1840 La Rosa Secreta 3
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La Rosa Secreta
III.
2
DE JEFFREY HUDSO� A
CHARLES BASKERVILLE
Tengo aquí, sobre mi mesa, el
dietario de un tal John Lawrence. De
momento, se trata de la única
aportación al misterio que ha hecho
el ilusionista del Queen Theatre, pero
le aclaro que no fue él quien lo trajo
sino su ayudante, una jovenzuela
irlandesa que le sacó 30 libras a
Darcy con el mayor desparpajo. En
fin, por lo que he podido comprobar
3
hasta ahora - las hojas están
desordenadas- recoge ciertos sucesos
ocurridos entre finales de 1819 y
principios de 1820; la letra se vuelve
más apretada y confusa conforme
avanza la narración y algunos
pasajes han sido deliberadamente
emborronados, presumo que por el
mismo autor. Todo sea que al final
no tenga ningún interés, aunque
estoy seguro de que usted le sacará
algún provecho: la chica ha
comentado que había otra persona
4
tras el manuscrito, un caballero, así
que no debe carecer de valor. Le
daré un buen repaso esta noche,
después de cerrar, y mañana a
primera hora se lo llevaré a su casa.
DE CHARLES BASKERVILLE A
JEFFREY HUDSO�
Conforme, pues. Le espero
mañana a la hora del desayuno; le
ruego encarecidamente que no se
5
retrase. Y ponga especial atención en
verificar la coherencia del conjunto,
ya que no puedo evitar sospechar de
las jóvenes irlandesas que se dedican
personalmente a este tipo de
transacciones.
DE JEFFREY HUDSO� A
CHARLES BASKERVILLE
Me temo que voy a retrasarme; ha
surgido cierto imprevisto y es
6
necesario que le ponga en
antecedentes, no sea que se le
indigeste el desayuno. Cuando me
vea entrar por la puerta de su casa,
no me pida que le muestre los diarios
de John Lawrence, porque no los
tengo: me los robaron anoche. Y
usted se preguntará ¿cómo ha podido
ocurrir tal cosa? Sabe de sobra que
un ladrón común no me hubiera
causado ningún problema, por lo que
puede imaginarse el cariz de este
asunto. Resumo la cuestión: una
7
especie de lagarto volador entró
anoche rompiendo una ventana,
encontró los diarios con facilidad y
se marchó por donde había venido
Las cosas sucedieron de la
siguiente manera: estaba yo
acostado, y prácticamente dormido,
cuando me despertó un ruido de
vidrios rotos. Sin estar seguro de no
haberlo soñado, bajé rápidamente
las escaleras buscando la compañía
de mi perro guardián –sí, Satán, ese
estúpido sabueso que usted ya
8
conoce- y, sin perder el tiempo en
vestirme, me dispuse a averiguar qué
ocurría. Advertí enseguida que el
sonido había sido real, y que mi fiel
compañero lo había oído a la par
que yo, porque después de proferir
una serie de ladridos nerviosos, pasó
a esconderse en lo más profundo de
la habitación y no hubo manera de
hacerlo salir de allí. A partir de ese
momento, las cosas empezaron a no
ir bien: en su feroz huída, Satán
apagó la vela que yo había tenido la
9
precaución de encender, y como
consideré una demora innecesaria
volver a por lumbre –después lo iba
a lamentar, y mucho-, seguí adelante
solo y en la oscuridad más absoluta.
Así pues, armado con un robusto
leño que acostumbro guardar detrás
de la puerta del dormitorio,
encaminé mis pies descalzos hacia el
lugar de donde provenía el sonido,
con el firme propósito de darles una
buena ración de palos a esos
mangantes. Ay, señor Baskerville
10
¡qué equivocado estaba! Guiado por
un murmullo de papeles y cierto
golpeteo casi imperceptible me fui
acercando, muy despacio, hacia la
estantería – vaya casualidad- donde
había guardado los diarios de John
Lawrence. Iba yo pensando en cómo
aprovechar mi reducido tamaño para
atacar por sorpresa cuando, en lugar
de un par de cacos, me di de frente
con unos ojos rojos y brillantes que
me miraban con muy poca dulzura;
justo en ese momento, una nube que
11
cegaba la luna desapareció dejando
entrar un poco de luz a través de la
ventana rota, y fue entonces cuando
lo vi: una especie de lagarto, o
salamandra, o pequeña alimaña
cubierta de escamas de piedra, que
tenía en sus manos nada más y nada
menos que nuestro famoso dietario
valorado en 30 libras. �i que decir
tiene que me esforcé por alcanzarle y
probar la consistencia de mi bastón
en sus lomos, pero descalzo como
iba y con tan poca luz –la dichosa
12
nube había vuelto a tapar la luna--,
ni vi, ni pude esquivar los vidrios
rotos del suelo, que se ensañaron con
las plantas de mis pies de un modo
terrible. El dolor era tal que me hizo
proferir las más espantosas
maldiciones en mi lengua escocesa,
cosa que por lo visto sobrecogió al
pétreo intruso animándolo a escapar
sin demora, no sin antes amarrar
bien los codiciados papeles para
llevarlos consigo. Sepa que hice un
último intento desesperado por
13
alcanzarle, pero uno ya va teniendo
una edad, y en la vejez todo lo que se
gana en sabiduría se pierde en
agilidad; así, tuve que conformarme
con vapulear el aire, mientras el
alado bichejo se esfumaba delante de
mis narices.
Así que, bueno, vaya haciéndose a
la idea de que estamos como al
principio, o aún peor, porque voy a
tener que inventarme algo para
aplacar al joven Darcy, que es de
resultas el más perjudicado. Y
14
aunque en esta nota he entrado en
más detalles de lo que tenía previsto,
y puede decirse que ya sabe todo
cuánto puedo yo contarle, acudiré a
su casa igualmente, porque estoy
seguro de que querrá hacerme
muchas preguntas. Saldré hacia allí
en cuanto termine de asegurar la
ventana rota, no vaya a ser que otro
tipo de lagartos –o lagartonas-
acaben colándose también en la
librería.
15
EXTRACTOS DEL DIARIO DE
JOHN LAWRENCE.
