6 DEKGOLÀ E Papini y Dante

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6 DEKGOLÀ E ^ N su larga vida y dilata- da extensión de sus es- critos, Giovanni Papini J destaca entre los escri- tores italianos como uno de los más sinceros y originales. Durante su juventud en Roma participó de la aventura futurista pero, al igual que le sucediera a Femando Pessoa en su juventud en Lisboa, no tardó en alejarse de la circunstancia de los caminos de la vanguardia. Al tiempo de ex- presar audaces ideas originales y con mucha frecuencia escandalo- sas y arriesgadas en el ambiente del momento, quiso darle a su es- critura una firme cimentación cultural y estilística, con el fin de elaborar un testimonio literario coherente y perdurable. Y no hay duda de que la obra de Papini, con libros como Gog, Hombre acaba- do, Historia de Cristo, El Diablo y bastantes más, a lo largo de su vida, dió enérgicos y oportunos aldabonazos en la conciencia de sus contemporáneos, al tiempo de mantener pendiente a su público de la evolución de sus inquietudes y a la espera de la sorpresa de sus próximas palabras. Pero Papini, como otros gran- des escritores y artistas, también quedó por debajo de sus más ex- celsas y audaces aspiraciones. Y seguramente la más significativa y acariciada flie la de aspirar a conseguir una obra equivalente de trascendente importancia a la de Dante, según opinión razona- blemente irrebatible de Papini, autor del más importante poema escrito dudante el segundo mile- nio. En la obra de Papini, son muy frecuentes y oportunas las referencias a Dante. Aparecen en ensayos sobre diversos temas, en artículos más ocasionales, en sus diarios... Pero sobre todo le dedi- E ^ S a todas luces evidente que todos nosotros, si vemos en el lomo de un libro los nombres de Pedro J Páramo y Juan Rulfo, sabemos que se trata de la novela Pedro Páramo es- crita por el inalcanzable mexicano Juan Rulfo. Lo mismo sucede si la secuencia onomástica que encontramos en el lomo o la carátula del libro da como resultado la pareja José Trigo-Femando del Paso, para poner un nuevo ejemplo mexicano, o la compuesta por Angel Guerra y Benito Pé- rez Galdós en España. Y la lista podría se- guir. Pero volviendo a México ¿cuántos de no- sotros sabríamos decir a ciencia cierta, nada más ver el emparejamiento Eugenio Agui- rre-Gonzalo Guerrero, cuál de los dos es el nombre del autor, cuál de los dos el del pro- tagonista? Y eso aún después de saber que se trata de una novela mexicana. Yo induje que el autor debía ser Eugenio Aguirre y el título de su obra Gonzalo Guerrero, y acer- té, pero sólo porque Gonzalo Guerrero es para mi un héroe muy querido: fue el primer español que se aculturó en América, el pri- mer español que habló en un idioma del Nuevo Mundo, y el primer español que mu- rió peleando contra sus excompatriotas, los conquistadores, defendiendo su nueva pa- tria maya. Era de mi tierra natal, de la pro- vincia de Huelva, de Palos de la Frontera. Les propongo ahora un ejemplo no mexi- cano: la pareja de nombres Felipe Delgado- Jaime Sáenz. Confieso que, como muchos de ustedes, yo no sabría que Felipe Delgado es ei título de la obra maestra del boliviano Jaime Sáez, ni sabría siquiera que Jaime Sá- enz existe, y es un gran escritor, si no fuese porque mi amiga boliviana Kathlen Lizárra- Papini y Dante ca diversos escritos de diferente amplitud y libros donde se aborda de frente, con peculiar originali- dad, al uso de su más destacado estilo, el tema de Dante. Entre ellos sobresale su Dante vivo. Como sucede con Cervantes y con otros grandes escritores, la selva bibliográfica en tomo al poeta es inmensa y el lector que se inicia en el tema precisa de la oportunidad de ser conducido por mano experta y generosa. Una de las mejor dispuestas es la de Papi- ni, quien, sin ser un especialista erudito al uso, poseyó una cultura muy escasas ocasiones, se tuvo de él la conciencia de su dimensión de personaje irrepetible. Dante vivo al tiempo de una apasionada interpretación de la Divina Comedia cuaja también en una apasionada biografía del poe- ta, sin pretender esto último pues el autor es bien consciente de no disponer de los elementos sufi- cientes para presentamos con ob- jetiva fidelidad cuantas claves destacan en las circunstancias ín- timas de la existencia del poeta. Del modo como lo realizara nos da una versión verosímil y pro- funda y es una de las hipótesis in- teligentes no condicionada a otra circunstancia que a la de exponer la verdad verosímil sobre Dante. La versión de sus testimonios y refiexiones enriquecedoras siem- La obra de Giovanni Papini dió enérgicos aldabonazos en la conciencia de sus contemporáneos El escritor Giovanni Papini y una sensibilidad que le sitúan en la primera línea de los conocedo- res del tema, bien preparado para penetrar en la grandeza de la ins- piración del poeta y en la sima profunda y complejísima de