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    LA INTEGRACION R EG 1ON A LINSTRUMENTO DEL MONOPOLIO

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    Desarrollo y

    Politica

    Firmado digitalmente porDesarrollo y Politica

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    Fecha: 2009.09.19 01:07:31

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    Queda hecho el dep6sitoque previene la ley 11.72s@ Rogelio Brigeriompreso en la Argentina,printed in Argentina

    J

    ROGELIO FRIGERIO

    LA INTEGRAClON REGIONAL; INSTRUMENTO DELMONOPOLIO

    EDICIONES CRISOLBuenos Aires

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    - PROLOGOLos trabajos de ~RogelioFrigerio que hoy se reeditanconstituyen uno de sus aportes ms originales y sign'lfica=

    tivos al pensamiento poltico y econmico nacional y la-tinoamericano.Para miles de argentinos las tesis en eiios sustentadasson hoy verdades autoevidenfes, verdaderas premisas en laestrategia del desarrolio econmico y la independencianacional. Sin embargo, como cualquier tesis econmico-social ellas responden a condiciones histricas y debieronser formuladas por primera vez y por alguien. La priori-dad de la integracin nacional sobre la regional y la defi-nicin de la estrategia de las grandes corporaciones en elcampo de las integraciones regionales podrn aparecer hoycomo verdades inconcusas. Sin embargo se las debi de-finiren algn momento y es un dato de la historia de lasideas polticas latinoamericanas que en torno de estas te-sis desarrollistas se trab6 uno de los debates ms apasio-n an te ~ e los ltimos aos.

    Hay que ubicarse en el tiempo. La proposicin de laintegracin latinoamericana fue planteada en sus trmi-nos actuales avanzada la dcada del cincuenta. En 1957se pona en marcha la Comunidad Econmica Europea, ala que haba precedido la Comunidad del Carbn y del Ace-ro y el Euratom, entre otros ensayos regionalistas significa-tivos. Ese mismo ao fue publicado por la CEPAL un ba-bajo bajo la inspiracin de Ral Prebisch que lanzaba lapropuesta de un mercado comn latinoamericano. All sesostena, por una parte, el agotamiento de los planes dedesarrollo fundados en la poltica de sustitucin de impor-

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    taciones y, por otra, la insuficiencia de los mercados nado-nales de los pases de Amrica Latina para poner las ba-ses de una industria moderna, con adecuadas ecmomas deescala. Las carencias regionales en materia de recursospara la inversin, la insuficiencia de esos recursos con even-tual destino a Latinoamrica en los grandes mercados decapitales y el obvio argumento en contra de la inconvenien-cia de duplicar esfuerzos, completan el arsenal de argu-mentos tericos. Por otra parte, el impacto sugestivo delMercado Comn Europeo contribua a poner de moda pla-nes similares a otro nivel de desarrolio.(El rgumento pareca atractivo. Si se integraban enuna comunidad econmica pases industriales de tantopoder como Francia o Alemania Federal; si,en ltima ins-tancia, tanto k ta do s Unidos comola URSS eran en s mis-mos mercados comunes; si el mundo socialista bajo b ns-piracin de Kmchev intentaba dentro del COMECON re-p~Wucir a divisin internacional del trabajo, el caminopara este continente pareca trazado. Qu cosa ms lb@-ca que instalar una sola gran planta de acero para aten-der Los requerimientos de varios pases con costos ms ba-jos?. Qu ms racional que hacer congruentes los planesde desarrollo de la industria automofriz a efectos de asegu-rar niveles de eficiencia y precios incompatibles con un es-quema enclaustrado en las fronteras de mercados peque-os?. El trabajo de la CEPAL desenvolva estvs argumen-tos y s ~ ~ i s t r a b ajemplos de una posible divisibn deltrabajo a escala regional. Decia, por ejemplo, que Brasildebera dedicarse a la produccin de acero, Chile a la de ce-lulosa y la Argentina a la de aluminio. Esta ltima atri-bucin resultaba curiosa si se recuerda el grave dficit ener-gtico que nuestro pas sufra entonces, aunque el prece-dente arroje aIguna luz acerca de como tuvo pasaporte in-ternacional el p l p ALUAR.

    Al ao siguiente se Snsfalaba en la Argentina el go-bierno ebsmllista. La clara formwlaci6n de prioridadesentonces enunciada era, naturaimente, incompatible concualquier plan de integracin regional. La integraci6n na-cional y el desarroiio haban pasado a ser las categoriasdel pensamiento poltico oficial en la Argentina y las ta-reas a las que un nuevo grupo de conduccin convocaba alpueblo. No hubo, sin embargo, fodava, debate te6rico conlos integracionistas latinoamericanos. Esta idea no habadesbordado el plano acadmico y mando se plasm la pri-mera iniciativa diplomtica dentro de su esquema, ellatransit por otro camino.Tal iniciativa fue la propuesta de constituir una zonade libre comercio entre cuatro pases del cono sur, prohi-jada tambin por la burocracia continental. Los candida-tos a la futura zona eran l a Argentina, Brasil, Chile y Uru-guay, prspuesta que a poco andar incluy a Bolivia, Para-guay y Per. La zona de libre comercio fue analizada coniriters en Buenos Aires ya que constitua una saiida acep-table para la situacin que iba a crearse a partir de la de-cisin de multilaterahsir el comercio exterior argentino.La poltica de desarrolio Ianzatia era incompatible con 1%subsistencia del rgimen de convenios bilaterales de comer-cio y pagos que la Argentina mantena vigentes con bue-na parte de sus vecinos y con algunos pases socialistas.Esos tratados haban representado mecanismos de subven-cin para el intercambio de productos primarios que yacarecan de sentido. Pero era evidente que su supresin li-sa y llana poda determinar una cada del comercio regio-nal a niveles peligrosos. La circunstancia de que algunospases latinaamericanos vinculados por tales conveniosfueran entonces miembros del GATT, a de que la Argenti-na se propona ingresar a esa organismo y el hecho que elGATT prohiba cuaiquier tipo de preferencia de carcter

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    bi iat erl , no dejaban otro camino abierto para protegeraquel intercambio subregional que acogerse a la excepcinen favor de las zonas de libre comercio y los mercados co-, munes. De all que la Argentina acept la ALAW no co-mo un paso hacia la integracin sino eomo un recurso denaturaleza comercial que la experiencia demostr, no lle-g jams a ser una zona de libre comercio, sino un simplemecanismo de preferencias de carcter regional.

    Sin embargo es evidente que la inauguracin de laALALC estimul las pretensiones integracionistm. A l lle-gar al poder John Kennedy y al lanzarse el programa dela Alianza para el Progreso, esas tendencias se abrieroncamino. Para entonces hacia tiempo que funcionaba elBanco Interamericano de Desarrollo, desde cuya presiden-cia Felipe Herrera iba a constituirse en un vocero conspi-cuo del integracionismo regional. Al distribuirse en todaslas capitales latinoamericanos el proyecto del gobierno deEstados Unidos en el que se daba forma al plan de la Alian-za, el capitulo que ms interes en Buenos Aires fue el quepropona la creacin de un Comit de Expertos cuya misinconsistira en evaluar los planes nacionales de desarrollo,establecer compatibilidades entre ellos y dictaminar sobrela asignacin de recursos externos para el financiamientode los mismos.Rogelio Frigerio se encarg en Buenos Aires del estu-dio de1 proyecto y concord con el presidente Arturo Fron-&zi la estrategia nacional para la Conferencia de Mi&-tros de Economa que haba sido convocada en la ciudadde Punta del Este. La propuesta estadounidense fue el pa-so ms enrgico hasta entonces dado -tal vez ningunoposterior tuvo ese alcance- para poner las bases materia-les de una integracin. Evidentemente, un organismo su-puestamente consultivo de esa ndole seria el promotor dehecho de la integracin econmica continental, el distri-

    buidor prictico del trabajo a escala regional de los pueblosdel continente. Por esas razones, la delegacin argentinaa la citada conferencia trab el centro del debate en el ani-quilamiento de la propuesta. Y queda como una valimaexperiencia diplomtica que a despecho de aspectos ta n es-pectaculares como la posicin cubana en la reunin, la dis-cusin ms spera y larga, culminada incluso en el actode la firma del documento final, fue la trabada en turnoal propuesto Comit. Los restantes paises del continente,Estados Unidos por supuesto y la totalidad de los grandesfuncionarios latinoamericanos encabezados por el doctorRal Prebisch presionaron por la aprobacin del plan. Pe-ro la Argentina de entonces tena fuerza suficiente parabloquear una iniciativa contra todo el hemisferio, respalda-da por las instrucciones expresas de accin conjunta queel presidente Janio Quadros dio a la delegacin de su pafsen cumplimiento de los Acuerdos de Uruguayana.

    Para entonces quedaba en claro el fundamento de unaconcepcin del desarrollo econmico que antepona la ca-tegora nacional a la regional. Eii los aos siguientes esaconcepcin iba a avanzar en su formulacin &rica. Estoera indispensable porque las tesis del integracionismo re-gional avanzaban da a da en agresividad y conquistabannuevos adeptos. Por una parte, mientras la ALALC evolu-cionaba, quedaba en claro que aunque nunca llegara a con-figurar una genuina zona de libre comercio, serva comomarco para acuerdos de complementacin en los planesproductivos de las grandes compaas multinacionabs quetrabajaban en el continente. Por otra parte, paises comoChile bajo la conduccin del gobierno del doctor EduardoFrei, aguzaban sus pretensiones en el sentido de obtenerpreferencias regionales que compensaran la insaificienciade sus mercados. Tales preferencias deban ser concedidas,desde luego, por los pases de ''mercado suficiente", como

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    la Argentina. Entre tanto, en los sectores de la izquierday del populismo, el integracionismo circulaba con la velo-cidad de desplazamiento de la mala moneda, ya que se logresentaba como un excelente mecanismo antiimperialis-t a : la unin de las fuerzas de los dhbiles para combatir elp&xh de las grandes potencias.

