Post on 29-Nov-2014
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A todas nuestras maravillosas traductoras y traductores, les damos un inmenso
agradecimiento, porque con este proyecto se superaron a sí mismos y
terminaron en un tiempo record. Su trabajo es invaluable, ¡gracias por ser como
son! Muchísimas gracias también a todo el increíble staff de corrección, ¡son
geniales chicas! Y un especial agradecimiento a todos los lectores que nos
siguieron incansablemente de principio a fin. ¡Disfruten la lectura!
>Alec Lentner >Marie Annabeth
>AndreaN >Melo
>Caty >Rania Belikov
>cowdiem >Sawi
>Clo >Steffanie Mirella
>cYeLy DiviNNa >Sheilita Belikov
>Dani >Tara Belikov
>dark heaven >vampirabriin
>elamela >veroniica
>Ellie >Virtxu
>Evelin >+DaRkGiRl+
>flochi >♥♥Clooooooo♥♥
>Gry >*!!!BellJolie!!!*
>lizeth
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>Andrea >Kanon ♪♫♪
>Andy_Parth >María José
>Cyely DiViNNa >Selene
>Ellie >Tibari
> Ginabm >Vanille
>Haushiinka >Virtxu
>Ellie
>AndreaN
>Virtxu
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Capítulo 1 Pág. 7
Capítulo 2 Pág. 23
Capítulo 3 Pág. 52
Capítulo 4 Pág. 82
Capítulo 5 Pág. 95
Capítulo 6 Pág. 113
Capítulo 7 Pág. 135
Capítulo 8 Pág. 152
Capítulo 9 Pág. 172
Capítulo 10 Pág. 187
Capítulo 11 Pág. 202
Capítulo 12 Pág. 216
Capítulo 13 Pág. 235
Capítulo 14 Pág. 259
Capítulo 15 Pág. 285
Capitulo 16 Pág. 298
Capitulo 17 Pág. 314
Capitulo 18 Pág. 332
Capitulo 19 Pág. 351
Capitulo 20 Pág. 372
Capitulo 21 Pág. 394
Capitulo 22 Pág. 411
Capitulo 23 Pág. 428
Capitulo 24 Pág. 447
Capitulo 25 Pág. 470
Capitulo 26 Pág. 496
Capitulo 27 Pág. 512
Sobre la autora Pág. 533
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Dimitri dio a Rose la última opción. Pero eligió mal... Después de un largo y
desgarrador viaje al lugar de nacimiento de Dimitri en Siberia, Rose Hathaway,
finalmente ha vuelto a St.Vladimir's con su mejor amiga, Lissa. Es casi la
graduación, y las chicas no pueden esperar a que comience su vida real más allá
de las puertas de hierro de la Academia. Pero el corazón de Rose todavía sufre
por Dimitri, y sabe que está ahí fuera, en alguna parte. No pudo matarlo
cuando tuvo la oportunidad. Y ahora sus peores temores están a punto de
hacerse realidad, Dimitri ha probado su sangre, y ahora es presa de ello. Sólo
que esta vez, no va a descansar hasta que Rose se una a él... para siempre.
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Traducido por Caty y Rania (En Cosas de Caty y Nenas Belikov)
Corregido por Ellie
ay una gran diferencia entre amenazas de muerte y
cartas de amor, incluso si la persona que las escribe
aún reclama que te ama. Aunque, considerando que
una vez traté de matar a una persona que amé, tal vez yo no tenga
derecho a juzgar. La carta de hoy ha llegado perfectamente
sincronizada, no es que hubiera esperado menos, ya la he leído
cuatro veces y, aunque ya se me hacía tarde, no pude evitar leerla
por quinta vez.
Mi querida Rose,
Uno de los pocos inconvenientes de ser despertado es que ya no
necesitamos dormir, por lo tanto ya no soñamos. Es una lástima, porque si
yo pudiera soñar, soñaría contigo. Soñaría con tu olor y cómo se siente tu
negro cabello de seda entre mis dedos. Soñaría con la suavidad de tu piel y
la fiereza de tus labios cuando nos besamos.
Sin sueños, tengo que conformarme con mi propia imaginación, que es
casi igual de buena. Puedo imaginar todas esas cosas a la perfección, al
igual que cómo será cuando tome tu vida de este mundo. Es algo que
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lamento tener que hacer, pero tú has hecho que mi decisión sea inevitable.
Te negativa a unirte a mí en vida y amor eternos no me deja otra elección, y
no puedo permitir que alguien tan peligroso como tú siga viviendo.
Además, incluso si fueras convertida en contra de tu voluntad, ya tienes
tantos enemigos entre los Strigoi que uno de ellos te mataría. Así que, si
debes morir, será por mi mano. Y de nadie más.
Sin embargo, te deseo lo mejor el día de hoy cuando tomarás tus
pruebas, no es que necesites suerte. Si en realidad están haciendo que las
tomes, y no tengo ninguna duda de que lo están haciendo, es una pérdida
de tiempo para todos. Eres la mejor del grupo, y para esta noche ya llevarás
tu marca de La Promesa. Por supuesto, eso significa que serás aún más
desafiante cuando nos reunamos otra vez... y definitivamente voy a
disfrutarlo.
Y nos reuniremos de nuevo. Con la graduación, serás expulsada de la
Academia, y una vez que estés fuera de los guardianes, te encontraré. No
hay lugar en este mundo donde puedas esconderte de mí. Te estoy
vigilando.
Con Amor,
Dimitri.
A pesar de sus ‚buenos deseos‛, realmente no encontré la carta
inspiradora, así que la arrojé sobre la cama y salí de la habitación.
Traté de no permitir que sus palabras me afectaran, aunque era casi
imposible no sentir escalofríos por algo como esto: ‚No hay lugar en
este mundo donde puedas esconderte de mí‛.
Y yo no lo dudaba. Sabía que Dimitri tenía espías. Desde que mi
antiguo instructor/amante se convirtió en un malvado vampiro no-
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muerto, también se había convertido en una especie de líder entre
ellos, algo que por cierto yo aceleré, al apresurarme a matar a su
antigua líder. Yo sospechaba que muchos de sus espías eran
humanos, que estaban observándome, esperando el momento en
que yo saliera de la escuela. Ningún Strigoi puede evitar la guardia
de veinticuatro horas. Aunque los humanos pueden hacerlo, y
recientemente nos enteramos de que muchos estaban dispuestos a
servir a los Strigoi a cambio de la promesa de ser convertidos algún
día. Esos humanos consideran que la vida eterna vale la pena a
cambio de corromper sus almas y matar a otros para sobrevivir.
Esos humanos me hacían sentir enferma.
Pero los humanos no eran lo que hacía que mis pasos vacilaran
mientras caminaba a través del césped verde brillante por el toque
del verano. Era Dimitri. Siempre Dimitri. Dimitri, el hombre que
había amado. Dimitri, el Strigoi que quería salvar. Dimitri, el
monstruo que muy probablemente tendría que matar. El amor que
habíamos compartido siempre quemaba dentro de mí, por muy a
menudo que yo me dijera que siguiera adelante, por más que el
mundo entero pensara que había continuado sin él. Él estaba
siempre conmigo, siempre en mi mente, siempre haciendo que
dudara de mí misma.
—Parece que estás lista para enfrentarte a un ejército.
Salí de mis oscuros pensamientos. Estaba tan obsesionada con
Dimitri y su carta, que había estado caminando alrededor del
campus, ajena al mundo, y no me había dado cuenta de la presencia
de mi mejor amiga, Lissa, que se unía a mi paso, con una sonrisa
burlona en su rostro. Que ella me haya sorprendido era extraño, ya
que compartíamos un lazo psíquico, y eso siempre me mantenía al
tanto de su presencia y sus sentimientos. Tenía que haber estado
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muy distraída para no haberla notado, y si existía una distracción
real, esa sería alguien que quiera matarme.
Le dí a Lissa lo que esperaba fuera una sonrisa convincente. Ella
sabía lo que había ocurrido con Dimitri, mi ex tutor y ex novio,
quien había sido convertido en Strigoi y ahora quería matarme
después de que yo traté de matarlo pero fallé. Aún así, las cartas que
recibía de él cada semana la preocupaban, y ella ya tenía suficiente
con lo que lidiar, sin tener que añadir a mi acosador no-muerto a la
lista.
—De cierta forma, estoy por enfrentar a un ejército —señalé. Era
tarde, pero el final del verano aún mantenía el sol alto en el cielo de
Montana, bañándonos con una luz dorada mientras caminábamos.
Yo lo adoraba, pero para un Moroi, un pacífico y viviente vampiro,
Lissa eventualmente se volvería débil por ello y se incomodaría.
Ella sonrió y echó su cabello platinado sobre un hombro. El sol
iluminaba su pálido color hasta darle un brillo angelical. —
Supongo. No creí que realmente estarías tan preocupada.
Yo podía entender su razonamiento. Incluso Dimitri había
dicho que esto era una pérdida de mi tiempo. Después de todo, yo
había ido a Rusia y me había enfrentado a Strigois de verdad, y
había matado a muchos de ellos por mi cuenta. Tal vez no debería
tener miedo, pero de repente toda la habladuría y las expectativas
de la gente me estaban presionando. Mi corazón latía muy rápido.
¿Qué pasaría si no podía hacerlo? ¿Qué pasaría si no fuera tan
buena como yo creía que lo era? Los guardias que me retarían aquí
no eran Strigoi, pero eran muy calificados y habían estado luchando
por mucho más tiempo que yo. La arrogancia podría meterme en
muchos problemas y, si fallaba, lo haría frente a todas las personas
que se preocupaban por mí. Toda la gente que tenía fe en mí.
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Otra cosa también me preocupaba.
—Estoy preocupada acerca de cómo estas calificaciones
afectarán mi futuro —le dije.
Era la verdad. Las pruebas eran el examen final para un novato
guardián como yo. Aprobarlas garantizaba que podría graduarme
de la Academia St. Vladimir y tomar mi lugar con los guardianes
verdaderos que defendían a los Moroi. Las pruebas decidían
básicamente a qué Moroi sería asignado el guardián.
A través de nuestra conexión, sentí la compasión de Lissa... y su
preocupación. —Alberta cree que hay una buena probabilidad de
que aún podamos estar juntas... que aún serás mi guardiana.
Yo hice una mueca. —Creo que Alberta dijo eso para
mantenerme en la escuela. —Había abandonado la escuela para ir a
cazar a Dimitri hace unos meses y luego regresé... y eso era algo que
no se vería bien en tu expediente académico. También estaba el
pequeño detalle de que la reina Moroi, Tatiana, me odiaba y que
probablemente tendría alguna influencia sobre a quién yo fuera
asignada. Pero esa era otra historia—. Creo que Alberta sabe que la
única forma en que me dejarían protegerte es si soy la última
guardiana sobre la tierra. E incluso si así fuera, mis probabilidades
aún serían muy pocas.
Delante de nosotros, la multitud se escuchaba más fuerte. Uno
de los muchos campos de deportes de la escuela se había
transformado en una arena de lucha de alguna clase, como algo de
la época de los gladiadores romanos. Las gradas habían sido
transformadas de simples asientos de madera a bancos lujosamente
acolchonados, con techos de tela para proteger a los Morois del sol.
Había banderas rodeando el campo, con sus colores brillantes
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azotándose con el viento. No podía verla todavía, pero sabía que
había algún tipo de barrera construida cerca de la entrada del
estadio para que los novatos esperaran ahí, con los nervios de punta.
El mismo campo había sido convertido en una carrera de obstáculos
con trucos peligros. Y por el sonido estruendoso de los aplausos,
sabía que muchas personas ya estaban ahí para presenciar el evento.
—No desistiré en mis esperanzas —dijo Lissa con firmeza. A
través de nuestra conexión, yo sabía que lo decía en serio. Era una
de las cosas maravillosas acerca de ella, su fe inquebrantable y su
optimismo. Hacía que las pruebas más terribles parecieran nada. Era
un fuerte contraste con mi reciente cinismo—. Y tengo algo que
podría ayudarte hoy.
—Ella se detuvo y buscó en el bolsillo de sus jeans, sacando un
anillo de plata con piedras pequeñas que parecían piedras preciosas.
No necesitaba de ninguna conexión para entender lo que ella me
estaba ofreciendo.
—Oh, Liss... no lo sé. No quiero ninguna, ehh, ventaja injusta.
Lissa entornó sus ojos. —Ese no es el problema, y tú lo sabes.
Este está bien, te lo juro.
El anillo que ella me ofrecía era uno de encanto, con una
infusión extraña del raro tipo de magia que ella ejercía. Todos los
Moroi tenían control sobre uno de los cinco elementos: tierra, aire,
agua, fuego, o espíritu. El espíritu era el más raro... tan raro que
había sido olvidado durante siglos. Pero Lissa y algunos otros
recientemente habían conseguido dominarlo. A diferencia de los
demás elementos, que son más de naturaleza física, el espíritu
estaba vinculado con la mente y con todo tipo de fenómenos
psíquicos. Nadie lo comprendía del todo.
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El hacer encantos con el espíritu era algo con lo que Lissa
apenas había comenzado a experimentar... y ella no era muy buena
en eso. Su mejor habilidad de espíritu era la de curación, así que ella
seguía tratando de hacer hechizos de curación. El último había sido
un brazalete que había quemado la superficialmente de mi brazo.
—Este funciona. Sólo un poco, pero te ayudará a mantener lejos
a la oscuridad durante la prueba.
Ella lo dijo a la ligera, pero ambas conocíamos la seriedad de
sus palabras. Todos los dones del espíritu tenían un costo: una
oscuridad que se manifestaba ahora como ira y confusión, y que
finalmente llevaba a la locura. Una oscuridad que a veces me
transmitía a través de nuestra conexión. A Lissa y a mí nos habían
dicho que con encantos y su curación, podríamos combatirla. Eso
también era algo que aún no teníamos dominado.
Le lancé una pequeña sonrisa, conmovida por su preocupación,
y acepté el anillo. Este no quemó mi mano, lo que tomé como una
señal prometedora. Era pequeño y sólo entró en mi dedo meñique.
No sentí nada en lo absoluto mientras lo deslizaba en mi dedo. En
ocasiones eso sucedía con los encantos de curación. O podría
significar que el anillo era totalmente ineficaz. De cualquier manera,
no habría ningún daño.
—Gracias —le dije. Sentí la alegría extenderse a través de ella, y
continuamos caminando.
Levanté mi mano delante de mí, admirando la forma en que las
piedras verdes brillaban. Las joyas no eran una gran idea en la clase
de desafíos físicos que yo estaría enfrentando, pero iba a tener
guantes cubriéndolo.
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—Es difícil de creer que después de esto, habremos terminado y
estaremos libres en el mundo real. —Lo dije en voz alta, sin
considerar realmente mis palabras.
A mi lado, Lissa se congeló, y yo inmediatamente me arrepentí
de haberlo dicho. ‚Estar libres en el mundo real‛ significaba que
Lissa y yo íbamos a llevar a cabo una tarea con la que ella,
infelizmente, había prometido ayudarme hace un par de meses.
Mientras estuve en Siberia, me enteré de que podría existir una
forma de convertir de nuevo a Dimitri en un dhampir como yo. Era
bastante improbable, y posiblemente una mentira, y considerando la
obsesión que él tiene con matarme, no me hacía ilusiones en cuanto
a tener alguna opción excepto matarlo si llegaba al punto de tener
que elegir entre él y yo. Pero si había alguna forma en la que yo
pudiera salvarlo antes de que eso pasara, tenía que encontrarla.
Desafortunadamente, la única oportunidad de convertir este
milagro en una realidad era a través de un criminal. Y no se trataba
de cualquier criminal tampoco: Víctor Dashkov, un Moroi de la
realeza que había torturado a Lissa y había cometido todo tipo de
atrocidades que habían convertido nuestras vidas en un infierno. La
justicia había entrado en acción, y Victor estaba encerrado en
prisión, lo que complicaba las cosas. Ahora sabíamos que mientras
él estuviera destinado a una vida tras las rejas, no vería ninguna
razón en compartir lo que sabía a cerca de su medio-hermano, la
única persona que una vez había supuestamente salvado a un
Strigoi. Yo había decidido, probablemente sin lógica alguna, que
Víctor tal vez nos entregaría la información si nosotros le ofrecíamos
la única cosa que nadie más podía darle: su libertad.
Esta no era una idea a prueba de tontos, por más de una razón.
Primero, yo no sabía si funcionaría. Esa era una razón bastante
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grande. Segundo, no tenía idea de cómo propiciar un escape de
prisión, eso sin contar que no sabía dónde estaba su prisión. Y,
finalmente, estaba el hecho de que estaríamos liberando a nuestro
enemigo mortal. Eso era lo suficientemente devastador para mí, sin
contar lo que le haría a Lissa. Aún así, sabiendo lo mucho que la
idea la afectaba, y créanme que lo hacía, ella había jurado
solemnemente ayudarme. Yo le había ofrecido liberarla de su
promesa docenas de veces durante los últimos meses, pero ella se
mantenía firme. Por supuesto, considerando que no teníamos idea
de cómo encontrar la prisión, su promesa podría no ser importante
al final.
Yo trataba de llenar el incómodo silencio entre nosotras,
explicándole que realmente me refería a que seríamos libres para
celebrar su cumpleaños a lo grande la próxima semana. Mis intentos
fueron interrumpidos por Stan, uno de mis instructores.
—¡Hathaway! —Ladró, acercándose desde el campo—. Gracias
por unirse a nosotros. ¡Venga aquí ahora!
Los pensamientos sobre Víctor se desvanecieron de la mente de
Lissa. Ella me dio un rápido abrazo. —Buena suerte —susurró—.
No es que la necesites.
La expresión de Stan me decía que nuestra despedida de diez
segundos, fue diez segundos demasiado larga. Yo le agradecí a Lissa
con una sonrisa, y entonces ella se marchó para encontrarse con
nuestros amigos en las graderías, mientras yo me apresuraba detrás
de Stan.
—Tienes suerte de no haber estado entre los primeros —gruñó
él—. La gente incluso estaba empezando a apostar acerca de si ibas a
presentarte o no.
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—¿De verdad? —le pregunté alegremente—. ¿Como están las
probabilidades? Porque aún estoy a tiempo de cambiar de opinión y
apostar en mi contra. Hacerme de un poco de dinero.
Sus ojos entrecerrados me dieron una advertencia que no
necesitaba palabras mientras entrábamos al área de espera adjunta
al campo, debajo de las graderías. Yo siempre había estado
asombrada en los años pasados por todo el trabajo que requerían
estas pruebas, y no estaba menos impresionada ahora que las veía
de cerca. Las barracas en la que los novatos esperábamos fueron
construidas de madera, con un techo que la completaba. La
estructura se veía tan fuerte como si hubiera sido parte del estadio
desde siempre. Había sido construida con una rapidez remarcable, y
sería desmontada de la misma forma, una vez que las pruebas
terminaran. Una puerta de cerca de tres personas de ancho daba una
visión parcial de lo que pasaba en el campo, donde una de mis
compañeras de clase esperaba ansiosamente a que llamaran su
nombre. Todo tipo de obstáculos esperaban allí, retos pensados para
probar el equilibrio y la coordinación de los estudiantes mientras
esquivaban a los guardianes adultos que estarían escondidos
alrededor de objetos y en las esquinas. Pasillos de madera habían
sido construidos al final del campo, creando un oscuro y confuso
laberinto. Redes e inestables plataformas estaban repartidas
alrededor de otras áreas, diseñadas para ver qué tan aptos éramos
para luchar bajo condiciones difíciles.
Algunos de los otros novatos estaban amontonados en la
puerta, esperando obtener alguna ventaja al ver a los que iban
primero que ellos. Yo no. Yo saldría sin saber qué iba a pasar,
dispuesta a enfrentarme con cualquier cosa que ellos prepararan
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para mí. Estudiar el campo ahora, simplemente me haría pensar
demasiado y asustarme. Calmarme era lo que necesitaba ahora.
Así que me recosté contra una de las paredes de la barraca y
observé la gente a mi alrededor. Parece que yo realmente fui la
última en presentarme, y me preguntaba si alguien había perdido
dinero al apostar en mi contra. Algunos de mis compañeros de clase
estaban reunidos en pequeños grupos. Algunos estaban haciendo
estiramientos y otros ejercicios de calentamiento. Otros estaban con
los instructores que habían sido sus mentores. Esos profesores
hablaban intensamente con sus estudiantes, dándoles consejos de
último minuto. Yo escuchaba constantemente palabras como
‚concéntrate‛ y ‚mantén‖la‖calma‛.
Verlos hizo que mi corazón se encogiera. No hace mucho
tiempo, así era como me imaginaba este día. Me imaginaba a Dimitri
a mi lado, mientras él me decía que me tomara esto en serio y que
no perdiera mi calma cuando saliera al campo. Alberta había hecho
una buena labor como mentora desde que regresé de Rusia, pero
como capitana, ella estaba afuera en el campo, ocupada con todas
sus responsabilidades. Ella no tenía tiempo para venir y sostener mi
mano. Mis amigos que hubieran podido venir a ofrecerme su apoyo,
Eddie, Meredith, y otros, estaban envueltos en sus propios miedos.
Yo estaba sola.
Sin ella o Dimitri, o, bien, cualquiera, sentí un sorpresivo ataque
de soledad fluyendo a través de mí. Dimitri debería haber estado
aquí conmigo. Así es como se suponía que fuera. Cerrando mis ojos,
me permití imaginarme que él estaba realmente aquí, a unos pocos
centímetros mientras hablábamos.
—No te preocupes, camarada. Yo puedo hacer esto con los ojos
vendados. Infiernos, a lo mejor de hecho debería hacerlo así. ¿Tienes algo
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que pueda usar? Si eres amable conmigo, hasta podría dejarte amarrármelo.
—Dado que esta fantasía hubiera tomado lugar después de que
dormimos juntos, había una fuerte posibilidad de que él me hubiera
ayudado luego a quitarme esa venda… entre otras cosas.
Yo podía imaginarlo perfectamente sacudiendo
exasperadamente su cabeza ante ese comentario. —Rose, lo juro,
algunas veces pienso que cada día que paso contigo es mi propia prueba
personal.
Pero yo sé que él habría sonreído de cualquier forma, y la
mirada alentadora y llena de orgullo que me hubiera dado mientras
me dirigía hacia el campo, hubiera sido todo lo que necesitaba para
pasar las pruebas…
—¿Estás meditando?
Abrí mis ojos, sorprendida por esa voz. —¿Mamá? ¿Qué estás
haciendo aquí?
Frente a mí estaba Janine Hathaway, mi madre, quien era unos
pocos centímetros más baja que yo, pero tenía la suficiente fuerza en
su interior para luchar contra alguien del doble de mi tamaño. La
mirada peligrosa en su bronceado rostro retaba a cualquiera que la
desafiara. Ella me dio una sonrisa torcida y puso una mano en su
cadera.
—¿Honestamente pensabas que no iba a venir a verte?
—No lo sé. —Admití, sintiéndome casi culpable por dudar de
ella. Ella y yo no hemos tenido mucho contacto durante los años, y
fueron sólo los eventos recientes, la mayoría de ellos malos, los que
comenzaron a restablecer la conexión entre nosotras. La mayor parte
del tiempo, no sabía qué sentir por ella. Yo oscilaba entre un poco de
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necesidad infantil por su madre ausente y el resentimiento
adolescente por su abandono—. Pensé que tenías, ya sabes, cosas
más importantes que hacer.
—No había nada que pudiera hacerme perder esto —dijo ella
firmemente. Ella inclinó su cabeza hacia la puerta, haciendo que sus
rizos rojizos se balancearan—. A tu padre tampoco.
—¿Qué?
Me apresuré hacia la puerta y eché un vistazo al campo. Mi
vista no era fantástica, gracias a todos los obstáculos en el camino,
pero era lo suficientemente buena. Allí estaba: Abe Mazur. Él era
realmente fácil de encontrar, con su barba y bigote negro y con su
bufanda verde esmeralda anudada alrededor de su camisa de vestir
negra. Yo incluso podía entrever el brillo de su arete de oro. Debía
de estar derritiéndose en este calor, pero al parecer se necesitaba
algo más que un poco de sudor para calmar su llamativo sentido de
la moda.
Si mi relación con mi madre era incipiente, mi relación con mi
padre simplemente no existía. Lo conocí en mayo, e incluso así, no
fue hasta que regresé que me enteré que era su hija. Todos los
dhampirs tenemos un padre Moroi, y él era el mío. Yo aún no estaba
segura de cómo sentirme al respecto. La mayor parte de su pasado
era un misterio, pero había bastantes rumores de que estaba
envuelto en negocios ilegales. La gente también actuaba como si
fuera del tipo rompe-rodillas, y a pesar de haber visto pocas
evidencias de esto, no me sorprendería. En Rusia era conocido como
Zmey: La serpiente.
Mientras lo miraba anonadada, mi mamá se acercó a mi lado. —
Él va a ponerse feliz de que hayas llegado a tiempo —dijo—. Estaba
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organizando una gran apuesta acerca de si te ibas a presentar o no.
Puso su dinero a tu favor, si eso te hace sentir mejor.
Yo gruñí. —Por supuesto. Claro que él tenía que ser el
organizador de la apuesta. Debería haberlo sabido tan pronto
como… —Mi mandíbula cayó abierta—. ¿Está hablando con
Adrian?
Síp. Sentado junto a Abe estaba Adrian Ivashkov, mi casi-novio.
Adrian era un Moroi de la realeza, y otro usuario del espíritu como
Lissa. Él había estado loco por mí (y‖a‖menudo‖sólo‖‚loco‛)‖desde
que nos conocimos, pero yo sólo tenía ojos para Dimitri. Después de
fallar en Rusia, yo regresé y le había prometido a Adrian una
oportunidad. Para mi sorpresa, las cosas habían salido... bien entre
nosotros. Incluso fantásticas. Él me había escrito una propuesta de
por qué salir con él era la decisión correcta. Incluía cosas como
‚Dejaré los cigarrillos a menos que de verdad, de verdad, necesite
uno‛, y ‚Prepararé sorpresas románticas cada semana, como: un
picnic repentino, rosas o un viaje a París, aunque no realmente
ninguna de las anteriores, porque ahora no serían una sorpresa‛.
Estar con él no era como había sido estar con Dimitri, pero
supongo que dos relaciones no pueden ser exactamente iguales.
Eran dos hombres diferentes, después de todo. Yo todavía me
despertaba en mitad de la noche, sacudida por la pérdida de Dimitri
y de nuestro amor. Me atormentaba a mí misma por haber fallado
en Siberia al intentar matarlo, y liberarlo de esta existencia no-viva.
Aún así, esa desesperación no significaba que mi vida romántica
había terminado… algo que me tomó un tiempo aceptar. Adrian me
hacía feliz. Y, por ahora, eso era suficiente.
Pero eso tampoco significaba que yo lo quisiera cerca del pirata
mafioso de mi padre.
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—¡Él es una mala influencia! —Protesté.
Mi madre resopló. —Realmente dudo que Adrian pueda
influenciar tanto a Abe.
—¡No Adrian! Abe. Adrian está intentando comportarse mejor.
Abe lo arruinará todo. —Además de dejar de fumar, Adrian había
jurado dejar de beber, entre otros vicios, en su propuesta. Yo
bizqueé entre la multitud de las graderías para verlo a él y a Abe,
tratando de adivinar qué tema podría ser tan interesante—. ¿De qué
están hablando?
—Creo que esa es la menor de tus preocupaciones en este
momento. —Janine Hathaway no era otra cosa más que práctica—.
Preocúpate menos por ellos y más por ese campo.
—¿Crees que estén hablando sobre mí?
—¡Rose! —Mi mamá me dio un ligero golpe en el brazo, y yo
arrastré mis ojos de vuelta a ella—. Tienes que tomarte esto en serio.
Mantén la calma y no te distraigas.
Sus palabras se parecían tanto a lo que imaginé que diría
Dimitri, que una pequeña sonrisa se instaló en mi cara. No estaba
sola después de todo.
—¿Qué es tan gracioso? —Me preguntó ella con cautela.
—Nada —dije yo, dándole un abrazo. Ella estaba rígida al
principio, pero entonces se relajó, abrazándome brevemente antes
de retirarse—. Me alegra que estés aquí.
Mi madre no era del tipo afectivo, y la sorprendí fuera de
guardia. —Bien —dijo ella, obviamente aturdida—. Te dije que no
me lo perdería.
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Yo miré de nuevo hacia las graderías. —Abe, por otro lado, no
estoy tan segura.
O... espera. Una extraña idea se me ocurrió. No, no tan extraña,
de hecho. Turbio o no, Abe tiene conexiones… algunas lo
suficientemente extensas como para mandarle un mensaje dentro de
prisión a Víctor Dashkov. Abe le había pedido información sobre
Robert Doru, el hermano controlador del espíritu de Victor, como
un favor para mí. Cuando Víctor le envió un mensaje de vuelta
diciendo que no tenía ninguna razón para ayudarle a Abe, rechacé
demasiado pronto a mi padre y me apresuré con la idea del escape
de prisión. Pero ahora…
—¡Rosemarie Hathaway!
Fue Alberta quien me llamó, su voz sonando fuerte y clara. Era
como una trompeta, una llamada a la batalla. Todos los
pensamientos sobre Abe y Adrian, y sí, incluso Dimitri, se
desvanecieron de mi mente. Creo que mi madre me deseó buena
suerte, pero las palabras exactas se perdieron mientras me
apresuraba hacia el campo donde me esperaba Alberta. La
adrenalina corría por mis venas. Mi pulso se aceleró de nuevo. Toda
mi atención estaba ahora en lo que tenía adelante: la prueba que
finalmente me convertiría en una guardiana.
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Traducido por Alec, Vampirabriin, Veroniica, Rania, Caty y Sheillita
Corregido por Ellie
is pruebas pasaron en un remolino borroso.
Pensarías que, como eran la parte más importante de mi
educación en St. Vladimir, recordaría todo con detalles perfectos y
cristalinos. Y aún así mis pensamientos anteriores se hicieron
realidad. ¿Cómo podía esto calificar lo que ya había vivido? ¿Cómo
podían estas peleas ridículas compararse a una horda de Strigois
invadiendo nuestra escuela? Donde tenía que hacerle frente a las
abrumadoras posibilidades, sin saber si aquellos a los que amaba
estaban vivos o muertos.
¿Y cómo podía temer a una pelea con uno de los instructores de
la escuela después de haber peleado contra Dimitri? Él había sido
letal como dhampir, pero aún más como Strigoi.
No es que quisiera restar seriedad a las pruebas, eran serias.
Los graduados fallaban todo el tiempo, y me negaba a ser uno
de ellos. Era atacada por todos lados por guardias que habían
defendido Moroi desde antes de que yo naciera. La arena no era
M
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plana, lo que complicaba todo, la habían llenado con trampas y
obstáculos, vigas y pasadizos que probaban mi balance, incluyendo
un puente que dolorosamente me recordaba la última vez que vi a
Dimitri. Lo había empujado después de clavarle una estaca de plata
en el corazón, una estaca que se había salido mientras él caía al río
que estaba abajo.
El puente de la arena era un poco diferente del de madera
sólida sobre el cual Dimitri y yo habíamos peleado en Siberia. Este
estaba desvencijado, una mala construcción de piso de madera son
sólo pasamanos de cuerda como apoyo. Cada paso hacía que el
puente entero se balanceara y temblara, y hoyos en las tablas me
mostraban donde mis compañeros (desafortunadamente para ellos)
ya habían descubierto puntos débiles en la madera. El examen que
me asignaron en el puente fue probablemente el peor de todos. Mi
meta era alejar a un ‚Moroi‛ de un grupo de ‚Strigois‛ que lo
perseguían. Mi ‚Moroi‛ era Daniel, un nuevo guardián que había
venido con otros a la escuela para reemplazar a los que habían sido
asesinados en el ataque. No lo conocía bien, pero para este ejercicio,
estaba actuando completamente dócil e indefenso, aun un poco
asustado, como cualquier Moroi que yo cuidara se comportaría.
Se resistió un poco a pasar por el puente, y usé mi voz más
calmada y persuasiva para lograr que caminara delante de mí.
Aparentemente, estaban probando las habilidades con las personas
tanto como las habilidades de combate. No muy atrás de nosotros en
el recorrido, sabía que los guardianes actuando como Strigoi se
acercaban.
Daniel caminó y yo lo seguí, aun calmándolo mientras todos
mis sentidos continuaban alerta. El puente se balanceó fuerte,
diciéndome con una sacudida que nuestros perseguidores nos
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habían alcanzado. Vi hacia atrás y conté tres ‚Strigoi‛ siguiéndonos.
Los guardianes que los interpretaban estaban haciendo un buen
trabajo, moviéndose con tanta destreza y rapidez como los
verdaderos Strigoi.
Nos alcanzarían si no nos apresurábamos.
—Lo estás haciendo bien —le dije a Daniel. Era difícil mantener
el tono correcto en mi voz. Gritarle a un Moroi lo podía poner en
shock, demasiada gentileza los haría creer que no era real—. Sé que
puedes ir más rápido. Necesitamos tomarles ventaja, se están
acercando. Sé que puedes hacerlo. ¡Vamos!
Seguramente pasé la parte de convencimiento de la prueba,
porque él realmente apresuró el paso, no tanto como para
compararse con la de nuestros perseguidores, pero era un comienzo.
El puente se movió fuertemente de nuevo. Daniel gritó
convincentemente y se congeló, aferrándose a las cuerdas. Adelante
de él vi a otro guardia/Strigoi esperando en el lado contrario del
puente. Creo que su nombre era Randall, otro nuevo instructor.
Estaba atrapada entre él y el grupo a mi espalda. Pero Randall se
quedó inmóvil, esperando en la primera tabla del puente para poder
sacudirlo y dificultárnoslo.
—Sigue —apuré, con la mente girando—. Puedes hacerlo.
—¡Pero hay un Strigoi ahí! ¡Estamos atrapados! —gritó Daniel.
—No te preocupes, yo me encargo de él, sólo muévete.
Mi voz fue más dura esta vez, y Daniel avanzó, empujado por
mi orden. Los siguientes instantes requerían un cronometraje
perfecto de mi parte. Tenía que vigilar a los Strigoi de ambos lados y
mantener a Daniel en movimiento, todo mientras monitoreaba en
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qué parte del puente estábamos. Cuando estábamos a casi tres
cuartos del camino, grité en un susurro: —¡Agáchate sobre tus
piernas y brazos ya! ¡Apúrate!
Él obedeció, deteniéndose al instante. Inmediatamente me
arrodillé y susurré: —Te voy a gritar, ignórame —y en una voz mas
fuerte dije— ¿Qué estás haciendo? ¡No podemos detenernos!
Daniel no se movió, y de nuevo hablé en un susurro: —Bien,
¿ves donde las cuerdas conectan la superficie con los pasamanos?
Agárralas, agárralas tan fuerte como puedas y no las sueltes, no
importa lo que pase, enrédalas al rededor de tus manos si tienes que
hacerlo. ¡Hazlo!
Él obedeció, el reloj seguía avanzando y no desperdicié otro
segundo. En un movimiento, mientras seguía agachada, me volví y
rompí la cuerda con una navaja que me habían dado junto a mi
estaca. La hoja estaba filosa. Gracias a Dios, los guardias que hacían
las pruebas no jugaban, la navaja no cortó las cuerdas al instante,
pero las corté tan rápido que los Strigoi a cada uno de nuestros
lados no tuvieron tiempo de reaccionar.
Las cuerdas cedieron en el momento en el que le recordaba a
Daniel que se sujetara, las dos mitades del puente se balancearon
hacia un lado de las maderas acarreadas por el peso de la gente
sobre ellas. Bueno, las nuestras sí lo hicieron por lo menos. Daniel y
yo estábamos preparados. Los tres perseguidores a uno de los lados
no lo estaban. Dos cayeron y uno logró apenas sujetarse de un
peldaño, resbalándose un poco antes de asegurar su agarre. La caída
era de 2 metros, pero me habían dicho que la tomara en cuenta
como de 15, una distancia que nos mataría a Daniel y a mí si
caíamos.
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Contra todas las probabilidades, él continuaba aferrado a la
cuerda. Yo también estaba colgando, y una vez que las cuerdas y la
madera estaban descansando de lleno en la estructura, empecé a
subirla como si fuera una escalera. No fue fácil trepar sobre Daniel,
pero lo hice, dándome una oportunidad más de decirle que
resistiera. Randall, que había estado esperando frente a nosotros, no
se había caído, tenía los pies en el puente cuando corté las cuerdas, y
le había tomado tanto por sorpresa como para que perdiera el
equilibrio, pero era rápido para reponerse y ahora estaba aferrado a
las cuerdas, tratando de trepar a la superficie sólida de arriba.
Estaba mucho más cerca que yo, pero logré agarrar su pierna y
detenerlo.
Lo jalé hacia mí, pero mantuvo su agarre en el puente y
luchamos, sabía que probablemente no podría hacerlo caer, pero era
posible seguirme acercando. Por último dejé, caer el cuchillo que
tenía en la mano y logré extraer la estaca de mi cinturón, algo que
puso a prueba mi equilibrio. La posición desgarbada de Randall me
dio una posibilidad para alcanzar su corazón y la tomé.
Para las pruebas teníamos estacas con puntas redondas, que no
perforarían la piel pero que podían ser usadas con suficiente fuerza
para convencer a nuestros oponentes de que sabíamos lo que
hacíamos, mi posición era perfecta, y Randall, accediendo a que ese
hubiera sido un golpe mortal, aflojó su agarré y se soltó del puente.
Eso me dejó con la dolorosa tarea de presionar a Daniel para
que trepara. Nos tomó bastante tiempo, pero su comportamiento no
estaba fuera de personaje de cómo un Moroi asustado actuaría. Sólo
estaba agradecida de que no hubiera decidido que un verdadero
Moroi perdería su agarre si hubiera caído.
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Después de ese reto vinieron muchos más, pero seguí luchando,
nunca disminuyendo la marcha o dejando que el cansancio me
afectara. Entré en mi modo de combate, con mis sentidos enfocados
en los instintos básicos. Pelea, esquiva, mata.
Y mientras estaba sintonizada a estos, tenía que ser innovadora
y no caer en la rutina, de otra manera no sería capaz de reaccionar a
una sorpresa como la del puente. Lo manejé todo, peleando sin más
pensamientos que completar las pruebas frente a mí. Traté de no
pensar en mis instructores como personas que conocía. Los traté
como Strigoi. No escatimé en golpes.
Cuando por fin terminó, casi no me di cuenta, estaba
simplemente parada en el medio del campo sin más atacantes.
Estaba sola. Lentamente, empecé a notar los detalles del mundo.
Multitudes en las gradas, apoyando. Algunos instructores
asintiendo a otros mientras se acercaban. El ruido de mi corazón.
No fue hasta que una Alberta sonriente jaló mi brazo que me di
cuenta que había terminado, la prueba por la que había esperado mi
vida entera terminó en un abrir y cerrar de ojos.
—Vamos —dijo, poniendo su brazo alrededor de mis hombros
y guiándome hacia la salida—. Necesitas un poco de agua y
sentarte.
Confundida, la dejé sacarme del campo alrededor del cual la
gente aún gritaba mi nombre. Tras nosotros, oí a gente decir que
tendrían que tomar un descanso para repara el puente. Alberta me
regresó al área de espera y me sentó en una banca. Alguien más se
sentó a mi lado y me dio una botella con agua. Volteé y vi a mi
mamá. Tenía una expresión en su rostro que nunca antes había
visto: orgullo puro y radiante.
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—¿Eso era todo? —pregunté al fin.
Me sorprendió con una risa de verdadera sorpresa. —¿Eso era
todo? —repitió—. Rose, estuviste ahí afuera por casi una hora,
pasaste esa prueba con colores brillantes, probablemente es una de
las mejores pruebas que esta escuela jamás ha visto.
—¿En verdad? Me pareció... —fácil no era la palabra correcta—.
Fue muy rápido, eso es todo.
Mi mamá apretó mi mano. —Estuviste asombrosa, estoy
orgullosa de ti.
La realización de todo realmente me llegó entonces, y sentí una
sonrisa propia inundar mis labios. —¿Qué pasará ahora? —
pregunté.
—Ahora te conviertes en un guardián.
Había sido tatuada varias veces, pero ninguna de esas veces se
comparaba a la ceremonia y bombos que ocurrieron mientras
obtenía mi marca de la promesa.
Antes, había recibido marcas molnija por matar en
circunstancias trágicas e inesperadas: combatiendo Strigois en
Spokane, el ataque y rescate de la escuela, eventos que eran causa de
pena, no celebración. Después de todas esas muertes, de cierto
modo habíamos perdido la cuenta, y mientras los artistas de tatuajes
de los guardianes trataron de contar cada muerte, finalmente me
habían dado una marca en forma de estrella, que era manera
elegante de decir que habían perdido la cuenta.
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Los tatuajes no son un proceso rápido, aún si estás recibiendo
uno pequeño, y mi clase entera de graduación tenía que tenerlos. La
ceremonia tuvo lugar en lo que normalmente era el comedor de la
academia, una habitación que podían transformarse en algo tan
grande y elaborado como lo que encontraríamos en la corte real. Los
espectadores, amigos, familia y guardianes, llenaban el lugar
mientras Alberta nos llamaba por nombres de uno en uno y leía
nuestras puntuaciones mientras nos acercábamos al tatuador. Las
puntuaciones eran importantes, se publicarían y, junto con nuestras
calificaciones generales, influirían nuestras asignaciones. Los Moroi
podían pedir ciertas calificaciones de sus guardianes. Lissa me había
solicitado a mí, claro, pero ni aún las mejores calificaciones del
mundo compensarían todas las marcas negras de mal
comportamiento en mi expediente.
Aunque no había Moroi en esta ceremonia, aparte de los pocos
que habían sido invitados como huéspedes por los nuevos
graduados. Todos los demás eran dhampir: guardianes establecidos
o los que se convertirían en guardianes como yo. Los invitados se
sentaron en el fondo, y los guardianes graduados cerca del frente.
Mis compañeros y yo estuvimos de pie todo el tiempo, tal vez como
un tipo de examen de resistencia final.
No me importó, había cambiado mis ropas rotas y sucias por
unos simples pantalón y sweater, un conjunto que se veía elegante
pero reteniendo algo de solemnidad. Fue una buena elección,
porque el aire del salón se había vuelto denso con tensión, todas las
caras llenas de felicidad por nuestro éxito, pero también llenas de
ansiedad por nuestros papeles mortales en el mundo.
Vi con ojos brillantes mientras mis amigos eran llamados,
sorprendida e impresionada por muchas de las puntuaciones.
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Eddie Castile, un amigo cercano, obtuvo una puntuación
particularmente alta en ‚protección Moroi uno a uno‛. No pude
contener una sonrisa mientras veía al tatuador darle a Eddie su
marca. —Me pregunto cómo logró pasar a su Moroi por el puente —
murmuré. Eddie tenía muchos recursos.
A mi lado, otra amiga mía, Meredith, me lanzó una mirada
cuestionante.
—¿De qué hablas? —su voz también era un murmullo.
—Cuando nos siguieron por el puente con un Moroi. El mío era
Daniel —ella seguía luciendo confundida—, con Strigois a cada
lado.
—Yo crucé el puente —susurró—. Pero sólo yo era perseguida,
me tocó pasar a mi Moroi por un laberinto.
Una mirada de un compañero cercano nos cayó, y yo oculté una
mueca.
Tal vez yo no era la única que había pasado por la prueba en
confusión. Meredith confundía los hechos.
Cuando me llamaron, oí algunos suspiros mientras Alberta leía
mi puntuación. Tenía las más altas de la clase por mucho. Estaba
algo feliz de que no hubiera leído mis calificaciones académicas.
Definitivamente hubieran opacado algo de la gloria del resto de mi
actuación, siempre me había ido bien en mis clases de combate, pero
en matemáticas e historia... bueno, esas sí estaban deficientes,
particularmente porque parecía que siempre estaba yendo y
viniendo de la escuela.
Mi cabello estaba recogido fuertemente en un moño, con cada
cabello rebelde sostenido por pasadores para que el artista no
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tuviera nada que interfiriera en su trabajo. Me agaché para darle una
mejor vista y oírlo gruñir de sorpresa. Con mi nuca cubierta en
marcas, tendría que ser cuidadoso. Normalmente, un nuevo
guardián proveía un lienzo en blanco. Este tipo era bueno, y aun así
logró plasmar delicadamente la marca de la promesa en el centro de
mi nuca. La marca de la promesa se veía como una ‚S‛ grande y
estirada con terminaciones curveadas. La puso entre las marcas
molnija, dejando que las rodeara como en un abrazo. El proceso
dolió, pero mantuve mi cara sin expresión, resistiéndome a
moverme. Me mostraron los resultados finales en un espejo antes de
que me cubriera con un vendaje para que sanara limpiamente.
Después de eso, regresé con mis compañeros y vi cómo el resto
de ellos recibía sus tatuajes. Requirió seguir de pie dos horas más,
pero no me importó, mi cerebro aún estaba lidiando con todo lo que
había pasado hoy. Era una guardiana. Una verdadera guardiana
dedicada al bien. Y con eso venían las preguntas. ¿Qué pasaría
ahora? ¿Mis puntuaciones serían suficientes para rebasar mis notas
por mal comportamiento? ¿Me convertiría en la guardiana de Lissa?
¿Qué pasaría con Victor? ¿Qué pasaría con Dimitri? Me removí
inquieta mientras me golpeaba de lleno el impacto de la ceremonia.
Esto no se trataba sólo de Dimitri y Victor, esto se trataba de mí, del
resto de mi vida. La escuela había terminado. No habría más
profesores viendo cada movimiento y corrigiéndome si me
equivocaba. Todas las decisiones las tomaría yo cuando protegiera a
alguien. Los Moroi y los dhampir más jóvenes me verían como una
autoridad. Y nunca más tendría el lujo de practicar combate un
minuto e irme a mi habitación al siguiente. No había más eso de
saltarse las clases, estaría en deber todo el tiempo. La idea era
incomodante, la presión era casi demasiada, siempre había pensado
en la graduación como libertad. Ahora no estaba tan segura. ¿Qué
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nuevo giro tomaría mi vida? ¿Quién lo decidiría? ¿Y cómo vería a
Victor si me asignaban a alguien además de Lissa?
A través del salón, vi los ojos de Lissa entre la audiencia, ardían
con un orgullo que igualaba el de mi mamá, y sonrió cuando
nuestras miradas se encontraron.
Quita esa mirada de tu cara —me regañó por nuestra conexión—.
No deberías verte tan ansiosa, hoy no. Necesitas celebrar.
Sabía que tenía razón, podía manejar lo que venía. Mis
preocupaciones, que eran muchas, podían esperar un día más,
particularmente porque el humor exuberante de mi familia y amigos
aseguraban que celebraría. Abe, con esa influencia que siempre
parecía tener, había preparado un pequeño salón de banquetes y
una fiesta para mí, que parecía más adecuada para un debut real, y
no para imprudentes Dhampir humildes.
Antes del evento, me cambié una vez más. Ropa de fiesta más
bonita ahora parecía más apropiada que el conjunto formal de la
celebración molnija. Me puse un vestido color verde esmeralda de
manga corta y colgué mi nazar alrededor de mi cuello, aunque no
combinara. El Nazar es un pequeño colgante que parecía un ojo, con
diferentes tonos de azul que ‚rotaban‛. En Turquía, de donde venía
Abe, se cree que ofrecen protección. Se la había dado a mi madre
hace años, y ella a su vez me la había dado a mí.
Para el momento me había puesto el maquillaje y acomodado
mi pelo en oscuras y largas ondas (porque mi tatuaje vendado no
iba con el conjunto para nada), casi no me parecía a alguien capaz de
luchar contra monstruos, o incluso lanzar un puñetazo. Lo que no
era del todo cierto, me di cuenta un momento después. Mirándome
en el espejo, me sorprendió ver una mirada embrujada en mis ojos
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marrones. Había dolor en ella, dolor y pérdida que incluso los
mejores vestidos y el maquillaje no podían ocultar.
Lo dejé pasar y me eché hacia atrás, y tan pronto como di un
paso fuera de mi habitación, me choqué con Adrian. Sin decir una
palabra, me atrapó entre sus brazos y me asfixió con un beso. Me
cogió totalmente por sorpresa. Era sabido. Las criaturas no-muertas
no podían sorprenderme, pero un impertinente Moroi real sí podía.
Y era un verdadero beso, uno que casi me hacía sentir culpable
por hundirme en él. Había tenido muchas preocupaciones con
Adrian al principio, pero muchas de ellas habían desaparecido con
el tiempo. Después de verlo coquetear descaradamente y no tomar
nada en serio durante tanto tiempo, nunca había esperado ver tanta
devoción de él en nuestra relación. Asimismo, no esperaba
encontrar que mis sentimientos eran cada vez mayores hacia él...
parecía tan contradictorio, teniendo en cuenta que todavía amaba a
Dimitri y estaba tratando de inventar maneras imposibles para
salvarlo.
Me reí cuando Adrian me soltó. Cerca de allí, unos pocos Moroi
jóvenes habían estado mirándonos. Dhampirs y Moroi juntos no era
raro a nuestra edad, ¿pero una Dhampir notoria junto con el
sobrino-nieto preferido de la reina Moroi? Eso era un poco
complicado, sobre todo desde que se conocía ampliamente cuánto la
Reina Tatiana me odiaba. Hubo pocos testigos de mi último
encuentro con ella, cuando ella me gritó que me mantuviera alejada
de Adrian, pero la palabra de ese tipo de cosas siempre corre.
—¿Les gustó el espectáculo? —Les pregunté a nuestros
observadores. Al darse cuenta de que habían sido descubiertos, los
chicos Moroi rápidamente siguieron su camino. Me volví a Adrian y
35
le sonreí—. ¿Qué fue eso? Era un beso algo grande para ser dado en
público.
—Eso —dijo con grandilocuencia—, fue tu recompensa por
patear muchos culos en el entrenamiento. —Hizo una pausa—.
También fue porque te ves totalmente caliente con ese vestido.
Le di una mirada irónica. —Recompensa, ¿eh? El novio de
Meredith le dio unos pendientes de diamantes.
Él agarró mi mano e hizo un indiferente encogimiento de
hombros mientras comenzamos a caminar hacia la fiesta. —¿Quieres
diamantes? Yo te daré diamantes. Te colmaré de ellos. Maldita sea,
te conseguiré un vestido hecho de ellos. Pero va a ser muy corto.
—Creo que me conformo con el beso, después de todo —le dije,
imaginando a Adrian vistiéndome como una modelo de traje de
baño. O una bailarina de barra. La referencia a la joyería me trajo a
la memoria recuerdos no deseados. Cuando Dimitri me tenía
cautiva en Siberia, llevándome a una calmosa complacencia con sus
mordeduras, él también me había colmado de joyería.
—Sabía que eras una chica mala —continuó Adrian. La brisa del
caliente verano le rizaba el pelo castaño, que tan laboriosamente
peinaba cada día, y con su mano libre, distraídamente trató de
volverlo a su lugar—. Pero no me había dado cuenta de lo mucho
que lo eras hasta que te vi abandonando a los guardianes ahí fuera.
—¿Eso significa que vas a ser más agradable conmigo? —Me
burlé.
—Ya estoy siendo agradable contigo —dijo con altanería—.
¿Sabes lo mucho que deseo un cigarrillo ahora mismo? Pero, no. Yo
valientemente sufro a través de la nicotina retirada... todo por ti.
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Pero creo que verte por ahí fuera me hará ser un poco más
cuidadoso a tu alrededor. Ese loco padre tuyo también me hace
volverme más cauteloso.
Gemí, recordando cómo Adrian y Abe habían estado sentado
juntos. —Dios. ¿De verdad tienes que salir con él?
—Hey, él es impresionante. Un poco inestable, pero
impresionante. Nos llevamos muy bien. —Adrian abrió la puerta
del edificio que estábamos buscando—. Y es también un chico malo
a su manera. Quiero decir, ¿qué otro tío lleva pañuelos como esos?
Se habrían reído a carcajadas de él en esta escuela. No Abe. Él
golpearía a alguien casi tan gravemente como tú lo harías. De
hecho... —la voz de Adrian se volvió nerviosa. Le di una mirada de
sorpresa.
—De hecho, ¿qué?
—Bueno... Abe dijo que yo le gustaba. Pero también me dejó en
claro lo que me haría si alguna vez te hería o te hiciese alguna cosa
mala. —Adrian hizo una mueca—. De hecho, me describió
gráficamente lo que me haría. Entonces, justo de igual forma,
cambió al azar a algún otro tema feliz. Me gusta el tío, pero me da
miedo.
—Él está fuera de lugar. —Llegué al alto en frente de la fiesta
del cuarto. A través de la puerta, oía el rumor de las conversaciones.
Al parecer, éramos de los últimos en llegar. Supuse que eso
significaba que debía hacer una gran entrada digna de un invitado
de honor—. Él no tiene derecho a amenazar a mis novios. Tengo
dieciocho años. Soy adulta. No necesito su ayuda. Yo puedo
amenazar a mis novios por mí misma.
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Mi indignación divirtió a Adrian, y me dio una sonrisa
perezosa. —Estoy de acuerdo contigo. Pero eso no quiere decir que
no voy a tomar su ‚consejo‛ en serio. Mi cara es demasiado bonita
para arriesgarla.
Su cara era bonita, pero eso no me impidió sacudir mi cabeza
por la exasperación. Alcancé la manija de la puerta, pero Adrian me
tiró de nuevo hacia él.
—Espera —dijo. Él me llevó a sus brazos una vez más, nuestros
labios se encontraron en otro beso ardiente. Mi cuerpo se apretó más
al suyo, y me encontré confundida por mis propios sentimientos, y
comprendí que estaba llegando a un punto donde yo podría querer
más que sólo un beso.
—Bien —dijo Adrian cuando nosotros finalmente nos habíamos
separado—. Ahora podemos ir.
Tenía el mismo tono ligero en su voz, pero en sus ojos verde
oscuro, yo vi encenderse la pasión. Yo no era la única que quería
algo más que besos.
Hasta ahora, nosotros habíamos evitado hablar sobre sexo, y en
realidad él había sido muy bueno sobre no presionarme. Creo que él
sabía que yo aún no estaba preparada después de Dimitri, pero en
momentos como estos, podía ver lo difícil que era para Adrian
contenerse.
Eso ablandó algo dentro de mí y me puse de puntillas, y le di
otro beso.
—¿Qué fue eso? —preguntó unos momentos después.
Sonreí. —Tu recompensa.
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Cuando finalmente llegamos a la fiesta, todos en la sala nos
saludaron con gritos alegres y sonrisas orgullosas. Hace mucho
tiempo, yo habría estado feliz de ser el centro de atención. Ese deseo
se había desvanecido un poco, pero ahora, puse confianza en mi
cara y acepté las alabanzas de mis seres queridos, con arrogancia y
felicidad. Levanté mis manos triunfales, ganando más aplausos y
aprobación.
Mi fiesta pasó casi tan borrosa como mis pruebas. En realidad,
nunca te enteras de cuántas personas se preocupan por ti hasta que
todas se juntan para apoyarte. Eso me hizo sentir humilde y casi un
poco llorosa. Guardé esto para mí misma, sin embargo. No podía
comenzar a llorar en mi propia fiesta de victoria.
Todo el mundo quería hablar conmigo, y me sorprendió y
estaba encantada de cada nueva persona que se me acercaba. No era
algo frecuente que yo pudiera tener a todas las personas que más
amaba en un solo lugar, y con inquietud comprendí que esta
oportunidad tal vez no vendría otra vez.
—Bueno, tú finalmente conseguiste una licencia para matar. Ya
era tiempo.
Me di vuelta y me encontré con los divertidos ojos de Christian
Ozera, quien anteriormente era una molestia, pero que se había
convertido en un buen amigo. Tan bueno, de hecho, que en mi
estado emocionado, me extendí y lo abracé, algo que él claramente
no esperaba. Yo estaba sorprendiéndolos a todos hoy.
—Wow, wow —dijo él, ruborizado—. Es lógico. Tú eres la única
chica que se emociona con la idea de matar. Yo ni siquiera quiero
pensar en lo que sucede cuando tú e Ivashkov están solos.
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—Hey, mira quién habla. Tú estás ansioso por salir de aquí
ahora mismo.
Christian se encogió de hombros en acuerdo. Era una regla
estándar en nuestro mundo: Los guardianes protegían a los Morois.
Los Moroi no se involucran en las batallas. Aunque después de los
recientes ataques Strigoi, muchos Moroi, aunque estaban muy lejos
de ser una mayoría, habían comenzado a argumentar que era el
momento de que los Moroi se reforzaran y comenzaran a ayudar a
los guardianes. Usuarios del fuego como Christian eran
particularmente valiosos porque quemar era una de las mejores
maneras de matar a un Strigoi (junto con la estaca y la decapitación).
La campaña para enseñar a un Moroi a luchar estaba ahora
estancada deliberadamente por el gobierno Moroi, pero eso no había
impedido a algunos Moroi practicar en secreto. Christian era uno de
ellos. Parpadeó con asombro, mirando a su lado. Había alguien con
él, alguien de quien apenas me había percatado.
Jill Mastrano estaba cerca de él como una sombra. Una
estudiante Moroi de primer año, que pronto será una estudiante de
segundo año, Jill se había presentado como alguien que también
quería pelear. De hecho, ella se había convertido en algo así como la
aprendiz de Christian.
—Hey Jill —dije, dándole una cálida sonrisa—. Gracias por
venir.
Jill se sonrojó. Estaba decidida a aprender a defenderse, pero
ella se ponía nerviosa, cuando estaba junto a otros, particularmente
alrededor de ‚celebridades‛ como yo. La confusión era su reacción
nerviosa. —Tenía que hacerlo —ella dijo, cepillando su largo pelo
rubio de su cara. Como siempre, era una maraña de rizos—. Yo…
quiero decir que estuviste genial en las pruebas. Todo el mundo
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estaba asombrado. Escuché a uno de los guardianes diciendo que
nunca había visto nada como tú, y cuando Christian me preguntó si
quería venir, por supuesto que tenía que hacerlo. ¡Ah! —Sus ojos
verdes se iluminaron—. Yo ni siquiera te he felicitado. Lo siento.
Felicitaciones.
A su lado, Christian luchaba por mantener un rostro serio. Yo
no hice ningún intento parecido y, riéndome, le di un abrazo
también. Yo estaba en peligro de volverme cálida y difusa.
Probablemente conseguiría revocar el estado que tenía como un
duro guardián si seguía haciendo esto. —Gracias. ¿Están los dos
listos para acabar con un ejército de Strigoi ya?
—Pronto —dijo Christian—. Pero podríamos necesitar tu
refuerzo. —Sabía tan bien como yo que los Strigois estaban muy
fuera de su liga. Su magia de fuego me ayudó mucho, pero, ¿lo
podría hacer él por su cuenta? Pero esa es otra historia diferente. Él
y Jill aprendían a utilizar la magia de manera ofensiva, y cuando yo
había tenido un poco de tiempo entre las clases, les enseñaba
algunos movimientos de combate.
La cara de Jill se apagó un poco. —Eso ya no pasará una vez
que Christian se vaya.
Me volví hacia él. No era una sorpresa que él se marcharía.
Todos nosotros lo haríamos. —¿Qué será de ti? —Le pregunté.
Se encogió de hombros. —Voy a la Corte con el resto de
ustedes. Mi tía Tasha dice que vamos a tener una ‚charla‛ sobre mi
futuro. —Él hizo una mueca. Independiente de cuáles fueran sus
planes, parecía que no eran los mismos de Tasha. La mayoría Moroi
reales se marchaban a colegios de élite. No estaba segura de lo que
Christian tenía en mente.
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La práctica habitual después de la graduación de los nuevos
guardianes era ir a la Real Corte Moroi y conseguir sus asignaciones.
Nosotros teníamos un par de días de permiso. Por la mirada
Christian, vi a su tía a través del salón, y gracias a eso vi que ella
estaba hablando con Abe.
Tasha Ozera estaba casi en sus treinta años, con el mismo pelo
negro y brillante y ojos azul claro que Christian tenía. Sin embargo,
su hermoso rostro se veía estropeado, por algunas terribles cicatrices
a un lado, por el resultado de las lesiones infligidas por los propios
padres de Christian. Dimitri se había convertido en un Strigoi en
contra de su voluntad, mientras que los Ozera habían elegido esto a
propósito para conseguir la inmortalidad. Irónicamente, esto les
costó la vida cuando los guardianes los cazaron. Tasha se había
hecho cargo de Christian (cuando él no estaba en la escuela) y era
una de los principales dirigentes en el movimiento de apoyo a los
Moroi que querían luchar contra los Strigoi.
Cicatriz o no, yo la admiraba y seguía considerándola hermosa.
Y por la actitud de mi caprichoso padre, estaba claro que él también
lo pensaba. Él le sirvió una copa de champaña y le dijo algo que la
hizo reír. Ella se inclinó hacia adelante, como si fuera a decirle un
secreto, y él se rió en respuesta. Mi mandíbula cayó. Incluso desde
esta distancia, era obvio que ellos estaban coqueteando.
—Dios santo —dije, con un escalofrío, girándome de nuevo
hacia Christian y Jill. Christian parecía indeciso entre burlarse de mi
incomodidad y su propio rechazo al ver a la mujer que consideraba
su madre ser cortejada por un tipo mafioso. Un momento después,
la expresión de Christian se suavizó cuando miró de nuevo a Jill y
continuó su conversación.
42
—Oye, tú no me necesitas —dijo él—. Encontrarás a otros aquí.
Tendrás tu propio club de superhéroes antes de darte cuenta.
Me encontré a mí misma sonriendo de nuevo, pero mis
agradables sentimientos desaparecieron de repente, substituidos por
un ataque de celos. Sin embargo, no eran míos. Eran los celos de
Lissa, que yo sentía a través del lazo. Desconcertada, miré alrededor
y la vi al otro lado del salón, dándole a Christian una mirada mortal
mientras él hablaba con Jill.
Vale la pena mencionar que Christian y Lissa solían salir. Más
que eso. Ellos habían estado profundamente enamorados, y
honestamente, aún lo estaban. Desafortunadamente, eventos
recientes habían herido su relación, y Christian había terminado con
ella. Él la amaba, pero había perdido su confianza en ella.
Lissa se salió de control cuando otra usuaria del espíritu
llamada Avery Lazar, había tratado de controlarla. Eventualmente
detuvimos a Avery, y ella estaba actualmente encerrada en una
institución mental, según lo último que escuché. Ahora, Christian
conocía las razones del horrible comportamiento de Lissa, pero el
daño estaba hecho.
Lissa había estado deprimida al principio, pero su pena se
convirtió en rabia. Ella decía que ya no quería tener nada que ver
con él, pero el vínculo la desmentía. Siempre estaba celosa de
cualquier chica con la que él hablara, particularmente Jill, con quien
había pasado mucho tiempo últimamente. Yo sabía, de hecho, que
no había nada romántico entre ellos. Jill lo idolatraba como a algún
maestro sabio, nada más. Si ella estaba enamorada de alguien, era
de Adrian, quien siempre la trataba como a una hermanita pequeña.
De hecho, todos lo hacíamos, realmente.
43
Christian siguió mi mirada, y su expresión se endureció.
Dándose cuenta de que tenía su atención, Lissa inmediatamente se
dio la vuelta y comenzó a hablar con el primer chico que encontró,
un dhampir bien parecido de mi clase. Ella canalizó ese encanto
coqueto que se les daba tan bien a los usuarios del espíritu, y pronto,
ellos dos estaban riéndose y conversando de una manera muy
similar a Abe y Tasha. Mi fiesta se había convertido en algún tipo de
servicio de citas rápidas.
Christian me miró de nuevo. —Bueno, parece que ella tiene
bastante con qué mantenerse ocupada.
Puse mis ojos en blanco. Lissa no era la única que estaba celosa.
Al igual que ella se ponía histérica cuando él estaba con otras chicas,
Christian se molestaba cuando ella hablaba con otros chicos. Era
insoportable.
En lugar de admitir que aún tenían sentimientos el uno por el
otro y tratar de arreglar las cosas, estos dos idiotas seguían
mostrando más y más hostilidad entre ellos.
—¿Podrías parar y tratar de hablar con ella como una persona
racional algún día? —Gruñí.
—Claro —dijo él amargamente—. El mismo día que ella
comience a actuar como una persona racional...
—Oh, Dios mío. Ustedes dos van a lograr que me arranque mi
cabello.
—Sería un desperdicio de buen cabello —dijo Christian—.
Además ella ha dejado su actitud perfectamente clara.
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Comencé a protestar y a decirle qué tan estúpido era, pero él no
tenía intenciones de quedarse para escuchar el mismo discurso que
ya le había dado una docena de veces.
—Vamos Jill —dijo él—. Rose necesita seguir atendiendo sus
invitados.
Él se alejó rápidamente, y estuve medio tentada de golpearlo
hasta hacerle entender las cosas cuando una nueva voz habló.
—¿Cuándo vas a arreglar eso? —Tasha estaba parada al lado
mío, sacudiendo su cabeza ante la retirada de Christian—. Esos dos
necesitan volver a estar juntos.
—Lo sé. Tú lo sabes. Pero ellos parecen incapaces de metérselo
en sus cabezas.
—Bueno, será mejor que te apures —dijo ella—. Si Christian se
va a la universidad al otro lado del país, será demasiado tarde. —
Había un seco, y exasperado, tono en su voz cuando mencionó la
partida de Christian a la universidad.
Lissa iba a asistir a Leigh, una universidad cerca de la Corte,
gracias a un trato que hizo con Tatiana. Lissa podría asistir a una
universidad más grande que a las que los Moroi usualmente
asistían, a cambio de pasar tiempo en la Corte y aprender a
desenvolverse entre la realeza.
—Lo sé —dije exasperada—. Pero, ¿por qué soy yo la que tiene
que arreglarlo?
Tasha sonrió. —Porque tú eres la única lo suficientemente
fuerte para hacerlos ver la razón.
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Decidí dejar pasar la insolencia de Tasha, sobretodo porque,
que ella estuviera hablando conmigo, significaba que no estaba
hablando con Abe.
Mirando alrededor del salón, me quedé tiesa de repente. Ahora
él estaba hablando con mi madre. Pedazos de su conversación se
filtraban a través del ruido.
—Janine —dijo él seductoramente—, no has envejecido un sólo
día. Podrías ser la hermana de Rose. ¿Recuerdas aquella noche en
Capadocia?
Mi mamá realmente soltó una risita tonta. Nunca antes la había
escuchado hacer eso. Decidí que no quería volverlo a hacer. —Por
supuesto. Y recuerdo lo dispuesto que estabas a ayudarme cuando
se rompió el tirante de mi vestido.
—Dios santo —dije yo—. Él es incansable.
Tasha me miró confundida hasta que vio a que me refería. —
¿Abe? En realidad es bastante encantador.
Yo gruñí. —Discúlpame.
Me dirigí hacia mis padres. Yo aceptaba que ellos hubieran
tenido un romance, uno que dio como resultado mi concepción,
pero eso no quería decir que estuviera dispuesta a verlos revivirlo.
Ellos estaban recordando alguna caminata en la playa cuando los
alcancé. Inmediatamente toqué el brazo de Abe. Él estaba parado
demasiado cerca a ella.
—Oye. ¿Puedo hablar contigo?
46
Él pareció sorprendido, pero se encogió de hombros. —
Ciertamente. —Le dio a mi madre una sonrisa conocedora—.
Seguiremos hablando más tarde.
—¿Acaso no hay ninguna mujer a salvo aquí? —Nos detuvimos
al lado de la mesa del ponche—. ¡Has estado coqueteando con cada
mujer en este salón!
Mi reprobación no parecía importarle. —Bueno, hay tantas
mujeres adorables aquí... ¿eso es lo que querías decirme?
—¡No! quería hablar contigo sobre amenazar a mi novio. No
tenías derecho a hacer eso.
Sus oscuras cejas se levantaron. —¿Qué, eso? Eso no fue nada.
Simplemente un padre cuidando a su hija.
—La mayoría de los padres no amenazan con desmembrar a los
novios de sus hijas.
—Eso no es cierto. Y, de todos modos, eso no es lo que
realmente dije. Era mucho peor.
Suspiré. Él parecía deleitarse en mi exasperación.
—Piensa en ello como un regalo de graduación. Estoy orgulloso
de ti. Todo el mundo sabía que serías buena, pero nadie sabía que
serías tan buena. —Me guiñó un ojo—. Ciertamente no esperaban
que destruyeras su propiedad.
—¿Qué propiedad?
—El puente.
Fruncí el ceño. —Tuve que hacerlo. Era la forma más eficiente.
Dios, ese fue un desafío tremendo. ¿Qué hay de los demás
47
graduados? Ellos en realidad no lucharon en medio de esa cosa,
¿verdad?
Abe negó con la cabeza, amando cada minuto de su
conocimiento superior. —Nadie más fue puesto en esa situación.
—Por supuesto que sí. Todos nos enfrentamos a las mismas
pruebas.
—No tú. Durante la planificación de las pruebas, los guardianes
decidieron que necesitabas algo... extra. Algo especial. Después de
todo, has estado afuera peleando en el mundo real.
—¿Qué? —El volumen de mi voz llamó la atención de algunos
otros. Lo bajé, y las palabras anteriores de Meredith volvieron a
mí—. ¡Eso no es justo!
Él no parecía interesado. —Eres superior a los otros. Dejarte
hacer cosas fáciles no habría sido justo.
Me había enfrentado a un montón de cosas ridículas en mi vida,
pero esto estaba bastante cerca. —¿Así que me pusieron ese loco
truco del puente en su lugar? Y si les sorprendió que lo cortara,
entonces, ¿qué otra cosa en el infierno esperaban que hiciera? ¿De
qué otro modo se suponía que debía sobrevivir a eso?
—Hmm. —Él se acarició el mentón distraídamente—.
Honestamente, no creo que lo supieran.
—Por el amor de Dios. Esto es increíble.
—¿Por qué estás tan enfadada? Pasaste.
—Porque me pusieron en una situación en la que ni siquiera
sabían cómo salir. —Le di una mirada sospechosa—. ¿Y cómo sabes
incluso sobre esto? Todo esto es asunto de guardianes.
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Una expresión que no me gustó en absoluto se apoderó de su
rostro. —Ah, bueno, estaba con tu madre anoche y...
—Whoa, está bien. Alto allí —lo interrumpí—. No quiero oír lo
que tú y mi madre estaban haciendo anoche. Creo que eso sería peor
que el puente.
Él sonrió. —Ambos están en el pasado, por lo que no hay
necesidad de preocuparse ahora. Disfruta de tu triunfo.
—Lo intentaré. Pero no me hagas más favores con Adrian, ¿de
acuerdo? Quiero decir, me alegra que vinieras a apoyarme, pero eso
es más que suficiente.
Abe me dirigió una mirada astuta, recordándome que, debajo
de esa fanfarronería, él era en realidad un hombre astuto y
peligroso. —Estuviste más que feliz de que te hiciera un favor
después de que regresaste de Rusia.
Hice una mueca. Tenía un punto, notando que se las había
arreglado para entregar un mensaje en una prisión de alta
seguridad. Incluso si no hubiera conducido a nada, él seguía
teniendo puntos.
—De acuerdo —admití—. Eso fue bastante sorprendente. Y
estoy agradecida. Todavía no sé cómo lograste eso. —De pronto,
como un sueño que recuerdo un día después, me acordé de la idea
que había tenido justo antes de mis pruebas. Bajé mi voz—.
Realmente no fuiste allí, ¿verdad?
Él soltó un bufido. —Por supuesto que no. No pondría los pies
en ese lugar. Simplemente puse a trabajar mi red.
—¿Dónde está ese lugar? —Pregunté, esperando que sonara
suave.
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No se dejó engañar. —¿Por qué quieres saber?
—¡Porque soy curiosa! Los criminales convictos siempre
desaparecen sin dejar rastro. Soy un guardián ahora, y ni siquiera sé
nada sobre nuestro sistema penitenciario propio. ¿Hay una sola
prisión? ¿Hay un montón?
Abe no respondió de inmediato. Me estaba estudiando
cuidadosamente. En su negocio, todo el mundo sospechaba de las
segundas intenciones. Como su hija, probablemente era doblemente
sospechosa. Estaba en los genes.
Él debe haber subestimado mi potencial de locura, porque
finalmente dijo: —Hay más de una. Víctor está en una de las peores.
Se llama Tarasov.
—¿Dónde está?
—¿En este momento? —Él reflexionó—. En Alaska, creo.
—¿Qué quieres decir con ‚en este momento‛?
—Se mueve durante todo el año. En este momento está en
Alaska. Después, estará en Argentina. —Él me dio una sonrisa
maliciosa, aparentemente preguntándose cuán astuta era—. ¿Sabes
por qué?
—No, espera. La luz del sol. —Tenía perfecto sentido—. Alaska
tiene luz del día casi continua en esta época del año, pero noche
continua en el invierno.
Creo que estaba más orgulloso de mi comprensión que de mis
pruebas. —Cualquier prisionero que intente escapar, tendría un
momento difícil. —En pleno sol, ningún fugitivo Moroi llegaría muy
50
lejos—. No es que nadie pueda escaparse en ese nivel de seguridad,
de todos modos. —Traté de ignorar cuán premonitorio sonaba eso.
—Parece que la han puesto muy al norte de Alaska entonces —
le dije, con la esperanza de sonsacar la ubicación real de forma
indirecta—. Consigues más luz de esa manera.
Él se rió entre dientes. —Ni siquiera yo puedo decirte eso. Esa
es información que los guardianes mantienen reservada y enterrada
en su cuartel general.
Me quedé helada. Cuartel general...
Abe, a pesar de ser generalmente observador, no se dio cuenta
de mi reacción. Sus ojos estaban viendo algo en la habitación. —¿Es
esa Renee Szelsky? Vaya, vaya... ella se ha puesto hermosa con los
años.
Lo despedí con un gesto a regañadientes, en gran parte porque
quería seguir este nuevo plan en mi mente, y porque no había
ninguna Renee que yo conociera muy bien, lo que hizo que me
afectara en una manera menos terrible—. Bueno, no dejes que te
detenga. Ve a atraer más mujeres a tu telaraña.
Abe no necesitó mucha insistencia. Sola, dejé que mi cerebro
diera vueltas, preguntándome si mi plan en desarrollo tendría
alguna posibilidad de éxito. Sus palabras habían despertado un
nuevo plan en mi mente. No era mucho más loco que la mayoría de
los otros. Al otro lado de la habitación, me encontré con los ojos jade
de Lissa otra vez. Con Christian fuera de vista, su estado de ánimo
había mejorado. Ella se estaba divirtiendo y estaba entusiasmada
con las aventuras que nos esperaban, ahora que éramos libres en el
mundo. Mi mente volvió a la ansiedad que había sentido más
51
temprano en el día. Podríamos ser libres ahora, pero la realidad nos
alcanzaría pronto.
El reloj seguía corriendo. Dimitri estaba esperando, observando.
Me pregunté brevemente si todavía recibiría sus cartas semanales,
ahora que me iría de la escuela.
Le sonreí a ella, sintiéndome un poco mal porque arruinaría su
estado de ánimo cuando le dijera que ahora podría tener una
oportunidad muy real de ayudar a escapar a Victor Dashkov de
prisión.
52
Traducido por Melo y Cyely Divinna
Corregido por María José
os días siguientes fueron extraños. Los otros novatos y
yo podríamos haber tenido la graduación más llamativa,
pero no éramos los únicos en terminar nuestra
educación en el St. Vladimir. Los Morois tenían su propia ceremonia
de graduación, y el campus se fue llenando de visitantes. Luego, casi
tan rápido como llegaron, los padres desaparecieron, llevando a sus
hijos e hijas con ellos. Los Morois ‚Reales‛‖pasaba‖el‖verano‖con‖sus‖
padres en haciendas de lujo, muchos en el hemisferio sur, donde los
días eran más cortos en esta época del año. Los Morois ‚Normales‛‖
lo pasaba con sus padres también, en sus modestos hogares,
posiblemente consiguiendo trabajos de verano antes de la
universidad.
Y, por supuesto, con la escuela en medio del verano, todos los
demás estudiantes la dejaban también. Algunos, sin familia a la cual
visitar, por lo general dhampirs, permanecían durante todo el año,
tomando optativas especiales, pero eran la minoría. El campus fue
vaciándose cada día mientras mis compañeros y yo esperamos el día
en que seríamos llevados a la Corte Real. Hicimos nuestra
L
53
despedida de los demás, viendo a los Moroi pasar o a dhampirs
jóvenes que pronto estarían siguiendo nuestros pasos.
Una persona por la que estaba triste por su partida era Jill. La
encontré mientras caminaba hacia el dormitorio de Lissa el día antes
de mi viaje a la Corte. Había una mujer con Jill, presumiblemente su
madre, y ambas llevaban cajas. La cara de Jill se iluminó al verme.
—¡Hey, Rose! Me despedí de todos los demás, pero no pude
encontrarte —dijo con entusiasmo.
Sonreí. —Bueno, me alegro de que me encontraras.
Yo no podía decirle que le estaba diciendo adiós también. Me
había pasado mi último día en St. Vladimir caminando por todos los
sitios conocidos, empezando por el campus de primaria, donde
Lissa y yo nos conocimos por primera vez en el kinder. Exploré los
pasillos y rincones de mis dormitorios, pasé por delante de mis
aulas favoritas, e incluso visité la capilla. Me pasé también un
montón de tiempo en áreas llenas de recuerdos agridulces, como las
áreas de entrenamiento donde por primera vez había llegado a
conocer Dimitri. La pista en la que antes me hacía dar vueltas. La
cabaña en la que finalmente nos tuvimos el uno al otro. Había sido
una de las noches más increíbles de mi vida, y pensar en ella
siempre me había traído alegría y dolor.
Aunque Jill no tenía por qué cargar con nada de eso. Me volví
hacia su madre y empecé a ofrecerle mi mano hasta que me di
cuenta que ella no podía moverla mientras maniobrara con la caja.
—Yo soy Rose Hathaway. Aquí, déjeme ayudarla.
La tomé antes de que pudiera protestar porque estaba segura de
que lo haría.
54
—Gracias —dijo, amablemente sorprendida. Cogí el paso con
ellas cuando comenzaron a caminar de nuevo—. Soy Emily
Mastrano. Jill me habló mucho de ti.
—Ah, ¿sí? —Pregunté, dándole a Jill una sonrisa burlona.
—No mucho. Sólo que pasábamos el rato algunas veces. —
Hubo una ligera advertencia en los ojos verdes de Jill, y se me
ocurrió que Emily probablemente no sabía que su hija practicaba
prohibidas formas de magia para matar Strigoi en su tiempo libre.
—Nos gusta tener a Jill cerca —le dije, sin ponerla al
descubierto—. Y uno de estos días, vamos a enseñarle a dominar ese
pelo.
Emily se rió. —Lo he estado intentando durante casi quince
años. Buena suerte.
La madre de Jill era impresionante. Las dos no se parecen entre
sí mucho, al menos no por encima. El cabello lustroso de Emily era
recto y negro, sus ojos azul profundo y largas pestañas. Se movía
con una gracia esbelta, muy diferente a Jill, siempre consciente al
caminar. Sin embargo, pude ver los genes que compartían aquí y
allá, la forma de sus rostros y la forma de corazón de sus labios. Jill
aun era joven, y cuando su rostro cambiara, algún día rompería
corazones, algo que probablemente le era ajeno ahora mismo. Ojalá
que su autoestima crezca.
—¿Dónde está su casa? —Le pregunté.
—Detroit —dijo Jill, haciendo una mueca.
—No es tan malo —se rió su mamá.
—No hay montañas. Sólo carreteras.
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—Soy parte de una compañía de ballet allí —explicó Emily—.
Así que nos quedamos en donde podemos pagar las cuentas. —Creo
que estaba más sorprendida de saber que la gente iba al ballet en
Detroit, que de saber que Emily era una bailarina. Tenía mucho
sentido, observándola, y realmente, con su altura y delgadez, los
Moroi eran bailarines ideales en lo que humanos se refería.
—Hey, es una gran ciudad —le dije a Jill—. Disfruta de la
experiencia mientras puedas antes de que regreses a la aburrida
rutina. —Por supuesto, el entrenamiento de combates y ataques
ilícitos a Strigoi era poco aburrido, pero yo quería hacer que Jill se
sintiera mejor—. Y no será tanto tiempo. —Las vacaciones de verano
de los Moroi eran apenas de dos meses. Los padres estaban ansiosos
por regresar a sus hijos a la seguridad de la Academia.
—Supongo, —dijo Jill, no sonando convencida. Llegamos a su
coche, y puse las cajas en el maletero.
—Te enviaré correos electrónicos cuando pueda —le prometí—.
Y apuesto a que Christian también. Tal vez incluso puedo hablar con
Adrian sobre esto.
Jill se iluminó, y me sentí feliz de verla volver a su normal
sobreexcitación. —¿En serio? Eso sería genial. Quiero escuchar todo
lo que sucede en la Corte. Probablemente llegarás a hacer todo tipo
de cosas interesantes con Lissa y Adrian, y apuesto a que Christian
encontrará toda clase de cosas... sobre las cosas.
Emily no parecía darse cuenta del lamentable intento de
corrección de Jill, y en su lugar me mostró una linda sonrisa. —
Gracias por tu ayuda, Rose. Fue genial conocerte.
—Tú‖también…‖¡umf!
56
Jill se había arrojado hacia mí con un abrazo. —Buena suerte
con todo —dijo—. Eres muy afortunada, ¡vas a tener una gran vida
ahora!
Yo le devolví el abrazo, no puedo explicar cuánta envidia me
dio ella. Su vida era todavía segura e inocente. Ella se podría resistir
a pasar el verano en Detroit, pero la estancia sería breve, y pronto
estaría de vuelta en el mundo familiar y fácil de St. Vladimir. Ella no
se fijaba en lo desconocido y sus peligros.
Fue sólo después de que ella y su madre se habían ido, que me
atreví a responder a su comentario. —Espero que sí —murmuré,
pensando en lo que se avecinaba—. Así lo espero.
Mis compañeros de clase y Moroi escogidos volamos temprano
al día siguiente, dejando las montañas rocosas de Montana detrás de
las colinas de Pensilvania. La Corte Real lucía como la recordaba,
con el mismo imponente, aire antiguo que St. Vladimir trató de
difundir con sus altos edificios y la arquitectura de piedra
intrincada. Pero la escuela también parecía querer mostrar un aire
estudioso, mientras que la Corte era más ostentosa. Era como los
propios edificios tratando de asegurarse de que todos sabíamos que
se trataba de la sede del poder y la realeza entre los Moroi. El
Tribunal Real quería que nos sorprendiéramos, y tal vez que nos
sintiéramos un poco intimidados.
Y aunque yo había estado aquí antes, me sentí aun
impresionada. Las puertas y ventanas de los edificios de piedra
estaban cinceladas y enmarcadas con una bella decoración dorada.
Estaban muy lejos de la brillantez que había visto en Rusia, pero me
di cuenta ahora que los diseñadores de la Corte habían diseñado sus
57
edificios de acuerdo a la edad Europea de las fortalezas y palacios
de San Petersburgo. San Vladimir tenía bancos y senderos en los
cuádriceps y los patios, pero la Corte dio un paso más. Las fuentes y
estatuas elaboradas de los gobernantes pasados adornaban el
césped, las exquisitas obras de mármol que habían estado
previamente escondidos por la nieve. Ahora, en pleno verano, eran
brillantes y se exhibían. Y en todas partes, en cada lugar, había flores
en los árboles, arbustos, caminos. Era deslumbrante.
Era lógico que los nuevos graduados visitaran los tutores
centrales de la administración, pero se me ocurrió que ellos tenían
otra razón para traer aquí nuevos guardianes. Querían que mis
compañeros y yo viéramos todo esto, para que nos sintiéramos
abrumados y agradecidos de la gloria por la que estábamos
luchando. Por los rostros de los nuevos graduados, yo sabía que la
táctica estaba funcionando. La mayoría nunca había estado aquí
antes.
Lissa y Adrian habían estado en mi vuelo, y los tres nos
agrupamos mientras caminábamos con el grupo. Era tan caliente
como lo había sido en Montana, pero la humedad de aquí era
mucho más gruesa. Yo estaba sudando después de sólo un poco de
luz mientras caminaba.
—Trajiste un vestido esta vez, ¿verdad? —preguntó Adrian.
—Por supuesto —le dije—. Ellos tienen algunas cosas de lujo
que quieren que nosotros visitemos, aparte de la recepción
principal. Aunque pueden darme el blanco y negro para eso.
Sacudió la cabeza, y me fijé que su mano empezaba a avanzar
hacia su bolsillo antes de dudar y echarlo hacia atrás. Podía haber
venido progresando en dejar de fumar, pero estaba bastante segura
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de que el deseo subconsciente de tomar un paquete de forma
automática en el momento en que se encontraba al aire libre no se
quitaba tan rápidamente.
—Quiero decir para esta noche. Para la cena.
Miré inquisitivamente a Lissa. Su horario en la Corte siempre
había‖tenido‖una‖variedad‖de‖funciones‖que‖‚la‖gente‖promedio‛‖no‖
atendía. Con mi nuevo e incierto estado, no estaba segura de si yo
iría con ella. Percibí su perplejidad por el vínculo y podría decir que
ella no tenía ni idea sobre los planes de la cena especial.
—¿Qué cena? —Le pregunté.
—La que preparé con mi familia.
—La‖ que‖ tú…‖ —me detuve abruptamente y me quedé
mirándolo con los ojos abiertos, no me estaba gustando la sonrisa de
suficiencia en su rostro—. ¡Adrian! —Algunos de los recién
graduados mostraban curiosidad y seguían caminando a nuestro
alrededor.
—Vamos, hemos estado saliendo por un par de meses. La
reunión con los padres es parte del ritual de citas. He conocido a tu
madre. ¡Hasta conocí a tu atemorizante padre! Ahora es tu turno. Te
garantizo que nadie de mi familia va a hacerte el tipo de sugerencias
que tu padre me hizo a mí.
Yo realmente había tenido una especie de encuentro con el
padre de Adrian antes. O, bueno, lo había visto en una fiesta.
Dudaba de que él tuviera la menor idea de quién era yo, echando mi
loca reputación a un lado. Yo no sabía casi nada sobre la madre de
Adrian. En realidad hablaba muy poco de los miembros de su
familia, bueno, de la mayoría de ellos.
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—¿Sólo con tus padres? —Le pregunté con recelo—. ¿Algún
otro miembro de tu familia del que deba saber?
—Bueno... —la mano de Adrian tembló de nuevo. Creo que esta
vez él quería un cigarrillo o algún tipo de protección frente a la nota
de advertencia en su voz. Miré a Lissa, quien parecía muy divertida
con todo esto—. Mi tía-abuela‖favorita‖podría‖pasarse‖por…‖
—¿Tatiana? —Exclamé. Por centésima vez, me pregunté cómo
había tenido tanta suerte como para tener algo con un hombre
relacionado con la líder de todo el mundo Moroi—. ¡Ella me odia!
¿Sabes lo que pasó la última vez que hablamos? —Su Majestad se
había acercado a mí, gritando acerca de cómo yo era muy poca cosa
para‖estar‖con‖su‖sobrino‖y‖cómo‖ tenía‖grandes‖‚planes‛‖para‖él‖y‖
Lissa.
—Creo que ella está entrando en razón.
—Oh, por favor.
—No, en serio. —Casi parecía que estaba diciendo la verdad—.
Hablé con mi mamá el otro día, y... no sé, tía Tatiana no parece
odiarte tanto.
Fruncí el ceño, y los tres empezamos a caminar de nuevo. —Tal
vez ella admira tu reciente trabajo de guardiana —reflexionó Lissa.
—Tal vez —dije. Pero realmente no lo creía. En todo caso, lo que
yo hiciera me hacía más despreciable ante los ojos de la reina.
Sentí que de alguna forma, Adrian me traicionaba por haber
preparado esta cena para mí, pero no había nada que hacer al
respecto ahora. El único lado brillante era que yo tenía la impresión
de que me estaba haciendo una broma acerca de su tía pasándose
por aquí. Le dije que iría, y mi decisión lo puso de un estado de
60
ánimo tan bueno que no hizo muchas preguntas cuando Lissa y yo
le‖ dijimos‖ que‖ íbamos‖ a‖ hacer‖ ‚nuestras‖ cosas‛‖ para‖ la‖ tarde.‖Mis‖
compañeros de clase consiguieron un tour por La Corte y sus
terrenos como parte de su adiestramiento, pero yo lo había visto
todo antes y fui capaz de zafarme de ella. Lissa y yo dejamos
nuestras pertenencias fuera de nuestras habitaciones y luego me
dispuse‖a‖ir‖a‖la‖parte‖de‖atr{s‖de‖La‖Corte,‖donde‖la‖gente‖‚no‖tan‖
real‛‖vivía.
—¿Vas a decirme ahora cuál es la otra parte de tu plan? —
preguntó Lissa.
Desde que Abe me había explicado acerca de la prisión de
Victor, había estado haciendo otra lista mental de los problemas que
tendría que afrontar al entrar en ella. Principalmente eran dos, que
no tenía cuando había hablado inicialmente con Abe. No es que las
cosas estuviesen realmente mucho más fáciles. En primer lugar, no
teníamos idea sobre el lugar de Alaska en el que se encontraba. En
segundo lugar, no sabíamos cómo eran las defensas de la prisión y
el diseño. No teníamos idea de lo que teníamos que hacer para
poder entrar.
Sin embargo, algo me dijo que todas estas respuestas podrían
encontrarse en una fuente, lo que significaba que en realidad sólo
había un problema inmediato: cómo llegar a esa fuente.
Afortunadamente, yo conocía a alguien que podría ser capaz de
ayudarnos con eso.
—Vamos a ver a Mia —le dije.
Mia Rinaldi era nuestra antigua compañera Moroi, una vieja
enemiga, en realidad. También era un modelo de niña para un
cambio total de personalidad. Había pasado de ser una intrigante
61
puta dispuesta a aplastar y dormir con cualquier persona en su
búsqueda de popularidad, a ser una chica segura, con los pies en la
tierra, dispuesta a aprender a defenderse a sí misma y a los demás
de los Strigoi. Vivía aquí en la Corte con su padre.
—¿Crees que Mia sabe cómo introducirse en una prisión?
—Mia es buena, pero no creo que ella sea así de buena. Aunque
probablemente puede ayudarnos a llegar a la inteligencia.
Lissa gimió.
—No puedo creer que hayas usado la palabra ‚inteligencia‛.
Esto realmente se está convirtiendo en una película de espionaje. —
Habló con ligereza, pero podía sentir la preocupación dentro de ella.
El tono suave disimulaba su temor, la inquietud que aún sentía por
la liberación de Victor, a pesar de la promesa que me hizo a mí.
Los que no eran miembros de la realeza, trabajaban y hacían
cosas ordinarias, vivían en apartamentos muy lejos del cuartel de la
reina y de la sala de recepción. Yo había conseguido la dirección de
Mia por adelantado, y salimos a través del terreno perfectamente
cuidado, gruñéndonos la una a la otra todo el camino por el calor
del día. La encontramos en su casa, vestida informalmente con
pantalones vaqueros y una camiseta con una paleta helada en la
mano. Sus ojos se abrieron cuando nos vio afuera de su puerta.
—Bueno, que me condenen —dijo.
Me eché a reír. Era el tipo de respuesta que yo daría.
—Me alegro de verte también. ¿Podemos pasar?
—Por supuesto. —Se hizo a un lado—. ¿Quieres un helado?
62
Como si tuviera que preguntarlo. Tomé una de uva y me senté
con Lissa y ella en la pequeña sala. El lugar estaba muy lejos de la
opulencia de las casas de la Realeza, pero estaba limpio y resultaba
acogedor, y sobre todo era muy querido por Mia y su padre.
—Sabía que los graduados venían —dijo Mia, cepillándose los
rubios rizos de su cara—. Pero no estaba segura de si estabas con
ellos o no. ¿Incluso te graduaste?
—Sí —le dije—. Tengo la marca de la promesa y todo. —
Levanté mi pelo para que ella pudiera ver el vendaje.
—Me sorprende que te dejaran regresar otra vez después de tus
asesinatos múltiples. ¿O te dan más crédito por eso?
Al parecer, Mia había escuchado el mismo cuento de mis
aventuras que todos los demás. Eso estaba bien conmigo. No quería
hablar de la verdad. No quería hablar de Dimitri.
—¿Crees que alguien podría detener a Rose para que no haga lo
que ella quiere? —preguntó Lissa con una sonrisa. Estaba tratando
de evitar entrar en muchos detalles sobre mi paradero pasado, por
lo que estaba muy agradecida.
Mia se rió y tomó un gran trozo de helado de limón. Fue un
milagro que no llegara a congelar su cerebro.
—Cierto. —Su sonrisa se desvaneció mientras se tragó el
bocado. Sus ojos azules, siempre sagaces, me observaron en silencio
durante unos momentos—. Y Rose quiere algo ahora.
—Oye, estamos felices de verte —le dije.
—Te creo. Pero también creo que tienes un motivo ulterior.
63
La sonrisa de Lissa creció. Le hizo gracia verme atrapada en mi
juego del espionaje.
—¿Por qué dices eso? ¿Puedes leer que es así, o sólo asumes que
Rose siempre tiene un motivo ulterior?
Ahora Mia sonrió de nuevo.
—Las dos cosas. —Se escabulló hacia delante en el sofá,
dándome una mirada seria. ¿Cuándo se había vuelto tan
perceptiva?—. Está bien. No tiene sentido perder el tiempo.
¿Necesitas mi ayuda con...?
Suspiré, resignada. —Necesito estar dentro de la oficina
principal de los guardianes.
A mi lado, Lissa hizo una especie de ruido estrangulado. Me
sentí un poco mal por ella. Mientras que ella puede ocultar sus
pensamientos de mí en alguna ocasión, no había mucho que hiciera
o dijera que fuera una verdadera sorpresa. ¿Yo? Continuamente la
cegaba. Ella no tenía idea de lo que se avecinaba la mitad del
tiempo, pero, honestamente, si estábamos pensando en sacar a un
criminal de renombre de la cárcel a continuación, entrar en una
oficina de seguridad no debería haber sido una sorpresa tan grande.
—Wow —dijo Mia—. No pierdes el tiempo con las pequeñas
cosas. —Su sonrisa tembló un poco—. Por supuesto, no puedes
venir con cosas pequeñas. Podrías hacerlo tú misma.
—¿Me puedes meterme a mí -a nosotras- ahí dentro? —Le
pregunté—. Eres amiga de algunos de los guardianes de aquí... Y tu
papá tiene acceso a un montón de lugares.... —Yo no sabía
exactamente el trabajo del Sr. Rinaldi, pero pensé que estaba
relacionado con el mantenimiento.
64
—¿Qué estás buscando? —preguntó. Ella levantó una mano
cuando yo abrí la boca para protestar—. No, no. No necesito más
detalles. Sólo una idea general para poder resolver esto. Ya sé que
no vamos allí sólo a recorrer el lugar.
—Necesito algunos registros —expliqué.
Sus cejas se levantaron. —¿Del personal? ¿Tratando de
conseguirte algún trabajo?
—Yo... no. —Huh. Eso no era una mala idea, teniendo en cuenta
la situación precaria con la que me asignaron a Lissa. Pero no. Una
cosa a la vez. —Necesito algunos registros acerca de la seguridad de
algunos lugares de afuera, escuelas, casas reales, prisiones. —Traté
de mantener una expresión normal cuando decía la última. Mia se
encontraba considerando algunas cosas locas, pero incluso ella tenía
sus límites—. Me di cuenta de que ellos... ¿deberían mantenerlos
ahí?
—Ellos lo hacen —dijo—. Pero la mayor parte es electrónica. Y,
sin ofender, pero eso podría estar incluso más allá de tus
capacidades. Incluso si pudiéramos llegar a uno de sus ordenadores,
todo está protegido por contraseña. Y si se alejan, se bloquean los
ordenadores. Supongo no te has convertido en un pirata informático
desde la última vez que te vi.
No, ciertamente. Y a diferencia de los héroes de las películas de
espías con las que Lissa estaba todo el tiempo tomándome el pelo,
no tenía amigos conocedores de tecnología que pudieran incluso
tratar de romper ese tipo de encriptación y seguridad. Maldita sea.
Miré con tristeza mis pies, preguntándome si había alguna
posibilidad de sacarle más información a Abe.
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—Pero —dijo Mia—, si la información que necesitas no es muy
actual, ellos pueden tener copias en papel.
Giré mi cabeza. —¿Dónde?
—Tienen salas de almacenamiento masivo, escondido en uno de
los sótanos. Archivos y archivos. Aún bajo llave, pero
probablemente sea más fácil que luchar contra las computadoras.
Una vez más, depende de lo que necesites. ¿Cuán viejo es?
Con Abe, me había dado la impresión de que la prisión de
Tarasov estaba ahí hace algún tiempo. Seguramente había algún
registro de ello en esos archivos. No me cabía duda de que los
guardianes habían pasado a ser digitales hace un tiempo, lo que
significaba que no podríamos encontrar pequeños detalles de la
seguridad del lugar, pero me conformaría con un plano.
—Podría ser lo que necesitamos. ¿Nos puedes hacer entrar?
Mia estuvo en silencio durante varios segundos, y pude ver que
su mente trabajaba.
—Es posible. —Miró a Lissa—. ¿Es posible obligar a la gente a
ser tus esclavos?
Lissa hizo una mueca. —No me gusta pensar en eso así, pero sí,
puedo. —Era otro de los beneficios del espíritu.
Mia analizó unos instantes más y luego hizo un gesto rápido. —
Muy bien. Vuelve a eso de las dos, y veremos qué podemos hacer.
Las dos de la tarde para el resto del mundo significaba la mitad
de la noche para los Moroi, quienes corrían con el horario nocturno.
Estar a plena luz del día no parecía particularmente astuto, pero
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entendí que el planeamiento de Mia se basaba en el hecho de que
también habría menos personas en torno a esa hora del día.
Yo estaba tratando de decidir si deberíamos socializar más o
irnos, cuando alguien interrumpió mis pensamientos. Mia se
estremeció y, de repente, parecía incómoda. Se puso de pie para
llegar a la puerta y una voz familiar llegó desde el pasillo hasta
nosotras.
—Siento‖llegar‖temprano,‖pero…
Christian entró en la sala de estar. De repente, guardó silencio
cuando nos vio a Lissa y a mí. Todo el mundo parecía estar
congelado, por lo que parecía que era yo quien tenía que fingir que
ésta no era una situación terriblemente difícil.
—Hey, Christian —le dije alegremente—. ¿Cómo te va?
Sus ojos estaban puestos en Lissa, y le tomó un momento
arrastrarlos hacia mí.
—Bien —echó un vistazo a Mia—. Puedo volver....
Lissa se puso en pie a toda prisa. —No —dijo ella, con la voz
fresca como la de una princesa—. Rose y yo nos tenemos que ir de
todos modos.
—Sí. —Yo estuve de acuerdo, siguiendo su ejemplo—.
Tenemos... cosas... que hacer. Y no queremos interrumpir su... —
demonios, yo no tenía idea de lo que iban a hacer. Y no estaba
segura de querer saberlo.
Mia había encontrado su voz. —Christian quería ver algunos de
los movimientos que he estado practicando con los guardianes de la
escuela.
67
—Genial. —Me quedé con la sonrisa en mi cara mientras Lissa y
yo nos trasladábamos hacia la puerta. Ella dio un paso alrededor de
Christian. —Jill se pondrá celosa.
Y no sólo Jill. Después de otra ronda de despedidas, Lissa y yo
nos fuimos a correr por los jardines. Podía sentir la ira y los celos
que irradiaba a través del enlace.
—Es sólo su club de lucha, Liss. —Dije, sin necesidad de tener
esta conversación—. Nada está pasando. Ellos van a hablar de dar
de puñetazos y patadas, y otras cosas aburridas. —Bueno, en
realidad eso fue muy lindo y dulce, pero yo no iba a glorificar el
hecho de que Christian y Mia pasaran tiempo juntos.
—Tal vez ahora nada está pasando. —Gruñó ella, mirando
fríamente hacia delante—. Pero quién sabe qué podría pasar. Pasan
mucho tiempo juntos, practican algunos movimientos físicos, una
cosa‖lleva‖a‖la‖otra…
—Eso es ridículo —dije—. Ese tipo de cosas no son en absoluto
románticas. —Otra mentira, ya que era exactamente así como había
comenzado mi relación con Dimitri. Una vez más, era mejor no
hablar de eso—. Además, Christian no puede estar involucrado con
cada chica con la que pasa el tiempo. Mia, Jill, no te ofendas pero en
realidad no es un gran experto en mujeres.
—Él es muy guapo —argumentó, esos sentimientos oscuros
todavía hervían en su interior.
—Sí —admití, manteniendo con cuidado los ojos sobre el
camino—. Pero se necesita más que eso. Y, además, pensé que no te
importaba lo que hiciera.
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—No —ella agregó, sin convencerse más de lo que me
convenció a mí—. No, en lo absoluto.
Mis intentos por distraerla habían demostrado ser bastante
inútiles para el resto del día. Las palabras de Tasha volvieron a mí:
‚¿Por‖qué‖no‖has arreglado esto?‛‖Debido‖a‖ que‖Lissa‖y‖Christian‖
estaban siendo demasiado condenadamente irrazonables, tanto
atrapados en sus propios sentimientos como enojados, aunque era
como si estuvieran orinando sobre mí en el trayecto. Christian
hubiera sido muy útil en mis aventuras ilícitas, pero tenía que
mantener mi distancia por el amor de Lissa.
Finalmente, la dejé con su mal humor cuando llegó la hora de la
cena. En comparación con su situación romántica, mi relación con
un playboy malcriado de una familia semi-real que me desaprobaba
parecía francamente optimista. Qué triste y escalofriante se está
volviendo este mundo. Le aseguré a Lissa que volvería a verla
directamente después de la cena e iríamos a ver a Mia juntas. La
mención de Mia no hizo feliz a Lissa, pero la idea de una posible
ruptura logró distraerla un momento de Christian.
El vestido que había elegido para la cena era marrón, hecho de
un material ligero, de gasa, que era genial para el verano. El escote
era decente, y las pequeñas mangas tipo casquillo le daban un toque
de clase. Con el pelo recogido en una coleta baja que hizo un trabajo
digno al ocultar el tatuaje en curación, casi parecía una novia
respetable, que sólo iba a mostrar cómo de engañosas pueden ser las
apariencias, ya que era parte de un plan loco para traer a mi último
novio de entre los muertos.
Adrian me examinó de pies a cabeza cuando llegué a la casa de
sus padres. Mantenían una residencia permanente aquí en la Corte.
La pequeña sonrisa en su rostro me dijo que le gustó lo que vio.
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—¿Lo apruebas? —pregunté, dando vueltas.
Deslizó un brazo alrededor de mi cintura. —Por desgracia, sí.
Tenía la esperanza de que aparecieras en algo que te hiciera lucir
como una zorra. Algo que escandalizaría a mis padres.
—A veces es como si ni siquiera te preocuparas por mí como
una persona —observé a medida que entrábamos—. Es como si
estuvieras usándome sólo para escandalizar.
—Es ambos, pequeña dhampir. Me preocupo por ti, y te estoy
usando para escandalizar.
Escondí una sonrisa mientras el ama de llaves de los Ivashkov
nos llevaba hacia el comedor. La Corte en realidad tenía
restaurantes y cafés escondidos dentro de sus edificios, pero los
miembros de la realeza, como los padres de Adrian, considerarían
de más clase tener una cena de lujo en su casa. Yo habría preferido
estar fuera, en público. Tendría más opciones de escape.
—Tú debes ser Rose.
Mi evaluación de las salidas fue interrumpida cuando una muy
alta y muy elegante mujer Moroi entró en la habitación. Llevaba un
vestido largo de raso verde oscuro que inmediatamente me hizo
sentir fuera de lugar, y que encajaba perfectamente con el color de
los ojos de ella y Adrian. Su pelo oscuro estaba alzado en un moño,
y me sonrió con una calidez genuina cuando me cogió la mano.
—Soy Daniella Ivashkov —dijo—. Es muy agradable conocerte
al fin.
¿Era en serio? Mi mano automáticamente sacudió la suya a
cambio. —Encantada de conocerla también, Lady Ivashkov.
