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401 Título do Livro ESTUDIO DE LOS ELEMENTOS GRÁFICOS EN EL CONJUNTO FIGURATIVO DEL MOLINO MANZÁNEZ A estas primeras representaciones de la fase 3 del Molino Manzánez, se le uniría en un momento inmediatamente posterior, que cro- nológicamente no excedería el tránsito entre el IV y el III milenio a.C., un conjunto Þgurativo no muy amplio que en su totalidad hemos veni- do a denominar como Arte Esquemático Anti- guo. Denominación que consideramos excede con mucho su margen de aplicación respecto al conjunto Þgurativo del Molino Manzánez, ya que podría tener validez en otros conjuntos iconográÞcos esquemáticos de similares ca- racterísticas con independencia del soporte, la técnica o el contexto en el que aparezcan estas Þguras. Se trata, como hemos referido con an- terioridad, de un corpus Þgurativo reducido en el que, a tenor de los datos proporcionados por el análisis de las superposiciones, tienen cabida los motivos ondulados de todo tipo que con- tinuarían la secuencia, a los que se unen otras tipologías como los ancoriformes, algunos for- matos de antropomorfos (básicamente los que aparecen con los brazos y las piernas en arco) y las escasas Þguras soliformes documentadas en el yacimiento. La conÞguración de este grupo de grafemas que conforman el arte esquemá- tico antiguo del Molino Manzánez se ha esta- blecido a partir de la sistemática asociación de los motivos ondulados, los más antiguos de la serie, con el resto de los grafemas señalados. Tal es el grado de interacción entre ellos que se han detectado ancoriformes cuyo eje central se transforma en un trazo ondulado (Fig. 74), o composiciones en los que el grafema sinuoso se prolonga sin solución de continuidad desde una de las extremidades de la Þgura antropo- morfa (Fig. 75). Tras este primer ciclo de Arte Esque- mático Antiguo, el arte rupestre de la fase 3 del Molino Manzánez se enriquece de manera considerable, tanto en el sentido cuantitativo como en el iconográÞco, inaugurando de este modo un nuevo estadio que hemos denomina- do Arte Esquemático Pleno. Un nuevo ciclo, Fig. 74: Asociación ancoriforme-ondulado. Est. CXXIII La Cadena

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Título do LivroESTUDIO DE LOS ELEMENTOS GRÁFICOS EN EL CONJUNTO FIGURATIVO DEL MOLINO MANZÁNEZ

A estas primeras representaciones de la fase 3 del Molino Manzánez, se le uniría en un momento inmediatamente posterior, que cro-nológicamente no excedería el tránsito entre el IV y el III milenio a.C., un conjunto Þgurativo no muy amplio que en su totalidad hemos veni-do a denominar como Arte Esquemático Anti-guo. Denominación que consideramos excede con mucho su margen de aplicación respecto al conjunto Þgurativo del Molino Manzánez, ya que podría tener validez en otros conjuntos iconográÞcos esquemáticos de similares ca-racterísticas con independencia del soporte, la técnica o el contexto en el que aparezcan estas Þguras. Se trata, como hemos referido con an-terioridad, de un corpus Þgurativo reducido en el que, a tenor de los datos proporcionados por el análisis de las superposiciones, tienen cabida los motivos ondulados de todo tipo que con-tinuarían la secuencia, a los que se unen otras tipologías como los ancoriformes, algunos for-matos de antropomorfos (básicamente los que aparecen con los brazos y las piernas en arco) y las escasas Þguras soliformes documentadas en el yacimiento. La conÞguración de este grupo de grafemas que conforman el arte esquemá-tico antiguo del Molino Manzánez se ha esta-blecido a partir de la sistemática asociación de los motivos ondulados, los más antiguos de la serie, con el resto de los grafemas señalados. Tal es el grado de interacción entre ellos que se han detectado ancoriformes cuyo eje central se transforma en un trazo ondulado (Fig. 74), o composiciones en los que el grafema sinuoso se prolonga sin solución de continuidad desde una de las extremidades de la Þgura antropo-morfa (Fig. 75).

Tras este primer ciclo de Arte Esque-mático Antiguo, el arte rupestre de la fase 3 del Molino Manzánez se enriquece de manera considerable, tanto en el sentido cuantitativo como en el iconográÞco, inaugurando de este modo un nuevo estadio que hemos denomina-do Arte Esquemático Pleno. Un nuevo ciclo,

Fig. 74: Asociación ancoriforme-ondulado. Est. CXXIII �La Cadena�

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heredero de la fase anterior, que irrumpe lleno de vitalidad en consonancia con la que presenta la Edad del Cobre en el occidente peninsular y más concretamente en esta área geográÞca. Vi-talidad que se pone de maniÞesto con tan sólo contemplar la nómina de ocupaciones de este período localizadas en el área de inundación de la presa de Alqueva. La Carta Arqueológica de la presa de Alqueva (EDIA, 2002) recoge en la zona 69 yacimientos, algunos tan excepciona-les como San Blas, sobre el que posteriormente volveremos a insistir, y que son el reßejo de la importancia que el valle del Guadiana y en par-

ticular este territorio tuvieron a lo largo del III milenio a.C. y de los cambios que se operan en todos los órdenes con la implantación progre-siva de los nuevos preceptos sociales, económi-cos o religiosos del Calcolítico (Fig. 76).

Como apuntábamos con anterioridad, todo este proceso revierte en el conjunto grá-

Þco del Molino Manzánez en una sistemática multiplicación del elenco Þgurativo, en donde junto a Þguras que perduran de la fase antigua, se incorporan nuevos modelos iconográÞcos que tienen sobre todo en el esquema oval o circular su argumento más signiÞcativo. Junto a ellos, nuevas variedades de motivos antro-pomorfos, los escasos animales que han sido documentados en esta tercera fase del conjun-to badajocense y una larga serie de motivos de base geométrica (triángulos, rectángulos, etc.), trazos sueltos, barras, manchas piqueteadas de diversa estructura y motivos de interpretación

indeterminada. Todo ello conÞgura el ciclo de-Þnido como Arte Esquemático Pleno, una fase iconográÞca que pensamos que está suÞcien-temente documentada en el Molino Manzánez mediante las Þguras citadas, las cuales, desde el punto de vista de las superposiciones, especial-mente en los motivos ovales o circulares y en

Fig. 75: Composición de antropomorfos de brazos y piernas en arco, bajo una figura solar. La pierna del antropomorfo inferior se prolonga directamente en un trazo ondulado. Est. XXVII �Simpson�

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los ACL, son las más reiterativas a la hora de ocupar las posiciones superiores en las secuen-cias gráÞcas documentadas. Pero además de la seriación Þgurativa, desde criterios espaciales se advierte claramente cómo los grafemas de este nuevo ciclo tienden a ubicarse sobre su-perÞcies localizadas en cotas progresivamente más elevadas y alejadas de las áreas de inun-dación frecuente que fueron utilizadas prefe-rentemente por los grafemas de la fase antigua. Una expansión que viene motivada por el res-peto sistemático de los nuevos grabadores ha-cia los motivos preexistentes de etapas anterio-res, lo que, en un primer momento, les obliga a ir ocupando espacios perimetrales en aquellas superÞcies que ya contenían motivos grabados, algo que se constata fundamentalmente en las zonas de inundación frecuente ocupadas por

los esquemas del ciclo antiguo (Fig. 77). Una vez que estas estaciones iban dejan-

do de ser útiles desde el punto de vista gráÞ-co, al ir agotando el espacio de representación disponible, los autores de los grabados optaron por ir progresivamente utilizando nuevas super-Þcies rocosas libres de grafemas. Ello ocasionó

Fig. 76: Carta arqueológica de Alqueva con ocupaciones Calcolíticas. (Edia 2002)

Fig. 77: Motivo ondulado complejo rodeado de grafemas ovales y circulares. Est. LVII �Sexto Sentido�

la expansión hacia zonas topográÞcamente más elevadas que en la etapa anterior habían sido escasamente utilizadas. Unos sectores que, como consecuencia de esta selección de espa-

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cios, contarán con estaciones sobre las que se documentan exclusivamente motivos con base oval o circular o donde estos grafemas ocupan posiciones preferentes en el marco de la super-Þcie de representación (Fig. 78).

El proceso descrito únicamente se inte-rrumpe con relación a las Þguras antropomor-

Fig. 78: Superficie con grabados exclusivamente ovales y circulares. Est. CXXI �El Enano�

fas (ACL), cuya tipología se diversiÞca en un proceso que creemos directamente relacionado con el fenómeno de �antropomorÞzación ideo-lógica� que caracteriza a las sociedades de Þna-les del III milenio a.C. (Enríquez, 2000: 356).

Estas nuevas Þguras buscan sistemáticamente la relación con los motivos antropomorfos de fases anteriores (ACCI y ACCO) mediante la acción de superponerse a ellos. Un acción que consideramos especialmente signiÞcativa ya que, según nuestro criterio, esta intencionalidad buscada a la hora de superponerse sobre estos

motivos, supone no sólo el reconocimiento del valor antropomórÞco que ya estaba presente en las Þguras infrapuestas, sino también el re-conocimiento implícito del valor de unas repre-sentaciones precedentes y por ende, de la rele-vancia del lugar donde aparecen, que a Þn de cuentas es el motivo último que, desde nuestra óptica personal, provocó que grupos humanos muy diversos a lo largo de más de 20.000 años realizaran grabados en este mismo lugar.

El arte esquemático pleno se conÞgura de este modo como una etapa tremendamente dinámica con la que el arte rupestre del valle del Guadiana alcanza su máximo grado de expan-sión, excediendo con mucho el área del Molino

Manzánez, para ocupar sistemáticamente otras zonas, ya en territorio portugués, en las que se han documentado igualmente este tipo de ma-nifestaciones grabadas (Martinho, 2002: 160). Un dinamismo que se aprecia igualmente en la vitalidad que adquiere la pintura rupestre es-quemática extremeña, enriquecida con un am-plio elenco Þgurativo en el que tienen cabida una importante variedad de motivos antropo-morfos, zoomorfos, ídolos y símbolos (García Arranz, 1997), enmarcados en unos conjuntos habitualmente amplios, a diferencia de las pe-queñas superÞcies utilizadas por los motivos de la fase antigua, en los que no faltan esce-nas de caza, organización social o referencias de base económica ya sean de carácter agrícola o, en la mayor parte de los casos, ganadero. El arte megalítico tampoco le va a la zaga y es en las amplias series iconográÞcas documentadas sobre los tholoi calcolíticos (Bueno y Balbín, 2000), donde el arte rupestre de la fase 3 del valle del Guadiana encuentra su mejor referen-te Þgurativo.

Resulta complicado delimitar con clari-dad el Þnal de la secuencia gráÞca de la fase 3 del Molino Manzánez. En este sentido, es ne-cesario recurrir nuevamente al registro arqueo-lógico para comprobar cómo en el área que nos ocupa, a la vista de los datos proporcionados

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por las excavaciones, la vitalidad del período Calcolítico no encuentra continuidad durante la siguiente etapa, pues los contextos atribuidos a la Edad del Bronce en el Guadiana Medio son escasos y en la zona más inmediata casi siempre relacionados con el mundo funerario (Alber-garia y Melro, 2002: 129-130), recuperándose algo únicamente al Þnal del período (Calado, 2002: 124-125), (Fig. 79).

El yacimiento de San Blas ejempliÞca como pocos la dinámica que se reßeja en el área del Alqueva con la llegada de la Edad del

Bronce. Este importante yacimiento amuralla-do y su necrópolis, con más de 30 hectáreas de extensión, ubicado sobre una terraza en la orilla izquierda del Guadiana a cuatro kilóme-tros al noroeste de la población de Cheles, co-

noce su etapa inicial en el tránsito del IV al III milenio a.C., momento en el que se articula la implantación de la Edad del Cobre en nuestra región. A mediados del III milenio, el poblado

Fig. 79: Carta arqueológica del Alqueva con ocupaciones de la Edad del Bronce. (EDIA 2002)

reßeja una gran vitalidad, multiplicándose sus cabañas y aumentando su recinto amurallado, aportando además un rico y variado reperto-rio de materiales (cerámicas7, ídolos, útiles me-tálicos y óseos, etc.). Una vitalidad que se ve truncada a Þnales del III milenio o inicios del II milenio a.C. cuando el poblado se abandona totalmente (Hurtado, 2004: 154).

Evidentemente, el Þnal de la fase 3 del Molino Manzánez no fue ajeno a toda esta serie de cambios en las estrategias ocupacionales. De la misma manera que cuando el poblado de San

Blas estaba en su fase de máximo apogeo a me-diados del III milenio a.C. y el conjunto gráÞco, no sólo del Molino Manzánez, sino del todo el valle del Guadiana, reßejaba su mayor dinamis-mo Þgurativo, en el tránsito a la Edad del Bron-

ce, el cambio en la dinámica del poblamiento, con el consiguiente abandono de los poblados de la etapa anterior, tiene su reßejo en una evi-dente disminución del aparato iconográÞco. Es

7 Unoa de los vasos localizados muestra como decoración una serie alineada de zoomorfos de cuerpo recto similares desde criterios morfológicos a los animales documentados en la fase 3 del conjunto gráÞco del Molino Manzánez (Hurtado, 2004: lám VI).

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lógico pensar que se mantienen los esquemas morfológicos de etapas anteriores, fundamen-talmente los de base oval o circular, a los que se deben añadir algunos nuevos elementos cu-yos referentes principales se encuentran en los conjuntos iconográÞcos peninsulares atribui-dos claramente a la Edad del Bronce. En esta línea hemos de entender en el Molino Manzá-nez la presencia de motivos tan característicos como los círculos concéntricos (Fig. 80) y las espirales, muy reiterados en los grabados al aire libre del Tajo, Galicia o la meseta castellano-leonesa, cuya cronología, según sus principales investigadores, parece alcanzar un amplio desa-rrollo a lo largo de la Edad del Bronce (Varela, 2001: 56; Costas y Novoa, 1993: 34-71; Gómez Barrera, 1992: 252).

Además, la presencia de un posible carro sobre una de las estaciones del Molino Manzá-nez no hace sino reforzar nuestros criterios a favor de la perduración cronológica del Þnal de la fase 3 hasta momentos avanzados de la Edad del Bronce (Fig. 81).

Una representación que no supone nin-guna novedad en el arte rupestre esquemático peninsular, donde son bien conocidas, espe-cialmente en el ámbito extremeño (Collado, 2000b), y cuya presencia en el conjunto de grabados badajocense hemos de valorar en relación con el culto a las aguas que parecen generalizarse fundamentalmente a partir de momentos avanzados de la Edad del Bronce (Ruiz Gálvez, 1995). La ubicación de la esta-ción en la que se localiza esta Þgura y en la que también ha sido documentado un grafema en espiral, al pie de la desembocadura del Arroyo Friegamuñoz en el río Guadiana, en una zona sistemáticamente cubierta por las aguas, invita

a considerar de manera fehaciente la relación de los grabados con este tipo de manifestacio-nes culturales.

En un sentido diacrónico, el Þnal de la fase 3 del Molino Manzánez reßejaría lo que vendríamos a denominar Arte Esquemático Final, un período que en el conjunto gráÞco badajocense presenta una escasa entidad ico-

Fig. 80: Círculos concéntricos de la etapa final de la fase 3 del Molino Manzánez. Est. CCLXIII �Petroglifos�

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Fig. 81: Carro de la estación CCLXIV �Carro Verdadero�

nográÞca, posiblemente derivada del abandono a que se ve sometido todo el área como conse-cuencia de los cambios en las estrategias ocu-pacionales de la Edad del Bronce. Un aparato iconográÞco donde, como hemos visto con an-terioridad, además de los motivos precedentes (sobre todo los de base circular) tienen cabida los escasos grafemas en espiral y los círculos concéntricos, junto a la citada representación del carro de la estación CCLXIV (Fig. 81).

Si bien la escasez de representaciones se perÞla como una tónica general para esta etapa Þnal del arte rupestre esquemático, la pobreza iconográÞca que reßeja el conjunto Þgurativo del Molino Manzánez contrasta con la que ofre-cen otras series artísticas durante este período. Especialmente signiÞcativa resulta para la pintu-ra o el grabado esquemático esta fase Þnal, en la que básicamente se mantienen las iconografías precedentes pero agudizando las referencias de carácter jerarquizador vinculadas claramente a contextos arqueológicos de la Edad del Bron-ce, fundamentalmente de su etapa Þnal. Así, se

incorporan al registro iconográÞco representa-ciones de armas (espadas lengua de carpa, ar-cos, lanzas, etc.), escudos, tocados de cuernos o carros. Junto a ellos, un aparato simbólico, el más conocido en el valle del Guadiana, que en-cuentra en los círculos complejos (concéntricos y espirales) sus elementos más representativos (Fig. 80). Finalmente se reconoce también la evolución de algunos conceptos estilísticos en-tre los que se destacaría el que afecta fundamen-talmente a las representaciones antropomorfas que aparecen con la cabeza, el tronco y las extremidades superiores, con los dedos de las manos habitualmente marcados, en perspectiva frontal y el resto de la Þgura en perÞl absoluto

con los pies claramente individualizados (Fig. 82). Un esquema Þgurativo que se detecta en algunos abrigos con pintura rupestre, como por ejemplo el de Crehuet en Ceclavín (González Cordero, 1999a) y que se prodigará sistemáti-camente en las representaciones antropomorfas grabadas sobre las denominadas estelas de gue-rrero, cuya cronología nos remite igualmente a

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Fig. 82: Estela de Belalcázar (Córdoba). Calco: TERA S.L. para Museo Arqueológico Provincial de Badajoz

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las etapas Þnales de la Edad del Bronce (Do-mínguez, González y de Hoz, 2005).