    En Buenos Aires, los voceros del integracionismo apa-recan por doquiera. Un importante sindicato de la Capi-tal organizaba una conferencia en la que participaban eco-nomistas de distinto signo y matiz (eficientistas, populis-fas, radicales), todos contestes en la necesidad de la integra-cin regional. As, mientras por un lado resultaba a todasluces evidente que la integracin regional la promovanquienes ms se podan beneficiar de ella, a saber las cor-poraciones en situacin de trabajar a escala multinacional,la "guerra de guerrillas" en su nombre la libraban quie-nes en el integracionismo vean un camino cierto a la "li-beracin". De esa alianza de ejecutivos, burcratas de or-ganismos regionales e intelectuales de izquierda o semiiz-quierda se aliment el bagaje terico integracionista hasfael da de hoy.En 1967 el debate alcanzaba un punto culminante.Lyndon Johnson habia encuadrado su poltica latinoame-ricana dentro del marco de la integracin. Tal habia sidoel tema central de la Reunin de Presidentes de Punta delEste. Para entonces, sin embargo, el gobierno militar ar-gentino haba abrazado con decisin ia tesis contraria.Pocas ideas adquirieron tal claridad en las formulacionesde poltica del presidente Juan Carlos Ongana como la dela prioridad de la integracin nacional sobre la regional.Pero, al mismo tiempo, Felipe Hemera defina a su Bancocomo el Banco de l a Integracin latinoamericana; resolvaque el BID dara prioridad a los proyectos de alcance re-gional sobre los que interesaran a una sola nacin y, desde

    Europa, politiclogos y economistas rivalizaban en ponerPnfasis en una doctrina para latinoamericanos que entona-fia himnos a la economa de escala y rezaba el requiem dela soberana naci'onal. Como suele ocurrir en estos casos,tales esquemas reciban en Buenos Aires el apoyo de algu-nos tericos del nacionalismo tradicional para quienes,tambin, la verdadera categora habia dejado de ser el Es-tado y la real comunidad habia pasado a ser la regin.

    Rogelio Frigerio era, notoriamente, el vocero princi-pal del "anti-htegracionismon. 0, mejor dicho, ya que sutesis no tena un sentido negativo, el ms coherente for-mulador de la teora del nacionaiismo y de la tesis de queslo d Estado nacional puede convertirse en el promotordel desarrollo de un pueblo y de la liquidacin efectiva de*sus formas de dependencia. Para F'rigerio era evldenteque las tesis del regionalismo lo que se proponan era aco-plar economas bsicamente desintegradas; quebrar la po-sibilidad de que en M r i c a Latina surgieran estructuraseconmicas nacionales autosuficientes en los sectores b-sicos y, por lo tanto, genuinamente soberanas; dejar asinermes a las nacionalidades del hemisferio frente a la rea-lidad de un mecanismo burocrfico y centralizador, supra-nacional, en manos de las grandes corporaciones y sus de-legados; en Itima instancia, reemplazar el desarrollo y laintegracin en profundidad de cada pas latinoamericano,por un movimiento horizontal en el cual las economias deescala para las grandes corporaciones fueran suministradaspor la adicin mcanica de los sectores ya emergidos delcontinente. Esa condicin notoria de Frigerio le vali, ines-peradamente, una invitacin para el seminario de Arica,donde fueron presentados los trabajos que siguen.

    Decimos "inesperadamente", porque la moda de atp eltiempo tanto en los sectores de la derecha liberal coms enlos de la izquierda acadmica, era negar al pensamiento

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    d-&i&a &la condicin eienfitica. Eidesamoilismo era&@er cosa menos una doct.rlna, se dech. Su principalpromo* no sobrepasaba el nivel de un empresario empi-rico, carente de todo contenido terico. En e1 augustofem-pIo de hs 'do@trina~ ficiales" no haba lugar para el de-wrrollismo, as como en la realidad del continente no lohabia para el desarrollo.

    La renin d Arica confirm, en efecto, que los diver-sos voceros del estancamiento no estaban abiertos al de-bate y que slo planeaban una provocacin. A ella aludeel propio Frigerio y no cabe reiterar susdetalles. Tampocova@ a pena hacerlo porque la Mstoria del pensamientocontinental y de las realidades nacionales en Ambrica La-tina no registrarn, con seguridad, los nombres de los pro-vocadores. Pero esa reunin sirvi, en cambio, para que elpunto de vista de los sectores nacionales alcanzara un gra-do de maduracin mucho ms acabado y para que, en ade-lante, la teora del desarrollo econmico nacional en Am-rica Latina consolidara uno de sus puntos tericos ms in-conmoMbIes.A esta altura de los tiempos parece, tal vez, que gas-tar esfuerzos dialcticos contra el integracionismo latino-americano es dar lanzada en moro muerto. La impoten-cia de la ALALIC, la crisis del Pacto Andiio, la realidad delas politicas nacionales de pases como Brasil y Mxico; laindgerencia que sobre el punto demuestran los EstadosUnidos, el rotundo fracaso en la Argentina de las propues-tas eco&micas de los abanderados populistas del integra-cionismo, son algunos de los tantos ndices que demuestranel agotamiento de esa va muerta hacia el desarrollo quefue el regionalismo. Lanzado como teora despus de iaspropuestas comercialistas o de control de la natalidad, en, os ltimos aos parecen haberlo reemplazado los planesecolgicos y las tesis sobre el agotamiento de las materias

    primas que I d l Club de Roma. Pero qera errado creerque el tema est superado. Aunque la estrategia de lasgrandes corporaciones ha alcanzado en el curso de esta po-ca nuevas muestras de refinamiento, el integracionismo re-gional sigue reservado como alternativa, al menos para lasnaciones que no encuentren salida para sus problemas yque se retrasen ms de la cuenta en el salto que hay quedar en este ciclo crtico de la historia.Las tesis de Frigerio, complementadas posteriormenteen el trabajo de Arturo Frondizi "Amrica Latina. Unaperspectiva poltica", retienen pues no slo su validez ori-ginal sino perfecta actualidad poltica. En eIlas~ e resuel-ve el problema terico del desarrollo nacional contempla-do, por as decirlo, "del lado de afuera". Por otra parte, enmomentos en los que nuestro pas necesita por profundasrazones polticas una doctrina que defina su misin hist-rica, la comprensin ferica del Estado nacional, su fun-cin y su sentido, constituyen condicin indispensable pa-ra unificar tras una bandera coherentey clara a los sectoresirigentes. Hay que recordar que el desviacionismo repre-sentado por las postwlaciones regionalistas sirvi como pre-texto y operacin de diversin para el congelamienta yabandono de indispensables programas en sectores bhicos.Y, en ltima instancia, obst a una clara fo d a c i n es-tratgica para la batalla por el desarrollo lo que a su veadetermin la frustracin tanto de un gobierno militar deslida base como del gobierno popular de ms alto consen-so de nuestra historia.Aunque slo fuera para dar remate a las tesis desa-rroistas descartando una falsa alternativa, el aporte deestos trabajos de Frigerio es decisivo en la doctrina nacio-nal argentina y en los programas de la Revolucin Nado-nal.

    Oscar CaminBuenos Aires, 1976.

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    NOTA A LA SEGUNDA BI)]IY:IOPS

    Para la presente edicin se prefiri conservar intactoslos textos que se incluyeron en la de 1968.Por un lado, ellosconservan actualidad y no vala la pena reelaborarlos; loscomentarios que pueden suscitar los hechos acaecidos des-de esa fecha se incluyen en el prlogo de W a r CamiLiQnque tambin forma parte de este volumen. Por otro lado, esimportante que aquellos textos conserven su carcter detestimoniode los aportes del desarrollismo a la lucha na-cional.Unicamente se modificaron aigitnas notas y se agre-garon dos o tres nuevas, a fin de ubicar correctamente allector en l a situacin existente cuando se realiz el Sefhi-nario de Arica. En algunas notas se suprimieron datos es-tadsticos que resultaba difcil actualizar y que carecan derelevancia. En otras, cuando la importancia del tema lojustificaba, se incluyeron datos actualizados.De M o s modos, las novedades en las notas son muypocas. Cabe, sf, mencionar la relacionada con la ley deldeterioro de los trminos del intercambio. Este tema, natu-ralmente, estaba relacionado con las tesis fundamentalesdebatidas en Arica; y el inters en actualizarlo provenade que, con motivo del alza de los productos primarios delos aos 1971 y 1972,no faltaron economistas que sostuvie-ran que esa ley econmica haba sido desmentida por loshechos. As en la nota 2 se consign que los pases subde-

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    sarrollaaos entre 1961 y'197.2 perdieron un 5,2 por cientoen su relacin de intercambio con el mundo subdesarrolla-4do, segn datos de las Naciones Unidas; y que, segn lamiSma fuente, los precios de los productos industrializadoscrecieron en un 787% entre 1938 y 1972, mientras que el.incremento de los precios de las materias primas en ese pe-rfodo fue de solo 145%. Es decir, la tendencia secular del.deterioro de los trminos del intercambio se mantiene y lasalzas de los aos 2971 y 1972 fueron un accidente coyuntu-ral. Lo ocurrido en los aos posteriores a los de esos datos.de las Naciones Unidas es todava ms netamente confir-matorio del 'deterioro de la relacin de intercambio en lospaseki subdesarrollados. Y de que slo la insuficiencia cien-tfica en el anlisis del fenmeno pudo hacer que se con-fundiera una alteracin circunstancial con la tendencia defondo, que no se comprendiera que ese deterioro tiene cau-sas estructurales y que ellm seguirn operando mientrasn o se pase del subdesarrollo al desarrollo.

    Buenos Aires, mayo 1976.

    INTRODUcCIrnLa presente publicacin contiene, en Ila,primera parte,

    elkxto inbegro del documento que presenit6 end Semina-rio de Arica* y que circul oportunamente enltre los par-ticipantes, y en ia, segunda, a versin de la exposicin oralque hice en la eesin del 2 de febrero de 1968a manera deresumen para la discusin; en las notas del primero deestos textos &e dan las fuentes de los datos all mencionedos. MI posicin era, pues, conocida ankes de la sesin enque inbrvine como expositor del tema.

    Fui nvitado a participai' en el Seminario de Arica porel director d d Instituto de Estudios Internacionales de laUniversidad de Chile, doctor Claudio Veliz. ~ a b ke an-temano q w estara solo en la defensa de la tesis nacional,pues conoca la posicin regionalista de los dems partici-pantes y el objeto de la reunin, que era el de dar defini-tivo "status" mundial al proyecto de integracih latinoa-mericana auspiciado por el gobierno de Estados Unidos yya adoptado continentalmente en la conferencia de jefesde Estado americanos celebrada en Punta del Este, Uru-guay, en abril de 1967.

    8 &rica es una pequea ciudad martima que perteneci al Per has-ta que, en el siglop&;~rardo,ue ocupada por los chilenos como consecuen-cia de una exitma aiocin militar que desplaz6 el limite de su pais aQU-nus kilmetros al norte de esta poblaci6n, cuyo iestra.tgico emplmasnlen-to geogrhfico es su prinoi.gal caracter istica . All, a fines del mes de ene-ro de 1968, fue convocada la mencionada reunin internacional para exa-minar eil problema de la integracin y el desarrollo latinomeri.cainos.Participaron en sus debates econombhs e Investigadores de disci-plinas afines de casi todos lo. p h e Amrica y Europa. Dos tesis ysolamente dos, se enfrentaron e n la oportunidad. Una, la oficial, quecont con Ia ahesi151-1 expresa o tacita de todos la presentes menos uno.Esta te& ctvnisidera que Amrica Latina es un solo pafs. Por lo tanto,debe constituir un solo mercado, con un gobierno supranacional al quedeberhn subosdinarse la s soberanas de nuestras repblicas. Tal gobier-no supranacional aseguraria -segn sus partidarios- una conduccinuniforme, manejada por grandes intereses econmicos que actan enforma coherente y orgnica y capaz de promover eficazmente el de t -rroUo, venoiendo las obstculos que surgen de una accin fragmentada.

