 de octubre de aquel 1492, aquel hombre llega a Amrica y todo el flujo de energa de Espaa, que conforme a la lgica se habra dirigido hacia frica, cam-bia el rumbo hacia Amrica.Y gracias a eso estamos nosotros aqu.-Quiz. Eso no lo podemos saber, pero seguramente la historia de Es-paa hubiese sido otra. El caso es que fue un hombre, no un sistema poltico o una lgica militar, un cabezota aventurero, quien consigui cambiar todo lo que pretendan los polticos de la poca.Son esas cosas las que cambian el mundo. Y hoy sigue pasando lo mismo, en lo grande y en lo chico. Claro que hoy es ms difcil que un hombre solo pueda cambiar el rumbo del mundo. Pero cuando se su-man todos esos aventureros que siguen creyendo en la bsqueda de lo desconocido y que se dejan llevar por la energa de su espritu, sin sentirse atenazados por la rgida disciplina de la lgica cartesiana, aca-ba crendose una masa crtica capaz de cambiar las cosas. Hoy exis-ten ms aventureros del espritu de lo que muchos creen. Caminan por mares desconocidos y son ellos quienes al final, sin que se sepa cmo, cambian de repente el viento de la historia.-Es posible reconocer a esos aventureros del espritu entre la masa de quienes se contentan con el mendrugo de pan de cada da?-S, porque en sus ojos brilla la llama del entusiasmo. Yo escrib un li-bro que se llama Manual del guerrero de la luz. Hablo de las personas comunes que siguen creyendo en lo desconocido. Son los maestros sin ser maestros. La verdad es que hoy todos somos discpulos y maes-tros muchas veces al da. Como el extranjero que me advirti sobre la actitud de la polica ante el hombre herido en la playa de Copacabana. Fue mi maestro, porque me hizo reconocer que yo poda hacer algo por ser brasileo. Somos todos maestros. Los guerreros de la luz, los nue-vos aventureros del espritu, se reconocen porque tienen los defectos, las vanidades, los sentimientos de culpa de todos los mortales,

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  • pero tienen al mismo tiempo algo distinto, que es ese fuego en los ojos. Viven con entusiasmo las cosas y la vida, aunque sin sentirse diferentes ni privilegiados.-Es un antdoto contra el derrotismo y la soledad que invade general-mente hoy al hombre contemporneo, que piensa que ya no hay espa-cio para nuevas aventuras fuera de lo cotidiano.-S, porque ellos saben que no estn solos. Yo creo que uno de los xitos de mis libros, que muchos no se explican, radica en que ayudan a reconocerse en estos buscadores de aventuras del esp-ritu. Porque mis libros estn llenos de estas seales. Yo no hablo de seales, slo en un prrafo de El Alquimista, pero todos entien-den exactamente de qu estoy hablando.-Y eso por qu?-Porque estamos todos dentro de una misma vibracin. El escri-tor aqu es slo un compaero ms de esa aventura, no es el que ensea. Qu novedades contienen mis libros? Ninguna. Qu com-parto yo con mis lectores? Mi vida, mi experiencia. Entonces el lec-tor de Japn, que posee una cultura muy distinta de la ma, me dice: Yo ya saba eso, no lo tena a nivel consciente, pero advierto que est hablando de m.Ahora, en mi nueva novela, Vernika decide morir, en la que se aborda el tema de la locura y del suicidio, hice diez copias del ma-nuscrito y las di a leer a otras tantas personas. Y cul no sera mi sorpresa al advertir que todas ellas haban tenido una historia de suicidio o de locura en su familia. Recib un fax desde Inglaterra: Me lleg tu libro. Me encant. Creo que el nico momento de mi vida en que me sent lejos de Dios fue cuando intent el suicidio, pero so-breviv. Lo firmaba Amelia. Pues bien, Amelia es una mujer que traba-ja conmigo desde hace veinte aos, y yo no tena ni la ms puta idea de que haba intentado suicidarse.-O sea, el escritor como catalizador de las experiencias de los de-ms.-S, catalizador, no elemento transformador. La funcin del catalizador es precisamente sa, que no se mezcla con las cosas pero permite que se manifiesten. Las personas van descubriendo cosas. Uno est estu-diando Derecho, pero se da cuenta que lo que le gustara es trabajar como jardinero. Tengo ah miles de cartas de gente a quienes les gus-tara cambiar de trabajo y dedicarse a la jardinera. Algunos dicen que en sus familias piensan que ser ingeniero es lo mejor, pero que ellos lo que amaran sera poder trabajar en un jardn, al aire libre, en con-tacto con la naturaleza.-Todo eso es muy bonito. Pero no te ha ocurrido alguna vez que al-guien por querer seguir este mensaje tuyo haya fracasado?

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  • -S, yo mismo.-Eso es slo una broma.-Pues ahora, sin bromas. En realidad, yo no envo mensajes a nadie. Yo me limito a contar en mis libros lo que a m me ocurri en la vida. Digo que eso me pas a m, pero no aado: haz t lo mismo. No. Yo hablo de mi tragedia, de mis errores, de cmo sal a flote de ellos, pero no digo que sa sea la solucin para todos, porque cada vida es distinta y personal. De hecho, si pusiramos en fila a todos los seres humanos que viven sobre la tierra no encontraramos dos iguales.Yo no creo en los mensajes colectivos, creo en un elemento catalizador y deflagrador. Por ejemplo, intento hacer comprender, por experiencia propia, que no es lo mismo fracasar que ser derrotados. Fracasan los que ni siquiera intentan combatir su batalla y son derrotados los que han sido capaces de luchar. Y esa derrota no es una vergenza. Puede ser un trampoln para nuevas victorias. Y, como dice muy bien Jos Sa-ramago en tu libro El amor posible, nunca existen ni derrotas ni victo-rias definitivas, porque una derrota de hoy puede convertirse en una victoria de maana.-Te declaras creyente. Quin es Dios para ti?-Es una experiencia de fe. Y nada ms. Porque considero una trampa definir a Dios. En una conferencia me hicieron esta pregunta. Yo dije: No lo s. Dios para m no es la misma cosa que para ti, y el audito-rio explot en un aplauso. Es lo que siente la gente, que no existe un Dios a la medida de todos, porque es algo muy personal.-Leonardo Boff suele decir que Dios es una gran pasin.-Y en ese sentido, s es el mismo para todos, porque todos somos capa-ces de albergar y concebir una gran pasin.~Qu sera entonces para ti un ateo?-Para m, el hecho formal de creer o no creer en Dios no cambia nada. Conozco ateos que se comportan en su vida mil veces mejor que mu-chos que se llaman creyentes. Porque a veces el creyente tiene la ten-tacin de convertirse en juez de su prjimo por el hecho de que cree en Dios. Para m, un ateo es el que manifiesta a Dios slo a travs de sus obras. Como deca Santiago el Apstol, lo que nos permite recono-cernos como hijos de Dios son las obras, no nuestra profesin de fe. Mustrame tus obras y yo te mostrar tu fe, deca.Por otra parte, los que nos consideramos creyentes tenemos que con-fesar que nuestra fe es siempre muy frgil. Hoy creo, por ejemplo, que tengo mucha fe, y por la noche esa seguridad se ha desvanecido. La fe no es una lnea recta.-El escritor siciliano Leonardo Sciascia sola decir que, a veces, crea en la acera de la calle y que cuando cruzaba la calle ya no crea.

