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CUARESMACUARESMACUARESMACUARESMA 2016201620162016
Clero de la ciudad – Diócesis de Ourense
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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SUMARIO
DIOS, PADRE MISERICORDIOSO
UN AÑO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DE LA MISERICORDIA
I. Canto de inicio
II. Motivación inicial
III. Las manos misericordiosas de Dios
IV. Tema: Dios Padre, “paciente y misericordioso”
1. Dios es misericordia
2. La misericordia de Dios Padre es, a la vez, ternura y fidelidad
3. La misericordia de Dios Padre se desborda y alcanza a todos
V. Para orar
JESUCRISTO, EL HIJO, ROSTRO DE LA MISERICORDIA DEL PADRE
I. Canto de inicio II. Motivación inicial III. Texto bíblico: Flp 2, 6-11 IV. Tema: Jesucristo, el Hijo, rostro de la misericordia del Padre
1. El Hijo nos revela la misericordia del Padre 2. La vida de Jesús, un camino de misericordia 3. Bienaventurados los misericordiosos
V. Para orar
EL ESPÍRITU SANTO, FUENTE DE MISERICORDIA I. Canto de inicio II. Motivación inicial III. Texto bíblico: Mt 25, 31-46 IV. Tema: El Espíritu Santo, fuente de misericordia
1. Necesitamos el Espíritu Santo para vivir la misericordia 2. Necesitamos el Espíritu Santo para convertirnos en testigos de la misericordia 3. Necesitamos el Espíritu Santo para convertirnos a la comunión fraterna 4. Necesitamos el Espíritu Santo para ser profetas de la misericordia 5. Necesitamos el Espíritu para ser misericordiosos como el Padre. Las obras de misericordia Conclusión
V. Para orar LA IGLESIA, MADRE Y HOGAR DE MISERICORDIA
EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN I. Canto de inicio II. Motivación inicial III. Texto bíblico: Lc 19, 1-9 IV. Tema: La Iglesia, madre y hogar de misericordia
1. La Iglesia, casa y hogar de misericordia 2. El sacramento de la reconciliación, medio para acoger la misericordia divina Conclusión
V. Para orar
CELEBRACIÓN COMUNITARIA DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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DIOS, PADRE MISERICORDIOSO
UN AÑO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DE LA MISERICORDIA
I. CANTO DE INICIO
Misericordes sicut Pater
Misericordiosos como el Padre
O bien
Misericordias Domini in aeternum cantabo
Las misericordias del Señor para siempre cantaré
II. MOTIVACIÓN INICIAL
"Los Salmos deben ser comprendidos también desde Cristo ya que en él
encuentran su definitivo cumplimiento y revelan su sentido más pleno. Nos hablan del
Hijo, que nos revela plenamente el rostro del Padre. El cristiano al rezar los salmos, ora
al Padre en Cristo y con Cristo" (Benedicto XVI).
Salmo de ambientación: Salmo 136
El Salmo 136 es un himno de alabanza y acción de gracias. La reiteración
machacona del estribillo "porque es eterna su misericordia" hunde las raíces de la
misericordia de Dios en la misma creación. El recuerdo de la liberación de la esclavitud
de Egipto y las continuas presencias de la misericordia en la historia de Israel es prenda
de una misericordia que cantarán todas las generaciones. También nosotros cantamos:
"porque es eterna su misericordia".
Salmo 136 (135)
Dad gracias al Señor porque es bueno:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios de los dioses:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Señor de los señores:
porque es eterna su misericordia.
Sólo él hizo grandes maravillas:
porque es eterna su misericordia.
Él hizo sabiamente los cielos:
porque es eterna su misericordia.
Él afianzó sobre las aguas la tierra:
porque es eterna su misericordia.
Él hizo lumbreras gigantes:
porque es eterna su misericordia.
El sol que gobierna el día:
porque es eterna su misericordia.
La luna que gobierna la noche:
porque es eterna su misericordia.
Él hirió a Egipto en sus primogénitos:
porque es eterna su misericordia.
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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Y sacó a Israel de aquel país:
porque es eterna su misericordia.
Con mano poderosa, con brazo
extendido:
porque es eterna su misericordia.
Él dividió en dos partes el mar Rojo:
porque es eterna su misericordia.
Y condujo por en medio a Israel:
porque es eterna su misericordia.
Arrojó en el mar Rojo al Faraón:
porque es eterna su misericordia.
Guió por el desierto a su pueblo:
porque es eterna su misericordia.
Él hirió a reyes famosos:
porque es eterna su misericordia.
Dio muerte a reyes poderosos:
porque es eterna su misericordia.
A Sijón, rey de los amorreos:
porque es eterna su misericordia.
Y a Hog, rey de Basán:
porque es eterna su misericordia.
Les dio su tierra en heredad:
porque es eterna su misericordia.
En heredad a Israel su siervo:
porque es eterna su misericordia.
En nuestra humillación, se acordó de
nosotros:
porque es eterna su misericordia.
Y nos libró de nuestros opresores:
porque es eterna su misericordia.
Él da alimento a todo viviente:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios del cielo:
porque es eterna su misericordia.
Breve momento de interiorización: repitición orante de algun versículo del Salmo
III. LAS MANOS MISERICORDIOSAS DE DIOS
"Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es
fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación.
Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad"
(Misericordiae vultus=MV 2)
"Misericordia : es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad". En
la misericordia de Dios se refleja y revela el amor eterno del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo; un amor que se comunica entre las tres divinas personas y que se
desborda en amor misericordioso hacia cada uno de nosotros. La Sagrada Escritura nos
va presentando la misericordia como manera de ser del mismo Dios, como punto
central de la vida y predicación de Jesús y como vocación para los cristianos guiados
por el Espíritu.
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En el Jubileo del año 2000, con motivo de la entrada en el nuevo milenio, un
cuadro acompañó la meditación de muchos creyentes: se trata del regreso del hijo
pródigo de Rembrandt. Aún queda en la retina de muchos la rica humanidad del
anciano padre inclinado hacia el hijo harapiento que vuelve a casa. Las dos manos que
le abrazan son una prolongación del gesto de amor que revela la serenidad y
luminosidad de su rostro. Muchos han visto en esas manos toda la riqueza simbólica
del misterio de la misericordia divina. Una mano más femenina y delicada revela la
ternura maternal de Dios; otra mano, más fuerte y masculina, revela la fidelidad de
Dios constante en su misericordia y su perdón.
Las manos de misericordia de Dios siguen saliendo a los caminos de cada
historia humana para estrechar, con ternura y fidelidad, a los hijos que vuelven a casa;
para abrazar con más calidez a los hijos que con frialdad vivimos junto a Él.
IV. TEMA: DIOS PADRE, "PACIENTE Y MISERICORDIOSO"
"La misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta
con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se
conmueve en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo. Vale decir que se
trata realmente de un amor visceral. Proviene desde lo más íntimo como un
sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de
perdón" (MV,6)
La cualidad central del Dios de la Biblia es la misericordia. He aquí el
autorretrato que Dios nos hace de sí mismo: Yavé "es un Dios compasivo y
misericordioso, lento a la ira y rico en misericordia y fidelidad. Mantiene su
misericordia hasta la milésima generación" (Ex 34,6-7).
1. Dios "es" misericordia
La imagen de un Dios justiciero, que atemoriza y que incita a ocultarse de su
presencia no responde ni siquiera a los estratos más viejos del Antiguo Testamento.
Está muy extendida la opinión de que el Dios del AT es un Dios vengativo y
justiciero, mientras que el del NT es bueno y misericordioso. Cierto que hay textos del
AT que pueden favorecer esta opinión: exterminio de poblaciones, algunos salmos que
parecen alabar la venganza... El lenguaje, a veces, hace prisionero al pensamiento y las
mismas expresiones no logran transparentar toda la riqueza del mensaje. El pueblo de
Israel, releyendo su historia, ha querido poner a Dios de su parte y lo ha presentado
como el guerrero que lucha contra sus enemigos, que colma su sed de venganza, que
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instaura su poder sobre los falsos dioses y el triunfo de su pueblo sobre el dominio de
sus opresores.
La revelación progresiva del nombre de Dios va destruyendo estas imágenes
parciales de Dios y pone en relieve el auténtico rostro de Dios, al que le corresponde
también un corazón. La Biblia da un salto revolucionario al hablarnos de un Dios que
tiene corazón: que se entristece por el ser humano y sus pecados (cf Gen 6,6), que
pastorea a su pueblo con "corazón integro" (cf Sal 78), que siente cómo su corazón le
da un vuelco y se le conmueven las entrañas (cf Os 11,8). El libro de Oseas es un canto
al corazón de Dios1.
Pero hay una nota que nos revela Dios de su personalidad que sobresale sobre
todas las demás: su misericordia.
La misericordia no es el único rasgo de Dios pero sí es el rasgo capital. Todas las
demás cualidades de Dios están al servicio de su misericordia. Si Dios es eterno, es
para tener misericordia eternamente, "de generación en generación". Si Dios es
omnipotente, lo es para poner su omnipotencia al servicio de su misericordia. Si Dios
es sabiduría, esta tiene por objetivo principal dirigir y orientar la misericordia de Dios.
Si Dios es infinito, lo es para que su misericordia sea infinita. Quien no percibe y siente
la misericordia de Dios no sabe nada de Él. Más aún, tiene una imagen distorsionada
de Dios2.
1.1. La historia de Dios con su pueblo es una "historia de misericordia"
La misericordia de Dios va más allá del mero enternecimiento o lástima por la
desgracia o el desvalimiento de alguien, en una situación concreta. La misericordia de
Dios crea una relación afectiva con quien la provoca y la recibe. La misericordia de Dios
es siempre la manifestación de un amor renovado, a pesar de las continuas
infidelidades del ser humano. La misericordia es como un cordón umbilical que nunca
se corta.
Cuando Dios ejerce su misericordia no lo hace de forma aislada o puntual, sino
que entabla una relación que perdura. La misericordia de Dios expresa un inmerecido
e inesperado regalo de la gracia divina que trasciende toda relación mutua de
fidelidad, que desborda todas las expectativas y categorías humanas: "el hecho de que
el Dios omnipotente y santo asuma la menesterosa situación en la que el ser humano
se ha colocado a sí mismo, de que perciba la miseria del ser humano pobre y
desdichado, de que escuche su queja, de que se incline y humille, de que descienda
1 Cf W. KASPER, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander 2014.
2 Cf J.M. URIARTE, Esperanza, misericordia, fidelidad, PPC, Madrid 1996
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para estar junto al hombre en su necesidad y lo vuelva a coger una y otra vez a
despecho de su infidelidad, lo perdone y le brinde una nueva oportunidad, aunque
más bien merecería justo castigo, todo ello rebasa las experiencias y expectativas
humanas normales, va más allá de la imaginación el pensamiento humano3.
La historia de la revelación de Dios a los hombres, del trato de Dios con su
pueblo, de la cercanía de Dios a cada uno de nosotros es una historia de misericordia.
El Dios de la misericordia es un Dios de personas, de nuestros padres: "el Dios de
Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob". La revelación del Dios en el Sinaí, y en el
Horeb, es el sello que marca toda la historia del pueblo escogido, nuestra prehistoria:
es la revelación de la inmensa misericordia de Dios que libera a su pueblo no solo de la
esclavitud de Egipto sino también del pecado de haberse olvidado de Dios y haberse
ido tras dioses extraños, ídolos de barro. La historia de Abrahán, de Isaac y de Jacob
nos recuerda el proyecto de Dios desde antiguo, inmediatamente después del primer
pecado: recuperar a su pueblo y traerlo a su amor.
De los patriarcas pasamos a los profetas: "en la predicación de los profetas la
misericordia significa una potencia especial de amor, que prevalece sobre el pecado y
la infidelidad del pueblo elegido"4. Los profetas nos muestran al Dios de nuestros
padres como un Dios misericordioso que ama y promueve la vida: la misericordia de
Dios le concede un nuevo espacio vital al pueblo infiel y merecedor de castigo,
devuelve a la vida al pecador que vive en muerte, alejado de Dios. Es un Dios que se
reivindica como un Dios que da vida: "¿Acaso quiero yo la muerte del malvado -oráculo
del Señor- y no que se convierta de su conducta y viva?" (Ez 18,23; cf33,11-16). El
mismo profeta nos lo describe con una de las imágenes más gráficas de la Biblia:
"revestiré de carne estos huesos secos y viviréis" (cf Ez 37,1-14). Jesús nos revelará que
"Dios no es un Dios de muertos sino de vivos" (cf Mc 12,27).
Los profetas proclamaron la misericordia de Dios, especialmente expresada en
la predilección de Dios por los débiles y los pobres. Desde Oseas a Amós, pasando por
los profetas mayores como Isaías y Ezequiel, se denuncia la injusticia y opresión del
débil y se susurran palabras de aliento para los pobres, quienes tienen en el Dios de
Israel su valedor y defensor: "Dios ha fundado Sión y en ella se refugian los desvalidos
de su pueblo" (Is 14,32); Dios les escucha y les da consuelo y palabras de aliento: "los
pobres y los indigentes buscan consuelo y palabras de aliento: Los pobres y los
indigentes buscan agua, y no la encuentran; su lengua está reseca por la sed. Yo, el
Señor, les responderé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré" (Is 41,17).