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    ' NO obstante; consider conveniente correr todos losriesgos de esta sol itaria aventura, convencido de que el de-bate se desarrollara en el plano que correspondia a la se-riedad de lahs instituciones organizadoras y a la calidad demuchos de los participantes. Aunque mi tesis fuem dese-chada por la unanimida menos uno, quedara registradapara contrastarla con la evolucin futura del esquema re-gional que inevitablemente probara en los hechos su na-turaleza contraria al inters de nuestros pueblos, y serafinalmente abandonado. Por otra parte, me senta obli-gado a sostener en este foro mu~ dia l na posicin que,felizmente, es compartida por la gran mayora de los diri-gentes de mi pas, del empresariado nacional, del movi-miento obrero, de la inteligencia y de las Fuerzm Arma-das. Era una oportunidad de exponer una tesis argentina,ms que la de u n economista aislado.

    Mis previsiones se cumplieron en cuanto a la singula-ridad de mi argumento en favor de la inkgracin nacionalcomo etapa ineludible de cualquier inbegracin regionalfutura. Toda la eatru

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    Persuadido de que el plan cmiatia en provocar mireaccin para que no llegara a exponer mi .tesis en Ia reu-nin, me abstuve de intervenir en debates accesorios parapoder arribar as a la sesin en que se debia escucharmeen la exposicin del tema de fondo, la cud estaba progra-mada para los ltimos das del seminario.La sesin se abri con mi disertacin, en mi carcter

    de relator del tema "Los Estados Unidos y la integracinde Amrica latina". A medida que avanzaba en el discur-so, en que rebatia los argumentos contrarios a mi tesis, elgrupo provocador cambiaba gestos y palabras de disgusto,hacia ostentacin de no escuchar al disertante y manifes-taba su desaprobacin con exclamaciones que yo no escu-chaba desde mis tiempos de militancia en las tumultuosasasambleas estudiantiles. Ea. clima era cudquier cosa me-nos el clima de una reunin de economistas responsables.Trat de conservar la calma y termin mi exposicin, laque fue seguida de una respetuosa rplica de Helio Jagua-ribe ,que ncrtariamente desentonaba con el ambiente de cu-mit polMco y con el comportamiento de los que le suce-dieron en la tribuna, un argentino que actualmente esprofesor de la Universidad Nacional de Chile, y el chilenoAndrs Bianchi.

    El primero comenz diciendo que haca un esfuerzopara ocuparse de un informe, el mio, demostrativo de la"completa ignorancia del autor", y que lo haca solamenteporque yo haba ocupado un cargo importante en un go-bierno argentino de "triste memoria". Quien hablaba era,pues, un poltico de izquierda, opositor al gobierno de Fron-dizi, y no un participante de una conferencia cientfica;caso tpico de la transferencia del complejo de exiliado. Enese tono sigui agravindome personalmente. Hube de reac-cionar all mismo, pero me contuve pensando que, al ha-

    cerlo, dara lugar a que #e dijera que lo que se debatia e=una querella entre compatriortas. El orador siguiente ya ns,era un argentino, sino un chileno, ciudadano del pas hu e-ped y allegado a la entidad organizadora, quien tena obli-gacin de hacer honor a ambas calidades. Parti del puntoen que habia terminado el anterior orador y pretendi con-tinuar en el mismo tono de agresin personal. Inmediata-mente anunci que me retiraba para no convalidar un actode grosera provocacin, indigno de una asamblea de hom-bres responsables.

    Al llegar a mihotel recibi la visita del organizador delseminario, doctor Clauciio Veliz, quien reprob el lamentablecomportamiento de los provocadores y me ofreci un de-sagravio pblico si regresaba a la conferencia. Tuve opor-tunidad de sealarle con toda energa la secuela de actoshostiles que haba sufrido desde mi llegada y reprocharleque no nubiera tomado medida alguna para corregir la si-tuacin y para prever la provocacin que, a todas luces,se preparaba. Me negu a aceptar el desagravio, porque, ledije, no se trataba de un insulto a mi persona sino a mipas y a la conocida posicin argentina contraria a la pre-tendida panacea regional del subdesarrollo de nuestrospueblos.No conservo rencor alguno como consecuencia de estetriste episodio. Como militante de un movimiento nuio-nl que desafa poderosos intereses internos y externos ata-dos al atraso y la disgregacin de mi patria, estoy amm-do para sobrellevar los riesgos y las heridas de esta lucha

    nacional. Soport agravios peores en mi pas, cuando a bno tenan uniforme comenso, como lo tienen hoy, a con-ducta y la obra del gobierno presidido por Arturo Frondizi,de las que estoy profundamente orgulloso. Durante a egobierno, ahora y en el futuro, los hombresde nuestrome

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    F d i D ll P lti d lli

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    vimiento atuvimos y estamos &puesta a sufrir Isis pea-diatriba8 y e a l d t k . Pero aromo;s chcientes de qede!eaidemos ia causa nacionaien la que creen y pork quel u w muchisimus de n u e s h compatrioltas, de todos lossectores sociales.EZ epLodio de Arica fue uno ms en la historia de estaguerra nacional con- el suWwrrrollo y por la fnk gr ac ibespiritual y mabrial de nuestro pas, por 6u autodetenni-naci6n y su soiberania. En Arica enfrentamos una gran-de y peligrosa confabulacin antinacional, disfrazada depatriotismo latinoamericano. Creo que fue una batalla im-po-te, porque qued al descubierto la maniobra en laque estn comprometidosmuy poderosos organisrrios e in-tereses que responden, a sabiendas unos y sin isaberlo otros,

    a los monopolios apsr id as que proyectan, &vamente ysin pausa, a creacin en Amrica latina de una '"tierrade nadie", despojada de sus resguardos soberanos y desus vocaciones nacionales histricas, para asentar en es-te espacio vacante la hegemona de los grandes centroseconmicos que han succionado secularmente el traba-jo, la riqueza y el genio de nuestros pueblos.

    Regres de Arica con la certidumbre y la prueba de es-ta confabulacin en marcha. Fue una experiencia muyvaliosa, porque contempl frente a frente y al desnudo elrostro de la antinacin . Ms valiosa a h orque, al aqui-latar el enorme poder del enemigo, me afirm en la con-viccin de que est inexorablemente condenado por la his-toria. Lo est porque contrara las tendencias objetivasdel desarrolo social de la poca de la segunda revolucin in-dustrial y de la coexistencia pacifica. Lo est, sobre todo,porque escada dia ms clara, cada da ms irreprimible, laconciencia nacional de los pueblos subdesarrollados.' Las n u m e r m -algunas inesperadas- expresiones

    , \ de solidaridad que he recibido y que atribuyo solamente alfrreo fundamento nacional de mi tesls, me llenan de ale-grfa, porque demuestiran que ya hemos ganado esa batallaen la Argentina.

    Buenos Aires, 1968.

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    PFkilORA PARTELOS ESTAWS UNIDOS Y LA INTEa-RACIONDEANLERICA LATINA "

    1- ntroduccin.El tema que nos proponemos abordar lleva contenidoen su enunciado una definicin poitica, cual es la acepta-cin de la integracin de Am6rica latina como premisa defuturo.La integracin de Amrica latina comtituye al mismotiempo una meta y una necesidad del desenvolvimiento delas naciones que la forman; lo es tambin para el mundocontemporneo, en virtud de su tendencia a la unidad, quees tan objetiva como lo fue en la Edad Media la tendenciaal aislamiento; lo es, finalrnenlte y, sobre todo, para cadauna de nuestras naciones, obligadas a robustecer su rela-cin con d mundo de que forman parte.Sin embargo, en nuestro concepto, la integracin regio-nal debe ser precedida por la integracin y el desarrollo decada una de nuwtras naciones, porque nicamente los es-tados nacionales pueden establecer las condiciones de re-lacin con el mundo a partir de la creacin y el fortaleci-miento de las bases materiales de su soberana y de su ca-pacidad para satisfacer las crecientes apetencias de bie-nestar social de sus habitantes.La condicin nacional resulta as insoslayable en elanlisis propuesto, y comtituye su punto de partida. Esh .

    es el tema esencial del trabajo que iniciamos.* Doaumento pxsatado por ROGELIO ~ ~ ~ 1l Semi?~ario

    .&obre"Integraoin Politioa y EcOi16mica", orgm~bdo m el Instltitto deEstudios Internacionales, de la Universidad de Chile, y el Centre d'gtudesde Politique &trangre, de Pars (Arica, del 24 de enero al 1Q de febrerode 1968).

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    Nos proponemos demostrar que, si el inters y el resor-;te nacional no presiden el desarrollo, el destino de las na-ciones subdesarrolladas se subordina al inters de 1m m-nopolios, cuyo objetivo es la alta tasa de beneficio, no el de-sarrollo y la integracin, tendencias stas que encuentranen aqullos sus principales obst8culos.Trataremos pues de dar las pautas que sirven de sos-tn a nuestra tesis:1) El mundo actual se encuentra dividido en nacionesindustrializadas y naciones subdeisasrolladas; no hay, pues,un "tercer mundo" distinto del capitalista y del socialista,cuya reunin en un haz compacto pueda ofrecer un tercercamino de desarrollo, distintoal que siguen las grande^ na-ciones capitalistas y socialistas.2) En el mundo conrtemporneo no existe la posibili-dad de emerger del subdesarrollo sobre la bme de una es--tructura econmica apoyaaa en la agricultura o la mine-ra. Es indispensable acelerar el proceso de industrializa-cin, cuya primera prioridad es la industria pesada. De es-.ta premisa surgir otra: la llamada reforma agraria es in-conducente, al efecto de provocar el despegue hacia el de-sarrollo.3) Los mecanismos comerciales y el comercio mismo-resultan htalmente insuficientes para generar la acumu-lacin de capital necwario para el desarrollo. El problemaradica en la produccin, y su estructura no puede ser cam-biada sino mediante inversiones masivas proporcionadaspor la colaboracin de las naciones altamente desarrolla-

    das. De esta premisa surge otra de singular importancia:la relacin entre el mundo desarrollado y las naciones PO--bres tiende a cambiar fundamentalmente, orientndose ha-cia la cooperacin internacional con el mundo subdesarro--llado, en virtud del hecho objetivo de la superproduccinque obliga a crear demanda solvente.