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  • -Exactamente. La diferencia es que el creyente tiene una cierta con-viccin de que algo existe ms all, aunque muchas veces l no sienta esa fe.-En un momento de estas conversaciones has dicho que cuando te conectas con el centro de la energa sientes un placer. Qu es para ti el placer?-No es una cosa simple. Yo he estado trabajando sobre sadomaso-quismo y es muy complicado entender el placer, porque a veces proce-de del dolor. Yo no suelo usar metforas. Borges dice que existen slo cuatro verdaderas metforas, pero yo voy a usar una: para m el placer es el buen combate, es decir, algo muy distinto de la felicidad. Yo no relaciono la felicidad con el placer. La idea que tengo de la felicidad es aburridsima: una tarde de domingo en la que no ocurri nada. Mi libro Manual del guerrero de la luz habla de lucha y combate, del entusias-mo de combatir una batalla por algo que te ilusiona. A veces pierdes y otras ganas, pero no importa, lo que cuenta es luchar para conseguir las cosas. Eso es para m un placer de la vida. Entonces, digamos que placer es todo lo que haces con entusiasmo en la vida, en la que pue-de haber dolor y sufrimiento, pero que no anula el placer de fondo de saber que ests luchando por algo que amas.-Y sin embargo todos los hombres corren en busca de la felicidad que elimina el dolor.-Creo que es una trampa. La felicidad es una pregunta sin respuesta, como la de quin soy yo? Son preguntas intiles. Y sin embargo la humanidad ha pasado miles de aos en busca de esa vana felicidad sin sentido. Para m la felicidad es algo muy abstracto. Yo, en verdad, nun-ca estoy feliz.-Ni siquiera cuando sale un nuevo libro tuyo que se vende como ros-quillas?-No. Siento alegra. Es un momento de tensin, de desafo. Y eso me produce alegra, porque es el fruto de una batalla que he conducido con sacrificio, pero felicidad, no. Felicidad sera decir: Qu bien, he publi-cado un libro con xito. Ya soy un escritor afirmado. Ya puedo dormir feliz. Y eso no es verdad. Yo soy una persona contenta, con sus alti-bajos, sus batallas ganadas y perdidas, sus derrotas, pero siempre con alegra, con la alegra de un torero. De hecho, adoro las corridas de toros, aunque s que es la cosa ms polticamente incorrecta.-Yo no la adoro.-Pues yo s, porque es el momento en que se encuentran frente a frente la vida y la muerte. Ah no hay lugar para filosofas, porque uno de los dos, el toro o el torero, va a morir. Por eso, los aficionados ha-blan de que una de las cualidades que tienen que tener tanto el toro

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  • como el torero, es la alegra. Un toro sin alegra no es bueno para la corrida.-Pero suelen morir ms los toros que los toreros.-Es cierto, pero a veces muere tambin el torero. l sabe muy bien que se juega la vida cada vez que sale al ruedo, por eso suele rezar siem-pre a la Virgen antes de empezar la corrida. Para m, cuando sale un nuevo libro mo, es como si me lanzara al ruedo, estoy contento aun-que s que es peligroso. Estoy contento porque estoy aceptando un nuevo desafo. Luch por conseguirlo, me ech al ruedo sabiendo que poda ser derrotado, que podan crucificarme, pero siento la alegra de haber conseguido lo que quera: dar a luz un nuevo libro.Para m, la vida es como una corrida, tengo que enfrentarme cada momento con el toro de mi responsabilidad y nunca s si voy a acertar o no. Todo eso me produce alegra, pero no felicidad.-Qu es entonces para ti la infelicidad? Cundo te sientes infeliz?-Me siento infeliz en los momentos de cobarda, cuan-do busco un camino demasiado confortable. Paradjicamente, me sien-to infeliz cuando busco la comodidad de la felicidad.-Has dicho que te consideras una persona que ama los extremos. En ese caso, tampoco te gustar la armona de la paz conquistada, si lo que prefieres es la alegra por la lucha.-Exactamente. Yo nunca he buscado la armona en mi vida. Creo que la vida acaba en el momento en que dejas de luchar y dices: Ya he lle-gado. Eso sera la felicidad, que ni amo ni busco. Mira, Juan, yo en mi vida me he sentido as dos o tres veces, es decir, feliz, inmvil, llegado al final de un camino. Pero dur poco, porque el buen Dios muy pronto me dio un puntapi y me puso de nuevo en movimiento.Yo creo que los hombres se dividen entre los que buscan la paz del es-pritu y los guerreros de la luz, que como deca san Pablo, aman com-batir siempre sin sentarse sobre su felicidad conquistada. Son los hombres a quienes gustan los desafos continuos, la brega, la bs-queda sin fin. El guerrero de la luz es como el torero, que no concibe su vida sin estar el mximo tiempo posible en los ruedos. La vida de un escritor es tambin ese desafo de estar siempre en la brecha, expues-to tanto a los trofeos como a los abucheos.Si tuvieras que explicarle a un grupo de jvenes quin es Paulo Co-elho, cmo te describiras?-Como un peregrino que recorre un camino que no tiene final. Como el peregrino que sabe que existe un tesoro, que mira a ese tesoro guiado por las seales, como el pastor de El Alquimista. Para l, es im-portante llegar al tesoro, pero cuando llega advierte que ya no es el mismo, ha cambiado, es otro. Es el camino y la bsqueda lo que te forja y te cambia. Yo sigo buscando.