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—Llámame Daniella, por favor. —Se volvió hacia Adrian y
chasqueó la lengua mientras le arreglaba el cuello, abotonándole la
camisa—. Sinceramente, cariño — dijo—, ¿por lo menos podrías
mirarte en un espejo antes de salir por la puerta? Tu pelo es un
desastre.
Él la esquivó al llegar a la cabeza. —¿Estás bromeando? Me
paso horas delante del espejo para que se vea de esta manera.
Ella dio un suspiro atormentado. —Algunos días no puedo
decidir si tengo suerte o no en no tener ningún otro hijo. —Detrás de
ella, los criados estaban colocando tranquilamente los alimentos en
la mesa. El vapor se levantó de los platos, y mi estómago rugió.
Tenía la esperanza de que nadie más lo escuchara. Daniella echó un
vistazo por el pasillo más allá de ella—. Nathan, ¿podrías darte
prisa? La comida se está enfriando.
Momentos después, sonaron unos pesados pasos en el suelo de
madera adornada, y Nathan Ivashkov irrumpió en la habitación. Al
igual que su esposa, estaba vestido formalmente, el raso de la
corbata azul brillaba junto a la crudeza del pesado abrigo de su traje
negro. Me alegré de que hubiera aire acondicionado aquí, o se
estaría derritiendo con esa tela tan gruesa. Las características de él
que destacaban eran las que más recordaba: una distinguida cabeza
con cabellos plateados y un bigote. Me pregunté si el pelo de Adrian
se parecería al de él cuando fuera más viejo. No, yo nunca podría
averiguarlo. Adrian probablemente se teñiría el cabello a la primera
señal de algo gris o plateado.
El padre de Adrian podría ser exactamente como yo lo
recordaba, pero estaba claro que él no tenía idea de quién era yo. De
hecho, parecía estar realmente sorprendido al verme.
71
—Esta es la, ah, amiga de Adrian, Rose Hathaway —dijo
Daniella suavemente—. ¿Te acuerdas?, dijo que la traería esta noche.
—Es un placer conocerlo, Lord Ivashkov.
A diferencia de su esposa, él no se ofreció a ponernos en un
primer nombre, lo que me alivió un poco. El Strigoi que había
forzado a Dimitri, también se llamaba Nathan, y no era un nombre
que quisiera decir en voz alta. El padre de Adrian me miró de arriba
a abajo, pero no con la apreciación que Adrian había mostrado
antes. Era más como si fuera una rareza—. Oh. La chica dhampir.
Él no fue precisamente grosero, sólo estaba desinteresado.
Quiero decir, no era como si él me hubiera llamado ‚puta de
sangre‛ ni nada. Todos nos sentamos a comer, y aunque Adrian
mantuvo su típica sonrisa de un diablo del cual cuidarse en su
rostro, yo obtuve una vez más el ambiente de que él realmente, en
verdad, quería un cigarrillo. Probablemente un fuerte licor, también.
Estar cerca de sus padres no era algo que disfrutaba. Cuando uno de
los criados nos sirvió el vino, Adrian parecía inmensamente
aliviado, y no se echó para atrás. Le lancé una mirada de
advertencia, que obviamente fue ignorada.
Nathan logró devorar rápidamente sus balsámicos medallones
de cerdo glaseados mientras que todavía parecía elegante y
apropiado. —Entonces —dijo, la atención se centró en Adrian—,
ahora que Vasilisa se ha graduado, ¿qué vas a hacer con tu vida? No
te vas a mantener en los barrios bajos con estudiantes de secundaria,
¿verdad? No tiene sentido el que sigas ahí.
—No lo sé —dijo Adrian perezosamente. Sacudió la cabeza,
sacudiendo su cuidadosamente despeinado cabello—. Me gusta salir
con ellos. Piensan que soy más divertido de lo que soy.
72
—No me sorprende —respondió su padre—. No eres nada
gracioso. Es hora de hacer algo productivo. Si no vas a volver a la
universidad, al menos debes comenzar a sentarte en algunas de las
reuniones de la empresa familiar. Tatiana te consiente, pero puedes
aprender mucho de Rufus.
Yo sabía lo suficiente acerca de la política real como para
reconocer el nombre. El miembro de mayor edad de cada familia
solía ser su ‚príncipe‛ o ‚princesa‛ y mantenía una posición en el
Consejo Real y era elegible para convertirse en rey o reina. Cuando
Tatiana le había quitado la corona, Rufus se había convertido en
príncipe de la familia Ivashkov, ya que era el mayor.
—Es verdad —dijo Adrian inexpresivo. Él no estaba comiendo
tanto como estaba empujando la comida alrededor de su plato—.
Realmente me gustaría saber cómo mantiene a sus dos amantes en
secreto delante de su mujer.
—¡Adrian! —Daniella gritó, cubriendo de rubor sus pálidas
mejillas—. No digas cosas como esas en nuestra mesa, y ciertamente
no en frente de un invitado.
Nathan parecía fijarse en mí otra vez y se encogió de hombros
desdeñoso. —Ella no tiene importancia. —Me mordí el labio,
reprimiendo las ganas de ver si podía lanzar mi plato de porcelana
con un estilo frisbee y golpearlo en la cabeza. Decidí no hacerlo. No
sólo arruinaría la cena, sino que el plato probablemente no
alcanzaría el impulso que yo necesitaba. Nathan se volvió de nuevo
con su ceño fruncido hacia Adrian—. Pero tú sí. Y no voy a tenerte
aquí sentado sin hacer nada, utilizando nuestro dinero para
financiarlo.
73
Algo me dijo que debería mantenerme al margen de esto, pero
no podía soportar ver a Adrian rebajado por su molesto padre.
Adrian podía sentarse y perder el dinero, pero Nathan no tenía
derecho a burlarse de él por ello. Quiero decir, claro, yo lo hacía
todo el tiempo. Pero esto era diferente.
—Tal vez podrías ir a Lehigh con Lissa —le ofrecí— Seguir
estudiando el espíritu con ella y luego... hacer lo demás que estabas
haciendo la última vez que estuviste en la universidad...
—Beber y saltarse las clases —dijo Nathan.
—Arte —dijo Daniella—. Adrian tomó clases de arte.
—¿En serio? —pregunté, volviéndome hacia él, sorprendida. De
alguna manera, me lo imaginaba como un tipo de arte. Encajaba con
su personalidad errática—. Entonces este sería perfecto. Podrías
tomarlo de nuevo.
Se encogió de hombros y terminó su segundo vaso de vino. —
No lo sé. Este colegio probablemente tendría el mismo problema
que el último.
Fruncí el ceño. —¿Cuál era?
—Tarea.
—Adrian —gruñó su padre.
—Está bien —dijo Adrian despreocupadamente. Apoyó el brazo
casualmente en la mesa—. Yo realmente no necesito un empleo o
dinero extra. Después de que Rose y yo nos casemos y tengamos a
los niños, sólo voy a vivir de su sueldo como guardiana.
Todos se congelaron, incluso yo. Sabía perfectamente que era
una broma. Quiero decir, incluso si albergara fantasías de
74
matrimonio y niños (y yo estaba bastante segura de que no lo hacía),
el magro salario de un guardián nunca sería suficiente para
mantenerlo en la lujosa vida que necesitaba.
El padre de Adrian, sin embargo, claramente no pensaba que
estaba bromeando. Daniella parecía indecisa. Y yo estaba incómoda.
Fue un muy, muy mal tema para que apareciera en una cena como
ésta, y no podía creer lo que Adrian había dicho allí. Yo ni siquiera
creo que el vino fuera el culpable. Adrian gustaba mucho de
atormentar a su padre.
El terrible silencio creció cada vez más espeso. Mi instinto para
llenar los huecos de la conversación estaba en su apogeo, pero algo
me dijo que me quedara tranquila. La tensión aumentó. Cuando
sonó el timbre, los cuatro casi saltamos de la silla.
El ama de llaves, Torrie, se escurrió fuera para responder, y me
dieron un suspiro de alivio mental. Una visita inesperada ayudaría a
aliviar la tensión.
O quizá no.
Torrie se aclaró la garganta cuando regresó, evidentemente
nerviosa, mientras miraba de Daniella a Nathan. —Su Majestad, la
Reina Tatiana está aquí.
De ninguna manera.
Los tres Ivashkov se levantaron bruscamente, y medio segundo
después, me uní a ellos. Yo no le había creído antes cuando Adrian
dijo que Tatiana podría venir. Su rostro parecía muy sorprendido
ahora también. Pero, efectivamente, allí estaba ella. Se deslizó en la
habitación, elegante en lo que debía ser ropa casual para ella:
pantalones a medida negros y chaqueta con una seda roja y blusa de
75
encaje por debajo. Pocas joyas con broches que brillaban en su pelo
oscuro y los ojos imperiosos mirando hacia abajo, a todos nosotros,
como si estuviera apresurada. Incluso su propia familia seguía el
protocolo.
—Tía Tatiana. —Dijo Nathan, obligando lo que parecía una
sonrisa en su rostro. No creo que lo hiciera muy a menudo—. ¿No
quieres unirte a nosotros para la cena?
Ella hizo un gesto con la mano despectivamente. —No, no. No
puedo quedarme. Estoy en camino a reunirme con Priscilla, pero
pensé en pasar por aquí cuando me enteré que Adrian había
regresado. —Su mirada se posó sobre él—. No puedo creer que
hayas estado aquí todo el día y no hayas ido a visitarme. —Su voz
era fría, pero te juro que había un brillo divertido en sus ojos. Daba
miedo. Ella no era alguien que yo consideraba cálida y difusa. Toda
la experiencia de verla fuera de una de sus salas de recepción era
totalmente irreal.
Adrian le sonrió. Era evidente que estaba con la persona con la
que se sentía más cómodo en la sala en este momento. Por razones
que nunca entendí, Tatiana amaba y mimaba a Adrian. Eso no
quiere decir que ella no amara a los miembros de su familia, era
claro que él sólo era su favorito. Eso siempre me sorprendía,
teniendo en cuenta lo sinvergüenza que era a veces.
—Ah, pensé que tenías cosas más importantes que hacer que
verme —le dijo—. Además, dejé de fumar, así que ahora no vamos a
poder ir juntos a fumar furtivamente detrás de la sala del trono.
—¡Adrian! —reprendió Nathan, volviéndose de un color rojo
brillante. Se me ocurrió entonces que podría haberse basado en un
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juego que habla alrededor de cuántas veces exclama el nombre de su
hijo con desaprobación—.‖Tía,‖discul…
Tatiana levantó una mano de nuevo. —Oh, calla, Nathan. Nadie
quiere oírte. —Casi me ahogaba. Estar en la misma habitación que la
reina era horrible, pero casi valía la pena verla dándole una perra
bofetada verbal al Señor Ivashkov. Se volvió de nuevo a Adrian, con
su cara descongelada—. ¿Has de dejado de fumar? Ya era hora.
¿Supongo que esto lo hiciste tú?
Me tomó un momento darme cuenta de que estaba hablándome
a mí. Hasta ese momento, me gustaba cualquier tipo de esperanza
de que ella pudiera no haberse dado cuenta. Parecía ser la única
explicación para que no les gritara que sacaran a la rebelde puta de
sangre.‖Fue‖impactante.‖Su‖voz‖no‖era‖acusatoria,‖tampoco.‖Estaba…‖
impresionada.
—B... bueno, no fui yo, Majestad —le dije. Mi mansedumbre fue
muy lejos de mi comportamiento en nuestra última reunión—.
Adrian fue el que tuvo el, eh, la determinación de hacerlo.
Así me ayude, Tatiana se rió entre dientes. —Muy diplomático.
Deben asignarte a un político.
A Nathan no le gustó la atención en mí. No estaba segura de lo
que hice bien, para que fuera semi-agradable. —¿Van a hablar de
negocios Priscilla y tú esta noche? ¿O simplemente tendrán una cena
agradable?
Tatiana arrastró su mirada de mí. —Las dos cosas. Han habido
algunas disputas entre familias. No en público, pero se está
saliendo. La gente está haciendo ruido por la seguridad. Algunos
están listos para empezar a entrenar ahora mismo. Otros se
77
preguntan si los guardianes pueden estar sin dormir —ella puso los
ojos en blanco—. Y esas son las más dóciles de las sugerencias.
No hay duda al respecto. Esta visita se había vuelto mucho más
interesante.
—Espero que encierres a los militantes —gruñó Nathan—.
Nosotros luchando junto a los guardianes es absurdo.
—Lo que es absurdo —dijo Tatiana—, es la lucha entre las
clases reales. Eso es lo que queremos ‚encerrar‛ —su tono se hizo
noble, muy de reina—. Somos los líderes entre los Moroi. Tenemos
que dar el ejemplo. Tenemos que estar unidos para sobrevivir.
La estudié con curiosidad. ¿Qué significaba eso? ¿Ella está de
acuerdo o en desacuerdo con la postura de Nathan acerca de los
Morois luchando? Sólo había mencionado que se estableciera la paz
entre su pueblo. Pero, ¿cómo? ¿Era su manera de alentar el
movimiento nuevo o de aplastarlo? La seguridad era una gran
preocupación para todo el mundo después del ataque, y caía sobre
ella averiguarlo.
—Suena muy duro para mí —dijo Adrian, mostrándose ajeno a
la gravedad de la cuestión—. Si aún deseas un cigarrillo después,
voy a hacer una excepción.
—Me conformo con que mañana vengas y realices una visita
con propiedad —dijo ella con sequedad—. Deja los cigarrillos en
casa —echó una mirada a su copa de vino vacía—, y otras cosas —
un destello de firme determinación cruzó su mirada, y aunque se
marchaba tan rápido como había llegado, me sentí casi aliviada. Allí
estaba la Tatiana de hielo que conocía.
Él saludó. —Tomo nota.
78
Tatiana nos dio al resto de nosotros breves miradas. —Que
tengan una buena noche. —Esa fue su escueta despedida. Nos hizo
otra reverencia, y luego se dirigió hacia la puerta principal. Mientras
lo hacía, oí voces y murmullos. Había estado viajando con un
séquito, me di cuenta, y había dejado a todos en el vestíbulo
mientras vino a saludar a Adrian.
La cena estuvo tranquila después de eso. La visita de Tatiana
nos dejó a todos atónitos. Al menos eso significaba que no tenía que
escuchar discutir más a Adrian y su padre. Daniella, sobre todo,
mantuvo lo poco que había de conversación, tratando de indagar
sobre mis intereses, y me di cuenta que no había dicho ni una
palabra durante la breve visita de Tatiana. Daniella se había casado
un Ivashkov, y me pregunté si encontraba a la reina intimidante.
Cuando llegó el momento de que nos fuéramos, Daniella no
dejaba de sonreír, mientras que Nathan se retiró a su estudio.
—Tienes que venir más a menudo. —Dijo a Adrian, alisándole
el cabello a pesar de sus protestas—. Y serás bienvenida en
cualquier otro momento, Rose.
—Gracias. —Dije, pasmada. Seguí estudiando su cara para ver
si estaba mintiendo, pero no pensé que lo hiciera. No tenía ningún
sentido. Los Moroi no estaban de acuerdo con las relaciones a largo
plazo con los dhampir. Y en especial los Moroi de la Realeza. Y los
Moroi Reales que tenían una relación con la Reina no hacían nada si
antes no se les daba una indicación.
Adrian suspiró. —Tal vez si él no está. Oh, maldita sea. Eso me
recuerda. Dejé mi abrigo aquí la última vez. Yo quería salir
demasiado rápido.
—Tienes, como, cincuenta abrigos. —Comenté.
79
—Pregunta a Torrie. —Dijo Daniella—. Ella sabrá dónde está.
Adrian se fue a buscar al ama de llaves y me dejó con su madre.
Me había mostrado educada, hablado con delicadeza, salvo
pequeños hechos intrascendentes, pero mi curiosidad era conseguir
lo mejor de mí.
—La cena fue realmente genial. —Le dije con sinceridad—. Y
espero que usted no lo tomara a mal... pero, me refiero... bueno,
parece estar de acuerdo con que Adrian salga conmigo.
Ella asintió con la cabeza serena. —Lo estoy.
—Y... —Bueno, tenía que decirlo—.‖Tat…‖digo‖la‖Reina‖Tatiana‖
parecía estar de acuerdo con eso también.
—Lo está.
Me aseguré de que mi mandíbula no cayera al suelo. —Pero...
quiero decir, la última vez que hablé con ella, estaba muy enojada.
Me decía una y otra vez que nunca nos permitiría estar juntos en el
futuro o casarnos ni nada de eso. —Me encogí, recordando la broma
de Adrian—. Me imaginé que iba a sentir lo mismo que Lord
Ivashkov. Realmente no se puede querer que su hijo esté con una
dhampir para siempre.
La sonrisa de Daniella fue amable, pero irónica. —¿Piensas en
estar con él para siempre? ¿Planeas casarse con él y asentarte?
La pregunta me cogió totalmente por sorpresa. —Yo... no...
quiero decir, no deseo ofender a Adrian, sino que yo no…‖
—…planeas‖ establecerte‖ en lo absoluto. —Ella asintió con la
cabeza sabiamente—. Eso es lo que yo pensaba. Créeme, sé que
Adrian no piensa sentar cabeza. Todo el mundo está saltando a
80
conclusiones que ni siquiera han ocurrido. He oído hablar de ti,
Rose, todo el mundo lo hace. Y te admiro. Y a partir de lo que he
aprendido, estoy adivinando que no eres del tipo que dejaría de ser
una guardiana para ser ama de casa.
—Tiene razón —admití.
—Entonces no veo el problema. Los dos son jóvenes. Tienen
derecho a divertirse y hacer lo que quieran ahora, pero tú y yo
sabemos que incluso si vieras a Adrian como alguien con quien
pasar el resto de tu vida, no te vas a casar o establecer. Y no tiene
nada que ver con lo que Nathan o cualquiera diga. Es el camino que
debes seguir en el mundo. Es el tipo de persona que eres. Puedo
verlo en tus ojos. Tatiana se ha dado cuenta también, y por eso se
relajó. Tienes que estar ahí luchando, y eso es lo que vas a hacer. Por
lo menos si realmente tienes la intención de ser un guardián.
—Yo... —la miraba con asombro. Su actitud fue increíble. Ella
era la primera de la Realeza que conocía que no se había asustado
de inmediato y ni se había vuelto loca ante la idea de matrimonio
entre una dhampir y un Moroi. Si otras personas compartían su
opinión, harían que las vida de los demás fuera más fácil. Y tenía
razón. No importaba lo que Nathan pensara. No hubiera importado
si aun Dimitri estuviera alrededor. El resultado final era que Adrian
y yo no estaríamos juntos por el resto de nuestras vidas porque
siempre estaría en servicio como guardiana, nunca me establecería.
Al darme cuenta de las cosas, me‖sentí‖ liberada…‖sin‖embargo,‖un‖
poco triste también.
Detrás de ella, pude ver que Adrian se acercaba por el pasillo.
Daniella se inclinó hacia delante, lanzando su voz baja para mí.
Había una nota nostálgica en sus palabras al hablar, como el tono de
una madre preocupada. —Sin embargo, Rose. Mientras yo estoy de
81
acuerdo con que ustedes salgan y sean felices, por favor trata de no
romper demasiado su corazón cuando llegue el momento.
82
Traducido por elamela, cowdiem, AndreaN y Virtxu
Corregido por Andy Parth
ecidí que sería mejor no mencionarle mi conversación
con su madre. No necesitaba poderes psíquicos para
sentir sus cambios de humor mientras caminábamos
de regreso a la casa de huéspedes. Su padre le había molestado, pero
la aparente aceptación de su madre le había animado. No quería
dañar eso permitiendo que Adrian supiera que estaba sólo de
acuerdo con nosotros saliendo porque pensaba que era una cosa
temporal, divertida.
—¿Así que vas a irte con Lissa? —preguntó cuando alcanzamos
mi habitación.
—Sí, lo siento. Tú sabes, cosas de chicas —y por ‚cosas de
chicas‛, quería decir allanamiento de morada.
Adrian parecía un poco decepcionado, pero sabía que no tenía
envidia de nuestra amistad. Me dio una pequeña sonrisa y envolvió
sus brazos alrededor de mi cintura, inclinándose para besarme.
Nuestros labios se encontraron, y esa calidez que siempre me
sorprendía se propagó a través de mí. Después de unos momentos
dulces, nos separamos, pero la mirada de sus ojos decía que no era
fácil para él.
D
83
—Hasta luego —le dije. Me dio un beso rápido y, a
continuación se alejó a su propia habitación.
Inmediatamente busqué a Lissa, que permanecía fuera de su
propia habitación. Estaba mirando fijamente una cuchara de plata, y
a través de nuestra conexión, pude sentir su intento. Estaba tratando
de infundirla con espíritu de coacción, de modo que quien la
sujetara, se animaría. Me pregunté si lo quería para ella misma o era
sólo un experimento al azar. No indagué en su mente para
averiguarlo.
—¿Una cuchara? —le pregunté con diversión.
Se encogió de hombros y la colocó en el suelo. —Hey, no es fácil
de conseguir una cosa de plata. Tengo que tomar lo que pueda.
—Bueno, haría felices las cenas.
Sonrió y puso sus pies sobre la mesa de ébano de café que
estaba en el medio de la pequeña sala de estar de su habitación.
Cada vez que la veía, no podía dejar de recordar los muebles negro
brillante que habían estado en mi propia habitación-prisión, allá en
Rusia. Había luchado con Dimitri con una estaca hecha de una pata
de una silla de estilo similar.
—Hablando de cenas... ¿Cómo estuvo la tuya?
—No tan mal como pensaba —admití—. Nunca me di cuenta de
cuán imbécil era el padre de Adrian, sin embargo. Su mamá es
realmente agradable. No tenía ningún problema con nosotros
saliendo.
—Sí, la he conocido. Es agradable... Aunque nunca pensé que
era lo suficientemente agradable para estar bien con la escandalosa
84
cita. ¿No creo que Su Real Majestad se presentara? —Lissa estaba
bromeando, así que mi respuesta la abrumó.
—Lo hizo, y... No fue horrible.
—¿Qué? ¿Dijiste ‚no fue‛?
—Lo sé, lo sé. Fue tan loco. Fue una visita muy rápida para ver
a Adrian, y actuó como si lo nuestro no fuera gran cosa. —No me
molesté en profundizar en la política del punto de vista de Tatiana
sobre la formación Moroi para la batalla—. Por supuesto, ¿quién
sabe qué hubiera pasado si se quedaba? Tal vez se habría convertido
en su viejo yo. Hubiera necesitado toda una serie de cubertería de
plata mágica entonces para evitar arrojarle un cuchillo a ella.
Lissa gimió. —Rose, no puedes hacer ese tipo de bromas.
Sonreí. —Digo las cosas que tienes demasiado miedo de decir.
Esto la hizo sonreír a cambio. —Ha sido mucho tiempo desde
que he escuchado eso —dijo en voz baja. Mi viaje a Rusia había
fracturado nuestra amistad, lo que había terminado mostrándome
cuánto realmente significaba para mí.
Pasamos el resto del tiempo permaneciendo fuera, hablando de
Adrian y otros chismes. Estaba aliviada al ver que había conseguido
superar su estado de humor de antes por Christian pero, según
avanzaba el día, su ansiedad crecía sobre nuestra misión pendiente
con Mia.
—Va a estar bien —le dije cuando llegó el momento. Estábamos
regresando por los terrenos de la Corte, vestidas con pantalones
vaqueros cómodos y camisetas. Era agradable estar libre del toque
de queda de la escuela pero, de nuevo, estar fuera con la brillante
luz del sol no me hacía sentir muy cubierta—. Esto será fácil.
85
Lissa me cortó con una mirada pero no dijo nada. Los
guardianes eran la fuerza de seguridad en nuestro mundo, y este era
su cuartel general. El allanamiento de morada iba a ser cualquier
cosa menos fácil.
Mia parecía determinada cuando la alcanzamos, sin embargo,
me sentí alentada por su actitud, y eso que llevaba todo negro. Es
cierto, no haría mucho con la luz solar, pero hizo que todo se
sintiera más legítimo. Me estaba muriendo por saber qué había
pasado con Christian, y Lissa lo estaba también. Una vez más, era
uno de esos temas que es mejor dejarlos sin explicación.
Mia, sin embargo, nos explicó su plan, y yo honestamente sentí
que había una probabilidad del 65 por ciento de que funcionara.
Lissa estaba intranquila con su papel, ya que involucraba la
compulsión, pero era un soldado de caballería y acordó hacerlo.
Fuimos sobre todo en detalle un par de veces más y luego nos
pusimos en camino hacia el edificio que albergaba las operaciones
de los guardianes. Había estado allí una vez antes, cuando Dimitri
me había llevado a ver a Victor en los calabozos junto a los
guardianes, nunca había pasado mucho tiempo en las oficinas
principales antes, y como Mia había predicho, estaban dotadas de
poco personal a esta hora del día.
Cuando entramos, nos encontramos inmediatamente con un
área de recepción como las que encontrarías en cualquier oficina
administrativa. Un guardia severo estaba sentado en un escritorio
con un computador, archivadores y mesas a su alrededor.
Probablemente él no tenía mucho que hacer a estas horas de la
noche, pero estaba claramente en completa alerta aun. Detrás de él
había una puerta, y llamó mi atención. Mia nos había explicado que
era la entrada a todos los secretos de los guardianes, a sus registros
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y las oficinas principales y las áreas de vigilancia que monitoreaban
regiones de alto riesgo de la Corte.
Severo o no, el tipo le dio una sonrisa a Mia. —¿No es un poco
tarde para ti? No estás aquí por lecciones, ¿cierto?
Ella sonrió de vuelta. Él debía ser uno de los guardianes con los
cuales ella había trabado amistad durante su tiempo en la corte. —
Nah, sólo vine con unos amigos y quería mostrarles el lugar.
Él arqueo una ceja cuando nos vio a Lissa y a mí. Dio una ligera
inclinación de cabeza a modo de saludo. —Princesa Dragomir.
Guardiana Hathaway.
Aparentemente, nuestras reputaciones nos precedían. Era la
primera vez que había sido reconocida por mi nuevo título. Me
asombró y me hizo sentir ligeramente culpable respecto a traicionar
a un grupo al cual recién me había unido.
—Este es Don —explicó Mia—. Don, la princesa tiene un favor
que pedirte. —Ella miró significativamente a Lissa.
Lissa tomó un aliento profundo, y sentí la quemazón de la
magia de compulsión a través de nuestro lazo mientras ella
focalizaba su mirada en él. —Don —dijo ella firmemente—, danos
las llaves y los códigos de los archivos de registro que están abajo. Y
luego asegúrate de que las cámaras en esas áreas estén apagadas.
Él frunció el ceño. —Por‖qué‖yo…‖—pero cuando los ojos de ella
continuaron sosteniendo los suyos, pude ver la compulsión
tomándolo. Las líneas de su rostro se suavizaron en aceptación, y di
un respiro de alivio. Mucha gente era lo suficientemente fuerte
como para resistir la compulsión, particularmente la de un Moroi
87
ordinario. La de Lissa era mucho más fuerte debido al espíritu, pero
tú nunca sabías si alguien la iba a vencer.
—Por supuesto —dijo él, poniéndose de pie. Abrió el cajón del
escritorio y le dio a Mia un set de llaves que ella rápidamente me
entregó—. El código es 4312578.
Me forcé a memorizarlo, y él nos hizo señas hacia la poderosa
puerta. Tras de ella, los corredores se expandían en todas
direcciones. Él apunto a uno a nuestra derecha. —Ahí abajo. Tomen
la izquierda al final, luego bajen dos pisos, y es la puerta a la
derecha.
Mia me dio una mirada para asegurarse de que había
entendido. Asentí, y ella se giró de vuelta hacia él. —Ahora
asegúrese de que la vigilancia está apagada.
—Llévenos ahí —dijo Lissa firmemente.
Don no pudo resistirse a su orden, y ella y Mia lo siguieron,
dejándome sola. Esta parte del plan estaba todo a mi cargo, y me
apresuré por el pasillo. Las instalaciones podían estar casi
desocupadas, pero aún podía encontrarme con alguien, y no tendría
ninguna compulsión para ayudarme a sacarme los problemas de
encima.
Las direcciones de Don eran claras, pero aun así no estaba
preparada cuando apreté el código y entré en la cámara. Hilera tras
hilera de archivadores apretados en un vestíbulo enorme. No podía
ver su fin. Los cajones estaban apilados en un máximo de cinco, y la
ligera luz fluorescente y el misterioso silencio le daban un aspecto
escalofriante, casi embrujado. Toda la información de los guardianes
antes de la era digital. Sólo Dios sabía cuán atrás llegaban estos
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registros. ¿A los días medievales en Europa? Repentinamente me
sentí intimidada y me pregunté si podría sacar esto adelante.
Caminé hacia el primer archivador a mi izquierda, aliviada al
ver que estaba rotulada. Leía AA1. Bajo ella estaba AA2 y así en
adelante. Oh por Dios. Iba a tomarme varios archivadores para salir
de las A. estaba agradecida de que la organización fuera tan simple
como el orden alfabético, pero ahora entendía por qué estos
archivadores llegaban al infinito. Tenía que retroceder más de tres
cuartos hacia el fondo de la habitación para llegar a la T, y no fue
hasta que llegué al archivador TA27 que encontré el archivo para la
prisión Tarasov.
Jadeé. El archivo era grueso, lleno de toda clase de documentos.
Había páginas de la historia de la prisión y sus patrones de
migración, así como planos para cada una de sus ubicaciones. Casi
no podía creerlo. Demasiada información. Pero ¿Qué necesitaba?
¿Qué podía ser útil? La respuesta vino rápidamente: todo. Cerré el
cajón y metí la carpeta bajo mi brazo. Bien. Hora de salir de aquí.
Me giré y comencé a dirigirme a la salida a un trote ligero.
Ahora que tenía lo que necesitaba, la urgencia de escapar me estaba
presionando. Estaba casi ahí cuando escuché un suave click, y la
puerta se abrió. Me congelé cuando un dhampir que no reconocí
entró. Él también se congeló, claramente asombrado, y yo tomé
como una pequeña bendición el que él no me hubiera puesto
inmediatamente contra la pared y comenzara a interrogarme.
—Tú eres Rose Hathaway —dijo él. Buen dios. ¿Había alguien
que no supiera quién era? Me tensé, insegura de qué esperar ahora,
pero hablé como si el encontrarnos aquí tuviera todo el sentido del
mundo—. Así parece. ¿Quién eres tú?
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—Mikhail Tanner —dijo él, aún perplejo—. ¿Qué estás haciendo
aquí?
—Estoy haciendo un recado —dije despreocupadamente.
Indiqué el archivo—. El guardián en servicio aquí abajo necesitaba
algo.
—Estás mintiendo —dijo él—. Yo soy el guardián que cuida los
archivos. Si alguien necesitara algo, ellos me habrían enviado a mí.
Oh, mierda. Hablando acerca de los planes mejor trazados
derrumbándose. Aunque, mientras estaba parada ahí, un extraño
pensamiento me invadió. Su apariencia no era para nada familiar:
cabello marrón rizado, altura media, en sus tardíos veintes. Bastante
atractivo,‖en‖realidad.‖Pero‖su‖nombre…‖algo‖acerca‖de‖su‖nombre…
—La Sra. Karp —jadee—. Tú eres‖ el‖ que…‖ tú‖ estuviste‖
involucrado con la Sra. Karp.
Él se puso rígido, los ojos se estrecharon con cautela. —¿Qué
sabes acerca de eso?
Tragué. Lo que yo hice, o intenté hacer, por Dimitri no era sin
precedentes. —Tú la amaste. Tú fuiste a matarla después de que
ella…‖después‖de‖que‖ella‖se‖convirtiera.
La Sra. Karp había sido una profesora nuestra hace unos pocos
años. Ella había sido una usuaria del espíritu, y cuando los efectos
del espíritu empezaron a volverla loca, ella hizo lo único que pudo
para salvar su mente: convertirse en un Strigoi. Mikhail, su amante,
había hecho lo único que él conocía para terminar ese malvado
estado: buscarla y matarla. Se me ocurrió que estaba parada cara-a-
cara con el héroe de una historia de amor casi tan dramática como la
mía.
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—Pero nunca la encontraste —dije suavemente—. ¿Verdad?
Él se tomó un largo momento para responder, sus ojos puestos
en mí pesadamente. Me pregunté en qué estaba pensando. ¿Ella?
¿Su propio dolor? ¿O me estaba analizando?
—No —dijo finalmente—. Tuve que detenerme. Los guardianes
me necesitaban más.
Él habló con esa manera calmada y controlada con la que los
guardianes se destacan, pero en sus ojos vi dolor, un dolor que yo
más que entendía.
Dudé antes de abalanzarme a la única oportunidad que tenía de
no ser descubierta y terminar en una celda en la cárcel.
—Sé…‖ sé que tienes toda la razón de sacarme de aquí y
entregarme. Deberías. Es lo que se supone tienes que tienes que
hacer,‖ lo‖que‖yo‖haría‖ también.‖Pero‖ la‖ cosa‖es,‖ esto…‖—de nuevo
asentí a la carpeta—. Bueno, más o menos estoy intentando hacer lo
que tú hiciste. Estoy intentando salvar a alguien.
Él permaneció callado. Probablemente podía adivinar a quién
me‖ refería‖ y‖ asumir‖ que‖ ‚salvar‛‖ significaba‖ ‚matar.‛‖ Si‖ él sabía
quién era yo, entonces sabía quién había sido mi mentor. Pocos
sabían de mi relación romántica con Dimitri, pero yo
preocupándome por él podría ser una conclusión inevitable.
—No tiene propósito, sabes —Mikhail dijo finalmente. Esta vez,
su voz se quebró un poco—. Intenté…‖ intenté encontrarla con
mucho‖esfuerzo.‖Pero‖ cuando‖ellos‖desaparecen…‖cuando‖ellos‖no‖
quieren‖ ser‖ encontrados…‖—él sacudió su cabeza—. No hay nada
que nosotros podamos hacer. Entiendo por qué quieres hacerlo.
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Créeme, lo sé. Pero es imposible. Nunca lo encontraras si él no
quiere encontrarte también.
Me pregunté cuánto podría decirle a Mikhail, cuánto debería. Se
me ocurrió entonces que, si había alguien más en este mundo que
entendería por lo que estaba pasando, sería este hombre. Además,
no tenía muchas opciones aquí.
—La cosa es que creo que puedo encontrarle —le dije
lentamente—. Él me está buscando.
—¿Qué? —Las cejas de Mikhail se elevaron—. ¿Cómo lo sabes?
—Porque, um, me envía cartas al respecto.
Esa feroz mirada de guerrero apareció de inmediato. —Si sabes
eso, si puedes encontrarlo... Deberías llevar un respaldo para
matarlo.
Di un respingo ante esas últimas palabras y otra vez temí lo que
iba a decir a continuación.
—¿Me creerías si dijera que hay una manera de salvarlo?
—Querrás decir de destruirle.
Negué con la cabeza. —No... Me refiero a realmente a salvarlo.
Una manera de devolverle a su estado original.
—No —dijo Mikhail rápidamente—. Eso es imposible.
—Puede‖ que‖ no‖ lo‖ sea.‖ Conozco‖ a‖ alguien‖ que‖ lo‖ hizo…‖ que‖
revivió de nuevo a un Strigoi. —Bueno, eso era una pequeña
mentira. En realidad no conocía a la persona, pero yo no iba a entrar
en la cadena de ‚conozco‖a‖alguien‖que‖conoce‖a‖alguien…‛
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—Eso es imposible —repitió Mikhail—. Los Strigoi están
muertos. No-muertos. Es lo mismo.
—¿Y si hubiera una oportunidad? —le dije—. ¿Qué pasa si se
pudiera hacer? ¿Qué pasa si la Sra. Karp, si Sonya, pudiera
convertirse en Moroi otra vez? ¿Y si pudieran estar juntos otra vez?
—También significaría que estaría loca otra vez, pero eso era un
detalle técnico para más adelante.
Se sintió como una eternidad antes de que respondiera, y mi
ansiedad creció. Lissa no podían utilizar la compulsión para
siempre, y Mia me dijo que fuera rápida. Este plan se vendría abajo
si no conseguía esto pronto. Sin embargo, observándole deliberar,
pude ver su rostro vacilar. Después de tanto tiempo, todavía amaba
a su Sonya.
—Si lo que estás diciendo es verdad, y no creo que lo sea,
entonces voy contigo.
Whoa, no. Ese no era el plan. —No puedes —le dije
rápidamente—. Ya llevo gente —otra pequeña mentira—. Añadir a
más puede arruinar las cosas. No lo estoy haciendo sola —le dije,
cortando lo que me imaginé que sería su siguiente argumento—. Si
de‖ verdad‖ quieres‖ ayudarme…‖ si‖ en‖ verdad‖ quieres‖ tener‖ una‖
oportunidad‖para‖traerla‖de‖vuelta… tienes que dejarme ir.
—No hay manera de que eso pueda ser verdad —repitió. Pero
había duda en su voz, y la aproveché.
—¿Puedes correr ese riesgo?
Más silencio. Estaba empezando a sudar ahora. Mikhail cerró
los ojos por un momento y respiró hondo. Luego se hizo a un lado e
hizo un gesto hacia la puerta. —Vete.
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Casi me hundí por el alivio y de inmediato cogí la manija de la
puerta.
—Gracias. Muchas gracias.
—Podría meterme en un montón de problemas por esto —dijo
con cansancio—. Y todavía no creo que sea posible.
—Pero esperas que lo sea. —No necesitaba que respondiera, yo
sabía que tenía razón. Abrí la puerta pero, antes de irme, hice una
pausa y le miré. Esta vez, no ocultó el dolor y la pena de su rostro—.
Si lo decías en serio... Si quieres ayudar... Podría haber una forma de
que pudieras hacerlo.
Otra pieza del rompecabezas se había desentrañado para mí,
otra manera por la que podríamos salir del paso. Le expliqué lo que
necesitaba de él y me sorprendí por lo rápido que estuvo de
acuerdo.
Realmente él era igual que yo, me di cuenta. Los dos sabíamos
que la idea de traer de vuelta a un Strigoi era imposible... y, sin
embargo, queríamos creerlo tan desesperadamente. Después de eso,
me escabullí de vuelta. Don no estaba en su escritorio, y me
pregunté qué había hecho Mia con él. No esperé a saberlo, y en su
lugar me dirigí el exterior, hacia un pequeño patio que había
establecido como punto de encuentro. Mia y Lissa estaban
esperando allí, paseando. Sin distraerme con la ansiedad, me abrí al
vínculo y sentí la agitación de Lissa.
—Gracias a Dios —dijo cuando me vio—. Creíamos que habías
sido capturada.
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—Bueno... Es una larga historia. —Una que no me iba a tomar la
molestia de contar—. Tengo lo que necesitaba. Y... en realidad,
ahora mucho más. Creo que podemos hacerlo.
Mia me dio una mirada que fue a la vez irónica y melancólica.
—Quisiera saber qué es lo que están tramando.
Negué con la cabeza mientras nos alejábamos. —No —le
respondí—. No estoy segura de que quisieras.
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Traducido por cyely divinna, Gry, vampirabriin y Caty
Corregido por Ellie
ecidí que sería mejor si Lissa y yo nos quedábamos
despiertas hasta tarde cuando regresamos a su
habitación, estudiando detenidamente los
documentos. Ella tenía una mezcla de sentimientos cuando le hablé
de mi encuentro con Mikhail, algo que yo no le había mencionado a
Mia. La primera reacción de Lissa fue de sorpresa, pero había otras
cosas también. El miedo a los problemas en los que me podría haber
metido. Un poco de tibio romanticismo sobre lo que ambos, Mikhail
y yo, estábamos dispuestos a hacer por las personas que hemos
amado. Se preguntó si ella haría lo mismo si Christian se encontrara
en esa situación. Ella decidió al instante que lo haría; que su amor
por él era todavía fuerte. Entonces se dijo a si misma que a ella
realmente no le importaba más, lo cual me habría molestado si yo
no hubiera estado tan distraída.
—¿Qué está mal? —preguntó.
Suspiré en voz alta por la consternación sin darme cuenta
mientras leía sus pensamientos. No queriendo que ella supiera que
había estado hojeando su mente, le señalé los papeles extendidos
D
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sobre la cama—. Estoy tratando de darle sentido a esto. —No estaba
del todo tan lejos de la verdad.
El diseño de la prisión era complejo. Las celdas ocupaban dos
pisos y eran pequeñas, con sólo un preso por celda. Los documentos
no explicaban por qué, pero la razón era obvia. Era lo que Abe había
dicho acerca de prevenir que los criminales se conviertan en Strigoi.
Si yo hubiera estado encerrada en la cárcel durante años, podría
entender la tentación de morder y matar a mi compañero de celda
para convertirme en Strigoi y escapar. Las celdas se mantenían
también ubicadas en el centro del edificio, rodeado de guardias,
oficinas, ‚cuartos para ejercitarse‛, cocina y una sala de
alimentadores. Los documentos explicaban la rotación de guardia,
así como los horarios de alimentación de los prisioneros. Ellos eran
escoltados al parecer, para que los alimentaran, fuertemente
custodiados, y sólo se permite tomar muy poco de la sangre. Una
vez más, eso mantenía a los prisioneros más débiles y les impedía
volverse Strigois.
Todo era buena información, pero no tenía ninguna razón para
creer nada de eso, puesto que el archivo tenía cinco años. También
era probable que en la prisión hubiera toda clase de nuevos equipos
de vigilancia. Probablemente lo único con lo que podía contar era la
localización de la prisión y el diseño del edificio.
—¿Qué tan bien te sientes acerca de tus habilidades de
encantamiento? —le pregunté a Lissa.
A pesar de que no había sido capaz de poder sanarme con el
uso del espíritu, como lo había hecho el anillo que me dio aquella
mujer que conocí con el nombre de Oksana, me había dado cuenta
que mi temperamento y la oscuridad inducida se habían
tranquilizado un poco. Lissa había hecho un anillo para Adrian
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también, aunque no sabría decir a ciencia cierta si era eso lo que lo
estaba ayudando a controlar sus vicios últimamente, vicios que por
lo general lo ayudaban a controlar el espíritu.
Ella se encogió de hombros y se volcó sobre su espalda. El
agotamiento la vencía, pero ella estaba tratando de mantenerse
despierta por mi causa. —Cada vez mejor. Me gustaría poder
hacerlo tan bien como Oksana.
—Tal vez algún día —dije vagamente. Trataba de no pensar en
Oksana cuando dejé Siberia. Había ido con su guardián y quería
mantener un perfil bajo. Además, yo no quería que Lissa estuviera
allá ni ahora ni en cualquier momento, no después de mi terrible
experiencia—. ¿Has sido capaz de hacer algo además de la curación?
—Un momento después, me respondí a mi propia pregunta—. Oh,
está bien. La cuchara.
Lissa hizo una mueca, pero se convirtió en un bostezo. —No
creo que haya funcionado tan bien.
—Uhm.
—¿Uhm?
Volví a mirar los planos. —Estoy pensando si podrías hacer un
poco más de encantos de compulsión, sería recorrer un largo camino
para ayudarnos con esto. Tenemos que hacer que la gente vea lo que
queremos que vean —seguramente, si Victor, cuyos poderes de
coacción no estaban cerca de los de su sobrina, había logrado un
encanto de lujuria, ella podría hacer lo que yo necesitaba. Sólo
necesitaba más práctica. Ella entendía los principios básicos, pero en
el pasado había tenido problemas para obtener los efectos deseados.
El único problema era que, al pedirle que hiciera esto, yo estaba
haciendo que usara en exceso el espíritu. Incluso si los efectos
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secundarios no se presentaban de inmediato, lo más probable sería
que regresaran a refugiarse en ella en el futuro.
Ella me miró con curiosidad, pero cuando la vi bostezar de
nuevo, le dije que no se preocupara. Yo le explicaría mañana. Ella no
ofreció ningún argumento, y después de un rápido abrazo, cada una
se retiró a su propia cama. No íbamos a dormir mucho, pero
teníamos que conseguir lo que pudiéramos. Mañana sería un gran
día.
Yo había llevado una variante de la indumentaria de los
guardianes formales en blanco y negro de cuando fui al juicio de
Victor. En situaciones normales como guardiana, llevaba ropa de
calle. Pero para los eventos de lujo, querían que buscáramos tonos
nítidos y profesionales. La mañana después de nuestra frenada
audacia, tuve mi primera experiencia real en la modalidad de
guardiana.
Yo había llevado la ropa que usé en el juicio de Víctor, pero
ahora tenía el vestuario de un guardián oficial, que se adaptaba
exactamente a mi medida: un pantalón negro de bota larga, una
blusa blanca de botones, y una chaqueta de traje negro que me
encajaba perfectamente. Por cierto, no estaba destinado a ser sexy,
pero la forma en que abrazaba mi estómago y las caderas, hacía
cosas buenas con mi cuerpo. Me sentí satisfecha con mi reflejo en el
espejo, y después de varios minutos de pensamiento, me había
atado el cabello en un moño perfectamente trenzado que mostraba
mis marcas molnija. La piel aún estaba irritada, pero al menos el
vendaje‖se‖había‖ido.‖Me‖parecía‖muy…‖profesional.‖Hacía‖que‖me‖
acordara de Sydney. Era una alquimista, un ser humano que
trabajaba con Morois y dhampirs para ocultar la existencia de los
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vampiros al mundo. Con su sentido propio de la moda, que siempre
parecía estar lista para una reunión de negocios. Aun quería
enviarle un maletín para Navidad.
Si alguna vez hubo un tiempo para mostrarme, hoy era el día.
Después de las pruebas y la graduación, este era el siguiente paso
más importante en convertirse en guardiana. Era un almuerzo al
cual todo nuevo graduado asistía. Los Morois elegibles para nuevos
guardias también asistían, esperando alcanzar a los candidatos.
Nuestras notas de la escuela y las pruebas habían sido de
conocimiento público ya, y esto era una posibilidad para que los
Morois nos encontraran y pidieran por quién ellos quieran que los
cuiden. Naturalmente, la mayor parte de los invitados serían reales,
pero unos otros Moroi importantes también calificarían para ello.
Yo realmente no tenía ningún interés en mostrarme y enganchar
una familia elegante. Lissa era a la única que quería mantener a
salvo. De todos modos, tenía que hacer una buena impresión. Yo
tenía que dejar en claro que era quien debería estar con ella.
Ella y yo entramos a la sala de baile real juntas. Era el único
lugar lo bastante grande como para que entráramos todos nosotros,
ya que más que sólo graduados de St. Vladimir asistían.
Todas las escuelas americanas habían enviado a sus nuevos
reclutas, y durante un momento, encontré el mar de blanco y negro
bastante molesto. Los trozos de color —la Familia Real se vestía en
su ropa más fina— animaba la paleta un poco. Alrededor de
nosotros, la pintura mural de acuarela suave hacía las paredes
parecer brillosas. Lissa no había llevado un vestido inflado o algo,
pero ella parecía muy elegante en un vestido al cuerpo hecho de
seda en color turquesa.
10
0
La Familia Real se mezcló con la facilidad social con la cual ellos
habían sido criados, pero mis compañeros de clase se movían con
inquietud. A nadie parecía importarles. No era nuestro trabajo el
buscar a otros; ellos se acercarían a nosotros. Todos los graduados
llevaban etiquetas metálicas grabadas. No había esas etiquetas
adhesivas de ‚HOLA,‖MI‖NOMBRE‖ES…‛ aquí. Las etiquetas nos
identificaban de modo que la Familia Real pudiera venir y hacer sus
preguntas.
No esperaba que nadie excepto mis amigos hablara conmigo,
entonces Lissa y yo nos dirigimos directamente hacia el bufete y
luego ocupamos una esquina tranquila para comer nuestros canapés
y caviar. Bien, Lissa comió el caviar. Esto me recordaba demasiado a
Rusia.
Adrian, por supuesto, nos buscó primero. Le di una sonrisa
torcida. —¿Qué haces aquí? Sé que no estás eligiendo un guardia.
Sin proyectos concretos para su futuro, se asumía que Adrian
viviría simplemente en la Corte. Como tal, él no necesitaría ninguna
protección exterior, aunque ciertamente lo necesitaría si él decidiera
emprender su camino en el mundo.
—Es verdad, pero yo podría echar de menos algunas fiestas —
dijo él. Él sostenía una copa de cristal de champán en su mano, y me
pregunté si los efectos del anillo que Lissa le había dado se
desvanecían. Por supuesto, la bebida ocasional realmente no era el
fin del mundo, y la promesa de la cita había estado algo floja en esa
área. Era sobre todo el fumar en lo que quería que se alejara—. ¿Se te
han acercado un montón de personas esperanzadas?
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1
Sacudí mi cabeza. —¿Quién quiere a la imprudente Rose
Hathaway, quien abandona todo sin aviso para hacer sus propias
cosas?
—La mayoría —él dijo—. Estoy seguro. Pateaste traseros en
batalla, y recuerda, todos piensan que te marchaste para irte en una
excursión de matanza de Strigois. Algunos podrían pensar que eso
merece tu loca personalidad.
—Él tiene razón —una voz de repente dijo. Alcé la vista y vi a
Tasha Ozera estando de pie cerca de nosotros, una pequeña sonrisa
en su cara con cicatrices. A pesar de la desfiguración, pensé que ella
parecía hermosa hoy, más real de lo que yo la había visto alguna
vez. Su pelo negro largo brillaba, y llevaba una falda naval y
camiseta de encaje. Ella hasta tenía tacones altos y joyería, algo que
yo estaba segura que nunca la había visto usar.
Estaba contenta de verla; no había sabido de ella desde que
había venido a la Corte. Un pensamiento raro vino a mí. —¿Te han
dejado finalmente tener a un guardia? —La Familia Real tenía
muchos modos tranquilos, corteses, de rechazar a aquellos que
estaban en la desgracia. En el caso de los Ozera, su asignación de
guardia había sido cortada en la mitad como alguna clase de castigo
por lo que los padres de Christian habían hecho. Era totalmente
injusto. Los Ozera se merecían los mismos derechos que cualquier
otra familia real.
Ella saludó con la cabeza. —Pienso que ellos esperan que esto
me calle sobre los Moroi luchando con dhampirs. Una clase de
soborno.
—Uno en el que no caerás, estoy segura.
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2
—¡No! Esto me dará sólo a alguien con quién practicar. —Su
sonrisa se descoloró, y echó miradas inciertas entre nosotros—.
Espero‖que‖no‖te‖ofendas…‖pero‖puse‖una‖petición‖por‖ti,‖Rose.
Lissa y yo cambiamos vistazos asustados.
—Ah. —Yo no sabía que más decir.
—Espero que ellos te den a Lissa —añadió Tasha de prisa,
claramente incómoda—. Pero la reina parece estar segura de sus
propias elecciones. Si este es el caso...
—Está bien —dije—. Si no puedo estar con Lissa, entonces
realmente prefiero estar contigo. —Era la verdad. Quería a Lissa
más que a nadie en el mundo, pero si ellos nos mantenían
separadas, entonces yo preferiría absolutamente a Tasha antes que
alguna otra persona real snob. Por supuesto, yo estaba bastante
segura que mis probabilidades de ser adjudicada a ella eran tan
malas como las de ser adjudicadas a Lissa. Aquellos que estaban
enojados conmigo por escaparme, se saldrían con la suya para
ponerme en la situación más desagradable posible. Y aun si estaban
concediéndole a un guardia, yo tenía el presentimiento que la
preferencia de Tasha no sería alta prioridad tampoco. Mi futuro
todavía era un gran signo de interrogación.
—Hey —exclamó Adrian, ofendido porque yo no lo había
nombrado como mi segunda opción. Negué con la cabeza hacia él—.
Ustedes saben que me iban a asignar a una mujer de todos modos.
Además, tienes que hacer algo con tu vida para ganar un guardián.
—Quise decirlo en broma, pero una pequeña mueca me hizo pensar
que podría haber herido sus sentimientos. Tasha, por su parte,
pareció aliviada.
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3
—Me alegro de que no te importe. Mientras tanto, haré lo que
pueda para ayudarlas a ustedes dos. —Ella puso los ojos en
blanco—. No es que mi opinión cuente para mucho.
Compartir mis dudas sobre si me asignarían a Tasha parecía
inútil. En cambio, empecé a darle las gracias por la oferta, pero se
nos unió un visitante: Daniella Ivashkov.
—Adrian —reprendió con suavidad, con una pequeña sonrisa
en su cara—, no debes mantener a Rose y a Vasilisa para ti solo. —Se
volvió a Lissa y a mí—. A la reina le gustaría verlas a ambas.
Encantador. Ambas nos pusimos en pie, pero Adrian se quedó
sentado, al no tener deseo de visitar a su tía. Tasha, al parecer,
tampoco. Al verla, Daniella dio un seco gesto cortés. —Lady Ozera.
—Ella se alejó, suponiendo que la seguiríamos. Me pareció irónico
que Daniella pareciera dispuesta a aceptarme a mí pero sostenía el
típico prejuicio de los Ozera. Supongo que su amabilidad no llegaba
tan lejos.
Tasha, sin embargo, hacía tiempo que había crecido inmune a
ese tipo de tratamiento. —Que se diviertan —dijo. Miró a Adrian—.
¿Más champán?
—Lady Ozera —dijo con grandilocuencia—, usted y yo somos
dos mentes con un mismo pensamiento.
Dudé antes de seguir a Lissa para ir con Tatiana. Había
observado el aspecto de Tasha, pero sólo ahora realmente estaba
prestando atención a algo—. ¿Es toda tu joyería de plata? —Le
pregunté.
10
4
Ella tocó distraídamente el collar de ópalos alrededor de su
cuello. Sus dedos estaban adornados con tres anillos. —Sí —dijo
ella, confundida—. ¿Por qué?
—Esto va a sonar realmente extraño... Bueno, tal vez no en
comparación con mis rarezas normales. Pero, ¿podríamos, um, pedir
prestado todos esos? —Lissa me lanzó una mirada, adivinando mis
motivos de inmediato. Necesitábamos más encantos, y estábamos
cortas de objetos de plata.
Tasha arqueó una ceja, pero como muchos de mis amigos, tenía
una notable capacidad para rodar con ideas extrañas. —Claro —
dijo—. ¿Pero puedo dártelos más tarde? Realmente no me gustaría
substituir mis joyas ahora mismo en medio de la fiesta.
—No hay problema.
—Te las voy a enviar a tu habitación.
En cuanto asentimos, Lissa y yo caminamos hacia donde
Tatiana estaba rodeada de admiradores y los que le hacían la pelota*
(N.T: esto sería como hacer de perrito pero el juego de palabras hace
referencia a Suck= chupar. En el caso de vampiros se entiende ¿no?).
Daniella tenía que estar equivocada al decir que Tatiana quería
vernos a las dos. El recuerdo de ella gritándome por lo de Adrian
todavía ardía en mi cabeza, y la cena no me había engañado en el
pensamiento de que la reina y yo éramos mejores amigas de
repente.
Sin embargo, sorprendentemente, cuando nos vio a Lissa y a mí,
ella era toda sonrisas.
—Vasilisa. Y Rosemarie. —Ella nos hizo una seña para que nos
acercáramos, y nos separamos del grupo. Me acerqué con Lissa, mis
10
5
pasos tentativos. ¿Nos iba a gritar en frente de toda esta gente?
Aparentemente no. Siempre había nuevos miembros de la realeza
para reunirse, y Tatiana presentó por primera vez a Lissa a todos
ellos. Todo el mundo tenía curiosidad de la princesa Dragomir. Me
presentaron a mí también, aunque la reina no se puso a de cantar
mis alabanzas como lo hizo con Lissa. Sin embargo, ser reconocida
en lo absoluto era increíble.
—Vasilisa —dijo Tatiana, una vez que las formalidades se
terminaron—, yo estaba pensando que debería visitar antes al
Lehigh. Se están haciendo arreglos para que puedas entrar, oh, en
tal vez una semana y media. Pensamos que sería un buen
tratamiento para tu cumpleaños. Serena y Grant te acompañarán,
por supuesto, y voy a enviar a algunos otros. —Serena y Grant eran
los guardianes que habían sustituido a Dimitri y a mí como futura
protección de Lissa. Por supuesto que irían con ella. Entonces,
Tatiana dijo lo más sorprendente de todo—. Y usted puede ir
también, si lo desea, Rose. Vasilisa apenas puede celebrar sin usted.
Lissa se iluminó. La Universidad de Lehigh. El atractivo que le
había hecho aceptar una vida en la corte. Lissa anhela tanto
conocimiento como pueda obtener, y la reina le había dado la
oportunidad. La perspectiva de una visita la llenó totalmente de
entusiasmo y emoción, especialmente si podía celebrar su décimo
octavo cumpleaños allí conmigo. Esto fue suficiente para distraerla
de Victor y Christian, lo que era decir algo.
—Gracias, Su Majestad. Eso sería genial.
Había una gran posibilidad, yo lo sabía, de que podríamos no
estar alrededor para esta visita programada No si mi plan de Victor
funcionaba. Pero no quería arruinar la felicidad de Lissa, y yo
apenas podía mencionar nada en esta multitud real. También me
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sorprendió yo hubiera sido invitada en lo absoluto. Después de
emitir la invitación, la reina no dijo nada más hacia mí, y siguió
hablando con los demás a su alrededor. Sin embargo, había sido
agradable —para ella, por lo menos—, dirigiéndose a mí, igual que
lo había sido en la casa de los Ivashkov. No mejor ‚buena amiga‛,
pero ciertamente no una perra loca delirante, tampoco. Tal vez
Daniella había tenido razón. Seguí charlando como todo el mundo,
haciendo bromas y tratando de impresionar a la reina, y pronto se
hizo claro que yo ya no era necesaria. Echando un vistazo por la
habitación, encontré a alguien con quien tenía que hablar, y
humildemente me separé del grupo, a sabiendas de que Lissa podía
valerse por sí misma.
—Eddie —llamé, y llegué al otro lado del salón de baile—. Al
fin estamos solos.
Eddie Castilla, un viejo amigo mío, sonrió cuando me vio. Él
también era un dhampir, alto, de rostro largo y estrecho que aún
tenían una mirada linda y juvenil. Había domado su pelo de arena
rubia oscura, para variar. Lissa había esperado una vez que Eddie y
yo saliéramos, pero él y yo éramos estrictamente sólo amigos. Su
mejor amigo había sido Mason, un chico dulce que había estado loco
por mí y que había sido asesinado por los Strigoi. Después de su
muerte, Eddie y yo habíamos adoptado actitudes de protección
hacia los demás. Había sido secuestrado durante el ataque a St.
Vladimir, y su experiencia le había hecho un guardián serio y
decidido, a veces un poco demasiado serio. Quería que tuviera más
diversión, y estaba encantada de ver el brillo feliz de sus ojos color
avellana ahora.
—Creo que todos los reales en el cuarto han estado tratando de
sobornarte —me burlé. No era del todo una broma. Yo lo había
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estado vigilando a lo largo del día, y siempre había habido alguien
con él. Su récord era estelar. Sobrevivir a los terribles
acontecimientos de su vida le ha dejado marcas, pero se reflejaba
bien en sus habilidades. Tenía grandes clasificaciones de las
pruebas. Lo más importante es que no tenía mi reputación
imprudente. Era un buen partido.
—Pienso de la misma manera. —Se echó a reír—. Realmente no
lo esperaba.
—Eres muy modesto. Eres la cosa más caliente en esta sala.
—No comparado contigo.
—Sí. Lo demuestra la fila detrás de mí tratando de hablar
conmigo. Tasha Ozera es la única que me quiere por como soy. Y
Lissa, por supuesto.
Líneas de pensamiento arrugaron el rostro de Eddie. —Podría
ser peor.
—Va a ser peor. De ninguna manera, voy a recibir a cualquiera
de ellos. —Nos quedamos callados, y una ansiedad repentina me
llenó. Yo había venido a pedirle un favor a Eddie, y ya no parecía
una buena idea. Eddie estaba al borde de una brillante carrera. Era
un amigo leal, y yo había estado segura de que él me ayudaría con
lo que fuera que necesitara... pero de pronto no me creía capaz de
pedírselo. Pero, al igual que Mia, Eddie era observador.
—¿Cuál es el problema, Rose? —Su voz sonaba preocupada, esa
naturaleza protectora entrando en acción.
Sacudí mi cabeza. No podía hacerlo. —Nada.
—Rose —dijo él, como una advertencia.
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Miré hacia otra parte, incapaz de mirarlo a los ojos. —No es
importante. De verdad.
Encontraría alguna otra forma, alguien más.
Para mi sorpresa, él se acercó a tocar mi barbilla y empujó mi
cabeza hacia arriba. Su mirada encontró la mía, sin permitirme
ningún escape. —¿Qué necesitas?
Me quedé mirándolo durante un largo rato. Yo era tan egoísta,
arriesgando las vidas y las reputaciones de amigos que me
importaban. Si Christian y Lissa no estuvieran tan mal, estaría
pidiéndoselo a él también. Pero Eddie era todo lo que me quedaba.
—Necesito algo... algo que es bastante extremo.
Su cara seguía seria, pero sus labios se estiraron en una sonrisa.
—Todo lo que tú haces es extremo, Rose.
—No como esto. Esto es... bueno, es algo que podría arruinarlo
todo para ti. Meterte en problemas. No puedo hacerte eso a ti.
Su media sonrisa se desvaneció. —No importa —dijo él con
fiereza—. Si me necesitas, lo haré. Sin importar de qué se trate.
—No sabes de qué se trata.
—Yo confío en ti.
—Es algo ilegal. Traición incluso.
Eso lo tomó por sorpresa por un momento, pero continuó
resuelto. —Lo que sea que necesites. No me importa. Cuenta
conmigo. —Yo había salvado la vida de Eddie dos veces, y sabía que
él era sincero. Él se sentía en deuda conmigo.
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Él iría a cualquier lugar que le pidiera, no por algún tipo de
amor romántico, sino por amistad y lealtad.
—Es ilegal —repetí—. Tendrías que escaparte de la Corte... esta
noche. Y no sé cuándo podríamos regresar. —Era completamente
posible que no regresáramos. Si teníamos un encuentro con los
guardas de la prisión... bueno, ellos podrían tomar medidas letales
para cumplir con su deber. Era para lo que todos nosotros
estábamos entrenados. Pero no podía llevar a cabo este escape
usando sólo la compulsión de Lissa. Necesitaba otro luchador que
cubriera mi espalda.
—Simplemente dime cuándo.
Y eso era todo lo que hacía falta. No tenía que decirle todas las
razones de nuestro plan, pero le dije el lugar de encuentro de esta
noche y le dije lo que necesitaba llevar. Él nunca me cuestionó. Dijo
que estaría allí. Nuevos miembros de la realeza se acercaron a hablar
con él, y lo dejé, sabiendo que estaría allí más tarde. Era difícil, pero
dejé mi culpa de lado por estar posiblemente arriesgando su futuro.
Eddie llegó, justo como lo había prometido, cuando mi plan se
desarrolló más tarde esa noche. Lissa también lo hizo. De nuevo,
noche quería decir ‚luz del día‛. Sentí la misma ansiedad que
cuando lo hicimos con Mia. La luz lo exponía todo, pero aún así, la
mayoría de la gente estaba dormida. Lissa, Eddie y yo seguíamos
moviéndonos por los campos de la Corte tan cubiertos como
podíamos, encontrándonos con Mikhail en una sección del
compendio que abrigaba todo tipo de vehículos parqueados. Los
garajes eran edificios grandes de metal, de aspecto industrial,
ubicados en los alrededores de la Corte, y nadie más estaba afuera.
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Entramos al garaje como nos indicó la noche pasada, y estuve
aliviada de no encontrar a nadie más aquí. Él nos inspeccionó a los
tres, pareciendo sorprendido por mi ‚equipo de ataque‛, pero no
hizo preguntas ni tuvo más intentos de unirse a nosotros. Más culpa
surgió dentro de mí. Aquí estaba otra persona arriesgando su futuro
por mí.
—Van a estar apretados —murmuró él.
Forcé una sonrisa. —Aquí todos somos amigos.
Mikhail no se rió de mi broma, en su lugar, abrió el
portaequipaje de un Dodge Charger negro. Él no estaba bromeando
acerca del espacio. Era uno de los nuevos, lo que era una pena. Un
modelo más viejo hubiera sido más grande, pero los guardianes sólo
usaban las mejores cosas por aquí.
—Una vez que estemos lo suficientemente lejos, me detendré y
los dejaré salir —dijo él.
—Estaremos bien —le aseguré—. Hagamos esto.
Lissa, Eddie y yo nos subimos al portaequipajes. —Oh Dios —
murmuró Lissa.
—Espero que nadie sea claustrofóbico.
Era como un mal juego de Twister. El portaequipajes era lo
suficientemente grande para un poco de equipaje, pero no estaba
hecho para tres personas. Estábamos apretados juntos, y el espacio
personal no existía. Estábamos tan cerca como era posible.
Satisfecho de que todos hubiéramos entrado, Mikhail cerró el
portaequipaje y la oscuridad nos envolvió. El motor se encendió un
minuto después, y sentí el auto moverse.
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—¿Cuánto crees que falte para que nos detengamos? —
Preguntó Lissa—. ¿O para que nos mate el envenenamiento por
inhalación de monóxido de carbono?
—Ni siquiera hemos dejado la Corte aún —noté yo. Ella
suspiró.
El carro siguió avanzando, y no mucho después nos detuvimos.
Mikhail debía haber alcanzado las puertas y estaba charlando
con los guardas.
Él me había dicho más temprano que se inventaría alguna u
otra excusa para hacer alguna diligencia, y que no teníamos ninguna
razón para creer que los guardias lo cuestionarían o revisarían el
auto. La Corte no estaba preocupada por las personas que quisieran
escaparse, como en nuestra escuela. La mayor preocupación aquí era
la gente que entraba.
Un minuto pasó, y me pregunté preocupada si habría algún
problema.
El auto se movió de nuevo, y los tres suspiramos de alivio.
Ganamos velocidad, y después de lo que sospeché era una milla o
algo así, el auto se parqueó en la orilla y se detuvo. El portaequipaje
se abrió y salimos de él. Nunca me había sentido tan agradecida por
el aire fresco. Yo me senté en el asiento del copiloto al lado de
Mikhail, y Lissa y Eddie tomaron el trasero. Una vez acomodados,
Mikhail continuó conduciendo sin decir una palabra más.
Me permití a mí misma unos cuantos momentos más de culpa
por las personas que había involucrado, pero después lo dejé ir. Era
demasiado tarde para preocuparme ahora. También dejé ir mi culpa
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por Adrian. Él hubiera sido un buen aliado, pero difícilmente podía
pedirle ayuda para esto.
Y, con eso, me acomodé y dirigí mis pensamientos al trabajo
que teníamos frente a nosotros. Nos tomaría cerca de una hora llegar
al aeropuerto y, desde allí, nosotros tres iríamos hacia Alaska.
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Traducido por Ellie
Corregido por Tibari
aben lo que necesitamos? —Yo me sentaba
entre Eddie y Lissa, en nuestro vuelo de
Seattle a Fairbanks. Como la más baja,
marginalmente, y el cerebro de la operación, había quedado
atascada en el asiento del medio.
—¿Un nuevo plan? —preguntó Lissa.
—¿Un milagro? —preguntó Eddie.
Me detuve y los miré a ambos antes de responder. ¿Desde
cuándo se habían convertido en los comediantes aquí?
—No. Cosas. Necesitamos buenos aparatos si es que vamos a
hacer esto. —Tomé el plano de la prisión que había estado en mi
regazo durante casi todo nuestro viaje hasta ahora. Mikhail nos
había dejado en un pequeño aeropuerto a una hora de la Corte.
Habíamos tomado un vuelo comercial de allí a Filadelfia, y de allí a
Seattle, y ahora a Fairbanks. Me recordó un poco a los locos vuelos
que había tenido que tomar de Siberia para volver a los EEUU. Ese
viaje también había pasado a través de Seattle. Comenzaba a creer
que esa ciudad era una puerta hacia oscuros lugares.
—¿S
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—Pensé que los únicos instrumentos que necesitábamos eran
nuestras agudezas —se mofó Eddie. Él quizás era serio acerca de su
trabajo de guardián gran parte del tiempo, pero también podía
encender su humor seco cuando estaba relajado. No es que estuviera
totalmente tranquilo con nuestra misión aquí, ahora que conocía
más (pero no todos) los detalles. Sabía que volvería a su estado de
alerta en cuanto aterrizáramos. Se había mostrado sacudido de
manera comprensible cuando le dije que liberaríamos a Victor
Dashkov. No le dije nada a Eddie sobre Dimitri ni el espíritu, sólo le
dije que liberar a Victor jugaba un papel más grande en el bien
general. La confianza de Eddie en mí fue tan implícita que tomó mi
palabra y no presionó más sobre el asunto. Me pregunté cómo
reaccionaría cuando supiera la verdad.
—Como mínimo, necesitamos un GPS —dije—. Hay sólo latitud
y longitud en esta cosa. Ninguna dirección verdadera.
—No debe ser difícil —dijo Lissa, girando una pulsera una y
otra vez entre sus manos. Había abierto su bandeja y extendido las
joyas de Tasha sobre ella—. Estoy segura de que incluso Alaska
tiene tecnología moderna. —Ella también se había prendido una
actitud divertida, aún con la ansiedad que irradiaba hacia mí a
través de nuestro vínculo.
El buen humor de Eddie se destiñó un poco.
—Espero que no pienses en armas ni nada de eso.
—No. Absolutamente no. Si esto funciona como deseamos,
nadie siquiera sabrá que estamos allí. —Un enfrentamiento físico era
probable, pero esperaba minimizar las heridas graves.
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Lissa suspiró y me entregó la pulsera. Estaba preocupada
porque gran parte de mi plan dependía de sus encantos,
literalmente y en sentido figurado.
—No sé si esto funcionará, pero quizá te dará más resistencia.
Tomé la pulsera y la puse en mi muñeca. Yo no sentía nada,
pero raramente sentía algo con los objetos encantados. Le dejé a
Adrian una nota que decía que Lissa y yo habíamos querido escapar
para‖un‖‚tiempo‖de‖chicas‛‖antes‖de‖mi‖asignación‖y‖de‖la‖visita‖a‖la‖
universidad de ella. Sabía que se sentiría herido. El ángulo del
‚tiempo‖de‖chicas‛‖tendría‖algo de peso, pero se sentiría herido por
no haber sido invitado en unas vacaciones osadas... si es que en
realidad creía que estábamos en unas. Probablemente me conocía lo
suficientemente bien como para saber que la mayor parte de mis
acciones tenían motivos ulteriores. Mi esperanza era que él
esparciría la historia entre los funcionarios de la Corte cuando
nuestra desaparición fuera advertida. Tendríamos problemas de
todos modos, pero un fin de semana salvaje era mejor que la fuga de
una prisión. Y, honestamente, ¿cómo podrían empeorar más las
cosas para mí? El único fallo era que Adrian podría visitar mis
sueños y averiguar lo que pasaba realmente. Ésa era una de las más
interesantes, y más ocasionalmente molestas, capacidades del
espíritu. Lissa no había aprendido a caminar por los sueños, pero
tenía una comprensión cruda del principio. Entre eso y la
compulsión, ella había tratado de encantar la pulsera de una forma
que bloquearía a Adrian cuando yo durmiera más tarde.
El avión empezó a descender en Fairbanks, y miré fuera de la
ventana hacia pinos altos y tierra verde. En los pensamientos de
Lissa, leí cómo ella esperaba de alguna forma ver glaciares y bancos
de nieve, a pesar de saber que era pleno verano aquí. Después de
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Siberia, yo había aprendido a mantener una mentalidad abierta
acerca de los estereotipos regionales. Mi preocupación más grande
era el sol. Había sido pleno día cuando dejamos la Corte, y como
nuestros viajes nos llevaron al oeste, el cambio de horario significaba
que el sol permanecía con nosotros. Ahora, aunque eran casi las
nueve de la noche, todavía teníamos un cielo azul, soleado y lleno,
gracias a la latitud del norte.
Era como una gigante manta de seguridad. Yo no se lo había
mencionado a Lissa ni a Eddie, pero era probable que Dimitri
tuviera espías por todas partes. Yo era intocable en St. Vladimir y en
la Corte, pero sus cartas habían indicado claramente que él estaría
esperando el momento en que yo abandonara esas fronteras. No
conocía la extensión de su logística, pero humanos vigilando la
Corte a la luz del día no me habría sorprendido. E incluso aunque
me fui oculta en un baúl, había una fuerte posibilidad de que
Dimitri estuviera ya en persecución. Pero la misma luz que
mantenía a los presos, nos mantendría seguros a nosotros también.
Tendríamos apenas unas pocas horas de noche que evitar, y si
lográbamos nuestro cometido rápidamente, estaríamos fuera de
Alaska en muy poco tiempo. Por supuesto, eso quizás no fuera algo
tan bueno. Perderíamos el sol.
Nuestra primera complicación vino después de que
aterrizáramos y tratáramos de alquilar un coche. Eddie y yo
teníamos dieciocho, pero ninguna de las compañías de alquiler de
coches le alquilaría uno a alguien tan joven. Después de la tercera
negativa, mi ira comenzó a crecer. ¿Quién habría pensado que
seríamos demorados por algo tan estúpido? Por último, en un
cuarto mostrador, la mujer nos dijo con indecisión que había un tipo
a una milla del aeropuerto que probablemente nos alquilaría un
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coche si teníamos una tarjeta de crédito y un depósito lo
suficientemente grande.
Hicimos la caminata en un clima agradable, pero sabía que el
sol comenzaba a molestar a Lissa para cuando alcanzamos nuestro
destino.‖Bud,‖de‖‚Alquiler‖de‖Coches‖Bud‛,‖no‖pareció‖tan‖sórdido‖
como esperaba, y en verdad nos alquiló un coche cuando le dimos el
suficiente dinero. De allí, conseguimos un cuarto en un motel
modesto y repasamos nuestros planes otra vez.
Toda nuestra información indicaba que la prisión funcionaba en
un horario vampiro, lo que significaba que éste era su momento
activo del día. Nuestro plan era permanecer en el hotel hasta el día
siguiente,‖ cuando‖ la‖ ‚noche‛‖ Moroi‖ viniera,‖ y‖ dormir‖ algo‖ hasta‖
entonces. Eso le daría a Lissa más tiempo para trabajar en sus
encantos. Nuestro cuarto era fácilmente defendible.
Mi sueño estuvo libre-de-Adrian, por lo que estuve agradecida,
ya‖que‖significaba‖que‖él‖aceptó‖todo‖el‖tema‖del‖‚viaje‖de‖chicas‛,‖o‖
bien que no podría abrirse camino a mis sueños por la pulsera de
Lissa. Por la mañana, conseguimos algunas rosquillas para el
desayuno y algo de café fuerte.
Correr contra nuestro horario de vampiro nos sacaba un poco
de lugar a todos.
Aunque el azúcar nos ayudó a arrancar, y Eddie y yo dejamos a
Lissa cerca de las diez para ir a explorar. Compramos mi codiciado
GPS y otras pocas cosas en una tienda de artículos deportivos en el
camino y lo utilizamos para navegar por caminos rurales remotos
que parecían no ir a ninguna parte. Cuando el GPS nos mostró que
estábamos a una milla de la prisión, aparcamos al lado de un
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pequeño camino de tierra y seguimos a pie a través de un campo de
césped alto que se estiraba indefinidamente ante nosotros.
—Pensé que Alaska era de tundra* —dijo Eddie, haciendo crujir
los tallos altos. El cielo era azul y claro otra vez, con sólo unas pocas
nubes que no hacían nada por mantener al sol lejos. Yo había
comenzado con una chaqueta ligera, pero ahora la llevaba atada
alrededor de la cintura, mientras sudaba. Ocasionalmente, una
bienvenida ráfaga de viento soplaba, aplastando el césped y
azotando mi cabello alrededor.
—Supongo que no en todas partes. O quizá tenemos que ir más
al norte para encontrarla. Ah, oye. Esto promete mucho. —Nos
detuvimos frente a un cartel de alto, una valla de alambre de púas
con un enorme letrero que decía: PROPIEDAD PRIVADA. SÓLO
PERSONAL AUTORIZADO PERMITIDO. La inscripción era roja,
para acentuar aparentemente cuán en serio lo decían.
Personalmente, habría agregado un cráneo y unos huesos cruzados
para realmente enfatizar el mensaje.
Eddie y yo estudiamos la valla durante unos momentos,
entonces nos miramos el uno al otro.
—Lissa curará lo que sea que nos lastimemos —dije de manera
optimista.
Subir a través de un alambre de púas no es imposible, pero no
es divertido. Tirando mi chaqueta sobre los alambres hizo mucho
por protegerme, pero aún así acabé con algunos rasguños y ropa
enganchada. Una vez que estaba arriba, bajé de un salto, prefiriendo
el duro aterrizaje antes que más rasguños al bajar. Eddie hizo lo
mismo, haciendo una mueca ante el duro impacto.
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Anduvimos un poco más lejos, y entonces la oscura línea de un
edificio entró a la vista. Nos detuvimos al mismo tiempo y nos
arrodillamos, buscando cubrirnos como pudiéramos con el césped.
El archivo de la prisión había indicado que tenían cámaras por
fuera, lo cual significaba que nos arriesgábamos a ser descubiertos si
nos acercábamos más. Había comprado unos prismáticos de alto
poder junto con el GPS, y los tomé ahora, estudiando el exterior del
edificio.
Los prismáticos eran buenos, realmente buenos, como deberían
haberlo sido considerando su precio. El nivel de detalle era
asombroso. Como tantas creaciones de los Moroi, el edificio era una
mezcla de lo viejo y lo nuevo. Las paredes estaban hechas de
bloques de piedra, grises y siniestros, y casi oscurecían totalmente la
prisión, cuyo techo justo apenas podía verse. Un par de figuras se
movían por encima de las paredes, ojos observando en vivo para
complementar las cámaras. El lugar parecía una fortaleza,
impenetrable e ineludible. Merecía estar en un precipicio rocoso, con
un cielo negro siniestro detrás. El campo y el sol de aquí parecían
fuera de lugar.
Entregué los prismáticos a Eddie. Él hizo su propia evaluación y
entonces hizo gestos a la izquierda.
—Allí. —Concentrándome, apenas alcancé a ver un camión o
una SUV subiendo hacia la prisión. Recorrió la parte trasera y
desapareció de la vista.
—Nuestra única forma de entrar —murmuré, recordando el
plano. Sabíamos que no teníamos ninguna posibilidad de escalar las
paredes ni acercarnos lo suficiente a pie sin ser vistos.
Necesitábamos literalmente entrar por la puerta principal, y ahí es
donde el plan se volvía algo tembloroso.
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Eddie bajó los prismáticos y me echó un vistazo, con la frente
fruncida.
—Quise decir lo que dije antes, ¿sabes? Yo confío en ti.
Cualquier razón que sea que tienes para hacer esto, sé que es una
buena. Pero, antes de que las cosas empiecen a moverse, ¿estás
segura de que esto es lo que quieres?
Le mostré una risa dura.
—¿Lo que quiero? No. Pero es lo que debemos hacer.
Asintió.
—Es suficiente para mí.
Observamos la prisión un rato más, mirando a través de
ángulos diferentes pero aún manteniendo un gran perímetro. El
lugar era más o menos lo que habíamos esperado, pero tener una
visión en 3D era útil.
Después de cerca de media hora, volvimos al hotel. Lissa estaba
sentada con las piernas cruzadas en una de las camas, todavía
trabajando en los encantos. Los sentimientos que venían de ella eran
tibios y felices. El espíritu siempre la hacía sentirse bien, incluso si
tuviera efectos secundarios posteriores, y pensó que estaba
progresando.
—Adrian llamó a mi teléfono móvil dos veces —me dijo cuando
entramos.
—¿Pero no contestaste?
—No. Pobre tipo.
Yo me encogí de hombros.
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—Es mejor de esta manera.
Le hicimos un resumen de lo que habíamos visto, y su humor
feliz comenzó a caer en picado. Nuestra visita hacía que lo que
íbamos a hacer más tarde ese día se hiciera más y más verdadero, y
trabajar con tanto espíritu ya la había puesto en sus límites. Unos
pocos momentos más tarde, la sentí tragarse su temor. Estaba
decidida. Ella me había dicho que haría esto, y tenía intenciones de
mantener su palabra, aunque temiera cada segundo que la llevaba
más cerca de Victor Dashkov.
El almuerzo llegó, y unas pocas horas más tarde, era momento
de poner el plan en el movimiento. Era temprano en la tarde de los
humanos, lo que significaba que la noche vampira estaría llegando a
su fin pronto. Era ahora o nunca. Lissa distribuyó nerviosamente los
encantos que había hecho para nosotros, preocupada de que no
funcionarían. Eddie se puso su ropa formal de guardián blanco y
negro mientras que Lissa y yo permanecimos en nuestra ropa
normal, con unas leves modificaciones. El pelo de Lissa era de color
marrón terroso, el resultado de una coloración temporal de cabello.
Mi pelo estaba apretadamente atado debajo de una peluca roja
rizada que me recordaba incómodamente a mi madre. Nosotras nos
sentamos en el asiento trasero del coche mientras Eddie nos
conducía por el camino remoto que habíamos seguido antes. A
diferencia de antes, no nos detuvimos ahora. Permanecimos en el
camino, conduciendo hasta la prisión, o mejor dicho, hasta el puesto
de guardia. Nadie habló mientras estábamos de camino, pero la
tensión y la ansiedad dentro de todos nosotros creció y creció.
Antes incluso de que pudiéramos acercarnos a la pared exterior,
nos topamos con un punto de control. Eddie detuvo el coche, y yo
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traté de mantener la calma. Bajó la ventanilla, y el guardián de turno
se agachó para quedar a la altura de sus ojos.
—¿Cuál es su negocio aquí?
Eddie entregó un papel, su actitud segura y despreocupada,
como si esto fuera muy normal.
—Dejar nuevos alimentadores.
El archivo había contenido todo tipo de formas y papeles de
negocios de la prisión, incluyendo informes y hojas de pedido de
suministros... como alimentadores.
Habíamos hecho una copia de una de las formas de pedido de
alimentadores y la habíamos llenado.
—No fui notificado de una entrega —dijo el guardián, no tan
sospechoso como desconcertado. Escudriñó el papeleo—. Ésta es
una forma vieja.
Eddie se encogió de hombros.
—Es sólo lo que ellos me dieron. Soy algo nuevo en esto.
El hombre sonrió.
—Sí, apenas pareces lo suficientemente mayor para estar fuera
de la escuela. —Miró hacia Lissa y hacia mí, y a pesar de mi control
experto, me tensé. El guardián frunció el entrecejo mientras nos
estudiaba. Lissa me había dado un collar, y ella había tomado un
anillo, ambos encantados con un pequeño hechizo de compulsión
para hacer que otros pensaran que éramos humanas. Habría sido
mucho más fácil hacer que la víctima llevara un encanto y así
forzarlo a pensar que veían a humanos, pero eso no era posible. La
magia era más dura de esta manera. Bizqueó, casi como si nos
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mirara a través de una neblina. Si los encantos hubieran funcionado
perfectamente, él no nos habría echado una segunda mirada. Los
encantos eran un poco defectuosos. Cambiaban nuestras apariencias
pero no tan claramente como habíamos esperado. Por eso habíamos
cambiado nuestras apariencias: si la ilusión humana fallaba, aún
tendríamos alguna protección de identidad. Lissa se preparó para
trabajar en la compulsión directa, aunque habíamos esperado no
tener que recurrir a eso con cada persona que encontráramos.
Unos pocos momentos más tarde, el guardián dejó de
observarnos, decidiendo aparentemente que éramos humanas
después de todo. Exhalé y aflojé los puños. No me había dado
cuenta de que los había estado apretando.
—Espera un minuto, mientras yo llamo por esto —le dijo a
Eddie.
El guardián dio un paso lejos y recogió un teléfono dentro de su
puesto.
Eddie miró atrás hacia nosotras.
—¿Hasta ahora vamos bien?
—Fuera de la forma vieja —me quejé.
—¿No hay forma de saber si mi encanto funciona? —preguntó
Eddie.
Lissa le había dado uno de los anillos de Tasha, encantado para
hacerlo parecer bronceado de piel y con cabello negro. Ya que ella
no alteraba su raza, la magia sólo necesitaba enturbiar sus facciones.
Como nuestros encantos humanos, yo sospechaba que no
proyectaba la imagen exacta que había esperado, pero debió haber
alterado su apariencia lo suficiente para que nadie identificara a
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4
Eddie más tarde. Con nuestra resistencia a la compulsión, y
sabiendo que había un encanto en el lugar, lo cual anulaba sus
efectos en nosotros, Lissa y yo no podíamos saber con toda
seguridad cómo aparecía él ante los otros.
—Estoy seguro de que está bien —dijo Lissa de modo
tranquilizador.
El guardián volvió.
—Dicen que pasen, y ellos lo clasificarán allí.
—Gracias —dijo Eddie, tomando nuevamente los papeles.
La actitud del guardián implicaba que asumía que esto era un
error de oficina. Aún era diligente, pero la idea de alguien
ingresando furtivamente alimentadores en una prisión eran apenas
el tipo de cosas que uno esperaría... o que vería como un riesgo de la
seguridad.
Pobre tipo.
Dos guardianes nos saludaron cuando llegamos a la puerta en
la prisión. Los tres salimos y fuimos dirigidos hacia la prisión
misma. Mientras que St. Vladimir y la Corte habían sido
exuberantes y llenas de plantas y árboles, la tierra aquí era vacía y
solitaria. Ni siquiera había césped, la tierra era sólo tierra dura. ¿Era
esto‖ lo‖ que‖ servía‖ como‖ ‚{rea‖ de‖ ejercicios‛‖ de‖ los‖ presos?‖ ¿Ni‖
siquiera les permitían salir fuera? Estaba sorprendida de que no
hubiera un foso de algún tipo aquí fuera.
El interior del edificio era tan cruel como su exterior. Las celdas
de propiedad de la Corte eran estériles y frías, todas las paredes de
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metal y en blanco. Había esperado algo semejante. Pero quienquiera
que hubiera diseñado Tarasov, había obviado la visión moderna y
en lugar de ello había emulado la clase de prisión que uno quizás
habría encontrado en Rumania en épocas medievales. Los muros
duros continuaban por el vestíbulo gris, y el aire era frío y húmedo.
Tenía que ser desagradable tener que trabajar en estas condiciones
para los guardianes asignados aquí.
Presumiblemente, querían asegurar una fachada que intimidara
por todas partes, aún para los presos que ingresaban por primera
vez por estas puertas. Según nuestro plano, había una sección
pequeña de dormitorios donde vivían los empleados. Esperaba que
esos fueran más agradables.
Con decorado de la Alta Edad Media o sin él, pasamos por las
ocasionales cámaras a lo largo del pasillo. La seguridad de este lugar
no era de ninguna manera primitiva. Ocasionalmente oímos el
pesado azotar de una puerta, pero en términos generales había un
perfecto silencio misterioso que era casi más escalofriante que
cualquier grito y chillido.
Fuimos llevados a la oficina del alcaide, un cuarto que todavía
tenía la misma arquitectura oscura pero que estaba llena de los
accesorios administrativos usuales: escritorio, ordenador, etc.
Parecía eficiente, nada más. Nuestros escoltas explicaron que íbamos
a ver el encargado, ya que el alcaide estaba todavía en la cama.
Como esperábamos. El subordinado habría quedado atascado con el
turno de noche. Esperaba que eso significara que estaba cansado y
distraído. Probablemente no. Eso raramente les sucedía a los
guardianes, sin importar cuál fuera su puesto.
12
6
—Theo Marx —dijo el encargado, sacudiendo la mano de
Eddie. Él era un dhampir no mucho más viejo que nosotros, y me
pregunté si hacía poco tiempo había sido asignado aquí.
—Larry Brown —contestó Eddie. Propusimos un nombre
aburrido para él, uno que no destacaría, y lo usamos en el papeleo.
Teo no habló con Lissa ni conmigo, pero nos echó la misma
mirada desconcertada que el primer tipo, mientras que el encanto
procuraba su ilusión. Otra demora siguió pero, una vez más, nos
pasaron por alto. Theo volvió su atención a Eddie y tomó la forma
de pedido.
—Ésta es diferente a la usual —dijo.
—No tengo ni idea —dijo Eddie, lleno de disculpas—. Ésta es
mi primera vez.
Teo suspiró y miró el reloj.
—El alcaide no entrará a su turno hasta dentro de unas horas
más. Creo que deberíamos esperar hasta que esté aquí para resolver
lo que pasa. Sommerfield es muy organizado generalmente.
Había unas pocas instalaciones Moroi en el país que reunían
alimentadores, aquellos humanos en los márgenes de la sociedad
que estaban contentos de gastar sus vidas consumiendo endorfinas
de vampiro, y entonces los distribuían. Sommerfield era el nombre
de una de esas instalaciones, situada en la ciudad de Kansas.
—No soy el único nuevo que acaban de recibir —dijo Eddie—.
Quizá alguien más se confundió.
—Típico —bufó Theo—. Bien, puedes tomar asiento y esperar.
Puedo conseguir algo de café si quieres.
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—¿Cuándo conseguiremos alimentar? —pregunté de repente,
utilizando la voz más quejosa y soñadora que pude.
—Ha pasado tanto tiempo —Lissa siguió—. Dijeron que
podríamos cuando llegáramos aquí.
Eddie puso los ojos en blanco en lo que era una conducta típica
de los alimentadores.
—Estuvieron así todo el camino.
—Puedo imaginarlo —dijo Teo—. Bah. Alimentadores...
La puerta a su oficina estaba parcialmente entreabierta, y él
miró a través de ella.
—Oye, ¿Wes? ¿Puedes venir aquí?
Uno de los guardianes de escolta metió la cabeza dentro.
—¿Sí?
Teo nos lanzó una mirada desdeñosa.
—Lleva a estas dos abajo al área de alimentación para que no
nos vuelvan locos. Si alguien está despierto, ellos pueden utilizarlas.
Wes asintió y nos llevó fuera. Eddie y yo intercambiamos el más
pequeño contacto visual. Su cara no dejó ver nada, pero yo sabía que
estaba nervioso. Lograr dejar salir a Victor era trabajo nuestro ahora,
y Eddie no quería enviarnos a la guarida del dragón.
Wes nos dirigió por más puntos de revisión y puertas de
seguridad a medida que nos adentramos más profundamente en la
prisión. Me di cuenta de que cada capa de seguridad que
cruzábamos para entrar, íbamos a tener que cruzarla otra vez para
salir. Según el plano, el área de alimentación estaba situada en el
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lado opuesto de la prisión. Había asumido que tomaríamos alguna
ruta por los alrededores, pero en lugar de eso, atajamos por el centro
del edificio, donde los presos eran mantenidos. Estudiar el plano me
había dado algún sentido de la disposición, pero Lissa no se dio
cuenta de a dónde nos dirigíamos hasta que pasamos un aviso que
decía: ADVERTENCIA. AHORA ENTRANDO A AREA DE
PRESOS (CRIMINAL). Pensé que ese cartel era algo extraño. ¿No se
suponía que todos aquí dentro eran criminales?
Dobles puertas pesadas bloquearon esta sección, y Wes utilizó
tanto un código electrónico como una llave para cruzar. El ritmo de
Lissa no cambió, pero sentía su aumento de ansiedad cuando
entramos en un pasillo largo cubierto de celdas con paredes de
barras. Yo no me sentí mejor que ella al respecto, pero Wes, mientras
se mantenía siempre alerta, no demostró ningún signo de temor.
Entraba a esta área todo el tiempo, me di cuenta. Conocía su
seguridad. Los presos quizás eran peligrosos, pero pasarlos era una
actividad rutinaria para él.
Aún así, mirar dentro de las celdas casi hizo que mi corazón se
detuviera. Los compartimentos pequeños eran tan oscuros y
lúgubres como todo lo demás, conteniendo sólo el mobiliario básico.
La mayor parte de los presos estaban durmiendo, gracias a Dios.
Unos pocos nos miraron, sin embargo, mientras pasamos. Ninguno
dijo nada, pero el silencio era casi más espantoso. Parte de los Moroi
que estaban allí parecían personas ordinarias que te cruzarías en la
calle, y me pregunté lo que habrían hecho para acabar aquí. Sus
caras eran tristes, desprovistas de toda esperanza. Volví a mirar y
me di cuenta de que algunos de los presos no eran Moroi; eran
dhampirs. Tenía sentido, pero aún así me pilló desprevenida. Mi
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propia clase tendría a criminales con los cuales necesitaría tratar
también.
Pero no todos los presos parecían benignos. Otros se veía que
pertenecían definitivamente a Tarasov. Había una malevolencia
cerca de ellos, algo siniestro que se sentía cuando encontraban tu
mirada y no la soltaban. Inspeccionaban cada detalle nuestro,
aunque por qué razón, no sabría decirlo. ¿Buscaban algo que quizás
les ofreciera una posibilidad de escape? ¿Podrían ver a través de
nuestras fachadas? ¿Estaban simplemente hambrientos? No lo sabía,
pero me sentía agradecida de los guardianes silenciosos parados a lo
largo del vestíbulo. Estaba también agradecida de no ver a Victor, y
asumí que vivía en una parte diferente. No podíamos arriesgarnos a
ser reconocidas todavía.
Finalmente salimos del pasillo de los presos a través de otro
conjunto de dobles puertas y alcanzamos por fin el área de
alimentación. También se sentía como un calabozo medieval, pero
las imágenes tenían que ser mantenidas para los presos. Decoración
aparte, la disposición del cuarto de alimentación era semejante al de
St. Vladimir, salvo que era más pequeño. Unos pocos cubículos
ofrecían moderada intimidad, y un tipo Moroi de aspecto aburrido
leía un libro en un escritorio, pero parecía listo para ponerse a
dormir. Había sólo un alimentador en el cuarto, un desaseado
humano de edad madura que se sentaba en una silla con una sonrisa
torpe en la cara, mirando fijamente a la nada.
El Moroi se estremeció cuando entramos. Claramente, éramos la
cosa más emocionante que le sucedía en toda la noche. Él no tuvo
ese momento de desorientación cuando nos miró; aparentemente
tenía poca resistencia a la compulsión, lo cual era bueno saber.
—¿Qué es esto?
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0
—Dos nuevos acaban de entrar —dijo Wes.
—Pero nosotros no pedimos nuevos —dijo el Moroi—. Y nunca
conseguimos unos tan jóvenes. Ellos siempre nos dan a los viejos,
los gastados.
—No me preguntes a mí —dijo Wes, moviéndose hacia la
puerta una vez que había indicado los asientos para Lissa y para mí.
Estaba claro que acompañar a los alimentadores estaba por debajo
de él—. Marx los desea aquí hasta que Sullivan se levante. Supongo
que resultará ser un error, pero ellas se quejaban de necesitar una
mordida.
—Maravilloso —gimió el Moroi—. Bien, nuestra próxima
comida es en quince minutos, así que puedo darle a Bradley allí un
descanso. Él está tan ido, que dudo que advierta si otra persona da
sangre en vez de él.
Wes asintió.
—Te llamaremos cuando sepamos qué pasa.
El guardián nos dejó, y el Moroi recogió una tablilla con
sujetapapeles con un suspiro. Tuve el presentimiento de que todos
aquí estaban cansados de sus trabajos. Podía comprender por qué.
Éste tenía que ser un lugar miserable para trabajar. Dame el mundo
libre en cualquier momento antes que esto.
—¿A quién se debe alimentar en quince minutos? —pregunté.
La cabeza del Moroi dio un tirón arriba con asombro. No era la
clase de pregunta que un alimentador haría.
—¿Qué dijo usted?
Lissa se paró y consiguió su mirada.
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1
—Conteste su pregunta. —La cara del hombre quedó floja. Fue
fácil de obligar.
—Rudolf Káiser. —Nadie que ninguna de nosotras
reconociéramos. Podría haber estado aquí dentro por asesinato o
malversación, por todo lo que yo sabía.
—¿Cuándo es el turno de Victor Dashkov? —preguntó Lissa.
—En dos horas.
—Altera el horario. Diles a sus guardias que ha habido un
reajuste y que él tiene que venir ahora en vez de Rudolf.
La mirada del Moroi se quedó en blanco, ahora pareciendo tan
aturdido como Bradley el alimentador, realmente, pareciendo tomar
un momento para procesar eso.
—Sí —dijo.
—Esto es algo que quizás suceda normalmente. No levantará
sospecha.
—No levantará sospecha —repitió en un solo tono.
—Hazlo —le ordenó, su voz dura—. Llámalos, haz el cambio, y
no quites tus ojos de mí.
El Moroi obedeció. Al hablar por teléfono, él se identificó como
Northwood. Cuando colgó, los arreglos habían sido hechos.
Nosotras ahora no teníamos nada más que hacer que esperar. Mi
cuerpo entero estaba duro por la tensión. Theo había dicho que
teníamos cerca de una hora hasta que el alcaide volviera al turno.
Nadie haría preguntas hasta entonces. Eddie simplemente tendría
que matar el rato con Theo y no levantar sospechas detrás de un
error de papeleo. Cálmate, Rose. Puedes hacer esto.
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2
Mientras esperamos, Lissa obligó a Bradley el alimentador a
entrar en un sueño pesado. Yo no quería ningún testigo, aunque
fuera uno drogado. Igualmente, giré la cámara del cuarto
ligeramente, así ya no podrían ver la mayor parte del cuarto.
Naturalmente, tendríamos que tratar con el sistema entero de
vigilancia de la prisión antes de irnos, pero por ahora necesitábamos
que ningún personal de seguridad viera lo que estaba a punto de
suceder.
Acababa de sentarme en uno de los cubículos cuando la puerta
se abrió. Lissa había permanecido en su silla cerca del escritorio de
Northwood, para poder mantener su compulsión en él. Nosotros le
habíamos instruido que yo sería el alimentador. Estaba encerrada,
pero a través de la vista de Lissa, vi al grupo entrar: dos
guardianes... y Victor Dashkov.
La misma pena que ella había sentido al verlo en su juicio se
disparó dentro de ella. El ritmo de su corazón se aceleraba. Sus
manos temblaban. Lo único que finalmente la había calmado en el
juicio fue la sentencia, sabiendo que Victor sería encerrado para
siempre y que sería incapaz de lastimarla otra vez.
Y ahora estábamos a punto de cambiar todo eso.
Forzosamente, Lissa empujó su temor fuera de su mente para
poder mantener su control sobre Northwood.
Los guardianes al lado de Victor parecían alerta y listos para la
acción, aunque realmente no necesitaban estarlo. La enfermedad
que lo había plagado durante años, una que Lissa temporalmente
había curado, comenzaba a aumentar otra vez. La falta de ejercicio y
aire fresco parecían haber cobrado su cuota también, al igual que la
limitada sangre que conseguían supuestamente los presos. Los
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3
guardianes lo mantenían con los grilletes puestos como una
precaución extra, y el peso lo arrastró hacia abajo, casi haciéndolo
arrastrarse.
—Allí —dijo Northwood, señalando hacia mí—. Ése.
Los guardianes dirigieron a Victor, pasando a Lissa, y él apenas
le echó una segunda mirada. Ella trabajaba una doble compulsión:
manteniendo a Northwood bajo su control y utilizando un toque
rápido para hacerse insignificante ante Victor. Los guardias lo
asentaron en una silla a mi lado y entonces retrocedieron, aún
manteniéndolo a la vista. Uno de ellos comenzó una conversación
con Northwood, notando lo nuevas y jóvenes que éramos. Si alguna
vez hacíamos esto de nuevo, haría que Lissa pusiera un encanto
sobre nosotras para parecer más viejas.
Sentado a mi lado, Victor se inclinó hacia mí y abrió la boca.
Alimentarse era tan natural, los movimientos eran siempre los
mismos, que él apenas tuvo que pensar lo que hacía. Fue como si ni
siquiera me hubiera visto.
Excepto que, entonces... lo hizo.
Se congeló, sus ojos bien abiertos. Ciertas características
marcadas de las familias reales Moroi, y los ojos verde jade que
corrían tanto entre los Dashkovs como los Dragomirs. La mirada
fatigada y dimitida desapareció, y la afilada mirada astuta que tanto
lo caracterizaba, ese intelecto sagaz que conocía tan bien, volvió a su
lugar. Me recordó a la mirada de algunos de los presos que
habíamos pasado antes.
Pero estaba confundido. Como las otras personas con las que
nos habíamos encontrado, mi encanto desordenaba sus
pensamientos. Sus sentidos le decían que era una humana... pero la
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4
ilusión no era perfecta. Estaba también el hecho de que Victor, como
un fuerte usuario de la compulsión no-espíritu, era relativamente
resistente a ello. Y así como Eddie, Lissa y yo habíamos sido
inmunes unos a los otros porque sabíamos nuestras identidades
verdaderas, Victor experimentó el mismo efecto. Su mente quizás
insistía en que era humana, pero sus ojos le dijeron que era Rose
Hathaway, aún con mi peluca. Y una vez que ese conocimiento fue
solidificado, la ilusión humana desapareció para él.
Una lenta e intrigada sonrisa se extendió por su cara, mostrando
sus colmillos.
—Ah, bueno. Ésta quizás sea la mejor comida que yo jamás
haya tenido. —Su voz fue apenas audible, cubierta por la
conversación de los otros.
—Pon tus dientes en algún lugar cercano a mí y será tu última
comida —murmuré, manteniendo mi voz calmada—. Pero si deseas
una oportunidad para salir de aquí y ver el mundo otra vez, harás
exactamente lo que yo diga.
Él me mostró una mirada inquisitiva. Respiré hondo, temiendo
lo que tenía que decir a continuación:
—Atácame.
* Tundra: bioma que se caracteriza por su subsuelo helado, falta
de vegetación arbórea y suelos cubiertos de musgos y líquenes, que
se extiende principalmente por el Hemisferio Norte. (N. del T.)
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Traducido por Dani
Corregido por Virtxu
o con tus dientes —añadí a toda prisa—.
Lánzate hacia mí. Balancea tus grilletes.
Lo que sea que puedas hacer.
Victor Dashkov no era un hombre estúpido. Otros habrían
dudado o hecho más preguntas. Él no. Podría no saber exactamente
qué estaba pasando, pero sentía que era su oportunidad de ser libre.
Posiblemente, la única que tendría. Era alguien que había pasado
gran parte de su vida tramando complicados complots, por lo que
estaba a favor de deslizarse directo a ellos.
Levantando sus manos tanto como era capaz, arremetió hacia
mí, haciendo un buen espectáculo tratando de ahogarme con la
cadena entre sus puños. Cuando lo hizo, solté un chillido
espeluznante. En un instante, los guardianes estaban ahí para
detener al loco prisionero que insensatamente estaba atacando a una
pobre niña. Pero cuando ellos lo alcanzaron para controlarlo, me
levanté de un saltó y los ataqué. Incluso si ellos hubieran esperado
que fuera peligrosa —y no lo hacían— los cogí tan sorprendidos que
no tuvieron tiempo de reaccionar. Casi me sentí mal por cómo de
injusto fue para ellos.
—N
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6
Le pegué al primero con tanta fuerza que perdió su agarre sobre
Victor y voló hacia atrás, golpeando la pared cerca de Lissa mientras
ella obligaba desesperadamente a Northwood a que mantuviera la
calma y no llamara a nadie en medio de este caos. El otro guardián
tuvo un poco más de tiempo para reaccionar, pero todavía fue lento
en soltar a Victor y girarse hacia mí. Usé el camino abierto y le di un
puñetazo, forzándole a luchar. Él era grande y fornido, y una vez
que me consideró una amenaza, no se contuvo. Un golpe en mi
hombro envió punzadas de dolor a través de mi brazo, y respondí
con un golpe rápido de mi rodilla en su estómago. Mientras tanto,
su compañero estaba de pie dirigiéndose hacia nosotros. Tenía que
terminar esto rápido, no sólo por mi propio bien, sino también
porque ellos indudablemente pedirían refuerzos si les daba un
momento.
Agarré al más cercano a mí y lo empujé tan fuerte como pude
contra una pared, golpeándolo en la cabeza. Él se tambaleó,
aturdido, y lo hice otra vez, justo cuando su compañero me alcanzó.
El primer guardián cayó al suelo, inconsciente. Odié hacer eso, pero
parte de mi entrenamiento había sido aprender a diferenciar entre
incapacitar y matar. Él debería tener sólo un dolor de cabeza. Eso
esperaba. El otro guardián estaba mucho más a la ofensiva, sin
embargo, él y yo dimos vueltas, consiguiendo algunos golpes y
esquivando otros.