    La exposicin delproblema y de las solucbnes que pro-ponemos se encuentra erizada de dificultades. La mayorde ellases la aparente contradiccin entre la tesis de la in-tegracin nacional como paso previo a la integracin regio-nal y el hecho de que existan claras tendencias hacia launificacin mundial. Parecera contradictorio con estastendencias el empeo en demorar un tramo unitivo -irYte-$;racin regional- para levantar, en cambio, barreras na-cionales que constituyen, al menos en apariencia, verdade-ras ciudadelas erigidas contra la unificacin final. Trata-remos en a t e rabajo de superar &a contradiccin que no!existe en la esencia del fenmeno objeto de este anlisis,11- a Naciln en el mundo actual.

    Antes de ahora hemos definido la nacin como una.categmfa que abarca, integra y armoniza en su universa-lidad a todas las regiones, grupos sociales, wtividades eco-nmicas y las corrientes ideolgicas o politicas. El esta&nacional es, a su vez, la estructura politica que preside la-unidad y que queda mi expresada. .Fista definicin nos presenta a la nacin como tal, peroinvolucra de hecho y al mismo kiempo una estrategia. Sees naci6n en tanto y cuanto se logra la sntesis all invo-lucrada. Esta es una larea histrica, un proceso implan-tado en un momento del mundo, en el que la explosi6n delas nacionalidades constituye una de las caractersticasm% notorias. De ese mismo mundo que marcha hacia unasntesis ecumnica.Sostenemos la plena vigencia de la nacin en esk cua-dro. Es ms, creemos que ella es necesaria y que sin su pre-sencia seria imposible la realizacin de la sfn tesi~ egionaly universal.~est imonia sa vigencia el nacimiento de las naciona-

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    lidades en dos vastos continentes, hasta hace muy pocombito natural en el que prevaleci el viejo colonialismo.El despertar de las naciones de Africa y Asia se cumple enel cantexto de un mundo que tiende, como ya se ha sea-lado, a la unificacin.Es esto contradictorio? El surgir de las nacionalida-des traba el proceso unitivo? Creemos no slo que no lo tr8-ba sino que, antes bien, la unidad es posible, se acenta yconcreta, a medida que se afirman las naciondicladw. Es-to es as porque son las naciones, sus clases y swtores so-ciales, el Estado nacional, quienes promueven su propiodesarrollo material y espiritual y lo hacen en funcin de lanacin y el individuo.

    El desarrollo cientfico y tcnico, al alcanzar el altonivel actual, determina que el hombre se lance a la aven-tura del &tomoy a la exploracin del espacio sideral. Estehecho, resultado del progreso material, marca la tenden-cia a la unificacin por una doble va: la imposibilidad dela guerra total, por lo que ella entraa de definitivamentede sh ct iv o y la necesidad de colaboracin internacionalpa-ra cumplir una etapa, cuyos antecedentes son fruto de lacontribucin de todos los hombres, m&sall&de los limitesnacionales y de todas las naciones. Pero son los hombres ylas naciones los protagonistas de la doble competencia quelos c6nstrie a unirse. No hay entidad ante la que abdi-quen las nacionalidades para realizar las ha zdas a lasque convoca el destino. Su asociacin no se cumple sobrela base de debilitar sus respectivas economas, sino en laconstante afirmacin de las mismas. No hay abdicacin.de las patrias, ni la condicih de aptrida constituye unfactor favorable en este proceso de transicin del mundo

    , actual.La tendencia a la unidad se expresa en el plano de lasnaciones ms altamente desarrolladas. Las otras, cualquie-

    ra sea la importancia y significacin de la cmtribucihque hayan hecho al desarmllo matqial y espiritual que per-mite el cumplimiento de las grandes hazafia8 cientficas ytcnicas, quedan marginaas de la decisin y del procesomismo en lo que ste *tiene e realizacin concreta e inme-diata. Si en su territorio se encuentra el lugar geogrhficoptimo para un lanzamiento o un descenso, prestar lazona para la ereccih de una base; si en su euelo hay ricosyacimientos de uranio, lo proporcionar, pero ni participa-r& n la decisin poltica de cumplir los pasos materialesdel episd o, niprotQgonizar la empresa. Si se opusiera aese proceso, acusada de contradecir la tendencia his-Mrica a la unificacin y soportara las consecuencia8 ded i o . El liderazgo del "mundo uno" por las grandes poten-cias no es resultado de gestos y discunsus, sino que se asien-ta en hechos objetivos.

    Sin embargo, una nacin es tal, aunque no haya alcan-zado el rango de superpotencia, cuando quedan reunidoslos requisitos para su progresiva autodeterrninad6n; es de-cir, cuando desenvuelve su capacidad para adoptar lasdecisiones fundamentales de su politica interna y externa&n interferencia de faotores extraos. El mundo desamo-llado se encuentra en esta categora, no as las nacionessubdesarr011adas, cuyos rasgos veremos en otro punto.

    El mundo de nuestros das, en cuyo marco debemos verla nacin, &&te a la crisis definitiva de las viejas relacio-nes int!emacionales y al crecimiento de otras nuevas, connuevos caracteres, con distintas protagonistas.Estemundo evoluciona en medio de tres grandes acon-tecimientos: la ya sealada desco1oniz;acin de dos conti-

    nentes, Asia y Africa; la creacin de un sistema socialistade escala mundial; la revolucih cientffica y tecnolgica., Ezrlste aiin un cuarto rasgo caracterstico de nuestro

    tiempo, cual es la concentracin y centralizacin de la eco-

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    noma, tanto en la esfera capitalista como en la so~iam?.Sibien el proceso viene de antiguo, asume hoy aspectos quele dan un peso especfico distinto.

    1. La liberacin de las colonias y posesiones europeasen Asia y Africa modifica sustancialmente la relacin defuerzas de las grandes potencias, incorpora nuevos factoresen el comercio mundial y pone en primer plano el temacrucial de nuestro tiempo: la necesidad de las ex coloniasde completar su emancipacin poltica con el desarrollo in-,dependiente de sus economas suFrdesarrolladas. E3 proble-ma configura la gran contradiccin histrica de la poca:la que opone el tercio adelantado del hemisferio norte alsector subdesarrollado de dos tercios de la poblacin mun-dial. EMn comprendidas en este grupo de naciones tantolas latinoamericanas y algunas afroasiticas, que conquis-taron antes de ahora su libertad politica, como algunasnaciones que integran el sector socialista.

    Aunque estas naciones del hemisferio sur registran di-versos grattos de progreso econmico, social y cultural, per-tenecen todas al mundo subdesarrollado, es decir al mun-,do que est incapacitado para financiar el crecimiento sos-tenido de sus fuerzas productivas con el producto de susexportaciones primarias.2. El segundo hecho fundamental de nuestra poca es

    el su rg i u n to de un sistema mundial de naciones: socialis-tas. El capitalismo ya no es la nica forma de produccinyalterna en la sociedad universal con un sistema que abar-ca un cuarto de la geografa y un tercio de la poblacin(del mundo. En este sistema socialista existen diferenciasenormes entre el grado de desarrollo alcanzado por laUnin Sovitica, segunda potencia mundial, y el de paisescomo Albania, Vietnam o Corea. Pero todos han empren-dido el camino de L ndustrializacin. Forzando el ahorroy canalizando las inversiones los sectores de la industria

    pesada y de l a infraestructura de cc~municacionea an su-perado las tasas de crecimiento de las economas capitalis-tas. Por otra parte, han rechazado el esquema de la com-plementacin y divisin del trabajo dentro del sistema,y nointentan erigir un rgimen cerrado de intercambio que losaislara del mundo capitalista. Lejos de ello, estimulan elcomercio con el sector capitalista, as como las inversionesy prstamos provenientes del mismo, para aliviar las ten-siones internas y acelerar el ritmo de crecimiento.

    3 . El tercer elemento de cambio es el prodigioso desa-rrollo de ia ciencia y la tcnica, en los terrenos bsicos dela energa nuclear, la electrnica, la cibernbtica, la qumi-ca y la biologa. El carcter dinmico de esta revolucin enel campo de la produccin y del consumo en masa produ-ce cambios cualitativos en el proceso econmico. El mun-do sale de l a economa de escasez y se nterna e n la mono-ma de abundancia. Vemos, as, que se alteran los clsicosciclos de depresin y recuperacin de la economa y que sedispone de elementos materiales y de tcnica econmicacapaces de evitar las profundas crisis del pasado. Eh la l-tima posguerra, el mundo capitalista se desarroll en for-ma regular y continua. La s dos recesiones que exper2men-t6 la economa norteamericana en 1949y 1954 no alteraronsustancialmente dicho ritmo de crecimiento; el productobruto nacional se deprimi en 1% en 1949y en 0,5 en 1954,para repuntar nuevamente con tasas de crecimiento del8,4% en 1950, y de1 5,6% en 1955.1

    Eslta revolucin tcnico-cientfica ha desatado nuevaa1 mi base a UnitRd Nations, Ststbtical Yembook 1968, cuadro 179,

    J anuarics ante~iores.La evolucin que wdstr la economia norteame1icona con papteri.01riad s a fecha de la primera edicin co n f h e lo aseverado en el tex-to. La guerra de Vietnam y la coyuntura alcista del ipetr61eo obligaron amalizar ajustes, y tambin siguieron ma.nife&&ndcm problemas &ruo-m e s , pero el aparato &mductivo de EsrtadmUnidas evidenci su aptb

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    fuerzas que han multipJicado la repmducci6n de la eccni~.d a , ha incorporadoa la produccin nuevos y grandes con:' $ingentes de trabajadores y empresarimy ha efectuadoasuna formidable expansin del consumo y del mercado in-terno que impide las bruscas fluctuaciones cclicas del pa-sado. EUo explica, en gran parte, que no haya tenido efec-tos desastrosos pera las economas de Gran Bretaa y deFrancia la perdida de sus imperios coloniales. Al contra-rio, en el caso de Francia, ia recuperacin econmica deposguerra sigui6 a la independencia de sus colonias airl--canap y asiticas.Naturalmente, como todo proceso histdco, ste quevivimos no ha sido siempre idico, igual, gradual y recti-lneo. Ha experimentado avances y retrocesos. Ahora mlsmo, el problema financiero mundial plantea a la imaginacin de los hombres un serio conflicto, cuya solucin Itt-ma no se dar&,estamos Seguros, en la esfera monetaria si-no en la esfera de la produccin o, ms exactamente, deldesarrollo de las fuerzas productivas de toda la sociedad.)Pero esbs tres sectores o reas o zonas de la econo-- - - -mia mundial -mundo subdesarrollado, mundo socialista ymundo capitalista- estn separados entre si? Siguencursos completamente aislados entre s? Cules son losvnculos que se van formando a lo largo del proceso? ~Cu-les son las perspectivas: la integracin o la desintegracin, del mercado mundial?Los interrogantes tienen para nosotros impmtancia vi-tal; nos estn indicando una estrategia en la programa-cin del desarrollo; nos estn diciendo hacia dnde dirigirnuestras miradas, puesto que formamos parte de ese mun-do a l a vez mico y diferenciado; nos sealan dnde puedentud .para evitar los Wuscos desniveles de actividad que fuf-sa en al pa-sado.

