2. NOCHE ETERNA.pdf
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PREFACIO
Ya nada quedaba para mí. Junto a ella se desvanecía la vida, los sueños y esperanzas. No
estaba dispuesto a vivir entre sombras como si mi vida fuera una noche eterna.
Sin ella no me quedaba nada. A unos metros el gentío lanzaba gritos de alegría mientras
mi corazón lloraba lo que mis ojos no podían.
Apreté mis puños, pronto el sol tocaría mi torso desnudo y todo terminaría.
Sol, voy hacia ti.
Sol… hazme tuyo…
CAPITULO 1 VERANO
Los días que siguieron al baile fueron simplemente perfectos. La primavera estaba llegando
a su fin y pronto empezaría el verano.
—Creo que ya es hora de que me saques esto— Le había dicho un día a mi padre,
mostrándole su pierna.
Después de pensarlo un momento, él accedió y así terminó su convalecencia.
En esos días, Alice prácticamente vivía en casa de Bella. De verdad que era un tanto
irritante. Charlie le tenía mucho cariño y su cara siempre se iluminaba cuando le abría la
puerta. Ya quisiera yo que fuera lo mismo para mí.
Alice hacía las veces de enfermera y le ayudaba a tomar sus baños diarios. Le había
pedido, le había rogado que no lo hiciera.
—¿Le pediste a Alice que no me mirara? —
—¿Cómo te iba a mirar a los ojos, después de espiarte? —
—¿Eso quiere decir que nunca lo hiciste? —
—¿A qué te refieres? —
—Ya sabes, cuando estaba en el hospital y todo eso—
—Bueno Bella te explicaré. Para mí ya es demasiado con tener tu recuerdo en mi boca,
creo que no podría soportar tener tu recuerdo en ….Tu sabes a lo que me refiero—
El silencio se sintió entre nosotros.
—¿Tu creías que te había espiado? —
—Bueno he tratado de no pensar en ello. Creo que estaba resignada—
—Jamás te faltaría el respeto de esa manera—. Le dije solemnemente
—De eso estoy más que segura—. Se quejó entre dientes
Contrario a lo que creyera, ese verano fue inusualmente lluvioso. Lo que nos permitió
disfrutar con plenitud los días. Cuando el sol brillaba, solíamos pasarlos en nuestro prado,
escondidos de todos y de todo.
Solo una cosa empaño mi felicidad ese verano. Lamenté terriblemente la partida de
Emmett y Rosalie. Se dirigirían a África. Él estaba loco por cazar algunos leones y
leopardos. En realidad solo lamentaba la partida de Emmett, se había encariñado mucho
con Bella. La encontraba muy graciosa y al parecer ella también le tenía cariño. Pero con
Rosalie la situación era distinta.
—No pienso quedarme aquí mientras ella entra y sale como si esta fuera su casa—
—Pero sí lo es Rosalie—. Le había dicho mi padre. —También es su casa—.
—Pues bien, entonces me marcho—
—Rosalie, por favor— Le rogaba Esme. —Las cosas no tienen que ser de este modo.
Emmett por favor… —
Pero él y todos sabían que no había nada que pudieran hacer. Rosalie había tomado la
decisión y nada la haría cambiar de idea.
Claro que Emmett la siguió, eran inseparables, se amaban. No sabía cómo alguien podía
amar a Rosalie, pero lo hacía.
—Cuida a nuestra pequeña Bella. Me dijo antes de marcharse—.
—Rosalie, no sabes cuánto lamento que las cosas sean de esta manera, pero la amo. Es
todo lo que puedo decir—. Le dije antes de marcharse.
Pero ella no dijo nada y en su mente no existían reproches, solo tristeza. Ya nos extrañaba.
A Bella nada de esto se le contó, era innecesario. Solo le dijimos que estaban de viaje y
punto. Claro que con los meses, el viaje se fue alargando y alargando. Pero ella nunca dijo
nada, ni volvió a preguntar por ello.
Ese verano también tomé mi decisión. Creo que había logrado mantener el deseo a raya.
Existía un límite que no me permitía cruzar. Hacerlo sería una estupidez. Bella solía no
poner ningún tipo de problema cuando rompía su abrazo o me separaba rápidamente de
sus labios. Pero claro, no siempre era así.
—Quisiera que por una vez dejaras de ser tan estricto con esto de mi proximidad—.
—Bella, es la única manera—. Le había contestado sujetando sus muñecas, lejos de mi
cuerpo. Su contacto resultaba ser una tortura. No podía evitar anhelarla.
—Por favor, no me hagas las cosas más difíciles. Si supieras cuanto te deseo…—
Y me perdía nuevamente en sus ojos. Ella aprovechaba cualquier muestra de duda en mi
rostro y saltaba sobre mí nuevamente. Me sentía embriagado de sus besos. Su mano se
metía debajo de mi camiseta y no podía evitar dar un saltó al contacto de su ardiente
palma. Con rapidez la sostenía nuevamente por los puños y volvíamos a empezar con la
discusión.
Pero resistirme a ella siempre me llenaba de dolor. Con el tiempo me costó menos ser
inflexible pero el deseo no disminuía, quemaba siempre de igual manera.
Y de esta manera transcurrió el verano. Entre caminatas tomados de la mano, de visita en
casa de mis padres o de paseo en las ciudades aledañas. En muchas oportunidades la
invitaba a Port Ángeles a ver alguna película, claro que yo siempre la miraba a ella, o a
cenar a algún restaurante.
Ella siempre protestaba, decía que no era justo que malgastara mi dinero, si al fin y al cabo
yo nunca comía. Pero me gustaba darle todo y de todo lo mejor. De ser por mí ya habría
cambiado su viejo coche hace mucho tiempo. Pero Bella se negaba rotundamente. Cuando
comenzaron nuevamente las clases se le metió entre ceja y ceja que quería trabajar para
tener dinero para el coche y todos los gastos. Trate de convencerla que yo podía hacerme
cargo de todos sus gastos y que también correría con los gastos de la Universidad, que ya
debíamos ver este semestre, pero argumentaba que sería imposible explicarle eso a
Charlie.
—¿Y qué le voy a decir a Charlie por tu regalo, me puedes decir? — Era siempre su
defensa al hablar sobre un coche nuevo.
—Le podemos decir que te lo ganaste en una rifa—
—¿Y quién la organiza, si se puede saber? —
—¿Mi padre? —
—Edward, eso está fuera de discusión. Por favor no empieces de nuevo. Mira el coche,
viene conmigo, si no aceptas mi coche entonces…—
Eso era cierto, ¿Cómo explicaría que su novio le regala una tarjeta de crédito y un auto
nuevo? A él seguramente tampoco le haría mucha gracia.
En fin, estaba seguro que no existirían muchas posibilidades de encontrar trabajo en un
pueblo tan pequeño como Forks, pero estaba equivocado y fue en la tienda de deportes
local, que para mi desagrado pertenecía a los padres del blandengue Mike Newton, que
encontró trabajo. Así que no solo tenía que soportar que estuviera lejos de mi tres veces
por semana después del Instituto, sino que también tenía que aguantar que aquel estúpido
anduviera tras de ella como una mosca.
Lo único bueno de todo esto es que estaba ahorrando para la universidad, claro que yo no
dudaría en ayudarla, anónimamente claro está, a que entrara en la universidad que más
nos conviniera y digo “nos” porque pretendía ir con ella, ojala a alguna lo más al norte
posible. Pero de eso aun no hablábamos mucho. Quizás más adelante, tenía otras cosas
en mi mente. Por ejemplo que se acercaba su cumpleaños y me había obligado a no
comprarle ningún presente.
—Escúchame Edward y escúchame bien. NO…QUIERO… REGALOS—
—Pero Bella, se supone que de eso se tratan los cumpleaños—
Y de esa postura nadie la sacaba, estaba tercamente obstinada.
—Edward,— Me dijo dulcemente un día que tratábamos nuevamente este tema. —¿De
verdad quieres hacerme un regalo?—
Sus ojos me miraban dulcemente, y no pude comportarme como un tonto.
—Pues claro que quiero amor, no sabes lo feliz que me haces. He pensado en algunas
cosas que me gustaría regalarte…—
—Si quieres hacerme algún obsequio, existe una cosa que quisiera que me dieras—
—Claro dime, lo que tú quieras—
—¿Lo que yo quiera? Hay algo que deseo hace mucho. Y como es mi cumpleaños…—
Tome sus manos entre las mías esperando sus palabras. Por fin me dejaría darle algo.
—Quiero… quiero ser como tú. Quiero que me transformes. —
Demasiado tarde comprendí su truco, y como un pez, había caído en la red.
—No, no eso está fuera de discusión. ¿Cómo puedes hacerme esto Bella, acaso no me
amas? —
—Claro que te amo. ¿Es que no puedes entender que quiero estar a tu lado siempre?
—Pero si siempre estaremos juntos —
—¿Así? ¿Y qué pasará en unos veinte años más? ¿Pretenderás ser mi hijo para poder vivir
juntos? ¿Y cuando sea una anciana me darás mis medicinas y deberé llamarte nieto?
Comprende Edward, no estoy dispuesta a pasar por ello—
—Amor, solo cumplirás 18, no es tan grave—.
—No lo es ahora, pero lo será Edward, por mucho que me ames no puedes detener el
tiempo humano, solo existe una forma de hacerlo—
—Eso está fuera de discusión. Ni siquiera sé por qué estamos teniendo esta discusión—.
—Edward Cullen. Si no puedo tener lo que quiero es mejor que ni se te ocurra saludarme
ese día. ¿Soy lo suficientemente clara para ti? —
—Sí, lo suficiente—. Le dije muy molesto. Y así fue como perdí esa batalla.
Ella tenía razón, el tiempo no perdonaba y pronto llegó el otoño. ¿Por qué las horas o los
días felices se desvanecen tan pronto y los de agonía perduran pareciendo eternos?
CAPITULO 2 EL DESASTRE
—Te quiero— Dijo Bella mientras cambiaba de posición en su pequeña cama.
—Duerme amor— Le dije besando su frente, tan sedosa, tan cálida y delicada. Mañana
sería el gran día.
Volví para verla por última vez y dando un suspiro salte por su ventana. No lograba
acostumbrarme a estar lejos de ella. Corrí por el espeso y oscuro bosque. Que después de
todo, no era tan oscuro para mí y como de costumbre no tardé en llegar a casa.
Pude escuchar las voces familiares de mis hermanos que habían vuelto de su viaje.
—Nada mejor que un gran león para levantar el espíritu, de verdad Jasper, deberías
probarlo—.
—Claro Emmett, lo que tú digas—. Le contestaba Jasper riendo alegremente.
—Heeey, bienvenidos hermanos—. Les dije caminando hacia ellos con los brazos abiertos.
Las imágenes pasaban en sus mentes como en un álbum fotográfico.
—Veo que lo han pasado genial estos últimos meses—
—Si es verdad, pero nada se compara con la familia—. Me contestó Emmett.
—Es bueno estar de vuelta—. Decía Rosalie mientras me abrazaba. —Lo siento Edward he
sido una tonta, de verdad los he extrañado—
—Es bueno tenerlos de vuelta—. Le dije cariñosamente.
—Te prometo que trataré…—
Sabía que eso ya era mucho para ella, sabía que era sincera y lo mucho que le costaba
decir aquellas palabras.
—Y…. ¿todo listo para mañana? — Preguntó Emmett.
—Casi, solo faltan algunos detalles— Decía Alice en medio de una gran sonrisa. Estaba
haciendo todo lo posible por controlarse con respecto a este tema.
—Esperemos que quiera asistir la festejada—. Les dije haciendo una mueca.
—No te preocupes, si es necesario la traeré amarrada—
—Eso no me haría mucha gracia—. Le dije secamente.
Pero Alice sacó su pequeña lengua y se fue tras Esme.
Después todos volvimos a nuestras actividades. Yo debía preparar mi presente para Bella.
Me había obligado a prometer que no le compraría nada. Pues bien, no le compraría nada.
—o—
Podía escuchar perfectamente el sonido de su viejo monovolumen. Seguramente estaba a
menos de dos kilómetros del Instituto. Alice se encontraba junto a mí, había insistido en
saludar a Bella a primera hora del día.
Lentamente ingresó al aparcamiento. Contuve mis ganas de ir por ella al coche,
seguramente no se encontraría de muy buen humor y el portazo que dio a su coche me lo
confirmó.
Claro que no pude controlar a Alice, dando un salto se adelantó para recibirla.
—¡Feliz cumpleaños, Bella!— Le dijo alegremente.
Como lo había previsto ella no se encontraba de buen humor, pero Alice seguía
presionándola. Ya la podía ver explotando en cualquier momento. Le preguntaba por los
regalos, que le habían parecido y todo eso.
Estiré mi mano para recibir la suya. Sus latidos nuevamente se aceleraban mientras
levantaba su cabeza para encontrarse con mis ojos. Con mi pulgar sostuve su barbilla,
acariciando con el índice sus rosados y suaves labios.
—Así que, tal y como me impusiste en su momento, no me permites que te felicite por tu
cumpleaños, ¿correcto? — Realmente no era una pregunta, ya sabía su respuesta.
—Sí, correcto — Agregó un tanto molesta.
—Sólo me estaba asegurando — Dije con resignación mirando el cielo. —Podrías haber
cambiado de idea. La mayoría de la gente disfruta con cosas como los cumpleaños y los
regalos—.
Alice fue la única que encontró divertidas mis palabras. Creía que Bella verdaderamente
disfrutaría este día con todas las sorpresas que le tenía preparadas. Al fin de cuentas ¿Qué
podría ocurrir de malo?
Pero la preocupación de Bella no era ser mayor, lo que temía era ser mayor que yo.
Aunque eso fuera imposible, ya que sus 18 años no eran nada en comparación con mis
casi noventa años de existencia.
—¿A qué hora vendrás a casa? — Le preguntó Alice de pronto. “Maldición Alice”, pensé.
Quería tratar de convencerla antes, no llegar y soltar la bomba a primera hora. Pero con
Alice todo era de esa manera. Siempre a su modo y a su tiempo.
—No sabía que tuviera que ir allí—
Sería una verdadera lástima que se encaprichara y no quisiera asistir a su propia fiesta de
cumpleaños.
—¡Oh, por favor, Bella, no te pongas difícil!. No nos irás a arruinar toda la diversión
poniendo esa cara, ¿verdad? — Le reprochaba mi hermana.
—Creía que mi cumpleaños era para tener lo que “Yooo deseara”—. Dijo poniendo cara de
pocos amigos.
Ignoré sus comentarios y le aseguré a Alice que la llevaría después de clases. Claro que
Bella no dejaría la batalla tan pronto y argumentó que debía trabajar esa tarde. No sabía
que Alice ya había hablado con la señora Newton y esta le había dado la tarde libre.
—Pero... pero es que no puedo dejarlo —. Tartamudeo graciosamente. Parecía un gatito
acorralado. —Lo cierto es que, bueno, todavía no he visto Romeo y Julieta para la clase de
Literatura—
Alice ya comenzaba a impacientarse con la actitud de Bella. Le recordó que ya se sabía la
obra de memoria. Pero Bella no se daba por vencida ¿Verdaderamente creía que ganaría
sobre este tema? Dijo que debía ver la película, cuando ya todos sabíamos que también la
había visto… ¿Unas diez veces? No estaba seguro de cuántas veces la había visto en
realidad, pero sabía que eran bastantes.
—Pero si ya has visto la película — Le dijo ahora molesta Alice.
—No en la versión de los sesenta. El señor Berty aseguró que era la mejor—.
—Mira, puedes ponértelo difícil o fácil, tú verás, pero de un modo u otro... —
Wowwww, eso era completamente innecesario de parte de mi hermanita pequeña.
Amablemente le pedí que se tranquilizara y que si ella quería ver la película, la vería ya que
era su cumpleaños…
—Así es — Dijo Bella moviendo su dedo índice rápidamente a Alice.
—… y la llevaré después de las siete, así tendrás más tiempo para preparar lo que falta—
Alice rompió a reír muy animada y alegre por mi intervención.
Se despidió, no sin antes prometerle a Bella lo bien que lo pasaría. Le pellizcó tiernamente
la mejilla y salió corriendo lo mas humanamente que le fue posible.
—Edward, por favor... — Comenzó a decir Bella.
Puse mis dedos sobre sus exquisitos labios. No estaba dispuesto a comenzar de nuevo.
—Shhhhh, ya lo discutiremos luego Bella. Vamos a llegar tarde a clase—
—o—
Ese fue otro día más en el instituto. Claro que era infinitamente mejor que el año pasado a
esa misma fecha. Ahora compartíamos la mayoría de nuestras clases. Y era increíblemente
más llevadera la monotonía de las asignaturas.
Mike Newton aun no perdía sus esperanzas. Al parecer su madre había sido lo
suficientemente discreta al no informarle sobre el cumpleaños de Bella. Seguramente
habría sido la escusa perfecta para que pudiera poner sus manos sobre ella.
Sin duda ese semestre nos encontrábamos más “integrados” a la comunidad escolar, pero
los humanos seguían manteniendo una instintiva y razonable distancia de nosotros.
Como de costumbre la acompañé hasta su coche cuando terminaron las clases. Le abrí la
puerta del copiloto pero se cruzo obstinadamente de brazos bajo la lluvia que caía
copiosamente.
—¿Es mi cumpleaños y ni siquiera puedo conducir? —
—Me comporto de la forma que tú pediste Bella, como si no fuera tu cumpleaños—
—Bueno si no es mi cumpleaños, no tengo porque ir a tu casa esta noche... —
—Muy bien —. Le dije dando la vuelta al coche para abrirle la puerta del conductor. —Feliz
cumpleaños— Le dije entre dientes.
—Calla — Me dijo mientras entraba al coche.
Verdaderamente se encontraba de muy mal humor, pero era tan divertido mirarla. Aferraba
el volante con todas sus fuerzas y con regularidad resoplaba por la nariz.
—Tu radio se oye fatal— Le dije presionando un poco más su ánimo. Dentro de poco
tendría una sorpresa.
—¿Quieres un estéreo que funcione bien? Pues conduce tu propio coche — Me respondió
sin mirarme.
Tuve que recurrir a toda mi fuerza de voluntad para contener la risa que me causaba
contemplarla en ese estado.
Cuando por fin, logramos llegar a su casa, tome cuidadosamente su rostro entre mis
manos, acariciando lenta y suavemente su rostro. Su frente, sus pómulos, el contorno de
sus labios y la línea de su mandíbula.
—Deberías estar de un humor estupendo, hoy más que nunca — Dije susurrándole al oído.
Y ahí estaba otra vez… el deseo quemando mi cuerpo.
—¿Y si no quiero estar de buen humor? — Dijo entrecortadamente.
Nada me provocaba más que comprobar que ella me deseaba de igual manera. Bueno no
exactamente igual, yo la desearía siempre de una forma mucho más peligrosa para ella.
Le mire a los ojos, sus pupilas estaban dilatadas y sus labios entreabiertos por donde se
colaba su esencia.
—Pues muy mal— Le dije acercando mi cuerpo hasta el suyo.
Con mi mano izquierda tome su cuerpo por la cintura, apretándola contra el mío. Mi mano
derecha acariciaba su nuca al mismo tiempo que me acercaba lentamente para besar sus
labios. Bella respiraba en mi boca casi jadeando. No pude evitar estremecerme. No podía
evitar desearla como lo hacía. ¿Cuánto tiempo podría mantener aquella desesperante
situación? Todo mi cuerpo gritaba por poseerla, por perderme entre sus cálidos brazos.
Bella levantó sus brazos enroscando uno en mi cuello mientras su mano libre acariciaba
impetuosamente mi espalda. Comenzó a besarme apasionadamente. Podía sentir como
trataba de aferrarse aun más a mi cuerpo… Como si eso fuera posible. Me sentía mareado
y extasiado. Debía detenerme ahora que aun podía hacerlo.
Recordé que este no sería su último cumpleaños como humana. Me obligué firmemente a
separarme de su boca.
—Pórtate bien…por favor — Le dije jadeando contra su mejilla. El cuerpo de Bella parecía
una estufa, sus labios habían adquirido un exquisito y sensual color rojo intenso.
Rápidamente me separe completamente de ella. Podía leer en su rostro la frustración que
le producía mi comportamiento. Odiaba verla insatisfecha. ¿Cuánto más podríamos
aguantar de esta manera? Para mí las cosas no eran más fáciles que para ella. Yo siempre
debía batallar contra dos tipos de deseo. El de mi cuerpo y el de mi sed. Siempre iguales,
siempre terribles.
—¿Crees que esto mejorará algún día? — Me preguntó.
Pero de una cosa estaba seguro, mi deseo por ella nunca podría ser saciado. No si quería
que ella siguiera con vida.
—Anda, vamos a ver cómo los Capuleto y los Montesco se destrozan unos a otros,
¿Quieres? — Le dije mientras abría la puerta del coche y saltaba fuera para llenar mis
pulmones de aire puro.
—o—
“¡Ah! Más peligro hay en tus ojos que en veinte espadas suyas. Mírame con dulzura y
quedo a salvo de su hostilidad”
Recitaba suavemente en su oído. Su corazón latía rápidamente mientras se olvidaba de
respirar. Cuando terminó la película, Bella se encontraba emocionada hasta las lágrimas.
Las sequé con un mechón de su cabello, mientras le confesaba la envidia que despertaba
en mi Romeo.
—Ella es muy guapa—
—Lo que envidio de él no es Julieta, tonta. Envidio su facilidad para suicidarse. Para
ustedes, los humanos, es muy fácil. Solo tienen que tomar un poco de veneno…
—¿Qué? — Dijo Bella ahogando un repentino grito.
—Bueno es algo que tuve que pensar una vez. Sé, por lo que me ha contado mi padre, que
no es muy sencillo para nosotros. Cuando Carlisle comprendió en lo que se había
convertido, decidió terminar con su existencia antes de hacer algún tipo de mal. Lo intentó
de muchas y diferentes maneras, pero todas fueron inútiles. Y no cabe duda de que sigue
con una salud excelente—.
—¿De qué estás hablando? ¿Qué quieres decir con eso de que tuviste que pensarlo una
vez? —
—La primavera pasada, cuando tú casi... casi te mataron... — Trate de continuar, ocultando
el súbito dolor que me provocó recordar lo sucedido. —Claro que estaba concentrado en
encontrarte con vida, pero una parte de mi mente estaba elaborando un plan de
emergencia por si las cosas no salían bien. Y como te decía, no es tan fácil para mí como
para un humano—.
Bella sacudió su cabeza al mismo tiempo que dejaba de acariciar la cicatriz que le había
dejado aquella experiencia.
—¿Un plan de emergencia? —.
—Simplemente no estaba dispuesto a vivir sin ti— Le dije moviendo lentamente mi cabeza
de lado a lado. —Aunque no estaba seguro sobre cómo hacerlo. Tenía claro que ni Emmett
ni Jasper me ayudarían..., así que pensé que lo mejor sería marcharme a Italia y hacer algo
que molestara a los Vulturis—.
Era la primera vez que pronunciaba aquel nombre delante de ella. Yo no los conocía
personalmente, nunca había estado en Italia. Solo sabía lo que nos había contado mi padre
sobre aquella corte.
—¿Qué es un Vulturis? —.
—Son una familia —. Bueno, no exactamente. Pero no era necesario entregarle más
detalles… Por ahora… —Una familia muy antigua y muy poderosa de nuestra clase. Es lo
más cercano que hay en nuestro mundo a la realeza, supongo. Carlisle vivió con ellos
algún tiempo durante sus primeros años, en Italia, antes de venir a América. ¿No recuerdas
la historia?
—Claro que me acuerdo—
Ellos no compartían nuestra forma de vida. La encontraban excéntrica, por llamarla de
alguna manera. Sin conocerlos personalmente me había formado una idea sobre ellos. Al
parecer eran criaturas sombrías que veían a los humanos como una simple fuente de
alimento. Jamás se habían tomado la molestia de interactuar con ellos para poder
comprender lo complejos y fascinantes que podían llegar a ser.
Aquel que osaba desobedecer sus mandatos, no vivía para contarlo. Y siempre, siempre,
tenían lo que querían, contaban con toda la eternidad para lograrlo de una u otra manera.
—De cualquier modo, lo mejor es no irritar a los Vulturis — Le dije ahorrándome el resto. —
No a menos que desees morir, o lo que sea que nosotros hagamos —
Los ojos de Bella parecían dos platos, de pronto se había puesto más pálida que de
costumbre. Con una fiereza que me hizo estremecer, tomo mi rostro entre sus manos y me
dijo:
—¡Nunca, me has escuchado, nunca vuelvas a pensar en eso otra vez! ¡No importa lo que
me ocurra, no te permito que te hagas daño a ti mismo! —
—No te volveré a poner en peligro jamás, así que eso es un punto indiscutible— Mi
resolución era inamovible. Haría cualquier cosa con tal de evitarlo, pagaría cualquier precio.
—¡Ponerme en peligro! ¿Pero no estábamos de acuerdo en que toda la mala suerte es
cosa mía? — Dijo aquello casi gritando. Me recriminaba por pensar en ello.
—¿Qué harías tú si las cosas sucedieran a la inversa? — Le pregunté tratando de defender
mi punto de vista.
Aquello era algo que venía postergando. Todas las noches mientras la veía dormir trataba
de imaginar mi vida junto a ella. Año tras año, amando cada cambio que surgiera en su
fisonomía humana. Contemplándola madurar, crecer. La idea de privarla de una vida
normal me quemaba el corazón. Pero por otro lado no podía ver el futuro sin ella. Ahora era
la única razón para mi existencia.
—No es lo mismo— Me dijo molesta.
Claro que no era lo mismo. Su naturaleza le permitiría olvidar fácilmente. En cambio yo,
tendría que vivir década tras década, siglo tras siglo recordándola nítidamente, sufriendo
todos los días como si fueran el primero sin ella. Aquello me hizo reír amargamente. Nunca
sería lo mismo.
—¿Y qué pasa si te ocurre algo, querrías que me suicidara?.
Aquello tampoco me entregaba consuelo. No podía soportar aquellas dos ideas. Una era
peor que la otra, pero no sabía identificar cuál.
—Creo que veo un poco por dónde vas... sólo un poco. Pero ¿qué haría sin ti? —No era
una pregunta realmente. Sabía perfectamente la respuesta. Mi vida sin ella sería un eterno
vagar en el desierto de la vida. Soñando con ella como un sediento sueña con un
manantial. ¿Cuánto podría vivir sin sumergirme en la total y completa locura?
—Cualquier cosa de las que hicieras antes de que yo apareciera para complicarte la vida—
—Tal como lo dices, suena fácil—
Pero ella insistía en que así era. Claro que no compartía su punto de vista. Solo desolación
y tristeza infinita tendría el día en que ella dejara de existir.
Su padre estaba llegando a casa y no tardaría en entrar por la puerta.
—o—
Conduje lo más rápido que me fue posible. Después de que Bella y Charlie cenaran, le pedí
autorización a su padre para llevarla a casa de mis padres. Al parecer fue una muy buena
idea para él, ya que estaría todo lo que quedaba de tarde viendo un partido por la
televisión.
—¿Sabes qué te gustaría un montón? — Le dije feliz con la idea. —Un precioso y pequeño
Audi Coupé. Apenas hace ruido y tiene mucha potencia... —
—No hay nada en mi coche que me desagrade. Y hablando de caprichos caros, si supieras
lo que te conviene, no te gastarías nada en regalos de cumpleaños—. Me dijo con su mejor
voz amenazante.
—Ni un centavo — Le prometí.
—Muy bien—
Le pedí que fuera tolerante sobre su cumpleaños. Toda la familia estaba muy emocionada
al respecto. No habíamos tenido un cumpleaños en muchos, muchos años. El último había
sido el de Emmett en 1935.
—Vale, me comportaré— Me dijo cambiando de tono.
Le advertí que “toda” la familia estaría reunida. Su cara cambio drásticamente. Le aseguré
que Rosalie se comportaría, que no tenía de que preocuparse.
—Así que, si no me dejas regalarte el Audi, ¿no hay nada que quieras por tu
cumpleaños?— Le dije tratando de cambiar de tema. Prefería verla enojada que asustada.
—Ya sabes lo que quiero— Me dijo en un susurro sin mirarme. De pronto el molesto era yo.
— Por favor Bella, esta noche no. —
—Bueno, quizás Alice pueda darme lo que quiero—
La sola idea golpeó fuertemente en mi cabeza. No pude evitar gruñir de rabia. Ya
estábamos llegando a casa y le advertí que este no sería su último cumpleaños.
—¡Eso no es justo! —
Apreté mis afilados dientes, sentía la rabia hirviendo en mis venas. Claro que Alice no
hacía que las cosas mejoraran. Bella dejo escapar un gemido mientras ingresábamos por
el pequeño camino, que se encontraba enmarcado por pequeños faroles.
Trate de tranquilizarme, concentrándome en inhalar y exhalar. Le recordé que aquello era
una fiesta y que intentara ser comprensiva.
Una vez aparcado el “coche” me dispuse a abrir su puerta.
—Tengo una pregunta— Me dijo mientras extendía mi mano hacia ella. —Si revelo este
carrete ¿aparecerás en las fotos? —.
Reí por su tonto comentario. Siempre me causaban risa los mitos sobre los vampiros.
Existían tantos, tan variados y uno más ridículo que el otro.
La tomé de la mano y la conduje hacia el salón. «¡Feliz cumpleaños, Bella!», dijeron todos
a coro. Alice había hecho un delicado trabajo con la decoración. Era simplemente de muy
buen gusto. Simple pero muy elegante.
“Te gusta, cierto”. Me decía mi hermanita en su voz mental. Técnicamente no era una
pregunta, solo era una confirmación. Moví mi cabeza, afirmando.
El cuerpo de Bella se estremeció levemente mientras recorría con la vista la amplitud del
salón. Había tantas cosas, tantos detalles. La tomé por la cintura y besé su cabeza tratando
de tranquilizarla un poco.
Cuando sus latidos se normalizaron un poco, mis padres se adelantaron para felicitarla.
Esme, cariñosamente la besó en la frente.
—Felicidades cariño—. Le dijo. Mi padre le dio un abrazo mientras le pedía disculpas en un
susurro por no poder contener a Alice.
Después vino el turno de Rosalie y Emmett. Bueno, solo de Emmett. Rosalie no se acercó
a ella. Pero agradecí que tampoco le ladrara.
—No has cambiado en nada — Le dijo Emmett juguetonamente. — Esperaba alguna
diferencia perceptible, pero aquí estás, con la cara colorada como siempre—
La cara de Bella adquirió un tomo aún más rojo del que ya tenía mientras le agradecía sus
comentarios.
—He de salir un minuto — Dijo Emmett guiñándole un ojo a Alice. —No hagas nada
divertido en mi ausencia.
—Lo intentaré— Le dijo Bella bajando la mirada.
Alice, que se encontraba al otro lado de la sala, se acercó a ella de un salto. Jasper
tampoco se acercó. Aun se sentía inseguro sobre la presencia de Bella. No molesto, solo
inseguro.
Una vez a su lado, Alice decidió que ya era hora de abrir los regalos. La tomó por el codo y
la condujo hacia la mesa donde se encontraba un enorme pastel rosado y los regalos.
Bella puso su mejor cara de mártir mientras le recordaba que había pedido nada de
regalos. Pero ella la interrumpió para decirle que no le había escuchado y que debía
abrirlos de todas formas.
Realmente era muy gracioso de observar, cada una muy obstinada a su manera. Era muy
fácil el ver por qué eran tan buenas amigas.
No pude evitar retorcerme un poco con la imagen.
Le entregó el primer regalo. Una vez abierto el envoltorio miró detenidamente la caja.
Seguramente no podría adivinar de qué se trataba. La abrió pero el interior estaba vació.
—Mmm... gracias—
Todos nos reímos de su expresión y de su respuesta.
—Es un estéreo para tu coche — Le dijo Alice. —Emmett lo está instalando ahora mismo
para que no puedas devolverlo—
Aquello había sido por sugerencia mía. Ya podía verla tratando de hacerlo.
Agradeció a todos el regalo, nombrándolos uno por uno. —Gracias, Emmett — Dijo en un
tono más alto. Emmett la escucho fácilmente y pudimos oír cómo se reía.
Llegó el turno de abrir el regalo de Alice y mío. Bella me lanzo una fiera mirada, mientras
me recriminaba por faltar a mi promesa.
En ese momento volvió Emmett.
—¡Justo a tiempo! — Dijo mientras se situaba detrás de Jasper que se había acercado
para ver mejor.
Yo también me acerqué a ella mientras le decía que no me había gastado ni un centavo.
Sobre su cara caía coquetamente un mechón de cabello, lo aparte mientras acariciaba su
rostro suavemente.
Se giró hacia Alice y le pidió la pequeña y cuadrada caja en medio de un suspiro resignado.
Todos volvimos a reír.
Solo un segundo bastó para que toda aquella alegría se evaporara en menos de un
parpadeo humano.
—¡Maldita sea! — Dijo Bella entre dientes. Alzaba su mano para examinar su dedo
mientras de él salía una pequeña gota de sangre. Casi al instante la atmósfera se cargó
completamente con el intenso perfume de su sangre.
La primavera pasada había sido muy parecido, solo que en aquella oportunidad todos
estábamos completamente enfocados en protegerla y salvarla.
Pero ahora era muy distinto. Y solo eso bastó para desatar la siempre inestable sed de
Jasper.
Pude ver en sus pensamientos el monstruo que dormía dentro de él.
—¡No! — Dije en un rugido, al mismo tiempo en que me arrojaba frente a ella,
interponiéndome entre su cuerpo y el de Jasper, solo un segundo antes de que éste lograra
alcanzarla. Nuestro choque fue como el de dos grandes rocas. Jasper salió repelido por mi
cuerpo y se agazapó unos metros delante de mí. Estaba listo para atacar nuevamente.
Estaba listo para atacarme. Utilizando todas sus fuerzas trató de hacerme a un lado,
mientras yo cortaba su avance hacia Bella.
Ella y Alice habían caído sobre la mesa donde estaba el pastel. Seguramente se había
hecho daño pero lo más importante en ese momento era evitar que Jasper la alcanzara.
Podía ver en sus ojos el descontrol. Nada le importaba, solo el olor, el sabor de su sangre
en su garganta. La imagen de su sed hacía eco en mi mente y en mi sed. Pero Bella era
solo mía. No dejaría que él terminara con ella.
Los dientes de Jasper estuvieron muy cerca de mi rostro, solo a unos cuantos centímetros.
Emmett lo agarró por el cuello, tirando fuertemente, utilizando toda su fuerza. Pero Jasper
peleaba desesperadamente contra su agarre.
Me giré para comprobar el estado de Bella. Había caído con los brazos extendidos sobre
un montón de cristales rotos. Trató de levantarse y en ese momento el aroma a su sangre
golpeó mi cuerpo como el primer día en el Instituto. Pude escuchar la conmoción mental
que esto generó en el resto de mi familia.
Lancé un fiero y gutural gruñido. Advirtiendo, amenazando, aquel que osara acercarse
pagaría las consecuencias.
CAPITULO 3 LA DECISION
Nunca pensé que las cosas terminarían de esta manera. Sí, es verdad, siempre estuvo
presente en mi mente que algo podría pasar, pero nunca algo como esto. Estaba más que
dispuesto a evitar que algo le sucediera. No dudaría en acabar con cualquiera que intentara
arrancarla de mi lado nuevamente.
Pero qué podía hacer si el enemigo, si el atacante, provenía de mi propia familia.
Jasper continuaba luchando contra el agarre de Emmett.
La voz de mi padre se alzó en la sala, grave, severa y autoritaria.
—Emmett, Rosalie, sacad a Jasper de aquí—
Usando aún más fuerza de la que hasta ahora había usado, Emmett tiró fuertemente de
Jasper pero él contrarrestó su fuerza tirando hacia adelante.
Por un momento creí que lograría escapar del inclemente brazo de Emmett. Giré sobre mi
cuerpo, abrazando a Bella con todo mi cuerpo, protegiéndola en el centro de mi cuerpo.
Sentía todo su cuerpo latir contra el mío. El aroma de su sangre golpeaba mis sentidos. No
tengo noción de cuánto tiempo permanecimos así. Los pensamientos de Jasper seguían
girando en torno a su sangre.
—Edward, permite que me acerque— Dijo entonces mi padre. Me pedía mi padre. Sin
embargo no podía moverme. Traté de incorporarme, pero mi cuerpo no respondía. Sabía
que Bella necesitaría atención médica. Me levante lentamente, obligando a cada músculo a
relajarse.
Creo que fue mejor no llevarla a un hospital, aquello sería muy difícil de ocultar. Charlie
terminaría enterándose.
La lleve a la cocina. Mi padre extraía los pequeños fragmentos de vidrio que habían
quedado incrustados en su brazo. Por un momento recordé lo que le sucedía cuando olía la
sangre. Aunque estaba pálida, no demostraba signos de querer desmayarse.
Su sangre llenaba por completo el amplio espacio de la cocina. Había tratado de no
respirar, sin embargo había tenido que hacerlo al moverme para cubrir su cuerpo con el
mío. Su aroma estaba grabado en mi memoria.
—Sal, Edward — Bella me miraba con ojos suplicantes.
Les dije que estaba bien y que podía manejarlo. Sin embargo ella tenía presente cuan
irresistible era para mí, su sangre. Dijo que no tenía por qué comportarme como un héroe,
que mi padre podría perfectamente ocuparse de ella.
En ese momento mi padre estaba limpiando la herida y ella esbozo una mueca de dolor.
—Me quedaré — Le dije firmemente.
Bella insistía en que me fuera, alegaba que era masoquista. Pero creo que debía serlo. Mi
padre se unió esta vez a ella. Creía que debía buscar a Jasper. Quizás tenía algo de razón,
busqué la voz mental de éste. El aire puro había limpiado su razón. Solo el remordimiento
ocupaba su mente en ese momento. Bella, Alice y mi padre me incentivaban a salir de la
cocina. ¿Hoy era el día contra Edward? Pero pude leer en sus mentes que no había
confabulación. Sabía que Alice moría por ver y hablar con Jasper, pero creía que Carlisle la
necesitaba más que él. “Tú ve por él y yo me quedo con ella. ¿Vale?” me dijo su voz
mental.
Me dirigí hacia la puerta trasera, dándole una última mirada al amor de mi existencia. Eso
era ella para mí. Pero aun así, la había expuesto mortalmente.
La suave brisa golpeó mi rostro. Cerrando los ojos me apoye contra la pared. Las imágenes
volvían a mi mente, apreté los puños moviendo mi cabeza de un lado a otro. Trataba de
borrar las imágenes pero no podía, como no podía borrar lo sucedido.
“Uff. Tú puedes, tú puedes, tú puedes” Decía la mente de Alice. Pero en realidad no pudo y
salió en dirección a la sala. Corría a ver a Jasper. Se suponía que yo haría lo mismo, pero,
es solo que… no podía.
Tic, tic, tic. Me distrajeron los fragmentos de vidrio al caer en la mesa de la cocina, pero la
distracción desgraciadamente no duró mucho. Tendría que enfrentarme a él, a mi hermano.
Lo amaba, pero no podía dejar pasar lo sucedido. No podía pararme junto a él y decir:
“Hey Jasper, wow, ha estado cerca. Ya sabes, eso de querer cenarte a mi novia. ja-ja-ja.
Trata de controlarte la próxima vez, por favor”
Simplemente no podía.
El sonido de los pequeños fragmentos al caer en la mesa, me distrajo nuevamente de mis
estúpidos pensamientos. Tan cerca había estado. Apreté mis dientes. No tenía sentido
quedarme escondido por más tiempo.
Jasper trataba de entrar a la casa. Alice lo tenía cogido de la mano, le pedía que no lo
hiciera. Emmett y Rosalie le cortaban el paso, mientras Esme le pedía que se calmara.
Pero en su mente no existía sed, solo había vergüenza. Quería con todo su ser hablar
conmigo, disculparse. Buscaba algo que yo no podía darle.
—Oh, Edward. Por favor, yo… yo. No tengo palabras. No tengo excusa. Solo pensar en
que podría haber….—
—Detente Jasper— Le ordené. —Has atacado a Bella. ¿Cómo pudiste Jasper? Eres mi
hermano y ella es… es todo, todo para mí. ¿Cómo has podido? —
Agarré mi cabeza, trataba de exprimir la respuesta. ¿Que debía hacer? ¿Cómo podrían las
cosas ser como antes? Mi mayor temor, lo que yo más temía había sucedido.
Sin embargo, Jasper era solo víctima de su naturaleza. No sabía si estar molesto con él.
Pero en el fondo podía ver la respuesta, en mi interior sí lo sabía. Aquello no era su culpa.
— Estoy tratando, me estoy esforzando por tratar de encontrar la manera correcta, estoy
tratando con todas mis fuerzas de hacer lo correcto. Eres mi hermano, mi familia. Pero no
encuentro la forma… —
—Edward, por favor sé comprensible—. Me pedía Alice.
—Alice, no. No esta vez— Dijo seriamente Jasper.
—Tan solo déjame explicarte…— Trató de decir Alice, pero Jasper levantó su mano,
haciendo un gesto para que no continuara.
—¡No Alice!. Esto lo enfrentaré solo. Haré lo que sea necesario— Agregó bajando la
mirada.
—Estoy segura que lo harás—. Dijo tomando su mano. —Haremos lo que sea necesario—
Ver aquello, esa complicidad. Esa entrega del uno por el otro, terminó con todo tipo de
esperanza. Me había engañado, solo como un tonto lo hace. Había despertado de golpe
para comprender que nunca, nunca podría compartir mi vida con Bella. Ella no era mi
compañera, no era mi igual. Nunca lo sería. ¿Sin embargo por qué me fue permitido este
efímero sueño? ¿Por qué me permiten ver el paraíso para después cerrarme las puertas en
las narices? Dios sí debía existir, y me estaba castigando por ser un verdugo, por ser un
asesino.
Sacudí los pensamientos de mi mente, ahora lo único que debía preocuparme era sacar de
aquí a Bella.
—Este no es el momento—. Les dije secamente. —Debo llevar a Bella a su casa—.
Presté atención a la voz mental de mi padre. Al parecer estaba terminando.
Sin decir nada más, di media vuelta rumbo a la cocina. Traté de desprenderme, de dejar
fuera mi dolor. Ya tendría tiempo más tarde.
—Yo lo haré —Le dije a mi padre que se ofrecía en ese mismo momento para llevarla a su
casa.
Su aroma aún estaba presente en la cocina, podía distinguir el aroma al alcohol que
seguramente había utilizado mi padre. Pero en el fondo aun podía encontrar su esencia.
Posiblemente se debía a que su blusa estaba empapada de ella, o quizás el aroma llegaba
desde la sala, donde se había caído. Definitivamente debía sacarla de casa lo antes
posible.
—Carlisle me puede llevar —
—Estoy bien, pero debes cambiar tu ropa. Seguramente Charlie intentaría matarme si te
viera llegar con esas pintas—
Salí rápidamente en busca de Alice, no tendría objeción en prestarle algo de ropa.
Mis hermanos y mi madre se encontraban aun reunidos en el Jardín. —Es mejor que aún
no entren—. Les dije a todos, refiriéndome a Jasper. —Su sangre es demasiado fuerte—
—Será mejor que entre— Dijo mi madre.
