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CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN

PRESIDENTE

Santiago Fisas Ayxelà

VOCALES

Luis Alberto de Cuenca y PradoBartolomé GonzálezConcepción Guerra MartínezArsenio Lope HuertaJosé Luis Martínez-Almeida NavasqüésClara Eugenia Núñez Romero-BalmasIsabel Rosell Volart

SECRETARÍA

Cristina Torre-Marín Comas

MUSEO

DIRECTOR

Enrique Baquedano

ASESOR TÉCNICO

Manuel Santonja

JEFE DE ÁREA DE CONSERVACIÓN

Antonio F. Dávila Serrano

JEFA DEL ÁREA DE DIFUSIÓN

Rosario Pérez

JEFE DE ÁREA DE ADMINISTRACIÓN

Antonio Esteban Parente

PUBLICACIÓN

EDITOR CIENTÍFICO

Lauro Olmo Enciso

COORDINACIÓN

Amaya Gómez de la Torre-VerdejoJuan L. Bonor

AUTORES

Lorenzo Abad CasalJuan Manuel AbascalMiguel Alba CalzadoMartín Almagro GorbeaDarío Bernal CasasolaLuis Balmaseda MuncharazJulia Beltrán de HerediaMichael Bonifay Pablo Cánovas GuillénManuel Castro PriegoRosario Cebrián FernándezBlanca Gamo ParrasAmaya Gómez de la Torre-VerdejoJosep M. Gurt EsparragueraSonia Gutierrez LloretJoseph María Macía SoléPedro Mateos CruzLauro Olmo EncisoSebastián Rascón MartínezAlbert V. Ribera i LacombaAna Lucía Sánchez MontesIsabel Sánchez RamosIsabel Velázquez SorianoGisela Ripoll LópezAlvaro Sanz ParatchaArmin U. StylowJaime Vizcaíno Sánchez

MaquetaciónMCF Textos

ImpresiónB.O.C.M.

ISSN1579-7384

Depósito LegalM-

Créditos

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ZONA ARQUEOLÓGICA

RECÓPOLIS Y LA CIUDAD EN

LA ÉPOCA VISIGODA

MUSEO ARQUEOLÓGICO REGIONAL

NÚMERO 9ALCALÁ DE HENARES, 2008

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9 PresentaciónSANTIAGO FISAS AYXELÀ

Consejero de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid

11 Reflexiones recopolitanasENRIQUE BAQUEDANO

Director del Museo Arqueológico Regional

13 PrólogoSOLEDAD HERRERO

Consejera de Cultura de Castilla-La Mancha

15 A Ricardo Francovich, arquéologoLAURO OLMO ENCISO

17 Recópolis y la ciudad en la época visigoda: introducción a un paisaje históricoLAURO OLMO ENCISO

BLOQUE I: RECÓPOLIS

22 Fuentes escritas y primeras investigaciones sobre RecópolisLAURO OLMO ENCISO

40 Recópolis: una ciudad en una época de transformacionesLAURO OLMO ENCISO

64 Recópolis y su justificación científica: la secuencia estratigráficaLAURO OLMO ENCISO, MANUEL CASTRO PRIEGO, AMAYA GÓMEZ DE LA TORRE-VERDEJO, ÁLVARO SANZ PARATCHA

76 La muralla de RecópolisAMAYA GÓMEZ DE LA TORRE-VERDEJO

88 La cerámica de época visigoda de Recópolis: apuntes tipológicos desde un análisis estratigráficoLAURO OLMO ENCISO, MANUEL CASTRO PRIEGO

98 Recópolis, paradigma de las importaciones africanas en el visigothorum regnum.Un primer balanceMICHAEL BONIFAY, DARÍO BERNAL CASASOLA

116 La actividad artesana en Recópolis: la producción de vidrioMANUEL CASTRO PRIEGO, AMAYA GÓMEZ DE LA TORRE-VERDEJO

130 Los hallazgos numismáticos de Recópolis: aspectos singulares de su integración en la secuencia histórica del yacimientoMANUEL CASTRO PRIEGO

Índice

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142 La escultura de RecópolisLUIS J. BALMASEDA MUNCHARAZ

158 Las inscripciones de RecópolisARMIN U. STYLOW

164 Vida después de la muerte: los contextos cerámicos de Recópolis en época emiralÁLVARO SANZ PARATCHA

BLOQUE II: CIUDADES EN ÉPOCA VISIGODA

182 Las ciudades hispanas durante la antiguëdad tardía: una lectura arqueológicaJOSEP M. GURT I ESPARRAGUERA, ISABEL SÁNCHEZ RAMOS

204 Toletum vs. Recópolis. ¿Dos sedes para dos reyes?GISELA RIPOLL LÓPEZ, ISABEL VELÁZQUEZ SORIANO

220 Segóbriga visigodaJUAN MANUEL ABASCAL FERNÁNDEZ, MARTÍN ALMAGRO-GORBEA, ROSARIO CEBRIÁN PALAZÓN

242 Urbanismo de la ciudad de Complutum los siglos VI y VIISEBASTIÁN RASCÓN MARQUÉS, ANA LUCÍA SÁNCHEZ MONTES

260 El paisaje urbano de Emerita en época visigodaMIGUEL ALBA CALZADO, PEDRO MATEOS CRUZ

274 Barcino durante la antigüedad tardíaJULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO

292 Tarracona visigoda. ¿Una ciudad en declive?JOSEP MARÍA MACIAS SOLÉ

302 La ciudad de Valencia durante el período visigodoALBERT VICENT RIBERA I LACOMBA

322 Una ciudad en el camino: pasado y futuro de El Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete)LORENZO ABAD CASAL, SONIA GUTIÉRREZ LLORET, BLANCA GAMO PARRAS, PABLO CÁNOVAS GUILLÉN

338 Carhago Spartaria, una ciudad hispana bajo el dominio de los milites romaniJAIME VIZCAÍNO SÁNCHEZ

362 Ciudades del Fretum Gaditanum tardoantiguo Pesquerías y comercio transmediterráneoen época bizantina y visigodaDARÍO BERNAL CASASOLA

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ResumenSegóbriga es una de las ciudades romanas mejor conservadas del occidente del Imperio Ro-mano y el más importante conjunto arqueológico de la Meseta. Inicialmente sería un castroceltibérico que, tras su conquista romana a inicios del siglo II a. C. se convirtió en un oppi-dum. En el siglo IV ya se abandonan sus principales monumentos siendo prueba de su pro-gresiva conversión en un centro rural. En época visigoda, a partir del siglo siguiente era todavía una ciudad importante, con obispos que acudían a los concilios de Toledo entre losaños 589 y 693 d.C. De estos años es una gran basílica y la extensa necrópolis que la cir-cunda, pero la vida urbana debió ser cada vez más reducida. Esta situación prosiguió has-ta la invasión islámica, cuando obispos y élites gobernantes huirían a los reinos cristianos delnorte.

Palabras clave: Segóbriga, Cabeza del Griego, sede episcopal, basílica, obispos, sepulcros

AbstractSegobriga is one of the best conserved Roman cities in the western part of the Roman Em-pire and the most important arqueological site in the Central Plain. In the beginning it was aceltiberic “castro” and after the Roman conquest at the beginning of the 2nd century A.D. Se-gobriga was transformed into an oppidum. During the 4th century the main monuments areabandoned as a sign of ruralisation of the city. In the Visigothic Period it was still an impor-tant city. The bishops of Segobriga attended the Council of Toledo during the years 589 to693 A.D. The Basilicum is of this period and an extensive necropolis around it but the urbanlife was being reduced. This situation would prevail until the muslim invasion of the Peninsu-la when bishops and the elite moved to the northern Christian kingdoms of the north.