3 Cf W. KASPER, La misericordia, p. 49
4 JUAN PABLO II, Dives in Misericordia 2
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Los Salmos cantan la infinita misericordia de nuestro Dios. Es un Dios "clemente
y compasivo, paciente y misericordioso" (Sal 145). El salmo 86 añadirá a las descritas
otra cualidad de la misericordia: "lealtad". El salmo 193 subrayará que "no guarda
rencor y no nos trata según merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras
culpas". Y el 116 nos repite con palabras de aliento: "el Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos. Estando yo sin fuerzas, me
salvó".
“Eterna es su misericordia” es el estribillo que acompaña cada verso del salmo
136 (135), mientras se narra la historia de la relación de Dios con los hombres (cf MV
7). Todos estamos llamados a prolongar la Historia de la salvación incorporando, por la
misericordia de Dios, nuestra propia historia y exclamar: "Eterna es su misericordia".
Otros libros del AT narran historias peculiares de la misericordia de Dios para con su
pueblo (Oseas, Esther...), la inexplicable presencia de la misericordia en medio del
dolor y el sufrimiento (Job) o la entrañable y hogareña misericordia de Dios con sus
hijos (Tobías).
La historia de Israel, que vaticina el cumplimiento de las promesas mesiánicas,
llega a su cumbre en el Nuevo Testamento: el Mesías anunciado, el Salvador esperado,
es Jesús de Nazaret, el Cristo. Él es la gran misericordia de Dios: la meta de la historia y
la prenda de la eternidad. El evangelista Lucas nos describe de forma magistral la
misericordia. Basta echar una mirada a las parábolas de la misericordia (cf Lc 15) y a
todas las escenas de perdón que narra el evangelio (cf Lc 7,36-50; 19,1-10). La Historia
de la salvación no puede ser otra cosa que una historia de misericordia, que culmina
en Jesucristo. Él se reviste de buen pastor para guiar con bondad y misericordia a su
pueblo y ocupa el lugar del buen samaritano para cuidar nuestras heridas.
2. La misericordia de Dios Padre es, a la vez, ternura y fidelidad
La imagen corriente de misericordia que hemos heredado resulta con
frecuencia excesivamente blanda. Parece un simple sentimiento de compasión o un
mero impulso de ayuda. Un sentimentalismo barato, dicen algunos. No es así la
misericordia de Dios. La teología bíblica nos certifica que la misericordia divina tiene
dos caras complementarias: la ternura y la fidelidad. La ternura asegura el carácter
espontáneo y sentido de la misericordia. La fidelidad garantiza la firmeza del
compromiso, lejos de sentimentalismo pasajero.
La ternura recoge la mano más maternal de Dios (cf DM 4). El amor de Dios no
se reduce a cumplir los requisitos de una paternidad responsable que cuida, sana y
hace crecer. Es un movimiento espontáneo del corazón que no puede desentenderse
de la obra de sus manos. "Efraín es para mí un hijo querido, un niño predilecto. Cada
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vez que lo amenazo, vuelvo a pensar en él. Mis entrañas se conmueven y me lleno de
ternura hacia él" (Jer 31,20). Y puntualiza: "¿Acaso olvida una mujer a su hijo, y no se
apiada del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré" (Is
49,15).
Si la ternura nos cuida, la fidelidad de Dios nos sostiene con mano paternal. La
misericordia de Dios es una benevolencia consciente y voluntaria por la que Dios
asume y acepta los vínculos que le unen con sus hijos. Se expresa en una decisión
inquebrantable y sostenida de responder, de no fallar, de estar allí donde le
necesitamos, de cumplir tenazmente su promesa. Dios "mantiene su amor
eternamente" (Ex 34,6). Toda la Escritura es un canto a la fidelidad de Dios que
persiste y sigue buscando y llamando a pesar de la infidelidad del hombre. Él no se
doblega a la infidelidad y frivolidad humanas. Su misericordia es más fuerte que ellas:
"Aunque sean vuestros pecados como la grana, blanquearán como nieve; aunque sean
rojos como púrpura, quedarán como lana" (Is 1,18).
2.1. La misericordia es paternal y conyugal
La ternura y fidelidad de Dios están arraigadas en la condición misma de Dios.
Con dos imágenes, gráficamente humanas, nos revela Dios algo de su misterio: Él es
padre y esposo de su pueblo.
La imagen del padre tiene en los profetas un hondo vigor expresivo. "Cuando
Israel era niño, yo lo amé y de Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más lo llamaba, más se
apartaba de mí... Con todo, yo enseñé a andar a Efraín y lo llevé en mis brazos. Pero no
ha comprendido quién lo cuidaba. Con cuerdas de ternura, con lazos de amor les
atraía. Fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas y se inclina hacia él
para darle de comer... Mi pueblo sigue aferrado a su infidelidad. ¿Cómo te trataré,
Efraín? ¿Acaso puedo abandonarte, Israel?... El corazón me da un vuelco. Todas mis
entrañas se estremecen. No volveré a destruir, porque yo soy Dios, no un hombre" (Os
11,1-9).
La paternidad de Dios, origen de su misericordia, ha encontrado su expresión
insuperable en la parábola del hijo pródigo (cf Lc 15,11-23): el padre que esperaba al
hijo perdido le sale al encuentro, se agarra a su cuello, tiembla de alegría, celebra una
fiesta, lo rehabilita devolviéndole su túnica y su anillo y lo defiende de la
incomprensión del hijo mayor... ¡La parábola es un monumento a la misericordia de
Dios! San Juan Pablo II, en una exégesis original y penetrante, afirma que el padre,
lejos de humillar al hijo, le devuelve la dignidad que había perdido (cf. DM 5-6). La
misericordia de Dios rehabilita al indigente y al pecador.
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La imagen del esposo revela admirablemente los vínculos de Dios con los suyos.
El símbolo del esposo traicionado y engañado, que no se cansa de esperar y de buscar
a su esposa extraviada con otros amantes, resulta excepcionalmente evocador sobre
todo en el profeta Oseas: "Voy a volver a enamorarla. La llevaré al desierto y le hablaré
al corazón... Ella me responderá como en los días de su juventud... me llamarás esposo
mío" (Os 2,16-20). El vocabulario amoroso de Oseas se caracteriza por una audacia
única. Abarca todos los posibles momentos de las relaciones matrimoniales: noviazgo
desarrollado en amor y gracia; matrimonio; ruptura por adulterio; reconciliación. Las
pasiones correspondientes son las más agitadas: fervor, celos cólera y las tempestades
del amor.
Envuelto en este lenguaje familiar de la debilidad humana, se revela el amor
incondicional y fiel de Dios: "Te desposará conmigo para siempre en justicia y en
derecho, en amor y en ternura. Te desposaré en fidelidad y tú reconocerás al Señor"
(Os 2,21-22). En la estela del profeta Oseas, cuando Jesús llama para seguirle a un
publicano y pecador como Mateo, ante el escándalo de los fariseos, nos dirá el
Maestro: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad,
aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificio" (cf Os 6,6), que no he
venido a llamar a los justos sino a los pecadores"(Mt 9,9-13).
Una mirada descuidada podría inducirnos, al leer estos textos, la falsa
impresión de que Dios, buen conocedor de nuestro frágil corazón, no da mucha
importancia al pecado del hombre. Nada más contrario a la verdad. Precisamente
porque conoce el corazón del hombre, Dios ve con inmensa clarividencia cómo el
pecado contraviene a lo más profundo de su condición de criatura llamada a vivir de
cara a Él. Dios no minimiza el pecado. Nos revela que su misericordia es más fuerte
que el pecado.
3. La misericordia de Dios Padre se desborda y alcanza a todos
Cuando comparamos la misericordia humana con la misericordia de Dios
quedamos sorprendidos por la desmesura de esta. Nos induce a pensar que no calcula
costes ni riesgos, ni toma precauciones al ejercerla. Se nos aparece como una debilidad
del corazón de Dios.
Como dice Francisco en la bula de convocatoria del Jubileo extraordinario de la
misericordia: "Eterna es su misericordia es el estribillo que acompaña cada verso del
Salmo 136 mientras se narra la historia de la revelación de Dios... La misericordia hace
la historia de Dios con su pueblo una historia de salvación. Repetir continuamente
eterna es su misericordia, como lo hace el Salmo, parece un intento por romper el
círculo del espacio y del tiempo para introducirlo todo en el misterio eterno del amor.
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Es como si se quisiera decir que no solo en la historia, sino por toda la eternidad, el
hombre estará siempre bajo la mirada misericordiosa del Padre" (MV 7).
Dios siempre sale al encuentro. Cuando nosotros experimentamos el impulso
de acercarnos a Él desde nuestro desvalimiento o desde nuestra lejanía, Él ya nos ha
tomado la delantera y nos viene buscando. Nuestra inquietud es el eco que despierta
en nosotros su llamada previa. Él se vuelve primero a nosotros para que nosotros nos
volvamos a Él. Así lo expresa san Pablo a su discípulo Tito: "Ha aparecido la bondad de
Dios y su amor al hombre. Él nos salvó no por nuestras buenas obras, sino en virtud de
su misericordia... de este modo, salvados por su gracia, Dios nos hace herederos
conforme a la esperanza que tenemos de alcanzar la vida eterna"(Tit 3,4-7). Dios no
espera que el culpable o el desvalido den el primer paso. Él nos sale al encuentro, la
esperanza de la salvación es nuestra herencia.
Nosotros somos ordinariamente más cautos que Él. Nos parece más acorde con
nuestra dignidad ofendida, y menos arriesgado, esperar a que el necesitado o el
ofensor decidan acercársenos. Nos mantenemos a la espera, con el corazón blindado.
3.1. Una misericordia paciente, sin medida y universal
La misericordia de Dios nos sorprende también porque no pone condiciones. Ni
la magnitud de nuestras necesidades, ni la oscuridad de nuestro pasado, ni la
reincidencia en nuestras debilidades, ni las escasas expectativas de un futuro
sensiblemente más fiel por nuestra parte detienen a Dios. Él ofrece siempre una nueva
oportunidad. Solo lo detiene un obstáculo: el endurecimiento de nuestro corazón. No
es que Dios desista de salvarlo. Él sigue cavando en torno a la higuera estéril y
esperando que dé fruto (cf Lc 7,6-9). Pero no fuerza nunca por fuera una puerta que se
le cierre por dentro. Así lo expresa el bello soneto de Lope de Vega: "¿Qué tengo yo
que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta cubierto
de rocío pasas las noches del invierno escuras? ¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío, si de mi ingratitud el hielo frío secó las llagas
de tus plantas puras! ¡Cuántas veces el Ángel me decía: alma, asómate ahora a la
ventana, verás con cuanto amor llamar porfía! ¡Y cuantas, hermosura soberana,
mañana le abriremos, respondía, para lo mismo responder mañana!".
Este soneto, inspirado en un verso con sabor místico del Apocalipsis, nos
presenta a Dios que está llamando a mi puerta, pero no violenta mi libertad: "Mira,
estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en
su casa y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3,20). Si abrimos, nos promete una cena.
¡Qué hermoso este juego de pronombre: cenaré yo con él, él conmigo! Se trata de una
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cena de intimidad, no de una comida de empresa. Quizá, la tertulia nos haga exclamar
con san Agustín: ¡Tarde te amé!
La misericordia de Dios es desbordante porque trasciende las reglas de la
reciprocidad. Dios no responde con la misma moneda. No responde a la distancia con
la distancia, a la falta con el castigo, a la ofensa con la venganza. Ni siquiera con la
simple justicia de la ley. Rompe el círculo vicioso que nos induce a reaccionar con un
comportamiento equivalente al que hemos padecido. Es una misericordia paciente y
sin medida.
La misericordia de Dios es, también, universal. El pueblo de Israel tardó en
asimilar que la misericordia de Dios se extendía a todo el género humano e incluso a la
creación entera. Después del exilio comprendió la lección.
El libro de Jonás, el profeta enviado a la ardua tarea de llamar a la conversión a
la pagana pecadora ciudad de Nínive, es una sátira dirigida a hacer reflexionar a
aquellos que restringían la misericordia de Dios al pueblo judío (Jon 4,1-3). La
universalidad de la misericordia del Señor queda, magistralmente consignada más
tarde en esta sentencia: "la compasión del hombre se limita a su prójimo; la del Señor
abarca a todo viviente" (Qo 18,23). Ya en el NT, Pablo escribía a los gentiles: "Vosotros
fuisteis en otro tiempo rebeldes a Dios, pero ahora... habéis alcanzado misericordia...
Porque Dios ha permitido que todos seamos rebeldes para tener misericordia de
todos" (Rom 11,30-32).
Todos los humanos, por el hecho mismo de serlo, necesitamos misericordia.
Dios no discrimina: la ejerce con todos; pero ejerce preferentemente su misericordia
con algunos. Estos no son precisamente los privilegios de esta vida. Son, más bien, los
desheredados. Siguiendo la lógica de su misericordia, Dios se compadece
singularmente de aquellos seres humanos especialmente desvalidos, marginados,
desgraciados, abandonados, alejados de Él (cf Lc 15,7-10). Estas son las preferencias de
Dios. Cuanto más hundidos estemos, cuanto más herméticamente se nos cierren las
puertas del futuro, cuanto más abrumados nos sintamos por la enfermedad, las
dificultades económicas o los problemas familiares, Dios está más dispuesto a ejercer
su misericordia con nosotros. Ninguna situación humana, por desesperada que sea, se
sustrae a la misericordia de Dios. Más aún, las situaciones extremas afectan
especialmente al corazón de Dios. Su cercanía no disipa nuestro dolor, pero es una
compañía preciosa que nos ayuda a soportarlo: es como la mano amiga que, sin
palabras, se posa en nuestro hombro en tiempos de duelo.