El arte esquemático Þnal pone Þn a la secuencia Þgurativa de la fase 3 del Molino Manzánez cerrándose de este modo un ciclo artístico y cultural que había estado vigente a lo largo de 4.000 años. Ello, sin embargo, no fue óbice para que el uso gráÞco del Molino Manzánez se interrumpiera en este momento, ya que se retomará con una fuerza inusitada durante la siguiente fase de grabados centrada cronológicamente en la Edad del Hierro y que se analizará en el capítulo siguiente. Lo que en este caso nos parece necesario remarcar es que con el Þnal de la Edad del Bronce se pone tam-bién Þn a un ciclo artístico, el del Arte Rupes-tre Esquemático, que afecta no sólo al Molino Manzánez, sino que debe hacerse extensivo a todo el arte rupestre esquemático en general. Este ciclo artístico que se iniciaba en los prime-ros momentos del Neolítico, tiene una indiscu-tible personalidad que hemos tratado de reße-jar y secuenciar a lo largo del conjunto artístico del Molino Manzánez, aunque con miras a su encaje, tal y como proponemos, con el resto del

arte esquemático peninsular. Este ciclo artísti-co termina, desde nuestro punto de vista, con la llegada de la Edad del Hierro, un nuevo mar-co cronológico y cultural que abarca la práctica totalidad del I milenio a.C. y que vendrá acom-pañado por una nueva forma de entender el arte rupestre, en el que de forma muy notable se perciben cambios en todos los órdenes: téc-nicos, estilísticos, temáticos, etc., que dan lugar a un arte rupestre con una personalidad propia, aunque todavía escasamente deÞnido, pero en cualquier caso, diferente al arte rupestre esque-mático precedente. Por tanto, igual que en el arte de sociedades cazadoras recolectoras se individualizaba el arte rupestre paleolítico y el

epipaleolítico, en el arte rupestre de socieda-des productoras, se deben separar claramente el arte rupestre esquemático y el arte rupestre de la Edad del Hierro, pues responden a dos realidades diferentes y como tales deben ser es-tudiadas y analizadas de manera independiente, aunque como en el caso del Molino Manzánez y de otros muchos sobre los que profundiza-remos en el capítulo siguiente, compartan un mismo espacio de representación.

EL ARTE RUPESTRE DE LA EDAD DEL HIERRO

EN EL MOLINO MANZÁNEZ

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arte rupestre ManzanezESTUDIO DE LAS REPRESENTACIONES PALEOLITICAS GRABADAS EN EL MOLINO MANZÁNEZ

9 INTRODUCCIÓN

Con esta penúltima etapa de grabados rupestres, en el conjunto del Molino Manzánez parece que se revitaliza la intensidad del uso gráÞco que había decaído notablemente a lo largo de la fase Þnal de la etapa anterior, correspondiente cronológicamente con la Edad del Bronce, tras el gran ßorecimiento gráÞco de este espacio durante el Neolítico y la Edad del Cobre. Posiblemente haya que explicar la causa en relación con una reactivación durante la Edad del Hierro del uso de la cuenca ßuvial del Guadiana como vía de comunicación e intercambio entre la costa y las tierras del interior peninsular. Una reactivación que tiene su reßejo no sólo en el incremento de yacimientos a lo largo de su cuenca (sin salirnos del ámbito de la presa de Alqueva podemos citar, entre otros, yacimientos como Cuncos, Cas-telo da Lousa, el poblado de Castelo das Juntas o el castro de Juromenha), sino en el uso directo de la vía ßuvial que se constata en todos estos yacimientos por medio de elementos constructivos volcados hacia el cauce, interpretados en la mayor parte de los casos como posibles embarcaderos que apoyan la existencia de un activo tránsito de embarcaciones de escaso calado, posiblemente grandes barcazas para el transporte de mercancías en régimen de cabotaje (Valera y López, 2002: 204).

La reactivación gráÞca que venimos comentando no supone únicamente el incremen-to del número de estaciones en las que se reßejan motivos atribuidos a esta fase cronológica, sino también una renovación técnica en la forma de hacer los grabados. Si en la etapa ante-rior la utilización del trazo inciso Þliforme había sido totalmente abandonada en pos del uso exclusivo de la técnica del piqueteado, en esta nueva fase el proceso se invierte radicalmente y la técnica del piqueteado se sustituye por el empleo masivo del trazo inciso Þliforme. Se retoman de este modo los usos técnicos mantenidos durante las dos primeras etapas gráÞcas del Molino Manzánez (la paleolítica y la epipaleolítica), pero sin que podamos encontrar una causa razonada que justiÞque este cambio de actitud. Si bien es cierto que en el valle del Côa y aledaños el uso del trazo inciso Þliforme también es el mayoritario en los grabados correspondientes a la Edad del Hierro (Simões y otros, 2000), el trazo piqueteado no es desconocido en otros conjuntos en los que se documenta arte rupestre de cronología similar en la Península Ibérica, como el valle del Tajo (Varela, 1989), Domingo García (Lucas, 1973; Ripoll y otros, 1994; 1999), los grupos aragoneses (Royo, 1999); o en los grandes conjuntos internacionales del norte de África (Cortés, 1987), Mont Begó (Francia) o Valcamonica en Italia (Arca y Fossati, 1995).

Finalmente, apuntar que el marco espacial por el que se extienden las manifestaciones del arte rupestre de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez abarca prácticamente la tota-lidad de los sectores establecidos en el conjunto gráÞco, aunque en este caso se detecta una marcada concentración en los sectores norteños y fundamentalmente en torno a los centra-les de esta zona, Molino e Isla Molino, cuya explicación posiblemente haya que relacionarla, como se explicará más adelante, con la propia interpretación funcional que se ha aplicado a los motivos grabados de esta etapa cronológica.

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arte rupestre ManzanezESTUDIO DE LAS REPRESENTACIONES PALEOLITICAS GRABADAS EN EL MOLINO MANZÁNEZ

9.1 CATALOGO DE FIGURAS DE LA EDAD DEL HIERRO EN EL MOLINO MANZÁNEZ

Igual que se hizo con los grabados paleolíticos, la caracterización crono-lógica de estos grafemas ha estado condicionada por factores morfológicos y estratigráÞcos. Los primeros obedecen a que en el conjunto gráÞco del Molino Manzánez se han documentado Þguras que tienen su reßejo arqueológico real en objetos muebles perfectamente fechados y contextualizados con metodología ar-queológica. Es el caso de las espadas, hoces, Þguras de jinetes o textos en caracte-res gráÞcos prelatinos que permiten ajustar en buena medida el marco cronológi-co de estos grafemas. Los segundos tienen su justiÞcación porque en este grupo de Þguras de la Edad del Hierro se incluyen motivos con un estilo claramente esquemático que tienen una gran similitud formal con Þguras documentadas en las fases precedentes (fundamentalmente en la paleolítica). Como consecuencia de ello, su atribución cronológica se ha basado en las evidencias proporcionadas por la secuencia estratigráÞca detectada entre los motivos de una misma super-Þcie, lo que ha provocado, a su vez, que se descarten no pocas Þguras que, aun pudiendo pertenecer a esta última etapa, fue imposible determinar su cronología al carecer de posicionamiento estratigráÞco. A este criterio estratigráÞco hay que unirle además, como ya se advirtió en el capítulo 6, un criterio técnico, derivado del mayor grosor que de manera habitual presentan los trazos Þliformes de esta última fase respecto a los de cronología paleolítica (sirva como ejemplo de lo dicho la serie de superposiciones entre trazos Þliformes paleolíticos y de la Edad del Hierro detectadas en la estación CCLIV �Paralelas�, donde los trazos más gruesos de la retícula de la Edad del Hierro se superponen claramente a las series de líneas en multitrazo de cronología paleolítica) (Fig. 1).

Fig. 1: Superposición de filiformes paleolíticos (multitrazos finos en vertical) bajo retícula filiforme de la Edad del Hierro. Estación CCLIV �Paralelas�

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De este modo, el conjunto de Þguras de esta cuarta fase cronológica del Molino Man-zánez, sobre el que han sido basados todos los análisis estadísticos y de distribución espacial en el yacimiento, engloba, además de los mo-tivos arqueológicamente contextualizados por sus paralelos en objetos muebles, todos aque-llos realizados en técnica incisa Þliforme que en las secuencias gráÞcas detectadas ocupaban la parte más alta de la estratigrafía, excepto en el caso de que fueran cubiertos por motivos de cronología histórica, motivos estos últimos que serán tratados de manera exclusiva en el siguiente capítulo.

En total, este grupo de grafemas queda integrado por 292 Þguras, documentadas sobre 27 estaciones diferentes y que tipológicamente quedan divididas en cinco categorías:

1 Antropomorfos 2 Zoomorfos3 Elementos etnográÞcos4 Figuras simbólicas5 Grafías A su vez, las tipologías 2, 3 y 4 se sub-

dividen respectivamente en diversas categorías basadas en diferentes criterios eminentemente morfológicos.

Así, los subtipos integrados en la tipolo-gía de �Zoomorfos� corresponden a cada uno de los taxones faunísticos documentados en el Molino Manzánez durante esta fase. Respecto a la tipología de los elementos etnográÞcos, las variantes establecidas corresponden a la cla-se de pieza a la que representan. Finalmente, los subtipos establecidos en la tipología de Þ-

guras simbólicas obedecen a cada uno de los formatos morfológicos basados en elementos geométricos reconocibles que han sido docu-mentados en el conjunto gráÞco del Molino Manzánez durante esta cuarta fase cronológica. En deÞnitiva, el cuadro tipológico queda conÞ-gurado Þnalmente de la siguiente manera:

1 Antropomorfos

2 Zoomorfos 2.1 Équidos 2.2 Bóvidos 2.3 Aves 2.4 Indeterminados

3 Elementos etnográÞcos 3.1 Armas 3.2 Juegos 3.3 Hoces 3.4 Vasijas 3.5 Barcos

4 Figuras simbólicas 3.1 Ángulo 3.2 Aspas 3.3 Círculos 3.4 Trazos convergentes

3.5 Escaleriformes 3.6 Esteliformes 3.7 Geométricos 3.8 Haz Filiforme

3.9 Lanceolados 3.10 Líneas Filiformes

3.11 Ondulados 3.12 Paralelas

3.13 Paralelas con relleno 3.14 Ramiforme 3.15 Retícula

3.16 Trazos curvos 3.17 Triángulos

3.18 Zig-Zag

5 Grafías

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Fig. 2: Gráfico de distribución tipológica de las figuras de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez

Fig. 3: Antropomorfo esquemático filiforme. Estación CCXLIV �La Madre del Cordero�

9.1.1 Antropomorfos

A diferencia de lo que sucedía en la eta-pa anterior, el porcentaje de Þguras antropo-morfas que han sido enmarcadas en la Edad del Hierro se reduce drásticamente de tal manera que su presencia en el conjunto gráÞco puede considerarse casi como anecdótica. Tan sólo ha sido documentada una Þgura individualizada que, no sin diÞcultades, puede atribuirse a esta etapa cronológica y que únicamente supone el 0,34% del total de Þguras de esta fase 4. Se lo-caliza en el panel 3 de la estación �La Madre del Cordero� situada en la zona norte dentro del sector Molino da Volta (Fig. 3).

Morfológicamente, se resuelve de una manera muy esquemática, en perspectiva frontal y carente del más mínimo sentido de la propor-

cionalidad. Para conÞgurar la cabeza fue em-pleado un golpe de piqueteado con estructura cordiforme (imposible determinar si se hizo ex professo para la Þgura o fue reutilizado), de la que parte la estructura corporal, resuelta mediante dos trazos de forma losángica que no llegan a ce-rrarse. Tanto las extremidades superiores como

Fig. 4: Calco e imagen de detalle de jinete con lanza. Estación XI �Ñete�

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inferiores han sido representadas y en ambos casos aparecen rematadas con los apéndices di-gitales representados mediante pequeños trazos en forma de abanico muy desproporcionados. No presenta caracterización sexual.

Este escaso nivel de representación de la Þgura antropomorfa respecto al contexto gene-ral del arte rupestre de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez se incrementaría ligeramen-te incluyendo dentro de esta tipología al jinete representado en la estación �Ñete� del sector Molino, también en la zona norte (Fig. 4).

Se trata de una Þgura de proporciones semejantes aunque mucho más naturalista en cuanto a su concepción estilística. Aparece de perÞl, excepto en la zona del tronco donde se emplea la perspectiva torcida que permi-te mostrar ambos brazos, uno que sujeta las riendas de la montura y el otro alzado soste-niendo la lanza en posición de lanzamiento. Tanto piernas como brazos ofrecen un cierto estudio anatómico que individualiza el pie de la pierna, esta última engrosando progresiva-mente hacia la cadera, y parte de la musculatu-ra del brazo que sostiene la lanza. Finalmente, destacar la posible representación de un to-cado, posiblemente un casco, que porta esta Þgura en la cabeza, en la que se advierte una notable visera.

9.1.2 Zoomorfos

De manera inversa a lo que sucedía con el grupo de los antropomorfos, la tipo-logía zoomorfa incrementa su porcentaje de aparición respecto a la etapa precedente, aun-

que manteniéndose en niveles muy bajos en relación a la totalidad del conjunto de Þguras enmarcadas en la fase 4 del Molino Manzánez. En total, han sido documentados seis moti-vos que representan únicamente el 2,05% del total de la serie, cinco de ellos en estaciones del sector norte (Espadas y Molino) y tan sólo

Fig. 5: Representación de bóvido. Estación XI �Ñete�

Fig. 6: Representaciones zoomorfas de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez: 1 y 2, Caballos (1 �Espadas�, 2 �Ñete); 3, Pájaro (�Arandela�); 4 Toro (�Ñete); 5 y 6, Indeterminados ( 5 �Espadas�, 6 �Soso�)

419

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uno en sectores de la zona sur (Heineken). Entre los taxones identiÞcados se encuentran dos caballos, en la estación �Ñete� del sector Molino y en la estación �Espadas� del sector del mismo nombre, ambas en la zona norte y que suponen el 33,33% del total de Þguras zoomorfas; un toro, también en la estación �Ñete� (16,66%) (Fig. 5); un posible pájaro, localizado en la estación �Arandela�, situada en el sector Heineken en la zona sur (16,66%) y otros dos motivos zoomorfos indetermina-dos (33,33%), localizados en las estaciones �Espadas� del sector Espadas y �Soso� del sector Molino, ambas enclavadas en la zona norte (Fig. 6).

9.1.3 Elementos Etnográficos Este grupo de Þguras es el segundo más

numeroso de la serie iconográÞca de la Edad del Hierro con un total de 66 motivos diferen-tes que suponen el 22,26% de los grafemas de la fase 4. Su distribución afecta preferentemen-te a la zona norte, ya que en los tres únicos sectores de esta zona en donde aparecen Þgu-ras de esta tipología (Espadas, Molino y Mari-posas) se localizan el 93,84% de los grafemas. El 6,16% restante se distribuye entre otros tres sectores de la zona sur (Heineken, Simpson y Ventas) (Fig. 8). Especial interés despierta el sector Espadas, ya que una sola estación de las documentadas en él, la identiÞcada con su mis-mo nombre, reúne todas las Þguras que se han localizado aquí (46 en total), de las que 43 son armas, dos han sido identiÞcadas como juegos y la restante como una hoz.

En total, el conjunto Þgurativo se distribu-ye sobre once estaciones, lo que es indicativo del elevado rango asociativo que presenta esta serie de grafemas (el 92,30%), motivado sobre todo por la gran concentración de Þguras comenta-da anteriormente sobre la estación �Espadas�. De las once estaciones citadas, ocho se localizan

Fig. 7: Estación XCI �Espadas�, a punto de ser cubierta por las aguas del Guadiana. Enero 2001

Fig. 8: Distribución de los elementos etnográficos de la Edad del Hierro en el conjunto figurativo del Molino Manzánez

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en sectores de la zona norte (�A la Hoguera�, �Barbaridad�, �Ñete�, �Botella Verde�, �Ñete� y �Paragüero� en el sector Molino; �Espaba-nanas� y �Alquerque� en el sector Mariposas y �Espadas� en el sector del mismo nombre) y las tres restantes se distribuyen respectivamente por otros tres sectores de la zona sur (�Baña�, en el sector Heineken; �La Garrota�, en el sector Simpson y �Relicario�, en el sector Ventas).

Desde el punto de vista cronológico y cultural, este grupo Þgurativo resulta de gran interés, ya que en una buena parte de los ca-sos estas representaciones tienen su referente en objetos muebles bien contextualizados en los aspectos antes citados, lo que permite, a diferencia de lo que sucedía en las etapas pre-cedentes, encuadrar desde criterios más o me-nos aproximados el margen cronológico en el que se desarrollan estas manifestaciones. Así mismo, la inmediatez tipológica de estas re-presentaciones permite un mayor acercamien-to a la propia funcionalidad de estos graba-dos, teniendo en cuenta también el apoyo que supone para ello la existencia en este mismo conjunto gráÞco de manifestaciones epigráÞ-cas (ver apartado 9.2.5 de este mismo capí-tulo), perfectamente contextualizadas en esta fase cronológica. Las características culturales de la inscripción que ha podido ser estudia-da y el hecho de que el 78,46% de las Þgu-ras de este grupo de elementos etnográÞcos puedan considerarse como representaciones totales o parciales de cuchillos o espadas afal-catadas permiten. hipotetizar sobre la posible funcionalidad ritual de estas manifestaciones. A ello contribuye también su localización en estaciones que caen directamente al cauce del Guadiana, como �Espadas� o �La Baña� (Fig. 7) o en zonas con cotas poco elevadas, lo que repercute en una frecuente inundación du-rante los períodos de crecida. En este sentido podría plantearse como hipótesis una ofrenda simbólica de las armas al propio río, renovada periódicamente con la inmersión de las mis-

mas bajo las aguas del Guadiana en las etapas de máxima pluviosidad. Un ritual en el que el arma original se sustituye por su representa-ción gráÞca grabada sobre la piedra que queda bajo las aguas regularmente, manteniendo con ello una serie de ceremonias que ya se encon-traban presentes en la Península Ibérica, al

menos, desde el Bronce Final (Ruiz-Gálvez, 1995: 129-155).

9.1.3.1 Armas

Como ya se ha referido con anterio-ridad, es el grupo más numeroso de todo el conjunto Þgurativo en el que se representan elementos etnográÞcos de la Edad del Hierro, pues integra el 78,46 % del mismo. En la tota-lidad de los casos, la hoja del arma es curvada y rematada en la zona trasera mediante un pe-queño enmangue de forma rectangular. Su ta-maño varía, estando comprendido entre los 7,3 cm de la menor y los 28 cm de la de mayor ta-maño, con una media habitual en torno a los 17 cm, lo que permite barajar la posibilidad de que las piezas que fueron representadas respondan

Fig. 9: Representaciones de armas con el filo curvo. Estación XCI �Espadas�

421

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más al caliÞcativo de cuchillos afalcatados que al de falcatas propiamente dichas (Fig. 9).