—¡No puedo dejarlo fuera de combate! —Le grité a Lissa—. Lo
necesitamos. Oblígalo.
Su respuesta llegó a través del lazo. Ella podía obligar a dos
personas al mismo tiempo, pero requería mucha fuerza. No
estábamos fuera de esto todavía, y no podía arriesgarse a
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7
desgastarse tan pronto. La frustración reemplazó al miedo dentro de
ella.
—Northwood, ve a dormir —gruñó—. Ahí mismo. Sobre tu
escritorio. Estás exhausto y dormirás unas horas.
Desde la esquina de mi ojo, vi a Northwood desplomarse,
golpeando con su cabeza el escritorio. Todos los que trabajaban aquí
tendrían una conmoción cerebral por el tiempo que estuviéramos
aquí. Me lancé sobre el guardián, usando todo mi peso para
conseguir que estuviera en la línea de visión de Lissa. Ella vino
hacia nuestra pelea. Él le echó un vistazo sorprendido, y eso era
todo lo que ella necesitaba.
—¡Detente!
Él no respondió tan rápido como Northwood, sino que
realmente dudó. Este tipo era más resistente.
—¡Deja de luchar! —repitió con más fuerza, intensificando su
voluntad. Fuerte o no, no pudo resistir contra tanto espíritu. Sus
brazos cayeron hacia sus costados, y dejó de luchar contra mí. Di un
paso hacia atrás para coger aliento y enderezar mi peluca en su
lugar.
—Sostener a este va a ser difícil —me dijo Lissa.
—¿Difícil como cinco minutos o cinco horas?
—Algo en el medio.
—Entonces movámonos. Consigue la llave de Victor.
Ella le exigió al guardián que le diera la llave de los grilletes. Él
nos dijo que el otro guardián las tenía. Por supuesto, registré el
cuerpo inconsciente —estaba respirando regularmente, gracias a
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Dios— y recuperé la llave. Ahora centré mi atención en Victor. Una
vez que la pelea había comenzado, él se había salido del camino y
simplemente observó silenciosamente mientras todo tipo de nuevas
posibilidades indudablemente se formaban en su retorcida mente.
Me‖acerqué‖y‖puse‖mi‖‚cara‖aterradora‛‖cuando‖levanté‖la‖llave.‖
—Voy a abrir las esposas ahora —le dije, en una voz a la vez dulce y
amenazante—. Vas a hacer exactamente lo que te digamos que
hagas. No vas a correr, comenzar una pelea, o cualquier forma de
interferir con nuestros planes.
—¿Oh? ¿Estás usando técnicas de compulsión también, Rose?
—preguntó secamente.
—No lo necesito. —Abrí los grilletes—. Puedo dejarte
inconsciente tan fácilmente como a ese tipo, o hacerlo peor. No hace
diferencia para mí.
Las pesadas esposas y cadenas cayeron al piso. Aquella astuta y
satisfecha mirada permaneció en su cara, pero sus manos
gentilmente tocaron sus muñecas. Me di cuenta en ese momento que
tenía verdugones y magulladuras en ellas. Esos grilletes no
significaban comodidad, pero me rehusé a sentir lástima por él. Él
echó un vistazo hacia nosotras.
—Qué encantador —dijo pensativo—. De todas las personas
que podrían intentar rescatarme, nunca hubiera esperado a ustedes
dos... y, sin embargo, en retrospectiva, ustedes probablemente son
las más competentes.
—No necesitamos tus comentarios inútiles, Hannibal —solté—.
Y no uses la palabra ‚rescate‛. Suena como si fueras algún tipo de
héroe injustamente encarcelado.
13
9
Él arqueó una ceja, como si creyera que de verdad podría ser el
caso. En vez de contradecirme, asintió hacia Bradley, quien de hecho
estuvo durmiendo durante la pelea. En su estado drogado, la
compulsión de Lissa había sido más que suficiente para dejarlo
fuera de combate.
—Dénmelo —dijo Victor.
—¿Qué? —Exclamé—. ¡No tenemos tiempo para eso!
—Y yo no tengo fuerza para lo que sea que tengas en mente —
siseó Victor. Esa máscara agradable y omnisciente desapareció,
reemplazada por una cruel y desesperada—. El encarcelamiento
involucra más que barrotes, Rose. Nos privan de comida y sangre,
tratando de mantenernos débiles. Caminar aquí es el único ejercicio
que consigo, e implica bastante esfuerzo. A menos que de verdad
planees arrastrarme fuera de aquí, ¡dame sangre!
Lissa interrumpió cualquier respuesta que yo pudiera hacer. —
Sé rápido.
La miré con asombro. Estuve a punto de negárselo a Victor,
pero a través del lazo sentí una extraña mezcla de sentimientos
desde ella. Compasión y... entendimiento. Oh, ella todavía lo odiaba,
absolutamente. Pero también sabía lo que era vivir con la sangre
limitada.
Gracias a Dios, Victor era rápido. Su boca estaba en el cuello del
humano prácticamente antes de que Lissa terminara de hablar.
Aturdido o no, sentir dientes en su cuello era suficiente para que
Bradley se despertara. Él se despertó asustado, pero pronto su cara
cambió a placer por la alimentación, gracias a las endorfinas del
vampiro. Un corto estallido de sangre era todo lo que Victor
necesitaría, pero cuando los ojos de Bradley comenzaron a
14
0
ampliarse en sorpresa, me di cuenta de que Victor estaba tomando
más que una bebida rápida. Salté hacia delante y tiré lejos a Victor
del alimentador desparramado.
—¿Qué demonios estás haciendo? —demandé, sacudiendo con
fuerza a Victor. Era algo que quería hacer desde hace mucho
tiempo—. ¿Pensaste que podrías drenarlo y convertirte en Strigoi
justo en frente de nosotras?
—Apenas —dijo Victor, estremeciéndose bajo el apretón que
tenía sobre él.
—Eso no es lo que estaba haciendo —dijo Lissa—. Sólo perdió el
control por un segundo.
Con su sed de sangre satisfecha, el comportamiento tranquilo
de Victor había regresado. —Ah, Vasilisa. Siempre tan comprensiva.
—No hagas suposiciones —gruñó ella.
Les lancé a ambos una mirada enfadada. —Tenemos que irnos.
Ahora. —Me di la vuelta hacia al guardián con la compulsión—.
Llévanos al cuarto donde están todas las grabaciones de los
monitores de seguridad.
Él no me respondió, y con un suspiro, miré expectante a Lissa.
Ella repitió mi petición, y él inmediatamente comenzó a dejar la
habitación. Mi adrenalina estaba alta desde la pelea, y estaba ansiosa
por terminar todo esto y salir de aquí. A través del lazo, sentí su
nerviosismo. Ella quizás haya defendido la necesidad de sangre de
Victor, pero mientras caminábamos, se mantuvo tan lejos de él como
podía. La comprensión absoluta de quién era él y lo que estábamos
haciendo se movía lentamente en ella. Desearía poder consolarla,
pero no había tiempo.
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1
Seguimos al guardia —Lissa le preguntó su nombre; se llamaba
Giovanni— a través de más pasillos y puestos de control. Él nos
trató de engañar con la ruta llevándonos alrededor de los límites de
la prisión, no a través de sus celdas. Aguanté la respiración casi todo
el tiempo, aterrorizada de que hubiéramos alertado a alguien.
Demasiados factores estaban trabajando en contra de nosotros; no
necesitábamos esto también. Nuestra suerte se mantuvo, sin
embargo, y no nos encontramos con nadie, probablemente el
resultado de hacer esto cerca del final de la noche y sin pasar por la
zona de alta seguridad.
Lissa y Mia había cogido a los guardianes de la Corte para
borrar las grabaciones de seguridad ahí también, pero yo no lo había
visto. Ahora, cuando Giovanni nos guió al espacio de vigilancia de
la prisión, no pude evitar un pequeño jadeo. Los monitores cubrían
las paredes, y consolas con complejos botones e interruptores
situados enfrente de ellos. Computadoras cubrían los escritorios en
todas partes. Me sentía como si este cuarto tuviera el poder de
despegar hacia el espacio. Todo en la prisión estaba a la vista; cada
celda, varios pasillos, e incluso la oficina de los guardianes, donde
Eddie estaba sentado teniendo una pequeña charla con Theo. Los
otros dos guardianes estaban aquí, y me pregunté si nos habían
visto en los pasillos. Pero no, estaban demasiado concentrados en
algo más: una cámara que había sido girada hacia una pared en
blanco. Era la que yo había ajustado en la sala de alimentación.
Ellos estaban dirigiéndose hacia ella, y uno de ellos estaba diciendo
cómo deberían llamar a alguien para que revise allí. Entonces
levantaron la vista y nos vieron.
—Ayúdala a reducirlos —le ordenó Lissa a Giovanni.
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2
Otra vez, hubo una duda. Habríamos estado mejor con un
‚ayudante‛‖m{s‖ débil,‖ pero‖ Lissa‖ no‖ había‖ tenido‖ idea‖ cuando‖ lo‖
eligió. Como antes, eventualmente saltó a la acción. Igual que antes,
la sorpresa fue lejos en el sometimiento a esos dos guardias. Yo era
una extraña —inmediatamente despertando el interés de los
guardias— pero todavía parecía una humana. Giovanni era su
compañero de trabajo; no esperaban un ataque de él.
Sin embargo, eso no los hizo fáciles de derrotar. Tener refuerzos
fue un largo camino, y Giovanni era bueno en su trabajo. Dejamos a
un guardia inconsciente bastante rápido, Giovanni usó una llave de
estrangulamiento para brevemente sacarle el aire al tipo hasta que
colapsara. El otro guardia mantuvo su distancia de nosotros, y me di
cuenta de que sus ojos continuamente se deslizaban hacia una de las
paredes. Esa tenía un extintor, un interruptor, y un botón redondo
plateado.
—¡Esa es una alarma! —exclamó Victor, justo cuando el guardia
se abalanzó contra el botón.
Giovanni y yo lo atacamos al mismo tiempo, deteniéndolo justo
antes de que su mano pudiera rozar el botón y enviar a una legión
de guardianes hacia nosotros. Un golpe en la cabeza también dejó
fuera de combate a este guardián. Con cada persona que pudiera
lastimar de esta prisión, un nudo de culpa y nauseas se apretaba
más y más fuerte en mi estómago. Los guardianes eran los chicos
buenos, y no pude menos que seguir pensando que estaba luchando
en el lado de los malos.
Ahora que nos quedamos sólo nosotros, Lissa sabía el siguiente
paso.
14
3
—Giovanni, desactiva todas las cámaras y borra la última hora
de grabaciones.
Hubo una vacilación más grande de su parte esta vez.
Conseguir que peleara con sus amigos había requerido mucha
capacidad de compulsión de su parte. Ella estaba manteniendo su
control, pero el cansancio crecía, y se le iba a hacer más difícil hacer
que él siguiera obedeciendo nuestras órdenes.
—Hazlo —gruñó Victor, yendo a pararse al lado de Lissa. Ella
se estremeció con su proximidad, pero cuando su mirada se unió a
la de ella, Giovanni cumplió la orden y comenzó a apretar
interruptores en las consolas. Victor no podía competir con el poder
de Lissa, pero su pequeña explosión de compulsión reforzaba la
suya.
Uno por uno, los monitores se volvieron negros, y luego
Giovanni tecleó unas pocas órdenes en el computador que
almacenaba las grabaciones de las cámaras. Luces rojas estaban
parpadeando en las consolas, pero ahora no había nadie aquí que las
notara.
—Aún si él las borra, hay algunos que quizás sean capaces de
recuperarlas del disco duro —Hizo notar Victor.
—Es una posibilidad que tendremos que tomar —dije con
irritación—. Reprogramar, o lo que sea, no está dentro de mi equipo
de habilidades.
Victor hizo rodar sus ojos. —Quizás, pero destruir ciertamente
sí.
Me llevó un momento pillar lo que él quería decir, pero
entonces comprendí. Con un suspiro, agarré el extintor de la pared y
14
4
golpeé la computadora hasta que no fue nada más que una pila de
fragmentos de plástico y metal. Lissa se estremeció con cada golpe y
se mantuvo mirando hacia la puerta.
—Espero que esto no haga mucho ruido —refunfuñó ella.
—Parecía sólido —dije con seguridad—. Y ahora es tiempo de
irnos.
Lissa ordenó a Giovanni que nos llevara de vuelta a la oficina
de los guardias en la parte frontal de la prisión. Él cumplió,
llevándonos de vuelta a través del laberinto por el que habíamos
pasado más temprano. Sus códigos y su tarjeta de seguridad non
consiguieron pasar por cada puesto de control.
—¿Supongo que no puedes obligar a Theo para que nos saque?
—Le pregunté a Lissa.
Su boca era una línea severa. Ella negó con la cabeza. —Ni
siquiera sé cuánto más podré mantener a Giovanni. Nunca usé a
alguien como marioneta antes.
—Está bien —dije, tratando de tranquilizarnos—. Casi hemos
terminado con esto.
Pero íbamos a tener otra pelea en nuestras manos. Después de
darles una paliza a la mitad de los Strigoi en Rusia, todavía me
sentía bien sobre mi propia fuerza, pero este sentimiento de culpa
no me abandonaba. Y si corríamos hacia una docena de guardianes,
ni siquiera mi fuerza iba a ayudarnos.
Había perdido el rumbo en el proyecto, pero resultó que la ruta
de regreso de Giovanni a la oficina principal no nos estaba llevando
a través de los bloques de celdas después de todo. Otro cartel se leía
14
5
sobre mi cabeza PELIGRO. AHORA ESTA ENTRANDO AL ÁREA
DE PRISIONEROS (PSIQUIÁTRICOS)
—¿Psiquiátricos? —pregunté sorprendida.
—Desde luego —murmuró Victor—. ¿Donde más crees que
mandan a los prisioneros con problemas mentales?
—A hospitales —respondí, conteniendo una broma sobre todos
los criminales que tenían problemas mentales.
—Bueno, no siempre...
—¡Detente!
Lissa lo interrumpió y se detuvo abruptamente en frente de la
puerta. El resto de nosotros casi pasamos sobre ella. Se movió
bruscamente, tomando varios pasos hacia atrás.
—¿Qué está mal? —pregunté.
Ella se dio la vuelta hacia Giovanni. —Encuentra otro camino
hacia la oficina.
—Este es el camino más rápido —argumentó él.
Lissa lentamente sacudió su cabeza. —No me importa.
Encuentra otro, uno donde no nos crucemos con otras personas.
Él frunció el ceño, pero su compulsión se mantenía.
Bruscamente se dio la vuelta, y nos apresuramos para continuar. —
¿Qué está mal? —repetí. La mente de Lissa estaba muy enredada
para que yo pudiera descifrar su razonamiento. Ella hizo una
mueca.
—Siento auras del espíritu allí detrás.
14
6
—¿Qué? ¿Cuántas?
—Al menos dos. No sé si ellos me sintieron o no.
Si no fuera por el avance de Giovanni y la urgencia que nos
presionaba, me hubiera detenido. —Usuarios del espíritu...
Lissa había esperado tanto por otros como ella. ¿Quién iba a
pensar que los encontraríamos aquí? De hecho... tal vez deberíamos
haber esperado esto. Sabíamos que los usuarios del espíritu
danzaban en la locura. ¿Por qué no terminarían en un lugar como
este? Y, considerando el problema que habíamos pasado por
aprender sobre esta prisión, no era nada asombroso que los usuarios
del espíritu hubieran permanecido ocultos. Dudaba que alguien que
trabajara aquí supiera dónde estaban.
Lissa y yo intercambiamos miradas breves. Sabía cuánto quería
investigar esto, pero ahora no era el momento. Victor ya se veía
demasiado interesado en lo que habíamos dicho, entonces las
siguientes palabras de Lissa estaban en mi cabeza: Estoy bastante
segura que los usuarios del espíritu verían a través de mis encantos. No
podemos arriesgarnos a descripciones reales para ser descubiertos—incluso
si vienen de personas que están declaradas locas.
Asentí con comprensión, apartando la curiosidad, y aún
lamentándolo. Tendremos que revisar esto en otro momento, me dije,
como, la próxima vez que decidamos irrumpir en una prisión de máxima
seguridad.
Finalmente alcanzamos la oficina de Theo sin más incidentes,
sin embargo, mi corazón martilleaba furiosamente todo el camino
mientras mi cerebro continuaba diciéndome, ¡Ve! ¡Ve! ¡Ve!
14
7
Theo y Eddie charlaban sobre políticas de la Corte cuando
nuestro grupo entró. Eddie inmediatamente dio un salto y fue por
Theo, reconociendo que era hora de irse. Él tenía a Theo en un
agarre estrangulador tan eficiente como Giovanni se las había
ingeniado más temprano, y estaba feliz de que alguien más
estuviera haciendo el trabajo sucio además de mí.
Desafortunadamente, Theo se las arregló para dar un buen grito
antes de desmayarse y caer al suelo.
Inmediatamente, los dos guardianes que nos habían escoltado
antes arremetieron contra la oficina. Eddie y yo saltamos
precipitadamente a la pelea, Lissa y Victor metieron a Giovanni
adentro también. Para hacer las cosas más complicadas, poco
después de que sometiéramos a uno de los guardianes, Giovanni
salió de la compulsión y empezó a pelear contra nosotros. Peor,
corrió a la pared donde descubrí —demasiado tarde— que había
otro botón de alarma plateado. Él le dio un golpe con su puño, y un
chillido penetrante llenó el aire.
—¡Mierda! —Grité.
Las habilidades de Lissa no estaban en la pelea física, y Victor
no era mucho mejor. Estaba todo en mí y Eddie para terminar éstos
últimos dos, y teníamos que hacerlo rápido. El segundo de los
guardias de escolta cayó, y luego éramos sólo nosotros y Giovanni.
Él consiguió un buen golpe sobre mí, uno que golpeó mi cabeza
contra la pared. No fue lo suficientemente bueno como para
hacerme desmayar, pero el mundo giró y puntos negros y blancos
bailaron ante mis ojos. Me congelé completamente por un momento,
pero entonces Eddie estaba sobre él, y Giovanni prontamente ya no
fue una amenaza.
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8
Eddie tomó mi brazo para estabilizarme, y luego los cuatro
corrimos inmediatamente fuera del cuarto. Miré hacia los cuerpos
inconscientes, otra vez odiándome por eso. Sin embargo, no había
tiempo para la culpa. Teníamos que salir. Ahora.
Cada guardián en esta prisión estaría aquí dentro de menos de
un minuto.
Nuestro grupo corrió hacia a las puertas principales, sólo para
descubrirlas cerradas desde el interior. Eddie maldijo y nos dijo que
lo esperáramos. Fue corriendo a la oficina de Theo y volvió con una
de las tarjetas de seguridad con las que Giovanni a menudo había
pasado en las puertas. Por supuesto, esta nos dejó salir, e hicimos
una loca carrera hacia el auto de alquiler.
Entramos en tropel, y estaba feliz de que Victor hubiera
mantenido el mismo paso que todos nosotros y no hubiera hecho
ninguno de sus molestos comentarios. Eddie pisó el acelerador y se
dirigió de nuevo hacia el camino por el que habíamos llegado. Me
senté al lado de él en el frente.
—Te garantizo que el tipo de la puerta va a saber sobre la
alarma —le avisé. Nuestra expectativa inicial había sido
simplemente salir y decirle que había habido una confusión de
papeleo después de todo.
—Síp. —Eddie estuvo de acuerdo, con una expresión severa.
Obviamente, el guardián dio un paso fuera de su caseta de guardia,
agitando sus brazos.
—¿Eso es un arma? —exclamé.
—No voy a parar para averiguarlo. —Eddie apretó con fuerza el
acelerador, y cuando el guardián se percató que seguíamos adelante
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a pesar de todo, saltó fuera del camino. Chocamos a través del brazo
de madera que bloqueaba la carretera dejando un lío de astillas.
—Bud va a mantener nuestro depósito —dije.
Detrás de nosotros, oí sonidos de disparos. Eddie maldijo otra
vez, pero a medida que nos alejábamos, los disparos se tornaban
más débiles, y pronto, estuvimos fuera de rango.
Él exhaló. —Si esos hubieran golpeado nuestros neumáticos o
ventanas, entonces habríamos tenido bastante más por qué
preocuparnos que de un depósito.
—Van a enviar personas detrás de nosotros —dijo Victor desde
el asiento trasero.
Otra vez, Lissa se había movido tan lejos de él como podía. —
Los camiones están probablemente saliendo ahora mismo.
—¿No crees que supusimos eso? —solté. Sabía que él trataba de
ser de ayuda, pero era la última persona a quien quería escuchar por
el momento. Incluso mientras hablaba, miré con atención hacia atrás
y vi las formas oscuras de dos vehículos acelerando sobre la calle
tras nosotros. Estaban ganando rápidamente, sin dejar dudas de que
los SUV’s pronto alcanzarían nuestro pequeño coche compacto.
Miré hacia nuestro GPS. —Necesitamos cambiar de dirección,
pronto —advertí a Eddie, no es que necesitara mi consejo. Habíamos
diseñado una ruta de escape de antemano, una que tomaba muchas
y muchas vueltas torcidas en esas remotas calles secundarias.
Afortunadamente, había muchas de ellas. Eddie hizo un viraje
brusco hacia la izquierda y después, casi inmediatamente, a la
derecha. Aún así, los vehículos perseguidores seguían con nosotros
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en el espejo retrovisor. No fue hasta unas pocas vueltas más tarde
que la carretera detrás de nosotros quedó despejada.
Un tenso silencio llenó el coche mientras esperábamos a que los
guardias nos alcanzaran. No lo hicieron. Habíamos hecho
demasiadas vueltas confusas, pero tomó casi diez minutos para que
aceptara que realmente podríamos haber logrado salir de esto.
—Creo que los perdimos —dijo Eddie, la admiración en su voz
igualaba mis sentimientos. Su cara todavía estaba surcada con
preocupación, sus manos agarraban el volante con fuerza.
—No los perderemos hasta que lleguemos a Fairbanks —dije—.
Estoy segura de que ellos lo registrarán, y no es tan grande.
—¿A dónde vamos? —Preguntó Victor—. Si se me permite
preguntar.
Me retorcí en mi asiento a fin de que le pudiera mirar a los ojos.
—Eso es lo que vas a decirnos. Por difícil que resulte creerlo, no
hicimos todo eso sólo porque extrañábamos tu agradable compañía.
—Eso es difícil de creer.
Entrecerré mis ojos. —Queremos encontrar a tu hermano.
Roberto Doru.
Tuve la satisfacción de atrapar a Victor momentáneamente con
la guardia baja. Luego, su apariencia astuta regresó. —Por supuesto.
Ese es un seguimiento a solicitud de Abe Mazur, ¿no es cierto?
Debería haber sabido que él no aceptaría un no por respuesta. Por
supuesto, nunca habría adivinado que estuvieras colaborando con
él.
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Victor aparentemente no sabía que en realidad estaba
emparentada con Abe, y yo no iba a decírselo. —Irrelevante —dije
fríamente—. Ahora, vas a llevarnos con Robert. ¿Dónde está él?
—Olvidas, Rose —reflexionó Victor—, que tú no eres la de la
compulsión aquí.
—No, pero soy la que puede atarte a la orilla del camino y hacer
una llamada anónima de nuevo a la prisión con tu paradero.
—¿Cómo sé que no obtendrás lo que quieres de mí y luego me
devolverás de cualquier manera? —preguntó él—. No tengo razón
para confiar en ti.
—Tienes razón. Estoy segura como el demonio que no
confiarías en mí. Pero si las cosas resultan bien, hay una posibilidad
de que tal vez te dejemos ir después. —No, en realidad no la había—
. ¿Es algo en lo que quieres arriesgarte? Nunca tendrás otra
oportunidad como esta, y lo sabes.
Víctor no tenía ninguna broma ingeniosa para eso. Anota otro
punto para mí.
—Entonces —continué—, ¿vas a llevarnos a él o no?
Pensamientos que no podía leer se agitaron detrás de sus ojos.
Sin duda estaba elaborando planes secretos sobre cómo podría
operar esto para su ventaja, probablemente averiguando cómo
escapar de nosotros antes de que incluso lleguemos a Robert. Era lo
que yo probablemente hubiera hecho.
—Las Vegas —dijo Victor al fin—. Tenemos que ir a Las Vegas.
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2
Traducido por +DaRkGiRl+
Corregido por Ginabm
espués de la estupidez que le había hecho a Abe, sobre
siempre ir a lugares remotos de mierda, debería estar
emocionada por el anuncio de ir a la ciudad del
pecado. Tenía unas pocas reservas acerca de mi nuevo y épico viaje.
Primero que todo, un lugar como Las Vegas era el último lugar
donde hubiera esperado que un recluso medio-loco estuviera. De las
pequeñas cosas que había oído. Robert había salido del radar y
quería estar solo. Una ocupada y llena ciudad realmente no encajaba
con esa descripción. En segundo lugar, las ciudades como esas eran
perfectas áreas de alimentación para los Strigoi. Atestado, temerario.
Bajo en inhibiciones. Muy fácil para las personas perderse,
especialmente cuando muchos de ellos estaban a fuera en la noche.
Parte de mí estaba segura que debía haber un truco por parte de
Victor, pero él juró y volvió a jurar que era cierto. Así que, sin
ningún otro adelanto, Las Vegas se convirtió en nuestro próximo
destino. De todos modos, no teníamos demasiado tiempo para
discutir el tema, sabiendo que los guardianes deberían estar
buscándonos en Fairbanks.
D
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3
Es cierto que el encanto de Lissa había alterado nuestras
apariencias lo suficiente para que ellos no estuvieran buscando
gente con nuestras descripciones. Ellos sabían cómo lucia Victor.
Aunque, tan pronto como estuviéramos lejos de Alaska, mejor.
Infortunadamente, teníamos un ligero problema.
—Victor no tiene identificación —dijo Eddie— no podemos
sacarlo en avión.
Era verdad, todas las posesiones de Victor habían sido
incautadas por las autoridades de la prisión. Y en medio de la
desactivación de vigilancia y sacando a docenas de guardianes,
difícilmente tuvimos tiempo para buscar sus cosas personales.
La compulsión de Lissa era fenomenal, pero ella estaba
exhausta al haberla utilizado tanto en la prisión. Además, los
guardianes probablemente estarían vigilando el aeropuerto.
Nuestro amigo Bud, el tipo de los carros de alquiler, dio la
solución. Él no había estado emocionado de ver su carro de vuelta
con los arañazos provocados por la conducción temeraria de Eddie,
pero con el dinero suficiente habíamos callado finalmente los
murmullos sobre: ‚Alquilar a un montón de niños‛. Fue Victor
quien pensó en un plan alternativo y sugirió que se hiciera.
—¿Hay cerca algún aeropuerto privado? ¿Con vuelos que
podamos alquilar?
—Seguro —dijo Bud—, pero no será barato.
—Eso no es un problema —dije.
Bud nos miró de reojo. —¿Se robaron un banco o algo así?
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No, pero estábamos empacando mucho dinero. Lissa tenía un
fideicomiso que le daba dinero cada mes hasta que ella tuviera
dieciocho años, así como tarjeta de crédito de límites altos. Yo tenía
una tarjeta de crédito con los míos, con las sobras de cuando
engatusé a Adrian para que financiara mi viaje a Rusia. Dejé de lado
el resto de mis bienes, como la enorme cuenta bancaria que él me
había creado. Pero, equivocada o no, había decidido tener una
tarjeta a mano, sólo en caso de emergencia.
Esta era ciertamente una emergencia, así que usamos la tarjeta
para pagar el costo de viaje privado. El piloto no podía llevarnos a
Las Vegas, pero él podía llevarnos a Seattle, donde sería capaz de
conectarnos con otro piloto que supiera cómo seguir el resto del
viaje. Más dinero.
—A Seattle de nuevo —reflexioné, justo antes que el avión
despegara. El pequeño jet tenía una serie de cuatro asientos, dos en
cada lado, unos frente a otros. Me senté junto a Victor, y Eddie se
sentó frente a él. Nos dimos cuenta que era la mejor configuración
de seguridad.
—¿Qué hay de Seattle? —Preguntó Eddie perplejo
—No importa
Los Jets no eran tan rápidos como los comerciales, y nuestro
viaje tomó gran parte del día. Durante el cual continúe
preguntándole a Victor sobre el papel de su hermano en Las Vegas,
y finalmente obtuve la respuesta que esperaba. Victor nos lo habría
dicho eventualmente, pero creo que él obtuvo una sádica emoción al
prolongar la respuesta.
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5
—Robert no vive en Las Vegas, propiamente —él explicó—. Él
tiene una pequeña casa, una cabaña, supongo que a las afueras de
Red Rock cañón, millas fuera de la ciudad.
Ah. Ahora eso era más de lo que hubiera esperado. Lissa se
puso rígida a la mención de la cabaña y sentí su inquietud mediante
el vínculo. Cuando Victor la había secuestrado, él la había llevado a
una cabaña en el bosque y ahí la había torturado. Le di una mirada
tan tranquilizante como pude. Eran momentos como éste cuando
deseaba que el vínculo funcionara de ambas formas, así podría
enviarle verdadera comodidad.
—¿Así que iremos allá?
Víctor, resoplo. —Ciertamente no, Robert valora demasiado su
privacidad. Él no dejaría que nadie entrara a su casa. Pero vendrá a
la ciudad si se lo pido.
Lissa me mira, Víctor puede estar poniéndonos una trampa. Él tiene
demasiados seguidores, ahora que está afuera. Él puede llamarlos en lugar
de a Robert para encontrarnos.
Le doy un pequeño asentimiento, de nuevo deseando poder
responderle por medio del vínculo. Ella había pensado en esto
también. Era imperativo nunca dejar solo a Victor para que hiciera
llamadas sin supervisión, y en realidad, el mismo plan de reunirnos
en Las Vegas me hacía sentir mejor. Para nuestra propia seguridad
de los hombres de confianza de Victor, era preferible estar en la
ciudad que fuera en mitad de la nada.
—En vista que he sido tan útil —dijo Victor—, tengo el derecho
a saber ¿qué quieren con mi hermano? —Él miro a Lissa—.
¿Buscando lecciones del Espíritu? Tuviste que haber hecho una
excelente investigación para encontrarlo
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6
—No tienes ningún derecho de saber nuestros planes —yo digo
agudamente—. Y de verdad, si quieres hacer el seguimiento de
quién ha sido el más útil aquí, nosotros te superamos en la tarjeta de
puntuación. Tienes un largo camino que recorrer para alcanzarnos
después de lo que hicimos en Tarasov. —Victor sólo respondió con
una pequeña sonrisa.
Alguna parte del viaje se llevó a cabo en la noche, lo que
significaba que era temprano en la mañana cuando aterrizamos en
Las Vegas, en la seguridad de la luz del sol. Estaba sorprendida de
ver qué tan atestado estaba el aeropuerto. El aeropuerto privado en
Seattle había tenido una buena cantidad de aviones, pero el
aeropuerto de Fairbanks había estado casi desierto. Esta zona estaba
repleta‖ de‖ pequeños‖ Jets,‖ muchos‖ de‖ ellos‖ gritaban‖ ‚Lujo‛.‖ No‖
debería estar sorprendida. Las Vegas era el patio de juego de las
celebridades y otra gente rica, muchos de los cuales probablemente
no podían permitir rebajarse a viajar en vuelos comerciales con
gente ordinaria.
Aquí había taxis, ahorrándonos la odisea de otro carro
alquilado. Pero cuando el conductor nos preguntó hacia a dónde nos
dirigíamos, todos nos quedamos en silencio.
Yo giré hacia Víctor.
—Al centro de la ciudad ¿cierto? ¿La zona?
—Sí —Él agregó. Había estado segura de que Robert querría
encontrarse con unos extraños en algún lugar muy público. Un
lugar en el cual él podría huir fácilmente.
—La zona es un gran lugar. —Dijo el conductor—. ¿Tienen
algún lugar en especial o sólo los dejo en la mitad de la calle?
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El silencio cayó sobre nosotros. Lissa me dio una significativa
mirada.
—¿Witching Hour?
Lo consideré. Las Vegas era el lugar favorito por algunos Moroi.
El sol brillante lo hacía menos atractivo para los Strigoi, y los casinos
sin ventanas, creaban una cómoda atmósfera de oscuridad.
La hora de las brujas era un casino-hotel del que todos
habíamos escuchado. Si bien había un montón de clientes humanos,
de hecho pertenecía a un Moroi, por lo que había una cantidad de
características clandestinas para que fuera el lugar perfecto para
vampiros. Alimentadores en cuartos traseros. Salas especiales
únicamente para Morois. Un buen número de guardianes
patrullando.
Guardianes
Negué con la cabeza y miré de reojo a Víctor. No podemos
llevarlo ahí, de todos los hoteles en Las Vegas, el Witching Hour, era
el último lugar al que iríamos. El escape de Víctor debió haber sido
noticia de última hora en todo el mundo Moroi, llevarlo a Las Vegas,
a la gran concentración de Morois y Guardianes, era la peor idea
que podíamos tener en este momento.
En el espejo retrovisor, el rostro del conductor lucía impaciente.
Fue Eddie quien finalmente dijo: —The Luxor.
Él y yo estábamos en el asiento trasero, con Victor entre
nosotros, y lo miré por encima —¿De dónde vino eso?
—Pone distancia entre nosotros y el Witching Hour —Eddie
repentinamente parecía un poco avergonzado—, y siempre me he
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8
querido quedar ahí, quiero decir, si vienes a Las Vegas ¿por qué no
quedarte en una pirámide?
—No se puede criticar esa lógica. —Lissa dijo
—The Luxor será —le dije al conductor.
Viajamos en silencio, todos nosotros —bien, menos Víctor—
mirando con admiración la vista. Aún durante el día, las calles de
Las Vegas estaban llenas de personas. Los jóvenes y glamorosos
caminaban lado a lado con parejas mayores de clase media, quienes
probablemente habían ahorrado y ahorrado para poder hacer este
viaje. Los hoteles y casinos que pasamos eran inmensos, llamativos e
invitadores.
Y‖ cuando‖ llegamos‖ al‖ Luxor… yup. Era como Eddie había
dicho. Un hotel en forma de pirámide. Me quedé mirando al bajar
del coche, tratando duramente de no dejar caer mi mandíbula como
el turista deslumbrado que era.
Pagué al conductor y caminamos hacia la entrada. No sabía
cuánto tiempo nos quedaríamos, pero definitivamente
necesitábamos un cuarto como base de operaciones.
Entrar en el hotel fue como estar de nuevo en el club nocturno
en San Petersburgo y Novobirsk. Las luces intermitentes y el
abrumador olor del humo Y el ruido, ruido, ruido. Las maquinas
tragamonedas sonando y sonando, fichas cayendo, gente gritando
en consternación o deleite y el bajo sonido de conversaciones
colándose por el salón como zumbidos de abejas. Hice una mueca,
todos esos estímulos habían tocado mis sentidos.
Pasamos por las afueras del casino para poder llegar a la
recepción, donde la asistente ni siquiera parpadeó ante la vista de
15
9
tres adolescentes y un viejo entrando a una habitación juntos. Tuve
que imaginar que, en ese lugar, ellos veían de todo.
Nuestro cuarto era de tamaño medio, con dos camas dobles, y
de alguna manera teníamos la suerte de una vista increíble. Lissa se
paró en la ventana, fascinada por los lugares de interés, las
personas, los carros que pasaban en la zona de abajo.
Pero yo salté directamente el negocio.
—Ok, llámalo —Le ordené a Víctor. Se sentó en una de las
camas con las manos cruzados y la expresión serena, como si
estuviera en unas verdaderas vacaciones. A pesar de la sonrisa de
suficiencia, pude ver la fatiga en su rostro.
Incluso con su alivio de la sangre, el escape y el largo viaje
habían sido agotadores, y los efectos de su enfermedad fueron
volviendo lentamente, lo que naturalmente hacía estragos en su
fuerza física. Victor inmediatamente se acerco al teléfono del hotel,
pero yo negué con mi cabeza.
—Liss, déjalo usar tu celular, quiero grabar este número.
Ella le pasó el teléfono de nuevo con cuidado, como si fuera a
contaminarla. Él tomó el teléfono y me dio una mirada casi
angelical.
—¿No debería tener un poco de privacidad? Hace mucho
tiempo que Robert y yo no hablamos.
—No —Le espeto yo. La dureza de mi voz me sorprendió
incluso a mí, y se me ocurrió que Lissa no era la única sufriendo hoy
por el uso del espíritu. Victor se encogió de hombros y comenzó a
marcar. Nos dijo en uno de los vuelos que tenía el número de Robert
memorizado. Tuve que tener fe acerca de a quién estaba llamando.
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0
También tuve que esperar que el número de Robert no hubiera
cambiado. Por supuesto, incluso si Victor no había visto a su
hermano en años, él había sido encerrado sólo un corto tiempo, y
probablemente había mantenido conversaciones con él de
antemano.
La tensión lleno la habitación mientras esperábamos que sonara
el teléfono. Unos momentos después, escuché una voz a través del
altavoz del teléfono, aunque yo no podía distinguir las palabras
exactas.
—Robert —dijo agradablemente—. Es Victor.
Este recibió una respuesta frenética en el otro extremo. Sólo
pude oír parte de la conversación, pero era intrigante. Victor
primero tenía que pasar demasiado tiempo tratando de convencer a
Robert que estaba fuera de prisión. Aparentemente, Robert no
estaba tan alejado de la sociedad Moroi para estar fuera de contacto
sobre las noticias de actualidad. Victor le dijo que los detalles serían
revelados más tarde y luego hizo su lanzamiento a Robert para que
viniera a encontrarnos.
Tengo el sentimiento que Robert vivía en el temor y la paranoia,
que me recordó a la Sra. Karp cuando había estado en las etapas
avanzadas de la locura del espíritu. Lissa fijó la mirada fuera de la
ventana durante toda la llamada. Pero sus sentimientos se reflejaron
en mí: Miedo, de que esto podría ser su destino. O el mío también. Si
sacaba los efectos del espíritu. La imagen del signo de Tarasov
aparece brevemente en su mente.
ADVERTENCIA. AHORA ESTA ENTRANDO AL AREA DE
PRISIONEROS (PSIQUIATRIA)
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1
La voz de Víctor se volvió sorprendentemente halagadora
mientras hablaba con su hermano, incluso gentil.
Me acordé con inquietud de los viejos tiempos, antes de saber
de los dementes planes de Victor sobre la dominación de los Moroi,
él nos trataba con amabilidad y también había sido prácticamente
un miembro de la familia de Lissa. Me pregunto si en algún
momento él había sido sincero, o si todo había sido parte de un acto.
Finalmente, después de casi veinte minutos, convenció a Robert
para venir a vernos. Las palabras inteligibles al otro extremo del
teléfono estaban llenas de ansiedad. Y en ese momento me convencí
que Victor realmente estaba hablando con su hermano loco y no con
uno de sus cómplices. Víctor concertó una cena-reunión en uno de
los restaurantes del hotel y al final colgó.
—¿Cena? —Pregunté cuando Víctor cerró el teléfono—. ¿No
está preocupado por estar afuera de noche?
—Es una cena temprana —él respondió—, cuatro treinta, y el
sol no habrá bajado casi hasta las ocho.
—¿Cuatro treinta? —Pregunté—. Buen Dios ¿Vamos a ordenar
el especial de tercera edad?
Pero tenía un punto en cuanto al tiempo y el sol. Sin la
seguridad de Alaska, la luz del sol pasó casi sin escala. Me estaba
empezando a sentir sofocada por la presión de la salida del sol y la
puesta de este, incluso aunque fuera verano aquí.
Desafortunadamente, una segura y temprana cena aún
significaba que teníamos horas que pasar. Victor se recostó en la
cama, con los brazos detrás de su cabeza. Creo que estaba
intentando un aire despreocupado, pero mi suposición era que se
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2
debía realmente al agotamiento lo que lo llevaba a buscar la
comodidad de una cama.
—¿Interesadas en probar su suerte escaleras abajo? —Él miró a
Lissa—. Los usuarios del espirito son increíbles jugadores de cartas,
no tengo que decirte lo buenos que son leyendo a la gente—. Ella no
respondió.
—Nadie deja este cuarto —dije, no me gustaba la idea de estar
todos encerrados aquí, pero no podía arriesgarme a un intento de
fuga o a Strigois acechando en los rincones del casino.
Después de lavarse el tinte del pelo, Lissa acercó una silla a la
ventana. Ella se negó a estar más cerca de Victor. Me senté con las
piernas cruzadas sobre la segunda cama. Donde no había mucho
espacio para que Eddie también se sentara, pero se mantuvo en
posición vertical contra una pared. En la perfecta postura de un
guardián, mientras miraba a Victor. No tenía ninguna duda que
Eddie pudiera mantener esa posición por horas, sin importar cuán
incomoda fuera. Todos habían sido entrenados para soportar duras
condiciones. Él hizo un buen trabajo luciendo severo. Pero de vez en
cuando, lo atrapaba mirando a Victor con curiosidad. Eddie había
estado conmigo en este acto de traición, pero aún no sabía por qué
lo había hecho.
Habíamos estado allí un par de horas cuando alguien golpeó la
puerta. Me levanté de un salto. Eddie y yo nos reflejamos
mutuamente, ambos en rígida atención, las manos yendo a nuestras
estacas. Habíamos pedido el almuerzo hace una hora, pero el
servicio de habitaciones hace tiempo que había llegado e ido. Era
aún temprano para Robert, además, él no sabía el número de la
habitación. No hubo nauseas, sin embargo, no había un Strigoi en
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3
nuestra puerta. Me encontré con la mirada de Eddie, pasando
mensajes silenciosos sobre qué hacer.
Pero fue Lissa quien actuó primero, levantándose de la silla
dando unos pasos por la habitación.
—Es Adrian.
—¿Qué? —Exclame— ¿Estás segura? —Ella asintió. Los
usuarios del espíritu usualmente sólo ven auras, pero podían
sentirse entre sí cuando estaban lo suficientemente cerca... tal como
había sido en la prisión, sin embargo, ninguno de nosotros se movió.
Me dirigió una mirada seca.
—Él sabe que estoy aquí —Ella señaló—. Él puede sentirme
también.
Yo suspiré, aún con mi mano en la estaca, y me dirigí a la
puerta. Miré por la mirilla. De pie con una expresión divertida e
inquieta estaba Adrian. No podía ver a nadie más, sin ninguna
indicación de encontrar a un Strigoi, finalmente abrí la puerta. Su
rostro se iluminó de alegría cuando me vio. Inclinándose, me dio un
rápido beso en la mejilla antes de entrar al cuarto.
—Ustedes realmente no pensaban que podían irse un fin de
semana de fiesta sin mí, ¿verdad? Especialmente aquí, de todos los
lugares…
Se quedó paralizado y fue uno de esos raros momentos cuando
Adrian Ivashkov fue capturado total y completamente fuera de
guardia.
—¿Sabían...? —dijo él lentamente— ¿...que Victor Dashkov está
sentado en su cama?
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4
—Sí —dije— fue casi un Shock para nosotros también.
Adrian arrastró la mirada de Victor y miró a su alrededor,
dándose cuenta de Eddie por primera vez. Eddie había estado tan
tranquilo que casi parecía parte del mobiliario. Adrian se volvió
hacia mí.
—¿Qué diablos está pasando? ¡Todo el mundo está en busca de
él!
Las palabras de Lissa sonaron a través del vínculo. Deberías
decirle. Sabes que él no se irá ahora.
Ella tenía razón. No tenía idea cómo nos había encontrado
Adrian, pero ahora que lo había hecho, no había manera en que él se
fuera. Miré dudosa a Eddie, quien adivinó mis pensamientos.
—Vamos a estar bien —dijo—. Ve a hablar, yo no permitiré que
nada suceda.
Y soy lo suficientemente fuerte de nuevo para usar la compulsión si
trata de hacer algo, Lissa agregó.
Suspiré. —Muy bien. Estaremos de vuelta.
Tomé del brazo a Adrian y lo llevé a fuera. Tan pronto como
nos encontramos en el pasillo, empieza de nuevo. —¿Rose, qué
es…?
Niego con la cabeza. En nuestro tiempo aquí, he oído suficiente
ruido de otros huéspedes en el vestíbulo para saber que mis amigos
oirían nuestra conversación si hablábamos aquí afuera. En su lugar,
Adrian y yo tomamos el elevador y bajo las escaleras, donde el
ruido del casino cubriría nuestras palabras.
16
5
Encontramos un rincón un poco fuera de forma y Adrian
prácticamente me empujó contra la pared, su expresión oscura y su
actitud ligera me molestaban a veces, pero lo prefería cuando estaba
molesto, en gran parte porque temía que el espíritu añadiera una
inestable ventaja.
—Me dejaste una nota diciendo que te escapabas para una
última fiesta de fin de semana, ¿y en lugar de eso te encuentro
escondida con uno de los más notorios criminales? ¡Cuando dejé la
Corte, era eso de lo que todo el mundo estaba hablando! ¿Ese tipo
no trató de matarte?
Respondí su pregunta con otra pregunta —¿Cómo nos
encontraste?
—La tarjeta de crédito —Él dijo— Estaba esperando que la
usaras.
Mis ojos se abrieron —¡Me prometiste que no estarías
chismoseando!
Desde que mis cuentas y tarjetas las había conseguido con su
ayuda, sabía que él tenía acceso a los registros, pero le había creído
cuando dijo que respetaba mi privacidad.
—Cuando estabas en Rusia, mantuve esa promesa. Esto es
diferente. Yo me mantuve revisando y revisando junto con la
compañía y tan pronto como la actividad se hizo presente con el
vuelo chárter, llamé y me enteré dónde estabas.
La rápida llegada de Adrian aquí, después de todo no, era tan
increíble si él hubiera estado monitoreando la tarjeta. Una vez que
tuviera la información que necesitaba, podía fácilmente reservar un
16
6
vuelo. Un Jet sin escalas habría hecho nuestro viaje más rápido, y no
un viaje multi-paradas.
—No hay manera en que pudiera resistirme a Las Vegas —él
continuó—. Así que pensé que te sorprendería y te mostraría como
unirte a la diversión.
Yo había utilizado mi tarjeta para la habitación. Me di cuenta de
nuevo, acerca de delatar nuestra posición. No había nadie más
ligado a mí o a las tarjetas de Lissa, pero la facilidad con que me
había rastreado me puso nerviosa.
—No debiste haber hecho eso —gruñí—, podemos estar juntos,
pero hay límites que tenemos que respetar, y este no es tu asunto.
—¡No es como si estuviera leyendo tu diario!, yo sólo quería
encontrar‖a‖mi‖novia‖y…‖
Era un signo de sufrimiento de Adrian. Su mente ahora estaba
empezando a retroceder y juntar las piezas.
—¡Oh, Dios! Rose, por favor dime que ustedes no fueron los que
lo sacaron de prisión. Están buscando a dos chicas humanas y un
chico‖Dhampir.‖Las‖descripciones‖no‖coinciden‖en‖absoluto….‖—él
gimió—, pero fuiste tú ¿cierto? de alguna manera irrumpiste en una
prisión de máxima seguridad con Eddie.
—No debió haber tenido tanta seguridad. —Comenté
ligeramente.
—¡Rose!, ese tipo ha jodido la vida de ambas. ¿Por qué lo pones
en libertad?
16
7
—Porque…—Dudé. ¿Cómo explicarle esto a Adrian? ¿Cómo
explicarle lo que con evidencias de nuestro mundo era imposible?
¿Y cómo explicarle qué meta en particular me había traído a esto?
—Víctor tiene información que necesitamos. O, mejor, tiene
acceso a alguien que necesitamos. Y esta era la única manera en que
podíamos llegar a él.
—¿Qué hay en la tierra que él pudiera saber, para que hagas
esto?
Yo tragué. Caminé entre prisiones y nidos de Strigoi. Pero decir
lo que hice, enfrente de Adrian, me llenó de temor.
—Porque podría haber una forma de salvar a los Strigoi. Para
volver a la forma en que eran. Y Victor… Victor conoce a alguien
que podría haber hecho esto.
Adrian me miró durante varios segundos, e incluso en medio
del movimiento y el ruido del casino, fue como si el mundo se
quedara quieto y en silencio.
—Rose, eso es imposible.
—Puede que no.
—Si hubiera una forma de hacerlo, lo sabríamos.
—Involucra usuarios del espíritu. Y sólo hasta ahora supimos
de ellos.
—Eso no significa... Oh, ya veo. —Sus profundos ojos verdes
destellaron. Y en este momento, estaba enojado—. Es por él
¿verdad? Este es tú último y loco intento para llegar a él, a Dimitri.
16
8
—No es sólo por él —dije vagamente—, podría salvar a todos
los Strigoi.
—¡Pensé que eso había terminado! —Adrian exclamó, su voz
era lo suficientemente fuerte para que las personas cercanas en las
máquinas tragamonedas voltearan a mirar—. Me dijiste que todo
había terminado. Me dijiste que podías seguir adelante y estar
conmigo.
—Lo dije en serio —le dije, sorprendida por la nota desesperada
en mi voz—. Es algo que sólo encontramos. Teníamos que
intentarlo.
—¿Y luego qué? ¿Qué pasa si esta estúpida fantasía funciona?
Liberas a Dimitri en algún acto milagroso, ¿y me botas así? —Él
chasqueo sus dedos.
—No lo sé —dije con cansancio—, estamos yendo un paso a la
vez. Me encanta estar contigo. De verdad. Pero no puedo ignorar
esto.
—Por supuesto que no puedes. —Volvió sus ojos hacia el
cielo—. Sueños, sueños. Camino con ellos; vivo con ellos. Me engaño
con ellos. Es una maravilla que haya descubierto la realidad. —El
extraño sonido de su voz me ponía nerviosa. Pude reconocer uno de
sus locos lapsos, inducidos por el espíritu. Luego se giró hacia mí
con un suspiro.
—Necesito un trago.
La pena que había sentido por él se convirtió en ira. —¡Oh,
Dios!, eso lo arregla todo. Me alegro que en un mundo tan
enloquecido como éste, tú todavía tengas tus viejos recursos.
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9
Su mirada me hizo dar un respingo. Él no lo hacía muy a
menudo. Y cuando lo hacía, era una cosa poderosa.
—¿Qué esperas que haga? —Él preguntó.
—Podrías… Podrías… ¡Oh, Dios! Bueno, ahora que estás aquí
podrías ayudarnos. Además, este tipo con el que nos vamos a
encontrar es otro usuario del espíritu.
Adrian no traicionó sus pensamientos. Pero pude sentir que
había despertado su interés.
—Sí, eso es exactamente lo que quiero, ayudar a mi novia a
traer a su antiguo novio de vuelta. —Se dio la vuelta de nuevo, y le
oí murmurar:— Necesito dos tragos.
—Cuatro treinta —le grité—. Nos reuniremos con él a las cuatro
treinta.
No hubo respuesta. Adrian se perdió en la multitud.
Regresé al cuarto, en una nube negra que tenía que ser obvia
para todos. Lissa y Eddie eran lo suficientemente inteligentes para
no preguntar, pero Victor, por supuesto, no tenía tales reservas.
—¿Qué? ¿El Señor Ivaskhov no nos acompaña? Estaba tan
ansioso acerca de tener su compañía.
—Cállate —dije, cruzando mis brazos e inclinándome contra la
pared cerca de Eddie—. No hables a menos que tengas que hacerlo.
El próximo par de horas fueron un arrastre. Estaba segura que
en cualquier momento, Adrian volvería de mala gana y se
comprometería a ayudarnos. Podíamos utilizar su compulsión en
caso que algo saliera mal, aunque no pudiera igualar a Lissa.
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0
Seguramente…‖seguramente, ¿él me amaba lo suficiente para venir
en mi ayuda? ¿Él no me abandonaría?
Eres una idiota, Rose, era mi propia voz la que me criticaba, no la
de Lissa. No le diste ninguna razón para ayudar. Sólo le harás daño una y
otra vez. Al igual que a Mason.
Cuando las cuatro treinta llegaron, Eddie me miró. —
¿Deberíamos reservar una mesa?
—Sí. —Estaba inquieta y molesta. No quería quedarme en este
cuarto por más tiempo, atrapada con sentimientos oscuros que no se
iban.
Víctor se levantó de la cama, extendiéndose como si se
levantara de una siesta. Aún, habría jurado que había un brillo
ansioso oculto en la profundidad de sus ojos. En todos los sentidos,
él y su hermano eran cercanos, aunque yo no le había visto ninguna
muestra de amor o lealtad hacia nadie. ¿Quién sabe? Tal vez en
alguna parte había un verdadero afecto por Robert.
Formamos una especie de configuración de protección, conmigo
en la parte delantera, Eddie en la espalda y los dos Moroi entre
nosotros. Abrí la puerta y me encontré cara a cara con Adrian. Su
mano estaba levantada, como si hubiera estado a punto de golpear.
Él arqueó una ceja.
—Oh, Bueno —él dijo. Tenía la misma expresión tipo Adrian
normal y relajada en su rostro. Aunque su voz sonaba un poco
tensa. Yo sabía que él no era feliz con nada de esto. Pude verlo en la
rigidez de su mandíbula y la agitación en sus ojos. Sin embargo, él
estaba poniendo una buena cara a los demás, por lo que le estaba
agradecida. Lo más importante era que había vuelto. Eso era lo que
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1
importaba, y podía ignorar el olor a alcohol y el del humo a su
alrededor.
—Así‖que…. he oído que hay una fiesta, ¿les importa si me uno?
Le di una débil sonrisa agradecida. —Vamos.
Nuestro grupo, ahora de cinco integrantes, se dirigió por el
pasillo hacia el ascensor.
—Estaba limpiando en el Póker, ¿sabes? —Adrian agregó—, así
que espero que esto sea bueno.
—No sé si será bueno. —Reflexioné. Las puertas de ascensor se
abrieron—. Pero creo que será memorable.
Entramos al ascensor, para ver a Robert Doru. Y lo que podría
ser la única solución de Dimitri.
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2
Traducido por Clooooooo
Corregido por Selene
obert Doru fue fácil de encontrar.
No fue porque se pareciera a Victor. Ni siquiera fue
a causa de cualquier dramático reencuentro entre él y su hermano.
Más bien, fue la mente de Lissa la que me avisó. Vi a Robert a través
de sus ojos, un espíritu rodeado de un aura de oro en aquel
restaurante, como una estrella. Verle le tomó por sorpresa, y ella
tropezó brevemente.
Los usuarios del espíritu eran demasiado raros de ver como
para que ella se acostumbrase totalmente a ellos. Ver auras era algo
que ella podía sintonizar desde adentro o hacia afuera, y justo antes
de que volviera a la normalidad, ella observó que, a pesar de la
brillante aura de oro que había visto en Adrian, también había una
sensación de inestabilidad en la misma. Las chispas de otros colores
brillaron también, pero ellas temblaban y parpadeaban. Se preguntó
si se trataba de un tipo de espíritu extraño, aún desconocido.
Sus ojos se encendieron al ver como Victor se acercaba a la
mesa, pero los dos no se abrazaron, no mostraron el más mínimo
interés en tocarse. Victor simplemente se sentó junto a su hermano.
R
17
3
El resto de nosotros nos paramos con cierta torpeza por un
momento. Toda la situación era demasiado extraña. Sin embargo,
esa era la razón por la que habíamos llegado, y después de varios
segundos más, mis amigos y yo nos unimos a los hermanos en la
mesa.
—Victor... —Robert respiraba ruidosamente, con los ojos muy
abiertos. Robert podría haber tenido algunos de los rasgos faciales
Dashkov, pero sus ojos eran de color marrón, no verde. Sus manos
jugaban con una servilleta—. No puedo creerlo.... He querido
verte…y‖ahora,‖después‖de‖tanto‖tiempo…
Victor puso una voz amable, la misma que por teléfono, como si
estuviera hablando con un niño.
—Lo sé, Robert. También te he echado de menos.
—¿Te quedas? ¿Puedes volver a vivir conmigo?
Una parte de mí quería ver que se trataba de una idea ridícula,
pero la desesperación en la voz de Robert despertó un poco de
compasión en mí. Permanecí en silencio, simplemente mirando el
drama que se desplegaba ante mí.
—Me gustaría‖ poder‖ hacerlo.‖ Sería‖ genial.‖ Los‖ dos…—Victor
vaciló. Él no era estúpido. A pesar de mis vagas afirmaciones en el
avión, él sabía que las probabilidades de que lo dejara ir no
existían—. No lo sé —dijo en voz baja—. No sé.
La llegada del camarero nos sacó de nuestra nube, y tomó nota
de lo que íbamos a beber. Adrian pidió un gin-tonic. No estaba
segura de si pudo hacerlo porque se podía hacer pasar por alguien
de veintiuno o fue lo suficientemente convincente con el espíritu
como para hacerlo. De todos modos, yo no estaba muy contenta con
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4
él. El alcohol silenciaba al espíritu. Estábamos en una situación
precaria, y yo le necesitaba a pleno rendimiento. Por supuesto,
teniendo en cuenta que había estado bebiendo antes, probablemente
no importaba ahora.
Después de que el camarero se fuera, Robert pareció darse
cuenta de nuestra presencia. Sus ojos se posaron en Eddie
rápidamente, luego en Lissa y Adrian, estuvo vagando por mi zona
durante mucho tiempo. Me puse rígida, no me gusta el control, y
mucho menos el escrutinio. Por último, se volvió hacia su hermano.
—¿A quién has traído, Victor? —Robert todavía tenía que
olvidar el aire se disipaba a su alrededor, su rostro iluminado por la
sospecha, el miedo y la paranoia—. ¿Quiénes son estos niños? Dos
usuarios del espíritu… —Su mirada se posó sobre mí otra vez.
Estaba leyendo mi aura—. ¿Una Shadow-Kissed?
Por un momento, admiré el uso del término. Entonces recordé
lo que Mark, el marido de Oksana, también lo había usado. Robert
se había unido una vez a una dhampir y ésta había muerto,
acelerando drásticamente el deterioro de la mente de Robert.
—Son amigos —dijo Victor sin problemas—. Amigos a quienes
les gustaría hablar contigo y hacerte algunas preguntas.
Robert frunció el ceño. —Estás mintiendo. Qué puedo‖decir…
no parecen amigos. Están tensos. Ellos mantienen una distancia
contigo.
Victor no negó la afirmación de amigo. —Sin embargo,
necesitan tu ayuda, y fue lo que se les prometió. Era lo que
habíamos acordado, permitirles verte.
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—No deberías haber hecho promesas por mí. —La servilleta de
Robert estaba ahora hecha jirones. Hasta se me pasó por la cabeza
darle la mía.
—Pero ¿no querías verme? —preguntó Victor en tono dulce,
c{lido…‖su‖sonrisa‖parecía‖casi… real.
Robert parecía preocupado. Confundido. De nuevo me recordó
a un niño, y empecé a tener mis dudas de que este individuo
hubiera transformado alguna vez a un Strigoi.
Se salvó de responder debido a que llegaron nuestras bebidas.
Ninguno de nosotros habíamos pedido aún nada del menú, para
gran disgusto del camarero. Se fue, y yo abrí mi bebida sin verla
realmente.
Victor después nos presentó a Robert, tan formalmente como lo
hubiera hecho durante una reunión diplomática. La cárcel no había
embotado su sentido de la etiqueta real. Victor dio los primeros
nombres solamente.
Robert se volvió hacia mí, con el ceño fruncido aún patente en
su rostro, y miró entre Lissa y yo. Adrian había dicho que siempre
que se juntaban, nuestras auras demostraban estar más que
relacionadas.
—Un enlace... Ya casi he olvidado lo que era... Pero Alden.
Nunca‖ olvidaré‖ a‖ Alden…— Sus ojos se abrieron, soñadores,
reviviendo el recuerdo.
—Lo siento —dije, sorprendida al oír la simpatía de mis
palabras. Esta no era la agresividad al interrogar que había
imaginado—. Sólo puedo imaginar lo que debe‖ haber‖ sido‖ eso…
perderlo…
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Los ojos antes soñadores se tornaron fríos y duros.
—No.‖ No‖ puedes.‖ Es‖ como… nada que tú puedas imaginar.
Nada. Ahora mismo... en este momento... tú tienes‖ la… tienes un
mundo… un universo de los sentidos más allá del de los demás, la
comprensión de otra persona que nadie puede tener. Perder eso...
que te sea arrebatado... te haría desear la muerte.
Wow. Robert había sido bastante bueno y contundente para
matar la conversación, y todos los que estábamos allí sentados
teníamos la esperanza de que el camarero apareciera en ese mismo
momento. Cuando lo hizo, todos fuimos poco entusiastas a la hora
de pedir alimentos y, a excepción de Robert, la mayoría de nosotros
decidimos sobre la marcha. El restaurante servía cocina asiática, y
pedí lo primero que vi en el menú: un simple rollo de huevo.
Cuando terminamos el pedido, Victor continuó con mano firme
con Robert, que parecía incapaz de manejar la situación —¿Vas a
ayudarlos? ¿Vas a responder a sus preguntas?
Tenía la sensación de que Victor estaba empujando Robert no
sólo porque nos lo debía, sino más bien porque Victor es intrigante
por naturaleza y en realidad se moría por conocer los secretos de
todos y también sus motivaciones.
Robert lanzó un suspiro. Cuando miró a Victor, su expresión
era de una fuerte devoción, e incluso idolatría. Robert
probablemente no podía negarse a nada que le pidiera su hermano.
Él era el tipo perfecto para jugar con los planes de Victor, y me di
cuenta que posiblemente deberían estar agradecidos de que Robert
hubiera crecido de manera inestable.
Si hubiera estado en pleno control de sus poderes, Victor nunca
habría molestado a Lissa la última vez.
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7
—¿Qué quieres saber? —preguntó Robert. Se dirigió a mí. Al
parecer, se reconoce mi liderazgo. Miré a mis amigos en busca de
algo de apoyo moral y no recibí respuesta alguna. En primer lugar,
ni Lissa ni Adrian habían aprobado esta misión, y Eddie todavía no
conocía el propósito de la misma. Tragué saliva y dirigí mi completa
atención a Robert.
—Escuchamos que liberó‖ a‖ un‖ Strigoi‖ una‖ vez.‖ Que… pudo
devolverlo a él, o a ella, de nuevo a su estado original.
La sorpresa brilló en el rostro por lo general sereno de Victor.
Ciertamente no sabía de esto.
—¿Dónde has oído eso? —exigió saber Robert.
—De una pareja que conocí en Rusia. Sus nombres son Marcos
y Oksana.
—Mark y Oksana... —De nuevo, la mirada de Robert se deslizó
por un momento hacia el suelo. Tuve la sensación de que pasó
mucho tiempo, aunque no pasó mucho en realidad.
—No sabía que todavía estaban juntos.
—Ellos lo están. Están realmente bien —le miré con
intensidad—. ¿Es cierto? ¿Hizo lo que dijeron? ¿Es posible?
La respuesta de Robert fue precedida por una pausa. —Ella.
—¿Cómo?
—Era una mujer. Yo la liberé.
Jadeé, aunque traté de que no se notara, sin atreverme a
procesar sus palabras.
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—Estás mintiendo. —Fue Adrian quien habló, su tono de voz
era áspero. Robert le miró con expresión divertida y burlona.
—¿Y quién eres tú para decir eso? ¿Cómo puedes saberlo? Has
lastimado y abusado tanto de tus poderes, que apenas si puedes
tocar la magia. Y todas estas cosas que te haces a ti mismo... en
realidad no ayudan, ¿verdad? El castigo del espíritu todavía te
afecta... pronto no serás capaz de diferenciar la realidad de los
sueños…‖
Las palabras sorprendieron a Adrian en un primer momento,
pero él siguió como si nada.
—Lo sé, incluso sin tener la necesidad de observar todos los
signos físicos que evidencian que usted está mintiendo. Lo sé,
porque lo que usted está describiendo es imposible. No hay manera
de salvar a un Strigoi. Cuando se han ido, se han ido. Están muertos.
Muertos. Para siempre.
—Lo que está muerto no siempre permanece muerto... —Las
palabras de Robert no iban destinadas a Adrian. Me miró a mí. Me
estremecí.
—¿Cómo? ¿Cómo lo hiciste?
—Con una estaca. Ella fue asesinada con una estaca y, al
hacerlo, puede devolvérsele a la vida.
—De acuerdo —dije—. Eso es mentira. He matado a un montón
de Strigoi con estacas, y créame, se quedan muertos.
—No cualquier estaca. —Los dedos de Robert bailaron a lo
largo del borde de la botella que sostenía—. Una Estaca especial.
—Una Estaca encantada con el espíritu —dijo Lissa de repente.
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Robert alzó los ojos hacia ella y sonrió. Era una sonrisa
escalofriante. —Sí,‖tú… tú eres una chica inteligente, ingeniosa. Una
chica inteligente, amable. Tierna y amable. Puedo verlo en tu aura.
Miré fijamente a la mesa, mi mente en marcha. Una estaca
encantada con el espíritu. Las estacas de plata estaban encantadas
con los cuatro elementos principales Moroi: tierra, aire, agua y
fuego. Con nuestro reciente descubrimiento de cómo los objetos
encantados con el espíritu podían ser algo peligrosos, saber que una
estaca encantada por el espíritu podía traer a los muertos a la vida al
unirse‖ con‖ los‖ otros‖ elementos‖ principales‖Moroi…,‖ era‖ realmente
aterrador. ¿Pero, de‖ veras… eso podía restablecer a un Strigoi en
una‖persona‖normal… de nuevo?
Me sentí agradecida por la llegada de los alimentos debido a
que mi cerebro estaba aún en lento proceso de aceptación de la
información. El rollo de huevo proporcionaba una buena
oportunidad para pensar.
—¿Es realmente tan fácil? —Le pregunté por fin.
Robert se burló. —No es nada fácil.
—Pero usted acaba de decir... acabas de decir que necesitamos
una‖estaca‖encantada‖con‖el‖espíritu… y entonces se puede matar a
un Strigoi con él. —O bien, no-matar. Los aspectos técnicos son
irrelevantes.
Su sonrisa volvió. —Tú no. Tú no puedes hacerlo.
—Entonces, ¿quién?... —Me detuve, el resto de mis últimas
palabras quedaron estancadas en mis labios.
—No. No.
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—Los Shadow-Kissed no tienen el don de la vida. Sólo los
bendecidos por el espíritu —explicó—. La pregunta es: ¿Quién es
capaz de hacerlo? ¿La chica tierna o el idiota borracho? —Sus ojos
bailaron entre Lissa y Adrian—. Mi apuesta sería a favor de la chica
tierna.
Esas palabras fueron las que me sacaron de mi estado aturdido.
De hecho, estaba aún más despejada que antes, sacándome de los
pensamientos que una y otra vez me llevaban a Dimitri. —No —
repetí—. Incluso si es posible, y no estoy muy segura de creerle, ella
no puede hacerlo. Yo no se lo permitiría.
Y en un giro de los acontecimientos casi tan asombroso como la
revelación de Robert, Lissa giró hacia mí, la ira inundando nuestro
vínculo. —¿Y desde cuándo es relevante que tú me digas lo que
puedo o no puedo hacer?
—Desde que no recuerdo que tú hayas tomado alguna vez
entrenamiento de guardiana o hayas aprendido cómo usar una
estaca contra un Strigoi —respondí tranquilamente, tratando de
mantener mi voz calmada—. Tú tan sólo golpeaste a Reed y eso fue
bastante difícil. —Cuando Avery Lazar había tratado de hacerse
cargo de la mente de Lissa, había enviado a su hermano shadow-
kissed a hacer el trabajo sucio. Con mi ayuda, Lissa lo había
golpeado y logró mantenerlo alejado. Había sido perfectamente
ejecutado, pero ella lo había odiado.
—Lo hice, ¿no? —exclamó ella.
—Liss, lanzar un puñetazo no se parece en nada a matar a un
Strigoi. Y eso sin contar el hecho de que tienes que acercarte a uno
en primer lugar. ¿Crees que podrías conseguir darle un puñetazo
antes de que te rompa el cuello? No.
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1
—Voy a aprender. —La determinación en su voz y en su mente
eran admirables, pero lleva décadas aprender a enfrentarte a seres
semejantes.
Adrian y Eddie parecían incómodos en medio de este debate,
pero Victor y Robert parecían intrigados y divertidos. No me gustó
eso. No estábamos aquí para su entretenimiento. Traté de desviar el
tema. Miré a Robert.
—Si una usuario del espíritu trae de vuelta a un Strigoi,
entonces esa persona se convertiría en shadow-kissed.
No le señalé la conclusión obvia a Lissa. Parte de lo que había
llevado a Avery a la locura (además del frecuente uso del espíritu)
había sido crear lazos con más de una persona. Hacerlo, crea una
situación muy inestable que rápidamente lleva a todas las personas
involucradas a la oscuridad y la locura.
Los ojos de Robert crecieron de ensueño mientras miraba más
allá de mí. —Los lazos se forman cuando alguien muere, cuando el
alma ha salido y se traslada al mundo de los muertos. Traerla de
vuelta es lo que les convierte en Shadow-Kissed. La marca de la
muerte queda sobre ellos. —Los ojos de Robert se posaron en los
míos—. Del mismo modo que está en ti.
Me negué a evitar a sus ojos, a pesar de la frialdad que
produjeron en mí sus palabras.
—Los Strigoi están muertos. Eso significaría que su alma debe
ser traída del mundo de los muertos también.
—No —argumentó—. Sus almas no siguen adelante. Sus almas
permanecen... ni en este mundo ni en el otro. Está mal y es poco
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natural. Es lo que los hace lo que son. Matar o salvar a un Strigoi
envía al alma a un estado normal. No hay lazo.
—Entonces no hay peligro —dijo Lissa para mí.
—Aparte de que un Strigoi te mate —señalé.
—Rose...
—Vamos a terminar esta conversación más tarde. —Le dirigí
una mirada dura. Nos miramos durante un momento y luego se
volvió hacia Robert. Todavía había una obstinación en el vínculo
que no me gustaba.
—¿Cómo encantas una estaca? —le preguntó—. Todavía estoy
aprendiendo.
Una vez más comencé a regañarla, pero luego me lo pensé
mejor. Tal vez Robert estaba equivocado. Tal vez todo lo que
realmente se necesita para convertir un Strigoi era una estaca
infundida con el espíritu. Sólo dijo que una persona poseída por el
espíritu tenía que hacerlo porque lo había hecho así antes.
Supuestamente. Además, yo preferiría que Lissa se preocupara por
encantar que por luchar. Si la parte del encanto sonaba demasiado
difícil, ella debería renunciar a ello totalmente.
Robert me miró y luego miró a Eddie. —Uno de ellos debe tener
una estaca. Te lo mostraré.
—No puedes sacar una estaca en público —exclamó Adrian, en
lo que fue una observación muy sabia—. Puede ser que sea extraño
para los seres humanos, pero sigue siendo obvio que es un arma.
—Tiene razón —dijo Eddie.
—Podríamos volver a la sala después de la cena —dijo Victor.
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3
Había algo que parecía perfectamente agradable y suave en su
rostro. Lo estudié, esperando que mi expresión mostrara mi
desconfianza. A pesar de su entusiasmo, podía sentir la vacilación
de Lissa también. Ella no tenía interés en seguir cualquier
sugerencia de Victor. Habíamos visto en el pasado cuán
desesperadamente lejos Victor iría en el intento de cumplir con sus
planes. Había convertido a su propia hija en Strigoi para que le
ayudara a salir de la cárcel. Por todo lo que sabíamos, él estaba
planeando lo‖mismo‖para…
—Eso es —murmuré, sintiendo que mis ojos agrandarse
mientras le miraba fijamente.
—¿Eso es qué? —preguntó Victor.
—Por eso es que convertiste a Natalie. Pensaste... tú sabías esto.
Lo que Robert había hecho. Ibas a usar su fuerza como Strigoi y
entonces ibas a hacer que él la convirtiera de nuevo.
La ya pálida cara de Victor se volvió más pálida aún, y pareció
envejecer frente a nuestros ojos. Su mirada con aire satisfecho
desapareció, y miró hacia otro lado. —Natalie está muerta, y hace
mucho tiempo de eso —dijo rígidamente—. No tiene sentido
discutir sobre ella.
Algunos de nosotros hicimos un intento para comer después de
eso, pero mi rollo de huevo tenía mal gusto ahora. Lissa y yo
estábamos pensando lo mismo. Entre todos los pecados de Victor, el
convertir a su hija en Strigoi era el más terrible de ellos. Era lo que
realmente me había demostrado que él era un monstruo. De
repente, me vi obligada a reevaluar las cosas. A reevaluarlo a él. Si él
sabía que podría traerla de vuelta, aquello que hizo seguía siendo
terrible, pero no tan terrible. Él seguía siendo malvado en mi mente,
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4
no hay duda. Pero si él hubiera creído que podía traer a Natalie de
vuelta, eso significaba que de verdad creía en el poder de Robert.
Todavía no había manera posible para que yo dejara a Lissa sola
cerca de un Strigoi, pero esta historia increíble se había convertido
en algo más creíble. No podía dejarlo ir sin más investigación.
—Podemos ir a la sala después de esto —dije por fin—. Pero no
por mucho tiempo. —Mis palabras fueron hacia Victor y Robert.
Robert parecía haberse desvanecido en su propio mundo de nuevo,
pero asintió con la cabeza a Victor.
Le di a Eddie una rápida mirada y obtuve un rápido
asentimiento de un tipo diferente por parte suya. Él comprendía el
riesgo de llevar a los hermanos a un lugar privado. Eddie estaba
diciéndome que estaría vigilante. No es que él no lo estuviera siendo
ya.
En el momento en que terminamos la cena, Eddie y yo
estábamos rígidos y tensos. Él caminó cerca de Robert, y yo me
quedé con Victor. Mantuvimos a Lissa y Adrian en medio de los
hermanos, Aún así, incluso mantenerlos cerca era difícil mientras
recorríamos el atestado casino.
La gente se detenía en nuestro camino, caminaba a nuestro
alrededor,‖ a‖ través‖ de‖ nosotros… era un caos. Dos veces, nuestro
grupo se dividió por los turistas inconscientes. No estábamos muy
lejos de los ascensores, pero yo estaba inquieta ante la posibilidad de
tener a Victor o Robert corriendo entre la multitud de personas.
—Tenemos que salir de esta multitud —le grité a Eddie.
Me dedicó otro de sus rápidos movimientos de cabeza y me dio
un empujón hacia la izquierda que me cogió por sorpresa. Dirigí a
Victor en esa misma dirección, y Lissa y Adrian se hicieron a un
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lado para mantenerse con nosotros. Yo estaba perpleja, hasta que vi
que nos acercábamos a un pasillo con un signo de Salidas de
Emergencia en él. Lejos del atestado casino, el nivel de ruido era
mucho menos intenso.
—Me figuro que probablemente haya escaleras por aquí —
explicó Eddie.
—Guardián Astuto. —Le dije con una sonrisa.
Otro giro nos llevó a un armario de limpieza a nuestra derecha
y por delante de nosotros una puerta con un símbolo de escalera. La
puerta parecía conducir tanto al exterior como a los pisos
superiores.
—Brillante —le dije.
—Subiremos como hasta el décimo piso —señaló Adrian. Fue la
primera vez que había hablado en un rato.
—No‖hay‖nada‖como‖un‖poco‖de‖ejercicio‖para… maldición. —
Llegué a un alto frente a la puerta. Tenía una pequeña señal de
advertencia diciendo que sonaría una alarma en caso de que la
puerta se abriera.
—Lo siento —dijo Eddie, como si fuera personalmente
responsable.
—No es culpa tuya —le dije, dándome la vuelta—. Regresemos
entonces.
Tendríamos que tener otro encuentro con la multitud. A lo
mejor, el recorrido que hicimos había cansado a Victor y a Robert lo
suficiente para hacer que un escape fuera poco tentador. Ninguno
de ellos era joven, y Victor todavía estaba en mal estado.
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Lissa estaba demasiado tensa para pensar mucho acerca de ser
conducida por ahí, pero Adrian me dio una mirada que claramente
decía que pensaba que este plan era una pérdida de tiempo. Por
supuesto, él pensaba que todo este asunto con Robert era una
pérdida de tiempo. Yo estaba honestamente sorprendida de que
viniera con nosotros a la habitación; hubiera esperado que él se
quedara en el casino, con sus cigarrillos y otro trago.
Eddie dio unos pasos hacia el casino por el pasillo. Y entonces
me di cuenta.
—¡Alto! —Grité.
Él respondió al instante, deteniéndose en el estrecho espacio. A
eso le siguió algo de confusión. Victor tropezó con Eddie por la
sorpresa, y luego Lissa tropezó con Victor. El instinto hizo que
Eddie llevara las manos a su estaca, pero la mía ya estaba fuera. La
agarré tan pronto como las náuseas hicieron su aparición.
Había Strigoi entre nosotros y el casino.
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Traducido por Cowdiem.
Corregido por Vanille.
uno‖de‖ellos…‖uno‖de‖ellos…
—No —respiré, incluso mientras saltaba hacia uno
de los más cercanos a mí, una mujer. Parecía que había
tres Strigoi alrededor de nosotros.
Eddie estaba en movimiento también, y ambos estábamos
tratando de poner a los Moroi tras nosotros. Ellos no necesitaron
más presión. A la vista de los Strigoi, los Moroi habían comenzado a
retroceder, creando un cierto cuello de botella. Entre los reflejos
instantáneos de Eddie y el pánico de los Moroi, estaba muy segura
de que nadie había notado lo que yo ya había visto.
Dimitri estaba entre ellos.
No, no, no, dije, esta vez para mí misma. Él me había advertido.
Una y otra vez, él había dicho en sus cartas que tan pronto como
estuviera fuera de la seguridad de la guarda, él vendría por mí. Yo
le había creído, y‖ aun‖ así…‖ ver‖ la‖ realidad‖ de‖ eso‖ era‖ una‖ cosa‖
totalmente diferente. Habían sido tres meses, pero en ese instante,
un millón de recuerdos pasaron a través de mi mente con una
nitidez tan clara como el cristal. Mi cautiverio con Dimitri. La forma
Y
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8
en que su boca, tan, tan cálida, a pesar de su piel fría, había besado
la mía. La sensación de sus colmillos enterrándose en mi cuello y la
dulce‖dicha‖que‖lo‖seguía…
Él se veía exactamente igual también, con esa palidez blanca de
tiza y los ojos bordeados de rojo que se oponían tanto al suave
cabello castaño largo hasta el mentón, y por otro lado a las hermosas
líneas de su rostro.
Él incluso traía abrigo largo de cuero encima. Tenía que ser uno
nuevo, siendo que su abrigo anterior se había destruido bastante en
nuestra última pelea en el puente. ¿De dónde los obtenía?
—¡Salgan! —grité. Mis palabras eran para los Moroi, incluso
mientras mi estaca se hundía en el corazón de la mujer Strigoi. La
confusión momentánea con todos nosotros en el vestíbulo había
sido perjudicial más para ella que para mí. Obtuve una buena línea
de vista hacia ella, y estaba claro que ella no había esperado que yo
fuera tan veloz. Había matado a muchos Strigoi porque ellos me
habían subestimado.
Eddie no tuvo mi suerte. Tambaleó cuando Victor lo había
empujado al pasar, permitiendo al otro Strigoi, un chico, acercarse al
frente para empujar a Eddie contra la pared. Sin embargo, esa era la
clase de cosas que nosotros enfrentábamos todo el tiempo, y Eddie
respondió maravillosamente. Inmediatamente se recuperó del golpe,
y con los Moroi completamente fuera de su camino ahora, Eddie fue
capaz de embestir contra el Strigoi y atacarlo con todo.
¿Y yo? Mi atención estaba en Dimitri.
Pasó por sobre la Strigoi caída sin ni siquiera mirarla. Dimitri
había estado rondando en la parte de atrás, mandando a sus
secuaces a la primera línea de batalla. Quizás era porque conocía a
18
9
Dimitri muy bien, pero sospechaba que él no estaba sorprendido de
que me hubiera desecho tan rápido del primero y que Eddie le
estuviera dando al otro un momento complicado. Dudaba de que
Dimitri se preocupara de si ellos vivían o morían. Ellos sólo eran
distracción para que él se acercara a mí.
—Te lo dije —dijo Dimitri, sus ojos divertidos y penetrantes. Él
estaba observando todos mis movimientos, cada uno de nosotros
subconscientemente imitando al otro mientras esperábamos por una
apertura para atacar—. Te dije que te encontraría.
—Sí —dije, tratando de ignorar los gruñidos de Eddie y el otro
Strigoi. Eddie podía hacerse cargo. Sabía que él podía—. Recibí los
memorándum.
El fantasma de una sonrisa curvó los labios de Dimitri,
mostrando los colmillos que de alguna forma gatillaron una mezcla
de anhelo y desprecio en mí. Instantáneamente, empujé esos
sentimientos a un lado. Había dudado antes con Dimitri, y casi morí
por culpa de eso. Había rehusado que eso sucediera de nuevo, y la
adrenalina bombeando a través de mi cuerpo sirvió como un buen
recordatorio‖de‖que‖esto‖era‖una‖situación‖de‖‚mata o‖muere‛.
Él hizo el primer movimiento, pero lo esquivé, casi habiendo
sentido que venía. Ese era el problema con nosotros. Nos
conocíamos el uno al otro demasiado bien, sabíamos los
movimientos del otro demasiado bien. Por supuesto, eso para nada
significaba que estábamos en un enfrentamiento igualado. Incluso
en vida, él había tenido más experiencia que yo, y sus habilidades
de Strigoi inclinaban la balanza.
—Aun así, aquí estas —él dijo, aún sonriendo—. Estúpidamente
dando un paso afuera cuando deberías haberte quedado en la
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0
seguridad de la Corte. No podía creerlo cuando mis espías me lo
dijeron.
No dije nada, en vez de eso, intenté dar un golpe fuerte con mi
estaca. Él vio eso venir también y dio un paso al lado. Que él tuviera
espías no me sorprendía, aun a pleno día. Controlaba una red de
Strigoi y humanos por igual, y había sabido que tenía ojos y oídos
observando la Corte. La pregunta era: ¿Cómo demonios había
llegado a este hotel en medio del día? Aún con observadores
humanos en el aeropuerto o monitoreando las tarjetas de crédito
como Adrian había hecho, Dimitri y sus amigos Strigoi deberían
haber tenido que esperar hasta la caída de la noche para llegar aquí.
No, no necesariamente, me di cuenta un momento más tarde.
Los Strigoi ocasionalmente tenían formas de evitarlo. Camiones y
furgonetas con cabinas completamente oscuras y selladas. Entradas
bajo tierra. Los Moroi que querían darse un salto de casino desde el
Witching Hour, sabían sobre túneles secretos que conectaban ciertos
edificios. Dimitri habría sabido sobre todo eso también. Si él hubiera
estado esperando por mí para salir de la guardia, habría hecho lo
que sea con tal de encontrarme. Yo sabía mejor que nadie cuán
ingenioso era.
También sabía que él estaba tratando de distraerme con la
conversación.
—Y lo más extraño de todo —él continuo—, no viniste sola.
Trajiste Morois. Tú siempre habías tomado riesgos con tu propia
vida, pero no esperé qué fueras tan desconsiderada con la de ellos.
Algo me ocurrió entonces. Además del lejano zumbido del
casino en el otro extremo del pasillo y los sonidos de nuestra pelea,
todo lo demás estaba silencioso. Estábamos olvidándonos de un
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1
sonido muy importante. Es decir, como, la alarma de la puerta de
incendios.
—¡Lissa! —Grité— ¡Sal de aquí ahora! Sácalos a todos de aquí.
Ellos deberían haberlo sabido. Todos ellos debieron de saberlo.
La puerta llevaba a los pisos superiores, y afuera. El sol aún estaba
afuera. No importaba si la alarma atraía a los guardias de seguridad
aquí abajo. Infiernos, eso podría asustar a los Strigoi. Lo que
importaba era que los Moroi estuvieran seguros.
Pero un rápido chequeo de nuestra unión me dijo el problema.
Lissa estaba congelada. Impresionada. Ella había visto
repentinamente con quién estaba peleando, y la impresión de eso
fue demasiado. Saber que Dimitri era un Strigoi era una cosa. Verlo,
realmente, realmente verlo, bueno, eso era diferente. Lo sabía por
experiencia propia. Incluso después de estar preparada, su
apariencia aún me ponía nerviosa. Ella estaba cegada, incapaz de
pensar o moverse.
Sólo me tomó un latido de corazón darme cuenta de sus
sentimientos, pero en una pelea con un Strigoi, un sólo segundo
podía ser la diferencia entre la vida y la muerte.
La conversación de Dimitri había funcionado, y a pesar de que
lo vi y pensé que tenía mi guardia arriba, él la pasó y me empujó
contra la pared, con las manos apretando mis brazos tan
dolorosamente que perdí mi agarre en la estaca.
Él puso su rostro justo en frente del mío, tan cerca que nuestras
frentes se tocaron.
—Roza…‖—murmuró. Su aliento era cálido y dulce contra mi
piel. Parecía como si debiera haber olido como a muerte o
19
2
descomposición, pero no era así—. ¿Por qué? ¿Por qué tienes que ser
tan‖difícil?‖Podríamos‖haber‖pasado‖la‖eternidad‖juntos…
Mi corazón retumbaba en mi pecho. Estaba asustada,
aterrorizada de la muerte que sabía tendría que estar a sólo
segundos. Y, al mismo tiempo, estaba inundada con la tristeza de
haberlo perdido. Ver las facciones de su rostro, escuchar la misma
voz‖ con‖ acento‖ que‖ incluso‖ ahora‖ me‖ rodeaba‖ como‖ terciopelo…‖
sentí mi corazón romperse nuevamente. ¿Por qué? ¿Por qué nos
había pasado esto a nosotros? ¿Por qué el universo era tan cruel?
Me las arreglé para cambiar el interruptor nuevamente, una vez
más apagando el hecho de que él era Dimitri. Nosotros éramos
depredador y presa, y yo estaba en peligro de ser comida.
—Lo siento —dije a través de dientes apretados, empujando con
fuerza, y fallando, para romper su agarre—. Mi eternidad no
involucra el ser parte de la mafia de no muertos.
—Lo sé —dijo. Puedo jurar que había tristeza en su rostro, pero
más tarde me convencí a mi misma de que debía haberlo
imaginado—. La eternidad será solitaria sin ti.
Un grito muy agudo repentinamente resonó en mis oídos.
Ambos hicimos una mueca. Los sonidos destinados a impresionar a
los humanos eran como el infierno en la audición sensible como la
que teníamos. Sin embargo, no pude evitar sentirme aliviada. La
puerta de incendios. Finalmente, esos idiotas (y, sí, no tengo ningún
problema en llamar idiotas a mis amigos cuando están actuando
como tales) habían dejado el edificio. Sentí la luz del sol a través del
lazo y tomé la calma de eso mientras los colmillos de Dimitri se
acercaban a la arteria que derramaría la sangre de la vida desde mi
cuello.
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3
Deseé que la alarma lo distrajera, pero él era muy bueno. Me
debatí una vez más, esperando poder usar la sorpresa en él, pero no
estaba disponible. Lo que sí lo sorprendió fue la estaca de Eddie
hundiéndose en el costado de su estómago.
Dimitri gruñó de dolor y me dejó ir, girándose hacia Eddie. El
rostro de Eddie era duro, decidido. Si ver a Dimitri lo perturbó, mi
amigo no lo demostró. Por todo lo que sabía, Eddie ni siquiera
estaba registrándolo como Dimitri. Probablemente, todo lo que vio
fue a un Strigoi. Era la forma en que éramos entrenados. Ver
monstruos, no gente.
La atención de Dimitri estaba fuera de mí por el momento. Él
quería llevar a cabo mi muerte. Eddie era simplemente una molestia
que él necesitaba eliminar, de forma que pudiéramos continuar con
el juego.
Eddie y Dimitri se trenzaron en una danza similar a la que
había estado con Dimitri antes, excepto que Eddie no conocía los
movimientos de Dimitri como yo. Así que Eddie no fue
completamente capaz de evitar que Dimitri lo tomara por el hombro
y lo lanzara contra la pared. La maniobra había sido realizada para
romper el cráneo de Eddie, pero Eddie se las arregló para moverse
lo suficiente para que fuera su cuerpo el que tomara la fuerza del
impacto. Aún dolía, pero estaba vivo.
Todo esto tomó lugar en milisegundos. Y, en esos momentos,
mi perspectiva cambió. Cuando Dimitri había estado rondándome, a
punto de morderme, me las había arreglado para superar ese
impulso de pensar en él como Dimitri, la persona que una vez había
conocido y amado. Continuamente forzada en una posición de
víctima, con mi vida a punto de terminar, aun había continuado
forzándome a ponerme en modo de pelea-pelea-pelea.
19
4
Ahora,‖viendo‖a‖alguien‖m{s‖luchar‖con‖Dimitri…‖ver‖la‖estaca‖
de‖ Eddie‖ serpentear‖ hacia‖ él…‖ bueno,‖ repentinamente,‖ perdí‖ esa‖
genial objetividad. Recordé por qué había venido aquí. Recordé lo
que recién habíamos aprendido de Robert.
Frágil. Aún era completamente frágil. Me había jurado a mí
misma que si nosotros llegábamos a un punto en el cual Dimitri
estuviera a punto de matarme y yo no hubiera aprendido más sobre
cómo salvar a un Strigoi, lo haría. Lo mataría. Y esta era mi
oportunidad. Entre Eddie y yo, podríamos derrotar a Dimitri.
Podríamos terminar este estado de maldad, justo como él lo había
querido una vez.
Pero…‖hace‖menos‖de‖una‖hora,‖me‖habían‖dado‖una‖pequeña‖
pieza de esperanza de que un Strigoi pudiera ser salvado. Cierto,
esa parte sobre un usuario del espíritu haciéndolo era absurdo, pero
Victor lo había‖creído.‖Y‖si‖alguien‖como‖él‖había‖creído…
No podía hacerlo. Dimitri no podía morir. No aún.
Di un golpe con mi estaca, un golpe fuerte que arrastró la punta
de plata contra la parte de atrás de la cabeza de Dimitri. Él dejó salir
un rugido de rabia y se las arregló para girar y empujarme mientras
aún estaba luchando contra Eddie. Dimitri era así de bueno. Pero la
estaca de Eddie se estaba acercando al corazón de Dimitri, y la
mirada de mi amigo no tenía lugar a dudas, concentrada en su
muerte.
La atención de Dimitri viajaba entre ambos y, en un pequeño
lapso, sólo de la mitad de un respiro de largo, vi a Eddie poner su
estaca en la zona, listo para darle el golpe al corazón de Dimitri. Un
golpe que parecía que podría tener éxito donde el mío había fallado.
19
5
Y eso fue porque, en un fluido movimiento, di un golpe con mi
estaca, deslizándola por el rostro de Dimitri y golpeando el brazo de
Eddie hacia un lado mientras lo hacía. Era un rostro hermoso. Odió
marcarlo, pero sabía que Dimitri sanaría. Mientras hacía el ataque,
pasé entre ellos, golpeándome contra Eddie de modo que él y yo nos
tambaleamos hacia la puerta de incendios que aún estaba gritando
en advertencia. El duro rostro de Eddie registró sorpresa, y por un
momento estábamos en un punto muerto: yo empujándolo hacia la
puerta y él empujando de vuelta hacia Dimitri. Vi la duda, sin
embargo. La posición era mala, y Eddie estaba a punto de lanzarme
contra un Strigoi, lo cual no era permitido por su entrenamiento.
Sin embargo, Dimitri ya estaba evaluando su oportunidad. Su
mano se había extendido y había aferrado mi hombro, tratando de
tirarme hacia adentro. Eddie tomó mi brazo y me tiró hacia
adelante. Grité por la sorpresa y el dolor. Se sintió como si fueran a
partirme en dos. Dimitri era por lejos el más fuerte, pero incluso
atrapada en el medio, mi peso jugaba un papel, y le presté mi fuerza
a Eddie, lo cual nos ayudó a ganar algo de terreno. Sin embargo, fue
un avance pequeño. Como caminar en miel. Por cada paso que daba
hacia adelante, Dimitri me arrastraba de vuelta.
Pero Eddie y yo estábamos haciendo un lento (y muy, muy,
doloroso) progreso hacia la puerta gimiente. Unos pocos momentos
después, escuché el golpeteo de pasos y voces.
—Seguridad —gruñó Eddie, dándome un tirón.
—Mierda —dije.
—No puedes ganar —Dimitri siseo. Él se las había arreglado
para poner ambas manos en mis hombros ahora y nos estaba
superando.
19
6
—¿Ah, sí? Estamos a punto de tener a todo el escuadrón de
ataque Luxor aquí.
—Estamos a punto de tener una pila de cuerpos aquí. Humanos
—dijo él, restándole importancia.
Esos humanos nos alcanzaron. No estoy segura de cuáles
fueron sus impresiones. ¿Algún chico atacando adolescentes? Ellos
nos gritaron que nos detuviéramos y los enfrentáramos,
instrucciones que los tres ignoramos en nuestro épico partido de la
guerra de los tirones. Luego, ellos deben de haber puesto las manos
en Dimitri. Él aún me tenía agarrada, pero su agarre se aflojó lo
suficiente para que un fuerte tirón de Eddie y un casi salto de mi
parte, me liberaran. Eddie y yo ni siquiera miramos atrás, aunque
ahora los guardias de seguridad nos estaban gritando a nosotros
también.
Ellos no eran los únicos gritando. Justo antes de que empujara
la puerta para abrirla, escuché a Dimitri llamándome. Había risa en
su voz.
—No se ha terminado, Roza. ¿De verdad crees que hay algún
lugar en este mundo donde puedas ir y que yo no pueda
encontrarte? —La misma advertencia, siempre la misma
advertencia.
Hice mi mejor esfuerzo para ignorar el miedo que esas palabras
me inspiraron. Eddie y yo emergimos al brumoso aire del desierto,
como también a la luz solar que todavía había, a pesar de que casi
era de noche. Estábamos en el estacionamiento de Luxor, el cual no
estaba lo suficientemente repleto como para escondernos. A través
de comunicación no verbal, él y yo nos lanzamos hacia el ocupado
Strip, sabiendo que nuestras habilidades físicas sobrepasarían las de
19
7
cualquier perseguidor humano y que nos permitirían perdernos en
los grupos de gente.
Funcionó. Nunca vi cuántos nos seguían. Mi suposición fue que
el grupo de seguridad estaba dedicando su atención al enorme tipo
que estaba matando gente en su hotel. Las voces gritando detrás de
nosotros se desvanecieron, y Eddie y yo finalmente nos detuvimos
en frente de ‚New York, New York‛, y de nuevo, sin ni siquiera
hablar, giramos inmediatamente para entrar en el hotel. Tenía una
disposición serpenteante y estaba aún más lleno que el Luxor, y
fácilmente nos filtramos dentro hasta que encontramos un espacio
vacío en la muralla en el lado más alejado del casino del hotel.
La carrera había sido pesada incluso para nosotros, y nos tomó
un momento recuperar el aliento mientras estábamos de pie ahí.
Supe que las cosas eran serias cuando Eddie finalmente se giró hacia
mí, y la rabia iluminaba sus facciones. Eddie siempre era la imagen
de la calma y el control, siempre, luego de su primera abducción por
un Strigoi el año pasado. Lo había endurecido, haciéndolo más
determinado a enfrentar cualquier desafío. Pero, oh, estaba enojado
conmigo ahora.
—¿Qué demonios fue eso? —Exclamó Eddie— ¡Lo dejaste ir!
Puse mi mejor expresión de rudeza, pero él parecía estar
superándome hoy.
—¿Qué, te perdiste la parte donde lo estaba hiriendo con mi
estaca?
—¡Yo tenía su corazón! ¡Tenía un blanco y tú me detuviste!
19
8
—La seguridad estaba en camino. No teníamos tiempo.
Teníamos que salir de ahí, y no podíamos dejarlos vernos haciendo
la matanza.
—No creo que alguno de ellos quede como para reportar haber
visto algo —replicó Eddie calmadamente. Él parecía estar tratando
de recuperar su compostura—. Dimitri dejó una pila de cuerpos ahí.
Lo sabes. Gente murió porque tú no me dejaste estacarlo.
Di un respingo, dándome cuenta que Eddie tenía razón. Debería
haber terminado ahí. No había dado un buen vistazo sobre el
número de guardias de seguridad. ¿Cuántos habían muerto? No era
relevante. Aún uno era demasiado. Y era mi culpa.
Mi silencio hizo que Eddie presionara su ventaja.
—¿Cómo tú, de entre toda la gente, pudo olvidar esa lección? Sé
que él solía ser tu instructor, solía ser. Pero no es el mismo. Ellos nos
han inculcado eso una y otra vez. No dudes. No pienses en ellos
como una persona de verdad.
—Lo amo —espeté, sin quererlo. Eddie no sabía. Sólo un
puñado de personas sabía sobre mi relación romántica con Dimitri y
lo que había pasado en Siberia.
—¿Qué? —Eddie exclamó con un jadeo. Su rabia se había
transformado en estupor.
—Dimitri…‖él‖es‖m{s‖que‖mi‖instructor…
Eddie continuó mirándome fijamente por muchos pesados
segundos.
—Era —dijo al fin.
—¿Huh?
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9
—Él era más que tu instructor. Tú lo amabas. —La confusión
momentánea de Eddie se había ido. Él estaba de vuelta en el
guardián duro ahora, sin empatía—. Lo siento, pero está en el
pasado, lo que sea que había entre ustedes. Tú tienes que saberlo. La
persona que amas se ha ido. ¿El tipo que vimos recién? No es el
mismo.
Negué lentamente con la cabeza.
—Yo…‖ lo‖ sé.‖ Sé‖ que‖ no‖ es‖ él.‖ Sé‖ que‖ es‖ un‖ monstruo,‖ pero‖
podemos‖ salvarlo…‖ si‖ podemos‖ hacer‖ lo‖ que‖ Robert‖ nos‖ estaba‖
diciendo…
Los ojos de Eddie se ampliaron, y por un momento, estupefacto.
—¿De eso es de lo que se trata? ¡Rose, eso es ridículo! No
puedes creerlo. Los Strigoi están muertos. Se han ido de nosotros.
Robert y Victor te estaban alimentando con un montón de mierda.
Ahora sí me sorprendí.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? ¿Por qué te uniste a nosotros?
Él levanto sus manos exasperado.
—Porque tú eres mi amiga. Me he quedado contigo a través de
todo‖ esto…‖ liberando‖ a‖ Victor,‖ escuchando‖ a‖ su‖ loco‖ hermano…‖
porque sabía que me necesitabas. Todos ustedes, para mantenerte a
salvo. Pensé que tenías una buena razón para liberar a Victor, y que
ibas a devolverlo. ¿Acaso suena loco? Sí, pero eso es normal para ti.
Tú siempre has tenido buenas razones para hacer los que haces. —
Suspiró—.‖Pero‖esto…‖esto‖es‖cruzar‖una‖línea.‖Dejar‖ir‖a‖un‖Strigoi‖
sólo por perseguir una idea, una idea que es imposible que funcione,
es diez veces peor que lo que hicimos con Victor. Cien veces peor.
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0
Cada día que Dimitri camina en el mundo, es otro día en que la
gente va a morir.
Colapsé contra la pared y cerré mis ojos, sintiéndome enferma
del estómago. Eddie tenía razón. La había cagado. Me había
prometido a mí misma que mataría a Dimitri si lo enfrentaba antes
de que pudiéramos seguir la solución de Robert. Todo debería de
haber‖terminado‖hoy…‖pero‖me‖había‖bloqueado.‖De‖nuevo.
Abrí mis ojos y me enderecé, necesitando encontrar un nuevo
propósito antes de romper en lágrimas en medio de este casino.
—Tenemos que encontrar a los otros. Están afuera,
desprotegidos.
Era probablemente la única cosa que podía interrumpir el
regaño de Eddie en ese momento. Los deberes instintivos
irrumpieron. Proteger a los Moroi.
—¿Puedes saber dónde está Lissa?
Mi lazo siempre me había mantenido conectada con ella
durante nuestro escape, pero no me había permitido a mí misma
ninguna prueba más profunda que saber que ella estaba viva y bien.
Expandí nuestra unión un poco más.
—Al otro lado de la calle. En MGM. —Había visto el
gigantinorme hotel cuando habíamos entrado corriendo en este,
pero no me había dado cuenta de que Lissa estaba ahí. Ahora podía
sentirla, escondiéndose en la multitud como nosotros, asustada pero
no herida. Hubiera preferido que ella y los otros hubieran optado
por esperarnos al sol, pero el instinto la había llevado al refugio de
las paredes.
20
1
Eddie y yo no hablamos más de Dimitri mientras salíamos y
cruzábamos la calle repleta. El cielo se estaba tornando melocotón,
pero aún me sentía segura afuera. Mucho más segura que en el
pasillo del Luxor. Con el lazo, siempre podía encontrar a Lissa, y sin
ninguna vacilación, llevé a Eddie a través de los recovecos y giros
del MGM (honestamente, las disposiciones de estos lugares se
volvían más y más confusos) hasta que vimos a Lissa y a Adrian de
pie cerca de una hilera de máquinas tragamonedas. Él estaba
fumando. Ella me divisó, corrió y lanzó sus brazos alrededor de mí.
—Oh, Dios mío. Estaba tan asustada. No sabía qué había
pasado con ustedes chicos. Odio esta cosa unilateral del lazo.
Forcé una sonrisa para ella.
—Estamos bien.
—En una dolorida forma —reflexionó Adrian, paseándose. No
lo dudaba. En la adrenalina de la pelea, era fácil no darse cuenta de
los daños y el dolor. Después, cuando la lujuria de la batalla
terminaba, comenzabas a darte cuenta por lo que habías hecho pasar
a tu cuerpo.
Estaba tan agradecida de ver a Lissa bien que no me di cuenta
lo que Eddie ya había notado.
—Oigan, chicos, ¿dónde están Victor y Robert?
El rostro feliz de Lissa se arrugó, e incluso Adrian se veía
ceñudo.
—Maldición —dije, sin necesitar explicación.
Lissa asintió, los ojos amplios e inquietos.
—Los perdimos.
20
2
Traducido por Tara Belicov
Corregido por Andrea
ien. Qué perfecto.
Nos llevó un rato decidir cuál sería nuestro nuevo
curso de acción. Nos movíamos alrededor de algunas
ideas débiles sobre la trayectoria de Robert y Victor, todas
eventualmente las desechábamos. El teléfono de Robert era un
móvil, y mientras que la CIA podía rastrear esa clase de cosas,
nosotros verdaderamente no podíamos. Incluso si la dirección de
Robert estuviera incluida en el directorio telefónico, sé que Víctor no
le dejaría volver allí. Y mientras que Adrian y Lissa podían usar el
aura de espíritu para localizarlos, nosotros sólo podíamos estar
vagando sin objetivo fijo en la ciudad y esperar apenas encontrar
algo. No, estábamos fuera también con esas dos ideas. No había
nada por ahora que se pudiera hacer, pero odiaba regresar a la corte
y hacer frente a cualquier castigo que nos aguardara. Estábamos
realmente jodidos.
Con el acercamiento de la puesta del sol, y viendo que teníamos
más de un criminal conocido para conseguir ponernos en apuro, mi
grupo decidió de forma sobria que era hora de dirigirnos al
B
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3
Witching Hour, para hacer nuestros planes de ruta. Lissa y yo
teníamos un alto potencial de que podíamos ser reconocidas ahí,
pero las chicas fugitivas no pueden estar en la misma categoría que
los fugitivos traidores. Decidimos tirar los dados (sin ninguna
intención) y colgar guardia alrededor, algo que nos podía ayudar de
más ataques de Strigoi antes de que saliéramos de las Vegas.
El Witching Hour no era diferente a ningún otro casino de los
que habíamos estado, a menos que tú supieras qué buscar. Allí, los
seres humanos estaban demasiado interesados en el encanto de los
juegos y en destacar, para notar que muchos de los otros que
estaban eran uniformemente altos, delgados, y pálidos. ¿En cuanto a
los Dhampirs? Los seres humanos no podían decir que nosotros no
fuéramos humanos. Era solamente el sentido misterioso que tenían
los Moroi y Dhampirs que nos dejaba saber quién era quién.