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  • CAPTULO II

    Manicomio, crcel y tortura

    Lo terrible que descubr en el manicomioes que yo poda escoger la locura

    y vivir tranquilo sin trabajar.La crcel fue la experiencia del odio,

    de la crueldad y de la impotencia total. Fue milveces peor que el manicomio.

    La infancia y juventud del futuro escritor Paulo Coelho no fueron f-ciles, pero s ricas en experiencias muy distintas, a veces extremas y crueles, como las del manicomio y las de la crcel, donde fue tortu-rado por un grupo de paramilitares durante la dictadura brasilea.Fue siempre un nio y un muchacho rebelde, vido de todas las ex-periencias, hijo fiel del 68, la poca de las aperturas y de las locuras, siempre a la bsqueda de algo que le llenara por dentro, sin dejarse domear por las convenciones familiares o sociales. Fue un inconfor-mista declarado, aunque capaz de reconocer sus errores cuando se equivocaba y de dar marcha atrs en sus excesos. Como confiesa en estas conversaciones, nunca sinti odio ni rencor hacia sus padres, que por tres veces le internaron en un manicomio siendo an casi un nio, convencido de que lo haban hecho por su bien.-Cmo viviste tu infancia? Tienes hermanos?-Tengo una hermana que es ingeniero qumico. Yo era el mayor de toda una generacin y el ms rebelde. Empec por comprender la verdad de la vida, que es la siguiente: hagas lo que hagas, si t eres el mayor de la familia, tienes siempre la culpa de todo lo que ocurre a tu alrededor. T eres siempre la vctima. Al principio, aquello me molestaba muchsi-mo, porque haba cosas que no eran culpa ma, claro, hasta que un da dije: Bueno, si es as, y puesto que cargo con la fama de lo malo que hacen los otros, voy a hacer todo lo que se me antoje. As era de re-belde ante la injusticia.-Cules son tus primeros recuerdos de nio?-Es curioso, pero tengo algunos recuerdos muy claros. Vivamos en Bo-tafogo, un barrio clsico de aqu, en Ro de Janeiro, donde he vivido toda mi vida. Y te voy a contar algo que no te vas a creer y que ni yo mismo me he explicado nunca. Incluso se lo he preguntado a algunos mdicos para saber si eso puede ocurrir y si le ha pasado a otros ni-os. Y es que recuerdo ntidamente que nada ms nacer reconoc a mi

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  • abuela, que estaba all. Recuerdo que abr los ojos y me dije: sta es mi abuela. Y eso recin nacido.-Qu recuerdos tienes de tus padres?-Mi padre era ingeniero, de una familia muy tradicional; mi madre ha-ba estudiado Museologa en la universidad. Mi padre todava vive; tie-ne una personalidad muy dominante y eso influy mucho en mi ma-dre.-Ibais a misa? Erais catlicos?-Recuerdo que me obligaban a ir a la iglesia todos los domingos pero en los ltimos aos del colegio, en los jesuitas, tenamos que ir todos los viernes. Mi educacin fue absolutamente formal. No s cmo se ven ahora a los jesuitas, pero entonces eran muy conservadores y severos. Mi madre muy pronto empez a entrar en crisis. Entr en contacto con una teologa ms abierta, menos tradicional, que no era todava la Teo-loga de la Liberacin, pero s algo muy cercano que le abri los ojos. Empez as a cuestionar su fe. Conoci a unos religiosos muy abiertos y a unos arquelogos y empez a ver las cosas religiosas desde otro ngulo, menos severo y tradicional. Fue un perodo en el que yo no es-taba muy cerca de mi familia.-Ahora los jesuitas son ms bien progresistas, sobre todo en el Tercer Mundo.-Entonces, no. Eran el ejrcito de Cristo. Me dieron excelentes bases para la disciplina, pero me provocaron tambin horror a la religin, de la que acab alejndome. Por eso, por contraste con aquella formacin rgida y cerrada, en cuanto sal del colegio, donde mis padres me ha-ban mandado porque iba mal en los estudios, busqu los movimien-tos estudiantiles ms avanzados, no creyentes. Y empec a familiarizar-me con los escritos de Marx, Engels, Hegel, etc.-Pero acabaste volviendo al catolicismo.-Cuando volv a interesarme por una bsqueda espiritual, yo ya estaba convencido de que la ltima cosa que iba a buscar era el catolicismo, porque le tena horror; estaba harto y totalmente convencido de que aqul no era el camino, era un Dios de la derecha, que no tena una cara femenina, era un Dios del rigor, sin misericordia, sin compasin, sin misterio, y al mismo tiempo empec a experimentar todas las otras religiones y sectas, sobre todo las de origen oriental. Las prob todas: Hare-Chrisna, budismo, filosofa yoga, todo. Volv a ir regularmente a misa slo despus de haber hecho el camino de Santiago.-Eras un inquieto.-Totalmente. Y despus de esto volv al atesmo, tras una terrible expe-riencia con la magia negra que ya te contar.-Qu estudiaste en la universidad?

