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Título
original en inglés: Work
consumerism
and
the
new poor
Publicado por Open
University
Press. Buckingham
©
Zygm
u
nt
Bauman,
1998
Esta
edición
se publica por acuerdo con
Open
UniversiLy
Press
Buck.ingham
Traducción Victoria de los
Angeles Boschir
oli
Reui.sión esliUstica: Fernando
Córdova
Diseño de
cubierta
.Juan Santana
Primera edición, enero 2000, Ba
rcelona
Derechos reservados para
todas
las ediciones en castellano
t o r i l
Gedisa, 1999
Muntaner, 460 enUo. 1•
Tel. 93 201 60 00
08006
Barcelona, España
correo electrónico: gedisa@gedisa.com
http ://www.aedisa.com
ISBN: 84-7432-750-4
Depósito legal : B. ll.13-2000
Impreso
por Carvigraf
C lot 31 -
Ripollet Barce
l
ona)
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In
dice
AGRA
DECIMIENTOS . . . . . • • . . . . . . . .
..
.
..
. . . . . .
. .
. .
..
.
..
.
.. . .
.
.. ..
. . . . .
..
. . . .
..
. .
. .
.
9
I NTRODUCCIÓN
..
. .
..
. .
. .
. .. .
. .
. . . . . . .
. .
.
. .
. . . .
.. ..
. . . . . . . . . .
. . . . ..
. . . .
. .
. . . . .
..
.. .
Pr imera Par te
l
Significado
del t rabajo
:
presentación
de la
ética del t rabajo
.............................................. ........... .
17
Có
m o
se
l
ogró
qu
e la
ge
nte
trabajara
.. ...... ................. . .
20
1'rabaje o
mu
er a .............. .. .......... .... ................. ........ .. .
:w
Producir a los productores ............................................ .
33
De rnej
o1·
a m ás ...... ............. ......... ..... .... ................... .
37
2.
De la ét ica
d e l
t rabajo
a la
estét ica del consumo
43
Cómo
se genera un consumidor
.. ..... ...... ...... ................. .
48
El
trabajo
juzgado
d
esde
la
estética
.. .......................... ..
53
La
vocació
n
como privilegio
....... ................ ........ .. .........
57
Ser pobre en
une
soc
iedad de
consumo .......................
..
62
Segunda Par te
3.
Ascenso y caída del
Estado
benefactor
................. 73
Entre la inclusión y la exclus
ión
................................... 76
E l
Estado benefactor
, s
in
t r
abajo
...... ................... ......... 81
¿La
mayoría
satis
fec
ha?
.. .. ............. .....................
..
.........
87
El
éxito qu
e
provocó
el fin..............................................
93
VERSrDA
D
NACION.AJ,
DE TRES DE
FEBRERO
L : :
_ r ; · l ~ { ; / ~ c -
r ~ : r L A l
5
} O .,
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7
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•
4
La ética del trabajo y los
nuevos
pobres 99
l descubrimiento de
la
clase marginada
. .................
103
La
maq; rinación
de
la
ética del
trabajo
....... ...... ... .......
106
Ser pobre es
un
delito ... ....... .......... ........ ...... .......... 113
Expulsión del universo de
las
obligaciones
morales
.... 120
Tercera
parte
5
Perspectivas
para
los
nuevos
pobres
129
Los pobres, ya sin función .... ...... ........ ... ... . .. .... ... . ..... ...
133
Sin
función
ni deber moral
..... ..... ...... ............. ...............
140
¿Una
ética para el trabajo
o una
ética para la
vida?.... 145
l NDI
CE
TEl\lÁTICO
. . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . ..
. . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
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•
gradecimientos
En
primer
lugar deseo agradecer a Venessa Baird que
me
estimuló
a
estudiar detenidamente las marchas
y
contramar-
chas de
la
ética
del
trabajo. Después a Peter Beilharz
quien
me
hizo volver a los temas que años atrás intenté desentra-
ñar
en
mi
libro
Memori
es
of lass
[Recuerdos de
las
clases
so
ciales] y
que
había
desatendido desde
entonces.
También
a
Claus Offe que aceptó compartir
conmigo
su v
isió
n percep-
ción y conocimiento
del
tema que tanto me apas iona . Por
últi-
mo po r último en o1·den
aunque
no en impor
ta
ncia- quiero
señalar
mi
reconocimiento
a
Tim
Ma
y
sin cuya
paciencia de
cisión y comp1·ensión
del
propósito
del tr
a bajo todos mis es-
fuerzos habrían
sido vanos.
9
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ntroducción
Siempre habrá pobres entre nosotros: ya lo
di
ce
la
sa
biduría
popular. Pero esa sabiduría no está
tan
segura
ni
es tan
cat.c-
górica sobre la difícil cuestión de cómo se hace pobres a
lo¡ ¡
pobres y
cómo se
llega a verlos como tales. Tampoco , hasta qué
punto
el modo
como
se
los
hace
y
se
los
ve
de pende de la mane
ra en que no
sotro
s (la gente común ,
ni
ricos
ni
pobres) vivimos
nuestra vida y elogiamos o despreciamos la
forma
en
que otros
lo hacen.
Es
una
omisión lamentable; y
no
sólo
porque los
pobres
ne
-
cesitan y
merecen
toda la atención que podamos
brindarles,
sino
también porque solemos transferir nuestros temores y
ansiedades ocultos a la idea que tenemos de los pobres. Un aná
lisis detenido
del modo
como
lo
hacemos puede
revelarnos
al
gunos aspectos
importante
s de nosotros mismos. Este libro in-
tenta
responder
esos
"cómo" y contar,
también, la parte de
la
historia de la pobreza a menudo pasada por
alto,
minimizada o
deliberadamente ocultada.
Y
al intentar esas respuestas,
rea-
¡ iz
ará
también, quizás, algún aporte a nuestro autoconocimjento.
Siempre
habrá pobres
entre
nosotros; pero ser
pobre quiere
decir
cosas bien distintas según entre
quiéne
s de nosotros esos
pobres
se encuentren.
No es
lo
mismo ser
pobre en
una socie-
dad que empuja a cada
adulto
al trabajo productivo, que serlo en
una
sociedad
que _:_gracias a
la enorme riqueza acumulada
en siglos
de
t r b jo pu
ede
producir lo necesario sin la parti
cipación de
una
amplia y creciente porción
de
sus miembros.
Una cosa es
ser pobre
en una comunidad
de
productores con
trabajo para
todos; otra,
totalmente diferente, es serlo
en
una
socie
d
ad
de
co
nsumidore
s
cuyos
proyectos
de
vida
se
constru
yen sobre las opciones
de
consumo y no sobre el
trabajo,
la
capacidad
profesional
o
el
empleo
disponible.
Si
en
otra
época
ser
pobre
sig
nificaba estar sin trabajo, hoy
alude
fundamen-.
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talmente
a
la
condición de un
consumidor
expulsado
deLm
e r
cado. La diferencia modifica radicalmente
la situación,
tanto
en
lo que
se refiere
a
la experiencia de vivir en la pobreza como
a
las
oportunidades
y
perspectivas
de
esc
ap
ar de
ella.
Este libro se p1·opone examinar
el
desarrollo del
cambio
pro
ducido
a lo largo
de la historia modern
a y pasar r
evista
a s
us
consecuencias.
Y al
mismo tiempo
, considerar
hasta
qué punto
son adecuados o no
(como
puede llegar a suceder) los recorda
dos
y
probados
medios de contener
la pobre
za
creci
ente y
miti
g
ar sus
sufrimientos.
Sólo así será
po
si
ble comprenderla y
enfrent
a
rla en su
forma actual.
El primer
capítulo
recu
erd
a los o
rígenes
de la é
tica del
tra
bajo,
de
la
cual se esperaba
desde
el
comienzo
de
los
tiempos
modernos - que a
trajera
a
los pobres hacia
las fábricas,
erradicara la pobreza y
garantizara la
paz social.
En la prácti
ca, sirvió para ent1·enar y disciplinar a la gente, inculcándole
la
obediencia necesaria para
que el
nuevo régimen
fabril fun
cionara correctamente
En
el segundo capítulo se relata el pasaje, gradual pero im
placable, de
sde
la primera hasta la
actual etapa
de la sociedad
modern
a: de una sociedad de productores a otra de consu
midores ;
de
una
socie
dad orientada por la
ética
del trabajo
a
otra
gobernada-por la estética
del
consumo. En
el
nuevo mun
do de los consumidores,
la
producción masiva no requiere ya
man
o
de
obra
masiva.
Por
eso lo
s
pobres, que
alguna
vez cum
plieron
el
pa pel de
ejército
de rese
rva de
mano de ob
ra , pa
san
a
ser ahor
a cons
umidor
es
expulsados
del
merc-ado . E sto
los
despoj
a
de
cualquier
función útil (r
ea l o
potencial)
con
pro
funda
s
consecuencias
para su ubicación en la
sociedad
y- s
us
posibilidade
s
de
me
jorar
en
ella
.
El tercer
capítulo
analiza el
e
scenso y
la caída
del
Estado
benefactor. Muestra la íntima
con
exión entre las transforma
ciones descriptas en el
capítulo
anterior
, el
surgimiento repen
tino de un
consenso público
que
favorece la
responsabilidad
colectiva
por
el infortunio
individual
y la igualmente abrupta
aparición de la actual opinión
opuesta
El
cu
ar
to capítulo
se ocupa
de
las
consecuencias: una nueva
fonna
de
producir
socialmente
y definir culturalmente a los
pobres.
El
concepto
tan
de
moda
de
clase
marginada
es ana
lizado en detalle. La conclusión es que funciona como instru
mento
de
formas
y causas
muy variadas,
alimentadas
desde
12
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el poder ,
que
contribuyen
a aquella
marginación
y
crean
la
imagen
de t ¿ ~ categoría inferior: gent
e
plagada de
defec
tos
que con
stituye un verdad
e
ro pr
o
blem
a socia l
.
Por
último,
se es
tudia
el
futuro
posible
de los
pobres
y
la
pobreza, así
como la
eventualidad
de darl
e a
la
ética d
el traba-
jo un
nuevo sign ificado más a corde con
la
situ
ació
n
act
ual
de
las
socieda
des desarroll
ada
s.
¿Es
f
act
ible combatir la pobreza
y veQce
rla
con
ayuda
de métodos
ortodoxos,
h
echos
a la medi-
da
de una soc
iedad que ya
no existe?
¿O deberemos buscar nue-
vas
so
luci
ones,
como separar el
derecho
a la vida de
la
venta
de
mano
de
obra y extender
el
concepto de tra bajo
más allá
del acep-
tado por el merca
do
laboral? ¿Y con
qué urge
ncia
es
n eces
ario
enfrentar
es
to
s
probl
e
mas
sociale
s
par
a enco
ntrarl
es
r
es
pues-
tas
prác ticas?
13
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El
significado del
trabajo
presentación
de
la
ética
del
trabajo
¿Qué es la ética del trabajo? En pocas palabr
as,
es una nor
ma
de
vida
con dos
pr
emisas explícitas y
do
s presunciones tá
citas.
La
primer
a premisa dice que, si se quieré conseguir lo nece-
sario
para
vivir
y
ser
feliz,
hay
que
hacer
algo
que
l
os
dem
ás
consideren
valioso
y
digno de
un pago. Nada es gra ti
s :
se trata
siempre
de
un qui
pro
quo de
un
doy
algo
para que
me
des ;
es
preciso
dar primero para
recibír
de<;pués.
La segunda premisa afirma que está
mal,
que es necio y mo-
ra lmente
dañino,
conformarse con lo ya conseguido y quedarse
con menos en lugar de
buscar
más;
que
es absurdo e irracional
dejar de esfo
rzars
e despu
és
de
haber alcanzado
la sat
isf
acción;
que
no
es decoroso de
scan sar, salvo
para reunir
fu
erzas y
se
guir trab
aja
ndo.
Dicho
de
otro modo
:
trab
a
jar
es
un
va
lor
en
sí
mismo, una actividad
noble
y jerarquizadora.
Y la norma continúa:
hay
que seguir trabajando aunque no
se vea qué cosa que
no
se tenga podrá aportarnos el trabajo, y
aunque
eso no lo necesitemos para nada. Tr
abajar
es bueno; no
h
ace
rlo
es
malo.
La
prim
e
ra presunción tácita s i n
la
cual
ni el
mandato
mismo
, ni ninguna de
la
s
premisas señala
das
resultarían tan
obvios- es qu
e
la
mayoría de
la gente tiene una capacidad
de
tr
ab
ajo
que
ve
nd
er y
pu
e
de
ga
narse
la
vida
ofreciéndola
para
obtener a
cambio
lo que me
rece
; t o ~ t l o que
la
gente posee es
17
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una
recompensa
por
:;u
tt·abajo
anterior
por
estar dispuesta
a seguir trabajando. El trabajo es el
estado
normal de
los
seres
humanos; no
trabajar
es anormal.
La
mayor
parte
de la gente
cumple con
sus
obligaciones y sería injusto pedirle que
com-
partiera
sus beneficios
o ganancias con los
demás,
que
tam-
bién
pueden
hacerlo pero ,
por una
u
otra
razón, no lo hacen.
La otra presunción
sostiene que
sólo el trabajo cuyo valor es
reconocido
por los
demás (trabajo por el que hay que pagar
salarios o jornales, que puede
venderse
y
está
en t:ondiciones
de
ser
comprado) tiene
el
valor moral consagrado por la ética
del
trabajo.
Este, aunque breve,
es un
resumen
adecuado de
la
fonna
que
la
ética
del trabajo adoptó
en
nuestra
sociedad,
la
so-
ciedad
moderna . ·
Cuando
se
habla
de
ética, es casi seguro que
a alguien
no
le
:;atisface la forma
de
comportarse
de otros, que preferiría en-
contrar en ellos otra conducta. Pocas veces esta observación
tuvo m ás sentido que en
el
caso de
la
ética del trabajo.
Desde
que
hizo irrupción en la
conciencia
europea
durante
las pt;meras
épocas
de la
industrialización y a
través de
los
numerosos
y
tortuosos
avatares
de
la
modernidad
y
la
moder-
n i z a c i ó n ~ , la ética del trabajo
sirvió a
políticos,
filósofos y
predicadores
para desterrar por las buenas
o por
las malas
o
como excusa para hacerlo) el difundido hábito que vieron como
prindpal obstáculo
para
el nuevo
y
espléndido
mundo
que in-
tentaban
construir:
la
generalizada tendencia a evitar, en lo
posible, las
aparentes
bendiciones ofrecidas por el trabajo
en
las fábricas y a
resistirse al
ritmo de vida fijado por
el
capataz,
el
reloj y
la
máquina.
Cuando
el
concepto
hizo
su
aparición
en
el
debate
público,
la
malsana
y
peligrosa costumbre que la ética del trabajo debía
combatir, destruir
y
erradicar
se
apoyaba en la
tendencia
muy -
hum n
a
considerar ya dadas las necesidades propias,
y a
limitarse
a satisfacerlas.
Nada
más.
Una
vez
cubiertas esas
necesidades básicas, los obreros tradicionalistas
no le
encon-
traban sentido
a seguir
trabajando
o a
ganar
más
dinero; des-
pués de todo, ¿para qué? Había otras cosas más interesantes
y
dignas de
hacer,
que no
se
podían comprar pero se escapaban,
se ignoraban
o
se perdían
si
uno
pasaba
el
día desvelándose
t ras el
dinero. Era posible
vivir
decentemente
con muy poco;
el
urrrbral de lo que se consideraba digno
estaba
ya fijado, y
no
18
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había
por qué atravesarlo;
una vez
alcanzado
d
límite, no
había
urgencia
alguná
por ascender. Al menos, así
pintaban
la situa
ción
los empresar;os
de
la
época, los
economistas que
se afana
ban
por
entender
los
problemas
de
esos
empresarios
y
los
predicadores
morales,
ansiosos por que las cosas mejoraran.
La memoria histórica
permanece
a salvo: la historia la es
criben los triunfadores. No sorprende, por eso, que
este
cuadro
de
situación pasara a
formar parte del
esquema del r e lato his
tórico y se convirtiera en la
crónica
ofie i.al de la
dura
batalla
librada por
los
pioneros
de
la
razón moderna contra
la
irracional, ignorante,
insensata
e
imperdonable resistencia al
progreso. Según esa
crónica, el
objetivo de la guerra era lograr
que
los
ciegos
vieran
la
luz,
obligar
a
los necios
a
emplear
su
inteligenci
a, y
enseñarles a todos a aspirar a
una
vida mejor, a
desear
cosas nuevas
y
superiores,
y a través
de ese
deseo-
mejorarse
a sí mismos.
En caso
necesario,
sin embargo, había
que
obligar
a l
os recalcitr-antes
a
actuar como
si
en
realidad
tuvieran
esos de
seos.
En la práctica, los
hechos sucedieron
exactamente al revés
de lo que sug
erían
los primeros empresarios en sus quejas con-
tra los lentos
y
perezosos brazos de los obreros; también al re
vés
de
lo
que economis
tas
sociólogos,
más
adelante,
consideraron verdad
histórica
comprobada. En
rigor,
la apari
ción del
régimen fabril puso fin
al
romance entre el
artesano
su
trabajo : lo
contrarío
de lo que
postulaba
la ética
del traba
jo .
La
cruzada moral que la
historia describió como una
bata
lla para introducir
la ética del
trabajo
(o
como
la
educación
para
poner en pr
áct
ica el
principio del buen r endimiento ) fue,
en realidad,
un
intento de
resucit r
actitudes características
del
periodo
preiñdustrial,
pero
en condiciones nuevas que las
despojaban
de sen tido . El propósito
de
la cruzada
moral
e
ra
recrear,
dentro
~
la
fábrica
bajo la disciplina impuesta por
los
patrones, el
compromiso pleno
con
el trabajo artesanal, la
dedicación incondicional
al mismo y
el cumpliml'ento,
en
el
mejor nivel
pos ible, de
las
tareas impuestas.
Las
mismas
acti
tudes que -cuando ejercía el control sobre su propio trabaj
o-
el artesano adoptaba espon
táneamente
.
19
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i
Cómo se
logró
que
la
g·ente tJ.·abajara
John
Stuart
Mill
se quejaba
de
buscar en vano
, entre l
as
clases
obrera
s
en
general
, el l
egítimo
o1·gullo
de
brindar
un
buen trabajo a cambio de
una buena
remuneración .
La
única
aspiración que encontraba era, en
la
mayoría de los casos, la
de
reeibir mucho y devolver
la
menor
cantidad
de
servicios
po
sibles .1 Stuart Mili se lamentaba,
en
realidad, por la eonver
s ión demasiado rápida de
los
antiguos artesanos (ya
obreros
) a
la
racionalidad del
mercado -desprovista
de emoción
y regida
por
la
relación costo-beneficio-, y por el
rápido abandono
de
los
últimos instintos premodernos que establecían un
profun
do compromiso del trabajado¡· con
su
trabajo.
En
ese
c
ontexto
y paradójicamente- la apelación a la
ética
del
trabajo
ocul
taba el
primitivo impulso
de p rt r a los
obreros
de la
racionalidad del mercado, que pa1·ecía ejercer un efecto nocivo
sobre la
dedicación
a s us tareas. Bajo la ética del trabajo se
p1·omovía una
ética de
la
disciplina:
ya
no
importaban el orgu
llo o
el hon
or, el sentido o la
finalidad
. El
obrero debía
trabajar
c
on todas sus fuerzas, día
tras
día
y ho1·a tras
hora, aunque
no
viera el motivo de
ese esfuerzo
o
fuera
incapaz de
vislumbrar
su
sent
id
o
último.
El problema
central
que enfrentaban los pioneros de
la
mo
dernización era la necesida d de obligar a la
gent
e -acostum
brada a darle sentido a
su
trabajo a través
de
sus propias metas,
mientras retenía el
con
t
rol de
las tareas necesarias para ha
cer l o a
vo
lc
ar
su habilidad y su esfuerzo
en
el
cump
limiento
de
tareas
que otros le imponian y controlaban, que
carecían
de
sentido para
ella. La
solución
al
problema
fue
la
puesta en
mar
cha de una instrucción mecánica dirigida a habituar a los obre
ros
a
obedecer
sin
pensar,
al
tiempo
que se
los
privaba
del
orgullo del trabajo bien hecho y se los ob ligaba a cumplir ta
reas cu.yo sentido se les escapaba.
Como
comenta
Werner
Sombar t, e l
nuevo
régimen
fabril
necesitaba
sólo
partes de
se
res humanos: pequeños engranajes sin alma integrados.a. un
m'ecanismo
más
comp.lejo.
Se estaba librando una batalla
con
tra
las
demás
partes humanas , ya inútiles: intereses
y
ambi
ciones
carentes
de importancia para el esfuerzo productivo, que
interferían innecesariamente
con las que
participaban
de la pro
ducción. La imposición de la
ética
del trabajo implicaba la
renuncia a la libertad.
20
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 15/149
El verdadero sentido que
las
prédica::; morales pre:5entadas
como
ética
del trabajo tenían
para
las vícti
mas
de aquella
cruzada fue vívidamente retratado en la
descripció
n
efectuada
por
un
pequeño
indu
st
rial
anónimo,
formulada
en
1806:
Hallé
que Jos h
om
bres
sentían un gran
dis¡,rusto
haci
a
cualquier
r·egularidad
de
hora1ios
o
de hábitos ..
E
staban
s
umamente des
contentos
porque no podían
salir
y entrar como querían, ni
tener
el
descanso qu
e deseaban,
ni
continuar
del
modo
como
lo
habían
hecho en el
pasado; después
de
las
horas
de
trabajo,
además,
enm
blanco
de obser·vaciones malintencionadas por
parte
de
otros
~ -
ro
s.
Hasta tal
punto llegaron a manifestar
su
desacuerdo
con la
totalidad
del
s is tema, que
me
v obligado a d i s o l v e r l o ~
En la práctica, la cru
zada
por la
ética
del
trabajo
era la bata
lla
por
imponer el control y la subordinación.
Se
trataba de
una lucha por el
poder en
todo,
sa
lvo
en
el nombre; una batalla
para obligar a los t rabajadores a aceptar, en homenaje a la
ética y
la nobleza
del
trabajo, una
vida que ni era noble ni se
ajustaba a
sus
propios principios de moral.
La cruzada tenía por objeto,
también,
separar lo
que
la gen
te hacía de
lo
que
consideraba
di
g
no
de
ser
hecho,
de
lo
que
tenía sentido hacer; separar el trabtrjo mismo de
cualquier
ob
jetivo tangible
y
comprensible. Si
se la hubiera llegado a incor
porar
totalmente a la lógica de la
vida,
la ética del trabajo
habría
reemplazado a las demás actividades humanas (como reflexio
nar,
evaluar,
elegir y
proponerse fines), limit
ándose a
cumplir
con las fot·
malidades .
Pem no estaba
en cada uno dictaminar
a
qué
ritmo esas formalidades se cumplirían.
Con
razón, los
crítico
s
de la promisOt;a
e incipiente mode1·nidad
e n
nombre
de
lo
que
co
nsid
e
raban
autént
ic
os
valores
humanos-
mani
festaban su apoyo al derecho a la holgazanería .
De haber
se impuesto
, la ética
del
tr·abajo habría
se
parado
ta-mbién e l esfuerzo productivo de las neces idades
humanas
.
Por
primera
vez en la historia , se
habría
dado prioridad a lo
que se
puede
hacer por encima de lo
que
es necesario hacer .
La
satisfacción
de las nece
si
dades habría
dejado
de regir la
lógica de l esfuerzo
productivo
y lo que
es
más importante, s
us
límites;
habría
hecho
posible
la moderna
parndoja
del
c
reci
miento por
el crecimiento mismo .
21
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 16/149
Un n ~ ~ u l t a d o de la
introducción
de
maquinaria::;
y
de la
organiza
cion del
tr
a
bajo en gran escala es
el
sometimiento
de s
obreros
a
una mortal
rutina mecánica y
administrativa. En
algunos de
los
sistemas
de
producción
anteriores,
se
les
concedía a los
trabajado
res la oportunidad de expresar su personalidad
en
el trabajo; a
veces, incluso, quedaba lugar para a n i f e ~ t a c i o n e s artísticas, y el
artesano
obtenía
placer de su trabajo . . El au
tor
anónimo
de An
Authentic
o
unt o the Riots o Birmingham (
1799
) [Un relato
auténtico de los
motines
de
Birmingham) explica
la particip
ac
ión
de los obreros en los
disturbios
diciendo que
la natur
a
leza
de su
trabajo era tal,
que sólo "se les ensena a actuar, no a pensar".·
3
Según
el
con
movedor
resumen de
.J.
L.
y
Barbara
Hammonds,
... los
únic
os valores
que
las
clases altas
le permitían a
la
clase
trabajadora
eran
s mismos que los propietat;os de esclavos apre
ciaban en
un esclavo.
El
trabajador debía
ser
diligente y
a t ~ n t o
no
pen
sa
r
en
f
orma
autónoma,
deberle adhe
sión
y lealtad só
lo a
su
patrón
, reconocer
que
el lugar
que
le
corre
s
pondía
en la economía
del Estado era
el
mismo qu
e el
de
un esclavo en
la
economía
de
la
plantación
azucarera. Es que las
virtud
es que admiramos
en
un
hombr
e son defectos
en
un
escla
vo.'
Por
cie
rto
que, en
el
coro de los
llamado
s a
someterse ---dó
cilment
e y
sin pens r lo al ritmo impersonal, inhumano
y me
cánico del
trabajo
de
la
fábrica,
había
una
curiosa mezcla entre
la
mentalidad preindustrial
y antimoderna
de
la
economía
esclavista y
la nueva
y audaz visión
del mundo
maravilloso,
milagrosamente abundante, que u n
vez
rotas
las
cadenas
de la t radic ión- surgiría
como resultado
de
la
invención hu
mana
, y
ante
todo
del
dominio
humano
sobre-ia
n
t
uraleza.
Como
observa
Wolf
Lepenies, de
s
de fine
s del
si
g
lo XVll el le
n
guaje
utilizado para referirse a
la
naturaleza
(es
decir, a todo
lo creado
por intervención
divina, lo dado'', ño procesado ni
tocado por la razón
y
la capacidad
humanas )
estaba saturado
de
conceptos y
metáf
oras mi
l i tares. >
Franci
s Bacon
no
dejó
nada
librado a la imaginación: la nat uraleza
debía
ser conquistada
y obligada a trabajar duro para
servir,
mejor
que
c
uando
se la
d e
jaba en libertad
, los
intereses
y
el bi
e
nes
ta r
hum
a nos. Des-
cartes
comparó el progreso
de
la
razón
con una serie de bata
llas victoriosas
libradas con tra la
naturaleza; Diderot
convocó
a teóricos y prácticos a
unirse
en
nombre
de la
conquista
y
el
22
f
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 17/149
sometimiento
de la
natu¡
·a
leza. Karl
Ma
rx defini
ó
el progreso
..
hist
órico como
la inefrenable
marcha hacia
el
dom
ini
o total
de
la
na
tural
ez
a
por
el
hombre
. A
pesar
de
sus
dif
eren
cias
en
otr
os
temas, lo
s
pensadores menciona
d os no
difier
en
en es to
de
Cl
a
ud
e
Saint-Simon
o
Augu
ste
Comte
.
Un
a vez
explicitado
el fin
último
, el
úni
co
valor
que se l
es
reconocía
a los
emprendimi
e
ntos p1·ác
ticos era el de
acortar
la
distancia
que
todavia separaba
a la
gent
e
del triunfo
final
so
bre
la
naturaleza.
La val
idez
de
otro
s crit
erios podía ser discu
tida co n éxito
y
poco a poco, anulada.
Entre
los criterios de
e
valuación
g
radualm
en
te
descartados, la
piedad,
la
co
mpa
s
ión
y
la
as
istencia
est
uvieron en
primer
plano.
La piedad
por l
as
víctimas
de
bilitaba la
r
es
olución,
la compasión hacía
más len
to el
ritmo
de los cambios, todo
cuanto
detenía o d
emoraba
la
marcha hacia
el pro¡;r¡·eso
dej
a ba
el
e
se
r
moral. Por
otr
o l
ado,
lo
que
co
ntribuyera
a
la
victoria fina l
sobr
e
la naturaleza era
bueno
y r es
ul
taba,
en última
i
nst
a
ncia
'' , ético,
porque
se rvía,
en el
lar
go plazo , a l
progr
eso de la humanidad. La defensa
que
e l
artesano
hacía de
sus
t
radiciona
les
derecho
s,
la res is
tencia opuesta por
los
pobres
de
la e
r·a
preindustrial
al
r
égi
men
efectivo
y eftciente del trabajo mecani
za
do, e ran
un
obstáculo
más
e
ntr
e los
muchos
que
la
n a
tural
eza,
en
su de
s
co
nci
e
rto
,
oponía
e n el
camino del progreso
p
at·a
demo
rar su
inmin
e
nte
de
rrota.