Keywords: Segobriga, Cabeza del Griego, Basilicum, Bishop sites.

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Tras su borroso pasado celtibérico y una etapa romana ca-da vez mejor conocida entre los siglos I a.C. y III d.C., Se-gobriga 1 sufrió en la tardía romanidad numerosas mutacio-nes físicas en su aspecto urbano. En la primera mitad de esacenturia aún se erigían estatuas sobre pedestales en el foroy se mantenían las restauraciones sobre los mosaicos de lastermas monumentales flavias. Significa esto que la ciudaddisponía aún de una élite capaz de sostener los niveles nor-males de la actividad administrativa y urbana, aunque talesdesembolsos se debieron interrumpir poco después.

A lo largo del siglo IV cesaron las actividades ordinarias enel teatro y en el anfiteatro (Sánchez-Lafuente, 1995: 177-183); el expolio del material constructivo de la basílica del fo-ro comenzó en el siglo IV, acaeciendo el derrumbe del edifi-cio hacia el oeste entre la segunda mitad de esa centuria yprincipios del V d.C. (Noguera, Abascal y Cebrián, 2005); delmismo modo, la explanada del foro fue amortizada en el si-

glo V por viviendas y talleres que reaprovecharon los edifi-cios preexistentes (Abascal, Almagro-Gorbea y Cebrián,2002: 123-161).

En el siglo VI, en gran parte de la zona excavada sobre lasuperficie del foro se observa que sobre los niveles de aban-dono y expolio han comenzado a surgir viviendas de arqui-tectura muy modesta que, con frecuencia, reaprovechan losmateriales que en otro tiempo dieron vistosidad a la arqui-tectura pública de la ciudad. Inscripciones, incluídos algunospedestales, capiteles y fustes de columna, fragmentos de ar-quitrabes e incluso elementos epigráficos traídos de las ne-crópolis, arman esos muros que parecen indicar que sobrela ladera de Cabeza del Griego subsiste un espacio urbanode la misma superficie que el de época altoimperial pero ne-tamente menos monumental.

A finales de esa centuria, Segobriga era ya cabeza de unobispado visigodo y, seguramente, la basílica que hasta hoycaracteriza esa etapa de la ciudad llevaba en pie varias dé-cadas, si no un siglo. Fuentes tardías como el Ravenate (4,42, 44) o San Isidoro (Etim. 16,4) mencionan la ciudad porsu posición viaria y su antigua riqueza en lapis specularis,aunque huelga decir que estas referencias deben ser prés-tamos de escritores anteriores 2.

Juan Manuel Abascal Palazón*, Martín Almagro Gorbea**, Rosario Cebrián Fernández***

* Universidad de Alicante, [email protected]

** Universidad Complutense, [email protected]

*** Universidad de Valencia, [email protected]

1. Las excavaciones en Segobriga forman parte del programa financiado porla Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y el Instituto Nacional de Em-pleo bajo la dirección de Juan Manuel ABASCAL, Martín ALMAGRO-GORBEA y Ro-sario CEBRIÁN. La redacción de este trabajo se ha realizado como comple-mento al tema principal en el marco del proyecto HUM2006-07904 financiadopor el Ministerio de Educación y Ciencia y fondos FEDER.

Segobriga visigoda

2. Fuentes antiguas: Frontino, Strat., 3, 10, 6 y 3, 11, 4 (Viriato); Estrabón 3,4, 13; Plin., Nat. hist. 3, 25 (caput Celtiberiae) y 36, 160 (lapis specularis; deahí, Isid., Etym. 16, 4); Ptol. 2, 6, 57; Rav. 313, 8-13 (IV 44) (vías). Cf. ade-más Almagro Basch, 1983a: 33 s.; Alföldy, 1987: 74, n. 231.

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Figura 1: Vista general deSegobriga desde el norte;en primer término, el Cen-tro de Interpretación; trasél, el área funeraria y labasílica visigoda; al fondo,el casco urbano.

Figura 2: La basílica visi-goda de Segobriga, des-de el noroeste (febrero de2006).

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Los obispos segobrigenses están documentados en losconcilios toledanos durante más de un siglo (589-693 d.C.),aunque el núcleo episcopal pudo continuar existiendo nomi-nalmente incluso hasta después de la presencia árabe: bas-te recordar que en la vecina Ercavica, el último de sus obis-pos, Sebastián, fue expulsado el año 866 y se refugió enLeón, siendo nombrado obispo de Orense.

A la época visigoda, además de la basílica, pertenece par-te de una extensa necrópolis que ocupa el llano situado en-tre este edificio y el antiguo Museo; en este espacio se or-denan de norte a sur, es decir, desde la zona más alejadade la ciudad hacia sus cercanías, las tumbas de los siglos IVa IX d.C., incluyendo un buen número de sepulturas forma-das con materiales romanos reaprovechados y que han pro-porcionado ajuares visigodos (Almagro Basch, 1975; Ebel-Zepezauer, 2000: 276-278). A este respecto, merece citarsela presencia en una parte de las tumbas de la zona septen-trional de monedas en buen estado de conservación de fi-nales del siglo IV d.C. (Abascal et alii, 2004: 415-433), lo quevendría a indicar que también la zona de enterramientos dela basílica e incluso un primitivo mausoleo podrían remontar-se a fechas más tempranas de las que habitualmente ma-nejamos.

Al formarse en Uclés el dominio bereber de al-Fath benMusa ben Din-Num, que se sublevó contra el emirato deCórdoba el 775 de la era, Segobriga quedó convertida enuna torre circundada de su foso, dependiente a partir deentonces del castillo de Uclés, situado a sólo 10 km. A par-tir del siglo XII, por circunstancias históricas que no vienenahora al caso, los titulares de la diócesis de Albarracín-Se-

gorbe pasaron a considerarse sucesores de la sede sego-brigense

La sede episcopal de SegobrigaSegobriga entró en los estudios arqueológicos de la Hispa-nia visigoda a finales del siglo XVIII; los primeros descubri-mientos conocidos en la zona de la llamada «basílica visigo-da» extramuros datan de 1760 y las excavacionespromovidas desde el monasterio santiaguista de Uclés se re-alizaron en 1789 y 1790. Ya en 1769 el padre Enrique Fló-rez se había ocupado de ordenar la lista de los obispos se-gobrigenses (Flórez, 1769: 110-116), pero sólo los hallazgosde las sepulturas de los obispos Nigrino y Sefronio relanza-rían los estudios sobre la sede episcopal con una amplia ynutrida bibliografía en la que no faltaron los debates sobre elnombre antiguo de la ciudad 3.

Las excavaciones de 1789-1790 pusieron al descubiertola planta de la basílica 4 caracterizada por la presencia de lossepulcros episcopales, en cuyo alrededor se encontraron di-versas sepulturas; en los trabajos se recuperaron además un

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3. El tema está ampliamente tratado en Almagro Basch 1983, donde se re-coge el elenco de obras, el análisis de los diferentes puntos de vista y la se-cuencia de las excavaciones. Este libro es básico para cualquier aproximacióna los estudios sobre la ciudad.

4. Camps, 1940: 436 ss y 493; Schlunk, 1945: 305-319; Puertas, 1967, 49-80; Palol, 1967: 93-97; Ulbert, 1978, 128; Schlunk y Hauschild, 1978: 43 (Abb.21) y 52 s.; Caballero, 1981; Mayer, 1983: 211-228; Alföldy, 1987: 85, nota 282;Caballero, 1989: 122-127; Alonso Sánchez, 1991: 283; Ebel-Zepezauer, 2000:276-278; Caballero, 2000: 101-102; Sotomayor, 2003: 98; Ubric, 2004: 166.