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  • -Estudi Derecho, pero obligado. No lo termin. Hasta finalizar la se-cundaria, el curso de paso a la universidad, tena esa fuerza de la re-belin totalmente controlada, oprimida por mis padres, por la socie-dad, por mi ambiente. Pero cuando explot, explot completamente. Eso sucedi cuando entr en la universidad, pero antes hubo un mo-mento en que no sala adelante en los estudios, me pas tres aos en la secundaria, no terminaba, no consegua salir de all, hasta que al fi-nal mi familia pag para que pasara de curso y pas. As.-Cuando explotaste de esa forma, qu reaccin tuvo tu familia?-Cuando explot la primera vez, me internaron en un manicomio, como a un loco.-Cmo podan internar a uno sano en un manicomio?-Entonces era posible. Y, de cualquier manera, mis padres lo consiguie-ron. Me internaron tres veces porque yo me escapaba siempre. Como aquel manicomio an existe, he querido hoy saber qu motivos alega-ron para que me encerraran all con los locos. Y me he llevado la sorpre-sa de saber que las motivaciones eran banales. Se dice en el atestado mdico que yo era irritable, que hostilizaba a la gente polticamente, que en la escuela iba empeorando progresivamente, y que mi madre crea que yo tena problemas sexuales, que no haba madurado lo suficiente para mi edad y que cuando quera una cosa intentaba conseguirla por to-dos los medios, por lo que revelaba actitudes cada vez ms radicales y extremistas. Y que todo aquello les llev a internarme.-Cmo te sentas t en tu interior?-Mira, yo en aquel momento tena diecisiete aos. Lo nico que quera era escribir; ya haba empezado a trabajar como reportero para un pe-ridico, y acababa de leer toda la obra de Oscar Wilde. En el fondo era un idealista y pensaba en mi fuero interno que alguien que quera ser escritor era justo que tuviera que pasar por todas las experiencias, in-cluso la del manicomio, que haba sido un destino de tantos escritores y artistas, empezando por Van Gogh. Lo vea como parte de mi leyen-da personal, de mis ansias de aventura. En el manicomio escriba poe-mas, pero acab escapndome porque era muy consciente de que no estaba loco; lo que quera era vivir a tope las cosas, todo lo que me gustaba. Hoy algunos creen que me metieron all por la droga. Nada de eso. Yo no haba probado entonces droga alguna. Mi experiencia con los estupefacientes empez mucho ms tarde, hacia los veinte aos.-Qu leccin sacaste de aquella experiencia lmite de sentirte en medio de los locos sin serlo t?-Quiero serte muy sincero. Creo que el gran peligro de la locura no es la locura, es el hbito de la locura. Lo que descubr en aquellos momentos que pas en el manicomio es que yo podra elegir la locura y pasar toda mi vida sin tener que trabajar, sin hacer nada, hacin-

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  • dome el loco. Era una tentacin fortsima, como aparece en mi ltimo libro Vernika decide morir, donde, aunque novelada, est latente una parte de mi experiencia en aquel lugar.La experiencia del manicomio me ha demostrado que el tercer da yo ya deca: Bueno, me estoy acostumbrando, no es tan malo esto; has-ta se est cmodo y protegido de los problemas de fuera. Era como un tero materno que te daba tranquilidad.-Cmo te relacionabas con los internos?-Con los locos? Me parecan todos normales. Tenan momentos de ra-bia, pero como tenemos t y yo en la vida normal. Haba, eso s, algu-nos esquizofrnicos, que haban perdido el contacto con la realidad, pero slo tres o cuatro, con los otros hablaba, discuta de filosofa, de libros, de todo. Tenamos televisin y podamos escuchar msica y nos divertamos mucho. Y los electroshocks?-No eran agradables, pero tampoco creas que sentas mucho. Fueron terribles, espantosos cuando me los aplicaron en los genitales durante las torturas que me infligieron los paramilitares, cuando me secuestra-ron aos ms tarde. Aquello s era doloroso, humillante y vergonzoso. Era un horror. -La primera vez que te internaron te dieron el alta por buena conduc-ta. Vero la segunda vez, segn los informes mdicos de aquella poca, te escapaste del manicomio, cmo lo conseguiste?-Estaba totalmente encerrado en un noveno piso, no poda salir, se me consideraba un loco peligroso; haba locos que podan salir, me da-ban muchas medicinas, electroshocks. En aquel piso permanec casi dos meses, sin ver el sol; eso s que es para volverse loco de verdad. Haba un ascensor, pero era el ascensorista el que te suba y te baja-ba, hasta que un da sub al ascensor con l y otras personas, baj, sal e increblemente me sent libre en la puerta. Fue como un cuento de Kafka.-Es todo muy simblico, estabas preso pero en realidad no lo estabas.-Es de un simbolismo terrible. Hay un cuento de Kafka que narra la his-toria de una persona que llega ante la puerta de un castillo y pregunta: Puedo entrar? El guardia no contesta, y cuando est en el final de su vida, vuelve y le dice al guardia: Por qu no me dejaste entrar?, y el guardia, que tambin est viejo, le contesta: Pero si yo nunca te dije que no. T me preguntabas y yo no poda hablar, por qu no en-traste? Lo mismo me pas en el manicomio: baj en el ascensor como estaba, con el pijama, y ya no volv, claro, ni para coger algo, es-taba sin dinero, sin nada. Me fui a casa de un amigo caminando, me dio una guitarra, algo de dinero, y a partir de ah me dije: Qu hago ahora?, y empec a viajar y a trabajar.

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  • -No llamaste a tu familia?-No contact con mi familia hasta despus de dos meses, cuando ya estaba muy mal, porque no tena ni para comer. Llam y, claro, me di-jeron que volviera lo ms rpidamente posible, que no haba ningn problema, que no volveran a internarme. Me enviaron dinero, porque estaba muy lejos, y acab volviendo. As pas otro ao y de nuevo de-can: Paulo es un loco y ahora quiere hacer teatro, porque mi nueva pasin, junto con la de ser escritor, era hacer teatro. Y me volvieron a internar por tercera vez. Y me volv a escapar, pero esta vez haban avisado al ascensorista para que me vigilara y no me dejara escapar. La segunda vez me escap aprovechando que tena que ir al dentista, porque el mdico que se haca responsable de m lleg a la brillante conclusin de que era un diente que iba a nacer lo que me tena des-controlado, porque me causaba dolor. Segn l, yo no comprenda que el dolor me vena del diente y por eso me pona muy agresivo con todo el mundo. A la vuelta del dentista me escap.Otra vez me fui por ah a viajar y otra vez volv a la familia porque no tena nada, no tena dinero, y cuando llegu dije: Ahora s estoy loco, porque en aquellos momentos ya estaba convencido de que no estaba cuerdo y no quera volver a huir. Pasaron unas dos semanas y estaba muy aptico, sin capacidad para reaccionar.-No tuvo que ser fcil tampoco para tu familia, no?-La verdad es que en aquel momento no pensaba en eso. Pensaba slo en m mismo. Lo entend slo ms tarde. Pero me ocurri algo pa-radjico que iba a cambiar radicalmente mi vida. Un da, recuerdo que estaba en mi cuarto, tena mi mesa, mi cama, mi ropa, todas las cosas que amaba. Pues bien, cerr la puerta y me dije: No puedo seguir viviendo as. Porque haba perdido mi trabajo en el peridico, haba perdido a mis amigos y haba tenido que abandonar el teatro. Enton-ces pensaba que quiz tenan razn mis padres, que estaba loco. Y por primera vez me puse a hacer el loco de verdad: cerr la puerta de mi habitacin y empec a destruir todo mi cuarto, mis libros a los que te-na tanto amor, la coleccin de Sherlock Holmes, la de Henry Miller, mis discos, todos los recuerdos de mi pasado. Lo hice todo aicos. Mis pa-dres escuchaban cmo yo estaba destruyendo todo y yo sin pararme. Entonces llamaron de prisa y corriendo al mdico del manicomio que me atenda, pero no estaba. Telefonearon as a otro mdico, que lo recuerdo muy bien, porque era un hombre sin nariz, era un personaje muy curioso, el psiquiatra Fajardo. Cuando lleg, abri la puerta y se encontr con toda aquella destruccin. Yo pensaba que me iba a llevar otra vez derechito al manicomio. Pero cul no sera mi sorpresa cuando le oigo que me preguntaba muy tranquilo y sonriente: Qu ha pasa-do? Pues no lo ve?, que lo he destruido todo, le dije. Y l, sin in-