co- nocimientos que discurren por los versos de los inmortales tercetos de sus cantos. De acuerdo con el título de su libro, Papini se esfuerza con muy plausible éxito en hacer del poeta un retrato para presentárnoslo co- mo el hombre que fuera, como el que pudo ser y como probable- mente seria de no haber sido nuestro contemporáneo. El hom- bre superior que Dante fue, se vio envuelto en el torbellino de las circunstancias de su época y, en pre están impregnados del hálito de lo convincente. Consecuencia fundamental de la lectura del libro es la de situar- nos ante un personaje clave que viviera el ambiente de su época, vapuleado por sus circunstancias y que, al tiempo de testimoniar- nos de su grandeza lo presenta como a una personalidad que pu- do vivir en cualquiera de los mo- mentos de la historia de la huma- nidad como escritor entre los más grandes poetas y de realizar una obra capaz de reencarnar de me- tafórica manera la alta circuns- tancia que corresponde a la de un Orfeo. Antonio Fernández Molina ¿Quién es quién? Doris Lessing ga Zamora me lo dio a conocer una noche de pláticas en la bella y recoleta Sucre, y además tuvo la impagable gentileza de re- galarme un ejemplar del libro. También aquí, en este sentido, y saliéndo- nos de! mundo hispánico, podríamos alar- gar la lista ad nauseam y ad infinitum. La pareja Héctor ServadaC'}\j\\o Veme se be- neficia sin duda de la fama universal del creador de La vuelta al mundo en 80 días, y algo semejante sucede con Anna Karenina- León Tolstoi, pero en los Estados Unidos -sin ir más lejos-, las combinaciones Elmer Gan/o^Sinclair Lewis y Anna Christie-Eu- gene O’Neill darían mucho que pensar a los no iniciados si los respectivos autores no hubiesen tenido la precaución de ganar a su debido tiempo el ^em io Nobel... y si El- mer Gantry y Anna Christie no hubiesen si- do interpretadas tan magistral como respec- tivamente por Burt Lancaster y Greta Gar- bo. Ahora bien, yo veo muy dificil que más de un 10% de lectores no anglosajones esté en condiciones de decir quién es el autor y quién es el protagonista, si se los enfrenta, a secas, con el binomio Nevil Shute-Stephen Morris. Sin embargo, el ejemplo cimero, posiblemente, nos lo ofrezca la literatura neerlandesa, donde la pareja Multatuli-Max Havelaar induce a pensar que Multatuli sea el título y Max Havelaar el autor, siendo justamente todo lo contrario: el autor Eduard Douwes Dekker se esconde tras el pseudónimo que es esa expresión latina: multa tuli (=el que sufrió mucho). Pensemos, para terminar, en un lector co- reano que acude a una libreria de Seúl a la búsqueda de nuevas aventuras literarias y se pone a husmear en las estanterías donde se le ofrece la literatura extranjera. De repente topa con esta simbiosis: Nacha Regules- Manuel Gálvez. ¿Quién creerá nuestro lec- tor coreano que es el autor, quien el prota- gonista del libro? Naturalmente hay trucos para salir de la duda. Si al lado se encuentra un volumen de la misma colección y en cu- yo lomo puede leer La buena terrorista-Do- ris Lessing, de inmediato se hará luz en el cerebro de ese lector; Manuel Gálvez debe ser el autor de la novela Nacha Regules. No de otro modo procederíamos nosotros, ade- más de consultar la solapa con la consi- guiente información editoríal. Con todo esto quiero decir que para un autor no es ninguna minucia la elección del título de su libro, y si es el prímero y se de- cide por titularlo con el nombre del protago- nista es que está haciendo una apuesta de futuro sobre su propio re-nombre: si ya es célebre, el riesgo es muchísimo menor, cla- ro está. De todos modos, ésta de los títulos es una cuestión que varía bastante según las latitu- des, y ya que he mencionado esa espléndida novela de Doris Lessing que es La buena te- rrorista, déjenme decirles que en el original inglés se titula efectivamente así; The Good Terrorist, y además el adjetivo y el substan- tivo van con mayúsculas, de acuerdo con la tradición anglosajona. Pero en cambio, en alemán se titula escuetamente Die Terroris- tin (que va con mayúscula sólo porque ésa es la inflexible norma ortográfica del idio- ma de Goethe), y en portugués se titula no menos escuetamente A terrorista: poseo un ejemplar de la edición brasileña dedicado personalmente por Mrs. Lessing al autor de estas líneas en Sao Paulo, 1987. En otras palabras, sólo los españoles (además de los ingleses) se han atrevido a aceptar la hipótesis de que hay buenos y malos terroristas: para los alemanes y los lusitanos cuenta como certeza absoluta la de que los terroristas son malos por definición. Lo cual no nos deja otra conclusión sino la siguiente; que la formidable Doris Lessing (tan ninguneada por la Academia Sueca) es, en efecto, una buena terrorista... y tal vez por eso la ningunean en Estocolmo. Y una duda repentina: ¿cómo habrá sido traducido al coreano el título de su novela? Ricardo Bada

