Post on 13-Apr-2017
UNIVERSIDAD DE OVIEDO
Facultad de Comercio, Turismo y Ciencias Sociales Jovellanos
TRABAJO FIN DE GRADO GRADO EN TURISMO
TURISMO COLABORATIVO
AUTORA: Marta Sánchez de la Viña López-Urrutia
TUTORA: María de la Villa Moral Jiménez
Gijón, 2 de julio del 2015
RESUMEN
A lo largo de los últimos años ha surgido una nueva tendencia dentro del sector
turístico que ha supuesto una alternativa completamente innovadora respecto a la
forma de viaje tradicional. Se trata de una modalidad de turismo que actualmente se
conoce como Turismo Colaborativo o Turismo P2P (peer-to-peer, “entre iguales”).
El surgimiento de este fenómeno ha dado lugar a una gran variedad de alternativas
dentro de la industria de los viajes en las que los servicios turísticos son ofrecidos por
particulares a potenciales viajeros mediante plataformas online que permiten el
contacto entre ambas partes, sin intermediarios.
Las iniciativas del Turismo Colaborativo han propiciado una forma de viajar más
sostenible y consciente, pues se aboga por un uso más eficiente de los bienes y
recursos; pero también más humana, ya que favorece el intercambio cultural entre
turistas y residentes, así como la integración del viajero en la comunidad de destino.
En este trabajo se analizan las causas y antecedentes que han hecho posible el
surgimiento de esta nueva modalidad de turismo y se presentan las iniciativas que han
tenido una mayor trascendencia dentro del sector hasta la fecha. Así mismo, se
describen los factores que han permitido que dichas iniciativas alcancen unas cifras de
una magnitud equiparable a la de las marcas más reconocidas de la industria. Estas
cifras representan un crecimiento a una escala y a una velocidad que no se creían
posibles hasta ahora.
Ante tales circunstancias, se hace evidente la necesidad de permanecer pendientes a
la evolución de los proyectos que forman parte del Turismo Colaborativo, pues
podemos estar hablando de un fenómeno que revolucione la forma de viajar en el
futuro próximo.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………… 1
CAPÍTULO 1. DELIMITACIÓN DEL TURISMO DESDE UNA PERSPECTIVA
PSICOSOCIAL............................................................................................................... 3
1.1. Psicología Social del ocio………………………………………………………...... 4
1.2. Psicología Social del turismo………………………………………………………..6
1.2.1. Motivación turística…………………………………………………………….7
1.2.2. Efectos psicosociales del turismo…………………………………………….8
1.2.2.1. Choque cultural………………………………………………………8
1.2.2.2. Actitudes de los residentes…………………………………………8
1.2.2.3. Autenticidad………………………………………………………….9
CAPÍTULO 2. EL CONSUMO COLABORATIVO.........................................................11
2.1. Antecedentes………………………………………………………………………...11
2.2. El nacimiento del consumo colaborativo………………………………………….12
2.3. Factores impulsores del cambio…………………………………………………...14
2.4. Los sistemas del consumo colaborativo……………………………………….…17
CAPÍTULO 3. EL TURISMO COLABORATIVO...........................................................19
3.1. El nacimiento del Turismo Colaborativo……………………………………...19
3.2. Los operadores del Turismo P2P……………………………………………..22
3.2.1. Alojamiento………………………………………………………..….23
3.2.2. Transporte…………………………………………………………….27
3.2.3. Restauración……………………………………………………….…29
3.2.4. Experiencias en el destino…………………………………………..30
3.2.5. Otros servicios complementarios…………………………………..31
3.3. El viajero colaborativo………………………………………………..…………31
3.3.1. Perfil del viajero colaborativo……………………………………….32
3.3.2. Motivaciones y beneficios buscados…………………………….…33
CONCLUSIONES…………………………………………………………………………… 35
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS……………………………………………………..38
1
INTRODUCCIÓN
El presente Trabajo de Fin de Grado tiene como principal objeto de estudio el análisis
psicosocial del Turismo Colaborativo, también conocido como Turismo P2P (peer-to-
peer, por realizarse entre iguales), una reciente modalidad de turismo que ha dado
lugar a nuevas formas de viajar basadas en compartir e intercambiar bienes y servicios
entre particulares, sin intermediarios. Se trata de una tendencia que ha irrumpido con
gran fuerza en el sector y su rápido crecimiento en los últimos años ha puesto en
alerta a los principales actores de la industria. Por este motivo, el estudio de este
fenómeno resulta de gran interés, pues estamos ante un nuevo modelo de negocio
cuyo carácter disruptivo, -en gran parte debido a la ausencia de intermediarios- ha
revolucionado el ámbito turístico. Actualmente, este modelo se está expandiendo en
prácticamente todos los sectores de actividad, ofreciendo propuestas de alojamiento,
transporte, y restauración, entre otros, que están desafiando la forma tradicional de
consumir bienes y servicios turísticos.
El éxito alcanzado hasta la fecha por los diferentes proyectos colaborativos deja
patente la necesidad de comprender las bases de este movimiento, así como de
permanecer atentos a su evolución, pues podríamos estar hablando de una nueva
forma de viajar en el futuro capaz de transformar de forma significativa la industria
turística.
Dado que la temática de estudio es muy reciente, este trabajo tiene un doble
propósito: por un lado, analizar las causas y factores que han condicionado el
nacimiento de esta nueva modalidad de turismo y, por otro, explorar las principales
iniciativas que se han llevado a cabo dentro de la misma. Para ello, se cree necesario
abordar el fenómeno desde una perspectiva psicosocial, pues aunque el Turismo
Colaborativo ha tenido un gran impacto sobre los diferentes ámbitos de nuestra
sociedad, tales como la economía, el derecho, la sostenibilidad o el marketing, se ha
de tener en cuenta que los principales protagonistas de este movimiento y que por
ende, constituyen su razón de ser- no son otros que las personas que lo integran.
Más aún, la existencia de las alternativas turísticas que componen esta nueva
tendencia no habría sido posible sin la aparición de comunidades de personas
conectadas y distribuidas, que son ampliamente controladas por sus participantes de
una forma descentralizada. Por todo ello, el enfoque desde una perspectiva
psicosocial resulta necesario para su comprensión.
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Así, el primer capítulo de este trabajo se enfocará en abordar los principales aspectos
en los que se ha centrado la Psicología Social en cuanto al estudio del ocio y del
turismo, realizando primeramente una revisión de la literatura existente hasta la fecha
en esta disciplina para, posteriormente, centrar la atención en los elementos
psicosociales que han supuesto una gran influencia sobre el turismo y el turista (la
motivación, la autenticidad, las actitudes…). Dichas aportaciones servirán como punto
de partida para comprender cómo los cambios que se producen en el individuo así
como en su entorno social, influyen significativamente en su forma de consumir el ocio,
y en consecuencia, en su manera de consumir los bienes y servicios turísticos, dando
lugar a nuevas tendencias de consumo de las que derivaría el Turismo Colaborativo.
En el siguiente capítulo se pasa a analizar el fenómeno del consumo colaborativo, una
nueva filosofía de consumir bienes y servicios apoyada en la premisa de que el acceso
a un bien es más importante que su posesión, en contraposición a la cultura del usar y
tirar predominante en nuestra sociedad. Para ello, se expondrán los antecedentes
socioeconómicos erigidos por el sistema capitalista e hiperconsumista a lo largo del
último siglo, cuyas deficiencias evidenciaron la necesidad de replantearse las bases
del modelo vigente. Seguidamente, se proporciona una descripción de los principios
del consumo colaborativo, que nace en respuesta a la insostenibilidad del panorama
existente. A continuación, se abordan los factores que sirvieron como motores del
cambio, impulsores de esta nueva forma de consumo y en los cuales se basa su
funcionamiento. Al final del capítulo se estructuran las distintas iniciativas que han
surgido dentro de la economía colaborativa en tres sistemas: los basados en
productos, los mercados de redistribución y los estilos de vida colaborativos.
Finalmente, en el tercer y último capítulo, se profundiza exclusivamente en la
aplicación del consumo colaborativo a la actividad turística. En primer lugar, se
detallan los factores clave que, unidos al surgimiento del fenómeno colaborativo dieron
paso a lo que hoy conocemos como Turismo Colaborativo o Turismo P2P. Una vez
identificados dichos factores, se procede al estudio de las iniciativas que se han
llevado a cabo en esta nueva modalidad de turismo, agrupadas según el sector al que
se dirija su oferta: alojamiento, transporte, restauración o experiencias en el destino,
además de otros servicios complementarios a la actividad turística. Después de
examinar las alternativas más destacadas de cada sector, así como los sistemas que
rigen su funcionamiento, se cierra el presente trabajo con un análisis que pretende
aproximarse al perfil del viajero colaborativo así como a las motivaciones y beneficios
buscados que le llevan a participar en esta modalidad de turismo.
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CAPÍTULO 1. DELIMITACIÓN DEL TURISMO DESDE UNA
PERSPECTIVA PSICOSOCIAL
Desde sus inicios, el Turismo –entendido como una actividad socioeconómica
generalizada- ha experimentado un crecimiento continuo hasta convertirse en uno de
los recursos más importantes de la economía mundial. Como tal, se trata de un
negocio que da lugar a unas cifras muy altas, ya sea a la hora de hablar del número de
turistas internacionales (más de mil millones registrados en 2014), de los ingresos que
genera en los destinos turísticos de todo el mundo –especialmente en Europa- o de los
millones de puestos de trabajo que se crean gracias a este actividad (OMT, 2014).
Tal y como afirma Gómez Jacinto (1996), estas abrumadoras cifras sirven para
evidenciar la importancia del turismo como fenómeno social, que promueve el
desplazamiento de cientos de millones de personas por todo el mundo, favoreciendo
su contacto por un corto periodo de tiempo, y provocando efectos sobre su calidad de
vida, su cultura y su entorno. Es por esto que el turismo, al tratarse de un fenómeno
muy complejo, es objeto de análisis desde múltiples disciplinas (Economía,
Antropología, Derecho, Medicina, Sociología…). Sin embargo, no todas han empezado
a estudiar el turismo al mismo tiempo. En el caso de la Psicología, y específicamente
de la Psicología Social, sus estudios en este ámbito son bastante recientes y la
presencia de trabajos es más bien escasa. Este hecho puede llamar la atención en un
principio, pero en cierto modo es lógico que hasta la fecha no se haya prodigado
mucho en su estudio, pues la Psicología Social es una ciencia muy joven, al igual que
el turismo como fenómeno de masas, cuyo nacimiento no se da hasta terminada la
Segunda Guerra Mundial (De Lucas y De la Cueva, 2003). Es a partir de este
momento cuando surgen las denominadas sociedades del tiempo libre (Dumazedier,
2000) a raíz de una serie de transformaciones que permitieron que la actividad
turística dejara de ser un privilegio de las clases elitistas, para convertirse en una
actividad practicada de forma masiva. El aumento del tiempo libre disponible, la
aparición de las vacaciones pagadas, así como el desarrollo de los medios de
transporte y comunicación fueron factores determinantes a la hora de transformar el
turismo en una práctica de masas, y, en consecuencia, un fenómeno con un gran
impacto social.
A pesar de la ya mencionada escasez de trabajos dentro del ámbito psicosocial,
aquellos publicados en las últimas décadas han servido para desarrollar conceptos y
teorías que han ayudado a una mejor comprensión del turismo y del turista, abarcando
4
aspectos como las actitudes, el comportamiento, las motivaciones y el impacto sobre
la actividad turística y el viaje, como se verá más adelante.