E
sa ¡·e
s i
stencia debía ser vencida
con
ta
n
poco r
emordimi
ento como había n s ido
ya
quebradas, d
esenma
s-
caradas
y a
nuladas otras estratagemas de la naturalez
a .
La
s
figuras
re
ctora
s del
magn
ífico
mund
o que hab
ría
de co
ns
truirse
sobre la
base del
ing
e
nio
y
la
h abil idad de los
hombres
(a
nte
todo,
de
l
os diserradores
de
máquinas
y
de
los
pioneros
en
su
utili
zación) no duda
ban de
que los a uté
ntic
os
porta
d
ores
del progreso era
n l
as mentes crea
d
oras
de los
inv
en tor es
.
ames
Watt
sostuvo en
1785 que los dem
ás hombres, cuyo
esfuerzo
físico
&a necesario
p
ara
dar
cuerpo
a
la
s
ideas
de los
invento
res ,
debí
a n se r con s iderados
sólo
como
fuerzas mecánicas en
accción
...
a pen
as deben utili
zar el r
azo
n
amien
to .
6
1'vlientras
ta nto, Richa rd Arkwright se quejaba de que
... era difícil e
ducar
a los se
res hum
anos
para
que re
nun
cia
ran
a
sus desordenados e inefici
entes
hábitos de
tr
abajo,
para
identifi
car
se con la invar
ia
ble regularidad de l
as máquinas
automáticas .
Esas máquinas
sólo podían funcionar correctamente si
era
n
vigí.-
23
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 18/149
ladas
en
fonua
constante;
y
la
i.dt:a
de
pasa1·
d1
ez o
más hora:;
por
día encerrados en una fábrica, mirando una máquina, no les hacía
gracia alguna a esos hombres
y
mujeres
llegados
del campo.
La resistencia a
sumarse
al esfuerzo combinado de
la
huma-
nidad
era, en
sí
misma
, la tan mencionada
prueba que
demos-
traba la
relajación moral de
los pobres y,
al
mismo tiempo, la
virtud inherente a la disciplína implacable, estricta y rígida
de
la
fábrica.
~ ~
z ~ ~
de _lograr que
los
pobres y ~ y o l u ~ t ~ r i a -
mente
ociosos se pusieran a
trabajar
no era sólo económica;
eratamb1én-rnor
ár
La·s-oi)iiliones il{.is.úadas .dé" " mo-mento,
aunque
.ditG·ie.
r ñeñ otros aspectos, no
discutían
este punto.
La
Blacluvood s
i vlagazine
escribió que la
influencia
del
pa-
trón
sobre los hombres es, de por
sí,
un paso adelante hacia el
progreso moral'',
7
mientras
que
la Edinbu.rgh Review comenta-
ba ácidamente sobre la
cruzada cultural que
se estaba llevan-
do a cabo:
Los nuevos programas
de benefic
encia no están
concebidos
en el
espíritu
[d e la caridad]... Se
ce
l
ebra
su advenimiento como el co
mienzo
de un
nuevo
dl' den
moral... en
el
cual
los
poseedores
de
propiedades
retomarán su lugar
como
paternales gu ardianes
de
los
meno
s afortunados . . para acabar, no con la pobreza (esto n
siquiera parece
deseable
), sino con las formas más abyectas
del
vicio,
la
indigencia y
la miseria
física. -
P. Gaskell, el escritor y activista
social que
pasó a la historia
como uno de los amigos más filantrópicos, afectuosos y compa-
sivos de los pobres,
pensaba
que,
a pesar de todo, los objetos de
su
compasión
apenas
se
diferenciaban,
en
sus
cualidades
esen-
ciales, de
un
niño salvaje sin educación ,
9
y que precisaban de
otras
personas
más
maduras
que vigilaran
sus movimientos y
asumieran
la responsabilídad
de sus
actos.
Quienes
contribuían
a la opinión ilustrada
de
la
época
coincidían
en que los trabaja-
dores
manuales
no estaban en condiciones de regir su propia
vida. Como los niños
caprichosos
o
inocentes,
no podían con
trolarse ni distinguir
entre
lo bueno y lo
malo,
entre
las cosas
que los beneficiaban y las que les hacían daño.
Menos
aún
eran
capaces
de
prever
qu
é
cosas,
a
la larga,
resultarían
en ·su pro-
pio provecho . Sólo eran
materia prima humana en
condicio
nes
de ser
procesada
para recibir la
forma correcta; muy
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 19/149
probablemente, y al menos
por
largo tiempo, serían
víctima:;
del
cambio social: los objetos, no los sujetos, ele la transfor-ma
ción ¡·acional de la sociedad que estaba naciendo. La ética del
tEaba,.jp
era
uno
d
~ _
~ j e _ ~
~ ~
~ ~ - . ? . 1 J ? . l í _ s _ i m _ 9 . _ 2 r o g ¡ ~ a ~ a
mo :ary
educativo,
y
las
tareas asig_ ladas, tanto a
los hombres
de pen
sa:m1eñto como a los de accíóri ;
..
o r ~ a b a n -e l-nÓcie'o
de
lo que .
más
-tarde
s e i l a ñ 6 : e n f t · ~ l o s
p á n e g { r i s t a s d e .los nuevos
carn:
b i o s , ~ . 5 m c
~ ~
.éivilizador". _
Como los
demás
conjuntos
de
preceptos para una
conducta
recta, decente y meritoria, la
ética del
trabajo
era
al mismo
tiempo
una visión constructiva y la
fórmula
para
lograr
un tra
bajo demoledor.
Negaba legitimidad
a
las
costumbres,
prefe
rencias o deseos
de
los
destinatarios
de
semejante cruzada.
Fija ba las pautas para una conducta
correcta
pero, ante todo,
echaba
un
manto
de sospecha sobre
todo
lo que pudie ra haber
hecho,
antes
de
su
sometimiento a las ntrevas reglas, la gente
destinada
a esa transformación. No confiaba
en
las
inclinacio
nes
de esas personas. Libres
para
actuar como
quisieran
y aba
n
donadas a sus
caprichos
y
preferencias, morirían
de hambre
antes
que realizar
un
esfuerzo,
se revolcarían
en la
inmundi
cia
antes
que
trabajar
por
su
autosuperación,
antepondrían
una diversión
momentánea
y
efímera
a una felicidad
segura
pero todavía lejana. En
general,
preferirían no
hacer
nada
an
tes que
trabajar.
Esos impulsos, incontrolados y viciosos, eran
parte
de la tradició
n
que la incipiente industria debía en
frentar, combatir y - finalmente'7 exterminar. Tal como
iba
a
señalarlo ax Weber (en
el acertado
resumen de Michael
Rose
),
la
ética
del trabajo, al
considerar
la tarea ya
realizada,
equi
valía
a
un
ataque contra
el tradicionalismo
de
los
trabajado
res
comunes ,
quienes habían actuado guiados por una
visión
rígida
de
sus necesidades
materiales,
que los llevaba a preferir
el ocio y dejar
pasar
las oportunidades
de
aumentar sus ingre
sos trabajando más o durante
más
tiempo . El tradicionalismo
era menospreciado .
O
Por
cierto qu
e,
para
los pioneros
del nuevo
y
atrevido mundo
de la
modernidad,
tradición era m a la
palabra
.
Simbolizaba
las tendencias moralmente
vergonzosas
y conden-ables contra las
que se alzaba
la
ética
del trabajo:
las
inclinaciones
de
los
indi
viduos rutinarios que se conformaban con lo que tenían ayer,
se
negaban
a
obtener
más e ignoraban lo mejor
si,
para
lo
grarlo, debían hacer un esfuerzo adicionaL (De hecho, se
nega-
25
• 1
f
j
¡
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 20/149
ban a enlr·egarse a un reguuen extraiw, violento,
cruel,
des
álentador e
incomp1·ensible.
) En la guerra contra el '' tradi
cionali
s
mo
de
los
pobres
aiiter·iores
a
la
época
industrial,
los
enemigos decla1·ados
de la
ética
del trabajo
e1·an,
ost
e nsible
mente,
la modestia
de las necesidades
de
esos
hombre
s y
la
mediocridad de sus
de
seos. Se libraron verdaderas batallas l a s
más feroces
y
despiadadas
-
contra la resistencia de esa mano
de
o
bra
potencial a
sufrir
los dolores y
la falta de dignidad de
un
régimen de
trabaJo
qlie
no
deseaba ni
e
ntendía
y que,
por
su propia
voluntad, jamás
habría elegido.
Trabaje muera
Se
pensaba
que la ética del trabajo mataría dot> pájaros de
un tiro. R
es
olvería
la demanda
laboral
de la
industria nacien
te y se
de
sp-rende1-la
de una
de las
i1-ritantes
molestias con que
iba a topa rse la socie
dad postradicional:
atender
las
neces
ida
des
de
quienes, por una razón
u
otra, no
se adaptaban a los
cambi.os y resultaban
incapaces de
ganarse
la vida en
las nue
vas
condiciones.
Porque
no todos
podían
ser
empujados
a
la
rutina del trabajo en
la
fábrica; había inválidos, débiles, enfer
mos
y
ancianos que en
modo
alguno resistirían las severas exi
gencias de un empleo industrial. Brian Inglis describió
así
el
estado
de
á
nim
o
de la época:
F ~ t e ganando posiciones la
idea
de que se podía prescindir de los
indigentes, fueran o no
culpables
de su
situación. De
haber
existi
do
algún
modo
sencillo
de sacárselos de encima s in que ello impli·
-cara rie
sgo
alguno para
la
sociedad, es indudable que Ricardo
Malthus lo
habrían
recomendado, es igualmente segur·o que los
gobiernos
habrían
favorecido
la idea,
con
tal
de
que
no implicara
-un aumento
en los impuestos.
11
Pero no se encontró
modo
se
ncillo
de sacárselos de encima ,
y
a
falta de
ello, debió
buscarse una solución menos perfecta
1
El
precepto
de
trabajar (en
cualquier trabajo, bajo cualquier
condición ), única- forma
decente
y
moralm
ente
aceptable de
ganar
se el derecho a
la
vida, contribuyó
en
gran parte a encon
trar la
solución.
Nadie
explicó esta
estrategia alternativa
en
términos
más
dir
ectos y
categóricos que Thomas
Carlyle,
en su
ensayo sobre el
cartismo publicado en 1837:
26
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 21/149
Si
se
les hace
la
v1da imposible,
necesariamente se reducini el
número
de mendigos.
Es un
secreto que todos los
cazadores de
ratas conocen: tapad
las
re
ndijas
de los graneros, hacedlos
sufrir
con maullidos
co
ntinuos, alarmas y trampas, y vuestros jornale
ros desaparecerán del
establecim
iento. Un método aun
más
rápi-
do
es
el del arsénica; incluso podlia resul tar
más
suave, si estuvie
ra pe1·mitido.
Gertrude
H
immelfarb, en
su
monum
ental
estud
io sobre
la
idea de la pobreza, revela lo que
esa
perspectiva oculta:
Los mendigos, como las ratas, podían efectivamente
ser
elimína-
do.s
con ese 1nétodo; al menos, uno podia apartarlos de
su
vista
.
Sólo hacía falta decidirse a tratarlos como
ratas,
partiendo del
supuesto de que
los pobres y
desdichados esüin aq
u í sólo como
una molestia
a
la
que
hay que limpiar hasta
ponerle fin .
2
El aporte
de
la
ética
d
el
trabajo a los esfuerzos por
reducir el
número
de
mendigos
fue sin duda
invalorable.
Después de
todo,
la ética
afirmaba la superioridad m
ora
l de cualquier
tipo
de
vida
(no
importaba lo
miserable
que fuera), con tal de que se susten-
tara en el salario
del
p1 0-
pio
trabajo.
Armados
cori
esta regla
éti
ca, los
reformistas
bien intencionados podían apl ic r
el
principio
de menor
derecho
a cua
lqui
er asistencia
no
ganada e d i n t ~
el
trabajo
que
la sociedad ofreciera a sus pobres, y considerar
tal principio como un
paso de profunda
fuerza moral hacia una
sociedad más hum
anitaria. Menor derecho
significaba que las
condiciones
ofrec
idas a la gente sostenida con el auxilio
recibi-
do, y no con
su
salado,
debían
hacerles la vida menos atractiva
que la
de
los
obreros
más
pobres
y d
esgraciados.
Se
espe
ra
ba
que,
cuanto más
se degradara la vida
de esos desocupados,
cuanto más
profundamente cayeran en la indigencia,
más tentadora
o, al
menos, m enos
insopo
r·table les parecería
la
suerte
de
los traba-
j adores
pobres
, los que
habían vendido su
fuerza
de trabajo
a
cambio
de
los
más miserables salarios. En consecuencia, se con-
tribuiría
así a la causa de la
ética
del trabajo mientras
se
acer
caba el
día de
su triunfo.
E stas consideraciones, y
otras
simil
ares,
deben
de
haber
sido
importantes,
en
las décadas
de 1820
y 1830, para
los
reformistas
de la
Ley
de P
obres ,
que tras un
debate
la rgo y
enconado
llegaron
a una decisión prácticamente unánime: había que· li-
mitar la
asistencia
a los sectores
indigentes
de la
soc
i
edad a
27
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 22/149
quienes Jeremy
Bentham
prefería
llamar
el desecho o la
es
coria
de
la población) al
int rior
de las poorhous s [hospicios
para pobres]. La decisión presentaba una serie de ventajas que
favorecían la causa de la ética
del trabajo .
En primer lugar, separaba a los auténticos mer:tdigos de
quienes
s e
sospechaba- sólo
se hacían pasar
por
tales para
evitarse las molestias de
un
trabajo estable. Sólo un mendigo
auténtico elegida
vivir recluid
o en
un
asilo si
se
lograba
que
las condiciones en su interior fueran lo bastante
horrendas.
Y
al
limitar la
asisten<..-ia a lo
que se
pudiera conseguir dentro de
esos sórdidos y miserables asilos, se lograba que l certificado
de pobreza fuera innecesario o, mejor,
que
los pobres se lo otor
garan a sí
mismos: quien aceptara
ser encerrado en un asilo
para
pobres por cierto que
no
de
bía de
contar
con
otra
forma
de
supervivencia.
En
segundo
lugar, la abolición de la
ayuda
externa obligaba
a los
pobres
a pensar
dos
veces
antes
de
decidir
que las
exigen
cia ; de
la ética
del trabajo no eran para ellos ,
que no
podían
hacer
frente a
la carga
de una tarea regular, o
que
las
deman
das del tmbajo en las fábricas, duras y en cierto
modo
aborre
cibles, resultaban una
elección
peor
que su
alternativa. Hasta
los
salarios
más
miserables
y la
rutina
más
extenuante
y
te
diosa
dentro de
la
fábt-ica -parecer(eron soportables (y
hasta
deseables)
en comparación
con los
hospicios
.
Los principios de la
nueva
Ley de
Pobres
trazaban,
además,
una línea divisoria, clara y objetiva ,
entre
los que podían re
formarse y convertirse para acatar
los
pdncipios de la ética del -
trabajo y quienes estaban completa y definitivamente
más
allá
de
toda
redención, de quienes
no
se podía obtener utilidad al
guna para la sociedad, por ingeniosas
o
inescrupulosas que
fuer·an las medidas tornadas .
Por
último,
la
Ley protegía a
los
pobres
-que
trabajaban (o
que pudieran
llegar
a hacerlo) de contaminarse con
los que
no
había
esperanza de que lo hicieran,
separándolos con muros
macizos e impenetrables que, poco después, encontrarían su
réplica
en
los
invisibles, aunque
no
por
eso menos
tangibles,
muros
del distanciamiento cultural. Cuanto más aterradoras
fueran las
noticias
que
se filtraran a través de
las paredes
de
los
asilos
,
más se asemejaría
a
la
libertad esa
nueva esclavitud
del
trabajo
en
las
fábr-icas; la. miseria fabril parecería,
en
com
paración, un
golpe de suerte o una bendición.
28..
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 23/149
Por
Jo dicho hasta aquí, puede inferirse
que
el proyecto de
separar de
una
vez
y par.a
siempre
a los auténtieos
mendigos
de
los falsos p r t ndo,
de
ese modo, a
los posibles obje
tos de trabajo de aquellos de quienes nada
se podía
espera
nunca ll
egó
a gozar de total éxito. En
i
gor, los pobres de las dos
categorías
según . la distinción
legal,
merecedores y no
merecedores - se influyeron
mutuamente,
a unque esta irúluen
cia recíproca no se _produjo de modo
que,
en opinión de los
reformistas, justificara
la
construcción de
asilos.
Es
verdad
que
la creación de
condiciones nuevas
particular
ment
e atroces y
repulsivas
para quienes
habían
s
id
o
condena
dos al flagelo de la mendicidad (o,
como
preferían decir los
reformistas, quienes lo habían elegido )
hada que
los
pobres
adoptaran
una
actitud
más
receptiva
hacia
los
dud
osos
atrac
tivos del trabajo asalariado y que así se prevenía la muy men
tada
amenaza
de que fueran
contaminados
por
la ociosidad;
pero, de hecho, los cont minó
la
pobreza, contribuyendo a
per
petuar
la existencia que supuestamente iba a quedar elimina
da por
la
ét
ica del trabajo. La hmTenda fealdad
de la vida en
los asilos, que servía como
punto
de
referencia
para evaluar la
vida
en la
fábrica,
permitió a l
os patrones bajar
el nivel de
resistencia
de
los
obreros
sin
temor
a
qu
e
se
rebelaran
o
aba
n
donaran el
trabajo. Al
fin,
no había gran diferencia ent
re el
destino que esperaba
a los
que
s
iguier
a n l
as
instrucciones de
la ética del trabajo y quienes
se
rehusaban a
hacerlo
, o habían
quedado
excl
uidos en el intento de seguirlas.
-
Los
más
lú
cidos,
escé
pticos o cínicos entre los reformis tas
morales de esas primeras épocas no albergaban la
ilusión
de
qu
e la
diferencia
entre
las
dos categorías de
pobres (auté
nticos
y fingidos) pudiera se r expresada en dos estrategias
diferen
ciadas. Tampoco creían que una bifurcación de estra tegias se-
- mejante pudiera tener efecto
pr
áctico, ni en
té
rminos de
economizar recursos ni
en otro·beneficio
tangible
. eremy
Bentham
se negaba a distinguir
entre
los regímenes
de
las diferentes
casas de
industria :
workhous s
·
[asilos
para
pobres], poorhouses [hospicios] y
fábri
cas
(ademtis
de las
pri
s iones, manicomios, hospitales y escuelas)Y
Bentham
insistía
en
que,
más allá de
su
propósito
manifiesto,
todos esos estable-
· Las
workhouscs
eran
instituciones donde los internos
eran
obligados
a
trabajar a cambio de
comida y
alojamiento. (T. ]
29
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 24/149
cimiento::;
se
enfrentaban
al mismo
problema práctico y com-
partían las mismas preocupaciones: imponer un patrón único
y
regular
de comportamiento
predecible
sobre una
población
de
intemos
muy diversa
y
esencialmente desobediente.
Dicho
de otro
modo: debían neutralizar o
anular las
variadas costumbres e
inclinaciones humanas y alcanzar un modelo de cond'úcta úni-
co para todos. A los supervisores de las fábricaa y guardianes
de los asilos de pobres les esperaba la misma tarea.
Para
obte-
ner
lo
que deseaban
(una
rutina disciplinada
y
reiterativa), se
debía someter a ambos
tipos
de internos
- l o s
pobres
trabaja-
dores y los no trabajadores - a un
régimen
idéntico.
No
es
de
extrañar
que,
en
el razonamiento
de
Bentham,
casi no
apa-
recieran diferencias
en la
calidad
moral de las
dos
categorias,
a
las que se les otorga gran atención
y
se les asigna importan-
cia
central en los argumentos
de
los predicadores y
e f o r m d o r ~ s
éticos.
Después de todo, el
aspecto
más importante de la estra-
tegia de Bentham era hacer que
esas
diferencias resultaran
al
mismo tiempo irrelevantes para
el propósito
declarado
e
impo-
tentes
para no
interferir con
los resultados.
Al
adoptar esa
posición,
Bentham
se
hacía eco
del pensa-
miento
económico
de
su
tiempo. Como
habría
de
escribir
·
John
Stuart Mili poco después, a la economía política no
le
interesa-
ban las pasiones
y
los
motivos de los
hombres,
salvo los
que
puedan
ser considerados
como principios
frontalmente
anta-
gónicos
al
deseo de riqueza, es decir, la aversión
al trabajo
y el
deseo de disfrutar
de
inmediato los lujos costosos .H Como en
todos los
estudiosos que
buscaban las
leyes
objetivas de la
vida
económica - l eyes impersonales
e
independientes de
la
volun-
t ad -
en Bentham la tarea
de promover
el
nuevo
orden
que-
daba despojada
de
los adornos evangélicos comunes en el
debate
sobre la
ética
del
trabajo
para
dejar al
descubierto
su
núcleo
central: la
consolidación
de la rutina regular basada
en
una
disciplina
incondicional, asistida y
vigilada por una
supervi
sión efectiva, de arriba
hacia
abajo. Bentham no tenía tiempo
para
preocuparse por la
iluminación
espiritual o la reforma de
la mente; no esperaba
que
amaran su trabajo los
internos
de instituciones comparables
a panópticos.*
Por el contrario,
•
Edificios construidos
para
que, desde
un
solo
punto,
pudiera vigilarse
todo su interior: fue un
diseño
tipico, por
ejemplo,
en
las cárceles
construidas
durante
el siglo XIX. [
T J
:30
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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Bentham daba
por sentada la
int;uruble
aven;ión
al trabajo de
esos internos, y no
se
molestó en cantar alabanzas a la fuerza ·
moralmente ennoblecedora
del
trabajo. Si
los
internos iban
a
comportarse según los
preceptos
de la ética del trabajo,
ello
no
sucedería como consecuencia de su conversión moral,
s
ino por
haber sido arrojados a una si
tuación
sin otra alternativa que
actuar omo
si hubieran
aceptado asimilado en su conciencia
el mandato impuesto. Bentham no
puso esperanza
alguna en
cultivar las
virtudes de los
elegidos, sino en la
encrucijada de
hierro
en que se
hallaban,
en su
absoluta falta
de
elección. En
el panóptico, ya fuera un asilo para pobres o
una
fábrica, si un
hombre se niega
a
trabajar
no le
qu
e
da
otra
cosa
por
hacer,
de
la mañana a la noche, más que roer su pan viejo y beber su
agua, sin
un alma
con quien
hablar ..
Este aliciente es
necesa
rio para que dé lo mejor de sí; pero no hace falta más que esto .
Para promover la ética del trabajo
se
recitaron
innumera
bles
sermones
desde los
púlpitos
de las iglesias, se
escribieron
decenas de relatos moralizantes y se multiplicaron las escue
las dominicales,
destinadas a llenar las mentes jóvenes con
reglas
valores
adecuados;
pero, en la práctica,
todo se
redujo
co
mo
Bentham
pudo revelarlo con
su
característico
estilo
di
recto
su
notable
claridad
de pensamiento- a la radical
eli
minación de
opciones-para la
mano
de
obra
en
actividad y con
posibilidades
de
integra1·se al nuevo régimen . El principio de
negar cualquier forma
de
asistencia fu
e
ra
de los
asilos era una
de
las
manifestaciones
de
la tendencia a instaurar
una
s
itua
ción
sin
elección .
La otra
manifest
ación de la misma
estz:ate
gia era empujar a los trabajadores a
una existencia
precmia,
manteni
e
ndo
los
salarios
en un
niv
el
tan
baj
o
que
apenas
al
canzara para su s
upervivencia hasta
el amanecer de
un
nuevo
día de duro trabajo. De ese modo, el trabajo del día siguiente
iba a ser una nueva
necesidad
: siempre
una
situación sin elec
ción .
En ambos casos, sin embargo,
se
corría un
riesgo.
En
úlLima
instancia
gus ta ra o
no--
se apelaba a
las facultades
rndo11:t
les
de
los trabajadores,
aunque fuera
en
una forma s tm l : l ll l l l l
te
de
gradada
: para ser eficaces,
ambos
métodos n c c m ~ i t H h : w
que
sus
víctimas
fueran
capaces
de
pensar
y
calcular.
l't·n•
•• w
pensar podía
convertirse en un arma
de doble filo; ma:
ltu•u.
en
una
grieta abierta en ese elevado muro, a t r a v é ~ ll• la
nsal
podían colarse
factores
problemáticos,
impredecible:-; e•
iw·ul
:
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http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 26/149
<.:ulable:s (la
¡.¡a
ión
humana por una vida digna
o la aspira<.:ión
a decir lo que se piensa o se siente) y
escapar
así
al
f o ~ z a d o
destierro.
Había que adoptar medidas a
dicionales
de seguri
dad,
y
ninguna
ofrecía
mayores garantías que la coerción
físi-
ca.
Se
podía
confiar
en
los castigos,
en la
reducción
de
salarios
o de
raciones
alimentarias por
debaj
o del nivel de
subsísteneia
Y en
una
vigilancia ininterrumpida y
ubicu
a,
así como
en
pe
-
nas inmediatas
a
la
violac ión
de
cualquier regla, paJ trivial
que fuera , para que la miseria de los pobres se
acercara aun
más
a
una situación
s
in elección.
Esto
hacía
de
la ética
del
trabajo
una
prédica sospechosa y
engañosa. Contar con la integridad moral de
los
seres humano
s
manipulados
por
la
nueva industria habrí
a sign ificado
extender
los
límites
de
su libertad,
la
única
tierTa donde los individuos
morales
pueden
crecer
y
concretar sus re
s pon
sab ilidades. Pero
la
ética
del
trabajo a l menos
en
su primera época- optó por
reducü·, o eliminar
completamente,
las
posibilidad
es
de
elegir.
No siempre ex
istía
la
intención de
ser
engañoso,
como tam
poco se tenía siempre conciencia de ello. Hay
motivos
para su
poner
que
los
promotores de la
nueva
é
tica
eran
indiferentes
a
l
as consecuencias morales
de
su
acción, y
les preocupaba aun
menos
su propia
inmoralidad. La
crueldad
de las medidas pro
puestas y
adoptadas era sinceramente
vista
como
un aspecto
indispensable
de esa
cruzada
moral, un poderoso agente
moralizador en sí mismo y, en consecuencia,
un elevado
acto mo-
ral. Se elogiaba
el trab<Uo
duro
Qomo una
experiencia enrique
cedora: una elevación
del
espíritu que sólo
podía
alca nzarse a
través
del se
rvicio
incondicional
l
bien común. Sí
para
obli
ga
r
a la g
ent
e a
trabajar duro
y
conseguir que ese trabajo se trans
formara
en
un h
ábito
h acía
falta
causar dolor, este
era
un pre
cio r
azona
ble a
cambio
de los
beneficios futuros
, entre los
cuales
estaban ante todo
los
mor
aleS,
ganados
a lo largo
~ e
una v
ida
es
for zada. Como señala Keith
McClelland
, si pa
ra
muchos el--
trabajo
manual era una
carga
o una obligación necesaria'',
tam
bién era una actividad que debía ser celebrada'',
5
en
virtud
del
h o
nor
y
la
riqu
eza
qu
e
traeda
a la
naci
ó
y,
cosa
no m
enos
importante,
por
e l progre
so
moral
que implicaría para los tra
bajadores mismos.
32
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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roducir los productores
Las sociedades tienden
a forn1.arse
una Imagen idealizada
de
sí misma
s,
que
les
permitirá
seguir
su
rumbo :
identificar
y localizar
las cicatrices,
venugas y otras
impettfecciones que
afean
su
aspecto
en
el
presente,
así como hallar un remedio
seguro que las
cure o
las alivie. Ir
a
trabajar -conseguir em
pleo, tener un patrón, hacer o que este considerara
útil, por
lo
que estaría dispuesto
a
pagar para que el
trabajador lo
hicie
r era el modo
de
transformarse en personas decentes para
quienes
habían s
ido despojados de
la decencia y
hasta de la
humanidad,
cua
lidades
que
estaban puestas en
duda
y
debían
ser demostradas . Darles trabajo a todos, convertir a todos
en
trabajadores asalariados,
era
la
fórmula para resolver
los
pro
blemas
que la
soc
iedad
pudiera
haber
sufrido como consecuen
cia de
su imperf
ección o inmadurez (
que se
esperaba fuera
transitoria).