—Alice, Bella necesita tu ayuda. ¿Podrías? — Le dije sin mirar a Jasper.
—Sí seguro— Contestó. Pero dudó un momento. No quería dejar a Jasper.
—Estoy bien—. Dijo molesto Jasper.
—Sí, no se preocupen, nosotros estaremos aquí—. Nos dijo Emmett.
Pero la voz de Rosalie revoloteaba en mi mente.
“Supongo que ahora estarás convencido de que todo esto es una locura”
Me decía mientras entrábamos por la puerta trasera de la cocina.
“¿Por qué no me escuchaste? ¿Qué pretendías que pasara? ¿Te das cuenta de lo terrible
que hubiera sido si Jasper hubiera logrado atraparla? ¿Qué habría pasado con nuestra
familia? ¿Entiendes ahora a lo que me refería?”
Agradecí que Bella y mi padre ya no estuvieran en la cocina. No hacía falta que Rosalie
dijera lo evidente. Yo era más que consciente de todo aquello. Había creído en un sueño,
había sido un hermoso y único sueño. Pero ahora debía despertar. Debía despertar para
no soñar nunca más.
—Edward, tenemos que hablar— Me dijo mi padre.
— Mañana Carlisle, por favor, mañana— Le rogué a mi padre.
—Está bien Edward, haz lo que tengas que hacer—
—O—
Me había pedido que le dijera algo. ¿Pero que quería que dijera? No podía, nuestros
caminos ya estaban marcados.
—Dime que me perdonas— Agregó tontamente.
¿Cómo podía creer que aquello fuera culpa suya? Sus palabras terminaron rompiendo mi
tan frágil autocontrol. Ella creía que con un poco más de cuidado se habría podido evitar
todo. Pero solo se había cortado con un papel. ¿Pensándolo mejor, cuáles eran las
probabilidades de eso? ¿Y en una casa llena de vampiros? La teoría de que ella fuera un
imán para los peligros era demasiado fuerte. ¿O el imán era yo? Veamos, cada vez que
ella había estado en peligro había sido por mi causa, yo estaba a menos de unos pocos
metros la primera vez, luego me encontraba a su lado cuando conocimos a James, si no
hubiera sido por mi reacción…Esta vez, si no la hubiera forzado a ir a casa. Ella no quería,
pero yo la había llevado aun en contra de su voluntad y aquí tenía los resultados. Ella no
era la causante de los “accidentes” Yo, yo, yo. Yo era el único culpable de poner una y otra
vez la vida de Bella en peligro.
Y ella ahora me pedía perdón. ¿¡Perdonarla por qué!? Y creía que la culpa era suya.
—¿Culpa tuya? — Le dije ahora muy molesto. —¿Qué hubiera sido lo peor que te hubiera
podido pasar de haberte cortado en la casa de Mike Newton, con tus amigas humanas,
Ángela y Jessica? Si hubieras tropezado y te hubieras caído sobre una pila de platos de
cristal sin que nadie te hubiera empujado, ¿qué es lo peor que te hubiera podido pasar?
¿Manchar de sangre los asientos del coche mientras te llevaban a urgencias? Mike Newton
te hubiera tomado la mano mientras te cosían sin tener que combatir contra el ansia de
matarte todo el tiempo que hubieras permanecido allí. No intentes culparte por nada de
esto, Bella. Sólo conseguirás que todavía me sienta más disgustado.
—¿Cómo es que ha entrado Mike Newton en esta conversación? — Preguntó.
—Mike Newton ha aparecido en esta conversación porque, maldita sea Bella, él te hubiera
convenido mucho más que yo — Le dije molesto conmigo mismo.
Claro que según ella, prefería morir antes de estar con él, o con cualquier otro. Aun
sabiendo que era cierto, le pedí que no fuera melodramática. Tratando de que mis palabras
sonaran duras y secas.
—¿Te quedarás esta noche? — Me pregunto cuándo apagué el motor. Yo sentía que debía
ir a casa. Pero creo que no hubiera servido de mucho. La esperé en su cuarto, claro no sin
antes reprenderla por su tonto comportamiento con respecto a su cumpleaños. Había
aceptado después de todo, de buena manera los regalos que le había regalado mi familia.
Aún no había abierto el mío y estaba un tanto impaciente. Jugaba con la caja cuando entró
a su dormitorio.
—Hola — Mis palabras salieron más tristes de lo que me hubieran gustado.
El rostro de Bella resplandeció ante mis ojos. Caminó hacia su cama y quitándome el
regalo de mis manos, se sentó en mi regazo.
Hola, me dijo apretándose contra mi pecho. Su calor… Podía sentir como literalmente
derretía mi alma. Rodeé su cuerpo con mis brazos.
Quería abrir sus regalos. Empezamos con el de mis padres y se mostró muy entusiasmada
al ver los billetes de avión.
Luego fue el turno de mi regalo. Había cumplido mi promesa, no me gasté un solo centavo
en él.
No era nada, solo una tontería. Consistía en un CD, pero no era cualquier CD. Había
grabado una recopilación con mis piezas favoritas. Su Nana y la favorita de Esme, entre
otras. Sus ojos brillaron de la emoción mientras sonaba en su equipo el disco. Por un
momento pensé que su reacción se debía solo al dolor de su brazo, pero me aseguró que
se encontraba bien.
—No, no es mi brazo. Es precioso, Edward. No me podías haber regalado nada que me
gustara más. No puedo creerlo—
En silencio terminamos de escuchar su canción. Pero me sentía preocupado. Mintió al
preguntarle nuevamente por su brazo y aunque protestó un poco le di un Tylenol. Me senté
junto a ella mientras la música seguía sonando. Consideré que ya era tarde. Con uno de
mis brazos tome su delicado cuerpo, levantándolo sobre la cama, por un minuto me permití
disfrutar su proximidad. Con mi mano libre, en un fluido movimiento tire de las ropas de
cama, abriéndola para poder recostarla. La arropé como suelen hacer los humanos con los
recién nacidos. Si permitía que su vida siguiera el curso normal de la vida humana quizás
en unos años ella también arroparía a sus hijos, sería madre, tendría familia… tendría una
vida.
Me recosté junto a ella, teniendo cuidado de que mi cuerpo no tocara el suyo. Bella apoyó
su cabeza en mi hombro y dejó escapar un suspiro. Seguramente tenía mucho dolor, pero
estaba seguro que no me lo diría.
—Gracias otra vez — Dijo en un susurro humano.
Para mí no era una molestia, era un verdadero placer. Un placer que ya no podría disfrutar,
un placer que nunca dejaría de recordar. Me golpeé mentalmente, no era la hora adecuada,
aun no. Solo un poco más, solo un poco…La amaba, la amaba con toda la capacidad que
me brinda mi condición inmortal. La amaría por siempre, para siempre. Y cuando mi
existencia terminara, seguramente también la amaría. Fuera lo que fuera lo que existiera
para los de nuestra especie, cuando estuviera ahí también la amaría. Quizás el infierno no
sería tan malo, no después de soportar toda una existencia sin ella, aunque pensándolo
bien eso sería mi “vida” sin ella. Tendría que aprender a vivir en el infierno.
—¿En qué estás pensando? — Me preguntó de pronto Bella.
No quería mentir, no ahora. —Estaba pensando en el bien y el mal— Aquello era lo más
sincero que me permitía ser. Su corazón se detuvo y esperé su reacción…
—¿Te acuerdas de cuando decidí que no quería que ignoraras mi cumpleaños? —
Preguntó solo un segundo después, en su voz no había ningún signo de histeria ni nada
parecido. Era como si yo no hubiera dicho o como si no me hubiera escuchado.
—Siii. — Dije esperando ver a que se debían tantas tretas. Era tan graciosa cuando trataba
de engañarme.
Justamente como había pensado ella quería, ya que era su cumpleaños, que la besara
nuevamente, añadiendo que no era una obligación, que no debía hacer nada que yo no
quisiera. Como si yo no quisiera siempre, por siempre besarla.
—Que el cielo me impida hacer aquello que no quiera — Le dije tratando de contener la
repentina desesperación que inundó mi corazón.
Tome su barbilla, alzándola levemente. Vi mi rostro reflejado en sus ojos, en ese momento
habría llorado si hubiera podido. Contuve mi aliento y me acerqué lentamente a ella. Me
miraba con amor, con devoción y pasión contenida. Cuando mi nariz rozó su rostro, cerró
sus ojos, aquella repentina privación arrancó de mi cuerpo un escalofrío. La besé con mis
ojos abiertos memorizando cada línea, cada detalle de su rostro. La besé abrazando con
mis labios su boca y con mi brazos su cuerpo. Este sería el último beso que me permitía
darle. Después de esta noche debería dejarla. Ya nunca más sería mi Bella, debía
permitirle ser de otro, de alguien como ella. Alguien que no dudara en abrazarla por temor a
romperla, alguien que pudiera entregarse como ella merecía.
Con aquel dolor en el cuerpo y en el alma la besé. Mi lengua acarició sus labios,
lamiéndolos delicadamente, pero atrayendo firmemente su cuerpo contra el mío. La ropas
de cama como las que llevábamos puestas, no eran suficientes para separar su calor de mi
cuerpo. Aun así podía sentirlo. Era una sensación tan agradable y familiar. Por un momento
imaginé su cuerpo desnudo contra el mío ¿Cómo se sentiría? Seguramente exquisito,
calentando cada parte de mi ser. La pasión con la que me besaba Bella no hacia las cosas
más fáciles para mí, se apretaba más y más contra mi cuerpo. Por un momento sentí que el
aire me faltaba, como si lo necesitara realmente. Pero no podía parar, deseaba recordarla.
Quizás, solo quizás, si tenía un pequeño recuerdo de ella, solo quizás podría soportar
mejor la eternidad. Mis manos anhelaban recorrer su cuerpo, mi boca quería recorrer su
cuello y mis dientes querían perforar su carne. De golpe me separé de ella, echándola
hacia atrás en un seco pero delicado movimiento. Que estúpido había sido, Bella nunca
había sido mía, ella nunca lo sería.
Apreté los dientes, me faltaba el aliento. Pude sentir como rápidamente se enfriaba mi
cuerpo sin su contacto.
—Lo… siento — Logre decir entre jadeos. —Esto… es pasarse de la raya—
—A mí no me importa en absoluto — Dijo en las mismas condiciones.
Bien sabía, que ella también me deseaba y eso no hacía más llevaderas las cosas.
Sugerí que sería mejor que intentara dormir, pero Bella quería que la besara nuevamente,
subestimaba mi autocontrol.
—¿Qué te tienta más, mi sangre o mi cuerpo? — Dijo desafiante. Pero eso era muy fácil,
simplemente había un empate, ambas cosas eran tan deseables para mí y a la vez
inalcanzables. Tanto que dolía. Dolía tenerla y sería aún más doloroso no hacerlo.
No tardó demasiado en caer dormida. Seguramente por motivo del fármaco. Estaba
acurrucada contra mi cuerpo. Acaricié su cabello, inclinando mi cabeza para oler su
cabello.
Trataba por todos los medios de encontrar alguna salida que no me obligara a dejarla. Pero
no encontraba nada, nada que me indicara qué hacer. Sabía perfectamente que era lo
correcto, lo que debía hacer. ¿Pero qué haría Bella? Seguramente no me dejaría, ella
sabía perfectamente lo que sentía por ella. Sabía que era el sol de mis días y de mis
noches.
¿Por qué yo no tenía derecho a la felicidad? ¿Por qué el destino se ensañaba contra
nosotros? ¿A quién heríamos?, ¿por qué la felicidad no nos estaba permitida? ¿Por qué no
estaba permitida “Mi” felicidad?
Me incorporé en un delicado movimiento. Arrodillado junto a su cama la contemple una vez
más dormir. Era fascinante y tan completamente relajante que por un breve momento dejé
de lado mis pensamientos. Podía ver que estaba soñando, seguramente era un sueño feliz
ya que se dibujaba levemente una sonrisa en sus labios. Quise acariciarlos, hasta estire
mis dedos hacia ellos, pero me obligué a no hacerlo. El gélido contacto de mis dedos
terminarían despertándola.
Caminé por su cuarto, caminé de un lado a lado. Pero no podía pensar fríamente con ella a
menos de un metro. Sin darme cuenta salté con decisión por su ventana.
Era una noche oscura, sin luna. Ya no llovía pero la niebla era muy espesa. Caminé por el
sendero que se encuentra en el bosque, detrás de la casa de Bella. Recordé el día que la
espié desde la cima de un árbol, hace tantos meses ya, pero que parecían solo días.
Recorrí el mismo camino que en esos días recorría ella. En el mismo árbol caído me senté
a pensar en el futuro, en las consecuencias que traería si me quedaba junto a ella. Lo peor
fue descubrir que ese futuro no existiría. Mi familia también me preocupaba, pero Bella
estaba atada a ella tanto como a mí mismo. Si quería marcharme no podría permitir ningún
tipo de contacto con ellos, solo le daría falsas esperanzas de mi regreso y yo no regresaría.
Además siempre estaría el peligro del descontrol de Jasper o del enfado de Rosalie. De
ellos podría esperar cualquier cosa.
CAPITULO 4 EL FINAL
No me sorprendí al escuchar la voz de Alice, solo ella podría ver que no estaba en casa de
Bella, seguramente me vio sentado en este tronco cuando decidí saltar por la ventana.
—Jasper se marcha—. Me dijo sin rodeos. —Y yo me voy con él—.
Eso era más que obvio para mí. Alice nunca lo dejaría solo.
—Alice, también me iré, aun no sé cuándo ni a dónde, pero debo alejarme—.
—No lo hagas por nosotros Edward, es por esta razón que nos marchamos. No queremos
ser más un problema para ti y Bella. Quiero que sean felices. No podríamos vivir sabiendo
que por nuestra causa se separan—.
—No es culpa vuestra Alice, es que no lo ves, si no hubiera sido Jasper habría sido
cualquiera—.
—Edward, por favor le partirás el corazón—.
—¿Y no crees que soy consciente de ello? —
—No, no me marcharé entonces. Hablaré con Jasper para que nos quedemos solo un
poco—.
—Eso no te lo permitiré Alice, te prohíbo interferir. Basta de criaturas sobrenaturales en su
vida. Debe tener una vida normal. Se lo debo, por todo lo que le he hecho pasar—.
Decir aquello en voz alta era infinitamente peor. Por un minuto sentí como mi cuerpo se
estremecía levemente. ¿Qué era aquello que estaba sintiendo?
—¿Pero es que no entiendes que con eso la matarás? — Dijo Alice con una mueca de
dolor en el rostro.
—No Alice, encontraré la forma, ella me olvidará, sé que así será. Pero para eso necesito
que tú estés lejos, que todos estén lejos. No sé por qué te digo esto, debo hablar con
Carlisle primero—.
—No te preocupes, nuestro padre también ha sacado sus conclusiones. Te espera para
poder hablar—.
En silencio nos contemplamos. No quería ver a mi familia desecha por mi culpa, por mi falta
de juicio.
—¿Dónde irán? Procura estar en contacto con Esme y Carlisle. Seguramente ella se
sentirá terrible con todo esto—.
—Y lo hace, Edward. Esme está desconsolada—.
Trate de convencerla para que fueran a Denali. Mi madre se sentiría un poco mejor al saber
que estaban con miembros de la “familia”.
Alice se acercó a mí, rodeando mi cintura con sus brazos.
—Lo siento tanto Edward. Me mata el pensar que todo esto ha sido por mi culpa. Si no
hubiera insistido en la estúpida fiesta, nada de esto habría ocurrido—.
—No es tu culpa—. Dije abrazándola también.
—La extrañaré Edward—.
—Lo sé Alice, no sabes lo terrible que será esto para mí—.
Alice retrocedió unos pasos con los ojos cerrados. Permaneció así unos segundos.
—Sí, lo sé Edward. Sí, será terrible para ti; y para ella también. Edward por favor no lo
hagas, sufrirá mucho—.
—Pero lo logrará, lo hará ¿Cierto? —
Cerró nuevamente sus ojos. — Maldición Edward, sí lo hará, pero le partirás el alma—.
Con eso me bastaba, Bella sufriría, es cierto y yo sufriría aún más al saber que lo hacía por
mi culpa. Pero al final ella lo lograría, me olvidaría.
—Gracias Alice, Dije en voz baja—.
¿¡Y qué me agradeces Edward, no vez que de un golpe he destrozado dos corazones? El
de ella y el tuyo! — Dijo apretando los puños. —Adiós hermano. Ojalá que logres encontrar
un poco de paz donde sea que te dirijas—.
Dio media vuelta y corrió adentrándose en el bosque.
Su mente lloraba, pero pronto estaría con Jasper y él lograría consolarla.
“Vampiros afortunados, que se tienen el uno al otro”.
Caminé lentamente, arrastrando cada paso. Tendría que romper su corazón.
¡Bella… mi amor, mi vida!... Ahogué el grito que emergía de mi pecho. No quiero dejarla,
¿cómo podré vivir sin su calor, sin su risa clara y transparente?. Bella, Bella, su nombre
quemaba mi boca.
Trepé por su ventana, no se había movido. Pude sentir nuevamente aquella extraña
sensación. Me resultaba familiar… solo que no sabía lo que era.
Lo que quedó de noche, lo dedique a memorizar su rostro, recostado junto a ella
acariciando su cabello. La última vez, mi última vez.
—Adiós amor— dije en un susurro. —Adiós mi Bella, esta será la última vez que hable mi
corazón. Trata de olvidar, mi vida. Trata de ser feliz. Te amo Bella, te amo más que a mi
propia vida, te entrego mi felicidad, aquí junto a ti quedará por siempre—.
Para la mañana siguiente ya no quedaba un solo rastro del Edward que Bella tanto amaba
en mi cuerpo. Me incorporé besando su frente. Pude ver por un minuto a su Edward,
recostado junto a ella. Lo que ahora se alzaba solo era una sombra, una cáscara. Junto a
ella, en aquella pequeña cama quedaba todo mi ser. Era suyo, ya no me pertenecía.
Salté por su ventana como la noche anterior, sin girarme, sin observarla.
—¿Has visto a Alice?—, Dijo preocupada mi madre.
—Después Esme, lo prometo—. Subí a toda prisa para cambiarme de ropa.
Llegué al instituto solo un poco antes de que Bella lo hiciera.
Me acerqué a su coche para ayudarla a bajar. Seguramente no se sentiría muy bien esta
mañana.
—¿Qué tal te sientes? — Dije tratando de contenerme.
—Muy bien — Respondió, pero traté de no preocuparme, traté de contener la repentina
ansiedad.
Caminamos en silencio, lentamente mirando el pavimento. Aquella mañana parecía eterna.
Las clases se hacían interminables y ahí estaba de nuevo la monotonía de las materias.
Bella se mantuvo muy callada y me sorprendió que no me bombardeara con miles y miles
de preguntas. Estaba dispuesto a decirle que nos marchábamos en cuanto ella empezara a
hablar sobre lo ocurrido el día de ayer. Pero ella simplemente no lo hizo. ¿Instinto,
presentimiento? Sin embargo agradecí postergar aquello, solo un poco. Tendría que
desprenderla poco a poco, hiriéndola con mi indiferencia.
—¿Dónde está Alice? — Preguntó en el almuerzo.
—Está con Jasper—. Dije fríamente, sin mirarla. Pude sentir como su corazón comenzaba
a latir rápidamente. Con la voz llena de angustia preguntó si él estaba bien, pero no
contesté, ni siquiera la miré. Solo me dediqué a seguir jugando con mi “comida”.
—Se han marchado una temporada— Le solté de golpe.
Bella dejó escapar un pequeño grito. —¡¿Qué?! ¿Adónde? — Traté de parecer indiferente
antes su reacción.
—A ningún lado en especial—. Le contesté alzándome de hombros.
Su voz tiritaba cuando preguntó si Alice se había marchado también. Quería consolarla,
abrazarla. Calmar el dolor que le producía su partida. Pero no podía. Me obligué a no
levantar la mirada, obligué a mis músculos a permanecer rígidos a menos de medio metro
de ella. Era tan fácil hacerla sentir bien, solo tendría que levantar mi mano y acariciar su
rostro. Pero no lo haría y no lo hice, solo confirmé lo que ella suponía, Alice se había
marchado siguiendo a Jasper.
En su cara se dibujó una mueca de dolor, estaba seguro que sería por mis palabras.—¿Te
molesta el brazo? — Dije de todas maneras.
—¿A quién le importa mi estúpido brazo? — Murmuró molesta por mi pregunta y dejó caer
su cabeza sobre la mesa. Involuntariamente estiré mi mano hacia ella. Casi podía imaginar
el contacto con su suave cabello. Cerré de golpe mi mano, solo a unos centímetros de
tocarla. No me permitiría flaquear, la decisión ya estaba tomada.
Al sonar el timbre me levanté sin decir palabra, procurando arrastrar la silla al levantarme
para que Bella me escuchara. Durante el resto del día escolar mantuvimos esta situación,
yo no hablaba y ella respondía a mi silencio con más silencio. Solo cuando nos dirigíamos
hacia su coche, al finalizar las clases, me habló nuevamente.
Preguntó si iría a su casa por la noche, debía trabajar, pero por la noche quería verme. Me
mostré indiferente sobre el tema. Pero accedí a ir. Besé su frente rápidamente,
disponiéndome.
—O—
—¿Te ha dicho Alice dónde irían? — Me preguntó mi madre, muy preocupada. No debí
salir tan rápido esta mañana, se encontraba casi angustiada por Alice y Jasper.
—Madre, Alice estará bien, creo que irán a visitar a Tanya, estará en contacto—.
—¿Y qué se supone que haremos nosotros? —. Preguntó molesta Rosalie.
—Rose—. Dijo esta vez mi padre. —Deja que hable, seguramente es lo que ha pensado
toda la noche. Adelante Edward—
—Les pido disculpas a todos, si yo no hubiera sido tan egoísta, esto no habría pasado.
Hace mucho tiempo que debí escuchar a Rosalie. Sé que ella solo quiere lo mejor para la
familia y ahora debo pagar por mi estupidez. Lamento tanto tener que arrastrarlos con mis
problemas, pero creedme que no veo otra salida para todo esto—.
—No debes disculparte por amar a Bella— Dijo mi madre.
—No Esme, no pido disculpas por amarla. Sin duda la amaré por siempre, pero he sido
desconsiderado al esperar que todos ustedes tuvieran la misma tolerancia que he tratado
de tener cuando estoy junto a ella.
No fue justo para Jasper someterlo a aquella dura prueba, soy consciente que para mí es
solo un poco más fácil porque la amo, pero ustedes no tenían la misma obligación—.
—Claro que la tenemos hijo, ella es tu compañera. También la amamos y es parte
nuestra—. Continuó Esme.
—¡Pero ya no lo será más!. Ya no podemos vivir aquí, debemos marcharnos—.
—Ya había previsto algo así, pero jamás pensé que tú también te marcharías. ¿Estás
seguro de esto? ¿Quizás si no estuviéramos, si solo fueran ustedes dos?...
—Terminaría matándola… de una u otra manera. No puedo… no puedo…—Desgarrado
por el dolor caí al suelo. Odiaba mostrarme débil, pero es que no podía controlar el dolor.
Sentí los brazos de mi madre rodeando mi espalda.
—Cariño, sé que lo haces por ella. Esto es lo más noble que alguien podría hacer por el ser
amado. No existe en la tierra una persona que merezca ser feliz más que tú, mi pequeño
Edward. Estaremos contigo hijo, en todo momento—.
—No madre— Dije desprendiéndome de su abrazo, pude ver como la hería mi brusquedad.
—No. Yo no iré con ustedes, no esta vez. Necesito superar esto solo. No estoy seguro de
cómo lo haré, pero tengo que hacerlo—.
Los ojos de Esme confirmaban todo lo que su mente me decía. Pena, dolor, incertidumbre,
pero sobre todo tristeza, mucha tristeza. Su familia se desmoronaba poco a poco y yo era
el culpable.
—No tengas pena, por favor madre. Estaré en contacto—. Le dije sacando de mi bolsillo el
pequeño celular plateado y tratando de fingir una sonrisa.
—¿Y qué piensas hacer? ¿Dónde iras? —
—No estoy seguro, he pensado en tratar de encontrar a Victoria. Sé que en las últimas
rondas no hemos encontrado rastro alguno de ella, pero me sentiría mejor si estoy seguro
de que ella ha salido completamente de nuestras vidas—
Desde nuestra vuelta a Forks, se había vuelto una costumbre el vigilar los alrededores.
Claro que a Emmett le fastidiaba hacerlo ya que nunca encontrábamos nada.
—Genial, yo voy contigo—. Dijo muy entusiasta mi hermano—.
—Emmett, ¿No pretenderás dejarme nuevamente? Le recriminaba Rosalie—.
—Pero nena, solo será un corto tiempo, ¿No es así Edward? —
Pero yo no estaba seguro de volver algún día. Por lo menos trataría de no hacerlo.
—Será mejor que viaje solo, Emmett. Créeme, no seré el mejor compañero de aventuras.
Además para Esme ya será mucho perder a tres hijos de golpe—.
—En eso tienes razón, gracias por la consideración— Me dijo mi madre.
—No lo hago para heriros—.
—Te entendemos. Debes hacer lo que creas que es correcto. Eres nuestro hijo, vuelve a
nosotros cuando estés listo. Te extrañaremos y esperaremos ansiosos tu regreso. —“Ve
hijo, pero vuelve. Ya te extraño.” Agregaba la voz mental de mi padre.
—O—
Aún era temprano, Bella seguramente estaría saliendo del trabajo. En otras circunstancias
podría haber pasado por ella, como solía hacerlo. Pero hoy no, ya nunca más.
Charlie estaba ansioso por ver un partido por televisión. Me senté en el sillón esperando
que Bella llegara… Bueno trataba de no esperar. Me enfoqué en el televisor, agradecí que
su padre fuera un hombre de pocas palabras, lo último que quería hacer era charlar.
Era sorprendente como podía fingir frialdad frente a Bella. Esa noche no la recibí con los
brazos abiertos. Tampoco besé sus labios ni caminamos cogidos de la mano hacia la
cocina. Esa noche solo la mire, dedicándole solo una fingida y pequeña sonrisa. ¿Con
cuanta facilidad podía cavar mi propia tumba? Yo era un monstruo y los monstruos no
tienen sentimientos ni emociones.
—Ahora voy contigo — Le dije para luego seguir contemplando el televisor. Bella se quedó
ahí, su corazón latía ahora rápidamente, pero no se movió.
No quería mirar, no debía mirar. Indiferencia, mi corazón era una roca.
Claro que no pude evitar escuchar. Me enfoque en los ruidos que llegaban desde la cocina.
Pero solo escuche el ruido de la silla cuando ella la arrastró para sentarse. ¿Qué estaría
pensando? No podía pasar por alto mi comportamiento. ¿Qué pensaría? Y ahí estaba otra
vez aquella extraña sensación. Desde las profundidades de mi memoría surgían extraños
recuerdos, casi olvidados ya. Traté de recordar, atravesando la densa nube tras la cual se
guardan mis antiguos recuerdos humanos.
La silenciosa risa de Bella surgió de pronto. ¿Qué era lo que la hacía reír? Estaba
completamente seguro de no haberle entregado motivo alguno, es más a estas alturas ya
debería estar llena de incertidumbre. Pero sin embargo no preguntaba nada, era como si
simplemente aceptara mi comportamiento. Como si fuera normal. Subió a su dormitorio, al
parecer estaba sacando una fotografía. ¿Una fotografía de qué? Ya no era libre de hacer
preguntas, tampoco podía leer sus ojos. Aquello era peor, mucho peor de lo que esperaba,
infinitamente peor. Sin embargo no podía dejar de espiar sus movimientos por la casa. Bajó
los escalones lentamente, despacio; tratando de no hacer ruido. Claro que aquello era
imposible.
Obligué a mis ojos a no mirar, claro que tampoco pestañeaban. Estaba completamente
petrificado, sin vida, sin alma.
Bella hizo unas cuantas fotos de su padre y mías. Lo más difícil fue cuando nos hicimos
una juntos. Su suave cuerpo se sentía exquisitamente cálido.
—Sonríe, Bella — Le dijo su padre.
Y por un momento me invadió la necesidad de contemplar su rostro. Y una vez más me
contuve.
Dejé caer mi mano de su hombro, casi dolía la separación de su cuerpo. “Acostúmbrate,
acostúmbrate. Es solo el comienzo” Pero más bien era el fin.
Me senté a fingir ver el televisor. El reloj no avanzaba, estar junto a ella de esta manera era
insoportable. Sentí que no podía más.
—¿Te quedarás? — Me preguntó casi en un hilo de voz.
Por todos los cielos, su voz era débil, sin vida. Pero lo superará, Alice lo aseguró.
—Esta noche, no—. Le dije desconsideradamente .Bella no protestó, como supuse que lo
haría, tampoco demostró tener más interés en que lo hiciera. Posiblemente le habría dicho
que sí, si hubiera insistido, pero no lo hizo y agradecí aquello.
Sin mirar atrás, entré en mi coche. Demasiado rápido llegué a casa. Las cosas ya estaban
listas para la partida. En un par de días mi familia se marcharía y luego vendría mi turno. El
turno del adiós.
—Iremos a cazar por los alrededores, ¿Vendrás con nosotros?—.
—No madre, gracias—.
—Estaremos cerca por si nos necesitas—.
Todos se fueron. Era como ver mi futuro. Soledad, desolación.
Caminé de un lado a otro en mi habitación. Aquel no era el lugar donde yo quería estar.
Pero no iría. No correría por el bosque y treparía por su ventana. No lo haría. Ya nunca
más entraría por su ventana, ni me acostaría junto a ella en su cama. —Bella—, dije en voz
baja. —Bella—. Cerré mis ojos. Perfectamente podía recrear en mi mente todos los detalles
de su habitación, lo conocía perfectamente en cada centímetro. Los libros que tenía en la
estantería, los CD’s de su colección, los posters de su pared, etc. Y sobre todo la
recordaba vívidamente. Me deje caer sobre el sillón de mi dormitorio.
—Bella… Golpee mi cabeza con mis puños, aquello no ayudaba.
Me arrepentí profundamente de no haber salido a cazar. Salté por la ventana, trepando a
un árbol. Mi familia ya debía estar lejos, pero sería fácil encontrar su rastro. Corrí sin
prestar demasiada atención por el bosque, mi mente era un caos. Me detuve de golpe. Fue
como ver la luz al final de un túnel oscuro. Aquella extraña sensación me inundaba por
completo. Sin embargo ya la recordaba claramente.
La última vez que la sentí fue hace muchos, muchos años. Fue antes de entrar en la
inconsciencia debido a la gripe española. Sabía perfectamente que moriría y no volvería a
ver a mi madre ni a mi familia. Había olvidado completamente aquella terrible sensación. Mi
muerte y mi nueva vida estaba marcada por sensaciones completamente contrarias, como
el día y la noche, frío y calor. El frío que experimentaba en mi muerte paró de golpe cuando
el calor del veneno quemaba mis entrañas. Aquel recuerdo de muerte había desaparecido
en lo más profundo de mis recuerdos…. Hasta ahora.
Corrí con más fuerza tratando de calentar mi cuerpo, pero era inútil. Sin darme cuenta
había llegado a casa de Bella. No entendía cómo, me había propuesto no ir. Pero supongo
que era una respuesta de mis sentidos. Mi ser tenía frío y ella era la única capaz de curarlo.
¿Pero qué pasaría en el futuro? ¿También correría tras ella? Nunca podría olvidar su calor,
ahora que estaba consciente del frío tendría que vivir con él para siempre. Frío eterno en
mi noche eterna. Seguramente el infierno sería mejor, por lo menos ahí no tendría frío.
Trepé por su ventana. Una mirada, solo una última mirada. ¿Y luego? … ¿Una última
caricia, un último beso?.... aquello no ayudaba. Me obligué a bajar, sin mirar. Mi mano
colgaba del marco de su ventana. No podía dejarme caer.
En más de un sentido aquello representaba la separación. Tal vez, solo tal vez, si lograba
soltar mis dedos, podría soltarme de ella. Uno tras otro los levanté, quedando solo colgado
del índice. Tan doloroso era dejarme caer. Caer a la noche, caer al frío, a la soledad y al
olvido.
Pero no había marcha atrás, no había alternativa.
Permanecí oculto entre los árboles, seguramente podría verla desayunar. Vi salir a su
padre y poco después los ruidos provenientes del segundo piso me indicaron que Bella ya
estaba despierta. No tardó en bajar a la cocina y efectivamente, trepando a un árbol, pude
ver como tomaba su desayuno. Se sentó en su sitio de costumbre. Su postura, la forma de
sostener la cuchara, hasta la frecuencia en que tomaba sus bocados me indicaban que
estaba triste. Estaba destruyendo su corazón, lenta y sistemáticamente. De pronto se
levantó a toda prisa y pude escuchar como salía por la puerta principal. Pero era
demasiado temprano para ir al Instituto.
Me moví horizontalmente por el bosque, tratando de encontrar un mejor ángulo pero era
inútil. Trepé a uno de los árboles más altos y pude ver lo que mis oídos me habían
anticipado.
Bella se encontraba frente a su casa y se disponía a tomar una fotografía de esta. Era la
cámara que le había regalado su madre para su cumpleaños.
Rodeó la fachada de la casa y se acercó un poco al bosque. De un salto me adentré en las
sombras de los árboles.
Bella buscó el mejor ángulo y tomó una última fotografía. Se quedó ahí un momento,
contemplando los árboles. Su rostro parecía esperanzado y supongo que aquel era el
sentimiento correcto que sentía en ese momento, ya que dejó escapar un hondo suspiro.
—O—
Aquel fue otro día de terapia anti-Edward para ella. Me mantuve como los días anteriores,
indiferente… solo en apariencias. No podía dejar de monitorear cada movimiento, cada
cambio en sus latidos cardiacos, cada respiración y sobre todo cada suspiro que
inconscientemente dejaba escapar. En resumidas cuentas, era un verdadero martirio.
Bella se encontraba más distraída que nunca en las clases. Al punto de tener que “soplarle”
una respuesta en la clase de Lengua.
Aquella fue la única vez que me permití dirigirle la palabra. Silencio, indiferencia. Me odiaba
a mí mismo, me odiaba con todo mi ser.
Por fin llegó el final del día escolar. La acompañé a su camioneta, pero esta vez no besé su
frente al despedirme, tampoco sonreí.
Cada día la desprendía un poco más, cada día destruía su corazón, poco a poco, sin
compasión.
Caminé hasta mi coche, tratando de mantener el paso humano. Era tan difícil fingir. Todo lo
humano pesaba. El tener que pestañear, el fingir respirar, todo aquello que hacíamos para
fingir nuestra humanidad.
Esa noche, como la anterior, salte por mi ventana. No soportaba el frío. Corrí por el bosque
en dirección a su casa, en dirección a mi corazón.
Bella estaba dormida. Por su frente corría una gota de sudor. No debería haber ido. Debí
pedirle a Emmett que me retuviera por la fuerza si era necesario. No debía estar ahí. Nada
bueno lograría con aquello. Estaba dispuesto a volver a casa de mis padres cuando algo en
el suelo de su habitación llamo mi atención. Era el álbum fotográfico que su madre le había
regalado. Aquello fue una carnada demasiado tentadora como para no morderla.
Cuidadosamente abrí la ventana. Una ola de calor baño mi cuerpo al mismo tiempo que el
ardor quemaba mi garganta. Demasiado tiempo lejos de ella. Todo volvía a ser como al
principio. Para los humanos el tiempo todo lo cura, para nosotros solo lo hace más
insoportable.
La primera fotografía era mía, del mismo día de su cumpleaños. Me sorprendí al ver la
segunda. Era la fotografía que nos había sacado el día anterior, cuando estaba fingiendo
ver televisión y la tercera era la más dolorosa de apreciar. Bella y yo, uno junto al otro pero
a la vez demasiado lejos ya. Contuve las ganas de romper aquellas terribles muestras de
nuestra separación. Pero estaba consiente que solo de aquella manera podría separarme
de ella, solo así, ella me olvidaría. Fingir que no la amaba y sufrir por aquello. Solo ese
futuro podía ofrecerle. Pero a su vez era la única salida.
Como podía pretender que Bella continuará con su vida teniendo tales recuerdos tangibles
de mi persona. Nunca olvidaría, por el contrario solo haría las cosas más difíciles para ella.
Me incorporé silenciosamente con el álbum entre mis manos. Gire buscando el CD que le
había regalado. Dos muestras de mi amor, de mi persona. Un ancla, un lastre y sobre todo
un estorbo para su vida. Debía desaparecer completamente de su vida y de sus recuerdos.
Debía facilitarle las cosas. Pero no podía llevarlos con migo. Yo también debía aprender a
vivir sin ella. Jamás volvería a tocar aquella melodía. Era suya, al igual que mi vida.
¿Pero que podía hacer con las fotografías? Yo también debía olvidar.
Deambulé por el bosque, tratando de encontrar algún rastro de Victoria. Sin embargo como
antes no encontraba nada. Así transcurrió mi última noche, en un ir y venir a ningún sitio en
realidad, como un fantasma, como el ser sin alma que era.
La escuela fue terrible. Por primera vez en días las horas volaban. Corrían y yo no podía
hacer nada por detenerlas.
—¿Te importaría si voy a verte hoy? — Le pregunte cuando llegábamos a su coche esa
tarde después de clases.
—Claro que no—
—¿Ahora? — Le dije, sin respirar.
—Sí, claro —
Bella debía entregar unas cartas. Me ofrecí a dejarlas, mi coche era mucho más rápido que
el suyo.
Entregué las cartas y aun así logré llegar antes que ella.
—Vamos a dar un paseo — Le dije mientras cogí su mano.
Acomodé mi paso a su ritmo y me dirigí hacia el pequeño sendero que se encuentra en el
bosque justo detrás de su casa. No caminamos demasiado, solo unos cuantos metros. Me
detuve cerca de un árbol, apoyando mi cuerpo en este. Dejé de lado todos mis
sentimientos.
Bella me miró y dijo:
—Está bien, hablemos —
Debía interpretar un papel. Llené mis pulmones de aire, tratando de que mi voz no se
quebrara.
—Bella, nos vamos—.
—¿Por qué ahora? Otro año...
Traté de argumentar cosas demasiado obvia, cosas en las que mi familia y yo siempre
debíamos pensar cuando vivíamos demasiado tiempo en un lugar. Pero eran solo escusas,
sabía perfectamente que aun podíamos vivir en Forks una buena temporada sin levantar
sospechas.
Escusas, solo eran tontas escusas.
Bella me miraba con los ojos muy abiertos, pero llenos de dudas. Solo bastó un segundo
para que su rostro cambiara de color. La sangre abandonó su rostro y quedó
completamente blanca.
—Cuando dices nosotros... — Dijo en un susurro.
—Me refiero a mí y a mi familia—.
Bella sacudió su cabeza de lado a lado, negando mis palabras. Su ritmo cardiaco se había
disparado. Esperé su respuesta, sin mostrar sentimiento alguno en mi rostro. Ya tendría
tiempo suficiente para eso. Pero no aquí, no ahora. Una tras otra fui debatiendo sus
razones. Una tras otra fui enterrando espadas en su pecho, hasta romper su corazón.
Bella logró sobreponerse y tal como pensaba no quería dejarme marchar. Quería ir
conmigo. Todo fue demasiado doloroso. Dolía hacerla sufrir y dolía saber que abandonaba
lo único por lo cual valía la pena la vida.
—No puedes, Bella. El lugar adonde vamos... no es apropiado para ti.
Ella pensaba que donde yo estuviera, sería apropiado para ella. Pero yo no estaba seguro
de donde iría. Solo estaba seguro que sería un infierno y aquel no era sitio para ella.
—No te convengo, Bella—.
“Mi Bella, mi amor. Comprende que siempre seré tuyo, mi corazón el tuyo”.
—No seas ridículo — Dijo suplicante. —Eres lo mejor que me ha pasado en la vida—
Aquello no estaba resultando, como lo había planeado. Bella estaba más obstinada que de
costumbre.
—Mi mundo no es para ti — Dije sinceramente esta vez.
—¡Lo que ha ocurrido con Jasper no ha sido nada, Edward, nada! —
Pero en eso tenía razón. Era lo que se podía esperar, solo que yo había estado demasiado
ciego para ver realmente.
De pronto Bella cambió el tomo de su voz, aquello no estaba bien, debía terminar lo más
pronto posible aquella situación.
—¡Lo prometiste! Me prometiste en Phoenix que siempre permanecerías... —
Me recriminaba, casi gritando. Pero yo no prometí aquello. Siempre traté de dejárselo claro.
Solo hasta que fuera bueno para ella y eso ocurría ahora.
—¡No! ¿Esto tiene que ver con mi alma, no? — Dijo de pronto furiosa. —Carlisle me habló
de eso y a mí no me importa, Edward. ¡No me importa! Puedes llevarte mi alma, porque no
la quiero sin ti, ¡ya es tuya! —
Obligué a mi cuerpo a congelarse donde estaba. Quería recorrer el pequeño pero a la vez
gran espacio que nos separaba ahora. No podía contemplar ni un minuto más su
sufrimiento. Aquello no estaba bien, todo estaba fuera de control. Podía verme tomándola
en mis brazos, mientras le pedía disculpas por haberme comportado como un estúpido.
Pero no lo haría. La amaba demasiado. Pero no quería seguir torturándola. Solo un intento
más, solo una última oportunidad y si eso no funcionaba, me quedaría o nos iríamos. No
estaba seguro, de lo único que estaba seguro era de no aguantar más aquella terrible
situación.
Respiré hondo y lance mi última carta.
—Bella, no quiero que me acompañes — Le dije sosteniendo mi mirada, clavándola en sus
ojos.
Bella no dijo nada en respuesta. Por un momento permanecimos en silencio. Yo esperaba
que ella debatiera mis palabras, estaba seguro de que no creería ni una sola palabra.
Seguramente ya se había percatado de que todo esto era solo un truco para mantenerla a
salvo.
—¿Tú... no... me quieres? —
Para mi asombro ocurrió todo lo contrario. Pude ver en su voz como dudaba de mis
sentimientos.
¿Cómo era posible que creyera aquella estúpida escusa? ¿Acaso no sabía que la amaba
más que a nada? Más que a mí mismo, más que a mi familia, más que a cualquier cosa.
Pude escuchar como mi corazón se rompía con la duda hacia mi amor.
—No— Dije muriendo por dentro.
Con esas pequeñas letras moría todo lo que importaba.
—Bien, eso cambia las cosas — Dijo tranquilamente.
Desvié mi mirada. Ahogando los gritos de mi pecho. Traté de encontrar las palabras
adecuadas y el tono adecuado, dejando todo rastro humano fuera de mi rostro.
—En cierto modo, te he querido, por supuesto, pero lo que pasó la otra noche me hizo
darme cuenta de que necesito un cambio. Porque me he cansado de intentar ser lo que no
soy. No soy humano —
Dije fingiendo, pero por dentro el frío quemaba mi ser. “Soy un monstruo y este es mi
infierno” Mi infierno frío y desolado. Le dije que había permitido que esto llegara demasiado
lejos. Pude ver como destruía a la persona que tanto amaba. Era demasiado, era aún más
terrible de lo que yo había previsto.
