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20 SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA Y CULTURA ESCUELA NORMAL DE SINALOA SUSTENTO VALORAL PARA UNA ÉTICA PROFESIONAL EN EL ÁMBITO LABORAL, INDUCIDA DESDE LA ESCUELATESIS GRADO: DOCTOR EN EDUCACION. ROSA MARÍA HERNÁNDEZ FURUICHI DIECTOR DE TESIS: DR.CANDELARIO CALIX LÓPEZ MAZATLÁN, SINALOA, 23 DE MAYO DE 2008

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SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA Y CULTURA

ESCUELA NORMAL DE SINALOA

SUSTENTO VALORAL PARA UNA ÉTICA PROFESIONAL

EN EL ÁMBITO LABORAL, INDUCIDA

DESDE LA ESCUELA”

TESIS

GRADO: DOCTOR EN EDUCACION.

ROSA MARÍA HERNÁNDEZ FURUICHI

DIECTOR DE TESIS: DR.CANDELARIO CALIX LÓPEZ

MAZATLÁN, SINALOA, 23 DE MAYO DE 2008

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CAPÍTULO II.

MARCO TEÓRICO

2.1. Valores Morales y Éticos

El análisis de los valores morales y éticos en las instituciones educativas es un

proceso que debe ser permanente, de esta manera los códigos deontológicos de los

sujetos que en ellas participan se reflejan y se descubren a partir de las

interacciones que ejercen con sus semejantes, con el medio y consigo mismo.

En este trabajo, para hablar de la formación de valores en las personas

primeramente se lleva a cabo un primer acercamiento acerca de lo que son los

valores y del concepto de valor en sí.

En la actualidad el concepto de valor se ha estudiado desde muchos ángulos. La

discusión ha sido prolifera con relación a las corrientes que han participado en el

debate, así la filosofía cumple con el cometido de ciencia madre, así mismo la

psicología como una ciencia que estudia la conducta del hombre, y desde luego no

podía faltar la mirada sociológica que establece el análisis entre las relaciones que

se manejan entre los sujetos en una sociedad, esto por mencionar algunas fuentes.

A partir de estas aportaciones, encontramos que, para Laughlin (1965) el concepto

valor queda definido como una categoría de intencionalidad, que comporta un

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evento cognitivo que puede o no ser exteriorizado en la conducta, pero que tiene un

aspecto conativo y carga afectiva.

Del mismo modo se considera que el concepto valor o los valores surgen en la

relación práctico-objetal y no en el simple conocimiento de las cosas por el hombre.

Son el resultado de la actividad práctica del hombre, al relacionarse en sociedad

con sus semejantes.

Aunque las necesidades del hombre desempeñan un papel importante en el

surgimiento de los valores, no implica que la actividad subjetiva haga que los

valores sean también subjetivos pues están determinados por la sociedad y no por

un individuo aislado, por ello, se afirma desde la sociología que el sujeto adquiere

un comportamiento social, regido por reglas externas que le sirven de base para

actuar en colectivo (Durkheim, 1983).

Los elementos que explican cómo se ha desarrollado la discusión de los valores y la

influencia que han ejercido en el comportamiento humano, se encuentran en cada

uno de los enfoques, tratados desde la antigüedad. En este trabajo se pretende

contextualizar qué aspectos del sustento valoral para una ética profesional, inducida

desde la escuela, promueve los elementos necesarios para que realmente exista

una buena ética en el campo de los negocios.

Se retoma la idea de que cada vez más los valores van adquiriendo una gran

relevancia en nuestra sociedad. Cada vez se oye hablar más de ellos. Se dice que

los valores y la cultura no son cuestiones secundarias. No son de ningún modo

menos reales que el impuesto sobre la renta o reducción del déficit. En verdad, son

más reales, más importantes, y tienen más consecuencias sobre la vida de nuestros

hijos.

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No hay nada que determine tan poderosamente la conducta de un niño como sus

pautas internas, sus creencias, su sentido de lo bueno y lo malo. Si se le enseña a

creer que las drogas, la promiscuidad y la violencia son cosas que están mal eso

contribuirá a su propio bienestar y al de los demás. Habrá menos catástrofes

personales, menos violencia social y menos vidas perdidas y desperdiciadas,

porque las creencias privadas o propias del sujeto, son el fortalecimiento del espíritu

público según Bennett, (1991).

De una reducción a la privacidad de cada uno, los valores han pasado a ser

reclamados por la misma sociedad en los tan traídos y llevados “códigos

deontológicos”, por poner un ejemplo. Las distintas consideraciones de los valores y

las distintas jerarquías de los mismos parecen llevarnos a la conclusión de que no

sabemos identificar qué son los valores o cuáles son los que deben practicarse en

nuestros tiempos.

Estas discusiones, con respecto al concepto de valor o los valores, como señala

Escamez (1986) son producidas por el uso del mismo lenguaje con distintos

significados según la perspectiva científica en que se está situado. Las diferencias

en torno a los valores no son consecuencia de su relativismo o subjetivismo, sino

por el peculiar método de consideración desde el que son abordados. No serán

idénticas las conclusiones desde campos como el ontológico, antropológico,

sociológico y psicológico. Los métodos de investigación son bien distintos en estos

campos y las conclusiones pueden ser diferentes (López-Barajas Zayas, 1988). En

este sentido se expresa también Mannheim cuando afirma:

La verdad es de una variedad de clases. En términos de epistemología puede existir en la esfera de la psicología, ontología y lógica. Verdades diferentes pueden ser conocidas con varios niveles de exactitud. Una forma de verdad incluye principios, valores y significados. Esto no puede ser una naturaleza estática y universal sino que vienen a ser derivadas de una comprensión de tiempo y lugar (En Sherman, 1984: 50).

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De acuerdo a estas referencias, para Mannheim la verdad en términos de principios

no es eterna y universal, significa el más amplio número de perspectivas. En el

campo pedagógico en que nos encontramos son utilizados los resultados

proporcionados por todas estas ciencias (Psicología, Ontología, Lógica, Sociología),

tanto en las proposiciones teóricas que son adoptadas, como en las tecnológicas

que deben ser aplicadas. Todo ello para hacer efectivo el concepto de educación en

valores que se pretende desarrollar. Por ello es conveniente destacar, las

principales características del valor puestas de relieve por cada uno de estos

campos de investigación: ontología, psicología y sociología.

Max Scheler (1985) fue el filósofo que más abordó el tema en esta etapa. Para él

los valores son cualidades de orden especial que descansan en sí mismos y se

justifican por su contenido. El sentimiento de valor es una capacidad que tiene el

hombre para captar los valores. Para Scheler: "el hombre es hombre porque tiene

sentimiento de valor".

De la misma manera dos autores: Durkheim (1983) en Francia, y Dewey (1985), en

Estados Unidos, enfatizan los valores de una educación centrada en los procesos

de ciudadanía, desarrollo industrial y progreso. Los procesos sociales con los que

culminaba el siglo XIX se traducían, en el plano educativo, en diversos decretos que

expedían los Estados nacionales en Europa, por medio de los cuales se empezaba

a conformar el sistema educativo nacional –como un sistema de educación primaria,

fundamentalmente– y se configuraba lo que sería la educación pública: obligatoria,

gratuita y laica.

Las notas constituyentes del concepto de valor, tratan de relacionarse buscando

una comprensión de su naturaleza que tenga características universales y

definitivas para el conocimiento (Escamez 1988). Se trata de responder a la

pregunta ¿Cómo se define el concepto de valor? y que la respuesta tenga validez

para cualquier investigador, en cualquier campo y en todo momento. Eta

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característica se entiende como una pretensión de comprensión radical, por la

dificultad que comporta generalizar un concepto en diferentes tiempos y

sociedades.

Porque el problema de generalizar se agudiza cuando surgen distintas escuelas

filosóficas que abordan el estudio de los valores y lo tipifican de acuerdo a sus

enfoques, tales como las corrientes escolástica y neoescolástica, kantianos y

neokantianos, fenomenología, materialismo y pragmatismo, racionalismo,

empirismo, por citar algunas. Esto deja ver la complejidad del tratamiento de la

conceptualización de los valores, porque lo que se convierte en prioritario para

algunos, al respecto, puede no serlo para otros.

Para analizar algunos argumentos respecto al tratamiento del concepto

presentamos algunas definiciones con base en algunas de las corrientes

mencionadas. Por ejemplo para la Escolástica y Neoescolástica no se distingue

claramente el concepto de valor, sino que se encuentra unido al concepto de bien.

Sobre todo en las aportaciones que hace Santo Tomas dice que el bien no añade

nada real sobre el ser, sino una relación con respecto al apetito.

En esta posición tomista se considera que si todo ser es perfecto en cuanto ser, es

decir una perfección que se subsume como perfección intrínseca, entonces será a

la vez conveniente a otros y apetecible, lo que se convierte en perfección

extrínseca. Por tanto, hay una razón de conveniencia, de connotación entre la

perfección del ente y un ser con inclinación hacia él. En cuanto al entendimiento

práctico que comporta el concepto podemos distinguir dos principios:

a) Principio de conveniencia, que surge de las tendencias de apetencias: “mejor es

el ser que el no ser, el bien ha de ser hecho y el mal evitado, b) Principio de orden

valoral: que comporta una igualdad ser=valor, más estimable es el ser que el no

ser” (MARIN, 1976: 152-153).

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Le Senne, en Gual (1996) argumenta: “el valor no es objeto de conocimiento. Valor

es la relación de la conciencia particular con Dios (hogar universal de los valores).

Hay una relación existencial entre Dios y Yo. En su axiología incluirá la teoría del

conocimiento y la ontología del dolor “sufro, luego existo” (Gual, 1996:44).

Por su parte Lavalle, Louis (1951: 36) maneja que “Valor es el carácter de las cosas

que hace que merezcan existir. La ontología se ocupa del ser, la existencia en acto

o participación efectuada, realidad. La axiología del bien, el valor, participación que

se efectúa, “el bien es nuestro bien”, un ideal”.

Resumiendo, al apreciar las características que se otorgan al concepto valor desde

las posiciones escolásticas y la neoescolástica son: “ReaL.-relación con apetencia

(Sto. Tomas), elación de conveniencia, apetecible (Suárez); relación de la

conciencia (Le Senne); carácter de las cosas (Lavalle)” (Gual, 1996:44).

Por otro lado se tienen las aportaciones de los Kantianos y Neokantianos, en las

que encontramos referentes respecto al concepto de valor desde varias

perspectivas, por ejemplo:

Lotz (1886) fue el primero en acuñar temáticamente el término valor. De él es la

frase: “Los valores valen, pero no son”.

Por su parte Windelband (1914) argumenta que “el sistema de valores es la

conciencia normativa, lo supra-temporal: lo verdadero, lo bueno, lo bello, lo santo

son fin y criterio de la actividad cultural”. Al discernir al respecto Windelband

reconoce que las ciencias podrán ser de dos tipos: Nomotéticas versan sobre la

naturaleza, sobre el ser y sus leyes universales. Ideográficas, del espíritu,

intemporal y eternamente válido, normativo, libre, reino de los valores (En Gual;

1996: 45).

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Rickert (1943) afirme que “De los valores no puede decirse ni que son, ni que no

son reales, sino sólo que valen o que no valen” (Gual; 1996: 45) . Se concibe la idea

de valor como bien común, pero desde el punto de vista de poseer un objeto por

ejemplo, pero relacionado con los actos que pueden ser característicos de los

sujetos como valoración, así se pueden incluir los objetos culturales cuyo valor

puede ser temporal, el cual cambia en función de la naturaleza social.

Retomando estas aportaciones podemos sintetizar la idea central: los valores son

las ideas por las cuales se rige el pensamiento de todos los hombres. Es subjetivo y

objetivo, a priori, universal y formal (Gual; 1996:45).

Por su parte, los pragmáticos hacen su aportación en este debate y son dignos

representantes de esta corriente William, James (1907) quien se refiere al valor

como goce o iluminación interior, es una satisfacción lógica que produce la

coherencia entre los otros elementos de la conciencia, también por su fecundidad

práctica. Del mismo modo Dewey, John (1939) quien afirma que “la verdad y los

valores son reconocidos por su eficacia, rendimiento, biológico y social. Los valores

espirituales son meras ilusiones, evasión de lo real. Refugio del fracaso en el plano

real” (Gual; 1996: 46).

Por otro lado se tienen las aportaciones del psicologismo, representado por la

Escuela de Austria, cuyos pilares centrales fueron, por un lado, Meinóng (1894)

quien realiza una investigación desde el punto de vista psicológico-ético para una

teoría del valor. En los argumentos de Meinóng un objeto tiene valor si tiene la

capacidad de suministrar una base de hecho a un sentimiento de valor, denominado

juicio de valor. El valor es una impresión personal. El valor es un objeto ideal, el cual

debe poder ser valorado.