Su distribución es fundamentalmente norteña, con 48 elementos (94,11%) repartidos en tres sectores de esta zona (Espadas, Mari-posas y Molino), frente a las tres únicas Þguras documentadas en la zona sur (5,89%), locali-zadas respectivamente en otras tantas estacio-nes, cada una de ellas enclavada en un sector diferente (�Baña�, en Heineken; �La Garrota�, en Simpson y �El Relicario�, en Ventas). No obstante, la importancia numérica de las armas en la zona norte hay que matizarla teniendo en cuenta la elevada concentración de Þguras de este tipo que aparecen en la estación �Espa-das�. Su rango asociativo es muy alto, alcanzan-do el 92,15%.

9.1.3.2 Juegos

Bajo esta denominación hemos engloba-do ocho Þguras que la bibliografía al uso consi-dera como �grabados de tradición lúdica� (Gon-zález, 2000) y entre los que han sido identiÞcados de forma parcial dos tipos de juegos diferentes:

Fig. 10: Representación incompleta de un alquerque de 12. Estación CCXXVII �Barbaridad�

Fig. 11: Representación incompleta de tablero de juego de tres en raya. Estación XCI �Espadas�

alquerque (Fig. 10) y tres en raya (Fig. 11). En todos los casos se conÞguran de una forma muy simple, como un elemento rectangular que apa-rece compartimentado internamente por subdi-visiones a base de trazos paralelos y diagonales que se cruzan en un punto central.

Resulta muy difícil determinar la cro-nología de estos elementos gráÞcos, ya que su ámbito de uso excede en mucho el marco cronológico de la Edad del Hierro para aden-trase plenamente en fases históricas. De hecho, como veremos en el capítulo siguiente, existen algunas Þguras de esta tipología y funcionali-dad que han sido consideradas de época his-

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tórica en función de la aparición en la misma superÞcie de representación de grafías, rúbricas o fechas de este rango cronológico.

Su distribución en el marco del Molino Manzánez se ciñe exclusivamente a sectores de la zona norte (Espadas, Mariposas y Molino), sien-do este último el que más Þguras concentra (cin-co motivos �el 62,5%- repartidos entre las esta-ciones de �Barbaridad�, �Ñete�, �Paragüero� y �Botella Verde�), mientras que los tres grafemas restantes aparecen en las estaciones �Espadas� en el sector con este mismo nombre y �Alquer-que� del sector Mariposas. Resulta signiÞcativo, a tenor de la distribución preferente que ocupan estos elementos gráÞcos, que la denominación que reciben estos motivos en el vecino país de Portugal sea la de �jogos do moinho� (González, 2000: 366). Su rango asociativo alcanza el 50%.

9.1.3.3 Hoces

Han sido identiÞcadas como tales herra-mientas cuatro representaciones (el 6,15% de las Þguras de la Edad del Hierro), repartidas en cuatro estaciones de ámbito exclusivamente norteño como sucedía con la categoría ante-rior. (�Ñete�, �Botella Verde� y �A la hoguera�

en el sector Molino y �Espadas� en el sector Espadas) (Fig. 12).

De todas ellas, la más completa es la que aparece sobre la estación �Ñete� (Fig. 12.4), en la que es visible el enmangue, relleno mediante trazos estriados, seguido de un largo cuerpo que remata en la zona superior por la típica hoja cur-vada de las hoces. De similares características, aunque con la hoja mucho más acusada en su curvatura, es la documentada sobre la estación �A la Hoguera� (Fig. 12.1), mientras que las dos restantes se resuelven de un modo mucho más somero, sobre todo la identiÞcada en la estación �Espadas� (Fig. 12.2), mientras que la que apa-rece en la estación �Botella Verde� se aparta de

los modelos anteriores para presentar una hoja curvada que se ensancha progresivamente hacia el extremo (Fig. 12.3). Todas las Þguras apare-cen en cada estación de forma individualizada por lo que su rango asociativo es nulo.

9.1.3.4 Vasijas

Sólo ha sido identiÞcada una representa-ción que responde a esta clasiÞcación (el 1,53% de la serie). Aparece en la estación �La Baña� del sector Heineken, en la zona sur, y morfo-

Fig. 12: Representaciones de hoces en el Molino Manzánez: 1. �A la Hoguera�, 2. �Espadas�, 3. �Botella Verde�, 4. �Ñete�

Fig. 13: Representación de vasija. Estación CCLXXXV �La Baña�

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Fig. 14: Representación de barca de la Edad del Hierro. Estación XI �Ñete�

Fig. 15: Barca de pesca utilizada hasta la actualidad por los pescadores en el Guadiana

lógicamente corresponde con una pieza cuyo diámetro de boca es menor que su profundi-dad, con el borde recto y el fondo redondeado sin que se aprecien indicaciones de una posible base. La mitad inferior está atravesada por cua-tro líneas paralelas que han sido interpretadas como elementos decorativos (Fig. 13).

9.1.3.5 Barcas

Igual que la anterior categoría, tan sólo ha sido identiÞcado un único motivo de este tipo en el conjunto Þgurativo de la Edad del

Hierro del Molino Manzánez (1,53% del total de la serie), grabado sobre la estación �Ñete� del sector Molino, en la zona norte del yacimiento. A pesar de estar resuelta con una perspectiva frontal y de una forma bastante sumaria, se pueden diferenciar sin problemas la proa de la nave que se individualiza de la quilla mediante un doble trazo curvado. Otro doble trazo recti-líneo y alargado delimita el lateral de la cubierta de la embarcación que remata en la parte pos-terior con una popa redondeada (Fig. 14). Evi-dentemente por las características del Guadia-na pensamos que puede identiÞcarse con una barcaza de poco calado de las que en esa épo-ca debieron verse navegando por el río entre los diferentes asentamientos que jalonaban su curso, como ya referíamos en la introducción de este mismo capítulo, y no muy diferente de las que actualmente pueden verse utilizadas por los pescadores de la zona (Fig. 15).

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424

TIPOLOGÍA CANTIDAD / PORCENTAJE REPRESENTACIÓN

ANGULOS10

4,67%

ASPAS11

5,14%

CÍRCULOS4

1,86%

TRAZOS CONVERGENTES5

2,33%

ESCALERIFORMES4

1,86%

ESTELIFORME21

9,81%

GEOMÉTRICOS157%

HAZ DE FILIFORMES7

3,27%

LANCEOLADAS1

0,46%

LINEAS FILIFORMES SUELTAS22

10,28%

ONDULADO4

1,86%

PARALELAS24

11,21%

PARALELAS CON RELLENO3

1,4%

RAMIFORME2

0,93%

RETICULA20

9,34%

TRAZOS CURVOS13

6,07%

TRIANGULO4

1,86%

ZIG-ZAG44

20,56%

Fig. 16: Tabla tipológica de las figuras simbólicas de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez

425

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9.1.4 Figuras Simbólicas Es el grupo más amplio de Þguras dentro

del contexto gráÞco de la Edad del Hierro, ya que está integrado por 214 motivos que suponen el 73,28% de la serie. Se subdivide en 18 morfotipos básicos de carácter puramente geométrico y que se resumen en el siguiente cuadro tipológico:

Se trata en todos los casos de Þguras realizadas exclusivamente en trazo Þliforme con una media de anchura que oscila en torno al medio milímetro de grosor. Son trazos que muestran un ductus regular, Þrme y seguro con pocas concesiones a las correcciones y líneas de fuga. De entre todos los grupos deÞnidos, el numéricamente más importante es el de los motivos en zig-zag que se documentan en 44 ocasiones. Del resto de tipologías, tan sólo dos de ellas igualan o superan el 10% de represen-tación (líneas Þliformes con un 10,28%, y las series de paralelas que agrupan el 11,21% de la serie). Otras dos rozan el 10% (los esteliformes que se quedan en el 9,81% y las retículas que tan sólo alcanzan el 9,34% de representativi-dad). En las demás, su presencia puede con-siderarse como meramente anecdótica ya que como máximo llegan a alcanzar el 7% (es el caso de la tipología de los geométricos), aun-que lo habitual es que los muestreos no alcan-cen ni siquiera el 4% de representación.

Fig. 17: Gráfico de distribución numérica de las figuras simbólicas de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez

Fig. 18: Figuras en ángulo de la Edad del Hierro. Estación CCXVIII �Tipis�

Fig. 19: Gráfico de distribución de las figuras en ángulo de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez

9.1.4.1 Ángulos

Se conÞgura como la conjunción de dos trazos unidos por el vértice, sin que se puedan establecer pautas de colocación de este último elemento, pues aparece colocado indistinta-mente en diferentes posiciones (Fig. 18). Se trata de la novena tipología mejor representa-da de la serie de Þguras simbólicas, con diez Þguras que se reparten sobre siete estaciones diferentes. Cinco de ellas (�La Rota�, �El Ca-rro�, �Navidad�, �Hundir la Flota� y �Tipis�), que reúnen el 80% de los grafemas, aparecen localizadas sobre tres sectores de la zona norte (Espadas: �La Rota�; Isla Nueva: �El Carro� y �Navidad�; Molino: �Hundir la Flota� y �Ti-

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pis�), mientras que el 20% restante se localizan sobre dos estaciones de la zona sur situadas en dos sectores diferentes (Grilling: �Triana Pura�; Heineken: �Baña�). Es una Þgura que presen-ta un bajo índice que tan sólo alcanza el 50%, siendo únicamente dos (�Hundir la Flota�, con dos Þguras y �Tipis�, con tres) las estaciones sobre las que se han documentado más de una Þgura en ángulo, ambas situadas en el mismo sector, Molino.

9.1.4.2 Aspas

Se trata de Þguras conformadas por dos trazos curvados que tienden a unirse por uno de sus extremos, aunque en una buena parte de las ocasiones no llegan a hacerlo. Es una tipolo-gía bastante problemática si tenemos en cuenta su posible identiÞcación con la hoja de algún arma, pero sobre todo por su indeÞnida posi-ción estratigráÞca en la serie de grabados. Así, en la estación �Machete�, las aspas aparecen por debajo de una serie de piqueteados, mien-tras que en �Tanios�, aunque no se puede esta-blecer la secuencia estratigráÞca de esta Þgura, aparece al lado de un animal de cronología pa-leolítica. Por su parte, de los grafemas que nos ocupan, aparece uno en la estación �Inocente�, del sector Isla Molino y los diez restantes en

�Espabananas�, del sector mariposas, ambos en la zona norte, en todos los casos superpues-tos claramente a motivos Þliformes de menor grosor y diferente pátina (Fig. 20).

9.1.4.3 Círculos

Aparecen únicamente en cuatro ocasio-nes, lo que supone tan sólo una representati-vidad del 1,86% en el marco tipológico de las Þguras de la Edad del Hierro. Se distribuyen sobre dos estaciones, �Falsa Alarma� en el sec-tor Molino da Volta, sobre la que se ha docu-mentado una única Þgura y �Lanzadera� en el sector Molino, que agrupa las otras tres; ambos

Fig. 20: Superposición de filiformes en aspa de la Edad del Hierro sobre filiformes de trazo fino. Estación CCXCII �Inocente�

Fig. 21: Motivo circular con el interior compartimentado en radios. Estación CCXXII �Lanzadera�

sectores localizados en la zona norte. Destacar que en ningún caso se trata de círculos puros ya que en el primer caso está atravesado dia-metralmente por un trazo rectilíneo y los tres restantes aparecen compartimentados median-te una estructura radiada (Fig. 21).

9.1.4.4 Trazos convergentes

Han sido documentados en tan sólo cin-co ocasiones, lo que supone el 2,33% del total de Þguras de esta tipología. Su porcentaje aso-

427

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ciativo es bajo (el 40%), ya que únicamente apa-recen dos Þguras de este mismo tipo sobre una misma estación (�Hundir la Flota� en el sector Molino). Su rango de distribución es variado, pues aparecen localizados sobre cuatro estacio-nes (�Atalaya�, �Hundir la Flota�, �Joaquín� y �Transmisión�), que se distribuyen paritaria-mente entre sectores de la zona norte y la sur (Frente a Isla Nueva y Molino respectivamente para las dos primeras estaciones y Comecocos y Heineken respectivamente para las segundas).

9.1.4.5 Escaleriformes

A pesar de ser una Þgura que al igual que las anteriores es escasamente representativa, ya que únicamente agrupa cuatro motivos, el 1,86% del total de la serie, se diferencia de las demás tipologías puesto que es la única cuyo porcentaje de aparición es claramente supe-rior en la zona sur y con un rango asociativo importante que alcanza el 75%. De los cuatro grafemas, tres de ellos (el 75%) aparecen al sur, sobre la estación �Relicario� en el sector Ven-tas, mientras que el restante (el 25%) se localiza al norte sobre la estación �Plik-Plik� del sector Molino da Volta.

9.1.4.6 Esteliformes

Se trata de una de las tipologías mejor representadas de toda la serie de Þguras de la Edad del Hierro, conÞguradas de una for-ma muy sencilla mediante la yuxtaposición de dos triángulos, habitualmente de tipo isósceles,

colocados con los vértices contrapuestos que generan una estrella de cinco puntas, con un ta-maño medio bastante reducido que como me-dia se sitúa en torno a los 6 cm de longitud (Fig. 22). En total han sido localizadas 21 Þguras (el 9,81%) repartidas sobre nueve estaciones, que excepto en una ocasión (�El Judío� del sector

Grilling en la zona sur), aparecen en sectores de la zona norte (Molino: �Lanzadera�, �Tipis� y �Visitantes�; Isla Molino: �Rojo�; Espadas: �Chicken Run�; Isla Nueva: �Estrella� y �Navi-dad�; Mariposas: �Georgy Dan�), con una cla-ra concentración de Þguras en el sector Molino que reúne once (el 57,89%) de los esteliformes registrados en la zona norte. Presentan un índi-ce asociativo que alcanza el 76,19%, destacando que sólo la estación �Lanzadera� agrupa ocho de estos motivos, mientras que �Georgy Dan� agrupa cuatro y �Los Visitantes� y �El Judío� acogen cada una otras dos Þguras.

Fig. 22: Motivo esteliforme de cinco puntas. Estación CXLI �La Estrella�

Fig. 23: Gráfico de distribución por estaciones y sectores de las figuras esteliformes de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez.

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9.1.4.7 Geométricos

En este apartado se engloba un amplio grupo de morfología muy diversa que respon-de a construcciones simbólicas con base en el trazo Þliforme que describe, desde Þguras geométricas simples como pueden ser los cua-drados o los trapecios (habitualmente com-partimentados al modo que presentan los es-tampillados decorativos de las cerámicas de la Edad del Hierro (Berrocal, 1992: 113)), hasta complejas Þguras de difícil identiÞcación (Fig. 25). Su distribución se polariza más sobre es-taciones de la zona norte (nueve de las doce identiÞcadas, que agrupan 11 de los motivos de esta tipología aparecen en esta zona: �Es-padas�, �Rojo�, �Robinson�, �Botella Verde�, �Depensa�, �Frito�, �La Tormenta�, �Poca cosa� y �Robot�), con especial intensidad en el sector Molino en el que se localizan seis (66,6%) de las nueve estaciones documenta-das. Las tres restantes (el 25% de la serie), que reúnen los otros cuatro motivos, aparecen una en el sector Heineken (�La Baña�, con un solo motivo geométrico) y las dos restantes en el sector Ventas (un grafema en �Chicuelita� y otros dos en �Relicario�). Su porcentaje aso-ciativo es tan sólo del 33,33%, ya que única-mente cinco de los quince motivos aparecen asociados sobre una misma estación (tres de ellos en la estación �Espadas� del sector del mismo nombre en la zona norte y los dos restantes en la estación �Relicario� del sector Ventas de la zona sur) (Fig. 24).

9.1.4.8 Haz de filiformes

Se trató de una de las tipologías sim-bólicas más habituales del grupo de arte ru-pestre paleolítico que se mantiene en esta fase con una morfología similar, aunque con una diferencia técnica bastante notable, como es el mayor grosor de los trazos que conÞguran

Fig. 24: Gráfico de distribución de las figuras geométricas de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez

Fig. 25: Figura geométrica compleja. Edad del Hierro. Estación CCCXLVII �El Relicario�

Fig. 26: Distribución de los haces filiformes de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez

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Fig. 27: Jinete a caballo portando lanza de hojas lanceoladas. Estación nº1 de Vermelhosa (valle del Côa, Portugal)

el haz. No obstante, su presencia es mucho más reducida porcentualmente en esta serie, ya que con independencia de su posición ver-tical, horizontal o inclinada, su número queda limitado a tan sólo siete grafemas (el 3,27% del total de la serie), repartidos equilibrada-mente entre siete estaciones de las zonas nor-te y sur (57,14% y 42,86%, respectivamente). Un desequilibrio que se rompe al observar la marcada concentración de este tipo de Þguras en los sectores. Así, todos los haces de la zona norte aparecen en estaciones del sector Mo-lino (�Botella Verde�, �La Tormenta�, �San-drita� y �Toro Pelón�), mientras que los del sur se reparten entre Heineken (�Arandela� y �Baña�) y Ventas (�Relicario�). Así mismo, se debe destacar su nulo rango asociativo ya que en ninguna de las estaciones se produce la aparición de más de un grafema con esta morfología (Fig. 26).

9.1.4.9 Lanceolada

Aparece una sola Þgura de esta tipología en la estación �Estrella� del sector Isla Nueva en la zona norte. Su rango de representación en el grupo de Þguras de la Edad del Hierro es muy escaso (0,46%), ya que se trata de un tipo de grafema que cotidianamente no suele aparecer de forma individualizada, sino como complemento, habitualmente armamentísti-co, en Þguras más complejas de guerreros o jinetes armados con lanzas o ßechas. Un buen ejemplo de lo dicho se puede observar en el guerrero de la cercana roca 3 de Mocissos, lo-calizada en la margen portuguesa del área de

inundación de la presa de Alqueva (Martinho, 2002: 163), que porta en su mano derecha una lanza rematada en ambos extremos por hojas lanceoladas, muy similar al que también alza en su mano el jinete de la estación nº 1 de Vermelhosa (Portugal) (Simões y otros, 2000: Þg. 6) (Fig. 27).

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9.1.4.10 Líneas filiformes sueltas

Es la tercera categoría más numerosa del grupo de Þguras simbólicas de la Edad del Hierro. Este tipo de trazos de mayor profundi-dad, grosor, con orientación multidireccional, se superponen al resto de las Þguras de la serie en 16 estaciones, once de ellas pertenecientes a sectores de la zona norte (Frente a Isla Nueva, Isla Nueva, Isla Molino, Mariposas, Molino) y las cinco restantes a sectores de la zona sur (Comecocos, Heineken, Simpson y Ventas).