No obstante, siendo el turismo una de las formas más importantes de expresión del
ocio, no sólo desde el punto de vista económico, sino también desde el cultural,
psicológico y psicosocial (Ovejero, 1997), este capítulo se vería incompleto si no se
abordara previamente un análisis de los trabajos que desde la Psicología Social se
han realizado respecto al mismo, para finalmente centrar la atención en aquellos
trabajos vinculados directamente al ámbito turístico.
1.1. PSICOLOGÍA SOCIAL DEL OCIO
Una de las primeras aproximaciones al estudio del ocio en el campo de la Psicología
fue emprendida por parte de Berne (1964) mediante un estudio sobre los juegos de la
gente y la Psicología de las relaciones humanas. A partir de entonces, las
investigaciones en este campo fueron adquiriendo cada vez más importancia y fue,
finalmente, la Psicología Social la disciplina que más se ha interesado por su estudio.
Si bien Berne es reconocido como el pionero del estudio del ocio en el campo de la
Psicología, John Neulinger mediante su obra Psychology of Leisure (1974) marcó un
hito decisivo, ya que sirvió para que muchos estudiosos se empezaran a interesar por
el análisis e interpretación de los aspectos psicológicos del comportamiento en el ocio.
Sin embargo, fue Iso-Ahola quien en 1980 escribe el primer libro que centra su
contenido en el aspecto psicosocial, y no tanto en lo psicológico, como se había hecho
hasta entonces.
La importancia del fenómeno del ocio así como la del tiempo libre ha ido aumentando
en paralelo a las transformaciones sociales y culturales que se han ido produciendo en
las sociedades del tiempo libre, de acuerdo con Dumazedier (2000). En este sentido,
ambos conceptos están fuertemente relacionados con el entendimiento y el uso del
tiempo social de las personas tanto a lo largo de la historia como a lo largo de su ciclo
vital (Armadans, 2002).
Por otro lado, el fenómeno del ocio ha sido frecuentemente estudiado respecto a su
relación con el concepto de trabajo. Así, se pueden establecer distintas relaciones
basadas en el intercambio –optando por trabajar más o menos, o tener más o menos
tiempo disponible-, la compensación –obteniendo durante el tiempo libre lo que no se
puede obtener en el tiempo de trabajo- o en el desplazamiento o generalización,
partiendo de la idea de que el trabajo influye directamente sobre las actividades de
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ocio (Munné y Codina, 1996). Teniendo en cuenta estos planteamientos, se puede
observar el papel determinante que ha tenido el trabajo sobre el ocio.
Sin embargo, en la era postindustrial, la relación entre ocio-trabajo se ha ido
equilibrando, tomando el ocio incluso un papel de igual o mayor trascendencia (Goytia,
1999; Munné, 1990). Surge la denominada ‘era del ocio’, donde el tiempo libre es el
nuevo protagonista, y el trabajo pierde fuerza como referente social y estructurador de
la vida cotidiana (Blanch, 1996). Por su parte, Munné y Codina (1996) señalan que la
transición hacia una sociedad de consumo ha transformado profundamente el sentido
del ocio. Así, en la sociedad de masas, el ocio se dirige principalmente al consumo de
bienes y servicios y a la industria cultural. Cabe añadir que este hecho se ha visto
impulsado, en gran parte, por los avances tecnológicos y los mass media.
Esta idea sería también reforzada por Aristegui y Silvestre (2012) en su artículo sobre
el valor del ocio en la sociedad actual, donde concluyen que mientras el tiempo de
trabajo ha perdido parte de su centralidad, el tiempo de ocio ha pasado a formar una
parte significativa de la vida, afirmándose como un valor en sí mismo, especialmente
en aquellos países con un mayor grado de bienestar, pudiendo relacionarse este
hecho con valores materialistas.
Con todo, tal y como señala Valls (1999), se puede observar cómo en la actualidad el
ocio cobra una importancia vital en la vida de las personas, tanto que ha llegado a
caracterizar el estilo de vida de las mismas, tomándose como referente social. Las
transformaciones y el desarrollo de la sociedad en los últimos años han posicionado al
ocio como un condicionante de libertad y felicidad, estrechamente ligado a la sociedad
de consumo. De este modo, surge en el siglo XXI la denominada Industria del
Mercado del Ocio, que sirve de impulso de las economías de muchos países a través
de múltiples actividades –como el turismo, entre otras- que no sólo se asocian a los
grandes intereses sociales, culturales, políticos o económicos, sino que también
representan un símbolo diferenciador, reflejo del estilo de vida y de la personalidad de
los individuos. Se trata de actividades con un gran potencial social y económico, que
favorecen el desarrollo integral de los ciudadanos, así como su calidad de vida y se
encuentran fuertemente vinculadas hacia el consumo desenfrenado (González, 2010).
En definitiva, se puede observar que en las dos últimas décadas del pasado siglo el
estudio del ocio ha tomado una gran relevancia en el campo psicosocial, tal y como
manifiestan Mannel & Kleiber (1997). Los múltiples trabajos que se fueron publicando
de forma casi continuada durante dicho periodo contribuyeron de forma significativa a
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una mayor comprensión del ocio y su impacto sobre las personas. Desde ese
momento y hasta la actualidad, los trabajos y estudios de esta índole han seguido
creciendo a un ritmo continuado. Además, se ha ido profundizando en el estudio del
ocio en sus distintas formas y el turismo ha sido considerado como una de las
expresiones más multidimensionales del ocio, tal y como se precisará detalladamente
en el siguiente epígrafe.
1.2. PSICOLOGIA SOCIAL DEL TURISMO
Reiterando lo dicho, a pesar de que la Psicología Social ha hecho importantes
aportaciones hacia el estudio de la industria del turismo, la presencia de trabajos en
este terreno es muy escasa, así como el número de autores que se han interesado en
su estudio.
El primer texto de carácter psicosocial dedicado al estudio del turismo fue publicado
por Philip L. Pearce en 1982, bajo el título “The Social Psychology of Tourist
Behaviour”. A esta obra le siguió otra de título similar dos años más tarde “The Social
Psychology of Tourism”, por Peter Stringer (1984). Ambos trabajos constituyeron un
referente para aquellos investigadores que más tarde se apoyarían en sus teorías para
estudiar el fenómeno turístico en el campo psicosocial. Por otro lado, los libros
publicados por autores españoles tardaron algo más en llegar. Destacan los trabajos
de Gómez Jacinto “Psicología Social del Turismo” (1996), San Martín “Psicosociología
del Ocio y el Turismo” (1997), Agut y Martínez “Psicología Social del Turismo” (1999) y
la más reciente obra de Castaño “Psicología Social de los Viajes y del Turismo”
(2005). Al mismo tiempo, se fueron sucediendo diversas publicaciones desde el campo
psicosocial en cuyo contenido se incluyeron importantes contribuciones al estudio del
turismo, así como a su aplicación práctica desde este ámbito. Algunas de las
aportaciones más relevantes en este sentido fueron las de Munné “Tiempo Libre,
Deporte y Turismo” (1990), De Lucas y De la Cueva “Psicología Social del Turismo”
(2003), San Martín “Ocio y Turismo” (2005) y Codina “Entre el Ocio, el Turismo y el
Consumo” (2007).
Del mismo modo, existen múltiples trabajos psicosociales y artículos de reflexión
teórica y metodológica –también realizados por personas ajenas a la Psicología- que
se han publicado en textos relativos al turismo, monografías o revistas especializadas,
como la reconocida Annals of Tourism Research. Dichos trabajos, así como los libros
publicados, conforman una importante contribución de la Psicología Social a un mejor
entendimiento del fenómeno turístico. Si nos atenemos a su contenido podemos
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observar que todos ellos centran su interés en diversos aspectos, siendo el análisis de
la motivación turística y los efectos psicosociales del turismo los más relevantes
respecto a la temática del presente trabajo, y que se verán a continuación.
1.2.1. Motivación turística
Una de las cuestiones centrales que se estudian en la Psicología del Turismo son las
motivaciones que hay detrás de la demanda turística, pues éstas se componen
principalmente de rasgos subjetivos psicosociales (De Lucas y De la Cueva, 2003).
Se trata de un mecanismo que determina la conducta humana y tiene repercusión
directa sobre los acontecimientos que tienen lugar en la actividad turística, permitiendo
dar respuesta a tres cuestiones fundamentales en cuanto al ciclo turístico: los motivos
del viaje (el porqué), la elección del destino (dónde) y los resultados obtenidos
(satisfacción). (Castaño, Moreno, García y Crego, 2003). En este sentido, son varios
los autores que han desarrollado distintas perspectivas en torno a este aspecto.
Acorde a lo manifestado por Dann (1977), a la motivación turística se le atribuía un
carácter unidimensional, cuyos elementos principales eran la necesidad de escape
frente a la cotidianeidad (factores push) y la necesidad de búsqueda (factores pull),
pudiendo ser estos factores personales, si se trata de una motivación intrínseca, o
interpersonales, si por el contrario se trata de una motivación social.
Por otro lado, en su teoría de motivación turística, Plog (1974, 1988) divide al turista
identificándolo a través de dos tipos de ideales: psicocéntricos y alocéntricos. Los
primeros se describen como sujetos que tienden a “autoreprimirse”, son nerviosos y
poco aventureros. Se interesan por destinos vacacionales familiares y prefieren los
viajes organizados. Además, desarrollan una escasa actividad en el lugar de destino.
Por otro lado, los alocéntricos toman un rol opuesto: son más seguros de sí mismos,
más aventureros, buscan la variedad y tienden a desplazarse a lugares poco
frecuentes donde se muestran activos. A diferencia de los psicocéntricos, prefieren
organizar el viaje por su cuenta.
Otro modelo de interés a la hora de analizar la motivación turística es el realizado por
Pearce (1988,1993) junto con una serie de investigadores australianos. Se basa en la
pirámide de necesidades de Maslow, las cuales se definen desde motivos biológicos,
de seguridad, sociales, personales y de autorrealización.
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1.2.2. Efectos psicosociales del turismo
Así como las motivaciones constituyen un factor clave para la Psicología Social en el
turismo, otro de los aspectos en los que se ha centrado su interés son los efectos
psicosociales. Es decir, el impacto del turismo tanto sobre los turistas como los
residentes antes, durante, y después del viaje turístico. A continuación se detallan
alguno de los efectos que serán más convenientes para el estudio de los contenidos
que se abordarán en los próximos capítulos.
1.2.2.1. Choque cultural
Si bien puede afirmarse que el turismo es considerado una experiencia agradable y
relajante de acuerdo con Gómez Jacinto (1996) no hay que olvidar que en el momento
en el que el turista se encuentra en el lugar de destino, su rutina de la vida cotidiana
desaparece para dar lugar a situaciones más bien desconocidas que, tal y como
Furnham & Bochner (1986) apuntan, pueden causar cierto estrés sobre el individuo,
normalmente provocado por problemas de orientación y ubicación en el destino,
desconocimiento del idioma local, diferencias en la comunicación no verbal,
desconocimiento de las normas y reglas… A pesar de ello, los mismos autores afirman
que no se puede hablar de choque cultural -siendo este concepto más propio para
referirse a emigrantes o refugiados- sino más bien de “sorpresa cultural”, pues estas
dificultades no suelen suponer un gran problema debido a que el turista, como tal, no
se ve envuelto en una inmersión real de la cultura local, ya que permanece en el lugar
visitado por periodos de corta duración, estructurados y planificados, en los que
dispone de la ayuda de mediadores culturales y profesionales a su servicio, además
de contar con el apoyo social favorecido por la presencia de otros turistas (Furnham &
Bochner, 1986).