PARTE PRIMERA
20 de octubre de 1819:
Yo, John Taylor Lawrence, miembro
de la Sociedad de Investigaciones
Mágicas, inicio la redacción de este
dietario con el firme propósito de
consignar y ordenar todos los sucesos
que, a partir del momento presente,
vayan a desarrollarse alrededor de mi
gran búsqueda. Dicha búsqueda no
16
persigue otro fin que dar con el
paradero de un volumen tan insólito
como formidable, dado por perdido
durante cientos de años y cuya
posibilidad de existencia se revela ante
mí como un portentoso regalo: el Libro
de la Rosa, que seres de Otro Mundo
escribieron con sus propias manos; que
llegó primero hasta �icolas Flamel y
más tarde obró en poder del gran
maestro John Dee; que no solo procede
de una Esfera Desconocida, sino que
promete revelar grandes y únicos
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misterios, entre ellos el secreto del
Lapis Mistico.
Para llevar a buen término mi
empresa, he entrado en tratos con una
persona que conoce profundamente la
lengua de los filósofos y su simbolismo,
que ha indagado en los secretos de la
Alquimia y la Sabiduría Hermética, que
ha visitado lugares que yo solo conozco
por los libros; esa persona es una mujer
y su nombre es Lady Talbot.
Se trata de una anciana, aunque
vigorosa dama, por cuyas venas corre
18
la misma sangre del sabio Dee; de
hecho, es portadora de un poderoso
amuleto que le perteneció, y también me
ha mostrado el legendario Espejo de
Obsidiana, un círculo oscuro y perfecto
que es capaz de reflejar mundos y
lugares y gentes invisibles. Pero para
ello, necesitaremos un médium, alguien
con la sensibilidad adecuada, que sea
capaz de conectar con la energía
sobrenatural que desprende la
superficie vacía del precioso objeto.
19
(Páginas emborronadas. Se ha
vertido tinta sobre ellas, una sábana
intermitente de sombras)
31 de octubre de 1819.
Hoy se ha celebrado la primera
sesión del espejo. �ada podemos oír, y
nada podemos ver, salvo aquello que
nos transmite nuestro médium, Mary
Black. En el pasado, el maestro Dee
también hizo uso de estos métodos,
según confirman los escritos y la propia
Lady Talbot, pero debo admitir que
20
resultan decepcionantes; en cuanto a
Mary Black, es una muchacha simpática
y bonita, aunque muy vulgar y un tanto
parlanchina. Desconozco dónde ha
podido encontrarla Lady Talbot, porque
no debe haber cumplido los 20 y me
consta que es totalmente analfabeta. Sin
embargo, parece que su sensibilidad
espiritual está más allá de su
inteligencia, y puede escuchar con
nitidez las voces del otro lado del
Espejo; éstas hablan constantemente en
enigmas, y ella no es capaz de
comprender nada de lo que le
21
transmiten. Tengo en mi poder gran
cantidad de notas que ahora mismo me
dispongo a analizar y estudiar con
detenimiento.
2 de noviembre de 1819.
Hoy ha tenido lugar la segunda
sesión; la joven Mary parece haber
tomado confianza, y todo se ha sucedido
más rápidamente y mejor de lo
esperado. Podríamos aventurar que el
libro efectivamente existe, y que no fue
destruido debido a su propia naturaleza,
22
en parte mística y por tanto
indestructible; ahora bien, debemos
conseguir que los enigmas lo sitúen en
un punto geográfico concreto.
Sarah, la hija de mi casera -una niña
paliducha de pelo castaño- acaba de
traerme, junto al té, una carta de mi
familia. Siguen escribiendo a mi
antigua dirección e ignoran que he
abandonado los estudios; no sé cómo ni
cuándo voy a darles la noticia, ni cual
será su reacción. De momento, Ellison
se encarga de reenviar mi
correspondencia, pero dudo que esta
23
situación pueda mantenerse largo
tiempo, y no puedo evitar que su futuro
desenlace me angustie.
P.S. He podido observar que Sarah
no sabe leer.
6 de noviembre de 1819
Hoy Lady Talbot se ha retrasado
tanto, que he llegado a temer algún
percance, pues nunca había dejado de
ser extremadamente puntual a nuestra
cita. Durante la espera, me he visto
24
acechado por la sibilina curiosidad de
Mary, que ha aprovechado nuestra
casual intimidad para formularme todo
tipo de preguntas, algunas
verdaderamente atrevidas. Si en un
primer momento me pareció vulgar, mi
opinión sobre ella ha cambiado: su
mirada es profunda y escrutadora, su
mente tenaz, su voluntad inusualmente
firme. Ahora la estoy recordando, tal
como la vi esta tarde, con su cabello
negro torpemente recogido y sus
pequeños ojos castaños, brillantes y
25
astutos como los de un animalillo
inquieto.
Con Mary, los Seres del Espejo se
encuentran cómodos y comunicativos –
la Hermosa Gente, les llama ella-, y no
dejan de transmitir sus bellas y crípticas
palabras.
9 de noviembre de 1819
“El Libro es la mano que escribe los
nombres en las últimas torres de los
confines del aire.”
26
“La Rosa Blanca prende una
lágrima y huye con el viento, por la
sombra del avellano hasta el País de la
�iebla.”
“En su corazón, la Rosa Roja
señala el eterno círculo, y hunde una
luna invisible en sus sueños de oro.”
Así habla el Espejo, con opacos
acertijos; en algunas frases encuentro
significado, pero otras son tan oscuras
que ni los emblemas de los sabios ni los
escritos de los filósofos pueden servirme
de guía para descifrar qué es lo que
desean transmitirnos. Lady Talbot
27
parece impacientarse por nuestros
escasos progresos, y muestra un talante
mucho menos afable y muy alejado de la
amabilidad primera con la que se
presentó.
En mis ratos libres –que no son
muchos- he empezado a enseñar a leer a
Sarah; es una actividad que me
reconforta, y de algún modo me aparta
del irremediable sentimiento de culpa
que invade mi vida, mi ser y mis actos.
28
Primrose Hill es un lugar
particularmente silencioso a altas
horas de la noche.
John Daniels, sentado en la misma
butaca frente a la misma chimenea
encendida, escucha crepitar las hojas
enmohecidas que su mentor, el
caballero extranjero, examina
cuidadosamente. Imagina qué otras
manos y qué otros ojos han recorrido
esas líneas en el pasado; imagina el
rostro de John Lawrence: cual sería
29
su aspecto, hace veinte años, y cual
será ese mismo aspecto ahora.
28 de noviembre de 1819
Hace tres días que el Espejo ha
enmudecido. Mary no consigue ver más
allá de su brillante y negra superfície, y
nuestra esperanza yace tan muerta
como la misma obsidiana. ¿Qué hemos
hecho mal? �o puedo asumir que todo
nuestro esfuerzo haya sido inútil.
