Post on 18-Feb-2020
Del patrimonio a la patrimonialización.
Sistema de clasificación y estructura social en un valle del Pallars Sobirà
Meritxell Sucarrat Viola
Aquesta tesi doctoral està subjecta a la llicència Reconeixement- NoComercial – SenseObraDerivada 3.0. Espanya de Creative Commons. Esta tesis doctoral está sujeta a la licencia Reconocimiento - NoComercial – SinObraDerivada 3.0. España de Creative Commons. This doctoral thesis is licensed under the Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0. Spain License.
Del patrimonio a la patrimonialización.Sistema de clasificación y estructura social en
un valle del Pallars Sobirà
Meritxell Sucarrat Viola
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Programa de doctorado Estudis Avançats en Antropologia SocialDepartament d’Antropologia Cultural i Història d’Amèrica i Àfrica
Facultat de Geografia i HistòriaUniversitat de Barcelona
Director: Dr. Joan Frigolé Reixach Tutor: Dr. Ignasi Terradas Saborit
Barcelona, octubre 2015
Agradecimientos
Gracias a los protagonistas de este trabajo, veïns y gent de fora, gent de fora y veïns por
haber dejado que un primer encuentro casual se convirtiera en una relación que se
extendió en el tiempo, y por hacerme partícipe de su experiencia de vida. Con todos he
aprendido mucho más de lo que jamás hubiera imaginado. Sin ninguna excepción,
gracias a todos.
Gracias a Joan Frigolé por su dedicación a lo largo de todo este tiempo. Por haber
dirigido este trabajo desde el principio hasta el final, y por haber leído y releído cada una
de sus páginas. Pero sobre todo por haber sabido transmitir su pasión por la
Antropología ya en las clases de licenciatura. Muchas gracias.
Gracias a Ignasi Terradas, por haber aceptado sumarse a este proyecto en un estado ya
avanzado, por sus comentarios y observaciones.
Gracias a Josep María Bringué por su generosidad, disponibilidad y sentido del humor.
Gracias a los miembros del Departamento de Antropología de la Universidad de
Barcelona que durante este tiempo se han interesado por mi trabajo.
Gracias a los miembros de la Biblioteca de la Filosofía, Geografía e Historia y de la
Unitat de Recerca del CRAI de la Universidad de Barcelona, por haberlo hecho más
fácil.
Gracias al Pep por creer que era posible.
Este trabajo ha sido posible gracias al apoyo económico de:
Becas:
-Beca de formación en investigación y docencia (BRD) de tercer ciclo de la Universidad
de Barcelona.
-Beca para estancias cortas a España y el extranjero dentro del programa de becas de
tercer ciclo BRD de la Universidad de Barcelona. Universidade Nova de Lisboa,
Facultad de Ciencias Sociales y Humanas (bajo la dirección de Paula Godinho).
Grupos de investigación:
-“Globalización y producción de localidad. Implicaciones para el desarrollo y las
políticas locales”. SEJ2004-07593/SOCI Ministerio de Educación y Ciencia. Programa
FEDER. Investigador Principal: Joan Frigolé Reixach.
-“Procesos de patrimonialización de la naturaleza y la cultura. Posicionamientos locales
y articulaciones globales”. SEJ2008-05065/SOCI Ministerio de Educación y Ciencia.
Programa FEDER. Investigador Principal: Xavier Roigé Ventura.
A mi padre y a mi madre
ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN...................................................................................1
Objetivo y planteamiento de la tesis.................................................................................2
La construcción del objeto de estudio. “Vivir en el campo”...........................................9
Aproximación a la realidad empírica...................................................................9
La experiencia de una identidad fuera de lugar en una sociedad estratificada..........17
Conflictos y alianzas. La dependencia de informantes clave............................25
Anécdotas y evidencias en la búsqueda de un sentido......................................34
2. CONTEXTO HISTÓRICO..................................................................39
La configuración sociocultural del valle 1950-2015.....................................................40
La institución de un orden social en un mundo global.....................................40
La historia local de “lo rural natural”. Ganadería con turismo......................57
La construcción de una visión hegemónica del mundo.....................................71
Las imágenes de un mundo en transformación.................................................85
3. MARCO TEÓRICO............................................................................101
La institución de la sociedad en un valle del Pirineo catalán.....................................102
Veïns-no veïns (gent de fora). El cambio bajo la permanencia.......................102
Patrimonio, patrimonialización y patrimonio. Dos tradiciones y una cultura....138
4. PRIMER CAPÍTULO ETNOGRÁFICO.........................................181
La lógica de la diferenciación social............................................................................182
Drets dels veïns y drets de la gent de fora. Un esquema para la práctica......182
Dret de veïnatge. La práctica del derecho de los veïns a ser diferentes y superiores. 191
El derecho a construir y a ser amo del propio patrimonio.............................210
Ser del poble y fer poble. Veïns y gent de fora en las celebraciones “tradicionales”. .236
5. SEGUNDO CAPÍTULO ETNOGRÁFICO......................................259
Cases fortes, cases riques, cases que van a més, cases pobres y famílies de fora......260
La ganadería el recurso económico de las cases fortes....................................260
Patrimonio, familia y matrimonio....................................................................283
Santa Águeda y el día de la mujer trabajadora. Fiestas, conflictos y alianzas
para la continuidad de un orden.......................................................................317
Patrimonio, trabajo y política...........................................................................348
6. TERCER CAPÍTULO ETNOGRÁFICO.........................................379
La patrimonialización de recursos autóctonos. La interdependencia del patrimonio
turístico y el patrimonio comunal y privado de las casas...........................................380
La identificación de veïns y gent de fora con las distintas nociones de patrimonio...382
Las formas de la patrimonialización del pasado local....................................411
La puesta en valor del propio pasado...............................................................436
7. CONCLUSIÓN....................................................................................451
La naturalización de un orden social y la institución del tiempo...............................452
8. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS..............................................459
9. FUENTES DOCUMENTALES.........................................................475
1
1. INTRODUCCIÓN
2
Objetivo y planteamiento de la tesis
El hilo conductor de esta tesis es la relación entre el pasado y el presente, y su objetivo
analizar el proceso de estratificación y de diferenciación social en el contexto de la
patrimonialización de la naturaleza y la cultura de un valle del Pirineo catalán. En este
sentido, se espera mostrar cómo, a pesar de su interdependencia, veïns y gent de fora se
instituyen como categorías “esencialmente diferentes” según se identifican de modo
diferente con distintas nociones de patrimonio. Si los veïns, en tanto grupo corporativo,
pueden identificarse con las diversas nociones de patrimonio por la resignificación de
una idea anterior de patrimonio mediante la institución de la relación lógica patrimonio-
veí en el tiempo, la gent de fora que vive en el valle sólo puede identificarse con la idea
“actual” de patrimonio, la que depende de la patrimonialización del pasado local.
Para comprender la importancia de la función simbólica del concepto de patrimonio y la
naturalización de un orden social en un contexto de cambio, es importante entender
cómo se legitiman distintas visiones del pasado, su interdependencia y su sentido
práctico. La concepción de la relación patrimonio-veí como intrínseca se fundamenta en
la idea de un tiempo inmemorial en el que los veïns habrían tenido un acceso
privilegiado a los recursos naturales locales –patrimonio comunal-, en beneficio del
patrimonio privado de la propia casa. Lo que significa que a lo largo del tiempo habrían
existido veïns, en la medida que en grupo de casas, las cases veïnes, habrían sido
capaces de apropiarse y transformar el patrimonio local en beneficio de sus intereses.
Pero también que no toda la población se habría beneficiado por igual de los recursos
locales, fundamentando la diferenciación de la población en veïns y no veïns. El acceso
desigual a los recursos, desde un tiempo inmemorial, habría legitimado al grupo de
cases veïnes para imponer su autoridad, a lo largo del tiempo. La visión de un tiempo
inmemorial, asociado a la continuidad y la superioridad de estas casas, se habría
plasmado en la organización política del valle a lo largo del tiempo, siendo a partir de la
segunda mitad del siglo pasado cuando queda refrendada por la estructura político-
administrativa del Estado español. Lo que significa que la dicotomía primordial veïns-
no veïns queda inscrita en el marco legislativo, y que las cases veïnes son capaces de
legitimar su “excedente de poder” por su participación en la política local.
La continuidad del tiempo inmemorial que legitima la estructura de poder y un tipo de
orden social depende de la institución de la relación lógica patrimonio-veí y, en este
sentido, de la reinterpretación da la visión del pasado con la que se identifican los veïns.
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En el contexto actual, los veïns consiguen legitimar su hegemonía en la medida en que
reinterpretan el pasado en términos del presente, por la incorporación de la visión del
pasado que crea la patrimonialización a la idea de pasado con la que sólo ellos se
identifican. Es así como los veïns son capaces de identificarse con los nuevos
significados de patrimonio: la creación de un parque natural y la celebración de una
feria, como expresiones de la patrimonialización del pasado local, y poner en marcha
estrategias económicas diversas para mejorar la posición de sus casas. La institución de
la relación lógica patrimonio-veí, que significa que sin veïns no hay patrimonio y sin
patrimonio no hay veïns, muestra cómo los veïns instituyen su superioridad al crear un
vínculo de doble naturaleza entre el pasado y el presente. Esto significa que los veïns
están legitimados para apropiarse de los nuevos significados de patrimonio, en la
medida en que éstos se sobreponen a un significado anterior de patrimonio identificado
con los recursos de los que sus casas habrían dependido para su continuidad. En este
proceso el tiempo anterior con que se identifican los veïns se actualiza por la
incorporación del presente y éste cobra un sentido al inscribirse en una visión del
pasado, legitimando en un nuevo contexto económico y social diferente su superioridad.
En contrapartida, los no veïns (la gent de fora) que no pueden identificarse con una idea
anterior de patrimonio, porque no descienden de una casa veïna sólo pueden
relacionarse con el pasado por medio de la noción de patrimonio turístico que depende
de la construcción de una nueva visión del pasado desde el presente y desde fuera. Lo
que pone de manifiesto que la patrimonialización precisa de la existencia de un
patrimonio previo, y que la institución de la sociedad depende de la institución del
tiempo imaginario por un sistema particular de símbolos y significados (de patrimonio).
La tesis consta de seis capítulos. En el primer capítulo, además de presentar el objetivo
e introducir el planteamiento de la tesis, se explica la experiencia de un trabajo de
campo intensivo. El objetivo es mostrar cómo el contexto que se fue definiendo desde
mi llegada hasta mi salida del “campo” influyó en la recogida de datos y en la definición
final del objeto de estudio. En este sentido, se considera importante explicar cómo fue la
entrada en el valle, y la dificultad para encajar en un contexto en que la identidad la
confiere la casa de origen y los roles individuales están fuertemente determinados por
un sistema de autoridad y una ideología de género que legitiman la superioridad del
sexo masculino y la autoridad de la generación más anciana. También se hace referencia
a la relación entre el modo cómo se recoge la información –conversaciones casuales-, el
tipo de información que se obtiene, y la importancia de sistematizar los datos para
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establecer relaciones significativas que permitan mostrar la práctica de una lógica
cultural. A través de las situaciones que se presentan también se quiere introducir al
lector en la sociabilidad local.
En el segundo capítulo dedicado al contexto histórico se incide en la importancia de
entender la realidad del valle en relación al proceso actual de articulación de la sociedad
local con el contexto global. Ello permite reforzar la idea de que la institución de un
orden social por la forma de un modelo de orden social ideal (tradicional) es
indisociable de la producción de nuevos significados de patrimonio, en un momento en
que el valle es objeto de políticas de patrimonialización de elementos autóctonos para la
implantación de un modelo económico basado en el sector servicios. La puesta en valor
de los recursos locales favorece el desarrollo del turismo y la continuidad del sector
primario, y la dependencia de ambas actividades de subvenciones de la Unión Europea.
Lo interesante de esta situación es que mientras el valle sufre una profunda
transformación económica y social, como pone de manifiesto la llegada de gent de fora
que se queda a vivir los veïns son capaces de llevar a la práctica distintas estrategias
económicas que les continúan garantizando su superioridad pro la reinterpretación de la
visión del mundo (y del pasado) con la que se identifican. Una visión de la realidad que
es indisociable modo en que la gent de fora que vive en el valle interpreta su
experiencia de vida en el contexto local, lo que significa que se trata de dos maneras
distintas e interdependientes de concebir la misma realidad.
En el tercer capítulo se ha que querido explicar que la institución de un orden social no
es un hecho natural, sino la institución concreta de un “magma particular” de
significados bajo formas relativamente estables. Teniendo en cuenta que la sociedad no
instituye el cambio (el tiempo) en total libertad, se ha recurrido a diversas teorías
antropológicas y sociales para ver en qué medida la importancia que en ellas se ha
concedido a la historia (la relación entre los hechos y la estructura) es útil para pensar la
sociedad local, a través de un modelo de orden social que no es una construcción
teórica, sino un modelo “emic” de representación de la realidad que se corresponde con
la visión del mundo de los veïns como resultado de la institución de la relación lógica
patrimonio-veí en el tiempo. En este proceso se observa que debido a su polisemia el
concepto de patrimonio funciona como un operador lógico (un capital) por medio de
relaciones de analogía y homologías estructurales, favoreciendo a los que lo poseen (se
identifica con él). En este capítulo también se hace especial énfasis en la idea de
tradición entendida como un proceso activo de creación de significados por el que se
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reinterpreta y se transmite una visión del tiempo, porque ello permite mostrar cómo en
el contexto actual el sentido de un tiempo anterior depende de su reinterpretación por la
incorporación de la visión del pasado que resulta de la patrimonialización del pasado
local, y cómo la patrimonialización del pasado depende de la existencia de un pasado
(patrimonio) previo. A pesar de su interdependencia, cada una de estas visiones del
pasado es en sí misma una tradición y así se ha querido mostrar al intentar explicar la
lógica en que se fundamenta cada una de ellas en relación con los distintos significados
de patrimonio a los que legitiman y en los que se legitiman.
Los tres siguientes capítulos son etnográficos. En el cuarto capítulo se muestra la
práctica del dret de veïnatge, que privilegia el acceso a los recursos locales a las cases
veïnes, para mostrar la lógica de la diferenciación de la población en veïns y gent de
fora. El objetivo no es sólo mostrar cómo en este proceso los veïns legitiman su
superioridad, sino cómo ello depende de la resignificación de ambas categorías sociales
y de la redefinición de los límites a la capacidad de acción de los individuos según la
categoría con la que se les identifica. Este proceso de muestra en el contexto de la
conversión de los recursos en bienes comunales, de la aprobación del Plan de
Ordenación Urbanística Municipal, y en el contexto de la celebración de “fiestas
tradicionales”, cuya continuidad depende de la implicación de la gent de fora que vive
en el valle, poniendo de manifiesto que ser del poble y fer poble, son cosas distintas.
Todas estas situaciones muestran cómo la continuidad del pasado, representado por un
modelo de orden en el que los veïns ocuparían la posición superior, resulta de la
institución continua de cambios dentro de los límites de la relación lógica patrimonio-
veí.
El quinto capítulo, el más extenso, se dedica a mostrar en detalle el proceso de
estratificación social. Aquí se explica cómo el origen y la forma por la que se expresa el
patrimonio las diferencia en cases fortes, cases riques, cases que van a més y cases
pobres, y cómo la pujanza de las casas se mide en relación con su capacidad para poner
en marcha o ampliar un negocio turístico familiar. También se muestra cómo la relación
lógica patrimonio-veí se instituye en el ámbito doméstico por un sistema de autoridad
tradicional y una ideología de género que legitiman la supremacía de los hombres y la
autoridad de la generación más anciana, con la idea de examinar la relación entre la
actividad económica de las casas y su capacidad para reproducir el grupo doméstico a
través del matrimonio de l’hereu. Lo que pone de manifiesto cómo el sistema de
autoridad que confiere a cada miembro del grupo doméstico su posición y función para
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la salvaguarda del patrimonio familiar, acaba por comprometer la capacidad de las casas
que dependen exclusivamente del turismo para reproducir el grupo doméstico y
garantizar su continuidad. La relación entre la ideología de género hegemónica en
relación a las categorías dones de fora y dones del país también se explora en el
contexto de la celebración de la fiesta de santa Águeda y el día de la mujer trabajadora.
Aquí se observa que el sentido de las prácticas de las mujeres y su capacidad de acción
es indisociable de los conflictos y alianzas por los que los miembros de las cases veïnes
son capaces de legitimar su superioridad frente a los miembros de las famílies de fora.
En este capítulo también se muestran los tipos de trabajos que la gent de fora que vive
en el valle, que no depende de un patrimonio, realiza para sobrevivir y la importancia
que en este proceso cobran las alianzas con los representantes políticos locales. Unas
alianzas que también son importantes para los miembros de las cases veïnes, aunque la
capacidad de maniobra de estos individuos es mayor por contar con la historia de previa
de alianzas y relaciones que pueden actuar a su favor. Así se observa, por ejemplo, en
el caso de la generación joven de las cases veïnes que al terminar su formación superior
plantea regresar al valle en un momento en que sus casas han mejorado su posición al
pasar a depender del turismo. Lo que interesa destacar de este proceso es cómo los
miembros de las cases veïnes conciben como un derecho “tener un enchufe” para
ocupar un buen puesto de trabajo.
El último capítulo etnográfico se dedica a mostrar la patrimonialización de elementos
autóctonos (patrimonio de las cases veïnes) para la producción de un patrimonio
turístico. En un contexto en que la continuidad de las casas pasa por la reinterpretación
de un tiempo anterior por la incorporación de nuevos significados de patrimonio, y la
gent de fora que vive en el valle precisa legitimar su trayectoria de vida en el contexto
local ambas categorías de individuos compiten para identificarse con la visión del
pasado que se crea desde el exterior. Así lo ponen de manifiesto las diversas
asociaciones, cuya existencia se debe a la aparición de distintas nociones de patrimonio
en el tiempo, que se crean a lo largo de este proceso compuestas por miembros de cases
veïnes y/o gent de fora que vive en el valle para apropiarse de la organización de la
Feria del Hierro que es la forma por la que se expresa la patrimonialización del pasado
local después de la creación de un parque natural, que se convierte en el principal agente
patrimonializador del pasado. La capacidad de veïns y gent de fora que vive en el valle
para identificarse con el nuevo significado de patrimonio, resulta del distinto modo en
unos y otros establecen un vínculo entre el pasado y el presente. La patrimonialización
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de elementos autóctonos pone de manifiesto la interrelación entre las nociones de
patrimonio turístico, y patrimonio comunal y privado de las casas, mostrando cómo el
patrimonio comunal se convierte en el foco de las iniciativas de la patrimonialización
del pasado local. La construcción de una nueva visión del pasado también muestra que
cuando el pasado de las casas cuenta con los elementos del pasado que la
patrimonialización quiere poner en valor, las cases veïnes idean estrategias para
beneficiarse del nuevo valor del patrimonio familiar, apropiándose de la visión del
pasado que se crea desde el exterior. Lo que pone de manifiesto la interdependencia de
un tiempo anterior (el de las cases veïnes) de la visión del pasado de que depende la
patrimonialización, y viceversa.
El valle esta situado en el extremo noroeste de la comarca del Pallars Sobirà, y limita
con Francia y Andorra. A partir de la década de 1990, el turismo releva al sector
primario y se convierte en el motor económico de la zona que desde principios de la
década del 2000 está incentivado por la implementación de políticas de
patrimonialización del pasado local. En 2015 el valle cuenta con 152 habitantes
repartidos en cuatro núcleos de población.
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Mapa de la zona
Fuente: Parque Natural del Alto Pirineo
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La construcción del objeto de estudio. “Vivir en el campo”
Aproximación a la realidad empírica
Los datos que se presentan en este trabajo fueron recogidos en trabajo de campo
intensivo entre julio de 2005 y octubre de 2006, y en estadías seriadas, no superiores a
los 15 días, entre noviembre de 2006 y marzo de 2015, sumando en total algo más de 20
meses de trabajo de campo en distintos pueblos de un valle del Pirineo catalán. La
información recogida se ha complementado y contrastado con la consulta de
documentos históricos primarios datados entre finales de la década de 1950 y finales de
la década de 1990.
Tomando como referencia a Lévi-Strauss, Laplantine (2000 [1996], 2004) señala que en
Antropología (etnología), la descripción etnográfica constituye el paso previo al
descubrimiento de una lógica cultural. Lo que significa que hay que empezar por
explicar cómo ha sido ese trabajo de campo, y en concreto cuáles han sido los factores
que han influido en la relación entre el investigador y un grupo de individuos
desconocidos en un contexto determinado; ya que la descripción etnográfica es siempre
la descripción de quien describe y la interpretación de los datos es indisociable de quien
se pregunta sobre su sentido (Laplantine, 2000 [1996]: 38-39; Guber, 2001, 2005
[1991]). En este sentido, siguiendo a Caratini (2013), cuando explica que el
descubrimiento de una lógica cultural no depende sólo del tiempo del trabajo de campo
o de la distancia geográfica entre el lugar donde se lleva a cabo la investigación y el
lugar de origen del investigador, sino de la fractura y recomposición resultante del
sistema de referencias del investigador para comprender una realidad desconocida hasta
el momento, el objetivo de este capítulo es describir cómo fue el proceso de recogida de
datos para comprender cómo se llega a la definición del objeto de estudio que aquí se
presenta (Geertz, 1980,1989 [1977]; Reynoso, 2003 [1991]; Rabinow, 2007 [1997],
2003; Ghasarian, 2004; Leservoisier, 2005; Bensa, 2006).
La casi totalidad de los datos recogidos se obtuvieron en el contexto de conversaciones
informales con la población del valle, que podrían caracterizarse como fragmentos de
una larga conversación siempre inacabada que, cuando la ocasión lo propiciaba, volvía a
retomarse en el punto en que momentáneamente parecía haber terminado (Malinowski,
2001 [1972]; Bloch 1977, 1991, 2005; Sullivan 1995). Esto se explicaría por la
resistencia y/o incapacidad, por una supuesta falta de costumbre, de la población
mostraba a contestar de forma concisa preguntas concretas y directas sobre
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determinados aspectos de la realidad local. De modo que fue en el contexto de
conversaciones casuales y anecdóticas que giraban sobre cuestiones que la población
tenía interés por discutir cuando podía intervenir, sin demasiada insistencia para dotar
de naturalidad una interacción de por sí cargada de artificialidad, para redirigir la
conversación hacia temas que en un principio consideraba especialmente importantes.
En contrapartida, sí realicé entrevistas semidirigidas a funcionarios y trabajadores de la
Administración pública, cuando me reunía con ellos, bajo cita previa, en sus oficinas, ya
que este era el modo que me permitía obtener información de parte de individuos que
representaban organismos e instituciones que aplicaban políticas que influían en la vida
de la población, en un contexto formal. Con la intención de frenar, en la medida de lo
posible, la proliferación de versiones sobre mis intenciones y el porqué de mi llegada,
no confronté a la población con ningún soporte para el registro de información, como
una grabadora, porque entendí que en un contexto donde callar cobraba una importancia
especial, la utilización de este recurso, por su posible función como medio de delación,
podía ocasionar más malentendidos que aportar beneficios significativos. En cambio, en
mis desplazamientos por el valle, sí solía llevar conmigo una libreta donde iba
registrando la información a la que tenía acceso en los encuentros casuales con la
población local. Una información que transcribía cuando regresaba a casa, poniéndola
en relación con las experiencias y el resto de información a la que había tenido acceso
durante el día, y que hay que entender como el registro escrito de lo que creí escuchar y
ver como resultado de mi participación y asistencia a los bares locales, a la piscina
municipal, a las fiestas mayores y otras celebraciones locales, y de mis visitas a los
huertos, a las casas y a otros pueblos de la comarca.
Intentaba organizar las mañanas y las tardes en función de los hábitos de la población,
una vez pude hacerme una idea de cuáles eran, pero a pesar de los esfuerzos por
sistematizar la recogida de información, gran parte de los datos que acumulé fueron
fruto de encuentros producidos al azar. Podía hacer planes y desplazarme de un pueblo a
otro en busca de individuos que suponía que encontraría en algún lugar determinado
realizando tal o cual actividad, porque así los había visto en otras ocasiones, pero de
camino, el encuentro inesperado con alguien dispuesto a conversar me desviaba de la
trayectoria prevista. Los cambios de planes y la reorganización constante del tiempo, y
la incertidumbre sobre lo que aparentemente podía darse como probable, fueron una
fuente de tensión a lo largo de todo el trabajo de campo, porque el grado de
improvisación con el que tenía que trabajar dificultaba que pudiera establecer alguna
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relación significativa entre toda la información que iba recabando, fomentando la
experiencia de una falta de control sobre el medio en el que me movía y sobre la
investigación. Sería justamente el grado de improvisación al que estaba sometida mi
vida diaria lo que me llevaría a considerar la importancia de aprovechar cualquier
oportunidad que la población me ofreciera para conversar, porque siempre quedaba la
duda de cuándo iba a tener lugar el próximo encuentro; ya que ir al encuentro de la
población, donde sabía que podía encontrarla, no era garantía de que pudiera acabar
entablando una conversación, por no encontrarse nadie en el lugar previsto o por no ser
esta la prioridad de los presentes, como ya había tenido ocasión de comprobar. De modo
que empecé a darme cuenta que era la población y no yo la que imponía un orden a mi
tiempo, y que tan difícil era centrar una conversación en torno a un tema como
conseguir que los encuentros que había fijado de antemano tuvieran lugar, si una
decisión de última hora alteraba las prioridades del individuo con el que había quedado,
sin que yo no llegara a cerciorarme del cambio de planes hasta el mismo momento de la
cita. Con el paso del tiempo, y en la medida en que conseguí visitar a la población en
sus casas, participar en comidas familiares, hacer alguna excursión con el grupo de
jóvenes autóctonos, trabajar puntualmente en la hostelería y asistir a alguna cacería,
pude completar la información que en el día a día obtenía de forma casual, dispersa y
entrecortada. Esto me aportó cierta seguridad y control sobre el desarrollo del trabajo de
campo, sin dejar por ello de desaparecer mi desconcierto ante un acúmulo de
información difícil de descifrar, en un contexto donde paradójicamente todo parecía
obedecer a una lógica preestablecida que era importante poder descubrir.
El hecho de registrar conversaciones entrecortadas y solapadas, que empezaban como
terminaban, con urgencia y sin motivo o una explicación aparente, me creó la necesidad
de confirmar por diferentes vías lo que escuchaba, más cuando “las cosas importantes”
parecían revelarse rápido, como de pasada, después de conversar durante un tiempo
sobre generalidades que parecían no tener la menor importancia. Recuerdo muy bien
que cuando estos momentos llegaban, precedidos por una inclinación de la cabeza y un
tono de voz más bajo, por parte de quien hablaba, me sorprendía a mi misma haciendo
ver que no prestaba atención a lo que se decía –aunque se decía para que tuviera
conocimiento de ello- cuando en verdad intentaba grabar en la memoria cada palabra
que había escuchado para transcribirla cuando estuviera de vuelta a casa. En estos
momentos era cuando se procedía a criticar, por su desaprobación, el comportamiento
de alguien que no estaba presente. Esta manera de comunicarse, que podía ser
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extensible a toda la población, independientemente del sexo y la edad, me orientó a la
hora de entender el fundamento y el significado de la expresión tenir mil cares; pues me
di cuenta de que si como yo la población también era testimonio habitual de las críticas
de las que eran objeto el resto de individuos, lo más indicado era mantener una actitud
cordial con todo el mundo y charlar indistintamente con unos y otros; ya que uno nunca
podía estar seguro a quién tendría que acabar pidiendo ayuda, ni quién maquinaba en su
contra. Considerar la expresión “tener mil caras” permitía comprender porqué sospechar
sobre el comportamiento ajeno parecía ser algo normal, como lo era elaborar versiones
acerca de los acontecimientos, y la importancia que la población concedía al control de
la información: si no se podía llega a conocer, o estar seguro de quién estaba detrás de
las críticas ni el motivo de las mismas, lo lógico, incluso lo necesario, era sospechar de
cualquiera convirtiendo cualquier indicio en una prueba que corroborase las sospechas
iniciales y el sentido práctico de construir un mundo de suposiciones y conjeturas. Fue
así como me di cuenta de que lo que importaba no era si lo que se comentaba era cierto
o no, como que todos creyeran de que existía o podía llegar a existir cierta información
sobre la vida privada de las personas, que circulaba a través de canales restringidos,
fomentando que la intriga y la desconfianza caracterizaran, en gran medida, las
relaciones sociales entre la población.
Con el tiempo también me di cuenta que aunque intentara disimular mi afán de
conocimiento, mi presencia no sólo afectaba el modo en que la población se relacionaba
entre ella, sino que me hacía cómplice de los comentarios y de las situaciones en las que
se me permitía participar. También observé que la población evitaba hablar en primera
persona y que era a través fórmulas como me han dicho que han oído decir, o dicen que
han dicho y visto, pero yo no sé nada, u otras similares, como conseguía la habilidad
para poner en boca de otros sus juicios de valor y opiniones, o incluso hablar de su
propia experiencia de vida como si se tratara de la vida de otro individuo. Más adelante
entendí que este modo de crear y transmitir información estaba íntimamente relacionado
con la categoría social a la que pertenecía el individuo que tomaba la palabra, poniendo
de manifiesto que no toda la población tenía la misma capacidad para evadir
responsabilidades y/o poner en boca de otros algo que aquellos no habían dicho. Fue la
obsesión por recopilar el máximo de versiones que sobre hechos y situaciones concretas
se iban contando, con la finalidad de encontrar un sentido a lo que escuchaba y
observaba, lo que condicionó que mis idas y venidas del valle se alargaran en el tiempo.
El tiempo que dediqué a escuchar o a participar activamente en las conversaciones que
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fortuitamente se entablaban entre la población no siempre se tradujo en la trascripción
de información relevante, aunque sirvió para contextualizar el significado de otros
datos, y para extender y consolidar una red de relaciones que me permitió continuar
recopilando información.
Mi establecimiento definitivo en el pueblo, capital del único municipio que integra el
valle, estuvo precedido por tres estadías previas en pensiones situadas en distintos
pueblos de la comarca. El objetivo de estas estancias era encontrar alojamiento en un
pueblo que me permitiera investigar mi objeto de estudio inicial: analizar cómo la
reciente creación de un parque natural, en 2003, podía afectar las relaciones entre la
población y entre ésta y el medio físico. Finalmente, después de seguir las indicaciones
de las familias que regentaban los negocios turísticos en que me alojé, de sus clientes –
básicamente, trabajadores de la industria de la construcción y viajantes y representantes
de diversas marcas comerciales- y de la población en general, que iba conociendo a
medida que me iba introduciendo en diversos ámbitos –la escuela, el instituto, el parque
de bomberos y la comisaría comarcal de la policía autonómica- acabé por visitar el
ayuntamiento del municipio que más hectáreas de monte comunal tenía afectadas por la
creación del parque natural, donde expuse mi interés por alquilar un apartamento para
vivir, durante un tiempo, en alguno de los pueblos que integraban el municipio. Tras la
celebración de una reunión entre los miembros del equipo de gobierno local, se acordó
que pasara a ser la nueva inquilina de un apartamento de propiedad municipal que
quedaba disponible después de que las maestras de la escuela lo abandonaran al
finalizar el curso escolar. El hecho de ser mujer, no llevar rastas, y no tener un perro, es
decir, por no guardar ningún parecido con los individuos que trabajan para las empresas
de deportes de aventura de la comarca, habría actuado a mi favor, porque se entendía
que cumplía con los requisitos que garantizaban la correcta conservación de inmueble.
El día en que me mudé, el primer sábado del mes de julio, era la segunda vez que
visitaba el valle, donde aparte de la administrativa y el secretario del ayuntamiento, que
entonces no vivían en el valle, no conocía a nadie más. Era un día luminoso y calmo de
verano, así lo recuerdo, en que las terrazas de los bares locales, situados todos a pie de
carretera, estaban ocupadas de forma aleatoria por algunos individuos, básicamente
turistas. Una imagen que nada tenía que ver con la que había visto un par de meses
antes, cuando tuve que sortear unas cuantas docenas de vacas que habían invadido la
carretera y algún que otro perro que de improviso aparecía tras la esquina de alguna
calle desierta. Una vez instalada, con la intención de poner en práctica el consejo que
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guardaba de mis estancias anteriores en la comarca: relacionarse y darse a conocer para
encontrar lo que uno busca, salí a la calle y me senté en la terraza de uno de los bares
para ver si conseguía entablar una conversación, o al menos, me hacía visible. Estuve de
suerte, y al poco tiempo de estar conversando con una pareja de turistas de mediana
edad, un hombre que se presentó como originario del pueblo, y que había escuchado
cómo explicaba mi intención de vivir por un tiempo en el valle –todavía no sabía
cuántos meses- me invitó a unirme al grupo de jóvenes autóctonos que cada noche se
reunía en el mismo bar. Cuando regresé al bar, ya de noche, me di cuenta de que todos
los presentes ya estaban informados de mi llegada, aunque las explicaciones que di ese
día y los días siguientes sobre el motivo de mi presencia no sirvieron para que la
población comprendiera qué había ido a hacer al valle. Lo que no impidió, debido a la
novedad que representaba mi persona, que en poco tiempo pudiera participar de forma
regular en las tertulias nocturnas, en las que aprovechaba para preguntar a la población
su opinión sobre el hecho de vivir dentro de un parque natural, sin éxito. Si la prioridad
de los jóvenes, que se habían presentado con el nombre de la casa de la que eran hijos,
era ponerse de acuerdo sobre la próxima fiesta mayor a la que asistirían, la de los
hombres de mediana edad –los padres de los anteriores- era saludar e intercambiar
impresiones con los turistas que un verano más regresaban al valle en vacaciones. La
sensación de control que me proporcionaba el poder relacionarme con la población
local, al menos de noche, se alternaba con la intranquilidad que me producía el no ser
capaz de provocar ningún tipo de reacción cuando introducía el tema del parque natural.
Pero justo al cabo de una semana de mi llegada, la conjunción de varios factores acabará
por desencadenar una discusión que resultaría reveladora. Mientras conversaba con
algunos hombres en el bar al que acudía cada noche, un hombre en el que no había
reparado hasta el momento irrumpió en el establecimiento acompañado de su hija
mayor. Sin dudarlo, se me acercó y con cara de pocos amigos me dijo que si mi interés
era saber cómo la creación de un parque natural afectaba a la población, él mismo me lo
podía explicar. Ante una audiencia expectante, compuesta básicamente por población
autóctona, este hombre explicó que la Administración había creado el parque natural
para que algunos individuos –los técnicos responsables de las distintas áreas por las que
desde el parque natural se planeaba intervenir en el territorio- pudieran colocarse
ocupando buenos puestos de trabajo y recibiendo buenos sueldos, sin haber tenido en
ningún momento en cuenta los intereses de la población. Según este hombre, cuya casa
dependía básicamente de la práctica ganadera que él desempeñaba, la creación del
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parque natural iba a afectar de manera muy negativa a la ganadería por las restricciones
que acabaría imponiendo a la explotación de los pastos comunales, y por la
reintroducción de especies animales protegidas. En su opinión, vivir en un lugar donde
las próximas generaciones no iban a poder controlar la explotación de los recursos
naturales ya era suficientemente lastimoso, para que encima la Administración pagara a
individuos, como supuestamente era mi caso, para que espiara a la población y
elaborara informes sobre cómo invertía su tiempo. Cuando el ganadero acabó de
exponer públicamente sus quejas, el hombre que desde el día de mi llegada había
favorecido mi relación con el grupo de jóvenes autóctonos, taxista de profesión, dijo
que lo más importante no era la consideración de la situación de cada casa en particular,
sino la defensa del interés general para que todas las casas vieran mejorada su situación.
Luego dirigiéndose a mi, se apresuró a añadir que él sobre el parque natural no iba a
opinar porque carecía de la información necesaria para ello. Pero fuera ello cierto o no,
lo que interesa destacar es que las palabras de este hombre podían interpretarse como la
manera de evitar manifestarse en relación a un hecho que tenía que ver con la jerarquía
social, y con las expectativas de su posible alteración, según las actividades económicas
de que dependiera cada casa. El comentario del taxista, en lugar de calmar al ganadero
lo exaltó todavía más, ya que éste consideró la falta de información a la que aquel aludía
como una muestra de su falta de interés por las consecuencias negativas que muy
probablemente se derivarían de la creación de un parque natural, lamentando, además,
que en las reuniones que se habían celebrado en el ayuntamiento para informar de la
creación del parque sólo hubieran asistido representantes de las casas que dependían de
la ganadería. El ganadero también se quejaba de que la prioridad de la población fuera
la celebración de la próxima fiesta mayor. Cuando este hombre hubo terminado su
exposición, aproveché la ocasión para insistir en que yo no tenía ningún tipo de
vinculación con el parque natural, y que mi objetivo era realizar un estudio para la
universidad. Como consecuencia de este incidente, y de la dificultad con que me
encontraba para conseguir que la población hablara abiertamente y con detalle sobre el
parque natural -sólo conseguí que en un par de ocasiones dos individuos que vivían en
el valle pero que eran originarios de una comarca próxima a Barcelona hablaran
explícitamente del parque natural- acabé por convencerme de que lo mejor era dejar de
insistir en el tema, porque la evidencia de una curiosidad desmesurada podía acabar por
fomentar el rechazo hacia mi persona.
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Pocos días después de ese incidente, cuando volví a coincidir con el taxista éste se me
acercó y buscando mi complicidad me comentó que no debía hacer caso de la reacción
del ganadero, porque en cualquier lugar podía encontrar “gente un poco rara”, a la que
era mejor no prestar demasiada atención. Relacionando la reacción del ganadero con las
circunstancias en que había tenido lugar la discusión en el bar más concurrido las
noches de verano, llegué a varias conclusiones que más tarde se convertirían en puntos
de partida. En un primer momento, entendí que el incidente tenía que ver con mi
presencia, un individuo recién llegado con intenciones desconocidas, al que era preciso
marcar una posición. Pero teniendo en cuenta la composición del auditorio, caps de
casa (cabezas de familia) del valle, como el ganadero y el taxista, y la forma y el
contenido que había acabado tomando la discusión, pronto me di cuenta de que mi
presencia no era el motivo sino el pretexto para reafirmar la propia identidad y defender
en público los intereses de la propia casa ante el grupo de iguales. Si esto era así, y
además tenía en cuenta el hecho de que el grupo de jóvenes autóctonos solía hacer
referencia a su casa de origen, empezaba a ser evidente que la afectación local de la
creación de un parque natural no podía comprenderse si no se explicaba cómo se
establecía la relación entre los factores que determinaban la jerarquía social, y daban
sentido a las prácticas de la vida diaria. Lo más sorprendente de todo fue que este
incidente no impidió que el ganadero se convirtiera en un informante clave. Solos, o en
compañía de alguna de sus hijas adolescentes, pasamos largas jornadas conversando
mientras subíamos y bajábamos montañas en busca del ganado. Por el contrario, mi
relación con el taxista empezó a ser cada vez más distante, después de que pasada la
compaña turística de verano mi presencia se convirtiera en un hecho habitual. En este
sentido es importante señalar, que la facilidad con que conseguí entrar en el campo se
debió a que había llegado en el momento del año en que una de las prioridades de la
población era relacionarse con el exterior a través del trato con turistas y propietarios de
segundas residencias.
En lo que sigue a continuación se va a mostrar cómo la estructura de poder local
determina la creación de una identidad que condicionará mi estancia en el valle y la
recogida de información. Esto permitirá explicar los factores que han condicionado mi
interpretación de la realidad local, y cómo el objetivo de investigación pasa a ser el
análisis de la organización social local.
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La experiencia de una identidad fuera de lugar en una sociedad estratificada
Durante los meses de verano, tanto de día como de noche, la actividad social se
concentraba en los tres bares del pueblo, situados todos a pie de carretera. Durante el
día, el movimiento de gente empezaba a ser evidente a partir de las 11 de la mañana,
cuando los ganaderos interrumpían la siega de forraje en los prados y entraban en los
bares para ponerse al día de los últimos acontecimientos. Esta también era la hora en
que algún adolescente autóctono, familias propietarias de segundas residencias y turistas
empezaban a desfilar por las calles del pueblo para ir a bañarse al río o a la piscina. A
los miembros de las familias que regentaban negocios turísticos, difícilmente se les veía
fuera de los bares, restaurantes, pensiones y fondas, anexos a las casas, donde
trabajaban, a no ser que el motivo fuera hacer algún encargo o gestión en la capital de la
comarca. La población que dependía de la industria de la construcción y del sector
servicios pasaba gran parte del día fuera del valle, al que regresaban después de la
jornada laboral a última hora de la tarde. Lo que significaba que si quería relacionarme
más allá de las tertulias nocturnas, tenía que intentar coincidir con la población en los
breves momentos en que se dejaba ver en público. Con las mujeres podía conversar
cuando mientras se movían entre las cuadras, los corrales y los huertos contiguos a las
casas, y cuando paseaban en pequeños grupos a lo largo de la carretera local a primera
hora de la tarde. Y con los ancianos cuando los encontraba sentados en pequeños corros
a la sombra de algún árbol, o en algún cruce de caminos, intercambiando impresiones.
A diferencia de lo que sucedía en los bares por la noche, cuando se solía hablar a gritos
y se interrumpía constantemente las conversaciones para mantener un diálogo cruzado
entre varias mesas, el tono y el ritmo de las conversaciones durante el día eran mucho
más sosegados. Aunque lo cierto era que si no hubiera invertido tiempo en ir cada noche
a los bares locales para relacionarme con el grupo de jóvenes autóctonos y sus padres,
conversar con sus madres y sus abuelos durante el día me hubiera resultado más difícil.
Mis repetidas idas y venidas de los bares, a medida que transcurría el tiempo de trabajo
de campo, me permitieron observar diferencias en la interacción social según la época
del año. Si en las noches de verano, población local, turistas y propietarios de segundas
residencias se mezclaban indistintamente en las terrazas de los bares, durante las tardes
de invierno los bares sólo estaban ocupados por población local, básicamente, hombres
de mediana edad, los veïns.
A finales de verano, la población parecía contenta con mi presencia. Turistas y
propietarios de segundas residencias habían empezado a desaparecer, algunos hasta el
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próximo año y otros hasta el próximo fin de semana o puente, siendo entonces cuando
la población empieza a interesarse por saber cuánto tiempo más me iba a quedar,
proponiendo alternativas a mi modo de vida que no acababan de entender. Según unos,
debía intentar conseguir unas cuantas cabras y hacer de pastora durante un tiempo.
Según otros, lo que debía hacer era conseguir un trabajo en la hostelería. Lo más
interesante de todas estas sugerencias, como luego descubrí, era que se trataba de
ocupaciones que se relacionaban con la gent de fora, o que básicamente realizaban las
mujeres. La población comparaba mi situación con la de dos hombres de unos 30 años
de edad que eran originarios de una comarca próxima a Barcelona y que llevaban cerca
de tres años viviendo en el pueblo. Si hacía como ellos, y conseguía pasar un invierno
en el valle, ya podía quedarme a vivir entre ellos. Algunas veces, estos comentarios se
acompañaban de expresiones como, ya no me acuerdo de cuando llegaste, parece que
lleves mucho tiempo entre nosotros, etc., que fomentaban la falsa creencia de que mi
integración era casi absoluta. En caso de que el motivo de no querer quedarme a vivir en
el valle fuera que echara de menos mi familia, como solución, la población me sugirió
que hiciera como algunas dones de fora casadas en el valle, que con frecuencia de
ausentaban unos días para ir a visitar a sus padres. En varias ocasiones también se me
invitó a empadronarme en el pueblo. Todo esto ponía de manifiesto que mi vida privada
se discutía sin ningún reparo, como un tema más de conversación, especialmente por
parte del grupo de jóvenes autóctonos y sus padres que insistían en la importancia de
encontrar pareja (marido) y pasar a ser miembro de una casa veïna, porque vivir sola no
era lo más conveniente. En esta época, otoño de 2005, recibía llamadas de la población
cada vez que me ausentaba durante dos o tres días, para saber cuándo volvería, lo que
no me incomodaba especialmente; ya que a mi llegada, debido a problemas con las
compañías de teléfono móvil, hubo quien se ofreció a que diera su número de teléfono
como número de contacto y a que usara el teléfono de su casa en caso de necesidad. Lo
que sí fue preocupante fue el control que, con el paso del tiempo, la población consiguió
ejercer sobre mis prácticas diarias, de forma sistemática. Ante mi presencia, la
población no tenía ningún reparo en hablar de mí como si no estuviera presente y
comentar qué era lo que debía o lo que no debía hacer. En mi ausencia, en cambio, entre
sorprendida, contenta y escéptica, la población explicaba a turistas y propietarios de
segundas residencias que estaban muy contentos, porque una chica se había trasladado a
vivir al valle aunque no sabían del cierto a qué se dedicaba.
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Pasó el tiempo y se empezaron a cuestionar mis movimientos: si me desplazaba en
coche o a pie, sola o acompañada, si hablaba con unos y no con otros, y si hacía una
cosa a cierta hora del día y no hacía otra. También se comentaban los cambios que
desde el exterior podían observarse en mi apartamento: si las persianas estaban subidas
o bajadas, y si las ventanas estaban abiertas o cerradas. La población se sorprendía y
ridiculizaba el hecho de que cerrara con llave la puerta de mi apartamento, y la que daba
acceso desde la calle al edificio donde éste se encontraba y donde se encontraban las
dependencias del ayuntamiento, después de que la administrativa y el secretario
hubieran terminado su jornada laboral, porque, en su opinión, ésta era una práctica de
gente de ciudad1. Algunas veces, al regresar al apartamento de madrugada, después de
asistir a alguna fiesta mayor, me había encontrado con que la puerta que daba a la calle
estaba abierta, a veces entreabierta y en algunas ocasiones cerrada pero sin llave. Pero lo
que me hizo ser consciente del control que se ejercía sobre mí, a pesar de la cordialidad
con que en a pleno día continuaba siendo tratada, fue cuando en una de estas ocasiones
un perro, cuyo dueño reconocí al momento, salió del edificio al abrir la puerta. Este
incidente hizo que me acordara de la ocasión en que una turista, que llevaba más de 30
años alojándose en una fonda del pueblo, me había contado que ante su interés por
alquilar alguna casa o apartamento, la población se había ofrecido a mostrarle el
apartamento donde yo vivía con la intención de que si era de su agrado pudiera pasar a
ocuparlo. Reflexionar sobre este tipo de comportamiento, del que había sido consciente
por experiencia propia o porque alguien me había advertido de ello, me llevó a
considerar lo sutil, pero eficaz, que podía llegar a ser el control que algunos individuos
ejercían sobre el resto, y que el sentido de las relaciones entre los individuos cambiaba
según variaban los intereses y la coyuntura del momento. Las contradicciones que
experimentaba en el día a día, a medida que profundizaba en mis relaciones con la
población local, también me llevaron a reflexionar sobre la relación entre las formas por
las que se ejercía el poder y la formación de grupos y categorías sociales.
La primera profesión con que la población local me identificó fue la de arqueóloga. Me
enteré a los pocos días de mi llegada cuando un par de hombres de cerca de 40 años de
edad se acercaron para decirme que los arqueólogos no les gustaban, porque se metían
en todas partes, todo lo querían saber, y además se apropiaban de todo lo que
1 Cuando empecé a visitar a la población en su casa y comprobé que la puerta principal, por la que
accedían a la casa las visitas, también estaba cerrada con llave. Otra cosa sería, que los miembros de la
familia utilizaran otros accesos –puertas traseras, patios interiores, etc.- que solían estar abiertos, pero que
sólo ellos utilizaban.
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encontraban. También había quien pensaba que había ido hasta la comarca para estudiar
al hombre pallarés. A finales de otoño de 2005, según me informó una joven, mi
ocupación era hacer cafés y dar conversación en los bares. Si durante el verano la
actividad social se había concentrado en el extremo del pueblo donde se encontraban los
dos hoteles, en esta época del año había que ir hasta el bar que había en el otro extremo
del pueblo para encontrar algún interlocutor, especialmente por las tardes, entre las 18 y
las 21 horas. Este bar, que se comunicaba con una tienda de comestibles por medio de
una puerta corredera, era en el que los veïns de la capital del municipio se reunían
durante los meses de invierno. En varias ocasiones había ido a comprar a la tienda, pero
hasta este momento había considerado la conveniencia de entrar en el bar. Este bar
también tenía la particularidad de contar con una gran vidriera que se convertía en un
mirador excepcional para los que se encontraban dentro. Las visitas a este bar, por las
tardes, las alternaba con las visitas a los dos otros bares, por las mañanas. Los
comentarios de las jóvenes durante el verano, que decían que evitaban ir a ese bar, que
identificaban como el lugar donde se conocía cualquier cosa que ocurriera en el valle,
porque sólo había hombres, y el hecho de ver cómo se convertía en el centro de reunión
de la población autóctona cuando empezaba el frío, me hizo entender que si quería
“captar la esencia” de la vida en el valle tenía que ir a ese bar, todo esto mientras
continuaba relacionándome con el grupo de jóvenes autóctonos cuando regresaban a sus
casas los fines de semana desde Barcelona, donde estudiaban.
De los encuentros con lo jóvenes recuerdo cómo, en alguna ocasión, algún chico me
había preguntado si yo misma cocinaba lo que comía. Una pregunta que me sorprendió,
sabiendo como todos sabían que vivía sola, pero que comprendí cuando me percaté de
que en el contexto local el fracaso de un matrimonio se atribuía siempre a la mujer, y en
concreto a su incapacidad por desempeñar como sería de esperar el trabajo doméstico.
Cuando al grupo se sumaba un hombre casado de cerca de 40 años de edad y su mujer,
el tema de conversación ya no eran las habilidades que una mujer debía reunir para ser
una buena ama de casa, sino las diferencias en el comportamiento sexual de hombres y
mujeres. El imaginario sexual de este hombre, que es importante considerar por ser
representativo de los hombres autóctonos de edad similar, ya se puso de manifiesto a la
semana de mi llegada, cuando ante una audiencia integrada por jóvenes autóctonos de
ambos sexos, veïns, turistas y propietarios de segundas residencias, fue capaz de
monopolizar la conversación durante toda una noche para explicar con todo detalle
cómo desde la cima de una montaña próxima podían divisarse turistas alemanas
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bañándose en unos lagos, mientras los asistentes, aun sabiendo que lo que el hombre
explicaba no era cierto, intentaban alargar el relato, que parecía fascinarles, pidiendo
conocer más detalles sobre una historia que este hombre improvisaba sobre la marcha.
Este relato, y otros en que se hacía referencia al comportamiento sexual de las mujeres y
al modo en que en consecuencia debían ser tratadas por los hombres, que molestaban
especialmente a la audiencia femenina, sin que ello fuera un inconveniente para
continuar explicándolos, eran interesantes porque ayudaban a entender la configuración
del sistema de valores y del concepto ideal de mujer y hombre, en un contexto en que la
continuidad de la casa y la transmisión del patrimonio familiar depende de la
reproducción del grupo doméstico. La recreación de la vida privada de los individuos en
público, entendida como el medio de mostrar a cada cual su sitio, me hizo ser
consciente de que el control sobre la vida de la gente debía ser más efectivo cuando se
ejercía de la forma más natural posible, condicionando las relaciones y las prácticas de
la vida diaria. Por otro lado, la recuperación de historias, verídicas o no, que año tras
año se explicaban por las mismas fechas, ante una audiencia similar, mostraba cómo la
relación entre turistas, propietarios de segundas residencias y la población autóctona
continuaba guardando la forma y el contenido que permitía que los segundos
continuaran ofreciendo a los primeros lo que éstos esperaban recibir. También he de
decir que fue la relación continuada con el hombre artífice de leyendas locales, y con el
grupo de jóvenes autóctonos que de algún modo lideraba, lo que me permitió asistir a
eventos restringidos a la población local y ajenos a los ojos de turistas, propietarios de
segundas residencias y demás individuos que siendo originarios del valle ya no vivían
en él, como los sopars de poble que requerían de una invitación especial, o ser
considerado puntualmente miembro de una casa veïna. Aunque la contrapartida de
disfrutar de este privilegio fuera un control todavía mayor sobre mi vida privada.
Mi obsesión por dar con “la esencia”, que debía explicar el cómo y el porqué de la vida
en el valle, estaba estrechamente relacionada con la intuición de que el modo en que se
desarrollaban las prácticas de la vida diaria tenía que ver con la existencia de un código
(una lógica) que condicionaba la toma de decisiones, y que seguramente también
explicaba la proliferación de versiones complementarias sobre un mismo hecho. Llegué
a convencerme de que lo que era real era lo que no era evidente. Durante un tiempo esto
fue causa de preocupación y frustración. Finalmente, llegué a la conclusión de que la
mejor forma de abordar esta cuestión era recoger tanta información como fuera posible
para poder llegar a establecer las relaciones que me permitieran explicar los
22
fundamentos de un mundo que parecía hecho de apariencias. Este planteamiento me
ayudaría a comprender cómo las prácticas y los discursos dependían de la posición de
los individuos dentro de un orden jerárquico, y cómo la pertenencia a un grupo de
iguales legitimaba ciertas relaciones de reciprocidad y el ejercicio del poder sobre los
que habían quedados excluidos. Mi propio caso se me aparecía como un ejemplo de esta
situación cada vez que descubría que lo que había hecho o dejado de hacer –incorporé el
hábito de dar explicaciones sobre dónde había ido y a quién me había encontrado, antes
de que me las pidieran, y empecé a vestirme de manera más sobria de lo habitual-se
debía a la progresiva incorporación en mi vida diaria del código local que regulaba
cómo debía ser mi comportamiento según mi sexo y edad. La propia experiencia me
hizo tomar conciencia de adentrarme en una sociedad fuertemente estratificada y
diferenciada por sexo, edad y origen, que me llevó a ver que era la población autóctona
(los veïns) la que ocupaba la posición superior, y que los factores que condicionaban la
vida en el valle (la esencia) debía situarlos en las tensiones que surgían de la relación
entre las prácticas diarias y la reproducción de un modelo de orden social ideal. A esta
conclusión llegué después de no haber desistido en mi empeño e ir a buscar “la esencia”
al bar donde se reunían los hombres autóctonos.
Como tenía serias dudas de mi aceptación en este bar, debido a los comentarios de
algunas adolescentes que explicaban que se “morían de vergüenza” cada vez que sus
madres las enviaban al bar para dar un recado a sus padres, porque se sentían
intimidadas, entendí que debía buscar una excusa para adentrarme en el bar y justificar
mi presencia en caso de ser cuestionada. Así que empecé a entrar al bar desde la tienda
con la que estaba comunicado. Por las tardes, entre las 19 y las 19:30 horas, buscaba un
pretexto, como algo que comprar, y me acercaba hasta la tienda. Cuando mi objetivo
parecía cumplido y había intercambiado algunas palabras con el miembro de la familia
que me despachaba, sugería que quería tomar algo y entonces siguiéndolo cruzaba la
puerta corredera y tras él me adentraba en el bar, donde solía haber entre seis y diez
hombres. No importaba si eran muchos o pocos, lo que importaba era que con casi toda
seguridad allí podría encontrar a los hombres autóctonos de mediana edad de la capital
del municipio, y otros pueblos del valle, ganaderos y trabajadores de la industria de la
construcción, que después de la jornada laboral y antes de cenar se reunían para tomar
algo y conversar. En un principio, mis incursiones en este bar se reducían a tomar una
bebida en la barra de pie, identificar a los presentes, y regresar a mi apartamento,
después de intercambiar unas pocas palabras. Me alegraba especialmente cuando
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descubría que entre los presentes se encontraba el ganadero que se había convertido en
un informante clave, porque su presencia representaba una garantía de seguridad. Esto
me animó, y al cabo de un par de semanas me descubrí a mi misma entrando
directamente al bar desde la calle, compartiendo mesa con algunos hombres, y
sumándome a la conversación que mantenían, pudiendo conocer distintos puntos de
vista sobre cuestiones que afectaban la vida de la población, como la aprobación del
plan urbanístico, la construcción de algún equipamiento, la celebración de alguna fiesta,
etc. Durante las tardes que pasé en compañía de estos hombres, que no fueron pocas,
ninguno de ellos me dio a entender que este no debía ser mi lugar, atreviéndome incluso
a afirmar que todos disfrutamos de la compañía mutua.
Recuerdo un día en que estando yo en este bar, entró un hombre de poco más de 40 años
de edad, originario de Lleida, que después de comprar saludó brevemente y se fue.
Cuando más tarde abandoné el bar y me reencontré con este hombre en la calle me
preguntó si estar en compañía de tantos hombres no me intimidaba, porque él llevaba
más tiempo que yo viviendo en el valle –en invierno de 2006, cerca de unos dos años- y
todavía se sentía incómodo cuando entraba al bar. Sin pensarlo demasiado, queriendo
quitar importancia a sus palabras, y escudándome en la figura del ganadero-informante,
respondí que en el bar siempre había alguien que me resultaba más cercano. Sin
embargo, cuando al día siguiente me reuní con la administrativa del ayuntamiento,
originaria de Barcelona, y le comenté por casualidad que por las tardes solía ir a este
bar, me advirtió de que era mejor que dejara de asistir por el importante consumo de
alcohol entre los asistentes. Las palabras de esta mujer como las del hombre de Lleida,
no hicieron que dejara de asistir a este bar –tenia que encontrar “la esencia”-, pero me
ofrecieron la oportunidad de reflexionar sobre la relación entre las valoraciones acerca
de las prácticas individuales y la categoría social a la que pertenecía el que juzgaba y el
que actuaba, y cómo mi conducta alteraba la vida cotidiana de la población. Fue así
como empecé a tomar conciencia de hasta qué punto la existencia y creación de
estereotipos era importante, y de cómo la consideración del comportamiento individual
se hacía bajo la óptica de algún criterio arbitrario que se tomaba como la prueba
irrefutable de que el individuo en cuestión pertenecía a un grupo y a una categoría social
determinada, de “forma evidente”.
Cuando me detuve a pensar en ambos comentarios, me di cuenta de que quizá había
sido una ingenuidad por mi parte pensar que la presencia del ganadero-informante
evitaría que mi presencia fuera cuestionada. A estas alturas del trabajo de campo,
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invierno de 2006, el ganadero y yo habíamos pasado muchas horas solos en la montaña
durante las cuales manteníamos largas conversaciones en las que me contaba la historia
de su familia, su trayectoria de vida, las relaciones entre las casas, el modo en que
imaginaba cómo sería el valle con el paso del tiempo, etc., pero no había caído en que
todo eso tenía lugar fuera de los límites del pueblo y del campo de visión de la
población. Lo cierto también era que en las ocasiones en que ambos coincidíamos en el
pueblo, sus saludos se limitaban a una señal con la cabeza o la mano. En estos
encuentros me sorprendía de que no fuera más explícito o efusivo, pero como cuando
volvíamos a ir a la montaña su actitud era la misma que en las ocasiones anteriores dejé
de prestar atención a este comportamiento. No obstante, empecé a reflexionar sobre la
posibilidad de que al ganadero le gustara mi compañía para ir a la montaña, pero no
cuando ya estaba acompañado por otros hombres. También podía ser que la faceta del
ganadero que yo conocía no era fiable, o suficiente, para prever sus reacciones en otros
contextos en los que su comportamiento podía ser similar al del resto de hombres, sobre
los que aun tenía menos información. Cuando llegué a esta conclusión tuve la sensación
de ser más vulnerable de lo que había creído y de que la posibilidad de transitar por
distintos ámbitos no dependía tanto de mis esfuerzos por ser aceptada, como de lo que
la población estimara más conveniente, en cada momento. Mi sensación de desconcierto
y confusión parecían los propios de una persona extraña que no contaba con las
complicidades necesarias para manejarse de forma eficiente en el ámbito público,
quedando excluida de ciertos canales de información, y del acceso a “las claves” para
comprender la lógica que fundamentaba los esquemas cognitivos de la población.
El comentario del hombre Lleida había que ponerlo en relación con la idea que la
población local tenía sobre él. Durante el verano, me había explicado que hacer amigos
pallareses no era fácil, y que aunque de trato cordial la población (veïns) era
desconfiada, marcando siempre la distancia con el resto de individuos. Durante el
tiempo en que ambos coincidimos viviendo en el valle, nunca lo vi participar en la vida
social local. Lo que diferenciaba claramente a este hombre de mí, siendo como éramos
ambos de fora, era que yo a diferencia de él sí frecuentaba con cierta regularidad uno de
los ámbitos de la sociabilidad masculina por excelencia, en el que ninguna otra mujer
solía adentrarse ya fuera autóctona o de fora. Ello podía deberse a que este hombre
hubiera entendido que ese no debía ser su lugar, o simplemente porque no tenía ningún
interés especial por estar ahí, como sí era mi caso. Pero ya fuera por un motivo o por
otro, lo interesante de estas diferencias de comportamiento era que permitían reflexionar
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sobre la relación entre la toma de ciertas decisiones y su justificación, y la continua
clasificación de los individuos en categorías sociales diferentes, a pesar del paso del
tiempo. De modo que era por las prácticas de la vida diaria que se acababa perpetuando
la separación de espacios entre géneros y categorías sociales. Si aplicaba estos criterios
a la hora de considerar mi conducta me daba cuenta de que mi comportamiento, que no
se correspondía con el que era de esperar según mi sexo y edad, me convertía en una
mujer naturalmente extraña que si actuaba como lo hacia era como causa y
consecuencia de no contar con un identidad predefinida. El lado positivo de esta
condición fue que me permitió adentrarme en ámbitos muy diversos y acceder a
información que resultó relevante para la realización de este trabajo.
La distancia y el desconocimiento en que se basa la creación y uso de estereotipos,
fomentando la distancia social y la clasificación de los individuos en distintas
categorías, permitía comprender comentarios como los de la administrativa del
ayuntamiento, que ponían de manifiesto su falta de experiencia -nunca había ido a ese
bar a última hora de la tarde- y la no confrontación de la información de que disponía
con la vivencia de la situación. Su insistencia en algo que para ella era obvio: los
hombres en ese bar iban bebidos, me hizo pensar que este modo de calificar a una parte
de la población local –principalmente ganaderos a los que también se consideraba difícil
de tratar- era el medio que había encontrado para marcar una diferencia entre los
hombres que iban a ese bar y otros tipos de hombres, que como su pareja eran de fora y
no acostumbraban a ir ni a ese ni a otros bares locales. La actitud de esta mujer y del
hombre de Lleida, también dejaban entrever cómo la eficacia y la reproducción de la
estructura de poder local radicaba en el hecho de que los que ocupaban una posición
menos aventajada, la gent de fora que vivía en el valle, favorecían por medio de sus
prácticas y juicios de valor que los que se encontraban en una posición superior, los
veïns, continuarán disfrutando de una situación privilegiada. Esto, que mostraba cómo
el presente era el resultado de la articulación del pasado (un pasado) con los cambios
socioeconómicos de las últimas décadas, tendría que permitir explicar cómo el cambio
de modelo económico se acompañaba de la institución de un orden social que continúa
reproduciendo la diferenciación de la población local en veïns y gent de fora.
Conflictos y alianzas. La dependencia de informantes clave
El hecho de intentar hablar con el mayor número posible de individuos, me hizo dar
cuenta de que el modo en que me comunicaba con las mujeres era diferente al modo en
26
que me comunicaba con los hombres, y de que alguna relación debía existir entre ello y
el concepto hegemónico de hombre y mujer en el contexto local, y la relación ideal
entre géneros. Las mujeres no mostraron ningún reparo en hablar conmigo, ni en
facilitarme la entrada a sus casas, después de llevar un tiempo relacionándome con el
grupo de jóvenes autóctonos, sus hijos. Con el tiempo llegué a visitarlas en su casa,
cuyas dependencias, en muchas ocasiones, se habían convertido en un negocio de
turismo rural que ellas explotaban. Pero ninguna mujer autóctona, a pesar de mantener
muy buena relación con alguna de ellas, se convirtió en un informante clave, como sí lo
serían el ganadero al que he hecho referencia, la administrativa del ayuntamiento y la
alguacil del municipio, dos dones de fora.
El ganadero, de 55 años de edad, fue uno de los individuos con el que más tiempo pasé
conversando a solas gracias, en parte, a la relación que de forma paralela mantenía con
sus hijas. Era a través de sus hijas que este hombre me hacia saber sus planes de ir a la
montaña al día siguiente por si quería acompañarlo. Después del incidente ocurrido
entre él y un taxista en un bar local, a la semana de mi llegada, me resultaba difícil
entender los motivos que llevaban a este hombre a querer pasar parte de su tiempo
conmigo, hasta que un comentario suyo me sirvió de pista. Un tema de conversación
recurrente en este hombre eran las relaciones de pareja. Me explicó que se había casado
a los 35 años de edad, cuando pensó que era el mejor momento para casarse con una
mujer del valle, hija de “una casa payesa de toda la vida”. Con anterioridad ya había
mantenido otras relaciones, una de ellas con una mujer de Barcelona, que durante un
tiempo había vivido en un valle próximo. Esta mujer, de profesión geóloga, solía
acompañarlo como yo hacía ahora en sus salidas a la montaña para recoger muestras de
minerales. Esta mujer había visitado la casa del ganadero y conocía su familia, pero la
relación no prosperará por sus dificultades en adaptarse a la vida en un pueblo de
montaña, regresando de nuevo a Barcelona. Conocer esta información sobre la vida
privada de este hombre me ayudó a comprender que la buena relación que había entre él
y yo tenía que ver con la posibilidad de que mi presencia representara una parte de su
pasado. Otro factor que fue decisivo para salvar la distancia que había entre el ganadero
y yo, fue la posibilidad de dar con un tema de conversación que nos interesaba
especialmente a los dos, favoreciendo la comunicación y las salidas a la montaña por
encima de las diferencias que nos separaban. Hablar sobre la recién creación de un
parque natural sobre el que nadie sabía del cierto qué se podía esperar y cómo iba a
afectar la vida de la población local, fue nuestro punto de unión. A estas alturas, parecía
27
que el ganadero había comprendido que yo no trabajaba para la Administración, y no
sólo no se mostraba interesado en conocer la realidad de otros lugares, sino que además
me pedía consejo sobre cómo realizar trámites administrativos que yo desconocía. Esto
me permitió recuperar el objeto inicial de estudio, pero no como un fin en sí mismo sino
como el medio por el que entablar una conversación que me permitiera conocer el punto
de vista del ganadero sobre otras cuestiones. Así, y aunque nunca conseguí que me
dijera el número exacto de vacas que tenía su explotación, llegué a conocer detalles
sobre la situación económica de las otras casas, la vinculación de sus miembros con la
política local, y las relaciones entre los matrimonios. Cuando su hija pequeña, de 14
años de edad, nos acompañaba también participaba activamente en la conversación,
defendiendo las mismas ideas que su padre, como que las casas que habían conseguido
poner en marcha un negocio de turismo rural era porque sus miembros eran aliados del
equipo de gobierno local. Esta joven también comentaba que aunque no lo pareciese, en
el valle había gente muy infeliz y envidiosa que pasaba el día criticando y
menospreciando a sus vecinos, a los que luego continuaban saludando como si nada, por
no querer reconocer que la causa de su malestar eran las desavenencias en el seno de su
propia familia. A parte del parque natural, otro tema de conversación que fascinaba
especialmente al ganadero era la posible expansión urbanística del pueblo en relación
con la apertura de una carretera entre el valle y Andorra. Cuando la llegada del invierno
interrumpió las salidas a la montaña hasta el próximo verano, las conversaciones con
este hombre y el resto de miembros de su familia se trasladaron a la cocina de su casa.
La relación con este hombre y su familia, especialmente con su hija mayor que muchas
veces viajaba conmigo en coche hasta Barcelona donde estudiaba y con la que solía salir
a caminar los fines de semana, se consolidó en invierno de 2006, mientras cada tarde
continuaba reuniéndome con los hombres en el bar sin mayores incidentes.
Con la llegada de la primavera fui consciente de todas las otras actividades con las que
se me relacionaba, de hacer cafés y dar conversación en los bares, había pasado a
colaborar con la Guardia Civil a la que pasaba informes sobre las actividades y hábitos
ilegales de la población, justo cuando el mayor conocimiento que de mí se tenía, por el
tiempo transcurrido, debía actuar a mi favor y alejar unas sospechas que resultaban
increíbles si se tenía en cuenta que la práctica del contrabando era una actividad
extremadamente controlada, y que los que lo practicaban también eran mis
contertulianos en los bares locales. Por su parte, los turistas y los propietarios de
segundas residencias, que se sorprendían de continuar viéndome en el valle, estaban
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convencidos de que si mi interés era el estudio de la cultura local, seguramente debía
estar interesada en conocer las danzas y la música tradicional. En esta época del año,
preguntas como qué sueldo tenía y quién me pagaba también empezaron a ser
recurrentes, aunque la actitud que más me sorprendió fue la de un hombre, miembro del
cuerpo de policía andorrana, descendiente del valle, que se me acercó para preguntarme
en nombre del grupo de jóvenes autóctonos cuáles eran mis intereses reales; ya que
aquellos creían que los espiaba. Según este hombre, la población tenía serias dudas
sobre lo que yo hacia, porque no podían entender que viviera de una beca, que no
trabajara, y que no hiciera otra cosa, al menos en apariencia, que charlar y dar vueltas
por el valle a pie o en coche. Debido a este comentario y a la oportunidad que me
ofreció una familia de trabajar en el hostal familiar, algunos fines de semana trabajé en
la hostelería. Fue entonces cuando me enteré, por parte de uno de los hijos de esta
familia, que no acostumbraba a salir con el grupo de jóvenes, de que los jóvenes estaban
convencidos de que efectivamente los espiaba. Pero cuando también comprendí que las
sospechas sobre mis malas intenciones, o de moral dudosa, no eran un hecho tan general
como se pretendía, porque de lo contrario dudo que hubiera llegado a trabajar en un
establecimiento local o a poder continuar asistiendo al bar para conversar con los veïns.
Todos estos comentarios me parecían un sin sentido, porque no daba con la lógica a la
que respondían, aunque había un interés claro de la población por querer saber más
cosas sobre mi pasado y mis intereses actuales. Con la llegada del invierno había
restringido mis salidas nocturnas, y sólo coincidía con el grupo de jóvenes autóctonos
en los bares locales los fines de semana, a última hora de la tarde, cuando
continuábamos conversando con “aparente normalidad”. A finales de noviembre, uno de
estos jóvenes, con el que mantenía una buena relación, me comentó si estaría dispuesta
a compartir mi apartamento con un chico, hijo de propietarios de una segunda
residencia, que quería vivir en el valle. Después de pensarlo acepté la proposición,
porque al tratarse de un miembro de una familia conocida entendí que el chico pondría
lo mejor de su parte para evitar conflictos y malentendidos. Desde el día de su llegada
este chico pasó a integrar automáticamente el grupo de jóvenes, con los que salía de
fiesta y se reunía en los bares locales, al tiempo que sus padres iban cobrando mayor
visibilidad y protagonismo en las celebraciones y la vida social del valle animados por
otros propietarios de segundas residencias y algunos veïns, como el taxista con el que el
ganadero había discutido. Debido a su indiscreción, a los pocos meses de convivencia
me vi obligada a pedir a este chico que abandonara mi apartamento, pensando que podía
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a ir a vivir en la casa que sus padres tenían en un pueblo del valle que permanecía
cerrada gran parte del año. En este momento, primavera de 2006, mi estado anímico ya
no era el mismo que el de unos meses antes. El control al que sentía que estaba
sometida me asfixiaba, y me daba cuenta de que cuanta más información tenía más me
costaba interpretarla, aunque pensaba que toda era necesaria. La sensación de tener que
ser autorizada para continuar simplemente con mí día a día y el tener que vivir en alerta
permanente para no dar un paso en falso fueron acabando con mi energía. De modo que
terminé por limitar mis apariciones en público y a querer pasar más tiempo en el refugio
en que se había convertido mi apartamento. Lo que de momento no sabía era que la
decisión de haber querido volver a vivir sola sería el detonante que haría públicas todas
las enemistades que sin ser consciente había ido cultivando.
Entre los cuatro meses que distaban de la entrada y la salida de este chico de mi
apartamento, por lo que él mismo me contaba, pasé de ser una persona simpática,
amable, buena y muy integrada, a alguien que no merecía la pena ni saludar. Por suerte
esta actitud no fue común a toda la población, pero sí se hizo extensible entre los veïns
que mantenía una relación más estrecha con los propietarios de segundas residencias, y
que debido a la diversidad de relaciones sociales en las que participaban eran los que
más información tenían sobre la vida de los otros individuos. Fue en esta época
también, cuando habían transcurrido cerca de 10 meses de trabajo de campo, que
algunos individuos, como el taxista, con el que apenas había conversado debido a su
reticencia, empezaron a reprocharme que yo supiera muchas cosas sobre la población,
cuando la población desconocía casi todo de mí. Esto me hizo ser consciente de que ya
llevaba mucho tiempo viviendo en el valle, o al menos el suficiente, sin que la
población pudiera acabar de situarme, y que la información que había acumulado sobre
la vida privada de la gente me confería un poder que me hacía entrar en competencia
con otros individuos que eran especialmente hábiles acumulando y transmitiendo
información sobre cualquier cuestión que sucedía en el valle, como el mismo taxista. El
hecho de no haber entrado “en el juego”, y no entrar a intercambiar la información que
había acumulado con una parte de la población favoreció que mi presencia empezara a
ser considerada un estorbo entre los que controlaban los canales de información, y el
grupo de jóvenes autóctonos que no aceptó que pidiera al chico que había vivido en mi
apartamento, un antiguo conocido suyo, que lo abandonara definitivamente. Todo esto
mientras nadie sabía del cierto a qué me dedicaba.
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La población que no participaba en las críticas de las que mi persona era objeto, o eso
parecía, explicaba que ser criticado no era malo, porque ello quería decir que uno era
tenido en consideración. Lo que sí era preocupante era que nadie hablara de uno, porque
ello era signo de indiferencia. Visto desde esta perspectiva, no debía preocuparme,
porque lo que sucedía era perfectamente normal. Aunque lo más interesante de estos
comentarios era que permitían ver cómo al posicionarse a favor o en contra mío, la
población acababa por mostrar las desavenencias que había entre las casas, que solían
remontarse a un pasado más o menos lejano Un pasado que no era el mío, y al que no
podía recurrir para justificar mi interés por acumular información sobre la vida de la
gente, porque tampoco tenía unos intereses familiares que defender. En cierta medida
esto me confería libertad para poder actuar sin estar condicionada por un vínculo
anterior con el contexto local, aunque el hecho de no ser miembro de una casa veïna y
no contar con el apoyo de otras cases veïnes, es decir, no formar parte de una red de
relaciones de reciprocidad también acabó por hacerme más dependiente y débil. Empecé
a notar que la actitud de los jóvenes variaba dependiendo de si cuando coincidía con
ellos estaban solos, entonces me saludaban e incluso se paraban a conversar conmigo, o
en compañía de otros jóvenes, que era cuando ignoraban mi presencia. Fue en esta
época, cuando algunos individuos, como la mujer del ganadero, empezaron a invitarme
a comer a sus casas, de forma regular, y cuando otros, que quizá creían que mi trabajo
podía beneficiarles, si es que era cierto que era para la universidad, empezaron a insistir
en que apuntara con todo detalle la versión de la realidad que me explicaban.
Encantada aceptaba las comidas y las reuniones en casa del ganadero, pero cada vez que
abandonaba la casa no podía evitar sentirme culpable por considerar que mi actitud era
poco honesta; ya que estaba convencida que esta familia, como el resto de la población,
desconocía que la información que por ellos obtenía acabaría siendo pública. Después
de comer en la cocina de la casa, la mujer del ganadero, sus hijas, y yo nos
adentrábamos en el tiempo de las confesiones, es decir, en esos momentos en que se
daban a conocer detalles sobre la historia de otras casas y la suya propia, con la
tranquilidad, decían, de que yo no lo contaría a nadie. Lo que no era del todo cierto, ya
que si bien no tenía la intención de hablar con nadie sobre lo que había oído, al
abandonar la casa iría directamente a mi apartamento para escribir con la mayor
precisión posible todo lo que había escuchado. Me preguntaba si el objetivo de llevar a
cabo una investigación justificaba cualquier medio de obtención de información,
mientras la deuda que sentía que había contraído con esta familia me llevaba a que fuera
31
muy cuidadosa en mis vistas a la casa de otro ganadero, con la que esta familia estaba
enemistada. La relación entre ambos ganaderos me desconcertaba. Recordaba un día en
que ambos coincidieron en la montaña. En aquella ocasión mantuvieron una
conversación cordial, mientras fumaban y colaboraban para cambiar la rueda pinchada
de uno de los Jeeps. Sin embargo, unos días más tarde ambos protagonizarían un
escándalo cuando las vacas de uno se escaparon de un prado próximo al pueblo, y
fueron a mezclarse con las vacas del otro. Ser testimonio de comportamientos y
discursos contradictorios me tranquilizó y me convenció de la importancia de continuar
visitando la casa del ganadero-informante, porque quise creer que los miembros de esta
familia no me habían explicado nada que no quisieran que conociese, y que no me
habían mostrado nada que no quisieran que hubiera visto buscando mi complicidad. Las
contradicciones eran el contrapunto a explicaciones que se afirmaban como verdades
absolutas, poniendo de manifiesto la importancia de contextualizar la información.
Pasó la primavera y llegó el verano de 2006, y a diferencia del verano anterior el interés
de la población ya no era persuadirme para que me quedara un tiempo más, sino saber
cuándo iba a abandonar el valle definitivamente. Fueron pocas las personas que me lo
preguntaron abiertamente, pero me bastó contestar a un par de individuos para
comprobar cómo la fecha de mi partida se convertía rápidamente en una cuestión de
dominio público. Fuera cual fuera la fecha, lo cierto era que me adentraba en la recta
final del trabajo de campo, y con la urgencia por recoger tanta información como fuera
posible volví a frecuentar el bar donde se reunían los hombres autóctonos las tardes de
invierno. La llegada del buen tiempo había reactivado la vida social, a última hora de la
tarde. Los turistas todavía no habían llegado y la clientela continuaba integrada
básicamente por ganaderos que a media mañana se reunían en el bar para ponerse al día
sobre los últimos acontecimientos, aunque el incremento del tiempo y el ritmo de la
jornada laboral hacían que estos encuentros fueran mucho más breves que en invierno.
Mis visitas continuadas a este bar fueron fundamentales para continuar recabando
información, pero también me di cuenta de que mi presencia empezaba a incomodar a
algunos ganaderos, que no tenían ningún reparo en decir que la gente que preguntaba no
les gustaba y que uno podía pasarse toda vida viendo en el valle y no llegar a saber
nunca lo que pasaba. Ahora parecía que no sólo contaba con la hostilidad del taxista y
su grupo de aliados, sino también con la disconformidad de mis contertulianos por
excelencia. Con la intención de comprender el motivo de esta situación empecé por
32
establecer un paralelismo entre el vínculo del chico que había compartido mi
apartamento con el contexto local, y mi experiencia de vida en el valle.
Ambos éramos de fora, pero nuestra situación era radicalmente distinta. A diferencia de
él, que trabajaba para una empresa relacionada con la industria de la construcción en la
comarca, y que ya contaba con unas relaciones previas en el valle, yo había pasado el
tiempo dando vueltas por los pueblos con la finalidad de relacionarme, porque no
contaba con ningún vínculo previo que me introdujera en el contexto local. Había
hablado con todos los que me lo permitieron, y sin dejar de ser de fora había conseguido
participar en los canales por los que se transmitía la información. Y como quizá lo raro
no fuera contar la vida a un extraño, sino a un extraño al que no se perdía de vista, muy
probablemente fue la posibilidad que la población me ofreció de conocer “demasiados
detalles” sobre la historia de las casas, lo que favoreció que me ganara la antipatía de un
sector de la población que encontró en la salida del hijo de unos propietarios de una
segunda residencia de mi apartamento, la oportunidad para posicionarse y hacer público
su malestar, a los ocho meses de mi llegada. Esto también me permitiría ver que el
modo en que los veïns se relacionaban con el exterior estaba relacionado con la
actividad económica a la que se dedicaban. Pero sobre todo, que el comportamiento de
un veí sólo podía ser desafiado por el de otro veí, como mostraba que una parte de la
población continuara relacionándose conmigo, mientras la otra dejaba de hacerlo, y la
importancia que tiene “lo de fora” para canalizar los conflictos internos y buscar nuevas
alianzas.
Pero, ¿cuáles eran los factores que caracterizaban mi relación con mis otras dos
informantes clave, dos dones de fora? ¿podía a través de la relación que mantenía con
ellas frenar el rechazo que sentía de parte de la población autóctona? Reflexionar sobre
estas cuestiones me iba a permitir comprender mejor la relación entre la institución de
un orden social y entre las categorías veïns y gent de fora. Ambas mujeres, originarias
de Barcelona, fueron muy importantes durante todo el trabajo de campo, como
informantes y como aliadas. Coincidía con las dos cada día. La relación con cada una de
ellas me aportó perspectivas diferentes, aunque similares, sobre la realidad local que
tenían que ver con su nivel de formación, su situación económica y su origen social.
Solían quejarse del control que la población local ejercía sobre sus vidas, y les
desagradaba especialmente que la población autóctona ocupara una parte importante de
su tiempo hablando e intentando saber qué hacían o dejaban de hacer los demás, porque
ello fomentaba el malestar entre las familias. En su opinión, la mejor manera de evitar
33
malentendidos era relacionándose lo mínimo. Lo que no impedía que mantuvieran
buena relación con los miembros de las cases veïnes que tenían más cerca. Por su trato
diario con la población autóctona, la relación con estas mujeres me facilitó el
acercamiento a los veïns y un conocimiento mayor sobre sus vidas. Por su parte, la
población autóctona, que valoraba especialmente tener una familia, solía referirse a la
situación de estas mujeres, casadas y con hijos, como el ejemplo a seguir por parte de
cualquier individuo de fora que quisiera vivir en el valle.
De manera similar a como ocurría con el ganadero, un tema de conversación recurrente
entre estas mujeres eran las relaciones de pareja entre la población, autóctona y no
autóctona, y los cambios económicos que podían afectar al valle. Como sucedía cuando
hablaba con la población autóctona, conversar con estas mujeres permitió que me fuera
dando cuenta de la relación y las contradicciones que se daban entre un modelo de
orden social ideal y las prácticas y discursos de la población, que ponían de manifiesto
la interdependencia entre todas las distintas categorías de individuos. Mi relación con
estas mujeres también me hizo ser consciente de que sus prejuicios también eran los
míos, obligándome a reflexionar sobre su influencia y relación con el tipo de
información que iba recogiendo y el modo en que la interpretaba. Otro aspecto no
menos importante, fue que la relación con estas mujeres me ayudó a relativizar la
situación de exclusión en que viví durante los últimos meses del trabajo de campo. La
continuidad de mi relación con ambas, favoreció que los miembros de las cases veïnes
con las que sus familias mantenían una relación más estrecha también estuvieran
dispuestas a continuar relacionándose conmigo, aunque algunos de ellos fueran
considerados por el resto de la población autóctona, “individuos raros”2. Una casa cuyos
miembros también continuarán dispuestos a hablar conmigo, como con cualquier otro
individuo, fuera cual fuera su origen, por la posible captación de votos o por la
posibilidad de entablar nuevas alianzas será la del alcalde.
Sin embargo, mi relación con estas dos mujeres no pudo actuar a mi favor para que
pudiera continuar asistiendo a los sopars de poble de la capital del municipio, como
tampoco lo hizo posible mi relación continuada con la familia del ganadero-informante3.
2 Así sucedía, por ejemplo, con los miembros de una casa veïna pobre con los que la alguacil mantenía
una excelente relación, pero que apenas participaban en la vida social del valle.
3 Una cosa era continuar conversando conmigo y otra muy distinta influir en las decisiones del resto de
veïns para que mi presencia volviera a ser aceptada en ámbitos restringidos a la población autóctona. Ello
podía derivar en un conflicto entre iguales, sin que ninguna de las partes obtuviera un beneficio
significativo, a cambio.
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Pero si el curso de los acontecimientos llevó a que dejara de asistir a los sopars de poble
de la capital del municipio, también me permitió empezar a asistir a los sopars de poble
que se celebraban en el pueblo del alcalde, en el que vivía la administrativa del
ayuntamiento, y a la celebración de la fiesta de santa Águeda, organizada por dones de
fora. Una vez finalicé el periodo de trabajo de campo intensivo, ha sido en la casa de
estas mujeres donde mayormente me he alojado, cuando he regresado al valle para
completar la información obtenida. Esto ha comportado que la población haya acabado
identificándome con estas dos mujeres, incluso el ganadero-informante, la persona con
la que más horas he pasado conversando a solas. A finales de octubre de 2006, en un
contexto en que ya había demasiadas señales que lo indicaban, y habiendo cumplido con
el tiempo previsto, el periodo de trabajo de campo intensivo finaliza.
Anécdotas y evidencias en la búsqueda de un sentido
Para realizar el trabajo de campo, sólo me había desplazado 257 kilómetros, no había
salido de mi país y había hablado en mi lengua materna, pero nunca antes había sido tan
consciente de lo complejo que podía llegar a ser comunicarse, como en el tiempo en que
viví en el valle. Lo que llegué a ver y a escuchar, y los ámbitos en que participé son sólo
una parte de la realidad local, condicionando la búsqueda de un sentido y la definición
del objeto de estudio final. El hecho de que gran parte de la información recopilada
provenga del registro de conversaciones, muchas de ellas casuales, me llevaron a
reflexionar en profundidad sobre la relación que debía existir entre el modo en que la
población se comunicaba, la transmisión de distintas visiones del mundo, y la
institución de un orden social (Herzfeld, 1987, 1997; Giddens, 1987 [1967]; Bourdieu
1995). Así me di cuenta de que las categorías sociales veïns y gent de fora,
representaban el esquema cognitivo por el que una parte de la población, los veïns,
aprendía la realidad local, se relacionaba y legitimaba en la práctica su superioridad. Si
tomaba esta dicotomía como punto de partida, y tenía en cuenta que el significado de
ambas categorías era indisociable de las prácticas de los individuos que las integraban,
podría comprender cómo la forma por la que actualmente se instituía el orden social se
concebía como un hecho natural, a pesar de ser el resultado de un proceso histórico
(Godelier, 2004; Bourdieu, 1995). Lo que significaba que tenía que empezar por
problematizar ambas categorías, pero ¿cómo? Lo que parecía evidente podía no serlo y
lo que se presentaba como anecdótico podía ser más significativo de lo que a simple
vista parecía. Me preguntaba cómo dar con “la esencia” (la lógica) a partir de la
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información, fragmentada, dispersa e inconexa que había acumulado, que si bien era
confusa era con la que contaba y la que tenía que permitirme fundamentar una
explicación lógica sobre la vida en el valle.
La clasificación reiterada de los datos fue un paso imprescindible para contar con una
visión de conjunto y empezar a establecer un orden de relaciones significativas. Pero
sobre todo me hizo dar cuenta de que la confusión en la que me encontraba, no se debía
tanto a que la información de que disponía hacia referencia a múltiples cuestiones sin
profundizar en un aspecto concreto, como al hecho de situar en planos distintos la
experiencia de la vida en el valle y la reproducción de un modelo de orden social ideal.
El sentido y la importancia de los elementos que había llegado a identificar dependían
de su relación con el resto de elementos que caracterizaban la realidad local, y no eran
independientes de las prácticas y los discursos, que era a lo que yo tenía acceso, ni del
sistema de valores, símbolos y significados al cual éstas remitían y transformaban
constantemente. Esto quería decir que “la esencia” ya se encontraba en el modo por el
que la población se relacionaba y actuaba, aunque pudiera identificarse un nivel
abstracto que estructurado en base a la relación primordial veí-patrimonio, actuara como
el substrato del que dependería la construcción de relaciones significativas que dotarían
de sentido la experiencia de vida en el contexto local.
Si tenía en cuenta mi situación podía ver cómo el significado de las categorías del
sistema de clasificación social cambiaba con el tiempo, redefiniendo los límites y la
distancia entre ellas; ya que como individuo de fora, fueron varias las identidades con
que la población me identificó. Si, por otro lado, me fijaba en cómo mis informantes se
relacionaban entre ellos y con el resto de la población podía ver como se negociaba en
la vida diaria la institución del orden social. Para el ganadero-informante, mantenerse a
distancia de la gent de fora también incluía que su vida diaria pasara al margen de las
prácticas de la población no autóctona. De igual forma, para la administrativa y la
alguacil los intereses de la casa de este hombre quedaban tan lejos, que su relación había
quedado reducida a un saludo cordial, cuando por casualidad coincidían. Sin embargo,
fue a partir de la relación que yo mantenía entre los tres que la relación entre ellos
empezó a cambiar, especialmente entre la mujer y las hijas del ganadero y la
administrativa y la alguacil. Esporádicamente empezaron a hacerse visitas, y empezaron
a crear una propia red de relaciones de reciprocidad que se basaba en el intercambio de
productos del huerto. Algo impensable, al menos en apariencia, al inicio del trabajo de
campo. Si aplicaba el mismo razonamiento para reflexionar sobre el conflicto con el
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taxista y el grupo de jóvenes autóctonos, podía ver cómo la forma que había acabado
tomando tenía que ver con la competencia de las cases veïnes por los recursos
económicos. Así no debió ser anecdótico que la hija mayor del ganadero, cuya casa
mantenía una relación más bien distante con las casas de los jóvenes que dependían del
turismo y la ganadería, acabara convirtiéndose en una informante decisiva, como
también lo fue el joven cuya familia explotaba una fonda, y que no gozaba de
popularidad entre el grupo de jóvenes autóctono por considerar que era hijo de una casa
con “demasiadas pretensiones”.
El conocimiento parcial que disponía sobre la realidad local, era indicativo de que se
trataba de un conocimiento condicionado por una experiencia particular, y por la
posibilidad de compartir experiencias con la población que fomentasen el desarrollo de
un sistema de símbolos común a los individuos implicados (la población y yo), que sin
pertenecer a ninguna de las partes era imprescindible para que la comunicación fuera
posible y el trabajo de campo pudiera avanzar (Reynoso, 2003; Rabinow, 2007 [1997]).
Además de poner de manifiesto que en el trabajo de campo la comunicación se da entre
individuos históricamente situados, lo anterior también significa que el modo en que los
informantes y el investigador llegan a interactuar poco tiene de natural; ya que el
cuestionamiento crítico de los preconceptos que durante largo tiempo se han dado por
supuestos, sin dejar de reconocer su importancia como parte del propio ser, no siempre
forma parte de la relación entre los informantes y el propio investigador, pudiendo ser
además uno de los factores que precipite la salida del investigador del campo4
(Rabinow, 2007 [1997]). Mi experiencia me enseñó cómo de inestable eran las bases, si
es que podían llamarse así, sobre las que la población y yo logramos relacionarnos; ya
que si mi permanencia en el valle fue decisiva para relajar tensiones y desconfianzas
iniciales, ello también propició que jugara en mi contra por su falta de naturalidad. Dada
esta situación, a medida que los formalismos y la cortesía iniciales dejaron entrever la
estructura de poder implícita, lo lógico era que los veïns continuaran actuando como con
anterioridad a mi llegada debían haber hecho y que recayera sobre mí el trabajo de dejar
a un lado mis preconceptos y juicios de valor.
No haber comprendido que había una distancia insalvable entre lo que la población
decía y lo que yo escribía e interpretaba me llevó a volver reiteradamente “al campo”
4 Se entiende que la comunicación no es un hecho natural. Si aquí se insiste en que depende de la
construcción y de la posibilidad de compartir un sistema de símbolos y significados es para incidir en que
ello depende de un trabajo añadido cuando el origen cultural de las partes no es el mismo.
37
con la idea de verificar si lo que había oído tenía el sentido que imaginaba, y buscar una
respuesta a las preguntas que surgían a medida que establecía relaciones entre los datos
y lo obvio parecía menos evidente. Unas visitas que se fueron espaciando en el tiempo,
pero que también tenían que ver con la dependencia emocional que había llegado a
establecer con la población resultado de la necesidad de afianzar un vínculo que me
permitiera continuar recogiendo información, y del sentimiento de soledad y extrañeza
que había experimentado. Experimentaba soledad, pero sobre todo extrañeza, cuando lo
que veía y escuchaba me parecía inverosímil, cuando me descubría participando en
actividades que en otras circunstancias simplemente hubiera descartado, pero sobre todo
cuando se hacia de noche, y me ponía escribir sobre el mundo en el que vivía, pero del
que me encontraba muy lejos. No estaba aislada, veía y trataba con gente a diario, pero
la diferente situación en la me encontraba respecto al resto de población me hacía sentir
especialmente sola, en un lugar donde era la única mujer soltera de cerca de 30 años que
vivía sola y en el que la identidad la confiere de forma natural la pertenencia a una casa
veïna. Mi relación con la población no sólo llevó a tener que objetivar mi situación en
el valle, sino que la misma población se vio abocada a hacer lo mismo. Así, no fue
extraño que durante el trabajo de campo la población autóctona se me acercara, hombres
y mujeres, para preguntarme qué opinión tenía de ellos, o si, por ejemplo, su vida me
parecía demasiado simple, y monótona. Algunos pedían, casi a gritos, ser entrevistados,
mientras otros estaban interesados en saber si vivir en la montaña afectaba realmente el
comportamiento de la gente, porque estaban convencidos de que ello era motivo de
conflictos entre la población. También había quien estaba convencido de que la
población autóctona del valle era “una raza en extinción”, que debido a su singularidad
yo había ido a estudiar, y el que cuando me volvía a ver sorprendido exclamaba que la
población debía ser muy rara, porque sino no entendía porque continuaba regresando.
La idea que la población construía sobre sí misma informaba sobre la relación del valle
con el mundo exterior al que la población responsabilizaba de la situación de
marginalidad en la que entendía que vivía, pero que era preciso contrastar con la
capacidad de la estructura de poder local para condicionar la transformación económica
y social local.
Quedaba claro que la capacidad de objetivación, de hacer evidente lo menos evidente y
de cuestionar lo obvio, eran condiciones necesarias para establecer relaciones
significativas, y que el trabajo de campo no es sólo un medio para la obtención de
información, sino el mismo momento en que empieza la construcción de un
38
conocimiento (Laplantine 2000 [1996]; Bourdieu, 1995; Leservoisier, 2005). La
división, clasificación y asociación de datos debía proceder de manera que permitiera
sacar a la luz la lógica en que se fundamenta la reproducción de un tipo de orden social.
Con el objetivo de explicar la relación entre la diferenciación actual de la población en
veïns y gent de fora según un modelo de orden social ideal fundamentado en un tiempo
anterior, en este trabajo se mostrará cómo la sociedad local instituye su continuidad
(dota de sentido el tiempo) al instituir la relación lógica patrimonio-veí, donde
patrimonio significa las distintas formas que toman los recursos económicos en el
contexto local actual, y veí la categoría social que puede identificarse con todos ellos.
39
2. CONTEXTO HISTÓRICO
40
La configuración sociocultural del valle 1950-2015
En este capítulo se incide en la importancia de entender la realidad del valle en relación
al proceso de articulación de “lo local” con “lo global”. Ello va a permitir mostrar cómo
la institución de un orden social por un modelo de orden social ideal (tradicional) es
indisociable de la producción de nuevos significados de patrimonio en el contexto de la
patrimonialización del pasado local para el desarrollo de un modelo económico basado
en el sector terciario. La puesta en valor de los recursos locales favorece el desarrollo
del turismo y la continuidad del sector primario, pero también la dependencia de ambas
actividades de subvenciones de la Unión Europea (UE). Lo interesante de esta situación
es que mientras el valle sufre una profunda transformación económica y social, como
pone de manifiesto la llegada de gent de fora que se queda a vivir, los veïns son capaces
de poner en práctica distintas estrategias económicas para garantizar su superioridad en
la medida en que consiguen reinterpretar e imponer su visión del mundo (y del pasado).
En este proceso se observa que la construcción y legitimación de la visión del mundo de
los veïns es indisociable del modo en que la gent de fora que vive en el valle interpreta
su experiencia de vida en el contexto local. Lo que significa que las visiones del mundo
de veïns y gent de fora son dos maneras distintas e interdependientes de entender la
misma realidad.
La institución de un orden social en un mundo global
El objetivo de este a apartado es mostrar cómo el sentido de una etnografía fragmentaria
depende de su contextualización con procesos económicos, sociales y culturales más
vastos, y cómo un tipo de organización social y el sistema de símbolos y significados en
que se fundamenta, son un ejemplo local de la articulación de fenómenos diversos a
escala global (Wolf, 1982, 2001; Roseberry, 1989). Según Rosaldo (1980) y Comaroff y
Comaroff (1992), la relación de ejemplos sobre situaciones diversas es lo que permite
superar el conocimiento parcial que cada caso aporta sobre el modo en que el mundo se
constituye como un todo. Este planteamiento, que concibe la vida social como un
sistema dinámico de relaciones y significados contradictorios, inciertos y cuestionables,
al tiempo que coherentes, consensuados y predecibles, y parcialmente integrados en los
discursos y prácticas individuales, destaca la importancia de situar la institución de un
orden social en la articulación de formas culturales históricas que condicionan la
capacidad de acción y la experiencia de vida de los individuos (Wolf, 1982: 19, 386-
388; Comaroff y Comaroff, 1992: 10-11,30; Narotzky 2001: 24-25, 44).
41
Siguiendo a Wolf (1982: 385-388; 2001: 353-354), cuando señala la importancia de
explicar la formación de sujetos sociales en relación con una estructura de poder y las
formas culturales en que se fundamenta la etapa del modelo de producción que legitima
una organización social determinada, y a Williams (1984 [1971]: 62-63, 1974: 21),
cuando incide en la importancia de estudiar la cultura como la naturaleza de la
organización social que resulta de la interdependencia de conexiones globales en
relación con un sistema de vida global, en este trabajo se va a mostrar la interrelación
entre la institución de un orden social y una lógica cultural entendida como un producto
histórico de carácter dual. Una cultura está socialmente constituida en tanto es el
resultado de la acción pasada y presente, y constituye a la sociedad en tanto es parte del
contexto significativo en que la acción tiene lugar, determinado la experiencia de vida
de los individuos (Williams, 1984 [1961]; 1974 [1958]: 437; 1977: 89; Gramsci, 1971;
Wolf, 1982: 313-315; 385-388, 390, 2001: 353-354, Roseberry 1989: 9, 42-44; Ghani,
1993, 1995: 46). En este sentido, una cultura engloba un vasto inventario de artefactos,
comportamientos y representaciones al que los individuos recurren para actuar desde las
posiciones que ocupan, siempre en proceso de definición (Wolf, 1999: 66-67). Esto
explicaría la ambigüedad y las contradicciones en las prácticas individuales, poniendo
de manifiesto que la cultura es el sustrato semántico por el que prácticas polivalentes
cobran sentido, y los individuos construyen una representación de sí mismos y de los
demás en la institución de un orden (Ghani, 1995: 33; Roseberry 1989: 25; Smith, 1999;
Comaroff y Comaroff, 2006: 384, 387). De modo que la coherencia con que un sistema
de símbolos y significados incorporado por medio de las prácticas diarias, puede llegar
a ser experimentado no es más que el resultado temporal y localizado de un proceso
continúo de organización social (Wolf, 1999: 67). El hecho que las formas culturales
sean constantemente modeladas, producidas, reproducidas y transformadas, significa
que su análisis debe explicar cómo su producción está históricamente determinada por
las acciones de individuos concretos, las consecuencias de esas acciones, y las
circunstancias en las que se han llevado acabo, entendidas éstas como el resultado del
desenlace de acciones pasadas (Wolf, 1982: Roseberry, 1989; Comaroff y Comaroff,
2006). Lo que significa que el análisis de la institución de un orden social debe explicar
cómo el pasado forma parte de la vida diaria de los individuos para hacerse con cierto
control en una situación de cambios, y cómo ello tiene que ver con el acceso desigual al
poder y a los recursos económicos. El punto de partida siempre es la acción
42
condicionada por factores concretos que cambian con el tiempo (Roseberry, 1989: 54-
55; Smith, 1999: 233).
Lo anterior que no es más que otra manera de decir que el poder nunca es externo al
significado (Wolf, 1982, 1999, 2001), significa que es cuestionando lo que se presenta
como obvio –porque es el resultado de la producción anterior de significados nuevos y
alternativos, de nuevas formas de discurso, de nuevas selecciones, y de luchas y
conflictos sobre el significado de elementos particulares dentro de una tradición- que se
pueden explicar los significados que conforman la visión del mundo del grupo
dominante y que entran en conflicto con las categorías que fundamentan una
experiencia de vida, y cómo otros significados pierden sentido y/o quedan relegados a
un segundo plano, por un tiempo (Roseberry, 1989: 47). En este proceso se definirían
campos de significado como campos de poder, que determinarían la variedad de
posibles formas culturales que se corresponderían con cada posición estructural (Wolf,
1982, 1999, 2001). Tener presente el ejercicio del poder en la creación de formas
culturales permite pensar la relación entre la construcción de un pasado local y su uso
estratégico por parte de los individuos, en cómo determinados elementos de la cultura
pasan a integrar el discurso de determinados grupos sociales para la autentificación de
su hegemonía, y cómo determinadas relaciones de poder son legitimadas y encuentran
una justificación en situaciones concretas (Williams, 1984 [1961], 1974 [1958], 1977;
Comaroff y Comaroff, 2006). Como apuntan Comaroff y Comaroff si la cultura necesita
del poder para estar “completa”, la ideología precisa de una buena dosis de semántica,
es decir, de la producción continua de significados (2006: 386).
Basándose en el trabajo de Émile Benveniste (1971), Wolf señala que la semántica de
un discurso es lo que permitiría a un sistema lingüístico referirse a un estado de cosas
fuera del lenguaje, es decir, afirmar algo sobre la realidad del mundo (1999: 282).
Debido a que la realidad es cambiante y que la relación entre significado y significante
no es estable, aunque esté condicionada, todo un trabajo de producción simbólica debe
llevarse a cabo para salvaguardar, o rebatir, las formas culturales que fundamentan una
visión del mundo y un tipo de orden social (Comaroff y Comaroff, 2006: 387). Si se
considera que una ideología es una visión del mundo que puede llegar a imponerse
como el esquema conceptual que orienta la práctica, el análisis de la constitución y la
legitimación de dicha visión del mundo como parte de una tradición que se recrea en el
tiempo para satisfacer las necesidades del momento, ha de permitir comprender la
interrelación que se da entre la institución de un orden social y un sistema de símbolos y
43
significados. Según Williams, en una sociedad y por un periodo de tiempo existe un
sistema central de prácticas, significados y valores que en tanto son experimentados y
verificados en la vida diaria confieren un sentido de totalidad a la realidad que es difícil
de cuestionar (2001 [1973]: 9). Williams (2001 [1973]), que identifica este sistema
corporativo con una cultura dominante efectiva, en el sentido en que Gramsci (1971)
habla de hegemonía, señala que su formación sólo se puede comprenderse si se
consideran los procesos de incorporación del pasado, y en concreto la construcción de
una tradición selectiva. Para Williams (2001 [1973]), las condiciones de formación de
una cultura dominante siempre se dan en relación con un pasado significativo
constituido por la selección y organización consciente de significados y prácticas. Como
resultado de este proceso, siempre inacabado, algunos de estos significados y prácticas
son enfatizados, mediante su reinterpretación e inclusión en formas que no contradicen
otros elementos de la cultura dominante, mientras otros son olvidados o excluidos, al
menos por un tiempo, por medio de un proceso continuo de descontextualización y
recontextualización de nuevos vínculos entre el pasado y el presente, cuyo análisis ha de
permitir comprender las formas concretas por las que una sociedad instituye el tiempo
(Williams, 1984 [1961]: 68-69, 2001 [1973]: 9-10; Roseberry, 1989: 44; Wolf, 2001:
354).
El modo en que “una cultura tradicional” tiende a organizarse para corresponderse con
el sistema contemporáneo de significados y valores, es decir, cómo llega a constituirse
una versión de formas culturales residuales seleccionadas, puede explicarse por los
conceptos de cultura residual y cultura emergente apuntados por Williams
(2001[1973]). Según Williams, lo residual serían aquellas experiencias, significados y
valores que sin poder ser verificados o expresados en los términos de la cultura
dominante, son vividos y experimentados sobre la base de alguna formación social y
cultural residual previa (2001 [1973]: 10). Una cultura residual estaría a cierta distancia
de la cultura dominante efectiva, pero algunas de sus formas serán incorporadas, al
menos aquellas que dotan de sentido a áreas importantes del pasado, para que la cultura
dominante pueda significar esas áreas en el presente. En otras ocasiones, la
incorporación tendrá que ver con que una cultura dominante, en cuanto tal, no puede
permitirse que ciertas prácticas y experiencias queden fuera de ella, porque ello podría
suponer la incapacidad de dotar de sentido la experiencia de un parte significativa de
individuos (Williams, 2001 [1973]: 10-11). Como apunta Williams (2001 [1973]), a lo
largo de este proceso la cultura dominante cambia, quizá no en sus aspectos más
44
centrales, pero sí en muchos de sus rasgos, para poder dar una respuesta a los intereses
de los individuos y continuar dotando de sentido sus prácticas, dando lugar a una cultura
emergente, integrada por prácticas y significados nuevos, siempre en proceso de
construcción (Williams, 1984 [1961], 1973: 10-14, 1974 [1958], 1977). Según Williams
(2001 [1973]), la manera de diferenciar las prácticas que constituyen un modo de vida
alternativo, de las que definen un modo de vida que se opone frontalmente a lo
establecido, de las prácticas que se fundamentan en cierta visión del pasado, sin
cuestionar las formas imperantes, por las que un grupo social buscaría situarse en la
cultura dominante ocupando una posición dominante para continuar teniendo un acceso
privilegiado a los recursos económicos, es explicando cómo se establece la relación
temporal que lleva a la creación de una cultura dominante, a partir de una versión de
una cultura residual y de una cultura emergente. Lo que significa mostrar cómo el
pasado se imbrica con el presente.
La relación entre las ideas de cultura residual, cultura emergente y cultura dominante,
remiten al modo en que la lógica que dota de sentido prácticas anteriores persiste en un
contexto económico, cultural y social nuevo, y en este sentido a la importancia de
considerar la herencia del pasado a la hora de analizar la relación entre los individuos y
la sociedad, y cómo se crean mundos e historias concretas y particulares que resultan de
la articulación de procesos organizativos diversos, que constituyen procesos históricos
únicos y generales que afectan al conjunto de la humanidad (Williams 1984 [1961],
1974 [1958], 1977; Wolf, 1982, 1999, 2001; Roseberry, 1989; Comaroff y Comaroff,
1992, 2006; Smith, 1999). Como apunta Williams (1984 [1961]), a través de la
interpretación y descripción de su experiencia de vida los individuos crean las
condiciones particulares del sistema de símbolos y signos en el que viven, de manera
que ellos y la cultura en la que están inmersos puedan continuar existiendo. Lo que
significa que es en la creación de la variabilidad donde está la garantía de la
continuidad. El planteamiento de Williams (1984 [1961]) es compatible con la
definición que Narotzky hace del concepto de reproducción social entendido “(…)
como el movimiento mediante el cual una realidad social concreta, es decir histórica,
construye las condiciones para su continuidad y contiene las transformaciones en el
interior de los límites de una lógica dominante (…)” (2001: 49), que la autora propone
como el marco teórico de todo problema antropológico.
Lo anterior quiere decir que la manera en que los individuos actúan para poner en
marcha sus proyectos es indisociable del modo en que están organizados, es decir, de la
45
legitimación de una estructura de poder y un sistema de categorías dentro de un marco
de fuerzas de largo alcance. A nivel concreto, esto significa que el análisis de la
creación de las categorías sociales y la institución de un orden debe pasar por
comprender cómo ciertos individuos se apropian y construyen una visión del pasado
con la que se identifican para continuar siendo superiores, cómo esa versión del pasado,
es indisociable de un sistema de valores, significados y prácticas dominantes, y cómo
esa visión del pasado continúa fundamentado la capacidad de acción del grupo
dominante en contextos económicos y sociales nuevos. También comporta ver cómo la
posición dominante de un grupo social depende de que otros individuos ocupen una
posición inferior, y cómo las prácticas de los individuos cobran sentido en relación con
la redefinición de los límites de las categorías sociales con las que se les identifica. En
líneas generales, este sería el planteamiento a seguir a la hora de analizar la
reproducción social en un contexto y un lugar determinado. En el caso del valle que
aquí se presenta esto comporta mostrar cómo la institución de un orden social depende
de la legitimación de vínculos opuestos pero complementarios entre el pasado y el
presente por la apropiación de significados interdependientes del concepto de
patrimonio. Concretamente, se trataría de comprender cómo la jerarquía social en un
valle del Pirineo catalán, donde se vienen implementando políticas de
patrimonialización de la naturaleza y la cultura locales para la creación de un
patrimonio turístico, desde principios de este siglo, tiende a reproducir un modelo de
orden social ideal (tradicional), basado en la diferenciación de la población en veïns y
gent de fora, en el que los veïns continuarían ocupando la posición dominante. Esto
requiere mostrar cómo la visión del pasado que se estructura entorno a una noción de
patrimonio originada en un contexto económico y social anterior, se articula con la
visión del pasado en que se legitima un nuevo concepto de patrimonio dando lugar a un
sistema de significados, prácticas y valores que determinan la experiencia de vida en el
contexto local actual, legitimando a los veïns para continuar transformando el
patrimonio de sus casas, mientras continúan diferenciándose de la gent de fora que vive
en el valle.
Los múltiples significados que en el contexto local se atribuyen al concepto de
patrimonio, muestran el cambio de modelo económico, pero también la dinámica por la
que se instituye el orden social. Según Bourdieu, “todas las sociedades se presentan
como espacios sociales, es decir, estructuras de diferencias que sólo se pueden
comprender si se elabora el principio generador que fundamenta esas diferencias en la
46
objetividad (…)” (1997: 48). Bourdieu (1997) sitúa este principio en la estructura de las
formas de poder o de las especies de capital eficientes en un universo social que se
impone a los individuos, y en un campo de luchas en el que los individuos se enfrentan
según su posición relativa en un espacio de relaciones de estructuras de diferencias,
determinadas por la distribución de capitales dentro de los campos que constituyen el
espacio social como un campo de poder global. Lo que significa que la estructura de un
espacio social no es estática, porque depende de la capacidad de acción de los
individuos en el tiempo, según cambia la posición que ocupan dentro de un estado de
posiciones objetivas posibles (2005 [1992]: 154-156, 1997: 47-49). Según Bourdieu
(2005 [1992], 1997), una visión del mundo conlleva la institución de un orden social
según la clasificación de los seres y las cosas en clases distintas y complementarias. Los
seres y los grupos de seres existen y subsisten en y por la diferencia que establecen los
límites que los separan y que se crean y transforman como resultado de las estrategias
individuales o colectivas que los individuos –agentes- buscan poner en práctica para
mantener o mejorar su posición imponiendo los principios de jerarquización más
favorables a sus propósitos. De modo que la capacidad de acción de los individuos
queda condicionada por la distribución de capitales específicos –simbólico, económico,
cultural- entre los participantes dentro de cada campo, y por la percepción que se tenga
del campo, es decir, por la singularidad (posición) de cada individuo dentro de un orden
social (Bourdieu, 1997:160-163). Dado que el espacio social es el espacio de las
relaciones de fuerza entre los diferentes tipos de capital, lo importante es entender cómo
los individuos llegan a poseer una cantidad de capital específico suficiente para ocupar
una posición dominante en un determinado campo que a través de una “tasa de cambio”
permita el traspaso de capital de un campo a otro de modo que los individuos sean
capacitados para ocupar una posición dominante en otros campos (Bourdieu, 1991
[1980], 1992 [2005], 1997). Esto también ha de permitir conocer quién, en tanto
detentador de capitales específicos que dependen de la trayectoria y la posición que se
ocupa según el capital de que se dispone, puede imponer sus condiciones y actuar para
preservar o subvertir la estructura actual de distribución de capitales, dirigiendo la
transformación del espacio social para la satisfacción de los propios intereses (Bourdieu,
1997: 165).
Este planteamiento es especialmente sugerente para pensar la institución del orden
social en un valle del Pirineo catalán, porque permite reflexionar sobre las distintas
nociones de patrimonio como un capital específico que en la medida en que son
47
apropiadas por la población, permiten a individuos que ocupan posiciones distintas
dentro de la estructura social local, legitimar su poder, sus prácticas y su superioridad.
De este modo se espera mostrar cómo recurriendo a una noción anterior de patrimonio
que se actualiza por la incorporación de nuevos significados los veïns legitiman su
derecho a continuar siendo superiores en un nuevo contexto económico y social, y cómo
la gent de fora que vive en el valle es capaz de legitimar su trayectoria de vida en la
medida en que es capaz de relacionarse, pero no identificarse, con la visión del pasado
(patrimonio) de los veïns al identificarse con un nuevo concepto de patrimonio. En este
sentido, la organización social de un valle del Pirineo catalán que reproduce la
dicotomía primordial veïns- no veïns (gent de fora) debe entenderse en relación al
sentido práctico de una lógica cultural que se especifica en esquemas diversos en
función de situaciones particulares dentro de los límites cambiantes de unas formas y
significados culturales. Bourdieu (1991 [1980]) explica que la coherencia que resulta de
la aplicación de estos esquemas prácticos hay que buscarla en los límites al traspaso de
capitales entre campos estructurados, y en este sentido introduce el concepto de
homologías estructurales. De modo que sería a través de relaciones de analogía con
sentido que se establecería la relación entre un modelo generador, que reproduce la
diferencia a través de una dicotomía primordial y organiza la estructura de posiciones
limitadas adoptadas individual o colectivamente, y la creación de nuevos significados
circunscritos dentro de los límites de campos semánticos concretos, que legitimarían el
traspaso de capitales y el sentido de la posición de los individuos en los distintos
campos, dando lugar a la institución de un orden social5.
Sería así, por ejemplo, como se explicaría que un individuo que reúne la condición de
veí y es empresario de la construcción se convierte en alcalde del municipio, o como la
gent de fora consigue a través de alianzas con el equipo de gobierno local un trato
especial en el uso de instalaciones deportivas municipales, al conseguir diferenciarse de
otros usuarios también gent de fora (turistas y propietarios de segundas residencias), sin
que ello altere su condición de gent de fora a los ojos de la población autóctona, es
decir, según el criterio de los miembros de las cases veïnes, que es el que se acaba
imponiendo. Esto mostraría cómo la relación, la distancia y el significado de las
categorías del sistema de clasificación social local dependen de un trabajo continuo de
creación de diferencias y similitudes entre individuos y grupos sociales, configurando
5 Sobre el planteamiento de Bourdieu se vuelve en el próximo capítulo.
48
un espacio social en que unos significados y unas prácticas serían más probables que
otros. En este trabajo, será la exposición de los distintos modos en que la población
consigue relacionarse con el pasado local para apropiarse de los diversos significados de
patrimonio lo que permitirá mostrar el sentido práctico de una lógica cultural en
relación a la continua institución de un orden social.
La interrelación entre las categorías del sistema de clasificación social local y los
significados actuales del concepto de patrimonio pueden pensarse como la forma que
temporalmente toma la articulación del espacio social con el contexto global, cada uno
con sus propias contradicciones, dando lugar a situaciones que representarían la
sedimentación de momentos y encuentros históricos (Roseberry, 1989: 89; Friedman,
1994; Bueno, 1999, Comas d’Argemir, 2003). Lo que comporta que el análisis de la
institución de un orden social sea una cuestión que se ve afectada por el debate en torno
a la dialéctica de “lo local” y “lo global” como conceptos analíticos para pensar la
especificidad de fenómenos globales resultado de la articulación de campos de poder a
distintas escalas (Wolf, 1992, 1999, 2001). En este sentido, se entiende que lo global
está arraigado en lo local, como una realidad histórica, y que la descripción etnográfica
de lo local aporta una explicación posible sobre la manera en que la experiencia de vida
de los individuos se inscribe en el contexto global. La atención en la expresión
localizada de las prácticas y las relaciones sociales, aunque su naturaleza desborde el
ámbito local, también permite explicar lo global como objeto etnográfico (Narotzky,
2001; Tsing, 2004).
Según Moore, “lo global”, como “lo local”, son conceptos-metáfora que no se explican
por sí solos. Cualesquiera que sean los hechos a los que se refieran, ambos conceptos
han de ser contextualizados, es decir, pensados en relación a un sistema concreto de
categorías en base al cual se interpreta una realidad concreta (2003: 443, 446)6. De
manera similar se expresa Tsing (2004; 2008) cuando argumenta que el uso
generalizado de conceptos como globalism y globalist radica en su capacidad para
evocar un mundo interconectado, caracterizado por transformaciones y reacciones
rápidas, fomentando una retórica de generalizaciones vagas y ambiguas que cae sobre la
realidad local y se asume como cierta. Según esta autora, ello sería el resultado de
entender la globalización económica actual como un sistema ideológico único que
favorece transformaciones similares en lugares diversos. Para desnaturalizar ambos
6 Los trabajos de kearney (1995) y Jameson (2005) también son interesantes para conceptualizar la
relación entre lo local y lo global en la era del capitalismo avanzado.
49
conceptos, Tsing propone localizar el análisis de fenómenos globales y explicar la
construcción de realidades concretas como el resultado de procesos materiales y
culturales implicados en diferentes escalas (Tsing, 2008: 69, 71-13). De manera similar
a Tsing (2004, 2008), Sassen (1998, 2007), que analiza cómo algunas ciudades se
convierten en centros de poder a escala global, también considera que lo global está
organizado en diferentes escalas y que su estudio depende de su localización. Para
Sassen (2007), la dicotomía global-local carece de sentido, porque considera que lo que
es importante es entender el carácter histórico de las estructuras, instituciones y
prácticas a través de las cuales los fenómenos globales adquieren una forma. Según esta
autora, si se parte del presupuesto de que una de las características de los procesos
globales es su capacidad para desestabilizar órdenes anteriores, constituidos por
prácticas, proyectos y relaciones de poder propios de épocas pasadas, lo global hay que
entenderlo, básicamente, como un proceso por el que los individuos establecen un
vínculo con el territorio por la creación de nuevas identidades socioculturales, nuevas
nociones de identidad y experiencias de pertenencia, y nuevos procesos internos de
diferenciación social (Sassen, 1998: XXXII-XXXIV). Por su parte, Robertson (1990),
mantiene que la manera de conseguir una mayor transparencia y rigor en el análisis de
los fenómenos económicos y culturales globales es mostrando cómo los individuos los
experimentan y participan en la construcción de su contexto inmediato (1990: 17-18).
Según el autor esto permitiría comprender cómo la desigualdad social se reproduce por
las prácticas de la vida diaria.
El planteamiento de los autores anteriores contrasta con la propuesta teórica de
Appadurai que caracteriza el contexto global como un mundo de flujos culturales
exterior a la realidad local, pero en la que incidirían creando un mundo de relaciones
disyuntivas entre el ámbito de la economía, la cultura y la política que carecerían de
regularidades y estructuras (2001 [1996]: 46, 59, 2008: 62)7. Según Appadurai, sería la
condición “desterritorializada” de los fenómenos globales lo que les conferiría su
capacidad para generar nuevos contextos de experiencia, configurando un mundo en el
que cada vez más se asistiría a la experiencia de un “no sentido de lugar” (2008: 48).
Appadurai, que concibe lo local como relacional antes que territorial, sugiere descartar
la ilusión de encontrar un orden a un mundo que considera hecho de flujos (2001
[1996]: 191-193, 2008: 62). Pero el planteamiento de Appadurai (2001, 2008), en el que
7 El trabajo de Hannerz (1992, 1996), se sitúa en una línea similar al de Appadurai (2001 [1996]).
50
se defiende que lo global es la verdadera realidad tras lo local, tampoco está exento de
críticas. Así, y a pesar de lo sugerente que pueda resultar pensar la experiencia de vida
en un mundo de ritmos acelerados y cambios súbitos, Harvey (1993, 1996) llama la
atención sobre el hecho de que la realidad empírica no puede evaluarse sólo en términos
de lo que desaparece, sino y especialmente en términos de lo que permanece, se
construye y se reformula para dotar de sentido la vida de los individuos. Según Harvey,
“la reducción de todo a flujos y el énfasis en la transitoriedad de las formas y posiciones
tiene sus límites (…)” (1996: 7), y sería el análisis de las organizaciones, instituciones,
doctrinas, programas, etc., específicos, y de momentos y lugares concretos y su
articulación lo que ha de llevar a comprender las condiciones del cambio cultural. Otras
críticas al planteamiento de Appadurai (2001 [1976], 2008) vendrían de la mano de
Tsing (2004, 2008) que cuestiona abordar el análisis de la realidad social con un modelo
teórico centrado en la dinámica de flujos globales. Para esta autora lo importante no es
la inestabilidad de los fenómenos, sino ver cómo lo local se transforma y se moldea por
las trayectorias que siguen los fenómenos globales al incidir sobre la realidad concreta,
y es en este sentido que introduce el concepto friction.
Pero la falta de concreción y localización de las formas por las que el capitalismo se
desarrolla como proyecto universal es lo que Tsing (2008) critica de la obra The
Condition of Postmodernity de Harvey (1989). Según la autora, el trabajo riguroso de
Harvey carece de fuentes etnográficas que documenten la experiencia de la compresión
espacio-temporal y la especialización flexible de lo local, ideas que estructuran el
trabajo del autor, que ayuden a comprender el desarrollo actual del sistema capitalista.
Des del punto de vista de Tsing (2008) y también de Jackson (1993), la originalidad de
la obra de Harvey (1998 [1989]), que contaría con un grupo numeroso de adeptos, pero
también su error radicaría en yuxtaponer dos cuerpos de literatura, uno dedicado a la
cultura y otro a la economía, presentando el primero como un reflejo del segundo,
porque de ello resulta una visión de la realidad excesivamente materialista que busca
probar el origen económico del cambio cultural (2008: 79-80). Para Jackson (1993) y
Tsing (2008), sin cultura, es decir, sin el análisis situacional que explique la
idiosincrasia de las transformaciones concretas es difícil entender cómo lo global se
reorganiza, adquiere un sentido y modifica las estructuras e instituciones sobre las que
se asienta. Además, Jackson (1993, 2007), interesado en el análisis de la emergencia de
culturas locales de consumo en contextos geográficos diversos, afirma que
comportamientos y situaciones que, de entrada, podrían concebirse como el resultado
51
directo de la racionalidad de fuerzas económicas, son de hecho la expresión de su
codificación cultural. En este sentido, Jackson prefiere hablar de un mundo que se
globaliza antes que de un mundo globalizado, porque entiende que “la globalización
emerge como un proceso incompleto, irregular y discutido: un proyecto inacabado que
toma forma a partir de las prácticas sociales y culturales localmente específicas.” (2007:
92).
Uno de los autores que con más fuerza ha defendido la importancia de analizar la
constitución de lo local, a lo largo de toda su obra ha sido Friedman. Para Friedman
(1992, 1994, 2003), lo local no es sólo real, sino que es la única realidad en términos de
experiencia, porque la experiencia humana depende siempre de su inscripción en un
lugar y un tiempo determinado. Según Friedman, el hecho de que la gente construya el
universo en que vive donde vive, junto con otros individuos, no contradice que ese
universo forme parte de un sistema más amplio de relaciones (Friedman, 2003: 165-
166, 184). Para Friedman (1992, 1994, 2003), la consideración de una perspectiva local
es tan importante como la dimensión temporal que lleva implícita y que permite
comprender la formación de realidades históricas, porque la creación de sujetos sociales
no es un simple juego de nombres y categorías, sino la manera siempre localizada de
dotar de un sentido al mundo y de establecer una continuidad con el pasado. En este
sentido también se puede considerar el trabajo de Giddens cuando advierte que no hay
que pensar la expansión del modelo de producción capitalista como la dilución de la
vida local, porque si bien puede considerarse que la globalización económica ha
acabado afectando los aspectos más íntimos de la vida de las personas, el concepto de
place, entendido como la estructuración de una realidad concreta, es indisociable del
sentido de la experiencia humana (1994: 101). Según Giddens (1994), este sería el caso,
por ejemplo, de costumbres y tradiciones locales que continúan existiendo a fuerza de
desarrollar significados alternativos.
En una línea parecida a la de Friedman, Stacul (2003) sostiene que la idea de localism
ha de ser central en los trabajos de los antropólogos interesados en el estudio de gentes,
culturas y lugares en el contexto global actual. En su trabajo sobre la construcción de la
identidad política y social de un valle en los Alpes italianos y la emergencia de
movimientos regionalistas en el norte de Italia, en la década de 1990, Stacul explica que
la transformación del significado de las diferentes dimensiones de lo local apenas se
habían tenido en cuenta desde la Antropología, porque la prioridad habría sido mostrar
la inconsistencia de lo local. Según el autor, este enfoque sería indicativo de la
52
incomprensión del concepto de lo local; ya que lo local no implica dar por supuesto el
arraigo de la gente en un territorio concreto, sino entender como el ámbito concreto de
la experiencia humana es representado y descrito por los individuos, transformando la
concepción del mismo. Lo que significa que no se puede hablar de cambios y
transformaciones a expensas de lo local, es decir, al margen del modo por el que la
gente construye su mundo y el lugar donde vive (Stacul, 2003: 7). La idea de que la
reorganización del sistema global transforma la realidad local, su concepción y la
relación con otros lugares, y la experiencia de la condición humana también se
encuentra en el trabajo de Featherston (1995) y Ferguson (2001 [1997], 2006).
Ferguson, en concreto, analiza cómo la reestructuración económica de Zambia, iniciada
a mediados del siglo pasado con el desarrollo industrial del país, ha alterado las
relaciones entre el campo y la ciudad, las estrategias de supervivencia y las condiciones
materiales de la población, a principios del siglo XXI, y defiende la importancia de
analizar la coexistencia de formas sociales y culturales diversas para entender las
consecuencias locales de la implantación de políticas económicas globales (Ferguson
2006: 30-31). Para Ferguson (2001 [1997], 2006, 2007) que rehúsa una perspectiva
lineal del cambio cultural, esta sería la mejor posición para analizar el fracaso de
proyectos ideados para modernizar países en vías de desarrollo, que en contra de todo
pronóstico habría resultado en la marginación y exclusión definitiva de Zambia y su
población, del nuevo orden impuesto por la economía global (2001 [1997], 2006).
Ferguson (2006), explica que esta situación, fomentada por un proceso activo de
desconexión de lo local y lo global, se habría originado con la identificación previa de
Zambia como un país subdesarrollado y con la elaboración del discurso ideológico
articulado entorno a conceptos como Primer Mundo/ Tercer Mundo, país desarrollado/
país subdesarrollado, que legitimaría cierto tipo de intervenciones.
En una línea similar a la de Ferguson (2001 [1997], 2006), pero para el sur de Europa,
Hadjimichalis y Varou (1980), Hadjimichalis y Papamichos (1990) y Hadjimichalis
(2000 [1994]) explican cómo la expresión “desarrollo local” se habría convertido,
desde la década de 1970 y en un contexto de crisis económica internacional, en la
nueva mitología que, basada en un concepción simplista de las transformaciones
sociales y culturales a nivel local, deja de banda el análisis de la complejidad socio-
espacial, prescindiendo de conocer cómo lo local se convierte en la arena donde “(…)
esos procesos (globales) se modifican y se reproducen según se inscriben en relaciones
laborales y estructuras productivas específicas, en jerarquías de etnia, clase y género, y
53
en dominios institucionales culturales concretos.” (Hadjimichalis y Papamichos, 1990:
192), dando por sentado que las diferencias económicas entre regiones son el resultado
directo de una reestructuración económica a escala internacional. Amin y Thrift (2000
[1994]), también hablan de la importancia de la dimensión territorial de la globalización
económica. Desde su punto de vista, el uso de la expresión “lo local” para designar
distintas realidades: un distrito rural industrial, una región con tradiciones distintivas, o
un área afectada por estructuras de gobierno concretas, no significa la pérdida de la
importancia de la dimensión física de lo local, porque el desarrollo económico se da de
manera desigual en lugares diferentes. (Amin y Thrift, 2000 [1994]: 6). Para estos
autores la globalización económica no comportaría la homogeneización de lo local,
sino la creación continua de su significado distintivo. En este sentido argumentan que el
análisis de la construcción de una identidad de lugar pasa por entender cómo el
desarrollo de un modelo económico afecta a tradiciones y estructuras socioeconómicas
históricamente situadas, en el marco de las cuales lo local se constituye como el lugar
de la interacción social, “el allí” donde la gente idea y participa en distintas estrategias,
identidades y luchas para encontrar un significado a sus vidas (Amin y Thrift, 2000
[1994]: 9). Lo que Amin y Thrift quieren decir es que sería la institucionalización de un
nuevo orden económico, por la redefinición de estructuras de dominación,
representaciones colectivas sobre la legitimidad de intereses individuales y partidistas,
y la experiencia de determinados sistemas de valores y significados, lo que acaba
determinando el desarrollo económico de un lugar, y en definitiva la reproducción de
un sistema sociocultural, entendido como un todo (Amin y Thrift, 2000 [1994]: 14-15;
259-260).
La propuesta teórica de Amin y Thrift (2000 [1994]), coincide en líneas generales con
el planteamiento que Narotzky y Smith (2006) adoptan para analizar la experiencia de
vida en un contexto de cambio de un modelo económico basado en la agricultura a otro
basado en el sector secundario, en el sureste español. Narotzky y Smith destacan la
importancia de analizar el presente desde una perspectiva histórica, porque consideran
que la reestructuración de la economía local tiene que situarse en el marco de las
relaciones sociales y de poder en las que se habría gestado el “factor económico” que
acabará condicionando las prácticas económicas y la singularidad de la zona (2006: 3).
Ambos autores sostienen que sería la relación entre diversos aspectos de la cultura local
como las estructuras del sentir, la institución social de las prácticas y una experiencia
particular de clase, en relación a la producción de abstracciones concretas que legitiman
54
la reproducción localizada del sistema capitalista lo que condiciona la experiencia de
vida y la constitución de sujetos sociales históricos (Narotzky y Smith, 2006: 6, 12,
269). Gupta y Ferguson (2001[1997]), también definen una posición teórica en la que el
estudio de lo local, en un contexto global, sea prioritario. Ambos autores conciben lo
local, identificado con el concepto de place, como jerárquicamente interconectado antes
que naturalmente desconectado, y en consecuencia plantean abordar el análisis del
cambio cultural y social como la creación de la diferencia en el proceso de articulación
–conexión, pero también desconexión- de lo local con lo global (2001[1997]: 35).
Gupta y Ferguson, mantienen que la cultura no es consustancial a una realidad concreta
y que las prácticas individuales y las experiencias de vida hay que explicarlas en
relación a las asociaciones de lugares, grupos sociales y formas culturales como
construcciones históricas (2001[1997]: 4). Del mismo modo que la realidad local tiene
que entenderse como una creación y no como el descubrimiento de la diferencia, lo
anterior también significa que las identidades socioculturales deben pensarse como una
relación de diferenciación móvil e inestable como resultado de relaciones de poder
estructuralmente desiguales (Gupta y Ferguson, 2001 [1997]: 13-14). Este
planteamiento también tendría que permitir comprender cómo las identidades
socioculturales son contestadas y reformuladas en el tiempo.
Los trabajos de los autores presentados hasta el momento, originados entre la última
década del siglo pasado y la primera década del 2000, ponen especial énfasis en la
importancia de pensar la relación entre el contexto local y global para explicar la
experiencia de vida de individuos concretos. No obstante, con anterioridad, en la
década de 1970, otros autores como Frigolé (1974, 1975, 1980) ya habían hecho
referencia a la importancia de considerar la relación entre los aspectos micro y macro
sociales, políticos y económicos para identificar los elementos que intervienen en el
proceso de diferenciación sociocultural en un pueblo de Murcia, cuya existencia
superaría la dimensión física del pueblo (1974: 10). Frigolé (1974, 1975, 1980), insiste
en la importancia de analizar las relaciones de poder entre grupos sociales concretos en
relación con estructuras políticas de nivel superior para superar las limitaciones de una
interpretación demasiado local de la realidad. También en la década de 1970, en
relación con el estudio de la cultura tradicional en Cataluña, Contreras y Terradas
(1975) señalan la importancia de que las investigaciones antropológicas tengan en
cuenta la dimensión espacial, temporal y cultural dentro de una perspectiva que también
tenga en cuenta lo microsocial y lo macrosocial, dado que “(…) algunos aspectos de la
55
comunidad son explicados fuera de ella por unidades estructurales más amplias y más
complejas, y (…) porque la comunidad no nos explica toda la cultura de la que puede
ser representativa.” (Contreras y Terradas, 1975: 165). Contreras y Terradas insisten
especialmente en la importancia que hay que conceder al estudio de las instituciones,
porque entendidas como una variable dependiente permitirían plantear hipótesis para el
análisis de sociedades complejas como, por ejemplo, la relación entre la estabilidad de
las instituciones y el modo en que se resuelven situaciones conflictivas en un contexto
sociocultural dado (1975: 167, 168-169).
Siguiendo el planteamiento de los trabajos presentados hasta el momento, el objeto de
estudio de este trabajo: analizar la institución de un orden social en un valle del Pirineo
catalán, concebido como una realidad históricamente situado, se inscribe en una
tradición en que la comprensión de lo local pasa por explicar cómo se constituye y
transforma constantemente en su articulación con el contexto global que se redefine al
mismo tiempo. La construcción de una nueva identidad de lugar para el valle como
destino turístico, incentivada por la implementación de políticas económicas
internacionales por las que se legitima un nuevo concepto y funcionalidad de “lo rural”,
especialmente para las área de alta montaña, crea nuevas oportunidades de
enriquecimiento, pero también nuevas formas de marginalidad, que afectan el proceso
de estratificación y diferenciación social local. Con este estudio de caso se quiere
mostrar cómo el cambio de un modelo económico basado en el sector primario a otro
basado en el sector terciario afecta la estructura de poder y las representaciones
colectivas sobre la legitimidad de intereses partidistas, la jerarquía social y la
experiencia de vida de la población, pero sobre todo cómo todo ello tiene que ver con la
transformación del sistema de símbolos y significados local, y en concreto con los
nuevos significados que adquiere el concepto de patrimonio.
Dado que la idea de tiempo es inherente al concepto de patrimonio, capacitándolo para
simbolizar una relación entre el pasado y el presente para el futuro, examinar cómo las
distintas categorías de individuos se apropian de sus significados para inscribir un
pasado en el presente y el presente en un pasado, ha de permitir comprender el modo
por el que los distintos individuos pretenden legitimar sus prácticas, y también cómo la
sociedad instituye el cambio al instituir el tiempo imaginario por medio de nuevos
significados que se expresan mediante formas transitoriamente estables, siendo este el
elemento que haría este trabajo singular y diferente. Esto significa que la dicotomía
primordial veïns-no veïns (gent de fora) por la que continua instituyéndose el modelo
56
de orden social resulta de la articulación del contexto local con el global, y que la
capacidad de los individuos para explotar los recursos locales y legitimar su posición
depende de la inscripción de sus prácticas en las diferentes visiones del pasado que se
constituyen en torno a las distintas nociones de patrimonio. Con todo, lo que se espera
mostrar es cómo la legitimación de un orden social es indisociable del sentido práctico
de la lógica cultural por la que se instituye, y cómo ello tiene que ver con la
reinterpretación constante de un sistema de símbolos y significados, dentro de unos
límites, resultado de la relación cambiante entre el contexto local y el mundo exterior
en el tiempo.
Partiendo de la premisa de que el análisis de las prácticas y las condiciones materiales
que condicionan la experiencia de vida deben situarse en el proceso de articulación de la
dimensión global y local de la estructura histórica de la que los individuos forman parte
(Narotzky, 2001: 69), y que el análisis de la construcción de una historia local en la que
se inscribe la experiencia de vida de los individuos debe situarse en relación con ese
mismo proceso (Terradas, 1991: 160-162), en el apartado que sigue a continuación se
van a describir los factores que han condicionado la relación del Pallars Sobirà y el valle
con el exterior y la construcción de su historia reciente. Para ello se partirá de trabajos y
estudios de distinta naturaleza, algunos de ellos de carácter oficial y programático, y de
la redacción de una serie de ordenanzas municipales iniciada a finales de la década de
1950. Esto ha de permitir comprender cómo la implementación de políticas de
patrimonialización de la naturaleza y la cultura local llegan a concebirse como el modo
de dinamizar la economía y la sociedad del valle, según avanza el desarrollo de un
modelo económico basado en el sector servicios, cómo ello depende de la combinación
de formas y significados, y cómo en un contexto de rápidos e importantes cambios los
veïns construyen una visión del mundo para explicar su experiencia de vida y legitimar
el derecho a continuar siendo superiores.
En este sentido, aquí no se trata de constatar la disolución de un mundo anterior al
desarrollo de la agricultura capitalista y la emergencia de una nueva sociedad como
sostiene Harding (1999 [1984]), en su trabajo sobre un pueblo de Aragón entre 1970 y
1973, ni la pérdida del sentido de comunidad al que hace alusión Barret (1984 [1974])
como resultado del proceso de modernización y de la apertura al exterior de Benabarre,
el pueblo de Huesca que estudió entre 1967 y 1968, ni como señala Behar (1986), en
relación al estudio que llevó a cabo en un pueblo de León entre 1978 y 1980, de mostrar
cómo la organización social se corresponde con la de una sociedad caracterizada por la
57
ausencia marcada de estratificación social debido a la continuidad y vigencia de una
institución política anterior, el Concejo. De lo que aquí se trata es de mostrar cómo la
legitimación de un orden social tiene que ver con la recombinación de forma peculiar y
distintiva de un sistema de valores y significados que dotan de sentido las distintas
versiones que sobre el pasado local emergen en el proceso de articulación del contexto
local con el global, para satisfacer las necesidades del presente (Bloch, 1977; Godelier,
1987, 1989; Comas d’Argemir y Contreras, 1990).
La historia local de “lo rural natural”. Ganadería con turismo
El origen del desarrollo del modelo económico actual, dependiente de la puesta en valor
de la naturaleza y la cultura locales podría situarse a finales del siglo XIX el contexto de
la Renaixença Catalana, cuando en un contexto económico y social muy diferente al
actual se fomenta el interés por el pasado histórico, el descubrimiento de tradiciones y
costumbres, y la práctica del excursionismo como actividad colectiva a través de
itinerarios de alta montaña de finalidad recreativa y científica8. Durante el primer tercio
del siglo XX, la práctica del excursionismo se mantiene muy activa con la edición de
boletines y diarios, la celebración de congresos de ámbito local e internacional,
favoreciendo la creación de nuevas entidades excursionistas, museos y bibliotecas.
Después de la Guerra Civil, y hasta la década de 1950 se experimenta un fuerte
crecimiento en el número de asociados, siendo una práctica ampliamente difundida
entre las clases acomodadas urbanas, a partir de la década de 1960. Lo que interesa
destacar de la práctica del excursionismo es que la idea de “lo rural natural”, como lo
auténtico, en que se habría fundamentado se encuentra después de un siglo en el
discurso ideológico que legitima la patrimonialización de elementos autóctonos por su
relación con un tiempo anterior.
Pero esta historia, la historia de la puesta en valor de los recursos locales por su
“autenticidad” es indisociable de la explotación de estos recursos (patrimonio de las
cases veïnes) en distintos contextos económicos. El paisaje de la comarca que a
principios del siglo XX, se contempla e inspira obras literarias, poco tendría que ver con
la imagen de los valles axiales del Pallars Sobirà, entre los siglos XVIII y XIX, cuando
8 Esto llevaría a que historiadores, geólogos, filólogos, geógrafos, botánicos y folkloristas, empezaran a
viajar por el territorio catalán para documentar los distintos aspectos que caracterizarían la cultura
catalana. Una fecha importante será la creación en 1890 del Centre Excursionista Català. Debido a que la
cima más alta de Cataluña se encuentra en la comarca, concretamente en este valle, la zona cuenta con
una marcada tradición excursionista.
58
las quemas para conseguir tierras de cultivo, las talas de árboles para abastecer de
madera la expansión del capitalismo industrial en Cataluña y la construcción naval, y de
carbón a las fraguas locales acabarían por dibujar un paisaje muy diferente al actual
(Vila, 1934; Vilar, 1964, 1986; Oliver 1997). Las talas profesionalizadas que se
incrementaron con la mejora de las vías de comunicación y la apertura de pistas
forestales, entre principios del siglo XX y hasta mediados de la década de 1970, fueron
un medio importante de recaudación de fondos con que los pueblos costearon el
mantenimiento y la mejora de las infraestructuras, muchas veces destinadas a facilitar la
continuidad de la explotación forestal por los beneficios que reportaba (Solé Sabarís,
1968; Maluquer de Motes, 1981; Arqué, García y Mateu, 1983). La explotación forestal,
como una de las principales actividades económicas de la comarca, continuará hasta la
década de 1980, cuando las subastas de madera dejan de ser rentables en comparación
con el volumen forestal de otras zonas de Cataluña, y por el bajo precio de adjudicación
de la madera, en relación con el aumento de los salarios, y del precio de la maquinaria y
el combustible9.
La continua explotación forestal de los bosques no impidió que a mediados del siglo
pasado, en 1955, se creara el parque nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici10,
que ya había reclamado el mundo del excursionismo, cuando a principios del siglo XX
alertó de la pérdida definitiva de importantes masas forestales y de la belleza de ciertos
parajes, que debían ser declarados parques nacionales, y de la conveniencia de aplicar
otra racionalidad económica, para frenar la deforestación11 (Vila, 1934; Majoral, Font y
Sánchez, 1996). A finales de 2010, las dos grandes serradoras que había funcionando en
la comarca, una fundada en 1965 y la otra en 1985, eran negocios familiares que
9 Como explicaron algunos veïns, la explotación forestal promovió la mejora de las comunicaciones y la
apertura de pistas forestales, por parte de mano de obra de fuera, básicamente andaluza.
10 Después de su creación, este parque ha visto aumentada su superficie en varias ocasiones,
especialmente durante las dos últimas décadas del siglo XX. A finales de 1970, este parque era el espacio
natural protegido más visitado de Cataluña y el lugar más frecuentado de la comarca. A mediados de la
década de 1990, la mayor parte del presupuesto que la Administración pública invertía en el parque era en
concepto de construcción de infraestructuras y equipamientos en los municipios situados en su zona de
influencia. Diez años más tarde, a principios de la década del 2000, las inversiones de la Administración
se destinaban a la conservación de ecosistemas naturales y a la señalización y adecuación de algunos
parajes para su visita turística (Pla Comarcal de Muntanya. Pallars Sobirà, 1995-1999; Pla Comarcal de
Muntanya. Pallars Sobirà, 2001-2005, 2002; Plans Comarcals de Muntanya, 2009-2012, 2009).
11 En 1932 el “Regional Planning”, redactado por Santiago Rubió i Tudurí y Nicolau M. Rubió i Tudurí,
que fue la primera experiencia que se llevó a cabo en el Estado español de planificación integral del
territorio catalán, incluía en la red de espaciaos naturales que propugnaba, bajo la denominación de
“parques y bosques reservados”, diversas zonas de la comarca del Pallars Sobirà (Jiménez, 1999).
59
continuaban con la tradición familiar. Hoy en día, la mala calidad de la madera de los
bosques comunales, el alto porcentaje de territorio sometido a algún tipo de regulación
medioambiental, y la disminución en los costes de adquisición favorece la entrada de
madera del extranjero, propiciando que las subastas de lotes de árboles de los pueblos
queden desiertas.
La pérdida de valor de la explotación forestal se da en un momento en que empiezan a
diseñarse políticas específicas para dinamizar las áreas de montaña, preservando al
mismo tiempo sus bosques y sus paisajes. Este será el caso del Pallars Sobirà, concebida
como una comarca en la que es urgente intervenir debido a su marginalidad, resultado
de su “singularidad natural”, según pone de manifiesto la diagnosis socio-económica y
el plan de actuación que el primer Pla Comarcal de Muntanya (PCM) elabora para el
Pallars Sobirà12. Según el primer PCM de 1991, los índices de abandono,
envejecimiento, aislamiento y estancamiento económico de la comarca la situaban como
la más pobre de Cataluña, aun cuando presentaba una gran riqueza en recursos
naturales, que empezaran a ser puestos en valor por medio de la implementación de
políticas de ámbito internacional, mientras se diseña un complejo marco legal para la
salvaguarda de los mismos (Plans Comarcals de Muntanya. Pallars Sobirà, 1991). En
este sentido, a partir de la década de 1990, se empieza a articular una estrecha relación
entre el sector primario, orientado hacia una ganadería extensiva que aproveche los
recursos naturales de la comarca y ayude a mantener un paisaje alternado por masas
boscosas, pastos de alta montaña y prados cultivados, con el desarrollo del turismo de
naturaleza y aventura. Hasta este momento el sector primario había estado representado
por el vacuno de leche, que se generaliza en la década de 1970 y que avanza desde las
12 Una singularidad, que habría que entender como el resultado del desarrollo industrial de Cataluña
durante la segunda mitad del siglo XIX, que se efectuó articulando el litoral con el resto del Estado
español y los principales ejes de comunicación y desarrollo europeos. Desde principios del siglo XX y
hasta mediados de los años 60 del siglo pasado, la mayor parte de la producción agropecuaria de Cataluña
se concentraba en el litoral catalán. En esta época empiezan a definirse dos tipos de Pirineos catalanes,
según las posibilidades y el tipo de relación que se establece con Barcelona y, por ende, con el desarrollo
económico de Cataluña que mira hacia el mar para abastecerse de materias primas a un coste inferior
(Romero, 2004). A mediados de la década de 1970 la actividad agrícola empieza a desplazarse hacia el
interior, de forma destacada hacia la provincia de Lleida, al tiempo en que empieza a configurarse la
actual área metropolitana de Barcelona (García, 1993). Si en este proceso las comarcas más meridionales
de Lleida adquieren un papel destacado al especializarse en los cultivos de regadío y de cereal y en una
ganadería intensiva, principalmente porcina y avícola, que resultará en la figura del agricultor-ganadero,
las comarcas pirenaicas dedicadas a la ganadería ovina y bovina, que mantiene unos fuertes vínculos con
el medio físico, y al cultivo de forrajes pasan a ocupar un papel secundario (Arqué, Garcia y Mateu, 1982;
Mateu, 1983; García, 1993).
60
áreas más meridionales de la comarca hasta los valles más septentrionales13 (Roigé,
1995). Debido a la introducción del vacuno de leche, el ganado vacuno empieza a ser
cada vez más importante, aunque el ganado ovino, el que tradicionalmente se ha
identificado con la práctica ganadera (pastoril) en la comarca, continúa siendo superior.
El coste de los piensos, la inexistencia de unas vías de comunicación adecuadas, la falta
de capitalización de las explotaciones –instalaciones rudimentarias, falta de selección
rigurosa y generalizada de las razas- y el pequeño tamaño de las explotaciones, de entre
12 a 24 vacas, generalmente, derivaron en la falta de competitividad del sector primario,
especialmente con la entrada de España en la UE y la implantación del sistema de
cuotas14 (Mateu, 1983; García 1993).
Según contaron, en 2006, algunos veïns15 y veterinarios16 del Departament
d’Agricultura i Acció Rural de la Generalitat de Catalunya, a finales de la década de
1980 la situación económica de muchas familias de la comarca era insostenible por los
condicionantes a los que estaba sometida la producción de leche, y la falta de
alternativas y expectativas; ya que en muchas casas, a parte de pagar los créditos que se
habían pedido para modernizar la explotación ganadera, también se pagaban los créditos
13 En la comarca la producción de leche se remonta a principios del siglo XX cuando un grupo de
medianos y grandes ganaderos, siguiendo el ejemplo de comarcas próximas, incentivan la introducción
del vacuno de leche. En 1932, se crea la Cooperativa Lechera del Pallars, y en 1935 la Sociedad Anónima
Industrias Lácteas del Pirineo, que además de recoger leche elabora queso y mantequilla (Mateu, 1983;
Farràs, 2005).
14 Otro factor que también será decisivo para que la reconversión del sector primario hacia el vacuno de
leche no llegue a producirse totalmente será la desintegración de la sección de leche de la Cooperativa
lechera del Pallars, en 1976, y el cierre definitivo de Lleteries de la Seu, una empresa láctea situada en la
comarca de l’Alt Urgell, a principios de la década de 1990. La mala situación económica por la que
atravesó la Cooperativa Lechera del Pallars, entre 1975 y 1976, comprometió la situación económica de
muchos ganaderos del Pallars Sobirà, favoreciendo que muchos de ellos empezaran a vender la leche a
Lleteries de la Seu. A principios de la década de 1980, Lleteries ya había comprado la planta
transformadora de la Cooperativa lechera del Pallars, reduciéndola a un centro de recogida, y en 1984 ya
contaba con 415 socios pallareses (Mateu, 1983; Aldomà y Pujadas, 1992). La inauguración en 1986, de
una nueva planta, situará a Lleteries en una situación crítica por la imposibilidad de hacer frente al pago
de los créditos por la inversión realizada, en un momento en que la producción de leche empieza a estar
determinada por un mercado europeo excedentario en productos lácteos. El conocimiento de las
dificultades económicas de Lleteries se tradujo en una menor aportación de leche por parte de los socios
ganaderos de la comarca de l’Alt Urgell, que la empresa será capaz de suplir con la leche que aportarán
los ganaderos del Pallars Sobirà.