1.2.2.2. Actitudes de los residentes
A la hora de reflexionar sobre los impactos del turismo hacia las comunidades
receptoras, es natural pensar en los efectos económicos y ambientales –tanto
negativos como positivos- que éste provoca en los destinos visitados por los turistas,
como pueden ser los beneficios generados, las mejoras en infraestructuras, el
aumento de los recursos de ocio o en el caso de las consecuencias negativas, la
contaminación ambiental, el exceso de urbanización, los problemas de hacinamiento,
etc. (Kendall, Tarakcioglu & Var, 1985; Liu, Sheldon & Var, 1987) Sin embargo, desde
el punto de vista psicosocial, es la interacción turista-residente la que se ha de tener
en cuenta para analizar el impacto turístico sobre las comunidades locales. Milman &
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Pizan (1988) resaltan la importancia de conocer el choque cultural que la cantidad
ingente de visitantes en el destino supone para los residentes del mismo, un choque
cultural fruto de las actividades turísticas, la distancia económica y cultural entre
turistas y residentes y la rapidez e intensidad de desarrollo turístico. Para Pearce
(1988) el impacto del turismo sobre los residentes dependerá en gran medida del
grado de desarrollo económico y tecnológico de la sociedad receptora. En este
sentido, las comunidades más pobres son más vulnerables respecto a los efectos
negativos, aumentando en ellas la prostitución, la delincuencia, y el tráfico y consumo
de drogas. En cuanto a los efectos positivos, siempre estarán garantizados mientras la
entrada de turistas sea moderada, y más aún si la comunidad receptora tiene la
capacidad de gestionar su oferta turística.
1.2.2.3. Autenticidad
Según Fridgen (1991) el turista experimenta autenticidad cuando tiene una experiencia
directa con el contexto y las personas tal y como se manifiestan habitualmente. A su
vez, se relacionará con nativos y se integrará en el escenario que le rodea. Por el
contrario, la autenticidad representada se refiere a la disposición ambiental creada con
el objetivo de aparentar realidad. Si bien el grado de ‘falseamiento’ de las tradiciones
ha dado lugar a gran controversia, es cierto que una gran mayoría de los turistas
parece estar conforme con la autenticidad representada, e incluso la prefieren. Esto
concuerda en cierta medida con el enfoque postmodernista de la autenticidad
planteado por Reissinger & Steiner (2006), por el cual se sostiene que para el turista,
la autenticidad es irrelevante, pues desconfía de ella al considerar que se trata de una
construcción cínica cuyo único fin es el comercial. Muchos autores han expuesto
planteamientos en esta línea. Cohen (1973,1995) considera que el turista
postmoderno muestra un mayor interés por el disfrute de las atracciones turísticas que
por la autenticidad de las mismas. Por su lado, McCanell (1973) pone en duda la
capacidad del turista para evaluar la autenticidad de otras culturas, pues alega que
aquello considerado como auténtico no es más que un producto creado por expertos y
dirigido al consumo de masas. En esto mismo se basa Cole (2007) cuando afirma que
el hecho de que la industria turística transforme la cultura en productos destinados a
los turistas, se produce, inevitablemente, una pérdida de autenticidad.
A pesar de lo planteado, según Gómez Jacinto (1996), existe una minoría en
constante crecimiento que parece muy interesada en la búsqueda de ambientes
auténticos. Ante la llegada del nuevo siglo, según López (1999), los modelos de
turismo masivo triunfantes en las últimas décadas comienzan a perder validez, pues la
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lo auténtico será la principal motivación que genere los desplazamientos. No obstante,
cada vez más destinos turísticos atraviesan dificultades para establecer un equilibrio
entre la masificación y la autenticidad (Gómez Jacinto, 1996).
Para profundizar en el conocimiento de este concepto, es interesante la clasificación
que realiza McCanell (1973) sobre los activos turísticos, dividiéndolos en dos grupos:
el front y el back-end. Aquellos que conforman el primer grupo, están dirigidos
especialmente para los turistas, con el objetivo de satisfacer sus expectativas en
cuanto a la búsqueda de autenticidad, mientras que los pertenecientes al segundo
hacen referencia a las regiones auténticas donde la gente vive su rutina del día a día
con independencia de la presencia de turistas. Este grupo haría referencia a aquellos
lugares más “escondidos” donde se encuentra la población indígena, poco
frecuentados por los turistas. Las diferencias entre ambos grupos constituyen un
aspecto clave a la hora de entender las bases del Turismo Colaborativo, como
veremos más adelante.
En suma, tal y como se ha descrito a lo largo de este primer capítulo, las aportaciones
desde el campo psicosocial hacia el Turismo no han sido tan abundantes como en
otras disciplinas. Sin embargo, al tratarse de un fenómeno social a gran escala –
especialmente desde el surgimiento del turismo de masas- se hace evidente la
importancia de su estudio tanto a nivel del individuo como a nivel social. Los estudios
y trabajos realizados hasta la fecha en este ámbito han permitido comprender muchos
de los factores que rodean e influyen directamente tanto al turismo como al turista
(motivaciones, actitudes, efectos psicosociales, etc.) y que, a su vez, sirven para
explicar y entender el cómo y el porqué de los cambios y tendencias que en ellos se
producen, tal y como ha sucedido con el surgimiento del turismo colaborativo, en el
que se centrará este trabajo.
Tras realizar un análisis de la literatura expuesta hasta ahora, se ha podido observar
cómo el desarrollo y la evolución de la sociedad influye de forma directa sobre uno de
los componentes más valiosos del ciclo vital de las personas en la actualidad: el ocio.
Como se ha visto, dado que una parte significativa del tiempo de ocio es dirigida al
consumo, éste a su vez también se ha visto influido por las transformaciones surgidas
en nuestra sociedad en las últimas décadas. Por ello, el siguiente capítulo se centrará
en analizar cómo dichas transformaciones han ido modificando los hábitos de
consumo de un significativo segmento de la población y han dado lugar al surgimiento
del consumo colaborativo, del cual derivaría una nueva modalidad de turismo –el
turismo colaborativo- como se verá más adelante.
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CAPITULO 2. EL CONSUMO COLABORATIVO
En este capítulo se describirá el origen y evolución del consumo colaborativo, así
como los valores existentes detrás del mismo con el objetivo de conocer en
profundidad el fenómeno. Esto permitirá una mejor comprensión en cuanto al proceso
de su aplicación a la actividad turística, que ha dado lugar a la modalidad del turismo
colaborativo, y en la que se enfocará el último capítulo.
2.1. ANTECEDENTES
“Algún día miraremos atrás en el siglo XX y nos preguntaremos por qué poseíamos
tantas cosas”.
Esta breve reflexión expuesta por Walsh (2011) en la revista TIME, nos sirve como
punto de partida para explicar una de las principales causas de origen del nacimiento
del consumo colaborativo: la producción masiva de bienes de consumo.
Efectivamente, tal y como manifiesta Cañigueral (2011) –uno de los portavoces más
reconocidos del fenómeno colaborativo en nuestro país- a partir de la segunda mitad
del siglo XX nuestra sociedad adoptó un carácter hiperconsumista en el que la
acumulación de bienes materiales parecía no tener un sentido ni un límite racionales y,
cuya posesión era a menudo utilizada como referente social en comparación con el
resto de individuos. Autores como Schumacher (1973) ya cuestionaban las bases de
una sociedad que medía su progreso únicamente en parámetros económicos y cuyo
fin supremo era la adquisición y crecimiento de la riqueza, advirtiendo que de este
modo no se tenía en cuenta el bienestar real de los ciudadanos. Sin embargo, fue
poca la fuerza que tuvieron dichos argumentos e inevitablemente el modelo del
capitalismo hiperconsumista se impuso en nuestra sociedad de forma definitiva. Se
trataba de un modelo caracterizado por la posesión individual de los bienes: el mismo
producto rara vez era utilizado por más de una persona. Cada individuo posee un
producto y, cuando éste deja de ser utilizado, se almacena o se tira, para pasar a
comprar otro nuevo (Cañigueral, 2011). Este ciclo se repite una y otra vez dando lugar
a cifras como las que menciona García Vega en su artículo “La imparable economía
colaborativa” publicado en el diario El País (2014): “El 40% de los alimentos del
planeta se desperdicia; los coches particulares pasan el 95% de su tiempo parados; en
Estados Unidos hay 80 millones de taladradoras cuyos dueños solo las usan 13
minutos de media, y un motorista inglés malgasta 2.549 horas de su vida circulando
por las calles en busca de aparcamiento.”
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En definitiva, nuestra sociedad de consumo, caracterizada por la compra compulsiva, y
favorecida por fenómenos como la obsolescencia programada1, ha traído impactos
negativos no sólo de carácter medioambiental, sino también social, ejemplo de ello son
las condiciones laborales insalubres, la explotación laboral o el trabajo infantil
(ECODES, 2013).
A pesar de sus impactos negativos, resulta evidente que el modelo del capitalismo
hiperconsumista también ha aportado muchos factores positivos a nuestra sociedad.
Después de miles de años en los que el ser humano ha tenido que sobrevivir con lo
justo, según Walsh (2011), carecería de sentido negar el confort que supone la
abundancia material a nuestra calidad de vida. No obstante, el problema surge cuando
el funcionamiento de nuestro sistema capitalista supone abrumadoras desigualdades
económicas en nuestra sociedad, en la que la mayoría de la población vive en unas
condiciones de escasez y pobreza, mientras que una minoría goza de una gran
abundancia. Ante tal situación, surge la necesidad de buscar una alternativa que dé un
giro a la economía actual y que vaya enfocada al bienestar de las personas, “una
sociedad con las personas en el centro” (Cañigueral, 2011, p. 13).
2.2. EL NACIMIENTO DELCONSUMO COLABORATIVO
Ante el panorama descrito en el anterior epígrafe, en los últimos años han ido
surgiendo nuevas fórmulas –por parte tanto de los oferentes como de los
demandantes- para satisfacer las necesidades básicas de la población que el sistema
de libre mercado capitalista parece no haber sabido cubrir. Se pretende superar los
esquemas de consumismo tradicionales, fruto de un modelo insostenible, para dar
paso a unas nuevas vías de mercado basadas en la cooperación, la solidaridad y la
sostenibilidad, que pasarían a formar parte de lo que hoy conocemos como la
economía colaborativa (ADICAE, 2014)
El concepto de “consumo colaborativo” –al que actualmente también se le conoce
como consumo compartido- vio la luz por primera vez en el año 2007, a raíz de un
artículo con el mismo nombre publicado por Ray Algar, en el cual el autor explica la
evolución del fenómeno colaborativo y expone diversos casos de reconocidas
iniciativas que han tomado parte dentro del mismo (Wikipedia, Ebay, TripAdvisor, etc.),
1 “La obsolescencia programada es la determinación o programación del fin de la vida útil de
un producto, de modo que, tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa durante la fase de diseño de dicho producto, éste se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible. Se cree que el origen se remonta a 1932, cuando Bernard London proponía terminar con la Gran Depresión lucrándose a costa de la sociedad a través de la obsolescencia planificada y obligada por ley”. (Wikipedia, 2015).
13
además de enfatizar en cómo el poder negociador de los consumidores -
especialmente cuando éstos actúan de forma colectiva- está cambiando los hábitos de
consumo (Algar, 2007).