Más adelante, Ehrenfels (1897) en la escuela de Praga maneja que el sentimiento

mide y da consistencia al valor. Es una relación existente entre un sujeto y un

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objeto. La altura del valor depende de la intensidad del deseo. Valor = deseabilidad.

Es decir, cuando deseo siento por ese objeto o por participar en o comportarme

como tal. Muller (1919), por su parte hace ver que el yo se hace eco de las

valoraciones colectivas, las que han sido convertidas en tradiciones y a partir de

ello, el sujeto las hace suyas (Gual; 1996).

Por su parte Polin (1944) hace ver que el valor es “una creación permanente del

hombre, porque al realizarlo queda abolido. Hay una renovación incesante, nunca

son una cosa hecha. Crearlo es fugarse a lo imaginario trascendiendo lo real. Al

realizar un acto que fije el valor en una obra, es convertido en hecho y queda

abolido, es un juicio de realidad, no de valor. Cada hombre es creador y garante de

sus propios valores” (Gual; 1996: 47).

En esta posición se sostiene que los valores pueden ser relativos, lo que para mi es

bueno, para otros no, existe una marcada relatividad en los planteamientos, solo

existe un acuerdo: lo bueno es lo que complace, y se otorga una acepción

específica a lo malo, como aquello que desagrada. Por ello, la visión restringida de

valor planteada por los autores, en la actualidad tiene muchas aristas de discusión.

La posición Materialismo encuentra su máximo representante en Sartre, quien hace

al hombre radicalmente responsable, los valores por lo tanto no son ni antes ni

después, se identifica con una posición más existencialista y hace de ella una

filosofía optimista al argumentar

La nada del valor. Lo real está constituido por el ser: material en sí, la nada: espíritu, posibles, verdad, para sí. Todo valor pende del hombre. El hombre no es más que lo que haga. El valor ideal=nada. El valor real el hombre lo engendra en la acción. Los valores se crean: inventa, haz lo que quieras. El supremo valor es la libertad. Imposibilidad absoluta de enjuiciar a nadie. Actuar bien es actuar consciente y libre (Gual; 1996: 47).

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Por tanto la forma un tanto paradójica de existencialismo parece declarar el carácter

absurdo de la vida, el ser el hombre “una pasión inútil”, podría fomentar la

pasividad, la quietud, pero dado que el hombre es lo que él mismo se ha hecho, se

declara que cada hombre es la suma de sus actos y nada más, nos incita a la

acción, a ser más de lo que somos: no hay nadie externo a nosotros que nos haya

creado, nuestras acciones las dirigimos nosotros mismos y nadie nos dirige desde

fuera, solo le faltó argumentar como Parménides “el Hombre es la medida de todas

las cosas”.

Por otro lado tenemos a la Fenomenología, cuyo representante más destacado es

Scheler, la Ética y el Valor son objetos ideales, más allá de la realidad física o

psíquica que captamos con una intuición emocional, no de orden sensible sino

superior: la estimativa.

La fenomenología es una ciencia que considera al conocimiento como algo estricto

de los fenómenos. Se trata que de la mera observación de las cosas obtengamos

hipótesis interpretando lo que se encuentra debajo de la realidad, se trata de

despojarse de toda prenoción e intentar ver al objeto tal cual es. Desde esta

perspectiva el concepto valor cobra relevancia porque las cosas son tal y como se

muestran y no de otra manera. Las apariencias sensibles no coinciden con la

supuesta realidad que debajo de ellas se encuentra. La fenomenología no entiende

así los fenómenos, pues para esta corriente filosófica los fenómenos son,

simplemente, las cosas tal y como se muestran, tal y como se ofrecen a la

conciencia (Morón; 2006: 2).

El concepto de “posición” es relevante en esta posición. Se trata de aprobar-

disprobar, preferir-postergar, se reflejan los pros y los contras como dualidades

irreconciliables, amor- odio, respeto-desprecio. Las primeras se convierten en

cualidades ideales jerarquizadas, y se escinden en una polaridad valor-antivalor.

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Es objetivo, nos encontramos con él, nos determina, lo reconocemos, no lo creamos. Lo captamos emocionalmente, no por la razón. Descubrimos nuevos valores y olvidamos los tradicionales. No siempre está fino el sentimiento para captarlos o intuirlos. Los valores típicos de la persona son los morales. La persona es la realizadora de valores. Persona (individual) o colectiva (iglesia, estado.) El valor es eficaz, eficacia de la persona que los suscita en torno suyo por imitación espontánea (héroes, santos, apóstoles) El héroe o fundador lleva a cabo una realización que los hace descender de su orden ideal, inmutable Gual; 1996: 48).

Por ello para la posición de Hartman el único portador de valores es el sujeto como

persona, a partir de ellos se realiza, y cuando no actúa de acuerdo a ellos, sufre los

reproches de su conciencia. Por ello se afirma que “donde no hay conciencia no hay

persona. Nos limitamos a reconocer, no creamos valores. No hay creación o

transmutación de valores, lo único que cambia es nuestra captación de ellos.

Apreciar unos es despreciar otros” (Gual; 1996: 48).

En esta forma de pensar se puede apreciar la idea de héroe, funcionando a partir de

los “buenos” valores el héroe saca a la luz al pueblo, sus anhelos, sus expectativas,

le cumple como ejemplo de acciones porque forma parte de esos anhelos, el héroe

es la viva imagen representativa del bien y de la forma de cómo conducirse. La

persona que de esta manera actúa traduce lo axiológico en ontológico, La realidad

puede ser física, psíquica o ideal. Por su parte

Ortega y Gasset, J. Defiende una posición que podemos llamar raciovitalismo. Los valores son cualidades irreales independientes del sujeto. La vida no tiene valor propio si no es por los valores. Estos son imperativos vitales como sinceridad (verdadero), alegría (bueno), generosidad (bello). La estimativa es una función superior de la conciencia. La jerarquía es captada en un acto preferencial. Por su parte García Morente, M. (1943) Distingue las siguientes categorías ónticas: reales (causa-existente), ideales (relaciones, esencias no temporales), vida (realidad radical donde se nos dan los demás), valores (posibles, irreales), valen, pero no son. Son cualidades que me encuentro, esencias irreales, aprehendidas en el acto puro de la estimativa. Determinan un acto intencional emocional.

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Linares Herrera, A. (1940: 181) afirma que los valores son todas aquellas relaciones

que se generan entre una posible relación afectiva de un sujeto y una norma

establecida para el fin de preservar la armonía y el orden. Encontramos diferencias

entre la postura de Linares y la de Ortega y Gasset, para uno, los valores son

independiente del sujeto y para el otro el sujeto juega un papel importante al formar

parte de la relación que existe entre sujeto-norma. La norma a la que se refiere

Linares no tiene nada que ver con la propuesta ideal y apriórica de Kant, “ni una

esencia ideal intuida (Husserl, Scheler) en esfera diferente de la realidad, sino un

modelo ontológico extraído por el pensamiento de la actual realidad del ser y de su

potencialidad de perfección” (Guel, 1996: 49).

Como se puede apreciar hasta aquí, el tratamiento del concepto “valor” comporta

connotaciones diferenciadas, dependiendo del enfoque desde donde se le defina y

la forma como se le defina. No obstante, todas estas posiciones hacen notar que los

valores son para el bien común y hace la distinción entre lo bueno y lo malo. Valor

es en definitiva todo aquello que es capaza de arrancarnos de nuestra indiferencia,

para lograr ser preferido por nuestras actuaciones, estimado por los demás, es una

propiedad trascendental del sujeto a la cual todos debemos aspirar. El valor dice

Ibáñez (1973) tiene que ver con nuestra perfección y en el sujeto esta perfección es

intrínseca, las constituyen las formas de actuar de los sujetos. De esta manera las

actuaciones de los sujetos se convierten en apetecible o estimables.

Valor es aquello que es digno de mi complacencia o lo que me hace ser estimado

entre los seres. Me permite adaptarme con los demás, me sirve, me perfecciona. El

valor revela la conveniencia y la convivencia entre los seres. Por ello, en el próximo

apartado se trata de analizar esta posición un tanto ontológica, que se ha perdido

de vista en nuestras escuelas superiores, y con ello se aprecia una perdida de

valores que va en detrimento de la actuación de los sujetos y que repercute en su

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2.2. Estructuras, sustento valoral y fomento de la práctica de los valores

morales y éticos profesionales en el ámbito de las instituciones

Para ser más precisos y continuar con el análisis de la literatura en cuestión es

necesario definir los conceptos centrales en este marco referencial. De este modo,

encontramos que el término Ética, etimológicamente, deriva de la palabra griega

“ethos”, que significa "costumbre". La ética es la parte de la filosofía que trata de la

moral y de las obligaciones que rigen el comportamiento del hombre en la sociedad.

Aristóteles dio la primera versión sistemática de la ética (Ramírez; 2005).

Es el compromiso efectivo del hombre que lo debe llevar a su perfeccionamiento

personal. "Es el compromiso que se adquiere con uno mismo de ser siempre más

persona". Se refiere a una decisión interna y libre que no representa una simple

aceptación de lo que otros piensan, dicen y hacen.

El término Moral, etimológicamente, proviene de la palabra latina “mores”, que

significa costumbres. Antes de ir en busca de una definición de la Ética o la Moral,

detengámonos sobre el objeto material y formal de la moral.

En el habla corriente, ética y moral se manejan de manera ambivalente, es decir,

con igual significado. Sin embargo, analizados los dos términos en un plano

intelectual, no significan lo mismo, pues mientras que "la moral tiende a ser

particular, por la concreción de sus objetos, la ética tiende a ser universal, por la

abstracción de sus principios". No es equivocado, de manera alguna, interpretar la

ética como la moralidad de la conciencia. Un código ético es un código de ciertas

restricciones que la persona sigue para mejorar la forma de comportarse en la vida.

No se puede imponer un código ético, no es algo para imponer, sino que es una

conducta de "lujo". Una persona se conduce de acuerdo a un código de ética

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porque así lo desea o porque se siente lo bastante orgullosa, decente o civilizada

para conducirse de esa forma (Ramírez; 2005).

Por su parte el concepto "Valor" se otorga a aquellas cualidades o características de

los objetos, de las acciones o de las instituciones atribuidas y preferidas,

seleccionadas o elegidas de manera libre, consciente, que sirven al individuo para

orientar sus comportamientos y acciones en la satisfacción de determinadas

necesidades. Los Valores son guías que dan determinada orientación a la conducta

y a la vida de cada individuo y de cada grupo social. Max Scheler presenta la

siguiente escala de valores: Los valores estéticos (la belleza). Los valores jurídicos

(la justicia). Los valores del conocimiento puro (la verdad). Los valores religiosos,

que se expresan a través de "lo sacro" y "lo profano" Ramírez; 2005).

Por “Ética profesional” se entiende la "ciencia normativa que estudia los deberes y

los derechos de los profesionales en cuanto tales". Es lo que la pulcritud y

refinamiento académico ha bautizado con el retumbante nombre de deontología o

deontología profesional. En efecto, la palabra ética confirmada por diccionarios y

academias con el sentido de "parte de la filosofía que trata de la moral y de las

obligaciones del hombre", no es tan precisa en el significado como la palabra moral

8Ramírez; 2005).

Por lo tanto, el objeto de la ética profesional es mucho más amplio de lo que

comúnmente se supone. No es otra cosa que preguntarse (como docente, profesor,

pedagogo, licenciado) frente a su alumno(a), a la sociedad y al país. "¿estoy

haciendo con mi trabajo lo propio que beneficia a este alumno(a), lo necesario que

beneficia a la sociedad donde estoy inserto, lo trascendente para mi país y para la

raza humana? ”Consecuencialmente, ¿estoy participando de lo que tengo derecho?

Una confianza que se entrega a una conciencia, a una conciencia profesional.

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La formación profesional es distinta para cada área y nivel de desempeño, y

dependiendo de esto mismo, la formación puede ser larga y pesada o corta y ligera

e incluso puede realizarse mientras se desempeña un trabajo ya sea similar o

distinto, aunque de menor nivel por lo general. La formación profesional también

puede ser muy teórica o muy práctica. Sin embargo, excepto algunas profesiones

eminentemente especulativas como la de filósofo, todas deben contener una cierta

dosis tanto de teoría como de práctica o sea la auténtica "praxis", entendida ésta

como la aplicación de un conocimiento o de una teoría que a su vez fue extraída de

experiencias concretas.