Figura 3: Tumbas visigodastras el antiguo Museo.

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buen número de elementos decorativos entre los que se en-cuentran restos de pilastras, columnas, placas decoradas,fragmentos de cancel, etc. Este edificio no parece una basí-lica episcopal propiamente dicha, sino más bien un marty-rium extramuros en el centro de una necrópolis con inhu-mación ad sanctos de algunos obispos (Ubric, 2004: 166;Sotomayor, 2003: 98); de hecho, casi dos siglos después,en 1971-1972, M. Almagro Basch llevaría a cabo la excava-ción de la extensa necrópolis visigoda situada al sur de labasílica (Almagro Basch, 1975), lo que confirmó plenamenteque todo este espacio tuvo uso funerario durante varias cen-turias, alcanzando la época islámica; los trabajos de limpie-za de la basílica en 1981 proporcionaron también un impor-tante volumen de materiales decorados (Fig. 21) cuyo estudioha sido realizado en fecha reciente (Gutiérrez Lloret y Sara-bia, 2006). Aún en 2000 y 2001 tuvimos oportunidad de ex-cavar una parte del espacio funerario situado entre la basíli-

ca y la zona estudiada por Almagro Basch, obteniendo co-mo resultado una ampliación del arco temporal de inhuma-ción, que parece iniciarse ya a finales del siglo IV a juzgar porlos testimonios numismáticos y los ajuares recuperados(Abascal et alii, 2004: 415-433); no es descartable, de he-cho, que el edificio fuera originariamente el mausoleo de losobispos ya citados y que sólo en una segunda fase surgie-ra la basílica, empleando ese martyrium como cabecera (Ca-ballero, 1981; id., 2000: 101).

La basílica está situada a unos 750 metros al norte de lamuralla de Segobriga, en una zona llana atravesada por lavía que procedía de Complutum. El edificio mide 45,3 m delongitud y 23,2 m de anchura; está formado por un aula detres naves, siendo la central de anchura muy superior a laslaterales, de las que la separan dos series de diez columnasa juzgar por las descripciones del siglo XVIII que aún no tie-nen confirmación arqueológica moderna.

224 Recópolis y la ciudad en la época visigoda

Figura 4: Planta de la basílica visigoda tras las excava-ciones de 1789-1790 según Fernández 1790a: fol. 31;RAH-9-5597-1.

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Al oriente del aula se encuentra un espacio rectangular quefue definido como crucero en los trabajos antiguos y que, enrealidad, es un pasillo a cota inferior que el aula, que formaya parte de la cripta y que no alcanza en longitud la anchu-ra total del edificio. El efecto visual de gran crucero que tras-ladaron los dibujos de Cornide (1799: lám. 8) es resultado dela consideración como obra visigoda de algunas construc-ciones medievales que se añadieron al primitivo edificio (Fig.9). A esa cripta se desciende por una escalera situada en suextremo norte y los dibujos de sus excavadores (Fig. 6) dana entender que era subterránea, y no sólo un espacio situa-do a una cota inferior, algo que aún tienen que demostrar lasexcavaciones actualmente en curso.

En el extremo sur de esa cripta convertida por Cornide encrucero se encontraron las dos laudas funerarias de Nigrinusy Sefronius (IHC 166). La peculiaridad del hallazgo radica enque la descripción del descubrimiento (vid. infra y Fig. 7) in-dica que ambas estaban emparejadas y sostenidas sobrepeanas en forma de altar; si a ello unimos que sólo presen-tan textos en su extremo superior, la expresión hic sunt se-pulcra sanctorum... y el que Sefronius posea su propia lau-da sepulcral métrica en otro lugar (IHC 165), deberíamos

estar ante un altar con relicario y no ante las tumbas pro-piamente dichas.

El ábside, que sólo conocemos en la cota de la cripta porlas excavaciones antiguas, es circular al interior y poligonal alexterior según luego veremos (Fig. 4). En su interior se recu-peraron dos sarcófagos, uno de ellos con inscripción (IHC168) (Figs. 7 y 19) y sostenido sobre dos peanas.

Al oeste de la cripta, las ilustraciones del siglo XVIII dibu-jan una serie de machones rectangulares que podrían tenercomo función el apoyo del piso superior de la nave centralen el caso de que la cripta fuera de mayores dimensiones;por ahora no podemos confirmar si estos elementos existie-ron o forman parte de la fantasía de los excavadores.

En el grabado de Melchor de Prado y López Enguídanostodo el edificio aparece dibujado como obra de sillería muyregular, aunque los pocos paramentos que subsisten sólomuestran el empleo de la cantería bien escuadrada en la ci-mentación de la cripta y en la escalera de acceso desde elnorte. Otro tanto hay que decir de la cota conservada en elsiglo XVIII; aunque sabemos por la correspondencia mante-nida desde Saelices con la Real Academia de la Historia quehubo un expolio acusado en el siglo XIX, también es cierto

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Figura 5: Planta parcial de la basílica visigoda según in-terpretación de Juan Antonio Fernández durante la exca-vación; en el lado norte se observa un gran número de se-pulturas (Diario de excavaciones de Juan AntonioFernández, 1790d, RAH-11-8109-4k).

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226 Recópolis y la ciudad en la época visigoda

Figura 6: Sección transversal de la «cripta» de la basílica visigoda desde el sur, según la interpretó Juan Antonio Fernández durante la excavación (Diario de ex-cavaciones de Juan Antonio Fernández, 1790d, RAH-11-8109-4k).

Figura 7: Plano de detalle de la zona oriental de la basílica al termino de los trabajos de 1790, según JuanAntonio Fernández (RAH-9-7953-1/41).

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que hoy no queda huella alguna de la tapia que se mandóconstruir en 1790 ni de los fabulosos alzados, incluyendo ar-cos in situ que aparecen en la publicación de Cornide.

Los elementos decorativos recuperados en el siglo XIX porJuan de Dios de la Rada y Fidel Fita llevaron a Schlunk aconsiderar que el edificio debió tener una primera fase quizádel V (Schlunk, 1945: 314), aunque habría sufrido modifica-ciones que llegarían hasta los siglos VII-IX (Caballero, 2000:101).

La arquitectura y decoración de la basílica visigodasegún las excavaciones del siglo XVIII«Las raras, y extrañas circunstancias que precedieron, y hanocurrido en el progreso de la excavación de que se da noti-cia en este breve discurso, apenas parece que las podía pre-parar la casualidad: la Providencia sin duda las dispuso acor-

dadamente para sacar del olvido à dos santos obispos quehasta ahora no eran conocidos, siendo propios de España,y para otros fines que ceden en honor de este Reino».

Así empieza el relato inédito de Juan Antonio Fernándezsobre las excavaciones llevadas a cabo en la basílica visi-goda de Segobriga en el otoño de 1789 y en el inviernode 1789-1790 (Fernández, 1790a). Las «extrañas circuns-tancias» a que se refiere Fernández no son otras que lacoincidencia en Uclés del prior Antonio Tavira –interesadoen ordenar el archivo de la Orden de Santiago custodiadoen el monasterio de esta localidad– con el propio Juan An-tonio Fernández, archivero del obispo de Tudela y recla-mado por el citado prior para llevar a cabo la ordenacióndeseada.

Es cierto que el descubrimiento de la basílica visigoda fueuna feliz casualidad, pues nada más iniciarse la clasificación

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Figura 8: Boceto de la basílica de Segobriga en 1794según Melchor de Prado (RAH-9-4130-37).

