13 pequeños sobres azules
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Transcript of 13 pequeños sobres azules
Todo sobre de Ginny cambiara este verano…
maureen johnson
Purple Rose
Agradecimientos
Moderadoras:
AndreaN
Virtxu
Traductoras:
AndreaN
ANDRE_G
Anelisse
Bautiston
cuketa_lluminosa
CyeLy DiviNNa
Dham-Love
Emii_Gregori
flochi
masi
niiiღ
Selune
Sheilita Belikov
Unstoppable
veroniica
Virtxu
Correctoras:
Kuami: Responsable del tema
Anelisse
Chelsea Sharkovich
Hojadeluna
Loo!*
nella07
Pimienta
Recopilación:
Kuami
Diseño:
AndreaN
Virtxu
Maureen Johnson – 13 Little Blue Envelopes
Purple Rose
3
Maureen Johnson – 13 Little Blue Envelopes
Purple Rose
4
Índice
Sinopsis Pág. 7
CARTA #1 Pág. 8
Un paquete como un Dumpling Pág. 10
Las aventuras de la tía Peg Pág. 13
CARTA #2 Pág. 17
Calle Pennington, 54 bis Londres Pág. 20
Harrods Pág. 25
Buenos días, Inglaterra Pág. 29
Richard y la Reina Pág. 33
CARTA #3 Pág. 37
El benefactor Pág. 38
Jittery Grande Pág. 42
Ideas brillantes Pág. 47
El Hooligan y la piña Pág. 52
El no-tan-misterioso-benefactor Pág. 58
CARTA #4 Pág. 64
La fuga Pág. 65
El maestro y el peluquero Pág. 73
El ataque de los Monstruos Pág. 81
CARTA #5 Pág. 85
El camino a Roma Pág. 87
Maureen Johnson – 13 Little Blue Envelopes
Purple Rose
5
Virginia y las Vírgenes Pág. 91
CARTA #6 Pág. 94
Niños y pastel Pág. 97
La hermana de Beppe Pág. 101
CARTA #7 Pág. 104
Las camas-tablas de surf Pág. 105
CARTA #8 Pág. 110
Los pequeños perros Pág. 113
Una noche en la ciudad Pág. 120
El mejor hotel de París Pág. 125
CARTA #9 Pág. 129
Charlie y la manzana Pág. 131
Personas sin hogar, tristes y enfermas Pág. 135
La vida de los Knapps Pág. 139
Contacto de diversos tipos Pág. 142
La vida secreta de Olivia Knapp Pág. 146
CARTA #10 Pág. 150
El barco vikingo Pág. 152
El‖Hippo’s Pág. 158
El Reino Mágico Pág. 161
CARTA #11 Pág. 166
La pandilla del sobre azul Pág. 168
CARTA #12 Pág. 172
Maureen Johnson – 13 Little Blue Envelopes
Purple Rose
6
La Scooter roja Pág. 175
El único cajero automático en Corfú Pág. 179
La sobrina fugitiva Pág. 185
La zapatilla verde y la dama en el trapecio Pág. 189
La llave mágica de Harrods Pág. 193
La casa acolchada Pág. 198
Setenta mil sacos de arpillera Pág. 202
Trece afortunado Pág. 205
CARTA #13 Pág. 207
Sobre la autora Pág. 210
Maureen Johnson – 13 Little Blue Envelopes
Purple Rose
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Sinopsis
Traducido por AndreaN Corregido por kuami
uando Ginny recibe 13 pequeños sobres azules junto con las
instrucciones para comprar un boleto de avión a Londres, ella sabes que
algo emocionante va a suceder. Lo que Ginny no sabe es que tendrá la
aventura de su vida y que la cambiara en más de una manera.
Dentro del primer pequeño sobre azul hay 1.000 dólares e instrucciones para
comprar un pasaje de avión.
En el sobre 2 hay direcciones para llegar a un especifico apartamento en
Londres.
La nota en el sobre 3 le dice a Ginny: Encuentra a un artista muriéndose de
hambre.
Gracias al sobre 4, Ginny y un dramaturgo/ladrón tipo sobre la ciudad llamado
Keith van a Escocia juntos, con unos algo desastrosos, aunque absolutamente
románticos-resultados. ¿Pero acaso ella lo volverá a ver de nuevo?
Todo acerca de Ginny cambiara este verano, y todo es gracias a esos 13
pequeños sobres azules. Vida y amor esperan por ella atravesando el atlántico,
y 13 pequeños sobres azules son la clave para encontrarlos, en esta divertida,
romántica y conmovedora novela.
C
Maureen Johnson – 13 Little Blue Envelopes
Purple Rose
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Carta #1
Querida Ginger, Traducido por AndreaN
Corregido por kuami
Nunca he sido una gran seguidora de las reglas. Tú lo sabes. Así que va a parecer un poco extraño que esta carta esté llena de reglas que he escrito y que necesito que tú sigas.
―¿Reglas para qué? ―Tienes que estar preguntándote a ti misma. Tú siempre has preguntado buenas preguntas. ¿Recuerdas como solíamos jugar el juego, "hoy vivo en…" cuando tú eras pequeña y solías venir a visitarme en Nueva York? (Creo que el que más me gustaba era, "Yo vivo en Rusia". Siempre jugábamos ese en invierno. Fuimos a ver la colección de arte Rusa en el Met, pisoteábamos la nieve en el Central Park, y luego íbamos a ese pequeño restaurante Ruso en el Village que tenía esos pepinillos realmente buenos y ese extraño caniche sin pelo que se sentaba en la ventana y, le ladraba a los taxis.)
Me gustaría jugar eso una vez más, excepto que ahora seremos un poco más literales. El juego de hoy es ―Yo vivo en Londres.― Nota que he incluido 1.000 dólares en efectivo en este sobre. Eso es para el pasaporte, un pasaje sin retorno de Nueva York a Londres, y una mochila. (Guarda unos cuantos dólares para el taxi que te lleve al aeropuerto.)
Antes de reservar el pasaje, empacar la mochila, y abrazar a todo el mundo cuando te despidas, quiero que vayas a la Ciudad de Nueva York. Específicamente, quiero que vayas al 4th Noodle, el restaurante Chino debajo de mi viejo apartamento. Algo te está esperando ahí.
Ve al aeropuerto justo después de ir allí.
Vas a estar lejos durante varias semanas, y vas a estar viajando por tierras extranjeras.
Maureen Johnson – 13 Little Blue Envelopes
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Estas son las ya mencionadas reglas que van a guiar tus viajes:
Regla #1: Sólo puedes traer lo que te quepa en la mochila. No intentes engañarlo con una cartera o un bolso de mano.
Regla #2: No puedes llevar guías turísticas, libros de frases, o cualquier clase de ayuda con el lenguaje extranjero. Y tampoco diarios.
Regla #3: No puedes llevar dinero extra o tarjetas de crédito/debito, cheques de viajero, etc. Yo me encargare de eso.
Regla #4: No lleves ayudas electrónicas. Esto significa nada de laptop, ni teléfonos, ni música, ni tampoco cámara. No puedes llamar a casa o comunicarte con gente en los Estados Unidos por internet o teléfono.
Postales y cartas son aceptables y alentadas.
Eso es todo lo que necesitas saber por ahora. Te veo en el 4º Noodle.
Con amor,
Tu Tía Fugitiva.
Maureen Johnson – 13 Little Blue Envelopes
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1 Un paquete como un Dumpling
Traducido por AndreaN Corregido por kuami
omo regla, Ginny Blackstone intento pasar desapercibida, algo que era
más o menos imposible con casi 14 kilos (ella las pesó) de equipaje
morado-y-verde colgando de su espalda. Ella no quería pensar en toda
la gente con las que había chocado mientras había estado cargando eso. Esta
cosa no estaba hecha para usarla alrededor de la Ciudad de Nueva York.
Bueno,‖en‖ningún‖lado,‖en‖realidad<‖pero‖especialmente‖en‖el‖East‖Village‖de‖
la Ciudad de Nueva York en un fragante mes de Junio, por la tarde.
Y un pedazo de su cabello estaba atrapado debajo de la tira de su hombro
derecho, así que su cabeza también estaba siendo empujada hacia abajo un
poco.
Eso no ayudaba.
Habían pasado cerca de dos años desde la última vez que Ginny había estado
en el Penthouse del 4º Noodle. (O, ese lugar sobre la fábrica de grasa, como los
padres de Ginny prefería referirse a ello). No era del todo injusto. El 4° Noodle
era bastante grasiento. Pero era el buen tipo de grasa, y ellos tenían los mejores
dumplings1 en el mundo.)
Su mapa mental se había desvanecido un poco en los últimos dos años, pero el
nombre del 4º Noodle también contenía su dirección. Estaba en la Calle 4ª y en
la Avenida A. Las avenidas del alfabeto estaban hacia el este de los números,
más en el súper de moda en el East Village, donde la gente fumaba y usaba
látex y nunca arrastraba los pies bajo la calle con bolsas del tamaño de buzones
de correo atadas a sus espaldas.
Ella sólo‖podía‖verlo‖ahora<‖ la‖modesta‖ tienda‖de‖ fideos‖al‖ lado‖del‖Pavlova
Tarot (con el zumbido de la señal de neón morada), justo al otro lado de la calle
de la pizzería con el mural gigante de una rata en el lateral.
1 Es una pequeña porción de masa, al vapor o hervido y servido con sopa de carne o, una corteza de masa
rellena con fruta y cocida al vapor o al horno.
C
Maureen Johnson – 13 Little Blue Envelopes
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Hubo un pequeño tintineo de una campanilla y una ráfaga fuerte de aire
acondicionado como Ginny abrió la puerta. De pie detrás del mostrador estaba
un duendecillo femenino manejando tres teléfonos a la vez.
Esta era Alice, la dueña, y la vecina favorita de la Tía Peg. Ella sonrió cuando
vio a Ginny y levanto un dedo, indicándole que debería esperar.
―Ginny, ―dijo Alice, sosteniendo dos de los teléfonos y marcando en el
tercero―. Paquete. Peg.
Ella desapareció a través de una cortina de bambú que cubría una puerta en la
parte posterior. Alice era china, pero hablaba perfecto inglés (La Tía Peg le
había enseñado). Pero debido a que ella tenía que llegar directamente al punto
(El 4º Noodle era un buen negocio), ella habló con una única y vacilante
palabra.
Nada había cambiado desde la última vez que Ginny había estado ahí. Ella
levanto la vista a las fotos iluminadas de comida China, las luminosas imágenes
de plástico con camarones de sésamo y pollo y brócoli. Brillaban, no del todo
tentadoras, más que nada radioactivamente.
Las piezas de pollo eran un poco demasiado brillantes y anaranjadas. Las
semillas de sésamo eran demasiado blancas y muy largas. El brócoli era tan
verde que parecía vibrar. Ahí estaba la foto enmarcada e hinchada de Rudy
Giuliani2 de pie con una brillante Alice, tomada un cuando él apareció un día
por el lugar.
Era el olor, sin embargo, lo que era más familiar. El pesado, grasiento olor a
carne chisporroteante, cerdo, pimientos, a la dulce fragancia de vallas y arroz
humeante. Esta era la esencia que se filtraba a través del suelo de la Tía Peg y la
perfumaba.
Sonó como un acorde en la memoria de Ginny, que casi giró la cabeza para ver
si Tía Peg estaba allí de pie detrás de ella.
Pero, por supuesto, no podía ser.
―Aquí, ―dijo Alice, saliendo de la cortina de cuentas con un paquete de papel
marrón en su mano―. Para Ginny.
El paquete, un mullido y acolchado sobre marrón, estaba de hecho dirigido a
ella, Virginia Blackstone, al cuidado de Alicia en el 4 º Noddle, en la Ciudad de
Nueva York. El matasellos era de Londres y tenía la una ligera aura de grasa.
2 Rudy Giuliani: Rudolph William Louis "Rudy" Giuliani III es un abogado y político estadounidense,
mejor conocido por haber sido Alcalde de la ciudad de Nueva York, de 1994 a 2001.
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―Gracias, ―dijo Ginny, aceptando el paquete lo mas agradecidamente que
pudo, dado a que ella no se podía inclinar hacia adelante sin caer de cara contra
el mostrador.
―Dile hola a Peg por mí,‖ ―dijo Alice, levantando el teléfono y lanzándose
directamente hacia el pedido.
―Claro<‖―Ginny asintió―. Um, seguro.
Una vez que ella estuvo afuera en la calle, escaneando la Avenida A
nerviosamente, buscando un taxi, que ella iba a tener que pedir por sí misma,
Ginny se preguntó si debería de haber dicho a Alice lo que había sucedido. Pero
pronto se distrajo por el terror que le causaba su tarea. Los taxis eran bestias
amarillas que corrían a través de Nueva York, llevando gente que tenía que
estar en lugares en los que tenían que estar y dejando aterrorizados peatones
peleando por cubrirse.
No, pensó, levantando tímidamente una mano lo más lejos que pudo mientras
una multitud de sus presas repentinamente aparecieron. No había razón para
decirle a Alice lo que había pasado. Ella misma apenas se lo creía. Y además, se
tenía que ir.
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Las aventuras de la tía de Peg
Traducido por veroniica Corregido por nella07
uando la tía Peg tenía la edad de Ginny es decir, diecisiete años, se
escapó de su casa en New Jersey, a sólo dos semanas, antes de que fuera
a Mount Holyoke con una beca completa. Ella reapareció una semana
después y se mostró sorprendida por el hecho de que la gente estuviese molesta
con ella. Necesitaba pensar en lo que quería lograr en la escuela, explicó, por lo
que había ido a Maine donde conoció algunas personas que construían barcos
de pesca artesanales. Por otra parte, no iba a ir a la escuela por ahora, le dijo a
todo el mundo. Ella se iba a tomar un año sabático y trabajar. Y así lo hizo.
Renunció a su beca y se pasó el siguiente año de camarera en un gran
restaurante de mariscos en el centro de Filadelfia viviendo con otras tres
personas en un pequeño apartamento de South Street.
Al año siguiente, la tía Peg fue a una pequeña universidad en Vermont donde
nadie tenía ningún grado y donde se especializó en pintura. La madre de
Ginny, la hermana mayor de la tía Peg, tenía una muy clara visión de lo que
una real y gran universidad incluía, y ésta no era una de ellas. Para ella,
especializarse en pintura era un acto de locura similar a la especialización en
fotocopias o el recalentar de las sobras. La madre Ginny había nacido práctica.
Vivía en una bonita casa y tenía un bebé. Animó a su hermana menor a
convertirse en contable, como ella. La Tía Peg le dejó una nota diciendo que
había obtenido un pequeño papel en una obra de teatro.
Tan pronto como se graduó, la tía Peg se marchó a Nueva York y se trasladó al
Penthouse, a su piso en el 4° Noodle, y allí permaneció. Esa fue la única
constante en su vida. Pues su trabajo cambiaba constantemente. Ella era gerente
de una gran tienda de suministro de arte hasta que accidentalmente tecleó el
cero demasiadas veces, en un albarán de pedido online. En lugar de los veinte
no reembolsables, caballetes italianos hechos a medida que ella supuestamente
había pedido, se sorprendió al recibir una entrega de doscientos. Después
trabajó como telefonista temporal en la sede de Trump, hasta que pasó a tomar
una llamada de Donald ella misma. Pensó que era uno de sus amigos actores
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pretendiendo ser Donald Trump, por lo que ella de inmediato le lanzó un
sermón sobre, cabrones capitalistas con malos caprichos.
Le gustaba relatar la experiencia de ser escoltada fuera del edificio por dos
guardias de seguridad. Para tía Peg, esos puestos de trabajo eran sólo las cosas
que hizo hasta que su carrera artística despegó. Una vez más, esto causó que la
madre de Ginny se desesperara por causa de su hermana pequeña, y ella
siempre trató de recordarle a Ginny que a pesar de que, debía amar a su tía, su
hija no debía tratar de ser como ella. Nunca hubo peligro de eso. Ginny era
demasiado bien educada, demasiado normal para que alguna vez fuese un
problema. Sin embargo, amaba las visitas a la tía Peg.
A pesar de que eran irregulares e infrecuentes, también eran experiencias
mágicas durante las cuales todas las reglas normales de la vida eran arrojadas a
un lado. La cena no tenía que ser equilibrada y tampoco tenían que estar en la
mesa a las seis, podía haber kebabs afganos y helado de sésamo negro a
medianoche. No pasaban la noche frente a la televisión. A veces recorrían
tiendas de disfraces y boutiques, viendo las cosas más costosas y extravagantes
que pudieran encontrar, cosas de las que Ginny hubiera estado mortalmente
avergonzada de ponerse frente a cualquier otra persona, y con frecuencia cosas
tan caras que sentía como si necesitara permiso para tocarlas.
―Es‖una tienda,‖―la tía Peg diría mientras ella se ponía gafas de sol del tamaño
de un plato o un enorme sombrero de plumas de quinientos dólares―. Las
cosas están aquí para probarse.
La mejor parte de la tía de Peg era que cuando Ginny estaba a su alrededor, se
sentía más interesante. Ella no era tranquila y obediente. Era más fuerte. Tía Peg
la hacía diferente. Y la promesa había sido que siempre la tía Peg estaría allí,
toda la escuela secundaria, así como también en la universidad, para guiar
Ginny.
―Ahí será cuando me necesitarás,‖―decía siempre la tía Peg.
Un día, de noviembre en el segundo año de Ginny, el teléfono de la tía Peg
había dejado de funcionar. La madre de Ginny suspiró y se figuró que las
facturas no habían sido pagadas. Así que ella y su hija se montaron en el coche
y condujeron a New York para ver lo que estaba pasando.
El apartamento del 4° Noodle estaba vacío. El súper les dijo que la tía Peg se
había mudado hacía varios días, sin dejar otra dirección. Había una pequeña
nota, sin embargo, hundida en la alfombra de bienvenida.
Decía: Tengo algo que hacer. Me pondré en contacto pronto.
Al principio, nadie se preocupaba demasiado. Se suponía que ésta era otra
escapada más de la tía Peg. Pasó un mes. Después, dos. Luego, el semestre que
duraba la primavera había terminado. Entonces pasó el verano. La tía Peg
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simplemente se había ido. Luego vinieron algunas postales, básicamente
asegurando que lo estaba pasando bien. Eran matasellos de una variedad de
lugares: Inglaterra, Francia, Italia, pero que no contenían ninguna explicación.
Así que la tía Peg era exactamente del tipo de persona que la enviaría a ella sola
a Inglaterra, con un paquete a un restaurante chino.
Eso no era tan extraño.
La parte extraña era que la tía Peg llevaba estado muerta tres meses.
Ese último hecho era un poco difícil de tragar. Tía Peg era la persona más
animada que Ginny había conocido. Y sólo tenía treinta y cinco años. Ese
número quedó pegado en la cabeza de Ginny porque su madre lo mantuvo
repitiendo una y otra vez. Sólo treinta y cinco años. Una mujer animada de
treinta y cinco años se suponía que no debería morir.
Sin embargo, Tía Peg lo había hecho. La llamada procedía de un médico en
Inglaterra explicando que la tía Peg había desarrollado cáncer; había llegado
rápidamente, se había intentado todo, pero nada se podía hacer.
Las noticias... la enfermedad... todo era muy distante para Ginny. De alguna
manera, ella realmente nunca lo hubiese creído. Tía Peg todavía estaba allí fuera
en algún lugar en su mente. Y Ginny estaba de alguna manera yendo
rápidamente hacia ella en este avión. Sólo la tía Peg podría hacer que algo como
esto sucediera.
No es que Ginny no hubiera tenido que hacer su parte. En primer lugar, había
tenido que convencerse de que podía seguir lo que parecía ser obviamente un
vuelo de locos por una tía que no era conocida por su fiabilidad. Una vez que
ella había hecho eso, tuvo que convencer a sus padres de la misma cosa. Los
importantes tratados internacionales habían sido negociados en menos tiempo.
Pero ahora ella estaba aquí. No había vuelta atrás.
El avión estaba frío. Muy frío. Las luces estaban bajas, y estaba completamente
oscuro fuera de las pequeñas ventanas. Todo el mundo excepto Ginny parecía
estar dormido, incluyendo la gente que estaba a su lado. Ella no podía moverse
sin despertarlos. Se envolvió en la pequeña e ineficaz manta del avión y puso el
paquete contra su pecho. No había sido capaz de abrirlo todavía. En su lugar,
ella había pasado la mayor parte de la noche mirando por la ventana del avión,
la oscuridad y el parpadeo de varias luces, al principio pensando que estaba
mirando la costa de Nueva Jersey y luego tal vez Islandia o Irlanda. No fue
hasta el amanecer, cuando estaban a punto de aterrizar, que vio que todo el
tiempo había estado mirando el ala. Debajo de ellos, a través del velo
algodonoso de las nubes, había un terreno de cuadros verdes. Tierra. Este avión
en realidad iba a aterrizar, y la iban a hacer salir. En un país extranjero. Ginny
nunca había estado en un lugar más exótico que Florida, y mucho menos, sola.
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Fisgoneó el paquete que tenía agarrado y lo puso en su regazo. Había llegado el
momento claramente de abrirlo. Era hora de averiguar lo qué Tía Peg había
planeado para ella. Abrió el sello y llegó a su interior.
El paquete contenía una colección de sobres igual que el primero. Todos ellos
eran de color azul. Estaban hechos de papel grueso y de buena calidad. Del tipo
de una de esas boutique de papel.
La parte frontal de cada sobre estaba ilustrada tanto con pluma, tinta o acuarela,
y ellos se juntaban con una sobrecargada banda de goma que se doblaba a su
alrededor. Más importante aún, estaba cada uno marcado con un número,
empezando con el dos yendo hasta el trece.
El sobre #2 tenía una ilustración de una botella con una etiqueta que decía:
Ábreme en el avión.
Y así lo hizo.
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Carta #2
Querida Ginger, Traducida por ηịịị ღ
Corregida por kuami
¿Cómo estuvo el 4° Noodle? Ha pasado un tiempo, ¿huh? Espero que hayas traído algunos dumplings de jengibre para mí.
Sé muy bien que te debo una explicación sobre un montón de cosas, Gin. Pero déjame comenzar contándote sobre mi vida en Nueva York, antes de que me fuera, hace dos años.
Imagino que sabrás que recibí una gran cantidad de críticas de parte de tú madre (porque ella se preocupa de su rebelde hermanita pequeña) por nunca tener un "trabajo real", y nunca haberme casado, y no tener niños ni una casa ni un perro. Pero yo estaba bien con eso. Yo pensaba que estaba haciendo las cosas bien y que las otras personas las estaban haciendo mal.
Un día de Noviembre, sin embargo, estaba viajando en el metro hacia mi nuevo trabajo temporal. Ese tipo ciego con el acordeón que monta el tren 6 estaba tocando la canción de El Padrino directamente en mi oído, justo como lo había hecho cada otra vez en mi vida en que había tomado el tren 6. Y luego me bajé en la calle 33 y me compré una humeante taza de café tostado, en la tienda más cercana por 89 centavos, justo como lo había hecho antes, cada vez que iba a un trabajo temporal.
Ese día yo me dirigía a trabajar a una oficina en el edificio del Empire State. Tengo que confesar Gin… Me siento un poco romántica sobre el viejo Empire State. Sólo mirarlo me hace querer poner alguna de las canciones de Frank Sinatra y bailar un poco. Me he enamorado de un edificio. He estado ahí muchas veces pero nunca para trabajar. Siempre.
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supe que había oficinas ahí, pero la realidad nunca me había alcanzado, realmente. Tú no trabajas en el edificio del Empire State. Tú te declaras en el edificio del Empire State. Tú das una noticia ahí y levantas tu copa para brindar con toda la ciudad de Nueva York.
Mientras caminaba hacia allí me di cuenta que estaba a punto de entrar a ese hermoso edificio para archivar o hacer copias, me detuve. Demasiado rápido, en realidad. El tipo que venía detrás de mí chocó directamente conmigo.
Algo iba realmente mal si yo estaba yendo al edificio del Empire State para eso.
Así fue como todo comenzó, Gin. Justo ahí en la vereda de la calle 33. Nunca llegué al trabajo ese día. Me di la vuelta, volví a subir al tren 6, y me fui a casa. Por mucho que yo amara mi apartamento, algo dentro de mí estaba diciendo… ¡Ya es hora! ¡Tiempo para irse! Como ese conejo en Alicia en el país de las Maravillas que siempre pasaba corriendo y diciendo, "¡Estoy atrasado!"
Tarde para qué, no podría decírtelo realmente. Pero ese sentimiento era tan intenso, que no podía sacudírmelo. Me sentí enferma. Caminé alrededor de mi apartamento en círculos. Algo sobre lo que estaba haciendo no estaba bien. Había estado cómoda en mi departamento durante demasiado tiempo. Estaba haciendo trabajos aburridos.
Pensé en todos los artistas que admiraba. ¿Qué hicieron ellos? ¿Dónde vivieron? Bueno, en su mayoría, ellos vivieron en Europa.
¿Y qué si yo sólo me iba a Europa? ¿Justo en ese momento? La gente que yo admiraba algunas veces había pasado hambre y había raspado a lo largo de su camino, pero eso los había ayudado a crear. Yo quería crear.
Para esa noche, había comprado mi pasaje a Londres. Pedí prestados 500 dólares a un amigo para poder hacerlo. Me di a mí misma tres días para dejarlo todo arreglado. Levanté el teléfono para llamarte un par de veces, pero no sabía que decir. Dónde iba a ir… por qué… no tenía respuestas. Y no sabía durante cuánto tiempo estaría fuera.
Esta es la posición en la que tú estás ahora. Estás a punto de partir hacia Inglaterra sin tener idea de lo que te espera. Tú trayectoria, tus instrucciones, están es estos sobres. Aquí está el truco: Sólo puedes abrir uno a la vez y sólo una vez que hayas completado la tarea de la carta anterior. Estoy confiando en tu honestidad, podrías abrirlos todos ahora, y seguramente yo nunca lo sabría. Pero es enserio, Gin. No funcionará a menos que los abras exactamente como te he dicho.
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Cuando aterrices, tu primera tarea será ir del aeropuerto al lugar en el que te alojarás.
Para hacer esto, necesitarás tomar el subterráneo, conocido también como el tubo (en americano, el metro). He guardado 10 libras en la nota para esto. Es esa cosa morada con la Reina en ella.
Necesitas llegar a la parada llamada Ángel, que está en la línea Northern. Estarás en una parte de Londres llamada Islington. Cuando bajes, estarás en Essex Road. Sigue derecho. Camina alrededor de un minuto hasta que alcances la calle Pennington. Gira a la izquierda y busca el 54ª.
Golpea. Espera a que alguien te abra la puerta. Aclara y repite lo que sea necesario hasta que la puerta se abra.
Con amor,
Tú Tía Fugitiva.
P.D.
Notarás que una tarjeta para utilizar en el cajero automático del banco Barclays está también es este sobre. Por supuesto, no hubiera sido seguro escribir el número PIN aquí. Cuando llegues al 54ª, pregunta a la persona que vive ahí, "¿Qué le vendiste a la Reina?" La respuesta a esa pregunta es el número PIN. Cuando hayas resuelto esto, puedes abrir la carta #3.
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3
Calle Pennington, 54 bis Londres
Traducido por Selune Corregido por nella07
staba de pie en algún lugar en el aeropuerto de Heathrow. Había estado
arrastrando los pies del avión, había sacado la notoria mochila desde el
carrusel de equipaje, esperaba en una línea de una hora de duración
para obtener su pasaporte sellado, y había sido ignorada por algunos
funcionarios de aduanas.
Ahora estaba mirando un mapa de metro de Londres.
Parecía un cartel de guardería diseñado para atraer los ojos de los niños
pequeños. Era blanco puro, con brillantes líneas de colores primarios que
serpenteaban alrededor de él. Las paradas tenían sólidos nombres que le
sonaban, como Old Street y el Puente de Londres. Realmente sonaban: Earl's
Court, Queensway, Knightsbridge. Entretenimiento: Elephant & Castle, Oxford
Circus, en Marylebone. Y había nombres que reconocía: la estación de Victoria,
Paddington, donde vivía el oso, Waterloo. Y allí estaba Ángel. Para llegar allí,
tendría que cambiar dinero en un lugar llamado King's Cross.
Sacó su billete de £10, encontró una máquina expendedora de billetes, y siguió
las instrucciones. Se acercó a uno de los pasillos de entrada y se enfrentó a un
par de puertas de metal, casi como las puertas del salón. Miró a su alrededor,
sin saber qué hacer a continuación. Trató de empujar la puerta con suavidad,
pero no pasó nada. Entonces vio a una mujer a su lado que puso su billete en
una ranura en la cajita de metal al lado de ella, y abrió las puertas. Ginny hizo lo
mismo. La máquina aspiró en el billete con un crujido satisfactorio, mientras las
puertas se abrían y ella aplaudía pasando a través de ellas.
Todo el mundo se estaba moviendo en la misma dirección, así que siguió su
camino, tratando de no tropezar contra las espaldas de las bolsas de personas
que estaban empujando. Cuando el tren se deslizó hasta la cruda plataforma
blanca, no pensaba desengancharse del paquete, así que cuando llegó, ella sólo
podía caber en el borde de un asiento. No era como el metro que había tomado
en Nueva York. Estos eran mucho más agradables. Las puertas hacían
agradables, bonging, de ruido cuando se abrían y una voz británica advertía.
―Atención‖al‖espacio.
E
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El tren se movió sobre la superficie. Ellos viajaban a lo largo, y por detrás de las
casas. Entonces volvió a la clandestinidad, donde las estaciones se hicieron más
apretadas. Todo tipo de personas arrastrando los pies dentro y fuera, algunas
de ellas con mapas y mochilas, otros con periódicos doblados o libros y
expresiones en blanco.
La voz británica dijo arrullando: ―Ángel, ―algunas‖paradas‖después.‖Ella‖no‖
podía dar la vuelta, así que tuvo que retroceder por el tren, buscando el espacio
con el pie. Un cartel colgado del techo, decía SALIDA. A medida que se acercó a
la salida, había otra serie de puertas de metal. Esta vez, Ginny estaba segura de
lo que se produciría cuando se acercó, algo así como una puerta automática.
Pero no lo hicieron. Ni siquiera cuando entró a la derecha de ellas.
Una molesta voz británica detrás de ella, dijo, ―tienes que poner tu billete,
cariño.
Ella se volvió hacia un hombre con un uniforme azul marino y un chaleco de
trabajo de color naranja brillante.
―No‖lo‖tengo‖―dijo―. Puse el billete en la máquina. Se lo llevaron.
―Se‖supone‖que‖debes‖agarrarlo‖de‖nuevo ―dijo‖con‖un‖ suspiro―. Vuelve a
salir.
Se acercó a una de las cajas de metal y tocó algún botón o palanca invisible. Las
puertas se abrieron para ella. Corrió a través, demasiado avergonzada incluso
para mirar atrás.
Lo primero que la golpeó fue el olor de una lluvia reciente. La acera estaba
mojada y era bastante gruesa con la gente que amablemente se movía cerca de
ella y de su mochila. La calle estaba atascada llena del tráfico real de Londres, al
igual que en las fotos. Los coches estaban muy juntos, todos yendo en la
dirección equivocada. Un autobús rojo de dos pisos avanzaba pesadamente
adelante.
Tan pronto como salió de la carretera principal, todo se volvió mucho más
tranquilo. Se encontraba en una calle estrecha con una línea zigzagueante que la
cortaba por la mitad. Las casas eran todas de color blanco tiza y eran casi
idénticas, excepto por los colores de sus puertas, que eran sobre todo negro,
pero de vez en cuando se podían vislumbrar los colores rojo o azul. En sus
techos todas ellas tenían varios conos de chimeneas sobresaliendo de la parte
superior, junto con las antenas y las antenas parabólicas. El efecto era extraño,
era como una estación espacial que se estrelló en una historia de Charles
Dickens.
La Número 54 bis tenía una grieta irregular corriendo por los seis pasos de
concretos que llevaban a la puerta principal. Varias macetas grandes forraban la
entrada, cada una de las plantas que contenían no parecían exactamente haber
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sido condenadas a muerte a propósito. Ellas eran débiles y pequeñas, pero aún
haciendo un esfuerzo. Alguien había intentado, evidentemente sin éxito, que
tuvieran vida.
Ginny hizo una pausa antes de subir los escalones de la entrada. Esto tenía una
gran oportunidad de ser un error. Tía Peg tenía algunos amigos muy inusuales.
Al igual que el artista de performance, compañero de habitación que se comió
su propio pelo en el escenario. O el hombre que pasó un mes para comunicarse
únicamente a través del baile interpretativo como una forma de protesta, de la
cual nadie estaba enterado.
No. Ella no había llegado tan lejos para nada. No iba a abandonar en el primer
paso. Subió las escaleras y llamó a la puerta.
―Espera‖un‖momento, ―una‖voz‖llamó‖desde‖el‖interior—. Un momento.
La voz era británica, realmente esto no la debería haber sorprendido, pero lo
hizo. Su tono era masculino, y se notaba que no era una voz de mayor. Oyó un
golpeteo, alguien corriendo por las escaleras. Y entonces la puerta se abrió.
El hombre de pie frente a ella estaba en proceso de vestirse. Lo primero que
sorprendió a Ginny era que llevaba los pantalones de un traje negro, un collar
gris plata colgaba alrededor de su cuello y su camisa estaba sólo medio puesta.
Los amigos de tía Peg no solían llevar trajes, o incluso partes de los trajes;
tampoco usaban corbatas. Era más que una sorpresa que fuera guapo, alto,
moreno, el pelo ligeramente rizado y las cejas muy arqueadas. Tía Peg había
atraído a gente con mucha personalidad, mucho encanto.
El hombre la miró boquiabierto por un momento, y luego a toda prisa se metió
la camisa.
―¿Eres‖Virginia?‖―Preguntó.
―Sí‖―dijo‖Ginny.‖El‖sí‖salió‖demasiado‖fuerte,‖y‖de‖repente‖escuchó‖su‖propio‖
acento—. Quiero decir, sí. Esa soy yo. Soy Ginny. ¿Cómo lo sabes?
―Sólo‖una‖conjetura‖―dijo,‖con‖los‖ojos‖todavía‖persistentes‖en‖su‖bolso—. Soy
Richard.
―Soy‖Ginny ―dijo‖otra‖vez.‖Ella‖le‖dio‖un‖r{pido‖golpe‖de‖cabeza‖para‖tratar‖
de obtener que la sangre fluyera por allí de nuevo. Richard claramente estaba
confundido sobre qué tipo de saludo darle. Finalmente, le tendió la mano para
ayudarla con su bolso.
―Ésta‖ una‖ buena‖ sorpresa.‖ No‖ estaba‖ seguro‖ de‖ cu{ndo‖ ibas‖ a‖ venir.‖ Ni‖
siquiera estaba seguro de si ibas a venir.
―Bueno,‖aquí‖estoy‖—dijo.
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Asintieron con la cabeza el uno al otro por un momento en reconocimiento de
este hecho hasta que Richard pareció afectado por un pensamiento.
―Debes‖entrar‖―dijo.
Abrió más la puerta e hizo una ligera mueca cuando reveló Ginny la mochila
púrpura y verde.
Richard le dio un rápido recorrido que reveló que 54 bis Pennington Street, era
una casa, no una colonia de artistas, o municipio, o cualquier tipo de
experimento sociológico. Eso estaba bastante en ese decorado. Parecía que
podría haber sido enviado directamente de un catálogo de suministros de
oficina.
Alfombra de bajo pelo. Simples muebles en azul marino planos y negros. Nada
en las paredes. Nada, hasta que llegaron a una habitación pequeña e iluminada.
―Esta‖ era‖ la‖ sala‖ de‖ Peg‖―dijo‖ Richard,‖ abriendo‖ la‖ puerta.‖ Pero‖ Ginny‖ no‖
necesitaban que le dijesen eso. Era una versión en miniatura del apartamento
del 4° piso del Noodle. De hecho, la sala parecía el apartamento tan de cerca
que era casi espeluznante. No era que lo hubiera amueblado o pintado
exactamente igual, era el método. Las paredes habían sido lavadas en color rosa
y luego cubiertas en un elaborado collage de... bien, basura, la verdad.
―Cuando la madre de Ginny se enfadó con su hermana pequeña, tendían a
hacer comentarios sobre el hábito de recoger la basura de tía Peg―.‖¡Ella tiene
la basura de otras personas, toda en sus muros!
Pero no era malo, la basura maloliente eran en realidad etiquetas, pedazos de
revistas viejas, envoltorios de caramelos de bar. Si alguien hubiera intentado
esto, el resultado habría sido vertiginoso, nauseabundo. Pero la tía Peg las
arregló para organizar todo por el color, el estilo de texto, por imagen, por lo
que todo parecía pertenecer junto. Al igual que todo tenía sentido. Una de las
paredes había quedado libre de collage, y sobre ella colgaba un cartel que
Ginny reconoció. Era una pintura francesa de una joven de pie detrás de una
barra. Era una vieja foto, de finales de 1800. La mujer llevaba un elegante
vestido azul, y la barra que atendía era de opulento mármol, cargado con
botellas. El espejo detrás de la cabeza refleja una multitud y un espectáculo.
Pero ella parecía terriblemente aburrida.
―Es‖Manet‖―dijo—. Se llama El bar en el Folies-Bergère.
―¿Lo‖es?‖―Richard parpadeó, como si nunca hubiera notado el cartel allí antes.
―Yo‖ realmente‖ no‖ sé‖ nada‖ de‖ arte‖―dijo en tono de disculpa―. Es bueno,
supongo. Buenos... colores.
Bueno, Ginny pensó. Ahora él probablemente pensaba que era una especie de
chica de arte nerd que sólo estaba aquí porque había superado el campamento
de arte-nerd. Sólo sabía el nombre y el artista de esto porque la tía Peg había
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tenido la imagen exacta en su apartamento, y el título y el artista se había
escrito en la parte inferior de la impresión.
Richard seguía mirando fijamente el cartel.
―Yo‖realmente‖no‖sé‖mucho‖sobre‖él‖tampoco‖―dijo‖Ginny―. Está bien.
―Oh.‖Perfecto.‖―Parecía‖un‖poco‖tranquilo‖por‖eso―. Te ves agotada. ¿Tal vez
te gustaría descansar un rato? Una vez más, lo siento, desearía haberte conocido
cuando... pero estás aquí, así que...
Ginny miró a la cama, con su loco edredón. Esta obra así era de la tía Peg. Ella
había tenido elementos similares por todo el apartamento, todos hechos de
piezas al azar, no coincidentes de tela. Quería descansar en esta cama tan
miserablemente que casi podía saborearlo.
―Bueno,‖ yo...‖Me‖ tengo‖que‖ ir, ―dijo―. ¿Tal vez te gustaría venir conmigo?
Trabajo en Harrods. Los grandes almacenes. Es un lugar tan bueno como
cualquier otro para empezar a ver Londres. Peg amaba Harrods. Podemos
ordenar tus cosas más tarde. ¿Qué dices?
―Claro‖―dijo‖Ginny,‖con‖una‖última‖triste‖mirada‖a‖la‖cama―. Vamos.
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4
Harrods
Traducido por Sheilita Belikov Corregido por Hojadeluna
inny iba entrando y saliendo su conciencia reflexiva en el
metro. Estaban atrapados en el ajetreo de la mañana, obligados a estar
de pie. El ritmo del tren la adormecía. Le pareció un gran esfuerzo no
ceder a sus tambaleantes rodillas y dejarse caer sobre Richard.
Richard estaba tratando de entablar conversación, señalando las cosas que se
podían ver en cada una de las diversas paradas, cualquier cosa desde las
principales (el Palacio de Buckingham, Hyde Park) a las secundarias (su
dentista, "comida tailandesa muy buena para llevar"). Sus palabras rebotaban
en el confuso flujo sensorial que la rodeaba. Voces británicas se aglomeraban
alrededor de su cabeza. Sus ojos recorrían los anuncios que se encontraban a lo
largo de la parte superior del vagón. Aunque el idioma era el mismo, no
entendió el significado de muchos de los carteles. Parecía que cada uno de ellos
tenía una especie de broma interna.
―Te‖pareces‖mucho‖a‖Peg ―le dijo, capturando su atención.
Esto tenía algo de verdad. Tenían el cabello similar, por lo menos. Largo y de
un color chocolate profundo. La tía Peg era más baja. Tenía una complexión
delgada y un porte real que hacía a los desconocidos suponer que era una
bailarina. Sus facciones eran muy delicadas. Ginny era más alta y con más
curvas. Más grande, en general. Menos delicada.
―Supongo ―dijo.
―No. De verdad. Es‖ extraordinaria<‖ ―Él‖ estaba‖ agarr{ndose‖ firmemente‖ a‖
una correa que estaba por encima de su cabeza y mirándola con una mirada
intensa. Algo en su mirada logró penetrar en el cansancio de Ginny, y se
encontró devolviéndole la mirada con la misma intensidad. Esta acción los
sorprendió a los dos, y apartaron la mirada al mismo tiempo. Richard no volvió
a hablar hasta que llegaron a la siguiente parada e informó a Ginny que se
trataba de Knightsbridge. Esta era su parada.
Salieron a una excitante calle de Londres. El camino estaba completamente
obstruido por autobuses rojos, taxis negros, coches pequeños,
G
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motocicletas< Las aceras estaban repletas en toda su capacidad. Aunque su
cerebro estaba nublado, Ginny sintió un choque de energía atravesando su
cuerpo ante la vista de todo ello.
Richard la dirigió alrededor de una esquina hacia un edificio que parecía
extenderse constantemente. Era un sólido muro de ladrillo rojo y dorado, con
cornisas decorativas y una cúpula en el techo. Toldos verdes se extendían por
encima de decenas de enormes ventanas, cada una exhibiendo opulentamente
ropa, perfumes, cosméticos, animales de peluche, incluso un coche. Cada uno
de estos toldos estaba estampado con la palabra Harrods3 en letra mostaza y
oro. Richard llevó a Ginny lejos de las ventanas, de las puertas principales y del
portero, a un rincón discreto junto a un contenedor de basura de gran tamaño.
―Aquí‖ es ―dijo‖ Richard,‖ indicando‖ el‖ costado‖ del‖ edificio‖ y‖ una‖ puerta‖
rotulada‖ con‖SÓLO‖PERSONAL―. Usaremos una entrada lateral. Se pone un
poco loco aquí. Harrods es un gran destino turístico. Recibimos miles y miles de
personas al día.
Entraron en un escueto pasillo blanco con una fila de elevadores. Un letrero en
la pared junto a la puerta listaba los distintos departamentos y pisos. Ginny se
preguntó si estaba mal interpretándolos: servicios de helicópteros Air Harrods,
avión jet Air Harrods, engarce de raquetas de tenis, afinación de pianos,
artículos‖de‖guarnicionería,‖adecuación‖de‖abrigos‖para‖perros<
―Sólo‖ tengo‖que‖ encargarme‖de‖un‖par‖de‖cosas ―dijo‖ él―‖¿Tal‖vez‖puedas‖
pasear, echar un vistazo a la tienda, y encontrarme aquí en una hora más o
menos? Esa puerta conduce a la planta baja. Hay un montón de cosas que ver
en Harrod.
Ginny todavía estaba atrapada en ―Adaptación de abrigos para perros―.
―Si‖te‖pierdes ―dijo‖él― que alguien llame a Servicios Especiales y pregunte
por mí, ¿De acuerdo? Por cierto, mi apellido es Murphy. Preguntar por el Sr.
Murphy.
―Est{‖bien.
Él marcó un código en un pequeño teclado numérico y la puerta se abrió
haciendo clip.
―Es‖bueno‖tenerte‖aquí, ―dijo,‖sonriendo‖ampliamente―. Nos vemos en una
hora.
Ginny asomó la cabeza por la puerta. Allí un escaparate presentaba una lancha
rápida en miniatura, lo suficientemente grande como para un niño
3 El centro comercial Harrods es un gran almacén que está situado en Brompton Road, una calle del barrio
de Knightsbridge , en pleno centro de la ciudad de Londres.
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pequeño. Era de color verde oliva y tenía el título Harrods impreso sobre la
proa. El letrero decía: COMPLETAMENTE OPERACIONAL. £20,000.
Y luego había gente. Una espeluznante multitud de gente que atravesaba las
puertas, haciendo cola ante los escaparates.
Ella dio un paso tentativo hacia la multitud y fue absorbida inmediatamente
por el flujo de personas. Se abrió paso por delante de la mesa de reparación de
encendedores, a través de un monumento de la Princesa Diana, por un
Starbucks, y luego se subió en una escalera móvil totalmente decorada con
artefactos egipcios (o muy buenas copias, de todos modos).
Subió a través de los jeroglíficos y las estatuas hasta que el río de gente la hizo
bajar en una especie de sala de teatro infantil con un show de marionetas. Se las
arregló para pasar por esa sala casi por su cuenta, pero la multitud la llevó otra
vez al atravesar la puerta a una habitación llena de smokings para bebés.
Departamentos que no tenían sentido estaban colocados en una serie de locales
grandes y pequeños. Cada filial llevaba a algo más raro, y nada parecía tener
una salida. Siempre había simplemente más. Fue de una sala de exhibición de
aparatos de cocina de colores a una sala totalmente llena de pianos. A partir de
ahí, fue arrastrada por la multitud a una habitación de alimentos para mascotas
exóticas. Luego a un cuarto dedicado exclusivamente a accesorios de mujeres,
pero sólo de color azul claro, bolsos, bufandas de seda, carteras,
zapatos. Incluso las paredes eran azul claro. La multitud la enganchó otra vez,
ahora estaba en una librería- ahora de nuevo en la escalera móvil egipcia.
Recorrió todo el camino hacia la planta baja y se bajó en una especie de palacio
de alimentos que se extendía en el cuarto detrás de la masiva sala dedicada a
todo tipo de alimentos, organizada como por Mary Poppin en un serie de
muestras, grandes arcos de cristal con estampado de pavo real y latón
brillante. Carritos decorativos apilados con pirámides de fruta
perfecta. Encimeras de mármol sobrecargadas con lingotes de chocolate.
Sus ojos comenzaron a lagrimear. Las voces a su alrededor estallaban en su
cabeza. El rayo de energía que había obtenido en la calle se había ido
friccionado por toda esa gente, quemado por todos los colores. Se encontró a sí
misma fantaseando sobre todos los lugares en los que podría descansar. Bajo el
vagón falso que ostentaba muestras de queso parmesano. En la planta junto a
los estantes llenos de cacao. Tal vez aquí, justo en el centro de todo. La gente
simplemente pasaría por encima de ella.
Se las arregló para salir de la multitud y llegar a un mostrador de
chocolate. Una mujer joven con una apretada cola de caballo rubia y corta se
acercó a ella.
―Disculpe,‖―dijo‖Ginny‖―.‖¿Podría‖llamar‖al‖Sr.‖Murphy?
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―¿Quién?‖―Preguntó la mujer.
―¿Richard‖Murphy?
La mujer parecía muy escéptica, pero a pesar de eso sacó cortésmente lo que
parecía un kilometro de páginas con nombres y números y sistemáticamente las
hojeó.
―¿Charles‖Murphy‖en‖pedidos‖especiales?
―Richard Murphy.
Varios cientos de páginas más. Ginny se sintió agarrándose al mostrador.
―Ah...‖aquí‖est{.‖Richard‖Murphy.‖Y‖¿Qué‖es‖lo‖que‖necesito‖decirle?
―¿Puede‖decirle‖que‖soy‖Ginny?‖‖―dijo―.‖¿Y‖qué‖tengo‖que‖irme?
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5
Buenos días, Inglaterra
Traducido por ANDRE_G Corregido por Hojadeluna
l pequeño despertador marcaba las 8:06. Ella estaba en cama, todavía
vistiendo sus ropas. Hacia frio, y el cielo al exterior estaba de un gris
perlado. Ella recordaba vagamente a Richard llevándola hacia uno de
esos taxis negros, enfrente de Harrods. La llegada a su casa. Revolviendo en sus
bolsillos buscando por las llaves y lo que parecía ser como seis cerraduras en la
puerta. Subiendo las escaleras. Tumbándose sobre el edredón completamente
vestida, con sus tobillos colgando a un lado para que sus zapatillas no quedaran
encima de él. Ella pateo su pie. Seguían colgando allí en el borde de la cama.
Miró alrededor de la habitación. Era extraño despertarse en ese lugar, no sólo
por‖ser‖‖un‖país‖diferente‖(todo‖el‖mundo‖estaba‖a‖un‖océano‖de‖distancia<‖ella‖
no iba a entrar en pánico). No, no era sólo eso. Este cuarto realmente se sentía
como un momento de su pasado, como si su Tía Peg hubiera caminado a través
del cuarto, cubierta en manchas de pintura, tarareando en voz baja. (Tía Peg
tarareaba mucho. Eso era un poco molesto.)
Cuando salió por el corredor y se asomó al interior de la cocina, encontró que
Richard se había cambiado de ropa. Ahora estaba usando pantalones para
correr y una camiseta.
―Buenos días ―él dijo.
Esto no tenía sentido.
―¿Días? ―ella repitió.
―Es de madrugada, ―él dijo―. Debiste haber estado agotada. El desfase de
horario. No debí haberte arrastrado ayer a Harrods, no cuando te encontrabas
tan cansada. Ayer. Ahora su cerebro se estaba poniendo al tanto. Ocho de la
mañana, había perdido un día por completo.
―Lo siento, ―ella dijo rápidamente―. Estoy realmente apenada.
―No hay nada de que lamentarse. La bañera es toda tuya.
Ella regresó a la habitación y agarró sus cosas. Aunque la carta le había dicho
que no trajera ninguna guía turística, no decía que ella no pudiera verlas antes
E
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de partir. Así que ella lo había hecho, y había empacado exactamente como ellas
decían que lo hiciera. Su mochila estaba llena de cosas ―básicas neutrales―
que no requerían planchado, podían ser apiladas, y no ofenderían a nadie, en
ningún lado. Jeans. Pantalones cortos. Zapatos prácticos. Una falda negra que a
ella no le gustaba. Eligio un par de jeans y una camisa.
Una vez que llenó sus brazos con todos los ítems necesarios, Ginny de repente
fue consciente de haber sido observada entrando al baño. Ella asomó su cabeza
por fuera de la habitación y vio que Richard estaba dándole la espalda, se
apresuró por el corredor y cerró la puerta rápidamente.
Fue en el baño que se dio cuenta de todo, de que estaba en la casa de un chico.
La casa de un hombre. La casa de un hombre ingles algo desordenado. En casa,
los baños estaban atiborrados de ornamentos artesanales de mimbre en las
paredes, y popurrí que olía como supermercado. Este cuarto era de un azul
desnudo con alfombra azul y toallas azul oscuro. Sin decoraciones. Sólo una
pequeña repisa llena de crema para afeitar (de una marca desconocida en un
contenedor de apariencia vagamente futurista), una máquina de afeitar,
algunos artículos masculinos para el cuerpo (todos de color canela o ámbar y de
un aspecto serio, ella podía decir que todos olían como árboles o algo
apropiadamente masculino).
Todos sus artículos de tocador estaban cuidadosamente sellados y en una bolsa
de plástico, la cual puso sobre la alfombra. (De pared a pared, aterciopelada
pero plana. ¿Quién pondría alfombraba en un baño?) Todas sus cosas eran
rosadas, ¿Había sido intencional el comprar tanto rosa? Jabón rosado, botella
rosada de champú, pequeña cuchilla rosada para afeitar. ¿Por qué? ¿Por qué
ella era tan rosada?
Le tomó un segundo cerrar la persiana de la gran ventana del baño. Entonces se
dirigió hacia la bañera. Miró a la pared, luego al techo.
No había ducha. A eso debió referirse Richard con: ―la bañera es toda tuya―,
lo cual ella había pensado era sólo alguna formalidad Británica. Pero todo era
demasiado real. Había una manguera de goma en forma de Y. Habían boquillas
de succión en cada punta de la Y, y había una manija al final del tallo que se
parecía mucho a un teléfono. Después de examinar la bañera y su mecanismo,
Ginny determinó que las puntas de la Y debían ir en los dos grifos, y el agua
saldría del teléfono, y algún tipo de acción como de ducha sería el resultado4.
Ella lo intentó. El agua se disparó hacia el techo. Rápidamente, apunto el
teléfono de la manguera hacia el interior de la bañera y saltó dentro de ella.
Pero probó que era imposible tratar de bañarse y hacer malabarismos con el
teléfono de la manguera al mismo tiempo, y se dio por vencida y llenó la
4 Es un tipo de bañera antigua sin ducha.
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bañera. No se había bañado en una bañera desde que era pequeña y se sentía un
poco estúpida sentada en el agua. La bañera también era increíblemente
ruidosa, a cada momento producía un sonido de agua agitándose que hacia un
eco embarazoso. Trato de hacer movimientos con el mayor cuidado posible
mientras se bañaba, pero el esfuerzo se perdió tan pronto como tuvo que
sumergirse para lavar su cabello. Estaba bastante segura que los trasatlánticos
podían bajar por el mar y hacer menos ruido que ella.
Una vez que el drama del baño se había terminado, se dio cuenta de que tenía
otro problema totalmente inesperado. Su cabello estaba empapado y no tenia
forma de secarlo. Ella no había traído un secador de pelo porque de todas
formas este no funcionaria allí. Parecía que no había otra alternativa, que atarlo
rápidamente en trenzas.
Cuando salió, encontró a Richard vestido en lo que parecía ser el mismo traje
que él había usado el día anterior.
―Espero‖que‖te‖haya‖ido‖bien‖allí‖―dijo‖disculp{ndose―,‖no‖tengo‖ducha.
Lo más probable es que él la haya escuchado chapuceando desde la cocina.
Richard empezó a abrir las puertas de los gabinetes y apuntó a cosas que
podrían considerarse material para desayunar. Él claramente no estaba
preparado para su visita, al ver que lo mejor que podía ofrecer era un pedazo
de sobras de pan, un pequeño bote de una cosa café llamada Mamite5, una
manzana, y lo que sea que esté en el refrigerador.
―Tengo‖ algo‖de‖Ribena‖ aquí,‖ si‖ quieres‖―él‖ añadió,‖ tomando‖una‖botella‖de‖
alguna clase de jugo de uva y colocándola enfrente de Ginny. Se excusó por un
momento. Ginny tomo un vaso y vertió un poco de jugo. Estaba caliente e
increíblemente espeso. Ella tomo un trago e hizo arcadas cuando el intenso,
dulce almíbar baño su garganta.
―Tú<‖―Richard‖ahora‖estaba‖en‖la‖puerta‖de‖la‖cocina,‖observ{ndola‖con‖una‖
expresión‖avergonzada―.‖Se‖supone‖que‖lo‖tienes‖que‖mezclar‖con‖agua.‖Debí‖
habértelo dicho.
―Oh<‖―Ginny‖dijo,‖tragando‖con‖fuerza.
―Ahora‖tengo‖que‖irme,‖―dijo―.‖‖Lo‖lamento<‖no‖ha‖habido‖nada‖de‖tiempo‖
para hablar. ¿Por qué no te encuentras conmigo en Harrods para almorzar?
Encontrémonos‖ en‖ la‖Cafetería‖de‖Mo’s‖ al‖mediodía.‖ Si‖ alguna‖vez‖ te‖ quedas‖
por fuera, deje una llave de repuesto acuñada en la grieta de la entrada.
Él cuidadosamente relató la ruta en metro desde la casa hasta Harrods y luego
hizo que ella se lo repitiera, luego paso por todas las opciones de bus, que sólo
5 Es uno de los productos ingleses más populares, un saborizante para alimentos, es muy empleado como
pasta para untar en las tostadas.