Diferentes disciplinas contribuyen notablemente con la Ética (como ciencia filosófica

y práctica), especialmente aquellas que se refieren al hombre como la Psicología, el

Psicoanálisis, la Sociología, la Antropología, el Derecho, la Historia y Economía.,

con lo cual podemos inferir que no hay actividad desplegada o desarrollada por el

hombre que no esté ligada a la Ética y a lo moral.

Con la confirmación de lo que significan los conceptos en esta investigación

pasamos a las consideraciones de nuestra época. Parece un imperativo categórico

afirmar que es necesario implementar una estructura educativa que fomente en

gran medida la educación en valores en la educación superior sustentados en una

ética profesional. Se hace la aclaración que se trabaja este ámbito, por ser el que

interesa destacar en esta investigación, pero el problema de los valores no es

privativo sólo de la educación superior sino de todos los ámbitos escolares.

Es necesario considerar que los jóvenes universitarios deben ser formados

adecuadamente en un campo cognoscitivo de alguna de las disciplinas liberales que

existen, pero también existe además la necesidad de que nuestros jóvenes que

mañana serán los profesionales de nuestras empresas e instituciones cuenten con

una formación sólida que les permita desenvolverse como hombres honestos y bien

intencionados en su trabajo profesional.

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Se trata de sustentar una armazón valoral que apoye el ejercicio profesional de los

egresados de las instituciones de educación superior y que les permita

desempeñarse con autonomía, responsabilidad, honestidad y sentido de justicia,

entre otras cosas (Pérez Castro; 2006). En este sentido se deben de incluir los

valores dentro de las dimensiones que conforma el entramado de la currícula oficial

que se maneja en las instituciones, con el fin de indagar sobre las percepciones y la

relación que los estudiantes mantienen con el mundo, su país, su carrera, la

religión, la familia, los amigos y con ellos mismos.

Los resultados que actualmente se tienen y la pobre actuación de algunos

egresados hacen ver la necesidad que

Aunque en el discurso la educación en valores constituye una de las principales preocupaciones de la política educativa, ésta no siempre se hace presente en la práctica cotidiana de profesores y alumnos. Las instituciones de educación superior en nuestro país han sido consideradas el espacio formador de profesionales por excelencia. Se espera que, al terminar la carrera, los jóvenes sean capaces de ingresar al mercado laboral a partir de un tiempo razonable, pero sobre todo que el empleo en el que se desempeñen sea congruente con su perfil profesional (Pérez Castro; 2006: 1).

La idea de formar en valores se viene conformando por las múltiples opciones de

que se generan a partir del ensanchamiento de los campos gnoseológicos y

cognoscitivos que se desarrollan en una cultura con tintes posmodernos. Esto ha

generado la transformación de la idea de campo profesional, pues se ha notado que

los mercados cada vez son menos capaces de generar espacios que absorban la

constante oferta de nuevos profesionistas, y estos últimos, se deben de enfrentar,

además de su quehacer profesional, a una insuficiente forma de actuar como

sujetos porque no siempre están suficientemente preparados para competir con

estilo y conocimiento y responder a las exigencias de los mercados. En términos de

Elliot (1972),

la educación profesional universitaria ha ido debilitando su “compromiso de posibilidad”, esto es, el proceso socializador a través del cual los

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estudiantes aprenden a adecuar sus expectativas iniciales a las perspectivas reales que les ofrece el campo disciplinario y el mercado laboral. Ante esta situación, se han generado diversos esfuerzos por entender el comportamiento de la oferta profesional, a fin de elaborar propuestas que coadyuven a la formación de mejores profesionistas (Pérez Castro; 2006: 2).

Las estrategias que hablan de alguna manera, a favor de lo que se ha dicho, acerca

de la conformación de nuevas estructuras curriculares en las instituciones de

educación superior en México, sobre todo, es la estrategia de reestructuración y

flexibilización de los currícula universitarios, que se considera una de las más

importantes la idea es centrar la atención en el sujeto que aprende y sus

motivaciones. Esta propuesta ha tenido alcances nacionales y que busca desarrollar

nuevas competencias y habilidades a partir de procesos formativos centrados en los

estudiantes.

La sugerencia que el autor hace al respecto es que una forma distinta de acercarse

al problema planteado es a través de la conformación de una estructura te tome en

cuenta el estudio de los valores que los sujetos aprenden a lo largo de su estancia

en la universidad. Lo que debe ser un interés generalizado para todas las

instituciones de educación superior.

El estudio de los valores y la ética profesional constituye un campo que se encuentra en plena construcción en las instituciones de educación superior de nuestro país. La importancia de este tipo de estudios reside no sólo en los elementos que nos otorgan para entender las organizaciones gremiales, sino también porque nos permite adentrarnos a las subculturas estudiantiles y a las instituciones de educación superior desde una perspectiva diferente Los valores profesionales se fundamentan en los conocimientos específicos que los sujetos adquieren sobre su disciplina o profesión y que les permitirán desempeñarse adecuadamente en el mercado laboral, pero también se encuentran asentados en la ideología, normas y principios que rigen la acción profesional (Pérez Castro; 2006: 3).

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Siguiendo a Merton (1957) diremos que el primer tipo de aprendizaje corresponde a

la socialización para el papel social y el segundo está relacionado con la

socialización de status. Merton reconoce que existen funciones manifiestas las

cuales son as que presentan consecuencias objetivas para la sociedad, o

cualquiera de sus partes, reconocibles y deseadas por las personas o grupos

implicados.

Este tipo de funciones son aquellas son reconocidas como efectos que se producen

en la sociedad y que son en primer lugar positivas, en segundo lugar dichos fines

son explicitados por los edictores de las normas y, en tercer lugar, reconocidos por

los edictores de las normas, en este caso se reconoce que la norma es útil para

dicho fin.

Por otro lado se tienen la funciones latentes que se reflejan y contribuyen a la

adaptación social o a otros objetivos pero, simultáneamente, no son deseadas o

reconocidas por la sociedad o el grupo. Un gran ejemplo de función latente es el

proceso de socialización llevado a cabo en las escuelas. Aparte de los

conceptos básicos que enseñan, la función latente es la que media la relación de

comportamiento, es decir aprender a comportarse (Merton, 1957).

Según Robert Merton (1957), toda actividad humana se realiza en pos de alcanzar

determinados propósitos u objetivos. La prosecución de dichos objetivos acarrea

determinadas consecuencias. Estas consecuencias pueden ser positivas: funciones;

o negativas: disfunciones. Asimismo, en ambos casos pueden resultar previstas o

imprevistas, o presentarse en forma manifiesta o latente.

Con base en esta teoría, Harold Lasswell (1958) y luego, Charles Wright (1963),

plantean que en la Comunicación de Masas, los cuatro objetivos más importantes

de comunicador son: “a. La supervisión del ambiente o manipulación de la

información; b. La concordancia de las partes de la sociedad en respuesta a ese

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38

ambiente o preparación de la respuesta; c. La transmisión de la herencia social y

cultural; d. El entretenimiento” (Wiki; 2008) Consultado el día 12 de agosto de 2008.

En lo que se refiere a la supervisión del ambiente o manipulación de la información,

Merton Se refiere a la recolección y distribución de la información de los sucesos

noticiosos.

La supervisión la realizan los medios y agencias de noticias, a través de cronistas, periodistas especializados, corresponsalías, enviados especiales, informantes espontáneos. Del total de la información obtenida, se publica la más relevante, en función del criterio del secretario de redacción o gerente de noticias, atendiendo la política editorial del medio, los temas de interés del público al que se apunta y los intereses de aquellos que invierten en el medio, es decir, los anunciantes. Este recorte de la información es concebido como una manipulación de noticias, pues lo que se publica o informa es sólo una parte de lo supervisado y con un tratamiento particular de la información (Wiki, 2008: 1)12/08/08.

Por ello, muchas veces la información se tergiversa y las cuestiones valorales no

son tomadas en cuenta, esta actividad posee aspectos funcionales que se

convierten en disfuncionales cuando la información no es la más veraz. Por ello

Merton afirma que también tiene sus consecuencias.

Algunas de las funciones que se consideran adecuadas tienen que ver con: son

aquellas que logran un flujo de datos sobre los sucesos que se suscitan en una

sociedad, además los que tienen que ver con Sobreaviso acerca de amenazas y

peligros inminentes que se ciernen sobre el público; asimismo, aquellas que otorgan

prestigio a aquellos individuos que realizan el esfuerzo de mantenerse informados

acerca de las cosas que suceden; las funciones que confieren estatus, es decir que

la publicación de noticias favorables sobre un miembro de la sociedad aumenta su

prestigio. y las que refuerzan las normas sociales y que tienen que ver con la moral,

esta función está dada por el refuerzo del control social sobre los miembros

individuales de una sociedad al sacar a la luz conductas desviadas

http://www.miespacio.org/cont/gi/menu.htm. 14/08/08.

Page 20: 02- CAPÍTULO II-FURUICHI

39

Las que podrían calificarse como disfunciones serían aquellas que se tergiversan

como son los avisos malinterpretados acerca de peligros acerca de situaciones

críticos pueden sembrar pánico en el público. En este sentido se le pierde el

respecto y al saber que no existe una veracidad consistente; una segunda Una

sobre exposición a las noticias, puede dar como resultado un volverse sobre sí

mismo –privatización- producto del agobio que producen los temas tratados.

c. Las noticias comunicadas masivamente pueden causar apatía –narcotización- en

función de una equivocada sensación de dominio sobre el ambiente. No siempre un

ciudadano informado es un ciudadano activo.

En este sentido, las profesiones se distinguen por el énfasis y el cuidado que

mantienen en valores como la beneficencia, la autonomía, la justicia, la veracidad,

la confidencialidad, la honestidad y la fidelidad, las cuales deben ser aprehendidas

por el sujeto, no como norma, sino como estructura latente del sujeto en sí. Porque

todos estos valores les recuerdan a los profesionales que por encima de sus

ganancias o intereses particulares, están las necesidades y la confianza que en

ellos han depositado sus beneficiarios, usuarios o clientes. En este sentido deben

manifestarse las funciones latentes de los valores manejadas por Merton (1957).

Retomando estas ideas se presenta un ejemplo de acerca de algunas de las

dimensiones que intervienen en la formación profesional, sobre todo aquellas que

tienen que ver con la enseñanza-aprendizaje de los contenidos disciplinarios y la

formación valoral. Esta investigación se realizó en la universidad Juárez de

Tabasco.

Los investigadores se propusieron realizar un estudio acerca de los factores que

intervienen en la identificación que los estudiantes mantienen con la institución, el

proceso de construcción de la vocación e identidad profesional, los conocimientos

disciplinarios y valorales que los sujetos adquieren a lo largo de su formación y la

Page 21: 02- CAPÍTULO II-FURUICHI

40

incidencia que estos podrían tener en el futuro desempeño laboral (Pérez Castro,

2006: 4).

El trabajo empírico se llevó a cabo en alumnos de 9º semestre de los ciclos 2001-

2005 y 2002-2006, de los alumnos en la Licenciatura en Educación. La decisión de

escoger a esta población obedeció a que estos sujetos son los que están a punto de

egresar de la licenciatura, lo que permitió analizar los valores a lo largo de su

formación profesional y además sus perspectivas e ideas en torno al mercado

laboral.

Se trabajó con un total de 50 estudiantes, el 24% son hombres y el 76% son

mujeres, situación que no resulta sorprendente dado que carreras como Pedagogía,

Ciencias de la Educación y Enfermería, tradicionalmente han sido consideradas

actividades propias de mujeres (Bustos, 2003). Se trata también de una población

que ha tenido una trayectoria estudiantil regular y en los tiempos socialmente

esperados, pues, al momento de la aplicación del instrumento, el 6% tenía 21 años,

el 68% estaba entre los 22 y los 23, otro 20% oscilaba entre los 24 y los 25 y

finalmente el 6% tenía 26 años o más.

Después de realizar el estudio acerca de la estructura valoral de los jóvenes

universitarios se manejaron las siguientes cuestiones: los alumnos que escribieran

los tres valores más importantes aprendidos en la UJAT y que los ordenaran

jerárquicamente. El 50% señaló a la Responsabilidad como primera opción, el 10%

el Respeto, mientras que la Honestidad y la Solidaridad obtuvieron un 6%

respectivamente. Como segunda opción, el mayor porcentaje (26%) fue para la

Honestidad, aunque la Responsabilidad tiene todavía un peso importante (18%),

que es seguido por el Respeto (10%), la Tolerancia (8%), la Amistad (8%) y el

Compromiso (6%). (Pérez Castro, 2006: 5).