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6 DEKGOLÀ

E^ N su larga vida y dilata­da extensión de sus es­critos, Giovanni Papini

J destaca entre los escri­tores italianos como uno de los más sinceros y originales.

Durante su juventud en Roma participó de la aventura futurista pero, al igual que le sucediera a Femando Pessoa en su juventud en Lisboa, no tardó en alejarse de la circunstancia de los caminos de la vanguardia. Al tiempo de ex­presar audaces ideas originales y con mucha frecuencia escandalo­sas y arriesgadas en el ambiente del momento, quiso darle a su es­critura una firme cimentación cultural y estilística, con el fin de elaborar un testimonio literario coherente y perdurable. Y no hay duda de que la obra de Papini, con libros como Gog, Hombre acaba­do, Historia de Cristo, E l Diablo y bastantes más, a lo largo de su vida, dió enérgicos y oportunos aldabonazos en la conciencia de sus contemporáneos, al tiempo de mantener pendiente a su público de la evolución de sus inquietudes y a la espera de la sorpresa de sus próximas palabras.

Pero Papini, como otros gran­des escritores y artistas, también quedó por debajo de sus más ex­celsas y audaces aspiraciones. Y seguramente la más significativa y acariciada flie la de aspirar a conseguir una obra equivalente de trascendente importancia a la de Dante, según opinión razona­blemente irrebatible de Papini, autor del más importante poema escrito dudante el segundo mile­nio. En la obra de Papini, son muy frecuentes y oportunas las referencias a Dante. Aparecen en ensayos sobre diversos temas, en artículos más ocasionales, en sus diarios... Pero sobre todo le dedi-

E^ S a todas luces evidente que todos nosotros, si vemos en el lomo de un libro los nombres de Pedro

J Páramo y Juan Rulfo, sabemos que se trata de la novela Pedro Páramo es­crita por el inalcanzable mexicano Juan Rulfo. Lo mismo sucede si la secuencia onomástica que encontramos en el lomo o la carátula del libro da como resultado la pareja José Trigo-Femando del Paso, para poner un nuevo ejemplo mexicano, o la compuesta por Angel Guerra y Benito Pé­rez Galdós en España. Y la lista podría se­guir.