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era un gran embrollo de números. Entonces se había ido y Ginny estaba sola en
la mesa, con su vaso de almíbar. Le dio una mirada agria, aun molesta por la
expresión en el rostro de Richard cuando la había visto bebiéndolo. Levantó la
botella y la examinó para ver si tenía alguna advertencia, alguna indicación de
que era cualquier cosa menos jugo de uva normal, cualquier cosa que hiciera
que su comportamiento fuera menos inusual.
Para su alivio, no había nada en la botella que hubiera podido ayudarla. Decía
que era algo llamado ―jugo de grosella negra.― Era a ―¡Sólo 89 peniques!―
había sido elaborada en el Reino Unido. Lo cual era donde ella se encontraba.
Estaba en un reino lejos, muy lejos de casa. ¿Y quién era este Richard, en todo
caso, a parte de un tipo en un traje que trabajaba en un almacén? Mirando
alrededor de su cocina, ella decidió que definitivamente era soltero. Había
relativamente pocas provisiones, solo cosas como este jugo caliente instantáneo.
Había algunas prendas sobre la silla más cercana a la pared, algunas migajas
diseminadas y gránulos de café sobre la mesa.
Quien fuera que él era, había dejado quedar a la Tía Peg el tiempo suficiente
como para decorar un cuarto completo. Debió haber tomado algo de tiempo
hacer el collage y coser la colcha de la cama. Ella debió haber estado aquí por
meses.
Se levantó y recuperó la bolsa. Después de limpiar un punto, tendió los sobres
en la mesa. Observó a cada uno de los once que estaban sin abrir. La mayoría
habían sido decorados con una especie de imagen así como con un número. El
frente del siguiente sobre había sido pintado en acuarelas en un estilo como las
cartas del Monopoli. La tía Peg había creado su propia versión del hombre
pequeño en el alto sombrero con lentes, con un muy gordo y redondo avión
pasando en el fondo. Incluso había logrado bosquejar cartas que parecían tener
el tipo de letra del monopolio. Ellas decían: PARA ABRIRSE LA MAÑANA
DESPUES DE CUMPLIR CON EXITO EL SOBRE #2.
Eso requería que descubriera que era lo que Richard le había vendido a la reina
y llegar a un cajero automático. De todas formas necesitaba dinero. Todo lo que
le quedaba era un puñado de monedas con una extraña forma, lo cual ella
esperaba fuera suficiente para llevarla a Harrods.
Ginny tomó las direcciones que Richard le había escrito algunos minutos antes,
vertió el ofensivo jugo por el fregadero, y caminó hacia la puerta.
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6
Richard y la Reina
Traducido por Dham-Love Corregido por Lorena
n bus rojo venía por la calle directamente hacia Ginny. La señal de en
frente tenía varios destinos famosos, incluyendo Knightsbridge, y el
número acertaba con uno de los números de bus que Richard le había
dado. Había una pequeña parada de autobuses a seis metros de distancia, y
parecía que el bus tenía como destino parar allí.
Dos postes negros con lámparas amarillas iluminadas en la punta marcaban la
entrada del cruce de peatones. Ginny corrió hacia este, miró para asegurarse
que la costa estaba libre, y empezó a correr a través de la carretera.
De repente se escucharon bocinas. Un gran taxi negro pasó zumbando a su
lado. Mientras Ginny retrocedía de un salto, vio algo escrito en la carretera.
MIRA A LA IZQUIERDA.
―Es‖cómo‖si‖me‖conocieran,‖―masculló‖a‖sí‖misma.
Se las arregló para pasar la carretera y trató de ignorar el hecho de que todos al
lado del autobús habían presenciado su casi experiencia cercana a la muerte.
Ella no tenía ni idea de cómo pagarle al conductor.
Ginny, sin poder hacer nada, tendió su mano con el poco de dinero que le
quedaba y él tomó una de las monedas de grasa. Subió por una estrecha
escalera en espiral en la mitad del autobús. Había muchas sillas disponibles y
Ginny tomó una en el puro frente. El bus se empezó a mover.
Se sentía como si estuviera flotando. Desde su perspectiva, parecía como si el
autobús estuviera pasando por innumerables peatones y ciclistas, aplastándolos
hasta el olvido. Se empujó más hacia atrás en el asiento y trató de no prestar
atención a esto. (Excepto que ellos tuvieron que haber matado a ese sujeto en el
celular. Ginny espero para sentir el golpe mientras el bus pasaba sobre su
cuerpo, pero nunca llegó.)
Miró alrededor a las imponentes fachadas de los edificios que se establecían a
su alrededor. El cielo pasó de estar nubloso a gris en sólo un momento, y la
lluvia empezó a martillear las amplias ventanas en frente de ella. Ahora parecía
como si estuvieran derribando grandes multitudes de portadores de sombrillas.
U
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Miró hacia las nociones del resto de monedas.
A un lado del cuarto Penthouse Noodle, había otra cosa sobre la vida de la Tía
Peg que tenía completa consistencia, ella estaba en la ruina. Siempre. Ginny
había sabido esto incluso cuando era muy pequeña y se supone que no debería
saber cosas acerca de las finanzas de sus familiares. Sus padres de alguna
manera hicieron este hecho aparente sin siquiera sacarlo a tema o mencionarlo.
Aún así, nunca pareció que la Tía Peg hubiera querido algo. Ella siempre
parecía tener suficiente dinero para llevar a Ginny a los chocolates calientes y
congelados de Serendipity, o para comprarle pilas de implementos de arte, o
para hacerle elaborar disfraces de Halloween, o para conseguir ese tarro de
muy buen caviar que ella compró una vez sólo porque pensó que Ginny debería
probarlo. (―Si vas a probar los huevos de pez alguna vez, hazlo como se debe,
―había dicho ella. Aún así era asqueroso.)
Ginny no estaba segura si creía que habría más dinero para ella esperándola en
el cajero automático. Tal vez estaría allí ya que no iba a ser dinero real, serían
libras. Libras parecían posibles. Libras sonaba como si debieran venir en forma
de pequeñas bolsas de estopa atadas con un fuerte nudo, llenas con pequeños
pedazos de metal y de objetos brillante. La Tía Peg podría tener esa clase de
dinero.
Le tomó un par de intentos subir a las escaleras eléctricas y unas cuantas
consultas al mapa Harrod para encontrar el Restaurante de Mo. Richard había
llegado allí primero y la estaba esperando en una cabina. Había ordenado un
filete, y ella pidió la ―gran hamburguesa al estilo Americano.
―Se supone que debo preguntarte que le vendiste a la reina,‖―dijo ella.
Él sonrió y puso un poco de salsa de tomate sobre su filete. Trató de no hacer
ningún gesto.
―Mi trabajo es cuidar las ordenes especiales y los clientes, ―dijo, sin darse
cuenta de su preocupación ante‖su‖cantidad‖de‖condimentación―. Supón que
hay una estrella en el set de una película y no puede obtener su chocolate
favorito,‖o‖sopa,‖o‖lo‖que‖sea<‖hago‖arreglos‖para‖conseguirlos‖por‖ellos.‖El‖año‖
pasado, me aseguré de que todos las canastas de navidad de Sting estuvieran
propiamente empaquetadas. Y ocasionalmente, hago visitas reales. Abrimos en
épocas especiales para ellos, y me aseguro de que haya alguien en los
departamentos necesarios. Un día, recibimos una llamada del palacio, la reina
quería venir esa noche, sólo en unas horas. Ella nunca hace eso, siempre tiene
un horario cuidadosamente verificado con semanas de anticipación. Pero esa
noche quería venir, y no había nadie más disponible. Así que me encargué de
ella.
―¿Qué‖quería?‖―preguntó Ginny.
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―Pantalones,‖―dijo él, poniéndole aún más salsa de tomate―. Pantalones de
ropa interior. De los grandes. Muy bonitos también, pero grandes. Creo que
también se llevó unos calcetines, pero todo lo que podía pensar mientras las
envolvía era, ―estoy empaquetando los pantys de la reina―. A Peg siempre le
gustó esa historia.
Ante el nombre de Peg, Ginny le miró.
―Es una cuestión graciosa ―él procedió―.‖No‖ sé‖ que‖ se‖ supone‖ que‖ debes
hacer aquí o durante cuanto te pienses quedar, pero eres bienvenida, tanto
como quieras.
Lo dijo sinceramente pero mantuvo sus ojos en el filete.
―Gracias,‖―dijo ella―. Supongo que a la Tía Peg preguntó si vendría.
―Ella mencionó que quería que vinieras. Le envié el equipaje, ¿supongo que
sabes eso, no?
Ella no lo sabía, pero tenía tanto sentido como todo lo demás. Alguien tenía que
enviarlo.
―Entonces ―dijo Ginny―, ella era tu compañera de cuarto, ¿no?
―Sí. Éramos buenos amigos.‖ ―Apartó‖ su‖ filete‖ un‖ momento―. Me habló
mucho sobre ti. Sobre tu familia. Sentí que te conocía antes de que vinieras.
Puso un poco más de salsa de tomate, luego puso la botella en la mesa
deliberadamente y luego la miró.
―Ya‖sabes,‖si‖quieres‖hablar‖de‖eso‖o‖algo<
―Está bien, ―dijo ella. Su franqueza de repente<‖la‖cercanía‖del‖ tema<‖él<‖
esto la ponía nerviosa.
―De acuerdo,‖―respondió él rápidamente―. Por supuesto.
La camarera puso un juego de cubiertos al lado de su mesa. Ambos se
detuvieron para mirarla mientras los recogía.
―¿Hay un cajero automático en algún lugar? ―Ginny preguntó finalmente.
―Varios,‖ ―dijo, pareciendo ansioso de terminar este nuevo tema de
conversación―. Te los mostraré cuando estemos listos.
Estuvieron listos unos cuantos minutos después, como si ambos hubieran
desarrollado un interés repentino por comer rápido. Richard le mostró a Ginny
el cajero y regreso a trabajar, con la promesa de verla en la noche.
Para su alivio, Ginny vio que los cajeros automáticos ingleses parecían
exactamente como los americanos. Se acercó a uno y metió la tarjeta. La
máquina educadamente pidió el código.
―De acuerdo ―dijo‖Ginny―. Aquí vamos.
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Digitó la palabra pantys en el teclado. La maquina ronroneó y le mostró
algunos anuncios de cómo podía ahorrar para una casa, y luego le pregunto qué
quería.
Ella no tenía idea de lo que quería, pero tenía que escoger algo. Algún número.
Había muchos números de donde escoger.
Veinte libras, por favor. Eso parecía un número bueno y básico.
No.‖Ahora‖estaba‖sola.‖Necesitaría‖comprar‖cosas‖y‖estar‖por‖ahí,‖así‖que<
Cien libras por favor.
La máquina pidió por un momento. Ginny sintió que su estómago caía. Luego
un paquete de billetes purpuras y azules como nuevos (de diferentes tamaños:
los purpuras eran largos, y los azules pequeños) estampados con imágenes de
la reina salían de la abertura. (Ahora lo tenía. El pequeño chiste de la Tía Peg
también había asegurado que Ginny nunca olvidara el código) Los grandes
billetes no cabían en su billetera, así que tuvo que aplastarlos para que entraran.
Su balance, dijo la maquina, es de £1856. La Tía había cumplido exitosamente.
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Carta #3
Querida Ginny, Traducida por AndreaN
Corregida por Hojadeluna
Vamos a ir directo a los negocios.
Hoy es el DIA DEL BENEFACTOR MISTERIOSO. ¿Por qué es el Día del Benefactor Misterioso? Bueno, Gin, déjame darte un porqué: porque no sólo el talento hace al artista. Se necesita una pequeña coincidencia, un poco de suerte, un pequeño impulso. Yo tropecé directamente contra alguien que me ayudó, y es el momento de devolver el favor. Pero también es bueno ser misterioso. Hacer que el otro piense que les están pasando cosas maravillosas por ninguna razón aparente que puedan ver. Yo siempre quise ser un hada madrina, Gin, así que ayúdame allá afuera. Paso uno: Retira 500 libras de la cuenta.
Paso dos: Encuentra un artista en Londres cuyo trabajo te guste, alguien que pienses que se merece una oportunidad. Esto va a requerir algo de búsqueda de tu parte. Cualquier clase de artista… un pintor, un músico, un escritor, un actor.
Paso tres: Conviértete en una BENEFACTORA MISTERIOSA.
Cómprale una nueva caja invisible a un mimo, consigue un kilómetro de cuerdas de violín para un violinista, paséate delante de un estudio de ballet con un suplemento de lechuga para un año… lo que tú quieras.
Ahora, creo que sé lo que estas pensando: ¡Esto no puede hacer en un día! Estas tan equivocada, Gin. Esas son tus órdenes. Cuando hayas hecho esto con éxito, puedes abrir la próxima carta.
Con amor,
Tu Tía Fugitiva.
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7
El Benefactor
Traducido por Anelisse Traducido por Lorena
la mañana siguiente, después de leer su carta y chapoteando en la
bañera, Ginny se unió a Richard en la mesa de la cocina. Él estaba
vestido‖sin‖arreglar<‖la‖camisa‖desabrochada,‖la‖corbata‖sin‖hacer<‖y‖
estaba hojeando la sección de deportes del periódico y empujaba piezas de pan
tostado en la boca.
―Tengo‖que‖encontrar‖un‖artista‖hoy,‖―dijo―. Alguien que necesite dinero.
―¿Un‖artista?‖―dijo con la boca medio‖llena―. Oh, querida. Suena como una
tarea de Peg. Realmente no sé mucho de esas cosas.
―Oh. Eso está bien.
―No, no ―dijo―. Déjame pensar un momento. No debe ser duro. Dar dinero
de la gente no puede ser difícil.
Él comía su tostada pensativo un momento.
―Espera‖ ―dijo―. Vamos a tener que hacer una mirada en el Tiempo de
espera6.
Eso es lo que haremos
Metió la mano bajo un montón de camisas que estaban sobre en una de las sillas
de la cocina, a tientas un segundo, y sacó una revista. Ginny tenía la extraña
sensación de que permitir la lavandería en las sillas de la cocina era algo tía Peg
probablemente no permitiría si ella estuviera aquí. Para alguien que vivía muy
al azar, era un poco maniática del orden.
―Ellos listaron todo lo que aquí, ―dijo Richard brillantemente, abriendo la
revista―. Todo tipo de películas, eventos artísticos. Aquí está uno y apropiado
cerca de aquí. Café de Izzy, Islington. Estudio de Shelia, pinturas por Romily
Mezogarden.‖Y‖aquí‖hay‖otra<‖suena‖un‖poco‖extraño.‖Harry Smalls, artista de
la demolición. Esa es la vuelta de la esquina. Si estás lista, puedes caminar hasta
allá
6 Es el nombre de una revista británica.
A
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Parecía de verdad que él había sido capaz de llegar a algo.
Ginny no estaba preparada, pero ella apretó apresuradamente el agua de sus
trenzas y se puso sus zapatillas de deporte. Se las arregló para llegar a la puerta
un segundo antes que él, y salir a la mañana lluviosa juntos.
―Tengo unos minutos, ―dijo―. Voy a estallar contigo.
El Café de Izzy era un lugar pequeño con un bar de zumos. No había nadie allí,
pero la chica detrás del mostrador estaba haciendo en su jarra un combinado de
jugo de remolacha de todos modos. Ella hizo un gesto con la mano manchada
de color púrpura hacia ellos cuando entraron.
Una serie de cuadros colgados en un anillo alrededor de la sala, y fue
inmediatamente evidente que esto eran los Estudios ―Sheila―.
Como anunciaba, eran estudios de una chica llamada Sheila. El de fondo en el
mundo de Sheila era de color azul brillante y todo lo que había era plano,
incluyendo Shelia. Shelia tenía una cabeza grande y plana, con un trozo
cuadrado de pelo amarillo que salía del mismo. Shelia general sólo estaban en
pie alrededor (# 4: Shelia En pie; # 7: Sheila de pie en la habitación: # 18: Sheila
de pie en la carretera). A veces, ella se plantaba alrededor y sujetaba cosas (# 24:
Shelia con batidor de huevos) o miraba las cosas (# 34: Shelia mirando un lápiz),
y luego ella se cansaba y se sentaba (# 9: Shelia sentada en una caja).
―Estoy en esta basura, ―dijo Richard, escaneando las paredes. Pero estoy
seguro de que sabe algo. Ginny dio un vistazo más de cerca y descubrió las
pequeñas cartas por debajo de las imágenes. Ella se sorprendió al encontrar que
Romily Mezogarden quería 200£ por todas y cada una de las imágenes Shelia.
Que parecía mucho, por considerar que eran muy feos y todo parecía
incómodo, como acosador.
Ella no sabía nada sobre el arte tampoco. Estos podrían ser los mejores cuadros
del mundo. Había gente que podía decir estas cosas. Ella no era uno de ellos.
Aún así, parecía que ella debe tener una ligera apariencia de competencia. Ella
era la sobrina de tía de la Peg, después de todo. Ella tenía la extraña sensación
de que de alguna manera Richard estaba esperándola, para saber algo.
―Tal vez no son estas,‖―dijo―. Voy a ver al siguiente.
Se fue con ella al siguiente lugar, una instalación por Harry Smalls, el artista de
la demolición, que Ginny rápidamente apodó ―El Medio tipo― Cortaba las
cosas por la mitad. Todo tipo de cosas. La mitad de un maletín. La mitad de un
sofá. La mitad de un colchón. La mitad de un tubo de pasta de dientes. La
mitad de un coche viejo. Ginny consideró uno más, entonces se preguntó si
realmente quería dar casi mil dólares a un tipo que tenía una cadena vista de
problemas.
Una vez que estuvieron al exterior, Ginny luchaba para llegar a con otra idea.
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―Estoy pensando que tal vez una de esas personas que lo llevan a cabo en la
calle ―dijo―. ¿Dónde crees que podría encontrar ese tipo de personas?
–¿Como callejeros? Músicos callejeros, ¿gente como esa?
―Bueno,‖―dijo Ginny―. Igual‖que<
―Intenta en el Covent‖Garden,‖―dijo‖después‖de‖un‖momento―. En el medio
de Londres. Muchos artistas. Suceden todo tipo de cosas, la gente vendiendo
cosas. Tiene su propia parada de metro. No te puedes perder
―Genial ―dijo―. Voy a ir allí
―Está de camino. Vamos, entonces
Fue con Richard en la hora punta de mañana y hasta que él la condujo a su
parada.
No había jardines en el Covent Garden. Era una amplia plaza adoquinada,
abarrotada de turistas y puestos de chucherías. Tampoco había escasez de
intérpretes. Dio lo mejor de ella, gastando más de una hora sentada en la acera,
mirando. Algunos chicos malabaristas con cuchillos. Varios guitarristas de
variable calidad interpretativa ya sea acústica o por medio de amplificadores en
marcha. Un mago sacó un pato de su abrigo.
Lo único que tendría que hacer era sacar la pila de billetes de su bolsillo y
soltarlos en cualquiera de estos sombreros o funda de guitarra y era lo que
había que hacer. Podía imaginarse la escena, el asombrado tirador de cuchillos
mirando el revoloteo de los billetes de veinte libras. La idea era tentadora, pero
algo le decía que no era lo correcto, tampoco. Agarró el dinero en el bolsillo,
hizo una bola con fuerza, luego se levantó y empezó a caminar.
El sol estaba haciendo un mayor esfuerzo de hoy, y los londinenses parecían
apreciarlo. Ginny se paseaba por la platea, preguntándose si debería comprarle
una camiseta a Miriam. Luego fue caminando por una calle llena de librerías.
Desembocando en una masificada plaza (que, de acuerdo con el rótulo plantado
allí, se llamaba Leicester Square) eran las cinco en punto, y las calles estaban
empezando a llenarse de gente que salía del trabajo. Sus posibilidades de éxito
parecían estar menguando rápidamente. Estaba a punto de volver atrás y
repartir el dinero entre todos los sombreros en el Covent Garden, cuando se dio
cuenta de un gran anuncio para algo que se llama el Goldsmiths College, que
pretendía ser escuela de arte de alta categoría. Además, el anuncio daba la
dirección. Parecía que valía la pena intentarlo.
Ella se encontraba en una calle de la ciudad, con unos cuantos edificios
académicos bastante modernos esparcidos alrededor. Por supuesto, se dio
cuenta, que era verano, y por la noche, lo que significaba no había clases y no
había estudiantes.
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Tendría que haber pensado en eso antes de haber hecho todo el camino hasta
aquí.
Deambuló alrededor, mirando algunos carteles pegados en los tablones de
noticias y las paredes. Algunas protestas. Clases de yoga. Un álbum de
emisiones. Estaba a punto de girar y darse por vencida cuando el aleteo de
pedazo de papel le llamó la atención. Decía: STARBUCKS: EL MUSICAL.
Había una caricatura de un hombre sumergido en una taza de café. La parte
inferior del anuncio, decía que el show estaba escrito, producido, dirigido y
diseñado por alguien llamado Keith Dobson.
Algo acerca de esto sonaba prometedor. Y todavía estaba en curso, incluso
ahora, en verano. Los boletos, el folleto prometido, estaban a la venta en algo
llamado ―La Uni―. Le pidió a una chica que pasaba por la calle.
―¿La Uni?‖ ―Ella lo pronunció como rodilla) ―Eso es el sindicato de
estudiantes. Esta justo cruzando la calle.
Le tomó mucho ir preguntando a su alrededor para encontrar su camino a
través de la masa en el edificio Goldsmiths7 hasta de la unión de estudiantes
donde vendían las entradas para el show. Era como si no quisieran que nadie lo
encontrara: debajo de un conjunto de dos escaleras, alrededor de una esquina, a
la a la izquierda del cubo (de verdad) en una puerta al final de un pasillo,
donde sólo uno de las dos fluorescentes funcionaba. Había un anuncio para el
show pegado a la puerta y un chico pálido, pelirrojo visible a través de una
ventana de veinticinco centímetro de plástico, que hacía de esta oficina una caja
y no un pequeño despacho. Levantó la vista de una copia de la Guerra y la Paz.
Pensó que había que gritar para ser escuchada, por lo que acaba de ver levantó
un dedo para mostrar que quería un billete. Él levantó las manos y señaló ocho.
Ella hurgó en el bolsillo y encontró un pequeño billete de cinco libras y tres de
monedas de libras y cuidadosamente las presionó a través de la ranura del
plástico, y él sacó un billete fotocopiado de una caja de cigarros y se lo pasó a
ella. Luego señaló con el dedo, apuntando hacia ella dos puertas dobles de color
rojo en el extremo de la sala.
7 Nombre del edificio de la universidad de Londres, donde se imparten clases de artes y oficios.
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8
Jittery Grande
Traducido por Selune Corregido por Chelsea Sharkovich
lla estaba en un gran y oscuro sótano. Estaba un poco húmedo. Unas
cuantas palmeras falsas habían sido empujados a un lado. Los asientos
estaban en su mayoría vacíos y algunas personas estaban sentadas en el
suelo o sobre los escalones en el fondo de la sala. Aún así, tal vez sólo había
diez personas en el público. La mayoría de ellos estaban fumando y hablando
entre sí. Ella era la única persona aquí que no parecía conocer a nadie más.
Parecía una fiesta privada en un sótano.
Estaba pensando en levantarse y salir cuando una chica apareció en la puerta
cerca de por donde había entrado y apagó los interruptores de luz. La música
punk empezó a sonar desde unos altavoces dispersos en un lado de la
habitación. Un momento después, se detuvo bruscamente, y se encendió una
luz en medio del escenario.
Había un tipo que estaba de pie, tal vez de su edad o simplemente un poco más
mayor, vestido con una falda escocesa verde, una camisa de Starbucks, pesadas
botas negras y un sombrero de copa. Una franja de pelo rojizo se asomaba bajo
el sombrero, llegando hasta la parte superior de sus hombros. Tenía una amplia
sonrisa, algo malvada.
―Soy Jittery Grande,‖―dijo―. ¡Soy su anfitrión!
Saltó más cerca de la audiencia, prácticamente hasta los pies de Ginny,
provocando una corta risa en una chica sentada cerca, en el suelo.
―¿Les gusta el café? ―preguntó a la audiencia.
Sonó algunas variadas afirmaciones y un ¡vete a la mierda!
―¿Te gusta el café de Starbucks? ―preguntó.
Más insultos. Parecía gustarle eso.
―Bueno, entonces ―dijo―, ¡empecemos!
El espectáculo era sobre un empleado de Starbucks llamado Joe, que se
enamoró de un cliente. Había una canción de amor (―Te Quiero un café con
leche―), una canción de separación (―¿Dónde tienes el café?―), y una que
E
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parecía ser una especie de protesta (―Vencer la batalla contra el Daily
Grind―). Terminó trágicamente cuando ella dejó de beber café, y él se lanzó
fuera del escenario en lo que se suponía que es La Fuente Principal del café.
Todo esto estaba planeado, de alguna manera, por Jittery, que se quedó en el
escenario todo el tiempo, hablando con el público, diciéndole a Joe qué hacer, y
sosteniendo letreros que daban estadísticas sobre como la economía mundial
estaba destruyendo el medio ambiente.
Ginny había visto suficientes espectáculos en su vida para saber que este no era
uno muy bueno. En realidad, no tenía ningún sentido. Había un montón de
cosas al azar, como un tipo que a veces atravesaba el escenario en una bicicleta,
sin ningún motivo que Ginny pudiese entender. Y en un momento dado, hubo
un tiroteo en el fondo, pero el hombre que recibió el disparo simplemente
siguió cantando, por lo que sus lesiones, obviamente, no eran muy malas.
A pesar de todo eso, Ginny se encontró de forma rápida y totalmente absorto, y
sabía por qué. Le gustaban los actores.
Siempre había sido así. Probablemente tenía algo que ver con todas las
actuaciones a las que tía Peg la había llevado cuando era una niña.
Continuamente había estado sorprendida de que hubiera personas que no
tenían miedo de levantarse delante de una multitud‖ y‖ sólo< hablar. Cantar,
bailar, o contar chistes. Haciendo alarde de sí mismos sin sentir vergüenza.
Jittery en particular no era un buen cantante, pero esto no le impidió
cautivarlos. Saltando por el escenario. Merodeando entre el público. Se
adueñaba del lugar.
Cuando todo hubo terminado, agarró un programa que alguien había lo dejado
en el asiento junto a ella y leyó. Keith Dobson, director, guionista, productor, y
también actor como Jittery Grande.
Keith Dobson era su artista. Y ella tenía una bosa con 492£ en su bolsillo para
dárselas a él.
A la mañana siguiente, mientras caminaba por el largo pasillo de linóleo hasta
la pequeña taquilla, Ginny se dio cuenta de que sus zapatos chirriaban.
Realmente chirriaban.
Se detuvo y miró sus zapatillas deportivas. Allí estaban, blancas con rayas de
color rosa, sobresaliendo por debajo de los gruesos pantalones cortos gris oliva
con bolsillos. Recordó la frase exacta de la guía de viaje que la había llevado a
elegir esas zapatillas entre todas las posibles: ―¡Vas a caminar mucho en
Europa, así que asegúrate de llevar zapatos cómodos! Zapatillas de deporte son
universalmente aceptables, y las blancas te mantendrán fresca en el verano.―
Odiaba esa frase ahora. La odiaba, y a la persona que la escribió. Estos zapatos
la hacían destacar y no sólo por el ruido. Las zapatillas de deporte blancas eran
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los zapatos oficiales de turistas. Esto era Londres, y los londinenses reales
llevaban tacones delgados o zapatos europeos en colores extraños o botas de
piel color‖café<
Y pantalones cortos. Nadie llevaba pantalones cortos tampoco.
Esto tenía que ser la razón por la que la tía Peg dijo que no podía tener guías.
Ella había mirado una, y la había convertido en un monstruo chillón y blanco.
De todos modos (chirrido, chirrido), ¿qué se suponía que tenía que hacer? No
podía soltar (chirrido) el dinero al chico de los tickets y salir corriendo.
Bueno, podría, pero no había manera de asegurarse de que le llegara a él.
Podría ponerlo en un sobre y enviarlo a Jetty (o Keith), pero eso no le parecía
bien tampoco.
Compraría los boletos de forma rápida y anónima. Era la mejor manera. Las
entradas costaban ocho libras. Ginny rápidamente hizo los cálculos en su
cabeza, y luego caminó hasta la ventana.
―Voy a comprar sesenta y dos boletos, por favor ―dijo.
El chico levantó la vista de su ejemplar de la Guerra y la Paz. Había llegado
muy lejos en un día, notó Ginny. La camisa de los Simpson era la misma, sin
embargo.
―¿Qué?
Tenía una de esas voces nasales congestionada, lo que hizo que la pregunta
sonora extra suspicaz. ―¿Puedo comprar sesenta y dos entradas? ―preguntó,
su voz bajando de tono inadvertidamente.
―Sólo‖tenemos‖veinticinco‖asientos‖―dijo―. Y eso es con la gente sentada en el
suelo.
―Oh. Lo siento. Sólo voy‖a‖comprar<‖¿qué‖puedo‖comprarlas?
Él levantó la tapa de una caja de cigarros en la mesa y hojeó los dos talones de
su interior. Luego lo cerró de manera decisiva. ―Puedes comprar veintitrés.
―De‖ acuerdo‖ ―dijo Ginny, buscando a través del fajo de billetes de una
libra―. Me los voy a llevar.
―¿Para qué‖ quieres‖ veintitrés‖ entradas?‖ ―preguntó mientras rompía una
banda de goma de una pila y contaba.
―Simplemente, para la gente.
Había un ruido de goteo en algún lugar de la sala. Parecía ser muy fuerte
repentinamente.
―Bueno, no me opongo ―dijo‖después‖de‖un‖momento―. ¿Eres estudiante?
―No de aquí.
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―En‖otro lugar
―¿La escuela secundaria? ¿En Nueva Jersey?
―Descuento de estudiante, entonces. Cinco libras cada uno. ―Sacó una
calculadora y oprimió los números―. Son ciento quince libras.
Este descuento le causó a Ginny un problema. Necesitaría más boletos. Muchos
más.
―¿Cuántos puedo comprar para mañana? ―le preguntó.
―¿Qué?
―¿Cuántos hay para mañana?
―No hemos vendido ninguna.
―Voy a comprarlos todos.
La miró mientras ella deslizaba 125 libras a través de la abertura en el plástico, y
él le pasó más de veinte y cinco boletos.
―¿Qué hay de la noche siguiente?
Se levantó y apretó la cara contra la ventana para verla. Era realmente pálido.
Se imaginó que así es como te verías si pasaras todo el verano en un sótano,
sentado en un armario al lado de una cubeta.
―¿Con quién estás? ―preguntó.
―Solo< yo.
―¿Es esto una especie de broma, entonces?
―No.
Se retiró y se sentó en su silla.
―No hay espectáculo el jueves ―dijo él, su‖congestión‖nasal‖aumentando―. El
club de artes marciales dará una prueba en este espacio.
―¿El Viernes?
―Ese es el último show ―dijo―. Hemos vendido tres boletos. Puedes comprar
los otros veinte y dos.
Ciento diez libras más pasaron por la abertura en el plástico.
Ginny le dio las gracias y pasó por encima de la cubeta y contó sus boletos y el
dinero restante. Setenta entradas.
Ciento cuarenta y dos libras más para dar.
Detrás de ella, oyó un ruido. El vendedor de entradas salió de la taquilla, la
saludó con la cabeza, y llevó la caja de dinero por el pasillo, subiendo las
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escaleras, hacia la luz del día. Se dio cuenta de que un signo garabateado
apresuradamente había aparecido en la ventana.
Decía: AGOTADO, PARA SIEMPRE.
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9
Ideas Brillantes
Traducido por ηiii ღ
Corregido por Chelsea Sharkovich
ue sólo cuando estuvo de regreso en la calle con todos los boletos para el
show de Keith en su mano, cuando Ginny se dio cuenta que había una
falla en su plan. Sí, ella le había dado dinero, o algo así. Pero ahora nadie
lo vería actuar, comenzando inmediatamente. Ella lo había comprado,
reservado, y agotado.
Entró en un estado de pánico tan grande que se olvidó de dónde estaba la
parada del metro y anduvo en círculos por el mismo boque tres veces, y cuando
finalmente lo encontró, había sólo un lugar al que podía pensar en ir.
De regreso a Harrods. De regreso junto a Richard. De regreso al mismo
mostrador de chocolates en la habitación de la comida, porque al menos sabía
que ellos tenían un teléfono y una guía telefónica ahí. Richard debidamente bajó
y la escoltó hacia el Krispy Kreme8. (Sí, Harrods tenía un Krispy Kreme. Esta
tienda realmente lo tenía todo.)
―Si tuvieras que regalar setenta entradas para un espectáculo llamado
"Starbucks: El Musical" ―comenzó Ginny, rompiendo su buñuelo en dos―, ¿a
dónde irías?
Richard dejó de revolver el café y miró hacia arriba. ―No puedo decir que algo
así haya pasado alguna vez ―dijo.
―Pero si lo hicieras ―dijo ella.
―Supongo que iría al lugar donde la gente espera en los alrededores
intentando‖entrar‖a‖ los‖espect{culos‖―dijo él―. ¿Realmente adquiriste setenta
entradas para algo llamado "Starbucks: El Musical"?
Ginny decidió que probablemente era mejor no responder a esa pregunta.
―¿Dónde estaría buscando entradas‖la‖gente?‖―preguntó Ginny.
―En el West End. No estuviste demasiado lejos de ahí ayer. Entre el Covent
Garden, y Leister Square, ésa es la zona. Es donde están todos los teatros, como
8 Es una cadena de de almacenes de ventas de donuts.
F
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en Broadway. Pero no estoy seguro de cuanto éxito tendrás. Aún así, si son
gratis<
El West End no era tan glamuroso ni impactante como Broadway. Carecía de
las vallas publicitarias de tres pisos de altura que brillaban, giraban y tenían
bordes dorados.
No había grandes e iluminadas taquillas, ni había rascacielos. Era mucho más
moderado, con sólo un par de carteles y señales marcando el territorio. Los
teatros eran lugares desolados, de aspecto serio.
Inmediatamente supo que esto no iba a funcionar.
Para comenzar, era americana, se veía como una turista, y estaba comenzando a
llover intermitentemente. Además, las entradas no eran del tipo enumerada
oficialmente, sino simples fotocopias de corte desigual. ¿Cómo suponía que ella
iba a mostrar a la gente cuál era el espectáculo, dónde era, y de qué trataba? ¿Y
quién querría saber sobre ―Starbucks: El Musical― cuando estaban haciendo
fila para obtener entradas para ―Les Miserables― o ―El Fantasma de la
Ópera― o ―Chitty Chitty Bang Bang― o algún otro espectáculo normal del
que un teatro normal vendía camisetas y tazas conmemorativas?
Se detuvo cerca de un gran teatro de ladrillo de Leister Square, junto a un
kiosco lleno con la información del teatro. Durante la siguiente hora o algo así,
ella sólo se quedó de pie ahí, mordiendo su labio inferior, apretando las
entradas en su mano. De vez en cuanto daba un paso al frente cuando alguien
rondaba los carteles, pero no lograba convencerse de seguir avanzando para
intentar convencerlos de ir a ver el espectáculo.
Para las tres de la tarde, sólo había logrado regalar seis boletos, todos ellos a un
grupo de chicas japonesas quienes las aceptaron cortésmente y parecían no
tener idea de lo que habían hecho. Y sólo había hablado con ellas porque estaba
bastante segura de que no tenían idea de lo que les estaba diciendo.
Se arrastró de vuelta a través de la ciudad hacia Goldsmiths. Al menos aquí
podía apuntar al edificio y decir: ―El espectáculo es ahí dentro.
Una hora a la salida de la Universidad no produjo ningún resultado, hasta que
ella se giró para encontrarse cara a cara con un chico que tenía que estar cerca
de su edad. Era negro, con rastas cortas y unas elegantes gafas sin montura.
―¿Quieres ir a ver este espectáculo esta noche? ―preguntó ella, apuntando al
volante con la taza de café cayendo en picado―. Es realmente bueno. Tengo
entradas gratis.
Él miró al volante, luego a ella. ―¿Entradas gratis?
―Es una promoción especial ―dijo Ginny.
―¿Lo es?
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―Sí.
―¿Qué clase de promoción?
―Una<promoción‖especial.‖Una‖promoción‖gratis.
―¿Por qué?
―Sólo para que la gente vaya.
―Bueno ―dijo lentamente―. No puedo. Estoy ocupado ésta noche. Pero lo
tendré en mente, ¿está bien?
Él le dio una larga mirada antes de entrar. Eso fue lo más cercano que ella
estuvo del éxito.
Se sentó en un banco en la parada del autobús y sacó su cuaderno.
25 de Junio
7:15 p.m.
Querida Miriam,
Siempre he estado algo orgullosa de nunca haber perdido la cabeza por un chico. Nunca he sido una de esas personas que entraron en pánico en el baño o hicieron algo lastimoso como:
1. Hacer un intento penoso de suicidio tomándose una botella completa de vitamina C (Grace Partey, décimo grado)
2. Suspender química por saltarse clases repetidamente por estar besándose detrás del contenedor de la cafetería (Joan Fasse, onceavo grado)
3. Proclamar un repentino interés en la cultura Latina y cambiarse de Francés II al Español, para estar en la misma clase del atractivo chico nuevo, sólo para ser ingresada a la clase en un periodo diferente (Allison Smart, décimo grado)
4. Negarse a terminar con un novio (Alex Webber) incluso cuando fue arrestado por prender fuego a tres cobertizos en su urbanización y tuvo que ser puesto bajo
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observación en un hospital siquiátrico (Catie Bender, Vicepresidenta del consejo estudiantil, mejor estudiante, doceavo grado)
Claramente, las hormonas no ayudan a nuestro coeficiente intelectual.
Yo siempre he sido bastante despreocupada sobre todas esas cosas. Los chicos que me hubieran gustado eran totalmente inalcanzables, así que, dada la elección entre hacer un gran esfuerzo por chicos en los que no estaba realmente interesada o ser un ser humano independiente (juntándome con mis amigos, haciendo planes para escapar de Nueva Jersey, lesionándome con electrodomésticos), decidí ser una criatura independiente.
Sé que piensas que estoy lista para un ―avance romántico mayor― en cualquier
momento, preferiblemente antes de salir de la secundaria. Y tú sabes que pienso que
necesitas una ―terapia hormonal mayor― porque tus obsesiones se exceden. Estuviste
obsesionada con Paul todo el verano pasado. Me refiero a que, te amo querida, pero lo estuviste.
Pero sólo para hacerte sentir mejor, te diré algo:
Estoy algo interesada en alguien a quien nunca, nunca podría gustarle. Su nombre es Keith. Él no me conoce.
Y antes incluso de que comiences con el ―¡Por supuesto que le gustarás! ¡Tú eres tan
genial!―, espera sólo por un segundo. Sé que a él no podría gustarle. ¿Por qué? Porque
él es:
1. Un guapo chico Británico
2. Que es un actor
3. Y que también está en la universidad
4. En Londres, donde escribió una obra
5. De la que yo he comprado TODOS las entradas, ese es el motivo de esta carta, y yo sólo he logrado regalar SEIS de ellos.
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Pero sólo por diversión, repasemos mi historia romántica, ¿está bien?
1. Den Waters. Me besé con él exactamente tres veces, tres veces en las cuales hizo la terrible cosa de la legua-de-lagarto y me agradeció después.
2. Mike Riskus, de quién estuve obsesionada por dos años y ni siquiera hablé con él hasta justo antes de la Navidad del año pasado. Estaba detrás de mí en trigonometría, y me preguntó:
—¿Cuál de los problemas planteados debemos hacer?
Y yo dije: —El de la página 85.
Y él dijo: —Gracias. —Viví de eso durante MESES.
Así que, como puedes ver, mis oportunidades son increíblemente buenas, dados mi gran atractivo y mi experiencia.
Encontrarás adjunta una copia del programa del espectáculo de Keith.
Te extraño tanto que me está doliendo el páncreas. Pero tú ya sabes eso.
Con amor,
Ginny
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El Hooligan y la piña
Traducido por Dham-Love Corregido por Pimienta
ólo tres personas fueron. Ya que, dos de ellas, ya habían comprado los
boletos antes de que Ginny llegara y usara uno para ella, eso significaba
que absolutamente nadie, de los que le había dado boletos, había venido.
Sus chicas Japonesas le habían fallado.
El resultado de esto fue que el elenco de Starbucks: El Musical, supero en
número a la audiencia, y Jittery parecía ser consciente del hecho. Esa pudo
haber sido la razón por la que decidió saltarse el intermedio y seguir derecho,
eliminando cualquier posibilidad de dejar que se escapara su audiencia. Por su
parte, Keith no parecía importarle para nada que apenas alguien estuviera allí.
Se tomo la oportunidad para bucear entre los asientos y para incluso treparse en
una palmera falsa que estaba a un lado de la habitación.
Al final, mientras Ginny se levantaba de un salto para hacer su escape, Jittery de
repente salto del escenario mientras ella alcanzaba su maleta. Se dejo caer en la
silla vacía a su lado.
―¿Promoción‖especial,‖no?‖―dijo―,‖¿Sobre‖qué‖fue‖todo‖eso?
Ginny había escuchado historias de personas que eran atadas-de-lengua, o que
abrían sus bocas para encontrarse a sí mismos incapaces de decir una palabra.
Ella nunca pensó que eso fuera literal. Siempre pensó que era otra manera de
decir que ellos no podían pensar en nada bueno para decir.
Bien, estaba equivocada. Podías perder la habilidad de hablar. Lo sentía bien en
su garganta, un pequeño tirón, como cerrar una bolsa de lazo.
―Así‖ que‖ dime‖ ―dijo―,‖ ¿por‖ qué‖ compraste‖ trescientas entradas y luego
trataste de regalarlas en la calle?
Ella abrió la boca. De nuevo, nada. Él cruzo sus brazos sobre su pecho,
pareciendo dispuesto a esperar para siempre por una explicación. ¡Habla! Ella se
gritó a sí misma. ¡Habla, maldición!
Él sacudió su cabeza y movió su mano sobre su cabeza hasta que sobresalía
estático y alto.
S
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―Soy‖Keith‖―dijo―,‖y‖tu‖estas<‖claramente‖loca,‖¿cómo te llamas?
De acuerdo. Su nombre. Ella podía manejar eso. ―Ginny‖―dijo‖ella―‖Virginia.
Sólo un nombre era realmente necesario. ¿Por qué había dado dos?
―Americana,‖¿sí?‖―preguntó‖él.‖Ella‖asintió.
―¿El‖nombre‖de‖un‖estado?
De nuevo asintió, incluso aunque no fuera cierto. La llamaron así por su abuela.
Pero ahora que pensaba en eso, era técnicamente verdad. Ella había sido
llamada así por un estado. Tenía el nombre Americano más ridículo.
―Bien,‖loca Ginny Virginia de América, creo que te debo una bebida desde que
me has hecho ser la primera persona, en toda la historia, en llenar el lugar.
―¿Lo‖hice?
Keith se levantó y fue hacia una de las palmeras falsas. Sacó una bolsa de lona
hecha jirones.
―¿Entonces,‖quieres‖ir?‖―preguntó‖él,‖arranc{ndose‖la‖camiseta‖de‖Starbucks‖y‖
reemplazándola con una camiseta gris y blanca.
―¿Dónde?
―A un pub.
―Nunca‖he‖ido‖a‖un‖pub.
―¿Nunca‖ has‖ ido‖ a‖ un‖ pub? Bien, entonces mejor que vengas. Esto es
Inglaterra. Eso es lo que hacemos aquí. Vamos a pubs.
Él alcanzó de nuevo un lugar detrás de la palmera y sacó una chaqueta vieja.
―Vamos‖―dijo‖él.‖Le‖hizo un gesto como si estuviera tratando de mimar a un
animal‖tímido‖debajo‖de‖un‖sof{―.‖Vamos,‖quieres‖ir,‖¿sí?
Ginny se sintió a sí misma levantarse y seguir desconcertada a Keith fuera de la
habitación. La noche se había vuelto brumosa. Las esferas de luz amarillas
brillantes y las luces de los coches cortaban extraños patrones en la niebla. Keith
caminaba rápidamente, con sus manos enterradas en sus bolsillos. De vez en
cuando miraba sobre su hombro para asegurarse que Ginny todavía estaba con
él. Ella estaba uno o dos pasos atrás.
―No‖tienes‖que‖seguirme‖―dijo‖él―.‖Somos‖un‖país‖muy‖avanzado.‖Las‖chicas‖
pueden caminar al lado de los hombres, ir a la escuela y todo eso.
Ginny tentativamente camino a su lado apresurándose para mantener sus
largas zancadas. Había muchos pubs. Estaban por todas partes. Pubs con
agradables nombres ingleses como, "La Corte en Sesión" o "El Viejo Viaje".
Varios pubs estaban pintados con colores brillantes y señales de madera
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cuidadosamente elaboradas. Keith camino por todos estos hasta un lugar de
aspecto raído donde las personas se paraban en la acera con grandes cervezas.
―Aquí‖ estamos‖―dijo‖ él―,‖ en‖ "El Amigo Necesitado". Con descuentos para
estudiantes.
―Espera‖―dijo‖ella,‖agarr{ndolo‖del‖brazo―.‖Yo‖estoy<‖en‖secundaria.
―¿Qué‖significa‖eso?
―Sólo‖tengo‖diecisiete‖―susurró‖ella―.‖No‖creo‖que‖sea‖legal.
―Eres‖americana.‖Estarás bien. Sólo actúa como si pertenecieras aquí y nadie
dirá ni una palabra.
―¿Est{s‖seguro?
―Empecé‖a‖ir‖al‖pub‖cuando‖tenía‖trece‖―dijo‖él―.‖Estoy‖seguro.
―¿Pero‖ya‖eres‖legal?
―Tengo‖diecinueve.
―¿Y‖eso‖es‖legal‖aquí,‖cierto?
―No‖sólo‖es‖legal,‖―dijo él―, es obligatorio. Vamos.
Ginny ni siquiera podía ver el interior del pub desde donde estaban. Había una
enorme pared de personas resguardándola y una nube de humo sobre este,
como si tuviera su propio clima.
―¿Qué‖vas‖a‖tomar?‖―preguntó‖Keith―.‖Iré‖y‖te lo traeré. Trata de encontrar
un lugar para sentarnos.
Ella ordenó la única cosa que conocía, algo que estaba convenientemente escrito
en un espejo gigante en el espejo.
―¿Guinness?
―De‖acuerdo.
Keith se lanzó sobre la multitud y fue absorbido. Ginny se apretó entre un
grupo de muchachos con camisetas de colores de equipos de futbol que estaban
de pie en una pequeña salida. Ella retrocedió hacia la pared tanto como pudo,
pero estaba segura que todavía se las arreglarían para golpearla. No había
ningún sitio más donde estar, sin embargo. Ella se apretó contra sí misma y
examinó los anillos pegajosos en la plataforma de madera y el resto de los
ceniceros. Una vieja canción de las Spice Girls comenzó a sonar, y los chicos
empezaron a hacer un baile de moda que los acercaba, incluso más, a Ginny.
Keith la encontró unos cuantos minutos después. Tenía un vaso de cerveza
lleno de un líquido oscuro que estaba emanando pequeñas burbujas de color.
Había una fina capa de espuma en la parte superior. Él le paso el vaso. Era
pesado. Tomó un poco de la espesa y cálida Ribena y se estremeció. Para él,
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Keith, había optado por una Coca cola. Miró a su espalda y se colocó entre los
chicos que bailaban y Ginny.
―No‖bebo‖―le‖explicó‖él‖viéndola‖mirar‖ la‖gaseosa―. Llené mi cupo cuando
tenía dieciséis. El gobierno me entregó una tarjeta especial. ―Puso sus ojos fijos
sobre ella. Eran muy verdes, con una clase de brillo dorado en el centro que era
bastante intenso.
―Entonces, ¿vas a decirme porque hiciste esa cosa tan extraña o no?
―preguntó él.
―Yo<‖sólo‖quise‖hacerlo.
―¿Sólo‖quisiste‖comprar‖todos‖ los‖boletos‖del‖show‖por‖ la‖semana‖porque‖no‖
pudiste conseguir los boletos para el Ojo de Londres o algo así?
―¿Qué‖es‖el Ojo de Londres?
―La‖ gran‖ rueda‖ sangrienta‖ al‖ otro‖ lado‖ del‖ Parlamento‖ al‖ que‖ normalmente
todos‖ los‖ turistas‖ van,‖ ―dijo él, reclinándose y mirándola curioso―. ¿Por
cuánto tiempo has estado aquí?
―Tres‖días.
―¿Has‖visto‖el‖Parlamento?‖¿La‖Torre?
―No<
―Pero te la has arreglado para encontrar mi show en los sótanos de
Goldsmiths.
Sorbió su cerveza para ganar un segundo antes de responder, luego trato de no
hacer gestos o de no escupir. Ginny nunca había probado las cortezas de los
árboles, pero esto es lo que ella imaginaba que resultaría al poner un poco en
una licuadora.
―Tengo‖una‖pequeña‖herencia‖―dijo‖ella‖finalmente―,‖y‖quería‖gastar‖un‖poco‖
en lo que pensé que valía la pena.
No era totalmente una mentira.
―¿Entonces,‖eres‖rica?‖―dijo‖él―.‖Es‖bueno‖saberlo.‖Yo,‖bien,‖no‖soy‖rico.‖Soy‖
un hooligan.
Antes de que empezara a decir nombres de bebidas de café para hacer música,
Keith había llevado una vida interesante. De hecho, Ginny pronto se dio cuenta,
de que él paso, entre los trece y los diecisiete, siendo la peor pesadilla de un
padre. Su carrera empezó con arrastrarse en el patio del jardín de un bar local y
rogar por bebidas, o contando chistes para que se las dieran. Luego se las
arreglo para encerrarse en su local en las noches (escondiéndose en un armario)
y consiguiendo suficiente alcohol para él y sus amigos. Los dueños se cansaron
de ser robados y le dieron un puesto bajo la mesa.
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Luego siguieron unos cuantos años de romper las cosas sin ninguna razón y
ocasionar pequeños fuegos. Recordó cariñosamente el haber escrito la palabra
pendejo con una cuchilla en el coche de su maestro de escuela, para que el
mensaje siguiera allí después de unas cuantas semanas, después de haber
llovido y haberse oxidado. Decidió tratar el robo. Al principio, él robaba
pequeñas cosas, barras de caramelo, periódicos...
Luego siguió con pequeños electrodomésticos. Terminó finalmente después de
irrumpir en una tienda de comida para llevar y ser arrestado por robar un
pollo.
Después de eso, decidió darle un vuelco a su vida. Creo un pequeño
documental llamado ―Cómo solía robar y hacer otras cosas malas―. Lo envió
lejos a Goldsmiths, y ellos pensaron lo suficiente si aceptarlo o si quiera darle
una‖ oportunidad‖ por‖ su‖ ‘merito‖ artístico‖ especial’.‖ Y‖ ahora‖ él‖ estaba‖ aquí,‖
creando obras sobre café.
Dejó de hablar lo suficiente para darse cuenta que ella no estaba bebiendo de su
Guinness para nada.
―Toma‖―él‖dijo,‖agarrando‖el‖vaso‖y‖ terminando‖ lo‖que‖quedaba‖de‖un‖solo‖
sorbo.
―Pensé‖que‖dijiste‖que‖no‖bebías.
―Eso‖no‖es‖beber‖―dijo‖él‖con desdén—. Quiero decir beber.
―Oh.
―Escucha‖―dijo‖él‖acerc{ndose―.‖Cómo‖has‖pagado‖por‖todo‖el‖show,‖y‖te‖lo‖
agradezco por eso, debo decirte esto. Lo llevaré al Festival Fringe, en
Edimburgo. ¿Conoces el Fringe?
―No,‖realmente‖―dijo‖Ginny.
―Es‖ cómo‖ el‖ festival alternativo más grande del‖mundo‖―dijo‖ él―.‖Muchas‖
celebridades y show famosos se presentan. Me tomó demasiado lograr que la
escuela pagara para enviarnos allí, pero lo hice.
Ella asintió.
―Entonces‖―dijo‖él―,‖¿supongo‖que‖vendr{s‖al‖show‖de‖nuevo? Ella asintió de
nuevo.
―Tengo‖que‖empaquetar todo después del show de mañana e irnos en la noche
―dijo‖él―.‖Tal‖vez‖te‖gustaría‖unirte.
—No estoy segura de que hacer‖con‖el‖resto‖de‖los‖boletos<
Keith sonrió con seguridad.
—Ahora que has pagado por ellos, serán fáciles de descargar. No hay muchas
personas por aquí desde junio, pero la oficina internacional tomará todo, si es
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gratis. Y los estudiantes extranjeros todavía están por aquí usualmente,
paseando por ahí.
Él miró a sus manos. Ella estaba agarrando su vaso vació.
―Vamos‖―dijo‖él―.‖Te‖acompañaré‖hasta‖el‖metro.
Dejaron el humo del bar y se alejaron de la niebla. Keith la llevó por una ruta
diferente, una que ella nunca habría sido capaz de encontrar por sí sola, hacia
un circulo brillante con una barra de por medio que decía subterráneo.
―Entonces‖¿estar{s‖de‖vuelta‖mañana?‖―preguntó‖él.
―Sí‖―dijo‖ella―,‖mañana.
Ella pasó la máquina de tickets y entró por la puerta que chasqueaba,
descendiendo hacia la estación del metro de azulejos blancos. Cuando llegó a la
plataforma, vio que había una piña en los rieles de las vías. Una piña entera en
perfectas condiciones. Ginny se paró en el puro borde de la plataforma y la
miró.
Era difícil imaginar como una piña podría terminar en una situación como esta.
Ella sintió el ruido del viento que, ahora sabía, acompañaba la proximidad del
tren. En cualquier momento pasaría volando a través del túnel y por ese punto
también.
―Si‖la‖piña‖lo‖logra‖―se‖dijo‖a‖sí misma―,‖le‖gusto.
El ruidoso del tren apareció. Se alejó del borde, dejo que pasara y esperó a que
se alejara.
Miró hacia abajo. La piña no estaba rota, siquiera entera. Simplemente había
desaparecido.
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El no-tan-misterioso Benefactor
Traducido por Dham-Love Corregido por Pimienta
escubrimiento: Es posible desmontar una palmera falsa e introducirlo
en un coche. De hecho, era posible desarman todo un conjunto y
subirlo en un coche. Un coche pequeño. Un poco, Volkswagen blanco,
muy sucio. Así es como estaban, "descargando", Starbucks: El musical.
Te debes estar preguntando, ¿por qué Keith se está llevando estas? ―dijo Keith
mientras empujaba las hojas dentro del maletero―. Porque, él ni siquiera uso
esto en el show.
―Me estaba preguntando eso, ―dijo Ginny. (Ella se había estado preguntando
mucho mientras había estado arrastrando una de ellas por el corredor del
sótano, de hecho. Eran bastante pesadas.)
―Bien, lo hice durante‖un‖tiempo,‖―dijo Keith, mirando a la parte inferior del
coche‖y‖cómo‖se‖hundía‖bajo‖a‖la‖tierra‖en‖el‖marco‖del‖de‖peso―. Yo las escribí.
Pero tengo que asegurarme que nadie las dañe o las robe ya que la escuela pagó
por ellas. Quiero decir, por las palmeras falsas. Vamos. Estos conos naranjas del
tráfico cualquier día de la semana. Estas cosas son una recompensa.
Él miró al montón de disfraces que todavía estaba en la acera.
―Tú súbete y yo empaquetaré esta cosa a tu alrededor, dijo.
Ginny fue debidamente embutida (en el lado incorrecto), y Keith se subió a su
derecha. El coche no parecía muy bien desde afuera, pero aparentemente sus
interiores estaban en perfecto orden. Tan pronto como Keith pisó el acelerador,
el coche, rugió y se disparó a la esquina de la calle. Chilló un poco mientras
tomaba la esquina y se sumergió en el tráfico de la calle principal, a penas
evitando ser sacado del camino por un bus de dos pisos.