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    estar los aliados del desarrolloy dnde estan sus enemigos.4. La concentracin y la centralizacin de la econo;ma constituye tambin un rasgo esencial de nuestro tiem-po, tanto en la esfera capitalista como en la socialista. Ladiferencia estriba en que en el mundo socialista esta con-centracin y centralizacibn se realiza al nivel del Estado#aunque delegue la realizacin prctica de aspectos concre-

    tos a organismos especficos. En el mundo capitalista, cual-quiera sea el grado de centralizacin y concentracin de laactivildad econmica, sta se opera a travs de los monopo-lios, una de cuyas caractersticas esenciales es su condi-cin extranacional.Cul es la posicin que ocupan en este cuadro las na-ciones subdesarrolladas y sus respectivos estados nacion*les? Sean ellos socialistas o capitalistas enfrentan el mismoproceso de concentracin y centralizacin fuera de susfronteras, presionando dentro de ellas. Veamos cmo ope-ra esta presin en uno y otro caso.Un pais subdesarrolladoX de la esfera capitalista quie-re construir su propia siderurgia. La respuesta del mono-polio es, invariablemente, que l mismo puede cubrir las ne-cesidades de acero de X en trminos de mayor economici-dad. O bien que X no debe hacer su siderurgia porque yaZ, otro pais subdesarrollado vecino, tiene u n proyecto enmarcha que podr surtir con menor inversin a ambas nst.ciones. En cambio, X podra hacerse cargo de con~truiruna gran central elctrica para abastecer la regin.Un pas subdesarrollado X del mundo socialista quie-re construir una gran central hidroelbtrica. La respuestade la potencia lder ser dictada igualmente en funcin dela economicidad que suscita la centralizacin que presidey, en consecuencia, dicha central se construir all dondela nacin financiadora considere ms conveniente para laregin en su conjunto y no en el territorio de la nacinpromabra .

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    En uno y otro4x80e9 confiictom el miamo. El procer8ajetivo de ia centralizacin seala un camino econmiw,que es rechazado por la necesidad de ser de la naci6n. U.conclusin terica que surge de este conflicto consistiria enafirmar que el proceso nacional se constituye en un faotorda atraso, puesto que se niega a acogerse a los beneficiaque la concentracin econmica y tcnica proporciona.Por qu no es mi? Simplemente porque la nacinexiste y constituye en nuestra poca un hecho poltico so-d a 1 vigente como lo es la familia misma y no el clan o lammunidad primitiva.En el intercambio, los centros industriales obtienenaistemiticarnente ventajas sobre lm pueblos productoresde materias primas, al punto de determinar su ruina. Losprecios de las manufacturas subieron en relacin a unabase de 100 en el ao 1954 a 112 en 1965, mientras que laproductos primarios bajaron de 100 a 91 en el mismo p eriodo. Refirindonos al a;o base mencionado, en el comer-eio internacional los pases isubdesarroiiados hoy entregan100 y reciben 87, en funcin del deterioro de su relacinde precios.2El proceso de ascenso de los grandes centros industria-les se oper al influjo de la poltica nacional agresiva re*iizada por las naciones que luego resultaron ser las gran-

    2 En base e United Natians, op. cit.La eleccih de 1954 como ao base se hizo en raz6n de qW a

    e esa fecha las tendenlcias del comercio mundial se manifiestan con cla-xidad, luego de superadas las circunstanicia.1~ btorsiones de la pague- ,m. Pero para la Argentina el fndice seria mucho m8s desfavorable si Sem a r a como ao base de la serie a alguno de principios de siglo.Con posterioridad rs la primera edicin de este libro, desde fines de1971 y dwante 1972, se produjo una coyuntura alcista pma las materiasprimas. Eso luego se vera como un simple accidente en l a curva; si nembargo, algunos e6onomkbas, evidenciando runa incomprensin tericaQeP Ben6men0, sacaron la fa.Lsa conolusin de qub habfa cambiado la ten-

    des potencias. Tal ocurri con Inglaterra, Alemania, Esta-dos Unidos, Japn, etc.Si en el momento del despegue hacia el cambio de es-tructura se los inhibiera de recorrer igual camino -por

    S U ~ U ~ S ~ On las inditas condiciones de nuestro mundo entransicin- qu ocurrira con aquellos pases que por mo-tivos obvios no fueran elegidos como polos del desarrollWDvntro, por ejemplo, de Amrica latina, quines seranlos que cambiaran 100 por 87 y quines los beneficiariosque cambiarfan 87 por 100?

    A la Patagonia argentina, semidesrtica y por tantosin mercado actual, cundo le ,tocarla su cuota de electri-ficacin, siderurgia, industrializacin en generad? Y lnordeste de Brasil? Quin promovera ese cuasi continen-te segregado del mercado capitalista, sin capacidad presen-fre de consumo?

    En los dos ejemplos extrados al azar, la integracin yel desarrollo de ambas zonas slo pueden ser abordadospor sus sendos estados nacionales. Ninguna otra instanciapuede salvarlos de su actual estado de atraso e indefen-sin y, justamente por razones naciomdes, de solidaridadnacida en la historia, en el idioma, en el territorio, en lacultura comunes. Todas las razones de econornicidad in-mediata y de plazo medio determinan llevar esos factoreade desarrollo a los sectores donde actualmente existe pobla- ,cin solvente y, en consecuencia, mercado.

    ciencia secular al deterioro de los trmlnos del intercambio. Lo ocurri-do desde 1973 en adelante, as como una elaboracin m& completa deBas series, prob que esa opinin era simplemente producto de un op-timismo acientifico.Los datos suministrados por la misma fuente citada, qu e se utilbden la Primera edicin, indican ahora que los Dafses subclesarrollados entre1961 y 1972 perdieron un 5,2% en su r ela cib de intercambio con el mun-do dt?sarrollado. Y la misma firente dice que entre 1938 y 1972 las Dre-aos de Jag exportaciones de productas manufacturadw crecie~on n un

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    Todavia habra que responder a este interrogante queentraa una objecin: Por qu se es menos nacin cuan-do se imp&ta acero, celulosa o petroqufmica, que cuandose elaboran estos productos y elementos en el propio terri-torio nacional? Por una doble razn. Por una parte, est lacuestin fundamental de la autodeterminacin que aca-bamos da examinar, cuyas bases naateriales residen precisa-mente en la capacidad de disponer, sin limitaciones im-puestas desde fuera, de aquellos elementos reproductivos deriqueza idneos para promover el crecimiento econmico aritmo adecuado. Por otra parte, el proceso econmico, cuan-to ms complejo y completo es, engendra a su vez una mJritpida evolucin de la tcnica y de l a ciencia; es decir, elevala condicin de los habitantes y de todas las regiones del pa hde que se trate. Los integra y desarrolla en funcin del inte-rs nacional que es distinto y casi siempre opuesto, tantoa la alta tasa de benefici,~ e los monopolios como al prin-cipio de la economicidad erigido en contra de la experien-cia histrica del desarrollo econmico (en el capitalismo yen el socialismo).

    Prestemos ahora atencin a la contradiccin principalque se destaca en ese panorama que intentamos compen-diar: la que existe entre los sistemas capitalista y socialis-ta. Esta contradiccin, lejos de conducir a la guerra, con-duce objetivamente a la cooperacin. En efecto, el poder7ST%, mienti'as que las exportaciones de aliinentos y materias primas s6-10 lo hicieron en un 145%. Obviamente es necesario eszar dotaido de Unconocimiento terico de los problemas para no sacar falsas conclusionesde los fenmenos coyunturales; el deterioro de los trminos del inter-cambio ?e ori=ina en la insuficiencia de la estnictura productiva de lapafses subdesarrollados, que no tienen aptitua para producii. bienes conun nivel de valor agregado semejank al de los paises altamente indus-;trializados que si estan en condiciones de aumentar la productividad dettrabajo humano, nica causa del valor de las bienes.

    destructivo acumulado en ambos polos de la contradicci6nha llegado a ser de tal dcance, que ha quedado eliminadala posibilidad de una guerra, so pena de precipitar el mun-do en la destruccin total. Descartada la guerra, surge lanocin del mundo como unidad y la noeih del progresocomo aspiracin y meta del mundo-uno. La contradiccinse resuelve entonces en competencia, y la competencia Beobjetiva en el campo eeonmico, en relacin a la mayor ca-pacidad de producir ms a menor costo y de crear en laperiferia del rea subdesarrollada una mayor demanda sol-vente.Esto significa que los dos sistemas competitivos estnobligados a crecer vertical y horizontalmente, utilizando latotalidad de su capacidad productiva y proyectando y en-sanchando sus mercados en escala mundial. Por eso, lacooperacin internacional orientada a l desarrollo de las re-giones perifiieas es objetivamente necesaria para los dosgrupos de pases -desarrollados y subdesarrollados- en lantitiva seedida en que el desarme y la convivencia comp,resuelvan en el crecimiento vertiginoso de la produccibnpara el consumo pacfico.Ubicados en este cuadro de competencia econmica, lospafses subdesarrollados no pueden ser mercados solventesmientras se acente el deterioro de los trminos de su in-tercambio. Deben entregar ms excedentes a cambio demenor cantidad de productos industriales, en tanto su de-manda interna se ensancha por el crecimiento de la pobla-cin y por la demanda de los aectores del trabajo organizadosen los movimientos sindicales. Para que se constituyan enmercados solventes, para que puedan entrar en la esferade los intercambios de al to nivel prcductiyo, para que pue-dan expandir los sectores tradicionales de sus exportacionesy crear un nmero mayor de productos exportables no tra-dicionales, necesitan algo ms que un "justo precio" para

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    sus productos, algo ms que una "rebaja de aran~eles'~.Necesitan desarrollarse en extensin y profundidad. O sea,de nuevo: ser Nacin. Nacin de economfa integrada que,dentro del marco del comercio mundial, significa ser mer-cado solvente.111- ases en desarrollo o subdesarrollados.Necesitamos ponernos de acuerdo sobre algunas defi-niciones. No se vea en ello ni un afn literario, ni filolgi-c2, ni samntico. Es que a esta altura del debate sobre eltema del desarrollo econmico, las definiciones, a fuer desutiles, significan siempre algo, y algo muy importante.Por ejemplo, la expresiirn que se va imponiendo insensible-mente en los organismos de las Naciones Unidas y en loagrandes encuentros internacionales para definir nuestrospafses: la de paises en desarrollo.Pues bien, esta definicin induce a confusin; indicaque el pafs de qu$ se trata est en vas de desarrollo, mar-cha hacia l; que, por lo tanto, est ya aplicando una po-lftica de desarrollo, lo cual implica una masa de inversio-nes, unos objetivos, un ritmo determinado.Existe aqu una confusin entre calidad y cantidad.No se trata tanto de cunto se produce, sino, esencialmen-te, de qu es lo producido.