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de los papeles del monasterio aparecieron datos sobre laexistencia en el cerro de Cabeza del Griego (Segobriga) dediferentes restos de antigüedades que llamaron la atenciónde ambos. Esos descubrimientos de archivo dieron lugar auna visita al lugar el 17 de octubre de 1789 y al comienzoinmediato de las excavaciones.

Por los datos de Juan Antonio Fernández sabemos que yaen 1760 se habían realizado algunos descubrimientos ca-suales en el lugar, incluyendo algunos fragmentos de la ins-cripción métrica del obispo Sefronius (IHC 165 + 398; ICERV276) que le fueron enseñados a Tavira en la tarde del 17 deoctubre de 1789 (Fernández, 1790a: fol. 22) por conservar-

se en la vecina localidad de Saelices (Cuenca), a cuyo tér-mino pertenecen las ruinas de Segobriga 5.

De la atenta lectura de los diarios de excavación de esacampaña se puede deducir que la planta que a través deCornide (1799: lám. 8) ha llegado hasta nosotros (figura 9)incluye un gran número de elementos inseguros y que nofueron revisados con suficiente detalle ni en los trabajos de

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Figura 9: Grabado de V. López Enguídanos para la ediciónde Cornide 1999, lám. 8 a partir del boceto de Melchor dePrado (aquí, figura 8).

5. Detalle de las referencias bibliográficas de estos trabajos en AlmagroBasch, 1983a: 86 ss. Sobre las actividades arqueológicas de finales del sigloXVIII, cf. Almagro-Gorbea y Maier, 2003: 20, con algunos de los documentosgenerados por los trabajos y guardados en la Real Academia de la Historia.

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campo de 1789, ni en la visita que José Andrés Cornide y eldibujante Melchor de Prado realizaron al lugar en 1794 porencargo de la Real Academia de la Historia, que había to-mado la dirección de los trabajos desde finales de 1789 porindicación de Floridablanca.

Disponemos de cuatro dibujos de la planta de la basílicavisigoda de Segobriga, todos ellos fechados entre 1789 y1794.

El primero de los planos, el más antiguo y al mismo tiem-po el más exacto, es el realizado por el propio Fernández du-

rante las excavaciones de 1789-1790 (figura 4). En su piepuede leerse J(uan) A(ntonio) Fern(ande)z Tutelanus fecit.Forma parte de su informe final de excavaciones (Fernández1790a: fol. 31; RAH-9-5597-1) y tiene la particularidad deque el exterior del ábside se dibuja de forma poligonal altiempo que indica la posición de los sarcófagos.

En este boceto se presenta un edificio de tres naves –lacentral mucho más ancha que las laterales– que concentratodos los sepulcros de la llamada «cripta» por los excavado-res en la zona oriental, cerca de la cabecera; aunque en el

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Figura 10: Hallazgos de relieves visigodosy piezas romanos reaprovechadas durantela excavación del día 11 de diciembre de1789 en la basílica visigoda (Diario de ex-cavaciones de Juan Antonio Fernández,1790d, RAH-11-8109-4k).

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plano sólo aparecen unas escaleras de acceso en el costa-do septentrional, el dibujo da a entender que pudo haber otroacceso occidental.

El dibujo depende de dos apuntes tomados durante la ex-cavación por el propio Fernández (RAH-9-8109-4k), uno deplanta (Fig. 5) y otro en sección de la zona excavada (Fig. 6),donde da la impresión que, efectivamente, la llamada «crip-ta» fue realmente un espacio subterráneo. De otros elemen-tos representados en el plano, como los apoyos de colum-nas, no tenemos seguridad de que existieran o, al menos,de que su número y colocación, fueran los reales, pues losdiarios de excavación no llegan a tratar de los trabajos en lazona occidental del edificio y es probable que primero Fer-nández y luego Melchor de Prado restituyeran la serie co-lumnada a partir de lo visto en la cabecera de la nave.

El segundo es el referido únicamente a la parte oriental deledificio, incluyendo la cabecera y el crucero meridional (RAH-9-7953-1/41); como el resto de la serie dibujada por Fer-nández, data de finales de 1789 y primeros meses de 1790.El interés de este documento radica en que sitúa con preci-sión el lugar de hallazgo de la doble lauda sepulcral de Ni-grinus y Sefronius (IHC 166) en el extremo del crucero meri-dional (Fig. 7), al tiempo que en el ábside ubica con el n.º 1el sarcófago con inscripción exterior IHC 168.

Los planos tercero y cuarto son obra de Melchor de Pra-do; el primero es el boceto realizado in situ (RAH-9-4130-37)durante su visita al lugar (Fig. 8) acompañando a Cornide en-tre el 28 de junio y el 15 de julio de 17946; el segundo es laversión grabada por V. López Enguídanos (Fig. 9) a partir deese boceto y que sería empleada para editar el informe deCornide (1799: lám. 8). Ambos planos, que idealizan una par-te de los restos hallados para darles un aspecto más canó-nico, presentan además el inconveniente de que se confun-dieron con las estructuras visigodas algunos murosposteriores que pasan sobre ellas y que hoy aún son visiblesen el terreno, lo que generó un crucero de proporciones muysuperiores a las reales, cuando en las excavaciones de Fer-nández y Tavira este elemento es incluso más corto que elancho total del aula.

De los diarios de excavación se desprenden algunos da-tos interesantes sobre la decoración interior del edificio. Endiferentes páginas del texto aparecen dibujadas piezas con

decoraciones típicamente visigodas unidas a otras que sonmanifiestamente romanas; la razón hay que buscarla en elreempleo de materiales procedentes de la ciudad que for-maron parte de los muros de la basílica, incluyendo un buennúmero de inscripciones, columnas, fragmentos de arquitra-bes y capiteles, etc. Especialmente ilustrativa es la lámina re-ferida a los hallazgos del día 11 de diciembre de 1789 (Fig.10). Muchas de esas piezas aparecen dibujadas sin especi-ficar el lugar exacto del descubrimiento. A falta de un estu-dio de detalle pendiente aún de hacer, nos quedaremos aquícon una ilustración referida a la jamba de entrada al ábside,rematada en una columna con decoración superior de dosarcos y con un capitel formado con semicírculos concéntri-cos que el autor indica que formaban el «poste q(u)e es elderecho al entrar a la rotonda» (Fig. 11).

Entre los elementos recuperados en las excavaciones seencontraban también un buen número de columnas, algunasde las cuales aparecieron dentro del ábside. Aunque se en-cuentran reproducidas en diferentes bocetos del manuscritoRAH-9-8109-4k, el llamado Diario de excavaciones (Fernán-dez, 1790d), Fernández reunió algunas de ellas en una solalámina para que Tavira pudiera incluirlas en sus envíos de do-cumentación a Floridablanca (RAH-9-7953-1/46) (Fig. 12). Lasituada a la izquierda de la figura 12 fue descubierta en elábside a poco de comenzar los trabajos; las que llevan los

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6. De aquel viaje surgieron dos manuscritos: el primero de ellos es el diariopersonal en que Cornide va relatando las etapas de su viaje y las impresionesy comentarios que oye; esta pieza quedó inédita a su muerte (RAH-9-3912-14, fol. 157-196); el segundo es la versión literaria del citado viaje, mucho másextensa, realizada ya con el manejo de bibliotecas, anotada y ampliada con elamplio estudio de la Celtiberia, que se publicaría finalmente en Memorias dela Real Academia de la Historia 3, Madrid 1799, 71-244; este segundo ma-nuscrito luego editado se conserva archivado en la propia Academia comoparte del legado Luis José Velázquez de Velasco, Marqués de Valdeflores(RAH-9-4130, tomo 37) y no presenta novedades científicas, más allá de al-gunas curiosidades.