Recordé las palabras de Alice “La destruirás” me había asegurado. Pero también sabía que
lo superaría, Bella lo superaría. Tendría otra oportunidad si yo salía de su vida
completamente.
Hundí más la espada en su corazón afirmándole que no me convenía. Bella solo afirmaba
mis palabras con la mirada perdida y tuve miedo. Miedo de su reacción, su corazón era
solo un suspiro en esos momentos. Como si fuera a dejar de latir en cualquier momento.
Tuve miedo por su vida. Me estremecí un momento. Los humanos tienden a hacer cosas
estúpidas cuando están desesperados. Como Romeo y Julieta. Yo no quería que Bella
atentara contra su propia vida. Aquello no lo podría superar. Le pedí que se cuidara que no
hiciera nada desquiciado y a todas mis palabras ella asintió, sin vida en la voz y los ojos.
Ya no podía estar ahí, ya no lo soportaba.
Volví a ponerme la máscara pidiéndole que lo hiciera por su padre, él también la
necesitaba.
—Lo haré — Dijo en un murmullo. Sabía que cumpliría su promesa. De aquello estaba
seguro. Alice había visto que lo lograría.
Le prometí que nunca más volvería a verme. Que podría seguir con su vida. Debía seguir
con su vida. Con los años yo solo sería un triste recuerdo. Algo sin importancia.
—Podrás retomar tu vida sin que yo interfiera para nada. Será como si nunca hubiese
existido—.
Su corazón latía rápidamente de nuevo. Pero de mis palabras estaba completamente
seguro.
—No te preocupes. Eres humana y tu memoria es un auténtico colador. A vosotros, el
tiempo os cura todas las heridas.
—¿Y tus recuerdos? — Dijo casi en un grito. Aquello era tan típico de ella. Tan acertada en
sus preguntas. Por poco me desarma por completo.
—Bueno, yo no olvidaré, pero los de mi clase... nos distraemos con suma facilidad. Traté
de sonar lo más convincente que me permitía mi dolor. Jamás la olvidaría, jamás lograría
existir completamente sin ella. Solo tendría el consuelo de que lo habría logrado, de que
sería feliz.
Di un paso atrás, alejándome de ella.
—Supongo que eso es todo. No te molestaremos más—.
Pude ver la sorpresa en su rostro. Aquello era otra terrible sorpresa para ella. Confirmé lo
que su rostro me decía.
—Los demás se han ido. Yo me he quedado para decirte adiós—.
—¿Alice se ha ido? —
—Ella quería despedirse, pero la convencí de que una ruptura limpia sería mejor para ti—
Su rostro estaba desesperado. Ya era suficiente, ya no podía hacerla ni verla sufrir un
minuto más.
—Adiós, Bella — Dije inexpresivamente. Me alejé caminando sin darle la espalda.
—¡Espera! — Grito mientras caminaba con los brazos extendidos hacia mí, tratando de
alcanzarme. “No puedo, no puedo. Adiós mi amor”
Permití que se acercara a mí, el dolor quemaba mi cuerpo, mis sentidos. “Adiós mi Bella, mi
dulce Bella, se feliz. Yo por mi parte te recordaré y te amaré por siempre”
Tomé sus brazos por las muñecas, sosteniéndolas en los costados. Lentamente me incliné
besando su frente, memorizando su cálido y suave contacto.
—Cuídate mucho ……..
CAPITULO 5 ANTES DE PARTIR
Ya no era dueño de mi cuerpo. Trataba de seguir corriendo pero mis músculos se habían
revelado.
Pude sentir claramente un escalofrío recorriendo todo mi cuerpo y sin poder controlarlo
comencé a temblar de pies a cabeza. Aquellas reacciones humanas eran solo el comienzo
de mi calvario. Era el precio que tendría que pagar.
Bella se encontraba ahora demasiado lejos de mí, pero aun podía verla claramente.
Caminaba sin rumbo, adentrándose más y más en el bosque gritando mi nombre.
Giré mi cuerpo en un estúpido intento por borrar lo que estaba sucediendo. Pero era inútil.
Bella ya no era mía y la había abandonado, ahora estaba sola y quizás perdida en el
bosque.
Pero no podía volver por ella. No podía volver para dejarla otra vez. Tenía que ser una
ruptura limpia, rápida. Sin embargo tenía que hacer algo.
La ventana de su dormitorio estaba abierta, como de costumbre. Quizás con los años
dejaría de estarlo. ¿Cuánto tiempo le tomaría perder las esperanzas? Nunca me sentiría
mejor sobre aquello las dos posibilidades eran igual de dolorosas. ¿Y qué pasaría si me
olvidara pronto? ¿Cuánto tiempo humano era el normal, semanas, meses o años?
La idea de imaginar a Bella sufriendo por mi culpa años, era demasiado. Pero ella olvidará,
se sobrepondrá y espero, aunque me duela, que será pronto.
Su habitación estaba en las mismas condiciones que la noche anterior y no tardé en
encontrar los regalos.
Le había prometido salir completamente de su vida, sin embargo no podía llevar conmigo
aquellas muestras de nuestro amor. Miré por última vez las fotografías, eran monstruosas,
demasiado hirientes. Pero no pude destruirlas. ¿Qué podía hacer, quemarlas, tirarlas a la
basura? Decidí después de todo, dejarlas junto a ella. Claro que Bella jamás las
encontraría. Pero eran suyas, debían estar con ella, aunque jamás las encontrara.
Bajé a la cocina para dejar una nota falsa a su padre. Él llegaría en cualquier momento y no
tardaría en ir por ella.
Al saltar por su ventana quise seguir su rastro por el bosque, pero escuché a su padre
doblando la esquina. Era mi hora de partir, la hora de desaparecer para siempre.
Con rabia contenida pise el acelerador. Una última mirada al bosque. Ya no podía verla.
Sin embargo era tan fácil escuchar sus sollozos.
Ahogue los gritos que subían por mi garganta. Y de esta forma salí de su vida….
CAPITULO 6 EL RASTRO
Las formas a mi alrededor eran solo sombras difusas. No estaba consciente del
velocímetro cuando paré en seco el coche. ¿Emmett?... ¿Pero qué está haciendo aquí?
Genial, lo último que necesitaba en esos momentos era que mi hermano tratara de
consolarme. Pero seguramente existía una buena razón para ello.
Solo di unos cuantos pasos, mi hermano me esperaba.
—Hey, Edward. Rosalie me dijo que era un tonto por esperarte. Ella no te creía capaz de
hacerlo—.
—Pues como verás, se ha equivocado—. Le contesté apretando mis dientes.
Busqué en su mente el verdadero motivo por el cual me esperaba.
—Tienes que estar bromeando—. Le dije cuando encontré la razón.
—No, no. Ven te lo mostraré—.
Comenzamos a correr por el bosque. Aquello era lo que necesitaba. Aquella era una razón
para alejarme de ella, quizás la única razonable. O por lo menos trataría de pensar que así
era.
Al poco andar, pude percibir lo que Emmett me había dicho.
¡Victoria!
Por un momento deje de lado mi estúpido dolor. Ahora tendría por delante una tarea que
realizar. Una en la cual no podía fallar, no me permitiría fallar. El rastro no era reciente.
Pero era lo suficientemente claro como para seguirlo.
—¿Crees que se encontrará en los alrededores del pueblo?—
—No, de eso estoy seguro. No he encontrado nada en la ronda de la noche anterior— Le
dije muy seguro.
—¿Crees que podremos seguir su rastro desde aquí? —
—Es muy leve, pero indica que ha vuelto desde la última vez. Emmett no permitiré que
vuelva a Forks, menos ahora que …. —
No pude terminar, las palabras quedaron atrapadas en mi boca.
—Vamos Edward, quizás podamos alcanzarla—.
—No Emmett, no quiero compañía. Además, estoy seguro que Rosalie me pateará el
trasero si te llevo conmigo—.
Traté de sonar animado, no quería preocupar a mi hermano.
—¿Y qué se supone que harás? —
—No estoy seguro pero tengo todo lo que necesito aquí—. Le dije tocando mi frente. —
Bueno y en mi mochila que está en el coche—.
Cazar a Victoria, quizás era lo único que me permitiría permanecer cuerdo. Era mi
obligación no permitir que ella volviera.
Adoptamos un paso humano para volver a la carretera. Emmett tenía muchas cosas en su
cabeza.
—Edward, no he podido decirte….
—Sí, Emmett lo sé. Creo que ella también te quería—.
—Bueno soy consciente de que puedes ver en mi mente todos mis sentimientos, pero
necesito decirte esto. Bella era muy importante para nosotros, soy consciente que debes
sentirte terrible….
—Exacto Emmett, me siento terrible. Te agradecería no decirlo y mucho menos pensarlo
tan fuerte—.
Esta era la razón por la cual quería viajar solo, no necesitaba todo aquello.
—Solo déjalo así Emmett, por favor—.
—Está bien, está bien. ¿Sabes lo difícil que es hablar con alguien que sabe todos tus
pensamientos?. Uno se siente un tanto… estúpido—.
—Disculpa hermano, no es mi intención. Créeme que no es mi intención—.
Maldición, debía alejarme de todos mis seres amados. Me estaba especializando en herir a
todos los que estaban cerca de mí.
—Llévate mi volvo. No lo necesito, más bien no lo quiero—. Le dije cuando llegamos a la
carretera.
—Pero….—
—Tú lo necesitarás más que yo. Vamos, toma las llaves, seguramente Rosalie te estará
esperando muy molesta por la demora—.
—Ya se le pasará—.
—Dile a mamá que estaré bien, trata de consolarla—.
—Eso será difícil y lo sabes—.
—Sí pero os tendrá a ustedes—.
—Sabes muy bien que no es lo mismo—.
—Alice no tardará en llamar, tal vez puedan reunirse con ella—.
—Sí, tal vez—.
—Dile a mi padre, que he hecho lo correcto. Dile… que le pido que no regresen a Forks—.
—Eso no hará muy feliz a Rosalie. Le gustaba el clima—.
—Sí es cierto, pero creo que podrás calmarla—.
Traté de reír, pero el sonido no logró salir de mi boca.
—Es verdad, creo que podré—. Me dijo riendo el de buena gana. —¿Tienes todo lo que
necesitas? —
—Sí, tranquilo. No es la primera vez que voy por mi cuenta—.
—Lo sé solo que ahora todo es muy diferente—.
—Es verdad—.
—Hey, siempre me puedes llamar si necesitas una mano. Ya sabes que me agradaría
poder acompañarte en esta aventura—.
Pero aquello no era una aventura. Era una marcha fúnebre. Mi camino hacia el infierno.
—Claro que te llamaré si te necesito—. Le mentí descaradamente.
—Bueno, me gustaría que me llamaras aun si no me necesitas. Ya sabes—.
—Trataré Emmett trataré. No estoy seguro de cómo será mi existencia de aquí en
adelante—.
—Pero piensas volver con nosotros ¿verdad? —
—Sí.. No… ¡No lo sé Emmett, no lo sé! —.
Sabía que Emmett no me torturaba intencionalmente, pero no podía contestar con
sinceridad sus preguntas. Yo ni siquiera sabía cómo sería el día de mañana.
—Está bien, está bien. Ya no te molestaré más. Tranquilízate—.
—Estoy bien Emmett. Dile a mi madre que me encontraste bien. Por favor no la
preocupes—.
—Lo que tú quieras. Pero solo si te mantienes en contacto. O si no le diré a Esme que vaya
por ti. Y sabes muy bien que es capaz de hacerlo. —
La idea de cazar a Victoria hizo solo un poco más llevadera la noche. Sin embargo los
escalofríos seguían recorriendo mi cuerpo. Tendría que aprender a vivir con aquella
extraña y desagradable sensación.
Era extraño encontrarme a la intemperie. Pero lo prefería. Siembre había disfrutado de los
bosques que Forks ofrecía. Pero estaba lejos ahora de poder disfrutar cualquier cosa.
Presté atención a los ruidos de la noche, concentrado en encontrar mi próxima comida.
Habían pasado unas tres semanas desde mi última caza. No tenía ganas de alimentarme.
Pero debía estar en forma si quería poder encontrar a Victoria.
Me adentré en los bosques del Olympic National Park. No tardé demasiado en encontrar
algo con lo cual pude alimentarme. Un ciervo pequeño sería suficiente. Sin muchas ganas
desgarre el cuello del pequeño animal, su sangre me parecía insípida aunque calentó un
poco mi boca y garganta. Claro que aquella sensación no duró demasiado.
El seguir el rastro, me tomó más tiempo del que me había imaginado. Había momentos en
los cuales creía perderlo, parecía que ella avanzaba unos tramos pero luego retrocedía
unos metros. Me resultaba imposible comprender el por qué de su comportamiento. Dejé
de lado rápidamente la teoría de que se encontrara herida de alguna manera. Pero su
andar era parecido al de un animal moribundo.
El rastro era tan errático, que no me permitía correr a toda velocidad como me hubiera
gustado hacerlo. Sin embargo en la madrugada pude divisar a lo lejos el Lago Cushman. El
cielo estaba despejado y tendría que esperar hasta el anochecer para continuar mi marcha.
CAPITULO 7 OTOÑO
Atrás quedaron los pocos días felices de mi existencia, atrás quedaba mi vida. Ahora
parecía estar enmarcada de oscuros y desteñidos colores.
Por un momento me detuve a contemplar lo que en otra ocasión debería parecerme un
hermoso paisaje. Hoy me resultaba, simplemente insignificante.
La tarea de rastrear a Victoria no fue fácil. En algunas oportunidades su rastro era tan
nítido que casi podía ver la estela que dejaba su esencia en el aire. Me preparaba
mentalmente para hacerle frente. No la dejaría escapar. Pero al traspasar un claro o al
doblar un árbol lo perdía completamente.
Aquello me desquiciaba, no soportaba tener que perder tiempo en aquel estúpido juego.
Sentía que perseguía a un fantasma.
En cambio en otras, lo perdía completamente. Me tomaba horas o incluso días el volver a
encontrarlo. El recorrido que me hubiera tomado normalmente semanas, se había
convertido en meses.
Pero aun así, no me detendría. Seguí adelante. Cada día trataba de enfocarme en lo que
ahora era mi única razón de existencia.
¿Pero qué haría cuando mi tarea terminara? Apretaba fuertemente mi mandíbula cada vez
que su nombre trataba de abrirse paso a través de mis labios. Sin embargo, era más fuerte
que yo.
Agradecí la estación del año. Agradecí las fuertes tormentas eléctricas. Cada vez que
sonaba un trueno, descargaba mi furia contra un árbol, una roca, cualquier cosa que
estuviera a mi alcance. Pero no era suficiente… nunca lo era.
Crucé Oregón, Wyoming y Kansas sin dar alcance a Victoria. Casi podía ver cómo se
escabullía entre mis manos.
Al llegar a las grandes ciudades debía disminuir aún más el paso y en los días soleados me
ocultaba en cualquier lugar que me fuera posible. Trataba sin embargo de alquilar un
dormitorio en algún motel u hostal para ocultarme, sabiendo que tardaría aún más en
seguir mi camino.
Fue en una de esas oportunidades, cuando hable con mi familia…
—Oh, Edward. No lo podía creer cuando vi que eras tú el que llamaba. ¿¡Por qué no lo has
hecho antes!? — Me recriminaba ahora muy molesta mi madre.
—Lo siento Esme ya sabes, en algunas oportunidades es muy difícil recargar la batería del
teléfono móvil, sobre todo si estás de cacería—
— Lo mismo me ha dicho tu padre. Pero aun así, tendrías que ser más cuidadoso—
—Lo intentaré madre, que es muy difícil—.
—¿Qué es muy difícil, el cargar la batería o el hablar con tu familia? —
—Creo que un poco de ambas cosas, madre. Este último tiempo todo se ha vuelto muy
difícil—.
—Cariño, vuelve a casa. Te extrañamos tanto—.
—Y yo madre. También yo los extraño—.
Pero no quería estar cerca de ellos. No podrían evitar, en algún minuto el pensar en ella. Y
si era difícil lidiar con mis recuerdos, ya podía imaginar cómo sería el tener que asistir al de
todos.
Esme no perdió tiempo y me puso al corriente de todo lo que había sucedido desde nuestra
separación.
Se habían trasladado a la Región del Adirondack, al norte de New York. Ahí tenía una
hermosa residencia en la Avenida Newport Gray, casi al lado mismo del parque que lleva el
mismo nombre que la región. El lugar les permitía disfrutar de una vida normal sin tener
que esconderse todo el tiempo. Además el parque contaba con una variada fauna, lo que
les permitía alimentarse con regularidad.
Mi madre insistía en que me uniera a ellos, argumentando que podría llevar una vida casi
normal.
—Edward, recuerda que lo bien que lo pasabais. ¿Por qué no vuelves hijo? —
—Es verdad Esme, tengo muy buenos recuerdos de aquel lugar. Pero no estoy seguro—
Yo sabía que detrás de esa pequeña palabra existía mucho más. Detrás de ese “casi” se
encontraba ella. Mi vida jamás sería lo mismo, nunca más podría llevar una vida normal.
Carlisle y Esme ya se encontraban algo aburridos sin nada que hacer. Mi padre estaba
pensando seriamente el volver a trabajar, claro que no estaba seguro de dónde. Lo mismo
ocurría con mi madre.
Alice y Jasper habían decidido visitar un tiempo a Peter y Charlote. Después tratarían de
encontrar las piezas faltantes en la vida humana de Alice.
Emmett y Rosalie se encontraban como siempre. Después de todo, ella se había habituado
más rápido que Emmett. Al no estar Alice, ella recurría a él para hacer lo que más le
gustaba… ir de compras.
Afortunadamente para ella, según me había contado mi madre, solo a unos pocos
kilómetros se encontraba Plattsburgh, Malone, Cantón, de Potsdam, y Glens Falls. Los
cuales ofrecían todo tipo de tiendas y almacenes.
Creo que el más perjudicado de ellos era el pobre Emmett. Aunque según sus mismas
palabras, había logrado “arrastrar” a Rosalie hasta Yellowstone para cazar un Oso Gris.
Por un momento pude imaginar toda la escena, pero el inclemente dolor no me permitió
disfrutarlo.
De todos aquellos detalles me había puesto al corriente mi madre la última vez que había
hablado con ella. Claro que de esto ya había pasado algún tiempo.
El saber que se encontraban bien disminuyó mi culpa por haberlos obligado a marcharse
del que es su hogar preferido.
No pasaba mucho tiempo hasta que al llegar a alguna ciudad me topaba con la
desagradable noticia de una muerte misteriosa.
El diario local informaba la terrible noticia de que uno de sus habitantes habían sido
brutalmente asesinados bajo extrañas circunstancias. Extrayéndoles hasta la última gota de
sangre para luego ser desmembrados. En aquellas oportunidades abandonaba
rápidamente la ciudad, seguramente un extraño que solo se deja ver por las noches sería
el blanco perfecto de toda investigación policial.
Entonces estaba tranquilo ya que seguía el rastro correcto.
Otro mes transcurrió de esta manera. Sin abandonar mi tarea, con el corazón quemándome
en todo momento. Con su imagen en mi mente, con su calor perdido.
CAPITULO 8 DALLAS
—Rosalie quiere viajar pronto—.
—Pues buen viaje— Le contesté escuetamente, no tenía muchas ganas de hablar con
nadie aquel día.
—Y yo me preguntaba si no necesitas una mano después de todo—.
—Bueno Emmett, gracias por la propuesta pero no creo que sea una buena idea—.
—Sí, claro. El dolor y todo eso. Ya me temía que dirías algo así—.
—Pues si no quieres ir, solo díselo. Tú eres un hombre grande. Creo que podrás con ella—
—¿Estás loco? No creo que a Esme le haga mucha gracia que derrumbemos su casa.
Ahora menos que nunca, con esto de su nuevo trabajo y todo eso—.
—En eso tienes razón. Creo, que no tendrás más remedio—.
—¿Estás seguro de que no necesitas un par extra de brazos para desmembrar a esa loca
vampira?—.
—Sí. Estoy seguro. Ahora dile a Carlisle que estoy bien y que espero que todo resulte con
eso de las clases—.
—Ok. Se lo diré. Aunque creo que le gustaría más que lo llamaras personalmente—.
—Prefiero que no. Hoy no tengo ganas de que me recuerden lo valiente que soy.—
Seguramente eso diría “De todos mis hijos tu eres el mejor” Podía imitar su voz casi a la
perfección. “Sin lugar a dudas el mejor, el más capaz, el más valiente. Ese es mi hijo
Edward”
Tonterías, estupideces. Para un padre es muy difícil ver en realidad a un hijo. Es siempre
cegado por el amor.
Cegado…. como yo también lo había estado al creer que podría permanecer junto a mi
Bella.
Me encontraba en un modesto motel al norte de Dallas. Extrañaba los eternos y húmedos
días en Forks. Seguramente los bosques estarían pintados de diferentes tonalidades de
café y gris, junto al verde inclemente del musgo que crece por doquier, siendo sin embargo,
el lugar más cálido del planeta para mi viejo y cansado corazón.
El maldito sol se movió muy lentamente hacia el horizonte, tomando una eternidad en
descender hasta que por fin se ocultó completamente.
Recorrí la cuidad en busca de algún indicio. En mi búsqueda encontré algunos rastros
procedentes de otros vampiros. Sin embargo no tenía tiempo de interactuar con extraños
vampiros que usan botas vaqueras y disfrutan de la noche cazando humanos ebrios.
No fue hasta pasada la medianoche cuando logré dar con el rastro correcto. Estaba
completamente seguro que ella no sería ningún digno adversario, claro que aquello solo lo
podría comprobar cuando lograra alcanzarla. Sin embargo no debía bajar la guardia y
mucho menos dar por sentado nada. Ya nos había advertido el traicionero de Laurent que
ella era más astuta de lo que parecía. Pero no lo sería como para vencerme.
Las calles ya no estaban atiborradas de gente y me pude mover más rápidamente. Un
extraño temblor recorrió mi cuerpo mientras el viento golpeaba mi rostro.
¿Es que el frío no pasaría nunca? Apreté mis puños y me moví más rápidamente, aquello
era mi penitencia y la pagaría gustosamente si con esto Bella estaba a salvo.
El solo pensar su nombre me causo un inaguantable dolor corporal. Paré en seco mi loca
carrera, con la mano en mi pecho como si efectivamente me costara el respirar. ¿Quién
hubiera creído que mi vida se convertiría en esto?.
Alice, ella lo vio. Trató de advertirme pero no había marcha atrás. Y las cosas habían
seguido su curso natural.
Reí de mala gana recuperando el dominio del dolor, empujándolo hacia lo más profundo de
mi ser. Ocultándolo, tan solo por algunas horas, de eso estaba seguro. Solo podría
mantenerlo a raya unas horas. Tiempo suficiente para alcanzar a Victoria, esta vez no se
escaparía. Ya estaba cansado de este estúpido juego.
Ya enfrentaría la eternidad sin alicientes ni motivaciones solo con el dolor de compañero,
esto se terminaba hoy.
Por alguna extraña razón el rastro era ahora más nítido que nunca. No tenía más de una
media hora.
No tardé en descubrir cuál era el destino de aquella señal, me encontraba en la autopista
que comunicaba directo al Fort Worth International Airport de Dallas.
Maldición, si la dejaba marcharse en avión perdería su rastro para siempre, podría ir a
cualquier lugar. Sin embargo no por eso dejaría de buscarla, pero esto se terminaba hoy,
aquí, en esta ciudad.
Seguí el rastro hasta el estacionamiento del aeropuerto donde reinaba un fuerte olor a
sangre humana. Busqué alguna voz mental en los alrededores, al no encontrar nada decidí
que era lo bastante seguro como para acercarme. Unos cuantos metros más adelante se
encontraba un pequeño automóvil con la puerta abierta y junto al maletero, en el suelo se
encontraba el cuerpo de una mujer. Victoria se había alimentado de ella y había dejado el
cuerpo tirado en el suelo. Retrocedí unos pasos, debía abandonar pronto el lugar.
Me disponía a hacerlo cuando comenzó a sonar una nota musical en el aire. No había
escuchado ningún ruido y me sorprendí ante el repentino sonido. Me moví rápidamente
tratando de encontrar aquello que atraería la curiosidad de algún transeúnte.
Debajo del automóvil se encontraba un teléfono celular color rosa, rápidamente lo abrí
presionando una de sus teclas. Un mensaje de texto emergió de la pantalla.
“Buen viaje y tráeme algo lindo de Brasil”
¡Brasil! Maldición, no contaba con eso. Busque en el interior del automóvil, en el suelo en
las inmediaciones, pero no encontré nada. Victoria se había llevado sus maletas y su
cartera. Efectivamente viajaría a Brasil.
Corrí por el aparcamiento, debía tratar de alcanzarla, pero podía ver que se escurría de mis
manos como si fuera agua. El reloj que se encontraba sobre el letrero de entrada y salidas
informaba que eran las 02:00.
—Disculpe señorita, ¿el próximo vuelo a Brasil? —
“Oh… mi…. Dios” Pensó la mujer que me miraba con enormes ojos.
—He… sí… claro a Brasil, un momento por favor— Me dijo mientras miraba la pantalla del
computador. “Por dios, este hombre es hermoso, seguro es modelo…. seguro es gay…
Maldición, ¿por qué los más guapos siempre lo son?
—Disculpe tengo algo de prisa— Le dije impaciente.
—El vuelo a Brasil acaba de despegar, el próximo despegará a las 06:00, ¿Usted tenía
billetes? —
Casi, por poco logro alcanzarla. Frené el gruñido que quería emerger de mi pecho, no tenía
sentido exponerme de esa forma.
—No, lamentablemente no tenía, pero si necesito uno para el próximo vuelo—.
—Eso es imposible señor, ya se han vendido todos los pasajes—.
—Pero estoy seguro que usted podrá ayudarme—. Le dije inclinándome hacia ella y
utilizando la más cautivadora de mis voces.
—He… he… sí…. no sé, tendría que ver—. Logró decir mientras su corazón latía como un
caballo desbocado.
—Yo sé que tú podrás… ¿Anhia? ¿Tu nombre es Anhia?— Le dije mirando su placa
identificativa. —Necesito subirme a ese avión Anhia, es cuestión de vida o muerte. Te
estaré eternamente agradecido si lo haces—. Bueno en eso era completamente sincero.
—Bueno… creo… que podré—. Me dijo nerviosamente.
Las horas transcurrieron lentamente, compré ropa, gafas oscuras y una nueva mochila en
la única tienda abierta en el aeropuerto. Ya todo estaba listo, mi tarea me llevaba a otro
país. Dejaba el país, dejaba a mi familia, dejaba a mi Bella.
No miré hacia atrás mientras subía al avión, nadie estaba ahí para despedirme.
—Bienvenido señor, ¿Qué lo lleva a su destino, negocios o placer? —
—Placer — Le dije mientras imaginaba a Victoria en mis manos de una vez por todas. —Es
un viaje de placer—
CAPITULO 9 INVIERNO
Traté de pretender que nunca existió, que solo fue una ilusión, una broma macabra de mi
mente cansada de esta larga y solitaria existencia. Pero no podía. Todo me decía que era
cierto, no solo mi memoria. Mi cuerpo, mis sentidos, todo mi ser decía que era cierto, que
ella existía. Cerraba los ojos y era tan fácil verla, tan clara, tan nítida.
Todos los días luchaba contra los síntomas de la abstinencia de mi droga favorita. La
necesitaba, simplemente la necesitaba.
Calmar mi sed era solo un mero trámite, la caza semanal no sabía a nada y los días eran
un calvario de 24 horas.
Dos meses habían transcurrido desde que llegué a Brasil. Dos meses en que no he
encontrado rastro alguno.
Sin rumbo he viajado como un estúpido, tratando de encontrar algo que me lleve hacia ella.
Pero es inútil, Simplemente no logro encontrar nada.
No entendía como había llegado hasta aquella localidad. ¿Cómo había perdido el rumbo?
No tenía sentido permanecer ahí, mi propósito se había perdido.
Tal vez y solo tal vez pueda volver a casa. Tal vez pueda retomar el rastro desde ahí y
asegurarme de que todo está bien. Eso me estaría permitido. No estaría interfiriendo. Y
cuando esté allí, tal vez y solo tal vez pueda ver…. Solo de lejos, claro… no interferiría con
su vida… claro que no lo haría… Podría ver a…a Bella…
Habían pasado 6 meses desde que me separé de ella. ¡Rayos! ¿Tan solo 6 meses? Pero
estaba en lo cierto solo 6 meses, sin embargo ha sido como una eternidad. Todos los días
un verdadero suplicio sin fin, un infierno. El cielo era estar junto a ella, Bella era mi cielo.
Maldición… Ya no recuerdo cuando fue la última vez que dije su nombre en voz alta.
Bella, Bella, Bella… Su nombre quemaba mi boca, mi lengua mi garganta y su recuerdo mi
memoria y mi corazón.
¿Qué pasaría si volviera? No, eso es una locura, seguro que ella ya me ha olvidado,
seguro que ya me ha superado. ¿Habrá tenido Mike Newton su tan anhelada oportunidad?
Ya lo creo, seguramente ella ha encontrado consuelo en sus brazos, en sus besos.
La sola imagen de ella en sus brazos… Era, era como sentir un alfiler en mi cabeza. Si así
fuera no podría evitar destrozar al blandengue de Newton o a cualquier otro que osara
tocarla o estar junto a ella.
Pero ha sido lo mejor para ella. ¿Por qué no puedo ser yo lo mejor para ella? Ahora deben
ser de otro sus días, sus sueños, sus besos y sobre todo, su futuro. La mente humana
olvida rápidamente, fácilmente. Seguramente ya ha encontrado consuelo, pero eso solo lo
hace más difícil para mí.
¿Y qué pasaría si volviera? ¿Me recibiría? ¿Pero qué le diría? ¿Me perdonaría? Tendría
que volver de rodillas, le suplicaría. No sentiría vergüenza al hacerlo, yo no soy nada sin
ella.
¿Y luego qué? ¿Qué haría cuando el tiempo pasara inevitablemente? Un día tendría que
separarme de ella. El tiempo terminaría venciendo y separándonos eternamente. Cuando
eso sucediera ya no podría hacer nada, la vida y el tiempo habrían ganado y yo la perdería
por siempre. El tiempo siempre nos vencería.
Aunque hoy estamos lejos. Aunque nuestros cuerpos estén separados por kilómetros y
kilómetros de distancia, siento un poco de consuelo, al saber que ella vive lo que debería
ser una vida normal. No es algo que haga más soportable mi dolor, pero sé que es lo mejor
para ella.
Pero todo será infinitamente peor al pasar los años. El saber que descubrirá tantas cosas
sin mí, sin estar a su lado sosteniendo su mano. Sus días de universidad, su primer trabajo,
su primer ascenso, su primer coche decente. Tantas cosas, tanto que vivir.
Tal vez yo pueda estar ahí, tal vez podría compartir su vida con ella. Tendríamos que
marcharnos, empezar juntos una nueva vida. Solo Bella y yo, juntos como una pareja.
Juntos como hombre y mujer. Maldición….. estúpido, estúpido… pero si yo no soy un
hombre, nunca podré estar con ella como tal. Nunca podré estrecharla fuertemente entre
mis brazos, ni hacerla mía como deseaba hacerlo. ¿Cuánto tiempo podría soportar?
Pero la amaba más allá de todo, más allá de las desilusiones, de los impulsos, más allá del
deseo o de la necesidad. Solo estar junto a ella me bastaría, solo sostener su mano y
recorrer su camino junto a ella hasta que su muerte natural nos separara. Después me
uniría a ella en la muerte, trataría de alcanzarla si es que después de esta vida había algo
más, como decía mi padre.
Pero que tonterías pensaba, me hacía falsas ilusiones. ¿Acaso no me ha dejado marchar
tan fácilmente, no ha bastado una sola palabra para romper nuestro lazo?
Han transcurrido 6 meses desde que me separé de Bella, sin embargo su presencia
permanece junto a mí, día y noche. Las horas eran una interminable sucesión de imágenes
y recuerdos en mi mente.
Había llegado a Tangará da Serra donde alquilé un modesto dormitorio en una pequeña
posada. Turistas de todo el mundo visitaban la localidad, era fácil pasar por europeo,
algunos eran tan pálidos como yo.
Como siempre, mi andar era regido por el clima, pero me sentía más tranquilo al
desplazarme por las noches. El vivir de esta manera ya comenzaba a desequilibrar mi
cabeza. Eran demasiadas las horas que debía permanecer inactivo, donde solo mi cerebro
trabajaba y soñaba…
Me encontraba agazapado en una esquina del dormitorio, siendo atacado, una vez más por
el frío que recorre inclementemente mi cuerpo de arriba hacia abajo una y otra vez sin
tregua ni piedad. Abrazaba mis piernas contra mi pecho, en un intento inútil de escapar a
aquella terrible sensación… Como si eso fuera posible…
La luz del sol lograba filtrarse por la ventana que permanecía siempre cerrada, ya pronto
caería la noche, aunque estaba seguro que en esta oportunidad, como en las anteriores,
no encontraría nada.
Sin embargo seguí rastreando el lugar, callejones, zócalos, bosques a la redonda… pero
nada, como siempre no encontraba nada. Seguí avanzando hasta llegar a Mato Grosso. Un
ambiente festivo envolvía la ciudad.
—Discúlpeme, ¿Qué están celebrando? — Le pregunte a una mujer que pasaba en ese
momento junto a mí, cuya piel era tan oscura como el chocolate.
—Son las celebraciones de Semana Santa—. Dijo mientras me miraba de pies a cabeza.
De pronto sentí el contacto de una pequeña y cálida mano tocando la mía. Di un paso hacia
atrás, sorprendido por aquel inesperado y repentino contacto. Demasiado tiempo había
pasado sin sentir el roce de un ser humano.
—¡Isabella!, ¡Ya te he dicho que no te acerques a los extraños! Discúlpeme señor es muy
pequeña y traviesa. Supongo que está impresionada por tu color—.
—No, no es nada, solo me ha asustado un poco—. Le dije sin apartar la vista de la
pequeña niña que inimaginablemente tenía el mismo nombre que llevo siempre en mi
cabeza.
Como era de esperar, la mujer se alejó dando grandes risotadas, mientras unos pequeños
ojos negros me miraban mientras su madre tiraba fuertemente de su brazo.
La gente no paraba de bailar y reír a mí alrededor como si de ello dependieran sus vidas.
Por todos lados se podía ver y oír la gente rezando, algunos caminando de rodillas, otros
llorando desesperadamente.
Mi móvil vibró en mi bolsillo, la pequeña pantalla marcaba el número de Rosalie. Aquello
era muy extraño ya que no me había llamado en todos estos meses. No los llamaba de
forma muy habitual y solo Esme o Emmett solían llamarme. Por primera vez en todo este
tiempo me preocupé por mi familia, algo debía estar muy mal para que ella me llamara, de
aquello no había duda alguna.
Me alejé de la multitud, podía escuchar perfectamente pero aquellas muestras de fanatismo
religioso me molestaban un poco.
—¿Que sucede Rosalie, todo está bien? —
—Tan bien como se puede supongo—.
—Bueno entonces que sucede. ¿Por qué me estas llamando?.
—¿Es que no puedo llamar a mi hermano? —.
—Pues claro que puedes, pero soy consciente que no quieres, así es que dime que va mal.
¿Le sucedió algo a Emmett? — Aquello era casi imposible pero debía preguntar.
—No, ya te dije que todo y todos están bien …. bueno no todos—.
—¿A qué te refieres? Por favor déjate de estupideces y dime de una vez qué es lo que
sucede ¿Dónde está mamá y Carlisle?.
—Se marcharon hace un par de días, están de cacería, pero ellos están bien—.
—¿Qué? Maldita sea Rosalie. ¿Qué? —.
—Está bien, de todas formas te he llamado para decírtelo. ¿Cierto? Bueno… resulta
que…—
Le lance un gruñido amenazante, no me sentía con ganas para juegos estúpidos.
—Mira, yo sé que nos hiciste prometer que no interferiríamos en la vida de Bella…
Que extraño era escuchar su nombre desde la voz de Rosalie. —¿Siii?. —
…Y bien todos hemos cumplido, te lo juro Edward nadie se ha acercado… Pero aquí
estábamos, en casa de Tanya disfrutando los días de Pascuas y creo que Alice no ha
podido evitar espiar en su futuro—.
—¿Qué me estás diciendo? ¿Le pasará algo a Bella? —
— Alice vio a Bella saltando de un acantilado…—
Aquello debía ser un error, no era posible, simplemente no era posible. Ella lo había
prometido, no haría nada estúpido, lo había prometido.
—¿Un acantilado…? ¿Cuándo? ¿Dónde…? Espera un momento… ¿Qué me estás
diciendo?¿Dónde esta Alice? —
Alice tendría la respuesta, además sus visiones no eran ciertas, el destino no estaba escrito
en piedra. Ella se ha equivocada antes.
—Pues ella viajó hace un par de días a Forks. Ya sabes que le tenía gran cariño a Bella y a
su padre. Ella quiere estar presente para ayudarlo en lo que pueda—
¿Qué… que…que le tenía? Pero si Alice le tiene cariño a Bella.
—¿Pero, qué me estás diciendo? ¿No hay nada que ella pueda hacer para evitarlo? —
Siempre había una salida, una llamada a su padre, algo, cualquier cosa. Siempre se puede
hacer algo.
—Lo siento Edward, creo que ya es muy tarde. Bella… ella está muerta. —
Bella muerta…. las palabras hicieron eco en mi cerebro repitiéndose, sin piedad de mi
mente, hasta que estallé en gritos.
—¡No, no!. ¡No, tú estas equivocada!, eso no es posible. ¡Eres una mentirosa Rosalie!
¿¡Por qué me haces esto!?
—Emmett está muy molesto conmigo, no quería que te llamara, él pensó que debía esperar
un par de días más, pero qué sentido tiene si ella ya está muerta.
¡No!. ¡Cállate¡ Tú no sabes nada, eres una mentirosa y te lo voy a demostrar!.
De un golpe cerré el móvil, aquello era una mentira, una gran y maldita mentira. ¿Pero
cómo es posible que me haga esto?
Solo había una manera de saber qué es lo que verdaderamente estaba sucediendo.
Marque el número de los Swan, con la estúpida esperanza que fuera ella quien contestara,
seguramente a esta hora, él se encontraría en la oficina.
—Casa de los Swan— Dijo una voz ronca de hombre. ¿Pero quién podría ser?.
—Si... Bueno soy el Doctor Carlisle Cullen. Quisiera hablar con Charlie Swan por favor—
Verdaderamente no pensé en suplantar a mi padre, pero tal vez, después de todo no
quisieran darme información si sabían que era yo el que llamaba, después de todo yo la
había abandonado, sola en mitad del bosque.
—No está en casa— Contestó el hombre en un tomo amenazador.
—Por favor dígame a qué hora puedo hablar con él o dónde se encuentra—
—Está en el funeral—
En el funeral… Fue todo lo que pude escuchar, corté la llamada, ya no había duda alguna,
era verdad, todo era verdad. Rosalie no mentía, Bella, mi Bella estaba muerta. Ya nunca
más sus ojos brillarían para mí, su cálido cuerpo era ahora solo un recipiente frío y vacío,
su esencia, todo su ser se había ido para siempre.
Y ahora ella estaba muerta, impulsada seguramente por mi abandono, por mi estúpido
intento de mantenerla a salvo. Yo la había matado. Nunca más podría verla, sentirla y
escuchar su risa cristalina. Ya nunca más me vería reflejado en sus ojos, nunca más
tendría la esperanza de un futuro. Sus sueños… mis sueños de compartir su existencia
junto a ella.
Caminé entre la gente que no paraba de cantar y rezar a mi alrededor. Rezaban a su Dios,
aquel que cuida sus almas y rige sus vidas. ¿Cuidaría él del alma de mi amada Bella?.
Y entonces fui completamente consiente por primera vez en mis casi cien años de vida lo
que la soledad realmente significaba. Sin Bella no viviría, sin ella no quería ya vivir.
CAPITULO 10 VULTURIS
Estaba completamente consiente de que mi petición sería vista como una locura, sobre
todo por ser hijo de mi padre. Pero no estaba dispuesto a obtener un “No” por respuesta.
Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para obtener lo que necesitaba.
Mi padre me había hablado muchas veces sobre ellos. Sería muy fácil lograr encender su
ira.
El vuelo transcurrió lentamente, me concentré en tratar de controlar el dolor que destrozaba
mi cuerpo. Quería gritar con todas mis fuerzas, maldecir la vida, el destino, a Dios si es que
existía. Estaba seguro de no poder superar nunca el gran dolor del cual era víctima, quizás
solo la muerte mitigaría el dolor que se había encapsulado en mi pecho.
Llegamos a nuestro destino sin inconvenientes ni demoras. No reparé demasiado en el
automóvil que “tomé prestado”. En estos momentos no estaba para remordimientos de
ningún tipo y sin tomar precauciones me lancé por la carretera camino hacia Volterra.
Solo disminuí un momento mi velocidad cuando divisé la ciudad en lo alto de la colina,
debían ser unos 550 metros de altura más o menos si mis cálculos no me fallaban.
Rápidamente subí por la Viale dil Ponti, bordeando la muralla medieval. Seguí hasta el
aparcamiento subterráneo casi repleto, que se encontraba bajo la Piazza Martiri della
Libertá, ingresando a la ciudad por el Arco Etrusco.
Turistas de todas partes se unirían mañana a los más de 11.300 habitantes de la ciudad,
para celebrar el día de San Marcos. Tendría muchos espectadores si las cosas no salían
como yo esperaba. Esta era otra ironía del destino, pero no podía ser mejor para mis
propósitos.
Caminé lentamente por la gran plaza que se abre apenas se traspasa el arco. Eran
eficientes en su trabajo y ya habían notado mi presencia.
Doble a la derecha en un callejón y por fin me interceptaron.
—Buenas noches Me dijo uno de ellos— Eran dos y lo único extraño o fuera de lugar en su
apariencia, era el color de sus ojos, pero estoy seguro que ningún humano se acercaba lo
suficiente para notarlo y seguir con vida. Vestían pulcra y modernamente, era fácil
confundirlos con turistas comunes y corrientes.
—Buenas noches a ustedes también caballeros—
—¿Qué le trae a nuestra ciudad? —
—Traigo una petición a los antiguos señores—
— ¿Y por qué cree que lo recibirán?—
—Mi nombre es Edward Cullen y lo harán señores, se lo prometo—
—¿Cullen? Mmm… Pues eso lo veremos, seguidme—
No tardamos demasiado en llegar a otra plaza que por la concurrencia y la gran activad que
en ella se realizaba supuse que debía ser la Piaza dei Priori, centro neurálgico de Volterra.
No nos detuvimos en nuestra marcha y nos deslizamos por una estrecha calle sin salida, al
sur de la plaza.
—Debe disculparnos— Dijo el vampiro sin mirarme. — Se supone que ya no es hora de
visitas. El acceso al palacio ya está cerrado—.
Ingresamos por una puerta que se encontraba escondida al final del callejón. Era de
aspecto sólido y solo la fuerza de un vampiro podría moverla.
Nos encontramos entonces en una pequeña habitación sin puertas ni ventanas. Si un
humano hubiera entrado en aquel lugar no habría podido ver nada ya que ni un solo rayo
de luz ingresaba en aquel lugar.
Dos grandes y gruesas cadenas estaban adheridas al suelo donde aparentemente había
una puerta.