Fig. 28: Distribución de trazos filiformes sueltos de la Edad del Hierro en el conjunto gráfico del Molino Manzánez

Fig. 29: Serie de trazos paralelos superpuestos a golpes piqueteados dispersos. Estación CXLV �Citroen�

en zig-zag que pueden considerarse como los auténticos protagonistas, junto con las retículas, del conjunto gráÞco simbólico de la Edad del Hierro. Con ellos, además, comparten la prefe-rencia por su disposición en alineaciones verti-cales, lo que podría llegar a interpretarse como que estas Þguras no son auténticos motivos on-dulados, tales como los que se documentaban en la fase anterior, sino errores de trazado a la hora de conÞgurar un motivo en zig-zag. To-dos ellos se localizan distribuidos sobre cuatro estaciones diferentes enclavadas en tres secto-res exclusivamente de la zona norte (Isla Mo-lino: �Rojo�, Isla Nueva: �Robinsón�, Molino: �Encefalograma� y �Michael Night�). Su rango asociativo es nulo, ya que se documenta un solo motivo por cada una de las estaciones en las que han sido documentados este tipo de Þguras.

9.1.4.12 Trazos paralelos

Se trata de la segunda tipología mejor re-presentada del conjunto simbólico de la Edad del Hierro, con 24 muestras que suponen el 11,21% del total de la serie. Su formato habitual son series de trazos cortos paralelos dispuestos en tiras verticales, pudiendo plantear la posibi-lidad, a la vista de esta estructuración, de que estos elementos pudieran haber sido utilizados como simples elementos de conteo (Fig. 29).9.1.4.11 Ondulados

Son trazos únicos que se caracterizan, como su propio nombre indica, por describir un recorrido ondulado. Se trata de un tipo de Þgura que mostraba unos porcentajes de apa-rición muy considerables en la etapa preceden-

te, pero que en ésta ve notablemente reducida su presencia hasta el punto de que puede lle-gar a caliÞcarse como meramente anecdótica. De hecho, tan sólo han sido documentados cuatro motivos de esta tipología que suponen únicamente el 1,86% del total de la serie y, en un buen número de casos, asociados a motivos

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Al igual que la mayor parte de los ele-mentos de esta serie gráÞca, su rango de dis-tribución se polariza en torno al sector norte y especialmente en el ámbito del sector Molino que agrupa 10 estaciones en las que han sido documentadas 14 series de trazos en paralelo (el 58,53% de las Þguras de esta tipología). El resto aparecen en los sectores Isla Molino (tres estaciones con tres series de trazos) e Isla Nueva (dos estaciones con otras dos series). Las nueve restantes se reparten en sectores de la zona sur (Comecocos, Grilling, Heineken y Ventas) (Fig. 20). Su rango asociativo es bajo (33,33%) ya que tan sólo tres estaciones (�Hundir la Flota�, �Ñete� y �Baña�) agrupan más de una serie de trazos en paralelo.

9.1.4.13 Paralelas con relleno interno

Aunque podrían plantearse como una derivación de la anterior, se ha determinado su consideración como tipología independiente debido a su propia particularidad, ya que com-bina los trazos en paralelo con otros en zig-zag o romboidales que conÞguran su relleno inter-

Fig. 30: Gráfico de distribución de series de trazos paralelos de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez

Fig. 31: Trazos paralelos con relleno interno. De arriba abajo: Estación XCIC �Viriato�; estación CXLV �Citroen�; estación CVII �Cangrejos�

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no. Así mismo, se trata de un tipo de Þguras que aunque poco habituales no son desconoci-das en el panorama de arte rupestre de la Edad del Hierro. Sin ir más lejos, en la ya citada roca 3 de Mocissos (Martinho, 2002: 163), aparecen trazos paralelos enmarcando series de trazos paralelos en diagonal o trazos ondulados en-cadenados.

En los tres casos documentados en el Molino Manzánez (dos en la zona norte: �Vi-riato� del Sector Molino y �Citroen� del sector �Isla Nueva�; y uno más en la sur: �Cangrejos� en el sector del mismo nombre), el esquema compositivo es el mismo, conÞgurado median-te dos o tres trazos paralelos que enmarcan motivos romboidales encadenados (Fig. 31). Su rango asociativo es nulo y tan sólo en una es-tación (�Citroen�) aparecen series de trazos en paralelo con este tipo de grafemas.

9.1.4.14 Ramiformes

Aparecen únicamente dos esquemas de esta tipología, que únicamente representan el 0,93% de la serie de Þguras simbólicas de la Edad del Hierro, localizados, uno, en la esta-ción �Falsa Alarma� del sector Molino da Volta en la zona norte y, el otro, en la estación �Judío� del sector Grilling en la zona sur. En ambos ca-sos las Þguras presentan la misma morfología, resuelta mediante un eje lineal central que es cruzado por una serie de pequeños trazos para-lelos en diagonal (Fig. 32).

Fig. 32: Ramiformes. Imagen superior: estación DLXVII �Falsa Alarma�; imagen inferior: estación CDLII �El Judío�

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9.1.4.15 Retículas

Se trata de otra de las tipologías más numerosas de esta serie de Þguras de la fase cuarta del conjunto gráÞco del Molino Manzá-nez. Se documentaron también como parte del conjunto gráÞco simbólico Paleolítico aunque, al contrario de lo que sucede en esta nueva eta-pa, su presencia era meramente anecdótica sin que llegara a alcanzar el 2% de todo el conjun-to gráÞco. Respecto a los motivos que ahora tratamos (Fig. 24), nuevamente su presencia se polariza en sectores de la zona norte, que

Fig. 33: Distribución de las retículas de la Edad del Hierro en el conjunto gráfico del Molino Manzánez

9.1.4.16 Trazos curvos

Se trata de un motivo de morfología muy simple, con un notable porcentaje de aparición que alcanza al 6,07% del total de la muestra muy similar, numérica y porcentualmente, al que mostraban las Þguras de esta misma ti-pología correspondientes a la fase paleolítica (6,52% del total). De igual modo, su distribu-ción se centra preferentemente en sectores de la zona norte, aunque en este caso el reparto se polariza de una manera muy desequilibrada a

Fig. 34: Motivo reticulado superpuesto a golpes de piqueteado disperso y a trazos filiformes indeterminados. Estación LXXIII �Tanios�

Fig. 35: Distribución de trazos curvos de la Edad del Hierro en el conjunto gráfico del Molino Manzánez

reúnen el 85% de esta serie gráÞca y de igual manera, es el sector Molino el que concentra un mayor número de grafemas de esta tipología (12 de las 17 localizadas en la zona norte). En el sur las únicas tres retículas se localizan de manera individualizada sobre tres estaciones de tres sectores diferentes (�Orejón� en Simpson,

�Pulcro� en Comecocos y �Cangrejos� en el sector del mismo nombre). Su rango asociati-vo es notable (un 45%), aunque reducido a tres estaciones que reúnen respectivamente 2, 4 y 3 grafemas de esta tipología (�Espadas�, �Botella Verde� y �Tanios�), todas ellas en la zona norte del conjunto gráÞco (Fig. 33)

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favor de la zona norte en la que se localizan 11 (84,6%) de los 13 grafemas registrados sobre seis estaciones diferentes (Fig. 35).

Como puede observarse en el gráÞco, su rango asociativo es alto (76,92%), estando muy por encima del resto de los motivos de la serie de Þguras simbólicas de esta cronología.

9.1.4.17 Triángulos

Esta nueva tipología presenta un esca-so porcentaje de aparición con tan sólo cuatro motivos que suponen el 1,86% del total de la serie de Þguras simbólicas. Su morfología es irregular, aunque en todos los casos tienden a conformar triángulos de tipo equilátero. Se reparten a partes iguales entre sectores de las zonas norte y sur. Los dos localizados en la zona norte se encuentran sobre dos estaciones diferentes (�Falsa Alarma�, en el sector Molino da Volta y �Lanzadera�, en el sector Molino), mientras que los dos grafemas del sur aparecen sobre la misma estación (�Baña�, en el sector Heineken). Su rango asociativo alcanza el 50%.

9.2.4.18.- Zig-zag

Es la tipología más importante desde el punto de vista numérico de toda la serie de Þ-guras simbólicas de la Edad del Hierro, ya que agrupa 44 motivos, lo que se traduce en un porcentaje total del 20,56% de este conjunto gráÞco. Se trata de Þguras de longitud variable y se presentan habitualmente formando agru-paciones de varios motivos que se disponen

más o menos en paralelo y en posición verti-cal (Fig. 37). Como gran parte del resto de las tipologías, su distribución es mayoritaria en las estaciones del sector norte, ya que en diez estaciones se reparten 27 de estos grafemas (el 61,36%), mientras que las 17 restantes (el 38,64%) aparecen en el sur, con la particulari-

Fig. 37: Motivo en zigzag. Estación CCLXXXV �La Baña�

Fig. 36: Gráfico de distribución de los grafemas en zigzag de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez

dad de que lo hacen sobre una única estación: �Baña�, en el sector Heineken (Fig. 36).

Su rango asociativo es igualmente el más alto del conjunto de Þguras simbólicas de esta etapa alcanzando el 90,9% del total de la serie.

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9.1.5 Grafías Uno de los mejores apoyos a la hora de

establecer el marco cronológico y funcional de las representaciones grabadas de la fase 4 de Molino Manzánez han sido las inscripcio-nes que se han localizado en las estaciones �El Judío� y �Quinín�. En la primera de ellas se mezclan caracteres latinos y prelatinos, junto con algún dibujo y representaciones simbólicas de ramiformes y esteliformes ya citadas en los apartados anteriores (Figs. 32, 38 y 40). En la segunda, otro posible texto prelatino mucho más reducido (Fig. 39) aparece junto a caracte-res sueltos, también prelatinos, y representacio-nes simbólicas de tipo geométrico.

Resulta signiÞcativo resaltar que, mien-tras la mayor parte de las representaciones de

Fig. 38: Combinación de inscripciones latina (superior: �Pamaso�) y tartésica (inferior). Estación CDLII �El Judio�

este período se sitúan fundamentalmente en sectores de la zona norte, con especial predi-lección por el sector Molino, las dos inscrip-ciones aparecen sobre sectores de la zona sur (�El Judío� en Grilling y �Quinín� en Friega-muñoz), que de entre todos son los más aleja-dos de la zona de aparición preferente de los motivos anteriores. Un acto que se podría con-siderar como un nuevo intento, al modo que hemos venido observando en las fases gráÞcas anteriores, de estructurar espacialmente el ya-cimiento en función de la simbología. Así, la zona norte quedaría destinada exclusivamente al aparato gráÞco simbólico, mientras que la sur, aun admitiendo en mucho menor número este tipo de grafemas, sería la zona que aco-gería en exclusiva las inscripciones, elementos mucho más personalizados y alejados en cier-

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Fig. 40: Inscripción de la estación CDLII �El Judío�

ta medida de la carga gráÞca que ostentan el conjunto de motivos que integran el aparato Þgurativo de la Edad del Hierro. No obstante, el hecho de que ambos textos fueran realiza-dos sobre estaciones que se localizan al mismo borde del agua (Fig. 41), las primeras en quedar sumergidas durante las crecidas del río, las im-brica directamente con aquellas en las que apa-recían grabadas representaciones de armas, con las que comparten un similar contexto espacial dentro del conjunto gráÞco. Esta intenciona-da selección de los espacios de representación consideramos que refuerza la unidad simbólica del conjunto gráÞco a pesar de su estructura-ción temática y vuelve a poner de maniÞesto Fig. 39: Calco de posible inscripción tartésica. Estación D �Quinin�

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Fig. 41: Estación de �El Judío� durante el proceso del calco

la hipótesis apuntada más arriba del carácter cultural de la mayor parte de los grabados de la fase 4. Un carácter cultural que se debe apuntar como una consecuencia lógica de la costumbre de los pueblos prerromanos de sacralizar luga-res al aire libre en íntima comunión con la natu-raleza (A.A.V.V., 1986), donde no faltan ejem-plos de culto a las aguas o su relación con las vías naturales de comunicación (Haba y Rodri-go, 1990: 73-88), tanto más si, como se deduce del análisis epigráÞco de las inscripciones reali-zado por el Dr. D. Eugenio Luján de la Univer-sidad Complutense de Madrid (ver ANEXO I de este mismo capítulo), la inscripción de �El Judío� se tratara de una invocación.

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arte rupestre ManzanezESTUDIO DE LAS REPRESENTACIONES PALEOLITICAS GRABADAS EN EL MOLINO MANZÁNEZ

9.2 TÉCNICA Y RECURSOS ESTILÍSTICOS EN EL CONJUNTO FIGURATIVO DE LA EDAD DEL HIERRO EN EL MOLINO MANZÁNEZ.

9.2.1 Técnicas de ejecución de los grabados de la fase 4 (Edad del Hierro) del Molino Manzánez

En el capítulo 4 se caracterizaban a nivel general las técnicas de ejecución empleadas en la realización del conjunto gráÞco del Molino Manzánez. En este apartado no volveremos a incidir sobre las características de las mismas, sino

TRAZO LINEAL MULTITRAZO PIQUETEADO

ANTROPOMORFOS FIGURA HUM X X

ZOOMORFOS

CABALLOS X

TOROS X

AVES X

INDETERMINADOS X

ELEMENTOS ETNOGRÁFICOS

ARMAS X

JUEGOS X

HOCES X X

VASIJAS X

BARCOS X

ELEMENTOS SIMBÓLICOS

ÁNGULOS X

ASPAS X

CÍRCULOS X

CONVERGENTES X

ESCALERIFORMES X

ESTELIFORMES X

GEOMÉTRICOS X

HAZ FILIFORMES X

LANCEOLADO X

LINEAS FILIFORM X

ONDULADOS X

PARALELAS X

PARAL RELLENAS X

RAMIFORME X

RETÍCULA X

TRAZOS CURVOS X

TRIÁNGULOS X

ZIG-ZAG X

GRAFÍAS INSCRIPCIONES X

Fig. 42: Técnicas de ejecución en el conjunto figurativo de la Edad del Hierro del Molino Manzánez

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que se analizará su empleo en los diferentes motivos que integran la fase 4 de la serie de grabados badajocense. De entre las diferentes técnicas documentadas en el yacimiento, a lo largo de esta etapa tan sólo han sido emplea-das tres de ellas, el trazo inciso lineal continuo, el multitrazo y el piqueteado, aunque con muy diferente intensidad, tal y como queda reßejado en el cuadro siguiente.

La técnica preferente es el trazo inciso Þliforme que aparece en todos los motivos de-Þniendo el contorno básico de la Þgura excepto en los haces de Þliformes en los que se emplea de forma exclusiva el multitrazo. El resto de las técnicas tiene un uso minoritario y su empleo se puede considerar como meramente residual y siempre con carácter complementario. Así, el piqueteado fue utilizado exclusivamente en la cabeza del antropomorfo de la estación �La Madre del Cordero�, mientras que el multitra-zo aparece una sola vez como complemento en el relleno de la zona de enmangue de la hoz representada en la estación �Ñete�.

El análisis de la distribución de estas técnicas poco puede aclarar, ya que la técnica lineal incisa se emplea masivamente en todas las Þguras. No obstante, apuntar que el multi-trazo aparece en la zona norte exclusivamente en el sector Molino; en la sur se reparte entre los sectores Heineken y Ventas, mientras que la única vez que el piqueteado es empleado en el conjunto gráÞco de la Edad del Hierro, éste se localiza en el sector más septentrional del Molino Manzánez (Molino da Volta).

Esta utilización prácticamente exclusiva del trazo Þliforme en los motivos de la Edad del Hierro vincula el conjunto badajocense con las series de grabados de similar cronología lo-calizadas en contextos ßuviales del occidente peninsular (Martinho, 1999; Simões y otros, 2000) y, por supuesto, con el resto de graba-

1 La ausencia de esta última técnica tendría su explicación en el propio contexto ßuvial de las representaciones del Guadiana o del Vale do Côa, que harían prácticamente imposible la conservación de estos motivos pintados en el caso de que hubieran existido.

dos de la Edad del Hierro documentados en la margen portuguesa del valle del Guadiana (Martinho, 2002) en los que el trazo inciso Þ-liforme se constituye también como la técnica preferente a la hora de representar las Þguras. Por el contrario, en los conjuntos del interior peninsular esta exclusividad se rompe a favor de un uso más diversiÞcado de las técnicas de ejecución en donde, además del grabado, tiene cabida también la pintura (Royo, 2004)1 y don-de el empleo preferente del trazo inciso deja paso al gusto por la utilización de la técnica del piqueteado, en la línea de lo que se viene constatando en los grandes conjuntos de arte rupestre europeos de la Edad del Hierro (Arca y Fossati, 1995).

9.2.2 Recursos estilísticos

Desde criterios estilísticos, las represen-taciones de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez abarcan un amplio abanico que va desde motivos con un marcado acento natu-ralista, como puede observarse en el jinete a caballo de la estación �Ñete�, en el bóvido de esta misma estación o en una buena parte de las representaciones de armas y herramientas que aparecen distribuidas por el conjunto grá-Þco, pasando por las Þguras en las que se va evidenciando progresivamente un incremento de la esquematización, como los zoomorfos de las estaciones �Espadas�, �Arandela� y �Soso� (Fig. 5) o el antropomorfo de �La Madre del Cordero� (Fig. 3), hasta desembocar en la abs-tracción absoluta que deriva en la aparición de la serie de grafemas simbólicos deÞnidos en la

Þgura 16 de este mismo capítulo.Esta variedad estilística da lugar a que se

documenten, con independencia de su tipolo-gía, Þguras en diferentes actitudes. Así, se pue-

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den observar motivos enmarcados en el más puro hieratismo, que vienen a coincidir con la serie de Þguras de corte más esquematizado en las series antropomorfa y zoomorfa, frente a grafemas plenos de dinamismo, conseguido con la aplicación de recursos básicos como el alzado e impulso hacia delante de las patas an-teriores (Fig. 5). Es interesante destacar que el autor o autores del caballo y del bóvido de la estación �Ñete� emplearon un mismo esque-ma morfológico para ambas Þguras, de tal ma-nera que la forma de representar la cola y las extremidades tanto delanteras como traseras es similar en las dos representaciones, variando únicamente la cabeza, que podemos conside-rar como el elemento diferenciador básico a la hora de deÞnir los taxones. Al hilo de estas consideraciones, resulta muy signiÞcativo que el esquema morfológico que fue empleado en las representaciones de caballos grabadas sobre el reverso de una placa de pizarra localizada en el yacimiento de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz) (Maluquer, 1985: 67) sea también muy semejante al que hemos descri-to con anterioridad para las Þguras del Molino Manzánez (cola resuelta con dos trazos simples paralelos, patas traseras en ángulo, adelantada una sobre otra y patas delanteras extendidas hacia delante). Por tanto, si los convenciona-lismos estilísticos son semejantes en las dife-rentes Þguras, se puede plantear, por un lado, una más que factible relación cronológica para las mismas que, a tenor de los datos proporcio-nados por el propio Maluquer, se encuadraría en un momento indeterminado del siglo V a.C. (Maluquer, 1985: 68) y por otro, una dudosa pero posible existencia de una misma escuela artística o, en su defecto, de personajes de fun-cionalidad incierta que de un modo itinerante serían los encargados de la realización de este tipo de representaciones que, al menos para el caso del Molino Manzánez, como se ha puesto ya de maniÞesto, parecen estar muy en relación con aspectos culturales u oferentes en un espa-

cio que pudiera haber llegado a tener la consi-deración de sacralizado.

