Post on 18-Jul-2022
Personalismo y política. Una aproximación a la experiencia
yrigoyenista desde la teoría de las elites.
Lic. Victoria Zunino victoria.zunino@usal.edu.ar
Trabajo realizado en el marco de la tesis de Doctorado en Ciencia Política.
Universidad del Salvador, República Argentina
Área temática: Teoría Política
Trabajo preparado para su presentación en el 9º Congreso Latinoamericano de Ciencia Política,
organizado por la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (ALACIP). Montevideo, 26 al 28
de julio de 2017.
Resumen
El presente trabajo se propone ahondar la relación entre la política y personalismo en los
albores de la democracia argentina tomando la perspectiva de los principales teóricos de las
elites: Mosca (1858-1941), Pareto (1848-1923), Michels (176-1936), Sorel (1847-1922) y
Weber (1864-1920). Para ello, se detiene en el estudio del liderazgo político de Hipólito
Yrigoyen y la concepción de partido político como religión cívica, cuestionándose la
certeza canónica de que existe una antinomia entre la democracia y los procesos de
conformación y las prácticas de las elites políticas (entendidas como minoría).
Introducción
En este trabajo nos hemos propuesto realizar una aproximación a la relación
política – personalismo en los albores de la democracia argentina, durante la experiencia
Yrigoyenista, tomando la perspectiva de los teóricos de las elites. Se partirá de una
descripción del contexto de apertura democrática y del incipiente liderazgo carismático de
Hipólito Yrigoyen, para luego realizar un acercamiento a la experiencia yrigoyenista. Se
ahondará en el fenómeno del personalismo y, complementariamente, la identificación del
movimiento radical como religión cívica.
Estos fenómenos, si bien obedecieron a procesos y experiencias nacionales, se
pueden enmarcar en tendencias más universales que, en Europa, dieron lugar a que una
escuela de ciencia social (escuela elitista) reflexionara e intentara explicar dicho fenómeno
a partir del estudio de la conformación, mantenimiento y declive de las elites políticas, el
análisis de los recientes partidos políticos de masas y los liderazgos carismáticos.
Acerca de los teóricos de las elites
Por un lado, Mosca1 sostuvo la existencia de dos clases diferenciadas dentro de una
misma comunidad política: la clase de los gobernantes y la clase de los gobernados. La
primera está integrada por una minoría, cuya principal característica es que está organizada,
y por ende es la que gobierna sobre la mayoría: la clase de los gobernados. A través de su
teoría de la clase gobernante, Mosca puso en discusión la visión de la teoría democrática
que sostiene que la mayoría puede gobernarse a sí misma: siempre hay una minoría
organizada que gobierna, y es la clase de los gobernados la que proporciona a la primera los
medios materiales de subsistencia y los instrumentos para conservarse en el poder. Lo que
mantiene cohesionada a una comunidad es la existencia de una fórmula política, es decir,
un conjunto de creencias, valores y principios aceptados por ésta. En este sentido, la clase
política reproduce y es portadora de una fórmula política (Mosca, 1939). Asimismo, este
autor descarta la ficción de que las clases políticas sean homogéneas. Por el contrario,
considera que hacia el interior de la clase gobernante existe un equilibrio de poder entre las
1 Gaetano Mosca (1858-1941). Algunos lo consideran como el padre de la ciencia política italiana. Teórico de
la clase gobernante, senador y ministro italiano. Su principal obra, Elementi di Scienza Política, fue escrita en
1896 y traducida al inglés, The Ruling Class, en 1939.
principales fuerzas sociales (Meisel, 1962: 207). La clase política se caracteriza, entonces,
por su transversalidad, dado que se nutre de los diferentes sectores de la sociedad.
En sintonía con las proposiciones teóricas de Mosca, la perspectiva de Pareto2 se
centra en el principio de desigualdad natural entre los hombres y en el estudio de sus
comportamientos. Las cualidades que socialmente se ponderan en un grupo, se valoran de
manera tal que el grupo que las posee es reconocido como elite, aristocracia o
sencillamente, como “los mejores”. De acuerdo con este autor, en todos los órdenes de la
vida y en todas las actividades que realiza el hombre existe una elite, una minoría que se
destaca. Esta constante se aplica tanto a la elite de gobierno como a una elite de no
gobierno. (Pareto, 1935).