Con una mano el vampiro tiró de ambas. Lentamente se fue abriendo hacia atrás la pesada
piedra. Podía ver que le costaba hacer aquello con una sola mano, pero solo lo hacía para
demostrarme lo fuerte que era.
—Seguid por favor— Me dijo cuando tuvo la piedra verticalmente sobre la entrada.
Descendimos unos tres metros. Ante mis ojos había un corredor en declive, de unos 10
metros de longitud. Al llegar a final, el corredor se abría a derecha e izquierda y a su vez se
unían a ellos otros túneles. Seguramente era una elaborada red diseñada para que los
Vulturis se movieran libremente de día o de noche sin ser molestados por ojos curiosos.
Después de recorrer la intrincada red de túneles llegamos a un ascensor que nos llevó
cuatro pisos arriba, para luego salir a otro corredor, solo que ahora era más humanamente
cómodo. Sin embargo carecía completamente de ventanas, más bien parecía un mausoleo.
No tardamos demasiado en llegar al corredor donde al fin pude ver, sentados en alguna
clase de tronos, a Aro, Cayo y Marco.
Eran tal y como los había visto en la mente de mi padre. Solo parecían
más…transparentes. Tan antiguos, tan delicados y la vez tan fuertes.
—¿Qué nos has traído esta vez, Demetri? ¿Algún curioso tal vez? —
—Me temo que no esta vez, mi querido Alec, no esta vez—. Dijo el interpelado.
—Mmm pues eso está muy mal, creo que no nos quedará más que esperar hasta mañana
para divertirnos—.
Para entonces ya había despertado la curiosidad de todo aquel que se encontraba en el
lugar.
Aro fue el primero en hablar.
—Demetri, bienvenido. ¿Quién te acompaña esta noche? — Le dijo Aro lleno de curiosidad.
—Mi señor. Se ha presentado en la ciudad y ha pedido hablar con vosotros—.
—Y supongo que tienes una muy buena razón para haberle traído a nuestra presencia.
¿No es así? —
—Mi señor, te pido disculpas, no ha sido mi intención el haberlos importunado, es solo que
ha dicho que es Edward Cullen—
—¿Será posible?...Acércate Demetri querido, déjame ver todo—
Estiro su mano hacia delante y Demetri se acercó rápidamente para tomarla.
Mi padre me había hablado de los poderes que ellos tenían, y de cómo se habían
transformado en lo que hoy son.
Nadie sabe con seguridad cuantos años realmente tienen, pero se presume que su
nacimiento humano fue el 1000 antes de Cristo aproximadamente.
Pude comprobar la capacidad de su poder. Al tocar Aro la mano de Demetri vi en su mente
todo lo que había sucedido desde que fui conducido a los túneles.
Después de pensar un momento en ello agregó:
—¡Edward! Por favor acércate—. Dijo mirándome ahora. —Así que lo ha logrado, después
de todos estos años ha logrado encontrar a otro que comparta su visión. Había tenido
noticias sobre mi querido Carlisle, pero esto es diferente, esto es otra cosa. El poder
comprobar por mí mismo que es verdad, no tiene precio—.
—Marco, Cayo. Mirad quien nos hace una visita, mirad—.
Era extraño el verme reflejado tras de todos aquellos ojos rojos, formando una imagen de
mí mismo de 360 grados en mi mente.
—Formidable—. Agregó Cayo mirándome fijamente. —Veo que compartes el mismo color
de ojos de tu padre. Efectivamente nos habían llegado relatos sobre un clan de ojos color
ámbar y estábamos seguros que se trataba de nuestro testarudo Carlisle, pero como dice
Aro, el presenciarlo con nuestros ojos es simplemente delicioso—.
—Cuéntanos como está nuestro querido amigo—. Dijo esta vez Marco.
De los tres, este era el que más llamó mi atención, una extraña nube giraba detrás de sus
pensamientos.
Recordé algunos fragmentos, que rara vez veía en los pensamientos de mi padre.
Marco junto a una mujer, siglos y siglos atrás. La muerte de ella y el gran dolor que carga,
supongo que hasta estos días.
Traté de leer su mente, pero aquella extraña nube no me dejaba ver nada más que una
extraña sensación de tranquilidad. Me concentré nuevamente en el presente y en lo que
me movía a estar en este horrible lugar.
—Mi padre está muy bien y….—
—Pero mi querido amigo—. Dijo Aro acercándose hasta mí. Un séquito de vampiros se
movió tras él.
—¡Mi señor! — Dijo una hembra mientras se plantaba delante de él.
—Está bien querida, todo está bien—. Le tranquilizó Aro levantando su mano. — Edward, si
me permites, quisiera verlo por mí mismo. ¿Puedo? —. Pregunto acercando su mano.
—Adelante—. Dije entre dientes aquello no me hacía mucha gracia ya que si mi padre
tenía razón, no solo lo vería a él, sino que todo recuerdo que guardo en mi memoria.
Avanzó un paso más, hasta tocar mi hombro.
Uno tras otro los recuerdos fueron filtrándose en su mente y haciendo eco en la mía.
Mis primeros años junto a mi padre y Esme. Mis años rebeldes, nuestra separación de ellos
y mi vuelta a la familia.
Mis hermanos. Alice, Jasper y sus asombrosas habilidades. Rosalie, Emmett. Todos los
grandes recuerdos que han marcado mi existencia. Los bosques de Forks. Mis piezas de
música, mis solitarias carreras y mis noches sin fin.
Uno tras otro fue robando los recuerdos de mi vida. Hasta que inevitablemente llegamos
hasta el día en que ella se estrelló contra mi vida. Sus ojos, su sonrisa. Mi incapacidad para
leer sus pensamientos. El incidente en biología, el aroma del primer día, mis deseos de
matarla. Mi deseo por su sangre, su aroma en mi nariz y mi boca… sus besos, mi mano
recorriendo sus cabellos. Mis noches de fantasma infiltrado en su dormitorio, la sensación
de mi cuerpo cuando estoy junto a ella. Nuestros días, nuestro amor. James, la cacería de
Victoria, la angustia al correr al estudio de ballet. La felicidad al encontrarla y la
desesperación, el placer y el miedo al succionar el veneno de su brazo.
Con cada visión mi cuerpo se iba arqueando un poco, golpeado por el dolor de sentir la
réplica de mis recuerdos.
—Por… favor—. Logre decir en voz baja.
—Solo un momento mi amigo, solo un momento más, esto es sumamente… interesante—.
Dijo Aro.
No soltó mi hombro y mis recuerdos siguieron filtrándose a su mente.
Mi creciente deseo por ella, mi amor sin fin. Hasta llegar al maldito día de su cumpleaños y
el incidente con Jasper. Nuestra separación y el terrible e interminable dolor que he sentido
todos estos meses al correr como un tonto tras Victoria.
El ritmo fue disminuyendo a medida que llegábamos hasta el día de ayer, pasando con más
lentitud los minutos en el momento en que comprobé que Bella estaba efectivamente
muerta. Mi decisión de terminar con mi existencia y mi resolución de hacerlo a como diera
lugar.
Aro soltó mi hombro en medio de un jadeo. La hembra que permanencia muy cerca de él lo
tomo rápidamente por los hombros lanzándome una fiera mirada.
—Estoy bien querida, estoy bien. No te preocupes es solo…. es solo que jamás había
podido ver y sentir tanta intensidad. Es increíble mi querido Edward. Por favor perdóname,
fui tras el recuerdo de tu padre y terminé por robarte todo tus recuerdos—.
Se alejó de mi para tomar nuevamente asiento, mientras pensaba en todo aquello que
acababa de ver.
—Así que tu hermana Alice “vio” a tu humana saltar hacia su muerte —
—Bella, se llamaba Bella—.
Pero yo podía llamarla amor, vida. Sueños, esperanzas. Mi única cordura. Todo eso era,
todo aquello cabía tras su nombre.
Pero ya no me queda nada.
—Así es. La vio saltar y no salir a la superficie—.
—¿Y no existe alguna posibilidad de que ella se hubiera equivocado en aquella visión?—
—No estaría hoy aquí si ella lo hubiera hecho—
—Interesante…. y dime… Tu don… ¿Cómo funciona?—
—Sinceramente no lo sé, es algo que solo pasa, es algo que he traído conmigo desde mi
humanidad—
—¿Y funciona con toda la gente? ¿Con todos los que nos encontramos aquí presentes? —
—Así es—
—Pero con ella no funcionaba—
—No, nunca sabía lo que pensaba—. Logré decir en un hilo de voz.
“¿Y conmigo también funciona?” Me dijo en su mente Cayo, sacando la imagen de Bella de
mi mente por un minuto.
—Sí, también funciona. —
Aro, siguió la dirección de mis ojos hasta ver la cara de asombro de Cayo.
—¡Formidable, formidable! — Dijo éste, dando grandes y alegres aplausos. Los vampiros
reían de felicidad al ver que Aro se divertía enormemente a mi costa.
¿Cuánto más debería soportar esta humillación? Decidí que ya era hora de retomar lo que
me había llevado ahí, de una vez por todas.
—Me alegra que lo hayáis visto, es por esta razón que hoy me presento ante ustedes.
Solicito su ayuda para terminar con mi existencia—.
Los demás miraban a Aro, un tanto impacientes por saber lo que realmente sucedía.
—Mis queridos— habló entonces. —Efectivamente este hermoso joven que hoy se nos
presenta, es Edward Cullen y nuestro querido Carlisle no solo goza de buena salud, sino
que tal como nos había informado, ha encontrado a otros que comparten su visión de esta
existencia.
Edward ha recurrido a nosotros, pero sin el conocimiento y la autorización de su padre, a
solicitarnos que terminemos con su existencia—.
El salón fue envuelto por un murmullo de voces. Nadie daba crédito a lo que estaban
escuchando.
—Silencio, silencio amados míos. Tal como lo habéis escuchado. Pero él no está harto de
la vida, ni se ha vuelto loco tampoco, No. él está plenamente consciente de lo que está
haciendo. Él ha perdido algo que amaba demasiado. Que amaba más que a su propia vida.
Este chico que ven aquí se ha enamorado de una humana—.
El murmullo se hizo ahora mucho más fuerte en la sala, algunos reían y otros daban
grandes aplausos, como si estuvieran viendo el mejor de los espectáculos circenses.
—Sí, así es. Tal como lo habéis escuchado. Pero por favor, silencio, silencio. Esto no es
motivo de risas. Ya hemos tenido antes casos como el suyo, no es motivo para
escandalizarnos. Ese es el verdadero motivo que lo ha traído hoy a nosotros.
Desafortunadamente la joven en cuestión ha fallecido y al parecer de manera
desafortunada.
—Así es, eso es lo que me ha traído hoy ante ustedes esperando que terminéis con mi
sufrimiento—.
—Esta es una decisión muy difícil de tomar, no podemos llegar y decidir. Te pedimos por
favor que nos dejes unos momentos mi querido Edward—.
—Por favor, debéis escucharme, os lo suplico. Estoy decidido a hacer lo que sea
necesario— Les dije fieramente apretando mis puños hacia ellos.
En ese momento la sala entera quedo en silencio, las miradas pasaban de mi cara a la de
Aro que me miraba ahora sin apartar los ojos.
Transcurrió un largo minuto en que nadie hizo ruido alguno, hasta que Aro dejó escapar
una enorme risotada.
—Veo que tienes la misma determinación que tu padre. ¡Demetri, Felix! — Les llamó.
Enseguida acudieron a su lado y se instalaron a su derecha e izquierda.
—Maestro, ¿En qué podemos servirle?—. Dijeron a dúo.
—Acompáñenlo, y no le hagáis daño… Aquello aún está por verse—. Ellos se dieron la
vuelta e intercambiaron cómplices miradas.
Ahora era yo el que les miraba desafiantemente.
Quince minutos. Espere quince minutos por su respuesta y solo me tomó un segundo ver
cuál había sido su decisión.
Como al parecer era costumbre entre ellos, fue Aro el que entregó su veredicto.
—Piensa mejor lo que te propones, le causarías una gran pena a tu padre. No queremos
hacernos cargo de ese dolor, no podríamos soportar la eternidad sabiendo que le hemos
herido de esta manera. Sin embargo podemos ver que eres un joven talentoso en muchos
aspectos, tal vez quieras ser parte de nuestra familia, soportarías la eternidad en nuestra
compañía.
Claro que no te forzaríamos a hacer nada que no quisieras. Verás, tu padre también vivió
junto a nosotros, seguramente él te ha hablado de ello. Nosotros nunca lo forzamos a
aceptar nuestra forma de vida... Podría ser lo mismo para ti. Únete a nosotros, estarías
entre nuestros preferidos, tal vez estarías primero que todos ellos—.
La codiciosa mente de Aro giraba en torno a mi habilidad por “ver” los pensamientos de los
demás.
Envidiosamente comparaba su poder con el mío, aquello era algo que quería para sí
mismo. El tener que estar en contacto era un fastidio para él, sin embargo mi habilidad le
resultaba mucho más…. práctica.
—Qué te parece nuestro ofrecimiento—.
—Es todo lo que podemos hacer por ti—. Dijo ahora Cayo.
— No es lo que esperaba. Estoy determinado a terminar con mi existencia. Con o sin su
ayuda—. Les dije desafiantemente.
—La única forma en que terminaríamos contigo seria por obligación— Prosiguió Cayo.
—¿Todo esto por una simple humana? Desprecias toda la eternidad, desprecias lo que te
ofrecemos, solo por una humana? — Dijo muy ofendido Aro. No comprendía como podía
despreciar lo que él consideraba un honor.
—Pues morir es mucho mejor que pasar la eternidad junto a seres tan despreciables como
todos vosotros—. Gire mi cuerpo apuntando a todos los presentes en la sala.
Felix dio un paso hacia el frente, mientras Jane y Alec miraban a Aro a la espera de alguna
señal.
La mente de Aro dudó un momento como reaccionar por mi falta de respeto. Pero su
codicia era más grande que su orgullo.
—No es necesario que te disgustes tanto Edward, como verás no somos los terribles seres
que tú crees que somos—. Dijo ahora, utilizando un tono conciliador. —Estaríamos muy
sentidos si tu padre te hubiera dado esa idea de nosotros—.
Lamenté terriblemente mis palabras, no quería arrastrar a mi padre y a mi familia.
—No es mi padre el que me ha dicho algo sobre vosotros, lo veo, lo leo en sus mentes. No
quieren terminar conmigo solo porque desean que me una a su aquelarre. Pero eso no
sucederá, tendrán que matarme de todas formas. No tengo pensado abandonar la ciudad y
contra eso no pueden hacer nada. Me expondré ante los ojos humanos si es necesario y
con ello los descubriré también a ustedes. Estoy hablando en serio. Mátenme, terminen
conmigo ahora, es su única salida. Mátenme o aténganse a las consecuencias—.
—No es muestra intención el hacerte daño, mi querido niño. Ponte en nuestro lugar—.
Agrego Aro pasando por alto mis palabras desafiantes.
—Claro que si hicieras cualquier cosa que atentará contra nuestras reglas no dudaríamos
en aplicar nuestras leyes en tu contra—. Dijo impacientemente Cayo.
—Eso es lo que espero—. Le dije apretando mis puños. —Con ello cuento—.
—0—
Caminé sin rumbo por la ciudad, consciente de que me espiaban en todo momento. No me
habían obligado a dejarla, posiblemente porque no querían que causara daños en otro
lugar. Era más fácil terminar conmigo aquí y ahora.
A cada paso surgía una nueva idea. Era tan fácil el provocar mi muerte.
Delante de mí surgió un grupo de turistas mexicanos, eran tres hombres y una mujer. Ella
tenía el cabello largo y negro como el azabache. Vestía unos vaqueros y una blusa sin
mangas. Dejando al descubierto su largo cuello y su piel levemente morena.
Pensé por un momento en atacar a aquel grupo, mataría a los hombres y me alimentaría
de la chica. Uno por uno lentamente les rompería el cuello mientras ella, seguramente
lanzaría gritos de horror. Seguramente con ello lograría captar la atención de todo el mundo
en el lugar. Después le rompería el cuello y le estrujaría hasta la última gota de sangre, si
es que los Vulturis no me detenían primero…
Sacudí mi cabeza mientras el grupo pasaba a mi lado, soltando alegres risas. Por un
momento mis ojos y los de la chica se encontraron, solo por un momento. Intimidada buscó
la mano de su compañero, pero dejó pasar mi presencia y no fui más que un hombre
demasiado pálido en sus pensamientos.
Después de todos estos siglos no podía terminar mi existencia de esta manera. No podía
con mi último acto desilusionar de tal forma a mi padre. Era lo único que podía hacer por él.
Morir dignamente, morir como un Cullen.
Decidí seguir mi primer plan, ya estaba comenzando a amanecer y dentro de pocas horas
el lugar estaría repleto de gente.
Me agazape en las penumbras de un callejón colindante a la Piaza dei Priori.
Solo debía aguantar un par de horas y todo habría terminado.
Dicen los humanos que cuando se está delante de la muerte la vida pasa ante los ojos.
¿Cómo sería para un vampiro?
Seguramente unos cuantos minutos no serán suficientes para completar mi vida ni siquiera
para los minutos más importantes. Es imposible el revivir todo un año en un minuto.
Estaba agradecido de mi padre por darme aquella segunda oportunidad de vida. Aprendí
muchas cosas en esta nueva existencia. Aprendí sobre el cariño y la confianza. Esme se
convirtió en una verdadera madre para mí. Sé que ella también me considera su hijo.
Quisiera poder ahorrarle el tremendo sufrimiento por el cual seguramente está pasando, si
hubiera otra salida la tomaría. Pero lamentablemente no la había.
Alice, Emmett, Jasper y Rosalie. Carlisle y Esme…. mi familia… Adiós a todos, tratad de
seguir adelante. Estoy más que seguro que la vida será más fácil sin mí.
La existencia está diseñada en parejas. Solo así se logra el equilibrio. Yo siempre seré el
que marque la balanza. No quiero una existencia en soledad. No ahora, no después de
ella.
Bella… ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué no cumpliste tu promesa? Yo habría vuelto. Mi
corazón te pertenecía. No podría vivir por más tiempo sin él, sin ti…
Me despoje de mi camisa, comprendí lo que debía hacer. Sería como aquella vez en el
prado, cuando le dije que la amaba por primera vez. Tal vez pueda vivir eternamente en
aquel momento. ¿Me esperará ella ahí?
Recordé aquel día como si fuera ayer…
Bella caminaba bajo los rayos del sol. Sus cabellos brillaban con hermosos reflejos rojos.
Recuerdo como se asustó un momento cuando pensó que estaba sola… mi Bella.
Recuerdo como vencí mis miedos mientras abría uno por uno los botones de mi camisa,
cerrando los ojos para exponerme completamente bajo los rayos del sol.
No podía imaginar una mejor forma de morir que aquella.
El tiempo avanzó inclemente mientras me refugiaba en mis recuerdos y el primer tañido de
campana me anunció que ya era la hora.
Este ya no era lugar para mí. No viviría un día más en un mundo donde ella no estuviera.
Su fin, el fin de mi existencia. Unidos como uno solo, unidos como el día y la noche, como
la arena y el mar. Como el cielo y aire.
Caminé lentamente por el oscuro callejón, acercándome a cada paso, con cada
campanada hacia mi fin con los ojos cerrados.
Aquí ya nada quedaba para mí. Junto a ella se desvanecía la vida, los sueños y
esperanzas. No estaba dispuesto a vivir entre sombras como si mi vida fuera una noche
eterna. Sin ella no me quedaba nada. A unos metros el gentío lanzaba gritos de alegría
mientras mi corazón lloraba lo que mis ojos no podían.
Apreté mis puños, pronto el sol tocaría mi torso desnudo y todo terminaría.
Sol, voy hacia ti.
…Sol… hazme tuyo…
Di el último paso hacia mi muerte, esperando que todo terminara pronto. Esperando que mi
padre tuviera razón y ella esperara por mí.
CAPITULO 11 SUEÑO Y REALIDAD
Era realmente increíble. Simplemente no lo podía creer. Por un momento todo lo malo
había desaparecido, todo volvía a ser como era como antes…
Aún no había terminado de dar mi último paso hacia los rayos del sol, cuando de pronto y
saliendo de la nada, sentí su suave y cálido cuerpo contra el mío. Sin dudarlo un segundo
la estreché contra mi cuerpo. Aquello era infinitamente mejor, aquella sensación no tenía
comparación alguna.
Pude sentir como latía fuertemente su corazón contra mi pecho desnudo. Sentir su esencia
desde el primer momento. Era ella, Bella, mi amor, mi amada y ahora por fin estábamos
juntos. Abrí mis ojos para contemplar lo que mis sentidos me decían.
Me encontraba fascinado frente a esta nueva revelación —Asombroso, Carlisle tenía
razón—.
Y ahí fue donde habló por primera vez, sin embargo no era lo que yo esperaba oír.
—Edward—. Dijo en susurros. —Has de volver a las sombras. ¡Tienes que moverte!—.
¿Pero qué es lo que me estaba pidiendo? ¿Me pedía que no muriera que siguiera viviendo,
sin ella, en la vida oscura y sombría? No estaba dispuesto a hacer eso y menos ahora que
por fin la había encontrado nuevamente.
Acaricie la piel se su mejilla, tan suave, tan tersa, sonrosada. La muerte no había hecho
mella en su belleza, continuaba igual que la última vez que la había visto. Agradecí la
eficiencia de mis verdugos.
—No puedo creerme lo rápidos que han sido. No he sentido absolutamente nada, son
realmente buenos—. Besé su cabeza llenando mis pulmones de su exquisito aroma, era
increíble que aun en estas condiciones siguiera manteniendo todo aquello que la hacía
humana.
Era completamente increíble, supongo que de esta manera se habrá sentido Romeo
cuando encontró nuevamente a su Julieta en la otra vida.
— “Muerte, que has sorbido la miel de sus labios, no tienes poder sobre su belleza” Hueles
exactamente igual que siempre—. Dije continuando con mis pensamientos.
Después de todo, esto de estar muerto, al parecer no era tan malo.
—Así que quizás esto sea el infierno. Y no me importa. Me parece bien—.
—No estoy muerta—. Dijo enérgicamente. —¡Y tampoco tú! Por favor, Edward, tenemos
que movernos. ¡No pueden estar muy lejos!—.
Analicé detenidamente sus palabras. ¿Pero cómo era posible que estuviera ahí, en mis
brazos si no estábamos muertos?
—¿Qué estás diciendo?—. Le dije manteniendo la compostura.
—¡No estamos muertos, al menos no todavía! Pero tenemos que salir de aquí antes de que
los Vulturis...
Solo bastó aquella palabra para que volviera a la realidad.
Giré hacia la oscuridad, ahora más alerta y consiente de lo que realmente sucedía.
Inexplicablemente Bella estaba ahí, junto a mí, viva.
Pero ahora no había tiempo para las preguntas o explicaciones, nos encontrábamos en
peligro… otra vez.
Hice frente a los que venían por mí, Bella se encontraba momentáneamente segura a mis
espaldas, extendí mis brazos para proteger mi preciado tesoro, mientras los otros se
acercaban.
—Saludos, caballeros—. Les dije a Félix y Demetri que posiblemente estaba ahí para
detenerme si hacia algo “inadecuado”.
Pero a fin de cuentas yo no había roto ninguna regla esta vez. — No creo que vaya a
requerir hoy sus servicios—. Les dije formalmente. —Apreciaría muchísimo, sin embargo,
que enviaran mi más sincero agradecimiento a sus señores—.
—¿Podríamos mantener esta conversación en un lugar más apropiado?—. Dijo
Tranquilamente Felix, sin embargo era una orden más que una sugerencia.
—Dudo de que eso sea necesario—. Le aclare. —Conozco tus instrucciones, Felix. No he
quebrantado ninguna regla—.
—Felix simplemente pretende señalar la proximidad del sol—, Agregó ahora Demetri. —
Busquemos una protección mejor —.
Tal vez si jugaba bien mis cartas lograría que ella se marchara.
—Indica el camino y yo te sigo—. Le dije dejando de lado la pantomima de las buenas
costumbres. —Bella, ¿por qué no vuelves a la plaza y disfrutas del festival?—, Dije sin
perderles de vista, tratando de que mis palabras sonaran despreocupadas.
—No, trae a la chica—. Ordenó Felix.
—Me parece que no—. Le dije enseñando mis dientes. Debía prepararme para la lucha.
Solo bastarían unos cuantos pasos para que ella se encontrara bajo la seguridad de los
rayos del sol. Debía tratar de darle aquella oportunidad.
Ella pudo ver mis intenciones.
—No—. Dijo imperceptiblemente.
—Shh—, Le contesté lo más bajo que me fue posible. Aun había oportunidad para ella.
—Felix—. Dijo Demetri que también se había percatado de mis intenciones de no rendirme
sin pelear. —, aquí no—. Giró para hablarme ahora directamente. —A Aro le gustaría
volver a hablar contigo, eso es todo, si al fin y al cabo, has decidido no forzar la mano—.
—Así es—. Le dije secamente. —Pero la chica se va.
—Me temo que eso no es posible—. Dijo hipócritamente, tratando de sonar inofensivo. —
Tenemos reglas que obedecer—
Maldición, no sería tan fácil como me hubiera gustado. Pero no dejaría que a ellos les fuera
tan fácil.
—Entonces, me temo que no voy a poder aceptar la invitación de Aro, Demetri—.
—Esto está pero que muy bien—. Aquello le daba la razón que estaba buscando para el
enfrentamiento.
—Disgustarás a Aro—. Agregó Demetri.
—Estoy seguro de que sobrevivirá a la decepción—. Agregue haciendo una mueca.
Comenzaron a moverse hacia nosotros lentamente en posición de ataque. Tratarían de
cerrarnos el paso hacia la plaza, donde se encontraban los turistas.
Para ellos sería muy fácil el salir de espaldas a la luz del sol ya que vestían capas que los
cubrían de pies a cabeza.
En cambio yo atraería todas las miradas y seguro que en medio de la confusión sería fácil
para ellos arrebatarme de los brazos a Bella.
Demetri se movió por mi izquierda hasta cerrar nuestro paso.
Me preparé para la batalla pero de pronto todo lo sucedido volvió a su lugar, pude entender
el por qué y el cómo, se encontraba Bella aquí. Alice había saltado la gran muralla y se
dirigía hacia nosotros.
“Maldita sea Edward. ¿Por qué no contestaste el móvil? Nos habríamos ahorrado todo
esto. No sabes cuánto lo siento”. Me decía la “voz” mental de mi hermana.
—Mejor si nos comportamos correctamente, ¿no?—. Les dijo a dos Vulturis. —Hay señoras
presentes—.
Caminó hacia nosotros hasta que estuvo a mi lado. Dos contra dos, aquello era sumamente
favorable.
Ya no tenía dudas sobre enfrentarme contra ellos, ahora era diferente, con Alice de mi lado,
la batalla estaba ganada y tanto Felix como Demetri estaban conscientes de ello.
—No estamos solos—. Les dijo Alice usando la más despreocupada de sus voces.
Demetri se percató que a unos pocos metros de nosotros había una familia observando
nuestra “pequeña reunión”.
Habíamos despertado su curiosidad ya que era inconfundible la postura de defensa que
mantenia delante de Bella.
Aquello no pintaba bien para Demetri ya que había recibido órdenes precisas de llevarnos
con él.
Su mente ya preparaba la mejor disculpa para darle a Aro por haber fallado en su misión.
—Por favor, Edward, sé razonable—. Dijo casi suplicantemente.
—Muy bien— Le Respondí. —Ahora nos marcharemos tranquilamente, pero sin que nadie
se haga el listo—.
Demetri dejó escapar un suspiro de frustración. —Al menos, discutamos esto en un sitio
más privado—.
—No—. Le dije mostrando mis dientes. Aquello ya estaba ganado, a unos metros de
nosotros la familia que nos observaba había alertado a los miembros de la guardia civil y
pronto vendrían a ver lo que sucedía.
Sin embargo nuestra situación estaba a punto de cambiar…. y me temía que
desfavorablemente…
—Ya es suficiente—. Dijo la voz de Jane.
Maldición los Vulturis enviaban refuerzos. Ahora no había nada más que hacer,
deberíamos dejarnos arrastrar hacia nuestro destino, fuera cual fuera.
—Seguidme—. Nos ordenó.
Avanzamos hasta el final del callejón.
Bella me lanzo una mirada llena de preguntas, pero no podía decirle nada en estos
momentos, debíamos solo esperar.
Traté de tranquilizarla, debía parecer despreocupado y resuelto.
—Bien, Alice—. Dije calmadamente. —Supongo que no debería sorprenderme verte aquí—
Mi hermana se sentía verdaderamente avergonzada, sentía que era su responsabilidad
todo lo ocurrido. Pero no podía culparla por todo aquello, yo era el cabeza hueca, yo era el
que no pensaba claramente, el que tomaba siempre las decisiones equivocadas.
Quise saber que había ocurrido, tratando de que el tono siempre fuera casual y
despreocupado.
Mis nervios se crisparon cuando ella me dijo que Bella había saltado de un acantilado solo
por diversión.
—Parece que últimamente a Bella le van los deportes de riesgo—.
Pude ver en su mente todo lo que Bella le había dicho.
Traté de no perder la compostura al ver los pensamientos de mi hermana, claro que pude
lograrlo solo a medias.
Las intenciones de Jane eran claras.
Debía llevarnos "sanos y salvos" , dentro de lo posible, ante Aro.
Llegamos hasta el fondo del callejón donde había una alcantarilla.
La primera en entrar fue Jane, seguida por Alice.
Bella dudó un momento pero le prometí que mi hermana la recibiría. De no haber estado
Demetri y Felix a nuestra retaguardia, habría ingresado yo primero, pero era demasiado
peligroso el dejarla sola junto a ellos.
Se agachó y se sentó en la orilla del acceso.
—¿Alice?—. Dijo mientras le temblaba la voz.
Tome sus muñecas mientras la bajaba lentamente por el orificio. —¿Preparada?— Le
pregunté a mi hermana.
—Suéltala—. Me respondió ella y la deje caer.
Recorrimos esta vez un nuevo camino, no nos encontrábamos en los túneles por los cuales
me habían conducido la primera vez. Ahora recorríamos las alcantarillas de la ciudad.
Sujetaba fuertemente a Bella de la cintura mientras ella envolvía con sus delicados brazos
la mía.
Podía sentir como se calentaba mi cuerpo con su contacto y aun en estas circunstancias
era la sensación más exquisita que había conocido en toda mi existencia.
No podía creer que se encontrara junto a mí, viva. No importaba el destino que nos
aguardaba, no importara que fuéramos conducidos por la fuerza hacia nuestros posibles
verdugos.
Lo que importaba era que ella estaba viva y junto a mí.
Su corazón latía fuertemente contra mi costado, sin embargo no podía evitar tocar su piel
para cerciorarme que aquello era verdad, sus labios, su rostro, su frente. De esta manera
una y otra vez.
Sin embargo aquello que a mí me fascinaba, a los otros vampiros Vulturis les perturbaba
enormemente. Podía escuchar sus deseos por su sangre, lo único que los detenía era el
enorme temor por Aro.
No dejaría que nadie se alimentara de ella. No lo permitiría. Prefería verla muerta, aunque
esta vez fuera una realidad. Aunque tuviera que matarla yo mismo.
Después me entregaría a la muerte segura.
Seguimos adentrándonos en las profundidades de la tierra, con Bella aferrada fuertemente
a mí, hasta que comenzó a temblar.
Primero pensé que era una reacción por el miedo que debía estar experimentando.
Trataba de reconfortarla abrazándola cuidadosamente un poco más cerca de mi cuerpo,
tratando de que se sintiera segura en mis brazos. Pero después me di cuenta que sus
ropas permanecían completamente mojadas, sin duda había atravesado la enorme fuente
que se encontraba en la plaza en su loca carrera para salvar mi vida. Y lo había logrado,
me había salvado, aunque fuera por unas pocas horas. Esta vez ella me había salvado.
No me había percatado que estaba en este estado hasta que sus dientes comenzaron a
castañear por el frío, sin duda que mi gélida piel no ayudaba en absoluto.
Contra todos mis deseos solté su cintura y la cogí de la mano.
—N-n-no — Logró decir mientras se aferraba nuevamente contra mi cuerpo. Tampoco
quería separarse de mí, aunque fueran solo unos centímetros.
Me concentré en los pensamientos de Alice, esperando ver en nuestros futuros alguna luz,
alguna salida. Sin embargo todo era muy confuso, todo dependía de nuestras posibles
acciones. Quise preguntar que iba mal, el por qué no estaba claro nuestro futuro, pero no
podía. Sin embargo ella estaba tranquila y callada, tratando de averiguarlo con todas sus
fuerzas.
Debería haberme sentido mejor, solo por Bella, cuando dejamos atrás los oscuros túneles,
estaba seguro que aquello había sido terrible para ella. Sin embargo no pude evitar
retorcerme al pensar hacia donde nos conducían ahora. No era lugar para un humano, no a
menos que quiera ser la cena y ahora íbamos directo hacia ellos, donde nos esperaban…
CAPITULO 12 EL REENCUENTRO
Recorrimos los mismos caminos que ya conocía. Los mismos corredores, el mismo
ascensor.
Solo que esta vez era distinto. Ayer anhelaba la muerte, hoy… la vida.
A cada paso que dábamos, cada vez que se cerraba una nueva puerta tras nosotros, con
cada piso que ascendíamos en el estrecho ascensor nos acercábamos más y más hacia
nuestra posible muerte.
Jane estaba molesta y ofendida, no paraba de imaginar cómo nos retorceríamos bajo su
poder.
No le hacía gracia ser la segunda ante Aro.
Claro que no haría nada, no hasta que él se lo ordenara.
Llegamos hasta el vestíbulo, donde hoy se encontraba una humana tras el mostrador.
Estaba demasiado acostumbrada a los vampiros.
Saludó educadamente a los Vulturis y no reparó en nosotros.
Lamentablemente también estaba acostumbrada a que otras visitas llegaran hasta el lugar,
llegaban pero nunca salían.
El primero en darnos la “Bienvenida” fue Alec.
—Te enviaron en busca de uno y vuelves con dos... y medio—. Dijo después de saludar a
su hermana y echando una despectiva mirada de pies a cabeza a Bella. —Buen trabajo—.
Su indeseable hermana le respondió brindándole una desagradable risa metálica.
—Bienvenido de nuevo, Edward—. Me dijo ahora. —Pareces de mucho mejor humor—.
—Ligeramente — Le respondí.
Él sólo se limitó a reír entre dientes, lo que asustó a Bella y no tardó en aferrarse aún más
contra mi cuerpo.
—¿Y ésta es la causante de todo el problema?—. Bella le resultaba insignificante en
apariencias, pero muy pronto comprendió qué la hacía tan especial.
—¡Me la pido primero!—. Dijo Felix mientras inhalaba una gran bocanada de aire
demasiado cerca de Bella.
Giré mi cuerpo en respuesta a su insolencia. Lancé un gruñido en señal de amenaza, ante
lo cual Felix dejó escapar una estúpida sonrisa.
Esta vez se sentía seguro de ganar la pelea en presencia y compañía de los demás
Vulturis.
Haciendo un movimiento de sus dedos me invitó a la pelea.
Alice intervino en ese momento. “No Edward”. Pensó ella.
—Paciencia — Dijo esta vez en voz alta.
“No lo hagas, observa. Piensa en responder”. Me dijo su mente. “Piensa en hacerle frente y
observa lo que sucede”.
Felix yacía a mis pies con el cuello roto mientras los demás Vuturis se lanzaban en nuestra
contra.
La siguiente imagen era de Bella, se encontraba el suelo y los vampiros de alimentaban de
ella.
“Aun existen esperanzas Edward”
La imagen de Bella fue lo suficientemente fuerte para hacerme entrar en razón.
Respiré hondo y me volví hacia Alec, dejando pasar el comentario de Felix.
Alice tenía razón, nada estaba resuelto aún, con suerte podríamos salir de esta.
—Aro se alegrará de volver a verte—. Dijo Alec, para luego tomar de la mano a su hermana
y guiarnos hacia la habitación circular donde se encontraba la corte reunida.
Aro estaba muy alegre de ver que Jane había tenido éxito en su tarea.
Avanzó hacia ella y como era costumbre toda la escolta se movió junto a él. Impulsados por
una fuerza invisible, como si él fuera un gran y viejo imán.
Jane recibió lujuriosamente el beso que Aro le dio en los labios, pero lo que la inundo de
placer fueron los elogios de este al traernos de regreso y con vida.
—Ay, Jane. ¡Cuánto me conforta tenerte a mi lado!—. Le dijo en medio de una sonrisa.
Se giró para contemplarnos y le tomó solo un segundo el reconocer a Bella y Alice.
Estaba casi eufórico ante nuestra posible incorporación a la guardia.
Después de hacer llamar a Marco y Cayo, Aro nos dedicó toda su atención.
—¿Lo ves, Edward?—. Me dijo sonriendo. —¿Qué te dije yo? ¿No te alegras de que te
hayamos denegado tu petición de ayer?—.
—Sí, Aro, lo celebro—. Le dije agradecido sinceramente.
Aunque fuera por unas pocas horas, la muerte sería más dulce a su lado pensé
estrechándola cuidadosamente contra mi cuerpo.
—Me encantan los finales felices. Son tan escasos—. Agregó Aro en un suspiro.
Quería que le contáramos toda la historia, no comprendía como mi hermana había fallado
en su visión, ya que yo estaba completamente seguro que de que ella era infalible.
Muchos factores nos habían guiado hasta este punto, no solo las visiones de Alice.
Podía adivinar la repulsión que le causaba a mi hermana aquel viejo y decrépito ser, pero
aun así le habló como si fuera la más encantadora de las criaturas sobre la faz de la tierra.
—No, no, no soy infalible ni por asomo como habéis podido comprobar hoy, a menudo
causo más problemas de los que soluciono—.
Aro elogiaba a mi hermana, casi podía saborear el tenerla por toda la eternidad a su lado.
Alice no comprendía el por qué le hablaba con tanta familiaridad o el por qué hacía alusión
a sus poderes.
Ella no sabía los detalles de los Vulturis. Había cosas que sólo a mí me confiaba Carlisle.
“Edward, ¿qué sucede aquí?”. Me dijo en su mente mientras me lanzaba una rauda mirada.
Aro se percató de nuestra complicidad y se presentó ante ellas.
—Lo siento. No nos han presentado como es debido, ¿verdad?—. Les dijo hipócritamente
—Es sólo que siento como si ya te conociera y tiendo a precipitarme—.
Le comentó en que circunstancia y como la había conocido. Sin ocultar la envidia que le
causaba mi habilidad.
Traté de reconfortar su retorcida y mezquina mente. No debía sentirse ofendido por mi
habilidad, ya era suficiente con que la anhelara para sí mismo.
Mi hermana continuaba sin entender muy bien a que se refería Aro y le explique las
limitaciones que tenía con su habilidad, pero que sin embargo era verdaderamente mucho
más impresionante que la mía.
Sin embargo aquello no era suficiente para él. Encontraba mi habilidad más “Practica”.
Justo en ese momento volvía Felix con Marco y Cayo.
Podríamos dejar de lado los falsos cumplidos por un momento y dedicarnos a asuntos más
importantes que tratar.
Como nuestra sobrevivencia por ejemplo.
—¡Marco, Cayo, mirad!—. Dijo Aro, con demasiado fingido entusiasmo. —Después de
todo, Bella sigue viva y Alice se encuentra con ella. ¿No es maravilloso?—.
Cayo estaba molesto, Felix no les había comentado el por qué Aro los había hecho llamar.
Hoy no tenía muy buen humor para sus demostraciones sobre exageradas.
—Conozcamos la historia—. Le dijo Marco a Aro.
Este extendió su mano y él la toco una fracción de segundo.
Un segundo que en su mente fue mucho más extenso.
Se sorprendió enormemente. Aquellos sentimientos no existían entre ellos.
“Entrega absoluta, carente por completo de razón y lógica, unida a la lucha constante entre
el amor y el desesperado deseo por su sangre pero que por igual sentía hacia su cuerpo y
hacia su ser. Dolor y alegría entrelazados. Lealtad, respeto y una intimidad profunda. Amor,
amor incondicional e ilimitado”.
No pude evitar resoplar y hacer una mueca ante estos pensamientos.
Efectivamente eso describía por completo mis sentimientos hacia ella, solo que era extraño
el asistir a su análisis tan metódico y completo.
—Gracias, Marco—. Dijo Aro, meditando sobre lo revelado por este. —Esto es muy
interesante—.
La reacción de Marco era muy diferente a la mostrada el día anterior. Se sentía fascinado e
intrigado por nuestros sentimientos. No entendía muy bien el por qué estaba dispuesto a
dar todo por una humana.
Aro también estaba impresionado.
—Asombroso, realmente increíble—. Decía y repetía en su mente, si no lo hubiera visto
con su propia habilidad no lo habría creído.
“Pero que sucede aquí Edward, por favor explícame, ya no aguanto esto”. Me decía la
mente de mi hermana.
Le explique lo que acaba de suceder y el por qué de la reacción de Marco y Aro.
—¡Qué práctico!—. Dijo Aro al darse cuenta de la pregunta mental de mi hermana.
Su codicia por mí no tenía fin.
Aquello estaba muy mal, seguramente haría de todo para retenerme.
Sin embargo sus pensamientos habían tomado otro rumbo ahora.
No podía entender el por qué.
No emprendía como podía estar junto a Bella.
Como podía aguantar mi proximidad con ella, sobre todo por la forma en que ella olía para
mí.
—No sin esfuerzo—. Le dije tranquilamente.
—Pero aun así... ¡La tua cantante! ¡Menudo derroche!—.
Aquella palabra me arrancó una breve sonrisa.
La sangre de Bella no solo cantaba para mí, también cantaba para mi corazón, era más
bien una celebración a la vida.
Mientras su sangre corriera en sus venas la vida tendría sentido para mí.
—Yo lo veo más como un precio a pagar—. Me limité a decir.
Pero Aro no lo comprendía, creo que tal vez nunca había sentido un sentimiento como
este, o cualquier otro sentimiento parecido al cariño.
¿No había sido el mismo el que había dado muerte a su propia hermana Dibymi? O eso era
lo que mi padre me había confiado hace mucho tiempo ya.
Aro era un ser malvado y carente de todo sentimiento bueno o noble, solo la codicia y la
envidia reinaban en su seco corazón.
Aro continuó muy escéptico referente a mis sentimientos, creía que pagaba un precio muy
caro solo por estar con ella sin matarla.
—Simple coste de oportunidad—. Le dije alzándome de hombros.
Aquello logró hacerle reír de buena gana.
Sin embargo no creía que la sangre gritara tan alto en la mente de un vampiro, de no
haberlo presenciado en mis recuerdos no lo habría creído nunca.
—La mayoría de nosotros vendería caro ese obsequio mientras que tú... —
—... lo derrocho—, Dije terminando la frase con sarcasmo.
Pero mis palabras solo lograron divertirlo aún más.
Mis palabras y mi actitud le recordaban a mi padre, exceptuando por el mal genio, claro
está.
Pero mi padre me superaba en muchas cosas.
Solo él había podido permanecer junto a Bella cuando ocurrió el fatal accidente el día de su
cumpleaños.