Sin embargo, fue en 2010 cuando el término se popularizó de la mano de Rachel
Botsman, co-autora del libro “What’s Mine is Yours: The Raise of Collaborative
Consumption” [Lo mío es tuyo: el crecimiento del consumo colaborativo] y quien, en el
mismo año ofreció una charla TED mediante la cual pasó a convertirse definitivamente
en la autora de referencia sobre el tema, y donde expuso las claves del consumo
colaborativo, definiéndolo como una fuerza económica y cultural que está reinventando
no sólo lo que consumimos, sino el modo en que consumimos. Botsman ponía en
relieve la idea sobre la que yace el consumo colaborativo: lo realmente importante no
es el hecho de poseer cosas, sino las necesidades y experiencias que éstas
satisfacen.
Ahora bien, ¿qué es exactamente el consumo colaborativo a efectos prácticos? Una
definición que nos puede ayudar a comprender el fenómeno es la ofrecida por el
estudio llevado a cabo por ADICAE (2014, p.11), que lo define como “una manera -
tradicional, si se quiere- de compartir, intercambiar, prestar, alquilar o regalar,
redefinida a través de los nuevos cauces ofrecidos por las tecnologías modernas y las
comunidades virtuales”. Cañigueral, en su libro “Vivir mejor con menos” (2011, p. 18)
define el consumo colaborativo como algo que se ha hecho toda la vida: “toda esa
colaboración que se da a pequeña escala en círculos de confianza, cuando se le
añade Internet y las redes sociales” y se basa en ejemplos como irse de fin de semana
compartiendo el mismo coche, tomar dinero prestado de algún conocido o adquirir
ropa de segunda mano por parte de un familiar. No se trata de no comprar nada ni de
reemplazar el sistema actual, se trata de complementarlo poniendo en funcionamiento
aquello que ya existe. La revista online EsPosible (2013) dedica un número completo
al tema y también explica el fenómeno como un modo de compartir, colaborar, acceder
o intercambiar bienes en lugar de poseerlos, y a la vez enfatiza en la importancia del
uso frente a la propiedad, añadiendo que los beneficios y la satisfacción que reportan
este tipo de dinámicas son más gratificantes que el individualismo, el hiperconsumo y
la sociedad del usar y tirar.
Existen multitud de ejemplos de iniciativas colaborativas: desde compartir el uso de
vehículos (coche, bicicleta, taxis, etc.) o alojamiento por todo el mundo sacando el
máximo provecho de los bienes, hasta intercambiar, reutilizar o comprar y vender e
incluso donar productos entre particulares. También es posible, a través de las redes
14
sociales, organizar grupos de consumo para comprar de forma colectiva y aprovechar
las ventajas que ello supone (De la Osa, 2013).
En definitiva, se recuperan las formas de consumo cooperativas tradicionales,
añadiendo el uso de la tecnología como elemento diferencial (ADICAE, 2014),
propiciando el crecimiento de mercados online que permiten a las personas compartir
recursos tangibles e intangibles (vehículos, apartamentos, herramientas, habilidades,
experiencias, espacios, etc.) a través de la Web (Pick, 2012). Tal y como señalaba
Botsman en una segunda charla TED dos años más tarde (2012), la magia detrás del
consumo colaborativo no está en las existencias o el dinero, sino en el poder de la
tecnología para construir confianza entre desconocidos, estableciendo conexiones que
nos han permitido recuperar una humanidad que parecía haberse perdido en el
camino.
Antes de concluir este epígrafe cabe señalar que los impulsores de este tipo de
iniciativas persiguen un cambio hacia un consumo colaborativo basado en la
reputación, la comunidad y el acceso compartido para dejar atrás el hiperconsumismo
que ha reinado a lo largo del siglo XX a través del crédito, la publicidad y la propiedad
individual (ECODES, 2013).
2.3. FACTORES IMPULSORES DEL CAMBIO
Como todo nuevo fenómeno que se produce en una sociedad, el consumo
colaborativo ha surgido gracias a la consecución de una serie de factores que se han
producido en los últimos años y, cuya unión ha conformado lo que hoy conocemos
como economía colaborativa o compartida. Tal y como señala Cañigueral (2011), las
personas somos seres sociales, motor de la sociedad en que vivimos y, por ende,
directos responsables sobre los cambios que en ella se producen. Así, son varios los
autores que se han esforzado en investigar las causas que han llevado al surgimiento
del fenómeno. A partir de las mismas, se han podido identificar cuatro factores
esenciales que han desencadenado el cambio:
1. La recesión económica y su efecto sobre el comportamiento de los
consumidores. Este factor económico que trajo consigo un descenso del poder
adquisitivo, la limitación del crédito o la pérdida de empleo, entre otros, llevó a
muchas personas a plantearse por primera vez recurrir a otras alternativas que
de otro modo no se hubieran planteado experimentar (ADICAE, 2014). Es bien
sabido que la crisis agudiza el ingenio y obliga a las personas a buscar
opciones distintas, estar atentas a las oportunidades y efectuar cambios. Es
15
por esto que alternativas de la economía colaborativa como Airbnb (para el
alquiler de habitaciones) o Blablacar (para compartir trayectos en coche) han
permitido a muchos generar ingresos extra y/o reducir gastos (Cañigueral,
2011).
2. La preocupación por el medioambiente. Si bien este no ha sido uno de los
factores más determinantes, la cultura de la sostenibilidad cada vez tiene un
mayor peso entre los sectores más concienciados y formados de la sociedad
(ADICAE, 2014). El consumo colaborativo encaja perfectamente dentro de esta
filosofía: el acceso a los bienes frente a su propiedad favorece una disminución
del consumo, así como el uso sostenible y eficiente de los recursos, por no
mencionar la reducción respecto a la generación de residuos y contaminación
que ello supone. Con todo, se trata de un modelo que integra de una forma
equilibrada lo ambiental, lo social y lo económico, creando así una fórmula
idónea para la sostenibilidad (De la Osa, 2013).
3. Internet y la cultura digital. Sin duda, la aparición de la economía colaborativa
nunca hubiera sido posible sin la evolución de Internet y el desarrollo de las
tecnologías, que nos han permitido sobrepasar límites que en el mundo físico
no tendrían cabida alguna. Cañigueral (2011), ha identificado tres fases
mediante las cuales ha evolucionado la cultura de la era digital: una primera
fase en la que Internet sirve como vía de los medios tradicionales para emitir
sus mensajes, sin relacionarse con sus lectores. Una segunda en la que toman
parte la interacción y bidireccionalidad, dando lugar a una revolución que
obligaría a repensar muchos de los modelos de negocio existentes. Las
personas comienzan a compartir a través de Youtube, Flickr, etc., se empiezan
a desarrollar grupos abiertos para la creación de proyectos colectivos
(Wikipedia), se crean grandes comunidades como Facebook, se comienza a
evaluar a desconocidos (eBay) y surgen herramientas que demuestran el poder
del acceso frente a la propiedad, como es el caso de Spotify2. En la tercera y
última fase aparecen el consumo y la economía colaborativa, donde las
actividades realizadas en el entorno web –que facilitan el encuentro y la
localización de usuarios- se ponen en práctica en el espacio físico.
2 Spotify es una aplicación empleada para la reproducción de música vía streaming disponible en los
sistemas operativos que permite escuchar canciones en modo radio buscando por artista, álbum o listas de reproducción creadas por los propios usuarios.
16
Además, no hay que olvidar la omnipresencia característica de los dispositivos
electrónicos –como es el caso de los teléfonos inteligentes- que nos permite
estar conectados a tiempo real en cualquier parte. Esto favorece que tanto el
acceso como el uso de las plataformas sea más rápido y eficiente, a la vez que
facilita la comunicación entre sus usuarios.
De esta manera, se ha podido descubrir cómo la creación y unión de grupos de
personas organizados de una forma eficiente y con un objetivo común puede
dar lugar a grandes iniciativas, e incluso se ha generado la posibilidad de crear
un mercado para cosas que nunca antes lo habían tenido, de un modo y a una
escala que, hasta hace unos años, no había sido posible (Botsman, 2010)
4. El poder de la tecnología para construir confianza entre desconocidos. Este
factor está directamente relacionado con el anterior, sin embargo, merece una
mención a parte debido su gran trascendencia, pues ha sido el factor que ha
llevado a la economía colaborativa a alcanzar el éxito entre sus miembros. Las
palabras de Craig Shapiro describen muy bien este aspecto: “para casi
cualquier cosa relacionada con compartir recursos, pensar acerca de la
confianza y la reputación es el primer paso y el más crítico – sobre todo cuando
hablamos de conseguir nuevos usuarios. Si estas empresas no consiguen que
sus comunidades se sientan seguras, no van a tener ninguna comunidad en el
futuro” (citado en Cañigueral, 2012a). Es inevitable admitir que Internet puede
ser un espacio de malas prácticas a través de estafas y engaños llevados a
cabo por personas que se aprovechan del anonimato utilizando falsas
identidades a través de la red. Por este motivo, las empresas del ámbito
colaborativo que facilitan el trato entre particulares se apoyan en métodos para
fomentar la confianza entre sus usuarios, ya que el éxito de muchas de ellas
depende de la reputación tanto de la propia plataforma como de los miembros
que la forman (Muñoz, 2014). En este sentido, cobra especial importancia el
disponer de herramientas que permitan evaluar y ser valorados a los usuarios
que participen en las actividades ofrecidas por las empresas (Rodríguez,
2015b).
En definitiva, la confianza es el elemento socioeconómico que hace que el
consumo colaborativo funcione. A través de nuestra actividad en las
plataformas colaborativas vamos dejando una serie de huellas que trazan el
rastro de nuestra reputación, una reputación que permitirá conocer al resto de
17
la comunidad hasta qué punto pueden confiar o no en nosotros y que, en
consecuencia, tiene un valor en el mundo real.
2.4. LOS SISTEMAS DEL CONSUMO COLABORATIVO
Para concluir este capítulo se van a detallar a continuación los tres sistemas en los
que Botsman y Rogers (2010) han estructurado las miles de iniciativas que se han
llevado a cabo dentro del consumo colaborativo hasta la fecha, a saber:
a) Los sistemas basados en productos. El fin último de este tipo de sistema es la
optimización y el aprovechamiento máximo de la vida útil de los bienes, en
oposición a la cultura del ‘usar y tirar’ característica del hiperconsumismo. Para
ello, se paga por el beneficio de acceder a un bien sin necesidad de tener que
adquirirlo a través de su disfrute compartido, préstamo, alquiler o cesión. De
este modo se reduce el impacto ambiental reduciendo la huella ecológica
asociada a la compra de productos nuevos. Es importante tener en cuenta que
para que este tipo de iniciativas sean sostenibles, se deben emplear bienes
resistentes, de fácil reparación y alta eficiencia, pues debido a que van a ser
aprovechados al máximo durante toda su vida útil, van a ser sometidos a un
uso muy intensivo.