30
1 de diciembre de 1819
Carta de mi hermana: me anuncia
que va a pasar una temporada en casa
de nuestras tías y sugiere que podría
visitarles en �avidad, porque mi tía
Augusta se encuentra ya muy delicada, -
y reconozco que siempre he sido su
favorito-. Responderé afirmativamente a
su propuesta, aunque todavía debo
encontrar alguna razón que justifique
mi presencia en Londres. Otro desvelo
más, porque nuestra búsqueda sigue sin
progresar lo más mínimo.
31
2 de diciembre de 1819
¡Han vuelto! ¡El Espejo ha hablado
de nuevo! O cuánto menos, Mary ha
logrado experimentar otra vez uno de
sus poderosos trances, y ha
pronunciado crípticos versos aunque
carentes por completo de significado.
Doy vueltas y más vueltas a sus
palabras, y ni una sola idea, o punto de
anclaje, o mínima luz, he podido hallar
en ellas. Hay algo que me empuja a
confiar en Mary, y estoy persuadido que
nos ofrece exactamente todo aquello
32
que le es revelado. ¿Es posible que en
su ignorancia esté transmitiendo
erróneamente el precioso
mensaje?Cuando la miro a los ojos, no
veo otra cosa que una inteligencia
penetrante y una perturbadora y vieja
sabiduría…
3 de diciembre de 1819
Mary me confiesa que los Seres del
Espejo –su Hermosa Gente- están muy
preocupados. ¿Qué les angustia?: ella
no lo sabe con exactitud, pero al
33
parecer, sospechan que encontraremos
el Libro muy pronto. ¿Cómo podrá
suceder tal cosa, le pregunto? Lo
ignora, pero me dice que tenga cuidado.
¿De qué?
(Páginas arrancadas. Pequeños
fragmentos de papel malcosidos con
formas extrañas y torturadas)
15 de dicembre de 1819
Lady Talbot desea tomar alguna
medida que cambie el rumbo de nuestra
34
investigación: no está completamente
satisfecha con la mediación de Mary, y
me ha planteado en privado cierto plan
alternativo que obligaría a los Seres del
Espejo a proporcionarnos la
información que deseamos. Su plan –en
caso que fuera factible- no me parece ni
bien ni mal, pero finalmente hemos
convenido esperar un poco más. El
plazo para tomar nuevas decisiones se
ha establecido en las próximas
�avidades, por lo que no podré visitar a
mis tías –fingiré obligaciones
ineludibles; si alego estar enfermo,
35
puede que mi hermana desee venir a
cuidarme-
Mientras escribo, la pequeña Sarah
ha venido a traer unas camisas que su
madre me ha arreglado; trazaremos
juntos algunas letras antes de que se
haga demasiado tarde. Desde que
comenzó mi búsqueda y se iniciaron las
sesiones, siento que el mundo tangible
se aleja de algún modo de mí; los Seres
del Espejo me parecen a menudo más
reales que las gentes que deambulan
por las calles de Londres. Quizás
36
nuestras pequeñas clases vespertinas
sean lo único que me ancla a esta
realidad palpable, y Sarah mi nexo de
unión con la cordura…
John Daniels abandona la butaca y
su sopor y pasea despacio sobre la
alfombra turca; se acerca hasta una
de las vitrinas y contempla los lomos
ajados de los valiosos incunables, la
elaborada tipografía de algunos
tomos más modernos, el sutilmente
invisible olor del papel. Se imagina a
37
él mismo dentro de veinte años –
porque vuelve a pensar en John
Lawrence- y contempla por el rabillo
del ojo el rostro inmutable y
aristocrático de su amigo, para el que
no ha pasado el tiempo desde que
emprendieron juntos aquel viaje por
el Continente, la primera vez. No
hace muchos años de aquello, pero
Daniels no lo siente de ese modo, y
se ve a sí mismo viejo y ajado como
uno de esos antiguos grimorios: con
el corazón apergaminado, seco,
38
cargado de tinta. Mientras, su mentor
se ocupa de la lectura con devota
atención, y sus mejillas adquieren
una tonalidad encendida, rosada,
vibrante…
20 de diciembre de 1819.
Hoy, por medio del señor
Drummond de Baskerville Books, he
recibido la referencia exacta de un
volumen que podría ser el Libro de la
Rosa. �uestra gran amistad ha hecho
que confíe en mí de manera absoluta y
39
me encargue la revisión del pedido. Si
los astros o los poderes del mundo
invisible ejercen su influencia sobre este
hecho, no puedo asegurarlo, pero estoy
convencido de que así es, y que mi
paciencia, mi fe y mi perseverancia, se
verán pronto recompensadas
22 de diciembre de 1819.
Parto hacia Praga de inmediato.
40
01 de enero de 1820.
El frío de la ciudad es intenso, el
idioma extraño, las gentes poco
hospitalarias; nada de eso me importa,
porque ahora sé que las voces del
espejo son las que me guían, las que me
hablan en sueños por la noche y en
símbolos durante la mañana; las
escucho en el lánguido murmullo de la
nieve, en el agua, en los insectos... Era
mi destino encontrar la sabiduría
negada a muchos, solo comprensible
por mediación de sobrenaturales
41
maestros. Me dispongo a redactar una
carta con mi hallazgo, y a estudiar
detenidamente el precioso tesoro que ha
llegado hasta mis manos.Jamás había
visto un manuscrito de estas
características: los símbolos de
escritura son únicos, y las ilustraciones
completamente insólitas y desconocidas
–flores raras e inexistentes animales,
mapas de mundos imposibles,
diagramas inexplicables-: estoy
convencido de que no hay otro igual
sobre la tierra, y de que algo semejante
no puede haber surgido de imaginación
42
ni mente humana, sino que ha sido
trazado bajo el influjo de poderes más
allá de nuestro conocimiento y
comprensión.
John Daniels sigue de pie en la
biblioteca, que poco a poco ha sido
tomada por la penumbra: el fuego es
solo un débil rescoldo y las velas
emiten una luz escasa y vacilante.
Una sombra avanza hacia él: el
reflejo grotesco de un reptil, una
criatura lúgubre con rostro de arena.
43
Daniels posa sus ojos sobre ella, y
súbitamente experimenta una mezcla
de piedad y repulsión que le resulta
confusa. Inquietantemente inmóvil, el
ser percibe su mirada fría y gris, y
comienza a retroceder muy despacio,
hasta los pies de su dueño. Una vez
se siente a salvo, se encarama
torpemente a la mesa para situarse
junto a los diarios, agita sus escamas
de piedra y fija en Daniels sus ojos de
rojo carbunclo.