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  • mutarse, me contest: Qu bien! Ahora que lo has hecho todo cisco, es cuando puedes empezar una vida nueva. Has hecho, ni ms ni me-nos, lo que debas hacer, destruir un pasado negativo para empezar una nueva vida positiva. Pero qu me est diciendo?, le respond, sin salir de mi asombro ante un psiquiatra que me dice que he hecho muy bien destruyendo toda mi habitacin y todas mis cosas ms queridas. Y volvi a repetirme: Has hecho la nica cosa que tenas que hacer. Acabar con la pesadilla del pasado. Ahora tu vida empieza de nuevo.-Y cmo reaccionaron tus padres?-Fueron muy comprensivos y asintieron a lo que deca el curioso psi-quiatra. Y me dijeron: Ahora estars bien, vas a empezar todo de nuevo, se acab. Vamos a sacar todo lo que has roto y lo echamos a la basura. Juan, aquel hombre me salv, porque yo haba llegado al bor-de de la locura de verdad, y lo peor era que lo haba aceptado con re-signacin.-Seguiste teniendo contacto con aquel psiquiatra?-Aquel da, antes de despedirse me dijo: Ahora voy a guiar yo el pro-ceso. Lo visit quince o veinte veces hasta que un da me dijo: Aho-ra tienes que caminar con tus propios pies. Ya ests prcticamente cu-rado. Eres un poco loco, pero eso lo somos todos. Y a partir de all es cuando me explot toda la fuerza de mi rebelin. Me dije: si no im-porta que sea un poco loco, porque todos tenemos que enfrentarnos con nuestra parte de locura, lo que tengo que hacer ahora es vivir a tope, hacer todas las experiencias que me agraden, no privarme de nada.Lo haba perdido todo: el peridico, los amigos, el teatro y hasta mi novia, que era muy jovencita y me dej cuando me metieron en el ma-nicomio, porque a ella no la dejaban entrar y yo no poda salir.-Sentiste odio o rencor hacia tus padres por haberte internado en un manicomio sin estar loco?-Nada, nunca. Ellos estaban convencidos de que les odiaba, pero no era cierto. Ellos me llevaron all por amor, por un amor equivocado, desesperado, por un amor dominador, pero a fin de cuentas porque me queran. No me metieron en el manicomio porque me odiaban, sino porque queran ayudarme a construir mi vida. Se trat de una actitud desesperada, loca, que les afect a ellos ms que a m. Pero, al mismo tiempo, aquello me sirvi para que yo pudiera realizar mi buen comba-te, para enfrentarme a m mismo.Cuando te enteraste hace poco de los verdaderos motivos por los que tus padres te haban metido en el manicomio, cmo reaccionaste?-La nica vez que tuve un momento de odio y de rabia fue, en efecto, cuando hace unas semanas pude leer el informe que haba redactado

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  • el manicomio sobre las causas de mi internamiento, del que te habl antes. Me puse furioso, porque era todo tan absurdo que no me lo po-da creer. Pero quien pag el pato fue mi editor ingls, con quien des-cargu todo mi enfado sin que el pobre pudiera entender nada. Yo le deca: No hay quien aguante esta mierda de hotel! Y llamaba por telfono para quejarme, porque cuando fui a firmar libros a Dubln, en Irlanda, me llevaron a un programa de televisin que no me gust. La persona que estaba al otro lado del telfono me deca: Pero por qu ests as? Nos fuimos despus a un parque que haba delante del hotel y ya me seren. Fue la nica vez en que tuve una reaccin de rabia muy fuerte por aquella historia del manicomio. Pero de ver-dad que no conservo rencor a mis padres. Me haba prometido no ha-blar de esta experiencia dolorosa mientras vivieran y lo hago ahora porque mi madre ya no vive y mi padre es muy anciano, pero es muy lcido, y ha seguido todo el lanzamiento de mi ltima novela, Vernika decide morir. Creo que hablar de esa historia ma fue un alivio para l. Y se puso an ms contento cuando, a travs de las muchas cartas que he recibido, pudo darse cuenta de que no haba sido el nico en hacer aquello, ya que lo mismo haba pasado en otras muchas familias.-Tus padres intentaron alguna vez justificarse contigo?-No, ellos nunca intentaron justificarse, pero me pedan disculpas. De-can: Perdnanos, fue el gran error de nuestra vida, pero nunca me dijeron por qu lo haban hecho. Pero son cosas que nos marcaron a todos, ya que como dice Ortega y Gasset: Yo soy yo y mis circunstan-cias. Todos sufrimos, sin duda.-Y fue entonces cuando empezaste tu etapa hippy.-S. El movimiento hippy fue mi nueva familia, mi nueva tribu. Intent entrar en la universidad, pero ya no era lo mo. Y fue entonces cuando entr a fondo en el mundo de la droga y del sexo. Llegu a pensar in-cluso que a lo mejor era homosexual porque mi madre crea que te-na problemas sexuales. Y entonces pens que para salir de dudas te-na que probar. Y as lo hice. La primera vez no me gust nada aquella experiencia, quiz porque estaba nerviossimo. Pas un ao y segua con la duda, y volv a hacer otra prueba. Esta vez no estaba ya nervio-so, pero tampoco me gust. Y entonces me dije: A la tercera va la ven-cida, voy a probar por ltima vez y si tampoco me atrae es que no soy homosexual. Y, en efecto, aquello no me atraa. Tena entonces veintitrs aos. Mis dudas eran que como yo haca teatro y como en aquel ambiente haba muchos homosexuales, a lo mejor lo era sin sa-berlo. Y as, por fin, sal de dudas.-Liberado de aquella obsesin, empezaste de nuevo a trabajar y a viajar. Estabas en plena juventud. Cmo la recuerdas?