Ni
a la
derecha ni
a
la
izquierda
del espectro
político
se
cuestionaba el
papel histórico del trabajo. La
nueva concien
cia
de vivir en una
socie
dad industrial iba
acompañada
de
una convicción
y una
seguridad:
el
número
de personas que
se transformaban en obreros crecería
en
forma incon tenible,
y
la
soc
iedad
industrial
terminaría por convertirse en una
suerte
de
fábrica gigante, donde todos los hombres
en
buen
estado
físico
trabajarían productivamente. El empleo univer
sal era la meta
no
alcanzada todavía, pero
representaba
el
modelo
del futuro.
A la
luz
de esa
meta, estar sin
trabajo
sig
nificaba
la desocupación, la anormalidad, la violación a la
norma-.
A
ponerse
a
trabajar , Poner
a
trabajar
a
la
gente :
tales eran el par
de
exhortaciones imperiosas
que,
se espera
ba,
pondrían
fin al mismo
tiempo a
problemas personales
y
males sociales compartidos.
Estos
mo ernos
eslóganel:i resona
ban por igual en las dos versiones de la modernidad: el
capitalismo y el comunismo. El grito de guerra
de
la oposición
al
capitalismo
inspirada en el ma rxismo
era
El
que
no
trabaja, no
come . La visión
de
una futura sociedad
sin
clases
era
la de una
comunidad
construida,
en
todos
sus
aspectos,
sob
re
el
modelo
de
una
fábt.ica.
En
la
era clásica
de la
moderna
sociedad indus
trial,
el
trabajo
e
ra,
al
mismo
tiempo,
el
eje de
la
vida
individua
l
y el
orden
social,
así como
la
garantía de supervivencia
( repro
ducción sistémica'')
para la sociedad en su conjunto.
,
33
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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Empece
uw:; por la
vida individual.
El
u·abaj
o de
cada hom
l.Jre aseguraba su
sus
t
ento; pero el
t po
de trab
aj o ¡·e
nlizado
definía
el
lu
gar
a l que podía
aspirar
(o que
podía reclamar),
t
anto entre
s
us
ve
cin
os
como
en e
sa
tot
a
lidad
imag-inada
lla
mada sociedad . El tt·abajo
era
el
pri
nc
ipal factor de ubica
c
ión
social y ev
a lcración individual.
Salvo para
quie
nes, por
s u
ri
queza heredada o
adquirida,
combinaban
una
vida
de
ocio con
la autosuficiencia,
la
p1·egu
nta Quién
es
u
sted
se res
pondía
con el
nombre de
la
empres
a en
la
que
se
trabajaba
y el cargo
que
se
ocupaba. En
una soc
ied
ad reconocida
por
s u
tal
e
nt
o
y
afición para cat
egorizar y clas
ificar, el tipo de tr
a
bajo er
a
el
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deci
sivo,
fundam
e
ntal,
a
partir
de l
cual
se
s
eguía
t
od
o lo
que
res
ultar
a de
importa ncia para la
convivencia. De finía
qui
é-
nes eran
l
os
pares
de cad
a
un
o, con
quiéne
s
cada uno podía
compararse y a
qui
é
ne
s
se podía dirigir;
definía también a
sus
superiores
, a los que
debía respeto;
y a los que
estaban
p
or
debaj
o de
él, de
quiénes
podía
e
sper
a r o
tenía dere
c
ho
a
exigir
un
a to
deferente.
El
tipo de
tr·abajo
definía igualmente
los
estándares
de
vida
a los que se
debía as
p
irar
y
que
se debía
ob
e
dec
e r, el
tipo
de vecino
s
de
l
os
qu
e
no
se
podía
ser
me
no
s
y
aq
uellos
de
los que convenía
mant
e
ner
se apa
rtado
La
carrera
laboral marca
ba
el itin
era ri
o de
la
vida
y
retrosp
ectivamen te,
ofrecía
el te
sti
mo
ni
o más importante del éxito o el frac
as
o de·
una
per·sona. Esa carrer
a
era
la
principal fuent
e
de
confian
za
o
inseguridag,
de
sa
tisfacción
per
so
nal o autorrep1·oche,
de or
-
gullo
o de
vergüenza.
Di
cho de o
lr
o m odo: para
la
enorme y creciente
muyori
a de
varones que
inte
gra
ban
la sociedad
p
os
t1·adicional o
mod
er
na
(
un
a sociedad que evaluaba y premiaba a s us miembros a pa¡·-
ti
r de su c
apacid
ad de elección y de
la
afir·mación de s u
indivi
dua lidad),
el
trabajo oc
upab
a
un
lug
ar central,
tanto en la
construcción de s u identida d, d
es
arrollada a lo largo de toda
su
vida,
como en su defen
sa.
El
proy
ecto de
vida
podía surgir
de
di
ve rsas ambicione
s,
pero
todas
gir·a
ban
a lrededor del tra
bajo que se e ligiera o s e lograra . El tipo de trabajo teñía la
totalidad
de
la
vid
a;
determinaba
no só
lo los de
rechos
y
obliga
ciones
relacionados directamente con el proceso laboral, s
ino
ta mbién e l estándar de vida, el esquema f
amili
a r, la
actividad
de relación y los entretenimientos, l
as
normas de
propiedad
y
la
rutina
diari
a.
Era
un
a de
es
a s vatiables inde
pendientes
que , a ca
da persona,
le permilía dar forma y pronosticar, sin
34
¡
i
1
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 29/149
----------------------·
temor a eq
uivocan;e
de.masiado, l
ul>
demás aspecloti de ::;u exis
tenci
a.
Una vez dec
idido
el tipo de
trabajo,
una ver,.,imaginado
el
proyecto de
una
carrera,
todo lo
demás
e
nc
on
traba
s u
lug
a r,
y podía asegu
rarse
qué
se
ib
a a hacer en
casi
tod
os
los aspectos
de la vida. En síntesis : el
trabajo
era el principal punto de refe
r·
encia,
alrededor del
cual se planificaban y ordenaban todas
las otras actividades de la
vida.
En
cuanto
al papel
de
la
ética
del
trabajo
en la regulación
del orden
social, puesto
que
la
mayoría
de los varones adultos
pasaban la mayor parte de sus
horas
de vigilia en el
trabajo
(segú
n
cálculos
de
Roger
Sue para
1850,
el
70
%
de
l
as
horas
de
vigilia estaban, en promedio, de
dicadas
al tmbajo
16
, el luga r
donde se trabajaba era el ámbito más impo ante
para
la
int
e
gración social, el ambiente en
el
cual (se esperaba) cada uno se
instruyera
en lo
s hábitos
esenciales de
obediencia a l
as
nor
mas
y
en
una
conducta disciplin
ada.
Allí se form aría el carác
ter social , al
menos
en los
aspectos
necesar·ios p
ara
perpetuar
una
so
ciedad ordenada. Junto c
on
el
se
rvicio militar obligato
rio
--otra
de
l
as
grandes
invenciones
modernas-,
la
fábrica
e t
la
principal
ins t
itución panóptica de la sociedad
moderna
.
Las fábricas
pr
oducí
an
numerosas y variadas mercancías ;
todas ellas, adem ás, m
odelaba
n a
los
sujetos
dóciles
y obedien
tes
que el Estado
moderno necesitaba.
Este
segu
ndo
tipo
de
producción unque en
modo alguno
secundario- ha sido
me
ncionado con much
a
menor
frecuencia.
Sin
embargo, le otor
gaba
a la
organización
industrial del b·abajo una
funci
ón mu
cho m
ás
fundament
al
para1a nueva
sociedad
que la que
podría
deducir·se
de
su
p
apel
visible:
la
producción
de
la
riqueza
mn
terial.
La importancia
de
esa
función quedó
documentada
en
el pánico d
esatado periódicamente
cada vez que circu l
aba b
noticia alarmante:
una parte
considerable de la población
udulta
-po
día hallarse físicamente
incapacitada para
trabajar un for
m a regular y/o c
ump
lir
con
el servicio
militar.
Cual
f s
qurr•ra
fueran
las
razones
explícitas para
justificarlo, la
ínva.lictez,
la
debilidad corporal
y
la
deficie
ncia
m
enta
l eran tem id:1s con1o
amenazas
que
colocaban
a sus
víctimas fuera
del con
trol
d••
la
nuev
a soci
eda
d : la
vigilancia
panóptica s·obre la
que
dmw:uu:a
ba el orden
social.
La
gente
sin e
mpleo era gente
tiill p t r rr
,
ge
nt
e
fuera
de control: n
adie
los
vigilaba, supervisaba i
:.u
metía
a
una
rutina regular, reforzada por
oportu
naM ~ : u u 1 1 1
nes.
No es de
extr
·a
ñ
ar que
el modelo de sal
ud de
sanull;uln
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 30/149
durante el ::;iglu XIX por las ciencias médica::; con c :uncien< :ia so
cia
l fuera, justamente, el de un h
omb
re capaz de realizar el
esfuerzo tlsico requerido tanto por la fábr·ica corno por el ejército.
Si la sujeción de la población masculina a la dictadura me-
cáni
ca
d
el trabajo
fabdl era
el
método
fundam
en tal
para
pro-
ducir y
mantener
el orden social, la familia patria1·cal fue1 te y
estable, con el hombre empleado ( que trae el pan ) como
jefe
absoluto
. indiscutible ,
era su complemento
necesario;
no
es
casual que los predicadores de
la
é
tica
del trabajo fueran tam-
bién,
por lo general, los defensores de las
virtudes
farni lia1·es
y
de
los derechos y
obligaciones
de los
jefes de
familia. Y dentro
de esa
familia, se esperaba que los maridos/pa
dres
cumplie-
ran,
entre sus
mujeres
y
sus
hijos,
el
mismo pape
l
de
vigilan-
cia
y
disciplina que
los capataces de fábrica y los sargentos del
ejército
ejercían sob
re ellos
en
los talleres y cuarteles .
El poder
·
_para imponer la
disciplina
en la
sociedad
rnode1·na según
Foucault- se dispersaba y
distr
ibuía corno los
vasos
capilares
que
llevan
la
sangre desde el corazón
hasta las últimas
célu
l
as
de
un organismo
vivo.
La autoridad del marid
o/
padre, dentro de
la familia, conducía las
presiones disciplinarias de la
red del
m·dcn
y, en
función
de ese orden, llegaba hasta
las partes de la
población
qu
e
las
instituciones
encargadas
d
el
control
no
po
dían alcanzar.
Por último, se otorgó a1
trabajo
un papel decisivo
en
o que
los
polític
os
p1·esentaban
corno una cuestión de supervivencia
y prosperidad para la sociedad, y que entró en el
discurso
so-
ciológico con el nombre de r.eproducción sistémica .
El
funda-
mento de la sociedad industrial moderna era la transformación
de
los recursos naturales con la ayuda.
de
fuentes
de
energía
utilizables,
tamb
i
én
naturales:
el
resultado de
esa
transforma-
ción
era
la riqueza . Todo quedaba organizado bajo la dirección
de
los
dueños
o gerentes del capital;
pero se
lo log1·aba gracias al
esfuerzo
de
la mano de obra asa lariada.
La continuidad
del pro
ceso
dependía
,
por
Jo
tañto, de
que los administradores del capi-
tal lograran que el re
sto
de la población asumiera su papel en la
producción.
Y el
volumen
de
esa producción
pun to
esencial para
la ex
pansión
de la
riqueza-
dependía,
a
su
vez, de que la mano
de
obra
participara
directamente
del
esfuerzo productivo
y
se
so-
metiera a
su
lógica; los papeles desempeñados. en la
produc-
ción
eran eslabones esenciales de esa cadena. El poder
coercitivo
de
l Estado se¡·vía, ante todo, para merc
an tilizar
el
capital y
36
r
1 \
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el
tt·abaju, es decir·, para
< J Ue
la
riqueza
potencial 5e transfor
maea
en c pit l
(a
fin de ser
utilizada
en
la
producción de más
ri.queza), y la fuerza de trabajo de los ob1·eros
pasara
a ser
tra
bajo "con valor
añadido". El crecimiento
del
capital activo
y del
emp
l
eo
eran
objetivos
principale
s
de
la
política.
Y
el
éxito
o
el
fraca-so de
esa política se medía en función del cumplimiento
de tal objetivo,
es
decir, según la capacidad
de empleos
que
ofreciera
el capital y
de acue1·do
con
el nivel de participación
en
el proceso productivo que tuviera la población trabajadora.
_
En
resumen: el trabajo ocupaba
una posición central
en
lÜs ·
tres nivele
s de la ¡,¡ociedad moderna: el individual, el social y
el referido al
sistema de producción de
bienes. Además, el
tra
bajo
actuaba
como eje para unir esos niveles y era factor prin
cipal
para
negociar,
alcanzar
y
preservar
la
comunicación
entre
ellos.
-
La
ética
del trabajo
desempeñó, entonces,
un papel decisivo
en
la
creación de
la
sociedad
moderna.
El compromiso
recípro
co
entre el capital y el trabajo, indispensable
para
el
funciona
miento
cotidiano
y la salndable conservación
de
esa sociedad,
era
postulado como
deber
moral , misión y
vocación de todos los
miemb 'os de la
co
munidad
(en
ri
gor, de
todos
sus
miembros
masculinos
.
La
ética
del
tmbajo
convocaba
a
los
hombres
a
abrazar
voluntariamente, con alegría y
entusiasmo,
lo que sur
gía como
necesidad inevitable. Se
trataba
de
Úna lucha que
l
os
representantes
de
la nueva
economía
- ayudados y
ampar·a
dos· por los legisladores del
nuevo Estado
- hacían todo lo posi
ble
por
transformar
en ineludible. Pero al aceptar· esa n
eces
idad
por
voluntad propia , se deponía toda resistencia a
una
s
reglas
vividas
como impo
s
iciones extrañas y
dolorosas. En
el lugar
de
t rab
ajo
no se toleraba la a utonomía
de
los obreros: se llamaba
a
la
g-e
nte
a
elegir
una
vida dedicada
al
trabajo
;
pero
una
vida
dedicada al trabajo significaba la ausencia
de
elección, la im
posibilidad
de elección y la prohibición misma
de
cualquiel:-
elección. ··
D e
mejor más''
Los
pre
ceptos
de
la
ética
del
trabajo
fueron
pregonados
con
un
fervor
proporcional a
la resis
t enc
ia
de
lo
s
nuevos
obreros
frente a
la
pérdida
de
su libertad. El objetivo
de
la prédica
era
v.f. .ncer esa resistencia.
La nueva
ética era sólo un instrumen-
37
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http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 32/149
tu;
ellin
era la aceptación del régimen fabril ,
con la
pérdida de
independencia que
implicaba. ·
Toda razón que busca
un
objetivo permite elegi•· los ~ i o
pam
alcanzado, hacer
una
evaluación crítica
de
ellos
y
(si
fue
ra
necesario)
reemplazarlos
po¡· otros,
en función de su
e
ficacia
para llegar
al
resultado buscado. La ética de l trabajo y
en
for-
ma más
general,
la
apelación
a
los sentimientos
y
la
co
ncienci
a
de
los obre1·os fueron
algunos
medios en t r e
muchos- para
hacer
girar l
os engranajes del
sistema
industrial.
No eran los
medios más e
ficientes;
menos a
ún, los
únicos
concebibles. Tam
poco los
má
s confiables; probablemente, la moralidad del tra
bajo
que
los
predicadore
s
buscaban inculcar
seguiría
siendo,
c
om
o
toda forma de moralid
a d,
inconstante
y
errática: una mala
guía para el comportamiento
esperado
y una p•·esión demasia
do
ine
::;ta
ble para
regular
el
esfuerzo la
boral,
rígido y
monóto
no, que exigía la rutina de la fábrica. Esta no podía
co
nfiar en
sentimientos morales
y apelaciones a la
responsabilidad
(por
lo
tanto,
a
la
elección
para garantizar el ritm
o
inmutable del
esfuerzo físico y la
obediencia ciega
al régimen de
trabajo.
Ya
hemos
observado
que
,
al
dirigirse
a los
pobres
e
indolentes,
se recurría además a métodos de presión más confiables, como
la reclusión
obligatoria, el
sometimiento legal
, la
negativa de
cualquier asistencia sa
lvo
en el interior
de
los asilos,
y
hasta
las
amenazas
de castigos
físicos. La pr
édic
de la ética
del
tra
b
ajo requeda una elección moral; la práctic del trabajo
redu
cía o eliminaba de plano la elección, y luchaba po1· asegurar
que
los
nuevos obrems fue ra o no sincera su tn:msforma1:ión,
creyeran
.o
no en el
evangelio
de la ética del t rabajo- se com
portaran
como
si en verdad
se
hubieran convertido. La tenden
cia general en las socieda
d
es
mode1·nas,
compartida
por
la
fáb1·ica,
era volver irrelevantes los
sentimientos
de
los
hom
b¡·es
con respecto de
sus acciones ( adia fóricos ),
par
a
que esas
acciones resultaran
regulare
s y predecibles en
un grado qu
e
jamás podría haberse logrado si
se las
hubie
ra
dejado
libradas
a impulsos irracionales.
La ética del trabajo par
e
ce ser
un invento
básicamente
e
uro
peo;
la
mayoría
de
los
historiadores estadounidenses
compar
ten la opinión
de
que no fue
la
ética del
trabajo,
sino
el
espíritu
de empresa y
la
mov;lidad social ascendente, el lubricante que
aceitó l
os engranajes
de
la
industria
norteamericana
. El tra
bajo,
y la
constante
dedicación al trabajo, fueron considerados
:38
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 33/149
casi
desde un print:ipw, tanto por los imnig-l'antt > wmo por los
obrer
os
nacid
os
en
los Estados
Unidos,
como un medio
antes
que
un
'·valor
en sí mismo,
una forma
de
vida o
una
vocación: e l
med
io
para
hacerse
ri co
y
de
este
modo,
más independiente;
el medio para
deshacerse
de la desagradable necesidad de tra-
bajar
pa1·a otros.
Hasta
las
condiciones
de
semiesclavitud
en ta-
lleres de trabajo agotador era
to
lerada y soportada en nombre
de la libertad
futura,
sin
atribuil· falsas
cualidades
ennoblecedo
ras a semejante esfue1·zo. No era preciso amar
el
trabajo ni
considerado un signo de virtud moral; se podía manifestar pú-
blicamente el desagrado
que provocaba
sin incurrir en el
ries-
go de que la disciplina se detTumbara, siempre que el soportar
las
condiciones
más
horrendas fuera
el
precio
transitoriamen-
te pagado por
una
libet·tad no demasiado lejana.
En opinión de
Michael
Rose,
17
la tendencia a despreciar y
dejar
de
lado la
ét ica
del trabajo
se p1·ofundiz6 en
los
Estados
Unidos y alcanzó nuevo vigor al
comenzar
el siglo xx; impor-
tantes innova
c
iones
gerenc
iale
s difundidas en
esos años
co
n-
tribuyel·o n a
destruir el compromiso mora
l
con
el esfu
erzo en
el
trabajo. Pero
es probable que hayan adquil'ido el carácter
qu
e
alcanzaron
porque
no
era
posible confiar
en
el
compromiso
moral con el
esfuerzo .
Al menos, así se lo veía en
la
atmósfera
que
reinaba en
la tierra
de las
rique
zas y el
enriquecimient
o.
La
tendencia
cu
lminó
en e l movimiento de gestión científica
iniciado por F1·edcrick Winslow Taylor:
Prácticam
e
nte,
la apelación a la
ética
del
trabajo no formó
parte
de su paquete de t
ecnkas
de
adm
ini
stración. Para
Tayler,
e l com-
promiso
posiLivo
con
el
trabaj<Tera
estimulado,
a
nte
todo, con in-
centivos monetarios cuidadosamente
calc
ulados.
El modelo de obre-
ro elegido por Taylor n o em el norteamericano nativo sino un
inmigranle holandés, un tal S ~ h m i d t
Lo
que le fascinaba de
Schmidt no
era,
por
cierto, que se sintiera
moralmente
obligado a ·
trabajar
con inicia ti
va y
eficacia, sino
su
capacidad
de
entusias-
marse
ante la vista
de
un
billete de un dólar, su
dispo
s ición a
hacer lo que
'I'aylor
le indicara con tal de adueña r
se
del billete.
La
decisión
de no confiar en que los obreros
se
ilusionaran
con
las
cualidades ennoblecedoras
del
trabajo res ultó cada vez
más acertada, a
medida
que las
desigualdades
sociales se aceQ
tuaron
y la
presión
de
la disciplina
en la
fábrica
se volvió más
39
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despiadada
.
No obstante,
se
hiz
o
cada vez más evident
e la
ne
-
ces
idad
de
reducir
las
espe1·anzas de alcanz
a r el
sueño ameri-
cano : todos los s ufrimientos en la fábrica serán
una
mole
st
ia
transitoria, y
e l
sometimien
to a l
os caprichos del
patrón
es só
lo
un medio para
, ll
egado el momento, lran
s fo
rm
a r
se en patrón
.
La p
osib
ilidad
de
a firmar la
propia
independencia se hizo m ás
vaga
y
1
emota
a
medida
que
se
estrechaban
y
lle naban
de obs
-
táculos
los
caminos qu
e
conducían
d
esde
el trabajo ma nual a
la
libertad de
traba
ja t
por
c
uenta propia . Había que
bu
scar
otras forma
s
de as
egurar
la
pe
rmanencia del
esfue1·zo en
el
trabajo, separándolo de cualquier
compromiso
moral y de las
virtudes del traba
jo
mismo.
Y la fo1·ma se encontró,
tanto
los
Estados Unidos como
en
ot
r
as
partes,
en
los
in
ce
nti
vos
mat
er
iales
a l t r
abajo :
re
com
pensas a quienes a c
ep
taran ob
ed
ientes
la
disciplina
de
la fá -
bri
ca
y renun
cia
ran
a
su ind
ependencia. Lo que antes se había
l
ogra
do con
sermones
c o n el agreg·a
do
o
no
de
la amenaza
del
pal
,
se buscó cada
vez .más a
través de
los
seductores
po
de
res
de una z
anah
oria . En luga r de
afirma
r que el esfuerzo en e l
trabajo
era
el
camino
hacia u n ~ v i d moralm
e
nt
e superior, se
lo
prom
ocionaba
como un medio de gana r más dinero.
Ya no
importaba
lo
mejo
r
;
só
lo
contaba
el más .
Aquello que a principios de
la
sociedad industrial había s ido
un
conflicto de poder
es
,
una lucha por la
autonomía
y
la
liber
tad, se
t
ransform
ó
gradualment
e
en la luch
a p
or una
porci
ón
más grande del excedente.
Mi
entt·as tanto, se ace
pt
a ba
tácit
a -
mente la
estructura
de
poder
exi
stente y
su
rectifi
cación que
daba
e l
iminada de
c
ual
qu
i
er programa.
Con el
tiempo, se
impuso la idea de que la
habilidad
para ganar una porción
m
ayo
r
del
excedente
e
ra
la
únic
a for
ma
de
r
estaur
ar
la digni
-
dad humana , p
erdida
cuando
l
os artesa
n
os se redujeron
a m
ano
de obra industria l.
En
el
camino
quedaron las
ape
laciones a la
capacidad
ennoblecedora del esfuerzo en e]
trabajo
. Y fuer on
las dif
er
enc ia
s salariales
n o la
pr
esencia
o
la
a u
sencia de
la
dedicación al trabajo, real
o s imulada la va
ra que determinó
el
prestigio
y la posición social de los productores.
La transformación del conflict
o
de
poder
es
en
la
l
ucha por
los ingresos monetarios, y
la
s ganancias económicas, en e l ú ni
co
ca
mino
ha
cia
la
autonomía
y la
autoafirmación, tuvieron
honda influencia
en
el rumbo general
de
desa
rr
ollo de la mo-
derna
soci
eda
d
indus
trial:-Ge
neraron
el t ipo
de
condu
ctas que,
40
\
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 35/149
en
s
us odgenes, la ética del trabajo había intentado en vano
conseguir, cuando se apoyaba
en la
presión económica y,
en
ocasiones, física. La nueva actitud
infundi
ó en
la
mente y las
acciones de los modernos productores, no tanto el espíritu del
capitalismo
" como la tendencia a medir el valor y
la
dignidad
de los
seres
humanos en
función
de
las
recompensas
económi
cas
¡·ecibidas.
DE:splazó también, firme e irreversiblemente, las
motivaciones
auténticamente
humanas - como el ansia- de
i
ber l d
hacia
el mundo del consumo. Y así
determinó,
en gran
medida,
la
historia posterior de
la sociedad mode1·na, que
dejó
de
ser
una
comunidad
de productores para convertirse
en
otra de
consumidores.
Esta última
transformación no se produjo en igual medida,
ni
con
las mismas
consec
uenci
as, en toda
la
sociedad
moderna
.
Aunque en todos los
países
avanzados se
apli<.:ó
una
mezcla
de
coerción
y
estímulos
materiales
para
imponer-la ética
del
tra
bajo, los ingredientes se mezclaron en
proporciones
diferentes.
En la
versión comunista del
mun
do moderno, por ejemplo,
la
apelación al consumidor que
se oculta
en el
productor fue
poco
sistemática,
poco
convincente
y carente
de energía.
Por
esta
y
otras
1azones
se profundizó la diferencia
entre las
dos versio
nes
de
la
modern
id
ad,
y
el
crecimiento
del
consumismo
que
transformó
en forma decisiva la vida
de
Occidente atemorizó
al régimen comunista que, tomado
por sorpresa ,
incapaz
de
actualiza r se y más dispuesto que nunca a reducir sus pérdi
das, tuvo
que
admitir su n f e r ~ o r i d d y_c laudicó.
Notas
l ]
S. Mil , Prtm:tple s u Polit
icaL
Econumy, vol. , 4 r::dtclOn. Londre:>:
John W. Park.er & Son, p.
337.
[Principios
de
economia politi
ca; con
algunas
de sus aplicaciones a la filoso/ia l\·[éxico-Bu:en
os Aires,
Fondo de
Cultura
Económica, 2
1
ed. 1951. ]
2 .
Ci
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en
S . Polla1·d (1
96
: ),
Factory discip
line
in
the industrial
revolution
,
The
Economíc
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1963-4
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Macmillan, pp.
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und Entmoralisierung
der
Wissenschaften
sei
t
dem
18.
Jahrhundert , en ¡ \ Peísl y
A. Mohle1·
41
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 36/149
~ . : u m p : : ; . ) , Natu. r uud Geshwhte,
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o
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fLa
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la
pobr
eza;
In
·
glaterra
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principio
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mica
,
1988.
]
13.
Véase
su
Partopticon ,
o
s u
n , ~ p e c t
i o n
Hou.se,
donde
se
encuentra
la
id
ea de u n nuevo principio de cons tr-ucción dis po
nible para
todo
tipo
de esta
blecimiento,
según
e l cua l
se puede
mantener a cualquier
persona bajo
vigi
lancia,
en
B . B
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e W
or
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16. R. Sue (1994
, T
emp8
et
Ordre
S ocial.
Paris: PUF
..
Sue calcu la que,
desde 1850, el
tiemp
o promedio. de
di
cado a l trabajo
se
redujo sistemá
ticamente; en..el mom
en
t o de escribir s u e ~ t u d i o había llegado a sólo
el
14%
de
fas
horas
de
vigilia.
17. M.
Rose,
op. cit., p. 79.
42
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 37/149
2
e
la ética
del trabajo
la estética
del consumo
La
nuestra es
una sociedad de consumidores
.
Todos
sabemos,
a grandes
rasgos,
qué significa ser
consu
midor : usar
las
cosas,
comerlas,
vestirse
con
ellas,
utilizarlas
para jugar
y en
general, satisfacer
a
través de
e l l s nues
tras
necesidades
y deseos._l?uesto que el dinero
(en la
mayoría
de
los
casos
y
en
casi
todo
el
mundo)
media
entre
el deseo
y
su satisfacción, ser
consumidor
también significa
y
este es
su
significado habitual
-
propi rse
de las
cosas destinadas al
consumo: comp
rarlas, pagar
por
ellas
y de este modo conver
tirlas en algo de nuesl ·
ra
exclusiva propiedad,
impidiendo que
los
otros las
usen
sin
nuestro
consentimiento.
Consumir significa,
también, destruir.
A
medida
que las con
sumimos,
las
cosas dejan de existir, literal o espiritualmente.
A veces, se
las
agota
hasta su aniquilación
tota l (como cuan
do comemos algo o gastamos
la
ropa); otras, se las despoja de
su encanto hasta que dejan de despertar nuestros deseos
y ·
pier
den
la capacidad
de satisfacer nuestros
apetitos: un
juguet<:
con el que hemos jugado
muchas
veces, o un disco al que he
mos escuchado demasiado. Esas cosas ya
dejan
de ser aptas
par
a el
consumo.