Evoca el papa Francisco en la Bula de convocatoria del Año Jubilar: "La
misericordia en la Sagrada Escritura es la palabra clave para indicar el actuar de Dios
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hacia nosotros. Él no se limita a afirmar su amor, sino que lo hace visible y tangible. El
amor, después de todo, nunca podrá ser una palabra abstracta. Por su misma
naturaleza es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican
en el vivir cotidiano. La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se
siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de
alegría y serenos" (MV 9).
V. PARA ORAR
Peticiones
• Dios es tierno y fiel en su misericordia, sin medida, paciente y compasivo
Para que acojamos con alegría y agradecimiento la misericordia que Dios
derrama abundamente en nosotros. Oremos.
R/ Padre , tu misericordia es eterna
• La misericordia de Dios llega a todos de generación en generación
Para que experimentemos en nuestra vida cotidiana el abrazo reconciliador
de Dios que nos invita a ser misericordiosos con nuestros hermanos.
Oremos.
R/ Padre , tu misericordia es eterna
• En la acogida orante y en actitud humilde podemos contemplar el
misterio de la misericordia de Dios, fuente de serenidad y paz
Para que cultivemos, con hondura y sencillez, una vida orante que, animada
por el Espíritu, nos comprometa a ser las manos extendidas de la
misericordia del Padre. Oremos.
R/ Padre , tu misericordia es eterna
Oración del papa Francisco para el Año Santo de la Misericordia
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del
cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y
obtendremos la salvación.
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Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su
omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la
Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la
Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado
entusiasmo, llevar el EVANGELIO a los pobres, proclamar la libertad a los prisioneros y
oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives
y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén
Canto final
Sí, me levantaré,
volveré junto a mi Padre.
1. A Ti, Señor, elevo mi alma,
Tú eres mi Dios y mi Salvador.
2. Mira mi angustia, mira mi pena,
dame la gracia de tu perdón.
3. Mi corazón busca tu rostro;
oye mi voz, Señor, ten piedad.
4. A Ti, Señor, te invoco y te llamo:
Tú eres mi Roca, oye mi voz.
5. No pongas fin a tu ternura,
haz que me guarde siempre tu amor.
6. Sana mi alma y mi corazón,
porque pequé, Señor, contra Ti.
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
15
JESUCRISTO, EL HIJO, ROSTRO DE LA MISERICORDIA DEL PADRE
I. CANTO DE INICIO
Misericordes sicut Pater
Misericordiosos como el Padre
O bien Misericordias Domini in aeternum cantabo
Las misericordias del Señor para siempre cantaré
II. MOTIVACIÓN INICIAL
La misericordia de Dios se nos ha transparentado como el amor cercano y
conmovedor en la vida de Jesús. La carta a los Hebreos nos presenta a Jesús como “el
resplandor de la gloria del Padre” (Hb 1,3). Jesús en los Evangelios no sólo enseña el
mensaje sino que,al mismo tiempo, lo vive.
Identificaremos la misericordia cristiana acercándonos a la Palabra de Dios
contemplando al Maestro y Testigo de la misericordia: “Quien me ha visto a mí,ha
visto al Padre” (Jn 14,9). El presente Año de la Misericordia es una llamada a una
lectura atenta del Evangelio de Lucas, llamado el Evangelista de la ternura de Dios, de
su misericordia.
“En Jesús es Dios quien se moviliza a favor de los desgraciados:las entrañas de
Dios se conmueven en las entrañas humanas de Jesús. En su misericordia, Jesucristo es
el rostro humano de Dios”.
Salmo de ambientación: Salmo 18, 8-10. 15
Canto de alabanza a Dios. El Evangelio de Jesús nos da calor y vida. En la
Palabra de Dios descubriremos la voluntad de Dios y se convertirá en fuerza para
nuestra vida.
AS TUAS PALABRAS, SEÑOR, SON ESPÍRITU E VIDA SON ESPIRITU E VIDA
1.-A lei do Señor e perfecta, reconforta a alma, a declaración e firme, fai sabio o inxenuo. 2.-Os mandatos do Señor son rectos, aledan o corazón: o precepto do Señor é limpo, ilumina os ollos.
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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3.-A vontade do Señor e pura, permanece por sempre; as decisións do Señor son verdadeiras, enteiramente xustas. 4.-Dignate aceptar as palabras da miña boca e o sentir do meu corazón. Señor, ti es a miña forza, o meu redentor.
III. TEXTO BÍBLICO: Filipenses 2, 6-11 La misericordia desde arriba resulta siempre humillante. En Jesús, Dios tiene
misericordia con nosotros desde abajo. En Jesús, “Dios no se aferró a la categoría de Dios…”
El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de si mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre- sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
IV. TEMA: Jesucristo, el Hijo, rostro de la misericordia de Dios
“Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre”.La misericordia de Dios se
ha hecho personal y cercana en la vida, en los gestos, en la enseñanza, en la muerte y
en la resurrección de Jesucristo.
1. El Hijo nos revela la misericordia del Padre
No tenemos que inventar la misericordia de Dios sino buscarla en el Evangelio,
que nos transparenta gestos y palabras de la vida de Jesús.
• su conducta al comer con los pecadores públicos y tratar con las prostitutas,
está hecha con esta intención.
• sus parábolas sobre la misericordia sobre la misericordia revelan este mismo
propósito.
• Jesús, “resplandor de la gloria del Padre e imagen perfecta de su ser” (Hb 1,3),
transparenta de palabra y de obra del corazón paternal de Dios. Sus gestos
humanos de ternura y de acogida son acciones de Dios mismo presente en la
historia.
Jesús no sólo anuncia el mensaje de la misericordia del Padre,sino que también
lo vive: Mc 1,41 leproso; Lc 7,13: el sufrimiento de una madre; Mc 5,32: el hambre del
pueblo; Mc 6,34: siente el dolor por las ovejas sin pastor; Jn 11,35-38: llora ante la
tumba del amigo; Mt 25,35-48: llega a identificarse con todos los pobres (“lo que
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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hicisteis con ellos conmigo lo hicisteis”); Lc 23,34-43: en la cruz, su miserircordia
culmina con el perdón al buen ladrón.
En muchas ocasiones aparece una expresión específica y concreta para
expresar la misericordia de Jesús o de su Padre: “se le conmovieron las entrañas” (Lc 7,
3: ante el joven muerto; Mt 20, 34: ante los ciegos; Mt 9, 36: ante la multitud
hambrienta; y en las dos grandes parábolas de nuestro tema: Lc 10,33 [samaritano] y
Lc 15,20 [padre]).
Jesús, en su misericordia, es el rostro humano de Dios. Las entrañas de Dios se
conmueven en las entrañas humanas de Jesús. Por tanto, en Jesús, es Dios quien se
moviliza a favor de los pobres.
2. La vida de Jesús, un camino de misericordia.
La vida de Jesús es un camino de misericordia. Jesús se pone a caminar con su
pueblo compartiendo y sintiendo su abandono. Jesús deja el seno del Padre quien
complacido le envía con la fuerza del Espíritu para acudir misericordioso en ayuda de
su pueblo.
Nuestro Dios, en Jesús, tiene misericordia con nosotros desde abajo. La
misericordia desde arriba resulta siempre humillante. En Jesús, Dios, “siendo de
condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de
si mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así,
reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente
hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2,6-8).
Jesús pasa su vida pública “haciendo el bien” (Hch 10,38); predicando, sanando
y perdonando (Mc 2,1-13). Podemos fijarnos de modo especial en Mc 2,1-12. Jesús no
sólo soltó las trabas de unas piernas sino que desató el nudo: “nunca hemos visto cosa
igual”.
La misericordia de Dios, en Jesús, se acerca al pecador y con su perdón expulsa
los llamados demonios “domésticos”: el placer en la Magdalena (Lc 7,36-50); el dinero
en Zaqueo (Lc 19,1-10); el del poder arrogante y la mirada de misericordia que provoca
arrepentimiento y fidelidad (Lc 22,61 ss).
La historia del perdón de Jesús tiene un punto culminante en la cruz. Dios es un
Padre de ternura y misericordia y Jesús es el Señor a través del que descubrimos su
paternidad y su misericordia: Jesús muere perdonando a sus verdugos: “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen”(Lc 23-34); concede la misericordia del
perdón al buen ladrón: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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23,41); provoca la confesión de fé del centurión: “realmente este hombre era justo”
(Lc 23,47).
El gesto del Crucificado se completa con el gesto del Resucitado: “Recibid el
Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados…” (Lc 20,22-23).
3. Bienaventurados los misericordiosos
La Palabra de Dios no sólo nos invita a contemplar la misericordia del Señor.
Nos apremia practicarla.
Atención a las parábolas de la misericordia. En ellas encontramos el núcleo del
Evangelio y de nuestra fe. Nos dice el Papa Francisco: “En las parábolas dedicadas a la
misericordia,Jesús revela la misericordia de Dios como la de un padre que jamás se da
por vencido hasta tanto que haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la
compasión y la misericordia….En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de
nuestra fé” (MV 9).
El Evangelio de Lucas nos revela, especialmente, el rostro de la ternura y la
misericordia de Dios. Sus parábolas transparentan especialmente la misericordia. En
ellas Cristo, el Maestro, se reviste de “buen samaritano” y del padre al que “se le
conmovieron las entrañas”. Jesús se hace entonces mi buen samaritano y me/nos dice:
“Anda y haz tú lo mismo”(Lc 10, 37)
Breve tiempo de silencio para la reflexión personal
V. PARA ORAR
Peticiones
• “Se le conmovieron las entrañas”
Para que al descubrir este rasgo de la misericordia de Jesús,se nos contagie de
ternura nuestra acción por los que sufren. Oremos.
R / Maestro de Misericordia, haz que crezcamos como discípulos tuyos
• En Jesús se nos ha revelado al “Dios-con-nosotros”
Para que nuestra relación con el Señor potencie nuestra cercanía con los
necesitados. Oremos.
R / Maestro de Misericordia, haz que crezcamos como discípulos tuyos
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• La vida de Jesús fue un camino de misericordia
Para que nuestra vida, palabras y gestos sean testimonio legible de misericordia
del Maestro. Oremos.
R / Maestro de Misericordia, haz que crezcamos como discípulos tuyos.
• Jesús se compadece de la multitud “porque andaban como ovejas sin pastor”
Para que nuestra contemplación de multitudes de perseguidos, hambrientos,
desorientados y maltratado provoque en nosotros la verdadera compasión sin
quedarnos en una lástima superficial. Oremos.
R / Maestro de Misericordia, haz que crezcamos como discípulos tuyos.
• “Misericordiosos como el Padre”
Para que descubramos que el compromiso de ser misericordiosos exige
siempre el esfuerzo de arrancar algo de mí para que sirva de crecimiento a los
demás. Oremos.
R / Maestro de Misericordia, haz que crezcamos como discípulos tuyos.
• “Jesús pasó por la vida haciendo el bien”
Para que como Jesús pasemos por la vida haciendo el bien con una presencia
cercana, sanando y perdonando. Oremos.
R / Maestro de Misericordia, haz que crezcamos como discípulos tuyos.
• “Hoy estarás conmigo en el paraíso”
Para que, como Jesús, sepamos descubrir y acoger las posibilidades que existen
en personas “condenadas” para acoger la mano misericordiosa de Dios.
Oremos.
R / Maestro de Misericordia, haz que crezcamos como discípulos tuyos.
Oración del papa Francisco para el Año Santo de la Misericordia
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del
cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y
obtendremos la salvación.
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su
omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la
Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la
Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado
entusiasmo, llevar el EVANGELIO a los pobres, proclamar la libertad a los prisioneros y
oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives
y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén
Canto final
O SEÑOR É O MEU PASTOR, NADA ME FALTA O SEÑOR É O MEU PASTOR, SEMPRE VAI CONMIGO Os pastos verdescentes me leva a repousar, Me leva a refrescar nas augas tranquilas
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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EL ESPÍRITU SANTO, FUENTE DE MISERICORDIA
I. CANTO DE INICIO
Misericordes sicut Pater
Misericordiosos como el Padre
O bien Misericordias Domini in aeternum cantabo
Las misericordias del Señor para siempre cantaré
II. MOTIVACIÓN INICIAL
Es un tópico, pero seguramente es verdad eso de que el Espíritu Santo es el
gran desconocido para muchos cristianos, o, al menos, el gran olvidado de nuestras
homilías, de nuestras reflexiones, retiros, etc. Y, paradójicamente también, es el gran
olvidado de nuestra vida espiritual personal, porque es ciertamente una contradicción
llamarle vida ‘espiritual’ y no tener en cuenta al Espíritu.