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  • -S, empec a dar clases para superar el examen de acceso a la escue-la de teatro. As ganaba un dinero que me daba para vivir todo el ao. Haca tambin teatro infantil. Eran trabajos temporales de tres meses que me dejaban luego nueve meses libres para viajar, algo que enton-ces era muy barato. Recuerdo que cruc Estados Unidos sin hablar in-gls y fui hasta Mxico con doscientos dlares; era una locura, pero en Estados Unidos comprabas un abono de noventa y nueve dlares y po-das viajar un mes y medio. No tena dinero suficiente para dormir en ningn lugar de pago y dorma en el autobs durante ocho horas y lle-gaba a un punto que no saba dnde estaba, pero me daba igual.Iba siempre con un grupo, porque entonces haba mucha solidaridad entre los hippies. Calculbamos que el viaje fuera de noche para dor-mir en el autobs Greyhound y as conocimos muchos lugares. A partir de ah empec a estar totalmente embebido en la cultura hippy.-Y qu pas con tu pasin por la escritura?-En aquel momento no consegua escribir, pero cuando llegu a Brasil haba empezado un fenmeno que se llam la prensa alternativa, un-derground, dentro de la dictadura, pero no era una prensa de izquier-das, era ms para quienes buscaban una alternativa que no se encua-drase en el sistema establecido, los Beatles, los Rolling Stones, Peter Fonda con la bandera de Amrica y Easy rider. Era la clsica cultura pop americana. Yo tena una novia -porque las mujeres siempre juga-ron un papel muy importante en mi vida- que tena un apartamento, pero no tenamos dinero. Un da empezamos a buscar trabajo. Encon-tramos una empresa que tena una rotativa; yo cre una revista nue-va de la que salieron slo dos nmeros, pero que iba a ser definitiva para mi trabajo futuro. A travs de aquel nmero de la revista, me conoci un productor de discos de la CBS, de mi edad, Ral Seixas, que luego fue un gran cantante.-Todava en muchos ambientes se te conoce como el autor de las fa-mosas canciones de Seixas.-Conect, en efecto, conmigo y me pregunt que por qu no haca le-tras de msica, pero Ral vena del sistema, era un productor y tena-mos muchos prejuicios contra todo lo que viniera del sistema, porque nuestra filosofa era ir a la contra de todo lo establecido y seguro. Yo conozco muy bien el prejuicio.Adopt entonces una actitud totalmente fra porque ya conoca los dos lados. El era productor de Jerry Adriani, que era un cantante de bole-ros, al estilo de Julio Iglesias, al que yo odiaba. Me deca a mi mismo: Pero si este to es horrible! Y sin embargo, al final, a pesar de mis prejuicios, result ser una persona encantadora, fantstica, maravi-llosa. Hubo un proyecto estupendo que se llamaba Poeta, muestra tu cara, con todos los letristas de la msica brasilea. Mi productor me

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  • pregunt quin quera que cantase mis letras y yo le dije que Adriani, pues se lo mereca, y la verdad es que result estupendo.-Cuntas letras compusiste para Ral Seixas?-Sesenta y cinco. Ya tenamos un sueldo, habamos empezado con eso de la prensa alternativa. A Adriani le emocion mucho que le hubiese elegido como cantante de mis letras y fue una manera, no de pagarle, porque estas cosas no tienen precio, pero s de homenajearle por ha-ber sido tan importante para Ral y para m.-Y empezaste a salir de apuros econmicos.-Sin duda. Piensa que por primera vez en mi vida me encontr rico del da a la noche. Fui al banco a ver cunto tena en mi cuenta y me en-contr con un depsito de casi cuarenta mil dlares. Yo no tena ni para ir a un cine o a un restaurante, y al da siguiente tena cuarenta mil dlares. Qu locura! Lo primero que pens fue en comprarme un coche para correr, pero acab comprndome un piso.Mis padres, por esa asociacin tan rara que se hace entre el dinero y el xito, empezaron a mimarme. Yo tena veinticuatro aos y mi padre me ayud a comprarme un apartamento. Me prest otros treinta mil dlares, que le devolv en seguida, pues segu ganando mucho dinero. Hasta el punto que llegu a 1978 con cinco apartamentos. Tena unos treinta aos. stas son las personas claves que a veces, como seales, aparecen en tu vida y te la cambian, como ya me haba pasado con el psiquiatra Fajardo, y ms tarde con otra persona cuando sal de la cr-cel. Es curioso que no suelen ser las instituciones sino las personas las que determinan el rumbo de tu vida, para mal o para bien.-Estuviste tambin preso por poltica; fuiste secuestrado y torturado, no es cierto?-Tres veces. Para m todo son tres veces. En El Alquimista hay un pro-verbio que dice: Todo lo que pas una vez, puede no pasar nunca ms, pero lo que pasa dos, pasar seguramente tres. Muchas veces veo las cosas as, son los smbolos, las seales que viv en mi vida. En realidad, estuve preso seis veces, tres en el manicomio y tres en la cr-cel.-Cul de las dos experiencias fue peor?-La crcel fue mil veces peor. Fue la peor experiencia de mi vida, por-que adems de lo que all pas, cuando sal era considerado como un leproso. Todos decan: No te acerques a l, ha estado preso, por algo habr sido.Mira, Juan, la crcel es la experiencia del odio, de la crueldad, del poder fatal y de la impotencia total. La primera vez que me cogieron, yo estaba con una pandilla de jvenes cenando en Paran y hubo un asalto a un banco. Yo, que tena el pelo largo y estaba sin documen-