Ella podía decir que Keith era uno de esos chicos que amaba conducir, se movía
por los engranajes con gran intensidad y tana menudo como era humanamente
posible y zigzagueaba su camino a través de la congestión. Un taxi negro estaba
de repente a pocas pulgadas de ellos. Ginny estaba frente a frente con una
pareja sorprendida, que señalaba hacia ella llenos de miedo.
D
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―¿No estamos un poco cerca? ―ella dijo mientras Keith ponía el carro aún más
cerca del taxi en un intento de cambiar de carril.
―Él‖se‖mover{‖―dijo Keith ligeramente.
Ellos condujeron por parte de la calle Essex que Ginny conocía.
―Me quedo por aquí.
―¿En Islington? ¿Con quién?
―Un amigo de mi tía.
―Estoy‖sorprendido‖―le dijo―. Pensé que estabas en un gran hotel dado que
eres una heredera o algo así.
Keith giró en una secuencia sin fin de pequeñas y oscuras calles llenas de casas
y bloques de apartamentos anónimos, más allá de tiendas de pescado
fluorescentes. Anuncios y carteles estaban pegados por cada superficie,
anunciando álbumes de reggae y de música hindú. Ginny se encontró a sí
misma marcando automáticamente la ruta en su mente, haciendo un patrón de
señales, anuncios, bares, casas. No es que fuera a venir aquí de nuevo, por
supuesto. Es sólo hábito.
Finalmente se detuvieron en una calle sin luz con una gran fila de casas color
gris hueso. Él desvió el carro y parqueo en un ángulo de la cuneta. Había
muchos envoltorios en las aceras y botellas en los pequeños jardines. Unas
cuantas casas estaban desocupadas con claridad, con tablas en las ventanas y
señales pegadas en las puertas.
Keith se acercó y abrió su puerta, luego sacó todas las cosas que había
embutido. Abrió una de las puertas delantera de una de las casas y caminó
hacia una puerta rojo brillante con una ventana de plástico amarillo.
Descargaron las cajas embaladas y las bolsas una por una. Una vez dentro,
pasaron un cocina y fueron directo a un juego de escaleras, por el que Keith fue
sin siquiera prender la luz.
En la cima de las escaleras, había un fuerte olor a cigarrillo viejo. Muchos
objetos estaban sobre el rellano, una estantería de libros con una calavera en la
parte superior, un sombrero cubierto de zapatos, y una pila de ropa. Pateó esas
cosas a un lado y abrió la puerta que estaba frente a ellos.
―Mi cuarto, ―dijo Keith con una sonrisa.
La mayoría de la habitación era roja. La alfombra era roja. El sofá era rojo. Las
múltiples bolsas en el piso eran rojas y negras. Carteles de quien sabe cuántas
obras escolares cubrían las paredes, junto con afiches de animaciones Japonesas
y libros de cómics. Los muebles consistían en cajas de plástico de embalaje, con
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la tarjeta de vez en cuando para colocar a través de un estante o una mesa.
Libros y Dvd estaban apilados por todas partes.
―Es ella‖―dijo una voz.
Ella giró para quedar en frente con el chico al que ella había intentado darle un
boleto fuera de la uní, el que tenía las rastas y las gafas sin aros. Estaba
sonriendo adrede. Detrás de él había una chica rubia, delgada, que no lucía
muy feliz. Sus brazos se asomaban como dos lápices por sus hombros
estilizados y por su camisa negra de estilo destrozado. Sus ojos eran redondos y
de un color profundo, y tenía mala cara. Su cabello rubio claro parecía
demasiado procesado hasta el punto de ser como paja y visiblemente frágil. De
todas maneras este daño complementaba su manera salvaje y sofisticada de
amarrárselo en la parte superior de su cabeza.
Automáticamente, Ginny se miró a sí mismo, a sus pantalones verdes caqui tipo
cargo, las mismas zapatillas, su camiseta y su sudadera con capucha. La ropa de
turista era mucho más dolorosa que lo usual.
―Ella es Ginny,‖ ―dijo Keith—. Creo que ya conoces a David. David es mi
compañero de piso. Y ella es Fiona.
—Oh,‖―dijo Fiona—. ¿Estás trabajando en el show?
Era una pregunta lo suficientemente razonable, pero Ginny detectó un insulto
fundiéndose en alguna parte. Ella estaba extrañamente segura que cualquier
cosa que dijera iba a hacer que Fiona explotara de la risa. Su estómago se
anudo, y trató de pensar respuesta rápida. Después de casi veinte segundos de
pensar en la respuesta, salió con el cortante comentario. —No lo sé.
Fiona torció sus labios con una sonrisa pálida. Miró a Ginny de arriba hacia
abajo, sus ojos concentrándose en los pantalones tipo cargo y luego en un largo
y delgado corte que estaba sobre la rodilla de Ginny. (Accidente al empacar.
Tarde en la noche. Error de cálculo en las escaleras mientras alcanzaba unas
cosas de la cima del armario)
―Vamos a salir ―dijo David―.‖Nos vemos después.
―Han estado peleando,‖―dijo Keith cuando se fueron—. Hay un choque.
―¿Cómo lo sabes?
―Porque, ―dijo, volcando una caja de tazas de Starbucks en el suelo—. Eso es
lo que hacen. Pelean. Y pelean. Y pelean y pelean y pelean.
―¿Por qué?
―Bien, la versión corta me involucra usando una palabra hacia ella que los
Americanos tienden a considerar ofensiva. La versión larga es que David quiere
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dejar la universidad e ir a una escuela de culinaria. Ha sido aceptado, tiene una
beca y todo. Ese es su sueño. Pero Fiona quiere que él vaya a España con ella
―¿España?
―Ella va a trabajar como representante,‖ ―le dijo—. Como guía turística,
básicamente. Ella quiere que él vaya, incluso cuando él necesita estar aquí. Pero
él ira porque él hace todo lo que ella le dice. Solíamos ser buenos amigos, pero
ya no. Todo es sobre Fiona ahora.
Él sacudió su cabeza, y Ginny tuvo la sensación que esto no era sólo hablar, en
realidad el parecía estar molesto por eso. Pero ella todavía estaba cautivada por
el hecho que Fiona iba a trabajar en España. ¿Quiénes decidían que se iban a
trabajar a España? Ginny ni siquiera había podido conseguir un trabajo hasta el
verano pasado, y eso era sólo en el SnappyDrug de la calle. Un verano duro
almacenando repuestos para afeitar y preguntándoles a las personas si querían
suscribirse a la Tarjeta Snappy. Y allí estaba Fiona, que no podía ser mucho
mayor que ella, yéndose a la soleada España. Ginny trató de imaginarse la
conversación.‖Estoy‖tan‖cansada‖del‖centro‖comercial< Creo que iré a conseguir
trabajo en el Gap de Madrid.
La vida de todo el mundo era más interesante que la de ella.
―Ella es tan bonita, ―dijo Ginny.
No tenía porque había dicho esto. Era cierto, más o menos. Fiona era elegante.
(De acuerdo, lucía un poco como si hubiera sido levantada de la muerte,
huesuda, sorprendente cabello blanco, ropa destrozada, pero en una buena
manera, por supuesto.)
―Ella parece como un bastoncito de algodón,‖―dijo‖Keith‖ con‖desdén―.‖No
tiene nada de personalidad y un gusto horrible en música. Deberías escuchar la
porquería que pone cuando está aquí. Tú, cómo sea, tienes gusto.
El cambio de tema cogió a Ginny fuera de guardia.
―Entonces —él dijo―. ¿Qué hay sobre mi show que te hizo querer comprar
todos los boletos? ¿Era que me querías todo para ti?
Nada sorprendente, ella no pudo hablar. Esta no era sólo su reacción nerviosa
normal, era porque Keith se había casi arrodillado y estaba sobre su mesa de
café, con su rostro a tan solo menos de medio metro de la suya.
―Eso es,‖―él dijo―. ¿No es así? ¿Disfrutaste de la presentación?
Él estaba sonriendo ahora. Había alguna clase de desafío en sus ojos. Y por
alguna razón, el único impulso que Ginny tenía era de meter la mano en su
bolsillo, apretar el dinero en un fuerte puño, y lanzarlo sobre la mesa. Se
desvaneció solo, como un monstruo púrpura que recién había eclosionado.
Pequeñas fotos de la reina estaban por todas partes.
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―¿Qué‖es‖esto?‖―le pregunto.
―Es‖para‖tu‖show,‖―ella dijo—. O lo que sea. Otro show. Es para ti.
Se acomodó sobre sus talones y la miró.
―Sólo me est{s‖dando<‖―levantó el dinero, lo aplanó, y lo conto―. ¿Ciento
cuarenta libras?
―Oh<‖―Ella metió la mano a su bolsillo y saco otras dos monedas. Eso tenía
que ser ciento cuarenta y dos. Mientras alcanzaba la mesa para agregarlas a la
pila, se dio cuenta de que toda la atmósfera en la habitación había cambiado.
Cualquier conversación que fueran a tener ahora estaría cancelada. Su gesto
extraño y repentino había cortado con todo.
Tac. Tac. Ella agregó las dos monedas.
Un silencio le siguió.
―Probablemente deba regresar,‖―ella‖dijo‖tranquilamente―.‖Sé el camino.
Keith abrió la boca para hablar, luego se froto los labios con la parte de atrás de
su mano, como si estuviera alejando un comentario.
―Déjame‖llevarte‖―le dijo―. No creo que debas ir tu sola.
No hablaron en el camino. Keith encendió la radio muy fuerte. Tan pronto
como estuvo en la acera delante de la casa de Richard, se despidió y bajó del
auto tan rápido como pudo.
Su corazón iba a explotar dentro de su pecho e iba a aterrizar en la acera como
un pez pesado y desesperado. Seguiría latiendo tanto como pudiera, rebotando
por los envoltorios desechados y por las colillas de cigarrillo hasta que se
calmara. Luego ella iría, lo tomaría y lo reinstalaría. Ella vio toda la cosa
bastante claro. Mucho más claro que si pudiera imaginarse lo que le acababa de
pasar.
Porque<‖ ¿Por‖ qué‖ en‖ la‖mitad‖ de‖ lo‖ que‖ posiblemente‖ podría‖ ser‖ su‖ primer‖
momento‖rom{ntico<ella‖había‖decido‖que‖ la‖respuesta‖correcta‖era‖tirar‖una‖
manotada de dinero en la mesa? ¿Sudoroso y envuelto, con monedas? ¿Y luego
había decidido irse?
Miriam la iba a matar. O eso o ella se iba a arrastrar a casa por la estupidez
incurable y la falta de esperanza romántica y la dejaría allí por siempre. Y eso
estaba bien. Allí era a donde pertenecía. Ella podía vivir con los de su clase allí.
Miró a las ventanas de Richard. Las luces estaban apagadas. Se había acostado
temprano. Si hubiera estado despierto, tal vez hubiera hablado esto con él. Tal
vez él podría aconsejarla, explicarle la manera en la que podría deshacer lo que
acababa de hacer. Pero estaba dormido.
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Puso las llaves y lucho con la cerradura, y se permitió entrar. Fue a su
habitación y, sin prender ninguna de las luces, sacó el paquete de sobres del
frente de su maleta y sacó el que estaba encima. Lo sostuvo sobre el brillo de la
luz de la calle que entraba por la ventana. Esta siguiente carta estaba cubierta de
un dibujo a pluma y tinte de un castillo en una colina y la pequeña figura de
una niña en el camino.
—De acuerdo —dijo Ginny suavemente —Olvídalo. Sigamos. ¿Qué sigue?
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Carta #4
Querida Gin, Traducida por AndreaN
Corregida por Lorena
¿Alguna vez has visto una de esas películas de kung fu donde el estudiante viaja a un lugar remoto donde vive el Maestro?
Tal vez no. Yo sólo lo hice porque mi compañera de cuarto de segundo año estaba obsesionada con el kung fu. Pero entiendes la idea, Harry Potter va a Hogwarts, Luke Skywalker va a Yoda. De eso es de lo que estoy hablando. Los estudiantes se alejan para conseguir entrenarse. Yo misma lo hice. Después de unos pocos meses en Londres, decidí ir y conocer a mi ídolo, la pintora Mari Adams. Quise conocerla toda mi vida. Mi dormitorio en la universidad estaba cubierto de fotos de su trabajo. (Y fotos de ella. Ella es muy… distintiva.) No sé exactamente que me hizo hacerlo. Sabía que necesitaba ayuda con mi arte, y repentinamente me di cuenta de que ella no estaba tan lejos. Mari vive en Edimburgo, el cual es grande y escalofriante. El Castillo de Edimburgo tiene mil años de antigüedad o algo así y de golpe se ve alto en el medio de la ciudad en una gran roca llamada El Montículo. Toda la ciudad entera es ancestral y extraña, llena de retorcidos y pequeños callejones llamados wynds. Asesinos, fantasmas, intriga política… estas cosas impregnan Edimburgo. Así que me monte en un tren y fui hacia allí. Y ella me dejó pasar. Incluso me dejo quedarme durante unos cuantos días.
Quiero que tú la conozcas también.
Esa será toda la tarea. No necesito ser más específica. No necesitas preguntarle nada a ella. Mari es la Maestra, Gin, y ella sabrá lo que necesitas incluso si tú no lo sabes. Su kung fu es así de poderoso.
Confía en mí en esto. ¡La escuela está en sesión! Con amor,
Tu Tía Fugitiva
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12
La fuga
Traducido Por Emii_Gregori Corregido por Anelisse
lgunas personas creen que son guiadas por fuerzas, que el universo
corta los caminos a través del denso bosque de la vida, mostrándoles a
dónde ir. Ginny no creyó durante un segundo que el universo entero se
estuviera doblando a su voluntad. Lo que hizo, sin embargo, fue
entretenerse en pensar un poco más detenidamente, en la descabellada idea de
por qué la tía Peg había hecho esto. Ella había conocido lo desconocido. Estaba
enviando a Ginny al mismo lugar al que de todos modos tuvo que ir Keith para
resolver algunos detalles para su espectáculo.
Esto a veces ocurría con la tía Peg. Ella tenía un modo extraño de saber las
cosas, un misterioso sentido de la sincronización. Cuando Ginny era una niña,
la tía de Peg siempre había logrado llamar cuando la necesitaba: cuando había
tenido una pelea con sus padres, cuando ella había estado enferma, cuando
necesitaba consejos. Por lo tanto, no era un completo susto que ella de alguna
manera hubiera conspirado para que Ginny fuera a Edimburgo, ella había
sabido que, de alguna manera, estallaría con todo el asunto del dinero y le daría
una segunda oportunidad.
¿Pero realmente esto significaba algo? Claro, en un sentido puramente
hipotético, ella aún podría preguntarle si él quería ir con ella. Si ella fuera
alguien que no fuera ella misma, pero lo era. Miriam lo haría. Mucha gente lo
haría. Ella no lo haría. Ella lo quería, más que nada, pero no lo haría.
Para empezar, la tarea del misterioso benefactor, se hizo. Ella no tenía ninguna
excusa posible para ver a Keith. Además, ya había hecho cosas raras con el
dinero.‖ Y‖ aparte‖ de‖ eso<.‖ ¿cómo‖ invitar‖ a‖ alguien a ir a otro país contigo?
(Aunque en realidad, no era gran parte de otro país. Sonaba como ir a Canadá.
No era la gran cosa. No era como David y Fiona y todo el asunto de España.)
Ella pasó todo el día en casa, discutiendo el tema con ella misma. En primer
lugar, miró la televisión. La televisión británica parecía consistir sobre todo en
el cambio de imagen. Cambios en el jardín. Cambios de Moda. Cambios en la
casa. Todo lo relacionado con el cambio. Parecía una pista. Cambiar algo. Hacer
un movimiento.
A
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Apagó la televisión y miró alrededor de la sala de estar.
Ella limpiaría, eso es lo que haría. Limpiar a menudo la relajaba. Fregó los
platos,‖ cepilló‖ las‖ migajas‖ de‖ la‖ mesa‖ y‖ sillas,‖ dobló‖ la‖ ropa<‖ nada‖ podría‖
hacerla pensar. Pasó una buena media hora examinando la extraña máquina
con un cristal pequeño como ventana y el dial alfabético que estaba en el
mostrador de la cocina. Al principio, parecía un horno muy extraño. Le llevó un
tiempo darse cuenta de que era una lavadora.
A las cinco de la tarde, la sensación no la dejaba. Fue entonces cuando Richard
llamó para decir que llegaría tarde a casa. No podía más, estar sentada.
Ella podía caminar. Caminar sólo para probarse a sí misma que había
aprendido el camino. No estaba lejos. Caminaría hasta allí, miraría la casa, y
luego regresaría. Entonces, por lo menos podría decirse a sí misma que había
ido. Era patético, pero era mejor que nada.
Escribió una nota rápida a Richard y salió. Con mucho cuidado, repasó el
camino lo mejor que pudo. Los vendedores de periódicos<‖los‖conos‖de‖color‖
amarillo‖en‖el‖medio‖del‖ camino<‖las‖ líneas‖en‖zigzag‖de‖ la‖ calle<‖todo‖ eso,
estaba allí, en algún lugar de su cabeza. Pero de pronto, todas las casas parecían
iguales. Todos ellas se parecían a la casa de Keith.
Giró en una esquina y consiguió la señal que necesitaba, es decir, David. Él
estaba en la acera, con su móvil contra su cabeza. Se paseaba de un lado a otro
delante‖de‖la‖puerta‖y‖no‖parecía‖muy‖feliz.‖Él‖sólo‖decía<‖no<‖y<‖bien<‖una‖
y otra vez en una forma que parecía muy siniestra.
Ginny estaba cerca de la casa cuando se dio cuenta de que era él. Pensó en
detenerse lejos y esperar a que volviera dentro, pero él la había visto acercarse.
Ella simplemente no podía salir corriendo. Sería raro. Sólo podía seguir
caminando, despacio, con cautela, hacia él. Cuando Ginny llegó a la puerta, él
estaba en silencio. Luego colgó con un gesto de enojo, sentándose en la pared
frente al jardín bajo y colocando su cabeza entre las manos.
―¿Hola?‖―dijo‖ella.
―Eso‖ es‖ todo.‖―Él‖ negó‖ con‖ la‖ cabeza―.‖Yo‖ no‖ voy.‖ Le‖ dije.‖ Le‖ dije‖ que‖ no‖
quiero ir a España.
―Oh,‖―dijo‖Ginny―.‖Bueno.‖Bien,‖por‖ti.
―Sí‖―dijo,‖ asintiendo‖ fuertemente‖ con‖ la‖ cabeza―.‖ Est{‖ bien.‖ Quiero‖ decir,‖
tengo que comenzar mi vida aquí, ¿no?
―Tienes‖razón.
David asintió con la cabeza una vez más, luego rompió en sollozos. No era más
que un murmullo, y Ginny vio las persianas torcidas negras en la ventana de
Keith meciéndose hacia adelante y hacia atrás. Un momento después, bajó a la
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acera con ellos. Keith miró a Ginny. Podía ver su confusión por las dos cosas
frente a él, el hecho de que ella estuviera allí y que su compañero de cuarto
estuviera deshaciéndose en lágrimas delante de su propia casa. Por un segundo,
en realidad se sintió culpable, hasta que recordó que esta no era su culpa.
―De‖acuerdo‖―dijo‖Keith,‖caminando‖hacia‖su‖coche‖y‖abriendo‖la‖puerta‖de‖
pasajeros―.‖Entra.‖Vamos.
Ginny no estaba segura de a quién estaba hablando. Ni tampoco David.
Se miraron unos a otros.
―Vosotros‖dos,‖―dijo‖Keith―.‖Es‖hora‖de‖ir‖a‖Brick‖Lane.
Unos minutos más tarde, ella formó parte de este pequeño grupo, a toda
velocidad hacia lo más al Este de Londres, donde las casas tenían un poco más
de grises y las señales escritas en las curvas, en una lengua totalmente
desconocida. Los restaurantes indios alineados a ambos lados de la calle, y aun
el aire estaba impregnado con los olores fuertes de las especias, y todos
parecían estar abiertos, incluso a medianoche. Las luces de colores estaban
colgadas de un edificio a otro, y los vendedores ambulantes estaban en las
puertas, ofreciendo cerveza gratis o bocadillos para el que quisiera entrar.
Keith, sin embargo, sabía exactamente a dónde iba y los guió a un pequeño
restaurante, muy poco aseado, donde no parecía haber cuatro camareros para
cada cliente.
Ginny no tenía hambre, pero sentía la necesidad de participar. No tenía idea de
qué pedir, sin embargo.
―Creo‖que‖voy‖a‖pedir‖lo‖que‖pid{is,‖―dijo‖a‖Keith.
―Si‖pidieras‖lo‖que‖nosotros,‖morirías,‖―dijo‖Keith―.‖Prueba‖el‖curry‖suave.
Ella decidió no desafiarlo en eso.
Keith ordenó una lista completa de los alimentos, y pronto la mesa estaba
cubierta de cestas de pan lleno de grandes cosas planas que llamaron
papadams9. Había una selección de salsas picantes de colores vivos con grandes
trozos de pimiento picante flotando sobre ellos, y cervezas. Tan pronto como
vio la sabrosa mezcla, Ginny lo entendió. Keith estaba dándole a David una
comida tragedia. Ella hizo lo mismo con Miriam cuando rompió con Paul el
verano pasado, salvo que su versión implicó dos litros de Breyers10, una caja de
pasteles de bocaditos de Debbie, y un paquete de seis refrescos de frambuesa
azul. Los chicos nunca estarían satisfechos con ese tipo de comodidades. Si van
9 El papadam es un pan plano y delgado (en forma de tortilla u oblea) muy típico de la cocina del
subcontinente indio.
10 Breyers es una marca de postres congelados y helados.
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a tener una comida tragedia, tenían que asegurarse de que hubiera un
componente doloroso, un componente masculino.
Keith estaba hablando a mil por hora. Empezó contando una historia sobre
cómo él y su, compañero Iggy, les gustaba aparecer en casas de las chicas con
sus pantalones en llamas. (Un truco, explicó detalladamente, rociar los
pantalones con un aerosol, como Lysol, luego, encender el humo, que luego
crea nubes de fuego sólo en la superficie de los pantalones, que podrían ser
sacados, siempre y cuando caía al suelo en el momento oportuno, que
generalmente hacían).
El curry salió, y el vapor saliendo del plato de Keith y de David causaba a los
ojos de Ginny lloraran y picaran. David ensimismado y escuchando hablar a
Keith como si estuviera sordo, si cambiar la expresión. Su teléfono sonó. Miró el
número y abrió los ojos.
―No,‖―dijo‖Keith‖y‖señalando‖el‖móvil‖de‖David‖con‖el‖tenedor‖manchado‖de‖
curry.
David lo miró dolido.
―Tengo‖que<,‖―dijo,‖levant{ndose―.‖Vuelvo‖enseguida.
―Por‖ lo‖ tanto,‖―dijo‖Keith‖ cuando‖David‖ se‖ había‖ ido―.‖Vamos‖ a‖ revisarlo.‖
Anoche misteriosamente me das ciento cuarenta y dos libras y luego sales
corriendo. Y esta noche apareces frente a mi casa mientras mi compañero de
piso sufre un colapso emocional. Me preguntaba que significaba.
Antes de que pudiera responder, el camarero se abalanzó con la oportunidad de
cepillar algunas migajas de la silla de David. Había estado dando vueltas a la
mesa como un buitre, esperando a que comieran la última miga del papadam
para poder llevase la cesta. Miró la última pieza tristemente, como si fuera la
barrera entre él y la felicidad eterna. Ginny la tomó y se la metió en la boca. El
hombre miró aliviado y tomó la canasta, pero inmediatamente volvió a mirar
con tristeza hacia los vasos de agua. Y luego, David regresó y se dejó caer
pesadamente en su silla. El camarero de inmediato se abalanzó sobre él,
ofreciéndole otra cerveza. Él asintió con cansancio. Keith volvió la mirada de
Ginny a David.
―¿Y‖bien?
―Sólo‖algunas‖cosas‖que‖ella‖quiere‖de‖vuelta,‖―dijo.
No se dijo nada hasta que el camarero volvió un momento después con otra
botella enorme de cerveza. David se inclinó hacia atrás y resopló con varios
movimientos tragando, bebiendo de un tercio de ella de una vez.
La llamada telefónica y la cerveza aflojaron a David. Él solía ser amable, pero
ahora estaba transformando en otra persona. Se lanzó a una lista de todas las
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cosas que él había despreciado sobre Fiona y que se había dado cuenta, pero al
parecer había mantenido en su interior.
Y, por supuesto, habría otra cerveza.
Al principio, esto parecía un buen psicoanálisis. David parecía estar volviendo a
la realidad. Pero luego empezó a mirar de reojo a una mujer en la otra mesa que
claramente le molesto de que estuviera hablando en voz muy alta. Masticando
su curry ruidosamente haciéndolo cada vez más y más fuerte.
―Est{‖agotado,‖―dijo‖Keith―.‖Es‖hora‖irnos.
Keith le preguntó al camarero, siempre-disponible por la cuenta y arrojó
algunos billetes arrugados. Parecían ser los mismos que le acababa de dar la
noche anterior. Ella casi podía reconocer su propia marca de agarre.
―Voy‖a‖buscar‖el‖coche,‖―dijo―.‖Quédate‖aquí‖con‖él,‖¿de‖acuerdo?
David miró a su alrededor y, al ver que Keith se había ido, se levantó y se
tambaleó hacia la puerta. Ginny le siguió. David estaba esperando en la acera,
mirando por la calle como si estuviera perdido.
Ginny colgaba nerviosamente a la puerta.
―La‖gente‖no‖cambia,‖―dijo‖él―.‖Solamente‖tienes‖que‖tomarnos‖como‖somos.
¿Sabes lo que quiero decir?
―Supongo,‖―dijo‖Ginny‖con‖incertidumbre.
―¿Podrías‖ ir‖ y‖ conseguirme‖ un‖ helado?,‖ ―Preguntó‖ él,‖ asintiendo‖ con‖ la‖
cabeza‖ en‖ una‖ tienda‖ al‖ lado‖ de‖ ellos‖ con‖ una‖ pantalla‖ grande‖ de‖ helado―.‖
Quiero un helado.
Levantarse había causado que David perdiera una gran cantidad de energía.
Además, el helado en un momento como este era algo que podía entender.
Entré en la tienda, elegí un rico chocolate, y busqué los cubiertos en el bar.
Cuando volvió fuera, sin embargo, él se había desaparecido.
Ella se quedó allí de pie, sosteniendo el helado derritiéndose rápidamente,
cuando Keith se detuvo.
―¿Se‖dio‖a‖la‖fuga?,‖―le‖preguntó.
Ginny asintió con la cabeza.
―Conduciré‖ por‖ este‖ camino,‖―dijo―.‖ Tú‖ comprueba‖ el‖ lado‖ contrario.‖Nos‖
veremos de nuevo aquí.
Había un increíble número de personas en Brick Lane aquella noche, sobre todo
grupos de chicos en traje. Ella vio a David algunos almacenes arriba, mirando el
menú de otro restaurante. Cuando vio a Ginny, comenzó a correr de nuevo, y
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Ginny no tuvo más remedio que ir derecha detrás de él. El exceso de alcohol al
parecer sacó el duende malo ante David. Cada vez que Ginny se quedaba atrás,
se detenía y él se quedaba allí, sonriendo. Y cuando ella estaba lo
suficientemente cerca para ver su sonrisa, comenzaba a correr de nuevo.
Para su alivio, el coche de Keith estaba a la vuelta de la esquina. Keith estaba
casi sobre él cuando David se volvió y corrió hacia el otro lado, hacia Ginny. No
había manera de que Keith diera vuelta, así que tuvo que seguir adelante. Esto
hacia que Ginny fuera detrás de él.
David la llevó por todo el área, a través de calles residenciales, a través de calles
con saris cerrados y tiendas de tela. Fueron más y más en las calles menos
acogedoras. Ella estaba respirando con fuerza, y el curry estaba matando a su
estómago, pero se quedó con él. Después de unos diez minutos, aceptó el hecho
de que David no iba a abandonar el juego. Ella iba a tener que jugar sucio. Dejó
escapar un grito, y luego se desplomó en la acera, agarrándose la pierna. David
se volvió de nuevo, pero esta vez, incluso en su nube, sabía que algo andaba
mal. Dudó, pero al ver que Ginny no iba más lejos, se quedó donde estaba.
Ni siquiera vio a Keith correr detrás de él y frente a él. Presionando a David a la
acera y se sentó sobre su espalda.
―Muy‖bonito‖con‖la‖pierna,‖―dijo‖Keith,‖intentando‖respirar.
―Cor<‖¿Quien‖sabía‖que‖él‖podía‖correr?
En unos momentos antes de ser agarrado, David volvió a un estado pasivo, casi
inconsciente. Keith le acercó y lo acompañó hasta el coche. Ginny trepó en el
asiento trasero, para que David pudiera colocarse con sumo cuidado en la parte
delantera.
―Él‖va‖a‖tocar‖la‖bocina‖en‖mi‖coche,‖―dijo‖tristemente‖Keith,‖apart{ndose―.‖‖
Y la acabo de limpiar.
Ginny miró a la colección de bolsas y la basura a su alrededor en el pequeño
asiento trasero.
―¿En‖serio?
―Bueno,‖pon‖todas‖esas‖cosas‖all{.
Ginny levantó la mano y deslizó a David rápidamente en posición vertical.
―Me‖lo‖estoy‖llevando‖a‖mi‖casa.‖¡Que‖se‖duerma‖allí!‖Voy‖a‖mantener‖un‖ojo‖
sobre él. Te llevaré a casa.
David llegó a la acera enfrente de la casa de Richard antes que la predicción de
Keith sucediera. Tan pronto como se detuvo, abrió la puerta y desató lo peor.
Cuando se recuperó, Keith y Ginny se pasearon por la calle un par de veces
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mientras que duraba el hechizo, entonces lo trajo de vuelta y se apoyó en él
contra la puerta.
―Él‖va‖a‖estar‖bien,‖―dijo‖Keith,‖asintiendo‖con‖la‖cabeza―.‖Él‖necesitaba‖eso.‖
Limpiar su cabeza.
David se deslizo lentamente bajo la puerta. Keith le agarró del brazo y le apoyó
de nuevo.
―Es‖mejor‖ irnos,‖―dijo―.‖ Eso‖ fue‖ bueno,‖ lo‖ que‖ hiciste‖ con‖ tu‖ pierna. Muy
bueno. Demasiado rápido. No estás totalmente loca.
―Um<
―¿Sí?
―Al‖principio.
―¿Sí?
―Yo‖ iba‖ a‖ venir‖ a‖ preguntarte‖ si‖ querías‖ ir‖ a‖ Escocia‖ conmigo,‖ ―dijo‖ ella‖
r{pidamente―.‖Tengo‖que‖ir‖a‖Edimburgo,‖y‖como‖has‖dicho<
―¿Para‖qué‖vas‖allí?
―Yo‖sólo‖se< que voy.
―¿Cu{ndo?
―¿Mañana?
David se lanzó hacia adelante y cayó contra el capó del coche de Keith. Keith se
acercó. Parecía que iba a sacar a David, pero en el último momento, se volvió,
tomó la cara de Ginny en sus manos y la besó. No fue una oferta, lentamente,
"tus labios son como delicados pétalos de flores", la besó. Más como un beso
de<‖agradecimiento<.‖O‖incluso‖un‖beso‖de...‖¡buen‖partido!...
―Podría‖ir‖también,‖―dijo‖él―.‖El‖espect{culo‖no‖es‖hasta‖las‖diez‖de‖mañana‖
en la noche. La estación de Kings Cross. Mañana por la mañana. A las ocho y
media. Delante del Tren Virgen.
Antes de que pudiera reaccionar, Keith ya había agarrado a David y lo había
llevado al coche, le dio un saludo rápido antes de irse. Ginny se quedó allí
durante varios minutos, incapaz de moverse. Puso sus dedos ligeramente sobre
la boca, como para mantener la sensación allí.
Ella no se dio cuenta de inmediato que un pequeño animal había salido de
detrás de un coche cercano y poco a poco fue haciendo su camino hacia el bote
de basura que estaba de pie cerca. Ojeo algunos archivos viejos en su mente,
tratando de llegar a lo que esto podría ser, y después de unos segundos, decidió
que, puesto que parecía imposible: era un zorro. Ella sólo había visto zorros en
las ilustraciones en un libro de cuentos de hadas tranquilos. Esto se parecía a
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esas fotos: tenía un hocico largo, una nariz pequeña, de piel roja, y un paso
tímido, como el ladrón. Se paso más cerca de ella, inclinando la cabeza con
curiosidad, como si le preguntara si tenía planes de pasar por aquel cubo de
basura primero.
―No‖―dijo‖en‖voz‖alta,‖e‖inmediatamente‖se‖preguntó‖por‖qué‖estaba‖hablando‖
con lo que probablemente era un zorro, un zorro que podría muy bien ser
rabioso y preparándose para saltar sobre su garganta. De una manera extraña,
no tenía miedo.
El zorro pareció entender su respuesta y saltó con gracia hasta el borde de la
basura y se dejó caer en su interior. El contenedor de plástico grande se sacudió
mientras exploraba su contenido. Ginny se sintió llena de un amor extraño,
aumentando el afecto por el zorro. Había visto su beso. No tenía miedo de ella.
Iba de caza. Tenía hambre.
―Espero‖que‖encuentres‖algo‖bueno,‖―dijo‖en‖voz‖baja,‖luego‖volvió‖a‖entrar.
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El Maestro y el Peluquero
Traducido por Selune Corregido por por Anelisse
l viaje a Escocia tomó cuatro horas y media, la mayoría de las cuales Keith
las pasó completamente dormido con la cabeza contra la ventana, un libro
de historietas ("es un gráfico mensual") agarrado en las garras de sus
guantes de cuero sin dedos. Se despertó con un resoplido y tiró de la cabeza
justo cuando el tren estaba entrando en Edimburgo.
―¿Estación‖Waverly?‖―preguntó,‖parpadeando‖lentamente―.‖Así‖es.‖Salimos,‖
o vamos a terminar en Aberdeen.
Salieron de la estación (que parecía más o menos como la estación que acababan
de dejar) y se acercaron a un largo vuelo de pasos a nivel de la calle. Estaban en
una calle llena de grandes almacenes. Pero a diferencia de Londres, que se
sentía bajo, compacto y mullido, Edimburgo se sentía amplio y abierto. El cielo
se extendía ancho y azul por encima de ellos, y cuando Ginny se dio vuelta, vio
que la ciudad parecía estar en un centenar de diferentes niveles. Se recogían y
sumergían. Más a la derecha, sentado en lo alto de un gran pedazo de roca que
sobresalía como un pedestal, estaba un castillo.
Keith respiró hondo y se golpeó en el pecho.
―Muy‖bien,‖―dijo―.‖¿Quién‖es‖ese‖al‖que‖tienes‖que‖ir‖a‖ver?
―Un‖amigo‖de‖mi‖tía.‖Una‖pintora.‖Tengo‖un‖mapa‖de‖su‖casa...
―Vamos‖a‖echar‖un‖vistazo.
Sacó la carta de las manos de Ginny antes de que pudiera decir una palabra.
―¿Mari‖Adams?,‖―le‖preguntó―.‖Conozco este nombre.
―Se‖ supone‖ que‖ es‖ una‖ especie‖ de‖ famosa,‖ ―dijo‖ Ginny,‖ casi‖ como‖ una‖
disculpa.
―Oh.‖―Él‖estudió‖las‖instrucciones‖un‖poco‖m{s‖y‖frunció‖el‖ceño.
―Ella‖vive‖en‖Leith,‖en‖el‖otro‖lado‖de‖la‖ciudad.‖Correcto.‖Nunca‖encontrar{s‖
esto. Será mejor que vayamos de la mano. Permíteme que pase por la oficina de
Frije, y luego nos iremos.
E
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—No tienes que hacerlo...
—Te lo estoy diciendo, te perderás. Y no puedo hacer eso. Vamos.
Estaba en lo cierto. No había manera de que ella pudiera haber encontrado el
camino a casa de Mari por su cuenta. Keith apenas podía elaborar el mapa de
autobuses para llegar a su rincón de la ciudad, y tomó dos de ellos para
desentrañar la ubicación exacta de su casa. Ella vivía a lo largo de un gran lago
que Keith identificó como algo que se llama el Firth of Forth11.
Desde que fueron tan lejos de donde comenzaron, Keith no podía dar la vuelta
y regresar, por lo que se encargó de venir derecho con Ginny hasta la puerta de
Mari. Un intrincado dibujo estaba pintando todo el marco de la puerta,
salamandras doradas, un zorro, aves, flores. El llamador de la puerta era una
gigante cabeza de una mujer, con un gran aro en la nariz. Ginny golpeó una vez
y luego se retiró unos pocos pasos.
Un momento después, una chica abrió la puerta. Vestía una túnica de mezclilla
de color rojo, con piezas magnéticas del alfabeto cosidas con gruesas,
destacadas puntadas. Además, no llevaba camisa, había cortado los monos
solamente tan altos como podían ir. Su ceñudo rostro estaba coronado por una
cabeza de pelo que había sido blanqueada con un blanco crudo. Estaba corto y
dentado en la parte superior y largo y trenzado en la parte posterior, un
terrorífico cruce de salmonete.
―¿Sí?‖―dijo‖ella.
―Um...‖hola.
―Sí.
Iba bien hasta ahora.
―Mi‖ tía‖ se‖ hospedó‖ aquí,‖ ―dijo‖ Ginny,‖ tratando‖ de‖ no‖ mirar‖ a‖ cualquier‖
aspecto‖de‖la‖apariencia‖de‖la‖chica‖durante‖demasiado‖tiempo―.‖¿Su‖nombre‖
era Peg? ¿Margaret? ¿Margaret Bannister?
Una mirada que no respondía. Ginny se dio cuenta de que las cejas de la
muchacha eran casi tan marrón chocolate profundo como las suyas.
―Supuestamente‖ tenía‖ que‖ venir‖ aquí,‖ ―dijo‖ Ginny,‖ agitando‖ el‖ sobre‖ azul‖
como si se tratara de un visado que le permitiera su acceso a las casas de
extraños. Una ráfaga de aire veraniega llegó y rompió el fino papel, casi de
arrancándolo de la mano de Ginny.
―Sí,‖est{‖bien.‖―La‖chica‖tenía‖un‖fuerte‖acento‖escocés―.‖Espera.
11 Es un fiordo o estuario, en inglés, Firth of Forth y en gaélico escocés, Abhainn Dhubh, que significa «río
negro») es el estuario, o fiordo, del río escocés Forth. En este lugar, el mencionado río desemboca en el mar
del Norte.
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Ella cerró la puerta en sus narices.
―Simpatica,‖―dijo‖Keith―.‖Hay‖que‖concederle‖eso.
―¿Cállate? —Ginny se oyó decir a sí misma.
―Peleona.
―Estoy‖nerviosa.
―No‖ puedo‖ ver‖ por‖ qué,‖ ―dijo‖ inocentemente,‖ examinando‖ los‖ dibujos‖
alrededor‖de‖la‖puerta―.‖Parece‖perfectamente‖normal.
Cinco minutos más tarde, la puerta se abrió de nuevo.
―Mari‖est{‖trabajando,‖―dijo―.‖Pero‖ella‖dice‖que‖entréis
La muchacha dejó la puerta abierta colgando, que ellos tomaron como una señal
de que se suponía que debían seguir.
Estaban en una casa muy vieja, sin duda. Había grandes chimeneas en cada una
de las habitaciones con montoncitos de ceniza asentados bajo las rejas. Allí
estaba la pista persistente de madera quemada en el aire, a pesar de que Ginny
sospechaba que las cenizas tenían semanas de antigüedad. Los suelos estaban
todos desnudos, con una peluda alfombra blanca de vez en cuando lanzada
aquí y allá, sin lógica aparente. Cada habitación estaba pintada de forma
diferente: polvo de color azul en una habitación, marrón en el verde al lado,
brillante cebolla de primavera en la sala. Los marcos de las ventanas y bordes
alrededor del suelo eran amarillo yema de huevo. La única pieza de mobiliario
en las primeras salas era una mesa enorme de madera de cerezo adornada con
una tapa de mármol y un espejo grande. Estaba cubierta de pequeños juguetes:
castañeteo de dientes, tapas, coches pequeños, un títere monja boxeo, y una
cuerda de Godzilla.
Pero en todas partes, en todas, había pinturas. Montones de pinturas, sobre
todo, de mujeres. Mujeres con largar cabelleras con todo tipo de cosas saliendo
de ellas, mujeres haciendo malabares con estrellas. Mujeres flotando, mujeres
escondiéndose a través de bosques negros, mujeres rodeadas por el tenue
resplandor del brillante oro. Pinturas tan grandes que cada pared sólo podía
alojar una o dos.
La chica continuó llevándolos atrás, a continuación, hasta tres pisos a lo largo
de una destartalada escalera de madera que estaba llena de aún más pinturas.
En la parte superior, llegamos a una puerta que había sido pintada de un color
oro brillante.
―Aquí,‖―dijo‖la‖muchacha,‖girando‖y‖regresando‖abajo.
Ginny y Keith se quedaron en la gran puerta dorada.
―¿A‖quién‖estamos‖visitando‖esta‖vez?‖―Preguntó―.‖¿A‖Dios?
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Como respuesta, la puerta se abrió.
Ginny no se imaginó que la muchacha en la puerta podría haber perdido el
"Premio al inusual e imponente aspecto" rápidamente, pero Mari la batía por
una milla. Tenía que estar alrededor de los sesenta años, por lo menos. Ginny lo
veía en su rostro. Tenía una enorme larga corona, poniendo de relieve los
mechones sueltos de color naranja entre el pelo negro azabache. Llevaba ropa
que le estaba un poco demasiado pequeña y apretada sobre su cuerpo
regordete, una camisa de rayas verticales de cuello a la barca y jeans con un
cinturón negro cubierto de pesadas tachuelas. Se adhería a su vientre de forma
poco halagadora, pero de alguna manera lo llevaba. Sus ojos estaban rodeados
por completo por círculos pesados de eye-liner negro. Donde estaba lo que
parecían tres pecas idénticas a lo largo de cada uno de sus pómulos, justo
debajo de sus ojos. Cuando Ginny entró en la habitación, podía ver que eran
pequeños tatuajes de estrellas azules. Llevaba sandalias planas doradas, y
Ginny pudo ver que también había tatuajes en sus pies, las palabras impresas
en pequeños garabatos púrpuras. Cuando llegó a sujetar a Ginny por la cara y
darle un beso en cada mejilla, Ginny vio mensajes similares en sus manos.
―¿Tú‖eres‖la‖sobrina‖de‖Peg?‖―preguntó‖Mari,‖rompiendo‖el‖abrazo.
Ginny asintió con la cabeza.
―¿Y‖tú‖eres?‖―Esto‖era‖con‖Keith.
―Su‖peluquero,‖―dijo―.‖Ella‖no‖va‖a‖ninguna‖parte‖sin‖mí.
Mari le dio unas palmaditas en la mejilla y sonrió.
Caminó hacia la soleada mesa de trabajo y presentó un gran cubo de barras de
chocolatinas. Ginny negó con la cabeza, pero Keith cogió un pequeño puñado.
―Voy‖a‖buscar‖a‖Chloe‖para‖que‖nos‖traiga‖un‖poco‖de‖té,‖―dijo.
Unos minutos más tarde, Chloe (tal vez el ultimo apellido en el mundo que
Ginny hubiera adjuntado a chica con el peto rojo, ella era más bien una madeja)
se acercó con una bandeja de cerámica con una tetera marrón, un plato de
azúcar, y una jarra pequeña de crema. La bandeja estaba llena también con más
barras de chocolatinas. Cuando Mari alcanzó por estos, se dio cuenta de la
persistente mirada de Keith en las palabras impresas en sus manos.
―Estos‖son‖los‖nombres‖de‖mis‖perros,‖los‖que‖han‖muerto,‖―dijo‖Mari―.‖He‖
dedicado mis manos a ellos. Los nombres de mis zorros están en mis pies.
En lugar de la lógica, ¿Tuvo zorros? ¿Y puso sus nombres en los pies? Ginny se
arregló‖para‖decir:‖―Creo‖que‖vi un zorro. Ayer por la noche. En Londres.
―Probablemente‖lo‖hiciste‖—dijo Mari—. Londres está lleno de zorros. Es una
ciudad mágica. Tenía tres zorros de mascotas. Cuando vivía en Francia, tenía
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una jaula construida en el jardín. Me encerré allí con ellos durante días y los
pintaba. Los zorros son compañeros maravillosos.
Keith parecía que estaba a punto de decir algo, pero Ginny plantó su pie
firmemente en la punta de sus zapatos y presionó.
―Es‖bueno‖estar‖en‖una‖jaula,‖―prosiguió‖Mari―.‖Te‖mantiene‖enfocado. Os lo
recomiendo.
Ginny apretó los pies en el suelo duramente. Keith apretó los labios con fuerza
y volvió a mirar a las pinturas en la pared justo al lado de él. Mari vertió el té y
cargó la taza con el azúcar, removiendo con fuerza.
―Siento‖mucho lo‖ de‖ tu‖ tía,‖―dijo‖ finalmente―.‖ Fue‖ una‖ noticia‖ tan‖ terrible‖
saber que murió. Pero ella estaba tan mal...
Keith se volvió de una pintura de una mujer transformándose en una lata de
frijoles y levantó una ceja en dirección a Ginny.
―Ella‖mencionó‖que‖podrías venir. Estoy feliz de que lo hayas hecho. Fue una
pintora muy buena, ya sabes. Muy buena.
―Me‖dejó‖unas‖cartas‖―dijo‖Ginny,‖evitando‖ la‖mirada‖de‖Keith―.‖Me‖pidió‖
que viniera aquí a verte.
―Ella‖mencionó‖que‖tenía‖una‖sobrina.‖―Mari‖asintió‖a‖sabiendas―.‖Se‖sentía‖
tan mal por dejarte atrás.
La ceja de Keith subió más alto.
―He‖vivido‖ sin‖hogar‖durante‖mucho‖ tiempo,‖―prosiguió―.‖Yo‖vivía‖ en‖ las‖
calles de París. No tenía dinero. Sólo mis pinturas en un bolso, un vestido de
repuesto, y un gran abrigo de peluche que llevaba todo el año. Yo solía pasar
corriendo los últimos cafés al aire libre y robaba comida de los platos de la
gente. Me sentaba debajo de los puentes en el verano y pintaba durante un día
entero expresamente. Yo estaba loca entonces, pero era algo que tenía que
hacer.
Ginny sintió que se le secaba la garganta y tuvo la incómoda sensación de que
tanto Keith como Mari la observaban de cerca. No ayudó que estaba sentada en
un lugar en que la luz solar entraba por la antigua ventana de múltiples paneles
por encima de la mesa de trabajo de Mari. Mari empujó pensativamente una de
sus pequeñas envolturas de chocolate en la mesa con el dedo.
―Vamos,‖―dijo‖ella―.‖Te‖voy‖a‖mostrar‖algo.‖A‖ambos.
En la parte posterior de la sala, en lo que parecía un armario, había el tramo
más estrecho de escaleras que Ginny se hubiese encontrado nunca. Estaban
hechas de piedra y ajustadas en espiral. El cuerpo de Mari podía pasar
apretadamente. Desembocaron en un ático, que tenía un techo bajo y curvo
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pintado con un brillante rosa de algodón de azúcar. La habitación olía a pan
quemado y varios siglos de polvo, y estaba llena de estantes cargados de
enormes libros de arte, con los títulos en el lomo en todos los idiomas que
Ginny podía reconocer y mucho más que no podía.
Mari bajó un libro especial de gran tamaño que tenía una gruesa capa de polvo
en la parte superior y golpeó en una de las mesas para abrirlo. Pasó a través de
las páginas por un momento hasta que llegó a la impresión que ella quería. Era
una muy antigua, la imagen de un color intenso de un hombre y una mujer con
las manos. Era una imagen muy precisa, casi tan clara como una fotografía.
―Esto‖ es‖ por‖ Jan‖ van‖ Eyck,‖ ―dijo‖ ella,‖ hurgando‖ en‖ la‖ imagen―.‖ Es‖ una‖
pintura de un compromiso. Es una escena común, hay zapatos en el suelo, un
perro. Él está grabando el evento. Sólo dos personas comprometiéndose. Nadie
había puesto nunca tanto esfuerzo para grabar la gente común antes.
Ginny se dio cuenta de que Keith no había tratado de hacer un comentario
durante un tiempo. Él estaba mirando fijamente la imagen.
―Aquí,‖―dijo‖Mari,‖señalando‖con‖una‖larga‖uña‖verde‖esmeralda‖en‖el‖centro‖
de‖la‖imagen―.‖Aquí en el centro. El punto central. ¿Ves lo que hay allí? Es un
espejo. Y en la reflexión, está el artista. Se pintó en el cuadro. Y justo por encima
de él una inscripción. Dice, Jan van Eyck estuvo aquí.
Cerró el libro de golpe como puntuación, y un conejo de polvo sopló por el aire.
―A‖veces‖los‖artistas‖se‖capturan‖a‖sí‖mismos‖mirando‖hacia‖fuera,‖dejando‖que‖
el mundo lo puedan ver por una vez. Es una firma. Este era uno muy audaz.
Pero esto es también un testimonio. Queremos recordar, y queremos ser
recordados. Es por eso qué pintamos.
Mari estaba llegando a algo que parecía un claro mensaje, algo que Ginny
podría envolver en su cabeza. Queremos recordar, y queremos ser recordados. Es por
eso qué pintamos.
Pero‖ Mari‖ continuó.‖ ―Marqué‖ mis‖ manos‖ y‖ pies‖ para‖ recordar‖ a‖ mis‖
compañeros, a los‖que‖m{s‖quise,‖―dijo,‖mirando‖a‖sus‖tatuajes.
Los ojos de Keith se iluminaron y él llegó hasta la apertura de la boca y hacer un
"eeee" como sonido antes de que Ginny pisara su pie otra vez.
―¿Cu{ndo‖es‖tu‖cumpleaños?‖―preguntó‖Mari.
―El‖dieciocho‖de‖agosto,‖―dijo‖Ginny,‖confundida.
―Leo.‖Ah.‖Volvamos‖abajo,‖cariño.
Se deslizaron hacia abajo por las escaleras de piedra. No había barandilla, por
lo que Ginny se agarró a la pared como apoyo. Mari desordenó de nuevo su
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mesa de trabajo y dio unas palmaditas en un taburete junto a ella, lo que
indicaba que Ginny debía sentarse. Ginny cruzó de forma vacilante.
―De‖acuerdo.‖Vamos‖a‖ver.‖―Ella‖miró‖a‖Ginny‖de‖arriba‖abajo―.‖¿Por‖qué‖no‖
acabas de quitarte la camisa, entonces?
Keith se cruzó de brazos y se sentó en el suelo en la esquina, sin evitar sus ojos
deliberadamente. Ginny le dio la espalda y conscientemente se quitó la camisa,
deseando haberse puesto un sostén más bonito. Había preparado uno bueno,
pero por supuesto se había puesto el elástico, gris deportivo.
―Sí,‖―dijo‖Mari,‖examinando‖la‖piel‖de‖Ginny―.‖Creo‖que‖en‖el‖hombro.‖Tu‖tía‖
era Acuario. No tiene mucho sentido, cuando se piensa en ello. Quédate quieta
ahora.
Mari cogió su pluma y comenzó a dibujar.
Ginny podía sentir los trazos del lápiz en la parte posterior de su hombro. No le
dolía, pero había una nitidez con la pluma. No parecía tener derecho a quejarse,
después de todo, era una artista famosa dibujando sobre ella. No es que ella
supiera por qué.
Mari era un trabajador lento, dibujo punto por punto, golpe a golpe, trabajando
contra la fuerza de la piel. Se levantó con frecuencia a por chocolate, o a buscar
a un pájaro que había llegado para alimentarse en la ventana, o para mirar a
Ginny desde el frente. Le tomó tanto tiempo que Keith se quedó dormido en un
rincón y empezó a roncar.
―Ahí,‖―dijo‖Mari,‖sentada‖detr{s,‖mirando‖por‖encima‖de‖su‖trabajo―.‖No‖va‖
a durar para siempre. Se desvanecerá. Pero así es como debe ser esta vez, ¿no
crees, amor? A menos que te gustara tatuártelo. Conozco un lugar muy bueno.
Sacó un espejo pequeño de un cajón de suministros y trató de mantenerlo en un
ángulo que Ginny pudiera ver. Tenía que estirar el cuello con mucho dolor,
pero alcanzó a verlo. Era un león, de color dorado brillante. Su melena
disparada violentamente en todas direcciones (el pelo largo parecía ser el tema
con Mari), convirtiéndose finalmente en un tiro de arroyos azules.
―Ambos‖son‖bienvenidos‖a‖quedarse,‖―dijo‖Mari―.‖Voy‖a‖tener‖a‖Chloe<
―El‖tren,‖―dijo‖Keith‖r{pidamente―.‖Tenemos‖que‖tomar‖el‖tren.
―Tenemos‖ que‖ tomar‖ el‖ tren,‖ ―repitió‖ Ginny―.‖ Sin‖ embargo,‖ gracias.‖ Por‖
todo.
Mari les acompañó hasta la puerta, y en el escalón más alto ella se acercó y
rodeó con sus brazos carnosos a Ginny. Su pelo loco lleno el campo de visión de
Ginny, y el mundo era negro con franjas de color naranja.
―Mantén‖esto,‖―le‖susurró‖al‖oído‖de‖Ginny―.‖Me‖gusta.
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Dio un paso atrás, hizo un guiño a Keith, y luego cerró la puerta. Ambos
parpadearon en los patrones de salamandras por un momento.
―Entonces,‖―dijo‖Keith,‖tomando‖a‖Ginny‖por‖el‖brazo‖y‖llev{ndola‖de‖vuelta‖
en‖ la‖ dirección‖ del‖ autobús―,‖ ahora‖ que‖ nos‖ hemos‖ encontrado‖ con‖ Lady‖
MacStrange, ¿por qué no me explicas lo que está pasando?
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14
El ataque de los Monstruos
Traducido por Virtxu Corregido por Hojadeluna
uera del tren en el viaje a casa, el paisaje fue cambiando rápidamente.
Primero la ciudad, luego las verdes colinas y los pastos con cientos de
ovejas mordisqueando pedazos de hierba verde sin fin. Viajaron a lo
largo de la costa, y luego a través de ciudades con pequeñas casas de ladrillo y
al lado de ellas increíbles iglesias. Hubo un fuerte sol, una niebla repentina, y
luego una brillante explosión final de color morado, mientras poco a poco se
hacía de noche. Las ciudades inglesas que pasaban eran sólo rayas de color
naranja por las farolas.
Había tomado casi todo el viaje el explicar los conceptos básicos. Ella había
tenido‖que‖volver‖al‖principio‖de‖todo<‖de‖regreso‖a‖Nueva‖York,‖de‖vuelta‖al‖
juego “hoy vivo en” de la tía Peg. Pasó rápidamente por los acontecimientos de
los últimos meses: la llamada telefónica de Richard, la horrible sensación de
hundimiento, conducir hasta el aeropuerto para reclamar el cuerpo, y llegó a la
parte interesante, la llegada del paquete con los sobres. Esperó la gran reacción
de Keith, pero todo lo que ella obtuvo fue: ―Eso es un poco mierda, ¿no?
―¿Qué?
―La excusa del artista. Si puedes llamar a eso una excusa.