15 Este no era un tema fácil de conversación. A excepción de algunos veïns que puntualmente explicaron
que antes de abandonar definitivamente la producción de leche, pasaron dos años produciendo leche sin
cobrar para Lleteries de la Seu, mientras recibían una compensación económica por abandonar la
explotación, nadie más quiso hablar de la “historia de la producción de leche en el valle”.
16 Algunos de ellos eran originarios de la comarca, concretamente de los valles más septentrionales
próximo al valle objeto de este estudio, y conocían la situación de primera mano por haberla vivido en la
propia casa.
61
que se habían pedido para sacar a flote, sin éxito, Lleteries de la Seu. En este contexto
económico, la comarca sufre un flujo emigratorio sin precedentes, que vendrá a
sobreponerse a la pérdida constante de población desde finales del siglo XIX. Entre
1960 y 1980, de 10.240 habitantes se pasa a 5.247, lo que significa una reducción del
75% de los efectivos desde el máximo histórico de 1860 estimado en 20.112 habitantes
(Mateu, 1983; Sabartés, 1993, 1998; Sudrià, 2011)17. Las consecuencias de esta
importante despoblación, que se conocerá como “El Éxodo pallarés” (Sabartés, 1993,
1998), y que se explica por la disponibilidad de trabajo en las áreas industriales
próximas a Barcelona, convertirá el Pallars Sobirà en la comarca más recesiva de
Cataluña, con escasas expectativas de recuperación (Mateu, 1983). No será hasta la
década de 1990, cuando empiece a invertirse de forma lenta la tendencia demográfica
negativa de las últimas décadas. De 5.463 habitantes en 1991, se pasa a 6.048 en el año
2000, y a 7.220 habitantes en 2014, después de que en 2009 se llegara al máximo de las
últimas décadas con 7.529 habitantes18. En el valle, después de un máximo histórico de
1.483 habitantes en 1860, la situación anterior comportará que se pase de 347 habitantes
en 1975, a 287 en 1996, y a 286 en 201519. Es importante destacar, que los datos
oficiales disponibles no coinciden con el propio recuento de habitantes que, en 2015, era
de 152 personas, mientras que en 2005, año del inicio del trabajo de campo, era de 176
personas. Lo que significa que, después de una leve recuperación entre principios y
mediados de la primera década del 2000, todos los pueblos del valle vuelven a perder
población, a excepción del pueblo del alcalde donde la reforma de casas viejas
abandonadas para su venta a famílies de fora que se quedan a vivir en el pueblo,
comporta un aumento del número de habitantes. Los miembros de estas familias se
ocuparan en el sector terciario en diferentes puntos de la comarca, pero no en el valle.
Lo que pone de manifiesto que el aumento de población no resulta del crecimiento
vegetativo, que continúa siendo negativo, y que la oferta laboral del valle, a pesar del
17 A finales del siglo XIX, en un contexto de crisis del sector primario a nivel del Estado español ya se
constata la marcha de población hacia América del sur.
18 Datos del Instituto de Estadística de Cataluña [sitio web]. 2015. Barcelona: IDESCAT. [Consulta: 10
junio 2015]. Disponible en: http: //www. idescat.cat/.
19 Íbid.
62
desarrollo de negocios de turismo rural ocupa básicamente a los miembros de la familia
y en momentos de máxima presión a mano de obra extranjera20.
Si en las décadas de 1970-1980 fueron las necesidades del mercado interno español las
que fomentaron la especialización del sector primario en el vacuno de leche, será la
implementación de la Política Agraria Común (PAC), lo que favorecerá su abandono21,
diseñando de forma paralela el marco legislativo que sentará las bases para la
patrimonialización de la naturaleza y la cultura locales, a principios de la década del
200022. Así, en la década de 1970, la PAC empieza a contemplar criterios territoriales
para mitigar los efectos negativos de las medidas proteccionistas que durante la década
anterior habían hecho aumentar las diferencias entre las regiones agrarias del centro y el
norte de Europa y las del sur, diseñando las primeras políticas económicas para áreas
rurales y de montaña. Entre 1979 y 1984, se ponen en marcha planes de desarrollo
agrícola que contribuyen a mejorar la estructura productiva de las regiones del sur, pero
que no logran mejorar su desarrollo económico. Lo que pone de manifiesto la necesidad
de tener que actuar también en el resto de sectores económicos para mejorar los
servicios y las infraestructuras de estas zonas. En 1984, el desarrollo integrado de estas
regiones se sitúa en el marco de planes financiados por el Fondo Europeo de Desarrollo
Regional (FEDER), el Fondo Social Europeo (FSE) y la sección Orientación del Fondo
Europeo de Orientación y Garantía Agraria (FEOGA-O) (Sumpsi, 1994). A finales de la
20 También hay que decir que debido a la valoración local de la hostelería como una “actividad muy
esclava” que implica trabajar largas jornadas y en días festivos, las mujeres y adolescentes del valle
rehúsan trabajar en los negocios turísticos de los veïns que se ven obligados a contratar mano de obra
extranjera, algunas veces en origen, como es el caso de estudiantes de hostelería de países del este de
Europa, y otras veces a individuos originarios de países de América del sur que habían llegado a la
comarca para trabajar en los grandes hoteles de la zona.
21 La dependencia del Pallars sobirà del vacuno de leche también hay que situarla en relación con las
políticas de subvenciones del Estado español, en la década de 1970, para incentivar la producción de
carne y leche (Naredo, 1971, 1996; Moral Santin, Carballo y Temprano, 1981; García, 1993).
22 Es importante señalar que con anterioridad a la introducción del vacuno de leche entre las décadas de
1950 y 1960 se asiste a la crisis definitiva del sistema agroganadero tradicional de alta montaña, a causa
de la pérdida de valor de los animales de labor que se criaban para vender en las ferias comarcales, que se
celebraban anualmente. Y que entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX se asiste a la
crisis definitiva de las grandes compañías trashumantes. A finales del siglo XIX, la práctica de la
trashumancia junto con la cría de animales de labor era la principal actividad económica del Pallars
Sobirà, estimándose que en 1860 en la comarca había 80.000 ovejas practicando la trashumancia (Farràs,
2005). Como causas de esta crisis se señalan la pérdida de valor de la lana, la pérdida de importancia del
abono de origen animal ante la regresión del cultivo de cereales por las malas comunicaciones y por la
incapacidad de competir con la producción agrícola de las zonas del pla (llano) de Lleida, la dificultad
por asumir el sueldo de los pastores cada vez más difíciles de contratar a causa de la emigración de la
población hacia las zonas industriales, y la necesidad de mano de obra de la industria hidroeléctrica, que
desde principios del siglo XX se implanta en la comarca (Ros, 2001).
63
década de 1980, en un contexto europeo de excedentes agrarios, la reducción del
proteccionismo agrario y la restricción de los mecanismos de intervención –sistemas de
cuotas, tasas, etc.,- desembocará en una nueva crisis agraria que afectará especialmente
a las regiones del sur de Europa. En este contexto, la Comisión Europea elabora, en
1988, la comunicación El Futuro del Mundo Rural en la que se pone de manifiesto que
la falta de diversificación económica de las zonas rurales, y la especial marginalidad de
las zonas de montaña, por su aislamiento y baja densidad de población ponen en peligro
la continuidad del mundo rural (Sumpsi, 1994). Para revertir el retraso de estas
regiones, a causa de su “excesiva ruralidad”, se procede a la reforma de los Fondos
Estructurales, y se impulsa la iniciativa comunitaria Liaison Entre Actions de
Développement de l’Économie Rural (LEADER), que desde inicios de la década de
1990 persigue encontrar soluciones innovadoras para zonas rurales en declive, con una
población de entre 5.000 y 100.000 habitantes, apoyándose en la capacidad de acción y
el conocimiento científico-técnico de Grupos de Acción Local (GAL), y de agentes
colectivos públicos o privados del medio rural (Sumpsi, 1994; Luzón y Pi, 1999).
En el Estado español y en Cataluña la implementación de las directrices de la PAC
vendrán a sumarse a la Ley de Agricultura de Montaña de 198223, del Estado español, y
a la Ley de Alta Montaña de 1983, del Parlament de Catalunya24, pensadas para
equiparar las condiciones de vida de los habitantes de estas zonas a las del resto de
población (Pla Comarcal de Muntanya. Pallars Sobirà, 1995-1999, 1995; Collantes,
2004; Pla Territorial de l’Alt Pirineu i Aran, 2006). De esta manera se va perfilando la
reestructuración de las comarcas del Prepirineo y el Pirineo catalán, que se plasmará en
los sucesivos Planes Comarcales de Montaña que empiezan a redactarse desde
principios de la década de 1990, en colaboración con el Consell Comarcal del Pallars
Sobirà, órgano de gobierno municipal, creado en 1988, después de la recuperación en
1987 de la división comarcal creada por la Generalitat de Cataluña, en 1936, y el
Consell General de Muntanya, cuya función básica es la aplicación y el desarrollo de
Políticas de Alta Montaña25. De forma paralela, las reformas de la PAC se suceden para
23 Ley 25/1982, de 30 de junio, de agricultura de montaña (BOE de 10 de julio de 1982).
24 Ley 2/1983, de 9 de marc d’Alta Muntanya (DOGC 312 de 16/03/1983).
25 Con la aprobación de la Ley de Alta Montaña, se crean, a principios de la década de 1980, los Consells
Comarcals de Muntanya en cada una de las 10 comarcas de montaña catalanas, que desaparecerán a
finales de la misma década con la creación de los Consells Comarcals en cada una de las comarcas
catalanas. Hasta día de hoy se han aprobado tres PCM específicos para el Pallars Sobirà, cada uno de
64
dar respuesta a las demandas y necesidades de la población. En 1999, se aprueba la
Agenda 2000, que transforma definitivamente la sección FEOGA-O, en el Pilar II de la
PAC, conocido como el del Desarrollo Rural, financiado por el Fondo Europeo Agrario
para el Desarrollo Rural (FEADER) (Sumpsi, 1994; Rosell y Viladomiu, 2009)26. Lo
que, junto con las reformas posteriores de 2003 y 2008, significa que la PAC pasa a
asumir las demandas de una sociedad posindustrial como la observación de parámetros
ambientales, la seguridad alimentaria, el bienestar de los animales, y la dinamización
del mundo rural (Rosell y Viladomiu, 2009). En el marco del primer Plan de Desarrollo
Rural (PDR) aprobado por la Comisión Europea para el periodo 2000-2006, el Pallars
Sobirà se benefició de 1,350 millones de euros que básicamente se destinaron a la
pavimentación de caminos y a la modernización de infraestructuras de regadío. En
2008, dentro del segundo PDR aprobado para el periodo 2007-2013 y en el marco del
programa NUEVO LEADER el presupuesto del GAL Pallars-Ribargorça, donde se
incluía la comarca del Pallars Sobirà, fue con 5,062 millones de euros el segundo GAL,
de los 12 existentes en Cataluña, con el mayor presupuesto. La partida presupuestaria
destinada a la comarca del Pallars Sobirà se destinó a incentivar el turismo natural y
cultural27.
vigencia quinquenal, y un cuarto, que reúne las actuaciones previstas para el conjunto de comarcas
catalanas de alta montaña.
26 En 2009 el presupuesto de la PAC fue de 55.000 millones de euros, lo que representó cerca del 44% del
presupuesto anual comunitario. Desde mediados de la década del 2000 aparecen una serie de informes
que confirman la tendencia a reducir el presupuesto de la PAC, a partir de 2013, y que consideran la
conveniencia de mantener a nivel comunitario sólo aquellas medidas que resultan más eficaces a nivel
supranacional y que plantean una mayor autonomía a nivel nacional o regional para el desarrollo de
determinados programas (Rosell y Viladomiu, 2009).
27 El desarrollo del turismo en la comarca y en el valle, antes de las reformas de la PAC, también tiene su
propia historia. Entre 1967 y 1969 se inauguran las primeras pistas de esquí de la comarca asociadas a
complejos urbanísticos y hoteleros. En un contexto de liberalización de la economía, y gracias a la
entrada de capital extranjero, España implanta una política de fomento del turismo que convierte esta
actividad económica en la principal fuente de divisas. La intervención del Estado para el desarrollo del
turismo en el Pallars Sobirà se deriva del marco legal definido por el Plan de Desarrollo Turístico del
Pirineo, del Ministerio de Información y Turismo, el Estudio para la Ordenación Turística del Pirineo
Español de 1960, la II Asamblea Nacional de Turismo, celebrada en 1975, y las ponencias presentadas en
las asambleas de la Unión Turística del Pirineo, donde se insiste en las cualidades intrínsecas de la zona
para el desarrollo turístico y la promoción internacional de España (Palomeque, 1984, 1996; Bayón
1999). Gracias a los beneficios fiscales de la Ley de Centros y Zonas de Interés Turístico Nacional de
1971, ideada para favorecer el desarrollo económico de zonas desfavorecidas, se inicia la construcción de
estaciones invernales (Bayón, 1999; Galiana y Barrado, 2006). Actualmente, la comarca cuenta con tres
estaciones de esquí alpino, la última creada en 1986, y dos de esquí nórdico, la última, situada en el valle,
se inauguró a principios de la década del 2000. En general, todas las pistas de esquí de la comarca, desde
la primera, cerrada a finales de la década de 1980, hasta la última en ser creada, comparten una historia de
dificultades económicas recurrentes, que las hace dependientes de subvenciones de la Administración
pública. A partir de la década de 1990, la práctica del esquí compartirá protagonismo con la práctica de
deportes de aventura. Aunque el inicio de la “especialización” de la comarca en la práctica de deportes de
65
Paralelamente se continúa incentivando la producción extensiva de vacuno de carne
dependiente del aprovechamiento de pastos comunales y del cultivo de forrajes. En lo
que se refiere al tamaño y al número de explotaciones ganaderas esto significa que la
práctica ganadera se concentra en cada vez menos explotaciones que reúnen un mayor
número de ganado y una mayor cantidad de tierras, básicamente prados, que permiten
aumentar la Superficie Agraria Útil (SAU). Si en 1982, las explotaciones que en el valle
reunían entre 2 y 5 hectáreas de SAU representaban el grupo más importante, en 2009,
la mayoría de las explotaciones reunía entre 20 y 50 hectáreas de SAU28. Entre 1982 y
2009, también se observa que el número de hectáreas destinadas a pastos permanentes
aumenta y pasa de 265 a 7.071 hectáreas29. Si estos datos oficiales se comparan con los
recogidos durante el trabajo de campo, se observa que en 2005 como en 2015 el monte
comunal era el principal proveedor de pastos, después de los prados privados, y el
arrendamiento de tierras a otras cases veïnes, que ya no dependían de la ganadería por la
jubilación del cabeza de familia, por depender básicamente del turismo o por haber
abandonado el valle durante el último tercio del siglo pasado. Según señalan Rosell y
Viladomiu (2009), la prima básica por vaca de orientación cárnica o nodriza era el pago
más cuantioso por explotación, en 2007, que al complementarse con dos pagos
adicionales más, en el marco de programas medioambientales y de calidad, se convertía
en la ayuda que más recursos repartía entre menos perceptores, además de ser la ayuda
que más peso tenía dentro del conjunto de ayudas agrarias que recibían los beneficiarios
de la PAC. Aunque entre 2003 y 2008, el ganado bovino desciende significativamente
en toda Cataluña el ámbito territorial donde el descenso es menor es en las comarcas
pirenaicas (Rosell y Viladomiu, 2009). Con datos que se refieren al conjunto de
Cataluña, Rosell y Viladomiu (2009) también señalan que el 70% de los ganaderos
dedicados a esta modalidad ganadera percibían entre 2.500 y 25.000 euros anuales en
concepto de subvenciones. La franja más importante era la de los ganaderos que
recibían entre 5.000 y 10.000 euros, situándose la media en 6.800 euros, que se
correspondía con explotaciones que poseían entre 15 y 150 cabezas de ganado vacuno.
Si se tiene en cuenta que en el valle las casas que dependen exclusivamente de la
aventura se remonta a 1963, cuando se celebra el Ralí Turístico Deportivo Internacional del río Noguera
Pallaresa (Jiménez, 1999). Según el Patronat de Turisme de la Diputació de Lleida, en 2015, había hasta
27 empresas de esta modalidad operando en la comarca. 28 Datos del Instituto de Estadística de Cataluña [sitio web]. 2015. Barcelona: IDESCAT. [Consulta: 10
junio 2015]. Disponible en: http: //www. idescat.cat/.
29 Íbid.
66
ganadería cuentan con una media de 80 vacas, el mínimo estaría en 60-70 y el máximo
en 100, y que las casas que dependen del turismo y la ganadería tienen alrededor de 18
vacas, se observa cómo la percepción de subvenciones es lo que hace viable la práctica
ganadera, como única actividad económica, facilitando la apertura de los negocios de
turismo rural en régimen de pluriactividad30. Con todo hay que decir que el fomento de
la producción extensiva de vacuno de carne, considerada una modalidad respetuosa con
el medio ambiente que continúa aprovechando la abundancia de pastos comunales a los
que sólo tiene acceso la población autóctona, nada tiene que ver con “la práctica
ganadera tradicional” basada en el pastoreo de rebaños de ovejas, representada por la
figura del pastor, además de la cría de ganado de labor.
El desarrollo económico del Pallars Sobirà también está condicionado por el Pla
Territorial General de Catalunya, de la Generalitat de Cataluña (PTGC), que define
los espacios y elementos naturales que es preciso conservar, y las inversiones que hay
que llevar acabo para promover usos específicos de determinadas áreas, y dentro del
PTGC por las directrices que afectan el Ámbito Territorial Funcional de l’Alt Pirineu i
Aran, aprobado en 2001, donde se sitúa la comarca del Pallars Sobirà junto con otras
seis comarcas de alta montaña. Otro factor a tener en cuenta es la creación, en 2002, de
l’Institut per al Desenvolupament i la Promoció de l’Alt Pirineu i Aran (IDAPA), con
una amplia representación de los Consells Comarcals y los ayuntamientos de las
capitales de comarca afectadas. Los objetivos del IDAPA son la dinamización
socioeconómica del Pirineo, apoyando iniciativas que pongan en valor el patrimonio y
ayuden a reafirmar la identidad pirenaica, contribuyendo al despliegue del Pla
Territorial Parcial de l’Alt Pirineu i Aran (PTAPA) aprobado en 2006. En el marco del
PTAPA, en 2008, se aprueba el Pla Director Urbanístic del Pallars Sobirà, que sienta
las bases para el desarrollo urbanístico y las medidas de protección del suelo no
urbanizable, coincidiendo con la redacción y aprobación de los Planes de Ordenación
Urbanística Municipal de algunos municipios de la comarca, como es el caso del valle.
Lo que importa destacar de los marcos legales de ordenación territorial anteriores es que
el desarrollo económico del Pallars Sobirà, presentado como una comarca con
30 En 1983, Cataluña fue la primera comunidad autónoma en legislar sobre los alojamientos turísticos. Por
el artículo 49 de la Ley de 13/2002 los alojamientos de turismo rural se diferencian en Casas de payés y
Alojamientos rurales. Las modalidades de masía, masonería, casa de pueblo compartida y casa de pueblo
independiente, se incluyen tanto en el primer como en el segundo grupo. La diferencia estaría en que
mientras en el caso de las casas de payés el titular ha de obtener rentas de actividades agrarias, en el
segundo caso la persona titular no está obligada a obtener rentas de actividades agrarias, ganaderas o
forestales, pero debe residir efectivamente en la misma comarca, en los municipios limítrofes de la
comarca o en la vivienda, dependiendo de la modalidad de que se trate.
67
abundancia de espacios abiertos, poco fragmentados por infraestructuras viarias, rica en
hábitats y especies exclusivas, raras o protegidas, se plantea por la puesta en valor de
sus recursos naturales debido a su función social y ambiental para el resto del territorio
catalán. Esto mostraría cómo “la naturalidad” de la comarca es identificada, en algunos
momentos, como muestra de autenticidad, y en este sentido como causa de atraso y
marginalidad, y en otros como una riqueza que es preciso salvaguardar, cuando desde
un contexto internacional se incentiva revertir “la marginalidad de lo rural” invirtiendo
en su naturalidad. Un ejemplo de esta racionalidad económica fruto de una determinada
visión del mundo rural será la creación, en 2003, del Parc Natural de l’Alt Pirineu i
Aran31 (PNAP), que puede entenderse como el resultado de un proceso iniciado en
1992, con la aprobación del Pla d’Espais d’Interés Naturals (PEIN), que en 1995 ya
afectaba el 38% de la superficie del Pallars Sobirà, mayormente el territorio de los
valles más septentrionales. El PNAP es el parque natural más grande de Cataluña, con
cerca de 70.000 hectáreas, siendo el valle el municipio que más hectáreas de monte
comunal tiene afectadas por su creación, cerca del 95%32. Desde su creación, el PNAP,
en colaboración con un ecomuseo creado a principios de la década de 1990, se ha
convertido en el principal impulsor de la producción de patrimonio turístico y de la
reinterpretación del pasado local para la inscripción de elementos autóctonos en una
visión del pasado que naturaliza la cultura local33.
31 En 1976, el “Llibre Blanc de la Gestió de la Natura als Països Catalans” ya señalaba una serie de
espacios que tendrían que integrar una futura red de espacios naturales protegidos de Cataluña, algunos de
ellos situados en la comarca del Pallars Sobirà.
32 Con anterioridad, en 2001, el Gobierno de la Generalitat de Catalunya aprueba la relación de espacios
naturales representativos de la región biogeográfica alpina para ser incluidos en la red comunitaria Natura
2000, cuyo objetivo, en cumplimiento de la Directiva 92/43CEE, es hacer compatible la protección de
ecosistemas naturales con la actividad humana. En el Pallars Sobirà, estos espacios se superponen a zonas
incluidas anteriormente en el PEIN. El PNAP afecta más del 55% del territorio del Pallars Sobirà, o lo
que es lo mismo el territorio de 13 de los 15 municipios que integran la comarca. En el proceso que deriva
en la creación del PNAP también hay que considerar un informe publicado, en 1999, por el Centro
Excursionista de Cataluña y la Liga para la Defensa del Patrimonio Natural. (DEPARTAMENT DE
MEDI AMBIENT (2003) Avantprojecte del Parc Natural de l’Alt Pirineu, Barcelona, Generalitat de
Catalunya. [no publicado])
33 La explotación forestal profesionalizada y la explotación turística del bosque, por medio de la creación
de un parque natural como garantía del desarrollo de un turismo de cualidad y sostenible muestran, como
apunta Vilar (1964, 1986) que el inventario de los recursos naturales disponibles hay que considerarlo en
relación con la capacidad real de ser explotados, según el juego de intereses entre las fuerzas de
producción y el desarrollo técnico de una sociedad para una época determinada. A tal efecto también se
pueden considerar las actuaciones de la Asociación para la Defensa Forestal (ADF) Mig Pallars, creada
en 1987, con el objetivo de gestionar gran parte de los bosques comunales de la comarca. Junto con las
entidades propietarias de los bosques comunales, la ADF Mig Pallars pone en marcha el proyecto
“Pirineu Viu”, que se ejecuta entre 1998-2001, con un presupuesto global de 960.000 euros. En este
68
Hasta aquí se ha querido mostrar cómo el despliegue de una serie de medidas, en un
contexto internacional que fomenta la “ruralidad” de las áreas de montaña del sur de
Europa, desde el último tercio del siglo pasado, acaba afectando las imágenes y las
representaciones de estas zonas, y su relación con las áreas urbanas. Hay que tener en
cuenta que el objetivo estratégico final de la PAC es invertir para que los estados
miembros de la UE mantengan una estructura socioeconómica mínima en las zonas
rurales y de montaña que evite la emigración de más población hacia los centros
industriales, cuyo crecimiento en las últimas décadas empezaba a acusar problemas de
contaminación y saturación, para satisfacer al mismo tiempo las demandas de una
sociedad posindustrial que quiere consumir “lo rural natural”, en un contexto de crisis
internacional del modelo de producción capitalista (Williams, 2001 [1973]; de Haan y
Long, 1997; Chevalier, Chiva y Dubost, 2000; Gray, 2000; Murdock, Lowe, Ward y
Marsden, 2003; Lluvich y Ortega, 2004; Berger, Chevalier y Dedeire, 2005; Berger,
Chevalier, Cortes y Dedeire, 2009)34. Como resultado de la redefinición de las áreas
rurales y de montaña, las cases veïnes del valle pasan a depender de la explotación de
negocios familiares de turismo rural y de explotaciones ganaderas dedicadas a la
producción extensiva de vacuno de carne.
En 2008, la Renta Familiar Disponible Bruta del Pallars Sobirà, era la tercera más alta
de Cataluña, y aunque en 2010 había disminuido se encontraba dentro de las 10
comarcas mejor posicionadas35. En lo que se refiere a los datos recogidos durante el
trabajo de campo, se observa que el número total de “casas” (viviendas) abiertas
aumenta entre 2005 y 2015, cuando de 66 casas se pasa a 71. Si en 2005 el número de
cases veïnes ascendía a 61 frente a 5 “casas” de gent de fora que vivía en el valle, en
2015, 17 “casas” estaban ocupadas por gent de fora, frente a 55 cases veïnes. En un
periodo en que a pesar de la apertura de casas por la llegada de gent de fora la población
desciende de 176 a 152 habitantes. En lo que se refiere a las actividades económicas en
contexto empiezan a crearse itinerarios turísticos para el dinamizar la comarca, y compensar la pérdida de
rentabilidad económica de los bosques
34 La crisis internacional de la etapa de producción fordista, a principios de la década de 1970, lleva a la
aparición de los Nuevos Movimientos Sociales, entre ellos el ecologista que, a pesar del distinto arraigo y
la evolución política que ha seguido en cada país, se convierte en una subcultura alternativa cuyo discurso
ideológico coincide en hacer del desarrollo económico sostenible un valor universal capaz de asegurar la
reproducción social en un contexto saturado por el capitalismo industrial (Riechmann y Fernández Buey,
1994; Fernández Durán y Vega Pindado, 1994).
35 Datos del Instituto de Estadística de Cataluña [sitio web]. 2015. Barcelona: IDESCAT. [Consulta: 10
junio 2015]. Disponible en: http: //www. idescat.cat/.
69
2005, la ganadería era la actividad económica de la que dependía más casas que vivían
de una única actividad económica, mientras que en 2015 el número de casas que sólo
dependían de la ganadería había disminuido y era el mismo que el número de casas que
sólo dependían del turismo. Entre 2005 y 2015, el número de casas que dependen de la
ganadería, de un negocio de turismo rural y de un trabajo en la Administración pública
y/o la industria de la construcción en régimen de pluriactividad era el mismo. Lo que
aumentará considerablemente será el número de “casas” que dependen del sector
servicios (Administración pública e industria de la construcción principalmente), por la
llegada de gent de fora. Con todo, las pensiones de jubilación, básicamente del sector
primario, continúan la principal fuente de ingresos del mayor número de casas. Si en
2005 eran 24 las casas que dependían de una pensión de jubilación, en 2015, eran 25. La
información se presenta resumida en las siguientes tablas:
Número de habitantes 2005-2015
Año 2005 2015
Número de habitantes 176 152
Fuente: Elaboración propia
Número de cases veïnes y casas ocupadas por gent de fora 2005-2015
Año 2005 2015
cases veïnes 61 55
“cases” de la gent de fora 5 17
Total "casas" 66 72
Fuente: Elaboración propia
70
Actividades económicas de las casas 2005-2015
Año 2005 2015
Ganadería 13 8
Negocios turísticos 6 8 Sector servicios (construcción y Administración pública) 15 23 Ganadería, turismo + (construcción y Administración pública) 8 8
Pensiones de jubilación 24 25
Total “casas” 66 72
Fuente: Elaboración propia
La importancia de las cifras anteriores es que permiten pensar la relación entre la
transformación de la estructura económica y social del valle, y ver, de entrada, que el
cambio de modelo económico no ha impedido que el valle continúe perdiendo
población36, y que debido a la edad avanzada de los veïns-cabezas de familia y la falta
de relevo generacional un tercio de las cases veïnes son incapaces de “dar el salto” hacía
el turismo. Lo que explicaría que el grupo de población de más de 65 años fuera el más
numeroso en 2005 y en 201537. También se observa que la población asalariada es
básicamente gent de fora, porque los miembros de las cases veïnes cuando dependen de
un sueldo suele ser en régimen de pluriactividad mientras continúan explotando la
explotación ganadera o el negocio de turismo rural familiar.
36 Como se ha señalado, el aumento de la población no se debe al crecimiento natural sino a la llegada de
parejas de fuera, que desde principios de la década del 2000 se instalan definitivamente en el valle.
Algunas de estas parejas, a veces se trata de familias monoparentales con hijos, llegan con hijos, mientras
otras los tienen en el valle. En relación con el trabajo de Lluvich y Ortega (2004) hay que señalar que la
llegada de estos de individuos no se relaciona con el primer movimiento inmigratorio, de la década de
1970, de adultos jóvenes de origen urbano que buscan un estilo de vida alternativo y autosuficiente,
dedicándose muchos de ellos a la artesanía, ni al de la década de 1990 caracterizado por jóvenes con un
nivel de formación entre medio y bajo que habrían llegado a la comarca para trabajar como monitores de
deportes de aventura. Los individuos que habrían llegado al valle a partir de la primera década del 2000,
con un nivel de estudios también entre bajo y medio, en la mayoría de los casos, y de origen urbano, sería
en busca de la oportunidad para fundar una familia y desarrollar un proyecto de vida que la ciudad no les
ofrecía. Muchos de ellos valoran el valle por su paisaje y cualidades naturales, mostrando sensibilidad
por cuestiones medioambientales, pero de su visión de la realidad local y de su experiencia en el valle se
desprende que este no habría sido el principal motivo que les habría llevado a desplazarse hasta el valle.
37 Entre 2005 y 2015 el grupo de población de más de 65 años se mantiene más o menos estable, de 49
individuos se pasa a 46. En 2005 la cifra de habitantes entre 45 y 55 años de edad era de 24 individuos,
cifra muy similar a la de 2015 con 24 individuos. En 2005, la cifra de individuos de entre 0 a 15 años de
edad era de 17 personas, mientras que en 2015 había ascendido a 22 personas.
71
En un contexto en que la ganadería y el turismo dependen de la implementación de
políticas globales que dirigen la transformación económica del valle, según un nuevo
concepto de lo rural, las distintas actividades económicas de las que actualmente
dependen las casas también plantean cuestiones como, por ejemplo, qué significa ser
ganadero hoy en día en el valle. ¿Es un signo inequívoco de riqueza, por continuar
dependiendo de una actividad que otras casas han tenido que abandonar o complementar
con otras fuentes de ingresos?, o ¿es indicativa de una incapacidad para adaptarse a los
nuevos tiempos por tratarse de una actividad que se relaciona con un contexto social y
económico anterior? Y, ¿qué significa dedicarse al turismo?, ¿Es una muestra de la
capacidad de asumir nuevos riesgos en un nuevo contexto económico?, o ¿es
interpretado como signo de una mayor dependencia de las casas del exterior? Lo
anterior también plantea la importancia de conocer cuáles son los trabajos que realiza la
gent de fora que vive en el valle, y cómo accede al mercado de trabajo. En los capítulos
etnográficos se va a intentar dar respuesta a estas cuestiones, mostrando cómo la
superioridad de los veïns, sean estos ganaderos, se dediquen al turismo o a ambas
actividades a la vez, es indisociable de la institución de la relación lógica patrimonio-veí
y de la presencia de gent de fora que vive en el valle y que es la mano de obra que
trabaja para la construcción de una historia local en la que se inscribe la trayectoria de
las cases veïnes por la continúa transformación del patrimonio familiar.
La construcción de una visión hegemónica del mundo
Un modo de comprender cómo la patrimonialización de la naturaleza y la cultura
transforma el contexto local, es ver cómo la experiencia de vida de la población resulta
afectada, es decir, mostrando cómo los individuos describen el mundo en que viven y
cómo se representan a sí mismos y a los demás en ese mundo. La capacidad de la gente
para crear un discurso con que describir su experiencia del mundo informa del modo y
las formas por las que los individuos dotan de sentido su vida y de cómo los individuos
y la sociedad se constituyen mutuamente y como una única realidad a lo largo de este
proceso Williams (1984 [1961]: 40-42). Y lleva implícita la relación entre los modelos
culturales en tanto aprendidos e ideados y los modelos culturales en tanto son llevados a
la práctica en las relaciones sociales, las convenciones y las instituciones (Williams,
(1984) [1961]: 89; Castoriadis, 2013 [1975]: 500). Lo que significa que debe acontecer
una reorganización de los esquemas cognitivos para crear, aprender y comunicar un
conocimiento acerca de la realidad. De forma similar a Williams (1984 [1961]),
72
Castoriadis (2013, [1975]) señala que es por la institución histórica de la sociedad que
hay individuos, cosas y mundo. Esto significa que cada sociedad instituye y organiza su
mundo de una forma determinada a partir de un imaginario social. Pero también que en
las representaciones –en el flujo de la representación-, algunos elementos se cargan de
un índice de realidad, estabilizándose en imágenes y percepciones, al margen del
recorrido del flujo creativo de la representación. Como señala el mismo Castoriadis:
“no hay pensamiento sin figuras, esquemas, imágenes, imágenes de palabras (…) en
el flujo representativo las figuras y los esquemas se fijan y se estabilizan en soportes
materiales-abstractos, a saber, para decirlo brevemente en signos (…) el lenguaje
implica los signos, no cosas fijas y estables (cosas que se aprenden como no-cosas, es
decir, como signos) (…)” (2013, [1975]: 523-525).
Esto significa que los individuos acceden al mundo a través de un lenguaje, un código
determinado, que ofrece a los individuos la posibilidad de orientarse en y por lo que
dicen, y de recurrir a un mismo código para hacer aparecer otras significaciones u otros
aspectos de las significaciones aparentemente ya dados (Castoriadis, 2013, [1975]:
548). Un planteamiento que resulta interesante, porque permite pensar la relación entre
la función simbólica del lenguaje, la institución de la sociedad en el tiempo y una lógica
identitaria. O lo que es lo mismo, la relación que se da entre un tipo de orden social y la
resignificación de un sistema de conceptos y categorías.
El planteamiento de Castoriadis (2013, [1975]) que defiende que la construcción de una
visión del mundo es una redefinición de la realidad que lleva consigo la diferenciación y
clasificación de los elementos que la constituyen que remite a interpretaciones
anteriores, está en relación con el planteamiento de Williams (1984 [1961]) cuando
sostiene que la capacidad de los individuos para crear y aceptar nuevos significados es
indisociable de su posición en la organización social en la que se encuentran. Lo que
significa que las ideas que los individuos tienen acerca de una sociedad concreta son
una “manera de describir las relaciones necesarias la vida social bajo la continua presión
de la experiencia” (Williams, 1984 [1961]: 120). Williams (1984 [1961]), explica que al
describir su experiencia de vida los individuos contribuyen a crear el sistema social en
términos del cual viven, y a la continuidad, que no quiere decir estabilidad, de la
organización social en la que su propia vida se inscribe. Lo que lleva a la pregunta de
cómo una sociedad se perpetúa a sí misma a través del cambio (Williams, 1984 [1961]:
73
136). O como sostienen Comaroff y Comaroff (1992), cómo una sociedad se constituye
por medio de interconexiones significativas a lo largo del tiempo.
La idea de que la significación del mundo para dotar de sentido a la propia experiencia
es un proceso histórico, sobre el que nadie tiene el control absoluto (Williams, 1984
[1961]; Castoriadis, 2013 [1975]; Comaroff y Comaroff, 1992), no quita que ciertos
grupos sociales sean capaces de imponer su visión del mundo como un modelo de orden
social natural, para legitimar su hegemonía en contextos económicos y sociales
diferentes. Este sería, por ejemplo, el caso del valle donde los veïns consiguen legitimar
su superioridad al incorporar a la visión del pasado con la que se identifican de forma
exclusiva por medio de una idea de patrimonio concebida como los recursos locales de
que habrían dependido las casas a lo largo del tiempo, la idea de patrimonio turístico
que en la actualidad se impone desde el exterior. Lo que comporta tener que explicar el
proceso por el que el concepto de patrimonio deviene el soporte (el medio) por el que
los veïns continúan diferenciándose del resto de la población, la gent de fora, mientras
la forma por la que la sociedad se instituye se concibe como un hecho natural por
remitir a un orden social que se identifica con un tiempo anterior.
Para comprender cómo el pasado se incorpora al presente legitimando la estructura de
poder local en un contexto de cambios, en lo que sigue se va a hacer referencia a unas
ordenanzas municipales que empiezan a redactarse a finales de la década de 1950, que
por su relación con un tiempo anterior incorporan la visión del mundo por la que los
veïns interpretan el presente y legitiman su superioridad. Se trata de una serie
ordenanzas destinadas a reglamentar los aprovechamientos madereros del monte
comunal, en un contexto en que la explotación de los bosques representa una importante
fuente de ingresos para los pueblos, en un contexto en que a la comarca llega mano de
obra de fuera, principalmente de origen andaluz, para trabajar en la segunda etapa de
actuaciones de las compañías hidroeléctricas. Terminadas las obras de construcción de
estas centrales algunas de estas familias se marchan, mientras otras se instalan
definitivamente en la comarca (Arqué, García y Mateu, 1982), lo que podía representar
que más individuos quisieran beneficiarse de un patrimonio comunal. No obstante, el
factor que decisivamente influye en la redacción de estas ordenanzas es que en
aplicación del texto refundido de la Ley de Régimen Local de 1955 y el Reglamento de
Bienes de las Corporaciones Locales, el disfrute de los bienes comunales pasa a ser
objeto de reglamentación mediante la oportuna ordenanza especial, aprobada por el
Ministerio de Gobernación, en la que deben fijarse las condiciones de vinculación,
74
arraigo, permanencia o edad, que según normas consuetudinarias tradicionalmente
observadas se hayan venido exigiendo para participar en los aprovechamientos (Nieto,
1964: 700-738)38. Lo más importante de estas ordenanzas es que son el texto al que los
veïns se remiten para justificar la continua diferenciación de la población en veïns, los
cabezas de familia de las casas que cuentan con el derecho (dret de veïnatge) de
explotar el monte comunal, y la gent de fora que quedaría excluida de este privilegio.
Lo que importa destacar es cómo el desigual acceso al patrimonio comunal se convierte
en el criterio de diferenciación social que justifica la inferioridad de la gent de fora en
cualquier otro ámbito, y cómo los veïns por la conversión de distintos recursos en bienes
comunales, continúan beneficiándose de forma exclusiva de distintos recursos en
diferentes momentos.
En todas las ordenanzas a las que se ha tenido acceso, se explicita que podrán
beneficiarse de la distribución de lotes de madera, ya sea en producto o en metálico,
para el levantamiento de cargas familiares –mejora de las viviendas, equipos para la
explotación agrícola y ganadera, la educación de los hijos, etc.,- quienes posean la
condición de vecino-cabeza de familia. Esto es, quien sea originario del pueblo al que
pertenece el monte comunal en cuestión, o esté casado con una mujer natural del
mismo, fijando su residencia en el pueblo desde la fecha de su matrimonio, con casa
abierta de forma habitual y permanente, y formando una familia independiente y
separada de cualquier otra por lo menos desde la fecha del matrimonio, o desde un año
antes al reparto de lotes. En el caso de no ser autóctono ni estar casado con una mujer
originaria del valle, se deberá ser cabeza de familia, con casa abierta de forma habitual y
permanente, y con una antigüedad mínima de 12 años en el momento de aprobarse las
listas de beneficiarios de los aprovechamientos39. Estas ordenanzas también determinan
que figurarán como una sola unidad todos los familiares que convivan y dependan
económicamente de un mismo cabeza de familia, vivan bajo un mismo techo y
constituyan un solo “fuego”, y exploten una sola unidad agropecuaria aunque,
38 Para el contexto español, en general, Nieto (1964: 732) establece una relación entre una vecindad
especialmente cualificada y el aprovechamiento de productos maderables según normas consuetudinarias,
en un contexto en que la subida del precio de la madera ofrece la tentación de unos aprovechamientos
agotadores de los montes 39 Ordenanzas especiales reguladoras de las subastas de aprovechamientos forestales pertenecientes al
Común de Vecinos (1957, 1958a, 1958b, 1958c, 1960, 1979). Ordenanzas especiales reguladoras de los
montes comunales pertenecientes al Común de Vecinos (1960a, 1960b, 1960c, 1961a, 1961b, 1979a,
1979b).
75
legalmente y a otros efectos, tengan también la clasificación de vecinos-cabezas de
familia.
El punto que en la actualidad crea mayor controversia, además del requisito de tener que
vivir un mínimo de 12 años en el valle para conseguir el dret de veïnatge en caso de no
ser autóctono, es la exigencia de tener que trabajar de manera estable en el municipio o
poseer patrimonio propio: un mínimo de dos jornales de tierra de cultivo de secano, o de
medio jornal de regadío, así como la posesión de dos cabezas de ganado mayor o de 15
de menor40, porque dada la escasa oferta laboral del valle, por un lado, y la dificultad
para disponer de patrimonio (tierras y ganado) en caso de no ser miembro de una casa
veïna, esto significa que las casas de la gent de fora que vive en el valle difícilmente
podrá poner en práctica el dret de veïnatge41. Otra lectura que se puede hacer de la
exigencia de disponer de patrimonio es frenar la entrada al Común de Vecinos de casas
que no dispongan de los recursos necesarios para sobrevivir y que puedan suponer una
carga para el resto de casas; ya que la explotación del patrimonio comunal es en
beneficio del patrimonio de la casa para garantizar su continuidad. Lo que fomenta la
concepción de la relación entre el concepto de patrimonio (privado y comunal) y la
categoría veí (cada una de las cases veïnes) como intrínseca. Estas ordenanzas también
prevén que el padrón de vecinos-cabezas de familia beneficiarios de los
aprovechamientos comunales se forme anualmente, en los plazos y siguiendo igual
procedimiento que los que dispone el reglamento correspondiente para el padrón
municipal de habitantes, y que las reclamaciones contra el mismo sigan igual
procedimiento, pudiendo modificarse una sola vez al año. También contemplan que
sean excluidos de la relación de beneficiarios de los aprovechamientos, los cabezas de
familia que rehúsen realizar en los bienes o servicios comunales, los trabajos de
conservación y reparación que sean necesarios42.
40 Íbid.
41 Los criterios que se contemplan en las ordenanzas del valle pueden considerarse especialmente
restrictivos, si se comparan con las ordenanzas, que en la misma época se redactan para regular el
aprovechamiento de los bienes comunales en un municipio situado en un valle próximo. En estas otras
ordenanzas no se hace ninguna referencia a la necesidad de tener que poseer patrimonio, y el tiempo
mínimo de permanencia en el valle que se contempla para conseguir el dret de veïnatge en caso de no ser
autóctono desciende de 12 a 3 años (Ordenanza especial para los aprovechamientos de los bienes
comunales aplicables a todas las entidades del municipio, 1959).
42 Ordenanzas especiales reguladoras de las subastas de aprovechamientos forestales pertenecientes al
Común de Vecinos (1957, 1958a, 1958b, 1958c, 1960, 1979). Ordenanzas especiales reguladoras de los
montes comunales pertenecientes al Común de Vecinos (1960a, 1960b, 1960c, 1961a, 1961b, 1979a,
1979b).
76
Según consta en estas ordenanzas, la finalidad de la regulación del patrimonio forestal
sería ayudar a su conservación para que los habitantes de los pueblos tengan unas
condiciones de vida dignas y no se vean en la necesidad de emigrar a las grandes
capitales o a otras zonas de vida más fácil, origen de tantos males individuales y
sociales43. En la actualidad, los veïns ya no cumplen con la exigencia de trabajar para el
Comú, es decir, en el mantenimiento de las infraestructuras de los pueblos –el
mantenimiento de los caminos, por ejemplo, es competencia del Consell Comarcal y el
ayuntamiento, aunque hay opiniones diversas al respecto-, pero la importancia que la
población autóctona confiere al hecho de fer poble (hacer pueblo) que significa
participar en la vida social local participando en la organización de las fiestas podría
pensarse como la proyección en el contexto actual de la conveniencia de actuar en
beneficio del interés general, que es la expresión simbólica de la interdependencia entre
las cases veïnes (y no veïnes), como se muestra en otro capítulo.
Después de la redacción de las ordenanzas para la regulación del monte comunal entre
finales de la década de 1950 y finales de la década de 1970, en 1979, se redacta otra
ordenanza especial para regular el aprovechamiento de energía eléctrica, en un contexto
económico diferente en el que las necesidades de las casas empiezan a ser otras. En el
contexto de la concesión a perpetuidad de un cupo de kilovatios gratuitos a cada Común
de Vecinos –hasta finales de la década de 1970, cada pueblo contaba con una pequeña
central eléctrica-, por parte de una compañía eléctrica como resultado de la
expropiación del salto de agua y la canalización del agua del río debido a la
construcción de una central hidroeléctrica en un valle próximo, el objetivo concreto de
esta ordenanza es evitar el consumo abusivo del cupo de kilovatios cedido, por la
conversión de la energía eléctrica en un bien comunal que queda registrado en el
inventario de bienes comunales44. A partir de este momento el consumo de energía
eléctrica (el cupo de kilovatios cedido a cada Común de Vecinos), queda regulado por
las mismas normas consuetudinarias que tradicionalmente se habrían observado para
regular el aprovechamiento de los bienes comunales de otra naturaleza, es decir, la
explotación del monte comunal. Lo que significa que se aplican los mismos criterios a
43 Íbid. 44 En el primer capítulo etnográfico se muestra cómo en la práctica una casa llega a ser considerada una
casa veïna y cómo algunas casas se habrían beneficiado de un mayor número de kilovatios al llegar a
disponer de hasta cuatro drets de veïnatge.
77
la hora de determinar los vecinos-cabezas de familia beneficiarios45. Según esta
ordenanza, la distribución por cuotas escalonadas de los kilovatios consumidos también
se contempla en relación al levantamiento de cargas familiares y la mejorar de las
condiciones de vida de la población46. En este sentido, también se contempla que los
posibles beneficiarios cuenten con los medios que les permitan sostener su vida en el
municipio, para que el acceso a este bien comunal repercuta en la mejora de sus
condiciones de vida, al favorecer el aumento de la productividad de las explotaciones
ganaderas de carácter doméstico. La finalidad sería evitar el cierre de casas para que los
pueblos no acabaran totalmente deshabitados, comprometiendo la continuidad de las
casas que permanecían abiertas. Este momento coincidiría con la dependencia de las
casas del vacuno de leche y el aumento de la necesidad de energía eléctrica por parte de
las explotaciones ganaderas. Según esta ordenanza las unidades familiares que disfruten
de bienes comunales de cualquier índole y naturaleza en otra localidad, que cesen su
residencia en el pueblo durante más de tres meses, sin que ello suponga vacaciones y no
se haya pedido la baja del padrón, y aquéllas en que el cabeza de familia o sus hijos
rehúsen realizar trabajos de conservación en los bienes y servicios de los pueblos,
quedarán excluidas de este aprovechamiento47.
En 1996, se redacta una nueva ordenanza municipal para regular el aprovechamiento de
hongos comestibles en un bosque comunal de fácil acceso. Según se puede leer en esta
ordenanza, la Entidad Municipal Descentralizada (EMD) encargada de la gestión del
bosque habría decido actuar con urgencia para evitar que se destruya el patrimonio
inmemorial de este pueblo, en un momento en que las estructuras sociales y económicas
del Pirineo están sufriendo profundas transformaciones48. Esta actuación también se
justifica por el interés de actuar para preservar y conservar un bosque comunal, que se
describe como un lugar de gran belleza. Como había sucedido con el aprovechamiento
del monte comunal y luego con el consumo de energía eléctrica, la recolecta de setas
también se entiende como un aprovechamiento vecinal del monte comunal, al que sólo
tienen derecho los individuos que reúnen la condición de vecinos-cabezas de familia,
según se define en las ordenanzas de finales de la década de 1950. En este caso, el
45 Ordenanza especial reguladora del aprovechamiento del bien comunal de energía eléctrica (1979).
46 Íbid 47 Íbid.
48 Ordenanza especial reguladora del aprovechamiento de hongos comestibles (1996).
78
control del aprovechamiento lo harán los mismos veïns del pueblo al que pertenece el
bosque comunal, que serían los encargados de acreditar a los recolectores foráneos49. En
relación con la redacción de esta ordenanza es importante señalar que la cuestión no
sería tanto evitar que la gent de fora (básicamente turistas) recoja setas en este bosque
comunal, como impedir que lo hagan los veïns de los otros pueblos del valle que no
pertenecen al Común de Vecinos de este pueblo. Así lo pondría de manifiesto la poca
afluencia de turistas en este bosque durante la época de recogida de setas, y los
enfrentamientos entre los veïns de este pueblo y los del resto de pueblos del valle que
habrían coincidido recogiendo setas en el bosque.
La redacción sucesiva de ordenanzas, en un periodo que abarca casi 50 años, hay que
entenderla como el modo por el que los veïns consiguen continuar explotando de forma
privilegiada los recursos locales (patrimonio comunal) cuando en un nuevo contexto
económico y social cambia su importancia y las necesidades de las casas. Lo que se
consigue transformando los recursos económicos en bienes comunales, como es el caso
de la energía eléctrica, como resultado de la interpretación del presente por la
actualización de una visión del pasado, como pone de manifiesto que los criterios de
diferenciación social contemplados en las ordenanzas de finales de la década de 1950 se
consideren en el presente y que estas ordenanzas se fundamenten en normas
consuetudinarias tradicionalmente observadas en el aprovechamiento de los bienes
comunales. Para comprender cómo la visión del pasado por la que se diferencia a la
población en veïns-no veïns (gent de fora) se legitima y se impone en el presente, en lo
que sigue se va a mostrar la reinterpretación de un tiempo inmemorial en relación con la
naturaleza de la estructura de poder local
Hoy en día, los límites geográficos del valle comprenden siete núcleos de población, de
los cuales sólo cuatro están habitados permanentemente. Debido al clima extremo, dos
de los otros tres pueblos sólo están temporalmente habitados50, mientras el último
permanece deshabitado todo el año, desde finales de la década de 1960. Lo que no
impide que todos los pueblos, con independencia del estado en que se encuentren sus
casas, cuenten con un número importante de empadronados. Según Tort i Donada
(1992) y Sabartés (1993, 1998), la organización administrativa actual del valle dataría
49 Alguno de los veïns que recogían setas en este bosque lo hacían con la intención de venderlas en los
negocios turísticos que regentaban, además de para el consumo propio. 50 En este pueblo sólo viven dos hombres solteros. En algunas ocasiones pasan el invierno en el pueblo,
pero según los años se trasladan a vivir a otros pueblos del valle o de la comarca.
79
de 1927 –otros autores como Beltran y Vaccaro (2014) sitúan esta fecha en 1924-
cuando tres de los siete pueblos habrían perdido su municipalidad, que dataría de 1848,
para integrar uno solo municipio. A finales de la década de 1950, se constituirían cuatro
de las tres EMD que hoy existen en el valle51. La otra EMD habría dejado de existir en
la década de 1970. Y otra, de la que también se desconoce el año de creación, habría
desaparecido en 195852. En la actualidad, la titularidad compartida de los montes
comunales entre cada Común de Vecinos y el ayuntamiento y/o la EMD
correspondiente, hay que entenderla como el resultado de un proceso histórico que se
inicia a principios del siglo XIX, cuando el Estado español implanta el régimen
municipal, y de la Desamortización de 1855 en un contexto de crisis económica que
lleva a la diferenciación de los recursos de los que la población habría dependido para
su supervivencia en bienes de propios y bienes comunales, y a la inclusión de estos
últimos en el Catálogo de Montes de Utilidad Pública de 1901 (Costa, 1983a [1898],
1983b [1898]; Nieto, 1964, Bocanegra, 2008). Según Nieto (1964), este sería el
contexto del que se derivaría el concepto actual de bienes comunales53. En lo que al
valle se refiere, lo anterior comporta que gran parte de la superficie de los montes pase a
integrar el Catálogo de Montes de Utilidad Pública, y que los montes comunales sean
posteriormente gestionados por la Generalitat de Catalunya (Beltran y Vaccaro, 2014).
Como resultado de lo anterior, el Común de Vecinos pasa de ser una agrupación de
51 A partir de 1987, en Cataluña, el concepto Entidad Municipal Descentralizada viene a sustituir el
concepto Entidad Local Menor que continúa en vigor en el resto del Estado español.
52 Según se puede leer en el Boletín Oficial del Estado, el motivo de la disolución de esta ELM habría
sido la falta de recursos necesarios para atender al cumplimiento de los servicios obligatorios (B.O del
Estado, nº 312, 1958). Esto estaría en relación con lo que explica Tort i Donada (1992: 217), cuando
explica que la creación de una ELM ocurría cuando su constitución no comportaba la pérdida de calidad
en la prestación de los servicios generales del municipio, cuando la entidad contaba con los recursos
suficientes para cumplir con sus atribuciones, y si además concurrían circunstancias de orden geográfico,
histórico, social, económico o administrativo. Lo que no deja de ser curioso si se tiene en cuenta que 50
años atrás, en 1896, tras la aprobación del Código Civil, los veïns-cabezas de familia de este pueblo
constituyeron una sociedad de condueños para explotar el monte comunal, considerado por la población
del valle como uno de los más ricos (madera y pastos) del Pallars Sobirà, y que es en la época en que esta
ELM se disuelve cuando se asiste a la creación de ELM en las comarcas del noroeste de Cataluña, para
dotar de personalidad jurídica a colectividades que habrían poseído desde tiempos inmemorables un
importante patrimonio forestal (Tort i Donada, 1992: 270-273). Esto lleva a pensar que no sería tanto la
falta de recursos locales lo que favorece la disolución de la ELM como la falta de una estructura mínima
(un contingente de población) que explote el patrimonio comunal, favoreciendo la continúa
transformación (la puesta en valor) del patrimonio privado de las casas, básicamente tierras y ganado,
comportando que un número cada vez más reducido de casas tuviera más dificultades para satisfacer sus
necesidades.
53 Este autor también destaca que en la legislación desamortizadora no existen bienes comunales o de
propios por su naturaleza u origen, sino que hay bienes municipales in genere que pueden ser
aprovechados comunalmente o pueden ser fuente de ingresos para el municipio (Nieto, 1964: 227).
80
cases veïnes que “sin llegar a estar dotada de personalidad jurídica era titular de
derechos y obligaciones diferentes de los vecinos individualmente considerados”
(Nieto, 1964: 266), a una institución híbrida representada por la Corporación Municipal
y una Asamblea Comunal. En el valle, esto se traduce por la celebración de reunions de
poble (reuniones de pueblo) a las que sólo pueden participar miembros de las cases
veïnes, en principio, los cabezas de familia, aunque cualquier miembro del grupo
doméstico mayor de edad puede representar a la casa, y que el presidente de la Junta de
Vecinos que representa a cada EMD y el alcalde del municipio sean veïns, es decir,
individuos autóctonos, sean o no cabezas de familia54. Lo que significa que la gent de
fora que vive en el valle queda desprovista de los medios para ocupar las principales
posiciones dentro de la estructura política local, aunque sus votos sean decisivos para
que los veïns puedan continuar ejerciendo el poder, como siempre habría sucedido55. En
este sentido, la implantación de una nueva estructura político-administrativa, que no
contradice la visión de un tiempo anterior en la que las cases veïnes habrían sido
superiores por la explotación privilegiada de los recursos comunales, favorece la
reinterpretación del pasado según las necesidades del presente, legitimando a los veïns
para actuar de manera diferente.
La relación que las ordenanzas municipales de la década de 1950 establecen entre el
concepto de patrimonio y la condición de veí-cabeza de familia, como una relación
lógica por remitir a un tiempo ancestral, fomentaría que la diferenciación de la
población en veïns-no veïns (gent de fora) se concibiera como un hecho natural, como
ya habría puesto de manifiesto Bringué (1993, 1995, 1996, 1998, 2005) cuando explica
la situación de los valles axiales de la comarca del Pallars Sobirà, durante la Edad
Moderna, como ya habría sucedido en el feudalismo y con anterioridad. Según Bringué
(1993, 1995), a finales del siglo XII, el territorio correspondiente con la actual comarca
54 El hecho de que en la práctica sólo sean individuos autóctonos los que ocupan los cargos principales en
las instituciones políticas locales, de los que la gent de fora que vive en el valle queda excluida, hay que
entenderlo en relación con el hecho de que el Común de Vecinos no incluye a toda la población y que esté
representado por el ayuntamiento o las EMD. De esto también se desprende que la condición de veí, que
otorga el derecho a explotar los recursos naturales (comunales), no es lo mismo, aunque pueda coincidir
en la misma persona que la condición de vecino de un pueblo en el sentido administrativo.
55 En su libro sobre un pueblo de Castilla, Kenny, M. (1961) A Spanish Tapestry. Town & Country in
Castile. Bloomington, Indiana University Press, también se refiere a la existencia de estatutos
municipales en que la residencia habitual se contempla como un requisito para gozar de la condición de
vecino. Kenny (1961) también hace referencia a la relación indisociable entre bienes comunales y vecinos
que se remontaría a un tiempo inmemorial, y que ante un aumento de la población habría llevado a que
los vecinos hicieran sentir su descontento por la posibilidad de que más individuos tuvieran derecho a
participar en el sorteo de lotes de pinos.
81
del Pallars Sobirà, aparecía dividido en unas comunidades de valle con elevadas cuotas
de poder político, que tenían la capacidad para organizar Parlamentos, Consejos
Generales o Vistas Generales para relacionarse con el señor, e impartir justicia por
medio del Bon Consell o Consell Jurat integrado por miembros de las casas más ricas y
los Braços de Cort elegidos entre los miembros del Bon Consell, y unas comunidades
situadas más al sur que habrían sido incapaces de conseguir o mantener el mismo nivel
de independencia56. A partir del siglo XIV, las comunidades de valle habrían empezado
a plasmar por escrito los usos, costumbres, privilegios y libertades antiguas que habrían
mantenido en relación con la propiedad de tierras y montañas, y los servicios colectivos
(molinos, hornos, tiendas, carnicerías, hostales, tabernas, etc.). Lo que interesa destacar
de esta organización jurídico-política, cuyo origen Bringué sitúa en el siglo XIV y llama
“Gobierno de la tierra”, es que los valles constituyen entidades políticas donde las
comunidades, junto con el señor, administran un territorio propio para que individuos
ajenos a la comunidad no puedan beneficiarse de la explotación de los recursos locales,
lo que les habría conferido su condición de vassalls alodials57 (vasallos alodiales), en un
contexto en que la situación general de propiedad de la tierra era el franc alou
(propiedad alodial), (Bringué, 1993, 1995, 1996). Esto significaba que las comunidades
podían explotar en común las montañas –territorio que se correspondía con todo lo que
no era tierra de cultivo-, bosques, pastos, aguas, etc., un dominio público sometido a la
observación de normas consuetudinarias escritas y no escritas, y hacer un uso particular
de las tierras de cultivo, las colties58 (Bringué, 1995; 1998; 2005). En relación con lo
56 El condado de Pallars Sobirà se originó a la muerte del conde Suñer I del Pallars, en 1011, cuando sus
hijos se repartieron el territorio creando el condado de Pallars Jussà, situado al sur, y el de Pallars Sobirà
situado más al norte. Entre el siglo XI y XII los derechos sobre el valle habrían sido compartidos entre el
condado Jussà y Sobirà. En 1272, la venda del valle al conde de Foix por parte del conde Arnau Roger I,
conde del Pallars, hará que el valle pase a formar parte del Vizcondado de Castellbó de jurisdicción real
(Oliver y Marugan, 2005). Ya en 1512 el Vizcondado de Castellbó es confiscado por Fernando el
Católico, que lo cede en dote a su mujer, Germana de Foix, siendo definitivamente incorporado a la
Corona de Aragón en 1548, bajo el reinado de Carlos I de Aragón. Según Bringué (1995), la implantación
del sistema feudal estaría directamente relacionada con el inicio de la guerra por el dominio del Pallars, a
la muerte de Sunyer I en 1010, y aunque el valle se separa del condado de Pallars Sobirà, la organización
política que para esta época se identifica con el resto de valles axiales que continuan formando parte del
condado, y posterior marquesado de Pallars, a partir de 1491, también es extensible al valle.
57 Esta estructura continuaría hasta el siglo XVIII, cuando la aprobación del Decreto de Nueva Planta
comporta la prohibición de las atribuciones jurisdiccionales de las comunidades (Bringué, 1995: 561-
563).
58 Según explican Oliver y Marugán (2005), entre los siglo XI y XII, la población la constituían familias
payesas que vivían agrupadas en pequeñas villas, disponían de tierras propias, alodios, que les permitían
subsistir, y del acceso a los bienes comunales. Bringué (1995), explica que la crisis de la baja Edad Media
hizo disminuir en un tercio los pueblos del marquesado de Pallars, provocando una mayor concentración
82
anterior Bringué (1995) identifica la propiedad alodial de la tierra con la existencia
ancestral de bienes comunales, y afirma que es lógico pensar que las comunitats de vall,
por su capacidad para continuar explotando los recursos naturales locales en beneficio
propio entraran en el feudalismo sin que su organización interna se viera
significativamente alterada.
Lo que interesa especialmente de esta organización jurídico-política es cómo instituye la
diferenciación de la población en veïns- no veïns, y cómo en la actualidad esta
diferencia adquiere un valor legal por medio de los textos de las ordenanzas. Según
Bringué (1995, 1996, 1998, 2005) entre los siglos XV-XVIII, en los pueblos del actual
Pallars Sobirà, cuya dimensión media estima entre 11 y 25 casas, podían distinguirse
dos o tres casas ricas, las cases fortes, un conjunto de casas medianas, la posición de las
cuales oscilaba según la coyuntura económica, y un grupo de cases pobres, que
representarían la tercera parte del total de casas, cuyo patrimonio privado no permitía
que sus miembros lograran subsistir sin hacer jornales en las cases fortes, pero sin que
ello alterara su condición de cases veïnes, si permanecían ocupadas todo el año (tenían
el fuego encendido), contribuían a los gastos de la comunidad y participaban en los
trabajos de mantenimiento de los servicios e infraestructuras colectivas. La movilidad
social en momentos de expansión, habría propiciado que no todas las casas hubieran
disfrutado de los mismos derechos, favoreciendo que fueran las cases fortes, las más
viejas y más ricas, y que poseían un mayor patrimonio propio –tierras, ganado, aperos, y
posibilidad de ocupar mano de obra- las que contaran con una mayor capacidad para
explotar los bienes comunales en su favor, pero también para establecer filtros de modo
que las casas nuevas cuyos miembros eran considerados veïns de “segunda categoría”,
quedaran excluidas de la explotación de los bienes comunales, sobre los que tampoco
tenían ninguna capacidad de decisión. Lo que en otros momentos no impedirá que las
casas nuevas o ajudants, junto con las cases fortes o focs sean consideradas cases
veïnes, frente a los estadants (inquilinos) y extranjeros. De esta manera se conseguía
que fueran las cases veïnes las que tuvieran un acceso privilegiado a los recursos
locales, y dentro de éstas que fueran las cases fortes las que sacaran un mayor partido de
del hábitat y el inicio de largas luchas para la ocupación de territorios yermos. En el siglo XVIII, con el
fin de las disputas entre el rey Felipe V y el duque de Medinaceli, a quien pertenece el marquesado de
Pallars, se inicia una etapa de expansión demográfica, principalmente en las zonas meridionales de lo que
hoy es la comarca del Pallars Sobirà, concentrada en comunidades pequeñas y muy próximas.
83
los bienes comunales por la puesta en práctica del dret de veïnatge (Bringué, 1996: 117-
118).
Bringué (1993), también señala que otro factor que fomenta la diferenciación social a
favor de las casa viejas es que el pago de la quístia, talla o fogatge, a partir del siglo
XIV, en un contexto de endeudamiento creciente de los condes, recae especialmente
sobre estas casas, favoreciendo, en contrapartida, que continúen beneficiándose de una
explotación privilegiada de los bienes comunales, y de un estatus social superior59. En
relación con lo anterior es importante señalar que cuando las normas consuetudinarias
de los comunidades de los valles entran en contradicción con el derecho codificado por
los juristas catalanes, especialmente en las zonas bajo jurisdicción real, como en el caso
del valle, las comunidades recurren al pago de la quístia moderna, que no guarda
ninguna relación con la enfiteusis, como la prueba de la explotación de los recursos
naturales locales desde tiempo inmemorial para legitimar el derecho a continuar
explotándolos (Bringué, 1998). Lo que mostraría cómo a lo largo de la historia las
comunidades ya habrían reinterpretado el pasado a favor de los propios intereses, y la
importancia de acceder a los recursos naturales, el patrimonio comunal, para que la
explotación del patrimonio privado continúe garantizando la continuidad de las casas.
La descripción de cómo en diferentes momentos grupos de individuos concretos –
comunitats de vall, un conjunto de casas, etc.,- habrían sido capaces de sacar partido de
una coyuntura económica y social al interpretar un momento histórico por un sistema de
símbolos y significados que remite al pasado, muestra cómo el presente cobra sentido
por su inscripción en el pasado, y cómo una nueva organización política legitima la
reproducción de un modelo de orden social ideal (tradicional) como un hecho natural.
Lo anterior también mostraría que es por la inscripción de la propia experiencia de vida
59 Sanllehy (2007: 171-173), describe una situación similar para el Valle de Aran, entre el siglo XVII y
XVIII. Según esta autora, las casas viejas (cases fortes) serían las continuadoras de la primitiva
comunidad. Los cabezas de familia de las casas viejas eran los miembros del Conselh (órgano rector de la
colectividad, cuyas atribuciones se centraban en las relaciones con el exterior para conseguir privilegios).
Las casas nuevas estarían formadas por ahijados de nuevo, segundones originarios del valle, o forasteros.
Su admisión les aseguraba derechos económicos y cívicos, pero con limitaciones: podían ser excluidos en
momentos determinados, tenían que dar preeminencia protocolaria a las casas viejas, y su participación en
el Conselh estaba marcada y dirigida al no poder participar en el proceso decisorio. Los estadants
(inquilinos) no podían disfrutar de los bienes comunales y por tanto no podían poseer ni ganado ni casa
propia. A causa de la oposición de la comunidad, o porque no cumplían con algunas condiciones, estos
individuos tampoco contaban con el dret de veïnatge. “Su situación era anómala: no pertenecían a la
comunidad porque no poseían bienes inmuebles, y no podían tener bienes inmuebles porque no
pertenecían a la comunidad” (Sanllehy, 2007: 172-173). De lo anterior se desprende que la diferenciación
social era un hecho dentro de estas comunidades, que se ponía de manifiesto la organización corporativa
de que dependía un grupo de casas, el de las casas viejas, en relación a las casas nuevas.
84
en un pasado inmemorial, un tiempo indeterminado que se presta a la reinterpretación
de la realidad local, que los individuos llevan a cabo el trabajo de producción simbólica
por el que legitiman su posición y sus prácticas60. La inclusión de una visión anterior
del pasado en las ordenanzas de finales de la década de 1950, que cada ordenanza
posterior lleva implícita, sería lo que explicaría porqué los veïns, aun sin conocer los
detalles, recurren a su texto para autentificar su superioridad en el presente, y legitimar
un “excedente de poder” para imponer su visión del mundo. De este proceso lo que
interesa destacar es cómo el concepto de patrimonio se convierte en la imagen-símbolo
que dota de cierta estabilidad a la realidad, y cómo ello es indisociable de la concepción
de la relación patrimonio-veí como una relación lógica, aun cuando su institución
depende de la resignificación del concepto de patrimonio y de las categorías del sistema
de clasificación social local. Esto es importante porque permite comprender cómo la
sociedad se instituye al dotar de sentido el tiempo por la dicotomía primordial veïns-no,
veïns (gent de fora), y porque permite entrever cómo la diferenciación de la población
en veïns y gent de fora se fundamenta en el distinto modo en que unos y otros pueden
identificarse con el pasado.
En el próximo apartado se va a mostrar cómo la identificación de los veïns con una
visión del mundo que se construye como la interpretación posible de la realidad,
depende de su capacidad para inscribir el pasado en el presente y el presente en el
pasado por medio de los significados de patrimonio que incorporan en sus discursos y
60 En relación con el trabajo de Bringué (1993, 1995, 1996, 1998, 2005) y la idea de que los veïns habrían
explotado los recursos locales (patrimonio comunal) desde un tiempo inmemorial, puede considerarse el
trabajo de Malinowski, B., (1977 [1935]) El cultivo de la tierra y los ritos agrícolas en las islas
Trobriand. Los jardines de coral y su magia (primera parte). Barcelona, Labor. En concreto, a la
importancia que Malinowski atribuye a ideas mitológicas para explicar los derechos, privilegios y
responsabilidades ligados al uso y a la propiedad del suelo en las islas Trobriand, y el tipo de
organización social con el que se corresponden. Según Malinowski (1977 [1935]) en relación con la
doctrina sobre los orígenes de la especie humana, o acto de la primera emergencia, la población explicaría
que uno o más subclanes serían los propietarios legítimos de un determinado territorio, por haber
emergido uno de sus antepasados en un lugar sagrado dentro de ese territorio, y ciudadanos de una
comunidad, posibilitando que tales derechos originales de ciudadanía fueran transmitidos de un subclan a
otro. “Toda la fuerza de la propiedad –la convicción de que determinados derechos son verdaderos y
válidos- se apoya en estas ideas mitológicas, históricas y tradicionales” (Malinowski, 1977 [1935]: 351).
En la práctica este principio quedaría condicionado por la ley del matrimonio exógamo y patrilocal y por
el rango del clan (el subclan superior tendría derecho a reclamar el suelo y a explotarlo según sus
intereses), pero en él estaría el origen de la convicción de que sólo pueden ser propietarios a perpetuidad
de la tierra las personas con derecho de ciudadanía. Si se establece un paralelismo entre la idea de un
tiempo inmemorial y la explotación tradicional de los recursos comunales por parte de los veïns, en el
caso del valle, y la relación entre el acto de la primera emergencia y la institución de un grupo con
derechos de propiedad y uso de la tierra, se observa que en ambos casos el pasado (un pasado difuso) se
convierte en un valor en sí mismo por el que se naturaliza un tipo de orden social. En el próximo capítulo
se hace referencia a la concepción del Común de Vecinos como un grupo corporativo que explota unos
recursos locales, en relación al trabajo de Radcliffe-Brown (1982 [1940]).
85
sus prácticas. Esto comporta examinar la interdependencia que se da entre las visiones
que veïns y gent de fora que vive en el valle tienen de la realidad local, y cómo en este
proceso la continúa identificación de una visión del mundo con cada categoría
contribuye a la redefinición de los límites entre ambas.
Las imágenes de un mundo en transformación
Partiendo de la idea de que la construcción de una visión del mundo pone de manifiesto
la centralidad de algunas ideas en determinados momentos históricos por ser el soporte
de relaciones significativas entre el presente y el pasado (Baczko, 1984), en lo que sigue
se va a examinar cómo el concepto de patrimonio se convierte en un elemento clave del
imaginario social local por el que la población explica su experiencia de vida, por las
múltiples temporalidades que condensa y significa bajo distintas formas. Examinar
cómo “lo ideal” se imbrica con “lo material” para comprender cómo la sociedad se
instituye en el tiempo es una idea central del trabajo de Castoriadis (2013 [1975]), que
defiende que la institución de la sociedad es la institución de un imaginario social que es
indisociable de las prácticas y los discursos, es decir, de la materialización de un magma
particular de significados en referencia al cual los individuos y los objetos pueden
existir y ser aprendidos (Castoriadis, 2013 [1975]: 552)61. Lo que significa que los
individuos son capaces de comunicar y hacer comprensible su experiencia del mundo en
la medida en que comparten un lenguaje social que funciona como términos de
referencia y no como auténticas categorías, porque su significado depende de la
creación de nuevas relaciones en contextos diferentes. Con esto se espera mostrar la
estructura del sentir, entendida como la conciencia práctica de una historia de vida y
vivida de relaciones y valores interrelacionados (Williams, 1984 [1961], 1977) –“un
horizonte (campo) de posibilidades imaginarias (…) un límite a ese campo y un
conjunto de líneas de desplazamiento hacia fuera” (Sarlo, 2001: 18)-, de la sociedad
local en un contexto de cambio del modelo económico.
El periodo que se considerará, como parte de un tiempo inmemorial que engloba todos
los demás tiempos, va desde la redacción de las ordenanzas municipales, en la segunda
mitad del siglo XX, hasta la actualidad. Se trata de un pasado reciente que se inicia con
61 En concreto, Castoriadis habla de la implicación recíproca de la institución del legein, que encarna y
da existencia al representar social, convirtiendo el lenguaje en código, y la institución del teukhein que
encarna el hacer social, como creaciones indefinidamente determinables. Lo que significa que lo
histórico-social es inconcebible fuera de la imaginación creadora tal y como se manifiesta en el hacer
histórico, y que una sociedad constituye su simbolismo pero nunca en total libertad (2013 [1975]: 199-
201, 235, 290). Sobre el planteamiento de este autor se insiste en el próximo capítulo.
86
una idea de patrimonio que se identifica con la posesión de tierras y ganado (patrimonio
privado de las casas), y la explotación agrícola y forestal del monte comunal
(patrimonio del grupo de cases veïnes), y que “culmina” con la puesta en valor del
pasado local para la producción de un patrimonio turístico que conlleva que las casas
continúen transformando su patrimonio privado por la producción extensiva de vacuno
de carne y/o la puesta en marcha de negocios de turismo rural. Esto ha de permitir ver
cómo una visión del mundo es siempre una construcción en proceso que depende de la
incorporación de nuevos significados (de patrimonio) que contiene la justificación de la
propia situación, y que está profundamente influenciada por las imágenes que otros
individuos construyen sobre la misma realidad.
El proceso de resignificación del concepto de patrimonio se descubre ya en el trabajo de
Lluís (1964 [1955], 1967, 1979). Lluís, nacido en el Pallars Sobirà a principios del siglo
XX y buen conocedor de la comarca y su población, por sus repetidas visitas a los
pueblos, describió una imagen de la comarca, para las décadas de 1960 y 1970, que se
corresponde con la de un lugar que asiste a los últimos días de una práctica
agroganadera poco competitiva –la cría de animales de labor habría dejado de ser
rentable, y las explotaciones ganaderas combinan la producción de leche con la cría de
terneros-, incapaz de frenar la despoblación de los pueblos, y en el que la industria
hidroeléctrica habría dejado su huella por la construcción de centrales, empleando
básicamente a mano de obra de fuera. Las antiguas fondas en que se habían alojado los
arrieros, mercaderes y tratantes de ganado empezaban una lenta conversión para
dedicarse al turismo. Resultado de las conversaciones que mantiene con la población del
valle, que a su paso encuentra trabajando los campos o cuidando del ganado, Lluís
(1979) explica que en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX, en el valle
había 74 casas habitadas permanentemente, ocho más que en 2005, repartidas entre los
cinco pueblos, uno más que en 2005, que entonces estaban habitados. Una cifra que
contrastaba con las 78 casas que la población estimaba que habían sido abandonadas
durante los últimos 40 años, cuando muchas familias emigraron a Francia. La
descripción del clima de resignación y desánimo en que vivía la población por el
abandono imparable de los pueblos, contrasta con la exaltación que simultáneamente
hace de la belleza del valle, y de la bondad y simpatía de sus habitantes, presentadas
como características naturales (Lluís, 1979). Lo que lleva a pensar que la imagen que el
autor presenta del valle no es tanto un reflejo de la experiencia de vida de la población
como la interpretación de la realidad local en base a su trayectoria personal, y a la
87
proyección sobre el territorio de una visión del mundo rural, especialmente el de los
pueblos más recónditos como los de las zonas de alta montaña, que se forja desde las
áreas urbanas en la que la idea de atraso se asocia a la de auténtico. En esta época, Lluís
ya lleva varias décadas viviendo en Barcelona donde se une a un grupo de intelectuales
y folkloristas como Joan Amades y Ramón Violant y Simorra, entre otros, que le
animan a escribir sobre su Pallars natal para dar a conocer sus formas de vida. En este
sentido, se puede afirmar que el interés de Lluís (1979) por contribuir a definir la cultura
tradicional catalana le habría impedido darse cuenta del modo en que la población local
vivía los cambios económicos y sociales, definiendo como tradicional el estilo de vida
local. Lluís (1967, 1979) entiende que la transformación del paisaje de la comarca por la
industria de la construcción es necesaria para el incipiente desarrollo del turismo, pero
alerta a sus lectores de que vayan a visitar la zona antes de que el avance de la
modernización comporte la desaparición de su imagen (la imagen que se corresponde
con la de su niñez) y de un modo de vida auténtico por austero, sencillo y
despreocupado de la acumulación de bienes materiales, en contraposición con la manera
de vivir en las ciudades, que Lluís (1964 [1955]) define como egoísta, impaciente,
inconformista y ambiciosa62.
Un aspecto importante a destacar es que en esta época ya no se encuentran jornaleros
que quieran trabajar las tierras o cuidar del ganado, porque las generaciones más
jóvenes habían perdido el interés por ser payeses, emigrando a Barcelona y a su área de
influencia. Según la población cuenta a Lluís (1979), el abandono sucesivo de los
campos, que empezaban a verse invadidos de zarzas, comportaría el abandono
definitivo de los pueblos cuando el bosque llegara a las puertas de las casas. Una
imagen del lugar que contrastaba con la belleza del paisaje que Lluís describe de forma
paralela63. Lo que no quita que en este contexto, presentado como agónico, la población
o una parte importante de ella, pueda vivir holgadamente. Así lo ponían de manifiesto
62 Para los años 70 del siglo pasado, Lluís (1979) explica que los comercios, albañiles, herreros, cerrajeros
y carpinteros, se concentraban en los dos pueblos con mayor número de habitantes del valle. Tres de los
cinco pueblos habitados contaban con servicio de teléfono, aunque sólo dos tenían escuela, y uno servicio
de correos. También se contaban ocho establecimientos (las mismas dependencias de las casas) que
hacían la función de hostales y fondas, donde empezaban a instalarse veraneantes de Barcelona. En esta
época, Lluís también constata la existencia de al menos una granja de nueva creación para la recría de
terneros (muy probablemente la de la casa de Pedro).
63 En su trabajo, Lluís (1967, 1979) abre incisos constantes para describir a su paso por los pueblos o en
las salidas a la montaña, que hace solo o acompañado por la población, la belleza y la exhuberancia de los
bosques. Lluís (1979) también recuerda que el valle es el lugar donde el Centro Excursionista de Cataluña
instala su campamento de verano de alta montaña.
88
algunos hombres, todos payeses, cuando explicaban que la situación de las casas
mejoraría si las bordas y cuadras estuvieran repletas de forrajes y el cuidado de las
vacas estuviera encaminado a sacar el máximo partido de los pastos comunales. Pero
dado el bajo precio de venta de la leche, trabajar más para producir más leche no salía a
cuenta. La población también explicaba que se veía obligada a “tocar mil teclas para
sobrevivir”, aunque a diferencia de unos años atrás, cuando el dinero sólo llegaba a
través de la venta del ganado de labor en las ferias comarcales, la producción de leche y
la venta de terneros permitía percibir ingresos con cierta regularidad, con los que se
compraban los víveres que ya no se producían en el valle. Otra actividad económica que
continuaba beneficiando al grupo de cases veïnes era la explotación forestal del bosque,
que además había favorecido la comunicación entre los pueblos por la apertura y mejora
de las pistas forestales y carreteras. La idea de que la mayor disponibilidad de dinero
había favorecido las condiciones de vida, era una opinión general entre la población que
atribuía el abandono de los pueblos a la falta de inversiones que solventaran el
aislamiento del valle. El estado de dejadez de los pueblos, hacía que la vida en el valle,
donde la población insistía que había que trabajar duro en un clima desfavorable,
todavía fuera más sacrificada y que la gente joven emigrara por no que querer vivir en
“un rincón perdido del mundo”.
A través de los testimonios que Lluís (1979) presenta se descubre una experiencia de
vida que retrata una sociedad que vive por debajo de sus capacidades, sin explotar al
máximo el patrimonio de las casas (tierras y ganado, y pastos y bosques comunales),
mientras la población explica una vida de sacrificios y penurias. Si esta información se
relaciona con la exigencia de poseer un mínimo de patrimonio para continuar viviendo
en el valle, según las ordenanzas de finales de la década de 1950, se puede afirmar que
las casas que continuaban abiertas en plena década de 1970 eran las que contaban con
los medios suficientes para afrontar una situación de crisis. Dentro de este grupo de
casas se situarían las que contarían con un importante patrimonio, las cases fortes, y las
casas que subsistirían a costa de un trabajo mayor por parte de sus miembros y de la
posibilidad de diversificar su economía –cultivo de algunas parcelas, producción de
leche, cría de terneros y “servicio de fonda”, actividad esta última de la que no dependía
ninguna casa forta- teniendo todas las casas en común el hecho de ser cases pageses64.
64 En esta época también había el caso de tres casas en que los ingresos que obtenía por el servicio de
fonda que ofrecían representaban un recurso económico básico. Sin embargo, en esta época, con un
turismo incipiente esta actividad económica no se identificaba con la propia de las cases riques, como si
89
Las casas abandonadas se corresponderían, en su mayor parte, con casas que no
contarían con el patrimonio mínimo, por ser escaso y/o por dejar de ser rentable, que
garantizara la supervivencia de sus miembros en un contexto económico diferente. El
cierre de estas casas habría dejado disponible un patrimonio comunal y privado que
acabaría siendo explotado por el resto de cases veïnes. Si se tiene en cuenta que la
riqueza del valle son los recursos naturales que las casas continúan explotando según el
desarrollo técnico del momento, de lo anterior se desprende que entre las décadas de
1960 y 1970 la sociedad del valle no vivía en la miseria, aunque los estándares de vida
empezaran a ser otros en comparación con el estilo de vida urbano.
Queda la duda de saber hasta qué punto la experiencia de vida que describe la población
coincide con la situación objetiva de las casas, y si no se aprovecha la llegada de alguien
de fuera para proyectar una imagen de abundancia que no se corresponde con la
realidad, o para destacar los aspectos que confirmarían lo deplorable de la situación,
auque lo que interesa destacar es que la imagen que la población describe del valle
como un lugar abandonado por parte de la Administración (no inversión en
infraestructuras, ni en el desarrollo del sector secundario) es por la que se pretende
legitimar el derecho a ser recompensado por continuar viviendo con pocas comodidades
y escasos medios, como se correspondería con un lugar que desde el exterior se
identifica con “lo rural natural”65. Lo más importante de esto es que permite ver que el
discurso que la población construye para explicar su experiencia de vida y las
dificultades para que sea otra, se fundamenta en la relación lógica patrimonio-veí que se
imprime con un nuevo sentido práctico, para que la población (veïns) pueda continuar
beneficiándose del patrimonio privado y comunal. En este contexto, mantener la casa
abierta que se presenta como resultado del esfuerzo de las generaciones pasadas por no
haber abandonado el patrimonio –aunque ello también se debiera a la posesión de un
patrimonio suficiente-, significa que las generaciones actuales en tanto son parte de ese
pasado por descender de las generaciones anteriores, también han de poder continuar
viviendo del patrimonio familiar, para que el patrimonio no deje de ser productivo y
para que los veïns no tengan que dejar de ser veïns, y puedan continuar viviendo con
cierto desahogo.
sucederá más tarde. Tampoco lo habría sido durante la primera mitad del siglo XX, cuando en relación
con una de estas fondas, los veïns explicaban, durante el trabajo de campo, que su propietario tenía que
andar más de 30 kilómetros cada vez que tenía que ir a por provisiones.
65 Esta cuestión se retoma en el segundo capítulo etnográfico.
90
La relación entre el patrimonio privado, el patrimonio comunal y la continuidad de las
cases veïnes se puede comprender mejor a través del ejemplo del pueblo que en la
década de 1970, como en la actualidad, sólo permanece habitado entre primavera y
otoño. Según contaba una mujer de este pueblo a Lluís (1979), de entre 40 y 50 años de
edad, durante su juventud éste había sido un pueblo en el que todas las casas tenían las
necesidades bien cubiertas. A parte de criar terneros, yeguas, mulas, pollinos, ovejas y
cabras, y animales de corral, pollos, cerdos y conejos, en el pueblo también se producía
queso, patatas y legumbres. Además del patrimonio de cada casa, ganado y tierras, los
veïns también tenían derecho a explotar a partes iguales los pastos de alta montaña y a
beneficiarse del dinero de las subastas de madera. Según esta mujer, aunque el aspecto
del pueblo fuera deplorable: casas abandonadas, pajares y cuadras en ruinas, y campos
sin cultivar, no hacía muchos años que éste había sido un pueblo rico, donde todo el
mundo “tocaba algún dinerito” y la gente vivía feliz66. Otra fuente de ingresos había
sido la “práctica tradicional del contrabando”. A pesar de toda esta riqueza, el
envejecimiento de la población y sus dificultades para hacer frente a las inclemencias
del tiempo, habría propiciado la emigración estacional hasta que el pueblo habría
acabado deshabitado. En su trabajo centrado en la historia reciente de este pueblo, Porta
(2005) relaciona el abandono temporal del pueblo con los conflictos, cuyo origen se
situaría algunas décadas atrás, entre veïns, empresarios forestales, inversores
inmobiliarios y contrabandistas que habrían terminado con una serie de asesinatos entre
las décadas de 1980 y 1995, por el proyecto de construcción de una carretera que
conectara el pueblo con Andorra y la construcción de una pista de esquí, en un pueblo
en que, según Porta, la vida se habría caracterizado por las relaciones de solidaridad
entre las casas, al menos, hasta la segunda mitad del siglo XX. Desde finales del siglo
XIX, como resultado de la aprobación del Código Civil, los veïns explotaban los pastos
comunales como miembros de una sociedad de condueños, de la que cada casa veïna
era accionista por igual, que constituyeron para comprar la montaña y evitar su
expropiación por parte del Estado español. En este contexto, la población acuerda que
66 Sin embargo, este será el pueblo cuya ELM se disuelve en 1958, por carecer de los recursos necesarios
para atender al cumplimiento de los servicios obligatorios. Una situación que, como se ha señalado, más
que explicarse por la idea de riqueza o pobreza que de forma natural se asocia con el pueblo y el valle,
tiene que ver con la existencia de un contingente mínimo de población que explote y ponga en valor el
patrimonio privado y comunal, aunque ambos factores estén relacionados. Los veïns del valle y la
población de otros pueblos coincidían en que la montaña de este pueblo era una de las más ricas en pastos
de toda la comarca.
91
será veí quien sea cabeza de familia y tenga casa abierta y patrimonio en el pueblo67.
Porta (2005) que se basa en el testimonio de los habitantes temporales del pueblo –entre
ellos el de la mujer con quien había conversado Lluís (1979) tres décadas antes- explica
que la armonía entre las casas empezó a verse truncada cuando después de la Guerra
Civil algunas de ellas, las mejor posicionadas, empezaron a enviar a sus hijos a la
escuela a otros pueblos del valle, donde pasaban el invierno, y luego a colegios privados
de Lleida. La salida del pueblo de las generaciones más jóvenes empezó a ser vista
como una traición, favoreciendo además la marcha definitiva de algunas familias. Otros
factores que habrían fomentado el malestar entre la población habrían sido la marcha de
algunos hereus (heredero universal del patrimonio familiar que sucede a su padre en la
función de cabeza de familia) que habrían sido desheredados al irse a vivir al pueblo de
la mujer con la que se habían casado, pasando a heredar el patrimonio familiar otros
miembros de las casas, que en algunas ocasiones ya no vivían en el pueblo, y la marcha
de algunas familias, las peor situadas, que emigran definitivamente en busca de mejores
condiciones de vida, aunque conservan la casa y el patrimonio familiar. Todos estos
factores fueron diseñando una dinámica social nueva que quedaba lejos de la época en
que se constituyó la sociedad de condueños, haciendo renacer antiguos odios y envidias
que informan del proceso de estratificación social cuando los recursos locales
(patrimonio comunal) de que depende la población adquieren un nuevo significado. En
este caso, cuando se plantea la posibilidad de llevar a cabo proyectos que promuevan el
desarrollo turístico de la zona, que unas décadas más tarde se fundamentaría en la
patrimonialización de la naturaleza y la cultura locales, es decir, por la puesta en valor
del patrimonio de los veïns.
El ejemplo de este pueblo ilustra el sentido práctico de la relación lógica patrimonio-veí
por la resignificación de los conceptos patrimonio y veí en el tiempo, de modo que el
patrimonio, se exprese por la forma que se exprese, pueda continuar siendo explotando
por los veïns, con independencia de la actividad económica a la que se dediquen. En
este proceso la población construye y reinterpreta constantemente su visión del mundo,
para encontrar un sentido lógico a su experiencia de vida. Lo que estaría en relación con
el planteamiento de Baczko (1984), cuando sostiene que los símbolos y significados
más estables, anclados en las necesidades más profundas, terminan por convertirse en la
razón de existir y de actuar de los individuos y los grupos sociales, y por eso mismo en
67 Segú Porta (2005), otro de los motivos que habría llevado a la constitución de la sociedad de condueños
habría sido corregir y evitar algunos abusos, para que la montaña no acabara dividida entre las casas.
92
los elementos por los cuales se impulsa el cambio. Esto significa que la experiencia de
vida, que se corresponde con un imaginario social, también determina el horizonte de
expectativas, deseos e intereses, y que es por medio de ciertas ideas (patrimonio) que en
grupo de individuos (los veïns) establecen una relación nueva entre el presente y el
pasado para mejorar o asegurar su posición, en una situación de cambio. La institución
de la relación lógica patrimonio-veí en el tiempo –es decir, la importancia de conocer
quién es veí en cada momento- es hilo conductor del trabajo de Porta (2005), poniendo
de manifiesto la importancia de que en los pueblos quede un contingente mínimo de
población que continúe explotando el patrimonio privado y comunal de las casas, para
garantizar la continuidad del grupo de cases veïnes. Del trabajo de Porta (2005) también
interesa destacar cómo el aislamiento geográfico de la zona, junto con la idea de que se
trata de un lugar que posee un importante patrimonio (pastos y madera) que debe ser
puesto en valor (pista de esquí y construcción de un complejo turístico) para ser
explotado, fomenta un imaginario en que el pueblo y el valle se ven como el lugar
idóneo para llevar a cabo grandes proyectos, a la medida de la inconmensurable riqueza
que se les atribuye68. El desarrollo turístico y urbanístico del valle, por la venta de
bordas, cuadras y establos, transformados en modernos chalés, y la mejora y
construcción de carreteras y pistas de esquí, que tuvieran un reconocimiento
internacional, era algo que la población ya imaginaba como la alternativa que podía
favorecer la transformación del patrimonio de las casas para continuar viviendo en el
valle, cuando Lluís (1979) visitó lo visitó en la década de 1970 poniendo de manifiesto
cómo la imagen que el mismo Lluís (1979), y también Violant y Simorra (1979 [1949]),
tenían del valle y la comarca no coincidía con los intereses de la población, que
asociaba el cambio de imagen del valle como resultado del cambio de valor del
patrimonio (comunal) con la continúa transformación del patrimonio privado para
mejorar la posición de las casas69.
68 Por razones de espacio, en este trabajo no se aborda en profundidad la caracterización actual de este
pueblo. A principios del siglo XXI, una década después del asesinato de uno de sus descendientes, cuando
sale a la luz el trabajo de Porta (2005), la historia de este pueblo se había convertido en leyenda. La
imagen actual del pueblo, resultado de la concepción local de sus antiguos veïns, vivos o muertos, como
valientes, fuertes y honestos, en unos casos, o como envidiosos, rencorosos y avariciosos, en otros, había
favorecido que el pueblo empezara a ser visitado por numerosos turistas que, ávidos de nuevas
experiencias, buscaban identificar las escenas de los crímenes, y reencontrarse con los protagonistas de
ese periodo de la historia local.
69 Si en su trabajo Lluís (1967, 1979) advierte a la población de que vuelva a reconstruir las casas,
practique las costumbres tradicionales y recupere los rebaños y los bosques, y no se deje deslumbrar por
propuestas tentadoras que ofrecen dinero a cambio de la venta del patrimonio, porque ello significa su
93
La relación del valle con el exterior que fomenta la concepción de “todo un mundo de
posibilidades”, muestra el proceso de resignificación del concepto de patrimonio, cómo
ello afecta la relación entre las cases veïnes, y cómo el orden social pasa a instituirse por
la dicotomía veïns-gent de fora, que desplaza a la dicotomía primordial veïns-no veïns, y
se inscribe en el imaginario social como la reproducción del modelo de orden social
tradicional. Teniendo en cuenta la definición de Ledrut (1987) sobre los imaginarios
sociales, entendidos como arquetipo, esto es, esquemas de representación por los que se
interpreta la experiencia social, generando prácticas e ideas sobre las mismas como
reales, de modo que cada sociedad tendría sus propios arquetipos, entendidos como
principios organizativos, y que lo imaginario engendra lo real y lo real lo imaginario,
para comprender cómo la sociedad existe al inventarse en permanencia en lo que sigue
se va a presentar cómo al describir su experiencia de vida, veïns y gent de fora que
viven en el valle confirman, aun cuando es cuestionado, el modelo de orden social local
ideal, originado en un tiempo inmemorial, que se actualiza por las prácticas de la vida
diaria.
Al poco de empezar el trabajo de campo en 2005, Marta una mujer de unos 35 años de
edad que llevaba viviendo en el valle unos cinco años, explicaba que ella y su marido,
ambos con un nivel de formación básico, decidieron comprar una casa y trasladarse a
vivir al valle cuando lo descubrieron por casualidad haciendo turismo por la zona,
cumpliendo su deseo de marcharse de Barcelona para ir a vivir a un pueblo pequeño. En
ese momento esta mujer era la alguacil municipal, un trabajo dependiente de la
disponibilidad de subvenciones, además de hacer la limpieza puntual de apartamentos y
casas de segunda residencia. Su marido trabajaba como transportista para la industria de
la construcción. Con aire de satisfacción por lo que consideraba que había sido una muy
buena decisión, sentada en el balcón de su casa, que ofrecía una visión privilegiada
sobre el pueblo y el paisaje, Marta contaba que en el valle se vivía muy bien porque era
un lugar donde había calidad de vida, donde los días se vivían intensamente sin que uno
se diera cuenta del paso del tiempo, aunque ello significara tener que desplazarse 15
kilómetros para encontrar el supermercado más próximo. Sobre la situación de esta
mujer y su marido, al principio de vivir en el valle, un veí explicaba que ambos se
perdida definitiva, y la pérdida del control sobre el propio futuro, Violant y Simorra (1979 [1949]),
explica que la apertura al exterior de la comarca ha comportado la desaparición de la antiquísima cultura
pirenaica, aunque, por otro lado, también prevé que el día en que el Pirineo cuente con una buena red de
comunicaciones será cuando se podrán explotar sus incomparables riquezas por medio del turismo y que
será entonces cuando la población pueda disponer de medios de vida que le permitan quedarse a vivir en
la comarca.
94
levantaban cada día a las seis de la mañana, para desplazarse juntos a trabajar en el
único coche que poseían. A última hora de la tarde, después de trabajar, cada día
volvían a reunirse para jugar al fútbol en un pueblo próximo, regresando a casa cuando
ya era de noche. Sorprendido por esta dinámica, este hombre, de una edad similar a la
de esta mujer, se admiraba de que después de hacer todo esto Marta y su marido
explicaran que “esto no era nada comparado con el estrés de vivir en una gran ciudad
como Barcelona”. En Barcelona Marta hacía de dependienta y su marido de taxista.
Marta que destacaba la importancia de vivir en el lugar que uno había escogido, antes
que vivir donde había la posibilidad de ganarse bien la vida –debido al nivel básico de
instrucción de esta mujer la posibilidad de que fuera el desarrollo de una carrera
profesional lo que condicionara el lugar de residencia no se contemplaba-, explicaba
que durante el tiempo en que duraron las obras de la casa que habían comprado, la gente
del pueblo, los veïns, le preguntaba con cierta incomprensión si había pensado bien la
decisión que había tomado y si sabía de qué iba a vivir. Algo que le sorprendía y
confundía, porque siempre había tenido claro que con independencia del lugar donde
viviera tendría que acabar trabajando para ganarse la vida. Con el paso del tiempo, había
llegado a la conclusión de que la incomprensión de la población se debía a que como
“ellos” –los veïns- ya contaban con el patrimonio de sus casas para vivir sin demasiados
esfuerzos, sin tener que preocuparse por encontrar un trabajo, no podían entender que
alguien que no contaba con un patrimonio previo, por no ser hijo de una casa veïna,
quisiera vivir en el valle dependiendo de la posibilidad de encontrar un trabajo. El
desconocimiento y la desconfianza sobre la situación y el futuro de su familia, se
acompañó de comentarios en que los veïns mostraban su escepticismo sobre su
capacidad de aguante para permanecer en el valle, que se relacionaba con la idea de
resistencia física, pero también con la de fuerza mental, y que se fundamentaba en el
conocimiento de casos –que los veïns recordaban con regularidad- de gent de fora que
en los últimos años habían subido a vivir a la comarca para trabajar o emprender algún
negocio relacionado con el turismo, y que al cabo de un par o tres de años se volvían a
marchar, “por no haber aguantado”, es decir, por no haber sido capaces de adaptarse a la
forma de vida local70. Algunos veïns opinaban que la gent de fora que subía a vivir al
70 Comentarios como que la comarca y el valle eran “lugares duros” eran frecuentes entre los veïns y sus
hijos que aseguraban que para vivir en el valle era preciso haberse criado en él, estando además
convencidos de que la gente subía a vivir al valle como quien decidía cambiar de coche. Una idea que
reforzaba la desconfianza hacia la gent de fora y los proyectos que emprendían, porque si lo que les había
movido a desplazarse hasta el valle era una decisión precipitada para la satisfacción de un capricho, uno
95
valle lo hacia partiendo de la idea de que en la montaña se vivía muy bien, que la vida
en los pueblos era fácil, y que con cualquier cosa, un huerto y cuatro gallinas ya se
podía vivir. Lo que no era cierto, porque vivir en el valle resultaba tan caro como vivir
en Barcelona, donde por el mismo precio se disponía de muchos más servicios. El único
medio con el que creían que la gent de fora podía ganarse la vida era trabajando en la
construcción. Otros veïns, entre sorprendidos y confusos, explicaban que en las últimas
visitas que habían hecho a conocidos que vivían en Barcelona se habían quedado
parados de las reducidas dimensiones de los pisos en los que vivían, más si se
comparaban con las de las casas del valle, de modo que no les extrañaba que “la gente
se escapara de Barcelona y subieran todos a vivir a la comarca”.
En 2006, con la llegada de otra família de fora, proveniente de una comarca próxima a
Barcelona, que también había conocido la zona haciendo turismo, el valle pasó a ser un
lugar donde llevar una vida sana. Así lo explicó la mujer, madre de cinco hijos
adolescentes, que buscaba un lugar donde sus hijos vivieran lejos de las drogas, y otras
prácticas de riesgo, que identificaba con las grandes ciudades. Sin embargo, después de
vivir durante cuatro años en una casa que un veí les había alquilado, y pasar una larga
temporada en el paro, a causa de la crisis de la industria de la construcción, la familia
acaba mudándose a un pueblo cercano de Barcelona. Cuando esta familia se hubo
marchado, empezaron a correr todo tipo de especulaciones sobre los motivos que “en
realidad” la habrían llevado a abandonar el pueblo, pero también sobre los motivos por
los que habrían llegado a subir. Lo que cabe destacar es que Marta, una dona de fora,
participó activamente en el fomento de las sospechas sobre la trayectoria de esta familia,
con el mismo recelo con que tan sólo unos años atrás los veïns habrían especulado sobre
los motivos de su llegada. Una reacción, que podía entenderse como la de alguien que
después de llevar un cierto tiempo viviendo en el valle había aprendido las pautas de
comportamiento y los discursos por los que los veïns se diferenciaban de la gent de fora
donde ella estaba incluida.
En la misma época, el valle también era un lugar al que la gent de fora se desplazaba
para independizarse del núcleo familiar de origen. Así lo explicaba la administrativa del
ayuntamiento de cerca de 30 años de edad, originaria de Barcelona que, en 2005,
llevaba tres años viviendo en el valle con su marido Según explicaba esta mujer, si ella
nunca podía estar seguro de sus intenciones a largo plazo, ni saber lo que se podía esperar de ellos.
Además, se trataba de individuos que no solían frecuentar los bares locales y sobre los que se tenía escasa
o nula información.
96
y su marido no hubieran subido a vivir al valle nunca habrían podido independizarse.
Antes de comprarse una casa vivieron en distintos pueblos en casas y/o pisos de alquiler
de propiedad municipal. Cunado cambiaban de pueblo en busca de casas con mejores
condiciones, los veïns del pueblo al que llegaban les preguntaban en tono de burla qué
habían hecho para que los hubieran echado del otro pueblo. La situación laboral de esta
mujer mejora cuando consigue el puesto de administrativa después de haber trabajado,
entre otras ocupaciones, en los negocios turísticos de los veïns. Para su marido, que ya
trabajaba en el bosque cuando conoció a la que sería su mujer, y que desde su creación
entra a trabajar en las brigadas del parque natural, vivir en el valle representaba la
oportunidad de vivir en un marco natural incomparable. Si se consideraba que
desplazarse hasta un lugar “natural”, alejado de las principales vías de comunicación y
núcleos urbanos representaba la posibilidad de independizarse, y que esta pareja
mantenía escasa vida social con la población del valle y de la comarca, podía afirmarse
que otro de los motivos que llevaba a la gent de fora a subir al valle era la posibilidad de
vivir relativamente aislado, al margen de las convenciones y compromisos sociales. Con
el paso del tiempo, cuando su implicación en la vida local es mayor a raíz del
nacimiento de sus hijos, y empiezan a aparecer los primeros malentendidos con los
miembros de otras, el hombre de la pareja ya no considera el valle un lugar natural, sino
un lugar salvaje, que en pocas décadas acabaría totalmente desahitado, y ocupado por
animales feroces y plantas exuberantes, porque muertos los miembros de las cases
veïnes “nadie aguantaría vivir en él”. Lo que ponía de manifiesto que era “el salvajismo
social” lo que convertía a la naturaleza en salvaje.
Según un hombre soltero y de una edad similar a la de la pareja anterior, originario
también de una comarca cercana a Barcelona, el valle era un lugar donde uno podía “ir a
su rollo”. En 2005, este hombre, que llevaba algo más de tres años viviendo en el valle,
explicaba que vivía en el valle porque era el lugar donde finalmente, después de buscar
mucho, había encontrado una casa de alquiler donde vivir, y que de no poder vivir en el
valle hubiera intentado vivir en un sitio similar, porque para él la prioridad era vivir
donde uno quería, en su caso lejos de núcleos urbanos importantes, y después “buscarse
la vida” para contar con los recursos que lo permitieran. Este hombre, muy crítico con la
llegada de turistas en verano, a los que solía caricaturizar, explicaba que no quería
trabajar ocho horas al día por 900 euros al mes –este vendría a ser, por ejemplo, el
sueldo promedio de un trabajador de las brigadas del parque natural-, porque con tan
pocos ingresos era difícil vivir en el valle, y porque uno se quedaba sin tiempo libre
97
para dedicarse a otras cosas. Decía que prefería controlar él mismo su ritmo de trabajo,
ganar todo el dinero posible haciendo varios trabajos a la vez durante unos meses al año,
y luego hacer vacaciones, porque si había subido al valle era para tener tiempo libre.
Los recursos de este hombre dependían de su subcontratación como obrero de la
construcción. La idea que este hombre tenía del valle y el modo en que explicaba su
experiencia de vida venía a complementar la visión de la realidad local de Marta,
poniendo de manifiesto que para la gent de fora vivir en el valle parecía ser el resultado
de una elección personal. Quedaba por saber las posibilidades de estos individuos para
mejorar su posición en Barcelona y/o en sus lugares de origen, pero es importante
señalar que su experiencia de vida en el valle estaba condicionada por su dependencia
de cases veïnes con influencia71. También empieza a ponerse de manifiesto que es la
gent de fora que vive en el valle la que depende de un salario, mientras los veïns viven
mayormente de la explotación del patrimonio familiar. Todo ello sería indicativo de que
es por la distinta capacidad de veïns y gent de fora para inscribir su trayectoria de vida
en un pasado local (de identificarse con un patrimonio) que la diferencia entre ambas
categorías se instituye.
En este punto es interesante tomar en consideración el discurso del alcalde, veí-cabeza
de familia, cuando habla de la situación laboral de la población. Este hombre de algo
más de 60 años de edad, y el único empresario de la construcción del valle que opinaba
que lo que hacía falta para trabajar eran ganas de trabajar, coincidía con la mayoría de
los veïns cuando discutían sobre las posibilidades de que las generaciones más jóvenes
se quedaran a vivir en el valle. Repasando la situación de la gent de fora que vivía en el
valle, este hombre explicaba contento que todos trabajaban ya fuera como albañiles, en
el mantenimiento de los bosques, o en las brigadas del parque natural, aunque sólo uno
de estos individuos ocupara un cargo de responsabilidad. De forma similar se expresaba
otro veí, padre de tres hombres de entre 32 y 40 años de edad, cuando decía que en el
valle sí había trabajo, pero que lo que faltaba eran ganas de hacerlo. A la pregunta de
cuál era el trabajo que se podía hacer, este hombre respondió sin vacilar: el de albañil,
como había respondido el propio alcalde. Dos de sus hijos, que le habían sucedido en el
negocio familiar, trabajaban en una de las dos carpinterías locales. El más pequeño, con
estudios universitarios, vivía y trabajaba entre Barcelona y Tarragona. Una decisión que
este hombre aprobaba porque de haberse quedado, “¿de qué habría trabajado?”. Lo que
71 Esta cuestión se trata con más detalle en el segundo capítulo etnográfico.
98
no quitaba que, por otro lado, continuara insistiendo en que encontrar trabajo no era un
problema, y que en el valle se vivía mejor que en Barcelona. Las contradicciones que
acompañaban el discurso de estos dos hombres, y que podían hacerse extensible al resto
de hombres de su generación, que afirmaban que en el valle había trabajo, pero que se
reducía a trabajar en la construcción, informaban de que no toda la población partía de
la misma situación ni tenía las mismas posibilidades de enriquecimiento. La paradoja
que se daba entre la existencia de un mercado laboral precario y la idea de que el valle
era un buen lugar donde vivir también se encontraba en el discurso de la gent de fora
que vivía en el valle, cuando hablando sobre la situación de los jóvenes autóctonos,
mayormente chicas, decían que no entendían porqué estudiaban carreras universitarias
que luego no podrían ejercer, dada la escasa demanda de profesionales con un alto
grado de especialización, si lo que querían era quedarse a vivir en el valle. En su
opinión, los hijos de los veïns ayudaban poco en los negocios familiares, y si no podían
trabajar en lo que les interesaba por un buen sueldo, esperaban a que les surgiera una
oportunidad mejor mientras continuaban estudiando72.
Pero si se tenía en cuenta la experiencia de vida de adultos autóctonos, de edad similar a
las de las parejas de fora que vivían en el valle, se constataba que las cosas no eran ni
tan fáciles ni tan sencillas. Así, en invierno de 2006, un hombre de entre 35 y 40 años de
edad, hijo único que trabajaba en el negocio turístico familiar, explicaba que estaba
harto de vivir en el valle y que si pudiera tiraría todas las montañas abajo. Deseaba
impacientemente la llegada del verano, porque los turistas le divertían y le distraían; ya
que en el valle la gente siempre era la misma y lo único que les quedaba por hacer para
sorprenderse al verse era ir desnudos por la calle. Contaba que en una ocasión, a su
padre le surgió la oportunidad de comprar un bloque de pisos en Barcelona, donde
supuestamente se trasladaría la familia a vivir, pero que aun teniendo el dinero para
saldar la compra de una vez, su padre descartó la oferta, porque no quiso marcharse del
valle frustrando la posibilidad de que la situación de la familia fuera otra. Por su parte,
el padre de este hombre justificó su decisión argumentando que el valle era un lugar
como otro donde vivir, y qué no entendía porqué tendría que haberse marchado si se
tenían en cuenta los esfuerzos que habían tenido que hacer muchos de los que habían
emigrado para tan sólo conseguir sobrevivir. La decisión de este hombre de permanecer
en el valle tenía que ver con que su casa había conseguido mejorar su posición al
72 En el segundo capítulo etnográfico se explica que esta no es la situación de todos los jóvenes y que ello
depende de la actividad económica de la que sus casas dependen.
99
invertir en el turismo, garantizando su supervivencia y la de su hijo. A pesar de que el
hijo de este hombre manifestara su deseo de que se produjera un cambio, también decía
que si no salía en busca de nuevas experiencias y oportunidades, como ocurría con otros
hombres de su edad, era por miedo a lo desconocido, de modo que todos continuaban
viviendo en el valle. Un comentario que recordaba lo que un joven había comentado en
otra ocasión cuando explicaba que en caso de necesidad tendría dificultades para salir a
encontrar un trabajo, porque siempre había trabajado de lo mismo en el negocio
familiar.
Por su parte, un anciano, que había pasado parte de su vida en diferentes lugares,
explicaba que la visión de la realidad que tenía la población autóctona era lo que
impedía que la situación de los pueblos cambiara. Según este hombre, la gente de los
pueblos se quejaba por costumbre, pero no hacía nada para cambiar la situación porque
vivir como vivía ya le iba bien. Comparando el ritmo de vida en el valle con el de
Barcelona, este hombre decía que en Barcelona uno no tenía que andar sino correr para
poder llegar a alguna parte. En cambio, como en los pueblos nadie se movía, “con
andar, uno ya hacía mucho, porque el de al lado continuaba sentado”. En opinión de este
hombre, cada sitio tenía sus ventajas y sus inconvenientes, lo que pasaba era que la
gente (autóctona) de la comarca pensaba que en Barcelona el dinero se hacía “yendo de
paseo”, cuando lo cierto era que había que esforzarse más para conseguir algo, porque la
competencia era mucho mayor. Según este hombre, la situación no cambiaría hasta que
la población no entendiera que debía saber espabilarse por sus propios medios.
La visión del mundo de este hombre podía tomarse como la síntesis de las visiones de
los veïns y de la gent de fora que vivía en el valle sobre la realidad local. Mientras la
gent de fora concebía el valle como un lugar donde vivir, a pesar de la dificultades para
conseguir los recursos económicos que lo permitieran, los miembros de las cases veïnes
lo concebían como el lugar donde vivir, porque ello significaba vivir con ciertas
comodidades y facilidades, es decir, de la explotación del patrimonio familiar y de su
transformación en el tiempo. Esto no significa, que la visión de unos y otros sean dos
compartimentos estancos; pues del mismo modo que veïns y gent de fora que vive en el
valle son interdependientes en sus relaciones y prácticas diarias, sus visiones del mundo
también lo son, y sólo tienen sentido si se consideran en relación con la institución
continúa de la sociedad como un todo. Lo que, por otro lado, no contradice que la
realidad, cambiante e imprevisible continúe siendo representada por un modelo de orden
social que continúa diferenciando a la población en veïns y no veïns (gent de fora). Es
100
aquí cuando entran en juego los distintos significados de patrimonio. En el contexto
local actual patrimonio significa la cultura y el medio físico (el patrimonio natural y
cultural), una explotación ganadera, un bloque de apartamentos, una casa vieja, y una
cuadra y un establo en ruinas, pero también el medio por el que identificarse con una
visión del pasado. Todos los significados actuales de patrimonio deben su existencia a
la transformación de un sistema de símbolos y significados por la implantación de un
modelo económico nuevo, e informan de la interdependencia de la población en el día a
día, y de su continua diferenciación según un modelo de orden social ideal. Las
representaciones sobre la propia experiencia de vida en relación con un imaginario
social particular ponen de manifiesto una estructura del sentir (Williams, 2001 [1973],
1977), que gira entorno la resignificación del concepto de patrimonio. La diferente
capacidad de veïns y gent de fora para apropiarse e identificarse con los significados
actuales de patrimonio, para beneficiarse del contexto económico actual autentificar la
propia trayectoria en el contexto actual, explica la inclusión de la población en una u
otra categoría, y pone de manifiesto la relación recíproca que se da entre los
acontecimientos de la vida diaria y la estructura de las ideas.
Para comprender los modos en que la población construye una relación entre el pasado
y el presente para el futuro, en el próximo capítulo se analiza cómo la institución del
tiempo imaginario se expresa según el modelo de orden social ideal (tradicional), y
cómo ello depende de la creación paralela de una nueva visión del pasado local que se
impulsa desde el exterior.
101
3. MARCO TEÓRICO
102
La institución de la sociedad en un valle del Pirineo catalán
En este capítulo se pone especial énfasis en explicar que la institución de un orden
social no es un hecho natural, sino la institución concreta de un “magma particular” de
significados bajo formas relativamente estables. Teniendo en cuenta que la sociedad no
instituye el cambio (el tiempo) en total libertad, se ha recurrido a diversas teorías
antropológicas y sociales para ver en que medida la importancia que se ha dado a la
historia (la relación entre los hechos y la estructura) es útil para pensar la realidad a
través de un modelo de orden social que no es una construcción teórica, sino un modelo
“emic” de representación de la realidad que informa de que los veïns son capaces de
legitimar su superioridad al identificarse con distintas nociones de patrimonio por medio
de la institución de la relación lógica patrimonio-veí. En este proceso se observa que el
concepto de patrimonio acaba funcionando como un operador lógico porque en la
medida en que significa distintas cosas, actúa como un capital que, por medio de
relaciones de analogía y homologías estructurales favorece al que lo posee (se identifica
con él). En este capítulo también se hace referencia a la idea de tradición entendida
como un proceso activo de creación de significados por el que se reinterpreta y se
transmite una visión del tiempo, porque ello permite explicar cómo el sentido de un
tiempo anterior con el que se identifican las cases veïnes depende de su reinterpretación
por la incorporación de la visión del pasado que resulta de la patrimonialización del
pasado local con la que se identifica la gent de fora que vive en el valle, y cómo la
patrimonialización del pasado depende de la existencia de un pasado (patrimonio)
previo. A pesar de su interdependencia, cada una de estas visiones del pasado es en sí
misma una tradición y así se ha querido mostrar al intentar explicar la lógica en que se
fundamenta cada una de ellas en relación con los distintos significados que se han ido
asociando con el concepto de patrimonio (los recursos de los que las casas habrían
dependido para su continuidad, y la producción de recursos para su consumo turístico) a
lo largo del tiempo, y el “corpus teórico” en que se fundamentan y al que fundamentan.
Veïns-no veïns (gent de fora). El cambio bajo la permanencia
La representación del valle como el propio mundo y la representación de la experiencia
de vida en ese mundo, al que se contribuye a crear, pone de manifiesto cómo la
construcción de un imaginario social es indisociable de la producción de nuevos y
diversos significados de patrimonio y de su institución como una idea central. Cuando
se describen las prácticas diarias en relación con la actividad económica de que se
103
depende para satisfacer las necesidades materiales, o cuando se explica la propia
situación en comparación con la del resto de la población el concepto de patrimonio,
entendido como el conjunto de bienes del que las casas dependen, transmitidos
generación tras generación, siempre está presente. A medida que transcurre el tiempo,
esta idea de patrimonio se hace indisociable de la de patrimonio turístico, en la medida
en que representa la producción de nuevos recursos económicos de los que las casas
deben poder beneficiarse para garantizar su continuidad. La interdependencia de los
distintos significados de patrimonio informa de la interdependencia entre las categorías
del sistema de clasificación social local, y en este sentido de la necesidad de los veïns de
inscribir la historia de la producción local de un patrimonio turístico, la única con la que
la gent de fora que vive en el valle puede identificarse, en la visión del pasado por la
que la trayectoria de las cases veïnes se legitima en el presente.
Lo anterior implica comprender cómo la sociedad instituye su autoalteridad por la
institución social del tiempo. O lo que es lo mismo, cómo por la institución en cada
momento de un magma particular de significados imaginarios sociales, la sociedad
niega el carácter histórico-social de la institución del tiempo al concebir ese magma de
significados y las formas por las que se expresan como un hecho natural. De este modo
se espera mostrar cómo el recurso a un tiempo ancestral para continuar legitimando la
diferenciación de la población en veïns y gent de fora depende de la inscripción en ese
marco temporal de la tradición por la que se fundamenta la producción un nuevo
patrimonio, según se construye un nuevo vínculo desde el presente con el pasado. En
este sentido, la interpretación de la realidad en base a unas ordenanzas cuya redacción
se extiende durante toda la segunda mitad del siglo XX, también debe entenderse como
el inicio de una nueva tradición por la que diferentes contextos económicos y sociales se
inscriben en un tiempo anterior, de modo que la relación lógica patrimonio-veí continúa
legitimando la diferenciación de la población en veïns-no veïns a lo largo del tiempo. Lo
que viene a confirmar la idea de que la institución del orden social en base a la
dicotomía veïns-no veïns es indisociable del proceso de resignificación a que están
sometidas ambas categorías, según cambia el contexto económico y social, poniendo de
manifiesto que la capacidad de veïns y gent de fora para significar la realidad depende
de su capacidad para legitimar su experiencia de vida al crear una relación entre el
pasado y el presente por medio de las distintas nociones de patrimonio con las que son
capaces de identificarse. Esto significa que la competencia por investir de significado el
tiempo, es indisociable de la competencia por acceder a los recursos locales, y de la
104
posición que los distintos individuos ocupan en la estructura social. De este modo se
espera mostrar cómo la relación entre unos pocos elementos que estructura los diversos
campos que constituyen el espacio social, acaba por caracterizar la vida social en el
valle y la idiosincrasia del desarrollo de un nuevo modelo económico en el contexto
local. Así se podrá comprender, por ejemplo, cómo la dependencia del turismo, por la
construcción de un espacio museístico, pasa por la puesta en valor de la historia
familiar, pero también cómo la continuidad de las explotaciones ganaderas es
indisociable de la patrimonialización de la naturaleza y la cultura locales, que fomenta
la llegada de más turistas y de gent de fora que se instala en el valle.
Una idea central de este trabajo es que la continuidad de una tradición, es decir, de una
visión del mundo por la que se transmite la idea de un pasado local, es indisociable de
su sentido práctico, esto es, de la posibilidad de que continúe siendo el medio por el
que un grupo de individuos puedan establecer relaciones significativas para legitimar
sus prácticas y sus representaciones sobre la realidad local, de modo a continuar
disfrutando de una posición aventajada. Esto ha de permitir comprender que es en la
medida en que son capaces de inscribir su experiencia de vida y la trayectoria de sus
casas en la confluencia de dos tradiciones, la que remite a la concepción de los recursos
locales como el patrimonio privado y comunal de las casas que se transmiten a las
sucesivas generaciones de las cases veïnes –lo que se transmite es el derecho al veí-
cabeza de familia de explotar una serie de recursos que pertenecen a la casa para
garantizar su continuidad en el tiempo, pero no el derecho a explotar dichos recursos
para la satisfacción de los intereses individuales73-, y la que remite a la concepción de
los recursos locales (el patrimonio de las casas) como un patrimoni turístico, que los
veïns son capaces de legitimar y ejercitar la superioridad de su condición en el contexto
local actual. Lo que no es más que otra manera de decir que los veïns son capaces de
imponer su visión del mundo en la medida en que la reinterpretan por la incorporación
de la visión del pasado en que se fundamenta la patrimonialización de elementos
autóctonos, de modo que la idea de un tiempo inmemorial, en el que se inscribe la
trayectoria de las cases veïnes y en el que los veïns habrían sido la categoría social
dominante, adquiere un sentido y logra continuidad. De lo anterior se desprende que es
el vínculo de doble dirección que los veïns son capaces de establecer entre el pasado y el
73 En el segundo capítulo etnográfico se presenta el caso de un ganadero, hijo de una casa forta, que es
criticado por la mala gestión del patrimonio familiar, y por pasar a depender de un sueldo cuando entra a
trabajar para una de las brigadas del parque natural.
105
presente –el presente adquiere sentido al ser interpretado en base a un pasado que así se
verifica en el presente-, lo que hace “naturalmente” diferentes y superiores a los veïns
en contraposición a la gent de fora que sólo es capaz de identificarse con la idea de un
pasado que desde el exterior se construye para el presente. La incapacidad de la gent de
fora que vive en el valle, para inscribir su experiencia de vida en una visión anterior del
pasado local significa que sólo pueden identificarse con la idea de patrimonio turístico,
pero no con la idea anterior de patrimonio, y que en consecuencia no pueden actuar en
nombre de la relación lógica patrimonio-veí. Otra forma de decir lo mismo sería: los
veïns continúan siendo superiores, al legitimar en el presente una relación con el pasado
como intrínseca, mientras que la gent de fora sólo puede vincularse con el presente por
medio de una relación simbólica con una versión de ese pasado.
En lo que sigue, se va a intentar explicar cómo la institución del orden social se explica
en base a un modelo de orden social ideal (tradicional) fundamentado en la dicotomía
primordial veïns-no veïns. La finalidad es hacer explícito que la forma por la que se
instituye el orden social, depende de la institución de la relación lógica patrimonio-veí
en el tiempo por la creación de nuevas relaciones significativas. Para comprender mejor
la relación entre la construcción de un modelo de orden social representativo del mundo,
en base a la experiencia de vida en ese mundo, y la institución de un orden social en el
tiempo, se va a hacer referencia al modo en que desde distintas teorías sociológicas se
ha abordado la relación entre el tiempo y la constitución de un orden social. El punto de
referencia será el trabajo de Castoriadis (2013 [1975]). Como se ha señalado, para
Castoriadis (2013 [1975]) la institución de una sociedad es la institución de un mundo
particular de significados específicos en cada momento, como si ya hubieran sido
plenamente, es decir, como si ya contaran con un significado propio previo, al ser la
expresión del hacer/representar de lo histórico-social por medio de las instituciones del
teukhein y el legein consustanciales a la lógica ontológica identitaria, o lógica de
conjuntos que les es inherente74. Es así, señala Castoriadis (2013 [1975]), cómo cada
sociedad discierne entre lo que es y lo que no es, lo que vale y lo que no vale, y cómo es
o no es, vale o no vale lo que puede ser o valer. La sociedad instituida no se opone a la
sociedad instituyente, porque representa una fijeza/estabilidad relativa y transitoria de
las formas/figuras instituidas en y por las cuales lo imaginario radical puede ser y darse
74 Castoriadis (2013 [1975]), explica que en la historia heredada del pensamiento lo histórico-social nunca
se ha considerado en sí mismo. La sociedad se habría considerado en relación a una norma o fin, con
fundamento fuera de ella, y la historia como una perturbación relativa a esa norma.
106
existencia como histórico-social (Castoriadis, 2013 [1975]: 574). Esto quiere decir que
la sociedad constituye cada vez su orden simbólico, pero que esta constitución no es
libre porque todo simbolismo se edifica sobre las ruinas de los edificios simbólicos
precedentes. Y, en consecuencia, que los cambios se dan en y mediante el proceso
continuo de institución de la sociedad “tanto en calidad de fijación de lo aleatorio y de
lo facultativo en sistemático y obligatorio, como en calidad de conservación y
transmisión de lo que de tal suerte se ha fijado, y, finalmente, en calidad de posibilidad
de variación y de alteración (…)” (Castoriadis, 2013 [1975]: 193, 423).
Castoriadis (2013 [1975]) resuelve abordar cómo algunas formas adoptan cierta
estabilidad temporal en el proceso de construcción de nuevos significados, a través de la
relación circular que se da entre el tiempo imaginario y el tiempo identitario. El tiempo
identitario, el de la definición y determinación, sólo es tiempo en la medida en que el
tiempo imaginario le confiere su significación como tiempo, de modo que el tiempo
imaginario, el de la creación de un magma indeterminado de significados, sería
indefinible, ilocalizable e inaprensible, no sería nada, al margen del tiempo identitario
por el que se instituye (Castoriadis, 2013 [1975]: 335). La interdependencia entre el
tiempo identitario y el tiempo imaginario es la que llevaría a que la institución del
tiempo (del cambio) sea una creación social que es negada confiriendo a la estabilidad
temporal de ciertas formas culturales un carácter natural. En este sentido, Castoriadis
(2013 [1975]) habla de la importancia que en este proceso cobra la lógica ontológica
identitaria. Según explica, el tiempo identitario sería indisociable de la lógica ontológica
identitaria que mediante una relación de causa a efecto, de medio a fin, o de implicación
lógica, sólo puede operar a través de múltiples disecciones simultáneas que actualizan
las singularidades virtuales en elementos distintos y definidos en sistemas de relaciones
determinadas y determinantes, utilizando esta diferenciación para construir conjuntos y
clases (Castoriadis, 2013 [1975]: 281, 535). Para Castoriadis (2013 [1975]), la lógica
identitaria, cuya característica principal es que constituye una dimensión esencial de la
vida social, en la que ser significa ser determinado, operaría mediante los esquemas
operadores del legein y el teukhein sin los cuales la institución de la sociedad no sería
posible.
Para poder pensar en un conjunto hay que poder distinguir-elegir-poner-reunir-contar-
decir objetos, es decir, disponer de un esquema de la separación o de la discreción y de
su producto esencial, que es irreducible y que su aplicación presupone. Es así que se
puede hablar como si se pudiera definir, “de modo que aquello a lo que se dirige la
107
intención resulte suficiente y adecuadamente designado para la intención de los demás a
través de las condiciones instrumentales que supone la institución del decir/ representar
social del legein” (Castoriadis, 2013 [1975]: 355). Para Castoriadis (2013 [1975]), la
representación lleva consigo relaciones de pertenencia, inclusión, etc., que son
constantemente redeterminadas, dado que toda representación remite a otras
representaciones que la engendran y hacen surgir. En este sentido, una representación
“no es lo que suministra “imágenes empobrecidas de las cosas”, sino aquello en cuyo
seno algunos segmentos se cargan de un “índice de realidad” y –bien que mal y sin que
se trate de una estabilización asegurada de manera definitiva- se “estabilizan en
percepciones de cosas”” (Castoriadis, 2013 [1975]: 516). Lo que significa que el flujo
representativo de los sujetos contiene y crea sus propios soportes, sin los cuales no
serían posibles ni el representar/decir ni el pensamiento. De esto se desprende que una
lengua es historia y que al actuar por medio de un código, un sistema de significantes,
sometido a la lógica identitaria-conjuntista tiene la propiedad de alterarse sin dejar de
funcionar con eficacia, esto es, de “transformar constantemente lo inhabitual en
habitual, lo original en adquirido, de ser adquisición o eliminación incesante, y de
perpetuar por ello mismo su capacidad de ser ella misma” (Castoriadis, 2013 [1975]:
347). En este sentido, la lengua, en su relación con las significaciones, muestra que la
sociedad instituyente está constantemente en acción, y que la acción que sólo existe en
tanto instituida, no bloquea el hacer instituyente continuado de la sociedad. Esto sería lo
que permitiría que la lengua continuara siendo la misma, sin permanecer igual a sí
misma75.
Si por la institución del legein, la dimensión conjuntista-constituyente de conjuntos del
representar/decir social, es por lo que los sujetos tienen acceso a un mundo de
significaciones, por la institución del teukhein, la dimensión conjuntista-constitutiva de
conjuntos del hacer social, es por lo que los individuos llevan a la práctica acciones
para una sociedad determinada. Según Castoriadis, antes de que pueda existir una
técnica cualquiera es menester que lo imaginario social se reúna-adapte-fabrique-
construya como sociedad “y como esta sociedad, a partir de sí mismo y de lo que “está
allí”, de manera apropiada a y con vistas a ser sociedad y a ser esa sociedad” (2013
[1975]:411). Lo que significa que todo teukhein se apoya siempre en algo que ya está
75 Para Castoriadis el lenguaje es lengua en tanto significa, es decir, en tanto se refiere a un magma de
significaciones, y el lenguaje es código en tanto organiza y organiza identitariamente, es decir, en tanto es
sistema de conjuntos (o de relaciones susceptibles de ser ordenadas en conjuntos) (2013 [1975]: 377).
Más adelante se retoma esta cuestión, en relación a la idea de sincronía y diacronía.
108
ahí, y que por tanto implica que ese algo “ya ha sido ordenado en conjuntos-adaptado
como…de manera adecuada a…y en vistas a...” (Castoriadis, 2013 [1975]: 419). En
este sentido, disponer del teukhein, disponer de la separación y de la reunión, quiere
decir disponer de los esquemas de la equivalencia y de la utilización posible, de la
iteración y del orden, de modo que legein y teukhien, el representar/decir y la acción
social, se implican mutuamente de manera circular. Lo que significa que la dimensión
instrumental o funcional del hacer y la dimensión significativa son indisociables. Como
sostiene Castoriadis, “los útiles y los instrumentos de una sociedad son significaciones,
son la “materialización” de las significaciones imaginarias de la sociedad en cuestión
en la dimensión identitaria y funcional” (2013 [1975]: 559). Así, el tuekhein, al
extenderse sobre todo lo representable redobla la determinidad instituida por el legein,
al postular que incluso lo que no “es” es determinado en cuanto a su poder-ser o no-
poder-ser (Castoriadis, 2013 [1975]: 416). Por la institución del legein y del teukhein, la
sociedad fabrica individuos sociales en el curso de su socialización, por la imposición
de actitudes, gestos, prácticas, comportamientos, y saber-hacer y representar-decir
codificables, de manera adecuada a su vida en esa sociedad y con vistas al sitio que en
ella les tocará ocupar.
Castoriadis (2013 [1975]) considera el legein y el teukhein instituciones primordiales e
instrumentales de toda institución, la expresión de una creación, que se apoyan en la
organización del aspecto identitario del primer estrato natural. Antes de ser institución
explícita del tiempo, posición de referencias e institución de un magma de significados,
una sociedad es básicamente la institución de una temporalidad implícita, es decir, de un
modo específico de autoalteración a través de la institución del legein y el teukhein.
Esto quiere decir que como resultado de la experiencia de vida en el interior de una
temporalidad instituida nunca se tiene acceso a datos primordialmente naturales, sino a
datos primordialmente elaborados, y que no se puede pensar la creación sin un apoyo
parcial sobre el primer estrato natural de lo dado, que la precede (Castoriadis, 2013
[1975]: 323, 360). Según Castoriadis (2013 [1975]), el estrato natural es susceptible de
ser organizado en conjuntos de elementos distintos y definidos por la transformación del
hecho natural que siempre es el mismo, por ejemplo, el ser macho o hembra, en
significación imaginaria, esto es, en el ser hombre o mujer, en cada sociedad. De este
modo, el hecho natural, en tanto aporta puntos de referencia y un soporte lógico a las
significaciones imaginarias sociales, es una parte indisociable de las mismas, y así es
como debe ser considerado y no como una organización fija y estable de un mundo
109
natural homólogo que la sociedad recoge (Castoriadis, 2013 [1975]: 365-367). En este
sentido, “la realidad natural” impone límites y resistencias a la institución de la
sociedad, pero también es indeterminada en grado esencial porque a través de la
instrumentalización del legein y del teukhein se transforma continuamente de forma
condicionada. Es así cómo el legein y el teukhein intrínsecamente, extensibles y
transformables, considerados cada vez en el mundo cerrado, que cada sociedad organiza
e instituye, son compatibles con una historia específica, permitiendo la institución de
significaciones sociales nuevas, dando lugar a sociedades distintas.
Pero la relación entre el estrato natural y las instituciones del legein y el teukhein, por
las que una sociedad se instituye como tal, también pone de manifiesto la negación de la
sociedad de la temporalidad como alteridad-alteración a la que da existencia y por la
que existe. Según Castoriadis (2013 [1975]), esta negación se debe a las necesidades
psíquicas de los individuos en tanto sujetos sociales; pues la sociedad al mismo tiempo
que obligaría a los individuos a hundirse en el flujo del tiempo les proporcionaría los
medios de representárselo como si discurriera siguiendo la misma dirección “(…)
volviendo a traer lo que ya ha sido y prefigurando lo que habrá que ser” (Castoriadis,
2013 [1975]: 340). Aunque lo más importante de esto es que es a través de esta
negación que se expresa la a-temporalidad, la determinación, en que se basa la lógica
identitaria o de conjuntos que es indisociable de la institución de toda sociedad,
poniendo de manifiesto una paradoja inherente a la institución de cada sociedad como
tal, y es que la alteridad en tanto forma instituida –temporalmente estable- sólo puede
darse si se postula como fuera del tiempo, es decir, si rechaza su alteración. En este
sentido, “decir que la institución puede prever, regular, regir su propio cambio, equivale
a decir que lo instituye como su no-cambio (…) que pretende regular el tiempo, que se
niega a ser alterada como institución.” (2013 [1975]: 341).
Castoriadis (2013 [1975]) explica que la ocultación de la autoalteración de la sociedad
en su institución, por el recubrimiento de nuevas formas en constante creación,
temporalmente fijas y estables, con una temporalidad esencial, llevaría a la
autoalienación de la sociedad. Y que sería el hecho de situar la representación de la
sociedad fuera de la sociedad, a pesar de ser cada vez instituida, como resultado de la
institución de la lógica identitaria o de conjuntos heredada por medio del legein y el
teukhein, lo que habría llevado a algunas corrientes de pensamiento sociológico a hablar
de la existencia de tipos ideales de individuos, objetos y actos, para tipos ideales de
sociedades. A lo que Castoriadis (2013 [1975]) se opone enérgicamente porque, desde
110
su punto de vista, las representaciones sociales no son lo que los individuos se
representan, sino el medio a través del cual éstos llegan a existir como individuos
sociales con capacidad para representar, actuar y pensar de manera compatible con la
institución de la sociedad en la que viven. Esto significa que las significaciones
imaginarias sociales son necesariamente diferentes y complementarias, dado que los
fenómenos de la sociedad remiten, en cada momento, unos a otros y todos al magma de
significaciones que, organizado de determinada manera, sirve de sostén y orientan la
institución de la sociedad. Es así, como una sociedad consigue su especificidad y puede
ser pensada como esa sociedad y no otra76 (Castoriadis, 2013 [1975]: 556, 559, 566-
569).
La complementariedad de las representaciones sociales a la que alude Castoriadis (2013
[1975]) , permite insistir en la idea de que las distintas visiones del mundo presentadas
en el capítulo anterior como pertenecientes a los veïns o a la gent de fora que vive en el
valle, y la interdependencia entre las categorías del sistema de clasificación social debe
considerarse en relación con la institución del tiempo identitario por el que la sociedad
de un valle del Pirineo catalán se instituye como tal al instituir el tiempo de la
significación. En el contexto de este trabajo la idea de que la institución de la
autoalteridad de la sociedad es indisociable de la negación de la institución del tiempo,
resulta especialmente útil porque permite pensar cómo se establece la relación entre un
modelo de orden social ideal que continúa fundamentando la jerarquía social, en base a
la dicotomía primordial veïns-no veïns (gent de fora), que se impone para la
representación de la vida social, y la experiencia de las relaciones sociales y las
prácticas de la vida diaria. Esto ha de permitir comprender cómo los veïns
instrumentalizan a su favor la aparente atemporalidad del hacer y representar/decir
social por la reinterpretación de un tiempo inmemorial (una tradición), que se identifica
con la trayectoria de las casas, para poder continuar instituyendo su superioridad, y
cómo la gent de fora que vive en el valle es capaz de hacer historia en la medida en que
participa en la creación de una nueva visión del pasado que depende de la existencia de
un pasado anterior. El modo en que veïns y gent de fora que vive en el valle participan y
contribuyen a la creación de dos tradiciones distintas tradiciones, por su particular modo
76 A través de la institución del legein y el teukhein, Castoriadis (2013 [1975]) también explica la relación
entre individuo y sociedad, en el sentido de que por medio del representar/decir y hacer social cada
sociedad crea sus propios individuos como sujetos sociales.
111
de identificación con las distintas nociones de patrimonio, muestra cómo se redefinen
los límites entre ambas categorías y cómo se instituye la diferencia entre ellas.
Para Castoriadis (2013 [1975]) lo histórico social, los actos individuales o colectivos,
los productos materiales, y las instituciones son impensables fuera de una red de
relaciones simbólicas que remiten a una historia, y que superan cualquier vinculación
rígida a un significado preciso, dando lugar a relaciones nuevas e inesperadas. Lo que
choca, por ejemplo, con la propuesta teórica de Durkheim (1992 [1912]) y de Durkheim
y Mauss (1971 [1903]), cuando defienden que la constitución de un orden consiste en
separar las cosas y ordenarlas jerárquicamente en grupos distintos entre sí, claramente
determinados, como resultado de la función lógica del entendimiento colectivo, que se
impone a los individuos coercitivamente. Durkheim y Mauss (1971 [1903]) identifican
lo social con un plano ideal, e insisten en que toda clasificación lógica implica el
establecimiento de un orden del que ni el mundo sensible ni la conciencia individual
brindan el modelo. Para mostrar el origen social de las clasificaciones, Durkheim y
Mauss (1971 [1903]) se proponen estudiar los sistemas de clasificación más
rudimentarios, que sitúan en las tribus australianas, donde la sociedad, el mundo y los
hechos de la vida se organizan y se deciden, según se identifica a los individuos con una
serie inclusiva de tótems. Definen el totemismo como el agrupamiento de los humanos
en clanes que obedece a la clasificación de los objetos naturales, e inversamente el
agrupamiento de los objetos naturales que obedece a la clasificación de los individuos
en grupos sociales (Durkheim y Mauss 1971 [1903]), y explican que en estos sistemas
clasificatorios -sistemas de nociones jerarquizadas que obedecen a la misma lógica que
las clasificaciones científicas- las nociones se le presentan al individuo ordenadas e
implicándose mutuamente según una necesidad lógica. De esto se desprende que las
sociedades, concebidas como una forma particular de la aplicación de la lógica del
pensamiento social, puedan diferenciarse en distintas tipologías.
Según Durkheim (1992 [1912]), los conceptos se oponen a las representaciones
sensibles de todo tipo, porque se trata de una manera de pensar que en cada momento
del tiempo está fijada y cristalizada, como lo estaría la lengua a través de cuyo
vocabulario se expresa un sistema de conceptos dado77. Sin embargo, la resistencia al
cambio de los conceptos, por no verse influidos por la experiencia de la vida diaria, aun
77 En este punto se observa la diferencia que Castoriadis (2013 [1975]) establece entre el lenguaje como
lengua y código, en relación a la institución del representar/decir social a través del legein. Una distinción
que Durkheim (1992 [1912]) no realizaría.
112
cuando constituyen el marco en la que ésta se desarrolla, contrasta con lo que el mismo
Durkheim afirma cuando dice que, en tanto representaciones colectivas, los conceptos
“agregan a lo que podemos aprender de nuestra experiencia personal toda la sabiduría y
la ciencia acumulada por la sociedad a lo largo de los siglos” (Durkheim, 1992 [1912]:
404). Lo que es importante, porque permite pensar los conceptos como el resultado de
un proceso histórico por el que su significado sí habría cambiado para no dejar de ser
representaciones colectivas, y continuar expresando la manera en que una sociedad
concibe los objetos de su experiencia. El punto de inflexión sería ver cómo los
conceptos continúan siendo representaciones colectivas según cambia su significado
con el paso del tiempo, dentro de los límites que impone una lógica. Esto es lo que se
pretende hacer al mostrar cómo la institución de la sociedad local que se da por la
aplicación de la relación lógica patrimonio-veí depende de la resignificación en el
tiempo del concepto de patrimonio y de las categorías sociales veí y no veí, desplazada
esta última por la categoría gent de fora que vive en el valle. Así, si se toma patrimonio
como una representación colectiva, es decir, como un concepto que capacita a los
individuos para hacerse con un saber y continuar viviendo en sociedad, y que si la
sociedad abandonara dejaría de existir como tal, la institución del orden social se puede
pensar cómo la constitución de grupos y categorías sociales a medida que los individuos
se identifican y son identificados con ciertas nociones de patrimonio (y visiones del
pasado) y actúan como miembros de la categoría a la que pertenecen, sin contradecir la
lógica por la que los veïns quedan legitimados para continuar ocupando una posición
superior en relación a los no veïns (gent de fora). Dado que la jerarquía social viene
determinada por la capacidad de los individuos para identificarse y explotar el
patrimonio privado y comunal, en tanto miembros de cases veïnes, y que en la
actualidad patrimonio designa el conjunto de recursos económicos que se producen en
la confluencia de dos tradiciones, opuestas pero complementarias, lo anterior significa
que un grupo social será superior si es capaz de instrumentalizar la historia local a su
favor para identificarse con el mayor número de significados que se asocian con el
concepto de patrimonio. Como se ha señalado, son los veïns los que cuentan con esta
capacidad al inscribir el presente como parte de un tiempo inmemorial, que identifican
como el propio de la trayectoria de sus casas y sus antepasados, y que reinterpretan para
satisfacer las necesidades del momento78.
78 La descripción de cómo este vínculo se pone en práctica en la vida diaria, y sus consecuencias, se
aborda en los capítulos etnográficos.
113
Lo anterior ha de poder mostrar que es por la construcción de una relación lógica entre
el concepto de patrimonio y la categoría veí, que la realidad continúa concibiéndose en
relación a un modelo de orden social ideal (por tradicional, en el sentido de natural),
fundamentado en la dicotomía primordial veïns-no veïns (gent de fora), mientras la
sociedad local continúa instituyendo su autoalteridad en el tiempo. Como se ha
indicado, ello depende de un trabajo continuo de resignificación del espacio social, pero
también de que las nuevas relaciones significativa continúen garantizando la existencia
de veïns, que puedan continuar actuando como veïns, y de no veïns (gent de fora) que
han de poder continuar actuando como no veïns. Lo que significa que la
interdependencia que se da entre ambas categorías es indisociable de la redefinición de
los límites entre ellas. En la medida en que veïns y gent de fora que viven en el valle
llevan acabo un trabajo simbólico para inscribir la producción de un nuevo patrimonio
en la historia local, se observa cómo las prácticas de unos y otros se orientan de forma
complementaria hacia ese fin, al tiempo que se definen parcelas concretas de acción que
se identifican exclusivamente con unos u otros, viniendo a reafirmar su posición dentro
de la estructura social. Si por un momento se deja de lado la interrelación en el día a día
entre ambas categorías de individuos, y se establece una relación de analogía se puede
afirmar que los veïns son a patrimonio, entendido como los recursos locales de que
depende la continuidad de las casas, desde los pastos comunales, a una explotación
ganadera, un negocio familiar de turismo rural, y la producción de un patrimonio
turístico, lo que la gent de fora es a la patrimonialización del patrimonio (de las cases
veïnes), fundamentada en una nueva concepción de la naturaleza y la cultura local. Esta
imagen de la sociedad, como dos mundos idealmente separados, resulta de la
naturalización de la relación patrimonio-veí, como resultado de un proceso histórico en
que debido a su resignificación ambos conceptos continúan implicándose mutuamente.
Queda por ver cómo la instrumentalización del pasado abre posibilidades de acción, al
tiempo que constriñe las prácticas de veïns y gent de fora que vive en el valle.
Para comprender mejor cómo la forma que toma la institución de la sociedad se concibe
como un hecho natural y la importancia que en este proceso cobran las relaciones de
analogía, es especialmente útil introducir el trabajo de Douglas. Inspirándose en el
trabajo de Durkheim, sobre el que proyecta una nueva perspectiva, Douglas (1996
[1986]) defiende el origen social de la cognición humana y sostiene que es la sociedad
la que da al individuo las clasificaciones, las operaciones lógicas y las metáforas
orientadoras que requiere la construcción de un mundo coherente y práctico. De acuerdo
114
con este planteamiento, Douglas (1996 [1986]) se propone mostrar cómo cualquier
proceso cognitivo depende de las instituciones sociales. Según explica, para poder
contribuir al establecimiento de un orden, una institución, entendida como una
agrupación social legitimada, debe estabilizare mediante la naturalización de las
clasificaciones sociales a través de una relación de analogía que permita reconocer “(…)
la estructura formal de un conjunto crucial de relaciones sociales en el mundo físico o
sobrenatural (…). Cuando se aplica la analogía una y otra vez (…) su estructura formal
se torna fácilmente reconocible y acaba por revestirse de una verdad autovalidadora”
(Douglas, 1996 [1986]: 78). Según Douglas (1996 [1986]), sería por medio de
relaciones de analogía con la naturaleza cómo las instituciones definen lo idéntico al
dotar de contenido moral y político los elementos que han organizado en clases
distintas, y consiguen su legitimidad y sobreponerse a las dificultades iniciales de la
acción colectiva. La autora también dice que dado que el desorden y la incoherencia son
probables, el descubrimiento de un alto grado de lógica y complejidad no pueden ser
solamente explicados por el isomorfismo repetitivo de la aplicación de la misma
metáfora básica en todos los contextos, sino por un mecanismo externo al individuo que
sitúa en la interacción social (Douglas, 1996 [1986]: 86-94). Así, los individuos “Al
revolver y escoger entre las analogías que ofrece la naturaleza (…), están haciendo lo
propio con sus aliados y adversarios y con el modelo de sus relaciones futuras (…) están
construyendo una máquina que piense y tome decisiones en su nombre” (1996 [1986]:
96). Como resultado de lo anterior, Douglas (1996 [1986]) añade que debido a la
codificación institucional de la información el dominio del estilo del pensamiento sobre
el mundo del pensamiento permanece secreto, y que la comunicación es posible en la
medida en que las analogías sociales más corrientes resisten el cambio al imponerse
sobre el razonamiento concreto (1996 [1986]: 83, 96). También dice que cuando una
analogía se asocia con una estructura de autoridad “la pauta social refuerza las pautas
lógicas otorgándole mayor relieve” (Douglas, 1996 [1986]: 99).
Llegado este punto se puede establecer un paralelismo entre el pensamiento de esta
autora y el de Castoriadis (2013 [1975]), especialmente en lo que se refiere a la
importancia del mundo natural en la institución de la sociedad. En la forma en que
Douglas (1978, 1996 [1986]) desarrolla su argumento el mundo natural aparece como
un mundo paralelo al mundo social, que éste último construiría para legitimar la
continuidad de un tipo de orden social como resultado de la imposición del pensamiento
social sobre el individuo. Pero para Castoriadis (2013 [1975]) esta postura surgiría de
115
concebir como inmanente la forma que la sociedad toma por la institución de lo
histórico social, al explicar la constitución de un orden social por medio de la lógica
ontológica o de conjuntos. Si se considera, en cambio, que la institución de la sociedad
es institución de un tiempo inseparable de la experiencia de vida, se observa cómo la
institución de la alteridad está ya inscrita en el mundo natural –el primer estrato, en
palabras de Castoriadis- por la institución continua del legein y el tuekhein. Como dice
Castoriadis, ninguna elaboración del mundo natural sería posible “(…) si (éste) no
llevara ya en sí una cierta organización; pero de esta organización lo único que podemos
afirmar en cada momento es que “se presta” a tal tipo de elaboración (…) hasta cierto
punto y es precisamente (aquí) donde reside toda la cuestión” (2013 [1975]: 324). En
este sentido, Castoriadis (2013 [1975]) afirma que toda sociedad presupone siempre una
temporalidad presocial o natural de la que nunca puede abstraerse por completo, porque
al prestarse a ser manipulada en una organización regida por conjuntos aporta el soporte
lógico a la institución de la sociedad bajo una forma determinada. Lo que no significa
que la sociedad la reproduzca o quede determinada por ella (Castoriadis, 2013 [1975]:
259, 235, 362, 370-371, 550). Siguiendo este razonamiento se puede afirmar que si la
distinción entre lo real-racional y lo imaginario no se da como tal, intentar establecer
correlaciones entre tipos de sistemas simbólicos y tipos de sistemas sociales que piensan
por los individuos, como pretende Douglas (1978, 1996 [1986]), tiene poco sentido. No
obstante, esto no quita que la manera en que Douglas (1996 [1986]) explica la
naturalización de las clasificaciones sociales sea útil para pensar cómo el recurso a un
pasado atemporal, que se identifica con un determinado tipo de orden social, es el medio
por el que los veïns naturalizan una estructura de poder que legitima su superioridad.
Dicho con otras palabras, es por su identificación con una idea de patrimonio originada
en un tiempo anterior, identificada con los recursos de los que las casas habrían
dependido, y que incorpora la posibilidad de su transformación y expresión por distintas
formas para garantizar la continuidad de las casas, que los veïns consiguen imponer una
visión del mundo en que el tiempo de la significación se instituiría como tiempo
presocial. Esto explicaría cómo los veïns continúan instituyéndose como la categoría
social superior, mientras se dedican a diferentes actividades económicas, según cambia
el contexto económico y social y el valor del patrimonio privado y comunal del que
dependen. Lo que, por otro lado, viene a reafirmar la idea de que el tiempo natural
(implícito) sólo puede aprenderse y cobra sentido en tanto ya es instituido como tiempo
de la significación bajo formas relativamente estables (Castoriadis, 2013 [1975]), y que
116
las categorías veïns y gent de fora que vive en el valle, como el mismo concepto de
patrimonio, no pueden tomarse como realidades absolutas.