¿Quién le reza al Espíritu Santo de manera asidua como le rezamos al Padre o a
Jesucristo, incluso a la Virgen María y a los Santos? Yo diría que ni siquiera el Papa
Francisco en la bula Misericordiae vultus le dedica demasiado espacio, aunque tiene
una afirmación en el nº 4 que basta para descubrir su importancia en la vida de los
creyentes de cara a conducirnos a contemplar el rostro de la misericordia, que es
Jesucristo. Dice el Papa en la bula: “Que el Espíritu Santo que conduce los pasos de los
creyentes para que cooperen en la obra de salvación realizada por Cristo, sea guía y
apoyo del Pueblo de Dios para ayudarlo a contemplar el rostro de la misericordia” (MV
4).
Vamos a rezarle al Espíritu Santo al comenzar esta reflexión de hoy
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Espíritu Santo, huésped amable de los corazones! Manifiéstanos el sentido
profundo del gran Jubileo y dispón nuestro espíritu para celebrarlo con fe, en la
esperanza que no defrauda, en la caridad desinteresada.
Espíritu de Verdad, que escudriñas las profundidades de Dios, memoria y
profecía de la Iglesia, lleva a la humanidad a reconocer, en Jesús de Nazaret, el
rostro de la misericordia del Padre.
Espíritu Creador, con la fuerza de tus dones, dirige la Iglesia para que sea
sacramento de Cristo en el mundo.
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
22
Espíritu de Santidad, suscita en los cristianos el deseo de la unidad plena, para
que sean, en el mundo, signo e instrumento eficaz de unión con Dios y de la
unidad de todo el género humano.
Espíritu de Comunión, alma y eje de la Iglesia, haz que la riqueza de carismas y
ministerios contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo.
Espíritu de Consolación, inspira a la solidaridad con los que viven en la miseria,
proporciona a los enfermos el consuelo que necesitan, infunde en los que
sufren firmeza y esperanza y, en todos, reaviva el compromiso por un futuro
mejor.
Espíritu de Vida, vuélvenos dóciles a la invitación de tu amor y que estemos
siempre listos a acoger los signos de los tiempos que pones en el camino de la
historia.
Tú, Espíritu de Amor, con el Padre omnipotente y el Hijo Unigénito, seas
alabado, honrado y glorificado por los siglos de los siglos, Amén.
Interiorizamos repitiendo alguna de las frases de esta oración
III. TEXTO BÍBLICO: Mateo 25, 31-46
Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se
sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. El
separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá
las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi
Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui
forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me
visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme". Entonces los justos le contestarán:
"Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de
beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?;
¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?". Y el rey les dirá: "En
verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicisteis".
Entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, id al fuego
eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis
de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis,
estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis".
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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Entonces también estos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con
sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?". Él les
replicará: "En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más
pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo". Y estos irán al castigo eterno y los justos
a la vida eterna».
¿Qué dice el texto?
Nos sitúa sobre los últimos tiempos, la llegada del Hijo del hombre, Jesucristo
Señor de la historia, que vendrá en su Gloria como Rey y Juez del Universo, pero que
procederá como un Pastor, separando ovejas a su derecha, y cabras a su izquierda.
El criterio del Reino, no será el poder, ni la elocuencia, sino el servicio. Los
hermanos más pequeños a los que hace referencia Jesús, son los pobres y débiles, los
humildes como los llama en varias oportunidades. El servicio brindado a estos
hermanos más pequeños en las obras de misericordia, es al mismo Cristo a quien se
sirve, y la falta de estas obras de misericordia para con los humildes, es al mismo Cristo
a quien se excluye.
Los de la derecha son premiados con la vida eterna en el Reino de los Cielos,
porque cumplieron con la centralidad de la Ley. Y los de la izquierda, con el castigo
eterno, porque no la practicaron, o fueron cumplidores superficiales de la Ley, y no con
su mandamiento mayor, el amor.
En los humildes y forasteros, en los enfermos y hambrientos, y en todos los
necesitados, allí está Cristo en el hermano, que espera ser servido.
¿Qué me dice a mí el texto?
Nos preguntamos para profundizar en nuestra vida estas palabras de Salvación:
1. ¿Conozco cuáles son las periferias existenciales de la sociedad en la que vivo?
¿Salgo de lo cotidiano para ir al encuentro de estos “hermanos más
pequeños”?
2. ¿Soy consciente que Cristo espera ser servido en el hermano? ¿Saber esto
modifica mi forma de tratar a los demás?
3. ¿Entiendo seré juzgado por mi servicio y por mi amor, y que de ello dependerá
estar a la izquierda o a la derecha?
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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IV. TEMA: El Espíritu Santo, fuente de misericordia
Dice el Papa Francisco en la bula Misericordiae vultus que “siempre tenemos
necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de
serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación”. Y explica que: “misericordia
es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia es el acto
último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia es la ley
fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros
al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia es la vía que une Dios
y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no
obstante el límite de nuestro pecado” (MV 2).
Seguramente el acto supremo y signo eficaz con el que Dios expresa su
misericordia con nosotros es el sacramento de la penitencia, del perdón. Pues cuando
nos acercamos a este sacramento de la penitencia para reconciliarnos con Dios y
recibir su perdón y su misericordia, el ministro dice a la hora de absolvernos: “Dios,
Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección
de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por
el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Por otra parte en Jn 20, 19-23 descubrimos a Jesucristo Resucitado soplando
sobre los apóstoles reunidos en el Cenáculo y llenos de miedo, diciéndoles: «Paz a
vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló
sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados,
les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Está claro: el perdón, la misericordia, y la consecuente alegría están conectadas
con el Espíritu Santo. El perdón de los pecados es fruto de la Pascua de Cristo y regalo
del Espíritu: “Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis”… Por eso se dice en la
fórmula de la absolución sacramental que Dios Padre “derramó el Espíritu Santo para
la remisión de los pecados”.
1. Necesitamos el Espíritu Santo para vivir la misericordia
El Catecismo de la Iglesia Católica dice: “La gracia es, ante todo y
principalmente, el don del Espíritu que nos justifica y nos santifica” (n. 2003)
Hay una antigua oración que se reza en la Liturgia de las Horas, y especialmente
al empezar la jornada de trabajo, y en la que, aunque no se nombre explícitamente, se
hace referencia al Espíritu Santo, el que inspira siempre nuestra vida, y que dice: Tu
gracia (es decir ‘tu Espíritu’), Señor, inspire nuestras obras, las sostenga y acompañe;
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
25
para que todo nuestro trabajo brote de ti, como de su fuente, y a ti tienda, como a su
fin. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Esta oración centra la actividad del creyente en Dios, en su gracia, en su Espíritu
como fuente y también como meta. Viene a decir que para vivir según Dios, para
actuar según su proyecto en nosotros, para no darle a nada que no sea Dios un valor
absoluto, para entender a Dios y descubrir, amar y vivir su misericordia es
imprescindible que el Espíritu nos guíe; necesitamos su “dirección espiritual” para
ponernos en actitud de servicio en la Iglesia y en la sociedad y ofrecer con generosidad
y gratuidad el don de su misericordia, de su ternura y de su perdón.
• Hace falta que el Espíritu Santo nos hable dentro y nos instruya sobre todas las
cosas, tal como nos dijo Jesucristo: “Yo le pediré al Padre que os dé otro
Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad… el Espíritu
Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os
vaya recordando todo lo que os he dicho” (Jn 14, 16-17. 25).
• Hace falta también que nosotros le escuchemos para que su comunicación, su
mensaje de verdad, su testimonio sobre la misericordia de Dios no se pierda.
• Es el Espíritu el que, si le dejamos, llenará nuestro corazón y lo dispondrá para
recibir el amor misericordioso del Padre y nos llenará también a nosotros de
misericordia hacia los hermanos, especialmente hacia los más necesitados.
Podemos decir con el Papa Francisco que “el don precioso que el Espíritu Santo
trae a nuestro corazón es la confianza profunda en el amor y en la misericordia de
Dios” (Twit 08/05/2013). Y añadir con el mismo Papa Francisco: “Este precioso don del
Espíritu Santo trae a nuestros corazones: la vida misma de Dios, vida de hijos
verdaderos, una relación de libertad y confianza en el amor y la misericordia de Dios,
que tiene como efecto también una nueva mirada a los demás, cercanos y lejanos,
vistos siempre como hermanos y hermanas en Jesús a los que hay que amar y
respetar. El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo”.
2. Necesitamos el Espíritu Santo para convertirnos en testigos de la
misericordia
El Espíritu Santo es quien nos convierte en testigos de la misericordia de Dios.
Pero no vale cualquier testimonio. Hay que ser testigos veraces, coherentes, no
contradictorios. No vale decir unas cosas y hacer otras. Es necesario renovarse
espiritualmente para ser testigos apasionados y audaces de la misericordia de Dios. En
un mundo en el que la palabra ‘perdón’ apenas se pronuncia y mucho menos se
practica, los creyentes, “como elegidos de Dios, santos y amados” debemos
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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“revestirnos de sentimientos de misericordia entrañable, bondad, humildad,
mansedumbre, paciencia” (Col 3, 12).
Es necesaria la conversión personal para descubrir la propia identidad. Son
muchos los cristianos que padecen una profunda crisis de identidad personal. ¿Qué es
ser cristiano? ¿En qué consiste la identidad cristiana? Esta pregunta muchos no sabrían
responderla adecuadamente por falta de vida cristiana, de formación, de experiencia
del Dios de Jesucristo en su vida o por falta de oportunidades, porque las
circunstancias de su vida les han puesto al margen de Dios, de la fe, de la educación
cristiana.
Por otra parte, a veces, nos encerramos en nosotros mismos, huimos, como
dice el himno litúrgico a “refugiarnos en un torreón como quien huye a un exilio de
aristocracia interior” (Laudes, sábado de la 2ª semana) y convertimos la oración
personal en un refugio evasivo más que en un encuentro que anima a salir de sí mismo
y acercarse a los demás.
Por eso es necesario revisar nuestra vida cristiana para evitar el ‘egoísmo
espiritual’, el aburguesamiento que pueden inmovilizarnos, aletargarnos y hacer que
nos ‘acomodemos’, y, por ello, nuestra vida cristiana resultar estéril.
Es imprescindible convertirse y dejar que el Espíritu nos vapulee, nos
intranquilice, nos desasosiegue y nos vuelque “hacia afuera”, como hizo con los
apóstoles el día de Pentecostés al irrumpir en el Cenáculo para luego sacarlos de su
encierro y enviarlos a evangelizar. Será entonces cuando nos infundirá la certeza de
que la vida hay que entregarla para no perderla (Mc 8, 25), pues para el cristiano sólo
vale la actitud de Jesús que no vino a ser servido, sino a servir y entregar su vida (Mt
20, 28). Eso es misericordia.
Para este descubrimiento de la identidad cristiana, para esta conversión
personal, el Espíritu nos mueve a practicar los medios tradicionales de la vida cristiana,
lo que siempre nos han enseñado y generación tras generación se han practicado y
siguen practicándose en la Iglesia:
- la lectura creyente y orante de la Palabra de Dios;
- la participación en los sacramentos, especialmente la Eucaristía.
- Se nos pide crear en nuestras parroquias comunidades de base y
participar en ellas: grupos bíblicos, cáritas, catequistas, vida ascendente,
equipos de matrimonios, escuelas de padres, movimientos apostólicos…
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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Ahí está el Espíritu de Dios ayudándonos a centrarnos en Jesucristo para mejor
conocerle, seguirle y anunciarle, especialmente con la vida, porque en eso, –centrarse
en Jesucristo-, consiste la verdadera conversión y la identidad cristiana.
También nos mueve el Espíritu a vivir y renovar la piedad y religiosidad popular
y a descubrir, agradecer y valorar el ejemplo de tantos creyentes cuyo testimonio nos
convoca a cambiar nuestra vida, especialmente el testimonio de aquellos testigos de la
misericordia practicada con los que sufren, están solos, necesitan… Son tantos los
santos que en la historia de la Iglesia han sido canonizados por este especial carisma
de la misericordia entrañable por ellos practicada, porque han bebido en la fuente del
Espíritu y siguieron las huellas de Jesucristo viviendo las Bienaventuranzas. No los
podemos contar, pero todos conocemos algunos a los que tenemos especial devoción,
porque ellos han plasmado en su vida aquella bienaventuranza que dice “Dichosos los
misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5, 7).
3. Necesitamos el Espíritu Santo para convertirnos a la comunión fraterna
Uno de los aspectos de esta conversión personal es que no puede ser
individualista; personal, sí; individualista, no. Es necesario descubrir el gusto de ser
pueblo, de pertenecer a la Iglesia, de formar parte de ella y ser partícipe activo de la
comunión fraterna en la que tanto tiene que ver el Espíritu Santo como fuente de
comunión.
Hay que estar dispuestos a practicar la cultura del encuentro. La cultura del
encuentro es una dimensión característica de la comunidad eclesial, así como una
disposición necesaria para el envío y el anuncio, para testimoniar en todos los
ambientes la misericordia de Dios: Como dice el Papa Francisco, “cada vez que se nos
abren los ojos para reconocer al otro, se nos ilumina más la fe para reconocer a Dios”
(EG 274).