―Realmente tenías que haberla conocido, ―dijo ella, tratando de hacer que esto
sonara suavemente.
―No, yo no tenía que hacerlo. Eso es una mierda. Sé que es una mierda. He
visto basura antes. Cuanto más me dices acerca de tu tía, menos me gusta.
Ginny sintió que sus ojos se reducían un poco.
―No la conocías ―dijo.
―Me has dicho lo suficiente. No me gusta lo que te hizo. Ella parece haber
significado el mundo para ti cuando eras una niña, y te deja un día sin una
palabra. Y su explicación para todo viene en forma de unos cuantos pequeños
sobres muy extraños.
F
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―No, ―dijo ella, sintiendo una creciente cólera de repente―. Todo lo
interesante que me ha pasado me pasó por ella. Sin ella, estaría aburrida. No lo
entiendes porque no tienes historias.
―Todo el mundo tiene historias, ―dijo despectivamente.
―No tan buenas, como la tuya. Ni tan interesantes. Fuiste arrestado. Yo no
podría haber sido arrestada ni aunque lo intentara.
―No hace falta mucho esfuerzo ―dijo―. Además, el ser arrestado no fue el
problema.
―¿Problema?
Él tamborileó los dedos sobre la mesa, luego se volvió y la miró por un
momento. ―Está bien ―dijo―. Tú me contaste tu historia, así que yo podría
contarte la mía mientras estemos aquí. Cuando tenía dieciséis años, tuve una
novia. Su nombre era Claire. Yo era peor que David. Ella era todo en lo que
pensaba. No me preocupaba por la escuela, no me importaba nada. Paré de
hacer el tonto porque estaba perdiendo mi tiempo con ella.
―¿Por qué eso es un problema?
―Bueno, ella quedó embarazada ―dijo, agitando el borde de la mesa con el
dedo―. Y eso fue un poco complicado.
Una cosa que sabía era que Keith había tenido relaciones sexuales. Esto debería
haber sido evidente ya que Keith era, a diferencia de ella, no tan penosamente
virginal. Pero el embarazo era un paso más allá de lo que realmente podía
procesar. Eso implica un montón de sexo. Mucho sexo. Tanto que se podía decir
que era diario.
Ginny miró a la mesa. Obviamente, sabía que estas cosas sucedían, pero nunca
le pasó a ella ni a sus amigos. Pasaba en la televisión o a la gente de la escuela
que ella no conocía. De alguna manera, ese tipo de historias siempre corrían por
el pueblo generalmente meses después de que ocurrieran, dándole a la gente
involucrada una permanente y brillante apariencia de madurez que nunca,
nunca tenían. Ella ni siquiera podía conducir después de las diez de la noche.
―¿Estás horrorizada? ―preguntó él, mirándola por encima―. Eso sucede, ya lo
sabes.
―Lo sé ―dijo ella rápidamente―. ¿Qué pasó? Quiero decir, ella< ―se‖detuvo.
¿Qué estaba diciendo?
―No soy padre, si eso es lo que te estás preguntando ―dijo.
Bueno, sí. Eso era exactamente lo que ella tan inteligentemente se preguntaba.
Ese era el motivo por el cual a ella nunca se le pasaba nada. No podía controlar
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las emociones. Ni siquiera podía pasar a través de una conversación sobre algo
serio y sexual sin estallar.
―Es una pregunta justa ―dijo―. Me ofrecí a salir de la escuela y conseguir un
trabajo. Estaba dispuesto a hacerlo, también. Pero ella no quería dejar la escuela,
así que decidió que había una sola cosa que podía hacer al respecto. No puedo
culparla.
Viajaron en silencio durante unos minutos, balanceándose ligeramente al
compás con el tren y mirando los carteles del tren
‚¡Obtén‖ un‖ poco‖ de‖ comida!" La promoción, incluía una foto de un hombre
calvo que era el "Rey de la carne de cerdo del norte".
―El problema ―dijo él finalmente―, fue que las cosas nunca fueron bien
después de eso. Seguí tratando de hacer lo mejor, hablando con ella, pero ella
no quería hablar conmigo al respecto. Sólo quería seguir adelante con su vida. Y
así lo hizo. Me tomó meses conseguir entenderlo. Yo era un desastre. Pero ahora
todo está ordenado.
Él sonrió y cruzó las manos sobre la mesa.
―¿Qué quieres decir?
―Quiero decir, que una vez que pasas por algo así, aprendes. Me volví un poco
juerguista después de eso. Robé un coche, simplemente lo conduje alrededor un
par de horas, no sé por qué. Ni siquiera fue agradable. Entonces me desperté
una mañana, dándome cuenta de que tenía que hacer mis exámenes y que mi
vida estaba pasando. Me reuní yo mismo, inscribiéndome en la escuela. Ahora
soy el rabioso con éxito que ves ante ti. Sólo quiero hacer mis obras. Eso es todo
lo que necesito. ¿Ves cómo ha funcionado? Así es como te conocí, ¿No?
Lanzó su brazo por sus hombros y le dio un apretón amistoso. Una vez más, no
fue demasiado romántico. Este gesto tuvo un sentimiento de "¡Buen perro!"
Pero había algo más, también. Algo que, dijo: ―Yo no estoy aquí para que me
den grandes puñados de dinero sin razón. Las cosas son diferentes ahora ―. Tal
vez fue el hecho de que mantuvo su brazo allí por el resto del viaje a casa y
ninguno de ellos sintió la necesidad de decir una palabra más.
Media hora más tarde, estaban de pie en la plataforma en Kings Cross, a la
espera del metro.
―Casi se me olvida ―dijo él, alcanzando el bolsillo de su chaqueta―. Tengo
algo para ti.
Sacó una pequeña broma de Godzilla, que se veía exactamente como la de la
casa de Mari.
―¿Es el de Mari? ―Preguntó.
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―Sí.
―¿Lo robaste?
―No pude evitarlo ―dijo sonriendo―. Necesitabas un recuerdo.
―¿Por qué crees que me gustaría algo robado?
Ginny dio un paso atrás, alejándose de él.
Keith retrocedió un poco y perdió su sonrisa.
―Espera‖un‖minuto<
―¡Tal vez era parte de alguna obra de arte!
―Un trabajo importante arruinado.
―No importa ―dijo Ginny―. Era suyo. Es de su casa.
―Voy a escribir una carta y me entregaré ―dijo él, levantando las manos―.
Tomen el Godzilla. Suspendan la búsqueda. Fui yo, pero culpen a la sociedad.
―No es gracioso.
―Robé un pequeño juguete ―dijo, pellizcando el Godzilla entre los dedos―.
No es nada.
―No es nada.
―Bien. ―Keith se acercó al borde de la plataforma y tiró el juguete hacia abajo
sobre el andén, luego se echó hacia atrás.
―¿Qué hiciste? ―Preguntó Ginny.
―No lo querías.
―Eso no significa que sólo debas deshacerte de él ―dijo.
―Lo siento. ¿Se supone que tengo que ir a cogerlo de nuevo?
―¡No se suponía que tuvieras que cogerlo en primer lugar!
―¿Sabes lo que voy a coger? ―Preguntó él―. El autobús. Nos vemos.
Desapareció entre la multitud antes de que Ginny incluso lograra darse la
vuelta para verlo marcharse.
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Carta #5
Querida Ginger, Traducida por flochi
Corregida por Chelsea Sharkovich
Cuando era una niña, tuve un libro ilustrado de Mitología Romana. Estaba completamente obsesionada con ese libro. Mi diosa favorita entre todos los dioses y diosas, lo creas o no, era Vesta, la diosa del corazón y el hogar.
Lo sé. Tan poco probable. Es decir, yo nunca he tenido una aspiradora. Pero es verdad. De todos los dioses, ella fue la que más me gustó. Muchos de los jóvenes dioses sexis la persiguieron, pero hizo un voto de virginidad perpetua. Su símbolo, su hogar, era la chimenea. Ella era, básicamente, la diosa de la calefacción central.
Vesta era adorada en cada ciudad y en cada casa a través del fuego. Estaba en todas partes, y las personas dependían de ella cada día. Había un gran templo construido en su honor en Roma, y las sacerdotisas de su templo eran llamadas vírgenes vestales.
Ser una vestal era un trabajo dulce. Tenían una tarea principal: Debían asegurarse que el fuego eterno del hogar ceremonial de Vesta nunca se apagara. Siempre había seis de ellas, así que trabajaban por turnos. A cambio de este servicio eran tratadas como divinidades. Tenían un palacio para vivir y también los mismos privilegios que los hombres. En tiempos de crisis, eran llamadas para prestar servicios de asesoramiento en cuestiones de seguridad nacional de Roma.
Tenían estupendas entradas para el teatro, las personas celebraban fiestas para ellas, y eran exhibidas y veneradas por todos lados.
¿El único inconveniente? Prueba treinta años de celibato.
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Treinta años de vivir con sus compañeras vestales, atizando el fuego y haciendo crucigramas.
Si rompían la regla de su virginidad, eran llevadas a un lugar que se traduce como “Campos del Mal” y las conducían por una escalera a una pequeña habitación subterránea con una cama y una lámpara. Una vez que estaban dentro, la puerta del
cuarto era cerrada, la escalera era retirada, y la cosa entera era sellada con tierra. Lo que es bastante fuerte.
Aún así, debes entender la idea de las vírgenes vestales. Podría parecer triste y atemorizante, pero date cuenta de cuánto poder las personas siempre han visto en las mujeres por sí solas.
Los restos de su templo están en el Foro Romano, y puedes ver sus estatuas (el Foro está básicamente adjunto al Coliseo). Ve, visítalas, y hazles una ofrenda. Esta es tu tarea.
Cuando lo hayas hecho, puedes abrir el siguiente sobre, justo ahí, en el templo.
En cuanto a tu estadía, ¿podría recomendar un pequeño lugar con el que me tropecé cuando llegué a Roma? No es un hotel o un hostal, es una casa privada con un cuarto en renta. Es administrado por una mujer llamada Ortensia. Su casa no está lejos de la estación de trenes. La dirección está en el reverso de esta carta.
Va-va-voom,
Tu tía fugitiva
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El camino a Roma
Traducido por Unstoppable Corregido por Hojadeluna
inny odiaba a su mochila. Se seguía cayendo sobre la extensión porque
era muy extraña, grumosa como un tumor. Era más púrpura y verde
que nunca a la luz fluorescente del mostrador de la aerolínea. Era obvio
que los millones de correas (de las que en realidad no segura de que las hubiera
atado bien, por lo que toda la cosa podría venir abajo en cualquier segundo)
van a quedar atrapadas en la cinta transportadora, deteniéndola, y todo el
equipaje volvería arriba. Entonces, el vuelo se retrasaría, desestabilizando el
horario de todo el aeropuerto y deshaciendo toda su programación e
interrumpiendo eventos en varios países.
Además, la voz nasal de la mujer de BudgetAir12 que había estado chequeando
el equipaje alertó Ginny, de una forma un poco demasiado contenta, "cinco
kilos de sobrepeso". Eso sería cuarenta libras de más. Estaba evidente que
estaba disgustada cuando Ginny dio un tirón en alguna de las correas y
consiguió sacar una de las bolsas, haciendo que la mochila tuviera sólo el peso
correcto.
Cuando Ginny se alejó del chequeo, se dio cuenta de que en este vuelo no
podían estar a salvo si cinco kilogramos hacían gran parte de la diferencia. Este
vuelo también lo había comprado en línea por la mañana por la loca suma de 35
euros. (Se le llama BudgetAir por una razón.)
Richard estaba de pie junto a una lenta pantalla giratoria de licor libre de
impuestos, llevando la misma expresión un poco desconcertada que había
llevado cuando se conocieron días antes.
―Supongo que debería irme ―ella dijo―. Pero gracias. Por todo.
―Me siento como si acabara de llegar ―respondió él―, como si ni siquiera
tuviésemos la oportunidad de hablar.
―Supongo que no lo hicimos.
―No.
12 Aerolínea de vuelos.
G
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Comenzaron asintiendo con la cabeza el uno al otro de nuevo, y luego Richard
se abalanzó hacia delante y le dio un abrazo.
―Si necesitas algo ―cualquier cosa― no dudes en llamar. Ya sabes dónde
encontrarme.
―Lo sé ―dijo.
No había nada más que decir, así que Ginny cuidadosamente se volvió a la
multitud. Richard esperó allí hasta que se volvió y se dirigió a su puerta.
Todavía estaba mirando allí, cuando ella lo comprobó con una mirada hacia
atrás al entrar en la seguridad.
Por alguna razón, la vista se le hizo muy triste, por lo que se dio la vuelta
bruscamente y se mantuvo de espaldas hasta que estuvo segura de que estaba
fuera de su vista.
Cuando BudgetAir dijo que el avión aterrizaría en Roma, no estaba siendo
literal. Lo que quiso decir fue: ―El avión iba a aterrizar en Italia, y tanto que lo
garantizamos. El resto depende de usted. ―Ginny‖se‖encontraba‖en‖un‖pequeño‖
aeropuerto que claramente no era el principal del centro de Roma. Había unas
pequeñas pocas aerolíneas representadas, y la mayoría de los pasajeros al
bajarse decían: ―¿Dónde demonios estoy? ―Escrito‖ en‖ sus‖ rostros,‖ vagando‖
por la terminal.
Ella siguió un rastro de personas que encabezaron la salida por la puerta en la
cálida tarde. Se quedaron en la acera, las cabezas girando de ida y vuelta. Por
último, de fachada plana, con aspecto muy europeo, un autobús se detuvo con
un letrero que decía ROMA TERMINI, y todo el mundo subió. El conductor le
dijo algo en italiano, y cuando ella no respondió, levantó los diez dedos. Ella le
dio diez euros. Esto resultó ser una buena suposición, y él le dio un boleto y la
dejó pasar.
Ginny no tenía idea de que un gran autobús cuadrado pudiera ir tan rápido.
Ellos salieron con rapidez a lo largo de una carretera y varias más pequeñas,
formando una curva de carreteras. Estaba muy oscuro, con casas de vez en
cuando y gasolineras. Estaban coronando una colina, ahora, y debajo de ellos
Ginny pudo ver un brillante resplandor caliente flotando en el aire. Tenía que
venir a la ciudad.
Al entrar en Roma, el autobús se movió con la suficiente rapidez para hacer
todo como una increíble raya. Los edificios eran iluminados por luces
multicolores. Había calles empedradas y cientos de cafés. Ella alcanzó a ver
uno, una magnífica fuente enorme parecía que casi podría ser real, estaba
construida en la parte frontal de un edificio palaciego y estaba compuesta por
unas enormes esculturas de figuras humanas como dioses. Luego había un
edificio de fuera de su capítulo del libro de historia sobre la antigua Roma, altos
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pilares, techo abovedado. Podría haber habido gente en togas de pie sobre sus
pasos. Comenzó a sentir un burbujeo de excitación. Londres había sido
increíble, pero esto era algo totalmente diferente. Esto era un viaje. Esto era
extraño, viejo y cultural.
Otro giro brusco los llevó a un boulevard enorme, y los edificios se hicieron más
prácticos e industriales. Llegaron a una parada abrupta en frente de un enorme
cristal, y, un cuadrado metálico de un edificio. El conductor abrió la puerta y se
sentó sin decir nada. La gente se peleaba desde sus asientos y sacaban su
equipaje del estante. Ginny se adecuó con la manada y se dirigió fuera.
Se las arregló para hacer señales a un taxi (por lo menos pensaba que era lo que
era, y se detuvo) y pasó la carta hacia adelante, mostrando al conductor la
dirección. Unos minutos más tarde, después de engañar a la muerte por el
exceso de velocidad por caminos apenas lo suficientemente amplios como para
encajar el coche, se detuvieron frente a una casa verde.
Tres gatos arreglados entre sí estaban en el porche delantero, ajenos a la
máquina chillando que había llegado justo en frente de ellos.
La mujer que abrió la puerta parecía tener sobre cincuenta años de la edad.
Tenía el pelo corto y negro, veteado de gris con elegancia. Ella estaba cuidada
pero no excesivamente arreglada, y estaba vestida con una atractiva blusa y una
falda. Llevaba tacones. Introdujo a Ginny dentro. Esta tenía que ser Ortensia.
―¡Hola! ―dijo Ginny.
―¡Hola! ―la mujer respondió.
Ella tenía una mirada nerviosa en los ojos que decía: "Este es todo el Español que
sé. Sin ir más lejos porque lo único que haré será mirarte fijamente."
La mochila, sin embargo, podría ser entendida universalmente. La mujer sacó
una pequeña tarjeta impresa que decía 20 EUROS POR NOCHE en Inglés, así
como algunas otras lenguas, y Ginny asintió y le pasó el dinero.
Ortensia, la llevó a una pequeña habitación dos pisos más arriba. Parecía que
era originalmente un espacio pequeño, ya que sólo había espacio para la cabeza,
lo razonable para poder ponerse de pie y casi suficiente espacio para la cama,
un armario pequeño, y su mochila. Un agente de bienes raíces lo describió como
"Encantador". Era una especie de encanto, en realidad.
Había sido pintada de un color verde menta alegre (no un triste bloque de
hormigón, verde menta de pared de gimnasio). Las plantas ocupaban todos los
espacios disponibles.
Hubiera sido muy agradable en el invierno, pero ahora el estanque aumentaba
todo el calor. Ortensia abrió la ventana, y una brisa perezosa entró, se
distribuyó una vez, y fue de regreso a su casa.
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Ortensia dijo unas palabras en italiano que Ginny estaba segura de que
significaban buenas noches, a continuación, descendió las estrechas escaleras de
caracol que llevaban a la habitación. Ginny se sentó en su cama bien hecha.
Todo estaba tranquilo en su cuarto. Eso le hizo latir el corazón. De repente se
sentía muy, muy sola. Ella misma se dijo que dejara de pensar en ello, cambió la
cama y permaneció despierta, escuchando el tráfico romano en la calle.
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Virginia y las Vírgenes
Traducido por Virtxu Corregido por Hojadeluna
e vez en cuando, Ginny recordaba que además de ser encantadora y
caprichosa, la tía Peg a veces podía comportarse de forma extraña. Era
del tipo de persona que agitaba distraídamente su café con su dedo
meñique y se sorprendía cuando se quemaba; o dejaba el coche en punto
muerto en lugar de aparcarlo y se reía cuando de vez en cuando lo encontraba
en un lugar diferente a donde ella lo había dejado. Esas cosas siempre la habían
divertido antes. Pero ahora, con la gran y antigua ciudad de Roma
extendiéndose a su alrededor y absolutamente sin ninguna guía, Ginny se
preguntaba cómo de bueno (o divertido) era la regla de "ningún mapa"
realmente. Su sentido de la orientación no iba a ayudarla mucho aquí. No
conocía mucho Roma y no tenía ningún punto de referencia para trabajar. Con
todos esos muros y carteles enormes y amplias plazas y estatuas.
Además de eso, a ella le aterraba cruzar la calle, ya que todo el mundo conducía
como un especialista en una persecución de película. (Incluso las monjas, las
cuales había un montón.) Ginny se ponía a un lado de la carretera y cruzaba las
intersecciones sólo con grupos de más de veinte personas.
Y hacía calor. Esto era mucho más caluroso que Londres. Esto era un verano
real.
Después de una hora de deambular por lo que parecía ser la misma estrecha
calle de farmacias y tiendas de alquiler de vídeo, vio a un grupo de turistas
caminando con sus correspondientes banderas y bolsas de viaje. A falta de
cualquier otro plan, decidió caminar perdidamente con ellos con la esperanza
de que fueran ir a un lugar grande y turístico. Así por lo menos estaría en
alguna parte.
Mientras caminaba, se dio cuenta de algunas cosas. Los turistas llevaban
sandalias o zapatillas de deporte y llevaba bolsas pesadas o mapas. Se veían
acalorados, y consumían botellas de agua o soda. Incluso vio a algunas
personas dándose aire a sí mismos con pequeños ventiladores de mano con
pilas. Se veían ridículos, pero Ginny sabía que ella no estaba mucho mejor. Su
bolsa estaba pegada a su espalda. Sus trenzas estaban desechas por el calor. El
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poco de maquillaje que llevaba le goteaba por la cara. Estaba desarrollando un
desagradable bolsillo de sudor en la mitad de su sujetador el cual iba a empezar
a mostrarse a través de la camiseta en cualquier momento. Y sus zapatillas de
deporte eran más chillonas de lo habitual.
Las mujeres romanas volaban en motos Vespa con sus bolsos de diseño
descansando a sus pies. Llevaban enormes y fabulosas gafas de sol. Fumaban.
Hablaban por sus teléfonos móviles. Lanzaban miradas dramáticas sobre sus
hombros a las personas que pasaban a su lado. Lo más asombroso es que ellas
hacían todo esto en tacones, con gracia y sin tambalearse sobre el empedrado o
quedar atrapadas en una grieta en el desigual pavimento. Ellas no rompían a
llorar por las ampollas que se habían formado, debido a que el calor sofocante
provocó que el cuero de sus tacones de aguja succionara sus pies con una
perfecta pedicura.
A Ginny se le hacía difícil mirarlas. La ponían nerviosa.
Ella siguió al grupo hacia abajo a una estación de metro y se perdió cuando
luchaba por comprar sus tickets. Se acercó a un mapa y encontró, para su alivio,
que había una parada marcada como Coliseo, con un dibujo que se parecía
mucho a una rosquilla. Cuando salió de nuevo a la luz cegadora del sol romano,
estaba en una calle concurrida. Estaba segura de que había cometido un error
hasta que se volvió y descubrió que el Coliseo estaba directamente detrás de
ella. Le tomó unos minutos llegar a él a través de la calle.
Una vez más, se encontró con otro grupo de turistas, y se puso detrás,
siguiéndolos bajo uno de los masivos arcos que llevaban al interior. El guía
parecía disfrutar demasiado informando de los derramamientos de sangre que
habían hecho en el Coliseo, tan popular en su día.
―<‖y‖en‖la‖inauguración,‖¡m{s‖de‖cinco‖mil‖animales‖fueron‖sacrificados!‖
Una mujer con un delantal largo de doble cara estaba caminando hacia ellos.
Abrió la gran bolsa que llevaba. En un momento, una ráfaga de gatos
aparecieron a su alrededor. Parecían salir de las paredes. Saltaron de cornisas
escondidas en lo alto de las paredes de piedra. Corrieron detrás de Ginny y se
reunieron en una maraña, maullando fuertemente. La mujer sonrió y comenzó a
sacar unos recipientes de papel que estaban llenos de una brillante carne roja
cruda y de pasta. Puso estos en el suelo, dejando unos pocos metros entre cada
plato, y los gatos pulularon alrededor. Ginny realmente los oía masticar
frenéticamente la comida y ronronear con fuerza. Cuando terminaron de comer
unos minutos más tarde, rodearon a la mujer, frotándose con fuerza contra sus
tobillos.
Ginny y el grupo de turistas cruzaron a través de un pasillo hacia el Foro
Romano. El Foro parecía un lugar muy antiguo que había sido atravesado por
una bola de bolos gigante. Algunas columnas, aunque agrietadas y desgastadas,
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se mantenían en pie. Otras eran sólo pequeñas piezas en el suelo, pequeños y
extraños troncos de árboles de piedra. Edificios antiguos se asentaban en los
rocosos contornos de otros, incluso los edificios más antiguos habían ahora
desaparecido. El grupo se separó para explorar. Ginny decidió preguntarle al
guía a dónde ir, él no parecía consciente de quién iba con él.
―Estoy‖buscando‖ las‖ vírgenes‖ vestales,‖―dijo‖Ginny―.‖ Su‖ templo‖ se‖ supone‖
que debe estar aquí.
―¡Las‖vírgenes!‖―dijo,‖levantando‖las‖manos‖con‖alegría―.‖Ven‖conmigo.
Ellos hicieron su camino a través del laberinto de paredes, caminos y columnas
hasta dos piscinas rectangulares de piedra, obviamente antiguas, pero
recargadas y adornadas alrededor con flores. A un lado había una línea de
estatuas en un alto pedestal cuadrado. Todas mujeres, todas envueltas en
túnicas romanas. A la mayoría de ellas les habían desaparecido sus cabezas. A
algunas otras, la mayoría de sus cuerpos. Ocho figuras de pie, con algunos
pedestales vacíos entre ellas. El otro lado estaba lleno de pedestales vacíos o
sólo los restos de los pedestales. Los pedestales y estatuas estaban protegidos
de la multitud por una baja barandilla de metal, sin nada más, sin más que una
leve solicitud de no tocar.
―Las‖vírgenes,‖―dijo‖él‖con‖orgullo―.‖Encantadoras.
Ginny se apoyó en la barandilla y miró a las estatuas. Ella sentía esa extraña
culpa que a veces tenía cuando ella sabía que estaba viendo algo muy antiguo e
importante y ella no... Lo entendía. La historia detrás de ellas era interesante,
pero todavía eran sólo un montón de estatuas rotas.
Ahora que ella lo pensaba... era un poco molesto que la tía Peg la hubiera
enviado a buscar un montón de vírgenes famosas. ¿Qué se supone que
significaba exactamente?
Por alguna razón, esto le hizo pensar en Keith. Ese recuerdo escocía. Ella se
quitó la mochila muy deliberadamente y buscó en el interior. Había unos
cuantos euros y algunas monedas. Un envoltorio de chicle. La llave de su
habitación en el Ortensia. La siguiente carta. Su parche de los ojos para el avión.
Nada de esto parecía ser un regalo apropiado para dar a un montón de estatuas
antiguas. Todo esto de repente era muy molesto. Hacía demasiado calor. El
simbolismo era un poco demasiado puntiagudo. Todo este ejercicio era
estúpido.
Finalmente encontró un cuarto de dólar Americano en la parte inferior de la
bolsa. Le pareció tan buena como cualquier otra oferta. La lanzó suavemente
sobre la hierba entre dos de las estatuas, y luego sacó la siguiente carta. Estaba
pintada por todas partes con imágenes de pasteles pequeños.
―De‖acuerdo,‖―dijo‖ella,‖desgarrando‖el‖precinto―.‖¿Y‖ahora‖qué?
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Carta #6
Querida Virginia, Traducida por flochi
Corregida por Pimienta
Lo lamento. Si alguna vez hubo un momento para usar tu nombre propio, este parecía el adecuado. (Esta es una de esas cosas que no es graciosa... ¿no?)
Así que aquí estás, de pie en un gran patio de cosas rotas, probablemente rodeada por turistas. (Tú no eres una turista... estás en una misión. Estás en persiguiendo algo... como yo. Ooh. Debería parar, ¿eh?)
De todos modos, ¿qué aprendemos de esto, Gin? ¿Qué nos dicen las chicas vestales?
Bueno, para empezar, los polluelos solitarios son polluelos poderosos. Y en algunas situaciones, tener citas puede ser malo para ti. Sin embargo, dado que por lo menos, un puñado de vestales, lo arriesgaron todo por un poco de amor, también sabemos que… a veces, se siente que vale la pena.
Veamos, tenemos un problema, Gin. Estoy muy metida en esta idea de ser una mujer soltera, comprometida con propósito superior, como las vestales. Del modo en que lo veo, los grandes artistas no quieren estar relajados.
Ellos quieres luchar, solos, contra el mundo. Por lo que quería luchar.
Siempre me siento demasiado relajada en cualquier lugar, siento como si tuviera que seguir adelante. Lo hice con todo tipo de cosas. Renuncié siempre que empezaba a gustarme demasiado un trabajo. Rompí con los chicos siempre que las cosas se volvían demasiado serias. Dejé Nueva York porque estaba demasiado contenta. No estaba avanzando. Sé que debe haber sido duro cuando me fui sin decir ni una palabra… pero así es como siempre lo hice. Me escapaba como un ladrón en la noche, quizás porque sé que había algo un poco equivocado con lo que estaba haciendo.
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Lo lamento. Si alguna vez hubo un momento para usar tu nombre propio, este parecía el adecuado. (Esta es una de esas cosas que no es graciosa... ¿no?)
Así que aquí estás, de pie en un gran patio de cosas rotas, probablemente rodeada por turistas. (Tú no eres una turista... estás en una misión. Estás en persiguiendo algo... como yo. Ooh. Debería parar, ¿eh?)
De todos modos, ¿qué aprendemos de esto, Gin? ¿Qué nos dicen las chicas vestales?
Bueno, para empezar, los polluelos solitarios son polluelos poderosos. Y en algunas situaciones, tener citas puede ser malo para ti. Sin embargo, dado que por lo menos, un puñado de vestales, lo arriesgaron todo por un poco de amor, también sabemos que… a veces, se siente que vale la pena.
Veamos, tenemos un problema, Gin. Estoy muy metida en esta idea de ser una mujer soltera, comprometida con propósito superior, como las vestales. Del modo en que lo veo, los grandes artistas no quieren estar relajados.
Ellos quieres luchar, solos, contra el mundo. Por lo que quería luchar.
Siempre me siento demasiado relajada en cualquier lugar, siento como si tuviera que seguir adelante. Lo hice con todo tipo de cosas. Renuncié siempre que empezaba a gustarme demasiado un trabajo. Rompí con los chicos siempre que las cosas se volvían demasiado serias. Dejé Nueva York porque estaba demasiado contenta. No estaba avanzando. Sé que debe haber sido duro cuando me fui sin decir ni una palabra… pero así es como siempre lo hice. Me escapaba como un ladrón en la noche, quizás porque sé que había algo un poco equivocado con lo que estaba haciendo.
Al mismo tiempo, todavía tengo este algo sobre Vesta... este amor al hogar. Parte de mi quiere abrazarse a eso. Adoro esta idea de la diosa que protege el fuego y bendecir la casa. Soy una masa de contradicciones.
Uno de sus otros símbolos era el pan, lo que sea al horno. El pan era la vida misma de los romanos. En el día festivo de Vesta, los animales solían estar decorados con guirnaldas de pastel. ¡Guirnaldas de pastel! (al carajo las flores. ¿Puedes imaginar una guirnalda mejor que una de pastel? Yo no puedo.) Por lo tanto, tomemos esta idea y celebremos a Vesta con algún pastel. Pero hagámoslo a la manera correcta romana.
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En aras del argumento, voy a decir chico porque los chicos romanos son las criaturas más divertidas de la tierra. Eres una joven hermosa, Gin, y un chico romano te lo dirá en su propia manera especial.
A menos que las cosas hayan cambiado mucho, Gin, voy a adivinar que esto será difícil para ti. Siempre fuiste muy tímida. Me molestaba porque estaba preocupada de que la gente podría no llegar a conocer lo maravillosa que eras y sigue siendo mi sobrina ¡Virginia Blackstone! Pero no temas. Los romanos ayudarán. Si existe una ciudad para aprender cómo invitar a un extraño a salir, esta es.
Sal ahí fuera, tigre. Déjalos comer pastel.
Con amor,
Tu tía Manojo de Cuestiones (¿Montón de problemas?)
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Niños y Pastel
Traducido por Virtxu Corregido por Lorena
sto limitaba con un escenario de pesadilla. Era el colmo. Siguió al grupo
de turistas por el Coliseo y serpenteó junto a ellos durante casi una hora,
sufriendo por este último mandato. ¡Ve a ver antiguas vírgenes! ¡Ahora pide
a un muchacho desconocido, tú, que eres tímida, una cosa de retrasados!
No quería preguntarle a un desconocido. Ella era tímida (gracias por sacarlo a
relucir). Además, el chico que le gustaba estaba en Londres, y él pensaba que
estaba loca. Echa sal en la herida. Juntos al fin.
El grupo de turistas se detuvo en una gran plaza con una multitud en el centro,
todos se reunieron alrededor de una fuente, claramente muy antigua, tallada en
forma de un barco hundiéndose. Algunos metieron sus manos y bebieron agua.
El grupo pronto se dispersó, dejando a Ginny con sus propios asuntos una vez
más.
Ella tenía sed. Su instinto le decía que no debía beber agua de la fuente, en
especial el agua de una fuente muy vieja, pero muchas personas lo estaban
haciendo. Además, realmente necesitaba un trago.
Tomó la botella vacía de su bolso, que se encontraba en una abertura en el lado,
y tentativamente se acercó a la fuente. Tomó un trago largo y fue recompensada
con‖fría‖y‖dulce‖agua<‖agua‖que‖sabía‖muy‖bien.‖Apuró su botella y la llenó de
nuevo.
Cuando se dio la vuelta, tres niñas pequeñas corrían hacia ella. Curiosamente,
una llevaba un periódico. Todas eran niñas, y muy guapas, con el pelo largo,
marrón muy oscuro y brillantes ojos verdes. La más alta de ellas, que no podría
tener más de diez años, llegó hasta Ginny y comenzó a batir el periódico hacia
ella, agitando las páginas. Al segundo siguiente, un tipo alto y delgado con un
enorme libro saltó de repente desde donde estaba sentado y comenzó a correr
hacia ella también, gritando cosas en italiano. Ginny involuntariamente dio un
paso atrás y oyó un pequeño chillido. Sintió que sus pies entraban en contacto
con un pie más pequeño y su mochila con una pequeña cara, indefensa. Se dio
cuenta de que las niñas estaban dando vueltas, en una especie de danza
alrededor de ella, y cualquier movimiento la llevaría a darle a otra de ellas con
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sus pies o con la mochila, por lo que se congeló y comenzó a disculparse,
aunque se dio cuenta de que probablemente ellas no entenderían una palabra
de lo que decía.
Ahora, el tipo estaba casi donde ellas y agitaba alrededor un libro gordo de tapa
dura, como si estuviera tratando de abrirse camino a través de algún follaje que
no veía. Comprensiblemente, las pequeñas agitadoras de periódicos se
alarmaron por este agitador de libro más grande y de inmediato se apartaro de
Ginny. El hombre acortó lo distancia con unos pocos pasos finales, tropezando,
deteniéndose justo enfrente de Ginny. Él asintió con satisfacción.
Ginny aún no se había movido. Ella lo miró fijamente, con los ojos abiertos.
―Estaban a punto de robarte ―dijo. Su inglés era muy claro, pero con un fuerte
acento italiano.
―¿Las‖niñas?‖―preguntó ella.
―Sí. Créeme. Veo esto todo el tiempo. Son gitanas.
―¿Gitanas?
―¿Estás bien? ¿Te han robado algo?
Ginny buscó a su alrededor y sintió su mochila. Para su alarma, se encontró con
la cremallera abierta hasta la mitad. La abrió entera y revisó el contenido.
Extrañamente, en primer lugar se aseguró de que la carta estaba allí, y luego
comprobó su dinero.
Ambos estaban allí.
―No ―dijo ella.
―Eso está bien. ―Él‖asintió‖con‖la‖cabeza―. Está bien. Bien.
Volvió a su puesto en el borde de la fuente y se sentó. Ginny le miró fijamente.
No parecía italiano. Tenía el pelo dorado, casi rubio. Sus ojos eran de color claro
y muy estrechos.
Si alguna vez había un tipo al cual comprarle una torta, ese era el tipo que
acababa de impedir que la robaran, incluso si eso significaba defenderla de
niños pequeños agitando un libro de texto.
Se acercó a él con cautela. Él levantó la vista de su libro.
―Me estaba preguntando... ―Comenzó Ginny―. Bueno, en primer lugar,
gracias. ¿Quieres...
Quieres‖hacer‖era‖una‖construcción‖demasiado‖difícil.‖Es‖como‖decir,‖‚¿Quieres‖
hacer‖esto‖conmigo?‛‖Ella‖sólo‖tenía‖que‖ofrecer‖la‖torta.
A todo el mundo le gustan las tortas.
―Quiero decir... ―se corrigió―, ¿te gustaría un poco de torta?
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―¿Torta?‖―Repitió.
Parpadeó lentamente. Tal vez por Ginny, tal vez por el sol. Tal vez sus ojos
estaban cansados. Luego miró hacia abajo a las salpicaduras del agua de la
fuente. Ginny las miró también. Cualquier cosa para mantener los ojos fuera de
él en esta dolorosa pausa, durante la cual él tenía que estar tratando de
encontrar una manera de decirle a una extraña chica americana que lo dejara
solo.
―Torta‖no‖―respondió finalmente―. Pero sí un café.
Café... torta... lo suficientemente cerca. Se lo había pedido a un chico, y el chico
había dicho que sí. Esto no era nada menos que un milagro. Se detuvo justo
antes de comenzar a rebotar sobre sus talones.
No era un problema el encontrar una cafetería. Estaban por todas partes. El
chico se acercó al largo mostrador de mármol y se volvió casualmente, listo
para tomar la orden de Ginny y decírselo a la camarera con el delantal.
―Por lo general pido latte, ―dijo.
―¿Un vaso de leche? No, querías decir un café con leche. ¿Quieres sentarte?
Ella sacó unos cuantos euros.
―Cuesta más si te sientas ―explicó―. Es ridículo, pero somos italianos.
Costó mucho más. Ginny sobrepasó un valor de diez dólares pero en euros, y,
en cambio, se presentaron con dos tazas de cristal muy modestas, cada una
situada en una pequeña canasta de metal con un mango.
Se sentaron en una de las mesas grises de mármol y el muchacho empezó a
hablar. Su nombre era Beppe. Tenía veinte años. Era estudiante, estudiaba para
ser profesor. Tenía tres hermanas mayores. Le gustaban los coches y algunas
bandas británicas de las que Ginny no había oído hablar. Había estado
navegando por Grecia. No le preguntó a Ginny mucho sobre sí misma, algo con
lo que fácilmente podría vivir.
―Hace‖calor‖―dijo―. Deberías cogerte un helado. ¿Los has probado ya?
Él se horrorizó al saber que ella no lo había hecho.
―Vamos‖―dijo,‖levant{ndose―. Vamos ahora. Esto es ridículo.
Beppe la llevó por unas calles más, las calles iban estando cada vez más llenas
de gente y más coloridas. Estas eran del tipo de calles en las que no debería
haber motocicletas y scooter pero las había de todos modos. Las personas
calmadamente salían de su camino a pocos centímetros de su muerte, a veces
ofreciendo una selección de palabras o gestos como si realmente les hubieran
dado.
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Beppe finalmente se detuvo frente a una pequeña escalinata, sin pretensiones.
Una vez que Ginny entró, sin embargo, vio que su tamaño no reflejaba su
oferta. Había docenas de coloridos helados envasados en una caja de cristal.
Dos hombres detrás del mostrador excavaban con rapidez heroicas porciones
con una cuchara plana. Beppe tradujo las etiquetas. Había sabores normales
como fresa, chocolate. Pero también había jengibre y canela, crema con miel
silvestre, regaliz negro. Uno de ellos era con sabor a arroz, y había por lo menos
media docena de licores especiales o vinos.
―¿Cómo‖ llegaste‖ aquí?‖ ―Le preguntó después de que ella hubiera
seleccionado su sabor, el cual era la poco imaginativa fresa.
―¿Por... avión?
―Estas con un grupo de turistas ―dijo, pero no como una pregunta. Parecía
estar seguro de eso.
―No hay un grupo. Sólo yo.
.¿Has venido a Roma por tu cuenta? ¿Sin nadie? ¿Sin amigos?
―Sólo yo.
―Mi hermana vive en Travestere ―dijo él de repente, dándole a Ginny un
pequeño guiño, como si ella debiera saber lo que esto significaba.
―¿Qué es eso?
―¿Travestere? El mejor lugar en Roma ―dijo―. Mi hermana te gustara. Eres
como ella. Coge tu helado, y luego iremos a ver a mi hermana.
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La hermana de Beppe
Traducido por Dham-Love Corregido por Chelsea Sharkovich
ravester no podía ser un lugar real. Parecía como si Disney hubiera
atacado una esquina de Roma con pintura color pastel y hubiera creado
el barrio más acogedor y pintoresco del mundo. Parecía que consistía por
completo en rincones. Había persianas en las ventanas con toldos
sobresalientes, y letreros escritos a mano que se estaban desgastando
perfectamente. Había tendederos de un edificio a otro, cubiertos con sábanas
blancas y camisas. Todo a su alrededor eran personas con cámaras,
fotografiando el lavado.
―Ya‖sé‖―dijo Beppe, mirando a los fotógrafos―. Es ridículo. ¿Dónde está tu
cámara? Puedes tomar una foto también.
―No tengo.
―¿Por qué no tienes una cámara? Todos los americanos traen cámaras.
―No lo sé ―mintió ella―. Sólo no traje.
Caminaron un poco más lejos y finalmente se detuvieron frente a un edificio de
fachada plana y de color naranja, con un techo pintado de verde. Él sacó unas
llaves de su bolsillo y abrió una puerta de madera ornamentada.
El interior del edificio no era nada como el exterior. De hecho, lucía como el
antiguo edificio del apartamento de la Tía Peg, la construcción de las baldosas
con astillas y el buzón de metal abollado. Ella siguió a Beppe tres tramos de la
escalera hasta un corredor oscuro y asfixiante. Era sólo una habitación,
cuidadosamente dividida en secciones con biombos y muebles.
Beppe empujó y abrió una gran ventana sobre la mesa de la cocina, y tenían una
buena vista de la calle y de la habitación de la vecina al otro lado de la calle. Ella
estaba tendida en su cama, leyendo una revista. Una mosca gorda venía directo
hacia la ventana.
―¿Dónde está tu hermana?
―Mi hermana es una doctora ―explicó él―. Está muy ocupada todo el tiempo.
Yo soy el estudiante, el perezoso.
T
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Esa no era exactamente una respuesta, pero había un buen número de
fotografías familiares alrededor de la habitación, algunas de las cuales incluían
a Beppe. Había una chica alta parada a su lado, con el cabello color miel y una
mirada distraída. Parecía un poco ocupada.
―¿Ésta es tu hermana?
―Sí.‖Es‖una‖doctora<para‖bebes.‖No‖sé‖el‖nombre‖en‖inglés‖de‖eso.
Beppe abrió un armario bajo el fregadero y sacó una botella de vino.
―¡Esto es Italia! ―dijo―. Bebemos vino aquí. Tomaremos un poco mientras
esperamos.
Llenó dos vasos de jugo hasta la mitad. Ginny tomó un sorbo. Era cálido, y de
repente se sintió cansada pero también muy contenta. Beppe estaba hablando
con su mano ahora, tocando la mano de Ginny, su hombro, su cabello. Su piel
estaba pegajosa. Ella miró por la ventana a la luz azul del edificio del frente de
la calle. La mujer de la cama se había levantado, estaba ajustando su vista y los
miraba como si estuviera observando el progreso de algo cocinándose en un
horno.
―¿Por qué llevas el cabello así? ―preguntó él, sosteniendo su trenza y
frunciendo el ceño.
―Siempre lo llevo así.
Él saco la banda que sostenía la trenza, pero el cabello de Ginny, tan bien
entrenado (y todavía un poco mojado, supuso) se rehusó a desenredarse por sí
solo.
Su primer pensamiento cuando él la besó era que hacía mucho calor. Deseaba
que hubiera aire acondicionado. Y era tan extraño allí, en la mesa de la cocina,
inclinándose a través de las sillas. Pero esto era besarse. De verdad, besarse sin
cuestionamientos. No estaba segura de si quería besar a Beppe, pero por alguna
razón, se sentía importante, como si debiera estar haciéndolo. Ella se estaba
besando‖ con‖ un‖ chico‖ italiano‖ en‖ Roma.‖Miriam‖ estaría‖ orgullosa,‖ y‖ Keith<‖
¿Quién sabe? Tal vez estaría celoso.
Luego se dio cuenta que parecía estar deslizándose de la silla hacia el suelo. No
cayendo‖en‖ese‖sentido,‖sino‖en‖el‖de‖‚ser‖empujada‖por‖Beppe‖para‖tener‖m{s‖
espacio‖para‖seguir‛.
Esto, realmente no lo quería.
―Hay un problema ―dijo él―. ¿Qué es?
―Tengo que irme ―dijo ella simplemente.
―¿Por qué?
―Porque ―dijo―, tengo que hacerlo.
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Pudo ver por la mirada desconcertada en su rostro que él no había querido
hacer nada malo. Beppe no parecía entender.
―¿Dónde está tu hermana? ―preguntó Ginny.
Él se rió, no de mala manera. Sino como si fuera una pequeña tonta. Eso la
molestó.
―Ven ―dijo, sonando conciliador―. Ven y siéntate. Lo siento. Debí haber sido
más claro. Mi hermana no está aquí a menudo.
Él comenzó de nuevo. Le estaba dando pequeños y rápidos besos en su cuello.
Ginny estiró su cabeza para mirar por la ventana, pero la mujer al otro lado
había perdido el interés y se había ido.
Ahora Beppe estaba intentando alcanzar el botón de su short.
―Mira ―dijo ella, alejándolo―.‖Beppe<
Él todavía seguía.
―No ―dijo Ginny, empezando a levantarse―. Detente.
―De acuerdo. Dejaré al botón tranquilo.
Ella se levantó.
―Americanas ―dijo él con desdén―. Todas iguales.
Su cabeza estaba zumbando mientras se apresuraba por las escaleras. En la
calle, las zapatillas de Ginny sonaban sin piedad por la humedad. El ruido hacía
eco en la estrecha calle, tanto que los comensales de un pequeño café voltearon
a mirar para verla pasar.
Extrañamente, aunque el vino la había mareado, parecía haber agudizado su
sentido de orientación. Confiadamente camino de vuelta a la estación del metro
y se las arregló para volver al Coliseo.
Las puertas todavía estaban abiertas, así que Ginny entró, caminando a través
de las cosas y las paredes medio desmoronadas, hacia las piezas restantes de las
vírgenes.
Ella sujetó el botón que Beppe había estado agarrando y lo arrancó de su short.
Se reclinó sobre la barra de metal que mantenía a las personas alejadas de las
estatuas y la tiró al suelo, entre las dos más completas.
―Listo ―dijo ella―. De una virgen a otra.
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Carta #7
Querida Ginny, Traducida por Sheilita Belikov
Corregida por Anelisse
Dirígete a la estación de tren. Tomarás un tren nocturno a París.
Al menos, me gustaría que tomaras un tren nocturno a París. Son realmente bonitos. Pero si es de día, sube a un tren diurno. Sólo SUBETE AL TREN.
¿Por qué París? París no necesita razones. París es su propia razón.
Quédate en el Left Bank, en Montparnasse. Esta zona quizás es el barrio de los artistas más famosos en el mundo. Todo el mundo vivió, trabajó y retozó allí. Estuvieron artistas visuales, como Pablo Picasso, Dégas, Marc Chagall, Man Ray, Marcel Duchamp y Salvador Dalí. Escritores, también, como Hemingway, Fitzgerald, James Joyce, Jean-Paul Sartre y Gertrude Stein. Estuvieron allí actores, músicos, bailarines… demasiados para nombrarlos. Baste decir que te encontraras en el antiguo siglo XX y comenzaras a arrojar piedras, toma como blanco a una persona famosa e increíblemente influyente que ayudó a dar forma al curso de la historia artística.
No que hubieras querido arrojar piedras contra ellos.
De todos modos, ve ahora.
Tengo que insistir en que vayas al Louvre inmediatamente. Puedes obtener tu próxima asignación allí, en la atmósfera adecuada.
Con amor,
Tu Tía Fugitiva
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Las Camas-Tabla de Surf
Traducido por flochi Corregido por Chelsea Sharkovich
abía unos pocos asientos disponibles en el siguiente tren a París, para
sorpresa del hombre que le vendió a Ginny su boleto. Parecía
sinceramente preocupado por su prisa y siguió preguntándole por qué
quería dejar Roma tan pronto.
Su pequeño cuarto en el tren (la litera) tenía seis personas sentadas.
La que mandaba parecía ser una mujer alemana de mediana edad que tenía el
cabello cortado al rape del color del acero y un gran suministro de naranjas.
Comió una tras otra, enviando bocanadas visibles de aceite de naranja en el aire
de la cabina mientras las pelaba, inundando el aire con un aroma cítrico. Al
terminar cada naranja, se limpiaba las manos sobre el tejido gris del
reposabrazos de su asiento. Algo acerca de este movimiento le daba una especie
de autoridad.
Bajo su comando había tres mochileros durmiendo y un hombre con un traje
marrón claro cuyo acento podía ser de cualquier parte. Para Ginny, se convirtió
en el Sr. Genérico de Europa que pasaba el viaje haciendo un crucigrama. Tosía
escuetamente cada vez que la mujer alemana sentada a su lado pelaba una
nueva naranja y después movía su brazo para no manchar de pulpa de naranja
su manga cuando ella se limpiaba las manos.
Ginny tomó su cuaderno.
Julio 5
9:56 p.m., tren
Querida Miriam,
Anoche tuve que correr de un chico italiano que seguía tratando de quitarme los pantalones. Y ahora estoy en un tren rumbo a París. Ya no puedo confirmar mi identidad, Mir. Pensé
H
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que era Ginny Blackstone, pero aparentemente me he metido en la vida de otra persona. Alguien estupendo.
Sobre el tema del chico italiano, no era particularmente sexy o de terror. Más bien vulgar. Me mintió para que fuera al departamento de su hermana, y yo fui porque soy tonta. Después escapé y tuve que merodear por Roma.
Esto me recuerda algo. Todavía tengo un enorme mal caso de lo que tú llamaste mi magnetismo de perra. Pensé que me había librado de eso, pero parece que los chicos raros todavía se materializan del aire en mi presencia. Se sienten atraídos por mí. Soy el Polo Norte, y ellos son los exploradores del amor.
Como el chico con la mochila de Radio Shack que siempre se apoyaba fuera del baño de mujeres del segundo piso del centro comercial Livingston, que me dijo en múltiples ocasiones que era exactamente igual a Angelina Jolie. (Lo que puedo ser. Si sólo cambiara mi rostro y mi cuerpo.)
Y no podemos olvidarnos de Gabe Watkins, el estudiante de primer año que me dedicaba muchas, muchas páginas de su blog y me tomaba fotos con su teléfono y Photoshopeaba su rostro y el mío en una foto de Arwen y Aragorn del Señor de los Anillos.
De todos modos, estás en Nueva York, y yo estoy aquí, pasando a toda velocidad Europa en un tren. Me doy cuenta que quizás todo esto suena increíblemente excitante, pero a veces es realmente aburrido.
Como ahora. No tengo nada que hacer en el tren (no es que escribirte sea nada). He estado sola por unos cuantos días, y no se siente bien.
Bueno. Voy a dejar de quejarme ahora. Sabes que te extraño, y prometo que te enviaré esto pronto.
Con amor,
Gin
Luego de unas cuantas horas de viaje, la mujer dijo algo acerca de la cama en
dos idiomas, y a continuación, todos en la cabina se pusieron de pie. Hubo
muchos empujones de cosas, y en el proceso, Ginny fue expulsada de la cabina.
Cuando volvió a entrar, había seis grandes anaqueles ahí. A juzgar por el hecho
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de que el Sr. Genérico de Europa estaba extendido en una, Ginny supuso que
debían ser camas.
Se arrastraron los pies torpemente, mientras las personas averiguaban cuál
deberían tomar. Ginny consiguió una de arriba. Después, la mujer alamana
apagó las luces. Algunos de los otros prendieron pequeñas luces personales que
estaban incrustadas en la pared. Pero Ginny no tenía nada que leer o hacer, por
lo que permaneció en la oscuridad, mirando el techo.
No existía manera de que fuera capaz de dormir sobre una tabla de surf sacada
de la pared. Sobre todo porque la mujer alemana seguía abriendo la ventana, y
el Sr. Genérico de Europa la continuaba cerrando hasta la mitad. Entonces, uno
de los mochileros dijo algo en español y luego dijo:
―¿Te importaría? ―En inglés y señaló la ventana. Cuando ella la cerró por
completo, nadie se quejó. La mujer alemana la abrió nuevamente, y el ciclo se
repitió toda la noche.
La mañana llegó súbitamente, y las personas empezaron a entrar y salir de las
literas con cepillos de dientes. Ginny se dio la vuelta y balanceó sus piernas
fuera de la tabla de surf, apoyándose cuidadosamente en el suelo. Cuando
volvió de lavarse en el estrecho y algo oscuro baño, las camas mágicamente
fueron dobladas en sillas. Una hora después, el tren paró y ella fue arrastrando
los pies a través de una enorme estación de trenes y hacia afuera en un
boulevard amplio y soleado de Paris.
Los carteles de las calles eran pequeñas placas azules en los costados de
enormes edificios blancos, con frecuencia ocultados por una rama de árbol,
perdidos en un montón de otros carteles, o simplemente imposibles de
encontrar. Las calles se desviaban casi constantemente. Aún así, no era tan
difícil encontrar un hostal en el vecindario que había recomendado Tía Peg. Era
un edificio enorme, alguna clase de viejo hospital o un palacio pequeño. Una
mujer con rígidos rizos negros detrás del escritorio de recepción, después de
amonestar a Ginny durante cinco minutos por no haber llamado por adelantado
en la temporada alta, le dijo que aunque no había ningún cuarto individual,
había mucho espacio en los cuartos de los dormitorios.
―¿Tienes sábanaz? ―preguntó la mujer.
―No...
―Tres euros.
Ginny le entregó sus tres euros, y la mujer le entregó una gran bolsa blanca de
áspero algodón.
―Ezztar{‖cerrado‖pronto‖―dijo la mujer―. Pero puedes poner tus sábanaz en
el piso superior. Puedes volver a las seeis. La puerta ees cerrada cada noche a
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las diez. Siii no estás a las diez, cerraremos contigo fuera. Sugiero que lleves tú
bolso conchigo.13
Ginny tomó su bolsa-sábana, subió las escaleras y fue al cuarto al final del
pasillo, como le habían indicado. La puerta estaba entreabierta, la empujó
completamente para revelar un cuarto muy grande con literas estrechas al estilo
militar. El suelo estaba cubierto por pequeños azulejos de color masilla que aún
estaban húmedos por haber sido fregados con un limpiador de fuerte olor.
Sus compañeros de cuarto todavía estaban allí, recogiendo sus cosas para el día.
Ellos cabecearon en dirección a Ginny a modo de saludo e intercambiaron unas
cuantas palabras, después volvieron a su conversación. Rápidamente concluyó
que ellos estaban en la misma escuela secundaria, que estaba en Minnesota.
Sabía esto porque todos ellos sabían el nombre de los otros y estaban hablando
sobre las clases que iban a tomar juntos. También continuaron diciendo cosas
como‖ ‚Oh,‖ Dios‖ mío,‖ ¿puedes‖ imaginarte‖ esto‖ en‖ Minnesota?‛‖ y‖ ‚Quiero‖
llevarme‖uno‖de‖estos‖a‖Minnesota.‛
Ginny puso las sábanas-bolsa en uno de los catres vacíos en el otro lado del
cuarto. Se quedó por un minuto ajustando el saco sobre la pequeña almohadilla
de plástico que servía de colchón. Ella no se encontraba a gusto con los
extraños, pero hoy sentía como si pudiera. Si las chicas parecían interesadas,
podía tener una conversación con ellas. Tal vez podría unírseles, y podrían ir
todos juntos a algún lugar.
Eso era. Eso era lo que quería. Ella y las chicas de Minnesota podían recorrer
Paris juntas. Irían a tiendas y pararían por un café. Probablemente irían a un
club o algo así. Ginny nunca había ido a un club pero sabía por su libro de texto
de Francés que eso es lo que se hacía en Europa. Así que si las chicas de
Minnesota querían ir, ella iría también. Todas se volverían buenas amigas
realmente rápido.
Pero las chicas de Minnesota tenían otros planes y se deslizaron fuera del
dormitorio sin ella. Una voz chirriante salió del altavoz y dijo a todo el mundo
en francés e inglés que tenían que salir o habría algún tipo de infierno para
pagar. Ginny recogió su bolso y se fue, sola.
Una vez que estuvo en la calle, pronto pasó por una estación con una de esas
famosas entradas verdes de metal y, sin tener un plan mejor, descendió. El
plano del metro de Paris era un grado más complicado y grande que el mapa de
Londres. Sin embargo, el Louvre fue fácil de encontrar. La parada era llamada
Louvre. Esa fue una buena pista.