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  • tos, fui agarrado en seguida y me llevaron dentro. Me tuvieron una se-mana y aquella vez no me hicieron nada.-Y las otras veces?-Aquello fue ms serio y ms inesperado, porque yo trabajaba ya con Ral. Era muy conocido por las letras de mis canciones y ganaba mu-cho dinero. Adems, estaba ya muy introducido en la magia, y me sen-ta casi omnipotente, y sin embargo volv a caer en la crcel.-Por qu te detuvieron?-De aquello me acuerdo como si fuera hoy. Tuve una gran sensacin de imbecilidad, porque haba llegado hasta donde haba llegado, em-pezbamos a creer en la idea de una sociedad alternativa, y Ral y yo tenamos una cierta utopa. Fuimos a Brasilia a dar un concierto y yo pronunci unas palabras sobre nuestras ideas acerca de la sociedad y a lo que aspirbamos para cambiarla. Me pareca todo aquello muy inocente. ramos slo unos jvenes idealistas. Pero al da siguiente Ral recibi un papel que deca que se tena que presentar ante la po-lica poltica. Fue, y yo le acompa, y me sent en la sala de espera. En un cierto momento, Ral sali cantando una msica que ahora no recuerdo, pero con otra letra y en ingls. Fue a llamar por telfono y me dijo: El problema es contigo, no conmigo. Entonces comprend lo de su cancin, y cuando me fui a mover me dijeron: Adonde vas? A tomar un caf, les dije. No, no, pdeselo a tu amigo, me respon-dieron. Y ya no sal de all. Aunque tampoco fue entonces tan grave, porque yo hasta tena un concepto romntico de la crcel, pues pen-saba que la crcel por motivos polticos formaba parte de la aventura que llevbamos entre manos.-Te ayudaron tus padres?-S. Consiguieron ponerme un abogado, el cual me dijo que me tran-quilizara, que no me iban a tocar, que estaba en la crcel pero que esos horrores que se oan de las torturas de la dictadura no me iban a pasar. Era ya el final de la fase peor del gobierno militar y el general Geisel estaba decidido a iniciar una apertura poltica, y exista la lnea dura, la extrema derecha, que tena montada toda una maquinaria de guerra, con la que haba acabado con la guerrilla y ahora tena que justificar su existencia. Saban que era un loco de esos de la sociedad alternativa, que no tena nada que ver con la guerrilla, pero casi no te-nan presos polticos porque los haban matado a casi todos y tenan que descubrir nuevos enemigos para justificarse.Despus de que llegara el abogado, me dejaron salir y firm un docu-mento en el que pona que el gobierno no era responsable de nada y tonteras de sas.-Pero en seguida ocurri lo peor.

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  • -S, nada ms salir un grupo de paramilitares nos secuestr a mi mu-jer y a m bamos en un taxi. Yo les ense el papel que haba firmado en la crcel y me dijeron: Entonces es verdad que eres un guerrille-ro, pues ni has vuelto a tu casa. Y aadieron que yo estaba en la clan-destinidad con mis compaeros de guerrilla.Estaba desaparecido, pasando los peores das de mi vida. Y esta vez sin que mis padres pudieran ayudarme, pues no saban dnde estaba.-Adonde os haban llevado?-No s. Lo coment al salir con algunas personas, y pensamos -por-que nadie lo sabe, ya que lo primero que hacen al secuestrarte es po-nerte una capucha en la cabeza para que no veas nada- que estaba en la calle Barao de Mezquita, donde exista un cuartel militar tristemente clebre como lugar de torturas, pero es slo una suposicin. Me tenan siempre con la capucha o, si estaba sin ella, estaba solo, no haba na-die conmigo. Mi familia tampoco saba dnde estaba. En este caso, el Estado tampoco era responsable porque no estaba preso; estaba con los paramilitares, segn ellos, y el gran pavor era que pudieran trans-ferirme a Sao Paulo, donde actuaba lo peor de la represin. Habl mu-chas veces de esto con fray Betto, porque aquellos momentos para m fueron un horror, y me dijo que el horror siempre son los primeros das. Y as fue para m.-Os tuvieron mucho tiempo secuestrados a tu mujer y a ti?-Yo estuve una semana, pero eso no se cuenta en das, se cuenta en aos, porque ests totalmente perdido, impotente, no sabes dnde es-ts, no tienes con quien hablar. A la nica persona a la que le vi la cara fue al fotgrafo, porque me tena que sacar la capucha para ha-cer la foto. Y encima la tortura...(Paulo Coelho no quiso entrar en los detalles de aquella semana de torturas porque verbalizarlo supona volver a revivir una de las ex-periencias ms duras y humillantes de su vida. Vero lo torturaban siempre encapuchado. Y aos ms tarde tuvo la neta sensacin de haber reconocido a uno de sus torturadores y que l tambin haba reconocido a su vctima.)-Qu pretendan de ti al torturarte?Que hablase, que les contara de la guerrilla en Baha. Yo no saba nada, no tena ni idea. La tcnica era la siguiente: si este to es culpable, tiene que hablar muy rpido, porque despus se acostumbra a las torturas. En el primer momento, entre el secuestro y la tortura, no reaccionas. Recuerdo que me sacaron del taxi a m y a mi mujer de entonces, nos secuestraron a los dos, vi el hotel Gloria y las armas, todo muy rpido. Salga!, le dijeron a mi mujer y la sacaron aga-rrndola por el pelo. Yo mir al hotel y pens: Voy a morir ahora. Me dije: Qu estpido, morir mirando un hotel! Son esas tonteras que

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  • se piensan en los momentos ms trgicos. A ella la metieron en un co-che, a m en otro; para ella fue mucho peor porque le decan que la iban a matar, a m no. Me cogieron, me pusieron la capucha y me dije-ron que no me iban a matar, que estuviera tranquilo, pero cmo iba a estar tranquilo, si saba que me iban a meter en un campo de concen-tracin y me iban a torturar de los pies a la cabeza! Y yo sin poder, ni queriendo, contarles nada, porque no saba lo ms mnimo de la guerrilla.(En este momento de la conversacin, Coelho quiso contar algo muy ntimo que an hoy lo atormenta. Una de las veces que le llevaron encapuchado al retrete, en uno de al lado estaba su mujer. Ella reco-noci su voz y le pregunt: Si eres Paulo, hblame, por favor. l tuvo un momento de pnico y reconoci perfectamente a su mujer, pero no se atrevi a contestarle. Supo as que tambin ella estaba en aquella crcel y que seguramente la estaban torturando como a l. Vero no tuvo el coraje de decirle una sola palabra y se volvi a su celda. Coelho, con los ojos humedecidos, me coment: Fue el da de mayor cobarda de mi vida, del que me arrepentir mientras viva. Aquella mujer, cuando ambos salieron de las checas de tortu-ra, le pidi slo un favor: que nunca en adelante volviera a pronun-ciar su nombre. Y Coelho as lo ha hecho. Cada vez que habla de ella dice mi mujer sin nombre.)