De una casa llena de vampiros, solo él había sido inmune a la sangre de Bella.
Aun yo, con todo el amor que sentía por ella había tenido que salir corriendo del lugar,
había sido una verdadera vergüenza.
Sin embargo, ahora su aroma no me molestaba, ni quemaba mi garganta.
—Jamás pensé ver a nadie que superase a Carlisle en autocontrol, pero tú le haces
palidecer—. Dijo Aro trayéndome de vuelta a la realidad presente.
—En absoluto—. Le dije ya cansado de toda esta fingida conversación. Pero Aro
continuaba alabando ahora a mi padre y agradeciéndome por entregarle recuerdos de él.
Dijo que cuando mi padre se marchó a América, no pensó que tendría éxito, sin embargo al
ver que lo había logrado, se sentía verdaderamente feliz.
Pero lo que no decía era que nunca había esperado que fuéramos tantos y que en nuestra
familia se encontraran individuos tan poderosos como lo éramos Jasper, Alice y Yo.
Eso no lo decía en voz alta pero su mente lo gritaba.
Sin embargo trataba de ocultarlo desviando sus pensamientos hacia otros temas aún más
peligrosos.
—Pero ¡vuestra abstinencia...!— Dijo en un suspiro. —No sabía que era posible tener tanta
fuerza de voluntad—.
Creía que el canto de su sangre era comparado al de las sirenas. Aquellas criaturas que
habitan en lo profundo de los mares.
El mismo Carlisle casi había caído en su embrujo cuando cruzó a nado hacia América.
Creo que cualquier otro habría sucumbido fácilmente ante ellas.
Traté de mantener la calma cuando Aro hizo alusión al aroma de Bella en mi mente. Decía
que le hacía sentirse “sediento”
En su mente acariciaba la blanca piel de Bella siguiendo el camino de su yugular.
Obligué a mis músculos a que se quedaran quietos, me obligué a convertirme en una
estatua de piedra para no saltar sobre él.
—No te inquietes—. Me dijo Aro al percatarse de mi estado. —No tengo intención de
hacerle daño, pero siento una enorme curiosidad sobre una cosa en particular—. Giró su
cuerpo para mirar directamente ahora a Bella. —¿Puedo?—. Me preguntó como si ella
fuera de mi propiedad mientras levantaba una de sus manos.
Por un momento me pareció muy apropiado que considerara que era mía, lo era en
muchos aspecto, siempre había sido y sería mi Bella. Pero le dije que le preguntara a ella.
Se disculpó ante su falta de cortesía y le dijo que sentía una verdadera fascinación por el
hecho de ser la única en quien mi habilidad no diera resultado.
Él quería comprobar si también era inmune a su poder y quería hacer la prueba.
Bella buscó mis ojos, en ellos había duda y miedo al mismo tiempo.
Me habría gustado ahorrarle aquella desagradable experiencia, seguramente le asquearía
el tener que tocar aquella decrépita y helada piel, pero no había nada que pudiéramos
hacer, el negarse habría sido una locura.
Asentí con mi cabeza al mismo tiempo que le sonreía para tranquilizarla.
Bella avanzó unos pasos hacia Aro con la mano extendida, la cual temblaba levemente.
Apreté mis puños fuertemente. En mi interior anhelaba que sus intentos fueran inútiles. Sin
embargo tal vez fuera la única oportunidad que tendría para ver y sentir los pensamientos
de Bella.
Aro se acercó también para alcanzar su mano.
Su orgullosa mente ya celebraba el poder ingresar en su mente y de esta manera
demostrar que su poder era infinitamente más fuerte y poderoso que el mío. Sin embargo
su soberbia se convirtió rápidamente en desilusión y rabia contenida.
—Pues sí, muy interesante—. Dijo mientras se retorcía por dentro llenos de perplejidad.
Me sentí complacido al comprobar lo que yo sospechaba. Sin embargo no estaba
preparado para lo que venía.
Aro quería saber si ella era inmune a otros poderes, en realidad solo quería torturar a Bella,
no soportaba el ser humillado y menos delante toda la corte.
—¡No!—. Dije en medio de un gruñido al escuchar que Aro llamaba a Jane.
Me abalance hacia él, pero algo me retuvo, sacudí mi brazo sin prestar atención mientras
Jane se acercaba hacia nosotros con una maligna risa en los labios.
—¿Sí, maestro?—. Ella sabía perfectamente el por qué la había llamado “Ahora me las
pagarás” Me dijo en su mente.
De mi pecho emergió un gruñido gutural, no importaba si estábamos en desventaja, no
importaba si todos nos caían encima. No permitiría que torturaran a Bella de aquella
manera. Estaba seguro que su frágil humanidad no podría soportarlo.
—Me preguntaba, querida, si Bella es inmune a ti—. Prosiguió Aro sin mirarme.
Interpuse mi cuerpo entre ambas, aquello no tenía sentido, pero el impulso por defenderla
era aún más grande que la razón y en aquellos momentos era incapaz de razonar.
En una fracción de segundo Jane se giró hacia nosotros y menos que eso me tomó para
saltar hacia delante con la intención de acabar con ella.
Sin embargo no pude alcanzarla, había sido más rápida que yo.
De pronto mi cuerpo fue atacado por miles de choques eléctricos desde los pies a la
cabeza, una y otra vez.
Apreté fuertemente mi mandíbula, no dejaría escapar sonido alguno.
Era consciente de que Bella me miraba y que sufría al verme de esta manera, no
incrementaría aún más su dolor.
No sé cuánto tiempo transcurrió pero de pronto la corriente dejó de golpear mi cuerpo, me
tomó un momento el recuperarme.
—Se encuentra bien—. Le decía mi hermana a Bella para tranquilizarla.
Me incorporé de golpe temiendo lo peor.
Alice la aferraba fuertemente entre sus brazos mientras ella no paraba de luchar contra su
agarre.
Por un momento nuestras miradas se encontraron, pude ver el dolor que le había causado
la escena que acababa de suceder.
Y esa misma tortura estaba a punto de vivirla en carne propia y no había nada que yo
pudiera hacer para salvarla.
Bella retrocedió un paso, supongo que se preparaba valientemente para recibir su castigo,
sin embargo no podía dar crédito a mis ojos y me tomó unos segundos asimilarlo.
Jane miraba fijamente a Bella con su malévola sonrisa en los labios, pero la única
expresión de dolor en su cara era la que le causaba mi sufrimiento.
En ese momento respiré hondo. El poder de Jane así como el de Aro no tenían efecto
alguno en ella.
Me moví junto a ellas, toqué el brazo de mi hermana y ella deshizo el fuerte agarre que
protegía a Bella.
Aro lanzó una risotada, pensaba que yo había sido demasiado valeroso al soportar la
tortura en silencio.
Afirmó que un día, él mismo había experimentado el dolor sólo por curiosidad.
Ya estaba harto de estos juegos y ya no estaba dispuesto a fingir cortesía.
—¿Qué vamos a hacer con vosotros? — Dijo Aro.
Yo sabía perfectamente qué pretendía hacer con nosotros.
Bella comprendió lo que aquellas palabras significaban y su cuerpo se agitó entre mis
brazos temblando de terror.
La apreté fuertemente contra mi cuerpo olvidando su frágil humanidad.
—Supongo que no existe posibilidad alguna de que hayas cambiado de parecer, ¿verdad?.
Tu don sería una excelente adquisición para nuestro pequeño grupo—.
Analicé un momento lo que realmente había detrás de sus palabras y lo que realmente
significaban.
—Preferiría... no... hacerlo— Le dije.
Aro realizó la misma pregunta a mi hermana, pero ella fue más resuelta que yo y le rechazó
de inmediato.
—¿Y tú, Bella?—. Le dijo arqueando una ceja.
Pude comprender sus intenciones, no estaba seguro de poder contenerse una vez que
empezara pero estaba dispuesto a transformarla.
Bella no respondió a su pregunta y en silencio permanecimos unos segundos mirándonos a
los ojos, hasta que Cayo habló.
No creía lo que Aro acababa de decir.
—Cayo, tienes que advertir el potencial, no he visto un diamante en bruto tan prometedor
desde que encontramos a Jane y Alec. ¿Imaginas las posibilidades cuando sea uno de los
nuestros? —
Él comprendió perfectamente a que se refería Aro y no volvió a pronunciar palabra alguna.
Jane y Alec se encontraban un poco más atrás y no era necesario que emitieran palabra
alguna, estaban ahora más molestos que nunca, no solo los habían puesto en segundo
plano por mi culpa sino que ahora estaban más humillados que nunca y a causa de una
humana.
Pero en ese momento yo tenía problemas más graves que sus deseos de hacernos
pedazos.
Aro realmente estaba pensando conservar a Bella. Aunque era consciente de las palabras
de mi hermana sobre la posibilidad que teníamos de salir de esta, no estaba dispuesto a
hacerlo a cosa de Bella. Todo mi cuerpo se rebelaba, no podía contener o evitar el emitir
grandes gruñidos.
—No, gracias—. Dijo entonces Bella con la voz partida por el miedo.
Aro pasaba por alto mis gruñidos y en un suspiro dijo que era una verdadera lástima.
Aquello fue lo último que pude soportar. —Unirse o morir, ¿no es eso?—. Dije apretando
los dientes. —Sospeché algo así cuando nos condujeron a esta estancia. ¡Pues vaya leyes
las vuestras!—.
Aro dijo que aquello no era cierto ya que el estar ahí reunidos se debía a que esperaban la
presencia de Heidi.
Maldición, si eso era cierto debíamos salir cuanto antes de ahí. Una vez desatada su
hambre no habría posibilidad de sacar a Bella con vida de ese horrible lugar.
—Aro—. Dijo de pronto Cayo. —, la ley los reclama—.
No estaba muy seguro de cómo podía ser eso posible, no habíamos hecho nada que
rompiera las reglas de los Vulturis. A menos que se refiriera a….
—¿Y cómo es eso?—. Le pregunte mirándole fijamente. Yo tenía un contra golpe para
aquel argumento.
Él se limitó a levantar su dedo señalando a Bella, para luego agregar que ella sabía
demasiado.
—Aquí, en vuestra morada, también hay unos pocos humanos—. Le dije contrarrestando
su ataque.
Pensó un momento mis palabras y una horrible sonrisa se dibujó en su rostro.
Admitía que esto era correcto pero que los humanos posteriormente les servían de
alimentos.
—Ése no es tu plan para la chica. ¿Estás preparado para acabar con ella si traiciona
nuestros secretos? Yo creo que no—. Dijo burlonamente.
—No voy a... — Trató de decir Bella pero no pudo terminar la frase.
—Tampoco pretendes convertirla en uno de nosotros—. Continuo después de dar una
terrible fría mirada a Bella —por consiguiente, ello nos hace vulnerables. Bien es cierto que,
por esto, sólo habría que quitarle la vida a la chica. Puedes dejarla aquí si lo deseas—.
Esto era pasarse de la raya, primero la hacía callar y luego la quería para la cena.
Solo le enseñé mis colmillos en señal de respuesta.
—Lo que pensaba—. Dijo Cayo con una sonrisa en los labios. Al terminar de decir estas
palabras e impulsado por un resorte invisible Felix dio un paso hacia delante esperando la
orden para atacarnos.
Sin embargo, en ese preciso momento intervino Aro:
—A menos que... —.
Él no quería desperdiciar dos talentos impresionantes y uno muy prometedor.
—A menos que, ¿albergas el propósito de concederle la inmortalidad? —
Preferiría verla muerta que convertida en un vampiro y muchos menos en un Vulturis.
En mi familia por lo menos tendría una opción, pero aquí entre ellos, solo sería matar y
matar sin razón alguna.
Sería un monstruo por toda la eternidad.
Sin embargo la negación sería motivo de muerte para nosotros y Aro terminaría realizando
su deseo de todas formas.
—¿Y qué pasa si lo hago?—. Le dije retando sus ambiciones. Sin embargo él sabía mi
postura frente al tema. Había leído mi mente, ahora él me conocía.
—Vaya, en ese caso serías libre de volver a casa y darle a mi amigo Carlisle recuerdos de
mi parte. Pero me temo que tendrías que decirlo en serio y comprometerte—. Agregó al ver
la duda en mi rostro.
Levantó su mano esperando que me acercara y la tocara. Si lo hacía podría ver si mentía
sobre el transformarla en vampiro.
Además todo este tiempo había estado buscando en sus mentes, tratado de ver alguna
posible escapatoria para nosotros.
Si tocaba su mano él podría ver cuánto sabía yo de ellos y seguramente eso no le haría
gracia alguna.
No tenía escapatoria.
Me obligaban a matarla o a dejar que otros lo hicieran.
Este no podía ser el fin. No para nosotros.
La miré a los ojos, esperando que me comprendiera, pidiéndole perdón silenciosamente.
—Hazlo—. Dijo en un susurro. —, por favor—.
Pero no podía, no podía condenarla. Y no dejaría que nadie lo hiciera. Solo me tomaría una
milésima de segundo terminar con su vida. Nadie podría hacer nada para detenerme.
Pero cuando todo parecía perdido, cuando no había nada más que oscuridad en nuestro
futuro, la mente de mi hermana me mostró la salida.
Giré mi cuerpo levemente para verla mejor. Alice abrió los ojos lentamente y sin mirarme
caminó hacia delante al encuentro de Aro con una de sus manos extendidas .Aro
comprendió las intenciones de mi hermana y caminó hacia ella deshaciéndose de su
guardia personal, tomó su mano y se entregó a las imágenes que le entregaba la mente de
mi hermana.
La escena en su mente no había cambiado nada, no después de todo lo que habíamos
pasado. No después de todo el tiempo transcurrido.
Tal vez aquella visión no es de un futuro cercano, tal vez siempre estuvo dispuesto que me
alejará de ella y también que nos encontráramos aquí, en estas circunstancias. ¿Cuánto
tiempo debería pasar para que aquello se cumpliera? El rostro de Bella no había cambiado
nada, no había alguna muestra del paso del tiempo, algo que me indicara cuantos años
humanos habían pasado. Bella igual que hoy, Bella convertida en vampiro. Apreté mis
dientes. ¿Acaso no había nada que pudiera hacer para detener aquella visión?
La imágenes cesaron y Aro reía de placer y de satisfacción.
—¡Eso ha sido fascinante! — Dijo casi jadeante.
—Ver las mismas cosas que tú ves, ¡sobre todo las que aún no han sucedido! —
—Pero eso está por suceder — Le recordó Alice.
Este estuvo de acuerdo con las palabras y las visiones de ella. Sin embardo no todos
estaban conformes con ello. Cayo al igual que Jane, Alec y Felix estaban molestos por el
giro que había tomado la situación. Cayo trató de mostrar su disconformidad con el asunto
pero Aro lo detuvo dedicándole palabras tranquilizadoras en medio de una sonrisa
complacida.
Argumentaba que no nos uniríamos a ellos “hoy”, que pensará en las posibilidades, que
siempre existía la oportunidad de que pasara en el futuro.
Unos meses, unos años, unas décadas tal vez. Ellos sabían esperar, tenían toda la
eternidad para hacerlo.
—Además, siento una terrible curiosidad por ver ¡cómo entra en acción Bella! — Dijo
pensando en las millones de posibilidad que podrían existir para ella. Podría transformarla,
convertirla en una guerrera ampliamente entrenada, transformarla en una máquina
sangrienta y despiadada, en un ser donde los poderes mentales de los otros no podrían
lastimarla. La querría para él, para servirle y protegerlo.
Fue demasiado asistir a sus horribles pensamientos, cerré un poco más mi abrazo
alrededor de su cuerpo y me dispuse a terminar la forzada reunión lo más pronto posible.
—En tal caso, ¿somos libres de irnos ahora? — Le dije tratando de sonar tranquilo y
despreocupado ahogando las ganas de saltar sobre él y terminar con su existencia.
Estuvo de acuerdo con que nos marcháramos con la única condición de que los
visitáramos pronto ya que todo aquello había sido “absolutamente apasionante”. Sin
embargo Cayo también intervino para agregar de forma amenazante que ellos también nos
visitarían para ver si había cumplido con mi parte del trato y que además debía hacerlo
pronto, ya que ellos no ofrecían segundas oportunidades.
Justo en ese momento Felix dejó escapar un gemido. Pero no era de rabia o desilusión por
nuestra partida.
Aro le pidió que fuera paciente y que Heidi pronto llegaría.
Todo el mundo había estado tan pendiente de nuestro caso que no pude ver lo que
sucedería hasta ese momento.
—Mmm, en tal caso, quizá convendría que nos marcháramos cuanto antes—. Dije
pensando en las posibles implicaciones que aquello podría tener. Aro estuvo de acuerdo
con mis palabras ya que los accidentes ocurren y sobre todo con el olor de Bella suelto en
la habitación. Como despedida nos pidió que esperáramos hasta que fuera de noche y
amablemente me dio la capa de Felix para que cubriera mi torso desnudo ya que llamaba
un poco la atención. Tire de ella por mis hombros con una de mis manos sin soltar un solo
momento el cuerpo de Bella.
—Te sienta bien—. Dijo Aro en un suspiro. Pero se conformaba con saber que
posiblemente la capa fuera parte de mi habitual guardarropa algún día.
La idea se ser parte de ellos voluntariamente me hizo reír un momento, sin embargo no
había tiempo para risas. Los problemas estaban al doblar la esquina.
—Gracias, Aro. Esperaremos abajo—. Le dije rápidamente, no había tiempo para más
despedidas.
—Adiós, mis jóvenes amigos — Dijo este con una creciente sed en la mente.
—Vámonos — Les dije tirando de Alice y Bella. Debíamos dejar aquella habitación lo antes
posible.
—Tendríamos que haber salido antes — Dije molesto conmigo mismo. El grupo llegaría al
lugar en unos pocos segundos. ¿Cómo no lo había visto antes? Alice también se había
dado cuenta de lo que pasaría en aquel lugar y rápidamente caminó al otro costado de
Bella.
Y justo en aquel momento hicieron entrada por la única puerta que se encontraba al final
del corredor, el grupo de turistas.
Maldita sea. No lo habíamos logrado.
El grupo era formado como siempre por turistas ávidos de tomar fotografías y por ver algo
más que la simple guía turística. Por un momento nos fue imposible el seguir avanzando y
pegamos nuestros cuerpos contra la pared para dar espacio a los recién llegados.
Les habían prometido conocer la parte más antigua y exclusiva de la cuidad. Y sin duda la
verían aunque fuera solo por algunos segundos.
Solo una intuitiva mujer pudo comprender lo que le esperaba. Pero no pudo hacer nada
para escapar de su condena.
Bella también comprendió sobre que se trataba todo el asunto y la obligué a desviar la
mirada, abrazándola contra mi pecho, pero fue inútil.
En cuanto nos fue posible reanudamos nuestra marcha. Fue entonces cuando entró al
lugar Heidi cerrando el desfile de turistas.
—Bienvenida a casa, Heidi—. La saludó Demetri que tenía órdenes de acompañarnos.
Despertamos su curiosidad pero no por mucho tiempo, tenía otras cosas más importantes
en su cabeza.
—Demetri—. Dijo mirando fijamente a Bella y después contemplando la capa que llevaba
sobre mis hombros.
—¿No vienes?—. Le preguntó a éste.
—En un minuto—. Le contestó pidiéndole que le guardara algunos.
Cuando el pasillo quedó libre. Avanzamos velozmente, tan rápido que Bella debía correr a
mi lado, sin embargo no fue suficiente. Faltaba medio metro para cruzar la puerta cuando
comenzaron los gritos.
Llegamos a la recepción donde aún se encontraba aquella mujer, Gianna. No estaba
seguro de qué hora era, pero suponía que aún era temprano para los humanos.
Demetri nos previno que no nos fuéramos hasta que oscureciera. Asentí solo una vez con
la cabeza y luego se marchó repentinamente muy sediento.
La mujer no dejaba de lanzarnos curiosas miradas, para ella era muevo el ver salir a
alguien con vida de aquel lugar. Sin embargo mantuvo su distancia.
—¿Os encontráis bien las dos?—. Les pregunte entre dientes a Bella y Alice.
No me sentiría completamente tranquilo hasta que dejáramos atrás Volterra.
CAPITULO 13 EL RETORNO
Nos encontrábamos por fin en el avión.
Aunque el viaje hasta Roma había sido corto, me sentía mucho más tranquilo.
Atrás quedaba Volterra, sus lúgubres túneles y sombríos callejones.
Bella se negaba rotundamente a dormir y delante teníamos un largo viaje.
Estaba seguro que tendría un millón de preguntas y de recriminaciones y estaba en todo su
derecho.
Pero no lo hizo.
Por mi parte, no sabía muy bien que decirle. Había pasado tanto tiempo.
Pero albergaba la esperanza de que su amor no hubiera cambiado, ¿No había expuesto su
propia vida para salvarme? Ella me amaba, aun lo hacía. Todo me indicaba que así era. Su
corazón latiendo rápidamente, la forma en que abrazaba mi helado cuerpo, todo me decía
que aun era mía.
Mi hermana viajaba en el asiento trasero, habíamos comprado cuatro asientos y ahora ella
viajaba cómodamente sin tener que compartir su espacio con algún desconocido.
Después de haber hablado con Jasper se sentía mucho mejor.
Frases como “Te amo” “Pronto estaremos juntos” llegaban a mis oídos.
Palabras que yo también quería decir, palabras que se atoraban en mi garganta,
impacientes por salir.
Bella pidió una bebida cola. Seguramente aquello la tendría despierta toda la noche, pero
se negaba a dormir. Dijo que tendría pesadillas si lo hacía. Habíamos dejado Volterra atrás
pero las imágenes de lo vivido nos seguirían por siempre.
Yo mismo no pude evitar el recordar lo vivido, solo algunas horas atrás.
“… —Será mejor que la sientes antes de que se desplome—. Me dijo Alice. —Va a caerse
a pedazos—.
Bella temblaba de pies a cabeza. Por un momento me pareció que perdería el
conocimiento. Pero luego comenzó a dar pequeños sollozos que a medida que pasaban los
segundos se hicieron más y más intensos.
Traté de calmarla mientras la llevaba al sofá que se encontraba en la recepción. No quería
despertar aun más la curiosidad de la humana que se encontraba tras el mostrador.
Alice me sugirió que le diera una bofetada, ya que al parecer Bella estaba al borde de la
histeria.
Aquello solo aumentó mi angustia. Lejos estaba de causarle más daño del que le estaba
haciendo.
—Todo va bien, estás a salvo, todo va bien—. Le decía suavemente mientras acariciaba su
rostro.
Me senté en el sofá con ella en mi regazo mientras lloraba desesperadamente.
Sus ropas aun permanecían húmedas y la arropé con la capa para evitar que mi gélida piel
la enfriara aun más.
—Tooo..da e..saaa gente... — Dijo entre sollozos.
Bella lloraba a causa del miedo pero también de pena por todos aquellos extraños.
—Lo sé—. Dije apenado por su sufrimiento.
Aquello estaba demasiado lejos de nuestras manos. Era algo que venía sucediendo desde
hace miles de años y seguiría sucediendo.
Aquello le parecía horrible. Y verdaderamente lo era.
—Habría deseado que no hubieras tenido que ser testigo de esto—. Le dije tratando de
mitigar su dolor.
Habría dado cualquier cosa por ahorrarle todo aquello que habíamos vivido.
Bella apoyó su cabeza contra mi pecho, aun con sus ropas húmedas y la capa entre
nuestros cuerpos pude sentir el calor perdido retornando a mi cuerpo.
Lentamente traspasó mi dura piel, llegando a todas mis terminaciones nerviosas, que
permanecían rígidas y congeladas desde nuestra separación, hasta que por fin llegó a mi
corazón dormido, hasta calentarlo por completo.
Juntos por fin, como si nunca nos hubiéremos separado.
Me entregué a aquella exquisita e indescriptible sensación hasta que sentí a la humana
Gianna acercándose a nosotros.
Sinceramente quería saber si necesitábamos algo y verdaderamente quería ayudarnos,
pero no podía sentir simpatía alguna por alguien que trabajara para los Vulturis.
Ella se marchó de inmediato al entregarle mi seca respuesta.
Se alejó sin sentirse ofendida por mi tono de voz, ella estaba acostumbrada a recibir tratos
más duros que ese y lo soportaba silenciosamente, lo soportaba todo por la promesa de la
vida eterna y la belleza sin límite.
La curiosidad de Bella seguía intacta, quería saber si Gianna estaba al tanto de lo que
sucedía en ese lugar y si era consciente de que un día la matarían.
Pero la mujer estaba al tanto de todo ello y solo lo veía como un precio a pagar.
—¿Cómo puede querer eso?— Dijo Bella en un susurró. —¿Cómo puede ver a esa gente
desfilar al interior de esa habitación espantosa y querer formar parte de eso? —
Era verdad, aquello era enfermizo. Pero no pude evitar sentirme feliz por un momento. No
eran sus gritos los que había escuchado, no era ella la que había servido de alimento para
una corte de vampiros.
No éramos nosotros los que habíamos entrado para no salir jamás. Estábamos vivos, vivos
y juntos.
—Ay, Edward—. Exclamo Bella volviendo a llorar otra vez, pero ahora de manera más
calmada y sin desesperación.
—¿Qué es lo que va mal?—. Le pregunté angustiosamente, sintiéndome inútil una vez más
frente a su pena.
Bella subió sus brazos hasta mi cuello para abrazarme con todas su fuerzas.
Cerré mis ojos entregándome a su caricia.
—¿No es de locos sentirse feliz justo en este momento?—. Dijo con su rostro escondido en
mi pecho.
Mis brazos envolvieron su cuerpo, apretándola más de la cuenta, involuntariamente.
Era tan fácil olvidarme que estábamos en la cueva de nuestros enemigos, era tan fácil ser
feliz otra vez junto a ella.
—Sé exactamente a qué te refieres—. Le dije apoyando mi mejilla contra su cabeza. —,
pero nos sobran razones para ser felices. La primera es que seguimos vivos—.
—Sí. Ésa es una excelente razón—. Contestó.
Levantó su rostro para mirar el mío, yo abrí mis ojos para contemplarla.
—Y juntos—. Le recordé. —Y con un poco de suerte, todavía estaremos vivos mañana—.
Pero se sentía un tanto preocupada y era normal que lo estuviera.
Alice decía que teníamos muchas oportunidades de salir bien de esta. Y que en menos de
24 horas podría ver a Jasper.
Veía en su mente aquella visión. Ella junto a él, tomados de las manos.
Observé el rostro de Bella, parecía aun mas pálida que yo y sus ojeras sin duda eran más
pronunciadas que las mías.
Acaricie el contorno de sus ojos con la punta de mis dedos.
—Pareces muy cansada—. Le dije.
—Y tú sediento—. Me respondió en un susurro mientras me miraba fijamente.
Me encogí de hombros y le dije que no era nada.
Pero ella no estaba segura de mis palabras y dijo que podía sentarse con Alice si era un
problema para mí el estar junto a ella.
Le pedí que no fuera ridícula, nunca me había sentido más seguro de dominar mi
naturaleza que en aquel momento.
Ya no recordaba la última vez que me había alimentado. De todas formas ya no percibía
ningún sabor al hacerlo.
Pero por otra parte, jamás había sentido el aroma de Bella como hasta este momento. Olía
a liberta, a futuro. Olía a bosques, a cielos encapotados, a lluvia y a suelo mojado. Olía a
felicidad y a amor eterno.
Teníamos otra oportunidad, por alguna extraña razón la vida, el destino o lo que fuera nos
brindaba otra oportunidad y no la dejaría escapar por una cosa insignificante como lo eran
mis hábitos alimenticios.
Podría haber permanecido horas y horas perdiéndome en sus ojos y en los sueños de su
vida humana junto a mí.
Pero aquella mujer no paraba de mirar y espiarnos. Era completamente devota de Aro y
permanecía secretamente enamorada de Demetri. No quería que ella se enterara de
nuestras palabras o planes. Afortunadamente ella era solo una humana y seguramente no
podría oírnos.
—¿Y cómo llegaron hasta aquí?—. Le pregunté a mi hermana.
—Bueno, llegamos de la mejor forma posible. No lo habíamos logrado de no ser por
aquella maravilla amarilla—. Me dijo ella.
Hablábamos rápido casi solo moviendo nuestros labios.
Me mostró en su mente el fantástico y rápido coche. Tendríamos que robar otro y estaba
seguro que no uno como aquel.
Intercambiamos ideas sobre cómo volver a casa.
Lo más conveniente sería que dejáramos la región lo antes posible. Aunque mi hermana
aseguraba que no tendríamos problemas.
En resumidas cuentas podríamos dejar Italia sin Vulturis pisándonos los talones.
—¿Y qué era toda esa cháchara sobre cantantes?—. Me preguntó Alice cuando
terminamos de organizar el viaje.
—"La tua cantante"— Le conteste.
—Sí, eso —
Me encogí de hombros, nunca había pensado en ella de esa forma, siempre había creído
que era su corazón el que cantaba para mí y no su sangre.
—Ellos tienen un nombre para alguien que huele del modo que Bella huele para mí. La
llaman «mi cantante», porque su sangre canta para mí—.
Aquello solo hizo reír a mi hermana. Era difícil para ella comprender. Nunca había sentido
la sangre de un humano de la forma en la que yo había sentido la de Bella.
Ella permanecía callada y quieta recostada en mi pecho.
Yo, pasaba mis dedos entre sus cabellos, con la punta de ellos recorría sus labios y la
apretaba un poco más contra mi cuerpo, solo para estar seguro que no era un sueño, solo
para comprobar que ella efectivamente se encontraba junto a mí.
Y lo más importarte, que no estábamos muertos.
Pasé las horas contemplando su rostro. Creía que la recordaba vívidamente pero mis
recuerdos no le hacían justicia, aun en esas condiciones, era la criatura más hermosa
sobre la faz de la tierra.
Nuevamente las horas pasaban rápidamente, no era el terrible arrastrar de las manecillas
del reloj.
De esta manera transcurrió lo que quedaba de tarde, sintiéndome estúpidamente feliz de
estar con ella.
Alice espiaba constantemente en nuestros futuros y a estas alturas ya podía sentirme un
poco más confiado.
Sus visiones me mostraron como éramos libres para irnos solo unos minutos antes que
Alec apareciera por la puerta. Ahora se encontraba satisfecho, tan hinchado como un gran
zancudo.
Con cuidado senté a Bella en el sofá y Alice y yo nos pusimos de pie, mientras él caminaba
lentamente hacia nosotros.
Nos informaba que éramos libres para marcharnos pero que debíamos abandonar la
ciudad de inmediato. Le indiqué que ese no era un problema y él me lanzó un bulto.
—No olvides tus pertenencias— Me dijo con una burlona sonrisa en los labios, se dio
media vuelta y se marchó de inmediato.
Contemplé mi mochila, la había olvidado completamente. Sin duda habría sido todo un
problema el tratar de volver a casa sin mi pasaporte, claro que de una u otra manera podría
habérmelas arreglado para viajar, pero estar lejos de Bella era algo que no estaba en mis
planes futuros.
La humana Ama-Vulturis se acercó para darnos indicaciones mientras yo ayudaba a Bella a
ponerse de pie.
El estar tantas horas sentada y en la misma posición seguramente se le había agarrotado
los músculos. Gianna se despidió con un entrenado y amable tono.
Asistí a la visión que tuvo mi hermana sobre ella sin hacer comentario alguno. Aquello era
de esperarse, creo que la única que no lo hacía era ella.
Tomé a Bella por la cintura y la atraje contra mi costado, Alice caminó al otro extremo y
avanzamos rápidamente rumbo al ascensor.
Mi ser se inundó de tranquilidad cuando salimos a la calle. Ya nada nos detenía, ya casi
podía sentirme tranquilo.
En todo momento nos cruzamos con turistas disfrazados, algunos vestidos de negro con
capas rojas, otros enteramente de negro.
Alice se separó silenciosamente.
“—Voy por nuestras cosas—“ Me dijo en su mente.
Bella y yo caminamos tomados de las manos por las calles de Volterra. Aquello podría
haber sido un hermoso recuerdo. Sin embargo no lo sería nunca. Huíamos, lentamente
tratando de parecer turistas comunes y corrientes, pero en realidad huíamos.
El sol casi se ocultaba completamente, pronto caería la noche sobre la ciudad. Por todos
lados se veían alegres parejas o grupos celebrando, riendo y cantando. No era extraño
toparnos con personas disfrazadas de vampiros con dientes de plástico en la boca. Aquello
era demasiado irreal.
—Ridículo — Dije molesto por aquella estúpida celebración.
Fue entonces cuando Bella se dio cuenta que Alice no viajaba junto a nosotros. Solo le dije
que había ido por su bolso. No estaba seguro de cómo reaccionaría ante el hecho de tener
que robar otro automóvil pero en esas condiciones era lo único que podíamos hacer.
—Está robando otro coche, ¿no?—. Dijo como si leyera mi mente.
Sonreí ante nuestra sintonía mental. Pero no podríamos hacerlo, no hasta que saliéramos
de Volterra.
Cuando ella dio un paso en falso me percaté que apenas caminaba. Rodee su cintura con
uno de mis brazos ayudándola a caminar, deseaba cargarla y acunarla en mis brazos pero
ya estábamos muy cerca de la entrada medieval.
Ahí nos esperaba Alice con el motor encendido.
Después de sentar a Bella en el asiento trasero, pasé de largo la puerta del piloto y me
senté junto a ella en la parte trasera del automóvil.
Dejé que mi hermana condujera, no estaba listo aun para separarme de ella, aunque fuera
unos cuantos centímetros.
—No había mucho donde escoger—. Me dijo Alice disculpándose por el coche, como si eso
realmente importara.
—Está muy bien, Alice. No todos van a ser Turbos 911—.
Ella suspiró y dijo que tendría que comprar uno de ellos legalmente y que era
verdaderamente un automóvil fabuloso.
Le prometí que para navidades le regalaría uno. Era lo menos que podía hacer por mi
hermana.
Estaba realmente feliz con la idea y ya se veía conduciendo el coche, que debía ser
amarillo.
Nos encontrábamos en la carretera y en unos 45 minutos llegaríamos a nuestra primera
parada.
—Ahora puedes dormirte—. Le dije a Bella que permanecía pegada a mi cuerpo. —Ya ha
terminado todo—.
Pero ella contestó que no estaba cansada y que no quería dormir. Alzó su rostro hacia el
mío, tan cerca, tan mía. Besé la hendidura detrás de su oreja y le susurré al oído que lo
intentara. Pero sacudió levemente su cabeza.
—Sigues igual de cabezota—. Le dije en un suspiro.
El camino hacia Florencia lo realizamos en silencio. Tenía mucho que pensar. Por primera
vez fui consciente de lo que realmente había estado a punto de hacer.
Sentí gran malestar al pensar en mi madre, seguramente estaría muy molesta y ni hablar
de mi padre.
Por otro lado estaba seguro que tendría que soportar las burlas de Emmett por mucho,
mucho tiempo.
Traté de no pensar en Rosalie, aquello era algo que enfrentaría cuando llegara el
momento, no ahora.
En este momento yo era feliz. No había otra palabra que describiera de manera más
perfecta el estado de mi viejo corazón.
Era simplemente feliz.
Sus pequeñas manos entre las mías, su cabeza recostada en mi pecho, sus ojos brillantes
llenos de preguntas.
Era tan fácil ser feliz junto a ella, tan terrible todos aquellos meses sumidos en la
oscuridad…..”
—Por favor— Nos dijo la azafata, trayéndome nuevamente hacia el presente. —Abrochen
sus cinturones, estamos a punto de aterrizar —.
Miramos por la ventanilla y se podían ver las luces del aeropuerto de Atlanta.
“—Debo llamar a Jasper —“ Pensó mi hermana.
Sonreí ante su felicidad.
Y lentamente descendimos.
—Antes de amanecer—. Le decía a Jasper. —No no es necesario, de verdad. Nos
veremos en casa—.
“—Nos estarán esperando—.” Me dijo la “voz” de mi hermana. “—Están ansiosos por
vernos y será mejor que te prepares para Esme”.
Pues eso sí sería algo para temer.
Llegamos con tiempo para abordar el vuelo a Seattle. Bella parecía una vela a punto de
extinguirse, se encontraba al borde de sus fuerzas.
La cafeína la había mantenido despierta pero su cuerpo necesitaba comer y dormir.
—Por favor Bella, descansa un momento. No es necesario que permanezcas despierta.
Estaremos aquí, a tu lado—. Le dije cuando estuvimos instalados en el avión.
Pero ella solo negó nuevamente con su cabeza, sin mirarme a los ojos.
—Seguramente teme que desaparezcas—. Me dijo mi hermana en un susurro. —Bueno
creo que teme que ambos desaparezcamos—.
Con mis dedos levanté cuidadosamente su mentón para contemplar su rostro.
—Por favor—. Le pedí acariciando su cuello.
—Estoy bien— Me dijo con un suspiro y su cálido aliento bañó mi rostro. Por un momento
sentí el impulso de acercarme un poco más y besar su labios, suaves, rojos.
Pero la incertidumbre me detuvo. ¿Serían míos aun sus besos? ¿Me querría aun?
“—Mmmmm de paso—. Dijo Alice en su mente. —Creo que también deberías prepararte
para su padre—.
Y por un momento asistí a la visión de Charli con el rostro rojo de rabia.
Pues eso también lo tendría que aguantar. Sin duda que lo tenía más que merecido, eso y
mucho más.
Unas cuantas horas más tarde habíamos llegado a Seattle y como lo había visto Alice mi
familia nos esperaba.
El primero en acercarse a nosotros fue Jasper, bueno en realidad se acercó a Alice. Me
habría gustado pedirle disculpas por haberla expuesto de aquella manera, pero él solo
tenía ojos y sentidos para mi hermana. Traté de bloquear la ola de pensamientos que
emitían, pero no lo logré completamente y si me hubiera podido ruborizar, lo habría hecho.
Jasper inundó los sentidos de mi hermana de tal manera que caminé rápidamente hacia
mis padres para lograr bloquear sus pensamientos.
Mi madre caminó hacia nosotros y abrazó a Bella… bueno en realidad trató de abrazarla,
es que no me sentía listo para separarme de ella. Simplemente era algo que no podía
hacer.
—¡Cuánto te lo agradezco!— Le dijo a Bella, para luego abrazarme con todas su fuerzas.
El abrazo se extendió un momento, yo también estaba feliz de estar de regreso y con mi
mano libre respondí a su abrazo.
—Nunca me hagas pasar por esto otra vez — Me dijo amenazante; y pude comprobar que
hablaba en serio.
—Lo siento, mamá—. Fue lo único que pude decir.
Mi padre le dio las gracias a Bella y le dijo que estaba en deuda con ella.
—Para nada — Logró decir Bella.
“—Por todos los cielos Edward—“. Me dijo mentalmente mi padre al ver el estado de ella.
—Está más muerta que viva — Me dijo enojada nuevamente mi madre. —Llévala a casa—.
Y me ayudó a llevarla al coche de mi padre.
Pero al llegar al aparcamiento nos encontramos con Emmett y Rosalie esperándonos.
Apreté mis puños y me detuve.
Mi madre me pidió que no lo hiciera. Creo que pudo ver lo que pasaría.
Un enfrentamiento, ahí, a vista de los ojos humanos, pero no pude controlar mi rabia.
—Ella lo ha pasado fatal—. Me dijo mi madre y me mostró en sus pensamientos los
momentos de angustia que había vivido Rosalie.
—Qué menos—. Le dije molesto de todas formas, aquello no aplacaría mi furia.
—No ha sido culpa suya—. Dijo Bella con un hilo de voz.
Esme me pidió que la dejara disculparse, que ellos viajarían en el coche de Alice y Jasper.
No podría estar con ella en el mismo espacio y menos en un coche, pero Bella me pidió
que lo hiciéramos.
Ante ello no había nada que pudiera hacer, no mientras ella me lo pidiera.
Acomodé a Bella en el asiento trasero y luego me senté junto a ella atrayéndola hacia mí,
suavemente.
La mente de Rosalie era un mar de disculpas y de lamentaciones. ¿Por qué mi hermana
tenía que ser tan…. tan….. tan ella? Verdaderamente estaba arrepentida y verdaderamente
había actuado sin intención de hacer mal.
—Edward — Dijo lista para comenzar con sus disculpas.
Pero no era necesario que continuara, ya había escuchado todo lo que ella tenía que decir.
Se giró para mirar a Bella. Y por primera vez le dirigió la palabra.
—¿Bella?— La llamó suavemente. Aquello fue sorprendente, aun para mí.
—¿Sí, Rosalie?— Dijo Bella.
Y mi hermana se disculpó.
Pude comprobar el cambio que se había producido en la mente de Rosalie. Ya no veía de
forma insignificante a Bella. Le agradeció el haber tenido el valor para poder ir hasta Italia a
salvarme y le pidió que la perdonara.
—Por supuesto, Rosalie — Logró decir Bella. —No ha sido culpa tuya en absoluto. Fui yo
la que saltó del maldito acantilado. Claro que te perdono—.
Wow…. Rosalie y Bella intercambiando palabras amables.
—No vale hasta que recupere la conciencia, Rose — Le dije bromeando con mi hermana.
No podía estar enfadado con ella. Yo sabía que decía la verdad sobre todo.
—Estoy consciente — Fue lo último que Bella dijo en medio de un suspiro.
Le pedí a mi hermana que la dejara dormir. Seguramente no podría luchar más contra el
agotamiento.
Después de un momento puede comprobar que dormía profundamente.
“—Yyyyy que fue todo eso Edward? De verdad pensabas dejarnos?
Pues te habría extrañado muchísimo chico. La próxima vez no seas tan cabezota y
escúchanos, ¿quieres? Además han sido unos días muy duros para todos. Si se te ocurre
nuevamente darnos un susto como ese, yo mismo patearé tu trasero vampírico. ¿Ok? —”
Me dijo Emmett en su mente, lanzándome miradas por el espejo retrovisor.
Ok, ok le dije en voz alta.
Rosalie se giró a mirarme y luego miró a Emmett.
—¿Qué?.... — Comenzó a decir pero no terminó la frase. —¿Saben?... Olvídenlo,
simplemente no me interesa—. Terminó de decir.
Durante todo el camino Emmett me mostró lo que habían vivido estos últimos meses y me
puso al corriente de todo.
De esta manera pronto llegamos a casa, es decir…. a casa de Bella.
Aparcamos el coche detrás de la patrulla de su padre, aun era temprano y no salía de casa.
Ella aun dormía y la cargué en mis brazos. En ese momento su padre salió disparado por la
puerta.
—¡Bella!— Gritó al vernos.
—Charlie—. Dijo ella con los ojos aun cerrados.
—Silencio—. Le dije suavemente. —Todo va bien; estás en casa y a salvo. Duérmete ya—.
“Maldito sinvergüenza” Pensó su padre mientras corría hacia nosotros.
—No me puedo creer que tengas la cara dura de aparecer por aquí —.
No me detuve y seguí caminando hacia la casa, aquello solo enojó aun más a Charlie.
Bella luchaba para mantener los ojos abiertos mientras trataba de levantar su cabeza.
—Déjalo, papá—. Dijo suavemente.
—¿Qué le ha pasado?—. Preguntó desesperadamente su padre.
Traté de tranquilizarlo diciendo que solo estaba exhausta y que la dejara dormir. Pero su
padre estaba verdaderamente molesto.