    En la redidad, sin embargo, nos hallamos ante uncuadro bien definido: nos hallamos, tratando siempre deese pas determinado, ante un estancamiento o retrocesode la produccin industrial; esa produccin industrial -1i-mitada siempre al sector de las industrias livianas- pro-duce m agravamiento de la balanza comercial, pues de-manda nuevas y nuevas lineas de importacin de mate-rias primas, productos intermedios, maquinarias, combw '1 tibles; nos hallamos, siempre, ante una cafda del valor de

    m exportaciones; nos hallamos, en fin, ante una infraes-tructura de transportes obsoleta. Estamos, pues, ante unaestructura econmica atrasada y en crisis.Puede ese pafs tener un ingreso per capita ms altoque otros, como por ejemplo, Venezuela, Argentina y Uru-guay, frente a Hait, Bolivia, Ecuador. Pero, qu hay decomn entre Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador? Loque hay de comn es la incapacidad de todos estos pasesde financiar su crecimiento econmico sostenido e integra-do con el producto de su comercio exterior.Qu se entiende por crecimiento integrado? Se en-tiende un proceso que se desarrolla en extensin y en pro-fundidad. En profundidad, o mejor, en calidad, en cuantoisepropone colmar los vacos que ostentan esas estructuraseconmicas, especialmente en lo que se refiere a la indus-tria pesada (siderurgia, energa, quimica pesada, indus-tria de maquinarias), celulosa, papel, estructura de lostransportes. En extensin, es decir, en proyeccin geogr-fica, en cuanto se propone colmar los grandes hinterlandsdesrticos o agrarios muy atrasados, aislados de los gran-des centros civilizados. El crecimiento, en tales condicio-nes, significa colmar la etapa de la formacin de la nacio-nalidad, de la integracin nacional de todas sus regiones ysus clases sociales.Pero que un pas sea subdesarr011B.ado o en desarroUetiene otro significado que llamara polftico, si admitimosque la del idesarrollo es una poltica,Se trata de lo siguiente: si aceptamos que este o aquelpafs s5 encuentra en desarrollo o en vas de desarr0110, lapoltica aconsejable es la de acelerar el prbceso en que sehalla; sin cambiar el esquema, la estructura. En cambio,si admitimos que este o aquel pais es subdesarroUado lapoltica aconsejable es otra, es la que tratamos en este tra-bajo: la de una industrializacin integral e integrada en

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    cuanto A os rubros bsicos que son condicin del debarrollo,y en cuanto a su proyeccin geogrfica; es decir, el cambioradical de estructura. Hacer de un pas agro-minero-h-portador, un pd s de economa integrada. 'Se ha quebrado la tradicional divisin internacionaldel trabajo, en cuyo marco se desenvolvieron precariamen-te los pueblos que cultivaban el suelo y lo abran para ex-trae r sus riquezas minerales. Por ello no hay otra pautacientfica para definir el subdesarrollo sino sta que se re-fiere a su carcter estructui'al. Algunos de los paises deeste grupo pueden ofrecer al observador adecuados nive-les de desarrollo social y cultural, bajas tasas de morbili-dad y hasta aceptables ndices de ingreso bruto nacionalpor hzbitante en virtud de que producen minerales comoel petrleo y los minerales crticos, de gran valor de mer-cado. Pero siguen siendo subdesarrolls~dos orque sus es-tructuras productivas estn reducidas a la explotacin dela tierra y del subsuelo. Solamente la integracin del agro,la minera y la industria al nivel de la moderna tecnologapermitir a estas naciones incorporarse al mundo desarro-llado y multiplicar su participacin en el intercambio mun-dial. En esta poca, los pases incrementan y diversificansu comercio exterior a partir del emplazamiento de su in-dustria pesada.La progresiva pauperizacin de nuestros pueblos seagrava a despecho de todos los pronunciamientos y esfuer-eosrealizados. hasta ahora por las instituciones internacio-nales y las grandes potencias.

    A ms de veintids aos de la firma de la Carta de SanFrapcisco, a similar lapso de la Conferencia de BrettonWoods, de la creacin del Fondo Monetario Internacional ydel Banco Internacional de Reconstruccin y Fomento, de lasuperposicin de otros organismos de ayuda, a seis aos dela proclamacin de la Alianza para el Progreso, a casi tres

    aos de la primera reunin de la Conferencia de la$ Nacio-nes Unidas sobre Comercio y Desarrollo, nos hallamos antela realidad de que la cooperacin reaimente no se ha produ-cido o no ha sido suficiente o se ha canalizado mal. 3La crisis universal de los paises de produccin prima-ria es progresiva por varias razones:a ) Porque el crecimiento demogrfico interno recla-ma para el consumo gran parte de los saldos exportablesde que se dispona en el pasado;b) porque es imposible incrementar la produccin sinuna base industrial que provea a l agro y a la mineria losinsumos de capital y de tecnologa indispensables para ele-var l a productividad;c) porque las naciones industriales han volcado sobresu propio suelo los excedentes de la economfa industrial yse autoabastecen de gran parte de los productos naturalesque antes importaban, o los sustituyen con materiales sin-tticos. Para proteger a sus productores, estn objetivamen-te obligados a reducir importaciones provenientes de nues-tros pases.IV - istoria: Estados Unidos y Amrica latina.

    Las relaciones entre Estados Unidos y la Amrica lati-na estuvieron siempre presididas por el valor marginal ysubsidiario que los dirigentes del pas del Norte asignarona las ex colonias lusohispanas en la esfera de sus intereseseconmicos y geopolticos mundiales.En la fase "paternalista" encarnada en l a DoctrinaMonroe y en l a poltica de Teodoro Roosevelt, EstadosUnidos proyect en Amrica latina su nacionalismo y ais-lacionismo vis se vi s de las potencias europeas. Era la aplica-

    3 Han transcurrido ocho aos ms, luego de la primera edicibn, yel gainorama no se ha modificado.

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    cin de la famosa advertencia del discurso de despedida deGeorge Washington en el que se inspir el aislacionismo cl&-sico de la nueva gran potencia transatlntica . Respectode Amrica latina, ella actuaba como el gran "pater fami-liae" que protega la independencia de las nuevas naciona-lidades latinoamericanas, al punto de ejercer una tutelaque se prolong hasta bien comenzado el siglo XX. Los go-biernos de Viashington consideraron un derecho y un de-ber intervenir en el desarrollo poltico de estas repblicas,con las alternativas de violencia que son bien conocidas.En materia dz relacin econmica, esa poca se carac-teriz por una importante corriente de inversiones limita-das a la explotacin de minerales, productos a,gricolas yservicios pblicos.Dentro de este esquema se desenvolvieron, al finalizarel siglo anterior, las dos primeras conferencias panameri-canas con las que Estados Unidos procuraba extender su"'destino manifiesto" a nuestra propia frontera latinoameri-cana. La dTctrina Monroe tuvo este sentido ltimo. Paraentonces se pens ya en una Unin Aduanera a la que sespusieron los representantes argentinos, sealando con 1-cida precisin los riesgos de una integracin entre paisesde desarrollo incompleto y por tanto vulnerables. -Coincidiendo con el estallido de la Segunda GuerraMundial y los cuatro perodos de gobierno de Franklin De-lano Roosevelt, se clausura esa etapa paternalista e inter-vencionista en Amrica latina. Coincide tambin con elfin del aislacionismo mundial de Estados Unidos y con elcomienzo de una era totalmente opuesta: la asuncin deuna nueva responsabilidad universal que se concreta en laasistencia econmica masiva para la reconstruccin euru-pea (Plan Marshall) y en la jefatura de la alianza antico-munista que se expresa en el Pacto del Atlntico y en an-logos tratados que trasladan la esfera geopolitica de Es t e

    dos Unidoii hasta los confines meridionales del Mano Pa-cifico.Amrica latina ocupa una posicin residual en estagran estrategia norteamericana. Geogrficamente ale a-da de las zonas conflictivas de Europa y Asia, su valor es-tratgico en la guerra fra disminuye rpidamente en lamedida en que los ocanos y las rutas martimas pierdensignificado militar en esta parte del mundo con relacinal presunto enemigo ubicado en el hinterland euroasiticoy con relacin a las nuevas armas y las nuevas estrategiasglobales.En la esfera econmica, la etapa de la guerra fria obli-ga a Estados Unidos a concentrar su asistencia y sus invefisiones en kiropa y en Asia.Amrica latina queda relegada ante la urgencia de es-tas obligaciones norteamericanas. Mxime cuando el go-bierno de Washington no puede dudar de la lealtad deBsta su retaguardia hernisfrica, natural e histricamen-te afiliada a la causa de Occidente. Ea excepcin cu-bana no altera el panorama general mientras se reducea un fenmeno puramente local. Cuando el episoio de,los cohetes rusos -en 1962- elev su proyeccin a nivelmundial, prontramente se redujo el peligro.Hasta aqu hemos registrado la evolucin pasada.Corresponde ahora verificar si los cambios sustanciales pro-ducidos en la coyuntura mundial modifican ya, o rnodifi-carn en el futuro, la situacin de ese aliado tcito y eseasociado marginal de Estad& Unidos, para transformarloen una regin con intereses mundiales propios, con irrepri-mible~endencias a un desarrollo independiente de cadauna de sus nacionalidadesy una de las reas subdesarroiia-dasdel mundo que alcanzar ms pronto que otras las me-tas de la modernidad.

    Si debemos responder afirmativamente a estos interro-

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    gantes, no hay duda de que las relaciones panamericanasdebern experimentar cambios fundamentales. En la pro-duccin de estos cambios, la responsabilidad ser6 comparti-da por los pueblos latinoamericanos y el pueblo de EstadosUnidos. Debern consagrarse a una honda revisin auto-critica de sus recprocas posiciones, a un penetrante escla-recimfento de objetivos y estrategias y, previamente, aaventar prejuicios y errores -tanto conceptuales como ope-rativos- que no condicen con las infinitas perspectivasabiertas en el mundo de nuestros das.Desde el momento en que se inicia la nueva era delpanamericanismo del Buen Vecino (Roosevelt), de la m e-racin Panamericana (Kubitschek) y de la Alianza para elProgreso (Kennedy), surgen las confusiones, las tergiver-saciones, los preconceptos y los falsos enfoques que pertur-ban y frus tran la cooperacin ambicionada por aquellos es-tadistas y cunden en ambos extremos de la ecuacin Esta-dos ~nictos-~atinoarnrica: eneralmente adoptan la for-ma ideolgica y doctrinaria, aunque muchas veces respon-ben a intereses concretos.