Figura 11: Poste q(u)e es el derecho al entrar a la rotonda: q(u)e hace unifor-midad aunq(u)e no en la labor a los tres restantes; están labrados por todaspartes con diferentes labores (Diario de excavaciones de Juan Antonio Fer-nández, 1790d, RAH-11-8109-4k).

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n..º III y IV, la primera de ellas decorada, son piezas espera-bles en el contexto temporal de los hallazgos. También aquíse recuperaron algunos objetos de uso cotidiano, incluyen-do una hebilla de cinturón de aspecto típicamente visigodo(Fig. 13).

El descubrimiento de los sepulcros episcopalesAdemás de la planta, cuyo estado real conoceremos tras lostrabajos que se van a desarrollar en el edificio en este mis-mo año 2006, de las excavaciones de 1789-1790 nos ha lle-gado un significativo volumen de hallazgos y una pormeno-rizada descripción sobre el descubrimiento de los sepulcrosepiscopales visigodos, acompañada de algunas ilustracionesnunca publicadas hasta la fecha y que merecen ser dadas aconocer.

1. El hallazgo de las laudas de Nigrinus y Sefronius (IHC 166; ICERV 264a-b)

En su relato de las excavaciones de 1789, Juan AntonioFernández dice lo siguiente (Fernández, 1790a, fol. 33-34 y1790b):

«El descubrimiento más apreciable se hizo en la tarde del día14 de diciembre a presencia del dicho Prior [i.e. Antonio Tavira] yde otras personas de autoridad. Finalizaba el crucero del lado dela epístola en una pared que desmontada ofreció a la vista unaespecie de mesa altar proporcionada y con la superficie igual,compuesta de dos lápidas con una inscripción que ocupaba lasdos y decía [IHC 166]:

+ HIC SVNT SEPVL CRA SANCTORVM+I D NIGRINVS EPISC + SEFRONIVS EPISC

Estos eran dos sepulcros unidos, hechos de piedras sin labrar,y quitadas las lápidas se extrajeron los huesos que se hallaron enellos y practicaron algunas diligencias que constan en el Acta quese escribió de esta invención...»

El lugar de hallazgo fue el extremo sur del llamado «cru-cero» y las inscripciones fueron descubiertas in situ. Comoya hemos dicho (vid. supra) y como puede verse en uno delos planos de aquellos trabajos (Fig. 7), la inscripción ocupa-ba sólo el extremo superior de estas lápidas que formaban«una especie de mesa altar»; es decir, no se trataba propia-mente de sepulcros, sino probablemente de un altar con re-licario. A esta opinión contribuye el que Fernández omita

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Figura 12: Columnas recuperadas en la excavación de labasílica en 1789-1790, según Juan Antonio Fernández(RAH-9-7953-1/46).

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cualquier referencia a la decoración que pudieran contenerlos sepulcros o a cómo se formaron las paredes de los mis-mos, tema sobre el que es más explícito en el descubrimientode un sepulcro anónimo que nos ocupará a continuación.

2. El hallazgo del sepulcro anónimo de placas de mármol En el relato escrito por Juan Antonio Fernández figura un

descubrimiento sensacional que ha pasado casi desaperci-bido debido a las importantes modificaciones que hicieraMelchor de Prado de los dibujos originales de Fernández yde las copias de Palomares. El texto del excavador dice así(Fernández, 1790a, fol. 23-24 y 1790b):

«El día cuarto se manifestó un sepulcro en la siguiente forma:la primera superficie era de piedras toscas cogidas con cal; de-bajo de ésta había otra de una argamasa blanca de cal y cantomenudo de dos dedos de elevación, contenida con un bordecitoo marco de piedra negra de la misma altura, que rodeaba el se-pulcro.... Quitada ésta, quedó descubierta una lápida de alabas-tro [i.e. mármol] terso y fino, con vetas cárdenas, siete pies y me-dio de larga y poco más de una pulgada de gruesa, y removidase vio el interior del sepulcro, formado de otras lápidas iguales en

la materia y grueso, pero con labores y colores bien conservados:en dos de ellas se registran nueve puntos que ocupan a lo an-cho toda la parte superior, y debajo dos delfines sobre unas on-das, con una cruz roja a modo de lábaro según la usaron los pri-meros cristianos; todo ello grabado a excepción de lo que siguehasta abajo, que en la una son ocho corazones encarnados y enla otra unas florecillas y lazos, que es de relieve. En las restanteshay figuradas un ánfora o ampolla con asas, pie y cubierta; tienela boca dada de color rojo o de sangre, como la cruz o mono-grama del nombre de Christo que está en el medio, entre dos flo-recitas; una columna, con una que parece palma, según aquí semuestra.

Dentro de este sepulcro se halló un esqueleto completo, perosus huesos que por la antigüedad que denotaban se deshacíanfácilmente al tocarlos, no cuidaron los excavadores de recogerlos,sino que los esparcieron entre la tierra que sacaban. No tenía ins-cripción alguna...»

Las placas decoradas a que se refiere Fernández las re-produjo en color en los dibujos enviados a la Real Academiade la Historia (Fig. 14), luego copiados por Francisco Javierde Santiago Palomares para mantener una segunda copia

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Figura 13: Hebilla de cintu-rón descubierta en las ex-cavaciones de la basílica en1789-1790, según Fernán-dez (RAH-9-7953-1/37) ycopiada por Palomares(RAH-9-5939).

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de reserva en el archivo de la institución (RAH-5939: fol. 112-113) y más tarde adaptadas por Melchor de Prado para lapublicación de Cornide (1799: lám. 4, n..º 4); esta adapta-ción para permitir el grabado por parte de V. López Enguí-danos produjo una simplificación absoluta de los motivos, deforma que la ilustración empleada por Schlunk (1945: 306,fig. 1) a partir de Cornide ya no guarda apenas relación conel original.

La descripción facilitada por Fernández y el dibujo que ha-ce de las placas «de alabastro» (es decir, de mármol) soncoincidentes, pero siguen existiendo serias dudas sobre cuá-les de las seis que aparecen en sus dibujos (RAH-9-7953-

1/42, 43 y 45) pertenecían a un mismo sepulcro como dicenlos encabezamientos de las citadas ilustraciones, pues hayuna pequeña diferencia con los datos proporcionados en elinforme final de RAH-5597-1 (Fernández, 1790a).

En cualquier caso, los esquemas compositivos de filiacióncristiana y claramente visigodos que aparecen en las citadasilustraciones permiten deducir que una o varias de estas pla-cas poseían únicamente una decoración vegetal con hojasde hiedra rematada en sus extremos con un crismón entredos peces; no puede descartarse que la decoración no fue-ra continua y que en el centro hubiera un motivo distinto pa-ra invertir el orden decorativo. La otra (u otras) placa se ca-

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Figura 14: Placas decoradas que formaban un sarcófago descubierto en la basílica en 1789 (según Fernández, RAH-9-7953-1/42, 43 y 45).

Figura 15: Reconstrucción ideal de las piezas presentadas por Fernández en RAH-9-7953-1/42, 43 y 45 (aquí, figura 14).

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Figura 16: Lauda funeraria con texto métrico del obispo Sefronius copiada por Palomares (RAH-9-5939) sobre boceto de Fernández a falta del fragmento conparte de la datación.