Esparcidos por todas partes, estaban aplaudiendo, golpeteando,
y ocasionalmente, grupos gimiendo donde estaban los guardias.
Puesto que había demanda de guardias, sólo un puñado se podría
asignar a tiempo completo de un lugar como este.
Afortunadamente, los números fueron reforzados por tener a
alguien rico y poderoso de gran alcance que venía a jugar. Un
emocionado Moroi chillaba sobre las máquinas tragamonedas o
sobre la silenciosa ruleta, los guardias que estaban vigilando se
asomaban detrás de él, vigilando todo. Ningún Strigoi vendría aquí.
— ¿Ahora qué? —preguntó Lissa, casi gritando sobre el ruido.
Era la primera vez que cualquiera de nosotras había hablado desde
la decisión de ir allí. Nosotras estábamos en alto cerca de algunas de
las mesas de veintiuno (Blackjack), a la derecha en el grueso de todo.
Suspiré. Mi humor estaba tan oscuro, que incluso no necesitaba
de ningún efecto secundario del uso del Espíritu. Perdí a Victor, perdí
20
4
a Victor. Mis propias acusaciones mentales estaban en un lazo sin fin.
—Encontraremos su centro de negocios y el libro de boletos fuera de
aquí —dije—. Dependiendo de cuánto tiempo nos tome coger un
vuelo, puede ser que nuevamente tengamos que conseguir un
cuarto.
Los ojos de Adrian estaban explorando de la acción alrededor
de nosotros, retrasándose lo más posible a lo largo de una de las
muchas barras. —Nada nos matará por pasar un poco de tiempo
aquí.
Yo estallé. — ¿De verdad? ¿Después de todo lo que ha
sucedido, eso es todo lo que puedes pensar acerca de esto?
Su mirada extasiada volvió de nuevo a mí y se convirtió en un
ceño fruncido. —Aquí hay cámaras. La gente puede reconocerte.
Conseguir pruebas de que tú estabas en este casino y no en Alaska
sería bueno.
—Es verdad —admito. Pienso que el típico aire hastiado de
Adrian enmascaraba su disconformidad. Aparte de entender por
qué realmente habíamos venido a Las Vegas, él también tuvo que
correr dentro de los Strigoi. Dimitri entre ellos. Eso no era una
experiencia fácil para cualquier Moroi—. Sin embargo, nosotros no
teníamos ninguna coartada para cuando realmente estuviésemos en
Alaska.
—Siempre y cuando a Victor no se le ocurra aparecer alrededor
de aquí, nadie podría hacer la conexión. —La voz de Adrian llegó a
sonar amarga—. Lo que nos demuestra realmente qué tan estúpidos
son todos.
—Ayudamos a Victor a salir —dijo Lissa—. Nadie pensará que
estamos tan locas como para dejarlo salir.
20
5
Eddie permanecía silencioso, dándome una mirada fija.
—Entonces está arreglado —dijo Adrian—. Alguien irá a
reservar los tickets. Yo voy a conseguir una bebida y a probar mano
en algunos juegos. El universo me debe alguna buena suerte.
—Yo voy a conseguir los tickets —dijo Lissa, explorando en una
dirección fuera de las áreas de la piscina, los baños, y el centro de
negocios.
—Yo voy contigo —dijo Eddie. Considerando que antes de que
su expresión hubiera sido acusatoria, ahora parecía evitar mi mirada
directa.
—Bien —dije, cruzando mis brazos—. Déjenme saber cuándo lo
han hecho, y nosotros los encontraremos—. Eso era para Lissa,
significaba que ella me avisara por medio de su enlace.
Convencido que estaba libre, Adrian se fue directo hacia la
barra, yo estaba siguiéndole detrás.
—Un Tom Collins —le dijo al cantinero Moroi. Era como si
Adrian tuviera un diccionario mental de cócteles en su cabeza y
apenas los revisaba uno por uno. Casi nunca lo vi beber la misma
cosa dos veces.
—¿Usted lo quiere clavado? —preguntó el camarero. Usaba una
camisa blanca quebradiza y una pajarita negra y apenas parecía más
viejo que yo.
Adrian hizo una mueca. —No.
El camarero se encogió y se dio la vuelta para hacer la bebida.
—Clavado —era el código de Moroi para poner un tiro de sangre en
la bebida. Había un par de puertas detrás de la barra, unas que
20
6
llevaban probablemente a donde estaban los alimentadores.
Echando un vistazo hacia la barra, se podría ver al Moroi feliz,
riéndose con bebidas teñidas de rojo. Algunos tenían el gusto de
tener sangre con su alcohol. La mayoría, como Adrian, al parecer, no
tomaban sangre a menos que fuera necesario. Al parecer, no tenía el
mismo gusto.
Mientras esperamos, un Moroi más viejo que se colocó al lado
de Adrian echó un vistazo hacia mí y cabeceó con aprobación. —
Usted se consiguió una buena —le dijo a Adrian—. Joven, pero así
son mejores. —El sujeto, que estaba bebiendo vino rojo, o sangre
pura, movió de un tirón su cabeza hacia las otras chicas que estaban
colocadas en la barra—. La mayoría de éstas están muy utilizadas y
gastadas.
Seguí su encogimiento de hombros, incluso desde el principio,
esto no tenía ninguna necesidad. Entre los seres humanos y los
Moroi había varias mujeres Dhampir, vestidas muy atractivamente
con vestidos de seda y de terciopelo que dejaban muy poco a la
imaginación. La mayoría eran más viejas que yo. Lo que ellas no
podían esconder era una mirada cansada en sus ojos, a pesar de su
risa coqueta. Putas de la sangre. Me puse furiosa con el Moroi.
—No se atreva hablar de ellas así, o yo le romperé esa copa de
vino en su cara.
Los ojos del sujeto se ensancharon, y volvió a mirar Adrian.
—Intensa y agresiva.
—Usted no tiene ni idea —dijo Adrian. El camarero regresó con
el Tom Collins—. Ella ha tenido algo así como un mal día.
20
7
El imbécil Moroi nunca volvió la mirada hacía mí. Al parecer,
no tomó mi amenaza seriamente como debió hacerlo. —Todo el
mundo tiene un mal día ¿Has escuchado las noticias?
Adrian parecía calmado y divertido mientras que tomaba su
bebida, pero estando tan cerca de él, lo sentía tensándose un poco.
—¿Qué noticias?
—Víctor Dashkov. ¿Sabes, ese individuo que secuestró a la
muchacha Dragomir y conspiraba contra la reina? Él escapo.
Las cejas se me levantaron. —¿Escapó? Eso es una locura. Oí
que estaba en un lugar de máxima seguridad.
—Estaba. Nadie sabe realmente qué sucedió. Supuestamente
había‖ seres‖ humanos‖ implicados…‖ entonces‖ la‖ historia‖ consigue‖
ponerse extraña.
—¿Cómo extraña? —pregunté.
Adrian deslizó un brazo alrededor de mí, que sospeché era un
mensaje silencioso para indicarme que lo dejara a él hablar. Sí, era
eso,‖ porque‖ él‖ creyó‖ que‖ era‖ m{s‖ ‚apropiado‛‖ como‖
comportamiento de una puta de sangre, o porque estaba
preocupado porque le pegara al individuo, no podría decir.
—Uno de los guardias estaba adentro con él, aunque indicó que
estaba siendo controlado. También dice convenientemente que todo
está confuso y que no puede recordar mucho. Lo oí de algunos
reales que están ayudando con la investigación.
Adrian rió, tomando un trago grande de su bebida. —Eso es
conveniente. Suena como un trabajo interino para mí. Víctor tiene
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mucho dinero. Bastante fácil para sobornar a un guardia. Eso es lo
que pienso que pasó.
Había una suavidad agradable en la voz de Adrian, y una
sonrisa levemente narcotizada regresó de la cara del otro individuo.
Yo supuse que Adrian había tirado un poco de compulsión. —
Apuesto que tiene razón.
—Deberías decírselo a tus amigos reales —agregó Adrian—. Un
trabajo interno.
El individuo cabeceó con impaciencia. —Lo voy hacer.
Adrian mantuvo su mirada algunos momentos más y después
finalmente echó un vistazo sobre su Tom Collins. La mirada
vidriosa del hombre se descoloró, pero sabía que Adrian había
ordenando‖ la‖ idea‖ del‖ ‚trabajo‖ interno‛‖ de‖ forma‖ que‖ la‖ historia‖
pegaría. Adrian tragó el resto de la bebida y puso el vaso vacío en la
barra. Estaba a punto de hablar otra vez cuando algo a través del
cuarto pescó su atención. El hombre Moroi también lo estaba
notando, y yo seguí la mirada de ambos para ver qué era lo que los
tenía tan cautivados.
Gemí. Mujeres, por supuesto. Al principio yo pensaba que eran
Dhampirs, puesto que era la clase de caramelo que podía deleitar
sus ojos aquí. Una doble mirada me reveló una sorpresa: Las
mujeres eran Moroi. Coristas Moroi, para ser exacto. Había varias de
ellas, colocadas en un espacio corto y similar, con vestidos escotados
de lentejuelas. Cada una usaba solamente una joya de diverso color
haciendo juego: revista con cobre, plumas y los Rhinestones del azul
de‖pavo‖real…‖brillaban‖en‖su‖pelo,‖sonriendo‖y‖riendo‖mientras‖que‖
pasaban a través de la enorme muchedumbre, hermosas y atractivas
de una manera diferente a mi raza.
20
9
Esto era una sorpresa. Yo notaba que los hombres Moroi
miraban con cariño a las muchachas Dhampir más a menudo,
simplemente porque era una Dhampir. Pero naturalmente los
hombres Moroi estaban atraídos y enamorados de sus propias
mujeres. Era cómo la raza sobrevivió, y aunque los hombres Moroi
podían querer engañar alrededor con las Dhampirs, al final casi
siempre terminaban con las de su propia clase.
Las coristas eran altas y agraciadas, y con aspectos frescos,
apariencia brillante que me hacían pensar que iban hacia su
espectáculo. Apenas podía imaginarme lo que debería ser su
brillante exhibición en su mayoría de baile. Podría apreciar eso, pero
Adrian apreció claramente más, según su mirada, que permanecía
con los ojos abiertos. Le di un codazo.
—¡Hey!
La última de las coristas desapareció a través de la
muchedumbre del casino, hacia una puerta que decía TEATRO,
como sospeché. Adrian volvió la miraba hacia mí, con una de sus
sonrisa pícaras.
—No hay nada de malo en mirar. —Él acarició mi hombro.
El Moroi que se colocaba al lado de él cabeceó, estando de
acuerdo. —Pienso que hoy puede ser que te admitan para una
demostración. —Movió su bebida alrededor—. Todo este negocio de
Dashkov y ese lío con la Dragomir…‖me‖entristece‖por‖el‖pobre‖Eric.‖
Era un buen Chico.
Puse una mirada dudosa. —¿Conocía al‖padre‖de‖Lissa… Eric
Dragomir?
21
0
—Claro. —El Moroi gesticuló para que le rellenaran la bebida—
. Yo era el gerente encargado de aquí hace unos años. Él estaba aquí
todo el tiempo. Créanme, tenía aprecio por esas chicas.
—Estás mintiendo —dije frescamente—. Él adoraba a su esposa.
—Vi a los padres de Lissa juntos. Incluso desde una edad joven,
podía ver que estaba loco de amor por ella.
—Yo no dije que él hiciera alguna cosa. Como dijo su novio, no
hay nada de malo en mirar. Pero mucha gente sabía que el príncipe
Dragomir tenía un gusto por las fiestas, fuera dondequiera que
fuera, especialmente si había compañía de hembras. —El Moroi
suspiró y levantó su vaso—. Maldita vergüenza lo que le sucedió.
Aquí esperamos que cojan a ese bastardo de Dashkov y que deje a la
pequeña niña de Eric tranquila.
No me gustaba la insinuación de este individuo sobre el padre
de Lissa, y estaba agradecida de que ella no estuviera por los
alrededores. Me hizo inquietarme un poco lo que recientemente
habíamos descubierto sobre el hermano de Lissa. André, este
también había sido un poco como el muchacho de las fiestas que
engañaba a todos a su alrededor y rompía corazones. ¿Esa clase de
cosa corría en la familia? Lo que había hecho André no era correcto,
pero allí estaba la gran diferencia, entre un chico adolescente;
explorando y las de un hombre casado. No quería admitirlo, pero
incluso la mayoría de los individuos enamorados todavía miraban
hacia otras mujeres sin engañar. Adrian era una prueba. No
obstante, yo no pensaba que a Lissa le gustara la idea de su padre
flirteando con otras mujeres. La verdad sobre André había sido
bastante difícil, y yo no quería que ninguna otra cosa rompiera las
memorias angelicales de sus padres.
21
1
Lancé a Adrian una mirada que decía que escuchar a este
individuo por más tiempo, conseguiría un puñetazo. No quería
estar aquí si Lissa venía a buscarnos. Adrian, siempre más astuto
que lo que aparentaba, me sonrió.
—¿Bien, mi caramelo, intentamos nuestra suerte? Algo me dice
que vas a romper todas las probabilidades, como siempre.
Le corté la mirada. —Atractivo.
Adrian me guiñó y se levantó. —Fue agradable conversar
contigo —le dijo al Moroi.
—Contigo también —dijo el hombre. La dependencia de la
compulsión desaparecía—. Debería vestirla mejor, sabe.
—No estoy interesado en ponerle ropa a ella —Adrian indicó
mientras que me dirigía lejos.
—Cuidado —Advertí a través de los dientes cerrados
fuertemente—, o puedes ser tú el que termine con una copa de vino
en tu cara.
—Yo estoy jugando mi parte, pequeña Dhampir. Una vía donde
puedo estar seguro de que permanecerás fuera de problemas.
Paramos cerca del casino en el sitio del póker y Adrian asintió
con la cabeza. —Sin embargo, ese individuo tenía razón sobre la
ropa.
Cerré fuertemente mis dientes. —No podía creer que dijera esas
cosas sobre el padre de Lissa.
—El cotilleo y los rumores nunca dejan de salir, tú, de toda la
gente, deberías saberlo. No importa si estás muerto. Además, esa
conversación era realmente para nosotros, lo cuál significó nuestra
21
2
ventaja. Que alguien diferente probablemente esté considerando ya
la teoría del trabajo interno. Si ese individuo puede ayudar a hacerla
circular aún más rápido, asegurando incluso que nadie piense en el
mundo, que el guarda más peligroso podría haber estado
involucrado.
—Supongo. —Fuertemente, dejé salir mi genio hacia afuera.
Siempre había sido muy pronto para disparar, y sabía que
seguramente ahora había pedacitos de oscuridad. Estaba siendo
espigador de Lissa, ya que en las veinticuatro horas pasadas había
cosas peores de lo que habíamos temido. Cambié el tema,
dirigiéndome a una tierra más segura—. Ahora estás siendo
bastante agradable, considerando cómo antes estabas de enojado.
—No estoy del todo feliz, pero he tenido algunos pensamientos
acertados —dijo Adrian.
—¿Oh? ¿Podrías aclarármelo?
Aquí no. Hablaremos más tarde. Tenemos cosas más
importantes ahora de qué preocuparnos.
—¿Como el encubrimiento de un crimen y salir de esta ciudad
sin ser atacados por Strigoi?
—No. Como hacerme ganar dinero.
—¿Estás loco? —Le pregunté a Adrian—. Acabamos de escapar
de un manojo de monstruos sanguinarios, ¿y en todo lo que tú
piensas es en jugar?
—El hecho de que estemos vivos quiere decir que debemos
vivir —discutió—. Especialmente si nosotros conseguimos tiempo.
—Tú no necesitas más dinero.
21
3
—Si mi padre me diera la vuelta. Además, es realmente sobre el
goce del juego.
—Por el disfrutar del juego —pronto comprobé lo que Adrian
quería‖decir‖sobre‖‚engañando‛;‖si considerabas usar el engaño del
espíritu. Porque había tanta energía mental atada dentro del
espíritu, sus usuarios eran muy buenos en la lectura de la gente.
Victor tenía razón. Adrian bromeó y se contuvo de pedir bebidas,
pero podía decir que prestaba la atención más cercana a los otros. Y
aunque él tenía cuidado de no decir cualquier cosa explícitamente,
sus expresiones hablaban por él; confidente, incierto, molesto. Sin
palabras, podía proyectar la compulsión y fanfarronear a los otros
jugadores.
—Estamos aquí atrás —le dije, sintiendo la llamada de Lissa.
Él no pareció despreocupado. Yo tampoco estaba preocupada
por su seguridad, considerando que había algunos guardias en el
cuarto. Lo que me confirmó que había la posibilidad de que alguno
de los oficiales pudieran notar la compulsión y nos lanzasen a todos
fuera. Los usuarios del espíritu la manejaron lo más fuertemente
posible, pero todos los vampiros la tenían hasta cierto punto. Usarlo
era considerado inmoral, así que fue prohibida entre los Moroi. Un
casino definitivamente era razonable que fuera vigilado por esto.
El centro de negocios resultó estar cerca del cuarto de póker, y
encontré a Lissa y a Eddie rápidamente. —¿Cuál es el informe? —
pregunté mientras caminábamos de regreso.
—Conseguimos un vuelo por la mañana —dijo Lissa. Ella
vaciló—. Habríamos podido salir esta noche, pero...
No tuvo la necesidad de terminarlo. Después de lo qué nosotros
habíamos hecho frente hoy, nadie quiso arriesgar la ocasión más
21
4
leve de ir corriendo hacia un Strigoi. El ir al aeropuerto todavía
requeriría un paseo en taxi, pero, eso significaría para nosotros el
tener que arriesgarnos a salir en la oscuridad.
Sacudí mi cabeza y los llevé hacia el cuarto de póker. —Tú
hiciste lo correcto, nosotros hemos conseguido tiempo para matar
ahora…‖¿Quieres‖conseguir‖un‖cuarto‖e‖ir‖a‖dormir‖un‖rato?
—No. —Ella tembló, y sentía el miedo en ella—. Yo no quiero
alejarme de esta muchedumbre. Y tengo miedo de lo que pueda
soñar…
Adrian pudo actuar como si a él no le preocupara el tener
cuidado sobre los Strigois, pero esas caras todavía frecuentaban a
Lissa, especialmente Dimitri. —Bien —dije, esperando hacer que se
sintiera mejor—, el permanecer levantados nos permitirá regresar al
horario de la Corte. También puedes mirar cómo Adrian consigue
que nos saque de la seguridad del Casino.
Como lo esperaba, el hecho de mirar a Adrian hacer trampa con
el espíritu distrajo a Lissa, tanto de modo que ella pareciera
interesada en intentarlo ella misma. Grandioso. La impulsé a juegos
más seguros y recapitulé cómo Adrian había plantado la idea del
trabajo interno en la cabeza del sujeto Moroi. Dejé hacia fuera la
parte sobre el padre de Lissa. La noche pasó milagrosamente sin
incidentes, del tipo de Strigoi o de seguridad, y un par de personas
incluso reconocieron a Lissa, lo que ayudaría a nuestra coartada.
Eddie casi no me habló durante la noche entera.
Dejamos el Witching Hour en la mañana. Ningunos de nosotros
estaba feliz por haber perdido a Victor o el ataque, pero el casino
nos había calmado a todos un poco, por lo menos hasta que
llegáramos al aeropuerto. En el casino, nos habíamos inundado con
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5
las noticias de Moroi, aisladas del mundo humano. Pero mientras
que esperábamos nuestro vuelo, no tuvimos esa ayuda, ya que había
TV para ver, que parecían estar por todas partes.
La historia que tenían en línea esa noche era todo sobre una
matanza ocurrida en el Luxor, una que no había dejado ninguna
pista para la policía. La mayor parte de los guardias del casino
implicados habían muerto con los cuellos degollados, y no se
encontró ningún otro cuerpo. Mi conjetura era que Dimitri había
sacudido a sus camaradas afuera, donde el sol los volvería cenizas.
Mientras tanto, Dimitri mismo se había ido lejos, dejando ningún
otro testigo detrás. Incluso las cámaras no habían registrado nada,
cosa que no me sorprendería. Si yo podía inhabilitar la vigilancia en
una prisión, Dimitri podría manejarla en un hotel humano.
Cualquier humor de mejora que hubiéramos alcanzado,
desapareció inmediatamente, y no quisimos hablar mucho.
Permanecía fuera de la mente de Lissa, porque no necesitaba la
presión de las sensaciones amplificando las mías propias.
No embarcamos en un vuelo directo a Philadelphia y después
cogeríamos un vuelo corto nuevamente al aeropuerto cerca de la
corte. Qué caras nos‖estarían‖esperando‖una‖vez‖allí…‖bien,‖eso‖era‖
probablemente la menor de nuestras preocupaciones.
No estaba preocupada de que Strigois subiera a nuestro vuelo
en el día, y sin ser prisionera para mirar, me permití caer en un
sueño muy necesario. No recordaba la última vez que lo hubiera
hecho en este viaje. Dormí pesadamente, pero mis sueños fueron
frecuentados por el hecho que yo dejara a escapar a unos criminales
peligrosos Moroi y permitiera que un Strigoi caminara libremente y
que matara a un manojo de seres humanos. No mantuve a ninguno
de mis amigos como responsables. Este desastre caía todo sobre mí.
21
6
Traducido por elamela
Corregido por Ginabm
o cual fue confirmado cuando finalmente tropezamos de
nuevo con la Corte Real.
No era la única en problemas, por supuesto. Lissa
fue convocada por la reina para castigarla, aunque sabía que no
sufriría ningún castigo real.
No como Eddie y yo. Puede que estemos fuera de la escuela,
pero estábamos técnicamente bajo la jurisdicción de los guardianes
oficiales, lo que significaba que afrontábamos tantos problemas
como cualquier empleado desobediente. Sólo Adrian escapó sin
ninguna consecuencia. Era libre de hacer lo que quisiera.
Y, realmente, mi castigo no fue tan malo como podría haberlo
sido. Honestamente, ¿qué tengo que perder en este momento? Mis
posibilidades para proteger a Lissa ya habían sido muy pocas, y
nadie me había querido como guardián excepto Tasha. Un loco fin
de semana en Las Vegas, que era nuestra historia de portada, fue
apenas suficiente para disuadirla de aceptarme. Era suficiente, sin
embargo, para lograr que algunas de las posibilidades de Eddie
retiraran sus peticiones para que él fuera su guardián. Aunque aún
había suficientes que lo querían, de modo de que no estaba en
L
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7
peligro de perder una buena posición, pero yo me sentía
terriblemente culpable. Él no dijo ni una sola palabra a nadie sobre
lo que habíamos hecho, pero cada vez que me miraba, podía ver la
condena en sus ojos.
Y lo vi mucho en el siguiente par de días. Resultó que los
guardianes tenían un sistema para tratar con aquellos que eran
desobedientes.
—Lo que hicisteis fue tan irresponsable que podríais muy bien
estar de vuelta en la escuela. Demonios, en la escuela primaria,
incluso.
Estábamos en una de las oficinas del cuartel general de los
guardianes, siendo gritados por Hans Croft, el tipo a cargo de todos
los guardianes de la Corte y alguien que era instrumental en la
asignación de guardianes. Era un dhampir de unos cincuenta años,
con un tupido bigote gris y blanco. También era un imbécil. El olor
del humo del cigarro siempre lo rodeaba. Eddie y yo estábamos
sentados humildemente ante él, mientras se paseaba con sus manos
detrás de su espalda.
—Podríais haber conseguido matar a la última Dragomir, por
no mencionar al chico Ivashkov. ¿Cómo creéis que la reina hubiera
reaccionado a la muerte de su sobrino-nieto? ¡Y hablando sobre la
oportunidad del momento! Te vas de fiesta mientras que el tipo que
trató de secuestrar a la princesa anda suelto. No es algo que
supieras, viendo que probablemente estaban demasiado ocupados
jugando en las máquinas tragamonedas y usando sus credenciales
con identidades falsas.
Hice una mueca de dolor con la referencia de Victor, aunque
supongo que debería haber sido relevado que estábamos fuera de
21
8
toda sospecha de su fuga. Hans leyó mi mueca como una admisión
de culpabilidad.
—Puede ser que se hayan graduado —declaró—, pero eso no
quiere decir que sean invencibles.
Todo este encuentro me recordó a cuando Lissa y yo habíamos
regresado a St. Vladimir, y fuimos castigadas por la misma cosa:
Nos escapamos imprudentemente y la puse en peligro. Sólo que,
esta vez, no estaba Dimitri defendiéndome. Ese recuerdo hizo un
nudo en mi garganta mientras recordaba su rostro, serio y hermoso,
esos ojos marrones intensos y apasionados mientras intercedían por
mí y convencía a los otros de mi valor.
Pero no. Dimitri no estaba aquí. Éramos sólo Eddie y yo,
enfrentando las consecuencias del mundo real.
—Tú —Hans señaló con un dedo gordo a Eddie—. Puedes ser
bastante afortunado de salir de esto sin demasiadas repercusiones.
Claro, tendrás una marca negra en tu expediente para siempre. Y
has echado a perder totalmente tus probabilidades de alguna vez
tener una posición en la élite real con los otros guardianes para
apoyarte. Obtendrás alguna asignación, sin embargo. Trabajando
sólo con cierta pequeña nobleza, probablemente.
Los miembros de la realeza de alto rango tenían más de un
guardián, lo que siempre hacía la protección más fácil. Hans señaló
que la asignación de Eddie sería humilde, creando más trabajo y
peligro para él.
Lanzándole una mirada de soslayo, vi esa dura y decidida
mirada en su cara de nuevo. Parecía querer decir que no le
importaba si tuviera que proteger a una familia por sí mismo. O
21
9
incluso a diez familias. De hecho, despedía la vibración que podrían
dejarlo solo en un nido de Strigoi y se encargaría de todos ellos.
—Y tú —La aguda voz de Hans sacudió mi mirada de nuevo
hacia él—. Serás afortunada en tener siquiera un trabajo.
Como siempre, hablé sin pensar. Debería haber tomado esto
silenciosamente como Eddie.
—Por supuesto que tendré uno. Tasha Ozera me quiere. Y estás
demasiado corto en guardianes como para mantenerme sentada.
Los ojos de Hans brillaron con amarga diversión. —Sí, estamos
cortos de guardianes, pero hay otro tipo de trabajo que necesitamos
hacer, no sólo protección personal. Alguien tiene que proveer de
personal a nuestras oficinas. Alguien tiene que sentarse y proteger
las puertas delanteras.
Me quedé helada. Un trabajo de escritorio. Hans me estaba
amenazando con un trabajo de escritorio. Todas mis horribles
imaginaciones me habían involucrado custodiando algún Moroi al
azar, alguien que no conocía y que, posiblemente, odiaría. Pero en
todos esos escenarios, estaría fuera del mundo. Estaría en
movimiento. Estaría luchando y defendiendo.
¿Pero esto? Hans tenía razón. Los guardianes eran necesarios
para los trabajos administrativos de la Corte. Cierto, sólo
conservaban a un puñado —éramos demasiado valiosos—, pero
alguien tenía que hacerlo.
Pero siendo yo ese ‚alguien‛, era demasiado horrible para
comprenderlo. Sentada todo el día durante horas y horas... como los
guardianes de Tarasov. La vida de los guardianes tenía todo tipo de
desagradables, pero necesarias, tareas.
22
0
En verdad, me di cuenta entonces de que estaba en el mundo
real. El miedo se estrelló contra mí. Había asumido el título de
guardián cuando me gradué pero, ¿había realmente entendido lo
que significaba? ¿Había estado jugando a hacer ‚creer‛‖ que‖
disfrutaba de los privilegios e ignoraba las consecuencias? Estaba
fuera de la escuela. No habría ninguna detención de esto. Esto era
real. Esto era la vida y la muerte.
Mi cara debe haber delatado mis sentimientos. Hans dio una
pequeña y cruel sonrisa.
—Eso es cierto. Tenemos todo tipo de maneras para domar a
alborotadores. Por suerte para ti, tu destino final aún está siendo
decidido. Y, mientras tanto, hay un montón de trabajo que necesita
ser hecho por aquí y en el que ustedes dos van a ayudar.
Ese ‚trabajo‛ durante los próximos días resultó ser trabajo
manual de sirvientes. Honestamente, no era demasiado diferente de
la detención, y estaba bastante segura de que acababa de ser creado
para dar a los delincuentes como nosotros algo horrible que hacer.
Trabajamos doce horas al día, de las cuales la mayoría la
pasábamos al aire libre transportando rocas y tierra para construir
algún nuevo y bonito patio para un conjunto de casas de la ciudad
real. A veces éramos puestos en la limpieza de puestos, fregando
suelos. Sabía que tenían trabajadores Moroi para este tipo de cosas
y, probablemente, estaban dándoles unas vacaciones en este
momento.
Aun así, era mejor que el otro trabajo que Hans nos daría:
ordenar y archivar montañas y montañas de papeles. Eso me dio
una nueva apreciación de la información que iba digital... y de
nuevo me hizo preocuparme por el futuro. Una y otra vez, me
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1
quedé pensando en esa primera conversación con Hans. La amenaza
que esto podría ser mi vida. Que nunca sería un guardián —en el
sentido verdadero— para Lissa o cualquier otro Moroi. A lo largo de
mi formación, siempre habíamos tenido un mantra: Ellos son lo
primero. Si hubiera realmente y verdaderamente echado a perder mi
futuro, tendría un nuevo mantra: A es lo primero. A continuación, B, C,
D...
Los días de trabajo me mantuvieron lejos de Lissa, y el personal
de recepción de nuestros respectivos edificios también nos mantuvo
separadas. Era frustrante. Podía seguirle la pista a través de la
conexión, pero quería hablar con ella. Quería hablar con alguien.
Adrian permaneció lejos también, y no me molestó en los sueños,
haciéndome preguntar cómo se sentía. Nunca habíamos tenido
nuestra ‚conversación‛ después de Las Vegas. Eddie y yo a menudo
trabajábamos juntos, pero no estaba hablándome, me dejaba durante
las horas siendo atrapada con mis propios pensamientos y culpa.
Y, créeme, tenía un montón de cosas para intensificar mi culpa.
Alrededor de la Corte, la gente realmente no se daba cuenta de
la gente que estaba trabajando ahí. Así que si estaba adentro o
afuera, siempre estaban hablando como si no estuviera allí. El
principal tema era Victor. El peligroso Victor Dashkov anda suelto.
¿Cómo podía haber pasado? ¿Tenía poderes que nadie sabía? La
gente estaba asustada, algunos incluso convencidos de que
aparecería en la Corte y trataría de matar a todos en sus sueños. La
teoría del ‚trabajo interno‛ corría descontrolada, y continuó
manteniéndonos fuera de toda sospecha. Por desgracia, eso
significaba que un gran número de personas se preocupaba ahora
por los traidores de dentro de nuestro centro. ¿Quién sabía quién
podría estar trabajando para Victor Dashkov? Los espías y los
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2
rebeldes podían estar acechando la Corte, planeando todo tipo de
atrocidades. Sabía que todas las historias eran exageradas, pero no
tenían importancia. Todas provenían de un núcleo de verdad: Victor
Dashkov estaba caminando por el mundo como un hombre libre. Y
sólo yo, y mis cómplices, sabíamos que era todo debido a mí.
Ser vista en Las Vegas había proporcionando una coartada para
la fuga de la prisión y había hecho que lo que hicimos pareciera aún
más temerario. La gente estaba horrorizada de que habíamos dejado
a la princesa Dragomir escaparse mientras había un hombre
peligroso suelto... ¡el hombre que la había atacado! Gracias a Dios,
todo el mundo decía que la reina nos había sacado de allí antes de
que Victor nos encontrara. El viaje de Las Vegas había sólo abierto
una nueva línea de especulación, una que me implicaba
personalmente.
—Bueno, eso no me sorprende de Vasilisa —escuché que una
mujer decía mientras estaba trabajando al aire libre un día. Ella y
algunos amigos estaban paseando hacia el edificio de los
alimentadores y ni siquiera me vio—. Ella se ha escapado antes,
¿verdad? Esos Dragomirs pueden ser de los salvajes. Probablemente
irá directamente de nuevo a la primera fiesta que pueda encontrar,
una vez que capturen a Victor Dashkov.
—Estás equivocada —dijo su amiga—. Eso no es por qué se fue.
Ella es realmente bastante sensata. Es esa dhampir que siempre está
con ella, la chica Hathaway. Escuché que ella y Adrian Ivashkov
fueron a Las Vegas para fugarse. La gente de la reina apenas llegó
allí a tiempo para detenerlos. Tatiana estaba furiosa, sobre todo
desde que Hathaway declaró que nada mantendrá a ella y a Adrian
alejados.
22
3
Whoa. Eso era una especie de shock. Quiero decir, supuse que
era mejor que la gente pensara que Adrian y yo nos estábamos
escapando a que ellos me acusaran de ayudar e incitar a un fugitivo,
pero aún así... Estaba un poco sorprendida de cómo esa conclusión
había ocurrido. Esperaba que Tatiana no hubiera escuchado sobre
nuestra supuesta fuga. Estaba bastante segura de que arruinaría
cualquier progreso que ella y yo hubiéramos hecho.
Mi primer contacto social real llegó en forma de una improbable
fuente.
Estaba excavando la tierra en un elevado arriate y sudando
como loca. Se acercaba la hora de acostarse para los Moroi, lo que
significaba que el sol estaba fuera en la gloria del pleno verano.
Nosotros, al menos, teníamos un sitio bonito mientras trabajábamos:
la gigante iglesia de la Corte.
Había pasado mucho tiempo en la capilla de la Academia, pero
rara vez había visitado esta iglesia desde que fue colocada lejos de
los edificios principales de la Corte. Era Ortodoxa Rusa, la religión
predominante de los Moroi, y me recordó mucho a algunas de las
catedrales que había visto cuando estuve en Rusia, aunque no tan
grande. Estaba hecha de hermosa piedra roja, sus torres coronadas
con cúpulas verdes, las cuales a su vez estaban cubiertas con cruces
de oro.
Dos jardines marcaban los límites lejanos de los extensos
terrenos de la iglesia, en uno de los cuales estábamos trabajando.
Cerca de nosotros era uno de los sitios más asombrosos de la Corte:
una gigantesca estatua de alguna antigua reina Moroi que era casi
diez veces mi estatura. Otra estatua la emparejaba, y era de un rey
que se encontraba de pie enfrente de los terrenos. Nunca podía
recordar sus nombres, pero estaba bastante segura de que habíamos
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4
oído de ellos en una de mis clases de historia. Habían sido
visionarios, cambiando el mundo Moroi de su tiempo.
Una figura apareció en mi periferia, y asumí que era Hans
viniendo a darnos otra terrible tarea. Mirando hacia arriba, me
quedé asombrada al ver que era Christian.
—Imagino que —le dije— sabes que te meterás en problemas si
alguien te ve hablando conmigo.
Christian se encogió de hombros y se sentó en el borde de un
muro de piedra parcialmente completado. —Lo dudo. Tú eres la que
se meterá en problemas, y realmente no creo que las cosas puedan
ponerse peor para ti.
—Verdad —gruñí.
Se sentó allí en silencio durante unos instantes, mirándome
excavar pila tras pila de tierra. Finalmente, preguntó: —Está bien.
Entonces, ¿cómo y por qué hiciste eso?
—¿Hacer qué?
—Sabes exactamente qué. Tu pequeña aventura.
—Tomamos un avión y volamos a Las Vegas. ¿Por qué? Hmm.
Pensemos —hice una pausa para limpiarme el sudor de mi frente—.
Porque ¿dónde más vamos a encontrar hoteles temáticos de piratas
y camareros que no fichan mucho?
Christian se burló. —Rose, no me digas estupideces. No fuiste a
Las Vegas.
—Tenemos los boletos de avión y los recibos de hotel para
demostrarlo, por no mencionar a la gente que vio a la princesa
Dragomir jugar a lo grande a las máquinas tragamonedas.
22
5
Mi atención estaba en mi trabajo, pero sospeché que Christian
estaba sacudiendo su cabeza con exasperación.
—Tan pronto como escuché que tres personas habían ayudado
a escapar de la prisión a Victor Dashkov, supe que tenías que ser tú.
¿Los tres fueron? No lo pongo en duda.
No muy lejos, vi a Eddie tensarse y echar un vistazo alrededor
con inquietud. Hice lo mismo. Podía haber estado desesperada por
un contacto social, pero no con el riesgo de escucharnos sin querer
en las partes peligrosas. Nuestros crímenes divulgándose harían el
trabajo de jardín parecerse a unas vacaciones. Estábamos solos, pero
todavía entoné mi voz baja y ensayé una cara honesta.
—Escuché que eran humanos contratados por Victor. —Esa fue
otra teoría corriendo salvaje, al igual que ésta:— En realidad, creo
que se volvió Strigoi.
—De acuerdo —dijo Christian sarcásticamente. Me conocía
demasiado bien como para creerme—. Y también escuché que uno
de los guardianes no tiene recuerdos de lo que le hizo atacar a sus
amigos. Jura que estaba bajo el control de alguien. Nadie que tenga
ese tipo de compulsión podría probablemente hacer que los demás
vieran a humanos, mimos‖o‖canguros…
Me rehusé a mirarlo y golpeé con fuerza la pala en la tierra
dura. Me mordí el labio para no decir cualquier réplica enojada.
—Lo hizo porque piensa que los Strigoi pueden ser restaurados
a su forma original.
Mi cabeza se disparó hacia arriba, y miré fijamente a Eddie con
incredulidad, asombrada de que había hablado. —¿Qué estás
haciendo?
22
6
—Decir la verdad —respondió Eddie, nunca dejando su
trabajo—. Es nuestro amigo. ¿Crees que va a denunciarnos?
No, el rebelde Christian Ozera no nos iba a denunciar. Pero eso
no quería decir que quería que supiera esto. Es un hecho de la vida:
Mientras más personas saben un secreto, más probable es que se
filtre.
Como era de esperar, la reacción de Christian no fue muy
diferente de la de todos los demás. —¿Qué? Eso es imposible. Todo
el mundo sabe eso.
—No de acuerdo con el hermano de Victor Dashkov —dijo
Eddie.
—¿Pararás de hablar? —Exclamé.
—Puedes decírselo, o yo lo haré.
Suspiré. Los ojos azul pálido de Christian estaban mirándonos,
de par en par y sorprendidos. Como la mayoría de mis amigos, él
comenzó a rodar ideas locas, pero esto fue traspasar la línea.
—Pensé que Victor Dashkov era hijo único —dijo Christian.
Sacudí mi cabeza. —No. Su padre tuvo una aventura, por lo que
Victor tiene un medio hermano ilegítimo. Robert. Y él es un usuario
del espíritu.
—Sólo tú —dijo Christian—. Sólo tú encontrarías algo como
esto.
Ignoré lo que parecía ser el retorno de su cinismo habitual. —
Robert afirma haber sanado a un Strigoi, mató la parte no muerta de
ella y la trajo de nuevo a la vida.
22
7
—El espíritu tiene límites, Rose. Puede ser que hayas sido traída
de nuevo, pero los Strigoi se han ido.
—No sabemos sobre el alcance completo del espíritu —señalé—
. La mitad de esto sigue siendo un misterio.
—Sabemos de St. Vladimir. Si pudiera restaurar a un Strigoi,
¿no crees que un tipo como él habría estado haciéndolo? Quiero
decir, si eso no es milagroso, ¿Qué es? Algo así habría sobrevivido
en las leyendas —argumentó Christian.
—Tal vez. Tal vez no —Me volví a atar mi cola de caballo,
reproduciendo en mi mente nuestro encuentro con Robert por
centésima vez.
—Tal vez Vlad no sabía cómo. No todo eso es tan fácil.
—Sí —asintió Eddie—. Esta es la parte buena.
—Oye —me disparé hacia él de nuevo—. Sé que estás enojado
conmigo, pero con Christian aquí, realmente no necesitamos a nadie
más haciendo comentarios sarcásticos.
—No sé —dijo Christian—. Para algo como esto, en realidad
puede ser que necesites a dos personas. Ahora explica cómo este
milagro es supuestamente hecho.
Suspiré. —Añadiendo el espíritu a una estaca, junto con los
otros cuatro elementos.
Los hechizos del espíritu eran todavía un nuevo concepto para
Christian también.
—Nunca pensé en eso. Supongo que el espíritu sacudiría las
cosas‖ con‖ fuerza…‖ pero‖ no‖ puedo‖ imaginar‖ que‖ estaques‖ a‖ un‖
22
8
Strigoi con una estaca encantada de espíritu y que sea suficiente
para traerlos de nuevo.
—Bueno... Esa es la cosa. De acuerdo con Robert, no puedo
hacerlo. Tiene que ser realizado por un usuario de espíritu.
Más silencio. Había puesto a Christian sin habla una vez más.
Al final, dijo: —No sabemos de muchos usuarios de espíritu. Y
mucho menos alguno que pueda luchar o estacar a un Strigoi.
—Sabemos de dos usuarios de espíritu. —Fruncí el ceño,
recordando a Oksana en Siberia y a Avery encerrada lejos... ¿dónde?
¿Un hospital? ¿Un lugar como Tarasov?
—No, cuatro. Cinco, contando a Robert. Pero sí, ninguno de
ellos puede realmente hacerlo.
—No importa, porque no puede ser hecho —dijo Eddie.
—¡No sabemos eso! —La desesperación de mi propia voz me
sorprendió.
—Robert lo cree. Victor incluso lo cree. —Vacilé— Y Lissa
también lo hace.
—Y quiere hacerlo —dijo Christian, atrapándolo rápidamente—
. Porque haría cualquier cosa por ti.
—No puede.
—¿Porque no tiene la capacidad o porque no la dejarás?
—Ambos —exclamé—. No voy a dejarla en ninguna parte cerca
de un Strigoi. Hasta... —Gemí, odiando revelar lo que había
descubierto en nuestro tiempo separadas a través de la unión—.
22
9
Consiguió hacerse de una estaca y está tratando de encantarla.
Hasta el momento, no ha tenido mucha suerte, ¡gracias a Dios!
—Si esto fuera posible —comenzó Christian lentamente—.
Podría‖cambiar‖nuestro‖mundo.‖Si‖pudiera‖aprender…‖
—¿Qué? ¡No! —Había estado tan ansiosa por conseguir que
Christian me creyera, y ahora deseaba que no lo hubiera hecho. El
único atractivo de salvación en todo esto era que ninguno de mis
amigos pensaba que era posible, ninguno de ellos había considerado
ningún pensamiento de Lissa realmente tratando de luchar con un
Strigoi—. Lissa no es ninguna guerrera. Ningún usuario de espíritu
que conocemos lo es, al menos que encontremos uno, preferiría
que…‖—Hice una mueca de dolor— Preferiría que Dimitri muriera.
Eso finalmente hizo a Eddie dejar de trabajar. Tiró abajo su pala.
—¿En serio? Nunca hubiera imaginado eso —dijo con sarcasmo
para rivalizar con el mío.
Me di la vuelta y caminé a grandes pasos hacia él, con mis
puños apretados.
—Mira, ¡no puedo aguantar esto más! Lo siento. No sé qué más
decir. Sé que lo eché a perder. Dejé a Dimitri escaparse. Dejé a Victor
escaparse.
—¿Dejaste a Victor escaparse? —Preguntó Christian,
sorprendido.
Lo ignoré y continúe gritándole a Eddie. —Fue un error. Con
Dimitri…‖ fue‖un‖momento‖de‖debilidad.‖Fracasé‖ en‖mi‖ formación.‖
Sé que lo hice. Ambos lo sabemos. Pero sabes que no tenía intención
de los daños que causé. Si eres realmente mi amigo, tienes que
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0
saberlo.‖Si‖pudiera‖devolverlo… —Tragué, sorprendida al sentir mis
ojos ardiendo—. Lo haría. Juro que lo haría, Eddie.
Su rostro estaba completamente calmado. —Te creo. Soy tu
amigo,‖y‖sé‖que…‖Sé‖que‖no‖querías‖que‖las‖cosas‖resultaran‖como‖lo‖
hicieron.
Me hundí en el alivio, sorprendida de cómo verdaderamente
había estado preocupada por perder su respeto y su amistad.
Mirando hacia abajo, me sorprendió ver mis puños apretados. Los
relajé, incapaz de creer que había estado tan molesta.
—Gracias. Muchísimas gracias.
—¿Qué es todo este griterío?
Ambos nos volvimos y vimos a Hans dirigiéndose hacia
nosotros. Y parecía cabreado. También me di cuenta entonces de
que Christian había prácticamente desaparecido en el aire. Así como
así.
—¡Este no es el tiempo social! —Gruñó Hans—. Ustedes dos
todavía tienen otra hora pendiente hoy. Si se van a distraer,
entonces tal vez deberían estar separados —le hizo señas a Eddie—.
Vamos. Hay algún archivo con tu nombre en él.
Le lancé una mirada simpática a Eddie mientras Hans se lo
llevaba lejos. Sin embargo, estuve aliviada de que no iba a hacer yo
el papeleo.
Continué mi trabajo, con mi mente girando en las mismas
preguntas que había tenido toda la semana. Había querido decir lo
que le dije a Eddie. Deseaba tanto que este sueño de Dimitri siendo
salvado fuera verdad. Lo quería más que nada, excepto Lissa
arriesgando su vida. No debería haber dudas. Debería sólo haber
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1
matado a Dimitri. Victor no hubiera escapado. Lissa no habría
tenido una segunda idea de las palabras de Robert.
Pensando en Lissa, me empujé a su mente. Estaba en su
habitación, haciendo algún empaquetamiento de última hora antes
de ir a la cama. Mañana era su visita a Lehigh. Como era de esperar,
mi invitación de ir con ella había sido revocada a la luz de los
recientes acontecimientos. Su cumpleaños —algo que había sido
horriblemente pasado por alto en este lío— era este fin de semana
también, y no me parecía bien estar apartada de ella durante esto.
Deberíamos haber estado celebrándolo juntas. Sus pensamientos se
agitaron, y estaba tan consumida por ellos que un repentino golpe
en la puerta la hizo saltar.
Preguntándose quién podría estar visitándola a esta hora, abrió
la puerta y se quedó sin aliento al ver a Christian de pie allí. Fue
surrealista para mí también. Parte de mí todavía seguía pensando
que estábamos en nuestros dormitorios de la escuela, donde las
reglas, teóricamente, mantenían a los chicos y las chicas fuera de las
habitaciones de cada uno. Pero no estábamos más allí. Éramos
técnicamente adultos ahora. Debe haber ido directamente a su
habitación después de verme, me di cuenta.
Era asombroso sentir cómo rápidamente la tensión se
incrementó entre ellos. Un puñado de emociones estalló en el pecho
de Lissa, la habitual mezcla de ira, pena y confusión.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó.
Las mismas emociones estaban en su rostro. —Quería hablar
contigo.
—Es tarde —dijo fríamente—. Además, creo recordar que no te
gusta hablar.
23
2
—Quiero hablar de lo que sucedió con Victor y Robert.
Eso fue suficiente para asustarla además que su ira. Lanzó una
ansiosa mirada al pasillo y luego le hizo señas para que entrara. —
¿Cómo sabes sobre eso? —Siseó, cerrando precipitadamente la
puerta.
—Acabo de ver a Rose.
—¿Cómo conseguiste verla? Yo no puedo verla. —Lissa estaba
tan frustrada como yo por cómo nuestros superiores nos habían
estado manteniendo separadas.
Christian se encogió de hombros, con cuidado de mantener una
distancia de seguridad entre ellos en el pequeño salón de estar de la
habitación. Ambos tenían sus brazos cruzados a la defensiva,
aunque no creo que se dieran cuenta de cómo eran reflejados cada
uno. —Me colé en su campo de prisioneros. Tienen tierra para
excavar durante horas.
Lissa hizo una mueca. Por la forma en que nos habían
mantenido separadas, no había sabido mucho acerca de mis
actividades. —Pobre Rose.
—Lo está manejando. Como siempre. —Los ojos de Christian se
volvieron hacia el sofá y su maleta abierta, donde una estaca de
plata yacía encima de una blusa de seda. Dudé que la camisa
sobreviviera al viaje sin un millón de arrugas.
—Una cosa interesante para llevar a una visita de la
universidad.
Lissa cerró precipitadamente la maleta. —Ese no es tu asunto.
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3
—¿De verdad lo crees? —Preguntó, ignorando su comentario.
Dio un paso hacia adelante, al parecer, con su ansia haciéndole
olvidarse de querer mantenerse alejado. Incluso por lo distraída que
estaba por la situación, Lissa inmediatamente empezó a ser
consciente de su nueva proximidad, la forma en que olía, la forma
en‖que‖la‖luz‖brillaba‖en‖su‖pelo‖negro…‖—¿Crees que podrías traer
de vuelta a un Strigoi?
Volvió su atención de nuevo hacia la conversación y sacudió su
cabeza.
—No sé. Realmente no lo sé. Pero siento como... siento como
que tengo que intentarlo. Si nada más, quiero saber qué es lo que el
espíritu en una estaca hará. Eso es lo suficiente inofensivo.
—No de acuerdo a Rose.
Lissa le dio una sonrisa arrepentida, se dio cuenta de lo que
estaba haciendo, y rápidamente la dejó caer. —No, Rose no me
quiere yendo a ninguna parte cerca de esta idea, aunque quiere que
esto sea real.
—Dime la verdad. —Su mirada la quemó— ¿Crees que tienes
alguna posibilidad de estacar a un Strigoi?
—No —admitió—. Apenas si podría lanzarle un golpe. Pero...
como dije, siento como que debería intentarlo. Debería tratar de
aprenderlo. Estacar a uno, quiero decir.
Christian reflexionó esto durante unos momentos y luego hizo
un gesto hacia la maleta de nuevo. —¿Vas a Lehigh por la mañana?
Lissa asintió con la cabeza.
—¿Y Rose ha sido cortada del viaje?
23
4
—Por supuesto.
—¿Te ofreció la reina dejarte llevar a otro amigo?
—Lo hizo —admitió Lissa—. En particular, me sugirió a Adrian.
Pero‖ est{‖ enfadado…‖ y‖ no‖ estoy‖ realmente‖ segura‖ de‖ si‖ estoy‖ de‖
humor para él.
Christian pareció complacido con esto. —Entonces llévame.
Mis pobres amigos. No estaba segura de cuanto más
sorprendidos podrían estar hoy.
—¿Por qué diablos te llevaría? —Exclamó. Toda su ira regresó
con su presunción. Era un signo de su agitación que había jurado.
—Porque —dijo, con el rostro en calma—, te puedo enseñar
cómo estacar a un Strigoi.
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5
Traducido por veroniica y elamela
Corregido por cYeLy DiviNNa
or el infierno que tú puedes —dije en voz
alta sin dirigirme a nadie.
—No, no puedes —dijo Lissa, con una
expresión que hacía juego con mi propia incredulidad—. Sé que has
estado aprendiendo a luchar con fuego, pero no has hecho ningún
estaqueo.
La cara de Christian se mostraba inflexible. —Lo hice... un poco.
Y puedo aprender más. Mia tiene algunos amigos guardianes aquí
que le han estado enseñando combate físico, y he aprendido algo de
ello.
La mención de él y Mia trabajando juntos no hacía mucho para
mejorar la opinión de Lissa. —¡Apenas has estado aquí una semana!
Lo dices como si hubieras estado entrenando durante años con
algún maestro.
—Es mejor que nada —dijo—. ¿Y dónde más vas a aprender?
¿Rose?
—P
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6
La indignación y la incredulidad de Lissa se vieron un poco
atenuadas. —No —admitió—. Nunca. De hecho, Rose me llevaría a
rastras si me cogiera haciendo esto.
Maldita sea que lo haría. De hecho, a pesar de los obstáculos y
el personal que me mantenía bloqueada, me sentí tentada a
marcharme a allí ahora mismo.
—Entonces, esta es tu oportunidad —dijo. Su voz se volvió
irónica—. Mira, sé que las cosas no están... muy bien entre nosotros,
pero eso es irrelevante si vas a aprender esto. Dile a Tatiana que
quieres traerme a Lehigh. A ella no le va a gustar, pero te dejará. Te
mostraré lo que sé en nuestro tiempo libre. Luego, cuando
regresemos, te llevaré con Mia y sus amigos.
Lissa frunció el ceño. —Si Rose lo supiese...
—Es por eso comenzaremos cuando estemos lejos de la Corte.
Ella va a estar muy lejos de ti para hacer cualquier cosa.
Oh, por el amor de Dios. Me gustaría darles a ellos algunas
lecciones de lucha, comenzando con un puñetazo en la cara de
Christian.
—¿Y cuando volvamos? —Preguntó Lissa—. Se dará cuenta. Es
inevitable con el vínculo.
Él se encogió de hombros. —Si ella todavía está en servicio de
tierra, seremos capaces de salirnos con la nuestra. Quiero decir, ella
sabrá, pero no podrá interferir. Mucho.
—Tal vez no sea suficiente —dijo Lissa con un suspiro—. Rose
tenía razón acerca de que no puedo esperar aprender en unas
semanas lo que le tomó a ella años.
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7
¿Semanas? ¿Ese era su línea del tiempo en eso?
—Hay que intentarlo —dijo, con un tono casi suave. Casi.
—¿Por qué estás tan interesado en esto? —Preguntó Lissa con
suspicacia—. ¿Por qué te preocupas tanto acerca de traer a Dimitri
de vuelta? Quiero decir, sé que te gustaba, pero no tienes que tener
la misma motivación aquí que la que tiene Rose.
—Él era un buen tipo —dijo Christian—. ¿Y si hubiera un modo
de convertirlo otra vez en dhampir? Sí, eso sería increíble. Pero es
más que eso... más que sólo él. Si hubiera una manera de salvar a
todos los Strigoi, eso cambiaría nuestro mundo. Quiero decir, no es
que prenderles fuego no esté bien después de que hayan ido
matando en sus juergas, ¿pero si pudiéramos detener esas matanzas
en primer lugar? Esa es la clave para salvarnos. A todos nosotros.
Lissa se quedó muda por un momento. Christian había hablado
con pasión, y había una esperanza radiante fuera de él que ella no
había‖esperado.‖Eso‖fue…‖conmovedor.‖
Él se aprovechó de su silencio. —Además, no sabrías qué hacer
sin ninguna orientación. Y me gustaría reducir las probabilidades de
que te maten, porque incluso aunque Rose quiera negarlo, sé que
vamos a seguir adelante con esto.
Lissa se quedó callada una vez más, sopesando la situación.
Había escuchado sus pensamientos y no me gustaba en absoluto a
dónde se dirigían.
—Nos marcharemos a las seis —ella dijo al fin—. ¿Puedes
verme abajo a las cinco y media? —Tatiana no se emocionaría
cuando oyera sobre la elección del nuevo huésped, pero Lissa estaba
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8
bastante segura de que podían tener una charla rápida por la
mañana.
Él asintió con la cabeza. —Estaré allí.
De vuelta en mi habitación, estaba totalmente horrorizada. Lissa
iba a tratar de aprender a estacar Strigois —a mi espalda—, y ella
iba a conseguir que Christian la ayudara. Los dos se habían estado
gruñendo el uno al otro desde que rompieron. Me debería haber
sentido halagada de que esconderse de mí hiciera que ellos
volvieran a estar juntos, pero no lo estaba. Estaba enojada.
Consideré mis opciones. Los edificios dónde Lissa y yo nos
hospedábamos no tenían el tipo de seguridad toque-de-queda que
habían tenido nuestros dormitorios de la escuela, pero el personal
de aquí había recibido instrucciones de avisar a alguien de la oficina
de los guardianes si me volvía demasiado social. Hans también me
había dicho que me mantuviera alejada de Lissa hasta nuevo aviso.
Reflexioné todo por un momento, pensando que podría valer la
pena Hans arrastrándome de vuelta de la habitación de Lissa. A
continuación, finalmente tuve un pensamiento de un plan
alternativo. Ya era tarde, pero no demasiado tarde, y salí de mi
habitación por la puerta que estaba al lado de la mía. Llamé a la
puerta, esperando que mi vecina estuviera todavía despierta.
Ella era una dhampir de mi edad, una recién graduada de una
escuela diferente. Yo no tenía mi propio teléfono móvil, pero la
había visto hablando por uno antes durante el día. Ella abrió la
puerta unos instantes después y, afortunadamente, no parecía que
estuviera en la cama.
—Hey —dijo ella, comprensiblemente sorprendida.
—Hey, ¿puedo enviar un mensaje con tu móvil?
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9
Yo no quería utilizar su teléfono con una conversación y,
además, quizás Lissa me colgara. Mi vecina se encogió de hombros,
entró en la habitación y regresó con el teléfono. Había memorizado
el número de Lissa y le envié la siguiente nota:
Sé lo que van a hacer, y es una MALA idea. Voy a patear sus
traseros cuando los encuentre.
Le di el teléfono de vuelta a su dueña. —Gracias. Si alguien
contesta, ¿me lo harías saber?
Ella me dijo que lo haría, pero yo no esperaba que me
contestara. Obtendría mi mensaje de otra manera. Regresé a la sala y
a la mente de Lissa, tenía que estar ahí cuando su teléfono sonara,
Christian se había ido, y ella leyó mi mensaje con una triste sonrisa.
Mi respuesta llegó a través del enlace. Ella sabía que yo estaba
mirando.
Lo siento, Rose. Es un riesgo que tendré que tomar. Estoy haciéndolo.
La noche me daba vueltas, todavía estaba enojada por lo que
Lissa y Christian iban a hacer. Pensé que jamás me quedaría
dormida, pero cuando Adrian vino a mí en un sueño, se hizo
evidente que el agotamiento de mi cuerpo había derrotado a la
agitación de mi mente.
—¿Las Vegas? —le pregunté.
Los sueños de Adrian siempre se producían en diferentes
lugares a su elección. Esta noche, estábamos en el Strip, muy cerca
de donde Eddie y yo nos encontráramos con Lissa y él en el MGM
Grand. Las luces brillantes de neón de los hoteles y restaurantes
brillaban en la oscuridad, pero todo el lugar estaba misteriosamente
24
0
en silencio comparado con la realidad. Adrian no había traído los
coches o la gente de Las Vegas. Era como un pueblo fantasma.
Él sonrió, apoyado en un poste cubierto de papel con anuncios
de conciertos y servicios de acompañantes. —Bueno, realmente no
tuvimos la oportunidad de disfrutar de ella mientras estuvimos allí.
—Verdad —me quedé a unos metros de distancia, con los
brazos cruzados sobre el pecho. Yo llevaba unos vaqueros y una
camiseta, junto con mi Nazar. Adrian había decidido,
aparentemente, no vestirme esta noche, lo cual agradecí. Yo podría
haber acabado como una de esas coristas Moroi, con plumas y
lentejuelas—. Pensé que me estabas evitando —todavía no estaba
del todo segura de dónde estaba nuestra relación, a pesar de su
actitud impertinente de vuelta en el Witching Hour.
Él soltó un bufido. —No es por mi elección, pequeña dhampir.
Esos guardianes están haciendo todo lo posible para mantenerte en
solitario. Bueno, más o menos.
—Christian logró colarse para hablar conmigo antes —le dije,
con la esperanza de evitar el problema que tenía que estar en la
mente de Adrian: que yo había arriesgado la vida para salvar a mi
ex-novio—. Él va a tratar de enseñarle a Lissa a estacar Strigois.
Esperé a que Adrian se uniera a mi indignación, pero parecía
tan relajado y sardónico como de costumbre. —No me sorprende
que lo vaya a intentar. Lo que me sorprende es que él en realidad le
vaya a ayudar con esta loca teoría.
—Bueno, es lo suficientemente loco como para atraerlo a él... y
al parecer puede vencer el odio que últimamente se profesaban
mutuamente.
24
1
Adrian ladeó la cabeza, haciendo que algunos de sus cabellos
cayeran sobre sus ojos. Un edificio con palmeras de neón azul emitió
un brillo misterioso por su rostro mientras él me daba una mirada
de complicidad. —Vamos, ambos sabemos por qué lo está haciendo.
—¿Porque él piensa que su grupo después de la escuela con Jill
y Mia lo califica para enseñar esas cosas?
—Porque le da una excusa para estar cerca de ella, sin hacer que
parezca que dio el primer paso. De esta manera, él todavía puede
parecer viril.
Cambié un poco de posición para que las luces del cartel de
publicidad gigante sobre máquinas tragamonedas no me brillara en
los ojos. —Eso es ridículo —especialmente la parte acerca de
Christian siendo varonil.
—Los chicos hacen cosas ridículas por amor —Adrian alcanzó
con su mano el bolsillo y sacó un paquete de cigarrillos—. ¿Sabes
cuánto quiero ahora mismo uno de estos? Sin embargo, sufro, Rose.
Todo por ti.
—No te vuelvas romántico conmigo —le advertí, tratando de
ocultar mi sonrisa—. No tenemos tiempo para eso, no cuando mi
mejor amiga quiere ir a cazar monstruos.
—Sí, pero ¿cómo va ella a encontrarlo a él? Eso es un tipo de
problema —Adrian no necesitaba detallar en el ‚él‛.
—Es cierto —admití.
—Y ella no ha sido capaz de encantar de todos modos aún la
estaca, así que hasta que ella lo haga, todas las habilidades de kung
fu en el mundo no importarán.
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2
—Los Guardianes no hacen kung-fu. ¿Y cómo sabes tú lo de la
estaca?
—Ella me pidió ayuda un par de veces —explicó.
—¿Eh? Yo no sabía eso.
—Bueno, tú has estado muy ocupada. No es que incluso hayas
tenido un pensamiento para tu pobre anhelante novio.
Con todas mis tareas, no me había pasado una enorme cantidad
de tiempo en la cabeza de Lissa, sólo lo suficiente para ver si está
bien. —Hey, yo les hubiera hecho caso cualquier día —había tenido
tanto miedo de que Adrian estuviera furioso conmigo después de lo
de Las Vegas, sin embargo, aquí estaba, liviano y juguetón. Un poco
demasiado liviano. Quería que se centrara en el problema en
cuestión—. ¿Cuál es tu opinión sobre Lissa y los encantamientos?
¿Está cerca de conseguirlo?
Adrian distraídamente jugó con los cigarrillos, y estuve tentada
de decirle que siguiera adelante y cogiera uno. Este era su sueño,
después de todo. —No lo tengo claro. No me he tomado los
encantamientos de la misma forma en que ella lo hace. Es raro
teniendo los otros elementos allí... hace que sea difícil manipular el
espíritu.
—¿La estás ayudando de todos modos? —le pregunté con
recelo.
Sacudió la cabeza, con diversión —¿Qué piensas?
Dudé. —Yo... no sé. Tú la ayudaste con lo del espíritu, pero
ayudarla con esto significaría...
—¿...ayudar a Dimitri?
24
3
Asentí, sin confiar en mí misma para dar más detalles.
—No —dijo Adrian al final—. Yo no la estoy ayudando, más
que nada porque no sé cómo hacerlo.
Exhalé con alivio. —De verdad lo siento —le dije— Por todo...
Por mentir acerca de dónde estaba y qué estaba haciendo. Fue un
error. Y no entiendo... bueno, yo no entiendo por qué estás siendo
tan amable conmigo.
—¿Debo ser malo? —Adrian me guiñó un ojo—. ¿Es eso lo que
te gusta?
—¡No! Por supuesto que no. Pero, quiero decir que estabas tan
enojado cuando viniste a Las Vegas y te enteraste de lo que estaba
pasando. Yo solamente pensé... no sé. Pensé que me odiabas.
La diversión desapareció de su rostro. Se acercó a mí y apoyó
las manos en mis hombros, sus ojos de color verde oscuro me
miraban seriamente. —Rose, nada en este mundo podría hacer que
te odie.
—¿Ni siquiera intentar traer a mi ex-novio de la muerte?
Adrian me agarró, e incluso en el sueño, podía oler su piel y
colonia. —Sí, voy a ser honesto. ¿Si Belikov estuviera caminando
alrededor en este momento, vivo como solía estar? Habría algunos
problemas. No quiero pensar lo que pasaría con nosotros si... bueno,
no vale la pena perder el tiempo pensando en eso. Él no está aquí.
—Yo todavía... Todavía quiero que lo nuestro funcione —le dije
dócilmente—. Todavía lo intentaría, aunque él estuviera de vuelta.
Tengo dificultades para dejar que alguien que me importa se vaya.
24
4
—Lo sé. Tú hiciste todo lo que hiciste por amor. No puedo estar
enojado contigo por eso. Fue una estupidez, pero así es como es el
amor. ¿Tienes alguna idea de lo que yo haría por ti? ¿Para
mantenerte a salvo?
—Adrian...
No podía mirarlo a los ojos. De pronto me sentí indigna. Él era
tan fácil de subestimar. Lo único que podía hacer era apoyar la
cabeza contra su pecho y dejar que envolviera sus brazos a mí
alrededor.
—Lo siento.
—Pidiendo perdón, mientes —dijo dándome un beso en la
frente—. No sientes el haberlo amado. Eso es parte de ti, una parte
que tienes que dejar ir, sí, pero todavía es algo que te hizo lo que
eres ahora.
Una parte que tienes que dejar ir...
Adrian estaba en lo cierto, y eso era un una maldita cosa difícil
de admitir. Yo había tenido mi oportunidad. Yo había tenido mi
oportunidad de salvar a Dimitri, y había fracasado. Lissa no llegaría
a ninguna parte con eso, lo que significaba que realmente tenía que
tratar a Dimitri de la manera en que todos los demás lo hacían: Él
estaba muerto. Tengo que seguir adelante.
—Maldita sea —murmuré.
—¿Qué? —preguntó Adrián.
—Odio cuando tú eres el cuerdo. Ese es mi trabajo.
—Rose —dijo tratando de mantener a la fuerza un tono serio—.
Puedo pensar muchas palabras para describirte, ‚sexy‛ y ‚ardiente‛
24
5
están en la parte superior de la lista. ¿Sabes lo que no está en la lista?
‚Cuerda‛.
Me eché a reír. —Está bien, bueno, entonces mi trabajo es ser el
menos loco.
Él lo consideró. —Eso lo puedo aceptar.
Yo llevé mis labios hasta los suyos, y aunque todavía había
algunas cosas inestables en nuestra relación, no había ninguna duda
en la forma en la que nos besábamos. Besarse en el sueño se sentía
exactamente igual que en la vida real. El calor floreció entre
nosotros, y sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Me soltó las
manos y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, acercándonos.
Me di cuenta de que era la hora de empezar a creer lo que decía. La
vida seguía adelante. Dimitri quizá se había ido, pero yo podía
hacer algo con Adrian, al menos hasta que mi trabajo me llevara
lejos. Eso era, por supuesto, asumiendo que tuviese uno. Maldición,
si Hans me mantuviera en el servicio de escritorio aquí y Adrian
continuara con su perezoso camino, podríamos estar juntos para
siempre.
Adrian y yo nos besamos por un largo rato, presionándonos
cada vez más cerca. Por fin rompí las cosas. Si tenías sexo en un
sueño, ¿eso significaba que lo hiciste realmente? Yo no lo sabía, y
desde luego no iba a averiguarlo. No estaba preparada para eso
todavía.
Di un paso atrás, y Adrian lo entendió. —Búscame cuando
consigas algo de libertad.
—Esperemos que sea pronto —le dije—. Los guardianes no me
pueden castigar por siempre.
24
6
Adrian me miró de forma escéptica, pero dejó que el sueño se
disolviera sin más comentarios. Volví a mi cama, y a mis propios
sueños.
La única cosa que me impidió interceptar a Lissa y Christian
cuando se reunieron temprano en el hall de la entrada al día
siguiente fue que Hans me llamó a trabajar incluso antes. Él me
puso a trabajar con el papeleo, en las bóvedas, irónicamente,
permitiéndome archivar y pensar en Lissa y Christian mientras los
miraba a través de mi vínculo. Lo tomé como una señal de mis
habilidades multitarea que yo era capaz de ordenar alfabéticamente
y espiar a la vez.
Sin embargo, mis observaciones fueron interrumpidas cuando
una voz dijo —No esperaba encontrarte aquí de nuevo.
Parpadeé fuera de la cabeza de Lissa y levanté la vista de mis
papeles. Mikhail apareció ante mí. A la luz de las complicaciones
que se produjeron después del incidente con Víctor, casi me había
olvidado de la participación de Mikhail en nuestro ‚escape‛. Puse
los archivos abajo y le di una pequeña sonrisa.
—Sí, es extraño cómo funciona el destino ¿eh? Ellos en realidad
me quieren aquí.
—Por supuesto. Tú tienes una buena cantidad de problemas,
según he oído.
Mi sonrisa se convirtió en una mueca. —Cuéntame —miré a mí
alrededor, aunque sabía que estábamos solos—. No estás en
problemas, ¿verdad?
Negó con la cabeza. —Nadie sabe lo que hice.
24
7
—Bien —al menos una persona había escapado ilesa de este
desastre. Mi culpa no podría manejar que él fuera atrapado también.
Mikhail se arrodilló de forma que él estaba al mismo nivel que
yo, apoyando los brazos sobre la mesa y me senté. —¿Tuviste éxito?
¿Valió la pena?
—Esa es una pregunta difícil de contestar. —Él arqueó una
ceja— Hubo algunas... cosas no satisfactorias que sucedieron. Pero
encontramos lo que queríamos saber, o, bueno, pensamos que lo
hicimos.
Contuvo su respiración. —¿Cómo restaurar a un Strigoi?
—Eso creo. Si nuestro informante estaba diciendo la verdad,
entonces sí. Excepto, incluso si él era... bueno, no es tan fácil de
hacer. Es casi imposible, de hecho.
—¿Qué es?
Dudé. Mikhail nos había ayudado, pero él no estaba en mi
círculo de confianza. Sin embargo, incluso ahora, viendo su mirada
angustiada, la que yo había visto antes, el dolor de la pérdida de su
amada todavía lo atormentaba. Probablemente siempre lo haría.
¿Estaría haciendo más daño que bien diciéndole lo que había
aprendido? ¿Esta efímera esperanza le haría más daño?
Finalmente, me decidí a decirle. Incluso si le contaba a los
demás, y yo no pensaba que lo haría, se reirían de ello de todas
formas. No habría ningún daño allí. El verdadero problema vendría
si le contaba a alguien sobre Victor y Robert, pero en realidad no le
tengo que mencionar su participación a él. A diferencia de Christian,
al parecer no se le había ocurrido a Mikhail que el escape de la
prisión tan publicitado en las noticias Moroi había sido llevado a
24
8
cabo por los adolescentes a los que él había ayudado a salir a
escondidas. Mikhail probablemente no podía dedicar ningún
pensamiento a nada mas que no involucrara salvar a su Sonya.
—Se necesita un usuario del espíritu —le expliqué—. Uno con
una estaca encantada de espíritu, y luego él... o ella... tiene que
estacar al Strigoi.
—Espíritu... —ese elemento era todavía extraño para la mayoría
de los Moroi y los dhampirs, pero no para él—. Como Sonya. Sé que
el espíritu se supone que los hace más atractivos... pero te juro que
nunca lo necesitó. Era hermosa por sí misma —como siempre, el
rostro de Mikhail adquirió esa misma mirada triste que tenía cada
vez que la Sra. Karp era mencionada. Realmente nunca lo había
visto verdaderamente feliz desde que lo conocí y pensé que estaría
muy guapo, si alguna vez realmente sonriera. De repente pareció
avergonzado por su lapsus romántico y volvió a los negocios—.
¿Qué usuario de espíritu podría hacer una estaca?
—Ninguno —le dije rotundamente—. Lissa Dragomir y Adrian
Ivashkov son los dos únicos usuarios del espíritu que incluso
conozco —bien, además de Avery Lazar, y estaba dejando a Oksana
y a Robert fuera de esto—. Ninguno de ellos tiene la habilidad de
hacerlo, sabes eso tan bien como yo. Y Adrian no tiene ningún
interés en esto de todos modos.
Mikhail estaba atento, enterándose de lo que no dije. —¿Pero
Lissa lo está?
—Sí —admití—. Pero se necesitarían años para aprender a
hacerlo. Si no más tiempo. Y ella es la última de su estirpe. No
puede ser arriesgada así como así.
24
9
La verdad de mis palabras lo golpeó, y no podía evitarlo, pero
compartí su dolor y su decepción. Como yo, había puesto mucha fe
en este gran último esfuerzo para reunirse con su amor perdido.
Acababa de afirmar que era posible... sin embargo, improbable. Creo
que hubiera sido más fácil para ambos aprender que todo había sido
un engaño.
Suspiró y se levantó. —Bueno... agradezco que vayas tras esto.
Siento que tu castigo se por nada.
Me encogí de hombros. —Está bien. Valió la pena.
—Espero que... —su rostro se volvió vacilante—. Espero que
termine pronto y no afecte a nadie.
—¿Afectar qué? —pregunte bruscamente, cogiendo el filo de su
voz.
—Simplemente... bueno, los guardianes que desobedecen las
órdenes a veces se enfrentan a largos castigos.
—Oh. Eso —se estaba refiriendo a mi miedo constante de ser
atrapada a un trabajo de escritorio. Traté de actuar frívolamente y
no mostrar cuánto me asustaba esa posibilidad—. Estoy segura de
que Hans se estaba tirando un farol. Quiero decir, ¿realmente me
haría hacer esto para siempre sólo‖porque‖me‖escapé‖y…
Me detuve, mi boca colgando abierta cuando un destello sagaz
relampagueó en los ojos de Mikhail. Había escuchado hace mucho
tiempo cómo había tratado de seguirle la pista a la Sra. Karp, pero la
logística realmente nunca me había golpeado hasta ahora. Nadie
habría ayudado en su búsqueda. Habría tenido que hacerlo por sí
mismo, rompiendo el protocolo, y volviendo a escondidas cuando
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0
finalmente perdió las esperanzas de localizarla. Habría estado en
muchos problemas, como yo yendo con Mia.
—¿Es que...? —tragué—. ¿Es eso por lo que...? ¿Por lo que
trabajas aquí abajo en las bóvedas ahora?
Mikhail no respondió mi pregunta. En su lugar, miró abajo con
una pequeña sonrisa y señaló mi pila de papeles. —‚F‛‖viene‖antes‖
que‖‚L‛ —dijo antes de volverse y salir.
—Maldición —murmuré, mirando hacia abajo. Tenía razón. Al
parecer, no podía poner en orden alfabético tan bien mientras veía a
Lissa. Sin embargo, una vez que estaba sola, eso no me impidió
volver a su mente. Quería saber qué estaba haciendo... y no quería
pensar en cómo lo habría hecho. Probablemente sería considerado
peor que los actos de Mikhail ante los ojos de los guardianes. O que
un similar, o peor, castigo podría estar para mí en el almacén.
Lissa y Christian estaban en un hotel cerca del campus de
Lehigh. El centro del día vampiro significaba la tarde para los
humanos de la universidad. El tour de Lissa no comenzaría hasta su
mañana del día siguiente, lo que significaba que tenía que aguardar
su tiempo en el hotel ahora y tratar de ajustarse a un horario
humano.
Los ‚nuevos‛‖guardianes‖de‖Lissa,‖Serena‖y‖Grant,‖estaban‖con‖
ella, junto con tres extras que la reina había enviado también.
Tatiana había permitido a Christian ir también y no había sido
apenas tan opuesta como Lissa había temido, lo que de nuevo me
hizo preguntarme si la reina era realmente tan horrible como
siempre había creído. Priscilla Voda, una cercana consejera de la
reina que a ambas, a Lissa y a mí, nos gustaba, estaba también
acompañando a Lissa mientras miraba alrededor de la escuela. Dos
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1
de los guardianes adicionales se quedaron con Priscilla, el tercero se
quedó con Christian. Cenaron en un grupo y luego se retiraron a sus
habitaciones. Serena estaba en realidad quedándose con Lissa en la
suya, mientras Grant se quedaba afuera de guardia en la puerta.
Mirar todo esto provocó un dolor agudo en mí. Ser guardiana era
para lo que había sido entrenada. Lo que había estado esperando
toda mi vida para hacer por Lissa.
Serena era un perfecto ejemplo de guardiana de distancia,
estando allí, pero no allí mientras Lissa colgaba alguna de sus ropas.
Un golpe en la puerta inmediatamente disparó a Serena en acción.
Su estaca estaba en la mano, y caminó a grandes pasos hasta la
puerta, mirando afuera a través de su mirilla. No podía dejar de
admirar su tiempo de reacción, aunque parte de mí nunca creería
que alguien pudiera proteger a Lissa tan bien como yo podía. —
Vuelve —le dijo Serena a Lissa.
Un momento después, la tensión en Serena se desvaneció un
poco, y abrió la puerta. Grant estaba de pie allí, con Christian a su
lado.
—Está aquí para verte —dijo Grant, como si no fuera evidente.
Lissa asintió con la cabeza. —Uhm, sí. Ven y entra.
Christian entró cuando Grant retrocedió. Christian le dio una
significativa mirada a Lissa, haciendo una pequeña inclinación de
cabeza hacia Serena.
—Hey, uhm, ¿te importaría darnos algo de privacidad? —Tan
pronto como las palabras salieron de su boca, Lissa se volvió de un
brillante rosa—. Quiero decir... Nosotros solo... sólo necesitamos
hablar de algunas cosas, eso es todo.
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2
Serena mantuvo su rostro casi neutro, pero estaba claro que
pensaba que iban a hacer algo más que hablar. Las citas de los
adolescentes comunes usualmente no eran un chisme caliente en el
mundo Moroi, pero Lissa, con su fama, atraía un poco más la
atención con sus asuntos románticos. Serena habría sabido que
Christian y Lissa habían salido y roto. Por lo que sabía, ahora
estaban de nuevo juntos. Lissa invitándolo en este viaje lo sugería
sin duda.
Serena miró alrededor con cautela. El equilibrio de la protección
y la privacidad siempre era difícil con los Moroi y los guardianes, y
las habitaciones de un hotel como éste lo hacía aún más difícil. Si
estuvieran en un horario vampírico, con todo el mundo durmiendo
durante las horas de sol, no dudaba de que Serena hubiera entrado
al vestíbulo con Grant. Pero estaba oscuro afuera, e incluso una
ventana de un quinto piso podía ser responsabilidad de un Strigoi.
Serena no estaba entusiasmada de dejar su nuevo cargo solo.
La habitación de hotel de Lissa tenía una amplia sala de estar y
un área de trabajo, con una habitación adyacente accesible a través
de unas puertas francesas de cristal. Serena asintió con la cabeza
hacia ellos. —¿Qué tal si sólo entro ahí? —una idea inteligente.
Preveía privacidad, pero la mantenía cerca. Entonces, Serena se dio
cuenta de las implicaciones, y se ruborizó—. Quiero decir... a menos
que‖ustedes‖quieran‖entrar‖allí‖y‖yo…
—No —exclamó Lissa, creciendo su vergüenza más y más—.
Eso está bien. Nos quedaremos aquí. Simplemente estamos
hablando.
No estaba segura para quién era esa ventaja, para Serena o para
Christian. Serena asintió con la cabeza y desapareció en el
dormitorio con un libro, que me recordó extrañamente a Dimitri.
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3
Cerró la puerta. Lissa no estaba segura de cómo de bien viajaba el
ruido, por lo que encendió la televisión.
—Dios, eso fue lamentable —gimió.
Christian parecía totalmente a gusto mientras se inclinaba
contra la pared. No era del tipo formal por ningún medio, pero se
había puesto ropa de vestir para la cena antes y aún la llevaba. Se
veía bien en él, no importaba cuánto se quejara siempre. —¿Por qué?
—Porque‖ cree‖que‖ estamos…‖piensa‖que‖ estamos…‖bueno,‖ya‖
sabes.
—¿Y? ¿Cuál es el gran problema?
Lissa rodó sus ojos. —Eres un chico. Por supuesto que no te
importa.
—Hey, no es como si no lo estuvimos. Además, mejor para ella
que piense eso a que sepa la verdad.
La referencia a su pasada vida sexual inspiró una mezcla de
emociones, vergüenza, ira y deseo, pero rechazó dejar esa
demostración. —Muy bien. Vamos sólo a acabar con esto. Tenemos
un gran día, y nuestro sueño va a estar tan chiflado como esto.
¿Dónde empezamos? ¿Me quieres conseguir la estaca?
—No hay necesidad todavía. Sólo deberíamos practicar algunos
movimientos defensivos básicos —se enderezó y se movió hacia el
centro de la habitación, arrastrando una mesa fuera del camino.
Lo juro, si no fuera por el contexto, observándolos a los dos
intentando un entrenamiento de combate por si mismos habría
estado muerta de la risa.
—Está bien —dijo—. Así que ya sabes cómo dar un puñetazo.
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4
—¿Qué? ¡No lo sé!
Frunció el ceño. —Pusiste fuera de combate a Reed Lazar. Rose
lo mencionó, como unas cien de veces. Nunca la he oído tan
orgullosa de algo.
—Le di un puñetazo a una persona una vez en mi vida —
señaló—. Y Rose me estaba dirigiendo. No sé si podría hacerlo de
nuevo.
Christian asintió con la cabeza, pareciendo decepcionado, no en
sus habilidades, sino porque tenía un carácter impaciente y quería
lanzarse de lleno en las cosas realmente duras de la lucha. Sin
embargo, demostró ser un maestro sorprendentemente paciente,
mientras repasaba el fino arte de dar puñetazos y golpear. Muchos
de sus movimientos eran en realidad cosas que había recogido de
mí.
Había sido un estudiante decente. ¿Estaba en los niveles de
guardián? No, no ni mucho menos. ¿Y Lissa? Era inteligente y
competente, pero no estaba diseñada para el combate, sin importar
cuánto profundamente quería ayudar con esto. Dar puñetazos a
Reed Lazar había sido una cosa hermosa, pero no parecía ser nada
que alguna vez llegaría a ser natural para ella. Afortunadamente,
Christian comenzó con un simple regate, y viéndose como uno de
sus oponentes. Lissa era sólo una principiante en esto pero se
presentó como una gran promesa. Christian parecía notarlo por sus
habilidades instructivas, pero siempre había pensado que los
usuarios del espíritu tenían una especie de instinto sobrenatural
sobre lo que otros podrían hacer a continuación. Dudé si funcionaría
en un Strigoi, sin embargo.
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5
Después de un poco de eso, Christian finalmente volvió a la
ofensiva, y ahí es cuando las cosas fueron mal.
La amabilidad de Lissa, su naturaleza de sanación no encajaba
con eso, y se negó realmente a dar golpear con toda su fuerza, por
temor a hacerle daño. Cuando se dio cuenta de lo que estaba
pasando, su irritable temperamento comenzó a aumentar.
—¡Vamos! No te detengas.
—No lo hago —protestó, dándole un puñetazo en su pecho que
no se acercaba a desplazarlo.
Se pasó una mano por su pelo con irritación. —¡Lo haces! Te he
visto golpear una puerta más duro de lo que me estás golpeando.
—Esa es una ridícula metáfora.
—Y —agregó—, no estás apuntando a mi cara.
—¡No quiero dejar una marca!
—Bueno, a la velocidad a la que vamos, no hay peligro de eso
—murmuró—. Además, puedes curarlo.
Me divertían sus peleas, pero no me gustaba su casual estímulo
de utilizar el espíritu. Todavía no había sacudido mi culpa del daño
a largo plazo que la fuga de la prisión podría haber causado.
Yendo hacia adelante, Christian la agarró de la muñeca y la
movió hacia él. Apretó sus dedos con su otra mano y luego
lentamente le demostró cómo hacer girar un puñetazo hacia arriba
tirando su puño hacia su cara. Estaba más interesado en mostrar la
técnica y el movimiento, por lo que sólo lo rozó contra él.
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6
—¿Ves? Un arco hacia arriba. Haciendo el impacto justo ahí. No
te preocupes por hacerme daño.
—No es tan simple...
Su protesta se extinguió y, de repente, ambos parecieron darse
cuenta de la situación en la que estaban. Apenas había ningún
espacio entre ellos, y sus dedos estaban aun envueltos alrededor de
su muñeca. Se sentían calientes contra la piel de Lissa y estaban
enviando electricidad a través del resto de su cuerpo. El aire entre
ellos parecía espeso y pesado, como si pudiera sólo envolverlos y
tirar de ellos juntos. Desde la dilatación de los ojos de Christian y la
súbita toma de aliento, estaba dispuesta a apostar que estaba
teniendo una reacción similar al estar tan cerca de su cuerpo.
Volviendo en sí, soltó su mano precipitadamente y dio un paso
atrás. —Bueno —dijo bruscamente, aunque todavía claramente
nervioso por la proximidad—, supongo que no eres realmente seria
con lo de ayudar a Rose.
Eso lo hizo. A pesar de toda la tensión sexual, la ira encendió a
Lissa por el comentario. Apretó su puño y cogió a Christian con la
guardia totalmente baja cuando lo hizo girar hacia fuera y le dio un
puñetazo en la cara. No tenía la gracia de su puñetazo a Reed, pero
le dio duro a Christian. Por desgracia, perdió su equilibrio en la
maniobra y se tropezó adelante hacia él. Los dos se cayeron al suelo
juntos, golpeando el suelo y derribando una pequeña mesa y una
lámpara cercana. La lámpara se atrapó en la esquina de la mesa y se
rompió.
Mientras tanto, Lissa había aterrizado sobre Christian. Sus
brazos instintivamente fueron a su alrededor, y si el espacio entre
ellos antes había sido pequeño, ahora era inexistente. Se miraron
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7
fijamente a los ojos del otro y el corazón de Lissa estuvo golpeando
ferozmente en su pecho. Esa sensación eléctrica y tentadora crepitó
alrededor de ellos de nuevo, y todo el mundo para ella pareció
centrarse en sus labios. Tanto ella como yo nos preguntamos más
tarde si podrían haberse besados, pero en ese momento, Serena salió
precipitadamente fuera del dormitorio.
Estaba en estado de máxima alerta de guardián, el cuerpo tenso
y listo para enfrentar a un ejército enfrentar a un ejército de Strigois
con su estaca en la mano. Se detuvo estridentemente cuando vio la
escena ante ella: lo que parecía ser un interludio romántico.
Obviamente era raro, con la lámpara rota y la marca roja inflamada
del rostro de Christian. Fue bastante embarazoso para todos, y el
modo de ataque de Serena se desvaneció en confusión.
—Ah —dijo de forma vacilante—. Lo siento.
La vergüenza inundó a Lissa, así como auto-resentimiento por
estar tan afectada por Christian. Estaba furiosa con él, después de
todo. Rápidamente, se apartó y se sentó y, en su estado nervioso,
sintió la necesidad de dejar claro que no había en absoluto nada
romántico en lo que paso.
—No... no es lo que piensas —balbuceó, mirando cualquier
lugar excepto a Christian, quien estaba poniéndose de pie y parecía
justamente tan mortificado como Lissa—. Estábamos luchando.
Quiero decir, practicando lucha. Quiero aprender a defenderme
contra los Strigois. Y atacarlos. Y a estacarlos. Así que Christian
estaba ayudándome, eso es todo... —había algo lindo en ella
divagando, y me recordó al encanto de Jill.
Serena se relajó visiblemente, y mientras que había dominado
esa cara en blanco en la que todos los guardianes destacaban, estaba
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8
claro que se divertía. —Bueno —dijo—, no parece como si estuvieras
haciendo un muy buen trabajo.
Christian se volvió indignado mientras se acariciaba su mejilla
herida. —¡Hey! Lo hacemos. Le enseñé esto.
Serena seguía pensando que todo esto era divertido, pero un
serio, considerado, destello estaba empezando a formarse en sus
ojos. —Eso parece que fue más afortunado que otra cosa —vaciló,
como si estuviera al borde de una gran decisión. Finalmente dijo—:
Mira, si ustedes son serios con esto, entonces necesitan aprender a
hacerlo de la forma correcta. Les mostraré cómo.
No. De ninguna manera.
Estaba seriamente a punto de escaparme de la Corte y hacer
autostop hasta Lehigh para realmente enseñarles como lanzar un
puñetazo —con Serena como mi ejemplo— cuando algo me sacudió
lejos de Lissa y regresé a mi propia realidad. Hans.
Tuve un sarcástico saludo en mis labios, pero no me dio la
oportunidad.
—Olvídate de los archivos, y sígueme. Has sido convocada.
—Yo…‖¿qué?‖—altamente inesperado—. ¿Convocada a dónde?
Su rostro era sombrío. —Para ver a la reina.
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9
Traducido por Marie Annabeth y Gry
Corregido por cYeLy DiviNNa
a última vez que Tatiana había querido gritarme, ella
simplemente me había llevado a uno de sus salones
privados. Esto había hecho un ambiente extraño, como
si nosotros estuviéramos en la hora del té, excepto que las personas
por lo general no gritaban a otras personas durante la hora del té. Y
no había ninguna razón para creer que esto sería... diferente hasta
que me di cuenta que mi escolta me conducía a los edificios
principales de negocios de la Corte, el lugar a donde era conducido
el gobierno real. Mierda. Esto era más serio de lo que yo había
pensado.
Y, de verdad, cuando finalmente fui introducida en el salón
donde Tatiana me esperaba... bueno, yo casi llegué a un punto
muerto y no podía entrar. Sólo un leve toque en mi espalda de uno
de los guardias que iba conmigo me mantuvo adelante. El lugar
estaba lleno.
Yo no sabía por seguridad en cuál salón estaba. Los Moroi
actualmente se mantienen en el salón del trono auténtico para su rey
o reina, pero yo pensaba que esto no era así. Este salón era todavía
pesadamente decorado, transmitiendo un sentimiento de la realeza
L
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0
del viejo mundo, con el moldeado y minuciosamente tallado arreglo
floral y candelabros brillantes de oro sobre las paredes. Había velas
de verdad, encendidas en ellos también. Su luz se reflejaba en las
decoraciones metálicas del salón. Todo brillaba, y sentí como si
hubiera caído en un escenario de producción.
Y de verdad que bien podría serlo. Porque después de observar
un momento, me di cuenta de dónde estaba. Las personas del salón
estaban divididas. Doce de ellas sentadas en una mesa larga sobre
un estrado en el que claramente quisieron decir era el punto de
atención del salón. Tatiana estaba sentada en la mitad de la mesa,
con seis Moroi por un lado y cinco Moroi por el otro. En el otro lado
del salón simplemente habían puesto hileras de sillas —que todavía
se elaboraban y rellenaban con cojines de satén— que estaban
también llenas de Morois. La audiencia.
Las personas que estaban sentadas a los lados de Tatiana eran
consejeros. Ellos eran los más antiguos Morois, quienes de verdad
tenían un aire real. Once Moroi representaban a las once familias
reales. Lissa no tenia dieciocho años —aunque ella estuviera a punto
de tenerlos, me di cuenta en un principio— y por lo tanto no tenía
ningún voto aún. Alguien estaba sentado ahí por Priscilla Voda. Yo
miraba al Consejo, los príncipes y las princesas del mundo Moroi. El
miembro de mayor edad de cada familia reclamaba el titulo real y
un lugar de asesoramiento al lado de Tatiana.
Algunas veces, los mayores cedían el puesto y se lo daban a
alguien de la familia que sentía que era el más capaz, pero los
seleccionados tenían casi siempre más de cuarenta y cinco. El
Consejo elegía al rey o la reina Moroi, una posición que se ocupaba
hasta la muerte o el retiro. En raras ocasiones, con el suficiente
26
1
apoyo de las familias reales, un monarca podía ser removido a la
fuerza de su cargo.
Cada príncipe o princesa en el Consejo era asesorado por un
consejo de familia, y mirando hacia atrás a la audiencia, me di
cuenta de varios grupos de miembros de familia sentados juntos:
Ivashkov, Lazar, Badica... Los de las filas de atrás parecían ser
observadores. Tasha y Adrian se sentaron juntos, y yo sabía a
ciencia cierta que no eran miembros del Consejo Real o consejos de
familia. De todos modos, viéndolos, me sentí un poco más a gusto.
Me quedé cerca de la entrada al salón, moviéndome inquieta de
un pie a otro, preguntándome si estaban almacenando quejas en mi
contra. No había terminado de ganarme humillaciones públicas; al
parecer yo las había ganado delante de los más importantes en el
mundo Moroi. Maravilloso.
Un desgarbado Moroi con el pelo blanco dio un paso adelante,
alrededor del lado de la larga mesa, y se aclaró su garganta.
Inmediatamente, el zumbido de la conversación murió. El silencio
llenó el salón.
—Esta sesión del Real Consejo Moroi se encuentra ahora en
sesión —él declaró—. Su Majestad Real, Tatiana Marina Ivashkov,
preside —él dio una reverencia leve en su dirección y luego
discretamente retrocedió hacia atrás a un lado de la sala, estando
parado cerca de algunos guardias que se alineaban en las paredes
como si ellos mismos fueran parte de la decoración.
Tatiana siempre se vestía de gala en las fiestas en donde yo la
vi, pero para un acontecimiento formal de este tipo, ella realmente
canalizaba la mirada de una reina. Su vestido era de seda azul
marino de manga larga, y llevaba una corona brillante de piedras
26
2
azules y blancas sentadas encima de su cabello minuciosamente
trenzado. En un desfile de belleza, yo habría descrito tales gemas
como piedras falsas. En ella, no puse en duda por un momento que
eran verdaderos zafiros y diamantes.
—Gracias —dijo. Ella también estaba usando su voz real,
resonante e impresionante, llenaba el salón—. Vamos a continuar
nuestra conversación de ayer.
¿Espera... qué? ¿Ellos habían estado hablando de mí ayer también?
Me di cuenta entonces que había envuelto mis brazos alrededor de
mí en una especie de postura protectora, e inmediatamente los había
dejado caer. No quise parecer débil, no importaba lo que tenían
reservado para mí.
—Hoy escucharemos el testimonio de una guardiana recién
graduada —la mirada aguda de Tatiana se posó sobre mí. El salón
entero también lo hizo—. Rosemarie Hathaway, haga el favor de
presentarse.
Lo hice, manteniendo mi cabeza alta y una postura confiada. Yo
no sabía exactamente dónde pararme, entonces escogí el centro del
salón, directamente frente a Tatiana. Si yo iba a ser exhibida en
público, deseé que alguien me hubiera dicho que llevara el uniforme
de guardiana blanco y negro. Lo que sea. Yo no mostraría ningún
miedo, aún en vaqueros y una camiseta. Di una pequeña y
apropiada reverencia y luego la miré a los ojos directamente,
preparándome para lo que vendría.
—Por favor, ¿podría decir su nombre? —preguntó.
Ella ya lo había hecho por mí, pero aun así lo hice. —Rosemarie
Hathaway.
26
3
—¿Cuántos años tiene?
—Dieciocho.
—¿Y durante cuánto tiempo ha tenido dieciocho?
—Pocos meses.
Ella esperó un par de momentos para dejar esto claro, como si
esto fuera una información importante. —Señorita Hathaway,
entendemos que, alrededor de aquel tiempo, usted se retiró de la
Academia St. Vladimir. ¿Esto es correcto?
¿De qué se trataba esto? ¿No era por el viaje a las Vegas con Lissa?
—Sí —no ofrecí a más información. Oh, Dios, yo esperaba que
ella no entrara en lo Dimitri. Ella no debería haber sabido acerca de
mi relación con él, pero era imposible saber qué información podría
extenderse por aquí.
—Usted fue a Rusia a cazar Strigois.
—Sí.
—¿Como un tipo de venganza personal después del ataque a St.
Vladimir?
—Eh... sí.
Nadie dijo nada, pero mi respuesta definitivamente causó un
movimiento en el salón. La gente se movió inquieta, y echaron un
vistazo a sus vecinos. Strigoi siempre inspiraba miedo, y alguien que
los buscaba activamente a ellos era todavía un concepto insólito
entre nosotros. De una manera extraña, Tatiana pareció muy
contenta por esta confirmación. ¿Iba a ser esto usado como más
municiones contra mí?
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4
—¿Nosotros asumiríamos entonces —siguió ella—, que usted es
uno de los que creen en los ataques directos contra los Strigoi?
—Sí.
—Muchos tuvieron reacciones diferentes al atentando en San
Vladimir —dijo ella—. Usted no es el único dhampir que quería
devolver el golpe contra los Strigoi, aunque usted fuera
seguramente la más joven.
Yo no tenía conocimiento acerca de otras personas en juergas de
vigilantes, bueno, aparte de algunos dhampirs imprudentes en
Rusia. Si esa era la historia acerca de mi viaje, estaba dispuesta a
creer que estaba bien conmigo.
—Tenemos informes tanto de guardianes como de Alquimistas
en Rusia que tuvieron éxito —esta era la primera vez que yo había
oído que los Alquimistas fueran mencionados en público, pero
desde luego ellos serían un tema común entre el Consejo—. ¿Puede
usted decirme a cuántos asesinó?
— Yo... —la miré con sorpresa—, no estoy segura, Su Majestad.
Por lo menos... —me devané el cerebro—, siete —podrían haber sido
más. Ella pensaba lo mismo.
—Eso podría ser una estimación modesta comparada a lo que
nuestras fuentes dicen —ella observó grandiosamente—, sin
embargo, todavía es un número impresionante. ¿Realizaste las
matanzas tu misma?
—A veces lo hice. A veces tenía ayuda. Había... algunos
dhampirs con los que trabajé de vez en cuando —técnicamente, yo
había tenido la ayuda de un Strigoi también, pero no iba a
mencionar esto.
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5
—¿Ellos estaban cerca de su edad?
Tatiana no dijo más, y como si hubiera recibido una señal, una
mujer junto a ella hablo. Creí que ella era la princesa Conta.
—¿Cuándo mató a su primer Strigoi?
Fruncí el ceño. —En diciembre pasado.
—¿Y usted tenía diecisiete años?
—Sí.
—¿Realizó aquella matanza usted misma?
—Bueno... sobre todo. Un par de amigos me ayudaron con la
distracción.
Tenía la esperanza de que ellos no fueran a presionar por más
detalles. Mi primera matanza ocurrió cuando Mason había muerto,
y aparte de los acontecimientos que rodearon a Dimitri, aquel
recuerdo me atormentaba más.
Pero la Princesa Conta no quería demasiados detalles. Ella y los
demás —que pronto se unieron en los interrogatorios— en su
mayoría querían saber de mis matanzas. Ellos ligeramente
estuvieron interesados en saber cuáles otros dhampirs me habían
ayudado, pero no quería entrar en cuándo había tenido ayuda
Moroi. Ellos también pasaron por alto mi expediente disciplinario,
lo que me pareció desconcertante. El resto de mis detalles
académicos fue mencionado: mis grados excepcionales de combate,
cómo yo había sido uno de las mejores cuando Lissa y yo nos
habíamos escapado en nuestro segundo año de estudiantes, y la
rapidez con que había recuperado el tiempo perdido la mejor de mi
clase otra vez (al menos en cuanto a la lucha se refería). Ellos
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6
hablaron también de cómo había protegido a Lissa siempre cuando
nosotras estábamos solas en el mundo, y finalmente concluyó con
mis excepcionales puntajes de prueba.
—Gracias, Guardiana Hathaway. Usted puede marcharse.
La voz desdeñosa de Tatiana no dejaba lugar a dudas. Ella me
quería sacar de allí. Yo estaba más que deseosa por obedecer, dando
otras reverencia, y luego me apresuré hacia fuera. Eché un vistazo
rápido a Tasha y Adrian cuando lo hice, y la voz de la reina resonó
hacia fuera cuando abrí la puerta. —Esto concluye nuestra sesión de
hoy. Nos reuniremos de nuevo mañana.
No me sorprendió cuando Adrian me alcanzó a los pocos
minutos. Hans no me hubiera mandado a regresar y trabajar
después de la sesión, así que había decidido leer acerca de la
libertad.
—Bien —dije deslizando la mano en Adrian—. Ilústreme con su
Real sabiduría política. ¿Qué fue todo eso?
—No tengo idea. Soy la última persona en preguntar acerca de
materia política —dijo él—. Yo ni siquiera voy a esas cosas, pero
Tasha me encontró en el último minuto y me dijo que fuera con ella.
Supongo que consiguió saber que estarías allí, pero estaba tan
confundida —ninguno de los dos había dicho nada, pero me di
cuenta que yo lo llevaba hacia uno de los edificios que ocupaba el
comercio, restaurantes, tiendas, etc. Me estaba muriendo de hambre,
de repente.
—Tuve la impresión de que esto era parte de algo que ya habían
estado hablando, ella mencionó su último período de sesiones.
26
7
—Estuvo cerrado. Desde la mañana. Nadie sabe lo que están
discutiendo.
—¿Entonces por qué hacen esto público? —no me pareció justo
que la reina y el Consejo puedan tomar y elegir lo que ellos quieren
compartir con los demás. Todo debería haber sido público.
Él frunció el ceño. —Probablemente porque ellos van a celebrar
una votación en breve, y esto será público. Si tu testimonio juega
algún papel, entonces el Consejo puede querer asegurarse que otro
Moroi lo atestiguó, de modo que todo el mundo entienda la decisión
cuando esta venga —hizo una pausa—, pero ¿qué se yo? Yo no soy
político.
—Lo haces sonar como que ya está decidido —me quejé—. ¿Por
qué tener un voto total? ¿Y por qué yo tendría que ver en algo con el
gobierno?
Él abrió la puerta a una pequeña cafetería donde vendían
comida rápida para el almuerzo, hamburguesa y emparedados.
Adrian había sido educado en restaurantes de lujo y alimento
gourmet. Creo que él lo preferiría, pero también sabía que no me
gustaba estar en la pantalla o que se nos recuerde que yo no era un
miembro Real de una familia de elite. Aprecié que supiera que hoy
quería algo ordinario.
Sin embargo, el estar juntos nos habíamos ganado unas pocas
miradas curiosas y susurros de los clientes del restaurante. En la
escuela, nosotros habíamos sido una fuente de especulación, ¿pero
aquí en la Corte? Éramos la principal atracción. Las imágenes eran
importantes en la Corte, y la mayoría de las relaciones dhampir-
Moroi se llevaban a cabo en secreto. Nosotros siendo tan abiertos —
especialmente teniendo en cuenta las conexiones de Adrian— era
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escandaloso y chocante, y la gente no era siempre discreta con sus
reacciones. Yo había oído todo tipo de cosas desde que regresé a la
Corte. Una mujer me había llamado desvergonzada. Otro había
especulado en voz alta acerca de por qué Tatiana simplemente no
había ‚tratado conmigo‛.
Afortunadamente, la mayor parte de nuestra audiencia se
concentraba con miras en nuestro mundo, haciendo que fueran
fáciles de ignorar. Había una pequeña línea de pensamiento en la
frente de Adrian cuando nos sentamos en una mesa. —A lo mejor
están votando para que seas guardiana de Lissa después de todo.
Estaba tan asombrada que no pude decir nada durante varios
segundos, cuando la camarera se apareció de repente. Finalmente
balbuceé mi pedido y luego miré fijamente a Adrián con los ojos
muy abiertos.
—¿En serio? —la sesión había sido un examen de mis
habilidades, después de todo. Eso tuvo sentido. Excepto...— No. El
Consejo no iba a molestase en sostener reuniones sobre la asignación
de un guardián —mis esperanzas se cayeron.
Adrián se encogió de hombros reconociéndolo. —Es verdad.
Pero esto no es una asignación de guardia ordinaria. Lissa es la
última de su estirpe. Todo el mundo, incluyendo a mi tía, tiene un
interés especial en ella. Dándole a alguien como tú que es tan... —le
di una mirada peligrosa cuando se agarró de una palabra—,
...polémica, podría molestar a algunas personas.
—Y es por eso que en realidad me querían allí, para describir lo
que he hecho. Convencer a la gente en persona que soy competente
—incluso mientras decía las palabras, todavía no me atrevía creer en
ellas. Era demasiado bueno para ser verdad—. Simplemente no
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9
puedo imaginármelo, ya que parecen estar en tanto problemas con
los guardianes.
—No sé —dijo él—. Esto sólo es una suposición. ¿Quién sabe?
Tal vez ellos realmente piensan que la cosa de Las Vegas era
simplemente una travesura inofensiva —había un tono amargo en
su voz sobre esto—. Y yo te dije que la Tía Tatiana te vendría
encima. Tal vez ella quiere que tú seas la guardiana de Lissa ahora,
pero tiene que hacer una demostración pública para justificarlo.
Era una idea sorprendente. —¿Pero si realmente consigo venir
con Lissa, qué vas hacer? ¿Volverte respetable y venir a la
universidad también?
—No lo sé —dijo él, con sus ojos verdes pensativos mientras
tomaba su bebida—. Tal vez lo haré.