Su libro de texto francés le había asegurado que el Louvre era grande, pero no
estaba preparada para cuán grande era. Esperó en la fila por dos horas para 13 La mujer tiene una pronunciación francesa.
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conseguir entrar a través de la entrada masiva de cristal de la pirámide. Dentro
del Louvre, había una cierta seguridad. Estaba bien para ser un turista. A donde
sea que miraba, las personas estaban discutiendo el plano, leyendo guías,
buscando en sus mochilas. Por una vez, encajó completamente.
Había tres alas nombradas de las que elegir: Denon, Sully, y Richelieu. Entregó
su mochila en la recepción de equipaje, escogió Sully al azar, y se adentró en sus
profundidades. Inmediatamente se encontró en una recreación de una bóveda
de piedra, que llevaba alrededor de la sección del Antiguo Egipto. Deambuló
por cuarto tras cuarto de momias, decoraciones de tumbas, jeroglíficos.
Siempre le habían gustado las cosas egipcias, especialmente cuando era niña,
porque ella las había visto en el Museo Metropolitano con la tía Peg y jugaron
“¿si pudieras elegir qué cosas querrías llevarte contigo cuando murieras, ¿qué te
llevarías?”
La lista de Ginny siempre empezaba con una balsa inflable. Ni siquiera tenía
una balsa inflable propia, pero podía imaginarlo perfectamente—era azul con
una franja amarilla y agarraderas. Estaba convencida que lo necesitaba en
cualquier paraíso que imaginaba.
Los egipcios también se habían llevado en serio idioteces raras con ellos a la
tierra de los muertos. Tablas con forma de perros. Pequeñas muñecas azules del
tamaño de un dedo que se suponían eran sirvientes. Grandes máscaras de sus
propias cabezas.
Dobló la esquina y recorrió el pasillo hacia la Escultura Romana.
Y estuvo de vuelta donde empezó, en la bóveda de piedra. Parecía imposible,
pero tenía que suceder. Trató nuevamente, siguiendo las indicaciones y los
mapas. Esta vez, terminó en el cuarto de los sarcófagos. En el tercer intento,
parecía que había llegado a las estatuas romanas, y entonces ¡bam!, estaba de
vuelta con las jarras canopes y las decoraciones de tumba.
Era como si estuviera caminando en alguna especie de casa de la diversión.
Finalmente tuvo que seguir un tour para salir de la tierra de la muerte. Los
siguió a través de las estatuas romanas. Niños franceses se sentaban debajo de
los desnudos, mirando hacia arriba. Ninguno de ellos estaba señalando ni
riendo. Siguió caminando a través de la interminable sucesión de cámaras
conectadas, hasta que vio un cartel que mostraba una pequeña imagen de la
Mona Lisa y una flecha. La siguió por al menos una docena de galerías.
Una cosa que la tía Peg había inculcado en ella era la comodidad rodeada de
pinturas. Ginny nunca afirmó saber mucho (o nada) de pintura. No sabía
mucho sobre la historia del arte, o técnicas, o por qué todos súbitamente se
desmayaban en éxtasis si algún artista decidía repentinamente usar sólo azul...
la tía Peg había explicado que si bien estas cosas eran importantes para algunas
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personas, lo más importante para recordar era: sólo son pinturas. No había un
modo correcto o equivocado de verlas, y no había razón para sentirse
intimidado por ellas.
Mientras vagaba por las galerías, se sintió relajarse. Había algo en el orden de
todo, algo familiar en este extraño lugar. Sólo estar ahí, la hizo sentir que
aunque estaba tan lejos de casa, no estaba sola. Parecía como si todos estuvieran
tratando de capturar algo del lugar. Los estudiantes de arte encaramados por
todos lados con sus enormes cuadernos de arte, mirando fijamente una obra de
arte o una decoración del techo, tratando de duplicar lo que estaban viendo.
Muchas personas estaban tomando fotos de las pinturas, o más raro aún,
filmándolas.
A tía Peg le encantaría eso, pensó ella.
Estaba tan ocupada mirándolos que ni siquiera se dio cuenta que había
caminado derecho a la Mona Lisa. Estaba atesorada en algún lugar entre las
multitudes. En cualquier caso, parecía tan buen momento como cualquiera para
detenerse. Se sentó en un banco en el medio de una galería italiana con paredes
de color rojo profundo y sacó la siguiente carta.
Carta #8
Traducido por Sheliita Belicov Corregido por Anelisse
Querida Gin:
Así que aquí estaba yo, Gin, en mi camino desde las pasiones de Roma hasta el fantástico romance de París.
Pensé que estaba en la ruina antes, pero siempre había tenido un poco de dinero. Pero había gastado más de lo que tenía en Roma.
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Había una cafetería por la que pasaba casi todos los días. Un impresionante olor a pan fresco siempre venía de ella, pero el lugar estaba cayéndose a pedazos, la pintura estaba descascarada, las mesas eran simples y feas. Era barato, sin embargo. Así que entré y tuve una de las mejores comidas de mi vida. No había nadie allí, así que el dueño se sentó y habló conmigo. Me dijo que cerraría la cafetería durante un mes porque todo el mundo en Francia se iba de vacaciones durante un mes en el verano. (Otra cosa que hace a Francia fantástica.)
Tuve una idea.
A cambio de un poco de dinero para comida y dejarme dormir en la cafetería, yo redecoraría para él. Todo el lugar, de arriba a abajo. Por el costo de un par de croque monsieurs, unos cientos de tazas de café y un poco de pintura, tendría toda su cafetería decorada con obra original por una mujer que se quedaría allí veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Era una oferta demasiado buena para dejarla pasar. Así que la aceptó.
Durante el resto del mes, viví en la cafetería. Me las arreglé para conseguir algunas mantas y almohadas y me hice un pequeño nido para dormir detrás de la barra. Iba al mercado por alimentos y cocinaba mis comidas en la pequeña cocina. En realidad no importaba si era de día o de noche, pintaba todo el tiempo, cada vez que me daba la gana. Me dormía con los vapores de la pintura. Soñaba con los diseños. Con la piel bajo mi uña del pulgar izquierdo permanentemente manchaba de azul. Hice cortinas a partir de delantales que encontré en una tienda de segunda mano. Compré platos viejos, los quebré en el patio de atrás, y los convertí en un mosaico.
Mi París fue sólo esta pequeña habitación, y algunas tiendas de chatarra, y de vez en cuando caminar por la calle o en la noche o cuando estaba lloviendo. Esto, pensé, es de lo que se trata París. Recuerda, esta ciudad es donde los campesinos tomaron el control, dominaron y decapitaron a todos los miembros de la realeza y los ricos. Se enorgullece de los artistas pobres que han vivido allí en el pasado, todos los pintores, escritores, poetas, cantantes que hicieron famosos a los bares y cafés. ¡Piensa en Los Miserables! ¡Piensa en Moulin Rouge! (Pero sin tuberculosis.) ¡Mari vivió en las calles de París durante tres años! Bailó en clubes, pintó en la acera, y durmió donde podía.
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Ginny miró el reloj del hombre sentado junto a ella y vio que eran casi las seis,
así‖ que‖ decidió‖ irse.‖ La‖ palabra‖ ‚sortie‛,‖ que‖ estaba‖ en‖ carteles‖ sobre‖ todo‖ el‖
lugar,‖significaba‖‚salida‛.‖Por‖lo‖que‖siguió‖los‖carteles.
Sortie, sortie, sortie...
Y súbitamente, estaba parada delante de Virgin Megastore,14 en frente de una
pantalla de la Guerra de las Galaxias: La Menace Fantôme.
¿Acaso‖ Sortie‖ significaba‖ ‚Camino‖ a‖ Jar‖ Jar‛?‖ ¿Y‖ por‖ qué‖ había‖ un‖ Virgin‖
Megastore en el Louvre?
Después de diez minutos más de tratar escapar sin éxito, finalmente Ginny
encontró la salida. Ya que el río Sena estaba a la derecha y había docenas de
puentes sobre él, decidió cruzarlo. Las cosas eran más pequeñas y ajustadas que
del otro lado. Esta era el Left Bank15, lo sabía. El barrio de los estudiantes. Ella
miró a su alrededor y se dio la vuelta para volver sobre el puente.
Paris parecía cumplir con la promesa que hacía en cada fotografía que ella había
visto. Personas llevando largas baguettes. Parejas caminando de la mano en
calles delgadas como espárragos. Poco después, una luna redonda sobre su
cabeza colgaba en un cielo azul eléctrico y la Torre Eiffel empezó a brillar con
miles de lucecitas. El aire era cálido, y mientras Ginny se apoyaba contra un
costado del Pont Neuf16 y miraba un barco-comedor deslizarse a lo largo del
Sena debajo de ella, pensó que era una perfecta noche parisina. Pero no lo sentía
perfecto. Se sentía sola, y en lo único que podía pensar era en volver al hostal.
14
Es una cadena internacional de tiendas de discos.
15 Así se le llama a la orilla Sur del Río Sena. 16 En francés significa Puente Nuevo y es el puente más antiguo que cruza el Sena.
Así que este es el proyecto CHERCHE LE CAFÉ. (Sé que te dan francés, pero por si acaso... significa ENCUENTRA LA CAFETERIA.) Quiero que encuentres mi cafetería basada en lo que te he dicho y lo que sabes acerca de mí.
Y, por supuesto, cuando llegues allí, compra algo delicioso para mí, porque soy tu cariñosa y. . .
Tu Hambrienta Tía Artista
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Los Pequeños Perros
Traducido por Bautison Corregido por Pimienta
sa noche, Ginny se sentó en el amplio y vacío vestíbulo, en la larga mesa,
con sillas de madera desiguales, que sostenía los ordenadores del
albergue. Todos los asientos estaban ocuparon. Gente de todo tipo,
encorvada leyendo atentamente, los e-mails de su casa, componiendo épicos
registros Web, totalmente inconscientes de la presencia de los otros.
Había olor a humo rancio proveniente de una mujer sentada en la recepción
que prendía un cigarrillo tras otro. En la pared sobre la cabeza de Ginny había
mapas antiguos del mundo, llenos de marcas en forma de estrella y pequeños
agujeros, mostrando donde habían sido doblados una y otra vez. Blancas
estrellas en todo el mundo, en los océanos. Agujeros en China, Brasil y Bulgaria.
Incluso había un pequeño agujero en Nueva Jersey, aunque mucho más cerca
de la costa que de donde ella vivía.
Por primera vez desde que había estado fuera, tenía acceso al exterior. Podía
escribirle a quien quisiera, es decir, si no seguía las reglas. Lo único que le
impedía en ese momento de hablar con Miriam, eran razones ajenas a su
voluntad. No había comunicación electrónica con los Estados Unidos. No había
ambigüedad sobre este punto.
Pero no había nada en las reglas sobre Inglaterra. Y mientras que ella en
realidad, no tenía la dirección de correo electrónico de Keith, supuso que no
sería imposible de encontrar. Era buena para encontrar cosas. Era un sabueso de
internet.
Finalmente encontrar a Keith había sido absurdamente fácil. Ella lo busco a
través del Goldsmiths. Pero le tomó todo un recorrido diferente para llegar a lo
que le quería decir en su correo electrónico. Tardó una hora y alrededor de
veintiséis versiones diferentes, hasta que finalmente dio lugar a:
“Hola, sólo quería saludar. Estoy en París ahora mismo.”
Lo volvió a leer y lo envió, lamentándolo inmediatamente "Hola." ¿Por qué
"Hola, sólo quería saludar."? ¿Por qué no simplemente "hola"? ¿Por qué no le decía
E
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que lo echaba de menos? ¿Por qué no podía decir nada lindo e inteligente y atractivo?
Nadie respondía a una nota como esa, porque esa nota era estúpida.
Sólo que él lo hizo. La respuesta apareció en su correo. Decía simplemente:
“París, ¿eh? ¿Dónde?”
Ella se acarició suavemente los dedos. Así que el simple acercamiento había
funcionado. Bien. Podía mantenerlo simple:
"El albergue de UFC en Montparnasse.”
Podía preguntarle si todavía estaba loco... ¿o ella era la que estaba loca? Tal vez
mejor dejar de lado la parte de la locura. Mantente informativa.
Esperó durante media hora. No hubo respuesta esta vez. La emoción, por esta
noche, había terminado.
Fue al piso de arriba de la residencia, donde su compañera de cuarto tenía
visitas de nuevo en su lado de la habitación. Le sonrió cuando ella entró, y
aunque sabía que no tenía nada en su contra, tenía la sensación de que habían
estado esperando que no volviera. Que era lo suficientemente justo. Eran todos
amigos. Ellos querían un poco de intimidad. Trató de agarrar sus cosas lo más
rápido y silenciosa que pudo, luego subió a la chirriante litera con fuerza y trató
de dormir.
Ginny se levantó de golpe con el anuncio por altavoz a las 7:30 am, alertando
que el desayuno era sólo hasta las ocho y media, aunque todo el mundo
esperaba que fuera a las nueve en punto.
El contingente de Minnesota estaba despertando. Estaban sacando las cosas
fuera de sus bolsos (bolsos mucho más elegantes y mejor diseñados que su
engendro morado y verde). Ella no tenía nada, se dio cuenta. Nada, excepto el
champú y la pasta de dientes. Eso significaba que no había jabón y ni toalla.
Nunca había pensado en ello. Buscó en su bolso por algo que pudiera utilizar
como una toalla, dando por fin con su polar.
El baño era pequeño, con tres duchas y cuatro lavabos. A pesar de que estaba
bastante limpio, había un olor a podrido, que venía de algún lugar profundo en
el edificio. Esperó en la fila con los demás, dejándose caer contra la pared. Se
dio cuenta de que todo el mundo parecía estar mirándola a ella a través del
espejo. Sus ojos iban y venían entre su polar-toalla y al tatuaje en su hombro.
Por primera vez en su vida, Ginny se sintió un poco más peligrosa que la gente
alrededor de ella. Fue una sensación interesante, pero probablemente hubiera
disfrutado más si fuera cierto.
Además, no tenía ropa limpia a mano. Todo estaba hediondo, húmedo y
arrugado. ¿Por qué no había pensado lavar en casa de Richard era una
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incógnita? pero ahora, tenía que buscar entre la ropa en busca de los artículos
más aceptables para poner en su, todavía, húmedo cuerpo.
Una vez que estuvo en la calle, Ginny se dio cuenta de que no tenía idea de
cómo se suponía que iba a hacer esto. Incluso un corto paseo por la zona reveló
que París no era más que cafés. Cafeterías en todas partes. Cafeterías y sus
calles sinuosas y amplios bulevares. Pasó una hora dando vueltas al barrio,
mirando en los escaparates que mostraban pan y pasteles, pasando por encima
de los pequeños perros, la telaraña de gente hablando en sus teléfonos móviles
sin básicamente lograr nada. París era glorioso y soleado, por supuesto. Pero la
mochila era pesada, y ella tenía un trabajo imposible por hacer.
Ginny decidió arriesgarse. Regresó al albergue y trató de abrir la pesada puerta
de hierro forjado negro. Estaba abierta. El sonido de algún pesado equipo de
limpieza se hizo eco de los pasillos en algún lugar más arriba, rebotando en los
suelos de mármol del vestíbulo. Había un fuerte olor a humo reciente.
Ella se acercó con cautela a la recepción y encontró a la mujer que seguía ahí
(Ginny comenzó a preguntarse si alguna vez dormía), tomando algo en un
tazón grande azul y viendo Oprah doblada al francés. Al ver a Ginny, ella
apagó el cigarrillo enojada.
―Est‖ees‖esta‖cerrado‖―exclamó―.‖No‖debes‖estar‖aquí.
―Sólo‖tengo‖una‖pregunta‖―comenzó‖Ginny.
―No.‖Tenemos‖reglas‖aquí.‖
―Estoy buscando‖una‖cafetería‖―dijo‖Ginny.
―¡Yo‖ no‖ soy‖ un‖ guía!‖―el‖ guía‖ era‖ particularmente‖ estirado‖ e‖ indignado―.‖
Gaaaaaaide.
―No‖―dijo‖Ginny‖r{pidamente―.‖Mi‖tía‖era‖pintora.‖Lo‖decoró.‖
Esto tranquilizó a la mujer un poco. Se volvió a Oprah.
―¿Como‖sse‖llaa, se‖llama?‖―preguntó.
―No‖sé‖―dijo‖Ginny.
―¿Ella‖no‖le‖dijo‖su‖eets‖nombre?
Ginny decidió dejar de lado esto.
―Este‖lugar‖tiene‖un‖montón‖de‖decoraciones‖―dijo―.‖Y‖ella‖dijo‖que‖era‖cerca‖
de aquí.
―Hay‖ muchos‖ cafés‖ cee‖ cerca‖ de‖ aquí.‖ No‖ puedo‖ decirte‖ cómo‖ encontrgag
alguno si usted no sabe el noo nombre.
―De‖acuerdo‖―dijo‖Ginny,‖arrastrando‖los‖pies‖hacia‖la‖puerta―.‖Gracias.
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―Espeg-ra, Espeg-ra<‖―la‖mujer‖ llamo‖ a‖ Ginny.‖ Le‖ tomó‖ tres‖ llamadas‖ de‖
teléfono y un cigarrillo antes de explicarle por qué la había llamado cuando se
iba.
―Est{‖bien.‖Así‖que‖ve‖a‖ver‖Michel‖Pienette.‖Vende‖verduras‖en‖el‖mercado.‖Le‖
vende a los chefs. Él sabe sobre todos los cafés. Explícale esto a él.
Ella escribió el nombre abajo en la parte posterior de una de las tarjetas del
albergue en grandes letras: MICHEL PIENETTE.
Aunque la mujer no había explicado cómo llegar al mercado, era bastante fácil
de encontrar. Ginny lo vio a lo lejos mientras subía a la calle. Una vez más, este
era uno de esos momentos que parecía vivir en su libro de texto francés.
Allí estaban las mesas colmadas de frutas y verduras, las grandes cantidades de
pan, los cuencos de terracota llenos de aceitunas frescas. Era casi demasiado
como un libro de francés.
Después de abanicarse con la tarjeta, Ginny logró encontrar a Michel Pienette
detrás de una pirámide de tomates. Fumaba un puro gordo y le gritaba a un
cliente. Había una línea corta de gente esperando por el mismo abuso. Ginny
tomó su lugar detrás de un hombre vestido con ropa blanca de chef.
―Disculpe‖―dijo‖al‖chef―.‖¿Hablas‖Inglés?
―Algo.
―¿El‖habla<?‖―e‖indicó‖al‖hombre‖con‖el‖cigarro.
―¿Michel?‖No.‖Y‖él‖es‖malo‖―dijo‖a‖Ginny―.‖Pero‖la‖comida‖es‖buena.‖¿Qué‖
quieres?
―Tengo‖ que‖ preguntarle‖ acerca‖ de‖ un‖ café‖ ―dijo‖ Ginny―.‖ Pero‖ no‖ sé‖ el‖
nombre.
―Michel‖sabrá. Le preguntaré por usted. Descríbalo.
―Tiene‖muchos‖colores‖―dijo‖Ginny―.‖Probablemente‖sea‖un‖collage.‖Quiz{s‖
hecho‖con<‖¿basura?‖
―¿Basura?
―Bueno,‖algo‖así.‖Una‖especie‖de‖basura.
―Yo‖le‖pregunto.
El chef esperó pacientemente su turno, después tradujo la pregunta de Ginny.
Michael Pienette, asintió furioso con la cabeza, y masticó su cigarro.
―Les‖petits‖chiens‖―gruñó―.‖Les‖petits‖chiens.
Eso, Ginny sabía, que quería decir "los perritos", pero no tenía sentido. El chef
parecía pensar lo mismo y preguntó al Sr. Pienette nuevo. Esto dio lugar a una
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explosión menor, y el Sr. Pienette se dio la vuelta, cogió una lechuga de la mano
de otro comprador y le gritó algo por encima del hombro.
―Él‖dice‖que‖el‖café‖se‖llama,‖"Los‖perros‖pequeños"‖―dijo‖el‖chef―.‖Creo que
él está molesto. Puede que no consiga mis berenjenas ahora.
―¿Sabe‖dónde‖est{?
Preguntó, pero la pregunta hizo que se enojara visiblemente. Le apuntó con un
dedo regordete a un callejón a la izquierda del mercado.
―Ese‖camino‖―dijo―.‖Pero,‖por‖favor... me hacen falta mis berenjenas.
―Gracias‖―dijo‖Ginny,‖retrocediendo‖r{pidamente―.‖Lo‖siento.
El callejón no era halagüeño. Era estrecho, y los edificios a lo largo del mismo
eran todos blancos, con pequeñas puertas. Nada se parecía a un restaurante.
Encima las motocicletas, acercándose a su espalda, subidas en realidad en la
acera, para pasar a través de los coches aparcados. Por lo que también pareció
que este camino podía matarla. Tal vez eso era lo que Michel Pienette quería.
Pero el camino se amplió un poco, y encontró algunas boutiques y pastelerías
muy pequeñas. Y entonces ella lo vio, un edificio tan pequeño que difícilmente
podría haber albergado cuatro mesas. Un enorme árbol se hallaba frente al
local, casi bloqueando la vista. Pero fueron la cortinas de las ventanas hechas
como si fueran de un pequeña cocina, lo que le dijo que este era el lugar. Las
ventanas delanteras estaban llenas de recortes de revistas, algunas con
imágenes. El interior parecía estar completamente vacío, y no había luces
encendidas. Pero cuando comprobó la puerta, estaba abierta.
Inmediatamente le quedó claro cuando se encontró en el interior por que el
lugar se llamaba "Los perros pequeños". Las paredes estaban dedicadas a los
pequeños perros de París. Tía de Peg había hecho un loco collage con cientos de
fotos de revistas de ellos, y había pintado alrededor de las imágenes grandes
manchas de pintura de color rosa y negro. Luego, en blanco, había esbozado
algunos alocados dibujos animados de caniches. Cada mesa y silla cada estaba
pintada en un conjunto diferente de colores. Parecía que ella debía haber estado
trabajando a su manera, entre un centenar de diferentes tonos de pintura.
Púrpura con amarillo sol. Lima con rosa chicle. Rojo del camión de bomberos
con azul marino. Había moteado el alegre naranja romano junto con un
profundo color bordo.
La cabeza de un hombre salió de detrás de la barra, sorprendiendo a Ginny. El
francés le gritó y le pareció vagamente familiar, pero hablaba demasiado rápido
y fuerte para entenderle. Ella negó con la cabeza sin poder hacer nada.
―No‖estamos‖sirviendo,‖todavía‖―le‖dijo‖en‖inglés.‖Era‖extraño‖cómo‖la‖gente‖
aquí sabía decir eso. Era increíble que todos ellos pudieran.
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―Oh<‖est{‖bien.
―No‖ hasta‖ la‖ cena.‖ Y‖ necesitas‖ una‖ reserva.‖ Esta‖ noche‖ es‖ imposible.‖ La‖
próxima semana, tal vez.
―No‖es‖eso‖―dijo‖Ginny―.‖Estoy‖aquí‖para‖ver‖la‖decoración.
―¿Usted‖est{‖escribiendo‖una‖nota?
―Mi‖tía‖las‖hizo.
Un poco más del hombre fue revelado. Ella podía ver sus hombros ahora.
―¿Su‖tía?
Ginny asintió con la cabeza.
Cabeza, hombros, la mayor parte del pecho y los brazos hasta los codos
aparecieron. Llevaba una gastada camiseta color morado con un delantal azul y
blanco sobre él.
―¿Tu‖tía‖es‖Margaret?
―Sí.
Todo cambió muy rápidamente. De repente, todo el hombre apareció, y Ginny
se encontró sentada a la fuerza.
―Yo‖soy‖Paul‖―dijo‖el‖hombre,‖dando‖un‖paso‖detr{s‖de‖la‖barra,‖tomando‖un‖
vaso‖ pequeño‖ y‖ una‖ botella‖ de‖ licor‖ amarillento―.‖ ¡Maravilloso!‖ Déjame‖
servirte un trago, ―después‖de‖la‖otra‖noche,‖Ginny‖no‖tenía‖ningún‖deseo‖de‖
otra bebida.
―Realmente‖no<‖―comenzó.
―No,‖no.‖Es‖granadina.‖Muy‖bueno.‖Suave.‖Bonito‖gusto.‖Y‖un‖pequeño‖toque‖
de‖naranja‖―lo‖pronunció‖nag-ranja. Plunk. Un pedazo de cáscara de naranja
cayó en el vaso. Lo empujó fuera y observó con atención mientras Ginny
tomaba un sorbo cauteloso. Tenía buen gusto. Algún tipo de flor.
―Ahora,‖voy‖a‖ser‖honesto‖con‖usted‖―dijo,‖ sirviéndose‖algo‖de‖granadina‖y‖
sent{ndose‖luego‖frente‖a‖ella―.‖Yo‖no‖estaba‖muy‖seguro‖acerca‖de‖su‖tía.‖Ella‖
me mostraba estas cosas que hace. Pequeños perros. ¡Pero espera! Algo de
comer. Ven conmigo.
Hizo un gesto a Ginny de la cocina, que era un espacio del tamaño de un
armario poco más allá de la barra. Y allí, mientras llenaba un plato con diversas
cosas extraídas del refrigerador, pollo frió, lechugas y quesos, explicó que el
extraño trabajo de pintura de su tía Peg había vuelto al restaurante, en su
defecto, de cuatro mesas, en un restaurante boutique muy deseable de cuatro
mesas con una larga lista de reserva.
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―Fue‖una‖cosa‖extraña‖―dijo―.‖Esa‖mujer,‖no‖sé‖porque,‖me‖ofrece‖quedarse‖
en mi restaurante. Para dormir en mi restaurante. Para hacerlo de nuevo, para
cubrirlo con imágenes de perros. ¡Debería haberla echado fuera!
―¿Por‖qué‖no‖lo‖hizo?‖‖―preguntó‖Ginny.
―¿Por‖qué?‖―repitió.‖Miró‖hacia‖arriba‖y‖alrededor‖de‖ las‖paredes‖decoradas‖
alegremente―.‖No‖sé‖por‖qué.‖Supongo‖que‖me‖parecía‖muy‖segura.‖Ella‖tenía‖
una manera. Tenía un encanto femenino... No se ofenda por esto, usted
entiende. Ella tenía una visión, y cuando habló, le creí. Y tenía razón. Muy
extraño, pero tenía razón.
Muy extraña, pero tenía razón. Esta fue, posiblemente, la mejor descripción de
su tía que Ginny jamás oyó.
Después de llenarse de comida y alguna tarta de manzana con crema, Ginny fue
amablemente despedida a fin de que Paul pudiera estar listo para la noche.
―¡Saluda‖a‖tu‖tía‖por‖mi!‖―dijo‖alegremente―.‖¡Y‖vuelve!‖¡Vuelve‖a‖menudo!
―Así‖ lo‖ haré‖ ―dijo‖ Ginny,‖ su‖ sonrisa‖ cayendo‖ un‖ poco.‖ No‖ tenía‖ sentido‖
corregirlo acerca de la tía Peg. En su mente, ella todavía vivía, y no veía
ninguna razón por la cual no debía quedarse de esa manera.
Ella regresó al albergue deprimida, sintiéndose muy molesta por las multitudes
del atardecer y el peso de su bolsa. Por alguna razón, París no era encantador
para ella ahora mismo. Era grande, ruidoso, lleno de gente y tenía demasiadas
cosas. Las calles eran demasiado pequeñas. La gente hablando por sus teléfonos
era demasiado distraída.
Algo sobre la reacción de Paul la hundió por completo. Ella quería volver a su
litera solitaria, chirriante, en la sala donde las otras chicas no le hacían caso. Ella
quería volver allí y llorar. Sólo quedarse allí toda la noche y no hacer nada. No
había nada que pudiera hacer de todos modos. Ella no vivía aquí. No conocía a
nadie.
Abrió la puerta de hierro forjado y apenas se dio cuenta cuando la mujer en el
mostrador le dirigió una leve sonrisa. De hecho, casi no reconoció la voz que la
llamó desde la zona de los ordenadores.
―¡Oi!‖―dijo―‖¡Un‖loco!
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Una Noche en la Ciudad
Traducido por Virtxu Corregido por Pimienta
ónde‖has‖estado?‖―saludó‖Keith―.‖He‖estado‖sentado‖fuera‖
durante‖dos‖horas.‖¿Sabes‖cu{ntos‖perros‖han‖intentado<‖‖no‖
importa.
Ginny estaba demasiado sorprendida para hablar. Definitivamente era él. Alto,
delgado, cabello castaño rojizo que conseguía verse tan desaliñado como
perfecto, guantes de ciclismo. Olía un poco más a humedad que de costumbre.
―Hola,‖Keith‖―apuntó‖él―.‖¿Cómo‖est{s?‖Oh,‖no‖puedo‖quejarme.
―¿Por‖qué‖est{s‖aquí?‖Quiero‖decir.‖.‖.‖
―Las‖entradas‖que‖compraste‖para‖el‖espect{culo‖―dijo―.‖Las‖llevé‖a‖la‖oficina‖
internacional, ¿recuerdas? Un estudiante francés de teatro cogió una. Su escuela
tiene un festival y una de sus presentaciones cayó, por lo que nos pidió venir en
el último minuto. Empaquetamos el conjunto. Condujimos hasta aquí.
Claramente el destino quiere que estemos juntos.
―Oh.
Ella pasó de un pie a otro. Parpadeó. Él todavía estaba allí.
―Puedo‖ver‖que‖est{s‖impresionada‖―dijo‖él―.‖¿Qué‖te‖hizo‖hacer‖aquí‖tu‖loca‖
tía, de todos modos?
―Tuve‖que‖ir‖a‖un‖café‖―dijo.
―¿Un‖Café?‖Ahora‖que‖hablamos‖de‖eso.‖Me‖muero‖de‖hambre.‖No‖vamos‖a‖
actuar esta noche. Podríamos tomar un bocado. A menos, claro está, que estés
ocupada comprando todos los asientos del teatro de la ópera de París.
A pesar de que había gastado la mayor parte de la comida por la tarde, Ginny
no dijo que no. Ella y Keith pasaron las siguientes horas caminando. Keith se
detuvo en casi todos los stand de crepes que vio en el camino (y había muchos)
y pidió una gran bolsa variada llena de todo. Comía mientras caminaba,
contándole todo sobre el show. Su principal novedad, sin embargo, fue sobre
David y Fiona, quienes habían vuelto juntos, para su decepción. Se hizo de
noche, y siguieron caminando. Caminaron a lo largo del río, pasando por los
―¿D
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muchos puentes. Cruzaron y caminaron a través de un barrio pequeño y
miraron a la gente en los cafés, que los miraba de vuelta. Luego pasaron por
una valla alta y lo que parecía un parque.
―Cementerio‖—dijo‖Keith―.‖¡Cementerio!
Ginny se volvió para ver a Keith saltar, agarrar la parte superior, y trepar para
pasar por encima de la valla con facilidad, incluso con la mochila de Ginny en la
espalda. Él le sonrió desde detrás de los barrotes.
―Vamos‖aquí‖―dijo,‖indicando‖la‖oscura‖extensión‖de‖monumentos‖y‖{rboles‖a‖
su lado.
―¿Vamos‖aquí‖a‖qué?
―¡Es‖un‖cementerio‖parisino!‖Son‖los‖mejores.‖Cinco‖estrellas.
―¿Qué‖pasa‖con‖eso?
―Vamos‖a‖echar‖un‖vistazo‖por‖lo‖menos
―¡Se‖supone‖que‖no‖deberíamos‖estar ahí!
―¡Somos‖turistas!‖No‖lo‖sabemos.‖Vamos.‖Ven‖aquí.
―¡No‖podemos!
―Tengo‖tu‖mochila‖―dijo,‖d{ndose‖la‖vuelta‖para‖mostr{rselo.
No parecía haber otra opción.
―Si‖ voy,‖ me‖ prometes‖ que‖ sólo‖ daremos‖ un‖ vistazo‖ alrededor‖ y‖ luego‖ nos‖
iremos.
―Te‖lo‖prometo.
No fue tan fácil para Ginny saltar la valla. No había nada para apoyar su pie.
Tenía que seguir saltando y tratando de agarrarse a la parte superior. Al final
pasó por encima de ella, pero no tenía idea de cómo bajar. Keith finalmente la
convenció para hacer pivotar su pierna por encima o definitivamente iría a ir a
cogerla. Él casi iba a cogerla cuando ella se lanzó hacia abajo y él estuvo muy
bien ayudándola a ponerse en pie.
―Ahora‖―dijo―,‖¿no‖es‖esto‖mejor?‖¡Vamos!‖
Él echó a correr entre las sombras de los oscuros árboles y las estatuas. Ginny le
siguió vacilante y lo encontró sentado en un monumento con la forma de un
libro gigante.
―Toma‖asiento‖―dijo.
Ella se sentó con cautela en la página opuesta. Keith puso sus pies en alto y
miró a su alrededor con satisfacción.
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―Mi‖amigo‖Iggy‖y‖yo‖vinimos‖a‖este‖cementerio‖una‖vez...‖―Comenzó,‖y‖luego‖
se‖detuvo―.‖Acerca‖de‖esa‖cosa‖en‖Escocia,‖el‖ juguete‖―dijo―.‖¿Est{s‖todavía‖
loca por eso?
Ella deseaba que él no lo hubiera mencionado.
―Olvídalo‖―dijo‖ella.
―No.‖Quiero‖saberlo.‖Sé‖que‖no‖debería‖haberlo‖cogido.‖Algunos‖viejos‖h{bitos‖
tardan en morir.
―Eso‖no‖es‖un‖h{bito.‖Morderse‖las‖uñas‖es‖un‖h{bito.‖Robar‖cosas‖es‖un‖delito.
―Ya‖me diste este discurso. Y lo sé. Sólo pensé que te gustaría.
Sacudió la cabeza y se empujó a sí mismo fuera del monumento.
―Espera‖―dijo‖Ginny―.‖Lo‖sé,‖es‖sólo‖que<‖es‖un‖robo.‖Y‖era‖Mari.‖Y‖Mari‖era‖
como el gurú de mi tía o algo así. Y no robo. No estoy diciendo que seas una
mala‖persona,‖o<‖
Keith se acercó a la siguiente tumba, que era una piedra en el suelo. Empezó a
saltar alrededor y a batir sus brazos.
―¿Qué‖est{s‖haciendo?‖―preguntó‖Ginny.
—Estoy bailando sobre la tumba de este hombre. Siempre se oye acerca de la
gente bailando sobre su tumba, pero nadie lo hace.
Una vez que él dejó su sistema, regresó y se paró frente a ella.
―¿Sabes‖qué‖no‖me‖has‖dicho?‖―preguntó―.‖No‖me‖has‖dicho‖de‖qué‖murió‖‖
tu tía. Me doy cuenta que este puede ser un mal lugar para‖preguntar,‖pero<
―Un‖ tumor‖ cerebral‖―dijo‖Ginny‖ r{pidamente,‖ enterrando‖ el‖mentón‖ en‖ sus‖
manos.
―Ah.‖Lo‖siento.‖
―Est{‖bien.
―¿Estuvo‖enferma‖por‖mucho‖tiempo?
―No‖creo.
―¿No‖crees?
―No‖sé,‖―dijo‖Ginny―.‖Nosotros‖nos‖enteramos‖después.
Se sentó junto a ella otra vez en la otra página del libro, a continuación, giró se
giró para tener una mejor visión de ella.
―¿Qué‖crees‖que‖es‖esto?‖―preguntó‖él―.‖Espera.
Él se inclinó hacia las letras talladas.
―Vamos‖echar‖un‖vistazo‖a‖esto‖―dijo―.‖Date‖la‖vuelta.
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Ginny se volvió a medias y miró hacia abajo. ―¿Qué?‖―dijo.
―Es‖ de‖ Shakespeare,‖ en‖ francés.‖ Es‖ la‖ maldita‖ Romeo‖ y‖ Julieta.‖ Y‖ si‖ no‖ me‖
equivoco...‖―Él‖miró‖m{s‖de‖la‖escritura‖por‖un‖momento―.‖Creo‖que‖esto‖es‖
parte de la escena de la cripta, donde ambos mueren. No estoy seguro si esto es
romántico o espeluznante.
Recorrió las letras talladas con el dedo.
―¿Por‖qué‖me‖preguntaste‖cómo‖murió?‖―dijo‖Ginny.
―No‖ sé‖ ―dijo,‖ mirando‖ hacia‖ arriba―.‖ Me‖ pareció‖ que‖ era‖ una‖ cuestión‖
relevante. Y pensé que esto era algo... como... a largo plazo. Parece que hubo
una gran cantidad de planificación involucrada con las cartas, el dinero...
―¿Sólo‖quieres‖estar‖conmigo‖por‖el‖dinero?
Se sentó, cruzó las piernas, y se volvió hacia ella directamente.
―¿Qué‖ significa‖ eso‖ exactamente?‖ ―preguntó‖ él―.‖ ¿Todo‖ esto‖ es‖ por‖ qué‖
piensas que estoy interesado en ello?
―No‖lo‖sé.‖Por‖eso‖acabo‖de‖pregunt{rtelo.‖
―El dinero es bueno ―dijo―. Me gustaste porque estás loca. Y eres bonita. Y
muy bonita para estar loca.
Al oír la palabra bonita (dos veces, de hecho), ella llevó los ojos a la escultura.
Keith se acercó y le alzó la barbilla. Le dirigió una larga mirada, después,
lentamente, deslizó su mano detrás de su cuello. Ginny sintió sus ojos
cerrándose, algo derritiéndose por todo su cuerpo, y luego la sensación de ser
guiada hacia abajo a su lado de la página del libro. Pero esta vez, a diferencia
que con Beppe, eso no fue desagradable o extraño. Sólo era caliente.
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado cuando se dio cuenta de la luz
tratando de filtrarse a través de sus párpados cerrados. Una luz fuerte, bien
dirigida.
―Eso no puede ser bueno ―dijo Keith otra vez, con la boca todavía apretada
contra la de Ginny.
Una oleada de pánico corrió por Ginny. Ella se incorporó y enderezó su
camiseta. Había una figura de un hombre de pie en la base del monumento.
Debido a que tenía una linterna apuntando hacia ellos, era imposible ver quién
era o qué aspecto tenía. Se dirigió a ellos rápidamente en francés.
―No Parlez. ―Keith se rascó la cabeza.
El hombre volvió la linterna hacia el suelo. Una vez recuperada la visión de sus
ojos, ella vio que estaba uniformado. Les hizo una seña hacia abajo. Keith lanzó
una sonrisa a Ginny y se deslizó hacia abajo, parecía encantado con el giro de
los acontecimientos.
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Ginny no podía moverse. Ella trató de clavar sus dedos en la piedra,
agarrándose firmemente a las letras poco profundas talladas allí. Sus rodillas
estaban congeladas en una media curva. Tal vez el policía no la vería. . . tal vez
era bobo o ciego de cerca, y él creería que ella era parte de la escultura.
―¡Vamos! ―Dijo Keith, demasiado alegre para su comodidad. La guió por el
codo y alzó su mochila.
El hombre caminó por un sendero, iluminando el camino con su linterna. No
hizo ningún intento de hablar. Los llevó a una caseta de vigilancia, pequeña y
redonda, donde cogió un walkie-talkie.
―Oh, Dios mío ―dijo ella, enterrando su cara en el pecho de Keith para
bloquear‖la‖vista―. Oh, Dios mío. Estamos siendo arrestados en Francia.
―Sólo podemos esperar ―dijo Keith.
Rápido francés. Ella oyó cómo ponían el walkie-talkie en el escritorio y las
páginas de un libro siendo volteadas. Un tintineo de llaves. El ruido de pitidos
electrónicos de algún tipo de sensor. Luego se movieron de nuevo. Ella no sabía
hacia dónde, porque decidió mantenerse con los ojos cerrados y con su cuerpo
escondido en cerca de Keith.
Habría llamadas telefónicas a Nueva Jersey, tal vez la pondrían en un avión de
vuelta ahora mismo. O tal vez iría directamente a una cárcel de París llena de
prostitutas francesas con sus cigarrillos y medias de red y acordeones.
Un ruido chirriante. Movimiento. Ella se aferró más fuerte a Keith, cavando sus
dedos en el brazo de él.
Se detuvieron.
―Puedes abrir los ojos ―dijo él, quitando con cuidado los dedos de ella de su
brazo―. Y realmente me gustaría mantener esto, si no te importa.
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El Mejor Hotel de París
Traducido por veroniica Corregido por Anelisse
llos estaban en la acera, y ella todavía estaba agarrando su brazo, de
manera no muy fuerte.
―¿No‖estamos‖detenidos?‖―preguntó‖ella.
―No,‖―le‖dijo―.‖Es‖París.‖¿Crees‖que‖arrestan‖a‖la‖gente‖por‖besarse?‖¿Estabas‖
preocupada?
―¡Un‖poco!
―¿Por‖qué?‖―él‖parecía‖realmente‖sorprendido.
―¡Porque‖hemos‖sido‖detenidos‖por‖la‖policía‖francesa‖por‖indecencia‖pública‖o‖
profanación‖de‖tumbas‖o‖algo!‖―dijo‖ella―.‖Podríamos‖haber‖sido‖deportados.‖
―O‖ que‖ el‖ vigilante‖ nos‖ solicitara‖ que‖ dej{ramos‖ de‖ invadir‖ la‖ propiedad‖
privada.
Caminaron por la tranquila calle de tiendas cerradas. Un reloj de neón en el
exterior de una tienda les decía que era justo después de las once.
―Oh,‖Dios‖mío,‖―dijo―.‖‖Echo‖de‖menos‖el‖toque‖de‖queda.‖Estoy‖fuera.
―Oh,‖querida<‖―Él‖sacó‖un‖billete‖de‖metro‖de‖su‖bolsillo.
―¡Bueno,‖que‖tengas‖una‖buena‖noche!
―¿Me‖est{s‖dejando?
―Vamos,‖―dijo,‖ poniendo‖ con‖ confianza‖ su‖ brazo‖ sobre‖ sus‖ hombros―.‖ ¿Te‖
haría yo eso?
―Probablemente.
―Ven‖conmigo‖si‖quieres.‖Hay‖algo‖de‖espacio‖en‖el‖suelo.
El tren donde se alojaba Keith era un tren de cercanías y el tren no estaba
funcionando hasta esta mañana. Hundió las manos en los bolsillos y sonrió.
―Por‖lo‖tanto,‖―dijo‖ella―,‖¿ahora‖qué?
E
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―Caminamos‖por‖ahí‖hasta‖que‖encontremos‖un‖lugar‖para‖sentarnos.‖Y‖si‖nos‖
gusta el asiento, nos acostamos.
―¿En‖la‖calle?
―Preferiblemente‖no‖en‖la‖calle.‖Preferiblemente‖en‖un‖banco.‖Tal‖vez‖un‖poco‖
de hierba. Aunque, esto es París. No se sabe lo que han estado haciendo en la
hierba los millones de pequeños perros. Banco, entonces. Las estaciones de tren
son buenas. Sé que dijiste que no eras rica, pero ahora sería un buen momento
para que utilizaras tu secreto suministro en efectivo y nos buscaras una
habitación en el Ritz.
―Mi‖ tía‖ estaba‖ en‖ la‖ ruina,‖―dijo‖ ella,‖ casi‖ a‖ la‖ defensiva―.‖ Ella‖ vivía‖ en‖ el‖
suelo de un café, detrás de la barra.
―Estaba‖bromeando,‖―dijo―.‖Rel{jate.
Caminaron en silencio hasta que tropezaron con uno de los parques más
grandes, esta vez uno de verdad.
―¿Sabes‖donde‖creo‖que‖estamos?,‖―Dijo‖Keith―.‖En‖Tuileries.
Normalmente, se habría aterrorizado al entrar en un parque por la noche, pero
después de haber sido capturados por la policía en un cementerio a oscuras, las
amplias avenidas y las blancas fuentes iluminadas por la luna no parecían muy
alarmantes. Era difícil ver a dónde estaban yendo, pero podían seguir el crujido
que sus pasos hacían en el camino de grava por el que estaban paseando.
Llegaron a un amplio círculo. Había una fuente en el centro y bancos a su
alrededor.
―Aquí‖ estamos,‖—dijo Keith—.‖Nuestro‖ hotel<‖Hare‖ que‖ el‖ botones‖ cargue‖
nuestras maletas.
Dejó caer la bolsa de Ginny hacia abajo en uno de los bancos y se sentó con la
cabeza en un extremo de la misma.
―Almohadas‖de‖plumas,‖―dijo―.‖Signo‖de‖calidad.
Ginny se estiró en la dirección opuesta. Levantó la vista hacia el contorno
oscuro de los árboles que estaban encima de ellos. Parecían como manos
oscuras alcanzando el cielo.
―Keith,‖—preguntó ella.
―¿Sí?
―Sólo‖comprobaba.
―Todavía‖aquí,‖loco.‖—Ella sonrió.
―¿Piensas que vamos a ser asaltados y asesinados?
―Espero‖que‖no.
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Ella quería preguntar algo más, pero antes de que pudiera pensar en lo que era,
cayó dormida. Ginny escuchó un crujido sobre su cabeza, pero su cuerpo no
tenía ningún deseo de moverse. Ella tuvo que ordenarle a sus ojos que se
abrieran. Miró su reloj. Eran las diez. Ginny se inclinó para agitar el hombro de
Keith. Tenía los brazos cruzados y apretados firmemente sobre su pecho, y
parecía tan contento que no quería despertarlo.
Ella se incorporó y miró a su alrededor. La gente estaba ahora moviéndose de
un lado para otro en el parque. Parecía que nadie los notaba. Rápidamente
extendió su mano y se frotó la cara, tratando de deshacerse de cualquier rastro
de sueño o baba. Revisó sus trenzas también. Parecían más o menos intactas. A
pesar del hecho de que se sentía un poco pegajosa (que ella suponía que era
algo que era de esperarse después de dormir en un banco toda la noche, aunque
en realidad no podría decir por qué), estaba en muy buena forma. La limpieza
completa se había convertido en una realidad tan distante que su perspectiva
sobre el tema había cambiado.
Algunas de las otras personas en el parque estaban paseando perros o
simplemente paseando. A nadie le parecía importar que hubiesen estado
utilizando el banco como cama. Keith se agitó y se incorporó lentamente.
―De‖acuerdo‖―dijo―.‖‖¿Dónde‖desayunamos?
Encontraron un pequeño café por la calle que tenía un montón de pasteles en la
ventana. Al poco tiempo, estaban sentados frente con tres tazas de café (todas
de Keith), un café con leche y una cesta con napolitanas de chocolate.
Cuando no se metía pasteles en la boca, Keith llenaba a Ginny de todas las
noticias sobre el show.
―Estamos‖ terminando‖ aquí,‖―dijo―,‖ luego‖ nos‖ vamos‖ a‖ Escocia‖ tan‖ pronto
como‖regresemos.‖Ah,‖Caray,‖no‖es‖el‖momento.‖―Se‖puso‖en‖pie.
―Mira‖―dijo―,‖lo‖siento<‖pero‖tengo‖que‖volver.‖Tenemos‖un‖show‖que‖hacer‖
esta tarde. Ponte en contacto conmigo. Déjame saber cómo te va.
Él se acercó y cogió su mano, entonces sacó un lápiz de su bolsillo.
―Podríamos‖ también‖ conservar,‖―dijo,‖ escribió‖ unas‖palabras‖ sobre‖ el‖ dorso‖
de‖la‖mano‖de‖ella―.‖Mi‖IM.
―De‖acuerdo‖―dijo‖ella,‖incapaz‖de‖ocultar‖la‖caída‖de‖su‖voz.
Él agarró su bolso y salió por la puerta. El cuerpo de ella al instante se sentía
pesado. Estaba sola otra vez. ¿Quién sabía si alguna vez volvería otra vez a
Inglaterra y a ver a Keith? Automáticamente, ella se agachó y de la mochila sacó
los sobres. La goma estaba floja ahora.
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La caricatura en el # 9 estaba dibujada con tinta oscura. Había un pequeño
dibujo de una niña con trenzas y una falda en la esquina inferior izquierda. Su
sombra pasaba, en diagonal por toda la anchura del sobre.
Sacó su cuaderno.
07 de julio
10:14 am, mesa de un café, París
Mir,
Keith estaba AQUÍ. En PARÍS. Y ÉL ME ENCONTRÓ. Sé que suena imposible, pero es verdad, Pero eso no es lo mágico de la explicación. Lo que importa es que nos liamos en un cementerio y dormimos en un banco del parque.
Sólo olvídalo. De ninguna manera esto puede ser explicado en el papel.
Será necesario contarlo en persona con una gran cantidad de gestos. Basta con decir que estoy loca por él, y él acaba de salir por la puerta de la cafetería y quizás nunca lo vuelva a ver… y sé que suena como el final de una gran película, pero en la vida real, apesta.
Quiero seguirlo. Quiero ir a dónde está su show y solo recostarme en la acera para que así él pueda viajar conmigo. ¿De acuerdo? Eso es como de patética soy ahora. Debes estar emocionada.
Sé que no tengo derecho a quejarme. Yo sé que tú todavía estás en Nueva Jersey. Por favor tienes que saber que pienso en ti un 75 por ciento todos los días.
Con amor,
Gin
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Carta #9
Traducido por AndreaN Corregido por Hojadeluna
Querida Ginny,
¿Sabes porque me gustan tanto los holandeses?
Porque algunos de ellos ni siquiera deberían estar ahí.
Históricamente en realidad. Ellos constantemente mantienen el mar en la bahía, y crean nuevos tierra a través del drenaje y movimiento de tierra alrededor. El agua penetra a través de todo el país y los surcan a través de los canales de Ámsterdam. Es un milagro que el lugar se mantenga a flote.
Tienes que ser muy astuto para lograr eso.
Además, demuestra mucha determinación.
No es sorprendente que los holandeses también cambiaran la pintura para siempre. En los años 1600, los holandeses podían pintar cuadros que parecían fotografías. Capturaban la luz y el movimiento de una manera que nunca antes se había conocido.
Ellos también son gente que disfruta sentándose por ahí y fumar y beber café y hundir papas fritas en la mayonesa.
Cuando terminé de pintar el café, sentí como si Paris estuviera hecho para mí. Lo cual es una cosa ridícula de sentir, cuando piensas en ello. No puedes cansarte de Paris. Supongo que había estado en un lugar por mucho tiempo (Dormir en el suelo detrás de un bar puede ser un poco encadenada).
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Tenía un buen amigo, Charlie, que conocía de Nueva York. Él es nativo de Ámsterdam, y vive en una casa junto al canal en Jordaan, el cual es uno de los sitios más acogedores y hermosos en toda Europa. Decidí que necesitaba ver una cara amiga, así que ahí fue donde me dirigí. Ahí es a donde quiero que vayas.
Charlie te mostrará el verdadero Ámsterdam. Su dirección es 60 Westerstraat. Aquí tienes otra tarea más. Tienes que ir al Rijksmuseum, el cual es el museo más grande de Ámsterdam. Una de las pinturas más grandes del mundo, La Ronda Nocturna, de Rembrandt, está ahí. Encuentra a Piet y pregúntale acerca de ella.
Con amor,
Tu Tía Fugitiva.
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23
Charlie y la manzana
Traducido por Anelisse Corregido por kuami
msterdam era húmedo.
Para empezar, la estación central de trenes estaba justo en el medio de
algún tipo de entrada y rodeada de agua, que a Ginny le parecía como
un sitio dónde una estación de tren no debía estar. Un canal, incluso
separado, de la transitada carretera principal que se curvaba pasando. Ginny se
abrió paso por encima de esto. A partir de ahí, innumerable puentes pequeños
atravesaban los canales que salteaban y cortaban a través de todas las calles.
Además, estaba lloviendo, una lenta y constante llovizna que apenas podía
verse, pero que empapaba en cuestión de minutos.
París había sido ancho, con grandes, blancos, pasteles de bodas edificios
perfectos, palacios y cosas que se veían como palacios incluso pensó que
probablemente no lo eran. Ámsterdam parecía un pequeño pueblo en la
comparación. Todo era rojo ladrillo o piedra y baja hasta el suelo. Y el lugar era
un hervidero: era una colmena. Mochileros,‖ciclistas,‖personas,‖tranvías,‖botes<‖
todos haciendo su camino a través de la niebla.
La calle Westerstraat no estaba lejos de la estación de tren. (Esto era según el
mapa gratuito que acababa de recoger en la estación de tren. Las normas no
decían nada de que no pudiera conseguir uno cuándo estuviera allí. Ella no
podía creer que no se hubiera dado cuenta de esto antes.) Para su sorpresa,
encontró a la dirección con poca dificultad. (Esto era lo que significa lo que
podía hacer tener un mapa.)
La casa estaba en una de una hilera de casas en un canal, con ventanas enormes
en la fachada y sin persianas o cortinas para ocultar lo que estaba pasando en el
interior. Tres pequeños bulldog17 se perseguían unos a otros por el suelo, y
pudo ver enormes óleos abstractos colgando en las paredes, un cuarto lleno de
muebles tapizados y gruesas alfombras, y tazas de café en una mesa baja.
Esperaba que esto significara que Charlie estaba en casa, porque si Charlie
estaba en casa, que pronto estaría cálida y seca.
17 Es una raza de perro muy pequeña, también conocida como Bulldog de origen chino.
Á
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Cuándo llamó a la puerta, casi podía sentir el cambio en sus ropas. Los
calcetines en primer lugar, entonces tal vez los pantalones. Su camiseta estaba
todavía algo seca debajo de su polar.
Un joven japonés abrió la puerta cuando ella llamó y le dijo algo en holandés.
―Perdona,‖―dijo lentamente―. ¿Inglés?
―Yo soy estadounidense, ―respondió él, sonriendo―. ¿Qué puedo hacer por
ti?
―¿Eres Charlie?
―No. Soy Thomas.
―Estoy buscando a Charlie, ―dijo―. ¿Está en casa?
―¿En‖casa?
Ginny comprobó la dirección en la carta de nuevo y luego miró el número sobre
la puerta. Eran correctos. Pero sólo para estar segura, mostró la dirección del
periódico a Thomas.
―¿Es esto aquí?, ―Preguntó ella.
―Ésa es la dirección correcta, pero nadie llamado Charlie vive aquí.
Ginny no estaba muy segura de cómo procesar esta información.
Se quedó muda en la puerta.
―Nos acabamos de mudar aquí el mes pasado, ―dijo―. ¿Tal vez Charlie antes
vivía aquí?
―Bien. ―Asintió Ginny con la cabeza―. Bueno, gracias.
―Lo siento.
―Oh, no. ―Ella hizo una comprobación rápida de la cara para asegurarse de
que no pareciera que iba a estallar en lágrimas―. No es problema. ―Ginny
había experimentado pocas cosas que pareciera más penoso que volver sola a
Westerstraat sin destino concreto en mente, en lo que precipitadamente se
estaba convirtiendo en algo real. El cielo gris parecía colgar unos dos metros
por encima las copas bajas de los edificios, y cada vez que salía para desvía
evitar una bicicleta, aparecía otra para tomarla como objetivo. Su mochila se
hizo más pesada con el agua, y pequeños riachuelos corrían por su rostro y
sobre los ojos. Pronto estaba tan mojada que dejó de tener importancia. Nunca
volvería a estar seca de nuevo. Esto era permanente.
El punto de estar aquí en Ámsterdam al parecer sólo se escabulló, aparte de un
corto viaje a un museo. Toda la sabiduría que Charlie tenía que impartir había
desaparecido.