La perspectiva empleada en las diferen-tes representaciones es igualmente variada. La frontal se ha constatado en el motivo humano de �La Madre del Cordero�, mientras que en los zoomorfos se documenta la presencia de

la perspectiva biangular oblicua (Ripoll et alii, 1999: 217) en el caballo con jinete de �Ñete� y en el bóvido de esta misma estación, aunque en este caso, combinada con la perspectiva biangular recta para la cornamenta del animal. Esta última variedad de perspectiva es la que se emplea de forma reiterada en los animales

más esquemáticos del Molino Manzánez como el équido de la estación �Espadas�, muy similar en cuanto a su concepción morfológica (cuello estirado, morro cuadrado y orejas en ángulo) a los documentados sobre la roca nº 10 de valle de Casa (Martinho, 2001b: 29), o el animal in-determinado de la estación �Soso�, cuyas con-comitancias con los animales representados en la roca nº 3 de Mocissos (Martinho, 2002: 163) en la otra orilla del Guadiana (cuerpo alarga-do resuelto mediante dos líneas paralelas, patas con indicación de la pezuña resuelta de forma muy sumaria mediante pequeños trazos en án-gulo) resultan incuestionables (Fig. 43).

Finalmente, el perÞl absoluto ha sido únicamente empleado en el pájaro documen-tado en la estación �Arandela�. A pesar de lo reducido de la muestra, se puede observar cómo se ha producido un proceso de inversión en el uso de los diferentes tipos de perspectiva respecto al otro gran grupo de Þguras Þlifor-mes del Molino Manzánez, el de los grabados paleolíticos. Mientras en estos últimos el perÞl absoluto era la perspectiva dominante, en de-trimento de las perspectivas biangulares tanto oblicua como recta, en los grabados Þgurati-vos de la Edad del Hierro, estos dos últimos modelos de perspectiva son los más empleados frente al uso del perÞl absoluto que se puede considerar como meramente anecdótico.

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Fig. 43: Calco de la roca 3 de Mocissos. Según A. Martinho

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Por último, del análisis del encuadre se deduce que en ningún momento se articuló la Þgura en función del espacio expositivo, sino que en todos los casos el espacio expositivo se planteó al margen de unas representaciones que en absoluto se sirven de él como comple-mento escénico y que, excepto algunas armas de la estación �Espadas�, se caracterizan por su pequeño tamaño y cuya aparición sobre la su-perÞcie siempre se resolvió ocupando espacios marginales (bordes de grietas, laterales, zonas inferiores), o zonas que quedaban enmascara-das por la superposición de un indeterminado número de grafemas que en cualquier caso di-Þcultaban enormemente el correcto visionado de estas representaciones. Se rescata de esta forma el concepto de arte invisible, ya utilizado para el grupo de Þguras paleolíticas, puesto que a la ya inherente diÞcultad que para el visiona-do supone la utilización del trazo Þliforme, se une ahora un consciente deseo de que este arte, tanto en sus facetas más naturalistas como en las más esquemáticas, pase realmente desaper-cibido en el contexto que le da cobijo, ya que su contemplación es prácticamente imposible hasta que literalmente el espectador no se sitúa a escasos centímetros frente a la propia Þgura o inscripción.

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arte rupestre ManzanezESTUDIO DE LAS REPRESENTACIONES PALEOLITICAS GRABADAS EN EL MOLINO MANZÁNEZ

Con 292 Þguras repartidas sobre un total de 27 estaciones diferentes, el conjunto de arte rupestre de la Edad del Hierro del Molino Manzánez se perÞla como una de las agrupaciones más importantes de este tipo de manifestaciones documentadas hasta el momento en la Península Ibérica, tan sólo comparable tanto por contexto, como por cantidad de representaciones, al grupo del valle del Côa en su zona de conßuencia con el río Duero (Martinho, 2001b). Sin aban-donar el área occidental de la Península Ibérica, en contextos más alejados de los principales cursos de agua, no faltan importantes ejemplos de agrupaciones de grabados a lo largo de toda la zona occidental de la Península Ibérica, sobre todo si consideramos que una buena parte del grupo conocido como grabados hurdanos (Sevillano, 1991), cuyo ámbito geográÞco a la luz de los nuevos descu-brimientos excede con mucho el reducido espacio comarcal, puedan encuadrarse en esta etapa cronológica. Hacia el interior, las grandes agrupaciones se rariÞcan, salvo el excepcional y aún inédito conjunto de grabados piqueteados de Domin-go García (Segovia) y alguna que otra concentración como la de la Masada de Ligros en Teruel (Royo, 1999: 211).

A nivel de ocupación sobre las dos zonas deÞnidas en el marco espacial del conjunto gráÞco del Molino Manzánez, se observa una importante despro-porción a favor de la zona norte que es la que acoge el 77,73% de los motivos de esta fase frente a la zona sur que apenas alcanza la cuarta parte de los grafemas (22,27%) (Fig. 42).

Por sectores, todos ellos, en mayor o menor medida, como veremos a con-tinuación (Fig. 45), acogen este tipo de grafemas, salvo el sector Camelo de la zona

9.3 DISTRIBUCIÓN TEMÁTICA Y ASOCIACIONES FIGURATIVAS EN EL ARTE RUPESTRE DE LA EDAD DEL HIERRO DEL MOLINO MANZÁNEZ

Fig. 44: Gráfico de distribución de figuras de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez

Fig. 45: Gráfico de distribución por sectores de las figuras de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez

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norte en el que no se ha documentado la presen-cia de representaciones de este último período.

Como se observa en la gráÞca anterior, existen sectores, especialmente en la zona nor-te, en los que se produce una importante con-centración de motivos. En este sentido destaca el sector Molino, que por sí solo concentra el 34,58% del total de las Þguras de esta fase 4 y el 44,49% de las documentadas en la zona nor-te. También se debe señalar la concentración que se produce en el sector Espadas (el 22,26% del total de la serie), máxime cuando una buena parte de ellas aparece sobre una única estación (�Espadas�). En la zona sur es el sector Heine-ken el que reúne más de la mitad de los motivos que aparecen en esta zona (el 53,84%), pero que proporcionalmente resulta poco signiÞca-tivo (el 11,98% del total de la serie) en compa-ración con las grandes concentraciones de los sectores citados con anterioridad.

Por tipologías, la desproporción espacial entre ambas zonas se mantiene e incluso se agu-diza tal y como se observa en la siguiente tabla:

localizados en la zona central del yacimiento (Heineken, Mariposas, Espadas, Isla Nueva, Isla Molino y Molino), con especial reiteración en este último. En los restantes tipos, únicamente la tipología de elementos etnográÞcos aparece con un reparto amplio y proporcional en lo que respecta al número de sectores empleados en cada zona, tres al norte y otros tres al sur; pero muy desequilibrado en cuanto al número de Þ-guras repartidas en cada uno de ellos, con una clara polarización en torno a los de la zona nor-te, especialmente señalada en el sector Espadas. Para las demás tipologías, lo escaso de la mues-tra Þgurativa documentada no permite consi-deraciones más precisas. Tan sólo apuntar que

la práctica totalidad de los zoomorfos aparecen repartidos de una manera más o menos propor-cionada entre los sectores norteños en donde se documentan (Molino y Espadas), mientras que la única Þgura localizada en el sur se documen-tó en el sector Heineken. Por su parte, la Þgura antropomorfa presenta una ubicación comple-tamente excéntrica, en el sector más septentrio-nal, respecto a los sectores de localización pre-

NORTE SUR TOTAL

ANTROPOMORFOS 1 (100%) 1

ZOOMORFOS 5 (83,33%) 1 (16,67%) 6

ELEM. ETNOGRÁFICOS 62 (93,93%) 4 (6,07%) 66

FIGS. SIMBÓLICAS 159 (74,29%) 55 (25,71%) 214

GRAFÍAS 5 (100%) 5

TOTAL 227 65 292

Fig. 46: Distribución tipológica por zonas de las figuras de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez

En todas ellas los porcentajes de apari-ción se mantienen muy bajos en la zona sur, excepto para el grupo de las grafías, en las que

se invierte la tónica general, pues el 100% de la serie se concentra en la misma.

Por sectores, se observa cómo únicamen-te la tipología de las Þguras simbólicas presentan una distribución generalizada en la mayor parte de ellos, tanto del norte como del sur, aunque con una marcada concentración en los sectores

ferente de las Þguras de esta fase 4, igual que el grupo de las inscripciones, aunque en este caso su ubicación se desplaza hacia los sectores más

meridionales de la zona sur (Fig. 47).Aunque en los apartados anteriores se

ha ido citando de manera individualizada el área de distribución de cada una de las Þgu-ras estudiadas, se ha considerado conveniente realizar un análisis comparativo de conjunto respecto a la tipología numéricamente más

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importante, esto es, la de las Þguras simbóli-cas, para tratar de deÞnir a nivel general algún tipo de pauta en lo referido a la distribución de este tipo de Þguras (Fig. 48).

A la vista del cuadro anterior, destaca que tres morfotipos (aspas, círculos y lanceola-dos) son de aparición exclusiva en la zona nor-te, mientras que otros seis (ángulos, estelifor-mes, geométricos, paralelas, retículas y trazos curvos) presentan porcentajes de aparición en la zona norte por encima del 70% del total de la serie. Porcentajes algo más bajos aunque muy similares en cada uno de ellos, siempre igual o por encima del 50% en la zona norte pre-sentan otros cinco de los morfotipos (trazos convergentes, haces, líneas Þliformes, paralelas con relleno y zig-zag). Finalmente, en sólo dos de ellos aparecen las series equilibradas entre norte y sur (ramiformes y triángulos) y tan sólo uno de ellos el porcentaje de aparición es superior en la zona sur (escaleriformes). Este

reparto, en el que se incluyen los cuatro mor-

fotipos más numerosos de la serie, pone de maniÞesto que la zona norte y especialmente su área central, en torno a los sectores Espa-das y Molino, es el espacio de uso preferente desde el punto de vista gráÞco para las gen-tes de la Edad del Hierro, con una cierta pro-longación hacia la zona sur en torno al sector Heineken. El resto pueden considerarse como ocupaciones meramente circunstanciales que no suponen sino meras extensiones puntua-les, sin más valor desde el punto de vista de la interpretación estructural del conjunto gráÞco que la constatación hacia el norte y hacia el sur de este tipo de manifestaciones, que siste-máticamente tienen su referente básico en los morfotipos documentados de forma reiterada en el núcleo principal. Una propuesta que se sostiene salvo en el caso de las inscripciones, aunque en el sentido literal de la Þguración ar-tística, este tipo de elementos carecen del valor gráÞco que se presupone al resto del conjunto Þgurativo de la Edad del Hierro.

NORTE SUR TOTAL

ANT 1 1

ZOOM 3 2 1 6

E.ET 6 10 46 2 1 1 66

F.S. 5 19 17 88 14 14 2 29 7 3 2 5 9 214

GRF 4 1 5

TOTAL 6 25 17 101 62 14 2 32 11 4 2 5 9 1 292

Fig. 47: Tabla de distribución por sectores del conjunto figurativo de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez

ANG ASP CIR TCV ESC EST GEO HF LAN LF OND PR PRR RMF RTC TCU TRI ZZ TOT

NORTE 8 11 4 3 1 19 11 4 1 14 4 19 2 1 17 11 2 27 159

SUR 2 2 3 2 4 3 8 5 1 1 3 2 2 17 55

TOTAL 10 11 4 5 4 21 15 7 1 22 4 24 3 2 20 13 4 44 214

Fig. 48: Tabla de distribución por zonas de la tipología de figuras simbólicas de la Edad del Hierro en el Molino Manzánez

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Respecto a las asociaciones que se pro-ducen entre las diferentes tipologías de Þguras enmarcadas en esta cronología, se establecen varios grupos en función del número de ele-

Nº ELEMENTOS NORTE SUR TOTAL

2 14 4 18

3 3 2 5

4 4 4

5 1 1

6 1 1

8 3 3

9 1 1 2

TOTAL 26 8 34

Fig. 49: Distribución por zonas de las asociaciones figurativas en función del número de elementos

ASOCIACIONES BINARIAS TIPO NORTE SUR

1 HF/ZOOM 1 HEINEKEN

1 EST/LF 1 GEORGY DAN

1 ASP/PARL 1INOCENTE

1 LF/PARL 1 18 OCTUBRE

2 OND/ZZ 1 ENCEFALOGRAMA PLANO / 1 MICHAEL NIGHT

1 HF/ZZ 1 SANDRITA

1 PARL/PARLR 1 VIRIATO

1 ANG/ZZ 1 LA ROTA

1 CONV/LF 1 ATALAYA

1 GEOM/OND 1 ROBINSON

1 ANG/EST 1 NAVIDAD

3 PARL/RTC 1 MAN DEL CALLAO / 1 EL JUEGO 1 CANGREJOS

1 ANG/LF 1 EL CARRO

1 ARMA/LF 1 GARROTA

1 CONV/ PARL 1 JOAQUIN

Fig. 50: Tipología y distribución de las asociaciones de tipo binario

mentos que las componen, oscilando entre las binarias y las asociaciones de nueve elementos, cuya distribución en el yacimiento se reßeja en los siguientes cuadrantes de distribución:

ASOCIACIONES TERNARIAS TIPO NORTE SUR

1 EST/GRAF/RMF 1 EL JUDIO

1 ANG/PARL/TCUR 1 TRIANA PURA

1 CIRC/EST/TRIAN 1 LANZADERA

1 LF/PARL/PARLR 1 CITROEN

1 EST/LANCE/RTC 1 ESTRELLA

Fig. 51: Tipología y distribución de las asociaciones de tipo ternario

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ASOC. DE 4 ELEMENTOS TIPO NORTE SUR

1 CIRC/RMF/TCUR/TRIAN 1 FALSA ALARMA

1 ARMA/ASP/LF/TCUR 1 ESPABANANAS

1 ANG/CONV/PARL/RTC 1 HUNDIR LA FLOTA

1 ANG/EST/LF/PARL 1 TIPIS

Fig. 52: Tipología y distribución de las asociaciones de cuatro elementos

Fig. 53: Tipología y distribución de las asociaciones de cinco elementos

ASOC. DE 5 ELEMENTOS TIPO NORTE SUR

1 GEOM/HF/PARL/TCUR/ZZ 1 LA TORMENTA

Fig. 54: Tipología y distribución de las asociaciones de seis elementos

ASOC. DE 6 ELEMENTOS TIPO NORTE SUR

1 ARMA/ESC/GEOM/HF/LF/PARL 1 EL RELICARIO

ASOC. DE 8 ELEMENTOS TIPO NORTE SUR

1 EST/GEOM/LF/OND/PARL/RTC/TCUR/ZZ 1 ROJO

1 ARMA/BARCO/HOZ/JUEGO/PARL/RTC/ZZ/ZOOM 1 ÑETE

1 ARMA/GEOM/HOZ/JUEGO/RTC/TCUR/ZZ/ZOOM 1 ESPADAS

Fig. 55: Tipología y distribución de las asociaciones de ocho elementos

Fig. 56: Tipología y distribución de las asociaciones de nueve elementos

ASOC. DE 9 ELEMENTOS TIPO NORTE SUR

1 GEOM/HF/HOZ/JUEGO/LF/PARL/RTC/TCUR/ZZ 1 BOTELLA VERDE

1 ANG/ARMA/GEOM/HF/LF/PARL/TRIAN/VASIJA/ZZ 1 LA BAÑA

En total se han documentado 34 asocia-ciones con una mayoría a favor de las de tipo binario que suponen el 52,94% de la muestra, la mayor parte de ellas situadas en estaciones co-rrespondientes a la zona norte. Le siguen en por-centaje las de tipo ternario y las de cuaternario con un 14,7% y un 11,76% respectivamente y un ámbito de distribución que respecto a las prime-ras se reparte más o menos por igual entre las es-taciones del norte y del sur, pero que en el caso de las segundas, se ciñe exclusivamente a la zona

norte. Ligeramente más bajo es el porcentaje de asociaciones de ocho elementos, el 8,82%, todas ellas encuadradas exclusivamente en estaciones de la zona septentrional. Finalmente, restan las asociaciones de nueve elementos que suponen únicamente el 5,88% de la muestra, localizadas por igual entre estaciones de la zona norte y de la

zona sur; y las de cinco y seis elementos con un único ejemplo en cada caso, el 2,94% del total respectivamente y situada la primera en la zona norte y la segunda en la sur. Como norma gene-ral, se observa una tendencia a la concentración de los modelos asociativos en la zona norte, es-pecialmente en el sector Molino, consecuencia lógica de la marcada polarización de grafemas documentada en este sector.

Por tipologías, de los 31 modelos aso-ciativos identiÞcados, tan sólo se observan dos

que se repiten en más de una ocasión, lo que supone un escaso índice de repetición que se sitúa en el 6,45% de la serie. Ambos casos son asociaciones de tipo binario, la primera bajo el formato OND/ZZ, que se constata en dos es-taciones del sector Molino y la segunda bajo el formato PARL/RTC, que aparece en tres

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estaciones diferentes, una en el sector Molino, otra en Isla Nueva, ambos de la zona norte, y la tercera en el sector Cangrejos de la zona sur.