En este contexto, resulta pertinente considerar el concepto de mito de Sorel3 (2005)
en relación con el de fórmula política de Mosca, dado que el mito es la expresión de
convicciones e imágenes en movimiento, es decir, la praxis política. La función del mito es
cohesionar a la sociedad mediante una estructura cuyas normas y costumbres contienen al
individuo evitándole sufrir una sensación de aislamiento y soledad que, a su vez, conducen
al caos y al desorden social. En este sentido, “el mito no consiste en estabilizar, sino en
dirigir unas energías e inspirar una acción.” (Isaiah Berlin en Sorel 2005: 38). ¿Puede
encuardrarse en la función práctica del mito soreliano la concepción de la democracia como
voluntad del pueblo en oposición a la democracia pluralista de partidos? En relación a la
construcción del mito voluntarista, cabe preguntarse también si las cualidades que se
atribuyen a la figura de Yrigoyen simbolizan las aptitudes que se esperaban en una nueva
clase dirigente, que, por contraste con la clase política oligárquica, se definía a través de la
imagen de un líder patriótico, idealista, caudillo noble y austero…
2 Vilfredo Pareto (1848-1923) fue un ingeniero, economista y sociólogo italiano. Entre sus principales obras,
cabe señalar el Curso de Economía Política (1896-97), el Manual de Economía Política (1906) y el Tratado
de sociología general (1916). Junto con Mosca, se lo considera uno de los primeros teóricos de la escuela
elitista.
3 George Sorel (1847-1922) fue un filósofo y político teórico francés. Ingeniero en puentes y caminos que
hacia los 40 años comenzó a escribir sobre problemas sociales adoptando posiciones anarco-sindicalistas. Una
de sus principales obras es Reflexiones sobre la violencia (1906).
La obra mas conocida de Michels4 es Los partidos políticos. Un estudio sociológico
de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna (1911). La misma se inspira en la
estructura y funcionamiento del Partido Socialdemócrata alemán. Michels abordó el
problema de la democracia como teoría y como movimiento práctico, planteando que la
democracia liberal presenta obstáculos en su funcionamiento y en su génesis que no se
pueden resolver sino en parte. Hay distintas tendencias opuestas a la democracia pero
Michels se interesa sobre todo en una proveniente de la naturaleza misma de la
organización. “La democracia conduce a la oligarquía, y contiene necesariamente un núcleo
oligárquico.” (Michels; 1911/1997: 8). Siendo la naturaleza del partido político un terreno
poco explorado en la época en la literatura de lengua alemana, Michels busca llenar ese
vacío. Comienza por describir su funcionamiento encontrando un área de indiferencia
respecto de cualquier otra organización propia de la sociedad capitalista. Su presunción
analítica de que la oligarquía es inevitable en todo tipo de organización, incluye también a
los partidos políticos. Es aquí que surge una contradicción en la definición propia de
democracia. Es decir, si para la realización de la democracia, es necesaria la organización y
ésta conduce inevitablemente a la oligarquía, la pregunta de fondo es ¿en qué medida la
democracia es posible? y, ¿qué tipo de democracia es posible? Este es el problema de
investigación de Michels, quien se refiere a la democracia liberal y observa que el partido
socialista no era ajeno a estas tendencias oligárquicas inherentes a la organización.
Asimismo, Michels efectúa un análisis sociológico de los partidos políticos modernos sin
descuidar el aspecto psicológico de los líderes ni la propia naturaleza humana.
Weber5, por su parte, analiza el mismo proceso político cuando observa el
surgimiento del político profesional, el cual vive de la política. Estas proposiciones teóricas
resultan relevantes para este trabajo en tanto proveen herramientas analíticas para
comprender al radicalismo como partido de masas moderno. Asimismo, permiten poner de 4 Roberto Michels (1876-1936) fue alemán por nacimiento, pero italiano por opción. Su pensamiento, como el
de Mosca, Pareto y Sorel, es ubicado en la escuela de pensamiento llamada maquiaveliana. Hacia sus últimos
años, se interesó por el fascismo tanto por su tendencia a la emotividad como también por su crítica a la
democracia parlamentaria y su entusiasmo por el liderazgo carismático.