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No había escasez de albergues alrededor de la zona de la estación. Todos eran
pequeños bosquejos incompletos, con señales se parecer más como si fueran
tiendas de skate que lugares donde alojarse.
Ella lo intento en algunos, pero todos estaban llenos. Por último, entró en uno
llamado La Manzana.
Delante de La Manzana había un pequeño café. Había varios sofás viejos, junto
con las decoraciones del césped, cupidos de yeso, piletas para pájaros llenos de
caramelos duros, flamencos rosados. Había un álbum de reggae, y el dulce
sabor del incienso barato flotaba en el aire. Una brillante franja de color verde,
amarillo, y la gama-los colores de la bandera de Jamaica, recorrían a lo largo de
la pared, junto con varios carteles de Bob Marley colgados en ángulos extraños.
Era como vivir en un local de Stoner18.
Este café también servía como recepción. Ellos tenían espacio, como siempre y
cuando Ginny estaba dispuesto a pagar dos noches por adelantado.
―Habitación catorce, ―dijo el chico, garabateando algo en un índice de la
tarjeta―. Tercer piso.
Ginny‖ nunca‖ había‖ visto‖ un‖ conjunto‖ de‖ escaleras‖ empinadas‖ en‖ su‖ vida<‖y‖
había cerca de un millón de ellas. Ella había perdido completamente su
respiración en el momento en que llegó a su piso, que tenía sólo tres pisos de
altura. Los números de cada habitación estaban pintados en el interior de la olla
de hojas pintadas en las puertas. Fue sólo cuando ella estuvo de pie enfrente a
la habitación número catorce que se dio cuenta de que no tenía la llave. Pronto
averiguó por‖qué<‖la‖puerta‖no‖tenía‖cerradura.
Lo primero que le golpeó a Ginny fue el olor de moho y la gran inquietud de
que si tocaba la alfombra, probablemente se sentiría húmeda. Había demasiadas
camas en el cuarto, cada una cubierta con una capa de plástico. Una muchacha
estaba de pie en uno de ellas, empujando a toda prisa cosas en su bolso. Ella se
la puso en su espalda y se dirigió rápidamente a la puerta.
―Asegúrate de que te den tu depósito, —le dijo al salir—. Van a tratar de
mantenerte.
Una mirada rápida explicó mucho. Los arrendatarios anteriores habían dejado
sus comentarios para que todos los leyeran. Había garabatos alrededor de las
paredes, pequeños mensajes de la condenación, como, mi pasaporte fue robado
desde aquí (con una flecha pequeña), Bienvenido a Motel Infierno, ¡Gracias por la
lepra!, la filosofía, la estancia apedreada y tú puedes estar bien.
18 Local donde se fuma marihuana.
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Todo‖ estaba‖ roto<‖ ya‖ fuera‖ poco‖ o‖ totalmente.‖ La‖ ventana‖ no‖ se‖ abría‖muy‖
lejos, ni se cerraba. No había una bombilla en la lámpara del techo. Las camas
eran como las mesas tambaleantes de los restaurantes, equilibradas con pedazos
de cartón. Había algunos objetos extraños en lugar de una pata entera, y una de
las literas estaba completamente colapsada. Por encima de esta cama a alguien
había escrito en grandes letras: Suite de la luna de miel.
Ella entró y salió corriendo del cuarto de baño antes de que su cerebro pudiera
tener una imagen fiel de los horrores que había encontrado en su interior.
La mejor oferta de alojamiento parecía ser la que ofrecía el que estaba señalando
la flecha del que le habían robado el pasaporte. Todo estaba sobre sus cuatro
patas, y el colchón parecía relativamente limpio. Por lo menos ella no podía ver
las marcas a través del plástico (cosa que no era el caso de algunos de los otros).
Rápidamente se echó la sábana sobre ella para no ser capaz de verlo muy de
cerca.
El casillero en el borde de la cama no tenía cerradura, y una de las bisagras
estaba rota. Lo abrió.
Había una cosa en ella.
La cosa podría haber sido un bocadillo en algún punto, o un animal, o una
mano‖humana<‖pero‖ahora‖era‖difuso y pútrido.
Un minuto después, Ginny bajaba las escaleras, abrió la puerta, y se fue.
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Personas sin hogar, tristes
y enfermas
Traducido por: Bautiston Corregido por: Hojadeluna
o había nada más que hacer que comer.
Ella entró en una pequeña tienda de comestibles y miró por encima
de las filas y filas de chips y ositos de goma. Tomó una bolsa
enorme de una especie de galleta llamada Stroopwaffle que estaba
en venta. Parecían barquillos pequeños pegados con jarabe. Era como una
comida típica. Tomó sus galletas, se sentó en un banco y observó los barcos
flotar suavemente y a los ciclistas pasar. Había un olor repugnante que no
podía sacar de su nariz. Una sensación de inquietud entró por toda su piel, era
como una sensación de contaminación permanente.
Nada parecía limpio. El mundo no volvería a estar limpio de nuevo. Ella metió
el paquete sin abrir en su mochila y se fue en busca de otro lugar para quedarse.
Ámsterdam estaba lleno. Ginny entró en cada lugar que pudo encontrar que
parecía al menos un poco más seguro que La Manzana. Los únicos lugares que
tenían una habitación vacía, los precios estaban fuera de su alcance. A las siete
de la tarde, estaba desesperada. Había caminado bastante lejos del centro de la
ciudad.
En un pequeño canal de piedra, había una casa de color arena, con cortinas
blancas y flores en las ventanas. Parecía el tipo de casa donde una linda viejecita
podría vivir. Ella habría pasado de largo si no fuera por el letrero azul eléctrico
que decía: HET KLEINE HUIS HOSTAL Y HOTEL AMSTERDAM.
Este sería su último intento. Si esto fallaba, volvería a la estación de tren
sabiendo que había hecho todo lo posible. No es que supiera cómo iba a ir
desde allí. Debido a su mochila, tuvo que pasar lateralmente por el estrecho
pasillo, el cual la llevo a un vestíbulo que no era mucho más grande que el
mismo pasillo. Había una ventana recortada, detrás de la cual había un
N
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escritorio, y luego una ordenada cocina familiar. Un hombre salió a ayudarla y
se disculpó, pero no le quedaba nada. Había alquilado el último cuarto.
―¿No‖tienes‖dónde‖quedarte?‖―Era‖una‖voz‖americana.
Se volvió para a ver a un hombre en la escalera, con una guía en la mano.
―Todo‖est{‖lleno‖―dijo ella.
―¿Estas‖por‖tu‖cuenta?
Ella asintió con la cabeza.
―Bueno,‖no‖podemos‖dejarte‖de‖nuevo‖bajo‖la‖lluvia‖sin‖ningún‖lugar‖a‖donde‖
ir. Espera.
Él volvió a subir las escaleras. Ginny no estaba segura de porque se aferraba a
esto, pero espero de todos modos. El volvió de nuevo un momento después,
con una amplia sonrisa en su rostro.
―De acuerdo ―dijo―, está arreglado. Phil puede permanecer en la sala con
nosotros, y tú puedes compartir la otra habitación con Olivia. Nosotros somos
los Knapps, por cierto. Somos de Indiana. ¿Cuál es tu nombre?
―Ginny‖Blackstone‖‖―dijo‖ella.
―Bueno,‖hola,‖Ginny,‖―él‖extendió‖su‖mano,‖y‖Ginny‖se‖la‖estrechó―.‖¡Ven‖a‖
conocer a la familia! ¡Estás con nosotros ahora!
Olivia‖Knapp,‖la‖nueva‖compañera‖de‖cuarto‖de‖Ginny.‖―¡Sus‖iniciales‖son‖OK!‖
―Dijo‖el‖Sr.‖Knapp―.‖Así‖que‖la‖llamamos‖OK‖¿de‖acuerdo?‖Era‖una‖chica‖alta,‖
con pelo corto, rubio platino. Tenía los ojos muy grandes, azules, brillantes y
un bronceado tostado y parejo. Toda la familia lucia así: pelo corto, delgados,
vestidos exactamente como las guías recomendaban, para ser fácil de mantener,
sencillo, y para cualquier estación.
La habitación que iba a compartir con Olivia estaba muy lejos de la que ella
acababa de abandonar a toda prisa por la mañana. Era una habitación muy
estrecha, pero estaba limpia, decorada en un estilo suave, de niña, con el papel
pintado de rosa pastel con rayas, una jarra llena de tulipanes de color rosa y
rojo apoyada en el alféizar de la ventana. Lo mejor de todo, tenía dos mullidas
camas blancas hechas que aun mantenían el olor del jabón.
Olivia no era muy habladora. Ella había arrojado sus cosas en la cama y
rápidamente desempaco. (Eran libros de texto, noto Ginny. Cada centímetro de
la bolsa estaba perfectamente utilizado. Nada de embalaje excesivo.) Llenó dos
de los cuatro cajones y luego asintió con la cabeza a Ginny, lo que indica que los
otros dos eran para ella. Si pensaba que era extraño que sus padres acabaran de
tomar a una completa desconocida durante cinco días, ella no lo demostró. De
hecho, a Ginny rápidamente le dio la impresión de que este tipo de cosas les
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pasaba a menudo, y simplemente lo dejaban de notar. Olivia se dejó caer sobre
la cama, se puso los auriculares y estiró sus piernas hacia el techo. No se movió
hasta que la señora Knapp vino y las llevó a cenar.
A pesar de que no había comido durante todo el día, la comida aún no le
parecía una buena idea a Ginny. Los Knapps trataron de persuadirla durante
unos minutos pero‖ finalmente‖ compraron‖ la‖ excusa‖de:‖―He‖estado‖viajando‖
mucho y no he dormido nada.
Cuando se fueron, ni siquiera estaba segura de por qué no se había ido con
ellos. Algo en ella sólo quería quedarse en esta pequeña habitación. Abrió su
mochila y sacó la ropa mojada (el impermeable no había servido de mucho).
Ella la acomodo sobre la mesita de noche.
Luego fue al baño y tomó una larga ducha de agua caliente. ¡Toallas, jabón!
Tuvo mucho cuidado de no fregar su tatuaje de tinta, que estaba empezando a
desaparecer.
Se sentó en su cama, disfrutando de la calidez en su piel y la sensación de
limpieza, y se preguntó qué hacer a continuación. Miró a su alrededor. Podría
tratar de lavar algo de ropa en el lavabo. (Ella no había lavado nada desde que
salió de Londres, y se estaba convirtiendo en un problema.) Podía salir. Pero
entonces vio los libros y revistas de Olivia y la música allí sobre su cama.
Por la forma en que Olivia había sido cuidadosa con sus cosas, Ginny estaba un
poco recelosa de tocar nada. Y no estaba en la naturaleza de Ginny utilizar algo
que no le pertenecía sin pedir permiso.
Pero, ¿Qué daño podía hacer mirar un libro o escuchar música algunos
minutos, sobre todo porque en realidad no había escuchado o leído nada en
unas tres semanas?
La tentación era demasiado grande.
Cerró la puerta y estudio cuidadosamente la disposición exacta de todos los
elementos. Trató de recordar todo en su mente. Las revistas estaban alineadas
con la tercera raya de color rosa de la parte inferior de la cama. Los auriculares
estaban descansando con forma de estetoscopio, con el de la derecha un poco
por debajo de la izquierda.
Las opciones de música de Olivia eran más inquietas de lo que Olivia parecía
ser.‖ Ginny‖ escuchaba‖ de‖ todo,‖ folk‖ y‖ electrónica<‖ Ella‖ hojeó‖ con‖ avidez las
revistas de modas. Era todo tan nuevo, tan fresco. Ni siquiera leía este tipo de
revistas en casa, pero ahora, ella estaba totalmente feliz examinando los
anuncios de lápiz labial y leyendo acerca de las mejores formas de aprovechar
su bikini.
Hubo un traqueteo en la puerta. Un golpe. Ginny se arrancó los auriculares con
pánico y se cayó de la cama en su prisa por reorganizar el lado de Olivia tal
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como ella lo había encontrado. ¿Auricular derecho arriba o el izquierdo? No. Lo
que‖sea<‖Ella‖los‖arrojó y golpeó las revistas al lado de ellos. Tenía el tiempo
justo para sacar sus manos y alejarlas de las cosas de Olivia antes de que la
puerta se abriera.
―¿Qué‖haces‖en‖el‖suelo?‖―,‖preguntó‖Olivia.
―Oh,‖ yo<‖ me‖ caí‖ de‖ la‖ cama‖ ―dijo‖ Ginny―,‖ estaba‖ dormida. Estoy
sorprendida. ¿Han vuelto temprano? o ¿qué hora es?
―Mis‖ padres‖ empezaron‖ a‖ hablar‖ con‖ algunas‖ personas‖ ―dijo‖ Olivia,‖ sin‖
entusiasmo. Echó un vistazo a las cosas en su cama. Ella sospecho algo, pero
mantuvo su mirada durante un rato. Ginny corrió la manta y se subió de nuevo
en su cama.
―Por‖lo‖tanto,‖OK...‖
―Nadie‖me‖llama‖así‖―,‖dijo‖Olivia‖bruscamente.
―Oh<
―Tu‖ropa‖est{‖por‖todas‖partes.
―Se‖me‖mojó‖―dijo‖Ginny,‖ sintiendo‖ una‖ extraña‖oleada‖de‖ culpa‖ por‖ tener‖
todo tan húmedo. Estoy tratando de que se sequen.
Olivia no respondió. Recogió su iPod, dándole la vuelta y examinándolo de
cerca. Luego se lo metió en el bolsillo delantero de su bolso con fuerza y tiró de
la cremallera. Sonaba como el rugido furioso de una abeja masiva. Luego
desapareció en el cuarto de baño. Ginny se giró hacia la pared y cerró los ojos.
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25
La vida con los Knapps
Traducido por flochi Corregido por Hojadeluna
evántense y brillen, puercoespines!
Tomó un tremendo esfuerzo para Ginny despegar sus
párpados. Había estado durmiendo tan plácidamente, y la
luz era suave entrando a través de las pequeñas cortinas. Y
aunque su cama era estrecha, estaba tan limpia y acogedora.
Ahora una mano estaba sobre su pierna, sacudiéndola.
―¡Arriba‖y‖Levántate, Señorita Virginia!
Al otro lado de ella, Olivia se estaba balanceando fuera de la cama con
disciplina robótica. Ginny levantó la vista y vio a la Sra. Knapp de pie junto a
ella, blandiendo una taza de plástico. Puso un papel sobre la almohada al lado
de la cabeza de Ginny.
―El‖programa‖de‖hoy, ―dijo‖ella―.‖¡Hay‖Mucho‖que‖hacer!‖¡Así‖que‖vamos‖a
estar bien despiertos y descansados!
Abrió las cortinas de un tirón y encendió la luz del techo. Ginny hizo una
mueca y con ojos empañados miró el papel. En la parte superior de la página
leyó: DÍA UNO: DÍA DE MUSEO I. Había un gráfico de actividades y horas,
empezando a las 6:00 a.m. (despertar) y terminando a las 10:00 (¡a la cama!).
Entre medio había al menos diez eventos separados.
―¿Chicas‖las‖espero,‖abajo‖en‖media‖hora?‖―chilló‖la‖Sra.‖Knapp.
―Si‖―dijo‖Olivia,‖ya‖a‖medio‖camino‖de‖su‖pequeño‖cuarto‖de‖baño.
Una hora después, estaban esperando en la plaza en frente del Rijksmuseum
aparentemente, el más grande y el mejor museo de Ámsterdam, antes de que
abriera. Ginny trató de tomar la grandeza del edificio e ignorar el hecho de que
en el número de la calle 42 estaban discutiendo y había una posibilidad muy
real de que los Knapps se metieran en medio. Afortunadamente, el museo abrió
antes de que la pesadilla pudiera hacerse realidad.
―¡L
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Los Knapps tenían una idea bastante clara de cómo prepararse para enfrentar la
colección más completa de los Países Bajos de arte e historia, iban a hacer una
serie de incursiones bien planificadas. Esta era una operación.
Tan pronto como entraron, le preguntaron a la persona en la mesa de
información las cosas realmente importantes que tenían que ver. Luego
arrancaron, con la guía en mano. Pasaron rápidamente a través de una
exposición de 400 años de historia holandesa, señalaron a algunas cerámicas
blancas y azules. Una vez que llegaron al ala del arte, se convirtió en un juego
rápido de corre que te pillo, la misión era simplemente encontrar las pinturas
de la guía, mirarlas, y después correr lo más rápidamente posible a la siguiente.
Por suerte, la tercera parada fue La ronda de noche de Rembrandt. No hubo
problemas en encontrarla porque todos los carteles la señalaban (y a diferencia
del Louvre, los carteles parecían ser correctos). Además, la pintura era enorme.
Ocupaba un buen trozo de pared, extendiéndose casi hasta el techo.
Impresionante, las personas de la pintura parecían de tamaño normal, aunque
para Ginny no se veía claro lo que estaban haciendo. Parecía ser un encuentro
de nobles con grandes sombreros y encajes alrededor de sus cuellos, más
algunos soldados con banderas enormes, y unos cuantos músicos por si fuera
poco. La mayor parte de la pintura estaba oscura, las figuras en sombras. Pero
un trozo agudo de luz cortaba justo en el medio, iluminando una figura en el
centro, dividiendo el lienzo en tres secciones triangulares.
(―Cuando dudes ―dijo siempre tía Peg―, busca los triángulos en las pinturas―.
Ginny no tenía idea por qué esto era importante, pero efectivamente. Había triángulos
por todas partes.)
―Impresionante‖―dijo‖el‖Sr.‖Knapp―.‖Bien.‖El‖siguiente‖es‖algo‖llamado‖Pavos
reales‖muertos<
―¿Puedo‖quedarme‖aquí‖y‖luego‖encontrarlos?‖―preguntó‖Ginny.
―Pero‖hay‖tantas‖pinturas‖que‖ver‖―dijo‖la‖Sra.‖Knapp.
―Lo‖sé,‖pero<‖realmente‖me‖encanta‖ver‖esta.
Los Knapps no la estaban entendiendo en absoluto. El Sr. Knapp bajó la vista a
su guía con muchos círculos.
―Est{‖bien<‖―dijo‖él―.‖Nos‖encontraremos‖en‖la‖entrada‖en‖una‖hora.
Una hora. Parecía bastante para encontrar a Piet. ¿Qué era un Piet? Piet
probablemente era una persona, ya que tenía que preguntarle a Piet algo. Bien.
¿Quién sería Piet?
Examinó todos los títulos de las placas de las pinturas para empezar. Ningún
Piet. Se sentó en un banco en el centro del cuarto y miró a la multitud que
pasaba arrastrando los pies. La Ronda de Noche. Obviamente, nadie sabría
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cuándo ella estaría ahí, por lo que Piet no iba específicamente a conocerla.
Caminó por todas las alas de exhibiciones adyacentes, leyó todos los títulos de
las placas. Asomó su cabeza por todas las esquinas, revisó en los baños. Ningún
Piet en ningún lado.
No tenía más remedio que darse por vencida y unirse a los Knapps, quienes ya
habían recorrido el enorme museo para su satisfacción. Se dirigieron al museo
de Van Gogh. La Sra. Knapp había programado sólo una hora para esto, pero
incluso eso era demasiado para ellos. Parecían aburridos, de dar vueltas entre
esas‖ pinturas‖ alucinógenas.‖ El‖ Sr.‖ Knapp‖ también‖ sintió‖ que‖ eran‖ ‚algo‛‖ y‖
murmuró: ―¿No hay nada más que ver aquí?
Tenían que tomar un tranvía para llegar al siguiente museo, el Museo la Casa
de Rembrandt, la que era (como el nombre sugería) la cada de Rembrandt, y del
tipo oscura y frágil. El Museo Marítimo fue el siguiente (2:30–3:30; botes,
anclas). Tuvieron de las cuatro hasta las cinco para ver la casa de Anne Frank.
Esta‖tuvo‖un‖serio‖‚algo‛‖del‖Sr.‖Knapp,‖pero‖igualmente no ralentizó su ritmo
frenético,‖ya‖que‖tenían‖que‖volver‖al‖hotel‖a‖la‖‚hora-Knapp‛‖(5:30–6:30). Una
vez que regresaron, Olivia se tiró sobre su cama, masajeó furiosamente sus
piernas, pegó sus auriculares en sus oídos, y se quedó dormida. Ginny también
se desperezó, y aunque estaba exhausta, no pudo descansar. Justo cuando se
sentía a la deriva, la puerta se abrió volando, y ellos estaban en camino otra vez.
Tenían que comer en el Café Hard Rock, casi todos de los cuales estaban
ocupados con una discusión de la fabulosa novia de Phil. Nunca se había
separado antes, así que Phil tuvo que tomar un descanso al final de la cena para
llamarla. Cuando se fue, el Sr. y la Sra. Knapp cambiaron de tema para hablar
de la carrera de Olivia. Correr era a lo que se dedicaba Olivia. Corrió en la
escuela secundaria, y acaba de terminar su primer año de universidad. Ella era
principalmente una enfermera, pero también, corría. Mientras ellos estaban
lejos, Olivia parecía tener ganas de seguir corriendo. Olivia no decía nada de
todo esto ella misma. Sólo comió su ensalada de pollo a la parrilla y ojeaba la
sala con movimientos de derecha a izquierda.
Después de eso, había que darse prisa para coger un barco turístico con tapa de
cristal para un crucero nocturno, durante el cual los Knapps destacaron algunos
puntos del Fantasma de la Opera. (Especialmente, explicaron, la escena del
bote). No hablaban tan alto como lo habían hecho por la mañana; ellos estaban
de alguna manera cantando para sí mismos. Y después, afortunadamente, el día
terminó.
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Contacto de diversos tipos
Traducido por: Unstoppable Corregido por: Hojadeluna
urante los siguientes tres días, Ginny seguía el agotador calendario de
los Knapps. Cada mañana, al iniciar el alba, se producía un golpe, una
sacudida, algo de alegría no deseada, y una página impresa sobre la
almohada. Cada pedacito de Ámsterdam estaba dividido en una cantidad de
actividades cuidadosamente programadas. Los Museos. El Palacio. La fábrica
Heineken19. Cada barrio. Cada parque. Cada canal. Cada noche, mientras
escuchaba‖ al‖ Sr.‖Knapp‖decir‖ algo‖ como;‖―Sabes,‖ aunque‖ estuvieras‖ todo‖ un‖
mes entero, todavía no podrías hacerle justicia a esta ciudad.
Ginny casi lloró de alegría cuando se enteró de que el quinto día en el Tour
Knapp por Ámsterdam estaban marcados por un ―día libre―. Phil desapareció
después del desayuno, a las ocho, Olivia ya estaba cambiando a su especial de
alta tecnología, por la recogida de la ropa. Ginny se sentó en la cama y miró,
tratando de convencerse a sí misma para no darse la vuelta e irse a dormir
durante todo el día. Todavía tenía que encontrar al misterioso Piet y también
enviar una nota a Keith. Ella había estado deseándolo durante días, pero no
había logrado escapar el tiempo suficiente para hacerlo.
―¿Qué‖vas‖a‖hacer‖hoy?‖―dijo‖Olivia.
Ginny se levantó de un salto.
―Yo‖estaba<‖por‖enviar‖algunos‖e-mails,‖―dijo.
―Así‖ o‖haremos,‖después‖de‖ que‖ acabe.‖Hay‖una‖gran‖ cibercafé‖ a‖un‖par‖de‖
calles. Voy a ir allí más tarde. Si lo deseas, podemos dividir un pase diario. Es
más barato de esa manera.
Olivia dio instrucciones al cibercafé, y Ginny se acercó, después de tener una
larga ducha y una oportunidad para trenzar cuidadosamente su cabello.
Después de enviar una nota a Keith, Ginny abrió el programa de mensajería y
luego‖mató‖una‖hora‖sólo‖navegando.‖Se‖sentía‖como...‖drogada<‖incluso‖mejor‖
19 Marca de cerveza.
D
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que la revista y la música de unas pocas noches antes. Casi le daba miedo lo
mucho que se perdió buscando en los sitios estúpidos.
Hubo un pitido cuando Keith se conectó.
Bueno, ¿Cómo es A'dam?
¿Adám? escribió ella.
Ámsterdam, tonta.
De repente, el perfil de mensajería instantánea de Miriam se iluminó también.
¡OH MI DIOS! ¿ESTÁS AHÍ?
Ginny casi gritó. De inmediato puso sus dedos sobre las teclas para contestar,
luego se echó atrás, como si hubiera sido quemada. Ella no podía comunicarse
con nadie en EE.UU. En línea.
¿POR QUÉ NO ESTÁS RESPONDIENDO?
TÚ NO PUEDES RESPONDERME, ¿VERDAD?
¡OH MI DIOS! OKAY…
SI ESTÁS ALLÍ CIERRA E INICIA SECIÓN MUY RÁPIDO.
Ella intentó acceder rápidamente dentro y fuera, pero el equipo era lento. Ella
gimió de frustración. Cuando por fin regresó, algunos mensajes de Keith
rápidamente aparecieron.
¿Hola?
¿Debería estar ofendido?
¿A dónde fuiste?
Tuviste que irte de todos modos.
No, estoy aquí… —ella escribió.
Pero ya era demasiado tarde. Él ya estaba fuera. Miriam seguía allí, sin
embargo, ciber-gritando.
ESTOY TOCANDO LA PANTALLA. TE EXTRAÑO MUCHO.
Ginny sintió sus ojos desgarrarse. Esto era tan estúpido. Su mejor amiga estaba
allí, y Keith se había ido. Puso sus dedos sobre las teclas. Comenzó a escribir
con rapidez, una línea tras otra. Se supone que no debo hacer esto pero no
puedo soportarlo.
Yo también te extraño las cosas son tan complicadas.
¿ESTÁS BIEN?
Bien.
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TENGO TUS CARTAS. ¿DONDE ESTÁ KEITH? ¿LE AMAS?
Creo que está todavía en París. Él es sólo Keith.
¿QUÉ DIABLOS SIGNIFICA ESO? QUIERO IR ALLÍ.
Esto significa que probablemente nunca volveré a verlo.
¿POR QUÉ NO?
Ginny saltó para ver Olivia de repente sentada a su lado.
―¿Acabaste?‖―preguntó‖ella.
―Umm<
Olivia la miró con una especie de impaciencia, y la culpa de Ginny se empezó a
reflejar en ella.
Me tengo que ir. Te echo de menos.
TAMBIÉN TE EXTRAÑO.
Unos minutos más tarde, después de darle el equipo a Olivia, ella estaba de
vuelta en la calle. El contacto repentino la dejó aturdida, y tenía dificultades
para arrancarse a sí misma de su lugar en la acera, por lo que las bicicletas y
mochileros y gente en los teléfonos móviles se mezclaron con a su alrededor.
Todavía quedaba algo por hacer. ¿Dónde estaba Piet? ¿Quién era Piet? Piet
estaba algún lugar en el museo, de modo que es allí a donde Ginny se
encabezó<‖de‖nuevo‖al‖masificado‖Rijksmuseum.‖
¿Qué había pasado por alto? ¿Qué más había? Pinturas. La gente. Los nombres.
Y los guardias.
Guardias. La gente que miraba las pinturas todo el tiempo. El guardia en la
habitación era un sabio de aspecto viejo de barba blanca. Ginny se acercó a él.
―Disculpe,‖―dijo―.‖¿Habla‖usted‖Inglés?
―Por‖supuesto.
―¿Es‖usted‖Piet?
―¿Piet?‖―Repitió,‖―Él‖todavía‖est{‖en‖el‖siglo‖XVII.‖Tres‖habitaciones‖abajo.
Ginny casi corrió por el pasillo. Había un joven guardia de pie con una pequeña
barba de chivo en la esquina de la habitación, jugando con la hebilla del
cinturón. Cuando le preguntó si él era Piet, entrecerró los ojos y asintió.
―¿Puedo‖preguntarle‖sobre‖La‖Ronda‖Nocturna?
―¿Qué‖hay‖sobre‖ella?‖―preguntó.
―Sólo<‖¿Al‖respecto?‖¿Tú‖la‖custodias?‖
―A‖veces,‖―dijo,‖mir{ndola‖con‖recelo.
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―¿Una‖mujer‖le‖preguntó‖sobre‖ella?
―Mucha‖gente‖me‖pregunta‖sobre‖ella,‖―dijo―.‖¿Qué‖quieres?
Ginny no sabía lo que quería.
―Cualquier‖cosa,‖―dijo―.‖Qué‖piensas‖sobre‖ella.
―Es‖simplemente‖parte‖de‖mi‖vida,‖―dijo‖encogiéndose‖de‖hombros―.‖La‖veo‖
todos los días. No creo en ello.
Eso no podía ser. Esto era Piet. Esta era la Ronda Nocturna. Pero Piet sólo
mordió su labio inferior y observó la sala, ya se había desprendido de la
conversación.
―Bueno,‖―dijo‖ella―.‖Gracias.
De vuelta en Het Huis Kleine, Ginny rebuscó a través de su bolsa y trató de
averiguar cuál de sus ropas estaban limpias, lo que era una difícil decisión.
―¡Tengo‖una‖gran‖noticia!‖―dijo‖la‖Sra.‖Knapp,‖irrumpiendo‖por‖la‖puerta‖sin‖
llamar,‖sobresaltando‖a‖Ginny,‖―¡Algo‖grande‖para‖nuestro‖último‖día‖ juntos!‖
¡Un paseo en bicicleta! ¡En Delft! ¡Es nuestro regalo!
―¿Delft?‖―preguntó‖Ginny.
―Es‖ una‖ de‖ las‖ otras‖ grandes‖ ciudades.‖ Por‖ lo‖ tanto,‖ ¡Descansa‖ mucho‖ esta‖
noche! ¡Vamos a levantarnos temprano! ¡Dile a Olivia la buena noticia!
¡Bang¡ Puerta cerrada. Y ella había desaparecido.
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La vida secreta de Olivia Knapp
Traducido por cuketa_lluminosa Corregido por Lorena
la mañana siguiente, temprano, ellos estaban en un tranvía lejos de las
afueras de Ámsterdam. A Ginny le gustaba el tranvía. Era como un
tren de juguete descuidado que había podido quedar suelto en las
calles. Miró por la ventana y vio los Países Bajos tambalearse, sus antiguas casas
y canales constantes y gente en prácticos zapatos.
Una cosa que los Knapps no había dicho, pero que Ginny podía sentir
abundantemente (realmente sentirse como si le estuviera físicamente
martilleando la parte posterior de la cabeza) es que a pesar de que a ellos les
gustaba ella bastante, se alegraron de que ella no fuera su hija. O más bien, si
hubiese sido, las cosas habrían sido diferentes. Ella habría estado robóticamente
saliendo de la cama a las seis de la mañana. No habría arrastrado los pies en el
frenético correr de un lugar a otro. Habría cantado canciones melódicas. Le
hubiera gustado correr o al menos pensar acerca de hacerlo.
Y sin duda habría estado más emocionada por andar quince millas en bicicleta.
Ella sabía que esto último con certeza, ya que habían estado con frecuencia
pregunt{ndole:‖―¿No‖est{s‖emocionada, Ginny? ¿Un paseo en bicicleta? ¿No es
genial? ¿No estás emocionada?
Ginny dijo que estaba emocionada, pero también bostezó, y la expresión en su
rostro, probablemente contó toda la historia: que no le gustaban las bicicletas.
De hecho, odiaba las bicicletas. No siempre había odiado las bicicletas. Miriam
y ella habían ido a todas partes en sus bicicletas cuando eran niñas, pero todo
eso había acabado cuando tenían doce años, y la bicicleta de Ginny decidió no
parar mientras ella bajaba de una colina grande y se vio obligada girar fuerte y
estrellarse en el asfalto para no correr hacia el tráfico.
Trató de no pensar en esto mientras montaba en una bici demasiado grande
para ella. El director del tour dijo que era porque ella era una chica demasiado
grande, grande por altura. Así que eso significaba que todas las personas bajitas
tenían bicis adecuadas a su altura, y ella era la chica grande de la bici que
quedaba.
Y ni siquiera era tan alta, de todos modos. Olivia era más alta.
A
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Este fue, obviamente, el día de Ginny.
El trayecto hasta Delft fue bastante fácil, incluso para ella, ya que Holanda era
plana como una tabla. Sólo sintió tambalearse la bicicleta una o dos veces, y sólo
cuando aceleró un poco para poner distancia entre ella y los Knapps, que
cantaban todas las canciones que podrían pensar hacían referencia a bicicletas, o
montar a caballo, o ir a alguna parte.
Delft resultó ser una hermosa ciudad, una versión en miniatura de Ámsterdam.
Era uno de esos lugares tan absurdamente atractivo que Ginny conocía, ya sea a
través de legalidad o de la suerte, ella nunca, nunca sería capaz de vivir allí. Los
ciudadanos simplemente no lo permitirían. Además, tenían zapatos de madera
en una de las primeras tiendas a las que fueron. La Sra. Knapp estaba muy
emocionada. Ginny sólo quería sentarse, por lo que cruzó la calle (el canal, en
realidad) y se sentó en un banco. Para su sorpresa, Olivia se unió a ella.
―¿A‖quién‖escribías‖anoche?‖―Preguntó‖Olivia.
Tal vez fue el choque de Olivia mostrando un repentino estallido de
personalidad real lo que provocó lo que sucedió después.
―Mi‖novio,‖―dijo‖Ginny―.‖Yo‖estaba‖escribiendo‖a‖mi‖novio,‖Keith.
Muy bien. Así que ella estaba mintiendo, o algo así. Ella ni siquiera sabía por
qué estaba mintiendo. Tal vez sólo para escucharlo en voz alta. Keith... mi novio.
―Ya‖me‖ lo‖ imaginaba,‖―dijo‖ Olivia―.‖ Yo‖ estaba‖ haciendo‖ eso‖ también.‖ No‖
puedo llamar así a Phil.
―¿Por‖qué‖no‖le puedes llamar novio?
―No.‖―Olivia‖sacudió‖la‖cabeza―.‖No‖es‖así.
―¿No‖es‖como‖qué?
―Es‖justo... tengo una novia.
Desde el otro lado de la calle, el Sr. y la Sra. Knapp hicieron gestos
violentamente, apuntando hacia abajo a sus pies. Cada uno llevaba unos
brillantes zapatos de colores de madera.
―Mis‖ padres‖ estarían‖ fuera‖ de‖ sí‖ mismos‖ si‖ lo‖ supiesen,‖ ―dijo‖ Olivia‖
meditando―.‖Ellos‖totalmente‖se‖colgarían‖de‖las‖vigas.‖Lo‖notan‖todo‖excepto‖
lo que está justo frente a ellos.
―Oh...
―¿Eso‖te‖asusta?‖―Dijo‖Olivia.
―No,‖―dijo‖Ginny‖r{pidamente―.‖Creo‖que‖es‖genial.‖Ya‖sabes.‖Que‖seas‖gay.‖
Es muy bueno.
―No‖es‖gran‖cosa.
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―No,‖―Ginny‖se‖corrigió―.‖Verdad.‖
El señor Knapp rompió en un pequeño baile. Olivia suspiró. Se sentaron en
silencio durante unos minutos, viendo el vergonzoso espectáculo. Entonces los
Knapps desaparecieron en otra tienda.
―Creo‖ que‖ Phil‖ lo‖ imagina,‖ ―dijo‖ Olivia‖ con‖ tristeza―.‖ Él‖ sigue‖
preguntándome acerca de Michelle. Phil es del tipo imbécil... supongo. Es decir,
él es mi hermano. Pero aún así. No digas nada.
―No‖lo‖haré.
Después de su repentina confesión, Olivia volvió de nuevo a ser Olivia, con su
mirada de medio distante y el constante roce de sus piernas. ―Creo‖que‖van‖a‖
comprar‖queso,‖―dijo‖ella‖después‖de‖un‖momento,‖ se‖ levantó‖y‖ fue‖a‖ través
del puente.
Ginny se sentó completamente inmóvil durante un momento y observó los
barcos meciéndose en el canal. Lo asombroso no fue exactamente que Olivia era
gay, fue lo que Olivia sentía y las cosas que decía y que les había dicho a ellos.
Había algo debajo de dicha emoción.
Olivia había golpeado justo en algo así... no la cosa sobre el queso, sino sobre lo
de no notar lo que está justo en frente de ti. Al igual que Piet, él veía The Night
Watch todos los días y nunca realmente lo miraba. ¿Qué estaba en frente de ella?
Barcos. Algo de agua. Algún viejo canal. Su bicicleta de gran tamaño que iba a
tener que andar todo el camino de regreso a Ámsterdam, probablemente
consiguiendo matarse en el proceso.
¿Qué estaba haciendo? No había ningún mensaje oculto aquí. Tía Peg lo había
fastidiado esta vez. No Charlie. Piet no tenía ni idea. Y ahora ella se redujo a
tratar hacer algún tipo de teoría acerca de qué trataba todo esto, una teoría
basada en nada más que fragmentos de la conversación.
Ámsterdam, tuvo que admitir para sí misma, era más que un fracaso.
Para su última noche en la ciudad, los Knapps habían decidido ir a un
restaurante que estaba en un banco medieval que se parecía a un pequeño
castillo. Había antorchas en las paredes de piedra y armaduras en las esquinas.
Olivia parecía explotar su confesión y se quedó en uno de estos por toda la
comida, ni una sola vez le habló.
―Así,‖―dijo‖la‖señora‖Knapp,‖presentando‖una‖hoja‖de‖papel,‖que‖ella‖puso‖en‖
la‖mesa―.‖He‖escrito‖una‖pequeña‖lista‖para‖ti,‖Ginny.‖Decimos‖20€‖para‖la‖cena‖
de esta noche, sólo para hacer las cosas fáciles.
Ella escribió algo en el fondo y entonces pasó el papel a Ginny. Desde el
principio, los Knapps había ido dando su tarjeta de crédito para todo. Ginny se
había dado cuenta de que tenía que contribuir en algún momento. Ese punto
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había llegado, obviamente, en la forma de esta lista muy cuidadosamente
detallada de todas las entradas y comida, más el costo de su parte del hotel.
A Ginny ciertamente no le importa pagar por ella misma, pero estaba allí había
algo extraño sobre darle la cuenta en medio de la cena, con los cuatro Knapps
mirando. Se sentía demasiado consciente de mirarlo. Lo puso en el regazo y
sacó el borde del mantel.
―Gracias,‖―dijo―.‖Voy‖a‖tener‖que‖ir‖al‖cajero‖autom{tico,‖sin‖embargo.
―¡Tómate‖su‖tiempo!‖―Dijo‖el‖señor‖Knapp―.‖Por‖la‖mañana.
¿Entonces por qué, se preguntó Ginny, me lo das ahora?
De vuelta en el Huis, Ginny leyó esta lista y se dio cuenta de que ella no había
estado prestando ninguna atención en absoluto a lo mucho que esto le estaba
costando. Ellos no le preguntaron por el importe total de la sala (que resultó
que tenían las mejores habitaciones en el lugar, que costaban mucho más), pero
aún así llegó‖ a‖ 200€‖ por‖ los‖ cinco‖ días.‖ Junto‖ con‖ el‖ alarmante‖ ritmo‖ de‖ sus‖
visitas turísticas (todos los ingresos sumados), los restaurantes, ciber-café, ella
había fundido casi‖500€.‖Estaba‖bastante‖segura‖de‖que‖ tenía‖ los‖500€,‖pero‖ la‖
duda le provocó una noche de insomnio. Se levantó antes que nadie, y salió
para estar segura.
El cajero le dio el dinero, que fue un alivio, pero no le dijo cuanto tenia de saldo.
Sólo soltó un puñado de notas de color morado, luego le guiñó un ojo con un
mensaje en holandés. Podría haber dicho: ―¡Que‖te‖jodan,‖turista!‖―Por‖todo‖lo‖
que ella sabía.
Se sentó en la acera y sacó el sobre siguiente. Dentro, había una postal, pintada
en acuarelas. Parecía ser una vista del cielo, pero había dos soles, que contenían
un 1 y otra un 0.
Carta Diez.
―Muy‖bien,‖―dijo―,‖¿y‖ahora‖qué?
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Carta #10
Traducido por masi Corregido por Lorena
Querida Ginny,
No hay que estar afectado por el tema, Gin. No hemos hablado de ello hasta ahora, y es hora de que lo hagamos. Me enfermé. Estoy enferma. Continuaré enfermando. No me gusta, pero esa es la verdad, y siempre es mejor enfrentar las cosas de frente. Sonoras palabras viniendo de mí, pero son las exactas.
Cuando me detuve antes de entrar en el Empire State esa mañana de noviembre, había una razón. No era sólo porque me sintiera moralmente indignada ante la idea de trabajar en el edificio. Había olvidado el número de planta de la oficina a donde yo iba. Lo había dejado en casa.
La otra versión hecha para una mejor historia... que me detuve en seco, me di la vuelta, y me fui. Eso es romántico. No es lo mismo si dijera que sólo tenía una pérdida de memoria, dejé mi post-it, y tuve que darme la vuelta.
Mirando hacia atrás, Gin, creo que ese fue el comienzo. Eran pequeñas cosas como esas. Siempre he sido un poco distraída, lo admito, pero había un patrón definido en el asunto. Pocos hechos eran simplemente un parpadeo en la distancia, ahora y entonces. Mis médicos me dicen que este problema que tengo es bastante reciente, que no hay manera en que hubiera visto los síntomas hace dos años, pero los médicos no siempre tienen la razón. Creo que supe ese momento que eso muy pronto iba a convertirse en un problema.
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Cuando estuve en Ámsterdam con Charlie, definitivamente supe que algo estaba mal conmigo. No estaba segura de qué. Pensé que era algo con mis ojos.
Fue la calidad de la luz. A veces las cosas parecían muy oscuras. Había pequeñas manchas negras en mi visión, manchas que a veces se comen mi vista. Pero yo era demasiado cobarde para ir al médico. Me dije que no era nada, y decidí, en su lugar mantenerme en movimiento. Mi siguiente parada fue una colonia de artistas en Dinamarca.
Así, tu siguiente indicación es tomar un avión rumbo a Copenhague, inmediatamente. Es un viaje corto. Envía un e-mail a [email protected] con la información sobre vuelos. Alguien te esperará en el aeropuerto.
Con amor, TTF.
(Tu tía Fugitiva)
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El Barco Vikingo
Traducido por masi Corregido por Chelsea Sharkovich
staba de pie en el aeropuerto de Copenhague, mirando hacia una puerta,
tratando de averiguar si era (a) un cuarto de baño y (b) qué tipo de baño
era. La puerta simplemente decía H.
¿Era ella una H?
¿Era H de "hers"20? Podría fácilmente ser "his"21. O de "Habitación de
helicóptero‛:‖No‖un‖baño‖en‖absoluto.‖
Se dio la vuelta con tanta desesperación, que la mochila casi hace que pierda el
equilibrio y se caiga.
El aeropuerto de Copenhague era elegante y estaba bien organizado, con placas
de metal brillante en las paredes, con listones de metal a lo largo de los suelos, y
grandes columnas de metal. Todos los aeropuertos eran lugares estériles, pero
el aeropuerto de Copenhague era como una mesa de operaciones. Mirando a
través de los enormes paneles de vidrio que franqueaban el edificio, Ginny
podía ver que por fuera, el cielo estaba de un acerado grisáceo.
Estaba esperando a alguien a quien ella no conocía y que, a su vez éste, no la
conocía a ella. Sólo sabía que él o ella escribía inglés en todas las tapas y le decía
que ESPERARA POR LAS SIRENAS. Después de mucho caminar en
semicírculos (todo el lugar era una gran curva) y preguntar a un montón de
gente, se encontró unas estatuas de dos sirenas mirando por encima de uno de
los carriles del segundo piso. Había estado de pie junto a ellas durante más de
cuarenta y cinco minutos, por lo que necesitaba con urgencia ir al baño, y se
estaba preguntando seriamente si se trataba de algún tipo de prueba.
Justo cuando estaba a punto de salir corriendo hacia la habitación H, se dio
cuenta de que un hombre alto, con el pelo largo y castaño se acercaba a ella.
Podía ver que no era muy mayor, pero su gran barba castaña, le daba un aire
20 Hers, en inglés se refiere a un pronombre femenino, por lo que se supone que con ello quiere decir “ellas”. Por lo tanto baño de chicas. 21 Para ellos. Por lo tanto baño de chicos.
E
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maduro e imponente. Su indumentaria, un par de pantalones vaqueros, una
camiseta de Nirvana, y una chaqueta de cuero era normal, a excepción del
cinturón con una cadena de metal que colgaba de su cintura, con diversos
objetos que colgaban de esta como amuletos, el diente de un animal de gran
tamaño y algo que parecía un silbato enorme. Y él iba en línea recta hacia ella.
Ella miró a su alrededor, pero tenía el fuerte presentimiento de que él no se
dirigía hacia el grupo de turistas japoneses que estaban a su lado con una
pequeña bandera azul.
―¡Tú! ―gritó él―. ¡Virginia! ¡Correcto!
―Cierto ―dijo Ginny.
―¡Lo sabía! ¡Soy Knud! ¡Bienvenida a Dinamarca!
―¿Hablas Inglés?
―¡Por supuesto que hablo Inglés! ¡Todos los daneses hablamos inglés! ¡Por
supuesto que sí! ¡Y lo hablo muy bien!
―Bastante bien ―admitió Ginny. Había un signo de exclamación después de
todo lo que Knud decía. Hablaba inglés en voz alta.
―¡Sí! ¡Lo sé! ¡Vamos!
Knud tenía una motocicleta BMW azul con sidecar, muy moderna y que parecía
muy cara, esperándoles en el aparcamiento.
El sidecar, como él explicó, era lo que utilizaba para el transporte de todas sus
herramientas y materiales (lo que eran, no lo dijo). Estaba absolutamente seguro
de que su enorme mochila encajaría allí, también, y tenía razón. Un momento
después, ella estaba en el sidecar, casi a la altura del suelo, deslizándose por la
calle de otra ciudad europea, que se parecía mucho (le daba vergüenza
admitirlo y no era por escurrir el bulto) a la que había justo dejado.
Él estacionó su motocicleta en una calle llena de casas de colores, todas unidas
entre sí, que estaban situadas junto a un ancho canal. Ginny tuvo que esperar
hasta que se había desentumecido y luego dio un paso vacilante, fuera del
sidecar. Caminó en la dirección de los edificios, pero Knud la llamó.
―¡Por este camino, Virginia! ¡Aquí abajo!
Llevaba su mochila hacia abajo a un conjunto de escalones que llevaban hasta el
agua. Continuó bajando por la acera, que bordeaba el largo del canal, pasando
por varias, y cuidadosamente marcadas, "plazas de aparcamiento" a las cuales
estaban atracadas grandes casas flotantes. Él se detuvo en una de ellas. La suya
era una casa completa y pequeña, que parecía una pequeña cabaña de madera.
Tenía jardineras llenas de flores rojas en las ventanas y una enorme cabeza de
dragón de madera mirando desde la parte delantera. Knud abrió la puerta y le
indicó a Ginny que pasara.
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La casa de Knud era toda una habitación grande, hecha de madera roja, que olía
a madera recién cortada, cada pulgada de la misma estaba tallada,
estrechamente, con la cabeza de un pequeño dragón, espirales, y gárgolas. En
un extremo de la habitación, había una gran cama futón con un marco hecho de
ramas gruesas, sin terminar. La mayor parte del espacio estaba ocupado por
una mesa de trabajo de madera con herramientas de tallado y trozos de hierro.
Un pequeño espacio estaba dedicado a la cocina. Este era el lugar a donde se
dirigió Knud, retirando varios recipientes de plástico de la nevera pequeña.
―¡Tienes hambre! ―dijo‖él―. Te haré un poco de buena comida danesa. Ya lo
verás. Siéntate.
Ginny se sentó en la mesa. Él comenzó a abrir los contenedores, que estaban
llenos de una docena o más de tipos de pescado.
Pescado rosa. Pescado blanco. Pescado con una base de hierbas verdes en este.
Sacó un poco de pan oscuro y apiló esas cosas en un sector.
―¡Esto está muy bien! ―dijo―. ¡Todos orgánicos, por supuesto! ¡Todo fresco!
¡Nosotros nos preocupamos por la Tierra aquí! ¿Te gusta el arenque ahumado?
Lo probarás ¡Por supuesto que lo harás!
Puso el pesado sándwich de pescado delante de Ginny.
―Yo trabajo el metal‖ ―dijo Knud―. Aunque también he hecho algunas de
estas tallas de madera. Todo mi trabajo está basado en el arte tradicional danés.
¡Soy un vikingo! ¡A comer!
Ella trató de levantar la pieza sobrecargada de pan.
―Ahora ―dijo él―, probablemente te preguntes cómo es que conozco a tu tía.
Sí, Peg estuvo aquí, hace tres años, creo. En el festival de arte. Me gustó mucho.
Tenía un gran espíritu.
―Un día ella me dijo... ¿Qué hora es? ¿Las cinco de la tarde?
De alguna manera, Ginny no pensaba que esa hubiese sido la gran
proclamación de su Tía Peg en Dinamarca.
Knud hizo un gesto para que ella siguiera comiendo y entonces se dirigió por
una pequeña puerta con su estufa de dos quemadores. Ginny se comió el
sándwich y miró a través del canal la fila de tiendas que estaban al otro lado.
Luego volvió su atención a una placa de metal que estaba colocada sobre la
mesa. Knud la había grabado con un dibujo complicado.
Era asombroso que un tipo tan grande pudiera hacer un trabajo tan delicado.
Cuando ella miró de nuevo, las tiendas que había estado divisando un
momento antes, se habían ido y habían sido sustituidas por una iglesia, e
incluso esta se alejaba. El suelo se balanceaba suavemente por debajo de ella, y
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su cerebro consiguió reunir el hecho de que la casa entera se movía. Ella fue
hacia las ventanas y vio que habían dejado su lugar en el muelle de barcos y se
estaban moviendo rápidamente a través del canal.
Knud balanceó hasta abrir la pequeña puerta en la parte delantera. Podía ver
que él estaba de pie en una pequeña cabina, donde estaban los controles de la
embarcación.
―¿Te gusta el pescado? ―dijo a voces.
―Está... ¡bien! ¿Hacia dónde vamos?
―¡Al norte! ¡Deberías descansar! ¡Tardaremos algún tiempo!
Cerró la puerta.
Ginny abrió la puerta que había estado junto a la acera y se encontró que sólo
un paso de cubierta y una barandilla alta la separaban del agua agitada. El agua
salpicaba sus piernas. Knud conducía su casa rápidamente ahora, como lo
habían hecho a un cuerpo más amplio de agua. Pasaron por debajo de un
puente enorme. Desde la parte delantera de la embarcación, Ginny, miraba al
canal plateado de agua que separaba Dinamarca de Suecia.
Por lo tanto, ella iba hacia el norte. En una casa.
*****
―Vivo solo ―dijo Knud―, y trabajo solo, pero nunca estoy verdaderamente
solo. Hago el trabajo de mis antepasados. Yo vivo de toda la historia de mi país
y mi gente.
Ellos habían estado navegando durante al menos dos horas, tal vez más.
Knud había atracado finalmente su casa, en un muelle utilitario a lo largo de
una carretera, junto a un campo de estrechos molinos de viento de alta
tecnología. Él era un artista tradicional, por lo que Ginny había entendido.
Estudiaba y restablecía artesanías que tenían más de mil años de edad, con
materiales auténticos y procesos y, a veces consiguiendo auténticas lesiones
antiguas en el proceso.
Lo que él no había explicado, era el porqué él la había conducido tan al norte en
su barco, para que pudieran aparcar a lo largo de una carretera. En lugar de una
explicación, él hizo unos cuantos bocadillos más, una vez más, impresionándola
por la calidad y frescura de todos los ingredientes. Se sentaron junto a la casa
flotante, para comérselos.
―Peg ―dijo―, he oído que murió.
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Ginny asintió con la cabeza y miró como los molinos de viento giraban
furiosamente.
Parecían como margaritas alocadas y descuidadas de metal. Un sol de color
naranja brillante, resplandecía detrás de ellas, disparando fuertes y plateados
rayos como cuchillas.
―Lamento escuchar eso ―dijo, aterrizando su pesada mano sobre su
hombro―. Ella era muy especial. Y esto es por lo que estás aquí, ¿verdad?
―Ella me pidió que viniera a visitarte.
―Me alegro. Y creo que sé por qué. Sí. Creo que sí.
Señaló a los molinos de viento.
―¿Ves eso? ¡Eso es arte! Hermoso. También son útiles. El arte puede ser útil.
Este aprovecha el aire y crea la energía limpia y hermosa.
Ambos observaron los molinos de viento que giraban durante unos momentos.
―Has venido en un momento especial, Virginia. Esto no es casual. Es casi
vísperas del verano. Mira. Mira el reloj.
Él sostenía su muñeca frente a ella, revelando lo que la mayoría de la gente
habría considerado como un reloj de pared en una correa.
―¿Ves? Son casi las once de la noche. Y mira. Mira el sol. Peg vino aquí por el
sol. Ella me lo dijo.
―¿Cómo la conociste? ―preguntó Ginny.
―Ella se estuvo quedando con un amigo mío en un lugar llamado Christiana.
Christiana es una colonia de artistas en Copenhague.
―¿Estuvo aquí mucho tiempo?
―No‖ tanto‖ tiempo,‖ no‖ creo‖ ―dijo―. Ella había venido a ver el sol de
medianoche. Había venido a ver como es este excepcional lugar. Puedes ver
que, pasamos gran parte del año en la oscuridad, Virginia. Y luego estamos
bañados en luz, luz constante. El sol está en el cielo, pero nunca se pone. Ella
tenía muchísimas ganas de ver esto. Así que te traje aquí.
―¿Por‖qué‖aquí?‖―preguntó Ginny.
―¡Para que veas donde cultivamos nuestros molinos de viento, por supuesto!
―Él‖se‖echó‖a‖reír―. A ella, por supuesto, le encantaron. Vio todo este paisaje
fantástico. Tú vienes aquí, para entender que el mundo no es un mal lugar. En
este sentido, intentamos tener un futuro mejor donde nosotros no
contaminamos. Nos bañamos en luz. Creamos campos hermosos.
Se sentaron allí durante un buen rato, mirando el sol que se negaba a
desaparecer. Por último, Knud sugirió que Ginny volviera a la barca y
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descansara. Ella pensó que la luz y la extrañeza del lugar la mantendrían
despierta, pero pronto el suave balanceo del barco hizo que se durmiera. Lo
siguiente que supo era que una gran mano le sacudía el hombro.
―Virginia ―estaba diciendo Knud―. Lo siento. Pero tengo que irme pronto.
Ginny se sentó de golpe. Era por la mañana, y ellos estaban de nuevo atracados
en el muelle de Copenhague, justo donde habían empezado. Unos minutos
después, ella estaba viendo como Knud se subía en su motocicleta.
―Conseguirás llegar allí, Virginia ―dijo, apoyando‖una‖mano‖en‖su‖hombro―.
Y ahora, me tengo que ir. Buena suerte.
Con eso, se encontró en las calles de Copenhague, una vez más por su cuenta.
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El Hippo’s
Traducido por masi y Virtxu Corregido por Chelsea Sharkovich
or lo menos estaba preparada esta vez. En caso de que ella fuera a
enfrentarse con otro Ámsterdam, Ginny había buscado información de
algunos sitios en internet. La opción número uno, era un albergue que se
recomendaba‖en‖todos‖los‖sitios‖web,‖se‖llamaba‖Hippo’s‖Beach.
Consiguió cinco mochilas, cinco bañeras, cinco sombreros de fiesta, y dos
pulgares como el más completo de los sitios, el cual era calificado como el Ritz
de los alojamientos para jóvenes.