Estamos llamados a ser “personas cántaro” capaces de portar el agua viva a
tantos sedientos de Dios y de su misericordia; capaces de entregar la antorcha
encendida de un amor que, como el de Jesucristo, “se abaja a la condición de esclavo y
por eso Dios lo levanta y le da el nombre sobre-todo-nombre” (Flp 2, 9-11). En
consecuencia toda entrega, toda compasión, toda misericordia ha de vivirse desde la
humildad de quien reconoce ser vasija de barro que lleva dentro el tesoro de la
misericordia de Dios y quiere ser con Él misericordioso. No ofertamos nuestra
misericordia, sino la de Dios, que es gracia, y gratis hemos de entregarla (Mt 10, 8)
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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4. Necesitamos el Espíritu Santo para ser profetas de la misericordia
Dice el papa Francisco: “El Espíritu Santo nos hace hablar con los hombres en el
diálogo fraterno. Nos ayuda a hablar con los demás reconociendo en ellos a los
hermanos y hermanas; a hablar con amistad, con ternura, comprendiendo las
angustias y las esperanzas, las tristezas y las alegrías de los demás. Pero el Espíritu nos
hace también hablar a los hombres en la profecía, o sea haciéndonos “canales”
humildes y dóciles de la Palabra de Dios” (08/06/2014).
Los grandes personajes y profetas bíblicos de la historia de la Salvación han sido
los intermediarios entre Dios y el pueblo. Ellos son los auténticos testigos de la
misericordia de Dios: Abrahán, Moisés, David, Los Profetas, los ‘pobres de Yahvéh’…
Con la fuerza del Espíritu Santo siempre estuvieron dispuestos a decirle a Dios “aquí
estoy: mándame, cuenta conmigo”.
En este momento actual de la historia, que sigue siendo historia de Salvación a
través de los signos concretos de los tiempos que ahora tocan, hacen falta personas
como Abrahán, gentes de fe profunda e inamovible, coherentes como creyentes,
dispuestas a cambiar los propios planes para obedecer a Dios y seguir su proyecto. Y
como Moisés, personas comprometidas en la liberación de cualquier opresión y/o
esclavitud que entregan su vida para ayudar a los marginados, los refugiados, los
esclavizados por cualquier tipo de esclavitud. Y también personas como David, el gran
rey de Israel, capaces de reconocer sus errores, aceptar sus pecados, arrepentirse y
buscar la misericordia y el perdón en el sacramento de la Penitencia para salir
fortalecidos a servir a los demás conscientes de que “servir es reinar”.
Nuestra Iglesia, nuestro mundo siguen necesitando profetas como aquellos que
mantuvieron encendida la antorcha de la esperanza cuando el pueblo de Israel se
apartaba de Dios y era infiel: Isaías, Jeremías,… Juan Bautista… Ellos hicieron posible
con su profecía que la misericordia de Dios permaneciese y se hiciera carne en
Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre.
¿Recordáis aquella vieja canción que decía: “En dónde están los profetas que
en otro tiempo nos dieron las esperanzas y fuerzas para andar? En las ciudades, en los
campos, entre nosotros están”.
Tal vez sea necesario ‘cantar’ de nuevo estas canciones que nos interpelan y
nos ayudan a mirar el pasado sin nostalgia, pero con realismo y preguntarnos de nuevo
en el presente ¿en dónde están los profetas?
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
29
También hoy hacen falta profetas, hombres y mujeres que no se callen ante la
injusticia, aunque por ello sean perseguidos y, a veces, eliminados por decir y vivir la
verdad. Hombres y mujeres que escuchen a Dios, entiendan a Dios y hablen de Dios.
Hombres y mujeres que se sientan misericordiosamente amados por Dios y que amen
entrañablemente al pueblo para que nadie desconfíe de su profecía. Hacen falta
profetas no para pronunciar amenazas y condenas, sino para provocar entusiasmos de
esperanza en este mundo catastrofista y desilusionado. Profetas que no se dejen
vencer por la desilusión y el desánimo, sino que, con su actitud y comportamiento,
manifiesten la verdad de Dios y su misericordia y ayuden y acompañen a otros a
descubrirla. Profetas que sean referencia de valores humanos y cristianos: de amor, de
fidelidad y compromiso, de fe y oración. ¿En dónde están los profetas?
Nosotros por el sacramento del Bautismo hemos sido constituidos ‘sacerdotes,
profetas y reyes’ y en el sacramento de la Confirmación hemos recibido el Espíritu
Santo que nos ha llenado con su fuerza para ser testigos valientes y eficaces de la
misericordia de Dios.
¿Cómo estamos viviendo esta dimensión de nuestro compromiso bautismal? ¿Qué está
significando la Confirmación en nuestra vida cristiana? Es el sacramento del Espíritu.
No lo olvidemos.
¿En dónde están los profetas que en otro tiempo nos dieron las esperanzas y
fuerzas para andar, para andar?.
Bien podemos decir: “Aquí están:
- en nuestros hogares cristianos
- en nuestros grupos de oración, de reflexión, de Biblia
- en nuestros catecumenados de adultos y de niños
- en nuestros colegios cristianos
- en nuestros Movimientos apostólicos y/o de espiritualidad
- en nuestras parroquias, verdaderas comunidades que tanto valoran y
cuidan el don de la profecía y son auténticos hogares de la Palabra de
Dios
- Y también seguramente en las ciudades, en los campos, entre
nosotros… Ya sabemos aquello de que ‘El Espíritu sopla donde quiere’.
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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5. Necesitamos el Espíritu para ser misericordiosos como el Padre
En este punto quizás sea necesario clarificar el lenguaje de la misericordia
porque puede resultar un poco ambiguo.
• Por una parte puede sugerir un sentimiento de compasión y quedar reducido a
tener un corazón compasivo, sin el acompañamiento de un compromiso
práctico,
• o puede quedarse en hacer obras de misericordia en un momento u otro, sin
abordar las causas concretas del sufrimiento y las injusticias,
• o también puede entenderse como una actitud paternalista hacia las
necesidades de algunas personas sin reaccionar ante una sociedad que
funciona de manera inmisericorde.
El Espíritu Santo nos ayudará a resolver el problema, pues, como dice la
Secuencia de Pentecostés, es “padre amoroso del pobre” y “luz que penetra las almas”.
Él nos guiará con su luz y su amor:
• hacia la interiorización del sufrimiento ajeno
• a dejar que ese sufrimiento penetre en mis entrañas, en mi corazón, para
hacerlo mío
• a que me duela a mí el dolor del otro
Luego ese sufrimiento interiorizado, que me ha llegado hasta adentro,
provocará en mí una reacción, se convierte en punto de partida de un comportamiento
activo y comprometido.
Y por último, esa reacción se va concretando en actuaciones y compromisos
diversos orientados a erradicar ese sufrimiento o, al menos, aliviarlo. Nada hay más
importante. Tendremos que hacer muchas cosas a lo largo de la vida, pero la
misericordia ha de estar en el trasfondo de todo.
5.1. Las obras de misericordia
En este contexto encajan las obras de misericordia, que el Catecismo de la
Iglesia Católica define como “acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a
nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales” (n. 2447). Nos recuerdan
la presencia, la fuerza y la gracia de Espíritu Santo a quien Jesucristo mismo llama el
Consolador (Paráclito) (Jn 14,26), de quien la secuencia de Pentecostés dice que es
’fuente del mayor consuelo’.
Respecto a las obras de misericordia, dice el Papa en la Misericordiae vultus:
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
31
“Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las
obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar
nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para
entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los
privilegiados de la misericordia divina. La predicación de Jesús nos presenta estas
obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como
discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de
comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al
forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no
olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita,
enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las
ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y
por los difuntos.
No podemos escapar a las palabras del Señor y en base a ellas seremos juzgados:
si dimos de comer al hambriento y de beber al sediento. Si acogimos al extranjero
y vestimos al desnudo. Si dedicamos tiempo para acompañar al que estaba
enfermo o prisionero (cf Mt 25,31-45). Igualmente se nos preguntará si ayudamos
a superar la duda, que hace caer en el miedo y en ocasiones es fuente de soledad;
si fuimos capaces de vencer la ignorancia en la que viven millones de personas,
sobre todo los niños privados de la ayuda necesaria para ser rescatados de la
pobreza; si fuimos capaces de ser cercanos a quien estaba solo y afligido; si
perdonamos a quien nos ofendió y rechazamos cualquier forma de rencor o de
odio que conduce a la violencia; si tuvimos paciencia siguiendo el ejemplo de Dios
que es tan paciente con nosotros; finalmente, si encomendamos al Señor en la
oración nuestros hermanos y hermanas. En cada uno de estos “más pequeños”
está presente Cristo mismo. Su carne se hace de nuevo visible como cuerpo
martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros los
reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado. No olvidemos las
palabras de san Juan de la Cruz: «En el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados
en el amor» (MV 15).
5.2. ¿Cómo practicar hoy las obras de misericordia?
No vamos a pararnos aquí a explicar una por una las catorce Obras de
Misericordia, pero sí apuntar con qué actitud, con qué espíritu practicarlas.
• Las obras de misericordia nos invitan a mirar a la gente que encontramos en
nuestro camino, a ser ‘samaritanos de amor”. A veces se cruzan en nuestro
camino personas verdaderamente desgraciadas, sin suerte, incluso ‘malas
personas’, con un sinfín de problemas de los que ni siquiera son culpables sino
víctimas. Otras son personas normales, pero a su vez, necesitadas de un gesto,
de una escucha, de una promesa, de un poquito de ternura.
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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• Recuerdo aquí el testimonio de un voluntario social en una cárcel que decía:
“cuando das un abrazo se desencadena una revolución”. Cuando nos dejamos
tocar con las manos y con las palabras es cuando se intuye el sentimiento
compartido, la compasión, la misericordia al estilo de Jesús.
• A veces damos limosna, ayudamos a la gente, compartimos incluso tiempo y
bienes… pero sin mirar a la cara a las personas; no nos comprometemos de
verdad, no creamos una verdadera relación humana, -ese ‘yo-tú’ que han
descrito los humanistas-, en la que el ‘tú’ siempre tiene rostro y podemos
captarlo a una distancia adecuada, sin estar demasiado cerca para no invadirlo
ni demasiado lejos porque no le veríamos. Nadie es del todo ‘tú’ ni ‘yo’ sin el
otro. Esto ya lo dejó claro Jesús en la Parábola del Buen Samaritano.
Arthur Schopenhauer nos dejó esta “fábula del erizo” que puede ayudarnos a
entender mejor la necesidad del otro para una auténtica relación humana. Decía: “En
un día muy helado, un grupo de erizos que se encuentran cerca sienten
simultáneamente gran necesidad de calor. Para satisfacer su necesidad, buscan la
proximidad corporal de los otros, pero mientras más se acercan, más dolor causan las
púas del cuerpo del erizo vecino. Sin embargo, debido a que el alejarse va acompañado
de la sensación de frío, se ven obligados a ir cambiando la distancia hasta que
encuentran la separación óptima (la más soportable)”.
Schopenhauer concluía que ‘el otro es un mal necesario’. Un cristiano, si se deja
animar por el Espíritu Santo, jamás sacará esa conclusión, sino que mirará a los demás
con los ojos de Cristo y vivirá las relaciones humanas de tal manera que sólo podrá
decir que ‘el otro es un bien necesario’ ¡¡¡EL OTRO ES UN BIEN NECESARIO!!!
Podemos recordar aquí aquella anécdota del misionero que se encuentra con
una niña que llevaba colgado a la espalda a su hermanito pequeño por un camino muy
pendiente y peligroso. El misionero le dice: Pero, hija, ¿cómo llevas una carga tan
pesada? Ella le miró y dijo: No es una carga, señor, ¡es mi hermano!
Es con este espíritu como debemos practicar las Obras de Misericordia para dar
fe de que no se ha muerto el amor y no muere tan pronto la esperanza.
Ya el Concilio Vaticano II había dicho en la Apostolicam actuositatem que “estas
actividades y estas obras se han hecho hoy mucho más urgentes y universales, porque
los medios de comunicación son más expeditos, porque se han acortado las distancias
entre los hombre y porque los habitantes de todo el mundo vienen a ser como los
miembros de una familia. La acción caritativa puede y debe llegar hoy a todos los
hombres y a todas las necesidades. Donde haya hombres que carecen de comida y
bebida, de vestidos, de hogar, de medicinas, de trabajo, de instrucción, de los medios
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necesarios para llevar una vida verdaderamente humana, que se ven afligidos por las
calamidades o por la falta de salud, que sufren en el destierro o en la cárcel, allí debe
buscarlos y encontrarlos la caridad cristiana, consolarlos con cuidado diligente y
ayudarlos con la prestación de auxilios” (nº 8).
¡Lo que ha cambiado esto desde entonces en lo que a medios de comunicación
se refiere!
Los signos de los tiempos con las nuevas situaciones, la globalización, la
interferencia de los problemas, que ya no son sólo problemas ‘locales’, sino globales,
reclaman actitudes y comportamientos eficaces e inmediatos. Cabe aquí la súplica de
la Plegaria Eucarística V/B: “Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana,
inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado,
ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido. Que tu
Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz,
para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”.
Las obras de misericordia practicadas con este espíritu serán respuesta
adecuada a la llamada de Jesucristo que nos dice, como al buen samaritano, “haz tú lo
mismo” y que nos convoca como Rey a rendir cuentas del amor al prójimo como
concreción del amor a Él. Este juicio se está llevando a cabo cada día de nuestra vida.