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41

Con relación a la característica de un buen profesional, el 20% señaló como

primera opción Tener y aplicar conocimientos, el 18% Ser responsable y

comprometido, y con un porcentaje de 12% cada uno están En actualización

constante, Eficaz y eficiente, y finalmente Analítico, crítico y reflexivo. Los rasgos

que sobresalieron en la segunda opción fueron Responsable y comprometido

(18%), Eficaz y eficiente (16%) y Analítico, crítico y reflexivo (12%). Como tercera

opción, los entrevistados señalaron Analítico, crítico y reflexivo (12%), Creativo

(12%), Responsable y comprometido (10%) y Con experiencia (10%). Pérez Castro;

2006: 6).

Con esta perspectiva se puede afirmar que los resultados evidencia la importancia

que tienen los valores y habilidades cognoscitivas para los estudiantes, elementos

que sin duda los ayudarán a colocarse en el mercado laboral, no obstante, al mismo

tiempo, reconocen que éstas no son suficientes sino van acompañadas de la

responsabilidad, el compromiso, la capacidad de análisis y la eficiencia 8Pérez

Castro, 2006: 6).

Ala idea sigue resultado el compromiso de obtener y aplicar los conocimientos

adquiridos en una profesión, acompañada de un conjunto de cualidades que los

usuarios esperan de los profesionales, tales como el concepto de responsabilidad,

respeto, tolerancia, entre otros. No es suficiente saber de la profesión es necesario

sentir el “ser un buen profesional”, en este concepto se encierra todo un conjunto de

características positivas, cuestión que los empleadores valoran mucho.

La forma se convierte en los indicios que deben ser tomados en cuenta por las

instituciones formadoras de profesionales ya que es la forma de cómo los sujetos

perciben su ingreso al mercado laboral, en donde, al parecer, intervienen otros

factores que tienen el mismo peso o incluso una mayor incidencia que el

conocimiento (Pérez Castro, 2006).

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42

Por otra parte, se debe tener en cuenta el concepto de usuario ya que éste

demanda una actuación de calidad, un trabajo de calidad, además de que también

se aprecian otras características que tienen que ver con el comportamiento y buen

trato, como ser sencillo y amable, respetuoso y brindar un buen servicio.

No se puede perder de vista que los jóvenes que egresan de una carrera

profesional tienen como primer meta, fundamentalmente, obtener un empleo, es

decir, que tienen una visión muy realista de lo que esperan de su estancia en la

universidad. De esta manera, tratan de justificar por qué y para qué trabajan, lo

relacionan con la aplicación de lo aprendido y ofrecer un s4ervico a los demás, para

obtener un medio de sustento y de ganancia, para desempeñarse ante diferentes

situaciones y Para ser competitivos y superarse (Pérez Castro, 2006).

La formación en valores paulatinamente se ha ido situando como una de las preocupaciones más importantes de las instituciones. Bien sea porque hay un interés genuino o simplemente para cumplir con los indicadores nacionales, las universidades han buscado incluir en sus planes y programas de estudio asignaturas relacionadas con la ética y los valores. Todavía, sin embargo, falta mucho por hacer (Pérez Castro, 2006: 8).

En el caso de la profesión, el mercado laboral, sus empleadores y sus usuarios, los

estudiantes entran con una idea más o menos clara de sus valores porque tienen

que ser conscientes de lo que de ellos se espera. Por ello los estudios

universitarios representan una buena herramienta para lograr la movilidad social

ascendente, aunque esto no obsta para que también reconozcan y expresen sus

temores en relación con su futuro laboral.

Por lo general, una estructura curricular en educación superior poco hace notar el

compromiso del estudiante como sujeto, lo encasilla en la idea de profesional y

pierde la visión de sujeto, de la actuación como individuo y las relaciones que tiene

que cultivar al interior de una institución o de una empresa, en algunos casos se ha

manifestado una actitud contraria a la defensa de una ética profesional en la

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43

actuación de los egresados, esto lo propicia la idea de querer avanzar demasiado

rápido en la conformación de un estatus, sobre todo económico, poca

responsabilidad en el trabajo y una marcada falta de respeto hacia su profesión, lo

que se refleja en la ausencia al trabajo, retardos, fraudes, entre otras cosas. Lo

anterior es la viva manifestación de la falta de una ética profesional en el sujeto.

Lo anterior cobra referencia en los trabajos de Woodruff (1942) y Divesta (1948)

quienes señalan que los valores emergen de las decisiones preferenciales que los

individuos hacen en la selección de la conducta. Están en función de las metas del

individuo. Valor sería cualquier objeto, condición, actividad o idea que el individuo

piensa que contribuirá a su bienestar.

Cada persona desarrolla un modelo de valores personales a partir de toda la

experiencia acumulada. Puede no ser consciente de todos los valores que inciden

en su conducta, pero esos valores lo deben de hacer ver como una persona que

posea características que le permitan convivir armoniosamente y sobre todo ser

responsable en las tareas que debe realizar.

Otro estudio que habla acerca de la necesidad de un acercamiento a los valores y la

ética profesional es el que presenta Mazo Sandoval y López Cruz, en donde los

autores afirman que “las Instituciones de Educación Superior, están ocupando un

espacio relevante ya que las funciones que en ellas se realizan, implican la

formación de profesionales competitivos, comprometidos e identificados con su

profesión, con espíritu de superación constante y comprometidos socialmente”

Mazo y López; 2007: 3).

La idea es destacar más que nada que está sucediendo con los profesores de las

universidades con relación al fomento y la práctica de los valores cuya visión

implique el fortalecimiento la formación ética y valoral de los egresados una vez que

se convierten en profesionistas. El análisis es válido tanto para las instituciones de

Page 25: 02- CAPÍTULO II-FURUICHI

44

educación superior como para los egresados de programas de postgrado. Este

último nivel es una forma de especializarse en la profesión y en el cual se incorpora

a todos aquellos profesores que han estudiado un nivel profesional y que incorporan

rasgos de la carrera, desarrollando con ello una serie de “habilidades, destrezas,

aptitudes y actitudes que los caracterizan y que, por lo tanto, tienen muy claro el

papel que les corresponde en el desarrollo social y por ende en el ámbito laboral;

sin embargo, existen situaciones que hacen que nos cuestionemos ¿cómo perciben

los estudiantes de postgrado la formación y el ejercicio ético de su profesión?; ¿qué

lugar ocupan los valores dentro de los rasgos que caracterizan al buen

profesionista? (Sandoval y López; 2007: 3).

Si las instituciones de educación superior en sus programas definen sus prioridades

y en ellas se incluyen los conceptos axiológicos para potenciar el perfil del egresado

independientemente de las habilidades que logre, entonces la formación es

congruente con las exigencias de nuestros tiempos, porque la aprendido desde la

ética de la profesión se traduce en “habilidades, destrezas, aptitudes y actitudes;

entre ellas las valorales, que vendrán a identificarlos como profesionales de una

determinada profesión” (Mazo y López; 2007: 4).

Se retoma la idea que desarrolla Mazo (2006) cuando afirma que la época actual se

caracteriza por una ruptura casi total de los paradigmas clásicos, formas y modos

de vivir, la cultura, lo social, las políticas, y sobre todo un inusitado avance de la

ciencia y la tecnología. Este último fenómeno ha hecho desaparecer las fronteras

físicas en aras de una globalización sin precedente. Por ello se afirma que lo

tradicional tiende a desaparecer en las culturas nacionales, ya que se ven diluidas

con la avalancha de promociones que los medios de comunicación le otorgan a las

culturas dominantes, lo que se convierte en placeres inquietantes, en palabras de

Giroux. Esto mismo hace que los valores convencionales de una cultura se

trastoquen y también sufran la ruptura provocada por el fenómeno de la

globalización.

Page 26: 02- CAPÍTULO II-FURUICHI

45

Quedémonos entonces con la interpretación de que los valores son Sistemas de significados y de identidades que integran criterios de comportamiento hacia las preferencias, decisiones y acciones que a través de núcleos de ideas dan sentido a la vida de las personas. Son subjetivos ya que existen individualmente en los seres humanos capaces de valorar y objetivos en tanto que constituyen parte de la realidad social e histórica en la que se desarrolla el individuo. Se producen entre relaciones influenciadas por las condiciones sociales, materiales y simbólicas; están implicados en la ideología y son puntos de referencia para la evaluación social y cultural (Mazo, 2007: 4).

Los resultados que presentan los autores de este trabajo con relación a la escala

ético-valoral de los alumnos de posgrado lleva a entender que una profesión es

considerada como una actividad socialmente institucionalizada “cuya meta interna

consiste en proporcionar a la sociedad un bien específico…” (Cortina, 2000,15, en

Mazo y López; 2007: 5), la que a su vez debe proporcionar los bienes necesarios y

que son requeridos por la sociedad, “pero que es considerada también como Una

actividad que se desarrolla mediante unos conocimientos teóricos y prácticos,

competencias y destrezas propios de ella misma, que requieren de un la formación

específica (inicial y continua) regulada por lo general social o legalmente y que

deben utilizarse con ética profesional” (Cobo, 2003,3, en Mazo y López; 2007: 5).

No se puede soslayar la idea de que las instituciones de educación superior deben

de estar bien involucradas en la formación de profesionales aptos y competentes,

pero con un alto grado de responsabilidad, eficiencia y eficacia, pero también con

un alto sentido de compañerismo en el trabajo profesional. La práctica del

profesional lo debe de remitir a la formación recibida como una especie de

retroalimentación personal e individual, su actuación es el reflejo de sus emociones

y sentimientos hacia el logro y la autosatisfacción, porque una forma de actuar

dudosa siempre será observada por el colectivo social y sancionada desde

diferentes ángulos de la vida práctica del sujeto como profesional.

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46

Se está totalmente de acuerdo cuando se afirma que la práctica profesional

convertida en actuación del individuo, siempre esta vigilada por los distintos grupos

sociales que existen en un contexto determinado, de ahí salen las estigmatizaciones

de “bueno” “malo” “corrupto” “mañoso” “flojo” “eficiente”, entre otros calificativos que

una vez ganados son difíciles de erradicar.

Por ellos las recomendaciones que organismos internacionales han realizado a las

instituciones de educación superior van en el sentido de que éstas incorporen en su

currícula contenidos que tengan que ver con las competencias valorales de los

sujetos, y que sobre todo ayuden a desarrollar una ética profesional que los

posibilite para que puedan reconocer los códigos de ética de la profesión en a la

que pertenecen. De este modo, en palabras de Hirsch (2003) podemos apreciar la

importancia de ética profesional cuando afirma que

La ética profesional… intenta facilitar un trato reflexivo con las diferentes expectativas de los roles. En este caso, los profesionales deben superar los múltiples desafíos que resultan de la interacción con un determinado sistema social, en primer lugar a través de un autocompromiso internalizado, el cual presupone una fuerte orientación moral; que no siempre está presente dentro de una profesión, por lo que es necesario generarla (Mazo y López; 2007: 5).

Este sería el verdadero sentido de incluir una ética profesional en las profesiones,

por ello es necesario ahondar más en este tipo de estudios, se trata de potencializar

esta parte de la vida profesional que, aunque ha habido intentos de cómo entrarle a

su concreción para su mejoramiento, todavía se puede afirmar que al menos en

México se carece de una ética profesional, bien sustentada en la conformación de

áreas curriculares de cada programa que se oferta en las instituciones de educación

superior.

Y es en ese sentido es que se busca conocer las modalidades de expresión de la

ética que se promueven en las instituciones y que se identifican a través de sus

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47

profesionales y sus características entre las que deberán destacar, por su puesto, la

formación en valores y la ética.

Algunas de las características de la ética profesional que nos señala Hirsch (2002), como son el hecho de que la profesión no es sólo un medio para sustento personal, es además una actividad con la que se le presta a la sociedad un bien específico e indispensable; la sociedad puede legítimamente exigirle a los profesionales que proporcionen ese bien; así como el que cuente con las aptitudes necesarias para proporcionarlo mismas que son adquiridas a partir de que sigue estudios que le dan la licencia para ejercer dicha profesión. Generalmente forman colegios y asociaciones así como el ingreso a la profesión les proporciona identidad social y de pertenencia a un grupo (Mazo y López; 2007: 5-6).

En los avances que Mazo y López presentan, destacan que se pretendió rescatar

las ideas de los participantes con relación al concepto de “buen profesionista”.