    CAPTULO III

    La vida privada

    Nunca estuve aterrorizado por la muerte porque la vi de cerca muchas veces.

    Lo ltimo que querra, al convertirme en personaje, es perder a los amigos.

    Muchos lectores de Coelho se preguntarn cmo es su vida privada, cmo se comporta de puertas adentro uno de los escritores ms ledos del mundo. Cules son sus miedos, sus pequeas satisfacciones, sus angustias. Quienes tienen la suerte de conocer de cerca al personaje, podrn notar que en realidad no existe tal personaje, porque Paulo Coelho, a pesar de su fama, de los miles de dlares que gana con su trabajo, de lo acosado que est internacionalmente, es una persona totalmente asequible, disponible, generosa, sencilla, casi un nio a veces. Una persona que no oculta las zonas negras de su pasado y que vive con entusiasmo lo que hace y las reacciones positivas que originan sus libros, sobre todo entre los jvenes. De las reacciones 34

  • negativas suele olvidarse en seguida y hasta llega a justificarlas, ha envidia le parece el mayor pecado de todos y el ms tonto. Un santo? No. Coelho es un personaje con grandes pasiones, con gran-des defectos, a veces con un gran genio, con su pequea carga de va-nidad, capaz de ser muy duro si quiere. Vero, al mismo tiempo, posee una gran capacidad de entrega y una voluntad sincera de ayudar a los dems a hallar su destino personal. Eso es lo que a l le ha salvado de un pasado difcil, a veces trgico, que le llev ms de una vez al borde de la locura y de la muerte.-Cmo vives tu vida privada? La defiendes?-No, no la defiendo, pero vamos a definir qu es mi vida privada exac-tamente.-Lo que est fuera de tu vida pblica, tu intimidad.-Cuando estoy en Brasil, soy bsicamente un ser muy solitario, no por-que defienda esta vida privada, ni porque tenga nada que ocultar -aunque lo tengo, como todas las personas, pero lo que tengo que esconder lo hago de la manera ms abierta posible, que es la mejor manera de ocultar una cosa-. Lo hago tan a la luz del da, que la gente no se lo cree y dice: No puede ser. Pero as es.-Te consideras un hombre sociable?-No. Soy ms bien muy antisocial, aunque tambin aqu quiero mati-zar. Me encanta mi trabajo, soy un entusiasta de lo que hago. Si tengo que viajar, viajo; si tengo que hacer lo que es ms difcil para m -que es dar conferencias- doy conferencias. En cuanto a las entrevistas, me cuestan menos, porque son como una simple conversacin, pero las conferencias son un horror para m.-Y el viajar tanto? Pues pasas ms de medio ao trotando por el mun-do.-Es verdad que estoy ms tiempo fuera de Brasil que dentro, ya que hoy, como sabes, las editoriales quieren que el autor promocione sus li-bros. La verdad es que los viajes, hoteles, aeropuertos, todo eso lo llevo, si no de manera agradable, s de forma estoica, en el sentido de que no me molesta, es parte de mi filosofa. Me ayuda a encontrarme con tantos de mis lectores, a sentirles el pulso, a compartir con ellos mis ilusiones e ideas. En ese encuentro con la gente hay momentos muy emocionantes. A m me gusta, me enriquece. Y adems, en los viajes se acaban cono-ciendo personas interesantes e importantes para tu vida. T y yo, por ejemplo, nos encontramos gracias a uno de esos viajes mos a Madrid, para presentar La Quinta Montaa, como recordars.-No te importa viajar, a pesar de tu miedo a los aviones.-No, ya no tengo miedo, lo tuve antes. Se me acab una vez en la ciudad de vila, la ciudad de santa Teresa de Jess, la gran mstica es-paola. Tuve una intensa experiencia religiosa, y all s que quedaron

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  • para siempre mis pequeos miedos, entre ellos los del avin. A pro-psito del avin, nunca olvidar un viaje que hice cuando an tena miedo. Me cay al lado una seora que no haca ms que beber. Una vez, mirndome, me dijo: No crea que soy alcohlica, es que estoy muerta de miedo. Y empez a contarme todo lo que podra sucede-mos si el avin tuviera una avera, si se cayera. Y todo con pelos y se-ales, como si lo estuviera viviendo. Parte de aquella experiencia sobre el miedo est en La Quinta Montaa, en la que se aborda tambin ese tema.-Entonces, eres un hombre sin miedos?-No, an me quedan pequeos miedos de muchas cosas, por ejemplo de hablar en pblico.Y el miedo a la muerte?-No, no tengo miedo a la muerte, porque ya me encontr cara a cara con ella muchas veces en mi vida. Hubo momentos, cuando estaba metido en la droga y en la magia negra, como te contar, en que esta-ba convencido de que iba a morir.Lo cierto es que, pensndolo ahora, no creo que el miedo a la muer-te o el modo de morir fuera una constante en mi vida. Por ejemplo, el miedo que tena al avin no era tanto el miedo a morir como el miedo a estar siempre cambiando, un poco perdido.-Cundo perdiste el miedo a la muerte?-En realidad, el miedo a la muerte lo perd cuando hice el camino de Santiago. Tuve una experiencia muy interesante e importante en la que viv mi propia muerte. Desde aquel momento no he vuelto a tener ms miedo a morir. Yo ahora veo la muerte como algo que me infunde, al revs, muchas ganas de vivir. Castaeda habl muy bien de la muerte y tampoco le tena miedo.-Pero la muerte te va a llegar un da, como a todos. Cmo te la imagi-nas hoy?-En el Diario de un mago describo la muerte como a una especie de ngel, una figura tranquila que siento siempre a mi lado, desde que realic el camino de Santiago. Claro que tengo plena conciencia de que tengo que morir. Por eso no invierto en acumular riquezas, invierto en la vida misma. Y creo que es lo que le falta a nuestra civilizacin. Slo cuando tenemos plena conciencia de que vamos a morir nos sen-timos vivos al ciento por ciento.

    -No tienes miedo a la muerte, pero al fracaso?-Para m resulta ya difcil concebir el fracaso. Pase lo que pase en el futuro, es difcil que me considere un fracasado, porque he conseguido de la vida mucho ms de lo que esperaba y poda soar. Entonces, fra-

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  • caso no, si acaso podra ser derrotado. Y en tal caso, me lamera las he-ridas y volvera a empezar.-A lo que tienes mied