5 Max Weber (1864-1920) fue un sociólogo alemán, hijo de un destacado jurista y político del Partido Liberal
Nacional en la época de Bismarck. De entre sus escritos políticos cabe destacar Parlamento y gobierno en una
Alemania reorganizada (1918) en defensa del parlamentarismo, obra escrita en los difíciles tiempos de la
Alemania en guerra.
relieve la contradicción en que incurre esta organización partidaria ante el liderazgo de
Yrigoyen. En este contexto, la UCR deja de ser el partido institucionalista que supo ser en
sus inicios para ser entendido como movimiento que representa a la Nación misma.
Desde estas perspectivas teóricas, la fuerza o debilidad, el desarrollo o decadencia
de una nación, dependen de una multiplicidad de factores, pero en primera instancia
dependen de la calidad de la clase gobernante. Por ende, el estudio acerca de su
composición, origen, desarrollo, decadencia y transformaciones es de suma importancia
para la ciencia política.
Personalismo y sociedad de masas
El surgimiento y praxis política del radicalismo como agrupación impersonal y
principista se podría entender en el marco de lo que los elitistas ven como circulación de
las elites, ante el declive de un ciclo histórico dominado por el fraude y la corrupción
política del régimen oligárquico. Los elitistas advirtieron un fenómeno de similares
características en Italia. Decía Pareto: “La corrupción electoral también gana terreno…
Nosotros llegamos al colmo este año (1891) cuando el ministro del Interior, hablando a la
Cámara, pudo decir a un diputado: Para ser elegidos, habéis hecho votar incluso a los
muertos” (Pareto en Fernández Pardo, 2015: 13). Es muy elocuente la observación de
Pareto dado que el radicalismo nació en 1891 como movimiento revolucionario. Los
últimos años del siglo XIX estuvieron marcados por los diferentes alzamientos radicales en
distintos puntos del país. La UCR tuvo como principal objetivo la reivindicación de las
libertades civiles y de sufragio. La corrupción política y administrativa, la falta de
idoneidad por parte del gobierno en materia económica y la percepción de un declive de
la clase dirigente en términos morales llevó a que el radicalismo fuera concebido como
movimiento defensor de la legalidad y portador de valores éticos. La necesidad de
transparentar el sistema de gobierno y las consecuentes crisis políticas de fines del siglo
XIX y principios del XX se han extendido no sólo por América latina, sino también por las
naciones europeas.
En este contexto, Mosca observa que:
Las grandes naciones de Europa central y occidental han sido gobernadas en forma
diferente en comparación con las repúblicas de Sud América. En América latina aún se
acostumbra que los líderes del partido ganador disparen a los del partido perdedor y, no
mucho tiempo atrás, era más fácil computar los robos de miles de millones cometidos
por aquellos que ostentaron el poder por tiempo indefinido6. (Mosca, 1939: 132)
Este análisis de Mosca va acompañado de una cita al pie que hace alusión específica
a: “El caso de Juárez Celman, un presidente de la República Argentina, y sus cómplices…”
(Mosca, 1939: 132). Parecería que el autor tiene una mirada sobre la realidad
latinoamericana de fines del siglo XIX. Desde fines de siglo XIX y principios del siglo XX, el
crecimiento económico y demográfico, y los avances en educación modificaron las
características del electorado en Argentina. A esto se suma la población inmigratoria que,
por su condición, carecía de derechos políticos. Los hijos de inmigrantes pasaron a formar
parte de un electorado que sería cada vez más numeroso. En este periodo se producen
transformaciones sociales, económicas y culturales que se extienden a la vida política, dado
que las agrupaciones personalistas de los años 1860 y 1870 habrían de transformarse en
partidos con estructuras más permanentes, las cuáles, aun manteniendo una tendencia hacia
liderazgos fuertes, crearían instancias de elección de candidatos más colegiadas y
descentralizadas. Las decisiones unilaterales de los líderes serían reemplazadas por
convenciones partidarias nacionales y provinciales; y los clubes que abrían sólo para las
elecciones, serían reemplazados por locales partidarios tendientes a construir un vínculo
más permanente con la comunidad. Todo esto favoreció a que las tradicionales jornadas
electorales violentas de las décadas precedentes se transformaran en elecciones más
pacíficas, pasándose de la coacción a la seducción del votante, en especial mediante la
compra de votos (Losada, 2009: 121).