En deÞnitiva, del análisis de los mode-los asociativos entre las Þguras de la Edad del Hierro tampoco puede deducirse que haya un intento maniÞesto por estructurar espacial y simbólicamente el conjunto gráÞco del Molino Manzánez durante esta cuarta fase de ocupación, sino que se reitera lo que ya veníamos advirtien-do con anterioridad en el sentido de que duran-te la Edad del Hierro se produce una marcada concentración de los grabados en torno a los sectores centrales del yacimiento, y más concre-tamente hacia el sector Molino. La explicación de esta polarización en el uso del marco espacial del Molino Manzánez pensamos que debe estar relacionada con una conßuencia de factores de ámbito mágico ritual por una parte y de rutas de comunicación por otra. En pos del primero, los autores del conjunto gráÞco de la fase 4 bus-caron deliberadamente las estaciones situadas al lado del río y en cotas más bajas, enmarcadas en lo que se ha deÞnido como zona de inundación frecuente, que a la postre son las que más fácil-mente quedaban sumergidas en los períodos de crecida del río. Se cumplimentaba de este modo esa posible carga simbólica ritual que hemos ve-nido atribuyendo al grupo Þgurativo de la Edad del Hierro del Molino Manzánez en su relación con las aguas del Guadiana. En este sentido, el sector Molino queda situado inmediatamente a la salida del gran meandro que el curso del río describe en esta zona. La consecuencia geológi-ca más evidente de esta posición es una notable ampliación de la anchura de la cuenca a causa del mayor inßujo erosivo del arrastre de las aguas y una menor cota para los aßoramientos rocosos, convirtiéndose, por tanto, en una de las zonas más atractivas (en el sentido ritual que hemos se-ñalado), para realizar los grabados. El segundo de los factores señalados obedece a que, a lo largo de las etapas precedentes, la cuenca del Guadia-na había signiÞcado un auténtico eje vertebrador

en el desarrollo vital de los grupos que habían ido dejando su impronta gráÞca en el conjun-to de grabados badajocense. En este sentido, el Guadiana había servido no sólo como ruta de comunicación, sino como espacio de hábitat, fuente de materias primas, cazadero o espacio ritual, entre otros muchos aspectos funcionales.

La llegada de la Edad del Hierro no supone de manera alguna el abandono de este eje ßuvial, básico para las redes de intercambio, a la vista de la ocupación detectada en las prospecciones de la zona inundable de la presa de Alqueva (Silva, 1999); pero sí una intensiÞcación en la ocupación de los territorios anejos al mismo, en el marco

geográÞco conocido como Beturia Céltica (Be-rrocal, 1992: 245-255). La concreción de redes de intercambio entre estos poblados del interior y los situados en el propio río Guadiana, según las propuestas de correlación entre poblados realizadas por el Dr. Berrocal (Berrocal, 1992: 251-255) y el aprovechamiento de las zonas de vado en el marco de los desplazamientos más o menos estacionales de los ganados, debió llevar aparejado el aprovechamiento y la potenciación de las rutas de acceso natural a la propia cuenca del Guadiana. De entre todas ellas, una tiene su acceso justamente por la zona del sector Molino, un paso natural que ha quedado fosilizado hasta la actualidad en el pequeño camino que tradi-cionalmente ha posibilitado la comunicación a través del Cerro del Colmenar entre la localidad de Cheles y el propio Molino Manzánez y sus zonas de vado. Consideramos que este hecho, igual que repercute en la distribución de los gra-bados de la última fase de cronología histórica del conjunto gráÞco badajocense estudiados en el siguiente capítulo, también debió tener una notable repercusión para las gentes que durante la Edad del Hierro se acercaran a este lugar con el objetivo concreto de realizar sus grabados o simplemente de utilizar los vados existentes en la zona, ya que sería el sector Molino la primera y más habitual área de contacto con el mundo simbólico del valle del Guadiana.

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arte rupestre ManzanezESTUDIO DE LAS REPRESENTACIONES PALEOLITICAS GRABADAS EN EL MOLINO MANZÁNEZ

9.4 CONTEXTO ARQUEOLÓGICO Y MARCO CRONOLÓGICO DE LOS GRABADOS DE LA FASE 4 DEL MOLINO MANZÁNEZ

9.4.1 El contexto poblacional

En el marco de la Medida B para la minimización de los impactos arqueo-lógicos provocados por la construcción de la presa de Alqueva, los bloques 8 y 9 se dedicaron íntegramente a la Prehistoria Reciente (Edad del Bronce y Edad del Hierro). Ello permitió profundizar en el conocimiento de las características poblacionales de este territorio a lo largo del primer milenio a.C. que la investiga-ción precedente, dentro del marco territorial del suroeste de la Península Ibérica, había enmarcado en un sistema dependiente de los cauces principales (Guadiana, Sado y Mira), donde el poblamiento era considerado como muy inferior respec-to al de los sistemas interiores montañosos (Berrocal, 1992: 244). En concreto para el cauce del Guadiana el propio Berrocal indica que ��no conforman una concentración ya que se encuentran dispersos a lo largo de este río, son escasos y están relativamente distanciados entre sí� (Berrocal, 1992: 244).

Respecto a este modelo de partida, la situación ha cambiado bastante, si bien aún continúan existiendo importantes lagunas en lo referente al tránsito del Bronce Final a la I Edad del Hierro. No obstante, en medio de este desolador panorama, el pequeño hábitat de Rocha do Vigio 2, enclavado sobre un reducido espolón junto al encajado cauce del Álamo en su tramo Þnal de desembocadura en el Guadiana, viene a aportar un poco de luz a la situación. Particularmente interesante es en este lugar la convivencia de estructuras de plantas ortogonales con otras que mantienen aún las tradicionales plantas ovaladas. Así mismo, la conÞrmación de la metalurgia del hierro y la detección de algunas cerámicas de factura a torno sugieren una cro-nología muy avanzada del Bronce Final para este asentamiento contemporáneo de la llegada de los primeros inßujos siderúrgicos a la zona (Calado, 2002: 124).

Dentro ya del marco cronológico de la I Edad del Hierro, las prospecciones han puesto de maniÞesto una realidad poblacional sustancialmente distinta a la conocida tradicionalmente en la región. Los datos obtenidos permiten considerar una red de ocupación parcialmente sincrónica a base de pequeños asentamientos de carácter eminentemente rural que oscilan entre los 200 y los 2.000 m2 en donde destacan los complejos arquitectónicos de escasa entidad con presencia exclusiva

de estancias de planta cuadrada como en el Espinhaço do Cão o Malhada das Mimosas entre otros, con cronologías que abarcan desde el tránsito entre el siglo VII al VI a.C. hasta Þnal del siglo V a.C y que, por regla general, parecen haber sido precozmente abandonados (Calado, 2002: 124-126). Se trata de un modelo de poblamiento que responde a una intensiÞcación de la explotación agraria, una auténtica �vuelta a la tierra� tras la crisis económica que supuso el Þn de Tartessos y la desarticulación de sus periferias (Rodríguez, Pavón y Duque, 2004: 586). Un

Fig. 57: Poblamiento en el entorno de inundación de la presa de Alqueva a lo largo del I milenio a.C.

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nuevo modelo que según la propuesta del Dr. Alonso Rodríguez respondería a una realidad poblacional disgregada y fragmentada en la que el oppidum pierde su condición de �lugar cen-tral� a favor de un territorio organizado a base de grandes arquitecturas de prestigio en torno a las cuales se distribuirían una serie de granjas dependientes (Rodríguez, Pavón y Duque, 2004: 591) y cuyo reßejo arqueológico real son esta se-rie de estructuras que venimos citando y otras similares repartidas excavadas recientemente en la provincia de Badajoz y aún en fase de estudio (�Yacimiento JC� de Rena, �El Chaparral� en Aljucén, o �Los Caños� en Zafra).

Tras la denominada crisis del 400, la reorganización territorial y económica en la que se inscribe la región durante la II Edad del Hierro y la subsiguiente conquista romana no implica el abandono de la cuenca del Guadia-na, sino una reestructuración en el modelo de ocupación. Tras el abandono que se produce de las granjas postorientalizantes, la ocupación en la zona de inßuencia del Guadiana en las primeras etapas de la II Edad del Hierro se deriva hacia poblados que aprovechan estraté-gicos espigones volcados al cauce con buenas condiciones defensivas, que son reforzadas ha-bitualmente con una o varias líneas de murallas, con accesos abiertos hacia el Guadiana, donde las estructuras arquitectónicas se prolongan hasta la misma zona de la orilla. Éstas han sido interpretadas por sus excavadores como posi-bles embarcaderos, lo que podría ser indicativo, por una parte, de la explotación de los recursos piscícolas del río (Mayoral y otros, 2000) y por otra, de la existencia de navegación de cabo-taje que facilitara el intercambio de productos entre la serie de poblados ubicados bajo estas mismas circunstancias geográÞcas aguas arriba y abajo del Guadiana. Cualquiera de estas dos opciones daría sentido a la representación de la barcaza documentada en la estación �Ñete�.

El control del comercio ßuvial, la rique-za agropecuaria de la zona y la explotación de

los recursos minerales (en las cercanías de este asentamiento se localizan varias minas de hie-rro y cobre -minas del Novillero y de Martín Vaca) parecen ser algunos de los argumentos que contribuyen a explicar la aparición de la mayor parte de los asentamientos que se es-tablecen a lo largo de la cuenca del Guadiana

durante esta II Edad del Hierro.

En resumen, la serie Þgurativa que constituye la fase 4 de grabados del conjunto gráÞco badajocense está apoyada por un mar-cado contexto poblacional que abarca y exce-de de manera notable el marco cronológico del I milenio antes de nuestra Era. Como se ha puesto de maniÞesto, el tramo ßuvial del Guadiana afectado por la zona de inundación de la presa de Alqueva fue objeto de un po-blamiento continuado durante las dos gran-des etapas en las que la investigación actual estructura la Edad del Hierro en la Península Ibérica. Un poblamiento cuyas características estructurales, funcionales y socioeconómicas no son ajenas a las dinámicas que se suceden a nivel general en el ámbito territorial del su-roeste de la Península Ibérica y que dan senti-do al marco de relaciones que a continuación se establecerán entre el aparato iconográÞco del Molino Manzánez y el resto del conjunto Þgurativo de la Edad del Hierro de la Penín-sula Ibérica.

Fig. 58: Área de excavación en el yacimiento de San Blas (Cheles)

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9.4.2 La fase 4 del conjunto gráfico del Molino Manzánez y su integración en el arte rupestre de la Edad del Hierro de la Península Ibérica

Del mismo modo que el contexto pobla-cional de la Edad del Hierro en el entorno de la presa de Alqueva queda integrado en las diná-micas evolutivas (sociales, económicas, poblacio-nales,etc.) que se suceden a lo largo del I milenio a.C. en la Península Ibérica, los grabados de la fase 4 del Molino Manzánez pueden ser enmarcados en un proceso similar que permite establecer rela-ciones a nivel temático, técnico y tipológico con el conjunto de manifestaciones artísticas de la Edad del Hierro documentadas en la Península Ibérica. En este sentido, se irán analizando a continuación los paralelos que se han podido establecer entre el conjunto de grabados de la Edad del Hierro del Molino Manzánez y los diferentes motivos sim-bólicos o Þgurativos encuadrados en esta misma cronología, localizados preferentemente en Extre-madura, aunque sin desdeñar elementos similares documentados en otras regiones, con indepen-dencia en cualquier caso de la técnica empleada en su ejecución o de su contexto posicional en abrigo, cueva o sobre rocas al aire libre.

En primer lugar, desde criterios temáti-cos, uno de los elementos más signiÞcativos en los conjuntos gráÞcos de la Edad del Hierro es la reutilización de lugares en los que ya existía arte rupestre con anterioridad. En ellos, las gentes de la Edad del Hierro no sólo se limitan a dejar constancia de su mundo gráÞco simbólico, sino que además, en no pocas ocasiones, refuerzan su

presencia con inscripciones de carácter votivo u onomástico, tal y como ha quedado de maniÞesto en el conjunto gráÞco pacense. En esta misma lí-nea de continuidad hemos de encuadrar el aparato Þgurativo que ha sido documentado en el abrigo del Castillo de Monfragüe (Torrejón el Rubio, Cá-ceres) (Beltrán Lloris, 1973), en el que una inscrip-

ción tartésica pintada en negro junto a una Þgura reticulada y varios trazos sueltos también pintados con el mismo tipo de pigmento fueron represen-tados en un abrigo en el que existían motivos pin-tados y grabados posiblemente desde momentos epipaleolíticos (Collado, 2004) (Fig. 59).

En un contexto mucho más semejante al del Valle del Guadiana se circunscriben los grabados del valle del Côa, donde nuevamente se constata como en un conjunto Þgurativo en uso desde el Paleolítico Superior persiste la uti-lización gráÞca durante la Edad del Hierro. Un buen ejemplo de lo dicho se aprecia en los gra-bados antropomorfos y zoomorfos de las dife-rentes estaciones de Vermelhosa, superpuestos directamente a representaciones Þliformes pa-leolíticas (Simões y otros, 2000) o los de valle de Casa (Martinho, 2001b: 30). En este último conjunto se puede señalar el conjunto gráÞco de la roca nº 23, en la que, junto a una inscrip-ción en caracteres prelatinos, se puede apreciar una escena de cacería donde un jinete, lanza en ristre, es ayudado por una reala de perros que acorralan a un ciervo (Fig. 60). Muy interesante es la forma esquemática de rematar las patas de los canes de la escena portuguesa que se ase-meja mucho a la que se empleó en la Þgura zo-omorfa esquemática de la estación �Soso� del Molino Manzánez (Fig. 5, motivo 6).

Fig. 59: Inscripción tartésica en el abrigo de �El Castillo� en el Parque Natural de Monfragüe (Cáceres)

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Fig. 60: Roca nº 23 de valle de Casa. Calco A. Martinho (2001)

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Esta misma asociación gráÞca entre re-presentación ecuestre e inscripción prelatina puede apreciarse igualmente en contextos geo-gráÞcos y técnicos bien diferenciados como el del abrigo de Mas del Cingle en Castellón (Viñas y Conde, 1989: Þgs. 2-3) y sin salir del ámbito mediterráneo, señalar la importante se-rie de inscripciones ibéricas y latinas del abrigo ilerdense de Cogull (Almagro, 1957: 70-72), los símbolos (reticulados, geométricos comparti-mentados, etc.) grabados en trazo Þliforme del abrigo de la Coquinera III en Obón (Teruel), ubicados entre representaciones levantinas y esquemáticas (Perales y Picazo, 1998: 18-19, Þg. 8), o las recientemente identiÞcadas como representaciones pintadas de la Edad del Hie-

rro en el abrigo levantino de la Vacada de Cas-tellote en Teruel (Martínez, 2004:113-117).

Pero esta continuidad de uso no sólo se reÞere al aparato gráÞco localizado en lugares Þjos como son los abrigos o las rocas grabadas al aire libre, sino que también se documenta en objetos muebles cargados de un mensaje icono-gráÞco muy importante como el que aparece en las estelas de guerrero (Barceló, 1989; Celestino, 1990; 2001; Galán, 1993). En algunas, como las de Capote (Berrocal, 1985) o la recientemente localizada en el término municipal de Cabeza del Buey, a las representaciones clásicas les fue aña-dida una inscripción en caracteres prelatinos que en ambos casos aparece en posición invertida

respecto a las Þguras precedentes (Fig. 61).

Fig. 61: Cara principal de estelas del suroeste con representaciones grabadas e inscripción tartésica. Izquierda: estela de Capote; derecha: estela de Cabeza del Buey. Calco: Tera Arqueología para el Museo Arqueológico de Badajoz

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Pero además, en el caso de la segunda de las estelas, la reutilización no se limitó ex-clusivamente a la inscripción, sino que por la cara posterior de la pieza, en una acción hasta el momento desconocida para el resto de las estelas revisadas de este Museo, se grabaron en trazo Þliforme una abundante serie de re-presentaciones simbólicas de base preferen-temente geométrica, entre las que se pueden observar retículas, escaleriformes y haces de líneas entre otros (Fig. 62). En cualquier caso, un aparato simbólico similar al documentado en la fase 4 del Molino Manzánez y que cir-cunscribe la tradición gráÞca de las estelas en una dinámica semejante a la observada en los conjuntos de arte rupestre tradicional respec-to a la continuidad de uso, no sólo del espacio de representación, sino también del valor ico-nográÞco y funcional del objeto o lugar en el que fue hecha la Þguración.

Esta tradición iconográÞca da sentido a la forma de representar tanto las manos como los pies del único antropomorfo localizado en el Molino Manzánez (Fig. 3). La morfología de ambas extremidades, resuelta mediante pequeños trazos que individualizan cada uno de los dedos, aparece también en los antropo-morfos grabados sobre numerosas estelas de guerrero (Fig. 63).

En suma, para los autores de las re-presentaciones artísticas de la Edad del Hie-rro, las imágenes pintadas o grabadas en un abrigo o en una superÞcie rocosa exenta muy posiblemente carecieran de signiÞcado cono-cido, pero no así el posible interés simbólico, ritual o sagrado que tuvieran los espacios que las acogían. Así, en un proceso recurrente en la Península Ibérica y con independencia del tipo de contexto geográÞco o técnico utili-zado, el arte rupestre de la Edad del Hierro busca deliberadamente perpetuar o hacer-se partícipe del valor mágico ritual que estas gentes percibían en estos lugares, en el marco de una dinámica generalizada por la que bos-

Fig. 62: Cara posterior de la estela de Cabeza del Buey. Calco: Tera Arqueología para el Museo Arqueológico de Badajoz

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2 Recordar en este sentido el posible carácter de invocación que el Dr. Luján atribuye a la inscripción de�El Judío� o el carácter votivo de algunos textos latinos del abrigo de Cogull: �SECUNDIO VOTUM FECIT� (Secundio realizó su ofrenda) (Almagro, 1957).

Fig. 63: Estelas con figuras antropomorfas en las que se detallan los dedos de manos o pies. De izquierda a derecha y de arriba abajo: Cabeza del Buey III, Capilla I, Belalcázar, Esparragosa de Lares I, Capilla III, Cerro del Santo de Valdetorres, Estela de La Pimienta de Capilla

ques, ríos, lagos o montañas eran igualmente objeto de veneración (AA.VV, 1986; Haba y Rodrigo, 1990: 73-88) y en la que cobran sen-

tido las inscripciones prelatinas o latinas que aparecen en una buena parte de los conjuntos rupestres2.