Hemos de considerar que este es un concepto que aglutina una serie de categorías

y que es necesario precisar; los autores perciben que “en las respuestas se

encuentran algunas de las características éticas de los profesionales mencionadas

por Hirsch; se mencionan también una serie de rasgos que han sido agrupados en

cinco tipos de competencias: cognitivas, técnicas, sociales, éticas y afectivo

emocionales” (Mazo y López; 2007: 6). Por ello enfatizan que

En este punto, compartimos algunos de los resultados generales de la investigación que se está realizando, es necesario mencionar que para el desarrollo de esta investigación se organizó el trabajo de acuerdo a las zonas en que se encuentra dividida la Universidad Autónoma de Sinaloa; esto es Unidad Regional Norte, Centro-Norte, Centro y Sur. En ese tenor, presentamos resultados correspondientes a los postgrados que ofrece la UAS en la Unidad Regional Norte donde fueron aplicados 55 cuestionarios a estudiantes de tres postgrados diferentes (17 en la maestría en Informática Aplicada de la Facultad de Ingeniería Civil; 6 en la Maestría en Trabajo Social de la escuela del mismo nombre y 32 en la maestría en Ciencias Jurídico Penales de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas) (Mazo y López: 2007: 7).

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48

El número de participantes que registran los autores es de 55, ya que fue al número

de personas que se les aplicó la encuesta, la cual dio como resultante global 269

respuestas, las cuales quedaron agrupadas a partir de las tipificaciones utilizadas

en la inclusión de categorías como aspectos, entre los que se identifican

competencias: cognitivas, técnicas, sociales, éticas y afectivo emocionales.

Los maestros encuestados respondieron a esta serie de indicadores y permitieron la

caracterización de una serie de rasgos que se apoyaron en cada una de las

respuestas obtenidas, de esta manera, los autores pudieron clasificar los

resultados. Los autores presentan una serie de resultados que no es la intención

presentar en este apartado ya que solo pretendemos tomarlo como referente

empírico y que da cuenta además de la preocupación que existe en la región por la

incorporación de una ética de las profesiones en los programas de educación

superior. Se afirma entonces que

Podemos darnos cuenta que el desarrollo de las competencias éticas, es una preocupación entre los maestrantes encuestados; ya que en todos los programas fueron mencionadas en primer lugar, tal vez la ubicación de este tipo de competencias se encuentren en ese sitio debido a la preocupación que existe en cada una de las profesiones en cuanto a la función que desempeñan socialmente. El comportamiento ético es parte de la profesión y debe ser a la par, parte del proyecto de vida de los individuos; sin embargo, consideramos pertinente profundizar en estos primeros hallazgos e ir a la revisión de los planes curriculares que sustentan tanto los postgrados en estudio e incluso, a licenciaturas de procedencia con la finalidad de buscar en sus mapas curriculares la presencia o ausencia de asignaturas o módulos que nos indiquen la formación en ética y valores (Mazo y López; 2007: 12).

No hay duda que una de las preocupaciones actuales es motivar a los sujetos para

que actúen con mejor ética profesional al interior de las profesiones. Este aspecto

parece muy diluido en las instituciones de educación superior y lo que en la

actualidad existe al respecto no garantiza la formación plena del estudiantes en este

rubro, por ello es que se buscan los derroteros que deben de rescatar la posición y

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49

la actuación de los sujetos como profesionales, al menos esa es la preocupación de

quienes hoy han servido de apoyo o referente en el desarrollo de esta tesis.

Por ello se sostiene que la educación superior debe transformarse de acuerdo a las

exigencias de la sociedad actual, la cual muestra las exigencias a partir de la

actuación de sus individuos, no se es ajeno al hecho de que se vive una profunda

crisis de valores y el sujeto más y más se metaliza y se vuelve competitivo, pero sin

pensar en los demás, busca el logro de su propia persona y no le preocupa ser

poco moral incluso con sus mismos compañeros de trabajo.

Mencionamos lo anterior debido a que la relevancia que una ética profesional cobra

en la actualidad, es sumamente importante, pasarla desapercibida sería como no

prever que en poco la vida de las instituciones sería caótica sino cambiamos de

actitud. La importancia que reviste un proyecto sobre la base de un desarrollo

humano fundamentado en la justicia, la equidad, la democracia y la libertad

(Hernández Ruiz, 2000: 19) mejorará la pertinencia y la calidad de las funciones de

quienes se desempeñen como profesionales relevancia que ese aspecto ha

cobrado en los últimos años, en los diversos países, donde la aparición de este tipo

de asignaturas forma parte de los planes de estudio buscando de esta forma, mejor

el actuar ético del profesional y con ello, disminuir los conflictos éticos que se

presentan en el ejercicio público y privado de las diversas profesiones.

2.3. Los retos de la formación en valores desde una ética profesional

En un trabajo reciente, presentado por investigadores cubanos se destaca la

necesidad de la formación de valores desde el punto de vista de luna ética

profesional. El tema sigue dando de que hablar y es necesario ir acotando cada

punto. Domínguez (2002) hace hincapié en una formación de valores en las nuevas

generaciones, trabajo realizado por la autora en (1996) posteriormente se involucra

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50

en otra actividad a la que denomina Integración desintegración de la juventud

cubana (2000), su principal argumento es que

El tema de la formación de valores como reto de la universidad en los inicios de este siglo está en el centro de la discusión de educadores, investigadores y políticos, como parte de los debates que se han estado produciendo acerca del papel de la universidad y la necesaria transformación educativa en una sociedad globalizada – y fragmentada – y con un acelerado desarrollo tecnológico, que ha impactado no solo el ámbito económico sino también el cultural, desde la reducción de ofertas laborales hasta la impresionante ampliación y celeridad de la información y las comunicaciones (Domínguez; 2000: 10).

Las acepciones que se hacen con relación a la connotación del concepto de

educación en la actualidad, se refieren a la visión técnica emanada desde la

filosofía neoliberal, que mira al sujeto como operario de distintos instrumentos, pero

en forma robotizada. Son posiciones en torno a una concepción neoliberal de la

educación, que la concibe esencialmente como mecanismo de preparación efectiva

de fuerza de trabajo en el sentido técnico, para competir en el mercado laboral por

las pocas opciones de empleo formal existentes, con ello, se puede hablar de una

educción elitista o sólo para los pocos que puedan recibirla, es una educación

tecnocrática y altamente individualista para ser competitiva; se pierde la visón de

una concepción humanista y liberadora que, sin desconocer la importancia de formar destrezas generales y específicas que garanticen la inserción laboral del joven en la sociedad, lo dote de una capacidad crítica para asimilar información y formar sus propios valores, así como de una conciencia de sí mismo y una autovaloración de sus potencialidades para contribuir a la formación y desarrollo de una conciencia colectiva emancipatoria en las jóvenes generaciones que contrarreste los efectos alienantes hacia la pérdida de la memoria histórica y la identidad cultural y hacia la aceptación pasiva de la exclusión y la desintegración social (Domínguez, 2002: 11).

La currícula de las universidades latinoamericana es un conjunto de contenidos que

lo abulta en gran medida, pero que poco incorpora la formación de valores desde el

punto de vista de la ética de las profesiones, este curriculum no está animados del

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51

espíritu humanista necesario para el desarrollo de la personalidad del futuro

profesionista, se requiere de esa visión que ha sido fuente inspiradora de ideas y

acciones en pos de la liberación y desarrollo de la zona latinoamericana, afirma

Domínguez (2002). Por ello resulta importante no solo la práctica pedagógica

misma, sino también la sistematización de las experiencias que permita un

enriquecimiento teórico y metodológico a partir del intercambio.

La autora comparte la idea de motivar para la reflexión colectiva acerca del tema de

los valores en las profesiones. Reseña además algunos de los presupuestos

generales de los que parte, antes de detener la atención en aristas particulares. En

primer lugar, parte de ubicar el tema de la formación de valores como elemento

consustancial de la socialización, la que a su vez, concebida como proceso

multidireccional e interinstitucional, es decir de la sociedad y sus instituciones (y no

solo de la escuela, en este caso, la universidad) hacia el individuo y del individuo

hacia la sociedad y sus instituciones, que se encamina simultánea e

interconectadamente en tres direcciones: brindar instrumentos para el aprendizaje y

la autosocialización, brindar conocimientos específicos y formar valores

(Domínguez, 2002).

Las dimensiones que deben ser tomadas en cuenta en un proyecto integral que

hable de la enseñanza de los valores desde la ética de las profesiones implica la

inclusión de varias dimensiones, entre ellas la autora maneja las siguientes:

Lograr que a partir del involucramiento de las instituciones que sirven de base para

la socialización de los sujetos y que pueden cooperar establecer vínculos entre

instituciones afines. No se puede olvidar que como lo maneja Durkheim, la

socialización es un proceso que involucra a múltiples actores y que del conjunto de

instituciones que intervienen, unas tienen objetivos, metas y procedimientos más

explícitos que otras, a la vez que las posibilidades de influencia sistemática y niveles

de medición de los resultados también resultan disímiles.

Page 33: 02- CAPÍTULO II-FURUICHI

52

El problema actual radica en la articulación entre instituciones y espacios tradicionales en esta tarea, como la familia, el centro educativo, la comunidad y el empleo, así como las organizaciones sociales y políticas, en particular las estudiantiles y juveniles – muchas de las cuales se han debilitado en el mundo y en particular en nuestra región en las actuales circunstancias – y otras, que van alcanzando mayor jerarquía como el grupo de coetáneos y los medios de comunicación, en especial la televisión, como formadores de valores y modelos, pues los efectos son radicalmente diferentes si sus acciones se contradicen o si se complementan Domínguez, 2002:13).

Por esta razón es necesario analizar el papel que deben jugar las universidades

para promover la promover la articulación de los contextos que tengan afinidad con

sus programas y que sean susceptibles de modificaciones, con ello se logra la

contribución para contrarrestar o neutralizar en los estudiantes influencias de otras

instituciones cuando sea difícil actuar sobre ellas.

La segunda dimensión a la que se refiere la autora es a la que se encuentra

relacionada con los principales valores que deben constituir el eje central de la

formación del individuo 8Domínguez; 2002). Aunque este es un tema altamente

polémico, la autora es del criterio de que si bien existen un conjunto de valores

universales y nacionales que tienen contenidos de alta estabilidad, también es cierto

que dichos contenidos se adecuan a las condiciones concretas de cada época.

Cuando se logra el propósito anterior, entonces vienen los cambios, en las

jerarquías en función de las condiciones, pues los valores; en toda sociedad, a lo

largo de la historia y en cualquier cultura; configuran una escala, describen un orden

que varía de acuerdo a los desafíos concretos que se enfrenten en cada momento

8Domínguez; 2002). En este sentido la autora afirma que

…un aspecto crucial es lograr comprender la dialéctica apropiada entre lo estable y lo cambiante que permita la actualización y el reajuste, de forma tal que la socialización en valores no sea vista por el joven como una abstracción difícil de concretar o como algo funcional a generaciones anteriores pero poco aplicables a su situación específica. Concentrarse en

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53

los valores esenciales con respeto por las diferencias generacionales y la diversidad juvenil, evita la dispersión de las acciones educativas y contribuye al logro de una mayor efectividad en la socialización (Domínguez; 2002: 15). .

La tercera dimensión a la que hace alusión Domínguez es la que se refiere a los

procedimientos más eficaces para lograr una socialización adecuada. Este aspecto

se complejiza porque tiene que ver con el método que se utilizará en su realización,

es decir el cómo hacerlo. Lo difícil de un proyecto que implique la formación valoral

de los sujetos desde una ética de las profesiones es difícil de concretar por el

conjunto diverso de la institución que socializa y los contenidos concretos que los

ejes curriculares comportan.

Sin embargo, es necesario, dice la autora, mencionar los principios metodológicos

que, a su juicio, deben estar presentes en cualquier procedimiento socializador. Es

decir, lo que se requiere para lograr una función socializadora y formadora. Esto

implica concebirla como un proceso: “Gradual y permanente. No se puede dar un

tratamiento en forma de campaña, se ha demostrado que esta forma de actuación

no funciona. Integral. Significa que al diseñar la propuesta se tomen en cuenta

todos los espacios habidos en el contexto donde se operará la propuesta.

Diferenciado. Lo que significa que se debe adecuar a las características particulares

de los grupos a los que van dirigidas las acciones.

Además que articule transmisión, reflexión y participación. Se sabe que formación

de valores requiere combinar la información o transmisión con el espacio para la

reflexión y la constatación personal de los contenidos que se reciben, a través de la

participación directa o la búsqueda personal de ejemplos que permitan al estudiante

su propia evaluación.

Pero también, aparte de las anteriores la propuesta debe tomar en cuenta que la

participación es condición esencial para formar el sentido de responsabilidad

individual. Por ello se debe de articular el componente racional y el emocional.