44
22 de enero de 1820
El Libro es de todo punto
incomprensible, pero el Espejo ha
vuelto a enviar un mensaje y ha
revelado la existencia de una criatura,
el Hijo de los Filósofos, cuyo destino al
parecer está ligado al preciado
manuscrito de tal forma que sin su
ayuda no podremos descifrarlo jamás.
Solo hemos conseguido dilucidar que se
trata de alguien muy joven,
probablemente un niño. Solo en Londres
debe haber miles, y sin embargo, Mary
45
parece convencida de que le
encontraremos sin la menor dificultad.
Al terminar la sesión, Mary se ha
acercado y me ha susurrado al oído:
“�o te preocupes , John. La Hermosa
Gente ha prometido enviar un guía,
pero solo para mí. Quieren que yo lo
encuentre, John”. Y se ha marchado, sin
decir nada más.
Más tarde, he vuelto a ver a Sarah,
quien se ha alegrado verdaderamente
de mi regreso a Londres. Su cálido
recibimiento supone un grato consuelo
46
para mí, y espero que pronto podamos
reanudar nuestras clases.
(Páginas cubiertas de tachaduras.
Son un bosque furioso que impone el
silencio a la palabra escrita)
9 de febrero de 1820
En la sesión de hoy, Mary ha
aparecido con un espeluznante sabueso,
un perro grotesco que supuestamente es
“El Guía” para hallar al Hijo de los
Filósofos; es una criatura horrible, de
47
aspecto antinatural, pero Mary le trata
con inusitado afecto. ¿De dónde lo ha
sacado? Ella se niega a decirlo. Lady
Talbot ha tenido un instante de
confusión y de duda, al igual que yo,
pero viendo la fe de la joven en el
extraño ser, ambos hemos coincidido en
darle cuanto menos una oportunidad.
10 de febrero de 1820
Mary y yo partimos hacia el norte;
la pequeña Sarah queda a cargo de
48
estos diarios, bajo promesa de no
leerlos.
Mi tía Augusta ha muerto.
John Daniels no acierta a
comprender la mirada perpleja de su
amigo y mentor cuando este vuelve a
recorrer con el dedo la última página
del diario.
- ¿Y bien?- pregunta Daniels
- Está incompleto
49
CARTA DE LADY MATILDA A
JOHN LINNELL
Estimado señor Linnell:
Hace poco que mis hijos y yo
llegamos a Londres, para la temporada
de San Miguel, y espero que muy pronto
sus hijas puedan venir a visitarnos y
tomar el té con nosotros: puede
considerar esta misiva una invitación
formal a nuestra casa.
Pero, como habrá deducido, no era
necesaria una nota tan extensa para
50
formular una invitación – y sabe que
siempre nos sentimos muy felices de
recibir a unas señoritas tan
encantadoras- Así pues, tengo la
intención de solicitar su impagable
ayuda en un asunto para el que le
considero el más capacitado de los
hombres, debido a la gran confianza que
usted me inspira no sólo en el terreno
profesional sino también como caballero
y amigo,. Por expreso deseo de mi
esposo, sir Arthur, he recibido el
encargo de buscar un profesor de dibujo,
de probada competencia e indiscutible
51
respetabilidad. Su tarea sería doble en
este caso: por un lado, perfeccionar en el
dibujo a acuarela a dos jóvenes
señoritas, mis hijas; por otro, emprender
el proceso de restauración de ciertas
obras de arte pertenecientes a la familia.
Sus servicios se requieren por un tiempo
indefinido, y deberá estar dispuesto a
prestarlos tanto en Londres, mientras
mis hijas se encuentren aquí, como en
Alder House, donde llevará a cabo las
tareas de limpieza y restauración según
los deseos de sir Arthur. El sueldo será
de tres guineas semanales, que incluirán
52
alojamiento y manutención desde el
momento en que deba trasladarse a
nuestra residencia en Yorkshire.
Debo insistir, no obstante, en que la
persona recomendada debe ser un
caballero en todos los aspectos: de otro
modo mi esposo jamás lo aprobará, y en
relación con mis dos jóvenes hijas,
comprenderá perfectamente que las
referencias de respetabilidad se hacen
más que imprescindibles. Envíe a su
candidato con una carta de
recomendación suya, y mi hijo se
encargará de entrevistarle en ausencia de
53
sir Arthur. Quedo en espera de sus
noticias y eternamente agradecida por su
amabilidad.
Cordialmente
Lady M.
P.D. ¿Me permitirá una última
petición? Únicamente para la
satisfacción personal de una dama que
se ve obligada a recibir en su casa a
gentes muy selectas: intente en la
medida de lo posible que se trate de un
caballero moderadamente agradable y,
54
sobretodo, presentable para la buena
sociedad.
EXTRACTOS DEL DIARIO DE
JOHN LAWRENCE.
PARTE SEGUNDA.
28 de febrero de 1820:
Mary y yo hemos traído al niño
desde su pequeño pueblo de Lancashire
a Londres. El viaje ha sido duro a causa
del clima, pero nuestra ruta ha estado
55
en todo momento fijada con suma
claridad: el sabueso de Mary seguía sin
vacilación un rastro sobrenatural que
nos ha conducido hasta el hijo de los
Filósofos. Siempre que sea él, y no se
trate de un error, porque me cuesta
creer que el chico sea tan importante.
Solo tiene seis años, es pálido y
desmedrado, y llora casi todo el tiempo;
pero también es dulce y afectuoso, y me
inspira cierta extraña piedad cuando me
mira fijamente con sus ojos oscuros.
Está muy asustado, a pesar de nuestras
promesas, aunque creo que poco a
56
poco acabará acostumbrándose, al
menos a mí. Ya ha empezado a cogerle
cariño a Mary- e incluso ha dejado de
temer al perro-, pero detesta
profundamente a Lady Talbot, con un
tipo de odio completamente irracional.
Espero que su cometido se resuelva
pronto y podamos llevarle a un sitio
mejor.
(Páginas cortadas,
presumiblemente por un objeto
afilado)
57
3 de marzo de 1820:
El libro sigue siendo indescifrable;
resulta inútil que intente aplicar mis
conocimientos lingüísticos, ya que es
evidente que se trata de algún tipo de
escritura mística, y necesita la
intervención de fuerzas ocultas para ser
desvelada. Podría pedirle al señor
Baskerville las señas del profesor F.,
pero me vería obligado a ponerle al
corriente de todo este asunto y
comprometería a Drummond, quien me
58
facilitó el libro a sus expensas. De todos
modos, o existe un grave error y el
pequeño que trajimos de Lancashire no
es el Hijo de los Filósofos, o
desconocemos la envergadura de su
papel con respecto al extraño volumen
que adquirí en Praga; no ha habido
ningún resultado positivo, y aunque le
mostremos el libro una y otra vez, el
niño no comprende su escritura ni es
capaz de arrojar ninguna luz sobre su
contenido; así pues, los extraños
símbolos resultan tan ininteligibles
como antes.