No hay que esperar al final. Aquí y ahora nos estamos acercando o alejando de los que
sufren. Aquí y ahora nos estamos acercando o alejando de Jesucristo. Lo decisivo en
ese juicio no es la religión en la que uno ha vivido, ni la fe que ha confesado durante su
vida. Lo decisivo es vivir con compasión, con misericordia, ayudando a quien sufre y
necesita nuestra ayuda. En la parábola del juicio final ni siquiera se pronuncia la
palabra amor porque no hace falta. El amor no ‘se dice’; se practica, se vive.
¿Habrá algo más espiritual que eso? ¿Será posible amar así, ser así
misericordiosos? ¡Claro que es posible! Pero sólo si bebemos en la fuente del Espíritu
Santo que “riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas e
infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito y guía al que tuerce el
sendero”.
Si le dejamos, el Espíritu Santo aportará a nuestras vidas la fuerza, el valor, el
compromiso, la misericordia entrañable que nos convierte en testigos eficaces de
Jesucristo, el rostro de la misericordia, quien nos ha dicho “bienaventurados los
misericordiosos porque alcanzarán misericordia” (Mt 5,7) y también “sed
misericordiosos como vuestro padre es misericordioso” (Lc 6, 36).
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Conclusión
Para finalizar esta reflexión miramos a María, la mujer a quien el Espíritu cubrió
con su sombra y a la que fecundó y la hizo Madre de Misericordia. Ella dice Sí y,
compasiva, se pone en camino para servir, para ayudar. Allí, junto a Isabel, proclama
que el Señor es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación
(Lc 1, 50).
En María la misericordia era alabanza a Dios y servicio a los demás porque
estaba llena del Espíritu. Cuando no es así, cuando falta el Espíritu, se corre el riesgo de
convertir la misericordia en mera solidaridad humana, tan valiente, tan eficaz, tan
oportuna, tan necesaria, pero sin el punto de apoyo para construir la verdadera,
profunda, total y trascendente misericordia, cuyo rostro es Jesucristo y por extensión
aquellos en los que Jesucristo está presente y con los que se identifica: “cuanto
hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25,
40).
La vida de María estuvo plasmada por la misericordia hecha carne. Pues a Ella
volvamos nuestra mirada en busca de sus ojos misericordiosos e invoquémosla como
Madre para que la Iglesia sea realmente hogar de misericordia y para que cada uno de
nosotros seamos dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su hijo Jesús, y así,
estemos siempre dispuestos a beber en la fuente de la Misericordia que es el Espíritu
Santo.
V. PARA ORAR
Peticiones
• Oremos para que siempre estemos dispuestos a acercarnos a nuestros
hermanos necesitados con un corazón misericordioso.
R/ Espíritu santo, Dios, sé para nosotros fuente de misericordia.
• Oremos por todos los miembros de la Iglesia para que no seamos indiferentes a
la permanente llamada de Dios a ser ‘misericordiosos como el Padre”.
R/ Espíritu santo, Dios, sé para nosotros fuente de misericordia.
• Oremos por todos los que sufren carencias corporales de todo tipo: los que no
tienen techo, los que pasan hambre, los que tienen frío, los enfermos, los
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encarcelados, los esclavos del mundo actual… para que siempre encuentren
hermanos que les ayuden.
R/ Espíritu santo, Dios, sé para nosotros fuente de misericordia.
• Oremos por los refugiados, por los sin tierra, por los que son tratados como
extranjerso en su propia tierra.
R/ Espíritu santo, Dios, sé para nosotros fuente de misericordia.
• Oremos por los niños y jóvenes que se están preparando para recibir el
Sacramento de la Confirmación y por sus padres y catequistas, para que el
Espíritu Santo les haga fuertes y coherentes con la gracia que van a recibir y los
llene de Jesucristo, rostro de la Misericordia del Padre.
R/ Espíritu santo, Dios, sé para nosotros fuente de misericordia.
• Oremos por todos los bautizados para que vivamos el compromiso de ser
‘profetas’ que aman, oran y proclaman la Palabra de Dios con nuestra vida.
R/ Espíritu santo, Dios, sé para nosotros fuente de misericordia.
Oración del papa Francisco para el Año Santo de la Misericordia
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del
cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y
obtendremos la salvación.
Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su
omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la
Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la
Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado
entusiasmo, llevar el EVANGELIO a los pobres, proclamar la libertad a los prisioneros y
oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives
y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén
Canto final: “El Señor os dará su Espíritu Santo…”; o bien. “Con vosotros está y
no le conocéis…”; o bien: “Cuando el pobre nada tiene y aún reparte…”; o bien: “Oh,
Señor, envía tu Espíritu…”
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LA IGLESIA, MADRE Y HOGAR DE MISERICORDIA
EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
I. CANTO DE INICIO
Misericordes sicut Pater
Misericordiosos como el Padre
O bien
Misericordias Domini in aeternum cantabo
Las misericordias del Señor para siempre cantaré
II. MOTIVACIÓN INICIAL
Hoy vamos a descubrir la misericordia en la Iglesia como algo que es su esencia
y su vida. La Iglesia está llamada a ser casa y hogar de misericordia. A través de los
sacramentos, y especialmente el de la Reconciliación, la Iglesia no sólo nos anuncia la
ternura de Dios, sino que nos la hace experimentar, hecha perdón, gracia, vida nueva,
vida divina. Y unidos a la Iglesia, con la garantía del perdón otorgado por Cristo a los
apóstoles, podemos clamar como David, con el salmo 50, “Misericordia, Señor,
misericordia”, seguros de su clemencia y de su perdón.
Salmo de ambientación: Salmo 50 (selección)
R/ Misericordia, Señor, misericordia
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados.
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Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Breve momento de interiorización
III. TEXTO BÍBLICO: Lc 19, 1-9
Entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado
Zaqueo, jefe de publícanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba
a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se
subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y
baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». El se dio prisa en bajar y
lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de
un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis
bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces
más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo
de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba
perdido».
¿Qué dice el texto?
Zaqueo busca a Jesús y fue sorprendido por él. Su mirada y su palabra le llevan
a entrar en el camino de la conversión.
Preguntas para la lectura
¿Quién es Zaqueo? ¿Su profesión? ¿Cómo aparece caracterizado? ¿Qué impide
a Zaqueo encontrarse personalmente con Jesús?
¿Quién busca a quién? ¿Qué reacciones se producen ante la voluntad decidida
de Jesús de hospedarse en casa de Zaqueo? ¿Cómo responde Jesús a la reacción tanto
de Zaqueo como de la gente? ¿Qué efecto produce en Zaqueo la actitud de Jesús?
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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¿Cómo son los malintencionados? ¿Cómo piensan y actúan? ¿Cuál es la actitud de
Jesús?
¿Qué me dice el texto?
Todos llevamos un Zaqueo en nuestro interior. Somos esa persona que Dios
busca sin descanso. Hoy, Jesús nos sale al encuentro, nos llama por nuestro nombre y
expresa su deseo de alojarse en nuestra casa para llenarla de salvación.
¿Me preocupo como Zaqueo para poder “ver” a Jesús? ¿Cuáles serán los
obstáculos que yo hoy debo superar para poder encontrarme con él?
¿Me deja indiferente el rostro de Jesús? ¿Cómo me invita el pasaje de hoy a
relacionarme con él? ¿La invitación de Jesús provoca alegría y felicidad en mi corazón?
¿Hasta qué punto soy consciente de que la conversión es respuesta al don de
Dios? ¿Pido este don para mi fe?
¿Quiénes son hoy los “zaqueos” que esperan el encuentro con Jesús?
¿Reacciono ante ellos como la gente, que murmura, o como Jesús, que ofrece el amor
gratuito de Dios?
¿De qué necesito ser salvado? ¿Cómo puede esta salvación concreta que
esperas ofrecer alegría a tu vida y a tu entorno?
¿Cómo preparo el encuentro en la celebración penitencial? ¿Qué pongo de mi
parte? ¿Melleva a cambiar? ¿es un encuentro salvador?
¿Qué le digo al Señor motivado por su Palabra?
Agradezco al Señor que me busca y se hace el encontradizo para perdonarme.
Le pido que no se canse de buscarme y que no pare hasta dar conmigo.
¿Con qué personaje me identifico? ¿Cuánto hay de fariseo en mi conciencia y
obras? ¿Busco la conversión total al Señor o me quedo tranquilo sólo con un
maquillaje externo que apenas cambia mis actitudes y conducta? ¿Qué me pide el
Señor?
¿Trato de descubrir en mi vida el “paso” de Jesús e invitarle y acogerle como el
mejor Amigo?
Luego de un tiempo de oración personal, compartimos en grupos nuestra oración
¿Qué me lleva a hacer el texto?
Deja que resuene en tu interior la voz de Jesús: N…., baja en seguida, porque
hoy tengo que hospedarme en tu casa (v. 5). Hoy ha llegado la salvación a esta casa (v.
9).
¿En qué debería cambiar concretamente mi vida si acepto que Jesús se
encuentre conmigo? ¿Estoy dispuesto a asumir esos cambios?
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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¿En qué debería mejorar al celebrar el sacramento de la Reconciliación a la luz
de esto?
Oramos juntos:
Amigo Jesús: Tú siempre pasa a mi lado invitándote a mi casa y a mi amistad. Haz, te
ruego, que yo sepa descubrirte e invitarte continuamente. Es más. Sabes que no necesitas que
te invite. Porque todo lo mío es tuyo. Y mi mejor recompensa es que Tú estés siempre en mi
interior y que yo crezca cada vez más en tu compañía. Ensancha mi capacidad de acogerte y de
amarte. Y recuérdame que Tú pasa y estás presente en mis hermanos. Y que en ellos te
encuentre y les abra las puertas de mi persona. Porque acogiéndolos a ellos, Tú eres el que
entras realmente en mi vida. Que valore el sacramento de la Reconciliación y lo celebre con
esmero escuchando tu Palabra, encontrándome contigo, cambiando mi vida y dejándome
salvar por ti.
IV. TEMA: La Iglesia, madre y hogar de misericordia. El sacramento de la
Reconciliación
1. La Iglesia, casa y hogar de misericordia
1.1. No siempre la Iglesia ha sido precisamente “casa y hogar de la
misericordia”
Cuando repasamos la historia de la Iglesia recordamos épocas en las que daba
más una imagen de poder, de privilegio e incluso intransigencia. Seguramente pesaba
más la defensa de la integridad de la doctrina, el deseo de unidad o de justicia más que
el perdón... Por ello, el mismo Francisco afirma con dolor: “tal vez por mucho tiempo
nos hemos olvidado de indicar y de andar por la vía de la misericordia” (MV 10).
Pero los tiempos cambian y vemos en los papas gestos significativos de
misericordia: San Juan Pablo II visita y perdona a Ali Agca; Benedicto y Francisco
solicitan continuamente perdón a la sociedad por los pecados de la Iglesia; Francisco
visita el puerto de Lampedusa y denuncia el problema de la inmigración, muestra
mayor cercanía y acogida a los separados y vueltos a casar y abre la puerta del Año de
la Misericordia en Banghi. También la encíclica Dives in Misericordia de Juan Pablo II y
ciertas expresiones de Francisco: “la Iglesia como hospital de campaña”, “en salida a
las periferias”, “sin excluir a nadie”… A lo largo de la historia no han faltado las “Casas
de misericordia” en forma de hospitales, lugares de acogida de niños o ancianos, la
labor de los Misioneros, Cáritas o Manos Unidas… Urge que la Iglesia testimonie la
misericordia.
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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La historia de la Iglesia está llena del testimonio precioso de los santos
(Subsidios Jubileo de la Misericordia, BAC, pp. 321-387). Recordemos al P. Kolbe, que
se pone en lugar de un padre de familia en Auschwitz , para morir por él. Y a Teresa de
Calcuta, próximamente canonizada, que reparte el amor de Dios a los más pobres de
entre los pobres (niños y ancianos). Decía a un joven universitario: “¿Ves a ese niño de
allí, el del fondo que llora?... Pues tómalo con cuidado y dale todo el amor que seas
capaz, a tu manera…”. Le cantó, lo besó, lo arrulló… y dejó de llorar. Sonrió y se
durmió. Al cabo de un rato, el inexperto joven universitario, buscaba casi llorando a la
hermana: “Hermana, que no respira…” “Siempre lo recordarás, antes de morir le has
dado el cariño y él lo ha recibido”. A San Agustín se le considera el predicador de la
misericordia (Subsidios, pp. 165-188).
1.2. “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” (MV
10)
Bella expresión la de “viga maestra”, la que sostiene una casa. “Misericordia es
la palabra que revela el misterio de la Stma. Trinidad” (MV 2). La misericordia es el
“corazón del Evangelio” (MV 12), que por su medio debe alcanzar la mente y el
corazón de toda persona. La Esposa de Cristo hace suyo el comportamiento del Hijo de
Dios que sale a encontrar a todos, sin excluir ninguno.
Su misión prioritaria es ser signo y testimonio de misericordia en todos los
aspectos de su vida pastoral: en el anuncio, la liturgia y el testimonio. Toda su pastoral
debería ser revestida de ternura, de modo que en nada le falte la misericordia. “La
Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios” (MV 12). “Quiere ser en el
mundo signo vivo del amor del Padre” (MV 4).
En la apertura del concilio Vaticano II, San Juan XXIII habla de usar “la medicina
de la misericordia”. Y en la conclusión del concilio, Pablo VI habla de la “parábola del
samaritano como pauta de espiritualidad conciliar”.