—¡Dámela! ¡Y quítale las manos de encima!—. Me gritó tirando de Bella.
Pero ella se aferraba de manera impresionante a mí.
—Déjalo ya, papá— Dijo ahora un poco más despierta. —Enfádate conmigo—.
—Puedes apostar a que sí— Le gruñó su padre amenazantemente.
Le ordenó entrar a la casa y la ayudé a ponerse en pie. Dio unos cuantos pasos pero su
cuerpo estaba demasiado débil y terminó cayendo. La detuve a solo unos cuantos
centímetros del suelo.
No me preocupé por moverme rápidamente frente a su padre, él estaba tan molesto que ni
siquiera se percató de ello.
Le pedí que me dejara llevarla hasta su cuarto y que después me marcharía. Me mordí los
labios ya que aquello no estaba dentro de mis planes y creo que dentro de los de Bella
tampoco ya que de pronto gritó desesperada para que no me fuera.
La tomé en mis brazos y le prometí al oído que no me iría y que no estaría lejos.
Entré a su casa sin esperar su respuesta y caminé hacia su cuarto. Suavemente la
deposité en su cama y uno por uno solté sus dedos que permanecían aferrados a mi
camisa.
Charli estaba de pie, impaciente junto a la puerta.
—Ya puedes marcharte, creo que has hecho suficiente—. Me dijo.
—Charli….— Quise decir, pero no me dejó continuar.
—¡Jefe Swan!. Cuando te dirijas a mí, me llamarás Jefe Swan. ¿Entendido?. Y trata de que
sean en pocas ocasiones—. Me dijo amenazante. — Y nunca más vuelvas a poner un solo
pie en mi casa. ¿Comprendido?—. No tuve más remedio que asentir y bajé las escaleras
sin decir nada más. Hoy no conseguiría nada.
—Wow…. Edward. Creo que todo el pueblo ha podido escuchar los gritos del Jefe Swan,
creo que hasta nuestro padre ha podido escucharlos—. Rió Emmett.
—Será mejor que arranques pronto el motor—. Le dije algo molesto. —No sea que salga
con su arma a echarnos—.
Un par de kilómetros más tarde, me bajé del coche mientras mis hermanos me pedían que
volviera.
El separarme de Bella era lo último que de ahora en adelante haría.
Y escondido en el bosque corrí hacia ella.
CAPITULO 14 EL PERDON
Era un día como cualquier otro en Forks. Nubes, un poco de viento. Una leve neblina. El
paraíso en la tierra.
No esperé mucho tiempo.
Su padre estaba indeciso, se bajó en dos ocasiones del coche patrulla. Caminaba unos
pasos hacia la casa y volvía nuevamente al coche, apretando sus manos una y otra vez.
No quería dejar sola a Bella.
Sin embargo su deber fue más grande que su miedo.
Busqué en el lugar algún indicio, alguna señal de algún posible testigo y me adelante al no
escuchar nada.
Rápido como una sombra trepé por su ventana y rogué que no estuviera cerrada.
“—Corazón vuelve a mi pecho—” Dije al entrar en su pequeña habitación.
Ahora era un ser completo nuevamente.
Ya nunca más sería la sombra que fui estos últimos meses. Jamás caminaría solo
nuevamente los caminos de la vida. Bella, mi compañera, mi amiga. Mi vida y también mi
muerte cuando llegara su partida.
Sin embargo nos esperaban años de felicidad por delante, todos los años de su vida
humana.
Caminé lentamente, sin prestar atención en nada más. Ella dormía profundamente, dormía
el sueño del agotamiento, aquel que no permite movimientos ni sueños. Su cuerpo y su
mente se repondrían de todo lo vivido las últimas horas.
A cada paso, cada vez que me acercaba un poco más, sentía pequeñas descargas
eléctricas y el calor que emitía su cuerpo bañaba el mío completamente como olas
invisibles.
Me arrodillé juntó a su cama. Contemplándola. Durante estos meses había soñado un
millón de veces con aquella visión.
Estiré mi mano hacia ella, solo para comprobar que aquello no era un espejismo, que era
real.
Nada había cambiado aparentemente, su dormitorio permanecía en las mismas
condiciones.
¿Pero qué pasaría con ella, en su interior? ¿Cuánto puede cambiar un humano en seis
meses?
Deseé que no lo hubiera hecho. Deseé que el tiempo se hubiera congelado en su vida, en
su mente. ¿Y qué pasaría si no? Sin duda había sufrido, Alice me previno de ello. ¿Qué
pasaría si no podía perdonarme? Estaría en su derecho. ¿Y qué sería de mi vida si Bella ya
no me quisiera en la suya?
Ya había vivido en el infierno. Estaba completamente seguro que no podría volver a él.
¿Podría vivir a su sombra, siguiéndola como un fantasma nuevamente? Tal vez podría, tal
vez no.
—Por favor Bella, ámame, ámame aun—. Dije en un susurro acariciando su cabello. —
Ámame como si los días y las distancias no nos hubieran separado—.
Aun tendría que esperar para saberlo, me esperaban horas de tortura hasta que se
despertara. Afortunadamente el tiempo ya no era mi enemigo y contemplando su rostro
pasó el tiempo.
Durmió todo el día.
Cuando su padre volvió a casa me escondí en su armario, como en aquellos tiempos, como
en los buenos tiempos.
Tan silencioso, como le fue posible, entreabrió la puerta. Dio una rápida mirada para luego
cerrar nuevamente la puerta.
—Maldito chico—. Dijo mientras bajaba las escaleras. —Pero nunca más, nunca más lo
quiero en casa. Ya verá Bella cuando despierte….. Tendremos una buena charla…. de
padre…. a hija—. Y se fue directo a la cocina.
Pobre Charly… es decir… pobre Jefe Swan.
La noche llega pronto en Forks, no importa la estación del año.
El reloj de su mesilla daba las diez en punto cuando pude escuchar el llamado de mi
hermana.
—¡Baja ya!—. Me decía Alice mientras permanecía apoyada en un gran árbol.
Di medía vuelta hacia la cama nuevamente.
—Me quedaré aquí todo la noche si no bajas—. Me dijo molesta en su mente. —Además
ella dormirá por lo menos unas cuantas horas más y debemos hablar. Así que si no bajas
tendré que ir por ti—.
Maldición, ¿Por qué mi hermana tenía que ser tan molesta alguna veces?
A regañadientes baje hasta el bosque.
—¿Qué pasa? — Le pregunté.
—Mira, créeme que tengo cosas mucho más importantes que hacer en vez de estar aquí
discutiendo contigo. Jasper me está esperando—.
—Y yo creo que no deberías hacerlo esperar—. Le dije cruzando impacientemente los
brazos sobre mi pecho.
—El asunto es que hay mucho que no te conté en Italia y debes estar al tanto antes de
hablar con Bella—. Me dijo mirándome a los ojos. —Creo que debes saber algunos
detalles, para que te disculpes como es debido. Y además para que no tomes alguna
alocada decisión nuevamente. No sea que te den ganas de marcharte otra vez para
“protegerla”—. Agregó ahora algo molesta.
—Esta bien…. — Le dije mientras pensaba en sus palabras un momento. —Te escucho—.
Me habló sobre todo lo sucedido con Bella.
La muerte de Laurent en las garras de los nuevos licántropos. Que Jacob Black era uno de
ellos y de la amistad que había surgido entre ellos.
Me contó sobre Victoria y de cómo casi logra atrapar a Bella. El loco salto que lo lió todo.
No podía creer en aquellas palabras. Todo este tiempo, todos los kilómetros que interpuse
entre nosotros, todo el dolor que nos había provocado…. todo inútil. Me sentí como un
verdadero estúpido, ¿Cómo pude dejarme engañar de tal manera? ¿Cómo pude exponerla
de esa forma?
—Sí, es verdad—. Me dijo Alice mientras retrocedía unos pasos. —Es todo lo que vine a
decirte para que estés al tanto de todo lo que ha pasado en tu ausencia. Seguro que ahora
querrás estar solo, unos momentos, "Pensando". Dale un beso a Bella de mi parte—. Me
dijo antes de marcharse.
—Gracias…—. Le dije en un susurro. —…Por todo—.
Caminó nuevamente hacia mí, me pasó los brazos por la cintura y me abrazó un momento.
Le devolví el abrazo y besé la parte superior de su cabeza. —Siempre estaré en deuda
contigo—. Le dije sinceramente.
—Hay algo que puedes hacer por mí—. Me dijo separando su cuerpo del mío y mirándome
a los ojos. —Claro que solo si quieres saldar aquella pequeña deuda—.
—Está bien….— Le dije recelosamente.
—Nunca vuelvas a cometer alguna estupidez como esa otra vez—.
—Eso es algo que no te puedo prometer Alice—. Le dije ahora muy apenado.
—¿Pero es que no aprendiste nada de lo sucedido Edward? —.
—Es solo que confirmé algo que ya sabía Alice… No puedo vivir sin Bella. Lo intenté y no
lo logré. ¿De verdad es tan difícil de comprender? ¿Qué harías tú sin Jasper? —.
—Creo que te entiendo, solo un poco. Pero creo que ella aun te ama. Trató de ocultar lo
mal que se sentía sin ti, pero no lo ha logrado. Edward, ella tampoco puede vivir sin ti. Por
favor no la hagas sufrir más, te lo pido—. Me dijo apretando mis manos.
—No pienso dejarla Alice, pero ella algún día se marchará, algún día morirá, todos los
humanos lo hacen—.
—Haaa. Pues eso es fácil de solucionar—.
—¡No!. ¡No!—. Le dije alejándome rápidamente de ella. —Eso está fuera de discusión. Ni
siquiera lo pienses. Habría dejado que los Vultiris acabaran con nosotros antes de
convertirla en un monstruo—.
—Está bien, está bien ya no hablemos más. Ya he cumplido mi tarea. No tardes en ir a
casa, creo que Esme te quiere abrazar un largo rato…—. Me dijo caminando nuevamente
hacia el bosque.
Me acosté junto a ella.
¿Cómo había sido tan ciego, tan tonto, tan estúpido? Había sido el muñeco de Victoria.
Y todo ese asunto de los licántropos, tendría que hablar con mi padre.
Tanto que hacer, tantas decisiones que tomar.
Bella no estaría segura con Victoria rondando por ahí. Les pediría a mis hermanos que me
ayudaran a buscar algún rastro, alguna señal de ella.
Pero por ahora aquello tendría que esperar. Tenía problemas más inmediatos que atender.
Heridas que sanar, culpas que asumir y sobre todo muchas disculpas que pedir…
Transcurrieron solo un par de horas mientras miraba dormir a Bella plácida y
profundamente. Las pesadillas no habían logrado entrar en su sueño y me sentí tranquilo y
sereno por primera vez en mucho tiempo.
Me acerqué un poco más a su cuerpo, abrazándola cuidadosamente.
Mis manos querían recorrer su cuerpo, peinar su enredado cabello que se esparcía sobre
la almohada.
Acariciar el contorno de sus labios. Susurrarle al oído que era mi vida, mi pasado, mi
presente y mi futuro.
Bella rodó sobre su costado, descansando su brazo sobre mi cintura. Suavemente y solo
rozando su piel, acaricié su frente. Ella apretó sus ojos, negándose a abrirlos. Después de
un minuto dejó escapar un suspiro y los abrió de golpe.
—¡Oh! —. Dijo en un jadeo mientras se frotaba los ojos.
La expresión de su rostro me decía que la había asustado y se lo pregunté
angustiosamente.
Parpadeó un par de veces sin contestarme y para entonces yo ya estaba verdaderamente
preocupado.
—¡Oh, mierda!— Soltó de pronto.
—¿Qué pasa, Bella?— Tenía una extraña expresión en el rostro con los ojos más grandes
que nunca.
—Estoy muerta, ¿no es cierto?. Me ahogué de verdad. ¡Mierda, mierda, mierda! El disgusto
va a matar a Charlie—.
Pobre Bella, pensaba que estaba muerta y que estaba junto a mí en el infierno.
—No estás muerta—. Le aseguré.
—Entonces, ¿por qué no me despierto?— Dijo desafiantemente mientras alzaba las cejas.
Le aclaré que estaba despierta pero ella se negaba a creerlo y sacudió la cabeza de un
lado a otro.
—Seguro, seguro. Eso es lo que tú quieres que yo piense, y entonces, cuando despierte,
todo será peor; si me despierto, cosa que no va a ocurrir, porque estoy muerta. Esto es
horrible. Pobre Charlie. Y Renée y Jake... —.
Entonces paró de hablar y no terminó la frase.
—Ya veo que me has confundido con una pesadilla—. Le dije tratando de sonreír.
Mis temores se habían materializado. Ya no era su príncipe de sueños, ahora el monstruo
de sus pesadillas.
Sin embargo…
—Lo que no me puedo imaginar es qué es lo que debes de haber hecho para terminar en
el infierno. ¿Te has dedicado a cometer asesinatos en mi ausencia? —.
—Pues claro que no—. Dijo en medio de una mueca. —Tú no podrías estar conmigo si yo
estuviera en el infierno—.
Sin duda seguía igual de cabezota que antes.
Sus ojos iban a la ventana y a mi rostro.
Transcurrió un minuto en el cual parecía estar reflexionando sobre lo sucedido.
Permanecí callado esperando sus palabras.
Fue entonces cuando un exquisito rubor subió hasta su rostro.
En ese momento podría haberla tomado en mis brazos y haberle pedido perdón por todas
mis estupideces pero no pude.
No era justo, para ella ni para mí. Después de todo, mi viejo corazón ha sobrevivido
muchas décadas y está cansado y maltratado. Su rechazo terminaría por romperlo.
—Entonces, ¿todo eso ha ocurrido de verdad?— Me dijo.
Sin embargo era más una simple confirmación, que una pregunta.
—Eso depende. Si te refieres a que casi nos masacran en Italia, entonces, sí—.
Pero en respuesta a esto ella solo decía incoherencias. Tal vez debía volver a dormir. Tal
vez su cerebro estaba tan agotado que no estaba reaccionando del todo.
Sin embargo dijo que no estaba cansada.
Le preocupaba la hora y cuanto tiempo había dormido.
Contesté a sus preguntas mientras ella se estiraba para luego preguntar esta vez por su
padre.
—Duerme—. Le dije recordando sus amenazas. —Deberías saber que en este preciso
momento me estoy saltando las reglas, aunque no técnicamente, claro, ya que él me dijo
que no volviera a traspasar su puerta, y he entrado por la ventana... Pero bueno, al menos
la intención era buena—.
Incrédulamente me preguntó si su padre me había echado de su casa y bueno aquello era
quedarse corto.
Pero ¿que más podría hacer su padre? Aquello era lo menos que pudo hacer. Estoy seguro
que si hubiera podido leer claramente sus pensamientos me habría encontrado con
algunas cosas… un tanto más agresivas, por lo menos.
—¿Acaso esperabas otra cosa? — Solo le dije como respuesta.
—¿Cuál es la historia? — Dijo después de un momento. Pero no entendía a que se refería
realmente. Me era imposible seguir el ritmo de sus pensamientos. Y eso me desconcertó
un momento ya que antes no solía suceder.
—¿Qué le voy a decir a Charlie? ¿Qué explicación le voy a dar por haber desaparecido...?
Ahora que lo pienso, ¿cuánto tiempo he estado fuera?—
Aquella reacción estaba bien, era un tanto más…. normal.
Sólo habían pasado tres días desde su fuga para salvar mi vida.
Y yo tenía la esperanza de que se le ocurriera a ella alguna explicación para su padre.
Tenía tantas cosas en la cabeza que había olvidado por completo eso de tener que explicar
su ausencia.
Aquello no le parecía muy bien a Bella pero quizás mi hermana podría pensar en algo
convincente.
—Y bueno… Comenzó a decir de manera misteriosa. —¿En qué has andado hasta hace
tres días? —.
La actitud de Bella era extraña, indiferente.
Mi razón me decía que todo estaba perdido. Su indiferencia solo podía significar que ya no
me amaba.
Pero no lo creería completamente hasta escucharlo de sus propios labios.
—En nada que me entusiasmara excesivamente—. Le dije tristemente bajando la vista.
—Claro que no—. Dijo con una mueca de molestia, rodando los ojos.
No estaba seguro a que se debía esa cara, aquella era un nueva mueca. ¿Cuánto puede
cambiar un humano en 6 meses? Nunca había estado cerca de uno tanto tiempo para
poder comprobarlo.
Bella por otro lado seguía tontamente empecinada con que yo solo era producto de su
imaginación y que todo era un sueño…. o una pesadilla realmente.
Pero no debía dejarme derrotar, esto no estaba perdido, no aun.
—Si te lo cuento, ¿te creerás al fin que no estás viviendo una pesadilla? — Le dije.
—¡Una pesadilla! — Dijo alzando la voz. Sin embargo no contestó a mi pregunta y la mire
fija e impacientemente.
—Quizá, si me lo cuentas—. Contestó después de pensarlo un momento.
—Estuve... cazando—. Le dije un tanto avergonzado.
—¿Eso es todo lo que eres capaz de hacer? Eso no prueba de ninguna manera que esté
despierta—. Contestó molesta.
Claro que le debía una mejor explicación que esa. Mis escuálidas palabras no saciarían su
curiosidad. Sin embargo no sabía cómo explicarme.
Todo volvía a ser como la primera vez.
Habría jurado que me sudaban las manos y que una gota rodaba por mi frente…. ¿Por qué
estaba tan nervioso?
Sentía miedo…. una docenas de vampiros asesinos no lograban amedrentarme, pero solo
basta con que ella me mire de esa manera y todo se desmorona dentro de mi cabeza.
Tal poder ejerce sobre mi mente, mi cuerpo, sobre todos mis sentidos….
La amo, la amo más que a mí mismo.
Con una sola palabra puede darme muerte y vida, con un beso me roba el aliento y me
transporta hasta las nubes.
Y con su desprecio y su negación sellaría mi muerte….Debía hablar con la verdad, solo ella
me dejaría libre y podría recuperar su amor.
—No estuve de caza para alimentarme—. Le dije escogiendo cada palabra
cuidadosamente. —En realidad, ponía a prueba mi habilidad... en el rastreo. Y no soy nada
bueno—.
La miraba directamente a los ojos, tratando de ocultar mi vergüenza y mi nerviosismo.
—¿Y qué fue lo que estuviste rastreando? — Y ahí estaban otra vez aquellas correctas
preguntas.
—Nada de importancia — Apreté mis puños, aquello no era ser completamente sincero….
pero tan solo no sabía por dónde empezar.
—No te entiendo—. Dijo esperando una explicación mucho mejor que esa.
—Yo... — Dije inspirando hondo.
¿Puede morir un corazón que no ha latido en casi noventa años?
Comencé tratando de disculparme, asegurándole que le debía mucho más que una simple
disculpa, le debía mi propia existencia.
Una tras otra, las palabras se atoraban en mi boca, mi lengua se movía rápidamente, debía
obligarla a hablar más lentamente para que bella me entendiera.
—No me di cuenta del desastre que dejaba a mis espaldas. Pensé que te dejaba a salvo.
Totalmente a salvo. No tenía ni idea de que volvería Victoria...—. Al decir su nombre pude
sentir el veneno brotando en mi boca. Grrrr. —No había prestado atención a los
pensamientos de ella, James había captado toda mi atención. No me había percatado del
lazo que los unía y jamás fui consciente de una reacción por parte de ella—
Desesperadamente trate de encontrar las palabras adecuadas para disculparme, sentía la
ansiedad quemando mi pecho. De haber sido capaz, habría caído de rodillas, ahí junto a su
cama, llorando, gimiendo por su perdón.
Pero mis ojos hace mucho que no lloraban y hoy aunque quisiera tampoco lo harían.
¿Cómo se logra expresar el dolor y el sufrimiento sin lágrimas que derramar? Y yo la había
dejado, sola, indefensa a merced de nuestros enemigos y no solo de ellos. También había
tenido que refugiarse junto a licántropos....
No pude seguir hablando, un escalofrío recorrió mi espalda al pensar en todas las
oportunidades en las que se había enfrentado a la muerte.
—Por favor, créeme cuando te digo que no tenía ni idea de todo esto. Se me revuelven las
tripas hasta lo más profundo, incluso ahora, cuando puedo verte segura en mis brazos. No
tengo ni la más remota disculpa en... —.
—Para, para— Dijo de pronto levantando sus manos.
Sentí un nudo en mi garganta.
¿Acaso ni mis explicaciones y disculpas le interesaban ya?
“Bella por favor, arranca mi cabeza de una vez y no me dejes en este silencio esperando
tus palabras” Pensé.
—Edward— Dijo después de unos segundos agónicos.
Su voz parecida el cantar de sirenas, atrayéndome, quemando mi ser. Sin embargo, sus
palabras no tenían sentido, hablaba sobre culpa, responsabilidad. Que todo lo sucedido en
mi ausencia no eran más que cosas casi cotidianas en su vida.
Las palabras fluían de su boca en un discurso sin fin, parpadeando rápidamente a medida
que hablaba.
—Así que si tropiezo delante de un autobús o lo que sea que me ocurra la próxima vez, has
de ser consciente de que no es cosa tuya asumir la culpa. No tienes por qué salir corriendo
hacia Italia porque te sientas mal por no haberme salvado—
Dijo que si hubiera saltado intencionalmente de ese precipicio, habría sido su elección y
que no era mi responsabilidad el detenerla o el cuidarla….
¿Acaso estaba hablando enserio? No podía dar crédito a sus palabras.
Además pensaba que era un irresponsable al no tener consideración con mi padre y mi
madre.
Se detuvo un momento para tomar aliento, sus manos temblaban un poco y su respiración
era corta y entrecortada.
¿En qué estaba pensando, a qué se refería?
—Isabella Marie Swan— Le dije en su susurro. ¿Cómo era posible que después de todas
las historias que tenemos en común, de todas las veces que le había jurado mi amor, cómo
era posible que aun no lo comprendiera? —, pero ¿tú te crees que le pedí a los Vulturis que
me mataran porque me sentía culpable? —Le dije sin apartar mi mirada de su hermoso
rostro.
—¿Ah, no?—
—Me sentía culpable, de una forma muy intensa. Más de lo que tú podrías llegar a
comprender—
Como describirle el dolor, la necesidad, la soledad que significaba el mundo sin ella, sin la
luz de sus ojos, sin su calor, sin el sabor de sus besos ni el ardor de sus caricias. No era
esa vida la que yo quería vivir, aquella no era una vida para mí.
—Entonces, ¿qué estás diciendo? No te entiendo—.
No lo entendía ya que no conocía la soledad, la oscura existencia de un vampiro solitario y
demasiado cansado de todo.
—Bella, me marché con los Vulturis porque pensé que habías muerto — Me limité a decir,
tratando de ocultar la rabia contra mí mismo. —Incluso aunque yo no hubiera tenido nada
que ver con tu muerte... — Me estremecí involuntariamente, respiré hondo y sacudí mi
cabeza, ahuyentando horribles imágenes de mi mente.
Le dije que de todas maneras me habría marchado a Italia, aun si la culpa no hubiera sido
mía. Fue mi error el no consultar con Alice lo que me decía Rosalie, pero qué se supone
que debía pensar, si me habían dicho que su padre se encontraba en el funeral. Yo pensé
que era verdad y con ella se terminaba todo. No valía la pena seguir.—¿Cuáles eran las
probabilidades? Las probabilidades... — ¿Acaso todo esto no era una burla del destino? —
Las probabilidades siempre están amañadas en contra nuestra. Error tras error. No creo
que vuelva a criticar nunca más a Romeo—.
—Pero hay algo que aún no entiendo —Dijo Bella sacándome de mis pensamientos a
media voz. —y ése es el punto más importante de la cuestión: ¿y qué?—.
—¿Perdona?—.
Verdaderamente me pregunta ¿y qué?
—¿Y qué pasaba si yo había muerto?—.
Sí, lo hacía, cómo podía dudar, acaso no sabía lo importante que era para mí… ¿Cómo era
posible que no comprendiera o que no recordara?
Tan insignificante he sido en su vida que solo seis meses fueron suficientes para borrar las
palabras de amor que le entregué?
No, claro que no.
Pero seguía sin comprender, en Italia ella se aferraba a mí, podía sentir que me amaba,
podía sentir que aun lo hacía, tal vez mucho más que antes. ¿Entonces por qué se
comporta de esta manera?
Tal vez…
—¿No recuerdas nada de lo que te he dicho desde que nos conocimos?—. Le dije tratando
de comprobar mis sospechas.
—Recuerdo todo lo que me has dicho—. Me contestó rápidamente.
Era un verdadero idiota, como podía esperar que ella me recibiera con los brazos abiertos.
Levanté mi mano y roce su labio, deseando que no fueran los dedos los que estaban ahí.
—Bella, creo que ha habido un malentendido— No era más que un estúpido vampiro.
—Pensé que ya te lo había explicado antes con claridad. Bella, yo no puedo vivir en un
mundo donde tú no existas—.
—Estoy... Estoy hecha un lío—
Por supuesto que ella no comprendía, la había dejado, sola en medio del bosque, sola
todos estos meses a merced de mis enemigos.
Pero lo había hecho por amor y esa era la verdad.
Le confesé mi mentira pero ella pareció no reaccionar ante mis palabras, solo se quedó ahí,
muda, estática. Ni siquiera respiraba.
La tomé por los hombros y la sacudí levemente hasta que volvió a respirar.
—Soy un buen mentiroso, pero desde luego, tú tienes tu parte de culpa por haberme creído
con tanta rapidez— Le dije sin poder ocultar mi dolor al recordar aquellos momentos.
Los había revivido día a día, hora tras hora. Su voz llamándome en el bosque, su
llanto…Hice a un lado aquellos terribles recuerdos.
—No ibas a dejar que lo hiciera por las buenas—. Le dije manteniéndome en el presente.
—Me daba cuenta. Yo no deseaba hacerlo, creía que me moriría si lo hacía, pero sabía
que si no te convencía de que ya no te amaba, habrías tardado muy poco en querer acabar
con tu vida humana. Tenía la esperanza de que la retomaras si pensabas que me había
marchado.
Bella comprendió mis palabras, comprendió que debía ser una ruptura limpia, de esta
forma sería más fácil para ella el olvidar, el superarme. Que tonto había sido, ahora lo veía
con claridad, había creído en una mentira.
Le reproché dolido por su comportamiento. Nunca pensé que ella sería capaz de dejarme
marchar tan fácilmente, aquello me parecía casi imposible, creí que se daría cuenta y que
al final terminaría descubriendo mentira tras mentira, hasta que al pasar de las horas ella
tal vez y solo tal vez creyera en lo que le decía.
—Mentí y lo siento mucho, muchísimo, porque te hice daño, y lo siento también porque fue
un esfuerzo que no mereció la pena. Siento que a pesar de todo no pudiera protegerte de
lo que yo soy. Mentí para salvarte, pero no funcionó. Lo siento. Pero ¿cómo pudiste
creerme?—. Le dije tomándola de las manos. -—Cómo habías creído en mis torpes
palabras, después de las miles de veces que te dije lo mucho que te amaba, ¿cómo pudo
una simple palabra romper tu fe en mí?—. Pero Bella no me contesto.
Se mantuvo quieta, inmóvil.
Le conté que ese día había visto en sus ojos que realmente me creía.
Con el dolor de mi ser casi había logrado escuchar como su corazón se rompía y todo
aquello con una sola palabra, con una mentira.
Y con la más absurda de todas. ¿Cómo había creído en ello?.
—¡Como si hubiera alguna manera de que yo pudiera existir sin necesitarte! —.Le dije con
rabia esta vez, sacudiéndola nuevamente ya que no reaccionaba.
Esperé impacientemente alguna respuesta, alguna reacción, pero nada.
Me rendí ante su silencio y le pedí que hablara.
Las lágrimas brotaron de sus ojos cayendo por su mejillas.
Trató de cubrir su rostro con sus manos pero permanecían presas en las mías.
Dobló su cuerpo hacia delante, ocultando su rostro mientras decía:
—Lo sabía. Sabía que estaba soñando... —
—Eres imposible—. Le dije soltando una amarga carcajada, demasiado frustrado para
tener cualquier otra reacción.
Debía probarle que no estaba dormida o muerta.
Como borrar aquellas palabras, estaba ahí, junto a ella y la amaba, nunca había dejado de
hacerlo y siempre, siempre lo haría. Todos los meses que no estuve con ella, la veía, la
sentía junto a mí.
Su presencia siempre me acompañó en mi mente, en mi cuerpo, en todos mis sentidos.—
Cuando te dije que no te quería… ésa fue la más negra de las blasfemias—
Pero Bella continuaba llorando, los sollozos habían disminuido hasta casi desaparecer.
Sacudió su rostro de un lado a otro, negando mis palabras.
Veía en su rostro el dolor que sentía. No creía en mis palabras.
—Puedo verlo incluso con esta luz. ¿Por qué te crees la mentira y no puedes aceptar la
verdad?— Le pregunte en un susurro.
Bella creía que mi amor hacia ella no tenía sentido, decía que nunca lo había tenido.
Cómo era posible que no comprendiera mi amor, después de todo lo que habíamos
pasado.—Te probaré que estás despierta — Le prometí.
Solté sus manos y sujeté su rostro suavemente.
Me acerqué a ella, quería besarla, demostrarle cuanto la amaba.
Pero Bella luchaba por librarse, luchaba contra mis besos.
—Por favor, no lo hagas—. Me pidió en un susurro cuando estaba a punto de besar sus
labios.
Me detuve de inmediato pero no liberé su rostro.
—¿Por qué no? — Pregunté.
—Cuando me despierte... — Comenzó a decir pero cuando iba a protestar nuevamente por
aquel comentario se retractó.
Ella creía que si me fuera nuevamente, sería mucho más duro si la besaba.
¿Realmente pensaba que la dejaría nuevamente? O era solo una escusa….
Ayer, cuando estábamos en Volterra, podía sentir como se aferraba a mí, podía sentir que
me amaba, pero nunca dijo nada ni siquiera para reprocharme algo.
Tal vez solo me estaba haciendo tontas ilusiones. Tal vez se aferraba a mí solo porque
tenía miedo, solo porque estábamos a punto de morir.
Pero hoy…. ahora ya no estamos en peligro, estamos solos ella y yo, en el refugio de su
habitación, sin oídos, sin ojos que nos miren o nos interrumpan.
Y ahora lo puedo ver con más calma, el tiempo no pasa sin dejar rastro, aun cuando los
rastros no están en la superficie de su cuerpo.
Necesitaba saber cuáles eran sus verdaderos sentimientos, la verdadera razón tras su
comportamiento.
—¿Acaso ya es demasiado tarde? ¿Quizá te he hecho demasiado daño? ¿Es porque has
cambiado, como yo te pedí que hicieras? Eso sería... bastante justo. No protestaré contra
tu decisión. Así que no intentes no herir mis sentimientos, por favor; sólo dime ahora si
todavía puedes quererme o no, después de todo lo que te he hecho. ¿Puedes?—. Le dije
ahogándome en la incertidumbre y en la pena.
—¿Qué clase de pregunta idiota es esa?—.
Le pedí que solo se limitara a contestarla, nada de trucos o contra preguntas. Solo la
verdad, como solía hacer.
Permaneció en silencio, sus ojos brillaban a la luz del reloj sobre su mesa de noche.
Tic,tac. Tic, tac y nada.
Transcurrió otro largo minuto.
Sentía un extraño dolor en el estómago…. ¿Era posible?... Sin duda junto a ella, todo lo
era.
Tuve miedo.
Podía ver la felicidad escurriéndose de mis manos.
“Toda acción tiene una reacción” Me habría dicho mi padre y sin duda yo estaba pagando
por las mías.
Yo, estúpido ser, terco y testarudo.
"Bella, dame muerte o dame vida, pero por favor termina con esta agonía. Se benevolente
si me matas hazlo rápido, de un golpe. Te lo pido. En cambio, si me amas, dímelo ya.
Dame luz y arráncame de esta noche sin fin… por favor te lo pido".
Pero no podía decir aquellas palabras, debía dejarla decidir…Lentamente abrió sus labios y
dejó salir las palabras.
—Lo que siento por ti no cambiará nunca. Claro que te amo y ¡no hay nada que puedas
hacer contra eso!—.
La luz entró de golpe a mis ojos, encandilado con las palabras que acababa de decir.
Sentí mi pecho lleno de felicidad.
—Es todo lo que necesitaba escuchar—.
Tomé su rostro nuevamente entre mis manos, teniendo muy poco cuidado con mis
movimientos.
Estaba sediento, tenía sed de ella, de sus besos, de su cuerpo.
Y era mía para saciar mi hambre, mi sed.
Fuimos uno, nuestros labios se encontraron.
Abracé sus labios con los míos, acariciando su rostro, sus hombros golosamente sin pudor.
Mi mano bajó hasta la base de su cintura y la apreté un poco más contra mi cuerpo. Pude
sentir su calor quemando mi estómago, mis piernas, mi pecho.
Su calor era exquisito y embriagador.
—Bella, Bella—. Dije suavemente.
Ella respondió a mi llamado y su lengua buscó mi labio superior lamiéndolo sensualmente.
Me entregué a su ardiente beso rozando su tibia lengua con la mía.
Mi cuerpo estaba vivo, vivo para ella y por ella.
Mi Bella, mi amante. Mi vida.
Su corazón latía fuertemente para mí, no era su sangre como estúpidamente creían los
otros, era su corazón. Y ahora lo hacía fuertemente, podía escucharlo claramente como un
retumbar de mil tambores, llenando toda la habitación, vibrando contra mi cuerpo.
Me separé suavemente de ella, jadeando, con el deseo quemando mi mente y mi cuerpo.
Apoyé mi oído en su pecho tratando de recobrar el control sobre mis sentidos.
Me concentré en su palpitar, fascinado por su alocado ritmo.
—A propósito— Le dije recuperando el aliento. —No voy a dejarte—.
Pero Bella no creía en mis palabras.
Le había prometido que no me iría.—Al menos no sin ti—. Le dije seriamente.
Solo la había dejado por su propio bien, esperando que pudiera llevar una vida humana
normal. Sin toparse con el peligro o con la muerte en cada esquina, a cada minuto.
—Así que tuve que intentarlo. Debía hacer algo, y me pareció que marcharme era lo
mejor—. Aquella era la verdad.
Traté de que comprendiera, que entendiera mis razones.
Jamás habría sido capaz de marcharme si no hubiera creído sinceramente que ella estaría
mejor sin mí.
Le confesé que era demasiado egoísta.
Ella era lo único verdaderamente importante para mí. Estaba primero que cualquier
necesidad que yo pudiera tener. Solo a ella necesitaba para vivir, lo había comprobado y
de la peor manera.
Nunca tendría las fuerzas necesarias para dejarla nuevamente.
—Tengo demasiadas excusas para quedarme, ¡y gracias al cielo por eso! Parece que es
imposible que estés a salvo, no importa cuántos kilómetros ponga entre los dos—.
—No me prometas nada —. Dijo entre dientes.
¿Me consideraba un mentiroso? ¿Eso había ganado con todas las mentiras que le había
dicho? ¿Había perdido su confianza?
—¿Crees que te estoy mintiendo ahora?—. Le pregunte un tanto molesto conmigo mismo.
—No. No me estás mintiendo—. Dijo sacudiendo su cabeza de un lado a otro. —Realmente
lo crees... ahora, pero ¿qué pasará mañana cuando pienses en todas esas razones que
has mencionado en primer lugar? ¿O el próximo mes, cuando Jasper intente atacarme? —.
Mis ojos se cerraron involuntariamente, tratando de borrar aquellas imágenes de mi mente,
como si fuera realmente posible hacer eso…
Bella tenía razón, pero me negaba a pensar en el mañana, era feliz ahora, mañana. Me
negaba a discutir el futuro, tan incierto para nosotros.
Tenía la sensación de que cuanto más lo planeaba más se ensañaba el destino.
—No es como si hubieras cambiado de idea al respecto, ¿a que no?—. Dijo
desafiantemente pero adivinando mis pensamientos. —Terminarás haciendo lo que crees
que es correcto—.
Sin duda que siempre haría lo que fuera mejor para ella, pero si de algo estaba seguro era
de no poder dejarla nuevamente.
Le dije que no era tan fuerte para dejarla. Traté de contarle los solos y tristes días que viví
sin ella. Que pensaba volver, tal vez me hubiera demorado un par de semanas en hacerlo,
pero habría vuelto, arrastrándome ante su ventana, pidiendo perdón por todo.—Estaré
encantado de suplicártelo si así lo quieres—.Le dije sinceramente.
—Habla en serio, por favor—. Me dijo con una mueca. Pero yo era sincero.
—¿Querrás hacerme el favor de escuchar mis palabras? ¿Me dejarás que intente
explicarte cuánto significas para mí?—. Le dije esperanzado. Tal vez podría componer las
cosas. Lo había estropeado todo, no era su culpa el sentirse recelosa por mis palabras. Yo
le había mentido y de la forma más horrible.
Ahora era mi obligación el sanar sus heridas y lo intentaría para que confiara en mí,
nuevamente en mí.
—Bella, mi vida era como una noche sin luna antes de encontrarte—. Le dije mirándola
fijamente a los ojos. —Muy oscura, pero al menos había estrellas, puntos de luz y
motivaciones... Y entonces tú cruzaste mi cielo como un cometa. De pronto, se encendió
todo, todo estuvo lleno de brillantez y belleza. Cuando tú te fuiste, cuando el cometa
desapareció por el horizonte, todo se volvió negro. No había cambiado nada, pero mis ojos
habían quedado cegados por la luz. Ya no podía ver las estrellas. Y nada tenía sentido—.
Todos los meses sin ella habían sido el infierno mismo.
Ahora me podía hacer una idea de cómo sería aquel lugar. El lugar que me esperaba… tal
vez me demoraría en volver… Tal vez no… pero volvería tarde o temprano, cuando ella ya
no estuviera a mi lado.
Pero ahora era distinto, ella estaba junto a mí. Debía perdonarme.
—Se te acostumbrarán los ojos — Me dijo despreocupadamente.
Pero ese era el problema, mis ojos ya no podían ver nada sin su luz, sin su sonrisa
cegadora, sin su dulce risa en el aire, sin sus latidos en mi ser. Nunca más podría existir sin
ella.
Dejé escapar una triste carcajada cuando preguntó por mis “Distracciones”.
No comprendía que todo aquello solo era una mentira, ¿Cómo es posible distraerse cuando
los días son una seguidilla de horas y horas agónicas?
—Mi corazón no ha latido durante casi noventa años, pero esto era diferente. Era como si
hubiera desaparecido, como si hubiera dejado un vacío en su lugar, como si hubiera dejado
todo lo que tengo dentro aquí, contigo—.
—Qué divertido — Dijo suavemente.
¿Verdaderamente mi sufrimiento le parecía divertido?
—En realidad debería decir extraño—. Corrigió ante mi expresión y respiré nuevamente.
—Parece que describieras cómo me he sentido yo—. Dijo que para ella también había sido
muy duro estos últimos meses, que parecía como si le faltaran piezas por dentro. —No he
sido capaz de respirar a fondo desde hace mucho tiempo —Respiró profundamente ahora.
—Y el corazón... Creí que lo había perdido definitivamente—.
Sentí un enorme dolor al imaginar sus días. Creo que no era tan diferente para ella como
yo había creído tontamente, tal vez para ella había sido igual de dura nuestra separación.
Me incliné sobre su pecho para posar mi oído sobre su corazón. Deleitándome con su
alegre retumbar.
Ella y yo unidos por nuestro amor, siendo infinitamente alegres juntos. Unidos en la alegría
y en la tristeza. Tristeza y agonía que yo había causado…Cuantas veces había
pronunciado su nombre en la oscuridad de mis días, sin encontrar su respuesta, sin
escuchar su dulce voz.
—¿No encontraste el rastreo entretenido, entonces?— Preguntó distrayéndome de mis
lejanos y oscuros pensamientos.
—No — Le dije en medio de un suspiro. —Eso no fue una distracción nunca. Era una
obligación—.
—¿Y eso qué quiere decir? — Tal vez debería haberme ahorrado aquella última frase, pero
ya que de ahora en adelante pensaba estar más cerca de ella que nunca, debía saber el
por qué.
Le conté sobre mi infructuosa búsqueda de Victoria.
Le conté de cómo me engañó en Texas y mi tonta carrera hacia Brasil. Ella me había
engañado y había vuelto aquí, tras Bella. Un leve gruñido salió de mi garganta al pensar en
ello. —¡Ni siquiera estaba en el continente correcto! Y mientras tanto, el peor de mis peores
temores... —
Bella a merced de Victoria. Por alguna extraña razón había logrado sobrevivir… A todo….
—¿Estuviste dando caza a Victoria?—. Dijo desesperadamente alzando un poco la voz.
Presté atención a los ronquidos de su padre, se detuvieron por un momento pero
afortunadamente no se despertó.
—No lo hice bien—. Le dije cauteloso.
Una extraña expresión asomaba en su rostro, entre indignada y temerosa. —Pero esta vez
me saldrá mejor—. Le prometí. —Ella no va disfrutar del placer de respirar tranquila
durante mucho tiempo—.
Pero mis palabras no lograron tranquilizarla como yo esperaba, al contrario, estaba
molesta.
—Eso... eso queda fuera de consideración —
Pero ya era demasiado tarde para Victoria, había venido por ella, por mi Bella y
seguramente nunca dejaría de ser una amenaza para ella. La única manera de terminar
con el constante peligro sobre Bella sería eliminarla de una vez por todas. —No debí dejar
que se me escapara la otra vez, pero ahora no, no después de... —. Apreté fuertemente
mis puños imaginando a la salvaje hembra riéndose de mí con su rojo cabello al viento.
—¿No me acabas de prometer ahora mismo que no me ibas a dejar?—. Preguntó de
pronto disipando la imagen en mi mente.
Alegó que aquello no era compatible con una larga expedición de rastreo.
Y tenía toda la razón, pero ya encontraría alguna solución para ello, encontraría alguna
salida. Involuntariamente un gruñido salió de mi pecho. Sin duda que mantendría mi
promesa, pero Victoria moriría de todas maneras. De ello no había duda.
—No te precipites—. Dijo Bella con pánico en el rostro. Pensaba que tal vez Victoria no
volvería, que tal vez la manada de nuevos licántropos la habían asustado.
Pero media docena de nuevos hombres lobo no asustarían a una vampira experta como lo
era Victoria.
Lo podía ver en su modus operandi. Entrar, salir. Volver, huir.
Probaría una y otra vez hasta que en algún descuido lograra alcanzarla.
No podía permitir que eso pasara. Debía detenerla antes.... Y pronto.
—Además, tengo un problema mayor que Victoria—. Agregó Bella.
La mire un momento sin comprenderla, pero después entendí.
—Es verdad. Los licántropos son una complicación—.
—No estaba hablando de Jacob—. Dijo un tanto molesta. —Mi problema es bastante más
grande que un puñado de lobos adolescentes en busca de líos—.
Jacob, Jacob…. No paraba de nombrarlo a cada minuto…Imaginé a Bella sonriendo para
él, compartiendo sus días. No había duda de su cercanía, uno no le confiesa a cualquiera
que es un ser sobrenatural…Quise saber que tan cercana se sentía ella de él. Pero me
detuve, no estaba en la condición de exigir explicaciones de ningún tipo.