Esto es ser consumidor;
pero,
¿a
qué
nos referimos cuando
hablamos de
una
sociedad de c
ons
umo? ¿
Qué
tiene de específi
co
esto
de
formar
parte
de
una
comunidad de
o n s u m i
d o r c ~
Y
además,
¿no son sociedades de consumo, en
mayor o menor·
medida, todas
las
comunidades
humanas
conocidas hasta aho-
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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ra?
La.s <.:aracterística.s
apuntadas
en. el
párrafo anterior
-
sal
vo, quizás, la
necesidad
de
entregar dinero
a cambio
de
los ob
jetos que
vamos
a
consumir-
se encuentran
en
cualquier
tipo
de
sociedad.
D
esde
luego,
las
cosas
que consideramo
s en
condi
cio
nes de
ser
consumidas,
así
como
el
modo como
lo
hacemos,
varían
de época en epoca y
de
un luga¡· a otro;
pero nadie,
en
ningún tiempo
o lugar,
pudo sobrevivir sin consumir
algo.
Por eso, cuando decimos que la nuestra es una sociedad
de
nsumo debemo
s considerar
algo más que
el
hecho trivial,
<:omú n
y
poco diferenciador
de
que todos consumimos.
La
n
ra
es
una
comunidad
de
consumidores
en el
mismo
sentido
t' n
que la sociedad de nuestros abuelos
(la moderna sociedad
que vio nacer a
la
industria
y
que hemos descli.pto en el capítu
lo anterior) merecía el
nombre
de
sociedad de productores
.
Aunque la humanid ad
venga produciendo
desde la
lejana
prehistoria y
vaya
n hacerlo siempre, la t·azón
para
llamar co
munidad de
productores
a la
primera forma
de la sociedad
moderna se
basa
en
el
hecho de que sus mi
e
mbros se dedicar
on
¡ r i n c i p a l ~ T L e n t e a
la
producción; el
modo
como
tal
sociedad for
maba a
sus
integrantes
estaba
determinado por
la necesidad
de desempeñar
el
papel de productores,
y
la
norma impuesta a
:;us
miembros
era
la de
adquirir
la
capacidad
y
la
voluntad
de
producir. En su
etapa pi·ese
nte de
modernidad tardía --esta
s e ~ r u n d
modernidad , o posmodernidad-, la sociedad huma
na
impone
a sus
miembros
(otra vez,
prin
i
p lmente
la
obliga
ción
de se
r
consumidores
.La
forma
en
que
esta
sociedad moldea
a
sus
integrantes está regid a,
ante
todo y
en
primer luga1·,
pór
la necesidad
de desempeñar
ese papel; la norma
que
les impo
ne, la de
tener capacidad
y voluntad de
consumir.
Pero el paso
que va
de
una
socie
dad
a
otra
no
es
tajante;
no
todos los
integrantes de
la
comuni
dad t.llvieron que abando
nar un papel
pura
asumir otro.
Ninguna
de
l
as dos socieda
des mencionadas pudo habe rse sos tenido
sin
que algunos
de
sus
miembros,
al menos, tuvieran
a s u
cargo la producción de
co
sas
para se1· consumidas; todos e llos,
por
supuesto, tambié n
consumen. La diferencia reside
en
el énfasis que
se
ponga en
cada sociedad; ese cambio de
énfasis marca
una enorme
dife
rencia
casi
en
todos
l
os
aspectos
de
esa
sociedad,
en
su
cultu
ra
y en
el destin
o individual de
cada
uno de sus miembros.
Las diferencias son tan profundas
y
universales, que justifi
can ple
namente
el hablar
de
la sociedad actual como de
una
·< 4
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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corn.unidad
totalmente
diferente de
la anterior: una
sociedad
de
consumo.
El
paso
de
q ~ ~ l l sociedad
de
productores
a esta del
consu
mo significó múltiples y profundos cambios; el primero
es,
pro
bablemente, el modo como se
prepm·a
y
educa
a la gente pa ra
sat
i
sface
r l
as
cond
i
ciones
impuestas
por
su identidad
social (es
d
ecir
, la
forma en
que
se integra
a
hombres y mujeres
a l
nue
vo
orden para
adjudicarles
un lugar
en él). Las
clásicas
in
sti
tuciones- que- moldeaban individuos - las
in
sti
tucione
s
panópticas,
que
resultaron fundamentales en la primera
eta
pa de la sociedad
industr i l cayeron en
desuso.
Con la
r á pi
da
disminución
de los
empleos,
con
el reemplazo del servicio
militar
obligatorio
por ejércitos pequeños
integrados
por pr
o
fesionales voluntarios,
es
difícil
que
el
gn1eso
de
la
població
n
rec
ib
a la influencia
de aquellas institucione
s . El
progreso
tec
_nolór: rico llegó al punto en que
la productividad
crece en
forma
inversamente proporcional
a
la disminu
ci
ón
de los
em
ple
os.
Ahora se reduce el número de obreros
indu
striales; el nuevo
principio
de la
modernización
es
el downsizing
[
el achi
camiento
o reducción de personal].
Según
los cálculos de
Martín
Wolf,
director del
inancial
Times la gente empleada en la
indu
stria
se
re
duj
o
en
los
países
de
la
Comunidad Europea,
ent
re
197
0 y
1994,
de
un 30
a
un 20%, y de un 28
a
16
e n los
Estados Unidos.
Durante
el mismo período,
la productividad
industrial aumentó, en prom edio, un 2,5% a
nu
al,l
El tipo de e
ntrenami
e
nto
e n que
la
s
instituciones
panópticas
se destacaron no s irve para la formación
de
los nuevos
consu
midores. Aquellas
moldeaban
a
la gente para un comportamien
to rutinario y monótono, y lo l
og
raban limitando o elim
inando
por
comp l
eto tod
a
po
si
bilidad
de elección;
la
ausencia
de ruti
na
y
un estado
de
elecció
n
permanente,
s
in
embargo,
constit
u
yen la
s
virtudes esenciales
y los
requisi
tos indispensables para
convertirse en
au
téntico
consumidor. Por
eso, además de ver
reducido su papel en
el
mundo posindustrial posterior al
se
rvi
cio
militar
obligatorio, el ad
iestram
i
ento
br;ndado
por
las
ins
tituciones panópticas resulta inconcili
ab
le
con
una sociedad de
consumo.
El
temperamento
y
las actitudes
de
vida moldeados
por
ell
as
son contraproducentes
para la creac
i
ón de los nuevos
consumidores.
Idealmente, los hábitos adquiridos deberán descansar sobre
los hombros de los
cons
umidores , del mismo modo que las vo-
45
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caciones
inspil·adas
en
la
religión
o
en
la
ética (así
como
las
apasionadas ambiciones
de
olr·os tiempos)
se apoyaron t a l
como
lo
dijo
Max W
ebe
r
repitiendo palabras de Baxter
- sobre
los hombros del
santo
protestante: como
un
manto
liviano,
listo para ser arrojado a
un
lado en
cualquier
momento .
2
Es
que
los
hábitos
son dejados
de
lado
a
la
primera oportunidad
y
nunca
llegan
a
alcanzar la solidez
de los
barrotes
de
una
jaula.
En
forma ideal,
por eso,
un
consumidor no debería aferrarse a
nada, no
debería
comprometerse con
nada,
jamás
debería co
n
siderar satisfecha una ne
cesidad
y
ni uno
solo de s us deseos
podría ser considerado
el último.
A
cualquier
juramento
de leal
tad o compromiso se
debería
agregar esta condición: Hasta
nuevo
aviso . En
adelante,
importará
sólo
la fugacidad y el ca
rácter
provisional
de
todo compromiso,
que
no
duran\
má
s
que
el tiempo
necesario para
consumir el objeto del deseo (o para
hacer desaparecer el
deseo
del
objeto).
Tod
a forma de consumo ll
ev
a su tiempo: esta es la maldición
que arrastra
nuestra sociedad
de consumidores
y la principal
fuente de preoc
up
ación
para
quienes comercian con
bienes
de
consumo. La
satisfacción
del consumidor debería ser instantá
nea en
un
doble sentido:
los
bien
es
consumidos
deberían
s
atis
facer
en
forma
inmediata, sin
imponer demoras,
aprendizajes
o prolongadas preparaciones; pero esa satisfacción
deb
ería t er
minar en el preciso momento
en
que concluyera el
tiempo
ne
cesal·io para el consumo, tiempo
que
d
ebe
ría reducirse a su
vez
a
su mínima
expresión. La mejor
manera de lograr
estO.
reduc
ción
es
cuando
los consumidores no pueden
mantener
su
aten
ción en un objeto,
ni focalizar
sus deseos por
demasiado
tie
mpo;
cuando son
in<pacie ntes, impetuosos e inquietos y
sobre
todo,
fáciles
de
entusiasmar
e
igualmente
inclinados
a
perder
su
in
terés en las cosas.
Cuando el deseo es
apartado
de la
espera,
y la espera se sepa-
--
ra del deseo, la
capacidad de consumo puede extenderse mu
cho
más
allá de
los
límites impuestos por
las neces ida des
naturales o adquiridas, o por la duración misma de los objetos
del
deseo.
La relación tradicional entre las neces
idades
y su
satisfacción
queda entonces
revertida:
la
promesa
y
la
espe
ranza
de
sati
sfac
ción
preceden
a
la necesidad
y
son
siempre
mayores que la necesidad preexistente,
aunque
no tanto que
impidan desear los productos
ofrecidos
por aquella promesa.
En
realidad, la
pt·omesa resultará mucho
más atractiva cuan-
46
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 41/149
to men
os
conudda resulte
la necesidad en
cuest
ión: vivir una
experiencia
que
estaba dis
ponible,
y de la cual hasta
se
ignora
ba su ex
i
stencia,
es
siempre
más
seductor.
El
entusiasmo pro
vocado por la sensación novedosa y sin precedentes constituyen
el
me
ollo en el
proceso
del
consumo. Com
o
dicen
Mark
C.
Taylor
y Esa Saarinen,
"e
l deseo no desea la satisfacción. Por el con
trario, e l deseo desea
el
deseo ;a
en todo
coso, así
funciona el
deseo de un consumidor
ideal
La perspectiva de
que
el deseo
se
dis ipe y nada parezca
estar
en condiciones
de re
s ucitarlo, o
el panorama
de
un mundo
en
el
que
nada sea digno de
se1·
deseado, conforman la
más
siniestra pesadil1a del consumidor
ideal.
Para aumen tar su
capacidad de
consumo, no
se
debe
dar
descanso a los
consumidores.
Es necesario exponerlos
siempn•
a
nuevas tentaciones manteniéndolos en
un
estado de ebu
lli
ción
co
ntinua, de pe1·manente excitación y en verdad, de H(IH
pecha y recelo . Los anzuelos para captar la
atención
dobm1
confirmar la sospecha y disipar
todo
recelo: ¿Cre
es
habcdo
visto todo? ¡Pues no viste nada
todavía ".
A
menud
o
se dice que el mercado de
consumo
seduce
a lo:;
consumidores.
Par
a hacerlo, ha de contar con consumiclun·:;
dispu
estos
a
se
r
s ~ d u
o s
y
con
ganas
de se
rlo
(
así
como
1·l
patrón, par
a
dirigir
n s
us
obl·eros,
necesitaba trabajadores
cou
hábito
s
de
discip
lina
y
obediencia
firmemente arraigados). l•:n
una sociedad de
consumo bien
aceitada,
los consumidores bus
can activamente
la
seducción.
Van
de una atracción
a ot
ra,
pasan de tentación
en tentación, dejan un
anzuelo
pura-pica•·
en otro. Cada nueva atracción,
tentación
o carnada, es en cier
to modo
diferente - y
qu izá
más
fu r t que
la
ant
erior. Algo_
parecido,
aunque también
diferente,
a lo
que
s
ucedí
a
con
su:-;
antepasados productores: su vida
er
a
pasar
de una vueltH d<•
cinta transportad?.ra
a otra vuelta exactamente igual a la an- -
terior.
Para
los consumidores
maduros
y expe1·tos,
actuar de
ese>
modo es una compulsión, una obligación impuesta; sin
embat
go, esa
"obligación"
internalizada, esa imposibilidad
de
vivir
su propi
a
vid
a de
cualquier
otra forma
posible, se
les
presenta
co
mo
un
libre
ejercicio
de
voluntad.
El
me
rcado
pued
e
haberlo:;
pre parado pa ra ser cons umidores al impedirles desoír
las ten·
t a dones ofrecidas;
pero en cada nueva
visita al mercado ten
dn1n,
otra vez, la entera sensacjón de
que
son ellos
quienes
1 /
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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mandan, juzgan, critican y eligen. Despué::;
de
todo, entre las
infinitas
alternativas
que se les
ofrecen no le
deben
lidelida.9. a
ninguna. Pero lo
que
no
pue
den es rehusarse a
elegir
entre
ellas. Los cam in
os
para llegar a
la
pt·opia ~ n ~ j d a d a 9cupar
un
lugae
en la
sociedad
humana y a vivir :Uña vida que se reco
nozca
como
signi
fi
cativa
exigen
visitas
diarias
al
mercado.
En
la etapa industrial
de la
modernidad
h-abía· n hecho
in
cuestio
n
ab
le:
antes que
cualquier otra cosa, todos
debían
ser
anle todo productores. En esta segunda modernidad , eñ
esta
modernidad
de
consumidor·es,
la
primera e imperiosa obliga
ción es ser consumidor; después, pensar
en
convertirs
e en
cual
quier ott·a cosa.
ómo s genera un consumidor
En
años
recientes, representantes de todo el eapeclro políti
o hablaban
al un ísono, con añoranza
y
deseo, de
una
' 'recupe
ración dirig-ida por los con
sumidores . Se
ha culp
ado con
frecuencia a la
caída
de la producción, a la ausencia de pedidos
y a la lentitud
del
comercio minorista pot· la falta
de
interés o
de
confianza del
consumidor
(lo
que equivale
a
decir que
el
deseo
de
comprar a
crédito
es lo
bastante
fuerte como
para
superar
el temor a la insolvencia).
La esperanza de
disipar esos
problemas
y
de
que las cosas se reanimen
se
basa en
que los
consumidores
vuelvan a
cump
lir
~ o n
su
deber: que otra vez
quiet·an
comprar,
comprar- mucho y
comprar más. Se
piensa
que
el c
recimiento
económico , la
medida
moderna
de que
l
as
cosas están en o1·den
y
siguen
su-curso,
el mayor índice de que
una
sociedad
funciona como
es
debido,
depende,
en una
soc
ie
dad de.(;onsumidores,
no
tanto de la fuerza productiva
del
país
(una fuerza de Lrabajo
saludable-y
abundante, con cofres re
pletos y
emprendimientos
audaces
por parte
de
los poseedo1·es
y
administmdores
del
capital)
como del fervor y el
vigor de sus
consumidores. El papel
--€n otr·os
tiempos
a cargo del
tt·aba
o
de vincular las motivaciones individuales,
la integración
social y la reproducción de todo el
sistema
prod-uctivo corres
ponde
en
la
actualidad
a
la
inici
ativa
del
consumidor
.
Habiendo dejado atrás la premodernidad
- los
mecanis
mos tradicionales
de ubicación social
por
mecanismos
de
adscripción, que
condenaban
a hombres y
mujeres
a ' 'apegarse
48
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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a su clase , a vivir según los
estándare
s (pet·o no por
encim
a
de
ell
os
) fijados para
la
categoría social en
que
habían nacido--,
la
modernidad
cargó sobre el
individuo
la
ta rea de su
autoconstrucción :
elaborar la propia identidad social, si no
desde cer
o,
al
menos
desde
s us cimientos. La r ~ s p o n s
b i l i d a d
del
individuo
an t e s
limit
a
da
a
re
spe
tar
las frontera
s
ent
re
ser un noble, un comerciante , un soldado mercenario ,
un
a
rte
sano,
un campesino
arrendatario o
un
peón rura se amplia
ba hasta llegar a la elección misma de una posición social, y el
derec
ho de
que
esa posición fuera
reconocida y aprobada
por la
sociedad.
Inicialmente, e l trabajo a pareció co
mo
la principal
herra
mienta para enca r a r la construcción del pr·opio destino.
La
iden
tificaci
ón
social
bu
sca
da
- y
alcanzada
con
esfuerzo---
tuv
o
como
d
eter
mina ntes
principales la capacidad para
el
trabajo, el lu
gar
que
se ocupara e n el
proc
eso social de
la
producción y e l
proyecto elaborado a partir
de
lo a
nterior.
Una
vez
elegida,
la
identidad
social podía const
ruirse
de
una vez y
par
a siem pre ,
para
toda
la vida
, y al menos en principio,
también
debían
definirse la vocación, el
pue
s
to
de trabajo,
las
t r e ~ ~ para toda
una vida.
La
construcción de la
identid
a d habría de set· r e ~ r u -
lat·
y
coherente,
pa
san
do
por
etapas claramente definid
a s, y
· también debía serlo
la
caiTera l
abo
ral. No debe
sorprender la
in
siste
ncia
en esta metáfora a idea de una construcción
para ex presar
la
naturale za del
trabaj
o exig
id
o por la
autoidentíficación personal
. El cmso
de
la carrera laboral,y la co
ns
trucción de
una id
e ntidad
personal
a lo largo de toda la
vida
,
ll
ega
n
así
a complementarse.
Sili embargo, la e
lección
de una c
arr
era labora l -
re
gu lar,
dur
ab
le y continua- , coherente y bien estructurada, ya no
está
abiert a
para
todos . Sólo en casos
muy
contados se puede
defi
nir (y menos
aún,
garantizar)
un
a identidad
perm
a
nente
en
función
del
trabajo desempeñado. H oy, los
empleos
permanen
tes,
seguros y
garantizados so
n la
excepción.
Los oficios d e an
taño, de
por
vida ,
h asta here
ditarios,
quedaron confinados a
unas
pocas
industri
as
y profesiones antiguas y están en rápida
disminución .
Los
nuevos
puest
os de
trab
a
jo
suelen
se
r contra
tos temporarios, hasta nuevo aviso o en horarios de tiempo
parci
a l
[part time].
Se suelen combinar
con
ot
ras
ocup
ac
iones
y no garantizan
la
continuidad, menos aún, la
permanencia.
El
nuevo lem a es fle
xibilidad
, y esta noción ca9.a vez más gene-
49
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 44/149
ralizada
implica un
juego de contratos
y
despidos
con rnuy po
cas reglas
pero
con
el
poder de cambiarlas
unilateralmente
mientras
la misma partida se está jugando.
Nada
perdurable
puede
levantarse sobre esta arena move
diza.
En pocas
palabras: la perspectiva de construi
r, sobr·e la
base
del t r b j o ~
una identidad
para
toda la vida
ya
quedó
en
terrada
definitivamente
para
la inmensa mayoría de la gente
(sa lvo, a l menos por ahora, para los profesionales
de
á reas muy
especializadas y pr·ivilegiadas).
Este cambi
o
trascendente,
sin
embargo,
no fue vivido co
mo
un gran terremoto o una a
menaz
a
existe
ncial.
Es
que la preocu
pación sobre
las identidades también
se
modificó: las antiguas
can-eras
resultaron totalmente
inadecuadas para l
as
tareas e
inquietudes
que llevaron
a
nu
evas
búsquedas de identidad
.
En
un mundo
donde,
según
el
conciso y contundente aforismo de
George
Steiner, todo
producto
cultural es
concebido
para produ
cir un impacto
má...ximo
y
caer en
desuso de inmediato , la
cons
trucción de
la
identidad
personal a lo largo
de toda una vida y
por añadidura,
planificada
a priori, trae como consecuencia pro
blemas muy sel ios.
Como
afinna
Ricardo Petrella: las actuales
tendencias
en el mülldo dirigen las
economías
hacia la produc
ción
de
lo
efímero
y
vo
látil
- a
tmvés
de la
masiva
reducción
de
la vida útil de produdos y servicios-, y hacia lo precad.o -(em
pleos
temporarios, flexibles y part-time) .-l.
Sea
cual fuere la identidad que se busq
ue y desee,
esta
debe
¡·á
tener
e n concordancia con el mercado laboral de nuestros
d í a s el don de la
flexibilidad.
Es preciso que
esa identidad
pueda ser cambiada
a corto
plazo,
sin previo
aviso, esté regi
da
por el principio
de mantener
abiertas
todas las opciones; al
menos,
la mayor
cantidad
de
opciones
posibles. El
futuro nos
depara cada día
más
s01
·presas
;
por
lo tanto, proceder
de
otro
modo
equival
e a privaese de
mucho,
a excluirse de beneficios
todavía desconocidos que, aunque vagamente
vislumbrados,
puedan llegar
a
brindarnos
las vueltas del
destino
y las
siem
pre
novedosas e inesperadas
ofertas
de la vida.
La
s modas
culturales
irrumpen
explosivamen
te en
la fer;a
de las vanidades; también se vuelven obsoletas y
anticuadas
en
menos tiempo del
que
les
lleva
ganar
la
atención
del públi
co. Conviene que cada
nueva identidad sea temporaria; es
pre
ciso asumirla con
ligereza
y
echarla al
olvido ni
bien
se abrace
otra nueva, ~ á brillante o simplemente no probada todavía .
50
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 45/149
1
:
• ;
• .; • - A - ~ •
l
. . . . - · . -..
··
.
. : .·c- :t. l
Sería
más adecuado por
eso
hablar de ide
ntidad;;
en p l ~ ~ = - ; 1 : - ; - -
lo largo de la vida, muchas
de
e llas quedarán abandonadas y
o
lvidadas.
E s
posible que
cada
nueva identidad''permanezca
incompleta y condicionada; la dificultad está en
cómo evit
ar su
anquilos
am i
en
to. Tal
vez
el
término identidad
haya de
jado
de
se
r
útil,
ya
que
oc
ulta
más
de
lo
que
rev
e
la sobre
esta
ex
pe
rienda de
vida
cada
vez
más
frecuente: las preocupacion
es
so-
bre la
posición social
se
relaciona
n con el
temor
a
que
esa
identidad
adquirida,
demasiado rígida, resulte inmodificable.
La
aspi1·ación a alcanzar una identidad y el horror que produ-
ce la satisfacción
de ese
d
eseo,
la
mezcl
a
de atracción
y
repul
sión que
la
idea de
identidad
evoca, se
co
mbinan
para producir
un
compuesto de ambivalenci
a y
confusión que
e s to
í re
sulta
e
xtrañ
a me
nt
e
perdurable.
Las inqui
et
udes de
este
tipo encuentran
su
respuesta e n
el
volátil,
inge
nio
so y
siempre a r i
~ b
l
mercado de
bienes de
co
n
sumo. Por definición, jamás se es
pe
ra que
es
to
s
bienes-hayan
sido concebidos
para consumo momentáneo o perdurable-du
ren
siempre; ya
no
h
ay
similitud con ca
rr
eras pa ra
toda
la
vida
o
t
ra
baj
os
de por
vida .
Se
s
upon
e
que
los
bienes
de con
sumo serán u sados para
desaparece
r muy
pronto;
te
mpo
rario
y
transitorio
so
n a dj
et
ivos
inh
e r
entes
a
todo objeto
de
consu
mo;
es
tos bienes parecerían
llevar
s
iempre gr
abado,
aunque
con una tinta invis ible, el lema m m nto
nwri
[recuerda que
has de morir].
P a re< :e haber
una
a
rmoní
a
pr
e
determin
a
da, un
a resona ncia
especial
entre
esas cualidades
de
los bienes de consumo
y la
ambivalencia típica de
es
ta
sociedad
posmoderna frente al pro .
blema
de la identidad. Las iden
tidades
, como los bienes do
consumo,
deb
en
pertene
ce
¡·
a
alg
ui
en ;
pero
sólo
par
a
se
r cons u
mid
as y d e s a p ~ r e c e r nuevamente.
Como
l
os
bienes
de
com;umo,
las identidadés no debe_n
cerrar
el camino hacia otras ident.i
dades nuevas
y mejores , impidie
udo
la capac ida d
de absQrbcr
las . Siendo
es te
el re
qui
sito, no tiene sentido buscarlas
en olra
parte
q ue no sea el me rcado. Las identidad
es
compuestas ,
elaboradas s in demasiada
precisión
a partir de las mue/it.m¡;
di
sponibles, poco durareras y reemp lazables que
se
vendm1 •·n
el
mercado,
parece
n
ser exactamente
lo
que hace falta pam
enfrentar los d
es
afíos de la
vida
contemp
orá
nea.
Si en esto se
gasta
la energía liberada por los problema:-4
el••
iden t ida
d,
no
hacen
falta
mec
a nismos sociales especializadu
/ol
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 46/149
para
la
regulación uonnativa
u
el mantenimiento de pau
tm; ;
tampoco parecen
d
esea
bles. Los antiguos métodos
p;mópticos
para
el
cont¡·ol
social
perturbarían
las
funciones
del
com;umidor y resultarían desa
st
rosos
en
una sociedad organi
zada
sobre
el deseo
y
la elección.
Pel'O,
¿les
iría mejor
a
otros
mdodos novedosos de regulación normativa?
La idea
misma
de una regulación, ¿no
es,
al menos en escala mundial, cosa del
p ~ • s a d o ? } . pesar de haber resultado esencial
pa1·a
poner
a
tra
h : ~ j a r
a
la
g·ente"
en una comunidad de t1·abajadores, ¿no per
dió ya su razón
de se¡·
en
nuestra sociedad de consumo? El
propósito
de
una
norma
es usar
el libre albedrío
para limitar
o
tdirninar la
libertad de elección,
cen·ando
o
dejando
afuera to-
da ;
las
posibilidades menos una: la ordenada
por
la
norma.
l
'l 'ro
el efecto colateral producido po1· la supresión de
la e lec-
ei<in y
,
en
especial, de
la
elección mlis repudiable
desde
el
p11nto
de vista de la regulación normativa: una
elección volátil ,
caprichosa
y
fácilmente modificable- equivaldría
a
matar al
consumidor que
hay
en todo ser humano.
Sería
el desastre má
s
L ~ n i b l e que podría ocurride
a
esta sociedad basada en el mer
cado.
a re ,rulación normativa
es,
entonces, disfuncional ;
por
lo
t.ant.o,
inconveniente para
la perpetuación,
el
buen funciona
miento
y el
desarrollo
del mercado de
consumo;
también es
re
chazada por la
gente.
Cont1uyen aquí los intereses de
los
consumidores
con los de los operadores del mercado. Aquí se
hace re
alidad
el viejo eslogan: "Lo que es bueno
para Gener
a l
Moto1
·s
, es bueno para los Estados Unidos (siempre que por
'' los
Estados
Unidos
no
se entienda otra
cosa
que
la
suma
de
::;us
ciudadanos
. El espíritu
del consumidor ,
lo mismo que
la s
empresas comerciales que prosperan
a
su costa, se
rebela
contra la regulación
. A
una sociedad de
consumo
le
molesta
cualquier restricción legal impuesta
a
la
libertad de elección,
le
perturba
la
puesta fuera de la ley de los
posibles
objetos de
consumo,
y
expresa
ese desagrado
con
su ampli
o
apoyo
a
la
gran mayoría de
las
medidas desregulatorias
.
Una
mole
s
tia
similar se
manifiesta
en
el
hasta
ahora
desco
nocido apoyo -aparecido
en
los Estados Unidos
y
muchos
otros
paise
a
la
reducción
de
los
servicios
sociales
(la
provisión de
urgentes necesidades humanas hasta ahora administrada
y
garantizada por el Estado
), a
condición de
que
esa reducción
vaya acompañada por una disminución en
los
impuestos.
El
52
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 47/149
~ s l o g n
''má::; tlineru e n lu ; uolsilloci del con
t.nbu
ye nte ---tan
difundido de un
extremo
al oti·o del espectro político, al punto
de qu
e
ya
no
se
lo obj
eta
ser iamente-
se
r e
fi
e1e a l der
ec
ho
del
consumidor
a ejercer s u elección, un derecho ya internalizado
t1·ansformado en vocación tle vida.
La prom
esa de contar
con
más dinero una vez paga dos los impuestos atrae a l e lectorado,
y no tanto porque le permita un may
or
cons umo sino porque
amplía su ; posibilidades de elección, porque
aumenta
los
pla
ceres de comprar y
de
elegir. Se piensa que esa promesa de
mayor capacidad de elección tiene, precisamente, un aso
mbro
so poder
de
seducción.
En la práctica,
lo
que importa es el medio, no
el
fin
.
La
voc
a
ción del consumidor se satisface ofreciéndole más para elegir,
sin
que
esto s ignifique necesariamente más
consumo.
Adoptar
la acti tud del consumidor
es,
ante todo, decidirse por
la
Íiber
tad
de elegir; consumir más queda en un segundo plano, y ni
s iquiera r
es
ulta
indispensable.