Pero volviendo a México ¿cuántos de no­sotros sabríamos decir a ciencia cierta, nada más ver el emparejamiento Eugenio Agui- rre-Gonzalo Guerrero, cuál de los dos es el nombre del autor, cuál de los dos el del pro­tagonista? Y eso aún después de saber que se trata de una novela mexicana. Yo induje que el autor debía ser Eugenio Aguirre y el título de su obra Gonzalo Guerrero, y acer­té, pero sólo porque Gonzalo Guerrero es para mi un héroe muy querido: fue el primer español que se aculturó en América, el pri­mer español que habló en un idioma del Nuevo Mundo, y el primer español que mu­rió peleando contra sus excompatriotas, los conquistadores, defendiendo su nueva pa­tria maya. Era de mi tierra natal, de la pro­vincia de Huelva, de Palos de la Frontera.

Les propongo ahora un ejemplo no mexi­cano: la pareja de nombres Felipe Delgado- Jaime Sáenz. Confieso que, como muchos de ustedes, yo no sabría que Felipe Delgado es ei título de la obra maestra del boliviano Jaime Sáez, ni sabría siquiera que Jaime Sá­enz existe, y es un gran escritor, si no fuese porque mi amiga boliviana Kathlen Lizárra-

Papini y Danteca diversos escritos de diferente amplitud y libros donde se aborda de frente, con peculiar originali­dad, al uso de su más destacado estilo, el tema de Dante. Entre ellos sobresale su Dante vivo.

Como sucede con Cervantes y con otros grandes escritores, la selva bibliográfica en tomo al poeta es inmensa y el lector que se inicia en el tema precisa de la oportunidad de ser conducido por mano experta y generosa. Una de las mejor dispuestas es la de Papi­ni, quien, sin ser un especialista erudito al uso, poseyó una cultura

muy escasas ocasiones, se tuvo de él la conciencia de su dimensión de personaje irrepetible.

Dante vivo al tiempo de una apasionada interpretación de la Divina Comedia cuaja también en una apasionada biografía del poe­ta, sin pretender esto último pues el autor es bien consciente de no disponer de los elementos sufi­cientes para presentamos con ob­jetiva fidelidad cuantas claves destacan en las circunstancias ín­timas de la existencia del poeta. Del modo como lo realizara nos da una versión verosímil y pro­funda y es una de las hipótesis in­teligentes no condicionada a otra circunstancia que a la de exponer la verdad verosímil sobre Dante. La versión de sus testimonios y refiexiones enriquecedoras siem-

La obra de Giovanni Papini dió enérgicos aldabonazos

en la conciencia de sus contemporáneos

El escritor Giovanni Papini

y una sensibilidad que le sitúan en la primera línea de los conocedo­res del tema, bien preparado para penetrar en la grandeza de la ins­piración del poeta y en la sima profunda y complejísima de co­nocimientos que discurren por los versos de los inmortales tercetos de sus cantos.

De acuerdo con el título de su libro, Papini se esfuerza con muy plausible éxito en hacer del poeta un retrato para presentárnoslo co­mo el hombre que fuera, como el que pudo ser y como probable­mente seria de no haber sido nuestro contemporáneo. El hom­bre superior que Dante fue, se vio envuelto en el torbellino de las circunstancias de su época y, en

pre están impregnados del hálito de lo convincente.

Consecuencia fundamental de la lectura del libro es la de situar­nos ante un personaje clave que viviera el ambiente de su época, vapuleado por sus circunstancias y que, al tiempo de testimoniar­nos de su grandeza lo presenta como a una personalidad que pu­do vivir en cualquiera de los mo­mentos de la historia de la huma­nidad como escritor entre los más grandes poetas y de realizar una obra capaz de reencarnar de me­tafórica manera la alta circuns­tancia que corresponde a la de un Orfeo.

Antonio Fernández Molina

¿Quién es quién?