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racteriza por una composición de flores y cruces aspadas in-sertas dentro de un juego de líneas rectas que dejan libesespacios rectangulares; esta decoración se repite en dos delos fragmentos, mientras que un tercero incluye elementosmás originales como un rombo o una cruz inscrita en círcu-lo, también rodeados de líneas rectas; el dibujo de esta pie-za no llegó a estar coloreado.

Por la descripción que Fernández hace del hallazgo, pare-ce tratarse de las placas de mármol con las que estaba for-mado el sepulcro (sic), lo que induce a pensar que se tratade materiales reempleados de una construcción anterior, encuyo caso podrían ser pilastras decorativas de una primeraetapa del edificio. No puede descartarse, sin embargo, queel sepulcro de este personaje anónimo se formara con pie-zas independientes labradas al efecto y luego unidas con ar-gamasa como se dice en el texto. El estado fragmentario delas piezas nos impide conocer su estructura decorativa com-pleta; a modo de ejemplo sobre su aspecto original podríapensarse en soluciones como las que presentamos en la figura 15.

Las inscripciones de época visigoda

1. La inscripción métrica del obispo Sefronius (IHC 165 +398; ICERV 276). Una revisión cronológicaLa lauda sepulcral de Sefronius ha sido y es el elemento de-terminante para la datación del conjunto arqueológico de labasílica visigoda, donde se produjeron hallazgos casuales en1760 y donde se excavó sistemáticamente entre 1789 y1790. Una parte de los fragmentos se halló en una fecha im-precisa de 1760; el resto apareció en las excavaciones el 4de enero de 1790; de aquel día data un dibujo de Juan An-tonio Fernández conservado en la Real Academia de la His-toria (RAH-11-8109-4j y 4k; copia en RAH-9-7953-1/51) enel que se esboza ya la lápida a excepción del fragmento quecontenía la primera parte de la numeración de la era consu-lar hispana (Abascal, 2000-2001), que sólo sería conocido untiempo después, aunque había sido descubierto en 1760.Restituída casi al completo con los fragmentos conocidos, lalauda contiene un texto métrico referido a la muerte de Se-fronius, datado en su parte final con una mención de era con-sular hispana, con fuertes similitudes con otro texto toleda-no del mismo tipo (Gimeno y Velázquez, 2004: 198-211).

Desde el hallazgo de tres de los fragmentos en 1790 la ins-cripción ha sido objeto de múltiples comentarios, tanto por par-te de aquellos primeros excavadores como por editores pos-teriores, aunque son menos las ediciones completas en las queaparecen todas las piezas y es posible dar sentido al texto 7.

Mientras en Saelices tenían lugar las excavaciones, es decir,en 1789 y 1790, el párroco de Azañón, Francisco Fuero, des-cubrió por casualidad en un pajar de la localidad de Montalbolos fragmentos hallados en 1760, entre los que se encontrabala pieza con la cronología (Capistrano, 1795: 3-4). Fuero copióaquellos objetos en un papel, indicando el lugar en que se en-contraban y en qué circunstancias los había visto, pero no pu-blicó esas notas. Sin embargo, su manuscrito cayó en manosde Jacome Capistrano de Moya, párroco de la Fuente de Pe-dro Naharro, quien en 1802 publicó el texto completo de la ins-cripción de Sefronius dando a conocer ya la datación en el año550 de nuestra era (Capistrano, 1802: 123). Desde la ediciónde la obra de Capistrano se dispone, por tanto, de una versióncompleta del texto (así en Fernández-Guerra, 1877: 138, delque dependen IHC 398 y el resto de las ediciones posteriores).

Según todos los editores desde Hübner, en la inscripciónaparece como fecha de defunción de Sefronius el 16 de ju-nio de la era 588, es decir, del año 550 d.C. Tal opinión esresultado de aceptar la lectura que Capistrano de Moya hi-zo del manuscrito de Francisco Fuero, algo que, como vere-mos, no es del todo posible.

Desde Capistrano, el texto fue pasando de obra en obrasin alteraciones, dando por sentada aquella lectura. Sin em-bargo, el manuscrito de Fuero, la única persona que vio físi-camente la pieza, fue unido en algún momento imprecisabledel siglo XIX a los documentos guardados en la Real Aca-demia de la Historia bajo el epígrafe de Fondos para la con-tinuación de la España Sagrada, la obra que hizo célebre alpadre Enrique Flórez. No sabemos cómo llegó hasta allí niquien lo recuperó; es posible incluso que se lo regalara a Fló-rez alguien del entorno de Capistrano. Lo cierto es que el pa-pel ha pasado desapercibido durante casi dos siglos hastasu reciente descubrimiento en la Academia.

El citado manuscrito atribuible a Fuero (RAH-9-7567-I-13)dice en su encabezamiento: Trozos de unas lápidas sepul-crales halladas recientemente en cabeza del Griego junto aSaelices, y hoy existen en la villa de Montalbo en casa delLicenciado Don Josef Illescas, Abogado de los Reales Con-sejos y alcalde mayor de dicha villa... Entre ellos se encuen-tra el ángulo inferior izquierdo de la lauda métrica de Sefro-nius (IHC 165 + supp. 398) en donde no dice era DLXXX sino

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sión de conjunto sin la pieza referida a la fecha: Juan Antonio Fernández, ms.inédito RAH-11-8109-4j; id., dibujo inédito en RAH-9-7953-1/51, de enero de1790: lápida sepulcral de alabastro hallada en el sitio de la excavación de Ca-beza el Griego; los fragmentos 1, 2, y 3 el año 1760; y los tres restantes eldía 4 del mes de enero de 1790; Cornide 1799: 177 ss., tab. 4, 2. Fragmen-tos, incluyendo el de la fecha: Francisco Fuero, ms. inédito RAH-9-7567-I-13:Trozos de unas lápidas sepulcrales halladas recientemente en cabeza del Grie-go junto a Saelices, y hoy existen en la villa de Montalbo en casa del Licen-ciado Don Josef Illescas, Abogado de los Reales Consejos y alcalde mayorde dicha villa (El manuscrito aparece citado en Capistrano 1795: 3-4). Versióncompleta pero con error en el numeral: Capistrano, 1802: 123 (reproducidosen Almagro Basch, 1984: 393, fig. 4); Almagro Basch, 1984: 392-404, conilustraciones de ediciones anteriores.

7. Fragmentos aislados sin el que incluye la fecha: Juan Antonio Fernández,Diario de las excavaciones, 1789 (inédito: RAH-11-8109-4k, fol. 12v. y 43);Capistrano, 1795: 6 (reproducidos en Almagro Basch, 1984: 393, fig. 4). Ver-

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era DCXXX, lo que al juntarlo con el fragmento derecho per-mite reconocer la era DCXXXVIII, es decir el año 600 d.C. yno el 550 d.C. como se creía hasta ahora 8 (Fig. 17). En re-alidad, el autor del texto omitió en la primera versión la letraC, añadiéndola después sin demasiado cuidado pero de for-ma claramente legible.

Esta nueva datación del epígrafe que refiere la muerte delobispo Sefronius permite insertar su posesión de la mitra en-tre los obispos Proculus y Porcarius, que conocemos por lasactas de los concilios toledanos, pero no antes de ellos. Esdecir, en estos momentos, no hay evidencias documentalesdel episcopado segobrigense anteriores al año 589 d.C.