    Comencemos con nuestras '%ulpas" latinoamericanas.Dos vertientes ideolgicas principales confunden el cuadro.La primera es la corriente "nacionalista", de extrema iz- -quierda y de extrema derecha, que denuncia toda suerte derelacin con Estados Unidos en los trminos del "antiimpe-rialismo" d e la dcada del 20. La segunda es la del- "re-gionalismo", cuya tesis consiste en oponer una hipottica"patria latinoamericana" al poder de Estados Unidos. Estaformulacin, ariginaria del trotskismo latinoamericano, esahora compartida por grupos de derecha y del nacionalis-mo reaccionario, del liberalismo y del neoliberalismo.Dentro de estas dos tenaencias se observan infinitosmatices. -ha discusin gira siempre en torno de cuestionesaidjetivas y formales. Unos rechazan todo aporte financie-

    ro, tcnico o simplemente cultural, de Estados Unidos.Otros distinguen entre la cooperacin de organismos p-blicos y las inversiones directas de capital privado. Otrospreferiran que Washington canalizara su colaboracin atravs de entidades internacionales. Otros discriminan lasinversiones conforme a su aplicacin en el sector pblico oen'el privado, en el de los servicios esenciales o en el de laproduccin corriente.

    La futilidad de estos distingos es patente a la luz de 1sciencia econmica, pues ya se sabe que la economa es u my que la conveniencia del aporte de capital exterior se mi-de no tanto por su fuente de origen como por los sectoreshacia donde se lo canaliza, sea hacia la industria pesaday la infraestructura de los transportes, o hacia la vieja es-tructura agro-minera.Dcl lado norteamericano no son menos graves las dis-torsiones. Los grupos francamente enemigos de toda coo-peracin internacional que no se destine a reforzar la segu-ridad militar de Estados Unidos estn bien identificadas yno ocultan su filosofa. Representan en aquel pas unafraccin minoritaria, pero muy influyente todava.Paradjicamente, ms graves son las consecuencias dela posicin de los partidarios de la ayuda econmica exte-rior. Se dividen en dos grupos principales, aunque coin-cidentes en la apreciacin genrica del problema del sub-desarro110 y de la cooperacin pa ra remediarlo. La coinci-dencia estriba en que ambos grupos aceptan como irreversi-ble la condicin de productores primarios de nuestros paf-ses, al menos en el futuro inmediato. Uno de estos secto-res propicia la asistencia financiera y tcnica para moder-nizar nuestras explotaciones agromineras y para aumentary diversificar nuestras exportaciones en esos rubros. El otropropone que la ayuda se concentre primordialmente en pro-yectos de vivienda, sanidad y educacien, entendiendo que es

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    menester empezar por elevar los niveles de lrlenwtar socialy de cultura de nuestros pueblos como prerrequljsito parael desarrollo.En los atirnos tiempos ha surgido una corriente, quees doctrina oficial del gobierno de Washington, propiciandola aplicacin casi exclusiva de los fondos de ayuda al fo-mento de la integracin econmica latinoamericana y a laformacin de un mercado comn que abarque todas nues-tras naciones. 2 olvida as lo que la historia econmicaprueba hasta el hartazgo: que una planta industrial pro-mueve en esta poca, por su sola presencia, la aparicin deZa escuela, el hospital y las viviendas, pero que ni el hospi-tal, ni la escuela,ni las viviendas promueven de por s el de-sarrollo industrial. Conviene insistir en el principio de eco-nomia politica que establece la prelacin de la produccinsobre el consumo.

    De todas estas concepciones est ausente la nocin deldesarrollo e integracin nacionales, o se los contempla co-mo subprcrductos eventuales de la previa integracin hemis-frica y de la modernizacin de las estructuras agromi-neras.Los prejuicios ideolgicos y morales juegan asimismoun papel en la posicin de nuestros amigos norteamerica-nos. Los sectores llamados ''liberales" pretenden calificarla asistencia econmica, vedndola a los paises que carecende regfmenes democrticos y representativos, o que gas-ta n demasiado en armamentos o que estn controladospor "oligarqufas corrompidas". La ayuda estara, asi, con-dicionada al cumplimiento de pautas ticas de comporta-miento polftico, lo que significa otra distorsin e inversin ,de factores, ya que el subdesarrollo no es resultado del atra-so poltico e institucional, sino al revs: la inestabilidad, lasviolaciones al sistema democrtico, los gobiernos oligr-quicos y la corrupcin administrativa reflejan el atrasoeconmico-social.

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    Si nos atenemos a la repetida, experiencia del enfoquenorteamericano del problema, del subdesarrollo de Amri-ea latina y de otras zonas, debemos concluir que \ quees claro para nosotros no lo es para ellos. O que no se trk-ta de una cuestin de comprensin, sino de la influenciade intereses de ciertos sectores internos que estiman con-veniente -por lo menos a corto plazo- la subsistencia delatraso de nuestras economas.As se explica que la innovacin que signific en el ma-nejo de los objetivos externos de la politica norteamerica-na el advenimiento de Roosevelt y de Kennedy a la presi-dencia y la considerable corriente de investigacin de laproblemtica latinoamericana en las universidades y los or-ganismos oficiales de Estados Unidos no hayan logradoencauzar correctamente la filosofia de la cooperacin eco-nmica con nuestros pases.Para limitarnos a dos expresiones concretas de ese pen-samiento, nos referiremos a la doctrina de la Alianza parael Progreso y a la sustentada por el presidente Johnson enla conferencia de jefes de Estado del continente, que seefectu en Punta del Este en abril de 1967.

    El 13de marzo de 1961, el presidente John F. Kenne-dy proclam la Alianza para el Progreso, la que poco des-pus serfa institucionalizada por el sistema interamerica-no en la llamada Carta de P mta del Este, de agosto de 1961.La intencin era loable. Consagraba un principio jus-to: el deber de Estados Unidos y de todas las grandes poten-cias de cooperar con el desarrollo de los pafses rezagados.Partia del reconocimiento de una realidad innegable combera la situacin de pobreza, analfabetismo, enfermedad ymala nutricin de grandes masas humanas que represen-taban casi dos tercios de la poblacin mundial. Mitigaresta miseria constitua una obligacin moral, pero tam-bin involucraba una operacin poltica vinculada a la de-

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    fensa contra la infiltracion extremista. m caso de Cubahabfli ejemplificado este riesgo en nuestro hemisferio.Sin embargo, los objetivos del programa no apuntabanal fondo del problema, sino a sus exteriorizaciones sociales.En efecto, la pobreza, la ignorancia y la enfermedad no sonfenmenos nalurales ni el fruto de la desidia o la negligen-cia de las clases dominantes; son la manifestacin social deuna estructura econmica deficitaria. La Alianza y la Car-ta de Punta del Este aspiran a corregir el fenmeno socialsin atacar la estructura que lo produce. Sus programas deaccin y sus inversiones ponen el acento en obras de salu-briciad, de vivienda, de instruccin y en el suministro de ali-mentos a travs de las donaciones *de os excedentes agr-colas de Estados Unidos, conforme al Plan de Alimentos pa-ra la Paz.

    No hay duda de que tales programas, si alcanzaran elvigor suficiente, mejorarm el cuadro de extrema indigen-cia de algunos pueblos y quiz daran respuesta transito-ria a las tensiones explosivas que tal condicin determina.Pero jams resolveran en forma definitiva el problema dela pobreza. Crearan la obligacin continua del socorro hu-manitario que no puede ser un objetivo histrico. Adems,perpetuaran en los pueblos beneficiados el sentimiento deinferioridad y frustracin que sucede al goce de la ddiva.En los pueblos subdesarrollados hay hambre, enferme-dad e ignorancia porque sus estructuras socioeconmicasde base son incapaces de proveer ocupacin plena y esta-ble, salarios dignos, servicios pblicos de sanidad y educa-cin. Es la estructura de produccin la que determina la po-breza, no el egosmo o la indiferencia de los crculos domi-narites. Las propias oligarquas locales subsisten en la me-dida en que son los nicos factores que controlan el proce-aoeconmjco.La industrializacin, al transformar la estruc-tura agrominera, reduce la gravitacin de la oligarqufa te -

    rrateniente en el proceso sociopoltico, crea nuevas fuerzastanto en el sector empresario cuanto en el sector obrero.La expansin de las fuerzas productivas, en virtud de laacumulacin del ahorro y la poltica de inversiones en-lossectores bsicos del desarrollo, abre fuentes de trabajo, ase-gura el pleno empleo, eleva el salario, capitaliza la socie-dad, da recursos al Estado y permite financiar los serviciossociales indispensables. Consideramos obvio insist ir en esterazonamiento que est corroborado por la experiencia uni-forme de la humanidad.En razn de es ta experiencia objetamos desde un prin-cipio la filosofa de la Alianza en cuanto se concentra enlos aspectos de la ayuda humanitaria. El presidente de laArgentina, Arturo Frondizi, escribi al presidente Kenne-dy el 3 de abril de 1961, menos de tr es semanas despus dellanzamiento de la Alianza. Aplauda la visin de Kenne-dy, pero haca en su car ta la siguiente reflexin:"Por ello creo que es necesario concentrar el impulsoinicial en el establecimiento y expansin estratgica de lasindustrias y servicios bsicos que permitirn, a su vez, ace-lerar la industrializacin, tecnificar la agricultura y de es-te modo elevar Apidamente la productividad de nuestraseconomias."El ex presidente argentino reiter y ampli estos con-ceptos en artculos periodsticos que public -despus de suderrocamiento por un golpe de estado y, en memorandumque dirigi a Alberto Lleras Camargo en junio de 1965,con motivo de la realizacin del simposio Siglo XX en Li-ma, insisti que la Alianza fracasara si sus recursos no sededicaban a promover los cambios estructurales que con-virtieran a nuestros paises en naciones industriales mo-dernas y capaces de solventar un sostenido desarrollo so-cial y cultural.

    La prctica de la Alianza, la exigidad de los fondos

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    asignados y su errdnea aplicaci6n han contribu3do a fm-arar un esfuerzo ms y a propagar un escepticismo queeonspira contra las buenas relaciones de nuestros puebloseon Estados Unidos, en lugar de favorecerlas.Asimilado a la doctrina de la Alianza para el Progre-so corre otro concepto muy difundido en Estados Unidos,especialmente en los sectores ms liberales: el conceptode que la ayuda norteamericana debe estar condicionadaa un previo proceso de democratizacin y de reformas so-ciales vinculadas con la distribucin ,equitativa del ingre-so. Se dice que el pueblo de Estados Unidos no debe coo-purar con las oligarquas y las tiranias criollas y que sedebe exigir a los gobiernos la previa ejecucin de planerde reforma agraria y del rgimen impositivo. Generalmen-te se identifica la reforma agraria con la redistribucin dela propiedad rural entre los campesinos sin tierra.