Un ejemplo representativo dentro de las alternativas de este sistema podría ser
una iniciativa que se ha puesto en marcha recientemente desde Alemania bajo
el nombre de “DriveNow”. Se trata de una aplicación dirigida a aquellos
usuarios que necesitan alquilar un coche para ocasiones puntuales,
normalmente por unas horas, y para lo cual se les ofrece la posibilidad de
acceder al automóvil de la compañía más próximo a su localización, utilizarlo
por el tiempo deseado y, una vez se ha terminado, se aparca el vehículo allá
donde el piloto se encuentre, sin necesidad de devolverlo en ningún enclave
determinado (Pavlus, 2011).
b) Mercados de redistribución. Consiste en redistribuir aquellos bienes que no se
necesitan hacia lugares o personas que sí los necesitan de forma gratuita, o a
través del intercambio o la venta. Un ejemplo reconocido a nivel internacional
es la plataforma eBay, así como las donaciones o los mercados de segunda
mano.
c) Estilos de vida colaborativos. Comprenden aquellas iniciativas cuya misión es
unir a personas que persiguen un objetivo común para intercambiar o compartir
18
bienes no materiales o menos tangibles como pueden ser el tiempo, las
habilidades, espacios físicos o dinero de una forma innovadora. Los centros de
‘coworking’ donde se comparten espacios para trabajar o empresas como
Airbnb, mediante las que particulares alquilan sus habitaciones a viajeros por
todo el mundo son sólo unos ejemplos de la gran multitud de alternativas que
existen en este ámbito.
Dentro del turismo, serán de interés los sistemas basados en productos así como los
referidos a estilos de vida colaborativos, pues en ellos se encuentran las actividades
que influyen directa o indirectamente a la actividad turística.
En resumen, a lo largo de las últimas décadas, los cambios y sucesos que se han
producido dentro de nuestra sociedad (la crisis económica, el desarrollo de las
tecnologías y la era digital, la preocupación por el medioambiente…) han puesto en
cuestión el sistema que venía funcionando hasta entonces, condicionando en gran
medida los hábitos de consumo de los ciudadanos. Así, han surgido múltiples
proyectos que apuestan por el bienestar social, ofreciendo una alternativa a las
instituciones jerárquicas y centralizadas que han dominado la sociedad en el último
siglo. Nacen así las nuevas propuestas de consumo colaborativo, que no sólo han
transformado la manera en la que los individuos hacen un uso más eficiente de sus
recursos y posesiones, sino que su estilo de vida también se ha visto influenciado por
esta filosofía del compartir, condicionando entre otras cosas, la manera de viajar de
las personas. En esta idea se centrará el próximo capítulo, en el que se expondrán los
principales motivos que han propiciado el surgimiento del turismo colaborativo y se
realizará un análisis de las iniciativas que se han llevado a cabo dentro del mismo.
19
CAPITULO 3. EL TURISMO COLABORATIVO
Como se ha descrito en el capítulo anterior, los cambios sociales que se han
producido en las últimas décadas han dado lugar al surgimiento del consumo
colaborativo, una nueva forma de consumir bienes y servicios que ha tenido un gran
impacto en diferentes sectores de actividad, y el turismo es sin duda uno de ellos. A
continuación se expondrán las causas y los antecedentes que han propiciado el
nacimiento del turismo colaborativo y posteriormente se describirá la oferta de
servicios que se puede encontrar dentro de esta nueva modalidad de turismo para,
finalmente, realizar un análisis del tipo de viajeros que se interesan por participar en la
misma.
3.1. EL NACIMIENTO DEL TURISMO COLABORATIVO
Partiendo de la idea de que el turismo es uno de los subsistemas que forma parte de
la estructura social, parece lógico afirmar que para comprender los cambios que
acontecen dentro del mismo -tanto en la oferta como en la demanda- implica entender
primeramente los cambios que se producen dentro de la estructura social de la que
forma parte. De este modo, aquellos factores provenientes de elementos externos al
sistema turístico, ya sean de carácter económico, cultural, político o tecnológico, son
factores clave que condicionan la oferta-demanda turística y llegan a tener una
influencia incluso mayor que los factores internos del propio sector (Álvarez, 2004).
Si bien los factores que desencadenaron el nacimiento del consumo colaborativo, tales
como la crisis económica, la preocupación por la sostenibilidad, la evolución de la
cultura digital y el desarrollo de las tecnologías son igualmente aplicables al
surgimiento del turismo colaborativo, se pueden identificar además una serie de
antecedentes que han influenciado de forma específica a la actividad turística y han
ido transformado la manera de consumir los bienes y servicios turísticos:
- La economía colaborativa. Las iniciativas que han adoptado la filosofía del
consumo colaborativo se han extendido en “prácticamente todos los sectores
en los que existen bienes o servicios susceptibles de compartirse” (ADICAE,
2013, p.17) y el turismo, tal y como señalan Debrix, Llodrà y Mas (2015) es una
de las modalidades que más presencia ha tenido dentro de la economía
colaborativa. De hecho, según apunta Cañigueral (2011), a excepción de la
aviación comercial, las ideas colaborativas se han extendido a todos los
20
sectores de la industria turística a través de propuestas que permiten obtener
alojamiento, comer y conocer el destino de la mano de personas locales.
- El travel 2.0. Este término hace referencia a la aplicación de las tecnologías de
la Web 2.0. al sector turístico. Mientras que su predecesora –la Web 1.0- es un
canal de información y venta en la que se agrupan contenidos facilitados por
empresas o instituciones destinados a los usuarios para que éstos accedan a
dicha información y elijan entre las opciones proporcionadas, en la Web 2.0
existe una retroalimentación entre proveedores y destinatarios: ahora los
usuarios no sólo tienen acceso a los contenidos, sino que participan de ellos
aportando comentarios y sugerencias, interactúan con otros usuarios, producen
y comparten información y participan del negocio. Dentro del ámbito turístico,
esto se traduce en importantes cambios que han transformado la forma de
viajar. A través de las webs 2.0 –como TripAdvisor-, el usuario organiza su
viaje consultando diferentes sitios y blogs especializados, comentarios, fotos,
opiniones, y sugerencias de otros usuarios que ya hayan estado en el lugar de
destino escogido. De esta forma, se obtiene información de múltiples fuentes y
se comparan precios para finalmente proceder a la compra. Durante su
estancia, el viajero puede hacer uso de las redes sociales para relatar su
experiencia en tiempo real, tomar fotografías y reunir impresiones. Una vez
finalizado el viaje, se comparte toda la información que podrán consultar
posteriormente el resto de usuarios (Guevara, 2015). En consecuencia, este
abanico de nuevas posibilidades propiciadas por el desarrollo de la era digital
han dotado al viajero de una mayor autosuficiencia a la hora de organizar y
reservar su viaje, pues ahora dispone de acceso a información y herramientas
que hasta hace poco, sólo se podían alcanzar mediante la asistencia de tour
operadores o agencias de viaje tradicionales (HALLST, 2013).
- El movimiento peer-to-peer o P2P (entre iguales). Este movimiento permite
establecer transacciones entre particulares a través de los mercados P2P.
Atendiendo a la descripción de Makkonen (2013), este tipo de mercado puede
definirse como una herramienta online que facilita la comunicación entre
personas con el objetivo de intercambiar activos de la vida real sin necesidad
de recurrir a intermediarios. En el ámbito turístico, según Canalis et al. (2014,
p.7), se trata de “webs especializadas que ponen en contacto a particulares
que ofrecen sus servicios (alojamiento, visitas guiadas, coches…) con
21
potenciales viajeros”. Por su parte, Chabaldas (2012), basa el éxito y
aceptación de los negocios P2P en diferentes aspectos. En primer lugar, se
trata de plataformas que proporcionan garantías de confianza y seguridad a
sus usuarios, un aspecto fundamental en mercados de esta índole, donde se
establecen de forma continua transacciones entre individuos que no se
conocen entre sí. Para ello, las plataformas utilizan diversos mecanismos con
el fin de generar confianza entre los miembros de la comunidad,
proporcionando información detallada y extensa a través de perfiles
personales, comentarios, reseñas y ofreciendo métodos de pago seguro, entre
otros. Por otro lado, se trata de plataformas que ofrecen un valor añadido frente
a las alternativas de viaje tradicionales. En el caso de las plataformas de
alojamiento, como Couch Surfing o AirBnb, los viajeros son hospedados por
anfitriones locales, quienes pueden proporcionar a sus huéspedes información
de gran valor sobre el lugar de destino. Este es un aspecto que valoran de
forma positiva aquellos viajeros más interesados en conocer e integrarse en la
cultura local, y prefieren evitar las experiencias destinadas al turista de masas.
Finalmente, el rápido crecimiento a nivel global de las iniciativas P2P, gracias a
la tecnología y las redes sociales, ha permitido a sus usuarios la posibilidad no
sólo de obtener beneficios económicos a través de sus servicios, sino también
establecer conexiones e intercambios culturales y generar valores de
comunidad con personas de todo el mundo.
- Los Millennials o ‘generación Y’. Pertenecen a este grupo el segmento de
población cuya fecha de nacimiento se sitúa entre los años 1981 y 2000, es
decir, aquellas personas cuya edad está actualmente comprendida entre los 15
y los 34 años. Se trata de una generación que ha crecido bajo la influencia de
la era digital y tecnológica, lo cual ha condicionado en gran medida su estilo de
vida, así como su modo de consumir. Más aún, se puede identificar una serie
de características que los miembros de la denominada generación Y
comparten: realizan gran parte de sus actividades apoyándose de Internet
mediante dispositivos digitales (ordenadores, tablets, smartphones, etc.), son
participativos y comparten e intercambian información, consultando siempre la
web antes de realizar cualquier decisión de consumo. Además, tienen
preferencia por el disfrute y la vivencia de experiencias, más que por la
acumulación de bienes materiales (Litvinoff, 2015). Éstas características hacen
de los millennials una generación con una mentalidad más abierta a las
22
alternativas P2P y a las transacciones online, frente a generaciones anteriores,
más propensas a cuestionar este tipo de iniciativas que han desafiado el status
quo. Por tanto, se puede afirmar que se trata de una generación que muestra
una actitud positiva ante iniciativas de consumo colaborativo y constituyen un
segmento importante dentro del mismo (Fralic, Gansky, y Goyal, 2013).
- Búsqueda de autenticidad. Como se ha descrito anteriormente, la búsqueda de
experiencias auténticas es una de las principales motivaciones que llevan a los
viajeros a optar por alternativas de consumo P2P. El hecho de hacer negocios
entre particulares va más allá de la mera transacción comercial. En palabras de
Goyal (2013, p. 7), se trata de un movimiento “impulsado por un interés en
apoyar a las comunidades locales y a los artesanos, y en conocer más sobre
las personas que hay detrás de las cosas que compramos. Es un cambio
alejado de la eficiencia del mercado masivo, y de la mentalidad de comodidad y
bajo coste que ha predominado en las dos últimas décadas (…)”.
La conjunción de estos antecedentes a lo largo de los últimos años ha impulsado la de
creación y difusión de multitud de iniciativas colaborativas en el ámbito turístico, y ha
dado lugar a lo que actualmente se conoce como turismo colaborativo, o turismo peer-
to-peer (P2P). A continuación, se describirán las iniciativas más relevantes que han
surgido dentro de esta modalidad, y que han supuesto una revolución para el sector
turístico.
3.2. LOS OPERADORES DEL TURÍSMO P2P
Tal y como se ha mencionado previamente, la industria del turismo ha sido uno de los
terrenos en los que más se han expandido las iniciativas del consumo colaborativo,
pues la filosofía del compartir tiene un gran número de aplicaciones dentro de este
ámbito (HALLST, 2013). Así, se han ido desarrollado múltiples alternativas que ofrecen
un amplio abanico de posibilidades para el viajero colaborativo: ya se trate de planear
un viaje u organizar los diferentes aspectos que rodean al mismo (alojamiento, comida,
transporte, etc.). Hoy existen modelos de negocio que permiten cambiar divisas entre
particulares, compartir trayectos en coche, alojarse en casa de un anfitrión local o
beneficiarse de importantes descuentos al juntarse con otros viajeros, entre un sinfín
de posibilidades (Trillas, 2014).