Eso fue tan inesperado, y mi conversación con su madre regresó
a mi mente. ¿Qué pasaba si yo era la guardiana de Lissa en la universidad
y él estaba con nosotros durante los próximos cuatro años? Yo estaba
bastante segura que Daniella había pensado que nosotros nos
separaríamos este verano. Yo pensaba lo mismo... y me sorprendí al
sentir que podría conseguir quedarme con él. Dimitri siempre
dejaba mi corazón lleno de dolor y nostalgia, pero yo aún quería a
Adrian en mi vida.
Sonreí abiertamente hacia él y descansé mi mano sobre la suya.
—No estoy segura de lo que yo haría contigo si fueras respetable.
Él llevó mi mano a sus labios y la besó. —Tengo algunas
sugerencias —me dijo. Yo no sabía si eran sus palabras o el sentir su
boca sobre mi piel lo que envió temblores a través de mí. Estuve a
punto de preguntar lo que esas sugerencias eran cuando nuestro
interludio fue interrumpido... por Hans.
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0
—Hathaway —él dijo, con una ceja arqueada mientras
permanecía de pie sobre nosotros—. Usted y yo tenemos algunas
ideas muy diferentes sobre‖la‖definición‖de‖‚castigo‛.
Él tenía razón. En mi mente, castigo implicaba cosas fáciles
como azotamientos y hambre. No presentación.
En cambio, contesté: —Usted no me dijo que volviera después
de ver a la reina.
Me dio una mirada exasperada. —Yo tampoco le dije que se
fuera de cita. Vamos. De regreso a las bóvedas.
—¡Pero tengo un HDA que está viniendo!
—Tendrá su hora de almuerzo en otro par de horas como el
resto de nosotros.
Traté de reprimir mi indignación. Ellos no me habían estado
dando de comer cortezas de pan y agua durante los detalles de mi
trabajo, pero la comida no había estado mucho mejor. En ese mismo
momento, la camarera regresó con nuestra comida. Agarré el
emparedado antes de que ella dejara los platos y lo envolví en una
servilleta. —¿Puedo tomarlo para llevar?
—Si se lo puede comer antes de que nosotros regresemos —su
voz era escéptica, y la bóveda estaba muy cerca. Claramente, él
subestimaba mi habilidad de consumir el alimento.
A pesar de la expresión de desaprobación de Hans, di a Adrian
un beso de despedida y una mirada que le dijo que tal vez nosotros
seguiríamos con nuestra conversación. Él me dio una sonrisa feliz,
sabiendo que sólo lo vi durante un segundo antes de que Hans me
ordenara la distancia. Fiel a mis expectativas, me las arreglé para
obtener el emparedado antes de que llegáramos a los edificios de los
27
1
guardianes aunque realmente sentía un poco de nausea para la
siguiente media hora más o menos.
Mi almuerzo era casi a la hora de la cena para Lissa, en el
mundo humano. Volviendo a mi castigo miserable, me animé un
poco en la alegría que la atravesaba corriendo nuestro enlace. Ella
había pasado el día entero en su viaje de campus de Lehigh, y era
todo lo que había esperado que podría ser. Le gustaba todo. Amaba
los bellos edificios, los jardines, los dormitorios... y sobre todo las
clases. Un vistazo al catálogo de cursos abrió un mundo de materias
que la educación superior, incluso en St. Vladimir, no nos habría
ofrecido. Quería ver y hacer todo lo que la escuela tenía que ofrecer.
Y aun cuando ella lamentaba que yo no estuviera allí, todavía
estaba excitada sobre el hecho de que era su cumpleaños. Priscilla le
había dado alguna elaborada joyería y había prometido una cena de
lujo esa noche. Esto no era exactamente el tipo de celebración que
Lissa había esperado, pero la emoción de su décimo octavo
cumpleaños todavía era embriagadora, especialmente cuando miró
alrededor hacia la escuela de ensueño a la que asistiría pronto.
Confieso que sentí una punzada de celos. A pesar de la teoría
de Adrian sobre por qué la reina me había llamado hoy, sabía —al
igual que Lissa— que las probabilidades de que me fuera a la
universidad con ella eran todavía probablemente inexistentes.
Alguna pequeña parte de mí no podía entender cómo Lissa podría
estar excitada sobre ello si yo no iba estar con ella todo el tiempo.
Infantil de mi parte, lo sé.
Yo no tenía mucho tiempo para ponerme de mal humor, sin
embargo. Una vez que todas las giras se hicieron, el séquito de Lissa
volvió al hotel. Priscilla les dijo que ellos podrían limpiar a fondo
por una hora o antes de ir a la cena. Para Lissa, esto quiso decir más
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2
tiempo de práctica, de lucha. Mi estado de ánimo melancólico de
inmediato se volvió furioso.
Las cosas se pusieron peor cuando me di cuenta que, al
principio del día, Serena había contado a Grant sobre Lissa y el
deseo de Christian de defenderse. Él al parecer pensó que esto era
una buena idea también. Esto figuraría. Lissa tenía dos guardias
progresivos. ¿Por qué no podía haber llegado a alguna persona pesada, de
la vieja escuela, que se horrorizara ante la idea de que un Moroi siquiera
pensara en luchar contra un Strigoi?
Así que, mientras yo me sentaba impotente e incapaz de hacer
entrar en razón a golpes a cualquiera de ellos, Lissa y Christian
ahora tenían dos instructores. Esto no sólo significa más
oportunidades de aprendizaje, también quería decir que Serena
tenía un compañero competente para demostrar ciertos
movimientos. Ella y Grant, discutiendo y explicando maniobras,
mientras Lissa y Christian se miraban con los ojos muy abiertos.
Por suerte (bien, no para Lissa), ella y yo pronto notamos algo.
Los guardias no sabían la verdadera razón por la que Lissa estaba
interesada en los enfrentamientos. ¿Ellos no tenían ni idea —¿y
cómo podrían tenerla?— que ella quería ir a la caza y estacar a un
Strigoi con la débil esperanza de devolverle la vida. Ellos pensaron
que ella sólo quería aprender la defensa básica, algo que les pareció
muy prudente. De modo que fue lo que ellos le enseñaron.
Grant y Serena también hicieron a Lissa y a Christian practicar
el uno con el otro. Sospeché que había un par de razones para esto.
Una era que Lissa y Christian no tenían la habilidad de causarse
mucho daño el uno al otro. La segunda razón consistía en que esto
divertía a los guardianes.
27
3
Eso no divirtió a Lissa y a Christian. Todavía había tanta
tensión entre ellos, tanto sexual como enojo, que ellos se ofendían
por estar en contacto cercano. Grant y Serena pararon a los dos
Moroi de hacer más que lastimarse en la cara, pero los ataques
simples a menudo significaban rozarse el uno contra el otro, los
dedos que se deslizan contra la piel en el calor de la acción. De vez
en cuando, los guardianes hacían a alguien jugar de Strigoi,
poniendo a Lissa o Christian en la ofensiva. Los dos Moroi le dieron
la bienvenida a esto hasta cierto punto; después de todo, los ataques
directos consistían en lo que ellos querían aprender.
Pero, cuando Christian (jugando a Strigoi) embistió contra Lissa
y la empujó contra una pared, aprender la ofensiva de repente no
parecía una idea tan buena. La maniobra los presionó directamente
el uno hasta el otro, sus brazos sosteniendo los suyos. Ella podía
olerlo y sentirlo y fue dominada por la fantasía de él sosteniéndola
ahí mismo y besándola.
—Pienso que ustedes dos deberían volver a defensa básica —
dijo Grant, interrumpiendo sus sentimientos traidores. Él sonó como
si estuviera más preocupado de ellos haciéndose daño el uno al otro
que la posibilidad de que pudieran comenzar a besarse.
Lissa y Christian necesitaron un momento para registrar sus
palabras, sin mencionar la parte del uno y el otro. Cuando lo
hicieron, ambos evitaron el contacto con sus miradas y volvieron al
entrenamiento. Los guardias se lanzaron a más ejemplos de cómo
evitar a un atacante. Lissa y Christian habían visto esto tantas veces
que sabían la lección de memoria, y su atracción más temprana
cedió el paso a la frustración.
Lissa era demasiado cortés para decir algo, pero después de
quince minutos de Serena y Grant mostrando cómo bloquearlos con
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4
los brazos y esquivar a alguien alcanzándole, Christian finalmente
habló. —¿Cómo estacan a un Strigoi?
Serena se heló en las palabras de Christian. —¿Dijiste estacar?
En vez de estar sobresaltado, Grant se rió entre dientes. —No
pienso que esto sea algo de lo cual tengas que preocuparte. Tienes
que concentrarte en escaparte de un Strigoi, no acercarte más.
Lissa y Christian intercambiaron una mirada inquieta.
—Ayudé a matar a un Strigoi antes —indicó Christian—. Usé el
fuego en el ataque de la escuela. ¿Dices que eso no está bien? ¿Que
yo no debiera haberlo hecho?
Ahora Serena y Grant intercambiaron vistazos. Ah, pensé.
Aquellos dos no eran tan progresivos como pensé. Ellos venían
desde un punto de vista de defensa, no ofensa.
—Por supuesto que deberías —dijo Grant por fin—. Lo que
hiciste fue asombroso. ¿Y en una situación similar? Seguro. Uno no
querría estar indefenso. Pero eso es... tienes tu fuego. Si esto se
tratara de ti luchando contra un Strigoi, tu magia va a ser el camino
a seguir. Ya sabes usarlo, y te mantendrá a salvo de su acercamiento.
—¿Y yo? —Preguntó Lissa—. No tengo ninguna clase de magia
así.
—Nunca estarás lo suficientemente cerca de un Strigoi para que
ello sea un problema —dijo Serena ferozmente—. No te dejaremos.
—Además —añadió Grant con diversión—, no es como si
estuvieran llevando estacas a todos lados —yo habría dado lo que
sea para que ellos miraran en su maleta entonces.
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5
Lissa mordía su labio y rechazó hacer contacto visual con
Christian otra vez, por miedo de dar a conocer sus intenciones. Esto
no iba de acuerdo con su loco plan. Christian, otra vez, tomó la
delantera.
—¿Puedes al menos darnos una demostración? —Él preguntó,
intentando, y teniendo éxito, para parecer alguien que sólo busca lo
sensacional y emocionante—. ¿Es difícil hacerlo? Parece que sólo
tienes que apuntar y golpear.
Grant resopló. —Apenas. Hay un poco más de ello que eso.
Lissa se inclinó adelante, abrazando sus manos juntas cuando
siguió el ejemplo de Christian. —Bien, no te preocupes por
enseñarnos. Sólo muéstranos.
—Sí. Veamos —Christian se movió agitadamente al lado de ella.
Cuando lo hizo, sus brazos se rozaron, y al instante ellos se
movieron aparte.
—No es un juego —dijo Grant. Sin embargo, él buscó su abrigo
y sacó su estaca. Serena lo miró incrédulamente.
—¿Qué vas a hacer? —ella preguntó—. ¿Estacarme?
Él dio aquella pequeña sonrisita suya y rebuscó en el cuarto con
sus ojos agudos. —Por supuesto que no. Ah. Allí están —él fue hasta
un pequeño sillón que tenía una almohada decorativa. Lo levantó y
probó su anchura. Era gordo y densamente lleno de alguna clase de
relleno denso. Volvió a Lissa e hizo gestos para que ella se pusiera
de pie. Al asombro de todo el mundo, él le dio su estaca.
Trabando su cuerpo en una posición rígida, él agarró la
almohada con fuerza entre sus manos y la puso a unos pies delante
de él. —Vamos —él dijo—. Apunta y golpea.
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—¿Estás loco? —preguntó Serena.
—No te preocupes —dijo él—. La princesa puede permitirse los
imprevistos. Demuestro un punto. Golpee la almohada.
Lissa vaciló sólo unos momentos más. Un entusiasmo que
pareció excepcionalmente intenso la llenó. Yo sabía que ella había
estado preocupada por aprender esto, pero su deseo de ello parecía
mayor que antes. Presionando sus dientes, ella anduvo adelante y
torpemente trató de empalar la almohada con su estaca. Ella era
cautelosa, temiendo hacerle daño a Grant, pero no había ninguna
necesidad de preocuparse. Ella no se desplazó hasta él, y todo lo que
logró con la estaca fue enganchar levemente la tela de la superficie.
Intentó unas veces más, pero sólo consiguió un poco más.
Christian, siendo quién es, dijo: —¿Eso es todo lo que puedes
hacer?
Fulminándolo con la mirada, ella le dio la estaca. —Hazlo
mejor.
Christian estaba de pie, la sonrisa desapareció cuando estudiaba
la almohada críticamente y evaluaba su golpe. Mientras lo hacía,
Lissa echó un vistazo alrededor y vio el humor en los ojos de los
guardianes. Incluso Serena se había relajado. Ellos mostraban su
punto, demostrando que estacar no era una cosa fácil de aprender.
Yo estaba contenta, y mi opinión de ellos se elevó.
Christian finalmente hizo su movimiento. Realmente perforó la
tela, pero la almohada y su relleno demostraron ser demasiado para
abrir camino. Y, otra vez, Grant no fue sacudido en absoluto.
Después de más intentos fracasados, Christian se sentó otra vez y
devolvió la estaca. Era algo divertido ver que la actitud creída de
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Christian se derribaba un poco. Incluso Lissa disfrutaba de ello, a
pesar de su propia frustración sobre cuán difícil era eso.
—El relleno es demasiado resistente —se quejó Christian.
Grant dio su estaca a Serena. —¿Qué, piensas que el cuerpo del
Strigoi va a ser más fácil de pasar? ¿Con músculos y costillas en el
camino?
Grant regresó en su posición y, sin vacilar, Serena golpeó con la
estaca. La punta pasó del otro lado de la almohada, poniendo un
alto delante de Grant, diminutas piezas mullidas del relleno fueron
a la deriva hacia la tierra. Ella se sacudió y lo estacó como si hubiera
sido la cosa más simple en el mundo.
Tanto Christian como Lissa miraron fijamente con asombro. —
Déjame intentar otra vez —dijo él.
Cuando Priscilla los llamó a la comida, no había una almohada
entera en aquel cuarto de hotel. Dios, ella iba a estar sorprendida
cuando tuviera la cuenta. Lissa y Christian seguían golpeando con la
estaca mientras los guardias miraban con aire superior, confiando en
que su mensaje estaba siendo entregado. Estacar Strigois no era fácil.
Lissa lo consiguió finalmente. Ella se dio cuenta que, de algún
modo, perforar una almohada —o un Strigoi— no era sobre
entenderlo desde el principio. Seguramente, ella había oído que yo
hablaba de alinear el tiro para ponerlo directo al corazón y pasar las
costillas, pero esto era más que el conocimiento. Mucho de ello era la
fuerza, fuerza que ella físicamente no tenía aún. Serena, aunque
aparentemente menuda, había gastado años aumentando sus
músculos y podía pasar aquella estaca prácticamente por cualquier
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cosa. Una hora de lección no daría a Lissa esa clase de fuerza, y ella
se lo susurró a Christian cuando el grupo salió a la comida.
—¿Te estás rindiendo ya? —él preguntó, su voz igualmente baja
cuando ellos se montaron en el asiento trasero del SUV. Grant,
Serena y un tercer guardia estaban allí también, pero ellos estaban
metidos en una discusión.
—¡No! —Lissa dijo—. Pero tengo que, entrenar antes de que yo
pueda hacerlo.
—¿Como levantar pesas?
—Yo... no lo sé —los demás todavía se hablaban el uno al otro,
pero el tema de Lissa era demasiado peligroso para ella, para
arriesgarse a que los escucharan. Se inclinó cerca de Christian,
acobardada otra vez cuando su proximidad y familiaridad la
afectaron. Tragando, ella trató de mantener su cara impasible y
atenerse al tema—. Pero no soy lo bastante fuerte. Es físicamente
imposible.
—Suenas como si te estuvieras rindiendo.
—¡Oye! Tú tampoco lograste atravesar ninguna de esas
almohadas tampoco.
Él enrojeció ligeramente. —Casi pasé aquella verde.
—¡Había apenas algo en ella!
—Sólo necesito más práctica.
—No tienes que hacer nada —disparó ella, luchando por
mantener su voz tranquila a pesar de su cólera—. Esta no es tu
lucha. Es la mía.
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9
—Oye —él se rompió, sus ojos brillaban como diamantes azules
claros—,‖est{s‖loca‖si‖piensas‖que‖voy‖a‖dejarte‖ir‖sola‖y‖arriesgar…
Él se calló y realmente mordió su labio, como si eso fuera
suficiente para que parara de hablar. Lissa le contempló, y nosotras
dos comenzamos a preguntarnos cómo él la habría terminado. ¿Qué
no arriesgaría él? ¿A ella misma poniéndose en peligro? Eso suponía.
Incluso sin la conversación, él dijo mucho con su expresión. Por
los ojos de Lissa, le vi beber en sus rasgos y tratar de esconder sus
emociones. Por fin, él se sacudió lejos y rompió aquel espacio íntimo
entre ellos, yéndose tan lejos de ella como él podría.
—Bien. Haz lo que quieras. No me preocuparé.
Ninguno de ellos habló después de esto, y ya que era la hora de
comer para mí, volví a mi propia realidad y le di la bienvenida a mí
almuerzo, sólo para ser informada por Hans de que tenía que seguir
trabajando.
—¡Vamos! ¿No es hora de comer? Tienes que alimentarme —
exclamé—. Esto está más allá de ser sólo cruel. Al menos lánzame
algunas migas.
—Realmente te alimenté. O, pues, te alimentaste cuando
ingeriste aquel bocadillo. Quisiste tu tiempo de almuerzo entonces.
Lo conseguiste. Ahora sigue trabajando.
Cerré de golpe mis puños contra la cantidad interminable de
papel delante de mí. —¿Puedo al menos hacer algo más? ¿Pintar
edificios? ¿Arrastrar rocas?
—Lo siento, pero no —una sonrisa se enroscó en las esquinas de
sus labios—. Hay mucha clasificación que necesitamos hacer.
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0
—¿Cuánto más? ¿Cuánto más va a castigarme?
Hans se encogió de hombros. —Hasta que alguien me diga que
pare.
Él me dejó en paz otra vez, y me incliné atrás en mi silla,
tratando de no tirar la mesa delante de mí. Pensé que esto me haría
sentir momentáneamente mejor, pero también significaba que yo
tendría que rehacer el trabajo que ya había hecho. Con un suspiro,
volví a mi tarea.
Lissa estaba en la comida cuando la encontré mediante la
conexión. Podría haber sido técnicamente en honor a su cumpleaños
pero, realmente, era toda una conversación Real con Priscilla. No era
ninguna forma de pasar un cumpleaños, me decidí. Yo tendría que
arreglar esto apenas ganara la libertad. Tendríamos una verdadera
fiesta, y yo sería capaz de darle mi regalo de cumpleaños: las
magníficas botas de cuero que Adrian me había ayudado a
conseguir en la escuela.
Estar en la cabeza de Christian podría haber sido más
interesante, pero ya que no era una opción, volví a mi propio yo,
recordando mi conversación más temprana con Adrian. ¿Iba
finalmente este castigo a terminarse? ¿Iba un decreto real oficial a
reunirnos a Lissa y a mí por fin, a pesar de la política normal de los
guardianes?
Tratar de entenderlo se parecía a estar en la rueda de un
hámster. Mucho trabajo. Ningún progreso. Pero me hizo pasar por
la conversación de la comida, y antes de que lo supiera, el grupo de
Lissa se levantaba y se dirigía hacia la puerta del restaurante. Estaba
oscuro ahora, y Lissa no podía sentir menos que la rareza de estar en
una lista humana. En la escuela o en la Corte, esto sería el medio del
28
1
día. En cambio, ellos se dirigían ahora a su hotel y se acostarían.
Bien, probablemente no en seguida. Yo sin duda sabía que si Lissa y
Christian pudieran terminar su enfado, estarían de vuelta
apuñalando más almohadas. Tanto como yo quería que ellos
volvieran a salir otra vez, no podía pensar en que ellos estaban
mucho más seguros separados.
O tal vez no.
El grupo había salido del restaurante después de la hora de
comida normal, entonces todo estaba vacío cuando salieron. Los
guardias no habían aparcado exactamente en la parte trasera, pero
no estaban cerca de la entrada principal tampoco. Ellos se habían
encargado, sin embargo, de aparcar al lado de una de las lámparas
de la calle que iluminaban el lote.
Excepto que no estaba encendida ahora. La luz estaba rota.
Grant y el guardia de Priscilla lo notaron en seguida. Era la
clase de detalles que fuimos entrenados para notar: algo extraño,
algo que podría haber cambiado. De un salto, dos de ellos tenían
una estaca y bordeaban a los Morois. Sólo se necesitaron segundos
para que Serena y el guardia encomendado a Christian lo siguieran.
Era algo más de por lo que fuimos entrenados a hacer. Estar de
guardia. Reaccionar. Seguir a sus colegas.
Ellos eran rápidos. Todos ellos eran rápidos. Pero no importó.
De repente, había Strigois en todas partes.
No estoy completamente segura de dónde vinieron. Tal vez
habían estado detrás de los coches o en los bordes del aparcamiento.
Si yo hubiera tenido la vista de un ojo de ave de la situación o
hubiera estado allí yo misma con mi ‚alarma de náusea‛, podría
28
2
haber tenido un mejor sentido de todo esto. Pero yo miraba la
escena por los ojos de Lissa, y los guardias salían de su modo de
bloquearla del Strigoi que pareció haber aparecido del aire. La
mayor parte de las acciones eran un aspecto borroso para ella. Sus
guardaespaldas la empujaban alrededor, tratando de mantenerla a
salvo cuando las caras blancas con ojos enrojecidos aparecieron en
todas partes. Ella vio todo esto por una neblina llena del miedo.
Pero, dentro de poco, nosotras dos podríamos ver a la gente
morir. Serena, tan rápida y fuerte como había estado en el cuarto del
hotel, estacó a un varón Strigoi limpiamente por el corazón.
Entonces, a cambio, un Strigoi femenino saltó hacia el guardia de
Priscilla y rompió su cuello. Lissa era distantemente consciente del
brazo de Christian alrededor de ella, presionándola contra el SUV y
protegiéndola con su propio cuerpo. Los guardias restantes también
formaban todavía un anillo protector tan bien hecho como ellos
podían, pero eran distraídos. Su círculo vacilaba, y ellos se caían.
Uno tras otro, los Strigois mataron a los guardias. No era por
falta de la habilidad de parte de los guardias. Ellos eran
simplemente superados en número. Un Strigoi arrancó la garganta
de Grant con sus dientes. Serena era azotada con fuerza contra el
asfalto, aterrizando con su cabeza y sin ningún movimiento. Y, el
horror de horrores, no pareció que los Strigoi evitaran a los Moroi
tampoco. Lissa —empujaba con tanta fuerza contra el SUV que
parecía como si ella pudiera ser una de ellos— vio fijamente con los
ojos muy abiertos cuando un Strigoi rápida y eficazmente rasgó el
cuello de Priscilla, haciendo una pausa para beber su sangre. La
mujer Moroi no tuvo tiempo para registrar la sorpresa, pero al
menos no hubo ningún verdadero sufrimiento. Las endorfinas
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3
atenuaron el dolor cuando la sangre y la vida fueron drenadas de su
cuerpo.
Las emociones de Lissa cambiaron en algo más allá del miedo,
algo que apenas parecía algo en absoluto. Ella estaba en shock.
Entumecida. Y con una certeza fría, difícil, ella sabía que su muerte
venía y la aceptó. Su mano encontró a Christian, apretándolo
fuertemente, y dando vuelta hacia él, ella tomó un poco de la
comodidad sabiendo que lo último que vería en la vida era el
hermoso, azul cristalino de sus ojos. De la mirada de su cara, sus
pensamientos estaban a lo largo de temas similares. Había calor en
sus‖ojos,‖calor‖y‖amor‖y…
Total y completo asombro.
Sus ojos se ensancharon, concentrándose en algo detrás de
Lissa. En aquel mismo momento, una mano agarró el hombro de
Lissa y la azotó alrededor. Aquí es, una pequeña voz dentro de ella
susurrado. Aquí es donde muero.
Entonces, ella entendió el asombro de Christian.
Ella afrontaba a Dimitri.
Como yo, ella tenía aquel sentido surrealista de él todavía
siendo Dimitri pero no siendo Dimitri. Todos sus rasgos eran los
mismos... y aún tan diferentes. Ella trató de decir algo, pero
mientras las palabras se formaron en sus labios, ella sólo no podía
lograr sacarlas.
El calor intenso de repente llameó detrás de ella, y una luz
brillante encendió los rasgos pálidos de Dimitri. Ni Lissa ni yo
teníamos que ver a Christian para saber que él había producido una
pelota de fuego con su magia. El choque de ver a Dimitri o el miedo
28
4
por Lissa habían puesto a Christian en acción. Dimitri bizqueó
ligeramente a la luz, pero entonces una sonrisa cruel enroscó sus
labios, y la mano que se apoyaba en su hombro se deslizó hasta su
cuello.
—Apágalo —dijo Dimitri—. Apágalo o ella muere.
Lissa finalmente encontró su voz, a pesar de su falta de aire. —
No lo escuches —dijo con voz entrecortada—. Él va a matarnos de
todos modos.
Pero, detrás de ella, el calor murió. Las sombras cayeron a
través de la cara de Dimitri otra vez. Christian no la arriesgaría,
aunque ella tuviera razón. Parecía que apenas importaba.
—Realmente —dijo Dimitri, su voz agradable entre la severa
escena—, necesito que ustedes dos se mantengan vivos. Al menos
durante un tiempo más.
Sentí que la cara de Lissa se movía a un ceño fruncido. Yo no
habría estado sorprendida si Christian lo hiciera también, juzgando
por la confusión de su voz. Él no podía manejar hasta un comentario
creído. Él sólo podría preguntar lo obvio: —¿Por qué?
Los ojos de Dimitri brillaron. —Porque los necesito como carnada
para Rose.
28
5
Traducido por *!!!BellJolie!!!*
Corregido por Andy Parth
ntonces, en mi mente el pánico se alejó, levantándome,
correría hacia Lehigh —a pesar de estar a millas y millas
de distancia—, parecía un plan totalmente sólido. Más
tarde, con un latido de mi corazón, supe que estaba fuera de mi
alcance. Muy, muy fuera de mi alcance.
Mientras saltaba fuera de la mesa y salía de la habitación, sentí
un deseo repentino de Alberta. Yo la había visto entrar en acción en
St. Vladimir y sabía que podía hacerse cargo de cualquier situación.
En este punto de nuestra relación, ella respondería a cualquier
amenaza que le llevara. Los guardianes de la Corte todavía eran
desconocidos para mí. ¿A quién podía acudir? ¿Hans? El tipo me
odiaba, él no me habría creído, no como Alberta o mi madre.
Corriendo por los pasillos tranquilos, rechacé todas esas
preocupaciones. No importaba. Yo lo haría creer. Me gustaría
encontrar a alguien que pudiera. Cualquiera que pudiera tener a
Lissa y Cristian fuera de esto.
Solo tú puedes, una voz susurró en mi cabeza. A ti es a quien
Dimitri quiere. No hice caso del pensamiento que en gran parte era
mi distracción, y choqué con alguien al dar vuelta en la esquina.
E
28
6
Di un grito ahogado que sonó como ‚Oomph‛ cuando mi cara
se estrellaba contra el pecho de alguien. Miré hacia arriba. Mikhail.
Habría sido relevado, cuando yo estaba demasiada bombeada, llena
de adrenalina y preocupación. Lo agarré por la manga y empecé a
tirar de él hacia la escalera.
—¡Vamos, tenemos que ayudar!
Mikhail se quedó, sin moverse en contra de mi agarre. Frunció
el ceño, con tranquilidad en la cara. —¿De qué estás hablando?
—¡Lissa! Lissa y Christian. Ellos han sido capturados por
Strigois —por Dimitri—. Podemos encontrarlos. Puedo encontrarlos.
Pero tenemos que darnos prisa.
La confusión de Mikhail creció. —Rose... ¿Cuánto tiempo has
estado aquí?
Yo no tengo tiempo para esto. Dejándolo, huí por las escaleras
hasta la planta principal del complejo. Un momento después, oí sus
pasos detrás de mí. Cuando llegara a la oficina principal, esperaba
que alguien me castigara, y dejaría mi castigo a un lado, a
excepción…‖de‖que‖nadie‖parecía‖incluso‖notarme.
La oficina era un caos. Los guardianes se iban corriendo, el
llamado ya estaba hecho, y las voces se elevaban a niveles
frenéticos. Ellos lo sabían, me di cuenta. Ellos ya lo sabían.
—¡Hans! —llamé, empujándome entre la multitud. Estaba al
otro lado de la habitación y acababa de colgar, una llamada del
celular—. Hans, yo sé dónde están. En donde los Strigoi se llevaron
a Lissa y Christian.
—Hathaway, no tengo tiempo para su... —su ceño se frunció—.
Usted tiene ese vínculo.
28
7
Me miró con asombro. Había estado preparada para que me
despidiera con fastidio. Había estado lista para que una larga pelea
lo convenciera. Le hice un gesto apresurado.
—Yo lo vi. Vi todo lo que pasó —ahora me frunció el ceño—.
¿Cómo lo saben ustedes?
—Serena —dijo con gravedad.
—Serena est{‖muerta…
Negó con la cabeza. —No, todavía no. A pesar de que
ciertamente ella sonaba así en el teléfono. Lo que sucedió, sólo lo
llevó a hacer esa llamada. Tenemos alquimistas yendo a buscarla,
y…‖para‖limpiar.
Le repetí los acontecimientos, recordando cómo había sido
golpeada Serena contra el asfalto. Había sido un duro golpe, y
cuando ella no se movía, asumí lo peor. Sin embargo, si hubiera
sobrevivido —y al parecer fue así— Yo apenas podía formar una
imagen mental de ella arrastrándose con el teléfono celular de su
bolsillo‖con‖las‖manos‖ensangrentadas…
Por favor, por favor que esté viva, pensé, sin saber a quién le
estaba rezando.
—Vamos —dijo Hans—. Te necesitamos. Ya hay equipos
formados.
Hubo otra sorpresa. Yo no esperaba que él me creyera tan
rápidamente.
Un nuevo respeto por Hans se apoderó de mí. Podría actuar
como un idiota, pero él era un líder. Cuando veía algo activo, él lo
utilizaba. En un movimiento rápido, se apresuró hacia la puerta,
28
8
varios guardianes le seguían. Luché para mantenerme a su ritmo y
vi que Mikhail también venía.
—Estás haciendo un rescate —le dije a Hans—. Eso es... Raro —
dudé incluso al decir las palabras. Ciertamente no queremos
desalentar esto. Pero rescatar a un Moroi no era normal. Cuando los
Strigoi se los llevaban, eran considerados a menudo como muertos.
El rescate que se había hecho después del ataque de la
Academia había sido una rareza, una que había tenido demasiada
persuasión.
Hans me lanzó una mirada irónica. —Ella es la princesa
Dragomir.
Lissa era preciada para mí, valía más que cualquier otra cosa en
el mundo. Y para los Moroi, me di cuenta, también lo era. La
mayoría de los Moroi capturados por Strigoi podrían ser
considerados muertos, pero ella no era una de la mayoría de los
Moroi. Ella era la última en su linaje, la última de una de las doce
antiguas familias. La pérdida no sólo sería un golpe a la cultura
Moroi. Sería una señal, un presagio de que los Strigoi nos
derrotaban de verdad. Por ella, los guardianes se arriesgarían a una
misión de rescate.
De hecho, parecía que correría el riesgo de muchas cosas.
Cuando llegamos a los establecimientos donde los vehículos de la
Corte estaban almacenados, vi a más grupos de guardianes
llegando junto con los Moroi. Reconocí a algunos. Tasha Ozera
estaba entre ellos y, como ella, los demás eran usuarios del fuego. Si
habíamos aprendido algo, era lo valioso que era para nosotros que
ellos participaran en una pelea. Al parecer, la controversia de que
los Moroi fueran a la guerra estaba siendo ignorada en este
28
9
momento, y me sorprendió lo rápido que ese grupo había sido
convocado. Los ojos de Tasha se encontraron con los míos, su rostro
era grave y severo. Ella no me dijo nada. Ella no tenía por qué.
Hans estaba gritando órdenes, dividiéndolos en grupos y
vehículos. Con cada poco de autocontrol que pude, esperé
pacientemente cerca de él. Mi naturaleza inquieta quiso saltar y
exigir saber qué podía hacer. Él me lo diría, estaba segura. Él tenía
un papel para mí, yo sólo tenía que esperar.
Mi auto-control también estaba siendo probado con Lissa.
Después de que Dimitri se la llevara, mi mente era un Déjà vu. Yo
no podía volver, todavía no. No podía soportar verlos —ver a
Dimitri—. Sabía que tendría que hacerlo una vez que comenzara a
dirigir a los guardianes pero, por ahora, estaba fuera. Sabía que
Lissa estaba viva. Eso era lo único que importaba, por el momento.
Aún así, yo estaba tan herida y llena de tensión que cuando
alguien me tocó el brazo, casi me volví contra él, con mi estaca.
—Adrian... —respiré—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Se quedó mirándome, y su mano rozó mi mejilla suavemente.
Yo sólo había visto una mirada tan seria, severa, en su rostro un par
de veces. Como de costumbre, no me gustaba. Adrian era una de
esas personas que siempre tenía que estar sonriendo.
—Tan pronto como escuché la noticia, yo sabía dónde estarías.
Negué con la cabeza. —Sucedió... No sé, ¿hace diez minutos? —
el tiempo no importaba para mí—. ¿Cómo pudieron saber todos tan
rápido?
29
0
—Fue por radio a través de la Corte tan pronto como se
enteraron. Tienen un sistema de alerta inmediata. De hecho, son
recursos para la reina.
—¿Por qué? —de alguna manera me molestó. Tatiana no estaba
en peligro—. ¿Por qué desperdiciar recursos en ella? —un guardián
cercano me dio una mirada crítica sobre eso.
Adrian se encogió de hombros. —¿Los ataques de los Strigoi
son relativamente cerca? Ellos lo toman como una amenaza para la
seguridad de nosotros.
Relativamente era la palabra clave. Lehigh estaba
aproximadamente una hora y media de la corte.
Los guardianes estaban siempre en alerta, aunque con cada
segundo que pasaba, me hubiera gustado que se movieran más
rápido y estar en alerta. Si Adrian no hubiera aparecido, yo estaba
bastante segura de que hubiera perdido la paciencia y empezaría a
decirle a Hans que se diera prisa.
—Es Dimitri —dije en voz baja. No había estado segura de si
debía decirle a alguien eso—. Él es el que los capturó. Los está
usando para llevarme ahí —la cara de Adrian se hizo más oscura—.
Rose,‖no…‖Puedes…‖—él se calló, pero yo sabía qué quería decir.
—¿Qué alternativa tengo? —exclamé—. Tengo que ir. Ella es mi
mejor amiga, y yo soy la única que les puede llevar a ella.
—Es una trampa.
—Lo sé. Y él sabe que yo lo sé.
—¿Qué vas a hacer? —una vez más, yo sabía exactamente lo
que me quería preguntar Adrian.
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1
Miré hacia abajo a la estaca que había tirado anteriormente. —
Lo que tengo que hacer. Tengo que... tengo que matarlo.
—Bien —dijo Adrian, el alivio le inundó sus rasgos—. Me
alegro.
Por alguna razón, me irritó. —Dios —solté—. ¿Estás ansioso
por librarte de cualquier competencia?
Adrian se quedó serio. —No. Sólo sé que mientras él esté aún
con vida o, bien, en esa clase de vida, entonces tú estarás en peligro.
Y no puedo soportarlo. No soporto saber que tu vida está en
peligro. Y es que, Rose, nunca estarás a salvo hasta que él se haya
ido. Quiero que estés a salvo. Necesito que estés a salvo. Quiero que
estés segura. No quiero que nada te suceda.
Mi brote de cólera desapareció tan rápidamente como había
llegado. —Oh, Adrian, lo siento...
Dejé que me llevara a sus brazos. Descansé mi cabeza contra su
pecho, sentí su ritmo cardíaco y la suavidad de su camisa, me dejé
llevar por un momento breve y fugaz en la comodidad. Sólo quería
hundirme en él allí mismo. Yo no quería ser consumida por esos
sentimientos de miedo: miedo por Lissa y temor a Dimitri. Sentí frío
por todas partes cuando un escalofrió cayó sobre mí. No importaba
lo que pasara, perdería a uno de ellos esta noche. Si rescatábamos a
Lissa, Dimitri moriría. Si él sobrevivía, ella iba a morir. No había
final feliz para esta historia, nada que pudiera salvar mi corazón de
ser aplastado en pedazos.
Adrian me rozó la frente con los labios y luego se inclinó hacia
mi boca. —Ten cuidado, Rose. Pase lo que pase, por favor, por favor
ten cuidado. No te puedo perder.
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2
Yo no sabía qué decir a eso, la forma de responder a toda esa
emoción que brotaba de él. Mi propia mente y mi corazón se
inundaron con sentimientos encontrados, tantos que apenas podía
formar un pensamiento coherente. En su lugar, llevé mi boca a la
suya y lo besé. En medio de toda la noche, la muerte —la muerte
que ya había pasado y la que estaba por venir—, el beso parecía
más poderoso que cualquier cosa que él y yo hubiéramos
compartido alguna vez. Estaba vivo. Yo estaba viva, y yo quería
seguir así. Quería dejar a Lissa atrás, y regresar de nuevo a los
brazos de Adrian, volver a sus labios por toda la vida…
—¡Hathaway! ¡Dios mío!, la necesito para que nos guíe.
Salí abruptamente de Adrian y vi a Hans mirándome. La
mayoría de los SUV’s estaban llenas. Ahora era mi turno de actuar.
Adrian me dio una mirada de despedida, y forzó una sonrisa que
creo que se suponía que decía que fuera valiente.
—Ten cuidado —repitió—. Tráelos de vuelta y también tráete
de vuelta tú.
Asentí rápidamente y después seguí impaciente a Hans a la
SUV. La sensación más extraña se apoderó de mí como me
deslizaba en el asiento trasero. Esto me había pasado así como
cuando Víctor había secuestrado a Lissa, que casi me congeló.
Entonces, también, había viajado en un todoterreno negro similar,
dirigiéndome hacia la ubicación de Lissa con los guardianes. Sólo
que Dimitri se había sentado a mi lado —él maravilloso, valiente
Dimitri que había sido hace mucho tiempo. Sin embargo, esos
recuerdos se grabaron tanto en mi mente y como en mi corazón, que
yo podía imaginar cada detalle: el modo en que había retirado mi
pelo detrás de mis oídos, la mirada feroz en sus ojos marrones
mientras pisaba el acelerador hasta que llegáramos a Lissa
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3
rápidamente. Había estado tan decidido, tan dispuesto a hacer lo
correcto.
Este Dimitri —Dimitri el Strigoi— también estaba determinado.
Pero de una manera muy diferente.
—¿Vas a ser capaz de hacer de esto? —Hans preguntó desde el
asiento delantero. Una mano suave me apretó el brazo, y me
sorprendió al ver a Tasha a mi lado. Yo ni siquiera había notado que
viajaba con nosotros—. Estamos contando contigo.
Asentí con la cabeza, queriendo ser digna de su respeto. De la
forma de un guardián, mantuve las emociones fuera de mi cara,
tratando de no sentir el conflicto entre los dos Dimitris. Tratando de
no recordar que la noche en que había pasado lo de Lissa y Victor
había sido la misma noche, en la que Dimitri y yo habíamos caído
presos de la lujuria y el encanto.
—Diríjanse hacia Lehigh —les dije con voz fría. Ahora ya era
un guardián—. Voy a dirigirlos en cuanto nos acerquemos.
Llevábamos en la carretera unos veinte minutos cuando sentí al
grupo de Lissa detenerse. Dimitri había elegido un escondite,
aparentemente no muy lejos de la universidad, lo que era más fácil
para nosotros encontrarlos que si se hubieran mantenido en
movimiento. Por supuesto, tuve que recordarme a mí misma que
Dimitri quería ser encontrado. Sabiendo que los guardianes
necesitarían mis instrucciones hasta que estuvimos más cerca de
Lehigh, me armé de valor y entré en la cabeza de Lissa para ver qué
estaba pasando.
Lissa y Christian no estaban lesionados o siendo atacados,
además de ser capturados y arrastrados. Se sentaron en lo que
parecía una sala de almacenamiento, un cuarto de almacenamiento
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que no se había utilizado en un largo tiempo. Todo cubierto por una
capa pesada de polvo, tanto que era difícil distinguir algunos de los
objetos apilados en los viejos estantes. Algunas herramientas, tal
vez. Libros aquí y allá, así como cuadros. Una bombilla desnuda era
la única luz en la habitación, dando una sensación áspera y sucia.
Lissa y Christian se sentaron en sillas de madera con el
respaldo recto, con las manos atadas en la espalda con una cuerda.
Por un momento, el Déjà vu me golpeó de nuevo. Recordé el
invierno pasado, cuando mis amigos y yo habíamos sido atados a
sillas y capturados por Strigoi. Habían bebido de Eddie, y Mason
había‖muerto…
No. No pienses así, Rose. Lissa y Christian están vivos. Nada les ha
ocurrido todavía. Nada les pasará. La mente de Lissa estaba en el aquí
y ahora, pero un Déjà vú me dejó ver que todo el edificio era
parecido al que me habían llevado —un viejo y abandonado
almacén—, lo que hacía un agradable refugio para los Strigoi con
sus prisioneros.
Había cuatro Strigoi en la sala, pero por el que Lissa se
preocupaba sólo era uno realmente importante. Dimitri. Comprendí
su reacción. El verlo como un Strigoi había sido duro para mí.
Surrealista, incluso. Me adapté un poco, simplemente por todo el
tiempo que había pasado con él. Aún así, incluso me tomaba por
sorpresa a veces verlo así. Lissa no estaba preparada en absoluto y
estaba en un total shock.
El cabello marrón oscuro de Dimitri hoy estaba suelto
alrededor de su barbilla, una vista que yo había amado siempre en
él. Se paseaba rápidamente, utilizando un plumero alrededor. Por
una gran parte del tiempo, estaba de espaldas a Lissa y Christian, lo
que lo hacía mucho más preocupante para ella. Sin ver su rostro,
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casi podía creer que era el Dimitri de antes. Él discutía con los otros
tres, mientras caminaba hacia atrás y adelante a través del pequeño
espacio, la agitación irradiaba de él en una ola casi palpable.
—Si los guardianes realmente vienen —gruñó un Strigoi—,
entonces debemos de estar afuera. —Era un hombre alto,
desgarbado, pelirrojo que parecía haber sido un Moroi cuando se
transformó. Su tono implicaba que no creía que los guardianes en
realidad irían, sin embargo.
—Están viniendo —dijo Dimitri en voz baja, haciendo que su
acento encantador me doliera el corazón—. Yo lo sé.
—¡Entonces déjame salir allí y ser útil! —dijo bruscamente—.
No nos necesitas para cuidar a estos dos —su tono era despectivo.
Desdeñoso, incluso. Era comprensible. Todos en el mundo sabían
que los vampiros Moroi no se resistían, y Lissa y Christian estaban
vinculados con firmeza.
—No los conozco —dijo Dimitri—. Son peligrosos. Ni siquiera
estoy seguro de que sea una protección suficiente.
—¡Eso es ridículo!
En un movimiento suave, Dimitri dio la vuelta. Y le tiró un
golpe a unos metros, sus ojos cada vez con mayor furia y shock. Y
volvió a caminar como si nada hubiera sucedido.
—Permanecerás aquí tú y los guardianes, mientras yo te lo
diga, ¿entiendes? —él miró hacia atrás y cuidadosamente tocó su
cara, pero no dijo nada. Dimitri miró a los demás—. Y se quedarán
también. Si los guardianes llegan al interior, se les necesitará para
algo más que servicios de vigilancia.
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6
—¿Cómo sabes? —preguntó otro Strigoi de pelo negro que
pudo haber sido humano. Una rareza entre los Strigoi—. ¿Cómo
sabes que vendrán?
Los Strigoi tenía una audiencia asombrosa, pero con sus
disputas, Lissa tenía una breve oportunidad de hablar con Christian
sin ser detectada. —¿Puedes quemar mis cuerdas? —murmuró con
voz casi inaudible—. ¿Al igual que con Rose?
Christian frunció el ceño. Cuando él y yo habíamos sido
capturados, era lo que había hecho para liberarme. Me había
lastimado como el infierno y, como consecuencia, había creado
ampollas en mis manos y muñecas. —Lo notarán—suspiró de
nuevo. La conversación no llegó más lejos, porque Dimitri se movió
precipitadamente y se volvió hacia Lissa.
Ella jadeó con el movimiento repentino e inesperado.
Rápidamente, acercándose, se arrodilló ante ella y la miró a los ojos.
Ella se estremeció a pesar de sus mejores esfuerzos. Nunca había
estado tan cerca de un Strigoi, y el hecho de que se tratara de
Dimitri era mucho peor. Los anillos rojos alrededor de sus pupilas
parecían arder en ella. Sus colmillos parecían a punto de atacar.
Su mano salió y agarró su cuello, inclinando su rostro para que
pudiera obtener una visión aún mejor a sus ojos. Sus dedos se
clavaron en su piel, no era suficiente para cortar su respiración, era
lo bastante para tener contusiones después. Si había un después.
—Sé que los guardianes vendrán, porque Rose nos está
observando —dijo Dimitri—. ¿No es verdad, Rose? —Aflojando un
poco su control, pasó la punta de sus dedos sobre la piel de la
garganta‖de‖Lissa,‖tan‖suavemente…‖sin‖embargo,‖no‖había‖duda‖de‖
que él tenía el poder para romper su cuello.
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7
Era como si me estuviera mirando a los ojos en ese momento.
Mi alma. Incluso me sentí como si estuviera acariciando mi cuello.
Sabía que era imposible. El vínculo existía entre Lissa y yo. Nadie
más podía verlo. Sin embargo, en ese momento, era como si no
existiera nadie más, sólo él y yo. Era como si no estuviera Lissa
entre nosotros.
—Tú estás ahí, Rose —una media sonrisa despiadada jugó en
su boca—. Y no abandonarías a ninguno de ellos. Tampoco eres tan
tonta como para venir sola, ¿verdad? Tal vez tendrías que, pero ya
no.
Salí de su cabeza, incapaz de mirarlo a los ojos —y verlos
devolverme la mirada. Ya fuera mi propio miedo o un reflejo del de
Lissa, descubrí que mi cuerpo también estaba temblando. Me
obligué a detenerme y traté de frenar mi corazón acelerado. Tragué,
y miré alrededor para ver si alguien se había dado cuenta, pero
todos‖estaban‖preocupados‖discutiendo‖la‖estrategia…‖a‖excepción‖
de Tasha.
Su fría mirada azul me estudió, su rostro reflejaba la
preocupación.
—¿Qué has visto?
Sacudí mi cabeza, incapaz de mirarla. —Una pesadilla —
murmuré—. Mi peor pesadilla hecha realidad.
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Traducido por Sawi
Corregido por Virtxu
o tenía un número preciso de cuántos Strigoi estaban
en el grupo de Dimitri. Gran parte de lo que había
visto a través de Lissa estaba difuminado por la
confusión y el terror. Los Guardianes, como lo esperábamos, habían
simplemente hecho su mejor suposición acerca de cuántos enviar.
Hans esperaba que una abrumadora cantidad nos hiciera perder el
elemento sorpresa. Había enviado tantos guardianes como pudo,
razonablemente, sin despejar la Corte. Es cierto que la Corte estaba
protegida por salas, pero aún así no podía dejarse indefensa por
completo.
Contar con los recién graduados ayudaba. La mayoría de ellos
habían sido dejados atrás, lo que nos permitía a los guardianes con
experiencia ir a nuestra partida de caza. Lo que nos dejaba con
cuarenta, o algo así. Eso era tan inusual como un gran grupo de
Strigoi trabajando juntos. Los Guardianes eran normalmente
enviados en parejas, tal vez en grupos de tres, como mucho, a las
familias Moroi. Esta gran fuerza tenía el potencial de crear una
batalla que rivalizaba con el ataque a la Academia.
Sabiendo que escabullirnos a través de la oscuridad no
funcionaría, Hans detuvo nuestra escolta cerca de la bodega en la
que los Strigoi se encontraban. El edificio estaba situado en una vía
N
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9
de servicio que cortaba la carretera. Esta era una zona industrial, un
camino apenas desierto en el bosque, pero todas las empresas y
fábricas estaban cerradas a esta hora de la noche. Salí de la
camioneta, dejando que la cálida noche se envolviera a mi
alrededor. Era húmeda, y la humedad en el aire se sentía
especialmente opresiva cuando ya estaba sofocada por el miedo.
De pie a un lado de la carretera, no sentía nauseas. Dimitri no
había informado a los Strigoi por ahora, lo que significaba que
nuestra llegada era aún, algo así como una sorpresa. Hans caminó
hacia mí, y le di la mejor estimación que pude de la situación, en
base a mi limitada información.
—¿Pero puedes encontrar a Vasilisa? —Preguntó él.
Asentí. —Tan pronto como esté en el edificio, el vínculo me
llevará directamente a ella.
Se dio la vuelta, mirando hacia la noche mientras los coches
pasaban veloces junto a la carretera. —Si ellos nos están esperando
fuera, podrán escucharnos y olernos mucho antes de que los
veamos. —Los faros de un coche que pasaba iluminaron su rostro
por un momento, el cual estaba pensativo—. ¿Dices que allí hay tres
capas de Strigoi?
—Por lo que puedo decir. Hay algunos con Lissa y Christian, y
también algunos fuera. —Hice una pausa, tratando de pensar lo que
Dimitri haría en esta situación. Seguramente lo conocía lo suficiente,
incluso como Strigoi, para calcular su estrategia—. Luego, otra capa
dentro del edificio, antes de llegar a la bodega.
No estaba segura, pero no se lo diría a Hans. La asunción la
había hecho basándome en mis instintos, en representación de lo
30
0
que yo haría y en lo que pensaba que Dimitri haría. Supuse que
sería mejor si Hans se preparaba para tres olas de Strigoi.
Y eso fue exactamente lo que hizo. —Entonces entraremos con
tres grupos. Tú lideraras el grupo encargado de la extracción. Otro
equipo acompañará al tuyo y finalmente se separarán. Ellos
lucharán contra los que estén en el interior, dejándolos cerca de los
cautivos.
Eso‖sonaba‖tan…‖militar.‖Extracción. Cautivos.‖Y‖yo…‖una‖líder‖
de equipo. Tenía sentido debido a la conexión, pero siempre, en el
pasado, ellos sólo usaban mi conocimiento y me dejaban al margen.
Bienvenida a lo que es ser un Guardián, Rose. En la escuela, habíamos
llevado a cabo todo tipo de ejercicios, siguiendo cuantos diferentes
escenarios con Strigoi se imaginara nuestro instructor. Sin embargo,
cuando levanté la vista hacia el almacén, todos los ejercicios
parecieron una broma, un juego que de ninguna forma estaba a la
altura del que estaba a punto de enfrentar. Durante medio segundo,
la responsabilidad de todo esto parecía desalentadora, pero empujé
rápidamente a un lado esas preocupaciones. Esto era para lo que
había sido entrenada, para lo que había nacido. Mis propios miedos
no importaban. Ellos son primero. Era hora de demostrarlo.
—¿Qué vamos a hacer si no podemos acercarnos sigilosamente
a ellos? —Le pregunté. Hans tenía razón sobre los Strigoi
detectándonos con antelación.
Una sonrisa casi maliciosa parpadeó en su rostro y explicó su
plan al grupo al mismo tiempo que dividía nuestros equipos. Su
enfocada táctica era audaz y temeraria. Mi tipo de plan.
Y, así, nos separamos. Un análisis más profundo nos podría
haber dicho que estábamos en una misión suicida. Tal vez lo
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1
estábamos. Y, honestamente, no importaba. Los Guardianes no
abandonarían a la última Dragomir. Y yo no abandonaría a Lissa ni
aunque hubiera un millón de Dragomirs.
Así que, con una entrada sigilosa descartada, Hans optó por un
ataque en pleno. Nuestro grupo entró de nuevo en las ocho
camionetas y nos encaminamos por la calle a una velocidad ilegal.
Tomamos todo el ancho de la carretera, aprovechando que no había
tráfico en sentido contrario. Dos camionetas tomaron la delantera
lado a lado y, detrás de ellas, dos filas de tres. Llegamos hasta el
final del camino, nos detuvimos con los neumáticos chirriando
frente a la bodega y salimos de nuestros coches. Si el sigilo y la
lentitud no eran una opción, les sorprenderíamos siendo rápidos y
furiosos.
De hecho, algunos de los Strigoi estaban sorprendidos.
Claramente habían previsto nuestra entrada, pero había sucedido
tan rápido que tuvieron sólo un momento para reaccionar. Por
supuesto, cuando eres tan rápido y mortífero como un Strigoi, un
momento es todo lo que necesitas. Un grupo de ellos se abalanzaron
hacia‖ nosotros,‖ y‖Hans‖ y‖ su‖ ‚Equipo‖ exterior‛‖ cargaron‖ con‖ ellos,
los Guardianes se ubicaban entre mi grupo y el otro que se dirigía
hacia el interior. Los Moroi usuarios del fuego habían sido
asignados al grupo exterior, por temor a incendiar el edificio si
estaban dentro.
Mi equipo se movió alrededor de la batalla, ejecutando
inevitablemente a algunos Strigoi que no habían caído en la
distracción del primer equipo. Con buena y practicada
determinación, ignoré las náuseas que barrieron a través de mí al
estar cerca de los Strigoi. Hans me había estrictamente ordenado no
detenerme a menos que cualquier Strigoi se pusiera directamente en
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2
mi camino, y él y otros Guardianes estaban detrás, cubriendo
cualquier amenaza que viniera a mí. Él no quería que nada me
retrasara de guiarlos hasta Lissa y Christian.
Luchamos nuestro camino hasta el almacén, entrando en una
sucia sala bloqueada por Strigoi. Había acertado en mi suposición
de que Dimitri tendría capas de seguridad. Un cuello de botella se
formó en el pequeño espacio, y por unos momentos las cosas fueron
caóticas. Lissa estaba tan cerca. Era como si estuviera llamándome,
y ardía de impaciencia mientras esperaba que el pasillo se
despejara. Mi equipo estaba en la parte de atrás, dejando que el otro
grupo luchara. Vi Strigois y Guardianes cayendo por igual y traté
de no distraerme. Pelea ahora, sufre luego. Lissa y Christian, tenía que
concentrarme en ellos.
—Allí —dijo Hans, tirando de mi brazo. Una brecha se había
formado frente a nosotros. Estaba aún llena de Strigoi, pero estaban
lo suficientemente distraídos para que mis compañeros y yo nos
deslizáramos a través de ella. Bajamos por el pasillo, el cual se abría
en un gran espacio vacío que componía el corazón del almacén.
Unos trozos de basura y escombros era todo lo que quedaba de la
mercancía que un tiempo atrás había sido guardada aquí.
Abrimos las puertas de la habitación, pero ahora no necesitaba
el vínculo para decirme dónde estaba Lissa. Tres Strigoi hacían
guardia‖fuera‖de‖una‖puerta.‖Así‖que…‖cuatro‖capas‖de‖seguridad.‖
Dimitri me había superado. No me importaba. Mi grupo era de diez
personas. Los Strigoi gruñeron, vigorizándose en anticipación
mientras nos abalanzábamos hacia ellos. A través de una señal
tácita, la mitad de mi grupo se encargó de ellos. El resto de nosotros
tiramos la puerta abajo.
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3
A pesar de mi intensa concentración en llegar a Lissa y
Christian, un pequeño pensamiento estaba siempre bailando en la
parte trasera de mi cerebro. Dimitri. No había visto a Dimitri en
ninguno de los Strigoi que habíamos enfrentado. Con toda mi
atención en nuestros atacantes, no me había deslizado en la mente
de Lissa para verificar la situación, pero estaba totalmente
convencida de que él aún estaba en la habitación. Se habría
quedado con ella sabiendo que vendría. Estaría esperando para
enfrentarme.
Uno de ellos morirá esta noche. Lissa o Dimitri.
Después de haber alcanzado nuestro objetivo, no necesitaba
protección adicional. Hans enterró su estaca en el primer Strigoi que
encontró, empujándome al pasar y saltando al enfrentamiento. El
resto de mi grupo hizo lo mismo. Entramos al cuarto y, si había
pensado que esto era un caos antes, no era nada comparado a lo que
nos enfrentábamos ahora. Todos nosotros —Guardianes y Strigoi—
apenas y cabíamos en el cuarto, lo que significaba que estábamos
peleando muy, muy cerca. Una hembra Strigoi —a la que Dimitri
abofeteó antes— vino hacia mí. Peleé en piloto automático, apenas
consciente de mi estaca atravesando su corazón. En esta sala, llena
de gritos y muerte chocando, había sólo tres personas en el mundo
que me importaban: Lissa, Christian y Dimitri.
Los había encontrado por fin. Dimitri estaba con mis dos
amigos contra la pared más alejada. Nadie peleaba contra él. Estaba
de pie con sus brazos cruzados, un rey supervisando su reino
mientras sus soldados combatían contra el enemigo. Sus ojos se
fijaron en mí, con expresión divertida y expectante. Aquí era donde
todo terminaría. Ambos lo sabíamos. Me empujé entre la multitud,
esquivando a un Strigoi. Mis colegas se empujaban hacia la lucha a
30
4
mi lado, despachando a quien quiera que se pusiera en mi camino.
Los dejé luchar, moviéndome hacia mi objetivo. Todo esto, todo lo
que había pasado, me llevaba a este momento: el enfrentamiento
final entre Dimitri y yo.
—Eres hermosa en batalla —dijo Dimitri. Su fría voz llegó hasta
mí con claridad, incluso sobre el rugido del combate—. Como un
ángel vengador que viene a entregar la justicia divina.
—Es curioso —dije, cambiando el agarre de mi estaca—. Eso es
más o menos por lo que estoy aquí.
—Los ángeles caen, Rose.
Casi lo alcanzaba. A través del vínculo, sentí un leve aumento
de dolor de Lissa. Un ardor. Nadie le había hecho daño todavía.
Pero cuando vi sus brazos moviéndose por el rabillo de mí ojo,
comprendí lo que estaba sucediendo.
Christian había hecho lo que ella le había pedido: había
quemado sus cuerdas. La vi moverse para desatarlo a cambio, y
luego mi atención regresó a Dimitri. Si Lissa y Christian estaban
libres, entonces mucho mejor. Haría su huida más fácil, una vez que
acabáramos con los Strigoi. Si es que acabamos con los Strigoi.
—Me diste un montón de problemas para llegar hasta aquí —le
dije a Dimitri—.‖Muchas‖personas‖morir{n…‖tuyas‖y‖mías.
Él se encogió de hombros, indiferente. Casi estaba allí. En frente
de mí, un Guardián luchaba contra un Strigoi calvo. Esa falta de
cabello no era atractiva con su piel blanca tiza. Me moví a su
alrededor.
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—No importa —dijo Dimitri. Se puso tenso cuando me
acerqué—. Ninguno de ellos importa. Si mueren, entonces
obviamente no valían la pena.
—Presa y depredador —murmuré, recordando lo que me había
dicho mientras me mantenía prisionera.
Llegué hasta él. Nadie estaba entre nosotros ahora. Esto era
diferente a nuestras peleas anteriores, en las que habíamos tenido
mucho espacio en el cuarto para medirnos el uno al otro y planear
nuestro ataque. Estábamos aún muy juntos en la habitación, y para
mantener nuestra distancia de los otros, cerramos la brecha entre
nosotros. Esta era una desventaja para mí. Los Strigoi superaban a
los Guardianes físicamente; más espacio nos ayudaba a
compensarnos con más capacidad para maniobrar.
No tenía necesidad de maniobrar aún, sin embargo. Dimitri
estaba tratando de desesperarme, esperando que yo hiciera el
primer movimiento. Él mantenía una buena posición, una que
bloqueaba mi llegada a su corazón. Podía hacerle algún daño si lo
cortaba donde fuera con la estaca, pero él probablemente me
golpearía, un golpe que vendría lleno de poder en esta proximidad.
Así que traté de esperar, también.
—Toda esta muerte es por ti, lo sabes —dijo él—. Si me
hubieras‖ dejado‖ despertarte…‖ estar‖ juntos…‖ bueno,‖ nada‖ de‖ esto‖
habría pasado. Aún estaríamos en Rusia, uno en los brazos del otro,
y todos tus amigos estarían a salvo. Ninguno de ellos habría
muerto. Es tu culpa.
—¿Y qué pasa con la gente que tuve que matar en Rusia? —
demandé. Él cambió su peso un poco. ¿Era eso una invitación?—
Ellos‖no‖estarían‖a‖salvo‖si‖yo…
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6
Un sonido de colisión a mi izquierda me sobresaltó. Christian,
ahora libre, había estrellado su silla contra un Strigoi que peleaba
contra un Guardián. El Strigoi se deshizo de Christian como si fuera
una mosca. Christian voló hacia atrás, chocando contra una pared, y
aterrizó en el suelo con una mirada aturdida. A pesar de mí misma,
eché un vistazo y vi a Lissa corriendo a su lado. Y, para mi sorpresa,
ella tenía una estaca en su mano. Cómo la había obtenido, no tenía
ni idea. Tal vez la había recogido de un Guardián caído. Tal vez
ninguno de los Strigoi había pensado en registrarla cuando la
trajeron. Después de todo, ¿Por qué en toda la tierra un Moroi
tendría una estaca?
—¡Deténganse! ¡Manténganse fuera de su camino! —les grité,
volviéndome hacia Dimitri. Dejar que esos dos me distrajeran me
había costado. Dándome cuenta que Dimitri estaba a punto de
atacarme, me las arreglé para esquivarlo sin siquiera ver lo que
estaba haciendo. Resultó que estaba yendo por mi cuello, y mi
imprecisa evasión me había salvado de grandes daños. Aun así, sus
manos tomaron mis hombros, empujándome casi tan lejos como
había ido Christian. A diferencia de mi amigo, sin embargo, yo tenía
años de entrenamiento que me enseñaron a recuperarme de algo
como esto. Había perfeccionado mucho mi equilibrio y mis
habilidades de recuperarlo. Me tambaleé sólo un poco, pero
rápidamente recuperé mi posición.
Sólo podía rezar para que Christian y Lissa me hubieran
escuchado y no hicieran nada estúpido. Tenía que concentrarme en
Dimitri, o haría que me mataran. Y si yo moría, Lissa y Christian de
seguro morirían. Mi impresión, mientras luchábamos nuestro
camino hacia adentro, era que los Guardianes superaban en número
a los Strigoi, aunque eso a veces no importaba. Sin embargo,
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7
esperaba que mis colegas hubieran acabado con nuestros enemigos,
dejando que yo hiciera lo que tenía que hacer.
Dimitri se rió de mi esquivada. —Estaría impresionado si no
fuera algo que un niño de diez años pudiera hacer. Ahora, tus
amigos…‖bueno,‖ellos‖también‖pelean‖en‖un‖nivel‖de‖diez‖años‖de‖
edad. ¿Y para un Moroi? Eso es realmente bueno.
—Sí, bueno, ya veremos cuál será tu evaluación cuando te mate
—le dije. Hice un pequeño avance para ver cuánta atención estaba
prestando. Él lo esquivó con gracia, tan elegante como un bailarín.
—No puedes, Rose. ¿No lo sabes ya? ¿No lo has visto? No
puedes derrotarme. No puedes matarme. Incluso si pudieras, no
eres capaz de hacerlo. Dudarás. De nuevo.
No, no lo haría. Eso era lo que él pensaba. Había cometido un
error al traer a Lissa aquí. Ella incrementaba la apuesta, su juego, en
todo. Ella estaba aquí. Ella era real. Su vida estaba en juego, y por
eso…‖por‖eso,‖no‖dudaría.
Dimitri se debió haber cansado de esperar por mí. Se adelantó
de nuevo, con una de sus manos yendo a por mi cuello. Y de nuevo
lo esquivé, dejando que mi hombro tomara la peor parte del golpe.
Esta vez, él tomo mi hombro. Me tiró hacia él, con el triunfo
flameando en sus ojos rojos. En la clase de espacio en que nos
encontrábamos, esto era probablemente todo lo que necesitaba para
matarme. Tenía lo que quería.
Al parecer, sin embargo, él no era el único que me quería. Otro
Strigoi, tal vez pensando que ayudaba a Dimitri, se empujó contra
nosotros y me agarró. Dimitri descubrió sus colmillos, dándole al
otro Strigoi una mirada de puro odio y furia.
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8
—¡Es mía! —siseó Dimitri, golpeando al otro Strigoi de una
forma que él claramente no esperaba.
Y esa fue mi oportunidad. La breve distracción de Dimitri hizo
que aflojara su agarre sobre mí. La misma proximidad que lo hacía
a él tan letal para mí, me hacía igual de peligrosa. Estaba cerca de su
pecho, cerca de su corazón. Y tenía mi estaca en la mano.
Nunca seré capaz de decir con certeza cuánto tiempo tomó lo
que ocurrió a continuación. En cierto modo, lo sentí como un latido
de corazón. Al mismo momento, era como si nos hubiéramos
congelado en el tiempo. Como si todo el mundo se hubiera
detenido.
Mi estaca se movía hacia él, y mientras los ojos de Dimitri se
fijaban en mí una vez más, creo que él finalmente creyó que lo
mataría. No dudé. Esto estaba pasando. Mi estaca estaba allí…
Y luego no lo estaba.
Algo me golpeó con fuerza en mi lado derecho, empujándome
lejos de Dimitri y desviando mi ataque. Tropecé, apenas evitando
golpear a alguien. Aunque siempre trataba de permanecer atenta
respecto a todas las cosas a mi alrededor en una pelea, dejé mi
guardia baja en esa dirección. Los Strigoi y los guardianes estaban a
mi izquierda. La pared, Lissa y Christian, estaban a mi derecha.
Y fueron Lissa y Christian los que me empujaron fuera del
camino. Creo que Dimitri estaba tan sorprendido como yo. Estaba
igualmente sorprendido cuando Lissa fue hacia él con la estaca en
su mano. Y como un rayo a través del vínculo, leí lo que ella muy,
muy cuidadosamente me había escondido estos últimos días: ella
había logrado encantar la estaca con espíritu. Esa era la razón por la
que había estado tan excitada durante las últimas sesiones de
30
9
práctica con Grant y Serena. El saber que tenía la herramienta que
necesitaba había alimentado su deseo de utilizarla. Ocultarme esa
información era una hazaña igual de buena que encantar la estaca.
No es que importara justo ahora. Con una estaca encantada o
no, ella no lograría acercarse a Dimitri. Él lo sabía también, y su
sorpresa inmediatamente cambió a una brillante diversión, casi
indulgente, la forma en que miras a un niño haciendo algo adorable.
El ataque de Lissa fue torpe. Ella no era lo suficientemente rápida.
Lo suficientemente fuerte.
—¡No! —grité, saltando hacia ellos, aunque estaba casi segura
que tampoco llegaría lo suficientemente rápido.
De repente, un muro de ardientes llamas apareció frente a mí, y
apenas y tuve tiempo de pensar en evitarlo. El fuego se disparaba
desde el suelo, formando un anillo alrededor de Dimitri,
manteniéndome alejada de él. Fue desorientador, pero sólo por un
momento. Sabía que esto era obra de Christian.
—¡Detente! —No sabía qué hacer, si debería atacar a Christian o
saltar sobre el fuego—. ¡Nos quemarás vivos! —El fuego estaba
bastante controlado, Christian tenía mucha habilidad, pero en una
habitación de este tamaño, hasta un fuego controlado era mortal.
Incluso los otros Strigoi retrocedieron.
Las llamas se acercaban a Dimitri, creciendo más y más fuerte.
Lo escuché gritar, podía ver su mirada de agonía, incluso a través
del fuego. El cual comenzó a consumir su abrigo, y el humo
comenzó a salir del incendio. Algún instinto me decía de debía
parar‖ esto…‖y‖ aun así, ¿Qué importaba? Había venido a matarlo.
¿Importaba si alguien más lo hacía por mí?
31
0
Y entonces fue cuando me di cuenta que Lissa estaba aún en la
ofensiva. Dimitri estaba distraído, gritando mientras las llamas
envolvían su cuerpo. Yo gritaba también…‖ por‖ él,‖ por‖ ella…‖ era‖
difícil de decir. El brazo de Lissa traspasó las llamas, y de nuevo,
surgió dolor a través del vínculo, un dolor más fuerte que el que
había sentido cuando Christian quemó sus sogas. Sin embargo, ella
continuó, ignorando la agonía del fuego. Su alienación estaba bien.
Ella tenía la estaca dirigida hacia el corazón.
La estaca entró, atravesándolo.
Bueno, algo así.
Al igual que cuando practicaba con la almohada, ella no tenía la
fuerza suficiente para llevar la estaca hasta donde tenía que ir. La
sentí endurecerse, tomando toda la fuerza que tenía. Empujando
todo su peso en ello, empujó de nuevo, usando ambas manos. La
estaca entró más. Aunque aún no era suficiente. Este retraso le
hubiera costado la vida en una situación normal. Esta no era una
situación normal. Dimitri no tenía forma de bloquearla, no con el
fuego comiéndoselo lentamente. Logró una pequeña lucha que hizo
salir la estaca, deshaciendo el poco progreso que ella había logrado.
Haciendo una mueca, lo intentó de nuevo, empujando la estaca de
nuevo en su anterior posición.
Aún así, no era suficiente.
Entonces, entré en sentido, sabiendo que necesitaba detener
esto. Lissa se iba a quemar por completo si seguía tratando
estacarlo. Ella carecía de la habilidad. Además, sólo necesitaba
estacarlo o dejar que el fuego terminara con él. Avancé. Lissa me vio
en su periferia y envió una explosión de compulsión hacia mí.
¡No! ¡Déjame hacerlo!
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1
La orden me golpeó con fuerza, un muro invisible que me
obligó a detenerme. Me quede allí, aturdida, por ambas, la
compulsión y la comprensión de que ella la había usado en mí. Sólo
me tomó un momento sacudírmela de encima. Ella estaba muy
distraída para poner todo su poder en la orden, y yo era bastante
resistente a la compulsión, de todas formas.
Sin embargo, ese ligero retraso me había impedido llegar hasta
ella. Lissa midió su última oportunidad, sabiendo que no tendría
otra.
Una vez más, luchando contra el dolor abrasador del fuego,
canalizó todo lo que tenía en empujar la estaca todo el camino hasta
el corazón de Dimitri. Su ataque aún era torpe, aún necesitaba un
poco más de conocimiento y empuje que un Guardián entrenado
habría logrado con un solo golpe. Torpe o no, la estaca finalmente lo
hizo. Atravesó su corazón. Y mientras lo hacía, sentí magia fluir por
nuestro lazo, la magia familiar que había sentido tantas veces
cuando ella realizaba una curación.
Salvo‖que…‖esta‖era‖un‖millón‖de‖veces‖m{s‖poderosa‖que‖todo‖
lo que había sentido antes. Me congeló tan claramente como lo
había hecho su compulsión. Sentí como si todos mis nervios fueran
a explotar, como si hubieran sido golpeados por un rayo.
De repente, una luz blanca nació a su alrededor, una luz más
potente que el brillo del fuego. Era como si alguien hubiera dejado
caer el sol en la mitad de la habitación. Chillé, mi mano se alzó
instintivamente para proteger mis ojos mientras daba un paso atrás.
Por los sonidos de la habitación, todos estaban teniendo una
reacción similar.
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2
Por un momento, fue como si ya no hubiera ningún vínculo. No
sentí nada viniendo de Lissa, ni dolor, ni magia. El lazo estaba tan
incoloro y vacío como la luz blanca que llenaba la habitación. El
poder que ella había usado, había superado, inundado y abrumado
nuestro vínculo, adormeciéndolo.
Entonces la luz simplemente despareció. No disminuyó. Sólo…‖
se fue en un parpadeo. Como un interruptor siendo accionado.
Había silencio en el cuarto, a excepción de unos pocos murmullos
de malestar y confusión. Esa luz debió de haber sido tóxica para los
sensibles ojos de los Strigoi. Era bastante dura para mí.
Estrellas bailaban delante de mis ojos. No podía concentrarme
en nada que no fuera la imagen residual de ese brillo que quemaba
a través de mi visión.
Por fin, bizqueando un poco, pude ver vagamente de nuevo. El
fuego había desaparecido, aunque las manchas negras en la pared y
el techo marcaban su presencia, como también un poco de humo
persistente. En mi opinión, allí deberían haber muchos más daños.
No pude desperdiciar mi tiempo en ese milagro, sin embargo,
porque había otro teniendo lugar frente a mí.
No sólo un milagro. Un cuento de hadas.
Lissa y Dimitri estaban ambos en el suelo. Sus ropas estaban
quemadas y chamuscadas. Fuertes parches rojos y rosas marcaban
su hermosa piel donde el fuego la había afectado más. Sus manos y
muñecas estaban particularmente mal. Podía ver manchas de
sangre donde las llamas habían consumido por completo su piel.
Eran quemaduras de tercer grado, si es que recordaba mis clases de
fisiología correctamente. Sin embargo, ella no parecía sentir ningún
dolor, ni las quemaduras afectaban el movimiento de sus manos.
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3
Ella acariciaba el cabello de Dimitri.
Mientras se sentaba en algo parecido en una posición vertical,
él estaba en una posición desgarbada. Su cabeza descansaba en su
regazo, y ella pasaba sus dedos sobre su cabello en un movimiento
suave y repetitivo, como el que se hace para consolar a un niño, o
incluso un animal. Su cara, estropeada por los terribles daños del
fuego, estaba radiante y llena de compasión. Dimitri me había
llamado un ángel vengador, pero ella era un ángel misericordioso
mientras lo miraba y le cantaba suaves palabras de consuelo,
palabras sin sentido.
Con el estado de su ropa y lo que había visto en el fuego, había
esperado que se hubiera convertido en cenizas, una especie de
ennegrecida y esquelética pesadilla. Aun así, cuando él movió su
cabeza, dándome una primera visón completa de su cara, vi que
estaba completamente a salvo. Ninguna quemadura marcaba su
piel, una piel que era tan cálida y bronceada como el primer día que
lo conocí. Capté sólo una mirada de sus ojos antes de que él
cubriera su cara con la rodilla de Lissa. Vi un color café profundo, la
profundidad en la que había caído tantas veces. No unos anillos
rojos.
Dimitri…‖no‖era‖un‖Strigoi.
Y estaba llorando.
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4
Traducido por MarieAnn, Cowdiem, cYeLy DiviNNa y dark heaven
Corregido por Ellie
oda la sala parecía contener la respiración.
Sin embargo, incluso ante los milagros, los
guardianes —o Strigoi, para el caso— eran difíciles de
distraer. Las peleas que se habían detenido se reanudaron aún con
mucha más furia. Los guardianes tenían las de ganar, y aquellos de
ellos que no estaban comprometidos con el último superviviente
Strigoi de repente saltaron hacia Lissa, tratando de alejarla de
Dimitri.
Para sorpresa de todos, ella se aferró a él con fuerza e hizo
algunos intentos débiles para combatir las aglomeraciones a su
alrededor. Ella era feroz y protectora, otra vez poniéndome en la
mente a una madre que defiende a su hijo.
Dimitri se aferraba a ella tan atentamente, pero tanto él como
Lissa fueron superados. Los guardianes finalmente los forzaron a
separarse. Hubo gritos confusos cuando los guardianes trataron de
determinar si deberían matar a Dimitri. No habría sido difícil. Él no
podía hacer nada ahora. Apenas podía soportar la barricada que lo
tiró a sus pies.
T
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5
Eso me despertó. Había estado simplemente mirando,
congelada y estupefacta. Sacudiendo mi aturdimiento, me lancé
hacia delante, aunque no estaba segura hacia quién me dirigía: Lissa
o Dimitri.
—¡No! ¡No! —Grité, ya que algunos guardianes venían con
estacas—. ¡No es lo que piensan! ¡El no es Strigoi! ¡Mírenlo!
Lissa y Christian estaban gritando cosas similares. Alguien me
agarró y tiró de mí hacia atrás, y me dijo que deje que los demás
manejaran esto. Sin pensarlo, me di vuelta y golpeé a mi captor en la
cara, descubriendo demasiado tarde que era Hans. Cayó un poco
hacia atrás, pareciendo más sorprendido que ofendido.
Atacarlo fue suficiente para atraer la atención de los otros, sin
embargo, y de pronto tuve mi propio grupo de guardianes para
combatir. Mis esfuerzos no sirvieron, en parte porque era superada
en número y en parte porque no podía encargarme de ellos de la
misma manera que había atacado a un Strigoi.
Cuando los guardianes me sacaron, me di cuenta entonces que
Lissa y Dimitri ya habían sido retirados de la habitación. Quise
saber dónde estaban, gritándoles que yo tenía que verlos. Nadie me
escuchó. Me arrastraron lejos, fuera del almacén, pasando por una
cantidad preocupante de cuerpos. La mayoría era Strigoi, pero me
di cuenta de algunas de las caras del regimiento de guardianes en la
Corte. Hice una mueca, aunque yo no los conocía bien. La batalla
había terminado, y había ganado nuestro lado, pero a un costo muy
alto. Los guardianes sobrevivientes estarían haciendo la limpieza
ahora. No me habría sorprendido si los alquimistas se hicieran
presentes, pero, por el momento, nada de eso era mi preocupación.
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—¿Dónde está Lissa? —Seguí exigiéndoles cuando yo fui
empujada dentro de una de las SUV. Dos guardianes se deslizaron
conmigo, quienes se sentaron en cada lado. Yo no conocía a ninguno
de ellos—. ¿Dónde está Dimitri?
—La princesa ha sido llevada a un lugar seguro —uno de los
guardianes dijo secamente. Él y el otro miraron fijamente hacia
delante, y me di cuenta que ellos no iba a responder la pregunta
acerca de Dimitri. Él bien podría no existir para ninguno de ellos.
—¿Dónde está Dimitri? —Repetí, hablando más alto con la
esperanza de que pudiera obtener una respuesta—. ¿Está con Lissa?
Conseguí una reacción. —Por supuesto que no —dijo el
guardián que había hablado antes.
—Está... ¿Él está vivo? —Fue una de las preguntas más difíciles
que yo había preguntado alguna vez, pero tenía que saber. Odiaba
admitirlo, pero si yo estuviera en el lugar de Hans, no habría estado
buscando milagros. Yo me habría puesto a exterminar todo lo que se
percibiría como una amenaza.
—Sí —dijo el conductor por fin—. Él... eso... está vivo.
Y eso fue todo lo que podría salir de ellos, no importaba lo
mucho que argumente y pidiera ser liberada del coche, y créanme
hice mucho de eso. Su capacidad para ignorarme fue muy
impresionante, de verdad. Para ser justos, ni siquiera estaba segura
de que ellos sabían lo que había sucedido. Todo había ocurrido tan
rápido. Lo único que estos dos sabían era que les habían ordenado
que me escoltaran al exterior del edificio.
Yo tenía la esperanza de que alguien que conociera pudiera
unirse a nosotros en nuestra SUV. Nop. Sólo más guardianes
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7
desconocidos. Ningún Christian o Tasha. Ni siquiera Hans, por
supuesto, que era comprensible. Él probablemente tenía miedo de
que lo golpee accidentalmente otra vez.
Cuando estábamos embarcados y en camino, finalmente
renuncié a mi acoso y me hundí en el asiento. Otros SUV habían
salido con nosotros, pero no tenía idea de si mis amigos estaban en
ellas.
El vínculo entre Lissa y yo todavía estaba entumecido. Después
del shock inicial en el que yo no sentí nada, recuperé poco a poco
una ligera sensación de ella, diciéndome que estábamos conectadas
y que ella aún estaba viva. Eso era todo. Con todo ese poder que
había explotado a través de ella, era casi como si el vínculo se
hubiera frito temporalmente. La magia entre nosotras estaba frágil.
Cada vez que trataba de utilizar el enlace para ver cómo estaba, era
como si mirase algo demasiado brillante, y era cegada. Solamente
tenía que asumir que se restablecería pronto, porque yo necesitaba
su visión sobre lo que había pasado.
No, información aparte. Necesitaba saber qué es lo que había
pasado y punto. Aún estaba un poco en shock, y el largo camino de
vuelta a la Corte me dio tiempo para procesar los pocos hechos de
los cuales tenía conocimiento. Inmediatamente quise saltar hacia
Dimitri, pero necesitaba comenzar por el principio si realmente
quería analizar lo que había ocurrido.
Primero: Lissa había encantado una estaca y me había ocultado
la información. ¿Cuándo? ¿Antes del viaje a la Universidad? ¿En
Lehigh? ¿Mientras estábamos cautivas? No importaba.
Segundo, a pesar de sus intentos fallidos con la almohada, ella
había lanzado
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8
la estaca directo al corazón de Dimitri. Había sido difícil, pero el
fuego de Christian lo había hecho posible. Hice una mueca,
recordando las quemaduras que Lissa había sufrido durante esa
penosa experiencia. Había sentido el dolor de ellas antes de que el
lazo se hubiera cortado, y también había visto las marcas en ella.
Adrian no era el mejor sanador del mundo, pero afortunadamente
su magia sería suficiente para ocuparse de las heridas.
El‖ tercer‖ hecho‖ y‖ final‖ aquí… bueno…‖ ¿era‖ un hecho? Lissa
había estacado a Dimitri y había usado la misma magia que ella
habría‖usado‖para‖ sanar… y, ¿entonces? Esa era la gran pregunta.
¿Qué había pasado, además de lo que se sintió como una explosión
nuclear de magia a través de nuestro lazo? ¿De verdad había visto lo
que‖pensé‖que‖había‖visto?‖Dimitri‖había… cambiado.
Él no era más Strigoi. Lo sentí en mi corazón, aun cuando sólo
había logrado darle un pequeño vistazo. Había sido suficiente para
permitirme ver la verdad. Las características de Strigoi se habían
ido. Lissa había hecho todo lo que Robert había jurado que
necesitaba para restaurar a un Strigoi, y realmente después de toda
esa‖magia… bueno, era fácil de creer que todo era posible.
Esa imagen de Dimitri vino hacia mí, aferrándose a Lissa con
lágrimas corriendo por su rostro. Nunca lo había visto tan
vulnerable. De alguna forma, no creía que los Strigoi lloraran.
Algo en mi corazón se retorció dolorosamente y parpadeé
rápidamente para evitar llorar también. Mirando alrededor, me
sintonicé de nuevo con mis alrededores. Fuera del auto, el cielo
estaba iluminado. Era casi el amanecer. Los guardianes que estaban
conmigo tenía signos de cansancio en sus rostros, sin embargo, las
expresiones de alerta en sus ojos nunca decayeron. Había perdido el
sentido del tiempo, pero mi reloj interno me dijo que habíamos
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estado de camino por un buen rato. Deberíamos estar casi de vuelta
en la Corte.
Tentativamente, toqué el lazo y me di cuenta que estaba de
vuelta, pero aún frágil. Era como si pestañeara apagándose y
prendiéndose, aun restableciéndose a sí mismo. Eso era suficiente
para tranquilizarme, y di un suspiro de alivio. Cuando el lazo se
había manifestado por primera vez años atrás, había sido tan
extraño… irreal. Ahora que lo había aceptado como parte de mi
vida, su ausencia hoy se había sentido poco natural.
Viendo a través de los ojos de Lissa, en la camioneta en la que
viajaba, inmediatamente deseé poder ver a Dimitri con ella. Ese
único vistazo en el almacén no había sido suficiente. Necesitaba
verlo de nuevo, necesitaba ver si este milagro de verdad había
sucedido. Quería beber de esos rasgos, ver al Dimitri desde hace
tanto tiempo. Al Dimitri que amaba. Pero él no estaba con Lissa.
Christian estaba ahí, sin embargo, y él miro hacia ella cuando se
agitó. Ella había estado dormida y aún se sentía mareada.
Eso, combinado con el efecto posterior del poder abrasador de
antes, mantenía nuestra conexión brumosa. Las cosas se salían de
foco para mí a cada momento, pero en general, podía seguir lo que
estaba pasando.
—¿Cómo te sientes? —Preguntó Christian. Su voz y sus ojos
mientras él la observaba estaban llenos de tanto cariño que parecía
imposible que ella no lo notara. Pero ella estaba un poco preocupada
ahora.
—Cansada. Agotada.‖ Como… no lo sé. Como si hubiera sido
lanzada por un huracán. O atropellada por un auto. Elige algo
horrible, y así es como me siento.
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Él le dio una pequeña sonrisa y delicadamente tocó su mejilla.
Abriéndome a mí misma a los sentidos de ella, sentí el dolor de sus
quemaduras y que él estaba acariciando la piel cercana a una, a
pesar de ser cuidadoso de mantenerse lejos de ella.
—¿Es horrible? —ella le preguntó—. ¿Se ha derretido toda mi
piel? ¿Me veo como un extraterrestre?
—No —dijo él, riendo un poco—. No es para tanto. Estás
hermosa, como siempre. Se necesita mucho más para cambiar eso.
El dolor pulsante que ella sentía le hizo pensar que había más
daño del que él estaba admitiendo, pero el cumplido y la forma en
que él lo había dicho habían hecho bastante para tranquilizarla. Por
un momento, toda su existencia se focalizó en el rostro de él y la
forma en que el sol naciente estaba empezando a iluminarla. Luego,
el resto de su mundo se estrelló a su alrededor.
—¡Dimitri! ¡Necesito ver a Dimitri!
Había guardianes en el auto, y ella los miró mientras hablaba.
Igual que conmigo, ninguno de ellos parecía dispuesto a reconocer
lo que había pasado.
—¿Por qué no puedo verlo? ¿Por qué se lo llevaron? —esto iba
dirigido a cualquiera que pudiera responder, y al menos, Christian
lo hizo.
—Porque ellos creen que él es peligroso.
—No‖lo‖es.‖Él‖solo… me necesita. Está herido por dentro.
Los ojos de Christian repentinamente se abrieron como platos,
su rostro llenándose de pánico. —Él‖no‖est{…‖¿no‖est{s‖unida‖a‖él,‖
cierto?
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1
Supuse por la forma en que su rostro se veía, que Christian
estaba recordando a Avery y cómo el estar unida a muchas personas
la había empujado hasta el límite. Christian no había estado ahí para
la explicación de Robert sobre el alma yendo al mundo de los
muertos y cómo un Strigoi restaurado no quedaba unido.
Lissa negó con la cabeza lentamente. —No... Sólo sé. Cuando
yo... Cuando lo sané, tuvimos algo, y lo sentí. Lo que tenía que
hacer... No puedo explicarlo —se pasó una mano por el pelo,
frustrada porque no podía poner su magia en palabras. El cansancio
empezaba a alcanzarla—. Era como que tenía que hacer una cirugía
en su alma —dijo al fin.
—Ellos piensan que es peligroso —Christian repitió
suavemente.
—¡No lo es! —Lissa miró alrededor al resto de los ocupantes del
coche, los cuales miraban hacia otra parte—. No es más Strigoi.
—Princesa —comenzó uno de los guardianes con inquietud—,
nadie sabe realmente lo que pasó. No se puede estar seguro de
que…‖
—¡Estoy segura! —ella dijo, con la voz demasiado fuerte para el
pequeño espacio. Había un aire regio, al mando de ella—. Lo sé. Yo
lo salvé. Lo traje de vuelta. ¡Sé con cada parte de mí que ya no es
Strigoi!
Los guardianes parecías incómodos, sin estar hablando. Creo
que ellos estaban confundidos, lo cual era justo y, realmente, ¿cómo
no iban a estarlo? No había ningún precedente de esto.
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2
—Shh —dijo Christian, poniendo la mano sobre la suya—. No
hay nada que puedas hacer hasta que estamos de vuelta en la Corte.
Sigues estando herida y agotada, está escrito todo sobre ti.
Lissa sabía que él tenía razón. Ella estaba herida y exhausta. Esa
magia la había destrozado. Al mismo tiempo, lo que ella había
hecho por Dimitri había creado un vínculo con él, no uno mágico,
sino psicológico. Ella realmente era como su madre. Se sentía
desesperada por protegerlo y estar con él.
—Necesito verlo —dijo.
¿Ella lo necesitaba? ¿Y qué hay de mí?
—Lo harás —dijo Christian, sonando más cierto de lo que yo
sospechaba que estaba—. Pero sólo trata de descansar ahora.
—No puedo —dijo ella, incluso mientras bostezaba.
Una sonrisa parpadeó al otro lado de sus labios y pasó el brazo
alrededor de ella, tirando de ella tan cerca como el cinturón de
seguridad lo permitiera. —Trata —le dijo.
Ella apoyó la cabeza contra su pecho, y su cercanía era un tipo
de curación en sí misma. La preocupación por Dimitri todavía corría
por ella, pero las necesidades de su cuerpo eran más fuertes por el
momento. Por fin, se sumió en el sueño en los brazos de Christian, al
apenas oírlo murmurar: —Feliz cumpleaños.
Veinte minutos más tarde, nuestro convoy regresó a la Corte de
Justicia. Pensé que esto significaba libertad inmediata, pero mis
guardianes se tomaron su tiempo para salir, en espera de alguna
señal o instrucciones que nadie se había molestado en decirme.
Resultó que estaban esperando a Hans.
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3
—No —dijo con firmeza, poniendo una mano sobre mi hombro
mientras yo salía fuera del coche y trataba de correr en la
distancia…‖bueno,‖yo‖no‖estaba‖segura‖de‖dónde…‖de‖dónde estaba
Dimitri—.‖Espera…‖
—¡Tengo que verlo! —Exclamé, tratando de forzar el paso.
Hans era como una pared de ladrillos. Teniendo en cuenta que
había luchado en realidad con muchos más Strigoi que yo esta
noche, habría pensado que estaría cansado—. Tienes que decirme
dónde está.
Para mi sorpresa, Hans lo hizo. —Encerrado. Lejos, muy fuera
de tu alcance. O de alguien más. Yo sé que él solía ser tu profesor,
pero es mejor si está alejado por ahora.
Mi cerebro, cansado de las actividades de la noche y alterado
por la emoción, tomó un momento para procesarlo. Las palabras de
Christian volvieron a mí.
—No es peligroso —le dije—. No es un Strigoi.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
La misma pregunta que le había hecho a Lissa. ¿Cómo podemos
responder a esa realidad? Sabíamos ya que había tenido dolores
increíbles para descubrir cómo transformar un Strigoi, y cuando
había completado los pasos, había sido una bomba atómica de
magia. ¿No era suficiente prueba para cualquier persona? Sino, ¿la
apariencia de Dimitri no era suficiente?
En su lugar, mi respuesta fue como la de Lissa. —Sólo lo sé.
Hans negó con la cabeza, y ahora pude ver que realmente
estaba agotado. —Nadie sabe lo que está pasando con Belikov.
Aquellos de nosotros que estábamos allí... bueno, no estoy seguro de
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4
lo que vimos. Lo único que sé es que él encabezaba a los Strigoi hace
un rato, y ahora está en el sol. No tiene ningún sentido. Nadie sabe
lo que es.
—Es un dhampir.
—Y hasta que lo sepamos —continuó, haciendo caso omiso de
mi comentario—, Belikov tiene que permanecer encerrado mientras
lo examinamos.
¿Examinar? No me gustaba el sonido de eso. Hacía parecer a
Dimitri como un animal de laboratorio. Hizo que mi temperamento
estallara, y casi empecé a gritar a Hans. Un momento después, me
metí bajo control.
—Entonces tengo que ver Lissa.
—Ha sido llevada al centro médico para tratamiento, el cual ella
necesita mucho. No puedes ir allí —agregó, anticipando mi
siguiente respuesta—. La mitad de los guardianes están ahí. Es un
caos, y tú estarás en el camino.
—Entonces, ¿qué demonios se supone que debo hacer?
—Ve a dormir un poco —él me lanzó una mirada irónica—.
Sigo pensando que tienes una mala actitud, pero después de lo que
vi allí... bueno, te diré esto: Sabes cómo luchar. Te necesitamos...
probablemente para más que papeleo. Ahora ve y cuida de ti
misma.
Y eso fue todo. El despido de su voz era claro, y mientras los
guardianes se apresuraban alrededor, era como si yo no existiera.
Cualquiera que fuera el problema que habíamos tenido antes,
parecía olvidado. No hablaríamos más de esto. Pero, ¿que se supone
que debía hacer yo? ¿Hans estaba loco? ¿Cómo iba a dormir? Tenía
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5
que hacer algo. Tenía que ver a Dimitri, pero no sabía a dónde lo
habían llevado. Probablemente a la misma cárcel en la que habían
metido a Victor, la cual era inaccesible para mí. También necesitaba
ver a Lissa, pero ella se encontraba en el centro médico. Yo no tenía
ningún poder aquí. Necesitaba llamar a alguien con influencia.
¡Adrian!
Si iba a Adrian, a lo mejor él podía tirar de unas cuerdas. Él
tenía sus conexiones con la realeza. Infiernos, la reina lo quería, a
pesar de sus formas flojas. Por mucho que me mató aceptarlo, me
daba cuenta de que conseguir ver a Dimitri de inmediato iba a ser
casi imposible. ¿Pero el centro médico? Adrian podría ser capaz de
meterme ahí para ver a Lissa, aunque estaba muy concurrido y
caótico. El enlace todavía era borroso, y hablar con ella directamente
me permitiría respuestas rápidamente acerca de Dimitri. Además,
quería ver por mí misma que se encontraba bien.
Sin embargo, cuando llegué a la vivienda en que Adrian se
quedaba en la Corte, fui informada por el portero que Adrian ya se
había ido hace poco a, irónicamente, el centro médico. Gemí. Por
supuesto, él ya estaría allí. Con sus habilidades de curación, ellos lo
habrían sacado de la cama. Débil o no, definitivamente podría
ayudar.
—¿Estaba usted ahí? —el portero me preguntó mientras empecé
a alejarme.
—¿Qué? —Por un momento pensé que estaba hablando del
centro médico.
—¡La batalla con los Strigoi! El rescate. Hemos estado
escuchando toda clase de cosas.
32
6
—¿Ya? ¿Qué has escuchado?
Los ojos del chico eran anchos y excitados. —Ellos dicen que
casi todos los guardianes murieron. Pero que usted capturó a un
Strigoi y lo trajo de vuelta.
—No, no... Hubo más lesiones que muertes. Y lo otro...
Por un momento, no podía respirar. ¿Qué había sucedido? ¿Qué
había ocurrido realmente con Dimitri? —Un Strigoi fue cambiado de
nuevo a dhampir.
El portero me miró fijamente. —¿La golpearon en la cabeza?
—¡Estoy diciendo la verdad! Vasilisa Dragomir lo hizo. Con su
poder espiritual. Difunde esa información.
Lo dejé con la boca abierta. Y así, no tenía más opciones, no
había nadie más a quien pedir información. Volví a mi cuarto
sintiéndome derrotada pero demasiado excitada para dormir. Al
menos, eso es lo que inicialmente pensé. Después de un rato, me
senté en la cama para tratar de hacer un plan.
Sin embargo, al poco tiempo, sentí que caía en un profundo
sueño.
Me desperté con un sobresalto, confusa y dolorida en partes de
mi cuerpo que no me di cuenta que había usado en la lucha. Miré el
reloj, asombrada de cuánto tiempo había dormido. Con el tiempo
vampiro, era tarde en la mañana. Después de cinco minutos, me
había duchado y puesto en ropa no-rota y no-manchada-con-sangre.
Así de fácil, estaba fuera de la puerta.
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7
La gente salió a su trabajo diario, sin embargo, cada pareja o
grupo que pasé parecía estar hablando de la batalla en el almacén, y
acerca de Dimitri.
—Sabes que ella puede curar —oí que un chico Moroi decir a su
esposa—. ¿Por qué no Strigoi? ¿Por qué no a los muertos?
—Es una locura —replicó la mujer. —Nunca he creído en esto
del espíritu de todos modos. Es una mentira para ocultar el hecho de
que la chica Dragomir nunca se ha especializado.
No oí el resto de la conversación, pero otros que había pasado
tenían temas similares. La gente estaba convencida de que, o bien
todo era una estafa, o estaban relacionando ya a Lissa como a una
santa. De vez en cuando, había oído algo raro, como que los
guardianes habían capturado a un grupo de Strigoi para
experimentar. En todas las especulaciones, sin embargo, nunca oí el
nombre de Dimitri salir o que supieran realmente le estaba
sucediendo con él.
Seguí el único plan que tenía: Ir a la construcción de guardias en
que estaba la cárcel de la Corte, aunque no estaba segura de lo que
haría realmente cuando llegara ahí. Ni siquiera estaba del todo
segura de que era ahí donde todavía estaba Dimitri, pero parecía el
lugar más probable. Cuando pasé a un guardia en el camino, me
tomó unos segundos darme cuenta de que lo conocía. Llegué a un
alto y me di vuelta.
—¡Mikhail! —Él miró hacia atrás y, al verme, se acercó—. ¿Qué
está pasando? —Pregunté, aliviada al ver una cara amiga—. ¿Han
soltado a Dimitri?
Negó con la cabeza. —No, todavía están tratando de averiguar
lo que sucedió. Todo el mundo está confundido, a pesar de que la
32
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princesa juró arriba y abajo después de que ella vio que él no era
más un Strigoi.
Había maravilla en la voz de Mikhail, e ingenio también. Tenía
la esperanza de que fuera cierto, que podría haber una oportunidad
para que su amada sea salvada. Me dolía el corazón por él. Esperaba
que él y Sonya pudiesen tener un final feliz al igual que...
—Espera. ¿Qué dijiste? —Sus palabras llevaron mis cavilaciones
románticas a su fin—. ¿Dijiste que Lissa lo vio? ¿Quieres decir
después de la pelea? —De inmediato recurrí a nuestro lazo. Iba
aclarándose gradualmente, pero Lissa estaba dormida, por lo que no
podría saber nada de ella.
—El preguntó por ella —explicó Mijail—. Así que la dejaron
verlo, vigilado, por supuesto.
Me quedé, mi mandíbula casi cayendo al suelo. Dimitri estaba
viendo visitantes. Estaban en realidad dejándolo ver visitantes. El
conocimiento iluminó el ambiente oscuro que se había estado
construyendo en mí. Me di la vuelta. —Gracias, Mijail.
—Espera, Rose...
Pero no me detuve. Corrí a la construcción de los guardianes de
mantenimiento a una carrera de velocidad completa, ajena a las
miradas que recibí. Estaba demasiado excitada, muy fortalecida con
esta nueva información. Puedo ver a Dimitri. Finalmente puedo estar
con él, regresó a la forma en que suponía debía estar.
—No puedes verlo.
Yo literalmente me detuve cuando el guardián de turno en
frente de la recepción me detuvo.
32
9
—¿Q... qué? Necesito ver a Dimitri.
—No visitantes.
—Pero Lissa... eh, Vasilisa Dragomir vino a verlo.
—Él preguntó por ella.
Lo miré con incredulidad. —Tiene que haber preguntado por
mí también.
El guardián se encogió de hombros. —Si lo hizo, nadie me lo
dijo.
La ira que había retenido anoche por fin despertó. —¡Entonces
anda a buscar a alguien que lo sepa! Dimitri quiere verme. Tienes
que dejarme entrar ¿Quién es tu jefe?
El guardián me frunció el ceño. —No voy a ninguna parte hasta
que mi turno haya terminado. Si usted tiene autorización, alguien le
hará saber. Hasta entonces, a nadie sin un permiso especial se le
permite ir allá abajo.
Después de tomar una porción justa de la seguridad Tarasov,
me sentía bastante segura de que fácilmente podía despachar a este
tipo. Sin embargo, sentí la misma confianza de que, una vez que
llegara a las profundidades de las celdas de la cárcel, tendría que
correr con muchos más guardias. Por un segundo, sacarlos parecía
muy razonable. Era Dimitri. Haría cualquier cosa por él. Una leve
agitación en el enlace me hizo entrar en razón. Lissa se acababa de
despertar.
—Está bien —le dije. Alcé la barbilla y le di una mirada altiva—.
Gracias por la ‚ayuda‛. —No necesitaba a este perdedor. Iba por
Lissa.
33
0
Ella se estaba quedando casi en el extremo opuesto del suelo de
la Corte de la zona de espera, y cubrí la distancia con un trote ligero.
Cuando por fin llegué a ella y abrí la puerta de su habitación, vi que
había estado lista casi tan rápido como yo. De hecho, podía sentir
que había estado muy cerca de irse. Estudiando su cara y manos, me
sentí aliviada al ver que casi todas las quemaduras habían
desaparecido. Unas pocas manchas rojas quedaron en sus dedos,
pero eso era todo. Eso era obra de Adrian. Ningún médico pudo
haber hecho que esto ocurra. En una camiseta sin mangas de color
azul pálido, con su pelo rubio recogido, ella no parecía haber pasado
por esa terrible e importante experiencia hace menos de veinticuatro
horas.
—¿Estás bien? —preguntó. A pesar de todo lo demás que había
pasado, nunca había dejado de preocuparse por mí.
—Sí, estoy bien. —Físicamente, por lo menos—. ¿Tú?
Ella asintió con la cabeza. —Bien.
—Te ves bien —le dije—. Ayer por la noche... Quiero decir,
estaba bastante asustada. Con el fuego... —No podía terminar.
—Sí —dijo ella, apartando la mirada de mí. Parecía nerviosa e
incómoda. —Adrian ha sido bastante bueno en curar a la gente
herida.
—¿Es ahí donde vas? —Hubo agitación e inquietud en el enlace.
Tendría sentido si quería ir más de prisa al centro médico y ayudar
también. Salvo que... más sondaje me dio una verdad
sorprendente—. ¡Vas a ver a Dimitri!
—Rose...
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1
—No —dije con impaciencia—. Es perfecto. Voy contigo. Estuve
ahí, y ellos no me dejaron entrar...
—Rose... —Lissa parecía muy incómoda ahora.
—Me dieron algunas mentiras acerca de que había preguntado
por ti y no por mí, y que por eso no podían dejarme entrar, pero si
vas, ellos tendrán que dejarme.
—Rose —dijo con firmeza, finalmente rompiendo mi charla—.
No puedes ir.
—Yo... ¿qué? —Repetí sus palabras, por si acaso yo no escuché
bien—. Por supuesto que puedo. Tengo que verlo. Sabes que tengo.
Y él necesita verme.
Ella movió la cabeza, luciendo, pero también benévola. —Ese
guardián tenía razón —dijo—. Dimitri no ha estado preguntando
por ti. Sólo por mí.
Todo mi afán, todo ese fuego, se heló. Estaba estupefacta,
confundida más que nada. —Bueno... —Recordé cómo se había
aferrado a ella en su última noche, la desesperación en su rostro.
Odiaba admitirlo, pero tenía sentido que él no haya hecho más que
preguntar por ella al principio—. Por supuesto que él querría verte.
Todo es tan nuevo y extraño, y tú eres la única que lo salvó. Una vez
que él mejore un poco, él querrá verme también.
—Rose, no puedes ir. —Esta vez, la tristeza en la voz de Lissa se
reflejó en el vínculo, inundándome—. No es sólo que Dimitri no
pidió verte. Pidió específicamente que tú no fueras a verle.
33
2
Traducido por flochi
Corregido por Tibari
o que realmente apesta de estar psíquicamente
vinculado a alguien es que te das cuenta de cuándo te
est{n‖mintiendo…‖ o,‖ en‖ este‖ caso,‖ no‖mintiendo.‖ Aún‖
así, mi respuesta fue inmediata e instintiva.
—No es verdad.
—¿No? —Me mostró una mirada aguda. Ella también sabía que
podía sentir la verdad de sus palabras.
—Pero‖ eso…‖ no‖ puede…‖ —Yo no me quedaba sin palabras
muy‖ a‖ menudo…‖ y‖ ciertamente‖ no‖ con‖ Lissa.‖ Frecuentemente‖ en‖
nuestra relación, yo había sido la asertiva y debería explicarle por
qué las cosas suceden del modo en que lo hacen. En algún lugar del
camino, sin darme cuenta, Lissa había perdido esa fragilidad.