El
tr b jo
juzg do
desde
l
estétic
Sólo colectivamente los
productores
pyeden cumplir ;u vo
cación; la pt·oducción
es
una empresa co lectiva, que s
up
one la
división de tareas,
la
cooperación
entre los agentes y
la
coordi-
- nación de s us
actividades.
De
vez
en cuando, ciertas acc
iones
parciales pueden llevarse a cabo en fol'ma individual y solita
ria; pero incluso en estos casos,
re
sulta fundamental el modo
como
esos
tr
aba
jos individuales
se
encadenan
con
otras
accio
nes para
conOuir
en la
creación
del p1·oducto final; también
es to
lo tiene muy presente
quien
tr
abaja
en
so
ledad.
Los p¡·o
ductores
está
n juntos a unque actúen por separado. El tnl-bajo
de cada uno necesita siempre mayo¡·
comunicación,
a
rmon
ía e
inte
grac
ión
e
ntre
los individuos.
Con l
os
consum
id
ores pasa
exactam
e
nte
lo contrario.
El
con
s umo es
un
a actividad esencialmente indi-v;dual, de una sola
per
so
na ; a
la larga
, s
iempr
e
solitaria.
Es
un
a
act
ivi
dad
que se
cumple saciando y despertando el deseo, aliviándolo
y
provocán
dolo: e l deseo
es
siempre una
sensación
privada, dificil de co
municar. El consumo colectivo
no
exis te.
Por
cie
o
que
lo.s
consumidores
pueden reunirse
para
consumir
; pe
ro, incluso
en
esos casos,
el
consumo s
igue
siendo una experiencia por co
m-
53
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 48/149
pleto
solitaria que
se
vive individualmente. La e x p e ~ · i e n c i a co
lectiva sólo s u b y ~ c e actúa como fondo de aquella
privacidad
para
aumentar sus placeres.
Elegir,
es claro, resulta más satisfactol'io cuando
se
lo hace
en compañía de otras personas que
también
eligen, sobre todo
si la experiencia
se realiza dentro de
un templo
dedicado
al
culto de
la
elección y repleto de otros adoradores de
ese
culto .
Este
es
uno
de
los placeres que
se sienten,
por ejemplo, cuando
se sale
a
cenar
a un restaurante donde
todas
las
mesas están
reservadas, o cuando se visita
un
centro comercial o un
parque
de
diversiones, llenos
de
gente,
y se
lo
hace
sobre todo
en
gru
pos de ambos sexos. Pero lo
que se
celebra
colectivamente, en
estos casos
y
otros similares,
es
el
carácter
individu l de la
elección
y
del
consumo.
Esa
individualidad se
ve
reafirmada
y
actualizada
en
las
acciones copiadas y
vueltas
a copiar por
multitud de consumidores. Si así no fuera, nada ganaría el con
sumidor
al
consumir
en compañía. Pero el
consumo,
como acti-
vidad,
es
un
enemigo natural de cualquier
coordinación o
integración; pese a todo, es inmune a la
influencia
colectiva.
Todo esfuerzo
por
superar
la
soledad endémica propia del acto
de
consumo ¡·esultará, en definitiva, vano.
Los consumidores
seguirán
solos
aunque actúen
en
g-rupo.
La
liberJ;ad de elección
es
la va¡·a que mide la estratificación
en la
sociedad
de consumo . Es, también, el marco en
que sus
miembros,
los consumidores
inscriben las aspiraciones de
su
vida: un marco
que
dirige los
esfuerzos
hacia la propia
superación y
define el
ideal
de
una buena vida . Cuaota
ma
yor sea la libertad de elección y
sobre
todo, cuanto más
se
la
pueda ejercer sin restricciones, mayor será el
lugar
que
se
ocu
pe
en
la
escala
social,
mayor
el
respeto
público
y
la
antoestima
que puedan
esperarse: más
se acercará
el
consumidor al ideal
de
la buena vida .
La
riqueza y el
nivel
de ingresos
son impor
tantes, desde luego; sin ellos, la elección se
verá
limitada
o
directamente vedada. Pero el papel de
la
riqueza y los ingresos
como c pit l (es decir como dinero
que
sirve ante
todo
para
obtener
más
dinero) ocupará
un
plano
secundario e
inferior,
si
no desaparece totalmente de las perspectivas de la vida
y
sus
motivaciones.
La
importancia
principal de la riqueza y el in
greso reside en que abren el abanico de elecciones disponibles.
La acumulación, el
ahorro
y
la
inversión sólo
tienen sentido
porque
incluyen
pa1·a el
futuro
la promesa de ampliar
aun
más
54
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 49/149
las
posibilidades de elección. No están , sin
embarg
·o,
al alcance
de Ja mayoría de los consumidores: si
estos
recursos
fueran
practicados por
todos, provocarían un desastre .
El aumento
del
ahorro
y la disminución
de las
compras a
crédito
no anuncian
nada
bueno;
cuando
aumenta
el
crédito
a
los
consumidores,
el
dato
se
toma
como
signo
seguro
de
que
las
cosas
ma1·chan en
la
dirección colTecta . Una sociedad de consumo no puede ver
bien
un ll amado a demorar
la gratificación.
La
nuestra
es una
-comunidad
de
tatjetas
de
c1·édito, no
de libretas de
ahotTO. Es
una sociedad de
hoy
y ahora ; una sociedad
que
desea, no una
comunidad que espera.
Por
eso
-digámoslo una
vez más- no necesita
normas
¡·eguladoras que
instruyan
y disciplinen, que todo lo vigilen
con su ojo panóptico, para garantizar que los deseos humanos
se
orienten
hacia
la ganancia
de
los operadores de
mercado.
Tampoco es preciso
reformular las necesidades
de la
econo
mía
u n a economía
productora,
ante
todo,
de
bienes
para el
consumo-,
que
adapte la
vida
social a los deseos del
consumi
dor
. Basta con la seducción,
con
la exhibición de maravillas
aún no experimentadas,
la
promesa
de
sensaciones
desconoci
das. l mismo tiempo,
es
necesario
minimizar
y eclipsar todo
lo probado antes.
Pero
todo esto es válido a
condición,
desde
luego,
de
que
el
mensaje
llegue a oídos
receptivos, y
todos los
ojos estén puestos en los
objetos que
presagian nuevas emocio
nes detrás de
las
señales
que muestran. El
consumo,
siempre
más variado
rico, aparece ante
los consumidores
como
un
derecho para disfrutar y no una
obligación
para
cumplir. Los
consumidores
deben
ser guiados po1· intereses estéticos, no por
normas éticas.
Porque
es la estética, no la ética, el elemento integrador en
La
nueva
comunidad de consumidores, el que mantiene
su cur
so y
de
cuando en .cuando, la rescata
de sus crisis.
Si la ética
asignaba -valor
supremo al trabajo bien 1·ealizado,
la
estética
premia las
más intensas experiencias. El
cumplimiento
del
deber
tenía
su
lógica
interna
que
dependía del tiempo y por eso
lo
estructlll·aba,
le
otorgaba una orientación,
le
confería senti
do
a
nociones como
acumulación
gradual
o demora
de las
satis
facciones .
Ahora,
en cambio, ya no hay razones
para
postergar
~
búsqueda de nuevas experiencias;
la
única consecuenciade
esa demora es la pérdida de oportunidades .
Porque
la opor
tunidad de
vivir una experiencia
no
necesita preparacíón ni
la
•·
55
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 50/149
j u::;tifica : llega
:;
in a nunciarse y :;e de
svanece ::;i
no se a prove
cha
a
ti
e
mpo; se
volatiliza,
también
, poco
de
s
pués
de habé
rsela
vivido. Esa
oportunidad
debe ser
tomada al
vuelo; no
hay
otro
momento pa ra hace rlo que e l presente fugaz . En es te
sentido,
nin
gún
instante se
diferencia
d ~ o t r o
ca
da
mom
e
nto
es
bueno
~ ~
t
á igw:dmente madum ) pa ra el
disfrute
.
Y la elección de
ese
momento
es
la
única
de la que no dis po
rwn
quienes o
ptaron
por la
elección como modo de vida. No
~ l en el consumidor decidir cuándo
surgirá
la oportunidad
de vivir
un
a expel iencia
alucinante;
el consumidor
debe
es
tar
siempr
e
dispuesto
a
abrir
la
puert
a y
recibirla
.
Debe mante
nerse en a le1·ta constante, listo pa1·a reconocer,
en todo
mo
mento
, la
oportunidad
qu
e
se
pr
es
enta
y
hacer
todo
lo
necesario
p ~ r n aprovecharla lo mejor posible.
S i la
comunidad
de producto res a l
bu
scar ¡
·egla
s inque
bnmtab les y las estructu1·as finales de las cosas fue esen
cial men
te
platónica,
nues
tra sociedad
de
consumidores es, por
e l contra rio, Mistoté lica: pragmática y flexib le, se rige por el
principio de que no h ay que preocuparse por el cruce del puen- ·
e
antes (
per
o tampoco des
pué
s)
dQ
llegar a é l.
La única inicia-
tiva
qu
e le
queda
a l consumid
or sensato es estar allí
donde
p que
las
oportunidades abundan, y
en
el momento en
que
se pre
senten
en mayor
número.
Esta iniciativa
se
adapta
sólo
a W1a sa
bidurí
a e mpírica, s
in recetas
infalibl
es ni
fórmulas
ma temá ticas. En cons
ec
ue ncia,
¡·
equier e
mucha confianza
y,
sobre todo,
pu
e rLos
segu
ros donde anclar. No puede sorpren-
de
r,
por eso,
que nue
s tra
sociedad
de consumo sea
también el
paraíso del
con
sejo
es
pecializado y la publicidad, tan to como
tierra
fé¡·til
para
profetas, brujos y mercade r
es
de
pociones
má
gicas
o dest
iladores
de pi
ed ra
s filosofales.
En res
um
e n : la estética del consumo
gobierna
hoy,
allí
don
de
antes
lo hacía la
ética
del trabajo. r ~ quienes completa
ron con éxito el entrenamie n to
para
el cons umo, el mundo es
una
in
mensa
matriz
de
pos
ibilid
a d
es,
de sen
sacione
s
cada
vez
más
int
ensas , de experiencias
má
s y más
profundas,
en el
sen-
tido
de la noción a lema
na
de
rlebnis
[vivencia ),
diferente
de
rfahrung
[experiencia].
Ambos té
rminos,
a
unqu
e con mati-
ces di
s
tinti
vos,
pu
ed
en
traducirse
co
mo
experiencia :
rl
eb
ni
son l
as cosas por
l
as qu
e atravieso a lo largo de la vida , mien -
tras
qu
e rfahrung
es la
expe
ri
encia que me e nseña a
vivir
.
El mundo y todos sus matice pueden ser
juzgados
por las sen -
6
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 51/149
saciones y
Erlebnis ;e
que provocan; por su capacidad de des
pertar
deseos
que es
justamente
la
etapa
más placentera en el
proceso del consumo, más aún
que
la satisfacción
misma
del
deseo .
La
diferente intensidad
que
presenta
aquel
despertar
de los deseos
determina
la
forma
en que objetos, acontecimien
tos
y
personas
quedan
señalados en el mapa
de
la
vida; la brú
jula
más usad
a para moverse en él
es
siempre estética, no
cognoscitiva ni
moral.
5
El estatus
concedido
al trabajo, o más
precisam
en
te
a
la
ta
rea
desempeñada,
n o podía sino verse profundamente afecta
do
por e.I
actual ascendiente de los
critedos estéticos.
Como
vimos , el
trabajo perdió su
Lugar de
privilegio, su condición
de
eje alrededor del cual giraban todos los esfuerzos
po1· consti
tuirse
a
sí mismo
y
construi1·se
una
identidad.
Pe1·o,
como ca
mino elegido
para el
perfeccionamiento moral, el arrepen
timiento y la redención, el trabajo dejó de ser, también,
un
centro
de atención
ética de notable intensidad.
Al igual
que
otras
acti
vidades de la
v)da,
ahora
se
somete, en primer lugar,
al
escru
tinio
de
la estética.
Se
lo juzga según su capacidad
de
generar
experiencias placenteras. El trabajo que no tiene
esa
capaci
dad qu e
no ofrece
satisfacciones
intrínsecas - carece de
v a l o ~ ·
Otros
criterios
(e
ntre
ellos,
su
vieja
influencia
moralizadora ) no soportan la competencia de la estética ni pue
den salvar
al trabajo de ser
condenado
por
inútil,
y
hasta
de
gradante, para el coleccionista de
sensaciones
estéticas.
a vocación com o privilegio
No
hay nada
de
masiado
nuevo
en
la
clasificación
de
los
tra
bajos
en
función
de
la satisfacción
que
brinden . Siemp1·e
se
co-
diciaron ciertas tareas por ser más gTátificantes y
constituir
un
medio para sentii·se ''
realizado
;
otras
acti'vidades fueron
soportadas
como
una carga. Algunos trabajos eran considera
dos
trascendentes
y se prestaban más fácilmente que otros
para
ser tenidos en cuenta como vocaciones, fuentes de orgullo
y autoestima.
Sin
embargo, desde
la perspectiva ética
era
im
posible
afirmar
que
un
trabajo careciera
de
valor
o
fuera
de
gradante; toda
tarea
honesta conformaba a dif,' tlÍdad
humana
y todas
se
rvían
por igual la
causa de la
rectitud
moral · la
redención espiritual. Desde el
punto
de vista de la
ética
del
57
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 52/149
trabajo,
u ~ l u i e r actividad (trabajo n sí) humanizaba , sin
importar cuánto
placer· inmediato
deparara
(o no) a quienes
la
realizaran. En términos éticos, la sensación
del
deber
cumpli
do
era
la
sati
sfacción más dit·ecta, decisiva
y
- -en última
ins
tancia
-
suficiente que
ofr
ecía
el
trab
ajo; en
este
sentido,
todos
los
tl·abajos
eran
i
guales.
Ha
sta
el ín
timo
sent
imien
to
de reali
zación
pe1·sonal
experimentado por
quienes
vhian
su oficio como
auténtico
llamado era
equiparado
a la
conciencia
de la ta
rea
bien cumplida que,
en
principio, e::.'taba a
disposición
de
todos
l
os trabajadores
, incluso los que
desempeñaban
las tareas
más
bajas y menos
interesantes. El mensaje
de la ética
del trabajo
era la igualdad: minimizaba las obvias diferencias entre las
dis tintas ocupaciones, la satisfacción potencial que podían ofre
cer y
su
capacidad
de
otorgar estatus o prestigio,
además
de
los
beneficios
m
ateria
l
es que
brindaban.
No
pasa
lo
mismo con el examen
estético y
la
actual
evalua
ción del trabajo. Estos subrayan
la
s diferencias y elevan cier
tas
profesiones a
la categoría de
acLivid
ades fascinantes
y
refinadas
capaces de
brindar
experiencias
estéticas
y hasta
at·tísticas-, al tiempo
que
niegan todo
valo1· a otras ocupacio
nes
remuneradas que
sólo
aseguran la
sub
sistencia. Se exige
que
las profesiones elevadas
tengan la
s mismas cualidades
necesarias
para
ap
reciar
el
arte: buen
gusto,
r
efinamiento,
cr
i
terio
,
dedicación desinteresada
y una
vasta educación. Otros
trabaj os son considerados tan
viles
y
despreciables,
que no se
los concibe como actividades
dignas
de ser elegidas vol
untaria
ments. Es pos1ble r ealizar esos
tmbajos
sólo por necesidad y
sólo cuando
el
acceso a otro medio
de
subsistencia queda cerrado.
Los trabajos
de
la p · mem
categoría
son considerados inte
resantes ; los
de
la
segunda,
abun·idos . Estos
dos
juicios la
pidarios, además, encierran complejos criterios estéticos que
los sustentan. Su franqueza ( No hace falta justificación , No
se pe¡·mite apelar ) demuestra abiertamente
l
crecimiento de
la
estética sobre la
ética,
que antes dominaba el campo del tra
bajo.
Co
mo
todo
c
uanto aspire
a
convertirse
en
blanco
del
de
seo y
objeto
de la
libre
elección
del consumidor
, el t
rabaj
o h a
de
se
r
interesante :
variado,
excitante, con
espacio p
ara la
aven
tura
y una cierta
dosis de riesgo, aunque no exces
i
va.
El
traba
jo
debe ofrecer
también suficientes ocasion
es de
experimentar
sensaciones novedosas
.
Las
tareas
monótonas,
rep
et
itiva
s,
ru
tinarias, carentes de aventura, que
no
dejan margen a
la
ini-
58
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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ciativa ni p n ~ ~ e n t a n desafios a la mente u opo
·
tunidades de
ponerse
a
prueba, son
"aburridos". Ningún consumidor
experi
mentado
aceptaría
realizarlo : por volun
tad propia, salvo
qu e
se
encontr
ara en una
sit
uación
sin elección
(es decir
, salvo
qu
e haya
perdido
o
se le
est é
negando
su identidad co mo con
sumidor,
como
pe
r
sona
que
eli
ge en
libertad
).
Estos
últimos
trabaj os
carecen de
valor estético;
por
lo tanto, tienen
po
cas
posibilidades de transformarse
en vocaciones
en esta sociedad
de
coleccionistas
de
experiencias.
Pe r·o lo importante es que, en un mundo
dominado
por cri te-
ri
os
estéticos, los
trabajos en
cuest ión
ni
siquiera conservan el
s upuesto valor ético que
se
les asignaba antes. Sólo ser á n ele
gidos volunta1·iamente por
gente
todavía no incorporada a la
comunidad de
consumidores,
po¡· quienes
aún
no h
an
ab razado
el cons u
mismo
y
en
consecuencia, se conforman
con
ven
der
s u
mano de
obra
a cambio
de
una mínima subsistencia (eje
mpl
o:
la prim
era generación de
inmigrantes y "trabajado ·es golon
drina" provenie
nte
s
de
países o r
egiones
más
pobres
o los
re
si-
dentes
de
países
pobres
, con tJ·abajo en las fábricas establec
id
as
por e l
ca
pita l inmigrante,
que via
j
an
en
busca de
m
ayo
r
es
po
s ibilid
ades de
trabajo). Otros
trabajadores
deben ser forzo.
do
s
a aceptar
tareas q ue
no
o
frecen
satisfacción estética.
La
coer
ción
brusca,
que
antes
se ocultaba
bajo
el
disfraz
mo1
a
l de
la
ética del trabajo, hoy se muestra a cara limpia,
sin
ocultarse.
La seducción y el estímulo de
los
deseos, infalibles h eJTamien-
tas
de i n t e g r c i ó n l m o t i ~ c í ó n
en
una soc iedad de cons umido
res voluntal"ios, carecen en esto de pode1·. Para q ue la gente ya
conve r·tida al consumismo tome puestos de
tr
aba
jo re
cha
za
dos
por la estética ,
se
le debe presentar
una
situación s in elección,
ob ligándola a aceptarlos pa1·a defender su s upe n rive
ncia
bási-
ca. Pe ro
ahora,
s
in
la g r acia salvadora de la nobleza
moral.
Como
la
lib
e1
ta
d
de
elecci
ón
y la m ovi
lid
ad,
el
valor estético
del
trabajo
se
h a transfo¡·mado en poderoso faGttH
d ·
est
r atificaci
ón para nuestra
soci
edad
de consumo. La estrata
gema ya no consiste
en limitar
el
período de trabajo
al
miniruo
posible dejando t iempo l ibre
para
el ocio; por el contrario, alw
ra se
borra totalmente
la línea que divide
la vocación clt la
a usencia
de vocación,
el trabajo de l hobby, l
as tareas
produl"l.i
vas de
la actividad de
rec
r
eació
n , para elevar el t rabaj u rui:uno
a la
categoría
de
ent
r e t
enim
ien
to
supr emo y
más
satisfad-111111
que cualqui
er
otra
activida
d. Un
trabajo
e n t r e t e n i d o ~ ;
•• l l l
lo
0
1
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 54/149
vilegio
má::;
envidiado.
Y los
afortunados que
lo
tienen se lan-.
zan de cabeza
a
las oportunidades de sensaciones fuertes
y
ex
periencias emocionantes ofrecidas por esos trabajos. Hoy
abundan
los
adictos al
trabajo que
se esfu(; rzan sin
horario
fijo, obsesionados
por
los desafíos
de su
tarea durante
las 24
horas del
día
y los
siete días
de la semana. Y
no
son esclavos:
: ;e
cuentan entre
la
elite de
l
os
afortunados
y
exito
s os.
El trabajo rico en
experiencias gratificantes, el trabajo
como
realiza
c
ión personal, el trabajo como sentido de l
vida,
el tra
bajo como centro y eje de todo lo
que importa,
como fuente de
m·gullo,
autoestima, honor, respeto
y
notoriedad
...
En
síntesis:
el trabajo
como
voc ción se ha
convertido en
privilegio
de
unos
pocos, en
marca
distintiva de
la
elite,
en
un
modo de vida
que
la
mayoría
observa, admira y
contempla
a
la distancia,
pero
experimenta
en
forma
vicaria
a
través de
la
literatura
barata
y la realidad
virtual
de las
telenovelas.
A la mayoría
se
le niega
la
oportunidad
de vivir
su
trabajo como una vocación.
El
''mer·cauo flexible
de
trabajo
no ofrece
ni
permite u ver
dadero
compromiso
con ninguna de las ocupaciones actuales.
El
trabajador que se
encariña
con la tarea
que realiza,
que
se
enamora del trabajo
que se
le impone e identifica
su
lugar
en
t•lmundo con la actividad que desempeña
o la
habilidad que se
lt•
exige,
se
transfonna
en
un·
rehén
en
manos
del
destino.
No
e: ;
probable ni deseable
que
ello
suceda, duda la
corta vida de
cualquier
empleo y el
Hasta
nuevo aviso
implícito
en
todo
contrato. Para la mayoría de la gente, salvo para unos pocos
fdegidos, en
nuestro flexible
mercado laboral, encarar el t ~ -
jo como una vocación
implica riesgos enormes y
puede
tenni
nar en
graves desastl·es
emocionales.
En
estas
circunstancias, l
as
exhor Laciones a la diligencia y
la
dedicación suenan
a falsas y
huecas,
y la gente
razonab
le
haría
muy
bien
en
percibirlas como
tales
y
no caer
en
la tram-
-
pa
de
la aparente
vocación, entrando
en
el juego de sus jefes y
patrones.
En
verdad,
tampoco
esos jefes
esperan
que sus
em
pleados
crean
en
la sinceridad de aquel
d.iscurso:
sólo desean
que
ambas
partes/inja
.n
que el juego es real
y
se comporten en
consecuencia . Desde el punto de vista de los empleadores, in
ducir
a su
personal
a
tomar
en serio
la farsa
significa
archivar
los problemas
que inevitablemente explotarán cuando
un
próxi
mo
ejercicio imponga
ot
.
ra
reducción
o
una
nueva
ola
racionalizadora .
El
éxito
demasiado rápido de
los sermones
60
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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moralizantes, por otro
lado,
1·esultaría contraproduc
e nte a lar-
go plazo, pue,.<?.apartaría a
la
gente de su verdadera
vocación:
el
deseo de
consum ir.
Todo
este
complejo entretejido entre
lo que se debe y lo
que no
se
debe
hacer ,
entre
los sueños y sus costos, la tenta-
ción
de
rendirse
y las
advertencia
s para
no
ca
er
en
tales tram-
pas,
se
presenta
como
un
espectáculo
bien
armad
o
frente
a
un
públic:.o ávido de
vocación.
Vemos cómo
grandes
deportistas y
estl·ellas Cle otros <:1mbitos llegan a la cima de
su canera; pero
alcanzan el
éxi to y
la fama
a
costa
de
vaciar
su
vida
de todo lo
que
se in t
erpon
ga
en
su
camino
hacia
el
éx ito. Se niegan los
placeres
que
la gente común más
valora.
Sus logros muestran
todos
los síntomas de ser
reales. Difícilmente
haya un
ambien-
te menos polémi
co
y más convincente para
poner
a
prueba la
calidad
real''
de
la
vida
que
una
pista
de
atletismo
o
una
can-
cha de
tenis.
¿Qu ién
se
atrevería
a poner en duda
la
excelencia
de un cantante popular, reflejada en
el delirio
tumultUoso de
la muchedumbre
que
llena los estadios?
En
este
espectáculo
que se ofrece
a todos no parece haber lugar para la farsa, e l
engaño
o
las
intrigas
detrás
de bambalinas. Todo se presenta a
nuestra vista como si
fuera
real, y cualquiera puede juzgar lo
que
ve. El espectáculo
de
la vocación
se
realiza abiertamente,
desde
el
comienzo
hasta
el
fin,
ante
multitudes
de
fanáticos.
(Es to,
al menos,
es
lo que parece. Por
cierto
que la verdad del
espectáculo es el cuidadoso r esultado de innumerables guio-
nes
y
ensayos generales.)
L
os
santos de este
culto al
estrellato deben ser,
al igual que
todos los
sa
ntos , admirados y erigidos como ejemplos, pero no
imitados. Encarnan,
al
mismo tien11Jo, el ideal
de
la
vida
y su
imposibilidad.
Las
estrell
as de estadio y escenar
io son desme-
suradamente
ricas, y su
devoción
y su sacrificio, por
cierto,
dan
los frutos que
se esperan
del trabajo vivido como
vocación:
la
lista
de premios
que
·
reciben
los campeones de tenis ,
golf
o aje-
drez, o
las
transferencias de
los
futbolistas, son
parte esencial
del culto, como lo fueron los milagros o los relatos
de
martirios
en el
culto de
los santos de la
fe
·No
obstante
,
la
parte de la vida a que renuncian
la
s estre-
llas
es tan estremecedora
como
impresionantes
son sus ganan-
cias. Uno de los precios más altos
es
el carácter transitorio
de
su
gloria:
suben
hasta
el
cielo
de
sde
la
nada;
a
la
nada
vuelven
y allí
se
desvanecerán. Precisamente
por
esto, las
estrellas
del
• 61
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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deporte
son
los mejores
actores en este juego moral de la voca-
ción: está en la naturaleza misma de sus logros e l hecho de
que
su vida útil sea corta, tan breve
como
la
juventud
misma. En la
versión
de
los depo1·tistas,
el t1·abajo como
vocación es
autodestructivo, y su vida está
condenad
a a un final abrupto y
ve
loz.
La
vocación
puede
ser
muchas
cosas,
pero
lo(}ue
defini
tivamente no es (a
l
menos en
estos
casos
),
es
un
proyecto
de
vida o una estrategia para siempre. En la versión deportiva la
vocación es,
como cualquier
otra
experiencia posrnoderna de
los
nuevos coleccionistas
de sensaciones,
un
episodio
Los
santos
puritanos
de
Weber, que
vivian
su
vida de
traba
jo como esfuerzos profundamente éticos, como la
realización
de
m andatos divinos,
no
podían
ver
el trabajo de otros
--cual
quier
t rabajo-
sino
como
un
a cu
estión esencialmente
moraL
La elite
de
nuestros
días, con igual naturalidad, considera
que
toda
for-
ma de
trabajo es ante
todo
una
cu
estión
de
satisfacc
ión
estética.
Frente a la vida que llevan quienes
se
encuentran en la
esca
la
más baja de
la
jerarquía
socia
l ,
esta
concepción
--como
cual
quier
otra que la haya precedido- es una burda farsa.
6
Sin
embargo,
pernúte creer
que la flexibilidad
voluntaria
de las
condiciones de
trabajo elegidas
por los que
están
t i b
~ u e
una
vez
e
legid
as,
son
tan
va
l
oradas
y
protegidas-
resultan
una
bend
ición para los otros, incluso para quienes la flexibilidad
no sólo
no
significa libertad de acción, autonomía y derecho a la
realización personal, sino
en trañ
a
también
fa lta de segurid
ad,
desarraigo
forzoso y
un futuro
incierto.
Ser
pobre
en
un socied d
de consumo
En la
edad dorada
de la sociedad de productores, la
ética
del
trabajo
extendía su influencia más allá
de las
plantas indus
tliales y los muros de los as ilos. Sus preceptos conformaban el
ideal de una
socie
d
ad justa to
davía por
alcanzar;
mientras tan
to, servían como horizonte hacia el
cua
l
orientarse
y como
parámetro para eval
uar
crí
ti
camente
el estado de
situación
en
ca
da momento.
La
condición a
que
se aspiraba era el pleno
empleo:
una sociedad integrada
únicamente
por gente de tra-
bajo.
El pleno ef (lpleo ocupaba un lugar en cierto modo ambi
guo, ya que
era a l
mismo
tie
mp
o un derecho y u n ~
obligación.