1.3. “La credibilidad de la iglesia pasa a través del camino del amor
misericordioso y compasivo”(MV 10)
“Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella
viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben
transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a
reencontrar el camino de vuelta al Padre” (MV 12).
Cuaresma 2016 Dichosos los misericordiosos
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“La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el
mundo pueda ser acogido, amado, perdonado, y alentado a vivir según la vida nueva
del evangelio” (EG 114).
“En nuestras parroquias, en las comunidades, en las asociaciones y
movimientos, en fin, dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder
encontrar un oasis de misericordia” (MV 12).
1.4. Hoy es más urgente que nunca que la iglesia sea hogar de misericordia
Francisco habla de que en nuestra cultura “la experiencia de perdón se
desvanece cada vez más” (MV 10). Francisco recuerda que ya Juan Pablo II en DiM
“hacía notar el olvido de la misericordia en la cultura presente“ (MV 11 y EG 2). “Ha
llegado de nuevo para la Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdón.
Es el tiempo de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y
dificultades de nuestros hermanos. El perdón es una fuerza que resucita a una vida
nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza” (MV 10).
La iglesia sabe “que la primera tarea, sobre todo en un momento como el
nuestro, lleno de grandes esperanzas y fuertes contradicciones, es la de introducir a
todos en el misterio de la misericordia de Dios” (MV 25). Recalca también Francisco
que “el tema de la misericordia exige ser propuesto una vez más con nuevo
entusiasmo y con una renovada acción pastoral”, cuidando “su lenguaje y sus gestos”
(MV 12).
Y en este año jubilar: “la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a
aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con
la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la
habitualidad que anestesia… Abramos nuestros ojos” (MV 15).
1.5. La misericordia es la vida de la Iglesia
Cristo ha dejado a la Iglesia el río divino que brota del misterio pascual y que
nos alcanza a nosotros a través del cauce de la Iglesia, mediadora de misericordia,
sobre todo gracias a los sacramentos. Ellos son fuente de vida para la Iglesia, son
instrumentos de conversión a Dios y de reconciliación entre nosotros.
“La misericordia es el núcleo central del mensaje evangélico, es el nombre
mismo de Dios, el rostro con el que se reveló… Este amor de misericordia ilumina
también el rostro de la Iglesia y se manifiesta mediante los sacramentos,
especialmente el de la Reconciliación, y mediante las obras de la caridad comunitarias
e individuales” (Benedicto XVI, Ángelus 30-03-2008)… Y ello “para que tengamos vida y
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la tengamos en abundancia” (Jn 10,10). Según Francisco “desde el corazón de Dios,
brota y corre sin parar el gran río de la misericordia” (MV 25).
1.6. Todos los sacramentos son de la misericordia
Todos los sacramentos son de la misericordia de Dios, porque en todos ellos
Dios Padre, por medio de Cristo y en el Espíritu Santo, viene a socorrer y salvar a la
persona movido únicamente por un amor entrañable, “visceral”, “apasionado”, a
fondo perdido.
El bautismo es una intervención de la misericordia divina en nuestra vida para
salvarnos, perdonarnos y darnos una nueva vida. En la unción de enfermos, Cristo,
lleno de misericordia, visita al enfermo para aliviarle, animarle y si hace falta, perdonar
sus pecados. En la eucaristía recibimos la fuerza divina de Cristo que nos une a él y a
los hermanos, y nos impulsa a nosotros mismos, a servir, a vivir en comunión, y
perdona incluso nuestros pecados ordinarios. En la penitencia Dios misericordioso
toma la iniciativa y actúa con misericordia frente a nuestro pecado.
1.7. Dentro de la Iglesia, María es madre de misericordia
Ella experimento la misericordia de Dios que le preservó del pecado, custodió
en su corazón y nos dio al Dios de misericordia hecho hombre, cantó la misericordia de
Dios que se extiende “de generación en generación” (Lc 1,50). Al pie de la cruz es
testigo de que la misericordia de Dios no excluye a nadie. Y a ella le pedimos que
“vuelva a nosotros esos sus ojos misericordiosos” (Cf MV 24).
2. El sacramento de la reconciliación, medio para acoger la misericordia divina
Cuentan que un profesor comenzaba cada año sus clases colocando una
mandarina en su mesa y pidiendo a los alumnos que escribieran algo sobre ella. Unos
describen la forma redonda, hablan de su color y donde se cosecha, otros las
propiedades que tiene y la vitamina que aporta, otros inventan una historia sobre la
naranja o los gajos que la forman… Pero ninguno se acerca a palpar el fruto, a
exprimirlo, a saborearlo. Ven la realidad de lejos, pero no la tocan. Un ejercicio no solo
válido para estudiantes. Urge creyentes que experimenten, que saboreen la
misericordia de Dios en la ternura de la Iglesia, y, ¿por qué no en el sacramento del
perdón?
2.1. Dios misericordioso nos ofrece su perdón
La Iglesia, que es “hospital de campaña”, nos recuerda que el Dios
misericordioso nos ha elegido y nos ofrece su perdón. “Pero Dios, rico en misericordia,
por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha
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hecho revivir con Cristo —estáis salvados por pura gracia—; nos ha resucitado con
Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él” (Ef 2,4-5). Dios da el primer paso,
“primerea”. Así lo explica San Bernardo: “Nuestros ojos estaban ciegos. Nosotros
yacíamos paralizados en nuestra camilla, incapaces de llegar a la grandeza de Dios. Por
eso nuestro amable salvador y médico de nuestras almas descendió de su altura”
(Sermón I Dom. Adviento, 78).
2.2. Pero nosotros tenemos que poner algo de nuestra parte
Ante el ofrecimiento gratuito del perdón de Dios, a nosotros nos queda acoger
ese perdón reconociéndonos pecadores, arrepintiéndonos de ello e iniciando el
camino de la conversión. Sí, como el hijo pródigo: “me pondré en camino, volveré a
casa de mi padre y le diré…” (Lc 15,18). Por la conversión nos volvemos al Padre,
acogemos su gracia, experimentamos su misericordia y perdón y seguimos a Jesús. Ya
sabemos que es más fácil confesarse que convertirse, pero lo primero debe llevar a lo
segundo.
2.3. La Penitencia es un encuentro salvador con Dios
Este sacramento es un encuentro entre Jesús y nosotros a través del sacerdote,
un encuentro en el que él nos toca y nos salva, nos perdona y nos devuelve la dignidad
perdida, nos restaura. El encuentro con el amor de Dios nos rescata de nuestra
conciencia aislada y de la autorreferencialidad, somos hijos de Dios y volvemos hacia
él.
Zaqueo tiene una experiencia de encuentro, de perdón y de conversión. Vive
“empequeñecido”, pero va en busca de Jesús, sube al árbol. Jesús “levantó los ojos y le
dijo: “Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa” (Lc
19, 5). Aquel hombre nunca se hubiera imaginado que Jesús fijaría en él su mirada, lo
llamaría por su nombre y le pediría hospedaje en su casa. Zaqueo se arrepiente y
promete restituir. Todos somos de un modo u otro Zaqueo. A todos nos conoce Jesús
por nuestro nombre, quiere encontrarse con nosotros, nos ofrece su perdón y espera
que iniciemos el camino de la conversión. De ese encuentro saldrá la salvación. No
olvidemos que como a Zaqueo puede haber personas que también nos dificulten llegar
a Jesús.
Escuchemos con atención el diálogo entre el sacerdote y el penitente, la
imposición de manos y las palabras que nos dice en nombre de Jesús que se encuentra
con nosotros: “yo te absuelvo de tus pecados”… Y respondamos “Amén”, que es un “sí,
creo”, que tú Señor, me perdonas, a través de las palabras del sacerdote...
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2.4. Jesús da a los apóstoles el poder de perdonar
El Señor Resucitado, al aparecerse el primer día de la semana, sopló sobre los
apóstoles y los envió con la potestad, ante todo, de perdonar los pecados: “lo que ates
en la tierra”… (Mt 18,18), “a quienes perdonéis los pecados, Dios se los perdonará” (Jn
20, 23). En el sacramento de la Penitencia experimentamos la compasión de Dios de
forma inmediata y concreta, cuando el sacerdote, “en la persona de Cristo”, nos dice:
“yo te absuelvo de tus pecados”.
La Iglesia primitiva celebró este sacramento como una “segunda tabla de
salvación”, para los pecados cometidos tras el bautismo. Es un “bautismo segundo”,
fatigoso, no realizado con agua sino con lágrimas. Es el verdadero y privilegiado
sacramento de la misericordia del Dios Trinidad. Por este sacramento, Dios nos
perdona siempre y nos ofrece la oportunidad de comenzar de nuevo. En él, “Dios nos
muestra su corazón misericordioso y nos reconcilia plenamente consigo. Éste es el
rostro de Cristo que conviene hacer descubrir también a través del sacramento de la
penitencia que, para un cristiano, «es el camino ordinario para obtener el perdón y la
remisión de sus pecados graves cometidos después del Bautismo »” (Juan Pablo II, NMI
37; Reconciliación y penitencia 31).
2.5. Aunque nos cueste, es el cauce de perdón que Cristo nos ha dejado
Pero Dios, en su infinito amor, ha querido establecer con nosotros un cauce
concreto, visible y ordinario de su misericordia a través de sus sacramentos, y de una
forma muy especial, del sacramento de la Reconciliación. San Pablo nos hace una gran
petición: “en nombre de Cristo, os pedimos que os dejéis reconciliar con Dios” (II Cor 5,
20).
Nos puede costar entender la razón de esta encarnación y personalización del
perdón de Dios. No deja de ser sorprendente que, a veces, no comprendamos el
camino de la sencillez que nos ofrece su misericordia. Es lo que afirma Francisco: “!La
misericordia es el corazón del Evangelio! Es la buena nueva de que Dios nos ama, de
que ama siempre al pecador y con este amor lo atrae hacia sí y lo invita a la
conversión. No olvidemos que, a menudo, a los fieles les cuesta trabajo confesarse, sea
por motivos prácticos, sea por la dificultad natural de confesar a otro hombre los
pecados propios… ¡La confesión no es un tribunal de condena, sino una experiencia de
perdón y misericordia!” (Francisco, Discurso a la Penitenciaría Apostólica, 28 marzo
2014). Y este Papa se confesó ante los ojos de todos en la Basílica de San Pedro, antes
de sentarse él mismo a administrar este sacramento (28-03-2014).
En el sacramento de la Reconciliación, donde recibimos este perdón de modo
sacramental, también somos invitados a reconocer la culpa, a expresar nuestros
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pecados, con un “corazón sincero” (cf Sal 50, 8) para que sean perdonados por la
misericordia infinita de Dios y se nos devuelva “la alegría de la salvación” (Sal 50, 14).
2.6. El sacramento de la misericordia es un regalo de Pascua
Así lo presenta el evangelio de Juan (Jn 20,19-23). Los apóstoles están
encerrados con miedo, Jesús les saluda “paz a vosotros”, esa paz ganada en la cruz y
comunicada a partir de la Resurrección, les muestra las manos y el costado signos
incontestables del amor misericordioso a los hombres. Y “ellos se llenan de alegría”, la
alegría de la vida nueva, la alegría de la redención, fruto de la misericordia. Y les envía,
comunicándoles el Espíritu Santo para que con su fuerza practiquen la misericordia y
el perdón de los pecados. ¡Cuántas veces este sacramento ha sido una experiencia
traumática cuando debería ser la liberación profunda, la paz del alma y la alegría
pascual, donada por el resucitado!
2.7. El sacramento de la reconciliación es una celebración y comunitaria
Cuando hacemos una celebración penitencial comunitaria, tenemos una
celebración con identidad: voy expresamente a confesarme, no es que “aproveche a
confesarme de paso que voy a misa”. Celebrar el perdón de Dios tiene su importancia,
por eso ya celebraremos otro día la misa. Y como es celebrativo, hay unos gestos:
juntarse todos, proclamamos la Palabra, la imposición de manos, decir los pecados, dar
gracias juntos, etc.
Es una celebración comunitaria: nos reunimos todos (no nos confesamos cada
uno por su cuenta); hacemos filas de pecadores visualizando lo que somos, pecadores;
el pecado de cada uno corrompe a los otros; pedimos juntos perdón a Dios y al mismo
tiempo unos a otros.
Démosle calidad a nuestras celebraciones penitenciales con la escucha de la
Palabra y una digna preparación.
2.8. El sacramento de la reconciliación perdona todo
Francisco en la residencia de Santa Marta (14-12-2015) contó algo que le
sucedió en 1992 en Buenos Aires, durante una misa por los enfermos. Llevaba varias
horas confesando, cuando llegó una mujer muy anciana, de más de ochenta años, "con
los ojos que veían más allá, con los ojos llenos de esperanza".
Y el Papa le dijo: ‘Abuela, ¿usted viene a confesarse?', porque él se estaba ya
levantando. Y ella le respondió ‘sí'. ‘Pero usted no tiene pecados'. Y ella le dijo: ‘Padre,
todos los tenemos'. ‘Pero, ¿quizá el Señor no los perdona?' ‘Dios perdona todo'.
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Francisco le preguntó cómo lo sabía, y ella respondió ‘porque si Dios no perdonara
todo, el mundo no existiría'.