Doris Lessing

ga Zamora me lo dio a conocer una noche de pláticas en la bella y recoleta Sucre, y además tuvo la impagable gentileza de re­galarme un ejemplar del libro.

También aquí, en este sentido, y saliéndo- nos de! mundo hispánico, podríamos alar­gar la lista ad nauseam y ad infinitum. La pareja Héctor ServadaC'}\j\\o Veme se be­neficia sin duda de la fama universal del creador de La vuelta al mundo en 80 días, y algo semejante sucede con Anna Karenina- León Tolstoi, pero en los Estados Unidos -s in ir más lejos-, las combinaciones Elmer

Gan/o^Sinclair Lewis y Anna Christie-Eu- gene O’Neill darían mucho que pensar a los no iniciados si los respectivos autores no hubiesen tenido la precaución de ganar a su debido tiempo el ^ em io N obel... y si El- mer Gantry y Anna Christie no hubiesen si­do interpretadas tan magistral como respec­tivamente por Burt Lancaster y Greta Gar­bo. Ahora bien, yo veo muy dificil que más de un 10% de lectores no anglosajones esté en condiciones de decir quién es el autor y quién es el protagonista, si se los enfrenta, a secas, con el binomio Nevil Shute-Stephen Morris. Sin embargo, el ejemplo cimero, posiblemente, nos lo ofrezca la literatura neerlandesa, donde la pareja Multatuli-Max Havelaar induce a pensar que Multatuli sea el título y Max Havelaar el autor, siendo justamente todo lo contrario: el autor Eduard Douwes Dekker se esconde tras el pseudónimo que es esa expresión latina: multa tuli (=el que sufrió mucho).

Pensemos, para terminar, en un lector co­reano que acude a una libreria de Seúl a la búsqueda de nuevas aventuras literarias y se pone a husmear en las estanterías donde se le ofrece la literatura extranjera. De repente topa con esta simbiosis: Nacha Regules- Manuel Gálvez. ¿Quién creerá nuestro lec­tor coreano que es el autor, quien el prota­gonista del libro? Naturalmente hay trucos para salir de la duda. Si al lado se encuentra un volumen de la misma colección y en cu­yo lomo puede leer La buena terrorista-Do- ris Lessing, de inmediato se hará luz en el cerebro de ese lector; Manuel Gálvez debe ser el autor de la novela Nacha Regules. No de otro modo procederíamos nosotros, ade­más de consultar la solapa con la consi­guiente información editoríal.

Con todo esto quiero decir que para un autor no es ninguna minucia la elección del título de su libro, y si es el prímero y se de­cide por titularlo con el nombre del protago­nista es que está haciendo una apuesta de futuro sobre su propio re-nombre: si ya es célebre, el riesgo es muchísimo menor, cla­ro está.

De todos modos, ésta de los títulos es una cuestión que varía bastante según las latitu­des, y ya que he mencionado esa espléndida novela de Doris Lessing que es La buena te­rrorista, déjenme decirles que en el original inglés se titula efectivamente así; The Good Terrorist, y además el adjetivo y el substan­tivo van con mayúsculas, de acuerdo con la tradición anglosajona. Pero en cambio, en alemán se titula escuetamente Die Terroris- tin (que va con mayúscula sólo porque ésa es la inflexible norma ortográfica del idio­ma de Goethe), y en portugués se titula no menos escuetamente A terrorista: poseo un ejemplar de la edición brasileña dedicado personalmente por Mrs. Lessing al autor de estas líneas en Sao Paulo, 1987.

En otras palabras, sólo los españoles (además de los ingleses) se han atrevido a aceptar la hipótesis de que hay buenos y malos terroristas: para los alemanes y los lusitanos cuenta como certeza absoluta la de que los terroristas son malos por definición. Lo cual no nos deja otra conclusión sino la siguiente; que la formidable Doris Lessing (tan ninguneada por la Academia Sueca) es, en efecto, una buena terrorista... y tal vez por eso la ningunean en Estocolmo. Y una duda repentina: ¿cómo habrá sido traducido al coreano el título de su novela?

R icardo Bada