62
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 57/149
Según desde
qué lado
del
contrato de
trabajo se
invocara eso
principio, una
u
otra
modalidad
saltaba
a
primer plano
;
pero,
como
sucede
con todas l
as normas, ambos aspectos
debían
es
tar siempre presentes
para garantizar la
validez genera l dol
principio . El pleno
empleo
como característica indispcm;nhh·
de
una
sociedad
normal implicaba
tanto
un
deb
er
accplndo
universal y voluntariamente, como un
deseo
compartido
por
toda la
comunidad y e
levado al
rango de
derecho
universal.
Definir una nm·ma es definir, también,
cuanto queda
fut•ra
de ella. La
ética
del trabajo encerraba,
por
ejemplo, el fcncíJn•·
no del desempleo: no
trabajar
era anormal . Y, como podillt•:;
pera1
·se ,
ins
is
tente
presencia de
los
pobres se explkaha,
alternativament
e, por la
falta
de trabajo o
por
la falta dt•
rlt:.
posición
pa
ra
el
trabajo. Algunas ideas
como
la
s
de
Chadc•c•
Booth o Seebohm
Rowntree
(la
afirmación de que es po:-;ihl··
seguir
siendo pobre aunq ue se cumpla jornada completa , y '1 ''
por lo tanto la pobreza no puede ser explicada
por
el ~ o n n n
miento de la
ética
del trabajo)
conmocion
a ron la opinión ilun
trada
britá nica.
La sola
noción de pobres
qu
trabtt.illn
aparecía
como una evidente contradicción en sí mi
sma;
Y tu•
podía ser de otro modo mientras
la ética
del
trabajo
manl.t iVII
ra su 1ugar en la opinión generalizada, como cura y l u < i u u
para
t
odo
s los .ma l
es
sO'ciales.
Pero a medida que el tl·abajo dejaba de ser
punto
de cnct HII
tro entre
l
as motivaciones individuales
por un l
ado
y
la
inl.
•
gx·ación de
la
soc
iedad
y su rep1·oducción por el otro,
la
á
ica
dc·l
trabajo ~ o o dijimos- perdió s u
función
de primer prÍJTt Í
pio
regulador.
Por entonces
ya se
había re
tirado,
o había f'ido
apartada por la fue
rza,
de numerosos
campo
s de la vida
snd:
d
e individual, que antes regía dil·ecta o indirec
tament
e. Id Ht•t·
tor
de
la
sociedad que
no
trabajaba
era
quizá
su
último
re flli\Í••
o, mejor, su última oportunidad de sobrevivir.
Cargar
la q1i:w
ría de los
pobre
s a su falta de dispos ición
para
el trabajo y, dt•
ese modo, acusarlos de degradación
moral,
y
presentar In
po ·
breza co
mo
un
castigo
por los peca
dos cometido
s,
fueron
loH
últimos
se
rvicios que la ética
del trabajo
prestó a la
nueva s -
ciedad
de cons
umidores.
Durante mucho tiempo, la
pobreza
fue una amenaza paru la
s
uperviv
e
ncia
: el
ri
esgo
de
moz-ir
se
de
hambr
e,
la
falta de
aten
ción médica
o la carencia de
techo
y abl'igo fueron fantasmal-4
muy
reales a lo largo
de
gran
parte
de
la hist
o
ria.
Toda
vía,
en
(l:l
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 58/149
much at>
partes
de l plane ta ,
eso
s peligro::;
igu
en a la o
rd
en del
día.
Y a unque la condición
de
ser pobre
se en
cue ntre por e nci
ma del umbra l de s
uperviven
cia , la pob
rez
a
imp
licar á sie mpre
m
ala
nutt·ición ,
escas
a
protecci
ón co
ntra lo
s
ri
gores del clima y
fa
lt
a
de
una vivienda a
de
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da: todas,
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s
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lo que una s
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La
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y
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que
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grado de
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de lo
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e
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a l ;
es
no
estar
a
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altura
de
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os
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Esto
gen
era s
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rgüenza
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e
produc
en
una
reducción de la a
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tima
.
La pobreza
impli
ca,
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ner
cerra das la::; o
portunidades
par a una vida feli z ; no poder acep-
l r
l
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e
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os
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vida
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miento y ma les ta r, s
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es
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rma
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s agr
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ivos o a
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ivos, o
de a
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a la vez.
En una sociedad de cons umo, la vida
norm
al es la de los
con
s
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or
es,
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e
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oc
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s
por
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v:u·iedad de oportunidades, se nsaciones placent
eras
y ricas
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mundo
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ece.
Una
vid
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que
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a s las oportunidades se a provecha n , dejando
pnsaz· muy pocas o
nin
guna ; se a
prov
echa n l
as
opor t
unid
ades
l
as
que más
se habl
a y por lo tanto, las más codic
iada
s; y no
¡.;(
las a provecha d
es
pués
de
los demás s ino, e n lo posible, an
tes. Como
e n
cualqui
er
comunidad,
l
os pobres
de la
soc
iedad
d
E
cons
umo
no tiene n
acc
eso
a
una
vida no
rmal
; me n
os
a
ún,
a
una existe
ncia feliz.
En
nuestra sociedad , es a limitación los
pone en la cond ición de c
on
s
umid
or
es
ma nqués c
on
s umidores
d dcct
uosos o
fru
s
tr
ados, expul
sados
del mer
ca
do. A los
pobre
s
rlc la socieda d de cons
um
o se
lo
s
defin
e a n te todo ( y así se
:.u
todefine n ) com o consumidores impe rfect
os,
deficie
nt
es; en
o
l r pa
la br a s, incap
ace
s de adaptar
se
a nu
es
tro m undo .
En
la socieda d de cons umidores, esa incapacida d es
ca
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y
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o . E
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f
al
La
de idone ida d , esta
imposibilidad
de
cumplir
con los debe
re
s
del consu m
id
or,
se
con vie
r t
e n e n
res
e
ntimi
e
nto: qui
en la s
ufr
e
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 59/149
está excluido del banquete socia l que comparten los demás.
El
único
rem
edio posible, la única
salida
a esa humillación es su
perar tan vergonzosa ineptitud como consumidor.
Como revelaron Peter
Kelvin
y .Joanna E
.•
ar
ett en
su estu
dio sobre los
ef
ectos psicosociales d el desempleo en la
sociedad
de
consumo,
h
ay
algo
particularmente
doloroso
para
quienes
perdie
ron
el
trabajo:;
la aparición de un tiempo
libre
que no
par
ece
tener fin ,
unida
a la imposibilidad
de
aprovecharlo .
Gran parte de la existencia diaria carece de est
ru
ctura s s -
tienen los
auto1·es-, pero
los desocupado
s
no
pueden dársela
en
form
a que res
ulte
razonab le, satisfactoria o
valiosa:
Una
de las quejas más comunes
de
los desocupados es que se
sien
t.en
encerrados
en
su
casa
..
El
hombr
e
si
n
trab
a
jo
no
sólo
se ve
frust.rado aburrido, [
sino
que] el
hecho
de verse así (sensación
que, por cierto,
coincide
con
la
r ealidad) lo pone irritable. Esa
irritabilidad es
una
característ.ica cot.idiana en la vida de un mari
do
sin
t.rabajo.
Stephen Hutc
hen
s obtuvo la
ti
siguientes respuestas de sus
entrevistados (
hombres
y
mujeres
jóvenes
sin
trabajo)
con
res
pecto al
tipo
de vida que llevaba n: ' 'Me
aburría,
me deprimía
con facilidad;
estaba
la
mayor
parte
del tiempo
en
c
asa, mir
a
n
do
el diario .
No
tengo dinero, o no me alcanza. Me aburro
muchísimo .
Pa
so mucho tierrwo en la cama; salvo cuando voy
a ver amigos o
vamos
al
pub
s i te
nemos din
ero .. y
no hay
mucho
más que decir .
Hutchens
resume sus
conclusiones:
La pala
bra
más usada
para
describir la experiencia de
es
tar sin traba
jo es 'aburrido'
...
El ab
urrimiento
y los problemas con el
tiempo;
es decir,
no
tene1· 'nada
que
hacer' .
9
En
la
vida
del
consumidor
no
h
ay
luga1·
para
el
aburrimien
to; la cultura del consumo se propuso erradica rlo . U na vida
feliz, según
la definici
ón
de esta cultura,
es
una vida
asegura
da contra
el
has tío, una vida en
la
que siemp1·e pasa algo :
algo nuevo, excitante; y excitante sobre
todo
por ser nuevo.
El
mercado de
consumo,
fiel
compañero
de la cultura del
consumo
y su
indi
s
pensable complemento,
ofrece un seguro contra
el
hastío, el esplín ,
el ennui
la
sobresaturación, la
melancolía,
la
l
oje
dad, el
hartazgo
o
la
indiferencia: todo
s
male
s
que,
en
otro
tiempo,
acosaba n a las
vidas
repletas de abundancia y de
con
fort.
El
mercado de cons umo garan
tiza
que nadie, en m omen
to
65
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 60/149
alguno, llegue
a
sentirse desconsolado porque, al
haberlo
pro-
bado todo , agotó la
fuente
de placeres
que
la vida le puede
ofrecer.
Como señaló
Freud antes del
comienzo de
la era
del
consu-
mo,
la
felicidad
no
existe
como
estado
sólo
somos
felices
por
momentos, al
satisfacer
una necesidad acuciante. Inmediata-
mente surge el abunimiento. El objeto
del
deseo pierde su
atrac-
tivo
ni
bien
desaparece
la causa que nos
llevó
a
desearlo.
Pero
el
mercado
de consumo
resultó
ser
más
ingenioso de lo
que
Freud
había
pensado. Como por
arte
de magia, creó el estado
de felicidad que s egún F r e ud
resultaba
inalcanzable
. Y
lo
hizo encargándose de que los deseos surgieran
más
rápidamente
que
el tiempo
que
llevaba saciarlos, y que
los
objetos del deseo
fueran reemplazados con más velocidad de la
que
se
tarda
en
acostumbrarse y aburrirse de
ellos.
No estar
aburrido
n o
estarlo j amá s es la norma en la vida de los consumidores.
Y
se
t ra ta
de una norm a realista,
un
objetivo alcanzable. Quie-
nes
no lo logran sólo pueden culparse
a
sí mismos:
serán
blan-
co
fácil para el
desprecio y
la condena de los demás.
Para paliar el aburrimiento hace falta dinero;
mucho
dine-
ro,
s i se
quiere
alejar el fantasma del aburrimiento de
una
vez
para
siempre
y
alcanzar
el
estado
de felicidad .
Desear
es gra-
tis; pero, para
desear
en forma
realista y
de
este
módo
sentir
el
deseo
como un estado
placentero,
hay que tener
recursos.
El
_seguro de salud no da remedios contra el aburrimiento.
El
di-
nero es el billete de ingreso para acceder
a
los lugares donde
esos remedios se entregan (los grandes centros
comerciales,
parques
de diversiones o
gimnasios);
lugares donde el solo
he-
cho
de
estar
presente
es
la poción más efectiva o profiláctica
para
prevenir
la
enfermedad;
lugares destinados
ante
todo
a
mantener vivos los deseos, insaciados
e
insaciables
y a
pesar
de
ello,
profundamente placenteros gracias
a
la satisfacción
anticipada.
El aburrimiento
es,
así, el corolario
psicológico
de otros fac-
tores estratificadores,
que
son
específicos
de la sociedad de
con-
sumo: la l ibertad y
la amplitud de
elección,
la
l ibertad
de
movimientos, la capacidad de
borrar
el espacio
y
disponer
del
propio tiempo.
Probablemente, por conformar
el lado
psicológi-
co
de la estratificación, el aburrimiento sea sentido con
más
dolor y
rechazado con
más ira por quienes
alcanzaron
menor
puntaje en
la
carrera del
consumo .
Es
probable,
también, que
66
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 61/149
el dese;:;perado deseo
de
escapar
al
aburrimiento - o al
me
nos, de
mitigar lo-
sea el
principal
acicate para
su acción.
Sin
embargo,
las
probabilidades
de lograr su objetivo
son
ínfimas.
Quienes
están
hundidos en la
pobreza
no tienen acce
so
a
los
remedios comunes
contra
el
aburrimiento;
u l q u i e ~
alternativa inusual, irregular o innovadora,
por
otra parte,
será
sin
duda clasificada como ilegítima
y
atraerá sobre
quienes
la
adopten
la
fuerza punitiva
del
orden y la ley. Paradójicamente
- o
pensándolo
bien, quiz:{no tan paradójicamente-,
es
posi
ble que, para los pobres, tentar al destino desafiando el
orden
y la ley se transforme en
el
sustituto preferido de las razona
bles aventuras contra el
aburrimiento
en
que se embarcan los
consumidores acaudalados, donde
el
volumen
de
riesgos
de
seados y permitidos está cuidadosamente equilibrado.
Si,
en el sufrimiento de los pobres, el rasgo constitutivo
es
el
de
ser ur
consumidor
defectuoso, quienes
viven
en un barrio
deprimido no
pueden
hacer mucho colectivamente
para
encon
trar
formas novedosas de
estructurar su
tiempo, en
especial de
un
modo que
pueda
ser reconocido como significativo
y
gratificante. Es posible combatir y, en rigor, se lo hizo en for-
ma notable durante la Gran Depresión de la década de 1930)
la
acusación de pereza,
que siempre ronda los hogares de
los
desocupados,
con
una dedicación exagerada,
ostentosa
y en
última instancia, r i tual is ta- a las tareas domésticas: fregar
pisos y ventanas,
lavar
paredes,
cortinas, faldas
y
pantalonm;
de los niños, cuidar
el
jardín
del fondo.
Pero
nada puede hacer
se-contra
e
estigma y la vergü.enza
de ser un consumidor inep
to; ni
siquiera
dentro
del
gueto
compartido
con sus
iguales.
De
nada sü::ve
estar
a
la
altura
de los
que
lo rodean
a
uno; el
estándar
es
otro,
y
se
eleva continuamente,
lejos
del barrio,
a
través de los diarios
y
la lujosa
publicidad
televisiva,
que
du
rante
laS-veinticuatro horas del día promocionan las
bendicio
nes del consumo. Ninguno
de los
sustitutos.
que
pueda
inventar
el ingenio del barrio derrotará a esa competencia, dará
satis
facción y calmará
el
dolor
de la inferioridad evidente. La capa
cidad
de cada
uno como
consumídor
está
evaluada a la distancia,
y
no se puede apelar
en-los tribunales
de la
opinión
local.
Como
recuerda ere
m y
Seabrook,
10
el
secreto
de
nuestra
so
ciedad
reside
en
el
desarrollo de un sentido subjetivo de insu
ficiencia
creado
en forma artificial , ya que nada puede ser
más amenazante para
los
principios fundacionales de la so-
67
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 62/149
ciedad
que
la gente se declare satisfecha con
lo
que tiene .
Las
posesion.es de
cada
uno
quedan
denigTadas, minimizadas y
empequeñecidas
al exhibirse en forma ostentosa y agresiva el
desmedido
consumo
de
los ricos: Los ricos
se
transforman
en
objetos de adoración universal .
Recordemos
que
los
ricos, los
individuos
que
antes
se ponían
como
modelo de héroes personales
para
la adoración univer
sal, eran
self made men [hombres que habían
triunfado por
su
propio esfuerzo],
cuya vida
era ejemplo vivo
del resultado
de
adherir
a la
ética
del
trabajo. Ahora
ya no
es así. Ahora,
el
objeto
de
adoración es
la
riqueza misma,
la
riqueza como ga
rantía
de
un estilo de vida lo más
extravagante
y desmesurado
posible.
Lo
que importa
ahora
es lo que uno pueda hacer, no lo
que deba
hacerse ni
lo
que
se
haya
hecho.
En
los ricos
se adora
su extraordinaria capacidad de
elegir
el contenido de su vida
(el
lugar
donde viven, la
pareja
con quien conviven) y de cam
biarlo a
voluntad
y sin esfuerzo
alguno.
Nunca alcanzan pun
tos
sin retorno,
sus
reencarnaciones
no
parecen tener fin, su
futuro
es siempre más estimulante que su
pasado
y mucho más
rico
en contenido. Por
último
a u n q u e no
por
ello
menos
im
por tante- ,
lo
único
que
parece
importarles a
los
ricos
es
la
amplitud
de
perspectivas
que
su
fortuna
les
ofrece.
Esa
gente
sí está guiada por la estética
del consumo;
es su
dominio de
esa
estética
n o
su
obediencia
a la ética del trabajo o su éxito fi-
nanciero, sino su refinado conocimiento de la v ida lo que cons
tituye
la
base
de su gTandeza y les da derecho a la
universal
admiración.
Los
pobres no habitan
una
cultura
aparte
de la de
los
ricos
señala
Seabrook
;
deben vivir
en
el mi
s
mo mundo, ideado
para
beneficio de los que
t ienen dinero.
Y su pobreza se
agrava
con el crecimiento
económico
de la sociedad y se intensifica
también con la recesión y el
estancamiento.
En primer lugar, señalemos que el concepto de
crecimiento
económico ,
en
cualquiera
de sus acepciones
actuales, va siem
pre
unido
al reemplazo de puestos de trabajo estables por mano
de
obra
flexible , a la
sustitución
de la seguridad laboral por
contratos renovables ,
empleos temporarios
y contrataciones
incidentales de
mano
de
obra,
y a reducciones de personal,
re
estructuraciones
y
racionalización : todo ello
se reduce
a
la
disminución de los empleos. Nada
pone
de manifiesto
esta
re
lación, en
forma más espectacular, que
el hecho de
que
la
Gran
68
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 63/149
Bretaña
posterior
a Thatcher ac lamada como el éxito eco
nómico
más
asombroso
del mundo occidental, dirigida
por
la
más ferviente precursora y
defensora
de aquellos factores de
crecimiento - sea también el país que ostente
la pobreza
más
abyecta entre las naciones ricas
del
globo. E l JJ,ltimo Infor: rae
-
s o b r g j
~ s a r r o l l o
Humano editado por
el
Programa
de Desa
ri -ÓÍlo
de
las Naciones Unidas, revela que los pobres británicos
son más
pobres que los de
cualquier
otro país occidental
u
óccidentalizado. En Gran Bretaña, alrededor
de
una cuarta
parte
de los ancianos viven
en
la pobreza,
lo que equivale
a
cinco
veces
más
que
en
Italia, acosada
por problemas econó
micos ,
y tres veces
más
que
en
la
atrasada
Irlanda.
Un
quin
to de
los
niños británicos
sufren la
pobreza:
el
doble que
en
Taiwan
o en Italia, y seis veces más
que en Finlandia. En
total,
la
proporción
de
gente
que
padece
'pobreza de
ingresos' creció
aproximadamente un
60 bajo el gobierno
[de
la
Sra.
Thatcher] .U
En segundo lugar, a medida
que
los pobres
se
hacen
más
po_bres, los ricos -:-dechados de virtudes para
la
sociedad de
consumo-
se
vuelven
más ricos todavía. Mientras la quinta
parte inás
pobre
de Gran
Bretaña
el país
del
milagro econó
.m.ico más rec ien te
puede
comprar menos
que
sus pares
en
cualquier otro país occidental
de
importancia, la
quinta parte
más
rica
se
cuenta
entre
la gente más acaudalada de
Europa
y
disfruta
de un poder
de
compra similaral de la legendaria elite
japonesa.
Cuanto más
pobres son los pobres,
más
altos
y capri
chosos
son
los modelos
puestos ante
sus ojos: hay
que adorar
los,
envidiarlos,
aspirar a imitarlos. Y el
sentimiento
subjetivo
de insuficiencia , con
todo
el
dolor del
estigma y
la
humillación
que
acarrea, se agrava ante una doble
presión
:
la
caída del
estándar de vida y
el aumento
de
la
carencia relativa, ambos
reforzados
por el
crecimiento económico
en
su
forma actual:
desprovisto
de regulación
alguna,
entregado al más
salvaje
laissez-faire. -
El cielo, último -límite para
los
sueños
del
consumidor, está
cada vez más lejos;
y
las magníficas máquinas voladoras,
en
otro tiempo diseñadas
y
financiadas por los gobiernos
para
subir
al
hombre
hasta el cielo, se quedaron sin combustible y
fueron
arrojadas a los desarmaderos
de
las políticas discontinuadas .
O son finalmente
recicladas,
para hacer con ellas patrulleros
policiales.
69
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 64/149
otas
l M. Wolf l
l99
7 ), ..Mais pourquoi cetle
hcüne
dt::s rnarchés'?'·, Le l\tloncle
Diplomatique junio,
p.
15. .
2. M.
W
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The
Protestant
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and
the Spirit
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Lrad.
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inglés de
T
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Unwin, p. 1
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[
La
ética
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esta11te
y
el espir
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Madrid,
Editorial
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1997
). "Une m achine
int'
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17.
5. Para una
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stinción entre espacios cognitivos, estéticos
y
m o r
a l e ~ .
véa
se
Z Bau
man
(1993),
Po.stmodern Ethics . Oxford:
Blackwell.
6. Xavier Emma nuelli
Le
Monde
15 de abril de
1997
,
p. l l
ridiculiza
otra
ilusión, muy vinculada
con esta,
provocada por la tendencia
a
proy
ectar
una
interpretación elitista sobre
los estilos de
vida de quienes
están más
abajo en la
jerarquía
social. Puesto que
una
vida de
viajes.
movilidad y liber
tad de los límites impuestos por un hogar es un valor muy estimado enire los
turistas
de
dinero,
los
jóvenes
se
a le
jan
de sus familias
y
acuden en masa
a
las
grandes dudades en
busca de
"algo
distinto". Suelen ser alabados (o
me
jor,
idealizados
como figuras
románti
cas) por su coraje y
su
confianza en
sí
mismos, que - s e supone- los p reparará para viv
i r
en una sociedad que pre
mia la
iniciativa
individual
(
recuér
deo;
e la
expresión
"en
tu
propia
bicicleta",
dE. Norman Tebbit). "No
hay idea
más
falsn'',
dice
Emmanuelli, que la supo
sici
ón de
que
l
as ida
s y
ven
idas
de los hijo
s de los
pobres "son viajes de inicia
ción , t¡ue
les pennitcm
a
estos jóvenes
"encontrarse a sí
mismos". Nada tien
e
menos
en
común con
un "tránsito
íniciatico" que este
vagar sin
objet
o ni
pers
pectiva. "No
hay
nada
más
destru
ctivo'',
subraya
Emmanuelli.
7. P. Kelv-in y .J.E. Jarrett (
1985),
Un.emp/oyment:
/t
s Social
Psychological
Eft ects.
Ca
mbrid
ge
:
Ca
mbrid
ge
University
Press,
p p.
67-69.
_
8.
/bid . .
pp. 67-9
. -
9.
S.
Hutchens
(1994),
Liuing
a
Predicament:
~ c H l n [ J
Peo
ple
SuruiuintJ
Unemploymenl. Aldershot: Avebuq, pp.
58,
122.
10
.• .
Seabrook (1988),
The Race
for
Riches: The u m ~ m Cost
of Wea
llh.
Basingstoke: Marshall Pickering.
pp.
163,
1
64
y 16
8-
169.
11. Cita
do
del informe
d.e
G. Lean y B.
Gunnell,
"UK pove
rty
is [the] worst
in the
West ,
lndependent on Sunday .
15
de
junio de 199
7:-
1
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 65/149
SEGUND P RTE
·
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http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 66/149
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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scenso caída
del
Estado
benefactor
El concepto de
Estado
benefactÓr encierra
la
idea de que,
entre
las
obligaciones
del Estado,
está
la
de garantizar
a toda
la población una situación de bienestar''; y
esto
implica
algo
más que
la
simple supervivencia: es una supervivencia con dig-
nidad
entendida tal como la
concibe
cada
sociedad en su
pro
pia
época. Para las
instituciones
administradas
y financiadas
por
el
Estado,
el
concepto imponía la responsabilidad más
amplia
de
atender
el
bienestar
público
es
decir,
garantizar
colectivamente la supervivencia digna
de
todos los
individuos.
Ese bienestar podía
ser considerado
como
una
forma
de
seguro
colectivo contratado..en
conjunto, que
cubría individualmen-te
a todos
los miembros de la
comunidad; esto
es, una
póliza de
seguro
que promete
compensaciones
proporcionales
a
las nece
sidad
individuales, no
al o t o de las
cuotas
pagadas por cada
uno.
El principio de
bienestar público
en
su forma más
pura,
supone la igualdad
ante
la
Qecesidad,
equilibrando
las
desigual
dades
existentes
en
cuanto a capacidad
de pago.
Y
el
Estado
benefaétor
delega
en
sus
organismos
dependientes la r s p ~ -
sabilidad
de poner
en práctica ese principio.
La idea de bienestar
público
en general, y de
Estado
bene
factor en particular, mantiene una relación ambigua
con la
étf
ca
del trabajo.
El bienestar
se
relaciona con las ideas centrales
de
la
ética del trabajo
de
dos maneras -<>puestas y difíciles
de
concil iar-
que
convierten al
asunto
en
eterno
tema
de
debáte:
sin solución
aceptable para
todas las partes
hasta
el momentó:
73
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 68/149
Por
un
lado, los
p a r i d ~ r i o s
de garantizar colectivamente
el
bienestar individual recor:wcieron siempre el ca
rá
cter normal..._
de
una vida sostenida por el trabajo; señalaban,
sin
embargo,
que la n01ma n o es universalmente válida debido a que noto-'
dos
lograban un
emp
leo
permanente.
Para
que
los
preceptos
de la ética del tr·abajo fueran realistas, era preciso
sacar
de
apuros a quien le fuera mal. También
se
debía ayudar, a los
que se encontraban transitoriamente desocupados a sobrelle
var los tiempos
difíciles, manteniéndolos en condiciones de
comportarse normalmente es to es
de
retomar algún em
pleo una vez que la economía
se
r
ec
uperara y se ampliaxa,
nuevamente
la
di
s ponibilidad de puestos de Lrabajo.
Según
este
argumento,
el
Estado
benefactor
resultaba
necesario
para
sostener la ética
del
trabajo como norma y medida
de
la salud
social minimizando paralelamente los efectos adversos
de
po
ner en
práctica
esa norma en
forma
constante
y
universal.
P or o
tra parte, al
garantizar
como un derecho
indepen-
dientemente del aporte realizado por cada uno a la
riqueza
co
mún
- una vida decente y dígria para todos, la idea de bienes
ta
r público permitía separar
(explícita
o implícitamente) el
derech
o
al
s
ustento de las
contribuciones productivas
so
cial
m
en
te útiles , que sólo se consideraban
posibles en
el marco
de
un e
mpleo
. Al mismo
tiempo,
hacía
tambalear la
premisa me
nos
cuestionada
má s
sagrada, inclus
o d e
la
ética
del traba
jo:
transformaba
el derecho a
una
vida digna en cuestión
de
ciudadanfa
política,
ya
no de
desempeño económico.
La contradicción entre
ambos
enfoques
es evidente
y
legíti
ma; no sorprende por
eso
que, desde su im;tauración a
comien
.zos del siglo XX
el
Estado benefactor haya sido objeto
de
polé
micas.
Con
buenas
razones,
fue proclamado por
algunos
como
el complemento necesario de la ética
del
trabajo; por otros como una
eonspiración política
en
su contra.
No e
ra
este, sin embargo, el ú n i ~ o punto
en disputa.
El Esta
do
benefactor, ¿es
un agente de represión o un
sistema
para
ampliar las neces idades humanas y mitigar
los
rigores de
la
economía de mercado? ¿Es una ayuda
para
la acumulación de
capital
y el aumento de
ganancias,
o
un
salario
social
que
hay
que
de
fender
y
aumentar,
como el
dinero
qu
e
se
gana
trabajando?
¿Es un fraude capitalista o una victoria
de
la
clase
obrera? , se
preguntaba Ian
Gough,
intentando
comprender
la confusión
que pa r
ece
ser
el
único resultado de la prolongada controver-
74
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 69/149
sia
• La respuesta es que el Estado
benefactor
ha sido todo eso
y mucho más.
Surgió,
en verdad,
como punto de
encuentro, por un lado,
entre
las
presiones
de
una economía
capitalista cargada de
problemas, incapaz
de
recrear
so la
y
sin ayuda
polí t ica-las
condiciones para su propia supervivencia; y por el otro,
el
activísmo de los trabajadores organizados, también incapaces
de
encontrar, solos y sin ayuda del Estado, un seguro contra
los caprichosos ciclos eco n ómicos . Fue necesario
proteger
y
reafirmar el principio de
desigualdad
socia
l , pero mitigando
sus manifestaciones más
ini
cuas y menos perdurables; esti
mular la aceptación de la
desigualdad,
marginando a quienes
no
lograran
contribuir
a la
reproducción de
la
sociedad,
y
ayu
dar a cada integrante de la
comunidad
a paliar el impacto
desgastante de una economía
sin
control político.