—Lo siento —dijo ella, su voz amable pero todavía firme. El
lazo revelaba cuánto odiaba decirme cosas desagradables—. Él me
pidió…‖me‖dijo‖específicamente‖que‖no‖te‖dejara‖ ir.‖Que‖no‖quiere‖
verte.
La miré de manera suplicante, mi voz sonó casi infantil.
L
33
3
—Pero ¿por qué? ¿Por qué diría eso? Por supuesto que él quiere
verme.‖Debe‖estar‖confundido…
—No lo sé, Rose. Todo lo que sé es lo que me dijo. Lo siento
tanto. —Se acercó a mí como para abrazarme, pero me alejé. Mi
cabeza todavía dando vueltas.
—Iré contigo de todas maneras. Esperaré arriba con los otros
guardianes. Entonces, cuando le digas a Dimitri que estoy ahí,
cambiará de parecer.
—No creo que debas —dijo ella—. Parecía realmente serio
acerca‖de‖que‖no‖fueras…‖casi‖frenético.‖Creo‖que‖saber‖que‖tú‖est{s‖
ahí podría perturbarle.
—¿Perturbarle? ¿Perturbarle? ¡Liss, soy yo! Él me ama. Me
necesita.
Se estremeció, y me di cuenta de que le había estado gritando.
—Sólo me baso en lo que él dijo.‖ Es‖ todo‖ tan‖ confuso…‖ por‖
favor.‖No‖me‖pongas‖en‖esta‖posición.‖Sólo…‖espera‖a‖ver‖qué‖pasa.‖
Y‖si‖quieres‖saber‖qué‖est{‖sucediendo,‖siempre‖puedes…
Lissa no terminó. Pero sabía lo que estaba sugiriendo. Estaba
ofreciendo dejarme ver su reunión con Dimitri a través del lazo. Fue
un gran gesto de su parte —no es que ella pudiera detenerme si yo
quería hacerlo—, pero aún así, a ella no le gustaba la idea de ser
‚espiada‛.‖ Eso‖ era‖ lo‖ mejor‖ que‖ ella‖ podría‖ hacer‖ para‖ hacerme‖
sentir mejor.
No es que realmente pasara. Todavía todo esto era una locura.
Negándome el acceso a Dimitri. ¡Dimitri supuestamente no quería
verme! ¿Qué demonios? Mi reacción instintiva era ignorar todo lo
que ella había dicho e ir junto a ella, exigiendo acceso cuando
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4
llegara. Aunque los sentimientos a través del lazo me pedían que no
lo hiciera. Ella no quería causar problemas. Tampoco podía entender
los deseos de Dimitri, pero sentía que debían ser cumplidos hasta
que la situación pudiera ser evaluada mejor.
—Por favor —dijo ella. Esas palabras lastimeras finalmente me
quebraron.
—Está bien. —Me mató decirlo. Era como admitir la derrota.
Piensa que es como un retiro táctico.
—Gracias. —Esta vez me dejé abrazar—. Prometo que
conseguiré más información y averiguaré qué está pasando, ¿de
acuerdo?
Asentí, todavía desanimada, y caminamos fuera del edificio
juntas. Con una severa renuencia, me separé de ella cuando el
momento llegó, dejándola marcharse al edificio de los guardianes
mientras me dirigía hacia mi cuarto. Tan pronto como ella estuvo
fuera de mi vista, inmediatamente me deslicé en su cabeza, mirando
a través de sus ojos mientras ella caminaba sobre la hierba
perfectamente cuidada. El lazo estaba un poco brumoso todavía,
pero volviéndose más claro a cada minuto.
Sus sentimientos eran un lío. Se sentía mal por mí, culpable por
haberme rechazado. Y, al mismo tiempo, estaba ansiosa por visitar a
Dimitri. Necesitaba verlo —pero no del mismo modo que yo
quería—. Ella tenía un sentimiento de responsabilidad por él, un
impulso ardiente de protegerlo.
Cuando llegó a la oficina principal del edificio, el guardián que
me había detenido asintió con la cabeza y después hizo una rápida
llamada telefónica. Unos momentos más tarde, tres guardianes
entraron y le indicaron a Lissa que los siguiera a las profundidades
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5
del edificio. Todos parecían inusualmente sombríos, incluso para los
guardianes.
—No tiene que hacer esto —uno de ellos le dijo—. Sólo porque
él‖sigue‖preguntando…
—Está bien —dijo con un aire frío y digno de cualquiera de la
realeza—. No me importa.
—Habrá muchos guardianes alrededor igual que la última vez.
No necesita preocuparse por su seguridad.
Les lanzó una mirada severa a todos ellos.
—Nunca estuve preocupada desde el principio.
Su descenso a los niveles más bajos del edificio trajo recuerdos
dolorosos de cuando Dimitri y yo habíamos visitado a Victor. Ése
había sido el Dimitri con el que había estado en perfecta unión, el
Dimitri que me entendía por completo. Y después de la visita, se
había enfurecido por las amenazas de Victor hacia mí. El Dimitri
que me había amado tanto que estaba dispuesto a hacer lo que fuera
por protegerme.
Una puerta protegida por una tarjeta electrónica finalmente
permitió el acceso al nivel de contención, el que consistía en su
mayoría en un largo pasillo con celdas alineadas. No tenía el
sentimiento deprimente que había tenido Tarasov, pero este lugar
era austero y el aire industrial recubierto de acero no inspiraba
exactamente sentimientos cálidos y difusos.
Lissa apenas podía caminar por el pasillo debido a que estaba
tan atestado de guardianes. Toda esa seguridad para una persona.
No era imposible para un Strigoi salir de barras de acero, pero
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6
Dimitri no era un Strigoi. ¿Por qué no podían ver eso? ¿Estaban
ciegos?
Lissa y su escolta siguieron su camino a través de la multitud y
se detuvieron frente a la celda de él. Era como si el frío sólo
estuviera en esta área de la prisión, sin más mobiliario que el
absolutamente necesario. Dimitri estaba sentado sobre una estrecha
cama, sus piernas dobladas hacia él y apoyado en una esquina del
cuarto, dándole la espalda a la entrada de la celda. No era lo que
había esperado. ¿Por qué no estaba golpeando las barras? ¿Por qué
no exigía que lo liberaran diciéndoles que no era un Strigoi? ¿Por
qué se estaba tomando esto tan tranquilamente?
—Dimitri.
La voz de Lissa era suave y gentil, llena de una calidez que se
destacaba en comparación con la crudeza de la celda. Era la voz de
un ángel.
Y como Dimitri se giró lentamente, era obvio que él pensaba lo
mismo. Su expresión se transformó ante nuestros ojos, yendo de la
desolación al asombro.
No era el único asombrado. Mi mente podía estar ligada a la de
Lissa, pero al otro lado de la Corte, mi propio cuerpo casi deja de
respirar. La visión que había tenido de él la noche pasada había sido
sorprendente.‖Pero‖esto…‖esta‖vista‖completa‖de‖él‖mirando‖a‖Lissa‖
—a mí— fue impresionante. Era una maravilla. Un regalo. Un
milagro.
En serio. ¿Cómo alguien podía pensar que era un Strigoi? ¿Y
cómo fue posible que yo creyera que el Dimitri que había estado
conmigo en Siberia era éste? Se había limpiado desde la batalla y
usaba vaqueros y una sencilla remera negra. Su cabello marrón
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7
estaba atado en una cola corta, y una débil sombra en su mandíbula
mostraba que necesitaba afeitarse. Probablemente nadie le dejaría
acercarse a una máquina de afeitar. A pesar de todo, casi le daba un
aspecto‖m{s‖sexy…‖m{s‖real,‖m{s‖dhampir.‖M{s‖vivo. Sus ojos como
los conocía. Su piel mortalmente blanca —ahora se había ido—
había sido alarmante, pero esos ojos rojos habían sido lo peor. Ahora
eran perfectos. Exactamente lo que solían ser. Cálidos, marrones y
de largas pestañas. Yo podría mirar en ellos por siempre.
—Vasilisa. —Él respiró. El sonido de su voz hizo a mi pecho
encogerse. Dios, había extrañado oírlo hablar—. Volviste.
Tan pronto como comenzó a acercarse a las barras, los
guardianes alrededor de Lissa comenzaron a cerrarse a su
alrededor, listos para detenerlo en caso de que efectivamente
intentara atravesarlas.
—¡Retroceded! —dijo ella bruscamente con un tono majestuoso,
mirando a todos alrededor suyo—. Dejadnos algo de espacio. —
Nadie reaccionó de inmediato, y puso más fuerza en su voz—. ¡Lo
digo en serio! ¡Retroceded!
Sentí el más leve hilo de magia atravesar nuestro lazo. No fue
una gran cantidad, sino que estaba apoyando sus palabras con un
poco de compulsión inducida por el espíritu. Ella difícilmente
podría controlar un grupo tan grande, pero la orden tenía suficiente
fuerza para hacerlos alejar un poco y crear un espacio entre ella y
Dimitri. Volvió su atención hacia él, su comportamiento cambiando
instantáneamente de feroz a amable.
—Por‖ supuesto‖ que‖ volví.‖ ¿Cómo‖ te‖ encuentras?‖ ¿Ellos…?‖—
Lanzó una mirada peligrosa a los guardianes en el pasillo—. ¿Te
están tratando bien?
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8
Él se encogió de hombros.
—Bien. Nadie me ha lastimado. —Si él fuera como su antigua
persona, nunca habría admitido que alguien lo había lastimado—.
Sólo un montón de preguntas. Tantas preguntas. —Sonaba cansado,
de‖ nuevo…‖ muy‖ diferente‖ de‖ un‖ Strigoi‖ que‖ no‖ necesitaba‖
descansar—. Y mis ojos. Ellos siguen examinando mis ojos.
—Pero, ¿cómo te sientes? —preguntó ella—. ¿En tu mente? ¿En
tu corazón? —Si la situación entera no hubiera sido tan seria, me
habría divertido. Era como sacado de la línea interrogadora de un
terapeuta…‖ algo‖ de‖ lo que ambas, Lissa y yo habíamos
experimentado bastante. Yo había odiado responder esas preguntas,
pero ahora realmente quería saber cómo se sentía Dimitri.
Su mirada, que había centrado su atención en ella, ahora se
alejaba y se nublaba.
—Es…‖es‖difícil de describir. Es como haber despertado de un
sueño. Una pesadilla. Como si hubiera estado viendo a alguien más
actuar‖a‖través‖de‖mi‖cuerpo…‖como‖si‖estuviera‖en‖una‖película‖o‖
una obra de teatro. Pero no era alguien más. Era yo. Todo eso era yo,
y ahora aquí estoy, y el mundo entero ha cambiado. Siento como si
estuviera reaprendiendo todo.
—Pasará. Te acostumbrarás a ello, una vez que te establezcas en
tu vieja persona. —Era una suposición de su parte, pero ella se
sentía segura de hacerla.
Él inclinó su cabeza hacia los guardianes reunidos.
—Ellos no lo creen así.
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9
—Lo harán —dijo rotundamente—. Sólo necesitamos más
tiempo. —Un pequeño silencio se sintió, y Lissa vaciló antes de decir
sus siguientes palabras—. Rose... quiere verte.
La actitud soñadora y taciturna de Dimitri se quebró en un
latido de corazón. Sus ojos enfocados nuevamente en los de Lissa, y
alcancé mi primer vislumbre de verdadera e intensa emoción por
parte de él.
—No. Cualquiera menos ella. No puedo verla. No la dejes venir
aquí. Por favor.
Lissa tragó, insegura de cómo responder. El hecho de que tenía
audiencia lo hizo más duro. Lo mejor que pudo hacer fue bajar más
su voz, así los otros no podrían escucharla.
—Pero…‖ ella‖ te‖ ama.‖ Ella‖ est{‖ preocupada‖ por‖ ti.‖ ¿Lo‖ que‖
pasó... con nosotros siendo capaces de salvarte? Bueno, mucho fue
gracias a ella.
—Me salvaste.
—Yo‖ sólo‖ fui‖ la‖ última‖ pieza.‖ El‖ resto…‖ bueno,‖ Rose‖ lo‖ hizo,‖
um, mucho... Es decir, como, organizar una fuga de la cárcel y
liberar fugitivos.
Dimitri le dio la espalda a Lissa, y el fuego que brevemente
había iluminado sus rasgos se apagó. Caminó hasta un lado de la
celda y se apoyó contra la pared. Cerró sus ojos durante unos pocos
segundos, tomó una profunda inhalación y luego los abrió.
—Cualquiera menos ella —él repitió—. No después de lo que le
hice.‖Hice‖muchas‖cosas…‖cosas‖horribles.‖—Giró sus palmas hacia
arriba y las miró un momento, como si pudiera ver sangre—. Lo que
le‖ hice‖ a‖ ella‖ fue‖ lo‖ peor‖de‖ todo…‖especialmente‖porque‖ era‖ ella.‖
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Fue‖a‖salvarme‖de‖ese‖estado,‖y‖yo…‖—Sacudió su cabeza—. Le hice
cosas horribles. Cosas terribles a otros. No puedo mirarla a la cara
después de eso. Lo que hice fue imperdonable.
—No lo es —dijo Lissa rápidamente—. No eras tú. No
realmente. Ella te perdonará.
—No.‖No‖hay‖perdón‖para‖mí…‖no después de lo que hice. No
la merezco, ni siquiera merezco estar cerca de ella. Lo único que
puedo‖hacer…‖—Caminó de vuelta hacia a Lissa, y para asombro de
todos nosotros, se arrodilló ante ella—. La única cosa que puedo
hacer —la única redención que puedo intentar— es retribuirte por
haberme salvado.
—Dimitri —comenzó a decir inquietamente—.‖Te‖dije…
—Sentí ese poder. En ese momento, sentí cómo trajiste mi alma
de vuelta. Te sentí sanándola. Es una deuda que nunca podré pagar,
pero juro que pasaré el resto de mi vida intentándolo. —Alzó la
vista hacia ella, esa mirada embelesada otra vez en su rostro.
—No quiero eso. No hay nada que pagar.
—Hay mucho que pagar —sostuvo él—.‖Te‖debo‖mi‖vida…‖mi‖
alma. Es el único modo por el que puedo estar más cerca de
redimirme‖por‖todas‖ las‖cosas‖que‖hice.‖Todavía‖no‖es‖suficiente…‖
pero es todo lo que puedo hacer. —Él juntó sus manos—. Juro, que
lo que sea que necesites, cualquier cosa —si está en mi poder— lo
haré. Te serviré y protegeré por el resto de mi vida. Haré todo lo que
me pidas. Tienes mi lealtad por siempre.
Otra vez, Lissa iba a decir que no quería eso, pero entonces un
pensamiento inteligente vino a su mente.
—¿Verás a Rose?
34
1
Él hizo una mueca.
—Cualquier cosa menos eso.
—Dimitri…
—Por favor. Haré lo que sea por‖ ti,‖ pero‖ si‖ la‖ veo…‖ doler{‖
demasiado.
Ésa era probablemente la única razón que podría haber para
que Lissa dejara el tema. Eso y la mirada desesperada y desanimada
en la cara de Dimitri. Fue una que ella nunca había visto antes, una
que yo nunca había visto antes tampoco. Él siempre había parecido
tan invencible ante mis ojos, y este signo de vulnerabilidad no lo
hacía parecer más débil para mí. Simplemente lo hacía más
complejo.‖Me‖hizo‖amarlo‖m{s…‖y‖querer‖ayudarlo.
Lissa sólo pudo hacer un pequeño asentimiento como respuesta
antes de que uno de los guardianes a cargo dijera que tenía que irse.
Dimitri todavía estaba arrodillado cuando la escoltaron hacia fuera,
mirando fijamente tras ella con una expresión que decía que era lo
más cercano a cualquier esperanza que él hubiera tenido en este
mundo.
Mi‖corazón‖se‖retorció‖por‖tanto‖dolor‖y‖celos…‖y‖un‖poco‖de‖ira‖
también. Era yo a la que debería haber mirado de esa manera.
¿Cómo se atrevía? ¿Cómo se atrevía a actuar como si Lissa fuera lo
más grande en este mundo? Ella había hecho mucho para salvarlo,
verdad, pero era yo la que dio la vuelta al mundo por él. Era yo la
que había arriesgado su vida continuamente por él. Y lo más
importante, era yo la que lo amaba. ¿Cómo podía darle la espalda a
eso?
34
2
Ambas, Lissa y yo, estábamos confundidas y trastornadas
mientras ella abandonaba el edificio. Ambas estábamos angustiadas
por el estado de Dimitri. A pesar de cuán enojada me sentía por su
rechazo a verme, me sentía horrible de verlo tan alicaído. Eso me
destruyó. Él nunca había actuado de esa manea antes. Después del
ataque a la Academia, ciertamente había estado triste y había
sufrido esa pérdida. Éste era un tipo de desesperación diferente. Lo
que él sentía era una profunda sensación de depresión y
culpabilidad de la que no podría escapar. Lissa y yo estábamos
conmovidas por eso. Dimitri siempre había sido un hombre de
acción, alguien listo para levantarse tras una tragedia y pelear la
siguiente batalla.
¿Pero esto? Esto era diferente a lo que siempre habíamos visto
antes en él, y Lissa y yo teníamos ideas completamente distintas
sobre cómo resolverlo. Su acercamiento suave y comprensivo era
para seguir hablando con él mientras también persuadiría
calmadamente a los oficiales de la Corte de que Dimitri ya no era
una amenaza. Mi solución a este problema era ir con Dimitri, sin
importarme lo que había solicitado que quería. Había entrado y
salido de una prisión. Entrar en una celda de la cárcel sería pan
comido. Estaba segura de que, una vez que me viera, cambiaría de
idea sobre toda esta cosa de la redención. ¿Cómo podía pensar
realmente que yo no lo perdonaría? Le amaba. Le entendía. Y tan
pronto‖como‖convenciera‖a‖los‖oficiales‖de‖que‖él‖no‖era‖peligroso…‖
bueno, mi método aún no estaba del todo claro, pero tenía la
sensación de que implicaría un montón de gritos y golpes en las
puertas.
Lissa sabía que yo había observado su encuentro con Dimitri,
así que no se sintió obligada a venir a verme, no cuando ella sabía
34
3
que todavía era útil en el centro médico. Ella había escuchado que
Adrian casi colapsa por toda la magia que manejó al ayudar a los
dem{s.‖ Era‖ tan‖ atípico‖ de‖ él,‖ tan‖ desinteresado…‖ tomó‖ decisiones‖
sorprendentes, a cambio de un gran precio de su propia vida.
Adrian.
Ése era el problema. No había tenido oportunidad de verlo
desde que regresamos tras la pelea en el depósito. Y, aparte de lo
que había oído sobre él sanando a otros, realmente no había
pensado en él en absoluto. Había dicho que si Dimitri realmente
podía ser salvado, no significaba el fin de Adrian y de mí. Sin
embargo, Dimitri apenas había vuelto hace veinticuatro horas, y ya
estaba‖yo,‖obsesionada‖sob…
—¿Lissa?
A pesar del hecho de que ya me había retirado a mi propia
mente, una parte de mí todavía estaba distraída con Lissa. Christian
se encontraba fuera del centro médico, apoyado contra la pared. Por
su postura, parecía como si hubiera estado allí durante un tiempo
esperando‖por‖algo…‖o, más bien, alguien.
Ella se detuvo, e inexplicablemente, todos los pensamientos de
Dimitri se desvanecieron de su mente. Oh, vamos. Quería que esos
dos se arreglaran, pero no teníamos tiempo para esto. El destino de
Dimitri era mucho más importante que tontear con Christian.
Christian no parecía estar malhumorado, sin embargo. Su
expresión era curiosa y preocupada mientras la contemplaba.
—¿Cómo te estás sintiendo? —preguntó él. No se habían
hablado desde el viaje de regreso, y ella había estado incoherente en
su mayor parte.
34
4
—Bien. —Ella tocó su cara distraídamente—. Adrian me sanó.
—Supongo que es bueno para algo. —Bien, quizás Christian sí
se estaba sintiendo un poco malhumorado el día de hoy. Pero sólo
un poco.
—Adrian es bueno para muchas cosas —dijo ella, aunque no
pudo evitar una pequeña sonrisa—. Estuvo trabajando toda la noche
aquí.
—¿Qué hay de ti? Sé cómo eres. Tan pronto como estuviste
levantada y rondando por aquí, seguro que estuviste junto a él.
Ella sacudió su cabeza.
—No. Después de que me curara, fui a ver a Dimitri.
Todo el júbilo desapareció del rostro de Christian.
—¿Has hablado con él?
—Dos veces. Pero sí. Lo hice.
—¿Y?
—¿Y qué?
—¿Cómo es?
—Es como Dimitri. —Ella de repente frunció el ceño,
reconsiderando sus palabras—.‖ Bueno…‖ no‖ exactamente‖ como‖
Dimitri.
—¿Qué, todavía tiene algo de Strigoi en él? —Christian se
enderezó, sus ojos azules destellando—. Si aún es peligroso, no tiene
sentido‖estar‖cerca…
34
5
—¡No! —ella exclamó—.‖ No‖ es‖ peligroso.‖ Y…‖ —Se adelantó
unos cuantos pasos, devolviéndole la mirada—. ¡Aunque lo fuera,
no es de tu incumbencia decirme lo que puedo o no puedo hacer!
Christian suspiró dramáticamente.
—Y yo que pensaba que Rose era la única que se metía en
situaciones estúpidas, independientemente de si podrían matarla.
La ira de Lissa ardió con más intensidad rápidamente,
probablemente debido a todo el Espíritu que había estado usando.
—¡Hey, no tuviste ningún problema en ayudarme a estacar a
Dimitri! Me entrenaste para eso.
—Eso fue diferente. Ya estábamos en una mala situación, y si las
cosas se ponían peor... bueno, yo podía haberlo incinerado. —
Christian la miró de la cabeza a los pies, y había algo en su mirada...
algo que parecía más que una simple evaluación objetiva—. Pero no
tuve que hacerlo. Estuviste asombrosa. Tuviste éxito. No sabía si
podrías, pero lo hiciste... y el fuego... No dudaste en absoluto, pero
debió haber sido terrible...
Hubo un temblor en su voz mientras hablaba, como si ahora
estuviera evaluando las consecuencias de lo que podría haberle
pasado a Lissa. Su preocupación y admiración la ruborizaron, y ella
inclinó su cabeza —un viejo truco— para que los mechones de pelo
que habían escapado de su coleta cayeran hacia delante y ocultaran
su rostro. No había necesidad de hacerlo, ya que Christian estaba
mirando deliberadamente el suelo.
—Tenía que hacerlo —dijo ella finalmente—. Tenía que saber si
era posible.
Él alzó la mirada.
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6
—¿Y‖estuvo…‖bien?‖¿En‖serio‖no‖hay‖ningún‖rastro‖de‖Strigoi?
—Ninguno. Estoy segura. Pero nadie lo cree.
—¿Puedes culparlos? Es decir, te ayudé con esto y quise que
fuera‖verdad…‖pero‖no‖estoy‖seguro‖de‖si‖yo‖alguna‖vez‖en‖serio,
realmente, creería que alguien puede volver de eso. —Él apartó su
mirada una vez más, su mirada detenida sobre una planta de lilas.
Lissa podía oler su esencia, pero la distante y preocupada mirada de
su rostro le dijeron a Lissa que sus pensamientos estaban distantes
de la naturaleza. Tampoco estaban en Dimitri, me di cuenta. Él
estaba pensando en sus padres. ¿Qué hubiera pasado si había
usuarios del Espíritu cerca cuando los Ozera se convirtieron en
Strigoi? ¿Qué pasaba si hubiera habido una forma de salvarlos?
Lissa, sin adivinar de lo que yo me había dado cuenta, comentó:
—Ni siquiera yo estaba segura de creerlo tampoco. Pero cuando
sucedió, bueno... lo sabía. Lo sé. No hay ningún Strigoi en él. Tengo
que ayudarlo. Tengo que hacer que otros se den cuenta. No puedo
permitirles‖ que‖ lo‖ encierren‖ para‖ siempre…‖ o‖ peor.‖ —Sacar a
Dimitri fuera del depósito sin que los otros guardianes lo estacaran
no había sido fácil para ella, y se estremeció al recordar esos
primeros segundos después de su cambio cuando todos habían
estado gritando que lo mataran.
Christian se volvió y la miró a sus ojos con curiosidad.
—¿Qué quisiste decir con que era como Dimitri pero sin ser
como Dimitri?
Su voz tembló un poco cuando habló.
—Él‖est{…‖triste.
34
7
—¿Triste? Parece que él debería estar feliz de ser salvado.
—No... no lo entiendes. Se siente terrible por todo lo que hizo
como un Strigoi. Culpable, deprimido. Se está castigando a sí mismo
porque no cree que pueda ser perdonado.
—Mierda —dijo Christian, claramente cogido desprevenido.
Unas pocas chicas Moroi que pasaban por ahí miraron
escandalizadas ante su insulto. Ellas se apresuraron, susurrando
entre sí. Christian las ignoró—.‖Pero‖él‖no‖pudo‖evitarlo…
—Lo sé, lo sé. Ya lo hablamos con él.
—¿Rose puede ayudar?
—No —dijo Lissa sin rodeos.
Christian esperó, aparentemente esperando que ella se
explicara. Su molestia creció cuando ella no lo hizo.
—¿Qué quieres decir con que ella no puede? ¡Sería capaz de
ayudarnos más que nadie!
—No quiero meterme en eso. —Mi situación con Dimitri la
molestaba mucho. Eso lo hacía a dos de nosotras. Lissa giró hacia el
centro médico. Parecía majestuoso y como un castillo por fuera, pero
almacenaba una facilidad tan estéril y moderna como cualquier
hospital—. Mira, necesito entrar. Y no me mires así.
—¿Así cómo? —demandó, acercándose unos cuantos pasos a
ella.
—Esa mirada reprobadora y enojada que tienes cuando no
consigues lo que quieres.
—¡No tengo esa mirada!
34
8
—La tienes ahora mismo. —Ella se alejó de él, moviéndose
hacia la puerta del centro—. Si quieres la historia completa,
podemos‖hablar‖después,‖pero‖no‖tengo‖tiempo…‖y, sinceramente...
no tengo ganas de contarlo.
Esa mirada enojada —y ella tenía razón, él la tenía— se
desvaneció un poco. Casi nerviosamente, él dijo:
—De acuerdo. Después entonces. Y Lissa...
—¿Hmm?
—Me alegro de que estés bien. Lo que hiciste anoche... bueno,
fue realmente impresionante.
Lissa lo miró durante varios pesados segundos, su frecuencia
cardiaca aumentando ligeramente mientras una brisa ligera
alborotaba su cabello oscuro.
—No pude haberlo hecho sin tu ayuda —dijo ella por fin.
Después de eso, se giró y entró, y yo volví a mi propia cabeza
por completo.
E, igual que antes, estaba perpleja. Lissa estaría ocupada el resto
del día, y quedarme parada y gritar en la oficina de los guardianes
realmente no me ayudaría a sacar a Dimitri. Bueno, supuse que en
todo caso podría molestarlos tanto que ellos me meterían en la cárcel
también. Entonces Dimitri y yo estaríamos justos. Inmediatamente
deseché ese plan, temiendo que lo único que conseguiría con eso
sería más papeleo.
¿Qué podía hacer? Nada. Necesitaba verlo otra vez, pero no
sabía cómo. Odiaba no tener un plan. El encuentro de Lissa con
Dimitri no había sido lo bastante largo para mí, y de todos modos,
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9
sentí que era importante mirarlo a través de mis ojos, no los de ella.
Y…‖ oh,‖ esa‖ tristeza...‖ esa‖ mirada‖ de‖ completa‖ desesperanza.‖ No‖
podía soportarlo. Quería sujetarlo, decirle que todo estaría bien.
Quería decirle que lo perdonaba y que todo sería como antes.
Podíamos estar juntos, de la manera que lo habíamos planeado...
Ese pensamiento trajo lágrimas a mis ojos, y me quedé sola con
la frustración y la inactividad, volví a mi cuarto y me desahogué
sobre la cama. Sola, finalmente podía soltar el llanto que había
estado conteniendo desde la noche pasada. Ni siquiera sabía
completamente por lo que estaba llorando. El trauma y la sangre del
día anterior. Mi propio corazón roto. El dolor de Dimitri. Las crueles
circunstancias que habían arruinado nuestras vidas. En serio, había
muchas opciones.
Permanecí en el cuarto una buena parte del día, perdida en mi
propio dolor e inquietud. Una y otra vez, reproduje la reunión de
Lissa con Dimitri, lo que él había dicho y cómo parecía. Perdí la
noción del tiempo, y sólo tomó un golpe en la puerta para sacarme
de mis propias sofocantes emociones.
Apresuradamente froté con un brazo mis ojos, y abrí la puerta
para encontrar a Adrian parado ahí fuera.
—Hola —dije,‖un‖poco‖sorprendida‖por‖su‖presencia…‖por‖no‖
mencionar culpable, considerando que yo había estado deprimida
por otro chico. No estaba lista para enfrentarme a Adrian aún, pero
al parecer ahora no tenía otra opción—. ¿Quieres... quieres entrar?
—Desearía poder, pequeña dhampir. —Parecía estar apurado,
no era como si viniera a tener una charla de novios—. Pero esto sólo
es una visita relámpago para entregarte una invitación.
35
0
—¿Invitación? —pregunté. Mi mente todavía estaba con
Dimitri. Dimitri, Dimitri, Dimitri.
—Una invitación a una fiesta.
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1
Traducida por Virtxu y Clo
Corregido por Haushiinka
stás loco? —Pregunté.
Me dio la misma mirada sin
palabras, siempre lo hacía cuando formulaba esa pregunta.
Suspiré y lo intenté de nuevo. —¿Una fiesta? Eso es ofensivo,
incluso para ti. ¡Acaban de morir personas! Guardianes. Priscilla
Voda. —Por no hablar de la gente que acababa de regresar de entre
los muertos. Probablemente sería mejor dejar esa parte fuera—. Este
no es el momento de deteriorarse y apestar a cerveza.
Esperaba que Adrian dijera que siempre era un buen momento
para apestar a cerveza, pero él seguía estando serio. —En realidad,
es por la gente que murió por lo que va a haber una fiesta. No es del
tipo de barriles. A lo mejor la palabra ‚fiesta‛ no es el término
correcto. Es un... —Frunció el ceño, buscando las palabras—. Un
evento especial. Uno para la élite.
—Todas las fiestas reales son para los de la élite —señalé.
—Sí, pero no todos los reales está invitados a esta. Estos son...
bueno, la élite de la élite.
—¿E
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2
Eso realmente no estaba ayudando. —Adrian…
—No, escucha. —Hizo ese familiar gesto suyo que indicaba
frustración, pasarse la mano por el pelo—. No es tanto una fiesta
como una ceremonia. Una antigua, antigua tradición de... No sé.
Rumania, creo. La llaman la Vigilia Mortal. Pero es una manera de
honrar a los muertos, un secreto que ha sido difundido a través de
las más antiguas líneas de sangre.
Los flashbacks de una sociedad secreta destructiva en St.
Vladimir volvieron a mí.
—Esto no es algo sobre Mana, ¿verdad?
—No, te lo juro. Por favor, Rose. No estoy en todo eso tampoco,
pero mi madre me hace ir, y me gustaría mucho que estuvieras allí
conmigo.
‚Élite‛ y ‚línea de sangre‛ fueron las palabras de advertencia
para mí. —¿Habrá otros dhampirs allí?
—No. —Luego añadió rápidamente—: Pero hice arreglos para
que algunas personas que apruebas estén allí. Esto lo hará mejor
para ambas.
—¿Lissa? —Supuse. Si alguna vez hubo una línea de sangre
estimada, era la suya.
—Sí. Me encontré con ella en el centro médico. Su reacción fue
muy parecida a la tuya.
Eso me hizo sonreír. También despertó mi interés. Quería
hablar con ella más sobre lo que había sucedido durante su visita a
Dimitri, y sabía que me había estado evitando por ello. Si yendo a
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algún tonto ritual real o lo que fuera esto, podía hacerme estar con
ella, pues mucho mejor.
—¿Quién más?
—Gente que te gusta.
—Muy bien. Sé misterioso. Iré a tu reunión de culto.
Eso me valió una sonrisa de regreso. —Apenas un culto,
pequeña dhampir. Realmente es una manera de pagar los últimos
respetos a las personas que murieron en esa lucha. —Extendió la
mano y la pasó por mi mejilla—. Y me alegro... Dios, estoy tan
contento de que no fueras una de ellos. No sabes.... —Su voz se
atrapó, la sonrisa petulante tembló por un momento antes de
estabilizarse de nuevo—. No sabes lo preocupado que estaba. Cada
minuto que pasaba, cada minuto que no sabía lo que te había
sucedido... era una agonía. E incluso después de oír que estabas
bien, me mantuve preguntando a todos en el centro médico lo que
sabían. Si te habían visto pelear, si te habían herido...
Sentí un nudo en la garganta. No había podido ver a Adrian
cuando había regresado, pero le había enviado un mensaje, por lo
menos. Me apretó la mano y traté de hacer una broma de algo que
realmente no tenía ninguna gracia. —¿Qué te dijeron? ¿Que era una
chica mala?
—Sí, en realidad. No podían dejar de hablar de lo increíble que
estuviste en la batalla. Se corrió la voz hacia la tía Tatiana también
acerca de lo que hiciste, e incluso ella se quedó impresionada.
Whoa. Eso fue una sorpresa. Empecé a preguntar más, pero sus
siguientes palabras me cortaron.
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—También oí que estabas gritando a todo el mundo que querías
conocer detalles sobre Belikov. Y que estuviste golpeando las
puertas de los guardianes esta mañana.
Aparté la vista. —Oh. Sí. Yo...‖Mira,‖lo‖siento,‖pero‖tuve‖que…
—Hey, hey. —Su voz era fuerte y seria—. No te disculpes. Lo
entiendo.
Levanté la vista hacia él. —¿En serio?
—Mira, no es como si yo no esperara esto si él regresaba.
Lo miré vacilante, estudiando su expresión seria. —Lo sé.
Recuerdo lo que dijiste antes....
Él asintió con la cabeza, luego me dio otra sonrisa compungida.
—Por supuesto, yo en realidad no esperaba que nada de esto
funcionara. Lissa trató de explicarme la magia que había usado...
Pero, buen Dios. No creo que pudiera hacer algo como lo que ella
hizo.
—¿Lo crees? —Le pregunté—. ¿Crees que ya no sea un Strigoi?
—Sí. Lissa dijo que no lo es, y yo le creo. Y lo vi desde una
distancia fuera del sol. Pero no estoy seguro de que sea una buena
idea que trates de verlo.
—Eso son tus celos hablando. —No tenía ningún derecho a
sonar acusatoria, considerando la forma en que mi corazón estaba
todo enredado sobre Dimitri.
—Por supuesto que son los celos —dijo Adrian con
indiferencia—. ¿Qué esperabas? El antiguo amor de tu vida vuelve,
de entre los muertos, por si fuera poco. Eso no es algo que me
entusiasme realmente. Pero no te culpo por sentirte confundida.
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—Ya‖te‖dije‖antes…
—Lo sé, lo sé. —Adrian no parecía especialmente molesto. De
hecho, había un tono sorprendentemente paciente en su voz—. Sé
que dijiste que su vuelta no afectaría a las cosas entre nosotros. Pero
decir una cosa antes de que suceda, y que luego en realidad esa cosa
suceda son dos cosas diferentes.
—¿Qué quieres decir? —Pregunté, confundida.
—Te quiero, Rose. —Me apretó la mano más fuertemente—.
Siempre te he querido. Quiero estar contigo. Me gustaría ser como
los otros chicos y decir que también quiero cuidar de ti, pero... bien.
Cuando esto se venga abajo, probablemente serás tú la que tenga
que cuidar de mí.
Me reí muy a mi pesar. —Hay días en que creo que tú eres el
mayor peligro para ti mismo que cualquier otro. Hueles como a
cigarrillos, sabes.
—Hey, yo nunca, nunca dije que fuera perfecto. Y te equivocas.
Tú eres probablemente la cosa más peligrosa en mi vida.
—Adrian…
—Espera. —Con la otra mano apretó sus dedos sobre mis
labios—. Sólo escucha. Sería estúpido por mi parte pensar que el que
tu antiguo novio regrese no va a tener ningún efecto sobre ti. ¿Así
que, me gusta que quieras verlo? No, por supuesto que no. Eso es
instinto. Pero hay más, lo sabes. Creo que es un dhampir de nuevo.
Absolutamente. Pero...
—¿Pero, qué? —Las palabras de Adrian habían despertado mi
curiosidad más que nunca.
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6
—Pero sólo porque él no sea un Strigoi no quiere decir que esto
haya desaparecido enteramente de él. Espera. —Adrian pudo ver a
mi apertura de la boca por la indignación—. No estoy diciendo que
sea malo o que tenga los medios para ser malo ni nada de eso. Pero
lo que pasó... fue enorme. Épico. En realidad no sé mucho sobre el
proceso de cambio. ¿Qué efecto tuvo ese tipo de vida en él? ¿Hay
partes violentas de él que de pronto podrían salir? Eso es por lo que
estoy preocupado, Rose. Te conozco. Sé que no vas a ser capaz de
ayudarte a ti misma. Tendrás que verlo y hablar con él. Pero, ¿es
seguro? Eso es lo que nadie sabe. No sabemos nada de esto. No
sabemos si es peligroso.
Christian había dicho lo mismo a Lissa. Examiné atentamente a
Adrian. Sonaba como una excusa conveniente para mantenernos a
mí y a Dimitri apartados. Sin embargo, vi la verdad en sus
profundos ojos verdes. Lo decía en serio. Estaba nervioso por lo que
Dimitri pudiera hacer. Adrian también había sido honesto acerca de
estar celoso, lo cual tenía que admirar. No me había ordenado que
no viera a Dimitri o intentado dirigir mi comportamiento. Me gustó
eso también. Extendí mi mano y entrelacé mis dedos con los de
Adrian.
—No es peligroso. Está... triste. Triste por lo que ha hecho. La
culpa lo está matando.
—Puedo imaginármelo. Probablemente yo no me lo perdonaría
si de pronto me diera cuenta que había estado matando brutalmente
a gente durante los últimos cuatro meses. —Adrian me atrajo hacia
él y besó la parte superior de mi cabeza—. Y por el bien de todos, sí,
incluso el suyo, realmente espero que sea exactamente de la manera
en que era. Ten cuidado, ¿vale?
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—Lo haré —dije, besándole la mejilla—. En la medida en que
pueda.
Él sonrió y me soltó. —Eso es lo mejor que puedo esperar. Por
ahora, tengo que regresar con mis padres por un rato. Volveré a por
ti a las cuatro, ¿de acuerdo?
—Muy bien. ¿Hay algo que deba llevar a esa fiesta secreta?
—Ropa de vestir linda estaría bien.
Se me ocurrió algo. —Si esto es para la gente de élite y de
prestigio, ¿cómo va a conseguir entrar una dhampir humilde como
yo?
—Con esto. — Adrián buscó una bolsa que había dejado al
entrar. Me la entregó.
Con curiosidad abrí la bolsa, y quedé asombrada con lo que vi.
Era una máscara, una que apenas cubría la mitad superior de la cara
alrededor de los ojos. Estaba complicadamente trabajada con hojas
doradas y verdes, y flores enjoyadas.
—¿Una máscara? —Exclamé—. ¿Tenemos que usar máscaras en
esa cosa? ¿Qué es esto, Halloween?
Me guiñó un ojo. —Nos vemos a las cuatro.
No nos pusimos en realidad las máscaras hasta que llegamos a
la Vigilia Mortal. Como parte de la naturaleza secreta de todo esto,
Adrian dijo que no quería llamar la atención de cualquiera sobre
nosotros mismos al ir a ella. Así que caminamos a través de los
terrenos de la Corte vestidos —llevaba el mismo vestido que había
llevado a la cena con sus padres— pero nadie nos hizo más caso del
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8
que nos solían hacer cuando estábamos juntos. Además, ya era
tarde, y la mayoría de la Corte se preparaba para acostarse.
Nuestro destino me sorprendió. Era uno de los edificios en los
que vivían los trabajadores no reales de la Corte, el cual estaba muy
cerca del de Mia. Bueno, yo suponía que el último lugar donde
buscarías una fiesta real sería en la casa de un plebeyo. Excepto que
no era en cualquiera de los apartamentos en su interior. Una vez que
entramos en el vestíbulo del edificio, Adrian me indicó que
debíamos ponernos nuestras máscaras. Luego me llevó a lo que
parecía ser un armario de conserje. No fue así. En su lugar, se abrió
la puerta a una escalera que descendía hacia la oscuridad. No podía
ver el fondo, eso me puso en alerta máxima. Instintivamente quería
saber cada detalle de la situación en la que me encontraba. Adrian se
mostró tranquilo y confiado mientras se dirigía hacia abajo, así que
lo tomé como que esto no me conducía a algún altar de sacrificios.
Odiaba admitirlo, pero la curiosidad sobre esta cosa de la Vigilia
Mortal alejaba temporalmente mi mente de Dimitri.
Adrian y yo finalmente llegamos a otra puerta, y ésta tenía dos
guardias. Ambos hombres eran Moroi, ambos enmascarados como
Adrian y yo. Sus posturas eran rígidas y defensivas. No dijeron
nada, sino que simplemente nos miraron expectantes. Adrian dijo
unas palabras que sonaban como rumanas, y un momento después,
uno de los hombres abrió la puerta e hizo un gesto para que
entráramos.
—¿Clave secreta? —Murmuré a Adrian mientras pasábamos.
—Contraseñas, en realidad. Una para ti y otra para mí. Todos
los huéspedes tienen una única para ellos.
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9
Entramos en un estrecho túnel iluminado por antorchas
empotradas en las paredes. Sus llamas se agitaban como sombras
fantásticas cuando pasábamos. De lejos, nos llegó el murmullo de la
conversación. Sonaba sorprendentemente normal, como cualquier
conversación que se oía en una fiesta. Con base a la descripción de
Adrian, yo casi esperaba oír cánticos o tambores.
Negué con la cabeza. —Lo sabía. Mantienen una mazmorra
medieval en la Corte. Me sorprende que no haya cadenas en las
paredes.
—¿Asustada? —Se burló Adrian, y afianzó su agarre de mi
mano.
—¿De esto? No lo creo. Es decir, en la Escala de Rose Hathaway
del‖Miedo,‖esto‖es‖apenas‖un‖uno…
Salimos de la sala antes de que pudiera terminar. Una sala
amplia con techos abovedados se extendía ante nosotros, algo que
dejó atónito a mi espacialmente deficiente cerebro mientras trataba
de recordar lo profundo que habíamos bajado. Candelabros de
hierro forjado con velas encendidas colgaban del techo, proyectando
la misma luz fantasmal que las antorchas. Las paredes eran de
piedra, pero de una muy ingeniosa y bonita piedra: gris con
manchas rojizas, pulida en piezas redondas y lisas. Alguien había
querido mantener el sentimiento de mazmorra del Viejo Mundo,
pero aún así dándole al lugar un aspecto elegante. Era una típica
línea de pensamiento real.
Unas cincuenta personas o más se arremolinaban alrededor de
la habitación, formando algunos grupos. Al igual que Adrian y yo,
llevaban máscaras y ropa medio formal. Todas las máscaras eran
diferentes. Algunas tenían una temática floral, como la mía,
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0
mientras que otras estaban decoradas con animales. Algunas
simplemente tenían remolinos o diseños geométricos. A pesar de
que las máscaras sólo cubrían la mitad de los rostros de los
huéspedes, la iluminación incompleta hacía un gran trabajo
oscureciendo cualquier otra característica de identificación. Les
examiné cuidadosamente, con la esperanza que podría elegir los
detalles con los que conseguiría distinguir a alguien.
Adrian y yo dejamos la entrada y fuimos hacia una esquina.
Cuando mi punto de vista de la zona se amplió, pude ver un pozo
de fuego grande en el centro de la habitación, incrustado en el suelo
de piedra. No había fuego ardiendo en él, pero todo el mundo se
mantenía alejado. Por un momento, tuve un desorientador flash de
déjà vu, volviendo atrás a mi tiempo en Siberia. Había estado en un
tipo de ceremonia conmemorativa allí también —aunque no había
máscaras o contraseñas— y todos se habían sentado alrededor de
una fogata al aire libre. Había sido en honor a Dimitri, con todos los
que lo habían amado sentados y contando historias acerca de él.
Traté de echarle un mejor vistazo al fuego, pero Adrian tenía la
intención de mantenernos detrás de la mayor parte de la multitud.
—No llames la atención sobre ti misma —advirtió.
—Sólo estaba mirando.
—Sí, pero cualquiera que te mirara demasiado se daría cuenta
de que eres la persona más baja de aquí. Sería bastante obvio que
eres un dhampir. Esta es la élite más antigua, ¿recuerdas?
Le fruncí el ceño tanto como pude a través de la máscara. —
¿Pero pensé que habías dicho que habías hecho arreglos para que yo
estuviera aquí? —Gemí cuando él no respondió—. ¿El término
‚haber‖ hecho‖ arreglos‛ significa simplemente meterme
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1
furtivamente? Si es así, esos tipos eran una especie de seguridad de
mierda.
Adrian se burló. —Oye, hemos dicho las contraseñas correctas.
Eso‖es‖ todo‖lo‖que‖piden.‖Robé…‖eh, las tomé prestadas de la lista
de mi madre.
—¿Tu madre es una de las personas que ayudó a organizar
esto?
—Así es. Su rama de la familia Tarus ha estado en lo más
profundo de este grupo desde hace siglos. Al parecer, hubo una
ceremonia muy grande aquí tras el ataque a la escuela.
Giré todo esto en mi mente, tratando de decidir cómo me sentía.
Odiaba cuando las personas se obsesionaban con el status y las
apariencias, sin embargo, era difícil culparlos por querer honrar a
aquellos que habían sido asesinados, en particular cuando la
mayoría de ellos habían sido dhampirs. El ataque Strigoi a St.
Vladimir era un recuerdo que me perseguiría por siempre. Antes de
que pudiera reflexionar mucho más, me barrió una sensación
familiar.
—Lissa está aquí —dije, mirando alrededor. Podía sentirla cerca
pero no la detecté de inmediato en el mar de máscaras y sombras—.
Allí.
Se puso de pie apartándose de los otros, llevando un vestido en
tonos rosados y una máscara blanca y dorada con cisnes en ella. A
través de nuestra conexión, la sentí buscando a alguien a quien
conociera. Impulsivamente comencé a caminar hacia ella, pero
Adrian me frenó, diciéndome que esperara mientras él la rescataba.
—¿Qué es todo esto? —preguntó cuando llegó hasta mí.
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2
—Me imaginé que sabrías —le dije. —Son todos asuntos ultra
secretos de la realeza.
—Demasiado ultra secreto para mí —dijo ella. —Obtuve mi
invitación de la reina. Me dijo que era parte de mi herencia y que lo
mantuviera para mí, y entonces vino Adrian y dijo que tenía que
venir por tu bien.
—¿Tatiana te invitó directamente? —exclamé. Quizás no
debería haberme sorprendido. Lissa difícilmente habría necesitado
escabullirse dentro como lo hice yo. Me imaginé que alguien se
habría asegurado que tuviera una invitación, pero había asumido
que todo había sido obra de Adrian. Miré alrededor con inquietud—
. ¿Está aquí Tatiana?
—Probablemente —dijo Adrian, con la voz molestamente
casual. Como de costumbre, la presencia de su tía no tenía el mismo
impacto en él que en el resto de nosotros—. Oh, hey. Allí está
Christian. Con la máscara de fuego.
No supe cómo divisó Adrian a Christian, aparte de la no-tan-
sutil-máscara metáfora. Con su estatura y cabello oscuro, Christian
se mezclaba fácilmente con los otros Moroi a su alrededor y había
incluso estado charlando con una chica que estaba cerca, lo que
parecía no típico de él. —Él de ninguna manera consiguió una
invitación legítima —dije. Si algún Ozera hubiera sido considerado
lo suficientemente especial como para conseguirla, Christian no
hubiera sido uno de ellos.
—No lo hizo, —estuvo de acuerdo Adrian, haciéndole un
pequeño gesto a Christian para que se nos uniera—. Yo le di una de
las contraseñas que robé de mamá.
Le dirigí a Adrian una mirada asustada. —¿Cuántas robaste?
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3
—Las suficientes para...
—Pongamos atención.
El vozarrón de un hombre resonó a través de la sala, frenando
tanto las palabras de Adrian como los pasos de Christian. Con una
mueca, Christian regresó a donde había estado parado, separado de
nosotros ahora, al otro lado de la sala. Parecía que no tendría la
oportunidad de preguntarle a Lissa de Dimitri después de todo. Sin
ninguna directiva, los otros en la sala comenzaron a formar un
círculo alrededor de la hoguera. La sala no era lo suficientemente
grande como para que hiciéramos un único círculo, entonces aun así
fui capaz de permanecer por detrás de otros Moroi mientras
observaba el espectáculo. Lissa se paró junto a mí, pero su atención
estaba clavada al otro lado de nosotros, en Christian. Estaba
decepcionada de que no hubiera podido unirse a nosotros.
—Esta noche venimos a honrar a los espíritus de aquellos que
murieron luchando contra la gran maldad que nos ha plagado por
tanto tiempo. —Este era el mismo hombre que nos había llamado la
atención. La máscara negra que llevaba brillaba con remolinos
plateados. No era nadie a quien yo reconociera. Probablemente era
seguro asumir que se trataba de alguien de una importante línea de
sangre que por casualidad tenía una buena voz para reunir a las
personas. Adrian lo confirmó.
—Ése es Anthony Badica. Ellos siempre lo reclutan como
maestro de ceremonias.
Anthony parecía más un líder religioso que un maestro de
ceremonias en este momento, pero no quise responder y atraer la
atención de alguien.
—Esta noche los honramos —continuó Anthony.
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Me sobresalté cuando casi todo el mundo a nuestro alrededor
repitió esas palabras. Lissa y yo intercambiamos miradas
sorprendidas. Aparentemente, había una secuencia de acciones de
las que no nos habían hablado.
—Sus vidas nos fueron arrebatadas demasiado pronto —
continuó Anthony.
—Esta noche los honramos.
Está bien, esta secuencia podría no ser tan difícil de seguir
después de todo.
Anthony siguió hablando de lo terrible que era la tragedia, y
nosotros repetimos la misma respuesta. La idea completa de esta
Vigila Mortal todavía me parecía extraña, pero la tristeza de Lissa se
filtró a través del vínculo y comenzó a afectarme también. Priscilla
siempre había sido buena con ella, y cortés conmigo. Grant puede
haber sido el guardián de Lissa por poco tiempo, pero la había
protegido y ayudado. De hecho, si no hubiera sido por el trabajo de
Grant con Lissa, Dimitri todavía podría ser un Strigoi. Por lo tanto,
poco a poco, la gravedad de todo esto comenzó a golpearme, y aun
cuando pensara que había mejores maneras de llevar luto, apreciaba
el reconocimiento que los muertos estaban recibiendo.
Después de algunos estribillos más, Anthony hizo un gesto para
que alguien se adelantara. Una mujer con máscara esmeralda
brillante se adelantó con una antorcha. Adrian se movió junto a mí.
—Mi querida madre —murmuró.
Bastante seguro. Ahora que la había señalado, pude distinguir
con claridad los rasgos de Daniella. Ella echó la antorcha en la
hoguera, y la encendió como el Cuatro de Julio. Alguien debe haber
rociado la madera ya sea con gasolina o vodka ruso. Quizás ambos.
36
5
No es de extrañar que los otros invitados hayan mantenido la
distancia. Daniella se mezcló en la muchedumbre, y otra mujer se
acercó sosteniendo una bandeja con copas doradas. Caminando
alrededor del círculo, le entregó una copa a cada persona. Cuando
se agotaron, apareció otra mujer con una bandeja.
Mientras eran distribuidas las copas, Anthony explicó: —Ahora
brindaremos y beberemos por los muertos, para que sus espíritus
sigan adelante y encuentren la paz.
Me moví incómoda. La gente hablaba de espíritus sin descanso
y los muertos encontrando la paz sin saber realmente lo que
significaba. Ser una Shadow-Kissed venía con la capacidad de ver a
los muertos sin descanso, y me había tomado mucho tiempo
hacerme del control para no verlos. Ellos estaban siempre a mi
alrededor; tuve que trabajar mucho para mantenerlos bloqueados.
Me preguntaba qué sería lo que vería ahora si permitía que bajaran
los muros. ¿Estarían los fantasmas de aquellos asesinados en la
noche del ataque de Dimitri cerniéndose a nuestro alrededor?
Adrian olfateó su copa tan pronto como la obtuvo y frunció el
ceño. Por un momento sentí pánico, hasta que también olfateé la
mía. —Vino, gracias a Dios —le susurré—. Por tu cara, pensé que
era sangre. —Recordé lo mucho que odiaba la sangre que no venía
directamente de la fuente.
—No —regresó el murmuro. —Sólo una cosecha mala.
Cuando todos tuvieron su vino, Anthony levantó con ambas
manos la copa por encima de su cabeza. Con el fuego detrás de él, le
dio un casi siniestro aspecto de otro mundo. —Brindamos por
Priscilla Voda —dijo.
—Brindamos por Priscilla Voda —repitió todo el mundo.
36
6
Él bajó la copa y tomó un sorbo. Lo mismo hicieron todos los
demás, a excepción de Adrian. Él se engulló la mitad de la suya,
mala cosecha o no. Anthony levantó la copa por encima de su
cabeza nuevamente.
—Brindamos por James Wilket.
Mientras repetíamos las palabras, me di cuenta que James
Wilket era uno de los guardianes de Priscilla. Este loco grupo de la
realeza realmente estaba mostrando respeto a los dhampirs.
Pasamos por los otros guardianes, uno por uno, pero mantuve mis
sorbos pequeños, queriendo mantener la cabeza fría esta noche.
Estaba bastante segura que, para el final de la lista de nombres,
Adrian estaba fingiendo sus sorbos, porque se lo había terminado.
Cuando Anthony terminó de nombrar a todos los que habían
muerto, sostuvo su copa en alto de nuevo y se acercó al
resplandeciente fuego, el que había empezado a hacer la pequeña
sala incómodamente caliente. La parte trasera de mi vestido estaba
humedeciéndose con sudor.
—A todos los que se perdieron por el gran mal, honramos sus
espíritus y esperamos que sigan adelante en paz hacia el otro
mundo. —Luego descargó el resto del vino en las llamas.
Toda esta charla de espíritus permaneciendo en el mundo
ciertamente no iba junto con las creencias convencionales del más
allá de Christian que dominaban la religión Moroi. Me hizo
preguntar qué tan antigua era esta ceremonia en realidad. Una vez
más, tuve el impulso de dejar caer mis barreras y ver si algo de esto
en realidad había atraído a los fantasmas hacia nosotros, pero temía
lo que pudiera encontrar. Además, pronto me distraje cuando el
resto del círculo comenzó también a verter sus vinos dentro del
36
7
fuego. Uno por uno, yendo en sentido horario, cada persona se
acercó. Todo estaba en silencio mientras pasaba esto, salvo por el
chisporroteo en la hoguera y movimiento de leños. Todo el mundo
miraba respetuosamente.
Cuando llegó mi turno, luché duro para no temblar. No me
había olvidado que Adrian me había colado aquí dentro. Moroi
humildes no eran admitidos, menos los dhampirs. ¿Qué harían?
¿Declararían el espacio violado? ¿Me acosarían? ¿Me lanzarían al
fuego?
Mis temores resultaron infundados. Nadie dijo o hizo nada
inusual mientras derramaba mi vino, y un momento después,
Adrian se adelantaba para su turno. Me fusioné de regreso junto a
Lissa. Cuando el círculo completo había terminado, fuimos
conducidos en un minuto de silencio por los difuntos. Habiendo
presenciado el secuestro de Lissa y el rescate posterior, tenía mucha
muerte para considerar. Ninguna cantidad de silencio les haría
justicia alguna vez.
Otra señal tácita pareció pasar a través de la sala. El círculo se
dispersó, y se levantó la tensión. La gente volvió a caer en pequeños
grupos de charla, al igual que en cualquier otra fiesta, aunque sí vi
lágrimas en los rostros de algunos.
—A mucha gente debe haberle gustado Priscilla —observé.
Adrian se volvió hacia una mesa que misteriosamente había
sido organizada durante la ceremonia. Puesta contra la pared del
fondo y colmada con fruta, queso, y más vino. Naturalmente, él se
sirvió un vaso.
—No todos están llorando por ella —dijo.
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8
—Encuentro difícil creer que estén llorando por los dhampirs —
señalé. —Nadie aquí ni siquiera los conocía.
—No es verdad —dijo.
Lissa captó rápido lo que quería decir. —La mayoría de las
personas que fueron al rescate deben haber sido guardianes
asignados a los Moroi. No todos pudieron ser guardianes de la
Corte.
Ella tenía razón, me di cuenta. Habíamos tenido demasiadas
personas con nosotros en el depósito. Muchos de estos Moroi habían
indudablemente perdido guardianes a los que eran cercanos. A
pesar del desprecio que a menudo tenía por esta clase de miembros
de la realeza, sabía que algunos probablemente habían formado
amistades legítimas y apego con sus guardaespaldas.
—Esta es una fiesta poco convincente —dijo de pronto una voz.
Nos volvimos y vimos que Christian por fin había podido llegar
hasta nosotros—. No podría decir si se suponía que estábamos
teniendo un funeral o convocando al diablo. Era una especie de
intento-a-medias de ambos.
—Ya basta —dije, sorprendiéndome a mí misma—. Esas
personas murieron por ti anoche. Lo que sea que es esto, sigue
siendo por respeto a ellos.
El rostro de Christian se volvió serio. —Tienes razón.
A mi lado, había sentido a Lissa encenderse por dentro cuando
lo vio. Los horrores de su calvario los habían acercado, y recordé la
ternura que habían compartido en el viaje de regreso. Ella le ofreció
una cálida mirada y obtuvo una sonrisa tentativa a cambio. Tal vez
36
9
podría salir algo bueno de todo lo que había ocurrido. Quizás serían
capaces de resolver sus problemas.
O tal vez no.
Adrian esbozó una sonrisa. —Hey. Me alegra que hayas podido
venir.
Por un momento, pensé que le estaba hablando a Christian.
Luego miré y vi que una chica con una máscara de pavo real se nos
había unido. Con la mezcla de personas y máscaras, no me había
dado cuenta que ella estaba parada cerca de nosotros a propósito. La
miré atentamente, viendo sólo ojos azules y rizos dorados antes de
por fin reconocerla. Mia.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté.
Ella sonrió. —Adrian me consiguió una contraseña.
—Adrian al parecer obtuvo contraseñas para la mitad de la
fiesta.
Él pareció muy satisfecho con sí mismo. —¿Ves? —dijo,
sonriéndome. —Te dije que haría que esto valga la pena tu tiempo.
La pandilla entera está aquí. Casi.
—Esto es lo más extraño que alguna vez haya visto —dijo Mia,
mirando alrededor—. No veo por qué tiene que ser un secreto que
los que fueron asesinados eran héroes. ¿Por qué no pueden esperar
por el funeral en grupo?
Adrian se encogió de hombros. —Ya te dije, esta es una
ceremonia antigua. Es una reliquia de la Madre Patria, y estas
personas piensan que es importante. Por lo que sé, solía ser mucho
más elaborada. Esta es la versión modernizada.
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0
Se me ocurrió entonces que Lissa no había dicho ni una sola
palabra desde que habíamos notado que Christian había llegado con
Mia. Me abrí al vínculo, sintiendo una inundación de celos y
resentimiento. Yo todavía mantenía que Mia era una de las últimas
personas con las que Christian se involucraría. (Está bien, para mí
era difícil imaginarlo con alguien. Que se hubiera juntado con Lissa
había sido monumental). Sin embargo Lissa no podía ver eso. Todo
lo que ella veía era a él continuamente frecuentando otras chicas.
Mientras nuestra conversación continuaba, la actitud de Lissa se
volvió más fría, y las miradas amigables que él le había estado
dirigiendo comenzaron a desvanecerse.
—¿Entonces es cierto? —preguntó Mia, ignorando el drama en
torno a ella. —¿Dimitri‖en‖serio‖est{… de vuelta?
Lissa y yo intercambiamos miradas. —Sí —dije con firmeza. —
Él es un dhampir, pero nadie lo cree aun. Porque son idiotas.
—Acaba de suceder, pequeña dhampir. —El tono de Adrian fue
amable, aunque el tema claramente también lo incomodaba—. No
puedes esperar que todo el mundo se embarque en esto de
inmediato.
—Pero son idiotas —dijo Lissa ferozmente—. Cualquiera que
hable con él puede decir que no es un Strigoi. Los estoy presionando
para que lo dejen salir de la celda para que la gente pueda en
realidad verlo por sí misma.
Me gustaría que presionara un poco más fuerte para poder
verlo, pero este no era el momento para hablar de eso. Mirando la
sala, me preguntaba si algunas personas tendrían problemas en
aceptar a Dimitri debido a su rol en las muertes de sus seres
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1
queridos. Él no había tenido el control de sí mismo, pero eso no era
suficiente para revivir a los muertos.
Todavía incómoda alrededor de Christian, Lissa se estaba
inquietando. Ella también quería marcharse y averiguar sobre
Dimitri. —¿Cuánto tiempo tenemos que quedarnos aquí? Hay algo
más que...
—¿Quién diablos eres tú?
Nuestro pequeño grupo se volvió en bloque y encontró a
Anthony parado junto a nosotros. Considerando que la mayoría de
nosotros estábamos aquí ilegalmente, él podría haberle estado
hablando a cualquiera. Pero, basada en el lugar donde estaba fija su
mirada, no había duda de a quién se refería.
Él me estaba hablando a mí.
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2
Traducido por AndreaN
Corregido por Virtxu
ú no eres una Moroi! —Continúo él. No
estaba gritando, pero definitivamente
obtuvimos la atención de la gente parada
cerca de nosotros.
—Eres Rose Hathaway, ¿verdad? ¿Cómo se atreven tú y tu
impura sangre a invadir la santidad de nuestro…?
—Eso es suficiente —dijo repentinamente una voz suave—. Yo
me encargo desde aquí.
Incluso con su rostro cubierto, no había confusión con esa voz.
Tatiana apareció desde detrás del tipo, usando una máscara de
flores plateadas y un vestido gris de manga larga. Probablemente la
vi antes en la multitud y ni siquiera me di cuenta. Hasta que habló,
ella se había mezclado con todos los demás.
Todo el salón estaba silencioso ahora. Daniella Ivashkov se
escurrió desde detrás de Tatiana, sus ojos se ampliaron detrás de su
máscara cuando me reconoció.
—Adrian…‖—empezó.
—¡T
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3
Pero Tatiana estaba apoderándose de la situación. —Ven
conmigo.
No había dudas de que la orden era para mí, y de que yo
obedecería. Ella se dio la vuelta y caminó ligeramente hacia la
entrada del cuarto. Me apresuré detrás de ella, como lo hicieron
Adrian y Daniella.
Tan pronto como estuvimos fuera en el vestíbulo con antorchas,
Daniella se volteó hacia Adrian.
—¿En qué estabas pensando? Sabes que no me importa que
traigas a Rose a ciertos eventos,‖pero‖esto‖fue…‖
—Inapropiado —dijo Tatiana secamente—. Aunque tal vez sea
conveniente que un dhampir vea lo mucho que los sacrificios de su
gente son respetados.
Eso nos sorprendió a todos, y estuvimos un momento en
silencio. Daniella se recuperó primero. —Sí, pero la tradición afirma
que…
Tatiana la interrumpió de nuevo. —Estoy muy al corriente de la
tradición. Es una mala brecha de la etiqueta, pero que Rosemarie
esté aquí ciertamente no arruina nuestras intenciones. Perder a
Priscilla…‖—Tatiana no sollozó, exactamente, pero perdió un poco
de su compostura habitual. No pensé que alguien como ella tuviera
una mejor amiga, pero Priscilla lo había sido. ¿Cómo actuaría yo si
perdiera a Lissa? No tan controlada.
—Perder a Priscilla es algo que sentiré por mucho, mucho
tiempo —dijo finalmente Tatiana. Sus ojos penetrantes estaban en
mí—. Y espero que tú realmente entiendas cuánto te necesitamos y
valoramos a ti y a los otros guardianes. Sé que algunas veces tu
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carrera se siente subestimada. No es así. Aquellos que murieron,
han dejado un vacío en nuestras filas, uno que nos deja incluso más
indefensos, como estoy segura que tú debes saber.
Asentí, todavía sorprendida de que Tatiana no me estuviera
gritando para que me fuera. —Es una gran pérdida —dije—. Y hace
la situación peor porque sus números son lo que nos perjudican la
mitad‖ del‖ tiempo…‖ especialmente‖ cuando‖ los‖ Strigoi‖ forman‖
grandes grupos. No siempre podemos igualar eso.
Tatiana asintió, pareciendo placenteramente sorprendida de
que estuviéramos de acuerdo en algo. Éramos dos. —Sabía que
entenderías.‖ Sin‖ embargo…‖—Se giró hacia Adrian—, no deberían
haber hecho esto. Algunas líneas de propiedad necesitan ser
mantenidas.
Adrian fue sorpresivamente dócil. —Lo siento, Tía Tatiana. Sólo
pensé que era algo que Rose debería ver.
—Guardarás esto para ti misma, ¿verdad? —Preguntó Daniella,
volteándose de nuevo hacia mí—. Muchos de los invitados son muy,
muy conservadores. No quisieran que esto saliera a la luz.
¿Que se encontraron a la luz del fuego y jugaron a disfrazarse?
Sí, podía verlos queriendo que eso quedara como un secreto.
—No le diré a nadie —les aseguré.
—Bien —dijo Tatiana—. Ahora, probablemente deberían irse
antes‖de‖que…‖¿ese‖es‖Christian‖Ozera?‖—Sus ojos habían estado a
la deriva por el acaudalado salón.
—Sí —dijimos Adrian y yo.
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—Él no obtuvo una invitación —exclamó Daniella—. ¿Eso
también es tu culpa?
—No es tanto mi culpa como mi ingenio —dijo Adrian.
—Dudo que alguien lo sepa, siempre y cuando se comporte —
dijo Tatiana con un suspiro—. Y estoy segura de que él tomara
cualquier oportunidad que pueda para hablar con Vasilisa.
—Oh —dije, sin pensar—. Esa no es Lissa. —En realidad, Lissa
le había dado la espalda a Christian y estaba hablando con alguien
más mientras echaba miradas ansiosas a la puerta y a mí.
—¿Quién es? —Preguntó Tatiana.
Mierda. —Es, um, Mia Rinaldi. Ella es una amiga nuestra de St.
Vladimir. —Casi consideré mentir y darle un nombre de la realeza.
Algunas familias son tan grandes que era imposible tener el rastro
de todo el mundo.
—Rinaldi. —Tatiana frunció el ceño—. Creo que conozco a un
sirviente con ese nombre. —En realidad estaba bastante
impresionada de que conociera a la gente que trabajaba para ella. De
nuevo, mi opinión acerca de ella cambió.
—¿Un sirviente? —Preguntó Daniella, dándole a su hijo una
mirada de advertencia.
—¿Hay alguien más del que debería saber?
—No. Si hubiera tenido más tiempo, probablemente podría
haber traído a Eddie. Demonios, tal vez incluso a Jailbait.
Daniella se veía escandalizada. —¿Acabas de decir Jailbait *?
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—Es sólo una broma —dije precipitadamente, no queriendo
hacer peor esta situación. Tenía miedo de lo que Adrian podría
responder—. Es como algunas veces llamamos a nuestra amiga Jill
Mastrano.
Ni Tatiana ni Daniella parecían pensar que eso era una broma
en absoluto.
—Bueno, nadie parece darse cuenta de que ellos no pertenecen
—dijo Daniella, asintiendo hacia Christian y Mia—. Aunque los
chismes aquí no durarán en correr salvajemente gracias a cómo Rose
ha interrumpido este evento.
—Lo siento —dije, sintiéndome mal de que tal vez la haya
metido en problemas.
—No se puede hacer nada por ahora —dijo Tatiana con
cansancio—. Deberías irte ahora para que así todo el mundo piense
que fuiste severamente castigada. Adrian, tú ven con nosotras y
asegúrate de que tus otros ‚invitados‛ no llamen la atención. Y no
hagas algo como esto de nuevo.
—No lo haré —dijo, casi convincentemente.
Los tres empezaron a voltearse, dejándome demasiado
confundida, pero Tatiana hizo una pausa y miró hacia atrás. —
Equivocado o no, no olvides lo que viste aquí. Realmente
necesitamos a los guardianes.
Asentí, con un rubor de orgullo corriendo a través de mí por su
agradecimiento. Luego, ella y los otros regresaron al cuarto. Los vi
nostálgicamente, odiando que todo el mundo ahí pensara que
desgraciadamente había sido echada a patadas. Considerando que
pudo haber sido mucho peor para mí, decidí contar mis
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7
bendiciones. Me quité la máscara, ya no teniendo nada más que
ocultar, e hice el viaje de vuelta hacia arriba y hacia fuera.
No había llegado muy lejos cuando alguien se paró en frente de
mí. Era una señal de mi preocupación el hecho de que casi salté tres
metros en el aire.
—Mikhail —exclamé—. Me pegaste un susto de muerte. ¿Qué
estás haciendo aquí?
—En realidad, te estaba buscando. —Tenía una mirada ansiosa
y nerviosa—. Fui a tu edificio antes, pero no estabas ahí.
—Sí, estaba en la Mascarada de los Condenados.
Me miró en blanco.
—Olvídalo, ¿qué hay de nuevo?
—Creo que tal vez tengamos una oportunidad.
—¿Una oportunidad de qué?
—Te escuché tratando de ver a Dimitri hoy.
Ah, sí. El tema del que definitivamente quería pensar más. —Sí.
‚Tratar‛ es bastante optimista. Él no quiere verme, sin importar el
ejército de guardianes bloqueándome.
Mikhail se cambió de lugar incómodamente, mirando a su
alrededor como si fuera un animal asustado. —Es por eso que vine a
encontrarte.
—Ok, realmente no estoy siguiendo nada de esto. —También
estaba empezando a tener dolor de cabeza por el vino.
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8
Mikhail tomó un profundo aliento y exhaló. —Creo que puedo
meterte a escondidas para que lo veas.
Esperé por un momento, preguntándome si había una frase
clave viniendo o si tal vez esto era una ilusión nacida de mis heridas
emociones. Nop. El rostro de Mikhail era mortalmente serio, y
aunque todavía no lo conocía muy bien, había comprendido lo
suficiente para darme cuenta de que él realmente no iba bromeando
por ahí.
—¿Cómo? —pregunté—.‖Lo‖intenté‖y…
Mikhail me hizo una seña para que lo siguiera. —Vamos y te
explicaré. No tenemos mucho tiempo.
No iba a desperdiciar esta oportunidad, y me apresuré detrás
de él. —¿Ha pasado algo? —Pregunté, una vez que alcancé su largo
paso—.‖ ¿Ha…‖ ha‖ preguntado‖ por‖ mí? —Era más de lo que me
atrevía a esperanzarme. Mikhail usó la palabra a escondidas, pero en
realidad no apoyaba esa idea de todos modos.
—Han aligerado su guardia —explicó Mikhail.
—¿En serio? ¿Cuántos? —Había cerca de una docena allá abajo
cuando Lissa lo visitó, incluyendo su propia escolta. Si ellos habían
vuelto en sí y se habían dado cuenta de que sólo necesitaban a un
tipo o dos para vigilar a Dimitri, entonces eso era un buen presagio
para que todo el mundo pensara que él ya no era un Strigoi.
—Está abajo como con cinco más.
—Oh. —No es genial. Pero no es horrible—. ¿Pero supongo que
incluso eso significa que están un poco más cerca de creer que él es
seguro ahora?
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9
Mikhail se encogió de hombros, manteniendo sus ojos en el
camino en frente de nosotros. Había estado lloviendo durante la
Vigilia Mortal, y el aire, aunque seguía húmedo, se había enfriado
un poco. —Algunos guardianes lo creen. Pero se necesita un decreto
real de la Corte para declarar oficialmente lo que es.
Casi me estrello contra un alto. —¿Declarar lo que es? —
exclamé—. ¡Él no es un qué! Es una persona. Un dhampir como
nosotros.
—Lo sé, pero está fuera de nuestras manos.
—Es verdad. Lo siento —refunfuñé. No tenía sentido gritarle al
mensajero—. Bueno, espero que se bajen de sus culos y lleguen a
una decisión pronto.
El silencio que siguió habló legiones. Le di a Mikhail una
mirada aguda.
—¿Qué? ¿Qué no me estás diciendo? —demandé.
Se encogió de hombros. —El rumor es que hay otra cosa
importante que la Corte está debatiendo ahora, algo que tiene
prioridad.
Eso me enfureció también. ¿Qué cosa en el mundo podría tener
prioridad sobre Dimitri? Calma, Rose. Mantén la calma. Concéntrate.
No dejes que la oscuridad haga esto peor. Siempre peleé para mantenerla
enterrada, pero a menudo explotaba en momentos de estrés. ¿Y
esto? Sí, este era un momento bastante estresante. Me desplacé al
tema original.
Alcanzamos el edificio de explotación, y subí los escalones de
dos en dos. —Incluso si aligeraron los guardianes de Dimitri, de
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0
todos modos no me dejarán pasar. Los que están ahí sabrán que
ordenaron que me alejara.
—Un amigo mío está cubriendo el cambio del frente ahora. No
tenemos mucho tiempo, pero él les dirá a los guardianes en el área
de espera que tú fuiste autorizada a bajar.
Mikhail estaba a punto de abrir la puerta, y yo lo detuve,
poniendo mi mano en su brazo. —¿Por qué estás haciendo esto por
mí? La Corte Moroi podría no pensar que Dimitri es gran cosa, pero
los guardianes lo hacen. Podrías meterte en grandes problemas.
Él me miro, de nuevo con esa pequeña sonrisa amarga. —
¿Tienes que preguntar?
Pensé en eso. —No —dije suavemente.
—Cuando‖ perdí‖ a‖ Sonya…‖ —Mikhail cerró sus ojos por un
latido, y cuando los abrió, parecían estar mirando en el pasado—.
Cuando la perdí, no quería seguir viviendo. Ella era una buena
persona…‖en‖serio.‖Se‖convirtió‖en‖Strigoi‖por‖desesperación.‖No‖vio‖
otra manera de salvarse a sí misma del espíritu. Daría lo que sea, lo
que sea, por una oportunidad de ayudarla, de arreglar las cosas entre
nosotros. No sé si eso alguna vez será posible para nosotros, pero es
posible para ti ahora. No puedo dejar que pierdas esto.
Con eso, nos dejó entrar y, suficientemente cierto, había otros
guardianes en deber. Justo como Mikhail había dicho, el tipo les dijo
a los guardianes de la prisión que Dimitri tenía un visitante. El
amigo de Mikhail se veía increíblemente nervioso acerca de todo, lo
que era comprensible. De todos modos, él estaba dispuesto a
ayudar. Era increíble, pensé, lo que los amigos harían los unos por
los otros. El último par de semanas eran pruebas innegables de eso.
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1
Justo como en la visita de Lissa, dos guardianes aparecieron
para escoltarme hacia abajo. Los reconocí de cuando había estado en
su cabeza, y ellos parecían sorprendidos de verme. Si ellos
escucharon a Dimitri diciendo rotundamente que no quería que lo
visitara, entonces mi presencia sería realmente impactante. Pero por
lo que ellos saben, alguien con poder había autorizado que yo esté
aquí, así que no hicieron preguntas.
Mikhail nos guió mientras nos abríamos paso hacia abajo, y
sentí mis latidos y respiración crecer rápidamente. Dimitri. Estaba a
punto de ver a Dimitri. ¿Qué le diría? ¿Qué haría? Era casi
demasiado para comprender. Tenía que abofetearme mentalmente
para concentrarme, o sino iba a caer en un shock estupefacto.
Cuando alcanzamos el pasillo que contenía las celdas, vi a dos
guardianes parados en frente de la celda de Dimitri, uno al final, y
otros dos por la entrada por la que pasamos. Me detuve, intranquila
por el pensamiento de otros escuchándome hablar con Dimitri. No
quería una audiencia como la que Lissa había tenido, pero con el
énfasis en seguridad aquí, podría no tener opción.
—¿Puedo tener un poco de privacidad? —pregunté.
Uno de mis escoltas sacudió la cabeza. —Ordenes oficiales. Dos
guardianes tienen que estar parados en la celda todo el tiempo.
—Ella es una guardiana —señaló Mikhail suavemente—. Y yo
también. Déjanos ir. El resto puede esperar en la puerta.
Le centelleé una mirada agradecida a Mikhail. Podía manejar
tenerlo cerca. Los otros, decidiendo que estaríamos lo
suficientemente seguros, se movieron discretamente al final del
pasillo. No era una privacidad total y completa, pero no escucharían
todo.
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2
Mi corazón se sentía listo para estallar en mi pecho mientras
Mikhail y yo caminábamos hacia la celda de Dimitri y lo
enfrentábamos. Él estaba sentado casi como había estado cuando
Lissa llegó: en la cama, acurrucado en sí mismo, con la espalda hacia
nosotros.
Las palabras se atoraron en mi garganta. Los pensamientos
coherentes huyeron de mi mente. Era como si hubiera olvidado
totalmente la razón por la que vine.
—Dimitri —dije. Al menos, eso fue lo que intenté decir.
Balbuceé un poco, así que los sonidos que salieron de mi boca eran
inentendibles. Fue aparentemente suficiente, pensé, porque la
espalda de Dimitri repentinamente se puso rígida. Él no se dio la
vuelta.
—Dimitri —repetí, más claramente esta vez—.‖Soy…‖yo.
No había necesidad de que dijera nada más. Él sabía desde el
primer intento de decir su nombre quién era. Tenía el
presentimiento de que él habría conocido mi voz en cualquier
situación. Probablemente conocía el sonido de mis latidos y mi
respiración. Tanto así, que creo que dejé de respirar mientras
esperaba por su respuesta. Cuando llegó, fue un poco
decepcionante.
—No.
—¿No, qué? —pregunté—. ¿Como, no, no soy yo?
El exhaló con frustración, un sonido casi, pero no del todo,
como el que solía hacer cuando yo hacía algo particularmente
ridículo en nuestros entrenamientos.
38
3
—No, como en‖ ‚no quiero verte‛. —Su voz era espesa con
sentimiento—. No se supone que te dejaran entrar.
—Sí. Bueno, yo más o menos encontré la manera.
—Por supuesto que lo hiciste.
Él todavía no me encaraba, lo cual era agonizante. Miré a
Mikhail, quién me dio un asentimiento de coraje. Supongo que
debería estar contenta de que al menos Dimitri estuviera hablando
conmigo.
—Tenía que verte. Tenía que saber si estabas bien.
—Estoy seguro de que Lissa ya te lo informó.
—Tenía que verlo por mí misma.
—Bueno, ahora lo ves.
—Todo lo que veo es tu espalda.
Era enloquecedor, aunque cada palabra que obtenía de él era un
regalo. Sentí que habían pasado mil años desde que escuché su voz
por última vez. Como antes, me pregunté cómo pude haber
confundido al Dimitri de Siberia con éste. Su voz había sido idéntica
en ambos lugares, el mismo tono y acento, aunque como un Strigoi,
sus palabras siempre habían dejado un escalofrió en el aire. Esta era
cálida. Melosa y aterciopelada y toda clase de cosas maravillosas
envolviéndome, no importa las cosas terribles que estuviera
diciendo.
—No te quiero aquí —dijo Dimitri categóricamente—. No
quiero verte.
38
4
Me tomé un momento para evaluar la estrategia. Dimitri
todavía tenía ese sentimiento deprimido y sin esperanza a su
alrededor. Lissa se había acercado con bondad y compasión. Ella
había pasado a través de sus defensas, aunque mucho de eso era
porque él la consideraba su salvadora. Yo podría intentar una táctica
similar. Yo podría ser gentil y apoyarlo y llenarlo de amor, todo eso
era cierto. Lo amo. Quiero ayudarlo tan terriblemente. Aunque no estaba
segura de que ese método en particular pudiera funcionar para mí.
Rose Hathaway no siempre era conocida por su suave enfoque. Lo
hice, sin embargo, jugando en su sentido de obligación.
—No puedes ignorarme —dije, intentando mantener mi
volumen fuera de alcance para los otros guardianes—. Me lo debes.
Yo te salvé.
Unos pocos momentos de silencio pasaron. —Lissa me salvó —
dijo él cuidadosamente.
La ira quemaba dentro de mi pecho, justo como lo hizo cuando
vi a Lissa visitándolo.
¿Cómo podía sostenerla a ella en tan alta estima pero no a mí?
—¿Cómo crees que ella llegó a ese punto? —demandé—.
¿Cómo crees que ella aprendió cómo salvarte? ¿Tienes idea de lo
que nosotras, de lo que yo, tuve que hacer para conseguir esa
información? ¿Crees que el que yo haya ido a Siberia era una locura?
Créeme, ni siquiera te has acercado a ver una locura. Tú me conoces.
Sabes lo que soy capaz de hacer. Y rompí mi propio record esta vez.
Tu. Me. Lo. Debes.
Fue duro, pero necesitaba una reacción de él. Alguna clase de
emoción. Y la obtuve. Él se dio la vuelta, con los ojos destellantes y
38
5
el poder crepitando a través de su cuerpo. Como siempre, sus
movimientos eran feroces y elegantes.
Igualmente, su voz era una mezcla de emociones: furia,
frustración, y preocupación. —Entonces lo mejor que puedo hacer
es…
Se congeló. Los ojos marrones que habían estado reducidos con
irritación, repentinamente‖ estaban‖ extendidos‖ con…‖ ¿Qué?‖
¿Asombro? ¿Admiración? ¿O tal vez ese sentimiento aturdido que
yo sigo teniendo cuando lo veo?
Porque, repentinamente, estaba bastante segura de que él estaba
experimentando lo mismo que yo había sentido antes. Él me vio una
cantidad de veces en Siberia. Me vio justamente la otra noche en la
bodega.‖ Pero‖ ahora…‖ ahora‖ él me estaba viendo verdaderamente
con sus propios ojos. Ahora que él ya no era un Strigoi, todo su
mundo era diferente. Su perspectiva y sentimientos eran diferentes.
Incluso su alma era diferente. Era como uno de esos momentos
cuando la gente habla acerca de sus vidas parpadeando delante de
sus ojos. Porque, mientras nos mirábamos el uno al otro, cada parte
de nuestra relación se reprodujo en mi ojo interno. Recordé cuán
fuerte e invencible él había sido la primera vez que nos conocimos,
cuando vino a traer a Lissa y a mí de regreso a las faldas de la
sociedad Moroi. Recordé la gentileza de su toque cuando vendaba
mis sangrientas y maltratadas manos. Lo recordé cargándome en
sus brazos después de que la hija de Victor, Natalie, me hubiera
atacado.
Más que nada, recordé la noche en que habíamos estado juntos
en la cabaña, justo antes de que los Strigoi lo tomaran. Un año. Nos
conocíamos sólo de un año, pero vivimos toda una vida en ese
tiempo.
38
6
Y él también estaba recordando eso, lo sabía, mientras él me
estudiaba. Su mirada era completamente poderosa, tomando todas
mis características y llenándose con ellas.
Confusamente, intenté recordar cómo me veía hoy. Todavía
estaba usando el vestido de la reunión secreta y sabía que me veía
bien en él. Mis ojos probablemente estaban inyectados en sangre por
llorar anteriormente, y sólo tuve tiempo de cepillar rápidamente mi
cabello antes de irme con Adrian.
De alguna manera, dudaba que algo de eso importara. La
manera‖en‖que‖Dimitri‖me‖estaba‖mirando…‖confirmó‖todo‖ lo‖que‖
sospechaba. Los sentimientos que tenía por mí antes de que se
convirtiera —los sentimientos que se habían retorcido mientras era
un Strigoi— todavía estaban ahí. Tenían que estar. Tal vez Lissa era
su salvadora. Tal vez el resto de la Corte piensa que es una diosa. Yo
sabía, justo entonces, que no importa qué tan arruinada pareciera o
cuán en blanco intentara él mantener su rostro, yo era una diosa
para él.
Tragó y vigorosamente adquirió control sobre sí mismo, justo
como siempre lo hacía. Algunas cosas nunca cambian. —Entonces lo
mejor que puedo hacer —continuó calmadamente—, es alejarme de
ti. Esa es la mejor manera de pagarte la deuda.
Fue difícil para mí controlarme y mantener alguna especie de
conversación lógica. Estaba tan atemorizada como él. También
estaba indignada. —¡Tú ofreciste pagarle a Lissa quedándote a su
lado para siempre!
—A‖ella‖no‖ le‖hice‖ las‖cosas…‖—Aparto los ojos un momento,
de nuevo luchando por control, y luego encontró los míos una vez
más—. A ella no le hice las cosas que te hice a ti.
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7
—¡No eras tú! No me importa. —Mi temperamento estaba
empezando a quemar de nuevo.
—¿Cuántos? —exclamó él—. ¿Cuántos guardianes murieron
anoche por culpa de lo que hice?
—Creo…‖ creo‖ que‖ seis‖ o‖ siete.‖ —Duras pérdidas. Sentí un
pequeño dolor en mi pecho, recordando los nombres que leí en esa
habitación del sótano.
—Seis o siete —repitió Dimitri categóricamente, con angustia en
su voz—. Muertos en una noche. Por mi culpa.
—¡No actuaste solo! Y te dije que tú no eras tú. No te podías
controlar.‖No‖me‖importa…
—¡A mí sí me importa! —Gritó él, su voz resonando a través del
pasillo. Los guardianes en cada extremo se desplazaron pero no se
acercaron. Cuando Dimitri habló de nuevo, mantuvo su voz más
baja, pero todavía estaba temblando con emociones salvajes—. A mí
me importa. Eso es lo que tú no entiendes. No puedes entenderlo.
No puedes entender cómo es saber lo que hice. Todo ese tiempo
siendo‖ un‖ Strigoi…‖ es‖ como‖ un‖ sueño‖ ahora,‖ pero‖ es‖ uno‖ que‖
recuerdo claramente. No puede haber perdón para mí, ¿Y qué pasa
contigo? Recuerdo casi todo. Todo lo que hice. Todo lo que quería
hacer.
—No vas a hacerlo ahora —declaré—.‖Así‖que‖olvídalo.‖Antes…‖
antes de que todo pasara, dijiste que podíamos estar juntos. Que
podríamos‖conseguir‖ser‖asignados‖cerca‖del‖uno‖y‖el‖otro‖y…
—Roza —me interrumpió, el apodo perforó en mi corazón.
Creo que se le escapó, no queriendo completamente llamarme así.
Había una sonrisa torcida en sus labios, una sin humor—.
38
8
¿Realmente crees que van a dejarme ser un guardián de nuevo?
¡Sería un milagro si me dejan vivo!
—No es verdad. Una vez que se den cuenta de que cambiaste y
de que en realidad eres tu viejo tú…‖todo‖ser{‖como‖era‖antes.
Él sacudió su cabeza tristemente. —Eres‖optimista…‖crees‖que‖
puedes hacer que todo pase. Oh, Rose. Es una de las cosas más
maravillosas acerca de ti. También es una de las cosas más
exasperantes de ti.
—Yo creía que tú podías regresar de ser un Strigoi —señalé—.
Tal vez mi creencia en lo imposible no es tan descabellada después
de todo.
Esta conversación era tan grave, tan desgarradora y, sin
embargo, todavía seguía recordándome algunas de las viejas
sesiones de práctica. Él intentaba convencerme de algunos puntos
serios, y yo me oponía con la lógica de Rose. Usualmente me
ganaría una mezcla de sorpresa y exasperación. Tenía el sentimiento
de que esta era la misma situación, sólo que un poco diferente, él
tenía esa misma actitud ahora. Pero esto no era una sesión de
práctica. Él no sonreiría y rodaría sus ojos. Esto era serio. Esto era de
vida y muerte.
—Estoy agradecido por lo que hiciste —dijo formalmente,
todavía luchando por dominar sus sentimientos. Era otra
característica que compartíamos, ambos siempre trabajábamos para
mantenernos bajo control. Él siempre había sido mejor que yo en
eso—. Sí te debo. Y es una deuda que no puedo pagar. Como dije, lo
mejor que puedo hacer es mantenerme fuera de tu vida.
—Si eres parte de la vida de Lissa, entonces no puedes evitarme.
38
9
—La‖ gente‖ puede‖ estar‖ alrededor‖ de‖ los‖ dem{s‖ sin…‖ sin‖ ser‖
algo más que eso —dijo firmemente. Eso era completamente algo
que Dimitri diría. La lógica peleando con los sentimientos.
Y ahí fue cuando lo perdí. Como dije, él siempre es mejor en
mantener el control. ¿Yo? No tanto.
Me lancé a mí misma a través de los barrotes, tan rápido que
incluso Mikhail se estremeció.
—¡Pero te amo! —susurré—. Y sé que tú también me amas.
¿Realmente crees que puedes pasar el resto de tu vida ignorando
que estás a mi alrededor?
La parte problemática era que por mucho tiempo, en la
Academia, Dimitri había estado convencido de que podía hacer
exactamente eso. Y él había estado preparado para pasar su vida no
actuando por sus sentimientos hacia mí.
—Me amas —repetí—. Sé que lo haces. —Estiré mi brazo a
través de los barrotes. Era un largo camino para tocarlo, pero mis
dedos lo buscaron desesperadamente, como si ellos repentinamente
pudieran crecer y ser capaces de hacer contacto. Eso era todo lo que
necesitaba. Un toque de él para saber si todavía le importaba, un
toque‖para‖sentir‖la‖calidez‖de‖su‖piel‖y….
—¿No es verdad...? —Dijo Dimitri calladamente—, ¿...que estás
involucrada con Adrian Ivashkov?
Mi brazo cayó.
—¿Do…‖dónde escuchaste eso?
—Las cosas se escuchan por ahí —dijo, haciéndose eco de
Mikhail.
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—Ciertamente lo hacen —murmuré.
—¿Lo estás? —Preguntó más demandantemente.
Dudé antes de responder. Si le decía la verdad, él tendría más
fundamentos para validar su punto acerca de nosotros estando
separados. Era imposible para mí mentirle, también.
—Sí,‖pero…
—Bien. —No estoy segura de cómo esperaba que reaccionara.
¿Celoso? ¿Sorprendido? En vez de eso, mientras él se inclinaba
contra la pared, parecía... aliviado—. Adrian es una mejor persona
de lo que él mismo se da crédito. Él será bueno para ti.
—Pero…
—Ahí es donde está tu futuro, Rose. —Un poco de la actitud
apática y sin esperanza estaba regresando—. No entiendes lo que es
regresar a través de lo que hice, regresar de ser un Strigoi. Lo
cambió todo. No es sólo que lo que te hice es imperdonable. Todos
mis‖ sentimientos…‖ mis‖ sentimientos‖ por‖ ti…‖ cambiaron.‖ No‖ me‖
siento de la manera en que solía hacerlo. Podré ser un dhampir de
nuevo,‖pero‖después‖de‖lo‖que‖pasé…‖bueno,‖me‖asusta.‖Alteró‖mi‖
alma. No puedo amar a nadie ahora. No puedo, no, te amo. Ya no
hay nada más entre tú y yo.
Mi sangre se volvió fría. Me rehusé a creer sus palabras, no
después de la manera en que me miró antes. —¡No! ¡Eso no es
verdad! Te amo y tú…
—¡Guardias! —Gritó Dimitri, su voz fue tan alta que era una
sorpresa que todo el edificio no temblara—. Sáquenla de aquí.
¡Sáquenla de aquí!
39
1
Con impresionantes reflejos guardianes, los guardias estuvieron
abajo en la celda en un parpadeo.
Como un prisionero, Dimitri no estaba en posición de hacer
pedidos, pero las autoridades aquí ciertamente no iban a fomentar
una situación que podría crear una conmoción. Ellos empezaron a
llevarnos a Mikhail y a mí hacia fuera, pero yo me resistí.
—No,‖espera…
—No pelees —murmuró Mikhail en mi oído—. Nuestro tiempo
está corriendo, y no podías haber logrado nada más hoy de todos
modos.
Quería protestar, pero las palabras se atoraron en mis labios.
Dejé que los guardianes me dirigieran hacia fuera, pero no antes de
que le diera a Dimitri una última y prolongada mirada. Él tenía una
perfecta mirada en blanco de guardián en su rostro, pero la manera
penetrante en que me observó me hizo estar segura de que había
mucho pasando dentro de él.
El amigo de Mikhail todavía estaba en deber arriba, lo cual nos
dejó escaparnos sin obtener, demasiados, problemas de más. Tan
pronto como estuvimos afuera, llegué a una parada y pateé uno de
los escalones furiosamente.
—¡Maldita sea! —grité. Una pareja de Moroi a través del patio
—probablemente llegando a casa de alguna fiesta tardía— me dio
miradas asombradas.
—Cálmate —dijo Mikhail—. Esta fue la primera vez que lo ves
desde el cambio. Hay tantos milagros que puedes esperar de
inmediato. Él vendrá.
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2
—No estoy segura —refunfuñé. Suspirando, miré el cielo.
Pequeños fragmentos de nubes se movían perezosamente, pero los
vi vagamente—. No lo conoces como yo lo hago.
Porque, mientras parte de mí pensaba que mucho de lo que
había dicho Dimitri era de hecho una reacción al shock de volver a
ser sí mismo, también estaba otra parte de mí que dudaba. Conocía
a Dimitri. Conocía su sentido del honor, sus firmes creencias acerca
de lo que es correcto e incorrecto. Él se sostenía por esas creencias.
Él vivió su vida por ellas. Si él verdadera, verdaderamente,
creyera que la cosa correcta por hacer era evitarme y dejar que
cualquier relación entre nosotros se desvaneciera, bueno…‖ había‖
una buena probabilidad de que él pudiera actuar muy bien de
acuerdo a esa idea, sin importar el amor entre nosotros. Como
recordé antes, él ciertamente había mostrado mucha resistencia en
St. Vladimir.
El‖resto…‖la‖parte‖acerca‖de‖que‖él‖ya‖no me ama o que no es
capaz‖de‖amar‖a‖nadie…‖bueno,‖ese‖sería‖un‖problema‖diferente‖si‖
fuera verdad. Christian y Adrian se habían preocupado de que
quedara una parte de Strigoi en él, pero sus miedos habían sido
acerca de violencia y matanza. Nadie habría adivinado esto: que
vivir como un Strigoi había endurecido su corazón, matando
cualquier oportunidad de que él pudiera amar de nuevo.
Matando cualquier oportunidad de que él me ame a mí.
Y estaba bastante segura de que, si ese fuera el caso, entonces
una parte de mí moriría también.
39
3
[*] Jailbait: Es un apodo que se le da a Jill, pero la palabra
‘Jailbait’‖en‖inglés, se refiere a una atractiva mujer menor que atrae
sexualmente a un hombre mayor, es por esto que la madre de
Adrian se escandaliza al escuchar el apodo.
39
4
Traducido por Evelin
Corregido por Selene
o había mucho que Mikhail y yo pudiéramos decirnos
después de eso. No quería que él se metiera en
problemas por lo que había hecho y dejé que
saliéramos del edificio de los guardianes en silencio. Cuando
estuvimos fuera, pude ver que el cielo se tornaba de color púrpura
en el este. El sol estaba apenas saliendo, señalando el centro de
nuestra noche. Brevemente me deslicé en la mente de Lissa, y me di
cuenta que la Vigilia Mortal finalmente había acabado y ella estaba
de regreso a su habitación, preocupándose por mí y todavía molesta
porque Christian había aparecido con Mia.
Seguí el ejemplo de Lissa, preguntándome si dormir podría
aliviar la agonía que Dimitri había dejado en mi corazón.
Probablemente no lo haría. Sin embargo, le agradecí a Mikhail por
su ayuda y por el riesgo que había tomado. Él se limitó a asentir,
como si no tuviera nada que agradecerle. Era exactamente lo que él
hubiera querido que yo hiciera por él si nuestros papeles se
hubieran invertido y la Sra. Karp hubiera sido la única en la cárcel.
Sentía un pesado sueño en mi cama, pero mis sueños eran
tormentosos. Una y otra vez, seguía pensando en Dimitri
N
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5
diciéndome que no podía amarme más. Eso me martillaba,
rompiendo mi corazón en pedacitos. En un momento dado, se
convirtió más que un golpeante sueño. Y oí un golpe real. Alguien
estaba tocando la puerta, y lentamente salí con dificultad de mis
horribles sueños.
Con la mirada cansada, fui a la puerta y encontré a Adrian. La
escena era casi un reflejo de anoche, cuando él había venido para
invitarme a la Vigilia Mortal. Sólo que, esta vez, su cara era mucho
más severa. Por un segundo, pensé que él había escuchado sobre mi
visita a Dimitri. O que tal vez se había metido en muchos más
problemas de los que nos imaginábamos por dejar escabullirse a la
mitad de sus amigos a un funeral secreto.
—Adrian… esto‖ es‖ temprano‖ para‖ ti… —Le di una mirada al
reloj, descubriendo que en realidad me había quedado dormida.
—No es para nada temprano —él confirmó, todavía con su
rostro serio—. Un montón de cosas están ocurriendo. Tuve que
venir para contarte las noticias antes de que las escucharas en
cualquier otro lugar.
—¿Qué noticias?
—El veredicto del Concejo. Finalmente pasaron la gran
resolución que han estado debatiendo. La resolución por la que tú
viniste.
—Espera. ¿Lo han hecho? —Recordé lo que Mikhail había
dicho, que una cuestión misteriosa había mantenido al Consejo
ocupado. Si todo estaba terminado, entonces podrían pasar a
evaluar algo más, por ejemplo, declarar a Dimitri un dhampir de
nuevo—. Esa es una gran noticia. —Y si en realidad esto estaba
relacionado a cuando Tatiana me había hecho venir para describir
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6
mis habilidades... entonces, ¿verdaderamente había una
oportunidad para que ser nombrada como la guardiana de Lissa?
¿Podría la reina estar de acuerdo?
Ella parecía muy amigable anoche.
Adrian me miró con algo que yo nunca había visto en él:
Compasión.
—No tienes idea, ¿verdad?
—¿No tengo idea de qué?
—Rose… —Él suavemente apoyó una mano en mi hombro—. El
Concejo acaba de aprobar un decreto bajando la edad para ser
guardián a dieciséis. Los Dhampirs se graduarán cuando sean
estudiantes de segundo año, y luego saldrán para sus asignaciones.
—¿Qué? —Seguramente yo había oído mal.
—Tú sabes lo aterrorizados que han estado sobre la protección y
el no tener suficientes guardianes, ¿verdad? —él suspiró—. Esta fue
su solución para aumentarlos en número.
—¡Pero son demasiado jóvenes! —Lloriqueé—. ¿Cómo alguien
puede pensar que con dieciséis años ellos están listos para salir y
pelear?
—Bueno —Adrian dijo—, porque tú testificaste que lo eran.
Mi boca se abrió, todo se congeló a mí alrededor. Testificaste que
lo eran…‖No.‖Eso‖no‖podía‖ser‖posible.‖
Adrian suavemente me dio un codazo en el brazo, tratando de
sacudirme de mi estupor.
39
7
—Vamos, ellos todavía están finalizando. Se hizo el anuncio en
una sesión abierta y algunas‖personas‖est{n… un poco disgustadas.
—Sí, me imagino. —Él no tenía que decírmelo dos veces. Yo
inmediatamente comencé a salir, luego me di cuenta de que estaba
en pijama. Rápidamente me cambié y cepillé mi cabello, a penas era
capaz de creer lo que él acababa de decir. Mi preparación sólo tomó
cinco minutos y luego salimos por la puerta. Adrian no era
excesivamente atlético, pero mantuvo un ritmo bastante bueno
cuando nos dirigimos hacía el salón del Concejo.
—¿Cómo pasó esto? —Pregunté—. ¿No querr{s‖decir‖que… lo
que yo dije jugó un papel importante? —Hubiera querido que mis
palabras fueran una exigencia, pero ellas salieron con más que una
nota de súplica.
Él encendió un cigarrillo sin parar de caminar, y no me molesté
en llamarle la atención por eso. —Al parecer ha sido un tema
candente por un buen tiempo. La votación fue muy cerrada. Las
personas que presionaron por la resolución sabían que necesitarían
demasiadas evidencias para ganar. Tú fuiste su gran premio: una
adolescente dhampir asesinando Strigois a diestra y siniestra,
mucho antes de la graduación.
—No es mucho tiempo —murmuré, mientras mi furia se
encendía. ¿Dieciséis? ¿Estaban hablando en serio? Eso era ridículo.
El hecho que, sin saberlo, había sido usada para apoyar este
decreto, me hacía sentir enferma del estómago. Había sido una
tonta, pensando que todos ellos habían ignorado mi infracción de
las reglas y simplemente me habían hecho desfilar para alabarme.
Me habían usado. Tatiana me había usado.
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8
Cuando llegamos, el salón del Concejo estaba tan caótico como
Adrian me había dado a entender. Es cierto que yo no había pasado
mucho tiempo en esta clase de reuniones, pero estaba muy segura
que las personas paradas en grupos gritándose los unos a los otros
no era algo normal. El Heraldo del Concejo gritaba con voz ronca,
pero no podía traer el orden en la multitud.
El único punto en calma era Tatiana misma, sentada
pacientemente en su asiento en el centro de la mesa, justo con la
etiqueta dictada para el Concejo. Ella parecía muy satisfecha de sí
misma. El resto de sus colegas habían pedido todo el sentido de
propiedad y estaban parados como la audiencia, discutiendo entre sí
o con cualquiera que estuviera dispuesto para comenzar una pelea.
Yo miré con asombro, sin saber qué hacer en todo este desorden.
—¿Quién votó por qué? —Pregunté.
Adrian estudió los miembros del Concejo y los marcó con sus
dedos. —Szelsky, Ozera, Badica, Dashkov, Conta y Drozdov.
Estuvieron en contra.
—¿Ozera? —pregunté sorprendida. No conocía muy bien a la
princesa Evette, pero ella siempre había parecido muy rígida y
desagradable. Ahora sentía un poco de respeto por ella.
Adrian asintió hacia donde Tasha estaba furiosamente
dirigiéndose a un grupo de personas, sus ojos brillaban y agitaba los
brazos frenéticamente.
—Evette fue persuadida por algunos de los miembros de su
familia.
Eso me hizo reír también, pero sólo por un momento. Era bueno
que Tasha y Christian estaban siendo reconocidos entre sus clanes
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9
de nuevo, pero el resto de nuestro problema estaba todavía vivo y
coleando.
Yo podría deducir el resto de los nombres.
—Así‖que… el príncipe Ivashkov votó a favor —dije. Adrian se
encogió de hombros a modo de disculpa por su familia—. Lazar,
Zeklos, Tarus y Voda. —Que la familia Voda votara a favor de una
protección adicional no era del todo una sorpresa, considerando la
masacre reciente de uno de sus miembros. Priscilla ni siquiera
estaba en su tumba todavía y el nuevo príncipe Voda, Alexander,
parecía claramente sin saber qué hacer con su repentino ascenso.
Le di a Adrian una aguda mirada. —Eso es sólo cinco de seis.
Oh. —La comprensión emergió—. Mierda. Desempate Real.
El sistema de votación Moroi había sido establecido con doce
miembros, uno de cada familia y también cualquiera que fuera rey o
reina. Es cierto que eso normalmente significaba que un grupo
recibe dos votos, ya que el monarca raramente vota contra su propia
familia. Eso era algo lógico. No obstante, el sistema debería de haber
tenido trece votos,‖ previniendo‖ los‖ empates.‖ Excepto… por un
problema reciente que se había desarrollado. No había más
Dragomirs en el Concejo, eso significaba que los empates podrían
ocurrir. En este raro evento, la ley Moroi dictaba que el voto del
monarca tenía un peso adicional. Yo había oído que eso siempre
había sido controversial y, sin embargo, al mismo tiempo no hay
mucho que se pueda hacer al respecto. Los empates en el Concejo no
significarían nada hasta que se establezcan, y ya que los monarcas
eran elegidos, muchos tenían fe de que ellos actuarían pensando en
los mejores intereses de los Moroi.