2. Las inscripciones funerarias de los obispos Nigrinus ySefronius (IHC 166; ICERV 264a-b)Se trata de dos laudas que cubrían ambos sepulcros, colo-cadas de forma contigua y escritas sólo en dos líneas de la

parte superior 9. Fueron descubiertas el 14 de diciembre de1789 (Fernández, 1789a, 1789b, 1790b) y hoy se encuen-tran perdidas (vid. supra). El texto decía:

+ Hic sunt sepulcra sanctorum+ I(—) D(—) Nigrinus episc(opus), Sefronius episc(opus)

3. La inscripción del obispo Caonius (IHC 167; ICERV 264c)La única noticia de este prelado son dos fragmentos de ins-cripción contiguos de una lápida de mayor tamaño. Fue des-cubierta en la basílica visigoda el 14 de diciembre de 1789en las excavaciones de Antonio Tavira y Juan Antonio Fer-nández; en el informe de éste último aparecen dibujados envarias ocasiones 10. En el texto sólo puede leerse: Caoniusepisc(opus) (Fig. 18).

4. Inscripción funeraria anónima (IHC 168)Uno de los descubrimientos mejor localizados de las exca-vaciones de 1789 en la basílica de Segobriga es un sarcó-fago sobre dos patas, adosado al lado norte del ábside deledificio. En su costado exterior, es decir, el que miraba ha-cia el sur, presentaba una inscripción seguramente graba-

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8. Hübner IHC 165 + supp. 398; Diehl ILCV 1093; Vives ICERV 276; Alma-gro Basch, 1984: 392 ss., n.º C-1; id., 1983: 291-316; cfr. Palol, 1967: 93;Schlunk y Hauschild, 1978: 24. Sólo los editores anteriores a Hübner cono-cieron los fragmentos de la lauda, que se encuentran hoy perdidos.

9. Sobre la inscripción, cf. Almagro Basch, 1984: 404-410, n..º C-2, con elresto de la bibliografía y toda la tradición historiográfica.

10. Fernández, 1790b y 1790d; RAH-11-8109-4b; RAH-11-8109-4k, fol. 12r.;RAH-9-7953-1/39. Sobre la inscripción, cf. Almagro Basch, 1984: 404-410,n..º C-2.

Figura 17: Manuscrito atribuible a Francisco Fuero (RAH-9-7567-I-13) con laobservación personal de la datación sobre uno de los fragmentos de la ins-cripción sepulcral de Sefronius.

Figura 18: Fragmentos de la inscripción IHC 167 según el dibujo realizado eldía del hallazgo (Diario de excavaciones de Juan Antonio Fernández, 1790d,RAH-11-8109-4k).

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da en una cartela y no en toda su superficie como supusoCornide; el texto fue construido en dos columnas, reser-vándose la derecha para la mención de la fecha de defun-ción del difunto, en la que falta la era consular hispana, yque sólo dice: sub die idus (hedera) novembr(es) (i.e. 13 denoviembre).

El diario de las excavaciones de 1789 11 indica que el ha-llazgo se produjo el 12 de diciembre de 1789, al tiempo quetranscribe el texto y explica la forma del sarcófago y su ubi-cación en el ábside (Fig. 19).

5. Guía de cancel con inscripción (IHC 169)Entre las piezas descubiertas en la excavación de 1789-1790 se encuentra un bloque con ranuras laterales segu-ramente preparadas para recibir el lateral de los cancelesde la basílica. Presenta inscripciones de difícil interpreta-ción en sus caras frontal y superior, aparentemente distin-tas; en la superior se lee un texto cristiano, no funerario,en el que se reconoce el nombre personal (H)onoratus, sinque podamos identificar si se trata de un diácono o unobispo; en la frontal, lo recogido por quienes vieron la pie-

za permite reconocer la voz eclesia, pero no dar sentido altexto12 (Fig. 20).

6. Inscripción de naturaleza desconocida (IHC 170)Un fragmento rectangular dibujado por Juan Antonio Fer-nández contiene dos líneas de texto aparentemente comple-tamente legibles pero que carecen de sentido; ninguno delos editores del texto ha dado razón del contenido, que de-bió ser mal leído por quienes vieron la pieza antes de per-derse13.

Los obispos de SegobrigaLa relación de los obispos y diáconos segobrigenses asis-tentes a los concilios toledanos incluye ocho personajes quevivieron en el período comprendido entre los años 589 y 693.A esa nómina hay que sumar a Nigrinus y Sefronius, que poraparecer citados en este orden en IHC 166 debemos supo-ner también en ese orden temporal.

Según la revisión de la cronología de IHC 165 que hemosexpuesto más arriba, Sefronius debería situarse entre Procu-

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11. Fernández 1790d (RAH-11-8109-4k, fol. 3r). Cf. también Fernández1790b; RAH-9-7953-1/39. Sobre la inscripción, cf. Almagro Basch, 1984: 410-413, n..º C-3.

12. Fernández 1790b; RAH-9-7953-1/39. Sobre la inscripción, cf. AlmagroBasch, 1984: 413-416, n..º C-4.

13. RAH-9-7953-1/39. Sobre la inscripción, cf. Almagro Basch, 1984: 417-418, n.º C-5.

Figura 19: Sarcófago con la inscripción IHC 168descubierto en el ábside de la basílica visigoda deSegobriga el día 12 de diciembre de 1789; en eltexto se dice que la inscripción estaba en lo exte-rior del costado derecho del sepulcro; sobre el di-bujo del sarcófago se lee: sepulcro al lado izquier-do de la rotonda q(u)e hacia corresp(ponden)ciacon otro. (Diario de excavaciones de Juan AntonioFernández, 1790d, RAH-11-8109-4k).

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lus y Porcarius por haber fallecido el año 600; esto significaque entre Proculus y Sefronius debió ocupar la sede Nigri-nus, si este último no lo hizo incluso antes de Proculus.

1. Proculus (589 d.C.). Asistió el año 589 d.C. al III Con-cilio de Toledo, en el que Recaredo abjuró del arria-nismo. Su firma aparece en el puesto 23, delante deotros 38 obispos, lo que podría indicar que goberna-ba la diócesis desde hacía bastante tiempo (Flórez,1769: 110-111).

2 (?). Nigrinus3. Sefronius4. Porcarius (610 d.C.). Asistió el año 610 d.C. al Conci-

lio convocado por Gundemaro, en el que se acordóconvertir a la iglesia de Toledo en metropolitana de to-da la provincia Cartaginense, firmando en undécimolugar (Flórez, 1769: 111-112).

5. Antonius (ca. 633-638 d.C.). Asistió el año 633 d.C.al IV Concilio de Toledo, firmando en el puesto 46 ypor delante de únicamente 16 obispos. En los conci-lios V (636 d.C.) y VI (638 d.C.) estuvo representadopor un diácono de nombre Pedro, quien en las actasdel 638 d.C. dice ser conocido también como Wam-ba (Wamba Diaconus, qui et Petrus, Ecclesiae Sego-bricensis, agens vicem Antonii Episcopi) (Flórez, 1769:112-113).

6. Floridius (653 d.C.). Asistió como obispo de Segobri-ga al VIII Concilio de Toledo (653 d.C.), firmando en elpuesto n..º 15 de entre los 52 asistentes (Flórez, 1769:113).

7. Eusicius (ca. 655-656 d.C.). Estuvo presente en losconcilios IX (655 d.C.) y X (656 d.C.) de Toledo, fir-mando en los lugares 13 y 14 respectivamente. Fló-rez (España Sagrada, tomo III, tratado XXIII, 97-117)supone que debió morir hacia 673 (Flórez, 1769: 113-114).