    A pesar de que reconocemos la justeza de dichas criti-cas al privilegio y la corru@cinque imperan en algunos denuestros paises, no podemos aceptar sus conclusiones. Espura ilusin suponer que sea posible imponer desde afue-ra correctivos que slo pueden surgir del proceso histricoy del desarrollo material de la sociedad. As como los "pio-neros del progreso'' mez&lados con toda suerte de gangs-ters, politicastros y especuladores inmobiliarios, dominaronla escena norteamericana en la transicin que prepar elsurgimiento de la. gran sociedad industrial en Estados Uni-dos, nuestros sectores oligrquicos y nuestros polticos co-rru pt o~ on resabios de la sociedad tradicional en crisis.Su poder se desvanece en la medida en que evoluciona yprogresa la estructura socioeconmica. Sus enemigos sonlas plantas de energa, las fbricas, el empresariado indus-trial, los trabajadores urbanos, la inteligencia surgida delas universidades. Y todos estos correctivos dinmicos son,a su vez, fruto de la mUdernizwi6n de lis estructuras pro-

    ductivas. No se derrota la mala polftica ni se remedia lainjusticia distributiva con subjetividades y menos con im-posiciones exgenas. Son barridas por el progreso, por laaccin depuradora de las fuerzas sociales internas desata-das por el desarrollo.La democracia lealmente sentida y cumplida es tam-bin un proceso determinado por el progreso material delos pueblos. No Se cumple en la formalidad de la ley ni enen la estabilidad aparente de las instituciones. Es el resul-tado de la interaccin de muchos factores sociales, cuya ri-queza, fluidez y capacidad reproductiva dependen .dc?l avan-ce de la comunidad hacia formas sociales superiores de pro-duccin y de cambio. Sentemos las bases de esta translor-macin y fortaleceremos ia democracia y la justicia social.

    En-nuestros pases hemos avanzado a travs de peri-pecias polticas, revoluciones y golpes de eshado, tiranas,g~biernos eudodemocrticos y autbnticos regirnenes re-presentativos. Este proceso es impuro, contradictorio ymuchas veces violento. Pero se incurre en mero formalis-mo cuando se lo juzga con las pautas ideales elaboradaspor las culturas avanzadas. Amrica latina atraviesa hoyla misma etapa de transicin que recorri el pueblo nor-teamericano en s u momento formativo. Nuchos de los mo-vimientos revolucionarios que jalonan esta transicin es-tn teidos de violencia y de demagogia. Pero expresanuna tendencia nacional transformadora y apoyada en ge-.nuinas bases populares: los campesinos, los trabajadores,los militares, la Iglesia, los empresarios de la incipiente in-dustria nativa. No hay que confundir estos movimientospopulares con el trasplante intelectual, operado general-mente por minorias cultas, de ideologas y mtodos impor-tados. Generalmente son estos brotes "guerrilleros", mi-nsculos y aislados del pueblo, los que provocan el receloy la alarma en el exterior, Muchas veces actan como r e

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    vulsivo para desatar la reaccin interna e internacionalcontra los legtimos movimientos nacionales, que son esen-cialmente movimientos unitarios de toda la comunidad.Se equivocan los norteamericanos y los latinoame~icacnos carentes de experiencia histrica cuando toman elefecto por la causa y creen que nuestros pueblos alcanza-rn sus objetivos de desarrollo poniendo en penitencia alos malos polticos o condenando verbalmente las oligar-quas, las dictaduras y los golpes militares.Todo lo que acabamos de sealar demuestra que nodebemos computar seriamente las objeciones y recomenda-ciones de tipo ideolgico y moral que encubren -en lossectores reaccionarios y en los sectores progresistas de Es-tados Unidos- el desconocimiento de la realidad mundialcontempornea o la negativa a asumir el papel que esa rea-lidad impone al pueblo y al gobierno norteamericanos.Debemos reconocer que a esa confusin contribuyenmuchos e importantes sectores seudo nacionalistas y seudodemocrticos de nuestros propios pases, igualmente en-frascados en la retrica perfeccionista, en el estril enfren-tamiento ideolgico que ignora el dinamismo y la turbu-lencia lgica de nuestros procesos naconales. Perdemos lavisin de nuestro horizonte histrico cuando nos enfrenta-mos entre civilistas y militares, entre proletarios y capita-listas, entre demcratas y totalitarios, entre "nacionalistas"y "entreguistas", cuando debiramos unirnos para cons-truir el patrimonio comn, el nico del que podemos par-tir hacia el bienestar y la independencia: la idea nacional,el hecho nacional.V - e s a r r ~ ~ oegional versus iaitegracih naciond .

    Hemos definido nuestro concepto de la nacin y su ubi-cacin en el mundo moderno Se trata ahora de saber si la

    reaiizacin de ia nacin se desenvuelve o se traba en aScuadro de la integracin regional.La doctrina oficial norteamericana -secuiidada porbuena parte de los gobieriios latinoamericanos- parece serla que obtuvo consenso mayoritario en la reunin presiden-cial de Punta del Este, en abril de 1967. En trminos ge-nerales se expresara as:La identidad histrica y cultural de los pueblos deAmrica latina, reunidos en una geografs continua, losseala como especialmente aptos para constituir un granespacio econmico en el cual se complementaran y con-fundiran las economas nacionales en un paso previo pa-ra una ulterior unidad poltica ms estrecha.Esta unidad econmica tendra la ventaja de utilizasms racionalmente los escasos recursos financieros del reay los que aporte la comunidad internacional para realizaruna, integracin que combine esfuerzos tendientes al de-sarrollo global de la regin.Dicha integracin a nivel regional tendra este corola-rio: podra convenirse una divisin regional del trabajo en-tre las naciones miembros, repartindose entre ellas losrubros de produccin conforme a pautas de economicidady financiando proyectos multilaterales en sectores de lainfraestructura de energa, comunicaciones y transportes.Estados Unidos vera enormemente facilitada su tareade cooperacin financiera y tcnica al concentrar la ayudaen la promocin de la comunidad en lugar de dispersarlaen naciones individuales. Con menos fondos se obtendranmejores resultados globales en la regin.El esquema se compadece perfectamente con la ten-dencia a la concentracin, que es caracterstica de la ma-croeconoma de los monopolios. No se descarta la posibi-lidad de que los monopolios norteamericanos radicados ennuestros pases sean los que acten como polos primarios.

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    de este proceso de concentracin y racionalizacin. De w-te modo, EDstaos Unidos armonizarfa las necesidades demecimiento de 18 zona con los objetivos de expansin deciertos grupos financiero-industriales yanquis.Es comprensible que la idea seduzca a los economistaspuros. A los de Estados Unidos, por razones no solamentetcnicas, sino -como queda dicho- por las de favorecer elinters de algunos de sus grupos monopalicos; a los deAmrica latina, porque suponen que sta es la forma m6sexpedita y fcil de programar el desarrollo y obtener e in-vertir los recursos externos. En ellos estara ausente, sinembargo, la consideracin nacional, que se la reemplazapor l a vocacin ecumnica de la patria latinoamericana.

    El movimientoha alcanzado enorme despliegue tericoy trata de concretarse en la prctica, en algunos proyectosy tratados que vigorizaran las has ta ahora endebles estruc-turas de los mercados comunes latinoamericanos. E'ventuallmente, se acaricia l a idea de un mercado comn que incluyea Estados Unidos. El acta final de Punta del Este recornien-da l a tesis de la integracin regional y el presidente John-son la considera punto clave de su politica panamericana.

    En cuanto a los proyectos multilaterales, constituyenellos una moda diffcilmente justificable desde el punto devista econmico. Dar prioridad a los proyectos multina-cionales sobre los naciones es una actitud poltica y noeconmica. En el caso de Amrica latina, la mayora delos proyectos multinacianales existentes son obras muycostosas, casi farabnicas y de bien dudosa prioridad pa-ra los intereses concretos del desarrollo nacional. Noes que en algunos casos no merezcan estudiarse y pro-moverse, pero lo que parece discutible es la preferen-cia acordada en principio. Si se tomara en serio dichapreferencia, l a mayor parte de los recursos de organis-mos como el BID -sino su totalidad- quedaran afectados

    - a tales programas. Adems, dada la geografia de los pai-ses latinoamericanos, ellos muchas veces deben construir-ae en regiones remotas y casi inaccesibles, lo que a vecespuede tener sus ventajas geopolticas, pero sin que necesa-riamente tenga ello que ser asf.

    La tesis de la complementacin -divisin del trabajoen la regin- se apoya en el criterio de economicidad. Sesostiene que es ms econmico instalar una planta de grandimesin que sirva a los consumidores de varias nacionesque empearse en duplicar las mismas plantas en escalanacional y con dimensiones ms reducidas. Tambin se es-grime el argumento de la dimensin del mercado.

    El manido concepto de la economicidad se invoca ca-da vez que un pas subdesarrollado erige y ampara sus in-dustrias locales. La objecin de economicidad so aplica ex-clusivamente a l a industria. No se repara que el sector msantieconmico de nuestras economas es el agrario. Produ-eimos carne, cereales y productos de la tierra en gelieralcon tasas de productividad realmente primitivas. Mientrasel agro norteamericano -anlogamente el de las potenciaseuropeas- pmdlrce 87,O kg. de maz por hombre y por ho-ra, Ecuador produce 1,2 kg. En la Argentina, en las zona8de praderas ms ricas, todava se cra menos de una vacapor hectrea. 4

    No se ha propuesto jams que los latinoamericanos de-jemos de producir granos para adquirir estos product~ams baratos, importando los grandes excedentes de Nor- .teamrica. En cambio, se argumenta que sera ms eco-nmico que nuestros pases se redujeran a seguir con swproducciones primarias e importaran acero, celulosa, pro-ductos qumicos primarios e intermedios y manufacturar

    4 Fuente: CEPAL.Boletin Econmico de Amrica Latina, Vol. VI,2, 1961, 16Proucti~idae Ia agricultura ecuatoriana".

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    de los grandes centros industriales.Esta concepcin colonialista de la economfa -a mpara -da en un supuesto terico de econornicidad- se intentatrasladar ahora a las relaciones entre nuestras repblicas.El "espacio" econmico regional se dividirfa en diferentes"centros" o "polos" de producein, conforme a la regia dela econoihicidad. Cada pas o cada zorra producira solamen-ite_aquellosproductos que fueran ms accesibles y ms eco-nmicamente explotables. Habra zonas de produccinagropecuaria y minera y "centros" de industria pesada yde manufacturas, todos ellos para proveer un solo mercadoregional.

    El continente quedarfa fragmentado en grandes regio-nes agromineras y centros industriales repartidos racienalmente . No habra integraciones naciondes, sino unasola gran integracin hernisfrica.

    Pero el progreso social estara condicionado por estadivisin de la produccin. En torno de los centros indus-triales se desarrollara la civilizacin inherente a este nivel

    1 productor: una clase obrera de alta capacidad adquisitiva,ciudades modernas, servicios, etc. El resto estara consti-tuido por grandes lagunas campesinas y mineras, con losniveles de vida y de cultura propios de la produccin pri-ma