Post on 19-Jul-2022
Dibujo de Le Hardy, litografiado por J. Brandard
Elias Mas Serra
A finales de los años setenta del recién pasado siglo XX, se procedió a la desafección de la Iglesia de la Merced, la cual, jimto a dominios del antiguo Convento de este nombre, pasó a formar parte de una importante operación inmobiliaria. De esta operación especulativa surgió el desproporcionado conjunto de viviendas que rodea a la Iglesia, mientras que esta, que se debía conservar, empezó a ser objeto de infructuosas propuestas para nuevos usos a cual más variopinto.
Por aquellos tiempos pasaron por la consulta de la Comisión de Patrimonio Histórico de Bizkaia diversas propuestas de usos que ftieron, sucesivamente, desestimadas siendo la más digna de todas ellas la de instalar un Bingo en el recinto. Era claro que el dinero y la especulación inmobiliaria carecían de sensibilidad. No ftie mucho mayor la de la Administración que acabó instalando, en ella un Bilborock de diseño aparatoso y relativas virtudes estéticas. En fin, que cada palo aguante su vela. Pero la historia de este edificio de Bilbao es otra y esta es la que nos importa al margen de los despropósitos de los últimos tiempos.
Un convento de AbandoEn la litografía de J. Brandard,
relativa al dibujo de Le Hardy para la obra de John Francis Ba- con:“Six years in Biscay...”(1838, colección de Javier Viar), se nos presenta una imagen del recodo de la Ría al que se asomaban ei Convento de la Merced. La romántica imagen nos introduce en el mundo de aquel Bilbao la Vieja y, consiguientemente, Abando que era ya una prolongación de la . Villa. Aparecen, en la litografía: el puente colgante de cadenas de Antonio Goycoechea y, junto a algunos edificios más y a la derecha, la iglesia del convento de La Merced a la que se accedía, tras unas breves escalinatas, por un pequeño antuzano que antecedía al espacio religioso. Como fondo, imponente, surgía el gótico con
La Iglesia de la Merced
Pechina sobre la que descansa la cúpula de La Merced
San José de la NajaSe atribuye la autoría de la
Iglesia de San José en la Naja a Antonio Ortiz de Colina y a Juan Francisco Elorriaga y se cifra su construcción a caballo de los siglos XVII y XVIII.
De Juan Francisco Elorriaga sabemos que trazó, también, la iglesia de Andra Mari de Mun- daka. Igualmente, en 1675, aparece, este maestro, obligándose a ejecutar el crucero y la capilla mayor de la iglesia de los jesuítas.
En el siglo XVIII, intervienen, en una importante actuación.
Internamente la actuación llevada a cabo para la conversión del templo en el Bilborock, que hemos citado, ha enmascarado el sentido ascético y espacial original. No sería justo olvidar aquí los efectos del descuido y el propio hecho del abandono que sustrajo, sin lugar a dudas, los bienes muebles y elementos que completaban el sentido de su arquitectura.
A pesar de ello, aún hoy es posible asomarse y comprender la fábrica del edificio inicial en la que destacan la cúpula del crucero, sobre pechinas, así como el conjunto de arenaciones y bóvedas que dan
La conversión del templo en el Bilborock ha enmascarado el sentido ascético y espacial original
Iglesia de La Merced
vento imperial de San Francisco.Existían, en aquel Abando, cin
co conventos en total: el de ios franciscanos observantes, llamado de San Mamés (desde 1447), el de las religiosas franciscanas de la Concepción (se inició como beaterío en 1467), el de las religiosas franciscanas de Santa Clara (formalizado en clausura en 1610), el citado convento imperial de San Francisco de religiosos franciscanos (la iglesia se inició, en su construcción, en 1501) y el de las religiosas calzadas de Nuestra Señora de la Merced, que es el que nos ocupa. Bajo la advocación de San José, este convento se inició como beaterío en el siglo XV y se concretó en clausura en el año 1621.
consistente en la reconstrucción de cubiertas, bóvedas e interiores, el cantero Joseph de Meco- lalde y el carpintero Pedro de Larrina. Finalmente, también en el siglo XVIIL se completó la fachada de la iglesia con la correspondiente espadaña.
El estilo del edificio es de un barroco austero. La misma iglesia, tanto por causa del deterioro e incuria de los tiempos, como por la adaptación a su nuevo uso, ha visto transformados o destruidos buena parte de los elementos
En lo constructivo, destaca la fachada de sillería y la armazón de madera que cubre la bóveda
Sirva este apunte, en todo caso, de referencia de la vida espiritual que, en el entomo de la Ría, surgía en los tiempos de la fundación del Convento y que, a la sombra de estas instituciones, iba, poco a poco, organizándose un breve entomo urbano, absorbido, en el siglo XIX, tanto en la anexión de la Anteiglesia a la Villa de Bilbao, como, lo que es más importante, en la intensiva extensión urbana que anunciaba al Ensanche.
estético-arquitectónicos que contenía o mostraba. Es el caso del Santo titular con el Niño que aparecía, en la fachada, sobre la peana de la pilastra central de la espadaña que remata el templo. Si acaso el escudo de la Merced, incluido en el portal o este mismo, enmarcado en una decoración barroca que recurre a un escueto orden clásico y la posterior espadaña es lo que, de forma relevante, se presenta como todo el ornamento externo del templo.
forma a este elemento mixto de disposición basilical con breve crucero.
En algunos aspectos, el orden externo e interno, recuerda precisamente, de forma relativa, la composición o la traza, respectivamente, del antiguo convento de los Jesuítas y hoy iglesia de los Santos Juanes. En lo constructivo, además, destacan la fachada de sillería y la interesante armazón en madera para la cubierta de la bóveda del templo.
Como otros tantos edificios públicos de Bilbao, su presencia se hace relevante en determinadas referencias de la toponimia urbana. Frente a la iglesia de La Merced, el puente de su mismo nombre completa una referencia insoslayable de nuestra geografia ciudadana. Esta referencia constata, desde la pro- ftindidad de tiempos, la vinculación de los puentes bilbaínos a edificios singulares de la ciudad. O viceversa si se quiere.
El amable lector se puede dedicar a este entretenimiento observando como, a la importancia del salto sobre la Ría, se une el desembarco frente a emblemáticas construcciones de la Villa. Así fue y sigue siendo en el Bilbao del siglo XXI, que acumula, en el eco de la urbanidad, esta invariante estructural que completa la definición de nuestra urbe desde todos los tiempos.