En la Argentina uno de los rasgos más notables de la política a partir de 1916 es la
campaña electoral destinada a un público ampliado, masivo y la forma de una parte de la
UCR de intervenir en este espacio como “religión cívica”. La política que debía encarnar
una “idea-principio-voluntad”, tendió a exacerbar la radicalidad de los discursos (Persello
y De Privitello 2006). Asimismo, la Unión Cívica Radical (UCR) nacido como partido de
6 Traducción propia del original: “The great nations of central and western Europe have been ruled very
differently from the republics of South America. In Latin America it is still customary for the leaders of the
winning party to shoot the leaders of the beaten party, and, not so very long ago, it was easier to compute the
thefts committed by those who held power for any length of time in hundreds of millions than in millions. For
the case of Juarez-Celman, a president of the Argentine Republic, and his accomplices, see Ebelot, *'La
Revolution de Buenos Ayres." (Mosca, 1939: 132)
principios entronizado en la tradición liberal de Alem devino, hacia 1916, un
movimiento personalista con el liderazgo de su sobrino Yrigoyen. (Ferrás, 2014)
En relación con la actividad política en la nueva sociedad de masas y sus rasgos
más característicos, Marcela Ferrari (2008) destaca la importancia de las proposiciones de
Weber (2003) acerca del surgimiento de la política como profesión en tanto actividad de
tiempo completo y la posibilidad de vivir de ella “a condición de vivir para ella”.
Además, rescata a Moisei Ostrogorski (2008), quien consideraba que “en una democracia
de masas los partidos políticos actuaban como maquinarias jerárquicamente organizadas,
en las cuales cada individuo cumplía funciones específicas para alcanzar la meta
propuesta: reclutar la mayor cantidad de adhesiones posible para obtener el triunfo
electoral.” (Ferrari 2008:27) En este mismo contexto, Michels proponía su ley de hierro
de la oligarquía, que advertía que los gobernantes estaban más ocupados en mantenerse
en el poder que en representar los intereses de las bases, abandonando sus principios, y
anteponiendo la organización partidaria como fin en sí mismo.
Yrigoyen como apóstol de la nación
Desde el principio, la identificación de Yrigoyen entre el partido y la Nación está
unida a la comprensión de la política como un apostolado. Yrigoyen aparece como el
héroe restaurador enviado por la Providencia, imagen de sí mismo a la que alega en Mi
vida y mi doctrina de 1923. Se asume como un héroe restaurador y apela a la figura
cristiana de apóstol. Arturo Roig sostuvo que uno de los motivos por los cuales se sintió
seducido por el krausismo, había sido el lugar que ocupaba Jesús en dicha filosofía.
(Padoan 2002: 27). El Manifiesto de la Unión Cívica Radical al pueblo de la República
del 30 de marzo de 1916 llama a todos los argentinos a cumplir con el “sagrado” deber
cívico porque el país requiere “una profunda renovación de sus valores éticos” (Halperín
Donghi 2007: 342). En principio, la misión profundamente ética de la política –como
enfatiza Arturo Roig en Los krausistas argentinos- está vinculada a la influencia del ideal
krausista y la influencia del regeneracionismo español en el que se forma Yrigoyen, quien
había sido profesor de filosofía durante 25 años en la Escuela Normal de Profesores. La
Causa contra el Régimen podía ser pensada como una batalla entre el Bien y el Mal;
Yrigoyen, un "apóstol"; los miembros del partido, "correligionarios"; la circunscripción,
“la parroquia”; la victoria era "la reparación" y cualquier renuncia, una "apostasía". Como
sugiere Roig, de algún modo, la mística religiosa se transmutó en una mística política. En
torno al concepto krausiano de “individualidad” giran las biografías que inmortalizan a
Yrigoyen como la realización del ideal antropológico, muestra de ello son El Hombre
(1920) de Horacio Oyhanarte y Yrigoyen, su revolución política y social (1943) de Carlos
Rodríguez. (Ferrás, 2014)
Si el Yrigoyenismo aparece en el contexto de la conformación de las identidades
nacionales (también visto como un proceso que excede a la Argentina) el partido no
alcanza. El partido representa la parte. Concebir al partido como movimiento, podría
permitirnos pensar a la nación misma. Una misma fórmula política constituida por
democracia e identidad nacional. En este sentido, el interrogante que se presenta es ¿cómo