59
(Los márgenes cortados son
irregulares, trazados
inequívocamente por la premura o el
miedo.)
10 de marzo de 1820:
Lady Talbot insiste en que el niño no
solamente es el adecuado, sino que
resulta imprescindible; está persuadida
de que nuestro procedimiento es
erróneo y dispuesta a explorar y
considerar todo tipo de posibilidades, lo
60
cual empieza a disgustarme. Mary
también dice recibir mensajes positivos
a favor de la autenticidad del niño, pero
en ocasiones, pienso si no estará
modificando dichos mensajes
únicamente con el propósito de
quedarse con él, pues parece que le ha
tomado verdadero afecto: los dos son
muy parecidos -pequeños y morenos-, y
ella lo cuida con auténtico amor
maternal; mi ‘niño de las hadas’, lo
llama cariñosamente, y le ha puesto el
sobrenombre de ‘Bonny’, de tal modo
que se ha convertido en su único
61
apelativo. A veces, canta solo para él
melancólicas tonadas, que parecen
gustarle mucho, porque logran
apaciguarle más que cualquier otra
cosa y hacerle dormir con placidez.
Mary tiene una bonita voz; nunca la
había oído cantar antes, y reconozco
que a menudo me quedo mirándola
demasiado fijamente, cuando canta. Es
posible que se haya dado cuenta, pero
no ha dicho ni hecho nada al respecto.
62
15 de marzo de 1840:
Todo sigue igual, salvo porque el
niño se encuentra más tranquilo y
confiado; aún así, temo por su salud,
que no es muy buena. Debería poder
tomar el aire de vez en cuando, pero
Lady Talbot no consiente en dejarlo
salir. Sarah James, a quien le dije que
se trataba de mi sobrino, ha sido muy
amable y me ha traído hoy algunas
cosas que pertenecieron a sus hermanos
pequeños - ropas, viejos juguetes – y
que esta noche le llevaré. Siento que si
63
no resuelvo pronto el significado de
todo esto, puede que enferme o muera, y
esa idea me atormenta y entristece por
igual.
21 de marzo de 1820:
¡Les he visto! Mi excitación no tiene
límites, todavía me siento aturdido,
confuso, exultante, aterrado,
tembloroso; un cúmulo de ideas,
palabras, visiones, se agolpan en mi
cabeza y siento que puede llegar a
estallarme… Con mis propios ojos, he
64
visto a los seres que Mary Black
solamente puede escuchar; elegido por
ellos para llevar a término la Gran
Obra, para preservar su sabiduría…
Pero debo calmarme antes de
continuar…
Mi espíritu está ahora más
sosegado, pero las sobrenaturales
revelaciones no han apaciguado mis
sospechas sobre Lady Talbot, sino que
han agravado aún más mi
preocupación. Esa mujer está dispuesta
a hacer daño al niño, sin ningún tipo de
escrúpulo ni conciencia; estoy
65
convencido de que los Seres del Espejo
quieren evitar tanto ese daño como todo
el conocimiento que ella podrá obtener
a través de él; puedo discernir con
claridad que no es digna de conocer el
Gran Secreto, y que jamás debí aceptar
su compañía. Pero ¿qué puedo hacer
yo? Goza de la protección del Amuleto
de su antepasado, cuyo hechizo ni
siquiera Ellos mismos pueden romper.
Puede que ni la muerte logre apartarla
de su poderoso influjo, y jamás se
desprende de él. En ocasiones he podido
vislumbrarlo debajo de sus ropas: un
66
pequeño disco dorado con cuatro
torres…
Aislin O’Geal no podía seguir
leyendo. Aunque tampoco estaba
segura de querer hacerlo: la
historia era rara, no entendía
muchas palabras y algunos
pasajes habían conseguido
asustarla. Ese John Lawrence
estaría loco de remate, pero había
encontrado un libro que podía
valer un Potosí. Si quería sacar
67
tajada de esto, tendría que
terminar de leer y averiguar
dónde lo había escondido. Pero
estaba oscuro; ¿cómo se le ocurrió
leerlo de noche? Menuda
estupidez… El último cabo de vela
se había consumido por completo
y no quedaba ninguno; importaba
poco, porque los apandaba en el
teatro, pero ahora no podía llegar
al final del diario –y estaba segura
de querer hacerlo-
68
Buscó en la penumbra la
vieja botella y apuró su contenido
de un trago –hasta eso se
terminaba, pensó- Poco a poco,
sus ojos iban acostumbrándose a
la falta de luz; a lo lejos aullaba un
perro, y en el callejón se oían risas
y pasos. Aislin se levantó y fue
directa- aunque estaba un poco
mareada- al jergón donde dormía
su compañera, Emma. Emma
hacía la calle desde hacía mucho;
69
esa tarde había tenido trajín y
ahora dormía a pierna suelta.
-Emma. Emma, despierta. –
dijo zarandeándola un poco.
-Vete al infierno, Sally –
(Emma también la llamaba Sally)
-Oye, sé que tú estas a bien con
Phemie La Coja. Y que ella me
puede conseguir ropa decente.
Algo bonito y discreto, ya sabes-
-¿Ya sé? No, no sé... ¿Vas a
volver a hacer de soplona?
-No, qué va. Es otra cosa.
70
-¿Tan urgente como para
despertarme a mitad noche?
Estás como un cencerro, Sally
O’Geal.
-Escucha, es por un buen
negocio. Ya te lo contaré, y puede
que tengas tu parte.
-No se trata de una casa, dices.
-No. Es algo mejor. Más
seguro. Con más ganacias.
-¿Tiene que ver con esos
papeles?
71
-Sí. Y con un caballero. A partir
de ahora, necesitaré estar más que
presentable, Emmie...
GILBERT LEESON EN
GROSVENOR SQUARE
Lady Matilda lee con artificial
languidez mi carta de
recomendación; debe haber
superado los cuarenta, pero
72
todavía conserva parte de su
antigua belleza, que tuvo que ser
mucha. Desde que comenzó
nuestra entrevista, sus
movimientos han estado
cuidadosamente medidos y
estudiados; tiene un gesto y una
pose para cada situación, así que
adivino que está a punto de
formular una pregunta porque
levanta un poco la nariz y aspira
profundamente, intentando hacer
73
ver que este asunto es una terrible
carga de la que quisiera librarse.