El Hippo´s no parecía más que un simple y grande edificio gris pálido, sin
decoraciones, con unas pocas mesas tapadas por unas sombrillas en la parte
delantera. El objeto más sorprendente del sitio era la gran maqueta de la cabeza
de un hipopótamo rosa que tenía la boca ancha, abierta, colocada sobre la
puerta de entrada. La gente había llenado la boca con todo tipo de botellas de
cerveza vacías y otros objetos y una gran cantidad de pelotas de playa
desinfladas, una bandera canadiense, una gorra de béisbol y un tiburón de
plástico, entre otras cosas.
El vestíbulo estaba decorado con palmeras y guirnaldas de seda con forma de
flor. Había una barra teca falsa que cubría los alrededores de la recepción. Todo
el mobiliario era muy de los años ochenta, de colores brillantes con motivos
geométricos. Había decorados de lámparas de papel chino colgados por toda la
habitación.
El hombre de detrás del mostrador tenía una espesa barba blanca y vestía una
camisa hawaiana de color naranja brillante.
―¿Tiene usted alguna cama disponible? ―preguntó ella.
―¡Ah!‖―dijo‖él―. Chica hermosa con el pelo tipo pretzel22. Bienvenida al mejor
hostal de toda Dinamarca. Todo el mundo lo adora. Te encantará estar aquí.
¿No es verdad?
22 Pretzel: es un tipo de galleta salada. La llaman así porque esa galleta está trenzada y Ginny tiene el cabello con trenzas.
P
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Dirigió sus últimas palabras a un grupo de cuatro personas que acababa de
entrar con bolsas de comestibles. Había dos chicos rubios, una chica con el pelo
castaño y corto, y un chico indio. Ellos asintieron y sonrieron, mientras
arrojaban bolsas de panecillos duros y paquetes de embutidos y quesos en una
de las mesas.
―Este es un petardo ―dijo él―. Puedo ver eso. Mira las trenzas. La pondré con
vosotros. Así podréis vigilarla por mí. Pero aquí. Una litera para una semana
son novecientos veinticuatro coronas.
Ginny se congeló. No tenía idea de lo que era una corona o cómo iba a
conseguir novecientos veinticuatro de ellas.
―Sólo‖tengo‖euros‖―dijo.
―¡Esto es Dinamarca! ―gritó―. Nosotros usamos coronas, aquí. Pero tomaré
euros si tengo que hacerlo. Ciento sesenta, por favor.
Ginny se sintió culpable al entregar la moneda equivocada. Mientras lo hacía,
Hippo buscaba debajo de la barra y abría un pequeño refrigerador. Sacó una
botella de Budweiser, que ofreció a Ginny a cambio del dinero.
―En Hippo´s, todo el mundo recibe una cerveza fría. Aquí está la tuya. Siéntate
y bébetela.
Fue lo suficientemente amigable, pero Hippo no parecía esperar otra cosa que
conformidad total con su hospitalidad. Ginny tomó la cerveza, insegura (a
pesar de que estaba empezando a entender que intercambiar alcohol era la
manera universal de decir "hola" en Europa). La botella estaba muy mojada, y la
etiqueta se desintegró cuando la tocó y se le pegó en la mano. La gente de la
mesa, sus nuevos compañeros de cuarto, la hicieron señales con la mano y se
ofrecieron a compartir sus compras.
―Acabo de llegar de Ámsterdam ―dijo ella, hurgando en su bolso para
intentar hacer algún tipo de regalo―. Tengo todas estas galletas, si queréis.
Los ojos de la muchacha se iluminaron.
―¿Stroopwaffle23? ―preguntó.
―Sí,‖―dijo‖Ginny―. Stroopwaffle. Cómanselas todas. He comido muchas.
Puso el paquete sobre la mesa. Cuatro pares de ojos la miraron con reverencia.
―Ella es un mensajero ―dijo uno de los chicos rubios―, es una de los elegidos.
23 Son una especie de galletas originarias de los Países Bajos, elaboradas con dos especies de waffles redondos que tienen entre ellas un relleno de caramelo.
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En las presentaciones, se enteró de que los dos chicos rubios se llamaban
Emmett y Bennett. Bennett y Emmett eran hermanos y eran casi exactamente
iguales, cabello
blanqueado por el sol y los mismos apagados ojos azules. Emmett vestía como
un surfista, pero Bennett llevaba una camisa sin planchar abotonada. Carrie era
de la altura de Ginny, con el pelo castaño y corto.
Nigel era indio-Inglés-australiano. Todos eran estudiantes de Melbourne,
Australia, y habían estado de viaje por Europa con billetes de tren durante cinco
semanas.
Después de comer, llevaron a Ginny hasta su dormitorio, el cual era igualmente
colorido y brillante, paredes de color amarillo eléctrico y círculos de color rosa y
púrpura a lo largo del techo, alfombra azul, y literas de metal liso, de color rojo.
―Al estilo de1983 ―dijo Bennett.
Era alegre, sin embargo, y obviamente bien cuidado. Le explicaron que todo el
mundo tenía que ayudar en la limpieza como parte del acuerdo con el albergue,
por lo que durante quince minutos todos los días, cada uno tenía una tarea.
Había un portapapeles con el listado de los puestos de trabajo en el pasillo, así
que quien se levantaba el primero tenía lo más fácil, pero ninguna de ellas era
muy difícil. Hippo no tenía toques de queda o tiempo de espera para divertirse.
Además, había una playa artificial en la parte de atrás que irrumpía hasta el
agua.
Una vez más, Ginny se encontró encerrada en un grupo. Pero una cosa quedó
clara desde el principio, estos no eran los Knapps. Su política parecía ser la
siguiente: se levantaban cuando les daba la gana, y no tenían idea de cuánto
tiempo se alojarían ahí. Cada noche, salían. Ellos estaban pensando en dejar
pronto Copenhague, pero no estaban seguros de a dónde iban a ir después. Esta
noche, tenían planes especiales para salir, de los cuales Ginny formaba parte.
Pero primero, había que dormir una siesta y comer más Stroopwaffle y dar a
Ginny un alias, el cual fue Pretzels.
Ginny podría vivir con eso. Subió a su litera, se dejó caer sobre el colchón, y se
quedó dormida.
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El Reino Mágico
Traducido por AndreaN y Virtxu Corregido por Pimienta
ubo mucha emoción en el cuarto cuando Ginny se despertó.
―¡Aquí‖vamos!‖―dijo Emmett, aplaudiendo y juntando sus manos.
―No preguntes, ―dijo‖ Carrie,‖ rodando‖ sus‖ ojos. Es una larga
historia. Vamos. Hay algún sitio estúpido al que estos idiotas
quieren ir.
De nuevo, no había noche. El sol colgaba quieto en el cielo, sólo
condescendiendo a caer a un nivel crepuscular pero nunca desapareciendo de
vista.
Copenhague, sus nuevos amigos le explicaron mientras caminaban, era la
Disneylandia de la cerveza. Y a donde sea que estuvieran yendo esta noche, era
la Montaña Mágica de Copenhague. Ellos llegaron a un enorme salón abierto.
Encontraron asientos en una de las largas mesas estilo picnic, y Emmett le dijo a
una de las mujeres que ellos querían cinco de lo que ella estaba cargando. La
mujer colocó cinco de las enormes jarras de vidrio en la mesa. Carrie le pasó
una a Ginny, quien tenía que levantarla con ambas manos. Ella la olfateó, luego
tomó un sorbo. No le gustaba mucho la cerveza, pero esta sabía bastante bien.
Los otros tomaron de las suyas felizmente.
Todo estuvo bien por alrededor de media hora, a pesar del hecho de que ella
parecía estar viviendo un poster de su salón de Alemán en la escuela, lo cual no
tenía sentido, considerando que estaba en Dinamarca. Y estaba bastante segura
que se suponía que tenían que ser diferentes.
Repentinamente, algunas luces aparecieron desde atrás, y Ginny se volvió
consiente de un escenario en el final de la habitación. Un hombre en una
brillante chaqueta morada apareció con un micrófono y habló en danés por
unos pocos minutos. Esto parecía emocionar a todo el mundo, excepto a Ginny,
que estaba totalmente desconcertada.
―Y‖ahora‖―dijo el hombre en ingles―, necesitamos unos cuantos voluntarios.
Al mismo tiempo, los cuatro nuevos amigos de Ginny salieron de sus asientos,
saltando de arriba abajo con frenesí. Esto emocionó a los hombres de negocios
H
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Japoneses que compartían su mesa. Ellos también se pusieron de pie y
empezaron a gritar y llamar. Ginny, que era la única persona sentada, bajó la
vista y vio docenas de tazas vacías tiradas en su mitad de la mesa.
El líder de la banda no pudo evitar notar el casi, alboroto internacional que
estaba ocurriendo en su esquina, y él los apunto grandiosamente.
―¡Dos personas, por favor! ―dijo él.
Fue decidido inmediatamente, a través de algunos asentimientos entre los dos
grupos, que ya que toda la mesa había hecho un esfuerzo, cada grupo sería
capaz de enviar a una persona. Los hombres Japoneses cayeron en una seria
discusión, y los amigos de Ginny hicieron lo mismo. Ginny capturó pedazos de
la conversación.
―Ve tú.
―No, ve tú.
―Fue tu idea.
―Espera‖―dijo Carrie―. Enviemos a Pretzels.
La cabeza de Ginny se levanto con esa.
―¿Para qué? ―preguntó ella.
Bennett sonrió.
―Karaoke de contacto completo.
―¿Qué?
―¡Vamos!‖―Gritó Emmett―.‖Pretzels<‖Pretzels<‖Pretzels<
Los otros tres lo corearon. Luego los hombres de negocios japoneses, que ya
habían elegido su representante, se unieron. Unas pocas personas de otras
mesas intervinieron también, y en cuestión de segundos, toda la esquina de la
habitación estaba coreando su nombre. Todos con diferentes acentos, todos
ruidosamente, todos en un calmado y descomunal tiempo.
Sin quererlo realmente, Ginny se encontró a si misma levantándose.
―Um‖―dijo nerviosamente―.‖Realmente‖no<
―¡Brillante!‖―gritó Emmett, ayudándola a pasar por el pasillo entre las mesas.
Uno de los hombres japoneses se quitó su chaqueta de traje y se unió a ella.
―Ito ―dijo el hombre. Al menos, eso es lo que Ginny pensó que dijo. Él estaba
hablando en japonés, así que era un poco difícil de decir.
Ito se hizo a un lado para que Ginny pudiera ir primero, incluso aunque ella
realmente no quería liderar. El anfitrión la estaba saludando, y la multitud
aplaudía con aprobación mientras ella progresaba en llegar hasta el escenario.
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Ito se veía encantado, aflojando su corbata y meneándose, saludando al público
para que mantuvieran los aplausos. Ginny aceptó la mano del anfitrión
silenciosamente para montarse en el escenario. Intento pararse en una esquina,
pero él la dirigió firmemente hacia el borde, donde Ito la sostuvo en su lugar
colocando un brazo en sus hombros. El anfitrión estaba gritando en danés al
público.‖La‖única‖palabra‖que‖Ginny‖pudo‖distinguir‖fue‖‚Abba.‛‖Él‖produjo‖(al
parecer de su bolsillo) dos pelucas, una de hombre desgreñado y otra larga y
rubia. La rubia y larga cayó en la cabeza de Ginny, mientras que Ito había
agarrado la otra y se la estaba poniendo torcidamente. Una boa negra fue tirada
desde la dirección del bar. Ito la agarró primero, pero el anfitrión se la quitó y la
colocó sobre los hombros de Ginny.
El cuarto se oscureció. Ginny no podía saber si las luces en realidad se apagaron
o si sólo era porque el pesado flequillo rubio de la peluca estaba protegiendo
sus ojos de la luz. Sus trenzas se le pegaron en la frente, como tentáculos de
cabello mutantes. Ella rápidamente intento tirar hacia atrás del bulto.
―¿Qué‖ tal‖ un‖ poco‖ de‖ ‚Dancing‖ Queen‖ ‛?‖ ―Gritó el anfitrión, esta vez, en
Ingles―.‖¿Qué‖tal‖un‖poco‖de‖‚Mamma‖Mia‖‛?
Al público le gustó la idea, y a ningún grupo en la multitud le gustó más que al
grupo de australianos-Japoneses que habían enviado a Ginny aquí en primer
lugar. Monitores alrededor del borde del escenario se iluminaron. Fotos de
escenas de montañas y parejas paseando aparecieron.
Y luego ella oyó el primer acorde. Ahí fue cuando todo la golpeó.
Ellos iban a hacerla cantar.
Ginny nunca cantaba. Ella no cantaba en especial después de pasar cinco días
con los Knapps. No cantaba, jamás. Ni se subía a escenarios.
Ito fue el primero, agarrando con torpeza el micrófono. A pesar de que él estaba
sonriendo, Ginny sintió una competitividad auténtica, él quería esto. La
multitud le animaba, golpeando el suelo y palmeando. Ginny seguía tratando
de retirarse a un segundo plano, pero el anfitrión seguía moviéndola hacia
delante. Este era el último lugar en el que quería estar. No estaba haciendo esto.
No lo estaba.
Y, sin embargo, allí estaba ella, en un escenario en Copenhague bajo seis libras
de cabello rubio sintético. Lo estaba haciendo incluso cuando su cerebro trataba
de convencerla de lo contrario. De hecho, estaba delante del micrófono ahora, y
cientos de rostros expectantes la estaban mirando. Y entonces oyó el ruido.
Ella estaba cantando.
Lo realmente sorprendente fue que al oír su propia voz haciendo eco alrededor
de la barra enorme, ésta casi sonaba bien. Era un poco angustiante, tal vez.
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Siguió adelante hasta que se quedó sin aliento, cerrando los ojos, dejando que
todo fuera en un único tono hasta que su voz se quebró.
―¡Ahora, vamos a votar por el ganador!
Este hombre gritaba todo. Tal vez el gritar era algo danés.
Él tomó el brazo de Ito y lo sostuvo en alto, luego asintió con la cabeza hacia la
multitud para hacer conocer sus sentimientos. Hubo una buena cantidad de
aplausos. Entonces él se acercó y sacó el brazo de Ginny hacia arriba.
Ella fue aclamada como una reina mientras regresaba a la mesa, Ito se inclinó
ante ella. Los hombres japoneses estaban, obviamente, en algún viaje con algún
tipo de cuenta de gastos ilimitados y dejaron claro que estaban pagando por
todos los del grupo. Inmediatamente la mesa se inundó con bocadillos diversos.
La cerveza venía sin parar. Ginny se tomó una cuarta parte de su vaso. Carrie se
bebió dos vasos enteros. Emmett, Bennett, y Nigel se las arreglaron para tomar
tres cada uno. El por qué no murieron inmediatamente era algo confuso para
Ginny. De hecho, parecían estar totalmente bien.
A las dos de la mañana, sus nuevos benefactores estaban mostrando los
primeros signos de un inminente coma colectivo. Se aportó un número de
tarjeta de crédito, y en pocos minutos, todos estaban arrastrando los pies hacia
la calle. Después de las despedidas y agradecimientos y una gran cantidad de
inclinaciones, Ginny y los australianos comenzaron su andadura hacia el metro,
pero fueron detenidos por uno de los hombres japoneses.
―No, no ―él arrastraba las palabras, sacudiendo la cabeza fuertemente―.
Tax<i. Tax<i.
Metió la mano en el bolsillo de su traje y sacó un puñado de euros
cuidadosamente doblados. Los apretó en la mano de Ginny. Ginny trató de
devolvérselos, pero el hombre mostró una feroz determinación. Era como un
asalto a la inversa, y Ginny sentía que era mejor acceder. Los otros hombres
hacían señas a los taxis, y pronto una pequeña línea de coches se alinearon.
Ginny y los australianos fueron llevados a un Volvo azul de gran tamaño. Nigel
se metió en la parte delantera, y Emmett, Bennett, Ginny, y Carrie en el ancho
asiento trasero de cuero.
―Sé‖ donde‖ vivimos‖ ―dijo Emmett, apoyado en la puerta con una mirada
pensativa en su rostro―. Sólo que no sé cómo llegar allí.
Nigel le dijo algo al conductor en un titubeante, australiano sonando a danés
que había leído de un libro. El conductor dio la vuelta y respondió:
―¿Conduciendo en círculos? ¿De qué estás hablando? ¿Necesitas que conduzca
alrededor? ¿Es eso lo que usted está tratando de decir?
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Carrie puso su cabeza sobre el hombro de Ginny y asintió con la cabeza
mientras se dormía. Bennett decidió guiar desde su punto de vista, aplastado en
medio del asiento trasero, apenas capaz de ver fuera de cualquier ventana.
Siempre se las arreglaba para echar un vistazo a lo que él creía reconocer,
diciéndoselo al conductor. Por desgracia, Bennett parecía reconocer todo. La
farmacia. El bar. La pequeña tienda con las flores en la ventana. La gran iglesia.
La señal azul. El conductor aguantó esto durante una media hora y finalmente
se detuvo y dijo: ―Dime dónde os estáis alojando.
―Hippo‖Beach‖―dijo Bennett.
―¿Hippo? Conozco ese lugar. Por supuesto que conozco ese lugar. Deberías
habérmelo dicho.
Se echó a un lado en la carretera y giró en la dirección opuesta, conduciendo
rápidamente.
―Está comenzando a parecerme familiar ahora ―dijo Bennett, bostezando
salvajemente.
Estaban allí en menos de cinco minutos. El viaje ascendió a cuatrocientas
coronas. Ginny no estaba segura de cuánto dinero tenía en la mano. Fuera lo
que fuese, se lo habían dado a ellos para pagar el taxi, y este conductor había
tenido que soportar mucho.
―Aquí ―dijo, entregándoselo todo―. Todo tuyo.
Ella vio que él lo contaba mientras Carrie hacía su somnolienta salida del coche.
Él se volvió y le dio una amplia sonrisa. Ella tuvo la sensación de que acababa
de darle su mejor propina del año.
Hippo aún estaba despierto cuando llegaron tropezando. Él estaba jugando al
Risk en una de las mesas con dos chicos que parecían muy concentrados.
―¿Veis? ―Dijo con una sonrisa―. La de los pretzels. Te dije que era un
problema.
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Carta #11
Traducido por Sheiilita Belicov
Corregido por Chelsea Sharkovich
Querida Ginny:
Nunca he tenido una buena memoria para las citas. Siempre he tratado de recordarlas, pero nunca funciona. Como recientemente, vi una cita del maestro Zen Lao-tzu. Dice: ―Una huella es hecha por un zapato, pero no es el zapato en sí.
Catorce palabras. Se podría pensar que podía recordar algo así. Lo intenté. Duró cerca de cuatro minutos, y muy pronto fue: ―Ningún zapato debe ser juzgado por su huella, porque el pie tiene una impresión de sí mismo.
Así es como se quedó en mi cabeza. Y eso, pensé, no tiene sentido. En absoluto.
Salvo en tu caso, Gin. En realidad puede funcionar para ti. Porque lo que hice para ti (o lo que elegiste hacer, tú eres tu propia mujer) es seguir mis pasos en este viaje loco que tomé. Estás en mis zapatos, pero los pies son tuyos. No sé a dónde te van a llevar.
¿Tiene esto algún sentido? Lo hizo cuando pensé en ello. Pensé que tú creerías que yo era realmente inteligente.
Lo pregunto porque lo siguiente que quiero que hagas es recorrer un camino que tomé cuando me fui de Copenhague. Me fui porque el festival había terminado, y no tenía idea de qué hacer conmigo misma.
A veces, Gin, la vida te deja sin direcciones, sin hitos o señales. Cuando esto sucede, sólo tienes que elegir una dirección y correr como el infierno. Puesto que no puedes ir más allá del norte de Escandinavia, me decidí a ir al sur. Y simplemente seguí adelante.
Maureen Johnson – 13 Little Blue Envelopes
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Me fui en tren a la costa con una niebla brumosa, luego me subí a un tren en Alemania y viajé por tierra. A través de las montañas y dentro del Bosque Negro. Me bajé en varias ciudades, pero en cada ocasión no podía ir más allá de la puerta de la estación, y acababa por dar la vuelta y subirme a otro tren hacia el sur.
Luego llegué a Italia y me desvié hacia el mar. Tuve una idea brillante, pensé, iré a Venecia y ahogaré mis penas. Pero había una huelga de basureros en Venecia, por lo que olía a pescado apestoso, y estaba lloviendo. Así que fui a la orilla del agua y pensé: ¿Ahora qué? ¿Debo dirigirme a la izquierda y pasar por Eslovenia, tal vez huir a Hungría y comer pasteles húngaros hasta que explote?
Pero entonces vi el barco, y simplemente subí.
No hay nada como un largo y lento viaje en barco para despejar tus pensamientos, Gin. Un buen y lento transbordador que se toma su tiempo y te deja tomar el sol de las costas Italianas. Estuve en el barco durante veinticuatro horas, sentada sola en una tumbona pegajosa, pensando en todo lo que había hecho en los últimos meses. Y aproximadamente a la hora veintitrés, cuando nos acercábamos a las islas griegas, todo se resolvió para mí, Gin. Lo vi todo con claridad. Lo vi tan claramente como la isla de Corfú, que se vislumbraba frente a nosotros. Vi que había visto mi destino hace un tiempo, y se me había olvidado detenerme. Mi futuro estaba detrás de mí.
Por lo tanto, inténtalo por ti misma, Gin. Vete ahora. Y quiero decir, ahora. Tan pronto como recibas esta carta. Ve directamente al tren. Ve hacia el sur implacablemente. Sigue el camino de baldosas amarillas hasta Grecia, a las cálidas aguas, a la cuna del arte, la filosofía, y el yogur.
Cuando subas al barco, dedícame un grito.
Con amor,
Tu Tía Fugitiva
P.D: Oh. Ve a la tienda de comestibles primero. Paquete de snacks. Esta es una buena regla a seguir en todos los aspectos de la vida.
Con amor, TTF.
(Tu tía Fugitiva)
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31
La Pandilla del sobre azul
Traducido por Virtxu Corregido por Pimienta
ra mediodía del día siguiente, y todos se estaban recuperando en la playa
de Hippo. Ginny se sentó en la arena fría, poco profunda y sintió las
tablas de madera que sostenían la playa justo debajo de la punta de sus
dedos. El cielo estaba todo gris, y los edificios a su alrededor eran casas del
canal danés y viejas casas de hace setecientos años, pero todo el mundo actuaba
como si fueran las vacaciones de primavera en Palm Beach.
La gente estaba durmiendo en la arena en traje de baño y un gran grupo estaba
jugando al voleibol.
Ella recogió algo de arena al levantar el undécimo sobre vacío, deslizó la carta
de nuevo, y ausentemente plegó la solapa cerrándolo.
Ginny se volvió hacia sus compañeros y dijo: ―Tengo que irme a Grecia. A un
lugar llamado Corfú. Y tengo que irme ahora mismo.
Emmett la miró.
―¿Por qué tienes que ir a Grecia? ―Preguntó―. ¿Y por qué ahora?
Era una pregunta bastante razonable, y la cuestión, había atraído la atención de
los demás.
―Tengo estas cartas ―dijo ella, sosteniendo el sobre lleno de arena―. Son de
mi tía. Es una especie de juego. Ella me envió aquí. Las cartas me dicen donde
tengo que ir y qué tengo que hacer, y cuando he terminado, puedo abrir la
siguiente.
―Est{s‖bromeando ―dijo Carrie―. ¡Tu tía es un as! ¿Dónde está? ¿En casa o
aquí?
―Ella está... desaparecida. Quiero decir, ella murió. Pero eso está bien. Quiero
decir...
Ella se encogió de hombros para tratar de demostrar que ella estaba bien con la
pregunta.
―Por‖lo‖tanto‖―dijo Bennett―, ¿hay muchas cartas?
―Trece. Esta es la número once. Casi en el final.
E
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―¿Y no sabes a dónde vas o lo que tienes que hacer hasta que la abres?
―No.
El efecto fue algo notable y pareció que se solidificó en la mente de los
australianos la idea de que Ginny era un ser muy especial. Esta fue una
sensación muy extraña, y no una mala.
―Bueno ―dijo Carrie―, ¿podemos ir?
―¿Ir?
―A Grecia. ¿Contigo?
―¿Queréis venir conmigo?
―Grecia suena bien. Hemos terminado aquí, de todos modos. Podríamos tomar
algo de sol. Tenemos billetes de tren. ¿Por qué no?
Y así, el asunto se decidió. Diez minutos más tarde, estaban sacudiendo la arena
de sí mismos, devolviéndola a la pequeña playa de Hippo y partiendo hacia el
interior para conseguir sus cosas. En veinte minutos, estaban en internet en el
salón de Hippo, reservando sus asientos en un tren.
Debido a que Bennett, Emmett, Nigel, y Carrie tenían pases de Eurail, la ruta a
Grecia se limitaba a los trenes en determinados momentos. Cómo había cuatro
de ellos y Ginny era sólo una, sus necesidades iban primero. Su ruta los llevaría
a través de Alemania, a través de Austria por un corto tiempo, luego pasaría
por Italia y finalmente terminaría en Venecia. Se necesitarían veinticinco horas.
A la media hora, estaban en un supermercado de Copenhague, llenando una
cesta con fruta, agua embotellada, pequeños quesos sellados con cera, galletas...
todo lo pensaron que les haría mantenerse durante veinticinco horas a bordo de
un tren. Y una hora y media más tarde, salieron de Copenhague hacia otra
ciudad danesa llamada Rødbyhavn, la cual Ginny no era ni siquiera capaz de
pronunciar. Parecía constar sólo de la terminal del tren, un gran edificio al aire
libre. Allí cogieron un pequeño ferry a Puttgarden, Alemania, en el cual
estuvieron cerca de tres minutos. En Puttgarden, se encontraron en un andén
solitario, donde un tren de aspecto elegante se detuvo y subieron. Ellos se
apretaron en una serie de asientos destinados a cuatro personas.
Todo lo que vio Ginny de Alemania fue un Pizza Hut en Hamburgo donde se
quemó el paladar de la boca al comer demasiado rápido. Ella y Carrie se
perdieron tratando de encontrar el baño de mujeres en Frankfurt. Rigel tiró
accidentalmente a una anciana mientras corría para coger el tren en Múnich.
El resto fue sólo tren. En su estado de confusión, ella recordó mirar por una
ventana a un cielo azul brillante contra el gris de las montañas con picos
blancos volando en la distancia. Luego fueron miles y miles de verdes pastos y
campos, y flores de color púrpura. Tres tormentas repentinas. Estación de
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servicio. Casas de colores que parecían algo sacado de Sonrisas y Lágrimas.
Filas de casas de color marrón claro.
Después de la duodécima hora, Ginny comenzó a sospechar que si ella seguía
allí sentada mucho más tiempo, encorvada, con la chaqueta de Carrie detrás de
la cabeza, se le quedaría la forma de langostino para el resto de su vida. En
algún lugar de lo que Ginny supuso que era el norte de Italia, el aire
acondicionado murió. Hizo un valiente intento por abrir las ventanas, pero fue
en vano. No pasó mucho tiempo antes de que el calor comenzara a acumularse
en el vagón, y un suave pero sin duda desagradable olor flotaba en el aire
todavía. El tren fue más lento. Hicieron algunos anuncios sobre una huelga en
alguna parte. Solicitaron paciencia. El desagradable olor se convirtió en
asqueroso.
Se detuvieron por completo durante media hora, y cuando comenzaron de
nuevo, el conductor pidió que nadie usara el baño.
Llegaron a Venecia con tan sólo quince minutos de sobra y ni idea de dónde
estaban. Ellos siguieron las instrucciones de las señales, tratando de encontrar la
salida. Una vez en la calle, se subieron a un pequeño taxi blanco, y luego se
fueron a toda velocidad por las calles vacías a lo que pareció ciento cincuenta
millas por hora. La fuerte brisa del mar entraba por las ventanas abiertas
mientras volaban, golpeando en la cara de Ginny y causando que sus ojos
lloraran.
Y al rato, todos estaban cogiendo un barco grande y rojo.
Ellos eran pasajeros de cubierta. Eso significaba que podían sentarse en una silla
en el salón (ya completo), en una silla en la cubierta (todas tomadas), o en la
propia cubierta. Y la mayor parte de ese espacio había sido reclamado.
Tuvieron que caminar alrededor del barco dos veces antes de encontrar un
pequeño sector de la cubierta entre un bote salvavidas y la pared. Ginny se
extendió tanto como pudo, agradecida de estar al aire libre.
Se despertó con la sensación del sol del mediodía colgando justo encima de sus
ojos. El calor penetraba a través de sus párpados. Podía sentir una quemadura
desigual en la cara. Se levantó y se estiró, y luego caminó hasta el costado de la
embarcación.
El barco era parte de la línea de "súper velocidad", pero no estaba a la altura de
su nombre. Ellos se deslizaban a través del agua a un ritmo suficientemente
lento como para permitir que las aves marinas aterrizaran en la cubierta,
descansaran, y luego despegaran de nuevo. El agua debajo de ellos era de color
turquesa brillante, el tipo de color que nunca había imaginado que el agua
pudiera tomar. Ginny sacó los sobres restantes de su bolso y los sostuvo
fuertemente (no es que se movieran mucho, casi no había brisa). Ahora la banda
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de goma era irrelevante. Se fijó en los dos últimos. Ginny cogió el sobre número
doce y puso la goma alrededor de su muñeca.
La imagen del doce siempre la había desconcertado. De alguna manera se
parecía a la espalda de un dragón púrpura apareciendo desde el borde inferior
del sobre. Ahora que estaba en el agua, comprendió exactamente lo que se
suponía que era: una isla. Por supuesto, una extraña imagen de una isla, algo
borrosa y completamente del color equivocado. Pero era una isla, no obstante.
Ella rompió el sello y la abrió.
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Carta #12
Traducida por AndreaN Corregido por Pimienta
Ginny,
Harrods es el tipo de cosa que creo que sólo encontrarías en Inglaterra. Está en un hermoso edificio antiguo. Es tradicional. Está bizarramente organizado y es más o menos imposible encontrar algo, pero si miras con la fuerza suficiente, todas las cosas del mundo están ahí.
Incluyendo a Richard Murphy.
Veras, Gin, cuando llegue a Londres en primer lugar, todavía estaba llena de adrenalina. Pero después de unos cuantos días, me di cuenta de que no tenia hogar, no tenía trabajo, y estaba en la quiebra, lo cual es realmente una mala combinación.
Tú me conoces… cuando mi suerte esta baja, me gusta ir y probarme cosas caras y fabulosas. Así que fui a Harrods. Gasté un día entero poniéndome maquillaje en el departamento de cosméticos, probándome vestidos que costaban miles de libras y tomando muestras de perfume. Después de cerca de ocho horas de esto, finalmente me di cuenta que era una mujer adulta vagando sin rumbo alrededor de una tienda como una niña pequeña. Una niña pequeña que había huido de casa por un berrinche. Había hecho una cosa seria y potencialmente desastrosa.
Estaba deprimida en el pasillo de comida para ese punto. Vi un tipo alto vestido con traje, cargando una cesta con cerca de cincuenta tarros de miel Africana increíblemente cara. Me pregunté a mí misma, ¿Quién hace eso? Así que le pregunte. Y él me dijo que estaba armando las cestas de navidad de Sting. Hice un terrible chiste acerca de miel y aguijones, y entonces… entonces empecé a llorar. A llorar acerca de toda mi estúpida vida, de mi situación y de la miel Africana de Sting.
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No es necesario decir que sorprendí al tipo. Pero él reacciono bien y me sentó y me preguntó que estaba mal. Y yo le explique que era un yo-yo Americano, perdida y sin hogar. Como resultó, el tenia un cuarto desocupado que estaba a punto de amueblar y alquilar. Él me ofreció un trato, yo podía quedarme ahí gratuitamente hasta que tuviera algo de dinero.
Ya que no eres estúpida, sé que ya te habrás dado cuenta de que este tipo era Richard. Me mudé a su cuarto desocupado ese día.
Ahora, apuesto a que sé lo que estas pensando ahora mismo. Estas pensando: Bueno, obvió, Tía Peg. ¿Qué tipo no tomaría ventaja de alguna mujer idiota que es una damisela en apuros? Y esa es una buena pregunta. Lo admito, estaba tomando un riesgo. Pero había algo acerca de Richard en lo cual confié desde el momento en que lo conocí. Richard no es exactamente como la usual pandilla de deliciosas idiotas con los que solía gastar mi tiempo. Richard es práctico. A Richard le gusta tener un trabajo estable y una vida estable. Richard realmente no entiende porque la pintura de paredes viene en cualquier color además de blanco. Richard es confiable. Richard nunca me cobro ni diez centavos de alquiler, tampoco.
No pasó mucho antes de que tuviera un serio enamoramiento. Y aunque él intento ser sutil, sabía que yo también le gustaba. Y entonces, después de un tiempo, me di cuenta de que lo amaba.
Vivimos con este feliz arrendamiento durante unos pocos meses. Nunca actuamos por ello. Siempre estaba ahí, debajo de la superficie, en la manera en que nos pasábamos el control remoto o decíamos cosas como, ―¿Ese es el teléfono? ―Le conté que siempre soñé con tener un estudio de ático en Europa, y ¿Sabes lo que hizo? Se las arregló para encontrar un viejo cuarto de almacenamiento en uno de los pisos más altos de Harrods. Él me metía a hurtadillas todos los días para que pudiera pintar y yo guardaba todo mi trabajo en un gabinete de ahí.
Entonces una noche, él hizo la peor cosa posible, me dijo como se sentía. Ahora, algunas personas, buenas, normales, personas cuerdas, podrían estar emocionadas de saber que el grandioso chico del que están enamoradas, también las ama. Como yo no soy una de esas personas, reaccione mal, de alguna manera.
P.D: Oh. Ve a la tienda de comestibles primero. Paquete de snacks. Esta es una buena regla a seguir en todos los aspectos de la vida.
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Un día mientras él estaba en el trabajo, empaqueté mis cosas y me fui. Me marche durante unos meses en la ruta que tú acabas de seguir. Pero cuando supe que algo estaba mal conmigo, fue a Richard donde volví. Fue Richard quien me cuido. Es Richard quien me trae latas de Coca-Cola y helado mientras me siento y escribo estas cartas. Él se asegura de que tome mi medicación en los momentos adecuados porque algunas veces me confundo un poco.
Sólo falta un sobre más, Gin. Hay una tarea muy importante contenida en ese sobre, la más crítica de todas. Ya que es tan grande y seria, dejo enteramente a tu criterio cuando decidirás abrirla y realizarla.
Con amor,
Tu Tía Fugitiva.
P.D: No vayas por ahí aceptando ofertas de hombres extraños que te pregunten si quieres ir a vivir con ellos. Esa no es la moral de esta historia. Además, tu madre nunca me lo perdonaría.
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La Scooter roja Traducido por Flochi Corregido por kuami
ientras Carrie estaba estudiando minuciosamente la carta duodécima,
Ginny sostenía el décimo tercer sobre azul en alto para el sol griego.
(¿Era griego? ¿Era italiano? ¿Le pertenecía a alguien?) No podía ver
mucho a través de él. No era mucho más larga que las otras. Se sentían como
dos páginas. Y el dibujo sobre este, apenas era un dibujo, era el número 13,
hecho para parecerse a unos grandes números hechos a máquina.
—¿Bueno? —preguntó Carrie, doblando la carta que estuvo leyendo—.
Entonces vas a abrirla ahora, ¿verdad? Dice que puedes.
Ginny se sentó nuevamente y se inclinó hacia atrás, golpeando inmediatamente
su cabeza en un remo en el costado del bote salvavidas detrás de él.
—Y tú, obviamente quieres abrirlo ahora, ¿verdad? —Continuó Carrie—.
¿Verdad?
Ginny hurgó en la bolsa de comestibles. Lo único bueno que pudo encontrar ahí
fue unos quesitos. Tendría que picar hasta la cera roja, y para el momento en
que llegara al valor nutritivo del quesito, su boca tendría sabor a cera caliente y
ya no estaría hambrienta. Lo dejó a un lado. Uno de los chicos se lo comería.
—¿Las flores de cebolla fritas son una auténtica comida australiana? —preguntó
ella.
Carrie se ilusionó y se sentó sobre las rodillas de Ginny, empujando la bolsa de
comestibles a un lado en el proceso.
—¡Oh, vamos! ¡Ábrelo!
—No lo entiendo —dijo Ginny—. Al principio, tenía algo de sentido. Después
parecía al azar. El chico que se supone que iba a conocer en Ámsterdam no
estaba ahí. Entonces, me envió en camino a Dinamarca sin razón en absoluto.
—Tiene que haber una razón —dijo Carrie.
—No lo sé. Mi tía era un poco loca a veces. Le gustaba ver lo que podía
conseguir que la gente hiciera.
—Bueno, puedes resolver muchas cuestiones abriendo en último y leyéndolo.
M
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—Lo sé.
Iba a haber algo en esta última carta. A veces ella no quería saber. Podía sentirlo
a través del papel. Esta carta contenía mucho.
—Lo abriré cuando lleguemos allí —dijo ella, empujando gentilmente a Carrie
de sus rodillas—. Lo prometo.
El cuerpo de Ginny se había ajustado al movimiento, así que cuando se dio
cuenta que el bote había dejado de moverse varias horas después, encontró un
poco difícil caminar. Se tambaleó un poco y golpeó a Bennett. Se unieron a la
larga línea de igualmente pasajeros confundidos y atontados, y pronto se
encontraron sobre tierra antes del amanecer.
El Puerto era un triste montón de edificios de hormigón. Nuevamente, sin tener
una idea real de donde estaban, tomaron un taxi que estaba esperando en la
oficina del puerto. Emmett le habló al conductor durante un momento y
entonces se despidieron de todo el mundo.
—¿A dónde vamos? —preguntó Carrie.
—Ni idea —dijo él—. Dije que queríamos ir a un lugar con una buena playa, y
que no podemos pagar más de tres euros cada uno.
En primer lugar, la tierra alrededor del camino parecía densa y dura, llena de
rocas y pequeñas plantas resistentes que florecían en el calor intenso y camas de
grava. Entonces el auto giró, y estaban en una carretera alta por encima de una
extensa playa. En frente de ellos había un pequeño pueblo, recién despertando.
Las sillas estaban puestas delante de los cafés. Ginny pudo ver a los botes de
pesca moviéndose en la distancia.
El conductor los dejó a un lado de la carretera, señalando un conjunto de
escaleras que habían sido talladas a un lado del acantilado que enfrentaba al
agua. La arena debajo era blanca, y la playa estaba vacía. Caminaron hacia las
amplias escaleras, agarrándose a la pared rocosa. Al momento que llegaron a la
playa, los chicos se dejaron caer en la playa y se estiraron para dormir. Carrie le
levantó una ceja a Ginny.
—Lo abriré en unos minutos —dijo Ginny—. Quiero caminar un poco primero.
Dejaron sus mochilas, subieron sobre una roca grande y se encontraron en una
pequeña gruta. Carrie se quitó la camisa.
—Voy a nadar —dijo ella, sus manos trabajando sobre los ganchos de su sostén.
—¿Desnuda?
—¡Vamos! —dijo Carrie—. Estás en Grecia. No hay prácticamente nadie
alrededor. Están dormidos.
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Sin esperar a que Ginny cambiara de idea, Carrie removió los restos de sus
ropas sin un destello de vacilación y se dirigió al agua. Ginny lo pensó un
momento. Necesitaba depilarse, en serio. Pero se sentía un poco avergonzada, y
el agua parecía increíble. Además, su ropa interior se parecía bastante a un traje
de baño. Acababa de ponérsela. Se quitó la ropa y corrió al agua.
Estaba caliente como un baño. Se sumergió bajo el agua y miró sus trenzas
flotar por encima de su cabeza, como antenas. Luego subió su cabeza sobre el
agua y se sentó en el suelo, dejando que las olas llegaran hasta ella. Carrie
obviamente había estado aburrida demasiado tiempo y se sumergía dentro y
fuera de las olas. Era algo casi como una niña ante la emoción de estar desnuda.
Cuando fue cepillada por suficientes olas, Ginny se empujó a si misma fuera de
la pequeña zanja en la que se estaba hundiendo y se dirigió de vuelta a la roca.
Carrie hizo un esfuerzo para salir poco después, y se dejó caer directamente en
la arena.
—Me siento tan clásica —dijo ella.
—¿Y si ellos se despiertan? —preguntó Ginny.
—¿Qué? ¿Ellos? Han estado despiertos durante dos días, y han bebido cerveza
toda la noche. Van a dormir sobre todo.
No hubo necesidad de decir nada más. Había algo tan bueno sobre la mañana:
que ellas podían estar silenciosas y empaparse del sol y disfrutar de su propia
conducta. Y cuando ella estuviera lista, abriría la última carta.
Arriba de la carretera de encima, Ginny vio algunos mochileros sobre una veloz
scooter. Carrie levantó la cabeza y los vio ir.
—Mis amigos que vinieron el año pasado alquilaron una scooter —dijo ella—.
Supongo que es la mejor manera de ver las islas. Deberíamos conseguir una.
Ginny asintió. Le gustaba la idea de tener una scooter.
—Tengo hambre —dijo Carrie—. Voy a ir por algo de comida en mi mochila.
Enseguida vuelvo.
—¿Vas a vestirte?
—Nope.
Unos minutos más tarde, Ginny escuchó la voz de Carrie proveniente del otro
lado de la roca. Algo sonaba mal.
—¿Dónde lo pusieron chicos? No es divertido.
Esto llamó la atención de Ginny. Mientras escalaba la roca, vio a Carrie, todavía
desnuda (aunque estaba envolviendo una de las toallas sobre si), haciendo
círculos alrededor de una manera extraña. Como histérica. Ginny se deslizó de
vuelta hacia abajo rápidamente, después recogió las ropas de Carrie.
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Tenía la sensación de caminar en una broma privada, pero las miradas en sus
rostros inmediatamente le dijo que ese no era el caso. Lágrimas corrían hacia
abajo por el rostro de Carrie, y los chicos parecían medio dormidos pero serios.
Ginny notó que sólo había tres mochilas sobre el suelo, las que estaban bajo las
cabezas de los chicos mientras dormían. La de Carrie y Ginny no estaban en
ningún lugar a la vista.
—Oh Dios —estaba gritando Carrie, todavía haciendo su baile histérico—. No.
No. Deben estar haciéndome una broma.
—Vamos a buscarlas —estaba diciendo Bennett.
Cuando llegó Ginny, casi quiso reír.
Los chicos del scooter. Los compañeros mochileros. Eran ladrones.
Probablemente nos habían estado mirando desde la carretera, vinieron y
robaron nuestras mochilas. Y ellas los habían visto irse.
Todo había desaparecido. Toda su ropa fangosa. Y todos los sobres. Incluyendo
el último, aquel sin abrir. La aclaración sería abrirlo en el costado de una colina
griega sobre una scooter roja.
Ginny clavó los dedos de sus pies en la arena.
—Voy a nadar nuevamente —dijo ella. Buscó en su bolsillo y sacó sus dos
únicas posesiones restantes, su pasaporte y su Barclaycard. Los había sacado
para mantenerlos seguros en uno de los trenes. Se los pasó a Emmett y caminó
al agua.
Esta vez, lo dejó todo mientras caminó de vuelta a las olas calientes. Sintió su
camiseta y pantalones inflarse con el agua mientras se metía más profundo, y
mientras el agua se alejaba, ellas succionaban su cuerpo. Toda la mañana gris y
lavanda estaba quemando rápidamente, y el brillante cielo azul alcanzaba su
plenitud sobre ellas. Fue acompañado por el color del mar. De hecho, apenas se
distinguía donde estaba el horizonte. Estaba en el agua, y el agua estaba en el
cielo, era como si estuviera al principio y al final de todo.
Nigel se metió tras ella después de unos minutos. —¿Estás bien? —preguntó,
pareciendo desconcertado.
Ginny empezó a reír.
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El único cajero automático en
Corfú
Traducido por cYeLy DiviNNa Corregido por Hojadeluna
omó cerca de una hora para detener a Carrie en su delirio de estar
frenéticamente yendo y viniendo por la playa. Entonces rebuscaron (con
una carga mucho más ligera) huellas de los pasos cortados en la arena,
en la colorida roca de la carretera. Empezaron a caminar de nuevo en lo que
supuso que era la dirección de la ciudad. No había realmente nada que indique
esto, excepto que no parecía haber más plantas de hibisco en esa dirección, y
Emmett creyó ver algo que podría ser una cabina de teléfono más adelante.
Resultó ser una roca, pero Ginny podía entender porqué cometió el error. Era
una especie de cuadrado.
El sol se había retirado en lo alto en el cielo con una velocidad sorprendente. El
calor, combinado con su agotamiento y Carrie llorando esporádicamente, hizo
las cosas un poco lentas y dolorosas. Después de un tiempo, podían ver grandes
hoteles modernos en las iglesias a lo lejos, muy lejos al igual que las casas como
puntos negros, que sobresalen sobre el agua. A un kilometro y medio de la
carretera, llegaron a un grupo de edificios. Resultó no ser Corfú Town, pero si
un pequeño pueblo con pocos hoteles y restaurantes.
Todo era blanco. Cegador, calor blanco. Todos los edificios. Todas las paredes.
Las piedras que allanaban el terreno habían sido aún pintadas de blanco. Sólo
las puertas y ventanas cerradas se destacaban con repentinos estallidos de color
rojo o amarillo o azul. Caminaron por un camino pequeño con sombra a ambos
lados de pequeños árboles que parecía que alguien los había agarrado por las
ramas más altas y retorcido como si fueran sacacorchos. Estaban llenos de
pequeños frutos verdes, algunos de los cuales se habían reducido y abierto
salpicando sobre las piedras. Nigel alegremente señaló que eran árboles de
oliva, y Carrie, con mucha menos alegría, le dijo que se callara.
Ginny cogió una aceituna que separó de la tierra. Nunca había visto una
aceituna que se viera así, era un poco como la cal, dura, con una piel. No hay
T
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nada como esas pequeñas cosas verdes con la mancha roja que se supone que
caen en copas de Martinis.
Nada era como se suponía que era.
Había una taberna con unas pocas mesas en el exterior. Con un poco de sueño
se hundió con gratitud en los asientos, y pronto su pequeña mesa redonda,
estuvo llena de placas de empanadas de espinacas, platos con yogurt y miel, y
tazas de café. Además de jugo fresco con pulpa y hielos. Ginny puso su
pasaporte y su tarjeta de crédito junto a su plato. Extraño. Llevarlos casi no
ocupa espacio en absoluto, sin embargo, con ellos, podía viajar por todo el
camino en toda Europa. Eran todo lo que realmente se necesita.
Carrie comenzó a llorar de nuevo cuando Ginny lo hizo y recordó a todos que
ya no tenía más de estas cosas. Ella no tenía nada en absoluto. Sin pasaporte, no
iba a ser capaz de llegar a ninguna parte. No en un avión. No en un ferry. Y, ella
continuó, con los brazos que no estaban lo suficientemente fuerte como para
permitirle nadar a la península griega o de regreso a Australia, para el caso.
Ginny rápidamente puso las cosas en el bolsillo mojado y se concentró en la
miel que goteaba en el yogur espeso y los remolinos de adentro. Se sentía muy
mal por Carrie, pero la situación no parecía real. Se sentía un poco
lobotomizada (si podría estar ligeramente lobotomizada). Era una sensación
agradable, en cualquier caso. Ella escuchó cuando se especuló sobre cómo se
podría conseguir que Carrie estuviera fuera de Grecia y al otro lado del mundo.
El consenso general era que había que llegar a la embajada de Australia de
alguna manera, solo que no sabían dónde estaba. La mejor estimación fue
Atenas.
Ginny miraba a lo lejos y vio un tendedero con un pulpo pequeño que colgaba
de él, secándose al sol. Eso le hizo pensar en la lavadora de Richard y su extraña
esfera alfabética. ¿Qué configuración se utilizaría para los pulpos?
¡Oh!, adivinó.
―¿Y‖ tú,‖ Gin?‖ ―dijo‖ Bennett,‖ interrumpiendo‖ esta‖ mediación‖ en‖ el‖ lavado‖
apropiado‖de‖las‖criaturas‖del‖mar―.‖¿Qué‖quieres‖hacer?
Ginny levantó la vista.
―No‖sé‖―dijo―.‖Creo‖que‖ser{‖mejor‖conseguir‖algo‖de‖dinero.
Le tomó un tiempo encontrar un cajero automático entre las tiendas de
recuerdos y las iglesias. El que finalmente pudo localizar en una tienda del
tamaño de un pasillo que vende de todo, desde los garbanzos en conserva y
trajes de baño tienen un olor parecido a la goma. El cajero automático era sólo
una pequeña cosa independiente en la parte posterior, con algunas cámaras
desechables con polvo. Parecía un tipo de sombra, pero no había otro lugar para
obtener dinero.
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Ella pidió quinientos euros. El mensaje griego que aparecía en la pantalla no
significaba nada para ella, pero el ruido de bocinazos que lo acompañó le dijo
que no iba a suceder. Trató con cuatrocientos. Tocó otra vez. Más bocinazos por
trescientos y doscientos. ¿Noventa? Nº. 180, 175, 160, 150, 145, 130, 110, 90, 75,
50<
La máquina finalmente expulso, cuarenta euros, y luego escupió su tarjeta de
nuevo para su disgusto. Sólo había una cosa que se le ocurrió hacer.
La tarjeta telefónica de cinco euros no compraba un montón de tiempo, y los
operadores en Harrods no parecen entender. La voz electrónica dejaba de
interrumpir su música de espera para hablar con ella en griego para decirle (ella
adivinó) que los minutos se pasaban volando.
―¿Ginny?‖¿Dónde‖est{s?‖
―Corfu.‖En‖Grecia.
―¿Grecia?
―Así‖es.‖La‖cosa‖es‖que‖mi‖cuenta‖est{‖vacía‖y‖yo‖estoy‖atrapada‖―dijo―.‖Y‖
esta tarjeta de teléfono está a punto de agotarse. No puedo volver.
―Espera‖un‖minuto.
La música clásica llenó la línea. Una voz salió y dijo algo muy chillón en griego.
Una vez más, tenía que adivinar el significado. Ella estaba segura por la voz que
no era sólo su bienvenida a Grecia con la esperanza de que tuviera una estancia
agradable. Una serie cortos pitidos se lo confirmaron. Se sintió aliviada cuando
Richard regresó en la línea.
―¿Puedes‖llegar‖al‖aeropuerto‖de‖Corfú?
―Supongo que‖sí‖―dijo.‖Entonces‖se‖dio‖cuenta‖de‖que‖no‖estaba‖adivinando‖
este tipo de cosas. Ella iba a llegar al aeropuerto de Corfú o se quedaría ahí para
siempre.
―Así‖es.‖Voy‖a‖llamar‖hasta‖a‖nuestra‖agencia‖de‖viajes‖y‖conseguiré‖un‖billete‖
de regreso a Londres. Vas a estar bien, ¿de acuerdo? Yo me ocuparé de eso.
―Te‖voy‖a‖pagar‖o‖mis‖padres<
―Sólo‖ llega‖al‖ aeropuerto.‖Vamos‖a‖ aclarar‖ todo‖m{s‖ tarde.‖Vamos‖a‖ llegar‖ a‖
casa.
Cuando Ginny colgó el teléfono, vio a Carrie ser atendida por todos sus amigos
en un banco de enfrente. Se veía un poco más tranquila ahora. Ginny cruzó la
calle y se sentó con ellos.
―Tengo‖que‖llegar‖al‖aeropuerto‖―dijo―.‖Richard,‖el‖amigo‖de‖mi‖tía―me‖est{‖
consiguiendo un boleto para salir.
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―¿Te‖vas,‖Pretz?‖―preguntó‖Carrie―.‖¿De‖regreso a Londres?
Hubo varias rondas de abrazos y un intercambio de direcciones de correo
electrónico. Luego Emmett detuvo a un pequeño y destartalado Fiat que estaba
correctamente identificado como taxi. Justo antes de que se apartara, Carrie se
acercó a la ventana. Ella había empezado a llorar de nuevo.
―Hey,‖Pretz‖―dijo,‖inclin{ndose‖a‖Ginny―.‖No‖te‖preocupes.‖Lo‖encontraras.‖
Ginny sonrió.
―Vas‖a‖estar‖bien,‖¿verdad?‖―le‖preguntó.
―Sí‖―Carrie‖ asintió‖ con‖ la‖ cabeza―.‖Quién‖ sabe.‖ Podemos‖ permanecer‖ aquí‖
por un tiempo. No es que realmente pueda ir a ningún lado en este momento.
Hay peores lugares para estar.
Y después de un apretón de manos final, el taxi arrancó, y Ginny se encontró en
el camino hacia el aeropuerto de Corfú.
La amable azafata británica de Airways en la puerta del avión no cambió su
expresión en absoluto cuando Ginny llegó a bordo de su limpio y bonito avión.
Era como si alguien desaliñada, apestosa como un erizo, con las manos vacías
siempre volara con ella. Se quedó compuesta más tarde, cuando Ginny aceptó
todo lo que ella ofrecía. Sí, debía tener un vaso de agua. Podía tomar un refresco
y un bocadillo y una taza de té. Galletas, toallitas, cascanueces, pelotas de
baloncesto<‖Todo‖lo‖que‖tenía‖en‖su‖carro‖plateado,‖Ginny‖lo‖tomaba.‖Dos,‖si‖
podía conseguirlos.
Era el atardecer en Londres, cuando su avión aterrizó en el aeropuerto de
Heathrow. Esta vez, después de que ella entró a los diez mil kilómetros de
pasillo, había alguien esperando al final. A Richard no parecía importarle su
abrazo, incluso si estaba sucia.
―Dios‖mío‖―dijo,‖tirando‖hacia‖atr{s‖y‖teniendo‖una‖buena‖mirada‖en‖ella―.‖
¿Qué te pasó? ¿Dónde están tus cosas?
―Todo‖fue‖robado.
―¿Todo?
Ella buscó en su bolsillo y sacó sus dos únicas posesiones restantes, el pasaporte
y la inútil tarjeta de cajero automático.
―Bueno‖―dijo―,‖no‖te‖preocupes.‖Mientras‖que‖estés‖bien.‖Podemos‖conseguir‖
algo de ropa nueva. ¿Qué pasó con las cartas?
―Ellos‖tienen‖las‖cartas‖también.
―Oh<‖ correcto.‖ Lo‖ siento‖mucho‖―él‖ se‖metió‖ las‖manos‖ en‖ los‖ bolsillos‖ y‖
asintió con la cabeza‖fuertemente―.‖Bueno,‖vamos‖a‖volver.
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El tren estaba lleno de bastante gente, a pesar de las horas de la noche. Richard
y Ginny fueron aplastados juntos. Ginny explicó dónde había estado después
de Roma. Ahora que encadenaba todo junto, se dio cuenta de cuánto había sido
embalado‖ en‖un‖ corto‖ tiempo―poco‖menos‖de‖un‖mes.‖Ver‖ a‖Keith‖ en‖París.‖
Quedarse con Knapps en Ámsterdam. Montar a caballo en la casa de Knud al
norte de Dinamarca.
―¿Te‖puedo‖preguntar‖algo?‖―Richard‖cortó‖cuando‖Ginny‖llegaba‖al‖final‖de
su historia.
―Claro.
―No‖tienes‖que‖decirme‖algo,‖ya‖sabes,‖privado,‖pero.‖.‖.‖¿te‖dijo‖algo‖Peg?
Esto no fue tan específico como para ser contestado, y Richard pareció darse
cuenta de eso.
―Sé‖que‖no‖llegué‖a‖hablar‖mucho‖cuando‖estuvimos‖aquí‖hace‖unas semanas
―añadió―.‖ Pero‖ hay‖ algo‖ que‖ debes‖ saber.‖ En‖ caso‖ de‖ que‖ no‖ lo‖ sepas.‖ ¿Lo‖
sabes?