Y termina el papa diciendo: "Dios perdona todo, solamente espera que tú te
acerques". Y añade: "la rigidez clerical cierra los corazones y hace mucho mal". No lo
olvidemos.
Por eso, el Papa invita a los sacerdotes a ejercer con generosidad y esfuerzo
este magnífico servicio de ministros de la misericordia y servidores del perdón de Dios:
“El sacerdote es instrumento para el perdón de los pecados. El servicio que presta
como ministro, de parte de Dios, es muy delicado y exige que su corazón esté en paz,
que no maltrate a los fieles, sino que sea humilde, benévolo y misericordioso, que sepa
sembrar esperanza en los corazones, y sobre todo que sea consciente de que el
hermano y la hermana que se acercan al sacramento de la Reconciliación buscan el
perdón y lo hacen como tantas personas se acercaban a Jesús para curarse” (
Francisco, Audiencia general, 20 noviembre 2013). “A los sacerdotes les recuerdo que
el confesionario no debe ser una sala de torturas, sino el lugar de la misericordia del
Señor que nos estimula a hacer el bien posible” (EG 44). El sacerdote “acoge con
abrazo paternal al penitente que pide ayuda y suplica perdón” (MV 17).
¡Ojalá también los que se confiesan lo hagan de forma rápida, clara, concreta y
escueta! No es momento para hacer consultas, monólogos y disquisiciones que no
viene al caso.
2.9. El que ha sido perdonado debe convertirse en instrumento de
reconciliación
Este perdón conlleva así mismo una misión: “Enseñaré a los malvados tus
caminos, los pecadores volverán a Ti” (Sal 50, 15). Quien ha sido perdonado es
convertido en testigo y mensajero de la misericordia de Dios, es un reconciliado en
salida, para acercar a todos a esta gran misericordia que perdona, que recupera la
dignidad, que rehace lo que estaba roto. Tras recibir el perdón, seamos instrumentos
de paz, de perdón y reconciliación.
2.10. Redescubramos y revaloricemos este sacramento
Llegados a este punto habrá que recordar las palabras de San Juan Pablo II:
“Deseo pedir una renovada valentía pastoral para que la pedagogía cotidiana de la
comunidad cristiana sepa proponer de manera convincente y eficaz la práctica del
Sacramento de la Reconciliación” (NMI 37).
¿Cómo hacerlo? Además de lo dicho, formando nuestra conciencia, no cayendo
en la rutina de una vida cómoda y sin exigencias, aprendiendo a reconocerse pecador,
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valorar la gratuidad de la gracia. Aprender a pedir perdón a los demás, ser capaces de
acoger y perdonar las ofensas recibidas porque uno se sabe infinitamente acogido y
perdonado por Dios, vivir la paz, la bondad, la alegría, la paciencia, el dominio de sí.
Vivir la reconciliación en el seno de la comunidad buscando al que falta, ejerciendo la
corrección fraterna... Practicar la oración de intercesión extendiendo los brazos a las
dos partes como Cristo en la cruz, rezar por los pecadores.
Y que no falte nunca en la Iglesia, además de la conversión personal de sus
miembros, la conversión pastoral de la comunidad (Cf EG 25): la Iglesia es santa y
pecadora, necesitada de reforma en sus estructuras, en salida, más renovada, más
evangélica, con más comunión, más cercana a los pobres, con más presencia en las
periferias…
Conclusión
El Papa Francisco en MV 4 recuerda las palabras de Juan XXIII pronunciadas en
la apertura del Concilio para indicar el camino a seguir: “En nuestro tiempo, la Esposa
de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la
severidad … La Iglesia … quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente,
llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella” (Discurso de
apertura del Conc. Vat. II, Gaudet Mater Ecclesia, 11 de octubre de 1962, 2-3).
Construyamos entre todos esta Iglesia hogar y casa de la misericordia.
Y revaloricemos el sacramento del perdón. Acojamos la misericordia de Dios en
nuestras vidas. Que a todos pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del
Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros. Y seamos, como creyentes y
como Iglesia de Cristo, artesanos de la misericordia de Dios.
V. PARA ORAR
Peticiones
Presentemos al Señor nuestras súplicas diciendo:
R/ Danos tu misericordia y tu perdón
• Por el Papa Francisco y por la Iglesia. Para que sea, como Jesús, portadores de
la ternura y misericordia de Dios en toda ocasión. Oremos.
R/ Danos tu misericordia y tu perdón
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• Por los creyentes y alejados. Para que a todos pueda llegar el bálsamo de la
misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medido de
nosotros. Oremos.
R/ Danos tu misericordia y tu perdón
• Por los cristianos. Para que revaloricemos el Sacramento de la Reconciliación,
acudamos a él con frecuencia y sea expresión de nuestra conversión. Oremos.
R/ Danos tu misericordia y tu perdón
• Por los que seguimos a Jesús. Para que, como Zaqueo, el encuentro con Cristo
nos lleve a acogerle en la casa de nuestro corazón y a cambiar viviendo para
Dios. Oremos.
R/ Danos tu misericordia y tu perdón
• Por todos nosotros. Para que nos convirtamos en instrumentos de
reconciliación y de paz en este mundo tan marcado por el odio y la violencia.
R/ Danos tu misericordia y tu perdón
Atiende Padre bondadoso las súplicas que te hemos dirigido. Por JCNS.
Oración del papa Francisco para el Año Santo de la Misericordia
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del
cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y
obtendremos la salvación.
Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su
omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la
Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la
Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado
entusiasmo, llevar el EVANGELIO a los pobres, proclamar la libertad a los prisioneros y
oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives
y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén
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Canto final
Cantaré eternamente las misericordias del Señor
Anunciaré su fidelidad por todas las edades
O bien
Danos un corazón, grande para amar
Danos un corazón, fuerte para luchar
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CELEBRACIÓN COMUNITARIA DEL SACRAMENTO DE LA
RECONCILIACIÓN
RITOS INICIALES
CANTO DE ENTRADA Desde lo hondo a ti grito, Señor
SALUDO DEL PRESIDENTE
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
La gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Jesucristo, nuestro Salvador, estén con todos vosotros.
MONICIÓN Durante esta Cuaresma nos venimos preparando para celebrar la Pascua del
Señor que significa morir para poder resucitar con Él. Algo así como clavar nuestros
pecados en el madero de la cruz, para revestirnos de la vida nueva del Espíritu.
En esta celebración queremos mirarnos en el espejo de Cristo, para medir la
distancia entre su vida y la nuestra, para sopesar lo que nos sobra y lo que nos falta,
para sentir la necesidad de la conversión y abrirnos a la gracia del Espíritu.
ORACIÓN PRESIDENCIAL
Oremos pidiendo a Dios que nos ilumine para ver con claridad el camino de la conversión. (Instantes de silencio)
Padre de misericordia y Dios de todo consuelo: Que no te complaces en la muerte del pecador sino en que se convierta, auxilia a tu pueblo para que vuelva a ti y viva. Ayúdan0os as escuchar tu palabra, confesar nuestros pecados y darte gracias por el perdón que nos otorgas. Haz que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas en Cristo tu Hijo Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
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LITURGIA DE LA PALABRA
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA Dios nos va a dirigir ahora su palabra para llamarnos a la conversión. Para
disponernos a la escucha será bueno que pensemos un momento acerca de nuestra actitud interior ante el pecado.
PRIMERA LECTURA
Cesad de obrar el mal, aprended a obrar el bien Del profeta Isaías 1, 10-18
Oíd la palabra del Señor... No me traigáis más dones vacíos, más incienso execrable. Vuestras solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga que no soporto más. Cuando extendéis las manos, cierro los ojos; aunque multipliquéis la plegarias, no os escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones: cesad de obrar el mal, aprended a obrar el bien; buscad la justicia, defended al oprimido; sed abogados del huérfano, defensores de la viuda. Entonces venid y litigaremos -dice el Señor-. Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana.
SALMO RESPONSORIAL R /La misericordia del Señor cada día cantaré
Ten piedad de mí, Dios mío, ten piedad, Porque mi alma se refugia en ti; Yo me refugio a las sombra de tus alas Hasta que pase la desgracia. Invocaré al Dios Altísimo, Al Dios que lo hace todo por mí. R / La misericordia del Señor cada día cantaré.
Mi corazón está firme. Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar al son de instrumentos: “¡despierta, alma mía! ¡Despierten arpa y cítara, para que yo despierte a la aurora!
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R / La misericordia del Señor cada día cantaré.
Te alabaré en medio de los pueblos, Señor, Te cantaré entre las naciones, porque tu misericordia se eleva hasta el cielo y tu fidelidad hasta las nubes.
SEGUNDA LECTURA
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 5,1-12. En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar enseñándolos: Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la Tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichoso los que trabajan por la paz, porque ello se llamarán “los Hijos de Dios”.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan, y o calumnien de cualquier modo por mi causa.
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
HOMILÍA (Reflexión breve sobre palabra proclamada)
EXAMEN Para que puedas recordar y reconocer tus pecados
1. El Señor Jesús dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma” (Lc 10,27)
� ¿Qué lugar ocupa dios en mi vida? ¿Amo verdaderamente a Dios? � ¿Procuro cultivar mi fe y mi formación cristiana’ � ¿Rezo todos los días? ¿Participo habitualmente en la misa de los
domingos y días festivos? � ¿Respeto los bienes ajenos? ¿Me retraigo a la hora de compartir?
2. El Señor Jesús dice: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado” (Jn 15,12)
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� ¿Comparto mis bienes ¿ ¿Soy avaricioso, egoísta y solo busco lo mejor para mí?
� ¿Soy responsable en mi profesión, honrado en mi trabajo y en los negocios?
� ¿He perjudicado a otros? ¿Les he engañado? � Como hijo: ¿Soy obediente y respetuoso con mis padres? ¿Me llevo bien
con mis hermanos? � Como padre o madre: ¿Me preocupo de la educación y de la formación
cristiana de mis hijos? � Como marido o esposa: ¿Soy fiel a mi pareja y la quiero? ¿Acepto los hijos
como un don de Dios? 3. El Señor Jesús nos dice: “Sed perfectos como vuestro Padre del cielo” (Mt 5,48)
� ¿Procuro vivir en la presencia de Dios o vivo como si él no existiera? � ¿Acudo al sacramento de la Reconciliación?
¿Comulgo frecuentemente con las debidas condiciones? � ¿Abuso de la comida o de las bebidas alcohólicas? � ¿Escandalizo con mis conversaciones, actitudes, comportamientos, etc...? � ¿Pongo en peligro la p0ropia vida o la vida de los demás?
LITURGIA DEL SACRAMENTO PETICIÓN COMUNITARIA DE PERDÓN Presidente: Conscientes de nuestra realidad, acudimos a Dios, rico en misericordia - Canto de una antífona penitencial -
� Perdón, Señor, por nuestros egoísmos, nuestra insolidaridad, por la dureza de nuestros corazones. � Perdón, Señor, por nuestras intolerancias. � Perdón, Señor, por nuestras comodidades riquezas y apegos. - Canto de una antífona penitencial -
� Perdón, Señor, por nuestros orgullos y por menospreciar a los demás. � Perdón, Señor, por nuestros individualismos. � Perdón, Señor, por no descubrirte en el pobre. - Canto de una antífona penitencial -
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PADRE NUESTRO
Haznos, Señor Jesús, como tú: pobres, humildes, serviciales, solidarios, generosos y compasivos. Con la oración que Tú mismo nos enseñaste nos dirigimos a tu Padre y nuestro Padre: Padre nuestro...
CONFESIÓN PERSONAL Y ABSOLUCIÓN INDIVIDUAL
ACCIÓN DE GRACIAS Y DESPEDIDA Puede cantarse un canto de acción de gracias o bien R / Te damos gracias, Señor.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Dad gracias al dios de los dioses: porque es eterna su misericordia. R/ Dad gracias al Señor de los señores porque es eterna su misericordia Solo Él hizo grandes maravillas: porque es eterna su misericordia. R/ Él hizo sabiamente los cielos: porque es eterna su misericordia. Él afianzó sobre las aguas la tierra: porque es eterna su misericordia. R/ Él hizo lumbreras gigantes: porque es eterna su misericordia. El sol que gobierna el día: porque es eterna su misericordia. R/ La luna que gobierna la noche: porque es eterna su misericordia Él dividió en dos partes el mar Rojo: porque es eterna su misericordia. R/
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Y condujo por medio a Israel: porque es eterna su misericordia. Guió por el desierto a su pueblo: porque es eterna su misericordia . R/ Él da alimento a todo viviente: porque es eterna su misericordia. Dad gracias al Dios del cielo: porque es eterna su misericordia. R/
ORACIÓN PRESIDENCIAL DE ACCIÓN DE GRACIAS
Oremos al Dios que nos ha perdonado:
Dios, Padre bueno, te damos gracias por el perdón recibido. Aquí nos tienes, dispuestos a hacer eficaz la luz recibida, abiertos a tus llamadas. Queremos proclamar que Tú vives, y que tu misericordia es eterna. Bendito seas por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN
El Señor esté con vosotros. Dios Padre os bendiga y os ayude a ser testigos del perdón celebrado. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo descienda sobre vosotros. CANTO FINAL Victoria, tú reinarás El Señor os ha perdonado. Podéis ir en paz.