23
Dichos modelos de negocio P2P dentro del ámbito turístico se pueden agrupar en
cuatro sectores en función de los servicios ofrecidos: alojamiento, transporte,
restauración y experiencias en el destino, además de otros servicios complementarios.
A continuación, se procederá a analizar algunas de las empresas que mayor
repercusión han tenido en cada uno de dichos sectores.
3.2.1. Alojamiento
Dentro de la industria turística, las iniciativas colaborativas destinadas al alojamiento
han sido las que más repercusión han tenido en el sector, ya que han sido capaces de
ofrecer una gran variedad de alternativas, generalmente a un precio más bajo,
desafiando a la oferta hotelera tradicional. (Fralic et al., 2013). Dichas alternativas se
pueden estructurar en tres modalidades: alojamientos gratuitos ofrecidos de forma
desinteresada entre particulares, alquiler de espacios p2p e intercambio de casas
(OCU, 2014). A continuación se presentan de forma respectiva los proyectos más
repercusivos de cada modalidad:
CouchSurfing
Fundada en 2004, CouchSurfing se puede considerar como una de las primeras
redes de hospedaje en el mundo. Se trata de una web que facilita el alojamiento
gratuito en casa de desconocidos. Su misión es conectar a personas que
necesitan un lugar donde alojarse –surfers- con anfitriones o hosts que ofrecen de
forma solidaria un espacio libre en su hogar, ya sea en forma de colchón, sofá,
habitación libre, etc. (Cañigueral, 2011; Vögler, 2014). Además, la web también
funciona como una red de viajeros en la que existen foros donde los usuarios
comparten recomendaciones o dudas sobre un determinado destino turístico.
Asimismo, se organizan eventos que facilitan el encuentro y el establecimiento de
conexiones entre los viajeros de la comunidad. Según los datos ofrecidos por la
propia web, la plataforma cuenta actualmente con diez millones de miembros,
repartidos en más de 200.000 ciudades por todo el mundo (CouchSurfing, s.f.).
El funcionamiento de CouchSurfing se basa en los pilares de toda red social: un
registro previo en su web (www.couchsurfing.com) y la creación de un perfil de
usuario, un aspecto de vital importancia, ya que servirá como carta de
presentación de cara al resto de miembros de la comunidad. En dicho perfil se
incluye información personal a cerca del género, edad, procedencia y ocupación
del usuario, así como una descripción de sus intereses, gustos, idiomas,
24
experiencias en la propia web, etc. Además, cada miembro podrá expresar a
través de su perfil los objetivos que persigue dentro de la plataforma, pues éstos
pueden variar desde la búsqueda u oferta de alojamiento -o ambos a la vez-, o
simplemente establecer conexiones con personas locales en el lugar de destino.
Una vez realizado el registro y la creación del perfil, el usuario podrá buscar
alojamiento realizando una búsqueda a través de la web, donde tendrá que
especificar la ciudad de destino deseada, así como las fechas de estancia en dicho
lugar. A partir de esta información, se podrá acceder a una lista de los anfitriones
con un espacio disponible en el destino y periodo de viaje escogidos. Será
entonces cuando el usuario proceda a examinar los distintos perfiles y seleccione
aquellos que más se adecúen a sus preferencias. Finalmente, se procede al envío
de una solicitud de alojamiento para cerrar un acuerdo entre ambas partes.
A pesar de que el incentivo principal que lleva a los usuarios a formar parte de una
web como CouchSurfing es la obtención de alojamiento gratuito alrededor del
mundo, su filosofía va un paso más allá, pues se trata de una forma de intercambio
cultural entre huéspedes y anfitriones, lo cual representa un elemento diferenciador
frente a otras alternativas de alojamiento. Así, el hecho de alojarse en la casa de
un local implica conocer su cultura y forma de vida, permitiendo una mayor
integración por parte del viajero en el lugar de destino, pues éste se relaciona con
sus gentes, se involucra en sus costumbres y adquiere conocimientos que sólo
pueden ser obtenidos a través de nativos. Por todo ello, se puede afirmar que esta
iniciativa no se basa exclusivamente en el intercambio de alojamiento, sino que la
interacción entre surfers y hosts supone un factor esencial para el buen
funcionamiento de la plataforma: la amabilidad, el respeto, la tolerancia, la
generosidad y la solidaridad son los valores sobre los que se apoyan los cimientos
de la comunidad CouchSurfing (CouchSurfing, s.f.; Vögler, 2014).
No obstante, como advierte Cañigueral (2011), aunque las experiencias negativas
en este ámbito sean poco frecuentes, existen riesgos evidentes cuando se trata de
ofrecer alojamiento entre desconocidos. En este sentido, Vögler (2014) expone
una serie de mecanismos que la propia plataforma pone a disposición de los
usuarios para generar confianza y seguridad entre sus miembros. Entre ellos, se
encuentran las referencias positivas o negativas a partir de las experiencias de los
viajeros en las casas de sus anfitriones. De este modo, cuantas más referencias
positivas obtenga un usuario, más confianza generará entre la comunidad,
aumentando así su reputación dentro de la misma. Además, existen métodos de
25
verificación de usuarios que permiten averiguar si un perfil es real o no. Por último,
también se proporcionan avales a aquellos miembros que han utilizado la web por
un largo periodo de tiempo y estén avalados por otros usuarios, lo cual implica que
se trata de personas muy confiables con una gran reputación.
En definitiva, se trata de una alternativa que concede al viajero la oportunidad de
reducir gastos a la hora de visitar un destino, y al mismo tiempo vivir una
experiencia que le permitirá conocer en profundidad la cultura local.
AirBnb
La plataforma Airbnb (Airbed and breakfast) se define a sí misma como un
mercado comunitario que conecta a aquellas personas que tienen espacios
disponibles con otras que buscan alojamiento. De este modo, huéspedes y
anfitriones tienen la oportunidad de entablar relaciones personales con gente de
todo el mundo (Airbnb, s.f.). Se trata pues de un servicio que ofrece a particulares
la posibilidad de alquilar sus espacios -ya se trate de una habitación o un
apartamento completo- y obtener un ingreso extra, al mismo tiempo que los
huéspedes se benefician de una experiencia diferente, a un precio normalmente
menor de lo que podría costar la habitación de un hotel convencional (Basch,
2014). Una de las peculiaridades más destacables de Airbnb es la variedad de su
oferta de alojamiento, pues aunque el alquiler de pisos o habitaciones es la opción
más común, también es posible alquilar barcos, iglúes, casas árbol, fincas, faros e
incluso castillos (Botsman & Rogers, 2010; Cañigueral, 2011). Por el alquiler de
dichos espacios, el huésped paga un precio por noche y la plataforma obtiene una
comisión de servicio que carga tanto a anfitriones como huéspedes. Dicha
comisión se justifica por la provisión de un seguro durante el tiempo de alquiler, así
como por la disponibilidad de un equipo de atención al cliente los siete días de la
semana. Para proporcionar seguridad al viajero, el pago al anfitrión no se realiza
hasta pasadas 24 horas después de su llegada al espacio, tras confirmar que no
se ha producido ningún percance (Cañigueral, 2011).
Con este modelo de negocio, según describe Basch (2014), la compañía que inició
su andadura en 2008 es hoy la plataforma líder de alquiler de alojamientos entre
particulares, llegando a ser conocida como “el hotel más grande del mundo”. Con
más de 35 millones de usuarios repartidos en más de 190 países en todo el
mundo, Airbnb ha logrado alcanzar una magnitud similar -respecto al número de
habitaciones- a las mayores cadenas hoteleras del mundo como Intercontinental,
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Marriot o Hilton. La principal diferencia entre dichas cadenas y Airbnb radica en
que mientras las primeras han tardado entre setenta y cien años en lograr dicha
oferta, Airbnb ha hecho lo mismo en tan sólo seis años. Este rápido crecimiento se
explica por una de las claves que caracterizan casi cualquier negocio dentro de la
economía colaborativa, y consiste en hacer rentable la capacidad ociosa ya
existente (Basch, 2014; Cañigueral, 2011). Por otro lado, cabe mencionar que
dentro de la plataforma de Airbnb, al igual que el resto de comunidades de
alojamiento, son los usuarios los que toman la decisión de seleccionar un espacio
u otro para alojarse o permitir la entrada de un huésped basándose en las fotos,
los perfiles, las descripciones y las referencias de otros miembros. Una vez más, la
reputación cobra un papel esencial que determinará el éxito o fracaso a la hora de
participar en iniciativas de índole colaborativa.
Para concluir, se puede afirmar que el modelo de Airbnb, es considerado como
una forma moderna de viajar, cuestionada por algunas generaciones que aún
desconfían de su funcionamiento. En este sentido, Botsman y Rogers (2010)
señalan que la plataforma está basada en una idea antigua que ha sido replicada y
traída de vuelta a través de las plataformas P2P y las nuevas tecnologías. A fin de
cuentas, antes de los años 50, alojarse con amigos o amigos de amigos era una
forma común de viajar. En definitiva, la tecnología ha reinventado las viejas formas
de confianza.
Intervac, HomeExchange, IntercambioDeCasa y Knok
Se trata de cuatro iniciativas de gran éxito dentro de un mismo modelo de negocio:
el intercambio de casas. Una forma alternativa de viajar, mediante la cual dos
partes intercambian sus casas por un periodo de tiempo acordado, sin ningún tipo
de contraprestación económica, de acuerdo con Höflitz (2014). Este proceso es
posible gracias a las compañías de intercambio como las que se han mencionado,
cuya labor es facilitar el contacto entre ambas partes, así como establecer un
marco de procedimientos y leyes de conducta a seguir por los miembros de la
comunidad. Así, tal y como sucedía con el caso de Airbnb, no se trata de una
iniciativa original, sino de una práctica que se ha venido realizando desde hace
décadas. Sin embargo, con la expansión de Internet y el desarrollo tecnológico, se
ha podido reinventar de una manera más eficiente, llevando el fenómeno a una
escala superior gracias al acceso de información a nivel global y a la posibilidad de
comunicarse con personas de casi cualquier parte del mundo (Höflitz, 2014).
27
Siguiendo los procedimientos de las plataformas colaborativas de alojamiento, en
las webs de intercambio de casas también es necesario crear una ficha en la que
figurarán el perfil de usuario y una descripción detallada con fotografías de la casa
que se va a intercambiar, donde también se podrán visualizar comentarios de
personas que se hayan alojado previamente en ella.
Si bien Intervac ha sido la pionera de este tipo de intercambios, es HomeExchange
la que abarca una mayor oferta con más de 50.000 casas, mientras que Knok o
IntercambioDeCasa son las iniciativas de origen español con más relevancia en
nuestro país, según apunta Cañigueral (2011). Si bien estas plataformas son
algunas de las más representativas, existen una multitud de iniciativas que siguen
este modelo. No obstante, el perfil de usuario y las motivaciones que le impulsan a
participar en el intercambio de casas son comunes a todas ellas. Tal y como
expone Höflitz (2014), la razón primordial que lleva a los individuos a participar en
dicho intercambio es, indudablemente, el ahorro que supone esta opción, pues
implica evitar el pago de alojamiento, comida en restaurantes y, en algunos casos,
el alquiler de un coche. Sin embargo, son muchos los “intercambiadores” que
reconocen y aprecian los beneficios más allá del ahorro económico, como pueden
ser la inmersión en la cultura y sociedad locales, la independencia, la aventura o el
hecho de establecer relaciones y encuentros más auténticos, escapando de la
típica imagen del turista.