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54

Porque la formación de valores también requiere combinar la información o

transmisión con el componente afectivo, para ello es necesario movilizar no solo la

razón sino también la emoción (Domínguez; 2002).

La recomendación principal es que se debe de incluir la efectividad porque la

formación de valores depende de su carácter activo, se trata de que el estudiante

participe conscientemente en el proceso, que se involucre de manera intrínseca,

pero además cuente con la información y las adecuadas explicaciones. El

estudiante al verse reconocido, representado, reconocido y estimulado, entonces se

preocupa por lograr corroborar por sí mismo, en sus propias acciones, los

conocimientos que recibe.

Solo de la manera como se manifiesta, es como se puede lograr que una propuesta

de esta naturaleza tenga éxito. La idea es que se implemente y aplique como

proceso bidireccional es que el mecanismo realmente funciona. Con ello se está

logrando dar la importancia de considerar que cada acción socializadora tenga en

cuenta su capacidad para:

Aportar información. Es necesario tomar en cuenta que cada día el sujeto socializado es un individuo que eleva sus interacciones sociales, que está expuesto a medios de información diversos y a mensajes amplios y contradictorios, por lo que la socialización conscientemente orientada tiene el desafío de brindar información esclarecedora y constructiva que permita comparar y arribar a conclusiones propias (Domínguez; 2002: 15).

Para la autora la socialización es un eje primario que puede tener gran repercusión

en el sujeto en formación al tomarla como herramienta que permite la orientación de

los procesos socializantes y que se encaminan a su formación integral

Promover la participación. Es decir, favorecer la participación activa en la definición de metas en su propia socialización, en la ejecución de actividades prácticas y en la toma de decisiones que afectan su vida, su presente y su futuro. Estimular a quienes portan los valores positivos. Los resultados que evidencien una positiva socialización merecen ser

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55

estimulados como mecanismo de refuerzo a continuar en el empeño, aunque definir la naturaleza del estímulo que se emplee resulta muy complejo para evitar que provoque un condicionamiento externo al comportamiento del individuo y no la autodefinición e interiorización de valores y normas de conducta (Domínguez; 2002: 16).

Otro elemento central que toma en cuenta la autora es la participación, sobre todo si

es activa, dinámica, porque con ello el sujeto va siendo consciente de su propia

socialización; además la propuesta debe estimular a quienes portan los valores, en

este caso los que se requieren en la formación del sujeto.

Brindar espacio para la expresión de la individualidad. El hecho de que la socialización signifique la adecuación del sujeto para la vida social no significa desconocer que quien se socializa es un ser individual que requiere espacios para auto-expresarse y asimilar creativamente las normas sociales, de ahí que no puede ser concebido como un mecanismo homogeneizante ni unidireccional (solo de la sociedad al individuo y no en dirección contraria. Permitir la verificación práctica del significado del valor. Los contenidos de la socialización requieren ser verificados en la práctica cotidiana del estudiante, tener un sentido concreto para su vida, incluidos los contenidos de carácter espiritual, y no resultar contradictorios con su experiencia (Domínguez; 2002: 17).

Se trata de ir moldeando un modelo de sociedad que permita la integración de los

sujetos de manera profesional, pero también con un alto sentido de ayuda mutua.

Insertados en la compleja situación internacional en condiciones más favorables y

que permitan el desarrollo de capacidades tales como la prosocialidad y solidaridad,

conceptos que se oponen al individualismo y el utilitarismo, además de ello es

necesario que se prefigure el amor hacia el trabajo, la responsabilidad o sentido del

deber ser, la honestidad e integridad y la Proactividad ante los problemas que tiene

que enfrentar como sujeto social y como individuo. De este modo se podría

contrarrestar la crisis de valores a la que se refiere Fabelo (1996). Inculcar una

pedagogía de la esperanza (Freire, 1996), que tome como base primeramente las

acciones de los sujetos, los forme y los haga analíticos.

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56

La educación posmoderna y las generaciones juveniles, como afirma Giroux (1996),

son completamente diferentes a lo que podría llamarse juventud tradicional,

el papel que juegan conceptos como solidaridad, amor al trabajo, responsabilidad y honestidad como vías para promover el desarrollo humano, son cuestionables, se tiene que incluir forzosamente el crecimiento material pero de forma sostenible y enriquecedora para el individuo y que garantice altas cuotas de igualdad y justicia social; y la proactividad para enfrentar la amplia gama de situaciones difíciles con integridad, creatividad y optimismo, son elementos claves en la jerarquía de valores que impulsa nuestro modelo social. Este conjunto de valores conforman una alternativa a la creciente irrupción de la “pedagogía del consumo” como algunos autores han calificado la situación social que enfrenta la generación joven de hoy (Giroux, 1996; en Domínguez; 2002: 18).

Esta posición representa una de las más emotivas y radicales de la propuesta que

implica hacer una revisión de los contenidos de nuestros programas escolare y de

manera urgente implican la necesidad de incluir la enseñanza de los valores desde

el punto de vista de una ética profesionalizante, se debe potenciar un análisis de los

valores y su lugar e importancia en el mundo actual (González; 1996).

Primeramente hacer notar la importancia del valor de la educación, en el cual se

debe denotar el carácter activo del estudiante así como el vínculo de la enseñanza

con los contenidos concretos de la realidad en que el sujeto se desenvuelve y

posteriormente tomar en cuenta lo nacional e internacional, pero sin olvidar nuestras

raíces, cultura y costumbres. Con ello estaríamos logrando comunicación e

identidad (Barbero; 2000). “En ese empeño, un elemento importante, que sirve de

base para lograr mayores resultados en la educación en valores, es el propio valor

que se le atribuye a la educación como proceso. Por tal razón, en nuestros estudios

con jóvenes de distintos grupos sociales y en particular con estudiantes

universitarios/as hemos indagado sobre el tema” (Domínguez; 2002: 17).

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57

En la presentación de algunos resultados la autora enfatiza que “el tema de la

superación educativa se expresó como la principal aspiración para el 53% de los/as

jóvenes entrevistados/as, a la vez que esta esfera de la vida ha sido fuente de la

mayor satisfacción para el 42% de ellos/as” (Domínguez; 2002: 18). Los jóvenes

reiteran una visión de la universidad como lugar de obtención de conocimientos

técnicos o de preparación para la profesión, pero también de conocimientos de

preparación para la vida en general, formación moral, adquisición del sentido de

responsabilidad, de organización y elevación de la autoestima.

En este sentido cobra importancia el centro educativo como fuente de relaciones

interpersonales, como centro de otras actividades como diversiones, práctica de

deportes, entre otras. Es frecuente encontrar valoraciones que la señalan de forma

integral como algo muy importante en sus vidas.

La idea que desarrollan los jóvenes entrevistados es que todas las profesiones son

igual de importantes. En este sentido existe consenso acerca de la importancia de

estudiar porque cada uno contribuye de una forma u otra al desarrollo de las

personas y a realizar funciones sociales necesarias.

La mayoría de los estudiantes valora como útil realizar estudios, no solo por la preparación específica que ello significa para el desarrollo de su trabajo sino por el conocimiento general que ello implica para su vida. Esa valoración acerca de la importancia que tiene estudiar, se fundamenta en cuatro direcciones principales: significado humanista de la educación por el papel de la adquisición de conocimientos para la formación de las personas y su preparación para la vida en sentido general (Domínguez; 2002: 18).

De ahí que la educación debe reforzar su significación como elemento clave en la

jerarquía de valores socioculturales, fuente de satisfacción y realización personal,

mecanismo de organización de la identidad psicosocial, orientadora del sentido de

la vida y del tiempo existencial.

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58

La valoración positiva se sustenta en un conjunto de funciones que se le asignan a

la universidad:

– Función cognoscitiva, pues se valora su papel en la obtención de

conocimientos, el desarrollo de destrezas, habilidades y de las capacidades

personales.

– Función relacional, como fuente de oportunidades para la interacción y el

contacto social al permitir relaciones interpersonales afectivas de diversa índole

fuera del marco del núcleo familiar, en especial entre grupos de pares.

A ello se enfrenta una educación que tome como base la inclusión de los valores

desde el punto de vista de la ética de las profesiones, sin embargo si esto se lograra

en las instituciones de educación superior, logrando además la participación de los

alumnos con la visión de futuros profesionales se lograría una mejor forma de

competir, tanto de forma cultural como educativa (Ottone; 1996) con sujetos

formados de manera integral, con altos principios éticos desarrollados en su

personalidad como profesionales.

Y es que la educación neoliberal significa un quiebre en todos los ámbitos en los

que se desenvuelve el individuo (Puiggros; 1996), significa como ya se dijo la

ruptura de paradigmas, de fronteras y de culturas de minorías o nacionales.

Estos son los principales desafíos de la globalización que no permite la inclusión de

un pensamientos crítico y divergente (Rebellano; 1998), por ello hay que incluir esos

desafíos como nuevos elementos que permitan la discusión que motive una mejor

formación del ciudadano latinoamericano (Tedesco; 1996).

2.4. La ética profesional en la formación universitaria

Como hemos podido constatar a lo largo de este marco referencial, lo valores son el

ser que guía la vida de los hombres de manera correcta, por ello se puede afirmar

que son una especie de estándares multifacéticos que cada sociedad implementa y

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59

que guían la conducta, sirven para posicionarse ante principios sociales. Por tanto si

nos referimos a los valores desde una ética profesional, estos se estos valores se

convierten en la guía del profesional, quien al aplicarlos va conformando su

estructura conductual y sus actitudes para sí mismo y para los demás. Por ello,

La educación universitaria tiene, entre sus objetivos fundamentales, formar profesionales competentes al servicio de la ciudadanía. La profesionalidad comprende, además de un conjunto de competencias, una de otro orden, puesto que supone emplearlas con un sentido ético y social, como acciones éticamente informadas. Esta segunda debe recobrar o tener un lugar en el currículum formativo (Colby y otros, 2003). De hecho –así es entendido por la ciudadanía– ser profesional no sólo implica poseer unos conocimientos y técnicas específicas para la resolución de determinados problemas; al tiempo, se confía que, como profesional, se comportará de acuerdo con una ética propia (en especial buscando el beneficio del cliente) (Bolivar; 2005: 97).

Es necesario pensar en una educación que no sea meramente vocacional ya que

puede quedar restringida a las orientaciones de una preparación profesional sin

tomar en cuenta la verdadera dimensión que debe poseer la educación

universitaria. El hecho de querer formar buenos profesionales no debe eximir –como

argumenta Nussbaum (2001: en Bolivar 2005) –de la tarea fundamental que la

educación universitaria comporta, y que se refiere a la formación de un sujeto

integral; por ello se afirma que la educación superior debe de formar comunidades

de personas capaces de analizar, discutir, criticar y proponer soluciones a los

problemas que aquejan una profesión, así mismo el sujeto debe ser formado a partir

del desarrollo de su “ pensamiento crítico, que busquen la verdad más allá de las

barreras de clase, género y nacionalidad, que respeten la diversidad y la humanidad

de otros” (Bolivar; 2005: 97).

Las instituciones de educación superior tienen, además como finalidad, contribuir a

que los futuros profesionales puedan ser capaces de desarrollar su sentido ético, lo

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60

que les permitirá guiar su práctica de manera que esta refleje las acciones de un

sujeto bien formado, donde se observen los valores de responsabilidad,

responsabilidad, solidaridad, sentido de la justicia, servicio a otros, entre otros. “Por

eso, entre las perspectivas actuales en la educación de profesionales (Martínez,

Buxarrais y Esteban, 2002) está el papel que debe tener una formación ética y

moral, dado que su práctica debe estar guiada por una comprensión moral. Los

conocimientos o habilidades deben ser mediados por una matriz ética (Bolivar;

2005: 97).

La idea central que a partir de aquí se rescata con la participación de estos autores

es la importancia que debe revestir el manejo de un código ético en la formación de

los profesionales en cualquier institución superior. De este modo se obliga a

preparar a los profesionales y especialmente a los educadores, los que deben de

estar atentos a las exigencias de los requerimientos de la enseñanza, el aprendizaje

y la práctica de un conjunto de valores que les permitan comprender, las

complejidades éticas y morales de su papel, para tomar decisiones informadas en

su práctica. “Como ya advirtió Donald Schön (1992: 9): la preparación de los

profesionales debería reconsiderar su diseño desde la perspectiva de una

combinación de la enseñanza de la ciencia aplicada con la formación en el arte de

la reflexión en la acción” (Bolivar; 2005: 97).