El modo en que Douglas (1996 [1986]) concibe el pasado tiene que ver con la base
social de la cognición humana que defiende. Desde su punto de vista, la manipulación
consciente por parte de los individuos en la reelaboración del pasado ocuparía un papel
marginal; ya que sólo las instituciones podrían resaltar cierto tipo de acontecimientos y
oscurecer otros. Según Douglas (1996 [1986]), el conocimiento que una sociedad tiene
sobre su pasado es el que permite y refuerza la pauta de acción colectiva y la
continuidad del orden social, lo que pone de manifiesto que es por medio de la
codificación de la información que las instituciones se asientan y sobreviven. En este
sentido, Douglas (1996 [1986]) argumenta que cada tipo de sistema de social, según el
tipo de analogía con la naturaleza en el que se habría fundamentado, se corresponde con
un tipo de memoria, sin considerar como pasado y presente se implican mutuamente en
la institución de la sociedad. El empeño de Douglas (1978), por establecer tipologías y
correlaciones no se detiene aquí llegando a predecir el tipo de universo que se
correspondería con distintos tipos de sistemas sociales, y apuntando un modelo para el
estudio del cambio social que identifica con el momento en que la correspondencia
entre un sistema social y un sistema simbólico deja de existir. Este programa cobra
especial importancia si se considera la relación que Douglas (1978) establece entre un
orden social y la posibilidad de comunicación dentro de ese orden, entendido como un
universo de categorías dadas. Cada universo, cerrado sobre sí mismo, se correspondería
con un tipo de cosmología distinto según el sistema codificado de valores y normas que
los individuos interiorizan por su participación en la vida social dentro de ese universo.
Douglas (1978) no niega la flexibilidad de las categorías por el uso de la experiencia, ni
que no puedan darse cambios dentro de una cosmología, o que los individuos puedan
verse inmersos en más de una cosmología a la vez, pero cuando contempla esta
posibilidad la presenta como una ruptura entre el pasado y el presente, o como causa de
desorden. Lo que choca frontalmente con el planteamiento de Castoriadis (2013 [1975])
y la idea que se defiende en este trabajo; ya que lo que interesa no es mostrar la
emergencia de una nueva sociedad, en un momento preciso del tiempo, como una
unidad discontinua que no guarda ninguna relación con su pasado y que se corresponde
con una cosmología determinada, sino cómo la sociedad instituye constantemente su
autoalteridad por la creación de nuevas relaciones significativas, en las que el concepto
de patrimonio adquiere un papel destacado.
117
La incompatibilidad aparente entre estos autores no impide que sus ideas sean útiles
para interpretar la institución del orden social en el contexto local En concreto, sirven
para pensar cómo la sociedad local se instituye como otra, como resultado de un mismo
proceso inacabado de apertura y determinación. Como se ha señalado, el significado
actual de las categorías veïns y gent de fora que vive en el valle, y del concepto de
patrimonio es indisociable de su redefinición en el tiempo, como ideas
interdependientes. El hecho de que la población recurra a distintas nociones de
patrimonio, que se identifican con distintas tradiciones, para construir la propia visión
del mundo, muestra cómo la sociedad se instituye como una única realidad. Pero el
hecho de que la construcción de nuevas relaciones significativas se acompañe de la
institución de un orden social por el que los veïns continúan legitimando su
superioridad, también implica ver cómo la estructura de poder local se incorpora en las
prácticas diarias. En este sentido, entender cómo se establecen relaciones de analogía
entre diversos ámbitos (campos) del espacio social, por las que la población es
capacitada y legitimada para actuar según la categoría social a la que pertenece, resulta
especialmente útil como se muestra más adelante.
Para pensar la relación entre la institución de un orden social y la interacción social es
útil introducir la distinción que Firth (1954, 1955, 1964, 1971 [1951]) establece entre
estructura social y organización social en su teoría del cambio social. En el estudio de
un conjunto de relaciones sociales, Firth (1971 [1951]) sostiene que es preciso
distinguir entre su estructura, su función y su organización. El aspecto estructural
informaría de los principios sobre los cuales descansa su forma, el aspecto funcional la
manera en que sirven a determinados fines, y el aspecto organizativo sobre el modo en
que la actividad social se dirige a la consecución de un fin y al mantenimiento de la
forma estructural. Según Firth (1971 [1951]) para estudiar el proceso social los tres
aspectos son importantes, aunque según se considere la estructura, la forma o la función
se incidirá más en el cambio o en la continuidad de una sociedad. En este sentido, Firth
(1971 [1951]) sostiene que un análisis estructural por sí solo no puede interpretar el
cambio social y que es preciso considerar el aspecto organizativo para explicar el modo
en que la sociedad consigue la forma que el aspecto estructural le confiere. Para ello
diferencia entre el concepto de estructura social, que concibe como el modelo de la
realidad, y el de organización social que tendría que ver con las relaciones sociales
118
concretas sobre las que ese modelo se habría construido79. Según Firth (1971 [1951]), el
concepto de organización social reconoce la importancia del tiempo, pero también la
existencia de principios estructurales que orientan la acción y favorecen que diversos
elementos entren en relación, “incluye las acciones de cualquier individuo como
resultado de sus acciones y decisiones (previas) implicando las acciones de otros, como
la integración de la sociedad a través de esas acciones” (Firth, 1971 [1951]: 36; 1964:
86). Esto significaría que la acción tendría lugar dentro de un marco estructural que
podría alterarse, produciéndose un cambio estructural cuando la combinación de
elementos en una nueva forma abre la posibilidad de que se tomen nuevas decisiones y
éstas acaben repercutiendo de manera sistemática en las acciones del resto de
individuos (Firth, 1964, 1971 [1951]).
En el marco de este trabajo lo que interesa destacar del trabajo de Firth (1954,
1955,1964, 1971 [1951]) es la asociación que hace entre la idea de continuidad y el
concepto de estructura social, y la idea de cambio y el concepto de organización social,
en relación a la existencia de principios estructurales, porque permite ver cómo la
imposición de una visión del mundo que lleva a la representación de la realidad local
por un modelo de orden social tradicional, no resultaría de la persistencia y continuidad
de una pautas de comportamiento según unos principios estructurales, sino de la
institución del cambio a partir de la resignificación de la relación lógica patrimonio-veí
que orienta la acción en el tiempo. Con lo que no habría que esperar que, llegado el
momento, se produjera un cambio estructural, sino entender cómo la forma (el modelo)
resulta del mismo proceso por el que la sociedad instituye el cambio al instituir el
tiempo por medio de un sistema de símbolos y significados cambiantes. Esto significa
que los veïns son capaces de presentar el orden social como un hecho natural, es decir,
de tomar la forma estructural de las relaciones sociales como la misma realidad, en la
medida en que son capaces de traer el pasado al presente por la continua institución de
la relación lógica patrimonio-veí. El interés de Firth (1964, 1971 [1951]), por encontrar
regularidades en la constitución de un orden, lo alejan de la idea de que la sociedad es
la institución de un magma de significados concretos en cada momento, y que la
concepción de un estilo de vida como una serie de patrones de conducta no puede
comprenderse al margen de la institución constante del cambio por medio del
79 Esta distinción se inspira en el trabajo de Radcliffe-Brown (1940, 1972 [1952]), especialmente, en la
diferencia que esta autor establece entre forma estructural, entendida como la abstracción de una forma
general de comportamiento, y estructura, entendida como la realidad concreta que se puede observar y
describir.
119
representar/decir y el hacer social. No obstante, la diferencia que Firth (1964, 1971
[1951]) establece entre estructura social y organización social, y entre los aspectos
estructural, funcional y organizativo de las relaciones sociales, es especialmente útil a
la hora de considerar la naturaleza del modelo de orden social, basado en la dicotomía
veïns-no veïns, que se impone para explicar la realidad.
Para Castoriadis (2013 [1975]), no hay reglas fuera de la institución, y si al
funcionalismo le critica su visión del mundo como una circulación íntegra entre un real
y un racional-funcional, al estructuralismo le critica su concepción de las instituciones
como redes simbólicas autónomas sin tener en cuenta las significaciones vehiculadas
por los símbolos. Esta concepción de las instituciones, derivada de no haber tenido en
cuenta la historia en la producción de nuevos significados y significantes, ni el modo en
que es utilizado un sistema simbólico, en cada instante, habría llevado al
estructuralismo a “Considerar el sentido como simple “resultado” de la diferencia de
los signos, y a transformar las condiciones necesarias de la lectura de la historia en
condiciones suficientes de su existencia” (Castoriadis, 2013 [1975]: 223)80. Castoriadis
insiste sobre este punto, y añade que cuando las significaciones se consideran un
producto de la razón, como en el caso del estructuralismo, “La totalidad del proceso no
es otra cosa que la exposición de las virtualidades necesariamente realizadas de un
principio originario presente desde siempre y para siempre.” (2013 [1975]: 278). En ese
sentido, la visión del tiempo histórico como un simple receptáculo de encadenamientos
dialécticos, habría llevado al estructuralismo a explicar la unidad y la identidad de una
sociedad por la construcción de correspondencias rigurosas biunívocas entre signos, al
haber abolido el tiempo verdadero, el tiempo de la alteridad radical imposible de
deducir o de producir, ocultando, así, que la característica principal de cualquier
fenómeno simbólico es su relativa indeterminación (Castoriadis, 2013 [1975]: 223,
278). Para explicar la función simbólica del concepto de patrimonio, en lo que sigue se
va a hacer referencia a la posición del estructuralismo ante el simbolismo y al modo en
que Castoriadis (2013 [1975]) concibe las significaciones sociales imaginarias. Para
Castoriadis (2013 [1975]), la historia es inconcebible fuera de la imaginación creadora
de lo imaginario radical tal y como se manifiesta en el hacer histórico. Esto quiere decir
que la elección de un simbolismo institucional por cada sociedad es, cada vez,
80 A esta crítica se puede sumar la que Douglas (1978) hace a Lévi-Strauss por no haber relacionado las
estructuras simbólicas con variantes sociales al centrarse en lo universal y no en lo particular, aunque,
como se ha señalado, en Douglas (1978, 1996 [1986]) sería la falta de perspectiva histórica lo que habría
impedido que concibiera el cambio social como inherente a la institución de la sociedad.
120
constituido y articulado en función de un sistema de significados al modo de lo
imaginario efectivo, es decir, de lo imaginado, y que las significaciones sociales
imaginarias existen en tanto están siempre ya instituidas, aunque su institución no esté
simbolizada como tal. En este sentido, Castoriadis (2013 [1975]: 205, 228) sostiene que
la producción de significaciones imaginarias sociales inserta en una continuidad
histórica, no puede reducirse ni a su componente racional-real –lo que es indispensable
para pensar lo real o para ocultarlo-, ni a lo imaginario –donde el significado al que
remite el significante es casi imposible de captar como tal-, porque es imaginario
efectivo.
La crítica insistente de Castoriadis al estructuralismo por reducir la organización social
a una “secuencia finita de sí/no, como si (…) los términos sobre los que recae
estuvieran dados desde siempre y desde fuera, mientras que, en tanto términos y en
tanto precisamente esos términos, son la creación de una sociedad particular” (2013
[1975]: 276), por la repetición de una misma operación lógica, tiene su contraparte en
el modo en que Keck (2009) concibe las operaciones lógicas en relación al trabajo de
Lévi-Strauss. Según Keck (2009), si se considera que un sistema de clasificaciones es
una manera de describir el mundo tal y como es, y una manera de pensar el medio sobre
el que es necesario actuar para superar la incertidumbre, cuando Lévi-Strauss
argumenta en El pensamiento salvaje que los miembros de sociedades primitivas tienen
un pensamiento estructurado porque su percepción sobre el entorno es estructurada, no
está diciendo que el medio natural tiene un orden en sí mismo y que las clasificaciones
sociales reflejan ese orden, sino que las clasificaciones sociales son fundamentalmente
diversas porque dependen del interés de cada sociedad por los elementos de su medio
(Keck, 2009: 141). Así, sostiene keck (2009), si se toma el sistema de clasificación de
una sociedad se pueden conocer los elementos del entorno que fuerzan a esa sociedad a
pensar.
Para explicar la lógica de los sistemas clasificatorios de las sociedades primitivas, Lévi-
Strauss (1997 [1962]) introduce el concepto de bricoleur. Según Lévi-Strauss, el
bricoleur debe operar, a cada instante, “con los residuos de construcciones o
destrucciones anteriores” (1997 [1962]: 36-37), para producir nuevas significaciones a
partir de diferencias que ya existen que sólo diferirán del conjunto instrumental por la
disposición interna de sus partes. Para Lévi-Strauss (1997 [1962]), cada elemento
representa un conjunto de relaciones concretas y virtuales, y en este sentido son
operadores que, mediante la lógica de lo razonable, la lógica de los signos, pueden
121
utilizarse para llevar a cabo operaciones diversas en el seno de un tipo de sociedad.
Según Keck (2009) hay una lógica en la manera en que forma y materia se constituyen
en nuestra percepción, pero la lógica no es sólo la manera en que la forma se impone a
la materia hay un nivel intermediario entre forma y materia que es el nivel de los
signos. Keck señala que los signos son más abstractos que la materia, expresan algo
más, pero continúan atados a la realidad como la forma que producirá su propia materia
(2009: 143). Esta observación es importante, porque ayuda a comprender cómo Lévi-
Strauss llega a identificar la lógica por la que el bricoleur construye el orden en su
mundo con la ciencia de lo concreto, inseparable de la intuición sensible (1997 [1962]:
32-35). Inspirándose en la lingüística estructural de Saussure, Lévi-Strauss (1997
[1962]) concibe el signo como el vínculo entre un significado y un significante. Pero
para comprender cómo llega a explicar el trabajo del bricoleur, por la concepción del
signo como un ente concreto con poder referencial limitado (Lévi-Strauss, 1997 [1962]:
37-38), es preciso distinguir la relación que se establece entre un significado y un
significante de la relación que se establece entre dos signos. Según Keck, en el primer
caso la relación sería arbitraria, una misma cosa puede ser nombrada con diferentes
palabras, mientras que en el segundo caso la relación ya estaría motivada porque
dependería de los constreñimientos que impondría la lógica que estructuraría la relación
entre un conjunto de signos dentro de un sistema (2009: 143-144). Esta distinción, que
sirve a Lévi-Strauss (1997 [1962]) para explicar cómo el bricoleur opera con lo que
tiene a mano, también es la que le permite plantear la relación entre estructura e
historia. “El pensamiento salvaje supera esta doble contradicción sacando de ella la
materia de un sistema coherente en el que una diacronía, en cierta manera domada,
colabora con la sincronía sin correr el riesgo de que surjan nuevos conflictos” (Lévi-
Strauss, 1997 [1962]: 343). De esto se desprende que la estructura de las relaciones no
cambiaría, obedecería siempre a la misma lógica, sin impedir que pudieran crearse
nuevas relaciones significativas dentro de los límites de esa lógica (Lévi-Strauss, 1987
[1958]).
Keck (2009) señala que uno de los aspectos más destacables de la obra de Lévi-Strauss
es que, influenciado por Marx, concibe los sistemas de clasificación como
construcciones ideológicas que tratan de resolver las contradicciones de la vida diaria
desplazándolas al dominio de lo abstracto por medio de una inversión simbólica. Esto
significaría que los distintos niveles de abstracción estarían conectados en una situación
única por el desplazamiento de oposiciones semánticas a diferentes escalas por un
122
operador lógico, de modo que la tendencia a operar en diferentes contextos mediante
las mismas estructuras lógicas se daría bajo las mismas formas. En este sentido, Keck
(2009) señala que el operador lógico se extiende a todos los elementos del mundo
relacionando lo abstracto y lo concreto lógica y sociológicamente. Como Lévi-Strauss
señala “(…) el operador específico efectúa la transición a lo concreto e individual, y a
lo abstracto y al sistema de categorías, de modo que (…) define el estatus de las
personas dentro de un grupo y proyecta el grupo más allá de los límites tradicionales”
(1997 [1962]: 166). Esto significa que el pensamiento salvaje actúa dividiendo los
hechos en partes que puedan ser relacionadas con formas de ser ya existentes para
integrarlos en clasificaciones previas, en un movimiento que amplia el ámbito de
aplicación de las mismas. De modo que para Lévi-Strauss, apunta Keck (2009), lo real
no es lo que las clasificaciones representan sino los límites a los que tiende el sistema
de clasificación. Si lo dicho hasta ahora se relaciona con el objetivo de este trabajo:
mostrar cómo la sociedad de un valle del Pirineo catalán se instituye en la actualidad,
permite pensar si el concepto de patrimonio, por su indeterminación, no actuaría como
el operador lógico que permitiría explicar el proceso de diferenciación y estratificación
social en el contexto de la resignificación actual de los recursos locales (patrimonio de
las cases veïnes).
La manera en que funcionaría el pensamiento salvaje de Lévi-Strauss, construyendo un
orden por la creación continua de diferencias, también es cuestionada por Ricoeur
(2003 [1969], 1986). Este autor critica a la ligüística estructural y al estructuralismo de
Lévi-Strauss la falta de contenido de las organizaciones sistemáticas para un estado
dado. Según Ricoeur (2003 [1969]), en el pensamiento salvaje comprender no consiste
en recuperar intenciones de sentido, en reanimarlas mediante un acto histórico de
interpretación que se inscribiría, a su vez, en una tradición continua, porque debido a la
subordinación de la diacronía a la sincronía, y a la presentación del sistema de
diferencias sobre un eje de coexistencias distinto del eje de sucesiones la
“inteligibilidad se vincula al código de transformaciones que asegura las
correspondencias y las homologías entre ordenamientos pertenecientes a distintos
niveles de la realidad social” (2003 [1969]: 57)81. Para Ricoeur es imprescindible
relacionar una teoría general de las relaciones con una teoría general del sentido, y por
81 En un sentido similar se manifiesta Castoriadis (2013 [1975]), cuando en relación a la distinción del
lenguaje como lengua y código, apuntada antes, sostiene que en términos absolutos no se puede distinguir
una dimensión sincrónica de otra diacrónica, porque es imposible mantener una distinción entre lo social
y lo histórico
123
ello contrapone los principios del estructuralismo a los de la hermenéutica centrada en
la importancia de los acontecimientos históricos, en la construcción de tradiciones, y en
la recuperación de un sentido nuevo en un sentido viejo (2003 [1969]: 49). En el marco
de este trabajo el planteamiento de Ricoeur (2003 [1969]) es especialmente interesante,
porque si el modo en que opera el bricoleur de Lévi-Strauss permite pensar la
construcción de un orden social a través de homologías estructurales entre distintos
niveles de la realidad, a partir de la dicotomía primordial veïns-no veïns(gent de fora),
el trabajo de Ricouer (2003 [1969]), que incide en la idea de excedente de significado
de los símbolos, permite pensar la polisemia del concepto de patrimonio como el medio
por el que dotar de significado una realidad cambiante sin que la relación lógica
patrimonio-veí pierda su sentido práctico, porque sus múltiples significados resultan de
un proceso histórico de reinterpretación de la realidad. Su identificación con los
recursos locales (patrimonio), sobre los que confluyen diversas temporalidades, es lo
que permitiría a los veïns reinterpretar la relación patrimonio-veí, concebida como
intrínseca por su origen con un tiempo anterior, e instituirse como superiores en un
contexto económico diferente. En este proceso algunos de los significados de
patrimonio también son apropiados por la gent de fora que vive en el valle, mostrando
cómo la interdependencia entre ambas categorías es indisociable de la producción de
nuevos significados de patrimonio, pero también cómo cada categoría se instituye como
diferente; ya que no toda la población puede identificarse con las mismas nociones de
patrimonio, ni del mismo modo.
Para comprender cómo la relación patrimonio-veí, concebida como intrínseca,
estructura el orden simbólico y logra su sentido práctico, es especialmente útil
considerar el concepto de tradición que apunta Ricoeur (2003 [1969]), que a grandes
rasgos coincide con el sentido con que aquí se da a la idea de un tiempo inmemorial que
continúa en el presente, y con el mismo concepto de tradición que se ha utilizado para
explicar como una visión del mundo, en la que confluyen el presente y el pasado y se
construye una idea de futuro, depende de la resignificación constante de un sistema de
símbolos y significados. Partiendo de la definición de tradición como “la transmisión de
un depositum (de símbolos y significados) que se interpreta continuamente (…) del que
se extrae a manos llenas y que se renueva en la operación misma de agotarlo” (Ricoeur,
2003 [1969]: 31), este autor argumenta que es por la inscripción de la interpretación del
excedente semántico de los acontecimientos históricos en el tiempo de la tradición, que
una tradición adquiere un sentido práctico. En este sentido Ricoeur concibe los hechos
124
históricos como símbolos a los que define como “toda estructura de significación donde
un sentido directo, primario y literal designa por añadidura otro sentido indirecto,
secundario y figurado que sólo puede ser aprehendido a través del primero” (2003
[1969]: 17), añadiendo que los símbolos más ricos son los que aseguran la unidad de
múltiples interpretaciones “tanto las que se dirigen hacia la emergencia de nuevos
significados, como las que se dirigen hacia el resurgimiento de fantasías arcaicas.”
(2003 [1969]: 27). Para comprender cómo se da la unidad de interpretaciones, Ricoeur
(2003 [1969]) plantea estudiar la polisemia de los conceptos desde una perspectiva
sincrónica y diacrónica, es decir, en el intercambio constante entre estructura y
acontecimiento. Según dice, un concepto es polisémico cuando en un momento dado
adquiere más de un significado como resultado de la historia de su uso. Se trataría de un
proceso acumulativo, metafórico, que Ricoeur (2003 [1969]) identifica con la doble
historicidad de los símbolos. La historicidad de la tradición que transmite y sedimenta
la interpretación, y la historicidad de la interpretación que mantiene y renueva la
tradición.
Pero para que la polisemia se de, y lo viejo sea contemporáneo de lo nuevo, Ricoeur
(2003 [1969]: 88) explica que el proceso de expansión de los significados debe ser
paralelo al proceso de limitación de la sobredeterminación de las palabras. Esto
significa que los nuevos valores de uso de las palabras, deben encontrar un lugar en el
interior de un sistema, quedando frenados por la mutua limitación de los signos dentro
de ese sistema. Este razonamiento es importante, porque al basarse en la apertura del
signo –en su capacidad para significar una cosa sin dejar de significar otra, y no en una
relación unívoca entre significado y significante-, permite pensar cómo se instituyen los
significados en relación con una estructura semántica. Basándose en el trabajo de Lévi-
Strauss (1997 [1962]), y en un intento por aproximar el estructuralismo a la
hermenéutica, Ricoeur (2003 [1969]) argumenta que el intercambio de valores
complementarios que genera la función del signo tiene que ver con el doble sentido de
los símbolos; ya que las analogías semánticas que hacen comparables distintos niveles
de la realidad, por un operador lógico, llevan implícita una sobrecarga de sentido. En el
marco de este trabajo este planteamiento es importante, porque permite pensar cómo la
acumulación y delimitación de los significados del concepto de patrimonio se relaciona
con la continuidad de la jerarquía social, y con su función como operador lógico. La
capacidad del concepto de patrimonio para significar aspectos diversos de la realidad
local (recursos económicos de distinta naturaleza que se implican mutuamente), sin
125
perder su significado anterior por la reinterpretación del pasado, también significa que
los distintos significados de patrimonio no son equivalentes, como no lo son las
categorías sociales a pesar de su interdependencia. Así lo mostraría, por ejemplo, el
hecho de que el concepto de patrimonio que se identifica con el conjunto de bienes que
se transmiten generación tras generación para la continuidad de las cases veïnes, y que
se encuentra en la base del proceso de diferenciación y estratificación social, no sea
intercambiable por el concepto de patrimonio turístico, aunque la posibilidad de
continuar transformando el patrimonio familiar depende de la incorporación de esta
noción de patrimonio a la visión del pasado con la que los veïns se identifican. Esto
sería otra manera de mostrar cómo los veïns al interpretar un tiempo anterior por la
incorporación de nuevos significados, y de interpretar el presente por la reinterpretación
del pasado consiguen poner límites a la capacidad de acción y significación de la gent
de fora que vive en el valle que continúa ocupando una posición inferior.
Hasta el momento se ha señalado que la concepción de la relación entre patrimonio y
veí como una relación intrínseca tendría que ver con su identificación con un tiempo
inmemorial y, en este sentido, con su capacidad para instituir la dicotomía primordial
veïns-no veïns (gent de fora), como un hecho natural. Se ha insistido en que si la forma
por la que se instituye el orden social continúa siendo la misma que en el pasado, no es
por causa de la repetición de una serie determinada de relaciones simbólicas a lo largo
del tiempo, sino por la construcción de nuevas relaciones significativas entre el
concepto de patrimonio y las categorías del sistema de clasificación social por las que
la relación lógica patrimonio-veí continúa legitimando la estructura de poder que
continúa situando a los veïns en una posición aventajada, en un contexto económico y
social diferente. Y también se ha dicho que, a pesar de su interdependencia, veïns y
gent de fora que viven en el valle continúan instituyéndose como categorías distintas
por su distinta capacidad para establecer vínculos de distinta naturaleza entre el pasado
y el presente que les permitan identificarse con los diversos significados de patrimonio.
Si se toma la relación lógica patrimonio-veí para explicar la posición de inferioridad en
que se encuentra la gent de fora que vive en el valle, y se establece un paralelismo con
la situación de los veïns por medio de una relación de analogía, lo que se obtiene no es
que no veí es a no patrimonio como veí es a patrimonio, sino que la gent de fora que
vive en el valle es a patrimonialización-patrimonio como los veïns son a patrimonio-
patrimonialización-patrimonio. Esto significa que veïns y gent de fora que vive en el
valle pueden identificarse con el nuevo significado de patrimonio, el patrimonio
126
turístico, pero que mientras la gent de fora que vive en el valle lo consigue en la medida
en que es capaz de inscribir su experiencia de vida en la visión del pasado de la que
depende la patrimonialización de la naturaleza y la cultura locales, los veïns lo
consiguen al incorporar el nuevo concepto de patrimonio a la visión del pasado por la
que reinterpretan la trayectoria de sus casas el presente. Lo que volvería a mostrar que
sólo los veïns pueden identificarse con el significado anterior de patrimonio. Dicho en
otras palabras: los veïns pueden identificarse con los significados actuales y pasados de
patrimonio al actualizar una relación metonímica con el pasado al relacionarse
simbólicamente con la nueva visión del pasado, mientras la gent de fora que vive en el
valle y no puede legitimar una relación intrínseca con el pasado, sólo puede
relacionarse con la visión del pasado con que se identifican los veïns por medio de una
relación simbólica con el pasado que se construye desde el presente82 (Leach, 1985
[1976]; Fernández, 1993). Lo anterior mostraría la función de patrimonio como
operador lógico debido a su sobredeterminación. Al ser apropiados algunos de sus
significados por veïns y gent de fora que vive en el valle, ambas categorías sociales se
instituyen como interdependientes, compitiendo por identificarse con el mayor número
de significados de patrimonio posibles. Pero al ser identificados algunos de sus
significados con sólo una de ambas categorías, veïns y gent de fora que vive en el valle
se instituyen al mismo tiempo como categorías “naturalmente diferentes”. La
importancia del concepto de patrimonio como operador lógico que regula el sistema de
transformaciones por el que se establecen relaciones de homología entre distintos
planos de la realidad, también se observa cuando por un desplazamiento semántico la
relación patrimonio-veí se convierte en la relación veí-alcalde, en el ámbito de la
política, o cuando la relación gent de fora-patrimonialización-patrimonio se convierte,
por oposición a la anterior, en gent de fora-no alcalde.
Llegado este punto lo que se plantea es cómo proceder para situar el representar/decir y
el hacer social por el que la sociedad se instituye continuamente, en el sentido señalado
por Castoriadis (2013 [1975]), en un marco estructurado que de coherencia y forma a la
interacción social. En este sentido, la idea de esquemas elementales para la práctica,
apuntada por Descola (2011 [2005]), e inspirada en el trabajo de Lévi-Strauss y en el
concepto de habitus de Bourdieu, resulta interesante porque pretende hacer compatible
el análisis estructural de los sistemas sociales con el interés por hacer inteligible la
82 El sentido práctico de la construcción de una relación metonímica y metafórica con el pasado se
muestra en el último capítulo etnográfico.
127
realidad empírica. Esta idea surge del modo en que Descola (2011 [2005]: 12-13)
concibe la antropología, entendida como una ciencia que debe volver accesible la
representación estable del mundo que los individuos adquieren al situarse en él, y que
contribuyen a modificar tejiendo vínculos ocasionales o constantes de una diversidad
remarcable, pero no infinita, entre ese mundo y ellos mismos, y de la prioridad que
concede al estudio de la naturaleza de esos vínculos, el modo en que son compatibles, y
la forma en que se actualizan por las diferentes maneras de estar en el mundo.
Concretamente, Descola concibe un esquema conceptual para la práctica como una
interfaz entre la acción y la estructura que, a la vez, es “concreta, por estar incorporada
en las prácticas individuales, particularizada, por reflejar las propiedades objetivas de
las relaciones entre los seres, y abstracta, pues sólo se detecta por sus efectos sin ser la
emanación de entelequias misteriosas (…)” (2011 [2005]: 161). Y entiende que con
este planteamiento se puede llegar a conocer el marco y los procedimientos de
objetivación tácitos por los que los individuos, dentro de un sistema, organizan las
relaciones entre ellos y entre ellos y el mundo, resolviendo de este modo la relación
entre los modelos vernáculos, que concibe como necesariamente imperfectos, porque la
acción se fundamenta en la eliminación de los mecanismos cognitivos que la
estructuran, y los modelos estructurales que considera incapaces de dar cuenta de las
variantes locales (Descola 2011 [2005]: 160-161, 167).
Descola (2011 [2005]) explica que los esquemas integradores de prácticas se pueden
reducir a dos modalidades fundamentales de estructuración de la experiencia individual
y colectiva: la identificación y la relación. Por identificación entiende el esquema por el
que los individuos establecen diferencias y semejanzas entre ellos y otras formas de
existencia (des existants), a través de analogías y contrastes entre la apariencia, el
comportamiento y las propiedades que los individuos se imputan a sí mismos y al resto
de existants. Para Descola se se trata de un mecanismo de mediación entre el sí mismo
y el no-sí mismo que sería anterior y exterior a la existencia de una relación
determinada con un otro cualquiera, en el sentido de que ese otro no es un elemento de
una pareja sino un objeto que existe “para mi en una alteridad general a la espera de una
identificación” (2011 [2005]: 163). Para Descola (2011 [2005]), esta distinción es más
analítica que fenomenológica, ya que de entrada la distinción impone una relación
correlativa con el objeto que uno dota con una identidad, ya que la identidad del objeto
afecta la relación que se mantiene con él. Pero se trata de una distinción que es
importante tener en cuenta, porque cada una de “las fórmulas ontológicas,
128
cosmológicas y sociológicas que la identificación hace posibles es capaz de
proporcionar apoyo a distintos tipos de relación que no resultan de la sola posición que
ocupa el objeto identificado o de las propiedades que le son atribuidas” (2011 [2005]:
163-164). En cambio, por relación, Descola entiende los vínculos externos entre los
seres y las cosas localizables en los comportamientos típicos y susceptibles de ser
traducidos parcialmente en normas sociales concretas, añadiendo una determinación
adicional a los elementos que la identificación separa (2011 [2005]: 164-165). Descola
(2011 [2005]: 167) explica que cada una de las configuraciones que resultan de la
combinación entre un tipo de identificación y un tipo de relación revela la estructura
general de un esquema particular de integración de las prácticas por el que los
miembros de una colectividad hacen compatibles distintas clases de esquemas
especializados, y son capaces de generar otros que guardarían con los anteriores un aire
de familia sin ser plenamente conscientes de ello ni de su resultado. Unas
configuraciones que identifica con cuatro grandes tipos de ontología –el totemismo, el
animismo, el naturalismo y el analogismo- que sirven de punto de partida de
cosmologías distintas, de modelos de vínculos sociales y de teorías de la identidad y la
alteridad (Descola 2011 [2005]: 167-169, 176). El analogismo, entendido como un
modo de identificación que fracciona los existants en una multiplicidad de esencias,
formas y substancias “separadas por pequeñas diferencias, (…) a veces ordenadas
gradualmente de modo que es posible recomponer el sistema de contrastes iniciales en
una densa red de analogías relacionando las propiedades intrínsecas de las entidades
diferenciadas” (Descola, 2011 [2005]: 280), es la configuración que aquí se va a tener
en cuenta.
Para que el tipo de orden que se corresponde con el analogismo se pueda dar es preciso
que los elementos que la analogía relaciona sean diferenciados desde el inicio, porque
la capacidad de descubrir similitudes entre las cosas, volviendo invisible su aislamiento,
depende de la existencia de estas diferencias. Como Descola señala, “(…) la semejanza
suspende la diferencia por un tiempo para crear una nueva, ya que los objetos al
mezclarse por correspondencia e imitación se vuelven extraños para sí mismos, es
decir, en relación a su identidad primaria.” (2011 [2005]: 281). Al permitir la creación,
en todos los sentidos, de lazos de solidaridad y de continuidad, el analogismo haría que
el mundo fuera habitable, pero al buscar las semejanzas con las que introducir ese orden
también haría evidente la desigualdad constitutiva de los elementos, situados en una
gradación de semejanzas y diferencias, y la discontinuidad existente entre los mismos.
129
En el analogismo cada existant debe ocupar un lugar apropiado en el espacio físico y
social conforme a su identidad, constituida por la coordinación de una serie de
disposiciones, de manera que los seres puedan desarrollarse conforme a su naturaleza.
Siguiendo a Descola (2011 [2005]: 296), esto significa que el analogismo define un
mundo cerrado donde cada ser, anclado en un punto, perseguiría los objetivos que el
destino le habría fijado, según las disposiciones con las que ha sido dotado, rodeado por
otros seres con los que se relaciona por una red de correspondencias sobre las que no
ejercería ningún control. Lo anterior que sería causa y consecuencia de la importancia
que el analogismo concede al destino, comportaría que las relaciones entre seres
naturalmente diferentes estuvieran marcadas por una serie de precauciones. Pero a
pesar de la determinación a la que parecerían estar sometidos los individuos, del
analogismo interesa destacar, como apunta Descola (2011 [2005]), que la
sistematización de significados en conjuntos estructurados tiene una función
eminentemente práctica que orienta la acción, y que la clasificación de las diferencias
en base a estructuras inclusivas, opuestas pero complementarias, actuarían más como
“etiquetas” abstractas y convencionales para estructurar las diferencias que como
indicadores de un estado de la realidad empírica.
Si por un momento se considera el sistema de clasificación social local como resultado
de la clasificación de las semejanzas y las diferencias, según una gradación estructurada
por la relación lógica patrimonio-veí, se observa cómo los veïns ocupan la posición
superior y la gent de fora que vive en el valle la inferior. Para poder ser y ser
superiores, los veïns necesitan que exista alguien situado en un nivel inferior dentro de
un orden jerárquico. La categoría gent de fora sería una categoría vasta donde se
incluirían todos los individuos cuyos atributos los identifican como no veïns. Más
concretamente, supone la creación de una serie de subcategorías ordenadas también
jerárquicamente, según el grado de semejanza y diferencia que se les atribuya en
relación a la categoría veí, y a su inmediata dentro de la categoría gent de fora, de modo
que las categorías más próximas serían más semejantes, mientras que las situadas a
mayor distancia serían más diferentes. Así, la categoría fills del poble (hijos del pueblo)
–individuos descendientes del valle que ya no viven en él, con independencia de que
sus familias mantengan la casa abierta-, se situaría debajo de la categoría veí, dentro de
la categoría gent de fora. En muchas ocasiones, aunque no siempre, esta categoría es
intercambiable por la categoría estiuejants (veraneantes), nombre con que los veïns
también suelen nombrar a los propietarios de segundas residencias, que se situarían a
130
continuación y debajo de la categoría fills del poble. La diferencia básica entre
propietarios de segundas residencias y fills del poble es que, en general, los primeros no
tienen relaciones de parentesco en el valle, ni comparten la historia del pasado de las
cases veïnes. Debajo de la categoría propietarios de segundas residencias se situarían
las categorías turistas/excursionistas. Aquí, el criterio que establecería la diferencia en
relación con los propietarios de una segunda residencia sería la propiedad de una casa,
pero no el tiempo que hace que unos y otros suben al valle; ya que muchos de los
turistas y excursionistas que se alojan en los negocios turísticos de los veïns, a veces en
familia, llevan más tiempo visitando el valle que algunos propietarios de segundas
residencias. Otro factor que diferenciaría a propietarios de segundas residencias de
turistas/excursionistas, es que si bien hacer senderismo y salidas a la montaña es una
práctica habitual en todos ellos, las excursiones de largo recorrido y cierta dificultad
(alpinismo) se asocian básicamente con los excursionistas y algunos turistas, aunque
también puedan ser practicadas por propietarios de segundas residencias. Dentro de la
categoría gent de fora también habría que situar a los técnicos expertos que impulsan la
patrimonialización de la naturaleza y la cultura locales, y la categoría dones de fora.
Las categorías fills del poble, estiuejants, propietarios de segundas residencias, y
turistas/excursionistas son categorías que pertenecen a un pasado más o menos reciente
como resultado de la transformación económica y social del valle, desde mediados del
siglo pasado83, siendo las categorías gent de fora, como técnico experto, y dones de
fora las que remitirían a la fase más reciente de este proceso84.
Dentro de la categoría gent de fora, mención a parte merece la subcategoría residents
empadronats (residentes empadronados), que aparece por primera vez en 2007 y que es
con la que se autoidentifican algunas famílies de fora que viven en el valle. El proceso
de creación de esta categoría se presenta en el próximo capítulo, pero por el momento
se puede avanzar que su existencia se debe al interés de estos individuos por
diferenciarse del resto de subcategorías que integran la categoría gent de fora, en un
proceso por el que continúan instituyéndose como no veïns. La existencia de todas estas
categorías y la identificación de los individuos con una u otra, por la que la relación
lógica patrimonio-veí cobra sentido, mostraría las diferentes visiones de la realidad
83 En relación a lo que se ha dicho en el capítulo precedente, la categoría excursionista que continúa
utilizándose en la actualidad, se remonta a principios del siglo XX, en un contexto muy diferente al
actual.
84 Sobre la categoría dones de fora se vuelve extensamente en el segundo capítulo etnográfico. Sobre los
técnicos y expertos por los que se legitima el proceso de patrimonialización en el último capítulo.
131
local, y los diferentes tipos de relación que los individuos son capaces de establecer
entre el pasado y el presente, teniendo en cuenta que la similitud con los veïns se logra
en la medida en que se logra inscribir la experiencia de vida en la visión del pasado con
la que aquéllos se identifican. Para comprender la institución del orden social, es
importante examinar la naturaleza de la categoría gent de fora, y para ello se considera
importante que sobre el eje vertical en que se situarían todas la categorías, según su
proximidad con la categoría veí, se sobreponga un eje horizontal compuesto por la
categoría veí, situada a la izquierda, y la categoría gent de fora (residente
empadronado/famílies de fora que viven en el valle), situada a la derecha. Según lo
dicho más arriba, la categoría residente empadronado situada dentro de la categoría
gent de fora tendría que ocupar una posición baja dentro de la jerarquía social, porque
aunque estos individuos viven en el valle no comparten el mismo pasado que las cases
veïnes. No obstante, si se tiene en cuenta que por un desplazamiento semántico la
categoría gent de fora es con la que los veïns nombran, en su día a día, a la gent de fora
que vive en el valle (residentes empadronados/ famílies de fora) se observa que estos
individuos adquieren una relevancia destacada debido a su presencia diaria. La
identificación de este grupo de individuos con el nombre de una categoría social que
incluye un conjunto estructurado de subcategorías heterogéneas, sería indicativa de la
importancia que para los veïns tiene el poder diferenciarse de las famílies de fora que
viven en el valle, cuando la interdependencia entre ambas categorías es cada vez mayor.
De esto se desprende que las categorías veïns y gent de fora (que viven en el valle) se
sitúan una al lado de la otra, mientras la segunda continuaría ocupando una posición
inferior, instituyéndose como un par de opuestos complementarios. La representación
del sistema de clasificación social por la intersección de un eje vertical y otro horizontal
muestra la redefinición constante a la que todas las categorías están sometidas, y
permite pensar la dicotomía veïns-no veïns (gent de fora) como el par de opuestos
fundamental que estructurara la jerarquía social, porque resulta de la institución de la
relación lógica patrimonio-veí. Esta relación que, como se ha señalado, es una
construcción que se naturaliza al inscribirse como el elemento central que dota de
sentido la visión de un tiempo anterior al que legitima al legitimarse a sí misma, sería la
que dotaría a la categoría veí, con una “superioridad natural”, ocultando que su sentido,
como el del resto de categorías, resulta de la institución de la sociedad como
autoalteración constante (Castoriadis, 2013 [1975]).
132
Para explicar la relación entre el cambio y la continuidad, y el papel activo de los
individuos, en un mundo cerrado en el que nada se dejaría al azar, como el que se
corresponde con el analogismo, Descola habla del papel de los existants no humanos
(2011 [2005]: 375, 378, 381). Concebidos éstos como ideas genéricas que sirven a los
intereses de los humanos, en la medida en que sus propiedades adquieren una
significación auténtica y una identidad práctica por su vínculo con un grupo social
determinado, existants y humanos se complementarían mutuamente, en un proceso de
singularización mutuo, constituyéndose como un todo indisociable. Si se traslada este
planteamiento a la realidad del valle y se toma el concepto de patrimonio como un
existant se observa cómo sus diferentes significados son indisociables de la redefinición
paralela de las categorías del sistema de clasificación social que se identifican con estos
significados, en un proceso en que los múltiples significados del concepto de
patrimonio y la jerarquía social local se legitiman mutuamente. Pero, ¿qué tipo de
existant es la idea de patrimonio? Se ha señalado que patrimonio puede pensarse como
una representación colectiva en el sentido que supone un saber que capacita a los
individuos para vivir en una sociedad, y que también puede pensarse como un operador
lógico específico por el que diferentes planos de la realidad se relacionan por medio de
relaciones de analogía. Lo que significa que básicamente se trata de un concepto que
sirve a la institución de un orden social en la medida en que es por la identificación con
sus múltiples significados que los individuos consiguen ocupar una posición dentro de
la estructura social local.
Por lo que se ha expuesto hasta el momento, la cuestión del cambio y la continuidad del
orden social, puede resolverse si la institución de la sociedad se piensa como un
proceso histórico en el que la repetición de una operación lógica es interdependiente de
la institución del tiempo de la significación, es decir, de la creación de nuevas
relaciones significativas con un contenido específico, por las que la misma operación
lógica continúa dotando de sentido la realidad. En el contexto local, patrimonio habría
significado diferentes elementos de la realidad que tendrían en común el hecho de
tratarse de recursos económicos de propiedad privada y/o comunal que las cases veïnes
habrían explotado para garantizar la supervivencia de las siguientes generaciones, por
la construcción y reinterpretación de la relación lógica patrimonio-veí en el tiempo.
Esto significa que para poder beneficiarse de los significados actuales de patrimonio, la
población, como el bricoleur de Lévi-Strauss (1997 [1962]), debe establecer nuevas
relaciones significativas a partir de una idea anterior de patrimonio que aunque puede
133
expresarse por distintas formas, continúa haciendo referencia a los recursos locales
(autóctonos) de los que los veïns han de poder continuar beneficiándose. En este
apartado también se ha querido mostrar cómo la naturalización de un tipo de orden
social tiene que ver con la naturalización de una visión del pasado que se impone al ser
reinterpretada por los nuevos significados de patrimonio que acaba incorporando. En lo
que sigue, para comprender mejor cómo a nivel empírico la construcción de una
tradición como un hecho natural está intrínsecamente relacionado con el papel de los
individuos en el representar y hacer social, la idea de esquemas integradores de
prácticas apuntada por Descola (2011 [2005]) se va a contrastar con el trabajo de
Bourdieu.
Según Bourdieu, la percepción del mundo social es el producto de una estructuración
social que es al mismo tiempo objetiva y subjetiva. Del lado objetivo, la percepción
estaría socialmente estructurada, porque “las propiedades atribuidas a los agentes o a
las instituciones no se ofrecen a la percepción de manera independiente, sino en
combinaciones que son desigualmente probables” (Bourdieu, 1990 [1984]: 287). Del
lado subjetivo, la percepción estaría estructurada, porque los esquemas de “percepción
y apreciación disponibles en el momento considerado, (…) son el producto de las
luchas simbólicas anteriores y expresan el estado de relaciones de fuerzas simbólicas,
en una forma más o menos transformada.” (Bourdieu, 1990 [1984]: 287). Esta
observación es importante, porque permite pensar la institución de significados como
un proceso por el que los individuos luchan para imponer un sistema de categorías y su
visión del mundo. En este sentido, Bourdieu (1990 [1984]) explica que todo
conocimiento del mundo social es un acto de construcción que elabora unos esquemas
de pensamiento y de expresión, esquemas clasificadores, por la actividad estructurante
de los individuos para reaccionar, de forma razonable, ante un mundo cuyo sentido
ellos mismos han contribuido a producir. El principio de esta actividad estructurante
sería un sistema de “esquemas incorporados que, constituidos en el curso de la historia
colectiva, son adquiridos en el curso de la historia individual, y funcionan en la
práctica y para la práctica.” (Bourdieu, 1998 [1979]: 478). El autor identifica estos
esquemas con el concepto de habitus, entendido como un “sistema de disposiciones
duraderas y transferibles (…) estructuras estructurantes (…) principios generadores y
organizadores de prácticas y representaciones objetivamente adaptadas a su fin sin
suponer la búsqueda consciente de fines (…)” (Bourdieu, 1991: 92). De esto se
desprende que la producción del conocimiento sobre el mundo es indisociable de los
134
condicionamientos asociados a una clase particular de experiencia y, en este sentido, de
la incorporación del pasado al presente. Dos ideas sobre las que se articula el trabajo de
Bourdieu que podría sintetizarse como sigue: los individuos actúan por medio de
prácticas dotadas de sentido común, para unas condiciones sociales dadas, porque en el
espacio social actúan por medio de un habitus. El espacio social debe ser entendido
como la articulación de distintos campos de poder, y las estrategias individuales, como
los pensamientos y las percepciones, deben considerarse como inscritos dentro de los
límites –donde son eficaces- que marcan las condiciones particulares de su producción.
La primera de estas ideas, la que sostiene que las prácticas puedan ser interpretadas
como razonables, tiene que ver con el hecho de que el orden social se va inscribiendo
progresivamente en los individuos por medio de los esquemas del habitus. Al
convertirse las divisiones sociales en principios de división que organizan la visión del
mundo social, “las regularidades propias de una condición arbitraria aparecen como
necesarias, naturales incluso, debido a que están en el origen de los principios [shèmes]
de percepción y apreciación a través de los que son aprehendidos” (Bourdieu 1991: 93-
94). De este modo, sostiene Bourdieu, se establecería un consenso sobre el sentido de
las prácticas y el sentido del mundo que produciría y reforzaría la producción continua
de un mundo de sentido común (1991: 94, 97, 100). Pero la naturalización de una
visión del mundo, y de las prácticas orientadas a su mantenimiento, también tiene que
ver con el hecho de que el habitus oculta en y por la práctica la relación entre las
condiciones sociales de su constitución y las condiciones sociales mediante las que se
manifiesta. Según Bourdieu, “El “inconsciente”, que permite ahorrarse esta operación,
no es más que el olvido de la historia que la misma historia produce, realizando las
estructuras objetivas que engendra en esas cuasi naturalezas que son los habitus” (1991:
98). Lo que significa que los individuos pasarían a la acción sin el conocimiento ni el
dominio expreso de las operaciones necesarias para ello. Para explicar cómo los
individuos actúan al margen de todo interés calculado previamente y sin una reflexión
consciente, Bourdieu hace referencia al modo en que procede la lógica de la práctica.
Según dice, la lógica de la práctica opera mediante los principios generadores del
habitus, como un todo integrado, lo que quiere decir que los individuos “sólo pueden
dominar adecuadamente el modus operandi que les permite engendrar unas prácticas
correctamente formadas, si lo hacen funcionar prácticamente, en situación, y por
referencia a funciones prácticas” (1991: 152). El hecho de que los esquemas
generativos del habitus, fundamentados sobre experiencias pasadas, se anticipen, de
135
modo que el mundo práctico se presenta como un mundo de fines ya realizados,
muestra cómo el habitus es un producto de la historia que produce historia al actualizar
en y por la práctica los principios que lo han engendrado, sin que ello signifique que
actúa por un determinismo mecánico, porque permite “la producción libre de todos los
pensamientos, todas las percepciones y acciones inscritos dentro de los límites que
marcan las condiciones particulares de su producción” (Bourdieu, 1991: 96).
En relación con el concepto de espacio social, Bourdieu (1990 [1984]) lo define como
la articulación de campos de poder autónomos que están constituidos por “un conjunto
de relaciones de fuerza objetivas que se imponen a todos aquellos que entran al campo
y que son irreductibles a las intenciones de los agentes individuales” (1990 [1984]:
282). Lo que significa que el espacio social, compuesto por instituciones, individuos
(agentes) y prácticas, es estructurante a la vez que está estructurado. Estaría
estructurado en la medida en que posee formas más o menos estables de reproducción
del sentido por medio de relaciones lógicas, no siempre explícitas, y sería estructurante
en la medida en que los principios de funcionamiento de los campos son asimilados por
los sujetos a través de su socialización. Por su participación en determinados campos
los individuos incorporarían las nociones fundamentales que orientan la racionalidad de
sus actos, contribuyendo a estructurar el sentido del mundo. Lo que significa que la
construcción de una visión del mundo se da bajo condiciones estructurales, y que hay
tantas visiones del mundo como posiciones ocupan los individuos en el espacio social.
Como apunta Vizcarra (2002) en relación al trabajo de Bourdieu, de lo anterior se
desprende que “lo simbólico” se convierte en un aspecto central del poder, además de
un elemento que define y explica la dimensión cultural de las relaciones sociales. De
este planteamiento se deriva la cuestión de qué es lo que capacita a los individuos para
actuar en los diferentes campos legitimando su visión del mundo, y cómo ello tiene que
ver con la existencia de unas posiciones objetivas externas a ellos. Bourdieu y
Wacquant (1995) argumentan que la capacidad de acción de los individuos en el
interior de un campo depende de la posesión de un tipo específico de capital, pero
también del volumen y la estructura determinada del capital global de que disponen
como causa y consecuencia de su posición en el espacio social, es decir, en el conjunto
de campos. Para Bourdieu y Wacquant (1995), un tipo de capital es el factor eficiente
en un campo dado, que permite a los individuos ejercer un poder. Identifican cuatro
136
tipos de capital: económico85, cultural, social y simbólico, que se modifican en los
diferentes campos, y que “dependen de la existencia de un juego, un campo, en que
dicho triunfo (capital) puede jugarse” (Bourdieu y Wacquant, 1995:65). El estado de las
relaciones de fuerza entre los individuos, según su capital, es lo que define la estructura
del campo. Aunque cada especie de capital tendría valor dentro de los límites de un
campo todas ellas estarían vinculadas entre sí –como lo estarían los campos- pudiendo
transformarse unas en otras bajo ciertas condiciones. Si se considera que una visión del
mundo es un sistema de categorías sociales por el que se aprende y se construye la
realidad, de todo lo anterior se desprende que la capacidad de los individuos para
imponer como legítima su visión del mundo resulta del capital(es) de que disponen,
porque de ello depende su capacidad para nombrar la realidad y actuar en consecuencia.
Si el planteamiento de Bourdieu se transporta al ámbito de este trabajo permite pensar
que el concepto de patrimonio es un capital con el que la población debe identificarse
para poner en práctica sus estrategias. Pero, ¿de qué tipo de capital se trata? Por
significar el conjunto de recursos económicos locales actuales, puede afirmarse que es
un capital económico, cuya posesión favorecerá la posición de los individuos que lo
posean en los distintos campos sociales. Pero debido a que su significado (inicial)
depende de la naturalización de la relación patrimonio-veí, patrimonio se ha constituido
en su origen como un capital simbólico –un existant (idea) en el sentido apuntado por
Descola (2011 [2005])- indisociable de la identidad de veí. Esto quiere decir que por su
identificación con el concepto de patrimonio, los veïns parten de una posición
económica aventajada, respecto al resto de individuos, que se traduce en un capital
simbólico que les permite mejorar su posición en otros ámbitos. Lo que interesa
destacar es que la función de patrimonio como operador lógico, radica en su capacidad
para relacionar el pasado en el presente, de modo que de la identificación con sus
significados (su posesión) depende la capacidad de los individuos para actualizar el
sentido de un tiempo anterior, que legitime la puesta en práctica de estrategias diversas
para la consecución de los propios intereses. Así se puede entender, por ejemplo, como
ser hijo de una casa veïna con una trayectoria en el contexto socio-histórico local,
puede favorecer la consecución de un buen puesto de trabajo Esto es importante,
porque permite comprender como los veïns reafirman su hegemonía económica y
85 Para Bourdieu, el capital económico es el que puede cumplir esta función de forma más efectiva,
debido a que favorece, a los individuos que lo poseen con la mejora de su posición en el interior de
campos estructurados por la distribución de otros tipos de capitales que poseen en menor medida.
137
social, en un nuevo contexto local diferente, pero sobre todo cómo a través de sus
prácticas los individuos contribuyen a construir una visión naturalizada del mundo
acorde con un modelo de orden social ideal (tradicional). No obstante, hay que señalar
que para que las prácticas de la vida diaria no contradigan la reinterpretación de una
visión del mundo como un hecho natural, los veïns deben ejercer su poder dentro de los
límites que se corresponden con la categoría a la que pertenecen. Esto, que no niega que
los límites entre las categorías se redefinan constantemente, quiere decir que los veïns
sólo pueden continuar siendo superiores y diferenciándose del resto de individuos si
continúan actuando como veïns, es decir, si su comportamiento se adecua al sistema de
autoridad tradicional y a la ideología de género que confiere a cada individuo su
función. Así se puede comprender, por ejemplo, las diversas estrategias económicas
que en un veí-cabeza de familia, en su función d’hereu (heredero), intenta poner en
práctica para la transmisión del patrimonio familiar a las siguientes generaciones, o las
críticas con que se juzga el comportamiento de la jove (la nuera), especialmente cuando
ésta no es originaria del valle, por no supeditar sus intereses a los de la casa. Con todo,
también hay que decir que aunque los veïns tienen la capacidad, a diferencia de la gent
de fora que vive en el valle, de explotar en beneficio propio un nuevo patrimonio en
nombre de una idea previa de patrimonio, por la creación de nuevas relaciones
significativas en base a un sistema de clasificaciones que se fundamenta en un tiempo
anterior, la producción de nuevos significados de patrimonio no está en sus manos,
porque ello depende de la implementación de políticas económicas que vienen del
exterior.
En los capítulos etnográficos se va a mostrar cómo la relación lógica patrimonio-veí se
instituye en la práctica. Lo que de momento interesa destacar es que por la
interiorización de la exterioridad y de la exterioridad de la interiorización (Bourdieu,
1991, 1998 [1979], 2001 [1982]), es decir, por medio del habitus, que la lógica de la
práctica impone sus límites a la indeterminación, porque ello permite comprender cómo
a pesar de su interdependencia, veïns y gent de fora que vive en el valle continúan
instituyéndose por medio de sus prácticas como dos categorías sociales opuestas, según
la relación lógica patrimonio-veí se instituye en la práctica. Antes de ejemplificar la
interrelación entre la relación lógica patrimonio-veí-patrimonio y su complementaria
gent de fora-patrimonialización-patrimonio, por la que “la unión de los contrarios no
anula la oposición, y los contrarios, cuando son reunidos, siguen oponiéndose aunque
de forma distinta, manifestando la doble verdad de la relación que los une, a la vez
138
antagonismo y complementariedad (…)” (Bourdieu, 1991: 341), en el siguiente
apartado se va a examinar la lógica de las tradiciones que se identifican con visiones
distintas del pasado para comprender mejor cómo la identificación con una u otra afecta
la capacidad de los individuos para poner en práctica sus planes de futuro, y cómo su
interdependencia, de la que depende su continuidad, transforma el sistema de símbolos
y significados por el que la sociedad local se instituye como otra. Con esto también se
espera mostrar cómo el control del presente depende del manejo de la historia local.
Patrimonio, patrimonialización y patrimonio. Dos tradiciones y una cultura
En este apartado se va a hacer referencia explícita a las dos tradiciones que
fundamentándose en visiones distintas del pasado local definen el sistema de símbolos y
significados local. Ambas tradiciones se han presentado como intrínsecamente
indisociables a la hora de explicar la interdependencia de los significados de patrimonio
y de las categorías veïns y gent de fora que vive en el valle. Ahora, lo que se pretende
explicar es cómo el modo de orden social que se impone en la representación de la
realidad tiene que ver con la articulación de ambas tradiciones, y cómo la lógica en que
se fundamenta cada tradición es indisociable de la construcción a escala global y local
de discursos ideológicos basados en distintas visiones del pasado local en nombre de las
cuales la población compite para legitimar sus prácticas y la mejorar su posición.
En su trabajo Hobsbawm distingue entre “tradición inventada”, expresión con la que
identifica a las tradiciones construidas y formalmente instituidas, tradiciones que
“emergen de un modo difícil de investigar durante un periodo breve y mensurable,
quizás durante unos pocos años y se establecen con gran rapidez” (2002 [1983]: 7), y
costumbre. Define el concepto de tradición inventada como un grupo de prácticas
“normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente, de naturaleza
simbólica o ritual que buscan inculcar determinadas normas de comportamiento por
medio de su repetición, lo que implica una continuidad con el pasado” (Hobsbawm,
2002 [1983]: 8). Y sostiene que el pasado histórico en que se inserta la nueva tradición
no tiene porque ser largo, pero en la medida en que existe referencia a un pasado
histórico la peculiaridad de las tradiciones inventadas es que su continuidad con ese
pasado es en gran parte ficticia. En este sentido, Hobsbawm añade que es el “contraste
entre el cambio constante y la innovación del mundo moderno y el intento de
estructurar como mínimo algunas partes de la vida social como invariables e
inalterables” (2002 [1983]: 8), y “la necesidad de dar respuesta a nuevas situaciones
139
que toman la forma de referencia a viejas situaciones o que imponen su pasado por
medio de una obligación casi obligatoria, lo que explicaría la invención de tradiciones y
su relación con el pasado” (2002 [1983]: 8). Lo que lleva implícita la concepción del
pasado como una reserva que pone a disposición un elaborado lenguaje de práctica y
comunicación simbólica (Hobsbawm, 2002 [1983]: 12). A diferencia de las tradiciones
inventadas, que aportan invariabilidad en un contexto de cambios, Hobsbawm entiende
que la costumbre, que sitúa en el contexto de las sociedades tradicionales, “tiene la
función doble de motor y de engranaje. No descarta la innovación y el cambio (…), a
pesar de que el requisito de que parezca compatible con lo precedente le impone
limitaciones sustanciales.” (2002 [1983]: 8). Hobsbawm también contrapone la idea de
tradición inventada a la de tradición genuina:
“no hay que confundir la fuerza y la adaptabilidad de las tradiciones genuinas con la
“invención de la tradición”. Donde los modos de vida antiguos aún existían, las
tradiciones no tenían porque ser revividas o inventadas. Sin embargo, se podría
sugerir que donde se han inventado, a menudo no es porque los viejos modos de vida
ya hubieran desaparecido o no fueran viables, sino porque se han dejado de utilizar
deliberadamente o se han adaptado” (Hobsbawm, 2002 [1983]: 14-15).
De lo anterior se desprende que hay que esperar que la invención de la tradición se de
cuando la transformación de la sociedad debilita o destruye los modelos sociales para
los que se habían diseñado las “viejas” tradiciones, o cuando esas tradiciones se
vuelven insuficientemente adaptables. Sobre la importancia que justamente tiene la
inscripción del concepto de patrimonio en una visión del pasado (una tradición) para el
desarrollo de un modelo económico basado en la industria del turismo se vuelve más
adelante, lo que de momento interesa es introducir algunos matices al planteamiento de
Hobsbawm (2002 [1983]), para clarificar qué se entiende por tradición en este trabajo
para luego retomar las ideas de este autor. A diferencia de lo que Hobsbawm (2002
[1983]) plantea, aquí no se considera que deba distinguirse entre tipos de tradiciones,
según su relación con el tiempo, es decir, según el momento en que supuestamente se
sitúa su origen, y tampoco entre distintos tipos de tradiciones y costumbre, por la
repetición en el tiempo que implican las primeras, y la posibilidad de cambio que se
supone a la segunda. Como se ha empezado a apuntar en el capítulo histórico y se ha
señalado en el apartado anterior, la idea de tradición que aquí se defiende tiene que ver
140
con el proceso por el cual se legitima la construcción de una visión del mundo. En este
sentido, se considera que una tradición siempre es un proceso de creación activo que se
da en y por la institución de un sistema articulado de categorías sociales. El significado
de estas clasificaciones dependerá de la posibilidad de ser reinterpretadas en el tiempo y
de transmitir en un sentido determinado la tradición en la que se inscriben y a la que
constituyen, reinterpretándola constantemente. En este punto, y retomando el trabajo de
Castoriadis (2013 [1975]), se considera que la relación de una tradición, según se acaba
de definir, con el tiempo puede entenderse como la forma por la que cada sociedad se
da existencia al instituir el tiempo de la significación como tiempo identitario, es decir,
al instituir su temporalidad por un magma concreto de significados. La idea de que cada
sociedad es una manera de dar existencia al tiempo, puede relacionarse con el
planteamiento de Ricoeur (2003 [1969]) cuando distingue y relaciona las ideas del
tiempo de la transmisión, el tiempo de la interpretación y el tiempo del sentido para
explicar el modo en que opera el tiempo en una tradición, en relación con la sobrecarga
semántica del símbolo, a la que ya se ha hecho alusión, pero que se considera
importante recordar:
“Debido a que la regulación semántica procede del exceso de potencial de sentido
sobre su uso y su función en el interior del sistema dado en la sincronía, el tiempo
oculto de los símbolos puede llevar la doble historicidad de la tradición –que permite
transmitir y sedimentar la interpretación- y la interpretación – que conserva y renueva
la tradición” (Ricoeur, 2003 [1969]: 40).
El trabajo de Castoriadis (2013 [1975]) y de Ricoeur (2003 [1969]), son útiles porque
permiten pensar la idea de tradición como la reinterpretación de significados en el
tiempo para un contexto sociocultural dado. Pero también, y especialmente, porque
permiten pensar la idea de tradición en relación a la idea de cultura en el sentido en que
se ha definido en el capítulo histórico, esto es, como un proceso histórico por el que se
constituye y se redefine un sistema de símbolos y significados que caracteriza las
relaciones sociales en un contexto y momento determinado, de modo que en algún
momento algunos de estos símbolos, significados e ideas cobran una relevancia mayor
que el resto, por un periodo de tiempo determinado. En el ámbito de este trabajo, el
hecho de entender una cultura como una tradición plantea la necesidad de comprender
cómo la función simbólica de patrimonio tiene que ver con la constitución y
141
articulación de dos tradiciones que obedeciendo a lógicas distintas definen una única
cultura, y dotan de sentido una única realidad. Para ello, pero sin ánimo de reconstruir
un tiempo lineal organizado en secuencias independientes cada una de las cuales se
identificaría con un significado concreto de patrimonio, las distintas nociones locales de
patrimonio se van a presentar en relación con la tradición de que serían representativas,
para mostrar los factores que han determinado el proceso histórico por el que en el
contexto local patrimonio se instituye como un concepto polisémico. De forma paralela
se mostrará el tratamiento que el concepto de patrimonio ha recibido desde distintas
disciplinas, con la finalidad de examinar la relación entre el “corpus teórico” que
analiza y fomenta la producción de nuevos significados de patrimonio y los distintos
significados que en el contexto local se identifican con el concepto de patrimonio. Lo
que no es más que otra manera de examinar hasta qué punto, en qué ámbitos, y bajo qué
circunstancias los diversos significados de patrimonio se sobreponen, se complementan,
o se oponen, como de forma paralela se instituyen como interdependientes, hasta cierto
límite, las categorías del sistema de clasificación social local.
Este trabajo esta influenciado y se sitúa en la línea de las investigaciones que, desde el
último tercio del siglo pasado, se han centrado en analizar e ilustrar la relación que se
da entre la reproducción de los grupos domésticos (casas), el acceso a los recursos
locales en sociedades dependientes del sector primario (básicamente de la ganadería), y
el proceso de diferenciación y estratificación social en comunidades del Pirineo86. Para
el ámbito del Pirineo francés cabe destacar los trabajos de Bourdieu (1962, 1972,
2004); para el caso del Pirineo aragonés las investigaciones de Comas d’Argemir,
(1980, 1984, 1991), y Pujadas y Comas d’Argemir (1994), y para el del Pirineo catalán
el trabajo de Beltran, Estrada y Roigé (1993). En lo que se refiere al estudio de la
relación entre la reproducción de las casas (matrimonio) y la institución de una
jerarquía social en relación a la riqueza (patrimonio) de las mismas, este trabajo
también estaría relacionado con la investigación de Bestard (1986), sobre la isla de
86 Por grupo doméstico entiendo los miembros de una familia troncal, hasta tres generaciones, que viven
juntos y dependen de la explotación del patrimonio privado y comunal de la casa. En este trabajo los
conceptos de grupo doméstico, casa y familia se utilizan indistintamente. No obstante, para comprender
cómo a nivel teórico la idea de grupo doméstico ha substituido a la de familia, y cómo la definición de la
morfología y las funciones por las que se expresa un grupo doméstico ha estado influencia por la idea de
casa, en tanto grupo de individuos que explotan corporativamente unos recursos, y por la expresión
unidad de residencia, ver, por ejemplo, el trabajo de DEVILLARD, M.J. (1990) “El grupo doméstico.
Concepto y realidades” Política y Sociedad 6/7,103-111, y el de SEGALEN, M. (1992) Antropología
histórica de la familia, Madrid, Taurus.
142
Formentera, y con la de Barrera (1990) para el caso de la Cataluña rural87. En el
contexto más amplio de la Península Ibérica este trabajo también estaría en relación con
el trabajo de Contreras (1989), centrado en la reproducción de las comunidades
campesinas en España, con el de Iturra (1987) para el caso de la Galicia rural, y
también con las monografías de O’Neill (1984) y Pais de Brito (1996), inspirada esta
última en un trabajo anterior de J. Dias (1953), en las que se analiza el proceso de
estratificación social y la reproducción de las casas en relación con el acceso y la
explotación de recursos comunales en el noreste de Portugal. Si se considera una área
geográfica mayor, este trabajo también estaría en relación con el trabajo de Cole y Wolf
(1974) donde el sistema de herencia, la explotación y el acceso a los bienes comunales
y la reproducción de los grupos domésticos se relaciona con la creación de una
identidad local en dos poblaciones próximas en los Alpes italianos, y con el trabajo de
Gray (2000), sobre la región de los Borders, en Escocia, en el que se analiza cómo la
población de una comunidad dependiente básicamente del sector primario construye su
vida (make a life) en relación con la intervención, cada vez más significativa, del
Estado británico y la Comunidad Europea en la producción agrícola.
Pero aunque este trabajo tiene ecos de todos los anteriores, la perspectiva que se
desarrolla es otra88. Aquí, el interés radica en incidir en la función simbólica del
concepto de patrimonio, a causa de su sobredeterminación, para mostrar cómo las
representaciones que los veïns construyen sobre el mundo y sobre su experiencia de
vida en ese mundo, se inscriben en una tradición cuyo sentido pasa por la institución de
la relación lógica patrimonio-veí en el tiempo, y por la resignificación de la relación
entre los conceptos de de patrimonio, casa, familia, y un sistema de sucesión y herencia
indivisa que prioriza la primogenitura masculina representados por la institución de
87 Las estrategias de reproducción del grupo doméstico se explican en el segundo capítulo etnográfico
donde se muestra la relación entre la institución de un sistema de autoridad tradicional y las actividades
económicas de las que las casas dependen en la actualidad.
88 Los trabajos que, desde mediados del siglo pasado, analizan la estratificación social, en el contexto de
pequeñas comunidades de España, son varios y diversos: LISÓN TOLOSANA, C. (1966) Belmonte de
los caballeros: a Sociological Study of a Spanish Town. Oxford, Clarendon Press; PITT-RIVERS, J.A
(1989) [1954] Un pueblo de la sierra: Grazalema. Madrid, Alianza; BAENA, L. (1974) Estudio
antropológico social de un pueblo del sur. Madrid, Tecnos; GILMORE, D. (1980) The People of the
Plain: Class and Community in Lower Andalusia. New York, Columbia University Press, entre otros.
Como los anteriores, estos trabajos inciden en el acceso desigual a los recursos locales para explicar la
formación de clases y la jerarquía social, pero son los citados anteriormente los que interesan
especialmente por la relación que establecen entre la idea de casa, en relación con un sistema de herencia
y sucesión y el proceso de diferenciación y estratificación social local.
143
l’hereu89 (heredero universal), que se expresa en la figura del veí-cap de casa (cabeza
de familia).
Para comprender mejor el modo en que la relación entre estos conceptos se da en la
vida cotidiana –la lógica de la práctica de la relación lógica patrimonio-veí, en el
sentido de Bourdieu (1991)- a las ideas de casa, familia y patrimonio es preciso
considerar el requisito de permanencia que se “impone” a las sucesivas generaciones de
las casas para evitar su abandono y la pérdida (de valor) del patrimonio familiar,
privado y comunal, y la importancia de la cualidad de autóctono/a, según se desprende
del discurso de los veïns, y como se contempla en las ordenanzas municipales. De
modo que ser hijo de una casa veïna y no abandonarla, se convierten en dos factores
indispensables para adquirir la condición de veí. Así lo pondría de manifiesto la
expresión tenir arrels (estar arraigado en el valle) que los veïns utilizan justamente para
incidir en su origen local como una marca de distinción frente a la gent de fora que vive
en el valle y que proviene de otro lugar, o frente a los fills del poble, que sí son
originarios del valle, pero abandonaron su casa por motivos de estudios, de trabajo o
para casarse. Por oposición a lo anterior, no tenir arrels significa no poder identificarse
con la visión del pasado con que se identifica el grupo de cases veïnes, y no poder
legitimar el derecho a disfrutar de una posición aventajada.
La expresión tenir arrels se puede considerar en relación con las expresiones “ser
vecino”, “ser de aquí” y “ser de una casa de toda la vida” a las que Comas d’Argemir
(1991) se refiere para explicar cómo se establecen las diferencias entre un conjunto de
casas que constituyen una única realidad. Comas d’Argemir explica que las expresiones
anteriores sirven para distinguir los individuos que poseen las bases del conocimiento
social y la competencia cultural para vivir en un lugar, de los que no las poeen. “Ser de
aquí es conocer el pasado y el futuro de cada persona y de cada casa; es saber conocer,
denominar y clasificar. (…) Es en el contexto comunitario donde se produce la
asociación significativa entre casa, estirpe y patrimonio.” (1991: 142). Según Comas
d’Argemir “todo este saber que se adquiere con la socialización y la convivencia,
distingue claramente al “que es de aquí” del forastero (incluso aunque resida en la
89 Para un análisis del origen de la institución de l’hereu en el contexto político, económico y social de la
Alta Edad Media en Cataluña, ver TERRADAS, I (1980) “Els orígens de la institució d’hereu a
Catalunya: vers una interpretació contextual”. Quaderns de l’Institut Català d’Antropologia, 1: 64-97, y
TO, Ll (1993) “Señorío y familia los orígenes del “hereu” catalán (siglos X-XII).” Studia Historica-
Historia Medieval, XI: 57-79.
144
localidad)” (1991: 143). En una manera que recuerda a la de Bringué (1995) cuando
diferenciaba la población en veïns de primera y veïns de segunda, y a un nivel superior
entre veïns y no veïns, Comas d’Argemir explica que a pesar del estatuto de igualdad de
todas las casas, por el que los vecinos tendrían derecho “sobre los bienes colectivos, a
formar parte del Común de Vecinos (…)” (1991: 143), no todas las casas serían iguales.
“Unas tienen más prestigio, más solera que las demás, cosa que normalmente se halla
relacionada con el hecho de tener también más posesiones (…) son las casas de toda la
vida las que indiscutiblemente pueden mostrar un pasado vinculado a la comunidad.”
(1991: 145). En relación con la idea de contar con un conocimiento sobre el pasado,
como un patrimonio, sobre la que se vuelve más adelante, es importante señalar que la
sociedad del valle es heterogénea que la existencia de veïns no se puede entenderse sin
la existencia de la gent de fora que vive en el valle, y que la institución de un sistema
de símbolos y significados debe ponerse en relación con la construcción y transmisión
de tipos distintos, pero interdependientes de conocimiento (tradiciones).
Si se considera la transmisión de un conocimiento como la transmisión de una cultura
que se instituye en y por las prácticas de los individuos, y en la reinterpretación
constante de la tradición a la que se inscribe, las expresiones locales a las que ha hecho
referencia Comas d’Argemir (1991) pueden ponerse en relación con el modo en que
Cohen (1982, 1985) explica cómo se establecen los límites entre grupos de individuos
en relación con el sentido de pertenencia a un lugar y la experiencia de una cultura en
las prácticas diarias. Según Cohen, la gente “conoce una manera de hacer las cosas y
conoce un modo habitual de pensar y de actuar que no valoran simplemente porque sea
natural, sino porque les conviene para satisfacer sus necesidades (….) la tradición tiene
un valor pragmático” (1982: 5). En relación con lo anterior Cohen añade que el sentido
de pertenencia es “constantemente evocado por múltiples medios: el uso del lenguaje,
el conocimiento compartido de una genealogía (…) esta persistencia en la “producción”
y atribución de un valor a la cultura (…) provee un medio fundamental para mantener a
las comunidades vivas” (1982: 6). Cohen explica que si una comunidad tiene que
sobrevivir en la forma por la que se expresa su estructura debe organizarse en
consonancia. Se trata de un orden “que se encuentra en las formas intrincadamente
estructuradas por las que las personas pertenecen a sus comunidades y que de alguna
manera subordina la individualidad a la comunidad” (1982: 11). El trabajo de Cohen
(1982, 1985) y también el de Strathern (1982) permiten pensar que es el valor (sentido)
práctico de una tradición lo que permite a los veïns identificarse de una manera
145
concreta y diferente con el concepto de patrimonio, según la coyuntura del momento, y
reafirmar la pertenencia a una comunidad de casas (las cases veïnes). Pero dado que la
sociedad del valle está compuesta por veïns y gent de fora que vive en el valle, la
tradición en la que se inscriben las prácticas de los veïns no se puede considerar como
un conjunto de significados independientes y autónomos. En la actualidad, la cultura
del valle, la forma de vivir y de representar la propia experiencia, se da por la
imbricación de dos tradiciones que penetran cualquier ámbito de la vida diaria. De
modo que lo que hay que mostrar es cómo estas tradiciones que se sustentan en
significados diferentes de patrimonio y por las que la población se diferencia en veïns y
gent de fora, dependen de su influencia mutua para existir y dotar de sentido a la
realidad local.
En el capítulo histórico se ha señalado que el dret de veïnatge pertenece a las casas que
constituyen el grupo de cases veïnes, y sólo a estas, y que es en tanto miembro de una
casa veïna que un individuo, veí-cabeza de familia, puede beneficiarse de la puesta en
práctica de dicho derecho. Otra cosa es que la capacidad de maniobra real de un veí-
cabeza de familia acabe dependiendo de la posición concreta de la casa a la que
pertenece, es decir, del conjunto de bienes que constituyen los recursos de su casa en
relación con el resto de cases veïnes. Esta cuestión se ejemplifica en los capítulos
siguientes, pero en este punto permite explicar cómo se construye la relación entre las
ideas de casa, patrimonio y familia, entendida ésta como un grupo corporativo
organizado por un sistema de autoridad, según la edad y el sexo de los individuos, que
depende del patrimonio de la casa que se transmite de generación en generación. En
condiciones ideales, este sistema de autoridad está representado por el varón más
anciano que después de suceder a su padre en la función de veí-cabeza de familia y
convertirse en l’hereu de la casa, representa los intereses de la propia casa ante el resto
de cases veïnes. De esto se desprende que la relación entre casa y patrimonio se
establece por medio del grupo doméstico que trabaja de forma coordinada para la
transformación del patrimonio familiar con la finalidad de garantizar la continuidad de
la casa, para que exista un próximo veí-cabeza de familia que pueda poner en práctica
el dret de veïnatge y beneficiarse de la explotación del patrimonio comunal en nombre
de un patrimonio privado. Esto explicaría cómo se construye una relación intrínseca
entre la idea de patrimonio privado y patrimonio comunal por medio de la idea de casa
(identificada con un grupo doméstico), y cómo ser veí pasa por ser miembro de una
casa veïna que tiene derecho a explotar el patrimonio comunal por formar parte, junto
146
con el resto de cases veïnes, del Común de Vecinos. Así, si una familia es un grupo de
individuos jerárquicamente organizado que se mantiene unido en pro de un patrimonio
privado, independientemente de la forma por la que éste se exprese, el grupo de veïns,
vinculado o no por relaciones de parentesco puede pensarse como un conjunto
estratificado de casas cuyos miembros comparten el interés por continuar
beneficiándose de la explotación de un patrimonio comunal que con el tiempo cambia
de valor y significado. Este planteamiento deja entrever que será por medio de unas
prácticas que se inscriban en la relación lógica patrimonio-veí dotándola de sentido, que
los veïns son capaces de identificarse con los recursos económicos locales concebidos
como patrimonio, instituyéndose como la categoría social superior. El hecho de que los
veïns puedan identificarse con los diversos significados de patrimonio para la continua
transformación del patrimonio privado de sus casas, pone de manifiesto la interrelación
que existe entre la dimensión simbólica y material del concepto de patrimonio, que
reafirma la idea de que sin veïns no hay patrimonio y que sin patrimonio no hay veïns.
De lo anterior también se desprende que la continuidad de la casa depende de que los
miembros del grupo doméstico subordinen sus intereses personales a los de la casa,
para garantizar la supervivencia del próximo veí-cabeza da familia que continuará
trabajando para el patrimonio familiar.
La importancia que adquiere el hecho de que las casas continúen habitadas (abiertas)
con el paso del tiempo por la posibilidad de transformar el patrimonio en el tiempo,
explicaría que éste se exprese por diversas formas y que los miembros de las casas
veïnes desarrollen diversas actividades económicas. De este modo se puede comprender
cómo la idea de patrimonio identificada con una explotación agroganadera no es
incompatible con la idea de patrimonio materializada por un negocio de turismo rural,
si con ello se consigue mantener o mejorar la posición de la casa. Otra cosa es, como se
pretende ilustrar, la importancia que en el proceso de estratificación social adquiere el
origen y la naturaleza del patrimonio de las casas. En el contexto actual, con el término
patrimonio se designa el monte comunal; una explotación ganadera; la posesión de
importantes extensiones de prado destinadas al cultivo de forrajes y de unas pocas
parcelas destinadas al autoconsumo; un hotel; un bloque de apartamentos; las
habitaciones que se alquilan a turistas en la misma casa, las construcciones viejas o
abandonadas: casas, pajares, cuadras, establos, corrales y bordas en desuso, y la propia
casa. La multiplicidad de las formas por las que se expresa el concepto de patrimonio,
significa que un veí puede ser un ganadero, un empresario turístico, un guarda de caza,
147
un taxista, un empresario de la construcción, o un trabajador autónomo o asalariado en
empresas auxiliares de la construcción. Lo que significa que la identidad de veí no
depende de la actividad(es) económica que se desempeña, sino de la pertenencia a una
casa veïna que posee un patrimonio que se explota por diferentes estrategias
económicas, y que comparte con el resto de cases veïnes la identificación con un
pasado local. La idea de que el patrimonio, con indiferencia del conjunto de elementos
que puedan llegar a constituirlo, es algo que básicamente debe ser transformado para
poder ser transmitido, ya se encuentra en el trabajo de García (1998), cuando
contrapone la cultura como patrimonio al concepto de patrimonio cultural. García
entiende la cultura como un patrimonio, es decir, “como un conjunto de recursos que se
heredan, de los que se vive, y que, en este sentido, deben modificarse necesariamente”
(1998: 14). Esta asociación entre cultura (pasado) y patrimonio es especialmente útil,
porque permite retomar la idea del sentido práctico de una tradición y de la relación
lógica patrimonio-veí en la medida en que el pasado se reinterpreta en términos del
presente.
Babelon y Chastel son dos de los autores que recogen el “significado tradicional” de
patrimonio que definen como el término que “a priori designa un bien transmitido de
padre a hijo, de generación en generación” (1994: 49). Amparándose en este concepto
de patrimonio, influenciado por la historia del derecho y centrando su estudio en la idea
de casa a ambos lados de los Pirineos, algunos años antes, Assier-Andrieu (1986), ya
había hablado de la lógica del modelo doméstico, en un sentido que recuerda la lógica
de la relación que se ha presentado entre las ideas de patrimonio, casa y familia para el
caso del valle. Según Assier-Andrieu, esta lógica, que denomina el espíritu de la casa
pirenaica (l’esprit de la maison pyrénéenne) con la intención de incidir en la relación
indisociable que se construye entre el concepto de casa y patrimonio, más allá de los
individuos que temporalmente constituyen el grupo doméstico, estaría “fundamentada
en las representaciones jurídicas que favorecen la unidad de un patrimonio,
básicamente bienes inmuebles, su transmisión a un solo hijo y las orientaciones
matrimoniales que de ello se derivan” (1986: 95). Como resultado del postulado de la
unidad del patrimonio, en que se fundamenta el cuerpo de reglas y prácticas que
aseguran la reproducción de las casas en el tiempo, el concepto de casa unificaría la
vida social, familiar y cultural, legitimando un orden social determinado por el
patrimonio que cada casa posee. La fuerza de la lógica del modelo doméstico, se puede
148
explicar, según Augustins, por el hecho de que en las sociedades tradicionales90 las
transmisiones entre generaciones “cumplen un doble rol: dan forma al destino de los
individuos y contribuyen a perpetuar las entidades familiares” (1990: 149). Augustins
(1989, 1990) dice que los elementos que se transmiten son de naturaleza diversa. Se
transmiten casas, tierras, joyas, el apellido y el nombre de la casa, pero también las
opiniones, la manera de estar y la forma de relacionarse, esto es, un habitus en el
sentido de Bourdieu (1991). Para Augustins (1990), la importancia de estos bienes
radica en el hecho de que es por su transmisión a lo largo de las generaciones, antes que
por los bienes que uno reúne por iniciativa propia, que los individuos adquieren un
rango y un estatus, “los bienes, y de forma más general, las posiciones que aseguran un
prestigio se transmiten antes que ser conseguidas (…) las transmisiones hereditarias no
son el único medio de supervivencia y de prestigio, pero sí un dispositivo estratégico
clave” (Augustins, 1990: 150)91. Según Augustins (1989, 1990), esta organización
social es indisociable del hecho de que para perpetuarse las sociedades deben definir
escrupulosamente el modo en que los derechos entre los individuos y entre los
individuos y las cosas deben ser transmitidos.
Para explicar la doble función de los elementos que se transmiten, Augustins (1989,
1990, 1993) recurre a la teoría de la filiación que desarrolla Radcliffe-Brown (1982
[1940]). Para Augustins (1989), todo sistema jurídico expresa una ética estrechamente
relacionada con un principio de legitimidad de las transmisiones entre generaciones.
Inspirándose en historiadores del derecho privado, diferencia entre las sociedades
organizadas por la lógica de la casa patrimonial (système à maison), y las sociedades
organizadas en base al grupo de hermanos, concepto que toma de Radcliffe-Brown
(1982 [1940]). En el contexto de este trabajo lo que interesa destacar es la idea de grupo
corporativo de Radcliffe-Brown (1982 [1940]), porque permite comprender la relación
entre la lógica de la casa patrimonial y la constitución del Común de Vecinos por parte
90 El trabajo de Augustins (1989, 1990, 1993) interesa especialmente por la relación que establece entre
un sistema de sucesión y un sistema de herencia en torno al concepto de casa como aquí se entiende. Pero
como se ha señalado en el capítulo precedente esto no significa que la sociedad del valle se perpetúe a sí
misma al margen del contexto global. Un ejemplo de las profundas transformaciones que habría sufrido la
sociedad rural desde mediados del siglo XX para el Pirineo francés se encuentra en el trabajo de Bourdieu
(1962, 1972, 2004) sobre el que se vuelve a hacer referencia en el segundo capítulo etnográfico en
relación con el mercado matrimonial.
91 De forma similar se expresa Barrera cuando explica que la casa es algo más que las cuatro paredes y los
campos que la rodean, o la suma de sus moradores en un momento dado de su trayectoria. “La casa
solariega representa a los antepasados que pasaron por ella (…) y ha de ser preservada para las
generaciones venideras. En la casa encarna toda una estirpe (…)” (Barrera, 1990: 24).
149
de las cases veïnes. Si por grupo corporativo se entiende un grupo de individuos que
posee colectivamente la tierra y controla su uso, se puede considerar que el grupo de
veïns, representado por el Común de Vecinos, explota de forma exclusiva los recursos
locales, el patrimonio comunal, en su función de veïns-cabeza de familia, como
resultado de la transmisión de un conjunto de deberes y derechos, en relación con un
patrimonio privado por su pertenencia a una casa veïna, favoreciendo la cohesión social
y las relaciones de solidaridad dentro del grupo92. Sobre la idea del Común de Vecinos
entendido como grupo corporativo, hay que recordar que se superpone su concepción
como una institución híbrida representada por el ayuntamiento o las EMD locales y la
Asamblea vecinal (las reunions de poble) resultado de la inclusión definitiva de los
montes comunales en el Catálogo de Montes de Utilidad Pública a principios del siglo
XX, a raíz de la Desamortización de la segunda mitad del siglo XIX93. En este sentido,
hay que decir que el Común de Vecinos no tiene personalidad jurídica, como
ejemplificaría que las reunions de poble a las que asisten los veïns-cabeza de familia en
representación de los intereses de las casas se convoquen desde el ayuntamiento y se
celebren ante la presencia del alcalde o del presidente de la Junta de Vecinos de la
EMD94. En este sentido, es importante considerar que el acalde y los presidentes de las
92 La importancia de los derechos y deberes que organizan el acceso de las casas a los recursos locales
(comunales), se puede comprender mejor si las ideas de Radcliffe-Brown (1982 [1940]) se ponen en
relación con la apropiación histórica de los recursos locales por parte de las comunidades de los valles
septentrionales del actual Pallars Sobirà, a la que hace referencia Bringué (1995). Pero también con el
origen de la familia troncal que Comas d’Argemir (1991) sitúa en la organización histórica de las
comunidades del norte de la Península Ibérica, donde la explotación de bienes colectivos, de capital
importancia para la supervivencia, está sometida a fuertes regulaciones para limitar el número de familias
residentes permanentes, y también con la relación que Augustins (1989) establece entre la evolución de
las formas de ocupación y tenencia del suelo en Europa. En concreto, la interdependencia del derecho
romano y germánico en las formas de propiedad y explotación de los recursos, su influencia en un tipo de
organización comunitaria, y la lógica por la que se legitima la transmisión de la propiedad y el derecho a
explotarla.
93 Como se ha señalado en el capítulo anterior, las ordenanzas municipales que empiezan a redactarse a
finales de la década de 1950 reúnen ambas concepciones del Común de Vecinos, al considerar que los
bienes comunales cuya gestión depende de la corporación municipal, según normas consuetudinarias
tradicionalmente observadas, son propiedad del Común de Vecinos de cada pueblo.
94 La concepción y función actual de cada Común de Vecinos, sería equivalente a la que Comas
d’Argemir (1991) describe cuando se refiere a esta situación para el caso del Pirineo aragonés. El Común
de Vecinos también sería la institución que tradicionalmente habría regulado la organización política y la
explotación de los recursos locales, en la provincia de León (Freeman, 1970). La organización política
que Behar (1986) describe para un pueblo de León también guarda ciertas similitudes con la del valle, al
diferenciar esta autora entre el Ayuntamiento, órgano con autoridad legal que representa al Estado a nivel
local, y el Concejo que siendo el órgano de gobierno local desde la Reconquista, su expresión habría
quedado reducida a la celebración de reuniones periódicas de los cabezas de familia para discutir asuntos
que afectan a la vida cotidiana. En este último sentido, ver también a Pais de Brito (1996).
150
Juntas de Vecinos son todos veïns o miembros de cases veïnes, aunque la gent de fora
que vive en el valle puede formar parte del equipo de gobierno local como regidores o
vocales de las Juntas de Vecinos.
Hoy en día el Común de Vecinos, además de tomar forma en la celebración de reunions
de poble, en las que cada veí-cabeza de familia tiene voz y voto95, también se expresa a
través de la sociedad de cazadores y de pesca del valle, cuando los veïns explotan los
pastos comunales, y van al bosque a buscar setas o hacer leña, cuando se benefician de
las subastas de madera – una parte del dinero que entra al ayuntamiento por esta vía se
destina al mantenimiento de las infraestructuras de los pueblos, de modo que las cases
veïnes quedan exentas de asumir su coste-, cuando se benefician del reparto de un cupo
de kilovatios a bajo precio, después de que el consumo de energía eléctrica sea
considerado y gestionado como un bien comunal, o cuando los veïns y sus familias se
reúnen en los sopars de poble (cenas de pueblo) en el contexto de la fiesta mayor. Sin
entrar por el momento en más detalles sobre el modo en el que el Común de Vecinos
adquiere un sentido práctico, lo que interesa destacar es cómo ello es indisociable de la
institución de la relación lógica patrimonio-veí en el tiempo. De ahí surgiría la posición
de fuerza de los veïns y la legitimidad con que invisten sus prácticas y sus discursos. En
cambio, la gent de fora que vive en el valle al no poder identificarse con la idea de
patrimonio (pasado) con que se identifican los veïns, es decir, con los recursos locales
de propiedad privada y comunal de los que las casas habrían dependido para su
supervivencia, y no formar parte del Común de Vecinos quedaría relegada a una
posición inferior.
Para examinar la organización interna del grupo de veïns, es útil establecer un
paralelismo entre la organización interna de los grupos domésticos que explotan un
patrimonio privado y la institución de los límites del grupo de cases veïnes, que
explotan un patrimonio comunal. Se ha dicho que a pesar de las diferencias y la
competencia que pueda haber entre ellos para mejorar la posición de sus casas, los veïns
95 La gent de fora que vive en el valle quedaría excluida de participar en estas reuniones, porque sus
“casas” no son convocadas. Sin embargo, esto choca con lo que explican algunos veïns cuando dicen que
a una reunió de poble puede asistir cualquier persona que viva en el pueblo en el momento de su
celebración. Pero también con lo que una ocasión comentaban el grupo de jóvenes autóctonos cuando
explicaban que no creían que nadie que no fuera invitado por un miembro de una casa veïna se atreviera
a presentarse a un sopar de poble, en caso de conocer su existencia. Yo, por ejemplo, nunca asistí a
ninguna reunió de poble, porque nunca nadie me invitó formalmente a participar en ellas. Tampoco
insistí para ser convidada, porque como individuo de fora entendí que ese no era mi lugar, con lo que
desconozco si finalmente mi presencia en estas reuniones hubiera sido o no aceptada. La dinámica de
estas reuniones la conozco por lo que la población, veïns y gent de fora que vive en el valle, y que
tampoco es convocada a estas reuniones, me han contado sobre ellas.
151
continúan constituyéndose como un grupo diferenciado en la medida en que son
capaces de actuar para defender el interés común por explotar el patrimonio comunal en
beneficio de la propia casa. También se ha dicho que si los veïns acceden al patrimonio
comunal es porque disponen de un patrimonio familiar, identificado con una casa y un
grupo doméstico que trabaja de forma organizada para garantizar su transmisión a la
próxima generación, que les permite poner en práctica el dret de veïnatge. En este
sentido, si se vuelve sobre la relación entre patrimonio privado y patrimonio comunal, y
a la idea del Común de Vecinos como un grupo corporativo de casas que explotan en
común un conjunto de bienes, se observa que de la puesta en práctica del dret de
veïnatge depende tanto continuidad de la casa, en tanto la explotación del patrimonio
comunal repercute en beneficio del patrimonio privado, como la continuidad del grupo
de cases veïnes que es lo que permite a los veïns continuar actuando como veïns en
relación con la posición (patrimonio) de sus casas, por oposición al resto de individuos
que quedan excluidos de la explotación del patrimonio comunal96. La interdependencia
entre el patrimonio privado y el patrimonio comunal pone de manifiesto la
interdependencia de cada casa del resto de casas que conforman el grupo de cases
veïnes, y la importancia de que cada casa pueda reproducir el grupo doméstico para
garantizar su continuidad.
En líneas generales, las ideas que se acaban de exponer ya se encuentran en el trabajo
de Assier-Andrieu cuando en relación a la lógica de la casa patrimonial, que obedece al
principio de la perpetuación de la casa en el tiempo, hace referencia al principio de la
unidad y perennidad del patrimonio y a la elección de un único heredero (1986: 99). Y
en el trabajo de Augustins cuando explica que es a través de las transmisiones
patrimoniales que el heredero “recibe el derecho a perpetuar la casa, pero también el
verdadero derecho de ciudadanía (…) los cabezas de familia (herederos o conjunto de
herederos) se reúnen en las asambleas de las comunidades de montaña para la gestión
de la madera y los pastos.” (1990: 155). En este sentido, Augustins afirma que en las
96 Los trabajos de BELTRAN, O. (1993) “El marc social de l’adaptació. Casa i organització comunal a
l’Aran”, en Comas d’Argemir, D.; Soulet, J.F. (eds.): La familia als Pirineus, pp. 76-91. Andorra, Govern
d’Andorra, para el Pirineo catalán, basado en la relación entre el ciclo de vida doméstico, la casa, y la
organización comunitaria, entendida como las relaciones entre un conjunto de casas, y de ARGUDO
PÉRIZ, J.L. (1993) “La transmisión hereditaria en el derecho aragonés y navarro”, en Comas d’Argemir,
D.; Soulet, J.F. (eds.): La familia als Pirineus, pp. 62-73. Andorra, Govern d’Andorra, son especialmente
útiles para comprender cómo la identidad de veí se instituye en el proceso por el que la trayectoria de la
propia casa se inscribe en el contexto socio-histórico local en relación con la trayectoria del resto de casas
que integran el grupo de cases veïnes.
152
sociedades tradicionales “las reglas que definen las posiciones de cada uno son las
mismas que están implicadas en la perpetuación de las entidades sociológicas” (1989:
20), y que las sociedades que valorizan la perpetuación “de una entidad patrimonial,
una casa, en el sentido pirenaico del término, tienen unas organizaciones comunitarias
que son federaciones de casas soberanas e independientes (…) vinculadas por
relaciones matrimoniales o fidelidades políticas.” (1989: 79, 185, 197)97. En sus
trabajos Assier-Andrieu (1986) y Augustins (1989, 1990) ponen de manifiesto, de
forma más o menos explícita, el hecho de que en las sociedades pirenaicas lo que prima
es la regla de sucesión (heredero universal), y que las variaciones en la transmisión del
patrimonio se dan cuando ello no compromete la continuidad de la regla de sucesión
establecida. En este sentido, Augustins insiste en que cada regla de sucesión se
corresponde con un principio de legitimidad que justifica las disposiciones tomadas
para la transmisión del patrimonio. En el caso de los Pirineos sería “el principio de
legitimidad de la casa patrimonial el que justifica todas las decisiones en materia de
transmisiones entre generaciones.” (1990: 156). En una línea similar se expresa Comas
d’Argemir, cuando para el contexto del Alto Aragón dice que “los ideales culturales
respecto a la familia y la casa se fundamentan en los principios de continuidad y de
estabilidad del patrimonio y de la comunidad doméstica. La herencia indivisa es uno de
los medios que posibilitan que tales principios se cumplan”98 (1991: 135).
Lo que se ha expuesto hasta el momento, permite afirmar que las relaciones entre los
veïns, institucionalizadas por la observancia de un conjunto de deberes y derechos en
relación a la explotación de un patrimonio comunal en beneficio de la propia casa,
97 Es preciso insistir en que aquí no se trata de ver como una sociedad se perpetua a sí misma, sin como se
instituye en el tiempo por la creación de nuevas relaciones significativas. No obstante, los trabajos de
Assier-Andireu (1986) y de Augustins (1989, 1990, 1993), se consideran interesantes, porque ayudan a
comprender la importancia de la relación entre las ideas de casa, patrimonio y familia en el proceso de
institución de un orden social en las sociedades pirenaicas.
98 Los veïns se refieren a las situación y posición de las cases veïnes diferenciándolas entre cases fortes, a
las que también se identifica como cases pairals y cases pobres (a las que también se identifica con la
expresión “gent que no té gran cosa”, es decir, casas con poco patrimonio) cases riques y cases que van
a més. En este sentido, aunque Barrera no habla de la constitución de un grupo de cases veïnes, introducir
su definición de casa pairal, entendida como “las casas de propietarios-rentistas importantes (…) A cada
una de las grandes casas pairals o solariegas están vinculadas habitualmente tres, cuatro o cinco pequeñas
casas masoveras que trabajan una parte de las tierras del patrimonio solariego. Las familias masoveras
mantienen así una profunda relación asimétrica, de estrecha dependencia con los propietarios, tanto si
éstos residen en la casa solariega o han cambiado su residencia” (1990: 7), es útil para pensar la
interdependencia entre las casas y el proceso de estratificación social local. La sociedad del valle ya no
depende de forma prioritaria del sector primario, pero el orden social que se correspondería con este
modelo económico continua alimentando el imaginario de los veïns por el que éstos conciben y explican
la realidad económica y social actual, como se muestra en los capítulos etnográficos.
153
guardan un aire de familia, por tratarse de comportamientos, decisiones y acciones que
entran dentro de lo previsible (de lo familiar, por conocido) y, en este sentido, por las
relaciones de reciprocidad que ello lleva implícito. En este sentido se puede considerar
la expresión “entre ellos hacen piña, porque son como una gran familia”, cuando la gent
de fora que vive en el valle caracteriza las relaciones que se dan entre el grupo de veïns,
obviando que las cases veïnes compiten continuamente por mejorar su posición. Pero
también la expresión “hoy por ti, mañana por mi” que en boca de los veïns pondría de
manifiesto la complicidad que existe entre las cases veïnes, a pesar de la enemistad
entre algunas de ellas, porque de ello depende la mejora de su posición, informando,
además, de que las relaciones de reciprocidad que pueden existir entre los veïns y la
gent de fora que vive en el valle son de distinta naturaleza. Las alianzas entre las cases
veïnes son básicas para la continuidad de la propia casa y por extensión la del grupo de
cases veïnes. Con esto no se quiere negar que la presencia de la gent de fora que vive
en el valle sea fundamental para que los veïns puedan continuar diferenciándose e
instituyéndose como una categoría superior, pero si se quiere señalar que la continuidad
de las cases veïnes depende fundamentalmente de su capacidad para transmitir un
patrimonio a las siguientes generaciones, y no de la llegada de famílies de fora aunque
ello sea indicativo del cambio de valor de los recursos locales que favorece la
transformación del patrimonio privado de los veïns y la continuidad de sus casas.
En este punto se observa cómo el sentido de costumbre, tradición y cultura, se
instituyen como indisociables. Como se ha señalado, la dicotomía veïns-gent de fora
que vive en el valle se fundamenta en la distinta capacidad de los individuos que
integran cada una de estas categorías para apropiarse en la práctica de los distintos
significados locales de patrimonio. Los veïns se instituyen como una categoría “fuerte”,
al identificarse con un significado primordial de patrimonio, en el sentido de anterior,
pero también de fundamental, en la medida en que es por medio de este concepto que
consiguen apropiarse, reinterpretar, y transmitir el tiempo histórico, y legitimar el
derecho a actuar en beneficio de sus casas, como habrían hecho sus antepasados. Como
resultado de ello la jerarquía social parece instituirse como un hecho natural, mientras
los veïns legitiman la puesta en práctica de diversas estrategias por la institución de la
relación lógica patrimonio-veí. Si la transmisión de una tradición se entiende como el
proceso de construcción de un discurso ideológico identitario, y se establece un
paralelismo con el modo en que García (1987) explica la generación de discursos
colectivos en relación con la mistificación de la realidad, se puede comprender mejor
154
cómo la institución del significado local de patrimonio que hasta ahora se ha
presentado, entendido como una representación colectiva por la que el grupo de veïns
se constituye como un grupo de individuos diferente del resto, depende de que en ese
mismo proceso el concepto de patrimonio se instituya como una idea con la que los
veïns puedan continuar identificándose, para actuar y justificar sus prácticas en
contextos diversos. En este proceso patrimonio se construye como un concepto
inherente a la condición de veí, porque son los veïns los que se la apropian aludiendo a
su cualidad de miembros de un grupo mayor que tiene el derecho a explotarlo
(patrimonio comunal), y porque sólo ellos, en tanto veïns, pueden reinterpretar la
relación que se da entre las ideas de casa, familia, sistema de herencia indivisa y
sistema de sucesión por primogenitura masculina (patrimonio privado) dentro de los
límites de la relación lógica patrimonio-veí, con la que se identifican. Por otro lado, esto
ratificaría la idea de que patrimonio y veí no son conceptos estáticos, y que la
continuidad del orden social depende de la creación de nuevas relaciones significativas.
Lo anterior también pone de manifiesto que la construcción de un discurso ideológico
sobre la propia identidad, por el que se busca imponer una visión del mundo y una
jerarquía social favorable a la propia condición, no es incompatible con la diversidad de
prácticas y estrategias por las que, en el día a día, los veïns consiguen identificarse con
el concepto de patrimonio y legitimar su posición. Como tampoco niega, sino que más
bien reafirma, la dependencia que el grupo de veïns tiene del exterior, representado en
su día a día por la presencia de gent de fora que vive en el valle. Lo que permitiría
afirmar que es por la legitimación de una relación intrínseca con el concepto anterior de
patrimonio en el contexto actual, que los veïns consiguen satisfacer sus intereses.
Pero dado que ello sólo es posible por la institución de la relación lógica patrimonio-veí
en el tiempo, lo que se vuelve necesario explicar es cómo en la idea de patrimonio por
la que los veïns significan los bienes familiares y los bienes comunales se incluye la
idea de un nuevo patrimonio para que el patrimonio de las casas puede continuar siendo
transformado. Esto ha de permitir comprender cómo un veí puede continuar siendo
ganadero, convertirse en empresario turístico sin dejar de ser ganadero o pasar a
depender básicamente del turismo, en un nuevo contexto económico. Como señala
Cohen, lo anterior sería indicativo del sentido práctico de una tradición “El modo en
que el pasado es invocado es fuertemente indicativo del tipo de circunstancias que
hacen de tal referencia al pasado un hecho notable” (1985:99). Lo que significa que los
veïns encuentrarán un sentido a una realidad cambiante en la medida en que son
155
capaces de dotar con un significado nuevo a formas significativas ya existentes por su
relación con otras formas, y que incorporarán como propio un significado nuevo en la
medida en que éste se conciba en términos de significados anteriores. Concretamente,
esto quiere decir que los veïns serán capaces de beneficiarse de un nuevo modelo
económico en la medida en que las formas por las que se expresan los nuevos
significados de patrimonio se dotan de sentido por la institución de la relación lógica
patrimonio-veí. Lo que implica comprender la lógica por la que cada noción de
patrimonio adquiere sentido en el contexto de la institución de dos tradiciones
interdependientes y en relación con la legitimación de un orden social.
A diferencia de los veïns, la gent de fora que vive en el valle no puede pensarse como
un grupo corporativo, porque no son miembros de cases veïnes, no cuentan con un
patrimonio familiar en el sentido que aquí se ha presentado, y no pueden ejercer el dret
de veïnatge para beneficiarse de la explotación del patrimonio comunal, porque no
pertenecen al Común de Vecinos. Las relaciones entre este grupo de individuos no
están reguladas por un conjunto de deberes y derechos. En general, estos individuos no
acostumbran a frecuentar los bares locales, donde sí se reúnen los veïns y miembros de
sus familias, ni a compartir ningún otro espacio de socialización local o a realizar
actividades en común, ya sea con los veïns o con otras famílies de fora, durante el
tiempo de ocio, a excepción de las fiestas señaladas. Mientras algunos de estos
individuos participan activamente y en primera línea en la organización de la fiesta
mayor, otros quedan en segundo plano participando de la fiesta ajenos a los
preparativos y organización de la misma. Algunos de ellos incluso optan por marcharse
del pueblo durante la celebración de la fiesta mayor, mientras otros que hacen acto de
presencia en la fiesta mayor del pueblo en que viven no asisten a las fiestas mayores del
resto de pueblos del valle, como sí acostumbran a hacer los veïns y sus familias. Debido
a que estos individuos tienen hijos en edad escolar –en la mayor parte de los casos estos
niños han nacido después de que sus padres llegaran al valle- el principal ámbito de
reunión de estos individuos es la escuela municipal, y las actividades familiares que
desde ella se organizan99. A partir de 2010, un ámbito en el que estos individuos
coincidirán periódicamente junto con el grupo de jóvenes autóctonos, fills del poble y
propietarios de segundas residencias, serán las reuniones que periódicamente
empezarán a celebrarse para la organización de la Feria del Hierro Pirenaico. En la
99 Los ámbitos y el tipo de socialización que se da entre veïns y gent de fora, y entre cada una de estas
categorías sociales se muestran en los capítulos siguientes.
156
misma fecha, y debido a que algunos de estos individuos asumen la dirección de una
asociación local, creada en los años 80 del siglo pasado para la conservación del
patrimonio del valle, otro ámbito de socialización de la gent de fora serán las reuniones
que se convocan en nombre de esta asociación a las que también asistirán fills del poble
y propietarios de segundas residencias, pero en las que no participan ni los jóvenes
autóctonos, ni sus padres, a pesar del interés de la gent de fora que vive en el valle para
que los miembros de las cases veïnes se unan a la asociación, como se muestra en un
capítulo posterior.
La presencia de gent de fora en el valle no está en relación con la oportunidad de poder
continuar explotando un patrimonio familiar, sino que se debe a la posibilidad de vivir
en un lugar donde poder ganarse la vida y fundar una familia, en un lugar apreciado por
su belleza natural, por la tranquilidad e incluso por su relativo aislamiento, por
oposición a una experiencia de vida previa en Barcelona o en alguna ciudad cercana a
la capital catalana, que definen como lugares inhóspitos, donde la vida transcurre entre
desconocidos100. Se trata de un grupo de individuos básicamente heterogéneo que no
comparten la historia de un mismo pasado, y que tienen en común poco más que el
coincidir viviendo en un mismo lugar durante un periodo de tiempo de sus vidas101. Es
importante considerar que desde el momento en que surge la oportunidad muchos de
estos individuos participan activamente en la patrimonialización del pasado local,
contribuyendo la nueva identidad del valle que lo ha de identificar con un destino
turístico. Lo más importante de este proceso es que permite observar cómo por su
identificación con un nuevo significado de patrimonio, la gent de fora que vive en el
valle busca legitimar y arraigar su trayectoria de vida en el contexto local, mientras el
tipo de relación que estos individuos son capaces de construir entre el presente y el
pasado los continúa instituyendo como una categoría social inferior, en relación al
grupo de veïns. De forma implícita, en el discurso de la gent de fora que vive en el valle
también se encuentran referencias a la relación lógica patrimonio-veí, cuando comparan
su situación con la de las cases veïnes o cuando hablan de las prácticas de los veïns para
100 La visión que algunos de estos individuos tienen sobre el valle se ha presentado en el capítulo anterior.
En el segundo capítulo etnográfico se describe la trayectoria de algunos de estos individuos.
101 Como se muestra más adelante, los veïns consideran que la estancia de estos individuos en el valle es
anecdótica y que tarde o temprano todos acabaran marchándose. Una idea que también está presente en la
gent de fora, a medida que participan en la vida social y su concepción del valle y de los veïns cambia.
Pero aunque en algunos momentos estos individuos expresen su deseo de regresar a la ciudad de la que
son originarios, ninguna de las famílies de fora con las que coincidí a mi llegada en 2005 ha abandonado
el valle.
157
mejorar la posición de sus casas. En el discurso de la gent de fora la relación lógica
patrimonio-veí aparece como el límite a su capacidad para mejorar su posición
condicionando el modo en que se ganan la vida, fundamentando la visión de los veïns
como un grupo de individuos cuya prioridad es continuar acumulando bienes, que sólo
se mueven, en sus relaciones sociales o en cualquier actividad que emprenden, si de
ello se deriva un beneficio económico.
El modo en que la gent de fora que vive en el valle concibe el modo de vida de los
veïns, vendría a reafirmar la idea de que en el mundo de los veïns no importa tanto la
forma material por la que se expresa el concepto de patrimonio como que la
identificación con el mismo les permita actuar para continuar transformando y
aumentando el patrimonio de sus casas. En este sentido, se puede afirmar que el
significado del concepto de patrimonio es el de ser la idea por la que los veïns son. Lo
que no es más que otra manera de insistir en que es por su identificación con la relación
lógica patrimonio-veí, a la que constituyen y por la que se constituyen que los veïns se
apropian de los distintos significados de patrimonio independientemente de las formas
por las que éste se exprese. El tono de los discursos de la gent de fora que vive en el
valle es de queja por la experiencia de una situación desigual que no tienen armas para
combatir. Y en este sentido, su discurso, a diferencia del discurso de los veïns, no es un
discurso por el que se pretende legitimar y justificar el derecho a continuar disfrutando
de una posición aventajada, sino una denuncia por lo que se considera una situación
injusta que debe cambiar. A pesar de compartir con los veïns el interés por identificarse
con un nuevo significado de patrimonio, al no contar con la capacidad de legitimar sus
prácticas en relación con las de un grupo de iguales que se identifique con una visión
del pasado local, la gent de fora que vive en el valle no cuenta con el poder para
mejorar su posición si ello significa pasar a formar parte del grupo de veïns. Lo que, a
su vez, pone de manifiesto que la gent de fora que vive en el valle puede actuar para
mejorar su posición en tanto continúa instituyéndose como gent de fora. En relación
con lo anterior puede considerarse que tendría poco sentido que la gent de fora aludiera
a su condición para intentar mejorar su posición en relación a la de los veïns, en el
sentido de que la categoría social con la que se les identifica limita más que posibilita.
Pero contraponiendo su situación a la de otros individuos considerados también gent de
fora, (fills del poble, turistas, y propietarios de segundas residencias), se observa cómo
la gent de fora que vive en el valle son capaces de presentarse como siendo “menos de
fuera”, por vivir todo el año en el valle, identificarse con la categoría residents
158
empadronats y sacar partido de su condición102. Esto mostraría cómo la categoría gent
de fora (que vive en el valle) se instituye como una categoría débilmente estructurada
en la que se engloban individuos con orígenes e inquietudes diversas, con una
capacidad limitada para nombrar y significar la realidad, como pone de manifiesto que
el término con el que son designados y se autodesignan les venga impuesto por los
veïns.
Se ha dicho que una explotación agroganadera y un negocio familiar de turismo rural
son dos de las formas por las que actualmente se expresa el patrimonio de las casas.
Pero para que ello pueda ocurrir es menester que otras ideas de patrimonio se instituyan
por otras formas. A principios de la década de 1980, en un contexto en que las casas
dependen básicamente del sector primario y el valle continúa perdiendo población,
empieza a gestarse una nueva idea de patrimonio cuando algunos fills del poble, en este
caso, hijos de cases veïnes que abandonaron sus casas para proseguir sus estudios,
instalándose definitivamente fuera del valle, junto con algunos turistas,
excursionistas103 y propietarios de segundos residencias unen esfuerzos para crear la
Asociación para el patrimonio del valle (APV). El objetivo de la APV era recaudar
fondos (subvenciones de las que los ayuntamientos quedarían exentos) para restaurar
las iglesias y las ermitas del valle, acondicionar fuentes y senderos, además de
revitalizar la celebración de alguna romería. La trayectoria de esta asociación se retoma
en un capítulo posterior en relación con la celebración de la Feria del Hierro Pirenaico,
lo que de momento interesa destacar es que su origen está relacionado con la
concepción idealizada del entorno y la cultura locales por parte de individuos que viven
a cierta distancia de la realidad local, y que nunca logró captar el interés de la población
autóctona. Esto estaría en relación con el hecho de que las actuaciones que la APV
había promovido no afectaban elementos que eran considerados como patrimonio por
parte de los veïns, en el sentido de que de su explotación (e identificación) no dependía
la mejora de la posición de sus casas, aunque el patrimonio de algunas de ellas, las que
ya dependían del turismo, se beneficiara indirectamente de la imagen del valle que esta
asociación promovía. Lo que, por otro lado, no quita que los veïns utilicen sin mayor
102 El contexto y el proceso de creación de esta nueva categoría social se describe en el próximo capítulo.
103 Aunque el contexto local sea muy diferente, en el imaginario de los veïns a algunos de estos turistas y
excursionistas se los concibe como la continuidad de los excursionistas que durante las primeras décadas
de la segunda mitad del siglo pasado circulaban por el valle, y que eran apreciados por pagar
generosamente a la población cuando se alojaban en las fondas locales y ésta transportaba con animales
de carga los víveres y el material de montaña hasta un refugio.
159
problema el término patrimonio para referirse al nombre oficial de la APV. Con la
creación de la APV, empieza un proceso de selección y clasificación de elementos
autóctonos que deriva en la identificación de un nuevo patrimonio: iglesias y ermitas. Y
con la creación de un parque natural104, a principios de la década del 2000, dos décadas
más tarde, se asiste a la patrimonialización de la naturaleza y la cultura locales y a la
aparición del concepto de patrimonio natural y patrimonio cultural, por la puesta en
valor del pasado local para su consumo turístico. Lo que interesa destacar es que en
ambos casos, la creación de un nuevo patrimonio está promovida por gent de fora. En
el primer caso, por fills del poble, turistas y propietarios de segundas residencias. En el
segundo caso, por técnicos, expertos y gent de fora que vive en el valle. Una diferencia
importante en relación con la identificación de iglesias y ermitas como patrimonio es
que la identificación del monte comunal como patrimonio natural se sobrepone sobre
unos recursos que los veïns ya consideran patrimonio, el patrimonio comunal de las
cases veïnes, y que la patrimonialización de la cultura local se asienta sobre la visión
del pasado con la que éstos se identifican para interpretar el presente por medio de la
relación lógica patrimonio-veí, que es lo que los legitima para apropiarse de los nuevos
significados de patrimonio.
A diferencia de la gent de fora que vive en el valle, los veïns no utilizan el concepto
patrimoni natural para referirse al monte comunal, al que continúan nombrando el
“comú”, ni el concepto de patrimonio cultual para referirse a su pasado. En cambio,
patrimonio natural, relacionado con la idea de biodiversidad y con un paisaje
compuesto por bosques frondosos, altas cimas y pastos comunales, y patrimonio
cultural, relacionado como la invención, revitalización y recuperación de fiestas y
oficios antiguos para la celebración del pasado105, sí son expresiones que la gent de fora
que vive en el valle utiliza para referirse al medio físico y a la cultura local. En muchas
104 El proceso de creación de este parque natural se ha explicado en el capítulo anterior. Sólo señalar que
debido a la alta afectación del territorio del valle, el 95% de su superficie quedará incluida dentro del
valle, desde el parque natural se proyecta la puesta en marcha de un plan de desarrollo local sostenible
para dinamizar su economía. Las iniciativas que contempla este plan y su puesta en marcha se explican
en los próximos capítulos. Desde su creación, el parque natural se convierte en el principal agente
patrimonialización de la naturaleza y la cultura locales.
105 Si la inclusión del territorio del valle dentro de un parque natural sería la prueba de que el valle cuenta
con un patrimonio natural, la celebración de la Feria del Hierro sería la prueba de que ya existe un
patrimonio cultural, como mostraría la identificación previa de un patrimonio arqueológico, aunque la
idea de patrimonio natural y cultural son indisociables, porque ambos resultan de la patrimonialización
del pasado local. De hecho, uno de los intereses a que obedece la creación del parque natural es la
preservación de un paisaje compuesto por bosques, pastos de alta montaña y prados cultivados,
concebidos éstos como el testimonio de la continuidad de la práctica ganadera “tradicional”.
160
ocasiones, estos individuos utilizan indistintamente el concepto de patrimonio para
referirse al patrimonio natural y cultural del valle. Lo que mostraría cómo la creación
de un nuevo patrimonio depende de la selección y separación de elementos que
pertenecen a una misma y única visión del pasado como un todo coherente (la visión
del pasado de los veïns), para establecer nuevas relaciones significativas en un contexto
diferente (nueva visión del pasado) por medio de un conocimiento experto. Las
diferencias en el uso del concepto de patrimonio por parte de veïns y gent de fora que
vive en el valle muestra la diferente posición que ocupa cada una de estas categorías.
Si se vuelve a la relación gent de fora que vive en el valle -patrimonialización-
patrimonio, se observa que les famílies de fora no pueden identificarse ni legitimar sus
prácticas por medio de la relación lógica patrimonio-veí, porque no puede inscribir su
experiencia de vida en la misma tradición en la que lo hacen los veïns. Lo que significa
que el sentido de sus prácticas depende de su capacidad para inscribir su trayectoria en
otra tradición, que depende de la construcción de una nueva relación entre el presente y
el pasado. Si la tradición que se identifica con los veïns se fundamenta en la
reinterpretación de un tiempo histórico de forma que la trayectoria de las casas se
entiende como un proceso continuo que va del pasado al presente y del presente al
pasado por la institución de la relación lógica patrimonio-veí, la tradición que se
identifica con la gent de fora es de una única dirección y sólo se da por la
reinterpretación del pasado desde el presente. Lo que significa que al contar con una
profundidad temporal menor, la gent de fora sólo puede legitimar su experiencia de
vida en y por el presente, en el marco temporal donde se inscribe la patrimonialización
del patrimonio. Con esto no se quiere decir que los veïns no participen en la
patrimonialización del pasado local, sino incidir en que es por medio de la
identificación con el concepto de patrimonio turístico que la gent de fora que vive en el
valle puede establecer una relación entre el pasado y el presente para legitimar su
situación en el contexto local actual. La articulación entre ambas tradiciones, por la que
se instituye el sistema de símbolos y significados que definen la cultura local, pone de
manifiesto que la relación lógica patrimonio-veí, depende de la institución de la
relación gent de fora (población no autóctona, técnicos y expertos) -patrimonialización-
patrimonio. Pero también muestra las tensiones que surgen a lo largo de este proceso
cuando la lógica por la que se instituye un nuevo patrimonio choca con la relación
lógica por la que los veïns se instituyen como la categoría superior.
161
Para mostrar cómo ambas tradiciones responden a lógicas distintas, pero
complementarias, instituyendo en su articulación los límites entre las categorías
sociales y el sentido de las prácticas, se va a hacer referencia al trabajo de Pouillon
(1975) y el modo en que concibe la idea de tradición, entendida como una filiación
inversa entre el presente y el pasado, en la que se inspira Davallon (2006) para explicar
el proceso de patrimonialización como la construcción de una relación simbólica entre
el pasado y el presente desde el presente, que se basa en descontextualizar de la
tradición en la que se habrían originado los objetos por los que se pretende crear una
nueva relación entre el pasado y el presente al inscribirlos, recontextualizarlos, en otra
tradición que les conferirá un sentido nuevo (Prats, 1997; Rautenberg, 2003). Según
Pouillon, y de un modo que contrasta con el planteamiento de Hobsbawm (2002
[1983]), para comprender el sentido de una tradición es necesario ir del presente al
pasado y concebirla como un punto de vista que nosotros tomamos hoy sobre lo que
nos habría precedido:
“es necesario que el pasado persista para que podamos sacar partido de él sin que
ello signifique que podamos actuar de cualquier modo. El pasado impone los límites
dentro de los que nuestras interpretaciones dependen solamente de nuestro presente
(…) tomar conciencia de una tradición es encontrar en el pasado un patrimonio
(héritage), que sólo es aceptado en beneficio de un inventario los criterios del cual
son nuestros. (…) la tradición marcha a la inversa de la herencia biológica, aunque
con frecuencia se presenta bajo su modelo (…) el hijo, aquí, engendra a su padre, y es
por eso que puede tener varios (padres).” (Pouillon: 1975: 160).
De lo anterior se desprende que el recurso a una tradición es una manera de formular la
diferencia y de legitimar la identidad de los individuos al presentarse éstos como los
sucesores de aquéllos a los que han hecho sus predecesores. De manera similar se
expresa Lenclud (1987) cuando, inspirándose en el trabajo de Pouillon (1975), afirma
que la utilidad de una tradición, entendida como la transmisión de una cultura, es
ofrecer a todos aquellos que la anuncian y la reproducen, día a día, el medio de afirmar
su diferencia y su autoridad. Del trabajo de Lenclud interesa especialmente destacar la
relación que establece entre las ideas de tradición y cambio social, que explica como
sigue: “cuánto más una sociedad tiene los medios para reproducir exactamente el
pasado, más apta es para perpetrar el cambio (…) la tradición (traditionalité) es una
162
condición del cambio” (1987: 123), porque permite pensar cómo una visión del pasado
local se concibe como hecho natural en la medida en que es reinterpretada en un
proceso por el que se instituyen las diferencias, el sentido y los límites entre las
categorías del sistema de clasificación social local.
Para continuar examinado la relación entre las diversas tradiciones que coexisten en el
seno de una sociedad es indisociable y la institución de una jerarquía social, se
considera importante introducir el modo en que Rautenberg (2003) concibe la relación
entre la idea de tradición y la transmisión de una memoria colectiva en el proceso de
constitución de una identidad. Según Rautenberg, la memoria es uno de los principales
soportes de transmisión de la tradición: “cualquiera que sea la sociedad considerada la
memoria es portada por la tradición que la fija, permite su transmisión y le da un
contexto interpretativo (…) la memoria como la tradición construyen un vínculo entre
el pasado y el presente” (2003: 45). Concretamente, Rautenberg (2003) explica las
rupturas y continuidades que se dan en la construcción de un vínculo con el pasado a
través de los conceptos de memoria doméstica106 y patrimonio. Según Rautenberg, la
memoria doméstica es la que se transmite en el seno de un grupo residencial, entre
padres e hijos, entre hombres y mujeres, permitiendo que la historia de cada familia
junto con una serie de valores y saberes sean compartidos (2003: 85). Así, y en una
forma que recuerda a la de Assier-Andrieu (1986) y Augustins (1989, 1990, 1993),
Rautenberg, sostiene que la memoria doméstica permitiría inscribir cada familia y cada
casa en un espacio socializado que se identificaría con una historia específica. “La
memoria doméstica es la expresión de un vínculo social entre personas dentro de un
grupo, entre cada unidad residencial y un colectivo, y de un vínculo social que permite
construir una representación colectiva del tiempo” (Rautenberg, 2003: 87). En un
sentido que recuerda la expresión filiación inversa señalada por Pouillon (1975), lo
anterior permite afirmar a Rautenberg (2003) que la patrimonialización va en dirección
inversa al proceso de construcción de un espacio habitado tomando el resultado por la
causa107. En relación con la patrimonialización actual generalizada de las zonas rurales,
106 El concepto de memoria doméstica no sería tan unitario cuando uno de los conyugues no es hijo del
valle. Este hecho se observa, por ejemplo, en el segundo capítulo etnográfico cuando se hace referencia a
la relación entre patrimonio y matrimonio, para explicar la función de cada miembro del grupo doméstico
en relación a las actividades económicas de que dependen las casas.
107 Para un análisis de las contradicciones que emergen de “habitar el patrimonio”, identificado con los
lugares a los que se les atribuye un significado (valor) diferente por parte de grupos sociales extensos en
contraposición a la visión que de ellos tiene la población que los habita, ver GRAVARI-BARBAS, M.
(dir.) (2005) Habiter le patrimoine. Enjeux, approches, vécu. Rennes, Presses Universitaires de Rennes.
163
lo anterior lleva a Rautenberg a afirmar que la memoria doméstica y el objeto
patrimonial remiten a dos filiaciones –a la construcción de vínculos de distinta
naturaleza entre el pasado y el presente-, que codifican dos tipos distintos de relación
con el pasado, “ambas son portadoras de dos visiones distintas de la realidad: una
historia mítica de los orígenes, y la oposición fundadora entre la “ruralidad tradicional”
y la modernidad” (Rautenberg, 2003. 92). Según Rautenberg (2003), la primera
filiación se fundaría sobre las representaciones que el grupo construiría sobre su propia
historia, mientras que la segunda se basaría en la imagen del mundo rural creada desde
el exterior. Sobre esta última cuestión se vuelve más adelante, lo que de momento
interesa es ver cómo la memoria doméstica, que Rautenberg (2003) identifica con una
cultura doméstica, concebida como indisociable de la transmisión del patrimonio
familiar, es sobre la que se instituye la memoria colectiva del grupo de veïns por
oposición a la elaboración de una memoria histórica con la que se identificaría la gent
de fora que vive en el valle.
Con la expresión “la historia no comienza sino en el punto en que la tradición acaba,
momento en que se descompone la memoria social” (1968 [1950]: 68), Halbwachs
pone de manifiesto que cuando la memoria de una serie de acontecimientos deja de
contar con el soporte de un grupo social es cuando se procede a inventariar algunos
elementos del pasado para hacer historia. Lo que permite pensar la historia (una
historia) como la solución de continuidad entre la sociedad que crea e interpreta esa
historia y los individuos que fueron testimonios o actores de los hechos a los que se
hace referencia. “Ciertamente, uno de los objetos de la historia puede ser precisamente
el de poner un puente entre el pasado y el presente” (Halbwachs, 1968 [1950]: 69).
Según Halbwachs (1968 [1950]), una memoria colectiva es una corriente de
pensamiento continua en la que a diferencia de la historia, en la que se distingue una
sucesión de periodos históricos, el pasado no se opone al presente, porque el pasado
constituye de forma indisociable la conciencia del grupo por la que se expresa. Esta
observación es especialmente importante, porque permite a Halbwachs (1968 [1950])
sostener que una memoria colectiva se identifica con un grupo social limitado en el
espacio y en el tiempo, que una memoria colectiva cambia según cambia el grupo
social al que pertenece –una idea que también se encuentra en Samuel cuando afirma
que una memoria colectiva “lejos de transmitirse a guisa de “tradición” atemporal,
muda progresivamente con el discurrir de las generaciones (…) y nunca resulta más
camaleónica que cuando semeja impasible.”(2008 [1994]: 12)-, y que a diferencia de
164
una memoria histórica –concepto que para Halbwachs es en sí mismo un contrasentido,
porque se trata de una memoria objetiva que la historia elabora por la
descontextualización de unos hechos de la experiencia de vida de un grupo concreto-,
una memoria colectiva siempre es diversa. En el contexto de este trabajo, las ideas
anteriores que llevan a afirmar que “cada grupo define localmente su propia memoria y
una representación del tiempo que sólo es suya” (Halbwachs, 1968 [1950]: 100) son
especialmente importantes, porque permiten pensar la transmisión y reinterpretación de
una memoria colectiva y la construcción de una memoria histórica, en el contexto de la
institución de un orden social como resultado de la institución del tiempo identitario
por formas relativamente estables (Castoriadis, 2013 [1975]: 574-575). Para ello se va
a volver sobre las distintas nociones de patrimonio.
Según Davallon (2000), uno de los problemas que habitualmente presentan las
aproximaciones al concepto de patrimonio es el hecho de incidir o en la diferencia que
este concepto establece entre “nosotros y aquellos que han sido los productores o los
depositarios de determinados objetos”, o en la continuidad “entre nosotros y “ellos”
privilegiando el mantenimiento de la tradición, la rememoración y la reivindicación de
la identidad” (2000: 8). En el primer caso se trata de una posición que se inscribe dentro
de una corriente tradicionalista, mientras que en el segundo caso se trata de una
posición que se corresponde con un punto de vista vanguardista. En contraposición con
estas posturas, Davallon afirma que el patrimonio opera instituyendo una continuidad
entre nosotros y “un otro” lugar y tiempo (l’ailleurs) de donde procede, siendo una
muestra de ese ailleurs en la sociedad actual, al tiempo que establece una diferencia
entre ambos mundos (2000: 9). Y sostiene que dado que la transmisión, necesaria para
el establecimiento de un vínculo entre el pasado y el presente, es constitutiva del
concepto de patrimonio la manera de superar estas posturas es mostrando cómo opera la
idea de patrimonio en la construcción social de esa transmisión. En el valle se observa
que veïns y gent de fora que vive en el valle participan en la patrimonialización de
recursos locales para la construcción de un nuevo patrimonio, y que ello depende de su
capacidad para identificarse con visiones distintas del pasado que siendo
interdependientes se instituyen como diferentes. Si en el caso de los veïns la
reinterpretación del pasado es indisociable de la transmisión de una memoria colectiva
según se instituye en la práctica la relación lógica patrimonio-veí, en el caso de la gent
de fora que vive en el valle la reinterpretación del pasado es indisociable de la
participación en la construcción de una memoria histórica por la que se fundamenta la
165
relación patrimonialización-patrimonio. La diferencia estaría en que la memoria
colectiva del grupo de veïns, fundamentada en la memoria doméstica de las casas,
incluye la constitución de una memoria histórica que es el único medio con el que
cuenta la gent de fora que vive en el valle para establecer un vínculo entre sus prácticas
diarias y el contexto socio-histórico local. Esto permite afirmar que el grupo de veïns
participa en la patrimonialización de los recursos locales al actualizar la visión del
tiempo anterior con la que se identifican por medio de la relación lógica patrimonio-veí,
mientras la gent de fora que vive en el valle se identifica con el pasado en el contexto
de la patrimonialización del pasado local, poniendo de manifiesto cómo la
patrimonialización precisa de la existencia de un pasado anterior. En este sentido, lo
que se observa no es una filiación inversa o una ruptura con el pasado, sino la
inscripción del pasado en el presente, y viceversa. Lo que permite afirmar que la
patrimonialización del pasado no se da al margen de la historia de un pasado anterior,
sino por su continuidad porque la producción de un nuevo patrimonio afecta a
elementos autóctonos previamente considerados patrimonio.
La idea de un concepto anterior de patrimonio, a la que se ha hecho referencia en la
primera parte de este apartado, que implica la transmisión de unos bienes y de una
visión del pasado coincide con el significado de patrimonio en el ámbito del derecho.
Lo que significa que su transmisión está regulada en relación a un sistema de herencia y
sucesión que afecta las relaciones entre los miembros del grupo doméstico. Así lo
pondría de manifiesto la referencia de los veïns a la existencia de capítulos
matrimoniales, generalmente en relación con la situación de les cases fortes, y también
las ambigüedades que emergen cuando algún veí en su función d’hereu-cabeza de
familia no puede vender parte del patrimonio familiar por no tenir papers, es decir, por
no contar con las escrituras de los bienes familiares a su nombre. El modo en que se
instituye la jerarquía social en el contexto local hace que la organización social del
valle guarde cierta similitud con la de las comunidades de campesinos y ganaderos
estudiadas por los autores citados al inicio de este apartado, aunque como se ha
señalado la institución de la sociedad local depende de la creación de nuevas relaciones
significativas dentro de los límites de la institución de la relación lógica patrimonio-
veí. Desde el último tercio del siglo pasado, al amparo de directrices político-
económicas de la Unión Europea (UE), y cuando se elabora una legislación específica
para las áreas de montaña por parte del Gobierno español y catalán, el valle empieza a
ser reconocido y a recibir el trato de zona rural de alta montaña. Lo que con el tiempo
166
se traducirá en la inversión de dinero público para la patrimonialización de la naturaleza
y la cultura. Lo que requiere hacer un último inciso para explicar la diferencia y
complementariedad entre las distintas nociones de patrimonio. Cuando se hace
referencia a la relación lógica patrimonio-veí lo que se observa es cómo un grupo de
individuos son capaces de legitimar en sus prácticas el derecho a continuar explotando
los recursos locales en beneficio de sus casas. Cuando se hace referencia a la relación
patrimonialización-patrimonio lo que se observa es que sin la identificación previa de
un patrimonio (elementos a los que se les confiere un valor especial por su relación con
un tiempo anterior) no se puede dar la patrimonialización para la producción de un
nuevo patrimonio. De esto se desprende que para comprender cómo un patrimonio se
instituye en un nuevo patrimonio, la institución local del tiempo debe ponerse en
relación con la lógica que desde el exterior regula la institución de un nuevo pasado por
la producción de significados diversos de patrimonio. Esto también ha de permitir
comprender porqué es necesario que exista un patrimonio previo para la producción de
un patrimonio nuevo.
La sociedad del valle no es una sociedad tradicional, si por ello se entiende la
localización de una estructura social que se perpetúa a sí misma, pero sí una sociedad
rural en la era del capitalismo avanzado en el que los significados posibles de los
pasados locales adquieren una importancia relevante. Según Harvey (2008), el
patrimonio (heritage) es un proceso cultural, una construcción discursiva, por la que la
gente usa el pasado con finalidades materiales. En este sentido, el concepto de
patrimonio debe inscribirse en la experiencia cambiante del espacio y el tiempo, y su
estudio, que no puede constituir por sí solo un ámbito independiente de análisis, no
debe reducirse a un marco temporal acotado arbitrariamente y/o dado por sentado,
como podría ser la segunda mitad del siglo XX. Harvey sostiene que cada sociedad se
habría relacionado con su pasado, y sería por la “comprensión del significado y la
naturaleza de lo que la gente se cuenta sobre su pasado que los estudios sobre el
patrimonio pueden formar parte de los debates sobre la producción de la identidad, el
poder y la autoridad en la sociedad en general.” (2001: 3). Según Harvey (2001, 2008),
no haber partido de esta perspectiva habría conducido a que en muchos trabajos se
encuentre una definición de patrimonio restringida al ámbito de lo comercial, una
creciente relación del concepto de patrimonio con formas consideradas postmodernas
de ocio, y una asociación de forma casi automática del concepto de patrimonio con el
contexto político y económico internacional que empieza a dibujarse en la década de
167
1970, y que sufre diversas transformaciones hasta el cambio de siglo. Harvey insiste en
que en lugar de dar por sentada la actualidad (presentness) del concepto de patrimonio,
lo que hay que hacer es explicarla, porque “la tendencia actual por la nostalgia y el
tiempo de ocio y entretenimiento que se relacionan con el concepto de patrimonio sólo
son la última fase de una trayectoria mucho más larga.” (2001: 16). Una idea que ya se
encontraría en el trabajo de Samuel (2008 [1994]).
Para comprender cómo el concepto de patrimonio es indisociable de la dinámica del
poder en cualquier sociedad, y está íntimamente vinculado con la construcción de la
identidad a nivel personal y comunitario, Harvey (2008) insiste en la importancia de
relacionar las políticas identitarias sobre el control del patrimonio a nivel oficial con la
construcción de un patrimonio personalizado y localizado (small heritages). Una idea
que podría ponerse en relación con el trabajo de Williams cuando sostiene que del
mismo modo que no se puede observar el cambio económico en unas condiciones
neutras, sólo “se puede observar la influencia exacta de la herencia (pasado) cuando se
encarna en un medio (…) si nos proponemos entender las culturas nos tenemos que
atener a un sistema total de vida” (1974 [1958]: 417-418). Harvey (2008) sostiene que
la comprensión de cómo se constituye una memoria cultural, entendida como el reflejo
de contextos históricos y sociales cambiantes en una construcción colectiva del pasado,
ha de permitir entender cómo una visión del pasado se fundamenta en lugares, objetos,
conceptos, tradiciones y prácticas que son designados como patrimonio. A su vez, y en
términos de esos contextos concretos cambiantes, ello también tendría que permitir
explicar una historia del dinamismo institucional y del desarrollo tecnológico, y el
acceso cambiante a la producción, al consumo, y a la interpretación del patrimonio
(Harvey, 2008: 3). En una línea similar a la expuesta por Harvey, cuando afirma que en
todas las épocas la gente ha echado mano de una memoria retrospectiva para recurrir al
pasado y transmitir al futuro un significado de destino ya fabricado, que estaría en
relación con la concepción de patrimonio como algo que “puede ser encontrado,
interpretado, clasificado, presentado, conservado y perdido una y otra vez” (2008: 22),
en este trabajo también de defiende que en el contexto local el concepto de patrimonio
siempre habría estado presente en el sentido en que remite a un pasado por el que se
satisfacen las necesidades del presente. En este punto, y en relación con lo anterior, se
cree conveniente volver sobre el marco temporal de este trabajo que abarca desde la
década de 1950 hasta la actualidad, y puntualizar el porqué de su delimitación. En el
capítulo anterior se ha explicado que el inicio de este periodo estaría marcado por la
168
redacción de unas ordenanzas municipales para la regulación de la explotación del
patrimonio comunal, que coincide con el fin del sistema agroganadero “tradicional” de
alta montaña, y con el inicio del despoblamiento sin precedentes de la comarca del
Pallars Sobirà. Pero lo que me llevó a interesarme por las transformaciones económicas
y sociales del valle fueron los discursos locales por los que veïns y gent de fora que
viven en el valle construían cuando recurrían un pasado más o menos reciente para
explicar su experiencia de vida, la situación del resto de la población, y las relaciones
sociales. Con el tiempo me di cuenta de que estas representaciones sobre el pasado se
daban por la articulación de dos tradiciones que se basaban en visiones distintas y
complementarias del pasado en las que se fundamentaban nociones distintas de
patrimonio que dotaban la realidad con un nuevo sentido. El final de este periodo
estaría marcado por el inicio y el final del periodo de trabajo de campo que coincide
con el momento en que la gent de fora que vive en el valle adquiere un papel destacado
en la vida social por su implicación en la patrimonialización del pasado local. Esto
significaba que el sentido actual de la noción “tradicional” de patrimonio pasaba por
comprender la resignificación de la relación lógica patrimonio-veí por medio de un
nuevo concepto de patrimonio que dependía de la existencia de un patrimonio anterior.
De este modo también se podía explicar el sentido práctico de la polisemia de
patrimonio y su relación con la institución de un orden social.
Dada esta situación, para comprender cómo el contexto local se articula con una
tradición a escala global, entendida como una cultura humana general “que
representaría una línea común de crecimiento a través de diversas variantes y
conflictos, y que sólo puede ser comprendida en el contexto de sociedades particulares
constituidas por una temporalidad propia” (Williams 1984 [1961]: 59), que legitima la
patrimonialización de pasados locales, se va a hacer referencia a la importancia que la
vuelta al pasado toma en la constitución del discurso ideológico que justificará el
desarrollo del sistema capitalista en el último tercio del siglo XX. Con esto se espera
continuar mostrando cómo la forma por la que actualmente la sociedad local instituye
su continuidad resulta de la institución de la relación lógica patrimonio-veí en el
contexto de la patrimonialización del patrimonio (pasado) local. Para ello se va a partir
del trabajo de Boltanski y Chiapello (2002). De estos autores interesa destacar la idea –
que ya se encuentra en el trabajo de Harvey (1995)- de que cuando el capitalismo se
enfrenta a una exigencia de justificación “moviliza algo que ya está ahí, algo cuya
legitimidad se encuentra ya garantizada y a lo cual dará un nuevo sentido asociándolo a
169
la exigencia de acumulación de capital.” (2002: 61). Boltanski y Chiapello (2002)
explican que uno de los aspectos en que se ha fundamentado la crítica al capitalismo ha
sido el desencanto y la inautenticidad de los objetos, de las personas, de los
sentimientos y, en general, del tipo de vida con el que se encuentra asociado. Estos
aspectos que se encontrarían articulados en la crítica artística –la crítica social trataría
de resolver el problema de la desigualdad y la miseria-, pondrían en primer plano la
preocupación por la pérdida del sentido, y más en concreto, “la pérdida del sentido de
lo bello y de lo grandioso que se desprende de la estandarización y de la
mercantilización generalizada que no sólo afecta a los objetos cotidianos, sino también
a las obras de arte (…) y a los seres humanos.” (Boltanski y Chiapello, 2002: 85).
Según Boltanski y Chiapello (2002), por oposición al capitalismo que se había
desarrollado entre las décadas de 1930 y 1960 –un capitalismo social considerado
obsoleto, estrecho y coactivo-, la ideología que justificará el compromiso del
capitalismo a partir de las décadas de 1960 y 1970 se apropiará del discurso de la
crítica artista, de modo que será la satisfacción de una demanda de diferenciación lo
que marcará el desarrollo del capitalismo de final de siglo. Boltanski y Chiapello
explican que para aspirar a ser auténticos (diferentes) los bienes deben proceder de
fuera de la esfera mercantil, de los “”yacimientos de autenticidad”” (2002: 559). Lo
que significa que la mercantilización de lo auténtico supone el referente de un original
que no es una mercancía, sino un valor de uso puro definido por una relación singular
respecto a un usuario.
“En cada momento histórico sólo se puede convertir en objeto de deseo y fuente
potencial de beneficio a una limitada parte de los seres –materiales o inmateriales,
reales o virtuales- (…) la mercantilización de lo auténtico permite reimpulsar desde
nuevas bases el procedimiento de transformación del capital en no capital, uno de los
principales motores del capitalismo (…) la conversión del no capital en capital
obedece a una serie de operaciones (…) que crean un “producto” a partir de una
diversidad de recursos.” (Boltanski y Chiapello, 2002: 559-560).
Según estos autores, durante los últimos 30 años del siglo pasado, la mercantilización
de lo auténtico se habría ido extendiendo a ámbitos hasta entonces considerados
económicamente marginales por el aumento de las inversiones culturales y
tecnológicas, y por el desarrollo de los servicios, el turismo, la hostelería, etc. La serie
170
de operaciones, o codificación, por las que se destacan algunos aspectos mientras otros
son obviados, a las que obedece la lógica de la mercantilización de lo auténtico,
podrían identificarse con las operaciones de que depende la patrimonialización de un
patrimonio (concebido como auténtico por su relación con un pasado anterior) para la
producción de un nuevo patrimonio (distintivo) para producir una nueva relación entre
el pasado y el presente (Rautenberg, 2003; Davallon, 2006). En este sentido también
podría considerarse el trabajo de Frigolé (2007, 2013). En concreto, la relación que
establece entre cultura, patrimonio, autenticidad y economía política, y que presenta en
estos términos:
“la cultura contribuye (a la autenticidad) con modelos generales que permiten pensar
e identificar valores nuevos. Autenticidad define una cualidad por relación o
asociación con un origen (y ello) crea una sinonimia entre patrimonio y autenticidad.
Las realidades con atributos de autenticidad son patrimonializables, pero en la
práctica ello depende de políticas económicas específicas. Sin autenticidad no puede
existir el patrimonio (…).” (Frigolé, 2013: 3-4).
Sin entrar en la incapacidad de la crítica artística para satisfacer sus aspiraciones por el
descubrimiento incesante de una cualidad de auténtico que deja de serlo en el momento
en que es mercantilizada, aquí el trabajo de Bolstanki y Chiapello (2002) junto con el
de Frigolé (2007, 2013) son especialmente interesantes, porque permiten pensar cómo
la naturaleza y la cultura locales son dotadas con un nuevo valor por su relación con
una idea de lo auténtico por pertenencia a un tiempo anterior, que se forja en el
contexto global, fomentando una visión idealizada del pasado local, es decir, en la
medida en que son concebidas como un patrimonio. O lo que es lo mismo: cómo
elementos autóctonos, “originales” y “tradicionales” que atestiguan el pasado local se
dotan con un nuevo sentido patrimonio en el contexto económico actual. La
importancia de este planteamiento es que en el contexto del valle permite pensar la
relación entre la resignificación de un sistema de símbolos y significados y la
institución de un tipo de orden social. Al reconocer que ell valle ya cuenta con un
patrimonio (el de las cases veïnes) que ha de ser patrimonializado para contar con un
patrimonio nuevo, lo que se está haciendo es reafirmar la jerarquía social según un
modelo de orden social ideal (tradicional), porque indirectamente se está reconociendo
que ese patrimonio es indisociable de la trayectoria de las cases veïnes en el contexto
171
socio-histórico local y de su visión del pasado. Lo que permite afirmar que la
diferenciación de la población en veïns y gent de fora se instituye como un hecho
doblemente natural, como resultado de la institución de la relación lógica patrimonio-
veí y como resultado de la patrimonialización del pasado local. Como resultado de la
articulación de la lógica en que se fundamenta la patrimonialización del patrimonio
con la lógica en que se fundamenta la relación lógica patrimonio-veí, se instituiría una
lógica –una cultura local- que definiría el modo y los límites lógicos dentro de los
cuales veïns y gent de fora que vive en el valle podrían actuar para beneficiarse al
máximo del contexto económico y social actual. En los siguientes capítulos se
ejemplifica esta dinámica, por el momento se va a insistir un poco más en la relación
que se establece entre la naturalización de un orden social por su identificación con un
tiempo anterior y la puesta en valor del pasado local desde el exterior.
Kirshenblatt-Gimblett (1995, 1998, 2001), explica que el patrimonio es una forma de
producción cultural en el presente que recurre al pasado que a través de la industria del
valor añadido produce lo local para su exportación. En este sentido, dice que “el
patrimonio es previo a su identificación, evaluación, conservación y celebración (…) el
pasado está esperando a ser explorado” (1995: 369-370). Según esta autora, el
patrimonio añade valor a bienes existentes que ya no son viables, que nunca han sido
productivos desde el punto de vista económico, o que no son convertibles en beneficios
porque se trata de “recursos libres, inherentes, o naturales” o propiedades inalienables.
“esta supervivencia se garantiza a través de los valores añadidos que son el pasado, la
exposición, la diferencia y siempre que sea posible la cualidad de indígena”
(Kirshenblatt-Gimblett, 2001: 45). De lo anterior se desprende que la producción de un
patrimonio que se destina a un consumo turístico se representa a través de un proceso
que descarta lo que muestra, porque la patrimonialización de un elemento supone su
“reaparición” bajo una segunda vida como representación de sí mismo (Kirshenblatt-
Gimblett, 2001; Prats, 2006). Lowenthal (1998 [1985]), también se refiere a la
transmutación de los objetos patrimoniales en relación con la creciente importancia que
adquiere la construcción de una relación con el pasado. En este sentido afirma que el
pasado estaría en todas partes no sólo por su supervivencia en edificaciones, recuerdos,
artefactos, etc., sino porque se le evoca constantemente, y que no es la presencia del
pasado la que nos habla sino su condición de pasado “nosotros ensanchamos nuestro
172
sentido de lo contemporáneo a costa de darnos cuenta de su conexión con el pasado.”
(1998) [1985]:8)108.
De manera similar a Kirshenblatt-Gimblett (1995, 1998, 2001) y Lowenthal (1998
[1985]), se expresa Samuel (2008 [1994]) cuando sitúa el inicio de la expansión del
concepto de patrimonio como heritage, -en sus propios términos legado-, entendido
como la producción de un patrimonio histórico, en el siglo XIX en relación con la
aparición de los estados nación y el desarrollo del Romanticismo y como una reacción
al Renacimiento y al pensamiento de la Ilustración. Samuel elabora una genealogía de
los diversos significados del concepto de patrimonio en relación con los ámbitos sobre
los que se proyectan y las entidades y organismos políticos que actúan para que se
exprese por una forma determinada, con la intención de explicar cómo y porqué este
concepto adquiere la relevancia de la que goza en la actualidad109. Samuel, que toma
como referencia el caso británico, explica que la inflación experimentada por el
concepto de patrimonio, durante el último tercio del siglo XX, es un fenómeno global
que se da tanto en el campo como en la ciudad. Samuel (2008 [1994]), explica que la
protección de la naturaleza constituye uno de los linajes más largo y continuado. La
defensa de la naturaleza sería anterior a la idea de la conservación del entorno
urbanizable y estaría relacionada con la alarma ecologista que habría impregnado con
una sensación de urgencia las campañas medioambientales, al tiempo que el
patrimonio se definía como algo amenazado. Según Samuel (2008 [1994]), el
ecologismo cuajó como causa reformista cuando la expansión económica de posguerra
llevó la prosperidad a nuevas cuotas. Otra fuente del ímpetu ecologista sería la
contracultura de la década de 1960 y los movimientos de regreso a la naturaleza. Así,
argumenta Samuel, lejos de constituir el coto cerrado de grupos minoritarios de
108 Para un análisis del concepto de patrimonio (heritage) como esa parte del pasado que se selecciona en
el presente para fines económicos, culturales, políticos o sociales, y su papel determinante en la industria
del turismo, ver el trabajo de ASHWORTH, G.J.; GRAHAM, B.; TUNBRIDGE, J.E. (2000) A
Geography of Heritage. Power, Culture & Economy. London, Arnold. Para un análisis de cómo se
construye un discurso autorizado sobre el patrimoni (heritage) basado en la idea de un valor cultural
innato relacionado con la estética, la producción de un conocimiento experto, la monumentalidad, y la
profundidad en el tiempo, ver el trabajo de SMITH, L (2006) Uses of Heritage. London, Routledge.
109 Ya en 1980, en su obra La Politique du Patrimoine, Guillaume hace referencia al hecho de que en la
actualidad todo parecería convertirse en patrimonio. De forma similar, Choay (2007 [1992]) inspirándose
en el trabajo de Stengers pone de manifiesto la recalificación del concepto de patrimonio: patrimonio
genético, natural, etc., por haberse convertido en un concepto nómada. En relación con el trabajo de
Samuel, se puede consultar la obra BENDIX, R.; EGGERT, A.; PESELMANN, A. (2013) (eds.) Heritage
Regimes and the State. Göttingen, Universitätsverlag Göttingen, dedicada a analizar la relación entre la
aplicación de políticas promovidas por la UNESCO para la promoción y conservación del patrimonio, y
las medidas que a nivel local, regional y estatal ya se aplican para la promoción de la cultura.
173
militantes como habría sucedido en los albores del conservacionismo, “la noción de
patrimonio, tal y como cuajó a finales de la década de 1960, era un capital cultural en
el que todo el mundo estaba invitado a participar” (2008 [1984]: 282), dando lugar a
una retórica por la que se multiplicarían los senderos públicos para que todo el mundo
tuviera acceso a la belleza del patrimonio natural.