3.2.2. Transporte
El sector transporte ha sido otro de los ámbitos más influenciados por las iniciativas de
la economía colaborativa. Son múltiples y diversas las propuestas de movilidad
compartida. Sin embargo, todas ellas persiguen unos objetivos comunes: facilitar el
ahorro en costes tanto para los propietarios de los vehículos como de los pasajeros,
reducir la concentración del tráfico en las grandes ciudades y el impacto
medioambiental, y favorecer las relaciones sociales entre personas que comparten
trayecto (Canalis et al., 2014)
Carpooling y BlaBlaCar
Ambas plataformas se pueden considerar como las más reconocidas dentro de su
modelo de negocio, que no es otro que el denominado “carpooling”, término
anglosajón que se emplea para referirse a la práctica de compartir trayectos en
coche, como explica De Grave (2012). Mientras la primera alcanza una mayor
extensión internacional, operando en más de 40 países, BlaBlaCar es la alternativa
28
más utilizada en nuestro país desde su puesta en funcionamiento en 2010. Así
pues, las plataformas de carpooling son redes sociales que ponen en contacto a
propietarios de coches que quieren realizar un viaje con potenciales pasajeros que
se dirigen al mismo destino, con el fin de trasladarse juntos y de este modo
compartir los gastos que supone el trayecto.
El uso de este tipo de fórmula de desplazamiento en los últimos años ha supuesto
una gran mejora respecto a la ineficiencia en términos de movilidad que
predomina en nuestro país3. Así lo demuestran los datos proporcionados por la
empresa Carpooling, los cuales constatan que entre los años 2010 y 2012 se han
realizado más de 250 mil viajes compartidos en toda España, evitando la emisión
de más 30.000 toneladas de CO2 al medio ambiente y el consumo de más de 3
millones de litros de carburante (Canalis et al., 2014; De Grave, 2012). Además del
ahorro en costes asociados al vehículo y la preocupación por el cuidado del
medioambiente, una encuesta realizada a 600 usuarios de BlaBlaCar revelaba
otras motivaciones que llevaban a los usuarios a utilizar este tipo de alternativa
para viajar en coche, entre las que se encuentran el consumo colaborativo, el
viajar en buena compañía, la colaboración y la socialización (Canalis et al., 2014).
Para generar confianza entre los conductores y pasajeros de la comunidad, se
emplean mecanismos similares a los descritos en las iniciativas de alojamiento
colaborativo que se han analizado previamente, basados en sistemas de
verificación de identidad digital, revisión de perfiles con fotos de los usuarios (y en
este caso, de sus vehículos) y valoraciones cruzadas entre usuarios. (Cañigueral,
2011).
Flightcar
Flightcar es una iniciativa muy reciente que inició su actividad en 2013 y permite a
los viajeros que estacionan su coche en el parking del aeropuerto alquilarlo a otros
particulares que necesiten un vehículo para utilizarlo mientras su propietario se
encuentra fuera de la ciudad. Los miembros de esta plataforma obtienen parking
gratuito, un lavado de coche, y obtienen ingresos en caso de que su coche vaya a
ser alquilado. Además, cada alquiler está asegurado con una cantidad de hasta un
millón de dólares. Aunque actualmente sólo funciona en Estados Unidos, el
3 La ocupación media de un vehículo en España es de 1.7 pasajeros. Según Vincent Rosso, co-fundador
de BlaBlaCar, se estimaba que había aproximadamente 120 millones de asientos libres cada día en nuestro país.
29
número de localizaciones de esta plataforma se prevé crecer en los próximos
años. (Flightcar, s.f.; Fralic et al., 2013).
SocialCar
A día de hoy, SocialCar es el único operador de alquiler de coches entre
particulares en España. Su modelo se basa en el “carsharing”, que consiste en
obtener rentabilidad de vehículos mientras no se utilicen, y alquilarlos a otras
personas durante ese periodo por una cierta cantidad de dinero. Mar Alarcón,
fundadora de la plataforma, señala que este tipo de servicio es frecuentemente
demandado por las personas cuando realizan un viaje, por lo que se decidió
permitir el acceso a la red a turistas extranjeros, pues en un principio sólo estaba
dirigida a residentes. SocialCar también planea expandir su negocio en los
estacionamientos de los aeropuertos, siguiendo la línea de empresas como
Flightcar. Cabe mencionar que una de las grandes motivaciones de los miembros
de la plataforma, además del hecho de consumir de una manera más racional y
eficiente, reside en los vínculos de amistad que a menudo se crean entre
conductores y propietarios que repiten su experiencia en más de una ocasión con
las misma personas (Cañigueral, 2011).
ComparteTren
Como su propio nombre deja entrever, ComparteTren es una iniciativa muy sencilla
pero a la vez muy útil, que permite a sus usuarios realizar viajes en AVE
obteniendo un descuento de hasta un 60%. Esto se logra a través de la creación
de grupos de hasta 4 personas interesadas en compartir el mismo viaje a través de
las herramientas que facilita la web. Una vez formado el grupo, éste podrá acceder
a la tarifa “mesa” que proporciona RENFE para familias o grupos pequeños de 1,
2, 3 ó 4 personas en los trenes de AVE para trayectos de larga distancia. Otra de
las opciones que ofrece esta red es la de revender billetes de tren que no son
nominativos y que, por cualquier motivo, el usuario no vaya a poder utilizar.
Una vez más, el hecho de compartir trayecto con personas desconocidas, abre la
posibilidad de establecer relaciones sociales y nuevos vínculos de amistad, tal y
come expone Ferrer (2015).
3.2.3. Restauración
Dentro del sector de la restauración han nacido experiencias gastronómicas p2p que
conectan a viajeros con anfitriones que organizan comidas o cenas de pago en sus
30
casas. Este tipo de iniciativas son proporcionadas por portales especializados como
Eatwith, Cookening, Mealsharing o Meetmeals, entre los más destacados. A través de
estas webs, los particulares que deseen ejercer como anfitriones anuncian sus ofertas
culinarias fijando un precio -que normalmente oscila entre 20 y 60 euros- mientras que
los viajeros que quieran participar como comensales podrán acceder a dichas ofertas
mediante un buscador en base a la ciudad de destino y fecha seleccionados. Una vez
efectuada la reserva, los usuarios compartirán mesa con el resto de huéspedes y
podrán disfrutar de la comida elaborada por el anfitrión (Canalis et al., 2014;
Cañigueral, 2011).
Bozago (2014) - revela que los viajeros utilizan plataformas como Cookening para
descubrir la gastronomía local del país que visitan de una forma diferente que invita a
aprender una nueva cultura y conocer a otras personas en un ambiente relajado. Por
su parte, Novoa (2013) añade que los viajeros tienen también la posibilidad de
descubrir las tradiciones del lugar de destino de la mano de sus anfitriones. Asimismo,
resalta la competencia que ofrece este tipo de plataformas -refiriéndose a Eatwith-
para mejorar la experiencia gastronómica de los viajeros que podrán disfrutar de una
comida más auténtica en comparación a la de los restaurantes turísticos. En definitiva,
se trata de una alternativa que pretende revolucionar la forma en que las personas
disfrutan de la comida durante el viaje.
3.2.4. Experiencias en el destino
Las plataformas dentro de este tipo de servicio tienen un funcionamiento muy similar al
de las webs de restauración descritas en el apartado anterior. Sin embargo, como
explica Cañigueral (2011), en este caso el servicio ofrecido comprende experiencias
turísticas en el destino ofrecidas por particulares. Las propuestas dentro de esta
modalidad son muy diversas, y comprenden rutas culturales, gastronómicas o
deportivas, e incluso recorridos de compras o tours fotográficos. Los proyectos con
más peso dentro de este sector son Vayable, web pionera creada en 2010 en San
Francisco; Trip4Real, en Barcelona y Sherpandipity, en Madrid. Su función principal es
conectar a aquellas personas que deseen promocionarse como guías locales con
viajeros que busquen conocer el destino visitado fuera de los recorridos tradicionales,
además de asegurar el cumplimiento de unos criterios de calidad mediante la
supervisión de la oferta y sus contenidos antes de que ésta se ponga a disponibilidad
de los usuarios (Canalis et al., 2014; Cañigueral, 2011).
31
3.2.5. Otros servicios complementarios
No todas las propuestas dentro del turismo colaborativo se limitan al alojamiento,
transporte, restauración y experiencias, sino que existen también una serie de
proyectos que ofrecen servicios complementarios muy eficientes a la hora de viajar:
a) a través de WikiTravel se puede acceder a una enciclopedia de viajes global
gratuita y actualizada, elaborada por viajeros de todo el mundo (WikiTravel,
s.f.);
b) WeSwap brinda la posibilidad de intercambiar divisas entre particulares,
obteniendo un cambio más beneficioso que el que se podría obtener en un
banco o en un aeropuerto (Trillas, 2014);
c) HallSt facilita el contacto entre viajeros dispuestos a compartir habitación de
hotel para dividir costes o a adquirir reservas que no vayan a poder utilizar, al
tiempo que se ofrece como intermediario para negociar precios con los
establecimientos y, asimismo,
d) otros sitios web como Everplaces y Gogobot sirven como lugar de encuentro
para aquellas personas que deseen compartir sus experiencias de viaje o
explorar guías personalizadas elaboradas por los propios viajeros de la
comunidad, según los intereses y gustos de los usuarios (TicBeat, 2013).
En suma, y tras haber realizado una revisión sobre las principales propuestas dentro
del turismo colaborativo, se puede observar que se trata de una modalidad muy
diferenciada respecto a la oferta de turismo tradicional que domina el sector en la
actualidad. Por sus características, se trata de una modalidad que a pesar de no estar
específicamente dirigida a un segmento concreto, sí se ha podido observar una serie
de factores comunes que reúnen las personas que se interesan por su práctica. Por
este motivo, resulta conveniente realizar un análisis sobre el perfil de los usuarios que
han hecho posible la existencia del turismo colaborativo, que se describirá en el
siguiente epígrafe.
3.3. EL VIAJERO COLABORATIVO
Partiendo de la idea de que el turismo colaborativo es una tendencia muy reciente, no
es de extrañar el hecho de que no se haya prodigado mucho en el estudio de las
personas que lo practican. Sin embargo, las aportaciones realizadas hasta la fecha
permitirán reconocer ciertas características que conforman el perfil del viajero
colaborativo, así como las motivaciones que le llevan a formar parte de este tipo de
turismo.
32
3.3.1. Perfil del viajero colaborativo
Si bien a día de hoy no se pueden encontrar investigaciones de gran trascendencia
dirigidas al análisis de los individuos que se inclinan por practicar esta nueva tendencia
turística, existen diversos estudios que analizan el perfil del consumidor colaborativo y
que, en consecuencia, pueden servir como punto de partida para identificar el perfil del
viajero colaborativo. A partir de los mismos, se han podido extraer las siguientes
conclusiones:
El género del consumidor colaborativo no parece un factor relevante a tener en
cuenta para identificar el perfil de usuario, pues no existen diferencias
significativas entre ambos sexos respecto a su participación dentro de la
economía colaborativa (Argemi, 2014).
La franja de edad de las personas que más se inclinan por esta tendencia de
consumo oscila entre los 35 y 44 años. Sin embargo, los jóvenes son
considerados como un público “natural” debido a su gran adhesión a la cultura
digital (Cañigueral, 2014).