construir una fórmula política desde la parte, o sea, desde el partido? ¿Cómo crear la nación
sin entrar en la categoría amigo- enemigo o sin asumir una deriva cesarista? Esto nos
conduce a Michels (1996) cuya interpretación bonapartista de la soberanía popular es una
dictadura personal conferida por el pueblo de acuerdo con leyes constitucionales. Michels
establece un paralelismo entre el “cesarismo bonapartista” y la democracia moderna, en la
cual entiende que no existen instituciones intermedias entre el líder y las masas, donde los
partidos políticos modernos aspiran a identificarse con la totalidad del pueblo
proclamándose representativos y universales y, si bien se presentan como partidos de clase
(pensemos en el partido socialdemócrata alemán, el cual inspiró al autor) esa condición es
contradictoria con la estrategia de agregar intereses heterónomos. De esto se infiere que
humanidad y partido distan de ser idénticos. Esta es para Michels una contradicción propia
de la democracia de masas en la cual los partidos se convierten en el tipo contemporáneo
calificado como partidos atrapa todo (Michels 1997:71). Una postura diferente dentro de la
tradición elitista es la que ofrece Mosca (1939), quien entiende el liderazgo carismático
como resultado de una crisis en las estructuras políticas tradicionales. Cabe pensar entonces
que de acuerdo con este autor los liderazgos carismáticos no significarían necesariamente
una desviación.
Por su parte, Pareto (1935) sostiene que la política no es impersonal, es decir que se
ubica en el plano de las acciones no lógicas, donde priman los sentimientos, que a su vez
son expresados a través las derivaciones ideológicas. Según Pareto la “política es gobierno
y proceso, gestión del poder y circulación de los gobernantes. Se destaca, como valor
constante, la presencia de las elites a las cuales la población otorga su consentimiento
prestando conformidad a la fórmula política hegemónica.” (Fernández Pardo, 2015: 101).
En este sentido, la fórmula política configura un espacio de pertenencia dentro del cual las
personas interactúan y aportan sentido a sus relaciones. La sociedad no se encuentra exenta
de conflicto y es la fórmula política la que permite la cohesión social. (Fernández Pardo,
2015).
En relación con los sentimientos en la política, Pareto sostiene que:
Algunas grandes corrientes de opinión revelan sentimientos e intereses, es decir, las
fuerzas que actúan sobre el equilibrio social, y deben ser estudiadas como tales, sin
detenerse demasiado en las apariencias ni en los casos extremos, donde una minoría es
la que tiene la razón y la experiencia; estas grandes corrientes de opinión nos brindan
una visión muy superficial de la presente sociedad. En los casos extremos,
sentimientos e intereses asumen la forma de una religión; en los grados intermedios,
una forma metafísica, pseudo experimental; comparten por igual su aspiración a lo
absoluto, y la negativa a someterse a la contingencia experimental (Pareto, 2005: 85)
Pareto agrega que quienes aceptan estos pensamientos pueden hacer juicios acerca
de los hechos sociales mediante principios a priori tales como “la defensa del derecho y
de la justicia…”, “la santidad del proletariado”, el patriotismo o los proyectos
(desdichados, según el autor) de paz universal, que en dicho contexto se expresaron en la
“Sociedad de Naciones” (Pareto, 2005: 86-87). Cada individuo adoptará las derivaciones
que más expresen sus sentimientos.
Ahora bien, respecto de los tipos de liderazgo personales, Pareto sostiene que éstos
“son estilos estratégicos que carecen de valor al margen de la situación que deben
resolver y de las capacidades en conflicto que deben dirimir” (Pareto, en Fernández
Pardo, 2015: 110). Al parecer, este autor no encuentra obstáculos para pensar en los
gobiernos personales. Incluso, su identificación con la tradición maquiaveliana lo lleva a
considerar la política como un arte, cuyo éxito depende de que el gobernante logre un uso
equilibrado de la fuerza y el consentimiento: el zorro y el león. Mientras que los primeros
se asocian a las instancias diplomáticas, a las transacciones de los hombres que negocian,
a la astucia, los segundos poseen la cualidad de la decisión política ante escenarios de
incertidumbre, y obtienen el consentimiento de la sociedad por medio de la comunidad de
intereses y la primacía del “nosotros”.