Si el trabajo de Samuel (2008 [1994]) se pone en relación con el de Boltanski y
Chiapello (2002), Kirshenblatt-Gimblett (1995, 1998, 2001), y Lowenthal (1998
[1985]), y con la oposición y complementariedad que Rautenberg (2003) señala entre
una ruralidad tradicional y la modernidad –o una memoria colectiva y un objeto
patrimonial- se observa cómo llega a construirse el discurso hegemónico que ensalza el
valor del pasado e incentiva la producción a escala global de un patrimonio rural.
Según Chevalier, Chiva y Dubost (2000) el concepto de patrimonio rural se habría
forjado en la década de 1980, con la intención de crear un espacio multidimensional
apto para producir y hacer visible la diversidad, esto es, la diferencia por la creación de
un patrimonio (patrimoine) local distintivo. En este contexto, y en especial para el caso
de Francia, empiezan a surgir una serie de trabajos y obras colectivas (Jeudy 1990;
Voisenat 1995; Chiva, 1995; Rautenberg, Micoud, Bérard y Marchenay, 2000; Barrere,
Barthelemy, Nieddu y Vivien, 2005; Berger Chevalier y Dedeire, 2005; Berger,
Chevalier, Cortes y Dedeire, 2009) que, desde diversos ángulos, ejemplifican y
analizan la puesta en valor, de recursos locales en zonas rurales. Muchos de estos
trabajos se inspirarán en el informe que Chiva (1994) elabora para el Estado francés en
el que insta a las autoridades competentes a actuar para la preservación de un
patrimonio rural ante la profunda modificación del espacio rural francés debido a su
abandono progresivo. La conveniencia de conservar el patrimonio rural, entendido
como el paisaje, los productos, los instrumentos y las técnicas locales se promulga en
un momento en que las zonas rurales se conciben como un patrimonio de todos los
hombres110. Para el análisis de los procesos de mudanza del campo inglés cabría citar
la obra de Murdock, Lowe, Ward y Marsden (2003), y para el estudio de los procesos
de patrimonialización en el Pirineo catalán, y de algunas zonas rurales de Portugal,
Francia e Italia los ejemplos recopilados en Roigé y Frigolé (2010) y en Roigé, Frigolé
110 Como se ha señalado en el capítulo precedente, la puesta en valor de patrimonio rural sería la
estrategia en que se fundamentaría la dinamización económica de estas zonas para conseguir que se
mantenga un contingente mínimo de población en el territorio que evite la pérdida de valor de estas zonas
cumpliendo con la función de ofrecer una serie de servicios al resto de la humanidad.
174
y del Mármol, (2014). También cabria citar la reciente publicación de Beltran y
Vaccaro (2014) en la que se analiza la patrimonialización de los montes comunales en
la misma comarca del Pallars Sobirà.
La idea de que un bien patrimonial lo es en la medida en que los hombres se reconocen
en él a título individual y colectivo, que se encuentra en el trabajo de Chiva (1994)
lleva implícita la conversión de un patrimonio privado, con el que históricamente se
habría identificado un grupo concreto de individuos, en un patrimonio público con el
que pueda identificarse toda la humanidad. Una conversión que, según Rautenberg
(2003), operaría a través del universo doméstico, porque la historia de los objetos
domésticos mostraría la transición de los recuerdos que constituyen una memoria
familiar transmitida entre las generaciones (la memoria del patrimonio privado), a un
patrimonio público que se vende en los anticuarios o se conserva en los museos111.
.
“Es así cómo se observa que la noción de patrimonio vincula lo privado con lo público
al acompañar el cambio de estatuto de los objetos: al socializarse y alejarse del contexto
doméstico algunos (de estos objetos) adquirirán a la vez la condición de objeto
patrimonial (patrimonialité) y un valor económico, otros perderán lo uno y lo otro.
Objetos en principio funcionales se enriquecerán progresivamente de valores culturales
hasta convertirse en objetos inútiles, pero reglamentariamente protegidos si acaban en
las reservas de un museo” (Rautenberg, 2003: 96)
En el contexto de este trabajo, en que la prioridad no es analizar la relación entre los
distintos significados de patrimonio y la institución de un orden, los trabajos de Chiva
(1994), Davallon (2000, 2006) y Rautenberg (2003) se consideran importantes, porque
al poner de manifiesto la relación que se da entre la existencia de un patrimonio previo,
el de las casas, y la producción de un patrimonio rural para su consumo turístico por la
construcción de una versión de un pasado anterior permiten afirmar que la forma por la
que actualmente la sociedad instituye el tiempo de la significación a través de distintas
nociones de patrimonio es indisociable del modo en que las categorías veïns y gent de
fora que vive en el valle se instituyen como diferentes.
En una línea similar a la que plantea Sutton (2000) en su trabajo para el análisis del uso
local del concepto de historia, el análisis de los significados locales de patrimonio
tendría que permitir comprender cómo la relevancia del pasado en los discursos y las
111 La transformación de un patrimonio privado en un patrimonio público muestra en el último capítulo.
175
prácticas de la vida cotidiana se relaciona con la institución de la diferencia y la
similitud, y del cambio y la continuidad, en un proceso por el que la población dota de
sentido el contexto en que vive. En este sentido, para comprender cómo la capacidad
de acción (la naturaleza de su poder) de veïns y gent de fora que vive en el valle
depende del tipo de relación que unos y otros son capaces de construir entre el pasado
y el presente, se va a hacer referencia a las implicaciones que tiene la constitución de
un conocimiento social, una tradición, para la legitimación de una estructura de poder.
Partiendo de la premisa de que la constitución de un conocimiento es inherente a los
propósitos colectivos de un grupo dentro del cual habría que considerar el pensamiento
individual, Mannheim sostiene que una gran parte del pensamiento y del conocimiento
no pueden comprenderse si se deja de lado su relación con las implicaciones sociales
para la vida, dado que “las condiciones de existencia no sólo afectan a la génesis
histórica de las ideas, sino que constituyen una parte esencial de los productos del
pensamiento y se hacen sentir en su contenido y en su forma” (1966 [1954]: 358). En
una forma que recuerda el concepto de habitus de Bourdieu (1991) como un esquema
cognitivo que capacita a un individuo para actuar de forma lógica en un contexto
determinado, Mannheim sostiene que habría una correlación entre tipos de
conocimiento o ideas, y los grupos y los procesos sociales de los que son
característicos. Esto significa que la participación en un mismo universo de
razonamiento depende del hecho de compartir las mismas condiciones histórico-
sociales, y que las categorías por las que los individuos ordenan su experiencia de vida
son indisociables de su posición social, es decir, de la perspectiva desde la que se
aprende el mundo (1966 [1954]: 353). Pero también que el conocimiento del mundo se
da por diversas corrientes de pensamiento, simultáneas y mutuamente contradictorias,
que compiten unas con otras por imponer una interpretación diferente de la experiencia
común (Mannheim, 1966 [1954]: 347). Mannheim ejemplifica esta situación para la
primera mitad del siglo XX que, utilizando la terminología de Max Scheler, identifica
con la época de “la igualación” por considerar que es el periodo en que los grupos
sociales –naciones, grupos profesionales, etc.,- que habían vivido de forma más o
menos aislada entre sí, considerando el propio universo de pensamiento como absoluto,
se funden de manera generalizada y a escala global viéndose obligados a un trabajo de
producción simbólica para mantenerse y mantener sus ideas. (1966 [1954]: 347-348).
Si se establece un paralelismo entre este periodo y el actual, que según lo apuntado en
el capítulo histórico podría identificarse como la época de “la interconexión múltiple y
176
la diferenciación”, y la interacción entre los grupos sociales se sitúa en el contexto
actual del valle se observa, una vez más, cómo el conjunto de significados que
actualmente constituyen el sentido local de patrimonio es indisociable del modelo de
pensamiento por el que veïns y la gent de fora que vive en el valle se representan la
propia experiencia de vida y el mundo en que viven, permitiendo comprender cómo un
único término significa cosas muy distintas cuando es usado por categorías de
individuos diferentemente posicionadas.
Para comprender la relación entre la determinación de la propia experiencia, la
construcción y transmisión de una visión del mundo, y la legitimidad que adquieren
ciertos discursos y prácticas de dominación en el contexto local actual, es útil
considerar el concepto de ideología total, entendida como la unidad de todo lo que es
socialmente pensado, creído o actuado que no excluye la contradicción o el conflicto,
apuntado por Mannheim (1966 [1954]) que se situaría en la misma línea que el
concepto de ideología que presenta Dumond (1982 [1977]). Mannheim sostiene que
cada hecho y cada acontecimiento situado en un periodo histórico “solamente es
explicable en términos de significación, y una significación, a su vez siempre se refiere
a otra significación (…) la unidad e interdependencia de la significación en un periodo
sirve de base a la interpretación de ese periodo” (1966 [1954]: 121), y afirma que sería
por la concepción total de la ideología cómo se puede llegar a reconstruir la
perspectiva entera de un grupo social que sirva de fundamento a los juicios particulares
de los individuos y a sus interpretaciones. En este sentido, Mannheim (1966 [1954])
defiende que todas las significaciones que dotan de sentido el mundo son una
estructura históricamente determinada y en continuo desarrollo por las que el hombre
se desenvuelve, y que todos los elementos de la significación, para una situación dada,
derivan su significación de su interrelación recíproca en un determinado esquema de
pensamiento que sólo es posible y válido para un determinado tipo de existencia
histórica. Esto trae implícito que la aproximación intelectual al mundo para aprenderlo
depende de la naturaleza del conocedor, o lo que es lo mismo de la posibilidad de que
la percepción sea ordenada y organizada por un sistema de categorías, es decir, por
unos esquemas de referencia que se encuentran disponibles en un determinado
momento histórico (Mannheim, 1966 [1954]: 141). Con este razonamiento Mannheim
defiende el “relacionalismo” del conocimiento, y supera la idea de una falsa conciencia
asociada al concepto de ideología al afirmar que el conocimiento considerado a la luz
de la concepción total de la ideología no es una experiencia ilusoria, porque “el
177
conocimiento de la experiencia, aunque no absoluto, es conocimiento” (1966 [1954]:
140).
De Mannheim (1966 [1954]), interesa destacar la idea de que la significación (el
entramado conceptual) sería una realidad colectiva que actuaría como un índice de
sensibilidad al cambio. Según dice, las palabras ligan los individuos a toda la historia
pasada al tiempo que reflejan la totalidad del presente. Las palabras se usarían para
reducir las diferencias individuales de comunicación, pero también para destacar las
diferencias de significación y las experiencias únicas de cada individuo convirtiéndose
en un instrumento para “descubrir los incrementos originales y nuevos que surgen en el
curso de la historia de la cultura añadiendo para ello valores previamente
imperceptibles a la escala de la experiencia humana.” (Mannheim, 1966 [1954]: 138).
En este sentido, Mannheim sostiene que unas formas dominantes de pensamiento
serían sustituidas por otros sistemas de categorías lógicas cuando la base social del
grupo de que aquéllas son características se desintegra o se transforma por el impacto
del cambio social (1966 [1954]: 137-138). Este planteamiento es útil porque permite
pensar la institución de la sociedad del valle desde otra perspectiva y descubrir otros
aspectos de la articulación de lo global con lo local, sin dejar de defender que una
sociedad es la institución en cada momento de un magma concreto de significados. En
el contexto del valle lo que se observa no es la desaparición de un modelo de
pensamiento anterior, sino la continua institución de la relación lógica patrimonio-veí,
por un proceso en que el concepto de patrimonio, en su función simbólica, articula el
entramado conceptual que permite la creación de nuevas relaciones significativas,
legitimando al mismo tiempo la desigualdad entre veïns y gent de fora que vive en el
valle. La construcción de una nueva perspectiva sobre la realidad local, por la creación
de una relación entre el pasado y el presente desde el presente y desde el exterior, en la
que participan veïns y gent de fora que vive en el valle (y técnicos expertos) no
desplaza el esquema cognitivo de los veïns, porque la institución de la relación lógica
patrimonio-veí ya contempla la posibilidad de incorporar nuevas versiones sobre el
pasado local para la reinterpretación de la visión del pasado en que se fundamenta.
Esto significa que de la articulación entre ambas tradiciones, la que fundamenta la idea
anterior de patrimonio y la que legitima la creación de un nuevo patrimonio, surge “un
estilo local de pensar”. Pero también que debido a la distinta capacidad de veïns y gent
de fora que vive en el valle para establecer nuevas relaciones significativas para
aprender y explicar la realidad, cada categoría social se identifica con un modo de
178
pensar y actuar que son indicativos de su distinta posición en la estructura de poder
local.
En este sentido queda por ver cómo en un contexto de cambio económico y social una
memoria colectiva (una tradición), llega a convertirse en una retórica por la que se
pretende legitimar un tipo de orden social como un hecho natural. En este punto se
discrepa de la afirmación de Dumont de que “los elementos de base de la ideología
permanecen casi siempre implícitos. Las ideas fundamentales son tan evidentes y
omnipresentes que no necesitan ser expresadas: lo esencial se da por supuesto,
constituye lo que se llama la tradición” (1982 [1977]: 30), porque si bien se entiende
que la efectividad de una estructura de poder pasa por su penetración en todos los
ámbitos de la vida diaria, también se entiende que la transmisión y reinterpretación de
una tradición, que es donde se encuentra su sentido práctico, es indisociable de la
construcción de un discurso ideológico que reafirma y legitima una jerarquía social
como un hecho natural. En este sentido, para comprender cómo el concepto de
patrimonio se instituye como el concepto por el que los veïns legitiman y justifican su
supremacía, al tiempo que es el concepto que la gent de fora intenta apropiarse para
legitimar su capacidad de acción y determinar un espacio de maniobra propio, se va a
hacer referencia a la relación que Ricoeur (1986) establece entre las distintas funciones
de la ideología: la de distorsión-disimulación, la de justificación o legitimación y la de
integración, en las que también se inspira Chiapello (2003).
Ricoeur explica que, en su funcionamiento normal, toda sociedad depende de un
sistema de normas y reglas, y de un sistema de símbolos y significados que requiere la
interrelación de la acción con una retórica del discurso público que se convierte en
ideología a “partir del momento en que es puesta al servicio del proceso de
legitimación de la autoridad” (1986: 421). Según Ricoeur (1986), esto sería así porque
la pretensión de legitimidad de un sistema de poder siempre supera la inclinación de la
gente a creer en su legitimidad como un hecho natural. Ricoeur (1986), relaciona esta
plusvalía de creencia que precisa cualquier estructura de poder para ser considerada
legítima, con la noción de legitimación, y explica que sería por medio de esta función
que la ideología, entendida como una modalidad del imaginario social, compensaría el
déficit de legitimidad de los que detentan el poder. Según Ricoeur, los acontecimientos
fundadores sólo pueden ser revividos y reactualizados al representarse ideológicamente
en la conciencia de un grupo. Lo que significa que sería por medio de una ideología
que se difundiría la convicción de que ciertos elementos son constitutivos de una
179
memoria colectiva y de la identidad de ese grupo (1986: 422-423). Las implicaciones
de esto serían que la ideología acabaría relevando a la memoria colectiva, fomentando
que un grupo social se constituya una imagen estable y duradera de sí mismo. De este
modo se instituiría un marco interpretativo para la acción y una visión del mundo
relativamente coherente en relación con un sistema de representaciones colectivas.
Ricoeur también argumenta que al convertirse en una visión del mundo, la ideología se
convierte en un código universal por el que se interpretan todos los acontecimientos del
mundo, es decir, en “un esquema de lectura artificial y autoritario de la forma de vida
del grupo y de su lugar en la historia del mundo” (1986: 423-424).
Si estas ideas se consideran para la realidad del valle puede comprenderse que los veïns
se instituyen como una categoría superior, en la medida en que legitiman el “excedente
de poder” por medio de la relación lógica patrimonio-veí, que a su vez es por la que el
orden social se continúa instituyendo como un hecho natural por la dicotomía
primordial veïns-no veïns (gent de fora). Esto no significa que, en día a día, todos los
veïns procedan de la misma manera o valoren las acciones de sus “iguales” del mismo
modo, ello depende en gran medida de la posición de cada casa veïna en la estructura
social, pero sí muestra cómo el modo en que el grupo de veïns interpreta la realidad
local es distinta al modo en que la interpreta la gent de fora, y cómo a pesar de sus
diferencias, actividad económica de la que dependen, etc., los veïns se constituyen
como un grupo de individuos con unas características y atributos propios que los
diferencian de la gent de fora que vive en el valle. En este sentido, el discurso por el
que los veïns explican su visión del mundo, al reinterpretar el pasado para dar sentido
al presente, puede entenderse como la retórica por la que este grupo de individuos se
proyecta y se representa a sí mismo cómo la categoría social superior en un contexto de
cambio. Con esto no se quiere negar que la gent de fora que vive en el valle no cuente
con un discurso propio, pero sí se quiere señalar que su identificación con el proceso
de patrimonialización y un nuevo concepto de patrimonio pone de manifiesto que estos
individuos no cuentan con una memoria colectiva, la visión de un pasado transmitido a
lo largo de la generaciones junto con un patrimonio. Las críticas y las relaciones de
reciprocidad entre ambas categorías habría que considerarlas en la misma línea; pues
es así cómo se puede comprender la distinta naturaleza de las alianzas que se dan entre
los veïns, entre la gent de fora que vive en el valle, y entre unos y otros.
En los capítulos que siguen se va mostrar cómo se instituye en el día a día la relación
lógica patrimonio-veí y cómo ello depende de la construcción de una nueva visión del
180
pasado por la patrimonialización de elementos autóctonos (de la ida de un pasado
anterior).
181
4. PRIMER CAPÍTULO ETNOGRÁFICO
182
La lógica de la diferenciación social
En este capítulo se va a ejemplificar cómo la capacidad de veïns y gent de fora que vive
en el valle para legitimar sus prácticas depende, en primer lugar, de la posibilidad de
identificarse con la visión del mundo en que se habría originado la relación lógica
patrimonio-veí, y de la importancia que en este proceso adquiere participar en la política
local y/o la capacidad para establecer alianzas con los representantes políticos locales,
en segundo lugar. Antes de mostrar algunas de las situaciones por las que la lógica de la
diferenciación social se expresa en la vida diaria, como en el contexto de la celebración
de la fiesta mayor, se va a presentar el modo en que la población entiende el proceso de
estratificación y diferenciación social en relación con la posibilidad de las casas de
poner en práctica el dret de veïnatge.
Drets dels veïns y drets de la gent de fora. Un esquema para la práctica
Durante el trabajo de campo saber quién en la vida diaria actuaba como veí, se reveló
como una de las principales preocupaciones de la población local, especialmente del
grupo de veïns. De entrada, llegar a saber quién era veí parecía relativamente fácil. Si se
descartaban los individuos que desde principios de la década del 2000 se habían
instalado en el valle, veí era cualquier cabeza de familia, originario del valle que como
sus antepasados no había emigrado y mantenía la casa abierta. Pero otra cosa muy
distinta era llegar a saber quién podía y debía actuar como un veí por reunir los
requisitos anteriores; quién no debía actuar como supuestamente podía hacerlo un veí
aun reuniendo las condiciones anteriores; quién actuaba como un veí sin cumplir con
ninguno de los criterios anteriores, y quién siendo considerado veí excedía los límites de
la capacidad de acción que su condición le confería. En este sentido, reiteradamente se
comentaba el caso de las casas que se sabía que tenían más de un dret de veïnatge, en
especial el caso de una casa que contaba hasta con cuatro drets de veïnatge; la situación
de casas que siendo ocupadas sólo los fines de semana y en periodos vacacionales
continuaban conservando el dret de veïnatge, mientras otras en la misma situación hacía
años que lo habían perdido, cuando la última generación abandonó definitivamente el
valle. También se comentaba la situación de casas que se habían abierto recientemente,
entre finales de la década de 1990 y principios de la década del 2000, por parte de
individuos autóctonos a raíz de su matrimonio, y que contaban con el dret de veïnatge,
cuando en la casa veïna de origen la generación más anciana continuaba disfrutando del
dret de veïnatge. Y también la situación de las “casas” ocupadas por gent de fora de las
183
que se decía que no tenia sentido que fueran reconocidas con el dret de veïnatge, porque
por mucho que pasara el tiempo sus ocupantes nunca podrían ser considerados como
veïns auténticos. Todas estas intrigas y sospechas se acompañaban de la reinterpretación
constante del supuesto texto de las ordenanzas municipales, las que se redactaron a
finales de la década de 1950, que muy pocos miembros de cases veïnes conocían.
Teniendo en cuenta que el texto de las ordenanzas que regula la explotación de los
bienes comunales es básicamente el mismo para todos los pueblos del valle, también
sorprendía que los veïns de los distintos pueblos establecieran criterios diferentes para
determinar las casas que podían disfrutar del dret de veïnatge en la actualidad, al tiempo
que se constataba que había tantas interpretaciones posibles como individuos eran
preguntados. Así, cuando entre la población, especialmente entre la gent de fora que
vivía en el valle, parecía conocerse el requerimiento de vivir todo el año en el pueblo y
de haber transcurrido un período mínimo de 12 años desde la llegada para poder
beneficiarse del dret de veïnatge, había el caso de veïns que sorprendían por dar poca
importancia a dichos requerimientos o por exagerarlos al máximo. Este era el caso, por
ejemplo, de un anciano de 80 y tantos años de edad que vivía gran parte del año con su
hija en una comarca próxima, dejando la casa cerrada, y que continuaba haciendo
alusión a su condición de veí. Según explicó, en una reunió de poble que se había
celebrado hacía ya unos años en las dependencias de la Entidad Municipal
Descentralizada (EMD) del pueblo, se había acordado que el único requisito que un
individuo debía reunir para gozar del dret de veïnatge era ser hijo de una casa pairal
(aquí, la casa veïna original), viviera o no de forma permanente en el pueblo. Un
aspecto que hay que tener en cuenta sobre la situación de este hombre, viudo y
originario de un valle próximo, es que no se convirtió en veí-cabeza de familia por
descender de una casa veïna, sino por haberse casado con una pubilla, hija única,
(heredera universal del patrimonio de la casa) del valle, llegando a representar los
intereses de la casa después de la muerte de su suegro. Otro veí anciano, originario del
valle, explicaba que “lo del dret de veïnatge” era una cosa de les cases de tota la vida, al
tiempo que añadía que no era algo difícil de conseguir, porque después de haber vivido
durante un par de años en el pueblo un mínimo de seis meses al año, cualquier persona
(fills del poble, propietarios de segundas residencias, y gent de fora que vivía en el
valle) podía ir al ayuntamiento y pedir “los drets”, esto es, el derecho a disfrutar de los
privilegios que confiere el reconocimiento de la casa con el dret de veïnatge. Sin
embargo, cuando este hombre se refirió al hipotético caso de que sus hijas, que llevaban
184
años viviendo fuera del valle, quisieran volver al pueblo, no dudó en afirmar que
difícilmente conseguirían tener drets, porque con el tiempo que hacía que vivían fuera
ya los habían perdido. Aunque este hombre se había mostrado partidario de que sus
hijas salieran del valle para estudiar y encontrar mejores condiciones de vida, este
comentario ponía de manifiesto la importancia que para la población autóctona tenía el
hecho de quedarse a vivir en el valle, hasta el punto de considerar el abandono de las
casas una traición, y de exigir a la Administración un trato favorable que compensara
los esfuerzos de los que se habían quedado a vivir en un lugar “sin recursos” y escasas
comodidades, como se muestra más adelante112.
Por su parte, el presidente de una EMD local, un veí de unos 55 años de edad, explicaba
convencido que el tiempo requerido para que un individuo no autóctono que viviera en
el valle pudiera ser considerado veí había disminuido a 10 años, sin especificar el
periodo de tiempo que se habría considerado con anterioridad, mientras un hombre del
mismo pueblo, de 45 años de edad, que se había convertido en veí después de abrir una
casa nueva a raíz de su matrimonio, explicaba que el tiempo mínimo requerido para que
un individuo no autóctono llegara a ser considerado veí eran 25 años, pasando, al
menos, nueve meses al año en el pueblo. Si estos testimonios se comparaban con los
anteriores se observaba que cuanto mayor era la edad de los veïns, siendo además la
última generación que ocuparía permanentemente la casa, porque sus hijos ya vivían
fuera, menos importancia se concedía al requisito de cumplir con un periodo de tiempo
mínimo para que nuevos individuos pasaran a formar parte del grupo de veïns, mientras
que en el caso de veïns más jóvenes, de los que dependía la continuidad de la casa y la
reproducción biológica del grupo doméstico, la referencia al cumplimiento con un
periodo de tiempo, incluso superior al que se contemplaba oficialmente, podía
entenderse como la manera de evitar tener que compartir el derecho a beneficiarse del
patrimonio comunal por la incorporación de nuevas cases veïnes. También había el caso
de un veí de cerca de 50 años de edad que explicaba que cuando regresó a su pueblo de
origen, hacía algo más de 20 años, después de pasar parte de su juventud con su familia
en una comarca próxima, a la que sus padres habían tenido que emigrar para ganarse la
vida, el presidente de la EMD le puso como condición estar casado, tener hijos, y vivir
como mínimo seis meses al año en el pueblo, para poder disfrutar del dret de veïnatge.
112 El tipo de relación que se establece entre las cases veïnes y la Administración se analiza en el próximo
capítulo. Con todo, hay que tener presente la imagen del valle que para mediados del siglo pasado se ha
descrito en el capítulo anterior.
185
Este hombre también comentó el caso de una mujer de su generación soltera y que vivía
en una casa independiente a la de sus padres, que disfrutaba del dret de veïnatge,
posiblemente, porque al ser hija de una casa rica que dependía del turismo nunca se
había visto en la necesidad de emigrar.
En este punto puede resultar importante considerar que muchos veïns ancianos, de entre
75 y 85 años de edad, contaban con la experiencia, como sus padres, de haber emigrado
a Francia para trabajar, generalmente en la vendimia, mientras que los veïns de mediana
edad, de entre 55 y 65 años de edad, salvo el caso de algún individuo que había
emigrado a Andorra, y especialmente los más jóvenes, de entre 40 y 50 años de edad, no
habían salido del valle o de la comarca para ganarse la vida. Lo que ahora se observaba
tampoco era que las generaciones más jóvenes salieran para formarse y ya no
regresaran, como había ocurrido en las décadas de 1970 y 1980, sino que salían para
cursar estudios universitarios, para luego intentar volver a casa de sus padres. Estos
cambios, que repercutían en la posibilidad de mantener la casa abierta, y de asegurar la
supervivencia del siguiente veí-cabeza de familia, se debían a la importante
transformación económica y social que el valle había experimentado desde el último
tercio del siglo pasado, que había comportado la pérdida de importantes contingentes de
población, mientras las casas que se mantenían abiertas pasaban a depender cada vez
más del turismo, favoreciendo el regreso de las generaciones más jóvenes para la
explotación de un patrimonio familiar próspero113.
La disparidad en las opiniones sobre lo que es y lo que no es determinante para poder
hacer uso del dret de veïnatge, puede considerarse como indicativa de que la población
tiende a interpretar la realidad (y las ordenanzas) según la propia experiencia de vida, el
ciclo reproductivo del grupo doméstico, y las actividades económicas de que depende la
casa. Así, según el caso, se destaca la importancia de no haber emigrado, de ser
originario del valle, de estar casado, o de ser descendiente de una casa pairal, aunque
ésta permanezca cerrada en la actualidad. Hay que considerar que la posibilidad de
poner en práctica el dret de veïnatge por parte de distintos individuos, era un tema de
conversación recurrente en los bares de la capital del municipio, el pueblo donde vivía
la família de fora que en pocos años podía pasar a representar la primera casa ocupada
por gent de fora que contara con el dret de veïnatge, en caso de aplicarse los criterios
establecidos en las ordenanzas. De estas conversaciones cabe destacar la concepción del
113 Sobre la relación entre la transformación del patrimonio familiar y el proceso de estratificación y
diferenciación social se vuelve en el siguiente capítulo.
186
dret de veïnatge como un patrimonio que pertenece en exclusiva a las cases veïnes, que
se transmitiría de generación en generación junto con el resto de bienes (patrimonio), y
que sólo el cabeza de familia de una casa veïna, o en su representación algún otro
miembro de la casa, podía poner en práctica. Lo que podía entenderse como una manera
de garantizar que la próxima generación de veïns, estuviera integrada por miembros de
cases veïnes, como era costumbre, al quedar definitivamente excluida la gent de fora
que vivía en el valle, aunque las ordenanzas contemplaran tal posibilidad.
En una ocasión, un veí de 75 años de edad argumentaba que estaba bien que los hijos de
veïns gozaran del dret de veïnatge, cuando abrían una casa nueva sin esperar a que sus
padres, que continuaban viviendo en la casa de origen, se lo transmitieran, porque al ser
descendientes de una casa veïna eran los únicos que podía llegar a ser veïns auténticos.
En este sentido, otro veí, de 60 y pocos años de edad, añadió que el periodo de 12 años
que las ordenanzas contemplaban, como requisito para el caso de la población no
autóctona, no había que rebajarlo, como algunas famílies de fora parecían haber
sugerido, sino que había que aumentarlo, a poder ser, hasta 20 años. Sin embargo, un
hombre próximo a los 40 años de edad, hijo único, que vivía con su mujer en casa de
sus padres y trabajaba en el negocio turístico familiar, explicaba que no era lícito que la
población autóctona que abría una casa nueva contara con el dret de veïnatge al mismo
tiempo que sus padres, porque sólo un descendiente de la casa en su función de cabeza
de familia podía ponerlo en práctica. Él no tenía drets, porque el cabeza de familia
continuaba siendo su padre. Pero este hombre todavía fue más lejos al comentar que si
la población autóctona que abría una casa nueva podía disfrutar del dret de veïnatge, las
famílies de fora que recientemente se habían instalado en el valle también debían tener
el mismo derecho, porque mantenían la “casa” abierta, trabajaban en la zona y sus hijos
habían nacido en el valle. De forma similar se expresaba su padre cuando decía que los
drets iban con la persona, es decir, con l’hereu-cabeza de familia, y que no se podían
dividir. Según este hombre, de cerca de 70 años de edad, con el dret de veïnatge se
debía proceder del mismo modo que con el patrimonio de las casas, que tampoco podía
dividirse para evitar que acabara perdiéndose y la casa desapareciendo. Lo que había
que procurar, decía, era que las casas mantuvieran la soca (las raíces) firme, a pesar del
paso del tiempo. Por su lado, un hombre de 40 y pocos años de edad, hereu de uno de
los patrimonios más importantes del valle y la comarca, manifestó su total acuerdo con
este razonamiento, añadiendo que el dret de veïnatge no se podía conceder a la ligera,
porque primero había que haber demostrado ser digno de tal privilegio, sin especificar
187
que era lo que ello significaba. De forma similar se expresaba el alcalde, veí-cabeza de
familia, cuando explicaba que el dret de veïnatge era algo que a la gent de fora no se le
podía conceder, porque al no ser descendientes de una casa veïna no formaban parte de
la cadena de transmisión por la que los drets se habrían transmitido a las sucesivas
generaciones, desde un antepasado común que los abría conseguido no sin esfuerzo. Por
su parte, un hombre de cerca de 40 años de edad, soltero, y que vivía con sus padres,
comentaba que la población autóctona tenía unos drets que no podía tener el resto de
población, sino demostraba primero que se quedaba a vivir en el valle. Todo esto,
mientras dos veïns de poco más de 50 años de edad, insistían en la conveniencia de
revisar la situación en que se encontraba cada una de las cases veïnes, porque se sabía
que había casas con más de un dret, cuando de hecho sólo podía haber un dret por casa,
aunque, según el contexto, la casa pudiera estar representada por distintos miembros del
grupo doméstico.
Los testimonios anteriores fundamentan su opinión incidiendo en aspectos diferentes,
pero todos tienen en común el hecho de representar la realidad por medio de una visión
naturalizada del mundo, aunque para la continua institución del orden social por la
dicotomía veïns-no veïns (gent de fora), sea precisa la reinterpretación constante de la
relación lógica patrimonio-veí. En este proceso se reestablecen los límites entre las
categorías veïns y gent de fora, pero también resulta afectada la relación entre los
mismos veïns como pone de manifiesto la insistencia de algunos de ellos en que sólo
l’hereu- cabeza de familia puede poner en práctica el dret de veïnatge, excluyendo a las
casas dels cabalers (las ocupados por los segundones) o a los hijos primogénitos que
todavía no han sucedido a su padre en la función de cabeza de familia, de este
privilegio. El proceso de estratificación social dentro del grupo de veïns se analiza con
más detalle en el próximo capítulo, aquí interesa destacar cómo la apertura de casas
nuevas sitúa a la gent de fora que vive en el valle, y a los jóvenes autóctonos que
plantean establecerse definitivamente en el valle en una situación de incertidumbre, que
se deriva de la dificultad en establecer unos criterios que puedan ser aplicados en todas
las situaciones. La importancia de que en un contexto de cambio económico y social los
veïns puedan continuar diferenciándose y ser superiores, comporta un trabajo continuo e
intenso de reinterpretación de la realidad, como muestran los testimonios anteriores.
Todo esto en un contexto en que la garantía del relevo generacional, decisivo para la
continuidad de las casas y del patrimonio familiar, pasa cada vez más por que los hijos
de los veïns, que han salido para formarse consideren la opción de regresar a casa, a
188
pesar de las limitaciones del mercado laboral en la comarca, si ello además se acompaña
de la posibilidad de ocupar un buen puesto de trabajo y de disfrutar de una serie de
privilegios114.
Para comprender cómo la apertura de nuevas casas se convierte en el motivo en torno al
cual los veïns construyen una retórica que legitime la continua diferenciación de la
población en veïns y no veïns (gent de fora), y la gent de fora que vive en el valle un
contra discurso que legitime su derecho a ser reconocidos como un veí más, se van a
introducir los testimonios de miembros de famílies de fora. En una ocasión, una dona de
fora, originaria de Barcelona, que se había instalado en el valle con su pareja a
mediados de la década del 2000, explicaba que los drets tenían que estar forzosamente
vinculados a las personas y no a las casas, porque de lo contrario, ningún individuo de
fora que viviera en el valle, podría llegar a ser considerado veí aunque hubieran
transcurridos los 12 años previstos en las ordenanzas. Esta mujer que vivía en una
antigua casa abandonada y reformada, insistía en su argumento añadiendo que si la casa
donde vivía había estado cerrada durante una serie de años, era obvio que los drets se le
reconocieran a su familia, y no a los antiguos descendientes de la casa que ya no la
habitaban. En este sentido, también decía que una persona podía cambiar de casa sin
dejar de vivir en el mismo pueblo, sin que ello tuviera que representar la pérdida de
drets. Si las ordenanzas no se interpretaban en este sentido, decía esta mujer, las
famílies de fora que vivían en el valle nunca conseguirían los drets por mucho tiempo
que pasara. El testimonio de esta mujer es interesante, porque pone de manifiesto cómo
su idea de casa es básicamente distinta de la idea de casa en la que los veïns
fundamentan su visión de la realidad, llevándola a obviar la importancia que tiene
compartir el conocimiento sobre el pasado local con que se identifican las cases veïnes,
para legitimar el derecho a formar parte del grupo de veïns. Más explícita y contundente
fue Marta, otra dona de fora, cuando explicaba que no entendía nada de lo que pasaba
en relación con el dret de veïnatge. Según decía, cada vez que hablaba de esta cuestión
los miembros de cases veïnes, en este caso individuos de entre 50 y 65 años de edad, se
ponían a la defensiva –como si les fuera la vida en ello, explicaba- advirtiéndole en un
tono amenazante que la gent de fora que vivía en el valle nunca llegaría a tener drets.
114 En este sentido, cabe recordar las conversaciones en las terrazas de los bares las noches de verano
cuando individuos pertenecientes a la generación más joven de veïns decían a los jóvenes, que acababan
de regresar de Barcelona donde estudiaban, que aunque vivieran gran parte del año fuera eran del valle, y
los comentarios de los padres de estos jóvenes que aseguraban que si después de terminar los estudios sus
hijos regresaban al valle para quedarse y abrían una casa nueva, como descendientes de cases veïnes, era
obvio que gozarían del dret de veïnatge.
189
En otras ocasiones, estos mismos veïns habían llegado a razonar su postura
argumentando que debía ser así, porque el dret de veïnatge lo habían conseguido los
antepasados de las cases veïnes con mucho esfuerzo, y como los antepasados de la gent
de fora que vivía en el valle no eran originarios del valle, era “natural” que las famílies
de fora no pudieran gozar de ese privilegio. Pero para Marta, que después de ser
alguacil se convirtió en regidora del ayuntamiento, entre 2007 y 2011, las cosas no eran
tan sencillas; pues se daba el caso de fills del poble que manteniendo la casa cerrada
todo el año, a excepción de los fines de semana y periodos vacacionales, gozaban del
dret de veïnatge, cuando otros fills del poble, cuya casa se encontraba en la misma
situación, habían perdido definitivamente los drets. Cuando Marta le comentó al alcalde
cómo era posible que existiera un trato desigual entre individuos que aparentemente
tenían la misma condición, éste le respondió que la diferencia estaba en que algunos de
ellos subían cada fin de semana al valle, como era el caso de un fill del poble cuya casa
conservaba los drets. Según el alcalde, las otras casas de fills del poble no conservarían
los drets, porque además de que éstos sólo visitaban el valle esporádicamente, la familia
entera ya hacía años que había abandonado la casa, sin esperar a la muerte de la
generación más anciana. Lo curioso del caso fue que a raíz de su cargo político, Marta
pasó a ser la persona a la que los fills del poble dirigían sus quejas por haber perdido los
drets. En relación con la situación del fill del poble que conservaba los drets algunos
veïns explicaron que ello se debía a que el dret de veïnatge se guardaba hasta tres
generaciones después de que la casa estuviera cerrada, sin saber explicar porqué otros
fills del poble en la misma situación los habían perdido.
De esta situación, como de los testimonios anteriores, lo que se desprende es que la
cualidad de autóctono o ser hijo de una casa veïna son dos requisitos imprescindibles –
siendo la situación ideal ser autóctono e hijo de una casa veïna-, que un individuo debía
cumplir para ser considerado veí. Lo que significaba que el cumplimiento de un periodo
de tiempo preestablecido era un requisito accesorio, mostrando cómo la falta de ciertas
cualidades legitima como un hecho natural la desigualdad entre veïns y gent de fora; ya
que los segundos no son ni pueden ser autóctonos, como tampoco son hijos de cases
veïnes. Lo que sería otra manera de decir que la gent del poble quedaba relegada a una
posición de inferioridad, porque no podía identificarse con la relación lógica
patrimonio-veí. Así lo ponía de manifiesto Marta cuando decía que no era justo que
casas que sólo se abrían puntualmente mantuvieran el dret de veïnatge, cuando su
familia debía esperar a que transcurrieran 12 años desde su llegada, para que su casa que
190
estaba habitada todos los días del año consiguiera los dret, más cuando era evidente que
no tenía ninguna intención de abandonar el valle, al menos, a corto plazo. En su
opinión, lo que la población autóctona pretendía al no querer reconocer la condición de
veí a la gent de fora que vivía en el valle, era el mantenimiento de una serie de
privilegios que les permitieran continuar viviendo sin demasiados esfuerzos. Una
situación que a Marta le costaba comprender si se tenía en cuenta que, por otro lado, la
población autóctona no paraba de insistir en la importancia de que llegaran más famílies
de fora para evitar que los pueblos acabaran totalmente abandonados en cuestión de
pocos años. En 2013, un año después de haber transcurrido el tiempo reglamentario, la
casa que Marta habitaba con su familia, después de comprarla a sus descendientes y
reformarla, consiguió el dret de veïnatge. Un hecho histórico, desde la redacción de las
ordenanzas a finales de la década de 1950, del que nadie recordaba ningún antecedente,
y que se acompañó de disputas y conflictos, llevando a que un grupo de individuos, un
joven autóctono y dos veïns de la generación más joven se ofrecieran como voluntarios
para constituir una comisión para el estudio y la interpretación del texto de las
ordenanzas, y para reformularlo y adaptarlo a la realidad local actual. Mientras esto
sucedía, gran parte de la población autóctona coincidía en que era conveniente redactar
unas ordenanzas nuevas donde se hiciera explícito que la gent de fora que vivía en el
valle, nunca pudiera gozar del dret de veïnatge. Lo que ponía de manifiesto que era la
presencia de gent de fora, que ante todo pronóstico continuaba viviendo en el valle, lo
que había despertado el interés de los veïns por conocer el texto de las ordenanzas, en el
interés por encontrar un sentido a la realidad que legitimara sus intereses.
Las contradicciones que los testimonios presentados han puesto de manifiesto informan
de la complejidad social del contexto local, pero también del sentido práctico de la
relación lógica patrimonio-veí; ya que es en relación con su institución en el tiempo que
hay que considerarlas, posibilitando que los veïns puedan continuar instituyéndose
como una categoría superior. Si se parte de este supuesto se puede comprender el deseo
de los veïns de que lleguen más famílies de fora, mientras éstas queden excluidas del
grupo de cases veïnes, como muestra el siguiente ejemplo. En una ocasión, un veí
explicaba que vivir en el valle resultaba cada vez más caro. Desde hacía unos años,
había que pagar un canon del agua, la tasa de la recogida de basuras, etc., y en este
contexto, explicaba, no podía ser que las famílies de fora que vivían en el valle se
convirtieran en veïns, porque al final los veïns tendrían que acabar pagando como la
gent de fora. Lo que ponía de manifiesto que la cuestión no estaba en si en el valle se
191
instalaba más o menos gent de fora, como que los que llegaran y se quedaran lo hiciera
como gent de fora, excluida de los privilegios de los veïns115.
Resultado de estas discusiones, los veïns empiezan a tomar conciencia de que el
contexto local actual es muy diferente del de mediados de siglo pasado, cuando la
redacción de las ordenanzas obedecía a otra realidad social y económica, viéndose
abocados a un trabajo constante de reinterpretación de la realidad local. Por su parte, la
gent de fora que vive en el valle empieza a tomar conciencia de la situación de
desigualdad en la que vive, orientando sus prácticas para definir un campo de acción
propio sin contradecir la relación lógica patrimonio-veí. Una vez presentados el
contexto y los argumentos por los que veïns y gent de fora elaboran un discurso sobre
su situación en relación, permitiendo contextualizar el proceso de estratificación y
diferenciación social local, en lo que sigue se pasa a mostrar cómo la legitimidad de
dichos discursos depende de la distinta capacidad de unos y otros para pasar a la acción.
Dret de veïnatge. La práctica del derecho de los veïns a ser diferentes y superiores
En una ocasión, un veí de unos 55 años de edad explicaba que el dret de veïnatge,
básicamente, significaba tener derecho a explotar los pastos y el bosque comunal. Lo
que era cierto en el sentido en que el monte comunal continuaba siendo un importante
recurso para las casas que dependían de la ganadería, y para abastecer de madera y leña
al conjunto de casas. Pero ser veí, también significaba otras cosas muy distintas como
disfrutar de un número de kilovatios gratuito (a bajo coste). Con motivo de la
construcción de una central eléctrica en un valle colindante, entre la década de 1950 y
1974, cuando finalmente entró en funcionamiento, a cada Común de Vecinos de los
distintos pueblos que integraban el valle se le concedió a perpetuidad un cupo de
kilovatios gratuito, como indemnización por la expropiación del salto de agua y de las
centrales eléctricas locales. Esta concesión quedaría registrada en el inventario de bienes
y derechos del ayuntamiento o de la EMD correspondiente, como bien comunal cuyo
aprovechamiento y disfrute pertenece, exclusivamente, a cada Común de Vecinos. En
1979, debido a lo que se considera un consumo excesivo de energía eléctrica, desde la
concesión, sin que se especifiquen las causas del mismo, se redacta una ordenanza
especial para regular el consumo de energía eléctrica entre las cases veïnes de la capital
115 Como se ha señalado con anterioridad, un ejemplo de estos privilegios sería el hecho de que el grupo
de veïns quedaría exento de asumir el coste del mantenimiento de las infraestructuras de los pueblos, al
quedar cubierto con el dinero que se obtiene de las subastas del monte comunal, mientras las famílies de
fora deben hacer frente a este gasto individualmente.
192
del municipio –aunque sólo se haya tenido acceso a esta ordenanza, esto no significa
que los demás pueblos no contaran en su día con una ordenanza similar, aunque parece
que nadie recuerda su existencia- en la que se acuerda que una parte del cupo de
kilovatios debe repartirse entre los titulares del aprovechamiento, los veïns-cabeza de
familia, con la finalidad de ayudar a levantar cargas familiares y contribuir a la mejora
del rendimiento de las explotaciones ganaderas, de carácter doméstico, evitando que la
población sienta la necesidad de emigrar. En este sentido se determina que el consumo
de kilovatios quede sujeto al pago de cuotas escalonadas, y se dictamina que el
ayuntamiento o EMD sea el encargado de su gestión. También se acuerda que el resto
de kilovatios se destine a cubrir las necesidades de alumbrado público y el consumo de
energía eléctrica de las dependencias del ayuntamiento. La determinación del grupo de
beneficiarios, es decir, de quién es considerado veí-cabeza de familia se hace siguiendo
las normas consuetudinarias tradicionalmente observadas recogidas en las ordenanzas
de finales de los años 50 del siglo pasado, por las que todavía hoy se continúa regulando
la explotación del monte comunal.
A finales de la década de 1990, en el contexto de la aplicación de la Ley 25/1998 de
modificación del Régimen Legal de las Tasas Estatales y Locales y de Reordenación de
las Prestaciones Patrimoniales de Carácter Público, y por la necesidad de dar cobertura
al periodo transitorio abierto por la transformación del sector eléctrico español en su
adaptación al marco legal de la Unión Europea, se redacta otra ordenanza para
establecer la tasa por distribución de electricidad. A diferencia de la ordenanza anterior,
esta nueva ordenanza contempla el establecimiento de una tasa que compense el importe
que la compañía eléctrica cobra a cada Común de Vecinos por la distribución de
electricidad. Lo que a efectos prácticos significa el aumento del precio de los kilovatios.
Otra diferencia entre la ordenanza de 1979 y la de finales de la década de 1990, es que
si en la primera se detallan los requisitos que un individuo debe cumplir para ser
considerado veí y beneficiarse del reparto de kilovatios, según se recoge en las
ordenanzas redactadas 30 años atrás, en la última sólo se habla de veïns con dret a los
aprovechamientos comunales o de veïns beneficiarios del aprovechamiento comunal, en
contraposición a individuos no beneficiarios del aprovechamiento comunal, sin
especificar qué es lo que distingue a un veí del resto de la población y sin hacer mención
a la ordenanza de 1979. Otra diferencia es que en la ordenanza de 1998 no se menciona
la importancia de que la regulación de kilovatios repercuta en la mayor rentabilidad de
las explotaciones ganaderas, como sí sucedía en la ordenanza de 1979, haciéndose
193
referencia, en cambio, a la necesidad que había surgido en las última década de
abastecer de energía eléctrica a casa ocupadas como segundas residencias, poniendo de
manifiesto el cambio de uso del territorio. Aunque la ordenanza de 1998 constituye el
marco legal que en la actualidad se regula el reparto y el precio de los kilovatios, son las
ordenanzas de mediados del siglo pasado, las que establecen los criterios de quién es y
quién no es veí en un contexto dependiente del sector primario, las que continúan
estando presentes en el imaginario de la población, veïns y gent de fora, como se
muestra a continuación.
El recuento de kilowatios consumidos por todas las casas, con indiferencia de quien las
ocupara, las tiendas, las cuadras y establos, y negocios turísticos, se hacía en relación a
dos listas distintas elaboradas por el personal del ayuntamiento. En una se encontraban
las casas, edificios y negocios pertenecientes a los veïns, que podían beneficiarse del
consumo de un cupo de kilowatios a bajo coste. En la otra, las casas ocupadas y/ o
pertenecientes a la gent de fora, a fills del poble, no considerados veïns, y/o a
propietarios de segundas residencias, sobre los que no se aplicaba ninguna distinción. El
encargado de realizar la lectura, cada seis meses aproximadamente, era uno de los veïns,
electricista de profesión, y más tarde Marta en su función de alguacil del municipio,
como en otoño de 2006. Según explicaba Marta, la inclusión de las casas en una u otra
lista era de capital importancia para que se pudiera establecer la cantidad de dinero final
que la población debía abonar a una cuenta bancaria a nombre del ayuntamiento, de
donde luego la compañía eléctrica se cobraría el importe total. Entre mediados y finales
de la década del 2000 varios factores fomentaron el malestar de los veïns por lo que
consideraban un aumento indebido de la tasa por suministro de energía eléctrica, debido
a la subida del precio del kilovatio y del término de potencia. En este contexto empieza
a plantearse la necesidad de regular la situación de las cases veïnes que se sabía que
contaban con más de un dret de veïnatge, lo que significaba que se beneficiaban de un
mayor número de kilovatios y de más de un término de potencia a bajo coste, mientras
empieza a extenderse el rumor de que ante el aumento del consuno de energía eléctrica
el cupo de kilovatios pronto será insuficiente para satisfacer las necesidades de todas las
cases veïnes, más cuando empieza a acercarse el día de que las primeras familíes de fora
que se instalaron en el valle a principios de la década del 2000 puedan empezar a pedir
el dret de veïnatge, en cumplimiento de las ordenanzas.
La primera medida que desde el ayuntamiento se decide emprender para regular la
situación es elaborar una lista con todas las cases veïnes para llegar a saber los drets de
194
veïnatge con que cada una cuenta. Lo que puso al descubierto una serie de “hallazgos
casuales”. Uno de estos hallazgos fue que una sola casa veïna, cuyos ingresos provenían
mayormente de la explotación de un negocio turístico familiar compuesto por un bloque
de seis apartamentos, un bar, un restaurante, una fonda, y una casa y un chalé que se
alquilaban a turistas, había llegado a disfrutar de hasta cuatro drets de veïnatge, en los
momentos en que más drets había tenido, y de dos drets de veïnatge, cuando menos
drets había tenido. Lo que significaba que esta casa había disfrutado, como mínimo, del
doble de kilovatios de que se habían beneficiado el resto de cases veïnes,
sobreexplotando a su favor un patrimonio comunal. Durante el tiempo en que esta casa
disfrutó de dos drets de veïnatge, uno había recaído en la hija mayor, soltera, que
constaba como la titular de la fonda familiar, construida a finales de los años 60 del
siglo pasado, y de una casa que la familia alquilaba a turistas. El otro dret de veïnatge
había recaído en el marido de la otra hija, hermana de la mujer anterior, y que era titular
junto con otros miembros de la familia del bloque de apartamentos y de un chalé que la
familia también alquilaba a turistas. En 2006, cuando los hijos de este hombre y de la
hermana de la mujer soltera se independizan, dos hombres de entre 30 y 35 años, y
pasan a ocupar dos apartamentos turísticos que la familia había acondicionado para
ellos, el ayuntamiento les concede el dret de veïnatge, de modo que esta familia que
consta como un solo grupo doméstico acaba reuniendo cuatro drets de veïnatge. Uno de
estos hombres, soltero, sólo hacía vida en el apartamento los fines de semana, cuando
regresaba al pueblo para ayudar a su familia en el negocio familiar, después de trabajar
en una comarca próxima donde pasa el resto de la semana. Su hermano, miembro del
equipo de gobierno local, desde principios de la década del 2000 hasta las elecciones
municipales de 2015, también ocupó el otro apartamento junto con su pareja, una chica
hija de la comarca, por un periodo breve, pasando el día en la pensión familiar, donde
trabajaba, utilizando el apartamento sólo para ir a dormir116. Lo que ponía de manifiesto
que se trataba de una unidad familiar, cuyos miembros pasaban gran parte del día
juntos, trabajando en la fonda, aunque dormían en viviendas distintas, asumiendo la
antigua casa familiar, deshabitada desde hacia ya un tiempo, las funciones de almacén.
En la antigua casa familiar continuaba empadronada la mujer anciana, que ahora vivía
con su hija mayor en uno de los apartamentos turísticos que la familia había construido
a finales de la década de 1980, mientras que el resto de miembros de la familia estaban
116 Este chico es José, sobre la situación de esta casa y las dificultades con que se encuentra para
reproducir el grupo doméstico se vuelve en el próximo capítulo.
195
empadronados en la fonda familiar. Lo que mostraba cómo la prosperidad del negocio
turístico familiar se acompañaba de la titularidad compartida del mismo y de que los
distintos titulares disfrutan del dret de veïnatge.
Otro descubrimiento fue que una casa que disfrutaba del dret de veïnatge no debía haber
tenido nunca drets, porque “en verdad”, según las ordenanzas, no reunía ninguno de los
requisitos para ser considerada una casa veïna. Su cabeza de familia, exalcalde del
municipio, no podía ser veí del pueblo en que vivía ni participar en el reparto del cupo
de kilovatios de que se beneficiaba el Común de Vecinos de ese pueblo, porque según
parecía continuaba empadronado en su casa natal, situada en uno de los tres pueblos en
los que no había ni luz ni agua, y en el que sólo vivían dos hombres solteros. Este
hombre, abandonó su casa cuando se casó, a principios de la década de 1970, para ir a
vivir al pueblo del su mujer era hija, pero habría continuado empadronado en su casa de
origen, para continuar beneficiándose de las subastas de madera y la explotación de los
bosques comunales de su pueblo, más ricos que los del pueblo donde vivía. Otro de los
motivos por los que continuaba empadronado en su casa de origen era para beneficiarse
de la construcción de una casa en un terreno que el Común de Vecinos de su pueblo
había comprado cerca de la capital del municipio, para reconstruir el pueblo en una zona
de mejor acceso donde las condiciones de vida fueran más fáciles. Durante un tiempo,
esta “casa veïna” de nueva creación –después de vivir un tiempo con sus suegros este
hombre construye una casa en la que va a vivir con su mujer y sus hijas- había
dependido de una explotación ganadera entre pequeña y mediana, es decir, de unas 24
cabezas de ganado vacuno, y del sueldo que este hombre percibía por su trabajo en una
central eléctrica de la zona. Desde finales de los años 80 y principios de los años 90 del
siglo pasado, el turismo se convirtió en otra fuente de ingresos de la casa al poner en
marcha un negocio de turismo rural bajo la modalidad Residència Casa de Pagès
(RCP), cuya titular era su mujer. Este momento coincide con el abandono definitivo de
la explotación ganadera, mientras este hombre continúa trabajando en la central
hidroeléctrica. Para que la casa continuara teniendo ingresos del sector primario y
pudiera continuar explotando un negocio de turismo rural, su mujer pasa a ser la titular
de la explotación ganadera de su hermano, que es veí de otro pueblo del valle, a cambio
de cederle el derecho a explotar los pastos comunales del Común de Vecinos del pueblo
del que era hija y en el que vivía. Esta habría sido la situación de esta casa durante la
primera década del 2000. Lo interesante de este caso es que permite mostrar cómo sin
acabar de vivir definitivamente en ningún pueblo, el hermano de la mujer del exalcalde
196
llega a disfrutar de dos drets de veïnatge, que se traducen en la posibilidad de llevar el
ganado a los pastos comunales de dos pueblos117, y también que la casa del exalcalde
había sido capaz de poner en marcha toda una serie de estrategias económicas para
beneficiarse del desarrollo de un nuevo modelo económico, mejorando
significativamente su posición social, sin que ninguno de los miembros de la casa sea
veí- cabeza de familia del Común de Vecinos del pueblo en el que ésta se encuentra118.
Otro de los hallazgos fue que la casa de un fill del poble –al que se ha hecho referencia
con anterioridad cuando se ha introducido el testimonio de Marta- acérrimo opositor de
la candidatura que había ganado las elecciones municipales y miembro del equipo de
gobierno local en representación de la oposición, que llevaba más de 30 años viviendo y
trabajando fuera del valle, mantenía el dret de veïnatge cuando sólo permanecía abierta
los fines de semana y en periodos vacacionales. En 2006, este hombre, hijo de una casa
pobra119, poseía, junto con su hermano, la antigua casa familiar; una casa vieja que
habían comprado y que habían reformado convirtiéndola en una casa de dos pisos, y
otra casa vieja que habían acondicionado para instalarse con sus respectivas familias
cuando subían al valle. También poseían varias parcelas en suelo urbano, un pequeño
rebaño de ovejas, que no pastaba en el monte comunal, y que cerraban en un corral
cerca del pueblo, y un huerto que era la admiración de los turistas por sus dimensiones y
la variedad de hortalizas que en él cultivaban. Además de poseer estas propiedades en el
valle –por lo que eran conocidos con el sobrenombre de “especuladores”-, los dos
hermanos eran propietarios de una empresa familiar, que les permitía disfrutar de un
buen nivel de vida. En 2009, en pleno debate sobre la conveniencia o no de modificar
las ordenanzas y de revisar la situación de las cases veïnes, ambos hermanos explicaban
la situación de su casa y la relación con el resto de la población. Según decían, haberse
marchado a vivir a una ciudad les había facilitado subir una familia. Lo que no
entendían era porqué su marcha tenía que comportar que los veïns los dejaran de
117 Antes de regularizar su situación y pasar a ser únicamente veí de un único pueblo, el cuñado del
exalcalde pasaba el día en la casa de sus padres, pero dormía en una casa situada en otro pueblo que
durante el día permanecía desocupada. Este hombre habría conseguido esta casa a raíz de su matrimonio
con una mujer de un valle próximo, con la que continuaba casado y con la que tenía una hija, aunque
ambos llevaban cerca de 30 años viviendo separados.
118 De hecho, la cesión de derechos de la mujer del exalcalde a su hermano también sería ficticia, porque
el cabeza de familia era su marido, y éste ya tenía drets en el pueblo en que había nacido.
119 Sobre la situación de esta casa, los veïns explicaban que sus miembros habían llegado a depender de la
única vaca que la familia poseía, y no eran extraños los comentarios en que se aludía a las serias
dificultades de los miembros de esta casa para sobrevivir.
197
considerar del pueblo, es decir, veïns, si nada podía cambiar el hecho de que
continuaban siendo hijos del pueblo en el que habían nacido y al que cada fin de semana
regresaban sin falta. Con la expresión “un gran buit” (un gran vacío) explicaban la
sensación que les causó cerrar definitivamente la casa tras la muerte de su madre,
aunque, ahora, pasar tres o cuatro días seguidos en el valle ya les llegaba para dejar de
sentir añoranza por su pueblo. Explicaban que, en un principio, cuando alguien pasaba
por su lado y no les saludaba se preguntaban qué debían haber hecho mal para que
algunos miembros de cases veïnes hubieran dejado de dirigirles la palabra, pero como
nunca tenían el modo de saberlo del cierto, habían llegado a la conclusión de que se
trataba de una manera de relacionarse la gente en los pueblos que debían aceptar,
porque no podían cambiar. Pero del mismo modo que había gente que había dejado de
hablarles, estos hombres también afirmaban convencidos que si una de sus ovejas, se
quedaba olvidada en alguna parte, la gente del pueblo (los veïns), a la que insistían en
llamar la nostra gent (nuestra gente) la cuidaría hasta que ellos regresaran.
En 2009, uno de estos hombres, casado con una mujer de una casa forta de la comarca,
explicó que había perdido los drets cuando al nacer sus hijos se empadronó en la ciudad
en la que vivía. El otro hermano, el único fill del poble de la capital del municipio que
conservaba el dret de veïnatge, continuaba empadronado junto con su mujer y su hija en
la casa en la que había nacido. Este hombre explicaba que conservaba los drets, pero no
sin esfuerzo. El equipo de gobierno local, al frente del cual estaba el veí-cabeza de
familia que era alcalde desde 2003, había hecho varios intentos para quitárselos, hasta
que decidió meterse en política y ser regidor del ayuntamiento en representación de la
oposición. Este hombre decía que tenía todo el derecho a continuar teniendo drets,
porque como pasaba con el patrimonio familiar que se transmitía a lo largo de las
generaciones, y que no debía venderse sino era por causa de una fuerza mayor, nadie
podía arrebatarle el dret de veïnatge, porque era descendiente de una casa veïna. En su
opinión, quien no debía tener drets era la gent de fora que vivía en el valle, como
tampoco debían tenerlos las casas nuevas que habían abierto miembros de cases veïnes,
cunado su casa de origen continuaba teniendo drets. Sobre el futuro del valle, ambos
hermanos decían que era incierto, ya que no estaba claro si los hijos de los veïns que
tenían negocios familiares podrían continuar viviendo del patrimonio familiar, o
tendrían que acabar marchándose como había sido su caso. En este sentido,
comentaban, que, a veces, quien mejor lo tenía era quien no tenía nada porque eso le
permitía marcharse para ir a ganarse la vida donde quisiera. A pesar de contar con la
198
oposición de algunas cases veïnes, que querían terminar con la situación privilegiada de
su casa, estos hombres solían salir a cazar con el grupo de cazadores del valle,
compuesto por veïns, y esporádicamente propietarios de segundas residencias
influyentes, y a participar en los sopars de poble que se celebraban en el contexto de la
fiesta mayor a los que sólo estaban invitados los miembros de las cases veïnes. Con lo
que puede pensarse que la situación de esta casa, además de resultar de la implicación
de uno de estos hombres en la política local, dependía de la capacidad de ambos
hermanos para establecer alianzas con otras cases veïnes, los cabezas de familia de las
cases que van a més, que mantenían buena relación con el equipo de gobierno local.
Pero en la lista de los “hallazgos casuales” todavía había uno más. Se trataba del caso de
dos hermanos hijos de un veí, que desde que se habían casado y habían abierto una casa
nueva también gozaban del dret de veïnatge. Ambos eran hijos de una casa que sin
poseer demasiado patrimonio, había conseguido salir adelante por la capacidad de sus
miembros para “buscarse la vida”, al ser capaces de depender del sector terciario y
mantener una amplia red de relaciones sociales. Uno de estos hombres, después de
trabajar durante siete años en Andorra como electricista, logra ser socio fundador de una
empresa y construir una casa nueva en el pueblo donde había nacido. En una ocasión,
este hombre explicaba que mientras vivió en Andorra con la que luego se convertiría en
su mujer, regresaba cada fin de semana porque añoraba conversar con los veïns en los
bares locales, y que cuando empezó a construir la casa donde vivía con su mujer
algunos veïns se sorprendieron de que “un pobre como él” hubiera llegado tan lejos.
Este hombre construyó su vivienda en el tercer y último piso del edificio de nueva
planta que levantó, destinando el primer y segundo pisos a apartamentos, dos en total,
que empezó a alquilar en 2008, nada más finalizar su acondicionamiento. Se mostraba
orgulloso de la casa donde vivía, situada al lado de la de sus padres, pero también decía
que no espera vivir en ella toda la vida, porque su intención era mudarse a otra casa, de
mejores condiciones, que planeaba construir en un terreno propiedad de su familia,
situado a las afueras del pueblo. Lo que significaba que este hombre tendría que
continuar trabajando duro si quería mejorar su posición sin tener que abandonar el valle.
La situación de estas cuatro casas, que se correspondería con la de individuos
autóctonos vivieran o no en el valle, pone de manifiesto que la irregularidad en el
reparto de kilovatios no es algo anecdótico; ya que representa la situación de un tercio
de las cases veïnes de la capital del municipio, esto es, 5 casas de un total de 15 cases
veïnes que a principios de la década del 2010 había en este pueblo. Lo interesante es que
199
la situación de estas casas supuestamente conocida; ya que el ayuntamiento era la
institución con personalidad jurídica que formalmente concedía el dret de veïnatge a las
casas y de donde salían dos listas de casas (veïnes, y no veïnes) para proceder al cobro
de la tasa por suministro de energía eléctrica, se convierte en irregular e injusta cuando
otras casas veïnes entienden que ello puede ser una amenaza para la continuidad de su
posición.
Sobre la situación de la primera casa, cabe decir que la acumulación de drets se da de
forma paralela al proceso de consolidación del turismo como el principal recurso
económico de la casa, que la identifica como una casa rica (una de las casas más ricas
del valle), gracias al trabajo y la dedicación de todos los miembros en el negocio
turístico familiar. La recompensa al esfuerzo de la generación más joven, que pasa por
“el regalo” de un apartamento a cada nieto, comporta la apertura de dos cases veïnes
más, habitadas por dos hombres solteros. En lo que se refiere a la casa del exalcalde se
observa cómo la acumulación y repartición de drets entre los miembros de la familia
más o menos extensa, también se relaciona con la mejora de la posición de la casa,
aunque aquí la estrategia económica es depender de diversas actividades económicas
para llegar a conseguir que el turismo sea el principal recurso económico de la casa,
considerada una casa que va a més. La diferencia entre ambas casas estaría en que la
primera ya habría empezado a depender del turismo a finales de la década de 1960. El
caso del fill del poble que lucha a toda costa por mantener los drets de la casa familiar,
lo que muestra no es la importancia dret de veïnatge como el medio por el que sacar el
mayor partido posible del contexto económico del momento, sino su importancia como
el medio por el que mantener un vínculo entre el pasado y el presente, que ponga en
valor el ser hijo de una casa veïna (autóctono) para legitimar la pertenencia al pueblo de
origen en el que ya no se vive. El caso del hijo del veí que había conseguido los drets al
abrir una casa nueva, después de haber tenido que emigrar para conseguir las
condiciones para quedarse a vivir en el valle, mostraría cómo el dret de veïnatge se
concibe como la recompensa por el esfuerzo hecho para establecerse definitivamente en
el valle, y como un factor indispensable para continuar mejorando la posición de la casa.
En la actualidad, este hombre, como su padre y su hermano, es uno de los individuos
más implicados en la organización de actividades que promueven el desarrollo
económico del valle a través del turismo.
El reparto de kilovatios, que es la redistribución de un patrimonio comunal entre las
cases veïnes, ilustra cómo el proceso de estratificación dentro del grupo de cases veïnes
200
depende de la capacidad de los veïns para instituir la relación lógica patrimonio-veí en el
presente y legitimar la puesta en práctica de estrategias económicas diversas. En este
proceso las cases veïnes se diferencian en cases fortes, cases riques, cases que van a
més y cases pobres, mientras la población continúa dividida en veïns-no veïns (gent de
fora). La resignificación la relación lógica patrimonio-veí, según la coyuntura
económica y social del momento, también permitiría explicar porqué la vida diaria de
los veïns transcurre “al margen” del contenido exacto de las ordenanzas, aunque
frecuentemente se recurra a ellas como el documento que testimonia la visión de la
realidad que se pretende legitimar, porque lo que finalmente importa es llevar la
relación lógica patrimonio-veí hasta el límite, y actuar de todas las maneras posibles que
su institución por la reinterpretación de un tiempo anterior permita.
Una vez elaborada la lista con las casas que presentan una situación “irregular”, y dado
que la inclusión y/o exclusión de casas del grupo de cases veïnes depende del acuerdo a
que lleguen los veïns-cabezas de familia, en representación del Común de Vecinos,
desde el ayuntamiento se decide convocar una reunió de poble para que los veïns
discutan la situación. A la primera reunió de poble que se convocó con esta finalidad
sólo asistieron cuatro veïns-cabezas de familia, en representación de las únicas cuatro
casas a las que se avisó. Según se explicó desde el ayuntamiento, no se había convocado
a más casas, porque si se juntaban más veïns las posibilidades de llegar a un acuerdo
disminuían. Pero en relación con las casas seleccionadas, había que considerar que los
veïns-cabezas de familia de tres de ellas eran afines al equipo de gobierno local,
mientras que el cuarto veí-cabeza de familia era más bien indiferente. En esta reunión se
acordó que la prioridad era redactar unas ordenanzas nuevas para que ninguna família
de fora pudiera optar al dret de veïnatge, y para que las casas que se habían abierto a
partir de una casa pairal, quedaran excluidas del reparto de kilovatios, aunque sus
cabezas de familia continuarían formando parte del Común de Vecinos, y
beneficiándose de los pastos comunales, en caso de tener ganado, y del derecho de
abastecerse de leña para uso doméstico. Pasado un tiempo se celebra otra reunió de
poble, como siempre en las dependencias del ayuntamiento, a la que se convoca a todas
las cases veïnes de la capital del municipio, en la que coinciden los veïns partidarios de
implantar las medidas anteriores, y los veïns de las casas afectadas. En el tiempo que
transcurre entre ambas reuniones, el rumor de que una serie de casas podían quedar
excluidas del reparto de kilovatios propicia un ambiente en que las discusiones y las
amenazas entre los veïns se suceden.
201
Finalmente, en 2013, empiezan a implantarse las medidas que se acuerdan en la primera
reunió de poble. Como resultado de ello, la casa que había llegado a disfrutar de hasta
cuatro drets de veïnatge, se queda con un solo dret que recae en el nieto que trabaja a
diario en el negocio familiar y que se convierte en el titular de la fonda, después de que
su tía renuncie en su favor. Lo sorprendente de este caso es que durante el tiempo que
transcurre entre que se detecta la “anomalía” y se toma una decisión, los miembros de
esta familia insisten en que desconocían que tantos miembros de la casa tuvieran drets,
mientras culpan al resto de veïns, a los que consideran unos envidiosos, de que su casa
pierda tres drets de veïnatge. En ningún momento esta familia llega a plantearse que la
situación de la que había disfrutado podía representar una injusticia a los ojos del resto
de veïns. Dada esta situación, el marido de una de las hermanas y padre del hombre que
se acaba convirtiendo en el cabeza de familia de esta casa, plantea, en una reunió de
poble, la posibilidad de que la cantidad de kilovatios a la que su casa, y posiblemente,
otras deban renunciar pase a constituir una reserva de kilovatios que fueran repartidos
entre las casas que los hijos de los veïns fueran abriendo en el futuro, aunque ello
significara que la cantidad de kilovatios asignada a cada una de estas casas fuera inferior
a la cantidad de kilowatios de que en la actualidad disfrutan las cases veïnes. Pero esta
medida, que parecía tener su lógica, no prosperó, porque la prioridad del resto de casas
era recuperar los kilovatios y no prever que quedaran disponibles para ser repartidos
entre más casas.
En lo que se refiere a la casa del exalcalde, que en una reunió de poble llegó a amenazar
con denunciar al ayuntamiento si su casa quedaba fuera del reparto de kilovatios, ningún
cambió sustancial aconteció. Al acordarse, un día, de que sí estaba empadronado en la
capital del municipio, la casa de este hombre no sólo continuó disfrutando del dret de
veïnatge, sino que además pasó a hacerlo de forma reglamentaria; ya que su cabeza de
familia parecía cumplir con los requisitos para ser veí del pueblo en el que vivía. Lo que
en este caso llama la atención, es la falta de explicaciones por parte del ayuntamiento y
el hecho de que la situación de este hombre no se hubiera comprobado antes, si es que
no se había hecho, de incluir su casa en la lista de “cases veïnes”, cuya situación era
preciso regular. Por su parte, y como sucede con la casa de su hermano, la casa del hijo
del veí que había tenido que emigrar para poder instalarse en el valle, pierde el dret de
veïnatge, y pasa a pagar la tasa por el suministro de energía eléctrica como no veí, es
decir, como gent de fora. Lo que ha comportado que en varias ocasiones este hombre se
haya desplazado hasta el ayuntamiento para quejarse de una decisión que en su caso
202
considera doblemente injusta, porque además de ser hijo de una casa veïna siempre ha
fet poble, es decir, ha participado activamente en la organización de la fiesta mayor de
su pueblo y en la vida social del valle. Desde el ayuntamiento se intenta quitar
importancia a la aplicación de tal medida, argumentando que quedar fuera del reparto de
kilowatios no significa dejar de formar parte del Común de Vecinos, ni dejar de ser veí,
porque se podía continuar explotando el monte comunal. Lo que en el caso de este
hombre significaba beneficiarse indirectamente de las subastas de madera. Pero lo más
interesante de este caso es que explotando directamente el monte comunal para obtener
leña, este hombre se situaba de nuevo al lado de la gent de fora, porque ésta era una de
las prácticas que las famílies de fora que vivían en el valle estaban autorizadas a
realizar, aunque a diferencia de este hombre no pertenecieran al Común de Vecinos. En
lo que respecta a la casa del fill del poble su situación, como la casa del exalcalde, no
sufre ninguna modificación y este hombre mantiene el dret de veïnatge. La situación de
esta casa es especialmente difícil de comprender para la gent de fora; ya que al tratarse
de una casa que está cerrada durante gran parte del año, representa un claro ejemplo de
alguien que bajo ningún concepto debería tener drets. Según algunos de los veïns que
asistieron a las reunions de poble, este hombre y el exalcalde protagonizaron los
enfrentamientos más duros, amenazándose y advirtiéndose mutuamente de no interferir
uno en el camino del otro, para que sus casas pudieran conservar los drets. Como se
muestra en otro momento, las amenazas y afrentas en público dejan entrever la posesión
y la transmisión de un conocimiento sobre el pasado de las casas y la historia de las
familias que se convierte en un recurso (capital) de valor incalculable para conseguir
mejorar la posición de la propia casa. A manera de síntesis, la regulación de la situación
de las cases veïnes en relación con el consumo de kilovatios comporta que dos casas
queden definitivamente excluidas del reparto de kilovatios, aunque continúan siendo
consideradas cases veïnes, que una casa veïna mantenga uno de los cuatro drets de
veïnatge que había llegado a acumular, y que dos casas que habían disfrutado del dret
de veïnatge sin cumplir con los requisitos establecidos en las ordenanzas continúen
siendo consideradas cases veïnes y teniendo parte en el reparto de kilowatios.
Mención a parte merece la situación de la casa de Marta que al cumplir con los 12 años
de residencia obligatorios consigue el dret de veïnatge y pasa a tener parte en el reparto
de kilovatios, al cabo de un año de haberlo solicitado formalmente al ayuntamiento y
gracias a la intercesión de un abogado. Durante este tiempo, la excelente relación que
esta familia y el alcalde habían mantenido empieza a deteriorarse, después de que el
203
alcalde les comunicara que los veïns de la capital del municipio no querían a la gent de
fora y que difícilmente conseguirían los drets, porque sus antepasados no eran hijos de
una casa veïna. La inclusión de esta casa en el grupo de cases veïnes puede considerarse
un hecho histórico; ya que es la primera vez que esta situación acontece después de la
redacción de las ordenanzas municipales de finales de la década de 1950. Lo que resulta
interesante es ver cómo Marta explica los factores que habrían favorecido que su casa se
convirtiera en una casa veïna. Según decía, el motivo no había sido que se hubiera
respetado el texto de las ordenanzas, sino que el tiempo había transcurrido sin que los
veïns consiguieran ponerse de acuerdo para redactar una nueva ordenanza más
restrictiva, lo que ella aprovechó para ejercer más presión sobre el ayuntamiento, por
medio de un abogado. Marta también contó que se enteró de que su casa formaba parte
del grupo de cases veïnes, cuando en el siguiente recibo de la tasa por el suministro de
energía eléctrica se dio cuenta de que se le había aplicado un descuento, además de
recibir una carta firmada por el alcalde y el secretario del ayuntamiento en la que se le
informaba de que a su casa se le había concedido el dret de veïnatge, previo acuerdo del
Común de Vecinos, y que en consecuencia debía colaborar en mantener las calles del
pueblo limpias, especialmente durante la celebración de la fiesta mayor y la Feria del
Hierro, y adornar las ventanas y el balcón de la casa con macetas. A principios de 2014,
otra família de fora que vivía en el pueblo del alcalde, habiendo transcurridos 12 años
desde su llegada, también solicitó al ayuntamiento el dret de veïnatge para beneficiarse
del reparto de kilovatios a que tenía derecho el Común de Vecinos del pueblo en que
vivía. Pero a mediados de 2015, la reunió de poble para que los veïns llegaran a un
acuerdo sobre la cuestión todavía no se había convocado. En este caso hay que
considerar que esta familia vive en el pueblo del alcalde, que entre mediados de la
década del 2000 y principios de la década de 2010 experimenta un crecimiento
considerable de la población por la llegada gradual de gent de fora –tres cuartas partes
de las casas están ocupadas por individuos provenientes del área metropolitana de
Barcelona-, y del que se espera que en los próximos años surjan solicitudes sucesivas de
petición de drets de veïnatge. En este sentido la demora del presidente de la Junta de
Vecinos de la EMD en convocar la reunión puede interpretarse como una manera de
ganar tiempo, y evitar en la medida de lo posible que el reparto de kilovatios tenga que
hacerse, cada vez, entre más casas120.
120 En verano de 2015, todavía no se había llegado a ningún acuerdo sobre la situación de esta familia que
opta por dejar el asunto en manos de abogados.
204
El proceso que lleva a una nueva redistribución de kilovatios muestra cómo en el
intento por poner freno a la pujanza económica que algunas casas veïnes habían
conseguido en las últimas décadas, el grupo de veïns se ve en la necesidad de tener que
“regular” la situación de las cases veïnes, pero también la de las famílies de fora que
viven en el valle, que comporta la identificación de una nueva casa veïna, contra toda
previsión, mostrando cómo en la puesta en práctica de estrategias para continuar
diferenciándose del resto de la población, los veïns también instituyen nuevos límites a
su capacidad de acción. También se ha mostrado que las casas afectadas son casas que
dependen básicamente del turismo, o que han apostado por el turismo para mejorar su
posición, quedando las cases fortes, las que continúan dependiendo de la ganadería, y
las cases pobres que dependen del sueldo del cabeza de familia en un segundo plano. Lo
que pone de manifiesto que el desarrollo de un nuevo modelo económico afecta el
proceso de estratificación social definiendo un grupo de cases veïnes, las cases que van
a més, que son capaces de mejorar su posición al diversificar sus bases económicas en
régimen de pluriactividad. Estas casas son las que dependen de una explotación
ganadera entre pequeña y mediana, de entre 12 a 24 cabezas de ganado bovino, a parte
de algunas cabezas de ganado equino, de la explotación de un negocio de turismo rural
familiar, y del puesto de trabajo del cabeza de familia, o de algún otro miembro de la
familia, en la Administración pública.
Pero el modo en que se acuerda y se procede a un nuevo reparto de kilovatios, esta
situación también informaría de que el estado actual de las casas no es el resultado de
una decisión final, sino de una resolución provisional que puede volver a cambiar según
se reinterprete la coyuntura económica y social del momento. En este sentido podría
entenderse porqué hasta día de hoy no se han redactado unas nuevas ordenanzas, a pesar
del interés que la población autóctona parece tener en ello, ni se haya constituido
formalmente el Común de Vecinos como desde el ayuntamiento (el secretario) se había
sugerido. Lo que de de nuevo dejaría paso a una situación de cierta indeterminación
que, llegado el caso, tendría que permitir determinar la realidad del momento, según los
individuos fueran capaces de defender sur propios intereses según la posición de la
propia casa y las alianzas con el equipo de gobierno local. Así lo pondría de manifiesto
que al cabo de un año aproximado de la redistribución del cupo de kilovatios, un joven
que tenía previsto abrir una casa nueva e instalarse en el valle, hijo de uno de los veïns
que había impulsado la regularización de la situación de las casas, fuera hasta el
ayuntamiento para informar (no solicitar) de que muy probablemente su padre le iba a
205
ceder una parte de los kilovatios que su casa de origen no consumía. Opción ésta que
también barajaban los dos hermanos, hijos de un veí, cuyas casas habían quedado
excluidas del reparto de kilovatios. Lo que acabará pasando con esta nueva casa y las
casas de los dos hermanos está por ver, pero por el momento cabe decir que algunos de
estos individuos, junto con el padre de los dos hombres que también pierden el dret de
veïnatge, cuya casa depende de la explotación de una fonda familiar, pasan a integrar la
candidatura que gana las elecciones municipales de 2015, convirtiéndose en regidores.
También cabe señalar que si contar con un texto con validez legal en que el
reconocimiento de la condición de veí se presenta como indisociable del derecho a
beneficiarse de los recursos locales (patrimonio comunal) es importante, más importante
es poder actuar al margen de él pero en su nombre por medio de la institución de la
relación lógica patrimonio-veí en el tiempo. Sobre la situación de los hijos de los veïns
que decidieran abrir una casa nueva en los próximos años, la mayoría de la gent de fora
que vivía en el valle coincidía en que todos acabarían teniendo drets, aunque de
momento se hubiera acordado lo contrario. Este podría llegar a ser el caso de muchos de
los adultos jóvenes autóctonos que vivían con sus parejas en la capital de la comarca,
que sus padres (los veïns) consideraban una situación provisional antes de su
establecimiento definitivo en el valle.
También resulta interesante ver cómo la gent de fora que vive en el valle interpreta la
situación de las cases veïnes que habiendo acumulado varios drets de veïnatge, habían
sido capaces de sacar el máximo partido de una situación irregular. Algunos de ellos se
asombraban de que algunos de sus cabezas de familia fueran regidores del ayuntamiento
cuando la situación de sus casas difícilmente se ajustaba al marco legal definido por las
ordenanzas. Otros, como Marta, argumentaban que la única manera de reparar la
injusticia que había supuesto disfrutar de más de un dret de veïnatge era conseguir que
las casas que habían disfrutado de un mayor número de kilovatios abonaran la cantidad
de dinero correspondiente al excedente de kilovatios del que se habían apropiado, y que
ese dinero repercutiera en beneficio del resto de cases veïnes. Marta también decía que
la injusticia principal era que en el valle hubiera veïns de primera y veïns de segona, y
culpaba al ayuntamiento por no haber sido capaz de imponerse y hacer cumplir las
ordenanzas al margen de la situación particular de cada casa. Si las ordenanzas no se
respetaban, decía Marta, era porque en el valle las cosas funcionan por pactos y
alianzas, esto es, por “caer en gracia” o ser pariente de representantes políticos locales.
Marta también explicaba que había pedido el dret de veïnatge para que la tasa por el
206
suministro de energía eléctrica fuera más barata, pero no porque quisiera formar parte
del grupo de veïns. En el tiempo que había transcurrido desde su llegada hasta que se
convierte en regidora, Marta fue acumulando enemistades que derivaron en un conflicto
con el grupo de jóvenes autóctonos. El motivo habrían sido sus críticas al modo en que
la comisión de fiestas de la capital del municipio, integrada por el grupo de jóvenes
autóctonos, organizaba la fiesta mayor. Otro motivo habría sido que hubiera llegado a
ser regidora del ayuntamiento siendo una dona de fora. A partir de este momento, Marta
y su familia dejan de participar en la vida social de la capital del municipio y del valle
en general, en la que se había mantenido muy activa. Esta actitud continúa después de
que su casa sea considerada una casa veïna, insistiendo los miembros de esta familia en
que no quieren tener nada que con lo que pueda afectar al resto de la población; ya que
los miembros de las cases veïnes no aceptan la presencia de famílies de fora, y porque
como mejor se vive es ajeno a la vida social del valle. Si había pedido los drets, decía
Marta, era porque estaba en su derecho, pero no con la intención de que su casa fuera
considerada una casa más entre el resto de cases veïnes. Una afirmación que no dejaba
de sorprender si se tenía en cuenta que su familia continuaba explotando el bosque
comunal para proveerse de leña. Lo que, por otro lado, ponía de manifiesto cómo la
extensión a otros individuos del derecho a explotar el patrimonio comunal, dependía del
cambio de valor de los recursos naturales en el tiempo y de su importancia para la
continua transformación del patrimonio privado de las casas121.
Pero las contradicciones que acompañan el reparto de kilovatios todavía ilustran otro
aspecto más de la realidad local, la articulación de los dos tipos de poderes que
caracterizan la estructura de poder local: el poder de que participan los veïns, en tanto
miembros del Común de Vecinos, y el poder que un individuo consigue por su
participación en la política local como representante de la Corporación Municipal, una
institución que debe garantizar la igualdad de toda la población ante la ley, pero que
gestiona los recursos comunales en nombre de los veïns. La diferencia entre ambos tipos
de poder estaría en que capacitan de distinta forma a los individuos para actuar y
defender los intereses propios y los de los demás. La función del Común de Vecinos es
garantizar el derecho de las cases veïnes a continuar explotando el patrimonio comunal,
pero al estar representado éste por el ayuntamiento y las EMD, la defensa de los
intereses del grupo de veïns acaba siendo una función que corresponde al ayuntamiento
121 La función del bosque comunal como proveedor de leña para las casas había perdido valor, como
también habían ido perdiendo valor las subastas de madera.
207
y a las EMD. Lo que significa que indirectamente las instituciones político-
administrativas locales trabajan para que la población continúe diferenciándose en
veïns-no veïns (gent de fora), ya que el Común de Vecinos no incluye a toda la
población. En este sentido hay que considerar la importancia que los veïns conceden a
que el alcalde, los presidentes de las Juntas de Vecinos, y a poder ser también los
regidores sean veïns-cabezas de familia, o miembros de cases veïnes, aunque para ello
se necesita el apoyo de todos los posibles votantes vivan o no en el valle, y sean o no
descendientes de cases veïnes122. Esta sería la forma por la que los veïns pueden
continuar priorizando los intereses de sus casas en detrimento de los del resto de
población, legitimando el “excedente de poder” que precisan para continuar siendo
superiores, en conformidad con la legalidad (Nieto, 1964). Una de las paradojas a las
que lleva esta situación estaría representada por la figura de Marta, una dona de fora
que se convierte en regidora, sin que su casa tenga drets y sin poder participar en las
reunions de poble, con lo que su capacidad de decisión queda supeditada a las
decisiones que toman los veïns-cabezas de familia como miembros del equipo de
gobierno local y como resultado de su participación en las reunions de poble. Según
explicaron miembros de otras famílies de fora, habría sido la negativa de los miembros
de otras cases veïnes a integrar la candidatura del alcalde lo que habría llevado a este
hombre a “convidar” a Marta, entonces la alguacil del municipio, a formar parte de la
lista que él encabezaba, y que volvió a ser la ganadora123.
Por todo lo anterior se puede afirmar que la importancia última del Común de Vecinos,
es garantizar la continuidad del grupo de cases veïnes, por la explotación privilegiada
del patrimonio comunal, favoreciendo las relaciones de reciprocidad entre ellas para que
cada una pueda poner en marcha estrategias económicas diversas para continuar
transformando su patrimonio privado y mejorar su posición. De este modo podría
entenderse cómo la complicidad entre las casas habría favorecido que durante un tiempo
algunas de ellas hubieran llegado a disfrutar de más de un dret de veïnatge, y cómo la
puesta en práctica del dret de veïnatge deviene un mecanismo básico de estratificación
social. Por otro lado, las expresiones veïns autèntics y veïns no autèntics, como
señalaban algunos veïns, o veïns de primera y veïns de segona, como señalaba Marta, o
122 En este sentido se puede considerar la importancia de contar con un número elevado de individuos
empadronados, que explicaría que en las casas de los dos pueblos que están deshabitados durante gran
parte del año, y que llevan algunas décadas cerradas consten individuos empadronados.
123 La relación entre los miembros del equipo de gobierno local y la gent de fora que vive en el valle se
analizan con más detalle en el próximo capítulo.
208
veïns amb aprofitament comunal (veïns, con derecho a explotar los bienes comunales) y
veïns sense aprofitament del comunal (veïns, sin derecho a explotar los bienes
comunales), que el secretario del ayuntamiento había sugerido como medida disuasoria
para evitar más conflictos entre la población, ponen de manifiesto que la estratificación
social dentro del grupo de cases veïnes se da de forma paralela a la continua
diferenciación de la población en veïns-no veïns (gent de fora). Una diferenciación que
explicaría porqué la casa de Marta no es considerada una casa veïna por los miembros
de las otras cases veïnes, después de conseguir el dret de veïnatge, al margen del
empeño de esta mujer por querer diferenciarse del resto de veïns.
Sobre el reparto del cupo de kilovatios en la capital del municipio, cabría añadir que la
diferencia entre veïns y no veïns se encuentra en que los veïns se benefician de un
número de kilowatios a bajo coste, pagando el resto de kilowatios al mismo precio que
la gent de fora que vive en el valle, además de quedar exentos del pago del término de
potencia correspondiente al número de kilovatios sobre los que se aplica la bonificación.
Lo que en total supone un importante ahorro económico. Un trato desigual que se
legitima por la conversión del consumo de energía eléctrica en un bien comunal, al que
todas las cases veïnes tendrían derecho por igual, pero que no había evitado que algunas
casas lo sobreexplotaran a su favor. Los kilovatios que quedan disponibles después de
que una casa veïna se cierre se destinan a cubrir las necesidades de alumbrado público.
En este punto puede resultar interesante establecer una paralelismo entre la situación
que conduce a que una casa ocupada por gent de fora consiga el dret de veïnatge, en
2013, sin llegar a ser concebida como una casa veïna por el resto de la población, y el
proceso que conduce a la aparición de la categoría social residents empadronats
(residentes empadronados), en 2007, para ilustrar el proceso de diferenciación social en
relación con la delimitación del margen de maniobra de la gent de fora que vive en el
valle. En verano de 2007, Marta, entonces regidora del ayuntamiento, y otros miembros
de famílies de fora acuerdaron proponer al alcalde la creación de un bono de piscina
especial, más barato, que sólo fuera válido para los miembros de las casas que se
encontraban en la misma situación que la suya, es decir, individuos que vivían y estaban
empadronados en el valle, pero que eran considerados gent de fora. Según explicó
Marta, esta propuesta se plantea después de que algunos propietarios de segundas
residencias se opusieran a pagar el bono de la piscina municipal por considerar que su
precio era abusivo. Desde el punto de vista de Marta, no era justo que individuos que
sólo pasaban unos días al año en el valle exigieran tener drets por ser propietarios de
209
una segunda residencia, cuando la gent de fora que vivía todo el año en el valle no tenía
ningún privilegio y tenía que pagar el bono de la piscina al mismo precio que ellos. Si el
alcalde daba su conformidad, decía Marta, lo que se conseguiría sería que existieran dos
tipos de bonos con precios distintos. Uno más barato para la gent del país (en este caso
la gent de fora que vive en el valle y los veïns) y otro más caro para la gent de fora (en
este caso turistas y propietarios de segundas residencias). Según Marta, el bono de la
gent del país sería al que tendrían derecho los residents empadronats, esto es, la gent de
fora que vivía en el valle, formaran parte o no del Común de Vecinos. Esta era la
manera, decía, de conseguir que la gent de fora (turistas y propietarios de segundas
residencias) colaborara para el mantenimiento de los servicios e infraestructuras de los
pueblos; ya que vivir en el valle todo el año resultaba muy caro. Además, si los
propietarios de segundas residencias contaban con recursos suficientes para mantener
dos casas, y los turistas podían permitirse consumir los servicios turísticos de la zona,
bien podrían pagar un bono más caro. Sin demasiadas objeciones, la propuesta fue
aceptada por el equipo de gobierno local, y desde 2007 en el valle existen dos tipos de
bonos: el bono especial para residents empadronats del que se benefician las cases
veïnes y las “cases” no veïnes abiertas todo el año, y el bono de la gent de fora que es el
que deben pagar los turistas y propietarios de segundas residencias.
Según explicó la joven, hija de un veí, (una de las hijas de Pedro, el ganadero-
informante) que en esa época se encargaba de llevar la piscina municipal de la capital
del municipio, parte de la confusión y de las quejas de los propietarios de segundas
residencias se debía a que en otro pueblo del valle, donde había otra piscina, construida
también a finales de la década de 1990, sólo había un tipo de bono que se pagaba por
casa y no por persona, con independencia de vivir todo el año en el pueblo. Esta chica
también explicaba que desde hacía un tiempo, cobrar el bono o la entrada de la piscina
cada vez era más complicado por la variedad de precios que había. A parte de la entrada
puntual de un día, que costaba lo mismo para todos los individuos, había el bono de
residentes empadronados que era para toda la temporada, y el bono de turistas y
propietarios de segundas residencias cuyo precio variaba si era para una semana, para
15 días, o para un mes entero. Además había que tener en cuenta otro factor y era que si
alguien no estaba de acuerdo con los precios estipulados, era suficiente con que fuera al
ayuntamiento y se quejara para que hubiera otro cambio. En relación con la importancia
de distinguir a los individuos para aplicar una u otra tarifa, esta chica explicaba que eso
era lo de menos, porque en el valle todos sabían quién era cada cual.
210
Lo interesante de este caso era que mostraba cómo situándose en un nivel superior por
su identificación con la categoría gent del país, que los veïns utilizan para designar a la
población autóctona, es decir, a sí mismos, la gent de fora que vive en el valle es capaz
de incluirse en una categoría social más amplia junto con los veïns, distanciarse y
diferenciarse de las subcategorías que integran la categoría gent de fora, y legitimar su
derecho a recibir un trato diferente. Si se examina este proceso con más detalle se
observa que la inclusión de la gent de fora que vive en el valle en la categoría gent del
país resulta de un doble proceso de diferenciación social. Esto es, de la posibilidad de
diferenciarse del resto de gent de fora, pero también de su diferenciación del grupo de
veïns. Para establecer una distancia con los turistas y propietarios de segundas
residencias, la gent de fora que vive en el valle tiene que establecer una similitud entre
ellos y los veïns. Pero debido a su incapacidad para identificarse con la categoría veí,
ello sólo es posible a costa de crear la categoría residents empadronats, que pone de
manifiesto que a pesar de vivir y estar empadronados en el valle como los veïns su
condición es otra.
En el apartado que sigue a continuación se va a continuar mostrando cómo el pasado
continúa formando parte del presente, por medio de la relación que se establece entre el
sentido actual del dret de veïnatge y la capacidad de los veïns para ampliar los negocios
turísticos familiares, y conservar y/o vender cuadras, establos y construcciones viejas en
desuso para garantizar la continuidad de las casas. Con ello se espera mostrar cómo el
avance de la construcción y el turismo afectan las relaciones sociales y la vida cotidiana
de la población, en la medida en que se conciben como el medio principal por el que
continuar transformando el patrimonio de las casas en el contexto económico actual.
El derecho a construir y a ser amo del propio patrimonio
Entre 2005 y hasta aproximadamente 2010, en todos los pueblos del valle se llevaron a
cabo obras destinadas a la ampliación y mejora de los negocios turísticos familiares. En
unos casos eran los veïns los que llevaban a cabo las obras, mientras que en otros eran
las inmobiliarias y las constructoras a los que los veïns habían vendido algunas parcelas
y edificios viejos en desuso. En algunas ocasiones la venta se hacía a cambio de dinero,
mientras que otras se acordaba una cantidad de dinero, más un par o tres de
apartamentos en permuta que los veïns confiaban alquilar a turistas. Esta vorágine
constructora alterará significativamente la fisonomía de los pueblos, pero especialmente
las relaciones entre la población debido a que la construcción de nuevas viviendas
211
favorece la llegada de más gent de fora que se queda a vivir en los pueblos, y a que la
posibilidad de seguir construyendo, entendida como un derecho, se concibe como el
medio por el que transformar el patrimonio familiar y mejorar la posición de las casas.
Entre 2005 y 2007, en uno de los pueblos que en 2005 contaba con 26 habitantes,
repartidos en 11 cases veïnes, se llegan a construir hasta 19 apartamentos turísticos,
repartidos en tres bloques, la mayoría de los cuales se venden como segundas
residencias. Esto significa que, entre 2005 y 2014, la capacidad turística del pueblo, que
contaba con una única pensión creada a mediados de la década de 1970, crece sin
precedentes, mientras el número de habitantes desciende hasta 17 personas. Sólo una
pareja que había comprado uno de los apartamentos barajaba la posibilidad de quedarse
a vivir en el pueblo si encontraba cómo ganarse la vida en la comarca. Durante este
periodo también se procede a la rehabilitación del edificio de la antigua escuela para
convertirlo en un albergue, que permaneció abierto entre 2007 y 2012, y de algunas
casas por parte de fills del poble. Debido a la crisis generalizada de la industria de la
construcción, las obras de algunos apartamentos quedan sin terminar, impidiendo su
alquiler por parte de los veïns. Con anterioridad al desarrollo actual del turismo, este
pueblo guarda una historia singular con la construcción de nuevas casas, que se remonta
a mediados de la década de 1970, que es importante recordar para comprender cómo 30
años más tarde se construyen bloques de apartamentos en antiguas construcciones que
habían quedado disponibles.
Según contó, en 2005, el veí-cabeza de familia presidente de la Junta de Vecinos del
pueblo, como era fácil de observar, “el pueblo constaba de dos pueblos”, el pueblo viejo
y el pueblo nuevo, después de que el pueblo se reconstruyera en la parte baja de una
ladera, al lado del río, debido al desprendimiento de rocas de la montaña en la que las
casas se encontraban inicialmente ubicadas. El pueblo nuevo se construyó a lo largo de
una sola calle, paralela a la carretera local, por una serie de casas adosadas de dos pisos,
con garaje y jardín (generalmente huertos) que recordaba la estética de los chalés que en
aquella época se construían en las urbanizaciones de las zonas residenciales cercanas a
Barcelona. En comparación con el pueblo viejo, con más sol y resguardado de las
posibles crecidas del río, al pueblo nuevo a penas le daba el sol y era mucho más
húmedo. El presidente de la Junta de Vecinos explicó que el pueblo nuevo constaba de
17 cases veïnes, porque ese era el número de casas habitadas en el pueblo viejo cuando
se procede a la construcción del pueblo nuevo. Otro veí, vino a corroborar las palabras
de este hombre añadiendo que el número de casas que inicialmente se había previsto
212
construir coincidía con el número de casas que en el momento de empezar las obras
estaban habitadas, pero no con el número de casas que continuaban ocupadas cuando las
obras finalizaron. Según este hombre, las casas que durante el periodo de obras se
cerraron perdieron el dret de veïnatge, quedando sus miembros excluidos de la
posibilidad de acceder a una casa nueva. Estas casas, pasaron a ser del pueblo al
comprarlas la EMD. Este hombre también explicó que las casas se habían podido
construir gracias a la ayuda del Ministerio de Vivienda, y al dinero de las subastas de
madera del monte comunal del que sólo las cases veïnes tenían derecho a beneficiarse.
Lo que significaba que las familias de las casas que se habían cerrado debían asumir
íntegramente el coste de la obra -500.000 pesetas de la época-, porque al perder el dret
de veïnatge no podían beneficiarse de la explotación del monte comunal. La
imposibilidad de poder asumir dicho coste comportó que dos familias se queden sin
casa en el pueblo nuevo, mientras otra que también había perdido el dret de veïnatge
consigue una casa nueva al disponer de los recursos necesarios y pagar el precio
estipulado. Con el tiempo, la existencia de dos pueblos ha comportado que el pueblo
viejo, el mejor situado, se acabe convirtiendo en la zona donde temporalmente reside la
gent de fora, es decir, los fills del poble, y los turistas y propietarios de segundas
residencias que se alojan en los apartamentos se han construido en las casas viejas,
cuadras, y establos de los veïns situados en el pueblo viejo, y que los veïns habiten en el
pueblo nuevo, el que tiene las peores condiciones de salubridad.
Pero a pesar de la explicación del presidente de la Junta de Vecinos, la situación que
habría llevado a la construcción de un nuevo pueblo no es fácil de esclarecer. Según
algunos veïns, el desprendimiento de rocas se habría producido por la deforestación del
bosque a causa de la Guerra Civil española, aunque los ancianos que habían nacido
antes de la Guerra Civil no recordaban tener constancia de ningún desprendimiento de
rocas Otros veïns, explicaban que habían oído contar que en el pasado habían caído
piedras, pero que de ello debía hacer mucho tiempo porque no recordaban ni el motivo
ni la época. También había veïns de otros pueblos que sin referirse a los motivos de la
construcción del pueblo nuevo, sí aprovecharon la ocasión para decir que el Estado
había dado ayudas para la reconstrucción del pueblo a condición de que los veïns
dejaran de habitar las casas viejas. En ningún momento, nadie hizo ninguna referencia
al hecho de si ello llevaba implícito la imposibilidad de rehabilitar las casas viejas para
poder volver a ocuparlas o tirarlas y/o venderlas para construir apartamentos, pero la
cuestión era que 30 años después en el pueblo viejo estaba en pleno proceso de
213
remodelación, mostrando, una vez más, cómo los veïns eran capaces de imponer su
interpretación de la realidad para satisfacer sus intereses, y que las contradicciones que
surgían sembraban el campo para nuevas reinterpretaciones y posibles acciones. En este
sentido no debía ser casual que mientras los veïns del pueblo explicaban la historia de
los dos pueblos contemplando cómo avanzaban las obras en sus antiguas casas, cuadras
y establos se apresuraran a comentar que ya no había peligro de nuevos
desprendimientos, porque los árboles habían vuelto a nacer y las raíces sujetaban el
terreno. También había veïns que comentaban, que nada podía prever que no hubiera
nuevos desprendimientos, pero como con el paso del tiempo el pueblo viejo se había
acabado cualificando como suelo urbanizable, fills del poble, propietarios de segundas
residencias, los mismos veïns, y ahora también inmobiliarias se habían embarcado en su
rehabilitación para volver a hacerlo habitable.
Entre las consecuencias que se derivan de este proceso, como que el pueblo viejo sea el
que guarda “una apariencia más tradicional” a pesar de su recién rehabilitación, interesa
destacar que la reconstrucción que sufre el pueblo viejo es para hacerlo habitable, pero
como zona residencial, sin que haya un aumento de población, y que los veïns son una
parte decisiva en este proceso al acceder a vender parte del patrimonio familiar que
después de quedar fuera de uso adquiere un nuevo valor al adquirir una nueva función
como vivienda para turistas o propietarios de segundas residencias, en un nuevo
contexto económico. Un valor que es indisociable del avance del turismo, ligado a la
patrimonialización de la naturaleza y la cultura locales, y de la consideración por parte
de los veïns de que la venta del patrimonio familiar a buen precio es la mejor forma de
ayudar a situar a sus hijos que ya hacía algún tiempo que no vivían en el pueblo. En este
sentido, es importante considerar que la venta tiene lugar cuando el cabeza de familia
está jubilado y es evidente que la casa se queda sin relevo generacional. Esta es la
situación de todos los veïns del este pueblo que deciden vender antiguas propiedades a
inmobiliarias y constructoras. Otro factor a tener en cuenta es que se trata de casas que
básicamente han dependido del sector primario, por el cultivo de unas pocas parcelas
destinadas al autoconsumo y al cultivo de forrajes para el mantenimiento de una
explotación ganadera entre pequeña y mediana, sin dar el salto al turismo124. La
incapacidad de estas casas para transformar el patrimonio de uso agrícola para pasar a
124 En el capítulo siguiente se vuelve sobre la situación de estas casas en relación con la generación actual
de jóvenes autóctonos que después de proseguir sus estudios universitarios regresan al valle para dar
continuidad a la casa familiar.
214
depender del turismo explicaría su abandono por parte de la generación más joven. Si
esto se considera para el conjunto de los pueblos, permite comprender la pérdida de la
generación de adultos de entre 40 y 50 años de edad. Esta situación guarda algunas
similitudes con la de la generación de adultos de entre 50 y 60 años de edad que con
anterioridad ya había abandonado el valle, para proseguir sus estudios. Ambas
situaciones mostrarían cómo la dificultad de las casas para ser competitivas en un
contexto de crisis del sector primario o para participar del desarrollo de un nuevo
modelo económico habría comportado que los esfuerzos de los veïns-cabezas de familia
se centraran en sacar a los hijos de valle invirtiendo en su educación. Lo que comportó
que el prestigio de las casas también pasara a medirse por su capacidad para situar a los
hijos en la mejor posición posible fuera del valle. Con el paso del tiempo, el patrimonio
familiar (cuadras, establos, pajares, y aperos) acabaría perdiendo su función principal y
original, pero su conservación habría permitido, unas décadas más tarde, su venta para
ayudar a situar s loa hijos fuera del valle, al que solían regresar los fines de semana y en
vacaciones para visitar a sus padres. Esta situación habría llevado a que con el tiempo
las casas que en la década de 1970 eran entre pequeñas y medianas, y cuyo cabeza de
familia tenía sobre los 40 años de edad vean comprometida su continuidad, 30 años más
tarde, por “la expulsión de la generación más joven”, que además será la generación
mejor formada de fills del poble. En cambio, debido a su gran patrimonio (tierras y
ganado) las cases fortes, y un grupo de casas con cabezas de familia más ancianos, cuyo
relieve generacional se da en la década de 1980, diversificando su economía por la
inversión gradual del siguiente cabeza de familia en el turismo, son las que consiguen
perpetuarse en el tiempo. Estas últimas casas, a las que ya se ha hecho referencia en el
apartado anterior, son consideradas las cases que van a més. Las cases pobres con muy
poco patrimonio, en caso de no emigrar la familia entera, habrían conseguido sobrevivir
al ser capaces de depender de oficios relacionados con la construcción.
El caso de los veïns de este pueblo pone de manifiesto que la puesta en práctica de
distintas estrategias económicas, que incluyen la conservación, la transformación y/o la
venta del patrimonio familiar, son totalmente coherentes y compatibles según se dota de
sentido la relación lógica patrimonio-veí en el tiempo. Pero también muestra cómo las
decisiones que se toman para beneficiarse de la coyuntura económica del momento
repercuten en la forma por la que se expresa la implantación de un nuevo modelo
económico, que en este caso comporta que el número de viviendas que pueden llegar a
ocuparse temporalmente sea casi el doble del número de cases veïnes. Por otro lado, el
215
hecho de que casi todos los veïns accedan a vender su patrimonio a cambio de dinero y
un par de apartamentos en permuta puede considerarse como la manera de continuar
vinculado al patrimonio familiar y la posibilidad de beneficiarse de su continua
transformación.
A diferencia del pueblo anterior, el caso que se presenta a continuación ilustra cómo la
rehabilitación de casas viejas y la construcción de apartamentos altera las relaciones
sociales al ir acompañada de la llegada progresiva de gent de fora que se instala en el
pueblo. Este ejemplo servirá para caracterizar, en el próximo apartado, el tipo de
relación que se da entre los veïns y la gent de fora que vive en el valle. Este pueblo, sin
ser en el que más se construye, es el que durante la segunda mitad de la década del 2000
sufre la transformación más importante. En 2005, este pueblo contaba con 27 habitantes
repartidos en ocho cases veïnes y tres “casas” habitadas por gent de fora. Entre 2006 y
2008, una inmobiliaria construyó un bloque de 10 apartamentos, dos de los cuales se
convertirán en la vivienda habitual de dos famílies de fora,, alquilándose y vendiéndose
el resto a turistas. Desde la década de 1980, en el pueblo también había un
establecimiento de turismo rural, pero no fue hasta 2010 y gracias a la llegada de
famílies de fora y de propietarios de segundas residencias que se abre el único bar del
pueblo desde de que el último que estuvo abierto cerrara en los años 90 del siglo
pasado. Lo que supuso que durante cerca de 20 años éste fuera el único de los cuatro
pueblos habitados permanentemente que no contaba con un espacio de socialización,
pasando a asumir esta función la zona de los huertos situada a las afueras del pueblo125.
Al bloque de apartamentos anterior habría que sumar otros tres apartamentos más que se
construyeron entre finales de los años 90 del siglo pasado y principios de la década del
2000. Uno de ellos también se convertiría en la vivienda de una família de fora,
mientras los otros dos pasarían a ser segundas residencias. Estos apartamentos los
construyó la única constructora local, propiedad del alcalde veí del pueblo, que entre
2005 y 2008 se encarga de la reforma de tres casas viejas más y de un par de
apartamentos para venderlos a famílies de fora. Todas estas construcciones se han
situado en un extremo del pueblo que cuenta con una vía de acceso desde la carretera
local, convirtiéndose en la zona con más vida social. Además, entre 2005 y 2015, tres
familias más compuestas por hijos de veïns o de fills del poble, casados con gent de
125 Sobre las infraestructuras turísticas de este pueblo también hay que decir que uno de sus bosques
comunales se encuentra un refugio, creado en la década de 1990, que a principios de la década del 2000
se convierte en el punto de venta de forfaits y alquiler de material de esquí de la pista de esquí nórdico
municipal que se crea en esa fecha.
216
fora, se instalan en el pueblo por la compra de una casa nueva, por la ocupación de la
antigua casa familiar o por el alquiler de alguna antigua casa veïna, que había quedado
deshabitada o que sólo se ocupaba temporalmente. Como resultado de lo anterior, entre
2005 y 2015, el número de viviendas ocupadas por gent de fora pasa de 3 a 8, mientras
el número de cases veïnes desciende de 8 a 6, después de que 2 de ellas se cerraran y
una más se abriera cuando un hijo de alcalde pasa a habitar con su mujer una casa
recientemente reformada. Lo que mostraba cómo la apertura de nuevas casas por parte
de hijos de cases veïnes se acompañaba de la posibilidad de disfrutar del dret de
veïnatge. No obstante, la casa que la hija del alcalde ocupaba con su pareja, la casa de
un antiguo veí, se queda sin drets, porque ella continua empadronada en casa de su
padre y su marido que es de fora, sólo lleva cinco años viviendo en el valle. Lo que, de
nuevo mostraba, cómo la posibilidad de disfrutar del dret de veïnatge dependía de la
prioridad que se concediera a distintos factores, en un momento determinado. Con todo,
entre 2005 y 2015, el número de habitantes del pueblo pasa de 27 a 36, siendo este el
único pueblo que durante este periodo ve aumentar su población.
El proceso por el que en este pueblo se llega a la construcción de nuevas viviendas para
gent de fora es interesante de considerar, porque permite mostrar la relación entre la
transformación de un patrimonio familiar abandonado y la capacidad de un cabeza de
familia, el alcalde, para actuar en beneficio del patrimonio de su casa en tanto
representante político y en tanto miembro del Común de Vecinos del pueblo. Hasta
principios de la década del 2010, el alcalde era el propietario de la única constructora
que operaba en el valle, antes de la llegada de las inmobiliarias, que además de
dedicarse a la construcción de obra pública, se encargaba de reformar casas viejas para
su venta, de forma prioritaria, a parejas jóvenes que mostraran interés por quedarse a
vivir en el pueblo. Por lo que explicó el mismo alcalde y miembros de las famílies de
fora que consiguieron adquirir una de estas casas, el proceso que iba desde la
adquisición de una casa vieja para su reforma y posterior venta era como sigue. Desde el
ayuntamiento se intentaba establecer contacto con los descendientes de las casas viejas
que llevaban varias décadas abandonadas, sin que nadie las ocupara llegando en algunos
casos a amenazar ruina. Si no se conseguía localizar a ningún miembro de la antigua
familia propietaria se abría un expediente de ruina y si el propietario no pagaba los
gastos de la demolición de la casa, lo que era de suponer porque no se le había
localizado, la casa se expropiaba pasando a ser propiedad de la EMD. Cuando se
localizaba a la familia propietaria y el estado de la casa lo requería igualmente se abría
217
un expediente de ruina, pero si la casa todavía reunía unas condiciones mínimas se hacía
una oferta de compra para comprarla a través de la EMD, a través del dinero que
provenía de las subastas de madera del monte comunal, de la recaudación de impuestos
y de subvenciones. En alguna ocasión se había dado el caso de que la familia optaba por
vender la casa a un tercero que, la usaría como segunda residencia, al ofrecer más
dinero por su compra. Cuando la reforma de la casa estaba finalizada, contando con el
apoyo del Departament de Governació de la Generalitat de Catalunya, se procedía a
venderla, a precio de coste, mediante una subasta, priorizando las solicitudes de parejas
jóvenes que quisieran quedarse a vivir en el valle; ya que el objetivo era fijar población
en el pueblo. Una parte del dinero que se obtenía de la venta se destinaba a pagar el
material de construcción y el trabajo de rehabilitación, mientras el resto quedaba en
beneficio de la EMD, destinándose una parte a la compra de la siguiente casa que se iba
a rehabilitar, y la otra a la mejora de las infraestructuras del pueblo. Si durante el tiempo
en que duraban los trabajos de rehabilitación, ninguna família de fora mostraba interés
por quedarse a vivir en el valle, la casa se vendía como segunda residencia a quien
estuviera dispuesto a pagar la mayor cantidad de dinero. En el caso de que fuera el
miembro de una casa veïna el que finalmente accediera a la compra de una de estas
casas no se hacía ninguna distinción debiendo pagar el mismo precio de venta que el
arquitecto había tasado.
Según explicaron miembros de una família de fora, la participación en la subasta para
acceder a la compra de una casa reformada por “la constructora del alcalde”, dependía
del conocimiento de que la subasta se iba a realizar, es decir, de la relación previa con
miembros del equipo de gobierno local, y en especial con el alcalde. Lo que significaba
que entre las famílies de fora que se instalaban en el pueblo y el alcalde se tejían unas
relaciones de reciprocidad que comportaban que las famílies de fora pudieran acceder a
una vivienda, ir a hacer leña al bosque comunal, mantener y/o conseguir un puesto de
trabajo (como había sido el caso de Marta, cuando se convierte en la alguacil), o
conseguir un terreno donde hacer un huerto, a cambio de votar o integrar la candidatura
del alcalde, que de este modo ve aumentar su influencia sobre el resto de la población.
Si además se tenía en cuenta que la manera de conseguir una vivienda era fent còrrer la
veu (haciendo correr la voz), es decir, haciendo saber a la población el interés por
comprar o alquilar alguna construcción vieja o apartamento, cualquier individuo que
estuviera interesado en quedarse a vivir en el valle, por indicaciones de los otros veïns,
tarde o temprano acababa entrando en contacto con el alcalde. Otro factor a tener en
218
cuenta era que muchas de las familias a las que el alcalde facilitaba el acceso a la
vivienda trabajan para el ayuntamiento o para el parque natural, de cuya creación había
sido partidario, lo que significaba que el alcalde y la gent de fora que vivía en su pueblo
habían definido un grupo de aliados que servía a los intereses de ambas partes126. Esto
mostraba cómo en la selección de futuros habitantes del valle, se contemplaba que los
individuos contaran con los recursos mínimos para sobrevivir, de modo que su
presencia no fuera un problema para el resto de casas, pero sobre todo que se tratara de
individuos que permitieran al alcalde reafirmar su poder al ser capaz de instrumentalizar
su presencia al presentarla como un bé per al poble i la vall (algo positivo para el
pueblo y el valle), que frenaría el abandono de los pueblos, especialmente del suyo, el
que más deshabitado estaba, y ayudaría a dinamizar el valle. Con este discurso el
alcalde consigue actuar en nombre de la EMD de su pueblo, cuyo presidente era un
miembro de una casa rica con el que mantenía una excelente relación, y legitimar las
reformas que su constructora llevaba acabo en las casas abandonadas, poniendo en valor
un “patrimonio muerto” en beneficio de los intereses de su casa127. En este sentido se
puede considerar la cláusula que consta en el contrato de venta de la última casa
reformada, que obliga a la família de fora que la compra a vivir un mínimo de 10 años
en el pueblo, y a vender la casa a la EMD, en caso de querer abandonar el pueblo, antes
que a cualquier otro posible comprador.
Pero el poder que al alcalde confiere su doble condición de representante político y veí-
cabeza de familia, propietario además de una constructora, se observa en su capacidad
para satisfacer los intereses de algunas cases veïnes al proveer de trabajo a sus
miembros, mostrando a la población que efectivamente la reforma de casas
abandonadas y la llegada de gent de fora era algo muy positivo. Esta era la situación de
las casas de los veïns que tenían su propia empresa relacionada con la industria de la
construcción o cuyos miembros eran trabajadores autónomos en el sector. La capacidad
del alcalde para adjudicarse nuevas obras, además de favorecer la obtención de recursos
para la propia casa, también favorecía que las casas anteriores le dieran su apoyo
político con la intención de continuar beneficiándose de las obras que el alcalde pusiera
en marcha. La importancia de la participación en política como un medio por el que
126 En el próximo capítulo se muestra cómo la naturaleza de las relaciones entre el alcalde y las famílies
de fora que viven en su pueblo es diferente de las relaciones entre el grupo de cases veïnes, en relación
con la posición que veïns y gent de fora ocupan en la estructura social.
127 En un contexto en que hay demanda de viviendas por parte de adultos jóvenes de origen urbano.
219
satisfacer los propios intereses también se observaba en el hijo mayor del alcalde. Este
hombre trabajaba con su padre, y el momento en que consigue adjudicarse una casa en
cuyos trabajos de reforma había participado coincide con su participación en la política
local como presidente de la Junta de Vecinos del pueblo. Debido a su función como
proveedor de trabajo, y a su cargo político, sin que lo primero pudiera desvincularse de
lo segundo, el alcalde se había convertido en una figura ambivalente. Así, había
individuos que recordando el origen humilde de este hombre, que a los siete años ya
hacía de pastor en una casa forta del valle, insistían en que era un trabajador incansable
que había hecho mucho por el valle, y que siempre que podía ayudaba a la gente.
Seguramente no debía ser casual que estos comentarios proviniesen de parte de veïns
que se habían beneficiado de su influencia al favorecer que consiguieran un trabajo, ya
fuera en el sector de la construcción o en la Administración pública, de veïns a los que
había realizado las obras de ampliación de los negocios turísticos, siendo algunos de
ellos miembros del equipo de gobierno local, o de propietarios de segundas residencias,
empadronados en el valle, cuyas casas había acondicionado. Pero también había quien
opinaba que este hombre utilizaba su posición de fuerza para enriquecerse y para
priorizar la mejora de las infraestructuras de su pueblo, dejando que los equipamientos
del resto de pueblos continuaran deteriorándose frenando la llegada de turistas. Estos
individuos eran veïns o miembros de cases veïnes que dependían mayormente del sector
primario, o miembros de cases veïnes que dependían del turismo pero que eran hijos del
pueblo que hasta finales del siglo pasado había contado con más habitantes y más
capacidad turística. Algunos de estos individuos también eran miembros del equipo de
gobierno local, pero en representación de la oposición. Así, un veí, ganadero, que a
mediados de la década del 2000 era regidor del ayuntamiento, en representación de la
oposición, expresaba su desacuerdo con “la política del alcalde” alegando que desde que
este hombre era alcalde vivir en el valle era como vivir en una dictadura. Según decía, el
alcalde tenía los votos contados y quien no le votaba recibía amenazas y acababa
teniendo problemas para encontrar trabajo. La población que vivía en su pueblo, gent de
fora y veïns ancianos, vivía sometida a su voluntad, mientras él construía lo que quería
como quería. Parte de las quejas de este hombre se debían a que el ayuntamiento no
había aprobado su proyecto de reforma de un antigua construcción en un edificio de dos
viviendas, una para cada uno de sus hijos, para que pudieran establecerse en el valle,
cuando en el solar de al lado se levantaban bloques de apartamentos de hasta 13 metros
220
de altura (se trataba del caso del primer pueblo), y el alcalde acababa de construir una
casa para uno de sus hijos.
A diferencia del pueblo anterior en que son los veïns propietarios de un patrimonio
familiar los que deciden venderlo cuando en un nuevo contexto éste adquiere un nuevo
valor por su conversión en una mercancía, el caso de este pueblo y de “la constructora
del alcalde” muestra cómo el poder que un individuo consigue por ser veí y alcalde le
capacita para poner en valor el patrimonio abandonado de antiguos veïns, para aumentar
su patrimonio y mejorar la posición de sus casa, al actuar en nombre de la EMD y en
beneficio del resto de veïns del pueblo y del valle. Ambos situaciones ilustran cómo el
cambio de valor y la transformación del patrimonio de las casas en el tiempo afectan el
proceso actual de estratificación social. Si el primer caso ejemplifica las estrategias
económicas de cases veïnes que no han dado el salto al turismo, pero que han sido
capaces de mantener la casa abierta y conservar el patrimonio familiar vendiéndolo
cuando cambia de valor, aunque ello sea indicativo de la falta de relevo generacional y
de su desaparición definitiva después de la muerte de la pareja de ancianos que la s
habitan. El segundo caso ilustra cómo el abandono de gran parte de las casas de uno de
los pueblos más pobre del valle, durante el último tercio del siglo pasado, deja un
patrimonio disponible que el alcalde habría sido capaz de movilizar y “apropiarse”
mejorando la posición de su casa y favoreciendo que este pueblo (“el pueblo del
alcalde”) sea el que experimente el mayor crecimiento. Lo que, de forma paralela,
también mostraba cómo la marcha definitiva de unos (los antiguos veïns) favorecía la
continuidad de las cases veïnes por la llegada de gent de fora.
En lo que respecta a la capital del municipio, el aumento de la construcción no se
acompaña de un aumento de casas habitadas, como en el caso “del pueblo del alcalde”,
sino de un aumento de la capacidad turística, como en el caso del primer pueblo. Entre
principios de la década del 2000 y hasta 2008, se construyen 11 apartamentos turísticos,
repartidos en dos edificios; 3 Alojamientos Rurales Independientes (ARI), situados en
otro edificio, y dos edificios de 8 y 4 habitaciones, respectivamente, para ser alquiladas
a turistas. A esto hay que sumar la rehabilitación de 2 casas viejas, que se convierten en
segundas residencias y la compra y rehabilitación de una casa por parte de una família
de fora que la convierte en su vivienda habitual. En este pueblo también había un hotel
construido a principios de la década de 1990, que contaba con 21 habitaciones; una
fonda que databa de la década de 1960, que contaba con 8 habitaciones; dos
alojamientos de turismo rural bajo la modalidad RCP, una de ellas creada a finales de la
221
década de 1980, y la otra a principios de la década de 1990, que contaban con 7 y 5
habitaciones respectivamente, y un camping construido en la década de 1980. En 2013,
debido a la redistribución del cupo de kilowatios a la que se ha hecho referencia en el
apartado anterior, 13 casas pasan a ser consideradas cases veïnes. Quedarían fuera de
esta condición el apartamento que, desde 2011, ocupaba una família de fora compuesta
por una mujer y sus dos hijos, una borda situada a las afueras del pueblo que desde 2012
ocupaba otra família de fora, y una casa que desde 2014 ocupaba un joven hijo de una
casa veïna junto con su pareja. Este pueblo también experimenta un crecimiento
negativo, y entre 2005 y 2015 la cifra de habitantes desciende ligeramente pasando de
51 a 47 personas. En este pueblo los veïns no venden el patrimonio familiar a
inmobiliarias, ni se invierte en la reforma de construcciones antiguas para su venta. En
este pueblo, la prioridad es la ampliación y mejora de los negocios turísticos familiares,
por la asimilación de antiguas construcciones anexas a las dependencias de las casas.
Esta sería la estrategia económica de las cases que van a més, que dependen de diversas
actividades económicas, y de las cases riques, que desde el último tercio del siglo
pasado sólo dependen del turismo. La estrategia económica de las dos de las cuatro
cases fortes del valle situadas en la capital del municipio, que continúan dependiendo
del sector primario sería sacar el máximo rendimiento de la explotación ganadera
familiar, esperando la llegada del momento oportuno para hacer entrar en el mercado
inmobiliario los edificios (cuadras, bordas, pajares, y otras casas) y algunas tierras
(prados) que se habían conservado. Para explicar cómo en este pueblo los veïns
conciben la posibilidad de construir como el medio por el que continuar transformando
el patrimonio familiar en el contexto económico actual, se va a partir de los testimonios
de la gent de fora que vivía en el valle, para ponerlos luego en relación con el
testimonio de los propios veïns.
En 2006, miembros de una família de fora, que vivían en la capital del municipio desde
comienzos de la década del 2000, explicaban que se enteraron de que la casa que
habitaban estaba en venta después de que miembros de la casa veïna en la que se
alojaban se lo indicaran al mostrar interés por quedarse a vivir en el valle. Un veí que
vivía en una casa próxima y guardaba las llaves les acompañó a visitarla. Cuando
hicieron pública su intención de comprar la casa, algunos veïns les comentaron que de
haber sabido que estaba en venta la hubieran comprado, para ampliar su negocio
turístico debido a su situación y dimensiones. Un comentario que sorprendió muchísimo
a esta familia, porque además de haber sido los mismos veïns los que les habían
222
informado de que la casa estaba en venta, del balcón de la casa colgaba un letrero que
también lo anunciaba. Como la casa pertenecía a una anciana sin hijos, que vivía en una
residencia, la compra se negoció a través de unos sobrinos. Mientras realizaban las
reformas de la casa, algunos veïns sugirieron a esta familia que aprovecharan para
subirla un piso más y construir habitaciones para alquilarlas a turistas. La insistencia en
esta cuestión volvió un tiempo después, cuando la familia hacía obras para transformar
en garaje una edificación que habían comprado al lado de su casa. En esta ocasión lo
que los veïns les sugirieron fue que construyan un par de apartamentos, para alquilarlos
también a turistas. Pero esta familia, que dependía del sueldo que el hombre percibía por
su trabajo en una empresa de la construcción y de los trabajillos que la mujer lograba
realizar en el valle –limpieza en las dependencias de los negocios turísticos y de las
casas de los veïns- nunca construyó ningún apartamento ni llegó a vivir del turismo,
aunque esta sí fuera la prioridad de los veïns; ya que según explicaban los miembros de
esta familia todos las cases veïnes que podían acababan construyendo un par o tres de
apartamentos. En este contexto, lo que sorprendía a los miembros de esta familia era
que hubieran podido llegar a comprar la casa en la que vivían128.
Esta familia también explicaba que los veïns acostumbraban a quejarse de los
importantes esfuerzos que tenían que hacer para conseguir tan sólo sobrevivir. Lo que,
en su opinión, era claramente una exageración; ya que todos podían vivir sin grandes
preocupaciones, ni trabajos, gracias al patrimonio de sus casas. Así, señalando una
parcela que había delante de su casa donde había una construcción medio en ruinas y
rodeada de matorrales, esta familia explicaba que una família de fora que quería
quedarse a vivir en el valle había hecho una oferta a la familia propietaria, una casa
forta, para comprarla y construir una casa, pero que había sido imposible, porque el
cabeza de familia no había querido ni tan solo escuchar la propuesta de compra. Durante
los siete años en que aquella familia vivió en el valle, lo hicieron en una casa de alquiler
en el pueblo del alcalde, mientras la antigua edificación, continuaba deteriorándose.
Según explicaba esta familia, la misma casa forta poseía otras parcelas y edificaciones
antiguas en el núcleo urbano, que el cabeza de familia ya había rehusado vender en otras
128 No era raro, por lo que esta familia explicaba, que en su presencia, los veïns elucubraran sobre el
posible precio de venta de su casa, en caso de que decidieran abandonar el valle. Algún veí, incluso había
llegado a manifestar su interés en ser el primero en saber sus intenciones de venta para comprarla. Esta
familia también explicó que conseguir un terreno donde cultivar un huerto les había llevado cerca de seis
años, porque ningún veí les había querido vender o alquilar alguna de las parcelas que poseían cerca del
pueblo sin cuidar.
223
ocasiones. En su opinión, la negativa del cabeza de familia, un ganadero129, a vender el
patrimonio podía deberse a que tenía tres hijas adolescentes a las que debía dar un
futuro, aunque otros de los motivos era que los veïns no querían que en los pueblos
viviera gent de fora. Tanto era así, explicaba esta família de fora, que los veïns preferían
que el patrimonio acabara cayendo, o venderlo a alguien que pagara mucho más por él
aunque luego construyera una segunda residencia, antes que a una familia joven con
hijos que quisiera vivir en el valle y ayudara a dar vida al pueblo. Lo que, por otro lado,
entraba en contradicción con el deseo de los veïns de que subiera más gent de fora para
que los pueblos no acabaran despoblados. De modo que lo que se ponía de manifiesto
no era tanto que los veïns no quisieran que llegara más gent de fora, como la posibilidad
de vender el patrimonio familiar cuando se diera con quien estuviera dispuesto a pagar
más por él.
En un tono similar, y en la misma época, un hombre originario de Lleida que vivía en la
capital del municipio en un apartamento de alquiler explicaba que los veïns no
acostumbraban a vender el patrimonio porque no les hacía falta, pero que si había
interés por vender una casa o una construcción vieja, antes de que la gent de fora que
vivía en el valle se enterara de que estaba en venta otro veí ya la habría comprado.
Como en el caso de la familia anterior, este hombre también decía que aunque los veïns
comentaban que les gustaría que gent de fora se quedara a vivir en el valle, la dificultad
por adquirir una casa, y las preguntas constantes sobre cuándo volverían a marcharse,
como era su caso, evidenciaban todo lo contrario. En su opinión, el hecho de que los
veïns no quisieran vender el patrimonio familiar no se debía a que entendieran que se
trataba de unos bienes que había que conservar para transmitirlos a sus hijos, sino una
forma de decidir quién podía acabar viviendo en el valle y quién podía ser un
propietario de una segunda residencia, porque llegado el caso, como ya había sucedido
en otras ocasiones, el patrimonio se acababa vendiendo sin más problemas. Tras dos
años de vivir en la capital del municipio, a la que se trasladó al encontrar trabajo en un
valle próximo, este hombre, que nunca había expresado su deseo de quedarse en el
valle, acaba marchándose.
En relación con el testimonio de este hombre y el de la familia anterior, también cabe
recordar el caso de otro hombre soltero y originario de una capital de provincia cercana
a Barcelona que, en 2005, también vivía en el valle en una casa vieja de alquiler que
129 Este hombre es Pedro, el ganadero-informante, la situación de su casa se explica ampliamente en los
dos próximos capítulos.
224
apenas reunía las condiciones mínimas indispensables para vivir. Como en el caso
anterior, este hombre decía que los veïns no vendían el patrimonio familiar porque no
precisaban de esta entrada de dinero, y añadía que en caso de que decidieran hacerlo
preferían venderlo a una inmobiliaria para la construcción de apartamentos turísticos
que a un particular, porque la cantidad de dinero que conseguían era mayor. Lo que
encarecía el precio del suelo, comportando que alguien como él, que vivía de hacer
trabajillos, es decir, de trabajar temporalmente en la construcción y en el mantenimiento
de pistas forestales, no pudiera comprar ni un solar ni una casa vieja en el valle.
También decía que otro factor que dificultaba la compra de una construcción vieja o una
parcela era que en muchas ocasiones se desconocía quién era el dueño de la propiedad,
porque o bien no estaba estructurada o bien se había perdido el rastro a la familia.
Aunque el factor que decisivamente dificultaba la compra era que los veïns orientaban
la venta del patrimonio a la gent de fora, esto es, a los posibles propietarios de segundas
residencias que vivían y trabajaban en otro lugar y contaba con los recursos necesarios
para comprar una casa en el valle que ocuparían temporalmente130. Quien era de fora y
vivía en el valle difícilmente podía acceder al mercado inmobiliario, porque su sueldo
no se lo permitía131. En opinión de este hombre, la construcción era muy tentadora. Por
un prado podían llegar a ofrecerse y a pedir cantidades de dinero impensables, y si
alguien estaba dispuesto a pagarlas era difícil que finalmente los veïns no accedieran a
vender. También decía que la construcción todavía no había transformado la fisonomía
del valle, como sí había transformado la de otras zonas de la comarca, y aseguraba que
si la construcción de bloques de apartamentos se volvía imparable se marcharía a vivir a
otro sitio, porque no quería que ningún edificio le tapara las vistas a la montaña. Su idea
era llegar a ser propietario de una casa y del terreno que la rodeaba para que nadie
pudiera construir alrededor. En 2008, y después de llevar varios años fent còrrer la veu
entre los veïns, para que supieran que estaba interesado en comprar una propiedad para
130 En este sentido también se puede considerar el testimonio de un veí que explicaba que quien tenía
patrimonio no vendía, porque esperaba la llegada de un boom inmobiliario. Él mismo había propuesto la
compra de una casa a un ganadero, no para construir apartamentos o habitaciones para alquilar a turistas,
sino para volver a venderla cuando el precio de venta fuera mayor. En este sentido, una mujer, casada con
un veí que regentaba un bar, explicaba que los veïns ponían el precio que querían, porque estaban
convencidos de que en algún momento alguien acabaría comprando, y porque entendían que si alguien
tenía el capricho de construir una casa para ocuparla temporalmente, era porque tenía mucho dinero.
131 La relación entre el tipo de trabajos que se ofertan en la comarca y en el valle, quién los desempeña,
cómo se consigue acceder a ellos, y cómo ello define un marco de posibilidades que capacita a los
individuos para vivir en el valle, se trata en el siguiente capítulo cuando se hace referencia a la posición
de las casas, y las expectativas y planes de futuro de la generación más joven.
225
quedarse a vivir en el valle, este hombre se marcha a vivir a otro valle, donde sí
consigue comprar una vieja construcción en ruinas. Durante el tiempo en que este
hombre vivió en el valle su situación era un tema de conversación frecuente en los
bares. Los veïns decían que era un hombre al que apreciaban mucho y que estarían muy
satisfechos de que se quedara a vivir en el pueblo. Algunos de ellos también decían que
habían intercedido en su nombre, manteniendo conversaciones con veïns-cabezas de
familia de cases fortes, que poseían diversas propiedades en el pueblo, pero que nadie
había querido acabar vendiendo. Un comentario que, por otro lado, daba que pensar si
se tenía en cuenta que estos mismos veïns tampoco habían accedido a vender el
patrimonio en desuso que poseían.
En 2005, la capacidad turística del último de los cuatro pueblos habitados
permanentemente, el situado más al norte y en el que más casas dependían del turismo
debido, en parte, a su vinculación con la práctica del excursionismo de alta montaña y el
alpinismo132, estaba constituida por un camping creado en la década de 1990; siete ARI,
construidos casi todos a principios de la década del 2000, pertenecientes a dos cases que
van a més; un hotel creado a mediados de la década de 1960 con 17 habitaciones; dos
Cases de Poble Independents, en ambos casos se trata del alquiler de la antigua casa
familiar; dos RCP creadas entre las décadas de 1980 y 1990; seis apartamentos
turísticos construidos a mediados de la década de 1990, y un apartamento que una casa
veïna había construido adosado a la pared de su casa para alquilarlo a turistas. Entre
2007 y 2009 otro veí construye dos apartamentos más en el mismo edificio en que
construye su nueva casa133. En este pueblo el aumento de la construcción tampoco se
acompaña de un aumento de población, siendo además el pueblo que, entre 2005 y
2015, experimenta la pérdida más importante de población; ya que de 64 habitantes se
pasa a 45, repartidos entre 22 cases veïnes y una casa sin dret de veïnatge. También
cabe destacar que en este pueblo el número de casas habitadas durante todo el año es
muy similar al número de casas ocupadas temporalmente como segundas residencias,
132 En el monte comunal de este pueblo se encuentra un refugio de alta montaña construido en la década
de 1930, gracias al esfuerzo de diversas entidades excursionistas. Es el primer refugio federativo de
Cataluña.
133 Cuando la población, veïns y gent de fora, habla de la construcción de bloques de apartamentos no
acostumbra a distinguir entre apartamentos turísticos y Alojamientos Rurales Independientes. Dado que
muchas casas dependen de ingresos provenientes del turismo entiendo que ello no se debe tanto a una
falta de conocimiento real, como al hecho de priorizar en su discurso qué casas son capaces de levantar
edificios en un contexto en que la satisfacción de las expectativas de las familias pasa, en gran parte, por
la consolidación y explotación de un negocio turístico.
226
desde que a finales del siglo pasado algunos veïns empezaran a vender sus bordas
situadas a varios kilómetros del núcleo urbano, a gent de fora que, según explicaron
algunos veïns, llegó a pagar “cantidades de dinero estratosféricas”. Este es el pueblo en
que en a principios de la década de 1980 se funda la Asociación para el Patrimonio del
Valle (APV).
Pero las obras que más impacto visual y social han tenido son las que se han construido
entre 2006 y 2011. Se trata de un bloque de 15 apartamentos que una inmobiliaria
construyó en un terreno que compró a una casa forta134, y la construcción de un
complejo turístico compuesto por un bar-restuarante; una zona termal; una sala de
reuniones, y 11 apartamentos, que una familia de fora que se instala en el valle en 2006
es capaz de levantar después de comprar una antigua casa veïna y parte de sus tierras.
Después de las elecciones municipales de 2011, un miembro de esta familia se convierte
en el presidente de la Junta de Vecinos de la EMD, sin contar su casa con el dret de
veïnatge, aunque por desavenencias con la población abandona el cargo antes de
terminar el mandato. Dado que este pueblo, y a diferencia de lo que ocurre en el pueblo
del alcalde, es el único en el que una parte importante de la construcción cae en manos
de una família de fora se considera importante presentar cómo esta familia consigue
situarse en la posición de fuerza que la capacita para hacerse con el control de la
construcción en el pueblo, y cómo ello tiene que ver con la concepción de este complejo
turístico por parte de los veïns como el medio por el que mejorar la posición de sus
casas y competir con el resto de los pueblos, especialmente con el del alcalde, para
recuperar el protagonismo perdido en las últimas décadas135. En 2009, en pleno proceso
de construcción de este complejo, la población se refería a esta familia originaria de
Barcelona como los rics (ricos) o los “milloneti”, sobre los que nadie sabía del cierto a
qué se dedicaban ni de dónde provenía su dinero, aunque tampoco parecía importar
demasiado, porque lo prioritario era que el complejo turístico, fuera como fuera, se
acabara construyendo. En este sentido, cabe destacar en que sin estar seguros del tipo de
134 Se trata de la casa de Ramón. La situación de esta casa se presenta con más detalle en el próximo
capítulo.
135 Estas obras tienen lugar en un momento en que entre los veïns de este pueblo es común la idea de que
el único pueblo que progresa es el del alcalde. Esta convicción acabará desencadenando la rivalidad entre
este pueblo y el pueblo del alcalde, que en cierto sentido desplaza y se superpone a la rivalidad que
“tradicionalmente” había existido y continuaba existiendo entre la capital del municipio y este pueblo, por
haber sido los dos pueblos con mayor número de habitantes del valle. La rivalidad entre el pueblo del
alcalde y el pueblo en el que se construye el complejo turístico de lujo se analiza con más detalle en el
último capítulo.
227
obra que se iba a construir, los veïns, amparándose en los trabajos previos a la
construcción de complejo turístico, movimientos de tierras y maquinaria, excavadoras,
grúas de grandes dimensiones, etc., aseguraban que se trataba de una familia con mucho
dinero y de una obra muy importante en la que sería necesario contratar a mucha mano
de obra. Además, casi todos los veïns coincidían en que se trataba de un complejo
turístico de lujo, destinado a una clientela con alto poder adquisitivo que podría
disfrutar de unas vistas magníficas sobre el pueblo; ya que la construcción se situaba en
la zona más elevada del mismo.
Durante el tiempo en que duraron las obras esta familia contrató el servicio de algunos
veïns, incluido el alcalde, aunque el grueso de la obra recayó en profesionales de otras
zonas la comarca. Lo mismo sucedió en el caso de la contratación de camareros,
cocineros y personal de limpieza y mantenimiento de las instalaciones; ya que si en un
principio se contrató a miembros de famílies de fora que vivían en el valle, estos
trabajos los acaba asumiendo mano de obra extranjera. Lo que supuestamente
representaba el incumplimiento de las promesas que esta familia había hecho a la
población, en el contexto de las elecciones municipales de 2011, de crear puestos de
trabajo estables a cambio de su voto. Básicamente se trataba de miembros de famílies de
fora, algún joven autóctono que quería establecerse en el valle, y de la generación más
joven de veïns del pueblo, de entre 40 y 45 años de edad, que quería fundar una familia
y veía esta opción laboral como una manera de complementar sus ingresos cerca de
casa. Según explicaron miembros de una família de fora que puntualmente trabajaron en
el mantenimiento del complejo turístico, los veïns del pueblo, no habían votado la
candidatura de los rics, porque simplemente hubieran creído que iban a conseguir un
trabajo, sino porque entendieron que representaba una oportunidad para dinamizar la
economía del pueblo e intentar ganar la alcaldía; ya que mientras un miembro de esta
familia se presentaba para ser el presidente de la Junta de Vecinos del pueblo, otra
candidatura presidida por un veí del pueblo e integrada por veïns del resto de pueblos
que iban en contra del equipo de gobierno local –entre ellos, por ejemplo, el ganadero al
que no habían dejado construir- se presentaba para gobernar el municipio, y poner freno
a lo que creían que era un abuso de poder por parte del alcalde. Pero contra todo
pronóstico, la candidatura del alcalde vuelve a salir elegida por los votos que obtiene en
la capital del municipio. Según continuó explicando esta família de fora, la población de
la capital del municipio también estaba dividida, pero ante la posibilidad de que el
alcalde del municipio fuera originario del pueblo con el que siempre habían competido
228
por ser superiores, donde además se planeaba construir un complejo turístico de lujo,
hizo que los veïns de la capital del municipio volvieran a votar al mismo alcalde. Como
también explicó esta família de fora, pensar que los veïns votaron la candidatura de los
rics por la promesa de conseguir un trabajo tenía su lógica, aunque lo cierto era que ello
difícilmente podía ocurrir; ya que aquella familia pensaban que los veïns estaban poco
cualificados, lo que contrastaba con las opiniones de los propietarios de segundas
residencias para los que habían trabajado. Por otro lado, y según su experiencia, también
era difícil pensar que los veïns hubieran querido quedarse a trabajar para esta familia; ya
que ni el trato ni el sueldo final iban a satisfacer sus expectativas. Lo que mostraba que
el modo por el que los representantes políticos conseguían actuar resultaba de establecer
pactos a múltiples bandas, y que “meterse en política” o mantener una buena relación
con representantes políticos era decisivo para llegar a construir, y lo que también
significaba que quedar fuera de la política era un inconveniente a la hora de mejorar la
posición de la propia casa.
El caso de los rics y de “la constructora del alcalde” también ha puesto de manifiesto la
relación que se establece entre las ideas de casa, pueblo (Común de Vecinos y/o
ayuntamiento-EMD) y valle, como una relación de niveles organizativos inclusivos, que
indica que la continuidad de las casas depende de la continuidad del grupo de cases
veïnes que a su vez dependen de la prosperidad del pueblo en el que se hayan situadas,
como la prosperidad de cada pueblo depende de la prosperidad del valle en su conjunto.
Lo que no quita que junto al interés común de la población (veïns y gent de fora) por
hacer del valle un destino turístico que pueda competir con otros valles de la comarca,
cada pueblo, y cada casa intente poner en práctica estrategias diversas para mejorar su
posición. En este sentido, que el pueblo del que uno es hijo pierda relevancia económica
y social puede entenderse como una amenaza a la posición de la propia casa, y al
cuestionamiento de la propia identidad. De tal forma que del mismo modo que se
recuerda y se revive la rivalidad, y también las alianzas, entre las casas de un mismo
pueblo, los veïns recuerdan y reviven la rivalidad y las alianzas con los veïns de otros
pueblos, que resurgen bajo distintas formas según la realidad del momento136.
La presentación de la situación en la que se encuentra cada pueblo en relación con la
industria de la construcción y su capacidad turística ha sido útil para situar el contexto
económico y social en el que las casas han de idear y poner en práctica diversas
136 Esta cuestión se retoma en el último capítulo.
229
estrategias para transformar su patrimonio. En lo que sigue a continuación se va a
mostrar la relación entre la conservación, la venta y/o la edificación del patrimonio
familiar en el contexto de la redacción y aprobación del Plan de Ordenación Urbanística
Municipal (POUM), en un periodo 2005-2014, en que el número total de habitantes del
valle pasa de 176 a 152 personas. Unas cifras que indican una pérdida lenta pero
constante de la población, aunque entre 2006 y 2011 se observó un aumento del número
de habitantes que se acercó a la cifra de 190 personas137.
El proceso de ampliación de la capacidad turística del valle ha puesto de manifiesto que
la construcción destinada a cubrir la demanda turística no es un fenómeno nuevo de la
primera década del 2000, pero que es este el momento en que el turismo se convierte
y/o se consolida como un recurso económico de cada vez más cases veïnes. Las casas
que habrían invertido de manera decisiva en el turismo, sin que las generaciones
anteriores hubieran dependido de esta actividad, constituyen el grupo de cases que van a
més, cuyos cabezas de familia, en 2005, tenían entre 50 y 55 años de edad. Un ejemplo
de esta situación sería el de una casa integrada por un veí-cabeza de familia, su mujer, y
sus tres hijos en edades comprendidas entre los 14 y los 20 años de edad que, en 2006,
acababa de construir la segunda fase de un total de 6 ARI. La casa también contaba con
una explotación ganadera compuesta por 18 cabezas de ganado entre vacas y caballos, y
el sueldo del cabeza de familia como guarda de caza. En una visita a la casa, el cabeza
de familia explicó que había decidido continuar invirtiendo en la ampliación del negocio
de turismo rural familiar, que había empezado con una RCP, porque el sector primario
ofrecía escasas perspectivas de futuro. Según dijo, para que una familia pudiera
depender exclusivamente de una explotación ganadera la casa debía poseer el
patrimonio necesario, esto es, una explotación con un mínimo de 80 cabezas de ganado
vacuno y prados suficientes para el cultivo de forrajes. Por su lado, su mujer, originaria
de una comarca próxima, explicó que el fin de la importancia del sector primario se
precipitó con el régimen de cuotas impuesto por la Unión Europea, a principios de la
década de 1990. En este contexto económico, la familia decidió empezar a dedicarse al
turismo al alquilando habitaciones a turistas en la propia casa, a partir de 1993. En el
137 En el recuento del número de habitantes para cada pueblo, y para el valle no se han los jóvenes
autóctonos que viven fuera de la casa de sus padres por motivos de estudios o por razones laborales por
considerar que no formaban parte de las relaciones sociales de la vida cotidiana en el valle. No obstante,
la población (veïns e hijos de veïns) entienden que estos individuos sí son parte de la población al
considerar que su situación no es definitiva, porque formaría parte del proceso de transición a la vida
adulta, y porque regresan casi cada fin de semana al valle para visitar a sus padres. Si la cifra de
individuos que se encuentran en esta situación se tiene en cuenta el número de habitantes en 2015
asciende a 168 personas.
230
año 2000, la casa empieza las obras de construcción de dos ARI, terminado la
construcción de cuatro ARI más seis años más tarde. Según contaba la mujer, el
crecimiento de establecimientos de turismo rural no era un problema, porque había
demanda suficiente para que todas las casas del valle que se dedicaban al turismo
tuvieran clientes. También decía que las casas que se dedicaban al turismo no habían
llegado a ningún acuerdo y que cada una establecía su propia lista de precios, que las
demás llegaban a conocer por los turistas que en las sucesivas visitas alternaban las
casas en las que se alojaban. En relación a los requisitos que se debían reunir para
dedicarse al turismo, el cabeza de familia explicó que en los años 90 del siglo pasado
era preciso que el 50% de los ingresos de la familia proviniesen del sector primario.
Con el tiempo esta cifra había ido disminuyendo gradualmente, dándose el caso de
individuos, gent de fora, decía, que se habían instalado en la comarca en los últimos
años y que también explotaban un negocio de turismo rural después de conseguir un
poco de tierra que cultivar, aunque para él esto no significaba depender del sector
primario. Este hombre también comentó que, igual que sucedía con la ganadería, un
negocio de turismo rural también dependía de la percepción de subvenciones que podían
llegar a representar el 20% del coste total de las obras que se justificaran bajo este
concepto. Este matrimonio también explicó que en el mundo del turismo rural había
mucha competencia desleal, que no tardaron en atribuir a cases veïnes que, por ejemplo,
continuaban alquilando las dependencias de la casa a turistas, después de haber dado de
baja el negocio. Un comentario que bien podía ponerse en relación con los de otros
veïns cuando explicaban que algunos veïns habían empezado a alquilar la buhardilla de
su casa o apartamentos que no estaban regulados a turistas. El cabeza de familia de esta
casa y su mujer también comentaron que por el momento no tenían previsto construir
más apartamentos, y que desconocían si el negocio tendría continuidad, porque sus hijos
todavía estaban en edad de estudiar.
Algunos de los veïns del pueblo donde se encontraba esta casa, opinaban que el caso de
esta familia era un ejemplo a seguir, porque al haber sabido sacar partido del patrimonio
familiar invirtiendo en turismo, la casa prosperaba. En este sentido, para ver la
importancia que la población atribuía a la posibilidad y conveniencia de construir para
ampliar y acondicionar los negocios turísticos familiares para mejorar la posición de la
propia casa resulta interesante considerar el testimonio de la mujer que durante cerca de
50 años había regentado el primer negocio de turismo rural del valle. En 2009, esta
mujer, con 69 años de edad, explicaba que había podio vivir del turismo por las ayudas
231
que bajo este concepto el Estado español empezó conceder a los payeses para mejorar
sus condiciones de vida a partir de la década de 1960. Mientras ella se encargaba del
alquiler de habitaciones en la propia casa y de las tareas domésticas, su marido
continuaba trabajando las tierras y cuidando de la explotación ganadera que contaba con
cerca de 20 cabezas de ganado vacuno. Según esta mujer, el turismo había sido la fuente
regular de ingresos de la casa que había permitido que sus hijos, un varón y una mujer,
pudieran estudiar, aunque pasaban los veranos trabajando; el hijo ayudando a su padre
en la explotación ganadera y la hija en una fonda en un valle próximo. Este era uno de
los negocios de turismo rural sobre el que los veïns del pueblo comentaban que
continuaba funcionando, a pesar de estar dado de baja, porque durante el verano veían
entrar y salir a gente de la casa que no conocían. El negocio había constado de cinco
habitaciones que compartían un único cuarto de baño, en el último piso de la casa, y
había contado con una clientela fiel que solía regresar cada año, aunque en alguna
ocasión los clientes no habían llegado a la casa, porque los dueños del hotel que había a
la entrada del pueblo los convencían de que se alojaran en el hotel cuando entraban para
preguntar dónde se encontraba la casa de esta mujer. Lo interesante de este testimonio
era el convencimiento con que esta mujer insistía en que si tuviera que volver a empezar
volvería a dedicarse al turismo, porque le había reportado muchos más beneficios que
inconvenientes, y le había permitido tener una vida mejor. En relación con la
transformación que su pueblo había sufrido en los últimos años –esta mujer vivía en el
pueblo en que se estaba construyendo el complejo turístico más grande del valle-, esta
mujer decía que había que dejar que la población construyera para que las casas tuvieran
continuidad, pero garantizando que todas pudieran construir un par o tres de
apartamentos, para evitar que la construcción quedara en manos de unas pocos
individuos.