Más de la mitad de los usuarios tienen formación universitaria. Tan sólo un
18% se declara sin estudios (Cañigueral, 2012b).
El consumidor colaborativo es práctico y eficiente y busca compartir sus bienes
y recursos para su máximo aprovechamiento (Tamayo, 2014).
Su motivación principal es de índole económica (obtener ingresos o favorecer
el ahorro), pero también comparte por razones sociales y morales, apostando
por un consumo más humano y más sostenible (Tamayo, 2014).
Ciertamente, las prácticas de consumo colaborativo influyen de manera significativa
sobre el estilo de vida de sus usuarios. Es por esto que una vez identificadas las
características del consumidor colaborativo, podremos ver cómo éstas están
fuertemente asociadas con su forma de viajar. En esta línea, Torres (2014) establece
algunas variables que caracterizan al viajero colaborativo:
- Apuesta por el comercio local, y realiza sus compras en establecimientos
autóctonos, evitando grandes superficies o franquicias, buscando así favorecer
el beneficio de la comunidad que visita.
- Se desplaza prioritariamente a pie, en bicicleta o utilizando transportes que no
impliquen contaminación ni gasto.
33
- Muestra un gran interés por integrarse en la cultura local, apostando por la
interacción y el conocimiento de las gentes que lo habitan.
Asimismo, un estudio realizado por TUPAPO (2015) describe al viajero colaborativo
como una persona independiente, sociable, confiada y valiente, que normalmente
cuenta con poco presupuesto económico. Además, el uso de Internet supone una
herramienta clave a la hora de planificar el viaje, así como para consultar las opiniones
de otros usuarios respecto a un destino concreto.
Se puede concluir, como afirma Rodríguez (2015a), que el perfil del usuario que utiliza
los servicios del turismo colaborativo se corresponde con aquél que huye del turismo
de masas, en busca de experiencias y autenticidad en el destino, como se verá más
detalladamente en el siguiente epígrafe.
3.3.2. Motivaciones y beneficios buscados
Tal y como se ha señalado a lo largo del presente trabajo, no cabe duda de que el
principal motivo que lleva a las personas a participar en cualquiera de los ámbitos de
la economía colaborativa -incluyendo el turismo- es, en la mayor parte de los casos, de
carácter económico, ya se trate de generar algún ingreso extra, o simplemente de
recurrir a alternativas que favorezcan el ahorro frente a opciones más tradicionales. No
obstante, como se ha apuntado en el epígrafe anterior, las motivaciones que impulsan
la práctica del consumo colaborativo de bienes y servicios no se limitan al beneficio
financiero, sino que existen otras razones de peso que impulsan el crecimiento de esta
tendencia. Como señala Cañigueral, "lo que hace que la gente repita este tipo de
consumo son los aspectos más sociales e intangibles como el sentimiento de
pertenencia a una comunidad o las relaciones personales que se crean" (mencionado
en Argemi, 2014). Y esto aplica de forma significativa en el ámbito turístico. Así, las
personas que se interesan por practicar el turismo colaborativo no sólo buscan una
forma más económica de viajar, sino otra forma diferente de viajar (IEDA, 2014).
Una de las principales motivaciones que impulsan a las personas a inclinarse por esta
nueva tendencia es la búsqueda de autenticidad en el destino visitado. Así, el viajero
colaborativo busca conocer de primera mano a las personas y cultura locales, sin los
filtros que suponen los viajes organizados, según Cañigueral (2011). Es necesario
señalar que el deseo por lo auténtico no es una necesidad que no haya existido
anteriormente, sin embargo, las grandes compañías parecen no haber sido capaces
de satisfacerla, según Emily Elwes, directora de comunicación de Trip4Real (Buist,
2014). Al mismo tiempo, ligada a la búsqueda de autenticidad, otro elemento
34
fundamental muy apreciado por los viajeros colaborativos es la interacción social con
los residentes locales. Este uno de los motivos sobre los que yace el éxito de las
alternativas de alojamiento P2P como Airbnb o CouchSurfing. En este sentido, de
acuerdo con Kagermeier & Stors (2015), la interacción entre anfitriones y huéspedes
constituye un factor esencial para los usuarios que deciden participar en dichas
alternativas, pues ello permite al visitante tener un contacto directo con la población
local, establecer un intercambio cultural y crear nuevos vínculos de amistad, además
de poder recibir información personal y recomendaciones del anfitrión acerca de bares,
restaurantes, o del barrio en general, pudiendo así experimentar el destino desde una
perspectiva local.
Con todo, se puede observar que las alternativas del consumo colaborativo favorecen
la interacción turista-residente perseguida por el viajero colaborativo frente a las
opciones de viaje organizado más propias del turismo convencional. Debido a sus
características, estas últimas limitan el contacto intercultural, pues los turistas son
frecuentemente apartados del ambiente exterior, manteniéndose en autocares,
hoteles, restaurantes, etc. que ofrecen confort y seguridad, a la vez que permiten al
turista ser observador, pero no participar activamente de la experiencia. Estos límites
espaciales favorecen el aislamiento del turista respecto al entorno del anfitrión,
limitando así el autodescubrimiento y las posibilidades de aprender sobre el destino
(Weightman, 1987). En oposición a estas características, según Cuesta (2014),
“vuelve el auténtico viajero, el que huye del turismo de masas y ansia conocer de
verdad los lugares y las gentes de su destino en busca de experiencias, no de lujos”.
En suma, el fenómeno del consumo colaborativo ha tenido un gran impacto sobre la
forma de consumir bienes y servicios turísticos, dando lugar a nuevas alternativas que
se caracterizan por la ausencia de intermediarios. Por tanto, se trata de un turismo que
favorece el contacto entre turistas y residentes, y que permite una mayor integración
del viajero en la sociedad y cultura locales, apostando por una manera de viajar no
sólo más económica (en la mayoría de los casos) sino más sostenible y más humana.
35
CONCLUSIONES
A lo largo del presente Trabajo de Fin de Grado se ha pretendido examinar el
fenómeno del Turismo Colaborativo, para lo cual se ha realizado un análisis de las
principales causas y factores que han motivado su surgimiento, así como una
descripción de las propuestas más relevantes que se han llevado a cabo dentro del
mismo. A pesar de la escasa documentación académica y el reducido número de
investigaciones existentes respecto a la temática abordada -debido en gran parte por
tratarse de una tendencia muy reciente- la elaboración de este trabajo ha permitido
alcanzar una serie de conclusiones que se describen a continuación.
El fenómeno del consumo colaborativo ha nacido como una alternativa al modelo
hiperconsumista que ha venido dominando nuestra sociedad desde la segunda mitad
del siglo XX y que hoy en día continúa estando vigente. Un modelo regido bajo un
sistema demasiado enfocado en el crecimiento económico y la generación de riqueza,
y no tanto en garantizar el bienestar real de sus ciudadanos.
Las iniciativas de la economía colaborativa redescubrieron conceptos tradicionales
como el compartir, reutilizar e intercambiar que parecían haberse desvanecido a lo
largo del tiempo y que, no sólo, resultaron una forma más eficiente y sostenible de
utilizar los bienes y recursos existentes, sino que al tratarse de alternativas que
favorecían el ahorro y la generación de ingresos extraordinarios, fueron muchos los
que recurrieron a las mismas tras el estallido de la crisis económica, multiplicando así
la velocidad a la que crecía el fenómeno colaborativo.
No obstante, fueron el avance y desarrollo de Internet y las herramientas tecnológicas
los elementos que permitieron alcanzar un crecimiento a una escala que nunca antes
había sido posible y que ha permitido conectar a personas de todo el mundo,
formando comunidades creadas en base a unos intereses y objetivos comunes a
través de las plataformas P2P. Sin embargo, ello puede suponer un problema, ya que
tal y como advierte Cañigueral (2011), el hecho de que sea necesario poseer cierta
competencia digital para participar de la economía colaborativa deja fuera de la misma
a aquellos que no tienen acceso a Internet o que no están familiarizados con el uso de
las herramientas tecnológicas.
Por su parte, las alternativas e ideas colaborativas que han sido trasladadas al ámbito
turístico han desafiado el modelo de la industria tradicional: ahora las personas son
capaces de contratar servicios de alojamiento, transporte, restauración o experiencias
en el destino ofrecidas por particulares a través de las webs colaborativas
36
especializadas, eliminando de la ecuación a los intermediarios que hasta ahora tenían
un control total sobre las actividades del sector. Por un lado, este hecho favorece el
intercambio cultural entre turistas y residentes y lleva implícita una mayor integración
del visitante en la comunidad de destino, además de fomentar una distribución más
equilibrada de la riqueza generada mediante la actividad turística. Sin embargo, la
ausencia de intermediarios provoca una mayor inseguridad e incertidumbre respecto a
los servicios demandados dentro del Turismo Colaborativo (Banas, 2014).
En este sentido, los sistemas utilizados por las distintas plataformas para generar
confianza entre sus miembros juega un papel fundamental, pues a la hora de alojarse
en la casa de un desconocido, compartir trayecto con otras personas, degustar una
comida preparada por un anfitrión o realizar un tour de la mano de un local, es
frecuente que los usuarios se cuestionen la calidad de los servicios proporcionados
por este tipo de alternativas. Por consiguiente, en este nuevo turismo la reputación
tanto del viajero que solicita un servicio como la del individuo que lo proporciona van a
cobrar una gran importancia tanto dentro de la web como en el espacio físico. Más
aún, el nivel de confianza que transmitan las plataformas puede ser un factor
determinante a la hora de competir con las alternativas turísticas más tradicionales,
pues el grado de incertidumbre en cuanto a la calidad del servicio suele ser menor en
estas últimas.
Uno de los aspectos que parece no haberse definido aún de forma clara es el tipo de
turista que se interesa por las propuestas del Turismo P2P. No obstante, se han
podido identificar algunas características que permiten construir un perfil aproximado
del viajero colaborativo, pudiéndose definir como una persona relativamente joven,
formada y sociable, cuya principal motivación es la búsqueda de experiencias
auténticas que le permitan integrarse en la sociedad y cultura locales. Sin embargo, no
hay que olvidar que uno de los principales motivos que llevan a algunas personas a
participar en el Turismo Colaborativo es el ahorro económico, más que los beneficios a
nivel sociocultural o el interés por realizar un turismo sostenible, lo cual dificulta la
definición de un único perfil para esta modalidad de turismo.
En esta línea, la motivación de índole económica que ha arrastrado a un gran número
de ciudadanos a formar parte de la economía colaborativa (y, por ende, del turismo
colaborativo) ha servido como palanca hacia un cambio cultural en la mentalidad de
consumo de las personas, de acuerdo con Cañigueral (2011). Se trata de un cambio
de mentalidad que se presenta como un factor clave a la hora de determinar el
desarrollo y evolución del turismo colaborativo en los próximos años. Hasta el
37
momento, las cifras logradas por empresas como AirBnb, CouchSurfing o BlaBlaCar
han dejado constancia del éxito alcanzado por este tipo de iniciativas, que han
demostrado ser capaces de estar a la altura de las alternativas tradicionales que hasta
ahora habían dominado el sector.
Actualmente no hay nada definido y el rumbo que pueden tomar las propuestas
colaborativas en el ámbito turístico está aún por determinar. La evolución de las
mismas en los próximos años revelará si esta nueva modalidad de turismo terminará
siendo considerada como una mera tendencia o, según manifiesta Botsman (2014),
una nueva forma de entender y experimentar el viaje.
38
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