Una forma de acentuar un tanto el discurso en este sentido es pensar en la

formación para desarrollar las competencias en el sujeto. En este sentido “el término

“competencia” está alcanzando una gran profusión en la última década, tanto en la

literatura profesional como referido a las competencias de aprendizaje a promover

en los alumnos mediante la enseñanza” (Bolivar; 2005: 97).

Se puede decir que la, “competencia profesional” es la forma de pericia más

acuciosa, es una aptitud que busca la idoneidad del ejercicio de una profesión

Desde la lingüística generativa, Chomsky enriqueció el significado como la capacidad que una persona tiene para tener un infinito número de

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61

actuaciones lingüísticas correctas (performance). Por su parte, en un fino análisis, Michael Eraut (1998) distingue entre competencia como concepto situado socialmente (habilidad para realizar tareas y roles de acuerdo con los estándares esperados) y como concepto situado individualmente (conjunto de capacidades o características personales requeridas en un trabajo o situación). Al primero, aplicado a situaciones complejas, es al que conviene reservar propiamente el término competencia, por el lugar central que ocupan los criterios efectivos en cada profesión en relación con las demandas de los clientes; mientras que al segundo, aplicado a operaciones específicas, cabe reservar mejor el de “capacidad”, como aptitudes que una persona tiene para pensar o hacer, dado un contexto apropiado para demostrarlo (Bolivar 2005: 97).

El término de competencias se ha manejado como una estructura cognitiva,

estrechamente ligada a la facilitación de las actuaciones determinadas en el sujeto.

Se reconoce que desde el punto de vista operativo, las competencias cubren un

amplio espectro de habilidades que ayudan a resolver los problemas que se

presentan en un momento dado, ello implica que se tenga que poseer algunos

conocimientos, actitudes, pensamiento metacognitivo y estratégico (Bolìvar, 2005).

Por otro lado, también se reconoce que las competencias tienen un componente

mental de pensamiento representacional y otro conductual o de actuación. De esta

manera, así es como se logra que se movilicen diversos recursos, cuando las

capacidades se hacen efectivas. Dichas capacidades tienen que ver con los

recursos cognitivos, que a su vez recurren “a los saberes, capacidades,

informaciones, entre otras cosas, orden a actuar, con pertinencia y eficacia, en un

conjunto de situaciones. Sin embargo, además de su conceptualización, presentan

un conjunto de problemas” (Bolìvar, 2005: 98). Por otro lado

La noción de “compromiso ético”, derivada de su habitual presencia en los códigos deontológicos profesionales, puede ser entendida en un sentido restringido (determinados compromisos éticos en el ejercicio profesional) o, en uno más amplio, como “competencias éticas” de todo profesional como persona y como ciudadano. Tal competencia se refiere al conjunto de conocimientos, modos de actuar y actitudes propias de una persona,

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62

moralmente desarrollada, que actúa con sentido ético, de acuerdo con una ética profesional; al tiempo que de un ciudadano, que da un sentido social a su ejercicio profesional, lo que conlleva el compromiso con determinados valores sociales que buscan el bien de sus conciudadanos. (Cobo Suero, 2003b:365; en Bolívar; 2005: 98).

Sabemos que cualquier practicante de una profesión emplea conocimientos que

caen dentro de una teoría en uso, que en un momento determinado se convierten

habilidades prácticas que se proyectan sobre una matriz de comprensión moral.

Esta situación es abordada por Shulman quien sostiene que si se quiere tener un

punto de apoyo o de inicio cuando se pretende preparar profesionalmente al

sujeto, se tiene que tener en claro cuáles son los sociales y las responsabilidades

que se encuentran en acuerdo con la o las teorías en donde se fundamentan,

además de hacerlo y moralmente. “El significado común de una profesión es la

práctica organizada de complejos conocimientos y habilidades al servicio de otros.

El cambio en el formador de profesionales es ayudar al futuro profesional a

desarrollar y compartir una visión moral robusta que pueda guiar su práctica y

provea un prisma de justicia, responsabilidad, y virtudes que puedan verse

reflejadas en sus acciones” (Shulman, 1998:516; en Bolìvar; 2005: 100).

Por eso, Bolívar afirma que para delimitar los componentes o dimensiones clave de

la competencia ética en cada profesión se puede acudir a: códigos de conducta

profesional de los distintos colegios y asociaciones profesionales en sus diversas

dimensiones (servicio y función social, responsabilidades, ejercicio científico de la

profesión, buenas prácticas y principios éticos); principios y valores de la ética de

las profesiones, como aplicación de la ética general. Más ampliamente a las

propuestas y estudios sobre el tema. Así, a modo de ejemplo, Francisco Esteban

(2004) señala tres componentes: proyecto personal de vida, responsabilidad,

solidaridad y voluntariado.

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63

Los autores que tratan el tema acerca de la responsabilidad moral y cívica, por

ejemplo Colby et al. (2003) argumentan que estos se delimitan tres grandes

dimensiones: “1) comprensión: interpretación y juicio moral, comprensión de los

conceptos éticos y cívicos clave, conocimiento de los principios democráticos,

etcétera; 2) motivación: valores y emociones, sentido de eficacia política, identidad

moral y cívica; y 3) competencias: comunicación, colaboración y compromiso,

liderazgo, competencias particulares cívicas o políticas” (Bolìvar; 2005: 101).

Quienes tratan el tema del desarrollo moral que se debe ponderar a partir del

hecho educativo, también presentan un “

Modelo de cuatro componentes (Rest, 1986; Bebeau, Rest y Narvaez, 1999), la conducta moral tiene, de modo comprehensivo (a 102 Consejo Mexicano de Investigación Educativa Bolívar diferencia de la tríada habitual: cognitivos, afectivos y conducta), cuatro componentes relativamente independientes, que interactúan en la acción moral: 1) Sensibilidad moral (interpretar como moral la situación). La conducta moral sólo puede ocurrir cuando los individuos codifican la situación como moral, por lo que este componente se centra en acciones que son valorativas y en cómo cada acción afecta a sí mismo y a los otros (Bolìvar; 2005: 101-102).

Si el primer componente es la sensibilidad moral, se deben esclarecer los propósitos

del mismo, los que a su vez versan sobre el fomento que en esta dimensión se

requieren, se trata de los siguientes: “ponerse en la perspectiva de los otros,

identificar opciones, prever consecuencias de las acciones, preocuparse de los

demás, salvar las diferencias interpersonales, entre otros” (Bolìvar; 2005: 102). El

segundo componente es el de Juicio moral: se trata de juzgar todas aquellas

acciones que se caracterizan como correctas o incorrectas.

Esta dimensión, es una de las más socorridas en todos los ámbitos teóricos que

tienen que ver al respecto, iniciando por las aportaciones de Piaget hasta las

aportaciones de Kohlberg, “supone la elección del curso de acción correcto. Los

procesos y objetivos que importa promover son: habilidades de razonamiento en

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64

general y moral, identificar criterios de juicio moral, comprender los problemas

morales, planificar las decisiones a poner en práctica, etcétera” (Bolìvar; 2005: 102).

3) Motivación moral (priorizar los valores morales en relación con otros motivos personales). Este componente responde a la cuestión “por qué ser moral”. Dado que los individuos suelen tener preocupaciones no compatibles con la actuación moral, como suele suceden en el ejercicio profesional, interesa promover: respetar a los otros, desarrollar la empatía, ayudar y cooperar, actuar responsablemente, dar prioridad a las motivaciones morales, etcétera. 4) Carácter moral (ser capaz de sobreponerse a situaciones para, a pesar de condicionantes personales o situacionales, persistir en la elección de decisiones moralmente justificables): resolver conflictos y problemas, identificar necesidades y actuar asertivamente, tomar iniciativa, disposiciones de carácter para actuar efectivamente (desarrollar la fuerza de voluntad, perseverancia y constancia), etcétera (Bolívar; 2005: 102).

Los planteamientos anteriores permiten deducir que la investigación ha tenido como

referentes principales los componentes cognitivos, sin embargo, en las últimas

décadas, has llamado poderosamente la atención la dimensión afectivo/emotiva y

que se presume que tiene la misma relevancia que la dimensión cognoscitiva.

Ambas concurren en la actuación moral. Si hay que cultivar el componente cognitivo

(juicio moral), igualmente es preciso cuidar el emotivo/empático (sensibilidad moral),

el comunitario (motivación moral) y la educación del carácter (carácter moral), tal y

como lo argumenta Bolìvar (2005) para lograr la concordancia entre estos

componentes y las dimensiones que se proponen es necesario delimitar tres

grandes componentes según el autor, los cuales son:

1) Proporcionar criterios fundamentales éticos en su campo profesional. La ética profesional, aún compartiendo principios comunes con la moral general, tiene específicas obligaciones y derechos para los que la ejercen, por lo que “debe descender hasta las actividades más comunes, del ejercicio de alguna profesión, desplegándose en casos concretos de actuación…”, dice Gichure (1995:30). 2) Despertar una conciencia moral en todo profesional,…como ha subrayado entre otros Schön, tomar

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65

conciencia de los conflictos de valor que conllevan algunas de las actuaciones profesionales. 3) Crear un ethos o cultura profesional de la que forma parte la moral propia. Cada carrera universitaria prepara para determinadas profesiones. Dentro de ese ethos debe formar parte los comportamientos adecuados: modo de entender el trabajo, el trato con los colegas y ciudadanos, etcétera (Bolìvar; 2005: 103).

La situación es clara al referirnos a las aportaciones de dichos autores, cuidar la

coherencia de todo programa que involucre lo emotivo/conductual del sujeto, para

que estos no se conviertan en simples placebos y sean realmente instrumentos que

permitan desarrollar la habilidad de pensar claramente y de un modo apropiado, en

toda su complejidad, acerca de las dimensiones morales y cívicas; por ello, “el

universitario debe poseer el compromiso moral y el sentido de responsabilidad

personal para actuar, que puede incluir tener emociones morales semejantes como

empatía y preocupación por los otros; valores morales y cívicos, intereses y hábitos,

y conocimiento y experiencia en ámbitos relevantes de la vida “(Colby; 2003:17-18)

Con los planteamientos que hasta aquí se han retomado se busca la

reestructuración de las carreras universitarias y de la misión de la universidad del

siglo XXI que además de lo cognoscitivo debe brindar herramientas y una

oportunidad institucional para rediseñar los planes de estudio de acuerdo con estas

prioridades, logrando configurar un escuela que comparte la experiencia de vida y

las aspiraciones de los sujetos como personas que sienten y que se motivan o

desmotivan al ingresar a cursar una carrera en estudios superiores. Lo emotivo de

esta manera, cobra relevancia cuando se reafirma el compromiso de incluirlo en los

programas de estudio, no como un requisito, sino como una necesidad.

Por tanto es necesario fijar la mirada en la acción docente, la cual ha de girar en

función de la enseñanza al aprendizaje, “situando en primer plano la dimensión

docente en la enseñanza universitaria y su calidad, debe incluir el desarrollo de una

educación ética y cívica en la formación universitaria. Sin embargo, difícilmente

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66

puede haber un aprendizaje ético de la profesión si no hay un desarrollo de valores

en la propia institución” (Bolívar; 2005: 119).

Por otro lado, no se debe de perder de vista que la profesionalidad incluye, además

de competencias (teóricas y prácticas), una integridad personal y una conducta

profesional ética, esto como una real demanda de los sectores que en un momento

dado serán los usuarios de los servicios de los profesionales egresados de las

instituciones de educación superior. “La competencia como profesional conlleva,

para la ciudadanía, la correspondiente conducta profesional ética. El rediseño de las

titulaciones debe incluir contenidos de actitudes y valores propios de la profesión y,

más ampliamente, de formación para una ciudadanía responsable”. Bolívar; 2005:

119).

Del mismo modo, se puede afirmar que las instituciones de educación superior

deben contribuir a que los futuros profesionales desarrollen una visión y sentido

moral, que pueda guiar su práctica y refleje en sus acciones un conjunto de valores

(responsabilidad, solidaridad, sentido de la justicia, servicio a otros).

Lo anterior es un reclamo para que se tenga el suficiente cuidado para preparar a

los profesionales, y especialmente a los educadores, a comprender las

complejidades éticas y morales de su papel, para tomar decisiones informadas en

su práctica profesional.

Si bien se ha de tender a que la educación ética y cívica se inscriba en la

experiencia de vida universitaria, por ser algo a muy largo plazo, exigiendo un

paulatino cambio cultural, por ahora, es más realista comenzar por la ética

profesional. Se han señalado líneas para situarla debidamente al menos en el plano

de las iniciativas institucionales y el rediseño de programas educativos en aras de

permitir la inserción de componentes actitudinales y afectivos, lo que se convierte en

un reto para las instituciones de educación superior.