La conversación con el guarda de caza y su mujer, que se ha presentado un poco más
arriba, tuvo lugar justo antes de que el POUM se empezara a redactar, mientras que la
conversación con esta mujer se produjo cuando aquél ya estaba aprobado. Hasta la
aprobación del POUM, la construcción se había regulado por unas normas subsidiarias
que databan de mediados de la década de 1980, y que se habían revisado en 2004, sin
que su aplicación se hubiera acompañado de incidentes relevantes. Sin embargo, entre
2006 y 2009, periodo en que se redacta y se aprueba el POUM, las tensiones entre los
veïns y entre éstos y el equipo de gobierno local emergen, por considerar, los primeros,
que las nuevas normas urbanísticas eran más restrictivas, y que la ordenación del suelo
232
que se contemplaba significaba la pérdida de control de las casas sobre su patrimonio, y
que sólo se miraba los intereses de “las cuatro casas de siempre”. Estos veïns eran los
cabezas de familia de cases que van a més, que querían continuar construyendo, y no
eran afines del equipo de gobierno local, pero sobre todo los cabezas de familia de las
cases fortes, que esperaban el “momento oportuno” de poner en circulación el
patrimonio de sus casas en el mercado inmobiliario. En este sentido, en 2007, un veí de
cerca de 70 años de edad, cuya familia poseía un camping creado en la década de 1980;
un bar-restaurante, seis apartamentos turísticos, construidos a principios de la década
del 2000, además de dos casas que alquilaban a turistas, insistía en que a la población
(los veïns) se la debía dejar construir sin la imposición de nuevas restricciones, para que
las dimensiones de los edificios no fueran todavía menores. En opinión de este hombre
no hacía falta que los edificios fueran demasiado altos o grandes, pero sí lo suficiente –
esto quería decir un edificio de tres a cuatro apartamentos de altura- para que en caso de
necesidad los veïns pudieran venderlos a buen precio. Una opción que este hombre sólo
contemplaba si en ello iba la continuidad de la casa, pero que no consideraba la forma
lógica de actuar, porque lo normal, decía, era aumentar el patrimonio de la casa para
transmitirlo a los hijos y evitar que la casa perdiera su posición, pero no venderlo. Así lo
expresaba cuando decía que los veïns que habían vendido terrenos y edificios viejos a
inmobiliarias, o que habían acabado vendiendo alguno de los apartamentos que habían
construido para saldar las deudas que habían contraído durante el proceso de su
construcción, habían dejado de ser amos de una parte del patrimonio de la casa,
abriendo el camino para que en cuestión de poco tiempo los miembros de la casa se
vieran en la necesidad de trabajar para otros para sobrevivir138. De forma similar se
expresaba un veí que regentaba una fonda cuando explicaba que muchos veïns podían
verse en apuros económicos si la construcción se limitaba y el turismo paraba. Según
este hombre, continuar construyendo para aumentar la capacidad turística del valle era
la forma de obtener los ingresos con que subsanar las deudas que muchas casas habían
contraído para empezar a construir, aunque ello significara continuar endeudándose.
En esta época resultaba muy difícil saber cuáles eran las normas urbanísticas que hasta
el momento se habían contemplado para la construcción de nuevas edificaciones y, en
este sentido, quién las había cumplido. Como sucedía en relación con la cuestión del
138 La relación entre la posición de las casas y la percepción de un sueldo por parte de sus miembros se
retoma en el próximo capítulo cuando se examina la relación entre cases fortes y cases pobres. La idea de
que el patrimonio de las casas no debía venderse era compartida por la mayoría de los miembros de cases
veïnes, aunque la práctica no deje de mostrar ejemplos de todo lo contrario.
233
dret de veïnatge y las casas que podían beneficiarse del reparto de kilovatios, había
tantas medidas posibles como veïns entraban a discutir la cuestión –pudiendo llegar a
variar la altura máxima permitida en un edificio de nueva construcción en más de un
metro-, aunque todos coincidían en que lo mínimo que se debía poder construir era una
planta baja y dos pisos de altura. Lo más importante del caso era que los veïns atribuían
las diferencias en las alturas de las casas y los bloques de apartamentos a la implicación
de los cabezas de familia en la política local, asegurando que bastaba con mirar la altura
de las casas para saber el partido político con el que sus miembros simpatizaban.
También decían que cuando se empezaba a edificar lo prioritario era levantar el edificio
lo más rápido posible, antes de que la normativa cambiara para satisfacer los intereses
de las casas aliadas con el equipo de gobierno local, y luego terminar de acondicionarlo
por dentro. Unos comentarios que se veían corroborados por las afirmaciones de
algunos regidores del ayuntamiento cuando explicaban el caso de veïns a los que no se
les había aprobado el proyecto de construcción que habían presentado por no ser afines
al equipo de gobierno local, cuando en la misma fecha, a otros veïns, que sí
simpatizaban con los veïns-cabezas de familia que gobernaban se les había dado
permiso para construir. En este contexto se puede pensar que la aprobación del POUM
no iba a impedir que las cosas continuaran como estaban, y que las casas que tenían
alianzas con el equipo de gobierno local acabaran construyendo según su
conveniencia139.
La redacción del POUM140 fue un proceso lento que se acompañó de varias reuniones
entre el equipo encargado de su redacción, y los veïns, y fills del poble propietarios de
fincas, solares, casas y construcciones antiguas en el valle. Antes de su aprobación final
se abrió un periodo de alegaciones, que se prolongó más allá de lo previsto. Los veïns
139 También es importante señalar que es en 2010 cuando los veïns empiezan a pagar la tasa por licencia
de obras de la que hasta el momento habían quedado exentos, a diferencia de la gent de fora que vivía en
el pueblo, los fills del poble y los propietarios de una segunda residencia en el valle que sí estaban
obligados a pagarla.
140 La aprobación del POUM coincide con la aprobación del Plan Director Urbanístico del Pallars Sobirà
(PDUPS) y del Plan Territorial del Alto Pirineo y Aran (PTAPA), los dos instrumentos de ordenación
urbanística que regulan el porcentaje de los diferentes tipos de suelo: urbano, urbanizable y no
urbanizable, que cualquier POUM debe respetar. En la comarca, este último tipo de suelo representa el
99% de todo el suelo, donde el 80% del territorio ya estaba afectado por algún tipo de protección especial
a causa de su interés agrícola, medioambiental o paisajístico. En las reuniones que se celebraron en
distintos municipios de la comarca para explicar las posibles afectaciones que se derivarían de la
aprobación del PTAPA y del PDUPS, no coincidí con ningún veí del valle, que continuaban enfrascados
en discusiones para justificar que las normas urbanísticas del POUM sólo contemplaban la satisfacción de
los intereses de los miembros del equipo de gobierno local y de las casas que les daban su apoyo, sin tener
en cuenta lo que sucedía más allá de los límites geográficos del valle.
234
que presentaron propuestas de cambio para alterar la calificación de las parcelas que
poseían, ejerciendo presión para la modificación de las normas urbanísticas eran
cabezas de familia de cases que van a més, que veían en la nueva normativa, más
restrictiva, un impedimento para continuar construyendo más apartamentos y más
grandes, y cabezas de familia de cases fortes que insistían en la recalificación de la
extensa superficie de prados que sus casas poseían a la entrada de los pueblos, a
continuación de los núcleos urbanos, para que fueran considerados suelo urbanizable y
no como suelo anegable como constaba en el POUM, para contribuir al crecimiento
natural de los pueblos, y evidentemente a la mejora de la situación de sus casas. Lo
interesante de la situación de las cases fortes, que continúan dedicándose a la ganadería,
es ver cómo sus estrategias económicas son indisociables de la posesión de un
“patrimonio expectante”, que se identifica con la superioridad de estas casas en un
contexto económico anterior.
Cuando el POUM está en pleno proceso de redacción, empieza a correr el rumor de que
la pista forestal que conecta el valle con Andorra se iba a convertir en una carretera que
permitiría la llegada de más turistas, fomentando un clima de expectativas por los
grandes beneficios económicos que de ello se derivarían. De hecho, se trataba de un
proyecto que siempre estaba presente, aunque nunca llegaba a realizarse, como a
mediados de la década de 1990 cuando la construcción de esta misma carretera se
planteó en relación con el proyecto de unas pistas de esquí alpino que tampoco se
llegaron a construir. En 2006, todos los veïns hablaban sobre esta carretera, aunque los
que más ansiaban la conexión del valle con Andorra, tanto o más que los veïns que
dependían del turismo, eran los ganaderos. Así, Pedro (el ganadero-informante) veí-
cabeza de familia de una casa forta que poseía grandes extensiones de prados deseaba
fervientemente que la carretera se construyera, porque ello fomentaría la construcción
de equipamientos y alojamiento para los turistas. Este deseo empezó a tomar forma en
el momento en que empezaron los trabajos de acondicionamiento de la pista forestal,
que Pedro, como otros veïns, interpretó como el esperado inicio de la construcción de la
carretera, cuyo avance seguía de cerca. Una actitud que contrastaba con el escepticismo
que mostraba otro veí que había trabajado en el primer tramo de construcción de la
misma, cuando afirmaba que no se había aprobado ningún presupuesto para continuar
las obras, pero que en caso de que las obras prosiguieran la carretera resultante sería una
carretera local que seguiría el trazado original, a penas modificado de la pista forestal,
incapaz de asumir grandes volúmenes de tráfico. Según este hombre, se trataría de una
235
carretera transitable sólo en verano, porque en invierno, debido al cúmulo de nieve,
continuaría cerrada. Hasta día de hoy, no hay ninguna carretera que comunique el valle
con Andorra, ya que sólo se ha asfaltado un tramo de pista forestal sin ampliarla ni
modificar su trazado. Con la finalización de las obras de acondicionamiento de la pista
forestal y la aprobación definitiva del POUM, en que grandes extensiones de prados
quedan calificadas como suelo anegable, las expectativas de Pedro se desvanecen,
aunque ello no impedirá que cinco años más tarde su casa pase a depender del turismo
al construir un espacio museístico en una borda adyacente a las casa, como se muestra
en otro capítulo. Después de la aprobación del POUM, las conversaciones entre los
veïns sobre si la transformación de los pueblos por el avance de la construcción llevaría
a que los turistas dejaran de visitar el valle por su cambio de aspecto, dejan de tener
lugar. La situación en la que queda una parte importante del patrimonio de la casa de
Pedro, y otras cases fortes, esto es, “sin valor” y sin la posibilidad de poder
transformado en un nuevo contexto económico, volviendo a quedar expectante, propició
los comentarios de miembros de cases veïnes que ocupaban una posición más baja
dentro de la estructura social por poseer escaso patrimonio (tierras y ganado), pero que
habían sido capaces de ganarse bien la vida al trabajar en la industria de la construcción,
que en tono de burla decían que los ganaderos habían quedado condenados a continuar
cultivando forrajes, porque esperando el momento de sacar el máximo provecho de su
patrimonio habían acabado perdiendo cualquier oportunidad de venta y/o construcción.
Los testimonios presentados en este apartado han puesto de manifiesto cómo es por la
puesta en práctica de la relación lógica patrimonio-veí que los veïns idean y ponen en
práctica estrategias diversas para asegurar la continuidad de sus casas, de modo que la
transformación, conservación y/o venta del patrimonio familiar se presentan como
alternativas compatibles, coherentes y lógicas, dentro de una escala de prioridades en
que la venta del patrimonio se contemplaría como la última opción. Pero también han
puesto de manifiesto cómo la reinterpretación de la relación lógica patrimonio-veí para
dotar de sentido práctico a la realidad, encuentra sus límites por la superposición de
marcos legales (PTAPA, PDUPS, POUM) que dirigen el desarrollo local desde
instancias superiores. Lo que significa que los límites con que se encuentran los veïns
para controlar la transformación del patrimonio de sus casas, surgen de la
transformación del contexto local por políticas territoriales y económicas que se
imponen desde el exterior, condicionando su vida diaria. Esto implica que bajo una
apariencia de control y autonomía local los veïns deben idear nuevas formas de
236
identificación con el concepto de patrimonio, que pasan por su resignificación, para
continuar dotando de sentido un tiempo anterior, y poder legitimar las estrategias
económicas de sus casas en el contexto actual, por la construcción de nuevas relaciones
significativas.
En el apartado que sigue a continuación, se va a mostrar cómo la continuidad de la
celebración de fiestas “tradicionales” –fiestas mayores de los pueblos y romerías-, como
expresión simbólica de la identidad de cada uno de los pueblos, depende cada vez más
de la participación e implicación de la gent de fora que vive en los pueblos, de fills del
poble, propietarios de segundas residencias y turistas, en la medida en que éstas se
convierten en la carta de presentación de los pueblos y del valle. El objetivo es mostrar
cómo el cambio en la concepción de las fiestas locales, se acompaña de la
interdependencia de las categorías del sistema de clasificación social, y de la
redefinición de los criterios de inclusión y exclusión social. Con esto también se espera
contextualizar el proceso por el que la celebración de fiestas y eventos públicos deviene
el ámbito en que veïns y gent de fora que vive en el valle, compite por apropiarse de los
distintos significados de patrimonio para legitimar la trayectoria de sus casas y su
experiencia de vida.
Ser del poble y fer poble. Veïns y gent de fora en las celebraciones “tradicionales”
En 2009, un chico, hijo de un ganadero y el único joven varón que cursaba estudios
universitarios, contaba que la gent de fora que vivía en el valle sí podía integrarse si se
esforzaba por relacionarse con los veïns, participaba en la fiestas locales, básicamente la
fiesta mayor, y no se inmiscuía donde no debía. Este comentario, en forma de decálogo,
sobre lo que podía esperarse y debía ser ofrecido por parte de la gent de fora que vivía
en el valle, recordaba las palabras de una dona de fora, originaria del área metropolitana
de Barcelona, que vivía en el valle desde comienzos de la década del 2000, cuando
explicaba que en alguna ocasión se había enfrontado con algún veí, por haberle
recriminado que ni ella ni su familia fessin poble (hicieran pueblo); ya que no solían ir a
los bares ni asistir a las fiestas mayores de los pueblos del valle. También había el caso
de otra família de fora que, después de llevar cinco años viviendo en el pueblo,
explicaba que los veïns les insistían en que debían dedicar más tiempo a relacionarse y a
conversar con la población, es decir, con los mismos veïns. En un contexto en que los
veïns explicaban que las noches de verano asistían sin falta a los bares locales, sin
regresar a casa hasta que la tertulia no se daba por finalizada, añadiendo satisfechos que
237
muchos turistas les comentaban sorprendidos que en ningún otro lugar en el que habían
estado habían experimentado la posibilidad de relacionarse con la población local al
nivel en que conseguían hacerlo en el valle. Aunque la valoración que los veïns hacían
de los turistas variaba según las actividades económicas de las que dependía su casa,
casi todos coincidían en que, a pesar de la gran variedad de turistas con la que uno se
podía encontrar, conversar con los turistas les agradaba, porque les informaban sobre
cuestiones que desconocían. Con la intención de mostrar la relación entre la
interdependencia de las categorías sociales en el contexto festivo y el proceso de
diferenciación y estratificación social local se mostrará la idiosincrasia de la fiesta
mayor de verano del pueblo del alcalde en comparación con la fiesta mayor de invierno
de la capital del municipio.
En 2008, Dolores, una dona de fora, que hacía seis años que vivía en el pueblo del
alcalde en una de las casas que este hombre había reformado, explicaba que la
celebración del sopar de poble (cena del pueblo) en el contexto de la fiesta mayor,
empezó a celebrarse en 2003, por casualidad, como sucedía todo lo que acontecía de
forma natural. Según decía, la celebración de esta cena fue una iniciativa de un grupo de
gente, unas 30 personas, todas gent de fora (famílies de fora que vivían en el valle, fills
del poble y propietarios de segundas residencias) que a última hora de la tarde, durante
los meses de verano, se reunían en un prado, o en distintos puntos del pueblo para
practicar taichi bajo la dirección de una filla del poble de mediana edad. Según explicó
Dolores, que no faltaba a la cita, se trataba de un grupo de individuos, con ganas de
hacer cosas y pasarlo bien, abierto a cualquier persona. Con la idea de alargar el tiempo
de reunión, entre los participantes surgió la idea de llevar algo de comida para
compartir, hasta que se planteó la posibilidad de organizar una cena a la que también
pudiera asistir el resto de la población, es decir, los miembros de cases veïnes que no
practicaban taichi. Pensando en una fecha que favoreciera la asistencia de más gente, la
gent de fora que vivía en el pueblo, fills del poble y propietarios de segundas
residencias acordaron celebrar la cena en el contexto de la fiesta de mayor, a la que
llamaron sopar de poble. Según Dolores y una pareja de propietarios de una segunda
residencia, que habían participado en la organización de todos los sopars de poble, los
ancianos del pueblo estaban muy contentos de asistir a la cena, a la que también asistían
la mayoría de los fills del poble y propietarios de segundas residencias, que si no
estaban en el pueblo regresaban expresamente para celebrar la fiesta mayor.
238
Por la implicación de Dolores en la organización del sopar de poble desde sus inicios,
sus palabras podían considerarse la versión oficial de la historia de esta cena que se
repetía cada año. Pero otros individuos que no participaban en la organización de la
cena, aunque siempre asistían tenían su propia versión de los hechos. En 2008, una filla
del poble, de 70 y pocos años de edad que cada verano regresaba a la casa de sus padres,
explicaba que cuando ella era joven esta cena no se celebraba, y calculaba que a lo
sumo hacía un par o tres de años que se organizaba. Decía que le gustaba mucho asistir,
porque era la manera de reencontrarse con la gente del pueblo a la que hacía tiempo que
no veía, exactamente, desde el sopar de poble anterior. Además, celebrándose como se
celebraba los viernes por la noche permitía que la fiesta mayor empezara un día antes, y
que la gent de fora (fills del poble y propietarios de segundas residencias) llegara a
tiempo –los que no estaban en el pueblo subían expresamente, generalmente desde
Barcelona- y pudiera volver a marcharse el domingo por la mañana, como muchos
tenían costumbre. Para poder contar con la asistencia de fills del poble y propietarios de
segundas residencias, la celebración de una comida en domingo, como en alguna
ocasión se había planteado, se había desestimado. Por su lado, un veí de una edad
similar explicó que el sopar de poble se celebraba desde hacia nueve o diez años,
mientras que una veïna, de más de 80 años, contó que esta cena hacía tanto tiempo que
se celebraba que ya no se acordaba de su inicio. Con todo hay que recordar que, en
2008, en este pueblo, sólo había seis casas veïnes, y que a excepción de la casa del
alcalde que estaba habitada por él su mujer y tres de sus cuatro hijos, las otras cases
veïnes estaban ocupadas por veïns solteros de mediana edad, parejas de ancianos, y
ancianos o ancianas viudos. Para comprender la relación entre el inicio y el desarrollo
de ciertos actos festivos considerados tradicionales, ciertas iniciativas culturales y la
presencia de gent de fora en el pueblo (el pueblo del alcalde), se va a fijar la atención en
la trayectoria de Dolores que había sido una de las artífices del primer sopar de poble.
En una ocasión, Dolores explicaba que ella era la que se encargaba de organizar la fiesta
mayor y la mayoría de actos que se organizaban en el pueblo; ya que los hijos del
alcalde los únicos que por edad podían colaborar, antes de la llegada de otras famílies de
fora, no asistían si quiera a las reuniones previas que se celebraban para acordar lo que
se iba a hacer, y distribuir el trabajo. Lo que en su opinión mostraba que la fiesta mayor
“a la gente del pueblo” le importaba muy poco, como también ponía de manifiesto que
los hijos del alcalde que en ese momento estaba de vacaciones, aprovechaba para hacer
algún viaje en lugar de quedarse en el pueblo. Sin embargo, las palabras de esta mujer
239
contrastaban con las de los propios hijos del alcalde cuando explicaban que cuando era
necesario sí colaboraban, como mostraba que desde su inicio, se hubieran encargado de
organizar, alternativamente, con Dolores el sopar de poble, aunque ella no quisiera
reconocer su esfuerzo. También contrastaban con los comentarios de los miembros de
otras famílies de fora cuando decían que si Dolores acababa asumiendo el peso de la
organización de la fiesta mayor, lo que, por otro lado, estaba por ver, era porque no
aceptaba que otra gente colaborara; ya que ellos mismos le habían ofrecido su ayuda y
la había rechazado. En 2007, en el contexto de las reuniones que se celebraron para
organizar la fiesta mayor en las dependencias de la EMD, a las que básicamente asiste
gent de fora, se decide constituir una comisión de fiestas integrada por Dolores y un
hijo del alcalde, con la intención de administrar el dinero que se recaudaba en la barra
que se montaba durante la fiesta mayor, para la organización de las siguientes fiesta
mayores. Aunque nadie más pasó a integrar la comisión de fiestas, según explicó
Dolores ésta permanecía abierta a cualquiera que tuviera iniciativa y ganas de hacer
cosas.
El periodo en que se pone en marcha y se consolida el sopar de poble como el acto
principal de la fiesta mayor, coincide con la participación de Dolores en la política local,
al pasar a ser miembro de la Junta de Vecinos de la EMD, entre 2003 y 2007, cuando
mantiene una excelente relación con el alcalde. Este periodo también coincidió con la
puesta en marcha de una sala cultural, de la que se encargaban Dolores y miembros de
su familia, que estuvo en funcionamiento hasta aproximadamente 2010. Se trataba de un
espacio propiedad del pueblo (de la EMD) que permanecía abierto los meses de verano,
por Semana Santa, y algún día festivo puntual, en el que se hacían exposiciones de
cuadros, además de hacer la función de bar al servir bebidas, en un pueblo en el que no
había otro espacio formal de socialización. Según explicó Dolores, ella misma se
encargaba de anunciar cada año la apertura de la sala y de hacer propaganda de los
artistas invitados colgando carteles en los pueblos del valle y en valles próximos, sin
conseguir captar la atención de la población del pueblo (veïns y gent de fora), ni la de
los veïns del valle que aprovechaban para visitar la sala cultural en grupo, el día que
asistían a la fiesta mayor del pueblo. Rara vez, la sala tenía más de cuatro visitas al día,
básicamente turistas y propietarios de segundas residencias de distintos puntos de la
comarca, aunque la entrada era libre. Cada verano, Dolores inauguraba la nueva
temporada invitando a la gente del pueblo (veïns, gent de fora que vivía en el valle, fills
del poble y propietarios de segundas residencias) a una recepción, a cargo de la EMD,
240
en la misma sala cultural, a la que todos asistían, aunque era raro que luego volvieran a
visitar la sala. Según explicó una veïna del pueblo, la población se enteraba del día de la
inauguración, porque Dolores les invitaba haciéndoles llegar una invitación que dejaba
debajo de la puerta de las casas. A la recepción también asistían miembros del equipo de
gobierno local –en este caso el alcalde y su hijo- y representantes del Consell Comarcal.
También hay que decir que esta mujer mantenía buena relación con algunos alcaldes de
zonas próximas.
Otro de los actos en los que Dolores tenía un papel destacado, era en la organización de
una carrera de alta montaña impulsada por el parque natural y un centro excursionista,
que se celebraba en otro pueblo del valle, desde principios de la década del 2000. En
alguna ocasión, dolores también se había encargado de organizar algún concierto de
música clásica en la iglesia del pueblo, durante el verano, aprovechando la presencia de
un chico, hijo de un propietario de una segunda residencia, que era músico. Como
pasaba con la fiesta mayor, ella era quien se encargaba de todos los preparativos que
además de acondicionar la iglesia pasaban por elaborar un informe describiendo las
características del evento, que presentaba al ayuntamiento y al Consell Comarcal para
conseguir fondos con que pagar la actuación. Según contaba ella misma, este tipo de
actos tenían muy buena acogida entre los asistentes, aunque la mayor parte eran de fuera
del valle. Desde su llegada, y debido a su formación y habilidad en artes plásticas, con
el apoyo de su familia, Dolores también había sido la artífice de ambientar, durante la
Navidad, el local donde se reunían los veïns de la capital del municipio para celebrar el
sopar de poble, en una leyenda infantil que ella misma se había encargado de introducir
y difundir entre la población. Lo que ponía de manifiesto que, desde su llegada, Dolores
había sido capaz de introducirse en la vida social del pueblo en el que vivía participando
en fiestas y celebraciones que ya existían, en las que había introducido cambios
significativos que les conferían un nuevo sentido, y creando nuevos espacios de
socialización. Dolores justificaba su implicación en todos los actos alegando que como
en el pueblo vivía poca gente era normal que una misma persona se encargara de
organizar varias cosas a la vez.
Pero lo más importante del caso de esta mujer es que permite ver cómo el protagonismo
que es capaz de acaparar se debe a que la celebración de “fiestas tradicionales” pasa a
ser un espacio que la gent de fora puede apropiarse, en la medida en que el pueblo (los
veïns) precisa de su llegada e implicación para poder continuar dando expresando su
identidad frente al resto de pueblos del valle y el exterior. En este proceso, tan
241
importantes pueden llegar a ser las habilidades personales, como la capacidad para
aliarse con miembros del equipo de gobierno local –no es casual, que el periodo de
máxima implicación de Dolores en la vida social del pueblo también coincida con su
implicación en la política local-, de manera que si para la gent de fora que vive en el
valle participar activamente en las fiestas locales representa el modo de fer poble y
conseguir un capital simbólico que la capacite para legitimar sus prácticas en otros
ámbitos, y su trayectoria de vida en el contexto local, por su identificación con una
expresión cultural que remite al pasado, para los veïns (especialmente para los
representantes políticos) la continuidad de las celebraciones locales pone de manifiesto
la capacidad del pueblo y de las casas, para perpetuarse en el tiempo, aunque dicha
continuidad resulte de la institución constante de la diferencia, como ponía de
manifiesto la distinta composición de la población y la celebración de un nuevo tipo de
fiesta mayor141. En este sentido se puede afirmar que es por la implicación de la gent de
fora que vive en el valle en las fiestas y la vida social de los pueblos, que políticos,
veïns y gent de fora que vive en el valle ven sus distintos intereses satisfechos. De lo
anterior también se desprende que el ámbito de “lo festivo”, al menos en el pueblo del
alcalde, se convierte en el ámbito propio de la gent de fora que vive en él y que la
competencia por identificarse con la fiesta mayor del pueblo se da entre los distintas
categorías de individuos que integran la categoría gent de fora. Así se puede entender,
por ejemplo, como algunas filles del poble intentaban dirigir los preparativos de la sala
en la que se iba a celebrar el sopar de poble, ante la presencia de mujeres propietarias de
una segunda residencia que se habían presentado al lugar dispuestas a colaborar, y que
habían quedado relegadas a un segundo plano, y los comentarios de miembros de otras
famílies de fora que insistían en que les era muy difícil poder participar en la
organización de la fiesta mayor, porque Dolores que había promovido la celebración del
primer sopar de poble no les dejaba ningún margen de maniobra142. Lo que también
podía explicarse por el hecho de que dolores y su familia, fueran la primera família de
fora que se instaló en el pueblo del alcalde.
Pero a parte de la novedad que supuso la organización de una cena de pueblo, que desde
2003 se celebra sin interrupción, en la que la presencia de gent de fora se contemplaba
141 La importancia de la participación de veïns y gent de fora en los actos públicos se retoma en el último
capítulo.
142 Sin embargo, algunos de estos individuos, a diferencia de Dolores sí conseguirán un protagonismo
destacado en el contexto de la Feria del Hierro.
242
desde su mismo inicio, la fiesta mayor del pueblo del alcalde sufrió otra transformación,
esta vez de manos de Marta, mientras fue la alguacil del municipio. En esta ocasión, el
objetivo ya no era crear un espacio de socialización exclusivo para la gente del pueblo,
sino introducir algún cambio que saliera de la programación habitual para conseguir que
la fiesta mayor del pueblo del alcalde fuera las más concurrida del valle. Con esta
intención, entre 2005 y 2007, Dolores y Marta decidieron intercalar demostraciones de
country durante las sesiones de baile, el día de la fiesta mayor en que se preveía una
mayor afluencia de gente. Para dar publicidad al acto y captar la gente suficiente con la
que poder hacer la demostración, se estableció una programación que incluía varios
ensayos a la semana, ente la capital del municipio y el pueblo del alcalde. El grupo de
gente dispuesta a bailar country estuvo compuesto por gent de fora que vivía en el valle,
fills del poble, y propietarios de segundas residencias, además del grupo de
preadolescentes, hijas de los veïns de los distintos pueblos del valle, y de alguna chica
extranjera que trabajaba en los negocios turísticos de los veïns. Marta, que en esta época
empezaría a criticar a la comisión de fiestas de su pueblo –el grupo de jóvenes
autóctonos de la capital del municipio-, por el modo en que organizaba la fiesta mayor,
fue la encargada de enseñar los pasos. Cuando los ensayos tenían lugar en la capital del
municipio, a última hora de la tarde, en la piscina municipal o en el local donde los
veïns celebraban la fiesta mayor de invierno, miembros de cases veïnes que habían
acabado la jornada laboral se acercaban para observar con atención el baile, y aunque
alguno de ellos llegó a ensayar los pasos, el día de la demostración rehusó bailar en
público. Cuando los ensayos se celebraban en el pueblo del alcalde, en las dependencias
de la EMD, los veïns del pueblo del alcalde, todos ancianos, asistían sin falta
comentando que estaban muy contentos de que se organizaran tantas actividades para
celebrar la fiesta mayor. Para que las demostraciones de country pudieran realizarse, la
orquestra que en aquel momento tocaba “los bailes tradicionales de fiesta mayor” debía
interrumpir su repertorio, y las parejas, entre ellas los veïns del valle y sus mujeres,
debían retirarse de la plaza del pueblo para que gent de fora pudiera bailar una
coreografía nueva ante los aplausos, los gritos de animación y las fotos que les hacían
los asistentes, entre ellos miembros de cases veïnes de los otros pueblos del valle.
Después de las demostraciones de country, Marta y su familia regresaban a la capital del
municipio sin participar en ningún otro acto de la fiesta mayor, porque según explicaron
“las fiestas mayores típicas de pueblo” no les gustaban. Después de la primera
demostración de country, en 2005, la siguiente y última demostración fue en 2007, en
243
un contexto muy diferente. En esta época Marta ya se había convertido en regidora al
volver a ganar las elecciones la candidatura del alcalde, de la que ella formaba parte, y
su desacuerdo con la comisión de fiestas de la capital del municipio se había hecho más
evidente, especialmente, a partir del momento en que el grupo de jóvenes autóctonos
que la integraban le impide invitar a una amiga al sopar de poble que ellos se
encargaban de celebrar. Marta no estaba de acuerdo con esta decisión, pero decía que
podía aceptarla si se hubiera actuado igual en todos los casos; ya que a algunas cases
veïnes se les permitió invitar a terceras personas. A raíz de este hecho, que entendió
como una discriminación, Marta y su familia no vuelven a asistir a ningún otro sopar de
poble, aunque la comisión de fiestas de la capital del municipio continúa invitándolos.
Para comprender mejor cómo la innovación en la fiesta mayor del pueblo del alcalde se
da por la inclusión de demostraciones de country, es preciso considerar brevemente la
experiencia de vida de Marta en el valle. Desde su llegada, esta mujer había continuado
bailando y enseñando country en diversos pueblos de la comarca, como había hecho en
la ciudad en la que hasta entonces había vivido, cerca de Barcelona. A estas sesiones
también solían asistir Dolores, algunos propietarios de segundas residencias del pueblo
del alcalde, y esporádicamente algún hijo del alcalde. Según explicó Marta, la idea de
dar clases de country había surgido con la intención de que las mujeres contaran con un
espacio propio de socialización, al menos, un día a la semana. Se trataba de mujeres de
entre 35 y 45 años de edad, que había ido conociendo, algunas originarias de la comarca
y otras de fora, casadas o en pareja y con hijos, que en las clases de country encontraban
la excusa para salir de casa y reunirse con otras mujeres, al margen de las obligaciones
familiares143. A parte de esto, interesa destacar que habría sido la excelente relación que
la Marta mantenía con el alcalde, y que había favorecido que trabajara como alguacil, lo
que habría propiciado que participara en la organización de la fiesta mayor del pueblo
de este hombre, que a diferencia de la de la capital del municipio, donde vivía, dependía
de la implicación de gent de fora para su continuidad. Lo anterior mostraba que era por
su participación en la fiesta mayor del pueblo del alcalde que Marta era capaz de
afianzar su relación con este el alcalde, convirtiéndose en 2007 en regidora, pero
también que al introducir cambios para favorecer la continuidad de la fiesta mayor de
este pueblo, esta mujer era capaz de identificarse con la fiesta mayor del “pueblo de la
143 La relación entre los géneros y la importancia que la generación de mujeres más jóvenes casadas del
valle concede al hecho de disponer de un tiempo y un espacio propio se trata en el siguiente capítulo, en
relación a la fiesta de santa Águeda y la celebración del día de la mujer trabajadora.
244
gent de fora” –esta era la expresión con la que algunos veïns se referían al pueblo del
alcalde-, reafirmando su identidad de dona de fora.
El caso de Marta y de Dolores muestran cómo la participación en la política local se
convierte en el medio principal por el que la gent de fora consigue satisfacer sus
intereses, pero también permiten ver cómo la gent de fora que vive en el valle no se
constituye como un grupo de individuos en el mismo sentido que los veïns; ya que su
presencia y/o permanencia no se sustenta en la posibilidad de poder continuar
beneficiándose de la explotación de un patrimonio comunal y privado, ni en el
conocimiento compartido del pasado local144. De esto se desprende que si las relaciones
entre la gent de fora que vivía en el valle, no iban muchas veces más allá de la mera
cordialidad, las relaciones entre la gent de fora que vivía en el valle y los veïns eran
distintas a las que mantenían los miembros de las cases veïnes entre sí, al margen de que
los primeros continuaran esmerándose por fer poble y participar en la vida social local.
Así lo ejemplificaba Dolores cuando explicaba que estaba contenta con la relación que
mantenía con los miembros de las casas veïnas que tenía más cerca, ocupadas todas por
ancianos, aunque les costaba mucho hacer favores y ofrecer su ayuda. Según explicaba,
la relación con la población (veïns) mejoró cuando nació su primer hijo; ya que tener
hijos, según Dolores, era algo que los veïns valoraban mucho. También decía que los
miembros de las cases veïnes no actuaban ni se relacionaban con ella del mismo modo
cuando estaban solos que cuando iban en grupo. Como Marta, también opinaba que los
veïns tenían “mil cares”, porque después de criticarse unos a otros, cuando se
reencontraban eran capaces de actuar como si nada hubiera pasado, manteniendo la
misma actitud cordial de siempre. Dolores también decía que los veïns tendían a juzgar
el comportamiento de cualquier individuo, queriendo imponer sus propios criterios,
aunque la ventaja de vivir en pueblos tan pequeño era que al final todo el mundo se
acababa conociendo, a diferencia de las ciudades. Pero el contexto que mejor mostraba
los elementos que condicionaban la relación entre la familia de Dolores y la población
autóctona, y que se podía hacer extensible al resto de famílies de fora, era la posibilidad
de pasar a tener parte en el reparto de kilovatios. La familia de Dolores es la segunda
144 A diferencia de lo que pasa con el grupo de veïns, la supervivencia de la gent de fora que vive en el
valle no depende de la permanencia de otras famílies de fora, (no explotan en común un patrimonio
comunal), aunque la presencia de individuos que tienen la misma condición pueda favorecer la
satisfacción de los propios intereses, como pone de manifiesto el proceso que conduce a la creación de la
categoría resident empadronat. Como se muestra en otro capítulo la relación entre la gent de fora cambia
en el momento en que estos individuos son capaces de identificarse con el proceso de patrimonialización
de la naturaleza y la cultura locales.
245
família de fora, después de la de Marta, que transcurridos los 12 años reglamentarios
desde su llegada, solicita formalmente el dret de veïnatge, encontrándose con la
oposición frontal del alcalde, veí del pueblo. Como se ha indicado en un apartado
precedente, después de que la solicitud se presentara a principios de 2014, a mediados
del 2015 estaba familia todavía no había recibido ninguna respuesta de parte del
ayuntamiento, porque el presidente de la Junta de Vecinos del pueblo, hijo del alcalde,
todavía no había convocado la reunió de poble para discutir la cuestión entre los
veïns145. Una reunión en la que en caso de celebrarse, sólo asistirían el alcalde y su hijo,
un hombre de mediana edad soltero, un anciano también soltero, una anciana viuda, y
una mujer de mediana edad también viuda, es decir, seis individuos en representación
de las seis cases veïnes que había en el pueblo, después de que dos cases veïnes más se
cerraran después de que las ancianas viudas que las habitaban se trasladaran a vivir a
casa de sus hijos. Lo que en teoría significaba que el pueblo recuperaba los kilovatios de
estas casas, auque ello no fuera así porque aun estando cerradas estas casas conservaran
el dret de veïnatge, lo que todavía enervaba más a las famílies de fora que vivían en el
pueblo del alcalde, y que seguían el caso de Dolores como un preludio de lo que podía
acontecerles. Esta situación mostraba como el alcalde y su hijo, por edad y por su
implicación en la política local eran los que acababan informando al resto de cases
veïnes de las cuestiones que había que discutir, influenciando en el proceso de toma de
decisiones. En este contexto, la negativa de Dolores a continuar organizando la fiesta
mayor del pueblo del alcalde puede entenderse como la negativa a participar en la vida
social de un pueblo que no reconocía todos los esfuerzos que había hecho para
dinamizarlo, sin la ayuda de nadie146. A día de hoy, como había sucedido en el caso de
Marta, la relación entre la familia de Dolores y el alcalde será inexistente. Hay que
145 En el contexto previo a las elecciones municipales de 2007, el alcalde y veí del pueblo promete a la
gent de fora que vive en su pueblo la repartición de un número de kilowatios a bajo coste, que sería
menor del que disfrutaban las cases veïnes del pueblo. En este contexto se acuerda redactar unas nuevas
ordenanzas para regular el reparto de kilowatios en el pueblo. Pero en 2014 la nueva ordenanza todavía
no se había redactado, porque según contaron miembros de las famílies de fora, ninguno de ellos había
conseguido hacer la suficiente presión para convocar la reunió de poble correspondiente e iniciar el
proceso. Si se tenía en cuenta, que el ayuntamiento era quien convocaba estas reuniones a petición de los
veïns, como miembros del Común de Vecinos, lo anterior ponía de manifiesto que sin el apoyo de una
casa veïna que intercediera a su favor, la gent de fora que vivía en el pueblo del alcalde, se veía limitada
para defender sus intereses. Mientras esto sucedía, en 2014 el alcalde decide suspender la fiesta mayor de
invierno, porque al celebrarse en el contexto de la Navidad, el pueblo se queda sin gente por la marcha de
las famílies de fora a sus ciudades de origen para pasar la Navidad en familia.
146 Dolores, como otros miembros de famílies de fora, afirmaba que los veïns no querían a la gent de fora,
porque envidiaban su capacidad para hacer cosas diferentes y porque tenían miedo de que la situación
privilegiada en la que vivían se viera amenazada.
246
señalar que Dolores empieza a perder protagonismo en la vida pública del pueblo a
partir de 2008, cuando deja de ser miembro de la Junta de Vecinos. No obstante,
continúa asistiendo al sopar de poble acompañada por su familia, que se encargan de
organizar miembros de otras famílies de fora y los hijos del alcalde, actuando el mismo
alcalde como punto de unión entre todos los individuos implicados, como muestra que
sea él mismo el que llama a las casas de la gent de fora que vive en el pueblo para
animarlos a participar. Este caso ha servido para ilustrar cómo las alianzas entre el
alcalde y la gent de fora que vive en el valle, benefician a ambas partes, y cómo la
satisfacción de los intereses de los segundos queda supeditada a su continúa
identificación como gent de fora. Lo que mostraba cómo y hasta dónde estaba dispuesto
a actuar el alcalde, representante político y veí-cabeza de familia, en representación de
los intereses del grupo de cases veïnes.
Resulta interesante ver quién y cómo se consigue asistir al sopar de poble que se celebra
en el pueblo del alcalde, aunque de alguna manera ya se ha indicado que todas las
categorías sociales, gent de fora que vivía en el pueblo, veïns, fills del poble, y
propietarios de segundas residencias eran bienvenidas, a excepción de los turistas
posiblemente por lo anecdótico de su presencia147. Según explicaron miembros de una
família de fora, que en 2008 llevaban dos años viviendo en otra casa reformada por “la
constructora del alcalde”, para poder asistir a la cena era suficiente ser invitado por
alguien del pueblo y pagar un tique, cuyo importe era el mismo para todos los
asistentes. Los participantes se iban apuntando en una lista, con la intención de prever la
comida y el espacio necesario, ya que cada año asistía más gente. Quien guardaba la
lista, en la que iba apuntando el número de individuos por casa, era el propio alcalde
que se tomaba la libertad de invitar a propietarios de segundas residencias de otros
pueblos porque, según decía, per fer poble (para hacer pueblo) era importante que a la
cena asistiera el mayor número posible de personas. Lo que, a su vez, le permitía
estrechar los vínculos con diversos tipos de posibles votantes. El día de la cena, que se
celebraba en un local propiedad de la EMD, la lista con los participantes se traducía en
unos papeles con el nombre de cada casa que uno de los hijos del alcalde distribuía a lo
largo de las mesas. Luego, en el interior de los platos, correspondientes al número de
individuos que asistirían por casa, había otro papel indicando de nuevo el nombre de las
casa. Con lo que se ejercía un control sobre el número total de asistentes, el número de
147 Es importante decir que este pueblo era con diferencia el pueblo en el que había menos capacidad
turística, y que por tanto no contaba con una clientela (turistas) asidua como ocurría en otros pueblos.
247
individuos por casa, y la situación de cada casa, es decir, quién acabaría sentándose al
lado de quién.
La capacidad de inclusión de este sopar de poble que incluso permitía que famílies de
fora que no podían estar presentes delegaran en otros individuos la representación de
sus casas, previo consentimiento de alcalde que era quien manejaba la lista con el
nombre de los asistentes, sorprendía si se comparaba con el sopar de poble que se
celebraba en la capital del municipio, cuyo sentido parecía estar en el proceso de
exclusión social que, en principio, llevaba a que sólo los miembros de cases veïnes
pudieran asistir a la cena. Lo que significaba que había que realizar todo un trabajo de
resignificación de las categorías sociales, que permitiera determinar quién era y quién
no era veí, en este contexto. Es importante considerar que en este caso el sopar de poble
tenía lugar durante la fiesta mayor de invierno, cuando en el pueblo había menos
afluencia de turistas, propietarios de segundas residencias y fills del poble. Lo que, en la
práctica, no impedía que también asistieran fills del poble, miembros de cases veïnes de
otros pueblos, y a partir de 2007 propietarios de segundas residencias de otros pueblos.
Como en el caso del sopar de poble que se celebraba en el pueblo del alcalde, aquí
también se elaboraba una lista con el nombre de los individuos que asistirían por casa.
La diferenciaba estaba en que si en el caso anterior, eran los propios individuos quiénes
hacían saber su intención de asistir a la cena –otra cosa era que entendieran que asistir
(fer poble) era más conveniente que quedarse en casa-, en el segundo era el grupo de
jóvenes de autóctonos, como integrantes de la comisión de fiestas, que se constituye a
principios de la década del 2000, los que elaboraban la lista después de pasar por todas
las casas del pueblo habitadas (veïns y gent de fora) para preguntar quién iba a asistir.
Otra diferencia sería que mientras en la capital del municipio era el grupo de jóvenes
autóctonos, junto con sus padres y madres, los que se encargaban de preparar y servir la
comida, en el pueblo del alcalde cada casa debía traer algo de comida preparada que
debía compartir con el resto de casas, hasta que se optó por comprar la comida ya
elaborada para evitar trabajo a los asistentes o que unos pocos tuvieran que prepararla
para el resto. En este sentido, lo que interesa conocer es qué casas se encargaban de
organizar el sopar de poble en la capital del municipio.
En 2006, las mujeres que se encargaron de preparar el sopar de poble fueron tres
mujeres casadas en tres cases que van a més. Dos de estas casas dependían del turismo
en régimen de pluriactividad, mientras que la tercera había conseguido mejorar su
posición al conseguir el cabeza de familia fundar una empresa relacionada con la
248
construcción. Según contó una joven, hija de un ganadero, su madre se había ofrecido
en varias ocasiones para colaborar en los preparativos, pero las otras mujeres, que serían
las que se encargarían de preparar la cena entre principios yhasta finales de la década
del 2000, siempre encontraban la manera de rehusar su ayuda. Con esto hay que decir
que ningún miembro de una casa forta tendrá un papel destacado en la organización de
la cena, y que las casas cuyos miembros participaban directamente en los preparativos
mantenían una excelente relación con el alcalde En este sentido también se puede
comprender, porqué el alcalde era el único veí-cabeza de familia de otro pueblo que
asistía al sopar de poble de la capital del municipio.
La diversidad de categorías de individuos a las que se acababa autorizando para que
asistieran a la cena, contrastaba con el comentario generalizado de los mismos veïns
cuando afirmaban que al sopar de poble sólo podía asistir la gente que vivía en el
pueblo. Algunos veïns justificaban el proceso de selección por motivos de espacio,
mientras otros insistían en que quien no era del pueblo no debía asistir a la cena hubiera
o no hubiera espacio. Lo que planteaba la necesidad de llegar a determinar quién era del
pueblo, poniendo de manifiesto que ser del pueblo y vivir en el pueblo eran cosas
diferentes. Si se tenían en cuenta, por ejemplo, las palabras de una joven autóctona
cuando explicaba que al sopar de poble podía asistir quien fuera descendiente o tuviera
parientes en el pueblo, ser del pueblo comportaba la participación de los fills del poble
en la cena, aunque en la práctica no todos pudieran asistir. Así, no era casual, que uno
de los fills del poble que asistía a la cena con su familia fuera el hombre que mantenía el
dret de veïnatge y tenía parte en el reparto de kilovatios, y que otro fuera un adulto
joven que mantenía una excelente relación con los jóvenes autóctonos y que colaboraba
activamente en el organización de la fiesta mayor bajo las órdenes de la comisión de
fiestas. Los otros fills del poble habían quedado excluidos, aunque a principios de la
década del 2010, en un nuevo contexto de apertura del valle al exterior, algunos de ellos
volvieron a ser invitados al sopar de poble como habría sucedido en el pasado148.
Miembros de algunas de las familias de fills del poble que quedaron “temporalmente
excluidas” del sopar de poble explicaron que si hubieran sabido que regresando cada fin
de semana hubieran mantenido el dret de veïnatge, y la posibilidad de continuar
teniendo parte en el reparto de kilovatios y de asistir al sopar de poble, como era el caso
148 En este momento la capital del municipio se convierte en el escenario donde se muestra la
patrimonialización de la cultura local al acoger la celebración de la Feria del Hierro, que conlleva una
nueva relación con el exterior, y también la necesidad de un volumen importante de voluntarios y
colaboradores, entre ellos los fills del poble.
249
del hombre anterior, lo hubieran hecho. Pero como nadie les había informado de esta
posibilidad habían acabado aceptando su condición (quedar excluidos del sopar de
poble) creyendo que era la misma para todos los individuos que se encontraban en la
misma situación. Lo que ponía de manifiesto que estos individuos olvidaban que debían
volver a ganarse el dret de veïnatge, por ejemplo, a través de su implicación en la
política local, como parecía ser el caso del fill del poble que había conseguido ejercer la
suficiente presión para conservado, o participando en las fiestas locales. Los fills del
poble que habían perdido los drets decían que los veïns los trataban como forasteros, lo
que consideraban injusto, porque eran descendientes de una casa de toda la vida.
Aunque lo más curioso era la forma en que los veïns les habían invitado en alguna
ocasión a participar en la cena, que consistía en dejar un papel debajo de la puerta
informado sobre su celebración, y que consideraban una forma absurda de proceder,
porque si la casa estaba deshabitada nadie iba a leer el papel y ningún miembro de la
familia iba a poder asistir al sopar de poble.
En 2006, algunas de estas familias de fills del poble fueron invitados al sopar de poble
llegándose a presentar hasta tres generaciones de la misma casa, la generación que abría
cerrado la casa, sus hijos que habrían nacido en el valle y se habrían marchando con sus
padres siendo adolescentes, y los nietos de la primera generación que había abandonado
le valle y que ya habían nacido fuera, todos muy satisfechos, mientras su presencia era
cuestionada por algunos veïns y sus hijos, que no entendían como los miembros de estas
familias aceptaban la invitación y se obstinaban en no querer comprender que ya no
eran del pueblo. En opinión de estos veïns a la cena sólo debía asistir quien era del
pueblo y no quien pasaba en él unos pocos días al año. Unos comentarios que, por otro
lado, también contrastaban con las palabras de otro joven autóctono cuando explicaba
que algú de fora (alguien de fuera) podría asistir a la cena si se trataba de un conocido,
siendo los turistas casuales los únicos que quedarían definitivamente excluidos. Lo que
ponía de manifiesto que mantener una buena relación con individuos influyentes, ya
fuera por su implicación en la política local y/o por su posición económica y social era
un factor decisivo para contar con el apoyo de un grupo de casas que era capaz de
imponer su criterio y determinar si uno podía asistir o no al sopar de poble. Al mismo
tiempo, al ser capaces de imponer su voluntad y tener un papel destacado en la
celebración de la fiesta mayor estas casas conseguían renovar su relación con el pasado
legitimando la mejora de su posición en el contexto económico actual resultado de su
reciente dependencia del turismo.
250
La implicación progresiva del grupo de jóvenes autóctonos en las fiestas locales,
especialmente desde mediados de la década 2000, hijos, en su mayor parte, del grupo de
cases que van a més, capaces de asegurar la supervivencia de la siguiente generación al
haber sido capaces de transformar el patrimonio familiar en el contexto de un nuevo
modelo económico, había llevado a que la población (veïns y gent de fora) identificara
la fiesta mayor de invierno y de verano como el proyecto de estos individuos, afirmando
que quien asistía al sopar de poble, fuera cual fuera su condición, era quien la comisión
de fiestas decidía que podía hacerlo. Lo que según algunos veïns comportaba que el
sopar de poble acabara siendo cualquier cosa menos un sopar de poble, debido a la
variedad de individuos que asistían. Así lo explicaba un veí-cabeza de familia de una
casa rica, que desde la década de 1970 dependía de la explotación de una fonda familiar.
Según este hombre, antes de que la comisión de fiestas se hiciera con el control de la
fiesta mayor y del sopar de poble, otro veí-cabeza de familia que dependía de la
explotación de un hotel y él mismo se habían encargado de organizar esta cena
preparando incluso la comida, hasta que un grupo de veïns, cabezas de familia de cases
que van a més, les acusaron de participar en la cena sin haber pagado el tique como el
resto de asistentes149.
En este sentido resulta interesante considerar lo que explicaba la mujer de un ganadero
sobre la historia de esta cena. En 2008, esta mujer contaba que sólo hacía cuatro años
que el sopar de poble se celebraba tal y como se conoce en la actualidad. Según decía,
con anterioridad, la cena ya se había celebrado en el contexto de la fiesta mayor de
invierno, pero como el mal tiempo no favorecía la asistencia de gent de fora,
básicamente fills del poble y propietarios de segundas residencias, se decidió cambiar de
fecha y celebrarla por Semana Santa. Pero al cabo de un tiempo la cena volvió a
celebrarse en el contexto de la fiesta mayor de invierno, porque se entendió que este
debía ser el contexto de su celebración. Si se tenía en cuenta que esta mujer vivía en la
capital del municipio desde mediados de la década de 1980, cuando se casó con su
marido, puede afirmarse que los cambios en el contexto de celebración del sopar de
poble estaban relacionados con el número posible de asistentes, en una época en que
todos los pueblos del valle continuaban perdiendo población –el número de habitantes
149 A diferencia de lo que ocurría en el pueblo del alcalde donde la cantidad de dinero que se pagaba para
asistir a la cena era para cubrir los gastos puntuales de la cena (comida y bebida), en la capital del
municipio, donde era la comisión de fiestas la que fijaba el precio, podían llegar a pedirse hasta 25 euros,
con la intención de recaudar fondos para organizar las sucesivas fiestas mayores, desencadenado las
críticas de algunos veïns por considerarlo un precio abusivo.
251
no empieza a recuperarse hasta la década del 2000, y gracias a la llegada de gent de
fora-, el sector primario no es capaz de fijar población y el cambio al turismo todavía no
se había producido. La explicación de la historia de esta cena encajaba con el
comentario de una joven autóctona que defendía que el sopar de poble se tenía que
celebrar cuando la gente del pueblo (los veïns) lo creyera conveniente. Lo que ponía de
manifiesto que las contradicciones que surgían durante la organización y celebración del
sopar de poble eran consecuencia de la movilización de un conjunto de relaciones
sociales que definieran un grupo de individuos que se correspondiera con cierta idea de
pueblo y garantizar la continuidad del mismo De modo que el sopar de poble del pueblo
del alcalde y de la capital del municipio tenían más en común de lo que a simple vista
parecía, porque ambos dependían de la capacidad para establecer nuevas relaciones
significativas en contextos económicos y sociales diferentes.
A través de la constitución de la comisión de fiestas también se observaba el interés de
las cases que van a més por continuar escalando posiciones y la competencia que
mantenían con las cases riques para identificarse plenamente con el contexto social y
económico actual. Según explicaba, un hombre de unos 40 años de edad, hijo de un veí
que explotaba un negocio turístico familiar, iniciado a finales de la década de 1980, y
cuya casa no era afín al equipo de gobierno local, cuando él era joven, la fiesta mayor
de verano de la capital del municipio era una de las más bonitas que se celebraban en
los valles próximos. Después de que finalizara el baile de madrugada, la fiesta
continuaba en los dos bares que entonces había en el pueblo. En uno se reunía la gente
mayor y en el otro la gente joven, hasta que se hacía de día. Pero desde que existía la
comisión de fiestas, la fiesta mayor de verano había empezado a cambiar; ya que
durante la noche los bares se mantenían cerrados para favorecer que los asistentes
consumieran en la barra que la comisión montaba en la plaza para recaudar fondos con
que pagar las actuaciones de los grupos musicales. Un cambio, entre otros, que él no
compartía, ya que cuando no había comisión de fiestas la fiesta mayor igualmente se
celebraba y las cosas eran más sencillas. Los músicos se contrataban de mutuo acuerdo
entre el ayuntamiento, que era quien pagaba las orquestras, y la gente del pueblo, que
también colaboraba económicamente. Un mes antes de la celebración de la fiesta mayor,
la población se ponía de acuerdo y empezaba a trabajar en los preparativos. Él mismo,
que nunca había sido miembro de la comisión de fiestas, había colaborado en la
organización de la fiesta mayor haciendo lo que los veïns le pedían, aunque ahora tenía
que oír cómo individuos que en el pasado habían rehusado ayudar en los preparativos,
252
entre ellos algunos cabezas de familia de cases que van a més, le reprochaban su
indiferencia por las fiestas que se celebraban en el pueblo. Este hombre también decía
que no entendía porqué se creaba una comisión para la organización y potenciación de
las fiestas locales si cuando alguien tenía la iniciativa de montar algún espectáculo,
como había sido el caso de un turista conocido que decidió montar un concierto de
música clásica asumiendo el coste de los músicos, nadie del pueblo se presentaba.
A principios del verano de 2006, miembros de la comisión de fiestas pasaron por los
establecimientos turísticos de la capital del municipio para pedir su colaboración
económica, como ya habían hecho en años anteriores. Según explicaron miembros de la
comisión de fiestas, el hombre de cerca de 40 años anterior se había negado a colaborar
porque, según decía, la comisión ya recaudaba suficiente dinero con la barra que
montaba, y porque con el dinero que conseguía la comisión de fiestas se dedicaba a
organizar cenas en los restaurantes de la comarca. Unas semanas más tarde, en el
contexto próximo a la celebración de la fiesta mayor, una discusión entre un joven de la
comisión de fiestas y miembros de una casa veïna que explotaban un negocio turístico
familiar mostraría otro ejemplo de las tensiones que había entre miembros de cases
riques y el grupo de jóvenes autóctonos. Esta discusión tendría sus antecedentes en las
ediciones anteriores de la fiesta mayor, en las que esta familia no habría cerrado el bar
que regentaba tal y como se había comprometido, continuando sirviendo bebidas con la
luz apagada. Después de que el joven que se había acercado hasta el establecimiento
para recoger el dinero con que esta familia colaboraba en la celebración de la fiesta
mayor se hubiera marchado, después de volver a exigir que el bar se mantuviera
cerrado, los miembros de esta familia comentaron que no estaban de acuerdo con el
modo en que la comisión de fiestas quería organizar la fiesta mayor, porque para ellos
representaba la oportunidad de obtener unos ingresos que no querían dejar pasar. Según
decían, la fiesta mayor era mejor cuando los cabezas de familia de la generación
anterior, los abuelos de los jóvenes autóctonos, se encargaban de organizar un buen
baile, y la gente acababa la fiesta bebiendo y comiendo en los bares del pueblo.
Miembros de esta familia –la misma que en esta época disfrutaba de cuatro drets de
veïnatge- aprovecharon la ocasión para explicar que se sentían marginados por parte de
algunas casas, las cases que van a més, que no los tenían en cuenta a la hora de
organizar y decidir las cosas que afectaban al conjunto de la población. En este sentido,
un hijo de la familia comentó que en una ocasión había asistido a una reunión con el
resto de jóvenes para discutir la celebración de la fiesta mayor, pero que como no había
253
sido bien recibido dejó de asistir a las siguientes reuniones, perdiendo el interés por las
actividades que se organizaban en el pueblo. Pero a pesar de la tensión que parecía
existir entre los miembros de esta familia y algunos jóvenes, no era raro ver cómo el bar
que regentaba esta familia se convertía en el punto de encuentro de los jóvenes del
pueblo y de sus padres, los veïns, y cómo los hijos de esta familia se juntaban para hacer
fiesta con el resto de jóvenes cuando habían acabado la jornada laboral en la pensión
familiar.
Si se iba un poco más atrás en el tiempo, se observaba que las diferencias entre el grupo
de jóvenes autóctonos y los miembros de cases riques se habrían originado una
generación atrás, cuando los padres de los primeros se habrían visto en la necesidad de
trabajar en los negocios turísticos de los segundos, consiguiendo, más tarde poner en
marcha sus propios negocios de turismo rural. En este sentido, el modo en que se
acababa celebrando la fiesta mayor mostraba las rivalidades entre cases riques y cases
que van a més, pero también la posición de inferioridad que ocupaban las cases pobres
en la estructura social. En una ocasión, Ana, una mujer de poco más de 60 años de edad,
casada con el cabeza de familia de una casa pobra que dependía del sueldo que este
hombre ganaba trabajando como paleta, explicaba que antes de que existiera la
comisión de fiestas la fiesta mayor se celebraba en los bares del pueblo. Lo que
significaba que eran las cases riques las que más beneficios obtenían de la celebración
de la fiesta mayor, por la afluencia de gent de fora –turistas, propietarios de segundas
residencias, fills del poble, y veïns de otros valles-, que consumía en sus
establecimientos. Si ahora los días de fiesta mayor se alargaban por iniciativa de la
comisión de fiestas, quien debía asumir su coste eran los hoteleros que continuaban
siendo los que más beneficios obtenían, y no el ayuntamiento con el dinero de todas las
casas. Para comprender mejor el sentido de las críticas de Ana a los miembros de las
cases riques, es preciso ir hacia atrás y ver la evolución de la relación entre su casa y
una casa rica en el tiempo. Ana recordaba con cierto resentimiento, la ocasión en que su
marido dio dinero a un miembro de una casa considerada rica, al pasar a depender
exclusivamente del turismo, para que pudiera comprar los víveres para preparar la
comida de los músicos que se alojaban en su fonda, porque no disponía del dinero
suficiente. La relación entre ambas familias habría sido buena, hasta que la casa rica
construyó un bloque de apartamentos, a mediados de la década del 2000, sin respetar las
normas urbanísticas impidiendo la circulación en coche por la calle en que se
encontraba la casa de Ana. En la actualidad, los miembros de ambas casas apenas se
254
dirigen la palabra. Pero la relación entre esta casa pobre y las cases que van a més,
tampoco iba más allá de un saludo cordial. A pesar de que la comisión de fiestas
invitaba años tras año a los miembros de esta casa a participar en el sopar de poble, la
familia de Ana continuaba rehusando la invitación, porque decían que los miembros de
las otras casas los menospreciaban. Los miembros de esta casa tampoco solían asistir al
baile, gratuito y abierto a todo el mundo, ni a la mayoría de actos públicos que se
celebraban en la capital del municipio o en el resto de pueblos, argumentando que su
casa no ganaba nada con ello, que ellos no debían ningún favor a nadie, y que la política
había traído el malvivir a los pueblos. El caso de esta familia es interesante, porque
permite mostrar cómo su incapacidad por beneficiarse del desarrollo de un nuevo
modelo económico la habría dejado al margen de las relaciones de reciprocidad que se
daban entre las cases que van a més, y que se expresaban por la participación en la
fiestas locales y en la política local, acusando la distancia entre la posición de su casa y
este grupo de casas, y distanciándose de la vida social del pueblo con la que ya no se
identificaba150.
Los cambios en las fechas de las celebraciones tradicionales no sólo afectaban a los
sopars de poble, sino también a las romerías. Así se constataba si se consideraba la
celebración de una romería en el pueblo en que en 2015 tan sólo vivían 17 personas,
todas miembros de cases veïnes. Según explicaban algunos veïns del pueblo, de cerca de
70 años de edad, antiguamente, la romería se celebraba el mismo día del santo al que se
honoraba, pero desde hacía unos años su celebración se había adelantado aprovechando
la proximidad de un puente, para que la gente no tuviera que dejar de trabajar para
poder asistir. Pero si se tenía en cuenta que la mayor parte de los habitantes del pueblo,
que era el que contaba con menos población, estaban jubilados, el cambio podía
entenderse como la forma de favorecer la asistencia de sus hijos, que vivían fuera, de
fills del poble y de propietarios de segundas residencias. Otros cambios serían que la
romería pase a celebrarse en sábado y no en domingo para favorecer que la gent de fora
pueda regresar a su casa el domingo por la mañana, o que se adelante o se atrase para
que no coincida con la celebración de otras romerías que se celebraban en la misma
época del año, y pueda asistir la población de valles próximos. La diversidad de
individuos que finalmente podían acabar asistiendo a la romería, había comportado que
las famílies de fora que vivían en el valle la concibieran como una celebración abierta a
150 En el capítulo siguiente se muestra cómo esta familia interpreta la transformación económica y social
del valle en las últimas décadas.
255
la que cualquiera podía asistir, aunque comentaban que no estaba de más comentar al
presidente de la Junta de Vecinos del pueblo, la intención de hacer acto de presencia.
Si el modo en que se llegaba a celebrar esta romería, que los veïns de otros pueblos
identificaban como la romería que se había celebrado toda la vida, se comparaba con la
historia de la celebración de la romería que se celebraba en el pueblo del alcalde se
observaba que los cambios y la reinterpretación del pasado también estaban detrás de
esta otra romería. En 2009, el acalde y uno de sus hijos explicaban que, a diferencia de
la romería anterior, la romería que se celebraba en su pueblo era mucho más reciente; ya
que empezó a celebrarse en la década de 1990 cuando acabaron los trabajos de
restauración de la ermita –impulsados por la APV- y de la imagen del santo al que se
honoraba. Una anciana de cerca de 90 años vino a corroborar las palabras de estos
hombres, cuando explicaba que cuando ella era joven la romería no se celebraba,
aunque la gente del pueblo subía a la ermita con cierta frecuencia a hacer plegarias.
Como en el caso de “la romería de toda la vida”, la gent de fora que vivía en el valle
decía que cualquier individuo podía asistir a esta romería, si previamente había
cumplido con la formalidad de comunicar su interés por asistir a algún veí del pueblo;
ya que cualquiera que mostrara ganas en participar era bien recibido. En ambos casos se
trataba de celebraciones multitudinarias, en las que podían llegar a reunirse más de 500
personas, y a las que también asistían miembros de cases veïnes de otros pueblos. En
este contexto, el alcalde, como veí del pueblo, era el que se encargaba de cumplir con
“la tradición” que el mismo había inventado de repartir pan y vino entre los asistentes.
La importancia de contar con el mayor número posible de participantes en cualquier
acto social que se celebrara, vinieran de donde vinieran, también se observaba en el
sopar de poble que, en el contexto de la fiesta mayor de verano, se organizaba en el
pueblo en que se celebraba “la romería de toda la vida”. En este caso, y a diferencia de
lo que pasaba en la capital del municipio y en el pueblo del alcalde, cada casa veïna
podía invitar hasta un máximo de cinco personas. En un pueblo en el que no vivía
ninguna família de fora, los fills del poble y los propietarios de segundas residencias
también eran invitados. Debido a las relaciones de parentesco entre los pueblos, la
posibilidad de invitar a otros miembros favorecía que el grupo de jóvenes autóctonos de
la capital del municipio se convirtiera por un día en el grupo de jóvenes de un pueblo en
el que el 50% de la población superaba los 60 años de edad. Una “costumbre” que no
era nueva si se tenía en cuenta, como contó una mujer de unos 60 años de edad que
vivía en la capital de municipio, que ya en el pasado los jóvenes de la capital del
256
municipio habían asistido a la fiesta mayor de este pueblo animados por sus veïns,
cuando en la década de 1960 el pueblo se queda sin un grupo de jóvenes (solteros) que
animaran la fiesta. En 2006, dadas las desavenencias entre los miembros de las pocas
cases veïnes la participación de gent de fora (miembros de cases veïnes de otros
pueblos, fills del poble y propietarios de segundas residencias) se vuelve imprescindible
para que el sopar de poble se pueda celebrar. En esta ocasión, una hija de un propietario
de una segunda residencia y un pariente de un fill del poble fueron los que se encargaron
de la mayoría de los preparativos incluida la confección de las camisetas con el nombre
del pueblo que lucieron los jóvenes de la capital del municipio. A través de su presencia
en este sopar de poble, pero también en las dos romerías que se celebraban en el valle,
en las que no pasan desapercibidos, el grupo de jóvenes autóctonos de la capital del
municipio gana visibilidad y se convierte en un elemento imprescindible para la
celebración de cualquier fiesta local. Cabe señalar que los miembros de las cases veïnes
de este pueblo no invitaban a las famílies de fora que vivían en el valle al sopar de
poble, y que éstos tampoco asistían por iniciativa propia al baile que se celebraba
después de la cena que era abierto a todo el mundo, como tampoco asistían al baile que
se celebraba en la capital del municipio después del sopar de poble. En alguna ocasión a
este baile habían asistido turistas que se alojaban en el pueblo. A diferencia de lo que
sucedía con los miembros de las cases veïnes que solían asistir a las fiestas mayores de
todos los pueblos del valle, en esta época, mediados de la década del 2000, la gent de
fora que vivía en el valle sólo participaba en la fiesta mayor del pueblo en el que vivía.
Debido a que para asistir a cualquiera de los sopars de poble que se celebraban en el
valle era preciso pagar un tique, muchos de los participantes coincidían en que lo que
finalmente permitía a uno asistir a alguna de estas cenas era pagar lo que se pedía. No
obstante, el caso de otro pueblo mostraba que ello no siempre era así. Se trataba del
sopar de poble gratuito que se organiza en el pueblo, que a mediados de la década del
2000, estaba habitado por dos hombres solteros de cerca de 60 años, al que se accedía
por una pista forestal difícil de transitar. Según explicaron algunos de los pocos veïns de
los otros pueblos este sopar de poble era gratuito para favorecer la asistencia de gente a
la fiesta mayor que se celebraba en noviembre, a la intemperie. También decían que a
“la gente del pueblo” le gustaba mucho recibir a gente de otros pueblos durante la fiesta
mayor. Este pueblo era el que había perdido la capacidad de gestionar el monte
comunal, cuando en la década de 1970, debido a su despoblación, la EMD se disuelve y
pasa a depender directamente del ayuntamiento. Esto significaba que el coste de la fiesta
257
mayor del pueblo corría a cargo del ayuntamiento, sin que ello supusiera un coste
importante debido al reducido número de asistentes. La logística de este sopar de poble,
era mucho más sencilla que la de las otras cenas, ya que en el pueblo no había ni agua ni
luz. En 2006, el número de participantes a la cena no alcanzó la cifra de 30 individuos
que comían de pie cerca de la plaza del pueblo, en la que de pie y de vez no cabían más
de 15 individuos. Un fill del poble se encargaba de preparar la comida, con la ayuda de
un grupo de mujeres, también filles del poble o casadas con algún fill del poble, que
habían elaborado los postres que uno de los hombres que vivía en el pueblo repartía
entre los asistentes. Es importante señalar que el fill del poble que se encargaba de
preparar la comida era el exalcalde, cuya casa disfrutaba del dret de veïnatge en la
capital del municipio. De modo que para este hombre organizar el sopar de poble al que
básicamente asistían fills del poble y veïns de otros pueblos, representaba una
oportunidad para autentificar su propio pasado, el ser hijo de una casa veïna de este
pueblo, que proyectado en el contexto de la capital del municipio donde vivía desde que
se había casado le permitiera ejercer de veí-cabeza de familia sin serlo. A esta cena
apenas asisten jóvenes autóctonos, y menos gent de fora que vive en el valle, que en
algunos casos desconoce la celebración de esta fiesta mayor.
El modo en que en la práctica acaban desarrollándose los sopars de poble y las romerías
que se celebraban en los distintos pueblos del valle, mostraría como en todos los casos
su celebración era indisociable de la relación con el exterior y de un trabajo continuo de
diferenciación social por el que se instituye la dicotomía veí-no veïns (gent de fora),
como resultado de la institución de la relación lógica patrimonio-veí, que pone de
manifiesto que fer poble no es lo mismo que ser del poble. Quien es capaz de
identificarse con la idea de pueblo en todos los contextos, reafirmando su convicción de
que sólo ellos lo representan, son los veïns al movilizar a distintos tipos de individuos
que actúan en su nombre para “hacer pueblo” y satisfacer sus intereses. De esto se
desprende que sin veïns no hay pueblo y sin pueblo no hay veïns. No obstante, la
realidad muestra que para que haya un pueblo con el que los veïns puedan identificarse,
y continúe celebrándose la fiesta mayor y los sopars de poble, y éstos puedan continuar
instituyéndose como la categoría social superior, es necesario que otras categorías de
individuos puedan relacionarse con la idea de pueblo, aunque sea de modo distinto en
que consiguen hacerlo los veïns. Esto significa que el concepto de pueblo no es una idea
estática y que para que los veïns puedan continuar apropiándosela, otras ideas de
pueblo, que se relacionan con la presencia e implicación de otros individuos, han de
258
poder ser expresadas, como mostrarían los cambios de los que depende la continua
celebración de fiestas locales “tradicionales”. En este sentido la información que se ha
mostrado en este capítulo informa de la relación indisociable entre la reinterpretación de
tradiciones originadas en un pasado más o menos lejano, la institución de un orden
social y la creación de nuevas relaciones significativas que doten de sentido la
experiencia de vida y la trayectoria de las casas en contextos diferentes.
El creciente valor que en el contexto local adquiere la celebración de actos lúdicos hace
que éste sea el espacio al que progresivamente se van desplazando las tensiones entre
las cases veïnes, y entre las cases veïnes y la gent de fora que vive en el valle. En el
tercer capítulo se vuelve sobre el modo y los posibles motivos que llevan veïns y gent
de fora que vive en el valle, a los que se les continua reconociendo el derecho a
organizar la fiesta mayor (del pueblo del alcalde) como ámbito que continúa disponible,
a competir para identificarse con la organización de nuevas fiestas cinco años más tarde.
En el capítulo que sigue a continuación, se va a continuar mostrando el proceso de
diferenciación y estratificación social local a partir de las estrategias económicas de
veïns y gent de fora que vive en el valle.
259
5. SEGUNDO CAPÍTULO ETNOGRÁFICO
260
Cases fortes, cases riques, cases que van a més, cases pobres y famílies de fora
Para continuar explorando la idiosincrasia del proceso de diferenciación y
estratificación social, en este capítulo se va a mostrar cómo las diversas estrategias
económicas de las casas dependen de la capacidad de sus miembros para inscribir su
trayectoria en un tiempo anterior al que se dota con un nuevo sentido. Esto ha de
permitir mostrar cómo la reinterpretación del pasado por la institución y resignificación
de la relación lógica patrimonio-veí en el presente permite que las casas se identifiquen
con el nuevo concepto de patrimonio, resultado de la patrimonialización de la naturaleza
y la cultura locales, legitimando el derecho a mejorar su posición y las prácticas de sus
miembros. Con la intención de mostrar, al nivel más concreto posible, cómo la
institución del orden social por la forma de un modelo de orden social ideal resulta de la
creación de nuevas relaciones significativas, se van a perseguir tres objetivos
interrelacionados. Por un lado, se va a describir cómo el significado que la población
local confiere a determinadas actividades económicas depende de su desempeño por
parte de determinados individuos, del tipo de patrimonio y de la posición de las casas a
las que pertenecen. Por otro lado, se espera mostrar cómo la transformación y
transmisión del patrimonio familiar es indisociable de la institución de una jerarquía
entre los miembros del grupo doméstico por un sistema de autoridad representado por el
varón más anciano y una ideología de género que legítima la superioridad de los
hombres sobre las mujeres. Finalmente, también se quiere poner de manifiesto cómo el
cambio de orientación de las estrategias económicas de las casas y la movilidad social
de la población tiene que ver con su capacidad para activar a su favor una red de
relaciones sociales, por medio de la participación en la política local o por medio de la
alianza con individuos influyentes. Con todo, lo que se espera es continuar
caracterizando la sociabilidad del valle según avanza el desarrollo de un nuevo modelo
económico.
La ganadería el recurso económico de las cases fortes
En 2007, Ana, la mujer de 60 y pocos años de edad, hija de uno de los pueblos
deshabitados del valle, y casada en una de las cases veïnes más pobres de la capital del
municipio, explicaba que antes, en el valle, todo el mundo era payés. Cuando ella era
pequeña, en casi todas las casas se criaba alguna cabeza de ganado que luego se vendía
en las ferias y se cultivaban algunas parcelas de tierra para alimentar a los animales y a
los miembros de la casa. Según esta mujer, entonces las casas tampoco tenían las
261
comodidades ni las dimensiones que tenían ahora. Las habitaciones, un par o tres de
ellas –una para el matrimonio anciano, otra para l’hereu y su mujer, y otra para sus
hijos- no eran tan numerosas como ahora y solían encontrarse en el cap de casa (el
último piso de la casa). Pero desde hacía unos 15 años, cuando algunas casas habían
empezado a recibir subvenciones para mejorar su acondicionamiento y dedicarse al
turismo rural, las relaciones entre las casas habían cambiado, porque los miembros de
estas casas, (las cases que van a més), a los que llamaba polls ressuscitats (nuevos
ricos), que problemas habían tenido para conseguir comida en el pasado, creían ser
alguien. En opinión de Ana, la facilidad con que estas casas conseguían obtener
ingresos, habría llevado a que dejaran de esforzarse por ir a cultivar parcelas de tierra en
medido de la montaña, a varios kilómetros de distancia de los pueblos, que ahora habían
quedado yermas.
De forma similar, un veí, de unos 75 años de edad, también se refería a la agricultura y a
la ganadería como las principales y/o únicas actividades económicas de las casas, en un
pasado reciente, cuando explicaba que en su casa siempre habían sido payeses. Cuando
él era un chico, en su casa había entre ocho y diez vacas, y entre cuatro y cinco caballos
que cuidaban los hombres de la casas, es decir, su padre y él que además iba a hacer
jornales a las cases fortes del valle, donde siempre se necesitaba mano de obra para
trabajar las tierras y cuidar de los animales. En 2008, cuando muchas de las cases que
van més, terminaban las obras de ampliación y acondicionamiento de los negocios de
turismo rural, esta hombre explicaba que si fuera más joven y con hijos adolescentes a
su cargo, también habría intentado dedicarse al turismo; ya que las casas que habían
sido capaces de mantener una pequeña explotación ganadera y poner en marcha un
negocio de turismo rural eran las casas que prosperaban, las cases que van a més. Como
el hombre anterior, otro veí, de una edad similar, también explicaba que las casas del
valle siempre habían vivido de la ganadería151. Según este hombre, hasta los años 50 del
siglo pasado en las casas todavía se criaban yeguas, potros, mulas y machos para vender
en las ferias. Incluso las cases més xiques (las casas más pobres), las que apenas tenían
patrimonio, lograban tener unas pocas ovejas, entre siete u ocho vacas, aunque
difícilmente criaran mulas y machos. Cuando los animales de labor empezaron a perder
151 Cuando la población autóctona se refiere a la práctica ganadera, indistintamente utiliza las palabras
ramaderia y pagesia, con lo que ser ramader (ganadero) y payés vendría a ser lo mismo, aunque los veïns
distinguen claramente entre el trabajo que realiza un ganadero en el valle, y el que realiza un payés de las
zonas más meridionales de la misma provincia de Lleida que depende del cultivo de cereales, de la vid, de
explotaciones de árboles frutales, de olivos y de almendros, y de alguna granja de cerdos o terneros.
262
su valor por la entrada de maquinaria agrícola, muchas cases fortes tuvieron serias
dificultades para mantenerse a flote. La disponibilidad de un mayor patrimonio152 habría
favorecido que estas casas lograran adaptarse a un nuevo contexto económico, mientras
las cases xiques habrían ido desapareciendo. Este hombre también explicaba que en las
últimas décadas el bosque se había vuelto más espeso, pero que antes, entre la masa de
árboles había importantes claros, que se divisaban desde los pueblos, donde la gente
cultivaba patatas y trigo. Entonces, insistía este hombre, cuando cualquier rincón de
tierra se cultivaba, las casas estaban llenas de gente, no como ahora cuando en muchas
casas sólo vive una pareja de ancianos, hombres o mujeres de edad avanzada viudos, u
hombres de mediana edad y ancianos solteros. En su opinión, si los pocos campos que
todavía se cultivaban se abandonaban el bosque continuaría avanzando y sería el final
de los pueblos. Los hijos de este hombre, casado en una casa que había conseguido
sobrevivir con muchos esfuerzos, se habían marchado a vivir otro lugar, porque en el
valle no tenían los medios con que ganarse la vida. Después de vender unas cuadras a
una inmobiliaria esta casa había conseguido una importante cantidad de dinero y
mejorar la posición de sus hijos. Lo que interesa destacar de las palabras de este hombre
es que la visión de un pasado mejor, en el que todo el mundo sería capaz de sobrevivir y
los pueblos tendrían un mayor número de habitantes, es indisociable de la incapacidad
de su casa para asegurar el relieve generacional al no haber podido continuar
transformando el patrimonio familiar en un nuevo contexto económico. En este sentido
se puede afirmar que si en la actualidad los pueblos continuaban teniendo menos
habitantes que cuando este hombre era joven, después de una época de pérdida
constante de las generaciones más jóvenes, (1960-1990), era porque el desarrollo del
turismo, la actividad económica que iba a traer el progreso al valle, todavía no había
tenido tiempo de fijar en el territorio a la que debía ser la siguiente generación de veïns,
es decir, al grupo de jóvenes autóctonos que seguía su formación en Barcelona o Lleida.
El proceso gradual de abandono de la práctica agroganadera y la dependencia de las
casas del turismo, al que se refieren los testimonios anteriores, sería el mismo que
habría conducido a la identificación de la ganadería con la actividad económica de las
cases fortes. Así lo pondría de manifiesto los comentarios de los veterinarios y los
152 Como se explica en relación a la casa de Pedro, no es sólo la disponibilidad de un patrimonio
importante, sino también la capacidad de diversificar los recursos económicos por la participación en
distintas actividades, lo que habría facilitado que estas casas mantuvieran su posición en el tiempo. Lo
que pondría de manifiesto que la ganadería no habría sido la única actividad económica de la que estas
casas habrían dependido.
263
técnicos de la oficina del Departament d’Agricultura Alimentació i Acció Rural (DAR)
de la Generalitat de Catalunya en la comarca, originarios, en su mayor parte, del Pallars
Sobirà o comarcas próximas. Según contaban estos hombres, entre 2006 y 2009, la
tendencia era que el sector primario continuara en retroceso, aunque de forma más lenta,
que en décadas anteriores, y que la actividad ganadera continuara concentrándose en
explotaciones cada vez más grandes153. Estos hombres explicaban que para que una casa
pudiera vivir sólo de la ganadería, en este caso de la producción extensiva de vacuno de
carne, debía contar, como mínimo, con cerca de 80 vacas. Las explotaciones más
grandes de la comarca de ganado vacuno podían llegar a reunir hasta 200 vacas, pero
también había muchas explotaciones más pequeñas, que contaban con poco más de una
docena de vacas, cuyo tamaño recordaba el de las explotaciones en que
“tradicionalmente” se habría desarrollado la ganadería, que pertenecían a casas que
también dependían de la explotación de un negocio de turismo rural. Según los
veterinarios y técnicos del DAR, las explotaciones ganaderas de las casas que en el valle
sólo dependían de la ganadería, contaban entre 70 y 100 vacas, aproximadamente, sin
ser de las más grandes de la comarca. Estos hombres también explicaban que el hecho
de que la población fuera en gran medida propietaria de las tierras que trabajaba, a
diferencia de lo que ocurría en comarcas próximas, había conferido a las casas una
mayor capacidad de maniobra para superar la crisis del sector ganadero de principios de
la década de 1990, favoreciendo que las cases fortes, las que más tierras poseían,
pudieran continuar dedicándose a la ganadería en un nuevo contexto económico. Las
palabras de estos hombres vendrían a coincidir con las de la mujer de un ganadero
cuando, en 2006, en relación al número de cabezas de ganado y de explotaciones que
había en el valle explicaba que la situación actual no tenía nada que ver con la de tan
sólo 15 años atrás cuando el ganado estaba repartido entre más cases veïnes.
Pero aunque en el pasado la ganadería hubiera sido una práctica de la que habría
dependido un mayor número de casas, también habría habido casas que nunca habrían
sido cases pageses, por no poseer el patrimonio, las tierras necesarias, para mantener a
unas pocas cabezas de ganado. Esta habría sido la situación de la casa del marido de
Ana. En el pasado, esta casa habría dependido del sueldo que los anteriores cabezas de
familia –el padre y el abuelo del actual cabeza de familia- ganaban trabajando como
153 Estos hombres explicaban que la actividad ganadera tradicional se había centrado en la cría de ovejas y
caballos, que la cría extensiva de vacuno de carne habría desplazado progresivamente. No obstante, el
ganado ovino, estimado en 19.000 cabezas, continuaba siendo superior al ganado vacuno, estimado en
6.000 cabezas.
264
albañiles. La madre del marido de Ana, hija de una casa baixa (pobre), que en 2005
tenía 83 años de edad, se había criado en una casa forta del valle donde había vivido
durante 14 años trabajando de criada. Con el dinero que ganaba, su familia, a la que sólo
veía muy de vez en cuando, pagaba la contribución de la casa. El suegro de esta mujer,
que además de trabajar como albañil, habría sido jornalero de otra casa forta, se casó
con una mujer hija de una familia que había trabajado las tierras de otra casa forta. El
marido de la suegra de Ana, además de ganarse la vida trabajando de albañil como su
padre, también habría trabajado en el bosque, y como muchos hombres del valle
también había conseguido unos ingresos haciendo el contrabando. La subsistencia de
esta familia también habría dependido de la posibilidad de acceder a una parcela de
tierra donde hacer un huerto. Después de cultivar durante un tiempo una parcela
propiedad de una familia que había abandonado el pueblo, el huerto que Ana cultivaba
se encontraba en una parcela propiedad de la casa forta en la que el abuelo de su marido
había sido jornalero. La historia de esta casa, que como explicaba Ana era la historia de
quien no tiene ni un pam de terra (un palmo de tierra), era una historia de criados,
jornaleros y masoveros. En la actualidad, sus tres hijos vivían en Barcelona, donde se
habían instalado después de terminar su formación, en busca de mejores oportunidades.
Cuando en verano pasaban unos días en la casa familiar, miembros de otras cases
veïnes, los discriminaban tratándolos como forasteros.
Para ilustrar el contexto en que se sitúa este comentario puede ser interesante recordar la
historia reciente de la casa de Ana. Según contaron Ana y su marido, un ejemplo de la
discriminación que sufrían sus hijos lo mostraba el trato que recibían cuando utilizaban
los servicios públicos. En una ocasión la mujer del veí que se encargaba de explotar las
piscinas dijo a uno de sus hijos que debía pagar el bono como forastero, es decir, al
mismo precio que los turistas y los propietarios de segundas residencias, porque
constaba que ya no estaba empadronado en el pueblo154. Pero según Ana y su marido, el
hecho de exigir que pagaran un precio diferente al resto de miembros de cases veïnes,
no se debía tanto a que sus hijos llevaran tiempo empadronados fuera del valle como a
la emigración de la familia durante la década de 1970, por cuestiones laborales. Al cabo
de un tiempo la familia volvió a regresar al valle para volver a marcharse a una capital
de comarca próxima, cuando el hijo mayor tuvo que empezar a ir a la escuela, con la
intención de que la adaptación a la vida urbana fuera más fácil en caso de que sus hijos
154 Después de proseguir sus estudios en Barcelona, donde acaba encontrando trabajo, el hijo de Ana
decide empadronarse en Barcelona para poder optar a un piso de protección oficial.
265
quisieran proseguir estudios universitarios. No obstante, Ana y su marido accedieron a
la petición de la maestra del colegio del valle de matricular a su hijo en la escuela
municipal para evitar su cierre. Pero incluso así, después de colaborar con el pueblo, el
día de su marcha tuvieron que escuchar, a su paso en coche, como algunos veïns les
gritaban que si se iban no hacía falta que volvieran. Desde entonces la marginación que
su familia habría sufrido por parte del resto de cases veïnes habría sido una constante.
Un hijo de Ana vendría a corroborar y completar la versión de los hechos que había
explicado su madre cuando comentaba que sus padres habrían decido marcharse del
pueblo cuando él tenía que empezar a ir a la escuela, para evitar que sus hijos crecieran
en un contexto en que las alianzas y las enemistades entre las casas acababan
determinando el tipo de sociabilidad en cualquier ámbito. Sus padres querían que él y
sus hermanos vieran otras cosas y tuvieran la cabeza más abierta, y eso, fue lo que los
veïns no les habían perdonado. A pesar de los cambios de residencia, la casa de Ana
nunca quedó deshabitada porque en ella siempre permanecieron sus suegros, y tampoco
había visto mejorada sustancialmente su posición. En este sentido, el rechazo que esta
familia sentía de parte de los miembros del resto de cases veïnes podía entenderse como
el malestar por continuar reconociendo los drets a una casa que, a diferencia de las
otras cases veïnes, se habría “beneficiado” de la salida al exterior –posibilidad del
cabeza de familia de encontrar un trabajo y mejor educación para sus hijos-, sin dejar de
ser miembros de una casa veïna.
La historia de la casa de Ana pone de manifiesto que los conflictos no eran un fenómeno
propio del contexto económico actual, aunque ahora los motivos fueran otros, aunque
ella los obvie cuando con las expresiones tots érem pagesos, tots érem un (todos éramos
uno) presenta una sociedad anterior, basada en la armonía y las relaciones de solidaridad
entre las casas. La idealización que esta mujer hacía del pasado debía entenderse en
relación con el desarrollo de un nuevo modelo económico que al ofrecer nuevas
posibilidades de enriquecimiento, de las que su casa había quedado definitivamente
excluida, alterando profundamente el proceso de diferenciación y estratificación social.
Desde hacía al menos tres generaciones, la casa del marido de Ana continuaba
ocupando la posición más baja dentro del grupo de cases veïnes de la capital del
municipio, al que continuaba perteneciendo por su identificación con la visión del
pasado local que comparten el resto de cases veïnes, en la que habría cases fortes, cases
riques, cases que van a més y cases pobres, según la trayectoria de las casas en el
contexto socio-histórico local. Esta casa también ocuparía una de las posiciones más
266
baja dentro de la estructura social local junto con la gent de fora que vive en el valle. No
obstante, la pertenencia de la casa de Ana al Común de Vecinos, que le confiere la
posibilidad de beneficiarse de un patrimonio comunal (el reparto de kilovatios), aunque
no haya contado con los medios para explotar el patrimonio comunal (tierras y ganado),
por formar parte de un pasado con el que la gent de fora no puede identificarse, la
historia de las cases veïnes, comporta que simbólicamente la posición de la casa de Ana
sea superior.
La situación de la casa de Ana también mostraba cómo de importante era poseer un
patrimonio mínimo (tierras y ganado) para diversificar la economía de las casas y
escalar posiciones. Así lo ponía de manifiesto la situación de casas que también habrían
dependido del sueldo que el cabeza de familia habría percibido por desempeñar un
oficio, como carpintero o lampista, pero que al poseer unas pocas tierras y unas cuantas
cabezas de ganado habían sido capaces de invertir en el turismo mejorando
significativamente la posición de su casa. Este era el caso de los dos hoteleros de la
capital del municipio. Según explicó, en 2009, uno de estos hombres, de unos 60 años
de edad, mientras sus padres tiraban la casa adelante cuidando de la media docena de
vacas que poseían, él se ganaba la vida trabajando en el bosque. En la década de 1970,
ya casado, su mujer pasó a trabajar en una pequeña fonda familiar junto con su tía,
hermana del padre de este hombre casada con un hombre que regentaba una pequeña
fonda creada durante el primer tercio del siglo XX. Como este matrimonio no tiene
hijos este hombre se convierte en su ahijado. Cuando el dinero que reportaba la
explotación de la fonda y el sueldo que este hombre percibía permitieron acumular el
capital necesario, la familia pasó a depender de forma exclusiva del turismo al construir
un hotel en un edifico de nueva planta, a principios de la década de 1990. En este
momento este hombre, con 40 y pico de años, deja de trabajar en el bosque, para
dedicarse al turismo junto con su mujer y su tía en el hotel. Este hombre y su mujer
tienen un único hijo, Carlos. A principios de la década del 2000, esta familia construye
un bloque de cuatro apartamentos. A mediados de la misma década continúa ampliando
el negocio turístico familiar al convertir la antigua fonda familiar en un edificio de
habitaciones para turistas. Este hombre continuaba conservando las tierras de su familia,
pero según decía para prosperar la clave estaba en invertir en el turismo; ya que la
ganadería y los payeses estaban condenados a acabar desapareciendo. Si en el valle
todavía había casas que dependían sólo de la ganadería, decía, era por la disponibilidad
de subvenciones.
267
La historia reciente de la casa de este hombre, recordaba la de la otra casa de la capital
del municipio que también había conseguido hacer del turismo una fuente importante de
ingresos. En este caso, el anterior cabeza de familia habría compaginado la práctica del
oficio de lampista con el cultivo de las tierras familiares, que sin ser abundantes
tampoco eran escasas, y el cuidado de una explotación ganadera más bien pequeña. A
mediados de la década de 1960, se pone en marcha una pequeña fonda para dar
alojamiento a algún turista, pero sobre todo a pescadores franceses, convertida en la
actualidad en una moderna fonda familiar. A mediados de la década de 1980 esta
familia construye un bloque de seis apartamentos, y más tarde compra un chalé de lujo
que alquila a turistas. En la actualidad, las tierras de esta casa que, según los veïns nunca
fue una casa pobra, las trabaja Pedro (el ganadero-informante) para aumentar la
producción de forrajes. En una ocasión, una hija del anterior cabeza de familia, el que
habría puesto en marcha la fonda familiar, explicaba que el turismo había acabado
llegando por su propio peso, y muy mal tendrían que ir las cosas para que su familia
tuviera que tener que volver a fer herba (cultivar y recoger forrajes) para poder
subsistir. En su opinión, si en el valle todavía había casas que se dedicaban a la
ganadería, ya fuera en régimen de pluriactividad o como única actividad, era porque la
Unión Europea (UE) destinaba fondos a mantener vivo el sector. Esta mujer es la madre
de José, el hombre que en el contexto de la redistribución del cupo de kilowatios se
convierte en veí-cabeza de familia sobre el recae el único dret de veïnatge de la casa,
esta casa había tenido hasta cuatro drets, al pasar a ser el titular de la fonda familiar.
Como en el caso de Carlos, la situación laboral y de pareja de José se retoma en el
próximo apartado. Esta casa y la del hotelero anterior que habían sido capaces de
invertir reiteradamente en el turismo hasta convertirlo en la única o la principal
actividad de la casa representaban el modelo actual de casa rica que cualquier casa
veïna quererría seguir155.
Los testimonios anteriores pondrían de manifiesto que la capacidad de las casas para
transformar en capital su riqueza era de crucial importancia para diversificar sus bases
económicas y escalar posiciones, y que la posesión de patrimonio (tierras y ganado)
155 La casa que en la década de 1960 pone en marcha una fonda familiar, también había dependido del
sueldo que algunos de sus miembros habían percibido por su trabajo como maestros en un instituto de la
zona, o como taxistas y conductores de autocares. Pero eran las importantes inversiones que esta familia
habra llevado a cabo para ampliar el negocio turístico familiar, y el supuesto volumen de capital que este
negocio era capaza de generar, lo que llevaba a la población a identificar esta casa con una casa rica.
268
había sido un factor decisivo, aunque no el único156. Lo anterior también permitiría
comprender cómo la práctica de la ganadería, como única actividad económica de las
casas, se identificaba con una actividad de otro tiempo que era conveniente ir dejando
atrás para prosperar; ya que su continuidad se asociaba con la continuidad de las cases
fortes, identificadas como las casas que hasta no hacía mucho habían ocupado una
posición dominante por la posesión de un importante patrimonio (tierras y ganado) que
todavía conservaban, por oposición pero al lado de las casas riques que dependían
plenamente del turismo. En este sentido, la posición de las cases fortes no tendría que
ver tanto con el capital que se derivaba de la posesión de una moderna explotación
ganadera, que también, como con la posesión de una forma de riqueza, identificada con
un modelo económico anterior, que continuaba legitimando su superioridad en el
contexto económico y social actual. Para comprender mejor el proceso que conduce a la
diferenciación de las casas en cases riques y cases fortes, por el que ambas ocupan la
posición superior, se va a mostrar el modo en que la población concibe a quien
actualmente se dedica a la ganadería como única actividad económica y el tipo de
relaciones que se establecen entre las casas, según la actividad económica de la que
dependen.
A mediados de la década del 2000, las casas que dependían exclusivamente de la
ganadería parecían despertar, entre el resto de la población, un sentimiento que era una
extraña mezcla de admiración, resentimiento y desdén por ser capaces de soportar el
paso del tiempo, por un lado, y por representar las desigualdades de un orden social
anterior que había que superar para poder avanzar, fomentando otras desigualdades157.
En 2006, una dona de fora, de cerca de 40 años de edad, casada con un veí cuya casa
dependía de una pequeña explotación ganadera familiar, compuesta por unos pocos
caballos y el sueldo que su marido percibía por su trabajo en una industria de la
construcción, explicaba que para que una casa pudiera vivir sólo de la ganadería debía
poseer muchas tierras, además de ser capaz de trabajar las tierras de otras cases veïnes
156 Como se ha señalado en el capítulo anterior otros factores decisivos son la edad del cabeza de familia
y que el grupo doméstico entienda que el lugar de la generación más joven está en el valle, y no fuera,
según el patrimonio de la casa y las posibilidades de su transformación en el contexto económico del
momento.
157 Aunque se insista en que las cases fortes continúan ocupando una posición destacada, hay que tener en
cuenta que la práctica ganadera se da en un contexto muy diferente al de principios o mediados del siglo
pasado. También es importante recordar, que las cases fortes apenas intervienen en el debate sobre la
redistribución del cupo de kilovatios entre las casas, que por protagonistas tiene a las cases que van a més
y a las cases riques, que son las que más enérgicamente se oponen a la cesión de drets a la gent de fora
que vive en el valle.
269
que habrían ido quedando disponibles por la jubilación del cabeza de familia, o por el
cierre gradual de las casas. Ante el pesimismo de los ganaderos por un posible recorte
en las subvenciones por la entrada de más países en la UE, a partir de 2013, esta mujer
comentaba que sólo había que esperar a que las subvenciones se acabaran para
comprobar cuáles eran los veïns que en condiciones adversas continuaban dedicándose a
la ganadería; ya que en su opinión algunos veïns continuaban siendo ganaderos, porque
el patrimonio de sus casas se lo permitía y porque en la actualidad ser ganadero
representaba una manera fácil de obtener unos ingresos que muchas veces no
repercutían ni el cuidado de los animales ni en la mejora de las instalaciones de las
explotaciones. Esta mujer fundamentaba sus comentarios en el hecho de que en
primavera, cuando el ganado volvía a circular por las calles de los pueblos para ir hasta
algún prado próximo, antes de subir a la montaña, podía verse quién había alimentado
correctamente el ganado durante el invierno, cuando era preciso comprar forrajes. En
una línea parecida a la de esta mujer, miembros de famílies de fora explicaban que lo
único que los ganaderos sabían hacer era recibir subvenciones, equiparando el trabajo
de un ganadero con el de un gestor, y esperar a que las cosas sucedieran por sí solas.
Comparando las jornadas laborales de los meses de verano de los veïns que sólo se
dedicaban al turismo con las de los veïns que sólo se dedicaban a la ganadería, la gent
de fora que vivía en el valle comentaba que los veïns que mejor vivían eran los
ganaderos. No obstante, las críticas más severas venían de parte de la población
autóctona. Así, Ana y su marido explicaban que daba igual a la hora que uno pasara por
delante de los bares locales, porque siempre podía verse a los ganaderos sentados
conversando, especialmente en invierno. Algunos veïns que habían visto como con su
jubilación, la explotación ganadera familiar quedaba abandonada por falta de recambio
generacional, insistían en que los ganaderos del valle vivían muy bien, porque dejaban
los animales solos en prados cercados por hilo eléctrico sin vigilancia, cerrando el
acceso a caminos y senderos que eran de acceso público. Otros veïns, que poseían
escasas tierras y que nunca habían podido depender de la ganadería como una única
actividad económica, explicaban que una de las principales demandas que los ganaderos
hacían al ayuntamiento era la mejora de las pistas forestales para acceder en coche a los
pastos comunales. Por su parte, miembros de cases veïnes que dependían de la
construcción y de empresas auxiliares, comentaban que en invierno los ganaderos
dejaban el ganado a la intemperie, bajo temperaturas extremas, para no tener que
limpiar el estiércol de las cuadras, o que con el dinero de las subvenciones, en lugar de
270
comprar forrajes, se iban a comer a restaurantes caros de la comarca. Teniendo en
cuenta el modo en que la población local valoraba la práctica ganadera, no era de
extrañar que los testimonios anteriores coincidieran en que el gran problema de la
ganadería eran las subvenciones, porque al mismo tiempo que permitían que esta
práctica continuara siendo viable, también la condicionaban sobremanera, repercutiendo
de forma negativa en el modo en que los ganaderos cuidaban de sus explotaciones. En
este sentido, la población coincidía en que los ganaderos debían tener más iniciativa
propia y no esperar a que la solución a sus problemas llegara de fuera.
El modo en que la población local describía la ganadería y a los ganaderos contrastaba
con la manera en que los técnicos del DAR caracterizaban a los payeses (ganaderos) de
la comarca. Según estos hombres, los ganaderos no sabían gastar el dinero, tuvieran
mucho o tuvieran poco, porque su educación era básicamente conservadora. Esto quería
decir que por todos los medios evitaban que el patrimonio que poseían –dinero, tierras,
ganado- y que debían transmitir a la siguiente generación disminuyera, gastando lo
prescindible y asumiendo los mínimos riesgos. También decían que por naturaleza eran
pesimistas y llevaban la queja incorporada. Una manera de enfrontarse al mundo, que
los técnicos del DAR justificaban por las dificultades con que la gente de las zonas de
alta montaña habría tenido que convivir para subsistir en un clima extremo y con
escasas infraestructuras y comodidades. En opinión de estos hombres, esto explicaría
porque la población autóctona era tan individualista, envidiosa y competitiva, y luchaba
al máximo para no perder el control sobre los recursos locales, que consideraba parte
del patrimonio de la propia casa, y se sentía amenazada ante la llegada de gent de fora
que llegaba para quedarse, porque no entendían qué era lo que subían a buscar en un
lugar donde la gent del país ya tenía problemas para sobrevivir, y donde siempre había
que tener un ojo puesto en las otras casas para evitar que la defensa de sus intereses
perjudicara la satisfacción de los propios158. Desde su punto de vista, aunque el
cooperativismo fuera una experiencia que la mayoría de la población no conocía, la
ganadería, a nivel de la comarca, continuaba existiendo porque la cooperativa agraria y
ganadera de la capital de la comarca hacía algunas gestiones de la que todos los
ganaderos se beneficiaban, como la búsqueda de clientes; ya que si fuera por los propios
ganaderos, cuyo día a día se centraba en la defensa de los intereses de sus casas, la
158 En un apartado posterior dentro de este capítulo se muestra cómo los veïns, dependan o no de la
ganadería, consiguen acceder a los recursos locales y mejorar la posición de sus casas por su participación
en una red de relaciones, resultado de la institución de la relación lógica patrimonio-veí, de las que la gent
de fora que vive en el valle queda excluida.
271
ganadería habría dejado de existir. En líneas generales, las palabras de estos hombres
coincidían con las de la mujer de Carlos cuando, basándose en la experiencia que tenía
tratando con ganaderos en el bar que su suegro regentaba, explicaba que los ganaderos
difícilmente se quedarían sin dinero, porque a diferencia de lo que ocurría con otros
clientes, turistas y propietarios de segundas residencias, en su caso la diferencia de un
céntimo más o menos en el cambio, hacía toda la diferencia. Esta mujer también decía
que por mucho dinero que tuvieran, los ganaderos no acostumbraban a comprarse
coches caros, ni a hacer vacaciones, ni a salir los fines de semanas con sus mujeres. Por
su parte, los ganaderos del valle, hereus d’una casa forta, que tenían entre 45 y 55 años
de edad, decían que la ganadería desaparecería el día en que ellos se jubilaran, porque
ya nadie quería depender de un trabajo tan sacrificado que había que realizar todos los
días de la semana.
Lo que interesa destacar de los comentarios de los técnicos y veterinarios del DAR es
que el modo en que describían a los ganaderos, coincidía con el modo en que la gent de
fora que vivía en el valle concebía a los veïns, en general, con independencia de la
actividad económica de la que sus casas dependieran. En este sentido, si se volvía al
comentario de Ana, con el que se ha iniciado este apartado, puede considerarse que con
la expresión “todas las casas habían sido cases pageses”, se hacía referencia al tiempo
en que la mayoría de las casas habían dependido de la ganadería, pero también al hecho
de que las cases veïnes habrían estado unidas por un sistema de valores centrado en el
trabajo duro y el esfuerzo por conservar y transmitir el patrimonio familiar a las
generaciones futuras, que poco tendría que ver con la ostentación que las cases que van
a més hacían de la mejora de su posición económica y social, que Ana consideraba que
no era el resultado de una vida de penurias y sacrificios, sino de la coyuntura económica
del momento, insistiendo en que la situación de estas casas era cosa de “cuatro días”. La
distinta socialización y manera de entender el mundo explicaba que las prácticas de
veïns y gent de fora que vivía en el valle fueran diferentes y que se instituyeran como
dos categorías sociales “naturalmente distintas”. Lo que interesa destacar es que lejos de
la imagen que Ana parecía presentar del pasado reciente, como si el pasado siempre
hubiera sido el mismo, sin grandes cambios ni rupturas, en relación a un sistema de
valores concreto, el proceso de diferenciación y estratificación social se habría dado
justamente por la actualización de ese mismo sistema valores, al instituirse la relación
lógica patrimonio-veí en el tiempo, favoreciendo que los veïns se hubieran embarcado
en actividades económicas diversas para garantizar la continuidad de sus casas. Así se
272
puede comprender, por ejemplo, la importancia de la continuidad de una organización
doméstica que viene del pasado para la explotación de los negocios turísticos
familiares159. Los testimonios presentados hasta el momento permiten afirmar que los
sentimientos contradictorios que los ganaderos despertaban entre la población se debían
a su identificación con un orden social y económico que se relacionaba con el pasado,
pero cuya lógica continuaba dotando de sentido las prácticas y legitimando la
institución de un tipo de orden social en el presente160. En este sentido se puede afirmar
que la interpretación de la jerarquía social por un modelo de orden social ideal
(atemporal) en el que las cases fortes continúan ocupando una posición dominante, por
su capacidad para resistir el paso del tiempo y continuar dedicándose a la ganadería es
indisociable de la institución del cambio, como muestra la movilidad que experimentan
las cases que van a més en que la ganadería se practica en régimen de pluriactividad.
La identificación de la ganadería como una actividad del pasado, que no representa los
intereses de la mayoría de las casas, si no se da junto con otras actividades, como el
desarrollo de un negocio de turismo rural, permitiendo la transformación del patrimonio
familiar, se observa en una discusión que tuvo lugar, en 2005, en un bar local entre
Pedro, l’hereu d’una casa forta, y un taxista que hacia el transporte escolar, además de
excursiones por la montaña y que dependía de manera importante de la llegada de
turistas. La discusión que tenía como trasfondo la reciente creación de un parque natural
y las posibles restricciones a la práctica ganadera por la afectación del monte comunal,
puso de manifiesto que las cases fortes contrarias, en principio, a la creación del parque
se habrían quedado solas en la defensa de sus intereses, sin recibir el apoyo del resto de
cases veïnes, que siendo dependientes del turismo, en mayor o menor grado, se
mostraban entre escépticas y expectantes por los beneficios económicos que el parque
les podía reportar. Según contó Pedro, en las reuniones que se celebraron en el
ayuntamiento para informar a los veïns sobre la creación del parque natural, sólo
estuvieron representadas casas que dependían de la ganadería, y no todas. Lo que, en su
opinión, era una muestra de la indiferencia con que la población, como la
159 Esta cuestión, que se considera de suma importancia para comprender cómo el pasado se actualiza en
el presente dotando de sentido al presente, por medio de las prácticas individuales se trata con detalle en
el próximo apartado.
160 En este sentido se pueden considerar los comentarios de miembros de cases riques que se quejan de
que las vacas ensucian mucho los pueblos, saliendo a limpiar las calles con una manguera después de que
un manada de vacas pase por delante de sus establecimientos. Lo curioso de esta situación, es que algunas
de estas vacas (las vacas de Pedro) que solían permanecer en un prado situado dentro del núcleo urbano,
entre una fonda y un hotel, se habían convertido en una importante atracción turística.
273
Administración, consideraba la práctica ganadera. El taxista contestó a Pedro que no iba
a entrar en discutir las posibles consecuencias de la creación del parque natural, porque
no disponía de información suficiente, pero que en el valle debía haber sitio para todos,
para los veïns que vivían del turismo como para los veïns que se dedicaban a la
ganadería, porque unos necesitaban de los otros. Pero Pedro replicó que eso no era
cierto porque él podía “vivir de lo suyo” sin tener que esperar la llegada de turistas, y
que la población estaba más interesada en organizar la fiesta mayor, que en discutir
cómo la creación de un parque natural y la posible pérdida del control sobre el
patrimonio comunal que ello podía suponer iba a repercutir en la explotación de los
bienes comunales por parte de las siguientes generaciones de veïns. El taxista contestó
a Pedro, que lo que explicaba no era del todo cierto, porque si bien su casa tenía mucho
patrimonio (tierras y ganado) todos sabían que si la ganadería continuaba siendo viable
era por la disponibilidad de subvenciones. En relación con la situación de la casa de
Pedro también hay que considerar que a principios de la década de 1990, esta familia ya
se había visto en la necesidad de vender algunos prados, donde ahora se encontraban las
piscinas municipales de la capital del municipio, para la compra de un tractor más
potente. Lo que cabe destacar del discurso de Pedro es la búsqueda de la complicidad y
el apoyo del resto de casas al hacer extensible la marginalidad a la que supuestamente
habían quedado relegadas las cases fortes –aunque en esta época se desconocen las
posibles restricciones y beneficios que el parque natural puede aportar al sector-, al resto
de cases veïnes por ser la ganadería la única actividad económica por la que se
continuaba explotando el monte comunal (patrimonio comunal).
La discusión anterior, que tuvo lugar ante una audiencia integrada mayormente por
otros veïns-cabezas de familia y propietarios de segundas residencias, comportó que en
conversaciones que se alargaron en los días sucesivos, Pedro, como el resto de
ganaderos, fuera considerado una persona huraña e insolidaria, que sólo miraba por los
intereses de su casa y que siempre se quejaba por todo. La caricatura que la población
construyó para ridiculizar a los ganaderos a partir del comportamiento de Pedro, podía
interpretarse como la de un grupo social que se resistía a los cambios y se aferraba al
pasado por miedo a que sus casas perdieran definitivamente el estatus y el prestigio
social. Si el caso de Pedro mostraba cómo la (aparente) resistencia al cambio debía
justificar por sí misma el derecho a continuar ocupando una posición destacada en el
presente, el testimonio de Ramón otro ganadero, hereu d’una casa forta de 45 años de
edad, ponía de manifiesto la importancia, y la necesidad, de poder diversificar los
274
recursos económicos de su casa para garantizar su posición, en un nuevo contexto
económico. En 2006, ante una audiencia compuesta por veïns que vivían del turismo y
que insistían en que los ganaderos vivían cómodamente de subvenciones sin trabajar,
Ramón se defendió alegando que si se beneficiaba de subvenciones era porque poseía el
suficiente patrimonio (tierras y ganado) para recibirlas, y que era lógico que quien no
había podido continuar dedicándose a la ganadería no las recibiera. Lo que pasaba,
decía, era que en el valle había mucha incultura, y gente muy desconfiada y envidiosa
que no soportaba que a los demás las cosas les fueran bien, disfrutando de ver a los
demás en apuros. Ramón identificaba esta actitud con la de los miembros de cases
veïnes que progresivamente habrían tenido que abandonar la ganadería por su
incapacidad para hacer frente a las sucesivas reestructuraciones que había sufrido el
sector; ya fuera, porque, de entrada, poseían menos patrimonio, o porque sin
descendientes varones y con las hijas casadas fuera de valle la explotación se había
quedado sin continuidad. Ante los veïns que lo escuchaban atentamente, Ramón añadió
que si quería, aunque no iba a hacerlo, podía aumentar en 500 cabezas el número de
ovejas que su explotación poseía –en aquella época, este hombre contaba con una
explotación que rondaba las 300 ovejas- y anexionar una nave de 400 metros cuadrados
a la granja que acababa de construir, con el objetivo de que su familia, compuesta por su
madre y su mujer pudieran continuar viviendo cómodamente. En este sentido, también
justificaba la construcción de un bloque de apartamentos que una inmobiliaria llevaba a
cabo en un terreno correspondiente a unas antiguas cuadras de la casa, a cambio de una
cantidad de dinero y dos apartamentos en permuta que Ramón esperaba alquilar a
turistas tan pronto como estuvieran terminados. Una decisión que ya había despertado
los comentarios de algunos veïns que no acababan de entender cómo Ramón vendía el
patrimonio familiar, y no era capaz de vivir de la explotación ganadera poseyendo como
poseía los mejores prados del pueblo en que vivía. Ramón justificó su decisión
argumentando que a diferencia del pasado, cuando en su casa había jornaleros que
trabajaban las tierras y cuidaban del ganado, y criadas que se encargaban del trabajo
doméstico, se había quedado solo al cargo de la explotación ganadera. Con el alquiler de
los apartamentos esperaba recibir unos ingresos que le permitieran vivir más tranquilo y
hacer frente a las inversiones para la mejora de las instalaciones y la compra de
maquinaria, que le facilitaran continuar siendo ganadero. Pero con esta afirmación
Ramón también acababa de poner de manifiesto que, a pesar de continuar siendo
considerada una casa forta su casa había ido a menos y que para continuar viviendo de
275
la ganadería, la práctica que atestiguaba su superioridad en el pasado, había tenido que
vender parte del patrimonio familiar y pasar a depender del turismo161. El
comportamiento de Ramón, que no se correspondía con el que era de esperar de l’hereu
d’una casa forta, pondría de manifiesto cómo, entre 2005 y 2015, el proceso de
estratificación social se caracterizaba por la reducción de las distancias entre las cases
que van més y las cases fortes, en la medida en que las segundas empezaban a depender
del turismo y las primeras se distanciaban de las cases pobres, por unas pocas cases
riques que reafirmaban su superioridad en la medida en que eran capaces de invertir
periódicamente en la ampliación del negocio turístico familiar, y por un grupo de
famílies de fora que dependerían del sueldo de sus miembros y que ocupaban la
posición inferior, no tanto por la falta de recursos económicos, como por no contar con
un patrimonio (una historia) que los identificara como miembros del Común de
Vecinos.
Para explorar un poco más cómo se traslada al presente la visión de un pasado en que
las diferencias entre las cases veïnes no habrían sido tan marcadas y las relaciones entre
la población más armónicas, puede resultar interesante introducir el testimonio de
Antonia, una pubilla d’una casa forta (en caso de no haber ningún varón, hija
primogénita heredera universal del patrimonio familiar) de 75 años de edad, y madre de
otro ganadero162. Haciendo recuento, en 2006, Antonia explicaba que en el valle sólo
había un par o tres de casas que vivían del sector primario –aunque en realidad fueran
algunas más- sin tener en cuenta las cases que van a més, ni la casa de Ramón, por
considerar que ganadero era quien vivía de cuidar el ganado y trabajar la tierra, pero no
de vender el patrimonio o del turismo. Según decía dedicarse a la ganadería era cada vez
menos rentable, y que quien vivía bien era el que había aprendido algún oficio se había
sabido colocar y ahora tenía un buen sueldo, es decir, quien supuestamente había
emigrado por ser hijo de una casa con poco patrimonio, o por ser cabaler (segundón).
Remontándose a su niñez, Antonia decía que como antes no había carreteras la gente se
quedaba a vivir en los pueblos y todo el mundo acababa encontrando la manera de
subsistir, porque había trabajo para todos. En su casa había trabajado población del valle
161 Sobre la situación de la casa de Ramón también se vuelve en el próximo apartado. Otra fuente de
ingresos de esta casa es el sueldo que la mujer de Ramón percibe por su trabajo como maestra.
162 Esta situación sucedía cuando en la casa no había ningún hijo varón. Como se muestra más adelante en
relación a las estrategias matrimoniales de algunas cases fortes, las excepciones al modelo de sucesión y
herencia ideal (primogenitura masculina) eran más bien la norma. Antonia, por ejemplo, se convirtió en la
pubilla de la casa siendo la segunda de un total de cinco hermanas.
276
como jornaleros y criadas, pero ahora que ya nadie quería ser payés, el jornalero que
ayudaba a su hijo, el mismo entre 2005 y 2007, venía de Rumania con un contrato en
origen, a través de un sindicato agrario. Según Antonia, el paso del tiempo había
comportado la desaparición progresiva de las cases pairals, “les cases de tota la vida”,
lo que ella interpretaba como signo inequívoco del desmembramiento de la sociedad
local. Cuando las cases pairals (aquí, cases fortes) eran más importantes y tenían más
fuerza, la gente estaba más unida, las casas se ayudaban más y siempre había tiempo
para conversar con los vecinos. Ahora, en cambio, la gente se había vuelto más
individualista, preocupándose sólo por el bien de su casa, sin querer comprender las
necesidades de los demás.
Pero como sucedía con la idea de pasado a la que recurrían Ana y su marido, en que la
unión entre las casas habría caracterizado la sociabilidad local, presentando un presente
en que las desavenencias, los conflictos y las enemistades eran la norma, la historia de
la casa de Antonia era una historia de disputas y enfrentamientos con otras casas y entre
los miembros de la misma familia. Desde principios de la década de 1980, su casa
estaba enemistada con la casa de Pedro, a raíz de una fuerte discusión entre los dos
hereus-cabezas de familia, aunque entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX,
cuando la casa de Pedro se encargó de llevar las tierras de la casa de Antonia, cerrada
durante 40 años, ambas casas habían estado emparentadas. La añoranza de Antonia por
un pasado mejor, cuando la superioridad económica y social de su casa era un hecho
incuestionable, también informaba de las dificultades con que se encontraban los
miembros de las cases fortes para garantizar la posición de sus casas, sin abandonar la
ganadería que continuaba siendo identificada como la principal actividad económica de
la casa. Así, desde principios de la década del 2000, el hijo de Antonia complementaba
los ingresos que provenían de la cría extensiva de vacuno de carne con la venta directa
de la carne de los terneros que la explotación familiar producía. El hijo de Antonia
también se había planteado construir un bloque de apartamentos turísticos en un pajar
anexo a la casa, pero las dificultades para hacer frente al pago de un nuevo crédito,
después de que la familia todavía estuviera pagando el que había pedido para la
construcción de una granja, lo habían impedido. Lo que no impedía que Antonia
criticara a Ramón por haber vendido unas cuadras a una inmobiliaria para la
construcción de apartamentos. Comparando la situación de su casa con la de otras casas
que tenían menos patrimonio, Antonia aseguraba que la situación de su casa continuaba
277
siendo privilegiada, porque debido al importante patrimonio que poseía (tierras y
ganado) todavía podía dedicarse a la ganadería.
Las palabras de Antonia venían a reafirma la idea de que una casa forta era una casa
que continuaba ocupando una posición alta al continuar dependiendo de forma “casi”
exclusiva del sector primario, por contar con el patrimonio suficiente: tierras, ganado y
maquinaria. El cambio en las condiciones de vida de los ganaderos, la modernización de
las explotaciones, la nueva orientación del sector primario, y la percepción de
subvenciones indicaban que la ganadería era una actividad tan moderna y tan
dependiente del exterior como el turismo. Pero esto no significaba que una casa forta
fuera lo mismo que una casa rica, como ponía de manifiesto el endeudamiento de las
primeras y/o la venta cíclica de una parte del patrimonio familiar para disponer de
capital y continuar dependiendo de la ganadería163. De ahí la concepción local de la
ganadería como la actividad de los que no han sabido adaptarse a los nuevos tiempos,
por no haber puesto todavía en marcha un negocio turístico. Las cases riques son las
que, sin poseer mucho patrimonio, empezaron a orientar su economía hacía el turismo, a
partir de la segunda mitad del siglo XX, y especialmente a partir de la década de 1970-
1980, invirtiendo gradualmente en la ampliación y mejora del negocio turístico familiar,
hasta llegar a depender de forma “casi” exclusiva del turismo. La riqueza de estas casas
se habría ido generando en el mismo proceso en que el valle empezaba a ser un destino
turístico de alta montaña. Nadie en el valle confundía al veí-cabeza de familia de una
casa forta con el veí-cabeza de familia de una casa rica, que además se diferenciaban
por sus distintas habilidades sociales y por su distinta implicación en la política; ya que
si los primeros no participaban en la política o era miembros del equipo de gobierno
local en representación de la oposición, los segundos sí formaban parte del equipo de
gobierno local en representación del partido político que tradicionalmente ganaba las
elecciones municipales en la comarca.
En este contexto se puede comprender cómo Pedro responsabilizaba al alcalde de haber
permitido que el valle fuera el municipio con más hectáreas de monte comunal
afectadas por la creación de un parque natural, a cambio de recibir “un cheque en
163 El planteamiento que aquí se defiende puede parecer contradictorio con lo que en una ocasión explicó
un representante de la Generalitat de Catalunya en el Pirineo, cuando explicaba que los ganaderos tenían
tanto o más dinero que los hoteleros, porque además de todas las subvenciones que recibían de parte de la
PAC, de la UE, de la red Natura 2000, y de parte del parque natural poseían patrimonio (tierras y ganado),
pero no lo es si se tiene en cuenta que lo que aquí interesa es incidir en que es la distinta naturaleza de la
riqueza de las cases fortes y las cases riques, en relación con el contexto económico actual, lo que las
hace diferentes.
278
blanco” de parte de la Administración. Sin embargo, las palabras de Pedro contrastaban
con las del propio alcalde cuando explicaba que, desde el primer momento, los veïns
habían estado de acuerdo con la creación del parque natural, porque se entendió que
aportaría recursos al territorio y ayudaría a mejorar la posición de las casas. Unos
beneficios que, según Pedro, no se veían por ninguna parte, a excepción de la
construcción de algún abrevadero en el monte comunal164. En este sentido, Pedro y
Antonia exigían una compensación económica por parte de la Administración, porque
sus casas continuaban dedicándose a la ganadería, al ser ésta la actividad que habría
favorecido la puesta en valor del paisaje del valle en el contexto actual, aun cuando el
parque natural no había impuesto ninguna restricción significativa a las prácticas de los
ganaderos, que justificaban por la supuesta pérdida de control sobre el patrimonio
comunal que la creación del parque representaba para las generaciones futuras de las
cases veïnes165.
En lo que sigue a continuación se va a hacer referencia a la relación que se establece
entre la práctica ganadera y la creación del parque natural, para mostrar la competencia
que se da entre todas las casas por identificarse con la práctica ganadera, especialmente
cuando el parque natural empieza a conceder subvenciones en concepto de
mantenimiento del monte comunal, es decir, por llevar el ganado a los pastos comunales
y favorecer la continuidad de los mismos. En 2007, un veí que vivía de un negocio
turístico en expansión, y que poseía unos pocos caballos, expresaba abiertamente su
desacuerdo con que fueran los ganaderos los únicos que pudieran beneficiarse de la
explotación de los pastos comunales, al sumar hectáreas de monte comunal a las
hectáreas de prados que ya poseían, para recibir más subvenciones166. Si se consideraba
164 Mientras los ganaderos se quejaban de que el parque natural no llevaba acabo inversiones a favor de la
ganadería, el director del parque natural explicaba que para el periodo 2006-2007, el sector de la
ganadería había sido al que se había destinado la mayor partida presupuestaria con cerca de un millón de
euros. Algunas de las actuaciones que se habían realizado a favor de la práctica ganadera, habían sido la
creación de infraestructuras en el monte comunal y la prevención de daños de la fauna salvaje.
165 Los ganaderos se referían a esta situación con la expresión de que el territorio había quedado
hipotecado. Algunos de ellos también explicaban que con la intención de que el parque natural se asentara
sobre el territorio, la Administración había “soltado” animales que no eran del país y que hacían destrozos
en las fincas privadas a las que iban a comer. Otros también decían que habían escuchado explicar que en
algunas zonas de la comarca se habían lanzado bolsas con escorpiones, desde helicópteros, que al caer al
suelo se habrían para que los animales reintroducidos –corzos y gamos- tuvieran alimento. Uno de estos
escorpiones había picado a un hombre al que habían tenido que amputar el brazo.
166 La posesión de unas pocas cabezas de ganado, especialmente caballos, no era una cosa infrecuente.
Así, además de esta casa, en 2006, dos casas más estaban en esta situación. Con el tiempo todas estas
casas habrían ido aumentando el número de cabezas de ganado equino llegando a tener un mínimo de 6 y
un máximo de 12 caballos. Llegar a poseer seis caballos era importante porque, según había explicado
279
que todos los veïns-cabezas de familia estaban legitimados para poner en práctica el dret
de veïnatge y explotar el patrimonio comunal, todos debían poder sacar algún beneficio
del monte comunal, que se pudiera destinar al mantenimiento de las infraestructuras de
los pueblos, más cuando las subastas de madera habían perdido rentabilidad. Según este
hombre, era normal (lógico) que quien no tuviera ganado no pudiera explotar los pastos
comunales, pero ello no quitaba que las casas que no dependían de la ganadería no
fueran recompensadas; ya que al cambiar de actividad económica habían favorecido que
más superficie de pastos quedaran disponibles. La idea de que los ganaderos hacían un
uso “demasiado privado” del monte comunal también la compartía el alcalde, que
haciendo referencia a las ordenanzas municipales recordaba que todos los veïns tenían el
derecho de beneficiarse por igual del patrimonio comunal, añadiendo además que los
ganaderos eran los que más provecho sacaban del mantenimiento de las pistas
forestales. Otros veïns se quejaban de que el parque natural invirtiera en la construcción
de infraestructuras ganaderas de las que sólo se beneficiaban unas pocas casas. Pero si
se tenía en cuenta el ganado de las casas que van a més, que dependían de la ganadería y
el turismo, se observaba que el número de casas que en la práctica acababan explotando
el patrimonio comunal ya no eran tan pocas, aunque cuando se hablaba del uso
exclusivo del monte comunal por parte de los ganaderos, la población se refería a los
veïns-cabezas de familia de las cases fortes.
La idea de que había que tomar alguna medida para que la explotación del monte
comunal fuera más equitativa fue calando entre la población autóctona sobre todo a
partir, de 2009, cuando el parque natural empieza a conceder subvenciones a los
ganaderos por la explotación del monte comunal, después de aportar pruebas que
demostraran que actuaban cumpliendo con los parámetros de calidad requeridos por la
Administración, que en la práctica consistían en un certificado expedido por el
ayuntamiento en el que constaba que el ganadero explotaba el monte comunal. Pero esta
medida no estuvo exenta de tensiones en el sentido de que no todas las casas que
dependían de la ganadería recibieron el dinero al mismo tiempo ni la misma cantidad.
Según explicó un veí, cuya casa dependía de una explotación ganadera y de un negocio
este mismo veí, era la que permitía recibir subvenciones. En el recuento de casas que se dedicaban a la
ganadería, presentado en el capítulo histórico, estas casas no se han tenido en cuenta debido a que
ninguna de ellas dependía exclusivamente de la ganadería ni los negocios turísticos de los que dependían
estaban vinculados a una explotación ganadera. Sin embargo, se considera que este dato es importante
porque aporta información sobre cómo los discursos que la población elabora sobre las distintas
actividades económicas, según la posición de sus casas, no contradice que en distintos momentos esos
mismos individuos justifiquen la reorientación de las estrategias económicas de sus casas por la
institución de la relación lógica patrimonio-veí.
280
de turismo rural, los primeros en cobrar la subvención habrían sido los ganaderos, es
decir, los cabeza de familia de las cases fortes. Dado que las casas que practicaban la
ganadería en régimen de pluriactividad habían quedado inicialmente excluidas de esta
subvención, por considerar que no se trataba de su actividad principal, este hombre
intentó hablar con algunos ganaderos, hereus de cases fortes, para buscar su apoyo, y
aunque algunos entendían que la situación no era justa, otros se habían mostrado más
reticentes a hacer un frente común alegando que cada cual debía defender los intereses
de su casa. El malestar entre la mayoría de la población autóctona, representado por el
grupo de cases que van a més, que era el más numeroso, por un reparto injusto de las
subvenciones, forzó la celebración de varias reuniones entre representantes del
ayuntamiento y las EMD, del parque natural y de la Generalitat de Catalunya, que
terminaron con el acuerdo de que todas las casas que dependían de la ganadería
percibirían dicha subvención. La cantidad de dinero que cada casa percibiría iría en
función del tamaño de las explotaciones, de modo que las que poseían un mayor número
de cabezas de ganado, esto es, las cases fortes, serían las que acabarían recibiendo más
dinero. De este modo se conseguía que a parte de las cases fortes, las cases que van a
més también fueran recompensadas por la explotación del monte comunal, del que se
beneficiaban doblemente, por ser una fuente de alimento para el ganado y por la
subvención que recibían del parque natural. Pero esta medida continuaba dejando fuera
a las cases riques, las cases pobres y las que casas que dependían de empresas
auxiliares de la construcción, que no explotaban directamente los pastos comunales. En
2010 se convoca una reunió de poble en la capital del municipio para que estas casas
también puedan beneficiarse del nuevo valor que adquiere el monte comunal. En esta
reunión se acuerda dividir las hectáreas de monte comunal entre todas las cases veïnes,
de modo que a cada una se le reconoce el derecho a explotar 45 hectáreas de monte
comunal, debiendo pagar 15 euros por cada hectárea de más que precise. Esta tarifa es
la misma que se aplicará en el caso de que algún veí quiera llevar a pastar el ganado al
monte de otro Común de Vecinos (pueblo). La capital del municipio, donde vivían dos
de los ganaderos más importantes del valle, Pedro y el hijo de Antonia, y el pueblo que
había perdido la EMD en la década de 1970, cuyo monte gestionaba directamente el
ayuntamiento, son los únicos que aplicaran esta medida167.
167 Este pueblo es el mismo en que en 2006 se continuaba celebrando la fiesta mayor a pesar de estar
habitado solamente por dos veïns. En 2010, representantes de las antiguas cases veïnes se reúnen para
proceder como en la capital del municipio y repartir las hectáreas de monte comunal entre todos los veïns,
281
El reparto equitativo de hectáreas de monte comunal entre todas las cases veïnes por su
pertenencia al Común de Vecinos muestra cómo los veïns son capaces de presionar para
imponer límites a lo que en un momento determinado se considera una explotación
desmesurada del patrimonio comunal por parte de algunas casas, restringiendo su
capacidad de enriquecimiento y evitando el acrecentamiento de la distancia entre las
casas, como poco tiempo después también mostraría la redistribución de kilovatios entre
las cases veïnes. El control que se lograba ejercer sobre el proceso de diferenciación y
estratificación social en la medida en que se era capaz de presentar una situación como
injusta, mostraba de nuevo el sentido práctico de la relación lógica patrimonio-veí, y el
modo en que los veïns conseguían legitimar la puesta en práctica de estrategias
económicas diversas para participar del desarrollo de un nuevo modelo económico. Lo
que significaba que el valor que se confería a la ganadería desde el exterior, por su
función como proveedora de paisaje y de servicios medioambientales en el contexto de
la creación de un parque natural y la implantación del sector terciario, no contradecía la
concepción local de la ganadería como una actividad en retroceso, que había
comportado que los pastos comunales se convirtieran en un patrimonio prescindible,
mientras más casas querían identificarse con esta actividad económica; ya que lo que
importaba era poder beneficiarse del nuevo valor que se atribuía al monte comunal,
dependiera éste o no de la continuidad de la práctica ganadera, para liberar de cargas la
economía familiar orientada a la consolidación de un negocio turístico168.
El nuevo valor que se atribuye a la ganadería significa que ser ganadero en la actualidad
no es lo mismo que ser ganadero en el pasado. Así lo expresaba, en 2006, el director del
parque natural cuando explicaba que ya hacía mucho tiempo que la ganadería había
dejado de ser una actividad económica rentable y sin ningún futuro, porque más del
50% de las ganancias del sector procedían de subvenciones, que favorecían a las
grandes explotaciones. Estableciendo un paralelismo con las dificultades por las que
atravesaban otros sectores económicos, este hombre argumentaba que los ganaderos no
llegando a tocar 26 hectáreas de monte comunal por casa. Como en el caso del pueblo anterior esta
decisión se habría tomado para que todos los veïns, sin vivir en el pueblo ni depender de la ganadería,
pudieran beneficiarse indirectamente de los pastos comunales, que explotaba un único veí, l’hereu de una
casa forta que todavía se dedicaba a la ganadería y que vivía todo el año en la capital del municipio. Lo
que significaba que los ingresos que este pueblo podía llegar a percibir por esta vía eran más bien
insignificantes.
168 En relación con la presión que los veïns ejercen para beneficiarse del nuevo valor de los pastos
comunales cabe recordar cómo los veïns sí reconocen el derecho de la gent de fora que vive en el valle a
ir al bosque a hacer leña (derecho, en principio, reservado a los miembros del Común de Vecinos) cuando
con el paso del tiempo la leña y la madera pierden valor.
282
tenían porque recibir un trato diferente por parte de la Administración del que recibían
otros individuos que se habían visto en la necesidad de tener que empezar de cero y
cambiar de actividad económica. Si los ganaderos recibían compensaciones económicas
era para continuar con su práctica pero bajo unas condiciones nuevas que no podían
exigir cambiar, porque el control de la práctica ganadera no estaba en sus manos. En
este sentido, ante las expresiones fer de jardiners (hacer de jardineros) y fer avorrir de
ser pagès (hacer aborrecer el ser payés) que eran comunes entre los ganaderos, hereus
de cases fortes, para exigir que la ganadería tuviera un mayor reconocimiento, el
director del parque natural añadía que si los ganaderos no estaban satisfechos con el
trato que recibían ni con las directrices político-económicas en las que se enmarcaba su
actividad lo único que podían hacer era dar de baja las explotaciones y dedicarse a otra
cosa; ya que el paisaje de alta montaña ya era bonito de por sí sin que nadie cuidara de
él.
Las palabras del director del parque natural y del reparto de las hectáreas de monte
comunal entre las cases veïnes también ponían de manifiesto que si los veïns conseguían
apropiarse de los nuevos significados de patrimonio por medio de la relación lógica
patrimonio-veí, la producción de un nuevo tipo de patrimonio no dependía de ellos, sino
de la implementación de políticas de patrimonialización de la naturaleza y la cultura
locales. En este sentido es importante considerar que el patrimonio comunal continúa
siendo el patrimonio de las cases veïnes para comprender mejor la exigencia de los
ganaderos a ser recompensados por su trabajo, pero también como su cambio de valor
explica la falta de control de la población sobre la ganadería a la que alude el director
del parque natural. El testimonio de Pedro y de Antonia muestran cómo la
desarticulación de un modelo económico centrado en el sector primario se acompaña de
la experiencia de un mundo que se acaba y de la incertidumbre sobre la capacidad de
continuar transformando el patrimonio de la casa en un nuevo contexto económico, que
se fundamenta en la resignificación de las actividades económicas y en el desarrollo de
nuevas y diversas prácticas. En este sentido, la continuidad de la práctica ganadera a la
que Pedro aludía como muestra de la superioridad de su casa por no haberse visto en la
necesidad de tener que diversificar su economía no sería una muestra de la autonomía
de las cases fortes en un contexto de cambios, como el resultado de la puesta en valor
de la ganadería concebida como “una práctica tradicional” por su relación con un
tiempo anterior.
283
La interpretación de los miembros de les cases veïnes de su experiencia de vida en
relación con un pasado reciente, ha puesto de manifiesto cómo los individuos tienen una
idea propia del pasado, según la trayectoria de sus casas en el contexto socio-histórico
local. Esto significa que la visión del pasado de las cases veïnes no es una visión
homogénea, y que hay tantas visiones de la historia local como posiciones ocupan las
distintas casas. Pero esto no quita que no se pueda hablar de la visión del pasado de las
cases veïnes en contraposición a la visión del pasado de la gent de fora que vive en el
valle, en el sentido de que la idea de pasado de los primeros se fundamenta en las
relaciones de interdependencia de las casas a lo largo del tiempo, de modo que las
visiones que los veïns tienen del pasado sólo tienen sentido si se consideran en conjunto.
Lo que, por otro lado, acabaría mostrando la importancia de formar parte de un grupo
mayor, el grupo de cases veïnes, para la defensa de los intereses de la propia casa. La
referencia a una visión de un pasado, más o menos idílico al que se refieren los
miembros de las cases veïnes, con independencia de su posición, en el que la práctica
ganadera habría sido la actividad de la que “casi” todas las casas habrían dependido,
sería el modo de expresar cómo el cambio de modelo económico y las diversidad de
prácticas económicas por las que se expresa, aumenta la distancia entre algunas casas,
como entre las cases pobres y las cases que van a més, y acorta la distancia entre otras,
como entre las cases que van a més y las cases fortes. Para continuar mostrando cómo
las casas reinterpretan el pasado para la continua transformación de su patrimonio, en el
apartado que sigue a continuación se va a mostrar la relación entre la institución del
sistema de autoridad que organiza las relaciones entre los miembros de las casas,
determinando su posición y función, las estrategias económicas de las casas, y la
reproducción del grupo doméstico.
Patrimonio, familia y matrimonio
En una ocasión, Antonia, que se había convertido en pubilla después de que su hermana
mayor renunciara a este estatus al casarse fuera del valle, explicaba que en el pasado fer
el casament (casar a la gente) era algo muy frecuente. El matrimonio entre sus padres,
por ejemplo, había ocurrido de esta manera. Su padre, originario de una comarca
próxima, regresó de Francia donde había ido a trabajar, cuando se le ofreció la
posibilidad de convertirse en l’hereu d’una casa forta, que estaba cerrada por falta de
descendencia, a cambio de que se casara y tuviera hijos. La elección de su padre como
el posible candidato para reabrir la casa se fundamentaba en que al llevar el mismo
284
apellido que los antiguos moradores de la casa, su incorporación permitía la transmisión
del apellido familiar a las siguientes generaciones169. Según explicó Antonia, encontrar
una mujer que reuniera los requisitos para convertirse en la dona de l’hereu de una casa
forta no fue fácil, porque era importante que fuera hija de una casa bona (una casa con
buena posición) y hubiera seguido algún tipo de formación acorde a su posición. Una
vez se dio con la posible candidata, el compromiso entre los futuros cónyuges se
formalizó durante la celebración de una feria de ganado en un valle próximo. De este
matrimonio nacieron cinco hijas. Lo que significaba que, de nuevo, la casa volvía a ver
amenazada su continuidad al no poder transmitir el apellido familiar. La cuestión quedó
definitivamente resuelta cuando el hijo varón de Antonia, el primogénito de un total de
tres hijos, y l’hereu de casa, altera el orden de sus apellidos después de la muerte de su
padre. Antonia, viuda desde principios de la década del 2000, era el único miembro de
la familia que vivía en la casa pairal, junto con el jornalero que ayudaba a su hijo en la
explotación ganadera. Su hijo, que desde que se casó vivía en una comarca próxima, se
desplazaba cada día cerca de 50 kilómetros para regresar al valle y trabajar en la
explotación ganadera familiar. En 2005, las dos hijas de Antonia, casadas y con
estudios, llevaban ya algún tiempo viviendo fuera de valle.
Antonia también contaba que en los pueblos siempre había habido solterones. Se trataba
de hombres que vivían o habían vivido casi toda su vida de la ganadería, que a menudo
solían pasar algunos días fuera de casa, en la montaña con el ganado, que normalmente
eran los hereus de la casa, pero que el no haber conseguido casarse llevaban una vida
muy dura, no tanto por sufrir dificultades económicas como por el aislamiento en que,
en general, vivían convirtiéndose en seres peculiares, de hábitos y manías extrañas170. A
169 Eran varias las versiones locales que, en 2006, corrían por el valle acerca de las condiciones en que se
produjo la reapertura de esta casa. Según algunos veïns el padre de esta mujer sólo tendría en común con
los últimos moradores de la casa, y por casualidad, el hecho de tener el mismo apellido. En cambio, otros
veïns decían que si este hombre y los antiguos miembros de la casa tenían el mismo apellido era porque
efectivamente todos eran parientes y descendían de un mismo antepasado originario del valle. Sobre la
importancia de disponer de pruebas que atestiguaran un determinada versión del pasado de las casas para
la legitimación de las prácticas y estrategias actuales se vuelve en el tercer capítulo en relación con la
creación de un espacio museístico.
170 Entre 2005 y 2006, sólo había dos mujeres solteras autóctonas, de más de 40 años, originarias del valle
que continuaban viviendo en la casa familiar, o en algún apartamento, propiedad de la familia, que
trabajaban en el negocio turístico familiar. En la misma época la cifra de hombres solteros, de entre 48 y
78 años ascendía a 12 individuos. De éstos, los que no estaban jubilados continúan dedicándose a la
ganadería. Por solterón/na se entiende los individuos que nunca han estado casados o han convivido con
una pareja. La situación que Antonia describe está en relación con las estrategias matrimoniales que
Bourdieu (1962, 2004) describe para la zona del Bearn, en Francia, cunando afirma que el “derecho de
primogenitura integral sólo puede comprenderse relacionado con la salvaguarda del patrimonio
indisoluble de la continuidad de la extirpe (…) el derecho de primogenitura no es tanto un derecho de
285
grandes rasgos, la descripción que Antonia hacía de un solterón, concordaba con la
actitud de algunos de estos hombres, fomentada por su afición al alcohol. No obstante,
es importante señalar que en los encuentros en los bares locales, estos hombres
raramente increpaban a los presentes si no era en respuesta a la actitud de los veïns de la
generación más joven o de algún joven autóctono, que no tenían ningún reparo en
caricaturizarlos y ridiculizarlos en público. Dada la situación en la que estos hombres
vivían, Antonia explicaba que para evitar tener costumbres raras lo mejor era vivir en
familia, aunque estar casado suponía la pérdida de libertad para hacer la propia vida.
Antonia no dio detalles de las circunstancias que derivaron en su matrimonio con un
hombre, hereu d’una casa forta, al que se desheredó a raíz de su matrimonio con esta
mujer, convirtiéndose en el jove de la casa171. Pero algunos veïns sí explicaron que al
padre de Antonia le había costado mucho encontrar un buen candidato que quisiera
convertirse en el marido de su hija a causa de su carácter, dando finalmente con un
hombre alocado y de maneras rudas, que nunca contó con el apoyo de su suegro, y que
bajo las órdenes de su mujer, a la que responsabilizaban de incitarlo a desafiar al resto
de los veïns-cabezas de familia en público, no supo encontrar su lugar en la casa en que
se había casado. Según algunos testimonios, Antonia y su marido habrían vivido
distanciados casi desde el inicio de su matrimonio, debido a las continuas discusiones y
conflictos entre ambos y el padre de ella. El distanciamiento entre el matrimonio se
habría acusado después de que Antonia tuviera a su primer hijo, un varón172.
propiedad como el derecho, o mejor, el deber de actuar como propietario” (2004:24-25), como se muestra
a lo largo de este apartado.
171 En otras zonas rurales de Cataluña como, por ejemplo, en el Pla (Llano) de Lleida al jove se le
denomina pubill. Según explicaron los veïns, no era frecuente que el hombre que se casaba con una
pubilla recibiera dote, a excepción de cuando la casa de origen del futuro jove tenía mucho patrimonio.
172 Este relato contrastaba con lo que en otra ocasión explicaba un anciano, hijo de un valle próximo que
se había casado con una pubilla, hija de casa mitjana, ni alta ni baja, según él mismo la definía. Este
hombre contaba que entre él y su suegro nunca había habido malentendidos ni una palabra de más, porque
la noche antes acordaban el campo que iban a trabajar. Después de trabajar regresaban a casa, volvían a
acordar que era lo que harían al día siguiente, y así sucesivamente. Este era el modo en que este hombre
había pasado gran parte de su vida, sin ver ningún inconveniente en ello; ya que como en algún lugar
había que acabar trabajando para sobrevivir lo que menos importaba era si uno trabajaba para la casa de
su mujer o para otros. Después de que murieran sus suegros y su mujer, este hombre, que en 2006, pasa
gran parte del año en casa de su hija en una comarca próxima, continúa siendo considerado como un veí,
por ser él quien representa la casa, durante los meses de verano, que es cuando regresa al pueblo de su
mujer. Lo interesante de este caso es que permite ver cómo la institución de un mismo sistema de
autoridad en el ámbito doméstico, cuya lógica es la conservación del patrimonio familiar, comporta
situaciones y experiencias diversas, según el patrimonio de la casa de origen y de la casa en que uno se
casa, y la posición que se ocupa dentro del grupo doméstico.
286
Antonia contaba que el hombre candidato a casarse con un pubilla no debía ser, en
principio, l’hereu de su casa de origen, porque ello implicaba que uno de los dos
herederos universales, la pubilla o l’hereu, tuviera que renunciar a su estatus, en favor
del patrimonio de la casa en la que se casaba contradiciendo la relación lógica
patrimonio-veí. Al pasar a ser miembro de otro grupo doméstico la prioridad dejaba de
ser la defensa de los intereses de la casa de origen, para pasar a actuar en defensa del
patrimonio de la casa del cónyuge. Pero el candidato ideal para contraer matrimonio con
una pubilla tampoco debía ser hijo de una casa con una posición demasiado inferior,
porque el estatus y el prestigio de la casa de la pubilla podían verse comprometidos. En
este sentido, todas las estrategias matrimoniales que se habían puesto en marcha para
que la casa de Antonia tuviera continuidad, era un ejemplo de toda una serie de
“excepciones” que se habían puesto en práctica como resultado de la institución del
sistema de autoridad que determinaba la jerarquía dentro del grupo doméstico, en
relación con la institución de la relación lógica patrimonio-veí en el tiempo. El modo
por el llega a celebrarse el matrimonio de Antonia, además de mostrar la importancia de
poder poner en práctica la estrategia matrimonial ideal para la buena gestión del
patrimonio, según la posición de la casa, también pone de manifiesto cómo la idea de
matrimonio es indisociable de las ideas de patrimonio y familia, debido a las distintas
funciones que se atribuyen a los miembros de la casa según una sistema de autoridad y
una ideología de género que legitima la superioridad de los hombres y la autoridad de la
generación más anciana.
Para continuar explorando la importancia de celebrar un buen matrimonio en relación
con el patrimonio de la casa y las actividad/es de las que ésta depende, se va a pasar a
describir las estrategias matrimoniales de las casas de Pedro y Ramón. En verano de
2006, Pedro, de 50 y pocos años de edad, explicaba que durante su juventud había
mantenido una relación con una chica de Barcelona, que durante un tiempo vivió en un
valle cercano. Esta mujer, de profesión geóloga, lo acompañaba con cierta frecuencia
cuando salía a la montaña con el ganado para recoger muestras de minerales.
Ocasionalmente, esta chica había asistido a alguna celebración familiar en casa de
Pedro, pero nunca se había quedado a dormir, como parecía que ahora era la costumbre
entre las parejas de adolescentes. Según Pedro, llegó el momento en que esta mujer se
planteó abandonar su profesión para quedarse vivir con él en el valle, lo que no llegó a
ocurrir porque la relación se acabó rompiendo. En contraposición con la concepción
local de las dones de fora, ya se tratara de turistas o de mujeres no autóctonas casadas
287
con algún veí o con algún hombre de fora, que eran vistas como la causa del malestar en
las casas en las que vivían, además de ser consideradas capaces de seducir a cualquier
hombre, Pedro argumentaba que no era cierto que una dona de fora fuera una mujer con
la que era más fácil tener una relación sexual, en comparación con las dones del país
(autóctonas), porque cada persona era un caso en sí mismo, pero reconocía que los
hombres autóctonos esperaban la llegada del verano para tener alguna relación con
alguna turista sin la intención de ir más allá. Lo que contrastaba con la concepción que
sobre las dones de fora tenía su hija pequeña de 14 años de edad, cuando decía que los
jóvenes autóctonos preferían “ligar” con estas mujeres, pero que era con chicas del valle
o de otras zonas de la comarca con las que querían casarse, viniendo a describir la
estrategia matrimonial que había seguido su padre; pues aunque Pedro parecía situar en
un plano de igualdad a las dones de fora y a las dones del país, finalmente no se casa
con una dona de fora, sino con una mujer autóctona. Pasada la treintena, después de
haber salido con varias chicas, y de decidir que había llegado el momento de casarse,
Pedro se casa con una mujer del valle, hija de una “casa de pagesos de toda la vida”,
bien situada, a la que conocía desde siempre, pero con la que nunca hubiera imaginado
que acabaría casándose, después de poco más de un año de noviazgo oficial. Según
Pedro, en un tono que recordaba las palabras de Antonia, quedarse soltero tampoco era
conveniente, porque la gente que vivía sola, tenían ideas y costumbres extrañas que
fomentaban que sólo pudiera continuar viviendo sola. En contrapartida, estar casado y
tener que sacar una familia adelante comportaba ocupar la cabeza pensando en cómo
sacar una familia adelante. Es importante señalar que la evitación de la soltería no se
debería tanto a la preocupación por no convertirse en un individuo extraño, como su
identificación con la imposibilidad de transmitir el patrimonio familiar y dar
continuidad a la casa.
Para comprender mejor las circunstancias que rodean el matrimonio de Pedro, es
importante señalar que es el pequeño de tres hermanos, un varón y dos mujeres, y que
se casa después de que su hermano mayor, el primogénito, muriera estando casado sin
descendencia, y a los pocos meses de la muerte de su padre. Siendo el pequeño de tres
hermanos, Pedro había proseguido su formación en diversos colegios de la comarca,
hasta que a los 17 años se traslada a Barcelona para aprender el oficio de mecánico, con
la intención de encontrar los medios con que ganarse la vida fuera de casa. Pero su
deseo no es vivir en Barcelona, sino regresar a casa y trabajar con su padre y su
hermano en la explotación ganadera familiar. Dado que la explotación ganadera estaba
288
en pleno proceso de expansión y la familia necesitaba mano de obra, Pedro consigue
regresar a casa donde se instala definitivamente, convirtiéndose en el cabeza de familia
después de su matrimonio, a mediados de la década de 1980. La narración somera de la
trayectoria de vida de Pedro, permite ver cómo “su decisión” de contraer matrimonio,
convirtiéndose en el siguiente veí-cabeza de familia en representación de los intereses
de la casa, se da en el momento en que es preciso reestablecer un orden dentro del grupo
doméstico para garantizar la transmisión del patrimonio familiar y la continuidad de la
casa. Lo que muestra cómo las “propias decisiones” adquieren sentido en el mismo
proceso por el que se legitima un sistema de autoridad y una jerarquía entre los
miembros del grupo doméstico. Las circunstancias que habían acompañado el
matrimonio de Antonia y Pedro mostraban la importancia de celebrar un buen
matrimonio especialmente cuando la casa poseía un importante patrimonio, legitimando
la institución de l’hereu, y en su defecto de la pubilla173.