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A tenor de lo expuesto, pensamos que desde un punto de vista interpretativo-funcio-nal, el arte rupestre de la Edad del Hierro, de modo generalizado para la Península Ibérica y en concreto para el Molino Manzánez, es con-sustancial a los rituales que se debieron llevar a cabo en estos espacios sacralizados. Se entiende en esta dinámica en la que el arte rupestre de la fase 4 del Molino Manzánez gana en coherencia espacial y signiÞcativa, pues no se busca, como se ha puesto de maniÞesto en etapas anteriores, estructurar simbólicamente el yacimiento, sino formar parte de una ceremonia en la que el va-lor mágico y renovador de la inmersión por las aguas del Guadiana debió constituir una parte fundamental del ritual. De ahí la especial con-centración de motivos sobre rocas situadas en cotas bajas o colocadas en la misma orilla del río; en cualquier caso, lugares fácilmente inundables en los que sistemáticamente se podría cumplir o renovar el ritual de la inmersión.

Si, como se ha puesto de maniÞesto des-de criterios temáticos, la integración del arte ru-pestre de la fase 4 del Molino Manzánez en la dinámica del arte rupestre de la Edad del Hierro en la Península no presenta problemas, desde el punto de vista técnico, la utilización exclusiva del trazo inciso Þliforme permite plantear áreas de inßuencia preferente para el grupo badajocense. En este sentido, el gran conjunto portugués del valle del Côa, es la referencia principal, no sólo desde un punto de vista técnico, sino también geográÞco. Es un hecho que el trazo Þliforme, aunque no de uso exclusivo en el arte rupestre de la Edad del Hierro del valle del Côa, fue la técnica usada de manera mayoritaria como se constata también en el valle del Guadiana. Sin embargo, esta pauta no se cumple en el otro gran conjunto de grabados ßuviales del occidente pe-ninsular, a caballo entre el Côa y el Guadiana: el valle del Tajo. A pesar de compartir múltiples

paralelismos con el Molino Manzánez, el con-junto de grabados del valle del Tajo carece clara-mente de la fase Þliforme de la Edad del Hierro que estamos considerando como característica de los conjuntos diacrónicos de grabados ßuvia-les del occidente peninsular (Varela, 2001:56-57). No obstante, creemos que es necesario matizar esta aÞrmación ya que desde la propia experien-cia personal3, consideramos que esta carencia pudiera ser debida más a la premura que condi-cionó todo el proceso de documentación de los grabados del valle del Tajo, que a la verdadera inexistencia de grabados de tipo Þliforme. De hecho en varias campañas de prospección reali-zadas en fechas recientes fueron documentados motivos variados (geométricos, haces de líneas, esteliformes, etc.) ejecutados con trazo Þliforme en el tramo Þnal de la ribera del Ocreza, cer-cano a su desembocadura en el río Tajo (Oos-terbeek, 2002: 242-247). Esta constatación pone de maniÞesto que el conjunto del valle del Tajo se ajustaría a las dinámicas que se han señalado tanto en el Côa como en el Guadiana para el arte rupestre del I milenio a.C, no sólo por la presencia de la técnica Þliforme, sino también por la existencia de un corpus Þgurativo que no había sido detectado hasta el momento.

Al margen de los referentes establecidos, desde un punto de vista técnico, la relación del conjunto gráÞco del Molino Manzánez con otras series Þgurativas de la Edad del Hierro empieza a quedar cada vez más diluida conforme nos alejamos de la franja occidental de la Península Ibérica y de los contextos relacionados directa-mente con las grandes cuencas hidrográÞcas.

Este proceso, aun sin salir del área occi-dental de la Península, empieza a constatarse en

primer lugar respecto al importante conjunto de grabados que, desde criterios eminentemen-te reduccionistas, es conocido como �grabados hurdanos� (Sevillano, 1991). Un ciclo artístico

3 El autor de este trabajo codirigió junto al Dr. Luiz Oosterbeek durante los años 2001 y 2002 trabajos de prospección y revisión del arte rupestre en los valles del río Ocreza y en el entorno de la presa de Fratel, ambas zonas dentro del área de inßuencia del Valle del Tajo.

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que muestra una importante concentración en el norte de la provincia de Cáceres, pero que en realidad, tal y como se ponía de maniÞesto en el primer capítulo de este trabajo, excede con mu-cho el reducido marco de la comarca cacereña de las Hurdes para extenderse prácticamente de forma ininterrumpida desde el norte del Due-ro hasta la provincia de Huelva, a ambos lados de la frontera hispano portuguesa. La relación entre esta serie de grabados con los de la fase 4 de los grabados del conjunto badajocense se circunscribe básicamente al apartado tipológico, ya que desde el punto de vista técnico, una de las características de este ciclo artístico es el empleo masivo de la técnica de la incisión, pero a dife-rencia del Guadiana, el trazo es ancho, profun-do, bien deÞnido y en consecuencia fácilmente visible (Fig. 64). No se pretende aÞrmar con ello que se ignore completamente la existencia de otras técnicas, como el piqueteado o el trazo Þli-forme, pero su empleo, en lo detectado hasta el momento, resulta francamente minoritario.

Más al interior, en ámbitos meseteños (Gómez Barrera, 1993: 199-227) o en las tie-rras aragonesas (Royo, 1999; 2004), los gran-des conjuntos grabados de la Edad del Hierro,

como los aún inéditos de Domingo García (Santa María la Real de Nieva, Segovia) (Gó-mez Barrera, 1993: 207-208) o Masada de Li-gros (Albarracín, Teruel) (Royo, 1999: 211), por citar los que consideramos más importan-tes tanto por cantidad como por calidad de sus representaciones, utilizan sistemáticamente la técnica del piqueteado para deÞnir el conjunto Þgurativo, en un proceso que podríamos con-siderar como relativamente generalizado en el ámbito de los grabados de la Edad del Hierro del interior de la Península Ibérica. Evidente-mente, el grabado inciso, igual que la técnica de la pintura, no es ajeno a todo este proceso, a te-nor de lo que se evidencia en conjuntos como el de la Cantera de Peñalba (Villastar, Teruel) (Royo, 1999: 207) o el de la Coquinera (Obón, Teruel) (Perales y Picazo, 1998), en los que se empleó exclusivamente la técnica del grabado inciso; o volviendo al ámbito extremeño, el del abrigo de El Castillo de Monfragüe (Beltrán, 1973), en el que se usó únicamente la pintura negra para realizar el conjunto Þgurativo de la Edad del Hierro; pero su presencia puede con-siderarse como mucho más limitada en relación al empleo mayoritario del piqueteado.

Fig. 64: Grabados geométricos incisos en Puebla de Alcocer (Badajoz)

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Para Þnalizar, desde criterios estrictamen-te tipológicos, el arte rupestre de la Edad del Hierro vuelve a adquirir esa especie de dimen-sión integradora que hace que se compartan los mismos modelos Þgurativos en ámbitos geo-gráÞcos muy diferenciados, con independencia de que el discurso empleado sea más o menos naturalista o esquemático. No obstante, los condicionantes técnicos impuestos por el em-pleo del piqueteado o del trazo inciso (Þliforme o no), condicionan en gran medida, fundamen-talmente en el primero de los casos, la aparición de determinados grafemas, principalmente los de carácter geométrico-lineal (retículas, escale-riformes, esteliformes, geométricos, etc.). Así, en los conjuntos piqueteados del interior (Do-mingo García, Masada de Ligros, Puntal del Tío Garrillas, etc.), la simbología con base en el trazo curvo (ondulados, círculos, cazoletas, herraduras, pediformes, etc.) (Fig. 65) sustituye prácticamente a la que se deriva del empleo ex-clusivo del trazo inciso lineal o pintado (ángu-

los, retículas, escaleras, cuadrados o rectángulos compartimentados, esteliformes, etc.).

El nexo de conexión entre ambos se reduce al corpus Þgurativo más puramente na-turalista, esto es, básicamente Þguras armadas (a pie o a caballo), armas y elementos etno-gráÞcos, a las que hay que unir la serie de ins-cripciones que en ocasiones acompañan a este entramado Þgurativo.

Fig. 65: Canales piqueteados rematados en cazoletas y repre-sentaciones de huellas. Masada de Ligros (Albarracín)

Fig. 66: Calco de los grabados del abrigo de la Coquinera (Obón, Teruel). Según Royo y Gómez, 1998

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Centrados en las relaciones directas en-tre las Þguras integradas en la fase 4 del Molino Manzánez y el resto de los conjuntos con arte rupestre de la Edad del Hierro en la Península Ibérica, se comprueba en primer lugar que los elementos de tipo simbólico encuentran fácil correspondencia en zonas relativamente diver-sas. Así, los reticulados se distribuyen prácti-camente de forma generalizada desde Teruel (grabados del abrigo de la Coquinera de Obón) (Perales y Picazo, 1998) (Fig. 66), hasta tierras extremeñas, donde aparecen bajo diferentes técnicas: pintados en el abrigo del Castillo de

Monfragüe (Beltrán, 1973), o grabados en trazo Þliforme o más grueso, tanto en objetos mue-bles como la estela de guerrero anteriormente citada de Cabeza del Buey, como en soportes Þjos, principalmente losas subhorizontales de pizarra, una gran parte de ellas inéditas y dis-tribuidas prácticamente por la mayor parte del

ámbito regional: los conjuntos de �La Rueda� o �Puerto del Gamo� en las Hurdes (Sevillano, 1991: 58; 81-83); �Campos de Agua� en Alcán-tara (Montano e Iglesias, 1988); �Vaciancha� en Cañamero; �Valdehonduras� en Santa Marta de Magasca; o las diferentes estaciones locali-zadas recientemente en La Morera, Campana-rio, Puebla de Alcocer o Higuera la Real (Fig. 67), o en la margen portuguesa del Guadiana (Martínho, 2002: 163).

Ampliando este ámbito de actuación, aunque sin abandonar la zona occidental de la Península Ibérica, se hará nuevamente hincapié

en los conjuntos portugueses del valle del Côa (Martínho, 2001: 29) o valle de Vermelhosa (Simões y otros, 2000: 407) o las estaciones de �Pedra Escrita de Ridevides�, �Pedra Escrita da Tapada�, �Pedra Escrita da Poço da Moura� (Alfandega da Fe), �Molelinhos� (Tondela), �Pedra Letreira� (Gois), �Lage da Fechadura�

Fig. 67: Reticulado de la roca de �La Fuensanta� Higuera la Real (Badajoz)

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(Serta), �Pedra das Letras� (Proença a Nova), �Abrigo das Fragas do Diablo� (Mogadouro), o �Fraga dos Fusos� (Bragança) (Batata, Coim-bra y Gaspar, 2004: 27). Similar distribución en mayor o menor medida se puede aplicar al res-to del conjunto Þgurativo simbólico de carácter geométrico que se ha deÞnido en el conjunto gráÞco del Molino Manzánez (Figs. 16 y 47), con la excepción del grupo de los zig-zag. Este caso resulta particularmente signiÞcativo, ya que se trata de la tipología Þgurativa simbólica más numerosa (44 motivos) de las identiÞcadas en la fase 4 del conjunto badajocense y que en los ámbitos estudiados hasta el momento, con independencia de la técnica utilizada, su pre-sencia puede considerarse como meramente anecdótica. Una circunstancia que conÞere sin-gularidad al arte rupestre de la Edad del Hierro en la cuenca del Guadiana y que permite parti-cularizarlo dentro del panorama actual del arte rupestre del I milenio a.C. en el marco territo-rial de la Península Ibérica.

Por su parte, la serie de elementos et-nográÞcos (Fig. 8) del Molino Manzánez re-sultan igualmente fáciles de paralelizar desde criterios exclusivamente tipológicos. Así, tanto hoces como armas están relativamente bien identiÞcadas en otros conjuntos. Las primeras aparecen básicamente en el área occidental, desde el entorno de la cuenca del Duero, en la roca de �Molelinhos� (Tondela-Viseu) (Farinha dos Santos, 1972: 128-129, Þgs 122-123) o en el norte de la provincia de Cáceres, en la roca �El Castillo I� de Pinofranqueado (Sevillano, 1991: 69, Þg. 27), más centrada hacia el área de inßuencia del Tajo. Los modelos citados son de hoja curva que se prolongan en un mango rec-tilíneo, más próximos a las piezas documenta-das en las estaciones �A la hoguera� y �Botella Verde�, con buenos referentes arqueológicos en Cancho Roano (Celestino y Jiménez, 1993: 116, Þg. 33), La Martela o Capote (Berrocal, 1998: 78), que a la representada en la estación �Ñete�, cuyo largo y quebrado enmangue per-

mite considerar que se trate de algún tipo de guadaña más que de una hoz propiamente di-cha. Respecto a las armas, la práctica totalidad de los modelos registrados en el Molino Man-zánez responden a formatos con hoja curvada que rematan en uno de sus extremos con un pequeño estrechamiento rectangular a modo

de enmangue. Estos modelos afalcatados, es-padas o cuchillos, aunque no son desconocidos en otros ámbitos, son realmente minoritarios e incluso, si tomamos como base valorativa su tamaño, de una importancia secundaria res-pecto a las representaciones de armas con Þ-los rectilíneos. No obstante, su presencia está

constatada en las estaciones de �Molelinhos� (Tondela-Viseu) (Farinha dos Santos, 1972: 128), La Hoya (Azabal) (Sevillano, 1991: 27) o los documentados en las rocas 6 o 10 de va-lle de Casa en Côa (Martinho, 1999: 174-175; 179), estas últimas especialmente coincidentes en su morfología con las documentadas en el conjunto badajocense, todo ello inmerso en un ámbito preferentemente occidental. Los refe-rentes arqueológicos dentro del marco regional están bastante extendidos, pues los cuchillos afalcatados son piezas relativamente frecuentes en los contextos habitacionales o funerarios extremeños al menos desde el siglo VII a.C. en Medellín y desde el siglo V a.C. en otros mu-chos (Cancho Roano, Medellín, Hornachuelos, Castillejos II, Capote, La Coraja, Pajares, Cas-tillejo de la Orden, Villasviejas del Tamuja), al contrario que las falcatas, cuya presencia en la cuenca del Tajo se limita a los dos ejemplares de la Coraja (Esteban, 1993: 80), otros dos del embalse del Rosarito (Enríquez, 1981), una más en Alconétar y otra en el campamento de Cáce-res el Viejo (Ulbert, 1984: lám. 25), además de la de Capote ya en ámbitos más meridionales (Berrocal, 1994: 272). La cronología en la que se inscriben estas piezas abarca desde el siglo V a.C hasta Þnales del II a.C., a tenor del contex-to en el que se inscribe la localizada en Cáceres el Viejo (Quesada, 1992: 140).

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Excepcionales en el contexto Þgurativo de la Edad del Hierro son las representaciones de la vasija de �La Baña� (Fig. 13) o la embar-cación de la estación �Ñete� (Fig. 14). De la primera, aunque morfológicamente disten mu-cho de parecerse, tan sólo tenemos referencia de un objeto cerámico pintado en el abrigo de La Vacada en Castellote (Teruel), en la que re-cientemente fue identiÞcada la representación de un ánfora vinaria tipo Dressel 1 o Dressel 2/4 (Martínez Bea, 2004: 113) enmarcada cro-nológicamente entre Þnales del período repu-blicano e inicios del Imperio.

Más excepcional aún resulta la repre-sentación de la embarcación localizada en la estación �Ñete�; de hecho, en todo el arte ru-pestre extremeño tan sólo contamos con dos representaciones que han sido interpretadas

como embarcaciones y ninguna es coinciden-te cronológicamente con este período. Una de ellas fue pintada en el abrigo de �El Paraiso�, en la orilla del arroyo Barbaón, en el Parque de Monfragüe en Cáceres (Colectivo Barbaón, 1998). Se trata de una representación muy es-quemática en la que la embarcación está deÞ-nida por una línea que contornea el Þlo de la roca soporte que conÞgura la quilla y la base de la embarcación en cuyo interior se distri-buyen varias Þguras antropomorfas de tipo ramiforme (Fig. 68).

La otra representación es inédita y apa-rece grabada sobre un lienzo murario de la Al-cazaba de Badajoz en la zona de los jardines de

la Galera junto a textos en caracteres arábigos.De igual forma, en el resto del arte ru-

pestre español las embarcaciones son repre-

Fig. 68: Posible representación de embarcación. Abrigo de �El Paraíso�, arroyo Barbaón (Monfragüe, Cáceres)

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sentaciones bastante infrecuentes con algunas Þguraciones repartidas entre Galicia, Cádiz y principalmente los archipiélagos (Almagro, 1988). Las Islas Canarias son las que más ejem-plos aportan de este tipo de representaciones. Han sido localizados grabados en la estación 2 del Barranco del Cuervo en la isla de El Hie-rro (Jiménez Gómez, 1996: 384), en el Barranco del Quíquere de Lanzarote (De León y Pere-ra, 1996: 91), en las estaciones de �Garajonay� o �Lomo Galión II� de la Gomera (Navarro, 1996: 283-284) o en la denominada �El Cerca-

do� en La Palma (Martín y Pais, 1996: 309). Casi todos ellos se pueden considerar de cronología histórica aunque es posible que algunas de es-tas representaciones puedan tener un encuadre cronológico anterior (Navarro, 1996: 282). En la Península Ibérica, los mejores referentes los encontramos en el abrigo de la Laja Alta en la

provincia de Cádiz (Barroso, 1980: 34-40; Al-magro, 1988: 391-392) (Fig. 69), identiÞcadas como posibles embarcaciones de los primeros colonizadores fenicios y griegos, lo que las situa-ría en un marco cronológico más próximo al de la representación del Molino Manzánez, aunque la tipología y morfología de las mismas guarden entre sí muy poca relación. En este mismo rango cronológico se encuadran las representaciones baleáricas, con paralelos bastante aproximados al modelo badajocense en los naviformes de la Cueva de la Trinidad o del Barranco de Santa

Ana (Almagro, 1988: 397) (Fig. 70).Finalmente, al contrario de lo que sucedía

con las Þguras anteriores, la representación del jinete con lanza localizada en la estación �Ñete� cuenta con numerosos paralelos en contextos y técnicas muy diversiÞcados, bien sistemati-zados en un reciente trabajo de J.Ignacio Royo

Fig. 69: Representaciones de barcos en el abrigo de la Laja Alta (Cádiz). Según Almagro, 1988

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Fig. 70: Representaciones naviformes grabadas en la Cueva Trinidad (B, C) y en el Barranco de Santa Ana (D) en el archipiélago balear. Según Almagro, 1988

(Royo, 2004: 55-70). Sin embargo, el análisis de los paralelos para la Þgura badajocense se cen-trará exclusivamente en las representaciones de jinetes con lanza, rechazando, por coherencia morfológica, el resto de las representaciones ecuestres reßejadas por el investigador arago-nés. Así, los paralelos más evidentes se localizan en contextos muy similares tanto en el valle del Côa (roca nº 23 de valle de Casa) (Martinho, 2001: 30) como en su entorno (valle de Vermel-hosa) (Fig. 71), aunque en formatos un tanto más esquematizados y superpuestos directa-

mente a Þguras paleolíticas en multitrazo con las que también muestran una notable diferen-cia respecto al color de la pátina del trazo de ejecución. Más al interior de la península, en el conjunto soriano de Tiermes-Sotillos de Cara-cena, se localizan nuevas representaciones muy esquematizadas de Þguras a caballo y con lanza.