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0
—Tatiana fue la sexta —dije—. Y con su voto se decidió. —Miré
alrededor, vi un poco de rabia en los rostros de los procedentes de
las familias que habían votado en contra del decreto.
Aparentemente, no todo el mundo creía que Tatiana había actuado
cuidando los intereses de los Moroi.
La presencia de Lissa me llamó a través del vínculo, así que su
llegada unos pocos minutos después no me sorprendió. Las noticias
se habían esparcido rápido, sin embargo ella no conocía los finos
detalles. Adrian y yo la saludamos. Ella estaba tan asombrada como
nosotros.
—¿Cómo pudieron hacer eso? —Ella preguntó.
—Porque tienen demasiado miedo a que alguien los haga
aprender a defenderse por ellos mismos. El grupo de Tasha se esta
haciendo más ruidoso.
Lissa sacudió la cabeza. —No, no es sólo eso. Quiero decir, ¿por
qué estaban en sesión? Deberíamos estar de luto después de lo que
pasó el otro día, en público. Toda la Corte, no sólo una secreta parte
de ella. ¡Uno de los miembros del Concejo incluso murió! ¿No
podrían esperar a que pasara el funeral? —En su mente, yo podía
ver las imágenes de esa espantosa noche, en donde Priscilla había
muerto ante los ojos de Lissa.
—Pero era fácilmente reemplazable —dijo una voz. Christian se
había unido a nosotros. Lissa se alejó de él unos pocos pasos,
todavía molesta por lo de Mia—. Y en realidad, es el momento
perfecto. Las personas que querían esto tenían que saltar por su
oportunidad. Cada vez que hay una gran lucha Strigoi, todo el
mundo entra en pánico. El miedo hace que muchas personas se
embarquen en esto. Y si alguno de los miembros del Concejo estaba
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1
indeciso antes, la batalla probablemente los empujó para que
tomaran una decisión.
Ese era un pensamiento bastante razonable por parte de
Christian, y Lissa estaba impresionada, a pesar de sus atribulados
sentimientos por él en este momento. El Heraldo del Concejo
finalmente se las arregló para hacer que su voz se oyera por encima
de los gritos de la audiencia. Me pregunté si el grupo se habría
calmado si Tatiana hubiera comenzado a gritarles que se callaran.
Pero no. Eso estaba probablemente por debajo de su dignidad. Ella
se encontraba todavía sentada calmadamente, como si nada inusual
estuviera pasando.
No obstante, sólo tomó unos instantes para que todo el mundo
se calmara y tomaran asientos. Mis amigos y yo tomamos los
primeros asientos que pudimos encontrar. Con la paz y la
tranquilidad lograda por fin, el cansado Heraldo le cedió la palabra
a la reina.
Sonriéndole con gran elocuencia a la asamblea, ella se dirigió a
ellos con su voz más imperiosa. —Nos gustaría agradecer a todos
los que vinieron‖hoy‖y‖expresaron‖sus… opiniones. Sé que algunos
todavía no están seguros de esta decisión, pero la ley Moroi ha sido
seguida aquí, las leyes que han estado vigentes durante siglos.
Pronto tendremos otra sesión para escuchar lo que ustedes tienen
que decir en una manera más ordenada. —Algo me dijo que era un
gesto vacío. Las personas podían hablar todo lo que quisieran; ella
no los escucharía—. Esta decisión, este veredicto, beneficiará a los
Moroi. Nuestros guardianes están listos. —Ella dirigió un
condescendiente asentimiento hacia los guardianes ceremoniales
que estaban parados a lo largo de las paredes de la habitación. Ellos
lucían los típicos rostros neutros, pero yo suponía que, como yo,
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2
ellos probablemente querían golpear a la mitad del Concejo—. Son
tan excelentes, de hecho, que entrenan a sus estudiantes para estar
listos para defendernos a una temprana edad. Todos nosotros
estaremos a salvo de tragedias como la que ocurrió recientemente.
Ella bajó la cabeza un momento, en lo que debió ser una
muestra de duelo. Yo recordé la noche anterior, cuando se le había
hecho un nudo en la garganta por lo ocurrido con Priscilla. ¿Había
sido una actuación? ¿La muerte de su mejor amiga era una manera
conveniente para que Tatiana impulsara que lo tenía en su agenda?
Seguramente… seguramente, ella no era tan fría. La reina levantó la
cabeza y continúo—. Y, además, estamos contentos de escucharlos
registrar sus opiniones, aunque, por nuestras propias leyes, este
asunto ya está establecido. Las futuras sesiones tendrán que esperar
hasta después de que un adecuado período de duelo haya pasado
por lo que desafortunadamente ocurrió.
Su tono de voz y el lenguaje corporal daba a entender que ese
era el final de la discusión. Entonces, una impertinente voz de
repente rompió el silencio de la habitación.
Mi voz.
—Bueno, me gustaría registrar mi opinión ahora.
Dentro de mi cabeza, Lissa estaba gritando: ¡Siéntate, siéntate!
Pero, yo ya estaba sobre mis pies, moviéndome hacía la mesa del
Concejo. Me detuve a una distancia respetuosa, una que los dejaría
notarme pero que no les permitiría a los guardianes atacarme. Y, oh,
ellos me habían notado. El Heraldo se puso de un rojo brillante ante
mi infracción de la regla.
—¡Está fuera de la línea y en violación del protocolo del
Concejo! Siéntese ahora mismo antes de que sea retirada. —Él miro
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a los guardianes, como si esperara que vinieran a la carga en ese
momento. Ninguno de ellos se movió. No me vieron como una
amenaza, o quizá se estaban preguntando qué era lo que yo iba a
hacer. Y yo me estaba preguntando lo mismo.
Con un pequeño y delicado gesto con la mano, Tatiana le
ordenó al Heraldo que retrocediera. —Me atrevería a decir que hoy
ha habido tantas violaciones al protocolo, que un incidente más no
hará una diferencia.
Ella me miró con una sonrisa amable, una que al parecer tenía la
intención de hacernos ver como amigas. —Además, La Guardiana
Hathaway es uno de nuestros activos más valiosos. Siempre me
interesa lo que ella tiene que decir.
¿Hablaba en serio? Era tiempo de descubrirlo. Así que dirigí
mis palabras al Concejo.
—Esto que acaba de pasar es total y absolutamente
descabellado. —Consideré que era una gran hazaña por mi parte
que no usara malas palabras existentes, porque había tenido algunos
adjetivos en mi mente que eran mucho más apropiados. ¿Quién dijo
que yo no entendía la etiqueta del Concejo?— ¿Cómo alguien puede
sentarse y pensar que está bien enviar chicos de dieciséis años a
arriesgar sus vidas?
—Sólo son dos años de diferencia —dijo el príncipe Tarus—. No
es como si estuviéramos enviando niños de diez años.
—Dos años es demasiado. —Pensé por un momento en cuando
yo había tenido dieciséis. ¿Qué había ocurrido en esos dos años?
Había escapado con Lissa, había visto a mis amigos morir, había
viajado‖alrededor‖del‖mundo,‖y‖me‖había‖enamorado…— Se puede
vivir toda una vida en dos años. Y si quieren que sigamos en las
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primeras líneas —que es lo que estamos dispuestos hacer cuando
nos graduamos— entonces ustedes nos deben esos dos años.
Esta vez miré a la audiencia. Las reacciones eran variadas.
Algunas claramente de acuerdo conmigo, asintiendo a lo largo del
salón. Algunos parecían como si nada en el mundo pudiera cambiar
su manera de pensar sobre el decreto. Otros encontraron mi
mirada…‖¿Había‖ influido‖en‖ellos?‖¿Estaban‖inseguros?‖¿Se‖habían‖
avergonzado de su propio egoísmo? Ellos podrían ser la clave.
—Créanme, me encantaría ver a su gente disfrutar de su
juventud. —Este era Nathan Ivashkov hablando—. Pero, en este
momento, esa no es una opción que tengamos. Los Strigoi nos están
acorralando. Estamos perdiendo todos los días muchos Moroi y
guardianes. Sacar más luchadores pararía esto y, en realidad, sólo
estamos dejando que esas habilidades Dhampir se desperdicien por
esperar un par de años. Este plan protegerá a las dos razas.
—¡Eso matará mi raza más rápido! —dije. Dándome cuenta de
que podría empezar a gritar si perdía el control, tomé un profundo
respiro antes de continuar—. Ellos no estarán listos. No tendrán
todo el entrenamiento que necesitan.
Y allí era donde Tatiana hacía su obra maestra. —Sí, pero, por
tu propia confesión, fuiste ciertamente preparada a temprana edad.
Mataste antes de que tuvieras dieciocho a más Strigoi que los que
algunos guardianes han matado en toda su vida.
La miré fijamente y entrecerré mis ojos. —Yo —dije con
frialdad— tuve un excelente instructor. Uno que actualmente tienen
bajo llave. Si quieren hablar acerca de habilidades que se
desperdician, entonces busquen dentro de su propia prisión.
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Hubo una leve conmoción en la audiencia y el rostro ‚somos
amigas‛ de Tatiana se volvió frío.
—Ese no es un asunto que nos ocupa hoy. En cambio,
incrementar nuestra protección sí lo es. Creo que tú incluso has
comentado en el pasado que las filas de los guardianes carecen en
números. —Mis propias palabras me llevaron de regreso a la noche
anterior—. Las filas necesitan ser llenadas. Tú y muchos de tus
compañeros han probado que son capaces de defendernos.
—¡Nosotros éramos excepciones! —Eso era egoísta, pero era la
verdad—. No todos los novatos han alcanzado ese nivel.
Un peligroso destello apareció en sus ojos y su voz de nuevo
salió como la seda. —Bueno, entonces, tal vez necesitan una
formación más excelente. Tal vez deberíamos enviarte a St. Vladimir
o a alguna otra academia y así puedes mejorar la educación de tus
jóvenes colegas. Tengo entendido de que tu próxima asignación será
administrativa y permanente aquí en la Corte. Si tú quieres ayudar a
que este decreto sea exitoso, podríamos cambiar esa asignación y
hacerte una instructora. Eso podría acelerar tu regreso a la
asignación como guardaespaldas.
Le di una peligrosa sonrisa. —No lo hagas —le advertí—.
Nunca trates de amenazarme, sobornarme o chantajearme. No te
gustarán las consecuencias. —Eso podría haber ido demasiado lejos.
Las personas en la audiencia se sorprendieron e intercambiaron
miradas. Algunas de sus expresiones fueron de disgusto, como si no
pudieran esperar nada mejor de mí. Reconocí a unos pocos de esos
Moroi. Ellos eran los que yo había oído hablar de mi relación con
Adrian y en cómo la reina la odiaba. También supuse un número de
miembros de la realeza que estuvieron anoche en la ceremonia y que
también estaban hoy. Ellos habían visto a Tatiana sacarme de la
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ceremonia, y sin duda pensaban que mi arrebato y mi falta de
respeto hoy era un tipo de venganza.
Los Moroi no fueron los únicos que reaccionaron.
Independientemente de si compartían mis opiniones o no, unos
pocos guardianes dieron un paso adelante, me aseguré de
permanecer exactamente donde estaba, y la falta de miedo de
Tatiana los hizo mantener en su lugar.
—Nos estamos cansando de esta conversación —Tatiana dijo,
cambiando al trato que normalmente nos dábamos—. Tú puedes
hablar más, y hacerlo en la forma apropiada, cuando nosotros
tengamos nuestra próxima reunión y abramos el uso de la palabra
para los comentarios. Por ahora, te guste o no, esta resolución ha
sido aprobada. Es la ley.
¡Ella te está dejando escapar! La voz de Lissa estaba de vuelta en
mi cabeza. ¡Retírate de esto antes de que hagas algo que te meta en un
problema real! ¡Discute más tarde!
Era irónico, porque había estado a punto de estallar y dejar que
mi rabia saliera por completo. Las palabras de Lissa me detuvieron,
pero no por su contenido. Era por Lissa. Cuando Adrian y yo antes
habíamos hablado de los resultados, yo había notado una pieza
defectuosa.
—No fue una votación justa —declaré—. No era legal.
—¿Ahora es abogada, señorita Hathaway? —La reina estaba
divertida, y su disminución hacia mi título de guardiana había sido
una falta de respeto—. Si se está refiriendo a que el voto del
Monarca carga más peso que los otros en el Concejo, entonces le
podemos asegurar que es una ley Moroi que ha sido usaba por
siglos en estas situaciones. —Ella miró a sus compañeros miembros
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del Concejo, ninguno hizo una protesta. Incluso aquellos que
votaron en contra no podían encontrar fallas en su punto.
—Si, pero todo el Concejo no votó —dije—. Han tenido un lugar
vacío en el Concejo por los últimos años, pero ya no. —Me di vuelta
y señalé hacía donde mis amigos estaban sentados—. Vassilisa
Dragomir ahora tiene dieciocho años y puede ocupar el lugar de su
familia. —En todo este caos, su cumpleaños había sido pasado por
alto, incluso por mí.
Los ojos en la habitación se dirigieron hacia Lissa, algo que a
ella no le gustaba. Sin embargo, Lissa estaba acostumbrada a estar
en el ojo público. Ella sabía qué se esperaba de alguien de la realeza,
sabía cómo debía verse y comportarse. Así que, en lugar de
encogerse, se levantó y miró hacia adelante con frescura y con un
toque real que decía que podría caminar a esa mesa y exigir su
derecho de nacimiento. Ya fuera sólo por la magnifica actitud o
quizá por un poco del carisma del espíritu, era casi imposible
apartar la mirada de ella. Su belleza tenía la luminosa calidad como
de costumbre y alrededor de la sala, muchos de los rostros tenían el
mismo temor hacia ella que yo había observado alrededor de la
Corte. La transformación de Dimitri era todavía un enigma, pero
aquellos que creían que era una realidad la miraban como a alguna
especie de santo. Ella había comenzado a ser demasiado grande ante
los ojos de mucha gente, tanto con el nombre de su familia, los
misteriosos poderes y ahora la supuesta habilidad para restaurar
Strigois.
Orgullosa, volví a mirar a Tatiana. —¿No son los dieciocho la
edad legal para votar?
Jaque mate, perra.
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—Sí —ella dijo alegremente—. Si los Dragomirs tuvieran un
quórum.
No diría que mi sensacional victoria se rompió a este punto,
pero ciertamente perdió un poco de brillo. —¿Un qué?
—Un quórum. Por ley, para que una familia Moroi tenga
derecho a votar en el Concejo, tienen que ser una familia. Ella no lo
es. Ella es la única.
Miré con incredulidad. —¿Qué? ¿Estás diciendo que ella
necesita tener un niño para poder votar?
Tatiana hizo una mueca. —Ahora no, por supuesto. Algún día,
estoy segura. Para que una familia pueda votar, deben tener al
menos dos miembros, y uno de ellos debe ser mayor de dieciocho
años. Es la ley Moroi, de nuevo, una ley que ha estado en los libros
por siglos.
Unas cuantas personas cruzaron miradas de confusión y
sorpresa. Esta claramente no era una ley con la que estuvieran
familiarizados. Por supuesto, esta situación —una línea real
reducida a una sola persona— no era que hubiera ocurrido en la
historia reciente, no había ni siquiera pasado algo parecido.
—Es verdad —dijo Ariana Szelsky a regañadientes—. Lo he
leído.
Está bien, así fue como mi sensacional victoria se destrozó. La
familia Szelsky era una en las que yo confiaba, y Ariana era la
hermana mayor del chico que mi mamá protegía. Ariana era una
especie de aficionada por los libros, y parecía como si hubiera
votado en contra del cambio de edad para los guardianes, parecía
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9
poco probable que ella ofreciera ese tipo de evidencia si no fuera
verdad.
Sin más municiones, recurrí a los viejos recursos.
—Esa —le dije a Tatiana— es la ley más jodida que he
escuchado.
Eso lo hizo. La audiencia rompió en charla conmocionada y
Tatiana renunció a cualquier pretensión de amistad que estaba
mostrando. Le ganó al Heraldo antes de que él pudiera dar una
orden.
—¡Sáquenla! Gritó Tatiana, incluso con el ruido que estaba
creciendo, su voz sonó claramente a través de la habitación—. ¡No
vamos a tolerar este tipo de comportamiento vulgar!
En un abrir y cerrar de ojos, los guardianes llegaron a mí.
Honestamente, con la frecuencia con la que había sido arrastrada de
varios lugares últimamente, había casi algo de familiaridad al
respecto. No peleé con los guardianes mientras me dirigían a la
puerta, pero tampoco los dejé sacarme sin unas palabras de
despedida.
—¡Podrías cambiar la ley del quórum si quisieras, perra
santurrona! —Grité—¡Estás torciendo la ley porque eres egoísta y
tienes miedo! Estás cometiendo el peor error de tu vida. ¡Te
arrepentirás! ¡Espera y veras... desearás nunca haberlo hecho!
No sé si alguien escuchó mi acalorado discurso porque, para
entonces, el salón estaba de vuelta al caos en que había estado
cuando yo entré. Los guardianes, tres de ellos, no me dejaron ir
hasta que estuvimos fuera. Una vez me soltaron, permanecimos allí
torpemente por un momento.
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—¿Y ahora qué? —pregunté. Traté de sacar la ira de mi voz.
Todavía estaba furiosa y exaltada, pero no era la culpa de estos
chicos—. ¿Van a encerrarme? —Viendo que si me llevaban de
regreso con Dimitri, sería casi un premio.
—Sólo dijeron que te sacáramos —uno de los guardianes dijo.
—Nadie dijo qué hacer después de eso.
Otro guardián, viejo y canoso pero todavía aguerrido, me dio
una mirada irónica. —Te dejaría salir mientras puedas, antes de que
ellos tengan la oportunidad de castigarte.
—No es que no te vayan a encontrar si en realidad lo quieren —
añadió el primer guardián.
Con eso, los tres se dirigieron de regreso al interior, dejándome
confundida y molesta. Mi cuerpo estaba todavía acelerado para una
pelea y yo estaba llena de la frustración que siempre he
experimentado cada vez que me enfrento con una situación en la
que me siento impotente. Todo lo que grité para nada. No había
logrado nada.
—¿Rose?
Desvié mis agitadas emociones y miré hacia el edificio. El
guardián más viejo no había entrado y estaba todavía parado en la
puerta. Su cara era estoica, pero creo que vi un brillo en sus ojos. —
Por si te sirve de algo —él me dijo—, creo que estuviste fantástica.
No tenía muchas ganas de sonreír, pero mis labios me
traicionaron. —Gracias —dije.
Bueno, tal vez había logrado algo.
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1
Traducido por Evelin, Darkheaven, *!!!BellJolie!!!*, Cowdiem y elamela
Corregido por Vanille
o tomé el consejo de los chicos y salí con ímpetu de
allí, aunque tampoco me senté en frente de la entrada.
Permanecí mucho tiempo cerca de un grupo de
árboles de cerezo, imaginando que sólo sería una manera de gastar
mi tiempo antes de que la asamblea terminara y las personas se
dispersaran por las puertas. Después de que varios minutos pasaron
y nada ocurrió, me deslicé a la mente de Lissa y descubrí cosas que
todavía seguían agitadas. A pesar de que Tatiana declaraba por
segunda vez que la sesión estaba terminada, la gente todavía seguía
parada y discutiendo en grupos.
Tasha estaba parada en uno de esos grupos con Lissa y Adrian,
haciendo uno de los apasionados discursos para los que era tan
buena. Tasha podría no ser tan fría y calculadora como Tatiana
cuando hacía sus movimientos políticos, pero tenía un agudo
sentido del sistema y reconocía cuando las oportunidades llegaban.
Ella estaba en contra del decreto de la disminución de edad y estaba
de acuerdo con enseñarles a los Moroi a pelear. Ninguno de esos
dos argumentos consiguió llegar muy lejos, así que saltó a la mejor
cosa: Lissa.
N
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2
—¿Por qué estamos discutiendo sobre la mejor forma de matar
Strigois cuando podemos salvarlos? —Tasha puso un brazo
alrededor de Lissa y el otro alrededor de Adrian, atrayéndolos hacia
adelante. Lissa todavía parecía estar serena y confiada, pero Adrian
parecía listo para escapar si le daban la oportunidad—. Vasilisa, a
quien, a propósito, se le niega tener voz propia aquí, gracias a una
ley arcaica, ha demostrado que los Strigoi pueden ser traídos de
regreso.
—Eso no ha sido probado —exclamó un hombre en la multitud.
—¿Estás bromeando? —preguntó una mujer al lado de él—. Mi
hermana estaba con el grupo que lo trajo acá. Ella dice que él es
definitivamente un Dhampir. ¡Él incluso estuvo en el sol!
Tasha asintió en señal de aprobación a la mujer.
—Yo también estuve allí. Y ahora tenemos dos usuarios del
espíritu capaces de hacer esto por otros Strigoi.
Por mucho que respetara a Tasha, yo no estaba del todo con ella
en esto. La cantidad de poder (sin mencionar el esfuerzo que era
necesario para estacar) que Lissa había requerido con Dimitri había
sido asombroso. Incluso temporalmente había afectado el vinculo.
Eso no significaba que no pudiera hacerlo de nuevo. Tampoco
significaba que ella no quisiera hacerlo de nuevo. Era lo
suficientemente compasiva como para echarse a la línea de fuego
para ayudar a otros. Pero yo sabía que entre más poder usara un
usuario del espíritu, más rápido viajaría al camino de la locura.
Y‖ Adrian…‖ bueno, él era casi insignificante aquí. Incluso si
quisiera ir a estacar Strigois, no tenía el tipo de poder sanador que se
necesitaba para restaurar a uno, al menos no por ahora. No era raro
que un Moroi utilizara sus elementos en diferentes maneras.
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3
Algunos eran usuarios de fuego, como Christian y tenían un control
excepcional con las llamas. Otros podían sólo usar la magia, por
ejemplo, para calentar el aire de una habitación. De igual manera,
Lissa y Adrian tenían sus fortalezas con el espíritu. Para Adrian, su
mayor triunfo fue curar una fractura, y Lissa todavía no podía
meterse en los sueños, no importaba cuánto practicara.
Así que, en realidad, Tasha sólo tenía un usuario del espíritu
capaz de salvar Strigois, y ese usuario difícilmente podría
transformar legiones de esos monstruos. Tasha parecía reconocerlo
un poco.
—El Concejo no debería perder el tiempo con viejas leyes —ella
continuó—. Necesitamos intensificar nuestros recursos en encontrar
más usuarios y reclutarlos para ayudar a salvar Strigoi. —Ella fijó su
mirada en alguien que estaba en la multitud.
—Martin, ¿no fue tu hermano convertido en contra de su
voluntad? Con el trabajo suficiente, podríamos traerlo de regreso.
Vivo. Igual a como lo conociste. De lo contrario, él sólo va conseguir
ser estacado cuando los guardianes lo encuentren, y por supuesto, él
matará a muchos inocentes por el camino.
Sí, Tasha era buena, ella podría pintar una buena imagen y casi
hacer a Martin llorar. Pero, en realidad, no había mencionado la
parte de las personas que se convertían en Strigoi por voluntad
propia. Lissa todavía estaba parada con ella, yo no estaba segura en
cómo se sentía con la idea de un ejército para salvar Strigois, pero
ella reconocía que esto era parte de otros planes que Tasha tenía,
incluyendo uno para conseguir los derechos de voto para Lissa.
Tasha exageró las habilidades y el carácter de Lissa, mofándose
de lo que claramente era una ley obsoleta que nunca podría haber
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sido prevista en esta situación. Tasha además puntualizó en un
Concejo de doce familias que enviarían un mensaje a de unidad a los
Strigoi.
Yo no quería oír más. Dejaría a Tasha ejercer su política y
hablaría con Lissa después. Yo todavía estaba agitada por lo que
había ocurrido cuando le grité al Concejo que ya no soportaba ver
esa habitación. Dejé su mente y regresé a la mía, dando un pequeño
grito cuando vi una cara justo delante de la mía.
—¡Ambrose!
Uno de los dhampirs más atractivos del planeta (después de
Dimitri, por supuesto) me estaba mirando con una brillante sonrisa
de estrella de cine.
—Estabas demasiado quieta, pensé que estabas tratando de ser
una dríada.
Parpadeé.
—¿Una qué?
Él hizo un gesto hacia los árboles de cereza.
—Espíritus de la naturaleza. Hermosas mujeres que se
convierten en una con los árboles.
—No estoy segura de si eso sea un cumplido o no —dije—. Pero
es bueno volverte a ver.
Ambrose era una rareza en nuestra cultura: un hombre dhampir
que no había tomado los votos para hacerse guardián, ni había
corrido a esconderse entre los humanos. Las mujeres dhampir
normalmente no optaban por hacerse guardianas, sólo con el fin de
centrarse en tener familias. Era por eso que éramos tan extrañas.
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Pero, ¿un hombre? Para la mayoría de las personas, ellos no tenían
excusa. En lugar de esconderse por la vergüenza, Ambrose había
elegido quedarse y simplemente trabajar para los Moroi de otra
manera. Él era esencialmente un sirviente, de la alta clase, que servía
tragos en las fiestas de elite y les daba masajes a las mujeres reales.
También, si los rumores eran ciertos, servía a Tatiana en forma
física. Eso era tan espeluznante, sin embargo, rápidamente ese
pensamiento dejó mi mente.
—También me alegra verte —me dijo—. Pero, si no estás en
comunión con la naturaleza, ¿qué estás haciendo?
—Es una larga historia. Acabo de ser echada de una reunión del
Concejo.
Él parecía impresionado.
—¿Literalmente echada?
—Arrastrada, supongo. Me sorprende que no te haya visto por
allí —murmuré—. Por supuesto, he estado un poco, umm, distraído
esta última semana.
—Eso me han dicho —él dijo, dándome una mirada simpática—
. Aunque, en realidad he estado afuera. Acabo de volver ayer por la
noche.
—Justo a tiempo para la diversión —murmuré.
La mirada inocente de su rostro me dijo que no había escuchado
hablar de lo del decreto todavía.
—¿Qué estás haciendo ahora? —él preguntó—. Esto no se ve
como un castigo. ¿Terminaste tu sentencia?
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—Algo así. Estoy en una especie de espera por alguien en este
momento. Iba a pasar el rato en mi habitación.
—Bueno, si estás matando el tiempo, ¿por qué no vienes a ver a
la tía Rhonda?
—¿Rhonda? —Fruncí el ceño—. No te ofendas, pero tu tía en
realidad no me impresionó con sus habilidades la última vez.
—No tomaste ninguno —dijo él alegremente—. Pero ella ha
estado preguntando por ti. Y Vasilisa. Por lo tanto, si estás dando
vueltas...
Dudé. Tenía razón, no tenía nada mejor que hacer en este
momento. Me quedé atrapada en opciones, tanto con Dimitri y las
resoluciones del Consejo de idiotas. Sin embargo, Rhonda (su tía
Moroi adivinadora de la fortuna) no era alguien que realmente
quería volver a ver. A pesar de mis palabras simplistas, la verdad
era que, en retrospectiva, algunas de las predicciones de Rhonda se
habían hecho realidad. Simplemente, no me había gustado que lo
fueran.
—Muy bien —dije, tratando de parecer aburrida—. Que sea
rápido.
Volvió a sonreír, como si pudiera ver a través de mi astucia, y
me llevó afuera a un edificio en el que había estado en otra ocasión.
En donde se encontraba un salón de belleza y spa de lujo
frecuentados por la Realeza Moroi. Lissa y yo habíamos hecho
nuestras uñas una vez ahí, y mientras Ambrose y yo terminamos
nuestro camino a través de la guarida de Rhonda, sentí una
punzada extraña dentro de mí. Manicura y pedicura... parecían las
cosas más triviales del mundo. Pero ese día, habían sido
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maravillosas. Lissa y yo nos habíamos reímos y estado más cerca...
justo antes de que la escuela fuera atacada y todo se viniera abajo...
Rhonda decía la fortuna en un cuarto en la parte de atrás que
estaba lejos del spa. A pesar de la sensación mala, ella hizo un
negocio muy rápido e incluso tenía su propia recepcionista. O,
bueno, solía tenerla. Esta vez, la mesa estaba vacía, y Ambrose me
llevó directamente a través de la habitación hacia Rhonda. Era
exactamente la misma que antes, era como estar dentro de un
corazón. Todo era rojo: el papel tapiz, la decoración, y los cojines
que cubrían el suelo.
Rhonda se sentó en el suelo, comiendo una taza de yogurt, algo
que parecía terriblemente común para alguien que supuestamente
ejercía poderes místicos. El pelo rizado negro en cascada sobre sus
hombros, hacia que los aros de oro brillaran en sus oídos.
—Rose Hathaway —dijo ella alegremente, poniendo el yogurt a
un lado—. Qué sorpresa más agradable.
—¿No me ha visto venir? —pregunté secamente.
Sus labios temblaban con diversión.
—Ese no es mi poder.
—Perdón por interrumpir tu cena —dijo Ambrose, cruzando
con gracia su musculoso cuerpo al sentarse—. Pero Rose no es fácil
de atrapar.
—No me lo imagino —dijo—. Estoy impresionada de que
pudiste venir. ¿Qué puedo hacer por ti hoy, Rose?
Me encogí de hombros y me senté junto a Ambrose.
—No lo sé. Estoy aquí sólo porque Ambrose me habló de usted.
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—Ella no cree que su última lectura fuera muy buena —dijo.
—¡Oye! —Le lancé una mirada regañándolo—. Eso no es
exactamente lo que dije.
La última vez, Lissa y Dimitri habían estado conmigo.
—Las cartas del tarot de Rhonda habían mostrado a Lissa con la
corona, poder y luz, no era una sorpresa. Rhonda había dicho que
Dimitri perdería lo que más valoraba y lo que tenía: su alma. ¿Y yo?
Rhonda me había dicho que mataría a los no-muertos. Me burlé
porque sabía que tenía toda una vida con Strigoi delante de mí para
matar.‖Ahora‖me‖preguntaba‖si‖‚los‖no‖muertos‛‖significa‖ la‖parte‖
Strigoi de Dimitri. Incluso si no hubiera llevado una estaca,
ciertamente desempeñé en eso un papel importante.
—¿Tal vez otra lectura te ayudaría a darle otro sentido? —
ofreció.
Mi mente se estaba preparando para otra broma psíquica, por lo
que fue tan sorprendente que mi boca dijo:
—Ese es el problema. El otro tenía sentido. Tengo miedo... Tenía
miedo, de que otra cosa me mostrarán las cartas.
—Las cartas no hacen el futuro —dijo suavemente—. Si algo
está destinado a ser, será, sin importar si lo ves aquí. Y aun así... el
futuro siempre está cambiando. Si no tuviéramos opciones, no
habría ningún punto en la vida.
—De nuevo aquí —dije con ligereza—, ese es el tipo de
respuesta vaga de una gitana que yo esperaba.
—Roma —me corrigió—. No es de gitanos. —A pesar de lo
mordaz, ella todavía parecía estar de buen humor. Las actitudes
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tolerantes deben de haber funcionado en su familia—. ¿Quieres las
cartas o no?
¿Yo? Ella tenía razón en una cosa: el futuro se desarrollaría con
o sin verlo en las cartas. E incluso si las cartas me lo mostraran,
probablemente no lo entendería hasta después.
—De acuerdo —dije—. Sólo por complacerla. Quiero decir, la
última vez fue probablemente una conjetura afortunada.
Rhonda rodó sus ojos, pero no dijo nada cuando comenzó a
mezclar sus cartas de tarot. Lo hizo con tal precisión que las cartas
parecían incapaces de desplazarse. Cuando finalmente se detuvo,
me entregó el paquete para cortar. Lo hice, y ella las unió de nuevo.
—Sacaré tres cartas antes —dijo—. Tenemos tiempo para ver
más si quieres.
¿Cinco, tal vez?
—Cuanto más haya, es más probable que pueda llegar a
conocer más.
—Si crees en ellas, entonces no debería ser un problema.
—Muy bien, entonces. Cinco.
Ella se puso seria cuando dio vuelta a las cartas, sus ojos
cuidadosamente estudiándolas. Dos de las cartas habían salido
giradas. No lo tomé como una buena señal. La ultima vez, había
aprendido‖que,‖aparentemente,‖había‖cartas‖felices…‖bueno,‖no‖tan‖
felices.
La primera era una del dos de copas, mostrando un hombre y
una mujer justos en un campo hermoso lleno de flores mientras que
el sol brillaba sobre ellos.
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Naturalmente, estaba girada.
—Las copas están unidas a las emociones —Rhonda explicó—.
El dos de copas muestra la unión, el amor perfecto y floreciente de
emociones gozosas. Pero como esta invertida...
—¿Sabes qué? —interrumpí—. Creo que entiendo a lo que
apunta eso. Puedes saltarte esa. Tengo una buena idea de lo que
significa. —Podríamos perfectamente ser Dimitri y yo en esa carta,
la‖ copa‖ vacía‖ y‖ llena‖ de‖ dolor…‖ no‖ quería‖ escuchar‖ a‖ Rhonda‖
analizar lo que ya estaba destrozando mi corazón la verdad.
Así que ella se dirigió a la siguiente carta: la reina de espadas,
también invertida.
—Cartas como esta se refieren a personas específicas —Rhonda
me dijo. La reina de espadas se veía muy arrogante, con el cabello
castaño y la túnica plateada—. La reina de espadas es inteligente.
Ella es próspera en conocimiento, puede burlar a sus enemigos, y es
ambiciosa.
Suspiré.
—Pero‖invertida…
—Invertida —dijo Rhonda—, todos los rasgos son invertidos.
Ella‖aún‖es‖inteligente,‖aún‖tratando‖de‖seguir‖su‖camino…‖pero‖lo‖
está haciendo a través de formas deshonestas. Hay mucha
hostilidad y decepción ahí. Diría que tienes un enemigo.
—Sí —dije, echándole un ojo a la corona—. Creo que se quién
es. Es sólo que yo la llamo perra mojigata.
Rhonda no comentó y se dirigió a la siguiente. Estaba en su
correcta posición, pero casi deseé que no lo estuviera. Tenía un
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montón de espadas enterradas en la tierra y una mujer atada a una
de ellas con los ojos vendados. El ocho de espadas.
—Oh, vamos —exclamé—. ¿Qué pasa conmigo y las espadas?
Me diste una tan deprimente como ésta la última vez.
Había mostrado a una mujer llorando en frente de un muro de
espadas.
—Esa fue el nueve de espadas —ella estuvo de acuerdo—.
Siempre puede ser peor.
—He tenido un tiempo complicado creyendo en eso.
Ella tomó el resto del mazo y finalmente sacó una carta. El diez
de espadas. —Podrías haber sacado esta—. Mostraba a un chico
muerto recostado en la tierra con un montón de espadas pasando a
través de él.
—Punto comprendido —dije. Ambrose se rió detrás de mí—.
¿Qué significa el nueve?
—El nueve está atrapado. Incapaz de salir de una situación.
También significa una calumnia o acusación. Convocar al coraje
para escapar de algo. —Miré de vuelta a la reina, pensando en las
cosas que dije en la habitación del Concejo. Esas definitivamente
contarían como acusaciones. Y, ¿estar atrapada? Bueno, siempre
existía la posibilidad‖de‖una‖vida‖de‖trabajo‖de‖escritorio…
Suspiré.
—Bien, ¿cuál es la siguiente? —Era la que mejor se veía en el
grupo, el seis de espadas. Tenía un grupo de personas en un bote,
remando en el agua bañada por la luna.
—Un viaje —ella dijo.
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—Justo estuve de viaje. En unos cuantos. —La miré
sospechosamente—. Amiga, esto no es, como, alguna clase de viaje
espiritual, ¿cierto? —Ambrose rió de nuevo.
—Rose, desearía que te leyeran el tarot todos los días.
Rhonda lo ignoró.
—Si fuera de copas, quizás. Pero las espadas son tangibles.
Acción. Una verdad, de salir y sobre un viaje.
¿A dónde diablos iba a ir? ¿Eso significaría que iba a viajar a la
Academia como Tatiana había sugerido? ¿O era posible que, a pesar
de todos mis quebrantamientos de reglas y de llamar a su eminencia
real por nombres, fuera a recibir una asignación después de todo?
¿Uno lejos de la corte?
—Puedes estar buscando algo, puede ser un viaje físico
combinado con uno espiritual. —Ella dijo, lo cual sonaba totalmente
como una forma de cubrir su trasero—.‖Esta‖última…‖—Sus cejas se
entretejieron formando un cejo fruncido ante la quinta carta—. Ésta
está vedada para mí.
La miré.
—El paje de copas. Parece bastante obvia. Es un paje con, um,
copas.
—Usualmente,‖tengo‖una‖visión‖clara…‖las‖cartas‖me‖hablan en
cómo se conectan. Esta no está clara.
—La única cosa que no está claro es si es un chico o una chica.
—La persona en la carta se veía joven pero tenía el cabello y el rostro
andrógino que hacía que su género fuera imposible de identificar.
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3
Las calzas azules y la túnica no ayudaban, sin embargo el campo
soleado en el fondo se veía prometedor.
—Puede ser cualquiera de los dos —dijo Rhonda—. Es el más
bajo en el rango de las cartas que representa a personas en cada
pinta: rey, reina, caballero y el paje. Quien quiera que sea el paje, es
alguien confiable y creativo. Optimista. Puede referirse a alguien
que vaya en el viaje contigo, o quizá la razón de tu viaje.
Cualquier optimismo o fe que hubiera tenido en las cartas
desapareció con eso. Dado que ella sólo había dicho solo unos
cientos de cosas que podía significar, no lo consideré autoritario.
Usualmente, ella notaría mi escepticismo, pero su atención estaba
aún en la carta mientras fruncía el cejo.
—Pero‖no‖puedo‖sólo‖decir…‖hay‖una‖nube‖alrededor‖de esto.
¿Por qué? No tiene sentido.
Algo sobre su confusión mandó un escalofrío por mi columna.
Siempre me dije a mí misma que esto era una farsa, pero si ella
había‖estado‖adivinando‖todo…‖bueno,‖¿no‖podría‖haber‖adivinado‖
algo sobre el paje de copas? Ella no lo estaba representando un acto
muy convincente si esta carta la estaba haciendo cuestionarse a sí
misma. El pensamiento de que quizás había alguna fuerza mística
ahí afuera bloqueándola calmó un poco mi actitud cínica.
Con un suspiro, ella miró hacia arriba al fin.
—Lo siento. Eso es todo lo que puedo decirte. ¿Ayudó el resto?
Escaneé las cartas. Un corazón destrozado. Un enemigo.
Acusaciones. Estar atrapada. Viaje.
—Algunas de ellas me dicen cosas que ya sé. El resto de deja
más preguntas.
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4
Sonrió astutamente.
—Así es como suele ser.
Le di las gracias por la lectura, secretamente alegre de que no
tenía que pagar por eso. Ambrose me llevó afuera, y traté de
sacudirme la atmosfera de fortuna de Rhonda que había dejado en
mí. Tenía suficientes problemas en mi vida sin dejar que un puñado
de estúpidas cartas me molestaran.
—¿Vas a estar bien? —me preguntó cuando finalmente salimos.
El sol estaba subiendo más. La Corte Real estaría yendo a la cama
pronto, terminando lo que había sido un día turbulento—. Yo... No
te habría traído si hubiera sabido cuánto te alteraría.
—No, no —le dije—. No son las cartas. No exactamente. Hay un
montón de otras cosas que pasan... una sobre la que probablemente
deberías saber.
No había querido mencionar el decreto cuando habíamos
corrido por primera vez hacia el otro, pero como un dhampir, tenía
el derecho de escuchar sobre lo que había sucedido. Su rostro estaba
inmóvil mientras aún hablaba, salvo por sus ojos marrones oscuro,
los cuales crecieron de par en par mientras la historia avanzaba.
—Hay algunos errores —dijo al fin—. No harían eso. No harían
eso a los dieciséis años.
—Sí, bueno, yo tampoco creía eso, pero al parecer estaban
suficientemente serios sobre eso para echarme afuera cuando yo, eh,
cuestioné eso.
—Apenas puedo‖ imaginarme‖ tu‖‚cuestionamiento‛.‖Todo‖ esto‖
hará que más dhampirs dejen de pertenecer a los guardianes... a
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menos, por supuesto, que hagan a esos jóvenes ser más susceptibles
para el lavado de cerebro.
—Una clase de delicada área para ti, ¿eh? —pregunté. Después
de todo, también era un guardián desertor.
Sacudió su cabeza.
—Permanecer en esta sociedad era casi imposible para mí. Si
alguno de esos chicos decide desertar, no tendrán los poderosos
amigos que hice. Serán marginados. Eso es todo lo que esto hará.
Matar a adolescentes o aislarlos de su propia gente.
Me pregunté qué amigos poderosos había hecho, pero este no
era el momento para aprender la historia de su vida.
—Bueno, a esa perra real no parece importarle.
La pensativa mirada distraída de sus ojos de repente se afiló.
—No la llames así —advirtió con una mirada—. Esto no es su
culpa.
Vaya. Un indicio de sorpresa. Casi nunca había al visto sexy,
carismático Ambrose ser algo menos amistoso.
—¡Por supuesto que es su culpa! Es la gobernante suprema de
los Moroi, ¿recuerdas?
Su ceño se profundizó.
—El Consejo votó también. No ella sola.
—Sí, pero votó a favor de este decreto. Balanceó la votación.
—Debe haber habido una razón. No la conoces como yo. No
querría este tipo de cosas.
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Empecé a preguntarle si estaba loco, pero me detuve cuando me
acordé de su relación con la reina. Los rumores románticos me
hicieron sentirme mareada, pero si eran verdad, supuse que él
podría tener una preocupación legítima para con ella. También
decidí que era probablemente mejor que no la conociera como él lo
hacía. Las marcas de mordidas en su cuello sin duda indicaban
algún tipo de actividad íntima.
—Lo que sea que está pasando entre ustedes es su asunto —le
dije con calma—, pero ella lo utiliza para engañarte al hacerte
pensar que es alguien que no es. Me lo hizo a mí también, y caí.
Todo es una estafa.
—No lo creo —dijo él, todavía con cara de piedra—. Como
reina, te pone en todo tipo de situaciones difíciles. Tiene que haber
más, ella pondrá cambiar el decreto, estoy seguro de ello.
—Como reina —dije, imitando su tono—, debe tener la
capacidad de...
Mis palabras cayeron mientras una voz habló en mi cabeza.
Lissa.
Rose, vas a querer ver esto. Pero tienes que prometerme que no
causaras ningún problema. Lissa indicó la ubicación para mí, junto con
un sentimiento de urgencia.
La mirada dura de Ambrose pasó a una de preocupación.
—¿Estás bien?
—Yo... sí. Lissa me necesita. —Suspiré—. Mira, no quiero que
peleemos, ¿de acuerdo? Obviamente cada uno tiene puntos de vistas
diferentes de la situación... Pero creo que ambos estamos de acuerdo
sobre que el punto clave es el mismo.
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7
—¿Que los niños no deben ser enviados a morir? Sí, podemos
estar de acuerdo en eso.
Nos sonreímos provisionalmente el uno al otro, y la rabia entre
nosotros se perdió.
—Voy a hablar con ella, Rose. Voy a averiguar la verdadera
historia y hacer que lo sepas, ¿de acuerdo?
—Está bien. —Me costó mucho creer que alguien realmente
podría tener un corazón a corazón con Tatiana, pero de nuevo,
podría haber más de la relación de ellos de lo que me daba cuenta—.
Gracias. Fue bueno verte.
—A ti también. Ahora ve... ve a ver a Lissa.
No necesité apresurarme. Junto con el sentido de urgencia,
Lissa había pasado otro mensaje a través del enlace que envió a mis
pies volando: Se trataba de Dimitri.
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8
Traducido por Sheilita Belikov, CyeLy DiviNNa y Virtxu.
Corregido por Andrea
o necesitaba el vínculo para encontrar a Lissa. La
multitud me advirtió dónde estaban ella y Dimitri.
Mi primer pensamiento fue que estaba
ocurriendo algún tipo de apedreamiento o acoso medieval. Entonces
me di cuenta de que la gente estaba alrededor viendo algo. Me abrí
paso a través de ellos, haciendo caso omiso de las miradas
maliciosas que me echaban, hasta pararme en la primera fila de
espectadores. Lo que encontré me hizo detenerme.
Lissa y Dimitri estaban sentados uno al lado de otro en un
banco mientras tres Moroi y, joder, Hans estaba sentado frente a
ellos. Los guardianes estaban esparcidos a su alrededor,
aparentemente tensos y listos entrar en acción si las cosas salían mal.
Antes de incluso escuchar una palabra, yo ya sabía exactamente lo
que estaba pasando. Se trataba de un interrogatorio, una
investigación para determinar lo que Dimitri era exactamente.
En la mayoría de los casos, este sería un lugar extraño para una
investigación formal. Era, irónicamente, uno de los patios donde
Eddie y yo habíamos trabajado, el que estaba a la sombra de la
estatua de la joven reina. La iglesia de la Corte se encontraba cerca.
N
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9
Esta zona de césped no era precisamente suelo sagrado, pero estaba
lo bastante cerca de la iglesia como para que la gente pudiera correr
a la misma en caso de emergencia. Los crucifijos no dañaban a los
Strigoi, pero estos no podían entrar en una iglesia, mezquita, o
cualquier otro lugar sagrado. Entre eso y el sol de la mañana, este
era probablemente el lugar y el momento más seguro en el que los
funcionarios podrían reunirse para interrogar a Dimitri.
Reconocí a uno de los interrogadores Moroi, Reece Tarus.
Estaba relacionado con Adrian por parte de su madre, pero también
había hablado a favor del decreto de edad. Así que sentí una
antipatía instantánea hacia él, particularmente teniendo en cuenta el
tono altanero que usaba hacia Dimitri.
—¿Encuentras el sol cegador? —preguntó Reece.
Tenía un portapapeles delante de él y descendía verificando
una lista.
—No —dijo Dimitri, con voz suave y controlada.
Prestaba total atención a sus interlocutores. No tenía ni idea de
que yo estaba allí, y en cierto modo me gustó que así fuera. Sólo
quería verlo por un momento y admirar sus características.
—¿Y si miras fijamente al sol?
Dimitri vaciló, y no estoy segura de que nadie más lo notará o
supiera lo que significaba, pero me di cuenta del destello repentino
en sus ojos. La pregunta era estúpida, y creo que Dimitri, tal vez,
sólo tal vez, quiso reírse. Con su destreza habitual, mantuvo su
compostura.
—Cualquiera podría quedarse ciego mirando el sol el tiempo
suficiente —respondió—. Pasaría por lo que nadie aquí haría.
43
0
A Reece no pareció gustarle la respuesta, pero no había ningún
error en su lógica. Apretó los labios y pasó a la siguiente pregunta.
—¿Te quema la piel?
—Por el momento no.
Lissa miró a la multitud y me vio. Ella no podía sentirme de la
manera en que yo podía a través de nuestro vínculo, pero a veces
parecía que ella tenía una extraña sensación cuando estaba allí. Creo
que ella sentía mi aura si estaba lo bastante cerca, puesto que todos
los usuarios del espíritu afirmaban que el campo de luz alrededor
de las Shadow-Kissed era muy distinta. Ella me sonrió levemente
antes de volver al interrogatorio.
Dimitri, siempre atento, notó su pequeño movimiento. Echó un
vistazo para ver lo que la había distraído, me vio, y vaciló un poco
en la siguiente pregunta de Reece, que fue:
—¿Has notado si ocasionalmente tus ojos se vuelven rojos?
—Yo...— Dimitri se me quedó viendo unos instantes y luego
volvió su cabeza hacia Reece—. No he estado cerca de muchos
espejos. Pero creo que mis guardias lo habrían notado, y ninguno de
ellos ha dicho nada.
Cerca de allí, uno de los guardianes hizo un pequeño ruido.
Apenas logró mantener una cara seria, pero creo que él también
habría querido burlarse del ridículo interrogatorio. No podía
recordar su nombre, pero cuando había estado en la Corte hace
mucho tiempo, él y Dimitri habían charlado y reído un poco cuando
estuvieron juntos. Si un viejo amigo estaba empezando a creer que
Dimitri era un Dhampir de nuevo, entonces eso tenía que ser una
buena señal.
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El Moroi junto a Reece miró alrededor, tratando de averiguar de
donde había venido el ruido, pero no descubrió nada. El
interrogatorio continuó, esta vez tenía que ver con el hecho de si
Dimitri entraría a la iglesia si se lo pedían.
—Puedo ir ahora mismo —les dijo—. Iré a los servicios de
mañana si quieren. —Sin duda Reece tomó nota, preguntándose si
podría traer al sacerdote para mojar a Dimitri en agua bendita.
—Todo esto es una distracción —dijo una voz familiar en mi
oído—. Humo y espejos. Eso es lo que dice la tía Tasha. —Ahora
Christian estaba a mi lado.
—Es necesario —murmuré—. Tienen que ver que él ya no es
Strigoi.
—Sí, pero recién han firmado la ley de la edad. La reina dio la
autorización para proceder con esto tan pronto como fuiste
expulsada de la sesión del Consejo porque es sensacional y hará que
la gente preste atención a algo nuevo. Fue la forma en la que
finalmente se despejó la sala. ‚¡Hey,‖ve‖a‖ver‖el‖show!‛
Casi podía oír a Tasha decir eso, palabra por palabra. De todos
modos, había algo de verdad en ello. Me sentía en conflicto. Dimitri
quería ser libre. Yo lo quería como él solía ser. Sin embargo, no me
gustaba que Tatiana hiciera esto por su propio beneficio político y
no porque realmente se preocupara por lo que era correcto. Esta era
posiblemente la cosa más monumental que sucedería en nuestra
historia. Tenía que ser tratada como tal. El destino de Dimitri no
debía ser un show para distraer a todos de una ley injusta.
Ahora Reece estaba pidiéndoles tanto a Lissa como a Dimitri
que describieran exactamente lo que habían experimentado la noche
de la redada. Tenía la sensación de que era algo que habían relatado
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mucho. Aunque Dimitri había sido una imagen de compostura sin
amenaza hasta el momento, todavía sentía esa sensación gris en él,
la culpa y el tormento que él sentía por lo que había hecho como un
Strigoi. Sin embargo, cuando se volvió para escuchar a Lissa dar su
versión de la historia, su rostro se iluminó con asombro.
Admiración. Culto.
Los celos relampaguearon a través de mí. Sus sentimientos no
eran románticos, pero no importaba. Lo que importaba era que él
me había rechazado, pero la miraba a ella como la cosa más grande
del mundo. Él me había dicho que nunca hablará con él de nuevo y
jurado que haría cualquier cosa por ella. Una vez más sentí esa
sensación petulante de ser tratada injustamente. Me negué a creer
que él no podía amarme más. No era posible, no después de todo lo
que él y yo habíamos pasado juntos. No después de todo lo que
habíamos sentido el uno por el otro.
—Ellos de verdad parecen cercanos —señaló Christian, con una
nota sospechosa en su voz. No tuve tiempo de decirle que sus
preocupaciones eran infundadas porque quería escuchar lo que
Dimitri tenía que decir.
Para los demás fue difícil comprender la historia de su cambio,
en gran parte porque el espíritu era todavía muy incomprendido.
Reece siguió hasta donde pudo y luego el interrogatorio se lo
entregó a Hans.
Hans, siempre práctico, no tuvo necesidad de un interrogatorio
extenso. Era un hombre de acción, no de palabras. Agarrando una
estaca en su mano, le pidió a Dimitri que la tocará. Los guardianes
se pusieron tensos, probablemente en el caso de que Dimitri tratara
de agarrar la estaca y se armara un alboroto.
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3
En su lugar, Dimitri tranquilamente extendió su mano y tocó la
parte superior de la estaca por unos momentos. Todos contuvieron
el aliento esperando que gritara de dolor ya que los Strigoi no
podían tocar la plata encantada. En su lugar, Dimitri parecía
aburrido.
Luego sorprendió a todos. Retirando su mano, y tendiendo la
parte inferior de su musculoso antebrazo hacia Hans. Como el día
era soleado, Dimitri usaba una camiseta corta, dejando parte de su
piel al descubierto.
—Córtame con ella —le dijo a Hans.
Hans arqueó una ceja. —Cortarte con esto te lastimará sin
importar lo que eres.
—Sería insoportable si fuera un Strigoi —señaló Dimitri.
Su rostro era duro y decidido. Era el Dimitri que había visto en
batalla, el Dimitri que nunca se echaba atrás.
—Hazlo. No me lo pongas fácil.
Hans no reaccionó al momento. Era evidente que se trataba de
un curso de acción inesperado. Finalmente la determinación cruzó
por su rostro, y tomó una decisión, pasando la punta de la estaca
contra la piel de Dimitri. Como Dimitri pidió, Hans no se contuvo.
Clavó la punta profundamente, y la sangre brotó. Varios Moroi, que
no estaban acostumbrados a ver sangre (a menos que la bebieran),
jadearon ante la violencia. Como uno, todos se inclinaron hacia
delante.
La cara de Dimitri demostró que definitivamente sentía dolor,
pero la plata encantada en un Strigoi no sólo le lastimaba, también
quemaba. Yo había herido a un montón de Strigoi con estacas y los
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oí gritar en agonía. Dimitri hizo una mueca y se mordió el labio
mientras la sangre fluía sobre por su brazo. Lo juro, había un nuevo
orgullo en sus ojos ante su habilidad de mantenerse fuerte por eso.
Cuando se hizo evidente que no comenzaría a agitarse
violentamente, Lissa lo alcanzó. Sentí sus intenciones: quería
sanarlo.
—Espera —dijo Hans—. Un Strigoi se curaría de esto en
cuestión de minutos.
Tuve que darle la razón a Hans. Había hecho dos pruebas en
una. Dimitri le lanzó una mirada de agradecimiento, y Hans le dio
un pequeño asentimiento en contestación. Hans le creía, me di
cuenta. Cualesquiera que fueran sus defectos, Hans realmente
pensaba que Dimitri era un Dhampir de nuevo. Por eso lo amaría
por siempre, no importaba cuánto trabajo me hiciera hacer.
Por lo tanto, todos nos quedamos allí observando al pobre
Dimitri sangrar. Era en cierto modo era realmente morboso, pero la
prueba funcionó. Era obvio para todos que la herida no iba a
curarse. Finalmente a Lissa se le dio permiso para que le sanara, y
eso provocó una mayor reacción entre la multitud. Murmullos de
asombro me rodeaban, y los rostros de las personas parecían
embelesados en adoración a una diosa.
Reece miró a la multitud.
—¿Alguien tiene alguna pregunta para agregar a las nuestras?
Nadie hablaba. Todos estaban estupefactos por el espectáculo
delante de ellos.
Bueno, alguien tenía que dar un paso al frente. Literalmente.
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5
—Yo la tengo —dije, avanzando hacia ellos.
No, Rose, rogó Lissa.
Dimitri puso una mirada igualmente de disgusto. En realidad,
también lo hizo casi todo el mundo sentado cerca de él. Cuando la
mirada de Reece cayó sobre mí, tuve la sensación de que me estaba
viendo en la sala del Consejo de nuevo, llamando a Tatiana una
perra mojigata. Puse mis manos en mis caderas, sin importarme lo
que ellos pensaran. Esta era mi oportunidad para forzar a Dimitri a
reconocerme.
—Cuando solías ser Strigoi —empecé a decir, dejando claro que
yo creía que era en el pasado—, estaban muy bien comunicados
contigo. Sabías el paradero de un montón de Strigoi en Rusia y los
EE.UU. ¿verdad?
Dimitri me miró con cuidado, tratando de averiguar a dónde
iba. —Sí.
—¿Todavía lo sabes?
Lissa frunció el ceño. Ella pensó que iba a implicar
inadvertidamente que Dimitri seguía en contacto con otros Strigoi.
—Sí —dijo—. Siempre y cuando ninguno de ellos se haya
movido —en esta ocasión, la respuesta fue más rápida. No estaba
segura si había adivinado mi táctica o si él confiaba en que mi lógica
nos llevaría a algún lugar útil.
—¿Compartirías esa información con los guardianes? —le
pregunté—. ¿Nos podrías decir a todos los escondites Strigois para
que vayamos en contra de ellos?
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Eso tuvo una reacción. Proactivamente, la búsqueda de Strigois
era tan debatido como los demás temas dando vueltas en este
momento, con opiniones fuertes en todos los sentidos. Oía las
opiniones reiteradamente detrás de mí en la multitud, algunas
personas estaban diciendo que yo estaba sugiriendo un suicidio,
mientras que otros reconocían que teníamos una herramienta
valiosa.
Los ojos de Dimitri se iluminaron. No era la mirada de
adoración que a menudo le daba a Lissa, pero no me importaba. Era
similar a las que usábamos cuando nos compenetrábamos, esos
momentos donde nos entendíamos tan bien, que ni siquiera
teníamos la necesidad de vocalizar lo que estábamos pensando. Esa
conexión brillaba entre nosotros, al igual que su aprobación y
gratitud.
—Sí —contestó con la voz fuerte y sonora—. Les puedo decir
todo lo que sé acerca de los planes de los Strigoi y su localización.
Puedo‖enfrentarlos‖con‖ustedes…‖o‖quedarme‖atr{s,‖lo‖que‖ustedes‖
quieran. Hans se inclinó hacia delante en su silla, con una expresión
ansiosa. Eso podría ser muy valioso—más puntos para Hans.
Estaba del lado de pelear con los Strigoi antes que llegaran a
nosotros.
Reece se sonrojó, o tal vez no era más que el efecto del sol. En
sus esfuerzos para ver si Dimitri se quemaba en la luz, los Moroi se
estaban exponiendo a la incomodidad. —Un momento —exclamó
Reece por encima del ruido cada vez más alto. —Eso nunca ha sido
una táctica, estamos de acuerdo. Además, siempre podría estar
mintiendo…
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Sus protestas fueron aisladas por un grito femenino. Un niño
pequeño Moroi, de no más de seis años, había salido de repente de
entre la multitud y corría hacia nosotros. Era su madre quien había
gritado. Me moví para detenerlo, agarrando su brazo. No tenía
miedo de que Dimitri le hiciera daño, sólo que la madre del niño
tendría un ataque al corazón. Ella se acercó, con cara de
agradecimiento.
—Tengo algunas preguntas —dijo el muchacho, obviamente
tratando de ser valiente, con un hilo de voz.
Su madre llegó por él, pero yo levanté la mano. —Espera un
segundo —le sonreí—. ¿Qué quieres preguntar? Adelante —detrás
de él, el miedo iluminaba el rostro de su madre, que echó una
mirada inquieta hacia Dimitri—. No voy a dejar que nada le pase —
le susurré, aunque ella no tenía manera de saber si yo podría
cumplir eso. No obstante, ella se quedó donde estaba.
Reece puso los ojos. —Esto‖es‖ridic…
—Si usted es Strigoi —el muchacho interrumpió en voz alta—,
entonces ¿por qué no tiene cuernos? Mi amigo Jeffrey dijo que los
Strigoi tienen cuernos.
Los ojos de Dimitri no cayeron sobre el niño, pero si en mí por
un momento. Una vez más, esa chispa de conocimiento se disparó
entre nosotros. Luego, con la cara suave y grave, Dimitri se volvió
hacia el muchacho y respondió: —Los Strigoi no tienen cuernos. E
incluso si lo hicieran, no importaría, porque no soy Strigoi.
—Los Strigoi tienen los ojos rojos —expliqué—. ¿Será que sus
ojos se vean rojos?
El muchacho se inclinó hacia delante. —No. Son marrones.
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—¿Qué más sabes de Strigois? —le pregunté.
—Ellos tienen colmillos como nosotros —respondió el
muchacho.
—¿Tienes colmillos? —le pregunté a Dimitri con voz cantarina.
Tuve la sensación de que ya era territorio cubierto, pero
adquirió una nueva sensación cuando se le preguntó desde la
perspectiva de un niño.
Dimitri sonrió, una sonrisa plena y maravillosa que me agarró
con la guardia baja. Ese tipo de sonrisas eran tan raras en él. Incluso
cuando estaba feliz o divertido, por lo general sólo daba media
sonrisa. Está era auténtica, mostrando todos sus dientes, que eran
tan planos como los de cualquier humano o Dhampir. Sin colmillos.
El muchacho parecía impresionado. —Muy bien, Jonathan —
dijo su madre con ansiedad—. Lo hiciste. Ahora vámonos.
—Los Strigoi son súper fuertes —continuó Jonathan, que,
posiblemente, aspiraba a ser un futuro abogado—. Nada puede
hacerles daño —no me molesté en corregirlo, por temor a que él
quisiera estaquear el corazón de Dimitri. De hecho, fue
sorprendente que Reece no hubiera solicitado eso. Jonathan miró a
Dimitri con una mirada penetrante—. ¿Es súper fuerte? ¿Puede ser
herido?
—Por supuesto que puedo —respondió Dimitri—. Soy fuerte,
pero todavía hay todo tipo de cosas que pueden hacerme daño.
Y luego, comencé a ser Rose Hathaway, y dije algo que
realmente no debería decir al niño. —Puedes darle de puñetazos y
averiguarlo.
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La madre de Jonathan volvió a gritar, pero él era un pequeño
bastardo rápido, eludiendo su alcance. Corrió hasta Dimitri antes de
que nadie pudiera detenerlo —bueno, pude haberlo hecho yo— y
golpeó con su pequeño puño contra la rodilla de Dimitri.
Luego, con los mismos reflejos que le permitían esquivar los
ataques enemigos, Dimitri inmediatamente gesticuló cayendo hacia
atrás, como si Jonathan le hubiera derribado. Agarrando la rodilla,
Dimitri gimió como si tuviera en un terrible dolor.
Varias personas se echaron a reír, y para entonces, uno de los
guardianes agarró a Jonathan y lo devolvió a su madre casi histérica.
Mientras era arrastrado, Jonathan miró por encima del hombro a
Dimitri. —No parece muy fuerte para mí. No creo que él sea un
Strigoi.
Esto provocó más risas, y el tercer interrogador Moroi, que
había estado tranquilo, resopló y se levantó de su asiento.
—He visto todo lo que necesito. No creo que él deba estar sin
vigilancia, pero no es ningún Strigoi. Denle un verdadero lugar para
quedarse y sólo mantengan guardias cerca de él hasta que tomemos
una decisión.
Reece saltó. —Pero…
El otro le despidió con la mano.
—No perdamos más tiempo. Hace calor, y quiero ir a la cama.
No digo que entiendo lo que pasó, pero esto es el menor de nuestros
problemas en este momento, no con la mitad del Consejo queriendo
romper las otras cabezas por el decreto de edad media. En todo
caso, lo que hemos visto hoy es una buena cosa, milagrosa, incluso.
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0
Podría alterar la manera en que hemos vivido. Voy a informar a Su
Majestad.
Y así, el grupo comenzó a dispersarse, con la sorpresa patente
sobre algunas de sus caras. Ellos también estaban empezando a
darse cuenta de que si lo que había sucedido a Dimitri era real,
entonces todo lo que habían conocido sobre Strigois estaba a punto
de cambiar. Los guardianes se quedaron con Dimitri, por supuesto,
cuando él y Lissa se levantaron. De inmediato me dirigí hacia ellos,
deseosa de tomar el sol con nuestra victoria. Cuando fue derribado
por el golpe del pequeño Jonathan, Dimitri me había dado una
pequeña sonrisa, y mi corazón había saltado. Supe entonces que yo
había tenido razón. Todavía sentía algo por mí. Pero ahora, en un
abrir y cerrar de ojos, esa relación se había ido. Al verme caminando
hacia ellos, la cara de Dimitri se volvió fría y cautelosa de nuevo.
Rose, dijo Lissa a través del vínculo. Vete ahora. Déjalo en paz.
—Por el infierno que lo haré —le dije, tanto respondiendo en
voz alta como dirigiéndome a él—. Yo sólo ayudé en su caso.
—Estábamos haciéndolo bien sin ti —dijo Dimitri rígido.
—¿Ah, sí? —no podía creer lo que estaba escuchando—.
Parecías muy agradecido hace un par de minutos cuando se me
ocurrió la idea de que nos ayudaras en contra de los Strigoi.
Dimitri volvió a Lissa. Su voz era baja, pero lo escuché. —No
quiero verla.
—¡Tienes que hacerlo! —exclamé. Algunas de las personas que
salían se detuvieron para ver lo que estaba pasando—. No me
puedes pasar por alto.
—Haga que se vaya —gruñó Dimitri.
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¡ROSE!
Lissa gritó en mi cabeza, aturdiéndome. Sus penetrantes ojos
jade se me quedaron mirando. ¿Quieres ayudarle o no? ¡Quedarte ahí y
gritarle va a hacerle que esté aún más molesto! ¿Es eso lo que quieres?
¿Quieres que la gente vea eso? ¿Que le vean enfadado y gritándote de
vuelta sólo para que tú no te sientas invisible? Necesitan verlo calmado.
Tienen que verlo... normal. Es verdad, sólo ayudabas. Pero si no te vas
fuera ahora mismo, podrías arruinarlo todo.
Me quedé mirándolos horrorizada, mi corazón latía con fuerza.
Sus palabras habían ocupado toda mi mente, pero Lissa también
pudo haberse acercado a mí y habérmelo dicho en voz alta. Mi
temperamento se disparó aún más. Yo quería despotricar contra
ellos, pero la verdad de sus palabras penetró a través de mi ira.
Hacer una escena no ayudaría a Dimitri. ¿Era justo que me
estuvieran despidiendo? ¿Era justo que los dos se pusieran de
acuerdo e ignorasen lo que había hecho? No. Pero no iba a dejar que
mi orgullo herido arruinara lo que había conseguido. La gente tenía
que aceptar Dimitri.
Les dirigí a los dos una mirada que dejaba mis sentimientos
claros y luego me alejé. Los sentimientos de Lissa inmediatamente
cambiaron a la simpatía en el vínculo, pero los bloqueé. No quería
escucharlos.
Apenas hube alcanzado los terrenos de la iglesia me topé con
Daniella Ivashkov. El sudor empezaba a difuminar su maquillaje
perfectamente aplicado, haciéndome pensar que también había
estado aquí por un rato mirando el espectáculo de Dimitri. Parecía
tener a un par de amigos con ella, pero mantuvieron su distancia y
charlaron entre sí cuando se detuvo delante de mí. Tragué mi enojo,
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2
recordándome que ella no había hecho nada para que me enfadara.
Forcé una sonrisa.
—Hola, Señora Ivashkov.
—Daniella—dijo amablemente—. Sin títulos.
—Lo siento. Todavía es una cosa extraña.
Asintió con la cabeza hacia donde Dimitri y Lissa salían con sus
guardias. —Te vi ahí, justo ahora. Ayudaste a su causa, creo yo.
Pobre Reece estaba bastante nervioso.
Recordé que Reece estaba relacionado con ella. —Oh... Lo
siento.‖No‖quería‖decir…‖
—No te disculpes. Reece es mi tío, pero en este caso, creo en lo
que Vasilisa y el Sr. Belikov están diciendo.
A pesar de lo furiosa que me había puesto Dimitri, mi instinto
resintió‖el‖abandono‖de‖su‖título‖de‖‚guardi{n‛.‖Sin‖embargo,‖pude‖
perdonarla, teniendo en cuenta su actitud.
—¿Usted... usted cree que Lissa le sanó? ¿Que los Strigoi se
pueden restaurar? —Me di cuenta de que había mucha gente que lo
creía. La multitud había demostrado mucho, y Lissa aún estaba
construyendo un grupo de admiradores devotos. De alguna manera,
mi línea de pensamiento siempre tendía a asumir que todos los
miembros de la realeza estaban en mi contra. La sonrisa de Daniella
se volvió irónica. —Mi hijo es un usuario de espíritu. Al aceptar eso,
he tenido que aceptar un montón de cosas que no creía que fueran
posibles.
—Supongo que sí —admití.
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3
Más allá de ella, me di cuenta de un hombre Moroi que estaba
de pie cerca de algunos árboles. Sus ojos de vez en cuando nos
miraban, y yo hubiera jurado que lo había visto antes. Las siguientes
palabras de Daniella dirigieron mi atención hacia ella.
—Hablando de Adrian... te estaba buscando antes. Ahora es
una pequeña noticia, pero algunos de los familiares de Nathan van a
celebrar un coctail dentro de una hora, y Adrian quería que fueras
con él.
Otra fiesta. ¿Eso era todo lo que había en la Corte? Las
masacres, los milagros. . . no importaban. Todo era motivo de fiesta,
pensé con amargura. Probablemente estaba con Ambrose y Rhonda
cuando Adrian, salió a buscarme. Era interesante. Al transmitirme la
invitación, Daniella también decía que quería que fuera. Por
desgracia, me costaba mucho abrirme a eso. La familia de Nathan
significaba Ivashkovs, y ellos no serían muy amigables.
—¿La reina estará allí? —Le pregunté con recelo.
—No, ella tiene otros compromisos.
—¿Está segura? ¿Sin visitas sin previo aviso?
Ella se echó a reír. —No, estoy segura de ello. Los rumores
dicen que poneros a las dos en la misma habitación juntas. . . no es
muy buena idea.
Sólo podía imaginar las historias que circulan sobre mi
actuación en el Consejo, en particular desde que el padre de Adrian
había estado allí para presenciarlo.
—No, no después de ese fallo. Lo que ella hizo... —La ira que
había sentido antes empezó a brillar de nuevo—. Eso es
imperdonable.
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Ese tipo raro del árbol aún estaba esperando. ¿Por qué?
Daniella no confirmó ni negó mi declaración, y me pregunté
que postura mantenía ella sobre el asunto.
—Ella aún te tiene bastante cariño.
Me burlé. —Me cuesta creer eso. —Por lo general, las personas
que‖ te‖ gritaban‖ en‖ público‖ no‖ tenían‖ demasiado‖ ‚cariño‛‖ por‖ ti,‖ e‖
incluso la fría compostura de Tatiana se había agrietado cerca del
final de nuestra disputa.
—Es cierto. Esto caerá en el olvido, e incluso podrías tener una
oportunidad para que puedas ser asignada a Vasilisa.
—No puedes hablar en serio, —exclamé.
Debería haberlo sabido mejor. Daniella Ivashkov no parece de
las del tipo que bromea, pero creía que había cruzado la línea con
Tatiana.
—Después de todo lo que ha pasado, no quieren perder a los
buenos guardianes. Además, ella no quiere que haya enemistad
entre vosotras.
—¿Sí? ¡Bueno, no quiero su soborno! Si ella piensa que por
poner a Dimitri ahí fuera y darme un trabajo real va a cambiar mi
opinión,‖est{‖equivocada.‖Ella‖es‖una‖mentirosa,‖instiga…‖
Me detuve abruptamente. Mi voz había sido lo suficientemente
fuerte para que ahora los amigos cercanos de Daniella me estuvieran
mirando. Y realmente no quería decir los nombres que pensaba que
Tatiana merecía frente a Daniella.
—Lo siento —le dije. Traté de civilizarme—. Dile a Adrian que
voy a ir a la fiesta... Pero ¿realmente quieres que vaya? ¿Después del
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estrépito de la ceremonia de la otra noche? ¿Y después de, bueno, de
las otras cosas que he hecho?
Ella negó con la cabeza. —Lo que sucedió en la ceremonia es tan
fallo de Adrian, como tuyo. Ya está hecho, y Tatiana lo dejó pasar.
Esta fiesta es mucho más alegre, y si él te quiere allí, yo quiero que él
sea feliz.
—Voy a ducharme y a cambiarme ahora y me reuniré con él en
vuestro lugar en una hora.
Ella tuvo el suficiente tacto para ignorar mi arrebato de antes.
—Maravilloso. Sé que él estará feliz de escuchar eso.
Me negué a decirle que yo estaba realmente feliz con la idea de
hacer alarde de mí delante de algunos Ivashkovs con la esperanza
de que esto llegara a Tatiana. Ya que no creía ni por un instante que
ella hubiera aceptado lo que estaba pasando entre Adrian y yo, y
que me iba a permitir algún arrebato más. Y la verdad, quería verle.
Recientemente no habíamos tenido mucho tiempo para hablar.
Después de que Daniella y sus amigos se fueran, me imaginé
que era el momento de llegar al fondo de las cosas. Me dirigí
directamente hacia el Moroi que había estado al acecho, con las
manos en mis caderas.
—Está bien —exigí—. ¿Quién eres y qué quieres?
Era sólo unos años mayor que yo y no parecía en absoluto
amedrentado por mi actitud de chica dura. Me dio una sonrisa
torcida, y otra vez consideré donde podría haberle visto.
—Tengo un mensaje para ti —dijo—. Y algunos regalos.
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Me entregó una bolsa de tela. Miré dentro y encontré un
ordenador portátil, algunos cables, y varios trozos de papel. Le miré
fijamente con incredulidad.
—¿Qué es esto?
—Algo que necesitas para moverte…‖y‖no‖dejes‖que‖nadie‖m{s‖
lo sepa. En la nota se te explica todo.
—¡No juegues conmigo a una película de espías! No voy a hacer
nada‖hasta‖que…
Su rostro hizo clic. Lo había visto a mi vuelta a San Vladimir, en
la‖época‖de‖mi‖graduación…‖siempre‖flotando en el fondo. Gemí de
pronto‖ al‖ comprender‖ el‖ car{cter‖ del‖ secreto…‖ y‖ la‖ actitud‖
arrogante. —Trabajas para Abe.
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Traducido por Clo y Rania Belikov
Corregido por Haushiinka
l hombre sonrió. —Haces sonar eso como algo malo.
Hice una mueca y volví la vista hacia el tecno-bolso
con nuevo agradecimiento. —¿Qué está pasando?
—Soy el mensajero. Sólo hago los mandados para el Sr.
Manssur.
—¿Es esa una bonita manera de decir que espías para él?
¿Descubres los secretos sucios de las personas para que él pueda
usarlo contra la gente y seguir jugando sus juegos? —Abe parecía
saber todo de todo el mundo, en especial política de la realeza. ¿De
qué otra manera podría lograrlo sin tener ojos y oídos en todas
partes? Digamos, ¿en la Corte? Por todo lo que sabía, él tenía mi
habitación cableada con micrófonos.
—Espionaje es una palabra ruda. —Noté que el tipo no lo
negó—. Además, él paga bien. Y es un buen jefe. —Se giró de mí,
trabajo hecho, pero dio una última advertencia—. Como dije, tiene
plazo de vencimiento. Lee la nota tan pronto como puedas.
E
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Tenía casi decidido lanzársela al tipo. Me estaba acostumbrando
a la idea de ser la hija de Abe, pero eso no significaba que quisiera
ser atada a algún loco proyecto suyo.
Un bolso de equipo de computación parecía premonitorio.
Sin embargo, lo acarreé de regreso a mi suite y vacié el
contenido sobre la cama. Había unas cuantas hojas de papel, la de
arriba era una carta de presentación escrita a máquina.
Rose,
Espero que Tad haya sido capaz de hacerte llegar esto de
manera oportuna. Y espero que no hayas sido demasiado mala con
él. Estoy haciendo esto en nombre de alguien que quiere hablar
contigo de un asunto urgente. Sin embargo, es una conversación
que nadie más debe oír. La laptop y modem satelital en este bolso
te permitirán tener una conversación privada, siempre y cuando
estés en un lugar privado. He incluido instrucciones paso-a-paso
sobre cómo configurarla. Tu reunión tendrá lugar a las 7 A.M.
No había nombre en la parte inferior, pero no necesitaba uno.
Dejé la carta y me quedé mirando el revoltijo de cables. Las ‚siete‛
estaban a menos de una hora de tiempo.
—Oh, vamos, anciano —exclamé.
Para crédito de Abe, los documentos de acompañamiento
tenían directivas muy básicas que no necesitaban del conocimiento
de un ingeniero de computación. El único problema era que había
un montón de ellos, detallando dónde iba cada cable, con qué
contraseña acceder, cómo configurar el modem, y así sucesivamente.
Por un momento, consideré ignorarlo todo. A pesar de eso, cuando
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alguien como Abe usaba la palabra ‚urgente‛, me hacía pensar que
tal vez no debería ser apresurada en mi rechazo.
Por lo tanto, preparándome para acrobacias técnicas, me puse a
seguir sus instrucciones. Tomó casi todo el tiempo que tenía, pero
logré conectar el modem y la cámara y acceder al programa de
seguridad que me permitiría la video-conferencia con el contacto
misterioso de Abe. Terminé con unos pocos minutos de sobra y
esperé que llegara el momento, mirando una ventana negra en la
mitad de la pantalla, preguntándome en qué me había metido.
A las siete en punto, la ventana vino a la vida, y un familiar,
aunque inesperado, rostro apareció.
—¿Sydney? —pregunté con sorpresa.
El video tenía la misma, ligeramente brusca percepción que la
mayoría de los alimentadores de Internet tenían, pero sin embargo,
el rostro de mi (en cierto modo) amiga Sydney Sage me devolvía la
sonrisa. La suya era una sonrisa de humor seco, pero eso era típico
de ella.
—Buenas días —dijo, ahogando un bostezo. Por el estado de su
rubio cabello hasta la barbilla, era probable que hubiera acabado de
salir de la cama. Incluso con la pobre resolución, el tatuaje de lirio
dorado brillaba en su mejilla. Todos los alquimistas tenían el mismo
tatuaje. Consistía de tinta y sangre Moroi, impartiendo buena salud
Moroi y longevidad al portador. Además tenía un poco de coacción
mezclada para evitar que la sociedad secreta de alquimistas revele
cualquier cosa que no deberían sobre vampiros.
—Noche —dije—. No buen día.
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—Podemos discutir tu jodido y profano horario en algún otro
momento —dijo ella—. No es por eso por lo que estoy aquí.
—¿Por qué estás aquí? —pregunté, aún asombrada de verla.
Los Alquimistas hacían su trabajo casi a regañadientes, y aunque yo
le agradaba a Sydney más que la mayoría de los Morois ó dhampirs,
ella no era de la clase que hace llamadas (o videos) sociales—.
Espera…no‖puedes‖estar‖en‖Rusia.‖No‖si‖es‖de‖mañana…‖—Intenté
recordar el cambio horario. Sí, para los humanos allí, el sol habría
caído o estaría por hacerlo justo ahora.
—Estoy de regreso en mi país natal —dijo con simulacros de
grandeza—. Tengo un nuevo cargo en Nueva Orleáns.
—Whoa, lindo. —Sydney había odiado ser asignada a Rusia,
pero mi impresión había sido que ella estaba atrapada allí hasta
terminar sus prácticas de alquimista—. ¿Cómo lo lograste?
Su pequeña sonrisa se convirtió en una expresión de malestar.
—Oh, bien. Abe, mmm, un poco me hizo un favor. Él hizo que
ocurriera.
—¿Hiciste un trato con él? —Sydney realmente debe haber
odiado Rusia. Y la influencia de Abe debe de haber sido realmente
profunda si pudo afectar una organización humana—. ¿Qué le diste
a cambio? ¿Tu alma? —Hacerle una broma como esa a alguien tan
religioso como ella no fue muy apropiado. Por supuesto, creo que
ella pensaba que los Morois y dhampirs comían almas, así que tal
vez mi comentario no estaba demasiado fuera de lugar.
—Ese es el tema —dijo—. Fue un arreglo del tipo ‚te dejaré
saber cuándo necesite un favor en el futuro‛.
—Tonta —dije.
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—Hey —espetó. —No tengo que estar haciendo esto. En
realidad te estoy haciendo un favor a ti al hablar contigo.
—¿Por qué estás hablando conmigo exactamente? —Quería
interrogarla más acerca del pacto indefinido con el diablo, pero me
imaginé que me desconectaría.
Suspiró y se sacó algunos cabellos del rostro. —Necesito
preguntarte‖algo.‖Y‖ juro‖que‖no‖te‖delataré… sólo necesito saber la
verdad para no desperdiciar nuestro tiempo en algo.
—Est{‖ bien…‖ —Por favor que no me pregunte acerca de Victor,
rogué.
—¿Has irrumpido en algún lugar últimamente?
Maldita sea. Mantuve mi cara perfectamente neutral. —¿A qué te
refieres?
—A los alquimistas les han robado algunos registros
recientemente —explicó. Ella era todo negocios-serios ahora—. Y
todo el mundo se está volviendo loco intentando averiguar quién lo
hizo, y por qué.
Mentalmente, di un suspiro de alivio. Está bien. No era acerca
de Tarasov. Gracias a Dios que había un crimen por el que no fui
culpada. Luego, el significado completo de sus palabras me golpeó.
Miré furiosamente.
—Espera. Ustedes chicos fueron robados, ¿y soy yo de quien
sospechan? Pensé que estaba fuera de tu lista de criaturas malvadas.
—Ningún dhampir está fuera de mi lista de criaturas malvadas
—dijo. La media sonrisa de ella había regresado, pero no podía decir
si estaba bromeando o no. Se desvaneció rápidamente, mostrando lo
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importante que era esto para ella—. Y, créeme, si alguien pudiera
entrar en nuestros registros, serías tú. No es fácil. Prácticamente
imposible.
—Mm, ¿gracias? —No estaba segura de si debería sentirme
alagada o no.
—Por supuesto —continuó despectivamente—, sólo robaron
registros en papel, lo que fue estúpido. De todo se hace una copia de
seguridad digital en estos días, así que no estoy segura por qué
hurguetearon archivos de dinosaurio.
Podría darle un montón de razones por las que alguien haría
eso, pero descubrir el por qué yo era el sospechoso número uno era
más importante. —Eso es estúpido. ¿Por qué piensas que yo lo
haría?
—A causa de lo que fue robado. Fue información acerca de un
Moroi llamado Eric Dragomir.
—Yo... ¿qué?
—Es amigo tuyo, ¿no? Su hija, quiero decir.
—Si…‖ —Estaba casi sin palabras. Casi—. ¿Ustedes tienen
archivos de Moroi?
—Tenemos archivos de todo —dijo orgullosamente—. Pero
cuando intenté pensar en quién podría cometer un crimen como éste
y‖ estar‖ interesado‖ en‖ Dragomir… bien, tu nombre me vino a la
cabeza.
—No lo hice yo. Hago muchas cosas, pero no ésta. Ni siquiera
sabía que tenían esa clase de registros.
Sydney me miró con recelo.
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3
—¡Es la verdad!
—Como dije antes —me dijo—, no te delataré. En serio.
Simplemente quiero saberlo para hacer que la gente deje de perder
el tiempo en ciertas pistas. —Su petulancia sobria—. Y, bien, si tu sí
lo‖hiciste… necesito mantener la atención fuera de ti. Se lo prometí a
Abe.
—Lo que sea que se necesite para que me creas, ¡yo no lo hice!
Pero ahora yo quiero saber quién lo hizo. ¿Qué robaron? ¿Todo
acerca de él?
Ella se mordió el labio. Deberle a Abe un favor podría significar
ir tras las espaldas de su propia gente, pero aparentemente tenía
límites en lo mucho que traicionaba.
—¡Vamos! Si tienen copias de seguridad digitales, tienes que
saber lo que fue tomado. Ésta es Lissa de la que estamos hablando.
—Me vino una idea—. ¿Podrías mandarme copias?
—No —dijo con rapidez—. Absolutamente no.
—Entonces‖ por‖ favor…‖ ¡sólo‖ un‖ indicio‖ de‖ lo‖ que‖ estaban‖
buscando! Lissa es mi mejor amiga. No puedo dejar que nada le
ocurra.
Me preparé totalmente para el rechazo. Sydney no parecía muy
amigable. ¿Tenía amigos? ¿Podía entender lo que yo sentía?
—En su mayoría, material biológico —dijo por último. —Algo
de su historia y de las observaciones que él había hecho.
—Observ... —Lo dejé pasar, decidiendo que realmente no
quería saber más de lo que necesitaba acerca de los alquimistas
espiándonos—. ¿Algo más?
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—Registros financieros. —Ella frunció el ceño—.
Particularmente de algunos grandes depósitos que él hizo a una
cuenta bancaria en Las Vegas. Depósitos que se salieron del camino
para encubrir.
—¿Las‖Vegas?‖Estuve‖justo‖allí…‖—No es que fuera relevante.
—Lo sé —dijo—. Miré algunas cintas de seguridad de tu
aventura en Witching Tour. El hecho de que hayas huido de esa
manera es en parte por lo que sospeché de ti. Parecía en el rol. —
Vaciló—. El‖chico‖contigo… el‖Moroi‖alto‖de‖cabello‖oscuro…‖¿es‖ese‖
tu novio?
—Ehh, sí.
Le tomó mucho tiempo y gran esfuerzo impartir la próxima
aseveración. —Es lindo.
—¿Para una malvada criatura de la noche?
—Por supuesto. —Ella dudó de nuevo—. ¿Es verdad que
ustedes chicos fueron allí para fugarse?
—¿Qué? ¡No! ¿Estas historias también los alcanzaron a ustedes?
—Sacudí la cabeza, casi riendo de lo ridículo que era todo esto, pero
sabiendo que necesitaba volver a los hechos—. Entonces, ¿Eric tenía
una cuenta en Las Vegas dentro de la cual estaba moviendo dinero?
—No era suya. Era de una mujer.
—¿Qué mujer?
—Nadie... bueno, nadie a quien podamos rastrear. Fue
catalogada como ‚Desconocida‛.
—Original —murmuré—. ¿Por qué estaría haciendo eso él?
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5
—Eso no lo sabemos. O no nos importa en realidad. Sólo
queremos saber quién irrumpió y robó nuestras cosas.
—Lo único que sé al respecto es que no fui yo. —Viendo su
escudriñante mirada, levanté las manos—. ¡Vamos! Si quisiera saber
de él, simplemente le preguntaría a Lissa. O robaría nuestros
propios registros.
Pasaron varios momentos de silencio.
—Está bien. Te creo —dijo.
—¿En serio?
—¿Quieres que no te crea?
—No, convencerte fue simplemente más fácil de lo que pensé.
Ella suspiró.
—Quiero saber más acerca de estos registros —dije con fiereza.
—Quiero saber quién es la Desconocida. Si me pudieras conseguir
otros archivos...
Sydney negó con la cabeza. —Nop. Aquí es donde te corto. Tú
ya sabes demasiado. Abe quiere que te mantenga fuera de
problemas, y he hecho eso. He hecho mi parte.
—No creo que Abe vaya a dejarte ir tan fácilmente. No si hiciste
un trato indefinido.
Ella no reconoció eso, pero la mirada en sus ojos castaños me
hizo pensar que estaba de acuerdo. —Buenas noche, Rose. Mañana.
Lo que sea.
—Espera, yo...
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6
La pantalla quedó negra.
—Maldita sea —gruñí, cerrando la laptop con más fuerza de lo
que debería haberlo hecho.
Cada parte de esa conversación había sido un shock,
comenzando por Sydney y terminando con alguien robando los
registros alquimistas del padre de Lissa. ¿Por qué alguien se
preocuparía por un hombre muerto? ¿Y por qué robar los registros
en absoluto? ¿Para aprender algo? ¿O para intentar esconder
información? Si eso último fuera cierto, entonces Sydney tenía razón
en cuanto había sido un esfuerzo fallido.
Reproduje todo en mi cabeza mientras me preparaba para
dormir, mirando fijamente mi reflejo al cepillarme los dientes. ¿Por
qué, por qué, por qué? ¿Por qué hacerlo? ¿Y quién? No necesitaba
ninguna intriga más en mi vida, pero cualquier cosa que involucrara
a Lissa tenía que ser tratada con seriedad. Por desgracia, pronto se
hizo claro que no averiguaría nada esta noche, y me quedé dormida
con todas esas preguntas girando en mi cabeza.
Me desperté la mañana siguiente sintiéndome un poco menos
abrumada, pero aun así corta de respuestas. Me debatí entre decirle
o no a Lissa acerca de lo que había descubierto, y finalmente decidí
que debería hacerlo. Si alguien estaba reuniendo información de su
padre, ella tenía el derecho de saber y, además, esto no era lo mismo
que rumores acerca de su...
Un pensamiento me dejó perpleja a la mitad del refregado de
shampoo en mi cabello. Había estado demasiado cansada y
sorprendida para hilvanar juntas las piezas anoche. El tipo en el
Witching Hour había dicho que el papá de Lissa estaba mucho por
allí. Ahora los registros de Sydney informaban que él había hecho
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grandes depósitos en una cuenta bancaria en Las Vegas.
¿Coincidencia? Tal vez. Pero a medida que el tiempo pasaba, estaba
comenzando a no creer más en coincidencias.
Una vez presentable, salí hacia el lado de Lissa de la Corte, pero
no llegué muy lejos. Adrian me estaba esperando en el hall de
entrada de mi edificio, desplomado en un sillón.
—Es temprano para ti, ¿no? —Me burlé, deteniéndome frente a
él.
Esperaba una sonrisa a cambio, pero Adrian no parecía
particularmente alegre esta mañana. De hecho, parecía en cierto
modo desalineado. Su cabello carecía de su cuidadoso estilo, y su
vestimenta, inusualmente elegante para este momento del día,
estaba arrugada. El olor de cigarrillos aromáticos colgaba a su
alrededor.
—Es fácil estar temprano cuando no dormiste mucho —
respondió. —Estuve despierto casi toda la noche esperando a
alguien.
—Esperando a... —Oh, Dios. La fiesta. Me había olvidado por
completo de la fiesta a la que su madre me había invitado. Abe y
Sydney me habían distraído—. Adrian, lo lamento tanto.
Él se encogió de hombros y no me tocó cuando me senté en el
brazo de su sillón. —Lo que sea. Probablemente ya no debería
sorprenderme. Me estoy empezando a dar cuenta que me he estado
engañando a mí mismo.
—No, no. Estaba por ir, pero después no creerás lo que...
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—Guárdatelo. Por favor. —Su voz era cansada, sus ojos
inyectados en sangre—. No es necesario. Mi madre me dijo que te
vio en el interrogatorio de Dimitri.
Fruncí el ceño. —Pero esa no es la razón por la que me perdí la
fiesta. Está este tipo...
—Ése no es el punto, Rose. El punto es que te las arreglaste para
hacerte tiempo para eso, y una visita a su celda, si lo que escuché es
cierto. Sin embargo, no pudiste molestarte en aparecer en lo que
habías dicho que harías conmigo, o incluso mandar un mensaje. Eso
era todo lo que tenías que hacer: decir que no podías ir. Te esperé
más de una hora en la casa de mis padres antes de darme por
vencido.
Empecé a decir que podría haber intentado contactarme pero,
honestamente, ¿por qué debería haberlo hecho? No era su
responsabilidad. Fui yo la que le había dicho a Daniella que me
reuniría con él allí. Fue mi culpa por no presentarme.
—Adrian, lo lamento. —Estreché su mano, pero él no devolvió
el agarre—. En realidad, lo digo en serio, pero...
—No —interrumpió de nuevo—. Siempre, desde que Dimitri
regresó… no, tacha eso. Siempre desde que te obsesionaste con
cambiarlo, me has estado desgarrando. No importa lo que pase
entre nosotros, nunca te has entregado realmente a nuestra relación.
Quería‖creer‖lo‖que‖me‖dijiste.‖Pensé‖que‖estabas‖lista… pero no lo
estabas.
Las protestas subieron a mis labios, pero una vez más, las
detuve. Él tenía razón. Le había dicho que le daría, a salir con él, una
oportunidad justa. Incluso había caído en el confortable papel de su
novia,‖y‖aun‖así,‖ todo‖el‖ tiempo… todo el tiempo, una parte de mi
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9
había estado presa de Dimitri. Yo también lo había sabido, pero
había seguido viviendo vidas separadas. Una extraña escena
retrospectiva a mi tiempo con Mason me vino a la cabeza. Había
llevado la misma doble vida con él, y él había muerto por ello. Era
un enredo. No conocía mi propio corazón.
—Lo siento —dije de nuevo—. Realmente quiero que tengamos
algo…‖ —Incluso para mí, las palabras me sonaban muy poco
convincentes. Adrian me dio una sonrisa conocedora.
—No lo creo. Ni tampoco tú. —Se puso de pie y se pasó una
mano por el pelo, no es que sirviera para algo—. Si en realidad
quieres estar conmigo, entonces tienes que decirlo en serio esta vez.
Odiaba verlo tan sombrío. Especialmente odiaba ser yo la causa.
Lo seguí hasta la puerta. —Adrian, espera. Hablemos más.
—No ahora, pequeña dhampir. Necesito dormir un poco.
Simplemente no puedo manejar el jugar este juego ahora.
Podría haber ido tras él. Podría haberlo tirado al suelo. Pero no
habría‖ valido‖ la‖ pena… porque no tenía respuestas para darle. Él
había tenido razón en todo, y hasta que pudiera aclarar mi propia
mente confundida, no tenía derecho de forzar una charla. Además,
considerando el estado en el que se encontraba, dudaba que
cualquier conversación más pudiera ser productiva.
Sin embargo, cuando él comenzó a salir, no pude evitar mis
próximas palabras.
—Antes de marcharte, y entiendo por qué tienes que hacerlo,
hay algo que tengo que preguntarte. Algo que no es sobre nosotros.
Es algo que afecta a Lissa.
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Esto lo hizo detenerse al fin. —Siempre es un favor —
Suspirando como harto, me miró por encima del hombro—. Que sea
rápido.
—Alguien irrumpió en los registros de los alquimistas y
robaron información sobre el papá de Lissa. Algunas historias eran
sobre su vida ordinaria, pero había algunos documentos acerca de él
sobre unos depósitos en una cuenta secreta en el banco en Las
Vegas. La cuenta bancaria es de una mujer.
Adrian esperó unos momentos. —¿Y?
—Y estoy tratando de averiguar por qué alguien haría eso. No
quiero a nadie husmeando a su familia. ¿Tienes alguna idea de lo
que su papá habría estado haciendo?
—Ya has oído el hombre en el casino. Su padre pasaba mucho
tiempo ahí. Tal vez él tenía deudas de juego y pagaba la cuenta a un
usurero.
—La familia de Lissa siempre ha tenido dinero —señalé—. No
podría haber adquirido tantas deudas. Y ¿por qué alguien se
preocuparía tanto como para robar esa información?
Adrian levantó las manos.
—No lo sé. Eso es todo lo que yo sé, al menos hasta ahora por la
mañana. No tengo capacidad intelectual para la intriga. Sin
embargo, no puedo realmente imaginar nada que pueda ser una
amenaza para Lissa.
Asentí con la cabeza, decepcionada. —Muy bien. Gracias.
Él siguió su camino, y lo vi marcharse. Lissa vivía cerca de él,
pero yo no quería que él pensara que yo le seguía. Cuando él ya
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estaba lo suficientemente lejos, salí y comencé a dirigirme hacia la
misma dirección. El leve sonido de las campanas hizo que me
sobresaltara. Vacilé por un momento, ya no estaba segura de a
dónde ir.
Yo quería hablar con Lissa y decirle lo que Sydney me había
dicho. De todas formas, Lissa estaba sola; era la oportunidad
perfecta. Y, sin embargo... las campanas. Era domingo por la
mañana. La misa estaba a punto de comenzar en la iglesia de la
Corte.
Yo tenía el presentimiento sobre algo, y pesar de todo lo que
había pasado, incluso con Adrian, tenía que ver si yo tenía razón.
Así que corrí hacia la iglesia, dirigiéndome en dirección opuesta
al edificio de Lissa. Las puertas estaban cerradas cuando llegué a mi
destino, pero otros recién llegados estaban tratando de deslizarse
silenciosamente y yo entré con ellos, haciendo una pausa para
orientarme. Nubes de incienso flotaba en el aire, y a mis ojos les
tomó un momento ajustarse de la luz del sol a la de las velas.
En comparación con esta iglesia la capilla de St. Vladimir, se
veía muy pequeña, y estaba llena de muchísimos personas más de lo
que estaba acostumbrada a ver en misa. La mayoría de los asientos
estaban llenos. Pero no todos ellos.
Mi presentimiento había sido correcto. Dimitri estaba sentado
en uno de los bancos traseros. Claro que unos cuantos guardianes
estaban sentados cerca de él, pero eso era todo. Incluso en una
iglesia llena de tanta gente, nadie más estaba en esa banca.
Reece le había preguntado a Dimitri si podría entrar dentro de
la iglesia el día de ayer, y Dimitri había dado un paso más lejos,
diciendo que incluso asistiría a los servicios dominicales.
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2
El sacerdote ya había comenzado hablar, así que me acerqué al
banco de Dimitri tan silenciosamente como pude. El silencio no me
importaba, sin embargo, porque aun así atraje tanta a atención por
parte de las personas más cercanas, que se sorprendieron al verme
sentada al lado del Strigoi convertido en dhampir. Los ojos me
miraban silenciosos y estallaron varias conversaciones.
Los guardianes habían dejado algún espacio cercano a Dimitri,
y cuando me senté a su lado, su cara mostraba que él estaba a su vez
sorprendido y no sorprendido por verme.
—No —dijo en voz baja—. No empieces... no aquí.
—Ni lo sueñes, camarada —murmuré nuevamente—. Sólo vine
por el bienestar de mi alma, eso es todo.
No necesitaba decirme una palabra para transmitirme que
dudaba de yo estaba aquí por cualquier motivo santo. Sin embargo,
me quedé tranquila en todo el servicio. Incluso yo respetaba algunos
límites. Después de varios minutos, la tensión en el cuerpo de
Dimitri se alivió un poco. Estaba muy cauteloso cuando me senté
junto a él, pero finalmente entendió que yo tendría buena conducta.
Su atención se desvió fuera de mí y se centró en el canto y la
oración, y yo hice todo lo posible para mirarlosin ser tan obvia.
Dimitri solía ir a la capilla de la escuela porque eso le traía paz.
Él siempre había dicho que, a pesar de matar el mal, aun sentía
la necesidad de venir a pensar en su vida y buscar el perdón por sus
pecados. Viéndolo ahora, me di cuenta que era más cierto que
nunca.
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Su expresión era exquisita. Estaba tan acostumbrada a verlo
ocultar sus emociones que fue un poco sorprendente verle tener un
ejército de ellas en su rostro.
Estaba absorto en las palabras del sacerdote, su hermoso rostro
completamente concentrado. Y me di cuenta de que estaba
asimilando todo lo que el sacerdote estaba diciendo acerca del
pecado personal. Dimitri recordaba todas las cosas horribles que
había hecho como un Strigoi. Se miraba la desesperación en su cara,
tú pensarías que el mismo Dimitri era responsable por todos los
pecados del mundo de los que el sacerdote habló.
Por un momento, me pareció ver en el rostro de la esperanza de
Dimitri también, sólo una chispa de la misma mezclada con su culpa
y tristeza. No, lo entendía. No era Esperanza.
La esperanza implica que piensas que tienes una oportunidad
de algo. Lo que vi en Dimitri era un anhelo. Nostalgia. Dimitri
deseaba que, al estar aquí, en este lugar santo, escuchando los
mensajes transmitidos, él podría encontrar la redención por lo que
había hecho. Sin embargo... al mismo tiempo, estaba claro que no
creía que eso fuera posible. Él lo quería, pero nunca podría tenerla,
así que estaba muy afectado.
Mirarlo así me hacía daño. Yo no sabía cómo reaccionar ante
este tipo tan triste de actitud. Él pensaba que no había esperanzas
para él. ¿Yo? Yo no podría imaginar un mundo sin esperanza.
Yo también nunca hubiera imaginado estando nuevamente en
una iglesia, pero cuando el resto de la multitud se puso de pie para
tomar la comunión, me encontré diciéndole a Dimitri:
—¿No crees que si Dios supuestamente puede perdonarte, es un
poco egoísta no perdonarte a ti mismo?
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4
—¿Desde hace cuánto estabas planeando usar esa línea
conmigo? —preguntó.
—De hecho, se me acaba de ocurrir. Bastante bien, ¿verdad?
Apuesto a que pensabas que no estaba prestando atención.
—Tú no lo hacías. Nunca lo haces. Me estabas mirando.
Interesante. Para saber que yo lo estaba observando, ¿Dimitri
tenía que estar mirándome para verme mirándolo a él? Eso
sobresaltó mi mente.
—No has respondido a mi pregunta.
Mantuvo la mirada en la fila de la comunión mientras
preparaba su respuesta.
—Es irrelevante. No tengo que perdonarme, incluso si Dios lo
hace. Y no estoy seguro que él lo hará.
—Aquel sacerdote acaba de decir que sólo lo hace Dios. Dijo
que Dios perdona todo. ¿Estás llamando mentiroso al sacerdote? Eso
es un sacrilegio.
Dimitri se quejó. Nunca pensé que sentiría alegría por
atormentarlo, pero aquella mirada frustrada en su rostro no era a
causa de su dolor personal. Era debido a que yo fui una
impertinente. Yo había visto esa expresión un centenar de veces en
él, y su familiaridad me encendía, tan loco como sonaba.
—Rose, eres el único ser que hace sacrilegios. Tuerces la fe de
esta gente para tus propios propósitos. Nunca has creído en nada de
esto. Y aún no lo haces.
—Yo creo que los muertos pueden volver a la vida —dije
seriamente—. La prueba de ello está sentada a mi lado. Si eso es
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verdad, entonces creo que perdonarte a ti mismo no está a menos de
un salto.
Su mirada se endureció, y si él estaba orando justo en ese
momento, sé que aceleraría el proceso de la comunión para poder
salir lejos de aquí y lejos de mí. Los dos sabíamos que había que
esperar a que los servicios de esta iglesia se terminaran. Si él saliera
corriendo, le haría ver como un Strigoi.
—Tú no sabes de lo que estás hablando —dijo.
—¿Que no lo sé? —susurré, inclinándome más cerca. Lo hice
para conducir mi punto de vista a casa, pero lo hice (al menos para
mí,) para darme una mejor vista de la luz que brillaba en su cabello
y de cuánto había adelgazado su cuerpo, Alguien aparentemente
había decidido que él podría afeitarse, y su cara se veía lisa, limpia,
maravillosa, con sus líneas perfectas.
—Sé exactamente de lo que estoy hablando —continúe,
tratando de ignorar que su presencia me afectaba—. Sé que has
pasado por muchas cosas. Yo sé que hiciste cosas terribles... las vi.
Pero es el pasado. Estabas fuera de control. No es como si lo fueras
hacer nuevamente.
Una mirada extraña, embrujada, cruzó su rostro. —¿Cómo lo
sabes? Tal vez
el monstruo no se había ido. Tal vez todavía hay algo del Strigoi
escondido en mí.
—¡Entonces necesitas derrotarlo para seguir adelante con tu
vida! Y no sólo a través de tu promesa caballerosa de proteger a
Lissa. Necesitas volver a vivir. Necesitas abrirte a la gente que te
quiere. Un Strigoi no haría eso. Así es como te vas a salvar.
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—No puedo permitir que la gente me ame —gruñó—. Soy
incapaz de amar a nadie.
—¡Tal vez deberías probar en lugar de sentir lástima por ti
mismo!
—No es tan fácil.
—De…‖—Yo apenas me detuve de jurar en una iglesia—. ¡Nada
de lo que hemos hecho ha sido fácil! Nuestra vida antes... antes del
ataque no fue fácil, ¡y lo conseguimos! Podemos hacer esto también.
Podemos hacerlo juntos. No importa si tú no pones tu fe en este
lugar. No me importa. Lo que importa es que tú tengas fe en
nosotros.
—No hay nosotros. Ya te he dicho.
—Y tú sabes que no soy una oyente muy buena.
Estábamos manteniendo nuestra voz baja, pero creo que
nuestro lenguaje corporal indicaba claramente un argumento. Los
otros practicantes estaban demasiado distraídos para notarlo, pero
los guardianes de Dimitri nos miraban cuidadosamente. Una vez
más, recordé lo que Lissa y Mikhail habían dicho tanto. Si Dimitri si
enfadaba en público, no le haría ningún favor. El problema era que
aún tenía cosas que decirle que no lo enfadarían.
—Me gustaría que no hubieras venido aquí —dijo al fin—. Es
realmente lo mejor para nosotros que estemos separados.
—Es gracioso, porque yo podría haber jurado que una vez
dijiste que estábamos
destinados a estar juntos.
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7
—Quiero que te alejes de mí —dijo, ignorando mi comentario—.
Yo no quiero que sigas tratando de traer de vuelta los sentimientos
que ya se han ido. Eso es pasado. Nada de eso va a suceder de
nuevo. Nunca más. Es mejor para nosotros si actuamos como
extraños. Es lo mejor para ti.
El amor, los sentimientos de compasión que él había movido en
mi interior se volvieron furia.
—Sí, y tú vas a decirme lo que puedo o no puedo hacer —gruñí
tan bajo como pude—. ¡Entonces por lo menos ten el coraje de
decírmelo a la cara!