Pero la historia de las cases fortes, cuya riqueza se asocia con la posesión y transmisión
de importantes extensiones de tierra (prados) y ganado, y con la continuidad de la
práctica ganadera, muestra que la posibilidad de continuar siendo una casa forta (una
importante casa pagesa) habría dependido de la capacidad de estas casas para
diversificar su economía para conseguir más tierras y ganado, como ponía de manifiesto
la historia de la casa de Pedro. A mediados del siglo XVIII, esta casa se dedicaba a la
compra de seda de Brasil para su venta en distintas ciudades de Cataluña, y a la cría y
venta de ganado. Estas actividades habrían favorecido la constitución de un capital que
aumentaría en las siguientes generaciones por la continuidad de estas actividades,
además de por la compraventa de cereales y vino. Durante todo el XIX, con la creación
de una fragua de la que esta familia fue la principal accionista, la exportación de hierro
se convirtió en otra fuente de ingresos de la casa, además de la compraventa de animales
de labor. Cuando la “fragua familiar”, debido a los elevados costes de producción por la
deforestación del monte comunal –entre el siglo XVII y hasta finales del siglo XIX, en
el valle habrían existido hasta cuatro fraguas-, y la competencia de la metalurgia
industrial, cierra definitivamente en la década de 1880, la compraventa de ganado se
convierte en la principal actividad económica de la casa, después de haber intensificado
la compra de más tierras desde mediados del sigo XIX. Otras inversiones fueron la
compra de acciones de empresas tabaqueras y refinerías de azúcar chilenas, y la compra
173 En el valle, había algunas casas con esta situación,. Cuando se celebraba una reunió de poble quien
asistía en representación de los intereses de la casa de su mujer, la pubilla, era el jove.
289
de divisas. Después de la Guerra Civil, en la que la casa pierde casi todo el ganado y el
dinero, los padres de Pedro se enfrontan al trabajo de volver a constituir un patrimonio.
Con ayuda de un préstamo se consigue pagar la contribución de la casa y las tierras. Se
empieza a sembrar de nuevo trigo, se vuelve a cultivar forrajes, y poco a poco la casa
vuelve a llenarse de jornaleros y criadas. En la década de 1950 se compra el primer
tractor, y a principios de los años 60 las primeras vacas de leche, mientras se continúa
criando caballos. A principios de la década de 1970 se construyen dos granjas de
engorde de terneros y se cambia el tractor por otro más potente, pero con la muerte del
hermano de Pedro las granjas dejan de funcionar y la explotación ganadera se reorienta
hacia el vacuno de leche y carne. Después de vender la producción de leche a diferentes
cooperativas de la comarca y de una comarca próxima, Pedro abandona el vacuno de
leche a finales de la década de 1990, para dedicarse a la producción extensiva de vacuno
de carne. En 2002 empieza a producir carne de vacuno ecológica, actividad que
continúa en la actualidad. En 2005, en la casa de Pedro vivían él y su mujer con sus tres
hijas, y su madre viuda. Cada verano, las hermanas de Pedro, que vivían en Barcelona,
regresaban a la casa natal para visitar a su madre.
Muchos veïns explicaron que la gran capacidad de la casa de Pedro para restituir el
patrimonio después de la Guerra Civil y para superar las diversas crisis del sector
primario se debía al gran patrimonio (tierras) que la casa poseía. En este sentido, es
importante señalar el papel decisivo que en este proceso jugó la entrada de capital
proveniente de la dote de las mujeres, les joves, que se casaron con los sucesivos hereus
de la casa, favoreciendo la participación de la casa en diversas actividades económicas,
y fomentando su capacidad para actuar como prestamista. No es de extrañar que la casa
estuviera emparentada con otras cases fortes de la comarca174, o de comarcas próximas
como la misma madre de Pedro, predestinada a ser la pubilla de su casa por ser la hija
mayor, hasta que después de varias mujeres nace un hijo varón. Como tampoco era de
extrañar que Pedro optara por casarse con la hija de una casa pagesa bien situada, que
no tenía la misma relevancia que la suya, pero de la que se podía esperar que supiera
cumplir con la función de jove (nuera) d’una casa forta, por reconocer la importancia de
identificar la conservación y transmisión del patrimonio familiar con los intereses y
prácticas individuales.
174 Según consta en documentos familiares, una de estas mujeres, que se casó en la casa de Pedro a
principios de la segunda mitad del siglo XIX, habría aportado 2.000 duros de oro y plata además de varias
cómodas con ropa, vestidos y sombreros confeccionados expresamente para ella en Paris.
290
Haciendo repaso a la historia de su familia, con la ayuda de una de sus hijas que se
había encargado de poner en orden la vasta documentación que atestiguaba la
superioridad de la casa en el pasado, Pedro no dudaba en afirmar que “la suya era una
casa con mucho historia”, aunque el futuro se presentaba incierto. Pedro y su mujer
explicaban que su prioridad era poder dar a sus hijas la formación que escogieran y, en
este sentido, entendían que si salían fuera a estudiar difícilmente querrían quedarse en
casa para continuar con la explotación ganadera familiar, porque la ganadería era una
actividad muy sacrificada. En septiembre de 2006, una de sus hijas empezó a cursar
estudios universitarios en Barcelona, la segunda le siguió al cabo de un año, mientras la
tercera, que siempre había manifestado su deseo de ser pagesa, fue a formarse a una
escuela agraria para quedarse en casas y ayudar a su padre. En un tono distendido, esta
joven solía insistir en que aunque fuera la hija pequeña no estaba dispuesta a “quedarse
con las manos vacías”. De hecho, era ella quien solía acompañar a su padre en sus
salidas a la montaña con el ganado.
La mujer de Pedro, la tercera de cuatro hermanos, nunca había trabajado fuera de casa
todo y haberse formado como secretaria que, según contó una de sus hijas, era la
formación que las casas que tenían medios habían intentado dar a las mujeres de la
generación de su madre. Su día a día transcurría entre la casa, donde se encargaba del
trabajo doméstico y de atender a su suegra, las dependencias próximas, como el corral,
donde cuidaba de gallinas, conejos y patos, y el huerto situado enfrente de la casa. En
alguna ocasión acompañaba a su marido cuando iba a la montaña, pero como sucedía
con otras mujeres de su generación –en 2005, tenía 51 años de edad- raramente se la
veía en los bares del pueblo acompañada de otras mujeres o en compañía de su marido.
Tampoco se la solía ver por las calles del pueblo, procurando que fueran sus hijas las
que hicieran los encargos, ni tomar el fresco en la plaza a última hora de la tarde, los
días de verano, conversando con otros veïns, turistas o propietarios de segundas
residencias, aunque sí recibía la visita de algunos de ellos en casa175. En alguna ocasión,
el día de mercado se la veía en la capital de la comarca, pero no con la misma
regularidad con que, por ejemplo, se veía a las mujeres de los veïns-cabezas de familia
de las cases que van a més. Esta mujer decía que en su casa, desde la que había una
vista inmejorable de la carretera que daba acceso al pueblo, era donde mejor y más
175 En este sentido hay que recordar que la mayoría de turistas que se veían por el valle en verano eran
antiguos conocidos de los veïns. En muchos casos se trataba de distintas generaciones de una misma
familia que no habían alterado su destino vacacional, que continuaban alojándose en las antiguas
pensiones, ahora convertidas en modernos establecimientos turísticos.
291
tranquila estaba. La cocina era el espacio de reunión de los miembros del grupo
doméstico cuando coincidían en casa. La madre de Pedro, una mujer nonagenaria, de
quien los veïns decían que continuaba ejerciendo un fuerte control sobre el patrimonio
familiar, siempre estaba presente.
A principios de la década del 2000, como en la actualidad, la casa de Pedro continuaba
siendo considerada una casa forta, pero por las palabras de sus hijas no era difícil
imaginar cuán distinta debía haber sido la vida de casada de su abuela de la de su madre.
Las hijas de Pedro contaban que su abuela siempre había vivido bien. De pequeña,
porque había nacido en una casa forta. De adulta, porque se había casado en una casa
forta donde pudo vivir cómodamente por la disponibilidad de criadas y niñeras. Y de
mayor porque contaba con su madre (la jove) para hacer el trabajo de casa y cuidarla.
Esto era indicativo de un cambio en las funciones de la mujer de l’hereu, pero también y
especialmente de que para poder mantener su posición esta casa había tenido que
renunciar a ciertos privilegios como la disposición de jornaleros y criadas. Cuando
Pedro se casó en la casa todavía vivía un jornalero, pero desde finales de la década de
1980, él era el único hombre que trabajaba en la explotación familiar, aunque una vez al
año, durante los meses de primavera, contrataba a un jornalero, de origen rumano, para
que le ayudara a acondicionar las acequias que irrigaban sus prados. Esta situación era
común a otras cases fortes, como la casa de Ramón, en la que en el pasado también
habían habido jornaleros y criadas.
La mujer de Pedro explicaba que desde que se había casado, la población del valle la
llamaba por el nombre de la casa de su marido, que era el nombre con que se conocía a
Pedro en la comarca. Pero a diferencia de sus hijas que se sentían muy orgullosas de ser
llamadas por el nombre de la casa, la mujer de Pedro prefería ser llamada por su
nombre. Haciendo referencia a su casa de origen, la mujer de Pedro explicaba que su
padre había muerto antes de hacer testamento, y que como su padre y su madre al
casarse no habían hecho capítulos matrimoniales, como sí había sido el caso de su
suegra, su madre continuaba viviendo en la casa familiar, pero sin tener ninguna
capacidad de decisión sobre el patrimonio familiar. En la casa también vivía su hermano
mayor, ganadero, su mujer y sus dos hijos, que se había convertido en l’hereu de la casa
sin serlo, al explotar en beneficio propio las tierras familiares, después de que los otros
tres hermanos hubieran dado su consentimiento sin que ello significara que siempre
debiera continuar siendo así; ya que si un año de malas cosechas su casa (la de su
marido) necesitara llevar las vacas a pastar a los prados familiares (los de su casa de
292
origen) bien tendría que poder hacerlo, porque ella tenía el mismo derecho a
beneficiarse del patrimonio familiar que su hermano. Este comentario dejaba entrever
las tensiones inherentes al desigual aprovechamiento del patrimonio familiar entre los
miembros de una misma casa según su posición dentro del grupo doméstico, poniendo
de manifiesto cómo la desconfianza y la conveniencia de guardar las distancias
caracterizaban las relaciones entre las casas, en un contexto en que la relación lógica
patrimonio-veí fomentaba la competencia de las casas por el control de los recursos
locales176. Pero también mostraba cómo los individuos que pasaban a integrar otro
grupo doméstico, la jove y/o el jove, cumplían con su función de defender los intereses
de la casa de sus cónyuges -como era de esperar-, dotando de sentido sus prácticas y
trayectoria personal. En este sentido cabe considerar los comentarios de la población
local, cuando comentaban que esta mujer y sus hijas se habían convertido en las
principales defensoras del patrimonio de la casa, tanto o más que Pedro, que era l’hereu.
La idea de casa como una unidad económica y social autónoma en la que sus miembros
trabajaban para la conservación de un patrimonio del que dependían, también se
encontraba en el discurso del presidente del parque natural, que es interesante recordar
por la relación que establece entre las ideas de casa, patrimonio y familia, y la práctica
ganadera. Según este hombre, académico y activista del movimiento ecologista, la
comarca del Pallars Sobirà era el único caso, de los que él conocía de primera mano, en
que se había hecho una manifestación en contra de la creación de un parque natural.
Cuando quiso reunirse con las plataformas que habían convocado la manifestación se
encontró con que no había ningún grupo de personas organizado, sino individuos que
iban por libre en representación de los intereses de sus casas, que casualmente habían
coincidido en la manifestación. Con aire de sorpresa e incredulidad, este hombre
explicaba que en la comarca todavía se daban situaciones que parecían del siglo XIX,
como cuando los ganaderos no querían que se interviniera en ninguna de las bordas de
su propiedad que había en el monte comunal, por miedo a perder su propiedad y no
poder dejarla en herencia a sus hijos. En relación con las quejas insistentes y las
demandas recurrentes de los ganaderos en las oficinas del parque natural, este hombre
decía que era impensable que el modo en que la población local se relacionaba con la
Administración, exigiéndole solucionar sus propios problemas, se diera en una zona
176 Con esto no se quiere negar que existan alianzas entre las casas, de hecho las hay y son
imprescindibles para satisfacer los intereses de la propia casa, pero sí se quiere incidir en que las alianzas
y las enemistades pueden darse y coger un rumbo inesperado según cambien los intereses de las casas.
293
urbana. En su opinión, la mentalidad conservadora de las zonas de montaña,
obstaculizaba la entrada de ideas progresistas, siendo el principal factor que impedía la
aceptación local del parque natural. Cabía esperar que en la medida en que la comarca
se fuera abriendo al exterior la actitud de la población en relación con el parque natural
fuera cambiando. Pero lo más interesante de esta situación no era como sostenía este
hombre esperar a que la sociedad local fuera otra, y comprobar que ciertos
comportamientos y maneras de pensar se habían superado, sino ver cómo la institución
de la sociedad dependía de la incorporación del pasado al presente para dotar de sentido
al presente por la institución de la relación lógica patrimonio-veí. Dado que la práctica
agroganadera se habría legitimado por la institución de esta relación en el tiempo, podía
comprenderse cómo Pedro en tanto veí-cabeza de familia y en su función d’hereu d’una
casa forta, que continuaba dependiendo de la ganadería, creía estar en una posición de
fuerza para exigir el derecho a ser recompensado por el nuevo valor que se atribuía al
monte comunal que su casa había contribuido a crear al depender de la ganadería desde
el pasado. Cabe señalar que en esta época, 2005-2006, la mujer de Pedro empieza a
plantearse la posibilidad de construir un museo y abrir una parte de la casa al público,
para que los turistas pudieran conocer una antigua casa pairal por dentro. Ella misma,
sin la necesidad de salir de casa con la ayuda de alguna de sus hijas podría encargarse
de hacer la visita guiada177.
A través de la historia de la casa de Ramón, otro hereu d’una casa forta, de 40 y pocos
años de edad, se va a continuar mostrando las diversas formas por las que “la
organización doméstica tradicional” se instituye y adquiere un sentido práctico. A
diferencia de Pedro, Ramón si estaba casado con una dona de fora. En este caso, una
mujer originaria del pla de Lleida (zona geográfica correspondiente con las comarcas
más meridionales de la provincia de Lleida), que a principios de la década de 1990
había subido al valle para trabajar en la hostelería y costearse los estudios
universitarios178. En 2005, mientras esquilaba el rebaño de poco más de 300 ovejas que
poseía, en una nave de grandes dimensiones que había construido a la entrada del
pueblo, Ramón explicaba que a excepción de los meses de verano, su mujer pasaba gran
177 En esta época, otras fuentes de ingresos de la casa eran el dinero que una de sus hijas recibía por
trabajar los meses de verano y días festivos en un hotel del valle, y el sueldo que el ayuntamiento pagaba
a otra de sus hijas por explotar las piscinas de la capital del municipio.
178 En esta época, esta práctica era relativamente frecuente entre las jóvenes del pla. Las que no subían a
la montaña para trabajar en la hostelería se empleaban en la campaña estival de recogida de fruta.
294
parte de la semana fuera de casa, en Andorra donde “trabajaba de lo suyo”179. Según
decía, su mujer y él, habían acordado en que por el momento esta fuera su situación
conyugal. En opinión de Ramón, uno de los problemas con que se encontraban los
hombres del valle, y de la comarca en general, era encontrar una chica para casarse que
quisiera quedarse a vivir en la zona, porque la vida en la comarca, y más en el valle, era
muy dura. También decía que tanto su mujer como él querían tener hijos, aunque el
momento todavía no había llegado. Según sus cálculos, que hacía en relación a la
disminución de cabezas de ganado desde principios de la década del 2000180, Ramón
afirmaba convencido que en un par de años, a más tardar, las explotaciones ganaderas
que todavía había en el valle acabarían cerrando, aunque ese no sería su caso porque ya
que había hecho una fuerte inversión en la construcción de una granja continuaría
siendo ganadero un tiempo más. No obstante, tampoco descartaba, de hecho preveía,
poder acabar viviendo también del turismo como la mayoría de veïns (les cases que van
a més). En su caso no sería a través de la puesta en marcha de un negocio de turismo
rural, sino por el alquiler del par de apartamentos, que una inmobiliaria le había ofrecido
como permuta, a cambio de construir un bloque de 15 apartamentos, donde antes había
dos cuadras propiedad de la familia181. En el contexto de esta conversación, en que
Ramón iba explicando su historia de vida reciente, sus proyectos a corto plazo, y el tipo
de relación que mantenía con su mujer, resulta interesante ver cómo un hombre soltero,
de 70 y pocos años de edad, se queda perplejo ante los comentarios de Ramón, por no
179 Aunque en este caso se trata de ganado ovino, el modo en que este hombre cuidaba del ganado –según
la población local (veïns y gent de fora), Ramón descuidaba el ganado en el monte comunal sin hacer un
seguimiento diario del rebaño- hacía que nadie en el valle identificara a este hombre con un pastor. En lo
que se refiere al resto de ganaderos, dedicados mayormente a la cría extensiva de vacuno de carne, sólo
ocasionalmente se les llamaba vaquers, y muy excepcionalmente pagesos, siendo el concepto ramader el
que la población utilizaba para referirse indistintamente a cualquier individuo que dependiera de una
explotación ganadera con independencia del tipo de ganado que la constituyera.
180 No quedó claro en que basaba Ramón sus cálculos. Posiblemente en el abandono gradual de
explotaciones ganaderas por la jubilación de algunos veïns que se dedicaban a la ganadería; ya que en esta
época un veí aumenta hasta 100 el número de vacas de su explotación, y las cases que van a més
mantienen sus explotaciones.
181 La construcción de este bloque de apartamentos se hizo en diversas fases, durante aproximadamente
tres años. Esta construcción ha resultado ser una de las más polémicas que se ha llevado a cabo entre
mediados y finales de década del 2000. Un motivo de las quejas, entre fills del poble, fue el impacto
visual que una construcción de estas dimensiones tenía en la imagen del pueblo, mientras los veïns
alertaban de la incapacidad de las infraestructuras del pueblo para suministrar luz y agua a los
apartamentos. El punto álgido del malestar por esta construcción fue cuando una de las grúas se desplomó
sobre la casa de una mujer provocando grandes desperfectos, sin que la mujer que la habitaba sufriera
ningún daño por encontrarse fuera de la casa.
295
entender cómo Ramón y su mujer tenían una relación tan complicada si las mujeres
antes no trabajaban y las casas igualmente salían adelante.
La situación que Ramón describía ponía de manifiesto diferencias significativas en
relación con la situación de las casas de los veïns de la generación anterior como Pedro,
cuyas mujeres, dependiera su casa de la ganadería o del turismo, no trabajaban fuera de
casa. Aunque algunas de estas mujeres también son consideradas dones de fora, por no
ser originarias del valle, la distancia geográfica entre el valle y el lugar de origen de las
mujeres que se casan con veïns aumenta entre la década de 1990 y principios del siglo
XXI. Lo que ponía de manifiesto que entre la década de 1980, cuando se casa Pedro, y
principios de la década del 2000, cuando se casa Ramón, el mercado matrimonial había
cambiado sustancialmente. Uno de los factores que explicaba esta situación era que la
mayoría de las mujeres autóctonas de la edad de Ramón habían salido fuera a estudiar y
ya no habían regresado al casarse e instalarse definitivamente en otros pueblos y
ciudades, dificultando que los hereus del valle, dependieran sus casas de la ganadería
y/o del turismo, encontraran una mujer autóctona con la que casarse182. El desarrollo del
turismo en la comarca y el valle, que facilitó la llegada de dones de fora, favoreció que
Ramón y otros hombres, próximos a su generación, pudieran encontrar una mujer con la
que casarse y dar continuidad a la casa. Este hecho explicaría porqué no había hombres
solteros de 40 y pocos años de edad en 2005, y sí había concos (solteros) de más de 50
años de edad, todos dependientes de la ganadería a la que continuarían dedicándose
hasta el día de su jubilación. Estos hombres, los solterones a los que se refería Antonia,
serían los mismos a los que hace referencia Lluís (1967) cuando habla de la soltería
masculina de las primeras décadas de la segunda mitad del siglo pasado, y que los
hombres de la comarca atribuían a un cambio de comportamiento en las mujeres que
habían pasado a preferir el matrimonio con trabajadores y operarios de las centrales
hidroeléctricas, porque ello les permitía vivir en un piso, en alguna ciudad mediana,
lejos de la vida sacrificada que les esperaba en una casa payesa. Lo que había acabado
comprometiendo la continuidad de las casas, viéndose los hereus obligados a mal
vender el patrimonio y buscarse un trabajo en otro lugar, o a quedarse en la casa y vivir
solos.
182 Más adelante, en otro apartado se hace referencia a la relación entre la inversión de las casas en los
negocios turísticos y el retorno de los jóvenes autóctonos que habían salido del valle para estudiar, en un
contexto de crisis económica generalizada en que las posibilidades de encontrar un buen trabajo se
habrían reducido considerablemente. Esto también favorecería que se emparejaran con mujeres y hombres
originarios de la comarca donde preveían instalarse definitivamente.
296
El matrimonio con una dona de fora habría evitado que Ramón se convirtiera en un
conco, pero dado que no se trataba, como en el caso de Pedro, de una mujer hija de una
casa pagesa del valle educada para subordinar los intereses personales a los de la casa,
sino de una mujer 17 años más joven con una formación superior y el deseo de
desarrollar una carrera profesional, la dinámica familiar de este hombre era muy
diferente a la de Pedro, aunque ambos habían conseguido casarse, cumpliendo con una
de las principales funciones de un hereu.. Para ver cómo la casa de Ramón era capaz de
reproducir el grupo doméstico y diversificar su economía para garantizar su continuidad
por la reinterpretación de un sistema de autoridad tradicional que instituye la jerarquía
en el ámbito doméstico, se va a presentar el modo en que la mujer de Ramón concibe la
función de la jove de la casa.
En 2007, la mujer de Ramón contaba que sólo pasaba tres días a la semana en casa, con
su marido y su suegra, viuda y de 80 y pocos años de edad, porque el resto de la semana
vivía en Andorra donde trabajaba como maestra. Su trabajo le satisfacía mucho, y no se
planteaba cambiarlo por un puesto de trabajo en el instituto de la capital de la comarca,
situado a poco más de 30 kilómetros del pueblo en el que se había casado. También
decía que no descartaba poner en marcha algún negocio de turismo rural, pero que esta
opción la dejaba para más adelante cuando tuviera un hijo, porque entonces tendría que
pasar más tiempo en casa. Lo que por el momento consideraba prioritario era continuar
trabajando en lo que se había formado, para lo que contaba con el apoyo incondicional
de su marido183. En una visita a la casa de Ramón fue su mujer quien se encargó de
mostrar las distintas estancias de la casa, incluida la capilla, mientras su suegra
permanecía en la cocina, poniendo especial énfasis en el mobiliario antiguo que contaba
con piezas catalogadas. Según esta mujer, en la casa se había encontrado mucha
documentación referente a la actividad económica de la casa, entre el siglo XVI y hasta
la primera mitad del siglo XX, que ella misma se había encargado de revisar y de
depositar en el archivo comarcal. La ganadería había sido un recurso importante de la
casa, que también habría mantenido relaciones comerciales con Cuba y había sido
accionista de una fragua local. Haciendo un repaso de las mujeres que habían sido les
joves de la casa, la mujer de Ramón explicaba que todas habían sido “muy señoras”,
esto es, hijas de casas muy importantes e influyentes de la comarca que les habían
183 Según contaba esta mujer, turistas y propietarios de segundas residencias le habían sugerido que
construyera un museo en casa, porque entendían que su casa, que “tenía mucha historia”, era un lugar de
visita obligado para todos los que quisieran conocer el pasado del valle.
297
proporcionado una buena educación y una buena dote184. Un origen social que ni ella ni
su suegra compartían, aunque lo que diferenciaba especialmente a la mujer de Ramón
del resto de joves, era el hecho de que ella no era hija ni del valle ni de la comarca.
La relación entre la madre y la mujer de Ramón parecía ser bastante buena, quizá
porque ambas se habían visto en la necesidad de trabajar de jóvenes, aunque su vida
diaria, una vez casadas, fuera básicamente diferente, como ponía de manifiesto la
historia de vida de la madre de Ramón. En 2008, la madre de Ramón explicaba que la
primera vez que había entrado en la casa de la que acabaría siendo la jove fue como
criada de la mujer que se convertiría en su suegra. En aquella época, primera mitad del
siglo XX, en la casa había hasta 13 personas entre jornaleros y criadas. Esta mujer
interpretaba su boda con el hijo que su suegra había tenido en segundas nupcias, cuando
se casó con el hermano del que fuera su primer marido después de quedarse viuda,
como la repetición de una situación que ya se había dado un tiempo antes, cuando una
tía suya se había casado con el hijo que su suegra había tenido del primer matrimonio, a
pesar de la oposición de su suegra porque su tía, como ella, eran hijas de una casa baixa
(una casa pobre). Según contaron algunos veïns del pueblo, el matrimonio de la tía de la
madre de Ramón y el primer hijo de su suegra llegó a celebrarse, porque el importante
patrimonio de la casa de Ramón permitió que los dos hijos de su abuela llegaran a un
acuerdo para repartirse a partes, más o menos iguales, los bienes de la casa, permitiendo
que la nueva casa (el que se marcha de casa es el hijo del primer matrimonio) fuera
también una casa forta, sin que la casa pairal viera disminuir su posición. Según la
madre de Ramón, la relación con su suegra mejoró con el tiempo, especialmente en los
últimos años cuando era mayor y precisaba que la atendiera, aunque nunca se lo puso
fácil por mucho que ella se esmerara en hacer lo que le decía y en hacerlo bien. Durante
los primeros años de matrimonio la madre de Ramón contó con la ayuda de criadas y
niñeras, pasando luego a asumir toda la carga del trabajo doméstico. Su marido había
contado con la ayuda de jornaleros para trabajar la tierra y cuidar del ganado, pero su
hijo siempre había llevado la explotación ganadera solo.
La historia de la casa de Ramón era la historia de la puesta en práctica de toda una serie
de estrategias matrimoniales diversas, siendo el matrimonio con una dona de fora una
más de ellas, para garantizar la continuidad de la casa por la institución de un sistema de
autoridad que asigna a cada miembro del grupo doméstico una posición y una función.
184 La dote de una de estas mujeres, hija de un notario de la comarca, preveía los servicios de una criada
que cada mañana le llevara el desayuno a la cama.
298
Haciendo referencia a las distintas generaciones de una familia que podían convivir en
la misma casa, la mujer de Ramón decía que para evitar posibles conflictos lo mejor era
que cada generación dispusiera de un espacio propio, como sucedía en su casa. Cuando
regresaba al valle después de la semana laboral, Ramón y su mujer ocupaban el piso
superior de la casa que habían convertido en una vivienda independiente, mientras la
madre de Ramón continuaba viviendo en el piso de abajo, el que los miembros de la
familia siempre habían ocupado. Cuando su mujer se marchaba, Ramón se trasladaba al
primer piso para hacer vida con su madre. En este punto es importante considerar el
modo en que Ramón entendía la relación entre suegra y jove, comparándola con la
relación entre suegro y jove. Según decía, al relación entre yerno y suegro se basaba en
ponerse de acuerdo sobre el trabajo que iban a realizar el día siguiente185, mientras que
la relación entre las mujeres de la casa siempre estaba envuelta de tensiones y
malentendidos, más si la jove no era originaria del valle o de alguna zona próxima,
porque las dones de fora no sabían vivir en los pueblos de alta montaña. Lo que
significaba que podía llegar el día en que quisieran marcharse, llevándose a sus hijos y
comprometiendo la continuidad de la casa. Ramón explicaba que las dones de fora que
se habían casado con veïns, en la década de 1980, después de venir a trabajar en la
hostelería, y que eran las mismas que trabajaban desde casa en el negocio de turismo
rural familiar de las cases que van a més, tenían más probabilidad de adaptarse al tipo
de vida del valle, porque eran originarias de otras zonas de montaña186. Cuando de más
lejos venía la mujer, afirmaba Ramón, menos probabilidades había de que aguantara
vivir en el valle. A pesar de describir una situación que bien se correspondía con la suya
propia, Ramón puntualizó que él y su mujer mantenían una excelente relación, no como
otros hombres de su generación, también casados con dones de fora, que se veían
obligados a someterse a la voluntad de su mujer. En este contexto Ramón hizo alusión
a la expresión local “mai cap tronc bo riu amunt” (nunca un tronco bueno circula río
185 Es de destacar que este hombre plantee la relación entre suegro y yerno en el contexto de una
economía basada todavía en el sector primario. En la época de esta conversación, en ninguna casa del
valle se daba esta situación. Por otro lado, este hombre, que nunca había convivido con su suegro,
tampoco contaba con esta experiencia. Es de destacar que en este caso como en el caso del anciano
anterior cuando explicaba su experiencia como el jove de la casa presentan una relación entre yerno y
suegro exenta de conflictos. Si en el caso de Ramón esto puede explicarse por no contar con la
experiencia que le muestre lo contrario, en el caso del anciano puede deberse a la importancia de evitar
los conflictos cuando la posición que se ocupa no legitima a uno para actuar de otra manera.
186 Estas mujeres habrían venido a trabajar en las fondas que ya existían a principios del siglo XX y que se
habían modernizado, y en el primer hotel del valle, pero con anterioridad a estas mujeres, sobre mediados
de los años 50 del siglo pasado, otras mujeres originarias de valles próximos, ya ancianas y casadas con
veïns, habrían llegado para trabajar en las fondas locales o como criadas en las cases fortes.
299
arriba), para reafirmar su convicción de que uno no se podía fiar de “lo que llegaba de
fuera”, en este sentido de les dones de fora. Por su parte, la madre de Ramón corroboró
las palabras de su hijo añadiendo que un hereu nunca debía abandonar la casa.
Es importante señalar que Ramón se convierte en l’hereu después de que su hermano
mayor, al que se dio estudios, renunciara en su favor, mostrando como sucedía en el
caso de Antonia, que tampoco era los primogénita, cómo la importancia de conservar y
transmitir un patrimonio familiar para la continuidad de la casa conllevaba la creación
de nuevas relaciones significativas para la institución de una jerarquía entre los
miembros del grupo doméstico, legitimando la continuidad del sistema de autoridad
tradicional. De igual modo, la clasificación de las mujeres en distintas categorías, del
país y de fora, según se las consideraba más o menos idóneas para contraer matrimonio
con un veí, no debería ser considerada como resultado de los constreñimientos que
impone la institución de una organización doméstica, según un sistema de autoridad
fundamentado en un tiempo anterior, sino como la resignificación de la realidad para
que nuevas categorías de individuos, puedan pasar a completar el grupo doméstico para
que todas las posiciones y funciones precisas para la continuidad de la casa estén
representadas. Las palabras de Ramón habría que considerarlas en esta dirección,
mostrando además cómo la no satisfacción de la situación ideal, casarse con una dona
del país, generaba una serie de contrariedades e incertidumbres sobre el futuro de su
matrimonio y de la propia casa.
Después de que Ramón hubiera terminado de describir su idea de una dona de fora, su
mujer, que en presencia de su suegra le llamaba l’hereut, de forma cariñosa pero con
tono irónico, le replicó diciendo que como él siempre había vivido en la casa donde
había nacido con su madre, donde muy probablemente moriría, no podía comprender la
experiencia de sentir que no se pertenece al lugar en el que uno vive. En otras ocasiones,
y ante la presencia de otras dones de fora de su generación, que también se habían
casado en el valle después de subir a trabajar en la hostelería, la mujer de Ramón había
explicado que cuando alguien le preguntaba de dónde era, siempre respondía que vivía
en el pueblo de su marido –lo que, por otra parte, no era del todo cierto-, pero que era
hija del pueblo en el que había nacido, en el que se había criado y en el que vivía su
familia. También había comentado que nunca había imaginado que acabaría casándose
en el valle, hasta que un día, “le dio el amor”. Cuando expuso a su familia su intención
de casarse en el valle sus padres intentaron disuadirla, porque entendieron que era una
locura. Haciendo balance de su vida como casada, la mujer de Ramón decía que se
300
sentía muy afortunada y que mantenía una relación cordial con toda la población, a la
que casi no veía, porque cuando estaba en el valle pasaba gran parte de su tiempo en
casa. También comentaba que se sentía feliz, porque había conseguido llevar la vida que
deseaba, es decir, trabajar en lo que se había formado, aunque el día que tuviera un hijo
las cosas cambiarían porque entonces tendría que implicarse más en la vida social del
valle. Su principal confidente era otra dona de fora, originaria de un pueblo próximo al
suyo. Del discurso de la mujer de Ramón se desprende que si bien pasa a ocupar una
posición dentro de un sistema jerárquico, lo que prima es la realización de sus proyectos
personales. En este sentido, el hecho de no entrar en sus planes tener un hijo a corto
plazo añadía incertidumbre a la posible continuidad de la casa por la imposibilidad de
transmitir el patrimonio.
En relación con su experiencia de vida previa, la mujer de Ramón explicaba que en los
pueblos siempre pasaban cosas, pero que conflictos como los que había entre las casas
del valle, especialmente entre las cases fortes y las cases pobres, nunca los había visto.
Según esta mujer, en el pueblo vivía una familia, originaria de una casa pobra que
estaba enfrentada con la suya debido a la construcción del bloque de apartamentos que
una inmobiliaria construía en el terreno que habían ocupado unas cuadras de la familia,
por considerar que el edificio no cumplía las normas urbanísticas. Según decía, algunos
miembros de esa casa habían trabajado como jornaleros en la casa de Ramón y en otras
cases fortes, que les habían ayudado a sobrevivir al proporcionales un sustento, pero en
lugar de estar agradecidos y valorar la importante función que las cases fortes habían
hecho en el pasado, al favorecer la mejora de las condiciones de vida del resto de casas,
ahora se dedicaban a denunciar y a amenazar a su marido. Las palabras de la mujer de
Ramón ponían de manifiesto cómo los conflictos entre las casas por la desigual
posesión de patrimonio, con independencia de la forma por la que se expresara, siempre
volvían al presente. Aunque lo más interesante era que dejaban entrever cómo en las
últimas décadas la distancia entre las casas se había acortado, cuando las casas con
menos patrimonio habían sido capaces de dedicarse al turismo. Esto era lo que había
pasado con la casa pobra anterior, convertida en una casa que va a més, –en las
elecciones municipales de 2015 su cabeza de familia se convierte en el presidente de la
Junta de Vecinos del pueblo-, que en un nuevo contexto económico había escalado
posiciones y contaba con la fuerza suficiente para enfrontarse a una antigua casa forta.
La mujer de Ramón contó que en la casa de su marido ya no había jornaleros, porque no
se podía afrontar el pago de los sueldos, lo que significaba que la casa aun siendo
301
considerada una casa forta había perdido capacidad económica. En este sentido, la
mujer de Ramón también contó que conseguir que una casa forta se tuviera en pie
costaba mucho dinero, porque los sueldos eran los mismos para todos los individuos
(con independencia de la casa de la que fueran hijos), pero los gastos de mantenimiento
y conservación de las distintas estancias de una casa forta, según su forma original, sólo
hacían que ir en aumento. Según Ramón, su mujer y él se ganaban bien la vida, pero
desde que se habían casado los gastos cada vez eran mayores. Uno de estos gastos era la
casa que su mujer empezó a construir en el pueblo del que era hija. Ramón explicaba
que aunque la casa era de su mujer, porque ella había asumido su coste con el dinero
que ganaba, la economía familiar también se había acabado resintiendo. También hay
que considerar que el tipo de vida que Ramón y su mujer llevaban, poco tenía que ver
con la austeridad en la que vivían Pedro y su familia. La construcción de la casa de la
mujer de Ramón, de la que muchos veïns estaban al corriente, fue interpretada como la
prueba de que este matrimonio acabaría rompiéndose, porque la mujer de Ramón
acabaría marchándose a su pueblo de origen como era de prever en una dona de fora.
En relación con las dificultades económicas en las que parece que se encuentra la casa
de Ramón para mantener su posición y satisfacer las necesidades de sus miembros, es
importante considerar todas las estrategias económicas que los miembros de la casa
idean y/o son capaces de poner en práctica entre 2006 y 2009. Entre 2007 y 2008,
Ramón pasa a recibir un sueldo por su trabajo en una de las brigadas del parque natural,
junto con otros hombres autóctonos que se dedicaban a la ganadería a tiempo parcial.
Según contó Ramón muy satisfecho, este trabajo, de media jornada, le iba a permitir
tener un sueldo y continuar cuidando de la explotación ganadera. Sin embargo, su
“decisión” d’anar al jornal (ir al jornal), fue ampliamente criticada por los veïns por
consideraban que era una práctica que no se correspondía con la condición d’un hereu
d’una casa forta. Otras críticas habían sido que las dificultades económicas de la casa
de Ramón se debían a su mala gestión, que ya se había visto en la necesidad de vender
importantes extensiones de tierra, porque no le gustaba trabajar. La transformación de
Ramón en trabajador asalariado, fue poco más que anecdótica. Lo que cabe destacar es
que desde su punto de vista se trataba de una opción que tenía su lógica, porque en su
función d’hereu, que miraba por el patrimonio familiar, le iba a permitir conseguir más
recursos para la casa. Mientras tanto su mujer ideaba otras formas para aumentar las
entradas de capital. Una de estas iniciativas era la construcción, en dependencias anexas
a la casa, de un obrador para el despiece del ganado y la venta de carne en una pequeña
302
tienda que pensaba abrir al lado mismo del obrador. La idea era que la tienda estuviera
abierta los fines de semana, los días festivos, por Semana Santa y durante los meses de
verano, que era cuando ella estaba en casa y no sabía cómo ocupar el tiempo. Según
Ramón, esta obra que se realizaría aprovechando la disponibilidad de subvenciones y
estaría acabada en un par de años, también implicaría aumentar el número de cabezas de
ganado. Pero a día de hoy, el obrador es una idea pasada. El principal motivo que habría
impedido su construcción había sido la dificultad para conseguir un crédito. Otra
iniciativa que la mujer de Ramón planteaba, siguiendo algunos ejemplos que conocía,
era la conversión de una borda familiar de fácil acceso en un restaurante durante los
meses de verano. Esto permitiría sacar una rentabilidad de un patrimonio que había
perdido valor al quedar gradualmente en desuso, e invertir los beneficios que se
obtuvieran en reformar la misma borda para evitar que entrara en estado de ruina.
Ramón se mostraba muy ilusionado con ambas posibilidades, porque ello fomentaría
que su mujer pasara más tiempo en casa, siendo entonces el momento de tener un hijo.
Pero esta idea, como la anterior, tampoco llega a materializarse.
Finalmente, en 2009 nació el primer y único hijo de Ramón, después de siete años de
matrimonio. Poco tiempo antes de quedarse embarazada, su mujer, que se acercaba a los
40 años de edad, explicaba que su suegra insistía en que tuviera hijos, porque aunque el
hermano de Ramón había tenido hijos era importante que l’hereu de la casa tuviera sus
propios hijos. Pero contra todo pronóstico, el nacimiento de su hijo no altera la
dinámica familiar de Ramón. Como en 2005, y hasta día de hoy, su mujer continúa
trabajando y viviendo gran parte de la semana en Andorra, mientras en la casa pairal
permanecen Ramón, su madre y su hijo, que el mismo Ramón atiende mientras cuida de
la explotación ganadera187. La decisión de la mujer de Ramón de dejar a su hijo recién
nacido en casa y marcharse a trabajar fuera fue ampliamente criticada por otras dones de
187 Este no era el único caso de un matrimonio que pasaba gran parte del tiempo separado. En el valle
también vivía un veí, también ganadero, que se había casado hacía 30 años, aunque sólo había convivido
con su mujer al inicio de su matrimonio, cuando nació a su hija. Su mujer, originaria de un valle cercano,
se había trasladado con su hija a una ciudad de la costa catalana donde trabajaba y vivía. Según contaron
algunos veïns, en un inicio, las visitas entre ambos eran relativamente frecuentes, con el tiempo pasaron a
ser menos regulares hasta convertirse en esporádicas, por no decir inexistentes. En 2005, con 57 años de
edad este hombre, que durante el día habitaba la casa de sus padres en su pueblo natal, mientras dormía en
otro pueblo, en una casa que había pertenecido a un pariente de su mujer, explicó que no se planteaba ir a
vivir con su mujer, a la que apenas visitaba, porque no se acostumbraba a la vida de ciudad. Una
explicación que contrastaba con la de la población local (veïns y gent de fora) que decían que este
comportamiento debía entenderse como la manera de no abandonar el patrimonio (básicamente,
propiedades inmuebles) con el que este hombre y su mujer se habían hecho a raíz de su matrimonio. Otros
veïns también decían que casarse para vivir así no valía la pena.
303
fora (mujeres originarias de otros lugares casadas con veïns y/o con hombres no
autóctonos) también madres, que tenían una situación laboral más precaria o dependían
básicamente del sueldo de sus maridos, que afirmaban que tener un buen puesto de
trabajo no lo era todo en la vida. Cuando uno decidía casarse con alguien, debía tener en
cuenta en que casa se casaba, porque era obvio que Ramón siendo ganadero y hereu no
podía abandonar la casa, porque dependía de su patrimonio para vivir y porque en ella
vivía su madre. Mientras tanto Ramón insistía en que las condiciones laborales de su
mujer eran demasiado buenas como para abandonar su trabajo188. Además, cuando
estaba en casa también le ayudaba en la explotación ganadera. La defensa que este
hombre hacía de su mujer ante veïns y dones de fora tenía que ver con que su mujer se
había convertido en una fuente importante de ingresos, que favorecía que la ganadería
continuara siendo identificada como la principal actividad económica de la casa, pero
también con que debido a su formación se había convertido en una fuente de prestigio
para la casa. Un capital simbólico, que como era de esperar de una buena jove, la mujer
de Ramón invertía a favor de la familia, fomentando las relaciones de la casa con el
exterior; pues era ella la que en casa de su marido atendía las visitas de propietarios de
segundas residencias, turistas y fills del poble, bien situados. En este sentido, también es
importante considerar que Ramón no tomaba ninguna decisión que afectara el
patrimonio de la casa hasta que no había escuchado la opinión de su mujer, delegando
en ella gestiones y trámites administrativos. Pero lo anterior no quita que lo que confiere
a la mujer de Ramón su capacidad de maniobra y la posibilidad de desarrollar una
carrera profesional fuera de casa es que de ella depende la reproducción del grupo
doméstico. La situación de la casa de Ramón muestra cómo la institución del sistema de
autoridad que garantiza la transmisión del patrimonio y la continuidad de la casa
impone límites a la capacidad de acción de los miembros del grupo doméstico
dirigiendo sus prácticas, pero también cómo el sentido de un sistema de posiciones
jerárquicas interdependientes depende de su institución por distintas formas, en distintos
momentos. Así se puede entender la demora de la mujer de Ramón en tener un hijo,
pero también el acceder en dar un hereu a la casa, que se llamará como su padre, que
esta mujer vuelva a reemprender su carrera profesional después de ser madre, y que
Ramón continúe viviendo en casa con su madre y su hijo.
188 Es importante tener en cuenta, que una idea generalizada entre los veïns era que a les dones de fora
casadas con veïns no les gustaba trabajar, que pasaban el día criticando al resto de la población y que
presionaban a sus maridos para que satisficieran sus demandas.
304
En lo que sigue a continuación se va a mostrar cómo la lógica que fundamenta las
estrategias matrimoniales de las cases fortes, las que poseen un importante patrimonio,
tierras y ganado, por la institución de un sistema de autoridad tradicional compromete la
reproducción del grupo doméstico de las cases riques. En 2006, Carlos, de treinta y
pocos años de edad, hereu189de un negocio turístico, compuesto por un hotel y un
bloque de cinco apartamentos, explicaba que había conocido a la que se convirtió en su
esposa un verano que ella había ido al valle a hacer turismo. Lo que más valoraba en
una mujer era que fuera trabajadora, que mirara por el bien de la casa y que no se fijara
en otros hombres. El día a día de Carlos, como el de sus padres transcurría entre las
cuatro paredes del hotel familiar en que trabajaban. Su mujer, hija de una casa pagesa
bien situada de una comarca del centro de Cataluña, explicaba que había cursado la
educación secundaria, y que su hermano pequeño, por ser hombre, se había convertido
en l’hereu de su casa. En 2006, esta mujer tenía 28 años, y hacía cuatro que se había
casado y se había instalado en el valle. Hasta entonces había vivido con sus padres en la
masía familiar ayudando en la explotación agrícola. La masía de sus padres pertenecía a
un pueblo muy pequeño, aunque mayor que el pueblo en el que ahora vivía. Desde que
se había casado trabajaba en el negocio turístico de la familia de su marido, en el que se
había iniciado cuando todavía era novia de Carlos, ambos vivían en el último piso del
hotel que habían acondicionado como su vivienda. La mujer de Carlos, también contaba
que desde que se había casado acostumbraba a hacer vacaciones con su marido, dos
veces al año, en las épocas en que el negocio familiar lo permitía. Pero según explicaba
la población local (veïns y gent de fora), esta mujer no pasaba mucho tiempo en el valle,
porque entre semana acostumbraba a pasar los días en casa de sus padres, regresando
los fines de semana para trabajar en el hotel de su suegro.
En una ocasión, la mujer de Carlos explicaba que vivir en el valle no era fácil, porque
era un lugar muy diferente del que ella procedía. La principal diferencia, decía, estaba
en que la población acostumbraba a justificar sus acciones y sus consecuencias
argumentando que se había limitado a proceder cómo siempre se había procedido, como
si las cosas no pudieran ser de otra manera. En tono irónico también decía que le
hubiera ido bien leer algo acerca de cómo era la población antes de subir a vivir al valle,
porque después de cuatro años todavía continuaba sorprendiéndose de su
189 Con la expresión hereu la población local suele referirse a los cabezas de familia de las casas que sólo
viven de la ganadería. Pero esto no quita que en el resto de casas, tengan éstas más o menos patrimonio, y
dependan de distintas actividades económicas, no haya un hereu que en su función de cabeza de familia
represente la casa ante el resto de cases veïnes.
305
comportamiento. En su opinión, la población (veïns) era muy cerrada, y más la que no
trabajaba de cara al público. Decía que el valle justo estaba empezando a abrirse al
exterior, y que quedaba por ver qué pasaría dentro de unos años con la llegada de más
mano obra inmigrante para trabajar en la hostelería. Como otras mujeres del valle,
autóctonas y no autóctonas, de diferentes generaciones, calificaba a los veïns y a sus
hijos de machistas, y recordaba el día en que había discutido con su marido, porque un
veí del pueblo había ido a decirle que había estado hablando durante un buen rato con
otro hombre. Si una mujer hablaba más de media hora con un hombre, los veïns ya
daban por hecho que “se entendían”. Una deducción que le parecía curiosa, si se tenía
en cuenta que la población autóctona se definía como muy moderna, en lo que a las
relaciones entre hombres y mujeres se refería. Pero según Carlos, cuando estas
situaciones se daban, y un hombre avisaba a otro del comportamiento de su mujer, él
debía tener en cuenta la advertencia, porque al venir de un conocido suyo sólo podía
decírselo por su bien. En relación con la posibilidad de que algún veí le hiciera algún
tipo de proposición, la mujer de Carlos explicó que esto difícilmente ocurriría, no para
evitar comprometerla, sino por respeto a su marido y sobre todo a su suegro. De todas
formas, a toda costa, evitaba que su comportamiento pudiera dar pie a malentendidos,
aunque ya había experimentado que ello no dependía de uno mismo, sino del que los
interpretaba. También añadía que, en el valle, era impensable que un matrimonio llegara
a divorciarse, aunque, muchas parejas lo harían de buena gana, sino fuera por los
comentarios que ello suscitaría entre la población190.
La mujer de Carlos, como la de Ramón, no estaba empadronada en el valle, y tampoco
acostumbraba a relacionarse con la población local, sino era cuando los atendía en el bar
del hotel. Decía que iba a la suya, que pasaba de las críticas que los veïns pudieran hacer
sobre su aspecto físico, sobre si era una aprovechada y no le gustaba trabajar, y que
evitaba al máximo meterse en problemas. En la misma época, un hombre originario de
la misma comarca que esta mujer, y que se había convertido en su confidente, explicaba
que a la mujer de Carlos le había costado mucho adaptarse a su nueva vida en el valle.
El motivo, decía, era que había abandonado su casa natal en la que no podía ser nadie –
190 En esta época, en el valle vivía un hombre autóctono de 50 y pocos años de edad, ganadero y l’hereu
de su casa que se había divorciado a principios de la década del 2000, después de vivir un tiempo
separado de su mujer originaria de otro pueblo de la comarca. Según los veïns, el motivo del divorcio
habría sido la incapacidad de este hombre por imponerse a la voluntad de sus padres, y de no mirar por su
propio bien. Un comentario que sorprendía si se tenía en cuenta que lo que se inculcaba en las
generaciones más jóvenes era el respeto, casi incondicional, a la autoridad de las generaciones más
ancianas.
306
su hermano la había “destronado” al convertirse en l’hereu - para ir a vivir a otra casa
en la que tampoco conseguía ser alguien, ocupa la posición de la jove y no de la pubilla,
aunque sus suegros le habían reconocido cierta autonomía en algunos ámbitos del
negocio familiar. El origen de esta mujer y el hecho de que no fuera muy bien aceptada
entre el grupo de jóvenes autóctonos que solían reunirse en el bar de la familia, hizo que
esta mujer fuera conocida con el sobrenombre de “la pubilleta”. De forma sistemática,
los veïns y sus hijos la responsabilizaban de los cambios que se producían en el negocio
turístico, que interpretaban como una muestra de que el negocio ya no funcionaba tan
bien como antes. Era como si su llegada se asociara a toda una serie de novedades que
se resistían a aceptar. Se quejaban de que tuviera aires de propietaria y que hablara en
primera persona, como si el negocio de su suegro fuera suyo. Aunque lo que más les
molestaba era que no tuviera las mismas consideraciones con ellos que con los turistas y
propietarios de segundas residencias. El trato desigual que los veïns y algunos de sus
hijos creían recibir por parte de la mujer de Carlos, había llevado a que algunos de ellos
manifestaran su malestar a su suegro, favoreciendo el distanciamiento entre ambos. Por
su parte, la mujer de Carlos decía que el grupo de jóvenes autóctonos sólo tenía en la
cabeza la llegada del verano para salir cada fin de semana a celebrar las fiestas mayores
de los pueblos de la zona. En su opinión, los jóvenes del valle vivían 20 años atrasados
en comparación con los jóvenes que vivían cerca de zonas urbanas importantes, como
era el caso de su pueblo, y que por muy modernos que creyeran ser por salir a menudo
hasta altas horas de la madrugada, en el fondo, eran tan conservadores como sus padres.
Por ejemplo, ninguno se planteaba ir a vivir en un piso de alquiler o independizarse,
porque en casa de sus padres vivían muy bien. Aunque si sus padres consentían esta
situación era porque les costaba imaginar que sus hijos quisieran marcharse de casa
abandonando el patrimonio familiar191.
La mujer de Carlos nunca habló de la posibilidad de tener hijos como un proyecto a
corto plazo, siendo su suegra la que con cierta frecuencia comentaba que después de
cuatro años de matrimonio su hijo ya podía haberle dado algún nieto. Aunque la madre
de Carlos encontraba cierto consuelo en el hecho de que ninguna de las parejas que se
había casado desde principios de la década del 2000, cuyas casas también dependían del
turismo, tuviera hijos. En una ocasión, haciendo repaso al origen de las mujeres que
vivían en el valle, Carlos comentaba que en el valle había muchas dones de fora, como
191 La situación de estos jóvenes en relación con el patrimonio de sus casas se muestra en un apartado
posterior.
307
la suya propia. Lo que no dijo era que su propia madre también era de fora, en este caso
de un valle próximo, que como ella misma explicaba todavía continuaba sintiéndose de
fora después de llevar poco más de 30 años viviendo en el valle, desde que se casó con
su marido. El día a día de esta mujer, de poco más de 60 años de edad, transcurría
trabajando en las dependencias del hotel del que apenas salía. A diferencia de su nuera,
esta mujer nunca se quejó de las largas jornadas laborales que conlleva dedicarse a la
hostelería, porque al tratarse de un negocio familiar siempre había que estar pendiente
de que todo estuviera en orden. En cambio, quien trabajaba para otro, decía la mujer de
Carlos, sabía la hora a la que empezaba y a la que terminaba, pudiendo olvidarse del
trabajo hasta el día siguiente.
A principios de 2008, la mujer de Carlos abandonó el valle para ir a pasar unos días a
casa de su familia, como hacía normalmente, aunque esta vez no regresó hasta un par de
meses más tarde, dando pie a todo tipo de especulaciones sobre su paradero y el motivo
de su ausencia. Una vez de vuelta, una dona de fora que tuvo ocasión de hablar con ella
explicó que la mujer de Carlos le había contado que pasaba más tiempo en casa de sus
padres, porque los pueblos de la zona contaban con más servicios –gimnasios, piscinas,
etc.-, y porque las posibilidades de encontrar un trabajo con un buen sueldo eran
mayores que en el valle o la comarca. También le contó que había retomado sus
estudios, porque se había dado cuenta que era mejor estudiar que pasar el tiempo detrás
de una barra de bar. La dona de fora interpretó las palabras de la mujer de Carlos, como
indicativas de que su vida en el valle no le satisfacía y que buscaba alternativas para
tener una mayor independencia económica al margen del negocio de la familia de su
marido, donde aparte de los miembros del grupo doméstico trabajaba mano de obra
proveniente de países del este de Europa o de América del sur. Todo esto en un contexto
en que muy probablemente la relación con su marido no pasaba por el mejor momento,
y buscaba la manera de ganarse la vida para poder marcharse. Mientras la presencia de
la mujer de Carlos en el valle es cada vez más esporádica, la familia de su marido
continúa ampliando el negocio turístico con la construcción de un bloque de
habitaciones para alquilarlas a turistas, después de que a mediados de la década del
2000 esta casa terminara la construcción de un bloque de apartamentos. Después de una
ausencia más prolongada, sobre mediados de 2009, se confirma el divorcio de Carlos y
su mujer, que miembros de cases veïnes coincidieron en justificar por la incapacidad de
esta mujer para adaptarse a la vida en el valle, como era de prever: la vida d’una jove
d’una casa rica de la que se esperaba que se dedicara al negocio turístico familiar. La
308
mujer de Pedro, por ejemplo, comentó que a la gent de fora le resultaba difícil vivir en
el valle, porque eran incapaces de adaptarse a la manera de hacer local, pero que la
gente del valle (población autóctona), en cambio, sí podía salir y adaptarse a otras
formas de vida192. Pedro, por su parte, decía que era de esperar que la situación no se
generalizara, porque la separación de un matrimonio siempre era una desgracia para una
casa, más si lo que había en juego era un importante patrimonio. La mujer de Pedro,
basándose en la experiencia de una de sus hijas que con cierta regularidad trabajaba en
este hotel, también comentó que la hostelería era un trabajo muy duro, porque la
clientela había cambiado mucho con el tiempo y cada vez era más difícil satisfacer a
todo el mundo. En relación con los comentarios de algunos turistas que, llevaban cerca
de 20 años tratando con la familia de Carlos, y que responsabilizaban a su padre de ser
un hombre excesivamente controlador y avaricioso, la mujer de Pedro también añadió
que los tiempos habían cambiado y que si las generaciones más viejas no daban paso a
las que venían detrás, las casas acabarían sin tener continuidad193. Hasta día de hoy,
Carlos continúa divorciado y trabajando en el negocio familiar, con su padre y su
madre. Apenas sale del hotel, y menos del valle, y no se le ha conocido ninguna otra
pareja, aunque es hijo de una de las casas más ricas del valle. En opinión de su madre, si
Carlos se hubiera casado con una mujer como Marta, la exalguacil, una dona de fora
dispuesta a trabajar en lo que fuera para sacar la casa adelante, su hijo nunca se habría
divorciado.
El caso de la mujer de Carlos es especialmente ilustrativo, porque permite varias
reflexiones importantes. Podría considerarse que “la decisión” de la mujer de Carlos de
casarse con él, l’hereu d’una casa rica, tendría una relación directa con el hecho de ser
la hija mayor de una casa pagesa bien situada, en la que pasa a ocupar un segundo
plano, después de que su hermano pequeño se convierta en l’hereu y se quede en casa,
porque ello le permite salir de su casa y entrar a formar parte de una casa rica en la que
pasa a ocupara la posición de la jove. Lo que en la práctica comporta que no tenga
ningún control sobre el patrimonio de la casa y que su capacidad de decisión sea
mínima, a pesar de tener que trabajar duro para tirar la casa adelante. Posiblemente, la
192 Este comentario resultaba curioso si se tenía en cuenta que esta mujer, como la mayoría de los
miembros de las cases veïnes no habían vivido fuera del valle, y los que lo había hecho impulsados por la
necesidad de tener que ganarse la vida no les había quedado otro remedio que adaptarse.
193 En este sentido, quizá no sea de extrañar que cuando la familia de Pedro decide empezar la
construcción de “un museo”, una iniciativa que es obra de su mujer, para obtener ingresos del turismo y
sacar una rentabilidad de “un patrimonio muerto”, la madre de Pedro hacía poco más de un año que había
muerto.
309
socialización de esta mujer en una cultura campesina, fundamentada en un sistema de
autoridad que priorizaba al sexo masculino y a la generación más anciana, también se
tuvo en cuenta a la hora de considerar sus posibles aptitudes para desempeñar la función
de jove de la casa. En relación con lo anterior, la inadaptación de esta mujer a la vida del
valle, cuyo síntoma serían las frecuentes idas y venidas de casa de sus padres, pasando
varios días a la semana fuera de casa, como la mujer de Ramón, aunque en este caso
fuera por motivos de trabajo, y su decisión de regresar a casa de sus padres se explicaría
por el hecho de que la nueva función que había pasado a ocupar la relegaba de nuevo a
un posición secundaria, con la desventaja de que tenía que trabajar para el patrimonio de
otros. Lo que, por otro lado, mostraba cómo la autonomía de la pareja se adapta mal a
un sistema de autoridad que determina una jerarquía de posiciones y funciones.
La situación en la que queda Carlos, que vuelve a quedarse soltero tras el divorcio,
podría entenderse cómo el resultado de la institución de la relación lógica patrimonio-
veí llevada a las últimas consecuencias, poniendo de manifiesto que si en el pasado
reciente había sido la dependencia de la ganadería lo que había comportado que
hombres de un par de generaciones más antiguas se quedaran solteros, ahora era la
dependencia de las casas del turismo lo que estaba detrás del divorcio y la soltería de los
hereus que debían convertirse en la siguiente generación de veïns. Lo que permitía
afirmar que el complejo sistema de autoridad tradicional cuya finalidad era la
salvaguarda del patrimonio familiar había acabado comprometiendo la capacidad de
reproducción de los grupos domésticos que incansablemente continuaban trabajando
para acrecentar el patrimonio de las casas. La situación de Carlos como la de Ramón
mostraban que eran las mujeres las que se movían, las que llegaban y las que se
marchaban, mientras los hombres, junto con el patrimonio y las casas, eran los que
permanecían en el valle. En este contexto, las palabras de la mujer de Pedro, cuando
decía que la gente del valle sí podía adaptarse y vivir en otro lugar había que
considerarlas en relación con la experiencia de vida de los que se habían visto en la
necesidad de emigrar, pero no con la de los hereus de las casas con importantes
patrimonios que pasaban su vida en su casa de origen. En este sentido, había quien decía
que Carlos difícilmente volvería a encontrar una pareja, sino volvía a subir una dona de
fora que quisiera quedarse a vivir en el valle, porque aparte de que él no salía de casa,
tampoco se podía esperar que se marchara a vivir a otro sitio teniendo en cuenta todo el
310
patrimonio que la casa poseía194. La situación de la casa de Carlos ejemplificaba que el
sistema de autoridad que organizaba el trabajo, las relaciones, las posiciones y las
funciones entre los miembros del grupo doméstico en un contexto de terciarización de la
economía era el mismo que habría organizado la vida doméstica en un contexto
económico anterior, cuando la ganadería era la principal actividad económica de las
casas, por mucho de que las casas riques insistieran en diferenciarse de las cases fortes.
Para continuar mostrando cómo la institución de un sistema de autoridad tradicional
para la transformación del patrimonio en un nuevo contexto económico compromete la
reproducción del grupo doméstico, y la importancia de la socialización de los miembros
de la generación más joven en un sistema de valores que reconoce el sacrificio, el
esfuerzo y el trabajo de los miembros del grupo doméstico para la continuidad de la
casa legitimado en ese sistema de autoridad, se va a presentar la situación de José,
miembro de otra casa rica. En este caso la futura jove no era una dona de fora, sino una
dona del país, esto es, originaria de la comarca. Un par de años antes de su divorcio, la
mujer de Carlos había predicho que la novia de José, cuya casa también dependía de la
hostelería, no se quedaría a vivir en el valle. Como era su caso, lo más seguro era que
pasara unos días en el valle y otros en la capital de la comarca, de donde era hija, en
casa de sus padres. En cambio, miembros de cases veïnes afirmaban que esta chica a
diferencia de la mujer de Carlos sí se quedaría a vivir en el valle y sería capaz de llevar
el negocio turístico de la familia de su novio, porque antes de instalarse en el valle ya
ayudaba en la fonda los fines de semana, después de trabajar como administrativa el
resto de la semana. Lo que satisfacía mucho a la familia de José, aunque ello también
significara que esta chica y José, apenas tuvieran tiempo de ocio, porque cuando estaban
juntos era para trabajar en el negocio turístico de la familia de él. Entre 2006 y 2007,
esta familia –la misma que había disfrutado de hasta cuatro drets de veïnatge- acabó de
acondicionar los dos apartamentos turísticos que decide “regalar” a los dos nietos de la
casa, siendo entonces cuando José y su pareja viven juntos en el valle. Pero apenas
transcurridos poco más de dos meses de convivencia, y después de algo más de siete
años de noviazgo, la relación se rompe, regresando la novia de José a la casa de sus
padres. La situación de esta casa, como había pasado en el caso de la casa de Carlos,
194 En relación con el caso de Carlos, cabe recordar el caso de dos hombres de cerca de 70 años que eran
hijos de una casa con un importante patrimonio, sin ser una casa forta, que en la década de 1970
decidieron abandonar el valle e instalarse en Lleida para evitar quedarse solteros, justamente a causa del
patrimonio. Según decían, en una ciudad había más oportunidades para relacionarse y conocer gente. Uno
de ellos había conseguido casarse y fundar una familia, el otro permanecía soltero. En el valle
conservaban la casa familiar y las tierras que explotaba el hijo de Antonia.
311
también se convierte en tema de conversación recurrente entre la población local. Así,
un veí, de unos 70 años de edad, explicó que desconocía lo que podía haber pasado,
aunque había oído decir que esta chica se había marchado, porque no quería pasar los
días trabajando en el negocio turístico de la familia de su novio, lo que desde su punto
de vista tampoco era tan grave porque en algún lugar había que acabar trabajando. Por
su lado, Eva, una mujer, también originaria de la comarca, casada con el hijo de un veí,
que había desestimado vivir en el mismo pueblo que sus suegros, explicaba que muy
probablemente la ruptura se debía a la decisión de esta chica de no querer continuar
siendo la mano de obra que siempre debía estar disponible para trabajar en el negocio de
la familia de su novio sin ninguna consideración. Lo que contrastaba con lo que
comentaba una dona de fora, que había coincidido trabajando con esta chica en el
negocio turístico de la familia de José, cuando explicaba que a la futura jove se le
preparaba la comida aparte, y nunca comía con el resto de trabajadores. Según Eva, los
miembros de esta familia eran muy trabajadores, pero también eran muy exigentes con
la mano de obra que contrataban, generalmente chicas estudiantes de hostelería
originarias de Bulgaria. A Eva, le costaba entender la codicia de esta familia y le parecía
casi enfermizo que en esa casa sólo se tuviera en la cabeza el continuar acumulando más
patrimonio (dinero), con todo lo que ya tenían195. Esta mujer también explicó que la
madre de José –una de las dos hijas de la casa- había comentado que a la novia de su
hijo no le gustaba trabajar y que había sido una aprovechada. También había dicho, que
siendo como era la hija de una mujer que trabajaba como limpiadora, contenta podía
estar de haber tenido la oportunidad de pasar a formar parte de una familia como la
suya. Pero lo que más sorprendía a Eva era que la madre de José llegara a comentar que
si sus hijos no encontraban la mujer adecuada para casarse se quedarían solteros, porque
le costaba entender cómo una madre podía subordinar la felicidad de sus hijos a la
continuidad del negocio familiar. José, trabajaba a diario en la fonda familiar de la que
apenas salía, mientras su hermano, que tenía otra ocupación, ayudada los fines de
semana, cuando regresaba al valle y cuando más trabajo había, sin percibir ninguna
remuneración, según había explicado sus propia madre196.
195 Ya se ha hecho referencia al patrimonio de esta casa en otra ocasión, sólo recordar que además de una
pensión y un bloque de seis apartamentos, poseían otras dos casas más que alquilaban a turistas.
196 Desde mediados de la década de 1990, esta familia había constituido una S.L, una tipo de sociedad
mercantil por la que las casas de la comarca que dependen exclusivamente del turismo, suelen gestionar el
negocio turístico familiar. Según explica, en 2015, el director del gremio de hoteleros del Pallars Sobirà,
propietario de un hotel, la constitución de una S.L respondía a la prioridad de preservar el patrimonio
312
Otras mujeres, autóctonas, se expresaron en una línea similar a la de la madre de José,
argumentando que esta chica debía haber considerado la situación de la casa de su
novio, que trabajaba y vivía del negocio familiar, porque era obvio que José no iba a
abandonar la casa. Por su parte, la novia de José habría explicado que no recibía
ninguna remuneración por trabajar en el negocio de la familia de su novio, para evitar el
compromiso de tener que trabajar cada fin de semana, aunque lo cierto era que si esta
chica quería ver a su novio no le quedaba otra opción que trabajar en la fonda que era
donde él siempre estaba. Excepcionalmente, en alguna ocasión habían conseguido
ausentarse, pero siempre bajo motivos más que justificados, como una visita médica. La
madre de José era maestra, pero los fines de semana y cuando regresaba a casa después
de la jornada laboral, también ayudada (trabajaba) en el negocio de casa.
Para comprender mejor la dinámica de esta familia es importante considerar el
testimonio de la abuela de José, y la relación que esta mujer establecía entre las ideas de
casa, patrimonio y familia. En 2006, esta mujer, de 80 años de edad, que solía pasar las
tardes en el bar familiar, explicaba que la suerte de un negocio familiar dependía de la
implicación de todos los miembros de la familia. Contaba que había pasado algo más de
40 años de su vida trabajando en la cocina de la fonda, de donde apenas salía197, y que a
sus dos nietos, siendo todavía unos críos, ya los vestían con los uniformes de camarero
y cocinero respectivamente, para que fueran introduciéndose en el negocio, porque el
éxito y la continuidad de un negocio familiar dependía del tipo de educación que recibía
la generación más joven. Orgullosa, esta mujer todavía recordaba el día en que un
cliente había querido contratar a sus nietos para su negocio de restauración por el buen
servicio prestado. Las dos hijas de esta mujer, la madre de José y su hermana mayor,
soltera, compartían el mismo punto de vista que su madre. Ambas coincidían en que la
hostelería era un trabajo duro que comportaba jornadas laborales interminables, pero
inmueble de la casa (el edifico del hotel) de la gestión empresarial del negocio. A efectos prácticos esto
significaba que era la S.L la arrendataria del negocio, y que era ella, los accionistas que la integraban, los
que deberían responder en caso de una mala gestión, sin que ello supusiera la pérdida de patrimonio. Los
accionistas son generalmente miembros de la familia, de modo que son los miembros del grupo
doméstico los que asuman la función de administrador, vocal, etc., aunque otros individuos puedan ser
socios fundadores. Los accionistas que trabajan para la S.L lo hacen como trabajadores autónomos y
perciben unos ingresos según el cargo que desempeñen, además de percibir la parte proporcional de los
beneficios, según el capital aportado. Los trabajadores que la sociedad precisa contratar reciben un
salario, según el convenio de la S.L.
197 Esta mujer llega a explicar que incluso los médicos iban a visitarla a la cocina. Con anterioridad, esta
mujer había trabajado como niñera en la casa de Pedro, siendo él quien en la actualidad explotaba las
tierras de esta casa.
313
también opinaban que había sido el cambio en la educación de los hijos lo que había
propiciado que los establecimientos turísticos del valle, y de la comarca en general, se
vieran obligados a contratar mano de obra extranjera, porque ninguna joven de la zona
quería trabajar en la hostelería198. Según estas mujeres, el par de apartamentos que la
familia había acondicionado para José y su hermano eran la forma de agradecerles el
esfuerzo que hacían para que el negocio funcionara, beneficiando con ello a toda la
familia. La tía de José, también explicaba que la familia decidió apostar por el turismo
cuando su hermana pequeña se casó y decidió quedarse a vivir en el valle, y que cuando
sus sobrinos se quejaban por el trabajo que les exigía les respondía que el esfuerzo que
hacían no era en beneficio de ella, sino en el suyo propio porque el negocio lo
continuarían ellos. A día de hoy, José y su hermano continúan solteros y sin pareja.
Después de continuar su formación, la chica que había sido la novia de José se instala
en la capital de la comarca con su nueva pareja con la que tiene un hijo.
La situación de la casa de José es interesante porque permite valorar la importancia de
factores como la educación y la edad de la futura jove de una casa rica. En este caso
podría afirmarse que si la relación no prosperó no fue a causa del origen geográfico de
la mujer, sino porque la que iba a convertirse en la jove de la casa, de poco más de 25
años de edad, contaba con una formación y un trabajo que le permitió encontrar una
alternativa a la situación de opresión que parecía vivir. Lo más interesante del caso es
que la educación de esta mujer que pasaba por conseguir una formación que le
permitiera una independencia económica chocaba frontalmente con el tipo de educación
a la que hacía referencia la abuela de José, que se basaba en la sumisión de los
proyectos personales a los intereses de la casa. El sistema de valores en que se había
educado, siendo hija como parecía ser de una familia trabajadora (sin patrimonio), no
era el mismos que había guiado la educación de José, enfocada en la continuidad de la
casa y la conservación de un patrimonio. La paradoja estaba en que sin ser hija de una
casa con patrimonio, la novia de José había conseguido independizarse y fundar su
propia familia, mientras José que continuaba trabajando para aumentar el patrimonio de
la suya continuaba soltero.
Para mostrar cómo la posibilidad de tener un empleo y percibir un sueldo se convierte
en el factor que acaba comprometiendo la reproducción del grupo doméstico se va a
introducir el tercer y último caso, importante también porque las valoraciones que la
198 Sobre el hecho de que las mujeres y algunas jóvenes del valle rehúsen trabajar en la hostelería se
vuelve ampliamente en el siguiente apartado.
314
madre de José hace de la situación de esta casa permiten comprender mejor el modo en
que más tarde juzgaría el comportamiento de su exnuera. En este caso no se trataba de
una casa tan rica como las dos anteriores, aunque sí era una casa, como decían algunos
veïns, que “movía dinero”. Se trataba del matrimonio de Luís que, en 2005, apenas
supera los 30 años de edad, y que vivía en el mismo edifico que sus padres, de cerca de
70 años de edad, pero en un piso independiente, con su mujer, originaria de la comarca,
y que trabajaba de dependienta en una tienda en la capital de la comarca. En 2005, esta
pareja llevaba cerca de dos años de matrimonio, después de unos cuantos más de
noviazgo, y de haber convivido durante un periodo de tiempo breve. Luís hijo único
ayudaba a su padre, considerado un trabajador infatigable, en el bar y en la tienda que la
familia regentaba, y en el acondicionamiento y alquiler de los apartamentos que la
familia poseía. En 2006, en relación con el matrimonio de su hijo, el padre de Luís
comentaba que lo que pasaba en su casa no podía pasar en ninguna otra casa del valle,
porque era demasiado increíble. Según explicaba, desde que su hijo se había casado, la
jove no quería trabajar en casa, cuando sí lo había hecho cuando todavía era la novia de
su hijo, porque prefería trabajar de dependienta. Él no tenía nada en contra de que la
mujer de Luís trabajara fuera de casa y ganara un sueldo que desconocía, lo que ya no le
parecía tan bien era que en el tiempo que tenía libre no quisiera echar una mano en la
tienda o limpiando los apartamentos. El padre de Luís contaba que en la última planta
del edificio de apartamentos turísticos que la familia había construido se encontraba el
piso donde vivían Luís y su mujer. Un piso que la familia había construido y decorado
siguiendo las indicaciones de la futura jove. Este hombre estaba satisfecho con que su
hijo viviera con todas las comodidades, sin importarle tampoco que su nuera fuera a
trabajar cada día en el coche de gama alta que él había pagado, pero le costaba entender
porqué no valoraba el esfuerzo que la familia había echo para que estuviera contenta y
se sintiera a gusto viviendo en el valle, y no colaboraba un poco en el negocio de casa
cuando no trabajaba de dependienta.
Poniendo como ejemplo a la mujer de Carlos, el padre de Luís decía que la mujer de su
hijo bien podía hacer lo mismo y trabajar en casa, donde ya había trabajo, evitando la
contratación de mano de obra extranjera, en este caso de Rusia, para la campaña
turística de verano. En su opinión, esta mujer hacía perder el tiempo a su hijo, pero él
prefería no decir nada para evitar discusiones entre Luís y su mujer que acabaran
implicando a toda la familia. Algún verano, que era cuando tenía vacaciones de su
trabajo en la tienda, la mujer de su hijo se había encargado de alquilar los apartamentos,
315
pero ahora ya no hacía ni eso, porque en agosto prefería trabajar para poder ir de viaje
con unas amigas en septiembre, como sucedió en 2005. A finales del verano de 2006,
entre la población empiezó a correr el rumor de que esta mujer y su marido tenían
planes inminentes de divorcio. Luís, como era de esperar, se quedaría a vivir en el
pueblo, en casa de sus padres, mientras su mujer se marcharía a vivir a un apartamento
de alquiler en la capital de la comarca. Pero el divorcio no llega a producirse, porque
poco tiempo antes de la separación, la mujer de Luís muere en un accidente de tráfico
camino de su trabajo. Lo que en este punto interesa destacar es cómo la madre de José
valoró el comportamiento de la mujer de Luís mientras estaba casada.
Según esta mujer, antes de casarse, Luís y su mujer habían mantenido un noviazgo largo
y habían convivido en casa de los padres de él, siendo entonces cuando ella se involucra
en el negocio de la familia de su futuro marido. En esta época la familia está en plena
construcción del bloque de apartamentos, en el que construyen un piso para Luís
perdiendo la posibilidad de tener dos apartamentos más para alquilar a turistas. Según la
madre de José, todos los miembros de la casa habían puesto de su parte para que esta
mujer se sintiera a gusto en el valle, pero nada había sido suficiente para que ella
cediera un poco y ayudara en el negocio familiar. En opinión de esta mujer, después de
haber llegado a convivir con el que sería su marido la mujer de Luís ya podía conocer la
casa en la que se iba a casar, y lo que se iba a esperar de ella. Lo que era inadmisible era
que quisiera continuar haciendo una vida aparte del resto de los miembros de la familia,
y hacer como si no se hubiera casado con nadie (con una casa), más cuando Luís se
desvivía por ella. Para la madre de José, una cosa era que una pareja decidiera vivir sola
y hacer su vida, y otra muy distinta entrar a formar parte de una casa, porque entonces
las decisiones tenían que tomarse de acuerdo con el resto de miembros de la familia. A
día de hoy, Luís, que tampoco tiene pareja, continúa viviendo en el piso en que vivía
cuando estaba casado y trabajando en el negocio turístico con su padre. En este caso,
como en el caso de José habría sido la independencia económica de la jove lo que
explicaría su no sumisión a un sistema de autoridad que limitaba la entrada de cambios
en las relaciones entre los miembros del grupo doméstico.
Los casos que se han presentado también pondrían de manifiesto cómo las estrategias
matrimoniales de las cases fortes y las cases riques obedecen a la misma lógica, aunque
el origen de su riqueza y las formas por las que se expresa su patrimonio sean
diferentes. La “insistencia” de las cases riques por seguir el modelo ideal de relaciones
entre los miembros del grupo doméstico asociado a una “cultura campesina”, basada en
316
el esfuerzo y el sacrificio, por entender que es el que puede garantizar la continuidad de
la casa y la conservación del patrimonio ha de entenderse en relación con la
socialización y transmisión entre las sucesivas generaciones de las casas de un sistema
de valores que se corresponde con un tiempo anterior, cuando la ganadería y la
agricultura eran las principales actividades económicas. En este sentido, se puede
afirmar que la institución de un sistema de autoridad tradicional favorece la entrada de
las casas en un nuevo modelo económico, pero cuando la búsqueda de cada vez más
beneficios (patrimonio) pasa por la exigencia de más trabajo en relación con un sistema
jerárquico de posiciones y funciones, dicho sistema de autoridad empieza a perder
sentido en el sentido en que acaba por comprometer la reproducción del grupo
doméstico. Esto lleva a la paradoja, de que 40 años más tarde del contexto descrito por
Lluís (1967), los concos ya no sean los ganaderos, sino los hijos de las casas que habían
apostado por abandonar la ganadería e invertir en el turismo concebido como la
actividad económica del futuro que iba a garantizar la continuidad de las casas.
Estableciendo un paralelismo con el trabajo de Bourdieu (1962, 1972, 2004), la
incapacidad de los grupos domésticos para reproducirse, sería indicativa de las
dificultades de una sociedad rural para perpetuarse en el contexto global actual. Lo
anterior también pondría de manifiesto, que a pesar del intento de las cases riques por
distanciarse de un tiempo anterior e identificarse de lleno con el desarrollo de un nuevo
modelo económico, éstas sólo consiguen escalar posiciones a costa de poner en práctica
una organización doméstica que se corresponde con un pasado asociado a la continuidad
de las cases fortes, en relación con la institución de la relación lógica patrimonio-veí.
Con todo hay que decir que entre 2006 y 2013, en el valle, se cuentan hasta seis rupturas
de parejas y/o matrimonios, coincidiendo con las obras de ampliación de muchos
negocios turísticos199, que pueden considerarse como la llegada de una situación que
afecta a toda la sociedad en general, y que en el valle tiene su propia especificidad. Los
divorcios y separaciones afectan a las cases riques, y a las cases veïnes que dependen
199 Uno de estos casos sería el de una mujer de origen cubano que vivió en el valle desde principios de la
década del 2000 hasta 2008, cuando se marchó para no regresar. Esta mujer llegó al valle con 40 años de
edad, acompañada del veí que se convirtió en su marido, que trabajaba en la industria de la construcción y
con el que se llevaba 14 años de edad. Mientras vivió en el valle trabajó en los negocios turísticos de
algunos veïns y en algunos hoteles de la comarca. Según explicaron algunas dones de fora que habían
coincidido trabajado con ella, esta mujer habría llegado al valle engañada, porque difícilmente podía
imaginar el tipo de vida que le tocaría vivir. Estas mujeres también explicaron que se trataba de una mujer
con motivaciones e intereses diversos, pero que difícilmente salía de casa y se relacionaba con la
población local. Por otro lado, entre 2006 y 2013, se producen dos nuevos matrimonios. Se trata de
individuos que trabajan en la industria de la construcción, o en la Administración pública.
317
del sueldo de sus miembros, y que ocuparían posiciones opuestas en la estructura social.
Si en el primer caso las rupturas se explicarían por la presión del sistema de autoridad
tradicional sobre los nuevos miembros, en el segundo podría explicarse por una mayor
movilidad asociada a una independencia económica, como también había mostrado la
situación de algunes joves de cases riques. En cambio, los divorcios no se daban ni
entre las cases fortes y tampoco entre las cases que van a més, que cumplían con el
modelo tradicional de pareja conyugal, adaptado a los intereses de la casa. La mayor
edad de los cónyuges y un origen geográfico similar, las mujeres que se casaban en
estas casas eran originarias de zona de montaña, jugaban a favor. Otro factor decisivo
que favorecía la estabilidad de estos matrimonios era que las mujeres casadas en las
cases fortes y las cases que van a més trabajaban para la casa desde casa, convirtiéndose
en el segundo caso en las titulares de las explotaciones ganaderas y los negocios de
turismo rural, pasando a tener un papel destacado y reconocido en la economía familiar.
El divorcio tampoco afectaba a las famílies de fora, constituidas por parejas entre los 30
y los 35 años de edad, mayormente, y sus hijos, aunque había el caso de un par de
mujeres divorciadas con sus hijos que se habían instalado en el valle, como tampoco
afectaba a las cases pobres, posiblemente porque en estos casos la presión sobre los
miembros de la pareja era menor, y porque el modelo de pareja permitía que cada
cónyuge tuviera su propio espacio.
Para continuar mostrando cómo la institución de un sistema de autoridad tradicional
afecta el proceso de diferenciación y estratificación social en relación con la ideología
de género local hegemónica, en el próximo apartado se vuelve sobre las prácticas diarias
de las mujeres en relación con la celebración de la fiesta de santa Águeda y del día de la
mujer trabajadora. Con esto también se espera mostrar, cómo las cases veïnes consiguen
legitimar su superioridad, a pesar de la interdependencia con la gent de fora que vive en
el valle.
Santa Águeda y el día de la mujer trabajadora. Fiestas, conflictos y alianzas para
la continuidad de un orden
En el valle no era difícil encontrar testimonios de mujeres casadas con veïns que habían
llegado en diferentes momentos del siglo XX para suplir las necesidades de mano de
obra de la hostelería. Las que a mediados de la década del 2000, tenían 70 años de edad,
explicaban que habían llegado al valle a principios de la segunda mitad del siglo pasado
para trabajar en alguna casa forta, como criadas o niñeras, o en las fondas y hostales
318
fundados a principios del siglo XX. Todas estas mujeres eran originarias de valles
próximos, mientras sus maridos trabajaban en la explotación ganadera familiar, además
de hacer algún jornal en alguna casa forta. Una vez casadas, estas mujeres se dedicaban
a la crianza de sus hijos, a las tareas domésticas y a ayudar a sus maridos en las
explotaciones ganaderas. Durante la década de 1970 y principios de la década de 1980,
otras dones de fora, procedentes de comarcas próximas, llegaron para trabajar también
en la hostelería. Algunas de estas mujeres también se casaron en cases veïnes. En esta
época el sector primario continúa siendo la principal actividad económica de las casas, y
estas mujeres pasan a trabajar en la explotación ganadera familiar. A finales de la
década de 1980, estas casas continúan dependiendo de la ganadería, pero a partir de la
década de 1990 también pasan a depender del turismo al poner en marcha un negocio de
turismo rural, bajo la modalidad Residència Casa de Pagès (RCP). Es importante
señalar que en este momento gran parte de los maridos de estas mujeres perciben un
sueldo de parte de la Administración pública por su trabajo como guardas de caza,
pasando a ser ellas las titulares de las explotaciones ganaderas y del negocio de turismo
rural, lo que les permite trabajar para la casa desde casa200. La inversión de estas casas
en el turismo también suele coincidir con la jubilación del cabeza de familia al frente de
la explotación ganadera, siendo sus hijos (los maridos de estas mujeres) los que asumen
la función de cabeza de familia. El anterior cabeza de familia, que con el paso del
tiempo se convertirá en el vell de casa (el varón más anciano, padre del actual cabeza de
familia) continúa ayudando a su hijo y continúa siendo consultado en las decisiones que
afectan al patrimonio de la casa. Estas mujeres son las madres de los jóvenes autóctonos
que, en 2005, tenían poco más de 20 años de edad.
200 El hecho de que en estas casas las mujeres pasen a ser las titulares de las explotaciones ganaderas y del
negocio de turismo rural, se debe básicamente a que ello facilita la percepción de subvenciones,
dependientes del Departamento de Agricultura de la Generalitat de Catalunya, que de otra manera sería
imposible de percibir, dado que la ganadería deja de ser la actividad principal de sus maridos que ya
perciben un sueldo, aunque continúan encargándose a tiempo parcial de la explotación ganadera familiar.
Con esta situación, las mujeres también salen beneficiadas al pasar a tener una situación laboral regulada,
una seguridad económica y más fuerza (poder) dentro del grupo doméstico. En este sentido, se puede
recordar la situación de la casa del exalcalde, a la que se ha hecho referencia en el capítulo anterior, para
ver cómo después de abandonar la explotación ganadera –el cabeza de familia entra a trabajar en una
central hidroeléctrica- la casa continúa beneficiándose de la percepción de subvenciones al pasar a ser su
mujer la titular de la explotación ganadera de su hermano. En relación con el estatus y el trabajo
doméstico de las mujeres ver los trabajos de Lamphere (1983), Harris (1984) y Dubish (1986). Para un
análsis de la relación entre la realización de los proyectos individuales en el contexto de las relaciones de
parentesco del trabajo de Collier (1997). Para un análisis de la relación entre importancia que cobra el
trabajo de las mujeres y el reconocimiento de su posición dentro del grupo doméstico, en el contexto de
cambio de un modelo económico basado en la agricultura al sector servicios ver el trabajo de Galaní-
Moutafí (1993), y para la contextualización del sistema de valores que determina las relaciones entre la
población y los miembros de la casa, el trabajo de Du Boulay (1979).
319
Pero la llegada de dones de fora no cesa y entre finales de la década de 1980 y
principios de la década de 1990, otras mujeres, también originarias de comarcas
próximas, llegaron al valle para trabajar en la hostelería. Algunas de estas mujeres
también se casaron en cases veïnes que dependían de la industria de la construcción o de
empresas auxiliares. Pero a diferencia de las mujeres que las habían precedido, una vez
casadas, estas mujeres dejan de trabajar en la hostelería y en cualquier otra ocupación
fuera de casa –habrá el caso de una mujer que trabajará como taxista con su marido-,
pasando a ser económicamente dependientes de sus maridos, aunque el nivel de
educación de estas mujeres, que generalmente ha cursado la educación secundaria, es
mayor que el de las mujeres que habían llegado con anterioridad. Tampoco atienden a
sus suegros ancianos, como sería el caso de les joves de las cases fortes y de les joves de
las cases que van a més, porque estas mujeres con sus maridos viven en casas de nueva
construcción201. Las hijas adolescentes de estas mujeres tampoco trabajan en la
hotelería. La única adolescente que en 2005 trabajaba con cierta regularidad en la
hostelería era una de las hijas de Pedro, como continúa haciendo en la actualidad.
En la década de 1990, en pleno proceso de modernización de hoteles y fondas, más
dones de fora suben al valle, en este caso, se trata de mujeres originarias de comarcas
del pla de Lleida, para pagarse los estudios universitarios, como había sido el caso de la
mujer de Ramón. Una vez casadas, estas mujeres trabajan fuera de casa en las
profesiones para las que se han formado, a excepción de una que trabaja en el bar
familiar. Lo que diferencia a estas mujeres de las que llegaron a finales de la década de
1980, cuya edad es similar, es el nivel de formación y ser originarias de zonas más
próximas a áreas urbanas. A principios de la década del 2000, llegan otras dones de
fora, esta vez del área metropolitana de Barcelona, con distintos niveles de formación,
que a diferencia de las mujeres anteriores no se casan con hombres autóctonos, porque
suben con sus parejas, siendo identificadas como miembros de las famílies de fora que
viven en el valle. Antes de encontrar una estabilidad laboral, algunas de estas mujeres
también trabajan en los negocios turísticos de los veïns, y algunas de ellas continúan
haciéndolo de forma esporádica en momentos de necesidad. A partir de la década del
2000, las necesidades de mano de obra que lo miembros del grupo doméstico no pueden
asumir, se cubren con mujeres procedentes de Bulgaria, Rusia, Rumania, y de países de
201 Algunas de estas casas, con la nueva redistribución quedan fuera del reparto de kilovatios. En todos los
casos se trata de casas abiertas por cabalers (segundones).
320
América del sur. Estas mujeres se alojan en los negocios turísticos de los veïns, siendo
las más jóvenes las únicas que se relacionan con la población local en su tiempo libre.
Ante las dificultades por emplear a mujeres del valle, algunas de ellas aparentemente
disponibles, como las que llegaron a mediados de la década de 1980 y sus hijas, en
2007, el padre de Luís explicaba que se veía obligado a contratar a mano de obra
extranjera. Con anterioridad, algunas de estas mujeres habían trabajado para él, pero
según decía, no les gustaba trabajar y ponían poco interés en lo que hacían. Este hombre
también explicaba que las hijas de estas mujeres seguían los pasos de sus madres y
como tampoco querían trabajar en la hostelería, no se podía contar con ellas para las
campañas turísticas de verano. Aunque lo que más le sorprendía era que algunas de
estas mujeres, sin motivo aparente, habían dejado de hablarle y de ir a comprar a su
tienda, aunque sus maridos continuaban yendo a su bar. Un bar que la población
identificaba como el lugar al que los hombres autóctonos acudían para ponerse al día de
los últimos acontecimientos del valle, y para criticar ampliamente a las mujeres, según
ellas mismas, autóctonas y no autóctonas, explicaban. Yendo un poco más allá, el padre
de Luís afirmaba convencido que las dones de fora habían traído el malvivir a los
pueblos, porque al no tener nada en que ocupar su tiempo se pasaban el día criticando a
los demás. Luís opinaba como su padre, y añadía que algunas de estas mujeres, aunque
aquí ya no se tratara exclusivamente de dones de fora, se reunían las tardes de verano en
la parte alta del pueblo, donde algunas casas tenían los huertos que ellas cuidaban, para
intercambiar información sobre el resto de la población. Lo más interesante de los
testimonios de Luís y su padre era que, extrapolando un comportamiento que
desaprobaban, identificado, en principio, como el propio de las dones de fora, al resto
de mujeres, ambos afirmaban que en las casas mandaban las mujeres, porque eran ellas
las que por envida de otras casas y mujeres condicionaban el comportamiento de sus
maridos en público. Un comentario que, por otro lado, concordaba con lo que en una
ocasión explicaba un veí de poco más de 75 años de edad, cuando decía que la clave del
éxito de un matrimonio estaba en dar con una mujer que supiera llevar y comprender al
hombre.
Pero las mujeres también tenían su propia visión de la situación de las otras mujeres que
vivían en el valle. En 2006, sobre las mujeres que habían llegado al valle a finales de la
década de 1980, Marta, que todavía trabajaba de alguacil, comentaba que no les gustaba
que sus maridos fueran a los bares después de la jornada laboral, porque entonces era
cuando las criticaban ocasionado discusiones cuando regresaban a casa. Según habrían
321
explicado estas mismas mujeres, sus maridos, con frecuencia las acusaban de no querer
trabajar. Lo que según Marta no era mentira, porque aparte de hacer alguna limpieza
puntual, algunas de ellas se pasaban el día en casa, sin hacer nada para colaborar en la
economía familiar. Pero Marta también comentaba que los veïns casados con estas
mujeres eran capaces de hacer más de dos horas de viaje para ir al entierro de alguien
con el que nunca habían hablado sólo por guardar las apariencias, y ser incapaces de
salir con sus mujeres los fines de semana a visitar otras zonas. En una ocasión uno de
estos hombres comentó que él ya quería que su mujer lo acompañara el domingo a
algún bar local a tomar algo, pero que ella no quería porque lo que le gustaba era salir a
dar vueltas en coche, y a él eso no le apetecía. Lo que acababa ocurriendo era que su
mujer continuaba quedándose en casa, fin de semana tras fin de semana, mientras él
continuaba reuniéndose en los bares locales con otros hombres.
En relación con la dificultad que parecía que algunas de estas mujeres tenían para
encontrar un trabajo, mientras la hostelería era la opción que continuaba disponible,
Marta, que en 2005 no tenía ni el graduado escolar, aunque en 2011 llega a finalizar el
ciclo formativo de grado medio en Gestión Administrativa, decía que uno debía
moverse y estar dispuesto a trabajar en lo que fuera para ganarse la vida, en lugar de
quedarse en casa esperando a que las oportunidades cayeran del cielo. Según explicaba,
cuando su marido y ella se plantearon la posibilidad de subir a vivir al valle, su marido
le propuso subir primero él solo para encontrar un trabajo antes de mudarse
definitivamente, pero ella le contestó que no, porque los dos habían tomado la decisión
de vivir en el valle y los dos debían esforzarse por encontrar un nuevo trabajo. En la
práctica, esto significó que durante algo más de dos años ambos se levantaran a las seis
de la mañana para ir a trabajar, porque al disponer de un solo coche Marta debía
acompañar primero a su marido al trabajo y luego desplazarse ella hasta el suyo. Uno de
los primeros trabajos que esta mujer realizó en la comarca fue como repartidora de
carne para una empresa cárnica local, hasta que tuvo a su hija y decidió quedarse en
casa cuidándola. Cuando llevó a su hija a la guardería, decisión que la población
autóctona le criticó, porque ella permanecía en casa, empezó de nuevo a buscar trabajo,
convirtiéndose al cabo de poco tiempo en la alguacil del municipio. De lo que la
población también se sorprendió, porque no consideraban que ese fuera trabajo para una
mujer202. En este momento en cuando la relación entre la familia de Marta y el alcalde
202 La concepción local del trabajo de alguacil parecía estar llena de contrariedades. Antes de que lo
desempeñara esta mujer, un veí ya lo había realizado, pero lo habría abandonado por considerar que se
322
empieza a estrecharse. Posteriormente, Marta también trabajó como monitora del
comedor escolar, esporádicamente como informadora turística del parque natural y
administrativa, y finalmente como dependienta, además de realizar la limpieza de las
dependencias de los negocios turísticos de los veïns, y/o de sus propias casas. Todo lo
anterior significaba que si bien Marta no había parado de trabajar desde que había
llegado, su trayectoria laboral se caracterizaba por trabajos temporales, a tiempo parcial,
sujetos a la disponibilidad de subvenciones, sin estar dada de alta en la Seguridad Social
en algunas ocasiones, y mal remunerados. Lo que comportaba que entre trabajo y
trabajo, no siempre pudiera beneficiarse del subsidio de desempleo. Al inicio de vivir en
el valle, el padre de Carlos quiso contratarla para que trabajara de forma habitual en su
establecimiento, pero Marta rehusó la oferta porque, según decía, la hostelería era muy
sacrificada y los días festivos y fines de semana eran para pasarlos en familia203.
Por su parte, las dones de fora a las que se criticaba su inactividad, excusaban su
negativa a volver a trabajar en la hostelería, argumentando que las jornadas laborales
eran agotadoras y que los veïns explotaban a cualquiera que trabajara para ellos. Por esa
misma razón tampoco querían que sus hijas trabajaran en la hostelería, los meses de
verano, después de terminar el curso escolar. El último trabajo que una de estas mujeres
había realizado, según explicó ella misma fue cuidar de una anciana, miembro de una
casa veïna que vivía en otro pueblo, por el que había cobrado tres euros la hora. Esta
mujer, que no tenía carné de conducir, pasando a recogerla en alguna ocasión algún
miembro de la casa de la anciana, consideraba que la cantidad de dinero que había
percibido era ridícula, pero que como esto era todo lo que le habían ofrecido decidió
aceptar el trabajo y no decir nada. Lo que interesa destacar de esta situación, es que deja
entrever cómo estas mujeres, miembros de casas que dependen del sueldo del cabeza de
familia, que no son consideradas cases pobres, pero que no cuentan con la fuerza de las
cases que van a més, y menos con la de las cases riques o las cases fortes, se convierten
en el blanco fácil de las criticas y de comportamientos abusivos por parte de otras casas
mejor situadas.
había convertido en el mosso (mozo) de l’ajuntament, y por darle apuro que la población lo viera arriba y
abajo del valle barriendo las calles de las pueblos, pintando barandas y dependencias del ayuntamiento,
etc.. Sin embargo, cuando esta mujer consiguió el trabajo, algunos veïns comentaron que de saber que
estaba disponible se hubieran interesado en conseguirlo. También hay que considerar que este trabajo
dependía de planes de ocupación, lo que significaba que si no había disponibilidad de subvenciones el
puesto de trabajo desaparecía, como pasó entre 2007 y 2008.
203 Esta idea mudará radicalmente cuando después de un periodo largo de paro, esta mujer consigue un
trabajo de dependienta que la obliga a trabajar los sábados y los domingos por la mañana.
323
En 2006, a Julia, una mujer que continuaba trabajando puntualmente en los negocios
turísticos de los veïns desde su llegada al valle a principios de la década de 1990, le
surgió la oportunidad de trabajar de dependienta un día a la semana en un pueblo cerca
de la capital de la comarca. Un trabajo que no le aportaría grandes beneficios
económicos, pero que estaba decidida a aceptar, porque le iba a permitir salir del valle y
cambiar de aires. Cuando Julia se lo explicó a su suegra, añadiendo que ello comportaría
dejar de trabajar para una de las cases veïnes, su suegra le comentó que eso no es muy
conveniente porque las relaciones entre las casas podían resultar afectadas, más cuando
la otra casa estaba mejor situada y tenía cierta influencia sobre el resto de casas del
pueblo. En relación con su larga experiencia laboral en los negocios turísticos del valle,
Julia comentaba que los veïns estaban muy bien acostumbrados, porque cuando se
presentaba la necesidad puntual de más mano de obra les bastaba con llamar a las casas
donde había adolescentes o mujeres jóvenes para pedirles que trabajaran para ellos,
porque contaban con el precedente de que alguna siempre acababa aceptando. Lo que
favorecía que los veïns pudieran tirar sus negocios adelante sin verse en la necesidad de
tener que contratar más mano de obra de la de costumbre, con independencia del
volumen de trabajo. Julia también explicaba que cuando la llamaban siempre aceptaba,
para que la continuaran llamando y teniendo en cuenta, porque ello le permitía
conseguir unos ingresos trabajando tan sólo a dos pasos de casa. Lo que hace que la
situación de Julia sea especialmente interesante es que en 2007, decide dejar de trabajar
para los veïns para abrir su propio negocio turístico, un albergue, en un edifico de
propiedad municipal. Aunque el albergue ofrecía servicios diferentes al resto de
establecimientos, su apertura enfrentó a esta mujer con algunas cases veïnes que
dependían del turismo, entre ellas una para la que había trabajado durante largo tiempo.
En relación con la apertura de este establecimiento, veïns de otros pueblos comentaron
que el pueblo, donde ya había un bar, perteneciente a una de las casas para la que Julia
había trabajado, había salido ganando, porque además de ver diversificada su oferta
turística tenía más vida social. Por su parte, los veïns del pueblo explicaron que
intentaban asistir a los dos locales para evitar conflictos, pero que en el pueblo no había
gente suficiente para dar vida a dos bares. Después de amenazas de denuncia por
incumplimiento de alguna normativa, alguna discusión en público entre esta mujer y
miembros de las cases veïnes en las que había trabajado, y la dificultad en captar
clientes este establecimiento cierra definitivamente en 2012, después de que el último
año y medio apenas tuviera actividad. Julia no volverá a trabajar en la hostelería,
324
pasando gran parte de su tiempo en casa, viviendo de la pensión de invalidez de su
marido, al que atendía. En opinión de Marta, en lugar de haber gastado dinero y
esfuerzos en poner en marcha un negocio nuevo, con todos los malentendidos que
surgieron por el camino, y que debía haber previsto, lo que Julia debía haber hecho era
buscar un trabajo fuera del valle, que le permitiera una estabilidad laboral, pasar unas
horas fuera de casa y conocer otra gente para salir del círculo cerrado de relaciones
sociales en las que uno vivía inmerso si nunca salía del valle. Lo que significaba que
para Marta lo importante ya no era que las mujeres trabajaran, sino que trabajaran fuera
del valle.
A pesar de las diferencias que había entre el tipo de vida de las dones de fora que
llegaron al valle entre mediados de la década de 1980 y principios de la década de 1990,
y las dones de fora que llegaron al valle a principios de la década del 2000, la vida de
todas ellas era muy diferente del día a día de las dones de fora que habían llegado entre
las décadas de 1970 y 1980, y de las mujeres autóctonas casadas con veïns, dependieran
sus casas de la ganadería o del turismo. La principal diferencia estaba en que las
segundas sí trabajaban para la casa, y además sin salir de casa. Estas mujeres explicaban
que podían pasar meses sin verse hasta que por casualidad un día que iban a hacer algún
encargo coincidían en la calle, aunque normalmente mantenían contacto telefónico.
Sobre algunas de estas mujeres, que en 2005 tenían sobre los 50 años de edad, Marta
decía que apenas disfrutaban del matrimonio, porque nunca iban de vacaciones con sus
maridos ni salían a visitar otros lugares. En su opinión, la principal función de estas
mujeres y de sus familias era trabajar para que sus hijos contaran con el mayor
patrimonio posible. Marta también decía que la única vez que estas mujeres habían
hecho un viaje fue cuando se casaron, y que trabajaban incansablemente para las casas
de sus maridos –hacían gestiones, cuidaban de sus suegros, atendían a los clientes, etc.,-
sin recibir ninguna atención a cambio. Los comentarios que Marta hacía sobre el día a
día de estas mujeres, ponían de manifiesto cuán diferente era la organización doméstica
de las cases veïnes, de la organización doméstica de las famílies de fora, donde sólo
coincidían una o dos generaciones de individuos, basadas, en principio, en la igualdad
entre los cónyuges, aunque el sueldo del hombre, en general, fuera superior. En un
contexto en que las relaciones de pareja, el estado de ánimo y las prácticas diarias de las
mujeres se habían convertido en un tema de conversación habitual, entre las mismas
mujeres, Marta insistía en que la calidad de vida de todas las mujeres mejoraría si se
acostumbraran a salir más de casa. El discurso más contradictorio de todos parecía ser el
325
de las mujeres autóctonas que si bien se quejaban de tener una vida repetitiva con pocos
alicientes, también se presentaban como las continuadoras de la importante función que
las mujeres habrían realizado en el pasado a favor de las casas. Según decían estas
mujeres, una bona mestressa (ama de casa) era un factor decisivo para la buena
economía y la buena marcha de la casa. Hasta no hacía mucho, las mujeres tenían que
hacer el trabajo doméstico y “anar al de fora” (trabajar en los campos y cuidar a los
animales) como los hombres. Lo que muchas veces suponía tener que volver a casa
recoger la comida ya preparada y llevarla otra vez hasta donde estaban los hombres y
continuar trabajando a su lado. Si una mujer no sabía hacer de mestressa, insistían, una
casa podía acabar desapareciendo. Era evidente que, en la actualidad, ser mestressa no
implicaba la realización de trabajos arduos como en el pasado, pero también quedaba
claro, como se ha indicado en el apartado anterior, que continuaba siendo una labor
sacrificada, que requería de la educación de las mujeres en el contexto de una ideología
de género que legitimaba la superioridad de los hombres y un sistema de autoridad que
subordinaba la realización de los propios intereses a la satisfacción de los intereses de
las casas204. No obstante, esto no significaba que estas mujeres no consideraran que
verse más a menudo con otras mujeres y poder charlar no fuera una cosa positiva, como
explicaba la misma mujer de Pedro.
Durante un tiempo, algunas dones de fora que habían llegado al valle entre finales de la
década de 1980 y principios de la década de 1990, entre ellas Julia y Carmen, se habían
reunido cada tarde para jugar a cartas en uno de los bares del pueblo, después de que sus
hijas salieran del colegio, instaurando un hábito nuevo; ya que con anterioridad ninguna
mujer de esta edad, sobre los 30 años, había actuado de forma similar. Con ellas
también tenía la costumbre de sentarse un anciano viudo. Un día este hombre salió de
casa por la mañana, pero al no regresar al medio día los miembros de la casa veïna en la
que vivía dieron el aviso al resto de la población. Todas las casas participaron en su
búsqueda hasta que lo hallaron colgado de un árbol propiedad de la familia. Sin ser la
primera vez que algo así ocurría –en el valle había varias familias con miembros que se
204 Con esta afirmación no se está negando que el resto de miembros de la casa no tengan que supeditar la
realización de los propios proyectos en beneficio de los intereses comunes de la familia para la
continuidad de la casa, como se ha mostrado en el apartado anterior. Lo que se quiere enfatizar es que el
sistema de autoridad que organiza las relaciones entre los miembros del grupo doméstico, y que da
prioridad a la generación más anciana y al género masculino se hace extensible al espacio público, como
se muestra más adelante.
326
habían quitado la vida205-, la noticia convulsionó a todo el valle por lo inesperado al
tratarse de una persona extrovertida, que parecía vivir sin demasiadas preocupaciones.
En busca de una explicación posible empezó a correr el rumor de que las dones de fora
con las que cada tarde se reunía para jugar a cartas debían tener algo que ver en el
suceso, llegándose a afirmar que habría sido una ofensa provocada por un desafío sexual
de parte de alguna de ellas, que el anciano se vería incapaz de cumplir, lo que lo habría
llevado a quitarse la vida. Evidentemente esto fueron especulaciones que nunca se
confirmaron. Lo importante del caso es que desató toda una serie de críticas, hasta el
momento encubiertas, que pusieron de manifiesto la desaprobación de la población local
con el comportamiento de estas mujeres, que después de este suceso dejaron de reunirse
en los bares. La crítica principal, por parte de mujeres y hombres, había sido que el
tiempo que estas mujeres pasaban cada tarde en el bar era un tiempo en que dejaban a
sus casas desatendidas. Pero de los encuentros de estas mujeres en el bar surgió una
iniciativa que acabó afectando a todas las mujeres del valle con independencia de su
lugar de origen, la posición de su casa, la edad y sus prácticas diarias: la celebración de
la fiesta de santa Águeda, desde finales de los años 90 del siglo pasado.
Según contaron Julia y Carmen, las principales artífices de la celebración de santa
Águeda en el valle, esta fiesta empezó a celebrase como una excusa para que las
mujeres se reunieran y salieran de fiesta, como ya ocurría en otros pueblos. En la década
de 1990 santa Águeda ya se celebraba en zonas más meridionales de la comarca, como
resultado de su proximidad con la comarca del Pallars Jussà, situada al sur, donde santa
Águeda ya hacía algún tiempo que se celebraba. Desde sus inicios esta celebración
había consistido en ir a cenar en un restaurante de la comarca, y luego ir a tomar algo en
un bar musical próximo. Julia y Carmen eran las que se encargaban de los preparativos
y de llamar al resto de mujeres, que habían delegado en ellas esta función, indicándoles
el lugar, el día, la hora y el menú de la cena. En 2006, 24 mujeres asistieron a la
celebración de santa Águeda, entre dones de fora y dones del país. La edad de las
mujeres se situaba entre los 70 y los 20 años de edad, llegando a asistir, en algunos
casos, hasta tres generaciones de mujeres de la misma casa. En esta época, cuando santa
Águeda llevaba cerca de una década celebrándose, sorprendentemente, las mujeres de
205 Uno de estos suicidios se produjo en 2006, estando yo en el valle. En este caso el anciano se había
ahorcado delante mismo de la puerta de la casa, a media mañana siendo visible su cuerpo a cualquiera que
pasara por la calle. En este trabajo el estudio del suicido no se aborda, pero para un análisis del suicidio
en relación a un conjunto de normas y un sistema de valores y opciones en tono a la muerte ver, por
ejemplo, el extenso trabajo sobre la muerte en los vaqueiros de alzada, CÁTEDRA, M., (1988) La muerte
y otros mundos. Madrid, Júcar.
327
más edad, dones del país de entre 60 y 70 años, que habían asistido a casi todas las
ediciones de la fiesta, explicaban que sólo hacía unos tres años que la fiesta se
celebraba, y que con anterioridad nunca se habían reunido bajo ningún pretexto para
salir fuera a cenar. Otras dones del país, de entre 50 y 60 años de edad, explicaron que
santa Águeda lleva unos seis años celebrándose. Las hijas de estas mujeres, la
generación más joven de mujeres autóctonas que asistía a la fiesta, dijeron que esta
fiesta hacía muy poco tiempo que se celebraba, aunque sí habían oído explicar que en
otros pueblos de la comarca ya hacía algún tiempo que se celebraba. Por su parte, las
dones de fora que llegaron al valle a principios de la década del 2000 y que tenían entre
30 y 40 años de edad insistían, como sus maridos, en que santa Águeda era una fiesta de
toda la vida que llevaba muchos años celebrándose. Todo esto mientras la población,
hombres y mujeres de más de 80 años de edad, que nunca habían asistido a la
celebración de santa Águeda, explicaban que nunca antes se había celebrado una fiesta
como esta. Cuando ellos eran jóvenes, cada pueblo celebraba su fiesta mayor y también
el Carnaval, pero eso era todo. Ahora, en cambio, cada día había más fiestas, porque
rápidamente la gente se ponía de acuerdo y organizaba una fiesta nueva. Lo que les
parecía bien si con ello se favorecía que la población mantuviera el contacto, y que las
mujeres, como sucedía en el caso de la fiesta de santa Águeda, pudieran “hablar de sus
cosas” sin la presencia de hombres.
A diferencia de las mujeres, que no tenían un espacio propio de socialización, los veïns
pasaban mucho tiempo juntos. Entre semana en los bares locales, y los fines de semana,
de otoño hasta finales de invierno, mientras cazaban en el monte comunal, incluido el
alcalde. Los sábados, como los domingos, entre las nueve y la diez de la mañana ya se
reunían para almorzar en uno de los bares. Sobre media mañana empezaba la jornada de
caza, dándola por terminada entre las cuatro y las cinco de la tarde, cuando de nuevo
volvían a reunirse en la capital del municipio, donde se encontraban en el matadero,
para descuartizar la caza, retirándose sobre las 10 ó las 11 de la noche. Lo que en la
práctica significaba que muchos de los veïns del valle pasaban el fin de semana juntos.
Pero entre los veïns podía establecerse una diferenciación, según si coincidían en todos
los ámbitos de socialización masculinos o no. Así, los que practicaban la caza eran
cabezas de familia de cases que van a més. Estos hombres se reunían los fines de
semana, pero entre semana no solían asistir a los bares locales, que sí era donde se
reunían los cabezas de familia de las cases fortes, que en contrapartida no eran
cazadores. Las noches de verano, casi todos coincidían en los bares locales. Las
328
mujeres, en cambio, permanecían en casa fuera verano o invierno. Cuando la temporada
de caza terminaba, los veïns que eran cazadores acostumbraban a organizar una cena en
uno de los bares locales, a la que asistían acompañados de sus familias. Por su lado, los
hombres no autóctonos no asistían a los bares locales, no practicaban la caza, y tampoco
se reunían entre ellos. En este contexto, la celebración de santa Águeda, era un acto
esperado al que las mujeres no solían faltar. Lo curioso del caso era que quien
invariablemente continuaba encargándose de su organización eran las dones de fora, y
que la implicación de las dones del país en los preparativos continuaba siendo
inexistente, como sucedía desde el inicio de la fiesta.
En algunas ocasiones había sido un veí, propietario de un autocar (el padre de José), el
que había acompañado a las mujeres hasta el restaurante y luego de vuelta a casa, pero
en 2006 y hasta 2010, las mujeres se desplazaron en los coches que ellas mismas
conducían acompañadas por otras mujeres. En el contexto de la celebración de santa
Águeda de 2006, algunas de las mujeres, las de más edad, comentaron que habían oído
explicar que, en otros lugares, la fiesta consistía en que los hombres cocinaban para las
mujeres, y que esa podía ser una buena manera de continuar celebrando santa Águeda,
porque así los hombres también podrían participar. Pero las más jóvenes insistían en
que lo mejor era continuar como hasta ahora, saliendo de fiesta solas, fuera del valle, y
sin hombres. Otro tema de conversación, entre las mujeres autóctonas, fue el día en que
santa Águeda debía celebrarse. Esta fiesta siempre se celebraba el fin de semana
siguiente al día de la semana en que caía santa Águeda, pero había desacuerdo sobre si
la fiesta había que celebrarla en sábado o en domingo. Algunas mujeres decían que la
fiesta había que celebrarla cuando a las mujeres que vivían en el valle les pareciera más
oportuno, mientras otras decían que era importante escoger bien el día para que más
mujeres, que ya no vivían en el valle pero que lo visitaban con cierta regularidad, filles
del poble, también pudieran asistir. En este sentido, la organización de la fiesta de santa
Águeda mantenía algún parecido con la celebración de los sopars de poble, aunque esta
fiesta, al menos de entrada, parecía menos excluyente, porque se contemplaba la
posibilidad de invitar a mujeres diversas, como familiares de las mujeres de las famílies
de fora que vivían en el valle. Lo que podía explicarse porque las dones de fora casadas
con veïns que se encargaban de organizar la fiesta de santa Águeda mantenían buena
relación con la mujeres que llegaron a principios de la década del 2000, pero también
porque eran dones de fora las que continuaban encargándose de los preparativos de la
fiesta. Lo que ponía de manifiesto que santa Águeda es una fiesta que dependía de la
329
iniciativa de dones de fora, aunque sin la participación de dones del país perdía su
sentido. Por su parte, las mujeres casadas en cases que van a més, dijeron que les daba
igual si la fiesta se celebraba en sábado o en domingo, porque para “ir a trabajar” no
tenían que salir de casa.
En 2007, otras dones de fora, las que llegaron al valle a principios de la década del
2000, como Marta y la administrativa del ayuntamiento, empezaron a encargarse de
organizar la fiesta de santa Águeda, porque debido a las quejas recurrentes de algunas
dones del país sobre el modo en que se desarrollaba la fiesta, Carmen y Julia se negaron
a continuar organizándola. En esta ocasión santa Águeda se celebró en el albergue que
Julia, que mantenía una excelente relación con Marta, acababa de poner en marcha, con
la intención de dar visibilidad al establecimiento. A diferencia de los años anteriores, en
esta ocasión no se invita a las mujeres llamándolas por teléfono, sino que se decide
colgar carteles anunciando la celebración en los distintos pueblos del valle. La afluencia
de mujeres fue similar a la de 2006206. Pero en esta ocasión, mientras las mujeres
celebraban la fiesta de santa Águeda en el albergue de Julia, los veïns que practicaban la
caza celebraban solos, sin sus familias, la cena de fin de temporada, en el bar que
regentaba una de las cases veïnes para las que Julia había trabajado, con la que estaba
enemistada, situado a menos de 100 metros del albergue. Ninguna dona del país quiso
establecer ninguna relación entre ambos hechos, asegurando que se trataba de una
casualidad de última hora. Según explicó Ana, la mujer casada en una casa pobra, cuyo
marido era cazador aunque no iba a cazar cada fin de semana, la cena de los cazadores
estaba prevista para unos días antes, pero como la fecha que inicialmente se había
acordado no iba bien, se decide aplazar la cena coincidiendo con el día de la celebración
de santa Águeda. Hay que señalar que la fecha se cambia para satisfacer los intereses de
algunos veïns-cabezas de familia de cases que van a més, entre ellos el hermano de la
mujer casada con el veí que regentaba el establecimiento en el que se iba a celebrar la
cena de los cazadores. Este hombre mantenía una excelente relación con el alcalde
habiendo formado parte de su candidatura en gobiernos anteriores. A pesar de que nadie
quisiera dar ninguna importancia a esta coincidencia, era un hecho que de momento
quedaba ahí.
Pero el acontecimiento que marcará un antes y un después en la celebración de santa
Águeda, a partir de 2008, será una enfrentamiento que tiene lugar entre Marta, en este
206 Algunas mujeres autóctonas no asistieron, porque prefirieron ir con su familia a una cena que
organizaba una asociación gastronómica en la capital de la comarca.
330
momento, regidora, y miembros de las cases veïnes de la capital del municipio, en el
contexto de una reunión informativa que se celebra en las dependencias del
ayuntamiento. El motivo de este enfrentamiento habría sido una discusión que la Marta
había mantenido previamente con un joven, hijo de un propietario de una segunda
residencia que mantenía una relación con la hija de un veí, miembro del grupo de
jóvenes autóctonos, ante la presencia del alcalde, que optó por no tomar partido. Este
enfrentamiento que resultó en la ruptura de las relaciones entre la familia de Marta y
algunas cases veïnes, hasta día de hoy, hay que entenderlo como el resultado de un
proceso que se había iniciado un tiempo atrás.
A las pocas semanas de la discusión entre Marta y el hijo de un propietario de una
segunda residencia, desde el ayuntamiento se convoca una reunión informativa (no se
trata de una reunió de poble), que se celebra en las dependencias del ayuntamiento y a
la que asisten cerca de 25 personas entre miembros de cases veïnes y famílies de fora.
Según contó Marta, después que desde el ayuntamiento se hubiera llamado a las casas
para anunciar la reunión, alguien habría vuelto a llamar a las casas para insistir en que
era importante asistir a la reunión, porque era una oportunidad que las casas tenían para
manifestar su desacuerdo con su actitud. Pocos días después de la discusión con el hijo
de un propietario de una segunda residencia, Marta ya había sido convocada a otra
reunión a petición de este joven y su novia, por medio del juez de paz, a la que no se
presentó argumentando que ella resolvía las cosas personalmente y no por medio de
intermediarios. Cuando la reunión que se celebra en el ayuntamiento finaliza los
miembros de las cases veïnes, le empiezan a exigir explicaciones por sus supuestas
críticas a la comisión de fiestas de la capital del municipio, integrada por jóvenes
autóctonos, por el modo en que organizaban el sopar de poble, que se celebraba en el
contexto de la fiesta mayor de invierno, y la fiesta mayor de verano207. Según contó
Marta, algunos cabezas de familia, de cases que van a més, y padres de los jóvenes
autóctonos, llegaron a advertirla de que dejara de criticar a la comisión de fiestas,
porque de lo contrario acabaría poniéndose a todo el pueblo en su contra, y en un pueblo
solo (sin aliados) no se podía vivir. Pero Marta no acababa de entender el motivo de una
reacción tan exagerada, porque lo único que había hecho, era comentar, cuando la
ocasión lo había propiciado que no estaba de acuerdo con el modo en que se
207 Hay que recordar, como se ha señalado en un capítulo anterior, que un punto de inflexión en la
relación entre esta mujer y los jóvenes autóctonos, como miembros de la comisión de fiestas, es cuando
en 2007 se ve con la imposibilidad de invitar a una conocida suya al sopar de poble, mientras a las cases
veïnes se les reconoce una capacidad de maniobra mayor, pudiendo invitar individuos de fuera del valle.
331
organizaban las fiestas locales, y que algunos de los actos que se celebraban no le
gustaban. Tampoco entendía cómo era posible que algunas mujeres miembros de cases
veïnes con las que había estado conversando momentos antes de que empezara la
reunión, y que le habían comentado que asistían acompañadas de sus hijas adolescentes
“para que vieran cómo funcionaban las cosas”, también le hubieran exigido
explicaciones sobre su comportamiento responsabilizándola, además, de que su hija de
seis años no participara en la vida social del valle, porque ella y su marido se resistían a
fer poble, y apenas hacían acto de presencia en las fiestas mayores. En esta época la
familia de Marta ya llevaba más de un año sin asistir al sopar de poble, al que no
volverán a asistir en ninguna otra ocasión, aunque cada año los jóvenes autóctonos
vuelven a su casa para invitarla. Con anterioridad a este incidente, que calificaron de
linchamiento, Marta y su marido habían explicado que llevaban siete años viviendo en
el valle, y que su vida había transcurrido con total normalidad, aunque a su llegada más
de un veí dudara de que fueran capaces de pasar dos inviernos consecutivos en el
valle208.
En este sentido es importante señalar que la familia de Marta también se había
beneficiado de la solidaridad vecinal, como ponía de manifiesto el día en que llamó a
una casa próxima a la suya, porque su marido se indispuso y que en cuestión de pocos
minutos todo el pueblo se presentó en su casa para ayudar en lo que fuera necesario.
Marta también había comentado que se sentía muy afortunada con las mujeres
autóctonas que tenía por vecinas, con las que mantenía una excelente relación, porque
cuando las había precisado siempre la habían ayudado. Pero cuando Marta se convierte
en regidora la relación que mantenía con una de estas mujeres, casada en una casa
pobra, Ana, empezó a cambiar. Las visitas que con cierta regularidad se hacían una a la
otra empezaron a espaciarse, llegando apenas a saludarse cuando casualmente se
encontraban por la calle, aprovechando Ana para criticar el mal estado en que se
encontraban los pueblos y hacer explícito su desacuerdo con las decisiones que tomaba
el equipo de gobierno local. Cuando Marta no estaba presente, Ana no dudaba en decir
que desde que se había “metido en política”, actuaba con prepotencia. En su opinión, el
modo en que Marta actuaba no era el más adecuado para vivir en un sitio al que acababa
de llegar. Primero debía haber observado cómo funcionaban las cosas, dejar hacer, y no
208 Como se ha señalado, la casa de esta mujer es la primera casa habitada por gent de fora que desde la
redacción de las ordenanzas municipales, a finales de la década de 1950, pasa a integrar el grupo de cases
veïnes, en 2013.
332
querer ir por delante. En relación con la ocupación de Marta como alguacil, Ana
comentaba que no había actuado bien al pasar todo el día fuera de casa, yendo de un
pueblo a otro, y pasando información entre los veïns y entre los veïns y el alcalde. Pero
Ana también afirmaba que si Marta había aceptado meterse en política muy
probablemente debía ser porque había recibido alguna presión por parte de algún
miembro del equipo de gobierno local o del propio alcalde, del que decía que también
presionaba a las families de fora que vivían en su pueblo para que lo votasen. Según
explicaba Ana, en el valle todo eran favores y contra favores, y el que no entraba en el
juego se quedaba solo y desamparado. En su opinión, la política había traído la
desgracia a los pueblos, porque antes, cuando nadie tenía gran cosa, todos tenían que
ayudarse más209. Con el tiempo, la relación entre Ana y Marta mejorará, pero no volverá
a ser como era antes de que Marta se convirtiera en regidora.
Según Marta, la reacción colectiva de los miembros de las cases veïnes en el contexto
de la reunión celebrada en el ayuntamiento había puesto definitivamente de manifiesto
lo que hasta entonces sólo intuía, que las cases veïnes no querían que famílies de fora se
instalaran en el valle, y que la población autóctona tenía “mil cares”, expresión que
Ana solía utilizar para referirse al comportamiento de los miembros de las cases que van
a més. Así, Marta contaba que al día siguiente del enfrentamiento cuando coincidió con
algunos de los individuos que la habían increpado, éstos volvieron a saludarla como si
nada hubiera ocurrido, queriendo incluso entrar en conversación como en otras
ocasiones había sucedido. Una reacción que no compartía, porque desde su punto de
vista no se podía faltar al respeto a alguien, no disculparse, hacer como si nada, y querer
mantener la misma relación que antes. El hecho de que el alcalde no defendiera a Marta,
que en esta época ya era regidora, ni el día de la discusión con el hijo de un propietario
de una segunda residencia ni el día de la reunión en el ayuntamiento, comportó que la
relación entre Marta y el alcalde empezara a distanciarse. Marta explicaba que el modo
en que se comportaban los miembros de cases veïnes, cambiando su actitud y
comportamiento según estuvieran solos o en grupo, y en relación con los individuos que
pudieran estar presentes no le gustaba, porque, en su opinión, uno debía comportarse
siempre del mismo modo, al margen de quien estuviera presente. Según Marta, si
hubiera preguntado a cada miembro de las cases veïnes que asistió a la reunión en el
ayuntamiento el día del enfrentamiento, qué era lo que en concreto les había hecho para
209 Sobre la relación entre tener un grupo de aliados y participar en la política para ver mejorada la
posición de la propia casa se vuelve en el próximo apartado.
333
que reaccionaran de esa manera, seguramente no hubieran sabido qué responderle.
Marta también decía que si no se era miembro del grupo de veïns, uno quedaba limitado
para tomar las propias decisiones y emprender iniciativas, porque los veïns querían que
las cosas continuaran siendo como siempre habían sido, impidiendo que los demás (la
gent de fora que vivía en el valle) progresaran. En opinión de Marta tan fuerte parecía
ser la capacidad de control que ciertos veïns llegaban a ejercer que, en las reunions de
poble, a los veïns de las casas peor situadas, como el marido de Ana, no les quedaba otra
opción que asentir a lo que “los cuatro de siempre” ya habían acordado de antemano, y
no porque no pudieran manifestar su desacuerdo y votar en contra, sino porque al no
contar con la fuerza suficiente (patrimonio y alianzas) sus opiniones no eran tenidas en
cuenta, viéndose incapaces de alterar el curso natural de los hechos. Según Marta, esto
no sólo favorecía que fueran un grupo de casas las que finalmente acababan imponiendo
su voluntad (las cases que van a més y las cases riques), sino que además fomentaba los
malentendidos entre los miembros de las cases veïnes, porque la población se había
acostumbrado a no hablar claro. Una interpretación de la sociabilidad local en la que
Ana también coincidía. En este sentido se puede comprender cómo la posición de
inferioridad que estas dos casas ocupan en la estructura de poder local, la “casa” de
Marta no era siquiera invitada a las reunions de poble, y la de Ana tenía escasa
capacidad de decisión, había fomentado la complicidad entre ambas familias, aunque la
regidora fuera considerada gent de fora y Ana miembro de una casa veïna. Excluidas
sus casas del ámbito restringido en que “los cuatro de siempre” tomaban las decisiones,
al margen de las reunions de poble, que acababan por afectar la vida diaria del conjunto
de la población, por no contar con un patrimonio que transformar en el nuevo contexto
económico ni compartir los mismos intereses que las cases que anaven a més, Ana y
Marta presumían de decir las cosas a la cara. En este contexto, la reacción de Ana de
negar la palabra a Marta cuando ésta es capaz de mejorar la posición de su casa dentro
de la estructura de poder local por su participación en la política local puede entenderse
como el modo de sancionar un comportamiento considerado desleal por posicionarse
del lado de “los cuatro de siempre”, los que participaban en la política y los que eran
“falsos” (hipócritas) para continuar escalando posiciones.
Pero la expresión “tenir mil cares”, como mostraba la reacción de los veïns de querer
continuar relacionándose con la regidora a pesar del enfrentamiento, también informaba
de que la capacidad para desplegar un repertorio diverso, aparentemente contradictorio,
de comportamientos y actitudes más que signo de hipocresía, era la muestra del dominio
334
práctico de las habilidades sociales que en el contexto local favorecían continuar
satisfaciendo los intereses diversos y cambiantes de la propia casa, según la coyuntura
del momento. En este sentido también se podían considerar los comentarios de una
adolescente cuando decía que siempre evitaba enfrentarse con alguien del mismo pueblo
(miembros de cases veïnes), porque al día siguiente tendría que volver a verlo, y
también de una dona de fora, originaria de un valle próximo, cuando decía que la
ventaja de vivir en una comarca tan poco poblada era que todo el mundo se conocía y
que ya se sabía lo que se podía esperar de cada cual, o quizá no, dada la “tendencia
natural” de la población a desconfiar del comportamiento y los intereses de cualquier
individuo, más de los que vivían en la casa de al lado. Con todo, como ya se ha señalado
en un capítulo precedente, la participación de un miembro de una familia de fora en la
política local había llevado a que un regidor del ayuntamiento quedara excluido de la
participación en las reunios de poble, donde se reunían los cabeza de familia de las
cases veïnes, observándose así como la entrada de Marta en la política local, que no
tenía capacidad para interferir en el día de la población, favorecía los intereses de “los
cuatro de siempre”.
El proceso por el que Marta, una dona de fora, se convierte en regidora siendo alguacil
es especialmente interesante, porque permite ver la relación entre los elementos que
definen la estructura de poder local, las vías por las que se accede a información
privilegiada, y contextualizar las relaciones de solidaridad y la enemistad como formas
distintas de la expresión de las relaciones entre las casas en distintos momentos. La
marginalidad en que quedaba la gent de fora que vivía en el valle en relación con la
estructura de poder local, era un signo de su incapacidad para identificarse con la
relación lógica patrimonio-veí, y beneficiarse en el contexto actual de una relación
previa con el conjunto de las cases veïnes, al no poder identificarse con su misma visión
del pasado local. En este sentido, puede considerarse el comentario de otra dona de
fora, que también llegó al valle a principios de la década del 2000, cuando establecía
una diferencia entre el enfrentamiento que se había dado entre Marta y las cases veïnes,
y la enemistad que parecía haber entre algunas de estas casas. Según esta mujer, se
trataba de dos situaciones totalmente distintas. La relación que se daba entre los veïns
era similar a lo que ocurría dentro de una gran familia, con sus avenencias y
desavenencias, de la que la gent de fora no era miembro. Si el enfrentamiento entre las
cases veïnes y la regidora se miraba desde esta perspectiva, se podía entender que aquél
era la forma que los miembros de las cases veïnes habían encontrado de unir fuerzas
335
para reestablecer el orden (Marta habría ido demasiado lejos), limitar la capacidad de
acción de la gent de fora que vivía en el valle, y continuar instituyéndose como el grupo
social dominante, que era el interés que todos compartían y lo que los hacía diferentes
del resto de la población, por encima de las desavenencias entre sus casas. Si en este
punto se interpretaba la realidad con los ojos de los veïns, considerando que la gent de
fora que vivía en el valle vivía en un mundo al que no pertenecía, podía pensarse que la
ofensa que Marta experimentó estaba fuera de lugar, aunque para ella representara una
ruptura de la sociabilidad cotidiana. La finalidad del enfrentamiento era situar a la
regidora en su lugar, indicándole cómo debía comportarse para continuar viviendo en el
valle sin dejar de pertenecer a la categoría gent de fora que era la que le correspondía.
En este sentido, sólo podía ofenderse quien había sido injuriado por un igual y quien
contaba con la capacidad para defenderse y actuar en consecuencia, pero no quien de
entrada ya no contaba con los medios para poder “contraatacar”. El enfrentamiento con
Marta se había convertido en un pretexto para reorganizar y dotar de sentido la realidad,
y en este contexto no cabía esperar que Marta pretendiera defenderse.
En relación con este enfrentamiento, Carmen, una de les dones de fora, que se había
encargado de organizar la fiesta de santa Águeda desde su inicio hasta 2007, explicó
que el motivo que había propiciado el enfrentamiento era que las cases veïnes,
especialmente el grupo de jóvenes autóctonos, no aceptaban que Marta hubiera pasado
de ser la alguacil a ser una regidora del ayuntamiento. Según esta mujer, los miembros
de las cases veïnes opinaban que desde que se había metido en política, Marta se había
vuelto una persona autoritaria, sin tener en cuenta que si era regidora era porque nadie
más en el valle había querido ocupar su lugar. Lo que no dejaba de sorprender ya que
para que Marta fuera regidora, las casas aliadas con el alcalde, cuyos miembros también
formaban parte del equipo de gobierno local, habían tenido que dar su consentimiento.
Mientras tanto, Marta justificaba su participación en la política local argumentando que
sólo había sido con la intención de apoyar la candidatura del alcalde, como él mismo le
había pedido. Por su parte, otra dona de fora, que llegó con su marido, a principios de la
década del 2000, comentó que el enfrentamiento era una muestra evidente de que los
veïns no querían de ninguna de las maneras que gent de fora se quedara a vivir en el
valle, aunque sin la gent de fora el valle estaría muerto, porque los que eran capaces de
ganarse la vida de distintas maneras en otros lugares (supuestamente los miembros de
336
las casas con poco patrimonio), ya hacia tiempo que se habían marchado210. También
decía que sus hijos, que habían nacido en el valle, sólo podrían llegar a dejar de ser
considerados gent de fora, cuando las generaciones que vivieran en el valle ya no se
acordaran del momento en que ella y su marido habían llegado. Por su parte, el marido
de esta mujer comentaba que las cosas empezarían a cambiar cuando más gent de fora
llegara y su número fuera superior al de los miembros de las cases veïnes. Según este
hombre, lo que a los veïns les costaba aceptar era que la gent de fora estuviera mejor
capacitada para tirar el país (el valle) adelante211.
El enfrentamiento entre la única regidora del ayuntamiento y los veïns de la capital del
municipio se produjo a principios de 2008, pocas semanas después de que las mujeres
(del país y de fora) acordaran posponer la fiesta de santa Águeda. El motivo había sido
la proximidad de esta fiesta con el Carnaval que las mujeres autóctonas solían celebrar
con sus maridos, para tener una excusa que les permitiera volver a salir de fiesta más
adelante. Finalmente, y por iniciativa de Marta, que ya se había encargado de organizar
esta fiesta, en 2007, santa Águeda se celebró en marzo, coincidiendo con el día de la
mujer trabajadora, cuando el enfrentamiento ya se había producido. La elección de este
día se explicaría por haber aprovechado una fecha señalada para las mujeres, aunque en
el contexto del valle no fuera así, porque nunca antes se había celebrado el día de la
mujer trabajadora. Como en las ediciones anteriores de santa Águeda, la celebración
consistirá en ir a cenar en un restaurante de la comarca. En esta ocasión sólo asistieron
siete mujeres entre dones de fora que vivían en el valle, y filles del valle que vivían en
distintos puntos de la comarca. Ninguna mujer autóctona hizo acto de presencia. Como
en 2007, también se colgaron carteles anunciando la celebración de santa Águeda en los
distintos pueblos del valle, confeccionados desde el ayuntamiento, en los que constaba
el teléfono de Marta y del propio ayuntamiento para que las mujeres pudieran confirmar
su asistencia. También se llamó a casa de algunas mujeres, para que se hiciera correr la
voz entre el resto de casas, pero incluso así no se consiguió que la afluencia de mujeres
fuera mayor. Según explicó una mujer autóctona que no acostumbraba a participar en la
fiesta de santa Águeda, la causa de la menor participación de mujeres habría sido el mal
tiempo. Otras dones del país habrían alegado que no les iba bien salir de fiesta, porque
210 Entre la gent de fora que vivía en el valle comentarios como que en el valle sólo habían quedado
(población autóctona) los que podían vivir del patrimonio o “los que no sabían dónde ir” (por falta de
habilidades) eran recurrentes.
211 Esta cuestión se discute en el próximo capítulo en relación con la celebración de la Feria del Hierro.
337
tenían trabajo en casa atendiendo a los clientes del negocio turístico familiar. Pero, en
opinión de Marta, el motivo que explicaba la no participación de mujeres autóctonas en
la fiesta se debía básicamente a que después del enfrentamiento las dones del país no
querían continuar participando en una fiesta que ella organizaba desde 2007, y a la que
seguro asistirían el resto de dones de fora, evitando así posicionarse del lado de la gent
de fora que vivía en el valle. Si las mujeres de los veïns se quedaban en casa, explicaba
Marta, justificando además su ausencia por motivos de trabajo, lograban sortear la
situación anteponiendo los intereses de su casa (y los del grupo de cases veïnes) sin
hacer explícitas sus preferencias.
En 2009, la fiesta de santa Águeda vuelve a celebrarse a principios de febrero como era
habitual antes del cambio de fecha de 2008. En esta ocasión, la cena tuvo lugar en el
hotel de la familia de Carlos, situado en la capital del municipio, para favorecer la
asistencia del mayor número posible de mujeres. Las mujeres que se encargaran de su
organización serán Marta y otra dona de fora, la administrativa del ayuntamiento, que
como ella vivía en el valle desde principios de la década del 2000. Según contó Marta,
después de la poca afluencia de mujeres en la celebración del año anterior, su intención
no era continuar organizando la fiesta de santa Águeda, pero como su marido la animó,
finalmente volvió a encargarse de los preparativos. En esta ocasión también se colgaron
carteles informativos, asistiendo un total de 15 mujeres. La única mujer autóctona que
participó fue la mujer del alcalde, ya que otra mujer autóctona que previamente había
confirmado su asistencia acabó desistiendo. Esta mujer era Ana, que había desestimado
la invitación por desavenencias con la casa rica (la familia de Carlos) que regentaba el
establecimiento turístico en que se iba a celebrar la cena212. Pero Ana también contó que
si el resto de mujeres autóctonas no había asistido a la fiesta de santa Águeda era porque
ya lo habrían pactado de antemano. Así lo pondría de manifiesto que pocos días antes
de la celebración de la fiesta, algunas de estas mujeres estuvieran reunidas a la entrada
de la capital del municipio, después de dar el paseo de primera hora de la tarde, según le
había explicado su suegra que solía coincidir con ellas cuando después de comer salía a
pasear. Teniendo en cuenta esta información y la poca afluencia de mujeres autóctonas,
por no decir inexistente, a las últimas celebraciones de santa Águeda, Marta comentó
que so sería de extrañar que el próximo año estas mujeres celebraran otra fiesta. Y así
212 Se trata de la casa con la que su familia había dejado de hablarse, después de que la construcción de un
bloque de apartamentos acabara impidiendo la circulación en coche por la calle donde estaba la casa de
Ana.
338
fue, pero no el próximo año, sino el mismo año, unas semanas más tarde, en el contexto
del día de la mujer trabajadora. De modo que 2009 es el primer año en que se celebra la
fiesta de santa Águeda y el día de la mujer trabajadora.
Según explicó Marta, las dos mujeres autóctonas que se encargaron de su organización,
una casada en una casa que va a més y otra miembro de una casa rica (la madre de
José) se encargaron de llamar a todas las mujeres casa por casa, para invitarlas a
celebrar el día de la mujer trabajadora que, como la fiesta de santa Águeda, consistió en
ir a cenar a un restaurante de la comarca. Todas las dones de fora fueron invitadas. La
madre de José fue la que llamó a Marta para invitarla, cuando en presencia de otras
mujeres autóctonas apenas le dirigía la palabra. A la primera celebración del día de la
mujer trabajadora asistieron cerca de 25 mujeres, cifra que recordaba el número de
asistentes a la celebración de santa Águeda, antes de 2007. Se trataba de dones del país
acompañadas de sus hijas y algunas dones de fora casadas con veïns, como Carmen y
Julia, pero no las dones de fora que llegaron a principios de la década del 2000, entre
ellas Marta y la administrativa del ayuntamiento que se habían encargado de organizar
las últimas ediciones de la fiesta de santa Águeda. Marta excusó su ausencia diciendo
que en casa, con su marido y su hija, era donde mejor estaba. Después de que las dones
del país iniciaran la celebración del día de la mujer trabajadora, Marta comentó que el
próximo año volvería a encargarse de organizar la fiesta de santa Águeda, porque esta
era la fiesta que las mujeres siempre habían celebrado.
Otra dona de fora, que en 2009 llevaba cuatro años viviendo en el pueblo del alcalde
explicó que, en su caso, fue la mujer del alcalde la que le hizo saber que esta invitada a
la celebración del día de la mujer trabajadora de parte de las mujeres autóctonas de la
capital del municipio, que la habían llamado para que en su nombre invitara al resto de
mujeres del pueblo. Lo que sorprendió gratamente a esta dona de fora fue que la mujer
del alcalde decidiera no celebrar el día de la mujer trabajadora, porque según decía la
fiesta de santa Águeda ya se había celebrado en su momento, es decir, en febrero
cuando siempre se había celebrado. Por su parte, el alcalde, como la suegra de Ana,
comentó que la idea de celebrar el día de la mujer trabajadora habría surgido de las
conversaciones que las mujeres autóctonas mantenían cada tarde cuando se reunían para
ir a pasear. Pero la decisión de la mujer del alcalde de no asistir a la fiesta de la mujer
trabajadora y continuar asistiendo a la fiesta de santa Águeda, evitando ser identificada
de forma exclusiva con el grupo de mujeres autóctonas, al que por otro lado ya
pertenecía por el solo hecho de haber nacido en el valle, y haber vivido en él durante
339
toda su vida, podía ser interpretada como una demostración pública del apoyo de la
familia del alcalde a las famílies de fora que vivían en el mismo pueblo, el pueblo donde
más gent de fora vivía después de que su marido les favoreciera el acceso a las casas
que reformaba en nombre de la EMD local. Esto significaba que a través del
comportamiento de su mujer el alcalde afianzaba las alianzas con las famílies de fora,
mientras de forma paralela continuaba mirando por los intereses de las cases veïnes. En
este sentido, el comportamiento de la mujer del alcalde mostraba cómo dar apoyo a les
dones de fora servía a los intereses de la propia casa. La decisión de la mujer del alcalde
también podía considerarse una manera de evitar entrar en una dinámica que en
cualquier momento podía desencadenar un conflicto entre las cases veïnes, que sí eran
los que era conveniente evitar, como mostraba el precedente de una celebración que
algunas cases veïnes habían dejado de celebrar juntas, entre ellas la del propio alcalde, a
raíz de una discusión entre dos mujeres. El motivo de la discusión había sido la
inclusión de la casa de una de estas mujeres, en la lista que la otra había elaborado, a
petición del ayuntamiento, con todas las casas que se dedicaban al turismo para poder
aplicar la tasa correspondiente de recogida de basura. En concreto, se trataba de una
casa que contaba con una habitación anexa a la propia casa con una entrada
independiente que la familia alquilaba ocasionalmente a turistas sin pagar los impuestos
correspondientes, que el mismo alcalde había construido unos años antes. En opinión de
la mujer de esta casa, la mujer que había elaborado la lista y que regentaba una RCP,
María, la habría incluido su casa en la lista, que supuestamente no era para el cobro de
la tasa de recogida de basura, sino para hacerla llegar a hacienda, para que su familia se
viera obligada a legalizar la habitación y a pagar los impuestos correspondientes como
el resto de casas que dependían del turismo. Desde el ayuntamiento se insistió en
explicar a esta mujer que la lista no iba a trascender el ámbito local, pero convencida de
que ello acabaría comprometiendo la posibilidad de continuar alquilando la habitación,
esta mujer deja de dirigir la palabra a María. Por su parte, María explicó que pensaba
que había actuado correctamente, porque todo el mundo en el valle sabía que la
habitación existía, como ponía de manifiesto que ella misma y otras casas que
dependían del turismo enviaban turistas a esta casa cuando sus establecimientos ya no
tenían capacidad para asumir más clientes. En opinión de María, lo mejor era quedarse
en casa y no explayarse en los encuentros casuales con la población, para hablar lo
mínimo y no meterse en problemas. En este sentido, decía que podían llegar a pasar
varias semanas hasta que por casualidad se encontraba con alguna mujer por las calles
340
del pueblo. Pasados dos años estas mujeres reanudaron la relación, si bien sus maridos
siempre actuaron como si nada hubiera pasado. La actitud de sus maridos podía
entenderse como una manera de evitar alterar las relaciones entre las casas, pero al
identificar el conflicto como “una cosa de mujeres” dejando que “las mujeres se
entendieran entre ellas”, lo que los veïns-cabezas de familia conseguían era asociar la
posibilidad de conflictos con el comportamiento de las mujeres, reafirmando la idea
local de que la mujeres eran la causa de las desavenencias entre las casas.
Otra situación que ilustraba la proyección de la relación entre la población en el
contexto de la celebración de la fiesta de santa Águeda y del día de la mujer trabajadora,
era la de la mujer de Pedro. Después de participar en una ocasión en la celebración de
santa Águeda, cuando esta fiesta empezaba a celebrarse, con la intención de salir de
casa y de pasar un rato en compañía de otras mujeres, esta mujer decidió no volver a
asistir, porque no acababa de encontrar su lugar, entre las mujeres de las cases que van a
més, que eran la mayoría. La distancia entre la mujer de Pedro y algunas mujeres
autóctonas de la capital del municipio, se constató, por ejemplo, el día que las mujeres
del pueblo coincidieron en la iglesia para acondicionarla y ornamentarla para la
celebración de la Navidad, a petición del ayuntamiento. En este contexto, la mujer de
Pedro, apenas intercambia unas palabras con el resto de mujeres. Unos días más tarde,
cuando en agradecimiento a su colaboración, desde el ayuntamiento se invita a las
mujeres a una merienda en un bar local, la mujer de Pedro no se presenta. Lo que, por
otra parte, también podría considerarse como la negativa a participar en un acto
organizado por el ayuntamiento, dado que su casa no mantenía buena relación con el
equipo de gobierno local. Todo lo anterior permite afirmar que aunque todas las mujeres
son invitadas a la fiesta de santa Águeda y a la celebración del día de la mujer
trabajadora, lo cierto era que a la fiesta de santa Águeda habían asistido mayormente
dones de fora casadas o no con veïns, y mujeres autóctonas casadas en cases que van a
més, que tiene en común el hecho de mantener una buena relación con el equipo de
gobierno local, quedando al margen las mujeres de las cases fortes (Antonia tampoco
participaba en esta fiesta) y las de las cases pobres, contrarias, en general, al equipo de
gobierno local213, mientras a la celebración del día de la mujer trabajadora asistían
mayormente mujeres casadas en cases riques y cases que van a més.
213 La mujer de Ramón había comentado que en alguna ocasión había asistido a la fiesta de santa Águeda,
aunque entre 2006 y 2010 no asistió en ninguna ocasión.
341
Para comprender el inicio de la celebración del día de la mujer trabajadora, hay que
considerar lo que diferencia a las dones de fora que llegaron al valle a principios de la
década del 2000, de las mujeres autóctonas: poner en cuestión la legitimidad de la
estructura de poder local al desafiar la autoridad de los miembros de las cases veïnes.
Una situación ambivalente sería la de las dones de fora que llegaron entre la década de
1980 y 1990, y se casaron con veïns, como Carmen y Julia. En este sentido, la asistencia
de estas mujeres a la celebración del día de la mujer trabajadora puede entenderse como
la forma de evitar conflictos con las mujeres autóctonas (y las cases veïnes), cuando ya
se habían desmarcado de la organización de la fiesta de santa Águeda, a la que también
continúan asistiendo. Así, Carmen justifica su asistencia a la celebración del día de la
mujer trabajadora, explicando que su marido, veí-cabeza de familia, se lo había pedido.
Pero, además, en un intento de marcar distancias con el resto de dones de fora,
especialmente con Marta, Carmen comentó que las mujeres autóctonas habían
empezado a celebrar el día de la mujer trabajadora para mostrar su desacuerdo con el
comportamiento de Marta, porque cuando ella se encargaba de organizar santa Águeda,
el día de la mujer trabajadora no se celebraba. Lo que no quitaba que no hubiera
tensiones; ya que esta mujer deja de organizar santa Águeda por las quejas de las
mujeres autóctonas. En este sentido, Carmen añadió que durante la celebración de la
primera edición del día de la mujer trabajadora, un comentario recurrente entre las
mujeres autóctonas fue que la gent de fora, esto es, las familíes de fora que vivían en el
valle, no mandaban en la gent del país.
En 2010, Marta y la administrativa del ayuntamiento, volvieron a impulsar la
celebración de la fiesta de santa Águeda. Como en 2009, con el objetivo de favorecer la
asistencia del mayor número posible de mujeres se plantea celebrar la cena en otro
establecimiento de la capital del municipio, esta vez en la fonda que regentaba la familia
de José, cuya madre se había convertido en la principal promotora de la celebración del
día de la mujer trabajadora. Pero esta familia no aceptó la propuesta alegando que
después del periodo de vacaciones el establecimiento no reunía las condiciones214, de
modo que santa Águeda vuelve a celebrarse en el albergue que gestionaba Julia. En esta
ocasión, asistieron un total de 11 mujeres, y como en la edición anterior la única mujer
autóctona fue la mujer del alcalde. Según Marta, las dones del país no habrían asistido a
la cena de santa Águeda, porque seguramente, más adelante, volverían a celebrar el día
214 No era raro que los establecimientos turísticos de la comarca hicieran vacaciones entre enero y febrero
(mes en que se celebraba santa Águeda), que era cuando bajaba la demanda turística.
342
de la mujer de trabajadora. En relación con las enemistades que parecían haber surgido
entre las mujeres a raíz de la celebración de dos fiestas distintas, la mujer del alcalde
decía que ella tenía la costumbre de saludar a todas las mujeres, porque en pueblos tan
pequeños era cuestión de tiempo que una casa necesitara la ayuda de las otras. Un
comentario curioso si se tenía en cuenta que en su pueblo apenas había mujeres
autóctonas, y que las tres que había se acercaban a los 80 años de edad. En este sentido,
la participación de la mujer del alcalde en la fiesta de santa Águeda, también podía
entenderse como una manera de afianzar la relación con las familias de las que dependía
la continuidad del pueblo y de su propia casa. En el contexto de esta celebración, la
cuarta edición de la fiesta de santa Águeda que organizaba Marta, Carmen aprovechó
para comentar que el resto de mujeres autóctonas no asistían, porque le habían
comentado que con la gent de fora no tenían nada que celebrar. Un comentario, que
según Marta y la administrativa del ayuntamiento, ponía de manifiesto la intención de la
población autóctona de despreciar cualquier iniciativa que viniera de la mano de la gent
de fora que vivía en el valle; ya fuera una fiesta o la apertura de un negocio turístico. En
este sentido, Marta comentó que al no asistir a la fiesta de santa Águeda las mujeres
autóctonas no sólo discriminaban a Julia por ser de fora, sino que además mostraban su
desacuerdo con la decisión de Julia de haber abierto un negocio turístico. Si en 2007,
habían asistido, comentaba Marta, había sido para guardar las apariencias, ya que la
celebración de la fiesta de santa Águeda había coincidido con la apertura del
establecimiento al público, pero pasado un tiempo y después de los diversos
enfrentamientos que había habido entre Julia y miembros de las cases veïnes para las
que había trabajado, ya no tenían la necesidad de mantener las formas, menos cuando la
asistencia a este establecimiento para celebrar santa Águeda representaba ponerse del
lado de la gent de fora que vivía en el valle. Si en este punto se recuerda que, en 2007,
mientras las mujeres celebraban santa Águeda en este establecimiento los veïns-cabezas
de familia celebraban el fin de la temporada de caza en un bar propiedad de una familia
para la que Julia había trabajado, situado en el mismo pueblo, se observa cómo las cases
veïnes habían empezado a posicionarse hacía ya algún tiempo. Como Marta, la mujer
del alcalde también desaprobó el comportamiento del resto de mujeres autóctonas, ya
que en su opinión, Julia, era como si fos del país (como si fuera del valle), estaba casada
con un veí, tenía dos hijas y llevaba cerca de 20 años viviendo en el valle, pero sin serlo,
como corroboraba el comportamiento de las otras mujeres autóctonas.