―¿Qué?
―Parece‖ como‖ si‖ no.‖ Estaba‖ tratando‖ de‖ pensar‖ en‖ un‖ buen‖ momento‖ para‖
sentarnos y decirte esto, pero no me lo podía imaginar. Entonces, ¿Te importa si
lo hago ahora?
Ginny miró a su alrededor, a el vagón del tren.
―No‖―mintió.
―Supongo‖que‖probablemente‖esto‖se‖explica‖en‖el‖final‖―dijo―,‖en‖el‖que‖no‖
leíste. Tu tía y yo nos casamos. Ella necesitaba atención médica. No es que esa
fuera la única razón, por supuesto. Acababa de suceder más rápido de lo que
debería. Ella me dijo que no dijera nada hasta que hubieras leído todo lo que
ella había escrito para ti.
―¿Casados?‖―dijo‖Ginny―.‖Eso‖significa‖que‖eres‖mi‖tío.
―Sí.‖Eso‖es‖exactamente‖lo‖que‖significa.‖
Él la miró nerviosamente. Ginny fijos los ojos en los que estaban delante de ella.
Ella odiaba a la tía Peg en ese momento. La odiaba completa y totalmente. No
fue su culpa que el sobre hubiera sido robado, pero fue por culpa de ella que
estaba allí, que Richard se vio obligado a rescatarla y explicar estas cosas sobre
las que obviamente se sentía torpe. Era mejor cuando todo era un misterio,
cuando la tía Peg acababa ahí en el medio natural en alguna parte. Ella no
estaba casada. No tenía un tumor cerebral. Ella siempre estaba en su camino a
casa.
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En ese instante, en que ellos sacaron el Ángel, la tía Peg se había ido. Real y
verdaderamente ido.
―Tengo‖que‖irme‖―dijo‖ella,‖echando‖el‖cerrojo‖a‖la‖puerta‖delante‖de‖él.
―Gracias‖por‖todo.
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34
La Sobrina Fugitiva
Traducido por Sheilita Belikov Corregido por Lorena
a única ventaja de que te roben todo lo que posees es que ir a algún lugar
se hace más fácil.
Ella comenzó a caminar, siguiendo la ruta de autobús por la Calle Essex.
La gente estaba vestida para su noche de fiesta o estaban regresando del trabajo.
En‖ ambos‖ casos,‖ eso‖ significa‖ que‖ lucían,‖ como‖ Richard‖ decía:‖ ‚pulcros‛.‖ O‖
como‖ella‖diría:‖‚limpios‛.‖Probablemente‖no‖olían‖a‖tren‖mohoso‖y‖a‖vieja‖ropa‖
mojada y muy probablemente se habían bañado en algún momento durante las
últimas cuarenta y ocho horas.
Pero realmente no le importaba. Siguió caminando, sintiendo su cara fija en un
determinado gesto. Pasó aproximadamente media hora antes de que se diera
cuenta de que había ido más allá de la zona ocupada por tiendas brillantemente
iluminadas, pubs y restaurantes hasta las más pequeñas y más estrechas calles
llenas de tiendas de bebidas alcohólicas y lugares de apuestas ilegales.
La ruta se había impreso en su mente. Dio vuelta en la calle donde todas las
casas eran iguales, fachada lisa de ladrillos gris mate con ventanas de montura
blanca. A mitad de la cuadra la vio, la puerta roja con la ventana amarilla en
forma de diamante. Las persianas negras en las ventanas de arriba estaban
subidas torcidamente hasta la mitad, y las luces estaban encendidas. A medida
que se acercaba, escuchó música.
Alguien estaba en casa, de todos modos. No podía ser Keith. Él estaba en
Escocia. Solamente había venido aquí porque éste era el único otro lugar en
Londres al que sabía cómo llegar a pie. Había sólo otro lugar al que sabía,
además de Harrods, y no podía ir allí, obviamente.
Tal vez David la dejaría entrar.
Llamó a la puerta. Se oyeron fuertes pasos corriendo por las escaleras en el
interior, pisando fuerte a lo largo del vestíbulo.
Fue Fiona quien abrió la puerta. Era aún más pequeña y más rubia que la
última vez, como si hubiera sido descolorada y luego dejada en la secadora por
demasiado tiempo.
L
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―¿Est{‖ Keith?‖ ―Ginny‖ preguntó,‖ ya‖ temiendo‖ el‖ ‚no‛‖ que‖ estaba‖ segura‖
vendría.
―¡Keith!‖ ―Gritó‖ ella,‖ antes‖ de‖ dejar‖ que‖ la‖ puerta‖ se‖ cerrara‖ suavemente‖ y‖
pisotear su camino de vuelta arriba en sus talones.
Él llegó a la puerta con los labios espumosos y el mango de un cepillo de
dientes sobresaliendo del lado de su boca. Lo sacó, tragó saliva y se limpió la
frescura de menta con el dorso de la mano. Estuvo allí sólo por un segundo,
pero Ginny estaba segura de que hubo un indicio de sonrisa cuando él retiró su
mano. Se desvaneció rápidamente cuando él le dio un vistazo a ella, arrugada,
sucia y con las manos vacías.
―No‖est{s‖en‖Escocia,‖―replicó‖ella.
―La‖ escuela‖ lo‖ estropeó.‖ Llegamos‖ hasta‖ allí‖ sólo‖ para‖ descubrir‖ que‖ no‖
teníamos donde quedarnos y que la mitad de nuestras actuaciones fueron
canceladas. Te ves como si necesitaras sentarte.
Dio un paso atrás y la llevó adentro.
La habitación de Keith parecía como si hubiera sido golpeada por un tornado
monstruoso. Los cajones y mesas que componían su mobiliario antiguo daban
paso a cajas llenas de papeles abiertas a presión, partes de guiones, y pilas de
libros con títulos‖como‖‚El‖Teatro‖del‖Dolor‛.‖Keith‖metió‖el‖cepillo‖de‖dientes‖
detrás de su oreja y comenzó a recoger algunos de los documentos sobre el sofá,
despejando un espacio.
―¿Acabas‖de‖volver‖de‖Ámsterdam?‖¿O‖paraste‖en‖algún‖otro‖lugar?
―Fui‖ a‖Dinamarca,‖―dijo‖ ella.‖ Parecía‖ como‖ si‖ eso‖hubiera‖ sido‖hace‖mucho‖
tiempo, pero habían sido dos, ¿quizás tres días? Ya era difícil saberlo.
―¿Cómo‖te‖fue?‖―preguntó―.‖¿Terrible?‖Y‖¿cómo conseguiste broncearte allí?
―Oh.‖―Ella‖ bajó‖ la‖mirada‖ a‖ sus‖ brazos.‖ Estaban‖ bronceados,‖ en‖ realidad―.‖
Luego fui a Grecia.
―Bueno,‖¿por‖qué‖no?‖Est{n‖uno‖al‖lado‖del‖otro,‖¿no‖es‖cierto?
Ella se dejó caer en el asiento que él había despejado. Nada mantenía firme este
sofá excepto un poco de espuma barata, y fue por eso que acabo hundida casi
todo la distancia hasta el suelo.
―¿Qué‖te‖pasó?‖―dijo‖él,‖pateando‖algunos‖libros‖fuera‖del‖camino‖para‖hacer‖
un‖asiento‖para‖él‖en‖el‖suelo―.‖Luces‖como‖si‖acabaras de ser transportada por
vía aérea desde una tragedia internacional.
―Alguien‖robó‖mi‖bolso‖en‖la‖playa.‖Esto‖es‖todo‖lo‖que‖me‖queda.
Toda la energía que la había impulsado durante días a través de tierra, mar y
aire se había agotado, sin ningún resultado. Y ahora estaba vacía, cansada, no
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quedaba ninguna dirección a la cuál dirigirse. Nada que le dijera a dónde ir, y
nada que le impidiera ir.
―¿Puedo‖ quedarme‖ aquí‖ por‖ un‖ tiempo?‖ ―Le‖ preguntó―.‖ ¿Puedo‖ dormir‖
aquí?
―Sí,‖―dijo‖él,‖con‖la‖cara‖ensombrecida―.‖Claro. ¿Estás bien?
―Sólo‖voy‖a‖dormir‖en‖el‖suelo‖o‖algo‖así,‖―dijo‖ella.
―No.‖Quédate‖ahí.
Ginny se echó hacia atrás y jaló el edredón de Star Wars de Keith de su lugar de
descanso y lo amontonó en la parte trasera del sofá. Cerró los ojos y lo escuchó
cambiando de lugar sus papeles. Podía saber que la estaba observando.
―Las‖cartas‖se‖han‖ido,‖―dijo.
―¿Ido?
―Estaban‖en‖la‖bolsa.‖Se‖llevaron‖la‖última.
Él frunció el ceño en reconocimiento de ese hecho. Ginny apretó el edredón
sobre su nariz. Olía sorprendentemente limpio y fresco. Tal vez todo olía de esa
manera cuando se comparaba con ella.
―¿Cu{ndo‖volviste?‖―preguntó―.‖¿Y‖cómo?
―M{s‖o‖menos‖hace‖un‖rato.‖Richard‖me‖consiguió‖un‖boleto‖de‖avión.
―¿Richard?‖¿Es‖ese‖amigo‖de‖tu‖tía‖con‖él‖que‖te‖has‖estado quedando?
―Un‖poco‖m{s‖que‖eso,‖―dijo.
―¿Qué‖significa?
Ella se hundió un poco más en el sofá.
―Él‖es‖mi‖tío.
―No‖me‖dijiste‖eso‖antes.
―No‖lo‖sabía.
Keith se sentó en el suelo junto al sofá y la miró.
―¿No‖lo‖sabías?‖―Preguntó.
―Me‖acabo‖de‖enterar.‖Ellos se casaron, pero sólo por el seguro de salud o algo
así, porque ella estaba enferma. Pero también se gustaban entre sí. Es
complicado<
―¿Acabas‖de‖enterarte?‖¿Ahora?
―Richard‖me‖lo‖acaba‖de‖decir.‖Y‖entonces,‖en‖cierto‖modo,‖me‖escapé.
Ella trató de enterrar esas últimas palabras en la tela, pero él pareció oírlas.
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―¿Qué‖diablos‖te‖pasa?‖―Preguntó.
Esa era una buena pregunta.
―No,‖―dijo,‖bajando‖la‖cobija―.‖Tienes‖que‖volver‖allí.
―¿Por‖qué?
―Mira,‖ ―dijo―,‖ este‖ tipo,‖ Richard,‖ se‖ preocupó‖ lo‖ suficiente‖ como para
conseguirte un boleto de avión. Se casó con tu tía loca porque estaba enferma. Y
eso no es falso. Todo esto es raro, es cierto, pero por lo menos es real.
―No‖ lo‖ entiendo,‖ ―dijo‖ ella,‖ poniéndose‖ derecha―.‖ Ella‖ no‖ estaba‖ muerta‖
antes. Solamente había desaparecido. Sabía que estaba muerta. Me dijeron que
estaba muerta. Pero nunca la vi enferma. Nunca la vi morir. Ahora está muerta.
Ahora ella lo había hecho. Ahora lo había dicho. Ahora su voz empezaba a
quebrarse. Ginny clavó los dedos en la cobija. Keith suspiró, luego se sentó a su
lado.
―Oh,‖―dijo‖él.
Ginny apretó un puñado de la Estrella de la Muerte24.
―Muy‖bien,‖―dijo‖él―.‖Puedes‖dormir‖aquí,‖pero‖por‖la‖mañana‖te‖llevaré‖de‖
vuelta a donde Richard. ¿Trato?
―Supongo,‖―dijo‖Ginny.‖Se‖dio‖la‖vuelta‖hacia‖el‖respaldo‖del‖sof{‖y‖sintió‖la‖
mano de Keith posarse lentamente en la parte posterior de su cabeza y acariciar
pausadamente su pelo cuando rompió a llorar.
24 Estrella de la Muerte: es una súper arma y estación espacial ficticia del tamaño de una luna pequeña, que aparece en la saga de Star Wars y su universo expandido. Y como el edredón es de Star Wars apretó la parte donde venia la Estrella.
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La zapatilla verde y la dama
en el trapecio Traducido por cYeLy DiviNNa
Corregido por kuami
a llave de repuesto de la casa de Richard estaba allí en la grieta de la
escalera, esperando por ella. Sobre la mesa, había una nota que decía:
Ginny, si estás leyendo esto, has regresado, y estoy feliz por eso. Por
favor quédate hasta esta tarde para que podamos hablar un poco más.
—¿Ves? —dijo Keith, tomando una hojuela de cereales para el desayuno y
haciéndola estallar en la boca—. Sabía que estarías de vuelta.
Se desvió de la cocina y miró a su alrededor el resto de la casa, deteniéndose en
la puerta de la habitación de Ginny.
—Este‖es‖mí<‖—comenzó Ginny—.‖Mi<‖era‖el‖cuarto‖de‖mi‖tía.‖Sé‖que‖es‖un‖
poco<
—¿Tú tía pintó todo esto? —dijo, pasando la mano por el sendero de los dibujos
animados que decoran la pared, y luego agachándose para mirar el mosaico de
las mantas—. Es increíblemente sangrienta.
—Sí,‖bueno<‖eso‖es‖lo‖que‖era.
—Se parece un poco como a un lugar de Mari —dijo.
Rodeó la sala, teniendo en cuenta todos los detalles. Se acercó al cartel de
Manet.
—¿Está es su pintura favorita? —preguntó.
—A ella le encantó —dijo Ginny—. Ella tenía una copia de ella en su
apartamento en Nueva York, también.
Ella se‖quedó‖mirando‖al‖anunciante‖tantas‖veces‖antes<‖pero‖al‖igual‖que Piet,
nunca había notado mucho al respecto. Tía Peg lo había explicado, pero nunca
lo había conseguido. Ahora la expresión plana de la chica en medio de toda la
actividad,‖ todo‖ el‖ color<‖ tuvo‖mucho‖m{s‖ sentido.‖ Fue mucho más trágico.
Toda esa actividad frente a ella y la chica que no veía, no lo estaba disfrutando.
L
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—Cuando lo miras —dijo—, estás de pie donde el artista se supone que está. Lo
que le gustaba de él, sin embargo, fue que nadie nota las zapatillas verdes en la
esquina. Es un reflejo de una mujer de pie en un trapecio, pero sólo se pueden
ver a sus pies. Tía Peg siempre preguntaba por ella. Siempre estaba hablando de
sus zapatillas verdes. ¿Ves? Aquí mismo.
Ginny dio un paso en la cama y se metió en la esquina superior izquierda,
donde las pequeñas zapatillas verdes colgaban en su camino en la imagen.
Cuando tocó el cartel, sintió un nudo en la esquina, justo donde estaban las
zapatillas verdes. Ella pasó sus dedos a lo largo de la superficie. Todo fue sin
problemas a excepción de este punto. Ella tiró de la esquina. El cartel fue
pegado a la pared con masilla adhesiva azul, que cedió fácilmente cuando
Ginny lo desprendió. En virtud de la esquina, había un bulto más grande de
esta cosa azul.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Keith.
—Algo está aquí abajo.
Sacó toda la esquina del cartel abajo. Ambos se quedaron mirando la bola de
masilla de color azul y la pequeña llave que se presionaba en ella.
La llave se sentó entre ellos en la mesa de la cocina. Lo había intentado en todas
las cerraduras de la puerta de la casa. Luego miraron a través de habitación de
Ginny, tratando de encontrar algo en lo que podría encajar. Nada.
Así que ahora no había nada más que hacer que tomar el té y mirarla.
—Yo debería haber sabido que buscar allí —dijo Ginny, poniendo su barbilla
sobre la mesa y consiguiendo una vista cercana de las migajas.
—¿Había algo en cualquiera de las cartas que te dice que hay que abrir algo?
—No.
—¿Alguna vez, ella te dio algo más? —Keith preguntó, agitando la llave sobre
la mesa con el dedo—. Además de las cartas.
—Sólo la tarjeta bancaria —ella hurgo en el bolsillo y dejo la tarjeta negra sobre
la mesa—. No tiene sentido ahora. No queda nada en la cuenta.
Keith cogió la tarjeta y la tiró al borde de la mesa.
—Muy bien —dijo—. ¿Y ahora qué?
Ginny considero que había más de uno.
—Creo que debería tomar un baño —dijo.
Richard había previsto esta necesidad también. Sentados en el suelo por la
puerta del baño, estaban algunos de sus vestidos más pequeños, unos
pantalones deportivos y una camiseta de rugby. Ella se empapó hasta que
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pudo. Ella no había tenido ese lujo con el agua mientras está realmente caliente,
toallas, el tiempo para estar realmente limpia.
Cuando ella salió, Keith estaba mirando la pequeña ventana redonda de la
máquina bajo el mostrador de la lavadora.
—Pon tu ropa en la lavadora —dijo—. Está asquerosa.
Ginny siempre pensé que la única forma de conseguir ropa limpia era por
asfixia de inmersión en agua hirviendo y luego batir a su alrededor en un
movimiento centrifugo violento que causaba que toda la máquina de lavado
vibrara y el suelo temblara. Pero quedaba limpia. Los hizo sufrir. Esta máquina
utilizaba aproximadamente la mitad de una taza de agua y era tan violenta
como una tostadora, además de que se detenía cada pocos minutos, como si se
hubiera agotado por el esfuerzo de convertirse a sí misma.
Sluff, sluff, sluff, sluff. Descanso. Descanso. Descanso.
Clic.
Sluff, sluff, sluff, sluff. Descanso. Descanso. Descanso.
—¿Quién hubiera pensado poner una ventana en una lavadora? —preguntó
Keith—. ¿Alguien se sienta a ver su lavado?
—¿Quiere decir, además de nosotros?
—Bueno —dijo—, sí. ¿Hay café?
Ginny se levantó, tropezó con los pantalones de deporte, y se fue a la cabina por
el tarro de café instantáneo de Harrods. Lo puso sobre la mesa frente a Keith.
—Harrods —dijo Keith, recogiendo el frasco.
Se oyó un clic audible, casi en la cabeza de Ginny.
—Harrods —repitió.
—Harrods, de hecho.
—No. La llave. Es para Harrods.
—¿Harrods? —dijo Keith—. ¿Me estás diciendo que tu tía tenía la llave mágica
de Harrods?
—Tal vez. Su estudio estaba allí.
—¿Dentro de Harrods?
—Sí.
—¿Dónde estaba su dormitorio? ¿En el interior del Parlamento? ¿En Big Ben?
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—Richard trabaja en Harrods —dijo Ginny—. Le encontró un espacio para
trabajara dentro, ella guardaba todo en un armario allí. Un gabinete tendría una
llave pequeña, como ésta.
Keith negó con la cabeza.
—¿Por qué esto me sorprende? —se preguntó—. Vamos, entonces. Vamos.
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La llave mágica de Harrods
Traducido por Bautiston Corregido por nella07
inny había apagado el botón ¿Qué me tengo que poner?, impulsado en
su cerebro varias horas antes, como un medio de supervivencia. No fue
hasta que ella vio su reflejo en la ventana de Harrods que de repente
recordó cómo estaba vestida y que ella iba acompañada por alguien que llevaba
una camiseta que decía: CORPORATIVA PORCINA COMETE MIS BOLAS.
Keith se veía igualmente angustiado mientras miraba a través de la puerta que
el portero Harrods mantenía abierto para ellos.
―Mierda, ―dijo‖él,‖su‖boca‖abierta‖al‖ver‖la‖supurante‖masa‖de‖humanidad‖que‖
llenaba completamente cada pie cuadrado de espacio―. Yo no voy allí.
Ginny le agarró del brazo y tiró de él por el ya familiar camino al mostrador de
chocolate. La expresión en el rostro de la mujer, decía que no se sentía
impresionada por sus atuendos. Pero también notaba que ella era una
profesional y que había visto todo tipo de locos pasar a través de las puertas de
Harrods.
―Un‖momento‖―dijo―, Murphy, ¿no?
―¿Cómo‖ sabía‖ ella‖ eso? ―Preguntó Keith cuando la mujer caminó hasta el
teléfono―. ¿Cómo puedes tener todas estas extraños conexiones dentro de
Harrods? ¿Quién eres?
Ginny se dio cuenta de que estaba mordiendo a sus cutículas. Ella nunca lo
hacía. Estaba muy nervioso por ver a Richard. Su tío. Del que había escapado.
―Mi‖madre‖solía‖arrastrarme‖aquí‖cada‖vez‖que‖venía‖a‖Londres‖en‖Navidad,
―prosiguió, inclinándose para mirar el contenido del mostrador de
chocolates―. Es aún peor de lo que recuerdo.
Tenía que alejarse de Keith, de la señora de los chocolate... y ella tenía que
luchar contra el deseo de perderse entre la multitud y desaparecer. Casi perdió
la batalla, pero vio los rizos cortos, la camisa plateada y la corbata oscura de
Richard que venía hacia ella a través de la multitud. No podía mirarlo mientras
se acercaba. En su lugar, simplemente abrió la mano y la puso delante,
revelando la pequeña llave que tenía en la palma de su mano.
G
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―Encontré esto, ―dijo―. En la habitación de la tía de Peg, detrás de un póster.
Creo que la dejó allí para mí, y creo que es de algún lugar aquí.
―¿Aquí?‖―preguntó.
―El armario. ¿Está todavía aquí?
―Está un piso arriba de la sala de almacenamiento. Pero no hay nada en el. Ella
llevó a casa sus pinturas.
―¿Podría ser la llave?
Richard tomó la llave y la miró.
―Puede ser ―dijo.
Ginny le dio una rápida mirada. No parecía enfadado.
―Vamos ―dijo―. Tengo un minuto. Vamos a echar un vistazo.
El estudio de la tía de Peg en Harrods no era un lugar encantador. Era una
habitación muy pequeña en un piso con un montón de maniquíes deformes y
desechos de perchas. Había una ventana empañada, que abrió y reveló el cielo
gris.
―Es‖uno‖de‖esos,‖―dijo Richard, señalando a un grupo de armarios grandes,
de metal color marrón en la esquina.
No era ninguno de los delanteros, por lo que Keith y Richard se vieron
obligados a empezar a empujar los armarios alrededor a fin de que Ginny
pudiera meterse entre las filas y tratar de probar con los otros armarios. El
quinto era justo el que buscaba. El interior del armario estaba completamente
vacío. Había un montón de espacio para la pila de lienzos enrollados en la parte
inferior.
―Los‖muertos‖se‖mueven‖en‖Harrods,‖―dijo Keith.
―Es extraño que ella llevara a casa sus pinturas, pero que dejara los cuadros
aquí‖―dijo‖Richard―. Nunca los habría visto. Habrían sido tirados.
Ginny desenrolló algunos de los lienzos y los extendió sobre el suelo. La obra
era claramente de la tía Peg: brillante, casi caricaturas de lugares conocidos.
Estaban Las Vírgenes Vestales, la Torre Eiffel, los blancos caminos de Grecia, las
calles de Londres, hasta Harrods. Algunos eran casi copias directas de las fotos
en los sobres. Allí estaba la muchacha en la base de la montaña bajo el castillo
de la cuarta carta, la isla del monstruo del mar de la carta número doce. Ginny
había visto un montón de pintores aficionados que pintaban estos lugares de
interés para vender como suvenir a los turistas. Estas pinturas eran muy
diferentes. Estaban vivas. Parecían vibrar.
―Espera. ―Dijo Keith alcanzando algo más que se hallaba adherido en el
interior de la puerta. Lo miró y luego lo sostuvo para que Ginny y Richard lo
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pudieran ver. Era una pesada tarjeta de color gris torcazo, con un nombre y
número oscuramente impreso.
―Cecil,‖Rathbone‖Gage‖―dijo Keith―. Eso es un nombre.
Ginny agarró la tarjeta, y la dio vuelta. Garabateado con lápiz estaban las
palabras LLAME AHORA.
Tenían los cuadros, veintisiete en total, fuera del armario embalados en tubos
de gran tamaño y bolsas de Harrods. Richard tuvo que pasar unos minutos en
el pasillo para convencer al anciano guarda de seguridad que no estaban
robando cosas del almacén y finalmente hubo un destello de algo que llevaba
en su cartera. El hombre se apartó y se disculpó profusamente.
Hicieron el camino de regreso a su oficina, que era un espacio reducido
totalmente ocupado con archivadores y cajas. Había apenas el espacio suficiente
para alcanzar la mesa y usar el teléfono.
Cecil, Gage Rathbone tenía un timbre de voz como de cristal.
―¿Es‖Virginia‖Blackstone?‖―él‖preguntó―. Nos dijeron que se contactaría con
nosotros. Tenemos todo el papeleo listo, hemos estado preparados para esto
durante meses. Creo que podríamos manejar... ¿el jueves? ¿Es demasiado
pronto? Eso sólo le da dos días.
―De acuerdo ―dijo Ginny, sin tener idea acerca de lo que realmente estaba
hablando.
―¿Cu{ndo‖le‖gustaría‖que‖las‖recogiéramos?
―Las‖pinturas...‖¿no?
―Sí, así es.
―Uhm...‖cuando‖sea.‖
―Podríamos‖ enviar‖ a‖ alguien‖ alrededor‖ de‖ la‖ noche,‖ si‖ est{‖ de‖ acuerdo.‖Nos‖
gustaría tenerlas tan pronto como sea posible para preparar las cosas.
―Eso‖est{...‖bien.‖
―Excelente.‖A‖las‖cinco‖¿de‖acuerdo?‖
―De‖acuerdo
―Esplendido. Cinco de la tarde, entonces. ¿La misma dirección en Islington?
―Sí
―Muy bien. Usted sólo tendrá que venir aquí a las nueve de la mañana del
jueves. ¿Tiene nuestra dirección?
Después de tener toda la información de Cecil, que trabajaba para algo que se
llamaba Jerrlyn y Wise, Ginny colgó el teléfono.
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―Algunas‖personas‖vendr{n‖a‖buscar‖las‖pinturas‖—dijo.
―¿Quién?‖―Preguntó‖Richard.
―No‖tengo‖idea.‖Pero‖tenemos‖que‖ir‖a‖esta‖dirección‖el‖ jueves‖a‖las‖nueve.‖O‖
por lo menos yo lo tengo que hacer.
―¿Para‖qué?
―No‖estoy‖segura.
―Bueno,‖arreglaste‖eso,‖¿no‖es‖cierto?‖―Dijo‖Keith―. Misterio resuelto.
Miró a Richard y a Ginny, y a continuación, hacia la puerta.
―¿Sabes‖qué?‖―Dijo―. He tenido la intención de mirar mejor en los famosos
pasillos de alimentación. Y conseguir algo para mi abuela.
―Siento< haberme‖ido‖―dijo, una vez que Keith se huvo ido.
―Bueno,‖eres‖sobrina‖de‖Peg‖―dijo―. Está en tu sangre. Y está todo bien.
El teléfono de Richard comenzó a sonar. Era un muy fuerte e insistente teléfono.
No era de extrañar que siempre sonara molestando aquí.
―Ser{‖mejor‖que‖contestes,‖―ella dijo―. Puede ser que la reina necesite ropa
interior.
―Ella‖va‖a‖tener‖que‖esperar‖un‖momento‖―le contestó―. Estoy seguro de que
tiene un montón de medias.
―Probablemente.
Ginny mantuvo sus ojos en la alfombra de color verde pálido. Había pequeños
círculos de papel en todas partes, obviamente, caídos desde el depósito de una
perforadora. Se veían como nieve.
―En‖realidad,‖deberíamos‖obtener‖algo‖de‖ropa‖―dijo‖él—. ¿Por qué no vas a
buscar algunas cosas, y lo cargamos a mi cuenta? Nada demasiado loco, si no te
importa, pero consigue algo que te guste.
Ginny asintió con la cabeza fuertemente. Sus ojos buscaban patrones en el suelo.
Una estrella. Un conejo de una sola oreja.
―Lo‖siento ―dijo él―. No debí decírtelo en el tren. No sé qué estaba pensando.
Yo no estaba pensando. A veces simplemente digo las cosas.
―Nunca‖parecería‖real,‖―dijo ella.
―¿Qué‖no‖parecería?‖¿Peg‖y‖yo?‖No‖sé‖lo‖que‖era‖en‖realidad.‖
―Ella‖se‖ha‖ido‖―explicó‖Ginny―. A veces hacia cosas por el estilo.
―Ah.
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Otra línea, más fuerte comenzó a sonar. Richard miró su teléfono con molestia,
luego presionó unos botones para que dejara de sonar.
―Ella‖ siempre‖ me‖ prometió‖ que‖ estaría‖ allí‖ ―dijo‖ Ginny―. Para la escuela
secundaria, la universidad. Ella prometió cosas y luego simplemente no las
hizo. Y se fue sin decirle nada a nadie.
―Ya lo sé. Eso fue terrible. Pero ella tuvo que irse, escapar con eso.
Con esfuerzo, ella levantó su mirada del suelo. Richard estaba ausente
empujando una carpeta alrededor de su escritorio.
―Ya‖lo‖sé‖―ella‖dijo―. Ella podía. Era realmente irritante con eso.
―Mucho,‖―estuvo de acuerdo él. Había una tristeza reflexiva en él, que parecía
muy familiar.
―Supongo‖que‖ella‖sabía‖lo‖que‖estaba‖haciendo, al menos ―dijo ella―. Tengo
un tío gracias a ella, por lo menos.
Richard dejó de empujar su‖ carpeta‖ y‖miró‖ hacia‖ arriba.‖―Sí.‖―Sonrió―. Es
bueno tener una sobrina, también.
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La casa acolchada Traducido por ηiii ღ
Corregido por kuami
l jueves en la mañana, un taxi negro conteniendo a Ginny, Richard, y
Keith se abría paso en una tranquila calle de Londres, de esa clase de
tranquilidad que te susurra la riqueza, tradición, y la presencia de
montones de sistemas de seguridad de alta tecnología.
Además de ser un poco más grande que los edificios a su alrededor, el edificio
de Jerrlyn& Wise no tenía nada que sugiriera que fuera algo más que una
simple casa. La única cosa que lo identificaba era una pequeña placa de bronce
en la puerta delantera, la que fue abierta inmediatamente por un hombre con
un cabello rubio horriblemente perfecto.
―Señorita‖ Blackstone,‖―dijo‖ él―.‖ Usted‖ luce‖ tan‖ similar‖ a‖ su‖ tía.‖ Por‖ favor,‖
venga al interior. Soy Cecil Gage-Rathbone.
El suave traje gris de Cecil Gage-Rathbone coincidía con la tarjeta de negocios
que ellos habían encontrado pegado en la puerta del gabinete. Sus gemelos
brillaban discretamente en los extremos de las mangas que tenían que estar
hechas de un algodón obscenamente costoso. Apestaba a hecho a la medida.
Si lo inquietó de alguna forma el gran kilt verde de Keith, su camisa negra, y
corbata roja, él no lo demostró. Se presentó a sí mismo, y sacudió sus manos con
genuino placer, como si él hubiera esperado toda su vida para conocer a Keith y
estuviera lleno de un dulce alivio ahora que el momento había llegado
finalmente. Él tomo gentilmente a Ginny por los hombros y la guió mientras
pasaban las antigüedades y el puñado de personas tan ataviadas y peinadas
como él mismo.
Cecil les ofreció comida y bebidas de un impresionante despliegue de cacerolas
de plata y platos distribuidos en un largo aparador de caoba. Ginny no podía
tomar nada, pero Richard aceptó una taza de café, y Keith tomó champaña,
fresas, pequeños buñuelos y un gran tazón de crema. Cecil los condujo a través
de un largo pasillo a la sala de las subastas. Todo era grueso y de felpa-las
pesadas cortinas en las ventanas, las suaves, mullidas sillas de cuero. Estaba tan
acolchado y aislado del sonido que era difícil escuchar el murmurado
monólogo de Keith sobre cómo él siempre había querido interpretar a James
Bond y cuán estaba feliz de estar en la subasta.
E
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Ellos se detuvieron al final del pasillo, en una habitación donde incluso más
personasen trajes se sentaban y hablaban en voz baja por sus celulares. Sillas
azules habían sido acomodadas a lo largo de los costados, junto con mesas que
tenían conexión inalámbrica incluida para las laptops. Los lienzos habían sido
puestos en simples marcos de cristal e instalados en caballetes al frente del
salón.
Cecil les indicó unos asientos en la esquina y luego se cernió sobre ellos,
clavando su cabeza entre ellos para hablar confidencialmente.
―Lo‖que‖yo‖creo,‖―susurró‖él―,‖es‖que‖tenemos‖bastantes‖probabilidades‖de‖
obtener una buena oferta por la colección completa. Las personas las están
llamando Las pinturas Harrods. Todos aman una buena historia.
Fue sólo ahora que ellas estaban extendidas y alineadas unas junto a otras que
Ginny pudo entender finalmente qué eran las pinturas. Ella miró hacia Richard,
quien las estaba mirando de la misma forma, arrastrando su mirada a través de
la línea como si estuviera leyendo la frase de un libro.
Las imágenes comenzaban siendo brillantes y claras y poderosas, como arte de
caricaturas. Las siguientes eran similares pero hechas con enojo, con rápidos
destellos de dolor que sugerían prisa. Luego los colores comenzaban a
desaparecer y a confundirse entre ellos, y las proporciones se volvieron muy
extrañas. Las últimas eran en muchos sentidos las más hermosas y ciertamente
las más deslumbrantes. Los colores brillantes y las fuertes líneas estaban de
regreso, pero las imágenes estaban fantásticamente erróneas. La Torre Eiffel
dividida en dos piezas. Los buses de Londres eran achatados, cómicos y
púrpuras, y flores crecían en conjunto en las calles de la ciudad.
―Ella‖estaba‖enferma,‖―dijo‖Ginny,‖mayormente‖a‖ella‖misma.
―Este‖ trabajo‖ es‖un‖ registro‖de‖ su‖ enfermedad,‖ lo‖ que‖ lo‖ convierte‖ en‖único,‖
―dijo‖Cecil‖cuidadosamente―.‖Pero‖debería‖saber‖que‖el‖trabajo‖de‖su‖tía‖había‖
comenzado a atraer la atención antes de que ella cayera enferma. Ella estaba
siendo conocida como la próxima Mari Adams, quien ha sido un declarado
soporte de su tía. Tuvimos un par de compradores importantes listos y
esperando por estas pinturas desde meses atrás.
Mari‖Adams<‖Lady‖MacStrage.‖Por la forma en que la voz de Cecil se elevó
sólo un poco al decir su nombre, Ginny podía decir que Mari era alguien
realmente importante, al menos para él.
―¿Así‖que‖por‖qué‖ella‖no‖los‖vendió?‖―preguntó‖Ginny.
Cecil se inclinó incluso más abajo.
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―Debes‖ saber‖ que‖ ella‖ estaba‖ completamente‖ al‖ tanto‖ de‖ que‖ el‖ valor‖ de‖ la‖
colección‖aumentaría‖después‖de‖que‖ella<‖falleciera.‖Así‖es‖como‖funciona‖en‖
el mundo del arte. Ella deliberadamente retrasó la venta.
―Hasta<‖después.
―Hasta‖que‖yo‖ fuera‖ contactado‖por‖ ti,‖pero‖ sí.‖Esa‖ fue‖ la‖ impresión‖que‖me‖
dio.
Él se dobló sobre sus rodillas y descendió incluso más hasta que su cabeza
estuvo completamente al mismo nivel que la de ella.
―Entiendo‖ que‖ esto‖ tal‖ vez‖ sea‖ demasiado‖ raro‖ para‖ usted,‖ pero‖ todo‖ est{‖
dispuesto. Sus recaudaciones serán depositadas en su cuenta bancaria tan
pronto como la venta esté finalizada.
Su atención fue atraída por el zumbido de su teléfono celular.
―Discúlpenme‖ un‖ momento,‖ ―dijo‖ Cecil,‖ cubriendo‖ con‖ su‖ mano‖ su‖
teléfono―.‖Es‖de‖Japón.
Cecil se retiró a un costado de la habitación, y Ginny fijó sus ojos en la parte
trasera de la cabeza del hombre sentado frente a ella. Él tenía una enorme
mancha roja que el ridículo peinado realizado sobre sus cuatro restantes
cabellos grises no podía ocultar.
―Nosotros‖no‖tenemos‖que‖hacer‖esto,‖―dijo‖Ginny―.‖¿No‖es‖así?
Richard no respondió.
Este cuarto estaba demasiado silencioso. Demasiado frío para las rarezas que
estaban pasando por su cabeza. Ella deseaba que Keith hubiera hecho un chiste
sobre la completa nación de Japón llamando a Cecil o el hecho de que ella había
borrado los últimos restos de lo que era probablemente un valioso trabajo de
arte de sus brazos justo esa mañana. Pero él no dijo nada.
Ginny dejó vagar sus ojos en la mancha de la cabeza. En cierto modo se parecía
a Nebraska.
―Muy‖ bien.‖ ―Cecil‖ estaba‖ de‖ pie‖ junto‖ a‖ ellos‖ nuevamente,‖ cliqueando‖ su‖
teléfono‖para‖apagarlo―.‖¿Est{n‖listos?
Ginny notó que Richard estaba intentando mantener su vista alejada de las
imágenes. Ellas le estaban causando un dolor real.
―Supongo,‖―dijo‖Ginny.
Cecil tomó suposición en un podio al frente de la habitación. En lugar de
guardar sus teléfonos, las personas sin ellos los estaban sacando y
poniéndoselos cerca de sus oídos. También abrieron aun par extra de laptops.
Él dio una introducción muy formal y cortésmente inició la subasta en diez mil
libras.
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Por un momento, nada sucedió. Un suave zumbido se extendió alrededor de la
habitación mientras esta cifra era repetida en los teléfonos en una variedad de
lenguajes. Nadie habló o levantó una mano.
―Diez‖mil‖en‖el‖frente,‖―dijo‖Cecil―.‖Gracias.
―¿Dónde?‖—preguntó Keith, con su boca medio llena con fresas y crema.
―Y‖doce,‖―dijo Cecil―. Doce. Gracias, señor. Ahora a quince mil.
Ginny aún no veía nada, pero Cecil captaba esos gestos a través de alguna clase
de transferencia mágica.
―Quince‖mil‖desde‖el‖caballero‖a‖la‖derecha.‖¿Oigo‖dieciocho?‖Muchas‖gracias.‖
¿Y veinte? Sí señor. Muy bien. ¿Qué tal treinta?
Keith muy lentamente bajó el plato a su regazo y agarró los costados de su silla.
―¿Acabo‖ de‖ pujar yo esos veinte? ―susurró él―. Cuando estaba comiendo.
¿Piensas‖que‖yo<?
Ginny lo hizo callar.
―Treinta.‖Muy‖bien.‖ ¿Treintaicinco?‖Gracias.‖Cuarenta.‖Cuarenta‖de‖ la‖señora‖
en‖el‖frente<
Richard no había levantado su cabeza del programa que descansaba cerrado en
su regazo. Ginny se acercó y agarró su mano, y ella no dejó de apretarla hasta
que la subasta se detuvo en setenta mil libras.
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Setenta mil sacos de arpillera Traducido por Virtxu Corregido por kuami
la mañana siguiente, Ginny se despertó con la sensación de que había
crecido varios centímetros. Se retorció en la cama, girando hacia la
derecha e izquierda, tratando de determinar si esto sólo era una resaca
del sueño o si la repentina afluencia de dinero había ampliado de hecho su
espina dorsal. Extendió sus dedos del pie hacia abajo para ver si estaba
ocupando la misma cantidad de espacio en la cama como lo había hecho desde
el principio. Parecía ser la misma.
El dinero pronto se pasó de un ordenador a otro, y luego, sólo apareció en su
cuenta bancaria. Como magia. Le resultaba extraño que así bajara el dinero.
Una cifra. Era sólo un número, y no se podía dejar a alguien un número. Eso era
como dejar a alguien un adjetivo o un color.
Se imaginó de nuevo los pequeños sacos de arpillera llenos de libras. Esta vez,
había setenta mil de ellos. Llenaban la sala, apilados contra las paredes de
amarillo y rosa, cubriendo la alfombra... cubriéndola a ella, pasando por la parte
superior de la imagen de Manet hasta que tocaran el techo.
Era un poco preocupante, en realidad.
Dejó la pila fantasma a un lado y se deslizó de la cama. Había dormido hasta
tarde, se dio cuenta, y Richard ya había llegado y se había ido. Había dejado el
periódico abierto para ella sobre la mesa, con un círculo alrededor del tipo de
cambio del día. Había dibujado también en el margen $133.000 US.
La pila imaginaria reapareció en su mente, y se duplicó. Esta vez, era un mar de
luz, dólares sueltos, cubriéndola hasta la cintura, llenando la cocina y
tragándose hasta la mesa.
Esto no podría ser la gran sorpresa de la tía Peg. Tenía que haber algo más, ella
estaba segura de ello ahora. Pero iba a necesitar ayuda para saber qué era ese
algo, obviamente. Lo que significaba una sola cosa.
La televisión estaba encendida cuando llegó, pero Keith no la estaba viendo. Un
hombre de pelo largo estaba abriendo latas de pintura para dos sorprendidas
personas con camisas a juego. Keith estaba inclinado sobre su cuaderno de
notas y ni siquiera miró hacia arriba cuando Ginny llegó y se sentó en el sofá.
A
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―Escucha esto ―dijo él―. Harrods: El Musical. En un contexto mitológico
moderno, los grandes almacenes representan... ¿qué?
Podía sentir que sus ojos estaban muy abiertos y su expresión estaba en blanco
y congelada.
―¿Qué piensas que ella quiere que haga con‖esto?‖―Preguntó ella.
―¿Con el dinero?
Ginny asintió con la cabeza. Keith suspiró y cerró su cuaderno con la mano para
guardar la página.
―No quiero poner un‖ punto‖ demasiado‖ fino‖ en‖ esto‖―dijo―, pero ella está
muerta, Gin. Ella no quiere que hagas nada con él. El dinero es tuyo. Haz con él
lo que quieras. Y si lo que quieres es invertirlo en Harrods: El Musical, no es mi
intención el detenerte.
Él la miró con expectación.
―Tenía que intentarlo ―dijo él―. Muy bien, entonces. ¿Por qué no viajas?
―Acabo de viajar.
―Viajaste algo. Siempre se puede viajar más.
―Realmente no quiero viajar ―dijo ella.
―Puedes quedarte en Londres. Hay muchas cosas para hacer en Londres.
―Supongo‖―dijo.
―Mira‖―dijo él‖con‖un‖suspiro―, acabas de obtener un montón de dinero en
efectivo. Utilízalo en cualquier cosa que quieras. Deja de preguntarte por esa
última carta, por la cual sé que te estás preguntando. Te lo imaginaste todo.
Todo estaba calculado.
Ella se encogió de hombros.
―¿Qué quieres tú que diga esto? ―Preguntó él―. Sabes que te habría llevado
de nuevo al cartel. Te las arreglaste para conseguir lo que ella estaba tratando
de darte. Te enteraste de que Richard es tu tío. ¿Qué más hay que saber?
―¿Te puedo preguntar algo? —Dijo.
―Al parecer hay algo que quieres saber.
―¿Estamos saliendo? ―Preguntó ella.
―¿Qué es saliendo, realmente?
―No‖sé‖―dijo―. En serio.
―Est{‖bien.‖ -Keith se extendió y apagó la televisión―. Es una pregunta justa.
Pero tendrás que irte a casa, con el tiempo. Lo sabes.
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―Ya lo sé ―dijo ella―. Sólo estaba comprobándolo. ¿Pero somos una especie
de algo?
―Ya sabes lo que siento.
―Pero ―dijo‖Ginny―, puedes< ¿decirlo?
―Sí. ―Él asintió con la cabeza―. Definitivamente somos una especie de algo.
Había algo en el hecho de cómo él dijo esto, en como dijo algo, que hizo a Ginny
increíblemente feliz.
Y en ese instante, ella sabía exactamente lo que el sobre número trece le había
dicho que hiciera.
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Trece Afortunado Traducido por AndreaN
Corregido por kuami
o era lógico, pero en la mente de Ginny parecía como si debería haber
algo‖ especial‖ para‖ conmemorar‖ la‖ venta‖ de‖ ‚Las‖ pinturas‖ Harrods.‛‖
Pero Harrods parecía inconsciente del evento o la artista que había
estado albergando en sus aleros. Harrods solo era Harrods. Ocupado,
acaudalado. La vida estaba continuando aquí como siempre lo hacía.
La mujer en el contador de chocolate rodó sus ojos mientras Ginny se
aproximaba.
―Solo un momento, ―dijo ella―. Llamé al Sr. Murphy.
Ginny se había detenido en el camino para ver si algún dinero había aparecido
en su cuenta. Había aparecido, de hecho—así que tomó cien libras como buena
medida. Las saco de su bolsillo ahora y las ocultó en su palma.
―Él viene en camino, señorita,‖―ella dijo sin entusiasmo.
―¿Cu{l‖es‖tu‖mejor‖chocolate?‖―preguntó Ginny, mirando las exhibiciones.
―Depende de lo que te guste.
―¿Cuáles te gustan a ti?
―Las trufas de champan, ―dijo ella―. Pero cuestan sesenta libras por caja.
―Tomare una.
La mujer enarco sus cejas mientras Ginny deslizaba el dinero por encima del
mostrador. Un momento después, ella presento una pesada caja de bronce.
Ginny quitó el recibo de la cinta marrón y deslizo la caja de vuelta hacia la
mujer.
―Estos son para ti, ―dijo ella―. Gracias por todo.
Mientras se aleja del contador, se preguntó si esta cosa de tener dinero tal vez
no funcionaria después de todo.
Llevó a Richard al elegante salón de té. Parecía ser la cosa correcta. Por todo el
tiempo que gastó en Inglaterra hasta ahora, no había tenido ningún té elegante.
N
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Ahora ellos estaban enfrentando una bandeja de varios niveles de pequeños
sándwiches y tortas.
―¿Vienes a gastar tu fortuna? ―preguntó Richard.
―M{s‖ o‖ menos,‖ ―dijo ella. Observó dentro de la delicada taza de té de
porcelana que su mesero acababa de llenar.
―¿Qué significa eso?
―Tenía razón al vender las pinturas, ―preguntó ella―, ¿verdad?
―Estuve ahí por poco tiempo, ―dijo él―. El final, toda la confusión. Eso es lo
que esas pinturas representan. No quiero recordar ese poco tiempo, Ginny. No
siempre fue ella.
―¿Cómo si quiera escribió las cartas? ―preguntó Ginny.
—Estaba lucida algunas veces, y al momento siguiente, pensaba que las paredes
estaban cubiertas de mariquitas o que el buzón le había hablado. Para ser
honesto, algunas veces no podía saber si era doloroso o si ella estaba
disfrutando de todas las cosas extrañas que estaba diciendo. Peg estaba<‖llena‖
de maravillas.
―Sé‖a‖lo‖que‖te‖refieres,‖―dijo Ginny.
Ellos llenaron sus platos con pequeños sándwiches. Richard comió durante
unos minutos. Ginny reunió los suyos en cuatro puntos alrededor del borde de
su plato como un compás, o tal vez un reloj.
―En‖ la‖ última‖ carta‖ que‖ leí,‖―ella empezó―, me dijo algo. Se me acaba de
ocurrir que ella tal vez no te lo dijo.
Richard se paralizó a medio buscar un pequeño sándwich de pepino.
―Ella‖dijo‖que‖ te‖ amaba,‖―continuó‖Ginny―. Ella dijo que estaba de cabeza
por ti. Estaba furiosa consigo misma por dejarte, pero sólo estaba aterrorizada.
Pero seguro ya lo sabes.
Juzgando por la mirada en su rostro (ella pensó que sus cejas podrían caerse de
tantas veces que las subió y bajo), Ginny supo que él no había sabido esto. Y ella
también supo que ahora, ella realmente había terminado. Repentinamente se
sintió muy ligera.
De hecho, ni siquiera estaba avergonzada cuando Richard fue hacia su lado de
la mesa y envolvió sus brazos alrededor de ella.
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Carta #13
Querida Tía Peg,
No estoy segura si sabes esto, pero el decimo tercer sobre azul ha desaparecido (me lo robaron junto con mi bolso en Grecia). De todos modos, pensé en tomar el relevo.
Sólo para que lo sepas, Richard me llevó de nuevo a Londres, y lo descubrí. Debería haberlo descubierto por las zapatillas verdes.
Hicimos un montón de dinero. A la gente realmente le gustan tus pinturas. Entonces, gracias por eso.
Sabes, quise escribirte durante mucho tiempo, pero nunca pude. Nunca dejaste una dirección donde poder localizarte, y nunca revisaste tus e-mailes. Así que ahora estás muerta, te escribo, la cual cosa es más o menos absurda. No hay ningún lugar a dónde pueda enviar esta carta. No tengo idea de que voy a hacer con ella. Es más o menos ridículo que la única carta de las famosas trece cartas que tengo es la que yo escribí.
La verdad es, que si hubiera podido escribirte, probablemente sólo te hubiera gritado. Estaba molesta contigo. E incluso aunque me explicaste todo, todavía estoy más o menos molesta contigo. Te fuiste, y nunca regresaste. Sé que tienes “problemas,” y se que eres diferente y creativa y todas esas cosas, pero realmente no estuvo bien. Todo el mundo te extrañó. Mi madre estaba preocupada por ti, y después de como resulto todo, tenía razones para estarlo.
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Fin
Al mismo tiempo, planeaste este increíble truco. Me trajiste aquí, me hiciste hacer todas esas cosas que nunca hubiera hecho de otro modo.
Y supongo que incluso aunque me estabas diciendo que hacer, todavía tenía que hacerlo por mi cuenta. Siempre pensé que sólo podía hacer cosas contigo, que me hacías más interesante. Pero supongo que estaba equivocada. Honestamente, resolví algunas de esas cosas por mi cuenta. Tú estarías orgullosa. Todavía soy yo… todavía me parece difícil hablar algunas veces. Todavía hago cosas increíblemente estúpidas en momentos inapropiados. Pero al menos sé que soy capaz de hacer otras cosas ahora.
Así que supongo que no puedo estar muy molesta. Pero todavía te extraño. Ahora que estoy aquí, en tu habitación, gastando tu dinero… tú nunca pareciste más lejana. Supongo que sólo tomara tiempo.
Ya que no necesitaré el sobre azul para enviar esto, voy a poner la mitad del dinero en él y lo dejaré para Richard. Sé que me lo diste todo a mí, pero también estoy bastante segura que tu querrías que él tuviera un poco del dinero. Él es mi tío, después de todo.
También decidí hacer lo que tú nunca pudiste hacer pero sé que probablemente deseaste hacer… voy a ir a casa.
Con amor,
Tú Interesante e Internacional Sobrina.
P.D: Oh, y sé lo dije por ti.
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209
En la secuela‖de‖este‖maravilloso‖libro<
The Last Little Blue Envelope
A la venta el 26 de Abril de 2011.
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210
Maureen Johnson
Maureen Johsson nació durante una
tormenta de nieve en Filadelfia,
Pennsylvania. Es hija única. Siempre fue una
de esas niñas que leen y escriben. Después de
jugar un poco con la astronomía y la arqueología, declaro su intención de
convertirse en escritora a la edad de ocho o nueve años.
Aunque no es Católica, fue a una escuela preparatoria Católica de solo-chicas,
donde conoció a muchas de sus mejores amigas.
Se licencio en la Universidad de Delaware, hogar de las Luchadoras Gallinas
Azules. Pronto después de eso, se mudo a Nueva York para estudiar
dramaturgia teátrica y escritura en la Universidad de Columbia. Como
estudiante graduada, tuvo al menos una docena de trabajos diferentes para
pagar su camino a través de la escuela. Algunos de ellos fueron: trabajar en un
restaurante con tema de casa embrujada, ser una empleada falsa de una
compañía para hacer que pareciera que más gente trabajaba ahí de lo que en
realidad hacia, y trabajar en un show en Las Vegas que tenia tigres en vivo y
maquinas de humo en mal estado en la misma área cerrada. También fue
editora.
Mientras tenía una beca de escritura en Edimburgo, Escocia, donde vivió en un
Castillo por un mes, completó las ediciones finales de su segundo libro.
También comenzó a trabajar en un libro llamado 13 Little Blue Envelopes. El
diario de 80 páginas de su estadía ahí le proveyó una buena inspiración para
los viajes de Ginny—incluyendo la noche en que se perdió en una oscura
carretera Escocesa y pensó que iba a ser atacada por tejones. Devilish, su cuarto
libro, esta vagamente basado en sus experiencias en su escuela Católica. Su
quinto libro, Girl at Sea, salió en Junio de 2007. Suite Scartlett salió en Mayo
del 2008. Escribió un libro llamado Let it Snow con John Green y Lauren
Myracle. También contribuyo con Vacations from Hell, con Libba Bray,
Cassandra Clare, Claudia Grey, y Sarah Mlynowski.
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211
Entrevista a Maureen: ¿Fuiste a todos los lugares en el libro? No. En el momento en que lo escribí,
había ido más o menos a la mitad de ellos. Compré un mapa masivo de Europa,
uno que ocupaba una gran parte del piso de mi sala. Lo use para hacer la
trayectoria del viaje de Ginny, cubriéndolo con post-its con horarios de trenes y
distancias. El resto fue completamente investigado. ¡Las librerías son nuestras
amigas!
¿El libro cambio mucho mientras lo escribías? Masivamente. No lo
reconocerías del primer boceto. Había un‖ bebe<‖ luego‖un‖ adolescente<‖ casi‖
envié a‖Ginny‖a‖Laponia<‖cosas‖como‖esa.‖
¿Es verdad que escribiste el libro en un castillo Escocés? Comenzó en uno, si.
Gane una beca de escritura, y estuve viviendo un mes en ese castillo el invierno.
¿Keith es real? No existe un verdadero‖Keith‖Dobson<‖sin‖embargo,‖él‖es‖m{s‖
o menos un retrato de muchos amigos míos. Podría presentarles cerca de tres
personas,‖y‖podrías‖pensar‖que‖cualquiera‖de‖ellos‖es‖el‖‚verdadero‖Keith.‛‖
El nombre y la falda escocesa vinieron de un verdadero Keith, quien realmente
es un actor, que es un amigo Escocés de un amigo mío. Lo conocí mientras él
estaba visitando Nueva York. El estuvo por toda la ciudad en su falda escocesa
(la había rentado para una boda). El verdaderamente fue un éxito. Su nombre se
pronuncia‖ correctamente‖ como‖ ‚Keef.‛‖Cuando‖ estaba‖ escribiendo‖ el‖ libro,‖ lo‖
metí a él ahí.
Así‖ que,‖ la‖ respuesta‖ es‖ no<‖ pero‖ también‖ es‖ m{s‖ o‖ menos‖ si.‖ ¿Eso‖ tiene‖
sentido?
¿Harrods es real? Extremadamente.
¿Tienes pruebas? ¿Aceptarías diez masivas latas de lengua de buey en gelatina
como prueba?
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¿Mari Adams es real? Mari Adams esta vagamente basada en una artista real
llamada Vali Myers.
¿Qué ocurrió con él sobre 13? (Spoilers) TE ENTERARAS EN LA SECUELA.
¡Qué ocurre con Keith y Ginny! ¡TENGO QUE SABERLO! TE ENTERARAS
EN LA SECUELA.
Espera. ¿Acabas de decir SECUELA? Si.
¿Como se llama? The Last Little Blue Envelope. (El Último Pequeño Sobre Azul)
¿Cuándo saldrá la secuela? The Last Little Blue Envelope saldrá a la venta la
próxima primavera. No tengo la fecha exacta todavía, pero debería ser
alrededor de Abril o Mayo del 2011.
Traducido por AndreaN
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Traducido, corregido y diseñado
En el foro:
“Purple Rose” www.purplerose1.activoforo.com
¡Te esperamos!