Pero no dice nada. Se limita a
extender su mano como si le
supusiera un gran esfuerzo
hacerlo, y a duras penas alcanzo a
comprender que desea leer mi
otra recomendación: la carta que
el amable señor Dawson se ha
molestado en redactar y que yo
no consigo sacar del bolsillo.
74
Demasiado a menudo mis
movimientos resultan torpes, y
nunca son elegantes. A veces
pienso que es una suerte no tener
que bailar. Poder quedarme
sentado y limitarme a sonreír en
las asambleas; he practicado
mucho, y ahora soy capaz de
mostrar una sonrisa encantadora,
que casi nunca es apreciada en su
justo valor por las jóvenes damas.
75
- Excelente- dice por fin
milady- Mi deseo es no retrasar
más este asunto; las habilidades
artísticas de una señorita nunca
deben dejar de cultivarse. Pero en
ausencia de mi señor esposo, mi
hijo debe dar el visto bueno. -
- Comprendo- digo.
Lady Matilda me observa con
esmerada atención; me devuelve
la carta, con el mismo gesto
indolente, mientras examina mi
76
rostro valorando cualquier indicio
que pueda revelarle algo más
sobre mi carácter. Por fortuna,
acaba decidiendo –lo sé porque
arquea suavemente las cejas- que
parezco un joven competente y
formal, así que pienso que voy a
superar la prueba.
-En realidad, no creo que exista
ninguna objeción a que usted
ocupe el puesto.- dice milady,
confirmando mis mejores
77
expectativas - ¿Le gustaría
conocer a mis hijas? Al fin y al
cabo, estoy persuadida de que
muy pronto se convertirán en sus
alumnas.-
Estoy en el número 50 de
Grosvenor Square y esta es la casa
de sir Arthur Darcy. Intento no
pensar en ello, o pensar en
cuántos Darcy de Yorkshire
pueden haber en Londres ahora
78
mismo, aunque la cifra resultante
no me tranquilice en absoluto. No
digo que me disguste, claro que
no, pero no me permite estar tan
sereno como debería. Tampoco
ayuda que la dama haya
empezado a pasearse, mientras
me habla, por toda la habitación:
es una pieza agradable, decorada
en tonos ocres y carmesí, con
cierta ostentosidad en los muebles
pero buen gusto en general.
79
Imagino, por su tamaño y algunos
detalles muy femeninos –
álbumes de moda, un costurero,
una novela que hay sobre un
pequeño velador-, que Milady
ocupa esta estancia
habitualmente, y que por eso se
encuentra tan deshinibida –y yo
tan cohibido-. Las sillas son
pequeñas e incómodas, así que
decido aprovechar la ocasión para
ponerme también de pie
80
¿He dicho ya que mis
movimientos muchas veces
resultan torpes? Creo que sí.
Ahora vais a ver un buen ejemplo
de ello: cuando me incorporo, el
cartapacio con los dibujos cae y
las hojas se esparcen sin orden
por el suelo. Las recojo deprisa,
claro –qué vergüenza- . Entonces
ocurre, quiero decir, estoy justo
en ese momento en el que todo va
a empezar a salir mal. Porque de
81
entre todas las muestras que he
traído, la única que no he
recuperado es la imagen conocida
como “Joven del Teatro”.
Y ahora os preguntaréis ¿cómo
puedes ser tan tonto? ¿Por qué ese
dibujo seguía ahí, en tu carpeta?
Pues porque no quería dejarlo en
el estudio, ni sabía dónde
ponerlo, y pensé... en fin, ahí está,
sobre la alfombra, demasiado
82
lejos para poder alargar el brazo y
cogerlo. No sé de qué está
hablando Lady Matilda ahora,
pero tengo que impedir que vea
ese retrato; dada mi suerte,
sospecho que le resultará familiar.
Si hago un movimiento brusco
llamaré su atención, así que
intento atraerlo hacia mí con el
extremo del bastón. Sin éxito. Solo
un poco más, tal vez: pero no, no
es suficiente. Cuando pienso que
83
la cosa no puede ir peor, la puerta
se abre y una doncella pelirroja
con una cofia de lazos asoma la
cabeza. No ha visto el dibujo. No
entra en la habitación. Pero cierra
la puerta con brío, y la corriente
de aire que se crea envía la hoja
más lejos aún de mi alcance. Y
para colmo, Milady, cansada de
dar vueltas, decide sentarse de
nuevo. Con esto, solo me queda
concluir que el azar es una fuerza
84
voluble y caprichosa, y que es
inútil tratar de ganar a la suerte, si
es que esta decide llevarte la
contraria.
Pasan algunos minutos, que yo
interpreto como horas. Estoy
ahora sentado, y mi mirada oscila
entre el lejano retrato y el rostro
de Milady. Un turbador silencio
empieza a invadirlo todo: sube
por las paredes, se enrosca en las
colgaduras, rezuma de los
85
espejos. Milady sonríe, y
sospecho que me juzga tímido y
poco hablador; al menos no
parece disgustarle.
De repente, no sé cómo ni por
qué, vuelvo a ver la cabeza
pelirroja y sus correspondientes
lazos. Y por supuesto, viene
acompañada de su singular
donaire para abrir y cerrar
puertas. Esta vez, sin embargo, es
diferente. El azar es una fuerza
86
voluble y caprichosa, y es inútil
luchar contra la suerte. Pero
sucede que, en ocasiones, puedes
llegar a engañarla.
Me levanto, muy despacio: el
retrato está junto a mis pies ahora.
Con suavidad, poniendo tanto
cuidado en no estropearlo –¡es tan
fiel al original!- como en
mantener mi equilibrio – la cojera
no me ayuda demasiado en estos
casos- consigo devolverlo al lugar
87
del que nunca debió salir. Tengo
el tiempo justo para inclinar la
cabeza cortesmente, y decir algo
asi como ‘encantado’ o ‘es un
placer’. Porque ella ha entrado en
la habitación.
88
EXTRACTOS DEL DIARIO DE
JOHN LAWRENCE.
PARTE TERCERA
25 de marzo de 1820
La sesión de hoy ha sido la última en
la que Mary ha participado: Lady
Talbot la ha despedido, tras enzarzarse
ambas en una acalorada discusión
sobre la salud del pequeño. La rebeldía
que supuse a Mary se ha manifestado, y
de forma más violenta de lo que
imaginé; sin embargo se ha marchado
89
en silencio, sin decir una última
palabra. Ha sido verdaderamente
extraño.