343
En 2010, Carmen se compromete a volver a organizar la fiesta de santa Águeda si el
resto de dones de fora se comprometen a asistir a la fiesta del día de la mujer
trabajadora, en caso de volver a celebrarse. Como en 2008 y 2009, a las pocas semanas
de haberse celebrado santa Águeda, las mujeres autóctonas vuelven a celebrar el día de
la mujer trabajadora. De nuevo, todas las dones de fora vuelven a ser invitadas, pero
Marta y la administrativa del ayuntamiento continúan sin asistir. Como venía siendo
habitual, el padre de José llevaba a las mujeres en autocar hasta un restaurante de la
capital de la comarca, y cuando la cena había terminado las traía de vuelta a casa. Según
Marta, la insistencia de las mujeres que organizaban esta fiesta llamando casa por casa,
hasta que convencían al mayor número posible de mujeres, tenía que ver con que la
celebración del día de la mujer trabajadora se había convertido en el modo de mostrar su
diferencia y superioridad. Si las mujeres que asistían a la celebración de santa Águeda,
acordaran celebrar también el día de la mujer trabajadora, ellas (las mujeres autóctonas)
empezarían a celebrar otra fiesta, y así sucesivamente. A partir de 2011, cuando Marta
decide dejar de continuar organizando la fiesta de santa Águeda, y ninguna otra mujer la
releva, santa Águeda deja de festejarse por primera vez desde su inicio, después de
cerca de 15 años de celebración ininterrumpida, hasta día de hoy. En cambio, el día de
la mujer trabajadora continuará celebrándose. Como siempre, todas las mujeres del valle
serán invitadas, aunque Marta y la administrativa del ayuntamiento continúan sin asistir.
Según explicó, Marta no asistía a la celebración, porque las mujeres autóctonas no
tenían ningún interés en que asistiera. Si la continuaban invitando era porque sabían que
ella continuaría negándose a asistir, y porque así guardaban las apariencias dejando que
fuera ella la que se ponía en evidencia al rechazar la invitación. Por su parte, la mujer
del alcalde que también continuaba sin celebrar el día de la mujer trabajadora dijo que la
fiesta de santa Águeda ya existía (ya contaba con una fecha) y que dejar de celebrar una
fiesta para celebrar otra nueva en nombre de la anterior no tenía sentido.
En este punto resulta interesante ver cómo María, una mujer autóctona, explicaba la
“substitución” de una fiesta por la otra. En 2012, cuando la fiesta de la mujer
trabajadora hacía dos años que se celebraba en solitario, esta mujer de unos 50 años de
edad, casada en una casa que va a més, explicaba que cuando ella era pequeña la fiesta
de santa Águeda no se celebraba, y que empezó a celebrarse hacía unos diez años
cuando Carmen y Julia se encargaron de organizarla por primera vez. Según María,
desde hacía cinco años, como santa Águeda había caído entre semana, y a las mujeres
no les iba bien salir de fiesta, se acordó celebrar santa Águeda en marzo, en el contexto
344
del día de la mujer trabajadora, para no perder una fiesta que ya hacía algún tiempo que
se celebraba. Esta mujer que, desde 2008, celebraba santa Águeda el día de la mujer
trabajadora, junto con el resto mujeres autóctonas, dejando de celebrar santa Águeda
con las dones de fora, en ningún momento hizo alusión al enfrentamiento entre Marta y
miembros de cases veïnes, entre los que se encontraban una de sus hijas y su marido,
aunque costaba de creer que el motivo del cambio del día de celebración fuera que santa
Águeda hubiera caído entre semana, porque nunca se había celebrado entre semana.
María también explicó que otro motivo que había propiciado el cambio de fecha era la
sucesión de fiestas que en el valle había entre Navidad y finales de enero, cuando se
celebraba la fiesta mayor de la capital del municipio. Si las mujeres posponían la
celebración de santa Águeda, les quedaba otra ocasión para volver a salir de fiesta más
adelante, cuando en el valle no había otras fiestas que celebrar. En este sentido, la
coincidencia de santa Águeda con el día de la mujer trabajadora era “pura casualidad”
sin tener que ver con ninguna reivindicación feminista, porque en los pueblos, a
diferencia de las ciudades, ya se sabía que la continuidad de las casas dependía de que
una bona mestressa las administrara. Como ya habían puesto de manifiesto las dones de
fora al concebir la celebración de la fiesta de santa Águeda como el medio por el que
salir de fiesta fuera del valle, María también destacaba la función práctica de esta fiesta
al explicar que en la actualidad representaba una de las pocas ocasiones en que las
mujeres del valle se reencontraban y se relacionaban con otras mujeres de valles
próximos con las que coincidían esa misma noche en la capital de la comarca. Según
María, unos años antes de empezar a celebrar santa Águeda, sobre principios de la
década de 1990, los hombres y mujeres del valle participaban en una liga comarcal de
bolos, que favorecía que la población mantuviera el contacto entre sí y con la de otros
valles, cuando cada domingo iban a un pueblo diferente para jugar la partida de bolos.
Pero estas partidas dejaron de existir. Los ancianos habían dejado de jugar, y las
siguientes generaciones, como la suya propia, ya tenían trabajo en casa atendiendo a los
clientes de los negocios turísticos. María también explicaba que, antes, la gente hacía
más vida en la calle. Las mujeres, por ejemplo, solían salir cada tarde a coser, y así
hablaban y se relacionaban. Ahora, en cambio, podían pasar semanas hasta que se
reencontraban en la calle, porque todas permanecían mucho más tiempo en casa sin
salir. Para coincidir con mujeres del valle y de otros puntos de la comarca, María iba
cada semana al mercado comarcal tuviera o no necesidad de hacer compras, porque así
podía hablar y relacionarse. En su opinión, la situación de los hombres era totalmente
345
diferente, porque cada fin de semana se reencontraban para salir a cazar juntos. La
mujer del alcalde, de algo más de 60 años de edad, también coincidía con María cuando
explicaba que cuando ella era joven las mujeres salían más de casa, especialmente en
verano cuando después de cenar se reunían para dar un paseo y charlar, y también una
anciana de poco más de 80 años de edad, cuando explicaba que en el pasado las mujeres
se veían con mucha más frecuencia ya fuera, para coser, para caminar, o para pasar un
rato juntas en los bares locales, después de cenar y haber dado un paseo.
Pero 2013 fue el último año en que se celebró el día de la mujer trabajadora, cuando ya
hacía tres años que santa Águeda no se celebraba. Como en las ediciones anteriores, las
mujeres autóctonas salieron a cenar a un restaurante de la capital de la comarca, y
volvieron a invitar a todas las dones de fora. Marta y la administrativa del ayuntamiento
continuaron rechazando la invitación. En 2015, sobre los inicios de esta fiesta, la madre
de José, que se había encargado de su organización durante los cinco años en que se
había celebrado, explica que el día de la mujer trabajadora había empezado a celebrarse
a raíz de las conversaciones con otras mujeres autóctonas sobre qué podían hacer para
salir de fiesta, y visto que todas eran mujeres trabajadoras empezaron a celebrar el día
de la mujer trabajadora. Como María, esta mujer tampoco hace referencia al
enfrentamiento que, en 2008, tuvo lugar entre Marta y miembros de cases veïnes. En
relación a los motivos que habrían llevado a que el día de la mujer trabajadora también
dejara de celebrarse, la tía de José aludió a la muerte de una mujer autóctona. Lo que no
significaba, añadía, que la celebración de santa Águeda no pudiera retomarse más
adelante. Lo interesante del caso era que esta mujer hablaba de la fiesta de santa Águeda
y del día de la mujer trabajadora como si fueran la misma fiesta. Por su lado, la mujer
del alcalde explica que el día de la mujer trabajadora ya no se celebraba, porque algunas
mujeres autóctonas habían manifestado su desacuerdo con el modo en que las mujeres
de la capital del municipio organizaban esta fiesta. En la misma época, 2015, una de las
respuestas más sorprendentes fue la de la administrativa del ayuntamiento que,
manteniendo como mantenía relación diaria con miembros de las cases veïnes por
motivos de trabajo, afirma convencida que el día de la mujer trabajadora continuaba
celebrándose, mientras Carmen, que había ido restringiendo sus apariencias en público
y su participación en la vida social del valle para evitar tener conflictos, afirma que
desconoce si el día de la mujer trabajadora continua celebrándose, porque apenas
mantiene contacto con la población.
346
El contexto de la celebración de la fiesta de santa Águeda, y posteriormente el de la
mujer trabajadora, ilustran las tensiones que surgen cuando la ideología de género
hegemónica, legitimada en la institución del sistema de autoridad tradicional entre los
miembros del grupo doméstico, asignando a cada sexo una función, entra en
contradicción con las prácticas de las dones de fora y su capacidad para conquistar
nuevos espacios y conseguir mayores cuotas de poder. Como muestra el capítulo
anterior en relación a la celebración de las fiestas mayores, el inicio de la fiesta de santa
Águeda de manos de dones de fora debe entenderse como la posibilidad de satisfacer las
propias necesidades de ocio en un contexto en que las mujeres autóctonas acusan la falta
de oportunidades de relación y contacto con otras mujeres, y la creación de nuevos
espacios de socialización queda disponible. Así puede comprenderse la gran afluencia
de mujeres que se apuntan a celebrar santa Águeda, esto es, a salir del valle para ir de
fiesta. El hecho de que sean las dones de fora las que cada año toman la iniciativa de
volver a organizarla, y la no participación de las mujeres autóctonas en los preparativos
de la fiesta, pueden entenderse en relación a una socialización que no legitima (capacita)
a las dones del país, para asumir un papel destacado en el ámbito público. De esto se
desprende que las mujeres autóctonas continuaran saliendo de fiesta con las dones de
fora, siempre y cuando ello no suponga un desafío al sistema de autoridad tradicional
encabezado por sus maridos, los veïns-cabezas de familia, mostrando cómo su continua
participación en la fiesta de santa Águeda es en cumplimiento de un rol que supedita los
intereses personales a la defensa de los intereses de las casas. De esta forma se puede
comprender que las mujeres autóctonas dejen de celebrar santa Águeda en el momento
en que la dona de fora con la que se han enfrentado miembros de las cases veïnes, a las
que ellas también pertenecen, es quien continúa organizándola. En este sentido, la fiesta
de santa Águeda puede comprenderse como la definición de los límites de un espacio de
socialización propio de las mujeres, que separa el mundo de los hombres del mundo de
las mujeres, y con el tiempo el mundo de las mujeres autóctonas del mundo de las dones
de fora, devolviendo las primeras al mundo de los hombres, del que nunca se habrían
separado. Esto pone de manifiesto que sería inscribiendo su trayectoria en la historia de
las casas en las que se han casado, cómo las mujeres autóctonas legitiman su
experiencia de vida, mientras las dones de fora se quedan solas comprobando cómo se
redefinen los límites a su capacidad de acción. En este contexto el interés de las dones
de fora, especialmente las que llegaron a principios de la década del 2000, en continuar
organizando la fiesta santa Águeda se explicaría por ser el medio con que estas mujeres
347
cuentan para legitimar sus prácticas en relación con un pasado local215, además de ser
una ocasión para continuar saliendo de fiesta. En este sentido, no contar un pasado por
todos conocidos no es signo de tener una mayor libertad para actuar, sino indicativo de
quedar excluido del apoyo “incondicional” del grupo de cases veïnes, pasando a ser el
blanco de las críticas de hombres y mujeres autóctonos.
Como señalaba María, la celebración del día de la mujer trabajadora podría interpretarse
como el modo en que las mujeres autóctonas continúan celebrando santa Águeda en un
contexto diferente. Pero celebrar la fiesta de santa Águeda no era lo mismo que celebrar
el día de la mujer trabajadora, como se desprendía de las palabras de la mujer del
alcalde, ya que obedecían a motivos diferentes. El proceso que conducía a la
celebración del día de la mujer trabajadora no resultaba de encontrar una excusa para
que las mujeres pudieran reunirse para salir de fiesta, como habría sido el caso de la
fiesta de santa Águeda que las dones de fora son capaces de organizar al incluirse en un
grupo mayor de mujeres junto con las mujeres autóctonas, sino de la importancia de
reestablecer el orden, más cuando Marta parece que empieza a tener “demasiado poder”.
En este sentido, la celebración de la fiesta de santa Águeda y del día de la mujer
trabajadora informan del proceso de estratificación y diferenciación social, que continúa
diferenciando a la población en veïns y gent de fora, esto es, entre dones del país y
dones de fora, a pesar de su interdependencia. La celebración de dos fiestas de mujeres
expresaría las distintas formas de ser mujer en el valle, además de mostrar cómo las
mujeres autóctonas son capaces de legitimar su autoridad al instituir una nueva fiesta
con el apoyo de las cases veïnes.
La celebración de la fiesta de santa Águeda y del día de la mujer trabajadora también
muestran el distinto vínculo que une a las dones del país y a las dones de fora. Mientras
las primeras comparten el hecho de pertenecer a una casa veïna, a pesar de la distinta
posición que ocupan sus casas en la estructura social, las segundas comparten el interés
por disfrutar de las situación privilegiada de los miembros de las cases veïnes, pero sin
poder identificarse con un mismo pasado por el que legitimar sus prácticas en el
contexto local actual. El hecho de que las familíes de fora tengan que idear las propias
estrategias para sobrevivir, sin que la situación de unas repercuta en la situación de las
otras, podría explicar porqué la gent de fora que vive en el valle tampoco crea otros
215 Sobre la capacidad de los individuos para identificarse con el pasado local para legitimar sus prácticas
y la posición de sus casas se vuelve en el siguiente capítulo.
348
espacios socialización cuando santa Águeda deja de celebrarse216. Lo que, por otro lado,
contrastaría con la implicación y la competencia entre algunos de estos individuos por
participar en la organización de la fiesta mayor del pueblo del alcalde, como se ha
señalado. Pero ya sea por un motivo o por otro, lo que se constata es que terminada la
celebración de santa Águeda y del día de la mujer trabajadora todas las mujeres pierden
una oportunidad para salir y relacionarse, pasando más tiempo en casa, especialmente
las autóctonas, donde en nombre de la ideología de género dominante y el sistema de
autoridad tradicional que les confiere su posición y una función dentro del grupo
doméstico, continúan trabajando para la casa desde casa en beneficio del patrimonio
familiar.
En el apartado que sigue a continuación se va a continuar mostrando la importancia de
establecer alianzas con los miembros del equipo de gobierno local para acceder en este
caso a un puesto de trabajo. Lo que se quiere poner de manifiesto es cómo la trayectoria
de las cases veïnes en el contexto socio-histórico local y la historia de un pasado
compartido se convierte en un recurso (capital) que capacita de distinta manera a la
población para satisfacer los propios intereses y presionar a terceros para que actúen en
beneficio propio. Esto permitirá comprender porqué son los miembros de las cases
veïnes los que continúan sacando un mayor provecho del contexto económico actual, y
porqué la posibilidad de la gent de fora que vive en el valle de mejorar su situación
queda supeditada a su continúa identificación con una categoría social inferior.
Patrimonio, trabajo y política
En 2006, María explicaba que su hija mayor acababa de finalizar los estudios
universitarios en Barcelona, y que iba a continuar su formación para especializarse y
tener más posibilidades de acceder a los pocos puestos de trabajo cualificados que se
ofrecían en la comarca. Mientras fue a la universidad, esta joven compartió piso con su
hermana pequeña y otras jóvenes de la comarca. Según María, en Barcelona, sus dos
hijas vivían con todas las comodidades que ella y su marido podían ofrecerles, aunque
después de llevar unos años viviendo fuera del valle lo que deseaban era volver a casa.
Una decisión que ella compartía plenamente, porque en la comarca se vivía muy bien,
sino fuera por las dificultades que los jóvenes tenían para encontrar trabajos
cualificados. Antes de que sus hijas empezaran a ir a la universidad, María y su marido
216 En el próximo capítulo se muestra como algunas de estas familias si unen esfuerzos, en el contexto de
la patrimonialización de la cultura local, cuando entienden que ello puede repercutir en la mejora de la
propia situación.
349
se plantearon cómo proceder para orientar su futuro, y viendo las posibilidades laborales
que la comarca ofrecía a las mujeres, se decidió continuar invirtiendo en su educación.
María y su marido consideraban que trabajar de dependientas en los comercios de la
capital de la comarca, no iba a permitir que sus hijas pudieran situarse, como tampoco
lo iba a facilitar que trabajaran en la hostelería, porque se trataba de un trabajo agotador
y mal pagado, como María había comprobado cunado de jovencita había trabajado en el
incipiente negocio turístico de una casa veïna (el de la casa de José) que se había
convertido en una casa rica. No obstante, sus hijas sí la ayudaban en el negocio de
turismo rural familiar que María explotaba, los fines de semana y los meses de verano
cuando estaban en casa, a cambio de una cantidad dinero. Un dinero que María
igualmente tenía que darles para su manutención durante el curso escolar, que de este
modo justificaba en concepto de su trabajo. En 2005, esta casa, considerada una casa
que va a més, dependía de un próspero negocio de turismo rural, compuesto por una
RCP, creada a mitad de la década de 1990, un bloque de tres apartamentos, construidos
a principios de la década del 2000, una explotación ganadera que contaba con unas 18
cabezas de ganado vacuno, y el sueldo que el cabeza de familia percibía por su trabajo
como guarda de caza, desde finales de la década de 1980. Además, esta familia se
esmeraba en mantener buena relación con las elites políticas locales217.
Según explicaba María su hija mantenía el contacto con los jóvenes de la comarca que
ya ocupaban un puesto de trabajo relacionado con su misma formación, con la intención
de que intercedieran a su favor y pudiera ocupar el siguiente puesto que quedara
disponible. En 2007, la hija de María consiguió su primer trabajo como ingeniera en la
comarca, que no tardó en abandonar por el escaso sueldo, 600 euros al mes, que
percibía. Según contó María, ella misma y su marido habían aconsejado a su hija que
abandonara el trabajo e intentara buscar una ocupación mejor, porque con ese sueldo no
valía la pena continuar trabajando. Aunque lo que María no acababa de comprender era
cómo los operarios que trabajaban con su hija lograban sobrevivir, sino tenían estudios
universitarios y supuestamente tenían un sueldo inferior. María también explicó que en
una ocasión, a su hija menor le había salido la oportunidad de trabajar en un museo de la
comarca, durante los meses de verano, pero como su trabajo consistía en accionar una
estructura de madera, después de asistir un par de días, ella y su marido también le
aconsejaron que dejara el trabajo, porque por lo que hacía (un trabajo poco cualificado)
217 En el contexto previo a las elecciones municipales de 2011 esta fue una de las casas que recibió la
visita del acalde del valle y otros alcaldes de la zona, para pedir el voto de los miembros de la familia.
350
no valía la pena continuar trabajando. En este punto resulta interesante considerar los
comentarios de Marta que mantenía una excelente relación con la familia de María, en
un momento en que el sueldo de su marido, que no contaba con el graduado escolar y
trabajaba como transportista en la industria de la construcción, era el que permitía a la
familia de Marta vivir sin demasiados apuros. Según Marta, los comentarios que María
hacía sobre la experiencia laboral de sus hijas, eran un ejemplo de lo distanciada que
vivía la población autóctona de la realidad del mundo exterior, donde la gente no dejaba
pasar la oportunidad de trabajar al precio que fuera, más cuando lo que uno necesitaba
era coger experiencia, para un día poder situarse218. En relación con la actitud de María,
que se esforzaba por ser especialmente complaciente y mantener el contacto con los
clientes bien posicionados que se alojaban en su casa por si un día tenía que pedirles
algún favor para sus hijas, Marta comentaba que era por medio de padrins (enchufe)
que los miembros de las cases veïnes conseguían vivir bien, además de contar con la
herencia de una patrimonio familiar. Pero “tener enchufe”, como el patrimonio no
estaba al alcance de toda la población; ya que ello dependía de la posición de la casa y
de las alianzas que sus miembros fueran capaces de establecer con individuos
influyentes.
En relación con las hijas de María, Marta comentaba que estaban muy bien
acostumbradas, porque por echar una mano a su madre en el negocio turístico familiar,
de vez en cuando, la familia destinaba la casi totalidad del sueldo del cabeza de familia
a costear la vida acomodada a la que se habían acostumbrado. Cuando estaban en el
valle, solían salir de fiesta casi cada fin de semana como el resto de jóvenes autóctonos.
Cuando estaban en Barcelona llevaban el mismo estilo de vida que los jóvenes que
vivían en una ciudad, se compraban ropa a menudo, iban al gimnasio, estudiaban inglés,
etc. Una vida sin demasiados esfuerzos, según se desprendía de las palabras de Marta,
que contrastaba con la falta de capacidad de sacrificio que María atribuía a las
generaciones más jóvenes cuya preocupación principal, decía, era tener una vida lo más
cómoda posible. Así lo manifestaba cuando explicaba que sólo la falta de ganas de
trabajar podía explicar que un solo individuo de la comarca se hubiera presentado para
218 Marta se refería especialmente a su experiencia laboral, y a la de otros individuos que vivían en zonas
cercanas a Barcelona, que como ella dependían de la posibilidad de continuar realizando trabajos poco
cualificados.
351
trabajar en la campaña de recogida de fruta219. Yendo incluso más lejos, María
explicaba que la situación de crisis económica a la que se había llegado se debía a que la
gente no había sabido administrarse, especialmente la gente de la ciudad. En su casa se
había llegado a alojar gente que ganaba entre 3.000 y 4.000 euros al mes, pero que no
tenía un duro porque el dinero se les iba en pagar el préstamo que cada año pedían para
hacer vacaciones. En cambio, ella como mucha gente del valle, nunca había hecho
vacaciones e igualmente vivía. Según contaba, la gente de los pueblos ya sabía que uno
no podía gastar más de lo que tenía y que debía evitar hacer tratos con los bancos,
porque sus padres, como sus abuelos habían hecho primero con ellos, así se lo habían
enseñado. Comparando los hábitos de las generaciones actuales con los de su época de
juventud, María decía que antes no se acostumbraba a salir de fiesta tan a menudo,
porque sólo se celebraban las fiestas mayores. La gente volvía a casa a última hora de la
tarde, cuando había terminado el baile de tarde para cenar. Si luego había algún coche
disponible se volvía a salir de fiesta, pero si no se daba el caso, que era lo más habitual,
uno se quedaba en casa tan tranquilo.
El cambio en las prácticas consumistas entre su generación y la generación de jóvenes
actual, del que sus propias hijas parecían ser un claro ejemplo, al que Maria hacía
referencia se fundamentaba en dos sistemas de valores opuestos pero complementarios
que ponían de manifiesto la concepción que la población autóctona tenía de la gente
ciudad, y el sistema de valores con los que en contraposición se identificaban. Si el
despilfarro era una característica de la gente de ciudad, el esfuerzo, el sacrifico y la
austeridad lo eran de la gente de los pueblos. Lo interesante de esto era que los jóvenes
autóctonos del valle llevaban un estilo de vida parecido al de la gente de ciudad. La
aparente contradicción entre el sistema de valores en que se fundamentaba el modelo de
conducta ideal local y las prácticas de los jóvenes que se correspondían con un sistema
de valores que venía de fuera, y la tolerancia de los veïns al estilo de vida
“despreocupado” de sus hijos mientras estudiaban, podría explicarse por la concepción
de la educación como un capital simbólico que repercutiría a favor de la propia casa, ya
fuera como fuente de prestigio o como un medio por el que aumentar la rentabilidad del
patrimonio familiar. El nivel de educación de los hijos, y el estilo de vida que llevaban
219 Entre 2005 y 2014 las únicas familias que vivirán una situación de paro larga, más de un año, serán
dos famílies de fora, dependientes del trabajo del hombre en la industria de la construcción, y en menor
medida, de los trabajillos, como la limpieza puntual de las cases de los veïns, que puntualmente
realizaban las mujeres.
352
mientras estudiaban, también era una forma que las casas tenían de mostrar su pujanza,
especialmente las que habían sido capaces de poner en marcha un negocio de turismo
rural220.
Sobre la educación de la generación actual de jóvenes, un veí de 70 y picos años de
edad, hijo de una casa ni rica ni pobra, según él mismo la definía, que toda su vida
había trabajado de payés en su casa y haciendo algún jornal en las cases fortes del valle,
explicaba que en el pasado, unos 40 años atrás, las condiciones de los jóvenes que salían
fuera a estudiar no eran las mismas de las que disfrutaban los jóvenes actuales.
Haciendo referencia a la época de escolarización de sus dos hijas, de entre 45 y 50 años
de edad, este hombre contaba que como entonces no había transporte escolar los jóvenes
tenían que quedarse internos en los colegios, hasta el fin de semana, cuando algún padre
podía ir a buscarlos. Tampoco había ningún tipo de ayuda económica y eran las familias
las que tenían que asumir el coste de la escolarización de los hijos. En la misma época y
de forma parecida se expresaba una mujer autóctona de una edad similar, cuya casa
había dependido de una explotación ganadera más bien pequeña, cuando explicaba que
sus dos hijos pudieron estudiar gracias al dinero que entraba en casa a través de las
pensiones de jubilación de sus padres. Para esta mujer y su marido, poder dar una
educación a los hijos era de suma importancia, porque al disponer de pocas tierras esa
era la mejor manera de favorecer que tuvieran mejores condiciones de vida en otro
lugar, aunque ello también significara el abandono definitivo de la casa221. En relación
con su propia experiencia de vida, esta mujer y el veí anterior explicaban que haber
vivido en el valle les había supuesto demasiados esfuerzos para tan sólo llegar a
sobrevivir. Estos dos testimonios son importantes, porque permiten establecer un
paralelismo y comparar el sentido que se asigna a la educación de los hijos en distintos
momentos. Si en las décadas de 1970 y 1980, cuando el valle y la comarca continuaban
perdiendo habitantes, debido a la imposibilidad del sector primario para fijar población,
las familias concentraron sus esfuerzos en dar una educación a los hijos para favorecer
su salida de un mundo con pocas expectativas, a principios del siglo XXI la
220 Los jóvenes que tenían hábitos más consumistas eran los hijos de las cases que van a més, que a
excepción de dos cases fortes, eran las casas donde se concentraba la generación de individuos jóvenes.
El comportamiento de los hijos de las cases fortes se diferenciaba en varios aspectos. Tomando como
ejemplo las hijas de Pedro, estas chicas no salían tanto, reduciendo sus salidas a las fiestas mayores más
cercanas, consumían lo mínimo, y en raras ocasiones cenaban fuera de casa.
221 La casa de esta mujer es una de las casas que a principios de la década del 2000 decide vender las
cuadras familiares a una inmobiliaria.
353
preocupación de las casas que habían podido dar el salto y participar del desarrollo de
un nuevo modelo económico (por edad del cabeza de familia, por la disponibilidad de
subvenciones, por la capacidad de asumir un riesgo económico, etc.,) era cómo
conseguir que los hijos regresaran y pudieran desarrollar la carrera profesional para la
que se habían formando, para continuar explotando un patrimonio familiar próspero y
dar continuidad a la casa222.
En 2010, la hija mayor de María participa en un video que se difunde por las redes
sociales para dar apoyo a la candidatura de un político local, en el que aprovecha para
dar a conocer su situación y explicar que había decidido quedarse a vivir en el pueblo en
el que había nacido, porque era donde estaban su casa y sus arrels (raíces), y porque si
todos los jóvenes que salían a estudiar fuera decidían no volver, en cuestión de pocos
años el pueblo acabaría desapareciendo. Pero lo cierto era que a los tres años de haber
terminado la carrera, y de haber trabajado como secretaria y de “lo suyo” (ingeniera de
telecomunicaciones) a tiempo parcial, entre 2007 y 2009, esta chica todavía no había
encontrado un trabajo estable ni tenía unos ingresos regulares. Después de un noviazgo
de siete años, se casa, en 2012, con un hombre originario de la comarca, donde vivirá en
un piso propiedad de la familia de su marido. En 2014, con 31 años, cuando se dedica a
dar clases particulares a domicilio, tiene a su primer hijo. El convencimiento con que la
hija mayor de María expresaba ante una cámara su deseo de quedarse a vivir en el valle,
contrastaba con las palabras de otra joven autóctona cuando explicaba que si esta mujer
había regresado después de finalizar los estudios en Barcelona, era porque su novio era
hijo de la comarca; ya que uno de sus planes, según ella misma habría explicado, era
buscar un trabajo y quedarse a vivir en Barcelona, al menos, durante unos años. Sobre la
situación de la hija mayor de María, otro veí también comentaba que el nivel de
formación que había adquirido, había acabado por poner a su familia en un dilema. En
la comarca, no acababa de encontrar un trabajo que le permitiera situarse, según sus
expectativas. Podía instalarse en casa y encargarse del negocio de turismo familiar, pero
tenía otra hermana, y además su marido trabajaba en un negocio familiar relacionado
con la industria de la construcción en la capital de la comarca, con lo que era de esperar
que no quisiera subir a vivir al valle. Comparando la situación de la hija mayor de María
con la de otra joven autóctona, cuya casa dependía del salario que su padre percibía por
su trabajo en la industria de la construcción, este hombre decía que esta otra chica
222 La pérdida de las generaciones de 1960, 1970 y 1980 se observaba en el reducido número de
individuos autóctonos que, en 2005, tenían entre 40 y 50 y pocos años de edad.
354
tendría más facilidades para ganarse la vida, porque como era hija de una casa que no
tenía patrimonio podía marcharse a trabajar donde quisiera.
La situación de la hija menor de María era parecida a la de la hermana mayor, aunque
algo diferente. Después de haber cursado la carrera de Pedagogía y de Educación
Infantil, esta chica también regresa a la comarca instalándose con su novio, que
trabajaba en la industria de la construcción, en la capital, en un piso de alquiler. Aunque
en alguna ocasión, había manifestado la voluntad de buscar trabajo en Barcelona, para
cambiar de aires, esta idea acaba perdiendo fuerza a medida que pasa el tiempo. Como
su hermana, alternaba periodos de trabajo a tiempo parcial y completo con periodos de
paro forzado, que no impidieron que, en 2014, también tuviera a su primer hijo que
empadronó en casa de sus padres. Desde este momento, la hija menor de María y su
pareja viven entre la capital de la comarca y el valle, donde se instalan en un
apartamento familiar223. Sobre la situación de las hijas de María, que no contaban con
una estabilidad laboral que permitiera que fueran económicamente independientes ni
había perspectivas de que la situación mejorara a corto plazo, Marta comentaba que no
entendía cómo su madre las animaba a tener hijos. La única explicación posible era que
además de contar con los recursos de sus parejas también pudieran recurrir al
patrimonio familiar, en caso de necesidad224.
A Marta también le costaba entender porqué las familias del valle invertían tanto en la
educación de sus hijos, si cuando éstos regresaban a la comarca, que parecía ser la
tendencia actual, no podían trabajar en lo que se habían formado, porque el mercado
laboral de la comarca no demandaba trabajadores altamente cualificados225. En relación
con las quejas de María y otros veïns por la dificultad con que sus hijos se encontraban
para encontrar un trabajo acorde con su formación que favoreciera su retorno, Marta
decía que uno tenía que saber lo que quería. Si la prioridad era vivir en el valle, uno
trabajaba de lo que fuera y se ganaba la vida como podía, porque vivir donde quería
recompensaba el esfuerzo. Esta sería la situación en la que se encontraban ella y su
223 Entre principios de la década del 2010 y hasta 2014, cinco adultos jóvenes, hijos del valle,
coincidieron viviendo con sus parejas, todas originarias de la comarca, a excepción de un caso, en pisos
de alquiler en la capital de la comarca.
224 La idea de pasar un tiempo trabajando en un puesto de responsabilidad fuera de la comarca, después de
terminar los estudios, era común entre muchas chicas, que también decían que cuando quisieran crear una
familia y llevar un ritmo de vida más tranquilo, sería cuando se plantearían volver a la comarca.
225 Entre 2005 y 2006, en el valle sólo había un chico cursando estudios universitarios frente a cuatro
chicas. En esta misma época, se contaban hasta 15 individuos de entre 13 y 24 años de edad de ambos
sexos.
355
marido. Pero si lo que uno quería era vivir en el valle, porque ello significaba poder
vivir sin demasiados esfuerzos, entonces la prioridad no era el sitio, como
argumentaban los jóvenes autóctonos y sus padres, sino vivir donde estaba el
patrimonio familiar, y para ello no hacía falta tener tantos estudios. Marta podía estar en
lo cierto, pero el caso de la hija mayor de María había puesto de manifiesto otra
realidad, y era que el patrimonio de su casa, el mismo que había permitido que pudiera
estudiar y el que podía garantizarle los medios de vida para vivir en el valle, también
había condicionado la posibilidad de desarrollar su carrera profesional al favorecer su
retorno. Uno de los aspectos en que su formación podía haber jugado a su favor habría
sido a la hora de conseguir casarse con un hombre autóctono, cuya familia poseía un
negocio. Marta también explicaba que durante el tiempo en que los jóvenes del valle
estudiaban, básicamente chicas, casi cada fin de semana regresaban a casa. Lo que, en
su opinión, dificultaba que conocieran otro tipo de gente y ambientes, que hicieran
nuevos amigos, o que salieran con chicos que no fueran de la comarca. Salir del valle y
pasar unos cuantos años viviendo en Barcelona o en cualquier otra ciudad debía ser la
oportunidad para conocer un mundo nuevo que estas chicas, bajo su punto de vista, no
sabían aprovechar, por no haber sabido distanciarse de sus casas. Convencida, Marta
afirmaba que si la mayoría de jóvenes manifestaba su deseo de volver al valle una vez
finalizaban los estudios o de no marcharse en caso de no haber salido nunca, era porque
casi todas las casas del valle contaban con un patrimonio que aseguraba su
supervivencia. Pero esto tenía la compartida de no poder desarrollar una profesión,
mostrando cómo la incapacidad de los jóvenes para realizar sus proyectos estaba en
relación con un sistema de valores que fomentaba que los miembros de las casas
continuaran supeditando los intereses personales a los intereses de la casa.
A Marta también la sorprendían los comentarios de algunos propietarios de segundas
residencias y turistas asiduos, cuando le decían que podía considerarse privilegiada por
poder vivir en un pueblo tan bonito y que si ellos pudieran también abandonarían
Barcelona y subirían a vivir al valle, porque la visión del valle de estos individuos no
tenía nada que ver con la experiencia de la vida diaria en él. Según Marta, el valle podía
ser un lugar muy bonito, pero vivir en la montaña durante todo el año era duro y caro,
especialmente durante los meses de invierno, cuando cada cual tenía que preocuparse de
mantener su calle limpia de nieve, y hacer frente a los gastos de un buen sistema de
calefacción. Cuando algún turista o propietarios de segundas residencias le insistían en
que eso eran cosas menores, en comparación con la belleza del lugar, ella les contestaba
356
que dejaran el trabajo que tenían, el mismo que les permitía contar con los recursos para
tener una segunda residencia y consumir los servicios turísticos de la comarca, y
experimentaran vivir en el valle trabajando en cualquier cosa. Entonces, decía Marta,
todos callaban.
La idea de volver a casa después de terminar los estudios universitarios, también estaba
presente en los hijos de las cases fortes. Según explicaban algunos jóvenes de la
comarca, hijos de ganaderos, su idea era estudiar alguna ingeniería que luego les
permitiera mejorar las instalaciones y la productividad de la explotación ganadera
familiar, para poder establecerse en la comarca y seguir con la actividad económica de
la casa. Pero si estos chicos entendían que tener una buena formación era importante
para ganarse mejor la vida y poder continuar explotando el patrimonio familiar, también
decían que tener estudios no lo era todo, porque en la comarca todo tenía que ver con la
política; ya que sólo se colocaban (“enchufaban”) “los cuatro de siempre”, es decir, los
miembros de las familias que contaban con las alianzas más influyentes226. En 2006, en
el valle un solo chico, hijo de un ganadero, cursaba estudios universitarios. Este chico
comentaba que no le importaría quedarse en casa ayudando a su padre. Después de
terminar los estudios de ingeniería agrónoma y trabajar durante un tiempo de “lo suyo”
a cambio de un buen sueldo, según explicaron algunos veïns, este chico decide
abandonar su puesto de trabajo y volver a casa para trabajar en la explotación familiar.
Este momento coincide con su decisión de encabezar una lista electoral en las
elecciones municipales de 2015. Un camino similar seguirá la hija menor de Pedro,
cuando decide quedarse en casa y trabajar con su padre en la explotación ganadera
familiar. Lo más sorprendente es que en este caso se tratará de la candidatura que se
presenta en representación del partido político que tradicionalmente ha ganado las
elecciones en la comarca, con el que la casa de Pedro siempre se había mostrado
contrario227. El veí que encabezaba esta misma lista, miembro de una casa rica, (el
padre de José) habría ido a buscar a esta chica, por su capacidad de iniciativa y con la
226 Como se ha indicado en relación con la situación de la casa de Ana, esta expresión era relativamente
frecuente entre los miembros de las cases pobres, pero no entre los miembros de las cases que van a més.
También se escuchaba entre los miembros de las cases fortes, como mostraba el caso de estos chicos, lo
que podía ser interpretado como signo de que sus casas aun continuando estando bien posicionadas,
habían perdido fuerza ante las cases riques y las cases que van a més.
227 En relación con la implicación de los miembros de esta casa en política, un veí explicaba que
contrariamente a lo que podía pensarse, Pedro afirmaba que era de izquierdas, pero que eso tampoco
quería decir nada porque “esta gente” (los miembros de las cases fortes) tenían conocidos y parientes en
todas las bandas.
357
intención de conseguir el apoyo de los miembros de otras cases fortes que dependían de
la ganadería, aunque sospechaba que ni Pedro ni los otros miembros de la familia le
votarían, porque como siempre continuarían votando a la lista de la oposición, que en
este caso encabezaba el chico anterior, hijo de otra casa forta y sobrino de Pedro228. Ya
en las elecciones municipales de 2011, la hija mayor de Pedro había integrado la lista
electoral, encabezada por su tío, el padre del sobrino de Pedro, también en
representación de la oposición. Por encima de los motivos que cada individuo pudiera
alegar para justificar su participación en la política local, los casos anteriores mostraban
cómo las generaciones más jóvenes de las casas acababan “metiéndose en política”,
cuando la forma por la que se expresaba el patrimonio de sus casas –una explotación
ganadera competitiva y/o un negocio de turismo rural próspero- favorecía su retorno y/o
permanencia en el valle229, y les garantizaba poder continuar disfrutando de una
posición aventajada. También mostraban cómo las relaciones de parentesco que
actuaban como un recurso para contar con un grupo de apoyo, tampoco eran un
obstáculo para que en un contexto diferente se fomentaran las alianzas con otras casas,
si con ello se conseguía defender los intereses de la propia casa, que era la prioridad
principal.
Era tanta la importancia que la población concedía al hecho de “tener enchufe”, como el
principal medio por el que conseguir un buen puesto de trabajo, que trabajar para la
Administración, la principal proveedora de lo que en la comarca se consideraba un buen
puesto de trabajo, era sinónimo de “ser un enchufado”. Así lo ponía de manifiesto un
hombre originario de la comarca cuando en relación al Consell Comarcal, el órgano de
gobierno supramunicipal cuya composición variaba con los resultados de las elecciones
municipales, decía que era imposible que alguien que no tuviera el carné del partido
político que gobernaba en casi todos los ayuntamientos de la comarca, y por extensión
en la mayoría de las comarcas del Pirineo catalán, entrara a trabajar en esta institución;
ya que todos los que trabajaban en el Consell era por enchufe. Cuando alguien dejaba su
puesto, porque había encontrado un trabajo mejor, colocaba a un pariente o a un
228 Después de haber sido alcalde durante 12 años, en 2015, el veí-cabeza de familia propietario de una
constructora ya jubilado,deja de encabezar la lista por el partido político con el que había gobernando,
pero continua integrando la candidatura por el mismo partido político para favorecer que el padre de José
con el que mantenía una excelente relación se convierta en el próximo alcalde.
229 Así, la hija mayor de María había formado parte de la candidatura que ganó las últimas elecciones
municipales, como también era el caso de otra joven cuya casa también dependía del turismo y la
ganadería.
358
conocido en su lugar, sin que hubiera ningún proceso de selección y sin que importara
demasiado si era eficaz en su trabajo, porque lo que importaba a parte de ocupar un
puesto de trabajo que permitiera percibir un sueldo era aprovechar la oportunidad para
establecer nuevos contactos de los que poder beneficiarse en un futuro. Lo que
significaba que los organismos e instituciones político-administrativas locales se
concebían como un medio para llegar a satisfacer los intereses y las necesidades de la
propia casa230. Según este hombre, esta forma de proceder se debía a que sólo hacía
cuatro días que la comarca se había abierto al exterior, pero tampoco veía que las cosas
fueran a cambiar fácilmente, porque para continuar ocupando el mismo puesto y
continuar estando bien relacionada la población cambiaba de color político según la
coyuntura del momento, de modo que “los cuatro de siempre” continuaban sin moverse
de sitio. De forma similar se expresaba un veí del valle, hijo de una casa pobra,
contrario al equipo de gobierno local, que había conseguido mejorar su posición al
poner en marcha un negocio turístico, cuando explicaba que era muy difícil que otra
candidatura que no fuera la del partido político que solía ganar las elecciones
municipales a nivel comarcal saliera escogida, porque como la gente tenía parientes y
conocidos trabajando en el Consell, siempre se volvía a votar al mismo partido para que
aquéllos conservaran el puesto de trabajo, y pudieran actuar a favor de uno en caso de
necesidad.
Antes de continuar mostrando la importancia de participar en política y/o de establecer
alianzas con representantes políticos locales para satisfacer los intereses de la propia
casa, se considera importante volver al testimonio de María para ver cómo la expresión
“tenir arrels”, que se encuentra en el discurso de su hija mayor, y en el suyo propio,
por la que se hace referencia a un sentimiento de pertenencia indisociable del hecho de
ser hijo de una casa veïna, se convierte en el medio por el que justificar el derecho a que
la generación actual de jóvenes autóctonos pueda acceder a un buen puesto de trabajo, y
satisfacer sus expectativas. María, como otros miembros de cases veïnes, explicaba que
por mucho que pasara el tiempo, la gent de fora que vivía en el valle nunca llegaría a ser
considerada igual que los miembro de las cases veïnes, porque sus arrels eran otras.
Comparando la situación de su hermana pequeña (filla del poble) y la suya –ella era la
230 En este sentido pueden considerarse las quejas de los técnicos y el director del parque natural, cuando
decían que la población les presionaba para satisfacer los intereses de sus casas, ya fuera en las oficinas
del parque natural o en encuentros casuales fuera del horario laboral. Pero también pueden considerarse
los comentarios del secretario y la administrativa que trabajaban en el ayuntamiento, que no eran
originarios de la comarca, cuando explicaban que la población local creía que el ayuntamiento tenía que
acabar solucionando todos sus problemas.
359
única de tres hermanas que se había quedado a vivir en el valle, llegando a depender
durante un tiempo de la pensión de jubilación de sus suegros hasta que su marido
consiguió un puesto como guarda de caza-, María insistía en que su hermana ya no era
del valle a pesar de regresar cada fin de semana a la casa natal, donde vivía su madre y
donde continuaba empadronada, porque ya había pasado mucho tiempo desde que se
había marchado para ir a estudiar, y porque estaba claro que no iba a abandonar el
puesto de trabajo con el que se ganaba muy bien la vida para regresar al valle. En un
contexto en el que se entendía que los que se habían marchado para estudiar estaban
bien situados y vivían cómodamente, María justificaba el derecho de los jóvenes
autóctonos a ganarse también bien la vida, pero en el valle o en la comarca para
continuar explotando el patrimonio familiar y asegurar la continuidad de la casa, en
relación a un sentimiento de pertenencia que los impelía a regresar a sus casas, que no
había impedido que las generaciones anteriores hubieran abandonado el valle para no
regresar. Si se tenía en cuenta la limitada demanda de puestos de trabajo cualificados
que ofrecía el mercado laboral de la comarca, podía entenderse cómo haciendo
referencia a las arrels los miembros de las cases veïnes pretendían legitimar su derecho
a “ser enchufados”231. De lo anterior también se desprende que la importancia que los
jóvenes concedían a las arrels era el resultado de la transmisión de un sistema de
valores que paralelamente coartaba la realización de las aspiraciones personales. En este
sentido, puede afirmarse que con la expresión “tenir arrels”, frecuente en el discurso de
los miembros de las cases veïnes con independencia de su edad y sexo, se transmitía el
sentimiento de pertenencia a una casa y un lugar junto con la identidad individual. Para
comprender la relación entre “tenir arrels” y la capacidad para establecer y activar
alianzas con individuos influyentes, para satisfacer los propios intereses se va a
presentar el caso de otra joven. Esto también va a permitir comprender el sentido
práctico que toma el pasado de las casas por la puesta en valor de una relación anterior
entre casas y las distintas generaciones que integran el grupo doméstico.
231 Los comentarios sobre los individuos que habían abandonado el valle, con anterioridad, en las décadas
de 1950-1960, para buscar un trabajo, eran distintos. En este caso no se decía que se trataba de individuos
que vivían muy bien, sino de individuos que habían tenido problemas para sobrevivir, muchos de los
cuales habrían vuelto sino fuera por la vergüenza de tener que reconocer que habían fracasado, según
explicaban los veïns. Las palabras de María ayudaban a comprender mejor las tensiones y las envidias que
caracterizaban la relación entre veïns y gent de fora (fills del poble), y la insistencia de los miembros de
las cases veïnes por diferenciarse y distanciarse de los fills del poble que habían abandonado el valle en la
década de 1970.
360
En una ocasión Alicia explicaba que no se imaginaba viviendo lejos de su casa y que no
comprendía la actitud de otros jóvenes originarios también de pueblos pequeños, que
sólo hacían que quejarse por todos los inconvenientes que les había supuesto haber
nacido en pueblos con poco recursos de los que deseaban marcharse, aun siendo el lugar
donde vivía su familia y donde tenían las arrels. En otoño de 2005, cuando había
finalizado su primer contrato laboral, Alicia hija de una casa que va a més después de
que sus padres pusieren en marcha un negocio de turismo rural explicaba que se sentía
muy satisfecha, porque sólo haber finalizado los estudios universitarios en Lleida, había
encontrado “trabajo de lo suyo”, en una capital de comarca situada a más de 100
kilómetros de distancia del valle, a la que se desplazaba cada día en autocar desde el
piso que sus padres tenían en una pequeña ciudad situada a mitad de camino. Pero a
pesar de todas las ventajas que Alicia veía en el hecho de adquirir experiencia
profesional en lo que le gustaba y para lo que se había formado, también lamentaba no
haber estado en casa los meses de verano, para ayudar a su madre en el negocio turístico
familiar. Después de haber finalizado su primer contrato Alicia se había quedado en
paro, pero con el año a punto de finalizar, y habiendo trabajo en casa esperaría la
entrada del año nuevo para volver a empezar a buscar trabajo. El contrato que acababa
de finalizar lo había encontrado después de presentar currículos en distintas poblaciones
y capitales de comarca de la provincia de Lleida. Alicia, decía que uno tenía que
moverse e ir a trabajar donde hiciera falta, porque las oportunidades no se podían dejar
pasar, pero también comentaba que no se planteaba buscar trabajo en Barcelona, porque
le costaría mucho acostumbrarse al ritmo de una gran ciudad, si bien las posibilidades
de encontrar trabajos cualificados en la comarca eran escasas, porque todo el mundo se
conocía y los puestos de trabajo bien remunerados ya estaban ocupados. Si “uno no
tenía enchufe” poca cosa podía acabar haciendo. Según decía todo tenía que ver con la
política, es decir, con las alianzas con que contaba la casa de la que uno era hijo. Alicia
comentaba que en casa, con sus padres, no estaba mal, pero que le gustaría encontrar los
medios para ganarse la vida y poder ir más a la suya, aunque no le gustaría que ello
significara dejar de vivir en el valle o en la comarca, o que a su pareja no le gustara vivir
en un pueblo pequeño, porque por nada del mundo se imaginaba viviendo en otro lugar
que no fuera el pueblo donde había nacido. Esta última preocupación desaparece
definitivamente cuando al cabo de un par de años acaba casándose con el hijo de un
propietario de una segunda residencia que sube a vivir al valle y que se implica
activamente en todos los actos y fiestas que se organizan.
361
Alicia contaba que a menudo pensaba en cómo sería su pueblo dentro de unos años y
quién viviría en él, y que se le hacía un nudo en el estómago de sólo pensar que podía
acabar deshabitado y abandonado. Los padres de esta chica valoraban que ella y sus dos
hermanas mayores, que también tenían estudios universitarios y vivían fuera del valle,
hubieran adquirido un nivel de formación superior al suyo, pero no acababan de
entender porqué se preocupaba tanto por conseguir un trabajo, cuando en casa ya había
trabajo suficiente. Según explicaba Alicia, a sus padres, que regentaban una RCP desde
finales de la década de 1980, les había costado mucho esfuerzo conseguir todo lo que
tenían. Cuando la casa dependía de la ganadería los esfuerzos de la familia se centraban
en cuidar de la pequeña explotación que poseían, y aunque ella –en 2006, tenía 24 años
de edad-, a diferencia de sus hermanas, ya no tenía la experiencia de ir a la montaña
para cuidar del ganado, sí recordaba cómo los planes que sus padres habían hecho
contando con el dinero que obtendrían de la venta de los terneros, desaparecían de la
noche a la mañana si los animales se despeñaban o morían de alguna enfermedad. En
2005, el turismo era la única actividad de la que dependía esta casa, aunque es
importante señalar que otro recurso económico de la casa era la pensión de jubilación
que el padre de Alicia recibía por su trabajo anterior en una empresa hidroeléctrica, y
que este hombre era el exalcalde del municipio y promotor de la fiesta mayor del pueblo
en el que había nacido, en el que sólo vivían dos hombres solteros, y el cabeza de
familia de una casa que había llegado a disfrutar del dret de veïnatge sin aparentemente
cumplir con ninguno de los requisitos contemplados en las ordenanzas. En opinión de
Alicia, cuando los padres insistían en que todo lo que tenían y habían conseguido a
fuerza de trabajo y sacrificios era para los hijos, lo que conseguían era volver a los hijos
incapaces de tomar las propias decisiones por temor a contrariar y no cumplir con las
expectativas y los planes de los padres. En este sentido, decía que los padres eran
egoístas porque anteponían sus intereses, que eran los intereses de la casa para la
conservación del patrimonio familiar, al bienestar y la felicidad de los hijos. Lo que
mostraba, como había puesto de manifiesto el caso de la hija mayor de María, que la
transmisión del patrimonio familiar, era indisociable de la transmisión paralela de un
sistema de valores y una visión del mundo en los que la defensa de los intereses de la
casa era la prioridad.
A principios de 2006, y ante la previsible baja por maternidad de la administrativa del
ayuntamiento, el secretario y el alcalde empiezan a pensar en las posibles candidatas
que podían pasar a ocupar este puesto de trabajo. Como en el valle se sabía que Alicia
362
buscaba trabajo –pasa parte del invierno trabajando en una empresa de deportes de
aventura, y en la guardería de una pista de esquí- es convocada, junto con otras dos
mujeres, a un proceso de selección, supervisado por el secretario del ayuntamiento. Las
otras dos mujeres también son originarias de la comarca, pero ninguna de ellas es hija
de una casa veïna del valle. Con el proceso de selección terminado, y conocido el
resultado de las pruebas, el alcalde y el secretario comentan en uno de los bares locales
que debido a la baja puntuación obtenida, Alicia no iba a ocupar el puesto. Pero antes de
que el secretario pudiera comunicarle el resultado personalmente, un veí que había
escuchado la conversación se adelantó y comunicó a Alicia la noticia, ante el resto de
jóvenes autóctonos. Al día siguiente Alicia se presentó al ayuntamiento para manifestar
su desacuerdo con el resultado de las pruebas y reprochar al secretario que no hubiera
actuado en su favor, después de haberle insinuado que ella era la candidata favorita. El
secretario justificó su decisión, amparándose en el resultado objetivo de las pruebas,
siendo entonces cuando Alicia comentó que el trato que había recibido era injusto,
porque cuando su padre había sido alcalde lo había dado todo por el valle. Por su parte,
el padre de esta chica también manifestó su desacuerdo con la decisión del secretario,
que no cesaba de insistir en que la elección de la candidata no dependía de su voluntad,
sino del resultado de un proceso riguroso de selección. La reacción de Alicia y su padre
había que situarla en relación con varios factores. La objetividad del proceso de
selección a que hacía referencia el secretario para justificar una decisión que no
dependía de él había impedido que los miembros de una casa veïna pudieran ejercer su
influencia sobre un tercero para que éste intercediera a favor suyo, limitando su
capacidad para actuar según la relación lógica patrimonio-veí y no poder transmutar la
historia de las relaciones y alianzas de la casa por un puesto de trabajo232. En este
sentido, la reacción de Alicia podía entenderse como el resultado de haber concebido su
participación en “un proceso riguroso de selección” como un mero trámite, al dar por
hecho que el puesto de trabajo sería para ella. Lo curioso del caso era que esto acontecía
en el ámbito del ayuntamiento una institución que si bien debía actuar siguiendo
criterios objetivos en reconocimiento de la igualdad de todos los individuos, también era
la institución que miraba por los intereses de las cases veïnes al representar al Común de
Vecinos, que su padre había presidido en su función de alcalde, en tanto veí-cabeza de
232 Las contrariedades que surgían de la interdependencia entre una organización político-administrativa y
la estructura de poder local ya se habían puesto de manifiesto en el contexto del reparto de kilovatios, y
las dificultades por hacer cumplir las ordenanzas.
363
familia. Lo que suponía, que con su decisión el secretario no sólo no reconocía el valor
del pasado de la casa de la Alicia, sino que tampoco reconocía la trayectoria en la
política local de su cabeza de familia. Con lo que la ofensa de Alicia y su padre era
doble; ya que Alicia se veía incapaz de poner en valor el ser hija de una casa veïna y de
un hombre largamente vinculado a la política local, mientras su padre quedaba
deslegitimado para satisfacer los intereses de su casa después de haber actuado en
beneficio de todas las cases veïnes cuando había sido alcalde233. El comportamiento de
Alicia y su padre, también mostraba cómo la denuncia de la situación de individuos que
se consideraba que “eran unos enchufados” no impedía que la población intentara por
todos los medios conseguir “un buen enchufe”.
Otro caso que mostraba la importancia de las alianzas con los representantes políticos
locales como un medio por el que favorecer a la propia casa era la explotación de la
piscina municipal de la capital del municipio. La redacción de una cláusula en el
contrato de compra-venta de los prados en que se construyó esta instalación, propiedad
de la familia de Pedro, había permitido que sea esta familia tuviera prioridad para
explotar la piscina por encima de cualquier otro individuo que estuviera interesado234.
Desde su creación, a finales de la década de 1990, y a excepción de algún año en que
miembros de otra casa veïna que mantenían buena relación con la casa de Pedro se
habían encargado de llevarla, siempre habían sido las hijas y/o la mujer de Pedro las que
habían explotado la piscina. Pero en verano de 2011, otra joven accedió a explotar la
piscina, en agradecimiento al apoyo que los miembros de su casa habían dado a la
candidatura del alcalde que en el contexto de las elecciones municipales de ese mismo
año volvió a salir reelegido. Así se desprendía de las palabras de un miembro del equipo
de gobierno local, y así lo explicó la familia de Pedro. Según el miembro del equipo de
gobierno local, la versión oficial había sido que las hijas de Pedro ya no llevaban las
piscinas, porque por razones de estudios no estaban disponibles para abrirlas a finales
de junio que era la condición que el ayuntamiento había impuesto. Pero el “motivo real”
del cambio de fecha en la apertura de la instalación, no respondía a la intención de sacar
un mayor rendimiento de las piscinas sino al interés del alcalde por saldar la deuda que
había contraído con la otra casa, después de darle su apoyo político, evitando, además,
233 Como sucedía con el alcalde actual, y quizá con cualquier otro individuo que llegara a ser alcalde, no
era extraño que los veïns comentaran que este hombre había aprovechado su posición de fuerza para
beneficiar a su casa sin tener en cuenta los intereses del resto de cases veïnes.
234 Según algunos veïns, la venta de este terreno y alguna otra parcela sirvió para que esta familia pudiera
comprar un tractor más moderno para trabajar las tierras.
364
tener que negociar un año más con la familia de Pedro, a la que se consideraba
especialmente intransigente, las condiciones del contrato. La familia de Pedro dijo que
debido a la buena relación que había entre el acalde y la casa de la chica a la que se
acabó contratando, no había ninguna duda de que se trataba de una promesa electoral.
Por su parte, los miembros de las famílies de fora, que en esta época estaban en paro y
habían presentado el currículum al ayuntamiento para poder explotar las piscinas, se
quejaban de no haber sido convocadas a un proceso de selección, y que no se hubiera
tenido en cuenta que en el valle había familias con dificultades económicas a la hora de
contratar a otro individuo para que llevara las piscinas. Además, decían, la chica a la
que le había dado el contrato no vivía en el valle y tampoco poseía el título de
socorrista, que eran dos de los requisitos que desde el ayuntamiento se habían
determinado para filtrar a los posibles candidatos, aunque ello sólo fuera para dar la
imagen de que se seguía algún criterio de selección, porque el contrato se había ofrecido
a quien había satisfecho los intereses del alcalde. Algunos de estos individuos fueron
más allá y añadieron que el cambio constante de criterios y el incumplimiento de lo que
en principio parecía haberse acordado era lo que también habría favorecido a la casa de
Pedro; ya que el contrato de compra-venta de los prados contemplaba que esta familia
tuviera prioridad en la explotación de las piscinas sólo el primer año de su apertura.
Según decían, en el valle parecía que nadie tenía la autoridad suficiente para hacer
cumplir lo acordado, favoreciendo que los veïns interpretaran cada situación o hecho
como mejor les convenía y que fueran las casas que contaban con las mejores alianzas
las que pudieran acabar imponiendo su criterio. Esto fomentaba un clima en que el
estallido de conflictos siempre estaba presente, en un contexto en que, por otra parte, la
población autóctona parecía actuar según unas pautas de comportamiento fijas en
relación con un modelo de orden preestablecido.
En 2012, la joven de la casa veïna que mantenía buena relación con el alcalde volvió a
obtener la concesión de la piscina. Por su parte, y sin quedar claro si desde el
ayuntamiento se les había vuelto a ofrecer la posibilidad, la familia de Pedro explicó
que no había querido hacerse cargo de la piscina, por la poca consideración con que
desde el ayuntamiento se les había tratado el año anterior. En 2013, quien se encargó de
la piscina, ya no fue la chica hija de la casa que había dado su apoyo al alcalde, sino un
conocido del secretario y un hombre de fora que había trabajado para el alcalde y que
vivía en el mismo pueblo. Desde el ayuntamiento, el cambio se justificó aludiendo a la
falta de interés que había mostrado la joven que había llevado la piscina los dos últimos
365
años, y por el mal funcionamiento de la piscina, al que nunca antes se había hecho
referencia. Lo más curioso del caso fue que desde el ayuntamiento se atribuyó la
despreocupación de esta joven por volver a llevar la piscina –se la había llamado en
varias ocasiones y se había comunicado a sus familiares que vivían en el pueblo que se
le estaba intentando localizar, sin éxito-, al hecho de tener enchufe, es decir, a la
seguridad con que contaba para volver a explotar la piscina si mostraba un mínimo de
interés. Pero si el episodio de la piscina, que es interesante en la medida en que muestra
la diversidad de factores que intervienen a la hora de favorecer unas casas u otras, puede
parecer anecdótico, porque de su explotación no depende la supervivencia de ninguna
casa, mantener una buena relación con el alcalde sí era un factor decisivo, aunque no el
único, para la supervivencia de las cases veïnes que dependían de la industria de la
construcción o de pequeñas empresas familiares afines (carpinteros, lampistas,
electricistas, paletas, etc.,). Todos estos negocios tenían sus propios clientes repartidos
por diferentes puntos de la comarca, gracias, en parte, al hecho de que los miembros de
estas casas formaban parte de una extensa red de relaciones, pero en el valle solían
trabajar con “la constructora del alcalde” en las casas que rehabilitaba para vender a la
gent de fora, como se ha señalado en el capítulo anterior. Lo que significaba que a
través de su relación laboral estos individuos reforzaban los vínculos personales con el
alcalde, que les continuaba proveyendo de trabajo, al tiempo que participaban en la
política local, ya que muchos de ellos integraban la candidatura del alcalde, siendo en
muchos casos regidores o presidentes de la Juntas de Vecinos de sus pueblos235. Lo que
significaba que por medio de la participación en la política o por su relación con
representantes políticos locales este grupo de individuos junto con el alcalde eran
capaces de impedir el asentamiento de cualquier negocio que entrara en competencia
con el suyo propio. Esto explicaba porqué la gent de fora que vivía en el valle no se
aventuraba a poner alguna pequeña empresa relacionada con el sector de la
construcción, a pesar de contar con experiencia. En este sentido, también se podía
comprender la seguridad con que los miembros de las cases veïnes que trabajaban para
el alcalde, la mayoría de ellos entre 40 y 45 años de edad, afirmaban que lo prioritario
era ocupar a la gent del país antes que a la gent de fora, y que estaban conformes con la
llegada de gent de fora, siempre y cuando respetasen la manera de hacer de los veïns.
235 Muchos de estos individuos continuarán mostrando su apoyo al veí, cabeza de familia de una casa
rica, que se presenta como alcalde en representación del mismo partido político que el anterior alcalde, en
las elecciones municipales de 2015.
366
Esta dinámica, que a nivel práctico, impedía la apertura de cualquier negocio sino
contaba con el apoyo de los veïns, también reforzaba la idea de que los negocios en los
que se embarcaba la gent de fora, tenían el fracaso asegurado porque, según los veïns,
lo único que la gent de fora buscaba era trabajar un par o tres de años para conseguir el
capital mínimo que les permitiera dejar el trabajo, marcharse y empezar de nuevo en
otro lugar. En el valle había el antecedente de unas bordas de propiedad municipal que
en alguna ocasión y sin éxito habían explotado gent de fora de otros puntos de la
comarca, al hacerlas funcionar como restaurante. En un principio el fracaso se atribuyó
a la falta de disciplina y a las pocas ganas de trabajar de estos individuos, aunque según
contaron algunos miembros de cases veïnes del valle, este negocio difícilmente podía
funcionar porque el ayuntamiento llevaba varios años sin hacer ninguna inversión en
unas instalaciones bastante deterioradas. Según explicó la gent de fora que vivía en el
valle, otro motivo que había impedido continuar explotando estas bordas había sido las
denuncias de parte de algunos veïns que vivían del turismo. Esto ponía de manifiesto
que había un cierto tipo de negocios, como el anterior, en que los veïns descartaban
involucrarse –como la producción artesana de alimentos y de objetos decorativos-,
mientras tendían un cerco sobre el territorio de modo que sólo fueran los miembros de
las cases veïnes los que pudieran acabar desarrollando la actividad de la que sus casas
dependían. Sobre los posibles motivos que llevaban a la población autóctona a no
aventurarse en estas actividades económicas, el secretario del ayuntamiento comentaba
que la población no llegaba a contemplar tal posibilidad, porque sus casas ya contaban
con suficientes recursos, aunque también añadía que sería difícil dar con la persona
autóctona que quisiera o estuviera capacitada para tomar la iniciativa y asumir el riesgo
de la inversión inicial. Según este hombre, venir de fuera y empezar un negocio costaba
mucho, porque ello significaba partir de cero sin la seguridad de un patrimonio previo.
Pallareses en paro, decía el secretario, no había. Otro ejemplo de la influencia del
alcalde en el ámbito laboral lo mostraba el modo en que este hombre era capaz de
adjudicarse las obras que el parque natural proyectaba realizar en el valle. Según
explicaban algunos individuos de fora, que habían trabajado como mano de obra
subcontratada para el parque natural, el alcalde conseguía realizar las obras porque antes
de que el parque natural hiciera pública la lista de ayudas que concedía para la mejora
de las infraestructuras de los pueblos, el alcalde ya contaba con la información. Según
estos individuos el mismo parque se la habría facilitado en compensación por el gran
número de hectáreas de monte comunal, pertenecientes al Común de Vecinos de cada
367
pueblo (patrimonio comunal de las cases veïnes), que el valle tenía dentro del parque
natural, aunque la única casa que salía beneficiada era la del alcalde.
El caso de María, de Alicia y de los miembros de las cases veïnes que trabajaban para
“constructora del alcalde” ilustran como la población autóctona legitima “su derecho a
tener enchufe”, pero la situación de la gent de fora que vive en el valle es mucho más
compleja. El factor que marca la diferencia es el hecho de que aun cuando la gent de
fora cuenta con la propia red de relaciones que ha ido tejiendo desde su llegada, acaba
precisando de que un veí o un miembro de una casa veïna, de fe de su trayectoria
(pasado) en el valle, e interceda a favor suyo como garantía de la satisfacción de sus
intereses. Los veïns, en cambio, ya contarían con el poder suficiente para ser capaces de
defender sus intereses (con la historia del pasado con la que se identifican las cases
veïnes), aunque la relación con un individuo influyente, sea o no veí –puede tratarse de
un propietario de una segunda residencia bien situado-, les continúe favoreciendo,
aunque la posición de sus casas también sea un factor decisivo. En el caso de la gent de
fora la imposibilidad para identificarse con la historia de la relaciones entre las cases
veïnes y la no posesión previa de un patrimonio, estaría en el origen de su dependencia
de los representantes políticos locales, ilustrando cómo su distinta capacidad para lograr
un enchufe es un elemento más que intervine en el proceso de estratificación social y en
la diferenciación de la población en veïns y gent de fora; ya que ello acaba determinado
el tipo de trabajos que realizan unos y otros y que los que recursos de los que dependen
varíen ostensiblemente. En los casos que siguen a continuación se va mostrar cómo la
no pertenencia a una casa veïna, se relaciona con el tipo de trabajos que la gent de fora
acaba realizando, y con su dependencia de una red de relaciones en las que no dejan de
ocupar una posición periférica. Esto también servirá para establecer una comparación
entre el modo de vida que la generación de jóvenes adultos planeaba llevar en el valle, y
el modo en que la gent de fora que vivía en el valle lograba sobrevivir.
En 2006, un hombre, de 30 años de edad originario de una ciudad próxima a Barcelona
y que llevaba algo más de tres años viviendo en el valle, explicaba que como había
escogido vivir en el valle, por su entorno natural y la distancia a la que se encontraba de
Barcelona, algo más de tres horas en coche, tenía que vivir de hacer trabajillos, lo que
parecía no importarle. Decía que probablemente en la ciudad de la que era originario
también podría acabar viviendo del mismo modo (haciendo varios trabajos a la vez a
tiempo parcial), pero que en la comarca era más fácil, porque al conocerse más la gente
y saber cómo trabajaba cada cual, era difícil que si uno trabajaba bien se quedara sin
368
trabajo. Este hombre mantenía buena relación con la población autóctona que lo definía
como “un chico para todo”. Pero difícilmente trabajaba de paleta, que era una de sus
principales ocupaciones, en el valle o en obras de envergadura de la comarca, debido a
la mala relación que mantenía con el alcalde, por no darle su apoyo político, y por
depender de una red de relaciones –individuos que como él se dedicaban a hacer
trabajillos- que parecía que no le permitía ir más allá. Una situación opuesta a la de este
hombre, en lo que a la relación con los representantes políticos se refiere, era la de
Marta que si bien mantenía buena relación con el alcalde (al inicio del trabajo del
campo) lo cierto también era que los trabajos que pudo acabar realizando gracias a la
relación con este hombre siempre fueron precarios, y que se trataba de trabajos que los
miembros de las cases veïnes habían descartado realizar previamente. Esta realidad que
sólo en parte, sería imputable al bajo nivel de instrucción de alguna gent de fora que
vivía en el valle, dado que a excepción de las generaciones más jóvenes, y no todos los
jóvenes, los miembros de las cases veïnes tenían un nivel de formación similar, volvía a
poner de manifiesto que el principal factor que determinaba la distinta posición que
veïns y gent de fora que vivía en el valle ocupaban en la estructura social se debía a que
los primeros poseían un patrimonio familiar que los identificaba con un pasado local
que podían poner en valor, si tenían enchufe, para mejorar su posición. De modo que era
la no posesión de un patrimonio y la no participación en una red de relaciones sociales
que informara sobre la historia de ese patrimonio, lo que comportaba que la gent de fora
que vivía en el valle dependiera de un sueldo quedando disponible para la realización de
los trabajos más precarios, los peor remunerados y menos valorados, pero
imprescindibles de llevar acabo para que los veïns pudieran continuar instituyéndose
como la categoría social superior. Esto ayuda a contextualizar los comentarios de los
veïns a los miembros de las famílies de fora cuando se sorprendían de que quisieran
instalarse en el valle, porque no entendían de qué iban a vivir, y a entender cómo la
forma en que la población accede a un puesto de trabajo se relaciona con su experiencia
laboral previa, y con la categoría social con la que se le identifica.
En una ocasión, Marta explicaba que al inicio de vivir en el valle el alcalde le había
sugerido que fuera hasta las oficinas del parque natural, situadas a 10 minutos en coche
desde la capital del municipio, para hacer saber a los técnicos y al director que buscaba
trabajo, porque el parque natural, acabado de crear, necesitaba mano de obra para entrar
en funcionamiento. Previamente, el alcalde ya había transmitido la misma información a
María, por si sus hijas estaban interesadas en trabajar durante los meses de verano, pero
369
al quedar la oferta descartada por tener estas chicas trabajo en casa ayudando a su
madre, María también le facilita la información. Marta duda de que con una visita a las
oficinas del parque natural consiga un puesto de trabajo, pero dada la insistencia del
alcalde y de María va hasta la sede del parque, pero no consigue ningún empleo, porque
el técnico que la atendió no supo decirle que tipos de trabajo se ofrecían. De regreso al
valle, Marta fue a hablar con el alcalde para explicarle que, como le había indicado,
había ido hasta las oficinas del parque natural, pero que no había conseguido ningún
trabajo, porque los posibles puestos de trabajo, en caso de existir, ya debían estar
adjudicados de antemano a parientes y conocidos. El alcalde insistió en que volviera a
presentarse, porque sabía de cierto que el parque natural precisaba gente y se estaba
llevando a cabo un proceso riguroso de selección, sin que quedara claro cuáles eran los
criterios por los que dicho proceso se llevaba a cabo. Además de la importancia de
mantener buena relación con los representantes políticos locales para conseguir
información sobre cómo conseguir un empleo, esta situación también mostraba lo
importante que era disponer del poder para presionar a terceros en beneficio de los
propios intereses; ya fuera por la puesta en valor de un pasado (el de la casa a la que se
pertenecía) o por contar con los conocimientos (currículum) que permitieran presentarse
en nombre propio. Lo que permitía comprender, porque Marta no fue mejor atendida en
las oficinas del parque natural a pesar de utilizar el nombre del alcalde como referencia.
Esto significaba que si uno era de fuera y fuera no era nadie, porque no contaba con los
medios para situarse (formación), difícilmente conseguiría ser alguien en el valle,
porque ello pasaba por ser miembro de una casa veïna por la posesión de un patrimonio
y por la capacidad de ejercer una mayor presión para conseguir un buen enchufe. Así,
en 2007, unos meses después de que la candidatura encabezada por el alcalde fuera
reelegida y Marta se convierta en regidora, el mismo técnico del parque natural que la
había atendido cuatro años antes, la llamó personalmente para ofrecerle un puesto de
trabajo como informadora turística, argumentando que desde el parque natural se
valoraba especialmente que la persona que ocupara este puesto, en la caseta de
información que el parque tenía en el valle, fuera alguien (viviera) del valle. El tiempo
estimado de contrato, que incluía la campaña de verano, era de seis meses. Pero a pesar
de las condiciones laborales, que habrían sido de las mejores de las que habría podido
370
disfrutar, Marta no llegó a cumplir todo el periodo del contrato, porque no cumplía con
el requisito indispensable de contar con una titulación mínima236.
Para continuar mostrando la importancia de la figura del alcalde como proveedor de
recursos básicos para las famílies de fora, y como captador de recursos del exterior que
beneficien a su propia casa en nombre de la población local, asegurándose el apoyo
político de veïns y gent de fora que vive en el valle, se va mostrar cómo es capaz de
intervenir en el ámbito de la Administración, para que desde el parque natural se
contrate a población local para cubrir los puestos de trabajo de las brigadas. Esto
también servirá para continuar mostrando los distintos tipos de trabajos que realizan
veïns y gent de fora que vive en el valle. En 2005, solamente un individuo, miembro de
una família de fora, trabajaba en una de las dos brigadas que el parque tenía en
funcionamiento. En 2007, en pleno proceso de asentamiento del parque en el territorio,
cuatro individuos más, miembros de cases veïnes, pasaron a trabajar en las cuatro
brigadas que entonces se encargan del mantenimiento de los caminos y senderos
turísticos del monte comunal. Uno de estos cuatros individuos era Ramón, los otros tres
eran hijos de cases veïnes, con poco patrimonio que dependían del sueldo de sus
miembros, y que con este trabajo de media jornada esperaban complementar los
recursos de sus casas mientras continuaban trabajando en la explotación ganadera
familiar. En 2006, cuando el parque natural contaba con dos brigadas, su director
explicaba que el objetivo era doblar el número de brigadas para poder dar un servicio
mínimo a todos los sectores (valles) que integraban el parque natural, que se extendían
entre dos comarcas. Además de los trabajadores de la brigada, en esta época, en el
parque natural también trabajaban tres técnicos, y una secretaria, aunque se estimaba
que se precisaba un equipo de cerca de 100 personas para que el parque pudiera
desarrollar de forma óptima todas sus funciones. Sobre el origen de los trabajadores de
las brigadas, el director del parque decía que todos “son d’aquí”, es decir, vivían o eran
originarios de la comarca, aunque algunos se desplazaban desde comarcas próximas.
Según decía, una de las prioridades era que los trabajadores de las brigadas fueran gent
del país, pero como los contratos los hacía una empresa pública de la Generalitat de
Catalunya, el parque natural se veía en la obligación de reclutar a los trabajadores
236 El hecho de que se le pidiera una titulación mínima sorprendió mucho a Marta, que explicaba que para
trabajar nunca nadie le había pedido ningún título. Lo que ayudaba a hacerse una idea del tipo de trabajos
que esta mujer habría desempeñado. Cuando se le ofrece este contrato, esta mujer no cuenta con ningún
título académico por no haber finalizado la educación primaria, y se sorprendía de que algunos veïns que
estaban en su misma situación hubieran llegado a tener un puesto de trabajo estable y bien remunerado al
llegar a ser guardas de caza.
371
siguiendo criterios objetivos, limitando la capacidad de interceder a favor de la
población. En este contexto, explicaba el director de parque, priorizar la contratación de
gent del país sería cometer una ilegalidad, porque se vulneraría el derecho de todos los
individuos a tener las mismas posibilidades de acceder a un trabajo.
Pero las explicaciones del director del parque contrastaban con el modo en que
miembros de cases veïnes que dependían del sueldo de sus miembros pretendían
legitimar su derecho a recibir un trato diferencial por parte de la Administración, por
entender que este era el modo de compensar en el contexto actual el esfuerzo de las
generaciones anteriores que al no haber abandonado la casa, se habían quedado con
menos posibilidades para mejorar su situación en comparación con los individuos que
vivían en zonas urbanas donde había más oportunidades. Así, en 2009, una dona de fora
casada con un veí que había trabajado en la brigada del parque natural, en un par de
convocatorias, explicaba que era de esperar que el parque natural favoreciera a la
población local (individuos autóctonos), sin seguir ningún proceso de selección
impuesto desde Barcelona, que era donde se tomaban las decisiones que acababan
influyendo en la realidad local, porque el valle llevaba un retraso de 20 años en
comparación con las zonas industrializadas donde la gente tenía más medios para
ganarse la vida. Esta mujer, explicaba que su marido hijo de una casa pobra, de 40 y
pocos años de edad, no había podido continuar estudiando, porque sus padres, payeses
con pocas tierras, no habían contado con los recursos suficientes para costear sus
estudios. Cuando su marido era pequeño, todos los niños del pueblo, una treintena, iban
juntos a una única clase con el mismo maestro hasta los 12 años de edad, que era
cuando los que tenían posibilidades de estudiar se marchaban internos a otros colegios.
Lo que en opinión de esta mujer dificultaba que cada niño pudiera recibir una educación
adecuada a sus necesidades, y proseguir su formación. Este comentario tenía lugar en un
momento en que el malestar entre la población autóctona por la creación del parque
natural iba en aumento, por el incumplimiento del plan de desarrollo local sostenible
que el parque había diseñado especialmente para el valle, en el que se contemplaba la
creación de puestos de trabajo, y que el alcalde entendía como una oportunidad para
presionar a los técnicos y al director del parque natural para que contrataran a miembros
de cases veïnes y conseguir el apoyo político de más individuos. Sobre los miembros de
las cases veïnes que entraron a trabajar para el parque natural, un total de cuatro cabezas
de familia, la población autóctona comentó que desde que trabajaban para el parque se
mostraban orgullosos de “tener un parque natural”, cuando habían sido los primeros que
372
se habían mostrado reacios a su creación. También hay que decir que no todos los
miembro de cases veïnes que habían intentado trabajar para el parque lo consiguen. Este
era el caso de uno de los hijos de Ana, que después de presentarse a las primeras
pruebas de selección y no ser admitido acaba marchándose a Barcelona, donde
finalmente encuentra trabajo y se instala definitivamente. Sin tener en cuenta que la
necesidad de mano de obra del parque natural aumenta con el tiempo, Ana no vaciló en
comentar que su hijo no había sido contratado a causa de su origen humilde.
En un momento en que el parque natural parecía acceder a los deseos del alcalde,
mientras el director del parque insistía en la importancia de seguir un proceso riguroso
de selección, resulta interesante ver cómo un miembro de una casa veïna consigue
trabajar para el parque natural. En 2008, cuando el parque ya contaba con cuatro
brigadas, después de abrir varios procesos de selección, y se planteaba la posibilidad de
constituir la quinta, el director del parque explicó que una persona del país (aquí,
miembro de una casa veïna) que no había sido seleccionada en una convocatoria
anterior, había ido hasta las oficinas del parque para manifestar su desacuerdo,
cuestionando la finalidad del parque natural si su creación no servía a los intereses de la
población local. En tono de amenaza, este hombre también diría que si desde el parque
no se cambiaba de actitud, todos los propietarios que habían decidido incluir sus fincas
voluntariamente en el parque las retirarían. En la siguiente convocatoria, y por méritos
propios, según puntualizó el director, este hombre supera el proceso de selección y pasa
a integrar una de las brigadas del parque, siendo uno de los trabajadores más motivados.
A diferencia de los puestos de trabajo de las brigadas, el puesto de informadora turística
en los puntos de información ubicados en los distintos valles sí era una ocupación,
según explicaba el director del parque, en la que se podía priorizar a la población local,
al menos, en una primera época. Para cubrir estos puestos de trabajo, desde el parque se
pedía una lista a la Oficina de Treball de la Generalitat de Catalunya en la comarca con
los individuos que reunían el perfil más adecuado para el puesto de trabajo. Luego se
procedía a la selección de las candidatas, siempre se trataba de mujeres, priorizando a
las que con anterioridad ya habían trabajado para el parque, porque era más fácil
entenderse con gente conocida que ya tuviera experiencia. Si no se podía volver a
contratar a las misma mujeres, entre las personas que reunían una mínima formación se
priorizaba a las que fueran de aquí, esto es, a quien viviera en la zona, aunque vivir aquí
y ser de aquí, no siempre quería decir lo mismo, puntualizaba el director. Si los
trabajadores de la brigada tenían un contrato de nueve meses, que renovaban si en cada
373
convocatoria volvían a pasar un proceso de selección, el contrato de las informadoras
turísticas era de seis meses al año237, reduciéndose luego a tres meses, hasta que con el
paso del tiempo, por falta de financiación, estos contratos acaban desapareciendo. A
partir de 2010, ya no habrá ninguna informadora turística en la caseta de información
del parque en el valle, que había construido “la constructora del alcalde”. Las mujeres
que en el valle ocuparon estos puestos de trabajo fueron la novia de un hombre
autóctono, originaria de la comarca, una dona de fora casada con un veí, y otra dona de
fora que vivía en la capital de la comarca, y que también había trabajado como monitora
de deportes de aventura. Las diferencias en el proceso de selección para trabajar en la
brigada o ser informadora turística, ponían de manifiesto cómo las exigencias eran
menores a medida que las condiciones laborales empeoraban, y cómo eran las mujeres,
en concreto las dones de fora, las que “estaban disponibles” para ocupar estos puestos
de trabajo y las que tenían las peores condiciones laborales. También ponían de
manifiesto que a excepción de algún caso puntual, los miembros de las cases veïnes
tenían poco interés en trabajar para el parque natural, porque según decían ya tenían
trabajo suficiente en casa, en la explotación ganadera, en el negocio turístico familiar o
en la pequeña empresa relacionada con la industria de la construcción que regentaban.
Es importante señalar que si los miembros de las cases veïnes podían evitar trabajar para
el parque no era porque, su nivel de formación fuera superior a la de los miembros de
las famílies de fora, sino porque los primeros a diferencia de los segundos poseían un
patrimonio familiar que les permitía no tener que depender de un sueldo de forma
exclusiva.
En relación con el hecho de que los técnicos y el director del parque natural fueran de
fora, la población autóctona comentaba que “eran todos unos enchufados”, porque
como la creación del parque natural se había decidido en Barcelona desde de la
Administración se había priorizado colocar a individuos conocidos de individuos
influyentes en las esferas donde se tomaban las grandes decisiones que afectaban al
conjunto del territorio, sin tener en cuenta el nivel de formación de estos hombres. Este
comentario también ponía de manifiesto que el poder que confería la condición de veí a
nivel local tenía poca fuerza ante decisiones políticas que se imponían desde arriba. Por
otro lado, también resultaba interesante observar cómo el discurso generalizado en
237 El miembro de una família de fora, que desde la creación del parque natural había trabajado en una de
las brigadas, se convierte en un trabajador fijo después de superar el proceso de selección hasta en cuatro
ocasiones. Pasada la campaña estival, las informadoras turísticas acaban de cumplir el tiempo de contrato,
diseñando itinerarios, traduciendo folletos informativos, etc, desde las oficinas del parque natural.
374
contra del parque por contratar sólo a gent de fora, también se acompañaba de las quejas
de parte de la población autóctona, especialmente de los miembros de las cases fortes,
que consideraban que la mano de obra que el parque natural subcontrataba para ejecutar
algunas obras podría ser prescindible si los trabajadores de las brigadas trabajaran más,
en lugar de pasar la jornada laboral plantando carteles a pie de carretera y en las pistas
forestales más concurridas, anunciado a los visitantes la entrada en un parque natural,
porque ello permitiría que el parque tuviera más recursos para favorecer a la ganadería.
Lo que ponía de manifiesto que los veïns no denunciaban tanto una situación que
consideraran perjudicial para el conjunto de la población, como que desde el parque
natural no se priorizaran los intereses de sus casas, según la actividad económica de la
que dependieran.
Después de un periodo de crecimiento, que culmina en 2008, en un contexto de crisis
económica generalizada el parque empieza a reducir sus brigadas. Es en este momento
cuando la población autóctona deja de renovar su contrato, hasta que en verano de 2013
llega a plantearse la total disolución de las brigadas del parque. El motivo era el
Expediente de Regulación de Ocupación que la empresa pública que suministraba los
trabajadores al parque, y al resto de parques naturales de Cataluña planeaba llevar a
cabo. En este contexto, el hombre de la família de fora que todavía trabajaba para el
parque natural, pidió poder intervenir en una reunión de la Junta Rectora del parque
para exponer la situación a los alcaldes de los municipios afectados por la creación del
parque, para pedirles que intercedieran a favor de los trabajadores de la única brigada
que todavía existía escribiendo una carta dirigida al Departament d’Agricultura,
Ramadería, Pesa, Alimentació i Medi Ambient de la Generalitat de Catalunya, en la
que expusieran la conveniencia de que continuara habiendo brigadas para la
conservación y mantenimiento del monte comunal. Pero ya fuera por la presión de los
alcaldes o por la incongruencia que podía suponer la existencia de un parque natural sin
brigadas, lo cierto fue que la única brigada que quedaba constituida se mantiene y que
este hombre conserva su puesto de trabajo. El hecho de que este hombre recurriera a los
alcaldes locales era indicativo de que conocía el poder y la influencia que podían llegar
a tener en el ámbito institucional, como habría podido comprobar a través de la relación
personal que mantenía con el alcalde del municipio, y que ya con anterioridad le había
favorecido al priorizar su solicitud de compra de una de las casas que su constructora
reformaba. Teniendo en cuenta que la mujer de este hombre era la administrativa del
ayuntamiento, desde principios de la década del 2000, la relación entre el acalde y esta
375
familia de fora no tardó en estrecharse, convirtiéndose en fieles votantes de las
candidaturas que el alcalde encabezaba, además de ser miembros de la Junta de Vecinos
del pueblo en el que vivían presidida por uno de los hijos del alcalde. En el contexto de
las elecciones municipales de 2015, el último “favor” que el trabajador de la brigada del
parque natural hace al alcalde es integrar la misma candidatura que él para favorecer
que el padre de José se convierta en el próximo alcalde. De esta forma el alcalde
devuelve el apoyo político a una casa veïna que lo había apoyado con anterioridad, y el
trabajador de la brigada satisfacer los deseos del alcalde por si un día tenía que volver a
pedirle que intercediera a favor suyo.
Para la administrativa del ayuntamiento y su marido, que en 2005 tenían 30 y 27 años
de edad, marcharse de Barcelona para ir a vivir al valle había supuesto la posibilidad de
independizarse, y acabar fundando una familia que parecía ser el destino de cualquier
pareja de fora que se quedara a vivir en el valle. Antes de vivir en la casa que habían
comprado en el pueblo del alcalde, habían vivido en una borda en medio de la montaña,
y en otros dos pueblos del valle. Primero, en una casa de propiedad municipal que
también hacía la función de consultorio médico, y en la que también vivían otros
individuos vinculados a l’Associació per a la Defensa Forestal mig Pallars (ADF mig
Pallars), que tenía la sede en un pueblo cercano de la comarca, como era el caso del
hombre de la pareja238. En esta época la administrativa del ayuntamiento, que abandona
los estudios universitarios que cursaba en Barcelona, pasa a trabajar como repartidora
de pan. Al poco tiempo consiguen trasladarse a un apartamento, también de propiedad
municipal, en la capital del municipio, después de que el equipo de gobierno local
“pidiera informes” a los veïns del pueblo en el que habían vivido sobre su origen y sus
costumbres. Una vez instalados en la capital del municipio, donde vivieron durante un
año y medio, la mujer de la pareja pasa a trabajar en los negocios turísticos de varias
cases veïnes, mientras continuaba repartiendo pan. Pasado un tiempo, esta pareja se
muda a un valle próximo, para explotar un refugio de propiedad municipal, cuya
concesión consiguieron por la disponibilidad de fondos europeos, el apoyo de la ADF
mig Pallars a este tipo de iniciativas, y porque el suyo fue el único proyecto de gestión
que se presentó. Mientras el hombre de la pareja explota el refugio, también trabaja para
238 Algunos de los individuos que trabajan para la (ADF mig Pallars) pasaron luego a formar parte del
parque natural, ya sea como trabajadores de la brigada o como técnicos, viniendo a reforzar la idea, por
parte de la población autóctona de que todos los trabajadores del parque natural eran unos enchufados; ya
que la finalidad del parque natural no sería trabajar en interés de la población, sino permitir que una serie
de individuos continuarán manteniendo buenas ocupaciones.
376
el parque natural, además de hacer puntualmente de leñado, mientras su mujer continua
trabajando en la hostelería hasta que consigue el puesto de administrativa del
ayuntamiento, al ser la única candidata que consigue superar el proceso de selección al
que se habían presentado otras siete mujeres de las que sólo una, otra dona de fora
casada con un veí, vivía en el valle239. En Navidad de 2005, esta pareja se muda a la
casa que compra en el pueblo del alcalde. En 2006, nace su primer hijo y, en 2008, el
segundo, siendo una de las families de fora que en 2017 podrá pedir el dret de veïnatge,
si las cosas no cambian. Lo que interesa destacar sobre la situación de esta pareja es que
su estilo de vida, que en cierto modo recordaba al de la familia de Marta –realización de
más de un trabajo por parte de sus miembros, generalmente a tiempo parcial y mal
remunerados hasta que no consiguen una estabilidad laboral- tiene poco que ver con la
experiencia de vida de la generación de adultos jóvenes del valle, y el grupo de jóvenes
autóctonos que planea instalarse definitivamente en el valle. Cuando la pluriactividad es
la estrategia económica de las cases veïnes, la lógica en que se fundamenta es la de
encontrar un trabajo cuyas ingresos repercutan en la mejora del patrimonio de las casas
–negocios turísticos y/ explotaciones ganaderas- o en la posibilidad de continuar
teniendo tiempo para continuar explotando el patrimonio familiar, como era el caso de
los cabezas de familia que habían entrado a trabajar en las brigadas del parque natural y
poseían una pequeña explotación ganadera.
En relación con la reciente emigración de los jóvenes autóctonos hacia la capital de la
comarca, entre 2009 y 2010, donde se instalan “provisionalmente” en pisos de alquiler
junto con sus parejas, la administrativa del ayuntamiento y su marido comentaban en
tono irónico que en el valle no acababa de quedar gente joven, y que ellos (la gent de
fora) se habían convertido en los guardianes de los pueblos. En este sentido, es
importante señalar que la marcha de algunos jóvenes autóctonos será otro de los
factores que alterará la relación entre el grupo de jóvenes, especialmente entre los hijos
de las cases fortes y los hijas de cases que van a més, mostrando además como su
movilidad tenía que ver con el modo en que habían orientado su futuro en relación con
la actividad económica de la que dependían sus casas. Si los hijos de las cases fortes
permanecían en casa de sus padres porque habían decido seguir una formación que les
239 La mujer que anteriormente había ocupado este puesto de trabajo era otra dona de fora que subió al
valle a principios de la década de 1990, junto con la que luego se convertiría en la mujer de Ramón, para
trabajar en la hostelería. Esta mujer abandonó el trabajo en el ayuntamiento cuando consiguió trabajo de
maestra. Con el tiempo pasa a ser la directora de la única escuela del valle, situada en la capital del
municipio.
377
permitiera trabajar en las explotaciones ganaderas de sus padres, como la hija menor de
Pedro y su sobrino, los hijos de las cases que van a més, que contaban con una
formación de la que no dependía, al menos de entrada, la rentabilidad del patrimonio
familiar, se habían instalado en la capital de la comarca donde las posibilidades de
encontrar un puesto de trabajo acorde a su formación eran mayores, como mostraba el
caso de las hijas de María. Pero esto no impide que sean los hijos de las cases que van a
més los que continúan teniendo un papel destacado en las celebraciones que se
organizaban en el valle, porque se reúnen y toman las decisiones desde la capital de la
comarca sin necesidad de desplazarse hasta el valle. Lo que criticado por las hijas de
Pedro, por considerar que para tirar el país endavant (mirar por el futuro del valle)
había que vivir en el valle, y no donde la vida fuera más fácil. Según explicaron estas
chicas, la buena relación que parecía existir entre el grupo de jóvenes autóctonos de la
capital del municipio, era fruto de la creación de la comisión de fiestas, a principios de
la década del 2000, de la que todos eran miembros para participar en la organización de
la fiesta mayor; ya que con anterioridad, debido a los intereses divergentes de sus casas
y su distinta implicación en la política local, algunos de ellos apenas se dirigían la
palabra. Lo que, por otro lado, también explicaría que fueran los hijos de las cases que
van a més los que consiguen un mayor protagonismo, como había puesto de manifiesto
la organización de los sopars de poble. El proceso de patrimonialización de la cultural
local, que toma fuerza a partir de 2010, con la inauguración de la celebración de la Feria
del Hierro Pirenaico en la capital del municipio, vuelve a poner de manifiesto cómo la
implicación de los miembros de las cases veïnes en un acto que se idea para dinamizar
la economía del valle a partir del turismo, depende de la actividad económica de la que
sus casas dependen, y cómo, a pesar de sus desavenencias, el grupo de jóvenes
autóctonos une esfuerzos para hacerse con el control de una celebración que es la
muestra de la implantación de un nuevo modelo económico y que inicialmente había
quedado bajo el control de la gent de fora que vivía en el valle.
En el próximo capítulo se va a mostrar la idiosincrasia de este proceso, a través de la
creación de diversas asociaciones con las que se identifican las distintas categorías de
individuos, a medida que la Feria del Hierro se convierte en uno de las celebraciones
más relevantes del contexto local, en el afán de la población de fer poble y de
identificarse con una visión del pasado que legitime sus prácticas y la trayectoria de sus
casas en el contexto local actual. También se vuelve sobre los conceptos de patrimonio
comunal, patrimonio privado y patrimonio turístico para mostrar la interdependencia
378
entre la dimensión material y simbólico-identitaria de las distintas nociones de
patrimonio que entran en juego en el proceso de patrimonialización del pasado local,
para terminar mostrando cómo la patrimonialización de propio pasado depende de la
inscripción de la historia de las casas en la visión del pasado que la patrimonialización
de la cultura local construye desde el presente.
379
6. TERCER CAPÍTULO ETNOGRÁFICO
380
La patrimonialización de recursos autóctonos. La interdependencia del patrimonio
turístico y el patrimonio comunal y privado de las casas
El objetivo de este capítulo es explorar la interrelación entre el concepto de patrimonio,
entendido como el conjunto de bienes y derechos que se transmiten para garantizar la
continuidad de las casas, y el concepto de patrimonio que resulta de la
patrimonialización de la naturaleza y la cultura locales, para mostrar cómo ello es
indisociable de la institución de un orden social por el que la población continúa
diferenciándose en veïns y gent de fora. Con la intención de mostrar los elementos por
los que esa interrelación es posible y acaba siendo necesaria, y la naturaleza misma de la
polisemia del concepto de patrimonio, se va a incidir en la dimensión material y
simbólico-identitaria inherente a la idea de patrimonio y se va a volver sobre los
conceptos de patrimonio comunal y patrimonio privado de las casas.
En el primer apartado se va a mostrar cómo la participación en la celebración de la Feria
del Hierro Pirenaico se convierte en el medio por el que los veïns y la gent de fora que
vive en el valle pretenden legitimar el derecho a ocupar una posición destacada en el
contexto local actual y del futuro, y cómo en este proceso el distinto modo por el que
ambas categorías recurren al pasado tiene que ver con los límites a su capacidad de
acción y con la distinta posición que ocupan en la estructura social. Mientras los veïns
se sirven del pasado de sus casas, que es la historia del patrimoni familiar para legitimar
su trayectoria en el contexto actual, de modo que el presente y los proyectos de futuro
cobran sentido en la medida en que quedan inscritos en un tiempo anterior que los
engloba, fomentando la experiencia de una idea continua del tiempo por la que el
pasado se justifica en términos del presente y el presente en términos del pasado, la gent
de fora que vive en el valle, que no puede identificarse con el pasado de las cases
veïnes, porque su origen y su historia es otra, depende básicamente de la posibilidad de
participar en la construcción de una visión del pasado que se impulsa desde fuera para
dotar de sentido su experiencia de vida en el contexto local actual. A pesar de la
interdependencia entre ambas categorías que se observa a lo largo de este proceso,
también se constata su continúa separación y diferenciación, que se explicaría porque
sólo los veïns son capaces de dotar de sentido el presente por la actualización de un
tiempo anterior (un tiempo inmemorial) que se identifica con la trayectoria de las cases
veïnes en el contexto socio-histórico local. En este sentido, aquí ya no se trata de ver
cómo la continuidad de “fiestas de toda la vida” depende de su reinterpretación por
parte de la gent de fora que vive en el valle, como mostraría el inicio de la celebración
381
de algunos sopars de poble y los cambios introducidos en la fiesta mayor del pueblo del
alcalde, sino de examinar cómo veïns y gent de fora que vive en el valle compiten por
identificarse con el contexto económico actual por medio de su participación en la
organización de nuevas fiestas por las que se inscribe la tradición que legitima la
patrimonialización del pasado en el contexto local.
En el segundo apartado se va a mostrar cómo la interrelación entre la dimensión
material y simbólico-identitaria de los conceptos de patrimonio comunal y privado, que
comporta que el sentido de ambos conceptos sea indisociable como cada casa veïna es
indisociable del grupo de cases veïnes al que pertenece, explicaría que los veïns
conciban como un derecho el poder beneficiarse de la producción de un patrimonio
turístico, que se fundamenta en la resignificación de la naturaleza y la cultura
identificadas desde el exterior como un patrimonio por su identificación con un tiempo
anterior, por la institución de la relación lógica patrimonio-veí en el tiempo. En este
proceso, que pasa por la creación de nuevas relaciones significativas entre ciertos
elementos del pasado, lo que se observa no es una ruptura con un tiempo anterior sino
como la construcción de nueva visión del pasado se inscribe en la idea de un pasado
anterior y viceversa, dotando de sentido a la realidad como resultado de la institución de
de la sociedad en el tiempo. La patrimonialización necesita de evidencias (patrimonio
de las cases veïnes) de un tiempo anterior donde poder anclarse, y los veïns necesitan de
la actualización del tiempo anterior donde se inscriba la trayectoria de sus casas para
continuar instituyendo su superioridad, como en el pasado, legitimando la continúa
diferenciación de la población en veïns-no veïns (gent de fora).
La explotación del patrimonio comunal, que pasa por la pertenencia a un Común de
Vecinos, comporta que los veïns de cada pueblo compitan por hacer del suyo el pueblo
donde se lleven acabo los proyectos destinados a la producción de un patrimonio
turístico del que sus casas puedan beneficiarse. En este proceso se observa cómo la
patrimonialización de la naturaleza y la cultura local, despierta antiguas rivalidades
entre los pueblos (los distintos Común de Vecinos), y crea otras nuevas que se
sobreponen a las anteriores, en la competencia de la población por identificarse con el
nuevo significado de patrimonio. La patrimonialización de la cultura local por la
patrimonialización de la naturaleza debe entenderse en relación a la titularidad
compartida de los bienes comunales por parte del ayuntamiento, las EMD y el Común
de Vecinos de cada pueblo. Esto deja entrever que el proceso de patrimonialización es
indisociable de las alianzas entre los técnicos expertos, los representantes del parque
382
natural y los representantes políticos locales, poniendo de manifiesto la existencia de
intereses partidistas, permitiendo comprender porqué la patrimonialización del pasado
local empieza a tomar forma por la creación de un parque natural, en un contexto en que
“resulta imposible” que la nueva idea de patrimonio se materialice en el patrimonio
privado de las casas cuando ello se concibe como una pérdida de la capacidad y de
autonomía de los veïns para poner en práctica estrategias económicas diversas que les
permitan sacar el máximo rendimiento del patrimonio familiar, según la coyuntura del
momento. En este sentido, se observa que cuando la visión del pasado que fomenta la
patrimonialización pasa por la puesta en valor de elementos que se identifican con la
historia de la propia casa, los miembros de las cases veïnes recurren a la existencia de
pruebas papers (documentos) que atestigüen la relación de las casas con ese pasado y
legitimen el derecho a poner en práctica diversas estrategias económicas para
beneficiarse de la versión que de ese pasado se construye y mejorar la posición de sus
casas en el contexto económico actual. Esto reafirma la idea de que la visión del pasado
con la que se identifican las cases veïnes y la visión del pasado que fomenta la
patrimonialización son interdependientes y que ambas “tienen valor” en la medida en
que se reinterpretan mutuamente y se inscriben como parte de una única historia.
Sobre la interdependencia de las distintas visiones del pasado gira el tercer apartado, en
el que se muestra la transformación del patrimonio familiar que ha quedado en desuso
por la puesta en valor del propio pasado. La dificultad por inscribir la
patrimonialización del pasado local en el patrimonio privado de las casas, también
explicaría porqué la nueva versión del pasado local se expresa por medio de la
celebración de una feria durante un fin de semana una vez al año que remite al pasado
local, pero sin interferir en la historia particular de las cases veïnes. Esto también ha de
permitir comprender porqué la gent de fora que vive en el valle no queda excluida de la
producción de una nueva visión del pasado.
La identificación de veïns y gent de fora con las distintas nociones de patrimonio
A principios de la década de 1980 se crea la Asociación para el Patrimonio del Valle
(APV) con el objetivo de recaudar subvenciones, a las que los ayuntamientos no tenían
acceso, para la conservación del patrimonio, esto es, para la restauración de iglesias y
ermitas locales, marcando el inicio de la irrupción de un nuevo concepto de patrimonio
en el contexto local. La creación de la APV la impulsa un hombre originario de
Barcelona y miembro del Centro Excursionista Pirenaico, con la intención de mejorar
383
las condiciones de vida de la población del valle en agradecimiento del trato recibido
durante la Guerra Civil española. El resto de socios son propietarios de segundas
residencias, algún turista, y sobre todo fills del poble del pueblo que había acogido a
este hombre.
En primavera de 2009, Pilar, una filla del poble, de 50 y pico años de edad, que había
sido secretaria de la APV, explicaba que los socios originarios del valle, que además
solían presidir la Junta de la APV, eran individuos como ella, es decir, miembros de
cases veïnes que se habían marchado del valle siendo jovencitos para proseguir sus
estudios y que habían acabado instalándose fuera, principalmente en Barcelona. La
APV se había mantenido activa hasta principios de la década del 2000, pero la falta de
implicación de la población autóctona y la falta de apoyo del ayuntamiento y la EMD
local, especialmente en los últimos años, había llevado a la desmotivación de los socios
que sin proyectos que poner en práctica se plantean disolver la APV, en verano de 2005,
que era el momento del año en que se celebraban las reuniones para que la asistencia de
socios fuera mayor. Según explicaba Pilar, en un principio, las reuniones se celebraban
en las dependencias del ayuntamiento, en la capital del municipio, pero como ello no
comportaba la participación de miembros de cases veïnes de otros pueblos, se decidió
acabar celebrando las reuniones en la dependencias de la EMD del pueblo en que se
había originado la APV, el mismo que siempre había competido con la capital del
municipio por ser el pueblo más importante del valle. Lo que favorecerá que la APV se
acabe identificando de forma exclusiva con este pueblo, y con los intereses y las
iniciativas que la gent de fora de ese pueblo (fills del poble y propietarios de segundas
residencias) pone en marcha, fomentando que la implicación de la población autóctona
de ese pueblo y del resto de pueblos del valle todavía sea menor, a pesar de que la APV
lleva acabo actuaciones –rehabilitación de iglesias y ermitas- en todos los pueblos.
Dado que la mayor parte de socios residían en Barcelona y el interés de la población por
los proyectos de la APV era casi inexistente, Pilar también explicó que hubo un
momento en que se barajó la posibilidad de celebrar las reuniones en Barcelona, pero
que la idea de descartó por el temor de que ello fuera el detonante que acabara por
desvincular definitivamente la APV (y a sus miembros) del valle.
La exsecretaria de la APV también contó que antes de la creación de esta asociación los
jóvenes autóctonos que como ella regresaban a sus casas en verano después del curso
escolar, ya solían organizar actividades como alguna caminata por los alrededores del
pueblo y exposiciones de fotos antiguas a las que la población no solía faltar, aunque
384
siempre había dificultades para que la EMD del pueblo cediera sus dependencias.
Cuando tres jóvenes adultos del pueblo, de entre 35 y 40 años de edad, entraron a
formar parte del equipo de gobierno local, y una dona de fora casada con un veí pasó a
ser la administrativa del ayuntamiento, los miembros de la APV (los fills del poble)
pensaron que finalmente se habían dado las condiciones ideales para que la APV
consiguiera mayor apoyo y visibilidad. Pero ello no fue así, porque la dona de fora, sólo
trabajó en el ayuntamiento un periodo de tiempo breve, y porque los tres hombres que
se habían “metido en política” en representación de distintos partidos políticos
básicamente buscaban defender los intereses de sus casas. Así lo ponía de manifiesto las
palabras de uno de estos hombres cuando explicó a Pilar que su coincidencia en el
ayuntamiento con dos hombres más del pueblo era casual, porque “cada uno iba a lo
suyo”, y el hecho de que poco tiempo después de pasar a ser miembro del equipo de
gobierno local este mismo hombre consiguiera construir una granja de grandes
dimensiones que fue criticada por parte de los miembros de la Junta de la APV por su
impacto visual. Según Pilar, la actitud de este hombre no era de extrañar, porque en el
valle ya se sabía que cada casa miraba por sus intereses. En este contexto, era previsible
que los intereses de la APV, integrada por gent de fora, no fueran ninguna prioridad
para la población local a no ser que ésta entendiera que acercarse a la asociación podía
repercutir en beneficio de la propia casa. Así lo mostraba, por ejemplo, el hecho de que
en una ocasión se pidiera a la APV que asumiera los costes de un año sabático de un
hombre casado con una filla del poble que planeaba escribir un libro sobre la variante
dialectal del catalán que se hablaba en la zona, junto con una joven hija de una casa
veïna, o que desde la EMD se pidiera a la APV que asumiera el coste del tablado para la
orquestra durante la fiesta mayor. Cuando desde la APV se respondió que ni uno ni lo
otro era competencia de la asociación, argumentando además que las actividades que se
organizaban desde la APV, en las que podía participar cualquier individuo, eran
gratuitas, algunos de los pocos miembros de las cases veïnes que eran socios se dieron
de baja.
Pero el ejemplo que mejor ilustraba este tipo de dinámica fue la intervención de la hija
mayor de Pedro en el contexto de una reunión de la APV para pedir que la asociación
asumiera los costes de reparación de una valla que cercaba los prados de la familia,
contiguos a una ermita que la APV había restaurado, y en la que cada verano se
celebraba una romería en la que los fills del poble, miembros de la APV tenían un papel
destacado. La petición tuvo lugar en el contexto de la reunión que la Junta de la APV
385
convocó en verano de 2005, para hablar de la posible disolución de la asociación. A la
reunión asistieron cerca de 25 personas, básicamente gent de fora (propietarios de
segundas residencias, fills del poble y algún turista), y como hecho excepcional la
mayoría de los jóvenes autóctonos de la capital del municipio. Aprovechando la
presencia de estos individuos, a los que en varias ocasiones se agradece su asistencia,
por favorecer que ésta fuera una de las reuniones más concurridas de las últimas
celebradas, el presidente de la APV recuerda que el objetivo de la asociación es
fomentar y preservar el patrimonio del valle, insistiendo en que la APV era una
asociación abierta a todos los pueblos del valle. Durante la reunión se discutieron
cuestiones como los preparativos para la presentación de un libro sobre las iglesias del
valle, en la capital del municipio, la publicación del próximo boletín que la APV, y la
colaboración de la asociación en la organización de una carrera de alta montaña, que se
celebraba desde principios de la década del 2000. Al final de la reunión, el presidente de
la APV comunica que Pedro le había llamado para pedir que la asociación asumiera el
coste de la reparación de una valla que cercaba su propiedad. La hija mayor de Pedro
corroboró las palabras del presidente, añadiendo que su padre había accedido a que se
habilitara un paso a través de sus fincas para que se pudiera acceder a la ermita salvando
el río, a cambio de que se instalaran un par se vallas que cercaran sus prados para evitar
que la gente circulara por ellos. Sin dar explicaciones sobre el posible motivo de los
desperfectos, y en un tono entre advertencia y amenaza, la hija mayor de Pedro insistió
en que si la valla no se reparaba inmediatamente –la romería se celebraría al cabo de
una semana- quien quisiera acceder a la ermita tendría que cruzar el río240. Según
explicó más tarde la hija mayor de Pedro, su padre ya se había puesto en contacto con el
presidente de la Junta de Vecinos de la EMD del pueblo en que se había originado la
240 Según los veïns de la capital del municipio esta ermita se encontraba situada en el término municipal
de su pueblo, pero según los veïns y fills del poble del pueblo en que se había originado la APV la ermita
se encontraba dentro del término municipal de este otro pueblo. También había veïns de ambos pueblos,
que decían que la ermita no pertenecía a ningún pueblo, porque se encontraba en el límite de ambos
términos municipales. Pero el caso era que la imagen de la Virgen que presidía el altar de la ermita, se
guardaba en el pueblo en el que se había fundado la APV, y que eran sus miembros los que se encargaban
de los preparativos de la romería, ayudando a fomentar la creencia, entre turistas y propietarios de
segundas residencias, de que la ermita pertenecía a este pueblo. Gran parte de la población local, de poco
más de 60 años de edad, explicaba que esa romería siempre se había celebrado, aunque era desde hacía
unos años, después de que la ermita se hubiera restaurado, que había vuelto a cobrar importancia. En la
actualidad asisten fills del poble, propietarios de segundas residencias, y algunos miembros de cases
veïnes principalmente del pueblo en que se había originado la asociación, aunque en el pasado los
asistentes eran los veïns de los pueblos del valle y sus familias. El grupo de jóvenes autóctonos de la
capital del municipio, que no asistía a la romería, explicaban que para “apoderarse” de la ermita los veïns
del pueblo en que se había originado la APV habían inventado la historia de que en el pasado habían
existido unos papeles, que se habrían quemado, en los que constaba que la ermita pertenecía a ese pueblo.
386
APV para comunicarle el estado de la valla, pero aquél no había emprendido ninguna
acción al respecto. Dado que el parque natural tenía competencias en la gestión de la
tierra que se encontraba situada a cuatro metros de distancia de la orillo del río, y que la
valla se encontraba a menos de un metro, la hija de Pedro también contó que su padre
había ido hasta las oficinas del parque natural para ver si podía acceder a alguna ayuda
que le permitiría reparar la valla, pero que tampoco consiguió ningún tipo de apoyo. En
el contexto de la reunión, el presidente de la APV se comprometió a hablar
personalmente con el presidente de la Junta de Vecinos, para que la EMD asumiera el
coste de la reparación de la valla, proponiendo como solución provisional que fuera
Pedro el que se encargara de arreglar la valla, pasando luego la factura de la reparación
a la APV. Pero no queriéndose conformarse con una solución a medias, la hija de Pedro
respondió que lo que más conveniente era arreglar la valla de forma definitiva para
zanjar la cuestión de una vez por todas. Pasado un tiempo, la hija de Pedro admitió que
la APV no tenía ninguna responsabilidad sobre el estado en que se encontraba la valla,
ni sobre los prados circundantes que eran propiedad de su familia, pero que si su padre
había llegado hasta el presidente de la asociación era con la intención de que alguien
acabara asumiendo la reparación de los desperfectos. Fruto de la intervención de la hija
de Pedro en la reunión de la APV celebrada, en 2005, su presidente y Pedro acuerdan
reunirse para comprobar los desperfectos de la valla, pero no será hasta 2009 cuando
ésta quede definitivamente reparada. Finalmente será el parque natural y la APV los que
acaben asumiendo el coste de la reparación, siendo los trabajadores de una de las
brigadas del parque los que realicen los trabajos de acondicionamiento, bajo la sospecha
de que muy probablemente había sido Pedro el que había causado los daños en la valla
con la maquinaria agrícola241.
Después de que la hija de Pedro hubiera terminado de exponer su petición, el grupo de
jóvenes autóctonos de la capital del municipio –esta fue la primera y única vez que
asistieron a una reunión de la APV-, decidieron regresar a su pueblo. De vuelta a casa,
algunos de ellos comentaron que habían decidió asistir a la reunión, porque el mismo
presidente en persona se lo había pedido, pero que no se habían sentido cómodos porque
la mayoría de los asistentes eran gent de fora (fills del poble y propietarios de segundas
residencias). Alguno de estos jóvenes había colaborado puntualmente con la APV,
241 En otra ocasión, otro ganadero también recurrió a la APV para que asumiera los trabajos de
restauración de una pequeña capilla propiedad de su familia. En aquella ocasión, la Junta de la APV no
accede a la petición, argumentando que la finalidad de la asociación no era actuar en beneficio del
patrimonio privado de las de casas, sino en las iglesias y ermitas de los pueblos.
387
escribiendo en el boletín que ésta publicaba anualmente, pero como sus padres ellos
tampoco eran socios de la asociación ni se planteaban serlo. La mayoría de estos
jóvenes estaban descontentos con los miembros de la APV porque, según decían,
opinaban que la gent del país no se implicaba en la conservación de los pueblos y del
entorno. Lo que no podían aceptar de ninguna de las maneras, porque ellos y sus
familias que eran los que vivían todo el año en el valle eran los primeros interesados en
que los pueblos mantuvieran las infraestructuras y los servicios y no acabaran
abandonados. Comparando el discurso de los miembros de la APV con el de algunos
turistas y propietarios de segundas residencias, estos jóvenes decían que lo único que a
ambos les importaba era que las pistas forestales y los caminos estuvieran en buen
estado para poder hacer excusriones, además de tomarse la libertad de opinar sobre
cómo tendría que actuar la población para que las cosas fueran de su agrado. Pero lo que
más molestaba a los jóvenes de la capital del municipio era el trato que recibían por
parte de algunos miembros de la APV porque, según decían, sólo contaban con ellos
cuando necesitaban mano de obra que les ayudara en los actos que organizaban durante
el verano, sin pedirles su opinión. Un comentario que sorprendía si se tenía en cuenta
que estos jóvenes no tenían ningún interés por implicarse en los proyectos de la
asociación porque, según explicaban, ya tenían obligaciones que cumplir en casa, y
porque su prioridad era encontrar el tiempo para discutir la organización de la fiesta
mayor de su pueblo, como miembros que eran de la comisión de fiestas de la capital del
municipio.
Otro aspecto que cabe destacar del discurso de los jóvenes autóctonos era que las
críticas que hacían a los miembros de la APV, en tanto gent de fora que iba a la suya y
que sólo miraba por sus intereses, al margen de los de la población, eran las mismas con
las que juzgaban el comportamiento de los miembros de las cases veïnes del pueblo en
el que se había originado la APV, de quienes decían que siempre habían querido ser
diferentes y destacar por encima del resto de pueblos, especialmente de la capital del
municipio. Un factor que no era de menor importancia, porque ayudaba a comprender
cómo los proyectos de la APV identificada exclusivamente con uno de los pueblos, son
vistos por los habitantes del resto de pueblos como ajenos a su realidad inmediata242.
Otro aspecto de que informaban los comentarios de los jóvenes de la capital del
municipio, tanto o más importante que el anterior, era que la población autóctona no
242 Más adelante, cuando se exponga el proyecto de construcción del museo de la fragua, que no llega a
materializarse, y el desarrollo de la Feria del Hierro Pirenaico, se vuelve sobre la rivalidad entre pueblos.
388
reconocía como propios los proyectos de la APV por estar asociados a una idea de
patrimonio –iglesias y ermitas- de la que no dependía la continua transformación del
patrimonio de las casas. Lo que ayudaba a contextualizar el discurso de Pilar, la
exsecretaria de la APV, cuando se quejaba de la poca implicación de la población en las
iniciativas de la asociación.
En 2009, Pilar atribuía la falta de implicación de la población en los proyectos de la
APV, a que desde la asociación no se había sabido explicar los objetivos que se
perseguían, y a que la visión de la realidad local de los veïns y de los socios de la APV
habían acabado por ser opuestas. Así lo mostraba, por ejemplo, que desde la APV se
hubiera conseguido paralizar el proyecto de construcción de una plaza donde se
encontraba el antiguo cementerio, que la EMD había impulsado con la aprobación de la
población, porque si el cementerio se acondicionaba podía convertirse en una atracción
turística del pueblo, como sucedía en otros lugares. Pero también la oposición de la
APV a la ampliación del camino que conducía hasta una antigua serradora, una pequeña
central hidroeléctrica y un molino de harina, que formaban parte del Museu Nacional de
la Ciencia i de la Técnica de Catalunya, para que conservara su trazado “original”,
aunque ello impidiera la circulación de autocares243. También cabe recordar la oposición
de algunos miembros de la APV a la modificación del último tramo de la carretera que
recorre el valle porque, según decían, una carretera de montaña sin curvas no era una
carretera de montaña, aunque ello supusiera un mayor riesgo para la población que
circulaba por ella a diario durante los meses de invierno244. La oposición de la APV a
toda una serie de iniciativas que la población entendía que mejorarían sus condiciones
de vida, acabó fomentando que los fills del poble miembros de la APV se convirtieran
en el blanco de las críticas de la población local. Por su parte, los fills del poble que
integraban la APV justificaban su posición diciendo que en el valle, como en todas
partes, las cosas debían cambiar, pero que los cambios tenían que respetar las formas
243 Pilar se mostraba especialmente crítica con la construcción de un bloque de 15 apartamentos,
propiedad de una casa forta, (la de Ramón) a los que se ha hecho referencia anteriormente, por su
impacto visual y porque, en su opinión, ponían en peligro las infraestructuras del pueblo, especialmente el
suministro de corriente eléctrica. Pero dado que las cuadras en las que se habían construido los
apartamentos, habían sido propiedad de la familia del primer presidente de la APV, algunos veïns
opinaban que ni los mismos miembros de la APV tenían las ideas claras.
244 Hay que tener en cuenta que un factor tanto o más decisivo que la oposición de los miembros de la
APV, para que el trazado de la carretera no se modificara fue la presión que algunos veïns relacionados
con la política local y miembros de cases riques habrían ejercido para que la “nueva carretera” no cruzara
por sus prados.
389
originales, que en este caso eran las que identificaban con sus recuerdos de juventud
antes de abandonar el pueblo.
Sin reparar en que la incompatibilidad de las visiones de la realidad local de la
población y de los miembros de la APV se debía a que los miembros de las cases veïnes
priorizaban la transformación del territorio que facilitara el desarrollo de un nuevo
modelo económico y la transformación del patrimonio de sus casas, y que los socios de
la APV, ajenos a la vida diaria en el valle, priorizaban la conservación de la imagen del
valle anterior al desarrollo turístico, Pilar continuaba responsabilizando a la población
local y a los representantes políticos de que la APV hubiera llegado al estado de inercia
en el que se encontraba, preguntándose qué era lo que la gente de los pueblos tenía en la
cabeza para ser tan pasiva y no involucrarse en ninguna iniciativa que favoreciera la
conservación de los mismos. Pilar entendía que la población no podía saberlo todo, pero
si mostraba un poco de interés era fácil conseguir ayuda y asesoramiento, porque hacía
muchos años que al valle subían propietarios de segundas residencias y turistas bien
situados y con conocimientos, que estarían encantados de ayudarles. Si el discurso de
Pilar se consideraba con atención se observaba que la inactividad de la APV, no era
causa, o al menos no la causa directa, de la falta de implicación de la población local, ya
que por lo que parecía ésta siempre se habría mostrado indiferente a los proyectos de la
APV, sino que se debía a que los miembros de la APV no habían vinculado sus
proyectos a otra idea de patrimonio, la que resultaba de la patrimonialización del pasado
local, que en el contexto local actual era la que favorecía el desarrollo de un modelo
económico basado en el sector terciario. También hay que señalar que las casas de
origen de los fills del poble que integraban la APV, donde vivían sus padres ancianos no
dependían del turismo, sino de pensiones de jubilación por su dependencia anterior del
sector primario, y que estas casas quedan definitivamente cerradas con la muerte de la
generación que las ocupa. En este sentido, la inercia en la que había caído la APV,
desde principios de la década del 2000, por la falta de nuevos proyectos podía
relacionarse con el progresivo cierre de las casas de los fills del poble que integraban la
Junta de la asociación por la falta de relieve generacional.
A pesar de los rumores sobre su desaparición, la APV no sólo no se disuelve sino que a
partir de 2010 empieza una nueva etapa cuando miembros de las famílies de fora que
viven en el pueblo del alcalde relevan a los fills del poble y pasan a integrar la Junta de
la asociación. Esto significará que una nueva categoría de individuos que la población
autóctona, y también los fills del poble que hasta el momento habían integrado la APV
390
identifican como gent de fora a pesar de vivir en el valle, pasa a tomar el mando de la
APV, reafirmando la idea de la población local de que la APV era cosa de la gent de
fora. Antes de los descendientes de las cases veïnes de uno de los pueblos, y ahora de
las famílies de fora que vivían en el pueblo del alcalde. Un cambio que también afectará
la relación entre los pueblos. A la rivalidad entre la capital del municipio y el pueblo en
que se había fundado la APV, se sobrepone la rivalidad que empieza a gestarse entre
este último pueblo y el pueblo del alcalde, que además de ser el que había
experimentado un mayor crecimiento debido a la llegada de familíes de fora, por la
posibilidad de acceder a una de las viviendas que había reformado “la constructora del
alcalde”, debido a la implicación de estos individuos en la APV pasa a ser pueblo que se
identifica con los proyectos que se ponen en marcha para la patrimonialización de la
cultura local. No en vano, el nuevo presidente de la Junta de la APV es un técnico del
parque natural que vivía en el pueblo del alcalde. Esto muestra que la APV logra tener
continuidad en la medida en que la nueva Junta es capaz de identificarse con un nuevo
concepto de patrimonio, que surge de la implementación de políticas especificas de
patrimonialización de la naturaleza y la cultura locales, superando el concepto de
patrimonio en nombre del cual la APV había justificado sus proyectos. Esto no significa
que la APV no hubiera llevado acabo un proceso anterior de patrimonialización al
restaurar (poner en valor) iglesias y ermitas locales para su conservación en un contexto
en que el abandono de los pueblos amenazaba su deterioro y la pérdida de sus señas de
identidad245. Pero después de algo más de 30 años, la identidad de los pueblos ya no
pasaba por el mantenimiento de un patrimonio arquitectónico, sino por la creación de
una nueva identidad que identificara el valle como un destino turístico.
Pero cuando, en un contexto económico y social diferente, la razón de ser de la APV
pasa a ser la promoción de los recursos locales (patrimonio de las casas) como
patrimonio turístico, entendido como el elemento que ha de favorecer la continuidad de
las casas y la justificación de las prácticas diarias, la relación entre los miembros de la
APV, la gent de fora que vive en el pueblo del alcalde, y la población local, el grupo de
jóvenes autóctonos de la capital del municipio, pasa de la indiferencia a la rivalidad.
Según explicó, en 2010, el expresidente de la APV la entrada de gent de fora que vivía
en el pueblo del alcalde era la única alternativa que permitía que la APV continuara
existiendo, después de que se hubiera intentado que fueran los hijos de las cases veïnes
245 Con anterioridad a su restauración algunas ermitas habían hecho la función de cuadras.
391
de los pueblos los que pasaran a integrar la nueva Junta; ya que se entendía que la
implicación de individuos que vivían todo el año en el valle y conocían la realidad local
favorecería la continuidad de la APV. Pero al no conseguir la implicación de los
miembros de las cases veïnes, ante el interés de las famílies de fora que vivían en el
pueblo del alcalde por formar parte de la APV, se accedió a que estos individuos
pasaran a integrar la nueva Junta. En este sentido, el cambio de Junta era una decisión
de última hora, después de haber evitado sin éxito que gent de fora que no descendía del
valle, y que además vivía en el pueblo del alcalde se hiciera con el control de la APV. El
antiguo presidente de la asociación pasa a ser el nuevo vicepresidente, un cargo
simbólico con poca capacidad de decisión.
Entre los nuevos proyectos que pone en marcha la APV, en su identificación con un
nueva realidad económica y social, y en este sentido con un nuevo concepto de
patrimonio, se encuentran la publicación de una revista ideada para la divulgación de las
actividades que se preveía poner en marcha para la dinamización el valle, a través de la
promoción del patrimonio natural y cultural local, en substitución del antiguo boletín.
Otra iniciativa será la creación de una página web, a través de la cual la nueva APV
divulgará sus actividades, además de ser el medio por el que la gent de fora que pasa a
integrar la nueva Junta difunde su compromiso de trabajar desde la APV en beneficio de
toda la población, reafirmando la importancia de su presencia y su vínculo con el
contexto local. Así lo pondrá de manifiesto que al lado del nombre de cada uno de los
integrantes de la nueva Junta conste el antiguo nombre de la casa que habitan, que
habían fijado en la fachada, y el anuncio de que el cambio de Junta iba a permitir que la
APV se convirtiera en la asociación de referencia con la que toda la población podría
identificarse, porque los nuevos miembros vivían todo el año en el valle y conocían la
realidad local de primera mano. Lo que ponía de manifiesto que si para los miembros de
las cases veïnes, la APV era un recurso en beneficio del propio patrimonio o no era
nada, para la gent de fora que vivía en el valle ser parte de la APV era el medio (que
había quedado disponible) de conseguir un mayor protagonismo y de justificar sus
prácticas en nombre de toda la población, al identificarse con la noción de patrimonio
de la que depende la transformación del patrimonio de las cases veïnes en el contexto
económico actual. Algo que, por otro lado, no deja de sorprender si se tenía en cuenta
que, unos pocos años atrás, estos mismos individuos –la gent de fora que vivía en el
pueblo del alcalde- se mostraban indiferentes ante las celebraciones locales y apenas
participaba en la vida social del valle, más allá de la fiesta mayor del pueblo del alcalde.
392
Algunos de los antiguos socios de la APV decían sentirse esperanzados con el cambio
de Junta, porque la entrada de individuos que vivían todo el año en el valle favorecería
que la APV pusiera en marcha proyectos más acordes con la realidad local. Pero
también había otros socios que no eran partidarios del cambio, porque al haber “dado”
la APV a un grupo de individuos que representaba los intereses del alcalde, ello iba a
significar que fuera el pueblo del alcalde, en el que la Administración (el parque
natural) ya había invertido mucho dinero, el que continuara viendo mejoradas sus
infraestructuras en detrimento del pueblo en que se había fundado la APV, que era el
que había experimentado la mayor pérdida de población. Teniendo en cuenta que la
relación entre los miembros de la nueva Junta y el alcalde empieza a tomar forma a
partir del momento en que les favorece en el proceso de selección para la adquisición de
una vivienda, la entrada de miembros de las famílies de fora en la APV puede
entenderse como una muestra más de los favores y contra favores por los que el alcalde
y la gent de fora que vive en su pueblo afianzaban su alianza. Pero a los pocos meses
del cambio de Junta, la APV empieza a perder socios. El motivo de las bajas, según
explicó el expresidente, fue que la Junta pasara a estar constituida por gent de fora, que
muchos de los antiguos socios, turistas y propietarios de segundas residencias, no
conocían. Mientras esto ocurría, los miembros de la nueva Junta de la APV no cesan de
idear y poner en marcha nuevas formas de dar a conocer la asociación y captar más
socios, como la organización de excursiones, salidas y encuentros en plena montaña en
las que la participación de población autóctona es insignificante.
Pero la iniciativa de mayor envergadura en que participó la APV desde el cambio de
Junta en 2010, y que vendría a corroborar el interés de la gent de fora que la integraba
por convertirse en una pieza indispensable para la dinamización económica del valle,
fue la organización de las Primeras Jornadas de Investigación y Desarrollo del Valle y
en la primera edición de la Feria del Hierro Pirenaico, celebradas en otoño del mismo
año, promovidas por el parque natural, un ecomuseo comarcal, el ayuntamiento, una
caja de ahorros y l’Institut per al Desenvolupament i la Promoció de l’Alt Pirineu i
Aran (IDAPA). Dos actos que se celebraron durante un mismo fin de semana, y que
reunieron a representantes del mundo académico, directores y técnicos de museos, el
director y los técnicos del parque natural, el alcalde del valle, el presidente del Consell
Comarcal del Pallars Sobirà y representantes de distintos departamentos de la
Generalitat de Catalunya, además de la asistencia de fills del poble, propietarios de
segundas residencias, a parte de la población. Lo que en este contexto interesa destacar
393
es la intervención del trabajador de la brigada del parque natural que vivía en el pueblo
del alcalde y que también integraba la nueva Junta de la APV. Este hombre, de unos 35
años de edad, aprovechó su participación en una mesa redonda para reivindicar la
importancia de que toda la población uniera esfuerzos para dinamizar el valle,
participando y colaborando en la organización de la Feria del Hierro. Recordó que en el
pasado la APV había hecho una labor muy importante en la restauración de ermitas e
iglesias y en el fomento de la práctica del excursionismo, y explicó que para que la APV
pudiera continuar representando los intereses de la población –una afirmación que no se
acababa de corresponder con la realidad si se tenía en cuenta que los intereses de la
población y los miembros de la APV nunca habían acabado de coincidir- se había
decidido cambiar la Junta, integrada por gente joven que vivía todo el año en el valle
para acercar la asociación a las EMD locales y conseguir que la población volviera a
sentirse representada por la APV, presentada como uno de los motores del cambio hacía
una nueva etapa. Según este hombre, era importante que el nombre del valle –que
también formaba parte del nombre de la APV-, se entendiera como una marca turística
con la toda la población con independencia del lugar de procedencia y en el pueblo en
que viviera debía poder identificarse para trabajar en común para desarrollar la
economía del valle. En este sentido, la intervención de este hombre no sólo fue una
declaración de intenciones, sino la manera de justificar el liderazgo de la APV y de los
miembros de la nueva Junta que la integraban (la gent de fora) en las iniciativas que
fomentaran la patrimonialización del pasado local en beneficio de toda la población.
Es importante señalar que aunque la participación del alcalde en la mesa redonda no
estaba inicialmente prevista, éste permaneció sentado al lado del trabajador de la
brigada del parque natural, rompiendo con un aplauso el silencio de la sala cuando aquél
terminó su intervención. A continuación, el mismo alcalde tomó la palabra para decir,
ante una audiencia compuesta por fills del poble, propietarios de segundas residencias,
técnicos expertos (en patrimonialización), y miembros de cases veïnes, que el trabajador
de la brigada era un hombre muy responsable y trabajador que tenía mucho interés en
llevar acabo iniciativas que activaran la economía del valle, pero que era preciso que
toda la población se implicara en los proyectos –es decir, apoyara a la APV-, porque
sino difícilmente habría futuro para nadie. Entre estas iniciativas, según explicó el
trabajador de la brigada del parque natural, se encontraba la recuperación de un
encuentro transfronterizo en plena montaña, que algunas comunidades del Pirineo
catalán y francés habrían celebrado en el pasado para el intercambio de productos, la
394
celebración de la matanza del cerdo en una sala adjunta a las dependencias del
ayuntamiento, y la demostración de la siega tradicional de los prados con guadaña. A
estas iniciativas, como a otras actividades que organizó la nueva Junta de la APV,
apenas asistió población autóctona y la que lo hizo pertenecía a casas afines al equipo
de gobierno local, esto es, miembros de las cases que van a més. También asistieron los
técnicos y/o el director del parque natural, el alcalde y miembros de las famílies de fora
que vivían en el mismo pueblo. La no implicación del resto de población autóctona en
las actividades promovidas por la nueva APV, que pasaban básicamente por la
celebración de actos sociales relacionados con la cultura rural local, podría entenderse
como el desinterés por participar en la teatralización de la propia experiencia de vida,
más cuando ello no repercutía a favor de los intereses de la propia casa, poniendo de
manifiesto que la patrimonialización no sólo comportaba un proceso de selección y
resignificación, sino también de simplificación.
La intervención del trabajador de la brigada del parque natural en la mesa redonda al
lado del alcalde, volvía a poner de manifiesto lo importante que para la gent de fora que
vivía en el valle era mantener alianzas con los representantes políticos locales, y cuán
importante era para el alcalde consolidar nuevas alianzas para aumentar su influencia.
Pero esta no era la situación en la que se encontraban todas las families de fora, como
ejemplificaba el caso de Marta. Después de tener una presencia anecdótica en la
celebración de la primera edición de la Feria del Hierro, en 2010, Marta deja de
participar en cualquier acto social que se celebre en el valle cuando el equipo de
gobierno del que formaba parte termina su mandato en 2011, como resultado de la mala
relación que mantenía con el alcalde. La no participación de la familia de la Marta en la
vida social del valle también comportará su distanciamiento del resto de famílies de fora
que vivían en el valle, que cada vez estaban más implicadas en la celebración de la Feria
del Hierro. Con el tiempo, esto significará que la familia de Marta no cuente apenas con
una red mínima de relaciones sociales. En este sentido, se puede afirmar que el contexto
de la celebración de la primera Feria del Hierro había vuelve a poner de manifiesto la
importancia de formar parte de una red de relaciones de solidaridad para vivir en el
valle, pero también de la dependencia de las famílies de fora de terceros y los límites a
su capacidad de acción246.
246Si la relación entre la gent de fora que vivía en el valle y el alcalde se caracterizaba, en parte, por la
complicidad, de la que se daba muestras en público, derivada de la dependencia mutua para la
satisfacción de los propios intereses, la relación entre la gent de fora que vivía en el valle y el resto de
395
Después de la intervención del trabajador de la brigada del parque natural, que vendría a
representar los intereses de las famílies de fora que vivían en el pueblo del alcalde, la
próxima intervención, protagonizada por una mujer autóctona, de 50 y pocos años de
edad que trabajaba en el negocio turístico familiar, devolvería la mesa redonda a “la
realidad” al comentar que si bien la creación de un parque natural había favorecido la
llegada de gent de fora al crear nuevos puestos de trabajo, lo cierto también era que el
valle se estaba quedando sin gente joven, porque no se emprendía ninguna iniciativa que
diera vida al país. Un ganadero que intervino desde el público, al no conseguir que los
organizadores de las jornadas científicas –representantes del ecomuseo comarcal y del
IDAPA- le permitieran participar en la mesa redonda, vino a corroborar las palabras de
esta mujer añadiendo que no veía que los jóvenes autóctonos tuvieran demasiado interés
por participar en este tipo de actos. También aprovechó la intervención para reivindicar
la importancia que el sector primario había tenido en la historia del valle247. Según este
hombre, los ganaderos merecían el derecho a tener un puesto destacado en la Feria del
Hierro, porque el paisaje del valle que ahora tanto se valoraba era indisociable de la
continuidad de la práctica ganadera a lo largo del tiempo, y porque los animales mulos y
caballos que en la época de las fraguas habrían transportado el carbón y el hierro
también mostraban la importancia de la práctica ganadera en el pasado. Los miembros
de las famílies de fora interpretaron la intervención de este hombre como una manera de
llamar la atención y llevar la contraria, ni que fuera a costa de rozar el ridículo. Aunque
miembros de las cases veïnes, se caracterizaba por una mezcla de cordialidad e indiferencia que
comportaba que la vida diaria de unos y otros transcurriera de forma de paralela. Esto no quitaba que
entre algunas cases veïnes y algunas famílies de fora llegara a existir cierta intimidad, teñida de recelos y
sospechas, que también se encontraban en las relaciones entre las cases veïnes, que en este caso a
diferencia del caso anterior se inscribían en una historia local de conflictos y alianzas de la que la gent de
fora no formaba parte. Esto comportaba que en caso de conflicto entre cases veïnes y gent de fora, fueran
éstos los que salieran perdiendo, como ya había puesto de manifiesto la historia de la celebración de la
fiesta de santa Águeda, pero también el hecho de que el alcalde, ya no como representante político, sino
como veí-cabeza de familia, defendiera la redacción de unas nuevas ordenanzas para que ninguna casa
ocupada por gent de fora fuera reconocida con el dret de veïnatge, y pudiera participar en el reparto de
kilovatios con independencia del tiempo transcurrido desde su llegada. Lo que mostraba las
contrariedades en las que sustentaban las alianzas entre el alcalde y la gent de fora que vivía en el valle.
247 A esta mesa no se invita a ningún ganadero, porque según explicaron algunos de los organizadores del
acto, la finalidad de la feria y las jornadas era fomentar el desarrollo turístico del valle, y en esto, decían,
los ganaderos no tenían nada que ver, al tiempo en que insistían en que ambas actividades se habían
organizado pensando en los intereses del conjunto de la población. Lo que indicaba que el futuro del valle
se había concebido en torno al desarrollo de una actividad económica, el turismo, y al margen, al menos
de entrada, de las cases fortes. Ante las quejas de este ganadero por no ser invitado a la mesa redonda,
desde el ayuntamiento se explicó que se había llamado a todas las casas, incluidas las de los ganaderos,
por si alguien quería montar un puesto en la feria para mostrar objetos antiguos o vender productos
locales, y que los que menos interés habían mostrado habían sido los ganaderos, que llegaron a afirmar
que nadie les había avisado.
396
lo que más sorprendió a estos individuos fue que el ganadero, como la mujer que le
había antecedido, lamentaran la falta de gente joven y/o su no implicación en este tipo
de actos; ya que allí estaban ellos dispuestos a hacer lo que fuera necesario para“tirar el
país endavant”.
Pero lo que resultó especialmente interesante de la intervención del ganadero era que
mostraba cómo la concepción de la realidad local que se pretendía imponer no
contemplaba las casas que se dedicaban a la ganadería, por no ser representativas del
desarrollo de un nuevo modelo económico, a pesar de que el número de casas que
dependían de esta práctica como única actividad económica era el mismo que el número
de casas que dependían del turismo, también como única actividad económica. Esto
también permitía comprender que los jóvenes a los que se refería este ganadero, eran los
hijos de las cases fortes, que apenas se involucraron en la celebración de la primera
Feria del Hierro. La actitud de Pedro, en 2010, cuando refiriéndose a la escasa
participación de su familia en la Feria del Hierro, decía “esto del hierro no está hecho
para nosotros”, mientras con su tractor transitaba por la carretera local dificultando el
paso a los asistentes, era otro ejemplo que corroboraba esta situación. Pero si los hijos
de las cases fortes no acababan de implicarse en la feria del hierro, los que sí lo hacían,
y de forma destacada, eran los hijos de las cases que van a més, que integraban el grupo
de jóvenes autóctonos de la capital del municipio, junto con sus padres. Como las
Primeras Jornadas de Investigación y Desarrollo del Valle empezaron en día laboral,
muchos de estos jóvenes que en esta época terminaban sus estudios en Barcelona,
adelantaron el día de regreso para poder estar presentes desde el inicio. Con su
participación, satisfacían los deseos del alcalde que en varias ocasiones había insistido
en la importancia de que las generaciones más jóvenes se implicaran en los actos que se
celebraban en el valle, mientras daban visibilidad a sus casas en un nuevo contexto
festivo.
A diferencia de las famílies de fora, que durante la primera celebración de la Feria del
Hierro montaron un puesto para dar publicidad a la APV, los jóvenes autóctonos de la
capital del municipio no contaron con ningún espacio propio con el que identificarse.
En la segunda edición de la feria, la APV volvió a montar un puesto, presidido por una
enorme pancarta con el nombre y el logo de la asociación, en el que miembros de las
famílies de fora que integraba la nueva Junta y antiguos socios, básicamente,
propietarios de segundas residencias, pero no los fills del poble que habían integrado la
Junta anterior, a excepción del expresidente, vendían camisetas de la asociación y de la
397
feria, que ellos mismos vestían, además de libros relacionados con la historia del valle,
y algún que otro objeto de hierro, mientras intentaban captar nuevos socios repartiendo
boletos de inscripción entre los asistentes. La novedad fue que en esta ocasión el grupo
de jóvenes autóctonos sí contó con un puesto situado justo enfrente del de la APV.
Ataviados con camisetas con el nombre de la capital del municipio, los jóvenes
autóctonos vendieron bocadillos y refrescos para recaudar fondos con que organizar la
próxima fiesta mayor. En este contexto, a pesar de su proximidad, la comunicación
entre el grupo de jóvenes autóctonos y los miembros de la nueva Junta de la APV fue
casi inexistente, reduciéndose a un saludo cordial cuando coincidían fuera de sus
respectivos puestos, como sucedía cuando casualmente se encontraban por el valle.
Después de la pérdida de socios que había acompañado el cambio de Junta, la
publicidad que las famílies de fora consiguen hacer de la APV en el contexto de la feria,
favorece la captación de nuevos socios, aunque entre éstos la población autóctona
apenas será representativa. En este sentido, la indiferencia que mostraba el grupo de
jóvenes autóctonos hacía el puesto de la APV, podía entenderse como una muestra del
desinterés que la población autóctona continuaba mostrando por la asociación. Esto
también permite comprender el rechazo del grupo de jóvenes autóctonos a la propuesta
de los nuevos miembros de la APV de organizar conjuntamente las próximas ediciones
de la Feria del Hierro, porque según habían comentado los jóvenes autóctonos lo mejor
era que la APV y la Asociación cultural de la capital del municipio, que se había
constituido a raíz de la comisión de fiestas que ellos mismos integraban, siguieran su
propio camino. Según contaron las famílies de fora implicadas en la APV, esta
respuesta no les hubiera sorprendido de no ser que con anterioridad habían ido a hablar
con un hombre autóctono que mantenía buena relación con el grupo de jóvenes para que
intercediera a su favor y les ayudara a conseguir su colaboración. El rechazo de los
jóvenes autóctonos a implicarse en los proyectos de la APV, podía entenderse como el
rechazo a ser identificados con una asociación integrada por individuos considerados
gent de fora, porque no era hijos de una casa veïna a pesar de vivir en el valle,
justamente la situación inversa de los fills del poble que habían integrado la Junta
anterior, y que eran considerados gent de fora por no vivir en el valle aun siendo hijos
de una casa veïna. Lo que mostraba que los que acababan imponiendo su visión de la
realidad eran los miembros de las cases veïnes, al ser capaces de interpretar el presente
en términos del pasado. En este sentido, la negativa de los jóvenes autóctonos a juntar
esfuerzos con la nueva Junta de la APV debe entenderse como la manera de evitar ser
398
identificados con las prácticas de una categoría social de la que más que nunca es
preciso distanciarse, manteniendo la propia capacidad de acción y decisión, para
continuar siendo diferentes y superiores. Lo que no quita que la interdependencia entre
ambas categorías de individuos sea cada vez mayor248. En este proceso las críticas de
los jóvenes autóctonos a los miembros de la nueva Junta de la APV, y viceversa serán
una constante.
Según explicaba una joven autóctona, en 2011, en el contexto de la segunda Feria del
Hierro, la Junta de la APV sólo había permitido a los jóvenes autóctonos vender unos
pocos bocadillos y unas cuantas camisetas, sin tener en cuenta su opinión en otras
cuestiones como, por ejemplo, la elección de las bandas de música que tocarían durante
la feria. Como protesta por el trato recibido, el grupo de jóvenes autóctonos se niega a
encargarse de la barra, como en un principio se había acordado, siendo los miembros de
las famílies de fora los que acabaran sirviendo las bebidas. En relación con este hecho,
que fue ampliamente comentado por los jóvenes autóctonos y la gent de fora que vivía
en el valle, una joven explicó que otro de los motivos que había llevado a los jóvenes
autóctonos a negarse a llevar la barra era que no querían servir bebidas a gent de fora
(algunos de los asistentes a la feria) que en su opinión no sabía cómo comportarse249.
Una actitud que sorprendía, si se tenía en cuenta que uno de los intereses del grupo de
jóvenes autóctonos era encargarse, siempre que era posible, de la barra, porque era el
principal medio por el que conseguían fondos para organizar la fiesta mayor. A parte de
los posibles motivos, la reacción de los jóvenes resulta interesante porque muestra la
capacidad de los miembros de las cases veïnes para hacer explícito su desacuerdo con
las decisiones que no compartía, más si era la gent de fora que vivía en el valle quien las
había tomado, alterando la organización inicial de la feria. Así se puede comprender,
porque tan sólo un par de semanas antes, en el contexto de la celebración de la fiesta
248 Anteriormente se ha señalado cómo la creación de un parque natural favorece a las cases fortes y a las
cases que van a més, por los ingresos que perciben en concepto de mantenimiento de monte comunal,
por depender ambas de la ganadería. No obstante, la diferencia entre ambas casas estaría en que mientras
las primeras continúan dependiendo únicamente de la actividad ganadera, las segundas dependen también
del turismo, y en este sentido de la patrimonialización de la naturaleza y la cultura locales, como las
cases riques.
249 No era extraño que los jóvenes autóctonos criticaran y menospreciaran el comportamiento de adultos
jóvenes, originarios generalmente del área metropolitana de Barcelona, que pasaban temporadas en la
comarca, como monitores de deportes de aventura, y que asistían a las fiestas locales por su indumentaria
y aspecto físico –rastas, aspecto descuidado, etc.,- los llamaban hippies o “cumbas” y aunque apenas los
conocían, porque evitaban relacionarse de ellos, comentaban que no tenían modales acusándolos de tener
hábitos poco saludables. No obstante, algunos de ellos tendían a copiar su apariencia cuando salían de
fiesta. En el contexto de la feria del hierro, las críticas no sólo se dirigen a este grupo de individuos, sino a
cualquier participante joven que no es conocido y que aprovecha la ocasión para divertirse a su manera.
399
mayor de verano, el grupo de jóvenes autóctonos no tuvo ningún inconveniente en
encargarse de la barra, porque el ayuntamiento había asumido el coste de los barriles de
cerveza, como ellos querían.
Un año más tarde, en 2012, según explicó la gent de fora que integraba la nueva Junta
de la APV, la organización de la Feria del Hierro había sido más fácil, porque el grupo
de jóvenes autóctonos se había mostrado muy participativo y colaborador, asistiendo a
todas las reuniones que se habían convocado desde la APV. El grado de sintonía al que
habían llegado las dos partes parecía ser tal, que la gent de fora que vivía en el valle se
sorprendía de que los jóvenes autóctonos se “dejaran llevar”, permitiendo que ellos
tomaran la iniciativa. Lo que les satisfacía especialmente porque, según decían, ello les
hacía sentir más integrados, aunque los continuaran considerando como gent de fora. En
este contexto, llegado el día de la tercera edición de la feria, que desde 2011 se
celebraba en julio –sólo la primera edición de la feria, la de 2010, tendrá lugar en otoño-
para adelantar el comienzo de la temporada turística de verano, todo está a punto para
que la feria vuelva a ser un éxito de participación. Además de los miembros de la nueva
Junta de la APV, de algunos socios antiguos, propietarios de segundas residencias, del
grupo de jóvenes autóctonos y de sus padres, cerca de 70 voluntarios entre parientes y
conocidos de la población local, colaboran en la organización de la feria vigilando las
diversas exposiciones que se montaron en distintos puntos de la capital de la capital del
municipio, y echando una mano en todo lo que fuera necesario. El grupo de jóvenes
autóctonos colaboró en la organización de todas las actividades, aunque la actividad de
la que se encargaron en exclusiva, a parte de llevar la barra, de la que se hacen cargo
ininterrumpidamente después de imponer su criterio en la elección de los grupos
musicales, es la preparación de las comidas, junto con sus padres, para los forjadores y
los visitantes a la feria, que se sirve en una carpa habilitada para la ocasión. La división
del trabajo entre todos los voluntarios y colaboradores surgió de las distintas comisiones
que se habían creado en las reuniones que se habían celebrado previamente, y como
resultado de las pautas que marcó una empresa especializada en crear y gestionar
proyectos para la dinamización de zonas rurales y de montaña, que se había contratado
para ayudar a la organización de la feria. Cada comisión contaba con un responsable, y
aunque cada persona interesada en colaborar en la feria podía apuntarse a la comisión
que más le interesara, lo cierto era que el grupo de jóvenes siempre había controlado la
venta de tiques de la comida; ya que ello suponía otra forma de continuar recaudando
fondos para la celebración de las próximas fiestas mayores. Lo que indicaba que si para
400
el grupo de jóvenes autóctonos participar en la Feria del Hierro era importante, porque
les permitía identificarse con el contexto económico actual favoreciendo la mejora de la
posición de sus casas, continuar organizando la fiesta mayor, como venían haciendo
desde principios de la década del 2000, suponía una fuente de prestigio y liderazgo
mientras reforzaban el vínculo de sus casas con el pasado local en un contexto de
importantes cambios. La implicación en la Feria del Hierro de los miembros de la nueva
Junta de la APV pasa por ser los encargados de cuestiones de tipo logístico, por
continuar vendiendo camisetas de la feria y de la asociación, y por intentar captar
nuevos socios, lo que les valdrá las críticas de los jóvenes autóctonos por no implicarse
en trabajos que requieren de un mayor esfuerzo físico, mientras buscan la manera de
encontrar su sitio en el contexto local actual.
La percepción que los asistentes tienen de la Feria del Hierro es que se trata de un acto
muy bien organizado, gracias, en gran parte, a la implicación de los jóvenes autóctonos.
En cambio, el secretario del ayuntamiento, no duda en comentar que la población
autóctona se había implicado en la organización de la feria cuando había visto que
funcionaba, después de que la gent de fora que vivía en el valle la hubiera impulsado a
través de la APV, en 2010. En relación con las críticas que los nuevos miembros de la
Junta de la APV habían recibido, por parte del grupo de jóvenes autóctonos, y de los
miembros de las cases veïnes que, en general, opinaban que las famílies de fora
continuaban sin implicarse en la vida social local, y que podían entenderse como una
manera de deslegitimar el protagonismo que estos individuos habían adquirido en el
contexto de la organización de la Feria del Hierro, el secretario también comentaba que
la población autóctona continuaba pensando que la gent de fora que vivía en los pueblos
“eran cuatro hippies” que habían subido de la ciudad para llevar una vida contemplativa
o vivir de cuidar unas pocas cabras y ovejas, y que tan pronto como se les pasara “la
neura” y se dieran cuenta de que la montaña no era sitio para ellos volverían a
marcharse250, sin querer darse cuenta de que la gent de fora que ahora vivía en el valle
era gente que no había llegado para marcharse, porque había comprado antiguas cases
veïnes, porque habían tenido sus hijos en el valle, y porque todos contaban con medios
para ganarse, mejor o peor, la vida. Según el secretario, las críticas de los miembros de
las cases veïnes hacia las famílies de fora que vivían en el valle se debían a que a los
250 En el valle no había la experiencia de un colectivo de individuos que vivieran de su producción
artística, pintura, escultura, artesanía, etc., como sí sucedía en otros pueblos próximos, a los que la
población de la comarca también solía llamar hippies.