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67

1.5. El estado del conocimiento acerca de la ética profesional en México

De acuerdo a las investigaciones realizadas en México, entre ellas (Hirsch, 2005) la

construcción del estado de conocimiento acerca de los valores desde una ética

profesional en las universidades a tenido cuando menos tres fases. En la primera

fase vamos a encontrar precisamente las aportaciones de Hirsch (2001) fecha en

que coordina el libro colectivo Educación y Valores, el cual consta de tres

volúmenes. En tomo dos, se recopilaron diversas investigaciones sobre los valores

universitarios y profesionales (Hirsch, 2005).

El segundo momento lo protagonizó el Consejo Mexicano de Investigación

Educativa (COMIE), quien se interesó por el problema del estado del conocimiento

acerca de la ética profesional y llevó a cabo una serie de actividades que

redundaron en la elaboración de estados de conocimiento que incluía una serie de

temas educativos que guardaban relación con el tema. Su principal intención fue

localizar y llevar a cabo el análisis de trabajos realizados acerca de la ética

realizadas en el país de 1990 a 2002. El trabajo se realizó en comisiones, que

desarrollaron su labor entre 2001 y 2002. En el 2003 se publicó en forma de libros

(Hirsch; 2005).

Se analizaron 53 reportes de investigación (en forma de libros, capítulos de libros,

artículos en revistas especializadas, memorias extensas de congresos y tesis de

maestría y doctorado) y se clasificaron en ocho rubros, entre ellos: “valores

universitarios, valores profesionales, ética profesional, valores de los estudiantes

universitarios, valores de los profesores universitarios, valores psicológicos de los

estudiantes universitarios y valores en el posgrado. En ética profesional se

localizaron pocas investigaciones, pero algunas de ellas son muy relevantes y han

tenido repercusión en instituciones educativas de México” (Hirsch; 2005: 6).

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68

La tercera fase de la construcción del estado de conocimiento lo conformó una

actividad a largo plazo, por lo que a partir de aquí se consideró a la construcción del

estado del conocimiento como una tarea permanente. En la actualidad se siguen

manejando investigaciones y se continúa con la recuperación de información al

respecto. Las actividades en este sentido han avanzado, pero no lo suficiente como

para decir que se han involucrado la mayoría de las universidades, todavía queda

mucho campo por recorrer en este rubro.

En el trabajo realizado se han detectado un vasto campo de documentos que

hablan a favor de la ética profesional, sin embargo Hirsch destaca tres trabajos por

su magnitud e importancia:

El primer trabajo se refiere a la Formación universitaria y compromiso social de los

egresados. Este trabajo fue realizado por Carlos Muñoz Izquierdo, Maura Rubio

Almonacid, Joaquina Palomar Lever y Alejandro Márquez Jiménez (2001), de la

Universidad Iberoamericana (UIA) ubicada en la Ciudad de México. A su vez este

trabajo se nutrió de la síntesis de los resultados de tres investigaciones que

guardaban estrecha relación sobre los valores de los egresados universitarios, en

cuanto a su compromiso para contribuir a solucionar los problemas de los sectores

socialmente desfavorecidos.

Dos de estas investigaciones se realizaron únicamente en la UIA y la otra,

comprende cinco instituciones de educación superior: tres públicas (Universidad

Nacional Autónoma de México, Universidad Autónoma Metropolitana y Universidad

Autónoma del Estado de México)

y dos privadas (Instituto Tecnológico y de

Estudios Superiores de Monterrey en el Estado de México y Universidad

Iberoamericana, Ciudad de México) (Hirsch; 2005).

La primera experiencia que se realizó al respecto se hizo a partir de la aplicación de

una encuesta 706 egresados del cohorte 1981 y 1991. Los resultados, aunque un

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69

tanto generales mostraron una orientación individualista, contraria a la formación

que se busca generar por parte de la universidad. Además de ello

En el estudio comparativo entre las cinco universidades, la muestra fue de 754 egresados entre 1992 y 1994. A ellos, les fueron planteadas preguntas similares a las que se hicieron a los egresados de la UIA; es decir, a qué fines destinarían su tiempo libre y sus recursos económicos adicionales en el caso de que se encontraran en dos situaciones hipotéticas: duplicar su tiempo libre sin reducir sus ingresos y duplicar sus ingresos sin aumentar su jornada laboral. Los resultados también confirman que la preocupación por los problemas de los sectores socialmente desfavorecidos ocupa un lugar secundario entre los intereses de los egresados (Hirsch; 2005: 7).

Una tercera experiencia tuvo que ver con conocer las circunstancias que tienen que

ver con las formas de socialización de los egresados. Esta investigación contó con

el apoyo de 52 egresados de la UIA, que forman parte del conjunto de 706

egresados de esta institución. Se buscaron algunas características de los

participantes y se respetaron de acuerdo a su perfil valoral, teniendo en cuenta el

grado de individualismo y de solidarismo, los primeros tienen características que los

identifican consigo mismo, mientras los segundos sus características los ubican

como jóvenes más abiertos hacia los demás con espíritu de servicio colectivo.

La segunda investigación se refiere a los Valores éticos de los psicólogos

mexicanos. Este trabajo fue realizado por Pérez (1999) y Lafarga, Pérez y Schlüter

(2001) fue de las primeras en esta rama, en México. El estudio es relevante para

entender esa profesión y proporciona ideas, conceptos, códigos profesionales y una

herramienta de recopilación de información de gran utilidad para aproximarse al

conocimiento de otras disciplinas; especialmente en sus aspectos éticos.

Los objetivos fueron: conocer y describir los valores éticos que los psicólogos

mexicanos dicen promover en el ejercicio de su profesión y proporcionar a los

posibles encargados de redactar un código ético, elementos de información de

primera mano sobre los valores que más se requieren. Se aplicó un cuestionario a

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70

553 psicólogos, con un nivel mínimo de licenciatura y al menos 6 meses de

experiencia profesional.

Se revisaron los códigos éticos para los psicólogos de diferentes países. En ellos, se repiten aspectos significativos, como son: promover el bienestar de las personas a quienes sirven, mantener la competencia, proteger la confidencialidad o privacía, actuar responsablemente, abolir la explotación y defender la integridad de la profesión a través de una conducta ejemplar. Los resultados muestran que los valores más importantes para el ejercicio de la profesión, según el orden de importancia en que se mencionaron, son: respeto, responsabilidad, honestidad, capacidad profesional, confidencialidad, relaciones profesionales, investigación, ecología y justicia (Hirsch; 2005: 8).

El cuestionario se basó en tres preguntas abiertas, que son importantes en la

investigación de todas las profesiones. Estas son: qué valores promueven en la

práctica profesional, cómo describen cada uno de estos valores y cómo los

jerarquizan en orden de importancia.

La tercera investigación se denominó Ethos profesional de los profesores que

imparten la Asignatura de Educación Cívica y Ética en la Secundaria en el Estado

de Morelos, México. La titular de ella fue María Teresa Yurén Camarena (2003)

quien coordinó y desarrolló una investigación acerca del tema en una escuela

Secundaria en el Estado de Morelos.

La experiencia fue una de las más interesantes dado su magnitud, ya que se trabajó

en el periodo de abril 2002 y enero de 2003, con 22 escuelas, donde se

involucraron los siguientes instrumentos de investigación: “entrevistas individuales a

44 estudiantes, 27 profesores y 11 directores, entrevistas a 16 grupos de alumnos y

96 observaciones. Se aplicó un cuestionario a 647 alumnos y 57 profesores en 20

escuelas secundarias, que se seleccionaron, combinando dos criterios: nivel

socioeconómico (alto, medio y bajo) y eficiencia terminal (alta y baja)” (Hirsch;

2005: 8).

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71

Como podemos apreciar, a pesar de la diferencia de las tres investigaciones aquí

presentadas, estas presentan la riqueza de la investigación que se está

produciendo en México con relación a los temas de ética profesional en campos

poco explorados y los cuales son necesarios incorporar para mejorar la calidad de la

educación superior.

Las profesiones tienen un carácter histórico y son cambiantes. Se han ido

modificando sus metas, formas de ejercicio y relaciones entre colegas y con

destinatarios de la actividad, principalmente por la generación de conocimientos y el

aumento de la capacidad técnica y humana. Cada una de ellas busca el

reconocimiento social, especialmente las disciplinas y áreas difusas. Se fortalecen

algunas de las antiguas profesiones, surgen nuevas y se generan y desarrollan los

campos interdisciplinarios.

La indagación sistemática acerca del modo de mejorar cualitativamente y elevar el

grado de humanización de la vida social e individual, mediante el ejercicio de la

profesión. Entendida como el correcto desempeño de la propia actividad en el

contexto social en que se desarrolla, debería ofrecer pautas concretas de actuación

y valores que habrían de ser potenciados. En el ejercicio de su profesión, es donde

el hombre encuentra los medios con que contribuir a elevar el grado de

humanización de la vida personal y social (Fernández y Hortal, 1994: 91).

Con una visión menos centrada en el bienestar de la sociedad, pero que resalta

fuertemente los valores, encontramos otra definición: Conjunto de aquellas

actitudes, normas éticas específicas y maneras de juzgar las conductas morales,

que la caracteriza como grupo sociológico. Fomenta, tanto la adhesión de sus

miembros a determinados valores éticos, como la conformación progresiva a una

tradición valorativa de las conductas profesionalmente correctas. Es

simultáneamente, el conjunto de las actitudes vividas por los profesionales y la

tradición propia de interpretación de cuál es la forma correcta de comportarse en la

relación profesional con las personas (Franca – Tarragó, en: Pérez, 1999, 51).

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72

Como se observa fácilmente, las definiciones acerca de profesión y las que se

refieren de modo directo a la ética profesional están estrechamente articuladas.

Freidson (2003) introduce una idea interesante, al afirmar que hay un ataque a la

credibilidad de la ideología profesional. Considera que se produce con el fin de

debilitar la voz de los profesionales que buscan influir en el cambio social, para

evitar que tengan una opinión moral independiente al evaluar las políticas sociales.

Los considera como una “tercera voz”, frente al poder del Estado y del capital. Para

ello es necesario revitalizar las asociaciones profesionales, en contra del

corporativismo y los problemas de mala actuación profesional.

Para este autor, las tres principales críticas que se hacen a las profesiones y a sus

grupos organizados son por el monopolio que tiene cada una de las profesiones de

ejercer socialmente un tipo de trabajo específico; el credencialismo, ya que la

competencia profesional se acredita por medio de credenciales educativas

especiales y el elitismo. Frente a estos cuestionamientos, considera que los

colectivos profesionales que funcionan bien, organizan y hacen avanzar las

disciplinas, mediante el control de la formación, de las acreditaciones y de la

práctica. Afirma que el objetivo es asegurar y mantener la calidad del trabajo.

El desarrollo de un cuerpo especializado de conocimientos y habilidades formales

requiere de un grupo de personas con ideas afines que lo aprendan y practiquen, se

identifiquen con él, lo distingan de otras disciplinas, se reconozcan como colegas en

virtud de la formación común y de su experiencia con un conjunto similar de tareas,

técnicas, conceptos y problemas laborales. Los grupos así formados son exclusivos

y también inclusivos. El establecimiento de jurisdicciones exclusivas permite a los

miembros concentrarse en ese marco común. El saber experto se basa en la

investigación y en la acumulación de experiencia y los profesionales son

depositarios de un conocimiento socialmente importante destinado a contribuir al

bien público.

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73

2.6 La Perspectiva sociológica como sustento teórico de una ética profesional.

Esta investigación logra sustento teórico a partir de la Sociología de las profesiones,

particularmente con autores como Ana Hirsch, Cortina, Bolivar, entro otros,

representantes de las corrientes sociológicas en esta rama. Estos autores en

conjunto de la gama de referencias hechas al respecto, que discutieron los

parámetros que conforman la sociología de las profesiones y sus relaciones.

Igualmente se revisaron textos latinoamericanos sobre la formación del docente

para la educación en general y el trabajo que se ha realizado y que sirve de análisis

del estado de la cuestión de la ética profesional desde este enfoque.

A partir de esa primera indagación se elaboró una conceptualización inicial de los

seis parámetros de las profesiones encontrados en la bibliografía, que son: oficio,

cuerpo teórico sistemático y circulación del conocimiento, código ético, condiciones

laborales y salariales, organización entre colegas y reconocimiento social,

especificándolos para el campo de la Educación de Adultos. Se agregaron dos

nuevos parámetros, relacionados con la institucionalidad de los programas y su

relación con la educación superior, como indicadores para la caracterización de las

tendencias en la conformación de la profesión.

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