Personalistas y antipersonalistas
La identificación identitaria entre el partido y la Nación, siguiendo a Persello,
funda en cierto sentido la posterior escisión del partido en 1924 entre personalistas y
antipersonalistas. Escisión que de algún modo tiñe ideológicamente a la sociedad en su
conjunto en réprobos y elegidos y con ello signa la radicalización del discurso político en
términos de amigo - enemigo7. Esta analogía entre identidad política e identidad nacional
marca varios aspectos: por un lado, lo novedoso del liderazgo (carismático) y de la
construcción discursiva del liderazgo de Yrigoyen y; por otro lado, corresponde a nuevas
prácticas electorales que, tal como se analizó anteriormente, modificaron la puesta en
escena de las campañas políticas, pues el escenario político había cambiado y ahora el
objetivo era convencer al elector independiente, un elector tan anónimo y versátil como
las multitudes a las que pertenecía. Al respecto escribe Valdez:
A nuestro entender, los partidos se lanzaron de lleno a la conquista del electorado,
utilizando practicas ya conocidas e incorporando otras novedosas a lo largo de los años
20 (por ejemplo, la proyección de cintas cinematográficas que servían como punto de
partida para las alocuciones de los oradores de los distintos partidos). Y en este
desarrollo, comenzaron a prestar una mayor atención al aspecto discursivo, en la
medida en que convencer al elector independiente se convirtió en un objetivo
primordial (…) Centrándonos en la cuestión del radicalismo, tanto durante el
desarrollo de las diferentes campañas electorales como a la hora de explicar el
porqué de los triunfos del partido, tendió a consolidarse la identificación identitaria
entre el partido y la nación (Valdez 2012: 83- 84).
El 1° de abril de 1928 fue la primera vez que se enfrentó en una
elección presidencial el radicalismo personalista con el antipersonalista y puso de
manifiesto la polarización existente en torno a la figura de Hipólito Yrigoyen,
además de la rotunda victoria electoral del radicalismo personalista en todo el
país. El principal eje de la disputa, y articulador para todas las fuerzas políticas, lo
constituyó la democracia signada por la antinomia personalismo versus
antipersonalismo (Valdez 2012: 88). Si dudas el escenario presentó una agudización
del conflicto y una radicalización del discurso político. Yrigoyen era asociado con la
7 Para Carl Schmitt "Enemigo no es cualquier competidor ni adversario. Tampoco es el adversario privado al
que se detesta por cuestión de sentimientos o antipatía. Enemigo es sólo un conjunto de hombres que
siquiera eventualmente, esto es, de acuerdo con una posibilidad real, se opone 'combativamente' a otro
conjunto análogo. Sólo es enemigo 'público', pues todo cuanto hace referencia a un conjunto tal de personas,
o en términos más precisos, a un pueblo entero, adquiere eo ipso carácter 'público'. Enemigo es en suma
hostis, no inimicus en sentido amplio; es πολέμιος, no χθρός.” (Schmitt 1998: 58-59 en Ferrás, 2014).
patria, con la democracia y con la virtud8 (Ferrás, 2014). Durante la campaña presidencial
de 1928:
Varias ideas y lenguajes se cruzaban para mostrar la superioridad de Yrigoyen y, por
ende, del radicalismo: desde el concepto del elector consciente e Yrigoyen como
símbolo de la democracia, hasta el uso de términos religiosos, como la comunión. Pero
el uso de esta terminología mezclada con términos políticos se fue reforzando con la
cercanía del 1° de abril. De esta manera, Yrigoyen se convirtió en:
Verbo del Radicalismo/ sangre de revoluciones/ bandera de traiciones/ y cáliz de
patriotismo/ ilumina el idealismo/ de mi siente labor/ en la que ardiendo en fervor/ este
canto se levanta/ lo mismo que una Hostia Santa/ enfrente al Altar Mayor…//
Caudillo noble y austero/ -abanderado de ideales-/ que a través de eriales/ nos
reclama;/ corre peligro la llama/ en los altares de Vesta/ y hay que afirmar la protesta/
levantando la Oriflama…. (La Época 19-3-1928 en Valdez 2012: 88).