401
primeros les costaba aceptar que el futuro de los pueblos, en los que cada vez vivía
menos gente y más ancianos, estaba en manos de la gent de fora, porque eran éstos los
que tenían la capacidad de iniciativa y las habilidades para poner en marcha nuevos
proyectos251. Otro de los factores que el secretario señaló para explicar la falta de
iniciativa de la población local, además de la falta de gente joven, eran las enemistades
ancestrales que había entre las casas, que se proyectaban en cualquier ámbito y que
dificultaban la puesta en marcha de cualquier proyecto por la dificultad de satisfacer los
intereses de todas las casas. Por su parte, Marta decía que no entendía porqué las
famílies de fora que habían pasado a integrar la Junta de la APV organizaban actos de
los que pudieran beneficiarse las cases veïnes, teniendo en cuenta el menosprecio con
que en el valle se trataba a la gent de fora252. A pesar de ser fruto del esfuerzo de la gent
de fora, lo que podía acabar pasando, decía Marta, era que los veïns intentaran
apropiarse de la feria, alegando que habían sido ellos los que la habían inventado. Esta
mujer, cuyas prácticas no se identificaban ni con las de la gent de fora, ni con las de los
miembros de las cases veïnes, por quedar gradualmente desvinculada de la vida social
local, se molestaba especialmente cuando miembros de las famílies de fora insistían en
que debía participar en la Feria del Hierro, porque representaba una oportunidad para fer
poble, es decir, para intentar mejorar la propia situación en nombre del interés de toda la
población. La no participación de la familia de Marta en las fiesta locales, también había
comportado que sus prácticas, se parecieran cada vez más a las de la familia de Ana, la
mujer casada en una casa pobra, que cada vez participaba menos en la vida social del
valle por considerar que actos como la Feria del Hierro sólo favorecían a “los cuatro de
siempre”, es decir, a las cases riques y las cases que van a més. Lo que comportará que
la casa de Ana y la familia de Marta vivan cada vez más alejadas de una realidad en la
que no encuentran su lugar.
Pero llega el momento en que la capacidad de la gent de fora de inscribir la propia
trayectoria en la historia local, queda condicionada por los límites que el grupo de
jóvenes autóctonos imponen a sus prácticas. Así, a finales de 2012, en un clima aparente
de total sintonía, un adulto joven, presidente de la Junta de Vecinos de una EMD local,
251 El contexto y el conjunto de agentes que intervienen de forma decisiva para que la Feria del Hierro
tenga lugar se presentan con más detalle en el próximo apartado.
252Como se ha señalado anteriormente, en 2012, Marta y su familia empezarán las gestiones para
conseguir el dret de veïnatge. Durante este tiempo se dan varios enfrentamientos entre el acalde y
miembros de esta familia por haberles comunicado, el primero, que los veïns de la capital del municipio
se oponían a aceptar que su casa se convirtiera en una casa veïna más.
402
que mantenía una estrecha relación con el grupo de jóvenes autóctonos, ya aprovechó
una visita al ayuntamiento para comentar al alcalde que era necesario tomar alguna
medida, porque no podía ser que la gent de fora que vivía en el valle se atribuyera el
éxito de la feria, siendo el resto de individuos (el grupo de jóvenes autóctonos) los que
más se esforzaban para que la feria continuara celebrándose. A finales de este mismo
año, antes de la celebración de la cuarta edición de la Feria del Hierro, se constituye la
Comisión organizadora de la IV feria del hierro pirenaico, prevista para julio de 2013,
con la intención de que hubiera un grupo de referencia que de forma exclusiva se
dedicara a la organización de la feria. La Comisión la integran los jóvenes autóctonos, el
técnico del parque natural y el trabajador de las brigadas del parque que vivían en el
pueblo del alcalde, miembros de la nueva Junta de la APV, y un joven adulto autóctono
que se convierte en el presidente. Según explicaron los miembros de la nueva Junta de
la APV, la Comisión se había constituido por iniciativa de los jóvenes autóctonos,
porque estaban insatisfechos con el modo en que la APV organizaba la feria. En opinión
de estos individuos, la función de la Comisión era poco más que convocar reuniones
mensuales, sin que de ello se siguiera la elaboración de planes concretos para pasar a la
acción. Por su parte, algunos jóvenes, como la hijas de Pedro, explicaron que de la
celebración de estas reuniones, en las que los hijos de las cases que van a més tienen un
papel destacado, solían enterarse cuando ya se habían celebrado253.
La celebración de la cuarta edición de la Feria del Hierro coincidió con la celebración
del quinto encuentro de Fallaires del Pirineu en la capital del municipio254. La
recuperación de una celebración que se pretende anterior a la Feria del Hierro –en 2005,
ningún anciano de más de 80 años de edad tenía la experiencia de haber bajado falles
(entorchas), aunque algunos habían oído explicar que ello había sido una costumbre en
el pasado-, permitirá que el grupo de jóvenes autóctonos recobre el protagonismo en el
ámbito festivo de la capital del municipio al inscribir una “tradición anterior” en el
contexto de la celebración de una “tradición nueva”. Esto permite afirmar que es por la
253 En esta época es cuando muchos hijos de cases que van a més coinciden viviendo en la capital de la
comarca.
254 Se trata de la reunión de representantes de otros pueblos del Pirineo en que, como era el caso de la
capital del municipio, durante la noche de san Juan se practica “la costumbre” de bajar entorchas
encendidas desde algún punto en la montaña hasta los pueblos. Con esta iniciativa la Asociación cultural
del municipio pretende recuperar y potenciar la tradicional baixada de falles de la capital del municipio,
que supuestamente se venía celebrando desde mediados de la década de 1980, después de que algunos
ancianos del lugar contaran que habían oído explicar que, antes, se habían bajado entorchas desde una
cima próxima.
403
reinterpretación e inclusión de la visión de un pasado anterior, expresada en la baixada
de falles entendida como un patrimonio propio de las cases veïnes, en una nueva visión
del pasado local, expresada por la celebración de la Feria del Hierro, que el grupo de
jóvenes autóctonos reafirma su superioridad y recobra el protagonismo en el ámbito
festivo. En este contexto puede comprenderse lo poco que podía importar la antigüedad
de la baixada de falles, o si antes de la década de 1980 había llegado siquiera a
celebrarse, porque lo importante era que la baixada de falles y la Feria del Hierro
tuvieran continuidad en el contexto actual para que las distintas visiones del pasado
pudieran imbricarse y cobraran un sentido práctico, mientras veïns y gent de fora que
vivía en el valle continuaban instituyéndose como dos categorías sociales
“esencialmente” diferentes. Así lo ponía de manifiesto que sólo el grupo de jóvenes
autóctonos fuera capaz de identificarse al mismo tiempo con la Feria del Hierro y la
baixada de falles, en tanto descendiente de cases veïnes, y que la gent de fora que vivía
en el valle participara en la baixada de falles, junto con turistas y propietarios de
segundas residencias, pero no tuviera ninguna capacidad de decisión en la organización
de esta celebración. Lo anterior también permite afirmar que la Feria del Hierro
Pirenaico y la baixada de falles eran el resultado de un único proceso por el que se
recuperaban, creaban e innovaban fiestas locales para su consumo turístico, y que en la
medida en que eran el medio por el que distintas categorías de individuos expresaban y
reafirmaban su diferencia en un nuevo contexto económico y social, también eran una
muestra de su interdependencia. En este proceso es en el que la celebración de la Feria
del Hierro y la baixada de falles cobran sentido.
Desde la primera edición de la Feria del Hierro, y gracias a la colaboración de turistas,
propietarios de segundas residencias, fills del poble, de los diversos pueblos del valle, y
gent de fora que vivía en el valle, el grupo de jóvenes autóctonos había llevado a cabo
demostraciones de baixades de falles, como una semanas antes hacían en el contexto de
la celebración de la fiesta mayor, el ámbito festivo en el que venían celebrándose desde
su recuperación. En cada edición de la feria, según aumenta el número de visitantes y
posibles colaboradores, la baixada de falles consigue ser más espectacular255. De forma
paralela, a medida que la baixada de falles se consolida con un atractivo de la Feria del
255 Los forjadores que participan en la tercera edición de la feria del hierro, regalan a la capital del
municipio una escultura de hierro que representa la falla major que, en 2013, se “plantará” en una
pequeña cima en motivo de la celebración del 25 aniversario de la baixada de falles, haciendo que éste
sea el elemento del pasado local en torno al cual gire la celebración de la cuarta edición de la Feria del
Hierro Pirenaico.
404
Hierro, los jóvenes autóctonos de la capital del municipio no cesan de introducir
cambios en la demostración de la baixada de falles que se celebra durante la fiesta
mayor, como la introducción de un nuevo itinerario, para conseguir mayor
espectacularidad también en este contexto. Lo que interesa destacar es que en este
proceso la promoción de la “tradicional baixada de falles” de la capital del municipio
será otra de las funciones de la Asociación cultural de la capital del municipio, además
de continuar organizando la fiesta mayor. Cuando, en 2014, la capital del municipio
integra la candidatura presentada a la UNESCO, junto con otros pueblos del Pirineo
catalán y de Andorra, para que falles, haros (tronco que quema en el centro del pueblo,
encendido por el fuego de las falles) y brandons (hachón), sean reconocidos como
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, la Asociación cultural integrada por jóvenes
autóctonos cambia de nombre para convertirse a partir, de 2015, en la Asociación
cultural y de fallaires de la capital del municipio. Sin querer proseguir en los detalles
sobre la celebración de la fiesta mayor y la recuperación de la baixada de falles, la
información que se ha presentado se considera relevante, porque permite ver cómo la
patrimonialización de la cultura local es indisociable de la creación de nuevas fiestas y
la constitución paralela de nuevas asociaciones, que muestran el distinto modo en que
los miembros de las cases veïnes y la gent de fora que vive en el valle expresan y
reafirman su vínculo con el pasado local para legitimar sus prácticas en el presente
En 2014, el técnico del parque natural que vivía en el pueblo del acalde, y que acaba
convirtiéndose en su director, deja de ser el presidente de la nueva Junta de la APV por
incompatibilidad con su puesto de trabajo. Al no tener ningún miembro de la nueva
Junta de la APV la misma capacidad de influencia que este hombre –como técnico del
parque natural se había convertido en una pieza clave a la hora de captar recursos para
la celebración de la feria-, la APV empieza a perder protagonismo, mientras en las
reuniones que celebra la Comisión organizadora de la Feria del Hierro el grupo de
jóvenes autóctonos continúa expresando su desacuerdo con la forma en que la APV
plantea el desarrollo de la feria, en la que todavía tiene un papel destacado. En este
contexto, el presiente de la Comisión, el mismo hombre al que los miembros de la
nueva Junta de la APV habían recorrido en el intento de mejorar las relaciones con el
grupo de jóvenes autóctonos, se presentó al ayuntamiento para manifestar la
conveniencia de crear una nueva asociación, que específicamente se dedique a la
organización de la feria. Cuando desde el ayuntamiento se respondió que ya había una
asociación al frente de la feria, la APV, este hombre insistió en que igualmente había
405
que crear una asociación nueva al margen de la APV. En presencia del alcalde este
hombre también dijo, más bien exigió, la colaboración del ayuntamiento en la feria con
un aporte inicial de 6.000 euros. Aunque, según explicaron los miembros de las famílies
de fora que estaban presentes, lo más sorprendente del caso no fue la demanda de este
hombre, sino la reacción del alcalde que sin plantear la cuestión en un pleno del
ayuntamiento a punto estuvo de firmar un cheque por esa cantidad de dinero, en
reconocimiento al esfuerzo realizado por el grupo de jóvenes de autóctonos en la
organización de la feria, sin referirse en ningún momento al trabajo previo realizado por
la gent de fora que vivía en el valle, para conseguir poner la feria en marcha. Lo que
volvía a poner de manifiesto, que una de las prioridades del alcalde era aprovechar
cualquier ocasión para continuar mostrando su “apoyo incondicional” a los miembros
de las cases veïnes, en su condición de veí-cabeza de familia además de representante
político, y que la capacidad de acción y decisión de la gent de fora quedaba supeditada a
su condición de no veïns. Basándose en que la Feria del Hierro había funcionado
bastante bien, tal y como se había venido organizando, los miembros de las famílies de
fora que integraban la APV quitaron importancia al asunto afirmando convencidos que
ninguna otra nueva asociación iba a crearse.
Las quejas por la implicación de la APV en la Feria del Hierro no sólo vendrían de parte
del grupo de jóvenes, que buscan hacerse con el control de esta celebración, sino
también de socios antiguos que recriminaban a la nueva Junta su implicación en la
organización de la Feria del Hierro, por tratarse de un acto que se celebraba en la capital
del municipio256. En opinión de los individuos que eran socios de la APV, desde sus
inicios, propietarios de segundas residencias y/o individuos casados con fills del poble
en el que se había originado la asociación, la APV no se había creado para organizar
ferias, sino para restaurar iglesias y ermitas, y esa debía continuar siendo su prioridad.
Pero a estas alturas, en lo que menos pensaban lo miembros de la nueva Junta era
dedicarse al mantenimiento de iglesias, o retomar proyectos que habían quedado
paralizados, como la restauración del reloj de un de los campanarios porque, según
decían, trabajar en provecho del patrimonio era algo más que mantener en pie iglesias y
ermitas, además de que ya no quedaba ninguna por restaurar. Esto comentarios resultan
interesantes porque permite ver cómo en distintos momentos la identificación con
distintas ideas de patrimonio permite a distintas categorías de individuos identificarse
256 De hecho, está será el único proyecto de envergadura en que participe la APV, después del cambio de
Junta.
406
con el pasado, para legitimar sus prácticas en contextos diferentes. En este sentido, el
interés de la nueva Junta de la APV por desvincularse de un concepto anterior de
patrimonio, ermitas e iglesias, debe entenderse como el modo de distanciarse de un
pasado que ha dejado de ser relevante, para no quedar relegados a la situación periférica
respecto a la realidad local en la que parecían encontrarse los fills del poble que habían
fundado la asociación, y poder vincularse plenamente con el contexto local actual al
participar en la creación de un nuevo pasado (un nuevo patrimonio) que tomaba forma
en la celebración de la Feria del Hierro. Otra cuestión que estaba implícita en las
demandas de los socios antiguos de la APV era que el cambio de los intereses de la
nueva Junta, en base a un nuevo concepto patrimonio, se había acompañado de la
pérdida de protagonismo del pueblo en que se había fundado la APV, a favor de la
capital del municipio y del pueblo del alcalde. La falta de identificación de los antiguos
socios de la APV con la visión del pasado con la que la nueva Junta se identifica,
comportará que gradualmente estos individuos se desvinculen de la asociación y pierdan
el interés por participar en sus iniciativas, incluido su expresidente.
De forma similar a como había hecho, en 2009, Pilar, una de las exsecretarias de la
APV, el expresidente de la asociación de 50 y pocos años de edad, explicó que siendo
un jovencito había salido del valle para estudiar, instalándose definitivamente en una
comarca próxima, donde trabajaba en lo que había formado. Su marcha del valle, le
había creado un sentimiento de deuda con sus padres y los miembros de las cases veïnes
que se habían quedado en el valle y que con su esfuerzo habían facilitado que él y otros
jóvenes del pueblo encontraran un futuro mejor fuera, para que su vida fuera menos
sacrificada que la suya. Para saldar esta deuda, este hombre y otros fills del poble en su
misma situación habían pasado a integrar la APV para poner en marcha proyectos que
remediaran el estado de abandono de los pueblos y mejoran la calidad de vida de la
población, aunque ésta no acabara de encontrar un sentido a sus actuaciones. Esto
quería decir que en un contexto económico y social nuevo, en que las generaciones que
integraban las casas ya eran otras y defendían la transformación del valle para la
transformación del patrimonio de sus casas, y la generación de jóvenes no planteaba
marcharse sino quedarse, los proyectos de la APV acabaron de perder su sentido. En
relación con el desinterés que la población autóctona continuaba mostrando hacia la
APV, este hombre decía que si el problema de la anterior Junta había sido estar
constituida por fills del poble que no vivían en el valle, el problema de la Junta actual
era estar constituida por individuos que vivían en el valle, pero que no eren del país.
407
Este hombre explicaba que a la población autóctona le costaba mucho entender que en
un mismo sitio pudiera vivir gente diversa con intereses diferentes, y que no sería hasta
que pasaran unas cuantas generaciones cuando la situación empezara a cambiar. Sobre
el cambio de Junta este hombre también comentó que había sido obra del alcalde,
porque él mismo le había presentado el técnico del parque natural que se convirtió en el
siguiente presidente. De este modo, decía el expresidente, el acalde conseguía que la
gent de fora que vivía en su pueblo cobrara un mayor protagonismo afianzando las
alianzas con posibles votantes, que además trabajaban para el parque natural. En este
sentido, este testimonio también ponía de manifiesto la estrecha relación que había entre
los representantes políticos locales y los técnicos y el director del parque natural,
mostrando cómo la relación con alguna gent de fora, los que contaban con un capital
simbólico (conocimientos y relaciones), era un medio para poner en marcha iniciativas
que en nombre de la población autóctona permitieran aumentar la influencia del alcalde,
situándolo en las mejores condiciones para continuar haciendo favores a cambio de
votos, mientras daba visibilidad y protagonismo a las famílies de fora. Las palabras de
otros fills del poble, socios antiguos de la APV, vinieron a corroborar las palabras de su
expresidente, cuando comentaron que no participaban en la Feria del Hierro para no
favorecer los intereses del alcalde, porque a través de la implicación de la gent de fora
que vivía en su pueblo lo que había conseguido era llevar acabo iniciativas en la capital
del municipio que era el pueblo donde más votos obtenía.
En contra de los pronósticos de la gent de fora, en 2014 se constituye una nueva
asociación, la Asociación de los bosques y el hierro (ABH) para que existiera un grupo
de referencia que controlara el proceso de organización de la Feria del Hierro, y se
implicara en la dinamización del valle tomando como elemento central la actividad
siderúrgica del pasado. La ABH estará constituida por representantes de todas las EMD
locales, un representante de la Asociación cultural de la capital del municipio, y un
representante de la APV. La Junta la integrarán un veí, de 40 y pocos años de edad, él
mismo que había exigido la colaboración del ayuntamiento con 6.000 euros, la hija
pequeña de Pedro –un hecho más que sorprendente si se tenía en cuenta que, hasta el
momento, los hijos de las cases fortes, habían tenían un papel más bien secundario257- y
un fill del poble de la capital del municipio que mantenía una excelente relación con el
257 En un capítulo anterior, ya se ha explicado la decisión de esta joven de “meterse en política” cuando
decide quedarse en casa.
408
grupo de jóvenes autóctonos, y que siempre colaboraba en la organización de la fiesta
mayor.
Entre los socios fundadores, un total de 25 individuos, constarán jóvenes autóctonos y
otros miembros de cases veïnes, propietarios de segundas residencias, fills del poble de
los distintos pueblos del valle, y miembros de la nueva Junta de la APV. La constitución
de esta asociación puede entenderse como la culminación de un proceso, iniciado con la
inauguración de la primera Feria del Hierro, en 2010, por el que el grupo de jóvenes
autóctonos consigue arrebatar “definitivamente” el protagonismo que la gent de fora
que vivía en el valle había conseguido y desbancar a la APV, que aunque no se disuelve
queda en un estado de inactividad similar al de 2005, cuando se planteó la posibilidad
de su disolución. Se dejará de publicar la revista que, desde 2010, se publicaba
anualmente, se dejará de convocar reuniones regularmente, y sus proyectos por ser
inexistentes dejarán de difundirse en las redes sociales258. Sobre los estatus de la ABH
cabe destacar que, en un tono que recuerda el texto de las ordenanzas municipales de
finales de la década de 1950, se incide en la importancia de que para ser socio de la
nueva asociación era preciso ser veí de algún pueblo del valle, o tener el aval de otros
dos socios. Lo que para ser miembro de la AVP nunca se había exigido. En este caso no
se especifican los requisitos que un individuo debe cumplir para ser considerado veí,
aunque quien en la práctica acaba imponiendo la propia definición de veí, continúan
siendo los miembros de las cases veïnes. Así se constataba en primavera de 2015,
cuando un veí que regentaba un negocio turístico explicaba que la ABH se había
constituido una tarde en que el grupo de jóvenes autóctonos se había reunido en su bar,
para que la nueva asociación sólo estuviera constituida por gent del país, es decir, por
miembros de cases veïnes259. Lo que según este hombre ya era indicativo de que se
trataba de una asociación abierta pero cerrada, como también indicaba que los
miembros de la nueva Junta de la APV fueran socios de la ABH, pero no tuvieran
ocuparan ningún cargo de responsabilidad. Aunque, según este hombre, ser miembro de
258 En 2014, a los cuatro años del cambio de Junta, la APV continúa celebrando alguna reunión,
preferentemente en verano, para facilitar la asistencia de los socios, aunque sólo asisten una media de 5
personas, el número total de socios en esta época se acerca a las 100 personas. Los asistentes a las
reuniones son la gent de fora que había pasado a integrar la nueva Junta, propietarios de segundas
residencias, y algún fill del poble.
259 A diferencia del grupo de jóvenes autóctonos, los miembros de las famílies de fora no tenían la
costumbre de asistir a los bares locales, y en este sentido no era de extrañar que no estuvieran presentes
cuando se decide constituir la nueva asociación. Esto también es indicativo de la importancia de asistir
con cierta regularidad a los bares para tener acceso a la información sobre los últimos acontecimientos.
409
la Junta de la ABH no era ningún privilegio, porque ello comportaba tener que trabajar
mucho antes y durante la celebración de la feria para que todo saliera como se había
previsto. Este hombre también explicó que la ABH se había constituido para evitar que
la feria dejara de ser una prioridad para el equipo de gobierno local, si como resultado
de las siguientes elecciones municipales el alcalde era originario del pueblo en que se
había fundado la APV y la feria dejaba de ser una prioridad para el equipo de gobierno
local.
Si el testimonio de este hombre era importante, porque ilustraba cómo la creación de
nuevas asociaciones respondía a la continua diferenciación de la población en veïns y
gent de fora, y como las rivalidades entre los pueblos se redefinían en un nuevo
contexto económico y social, no menos importante era examinar la situación de los
individuos que pasaron a integrar la Junta de la ABH. Así, el fill del poble de la capital
del municipio que era el tesorero de la Junta de la ABH era uno de los pocos individuos
que sin ser miembro de una casa veïna, la casa de sus padres llevaba ya algún tiempo
cerrada, continuaba asistiendo al sopar de poble que se celebraba en el contexto de la
fiesta mayor de invierno, por invitación del grupo de jóvenes autóctonos260. Este
hombre opinaba que lo importante para ser miembro de la Junta de la ABH no era ser
veí, sino mantener un vínculo con el valle. Lo que en su caso significaba volver con
frecuencia a la casa de sus padres, y participar activamente en las actividades que
organizaba el grupo de jóvenes autóctonos, como la baixada de falles. El veí que ejercía
de presidente, socio de una empresa relacionada con la industria de la construcción, para
cuyo funcionamiento eran decisivos los contactos y la relación que pudiera mantener
con el mayor número de individuos posible, con independencia de la que categoría con
la que se les identificara, explicaba que la ABH la había constituido el grupo de jóvenes
autóctonos en un bar local, estando él también presente, para contar con una asociación
que pusiera todos sus esfuerzos en la organización de la Feria del Hierro; ya que se
trataba del acto más importante que en la actualidad se celebraba en el valle261. Es
importante señalar que mientras la feria se consolida como una celebración de
referencia en el ámbito comarcal, este hombre queda excluido del reparto de kilovatios,
260 En el primer capítulo ya se ha señalado cómo la dificultad para establecer un único criterio sobre quién
puede y quién no puede asistir a los sopars de poble de la capital del municipio es una fuente de tensiones
no sólo entre veïns y gent de fora, sino también entre algunos veïns que ven limitada su capacidad de
acción por el grupo de jóvenes autóctonos.
261 A diferencia del grupo de jóvenes que insistían en que cada edición de la feria reunía un público
mayor, algunos asistentes que habían visitado la feria en varias ocasiones, decían que después de las tres
primeras ediciones la feria había empezado a perder público.
410
aunque su casa no deja de ser considerada una casa veïna, porque se le reconoce el
derecho a continuar explotando el bosque comunal. No obstante, al no depender de la
ganadería los beneficios que de ello puede obtener son mínimos. Lo que permite afirmar
que la implicación de este hombre en la celebración de la Feria del Hierro, cobrando un
mayor protagonismo al ser miembro de la Junta de la ABH representaba el medio de
contribuir al desarrollo económico del valle (fer poble), con el objetivo de ganarse el
derecho a volver a tener drets y volver a tener parte en el reparto de kilovatios. En este
sentido, tampoco debe considerarse casual que en el contexto de las elecciones
municipales de 2015, este hombre decida “meterse en política” algo que hasta el
momento no había contemplado por temor a que su trabajo se viera perjudicado. La
secretaria de la Junta de la ABH, la hija menor de Pedro, era la misma que un par de
años atrás se quejaba de que los hijos de las cases que van a més, no comunicaban al
resto la celebración de las reuniones de la Comisión de la Feria del Hierro. Según esta
joven la ABH era una asociación abierta a toda la población, incluidas las famílies de
fora, ya que algunos de sus miembros constaban como socios fundadores. Esta joven no
hará ninguna referencia a la reunión que habría tenido lugar en un bar local, a la que
supuestamente asistió, insistiendo en que el lugar de las reuniones siempre eran las
dependencias del ayuntamiento. En 2015, esta chica explicaba que desde la ABH se
había constituido la Feria del Hierro funcionaba mucho mejor (sólo se había organizado
la edición de 2014), porque se había definido un grupo de personas de referencia que
tiraban del resto para que la feria continuara siendo un éxito. El protagonismo que esta
chica adquiere en el contexto de la celebración de la feria, por su incorporación a la
Junta de la ABH, también hay que relacionarlo con la nueva estrategia económica de su
casa que pasa por la apertura de un espacio museístico, y con su implicación en la
política local a partir de las elecciones municipales de 2015.
La situación de los tres miembros que integraban la Junta de la nueva ABF, un veí, un
miembro de una casa veïna, y un fill del poble, ponía de manifiesto que la ABF quedaba
controlada por individuos, descendientes todos de cases veïnes, que al compartir un
conocimiento sobre el pasado local aparecían como más similares entre sí, aunque su
condición fuera diferente. En este sentido, la cualidad de autóctono volvía a imponerse
como un criterio que diferenciaba de forma natural a los descendientes de las cases
veïnes de la gent de fora que vivía en el valle, que había quedado excluida de la Junta de
la ABH y relegada a un según plano. Por su lado, los miembros de la Junta de la APV,
explicaron que la ABH se había constituido para que el grupo de jóvenes autóctonos
411
ganara visibilidad y protagonismo. En concreto, el extécnico del parque natural y actual
director, dijo que estaba claro que la ABH era una asociación cerrada, porque si como
socio fundador fue convidado al acto que se celebró en las dependencias del
ayuntamiento para formalizar su constitución, los individuos que pasaron a integrar la
Junta ya estaban escogidos de antemano. La constitución de la ABH ha comportado que
sean los jóvenes autóctonos los que convoquen a la gent de fora que vive en el valle a
las reuniones para tratar la organización de la feria, limitando su campo de decisión y
acción.
En el siguiente apartado se explora cómo la patrimonialización del pasado pasa por la
continua patrimonialización de la naturaleza, patrimonio comunal de las cases veïnes,
en relación con las dificultades para actuar sobre el patrimonio privado de las casas.
Las formas de la patrimonialización del pasado local
En la memoria del proyecto del parque natural que se elaboró en 2003, para su
aprobación definitiva, el parque natural se presenta como un instrumento para el
desarrollo socio-económico de los pueblos afectados, por medio de la creación, mejora
y consolidación de sus equipamientos y servicios, especialmente en los municipios de
los valles laterales, como era el caso del valle, por ser los más despoblados y los que
tenían las infraestructuras más deterioradas. De forma paralela, el parque natural preveía
crear una marca de calidad distintiva para promocionar las actividades económicas que
se desarrollaban en su ámbito: la ganadería, el turismo rural, y la explotación forestal,
así como la puesta en marcha, entre 2006 y 2010, de un programa de desarrollo local
sostenible específico para el valle, por ser el municipio que más hectáreas de monte
comunal tenía afectadas por la creación del parque y el que tenía la economía menos
diversificada. Este plan planteaba mejorar las condiciones de vida de la población a
través de la creación de puestos de trabajo y la inversión en los deportes de invierno. Al
mismo tiempo, el parque natural también preveía colaborar con el Consell Comarcal
para la planificación de la red básica de senderos cuya creación, homologación y
señalización se realizaría en colaboración con la Federació d’Entitats Excursionistes de
Catalunya. Dentro de esta red básica de senderos se incluirían todos los itinerarios
interpretativos, los que se promovieran desde el parque natural y los que estuvieran
impulsados por otros organismos públicos o entidades privadas. Dentro del esquema
global de ordenación del uso público del territorio afectado por el parque natural,
también se contemplaba la creación de una red de centros de interpretación y
412
equipamientos temáticos, que además de cumplir con la función de dar a conocer el
parque natural también ofrecerían el servicio de educación ambiental y otras actividades
para atraer a los turistas. La idea era que todos los centros estuvieran interconectados
para poder ofrecer información sobre el resto de centros y equipamientos, y que se
complementaran con una serie de puntos de información de atención al público. Para la
creación de estos equipamientos temáticos y centros interpretativos se contemplaba la
colaboración con un ecomuseo comarcal. De los 11 centros de interpretación temáticos
que se preveía crear en total, el museo de la fragua y el centro de interpretación del
excursionismo se ubicarían en el valle, donde también se planeaba crear un centro de
fauna con ungulados, como equipamiento complementario. Cada uno de estos
equipamientos se situaría en un pueblo distinto, siendo el pueblo del entonces teniente
de alcalde, y alcalde del municipio, entre 2003 y 2015, el único en el que no estaba
previsto llevar a cabo ninguna inversión.
En invierno de 2006, entre la población, impaciente por ver cómo alguno de los
equipamientos que el parque natural planeaba construir en el valle tomaba forma,
empieza a correr la voz de que finalmente el parque natural va a construir el museo de la
fragua en la capital del municipio. Este momento coincide con la redacción del Plan de
de Ordenación Urbanística Municipal (POUM), fomentando un clima de optimismo en
el que los veïns ven en la construcción de un museo la posibilidad de dinamizar
definitivamente el valle, situándolo en las mismas condiciones que los valles próximos,
que ya poseían equipamientos similares. En el ayuntamiento, la noticia también se vive
con euforia, al ver que finalmente el parque natural había decidido invertir en los
núcleos urbanos porque, según explicaba el secretario, además de invertir en la
promoción turística del monte comunal, también era importante que se invirtiera en la
mejora de las infraestructuras de los pueblos. El lugar donde se planeaba construir el
museo era un edificio catalogado como un bé integrant del patrimoni cultural català,
propiedad de la familia de Jaime, un ganadero, que se relacionaba con el pasado minero
del valle, sin que quedara muy clara cuál habría sido su función –almacén de hierro,
palomar desde donde saldrían palomas mensajeras hacia las ciudades donde se
comercializaba el hierro del valle, etc.-, situado a escasos metros de un parking que el
parque natural había cofinanciado, con la idea de construir más tarde el museo.
En 2007, el director del parque natural explicaba que con la intención de comprar el
edificio, el parque natural había concretado una reunión con el ayuntamiento para hacer
algunos cambios en el POUM y ofrecer a Jaime unos terrenos del Común de Vecinos de
413
la capital del municipio que se calificarían como suelo urbanizable. Pero la compra no
llegó a realizarse, porque los veïns de la capital del municipio se opusieron a ceder
terreno comunal en permuta; ya que de la construcción del museo también se
beneficiarían los veïns de los otros pueblos sin perder ni un trozo de tierra. Pero las
palabras de otro ganadero, que en esta época era regidor del ayuntamiento en
representación de la oposición, matizarían las palabras del director del parque natural.
Según explicó este hombre, el terreno que se había ofrecido a Jaime no era del Común
de Vecinos, sino de propiedad municipal, porque el ayuntamiento lo había comprado
con dinero del municipio, y no con el dinero obtenido de la explotación del monte
comunal por terceros (subastas de madera). La oferta de compra, a un precio tasado, no
la había hecho el parque natural, sino el ayuntamiento con la idea de que el edificio y
unas cuadras adyacentes que también se preveía comprar, fueran propiedad del pueblo.
En el terreno que se ofrecía en permuta, además de una cantidad de dinero, a Jaime se le
iba a permitir construir hasta 2.000 metros cuadrados, cediendo el 45% de la superficie
al ayuntamiento para la construcción de servicios y equipamientos. Pero no satisfecho
con estas condiciones, Jaime intentó negociar la posibilidad de construir la mitad de los
10.000 metros cuadrados que tenía el terreno que se le ofrecía. Como el ayuntamiento
no había dado su consentimiento y Jaime se negaba a aceptar las condiciones iniciales
de compra, el museo no se había construido. La única diferencia, explicó este ganadero,
era que a partir de este momento el ayuntamiento había pasado a asumir los gastos de
conservación del edificio, por tratarse de un edifico catalogado262. La gent de fora que
vivía en el valle calificó la negativa de Jaime a vender el edificio como una muestra de
la mentalidad cerrada de la población, y especialmente de los ganaderos que
continuaban resistiéndose al cambio; ya que de otro modo no se podía entender como
262 En relación a las contradicciones sobre la figura de protección del edificio, hay que señalar que desde
2008 este edificio está incluido en el catálogo del patrimonio arquitectónico, histórico y artístico del valle
como un bé integrant del patrimoni cultural català, aunque entes de su inclusión en el catálogo el edifico
ya estaba sometido a una regulación que restringía su transformación, por tener tres de las cuatro fachadas
y el tejado, protegidos. Desde el ayuntamiento también se informa de que el interés por comprar el edifico
no era del ayuntamiento, sino del parque natural. Y que el ayuntamiento, en contraposición de lo que
afirmaba el ganadero que era miembro del equipo de gobierno local en el momento de las negociaciones,
no acabó asumiendo el coste de su conservación, porque se trataba de una propiedad privada. En caso de
que Jaime hubiera acabado cediendo el edificio, el mantenimiento lo hubieran asumido los
Departamentos de Agricultura y de Medio Ambiente de la Generalitat de Catalunya. También hay que
decir que la familia de Jaime poseía este edificio, no por herencia sino por haberlo comprado a un
ganadero que a su vez lo había comprado a otro ganadero. Mientras los dos primeros ganaderos sí eran
descendientes de antiguos propietarios de fraguas, la casa de Jaime, la dueña actual del edificio, nunca
había poseído ninguna fragua.
414
alguien podía haber dejado escapar la oportunidad de enriquecerse con la venta y/o
alquiler de todos los apartamentos que podía haber llegado a construir.
También era interesante ver cómo los veïns de la capital del municipio justificaban la
decisión de Jaime. Algunos de estos hombres explicaban que Jaime no había vendido el
edificio, porque no era el propietario del patrimonio familiar. Jaime, soltero de algo más
de 50 años de edad, vivía con su hermano menor también soltero en la casa natal, tenía
tres hermanas casadas que ya hacía años que vivían fuera del valle, y hacía la función
d’hereu veí-cabeza de familia, pero no podía vender el edificio, porque no contaba con
los papers (escrituras) que lo identificaran como su dueño. Otros veïns decían que si se
hubiera ofrecido una buena cantidad de dinero, posiblemente la familia de Jaime habría
acabado vendiendo, porque una cosa era “tener el dinero en la mano, billete sobre
billete” y otra muy distinta depender de la aprobación final del POUM que nadie sabía
del cierto en qué iba a acabar. Al margen de los posibles motivos que habrían llevado a
que Jaime no accediera a vender el edifico interesa ver cómo ante el valor que el
edificio parece adquirir de repente –algunos turistas extranjeros había comentado a los
veïns que el edificio tenía mucho valor, porque existían muy pocos con las mismas
características-, los veïns coinciden en que debía ser el ayuntamiento el que comprara el
edificio, y no el parque natural, para que el edificio continuara siendo del pueblo,
porque muestra cómo el resto de cases veïnes pretenden apropiarse del nuevo valor que
adquiere el patrimonio privado de una casa por medio de la intercesión del
ayuntamiento como representante de los intereses de las cases veïnes (del Común de
Vecinos), y porque permite contextualizar las rivalidades entre la población de los
distintos pueblos (Común de Vecinos) para conseguir que el suyo sea el patrimonio
comunal donde se lleven a cabo las inversiones para poner en valor el pasado local, en
beneficio del patrimonio de la propia casa. No menos importante era el hecho de no
tenir papers, porque mostraba la historia particular de la transmisión del patrimonio
privado de las casas a lo largo de las generaciones, y las circunstancias que
condicionaba la función de l’hereu veí-cabeza de familia en la práctica.
El director del parque natural también se refirió a la falta de papers de Jaime, como otro
de los motivos que habría dificultado la compra del edificio, pero destacando que el
motivo que había impedido la compra había sido la cifra desorbitada de dinero que
Jaime, en nombre de su familia, había pedido por un edificio que además amenazaba
ruina. Según el director del parque natural, con la Administración no se podía especular.
Cuando desde la Administración se hacía una oferta de compra se tenía que presentar un
415
informe técnico detallando las características del edificio, en base a las cuales se
determinaba el precio de compra. Lo que no podía ser, decía el director, era que se
pidiera tres veces más de la cantidad de dinero que “realmente” costaba el edificio. El
director también decía que una de las prioridades del parque natural era construir cuanto
antes alguno de los equipamientos que se contemplaban para el valle, y que si el museo
de la fragua no se podía construir en la capital del municipio, se intentaría construir
otros equipamientos en los otros pueblos. Lo que no quería decir que el parque natural
dejara de estar interesado en la construcción del museo de la fragua, porque continuaba
siendo una inversión prioritaria. Un museo, que no se contemplaba ubicar en un edificio
de nueva planta, explicaba el director, sino en un edificio que ya existiera y que se
reformaría para la ocasión. En este sentido, la idea tampoco era reconstruir una antigua
fragua, sino un centro de interpretación en el que se explicara la creación del parque
natural y la idiosincrasia del valle en relación con otras zonas que integraban el parque,
incidiendo en la época de las fraguas. Lo que contrastaba con los comentarios de los
veïns que aseguraban que desde el parque natural se iba a impulsar la reconstrucción de
una fragua antigua, para que los turistas pudieran ver cómo se trabajaba el hierro en el
pasado.
En este contexto, los veïns de los distintos pueblos discutían sobre el mejor lugar
(pueblo y sitio exacto) donde emplazar el museo de la fragua. Según unos, el museo
debía construirse en el mismo sitio que habría ocupado una antigua fragua. Como en el
valle estaban documentadas hasta cinco fraguas, situadas a las afueras de los cuatro
núcleos de población que actualmente estaban habitados, cualquiera de los pueblos, y no
únicamente la capital del municipio, podía albergar el museo de la fragua. Según
explicó el ganadero que, en 2006, era regidor del ayuntamiento en representación de la
oposición, antes de que el parque natural existiera, una casa veïna, la casa de Pedro, ya
había propuesto al ayuntamiento la creación del museo de la fragua en una borda
propiedad de la familia, cerca del emplazamiento de una antigua fragua, como
mostraban los restos de algunas paredes y la acequia que conducía el agua desde el río.
Pero el ayuntamiento desestimó la oferta, porque dos veïns miembros de dos cases
riques de la capital del municipio (el padre de José y el padre de Carlos) vinculados a la
política local se opusieron al proyecto. Según este ganadero, el motivo que estos dos
veïns alegaron fue que si el museo se construía fuera de la capital del municipio los
turistas que subieran a visitarlo ya no pararían en el pueblo, dejando de consumir de
forma exclusiva y prioritaria en sus establecimientos. En 2009, transcurridos tres años
416
de las negociaciones con Jaime y sin que el museo se hubiera construido, la mujer de
Pedro corroboraría las palabras de este hombre263. Esta mujer explicó que la primera
oferta que su familia había hecho al ayuntamiento para la construcción del museo de la
fragua se remontaba unos 15 años atrás, aprovechando un informe que el colegio de
ingenieros de Lleida había elaborado para el ayuntamiento, con la idea ya de construir el
museo de la fragua. La ubicación de la borda donde la familia proponía construir el
museo era inmejorable. Si el museo se construía en la borda, situada en el lado opuesto
del río en que se encontraban los restos de la última fragua que estuvo en
funcionamiento, a finales del siglo XIX, de la que esta familia había sido copropietaria,
se podía utilizar la fuerza motriz del agua para accionar el martinete, al tiempo que el
museo quedaba resguardado de posibles inundaciones; ya que nunca antes la borda
había resultado afectada por las crecidas del río. Por otro lado, el hecho de que la borda
se encontrara cerca de una ermita románica muy visitada, la construcción del museo
sería un elemento más que favorecería la atracción de turistas hacia el lugar. La mujer
de Pedro también explicó que el proyecto no se llevó a cabo por el temor de que los
turistas no consumieran en los establecimientos de la capital del municipio264. Pero en
opinión de esta mujer, la oposición de los hoteleros no tenía sentido, porque si la visita
del museo se planteaba como una parada más dentro de un circuito que contemplara
visitar todos los pueblos del valle, todos los veïns podían salir ganando. En cambio, con
esta actitud, lo que se conseguía era que el museo no se construyera en ninguna parte.
Las dificultades con que el parque natural se encontraba para construir el museo de la
fragua, dejaban entrever que la dirección que tomaba la patrimonialización de recursos
autóctonos, y la creación de una nueva identidad que identificara el valle como un
destino turístico, dependía de la posibilidad de descontextualizar ciertos elementos del
pasado local para su puesta en valor en un nuevo contexto económico. En este sentido,
tener en cuenta el pasado de las casas y la historia de su patrimonio –cuál había sido el
proceso de su transformación, las formas por las que se expresaba en la actualidad, y las
distintas actividades económicas de las que las casas habían dependido- permitían
comprender mejor las estrategias de los veïns para garantizar la continuidad de sus
263 Según esta mujer, otro motivo que desde el ayuntamiento se alegó para no construir el museo en la
borda propiedad de su familia, fuera del núcleo familiar, fue la posibilidad de robo de los objetos
expuestos.
264 El temor era que los turistas llegaran hasta el pueblo situado más al norte, el que competía con la
capital del municipio para atraer las inversiones que le permitieran volver a ser el pueblo más importante
del valle, el mismo en el que se había fundado la APV.
417
casas. Un pasado que siempre venía al presente para explicar la fortuna o la mala suerte
de las casas. Antes de la creación del parque natural, la propuesta de la casa de Pedro no
había sido la única que se había presentado al ayuntamiento para la construcción del
museo de la fragua. Así lo ponía de manifiesto un veí hijo de una casa pobra, que había
conseguido mejorar su posición al conseguir poner en marcha un negocio turístico, a
principios de la década de 1990, después de regresar al valle del que había emigrado
junto con toda su familia en busca de mejores condiciones de vida. Este hombre explicó
que en esa época, planteó al ayuntamiento convertir el edificio de las antiguas escuelas
de uno de los pueblos, propiedad de la EMD local, que ya había hecho la función de
casa de colonias, en un refugio que pretendía mantener en funcionamiento todo el año a
través de grupos de escolares, pero esta iniciativa fue desestimada265. Más tarde, con la
intención de hacer del valle un lugar más atractivo, y conseguir una mayor ocupación
turística, junto con otros individuos, sobre los que no da detalles, aunque por lo que
explica en una ocasión otro veí, podría tratarse de otros veïns con intereses en el turismo
y propietarios de segundas residencias, vuelve al ayuntamiento para proponer la
reconstrucción de una antigua fragua basándose en un proyecto elaborado por el colegio
de ingenieros de Barcelona266. Pero esta propuesta como la anterior también fue
desestimada. Lo interesente del caso es que sin hacer referencia a cuestiones como, por
ejemplo, una posible falta de financiación, este hombre aseguraba que en las dos
ocasiones la negativa del ayuntamiento se debía a su origen humilde, y a la falta de
alianzas con veïns influyentes y/o miembros del equipo de gobierno local267.
Pero después de la creación del parque natural la propuesta de Pedro tampoco será la
única. En 2009, cuando la idea de la creación del museo de la fragua todavía estaba
presente, el hijo de Antonia (la mujer que se convierte en pubilla cuando su hermana
mayor renuncia a ser la heredera universal del patrimonio familiar), también ganadero,
propone al ayuntamiento la posibilidad de construir el museo en un pajar propiedad de
la familia. Pero, según explicó un regidor, intuyendo que el precio de venta que
propondría el hijo de Antonia sería demasiado elevado, esta posibilidad no llegó ni a
265 Este edificio será el mismo que en 2007, Julia sí consigue reabrir como refugio.
266 Nótese que en la época a la que este hombre se refiere, en el pueblo del que era originario ya existía el
Museu de la Fusta, creado en la primera mitad de la década de 1980.
267 En relación con el modo en que este hombre interpretaba su situación, es importante señalar que
después de la elecciones municipales de 2015, se convierte en el presidente de la Junta de Vecinos en
representación de la EMD del pueblo en el que vive.
418
contemplarse268. Según este regidor, desde el ayuntamiento había el interés de apostar
por la construcción del museo, pero después de que el tema se tratara en los plenos y en
las reuniones del equipo de gobierno local, volvía a olvidarse hasta el próximo pleno o
reunión, sin que mientras tanto nadie intentara poner en marcha ninguna iniciativa al
respecto. Este hombre también explicó que otras de las posibilidades que se barajó fue
construir el museo cerca de donde se encontraba la antigua central eléctrica, añadiendo
terreno de un prado propiedad de la casa de Pedro, situado en el núcleo urbano de la
capital del municipio, pero esta opción también tuvo que acabar desestimándose
después de que el POUM cualificara esta parcela como suelo anegable269. Basándose en
estos ejemplos, el regidor dijo que era preciso continuar insistiendo sin desfallecer,
porque se corría el riesgo de que el museo quedara definitivamente en el olvido y nunca
llegara a construirse. Por su parte, algunos veïns que también discrepaban sobre las
posibilidades reales de que el museo llegara a existir, decían que en caso de construirse
el museo no se ubicaría en la capital del municipio como estaba previsto, sino en un
bosque comunal del Común de Vecinos del pueblo del alcalde, aunque inicialmente no
estuviera contemplado, porque ese bosque era donde iba a parar gran parte del dinero
que el parque natural invertía en el valle.
También en 2009, el secretario del ayuntamiento se quejaba de la situación en que había
quedado el proyecto de construcción del museo, porque sin haber ningún indicio claro
de que fuera a existir, tampoco era un tema que se hubiera descartado totalmente. Según
este hombre, después de seis años desde su creación, el parque natural no había
invertido en ninguno de los equipamientos que se contemplaban para el valle, y era
importante que alguna actuación se llevara a cabo, porque la situación, debido a las
quejas reiteradas de los veïns, empezaba a ser insostenible. Este hombre explicaba que
el parque natural, que se había creado aprovechando que el monte comunal ya estaba
afectado por una reserva nacional de caza, por la Red Natura 2000, y el Plan de
268 Este pajar era el mismo en el que el hijo de Antonia había barajado la posibilidad de construir un
bloque de apartamentos. Pero debido a la imposibilidad de hacer frente a los costes de construcción esta
idea acaba desestimándose.
269 Como se ha señalado en otro momento, la redacción del POUM fomenta un clima de expectativas,
especialmente entre los ganaderos, por ser las suyas las casas que poseían grandes extensiones de prados,
a la entrada de los pueblos. La aprobación definitiva del POUM acabó impidiendo la construcción en gran
parte de estas extensiones de prados, por ser calificados como suelo anegable, pero al dificultar también la
ubicación de nuevos equipamientos, en lugar de ser visto como el instrumento que iba a permitir el
desarrollo urbanístico del valle y la posibilidad de enriquecimiento de las casas, el POUM acaba por ser
concebido como el instrumento, elaborado desde Barcelona, que frustra las expectativas de los veïns.
419
Espacios de Interés Natural, era un “engaña bobos”. Las únicas actuaciones que había
llevado acabo había sido la construcción de algún abrevadero en el monte comunal, que
además había levantado las quejas de los ganaderos por considerar que se trataba de
unas infraestructuras insuficientes que sólo se habían construido para “mantenerlos
callados”. Según el secretario, las condiciones de vida de la población eran las mismas
que antes de la creación del parque natural, pero ahora la sensación era que se vivía
peor, porque el incumplimiento de las promesas había fomentado un clima de
expectativas frustradas. Lo importante, insistía el secretario, era que el parque acabara
poniendo en marcha cuanto antes alguno de los proyectos que tenía previstos para el
valle.
Al cabo de poco más de un año, en 2010, fue cuando el parque natural impulsó uno de
sus proyectos más ambiciosos, el proyecto Bosques del Hierro, que se había presentado
en público a finales de 2009270. La finalidad del proyecto era la dinamización
socioeconómica del valle por medio de la activación del patrimonio cultural y
arqueológico vinculado con la antigua actividad siderúrgica. Presentado como una
actividad dentro del programa de desarrollo local sostenible del valle –aunque
inicialmente, nada de esto estuviera contemplado-, el proyecto cuenta con la
financiación de una caja de ahorros, y con el apoyo del Departament de Medi Ambient
de la Generalitat de Catalunya, el ecomuseo comarcal y la Universidad Autónoma de
Barcelona (UAB), además del parque natural y el ayuntamiento. El objetivo del
proyecto, a corto plazo, era la creación de los primeros productos culturales, como rutas
de senderismo interpretativo en torno a la explotación histórica local del hierro, la
edición de una guía divulgativa y la elaboración de una exposición itinerante. Para más
adelante, se contemplaba la vinculación del proyecto a la iniciativa La Ruta del Ferro
als Pirineus, que agrupaba una red de museos, instituciones y centros culturales de
España, Francia y Andorra. En verano de 2010, empezaron a celebrarse las primeras
actividades enmarcadas dentro de este proyecto, en las dependencias del ayuntamiento,
como un taller de conservación y restauración de objetos de hierro, y un ciclo de
conferencias sobre el patrimonio cultural del valle. Para fomentar la participación de la
población local, desde el ayuntamiento se informa de la celebración de estas actividades
270 Como se ha señalado en el apartado anterior, este momento coincide con el cambio de Junta de la
APV, que permitirá a la gent de fora que vivía en el valle presentarse cómo un elemento clave para la
construcción de un futuro mejor.
420
a todas las casas del valle, ya fuera por teléfono o dejando una nota debajo de la puerta,
como sucedió en la capital del municipio.
Uno de los responsables del ciclo de conferencias, un representante del ecomuseo
comarcal, dijo que se habían organizado para que población fuera familiarizándose con
el pasado local de la mano de historiadores y estudiosos locales. Pero la asistencia de la
población a las charlas apenas fue significativa, siendo básicamente propietarios de
segundas residencias y fills del poble los que asistieron. Algunos veïns se excusaron
argumentando que aunque habían recibido una nota, que guardaban en casa, habían
olvido el motivo de las conferencias, mientras otros dijeron que si conocer más detalles
sobre la historia del valle siempre era interesante, lo cierto era que los que conocían el
pasado eran los propios veïns, y que lo que realmente importaba no era que se dieran
charlas, sino que se construyera el museo de la fragua. Un comentario que ponía de
manifiesto que había distintas versiones sobre el pasado local, pero que ello no suponía
ningún inconveniente si la construcción de un museo permitía que todas las visiones de
ese pasado formaran parte de la misma historia, si con ello se favorecía la
transformación del patrimonio privado y la continuidad de las casas en el tiempo. Al
final de una de estas conferencias, el representante del ecomuseo explicó que la puesta
en marcha de este proyecto no significaba que el museo de la fragua no se fuera a
construir, porque continuaba siendo uno de los objetivos prioritarios del parque natural.
Pero como el contexto económico no era el más propicio para emprender proyectos de
tal envergadura, por el momento se había decidido poner en marcha una serie de
actividades paralelas. Por su parte, el alcalde, que sí asistió a las conferencias, dijo que
había un terreno de propiedad municipal, situado en la capital del municipio, donde
podía emplazarse el museo, pero que en caso de ser posible las obras no empezarían
hasta dentro de un par o tres de años. Aunque lo más sorprendente de todo fue ver cómo
el alcalde relacionaba la construcción del museo con la construcción paralela de un
centro de interpretación sobre la antigua actividad minera que se ubicaría en un bosque
que pertenecía al Común de Vecinos de su pueblo; ya que en un inicio este
equipamiento tampoco estaba contemplado. Por su parte, el hombre a cargo del cual
corrió una de las conferencias, miembro de la Asociación para el Patrimonio del Valle
(APV), propietario de una segunda residencia, y autor de un libro sobre el valle,
corroboró las palabras del alcalde, añadiendo que era lícito que se construyera un centro
de interpretación en ese bosque, porque las más de 900 carboneras que un grupo de
docentes e investigadores de la UAB habían inventariado probaban que ese bosque
421
había sido realmente un importante centro minero. En su opinión, era importante que
algunas de estas carboneras fueran restauradas para que los turistas pudieran visitarlas.
A finales de 2010, se puso en marcha la primera fase del proyecto Bosques del Hierro,
que consistió en la celebración de las Primeras Jornadas de Investigación y Desarrollo
del Valle y de la primera edición de la Feria del Hierro Pirenaico. En el contexto de la
primera edición de la feria, es cuando el director y técnicos de parque natural,
representantes políticos locales y de la Generalitat de Catalunya, y representantes del
mundo académico participan en la inauguración de un itinerario interpretativo que une
diversos elementos arqueológicos relacionados con la explotación del hierro en
diferentes épocas, en el bosque comunal del pueblo del alcalde. Se trata de una actividad
a la que todos los asistentes a la feria pueden participar libremente. Después de llegar en
vehículo hasta el refugio, que hacía la función de restaurante, además de ser el punto de
alquiler de material de esquí y de venta de forfaits de la pista de esquí nórdico,
inaugurada a principios de la década del 2000, los asistentes se dividieron en dos grupos
para empezar el recorrido a pie, guiados por técnicos expertos. Antes, el director del
parque natural explicó que el itinerario constaba de tres rutas. Dos de ellas, transcurrían
por este bosque, mientras la tercera sería una ruta urbana. El objetivo de esta última
ruta, todavía en fase de diseño, y en la que se preveía incluir a los cuatro pueblos
permanentemente habitados, era dar a conocer las construcciones relacionadas con la
actividad de las antiguas fraguas y los objetos de hierro que mostraran el trabajo del
hierro, que previamente se habrían incluido en una guía, que tampoco se había
elaborado porque al incidir sobre el patrimonio privado de las casas todavía no se sabía
como proceder. Entre los participantes, algo más de 100 personas, apenas hubo
población autóctona. Según se avanzaba en el recorrido, uno de los arqueólogos
responsable del trazado de las rutas, fue haciendo las paradas oportunas para mostrar las
carboneras y las minas que él mismo había ayudado a identificar. Según explicó, la idea
era que en cada parada, que se correspondía con “un elemento de valor” por su
vinculación al pasado siderúrgico del valle, se ubicara un panel informativo donde
además de un dibujo que reprodujera el elemento que se quería poner en valor en su
contexto original, también hubiera un texto explicativo sobre su antiguo uso y función.
También se barajaba la posibilidad de reconstruir una carbonera en algún punto del
recorrido, para que los turistas pudieran imaginar más fácilmente lo que se les trataba de
mostrar y explicar. Por su parte, el director del parque natural dijo que el mantenimiento
422
y acondicionamiento de las rutas que integraban este itinerario interpretativo
correspondería a las brigadas del parque natural271.
Durante el recorrido el arqueólogo hizo referencia al concepto de patrimonio cultural.
Según dijo, este concepto que se utilizaba en el contexto de la celebración de las
Primeras Jornadas de Investigación y Desarrollo del valle y de la Feria del Hierro era
una construcción del presente, porque para la gente que vivió en diferentes momentos
del pasado, cuya actividad se buscaba identificar para legitimar el uso de este concepto
en el contexto local, el bosque era básicamente un lugar de donde extraer recursos para
vivir. Una observación que era importante, porque ponía de manifiesto que el concepto
de patrimonio cultural era una idea que venia del exterior y que tenía sentido en el
contexto económico actual, en la medida en que se sobreponía a una serie de recursos
que ya eran patrimonio de las cases veïnes, pero que los conferenciantes en las Primeras
Jornadas de Investigación y Desarrollo del Valle parecían haber olvidado al no tener en
cuenta que la interrelación entre la dimensión simbólico-identitaria y material de cada
una de las nociones de patrimonio que confluían en el contexto local (patrimonio
turístico, y patrimonio comunal y privado de las casas) lo que volvía la
patrimonialización de elementos autóctonos extremadamente compleja, como mostraba
las dificultades para emplazar el museo en una antigua construcción. Otro aspecto que
cabe destacar es que la ruta que se acababa de inaugurar venía a sobreponerse a unas
pistas forestales que durante el invierno hacían la función de pista de esquí, estando ya
señalizadas por ese motivo, además de ser el lugar por donde transitaban los veïns los
días de caza, cuando iban a recoger setas, o a cuidar del ganado, además de situarse en
uno de los bosques con mayor afluencia de turistas, por ser el que mejor comunicado
estaba con la carretera local272. Con lo que tampoco era de extrañar que en el bosque ya
existiera L’antiga Ruta de les Fargues, que de hecho era el antiguo camino real que
hasta no hacía mucho tiempo, los habitantes del valle utilizaban para desplazarse de un
271 Es importante señalar que el origen de este itinerario se remontaba al año 2000, cuando desde el
ecomuseo comarcal, junto con técnicos de cultura del Consell Comarcal del Pallars Sobirà, la ADF mig
Pallars, un parque nacional, que desde mediados del siglo pasado también afectaba la comarca, y a partir
del 2004 el parque natural, se decide contactar con el Departamento de Prehistoria de la UAB para llevar
acabo investigaciones arqueológicas en los valles axiales del Pirineo con la finalidad de documentar e
inventariar los vestigios de la acción humana sobre el medio. En el marco de estas investigaciones
empiezan a llevarse a cabo los trabajos que identificarán el bosque comunal del pueblo del alcalde, donde
ahora se inauguraba una ruta interpretativa, como uno de los conjuntos patrimoniales relacionados con la
antigua actividad siderúrgica más importantes de todo el Pirineo.
272 Quizá tampoco fuera de extrañar que este bosque fuera el lugar escogido para la presentación, en 2003,
del futuro parque natural.
423
pueblo a otro a pie. Según los responsables de la oficina de turismo de la comarca, esta
ruta se había incluido en las dos guías de senderos que el Consell Comarcal había
publicado en 2004. La elección del nombre correspondía a la intención de hacer la ruta
más atractiva, aunque en ella no se identificaran restos de antiguas fraguas. Cuando se
inaugura el parque natural, la ruta que cuenta con una señalización propia pasa a formar
parte de los senderos que gestiona el parque273.
La creación de la ruta interpretativa que se inaugura en 2010, también hay que situarla
en relación con el plan de ordenación del uso público que el parque natural empieza a
elaborar exclusivamente para este bosque comunal, a partir de 2006, en el marco del
programa de desarrollo local sostenible del valle. Una de las actuaciones que se
contemplaba dentro de este plan era la dinamización de la estación invernal (la pista de
esquí nórdico), y para ello se invierte en la mejora de las instalaciones del refugio y se
diseña un paquete de actividades de educación ambiental para grupos de escolares. En
2009, se redacta el proyecto de mejora del uso público en este bosque que conlleva la
mejora de la señalización274 y del estado de los muros de los caminos que forman la red
de senderos del parque natural, volviendo a invertir en la ampliación del refugio. Pero la
inversión más controvertida, de todas las que el parque natural llevó acabo en este
bosque, fue la compra de una máquina para el acondicionamiento de la nieve, para
mejorar la rentabilidad de la pista de esquí nórdico, y la cofinanciación del asfaltado de
cinco kilómetros de la pista forestal que desde la carretera local conducía hasta las
bordas donde, según el acalde, se iba a construir un centro de interpretación275. Según
los veïns de otros pueblos, las inversiones que se llevaban acabo en este bosque
comunal, eran fruto de la relación personal entre el alcalde, el director y algunos de los
técnicos del parque natural, como era el caso del técnico que vivía en su pueblo.
273 En relación con la diversa señalización que, hoy en día, se encuentra en el bosque comunal del pueblo
del alcalde se puede hacer referencia al concepto de “palimpsest patrimonial” al que Kirshenblatt-
Gimblett (2001) alude cuando hace referencia a las diversas designaciones de que es objeto un lugar, cada
una por un motivo diferente, que se utilizan para más de una finalidad.
274 Ante las quejas por la aparición en el monte comunal de diversas señales en que se prohíbe la
circulación excepto a los veïns, desde el parque natural se explica que no se había puesto ninguna señal
sin el consentimiento del ayuntamiento. Especialmente sonado fue el caso, en 2006, de una señal que
prohibía la circulación rodada excepto a los veïns a la entrada de un bosque comunal y que fue retirada
debido a la presión que los turistas ejercen escribiendo cartas a los periódicos locales. Lo que no impedirá
que un año más tarde, la señal vuelva a colocarse en el mismo lugar
275 El resto de dinero provendrá del Departament d’Agricultura, Ranadería, Pesca i Medi Natural de la
Generalitat de Catalunya.
424
Pero al continuar invirtiendo en este bosque, el parque natural continuaba descuidando
el mantenimiento de los caminos de los otros pueblos que estaban en peor estado y que
precisaban de una actuación inmediata para volver a ser transitables. Esta era el caso del
pueblo en que se había fundado la APV que, por otro lado, era el que más hectáreas de
monte comunal tenía afectadas por la creación del parque natural. En el término
municipal de este pueblo, donde se encontraban las cimas más altas del Pirineo catalán,
el mal estado en que se encontraban algunas de las pistas creaba verdaderos colapsos de
tránsito en verano, cuando los ganaderos coincidían con los turistas y/o excursionistas
en sus salidas a la montaña276. En general, los veïns no veían mal que se quisiera
fomentar la explotación turística del paraje en que se encontraban las bordas que se
querían transformar en un centro de interpretación, lo que no compartían era que ese
dinero no se aprovechara para el acondicionamiento de otras pistas que igualmente
conducían hasta las bordas y que estaban situadas en los términos municipales de los
otros pueblos, porque ello favorecería que los turistas se adentraran en el valle y
visitaran el resto de pueblos. Los veïns también decían que la mejora de la pista forestal
que conducía a estas bordas beneficiaba básicamente a la estación de esquí nórdico, de
propiedad municipal, pero no a la veïns del pueblo del alcalde, donde sólo una casa
tenía un negocio de turismo rural. Las continuas actuaciones que se llevaban acabo en
este bosque podían entenderse mejor si se tenía en cuenta que la estación de esquí había
sido un proyecto del alcalde y un hotelero del valle (el padre de José), como contó un
trabajador de la empresa de deportes de aventura que tenía la concesión de la pista277.
El repaso a las actuaciones que se habían llevado a cabo en este bosque comunal desde
principios de la década del 2000, mostraba como efectivamente era el lugar que más
inversión de dinero público había recibido, mostrando el avance del proceso de
patrimonialización de los recursos locales, el patrimonio comunal de las cases veïnes,
gracias, a las alianzas entre el alcalde y el director y los técnicos del parque natural. Lo
276 Mientras algunos veïns culpaban al parque natural del mal estado en que se encontraban los caminos,
por entender que eran las brigadas del parque las que debían hacer su mantenimiento, otros veïns,
contrarios al equipo de gobierno local culpaban al ayuntamiento, mientras el ayuntamiento se excusaba
diciendo que los caminos y las pistas forestales eran competencia del Consell Comarcal.
277 Antes de la creación de la pista de esquí nórdico, se llevaron a cabo varias reuniones con el Común de
Vecinos de los dos pueblos, cuyos bosques comunales resultaban afectados, siendo el bosque comunal del
pueblo del alcalde el que más afectado resultó. La pista de esquí se construyó con el dinero de las dos
EMD y del ayuntamiento. Desde 2008, varias zonas de esta bosque formaban parte del catálogo del
patrimonio arquitectónico, histórico y artístico del valle al ser consideradas béns integrants del patrimoni
arqueològic català.
425
que venía a reafirmar la idea de algunos veïns de que las actuaciones en este bosque
servían para satisfacer los intereses de “los cuatro de siempre”. Al conseguir captar
capital que favoreciera la implantación del sector terciario, el alcalde se afianzaba la
fidelidad de las cases riques y las cases que van a més, las que tenían fuertes intereses
en el desarrollo de un nuevo modelo económico. Al mismo tiempo, los representantes
del parque natural podían continuar poniendo en marcha proyectos que justificaran la
necesidad del parque natural en el territorio, salvando las dificultades que planteaba una
intervención sobre el patrimonio privado, indisociable de la historia particular que
paralelamente cada casa transmitía de generación en generación. Esto ponía de
manifiesto la interdependencia entre la dimensión material y simbólico-identitaria de los
distintos conceptos de patrimonio que entraban en juego, mostrando cómo la
continuidad del patrimonio de las cases veïnes y el sentido de la explotación del
patrimonio comunal en el contexto actual era indisociable de la producción de un
patrimonio turístico. Si en el contexto local no había unos elementos autóctonos que
“desde fuera” fueran identificados como patrimonio por su relación con un tiempo
anterior, su puesta en valor para la producción de un patrimonio turístico carecía de
sentido. Pero esta imbricación por la que se justificaba la puesta en valor de un
patrimonio anterior en un nuevo contexto económico, también dificultaba limitar
ámbitos concretos de la realidad que se identificaran exclusivamente con cada una de
estas nociones de patrimonio, porque la producción de un nuevo patrimonio afectaba a
elementos que “desde dentro” ya eran considerados patrimonio de las cases veïnes. Esto
ayudaba a comprender mejor porqué la patrimonialización de la cultura local pasaba por
la puesta en valor del patrimonio comunal (los recursos naturales locales) al ser la
expresión del pasado sobre la que se podía actuar por medio de los representantes
políticos –salvando la historia particular de las casas-, en tanto eran el ayuntamiento y
las EMD las que gestionaban los bienes comunales de cada Común de Vecinos,
mostrando la singularidad del proceso de patrimonialización del pasado local.
Si esta estructura simbólica se correlacionaba con el orden de las categorías dentro del
sistema de clasificación social local, lo que se observaba era que los individuos que
podían identificarse con el patrimonio comunal y privado de las casas, y un patrimonio
turístico eran los veïns, porque la apropiación del concepto patrimonio turístico,
resultado de la puesta en valor de un patrimonio anterior, ya se contemplaba por la
institución de la relación lógica patrimonio-veí en el tiempo, mientras la gent de fora
que vivía en el valle, sólo podía identificarse con el proceso de producción de un
426
patrimonio turístico y la nueva visión del pasado en que se fundamentaba. Aunque no se
podía olvidar el control que sobre todo este proceso ejercían instituciones como el
parque natural y técnicos expertos, al priorizar ciertas actuaciones en detrimento de
otras. De modo que veïns, gent de fora que vivía en el valle y técnicos expertos
participaban todos en la puesta en valor del pasado local, aunque por modos distintos y
finalidades diferentes. Esto ponía de manifiesto el sentido práctico de la idea de
tradición que se defiende en este trabajo, y la importancia que en este proceso cobra la
función simbólica del concepto de patrimonio, ya que ello permite comprender cómo
ciertos individuos son capaces de crear límites artificiales y distinguir clases de cosas en
un mundo que es continuo por naturaleza, para reorganizarlas y adaptarlas según sus
intereses (Leach, 1985: 46, 49). En este sentido, siguiendo a Fernández (1993) cuando
hace referencia a la función metafórica del símbolo como imágenes-signo abstraídas
que permiten crear nexos aparentes con diferentes sujetos en diferentes contextos, el
concepto de patrimonio se puede pensar como un símbolo cuya función es proporcionar
una identidad a los sujetos sociales en una situación de cambio e incertidumbre dentro
de unos marcos de referencia. Esto permitiría afirmar que sería el modo por el que
individuos diversos se identifican con diferentes conceptos de patrimonio, por los que se
expresan diferentes versiones del pasado, lo que establece los límites y legitima la
jerarquía entre las categorías del sistema de clasificación social local. También permite
ver que si a pesar de su interdependencia veïns y gent de fora que vive en el valle
continúan diferenciándose, ocupando los primeros una posición preeminente, no sólo es
porque se identifican con distintas nociones de patrimonio, sino porque se identifican
con ellas de forma “esencialmente” diferente. La relación intrínseca que se da entre la
categoría veí y el concepto de patrimonio, por haberse originado en un tiempo anterior,
de modo que sin veïns no hay patrimonio, y viceversa, es la que capacitaría a los veïns
para establecer una relación simbólica con el concepto de patrimonio turístico,
entendido como un recurso del que las casas han de poder beneficiarse (identificarse)
para mejorar su posición en nuevo contexto económico. De esto se desprende, que los
veïns son capaces de instituir su identidad como un grupo diferenciado del resto de
individuos al inscribir su experiencia de vida en una visión del pasado que continúa en
el tiempo, según se adicionan nuevos elementos (nociones de patrimonio) por los que la
idea de un pasado inmemorial adquiere un sentido práctico. Lo que no sería más que
otra manera de decir, que la capacidad de los veïns para autodeterminarse como una
categoría social superior surge del doble vínculo que son capaces de establecer entre el
427
pasado y el presente. Y que la gent de fora que vive en el valle queda en una situación
de inferioridad, porque no puede legitimar una relación de contigüidad (metonímica)
con el pasado local con el que sólo puede identificarse simbólicamente
(metafóricamente) por su identificación con un nuevo concepto de patrimonio que se
construye desde el presente.
En este contexto puede afirmarse que la patrimonialización del monte comunal es la
expresión de una relación simbólica que se establece entre el pasado y el presente por la
que el concepto de patrimonio turístico se sobrepone a una realidad preexistente (los
bienes comunales), que se concibe como una expresión del pasado del grupo de cases
veïnes en el presente, pero que no se identifica de forma exclusiva con la historia de
ninguna de ellas. En este sentido, la no señalización hasta día de hoy de la ruta urbana
que tenía que completar las otras dos que se habían inaugurado en el bosque comunal
del pueblo del alcalde, en 2010, puede entenderse como una muestra más de la
dificultad por patrimonializar el patrimonio privado de las casas. Mientras el bosque
comunal del pueblo del alcalde, continuaba siendo el lugar al que se dirigían gran parte
de las intervenciones que el parque natural ponía en marcha, cada una con su
correspondiente señalización, nada indicaba que la ruta urbana, que debía inscribirse
con placas en la fachada de las cases pairals más relevantes (cases fortes) y en las
construcciones más significativas, fuera a formalizarse. Lo máximo que se había
conseguido, al menos hasta 2013, era un circuito guiado en el contexto de la celebración
de la Feria del Hierro que básicamente se desarrollaba en la capital del municipio. A
falta de indicadores, el antiguo socio de la APV, que ya había colaborado en el ciclo de
conferencias, en 2010, fue el encargado de hacer la visita guiada por el pueblo. El
recorrido incluía dos cases pairals, la casa de Pedro y la casa de Antonia. Lo que
interesa destacar es que mientras en la casa de Pedro sólo se hacía una breve parada
desde la calle, sin entran en el recinto conformado por la casa y las cuadras adyacentes,
clasificado como un bé integrant del patrimoni cultural català, que durante la
celebración de la feria se mantiene cerrado al exterior con una verja, el recinto de la
casa de Antonia, cuyos miembros son identificados, con algunas discrepancias, como
los descendientes278de antiguos propietarios de fraguas, permanece abierto al público,
especialmente una torre catalogada como bé cultural d’interès nacional, y una cuadra
278 Estas discrepancias estarían en relación con el hecho de que a finales del siglo XIX esta casa
permaneció cerrada durante cerca de 40 años, y que fuera reabierta por un hombre que llevaba el mismo
apellido que sus últimos moradores, sin que quedara claro si era o no un descendiente de la casa.
428
que la familia había cedido para la exposición de objetos de forja. Durante el tiempo en
que la visita transcurría por el recinto de la casa de Antonia, los miembros de la familia
participaban activamente explicando ellos mismos el antiguo uso de algunas de sus
dependencias, y dando detalles sobre el pasado de su casa a cualquiera que tuviera
interés por conocerlo, recreando al mismo tiempo la historia de la casa que cobraba un
sentido y un valor por su inscripción en una nueva visón del pasado.
Otro punto incluido en la visita guiada por la capital del municipio fue una herrería,
ocasionalmente todavía en funcionamiento, donde se mostraba cómo herrar un caballo y
donde se escenificaban ciertos episodios del pasado local. Esta herrería no tenía nada
que ver con el tiempo de las fraguas –en el sentido en que los miembros de esta casa no
eran descendientes de antiguos propietarios de fraguas, y que su existencia se debía
básicamente a la importancia que en el pasado había tenido el oficio de herrero-, pero su
visita se había incluido en el circuito para “crear ambiente” y mostrar el trabajo del
hierro, ni que fuera con técnicas actuales. Lo que ponía de manifiesto, que el patrimonio
privado que se ponía en valor era el que las casas dejaban disponible para su
recontextualización en una nueva visión del pasado, al margen de si esos elementos,
como las casas, habían tenido un papel destacado o marginal durante la época de las
fraguas, o si ni siquiera existían. Lo que, por otro lado, no contradecía, sino que estaría
en sintonía con la importancia que los técnicos expertos conferían al hecho de continuar
investigando para “reconstruir de forma rigurosa” el pasado local, es decir, para dar con
nuevos elementos del pasado que se prestaran a su resignificación para construir una
nueva historia local. También es importante señalar que en esta época, a diferencia de la
casa de Pedro, la casa de Antonia y la casa propietaria de la herrería local mantenían
excelentes relaciones con el alcalde. El último punto de la ruta urbana era el edificio
propiedad de la casa de Jaime, que el parque natural había intentado comprar para
construir el museo de la fragua. El edificio se contemplaba desde el exterior, sin que el
hombre encargado de hacer la visita guiada le prestara demasiada atención. Desde de
2012, este circuito urbano, que empezó a realizarse en 2011, contaba con una
“señalización temporal” que indicaba los sitios que era conveniente visitar. Pasada la
celebración de la Feria del Hierro, la señalización se retiraba hasta el próximo año.
Durante las primeras ediciones de la Feria del Hierro, la idea de la construcción del
museo de la fragua continuaba estando presente, aunque la prioridad empezaba a ser
reunir fondos para asegurar la continuidad de la feria. Pocas semanas antes de la
celebración de la primera Feria del Hierro, en 2010, el parque natural junto con el
429
ayuntamiento, organizó una salida para que la población aprendiera a ambientar el valle
para la celebración de la feria. El destino fue Andorra, donde se visitó una antigua
fragua convertida en un centro de interpretación, y un complejo turístico en el sur de
Francia donde un grupo de animadores escenificaban antiguos oficios que la población
ya no desempeñaba, como curtidores, tallistas de piedra, herradores, etc. El complejo
también contaba con talleres diversos y una sala para el pase de diapositivas que
complementaban la información sobre el pasado local, además de una antigua fragua
donde se reproducía el trabajo del hierro con un martinete accionado por una rueda
hidráulica279. A esta salida, que se celebró en día laboral, asistieron cerca de 50
personas, básicamente miembros de cases veïnes. En su mayor parte individuos ya
jubilados, o que contaban con la posibilidad de que otros miembros del grupo doméstico
pudieran suplirlos puntualmente en su trabajo en la explotación ganadera o en el
negocio turístico familiar. La mujer de Pedro fue una de las asistentes, y también las
hijas de María, hijas de una casa que va a més, que en esta época habían regresado a
casa después de terminar los estudios y estaban a “la espera de encontrar un buen puesto
trabajo”. También asistieron el director del parque natural y el delegado del
Departament de Medi Ambient i Habitatge de la Generalitat de Catalunya a l’Alt
Pirineu i Aran. Desde el parque natural esta actividad se justificó como una oportunidad
para mostrar a la población otras experiencias locales de la puesta en valor del
patrimonio minero y siderúrgico. Semanas más tarde, en el contexto de la celebración
de las Primeras Jornadas de Investigación y Desarrollo del Valle, la pregunta del
director del parque natural a los conferenciantes sobre cómo conseguir el lugar donde
construir un museo, pondría de manifiesto que la construcción del museo todavía se
contemplaba. Por sorpresa del director, la respuesta de los conferenciantes fue que el
lugar (edificio) se conseguía pagando280. Pero en esta misma época, algunos de estos
conferenciantes que mantenían estrecha relación con los técnicos y el director del
parque natural, en un ambiente más restringido sin la presencia de la población, de
representantes del parque natural ni políticos locales, ya comentaban que el museo
nunca se construiría. Un año más tarde, en 2011, una conversación casual con un
279 En 2012, la población local, veïns y gent de fora, también va a visitar, auque esta vez por cuenta
propia, una feria de artesanos de la forja en un pueblo situado al norte de la provincia de Barcelona.
280 El comentario de que si el museo no se realizaba era porque no había dinero también era un
comentario frecuente al que algunos veïns se referían para explicar porqué el museo no se construía. Pero
también había veïns que opinaban que el problema no era el dinero, sino la falta de un interés real por
construirlo; ya que si realmente hubiera habido la intención de construirlo la manera de financiarlo se
hubiera acabado encontrando.
430
hombre vinculado al mundo académico que había colaborado en la catalogación de las
carboneras del bosque comunal del pueblo del alcalde, aportaría más información al
respecto. Este hombre, geógrafo de profesión, que con frecuencia se desplazaba hasta la
comarca y mantenía una estrecha relación con el director y los técnicos del parque
natural, explicó que no había ninguna línea de actuación prevista para la construcción
del museo, y que él mismo había aconsejado descartar el proyecto, porque “un museo
era un tipo de equipamiento que ya no se llevaba”. Un comentario que dejaba entrever
que si el museo no se construía era porque no había una voluntad institucional firme –o
la había, como parecía ser el caso del director del parque natural, que se había quedado
solo al no contar con el apoyo del mundo académico, que aportaba el conocimiento
experto cuya prioridad era la búsqueda incesante de elementos (pruebas) que
legitimaran la construcción de un nuevo pasado-, al margen de las dificultades para dar
con el lugar donde ubicarlo. Lo que también sorprendió fue el modo en que este hombre
explicaba la celebración de la Feria del Hierro, en la que él también había participado
como conferenciante. Según dijo, la idea de organizar una feria surgió deprisa y
corriendo, antes de finales de 2009, que era cuando caducaba una subvención de una
caja de ahorros de la que el proyecto Bosques del Hierro pudo beneficiarse a través del
ecomuseo comarcal. Fue entonces cuando el parque natural se puso en contacto con él
para ver qué se podía hacer con el dinero que había disponible, y se empezó a trabajar
para organizar las Primeras Jornadas de Investigación y Desarrollo del Valle y la
primera edición de la Feria del Hierro. Este hombre también explicó que se habían
detectado elementos (patrimonio privado) susceptibles de ser expuestos en un museo en
caso de que éste llegara a construirse, pero que dada la reticencia de algunos veïns a
cederlos –se trataba de la casas de Pedro y de Antonia, enemistadas desde finales de la
década de 1970- para que fueran junto con objetos procedentes de otras casas, a pesar de
su identificación con el nombre de la casa, el problema también estaría en llenar las
dependencias del museo con piezas de hierro de origen local. Lo que mostraba que junto
con el patrimonio de las casas se transmitía una visión particular del pasado, y en este
sentido, las alianzas y las enemistades entre las casas que influían en las relaciones del
presente. Por otro lado, explicaba este hombre, había que desestimar la posibilidad de
conseguir estos objetos mediante un contrato de compra-venta, porque o bien no estaban
en venta, o bien no se podía pagar el dinero que se pedía.
El testimonio de este hombre, venía a constatar de nuevo las dificultades con que se
encontraba el proceso de patrimonialización para avanzar cuando topaba con el
431
patrimonio privado de las casas, especialmente con el de las cases fortes, por ser éstas
las que poseían un patrimonio identificado con un tiempo anterior, aportando más
información sobre el proceso de diferenciación y estratificación social. La reticencia y/o
cautela con que actuaban las cases fortes, a la hora de que terceros pudieran sacar un
beneficio del patrimonio familiar, llegando sus miembros a ser criticados por ello281,
debe relacionarse con que una parte de ese patrimonio se ha convertido en un
patrimonio expectante del que no se obtiene ningún rendimiento, y que es necesario
transformar (poner en valor) a riesgo de no poder ser explotado en un nuevo contexto
económico. Una actitud que contrastaba con el entusiasmo con que los miembros de las
cases que van a més participaban en la organización de la Feria del Hierro, y que estaba
en relación con el hecho de que parte del patrimonio de estas casas ya se expresaba por
una de las formas que se identificaban con el cambio de modelo económico: la
explotación de un negocio de turismo rural. La dependencia de estas del turismo, que las
había llevado a practicar la ganadería en régimen de pluriactividad, y que también era
indicativa de su incapacidad para depender de una única actividad económica, les habría
permitido mejorar su posición, pero también explicaría porqué a diferencia de las cases
fortes no poseían un patrimonio susceptible de ser patrimonializado. Las cases pobres y
las famílies de fora que vivían en el valle también quedaban excluidas de la posibilidad
de patrimonializar su pasado. Las primeras porque no contaban con un patrimonio que
lo permitiera, lo que ayudaba a comprender la no participación de los miembros de estas
casas en la Feria del Hierro, como era el caso de la familia de Ana, y las segundas
porque al no ser miembros de una casa veïna ya quedaban excluidas de esta posibilidad,
de entrada, lo que, por otro lado, explicaría el interés de estos individuos por participar
en la construcción de una nueva visión del pasado local. Como se ha insistido en otras
ocasiones, con esto no se quiere negar que las cases fortes no participen de una
economía terciaria, como demuestra la percepción de subvenciones que hacen viables
las explotaciones ganaderas, pero sí se quiere señalar que son estas casas y no las otras,
las que poseen “un patrimonio muerto” por su identificación con un tiempo anterior,
281 En este sentido, se pueden entender mejor las críticas que Jaime había recibido de parte de la gent de
fora que vivía en el valle por no haber vendido el edificio, pero también que en una edición de la Feria del
Hierro el hijo de Antonia decidiera no continuar cediendo uno de los prados en que se celebraba la feria,
propiedad de su familia, si el ayuntamiento no le pagaba por ello. Una demanda que tenía su referente en
el caso de Ramón que sí recibía dinero por ceder un prado propiedad de su familia, durante el fin de
semana en que se celebraba una carrera de alta montaña. Según el alcalde, en el caso de Ramón, recibir
una compensación económica por la cesión de un prado tenía sentido, porque al hacer la función de
parking el crecimiento posterior de forrajes quedaba comprometido. Pero en el caso del hijo de Antonia
no, porque al ser transitado sólo por los asistentes a la feria la agresión que sufría era mucho menor.
432
que ven en el contexto de la patrimonialización del pasado local, una oportunidad para
ponerlo en valor.
Mientras la construcción del museo de la fragua se convierte en una idea cada vez más
remota, y la Feria del Hierro reafirma su éxito edición tras edición, otros equipamientos
en los que el parque natural había contemplado invertir dentro del plan de desarrollo
local sostenible del valle van quedando descartados. Uno de estos equipamientos era un
centro de fauna con ungulados. A finales de 2005, los veïns del pueblo donde había el
bosque comunal en que se proyectaba su construcción desconocían cualquier
información al respecto. Aunque pocos meses más tarde, el alcalde comentaba a un
hotelero que la primera fase del proyecto estaba aprobada, y que el parque natural
participaría aportando una cantidad significativa de dinero. En 2007, el alcalde todavía
hablaba de la posible creación del parque de animales, como la manera de sacar un
rendimiento de los bosques comunales por la atracción de más turistas al lugar. Según
explicaba, el parque natural había organizado una salida al sur de Francia para visitar un
parque de animales a la que asistieron representantes del equipo de gobierno local y
representantes del parque natural282. Pero, en 2009, el trabajador de una de las brigadas
del parque natural que vivía en el pueblo del alcalde, explicó que el parque natural no
tenía ningún interés en la creación de un parque de animales, porque debido al coste de
su mantenimiento –veterinarios, cuidadores, alimentos, tratamientos médicos, etc.,- era
una inversión imposible de mantener. Según este hombre, la única persona, que todavía
contemplaba la posibilidad de que el parque de animales se construyera era el alcalde.
En una línea similar se expresaba un trabajador de la empresa de deportes de aventura
que explotaba la pista de esquí nórdico, cuando decía que el parque natural nunca había
contemplado seriamente construir un parque de animales, y que si se había incluido el
proyecto dentro del programa de desarrollo local sostenible del valle había sido para
satisfacer los deseos del alcalde. A finales de 2009, fue el mismo alcalde el que acabó
reconociendo que el parque de animales no se acabaría construyendo, porque el parque
natural, de quien dependía su ejecución, no tenía previsto llevar acabo la inversión. La
creación de un centro de interpretación del excursionismo en una antigua rectoría fue
otro equipamiento previsto que también cayó en el olvido. Los veïns del pueblo en el
282 El hecho de mostrar a la población y/o a sus representantes políticos ejemplos de los proyectos que
desde el parque natural querían llevarse a la práctica parecía ser habitual. Ya antes de la constitución del
parque natural, algunos veïns acompañados por representantes del futuro parque fueron a visitar otros
parques naturales de Cataluña con la intención de que vieran cómo la conservación de la naturaleza no
estaba reñida con la dinamización económica de las zonas que se veían afectadas por la creación de
parques naturales, sino todo lo contrario.
433
que se había proyectado su construcción, responsabilizaban al parque natural de que las
obras no se hubieran llevado acabo. Pero desde el ayuntamiento se explicaba que la
reforma del edifico no había llegado ni a plantearse, porque al enterarse los veïns de que
el parque quería comprar la rectoría, ellos mismos se habían puesto en contacto con el
obispado para comprarla antes que el parque y conseguir que fuera propiedad del
pueblo. Lo que recordaba el interés de los veïns de la capital del municipio en que fuera
el ayuntamiento y no el parque natural quien comprara el edificio propiedad de la
familia de Jaime para que se convierta en un patrimonio del pueblo. Pero en esta
ocasión, como los representantes del parque natural y tampoco los veïns consiguen
entenderse con el obispado, este proyecto tampoco se lleva acabo. En esta época,
algunos veïns del valle también explicaban, sin que nadie corroborara la información,
que también había un proyecto para ampliar el Museu de la Fusta que ya existía en el
mismo pueblo, pero que por razones que desconocían las obras no empezaban. Sobre
este museo, los veïns también comentaron que llevaba cerca de 30 años abierto, pero
que nunca había acabado de funcionar, porque ni el ayuntamiento ni la EMD acababan
de implicarse.
En 2012, cuando el museo de la fragua empezaba también a caer en el olvido, el parque
natural y el ayuntamiento hacen el último intento de ponerlo en marcha a través del
proyecto Espacio del Hierro, que contemplaba la creación de un centro informativo y de
interpretación del hierro y las fraguas en el Pirineo, que se ubicaría en un edificio
construido en la década de 1970, de propiedad municipal, que ya había hecho la función
de escuela, de casa de colonias, y de refugio el tiempo en que Julia lo explotó283. Como
Espacio del Hierro, el edificio constaría de tres espacios diferenciados. Un espacio
expositivo y de interpretación donde habría una exposición permanente sobre la historia
del hierro y la siderurgia desde los orígenes a la actualidad, que también contaría con
una sala de conferencias y una zona de biblioteca. Un espacio formativo constituido por
un taller de forja, con la idea de que los cursos que se impartieran pudieran formar parte
de ciclos formativos de algunas escuelas de arte con las que se ya se había establecido
contacto. Y un espacio demostrativo que se crearía en una futura actuación, donde se
recrearía un taller siderúrgico de producción de hierro con técnicas de la Antigüedad.
283 Este edifico hizo la función de casa de colonias un par o tres de años, sobre la década de 1980. Los
veïns explicaron que esta iniciativa había sido muy positiva, porque en cada campaña obtenían entre
400.000 y 500.000 pesetas de la época. En 2006, los veïns del pueblo reclamaban que el edifico se
acondicionara para volver a funcionar como casa de colonias.
434
También habría una agro-tienda para la venta de productos locales y un punto de
información. La reforma del edifico la llevaría acabo “la constructora del alcalde”. Con
la creación de este centro de interpretación, se esperaba fomentar la apertura de nuevos
negocios y la creación de puestos de trabajo, relacionados con la producción de
artesanía y objetos de forja, contribuyendo a hacer del valle un lugar de referencia para
el estudio histórico de la siderurgia desde la Antigüedad hasta la Época Moderna,
además de convertir el pasado minero del valle en el elemento singular en torno al cual
estructurar la oferta turística del mismo.
Lo que cabe destacar es que, a medida que pasa el tiempo, la reforma del edificio se
convierte en la razón de ser del proyecto. El pueblo en el que se planeaba construir el
museo, por contar con un edifico disponible, era el más pequeño y en el que más
ancianos vivían, descartando definitivamente su construcción en la capital del municipio
como siempre se había defendido. También sorprendía que este proyecto con el que se
esperaba crear un solo puesto de trabajo directo, fijo a tiempo completo, y dos más
temporales en plena campaña turística, se presentara como un proyecto que destacaba
por su capacidad para crear ocupación y fijar población en el territorio284. Esto ayudaba
a comprender porqué la población, y especialmente los miembros de las cases veïnes,
valoraban estos equipamientos como el medio que ayudaba a dar visibilidad al valle y a
contar con mejores condiciones para convertirse en un destino turístico de referencia,
sin concebirlos como un medio que mejorara forma significativa la posición de sus
casas, porque las posibilidades de obtener beneficios directos sustanciales eran
insignificantes. De hecho, había quien hablaba de este proyecto como el proyecto del
alcalde, del técnico del que dependía la valoración de los proyectos de obras del
municipio, y del arqueólogo que había elaborado la memoria, y que de ser aprobado
sería uno de los técnicos expertos que trabajaría en su ejecución. Cuando, en 2013,
284 Sorprendía especialmente si se tenía en cuenta que el museo que ya existía en el valle, el Museu de la
Fusta, creado unos 30 años atrás, y que a finales de la década del 2000 pasa a integrar la Xarxa de Museus
i Equipaments Patrimonials de l’Alt Pirineu i Aran, permanecía cerrado de noviembre a marzo, aunque se
abría en caso de visitas concertadas, siendo agosto el único mes del año en que estaba abierto a diario. Lo
que significaba que este equipamiento no representaba una fuente de ingresos decisiva para ninguna casa.
Los que trabajaban en el museo eran hijos de cases que van a més, que se combinaban para continuar
trabajando en los negocios turísticos familiares. Tampoco era extraño, que cuando durante el año se
decidía abrir el museo de improvisto, se llamara a alguna casa por si alguien podía hacer las visitas
guiadas. Según explicó, en 2009, uno de los jóvenes que trabajaba en el museo, en los últimos años el
número de visitantes había disminuido, superando con dificultad las 1.000 visitas anuales. En el caso del
Espacio del Hierro, la persona que se encargaría de la sala de exposiciones, y de atender y dar
información a los visitantes sería la misma que se encargaría de abrir y cerrar el museo y de la agro-
tienda, además de asumir su dirección y gerencia.
435
empezó a haber indicios de que el centro de interpretación podía acabar construyéndose
–supera la evaluación para acceder a las ayudas del Fondo Europeo de Desarrollo Rural
(FEDER) previstas para el periodo 2007-2013-, el presidente de la Junta de Vecinos de
la EMD del pueblo que había cedido el edificio empieza a desentenderse del proyecto
por considerar que no era el mejor momento para emprender una obra de tal
envergadura, mientras otros veïns comentaban que la finalidad del proyecto era una
excusa para que el alcalde pudiera continuar construyendo; ya que nadie había pensado
seriamente en el contenido del centro.
Mientras el proyecto estaba pendiente de conseguir otras vías de financiación, resulta
interesante ver cómo uno de sus principales artífices, el arqueólogo que había elaborado
la memoria, concibe el desarrollo del proyecto y la participación de la población
teniendo en cuenta que la finalidad del centro de interpretación era beneficiar a la
población local. Según este hombre, había pocos individuos que pudieran implicarse en
el proyecto debido a la falta de interés y de capacidades de la población. Además, el
ecomuseo comarcal, del que se esperaba que asumiera cierto liderazgo, había acabado
por desestimar su implicación por no poder asumir un proyecto tan grande. El
arqueólogo también explicaba que él mismo, como ya había hecho un docente de la
UAB, había aconsejado a los técnicos y al director del parque natural que descartaran la
construcción de un museo, porque ya había equipamientos similares relativamente
cerca, y porque lo realmente importante era invertir en la investigación sobre el pasado
minero del hierro, como hecho diferencial. Lo que, por otro lado, ponía de manifiesto
cómo la continua búsqueda de pruebas que legitimaran la visión del pasado local que se
quería construir se había convertido en un objetivo en sí mismo. Pero ante la
imposibilidad de encontrar otras vías de financiación que permitieran comenzar la
reforma del edificio y acceder a la subvención del FEDER –el alcalde llegó a reunirse
con la delegada del Gobierno en Lleida- el Espacio del Hierro pasa a ser otra iniciativa
que cae en el olvido, por lo que a día de hoy la celebración de la Feria del Hierro es la
forma inmaterial por la que se expresa la patrimonialización del pasado local.
Según el hombre encargado de realizar la ruta urbana por la capital del municipio, la
celebración de la feria era el formato que más interesaba a la población local (veïns),
porque después de un par de días de fiesta una vez al año todo volvía a ser como antes y
los veïns podían continuar haciendo su vida. Este hombre decía que el museo de la
fragua no se había construido por falta de financiación, pero que en el fondo los veïns
tampoco deseaban que se construyera, porque no querían que las cosas cambiaran, como
436
tampoco querían que llegara más gent de fora que se quedara a vivir en los pueblos aun
sabiendo que de ello dependía que los pueblos continuaran habitados, como mostraba el
hecho de que la escuela municipal se mantuviera abierta gracias a los hijos de las
famílies de fora. Si se tiene en cuenta el testimonio de este hombre y del arqueólogo
puede afirmarse que lo que realmente interesaba y convenía a los veïns era la
construcción de un discurso sobre el pasado que les permitiera continuar transformando
y explotando el patrimonio familiar que era su prioridad y de lo que la mayoría de ellos
vivían, lo que era totalmente compatible con que el valle se hubiera convertido en un
escenario en el que la demostración de la patrimonialización del pasado local se
legitimaba a sí misma, como parecía ser el caso. En este sentido, la puesta en valor del
monte comunal por la creación de un parque natural, la señalización de rutas turísticas y
las excavaciones continuas para detectar vestigios de un pasado minero del valle, que
legitimaran la celebración de la Feria del Hierro, eran las formas por las que se
expresaba la patrimonialización del pasado local que no podía asentarse sobre el
patrimonio privado de las casas.
Para comprender cómo la población autóctona idea y pone en práctica estrategias
económicas que le permitan controlar la transformación del propio patrimonio en el
contexto de la patrimonialización del pasado local, se va a mostrar cómo la casa de
Pedro, una casa forta, pasa a depender del turismo al poner en valor su pasado mediante
la exposición al público del patrimonio familiar. Con todo, lo que se espera es continuar
mostrando la relación entre el proceso de patrimonialización del pasado local y el
proceso de estratificación y diferenciación social, según la relación lógica patrimonio-
veí se instituye en el tiempo.
La puesta en valor del propio pasado
Como se ha señalado en el apartado anterior, cuando en 2006 se hace público el interés
del parque natural por construir el museo de la fragua, la familia de Pedro presenta al
parque natural la misma propuesta de construcción del museo de la fragua en una borda
familiar, que unos años ya había presentado al ayuntamiento. La familia había
justificado su oferta argumentando que por su proximidad con el río, la reconstrucción
de una fragua en el emplazamiento de la borda permitiría utilizar la fuerza del agua del
para mover el martinete y reproducir, como en el pasado, el trabajo del hierro. Pero en
esta ocasión el parque natural descarta la opción alegando que se trata de un terreno
cualificado como suelo anegable. Lo más importante de ello era que los miembros de
437
esta familia justificaban su propuesta presentándose como descendientes de los
copropietarios de la última fragua que estuvo en funcionamiento, y presentando la borda
como “el edificio disponible más próximo al emplazamiento de una antigua fragua”, de
manera que la reproducción fiel del pasado local pasaba a ser indisociable del derecho
de la casa a explotar su propio pasado. En este sentido cabe situar las palabras de la
mujer de Pedro cuando insistía en que no tenía sentido que el museo de la fragua se
construyera en un edificio situado en el casco urbano (el edificio propiedad de la casa de
Jaime), porque ello impediría la reproducción del proceso original del trabajo del hierro,
que en su opinión era uno de los mayores atractivos del proyecto285. En 2010, en el
contexto de la celebración de la primera Feria del Hierro, Pedro y su mujer
aprovecharon un encuentro casual con el director del parque natural -o no tan casual
teniendo en cuenta la previsible asistencia de este hombre al acto-, para volver a
plantear la posibilidad de construir el museo de la fragua en la borda propiedad de la
familia. Pedro explicó al director del parque natural que el estado de conservación de la
borda era bueno, aunque el tejado precisaba de algunas reformas porque la familia había
priorizado otras inversiones, y ofreció al director del parque la posibilidad de visitar la
borda cuando quisiera. Lo que mostraba cómo la patrimonialización del pasado al poner
en valor elementos que eran parte de la historia de las casas, por la trayectoria de las
casas en el contexto socio-histórico local, ofrecía nuevas posibilidades para sacar un
rendimiento a un patrimonio familiar que había quedado sin uso. Lo que en este caso
sorprendía era que la propuesta se planteaba en el contexto de la Feria del Hierro, una
celebración con la que Pedro, como el resto de su familia, mantenía una relación
contradictoria, como ponían de manifiesto los comentarios de Pedro cuando en el
contexto de la feria decía que “tenía más que hacer que pasearse por el pueblo”, y que al
mismo tiempo aprovechara un encuentro con uno de los conferenciantes a las Primeras
Jornadas de Investigación y Desarrollo del Valle que paseaba cerca de su casa, para
comentarle que era hijo de una casa muy importante y que en casa guardaba muchos
285 Se ha señalado que la familia de Pedro no mantenía buena relación con el equipo de gobierno local.
Uno de los motivos sería la expropiación de una parte del huerto y de un prado propiedad de esta familia
para la ampliación de la carretera local a principios de la década del 2000, que conllevó el derribo del
muro de piedra que los cercaba, para la ampliación de las aceras que acabarán haciendo la función de
parking para los coches de los turistas, sin que esta familia, que continuaba viviendo de la ganadería,
obtuviera ningún beneficio del turismo. La familia de Pedro fue indemnizada, pero el hecho de que el
ayuntamiento no intercediera a su favor para que la Administración asumiera el coste de la reconstrucción
de los muros había sido la causa de una enemistad que continuaba en el presente. La pared de piedra fue
substituida por una valla que favorece la visibilidad del patrimonio familiar (huerto y prado) y de los
miembros de la casa.
438
objetos de hierro que le mostraría encantado. Una actitud ambivalente que debía
ponerse en relación con la estrategia de la casa de beneficiarse de la patrimonialización
del pasado local, por la puesta en valor del “patrimonio familiar antiguo” que
autentificaba la trayectoria de la casa en un tiempo anterior, mientras la casa, como casa
forta, continúa dependiendo de la ganadería. Pero la imposibilidad de vender la borda
pondría de manifiesto la poca importancia que tenía la posibilidad de autentificar la
historia de la propia casa (patrimonio y papers), porque la patrimonialización del
pasado local se fundamentaba en la resignificación de la relación entre ciertos elementos
del pasado, pero no en la reconstrucción fiel del pasado de las casas que, por otro lado,
ya era la historia particular de una visión del pasado. Así lo ponían de manifiesto las
palabras del director del parque natural cuando decía que no se quería reconstruir una
antigua fragua en su emplazamiento original, porque el interés era crear un centro de
interpretación que permitiera justificar la creación del parque natural.
Para comprender mejor la relación entre la puesta en valor de la historia de la propia
casa y la construcción de un discurso sobre el pasado local que se fomentaba desde
fuera, es importante considerar la importancia que los conferenciantes en las Primeras
Jornadas de Investigación y Desarrollo del Valle concedían al descubrimiento de nuevas
pruebas –especialmente, por medio de excavaciones continuas en el bosque comunal del
pueblo del alcalde-, que evidenciaran la existencia de un pasado que permitiera la
construcción de un saber científico que legitimara una interpretación sobre ese pasado.
Un discurso en el que la historia local se presentaba como la materia prima sobre la que
construir una visión del pasado que se expresaría a través de distintos “productos
turísticos”. El grado de abstracción de que depende este discurso para considerar
aisladamente ciertos aspectos del contexto socio-histórico local, muestra cómo la
patrimonialización es un proceso inacabado que depende de la búsqueda continua de
nuevos vestigios que legitimen la construcción de nuevas relaciones significativas entre
elementos que se identifican con el pasado (patrimonio) para crear un nuevo pasado
(patrimonio), y la invención de las formas de su escenificación. En este sentido, puede
afirmarse que la patrimonialización del pasado local acaba por legitimarse a sí misma en
la medida en que precisa de la actualización continua del conocimiento experto en que
se legitima. Esto es importante, porque pone de manifiesto que es por el distinto modo
en que veïns, gent de fora que vive en el valle, y técnicos expertos llegan a identificarse
con versiones distintas del pasado y nociones diversas de patrimonio que participan en
la construcción de una historia local, y porque permite ver que es la interrelación entre
439
los distintos modos por los que se patrimonializa el pasado – a través de una relación de
contigüidad y/o semejanza entre el pasado y el presente-, lo que caracteriza el proceso
de patrimonialización de elementos autóctonos, y lo que redefine los límites a la
capacidad de acción de veïns y gent de fora. Si los veïns consiguen vincularse de forma
simbólica con una nueva visión del pasado para continuar dotando de sentido la visión
del pasado en la que se inscribe la trayectoria de sus casas, esto es, en la medida en que
son capaces de autentificar una relación de contigüidad con un tiempo anterior. En
cambio, la gent de fora que vive en el valle y que no cuenta con los medios para
autentificar una relación con un tiempo anterior sólo puede legitimar su experiencia de
vida por medio de una relación simbólica con la visión del pasado en que se
fundamentan las actuaciones destinadas a la patrimonialización de “lo local”. En este
sentido se pueden comprender mejor los comentarios de algunos miembros de las
famílies de fora que viven en el valle cuando decían que debían pasar unas cuantas
generaciones antes de que sus hijos fueran considerados veïns, es decir, hasta que el
paso del tiempo borrara el inicio de la trayectoria de estas familias en el contexto local y
sus prácticas diarias se entiendan como un hecho natural286. Lo que significaría que la
diferenciación de la población en veïns y gent de fora habría dejado de tener sentido.
La patrimonialización del pasado puede entenderse como la creación de una relación
simbólica entre el presente y el pasado que depende de la descontextualización de
elementos de un pasado que prueba su existencia (patrimonio privado y comunal de las
casas) y que les confiere un valor intrínseco, para recontextualizarlos en otra visión del
pasado por la creación de una nueva relación significativa. Pero cuando la
patrimonialización incide sobre el patrimonio privado de las casas, no sólo se encuentra
con la dificultad para desvincular el patrimonio de la historia particular de las casas que
éste atestigua, sino con que son los miembros de las cases veïnes los que pretenden
“apropiarse de la patrimonialización” por poseer un patrimonio y una historia que
prueban que ese pasado les pertenece. En este contexto hay que considerar la situación
de la casa de Pedro, y en concreto el cambio de actitud de esta familia en el contexto de
la celebración de las sucesivas ediciones de la Feria del Hierro. Si en 2010 y en 2011, la
implicación de esta familia en la feria es inapreciable, a excepción de las hijas de Pedro
que colaboraban en su organización junto con el resto de jóvenes autóctonos de la
286 La “artificialidad” de la relación de la gent de fora que vive en el valle con el pasado, lo mostrarían los
12 años de permanencia que las ordenanzas exigen a estos individuos para ser considerados veïns. Como
se ha visto, el dret de veïnatge no se concede de forma automática ni significa que en caso de conseguirlo,
los veïns consideren a estos individuos como “veïns autèntics”.
440
capital del muncipio, sin tener un papel destacado. En 2012, la actitud de toda la
familia, y especialmente la de Pedro y su mujer, cambia radicalmente; ya que en esta
ocasión la familia decide participar en la feria exponiendo objetos de hierro en una plaza
de la capital del municipio, junto con objetos de otras casas, identificándolos con el
nombre de la casa. Las hijas de Pedro fueron las encargadas de situar estos objetos en la
plaza, mientras comentaban que “en su casa había todo el hierro que uno pudiera
imaginar”. La idea de participar en la feria exponiendo objetos de hierro había surgido
de la mujer de Pedro. Mientras en la plaza de la iglesia, Antonia y otros miembros de su
casa recibían el reconocimiento de las autoridades locales, como descendientes de
antiguos propietarios de fraguas, a los que se nombraba los senyors del ferro287, la
mujer de Pedro aprovechaba una visita improvisada a las cuadras anexas de su casa –el
recinto que daba a la casa había quedado expresamente cerrado para evitar la entrada de
turistas-, para explicar sus planes de futuro. Según decía, los turistas que llegaban al
valle se aburrían porque no había una oferta de actividades que pudieran realizar
complementarias a la práctica del montañismo. En este sentido, explicaba que si, por
ejemplo, hubiera alguna explotación ganadera que se pudiera visitar la cosa ya
cambiaría, porque sin salir del valle la gente ya sabría cómo entretenerse. Una de estas
explotaciones podía ser la de su casa. Los turistas y grupos de escolares, además, de
visitar las vacas que pasaban el invierno en una nave próxima, podrían visitar el corral y
el huerto dentro del mismo recinto de la casa. Otra de las ideas que planteaba la mujer
de Pedro era la exposición de mobiliario y de objetos antiguos de hierro que habían
pertenecido a la casa y de los papers que demostraban que en época de las fraguas la
suya también había sido una casa importante. La referencia al hecho de tener o no tener
papers era importante en la medida en que se presentaba como la prueba irrefutable que
corroboraba la historia de la casa y el derecho de sus miembros a explotar en beneficio
propio la construcción de un nuevo pasado para asegurar la posición de la casa en el
futuro, más cuando sobre la casa de Antonia se decía que sus miembros actuales no eran
los descendientes de los antiguos propietarios de fraguas que habrían habitado la casa.
También era importante, porque permitía ver que si en el caso de la familia de Pedro, el
derecho explotar el pasado se fundamentaba en la posesión de papers que atestiguaban
287 Esta expresión saldría citada por primera vez en un texto de Bringué (1997), a raíz de la celebración de
las primeras jornadas de investigación del valle, en 2010, y de la difusión del pasado local por medio de la
celebración de la Feria del Hierro, se populariza entre técnicos y estudiosos del pasado del valle en el
proceso de elaboración de un discurso por el que se destacan ciertos elementos de la historia local
mientras otros se obvian.
441
la relación con un tiempo anterior, en el caso de los técnicos expertos la creación de un
discurso que avalara la patrimonialización de la naturaleza y la cultura se fundamentaba
en la “búsqueda de pruebas objetivas”, que había que dotar con un nuevo significado.
Durante esta visita a las dependencias de la casa, en un momento en que la creación del
museo de la fragua todavía era una idea que estaba presente, la mujer de Pedro comentó
su intención de volver a las oficinas del parque natural para insistir a los técnicos y al
director sobre la posibilidad de que el museo se construya no ya en la borda familiar,
sino en alguna cuadra anexa a la casa, o en algunas dependencias de la casa que estaban
infrautilizadas –la casa constaba de dos edificios contiguos, comunicados entre sí, pero
separados, la casa vella y la casa donde actualmente vivía la familia- que podrían
abrirse al público para mostrar como era una casa forta por dentro, siguiendo el ejemplo
del ecomuseo comarcal ubicado en las dependencias de una casa forta del siglo
XVIII288. De este modo, decía la mujer de Pedro, no haría falta que el mobiliario y los
objetos antiguos salieran de la casa para ser mostrados. Un comentario que tenía su
importancia porque si, ahora, parecía que se quería evitar la salida del patrimonio de la
casa (en concreto, el que mostrara la relación de la casa con la época de las fraguas),
hasta no hacía mucho la familia no había tenido ningún reparo en desprenderse
definitivamente de otra parte del patrimonio familiar que sólo adquiría valor por su
posible venta, como ilustraba el interés por vender una borda, si el dinero que se
percibía a cambio permitía otras inversiones que repercutieran a favor de otra parte del
patrimonio familiar que era más importante conservar. Ante la posibilidad de exponer
objetos de la casa en la propia casa, la familia de Pedro se planteaba la posibilidad de
invitar al director del parque natural a visitar la casa, en lugar de la borda, mientras
continúa participando en las sucesivas ediciones de la Feria del Hierro exponiendo
objetos de hierro, haciéndose más visible en los actos que se organizan para la ocasión,
e intentando conversar con algunos de los responsables, técnicos expertos, de su
organización.
A finales de 2012, miembros de esta familia volvieron a las dependencias del parque
natural para conversar de nuevo con su director para ver cómo podían sacar partido de
su “patrimonio antiguo”. En esta reunión Pedro y su mujer se enteraron de que se estaba
288 La posibilidad de crear un museo en la propia casa, también era una idea a la que había aludido la
mujer de Ramón para destacar la importancia de la casa en el pasado, pero también para referirse al coste
del mantenimiento de las dependencias de la propia casa, en el contexto económico actual. Una idea que,
según explicaría esta mujer, había surgido de algunos turistas y propietarios de segundas residencias que
visitaban el valle, y que ponía de manifiesto el valor que desde fuera se atribuía a determinados
elementos, como las cases fortes, que evidenciaban la existencia de un pasado.
442
barajando la posibilidad de crear un centro de interpretación, el Espacio del Hierro, en
otro pueblo del valle, y acordaron con el director del parque natural una visita a la casa
para principios de 2013. Mientras tanto, la mujer de Pedro y sus hijas continuaban
insistiendo en que los objetos de hierro y los papers que había en la casa y que probaban
la relación de la familia con la época de las fraguas, ninguna otra casa del valle los
poseía. También comentaban que no sería fácil que el parque natural financiara la
creación de un museo en su casa, porque no se trataba de una iniciativa privada, pero
que era importante que la inversión se llevara acabo, porque era una oportunidad
inmejorable para dinamizar la economía del valle de la que el resto de casas también se
acabarían beneficiando. A principios de 2013, el director y el presidente del parque
natural visitaron finalmente las dependencias de la casa de Pedro. Y aunque la
impresión que la familia tuvo de la visita fue buena, tampoco se llegó a concretar nada,
porque según contaron estos hombres, el parque natural no disponía de recursos. En esta
reunión se acordó que lo más conveniente era montar una exposición permanente en
alguna parte de la casa, hacer pagar a los visitantes una entrada puntual, y que fueran los
propios miembros de la familia los que se encargaran de hacer las visitas guiadas, en
lugar de un museo que obligaba al cumplimiento de toda una legislación. En lo que el
parque natural podía colaborar era en asumir el coste de la publicidad de la exposición
cuando ésta estuviera montada.
En 2013, en el contexto de la cuarta edición de la Feria del Hierro, la mujer de Pedro
explicó que el Departament d’Agricultura, Ramaderia, Pesca, Alimentació i Medi
Natural de la Generalitat de Catalunya, había aprobado cofinanciar el proyecto familiar
de creación de “un museo” en concepto de diversificación de la explotación ganadera.
Pero que faltaba encontrar otra fuente de financiación, porque la cantidad máxima de
dinero con la que la Administración podía colaborar era el 35% del coste total de la
obra, en la que estaba previsto que participara la hija mayor que había estudiado
arquitectura. Gracias a la importante cantidad de dinero que la familia recibió de parte
del parque natural, en concepto de publicidad “del museo”, la familia acabó reuniendo
los recursos para reformar la cuadra que albergará la exposición. Al cabo de un año, en
verano de 2014, en el contexto de la celebración de la quinta Feria del Hierro, la familia
inaugura la exposición permanente, a la que se invita a todas las casas del valle a
excepción de la casa de Antonia289. Al poco menos de un año de haber entrado en
289 Según algunos veïns y como documentan el trabajo de algunos historiadores, Bringué (1997) y Mas
(2000), la enemistad entre estas dos cases fortes se remontaba al momento en que un antecesor de Pedro
443
funcionamiento, en primavera de 2015, la familia se mostraba muy contenta con la
acogida que había tenido la iniciativa entre la población, veïns y gent de fora que vivía
en el valle, y los turistas, muchos de los cuales llegaban por indicación de los hoteleros
de la comarca y del mismo valle, o después de dar una vuelta por el pueblo y haber visto
el cartel que anunciaba la exposición. La encargada de hacer la visita guiada, de poco
más de una hora, según fueran llegando los turistas, sin considerar la conveniencia de
crear grupos, era cualquiera de las hijas de Pedro que en ese momento se encontrara en
casa disponible. Esto comportaba que muchas veces coincidieran hasta dos hijas de
Pedro en la cuadra, una terminando la visita y otra empezándola, mostrando cómo la
improvisación caracterizaba el funcionamiento del nuevo negocio de la casa de Pedro, y
también el discurso que las hijas de Pedro iban construyendo durante la visita. La
improvisación en el discurso sobre el pasado familiar mostraba cómo los miembros de
la casa se reapropiaban de su historia –la explicación de la historia de la casa por parte
de sus descendientes era uno los elementos que más gustaba a los turistas-, y como “el
discurso de la casa” no estaba fundamentado en un conocimiento experto que implicaba
todo “proceso oficial” de patrimonialización. Otro de los aspectos en que se apreciaba
que “el museo era obra de la casa” era en la puesta en escena de los objetos que se
mostraban en las dos plantas de la cuadra que se habían acondicionado; ya que si como
decían los veïns se trataba de “una exposición muy lograda” teniendo en cuenta que era
el resultado del trabajo de las hijas y la mujer de Pedro, la falta de recursos y soportes
que complementaran la información como el pase de diapositivas, diferentes tipos de
iluminación, un espacio reservado para el pase de algún film relacionado con la
temática, reafirmaba la no participación de un conocimiento experto.
En la planta baja de la cuadra, que había hecho la función de establo, se exhibían
objetos y utensilios de hierro como cabestros, yugos, cencerros, alforjas y herraduras,
además de un abrevadero. En la primera planta se exponían utensilios antiguos para el
trabajo agrícola, rastrillos, picos, horcas, una trilladora, etc., además de múltiples piezas
de hierro como martillos, tenazas, llaves y clavos de diversos tamaños expuestos en
caixes de núvia (baúles de madera) que habían servido para trasladar el ajuar de las
joves anteriores de la casa. También se mostraba algún retrato antiguo, como el de un
impulsó la creación de una fragua comunal, a principios del siglo XIX, con el apoyo de la población de
tres de los siete pueblos del valle con la intención de recuperar el control de la explotación de los bosques
comunales que habían quedado en manos de los antecesores de la casa de Antonia, que habían llegado a
poseer hasta tres fraguas, comportando la división de los pueblos del valle. Pero para Pedro el origen de la
enemistad se situaba a finales del siglo pasado, cuando se produce una violenta discusión entre los
cabezas de familia de ambas casas.
444
cabeza de familia anterior con su mujer, hija de la que llegó a ser la casa forta más
importante del Pallars Sobirà, además de documentos, más bien escasos, relacionados
con el funcionamiento de la antigua fragua.
Dada la importante cantidad de piezas que hacían referencia a la actividad agrícola y
ganadera, la creación de una exposición permanente para mostrar la relación de la casa
con la época de las fraguas parecía ser más bien una excusa para poner en valor la
práctica ganadera, la actividad económica de la que la casa de Pedro continuaba
dependiendo, y que la continuaba identificando como una casa forta, de modo que el
pasado venía a legitimar la superioridad de la casa en el presente, y la superioridad de la
casa en el presente era testigo de su hegemonía en el pasado. En este sentido, la
exposición también mostraba cómo la familia de Pedro pretendía perpetuarse en el
tiempo ocupando una posición destacada en un nuevo contexto económico y social al
pasar a depender del turismo por “la creación de un museo, un equipamiento que no
todas las casas podían albergar, que reafirmaba la superioridad de la casa en una época
del pasado y, que era la que la patrimonialización del pasado local ponía en valor,
dotando con una nueva función el patrimonio de uso agrícola que había quedado en
desuso290. Como presumían las hijas de Pedro, cuando afrimaban que “el museo era
obra exclusiva de la familia”, lo anterior permitiría afirmar que la casa de Pedro acababa
participando plenamente en una economía terciaria en la medida en que sus miembros
controlaban la puesta en valor de la historia de su casa al exponerla al público y
difundirla a través de las redes sociales. Pero si se analizaba la realidad con más detalle
se observaba que esto no era exactamente así; ya que la casa acababa por poner en valor
su historia, después de no conseguir vender una borda, que era la estrategia económica
que se había planteado en un inicio, y que mostraba la necesidad de una entrada de
capital, y que pasa a construir “un museo” cuando su pasado puede inscribirse en la
visión del pasado que construye la patrimonialización del pasado, que es lo que le
confiere un nuevo sentido y valor. De modo que lo que se observa es una dependencia
cada vez mayor del exterior, que también se evidencia en el hecho de que el parque
natural fuera quien asumiera el coste de los folletos de difusión “del museo”
290 Como se ha señalado, la ganadería y especialmente la de las zonas de la alta montaña es viable en la
medida en que las subvenciones de que depende se dan, en una parte importe, por los servicios que esta
práctica ofrece a la sociedad –conservación del paisaje y de los ecosistemas en interés general y para su
consumo turístico- pero sí se quiere incidir que siendo como es la ganadería una actividad identificada
con el sector primario, sería la creación y explotación de esta exposición permanente, por el dinero que
permite recibir directamente de los turistas que lo visitan, lo que ilustraría el cambio en las estrategias
económicas que resultará en una dependencia, cada vez mayor, de esta casa del sector terciario y del
exterior.
445
inscribiendo en ellos su logotipo. Lo que mostraba cómo la historia de la casa de Pedro
que, en 2005, presumía “vivir de lo suyo” era apropiada por la visión del pasado en la
que se inscribía la patrimonialización del pasado local.
La apertura al público de esta exposición permanente coincidió con el momento en que
la hija mayor de Pedro había terminad sus estudios en Barcelona, donde permanecía
trabajando como arquitecta, regresando al valle los fines de semana y en vacaciones,
mientras la hija mediana proseguía sus estudios en Lleida, y continuaba trabajando en la
hostelería los meses de verano y en días festivos, en la capital del municipio, y la hija
pequeña permanecía en casa de sus padres, ayudando en la explotación ganadera
familiar291. En relación con la trayectoria de esta chica cabe recordar que en 2014, había
pasado a integrar la Junta de la asociación Bosques del Hierro, y que en 2015, se
convierte en regidora del ayuntamiento, cuando la candidatura que integra gana las
elecciones. También es importante considerar que la exposición pública de la historia de
la casa acontece al año, aproximadamente, de la muerte de la madre de Pedro, sobre la
que se decía que a sus 90 y tantos años de edad todavía ejercía un fuerte control sobre el
patrimonio familiar. En 2015, a casi un año de la inauguración “del museo”, mientras
pensaba en como conseguir una clientela regular, esta familia explicaba, sin darle
demasiada importancia, que todavía no había entrado en contacto con el ecomuseo
comarcal, ni con ningún otro organismo o institución que se encargara de poner en
marcha o de relacionar iniciativas culturales, aunque entendía que ello podía reportar
mayor visibilidad a su casa.
Es importante destacar que la inauguración de esta exposición permanente no altera la
visita guiada que en el contexto de la Feria del Hierro continuaba realizando en la
capital del municipio, el mismo hombre y socio antiguo de la APV, desde 2011,
quedando a su criterio los lugares y la historia que era preciso dar a conocer. Según este
hombre explicaba, en 2015, desde las últimas ediciones de la feria el circuito partía de la
puerta del ayuntamiento, donde se encontraba un mazo que había pertenecido a una
antigua fragua, seguía por la calle que conducía hasta el recinto de la casa de Pedro, de
la que se destacaba su estructura como casa forta, señalando la ornamentación de hierro
291 Esta chica trabajaba ayudando a su padre en la explotación ganadera familiar, pero no era miembro de
la Sociedad Civil Particular (SCP), el tipo de empresa que había constituido la familia para doblar los
beneficios que se obtenían por la percepción de una subvención compensatoria para la práctica de la
ganadería en zonas de alta montaña, al pasar la titularidad de la explotación ganadera de una persona
física a una persona jurídica. La SCP, constituida en 2010, sólo la integraban Pedro y su mujer. El motivo,
según contaron la mujer y las hijas de Pedro, eran las dificultades por asumir el coste de la cotización en
la Seguridad Social de otro miembro de la familia, con lo que se preveía que la hija de Pedro entrara a
formar parte de la SCP, después de que su padre, que en 2015 tenía 64 años de edad, se jubilara.
446
de las ventanas, pero cuyo recinto continuaba cerrado al público, siendo la siguiente
parada la casa de Antonia, que continuaba mostrándose al público. Después de visitar la
herrería de la capital del municipio, el recorrido que habría dejado de incluir el edificio
propiedad de la casa de Jaime, terminaba en una zona próxima a una pista polideportiva
donde, desde 2013, se habían emplazado la reproducción de un antiguo horno de
reducción, una carbonera y un martinete anexionado a un canal para hacerlo entrar en
funcionamiento, varias veces al día, para que los visitantes pudieran imaginar cómo se
trabajaba el hierro en una fragua. Además de estas tres piezas, que representaban tres
momentos distintos del pasado minero del valle, en todos los pueblos se encontraban
ubicadas al aire libre las piezas de hierro que los forjadores iban construyendo en cada
edición de la feria. Debido a la progresiva concentración de estas piezas en el espacio
público, el aspecto de la capital del municipio, que es el pueblo que reúne el mayor
número de ellas, acaba siendo el de un museo al aire libre.
Lo que interesa destacar de este circuito, a parte de la posibilidad de ampliarlo
incluyendo algunos tramos del recorrido que seguían los fallaires durante la baixada de
falles la noche de san Juan, según explicó el mismo hombre encargado de hacer la visita
guiada por la capital del municipio, era que la casa de Pedro continuaba teniendo un
papel secundario, aunque de forma paralela era visitada por iniciativa propia de los
asistentes a la feria, en el sentido en que su historia particular había quedado excluida
del “discurso experto” que ponía en valor el pasad local, aunque ambas visiones del
pasado fueran interdependientes como parte de una única historia. En este sentido, la
continúa inclusión de la casa de Antonia en el circuito en el que se mostraban los
elementos que reforzaban el discurso de la patrimonialización del pasado local podía
entenderse como el modo por el que sus miembros recreaban la historia de su casa y
reafirmaban su relación con el pasado local –mientras los veïns insistían en que la
familia de Antonia no descendía de los antiguos dueños de fraguas que habría habitado
la casa-, y como un medio por el que la patrimonialización del pasado local podía
continuar avanzando, al apropiarse de la historia particular de una casa a la que dotaba
de sentido en un nuevo contexto económico y social292. Esto también permite
292 En este sentido, es importante destacar que, a principios del verano de 2015, el hombre que continuaba
haciendo la visita guiada en la capital del municipio y que visitaba con cierta frecuencia el valle, todavía
no había visitado la exposición permanente de la casa de Pedro. En relación con la casa de Antonia, los
veïns explicaban que en la casa no había papers porque los antiguos propietarios de las fraguas, se los
habrían llevado cuando se habrían marchado a vivir a otro lugar, la rama de la familia más activa en el
comercio del hierro, acabó viviendo en Tarragona, y porque cuando el padre de Antonia reabrió la casa e
hizo obras tiró mucha de la documentación que encontró.
447
comprender, porqué mientras los miembros de la casa de Antonia prestan su pasado
para ser recreado desde fuera, el recinto que conforma la casa y las cuadras de Pedro, y
que alberga una exposición permanente donde el pasado se visita a cambio de dinero,
transmite la imagen de una fortaleza cerrada sobre sí misma. Con esto no se quiere decir
que haya “una patrimonialización auténtica”, la que puede llevar acabo una casa veïna
por su vinculación (relación metonímica) con un pasado anterior, y “una
patrimonialización inauténtica” impulsada desde el exterior. La puesta en valor de
elementos autóctonos depende de la legitimación de la construcción de una nueva visión
del pasado pro medio de la creación de nuevas relaciones significativas, del mismo
modo que el sentido de un tiempo anterior con que se identifican las cases veïnes
depende de su reinterpretación a lo largo del tiempo, y que en este proceso ambas
visiones del pasado son interdependientes293. Pero sí se quiere hacer notar que la
existencia de pruebas (papers) sobre la historia particular de la propia casa, permite a
sus miembros ejercer “cierto control” en la puesta en valor del patrimonio familiar por
identificarlo con un tiempo anterior.
La puesta en valor de un episodio de la historia de la propia casa, comporta que esa
historia deje ser privada, o lo sea menos de lo que lo había sido hasta entonces, y sea
mostrada para poder ser consumida, lo que en parte pasa por servir de nexo entre el
pasado que comparten el grupo de cases veïnes y el pasado que pone en valor la
patrimonialización. En este contexto, ello significa que el cambio de valor del
patrimonio de una casa también ha de servir a los intereses del resto de casas en
beneficio de la propia casa. En este sentido, no sería casual que a los seis meses de su
inauguración, la exposición permanente de la casa de Pedro se convirtiera en un plató de
televisión improvisado cuando una cadena de televisión, de ámbito provincial, se
293 En este sentido es importante considerar la afirmación de Kirshenblatt-Gimblett cuando dice que el
turismo y el patrimonio tratan de lo que es intangible, absente, inaccesible, fragmentario y dislocado,
características propias del mundo vital, que explican el atractivo pero también la imposibilidad de la plena
realización que prometen los mundos que se exhiben en los museos, de manera que los museos han de
poner al descubierto algo sobre la naturaleza (el pasado, que hay que hacer visible) de lo que se muestra,
algo que el visitante no sería capaz de descubrir por sí mismo en el lugar real (2001: 56-57). En este
sentido la autora afirma que “con frecuencia los intérpretes del patrimonio sitúan la verdad en las cosas
que no se ven, en el corazón invisible del lugar en cuestión (…) un museo sirve virtualidades en la
ausencia de realidades, produce efectos alucinatorios” (Kirshenblatt-Gimblett, 2001: 57-58). En este
sentido distinguir una patrimonialización auténtica de una patrimonialización inauténtica no tendría
sentido. No obstante, en el caso del valle, la cuestión no estaría tanto en ver cómo la patrimonialización
quiere hacer parecer reales los lugares y los objetos como en ver que la visón del pasado que construye es
indisociable de la reinterpretación del pasado con que se identifican las cases veïnes, para “hacer real” un
tiempo anterior y dotar de sentido el presente.
448
desplaza hasta la capital del municipio para gravar un capítulo dedicado al patrimonio
natural y cultural del valle, por el que circularan miembros de distintas cases veïnes. Las
intervenciones corrieron a cargo del acalde, que insistió en la importancia de sacar un
rendimiento a los bosques comunales como una manera de conseguir fondos para los
pueblos; el último herrero del pueblo, propietario de la herrería que se visitaba durante
la ruta guiada por la capital del municipio, en el contexto de la Feria del Hierro; el
trabador de la brigada del parque natural que vivía en el pueblo del alcalde y actual
presidente de la APV, que habló de la restauración de una torre de origen medieval,
gracias a la ayuda económica del parque natural; una hija de María, miembro de la
Asociación cultural y de fallaires de la capital del municipio; que habló de la
“tradicional baixada de falles”; el presidente de la ABH, que habló sobre la Feria del
Hierro, y la hija pequeña de Pedro que presentó la exposición permanente de la casa
haciendo un breve repaso a su historia. La presencia de una cadena de televisión en la
cuadra de Pedro transformada en exposición permanente mostraba cómo este
equipamiento privado ganaba publicidad mientras favorecía la conexión del valle con el
mundo exterior294. Pero sobre todo cómo los intereses de una casa forta, que continuaba
dependiendo de la ganadería, se situaban al lado de los intereses de las casas que
dependían del turismo. En este sentido, otra función de la exposición permanente es que
convertida en la imagen que proyecta el valle al exterior, sirve para afianzar alianzas
entre las cases veïnes y entre éstas y los representantes políticos locales, para la
satisfacción de los propios intereses, como ejemplificaría la presencia del alcalde dentro
de las dependencias de la casa de Pedro, que antes de la creación de este espacio era tan
sólo impensable, y que la hija menor de Pedro, considerada una joven reacia a la llegada
de propietarios de segundas residencias y turistas, pase a ser considerada una de las
personas más dinámicas y con más iniciativa del valle, y una de las personas que el
nuevo alcalde, un hotelero de la capital del municipio, fue a buscar para que integrara su
candidatura. Otro aspecto no menos importante que pone de manifiesto la inauguración
de esta exposición permanente es que la continuidad de la posición de la casa de Pedro,
como casa forta, depende de la puesta en marcha de diversas estrategias económicas en
contextos diferentes ilustrando la idea que recorre todo este trabajo: que la institución de
un orden social es indisociable de la institución del tiempo de la significación por
294 En 2015, este espacio vuelve a recibir un canal de televisión de ámbito local para publicitar la Feria del
Hierro. En esta ocasión las intervenciones corren cargo de la hija menor de Pedro, ya regidora, el director
del parque natural, el nuevo alcalde, y el presidente de ABH.
449
nuevos símbolos y significados que se expresan bajo formas relativamente estables. La
dependencia de esta casa de otras actividades económicas para continuar dedicándose a
la ganadería, también se acompaña del cambio de actitud de Pedro hacia los
representantes del parque natural, especialmente con su director actual, y anterior
técnico, que vivía en el pueblo del alcalde, con el que hasta el momento mantenía una
relación entre distante y tensa. Un cambio de actitud que también mostraba un cambio
en la percepción del parque natural por parte de los miembros de esta casa, entre 2005 y
2015, y que era indisociable del proceso por el que la historia particular del patrimonio
familiar era incorporada a la visión del pasado local que recreaba la patrimonialización
de la naturaleza y la cultura locales, viniendo a reafirmar la idea de que “la
patrimonialización es buena” si comporta más recursos para las casas y repercute en la
mejora de su posición, como ya había puesto de manifiesto la compensación económica
que las casas que dependían de la ganadería recibían de parte del parque natural en
concepto de mantenimiento del monte comunal, desde 2009.
Si la interrelación entre los conceptos de patrimonio comunal y privado de las casas y el
de patrimonio turístico afecta la dirección que toma la patrimonialización del pasado, un
factor que se impone sobre la realidad local y, que acaba determinado la puesta en
marcha de los proyectos parece ser la falta de financiación. Así lo ponía también de
manifiesto, en primavera de 2015, el miembro de la APV que se encargaba de hacer la
vista guiada por la capital del municipio, cuando decía que si el parque no había llevado
a cabo ninguna de las iniciativas que se contemplaban en el programa de desarrollo
local sostenible del valle no era porque no tuviera interés en realizarlas, sino por las
dificultades económicas por las que atravesaba la Administración. Según decía, sólo
había que esperar a que la economía se estabilizara para que desde el parque natural se
impulsara de nuevo la creación del museo. El director del parque natural también haría
alusión a la falta de recursos del parque, cuando en relación a la creación de la
exposición permanente, que de alguna manera había venido a sustituir el Espacio del
Hierro y el museo de la fragua, decía que era mejor que se tratara de una iniciativa
privada y que fueran los miembros de una familia los que se encargaran de explotarla,
porque ello resolvía tener que buscar financiamiento para asumir los sueldos de los
trabajadores.
A lo largo de este apartado, y del capítulo en general, se ha querido mostrar cómo la
forma que toma la patrimonialización del pasado por la puesta en valor de naturaleza y
la cultura locales es indisociable de la institución de la sociedad por un sistema de
450
símbolos y significados que cambia con el tiempo. Lo que significa que el concepto de
patrimonio turístico y de patrimonio privado y comunal de las cases veïnes no sólo son
interdependientes, sino que al expresar distintas formas de riqueza son concebidos como
los recursos con los que es preciso identificarse para legitimar las propias prácticas y
garantizar la continuidad de las casas. Se ha querido mostrar que la diferenciación de la
población entre veïns y gent de fora se fundamenta en el distinto modo en que veïns y
gent de fora establecen un vínculo entre el pasado y el presente. Si la gent de fora sólo
puede vincularse con el pasado a través del presente, sumándose al discurso de la
patrimonialización, los veïns son capaces de legitimar un doble vínculo entre el pasado
y el presente, y participar del pasado de la patrimonialización al inscribir la historia
familiar en el presente. Esto significa que los veïns dependen del discurso que sobre el
pasado de las cases veïnes construye la patrimonialización para seguir transformando el
patrimonio familiar y dar continuidad a un tiempo anterior que permita la institución de
la relación lógica patrimonio-veí, que siendo histórica, se concibe como intrínseca. En el
contexto local actual el trabajo de naturalización de la relación patrimoni-veí depende
de la legitimación de la relación simbólica que los veïns establecen con un nuevo
concepto de patrimonio, al recurrir al vínculo anterior de sus casas con el contexto
socio-histórico local, es decir, a su identificación con un concepto anterior de
patrimonio, comunal y privado, cuyo significado y forma, como se ha mostrado,
cambian con el tiempo.
451
7. CONCLUSIÓN
452
La naturalización de un orden social y la institución del tiempo
En este trabajo se ha querido mostrar cómo la sociedad de un valle del Pirineo catalán se
instituye en el contexto de la implantación de un nuevo modelo económico basado en la
patrimonialización del pasado local para la producción de un patrimonio turístico, a
principios del siglo XXI. En los 10 años de este proceso que se han mostrado a través de
la experiencia de vida de la población, se ha visto que un orden social no es un hecho
natural y que se instituye constantemente por las prácticas individuales que son
indisociables del modo en que los individuos se representan el mundo en que viven y su
experiencia dentro de ese mundo. Esto significa que la institución de un orden depende
de la creación de nuevas relaciones significativas, pero también que la producción de
nuevos significados y símbolos está condicionada por la historia, es decir, por los
símbolos y significados que ya dotan de sentido la vida en un lugar determinado. Esta
idea ha sido de crucial importancia, porque ha permitido mostrar cómo el cambio se da
dentro de unos límites, y el papel que juegan las distintas nociones de patrimonio en la
institución de un orden social bajo una forma que reproduce la dicotomía primordial
veïns-no veïns (gent de fora), como vendría sucediendo desde un tiempo inmemorial.
Dado que el concepto de patrimonio lleva implícita la relación con un tiempo anterior,
explicar cómo se instituye el orden en el contexto local actual ha significado mostrar
cómo la población es capaz de identificarse con los distintos significados de patrimonio,
que resultan de la superposición de diversas temporalidades sobre determinados
elementos de la realidad, para establecer un vínculo entre el pasado y el presente, y
legitimar sus prácticas y mejorar su posición.
La idea de que el cambio acontece dentro de unos límites, se observa en la institución de
la relación lógica patrimonio-veí en el tiempo. Esta relación, que fundamenta la puesta
en práctica del dret de veïnatge para explotar los recursos locales entendidos como el
patrimonio comunal de las cases veïnes desde un tiempo inmemorial en beneficio
propio legitima “el derecho” de los veïns a participar en diversas actividades
económicas en distintos contextos para garantizar la continuidad de sus casas. Para que
a lo largo de este proceso los veïns puedan poner en práctica sus estrategias, la categoría
veí debe redefinir sus límites para dotar de sentido a las distintas formas de ser veí en la
actualidad –ganadero, hotelero, trabajador en la industria de la construcción, etc.-, pero
siempre en relación a un sistema de autoridad y una ideología de género que determinan
el sistema de valores por el que el comportamiento de los individuos es juzgado, y que
453
cobra sentido por la continua institución de la relación lógica patrimonio-veí. Así se ha
querido mostrar cuando se ha hecho referencia a la jerarquía de posiciones entre los
miembros del grupo doméstico y las funciones con que se corresponden, y a las
estrategias matrimoniales de las casas en un nuevo contexto económico, de las que
dependen la reproducción del grupo doméstico y la transmisión del patrimonio para
garantizar la supervivencia del siguiente veí-cabeza de familia. En relación con lo
anterior y en un sentido figurativo puede afirmarse que “el patrimonio obliga”: sin veïns
que pongan en práctica el derecho y la obligación de explotar el patrimonio (privado y
comunal), la razón de ser del patrimonio pierde sentido, la continuidad de las cases
veïnes queda comprometida y su miembros quedan a expuestos a convertirse en gent de
fora (fills del poble).
De lo anterior también se desprende que la experiencia de vida de los miembros de las
cases veïnes es una experiencia que no puede desvincularse de la trayectoria de sus
casas en el contexto socio-histórico local y de la noción de patrimonio que se identifica
con los bienes que bajo distintas formas se transmite de generación en generación. En la
actualidad, la redefinición de los límites de la categoría veí se da en el contexto de la
redefinición de la categoría gent de fora que vive en el valle, y que acostumbra a
depender de los trabajos peor cualificados y remunerados. El distanciamiento y la
diferenciación de las prácticas de ambas categorías sociales resulta de la incapacidad de
la gent de fora que vive en el valle para explotar un patrimonio e identificarse con la
visión del pasado de los veïns por su no pertenencia a una casa veïna. Lo más
interesante de esta situación es que muestra cómo la institución de la relación lógica
patrimonio-veí legitima la reproducción de un orden social en base a la dicotomía
primordial veïns- no veïns (gent de fora), al favorecer que los veïns actualicen la visión
del pasado en la que habrían sido el grupo social hegemónico por la incorporación de
nuevos símbolos y significados que, paralelamente dotan la relación lógica patrimonio-
veí con un nuevo sentido.
En un contexto en que el desarrollo de un nuevo modelo económico requiere la
patrimonialización de recursos autóctonos para la producción de un patrimonio turístico,
la posibilidad de los veïns para dotar de sentido la visión del pasado con la que se
identifican depende de la posibilidad de identificarse con los nuevos significados de
patrimonio. Lo que consiguen por medio de la institución de la relación lógica
patrimonio-veí de la que son una parte indisociable, fomentando la idea de que su
identificación con los distintos recursos locales es un hecho natural, más cuando se trata
454
de elementos ya eran considerados patrimonio de las cases veïnes. Este proceso, por el
que se actualiza la visión del pasado con la que sólo se identifican los veïns –se trata de
un tiempo inmemorial que pertenece a los miembros de las cases veïnes- muestra cómo
la relación que los veïns establecen entre el pasado y el presente para legitimar su
superioridad y su poder es de doble dirección. La relación entre el pasado y el presente
se da en el sentido de que las cases veïnes reinterpretan su visión del pasado para dotar
de sentido sus prácticas y transformar el patrimonio familiar para garantizar su
permanencia, de modo que la realidad local no puede entenderse al margen de la
historia de las cases veïnes. Es en este sentido que el grupo de veïns construye una
visión del pasado inherente a la trayectoria de sus casas, de manera que la relación entre
el pasado y el presente se concibe como la continuidad (relación metonímica) de un
tiempo anterior por una sucesión lineal de acontecimientos que se explican por la
institución de la relación lógica patrimonio-veí. La relación entre el presente y el pasado
se da en el sentido de que los nuevos significados de patrimonio deben adicionarse al
pasado para dotar de sentido el presente. Lo que significa que la continuidad de una
visión del pasado depende de la incorporación y de la posibilidad de establecer
relaciones significativas entre diversos episodios de la historia.
La reinterpretación del pasado en términos del presente y viceversa, no sólo se
encuentra en las prácticas diarias sino en las ordenanzas que desde mediados del siglo
pasado se redactan para regular la explotación de los bienes comunales. Lo que viene a
reforzar la idea de que el tiempo inmemorial con que se identifican los veïns es un
tiempo vago que se presta a ser redefinido para servir a los intereses de las cases veïnes
por medio de la continua institución de la relación lógica patrimonio-veí. Así lo habrían
puesto de manifiesto las contradicciones que acompañaron el reparto de kilovatios entre
las cases veïnes. La relación que los veïns son capaces de construir entre un pasado y su
condición por el acceso privilegiado al patrimonio comunal, también podría entenderse
como la relación intrínseca que se construye entre dos elementos que pertenecen a una
misma realidad. Esta relación es la que permitiría que los veïns se identificaran con la
visión del pasado que se construye desde el exterior por medio de una relación
simbólica con un nuevo concepto de patrimonio, que “no sería el propio del contexto
local”, al menos, no hasta su introducción. Este sería el modo por el que los veïns
establecerían un doble vínculo entre el pasado y el presente, y lo que fundamentaría su
diferenciación de la gent de fora que vive en el valle.
455
Lo anterior es de suma importancia, porque pone de manifiesto los fundamentos y la
relación entre los elementos que relegan a la gent de fora que vive en el valle a una
posición de inferioridad como un hecho natural. La gent de fora que vive en el valle no
puede identificarse con la relación lógica patrimonio-veí, porque su pasado es otro como
muestra el que hecho que no son parte de la cadena del patrimonio familiar y de la
visión del pasado del que éste es indisociable. Esto significa que la gent de fora que
vive en el valle no puede poner en valor el pasado de sus casas para legitimar su
superioridad en el presente, y que al quedar desprovistos de una memoria colectiva
dependen de la construcción de una memoria histórica para relacionarse con el pasado
desde el presente. Esto no quiere decir que los veïns no reinterpreten el pasado en aras a
satisfacer las necesidades del presente, pero sí quiere hacer notar que la visión del
pasado con la que éstos se identifican, a pesar de su resignificación, se instituye como
un patrimonio que pertenece al grupo de cases veïnes, en el sentido en que representa su
arraigo en el tiempo y el espacio. Lo que mostraría cómo el pasado vendría a legitimar
la naturalización de un modelo de orden social y su historia. Lo anterior también
significa que al no poder identificarse con una idea anterior de patrimonio, la gent de
fora que vive en el valle sólo puede vincular su experiencia de vida al pasado local por
medio de una relación simbólica entre el pasado y el presente, en la medida en que es
capaz de identificarse con la noción de patrimonio que resulta de la patrimonialización
del pasado local. Lo que, por ejemplo, explicaría porque los veïns no consideran a los
miembros de las famílies de fora, aun cuando se les reconoce el dret de veïnatge, como
“veïns autèntics”.
La construcción de una relación simbólica entre el pasado y el presente resulta del modo
en que opera la patrimonialización para la puesta en valor del pasado local, es decir, de
la descontextualización de elementos que se identifican con un tiempo anterior para su
inscripción en una nueva visión del pasado a la que legitiman y por la que adquieren un
nuevo significado. En este sentido, puede pensarse que la patrimonialización actúa por
medio de una ruptura entre el pasado y el presente o por la creación de una filiación
inversa al tratarse de una relación entre el pasado y el presente que se construye desde el
presente. No obstante, lo que en este caso se observa no es tanto la ruptura o una
filiación inversa con el pasado como que la versión del pasado que se construye para la
puesta en valor de ciertos elementos considerados patrimonio es adicionada y sirve a la
reinterpretación de un tiempo inmemorial en el presente, para la continua
transformación del patrimonio de las cases veïnes por medio de la institución de la
456
relación lógica patrimonio-veí. Lo que permite ver la relación entre los factores que
muestran cómo la institución del orden social es indisociable de la institución del
tiempo por la creación de nuevas relaciones significativas, poniendo de manifiesto que
no existe un tiempo natural o primigenio porque todo tiempo es indisociable de un
sistema de clasificaciones por el que una sociedad se instituye en el tiempo. La
interdependencia entre las distintas visiones del pasado local que constituyen una única
cultura en la articulación de “lo local” con “lo global”, muestra la interdependencia de
las nociones de patrimonio y de las categorías del sistema de clasificación social. Lo
anterior significa que la construcción de una nueva visión del pasado no acontece al
margen del proceso por el que los veïns reinterpretan la visión del pasado anterior con la
que se identifican y que la selección de los elementos que se identifican con el pasado
local de los que depende la patrimonialización no se da en total libertad, porque no
todos los elementos del pasado son igualmente patrimonializables.
El interés de que la patrimonialización del pasado arraigue en el patrimonio privado de
las casas que muestra la existencia de un pasado anterior, debe entenderse como un
medio para legitimar la construcción de un nuevo pasado. La dificultad por dar forma
material a una nueva versión del pasado por la puesta en valor del patrimonio de las
casas en un nuevo contexto económico puede ser atribuible a la falta de financiación y
de interés por parte de la Administración, pero también a la historia de la transmisión y
explotación del patrimonio familiar a lo largo de las generaciones. Aquí se ha mostrado
la importancia de ser dueño o no del patrimonio familiar, y cómo los veïns quieren
controlar la transformación del patrimonio de sus casas para no dejar de ser veïns,
cuando los elementos que la patrimonialización del pasado local pone en valor son parte
de la historia de la propia casa. En este contexto, la posesión de papers se convierte en
la prueba que testimonia la trayectoria de las cases veïnes en el contexto socio-histórico
local y, en este sentido, en un medio para legitimar el derecho de sus miembros a
continuar beneficiándose de forma privilegiada del contexto económico como en el
pasado, reproduciendo el modelo de orden social ideal (tradicional). Pero como se ha
querido mostrar la transformación del patrimonio familiar no acontece sólo por
iniciativa de los miembros de las cases veïnes, sino cuando el contexto económico lo
permite y por la participación de técnicos expertos y de la gent de fora que vive en el
valle. Lo que, una vez más, pone de manifiesto que la institución de un orden social es
un proceso histórico, que la “objetividad del pasado” adquiere un valor cuando puede
ser reinterpretada –ya sea por parte de los miembros de las cases veïnes, o por técnicos
457
expertos-, y que los veïns consiguen identificarse con una nueva visión del pasado por
medio de la institución de la relación lógica patrimonio-veí.
La dificultad en arraigar la nueva visión del pasado en el patrimonio privado de las
casas también explicaría que la forma por la que expresa la patrimonialización del
pasado sea la celebración de una feria, que sirve a varios intereses. El discurso sobre el
pasado que fundamenta la puesta en valor de algunos períodos de la historia local, para
convertir el valle en un destino turístico, se superpone a la historia particular de las
cases veïnes favoreciendo su reinterpretación para legitimar la continua transformación
del patrimonio familiar por medio de estrategias económicas diversas que garanticen la
continuidad de las casas. Al mismo tiempo, la construcción de un discurso sobre un
pasado local, pero al margen de la trayectoria de las cases veïnes justificaría la
necesidad de un conocimiento experto, y explicaría la implicación de la gent de fora que
vive en el valle. Al no contar con la historia de un patrimonio transmitido a lo largo de
las generaciones, las famílies de fora que viven en el valle conciben la participación en
la producción de un nuevo patrimonio como el modo de legitimar su trayectoria en el
contexto local al inscribir su experiencia de vida en un nueva historia local, mientras fan
poble, es decir, contribuyen a satisfacer los intereses de las cases veïnes. Según avanzan
las ediciones de la Feria del Hierro, lo que se observa es cómo la gent de fora que vive
en el valle pierde protagonismo y queda relegada a un segundo plano, cuando la
generación más joven de miembros de las cases veïnes, y futura generación de veïns-
cabezas de familia, es capaz de situarse en un primer plano al poner en valor la historia
de las alianzas entre sus casas con los representantes políticos locales, para satisfacer los
intereses de sus familias. Lo que significa que la gent de fora que vive en el valle
participa en la patrimonialización del pasado y es capaz de hacer historia como gent de
fora,, esto es, como individuos que ocupan una posición inferior respecto a los veïns,
que continúan reconstruyendo su propia historia en un contexto de dependencia cada
vez mayor del exterior.
Por todo lo anterior, y a modo de síntesis, puede afirmarse que es por la identificación
con una visión del pasado local en la que confluyen distintas nociones de patrimonio
que las cases veïnes legitima en las prácticas y los discursos una estructura de poder
favorable a sus intereses, y que la representación de la realidad según un modelo de
orden social ideal (tradicional) es indisociable de la institución del tiempo por la
creación constante de nuevas relaciones significativas.
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Ordenanza especial reguladora del aprovechamiento de los montes pertenecientes al
Común de Vecinos (1960a, 1960b, 1960c, 1961a, 1961b, 1979a, 1979b).
Ordenanza especial reguladora del aprovechamiento del bien comunal de energía
eléctrica (1979)
Ordenanza especial reguladora del aprovechamiento de hongos comestibles (1996)
Archivo Municipal de un valle próximo
Ordenanza especial reguladora de los aprovechamientos de los bienes comunales
pertenecientes al Común de Vecinos aplicables a todas las entidades del municipio
(1959).
295 Cada letra se corresponde con las ordenanzas que los distintos pueblos del valle (EMD) redactaron
para regular el acceso a los bienes comunales de cada Común de Vecinos. Todas las ordenanzas siguen el
mismo modelo y contemplan las mismas disposiciones.