Él se dio la vuelta tan rápido, que podría haber sido como un
Strigoi. Su rostro estaba lleno de... ¿qué? No era la depresión de
antes. Tampoco era ira, aunque había un poco de ella. Era más
bien... una mezcla de desesperación, frustración, y quizás incluso
miedo. Subrayando todo esto estaba el dolor, como si él sufría una
terrible y exquisita agonía.
—Yo no quiero que estés aquí —dijo con los ojos llameantes.
Las palabras me hirieron, pero algo que mencionó me emocionó
sobre todo, al igual que su agitación anterior por mi impertinente
comentario. Esta no era mirada la fría y calculadora de un Strigoi.
Este no era el hombre derrotado en la celda. Este era antiguo
instructor, mi amante, que atacaba todo en la vida con pasión e
intensidad—. ¿Cuántas veces tengo que decirlo? Es necesario que te
mantengas alejada de mí.
—Pero tú no vas a hacerme daño. Lo sé.
—Ya te he lastimado. ¿Por qué no puedes entender eso?
¿Cuántas veces tengo que decirlo?
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—Tú me dijiste... Tú me dijiste antes de irme que me amabas. —
Mi voz tembló—. ¿Cómo puedes dejarlo ir?
—¡Porque es demasiado tarde! ¡Y es más fácil que recordar lo
que te hice!
Su control se rompió, haciendo eco de su voz a través de la
parte posterior de la iglesia.
El sacerdote y los que aún tomaban la comunión no se dieron
cuenta, pero había llamado la atención de los que estaban en parte
posteriores de la iglesia. Algunos guardianes se pusieron rígidos y,
otra vez, tuve que repetirme la advertencia a mí misma.
No importa lo furioso que estuviera Dimitri, no importa cuán
traicionada me sentía y lejos de él... no podía arriesgarme a que
otros pensaran que era peligroso. Dimitri difícilmente parecía que
fuera a ir a por el cuello de alguien, pero estaba claramente molesto,
y uno podría confundir la frustración y el dolor por algo más
siniestro.
Me alejé de él, tratando de calmar sus emociones. Cuando lo
volví a mirar, él estaba con los ojos cerrados, el poder y la
electricidad aún quemaba entre nosotros.
Dimitri podía pasar por alto todo lo que quisiera, pero esa
conexión, que llamaba profundamente a nuestras almas, aún estaba
ahí. Yo quería tocarlo, no sólo rozar su pierna, sino todo. Yo quería
envolverlo en mis brazos y apretarlo contra mí, para asegurarle que
podíamos hacer esto juntos.
Sin darme cuenta, me acerqué a él, necesitaba tocarlo.
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Él se levantó como si fuera una serpiente, y todos sus
guardianes salieron disparados hacia adelante, preparados por lo
que podría hacer.
Pero él no hizo nada. Nada, salvo mirarme con una mirada que
hizo que mi sangre se congelara. Como si yo fuera algo raro y malo.
—Rose. Por favor detente. Por favor, mantente alejada.
Estaba trabajando duro para mantener la calma.
Me alejé, ahora ya enojada y frustrado tanto como él. Tenía la
sensación de si me quedaba, nosotros terminaríamos. Sólo es un
matiz, murmuré: —Esto no ha terminado. No perderé la confianza
en ti.
—He renunciado a ti. —Dijo de nuevo, con voz suave—. El
amor se desvanece. El mío lo ha hecho.
Lo miré con incredulidad. Durante todo este tiempo, nunca
antes lo había dicho de esa forma. Sus protestas habían sido siempre
sobre hacer lo mejor, sobre los remordimientos que sentía por haber
sido un monstruo o cómo se le habían marcado para amar.
He renunciado a ti. El amor se desvanece. El mío lo ha hecho.
Me eché para atrás, con esas palabras punzado en mí tan fuerte
como si me hubiera abofeteado.
Algo cambió en su rostro, como si él sabía cuánto me había
herido.
Yo no me quedé para verlo. En su lugar, me abrí camino por el
pasillo y salí corriendo por la puerta de atrás, sintiendo que, si me
quedaba un poco más, todos en la iglesia me verían llorar.
47
0
Traducido por Steffanie Mirella
Corregido por cYeLy DiviNNa
o quise ver a nadie más después de eso. Volví a mi
cuarto tan rápido como pude, apenas notando los
obstáculos y las personas en mi camino. Una y otra vez
las palabras de Dimitri se repetían en mi cabeza: “el amor se
desvanece. El mío lo hizo”. De alguna manera esa fue la peor cosa que
pudo haber dicho. No me malentiendan: el resto tampoco fue fácil.
El que me dijera que me va a evitar y que va a ignorar la relación
que tuvimos antes también me hizo sentir horrible. Aun así, con
todo eso, sin importar lo mucho que dolía, aún existía la pequeña
esperanza de que hubiera alguna chispa de amor entres nosotros. De
que él aun me amaba.
Pero... el amor se desvanece.
Eso era algo completamente diferente. Significaba que lo que
teníamos morirá, se volverá cada vez más débil hasta que se
derrumbara y quedara a la deriva como hojas secas llevadas por el
viento. El sólo pensarlo causaba dolor en mi pecho y estómago, me
enrosqué en la cama, rodeándome con los brazos como si eso
pudiera aminorar el dolor. No podía aceptar lo que había dicho. No
podía aceptar que de alguna forma, luego de esta odisea, su amor
por mí hubiera desaparecido.
Quería quedarme en mi cuarto por el resto del día, enroscada en
la oscuridad de mis sábanas. Olvidé la conversación de Sydney y mi
N
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1
preocupación sobre el padre de Lissa. Incluso solté a la mismísima
Lissa. Ella tenía algunos encargos que hacer hoy, pero cada cierto
tiempo, un mensaje me llegaba a través de nuestra conexión:
¿Vienes?
Cuando no la contacté, empezó a preocuparse. Repentinamente
tuve miedo de que ella —o alguien más— pudiera venir a mi
habitación buscándome. Así que decidí irme. No tenía un verdadero
destino en mente; sólo tenía que seguir moviéndome. Caminé por la
cancha, explorando lugares que nunca antes había visto. Esto tenía
más estatuas y fuentes de lo que me había imaginado. Aunque su
belleza pasaba desapercibida para mí. Cuando volví a mi habitación
horas después, estaba exhausta por tanto caminar. Oh, bueno, al
menos logré evitar tener que hablar con alguien.
¿O no? Ya era tarde, pasaba de la hora en que usualmente me
voy a dormir, cuando alguien tocó mi puerta. Dudé en contestar.
¿Quién vendría tan tarde? ¿Quería la distracción que me
proporcionaría o prefería mantener mi soledad? No tenía idea de
quién pudiera ser, a excepción de que estaba segura que no era
Lissa. Dios. Por lo que sabía, podía ser Hans, reclamando una
explicación de por qué no me había aparecido para mi trabajo.
Luego de mucha meditación (y de que seguían tocando
persistentemente), decidí abrir.
Era Adrian.
—Pequeña dhampir —dijo con una pequeña y cansada
sonrisa—. Luces como si hubieras visto un fantasma.
No exactamente un fantasma. Créeme, reconozco los fantasmas
cuando los veo. —Yo…‖ yo‖ no‖ esperaba‖ verte‖ después‖ de‖ esta‖
mañana…
Entró y se sentó en mi cama, y estaba contenta de ver que se
había limpiado después de la charla que tuvimos. Llevaba puesta
ropa limpia, y su cabello había vuelto a su usual perfección. Aun
logré sentir el residual olor a clavo (algo similar a la marihuana),
47
2
pero con todo lo que lo había hecho pasar, tenía derecho a sus
vicios.
—Síp, bueno, yo tampoco pensaba pasar —admitió—,‖ pero…‖
verás…‖hiciste‖que‖pensara‖sobre‖algo.
Me senté a su lado, manteniendo una distancia saludable. —
¿Nosotros?
—No. Lissa.
—Oh —acusé a Dimitri de ser egoísta, pero aquí estaba yo,
asumiendo que el amor por mí era lo único que pudo haber traído a
Adrian.
Sus ojos se volvieron especulativos. —Sigo pensando en lo que
me dijiste, sobre su padre. Y tenías razón sobre las apuestas. Él
tendría el dinero para poder pagar cualquier deuda. No tendría por
qué tenerlo en secreto. Así que le pregunté a mi madre.
—¿Qué? —pregunté—.‖No‖se‖supone‖que‖nadie‖sepa…
—Sí, Sí. Me imaginé que tu información sería de máxima
seguridad. No te preocupes. Le dije que cuando estuvimos en Las
Vegas, escuchamos a algunas personas hablando al respecto,
respecto al padre de Lissa haciendo depósitos secretos.
—¿Qué dijo ella?
—Lo mismo que yo. Bueno, en realidad, primero me regañó.
Dijo que Eric Dragomir era un buen hombre y que no debería andar
esparciendo rumores sobre los muertos. Dijo que tal vez era adicto a
las apuestas, y que si era así, las personas no deberían enfocarse en
eso cuando él hizo tantas cosas magnificas. Después de la vigilia,
creo que tiene miedo que provoque más escenas públicas.
—Tiene razón. Sobre Eric —dije. Tal vez alguien había robado
esos archivos como parte de una sucia campaña. Aunque,
francamente, el esparcir rumores sobre los muertos no tenía sentido,
pero quizás alguien quería ensuciar la reputación Dragomir y
¿deshacerse de cualquier oportunidad de que Lissa cambiara la ley
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3
del voto? Le iba a decir eso a Adrian cuando me interrumpió con
algo aun más impactante.
—Y entonces mi padre nos escuchó, y dijo: ‚Probablemente
mantenía una amante. Tienes razón—era un buen sujeto. Pero le
gustaba‖ coquetear.‖ Y‖ le‖ gustaban‖ las‖ damas‛.‖ —Adrian rodó los
ojos—. Esa es una cita: ‚Le‖ gustaban‖ las‖ damas‛.‖Mi‖ padre‖ es‖ un‖
idiota. Él suena como si tuviera el doble de su edad.
Apreté el brazo de Adrian sin darme cuenta. —¿Qué dijo luego
de eso?
Adrian encogió los hombros pero dejó mi mano donde estaba.
—Nada. Mi madre se molestó y le dijo lo mismo que me había
dicho, que era cruel esparcir historias que nadie podía probar.
—¿Crees que sea cierto? ¿Crees que el padre de Lissa tenía una
amante? ¿Era eso por lo que estaba pagando?
—¿Honestamente? No lo sé, pequeña dhampir. Mi padre es del
tipo que salta sobre cualquier rumor que pueda encontrar. O crea
uno. Digo, sabemos que al padre de Lissa le gustaban las fiestas. Es
fácil saltar a ciertas conclusiones desde ahí. Él probablemente tenía
algún sucio secreto. Diablos, todos los tenemos. Tal vez el que robo
esos archivos sólo quería explotar eso.
Le dije sobre mi teoría de que fuera usado contra Lissa. —O —
dije, reconsiderando—, tal vez alguien que la apoya lo tomó. Para
que no saliera a la luz.
Adrian asintió. —De cualquier manera, no creo que Lissa se
encuentre en peligro mortal.
Él comenzó a levantarse, y lo traje de vuelta. —Adrian,‖espera…‖
yo…‖—tragué—, quería disculparme. Por la manera en que te he
estado‖tratando,‖lo‖que‖he‖estado‖haciendo…‖no‖es‖justo‖para‖ti.‖Lo‖
lamento.
Él miró a un lado, lejos de mí, con sus ojos enfocados en el piso.
—No puedes cambiar lo que sientes.
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—La‖cosa‖es…‖que‖no‖ sé‖ lo‖que‖ siento. Y eso suena estúpido,
pero es la verdad. Me importa Dimitri. Fue estúpido de mi parte
pensar que no me afectaría que él‖volviese.‖Pero‖me‖di‖cuenta…‖—
“el amor se desvanece. El mío ya lo hizo”— me di cuenta que lo nuestro
terminó. No digo que sea algo fácil de superar. Tomará algo de
tiempo, y nos mentiría a ambos si dijera que no es así.
—Eso tiene sentido —dijo Adrian.
—¿En serio?
Me miró, con una hebra de entretenimiento en sus ojos. —Sí,
pequeña dhampir. Algunas veces tiene sentido lo que dices.
Continúa.
—Yo…‖bien,‖ como‖ dije…‖ voy‖ a‖ sanar.‖ Pero‖ sí me‖ importas…‖
incluso creo que te amo un poquito —eso consiguió una sonrisa—.
Quiero intentarlo de nuevo. Realmente quiero. Me gusta tenerte en
mi vida, pero ya antes he saltado demasiado pronto. No tienes razón
alguna para quererme después de la manera en que te he tratado,
pero si quieres que volvamos a estar juntos, entonces yo también lo
quiero.
Me estudió por largo rato, y dejé de respirar. No quise decir eso:
Él tiene todo el derecho de terminar lo que hay entre nosotros… y aun así,
el pensar que pueda hacerlo me aterroriza.
Al fin, me jaló contra él y se acostó en la cama. —Rose, tengo
todo tipo de razones para quererte. No he sido capaz de
mantenerme lejos de ti desde que te vi en el albergue de Ski.
Me moví más cerca de Adrian en la cama y presioné mi cabeza
contra su pecho. —Podemos hacer que esto funcione. Sé que
podemos. Si arruino las cosas otra vez, puedes irte.
—Si tan sólo fuera tan fácil —rió—. Te olvidas que tengo una
personalidad adictiva. Soy adicto a ti. De alguna manera, pienso que
tú podrías hacerme todo tipo de cosas malas, y aun así regresaría a
ti. Sólo quiero que todo entre nosotros sea sincero, ¿de acuerdo?
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Dime lo que estás sintiendo. Si sientes algo por Dimitri que te
confunde, dímelo. Lo arreglaremos juntos.
Quería decirle que, pese a mis sentimientos, no tenía nada de
qué preocuparse respecto a Dimitri, porque Dimitri ya me había
rechazado varias veces. Podría perseguir a Dimitri todo lo que yo
quisiera, y no serviría de nada. El amor se desvanece. Esas palabras
ardían, y no podía soportar darle voz a ese dolor. Pero mientras
Adrian me sostenía y yo pensaba sobre lo comprensivo que era
respecto a todo esto, alguna parte herida de mí también reconoció
que lo opuesto también era verdad: El amor crece. Lo intentaría con
él. Realmente lo intentaría.
Suspiré. —No se supone que seas tan sabio. Debes ser
superficial‖e‖irrazonable‖y…‖y…
Me dio un beso en la frente. —¿Y?
—Mmmmmm... ridículo.
—Ridículo,‖puedo‖serlo.‖También‖las‖otras‖cosas…‖pero sólo en
ocasiones especiales.
Estábamos entrelazados, cada vez más cerca, y levanté un poco
la cabeza para estudiarlo, lo altos pómulos y el cabello
artísticamente alborotado lo hacían tan apuesto. Recuerdo las
palabras de su madre, que sin importar lo que deseásemos, él y yo
eventualmente tendríamos que tomar distintos caminos. Tal vez así
es como iba a ser mi vida. Siempre perdería a los hombres que amo.
Lo jalé con fuerza hacia mí, besando su boca con una fuerza que
incluso a él lo tomó por sorpresa. Si algo he aprendido sobre la vida
y el amor, es que eran cosas tenues que podían acabar en cualquier
segundo. La precaución era lo esencial, pero no a costa de
desperdiciar tu vida. Hoy decidí que no la iba a desperdiciar.
Mis manos ya se encontraban quitándole la camisa a Adrian
antes de terminar ese pensamiento. Él no lo cuestionó ni dudó en
empezar a quitarme la ropa. Puede que él tenga momentos
profundos‖ y‖ comprensivos,‖ pero‖ seguía‖ siendo…‖ pues,‖ Adrian.‖
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Adrian vivía su vida en el ahora, haciendo las cosas que deseaba sin
pensárselo dos veces. Y me había deseado por mucho tiempo.
También era muy bueno en este tipo de cosas, razón por la cual
mi ropa terminó en el piso antes que la de él. Sus labios eran
calientes y entusiastas contra mi garganta, pero era cuidadoso en
nunca dejar que sus colmillos rozaran mi piel. Yo era un poco menos
gentil, sorprendiéndome a mí misma cuando enterré mis uñas en la
piel desnuda de su espalda. Sus labios se movieron más abajo,
trazando la línea de mi clavícula mientras me quitaba hábilmente el
sujetador con una mano.
Estaba un poco asombrada por la reacción de mi cuerpo
mientras ambos peleábamos por quitarle los jeans al otro primero.
Me había convencido a mí misma que nunca más querría sexo luego
de Dimitri, pero, ¿pero en este instante? Oh, yo quería tenerlo. Tal
vez era una reacción psicológica al rechazo de Dimitri. Tal vez se
trataba de un impulso por vivir el momento. Tal vez era amor por
Adrian. O tal vez era sólo lujuria.
Lo que fuera, me dejaba impotente bajo sus manos y boca, las
cuales parecían tener la intención de explorar cada parte de mí. La
única vez que se detuvo fue cuando finalmente toda mi ropa había
desaparecido y yacía desnuda ahí con él. Casi estaba desnudo, pero
yo aún no había llegado a sus bóxers. (Eran de seda porque,
honestamente, ¿que más usaría Adrian?). Él tomó mi rostro entre
sus manos, sus ojos llenos de intensidad y deseo, y un poco de
maravilla.
—¿Qué eres, Rose Hathaway? ¿Eres real? Eres un sueño dentro
de un sueño. Temo que el tocarte me despierte y tú desaparezcas. —
Reconocí un poco del trance poético en el que él cae a veces, los
momentos que me hacen preguntarme si estaría comenzando a
sufrir un poco de la locura inducida por el espíritu.
—Tómame y averígualo —dije, acercándolo a mí.
Él no volvió a dudar. La última pieza de su ropa cayó, y todo mi
cuerpo se calentó al sentir su piel y la manera en que sus manos se
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deslizaban sobre mí. Mis necesidades físicas estaban rápidamente
pisoteando cualquier lógica y razón. No había pensamientos, sólo
nosotros, y la fiera urgencia que nos acercaba. Tenía una ardiente
necesidad‖y‖deseo‖y‖sensación‖y…
—Oh, mierda.
Salió como en una especie de murmuro, ya que nos estábamos
besando, nuestros labios buscando los del otro con entusiasmo. Con
reflejos de guardián, apenas pude hacerme a un lado, justo cuando
nuestros labios empezaban a juntarse. El perder la sensación de él
contra mí me impactó, aún más que a él. Estaba atontado,
simplemente mirando fijamente con asombro mientras me alejaba
de él hasta que finalmente logre sentarme en la cama.
—¿Qué…‖qué‖sucede?‖¿Cambiaste‖de‖parecer?
—Primero necesitamos protección —dije. ¿Tienes algún
condón?
El proceso duró por unos cuantos segundos y luego suspiró. —
Rose, sólo tu escogerías este momento para recordar eso.
Era un punto justo. Mi sincronización apestaba. Aun así, era
mejor que recordarlo después. Pese al deseo desenfrenado de mi
cuerpo —que seguía ahí, créanme— repentinamente tuve una
alarmante, y vívida imagen de Karolina la hermana de Dimitri. La
conocí en Siberia, y ella tenía un bebé de seis meses. El bebé era
adorable, como suelen ser los bebés pero, por Dios, era demasiado
trabajo. Karolina tenía un empleo de mesera, y tan pronto como
regresaba a casa, su atención se dirigía al bebé. Cuando estaba en el
trabajo, la madre de Dimitri se encargaba de él. Y el bebé siempre
necesitaba algo: comida, que lo cambiaran, que lo salvaran de
ahogarse con cosas pequeñas. Su hermana, Sonya, estaba a punto de
tener un bebé, y por cómo había dejado las cosas con su hermana
menor, Viktoria, no me sorprendería enterarme que también
estuviera embarazada dentro de poco. Grandes cambios en la vida,
por pequeñas y descuidadas acciones.
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Así que estaba bastante segura que no quería un bebe en mi
vida justo ahora, no siendo tan joven. Con Dimitri no había
preocupación, gracias a la infertilidad dhampir. ¿Con Adrian? Era
un problema, al igual que el hecho de que, mientras que las
enfermedades eran raras entre nuestras especies, no era la primera
chica‖con‖la‖que‖Adrian‖había‖estado.‖O‖la‖segunda.‖O‖tercera…
—¿Entonces, tienes alguno? —pregunté impaciente. Sólo
porque estaba en modo responsable, eso no significaba que deseaba
menos el sexo.
—Sí —dijo Adrian, sentándose también—. En mi habitación.
Nos miramos el uno al otro. Su habitación estaba muy lejos, en
la sección Moroi del Campus.
Él se deslizo más cerca, colocando su brazo alrededor mío y
succionando mi oreja. —Las probabilidades de que algo malo pase
son muy bajas.
Cerré los ojos e incliné la cabeza hacia atrás hasta dar con él.
Tomó mis caderas en sus manos y acarició mi piel. —¿Qué eres, un
doctor? —pregunté.
Él se rió suavemente, con su boca besando cierto lugar tras mi
oreja. —No. Sólo alguien dispuesto a arriesgarse. Puedes decirme
que no quieres esto.
Abrí los ojos y me alejé para poder verlo directamente. Él tenía
razón. Yo deseaba esto. Esto era malo, muy malo. Y una parte de mí
—que era básicamente la mayor parte de mí— que se quemaba con
la lujuria, estaba tratando de ganar. ¿Las probabilidades eran bajas,
cierto? ¿Acaso no había personas que siempre trataban de quedar
embarazadas y no podían? Mi deseo tenía un buen argumento, así
que fue una sorpresa cuando mi lógica ganó.
—Yo no puedo arriesgarme —dije.
Ahora Adrian me estudió y, al final, asintió. —De acuerdo. Será
en otra ocasión. Esta noche seremos... responsables.
—¿Eso es todo lo que dirás?
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El frunció el ceño. —¿Qué mas podría decir? Tú dijiste no.
—Pero‖tú…‖pudiste usar la compulsión.
Ahora el realmente estaba asombrado. —¿Quieres que la use?
—No. Claro que no. Sólo‖ se‖ me‖ ocurrió‖ que…‖ bueno,‖ que‖
podrías hacerlo.
Adrian tomó mi rostro entre sus manos. —Rose, hago trampa
con las cartas, le compro licor a menores. Pero nunca, jamás, te
forzaría‖a‖hacer‖algo‖que‖no‖quieres.‖Ciertamente‖no‖esto…
Sus palabras se cortaron porque me presionó contra él y
comencé a besarlo nuevamente. La sorpresa debió haber evitado que
hiciera algo de inmediato, pero pronto él me alejó con lo que parecía
ser una gran reluctancia.
—Pequeña dhampir —dijo secamente—, si quieres ser
responsable, esta no es una buena manera de serlo.
—No tenemos que dejar pasar esto. Y podemos ser
responsables.
—Todas‖esas‖historias‖son…
Él se paró en seco cuando quité mi cabello del camino y le ofrecí
mi cuello. Logré voltearme ligeramente para poder ver sus ojos,
pero no dije nada. No tuve que hacerlo. La invitación era obvia.
—Rose…‖—dijo inseguro, pese a que pude ver la añoranza en
su rostro.
El beber sangre no era como el sexo, pero era una añoranza que
todos los vampiros tenían, y el hacerlo mientras se está excitado,
según había escuchado, era una experiencia asombrosa. También era
tabú y rara vez se hacía, según decía la gente. Ese era el inicio de la
definición de ‚puta de sangre‛: dhampirs que daban su sangre
durante el sexo. La mera idea que un dhampir diera su sangre era
una desgracia, pero ya antes lo había hecho: con Lissa, cuando
necesitaba comida, y con Dimitri cuando era Strigoi. Y había sido
glorioso.
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0
Él trató de nuevo, esta vez su voz era más segura. —¿Rose,
sabes lo que me estás pidiendo?
—Sí —dije firmemente. Gentilmente recorrí un dedo por sus
labios y luego lo introduje para tocar sus colmillos. Le lancé sus
propias palabras—. Puedes decirme que no deseas esto.
Él sí quería esto. En un instante, su boca estaba en mi cuello y
sus colmillos estaban penetrando mi piel. Grité ante el dolor
repentino, un sonido que se suavizó hasta ser un gemido cuando las
endorfinas que venían con cada mordida de vampiro fluyeron
dentro de mí. Una dicha exquisita me consumió. Él me jaló
fuertemente contra él mientras bebía, casi sobre su regazo,
presionando mi espalda contra su pecho. Yo estaba distantemente
consciente de sus manos sobre mi cuerpo, de sus labios en mi cuello.
Más que todo, de lo que estaba consiente era que me ahogaba en
pura y exquisita dulzura. La droga perfecta.
Cuando se alejó, fue como perder una parte de mí misma.
Como estar incompleta. Confundida, y necesitándolo de regreso,
traté de alcanzarlo. Gentilmente, él alejo mi mano, sonriendo
mientras lamía sus labios.
—Con cuidado, pequeña dhampir. Tardé más de lo que debía.
Tú probablemente podrías tener alas y volar justo ahora.
En realidad, no sonaba como una mala idea. Sin embargo, en
unos cuantos instantes más, la intensa y loca parte de la sensación se
desvaneció, y volví a mí misma. Aún me sentía de maravilla y
mareada; las endorfinas habían alimentado el deseo de mi cuerpo.
Mi razonamiento lentamente volvió a mí, permitiendo (más o
menos) que pensamientos coherentes penetraran la feliz niebla.
Cuando Adrian estuvo convencido que estaba lo suficientemente
sobria, se relajó y se acostó en la cama. Me le uní al siguiente
momento, enroscándome a su lado. Él parecía tan contento como yo.
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1
—Eso —dijo—, fue el mejor no-sexo que jamás he tenido.
Mi única respuesta fue una sonrisa adormilada. Era tarde, y
mientras más bajaba de la nube de las endorfinas, más adormitada
me sentía. Una pequeña parte de mí dijo que, pese a que yo quise
esto y que me importaba Adrian, todo había estado mal. No lo había
hecho por las razones correctas, en vez de eso me había dejado
llevar por mi angustia y confusión.
El resto de mí decidió que eso no era cierto, la molesta voz
pronto se desvaneció por lo exhausta que estaba. Caí dormida
contra Adrian, y conseguí la mejor noche de sueño que había tenido
en un largo tiempo.
No estaba completamente sorprendida de haber podido salir de
la cama, bañarme, vestirme, e incluso secarme el cabello con la
secadora sin que Adrian despertase. En el pasado, mis amigos y yo
habíamos pasado cada mañana tratando de sacarlo de la cama. Con
resaca o sobrio, él dormía profundamente.
Pasé más tiempo con mi cabello de lo que lo había hecho por
algún tiempo. La marca de la mordida de vampiro estaba fresca en
mi cuello, así que use el cabello suelto, cuidando de estilizarlo a
manera que el largo cabello ondulado colgara espesamente sobre el
lado donde se encontraba la mordida. Satisfecha que el moretón
quedaría camuflado, me pregunté qué haría después. En una hora
más o menos, el Concilio escucharía los argumentos de las
diferentes partes, con variadas ideas sobre el nuevo decreto de la
edad, la lucha Moroi, y el voto Dragomir. Considerando que me
dejaran entrar, no tenía la intención de perderme los debates en el
actualmente tema más candente en nuestro mundo.
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2
Aún no quería despertar a Adrian. Estaba enredado en mis
sábanas y durmiendo pacíficamente. Si lo despertaba, me vería
obligada a quedarme con él hasta que estuviera listo. A través de
nuestro enlace, sentí a Lissa sentada sola en una cafetería. Quería
verla y desayunar, así que decidí que Adrian se podía cuidarse solo.
Le dejé una nota donde estaba, ya que la puerta se cerraría con llave
una vez que saliera, y dibujé un montón de X y O´s.
Aunque cuando estaba a medio camino del café, sentí algo que
arruinó mi plan del desayuno. Christian se había sentado con Lissa.
—Vaya, Vaya —murmuré. Con todo lo que había estado
sucediendo, no le había prestado atención a la vida personal de
Lissa. Después de lo ocurrido en la guarida, no estaba
completamente sorprendida de verlos juntos, pese a que sus
sentimientos me decían que no había habido una reconciliación
rom{ntica…‖todavía.‖Esta‖era‖un‖difícil‖ intento de ser amigos, una
oportunidad de superar los constantes celos y desconfianza.
Lejos de intervenir en el trabajo del amor, conocía otro lugar
cerca del edificio de los guardianes que también tenía café y donas.
Eso serviría, si es que nadie ahí recordaba que, técnicamente, seguía
a prueba y había creado una escena en la sala real.
Las probabilidades de eso no eran buenas.
Aun así decidí intentarlo y, dirigiéndome hacia allá, miraba el
cielo con un mal presentimiento. La lluvia no le ayudaría en nada a
mi estado de ánimo. Cuando llegué al café, descubrí que no tenía
nada de qué preocuparme respecto a que alguien me pusiera
atención. Había un objetivo mejor: Dimitri.
Él había salido con su guardia personal, y pese a que estaba
feliz de que tuviera algo de libertad, la actitud de que él todavía
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3
necesitaba que lo vigilaran de cerca, me molestaba. Al menos hoy no
había una multitud gigante. Las personas que entraban en busca de
su desayuno no podían evitar quedársele mirando, pero pocos
permanecían haciéndolo. Esta vez, él tenía cinco guardias, lo que era
una reducción significativa. Esa era una buena señal. Él se sentaba
solo en una silla, con un café y una dona glaseada a medio comer.
Estaba leyendo una novela que yo podía apostar que era del oeste.
Nadie se sentaba con él. Su guardia simplemente mantenía un
aro de protección, un par cerca de las paredes, uno en la entrada, y
dos en las mesas cercanas. La seguridad parecía sin sentido. Dimitri
estaba completamente metido en su libro, ignorante de los guardias
o los ocasiónales espectadores, o simplemente estaba dando un buen
show de que no le importaba. Parecía bastante inofensivo, pero las
palabras de Adrian regresaron a mí. ¿Había quedado algo de Strigoi
en él? ¿Alguna parte oscura? El mismo Dimitri clamaba que aún
llevaba la parte que siempre le impidió amar verdaderamente a
alguien.
Él y yo siempre hemos podido sentir cuando el otro está cerca.
En un cuarto lleno de gente, siempre podía encontrarlo. Y, pese a su
interés en el libro, alzó la mirada cuando caminé hacia el mostrador
del café. Nuestras miradas se encontraron por un milisegundo. Su
rostro‖no‖tenía‖ninguna‖expresión…‖y‖aun‖así,‖tenía‖la‖sensación‖que‖
estaba esperando por algo.
Por mí, comprendí asombrada. Pese a todo, a nuestra pelea en la
iglesia…‖ él‖ aun‖ pensaba‖ que‖ lo‖ perseguiría‖ y‖ le‖ haría‖ una‖ súplica‖
por nuestro amor. ¿Por qué? ¿Esperaba que yo fuera tan irracional? ¿O
era posible… era posible que él quisiera que me le acercara?
Bueno, por la razón que sea, decidí que no lo haría. Ya me ha
herido suficientes veces. Me dijo que me alejara, y si eso era parte de
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algún elaborado plan para jugar con mis sentimientos, no iba a
jugar. Le di una mirada altiva y me di la vuelta rápidamente
mientras caminaba hacia el mostrador. Ordené un té chai y pastel de
chocolate. Luego de un momento de considerarlo, ordené un
segundo pastel de chocolate. Tenía el presentimiento que iba a ser
uno de esos días.
Mi plan era comer fuera, pero cuando miré a la ventana, pude
levemente ver las marcas de gotas de lluvia golpeando los paneles.
Demonios. Brevemente consideré enfrentar los elementos e ir a
algún otro lugar con mi comida, pero decidí que no iba a dejar que
Dimitri me sacara asustada de aquí. Vigilando una mesa lejos de él,
me dirigí a ella, haciendo lo posible por no mirarlo o siquiera
reconocer el hecho que estaba ahí.
—Hey, Rose. ¿Iras al Concilio hoy?
Me detuve. Uno de los guardianes de Dimitri había hablado,
dándome una sonrisa amistosa igual que él. No podía recordar el
nombre del tipo, pero parecía buena persona cada vez que nos
encontrábamos de casualidad. No quise ser maleducada, así que,
reluctantemente, contesté, incluso cuando eso significó permanecer
cerca de Dimitri.
—Síp —dije, asegurándome que mi atención estuviera enfocada
únicamente en el guardián—. Sólo tomaré algo de comer antes.
—¿Te dejarán entrar? —preguntó otro de los guardias. Él
también estaba sonriendo. Por un instante pensé que se estaban
burlando de mi último‖sobresalto.‖Pero‖no…‖no‖era‖eso.‖Sus‖rostros‖
mostraban aprobación.
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5
—Esa es una excelente pregunta —admití. Le di una mordida a
mi pastel—. Pero creo que debería intentarlo. También trataré
comportarme.
El primer guardia rió. —En verdad espero que no. Ese grupo
merece toda la angustia que les puedas dar sobre esa estúpida ley de
la edad —los otros guardianes asintieron
—¿Qué ley de la edad? —preguntó Dimitri.
Reluctantemente, miré hacia él. Como siempre, me dejó sin
aliento. Detente, Rose, me regañé a mí misma. Estás molesta con él,
¿recuerdas? Y ahora escogiste a Adrian.
—El decreto donde la realeza piensa que el enviar a dhampirs
de dieciséis años a luchar contra los Strigois es lo mismo que enviar
dhampirs de dieciocho años —dije, y tomé otra mordida.
La cabeza de Dimitri se levantó tan rápido que casi me ahogué
con el mordisco. —¿Cuales de dieciséis están peleando contra los
Strigoi? —sus guardianes se tensaron pero no hicieron nada más.
Me tomó un momento tragar el pedazo de pastel. Cuando
finalmente pude hablar, casi tenía miedo de hacerlo. —Ese es el
decreto. Los Dhampirs se gradúan cuando tienen dieciséis ahora.
—¿Cuándo sucedió esto? —demando.
—Hace poco. ¿Nadie te dijo? —volteé a ver a los otros guardias.
Uno de ellos se encogió de hombros. Tenía la impresión de que
realmente creían que Dimitri era un Dhampir, pero que no estaban
listos para ponerse conversadores con él. Su único contacto fuera de
ellos sería Lissa y sus interrogadores.
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—No —las cejas de Dimitri se fruncieron mientras meditaba las
nuevas noticias.
Comí mi pastel en silencio, esperando que eso lo hiciera hablar
más. Funcionó.
—Es una locura —dijo—. Dejando lo moral de lado, ellos no
están listos a tan corta edad. Es un suicidio.
—Lo sé. Tasha realmente dio un buen argumento en contra, y
yo también.
Dimitri me dio una mirada de sospecha ante esa última parte,
particularmente cuando un par de guardianes sonrió.
—¿Fue un voto cerrado? —preguntó. Preguntó en modo de
interrogación, en la seria y enfocada manera que lo había definido
cuando era guardián. Era mucho mejor que la depresión, decidí.
También era mejor que él diciéndome que me aleje.
—Mucho. Si Lissa hubiera podido votar, no la hubieran
aprobado.
—Ah —dijo él, jugando con la orilla de su taza de café—. El
quórum.
—¿Sabes de eso? —pregunté sorprendida.
—Es una vieja Ley Moroi.
—Eso escuché.
—¿Qué está tratando de hacer la oposición? ¿Tratando de
cambiar la opinión del Concilio o que le devuelvan a Lissa el voto
Dragomir?
—Ambos. Y otras cosas.
48
7
Él negó con la cabeza, colocando un mechón de cabello tras su
oreja. —No pueden hacer eso. Necesitan escoger una causa y enviar
todo su peso tras ella. Lissa es la opción más inteligente. El Concilio
necesita de vuelta a los Dragomir, y he visto la manera en que las
personas la miran cuando ella me presta atención —sólo el más leve
hilo de amargura que llevaban sus palabras me indicó cómo se
sentía respecto a eso. Luego estaba de vuelta a los negocios—. No
sería difícil obtener el apoyo para eso, si no dividen sus esfuerzos.
Comencé con mi segundo pastel, olvidando mi anterior
resolución de ignorarlo. No quería distraerlo del tema. Era la única
cosa que le había regresado el viejo fuego a sus ojos, la única cosa en
la que parecía verdaderamente interesado, bueno, aparte de jurarle
devoción de por vida a Lissa y decirme que me quedara fuera de su
vida. Me gustaba este Dimitri.
Era el mismo Dimitri de hace tiempo, el que era fiero y estaba
dispuesto a arriesgar su vida por lo que era correcto. Casi deseé que
volviera a ser el molesto y distante Dimitri, el que me dijo que me
alejara. Verlo ahora traía demasiados recuerdos, sin mencionar la
atracción que pensé había aplastado. Ahora, con toda esa pasión
sobre él, lucía más sexy que nunca. Él usaba esa misma intensidad
cuando peleamos juntos. Incluso cuando teníamos sexo. Así era
como se suponía que Dimitri debería de ser: Poderoso y al mando.
Estaba agradecida, y‖aun‖así…‖viéndolo‖de‖la‖manera‖en‖que‖lo‖amé,
sólo hacía que el corazón me doliera mucho más. Lo había perdido.
Si Dimitri sabía lo que yo sentía, no lo mostró. Me miró de
frente y, como siempre, el poder de su mirada me envolvió. —¿La
próxima vez que veas a Tasha, le dirías que venga a verme?
Necesitamos hablar sobre esto.
48
8
—¿Así que Tasha puede ser tu amiga pero no yo? —las filosas
palabras salieron de mi boca antes que pudiera detenerlas. Me
sonrojé, avergonzada por haberlo dicho frente a los otros
guardianes. Aparentemente, Dimitri tampoco quería una audiencia.
Miró al que primero se había dirigido a mí.
—¿Hay forma de que pudiéramos tener algo de privacidad?
Sus guardias intercambiaron miradas, y entonces, casi como un
solo ser, ellos retrocedieron. No era una gran distancia, y aún
mantenían un aro alrededor de Dimitri. Sin embargo, era lo
suficiente para que nadie escuchara nuestra conversación. Dimitri se
volvió hacia mí. Me senté.
—Tasha y tú tienen situaciones completamente diferentes. Ella
puede estar a salvo en mi vida. Tú no.
—Y aun así —dije mientras quitaba molesta un mechón de mi
cabello—, aparentemente está bien que esté en tu vida cuando es
conveniente, digamos, como, haciendo mandados, o pasando
mensajes.
—No parece que realmente me necesites en tu vida —él asintió
secamente, inclinando su cabeza ligeramente hacia mi hombro.
Me tomó un momento entender qué había sucedido. Al mover
mi cabello, expuse mi cuello, y la mordida. Traté de no sonrojarme
nuevamente, sabiendo que no tenía nada de qué sentirme
avergonzada. Coloqué el cabello nuevamente en su lugar.
—No es asunto tuyo —siseé, esperando que no hubieran visto
los otros guardianes.
—Exactamente —sonó triunfante—. Porque necesitas vivir tu
propia vida, lejos de mí.
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9
—Oh, por Dios —exclamé—.‖Dejarías‖la‖mier…
Mis ojos se quitaron de su rostro porque repentinamente un
ejército descendió sobre nosotros.
De acuerdo, no era exactamente un ejército, pero bien pudo
haberlo sido. Un minuto sólo éramos Dimitri, yo y los guardias, y,
repentinamente, el lugar estaba nadando en guardias. Y no de
cualquier tipo. Ellos usaban el uniforme blanco-y-negro que los
guardianes usualmente utilizaban en ocasiones, pero un pequeño
botón rojo los marcaba como guardianes específicamente
relacionados a la seguridad de la reina. Al menos había como veinte
de ellos.
Eran letales y asesinos, lo mejor de lo mejor. A través de la
historia, asesinos que habían atacados a los monarcas se habían
encontrado rápidamente vencidos por la guardia real. Ellos eran la
muerte andante, y nos estaban rodeando. Tanto Dimitri como yo
nos pusimos de pie, inseguros respecto a lo que estaba sucediendo,
pero seguros de que era con nosotros, su mesa y sillas estaban entre
nosotros, pero aun así nos colocamos en la posición estándar de
pelea cuando estábamos rodeados por enemigos: espalda-a-espalda.
La guardia de Dimitri llevaba ropa ordinaria y lucían un poco
impresionados al ver a sus superiores, pero con la eficiencia de los
guardianes, la escolta de Dimitri rápidamente se unió a la guardia
de la reina. No había más chistes o sonrisas. Quería lanzarme frente
a Dimitri, pero en esta situación, era un poco difícil.
—Tienes que venir con nosotros ahora —dijo uno de los
guardias de la reina—. Si te resistes, te llevaremos a la fuerza.
—Déjenlo en paz —grité, mirando de un rostro al otro. Esa ira
oscura explotó dentro de mí. ¿Cómo podrían seguir sin creer? ¿Por qué
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seguían persiguiéndolo?— ¡Él ahora no ha hecho nada! ¿Por qué no
pueden aceptar que ahora es un dhampir?
El hombre que hablo arqueó una ceja. —No estaba hablando de
él.
—¿Est{n…‖est{n‖aquí‖por‖mí? —pregunté. Traté de pensar en
algún nuevo espectáculo que pudiera haber causado últimamente.
Consideré la loca idea de que la reina se hubiese enterado que yo
había pasado la noche con Adrian, y estaba más que molesta por
ello. Aunque eso difícilmente era razón suficiente para enviar a la
guardia‖ del‖ palacio‖ a‖ buscarme….‖ ¿o‖ no?‖ ¿Había‖ ido‖ demasiado‖
lejos?
—¿Por qué? —demandó Dimitri. Ese alto y maravillo cuerpo,
que podía ser tan sensual a veces, estaba lleno de tensión y amenaza
ahora.
El hombre mantuvo su mirada sobre mí, ignorando a Dimitri.
—No me obligues a repetirlo, ven con nosotros pacíficamente, o te
obligaremos —las esposas que traía en sus manos brillaban.
Mis ojos se agrandaron —¡Esto es una locura! No iré a ningún
lado‖hasta‖que‖me‖digan‖cómo‖diablos‖esto…
Ese fue el momento en que, al parecer, ellos decidieron que no
iba a irme pacíficamente. Dos de los guardias reales se lanzaron
contra mí, y aun cuando técnicamente trabajábamos en el mismo
bando, mis instintos se activaron. No entendía nada de lo que estaba
sucediendo aquí, a excepción del hecho que me iban a llevar como
algún tipo de amo del crimen. A uno de los guardias le tiré la silla
en la que me había estado sentada y le lancé un puñetazo a otro. Fue
un extraño lanzamiento, empeorado por el hecho que el guardián
era más alto que yo. Esa diferencia en estatura me permitió esquivar
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1
el siguiente intento por agarrarme y cuando pateé fuerte sus
piernas, un pequeño gruñido me dejó saber que había acertado.
Escuché unos cuantos grititos esparcidos. Los que trabajaban en
el café se escondieron detrás del mostrador, como si esperaran que
sacáramos armas automáticas. Los otros que habían estado
comiendo el desayuno rápidamente se levantaron de sus mesas,
botando los platos y la comida. Ellos corrieron hacia las salidas, las
cuales seguían bloqueadas por más guardias. Eso provocó más
gritos, aun cuando las salidas estaban bloqueadas para mí.
Mientras tanto, otros guardianes se estaban uniendo a la pelea.
Aunque logré dar unos buenos golpes, sabía que los números de
ellos eran sobrecogedores. Un guardián tomó mi brazo y comenzó a
tratar de ponerme las esposas. Se detuvo cuando otro par de manos
me tomó por el otro lado y me jaló.
Dimitri.
—No la toques —gruñó.
Había una nota en su voz que me hubiera asustado de haber
sido dirigida a mí. Me empujó tras él. Colocando su cuerpo
protectoramente frente al mío y dejándome contra una mesa. Los
guardianes se lanzaron contra nosotros de todas las direcciones, y
Dimitri empezó a hacerse cargo de ellos con la misma gracia mortal
que había hecho que una vez la gente lo llamase “Dios”. Él no
asesinó a ninguno de los que pelearon con él, pero se aseguró que
quedaran fuera de acción. Si alguien pensó que sus ordalías como
Strigoi o el ser encarcelado habían disminuido su habilidad de
combate, estaba terriblemente equivocado. Dimitri era una fuerza de
la naturaleza logrando manejar a los que nos atacaban y detenerme
cada vez que traté de unirme a la pelea. Puede que los guardianes
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de‖ la‖ reina‖ sean‖ lo‖ mejor‖ de‖ lo‖ mejor,‖ pero‖ Dimitri…‖ bueno,‖ mi‖
antiguo amante e instructor estaba en una categoría completamente
diferente. Sus habilidades de combate estaban más allá que las de
los demás, y estaba usando para defenderme.
—Quédate atrás —me ordenó—. Ellos no te pondrán una mano
encima.
Al principio estaba sobrecogida por lo protector que era, incluso
si odiaba no ser parte de la pelea. El verlo luchar nuevamente era
fascinante. Hacía que luciera hermoso y letal al mismo tiempo. Él
era el ejército de un solo hombre, el tipo de guerrero que protegía a
sus seres queridos e instigaba‖terror‖en‖sus‖enemigos…
Y fue entonces que una horrible revelación me golpeó.
—¡Alto! —grite repentinamente—. ¡Iré con ustedes! ¡Iré con
ustedes!
Nadie me escuchó al principio, estaban demasiado envueltos en
la pelea. Los guardianes seguían tratando de pasar a Dimitri, pero él
parecía presentirlos, y empujaría hacia ellos sillas o cualquier cosa
que pudiera tomar, mientras lograba seguir golpeando con puños y
patadas a los que se le enfrentaban directamente. ¿Quién lo sabría?
Tal vez él realmente podía encargarse de un ejército por sí mismo.
Pero no podía dejar que lo hiciera.
Tomé el brazo de Dimitri. —Detente —repetí—. Ya no pelees
más.
—Rose…
—¡Detente!
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3
Estaba bastante segura que nunca antes en mi vida había
gritado tan alto una palabra. Resonó por todo el lugar. Por lo que
sabía, resonó por todo el campus.
Exactamente no logró que se detuvieran, pero muchos de los
guardias fueron más despacio. Unos cuantos de los que trabajaban
en el café sacaron un poco las cabezas sobre los mostradores para
vernos. Dimitri seguía en movimiento, aún listo para encargarse de
todos, y yo prácticamente me había lanzado hacia él para que me
notara.
—Detente —esta vez, mi voz era un susurro. Un intranquilo
silencio había caído sobre todos—. Ya no luches contra ellos. Iré.
—No. No dejaré que te lleven.
—Tienes que —le rogué.
Él estaba respirando fuertemente, cada parte de él tensa y lista
para atacar. Nuestras miradas se encontraron, y un millón de
mensajes parecieron fluir entre nosotros mientras la vieja
electricidad crujía en el aire. Sólo esperé que reviviera el mensaje
correcto.
Uno de los guardianes tentativamente dio un paso adelante,
teniendo que rodear el cuerpo inconsciente de su colega, y la tensión
de Dimitri se rompió. Comenzó a bloquear al guardián y a
defenderme nuevamente, pero yo me coloqué entre ellos, tomando
entre las mías la mano de Dimitri y manteniendo mi mirada fija en
la suya. Su piel era cálida y se sentía, tan, pero tan bien tocando la
mía.
—Por favor. No más.
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Vi en ese instante que el finalmente comprendió lo que estaba
tratando de decirle. La gente aún le temía. Nadie sabía lo que él era.
Lissa había dicho que el hecho que se comportara normal y
calmadamente ayudaría a aliviar los temores. ¿Pero, esto? ¿Él
luchando contra un ejército de guardianes? Eso no le iba a ganar
puntos por buena conducta. Por lo que sabía, ya era demasiado
tarde después de esto, pero tenía que intentar controlar los daños.
No podía dejar que lo volvieran a encerrar, no por culpa mía.
Mientras me miraba, parecía enviarme un mensaje: que aun
seguiría peleando por mí, que pelearía hasta colapsar para evitar que me
llevaran.
Negué con la cabeza y le apreté la mano como señal de
despedida. Sus dedos eran justo como los recordaba, largos y
elegantes, con callos creados por los años de entrenamiento. Lo solté
y me di la vuelta para enfrentar al tipo que había hablado en un
principio. Asumí que era un tipo de líder.
Sostuve mis manos hacia delante y lentamente caminé. —Iré
tranquilamente.‖ Pero‖ por‖ favor…‖no‖ vuelvan‖ a‖ encerrarlo.‖ Él‖ sólo
pensó…‖sólo pensó que estaba en problemas.
La cosa era, que cuando las esposas se cerraron en mis muñecas,
yo comencé a pensar que estaba en problemas. Mientas los
guardianes se ayudaban mutuamente a levantarse, el líder tomó un
aliento profundo e hizo la proclamación que había estado tratando
de hacer desde que entro. Tragué, esperando escuchar el nombre de
Victor.
—Rose Hathaway, estas bajo arresto por alta traición.
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No era exactamente lo que me esperaba. Esperando que mi
sumisión me hiciera ganar algunos puntos, pregunté: —¿Qué tipo
de alta traición?
—El asesinato de su real majestad, La Reina Tatiana.
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Traducido por Dark Haven, cowdiem, cYeLy DiviNNa, elamela y *¡¡¡BellJolie!!!*
Corregido por cYeLy DiviNNa
al vez alguien tenía un negro sentido del humor, porque
terminé en la celda ahora desocupada por Dimitri.
Había llegado en silencio después de que el
guardián estableció los cargos ante mí. De hecho, había entrado en
estado de coma porque había demasiado de lo que había dicho que
era imposible de procesar. Ni siquiera podía realmente entender la
parte que me involucraba. No podía sentir indignación por mí o por
la acusación, porque me quedé atrapada en la parte de que Tatiana
estaba muerta.
No sólo muerta. Fue Asesinada.
¿Asesinada?
¿Cómo había sucedido? ¿Cómo había pasado aquí? Esta Corte
era uno de los lugares más seguros del mundo, y Tatiana en
particular siempre estaba vigilada, por el mismo grupo que había
caído sobre Dimitri y yo con rapidez. A menos que ella dejara la
Corte —y estaba bastante segura de que ella no lo hizo—, ningún
Strigoi podría haberla matado. Con las constantes amenazas que
enfrentamos, el asesinato entre los dhampirs y Morois era casi
T
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7
inaudito. Claro, sucedió. Era inevitable en cualquier sociedad, pero la
manera en que la nuestra era cazada, rara vez tenía tiempo para
volverse el uno contra el otro (gritar en las reuniones del Consejo
quedaba a un lado). Eso era parte de por qué Victor había sido
condenado. Sus crímenes fueron las cosas más malas que se podrían
haber hecho.
Hasta ahora.
Una vez que llegué más allá de la idea imposible de que Tatiana
estaba muerta, era capaz de hacer la verdadera pregunta: ¿Por qué
yo? ¿Por qué se me acusa? No era abogada, pero estaba bastante
segura de que llamar a alguien ‚puta mojigata‛ no es evidencia en
un juicio.
Traté de obtener más detalles del guardia de la puerta de mi
celda, pero se mantuvo con cara dura y silenciosa. Después de dejar
mi voz ronca de tanto gritar, me dejé caer sobre la cama y fui a la
mente de Lissa, donde estaba segura de que conseguiría obtener
más información.
Lissa estaba frenética, tratando de obtener respuestas de
cualquier persona que podía. Christian seguía con ella, y ellos
estaban en el interior del hall de entrada de uno de los edificios
administrativos, el cual estaba llenó de una intensa actividad.
Dhampirs y Moroi corrían por igual en todas partes, algunos
asustados de esta nueva inestabilidad de gobierno y otros con la
esperanza de sacar provecho de ella. Lissa y Christian se pusieron
en medio de todo esto, como hojas arrastradas en la furia de una
tormenta.
Mientras Lissa era ahora técnicamente un adulto, había estado
siempre bajo el ala de una persona mayor en la Corte, por lo general
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Priscilla Voda, y en ocasiones incluso Tatiana. Ninguna de las dos
estaba disponible ahora, por razones obvias. Aunque muchos
miembros de la realeza la respetaban, Lissa no tenía ninguna fuente
real a quien recurrir.
Viendo su agitación, Christian le apretó la mano. —Tía Tasha
sabrá lo que está pasando —dijo él—. Se va a aparecer tarde o
temprano. Sabes que ella no permitiría que algo le suceda a Rose.
Lissa sabía que había un poco de incertidumbre en esa
declaración, pero no lo mencionó. Tasha podría no querer que nada
me pasara, pero desde luego no era todopoderosa.
—¡Lissa!
La voz de Adrian causó que tanto Lissa como Christian se
dieran la vuelta. Adrian acababa de entrar, junto con su madre.
Adrian parecía que había ido, literalmente, directamente desde mi
dormitorio hasta ahí. Llevaba la ropa de ayer, un poco arrugada, y
su pelo no tenía ninguna de sus cuidados habituales.
En comparación, Daniella se veía pulida y elaborada, la imagen
perfecta de una mujer de negocios que no había perdido su
feminidad.
¡Por fin! Había gente que podría tener respuestas. Lissa se
precipitó hacia ellos con gratitud.
—Gracias a Dios —dijo Lissa—. Nadie nos dirá lo que ha
pasado... salvo que la reina ha muerto y Rose está encerrada. —Lissa
miró a la cara de Daniella, suplicante—. Dime que ha habido algún
tipo de error.
Daniella palmeó el hombro de Lissa y le dio una mirada tan
reconfortante como pudo, dadas las circunstancias. —Me temo que
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no. Tatiana fue asesinada ayer por la noche, y Rose es su principal
sospechosa.
—¡Pero ella nunca hubiera hecho eso! —exclamó Lissa.
Christian se unió a ella en su furia justiciera. —El grito de ella
en el Consejo ese día no es suficiente para condenarla por asesinato
—ah, Christian y yo teníamos la misma línea de razonamiento. Era
casi de miedo—. Ni está fallando la Guardia de la Muerte.
—Tienes razón. No es suficiente —coincidió Daniella—. Pero no
la hace lucir bien tampoco. Y, al parecer, tienen otras pruebas que
dicen que demuestra su culpabilidad.
—¿Qué tipo de pruebas? —Lissa demandaba.
Daniella se puso apenada. —No lo sé. Eso sigue siendo parte de
la investigación. Tendrán una audiencia para presentar las pruebas
y preguntar su paradero, los posibles motivos... ese tipo de cosas —
miró a su alrededor a la gente corriendo por ahí—. Si incluso llegan
tan lejos. Este tipo de cosas... no han sucedido en décadas. El
Consejo controla absolutamente todo hasta que un nuevo monarca
sea elegido, pero todavía va a ser un caos. La gente tiene miedo. No
me sorprendería si el Consejo va bajo la ley marcial.
Christian se giró hacia Lissa, con la esperanza en su rostro. —
¿Viste a Rose anoche? ¿Estaba contigo?
Lissa frunció el ceño. —No. Creo que estaba en su habitación.
La última vez que la vi fue anteayer.
Daniella no se veía contenta respecto a eso. —Eso no va a
ayudar. Si ella estaba sola, entonces ellas no tienen coartada.
—Ella no estaba sola.
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0
Tres pares de ojos se giraron en la dirección de Adrian. Era la
primera vez que él había hablado desde la primera llamada de Lissa.
Lissa ni se había centrado en él tampoco, lo cual significaba que yo
tampoco. Ella sólo había observado su apariencia superficial cuando
él había llegado, pero ahora ella podía ver los pequeños detalles.
Cuando ella sintonizó el aura de él, vio el dorado usual de un
usuario de espíritu, pero ese y los otros colores estaban enturbiados
y teñidos de oscuridad.
Había un parpadeo ahí también, una advertencia de que la
inestabilidad del espíritu estaba ganando. Esto había llegado
demasiado rápido a él como para que reaccionara, pero sospeché
que él atacaría los cigarrillos y el alcohol tan pronto como tuviera un
momento libre. Era como Adrian le hacía frente a este tipo de cosas.
—¿Qué estás diciendo? —Daniella preguntó bruscamente.
Adrian se encogió de hombros. —Ella no estaba sola. Yo estuve
con ella toda la noche.
Lissa y Christian habían hecho un buen trabajo manteniendo
expresiones neutras, pero el rostro de Daniella registró el shock que
cualquier padre hubiera tenido luego de escuchar sobre la vida
sexual de su hijo. Adrian notó su reacción también.
—Ahórratelo —él advirtió—.‖ Tu‖moral,‖ tus‖ opiniones…‖ nada‖
importa justo ahora —él gesticulo hacia el grupo de gente histérica
corriendo y gritando como si Victor Dashkov debería seguramente
venir a la Corte para matarlos a todos. Adrian negó con la cabeza y
se giró hacia su madre—. Yo estaba con Rose. Eso prueba que ella
no lo hizo. Lidiaremos con tu desaprobación materna respecto a mi
vida sentimental luego.
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1
—¡Eso no es lo que me preocupa! Si ellos de verdad tienen
pruebas de peso y tú te mezclas en esto, podrías estar bajo sospecha
también. —La compostura con la que Daniella había entrado estaba
comenzando a quebrarse.
—Ella era mi tía —exclamó Adrian incrédulo—. ¿Por qué
maldita razón Rose y yo la mataríamos?
—Porque ella desaprobaba su relación. Y porque Rose estaba
enojada por la regla de la edad —esto vino de Christian. Lissa lo
miró enojada, pero él meramente se encogió de hombros—. ¿Qué?
Sólo estoy exponiendo lo obvio. Alguien más lo haría si yo no lo
hubiera hecho. Y todos escuchamos las historias, la gente ha estado
creando cosas que son extremas, incluso para Rose —un comentario
fuerte de hecho.
—¿Cuándo? —Preguntó Daniella, aferrando la maga de
Adrian—. ¿Cuándo estuviste con Rose? ¿Cuándo llegaste ahí?
—No lo sé. No lo recuerdo —dijo él.
Ella apretó aún más fuerte. —¡Adrian! Tómatelo en serio. Esto
va a hacer una gran diferencia en como las cosas progresen. Si
llegaste ahí antes de que Tatiana fuera asesinada, entonces no
estar{s‖involucrado.‖Si‖estuviste‖con‖Rose‖después…
—Entonces ella tiene una coartada —él interrumpió—, y no hay
ningún problema.
—Espero que eso sea verdad —murmuró Daniella. Sus ojos ya
no parecían estar enfocados en mis amigos. Las ruedas en su cabeza
estaban girando, sus pensamientos saltando hacia adelante mientras
trataba de pensar cómo proteger mejor a su hijo. Yo había sido un
caso desafortunado para ella—. Aún vamos a tener que conseguirte
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un abogado. Hablaré con Damon. Tengo que encontrarlo antes de la
audiencia de esta noche. Y Rufus va a tener que saber de esto
también. Demonios. —Adrian arqueó una ceja ante eso. Tuve la
impresión de que Lady Ivashkov no maldecía muy seguido—.
Necesitamos averiguar a qué hora estabas ahí.
Adrian aún llevaba encima su angustia como un manto, y se
veía como si pudiera desmayarse si no conseguía nicotina o alcohol
pronto. Odiaba verlo así, particularmente debido a mí. Había fuerza
dentro de él, sin dudarlo, pero su naturaleza —los incompletos
efectos del espíritu—, hacía que enfrentar esto fuera tan difícil. Sin
embargo, a través de su agitación, él se las arregló para encontrar un
recuerdo para ayudar a su histérica madre.
—Había alguien en el vestíbulo del edificio cuando entré… un
conserje o algo, creo. Nadie en el escritorio principal, sin embargo —
la mayoría de los edificios usualmente mantiene algún miembro del
personal ahí para emergencias o servicios de conserjería.
El rostro de Daniella se iluminó. —Eso es. Eso es lo que
necesitaremos. Damon averiguará el momento en que estuviste ahí,
de modo que te dejemos libre y limpio de esto.
—¿De modo que pueda defenderme si las cosas se ponen feas?
—Por supuesto —ella respondió rápidamente.
—¿Qué hay de Rose?
—¿Qué hay con ella?
Adrian aun se veía listo para desmoronarse, pero había
seriedad y fuego en sus ojos verdes. —Si tú descubres que la Tía
Tatiana fue asesinada antes de que yo llegara ahí, y Rose será
lanzada a los lobos sola, ¿Damon será su abogado?
50
3
Su madre se tambaleó. —Oh,‖bueno,‖ cariño…‖Damon‖no‖hace‖
ese‖tipo‖de‖cosas‖realmente…
—Él lo hará si tú se lo pides —dijo Adrian con severidad.
—Adrian —ella dijo con cansancio—, no sé de qué me estás
hablando. Dicen que las pruebas en su contra son malas. Si nuestra
familia‖muestra‖apoyo…‖
—¡No es como si estuviéramos apoyando un asesinato!
Conociste a Rose. Te gustaba. ¿Puedes mirarme a los ojos y decir
que está bien para ella ir con sólo una media defensa sobre ella?
¿Puedes?
Daniella palideció, y juro que en realidad se encogió. No creo
que ella estuviera acostumbrada a una resolución tan feroz de parte
de su hijo diablo —el diablo con poder—, del cual había que
cuidarse.
Y aunque sus palabras eran perfectamente sanas, no era una
especie de locura, pero la desesperación en su voz y su actitud
demostraba que estaba un poco asustado. Ya sea que fuera causado
por el espíritu o simplemente por su propia emoción, no podía
decirlo.
—Yo... voy a hablar con Damon —dijo Daniella al final. Ella
había tenido que tragar un par de veces antes de decir
efectivamente las palabras.
Adrian dejó escapar una respiración profunda y algo de furia se
fue con él. —Gracias.
Ella se escabulló entre la multitud, dejando solo a Adrian con
Christian y Lissa. Ellos sólo parecían un poco menos aturdidos que
Daniella.
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4
—¿Tarus Damon? —Lissa adivinó. Adrian asintió con la cabeza.
—¿Quién es ese? —preguntó Christian.
—El primo de mi mamá —dijo Adrian—. El abogado de la
familia. Un tiburón de verdad. Un tipo de mala calidad también,
pero él puede conseguir todo lo que quiera.
—Eso es algo, supongo —reflexionó Christian—. ¿Pero es lo
suficientemente bueno para luchar contra esta evidencia, o como se
llame?
—No lo sé. Realmente no lo sé —Adrian buscó distraídamente
en el bolsillo, el lugar habitual de sus cigarrillos, pero no tenía
ninguno. Suspiró—. Yo no sé qué clase de pruebas son, o incluso
cómo murió la tía Tatiana. Todo lo que escuché fue que la
encontraron muerta esta mañana.
Lissa y Christian intercambiaron muecas. Christian se encogió
de hombros, y Lissa se volvió a Adrian, asumiendo el papel de
mensajero.
—Una estaca —dijo Lissa—. La encontraron en la cama con una
estaca de plata a través de su corazón.
Adrian no dijo nada, y su expresión no cambió realmente. Lissa
mantuvo toda esta charla sobre la inocencia, la evidencia y
abogados, y cómo todo el mundo tenía por alto el hecho de que
Tatiana había sido la tía-abuela de Adrian. Él no había aprobado
algunas de sus decisiones y hacía un montón de chistes sobre ella a
sus espaldas, pero ella seguía siendo su familia, alguien que había
conocido toda su vida. Tenía que sentir el dolor de su muerte en la
cima de todo lo demás. Incluso sentí un poco de conflicto. Yo la
odiaba por lo que me había hecho, pero nunca había deseado su
50
5
muerte. No pude dejar de recordar que ella había hablado de vez en
cuando conmigo como si yo fuera una persona real. Tal vez había
fingido, pero yo estaba bastante segura de que había sido sincera la
noche en que se había pasado por la casa de los Ivashkovs. Ella
había estado cansada y pensativa, en su mayoría sólo preocupada
por llevar la paz a su pueblo.
Lissa vio irse Adrian, con simpatía y dolor fluyendo a través de
ella.
Christian tocó suavemente su brazo. —Vamos —dijo—. Hemos
encontrado lo que necesitábamos saber. Sólo estamos en el camino.
Sintiéndose desesperada, Lissa le permitió llevarla al exterior,
esquivando multitudes en pánico. La naranja de un sol bajo dio a
cada hoja y árbol dorado, una sensación de calor. Había habido un
montón de gente cuando volvimos del almacén con Dimitri, pero no
era nada comparado con esto. La gente estaba zumbando con
miedo, corriendo para pasar la noticia. Algunos ya estaban de luto,
vestidos de negro, con lágrimas en sus rostros. Me pregunté cuánto
de eso era real. Incluso en medio de la tragedia y el crimen, los
miembros de la realeza estaban luchando por el poder.
Y cada vez que oía mi nombre, el enojo de Lissa crecía más y
más. La ira también, del tipo que se sentía como el humo negro en
nuestro vínculo y que a menudo la hacía arremeter contra alguien.
Era la maldición del espíritu.
—¡No puedo creer esto! —exclamó ella con Christian. Me di
cuenta, aunque ella no, que estaba tomando a toda prisa a un lugar
donde no había personas—. ¿Cómo puede alguien pensar eso acerca
de Rose? Ella saldrá. Tiene que ser así.
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—Lo sé, lo sé —él dijo. Él conocía los signos del espíritu, era
demasiado peligroso y estaba tratando de calmarla. Habían llegado
a un área pequeña, cubierta de hierba a la sombra de un avellano
grande y se instalaron en el suelo—. Sabemos que ella no lo hizo.
Eso es todo lo que hay que hacer. Vamos a probarlo. Ella no puede
ser castigada por algo que no hizo.
—No conoces a este grupo —se quejó Lissa—. Si alguien puede
hacer algo para sacarla, pueden hacer todo tipo de cosas posibles —
con sólo la más débil sensibilización, atraje un poco de esa oscuridad
en mí, tratando de calmar el terreno Por desgracia, sólo me
enfureció.
Christian se echó a reír. —Te olvidas que crecí en torno al
grupo. Fui a la escuela con los niños de este grupo. Yo los conozco,
pero no estemos entrando en pánico hasta saber más, ¿de acuerdo?
Lissa exhaló, sintiéndose mucho mejor. Yo iba a tomar mucha
oscuridad si no era cuidadosa.
Ella le dio una pequeña sonrisa provisional a Christian.
—No te recuerdo siendo razonable antes.
—Es porque cada uno tiene diferentes definiciones de
‚razonable‛. A mí simplemente me han entendido mal, eso es todo
—su voz era alta.
—Creo que te han malentendido mucho —se rió.
Sus ojos tenían su mirada, y la sonrisa en su rostro se
transformaba en algo más cálido y suave.
—Bueno, espero que esto no sea un mal entendido. Sino te
golpearé.
50
7
Inclinándose, llevó sus labios a los suyos. Lissa respondió sin
vacilación ni pensando en absoluto, perdiéndose en la dulzura del
beso.
Por desgracia, fui arrastrada con eso. Cuando se apartaron,
Lissa sintió el ritmo de su corazón aumentar y sus mejillas
sonrojadas.
—¿Qué definición tiene eso exactamente? —preguntó,
reviviendo como se había sentido su boca.
—Significa‖‚lo‖siento‛‖—dijo.
Miró lejos y nerviosamente arrancó algunas hierbas.
Finalmente, con un suspiro, miró de nuevo hacia arriba. —
Christian... ¿Hubo alguna vez... hubo alguna vez algo entre Jill tú?
¿O Mia?
La miro fijamente, sorprendido. —¿Qué? ¿Cómo podías pensar
eso?
—Pasaste tanto tiempo con ellas.
—Sólo hay una persona que siempre he querido —dijo. La
firmeza de su mirada, en esos ojos de azul cristal, no dejaba ninguna
pregunta en cuanto a quién era esa persona.
—Nadie más se ha acercado alguna vez. A pesar de todo,
incluso‖con‖Avery…
—Christian,‖lo‖siento‖tanto‖por‖eso…
—No‖tienes‖que…
—Yo…
—Maldición —dijo—.‖¿Me‖dejaras‖terminar‖una‖fra…?
50
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—No —Interrumpió Lissa. Y se inclinó y lo besó, un duro y
poderoso beso que quemó a través de su cuerpo, uno que le dijo que
no había nadie más en el mundo para ella tampoco.
Bueno, al parecer, Tasha había tenido razón: era la única que
podía unirlos de nuevo. Apenas había esperado que mi arresto
desempeñara un papel.
Me aparté de su cabeza para darles algo de intimidad y
salvarme de observarlos acariciarse. No les envidié su momento.
No había nada tampoco que pudiera hacerse por mí en este
momento, y se merecían su reunión. Su único curso de acción era
esperar más información, y en realidad, su método de pasar el
tiempo era mucho más saludable que cualquiera que Adrian
probablemente estaba probando.
Me tumbé en la cama y miré fijamente el techo. No había nada
pero el liso metal y los colores neutros que me rodeaban. Me volví
loca. No tenía nada que ver, nada que leer. Me sentí como un animal
atrapado en una jaula. La habitación parecía cada vez más pequeña.
Todo lo que podía hacer era repetir lo que había aprendido a través
de Lissa, analizando cada palabra de lo que había sido dicho. Tenía
preguntas sobre todo, por supuesto, pero la única cosa que me
impresionó fue Daniella citando una audiencia. Necesitaba saber
más sobre eso.
Tuve mi respuesta, horas después.
Había caído en una especie de bruma adormecedora entonces y
casi no reconocí a Mikhail de pie delante de la puerta de mi celda.
Salté de mi cama hacia los barrotes y vi que estaba abriendo la
puerta. La esperanza surgió a través de mí.
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9
—¿Qué está pasando? —le pregunté—. ¿Me están dejando ir?
—Me temo que no —dijo. Su punto fue demostrado cuando,
después de abrir la puerta, rápidamente puso en mis manos unas
esposas. No luché contra eso—. Estoy aquí para llevarte a tu
audiencia.
Al entrar al pasillo, vi a otros guardianes reunidos. Mi propio
detalle de seguridad. Un reflejo del de Dimitri. Adorable. Mikhail y
yo caminamos juntos y, gracias a Dios, habló durante el camino en
lugar de mantener ese espantoso silencio que parecía ser un
tratamiento común para los prisioneros.
—¿Qué es la audiencia exactamente?¿ Un juicio?
—No, no. Es demasiado pronto para un juicio. Una audiencia
decide si vas a juicio.
—Eso suena un poco a una pérdida de tiempo —señalé.
Surgimos desde el edificio de los guardianes, ese aire fresco y
húmedo era la cosa más dulce que nunca había probado.
—Es una gran pérdida de tiempo si vas a un juicio
directamente, y ellos se hubieran dado cuenta de que no era un caso
para una audiencia. En la audiencia, exponen todas las pruebas que
tienen, y un juez o, bien, alguien que actúe como juez, decidirá si
debe hacerse un juicio. El juicio lo hace oficial. Ahí es donde pasan
el veredicto e informan la condena.
—¿Por qué les tomó tanto tiempo para la audiencia? ¿Por qué
me hicieron esperar en la celda todo el día?
Se echó a reír, pero no porque él pensara que fuera divertido. —
Esto fue rápido, Rose. Muy rápido. Puede tomar días o semanas
51
0
para obtener una audiencia, y si te hacen ir a juicio, te quedarás
encerrada hasta entonces.
Tragué saliva. —¿Van a actuar con rapidez al respecto?
—No lo sé. Ningún monarca ha sido asesinado en casi un
centenar de años. La gente está preocupada, y el Consejo desea
establecer el orden.
—Ellos ya están haciendo grandes planes para el funeral de la
reina, ‚un‖espect{culo‖gigante‛‖que‖va‖a‖distraer‖a‖todo‖el‖mundo.‖
Tu audiencia es también un intento de establecer el orden.
—¿Qué? ¿Cómo?
—Cuanto antes se condene al asesino, todo el mundo se sentirá
más seguro. Ellos piensan que este caso en tu contra es tan sólido
que quieren precipitar la aprobación. Ellos quieren que sea culpable.
Quieren encerrar a su asesino y que se haga justicia, para que todos
puedan dormir tranquilos cuando el nuevo rey o reina sea elegido.
—Pero‖yo‖no…‖—dejé ir mi negación. No tenía sentido.
Delante de nosotros, se asomaba el edificio de la Corte. Se
parecía a la primera vez que había estado ahí para el juicio de
Victor, pero eso había sido por temor de los recuerdos que
provocaban en mí. Ahora... ahora estaba mi propio futuro en la
línea. Y, al parecer, no sólo mi propio futuro en el mundo de los
Moroi esperanzado y observado, esperaban que fuera una villana
que podría utilizarlos de manera segura por siempre. Tragué, le di
una mirada nerviosa a Mikhail. —¿Piensas que... piensas que me
manden a juicio?
Él no respondió. Uno de los guardias mantuvo la puerta abierta
para nosotros.
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1
—¿Mikhail? —insistí—. ¿Realmente me llevarán a juicio por un
asesinato?
—Sí —dijo con simpatía—. Estoy bastante seguro de que lo
harán.
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2
Traducido por Caty, Clo y Rania
Corregido por Ellie
ntrar a la Corte fue una de las experiencias más
surrealistas de mi vida, y no sólo porque yo era la que
estaba siendo acusada aquí. Todo seguía recordándome
el juicio de Victor, y la idea de que yo estaba ahora en su lugar era
casi demasiado extraña para comprenderla.
Entrar a un salón con una tropa de guardianes hace que la gente
se quede mirándote —y, créanme, había mucha gente aquí—, así
que naturalmente no me escondí ni actué avergonzada. Entré con
confianza, con mi cabeza en alto. De nuevo, tuve ese extraño
recuerdo de Victor. Él también había entrado aquí desafiantemente,
y yo había quedado indignada al ver que alguien que había
cometido sus crímenes pudiera comportarse de esa manera.
¿Estaban todas estas personas pensando lo mismo de mí?
En la plataforma al frente del salón, estaba sentada una mujer
que no reconocí.
Entre los Moroi, un juez era usualmente un abogado que había
sido escogido para la posición de acuerdo a los propósitos de la
audiencia, o lo que fuera. El juicio en sí mismo —al menos uno tan
E
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grande como el de Victor— había sido presidido por la reina. Ella
había sido la que había decidido el veredicto final.
Aquí, los miembros del concejo serían quienes decidirían si yo
siquiera llegaría a ese punto. El juicio lo hacía oficial. Allí era donde
ellos decidían el veredicto y el castigo.
Mi escolta me llevó al asiento del frente del salón, más allá de la
barra que separaba los jugadores centrales de la audiencia, y me
señaló un lugar junto a un Moroi de mediana edad en un traje de
diseñador muy formal y muy negro. El traje gritaba: ‚siento mucho
que la reina esté muerta y voy a lucir a la moda mientras demuestro
mi pena‛. Su cabello era un rubio pálido, entrelazado con las
primeras apariciones de plateado. De algún modo, lo hacía ver bien.
Yo presumí que este era Damon Tarus, mi abogado, pero él no me
dijo una sola palabra.
Mikhail estaba sentado a mi lado, también, y estaba agradecida
de que lo hubieran escogido para ser el que literalmente estuviera a
mi lado. Mirando hacia atrás, vi a Daniella y a Nathan Ivashkov
sentados con otros importantes miembros de la realeza y sus
familias.
Adrian escogió no unirse a ellos. Él estaba sentado atrás, con
Lissa, Christian y Eddie. Todas sus caras estaban llenas de angustia.
La jueza, una anciana Moroi de cabello gris que se veía como si
aún pudiera patear traseros, llamó la atención del salón y yo me giré
para verla de nuevo. El concejo estaba entrando, y ella los anunció
uno por uno. Dos secciones de asientos habían sido arregladas para
ellos, dos filas de seis con un decimotercero de pie tras ellos. Por su
puesto, sólo once de los puestos estaban ocupados, y yo traté de no
hacer mala cara. Lissa debería haber estado sentada allí.
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Cuando el concejo estuvo acomodado, la jueza se enfrentó al
resto de nosotros y habló con una voz que recorrió el salón. —Esta
audiencia ha comenzado, en ella determinaremos si existe la
suficiente evidencia para...
Una conmoción en la puerta la interrumpió, y la audiencia
estiraba sus cuellos, esforzándose por ver qué estaba pasando.
—¿De qué se trata este disturbio? —Demandó la jueza.
Uno de los guardianes tenía la puerta parcialmente abierta y
estaba inclinado hacia afuera, aparentemente hablando con quien
fuera que estuviera en el pasillo. Él entró de nuevo al salón.
—El abogado de la acusada esta aquí, su señoría.
La juez nos miró a Damon y a mí y de nuevo al guardia con el
ceño fruncido. —Ella ya tiene un abogado.
El guardián se veía cómicamente confundido. Si hubiera habido
un Strigoi allí afuera, él hubiera sabido que hacer. Esta bizarra
interrupción del protocolo estaba más allá de sus habilidades. La
juez suspiró.
—Bien. Envía a quien quiera que esté allí afuera aquí y
comencemos con esto.
Abe entró.
—Oh, querido señor —dije en voz alta.
No tuve que regañarme a mí misma por hablar cuando no me
correspondía, porque un murmullo de conversación llenó
inmediatamente el salón. Mi teoría era que la mitad estaban
sorprendidos porque conocían a Abe y su reputación. La otra mitad
estaba probablemente anonadada por su apariencia.
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Él usaba un traje de cachemira, considerablemente más claro
que el fúnebre negro de Damon. Debajo de éste, llevaba una camisa
de vestir de un blanco tan deslumbrante que parecía brillar,
particularmente junto a la llamativa corbata carmesí que usaba.
Otros puntos de rojo estaban regados por su atuendo, un pañuelo en
su bolsillo, mancuernas de rubíes. Naturalmente, todo estaba
perfectamente confeccionado y era tan caro como el atuendo de
Damon. Pero Abe no parecía estar de duelo. Él ni siquiera se veía
como si viniera a un juicio. Era más como si lo hubiéramos
interrumpido camino a una fiesta. Y, por supuesto, llevaba sus
acostumbrados aritos de oro en las orejas y su delineada barba
negra.
La jueza silenció el salón con un movimiento de la mano
mientras él se acercaba a ella.
—Ibrahim Manzur —dijo ella, sacudiendo su cabeza. Había
tanta sorpresa como desaprobación en su voz—. Esto es...
inesperado.
Abe la saludó con una elegante reverencia. —Es adorable verte
de nuevo, Paula. No has envejecido un sólo día.
—No estamos en un club campestre, Señor Manzur —le
informó ella—. Y mientras estemos aquí, usted se dirigirá a mí por el
título apropiado.
—Oh. Claro. —Él le guiñó un ojo—. Mis disculpas. Su señoría.
Dándose la vuelta, miró alrededor hasta posar sus ojos sobre
mí. —Aquí estás. Siento mucho haberme tardado. Comencemos.
Damon se paró. —¿Qué es esto? ¿Quién es usted? Yo soy su
abogado.
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Abe sacudió su cabeza. —Debe tratarse de un error. Me tomó
un buen tiempo viajar hasta aquí, así que puedo entender por qué
decidieron asignarte un abogado comunitario para reemplazarme.
—¡Abogado comunitario! —La cara de Damon se puso roja de
indignación—. Soy uno de los más renombrados abogados de los
Moroi americanos.
—Renombrado. Comunitario. —Abe se encogió de hombros y
se inclinó hacia atrás—. No pienso juzgarte. Disculpa el doble
significado.
—Sr. Manzur —interrumpió la jueza—, ¿es usted abogado?
—Soy muchas cosas, Paula, su señoría. Además, ¿importa? Ella
solamente necesita alguien que hable a su favor.
—Y ella ya tiene a alguien —exclamó Damon—. Yo.
—Ya no —dijo Abe, su comportamiento aún bastante
placentero. Él nunca dejó de sonreír, pero yo creí ver ese peligroso
brillo en sus ojos que asustaba a tantos de sus enemigos. Él era el
retrato de la calma, mientras Damon parecía a punto de tener un
ataque.
—Su señoría...
—¡Suficiente! —Ella dijo con esa voz que resonaba por toda la
habitación—. Dejen que la chica escoja. —Ella concentró sus ojos
marrones sobre mí—. ¿Quién quieres que hable por ti?
—Yo... —Mi boca cayó abierta debido a lo abrupto del cambio
de la atención sobre mí. Yo había estado observando el drama entre
los dos hombres como un partido de tenis, y ahora la pelota me
había golpeado en la cabeza.
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—Rose...
Sorprendida, me giré ligeramente. Daniella Ivashkov se había
acercado a la fila detrás de mí. —Rose —susurró ella de nuevo—, no
tienes idea de quién es ese hombre Manzur.
Oh, ¿no?
—Tú no vas a querer verte involucrada con él. Damon es el
mejor. El no es fácil de vencer.
Ella se movió de nuevo hacia su asiento, y yo miré los rostros de
mis potenciales abogados. Yo comprendía lo que quería decirme
Daniella. Adrian le había pedido buscar a Damon por mí, y entonces
ella había convencido a Damon de hacerlo.
Rechazarlo sería un insulto para ella, y considerando que ella
era una de las pocas Moroi de la realeza que había sido amable
conmigo respecto a Adrian, de verdad no quería ganarme su
desconfianza. Además, si esto era algún tipo de conspiración de la
realeza, tener uno de ellos de mi lado probablemente era mi mejor
oportunidad de salir libre.
Y aún así... aquí estaba Abe, mirándome con esa astuta sonrisa
suya. Él era realmente bueno obteniendo lo que quería, pero mucho
de eso era gracias a la fuerza de su presencia y su reputación. Si
realmente había alguna evidencia absurda en contra mía, la actitud
de Abe no sería suficiente para hacerla desaparecer.
Por supuesto, él también era astuto. La serpiente. Él podía hacer
que lo imposible ocurriera; él había conseguido mover muchas
influencias para ayudarme. De cualquier manera, eso no cambiaba
el hecho de que no fuera un abogado.
Por otra parte, él era mi padre.
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Él era mi padre, y aunque apenas y nos conocíamos el uno al
otro, había recorrido medio mundo para venir aquí y presentarse
con su traje gris a defenderme. ¿Se trataba de amor paternal echado
a perder? ¿Podría ser realmente un buen abogado? Al final del día,
¿era realmente cierto que la sangre es más espesa que el agua? No lo
sabía. De hecho no me gustaba ese refrán. A lo mejor funcionaba
para los humanos, pero no tenía sentido para los vampiros.
De cualquier modo, Abe estaba mirándome intensamente con
sus ojos café casi idénticos a los míos. Confía en mí, parecía decir.
¿Pero, podía hacerlo? Yo hubiera confiado en mi madre si ella
hubiera estado aquí, y yo sabía que ella confiaba en Abe.
Suspiré y lo señalé. —Me quedo con él. —En un tono más bajo,
añadí—: No me decepciones, Zmey.
La sonrisa de Abe creció aún más mientras las sorprendidas
exclamaciones de la audiencia llenaban el espacio, y Damon
protestaba, indignado. Daniella podía haberlo persuadido para que
me ayudara al principio, pero ahora este caso era cuestión de
orgullo para él. Su reputación acababa de ser manchada por mi
decisión de despedirlo.
Pero yo había tomado una decisión, y la exasperada juez no
escucharía más quejas al respecto. Ella despidió a Damon, y Abe se
acomodó en su puesto. La juez comenzó con el discurso de apertura
estándar, explicando por qué estábamos aquí, etc., etc., etc. Mientras
ella hablaba, me incliné hacia Abe. —¿En qué me has metido? —le
susurré.
—¿Yo? ¿En qué te has metido tu misma? ¿No podría
simplemente haber tenido que sacarte de una estación de policía por
beber siendo menor de edad, como la mayoría de los padres?
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Estaba empezando a comprender por qué la gente se irritaba
cuando yo hacía bromas en situaciones peligrosas.
—¡Mi puto peligro está en juego! ¡Ellos van a enviarme a juicio
y a encerrarme!
Todo rastro de humor o alegría se desvaneció de su cara. Su
expresión se tornó dura, letalmente seria. Un escalofrío recorrió mi
espalda.
—Eso —dijo él con una voz baja y plana—, es algo que te juro
que nunca, nunca va a pasar.
La juez regresó su atención a nosotros y a la abogada fiscal, una
mujer llamada Iris Kane. No era un apellido real, pero ella se veía
bastante dura. A lo mejor simplemente se trataba de una
característica de los abogados.
Antes de que la evidencia contra mí fuera mostrada, el asesinato
de la reina fue descrito en todos su horribles detalles. Cómo había
sido encontrada esta mañana en su cama, con una estaca de plata
atravesando su corazón y una profunda mirada de horror y sorpresa
en su cara. La sangre había estado en todas partes: en su traje de
noche, es las sábanas, en su piel... Las fotos fueron mostradas a la
audiencia, generando una variedad de reacciones. Gemidos de
sorpresa. Más miedo y pánico. Y algunos... algunas personas
lloraron. Algunas de esas lágrimas eran sin duda por la terrible
situación, pero creo que muchos lloraron porque realmente amaban
o les gustaba Tatiana. Ella había sido fría y rígida algunas veces,
pero la mayor parte del tiempo, su reinado había sido justo y
pacífico.
Después de las fotos, ellos me llamaron. La audiencia no se
llevaba a cabo como un juicio normal. No había un intercambio
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formal de abogados mientras cuestionaban a los testigos. Ellos
simplemente se quedaban allí y se turnaban para hacer preguntas
mientras la juez mantenía el orden.
—Señorita Hathaway —comenzó Iris, pasando por alto mi
título—. ¿A qué hora regresó ayer a su cuarto?
—No sé la hora exacta... —Me enfoqué en ella y en Abe, no en el
océano de caras al frente—. En algún momento al rededor de las 5
A.M., creo. Tal vez a las 6.
—¿Había alguien con usted?
—No, bueno... sí. Después. —Oh, Dios. Aquí vamos—. Um,
Adrian Ivashkov me visitó.
—¿A qué hora llegó él? —preguntó Abe.
—Tampoco estoy segura. Unas horas después de que regresé,
supongo.
Abe le dirigió su encantadora sonrisa a Iris, quien estaba
buscando entre algunos papeles. —El asesinato de la reina ha sido
bastante precisamente reducido a algún momento entre las siete y
las ocho. Rose no estaba sola, por supuesto, necesitaríamos que el Sr.
Ivashkov testifique dicho encuentro.
Mis ojos se dirigieron brevemente a la audiencia. Daniella se
veía pálida. Esta era su pesadilla: Adrian estaba involucrado.
Mirando más allá, logré ver que Adrian parecía extrañamente
calmado. De verdad esperaba que no estuviera borracho. Iris
levantó una hoja de papel con una expresión triunfante. —Tenemos
una declaración firmada por un conserje que dice que el Sr.
Ivashkov llegó al edificio de la defendida aproximadamente a las
nueve y veinte.
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—Eso es bastante especifico —dijo Abe. Él sonaba entretenido,
como si ella hubiera dicho algo lindo—. ¿Tiene algún miembro del
staff de la recepción que pueda confirmarlo?
—No —dijo Iris fríamente—. Pero esto es suficiente. El conserje
lo recuerda porque estaba a punto de tomar su descanso. La señorita
Hathaway estaba sola cuando el asesinato fue cometido. Ella no
tiene coartada.
—Bien —dijo Abe—. Al menos de acuerdo a algunos ‚hechos‛‖
cuestionables.
Pero no se dijo más sobre la hora. La evidencia fue admitida en
los registros oficiales, y yo respiré profundamente. No me había
gustado esa línea de interrogatorio, pero esto había sido previsto,
basado en las conversaciones que había escuchado más temprano,
vía Lissa. No tener coartada no era algo bueno, pero yo compartía la
opinión de Abe. Lo que tenían hasta el momento no parecía lo
suficientemente fuerte para enviarme a juicio.
Además, ellos no me habían preguntado nada más sobre
Adrian, lo que lo dejaba fuera de esto.
—Siguiente exhibición —dijo Iris. Tenía una mueca triunfal en
su cara. Ella sabía que el argumento de la hora era complicado, pero
lo que fuera que viniera a continuación, era oro para ella.
Pero de hecho era plata. Una estaca de plata.
Dios me ayude, ella tenía una estaca de plata en un contenedor
de plástico transparente. Esta brillaba gracias a la iluminación
incandescente, excepto por su punta. Esta estaba oscura. Con
sangre.
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—Esta es la estaca usada para matar la reina —declaró Iris—. La
estaca de la Señorita Hathaway.
Abe de verdad se rió. —Oh, por favor. Los guardianes cambian
de estacas todo el tiempo. Ellos tienen un enorme suministro
idéntico.
Iris lo ignoró y me miro a mí. —¿Donde está tu estaca en este
momento?
Fruncí el ceño. —En mi habitación.
Ella se giró y miró hacia la multitud. —¿Guardián Stone?
Un alto dhampir con un bigote en forma de arbusto se puso de
pie entre la audiencia.
—¿Sí?
—Usted llevó a cabo la búsqueda en el cuarto y las pertenencias
de la Señorita Hathaway, ¿correcto?
Yo gemí indignada. —Ustedes buscaron en...
Una afilada mirada de Abe me silenció.
—Correcto —dijo el guardián.
—¿Y encontró usted alguna estaca de plata? —Preguntó Iris.
—No.
Ella nos miró de nuevo, aún confiada, pero Abe parecía
encontrar esta nueva información aún más ridícula que la última.
—Eso no prueba nada. Ella podría haber perdido la estaca sin
darse cuenta.
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—¿Perdida en el pecho de la reina?
—Señora Kane —advirtió la jueza.
—Mis disculpas, su señoría. —Dijo Iris suavemente. Ella se
dirigió hacia mí.
—Señorita Hathaway, ¿Hay algo especial acerca de su estaca?
¿Algo que pudiera distinguirla de las demás?
—S... sí.
—¿Puede describir eso?
Yo tragué. Tenía un mal presentimiento sobre esto. —Tiene un
patrón grabado cerca de la punta. Un tipo de diseño geométrico. —
Los guardianes hacían grabados como ese en ocasiones. Yo había
encontrado esta estaca en Siberia y me había quedado con ella.
Bueno, de hecho, Dimitri me la había enviado después de sacarla de
su propio pecho.
Iris caminó hacia el consejo y levantó el contenedor para que
cada uno de ellos la examinara. Regresando hacia mí, ella me dio mi
turno.
—¿Es este su patrón? ¿Su estaca?
Me quedé mirándola. De hecho lo era. Mi boca se abrió,
preparada para decir, sí, pero entonces miré a Abe. Claramente él no
podía hablarme directamente, pero enviaba muchos mensajes con
esa mirada. El más grande de ellos era que fuera cuidadosa, astuta.
¿Que haría una persona resbalosa como Abe?
—Es... se ve similar al diseño de la mía —dije al final—. Pero no
podría estar segura de que se trate de la misma.
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La sonrisa de Abe me dijo que había respondido correctamente.
—Por supuesto que no puedes —dijo Iris, como si no hubiera
esperado nada mejor. Ella entregó el contenedor a uno de los
ayudantes de la corte—. Pero ahora que el Consejo ha visto que el
diseño encaja con la descripción y es casi como su estaca, me
gustaría señalar que los exámenes han revelado —ella sostuvo en
alto más papeles, con la victoria plasmada en su cara—, que sus
huellas digitales están en ella.
Ahí estaba. El gran marcador. La ‚gran evidencia‛.
—¿Alguna otra huella? —Preguntó la jueza.
—No, su señoría. Sólo las suyas.
—Eso no significa nada —dijo Abe encogiéndose de hombros.
Tenía el presentimiento de que si me ponía de pie y de repente
confesaba que yo la había asesinado, él diría de cualquier forma que
se trataba de evidencia dudosa—. Alguien roba su estaca y usa
guantes. Sus huellas estarían sobre ella porque es suya.
—Esto se está poniendo complicado, ¿no cree? —preguntó Iris.
—La evidencia está llena de agujeros —protestó él—. Eso es lo
complicado. ¿Como podría ella haber entrado a la habitación de la
reina? ¿Como podría haber esquivado los guardias?
—Bueno —respondió Iris—, esas son preguntas que podrían ser
mejor exploradas durante un juicio, pero considerando la extensa
experiencia de la Señorita Hathaway entrando y escapándose de
lugares, junto a otras incontables faltas disciplinarias que tiene su
expediente, no dudo que ella hubiera encontrado cualquier número
de formas para entrar.
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—Usted no tiene pruebas —dijo Abe—. Sólo tiene teorías.
—No las necesitamos —dijo Iris—. No en este punto. Tenemos
más que suficiente para enviarla a juicio, ¿verdad?, Quiero decir, ni
siquiera hemos llegado a la parte en que innumerables testigos
escucharon a la Señorita Hathaway decirle a la reina que iba a
arrepentirse de establecer la reciente ley de los guardianes. Puedo
buscar la transcripción si lo desea, eso sin mencionar los
‚expresivos‛ comentarios que la Señorita Hathaway hizo en
público.
Un recuerdo regresó a mí, de estar fuera con Daniella mientras
despotricaba, con otros mirándome, acerca de cómo la reina no me
podía comprar con una misión. No fue una buena decisión de mi
parte. Tampoco lo fue el que hubiese irrumpido en la Vigilia Mortal
y me hubiese quejado sobre si valía la pena proteger a la Reina
cuando Lisa fue capturada. Le había dado a Iris mucho material.
—Oh, sí —continuó Iris—. También tenemos datos sobre la
reina declarando su extrema desaprobación respecto a la relación
entre la señorita Hathaway y Adrian Ivashkov, sobre todo cuando
ambos se fugaron. —Abrí la boca en ese momento, pero Abe me
hizo callar—. Hay innumerables registros de Su Majestad y la
señorita Hathaway discutiendo en público. ¿Le gustaría que trajese
esos documentos también, o ya podemos someterla a votación para
llevarla a juicio?
Esto fue dirigido al juez. Yo no tenía formación jurídica, pero las
evidencias eran bastante irrefutables. Me habían dicho que
definitivamente había razones de sobra para considerarme
sospechosa de asesinato, excepto por...
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—¿Su Señoría? —pregunté. Creo que ella estaba a punto de dar
su declaración—. ¿Puedo decir algo?
La jueza pensó en ello un momento y entonces se encogió de
hombros. —No veo ninguna razón para no hacerlo. Estamos
recogiendo todas las pruebas que haya.
Oh, mi declaración improvisada no estaba en absoluto en los
planes de Abe. Caminó hacia el estrado a zancadas, con la esperanza
de poder detenerme con sus sabios consejos, pero no fue lo
suficientemente rápido.
—Está bien —dije, esperando sonar razonable y no perder los
estribos—. Ha establecido un montón de cosas sospechosas aquí.
Puedo verlo. —Abe me miró dolido. No era una expresión que
hubiera visto antes en él. No perdía el control de la situación muy a
menudo—. Pero ahí está el asunto. Es demasiado sospechoso. Si yo
fuera a asesinar a alguien, no sería tan estúpida. ¿Cree usted que
dejaría mi propia estaca clavada en su pecho? ¿Cree que no me
pondría guantes? Vamos. Eso es insultante. Si soy tan astuta como
usted afirma que dice mi récord, entonces ¿por qué lo haría de esta
manera? Quiero decir, ¿en serio? Si lo hiciera, lo haría mucho mejor.
Usted ni siquiera me tendría como sospechosa. Todo esto es
realmente una especie de insulto a mi inteligencia.
—Rose... —comenzó Abe, con una nota peligrosa en su tono.
Seguí adelante.
—Todas estas evidencias que usted tiene son tan dolorosamente
obvias. Diablos, quienquiera que lo haya armado podría haber
pintado una flecha dirigida directamente hacia mí, y alguien ha
preparado todo esto, pero ustedes son demasiado estúpidos para
siquiera considerarlo. —El volumen de mi voz iba en aumento, y
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cuando fui conciente de ello, lo reduje de nuevo a niveles
normales—. Quieren una respuesta fácil. Una respuesta rápida. Y
sobre todo quieren a alguien sin conexiones, sin una familia
poderosa que la proteja... —Vacilé allí, insegura de cómo clasificar a
Abe—. Porque así es como es siempre. Así fue como se hizo con esa
ley de la edad. Nadie fue capaz de defender a los Dhampirs ya que
este maldito sistema no lo permite.
Entonces me di cuenta de que me había desviado un poco del
tema y estaba haciéndome parecer más culpable al criticar la ley
sobre la edad. Volví a centrar el tema en mi persona.
—Um, de todas maneras, Señora Jueza... Lo que estoy tratando
de decir es que estas pruebas no son suficientes para acusarme o
enviarme a juicio. Yo no planearía un asesinato de una forma tan
mala.
—Gracias, señorita Hathaway —dijo la jueza—. Eso fue
mucha... información. Puede tomar asiento, mientras se desarrolla la
votación del Consejo.
Abe y yo regresamos a nuestros asientos.
—¿En qué diablos estabas pensando? —me susurró.
—Estaba contando las cosas tal y como son. Me estaba
defendiendo.
—Yo no iría tan lejos. Tú no eres abogada.
Le miré de reojo. —Tampoco tú, viejo.
El juez pidió al Consejo votar si consideraban que había
pruebas suficientes para ser una sospechosa viable y mandarme a
juicio. Ellos lo hicieron. Once manos se levantaron. De esa forma,
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todo se había terminado. A través de nuestro vínculo, sentí a Lissa
alarmada.
Mientras Abe y yo nos levantábamos para marcharnos, miré
hacia el público y éste ya empezaba a disolverse y a hablar sobre lo
que luego pasaría. Sus ojos de color verde claros estaban muy
abiertos y tenía el rostro inusualmente pálido.
A su lado, Adrian también me miraba angustiado, pero en el
modo en que me miró, pude ver el amor y la intensa determinación.
Y en la parte posterior, detrás de ellos dos... Dimitri.
Yo no sabía siquiera que él estaba aquí. Sus ojos estaban puestos
también en mí, oscuros y sin fin.
Sólo que yo no podía leer lo que estaba sintiendo. Su rostro no
delataba nada, pero había algo en sus ojos... algo intenso e
intimidatorio. La imagen de él listo para derribar a ese grupo de
guardianes pasó por mi mente, y algo me dijo que, si se lo pedía, él
lo haría de nuevo. Él lucharía por todo el camino hasta llegar a mí a
través de la sala y haría todo lo que estuviese a su alcance para
salvarme de aquí.
Un roce en mi mano distrajo mi atención de él. Abe y yo
habíamos comenzado a salir, pero el pasillo delante nuestro estaba
lleno de gente, por lo que nos detuvimos.
Lo que sentía contra mi mano era un pedazo pequeño de papel
metido entre mis dedos. Mirando más allá, vi que Ambrose estaba
sentado junto al pasillo, mirando hacia el frente. Quería preguntarle
qué pasaba, pero un instinto me mantuvo en silencio. En vista de
que la fila aún no se movía, me apresuré a abrir el papel,
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manteniéndolo fuera de la vista de Abe. El papel era pequeño,
escrito con una elegante letra cursiva casi imposible de leer.
Rose, Si estás leyendo esto, es que algo terrible ha sucedido. Es
probable que me odies, y no te culpo. Sólo puedo pedirte que confíes en que
lo hice con el decreto de la edad, era lo mejor para tu gente si se compara
con lo que otros habían planeado. Hay algunos Moroi que quieren obligar a
que todos los Dhampirs estén a su servicio, lo quieran o no, mediante el uso
de la compulsión. El decreto de edad ha disminuido esa fracción. Sin
embargo, me dirijo a ti con un decreto que debes corregir, y es un secreto
que debes compartir con la menor cantidad de gente posible. Vasilisa
necesita su puesto en el Consejo, y lo puede hacer. Ella no es la última
Dragomir. Hay otro con vida, el hijo ilegítimo de Eric Dragomir. No sé
nada más, pero si puedes encontrar a este hijo o hija, le darás a Vasilisa el
poder que se merece. No importan tus defectos ni tu peligroso
temperamento, eres la única que creo, que siento, que puede asumir esta
misión. No pierdas el tiempo en el cumplimiento de la misma.
Tatiana Ivashkov
Me quedé mirando el pedazo de papel, su mensaje quemaba en
mi mente. Ella no era la última Dragomir. Había otros con vida. Si
esto era cierto, si Lissa tenía un medio hermano o media hermana...
Eso lo cambiaría todo. Tendría un voto en el Consejo. Ya no estaría
sola.
Si era verdad. Si es que esta era realmente una carta de Tatiana.
Cualquier persona podría firmar en su nombre en una hoja de
papel.
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Esto no lo convertía en una realidad. Aún así, me estremecí,
turbada por la idea de recibir una carta de una mujer muerta. Si se
me permitiese ver los fantasmas que nos rodeaban, ¿Tatiana estaría
allí, inquieta y vengativa? Yo no me atrevía a bajar mis paredes para
mirar. Todavía no. Tenía que haber otras respuestas. Ambrose no
me había dado la nota. Tenía que preguntarle... excepto que la gente
se movía por el pasillo otra vez. Un guardián me dio un codazo al
pasar de largo.
―¿Qué‖ es‖ eso?‖ —me preguntó Abe, siempre alerta y
sospechoso. Me apresuré a doblar la nota.
—No es nada.
Su mirada me dijo que no me creía en absoluto. Me pregunté si
debería decirle. Es un secreto que debes compartir con la menor cantidad
posible de personas.
Si él estaba incluido en ese grupo, este no era el lugar
apropiado. Traté de distraer su atención de esto y sacudir la mirada
estupefacta que debía de tener ahora en mi cara. Esta nota había
sido un gran problema, pero no tan grande como el que yo tenía
ahora mismo.
—Me dijiste que no iría a juicio —le dije a Abe. Mi irritación
anterior regresó—. Te di una gran oportunidad.
—No fue una gran oportunidad. Tarus tampoco hubiera
conseguido que salieras bien.
La actitud despreocupada de Abe ante todo el asunto me
enfureció aún más.
—¿Quieres decir que desde el principio sabías que esta
audiencia era una causa perdida?
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Era lo que Mikhail había dicho también. Qué bueno es tener
tanta fe por parte de todos.
—Esta audiencia no era importante —dijo Abe esquivamente—.
Lo importante es lo que va a ocurrir a continuación.
—¿Y qué es exactamente?
Él me dio nuevamente una oscura y astuta mirada.
—Nada de lo que debas preocuparte por el momento.
Uno de los guardianes puso su mano sobre mi brazo,
diciéndome que tenía que retirarme. Me resistí a su agarre y me
incliné hacia Abe.
—¡Diablos, no lo sé! Es de mi vida de lo que estamos hablando
—Exclamé.
Sabía lo que vendría después. Estar en prisión hasta el día del
juicio. Y más prisión si me condenaran.
—¡Esto es serio! ¡No quiero ir a juicio! No quiero pasar el resto
de mi vida en un lugar como Tarasov.
El guardia tiró de mí más fuerte, y nos empujó hacia delante.
Abe me dio una mirada penetrante que hizo congelar mi sangre.
—No vas a ir a juicio. No va a ir a la cárcel —susurró sin que los
guardias le escucharan—. No lo permitiré. ¿Lo entiendes?
Negué con la cabeza, confundida por tantas cosas y sin saber
qué hacer.
―Viejo, aún tienes tus límites.
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2
Su sonrisa volvió. —Te sorprenderías. Además, ni siquiera
envían a los traidores de la realeza a la cárcel, Rose. Todo el mundo
lo sabe.
Me burlé. —¿Estás loco? Por supuesto que sí. ¿Qué otra cosa
crees que hacen con los traidores? ¿Decretar su libertad y luego les
dicen que no lo vuelvan a hacer?
—No —dijo Abe, justo antes de darse la vuelta—. Ellos ejecutan
a los traidores.
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3
Escritora norteamericana, Richelle Mead es una
conocida autora de fantasía urbana, con libros
publicados para adultos pero también en una
vertiente mucho más juvenil.
Licenciada en arte, religiones comparadas y
enseñanza, Mead se dedica actualmente a escribir
de manera exclusiva.
Sus libros más conocidos en España se
corresponden a los creados para jóvenes adultos, entre los que destaca la serie
de Vampire Academy.
Saga Vampire Academy:
1. - Vampire Academy
2. - Frostbite
3. - Shadow Kiss
4. - Blood Promise
5. - Spirit Bound
6.- Last Sacrifice (7 de Diciembre 2010)
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4
Esta historia continua con…
Asesinato. Amor. Celos. Y el último sacrificio. Ahora, con Rose a
juicio por su vida y Lissa en primera línea para el trono real, nada
volverá a ser lo mismo entre ellas.
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