A partir de su análisis del diario radical La Época, Valdez visualiza en la campaña
electoral de 1928, que el radicalismo construye y concibe la imagen de una sociedad como
bloque único, “entre el líder y la multitud no existía intermediación alguna” (Valdez 2012:
92). Se encontraban identificados el caudillo con el radicalismo, ambos resumían las
aspiraciones del pueblo y la nación. Se consagraba en términos providenciales el vínculo
que unía a Yrigoyen con el pueblo. El yrigoyenismo constituyó una identidad que se
vincula con el sufragio de una manera a la vez tradicional y novedosa: pues
la propia idea de regeneracionismo está asociada con el partido y la construcción de un
liderazgo carismático. Coinciden varios autores en señalar que el carácter emotivo,
sentimental de este vínculo, la idea de elegido para llevar a cabo la restauración de
la vida moral y política de la república, suponía una legitimidad que traspasaba el
mero acto eleccionario. Éste sólo confirmaba una decisión ya tomada por el pueblo,
Yrigoyen era el candidato natural. La consagración del liderazgo era a priori a los
comicios. Esta identificación, de cierto modo, convertía el acto electivo del régimen
democrático en una mera formalidad (Padoan 2002: 94 y Valdez 2012: 89). Estos son los
motivos que llevan a catalogar la elección de 1928 como el plebiscito por sus
propios contemporáneos. En este contexto, cabe citar a Pareto:
“En los hechos, con o sin sufragio universal, es siempre una minoría la que gobierna y
8 Desde el comienzo de la campaña electoral, Yrigoyen fue visto como “[…] patriota, es la personificación del
sentimiento popular; Yrigoyen, jefe, es el programa de un sistema democrático de gobierno;
Yrigoyen, argentino; es la virtud y el orgullo de sus habitantes” (La Prensa, 10-2-1928 en Valdez 2012: 8 en
Ferrás, 2014).
la que sabe dar a la “voluntad del pueblo” la expresión que ella desea… desde los
votos de la mayoría de una asamblea elegida de manera variada, hasta el plebiscito que
le dio el imperio a Napoleón III y así sucesivamente, para terminar con el sufragio
universal sabiamente conducido, comprado o manipulado por nuestros politiqueros.
¿Quién es este nuevo Dios que tiene por nombre el de sufragio universal?” (Pareto,
2005: 34)
En relación con este tema, podemos retomar a Sorel en la construcción del mito
voluntarista, y estaríamos en condiciones de afirmar que las cualidades que se atribuyen a
la figura de Yrigoyen, representan las cualidades que se esperan en una nueva clase
dirigente, que por contraste con la clase política oligárquica, se caracterizaría por su
patriotismo, idealismo, su condición de caudillo noble, y austero. De este modo, se puede
interpretar la relación entre ética y política como una característica singular de la
democracia emergente. Asimismo, si bien desde la perspectiva de Michels el análisis del
Yrigoyenismo puede asemejarse al fenómeno del cesarismo con la correspondiente carga
peyorativa o negativa, cabe destacar que el acto plebiscitario en sí mismo, al menos en el
escenario analizado, reafirma la decisión electiva del pueblo. Dicho de otro modo, mientras
que el cesarismo enfatiza la pasividad de las masas, en este contexto, más bien se alude a la
reafirmación de un acto electivo. Se pone en cuestión la representación política en los
términos formales de la democracia liberal, que no se anula sino que se sobredimensiona.
Reflexiones finales
En el presente trabajo se ha intentado considerar la posibilidad de recuperar a los
teóricos de las elites para analizar las experiencias democráticas, desde una perspectiva que
deje de lado la sinonimia entre minorías gobernantes y prácticas autoritarias o
antipopulares. En este sentido, trabajando por un lado la idea del mito soreliano y su
función de cohesión social, en relación con el concepto de fórmula política, hemos
realizado un análisis sobre cómo la UCR pasó de ser un partido por principios impersonal,
a un movimiento en cuyo centro se encontraba Hipólito Yrigoyen. La figura de Yrigoyen
como apóstol de la Nación, el antagonismo entre Causa y Régimen y las discusiones
acerca de la autenticidad del apostolado yrigoyenista nos han permitido reflexionar sobre
el valor social de las religiones civiles en las primeras décadas del siglo XX. La verdad
científica no es la que moviliza y organiza a las comunidades, sino los sentimientos, los
mitos y las creencias, que al decir de Mosca (1939) obedecen a un criterio de efectividad.