En virtud de esos impulsos poderosos y convergentes, u n ~
que heterogéneos y contradictorios, en
una
etapa
avanzada
de
la sociedad
moderna (industrial , capitalista, de mercado y
democrática ), el
Estado
benefactor se afirmó,
aunque sobrede
terminado
por
cierto. Las presiones que le dieron
origen
y lo
alimentaron
con
Vigor
a lo
largo
de
l
os
años
fueron
tan
fuertes,
que la opinión
común
llegó a considerar las prestaciones admi
nistradas desde
el Estado
como
un
ingrediente natural de la
vida moderna,
tan normal
como
l
as autoridades que se
elegían
periódicame nte, o com o
la
m
oneda
oficial de cada país .
Hasta hace bastante poco tiempo, la
opinión
ilustrada com
partía al pie de la letra
ese
difundido sentimiento. Incluso los
más
atentos
y agu
do
s
observadores
tenían
dificultades para
imaginar una sociedad moderna que
no estuviera
administra
da por un Estado
benefactor.
En
febre
r o de 1980, en un trabajo
pr esentado en
Perugia
y publicado en octubre del año siguien
te, uno de los más sagaces analistas de las tendencias contem
poráneas, C laus Offe, aseguraba que el Estado
benefactor,
en
cierto sentido, se
había
convertido
en
una estructura
irrever
sible, cuya abolición exigiría nada menos que la abolición de la
democracia
política
y de los
sindicatos
, así como cambios fun
damentales en el sistema de partidos . Offe expresaba su total
coincidencia con la opinión dominante cuando descartaba la
postura de
superar
el Estado benefactor .como no mucho á ~
que
ilusion
es,
políticamente
impotentes , concebidas
por
algu-
75
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http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 70/149
nos ideólo
gos
de
la vieja
clase me
dia
. De
he
t:ho, l
as
probabili
dades
de vivir fu era
de
un Est a
do
b
enefac
tor le
parecían
p¡·ác
ticamente imposibles:
Sin
una
políti.ca
de subsidios
a
la
vivienda
en
gran
escala, ni
edu
cación pública, servicios
sanitarios
seguridad social obligatoria,
el
funciono
mien to de una economía industrial sería sencilla me nte
inconcebible ..
El
desconcertante
secreto
del
Estado
ben
efac
tor es
que, si
su impacto sobre
la acumulación ca
pitali
sta
puede
resultar
destructivo
.. su abolición sería senci llamente paralizante .. La
contradi
cción
es
que
el
capitalismo no puede ex istir ni
ni
sin el
Estado benefactor.
3
Todo
esto
r
es
ult
a
ba
convinc
e
nte cuan
do Ofl'e lo
escribi
ó. P
or
c:sos a ñ os, l
as ideas ele
abolir o inclu
so
restri
ngir
las atribucio
nes del Estado benefactor, de entregar los seg os colectivos a
la in iciativa privada,
de
desestatí
zar
, pd.vatizar o desregular''
las prestaciones socia
le
s ,
parecían
fantasías imaginadas por
a l
gún
fósil ideológico. Menos de dos décadas más tarde, sin
embat·go, lo impen
sable
pasó a la orden del
día,
y un E s tado
para
n
ada
benefactor,
así como una economía
ca
pita lista s in la
red de
segu
ridad
que sign
i
fican
la
s g
ar
antías
estab
l
eci
d
as
po
r
los gobiernos, se
ven
como alternat ivas
viables
y en
camino de
tra
nsfo¡·ma¡·se en r ea lidad en todas las
socieda
des ricas y eco
nómica mente e
xito
sas .
En
la actualidad , las
presiones
para
logTa r que
tales
sit
uacion
es se concreten res
ult
an abrumadoras.
¿Qué papel le c
up
o a la
ética
del trabajo, o qué funci
ón se
l e
a tribuyó en este camb io, que está terminando
drásticament
e
con el Estado benefactor? ¿Y qué
impacto
puede t ener es te ca
taclismo
en
la futura evolución
del
Estado?
ntre
la inclusión la
exclusión
Hoy
-
después
de
años
de
martilleo
mental a cargo
de
Ma rgaret Thatcher, Norman Tebbit o Keith J
osep
h, tras el
cou
p
d état
neol iberal de .Milton Friedman o
Friedrich
Hay
ek- es dificil para
muchos
pensar en
sir
William Bevel'id
ge
(si no el p
ad
r
e,
a l menos el pa
rtero del Esta
do
benefa
ctor britá
nico) como en un liberal más que
un
socialista, o
un
crítico de
izquíerdas de las po
lítica
s socialdemóc
rat
as. Sin embargo, para
·-76
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 71/149
Beveridge, el
pt'OY ( do de su
generoso Estado
benefa<:tor sup
o
nía el total e inevitab le cumplimiento de la
id
ea de
buena
so
ciedad que
te
nían
l
os
viejos liberales: L
as
co .5a5
qu
e más de
seo ver
realizada s son esencialmente
lib
e1·ales: trans ladar al
nuevo mundo l
as
g
rande
s
tradicione
s viv
as
del Libera lismo .
Pu
e
sto que la
ig
ualdad de libertade
s
esenc
ia l
es fue el
fin
último del Liberali
smo...
podemos
y
deb
e
mos usar
el
poder
or
ganizado ~ la
comunidad
para
incr
emen
t a r los de
re
chos d e
l
os individuos
. Pero no todos los
individuo
s go
za
ra n
de
esas
libertades y
esos
de1·echos
si
la comunida d n o ga rantiza,
para
e llos, tanto la
au
sencia de N ecesidades como del t emor a la
Neces idad
;
tant
o el
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la D
esoc
up
ación como
del
temor
a
esa
Des
oc
upación
, provoca
da
por el dese
mpleo
...
"·\
Para
un
liberal
como William Beverid
ge,
n.
o e
ra
s
uficient
e
proclamar la libert
a d p
ara tod
os .
Hacía
falta
también
asegu
rarse
de
que
todos
tuvie ra n
lo
s
medios
y
la voluntad de
usar
esa
liber
tad con la cual, según la ley, contaban.
Y
a partir de
esas
preco
ndi.ciones
pa1·a
la lib
e rtad , Beve
ridge
redactó su
R eport on Social Insztra.
nc e and
llied Services
[Informe
sobre
la Seguridad Soc
ial
y
sus
se rvici.os
rela
cionados], presentado a
u n
gobierno
preocupado
po
r conquistar
la
p
az que ib
a a seguir
a
la
guerra
a
punto
de
ga
nar
se .
Ese
Informe,
en
l
as
propia
s
pala br
as
de
Bev
e ridge,
propone
un
plan de
Seguridad
Social para garantizar que
cada
c
iudadano del
país,
con tal
de
que trabaje y
contribuya en
lo
que
pueda , r
eciba un ingreso
que lo
mantenga
a
cubierto
de ne
ces id
a
des
c
uand
o
por
cua
lqui
er r
az
ón en fermedad,
accide
n te .
desempleo o vejez- se vea
imp
os ibilitado
de
tra baja r y ganar lo
necesario para su subsistencia honrosa y la de quienes de él de
pendan. Seguirá
recibi e
ndo
ese ing
reso a
unqu
e
carezca de
bie
nes
y,
si po.;;ee a l
gu
no, la r
en ta
no le
se rá
reducida por ninguna
investigació
n de
inl¡?_r
esos.
Es evidente que
el inform
e fue es er ito al cabo de dos s iglo::;
de
dominio
indiscutido
por
parte de la
é
tica del trabajo. Esa
ética h a
bía
cump
lido su
misión.
Y
e l mensaje había
calado
h o
n
do: todo va rón sano y en condiciones de trabajar, lo haría
mi
en
tr
as
pudi
e
ra.
A
mediados
del
siglo
XX
,
esto
se
aceptaba
como
,V[eans test:
examen o
investigación del estado financie
ro
de una persona
para determinar
si
tiene o no de recho a recibi
·
asistencia pública. [T.]
.
-
77
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 72/149
verdad
indiscutible. Lo
único
que
quedaba por resolver era qué
hacer si,
por cualquier
razón, no había
traba
jo
disponible o
no
era pos ible tomar un
empleo
aunque lo hubiera.
Ese
temor
mitaba
la
libertad
,
paralizaba la iniciativa, privaba
a la
gente
del
coraje necesario
para enfrentar
los riesgos.
Un seguro co-
munitario disiparía
temores
paralizantes
y
devolvería1a
liber
tad que
todo
esfuerzo de autoafirmación necesita.
Pero
esa
li-
b
erta
d exigía la
ausencia de
necesidades , la
desaparición
del
desempleo,
borrar
para
siempre
el temm· a esos fantasmas.
La
idea, concebida ante todo
como medida
preventiva e ins
trumental, habría carecido de sentido si
esas lib
ertades
no
hu
bieran a lcanz
ado
a c d miembro de la comunidad, y no sólo
(una vez que el daño ya
estuviera
hecho) a aquellos
que hubie
ran
fracasado: los
infortunadqs
o
faltos
de
previsión que no
poseyeran nada
propio . Concentrar la ayuda
en quienes
más
la
necesitaran,
como
proponen
hoy la mayqria
de los
políticos,
ni
siquiera
se
habría
acercado
al ambicioso
objetivo
de
Beveridge. Ofrecer asistencia una vez que el temor hubiera
cumplido
su tarea
devastadora, y que ' la privación y el desem
pleo se hubieran transformado en realidad, no
habría contri
-
buido al
sueño
liberal de lograr seres humanos audaces, segu
ros, confiados
e
independientes.
Incluso en términos de costos y e fectos,
una
asistencia
focal izada
sobre quienes realmente
la
necesitaran habría sido
un
mal negoci
o.
Si la
estrategia
de
Beveridge
hubíet:a
funcio-
nado, el Estado
benefactor
se
habría hecho innecesario poco a
po
co; pero,
al permitir que
el
miedo siguiera acosando
a
la gen
te
como
lo
había
hecho
en
el pasad o, sólo
se
logró
multiplicar el
número
ele v ict.imas . Y así subió el costo de darles
una
mano a
quienes
la
pr
e
cisaban
.
La
ta r
ea era eliminar
el
miedo
mismo
,
y esto sólo
podía
lograrse si
las prestaciones ofrecidas,
e n
el
caso de
los
afortunados y precavidos que poseyeran algo'', no
eran recortadas por ninguna investigación de ingresos
.
La
propuesta
de Be
veridg
e
re
cibió apoyo casi
univ
e rsal , pre
cisament
e porque e liminaba la
investigació
n de
ingresos
. Po
cos
si
es que alguno llegó a calcularlo-
vieron
mallos
costos
fiscales que
implicaría, y prácticamente
nadie se qu
ejó de no
poder
contribuir
a
ese
beneficio
social del
mismo
modo
qu
e los
integrantes
de
una
familia acept
an
que todos tienen
e l
mismo
derecho al alimento,
sin
hacer primero un inventario de la co-
mida
disponibl
e averiguar
si
hay suficiente para
calmar
el
78
.
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 73/149
apetito d e todos. Como señalan Al a n D eacon y J o
nathan
Bradshaw en
su
excelente
historia sobre la
investigacióñ do
ingresos,'; e l Infm·me Beveridge debió su
tr
eme
nda populru·i
dad , a nte
to
do, a
la
promesa de
abolir
aquella inves tigación.
Cuando e l
Proyecto de
Seguro Nacional fina
lm
ente se t r n ~ -
formó
en ley,
la revista
The
conomi
t
(2
de
f
eb rero
de
194.f))
interpretó
que e¡·a una
virtual
abolición de la
investigació11
de ingre
sos
. En realidad, esa abolición nunca se concretó: 011
1948, había en Gran Bretaña tres
benefic
ios socia
les otorga
dos a partir
de la investigación de
ingresos y que
favorecíHn
a
unos
dos
millones de pe
rso
na
s. Pero ese número se
ha vuelto
insignificante
gracias
al incesante aumento de servicios obtt•ni
dos, en los últimos años, m
ediante
la in
vestigación
de ingru:;oH,
En
diciembre
de
1982
, doce
millones
de personas se
encont.ru
ban afectadas
por alguna forma
de investigación
de ingresos, 1111
ritmo
de crecimiento difíci
lm
e
nte
igualado en ningún otro cam··
po de
la
vida pública.
La prestación universal per
o
se lectiva
de los beneficioH
:·ui
.
ciales (o
torgados
a
trav és de
la investi
gac
ión de ingresos) r o u
dos
modelos de
Estado
benefactor, tota
lmente
dife¡·e
nt
es : dili•
rentes
en su
impacto social y cultural, en el
modo
como
: : ~ o n
percib
idos por
las
distintas
capas
de
la
población
y
en
las
per H·
pectivas de su des tino político.
Nadie puso más pasí.ón que Ri chard
Titmuss
y
PeLe
·
Townsend
en
la lu
cha
contra el reemplazo,
gradual
pero inexo
ra ble, de las ambiciones universalistas por las
prácticas
selm:
t ivas
. En
un
intento
desesperado por frenar
la
tendencia,
Titmuss
recordó en 1968
6
que l
os
servicios para los
pobres
fu
u·
ron
siempre
pobr.es
servicios
: cu
ando
quedan confinados a l01;
sectores
má
s
bajos
de la
población,
¡·econoci
dos
por
s u
falta-
de
fuerza
políti
ca y capacida d de ser escu chados, los
servicios
Ho-
ciales
selectivos atraen, por lo genera l, a l
os
peores profesior,p·
les
y administradores .A.mbos a
utores
sost
uvieron en
r epgtJ
das ocasion es, también, que
además
de
esta
desventaja -- dn
por sí muy seria- , limit
ar
las
prestaciones
a quienes d e m o ~ -
tr?ran su
pobreza
provocaba otra s consecuencias de largo ni
canee que resultarían pe
rjudi
c
iales
para
la comunidad.
S6lo
cuando
est
u
vieran
orientadas
a
la sociedad
toda,
y fu
eran
t
o-
mada
s por lo tanto como un
derecho de todo
s, podrían
pro
mo
ver
la
int
egración socia l
y
un sentido
de comunidad,
como lo
habían
hecho
durante
la gu.erra .
7
7B
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http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 74/149
E
La tiU¡Jresion de
la
investigación de ingreso¡:;
lleva
a
la
comu
u idad de beneficiários (en este caso , a la totalidad de la pobla
ción) a considerar
qu
e el dinero usado por el E
s'tado
benefactor
ha sido bien
in
vertido; después de todo,
es
os fon dos
se gasta
ron
para cubrir
los costos del mejor,
má
s gener oso y co
nfiable
::;cg uro contra todo t ipo de infortunio que
pu
eda resolver se
con
dinero
. La
com
unidad
llega
a contemplarse a
sí
misma como
un hogar seguro, como el lugar donde
se
establece día t ras día
l l equilibrio justo (y ó
ptimo
) entre de1:echos y
obligacjones.
Si
b
pr
es tación
de
se
rvicios
se
ve limitada por una investigac
ión
de
ingr esos,
la
comunidad queda
dividida entr
e
quienes
dan
s
in
conseguir
nada
a
cambio
y
los
qu
e
consiguen
si
n
dar.
(Esta
última
idea quedó muy bien ilustrada por David Blunke tt,
rnini s tro del recientemente electo Nu
evo
Laborismo , quie n,
1 11 curta pub licada en The uardian del 29 de julio de
1997,
n •
dujo
la
función
del Es tado benefactor - al
que
califica de
in
n ¿ e
in
soste
ni
ble - a pasar dinero en efectivo de un
seg
mento de la comunidad a otro .) La racionalidad del in
terés se
cufnmta, así, a la
ética
de
la
soli
dar
idad ;
y
esta
misma ética
pnsa
a d
epen
der de lo
que
uno pueda pagar o, m ejor dicho, de
lo
r¡ue
esté
d
ispuesto
a
com
par
ti
r
políticamente.
La con
sec
uencia general de investigar los ingresos
es
la di
visión,
no la integración; la exclusión en
lugar
de la inclusión.
Ln nueva y
más
reducida comunidad de contribuye
ntes
cierra
filas y utiliza
su pod
er político pa r a segregar a los ciudadanos
de
ficientes,
y
los
castiga
por
no
ajustarse
a los es tánda
res
que
aquellos
bueno
s
conbj.buyentes
proclaman
como su
rasgo dis
tintivo. Un veredicto indignado y mora lista --como el de
R.
Boy
son,
8
quien
sos ti
e ne
que
se
les
saca
el
din
e
ro
a los
ené
r gi
cos,
exit
osos y previsores
para
dárselo a los ociosos, fracasados
e indolen tes - en cuentra
cada
vez más adhesiones. Quien
es
r
ecibe
n lo
que
guarda
un
parecido asomb r
oso con
una
extor
sión t i
enen
qu ser indolentes; por lo tan to, la mayoría
puede
a tribuir s u buena fortuna a su previsión. Y
tie
ne
n· que
ser
indo lentes,
también,
para que la mayoría pueda
contemp
l
ar
su propia vida como
un
a
hi
s toria de éxi tos .
Como
observó Joel
F. Handler,
la
condena a los marginados reafirma los valores
ge
n_uinos o supu
estos
de
l
secto
r
domin
a
nte
de
la
socie
d
ad:
L.os
observado r
es
cons
truyen
su propia
imagen
al
construir
las de
los otr-os .
9
Pero el
inventario d.e los daños
no termina aq
u
í. Puede afir
marse que
el
efecto
último de reducir la
acción
del
Estado
a
un
80
l
1
._.
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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sector peque
iio -y
seg
ún
la opinión general,
i
nferior
-
es
el
empobrecimiento
de
la
política y la
desaparición
del interés
en
la
política
por
parte
de la ciudadanía en gene ral. Para la ma-
yor parte
de los
ciudadanos,
su preoc
upac
i
ón
por
la cosa
públi-
ca se limita
a
mantener las manos
del fisco lo
más
lejos posible
de
sus bolsillos.
Pr
ácti
camente
ño hay otro
int
er
és:
no esperan
que ~ Estad
o
les brinde
mucho más;
en consecuencia, encuen-
tran cada vez menos
motivos
par
a ¡:¿articipar activamente en
la
vida política
de la comunidad.
Junt
o con el
achicamiento
del Es
ta
do
benefact
or,
se ha mar
c
hitado
y reducido la
ciudada-
nía políticamente activa.
El
Estado
benefactor,
sin trabajo
Est
as parece n ser las
consecuencias
no previstas (o, como
diría n Zsuzsa Ferge y S.M. Miller,
10
los resultados cuasi
intencionales, dirigidos pero no planeados ) de la tende
ncia
a
in
vestiga
r los ingresos. Uno se
pregunta
, sin embargo, s i eli
min
ar
de la
s
tareas
del
E
sta
do
e n ~ f c t o r
la cr eación
de
senti-
mientos
so lidarios fue sólo fatal miopía (como lo insinu
aro
n
Titmuss y Townsend, por un lado , y
los
defensores de la asis-
ten
cia
focalizada ,
por
el otro), o el resultado no deseado,
pero
inevitable, de
balances
económicos desfavorabl
es.
Como
ya se dijo, tanto la e xpiosiva aparición del Estado be
nefactor
e n el
mundo industrializado,
como
su asombroso
éx
ito
inicial y
la
casi
tot
a l
ausencia
de resistencias que encontró, se
debieron
a
un
proceso
de
s
obredeterminación
:
fue
la
conver-
gencia e
ntre
numerosos
intereses y presiones, provenientes
de
campos antagónicos, lo que contribuyó a crearlo y m a ntenerlo.
Dura nte largo tiempo se
atribuyó
la necesidad de conser
var
intactas sus
prestaciones
a un contrato social no escrito en-
tre la
s
clases
socüiles
que, de
otro
mod
o,
se habría
n e
ntrega
do
a
un
a
lu
cha s
in cuartel. La sorprendente persistencia
del E
s-
tado benefactor solía explicarse por su papel en la
creación
y
mantenimiento
de
la paz
social:
protegía
mejor
la aceptación
por los
obreros
de l
as reglas establecidas por
s
us patrones ca-
pitali
s t
as
, y lo
hacía
a
un costo más reducid
o
que la ética
del
trab
a
jo
,
cuyo
único sostén
firme
habían
sido
l
as
me
didas
coer
citivas.
81
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http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 76/149
Inv
ersamente, el actual hundimiento del Estado benefactor,
la
rápida desaparición del
apoyo que tenía entre
quienes
se
desvivían
por
su funcionamiento, la serenidad con que se acep-
tan la
redut:ción y hasta la eliminación de
sus
prestaciones, e
incluso el
abandono de
su
s
principios,
que parecían inqueb
ran-
tables; s ugieren una sobredeterminación similm·. Expli
ca
r
el
camb
io de
actitud de
la
sociedad
por un cambio de
guardia ideo
lógico,
así como
por los avances de la propaganda
neoliberal,
monetarísta
y
ne
oconser
vadora
, sería
poner el carro delant
e
de
los caballos.
La pregunta
a
la
que hay que
responder
prime-
ro
es
por qué
la
propaganda neoliber·al encontró
un
auditorio
tan
amp
li o y, aparentemente, dio
en
el
blanco sin
encontrar
re
sistencia
.
Clau
s Offe
tiene razón
c
uando
escribe
en
un
artí-
culo de 1987,
bajo el at
inado títul
o
de Democracy Against the
\Velfare Sta e'? [¿La democracia
contra el
Estado benefactor'?],
que la
rápida
pérdida
de apoyo sufnda
por el
Estado no
puede
ex
plicarse totalmente con razonamientos económicos
y
fisca-
les
, ni a través de
argumentos
políticos que subrayen e l ascen-
so de elites e
id
eologías neoconservadoras;
tampoco, invocando
la jus ticia y legitimidad
mor
al del actual reordenamiento del
Est
ado
11
En rigo
r, estos
argumentos tan frecuentes
son,
en
última
instancia, racionalizaciones
políticas
y justificaciones idéológi-
cas
de las medidas adoptadas,
más
que
su
explicación. El
surgimiento
de elites neoconservadoras no es una explicación
de lo
anterior;
es un fenómeno que dehe
ser
comp1·endido en sí
mismo.
Otro misterio que r
equiere,
explicación es por qué las
invocaciones m oral
es
a la justicia y legitimidad , que en
otro
tiempo
impulsaron
y
estimularon
la
continua
expansión
del
Estado b
enefa
ctor, aparecen hoy, casi s iempre, al se
rvicio
de
su reducción y
total
desma
ntelamiento
.
Estuvíer·a
o
no
acotado por presiones contrapuestas, el
éxito
-
inicial del
Estado benefactor
habría
sido
inconcebible en una
sociedad
dominada por el
capital
si no
hubiera
n
existido
coin-
cid
encias
profundas
entre
los seguros
públicos propuestos y
las
necesidades de la economía capitalista. Entre
sus numer
o
sas funciones
, el E
sta
do
benefactor
vino a cumplir W1 papel de
fundamental
importancia
en
la
actualización
y el mejoramien-
to
de
la mano de obra como mercancía: al asegurar una e
ducación
de
buena cal
idad,
un
servicio
de
salud
apropiado, viviendas
dig-
nas
y
un
a alimentación sana para los hijos de las
familias
po-
82
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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bres, brindaba a la
industria
capitalista un suministro
cons-
tante
de n1á.no de
obra
calificada (algo
que ninguna empresa
o
grupo de emp1·esas podría haber garant
izado
sin ayuda exter-
na). Y puesto que la reproducción del modo
capitalista
de pro-
ducción
depende
de
la
¡·enovación
constante de
su
mano
de
obra,
los futuros trabajadores deben prepararse como ' 'mercancías
que
los
eventuales empleadores
estén dispuestos a comprnr.
Pero
estos no
podrían ni querrían
hacerlo
si
se les
ofreciera un
producto inferior. El Estado beñefa-cto1·,
por
lo tanto, se dedíc(,
a
formar un
ejército de
reserva , es
decir,
nuevas camadas e ~
trabajadores siempre dispuestos a entrar en servicio activo,
educados
y mantenidos en condiciones adecuadas
hasta l
momento
de
ser
llamados
a
la
fábrica.
Pero
ahora,
la perspectiva
de que los empleadores
necesiton
regularmente los
servicios de ese
ejército de reserva,
fonnurlo
y
mantenido por el Efitado,
son
cada
vez
más
remotas. Es
muy
posible
que
la
mano
de
obra
actualmente desocupada
nuncu
más vuelva a ser considerada
como mercancía,
y no tanto
por-
que su ca
lid
ad se
haya reducido
sino,
sobre todo
, porque
dCi
l ·
apareció
la demanda. La única demanda que puede surgir ho.v
(
pedidos
de
trabajadores
ocasionales,
part time
y flexibloti'
',
y
por
lo tanto no demasiado preparados o especia lizados ) dejun't
de lado ,
segu
ramente,
aque
lla
fuerza
l
abora
l
educada,
sa
na
y
segura que se cultivaba en los mejores
tiempos
del Estado
be-
nefactor. In
cluso las
cantidades relativamente pequei\as de
aquella antigua mano de obra especializada, que algunos sec-
tores
de la industria
moderna
podrían
seguir
necesitando, son
buscados y encontrados más allá
de
las fronteras
de
cada pais,
grac
ias a
la,irrestricta
libe
rtad
de movimientos de que hoy dir;,
ponen las finanzas y
a
la tan ponderada flexibilidad
de la
em-
presa moderna. Un
reciente comentario
de Martín \Voollacoll
define bien la tendencia:
El consorcio suizo-sueco Asea
Br
own Boveri anunció
que
reduci
I'ÍII
su personal en
Europa
occidental en
unas
57.000 personas, al ticru
po que crearía nuevos puestos de trabajo en Asia. Le siguió
Electrolu.x, con la noticia de
que
su
plantel
en
todo el mundo
rliM
minuirá en un 11 ,
con
la
mayoría de los recortes
en
Américn cf •l
Norte y Europa. Pilkington Glass prevé
también
reduccionctl im
portantes.
En sólo diez días,
tres
firmas
europeas
clausururou
puestos
de trabajo
en
un
volumen comparable a
las
cifras Pl'opucttl
H:l
•..
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 78/149
t<Js
por los nuevos gobiernos
de
Francia y Gran r e t t ~ ñ a para crear
empleos ..
Es
notable que Alemania
haya
perdido un millón de
trabajadores en·cinco años, mientras sus
compañías
están
dedica
das a
levantar.
nuevas plantas
industriales
en Europa oriental,
Asia
y
Améri
ca
l
atina. Si la industria de Europa occidental
se está
mudando
en
bloque, todos
los argument
os
sobre la
manera
de
-
frentar
el· desempleo
desde los
gobiernos deben ser considerados
de importancia
límit
ada.
12
'
Los empleadores de
la
época anterior habían aceptado con
gusto
que el E
stado
se encargara de los costos
de
capacit
acíó
n
y
reproducción
de mano de obra, porque el futuro de la empre
sa
capitalista dependía
del
aumento de la
fuerza
de
trab
ajo.
Pero la
situació
n
fue cambian
do. Hoy, la mayor pa1·te
de la
a ~
nancía
S).lrge
de los
gastos
iniciales
(que
llegan hasta
el
80
de
los costos totales), y que no
incluyen
el agregado de
mano
qe
obra
adicional.
Cada vez más, la contratación de mano de obra
deja
de ser un
activo
para transformarse en
un
pasivo. A los
ger
entes, sobre todo a los altos
ejecutivos
de las empresas líde
res,
se
los premia por
planificar
y realizar
con éxito
reduccio-
nes de personal. Tal
es
caso
de Thomas Labrecque,
director
' ·
general
del Chase Manha t tan Bank; a quien
se otorgó
una re
tl·ibución
de nueve
millones de dólares .
anuales
en reconoci-
miento
por
su papel en la eliminación. de 10.000 ·puestos de
trab
ajo. Y las Bols
as
de Valores comparten y
apoyan
las priori
dades de los
accionistas.
Quizá
por
eso
Louis Sc
.
hweitzer, pre
sidente
de Renault, se sintió sorpr
endido y
hasta herido por
la
airada reacción de
la
opinión pública ante el
cierre de
las plan
tas de la empresa en Bélgica; sin embargo, la medida
había
sido
firmemente
l·espaldada
por la
Bolsa de
Valores
la
últi
ma palabra
en cuestión de buenos negocios- que respondió al
cíerre
con un alza del 12% en las acciones de RenaultY
·
P or engorrosos que
resultaran desde el punto
de vista
impositivo, los
servicios de bienestar
público
administrados por
el Es
ado
representaban, para las empresas, tina buena inversión:
cada vez que una compañía deseara expandirse iba a
requerir,
nece
sariamente, mano de
obra
adicional; y para eso tenía, siem
pre
i s p o n i b l e ~
a
los
beneficiarios
del
Estado
benefactor. Aho
ra,
sin
embargo c u a n ~ los
neg
ocios
se
miden por el
valor
de
sus acciones
y
dividendos antes que
por
el volumen
de
su pro-
.
ducción-,
la función
de
la
mano
de obra 'es
cada
vez menor en
84
1
• 1
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 79/149
el proce::;o
productivo mientras aumenta al
mismo tiempo la •
libertad
de
la
s empresas
en
s
us emprendimientos
multinacio
nales.