�o sé cómo haremos para
interaccionar con el Espejo si no
encontramos otro médium, porque yo,
por mi parte, no tengo intención de
revelar a Lady Talbot que Ellos pueden
comunicarse conmigo, sin objetos ni
rituales. �o obstante, esto no me
preocupa tanto como el haberme
quedado solo, y que el futuro del niño
dependa únicamente de mí.
90
27 de marzo de 1820
Mis argumentos en contra de las
ideas Lady Talbot se agotan del mismo
modo que se agota mi cordura: tengo la
sensación de que Ellos me vigilan,
constantemente, aún cuando no les veo
ni les oigo. Está claro que todo cuanto
nos ha sido revelado, por emblemas o
por símbolos, apunta a que la única
forma de acceder al conocimiento
cifrado del Libro de la Rosa es, de un
modo u otro, sacrificando al muchacho.
¡Si al menos no llevara el Amuleto! ¡Si
91
sólo hubiera algún modo de
arrebatárselo!
28 de marzo de 1820
He decidido abandonar, regresar a
casa y olvidar mis estudios. La situación
ha llegado demasiado lejos, y no existe
ningún tesoro, ni en este mundo visible
ni en otros invisibles, por el que esté
dispuesto a perder mi alma. Renuncio a
la Sabiduría que me ofrecen y renuncio
a Ellos y a sus revelaciones: no pienso
seguir escuchando sus voces. Asumo mi
92
cobardía, pues dejo la vida del niño en
manos de esa mujer cruel, pero no
puedo hacer nada más.
(Y hay también algunas hojas en
blanco que esconden un mensaje
silencioso, intangible, inexistente...)
05 de abril de 1820
Las voces gritan en mi mente, me
empujan, me acosan: pretenden
volverme loco. Hoy no he podido
soportarlo más: tras varios días de
93
vacilaciones y desvelos, he tomado la
determinación de buscar a Mary y
confesárselo todo. Valoré confiar en
Sarah, pero me hubiera tomado por
loco, o quizás algo peor; de todos
modos es demasiado joven, y no deseo
involucrarla en todo este asunto.
Después de algunas pesquisas, he
encontrado a la joven médium en una
casa de Spitalfields: Mary ha escuchado
impasible mi relato, y cuando he
terminado –presa de una gran agitación
- se ha limitado a añadir: ‘Está bien’.
�ada más. Siento que empatiza con mi
94
sufrimiento, pero que este no la
conmueve. Su actitud es fría, distante.
08 de abril de 1820
Están en los espejos; también en las
superficies de metal, o en los charcos.
Desde allí me observan, y en ocasiones,
también me hablan. Temo verlos en las
pupilas de los que me rodean: no puedo
salir a la calle, o lavarme la cara, o
afeitarme. Están ahí, siempre,
acechando, y no sirve de nada intentar
eludirlos; estaban ahí mucho antes que
95
nosotros, mucho antes que las redes del
tiempo, que la lluvia blanca, que las
estaciones o las mareas.
Sarah me ha traído un poco de pan
con queso, y té, pero no he podido
probarlo. Están en el té. Están en los
espejos.
12 de abril de 1820
Mary Black ha venido a visitarme,
inesperadamente, y el sabueso infernal
la acompañaba; ambos me parecen
96
igual de misteriosos y sobrenaturales
ahora. Ha traído con ella un extraño
brebaje que he dudado en probar: ‘no
puedo hacer nada más por ti’, ha dicho.
Pero gracias a su pócima he gozado de
un sueño reparador; volverá en un par
de días.
14 de abril de 1820
Cuando el niño esté a salvo,
desaparecerán. Lo ha prometido. Ellos
se lo han prometido. Ella lo sabe, y me
ayudará. Ella comprende.
97
15 de abril de 1820
Ellos siguen acosándome. Aunque
huya de los espejos: se cuelan detrás de
mis párpados, emergen allí, entre las
sombras. Y les veo, la medicina no tiene
ya efecto ninguno: están en el aire,
están en todas las cosas.
(Y el silencio, que no ocupa
ningún lugar; si acaso mora en los
lugares que nadie mira, o en las letras
que han querido ser trazadas y no han
encontrado su forma)
98
17 de abril de 1820
Mary está decidida a recuperar al
niño. Tiene un plan para arrebatarle el
Amuleto a Lady Talbot, pero debo estar
dispuesto a hacer cualquier sacrificio,
incluso a destruir el Libro, si es
necesario. El Libro es la única cosa que
esa mujer aprecia en este mundo. Temo
que Ellos se enfurezcan, y así se lo he
hecho saber. Pero ella no teme nada.
Mi papel consistiría únicamente en
prestarle apoyo y en escapar con el
pequeño en cuanto se presente la
99
ocasión: ella va a encargarse de todo.
Siento que soy un hombre vil y
pusilánime; debo encontrar las fuerzas
necesarias para ayudarla, debo
acometer este último acto de valor, aún
cuando lo único de lo que me siento
capaz es de huir lejos, tan lejos… Mary
tiene razón: la muerte del niño pesaría
sobre mi conciencia, y no existe ningún
lugar donde esconderse de algo así.
Escribiré una nota con mis últimas
voluntades y nombraré a Sarah
improvisada albacea – me pregunto si
tengo derecho: solo tiene 12 años - de
100
mi también improvisado testamento. Es
muy poco lo que poseo, pero no quiero
morir sin enviar un último saludo a mi
familia.
Hecho. Sé que Sarah sospecha algo
terrible, pero también es valiente, y ha
prometido cumplir lealmente mi
encargo. Sé que lo hará: todos a mi
alrededor cumplen firmemente con su
deber. Ahora soy yo quien debe hacer lo
propio.
101
17 de abril de 1820
El niño está a salvo: pase lo que
pase, no van a poder encontrarlo. Es
todo tan terrible que a penas puedo
escribir. Ellos se han ido. Mary ha
muerto. El libro se ha salvado, en su
mayor parte, y me he ocupado también
de trasladarlo a un lugar secreto.
Me dispongo a abandonar Londres
esta misma noche: cierro este diario y
lo añado a las pocas pertenencias que
me permito llevar en mi viaje. El
sacrificio de Mary me da fuerzas para
102
poder continuar: guardaré el recuerdo
de sus bellos ojos negros en mi corazón,
durante el resto de mis días. Tengo que
darme prisa: he de redactar dos cartas
y asegurarme que serán enviadas, antes
de hacer una última cosa. Debo tener la
certeza, antes de partir.