Cerré rabiosamente mis dientes.
—¿De verdad? — Le dije entre dientes, molesto. —Entonces, ¿cuál es tu mayor problema?
Si el hecho de que Victoria vuelva a buscarte te parece algo irrelevante en comparación,
¿qué puede ser? —.
—Digamos que es el segundo de mis peores problemas—. Dijo evadiendo el asunto.
—De acuerdo—. Contesté esperando sus palabras. Y después de un corto momento
continuo.
—Hay otros que vendrán a por mí—. Logró decir, su voz era un hilo marcado por el miedo.
¿Estaba asustada por los Vulturis?
Deje escapar un suspiro ante sus miedos infundados.
Ella no comprendía. Era ridículo compararlos con un peligro.
—¿Los Vulturis son sólo el segundo de esos problemas?— Le pregunte incrédulamente
con una sonrisa.
—No parece que te preocupen mucho —.
Pero pasarían muchos años antes de que ellos volvieran siquiera a recordarnos. Su sentido
del tiempo es muy distinto cuando tienes la eternidad por delante.
—No me sorprendería que hubieras cumplido los treinta antes de que volvieran a acordarse
de ti—Le dije despreocupadamente.
Pero mis palabras no lograron tranquilizarla como quería y una mueca de horror se dibujó
en su rostro.
Traté de tranquilizarla ansiosamente mientras por su mejilla comenzaban a rodar nuevas
lágrimas y le prometí que no dejaría que le hicieran daño.
—Mientras estés aquí—. Me dijo bajando la mirada.
Tomé su rostro entre mis manos suave pero firmemente, obligándole a mirarme a los ojos.
Le prometí que nunca la dejaría nuevamente.
Ni por un millón de Victorias rabiosas lo haría. Ya encontraríamos la solución, siempre
podríamos contar con mi familia. Ya nunca más seria un terco, necio y cabezota como me
había dicho mi familia, siempre podría contar con ellos.
—Pero has dicho treinta —. Dijo Bella mientras las lágrimas brotaban de sus ojos. —¿Y
qué? Te quedarás, pero me dejarás envejecer de todos modos. Muy bonito—.
Ay mi Bella. No tenía miedo de morir en manos de Vultiris o de vampiras sicópatas, lo que
ella temía era envejecer.
Pero esa era la única salida para ese problema.
—Eso es exactamente lo que voy a hacer—. Le dije seriamente. —¿Qué otra elección
tengo? No puedo estar sin ti, pero no voy a destruir tu alma—. No sería responsable de la
pérdida de su alma eterna.
—Y eso es porque... — Dijo ahora un poco más tranquila pero no terminó la frase.
—¿Sí? — Le pregunté impacientemente.
Después de un momento, en el cual parecía escoger las palabras, continuó:
—Pero ¿qué pasará cuando me haga tan vieja que la gente piense que soy tu madre? ¿O
tu abuela? —. Dijo con voz temblorosa por el miedo que aquello le producía.
Me incline sobre su rostro bebiendo sus exquisitas lágrimas de su rostro. Una tras otra las
tragué mientras quemaban mi lengua y mi garganta. Dulces como hechas de la miel más
dulce.
Pero que envejeciera no me importaba, siempre sería la cosa más hermosa que haya
existido en mi mundo. —Claro que...— Dije estremeciéndome levemente sin poder evitarlo
frente a la visión del futuro. Un futuro en el que tal vez yo no tendría cabida. —Si te haces
mayor que yo y necesitas algo más... lo comprenderé, Bella. Te prometo que no me
cruzaré en tu camino si alguna vez quieres dejarme—.
El dolor inundó mi ser y no pude continuar.
—Supongo que te das cuenta de que al final también me moriré — Dijo seriamente.
Pero esa decisión ya estaba tomada hace mucho tiempo, la seguiría rápidamente. De eso
no había duda.
Claro que no le parecía muy buena idea a ella, todo el plan lo encontraba un tanto
“enfermizo”, pero era el único camino que nos quedaba.
—Retrocedamos un minuto —. Dijo interrumpiendo mis palabras. —Recuerdas a los
Vulturis, ¿verdad? No puedo permanecer humana para siempre. Ellos me matarán. Incluso
si no piensan en mí hasta que cumpla los treinta. ¿Crees sinceramente que se olvidarán?—
—No— Le dije sopesando sus palabras. —No olvidarán. Pero...
—¿Pero? — Volvió a interrumpirme. Sonreí ante su mueca de indignación, pero sus ojos
estaban llenos de tristeza.
Yo tenía algunos planes en la cabeza para evitar todo el asunto de los Vulturis. Claro que
todos se centraban en mantener a Bella sana, salva… y…. humana, claro está.
Y Bella lo sabía y estaba molesta por ello, pero ese asunto estaba fuera de cualquier
discusión.
Me sentía realmente molesto por su actitud, no comprendía por qué se empeñaba en
perder su alma de esa manera.
Permanecimos en silencio un momento, mirándonos a los ojos.
—¿Quieres que me vaya?—. Le dije después de que se separara bruscamente de mí.
Tal Vez por la mañana se mostrara más serena.
Pero su corazón pegó un brinco con mis palabras y dijo que no, que era ella la que se
marchaba.
La miré perplejo mientras se bajaba de la cama y caminaba de un lado a otro en busca,
seguramente, de sus zapatos.
—¿Puedo preguntarte a dónde vas? —
—Voy a tu casa — Dijo mientras seguía buscando.
Me bajé de su cama y tomé los zapatos que estaban en el mismo lugar donde los había
dejado la mañana anterior.
—Aquí están tus zapatos—. Le dije. —¿Y cómo planeas llegar hasta allí? —
Ella pensaba hacerlo en su coche y le recordé que seguramente con ello despertaría a su
padre. Tal vez con aquellos argumentos la obligara a quedarse en casa, además no tenía
la mas mínima idea del por qué quería ir a casa.
—Ya lo sé, pero para serte sincera, tal como están las cosas, estaré encerrada durante
semanas. ¿Cuántos problemas más me puedo buscar?—. Me entregó como respuesta.
—Ninguno. Me echará la culpa a mí, no a ti—. Le dije alzando los hombros.
Me retó a darle alguna idea mejor y le dije que se quedara, aunque sabía lo terca que era
cuando quería algo. Seguro que aquello no había cambiado.
—Mala suerte, pero ¡adelante! Quédate y siéntete como en tu casa—. Me contestó
mientras caminaba hacia la puerta.
Me moví rápidamente cerrándole el paso, no quería que su padre se despertará, de hacerlo
debería marcharme y no quería hacerlo, no podría hacerlo.
Me miró amenazante por un momento y se giró hacia la ventana. No era capaz de leer su
mente, pero estaba seguro que saltaría si no la detenía.
—Bien—. Dije derrotado. —Te llevaré.
—Como quieras. De todas maneras, probablemente tú también deberías estar presente—.
Me dijo enigmáticamente.
—¿Y eso por qué?—. Le pregunté.
Ella creía que yo tenía opinión para todo.
—Y estoy segura de que querrás una oportunidad para hacer alarde de unas cuantas—.
Aun no entendía muy bien a qué se refería y ella dijo que este asunto de su humanidad ya
no era una cosa que solo tuviera que ver con ella o conmigo. Que al estar implicados los
Vulturis, era algo que le incumbía también a mi familia y ellos también debían decidir.
—¿Decir... sobre... qué? — Pregunté recelosamente, no me gustaba el rumbo que estaban
tomando sus palabras.
—Sobre mi mortalidad. La voy a someter a votación—.
Me quedé plantado, sin poder moverme.
Ahora ella tenía la tonta idea de consultar a mi familia, como si ellos pudieran hacer algo al
respecto.
CAPITULO 15 SU CONDENA
La negra noche se abría ante nosotros.
El bosque nos daba la bienvenida y a pesar de sus locas ideas yo era feliz. ¿Y cómo no
serlo?
Su cuerpo quemaba mi espalda mientras sus brazos se enredaban en mi cuello y sus
piernas en mi cintura.
Podía sentir que no tenía miedo.
Sin duda había cambiado, pero seguía siendo la misma.
Mi Bella.
El viento jugaba con mi cabello y sentía su roce como una caricia.
¿En cuántas oportunidades había deseado esto? Ya no lo recordaba.
¿Sería todo aquello un sueño como creía Bella?
Sentí la corriente entre nuestros cuerpos mucho antes que sus labios tocaran mi cuello.
Si esto era un sueño, no quería despertar nunca. Y estar así, en este lugar por toda la
eternidad.
Gracias—. Le dije mientras me entregaba a la sensación, disfrutando cada segundo.
Tratando de olvidar el por qué estábamos aquí y hacia donde nos dirigíamos.
—¿Significa eso que has decidido que estás despierta?—.
Pero no lo creía. Es más, era todo lo contrario. Decía que trataría de no despertarse por lo
menos no esta noche.
Recuperaría su confianza, debía intentarlo, aunque fuera lo último que hiciera en esta
existencia.
—Confío en ti, pero no en mí—. Contestó ella.
¿Qué significaba eso?
Dejé de correr para prestar atención a sus palabras, no sería nada bueno el estrellarme
contra un árbol.
Podía ver la casa de mis padres un poco más adelante y verdaderamente no me sentía
muy entusiasmado por llegar ahí.
—Bueno...—. Prosiguió Bella con alguna dificultad para expresarse. —No confío en que yo,
por mí misma, reúna méritos suficientes para merecerte. No hay nada en mí capaz de
retenerte—.
Mis pies se soldaron al suelo, me fue imposible dar un paso más.
¿Cómo, por todo lo que más importaba en la tierra, era capaz de decir algo como aquello?
Suavemente la bajé de mi espalda, manteniéndola en mis brazos, negándome a soltarla.
Abrazándola fuertemente contra mi cuerpo, queriendo fundirme en su corazón.
—Me retendrás de forma permanente e inquebrantable —. Le dije susurrándole al oído.
Le pedí que nunca lo dudara. Siempre me tendría, siempre sería suyo, aun cuando ella ya
no quisiera estar junto a mí.
Una vez más quise entrar en su mente, saber sus pensamientos y grabar mis palabras con
tinta indeleble.
Recordé que aun tenía algo que aclararme.
—¿El qué? —.
—Cuál era tu gran problema—. No lo dejaría correr tan fácilmente.
Pero no contestó a mi pregunta.
Solo dijo, tocando mi nariz con su dedo, que debería adivinarlo.
Lo merecía, merecía todas las formas de tortura que Bella quisiera imponerme y sólo asentí
moviendo mi cabeza ya que sin duda yo era peor que los Vulturis para ella.
—Lo peor que los Vulturis pueden hacer es matarme—. Dijo casualmente mientras mi
cuerpo se tensaba involuntariamente.
Ella creía que dejarla era peor que enfrentarse a ellos.
—Los Vulturis o Victoria no pueden hacer nada en comparación con eso—.
No tendría tiempo humano suficiente para compensar lo que le había hecho, nunca me
perdonaría a mí mismo y sin duda, jamás, jamás la dejaría nuevamente.
Era un verdadero monstruo, un monstruo sacado de la peor de las pesadillas, pero por
alguna extraña razón ella me amaba, aun cuando todo a nuestro alrededor se confabula
para separarnos.
Ella había luchado mientras yo me había rendido.
No la merecía, nunca sería suficientemente digno para estar junto a ella. Pero no dejaría de
intentar ser mejor, para ella, por ella.
Acarició mi rostro, mientras me pedía que no estuviera triste.
Elaboré la mejor de mis sonrisas para complacerla pero creo que no dio resultado.
—Sólo hay una forma de hacerte ver que no puedo dejarte—. Le dije lastimosamente en un
susurro. —Supongo que no hay otro modo de convencerte que el tiempo—.
Sonrió amplia y alegremente por mis palabras.
—Vale —. Dijo por respuesta, sin embargo su desenvuelta actitud no lograba calmar mi
angustia.
—Bueno, ahora que vas a quedarte—. Dijo tratando de distraerme. —¿puedo recuperar
mis cosas?—.
—Tus cosas nunca desaparecieron—. Le dije reviviendo aquellos minutos antes de
marcharme.
Luché por no recordar su llanto mientras se adentraba más y más en el bosque.
Tratando de sonreírle confesé que sus cosas estaban bajo las tablas de su dormitorio.
—¿De verdad?—. Agregó Bella en una mezcla de alegría y asombro.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro por respuesta.
—Creo, no estoy segura, pero me pregunto...—. Dijo ahora pensativamente. —Quizá lo he
sabido todo el tiempo—.
—¿Qué es lo que sabías?—. Le contesté tratando de ver la respuesta en sus ojos.
Dijo que una parte de ella, su subconsciente al parecer, jamás había dejado de creer que
me importaba su vida, a pesar de mis palabras en el bosque y que debido a eso era que
escuchaba las voces.
—¿Voces? —. Pregunté un tanto preocupado.
—Bueno, sólo una, la tuya. Es una larga historia—. Mi hermana no me había comentado
nada sobre su salud. ¿Sería posible que la hubiera empujado hacia el abismo de la locura?
—Tengo tiempo de sobra—. Le dije impaciente por conocer todos los detalles. Aquello
estaba fuera del campo de Carlisle pero no se negaría a examinarla.
—Es bastante patético—. Me dijo mientras la angustia comía mi cerebro. —¿Recuerdas lo
que dijo Alice sobre los deportes extremos?—.
Claro que lo recordaba. —Dijo que lo hacías por diversión—.
—Esto... Cierto, y antes que eso, monté en moto.. —.
—¿En moto?—. Le dije tratando de no gritar de espanto.
Alice no había mencionado nada de eso y verdaderamente me tomó por sorpresa.
—Supongo que no le conté a Alice esa parte—. Respondió Bella.
—No—. De eso estaba seguro.
No podía creer sus palabras pero podía ver lo que le costaba confesar aquello. Cada vez
que hacía algo arriesgado podía escuchar mi voz cuando estaba enfadado. Decía que era
tan vívido el recuerdo, que parecía que estaba junto a ella. Bajó la mirada para confesar
que evitaba el pensar en mí la mayoría del tiempo, pero que cuando lo hacía en esas
circunstancias el dolor era menos intenso, que era como si volviera para protegerla.
—Y bueno, me preguntaba si la razón de que te oyera con tal nitidez no sería que, debajo
de todo eso, siempre supe que no habías dejado de quererme... —.
En ese momento podría haber perdido fácilmente la cabeza. No podía creer lo que estaba
diciendo.
—Tú...—. Logré decir. —…arriesgabas la... vida... para oírme...? —
Sentía una especie de rabia y frustración. Yo me había alejado de ella para mantenerla a
salvo y ¿Qué era lo que ella hacía? Arriesgaba ¡Su vida! para oírme, para poder estar junto
a mí.
—Calla—. Dijo levantando sus manos para tapar mi boca. —Espera un segundo. Creo que
estoy teniendo una epifanía en estos momentos... —.
Permaneció callada mirando hacia el bosque sobre mi hombro con los ojos perdidos y
pensativos por un momento que me pareció eterno.
—¡Vaya! —. Dijo al fin.
Pero el problema es que no dijo nada más y para entonces yo estaba de verdad muy
nervioso por su extraño comportamiento.
—¿Bella?—. Le llamé impaciente.
—Ya, vale. Lo entiendo—.
—¿En qué consiste tu epifanía...?—. Le pregunté casi demandante.
—Tú… me amas —. Dijo en medio de una radiante sonrisa.
En su rostro pude ver que por fin creía en mis palabras, aunque no estaba seguro como se
había dado cuenta de ello, pero sin duda estaba feliz de que lo hiciera y le confirmé que lo
hacía con todo mi ser.
Su corazón comenzó a latir fuertemente mientras me miraba a los ojos y extendía una de
sus manos hacia mi rostro para acariciarlo suavemente.
Respondí a su caricia tomando el suyo entre mis manos y me incliné sobre ella para
besarla ahora apasionadamente.
Suavemente y sin dejar de besarla la dejé en el suelo mientras retrocedíamos hasta que su
cuerpo quedó atrapado entre un gran árbol y el mío.
Sus brazos estaban ahora enredados en mi cuello y mis manos siguieron su contorno hasta
llegar hasta su cintura.
Me estremecí junto a ella cuando sintió el frío contacto de mi piel en la suya. Mi boca la
besaba sin clemencia y ella respondía a mi ardiente beso.
Cuando me fue imposible seguir “respirando” me separé levemente de su cuerpo, un poco
avergonzado por las sensaciones que mi cuerpo expresaba en ese momento.
—¿Sa…bes? Se te… da mejor que a mí—. Le dije tratando de recobrar el aliento.
—¿El… qué?—. Logró decir entrecortadamente ya que también le costaba trabajo respirar.
—Sobrevivir—. Le respondí. Por lo menos ella lo había intentado. Trataba de tener una
vida normal día tras día por su padre. Había seguido su camino.
Yo en cambio, sin ella no era nada.
Traté de relatar mis tortuosos días sin ella.
— No podía estar cerca de mi familia ni de nadie más. Me avergüenza admitir que me
acurrucaba y dejaba que el sufrimiento se apoderara de mí —. Sin duda eso era mucho
más patético que escuchar voces.
Sonreí aliviado al ver que su salud mental estaba intacta. Comprendía muy bien a lo que se
refería, yo habría dado cuanto tenía por escuchar su voz… en cualquiera que fuera las
circunstancias.
—Sólo una voz—. Agregó Bella levantando su dedo índice. La abracé fuertemente mientras
emprendíamos nuestra caminata hacia la casa de mis padres.
—Por cierto, que en este asunto tan sólo te estoy siguiendo la corriente—. Le dije
señalando la casa que se alzaba unos metros más adelante. —Lo que ellos digan no me
importa lo más mínimo—.
Pero Bella creía que esto ahora también afectaba a mi familia.
Solo me encogí de hombros como respuesta mientras nos acercábamos a la puerta del
porche.
Encendí las luces una vez adentro para ella.
Mi familia estaba cada uno en sus distracciones. Carlisle estaba en su escritorio y podía
escuchar a mi madre deshaciendo alguna maleta.
Alice y Jasper ya estaban de regreso, mientras que Emmet y Rosalie estaban en su cuarto.
Los llamé uno por uno después de entrar a la casa. Mi padre fue el primero en bajar y en
un segundo ya estaba a nuestro lado.
—Bienvenida otra vez, Bella—. Le saludó cariñosamente. —¿Qué podemos hacer por ti en
plena madrugada? A juzgar por la hora, supongo que no se trata de una simple visita de
cortesía, ¿verdad? —.
Bella movió su cabeza en respuesta.
—Me gustaría hablar con todos vosotros enseguida si os parece bien—. Agregando que se
trataba de algo importante.
“Supongo que ya estás al tanto de algunas cosas” Me dijo mi padre en su mente
mirándome a los ojos.
—Por supuesto—. Le contestó mi padre, pendiente de ella ahora. —¿Por qué no hablamos
en la otra habitación? —.
“Tendremos que hablar más adelante de sus nuevos amigos, entre otras cosas” Volvió a
decirme mi padre.
Caminamos hacia el comedor mientras mi madre y el resto de mi familia se nos unían.
Mi padre le cedió la cabecera de la mesa y él se sentó a su derecha mientras que yo lo hice
a su izquierda. El resto de mi familia se sentó en sus puestos acostumbrados.
Alice estaba muy contenta de ver a Bella y le sonreía ampliamente. Rosalie estaba
sorprendida, no creía todo lo que les había contado Alice.
“Wohoo…. y ahora que es lo que pasa Edward” Me decía Emmet con tono juguetón en su
mente. Jasper estaba un tanto molesto, Alice le había contado lo de los Licántropos y la
idea no le agradaba mucho.
—Tienes el uso de la palabra—. Le dijo mi padre a Bella.
Su corazón latía fuertemente, y toda mi familia podía escucharlo al igual que yo, lo que no
me hacía sentir tranquilo, no después de la última vez que habíamos estado en casa.
Por debajo de la mesa cogí su mano y le di un pequeño apretón para infundirle valor
mientras miraba a mi familia fieramente. De ahora en adelante, ella era mi primera
prioridad.
Bella preguntó si ya todos estaban al tanto de lo ocurrido en Volterra y de lo que estaba,
según ella, a punto de ocurrir.
Alice le aseguró que todos estaban informados sobre lo sucedido.
—Perfecto—. Dijo Bella por respuesta. —Entonces, estamos todos al corriente—.
Se produjo un momento de silencio en el cual todos esperaban impacientes sus palabras.
—Bueno, tengo un problema—. Continuó.
Les dijo que Alice había prometido a los Vulturis convertirla en vampiro y de cómo ellos
pensaban comprobar si mi hermana había cumplido con su compromiso. Bella pensaba
que aquello era muy malo y que era algo que se debía evitar.
Que esto era algo que afectaba a cada miembro de mi familia. Al pronunciar estas palabras
contempló a cada uno. Recibí una imagen de Bella tras los ojos de cada uno de ellos.
No podía creer que fuera tan melodramática, el asunto de los Vulturis no era para
preocuparse…. todavía.
—No voy a imponerme por la fuerza si no me aceptáis—. Dijo Bella. —, con independencia
de que Alice esté o no dispuesta a convertirme—.
Apreté fuertemente mi mano libre, no comprendía como mi hermana se había ofrecido a
convertirla. Estaba seguro que no tendría la fuerza suficiente para hacerlo y no pensaba
arriesgarme a comprobarlo. En ese momento esa misma duda asaltó a mi madre, pero
cuando estaba a punto de formularla Bella le pidió que la dejara terminar.
—Todos vosotros sabéis lo que quiero y estoy segura de que también conocéis la opinión
de Edward al respecto—. Claro que mi familia estaba al tanto, todos estos problemas los
teníamos debido a eso mismo. —Creo que la única forma justa de decidir esto es que todo
el mundo vote. Si decidís no aceptarme, bueno, en tal caso, supongo que tendré que volver
sola a Italia. No puedo permitir que vengan aquí—.
Creo que de todas las ideas locas de Bella, esta era la más descabellada de todas. Jamás
permitiría que eso ocurriera. Sin quererlo un gruñido emergió de mi pecho, jamás permitiría
que un Vulturis volviera a poner un solo dedo sobre ella.
—Así pues—. Continuó Bella exponiendo, haciendo caso omiso de mis gruñidos. —Tened
en cuenta que en modo alguno os voy a poner en peligro—.
Y fue ahí donde les dijo que quería que todos votaran si debía o no transformarse en
vampira.
Pero yo había pensado en algunas palabras para disuadir a mi familia y antes de que mi
padre comenzara con la supuesta votación les dije:
—Un momento—.
Bella me miraba con cara de pocos amigos pero no pensaba condenarla tan fácilmente.
Apreté un poco más su mano que aun permanecía en la mía y me dispuse debatir sus
palabras.
—Tengo algo que añadir antes de que votemos. No creo que debamos ponernos
demasiado nerviosos por el peligro al que se refiere Bella—.
Hablé mirándoles a los ojos a cada uno de ellos, les hablé sobre el por qué me había
negado en un principio a tocar la mano de Aro. Se les había pasado una cosa por alto y no
quería que ellos lo descubrieran. Verdaderamente me creí muy listo y sonreí ampliamente.
—¿Y qué es? —. Me preguntó escépticamente Alice.
—Los Vulturis están demasiado seguros de sí mismos, y por un buen motivo—. Les dije a
todos. —En realidad, no tienen ningún problema para encontrar a alguien cuando así lo
deciden. ¿Os acordáis de Demetri?—. Le pregunté ahora a Bella. Ella se estremeció y
tomé aquello como una afirmación.
El poder de Demetri consistía en encontrar a la gente, era un poderoso rastreador, sin duda
el más poderoso que yo había conocido, debido a eso los vulturis lo mantenían a su lado.
Lo había visto claramente cuando estuvimos entre ellos. Busqué en su mente, tratando de
encontrar toda la información que me fuera posible. Y así fue como me enteré de cómo
funciona su talento.
—Es un rastreador mil veces más dotado que James. Su habilidad guarda una cierta
relación con lo que Aro o yo hacemos. Capta el... gusto... No sé cómo describirlo. .. La
clave, la esencia de la mente de una persona y entonces la sigue. Funciona incluso a
enormes distancias. Pero después de los pequeños experimentos de Aro, bueno... —. Me
alcé de hombros esperando que todos vieran mi punto de vista.
—Crees que no va a ser capaz de localizarme —. Dijo Bella tristemente.
Estaba seguro de aquello. Demetri confiaba ciegamente en su don. —Si eso no funciona
contigo, en lo que a ti respecta, se han quedado ciegos—. Les dije muy seguro.
—¿Y qué resuelve eso?—. Aunque Bella seguía sin entender.
—Casi todo, obviamente—.
Alice vería cuando los Vulturis pensaran visitarnos y de esa forma podríamos esconder a
Bella. De esa forma quedarían impotentes. ¡Sería como una aguja en un pajar! Concluí casi
eufóricamente, todo era tan claro, tan fácil. De esta manera todos estaríamos felices y a
salvo.
“Sííí”. Pensó Emmett. “Y si se les ocurre molestar más de lo debido, pues estaremos
contentos de patear sus traseros”.
—Te pueden encontrar a ti—. Dijo Bella.
El más complacido con mi plan era mi hermano, creía que era un plan estupendo y me
tendió el puño para celebrarlo.
“Genial idea Edward, ya estoy queriendo que vengan por estos lados”. Volvió a decir en su
mente.
Aunque la reacción del resto de mi familia era un tanto diferente…
Rosalie negaba de plano, mientras que Bella pensaba que era absurdo.
Jasper por otro lado coincidía con nosotros, pero para Alice éramos solo unos idiotas.
Esme estaba preocupada, no quería vernos envueltos en un enfrentamiento con ellos.
Además pensaba que no daría resultado. Ella estaba al tanto de todo lo que pueden hacer
los Vulturis.
Bella se puso de pie para hablar. Diciendo que yo había propuesto una alternativa al plan y
pedía que votáramos.
—¿Quieres que me una a tu familia?—. Me preguntó en primer lugar.
Pero yo no quería que fuera de esta forma, quería que siguiera siendo humana por
siempre.
Bueno por lo menos que su alma permaneciera por siempre intacta. Por respuesta a mis
palabras ella solo asintió sin demostrar emoción alguna y continuó con mi familia.
Alice contestó lo más obvio del mundo, contesto que “Sí”.
Jasper también contestó que “Sí”. Sin duda que lo hacía por amor a Alice.
Sabía que Rosalie estaría de mi lado, o mejor dicho, votaría como yo.
Aunque dudó un momento contestó que “No”.
—Déjame explicarme—. Le pidió cuando Bella reanudaba la votación. —Quiero decir que
no tengo ninguna aversión hacia ti como posible hermana, es sólo que... Esta no es la
clase de vida que hubiera elegido para mí misma. Me hubiera gustado que en ese
momento alguien hubiera votado «no» por mí—.
Y vi que era verdad. Rosalie era feliz siendo una de los nuestros pero en el fondo de su
corazón anhelaba la humanidad casi tanto como yo la deseo para Bella.
La votación prosiguió con Emmett y aunque mi hermano se había mostrado complacido
con mi plan inicial dejó escapar un eufórico. ¡Rayos, sí! , esbozando una amplia sonrisa.
—Ya encontraremos otra forma de provocar una lucha con ese Demetri—.
La respuesta de mi madre tampoco me sorprendió ya que ella hace mucho tiempo que
consideraba parte de la familia a Bella.
Intercambiaron cariñosas miradas y después de agradecerle, Bella continuó con mi padre.
De todas las opiniones, la de él era la única que verdaderamente me importaba. Estaba
seguro de que mi padre compartiría mi punto de vista.
Pero mi padre opinaba esta vez igual que Alice y los otros traidores.
Creía que mi actitud era necia y que todos mis problemas se solucionarían si Bella era de
una vez, igual a todos nosotros.
—Edward—. Me llamó expectante cuando llegó su turno.
“Lo siento hijo. Verdaderamente no veo otra salida para este problema”
—No—. Le contesté mostrándole mis dientes.
—Es la única vía que tiene sentido—. Me dijo ahora en voz alta. —Has elegido no vivir sin
ella, y eso no me deja alternativa—.
Solté la mano de Bella y salí del comedor demasiado indignado para pronunciar palabra
alguna.
El amplio espacio del salón me parecía ahora demasiado pequeño.
No era como creía mi padre, no es que yo hubiera elegido no vivir sin ella, era simplemente
que no podía hacerlo. ¿Era tan difícil de comprender?
La rabia nublaba mi mente. Toda la sala daba vueltas mientras trataba de encontrar alguna
salida, alguna manera de detener lo que estaba a punto de suceder.
Con mis puños golpeaba mi cabeza.
No podía permitir que fuera condenada sin dar pelea, si ella no lo hacía era mi deber
hacerlo.
Giré consumido por la rabia y sin pensarlo, completamente descontrolado tomé el televisor
de plasma de 16 pulgadas que mis padres habían traído desde Corea y lo tiré al otro lado
de la habitación.
—Bueno, Alice—. Dijo Bella en el comedor —¿Dónde quieres que lo hagamos?—.
Todo estaba fuera de perspectiva, corrí hacia ella y un segundo más tarde me encontraba
casi sobre ella.
—¡No! ¡No! ¡NO!—. Le dije fieramente.
No permitiría que mi hermana lo hiciera, además que no podría hacerlo, no hacía falta ver
el futuro para saber lo que pasaría.
¿Cómo no entendía Bella lo que hacía?, se condenaba, se condenaba por toda la
eternidad, ¿por qué no podía verlo?
—¿Estás loca? ¿Has perdido el juicio?—. Le grité ahora, incapaz de controlarme. Pero ella
solo retrocedió tapándose los oídos.
Alice estaba consciente de sus limitaciones y tenía miedo de fallar, sin duda no estaba
preparada para hacer algo como eso.
—Lo prometiste —. Le recriminaba Bella.
Tal vez podría recurrir a su falta de experiencia, tal vez no todo estaba perdido.
—Lo sé, pero... Bella, de verdad, no sé cómo hacerlo sin matarte—. Le contesto Alice
confirmando mi teoría.
Bella la alentaba mientras que yo lanzaba gruñidos amenazantes.
Gruñidos que dieron resultado ya que Alice negó con la cabeza mientras retrocedía unos
pasos, se encontraba muy atemorizada.
—¿Carlisle?—. Llamó Bella.
No por favor, mi padre no.
Todo se salía fuera de control, nada podría hacer para detener a mi padre si el accedía a
hacerlo.
Me interpuse entre ambos y sostuve su rostro con una de mis manos fuertemente,
obligándola a mirarme mientras extendía la otra tratando de detener a mi padre que se
acercaba a ella.
—Soy capaz de hacerlo—. Le contestó este a mis espaldas. — No corres peligro de que yo
pierda el control—.
Traté de contener el temblor de mis manos, la estaba perdiendo. Me negaba a que todo
terminara de esta manera. En mi propia casa, transformada por mi propio padre.
Pero Bella estaba complacida con la idea de ser transformada por mi padre y
desesperadamente traté de que recapacitara.
—Espera—. Le pedí entre dientes, ahogando los gritos y la desesperación. —No tiene por
qué ser ahora—.
Ella no creía que hubieran razones para no hacerlo ahora pero a mí se me ocurrían una
cuantas.
—Naturalmente que sí—. Me contestó indiferente. —Ahora, aléjate de mí—.
Solté su rostro y me crucé de brazos mientras mi mente trabajaba rápidamente, buscando
las palabras adecuadas.
—Charlie va a venir a buscarte aquí dentro de tres horas—. Le dije sin mirarla y hablando
para los demás también. —No me extrañaría que trajera a sus ayudantes. Vendrá con los
tres—.
Hice una pausa para escuchar sus reacciones.
Mi padre ya no estaba tan seguro de transformarla ahora y seguí exponiendo mi alegato
ente dientes, demasiado furioso para hablar normalmente.
—Sugiero que pospongamos esta conversación en aras de seguir pasando
desapercibidos—. Le dije directamente a mi padre. —Al menos, hasta que Bella termine el
instituto y se marche de casa de Charlie—.
—Es una petición razonable, Bella—. Contestó mi padre.
Bella pensó un momento en nuestras palabras y frunciendo hermosamente los labios dijo
que lo consideraría.
Dejé escapar un suspiro. No podía creer lo cerca que había estado. Mi mandíbula se relajó
y logré decirle casi normalmente que era mejor que la llevará a su casa. No fuera que por
alguna extraña razón se le ocurriera argumentar cualquier otra cosa.
—Sólo por si Charlie se despierta pronto—. Le dije para terminar de convencerla.
Bella se giró hacia mi padre y le preguntó:
—¿Después de la graduación? —.
Y mi padre le dio su palabra.
Ella respiró hondo y en medio de una sonrisa me dijo que ya podíamos marcharnos.
Me planté frente a ella y la tomé por la cintura, levantándola levemente. No quería que viera
el desastre que había dejado en la estancia.
Emmett estaría verdaderamente inconsolable, el modelo no estaba disponible en el país y
deberían viajar por otro o esperar a que llegaran.
El bosque y la brisa terminaron de componer mi ánimo.
Me sentí mucho más tranquilo mientras nos alejábamos de mi casa.
Dejé que Bella trepara a mi espalda y reanudamos en silencio el trayecto hacia su casa.
Solo algunos meses.
Eso era lo que le quedaba de humanidad. ¿Qué vivencias puede tener en ese tiempo?
No asistiría a la Universidad, no experimentaría su adolescencia.
La fecha estaba marcada, pero no todo estaba perdido.
Eso era. Debía mantener las esperanzas. Siempre había algo que se pudiera hacer. No me
rendiría hasta que todo estuviera completamente perdido. Solo ahí dejaría de luchar por
ella, por su humanidad y su alma.
Sin disminuir la velocidad ingresé por su ventana y la dejé sobre su cama.
Ahora lo más inmediato era tratar de aplazar la fecha, lo otro después se vería.
Como un león enjaulado caminé de un lado a otro en su habitación, devanándome los
sesos. Debía tratar de negociar esto de los plazos. La graduación estaba prácticamente a
la vuelta de la esquina.
—Sea lo que sea lo que estés maquinando, no va a funcionar—. Me dijo Bella
distrayéndome un poco con su intuición.
—Calla. Estoy pensando—. Le contesté lanzándole una mirada solapada sin dejar de
caminar.
—¡Bah!—. Dijo mientras se tumbaba en la cama y se cubría con el edredón.
Caminé hacia ella y tiré de la manta mientras me recostaba junto a ella en su cama.
—Si no te importa, preferiría que no ocultaras la cara debajo de las mantas—. Le dije
mientras acariciaba su cabello. —He vivido sin ella tanto como podía soportar; y ahora,
dime una cosa—.
—¿Qué? —. Preguntó un poco molesta.
—Si yo te ofreciera cumplir cualquier deseo que tu quisieras, cualquier cosa, ¿qué
pedirías?—. Le pregunté.
—A ti—. Me contestó.
Verdaderamente no se podía hablar nada serio con ella.
—Algo que no tengas ya—. Le dije con impaciencia.
Bella lo pensó detenidamente y me sentí mejor al ver que tomaba ahora en serio mis
palabras.
Estaba dispuesto a darle todo lo que quisiera, aunque fuera extraño, excéntrico o
inalcanzable, no escatimaría recursos para lograr que se diera más tiempo como humana.
—Me gustaría que no tuviera que hacerlo Carlisle...—. Dijo después de unos minutos. —
Desearía que fueras tú quien me transformara—.
“Auch”.... Aquello… estaba un poco fuera de mis planes… pero si después de todo y a
pesar de todos mis esfuerzos, cuando fuera una verdadera obligación, por ella, por mi
familia, por todos… creo que también quisiera que mi veneno corriera por sus venas por
siempre. Pero… ¡SOLO!... cuando no quedara más salida.
—¿Qué estarías dispuesta a dar a cambio de eso?—. Le dije calculando su respuesta.
Los ojos de Bella brillaron de pronto y soltó las palabras que esperaba oír.
—Cualquier cosa—.
¿Por qué no siempre podía ser igual de predecible? Creo que todo sería mucho más
sencillo. Traté de no mostrar mis emociones. Contuve la enorme sonrisa que luchaba por
dibujarse en mis labios y comencé con la puja:
—¿Cinco años?—. Lancé de una vez, a partir de ahí podría ir negociando.
Y como supuse, a Bella no le pareció para nada una buena idea el esperar tantos años,
según ella. Pero había dicho «cualquier cosa».
—Sí, pero vas a usar el tiempo para encontrar la forma de escabullirte. He de aprovechar la
ocasión ahora que se presenta. Además, es demasiado peligroso ser sólo un ser humano,
al menos para mí. Así que, cualquier cosa menos eso—.
¿Cómo que «todo menos eso»? Y claro que usaría el tiempo, pero no para “escabullirme”,
como si yo fuera una cucaracha o algo por el estilo.
—¿Tres años?—. Seguí negociando.
—¡No!—. Lanzó Bella cruzando sus brazos sobre su pecho como una niña malcriada.
—¿Es que no te merece la pena?—. Pregunté un tanto molesto ahora. Pero no debía
molestarme, con ello solo conseguiría que Bella se encaprichara aun más con el asunto.
—¿Seis meses?—. Me dijo sin mirarme.
¿Qué eran seis meses? ¿Qué podía hacer en seis meses? No era bastante. Seis meses
estaba completamente fuera de discusión.
—En ese caso, un año—. Dijo contraatacando. —Ése es mi límite—.
Ok… Recapitulemos… ¿En qué momento había perdido el control sobre este asunto? Se
suponía que yo estaba trazando los tiempos y todo eso….
—Concédeme dos al menos—. Le dije casi suplicante.
Pero Bella no estaba dispuesta.
—Voy a cumplir diecinueve, pero no pienso acercarme ni una pizca a los veinte—. Dijo que
si yo tendría menos de veinte para siempre, ella también los tendría.
Y por primera vez pensé seria y detenidamente en eso de “convertirla”.
Los Vuturis eventualmente vendrían o enviarían a alguien. Carlisle ya había accedido ¿Y
qué podía hacer… raptarla? Como si se pudiera obligar a algo a Bella.
—De acuerdo—. Le dije pensando en cómo aprovechar lo que tenía en contra. —Olvídate
de los límites de tiempo. Si quieres que sea yo quien lo haga, tendrás que aceptar otra
condición—. Si las cosas debían ser así, se harían a “Mi” manera.
Y lo haríamos de la manera correcta… por lo menos, correcta según mi punto de vista.
—¿Condición?. ¿Qué condición? —
Ahora estaba completamente seguro. De pronto todo parecía más fácil, sin embargo me
sentí repentinamente nervioso.
—Casarte conmigo primero—. Le dije mirándole a los ojos.
Pero Bella no contesto.
Solo se quedó ahí, en silencio por un momento. Esperando no se qué cosa.
No recuerdo en qué momento yo había dejado de respirar, pero solo volví a hacerlo cuando
ella por sin habló.
—Vale, ¿cuál es el chiste?—.
—Hieres mi ego, Bella. Te pido que te cases conmigo y tú piensas que es un chiste—. Le
dije más lastimado de lo que le había dejado ver mientras que ella me pedía que fuera
serio.
Le dije que mis palabras eran verdaderas pero ella seguía sin creerme.
Casi histérica me recordó que tenía dieciocho años, pero no le pedía que nos casáramos
mañana….
Además yo estaba casi por cumplir ciento diez años y era hora de sentar cabeza.
Bella desvió la mirada sin contestarme.
No me sorprendía el que no quisiera casarse, no después de todo lo que me había contado
sobre el matrimonio de sus padres. Pero por mi parte tenía muy buen ejemplo sobre ese
asunto.
Carlisle y Esme llevaban casi ochenta años juntos y aun se aman. Estaba seguro que con
nosotros seria de igual manera.
—Verás, el matrimonio no figura precisamente en la lista de mis prioridades, ¿sabes? Fue
algo así como el beso de la muerte para Renée y Charlie—.
—Interesante elección de palabras—. Le contesté pensando un poco en sus palabras.
—Sabes a qué me refiero—.
Me negaba a creer que tuviera miedo al compromiso. Además no entendía muy bien todo
aquello. ¿Acaso no quería transformarse para estar junto a mí toda la eternidad? ¿Y si era
así entonces por qué no quería casarse conmigo?
—No es eso exactamente—. Contestó a la defensiva.
Al parecer tenía la opinión de su madre. Según Bella, ella tenía convicciones muy
profundas contra el matrimonio antes de los treinta, Sin embargo no había visto nada en su
mente aquella…. vez….. en el hospital……
Tenía la certeza de que todo aquello solo eran escusas para no aceptar mi propuesta,
porque eso era en definitiva lo que ella estaba haciendo, estaba rechazándome.
—Preferiría que te convirtieras en una eterna maldita antes que en una mujer casada—. Le
dije riendo pero sin alegría, más bien con pena.
Le había propuesto la idea con el fin de disuadirla sobre todo este asunto de ser vampira,
pero creo no me esperaba una reacción como la que estaba teniendo.
Creo que sin quererlo, esperaba que ella saltara de felicidad y aceptara de inmediato.
Eso me habría hecho inmensamente feliz.
Sin buscarlo, había sacado las palabras que verdaderamente guardaba en mi corazón.
Quería, anhelaba que Bella fuera mi esposa.
—Te crees muy gracioso—. Dijo Bella como respuesta a mis quejas sobre su madre.
Traté de explicarle que no había comparación entre el nivel de compromiso entra la unión
marital y el renunciar a su alma inmortal a cambio de convertirse en un maldito vampiro por
todo la eternidad.
—Si no tienes valor suficiente para casarte conmigo, entonces... —.
Entonces no permitiría que mi padre la transformara. Pero Bella no me permitió decir
aquellas últimas palabras ya que me interrumpió para decir desafiantemente:
—¿Qué pasaría si lo hiciera? ¿Y si te dijera que me llevaras a Las Vegas ahora mismo?
¿Sería vampiro en tres días? —.
Claro que eso nunca pasaría, pero seguí su juego, divertido por sus palabras.
—Seguro. Voy por mi coche—. Le dije ahogando una carcajada.
Me incorporé rápidamente de la cama caminando hacia la ventana.
—¡Caray!—. Soltó Bella. —Te daré dieciocho meses—.
Me detuve en medio de la habitación y sin girarme le dije que no había trato. Seguro que
podía llegar hasta los dos años.
—Me gusta esta condición—. Le dije ahora girándome al hablar.
—Perfecto—. Dijo cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado. —Tendré que
conformarme con Carlisle después de la graduación—.
—Si es eso lo que realmente quieres... —. Le dije mostrándome indiferente y dedicándole
la más “ deslumbrante” de mis sonrisas.
Sabía perfectamente cuando deseaba que yo mismo la transformara.
Sí, era verdad, estaba jugando sucio pero como dice el dicho…. “En la guerra y en el
amor…. todo se vale” Y ahora esto era una guerra, una guerra por salvar su alma.
Bella se quejaba de que yo era imposible, que era un monstruo y me pregunté si la
verdadera razón por la cual no quería casarse conmigo era esa misma… El que yo fuera un
monstruo.
Caminé hacia ella, hasta su cama y me incliné sobre ella. Muy cerca contemplando sus
hermosos ojos que ahora parecían más grandes que nunca.
Parpadeó varias veces nerviosamente.