Destacar la Þgura del abrigo 9 del Barranco de la Mata (Royo, 2004: Fig. 31, 5) en la que el jinete controla su caballo mediante riendas de manera similar a las representaciones citadas del valle del Côa y la que sirve de base a este estudio del Molino Manzánez. En el segoviano conjunto de Domingo García se vuelven a documentar escenas de guerreros montados a caballo don-de no faltan Þguras subnaturalistas de jinetes portando lanzas y llevando los caballos guiados mediante riendas (Lucas, 1973: 260-264). Este tipo de representaciones fueron clasiÞcadas por

Balbín y Moure dentro de su denominada �fase escenográÞca�, encuadrada cronológicamente entre el Bronce Final y la Edad del Hierro (Bal-bín y Moure, 1988: 23), aunque recientemente se han planteado posibles ampliaciones de este marco cronológico incluso hasta la Edad Media (Ripoll y otros, 1994: 20).

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También en el Castro de Yecla de Yeltes han sido localizadas algunas representaciones piqueteadas en rocas adyacentes al castro o en sillares de la misma muralla, entre las que se pueden citar Þguras de jinetes llevando lanza, aunque en este caso no es posible observar el uso de riendas en ninguna de las Þguras. Su contexto arqueológico, a pesar de las induda-bles conexiones con el mundo de los grabados gallegos, está marcado por la propia vigencia del poblado entre la II Edad del Hierro y la época romana (Martín, 1983: 230-231).

Finalmente, y aunque quizá sea ampliar en exceso el marco geográÞco de los paralelos

para este tipo de Þguras, se ha considerado in-teresante, a tenor del encuadre cronológico en el que se inscriben y por la importancia de los conjuntos en los que se integran, citar Þguras localizadas en el área nordafricana y en el norte de Italia. Respecto a las primeras, en concreto se trata de representaciones marroquíes docu-

mentadas en el oasis de Amtodi (Goulimine) (Cortés, 1987: 131-133), que forman parte de una extensa serie de representaciones pique-teadas estilo subnaturalista extendidas por Marruecos, Túnez, Libia y Argelia en las que son frecuentes las representaciones de jinetes armados (espadas, arcos, lanzas, escudos, etc.) que galopan sobre caballos, junto a elementos de carácter más simbólico y morfología de tipo geométrico. Su cronología oscila entre el 300 a.C. y el 700 d.C., período de apogeo de la cul-tura berebere, cuando el caballo es introducido en la zona. Respecto a las italianas, se hace refe-rencia a la importantísima serie de grabados de

la Valcamonica, bien estudiada y deÞnida desde el punto de vista de su evolución cronológi-ca (Arca y Fossati, 1995). En ella, en la etapa perteneciente a la Edad del Hierro, no faltan representaciones ecuestres con jinetes portan-do lanzas sobre caballos en escenas de caza del ciervo de tinte ritual (Fig. 72).

Fig. 71: Jinete a caballo portando una lanza. valle de Vermelhosa, roca nº 1. En la foto inferior, detalle de la diferencia en el color de la pátina entre el grabado paleolítico y el de la Edad del Hierro. Foto A. Fossati

Fig. 72: Vista de una superficie con grabados del conjunto de la Valcamonica (Italia) y detalle de grabado ecuestre

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9.4.3 Encuadre cronológico de los grabados de la fase 4 del Molino Manzánez

A lo largo de los apartados anteriores se ha podido comprobar cómo la fase 4 del Molino Manzánez se integraba perfectamen-te tanto desde el punto de vista iconográÞ-co como tipológico en las manifestaciones de arte rupestre de la Edad del Hierro iden-tiÞcadas tanto en la Península Ibérica, como en contextos exteriores del norte de África o el arco alpino Italiano. Todo ello arropado además por un marco poblacional que en su entorno más inmediato presenta evidencias a todo lo largo del I milenio a.C., con espe-cial incidencia a partir del siglo V a.C. hasta la romanización. No obstante, la presencia de algunos elementos como las inscripciones, las armas o la propia morfología del caballo de la estación �Ñete� nos permite plantear algu-nas consideraciones de cara a ajustar el mar-co cronológico de las representaciones que se vienen tratando en este apartado.

En primer lugar, las inscripciones detec-tadas indican, tal y como advierte Martín Alma-gro, una importante difusión en su uso, puesto de maniÞesto en Medellín con seguridad al me-nos a partir del 600 a.C. (Almagro, 1990: 97), aunque generalizado a partir del siglo V a.C., a tenor de las reutilizaciones de las estelas de guerrero (Almoroqui, Siruela, Capote, Cabeza del Buey) (Berrocal, 1987) o la inscripción del abrigo de �El Castillo� en Monfragüe (Beltrán, 1973: 78-80), fecha en la que también pensa-

mos que pueden encajarse sin problemas los epígrafes tartésicos del Molino Manzánez.

Esta misma cronología en el tránsito entre la primera y la segunda Edad del Hierro sugieren algunas de las falcatas representadas en la estación �Espadas� (Fig. 73), que pre-sentan el dorso con inßexión, como las locali-zadas en la necrópolis de Alcacer do Sal y que cronológicamente pueden situarse a Þnales del siglo V a.C. (Quesada, 1991: 329), ante-riores a las del área meseteña de la península que muestran el dorso recto y cuya vigencia se prolonga al menos hasta Þnes del siglo II a.C. (Berrocal, 1992: 160).

También a contextos del siglo V a.C. nos

remite el mejor paralelo morfológico que se ha localizado en Extremadura para el caballo de la estación �Ñete� y que fue hallado en el nivel de derrumbe de una de las habitaciones perime-trales de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz) (Maluquer, 1985: 68).

Con los datos aportados, consideramos que una buena parte de los grabados de la fase 4 del Molino Manzánez debieron ser realiza-dos a lo largo de este siglo V a.C., un período en el que la cuenca del Guadiana, a tenor de la importante ocupación arqueológica detec-tada, tuvo que vivir un importante desarrollo relacionado con la explotación agropecuaria y con la vía de comunicación que tradicio-nalmente había supuesto el propio río. Todo ello enmarcado en un proceso similar al que en este momento se pone de maniÞesto en el territorio extremeño con la eclosión de los ediÞcios señoriales (Cancho Roano, La Mata,

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etc.) (Rodríguez y Ortiz, 1998: 223-231) y sus territorios agrícolas dependientes (Rodríguez, Pavón y Duque, 2004).

Tras la crisis del 400 a.C. y la reorgani-zación espacial y económica del territorio, el Molino Manzánez debió seguir siendo ocupa-do gráÞcamente como lo ponen de maniÞesto los formatos de algunas falcatas o cuchillos afalcatados con dorsos rectilíneos más pro-pios de momentos tardíos relacionados inclu-so con la romanización, algunas inscripciones latinas y la presencia de grabados lúdicos cuyo origen en la península debe relacionarse igual-mente con el proceso de romanización (Gon-zález, 2000b: 371).

En cualquier caso, pensamos que, con independencia del enmarque cronológico, la funcionalidad posiblemente ritual que las gen-tes de la Edad del Hierro aplicaron a estas re-presentaciones en el marco espacial del Molino Manzánez no debió variar durante todo el pro-ceso de vigencia de estos grabados. En un lu-gar con una carga simbólica precedente que sin lugar a dudas pudieron contemplar, sistemáti-camente fueron utilizados los mismos espacios de representación e incluso en las mismas rocas para fundir en ellas diferentes formatos de es-padas, motivos zoomorfos estilísticamente bien diferenciados y grupos de grafemas simbólicos muy variados. Todo ello reßejo de un ritual en el que la relación con el agua, en el sentido po-siblemente renovador, se debió constituir en el eje vertebrador del proceso gráÞco que se llevó a cabo en el Molino Manzánez a todo lo largo de la etapa estudiada. Fig. 73: Falcata de dorso curvado. Estación XCI �Espadas�

ARTE RUPESTRE DE CRONOLOGÍA

HISTÓRICA

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arte rupestre ManzanezHISTORIOGRAFÍA

La última fase de motivos del Molino Manzánez la integran todos aque-llos grabados que a lo largo de los últimos veinte siglos se han venido realizando sobre las rocas de este lugar. Se trata básicamente de grabados caligráÞcos que indican fechas, nombres, referencias al río, fragmentos de oraciones, cuentas aritméticas, etc. Junto a ellos, una variada serie de motivos: simbólicos, animales, representaciones humanas, series de trazos paralelos1, grabados lúdicos, eróticos e incluso los planos que indicaban la localización de un supuesto tesoro (Fig. 1). Todo ello realizado con las técnicas que tradicionalmente se habían venido empleando en el conjunto gráÞco badajocense, aunque ahora obtenidas con un tipo de instrumental diferente (cuchillos de acero, navajas, martillos, etc.), que dan lugar a trazos incisos mucho más Þnos y someros que los prehistóricos o a golpes de piqueteado más pequeños y precisos. En deÞnitiva, una notable serie de grabados que son prueba evidente de que el Molino Manzánez sigue siendo objeto de una presencia humana activa que se perpetúa en el tiempo con el mismo sistema que se había venido empleando a lo largo de la prehistoria. Una costumbre que se mantiene quizá por pura y simple imitación al contemplar las Þguras prehistóricas, quizá por la conßuencia de factores favorables como

la acumulación de soportes adecuados para grabar y los largos ratos de ocio o espera pasados junto a ellos o quizá por ese impulso innato que lleva a las perso-nas desde la más tierna infancia a garabatear cualquier tipo de superÞcie. En cualquier caso, representacio-nes grabadas que, a diferencia de las prehistóricas, sí llegamos a comprender en su mayor parte, tanto más cuando conseguimos contextualizarlas con unos acontecimientos históricos perfectamente deÞnidos a lo largo del margen cronológico en el que se integran. Unos grabados más próximos a nuestra mentalidad actual pero que al mismo tiempo dan pie para valorar de una manera más cercana a todas las series Þgurati-vas precedentes, entendiéndolas como el resultado de

unos procesos históricos, sociales y económicos que evidentemente quedaron reßejados en cada una de es-tas manifestaciones.

INTRODUCCIÓN

1 Según información verbal obtenida en las localidades de Cheles y Villanueva del Fresno por personas que llegaron a conocer los molinos harineros en funcionamiento, estas series de trazos eran realizadas por los propios molineros para contabilizar los sacos procedentes de cada molienda.

Fig. 1: Inscripción �Lugar del tesoro�. Estación CDLXVI �MMR�

Título do LivroHISTORIOGRAFÍA

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477

arte rupestre ManzanezHISTORIOGRAFÍA

El conjunto Þgurativo de la fase 5 del conjunto gráÞco del Molino Manzá-nez queda integrado por 71 motivos que suponen el 1,5% del total de la serie de grabados aquí documentados. Tipológicamente, sobre la base de criterios morfo-lógicos y funcionales se estructuran en seis categorías:

2.1 Figuras humanas 2.2 Representaciones de animales2.3 Motivos caligráÞcos2.4 Grabados lúdicos2.5 Represenaciones simbólicas2.6 Motivos eróticos

10.1.1 Figuras humanas

Tan sólo se ha documentado una representación de esta clase, que supo-ne únicamente el 1,4% del total de motivos históricos presentes en el Molino Manzánez.

Se localiza en la estación �Letras� del sector Isla Molino, en la zona norte del conjunto gráÞco (Fig. 2). Morfológicamente, se resuelve de manera muy su-maria, mediante una cabeza ovalada que deja paso al tronco de forma rectangular, compartimentado en dos por medio de un trazo longitudinal que a su vez queda dividido en pequeños espacios mediante una sucesión de reducidos trazos per-pendiculares que quizá podrían interpretarse como un intento muy esquemático de representar la ropa de este personaje. Las piernas, muy desproporcionadas, se conÞguran mediante dos pares de líneas que se unen en ángulo dos a dos a la altura de la cintura.

Además de esta Þgura, hemos creído conveniente incluir en este apartado una Þgura humana muy particular que fue grabada sobre la losa superior de un ban-co corrido en el interior del Molino que da nombre al yacimiento, aunque al no ser un motivo realizado en alguna de las estaciones del Molino Manzánez no ha sido

reßejado en las bases de datos utilizadas para efectuar los análisis estadísticos utili-zados en este trabajo. La Þgura en cuestión (Fig. 3) pensamos que debió realizarse en un momento posterior al abandono del Molino Manzánez que se efectuó entre 1955 y 1956 (Gil, 2002: 90). Representa una especie de caricatura de un personaje de gran cabeza tocado con un sombrero de ala tipo cordobés. La estructuración rectangular del tronco recuerda a la que presenta el antropomorfo de la estación �Letras� y bajo la cintura, la Þgura se completa con una especie de faldellín. Fue eje-

10.1 CATALOGO Y DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DEL CONJUNTO FIGURATIVO DE LA FASE 5 DEL MOLINO MANZÁNEZ

Fig. 2: Representación antropomórfica. Estación CXXXIV �Letras�

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10.1.2 Representaciones de animales

Sólo se ha localizado una Þgura de esta tipología, que representa el 1,4% del total del conjunto Þgurativo de la fase 5. Aparece sobre la estación XCVI �Michael Night� en el sector Molino de la zona norte. La Þgura, posiblemen-te un equino, se resuelve de forma muy esque-mática en perÞl absoluto, salvo las patas, que aparecen en perspectiva torcida y utilizando para su ejecución el trazo inciso Þliforme. Mor-fológicamente, presenta el cuerpo rectangular al que se une por la izquierda la cabeza de for-ma triangular y con un pequeño penacho en la frente para indicar la crinera. En el lado opuesto se dispone la cola, conformada por una línea oblicua que se remata en la zona baja con un aspecto ramiforme para señalar el pelaje. Final-mente las extremidades se articulan mediante dos simples trazos en ángulo que arrancan des-de la zona superior del tronco (Fig. 4).

cutada con un trazo inciso de un grosor consi-derable (3 mm) y junto a ella aparecen una serie de grafías realizadas con el mismo tipo de trazo, algunas de las cuales pueden corresponder a las iniciales de la persona que realizó este grabado.

Fig. 3: Antropomorfo localizado en el interior del Molino Manzánez

Fig. 4: Caballo esquemático. Estación XCVI �Michael Night�

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10.1.3 Motivos caligráficos

Aunque en el sentido estricto no se puede considerar una representación caligrá-Þca como una manifestación de arte rupes-tre, se ha decidido su inclusión en la nómi-na Þgurativa del Molino Manzánez porque evidentemente forma parte de su discurso diacrónico2, complementándolo y ayudando en buena medida a su comprensión desde el punto de vista interpretativo.

Así, con 34 grafías localizadas, este gru-po de motivos es el conjunto más amplio de grafemas de los que integran la fase 5 de gra-bados del Molino Manzánez (el 47,88% del to-tal de la serie). Su reparto responde en buena lógica a la inßuencia de la actividad del Moli-no Manzánez en el área del conjunto gráÞco, aunque no se deben olvidar otras actividades frecuentes por estos pagos, como la pesca con caña3 o la costumbre bastante extendida entre las mujeres de la localidad de Cheles de lavar la ropa en esta zona para después secarla exten-diéndola sobre las grandes superÞcies rocosas que jalonan la orilla del río (Gil, 2002: 90). En consecuencia las grafías aparecen repartidas fundamentalmente por estaciones situadas en sectores de la zona norte, destacando, a tenor de lo expuesto, los sectores Molino y Espadas que concentran entre ambos el 64,7% de las grafías documentadas (Fig. 5).

Desde un punto de vista técnico, la ma-yor parte de estos escritos fueron realizados con trazos incisos de escasísimo grosor, lo que diÞculta enormemente su lectura. No obstan-te, algunos de ellos, especialmente las iniciales, aparecen realizados mediante trazos piquetea-

dos aunque de un tamaño y grosor mucho más reducido que el utilizado en los motivos prehis-tóricos. Además, sobre todo en las inscripciones más modernas, hay que apuntar que más que de

Fig. 5: Gráfico de distribución espacial de las grafías históricas en el Molino Manzánez

Fig. 6: Inscripción raspada sobre la pared del Molino Manzánez

2 En el mismo sentido que lo formaban las inscripciones tartésicas de la etapa anterior.3 Muchas rocas se constituyen como magníÞcos pesquiles.

incisión, se debe hablar de una especie de fro-tado de la roca con un objeto duro y romo con el Þn de obtener un trazo contrastado sobre el fondo del soporte que permite la fácil visualiza-ción del texto representado (Fig. 6).

Por regla general, el tipo de letra suele pre-sentar un aspecto bastante cuidado a pesar de la di-Þcultad que supone su grabación sobre un soporte duro como es la pizarra. Excepto en el epígrafe de �Pamaso� de la estación CDLII �El Judío�, hasta prácticamente la década de los 70 del pasado siglo

Título do LivroHISTORIOGRAFÍA

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Fig. 8: Conjunto de rúbricas, letras iniciales, fechas (1799) e invocaciones rogatorias. Estación CCXIV �Toro Pelón�

Fig. 7: Epígrafe en el que se lee �Guadiana�. Estación CCL �Pompas�

no aparecen las inscripciones hechas exclusiva-mente con letras mayúsculas y en este último caso, la mayor parte de las veces se corresponden con las iniciales de los grabadores. Con anterioridad, las inscripciones presentan una caligrafía correcta

en la que se combinan mayúsculas y minúsculas y en las que no se han detectado faltas de ortografía, lo que indica bien a las claras que las personas que realizaron estos textos debieron haber gozado de un buen nivel educativo (Fig. 7).