Con que un ‘lugar secreto’, se
dijo Aislin O’Geal. Había perdido
el tiempo soberanamente. Se
levantó de la silla y dio unas
cuantas vueltas por la habitación,
103
no sin reparar, con gran
inquietud, en el espejo que había
colgado junto a la ventana. Pero
estaba tan sucio que no era capaz
de reflejarla ni a ella misma;
difícilmente podía servir al Más
Allá para manifestarse.
En fin, quizás todo este lío del
diario no era más que un
argumento de novela de a
penique: la historia era invención
de algún escritorzucho que se
había muerto tísico en las
104
habitaciones de Parry, hacía
veinte años. Y sin embargo, había
algo inquietantemente real en
ello; no en los Espíritus ni en los
Amuletos, claro está, sino en el
propio John Lawrence, que había
perdido la chaveta y quien sabe
dónde andaría ahora – si es que
todavía andaba, cosa que Aíslin
dudaba mucho- De alguna forma,
la providencia había puesto
aquellos diarios a su alcance, y
también al señor Darcy, que se
105
tomaba pero que muy en serio
pamplinas como esta. No era
ningún crimen vender cosas a
quien quería comprarlas. Dejar
pasar esta oportunidad, eso sí que
era un crimen. Un crimen que,
fuera como fuese, Sally la
Pelirroja no estaba dispuesta a
cometer.
106
DIARIO DE ELIZABETH DARCY
Londres, 03 de octubre de
1840:
Esta noche, al abrir mi diario,
no sabría decir con certeza si
tengo poco o mucho que contar.
Mi narración sería la de un día
corriente, si no fuera porque
hemos conocido al nuevo profesor
de dibujo. Que no es otro que el
señor Gilbert Leeson, el joven con
107
quien me cruzé en aquel pequeño
teatro de magos.
Me he llevado una gran
sorpresa, desde luego. ¡Vaya una
casualidad! Pero pasada la
primera impresión, he
considerado prudente no dar
ninguna señal de reconocimiento.
Las explicaciones hubieran sido
muy embarazosas, y no sólo por
la prohibición de papá, sino
porque verdaderamente nos
conocimos en circunstancias muy
108
poco usuales. Ni siquiera fuimos
presentados como es debido,
pienso ahora. Creo que también
era consciente en todo momento
de la situación, porque tampoco
ha dicho nada; por fortuna, he
podido intercambiar unas
palabras con él – cuando mamá y
Lou estaban distraídas- y
explicarle mi comportamiento. Los
dos hemos acordado conducirnos
todo el tiempo como perfectos
desconocidos.
109
Aparentemente, ya no tenía
nada de qué preocuparme: el
señor Leeson miraba nuestros
dibujos y alababa el buen hacer
de Louisa; mamá se sentía
complacida y Oliver no le
prestaba la menor atención. Yo no
dibujo nada bien, y me ha dado
mucha vergüenza tener que
mostrar mis trabajos, pero como
no ha hecho ningún comentario al
respecto –parece un maestro poco
severo, no como el caústico señor
110
Abbot -, mi amor propio se ha
conservado intacto. Además,
reconozco que su aspecto mejora
a la luz del día; era evidente que
había puesto especial cuidado a
la hora de vestirse, y lucía el
cabello –que yo no recordaba que
fuera tan negro- peinado hacia
atrás, de manera que los rizos le
caían ordenadamente sobre los
hombros, dándole un aire muy
formal.
111
Pero estoy desviándome de lo
que realmente quiero contar: un
pequeño suceso tan insólito como
ciertamente comprometido. Y la
cuestión es que todo hubiera
salido bien si mamá, que es tan
curiosa como poco tímida, no
hubiera decidido comprobar por
su cuenta el talento de nuestro
joven profesor. Sin pedir permiso,
se ha apoderado de su carpeta y
ha ido, uno por uno, sacando
todos los dibujos y exponiéndolos
112
sobre la mesa, hasta llegar a un
elaborado retrato...¡ de mí misma
!
Ahora ya no estoy segura de
que me representara, pero en ese
momento no tenía ninguna duda,
como tampoco el resto de los
presentes. En toda mi vida me
había sentido más avergonzada,
como cuando mamá le ha
preguntado a Oliver si no
pensaba que el parecido entre el
dibujo del señor Leeson y yo no
113
era “asombroso”- en verdad lo
era, y sigo preguntándome cuánto
talento poseerá, dado que su
memoria es tan prodigiosa- En
cualquier caso, eso no ha sido
todo: no sé de qué forma, el
descubrimiento ha derivado a la
feliz idea de que el señor Leeson
nos haga un retrato a Louisa y a
mí. Según mamá, esto va a
alegrar inmensamente a nuestro
padre; tanto, que Lou y yo
tememos que en un estallido de
114
alegría acabe cerrando la casa y
haciéndonos volver de inmediato
a Yorkshire, para no dejarnos
salir de allí nunca más. El señor
Leeson ha aceptado, por
supuesto, y hemos seguido
hablando de cosas
intrascendentes hasta que la
visita ha terminado.
¿Por qué habrá hecho ese
dibujo? Le tenía por un joven
tímido y amable, y no recuerdo
haberle dado permiso para hacer
115
una cosa así. Me gustaría poder
estar muy enfadada, pero no lo
estoy: era un retrato muy bonito,
hecho con gran delicadeza – Lou
dice que siempre estoy con la
boca abierta, y él ha tenido la
deferencia de dibujarla cerrada,
lo que es de agradecer- Seguro
que lo hizo sin la intención de ir
exhibiéndolo por ahí, porque me
ha parecido que se sentía tan
incómodo como yo cuando mamá
lo ha encontrado. Supongo que
116
únicamente se trataba de un
ejercicio memorístico sin
importancia; puede que ni
siquiera pensara en mí cuando se
propuso hacerlo.
Como era de esperar, Louisa
ha venido hace un rato a
preguntarme si había visto antes
al señor Leeson: como era de
esperar, yo lo he negado todo.
Pero Lou no se rinde fácilmente y
estaba más que decidida a seguir
hablando de él. Al parecer, le
117
encuentra muy guapo; o mejor
dicho, creo que pretendía que yo
dijera que era guapo, y luego
utilizar mis propias palabras para
fastidiarme –como hizo en
primavera con el capitán Grey-.
No lo ha logrado, y ha tenido que
irse a la cama sin verse
complacida. No me oirá decir
nada halagüeño sobre el señor
Leeson en ese sentido; al fin y al
cabo, se ha tomado la libertad de
118
retratarme sin mi consentimiento.
Y no voy a perdonárselo nunca.
© Mª Carmen Pardo