Verdad y política, no irían de la mano en los nuevos tiempos.
Por otro lado, hemos trabajado sobre la identificación del partido con la nación y
nos hemos preguntado de qué manera el concebir al partido como movimiento, nos habilita
a pensar en la nación misma. La causa contra el régimen es, pues, la nación misma. En
este aspecto, las preguntas que nos hicimos ponen de relieve la contradicción entre la parte,
es decir, el partido, y la nación entendida como un todo: ¿cómo crear la nación sin entrar
en el antagonismo amigo-enemigo? ¿Cómo crear una fórmula política que comprenda a la
nación desde la parte?
Por último, no olvidamos un aspecto determinante de la política de los años 20, que
es la construcción discursiva del liderazgo de Yrigoyen como complemento de las nuevas
prácticas electorales, orientadas a convencer al elector independiente. Coincidiendo con
Valdez (2012), este fenómeno contribuyó a explicar por qué a partir de los triunfos
electorales del partido radical tendió a consolidarse la identificación del partido con la
nación. En este sentido, se puede interpretar la elección de 1928 (la primera que enfrenta al
radicalismo personalista con el anti-personalista) como un plebiscito, en el cual la
consagración del liderazgo de Yrigoyen era anterior a la elección, y ésta, sólo era
entendida como una formalidad.
Bibliografía Álvarez Guerrero, O. (2004). El Radicalismo y la Ética social. Yrigoyen y el Krausismo.
Buenos Aires: Editorial Leviatán.
Fernández Pardo, C. A. (2015). Zorros y Leones. La sociología política de Vilfredo Pareto.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Almaluz.
Ferrari, M. (2008). Los políticos en la República Radical. Prácticas políticas y
construcción de poder. Buenos Aires: Siglo XXI.
Ferrás, G. (2014). Hipólito Yrigoyen, apóstol de la Nación. Anacronismo e Irrupción Los
límites de la política. Magia, religión y derecho como fronteras al poder político,
Vol. 4(N° 7), 127-148.
Gallo, E. (1987). Tradición liberal argentina. Estudios Públicos, Nº 27, páginas 350-378.
Halperin Donghi, T. (2000). Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930). Buenos
Aires: Ariel.
Losada, L. (2009). Historia de las elites en la Argentina. Desde la conquista hasta el
surgimiento del peronismo. Buenos Aires: Ed. Sudamericana.
Meisel, J. (1962). El mito de la clase gobernante. Gaetano Mosca y la elite. Buenos Aires:
Amorrortu Editores.
Michels, R. (1996). Los Partidos Políticos. Un estudio sociológico de las tendencias
oligárquicas de la democracia moderna (Vol. 1). Buenos Aires: Amorrortu
editores.
Mosca, G. (1939). The Ruling Class. (A. Livingston, Ed., & H. D. Kahn, Trad.) New York
and London: McGraw-Hill Book Company, Inc.
Ostrogorski, M. (2008). La democracia y los partidos políticos. Madrid: Trotta.
Padoan, M. (2002). Jesús, el templo y los viles mercaderes. Un examen de la discursividad
yrigoyenista. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes.
Pareto, V. (1935). The Mind and Society (Trattato di Sociologia generale). (A. Livingston,
Trad.) New York: Brace and Company.
Pareto, V. (2005). La Transformación de la Democracia. Buenos Aires: Struhart & Cía.
Persello, A. V. (2006). Las reformas de la Reforma: de la lista incompleta a la
representación proporcional. Buenos Aires: Ravignani, UNSAM y PEHESA.
Persello, A. V. (Año VI. Nro. 11). El partido radical, oposición y gobierno. Estudios
Sociales, Revista Universitaria Semanal, 67-84.
Rock, D. (1997). El radicalismo Argentino 1890-1930. Buenos Aires: Amorrortu.
Roig, A. (2005). Los krausistas argentinos. México: Cajica S.A.
Schmitt, C. (1998). El concepto de lo político. Madrid: Alianza.
Valdéz, M. J. (2012). El plebiscito de Hipólito Yrigoyen: la campaña electoral de 1928 en
la Ciudad de Buenos Aires vista desde La Época. Población & Sociedad, Vol. 19(Nº
1), pp. 75-103.
Weber, M. (2005). Economía y Sociedad. México: Fondo de Cultura Económica.