8. Memorius (ca. 675-681 d.C.). Asistió a los concilios XI(675 d.C.) y XII (681 d.C.) de Toledo como obispo deSegobriga; mientras en el primero de ellos firmó en an-tepenúltimo lugar, quizá por su reciente nombramien-to, en el del año 681 firmó en el puesto décimo (Fló-rez, 1769: 114-115).

9. Olipa (ca. 683-684 d.C.). En noviembre del año 683d.C. asistió al XIII Concilio de Toledo y volvió a hacer-lo en el XIV el año 684 d.C. En ambas ocasiones fir-mó en antepenúltimo lugar (Flórez, 1769: 115).

10. Anterius (ca. 688-693). Estuvo presente en los conci-lios XV (688 d.C.) y XVI (693 d.C.) de Toledo; en el pri-mero ocupó el puesto 47 en el orden de firma, mien-tras que en el segundo lo hizo en el 23 (Flórez, 1769:115-116).

Así pues, con el decimosexto Concilio de Toledo terminanlas noticias documentales sobre el obispado de Segobriga,aunque aún será mencionado en las listas posteriores de se-des episcopales que sólo representan una tradición ecle-siástica. En dichas listas los obispados se citan en un orden(Valentia, Valeria, Segobriga, Ercavica, Complutum) que coin-cide con el de la Hitación de Wamba, ya del siglo XII. En esedocumento, los límites que se citan de la sede segobrigen-se son, Tarabella, con la diócesis de Valeria, por el Este; Ob-viam o Ovia, con Ercavica, por el Norte, y Toga o Toza y Bre-ca, por el Sur y Oeste.

Las evidencias arqueológicas en el caso urbano

Hallazgos antiguos en SegobrigaDel espacio intramuros de Segobriga proceden algunos frag-mentos de piezas decoradas de época visigoda que han he-cho pensar en la existencia de una basílica urbana aún pordescubrir.

238 Recópolis y la ciudad en la época visigoda

Figura 20: Bloque con inscripción y posibles guías par canceles copiado porPalomares (RAH-9-5939) sobre bocetos de Fernández.

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El mayor número de evidencias procede de las excavacio-nes realizadas por R.H. Thomson y Pelayo Quintero en 1892(Quintero, 1913: 91-98; Schlunk, 1945: 315); las placas de-coradas halladas en aquella campaña, y conservadas en elMuseo Arqueológico Nacional, son consideradas por Sch-lunk como parte de un repertorio decorativo de la segundamitad del siglo VII que nada tiene que ver con los materialesrecuperados en las excavaciones del siglo XVIII en la basíli-ca visigoda extramuros.

De este punto dominante de la colina de Cabeza del Grie-go en donde excavaron Thonson y Quintero proceden otrosmateriales ornamentales visigodos recuperados en los últi-mos años de las pedreras acumuladas por las viejas exca-

vaciones y expolios; en este conjunto, se repiten los frag-mentos de placas decoradas, lo que ha hecho pensar tradi-cionalmente en la existencia de esa basílica urbana para laque, hoy por hoy, no hay evidencias.

En un intento por determinar si la ermita situada hoy enCabeza del Griego era evidencia de un uso religioso de es-te espacio desde la antigüedad, se llevaron a cabo aquí va-rias campañas de excavaciones entre 1995 y 1998; sin em-bargo, los trabajos demostraron que la iglesia de épocamedieval y renacentista está construída directamente sobreun conjunto termal de época flavia (Almagro-Gorbea y Abas-cal, 1999: 103-112; Abascal, Almagro-Gorbea y Cebrián,2002: 146-157).

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Figura 21: Algunos de los fragmentos decoradosrecuperados en 1981 durante los trabajos delimpieza de la basílica visigoda.

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En las excavaciones llevadas a cabo en diferentes zonasdel casco urbano en la última década (1996-2005) han apa-recido algunos fragmentos de piezas decoradas de filiaciónvisigoda; se trata siempre de materiales reempleados enconstrucciones posteriores, ya pertenecientes a la etapa ára-be y medieval cristiana del emplazamiento, en donde estosfragmentos, como otros muchos materiales de época roma-na, fueron reempleados para levantar muros de mamposte-ría. El reempleo de materiales es una práctica bien docu-mentada en Segobriga y en otros muchos enclaves (Caballeroy Sánchez, 1990: 431-485), por lo que el hallazgo intramurosde estas piezas carece de valor topográfico; más aún, entrelos materiales romanos recuperados en muros de viviendasse encuentran incluso inscripciones funerarias romanas traí-das de las necrópolis altoimperiales del entorno, lo que per-mite decir que durante la época medieval la ciudad se nutriópara sus rudimentarias construcciones con materiales aca-rreados de construcciones más antiguas y que, en conse-cuencia, el descubrimiento de piezas visigodas fuera de con-texto en el casco urbano no puede ser considerado comoindicio de la ubicación aquí de una basílica, que hubiera cons-tituido la sede del episcopado segobricense y que se ajusta-ría a los patrones de ubicación que conocemos para otrasciudades hispanas (García Moreno, 1977-78: 311-321).

Las excavaciones modernasAdemás de las evidencias ya citadas y de las proporciona-das por la basílica y la necrópolis cercana, Segobriga ha pro-porcionado más testimonios de su pasado de época visigo-da en las excavaciones aún inéditas llevadas a cabo en elforo y en los edificios anexos.

Ninguno de los elementos excavados en esta zona puedeser asociado a un espacio monumental de época visigoda;más aún, es difícil determinar si alguno de los pobres recin-tos domésticos situados sobre los niveles de amortizacióndel foro y cortados por silos islámicos es claramente de épo-ca visigoda, pues todas las estructuras se encontraron muyarrasadas en las excavaciones de los años 2004 y 2005 ysólo algunos contextos cerámicos parecen contener algunaspiezas de filiación visigoda.

Entre esos contextos cerámicos se puede citar la UE 7729(año 2004) 14, un relleno de zanja de expolio en la basílica ci-vil romana, en la que junto a materiales cerámicos tardorro-manos se encuentra un fragmento de botella de cerámicacomún usual en contextos del siglo VI en adelante (Gutiérrez,1996: 106, fig. 37); del mismo paquete proceden algunosfragmentos informes con decoración incisa ondulada así co-mo una base de una botellita hecha a mano o torneta lenta.

A la primera mitad del siglo VI d.C. corresponde la UE 7735,un conjunto cerámico perteneciente a la colmatación de unrecinto tardorromano en la basílica forense, que incluye elborde de un plato con ala de terra sigillata clara D, Ostia III,128 (Atlante II, 1981, tav. XLVI, VIII y pp. 100-101), un frag-mento de una botella de época visigoda y cerámica comúny de cocina, fundamentalmente ollas con borde de seccióntriangular. Otro tanto se puede decir del expolio del aedesmeridional de la basílica, sellado por la UE 7816 (año 2005),que incluye un borde de una fuente de terra sigillata clara D(Hayes 90) del siglo VI d.C.

La misma impresión temporal se obtiene en uno de los ni-veles superiores del sector doméstico tardoantiguo excava-do al interior de la muralla, cerca del teatro. De hecho, el ni-vel de ocupación UE 2902 (año 2005) proporcionó unconsiderable volumen de material datable en el siglo VII d.C.que incluye una variante tardía de un contenedor Keay III, unperfil bastante completo de un spatheion de pequeñas di-mensiones y el borde de una marmita a mano o torneta len-ta que cuadra bien con esta cronología visigoda.

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240 Recópolis y la ciudad en la época visigoda

14. La datación de los conjuntos cerámicos de Segobriga que se citan en es-te trabajo ha sido realizada por Daniel Sanfeliú, técnico del equipo de exca-vaciones en la ciudad.

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