—Bella, ¿por favor... ?—. Le dije suavemente. Extrañaría aquellas reacciones, extrañaría el
exquisito rubor que subía por su rostro.
Extrañaría que olvidara respirar cada vez que me acercaba un poco más a ella. Sin
embargo también quería que aceptara mi propuesta. Es verdad que no había sido una
propuesta como correspondía pero de todas maneras contaba.
—¿Saldría esto mejor si me dieras tiempo para conseguir un anillo?—. Le dije pensando el
anillo perfecto para ella.
—¡No! ¡Nada de anillos!—. Contestó casi gritando.
No lo podía creer.
Había logrado despertar a su padre. El se desperezó sobre la cama y de dispuso a
levantarse.
—Será mejor que me vaya—. Le dije tristemente.
Quería estar con ella, aunque fuera para discutir pero quería estar con ella, pero Bella
tampoco quería estar lejos de mi y como siempre, terminé metido en su armario.
El Jefe Swan no tardó en llegar a la habitación.
Y suavemente trató de abrir la puerta.
Bella le saludó con un simple “Buenos días”
Me sorprendió su actitud desenvuelta al hablar. Pensé que le pediría disculpas o algo por el
estilo pero parecía como si tratara de pasar por alto el hecho de fugarse de casa.
—Espera—. Le dijo su padre cuando ella bajaba de la cama para ducharse. —Hablemos
primero un minuto. Estás metida en un lío, ya lo sabes—.
—Sí, lo sé—. Le contestó.
Su padre estaba muy molesto, había sufrido verdaderamente estos últimos días. No solo
había tenido que enfrentar el funeral de su buen amigo Harry, además había tenido que
vivir con la incertidumbre de no saber el paradero de su hija. Por un momento me puse en
sus zapatos y me sentí muy mal por él.
—Jacob sólo pudo decirme que te habías ido pitando con Alice Cullen y que pensaba que
tenías problemas. No me dejaste un número, ni telefoneaste. No sabía dónde estabas ni
cuándo ibas a volver, si es que ibas a volver. ¿Tienes alguna idea de cómo... ? —
Se detuvo un momento para tomar aire ya que no había respirado ni una sola vez desde
que había empezado a hablar. No podía ver su cara ya que se encontraba de espaldas al
armario, pero por su tono de voz, comprendí que decir esas palabras le estaba costando
gran trabajo.
—¿Puedes darme algún motivo por el que no deba enviarte a Jacksonville este
trimestre?—.
Prosiguió amenazante.
Pero la reacción de Bella creo que nos tomó a los dos desprevenidos.
Se sentó en la cama muy resuelta, se cubrió con el edredón con un movimiento un tanto
violento y le contestó:
—Porque no quiero ir—.
Supongo que a esas alturas su padre estaba ahora muy, pero muy enfadado.
Era difícil tratar de leer sus pensamientos, imágenes, sombras, solo pequeños fragmentos
de sus pensamientos. Pero lo que lograba ver, me demostraba que en todos estos meses
que llevaban juntos, Bella jamás le había hecho frente de esta manera. Sin duda que
estaba un tanto sorprendido.
Trató sin éxito de retomar su rol de padre, pero Bella no le daba respiro.
—Espera, papá, acepto completamente la responsabilidad de mis actos y tienes derecho a
castigarme todo el tiempo que quieras—. Le dijo Bella seca pero firmemente.
Haría las tareas domésticas, hasta que Charlie pensara que ya era suficiente castigo.
—Y supongo que estás en tu derecho de ponerme de patitas en la calle, pero eso no hará
que vaya a Florida—.
Su padre ahora tenía serias complicaciones para respirar y mantenía sus puños apretados.
Creí que explotaría en cualquier momento.
Pero después de inhalar profundamente en repetidas oportunidades logró formular las
preguntas para las cuales no estábamos preparados.
—¿Te importaría explicar dónde has estado? —.
Bella comenzó a balbucear nerviosamente tratando de contarle lo que había sucedido, a
medias claro está.
Me tapé la boca ahogando la risa que me provocaba la escena.
Bella se veía tan nerviosa y su boca articulaba palabras sin sentido.
Sin embargo yo también había sentido aquella desesperación. Compartía su angustia, su
preocupación… Pobre Charlie.
Para entonces Bella había terminado de explicarle, lo mejor que pudo el asunto del viaje y
lo que ocasionó todo el problema.
—¿Intentabas suicidarte, Bella? —. Le preguntó casi en un grito su padre.
Bella le aclaró que solo se estaba divirtiendo con… con… Jacob Black… practicando salto
de acantilado. De solo imaginar aquello sentí un escalofrío recorriendo mi espalda.
—Los chicos de La Push lo hacen continuamente. Lo que te dije, no fue nada—.
Pero en vez de tranquilizarlo sus palabras, parecía como si causaran el efecto contrario.
—De todos modos, ¿qué importa Edward Cullen?—. Le dijo furioso. —Te ha dejado aquí
tirada todo este tiempo sin decirte ni una palabra—.
Bella me defendió frente a su padre, como si fuera posible defender lo indefendible.
Merecía su desprecio y no le gustó la idea de que volviéramos a Forks.
Le pedía que se alejara de mí, que no le convenía, que no confiaba en mí.
—No quiero que vuelva a arruinarte la vida de ese modo—. Le dijo casi suplicante.
—Perfecto —. Contestó Bella.
Eso estaba bien, supongo. Sin duda que era lo más sensato de su parte pero estaba
seguro que no lo haría.
¿Eso era lo que ella quería? Que fuéramos amantes en secreto. Sin duda que no podría
hacerlo, no ahora que la tenía de vuelta.
Pero después de un momento Bella nos aclaró ese “Perfecto”.
—Lo que pretendía decir es: «Perfecto. Me iré de casa»—.
Los dos estaban que echaban humos. Afortunadamente Bella recapacitó y empezó a
relajar su actitud.
—Papá, no deseo irme de casa—. Le dijo ahora mucho más tranquila y conciliadora. —Te
quiero y sé que estás preocupado, pero en esto vas a tener que confiar en mí. Y tomarte
las cosas con más calma en lo que respecta a Edward, si quieres que me quede. ¿Quieres
o no quieres que viva aquí? —
Wow… tendría que cuidarme de aquel tono, seguro que obtendría cualquier cosa de mi si
lo utilizaba conmigo.
Su padre respondió a sus suaves palabras y él también se tranquilizó. Decía que no era
justo que ella lo chantajeara de esa manera, no quería que se marchara.
—Entonces, pórtate bien con Edward, ya que él va a estar donde yo esté —. Le dijo ahora
firmemente.
Pero su padre seguía convencido de su aversión hacia mí y le dijo que bajo su techo no lo
haría.
—Mira, no voy a darte ningún ultimátum más esta noche, bueno, más bien esta mañana.
Piénsatelo durante un par de días, ¿vale? Pero ten siempre presente que Edward y yo
vamos en el mismo paquete, es un acuerdo global—.
Su padre trató inútilmente de debatir sus palabras pero Bella no le permitió seguir
hablando. Le pidió que lo pensara.
—Y mientras lo haces, ¿te importaría darme un poquito de intimidad? De verdad, necesito
una ducha—.
Y eso fue todo lo que su padre pudo hacer.
Me sentía terrible al pensar que todos aquellos malos ratos eran por mi causa, por mi
ceguera. Por no poder ver lo que realmente pasaba.
Por mi sordera al no escuchar a las personas que me aman.
Y por mi estúpida manía de creer que siempre tenía la razón.
Su padre salió de la habitación en medio de un gran portazo. Apenas bajó un par de
escalones salí del armario y me senté sobre su silla.
Bella al verme se disculpó en un susurro, pero el único que debía disculparse era yo.
Le pedí que no se molestara con su padre, si debía estar enfadada con alguien, era
conmigo no con su padre que solo trataba de protegerla.
—No te preocupes por eso—. Me dijo aun nerviosa por la discusión, mientras iba por su
cuarto cogiendo cosas. —Haré todo lo que sea necesario y nada más. ¿O intentas decirme
que no tengo ningún lugar adonde acudir? —.
Dejó de moverse y se detuvo en el centro del dormitorio para mirarme ahora directamente a
los ojos.
—¿Te mudarías a una casa llena de vampiros? —. Le pregunte aun sabiendo la respuesta.
Ella creía que sería el lugar más seguro para alguien como ella.
—Además, no hay necesidad de apurar el plazo de la graduación si Charlie me pone de
patitas en la calle, ¿a qué no? —.
Mi cuerpo se tensó al oír sus palabras.
No entendía su deseo por morir tan joven. Porque eso era lo que en realidad haría, moriría.
Su vida estaría vinculada eternamente a la noche o sujeta al estado del tiempo. Luchando,
luchando día a día contra la sed.
Contra una sed que solo se logra vencer con la muerte de un inocente, de un débil, de un
desprotegido.
Aunque no nos alimentemos de humanos no significa que no deseemos hacerlo, el deseo
está escondido, subyugado, dominado casi por completo.
Nuestros demonios están atados a nuestra conciencia, pero aun así existen.
No dejan de existir nunca y nos acompañan para siempre.
Me negaba a que se cumpliera su condena, aun cuando quisiera tenerla junto a mí por
siempre.
—Menudas ganas tienes de condenarte eternamente—. Le dije, tratando inútilmente una
vez más que comprendiera lo que realmente arriesgaba.
—Sabes que en realidad no crees lo que dices—.
—¿Ah, no?—. Le dije deteniendo el balanceo de la silla sin dejar de mirarla.
—No—.
¿Cómo podía decir eso? ¿Qué creía que yo estaba tratando de hacer todo este tiempo?
— Y se puede…—. Logré decir porque ella me interrumpió.
Me habló de lo sucedido en Volterra cuando me detuvo justo antes de salir a los rayos del
sol. Yo había pensado que estaba muerto y que ella estaba junto a mí.
—Dijiste: “Asombroso. Carlisle tenía razón”. Después de todo, sigues teniendo la
esperanza—.
Me quedé ahí, casi con la boca abierta por el asombro. No podía creer que me atacara con
eso, sin duda que no era justo. Pero tenía razón. Busqué mi muerte con el fin de seguirla a
donde fuera, aun sin ilusiones al respecto. Había creído, a punta de desesperanza que si
existía una vida después de nuestra muerte, la viviríamos juntos al igual que esta.
—De modo que los dos vamos a ser optimistas, ¿vale?—. Me dijo seriamente. —No es
importante. No necesito el cielo si tú no puedes ir a él—.
Sus palabras eran necias, ridículas.
Sin duda que era lo más tonto que había escuchado en toda mi existencia.
Pero juraría que mi corazón dio un pálpito cuando terminó de hablar.
Escuché sus palabras como un creyente que asiste a la iglesia, como un sediento que
escucha un río cercano.
La escuché como un hombre enamorado.
Lentamente caminé hacia ella, con todo mi amor más intenso y fuerte que nunca.
Tomé su rostro entre mis manos, sin dejar de sentirme estúpidamente feliz.
—Para siempre —. Le prometí mirándola a los ojos.
Había abierto mi ser para ella y ahora éramos uno.
Nunca me permitiría volver a perderla.
Nunca le daría la oportunidad al destino para alejarme nuevamente de ella.
Pelearía por ella, ya nunca más sería un cobarde y un temeroso del destino.
Nunca más estaría temeroso de lo bueno o lo malo.
Vi su rostro acercarse hacia el mío.
Incliné mi cuerpo permitiéndole llegar hasta mis labios y sentí su contacto y sus manos
contra mi pecho.
Solo Bella junto a mí sin importar el resto o el mañana.
Solo ella por siempre.
CAPITULO 16 UN NUEVO COMIENZO
No sabía lo realmente hambriento que estaba hasta que sentí la tibia sangre inundando mi
boca.
Aunque en un comienzo me pareció un tanto insípida, mi lengua vibró al contacto de su
suave textura.
Mi cuerpo se fue llenando de vida, calentando lentamente.
Dos días su padre la mantuvo encerrada, sin importarle mucho que perdiera clases.
Bella no protestó, aceptó sin levantar la cabeza, su tan merecido castigo, a lo cual su padre
se mostró internamente más que complacido.
Dos días habíamos pasado juntos, solos en la intimidad de su dormitorio.
Hablando, mirándonos a los ojos, memorizando nuevamente nuestros cuerpos.
Descubrí en mí, que la separación había producido un extraño y nuevo cambio.
Su olor me parecía ahora mucho más intenso que antes, pero por alguna extraña razón me
resultaba más…. soportable.
Lamentablemente descubrí otro inconveniente.
Cada vez que me acercaba a ella, sentía el ardiente deseo de… bueno… de hacerla…
“Mía”.
Bastaba que pusiera mis manos en sus caderas o que sus besos fueran un poco más
intensos para que comenzara a correr el alocado flujo de sangre por todo mi cuerpo.
Entonces mis manos se volvían ambiciosas y querían recorrer su figura, atraerla hacia mí
un poco más.
Intentando fundirnos en uno solo.
Entonces me desprendía de ella ocultando los signos inconfundibles de mi deseo sexual
hacia ella.
Sabía perfectamente, mi lado pensante y racional, que aquello sería casi tan malo como el
transformarla.
Ahora era mi prometida y debía sobre todas las cosas respetarla hasta que llegáramos
juntos hasta el altar.
Éramos, en esta materia, iguales.
Me sentía feliz de que juntos nos presentáramos, algún día, ante dios o lo que fuera, en
igualdad de condiciones.
Seguramente que aquello contaría en algo. No pagaría mis pecados anteriores, pero no
sumaría otro a mi ya, tan extensa lista.
Pero una cosa era lo que decía mi cerebro pensante y otra muy diferente era lo que
clamaba mi cuerpo, mi instinto y mi deseo de hombre.
Alice y Emmett se habían cansado de llamarme desde los alrededores de la casa de Bella,
y en la noche de nuestro segundo día, el mismo Carlisle fue por mí.
"Se razonable hijo". Me dijo en su mente. "Tus hermanos se pueden quedar aquí si no
quieres dejarla sola".
Me sentía intranquilo, nervioso. Victoria podría venir por ella, en cualquier momento.
Pero tenían razón y terminé cediendo.
Después de todo Bella dormía plácida y profundamente, tal vez, si era lo suficientemente
rápido, podría volver antes de que la aurora golpeara a su ventana.
Cuando terminé con el tercer ciervo me sentí listo para enfrentar cualquier cosa.
Habían pasado tres semanas y tres días desde la última vez que me había alimentado. Sin
lugar a dudas el periodo más extenso en cual había ayunado.
—Estoy seguro que estos nuevos licántropos respetaran el tratado de los viejos
Quileutes—. Me comentó mi padre mientras volvíamos.
—Sin embargo—. Le dije. —Tenemos que estar alerta—.
Deberíamos reanudar las rondas y sobre todas las cosas no bajar la guardia, no ahora.
Y así transcurrieron las semanas.
Fue fácil retomar el ritmo, fue fácil volver a nuestra vida humana. La comunidad recibió a mi
padre con los brazos abiertos y en un par de días pudimos también volver al instituto.
Me había propuesto firmemente no dejar sola a Bella en ninguna circunstancia y ahora
compartíamos cada una de nuestras clases.
Bella también retomó su vida, el trabajo, el instituto.
No me conformaba con el hecho de que ella perdiera la opción de ir a la Universidad y
todos los días le llevaba formularios para las solicitudes.
El ser una vampira no le impediría ser una vampira educada.
De una u otra manera entraría a la universidad, aunque tuviera que sobornar a todos los
encargados de las solicitudes.
Su padre por otro lado, seguía molesto y solo le estaban permitidas las salidas obligadas al
trabajo o las relacionadas al instituto.
Sin embargo éramos felices, el uno con el otro en aquel arresto domiciliario.
El Jefe Swan aceptó a regañadientes el ultimátum que le dio su hija y terminó cediendo a
mis visitas diarias. Sin embargo y sin dudarlo justo a las nueve en punto me ponía de
patitas en la calle.
Trataba entonces de poner mi mejor cara de mártir mientras caminaba hacia la puerta.
Charlie se quedaba justo detrás de Bella mientras ella se ponía en puntillas para rozar mis
labios como despedida.
—Será mejor que entres de una vez Bella—. Le decía impaciente.
Le susurraba al oído que la amaba y ella me recordaba que me estaría esperando, como si
me fuera posible olvidarlo.
Ella me perdonó completamente.
Nunca tenía para mi alguna palabra que me recordara aquellos meses, algún reproche.
Pero a pesar de que era feliz nuevamente, había días en que podía ver en sus ojos que
algo no estaba bien.
Sentía entonces una gran angustia.
Ella no decía nada, pero no eran necesarias las palabras. Sabía perfectamente que su
pena tenía nombre y apellido.
Cada vez que nombraba a su “amigo” licántropo, trataba de poner mi mejor cara, pero me
era imposible. No estaba molesto con ella o incluso con él.
También era yo el causante de aquella pena. Yo la había obligado, la había impulsado a
buscar aquel cariño.
Y sinceramente le estaba agradecido.
No creo que Bella hubiera podido sobrevivir todo ese tiempo si no hubiera sido por su
ayuda.
¿Cómo odiarlo si él la había salvado en muchas oportunidades y en más de un sentido?
Aunque nunca sabría en qué grado Bella había sufrido, estaba consciente que había sido
mucho.
Viviría eternamente agradecido, agradecido de Jacob Black.
Por otro lado, no había que ser psíquico para saber lo descontentos que estarían los
Quileutes por nuestro retorno.
¿Acaso no habían encendido hogueras para celebrar nuestra marcha? Bella nos había
puesto al corriente de aquello y según sus palabras ahora se trataba de una manada
numerosa, tan numerosa como nuestra familia.
Y solo era cuestión de tiempo para que nos enfrentáramos de una u otra manera.
Todo quedó claro aquella tarde lluviosa.
—¡Es una verdadera falta de educación! ¡Estuvo de lo más grosero! —. Dijo Bella mientras
se montaba en el coche muy molesta, dando un gran portazo.
Le miré sorprendido sin decir ni una palabra y ella continuó.
Al parecer y por lo que pude entender, Bella había llamado a Jacob Black y aparentemente,
él se había negado a contestar su llamada, otra vez.
No era un secreto para mí que ella lo llamara casi a diario.
Cuando salía por su puerta, cada noche a la hora dictada por su padre, me quedaba muy
cerca en los alrededores. No era difícil escucharla cuando muy molesta colgaba el teléfono
maldiciendo a su otro gran amigo.
¿Pero qué podía decirle? ¿Qué podía reprochar? ¿Acaso no era yo el causante de aquel
cariño que había crecido entre ambos?
Entonces hacia lo que debía hacer… apretaba mis puños, inspiraba una gran bocanada de
aire. Trataba de relajar mis músculos, apretaba fuertemente mis dientes y tragaba el
veneno que inundaba mi boca.
Contaba, un lobo, dos lobos, tres lobos….. y así, hasta que lograba controlarme.
Le aclaré mientras conducía hacia su casa, tratando inútilmente de consolarla, que no era
por ella por lo que su amigo tenía esa actitud, seguramente él estaba molesto, pero no
creía que la odiara. Nadie sentía nada en su contra. Solo era que a esas alturas toda la
reserva estaría al tanto de que habíamos vuelto.
Y seguramente Jacob Black era consciente de que estábamos juntos. No volvería a ver a
Bella mientras yo estuviera cerca y como pensaba quedarme para siempre, eso le dejaba
muy pocas oportunidades.
Sin embargo no estaba molesto con el chico. Muy al contrario.
Me sentía profundamente agradecido.
Gracias a Jacob Black tenía a mi lado a Bella en una sola pieza.
Le debía mucho más, de lo que suponía que él me odiaba.
Jamás podría saldar mi deuda con él.
Sin embargo, eso no significaba que me haría a un lado y la dejaría en sus garras.
—No se acercará a donde yo esté—. Me limité a decir. —La enemistad está profundamente
arraigada—.
Pero Bella pensaba que todo era una estupidez, que él sabía que yo no era como los otros
vampiros.
Sin embargo ninguno de los dos, Jacob o yo, podíamos ir en contra de nuestra naturaleza,
simplemente éramos lo que éramos, Quileutes contra Cullen por así decirlo, sin poder
evitarlo.
Estaba completamente seguro de poder controlarme cuando me encontrara frente a él, o
frente a cualquiera de su especie, pero no creo que fuera lo mismo para ellos.
—Es muy joven—. Le comenté mientras paraba frente a la luz roja del semáforo. — Lo más
probable es que un encuentro degenerase en lucha y no sé si podría pararlo antes de m...
—. “Maldición. Yo y mi bocaza”.
Me había propuesto no volver a herir a Bella nunca más en lo que me quedaba de
existencia. Y era consciente del gran cariño que ella le tenía….
—Antes de que le hiriera—. Le dije rápidamente, esperando que mis torpes palabras
lograran pasar desapercibidas. Herir era una mejor palabra, herir era… sensato para el
contexto. —Y tú serías desdichada. No quiero que ocurra eso—.
Pero Bella había comprendido el verdadero sentido de mis palabras, y con las voz atorada
en su garganta preguntó:
—¿Has estado a punto de decir “ matarle”? ¿Era eso? —.
Esquivé su mirada. Trataría de no hacerlo, por ella lo intentaría.
Pondría todo mi esfuerzo en ello.
Pero si debía luchar, sin duda que lo haría. Si él atacaba yo me defendería.
—Yo intentaría... con mucho esfuerzo... no hacerlo —. Le dije después de un momento,
hablando sin mirarla.
Forks era nuestra ciudad.
Mi padre, mi familia completa la consideraba nuestro hogar.
—Bueno, eso no va a ocurrir jamás, así que no hay de qué preocuparse. Y sabes qué, en
estos momentos Charlie estará mirando el reloj. Será mejor que me lleves a casa antes de
que me busque más problemas por retrasarme—. Dijo demasiado confiada en sus
palabras.
Quise creer en sus palabras desesperadamente.
Quise creer en mí mismo, en mi templanza y mi tolerancia.
En ese momento algo me distrajo de mis optimistas pensamientos. Un sonido, una parcial
voz mental. Era consciente de que solo una persona era capaz de emitir aquellos
fragmentados pensamientos. Ignoré el centenar de voces que inundaban mi mente y seguí
el sonido de aquella “voz”.
En esta oportunidad no era necesario leer claramente la mente de su padre.
Palabras como irresponsable, inconsciente, unidos a un “La mato” inundaban el espacio.
Después de todo no importaría si nos retrasábamos unos minutos en llegar a su casa. De
todas maneras ya estaba en problemas y al parecer en unos mucho más graves.
—¿Qué? ¿Qué es?—. Preguntó Bella mientras se acercaba a mi cuerpo aferrándose
nerviosamente.
—Charlie... —. Le dije respirando hondo, pero no pude seguir hablando.
Al momento en que el aire entró por mi nariz pude distinguir un olor familiar y mis aletas
nasales vibraron al reconocer el hedor.
—¿Mi padre? —. Exclamó entonces Bella.
Aparté la vista del camino, para contemplar sus enormes ojos color chocolate, tratando de
tranquilizarla. Lo que fuera, lo solucionaríamos juntos.
—No es probable que Charlie vaya a matarte, pero se lo está pensando—. Le dije tratando
de mitigar su preocupación mientras llegábamos a su casa.
A medida que nos acercábamos más hacia nuestro destino, pude escuchar y reconocer
otra voz expectante también por nuestra llegada.
Había cambiado, ahora era más ronca, traté de no recordar la última vez que había
escuchado aquella voz. Yo me hacía pasar por mi padre entonces y él me entregaba una
terrible noticia.
Pero él no estaba junto al Jefe Swan. El muchacho esperaba junto al bosque.
Jacob Black esperaba por mí.
Conduje calle abajo hasta pasar de largo la casa de Bella, ahí frente a todo el que quisiera
ver, estaba el motivo por el cual su padre estaba tan molesto. Tan roja como la cara que
seguramente tendría él en este momento.
—¡No! —. Dijo Bella jadeante.
Para entonces ella ya debía comprender que se encontraba en serios problemas. Su ritmo
cardiaco se aceleró y sus dientes rechinaron furiosamente.
—¿Está todavía por aquí? —. Pregunto sin mover los labios mientras me estacionaba fuera
de la posible vista de su padre.
Le indiqué el camino y Bella saltó del coche impulsada por un resorte invisible.
No comprendía la delicada situación en la cual nos encontrábamos.
Jacob también estaba consciente de aquello, sin embargo se había ofrecido para ser el
portavoz de su manada.
Para él también sería difícil enfrentarse a mí, de ahí que escogiera ese lugar. Debía tener
un aliciente para evitar una pelea. Y Bella era aquel motivo, tampoco él quería herirla.
Bajé velozmente tras ella, reteniéndola por la cintura, de nada serviría correr hacia Jacob
con los puños en alto.
—¡Suéltame! ¡Voy a matarle! ¡Traidor!—. Gritaba Bella mientras luchaba inútilmente contra
mi agarre.
Le pedí que se tranquilizara. Pronto su padre saldría impaciente al porche para ver el
motivo de nuestra tardanza, debíamos darnos prisa.
—Charlie te va a oír y va a tapiar la puerta una vez que te tenga dentro—. Le recordé
tratando de que se tranquilizara.
Pero solo bastó con ver nuevamente la motocicleta estacionada frente a su casa para que
volviera a brillar la ira en sus grandes ojos.
—¡¡Déjame que le atice una vez, sólo una, y luego ya veré cómo me las apaño con
Charlie!! —. Dijo luchando otra vez para soltarse.
Pero el chico no quería verla, o eso era lo que él se auto mentía. Sabía muy bien que
detrás de todo aquello, detrás del supuesto deber de portavoz estaba el deseo de verla
aunque fuera a mi lado.
—Jacob Black quiere verme a mí. Por eso sigue aquí—. Me limité a decir.
La actitud de Bella cambio de inmediato al escuchar mis palabras. Ahora estaba
preocupada, casi temerosa. Pero la tranquilicé, el muchacho solo traía un mensaje de la
manada, aunque en realidad se trataba de algo más que un simple mensaje.
Debíamos darnos prisa, su padre comenzaba a impacientarse por nuestra tardanza. Apreté
un poco más su cuerpo contra el mío y caminamos hacia donde él me esperaba.
A unos cuantos pasos por el camino hacia el bosque se encontraba Jacob Black. Iba
descalzo, sin camisa y con los pantalones hechos jirones. Con los brazos cruzados sobre el
pecho se encontraba descansando contra un árbol.
No era prudente acercarme a él. Era consciente del gran esfuerzo que hacía por mantener
el control sobre sí mismo. Me odiaba, sin embargo estaba ahí, parado frente a mí, mi rival,
mi enemigo.
¿Pero cómo odiar al que te devuelve la vida, al que cuida de tu corazón?
No. Jamás podría odiarlo aunque fuera mi enemigo.
Pero el sentimiento no era recíproco.
“Maldito chupasangre”. Pensó al vernos. “Maldita sea Bella”.
Mantenía fuertemente sus puños apretados mientras trataba de controlar los temblores de
su cuerpo, luchando contra la necesidad de transformarse. Jacob se había convertido en
un ser dominado por su instinto y en ese momento todo su ser le decía, le ordenaba
atacarme.
Solo la presencia de Bella evitaba que él se transformara y tratara de darme muerte, ella y
la lealtad hacia su manada. Aunque creo que su lealtad por la manda no era tan fuerte
como el odio que sentía por mí.
Aparté a Bella de su vista, ocultándola detrás de mi cuerpo.
Jacob saludó a Bella sin dejar de mirarme ni por un minuto, mientras pensaba en lo
cobarde que yo era por llevarla a ese encuentro.
Pero ella era la única que podía evitar que nos abalanzáramos el uno contra el otro.
Aunque tenía fuertemente agarrada a Bella contra mi cintura, se las ingenió para asomar su
cuerpo por un costado y lanzar sus reproches contra Jacob.
—¿Cómo has podido hacerme esto, Jacob? —. Dijo con la voz atorada en la garganta.
Sentí pena por su dolor, aunque estaba molesta, era evidente que aquello la hería más de
lo que se era capaz de expresar.
Las palabras de Bella rompieron la tan elaborada actitud resuelta de Jacob mientras
argumentaba que todo lo había hecho por su bien. Pero no había consuelo para Bella en
sus palabras.
—¿Y qué se supone que significa eso? ¿Quieres que Charlie me estrangule? ¿O quieres
que le dé un ataque al corazón como a Harry? No importa lo furioso que estés conmigo,
¿cómo le has podido hacer esto a él? —.
Por primera vez Jacob pensó detenidamente en lo que había hecho.
Había obedecido, como todo ahora en su vida, a un instinto, a un arrebato. No había
medido las consecuencias de sus actos.
Pero sus actos no eran guiados por el odio, buscando su dolor o el de su padre.
—No ha pretendido herir a nadie —. Dije siguiendo el hilo de los pensamientos de Jacob,
explicando a Bella lo que él no se atrevía a decir.
—¡Ay, Jake! ¡Ya estoy castigada!—. Le dijo Bella lastimosamente. —¿Por qué te crees que
no he ido a La Push para patearte el culo por no ponerte al teléfono? —.
Las palabras de Bella calaron hondo en su cerebro, descompensando su actuación de
chico fuerte y rudo.
—¿Era por eso? —. Preguntó arrepintiéndose al segundo de haber formulado la pregunta.
Una vez más le comente a Bella que Jacob pensaba que yo era el causante de su ausencia
en la reserva y debido a eso él había actuado de esa manera.
—Para ya —. Gritó el chico al verse mentalmente invadido.
Sabía que estaba mal de mi parte hacerlo. ¿Pero no era acaso mi responsabilidad estar al
tanto de todas sus posibles acciones?
—Bella no había exagerado acerca de tus... habilidades —. Agregó Jacob después de un
corto momento. —Así que ya debes de saber por qué estoy aquí—.
Efectivamente estaba al tanto de todo.
Sabía que nuestro tiempo era limitado, en cualquier momento su padre saldría y vería mi
coche estacionado o antes tal vez Jacob Black perdería la batalla consigo mismo y
terminaría transformado en un salvaje animal listo y dispuesto a saltar sobre mí, sin
importar que ella se encontrara a mi lado o no.
Pero había algo que debía decir antes de que todo comenzara.
En silencio esperó lleno de curiosidad. Curiosidad que no era suficiente para calmar los
temblores de su cuerpo.
—Gracias —. Continué, deseando que comprendiera, que pudiera ver que no le hablaba
como su enemigo, como su rival, como un Cullen. Esperaba que viera que solo le hablaba
como un hombre profundamente enamorado.
—Jamás seré capaz de agradecerte lo suficiente. Estaré en deuda contigo el resto de mi...
existencia—.Me miró sorprendido, tan sorprendido que por un breve momento su furia
contra mí, desapareció.
“Pero…. de que… rayos ….. hablas, estúpido chupasangres”. Pensó en ese momento.
Trató de buscar alguna respuesta en el rostro de Bella pero ella se encontraba en las
mismas condiciones que él, completamente sorprendida.
Sin despegar mis ojos de los suyos le agradecí que mantuviera viva a Bella cuando yo no
lo había hecho.
—Edward… Comenzó a decir ella, tratando seguramente de defender lo indefendible. La
había abandonado y contra eso no existía defensa posible.
Pero esto no era por ella. Mi agradecimiento era algo moralmente necesario.
Tal vez yo no era un hombre en el estricto significado de la palabra, pero sí tenía los
valores y principios de algunos de ellos. Jamás me podría enfrentar a él, jamás podría
mirarle a los ojos, sin sentirme como una rata despreciable.
Sabía perfectamente cuanto le debía y jamás podría pagarle, pero por lo menos podía
agradecerle.
Él comprendió mis palabras mientras su mente dejaba ver una mueca burlona.
—No lo hice por ti—. Me aclaró.
Y yo estaba plenamente consciente de eso. Sin embargo mi gratitud no disminuía por ello.
Pero de todas maneras él debía saber lo que sentía al respecto.
—Si hay algo que esté en mi mano hacer por ti... —. Agregué con sinceridad.
“Vete…” Me dijo al instante en su mente. “Junto a mí tiene la oportunidad de ser feliz, de
tener una vida normal. ¿No dices que la amas? Entonces vete”.
Negué con mi cabeza mientras le aclaraba que eso no estaba en mis manos. Podría
pedirme todo, cuanto quisiera se lo daría, pero eso jamás.
—¿En las de quién, pues? —. Agregó Jacob nuevamente molesto.
Bajé la vista un momento para ver la luz de mis ojos. Solo en sus manos estaba el que yo
me fuera.
Bella me miró entonces y me vi reflejado nuevamente en sus grandes ojos como espejos
color chocolate.
—Aprendo rápido, Jacob Black, y no cometeré el mismo error dos veces—. Le dije sin
apartar mi mirada de ella. Seguiría a su lado todo el tiempo que ella me quisiera. Solo me
iría cuando Bella me ordenara que me fuera.
Bella había captado la esencia de nuestra discusión y en susurros agregó…
—Nunca—.
Aquello no hizo sino enojar aún más a Jacob, en su interior guardaba la secreta esperanza
de que su respuesta fuera otra.
Bella y yo separamos nuestras miradas para contemplar ahora a un furioso Jacob Black.
—¿Hay algo más que necesites, Jacob? ¿Deseabas meterme en problemas? Misión
cumplida. Charlie quizás me mande a un internado militar, pero eso no me alejará de
Edward. Nada lo conseguirá. ¿Qué más quieres? —.
Y en esos momentos yo sabía muy bien lo que él quería.
Una de ellas era que cayera muerto en ese preciso momento. Pero nada dijo y se limitó a
recordarme algunos “puntos clave” sobre el tratado adquirido por mi familia hace tantas
décadas atrás.
—Ese tratado es la única cosa que me impide que te abra la garganta aquí y ahora—.
—No los hemos olvidado—. Le confirmé mientras Bella preguntaba sobre aquellos puntos
clave.
Jacob Black me recordaba que la tregua se terminaba cuando uno de nosotros mordiera a
un humano, a cualquier humano.
—Morder, no matar—. Recalcó mirando a Bella.
—Eso no es asunto tuyo—. Respondió ella muy molesta.
—Maldita sea si no... —. Logró decir mientras comprendía lo que realmente sucedía.
Se había percatado de la decisión tomada por ella solo hace algunas semanas atrás. Al
comprender, al ver lo que sucedería con Bella. Se disparó en su interior la chispa para su
transformación. Ahora sus espasmos eran mayores, más violentos, su cuerpo
convulsionaba luchando contra la transformación.
—¿Jake? ¿Estás bien? —. Preguntó Bella con la voz llena de ansiedad avanzando hacia
él.
—¡Ten cuidado! —. Le advertí, obligándole a volver hacia la seguridad de mi espalda. —
¡Ha perdido el control!—.
Solo le bastó escuchar mis palabras para retomar asombrosamente el control sobre sí
mismo nuevamente. Era fascinante asistir a su debate interno, como si la bestia que había
dentro de él empujara una y otra vez para salir a la superficie.
Me miró cargado de odio mientras recuperaba la postura que había perdido tratando de
controlarse.
—¡Arg! Yo nunca le haría daño a ella—. Dijo acusándome por dejarla.
¿Que sabía él sobre mis motivos, sobre mis razones para dejarla? ¿Acaso comprendía
todo el dolor que ello me había causado?
¿No era él, quien la había expuesto a su naturaleza tan volátil en más de alguna
oportunidad?
Por mi pecho, hasta mi garganta emergió un gruñido amenazante. No. Él no sabía, no
podía juzgarme. Él menos que nadie.
Con una de mis manos alejé hacia atrás a Bella. No había nada que pudiera hacer, Jacob
se preparaba en ese momento para completar la transformación y atacarme…
—¡BELLA! —. Gritó su padre en ese preciso momento. —¡ENTRA AHORA MISMO!—.
Como un conejo segado por la luz, me quedé paralizado. Maldición, me había olvidado de
su padre por completo.
—Mierda—. Dijo Bella con voz temblorosa mientras rompía el silencio entre los tres.
Jacob entendió que solo le quedaban unos minutos para ver a Bella, estaba seguro que
después de hoy ya nunca más la vería. Y por un momento estuve feliz con la idea.
—Siento mucho esto —. Dijo en un murmullo apenas perceptible para un humano. —Tenía
que hacer lo que pudiera... Tenía que intentarlo—.
Pero Bella se encontraba aun molesta y solo le entregó un “Gracias” lleno de sarcasmo.
Su padre había visto mi coche y al parecer aún no se había percatado de que no
estábamos en él, pero solo era cuestión de tiempo hasta que fuera a cerciorarse, dispuesto
a sacar por la fuerza a Bella del interior del coche si era necesario.
Se nos terminaba el tiempo y aun había una cosa más.
—No hemos encontrado rastro alguno de Victoria a nuestro lado de la línea, ¿y vosotros?
—. Pregunté a Jacob, esperando su cooperación en ese asunto.
Al parecer la última que vez que la habían visto fue, afortunadamente cuando Bella se
encontraba rescatándome.
Habían tratado de engañarla pero no habían sido lo suficientemente listos y al ver Victoria
la trampa había huido del lugar como solo ella puede hacerlo.
—Por lo que nosotros creemos, captó tu olor y eso la sacó del apuro. No ha aparecido por
nuestras tierras desde entonces—.
Claro que no volvería, no por ahora al menos. Dejaría pasar un tiempo y cuando creyera
que era seguro, volvería a intentarlo otra vez.
Y cuando lo hiciera ya no sería problema de Jacob o de su manada.
—Mató en nuestro territorio —. Dijo él desafiante —¡Es nuestra!—.
Ellos, en su ignorancia creían que podrían contra Victoria. Estúpidos lobos adolecentes.
Bella intentó evitar que volviéramos a discutir cuando la voz de su padre volvió a sonar,
ahora mucho más fuerte y cerca.
—¡BELLA! ¡VEO EL COCHE DE EDWARD Y SÉ QUE ESTÁS AHÍ FUERA! ¡SI NO
ENTRAS EN CASA EN UN MINUTO...! —.
—Vámonos —. Dije dando la vuelta para caminar a su casa. Bella se quedó ahí, mirando a
su amigo y la guie con mi brazo obligándola a retroceder.
No giré al escuchar las palabras que él le dedicó, seguí caminando haciendo caso omiso
de su despedida.
—Lo prometiste —. Le reprocho Bella mientras avanzábamos. —Prometiste que siempre
seríamos amigos, ¿de acuerdo?—
Sentí rabia contra aquella promesa. Mi mente luchó tratando de no imaginar en qué
contexto se había forjado. Experiencias, cariños que yo había provocado, producto de mi
estupidez.
Jacob le respondió a media voz que aquello era imposible.
—No ahora...— Y dejó de hablar, ahogado seguramente por el dolor que le producía la
separación, luchando por ocultar sus verdaderos sentimientos que no eran secretos para
mí.
—Te echaré de menos—. Dijo él, casi imperceptiblemente.
Bella también lo extrañaría. Mi corazón egoísta deseó romper aquel lazo invisible que
ahora los unía. Pero luche por mantenerme indiferente ante aquella demostración mutua de
afecto.
Afectos que eran diferentes pero iguales en intensidad.
Bella lo llamó por su nombre mientras daba un paso hacia él, queriendo ir a su encuentro.
Pero no lo permitiría. Que pasaría cuando ella estuviera junto él. Él no querría dejarla
cuando estuvieran juntos, Jacob no comprendía que su amor no era recíproco, que Bella
solo sentía por él un enorme cariño, pero que solo era cariño fraternal. Yo no permitiría que
él pusiera un solo dedo sobre ella. NO LO PERMITIRIA.
La empuje hacia atrás un poco más, abrazándola fuertemente.
No permitiría que fuera hacia él, mi lado egoísta la reclamaba. Bella era mía y no estaba
dispuesto a compartirla con un perro apestoso.
—Todo va bien —. Dijo Bella mientras buscaba mis ojos, pidiéndome con la mirada que le
permitiera acercarse a él.
—No, no va bien—. Le dije, tratando de que comprendiera lo peligroso que era el estar
junto a Jacob en esos momentos.
¿Aun no comprendía lo arriesgado que era para cualquier ser vivo estar cerca de aquellas
criaturas?.
—Suéltala —. Gritó de pronto Jacob furiosamente. —¡Ella quiere que la sueltes! —.
Giré rápidamente protegiendo a Bella con mi cuerpo, mientras él se acercaba dispuesto a
iniciar la lucha.
En ese momento ya nada importaba, ni el tratado, ni Bella. Para él solo existía en ese
momento un deseo… el darme muerte.
—¡No! ¡Edward...! —. Dijo Bella en un grito ahogado tirando de mis ropas.
Ella sabía que en la lucha su amigo perdería la vida, como yo era consciente del dolor que
eso le produciría.
Pero no había nada que pudiera hacer. Aunque diera media vuelta y me negara a luchar,
Jacob Black atacaría.
Apreté mis puños doblando levemente mis rodillas, listo para saltar hacia delante y alejar la
lucha de Bella, cuando nuevamente su padre intervino casualmente para detener la lucha
que estaba por comenzar.
—¡ISABELLA SWAN! —. Gritó desde el camino, mucho más cerca de lo que me esperaba.
Mientras tiraba de mí, Bella pidió que nos fuéramos, que su padre estaba como loco, con la
voz llena de pánico.
Retrocedí sin dar la espalda a Jacob, retirándonos muy lentamente y sin perderlo de vista.
Ahora ya no había marcha atrás.
Los Quileutes estarían vigilantes de nuestros pasos. Jacob Black no dejaría de velar por la
condición humana de Bella.
Solo bastaría con transformarla para que comenzara el conflicto y entonces tendríamos que
decidir entre irnos o luchar.
Sabía muy bien lo que diría mi padre: Irnos, pelear jamás.
Pero aquel minúsculo problema no impediría que Bella fuera mi esposa por siempre y no
me alejaría de ella jamás.
Podríamos iniciar nuestra vida en otro lugar, formar otro hogar.
No dejaría que el futuro se interpusiera en nuestra felicidad. Lo único que importaba era el
ahora.
No importaba que una manada de licántropos pisara nuestros talones, no importaba que
una vampira lunática se escondiera en las sombras. Ni siquiera importaba que los Vulturis
visitaran nuestro hogar.
Ya me las apañaría para solucionar cada uno de nuestros problemas.
Ahora mi único y real problema se encontraba al doblar la esquina, de brazos cruzados y
casi resoplando por la nariz.
Pero con él también podríamos. ¿Y qué era lo más terrible que él podría hacer?
¿Encerrarla en su habitación? Pues para mi aquello sonaba como todo un paraíso.
Y al doblar la esquina ahí estaba su padre con la cara contraída en una gran mueca.
Apreté un poco más a Bella para infundirle valor, después de todo tal vez nos vendrían bien
unos días aislados de todo y de todos.
—Estoy aquí—. Le dije en un murmullo. —Por siempre—.
Sacudí de mi mente los fantasmas que nos rodeaban, deseando que la luz de nuestro amor
fuera lo suficientemente fuerte para espantarlos a todos.
Nunca más volvería a estar solo, nunca más permitiría que mis estúpidas ideas nublaran el
verdadero sentido de mi existencia.
Bella y yo, unidos en la felicidad y en la desgracia. Nuestros destinos fuertemente unidos
sin importar qué hiciéramos al respecto.
Nunca más tentaría a la suerte, apostando a un imposible.
Y nunca más mi vida sería una noche eterna.