Ahora invertir en la
s
prestaciones
del
Estado benefac
tor ya
no
parece
tan
lucrativo;
los
mismos
efectos
y mejo¡·es,
pueden
o
btenerse
a costos
más
bajos.
Las
fac
ilidad
es logradas
en lugares
distantes s in
mayor
dificultad y bajo los
auspi
cios
de gobiernos poco exigentes- rinden mejores dividendos.
Estos nuevos negocios brindan
oportunidades
sin responsabi
lidades; y frente a condiciones t n buenas desde el punto de
vista
económico,
son
' pocos los
empresarios
sensatos que pre
sionados
por
las duras exigencias
de la com
petencia insisten
en seguir cumpliendo con su responsabi lidad frente a sus tra
bajadores.
La nueva libertad de
movimientos
llega junto a la
liberación
de
_viejas
cargas
financieras:
ahora ya no es preciso cost
ear
la
r
enovación
de
la fuer
za
de trabajo.
Allá
lejos,
reservas aparen
temente
inagotables de
mano
de _obra
virgen
y
maleable
atraen
las nuevas inversiones.
En
un planeta
sólo p
arcialmente
ocu
pado
por comunidades
de
refinad
os
cons
umidore
s sigue ha
biendo
vastos
territorios con trabajadores sumisos cuyas nece
sidades
de
consumo
no
es
necesario estimular.
Las
terribles
exigencias de la
lucha
por la vida bastan y sobran. No
hace
falta
inventar deseos...c;iempre· nuevos
que reclamen
satisfac-
c i a n ; - t a m p o c o á g a r - s u e l d b ~ e ~ v a d u s -
p a r a
que esos deseos se·
conviertan en necesidades universales.
Tal parece ser la lógica de la reproducción capitalista:
una
vez que se las arregló para uti1izar los deseos del consumidor
como pt;ncipal
fuerza
movili
za
dora
e
integradora
(y como el
ca
mino
para resolver
conflictos y mantener el orden ), el
capitali
sm
o
tiende
a
larg
o
plazo
a
va
lorar la
importancia del
desempleo.
Cada nuevo
lote de
terreno explotado según el modo
capitalista
de producción sufre
tarde-o temprano de agota
miento
del
suelo
y
result
a víctima de
la ley
de
rendimientos
decrecientes.
Para- que la
producción
siga
siendo
redituable es
preciso buscar nuevas tierras hasta
ahora
no cultivadas. Esto
expli
ca en gran medida
la
presión tendiente
a
eliminar
cual
quier barrera que se
oponga al libre
comercio y sobre todo a la
libertad de movimientos
del
capital. Y explica mucho más si se
tiene
en
cuenta que
esa
presión va
unida
a .
una
segunda:
la
que
tiende
a impedir los
desplazamientos
de la mano de obra.
Porque
hoy, en todo el mundo a los Mahomas
del
capital les
conviene y es c . . l e s t ~ rrienos- trepar a las monta ñ
as
donde
85
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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está
la mano
de obnt
que convocar f e:sal:i
montañas
hacia sus
tradicionales centros de
producción.
Ahora, tanto el ejército
de
reserva
de trabajadores como
los costos
para
mantenerlo
en
condiciones de entrar en
servi
cio
son
mundiales; pero
los servicios
sociales
dependen
como
siempre
de
un
Estado y -como
la
autoridad estatal misma ,
siguen
siendo
locales. Los brazos
del
Estado son demasiado
cortos para llegar
a
donde
se los
necesita
. La antigua
a§isten
cia del
Estado perdió su
importanci
a para la expansión y segu
ridad
del capital. Los empresarios locales saben
demasiado
bien
que, para seguir
siendo próspe).·os
empresarios,
deben
dejar
de
ser
locales.
Y para eso necesitan primeros ministros y cancille
res,
que
actúen
como agentes
de
negocios para presentarlos a
las autoridades de los
países
donde
decidan
invertir, a fin de
ganar su am istad por
medio
de viajes
diplomáticos
y, si fuera
necesario,
para
financiar esos viajes.·
Y el
interés
primordial, el
eje
alrededor
del
cual giraba toda
la organización del Estado benefactor, desaparece del provecto
de que alguna
ve
z fue sostén. Sin él, t odo
el
edificio se der.mm
ba;
sobre
todo, pierde su fundamentación política. Al desapare
cer
las ventajas de financiar la .educación y l reproducción de
mano
de
obra (mano
de obra que
muy
difícilm
ente
la
industria
vuelva a necesitar), los empresarios de
la
nueva era n i bien se
les pide
que
compartan los costos
de
los servicios sociales- ha
cen uso
de su
nueva libez·tad para llevarse a otros países, menos
exigentes, su dinero y sus empresas. En consecuencia, los go
biernos que insisten en
m a n t e t ~ e r
intac1o el nivel de beneficios
se
ven
acosados
por el temor a
una
ucatástrofe por
pm
·tida do
ble : la multiplicación de los desheredados y el ma sivo éxodo de
capitales
y
de
posibles
fuentes de
ingreso
para
el
fi
sco).
Siempre es
po
s ible convencer a los
empleadores
de que se
queden; pe-ro es necesario reducir pa1:a ello el costo de los ser
vicios sociales. En
este
caso, la garantía de una
supervivencia
mínima
núc le
o
central
de la idea
del
Estado benefactor- es
un
obstáculo
más que una ayuda.
Además,
y esto
es qui zá
lo
más importante,
la creciente
pauperización de
la
fuerza
de tra
bajo resultaría, tarde o temprano, contraproducente: los tra
bajadores
locales
son
también
los
consumidores
locale
s,
y
el
éx.ito económico de los productores
de
bienes
de
consumo de
pende de la solvencia y disposición para pagar
que
tengan
esos
modestos
pero numerosos
consumidores.
8
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A
pes
ar
de verse m ~ n z d o por el derrumbe de sus funda
mentos económicos,
¿no
es posible mante
ner
el
funcionami
en
to del Estado
benefactor
con el
apoyo que
gozó en otro tiempo,
proveniente
de
todas las
clases sociales y más allá de los
lími
tes
de
los
partidos
políticos?
Después
de
todo
,
hasta
hace
poco
la historia vino demostrando que, cuanto más se :Implía una
democr
acia,
m<:is
presiona
en defensa de
los débiles y de
algún
seguro colectivo contra
la
debilidad. Desde
que
·el derecho al voto
se universalizó, fue usado repetidas
veces
·
para
llevar al go
bierno a políticos que prometían
reparar
en forma
colectiva
lo:;
infortuni
os sufridos
en forma individual. El
principio del Esta-
do benefactor parecía seguro en manos de la democracia. M l l l
aún, el crecimiento
indetenible
de la
protección
a
los
débi\u:; \
administrada
por
el
Estado inspiró
a los politólogos, a par·t.ir
de T. H. Marshall, a incluir los derechos sociales en la noci(au
misma de
ciudadanía
democrática , considerando a esos dm·c•
chos
como product
o
inevitable de la
lógica
democrática.
Ciertas teorias populares
explicaron
esa ló-gica sugiriendo, un
poco románticame
nte
, que las pn'icticas
democráticas
como Ln
les cultivan
un sentimiento de
responsabil;dad
por el
bieno:;lut'
de toda la comunidad,
que es compartido
-por todos.-All(llllllll
analistas
agregat·on que,
puésto
que
nadie-(.ñi
siquiera
los
r•km11
puede sentirse
seguro sin una
red de
contención confiabh•,
. ¡
asegurarse
contra una caída por debajo
de
los n i v l ~ d1•
111111
vida digna resultaba indispensable también, como forma do pt'll
teccíón
colectiva, para
quienes se
encontraran.a salvo.
Didw cll•
otro
modo
: durante
casi un siglo
, la lógica visible
de la
dcmWI't'll·
cia hizo pensar que, aunque algunos necesiten y con n11Í11 111'
gencia-
más
servicios sociales que otros, la existencia
dc
1'111111
servicios
y
su
disponibilidad
univer
sa
l
benefician
a todo:;.
¿La
mayoría sat isfecha?
Hace
dos
décadas que
los hechos
parecen
negar
l l pll ' l l l l l-t
deducciones. En un país
tras
otro,
la
mayoría
de los vo .nul.••n
apoya a los partidos que ,
explícitamente,
reclaman In 1'1•clu1'
ción de las prestaciones
sociales
o
prometen
reducir· lun 1111
puestos a la
renta individual,
lo
que
tiene
el
mismo t ~ f t • l ' J t ,
'
frase "Aumentar los impues
tos"
es
un
anatema en hm·u tlu lu
poi íticos y
una
maldición en los oídos de los votantnH.
'
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 82/149
La
abrumadora unanimidad sobre este punto
manifestada
por todos
los
partidos
sirvió
a
algunos analistas para anunciar
el nacimiento de una "
nueva
solidaridad , de un nuevo
consen-
so
político
que
iría más
allá
de la
izquierda
y la derecha". Pero
se olvidan de
que, no
hace
mucho,
el
Estado benefactor
tms-
cendía
también
a los
partidos,
y
se presentaba
como
base
y
expresión de
una.
genuina
solidaridad
entre
l
as clases sociales.
Efectivamente: las políticas
del
Estado benefactor
contaron
siempre
con
amplio consenso democnítico. El consenso
se
man-
tiene,
como hace medio siglo; sólo
que
ahora
se
expresa justa-
mente en
sentido
contrario. Lo
que hace falta explicar
es este
cambio de
frente.
Y
nadie
explicó
mejor ese cambio
y
sus efectos
políticos (
hace
sólo
dos
décadas, todavía
imp
redecible
s
para
los
más
agudos
especialistas)
que .John Kenneth
Galbraith
en su debate sobre
la
mayoría
satisfecha .
¿Cómo
es posible, se
preguntaba, que
en una
comunidad democ ·ática la
mayoría de
los votantes
apoye
el
aumento de la
desigualdad? Tal
cosa
jamás
había ocurrido; al
menos, desde
que
el
voto
es realmente democrático, desde
que
se extendió de
las
clases propietarias a
todos
los ciudadanos
adultos.
Pero debe
de haber
habido una buena razón.
Los
pobres e
indolentes,
los
que
nunca
consiguieron
bastarse
a
sí
mismos ni
l1egar a
fin de mes sin ayuda de
los
demás,
siempre
fueron
minoría, incluso una insignificante minoría en
lo político.
Era
muy difícil
que se
presentaran a votar
en
las
mesas
electora-
les,
y
siempre
re
sultó más fácil descuidar sus intereses
y
de-
seos. Esto,
en
modo alguno ponía
en peligro
las posibilidades
de
un
candidato. La
mayoría que
favorecía alguna
forma de
redistribución de la riqueza
, la
corrección de las desigualdades
y
sobre
todo, l
as
garantías
co
lectiva
s
de
bienestar
individual,
debía , por lo tanto, provenir de otro sector. El votante medio",
cómodamente instalado a una
buena
distancia de
la
pobreza
extrema, formaba
sin
duda
parte
de
ella. Los que votaban
en
favor
de
la red de
contención (
sostenida por el
Estado) deben
de
haber
sido
quienes no
tenían
intención
de usarla en
lo in-
mediato; gente que,
incluso,
esperaba
sinceramente
no tener
que usarla
jamás.
A
primera
vista, actuaron en forma altruista,
dispuestos a realizar un sacrificio personal a cambio del cual,
probablemente,
no
recibirían recompensa
alguna en
un
futuro
cercano
y
con
suerte, jamás.
¿Qué
los
llevaba a comportarse'
así?
88 ·
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 83/149
Lo más probable es que el
ver·dadero motivo fuera
su
falta
de
seguridad en
sí
mismo
s. asta
entonces se
las
habían arre
g
lado
solos;
pero,
¿cómo saber si
la
suerte (puesto que era una
cues
tión de suerte) les duraría siempre?
Veían
el mundo que
lo s rodeaba: toda form a
de
prosperidad
era
irregular,
tambaleante
y
variable;
la
más
espectacular
de
las
fortunas
podía desvanecerse
sin
dejar rastro, arrastrando al abismo
a
m(llares
de
exis tencias menores y
más
v
ulnerables.
¿Con qué
recursos
era necesario contar
para estar realmente a-salvo? La
seguridad,
¿no req
uiere,
acaso, bases
más sólidas
que
cualquier
cosa que
puedan llegar
a
idear los más
esforzados? Parecían
preguntas razonables, quizá retóricas pero que tenían una
única respuesta .
L
as
circunstancias
tienen
que
haber
cambiado
para
que
hoy
esas preguntas ya no se
formulen;
si aparecen,
encuentran
siem
pre
una respuesta
del
todo difere
nte .Hoy,
la
mayor parte de
los votantes
medios
parecen
sentirse más seguros si ellos
mis
mo administran
sus asuntos.
Necesitan, todavía,
un
seguro
contra la
mala suerte
y o
tras contingencias,
pues
no
las con-
trolan mejor que
sus padres, pero suponen que
el
tipo
de segu
ro que pueden comprar en
forma
privada les
ofrecerá
más y
mejor
es
beneficios
que los servicios
de
baja
calidad
que el Es
tado
les
proporcionaría.
No
es tanto una
cuestión de confianza
s ino una simple
reflexión: cualquier forma de
confianza
en
sí
mismo
es
siempre mejor que los
riesgos
inevitablemente aca
rreados.
Esta nueva convicción o r e s i ~ n c i ó n a lo inevitable) alte.ra
el
equilibrio entre los sacrificios
por
hacer
para conservar
los be-
neficios sociales y el valor
de
esos beneficios; modifica
al menos,
la valora
ción
de ese equilibrioen momentos tranquilos
y felice
s,
cuando
recurrir
a
la
asistencia del
Estado
parece
una
emergen
cía-absolutamente
improbable. Tener dinero en
el
bolsillo gra
cias
a la reducción .de
impuestos parece
una perspectiva mejor
que la
posibilidad,
en
gran
medida
abst
racta, de recurrir
a
aque-
lla asistencia,
cuya
calidad
y
cuyo atractivo se
reducen
día tras
día. La asistencia del Estado, para
d
ecirlo en
términos
sencillos
y
actuales, no rinde
el
dinero
que cuesta . .
La
forma
en
que el votante medio considera el
equilibrio
entre
costos fiscales y
beneficios
sociales
cambió
también
por
otros
dos
motivos
que
refuerzan
indirectamente
el
deseo
de
confian
za
y autonomía, y hacen
menos atractiva todavía
la
alternati
va
de recurrir a los servicios del Estado.
/
89
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 84/149
En
primer lugar, e:3tún
lo::;
efectos a largo pla:w del principio de
mvestigación
de ingresos.
Uno de estos efectos
es el
incesante y
continuo deterioro en
la
caliaad de los se1-vicios socia les. Como
puede esperarse,
una vez reservados para quienes los
necesitan,
esos
servicios
ya
no
sufren la
presión
política
de
los
que
no
los
precisan (al menos hasta
el
moment.o), y se convierten en blanco
de medidas
propu
esta
s
por
los políticos que prometen reduci1·
impuestos para ganarse
el
voto de los afortunados, ya que
la
gen
te
más necesitada carece-de
fuerza
propia.
No hace
mucho,
el nuevo
gobierno
socialista de Francia, al
priorizar
el
cumplimiento
de Jos criteiios presupuestarios que
ihan a llevar a la moneda
única
europea --entonces en proyec
t
, adoptó el critet1.o
(por :( lUCho
tiempo
evitado)
de la inves
tigación de ingresos, e
introdujo
un techo a las
asignaciones
familiares que, hasta entonces, eran de carácter universal. Re
sumiendo
_la
experiencia de
los
otros
países que
habían
segui
do anteriormente el mismo
rumbo,
Serge Halimi observó:
Se empieza
por
negarles
a l
as clases
me
dias el acceso igualitario
a determinadas prestaciones colectivas. Luego,
esas
prestacio
nes aparecen asociadas a los
más
pobres , los únicos que pasan
a b
enefic
iar
s e
con
ellas.
Y
las
cifras
destinadas
a
las
pre
stac
io
nes disminuyen
más
y
más, según la regla de
que
(en la expre
s
ión estadounidense) los programas para pobres so
n
progra
m as pobres . Tarde o temprano, se
descubren
estafas, engaños y
abusos :
una madre soltera,
generalmente
negra, que usa sus
cupones
para
comprar vodka
(una cantinela demasiado r epetida
éntr
e los seguidores
de
Ronald
Reagan
);
los pobres
son
irrespon
sables
y sólo tienen hijos para gozar de las prestaciones públicas,
_
etc. La
última etapa
se
cumple cuando, una
vez
evaporada la po
pularidad
de los beneficios
estatales, las
clases medias,
a l
as que
ya no
le.s
inter
esa su
continuidad,
aceptan
la abolición del
Estado
benefaclor.
14
, Limitar los beneficios de los serVicios estatales
al
segmento
políticamente marginado del electorado resulta, así, una rece
ta
perfecta
para bajar
la
calidad
de esos servicios a
un
nivel
que,
a los
ojos
de los segn1ent.os algo
menos
empobrecidos,
de
terminará
que,
en
comparación,
hasta
la
más
dud
osa
de
las
aseguradoras
privadas
parezca
un lujo. (Se
ría
interesante,
sin
embargo, medir hasta qué punto el
deterioro
de los senicios
estatales
hace
bajar también la
calidad de
las prestaciones pri-
90
•
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 85/149
vadas y en
consecuencia, reduce
el nivel de atención de la
po
blación en general. El
descenso
constante en la calidad de
los
servicios es el mejor
argumento
contra _l costo que represen
tan:
su calidad está llegando
a un nivel
tan bajo
que,
para la
mayoría
del
electorado,
cualquier
cifra
destinada
a
ellos es
di
nero
a r r o j a d o ~ la
basura.
Otra
consecuencía
de la investigación de
ingTesos
es el es
tigma
que
significa
para los beneficiarios. El mensaje implícito
- aunque
no
se lo formule en estos términos- es: la necesidad
de asistencia indica el f r a c a ~ o
para
vivir
al nivel
de la mayoría,
que no parece tene1· dificultades
para
alcanzarlo.
Solicitar
un
benefi.cio
es,
por lo tanto,
admitir
e ~ e fr.acaso. Es tomar una
decisión
vergonzante,
es
automarginarse,
porque la mayor parte
de la gente
nunca
parece
recurrir
al
erario
público.
Todo lo
que la gente
obtiene,
como exención de impuestos, obtención
de
beneficios
profesionales o subsidios
empresariales
directos
o indirectos, aparece en
las
cuentas del Estado a su crédito, no
como
débito. La perspectiva
de solicitar
beneficios no resulta
atractiva, y esto
hace que
cualquier
otra
alternativa
parezca
más
deseable
y razonable, sin importar su calidad.
En
segundo lugar, está el
surgimiento de la socied-ad
de con-
.
sumo
y
de la
cultura
consumista. El
consumismo valora,
más
que nada,
la
elección:
elegir, esa
modalidad
puramente formal,
pasa a ser
un valor
en
sí
mismo, tal vez
el
único
valor
de esa
cultura
que O requiere,
ni permite,
justificación.
La
elección
es el metavalot·
de
la sociedad de
consum0,
el valor
que mide
y
jerarquiza los
demás.
Y esto no
puede
extrañar:
la capacidad
de elegir
que
tiene el
consumidor es el
reflejo de
la c o m p e t e n ~
cia, que a su vez
es
el alma del mercado.
Para
sobt·evivir, y
mucho
más para
pt·osperar,
el
mercado de consumo debe
hacer
al
consumidor, antes,
a su
propia
imagen:
la
competencia le
ofrece la elección,
y
la
posibilidad ele elegir
hace atractiva la
otet-ta.
El mito del
consumidor
exigente, y el
del mercado como pro
veedor
de la libre elección
y guardián de
la libertad de
expre
sar
preferencias,
se
alimentan y cultivan recíprocamente. Sin
el primero, sería difícil imaginar al seg-undo.
El
buen consumi
dor
es
el
que aprecia
el
derecho
a
elegir
más que
el objeto
que
se
elegirá,
y celebra sus visitas al mercado como la
pública
manifestación de su sabiduría. La amplia variedad de produc
tos exhibidos, junto a la
posibilidad
de
elegfr uno entre
muchoR
9
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 86/149
ut.ros, eleva a eu<:dquier aficio
nado
a la cattgoría
de
connaisseur
Al
mismo tit::mpo,
ser una
persona habilido
sa
y cultivada en el
;
u·te
de elegil·
es,
en la sociedad de
consumo
(
un
a socie
dad
estratificada
según
el talento
para elegir
), el
honor
más codi
c
iado
. La
convicció
n
de
saberse
capacitado
para
elegir
es
la
m<í
s gra tifi
can
te. Is
Inversamente, una
s ituaci
ón
sin
elección
- la necesidad
de
Lomar lo
que se
recibe só lo porque a
uno
no
se
le
ofrece otra
c:o.sa;
la
de
no
tener
voz en la
deei
s ón
es,
en
eonsecuencia, el
;mtivalor
en
la sociedad
de
consumo. Estar incapacitado para
i lcgir resulta , en sí
mismo
, degradante y humillante,
indepen
di ente
mente de los efectos que tenga
sobre el bienestar
de quien
~ w f r
esa
situación. Es,
también,
una
condición pt·ofundamen
te
insati
sfacto
ria,
trist
e,
aburrida
y
monótona.
Los
bienes
al
C .nnzan todo s u brillo y atractivo precisamente por haber sido
ulc::gidos; si se suprime
la
elección,
su
seducción
se
de
svanece
sin dejar rastros .
Un
objeto
elegido
librem
ente tiene
el
poder
de
otorg
arle a
qui
en lo elige
una distinción que
los
bienes
s
im
plemente
adjudicados jamás
podrán bl'indarle. Un co
nsumi
dor maduro
y experimentado,
por
lo
tant
o, valorará la
posibilidad
J c elegir, con todos sus liesgos y
sus
trampas,
desconocidas
y
h::tsta
atemolizantes,
antes
que la
seg
urid
ad
relativa
que
pue
rlan
ofrecerle el
racj.onamiento
y el reparto
previstos.
16
El con-
sumidor ideal está dispuesto
a
tolerar la inferioridad relativa
.
obj eto ele
consumo
sólo
por haberlo
elegido
libr
emente ,
sin que
se
lo adjudicat·an.
Por todo esto, la ordenada institución
del
Estado
e n ~ f c t o r
-
n::;tá
en
contradicción
absoluta con
el
clima reinante en
la so
ci
eda
d de
consumo;
y
esto, independientemente
de
la ca
lidad
de
l
as
prestaciones que ofrezca. Así como la comerciaJización
de
un producto no puede
realizarse
sin promover
(a
unque sea boca
a boca) ei culto
de
la diferencia y la elección, el
Estado benefac
tor carece
de sentido si
no apela a
las ideas
de igualdad
de
n
ecesida
d y
de
d
erec
hos
de los hombr
es. E l
consumismo
y el
Estado
benefactox·
son por
lo
tanto
incompatibles:.Y el
c}ue ile
va todas
las
de
perder es el Estado; la· presión ej
ercida
por la
mentalidad del consumidor es
abrumadora. Aunque los servi
cios
ofrecidos por el
Estado fueran de
calidad
muy su
perior,
cargarían siempre
con
una
falla
fundamental:
les
falta
la
su
puestamente libr
e
elección
del consumidor. Y
este defecto
los
descalifica, a los ojos de los
consumidores
fieles, creyentes y
devotos, mas allá de
toda
redención.
92
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 87/149
léx
i to qu pro v
ocó
l
fin
Dicho
esto, a lgunas preguntas quedan ~ n contestar.
¿Cómo
es
posible
que
tantos miembros ele la sociedad moderna
se ha
yan
conver·tido
en
refinados consumidores? ¿Por qué
una
ma
yoría tan importante
prefiere hacer
sus
propi
as el
ecciones
ele
consumo, en lugar de depender
de
u na
cobertu
ra
garantizada
,
s i n . r
i e ~ g o s
para todas sus necesidades básica
s?
¿Cómo es posi-
ble que esa mayoria se
muestre
tan confom1e, a pesar
de
ha
ber
sido
abandonada
a sus propios recursos y libmda a
su
ingenio
e i
nventiva? Quizás el
s iguiente
ejemplo
permita vis l
umbrar
las razones.
Durante la
última d
écada,
una ola
de
protestas
recorrió los
Estados
Uni
dos.
Se
trataba
de oponerse
a
la llamada
acción
afirmativa affirmati
v
action] que,
para
borr
a1· antiguas
dis
criminaciones basadas en el color de la
pie
l, facilitaba el acceso
a los empleos ,
así como
la
admisión
y la graduación
en
l
as
uni
versidades, de negros e hispanos estadounidenses de
origen
latinoame ricano
. Estos
aspü·
antes,
provenientes de estratos
sociales hasta entonces margi
nados, se
encontr
aban en
des
ventaja
para una competencia abierta
con
los blancos
anglosajones , mejor ubicados
socialmente
y
que,
por
lo
gene
ral,
habían
recibido
una educación
más
es
merada.
A esa
ola
de
protestas contribuyeron, hay que decirlo,
los
miembros
conser
vadores
de
las Cortes Supl·ema y Federa l, nombrados en la
era
Reagan-Bush.
Pet·o la protesta, en sí, era
ele
esperarse,
ya que
muchos padres
de estudiantes blancos estaban desconcertados
e
indignados
porque
otros
alumnos, con cali llcaciones
inferio
res,
ocupaban
las
vacantes
que S US hijos no habían conseguido
a pesar de haber l
ogrado
mejor·es resultados en las evaluacio
nes. Lo sorprendente, sin
embargo,
fue el creciente
número
de
afronorteamericanos que se
sumó a
la
protesta. De
hecho,
el
primer candidatg_.del
Partido
Demócrata que ganó una banca
en
la Legislatura estadual
de California
con una plataforma
que ex i
gía
el lln
de
la acción a firmativa fue \Vard _Connerly,
un
acaudalado empresario
negro.
Aunque
censurado
y
difama-
. do por muchos activistas negros e hispanos, Connerly obtuvo
un
importante
apoyo, abierto o t . . ~ c i t o
en
la cada vez
mas
flore-
ciente
cl
ase
media negra norteamericana.
El
arg
·
umento
que
más
profundamente movilizó a ese creciente sector
social
y
étnico· fue el de
su dignidad
y su auténtica afirmación: la
lla-
93
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 88/149
macla
acción
afirmativa --entendían·-- devaluaba y
empe
queñecía
los logTos de los numerosos
negros
que habían llega
do . P ara e
llo
s, habría s ido mucho más gratificante que nadie
hubiera podido considerar Bu
éxito
como
inm
erecido, como un
rega
lo
en lug
ar
del
resultado
de
su
esfuerzo consciente,
su
ta
lento
personal,
su
trabajo
tesonero
y la correcta etección de un
estilo de vida.
El
argumento
de
quienes apoyaban a Connerly
era simp
le:
·'No necesitamos
muletas , Podemos
arreglarnos nosotros so
los .
Pero, ¿de
dónde
sa
lió, repentin
amente
,
tan
ta
seguridad?
La
respuesta la dio el mismo Connerly:
Todos pueden
llegar
porque el campo de juego, ahora, está más
al
alcance de to
dos .17 Y aquí
cabe
una
reflexión:
si el campo de jueg·o se había
igualado
para
todos
era,
precisamente,
gracias
a la
acción afir
mativa ; allí está el éxito innegable
y
el logro histórico
de
aquella
política.
Una
de cada tres
familias
negras norteamericanas
cuenta,
en
la actua
lidad, con un ingreso igual o superior a l
promedio
estadounidense
(35.000
dólares anuales); hace ape
n
as
25
años,
las que disponían de
ese
ingreso e
ran menos de
una
cada cuatro. Más de una
de
cada cinco fam ilias ne
gras
puede,
ahora
, jactarse de un ingreso anual superior a tos 50.000
dólares
que,
en
los
Estados
Unidos,
con
stit
uy
e el
índice
de
ri
queza.
H ay miles y miles de abogados, médicos y gerentes de
empresas negTos, gen te que es escuchada y
puede hacerse
es
cuchar. ¿Podria hab
er
sucedido todo esto
sin
la é _cción
afirma
tiva ? Según
una
reciente investigación llevada a cabo por la
Escuela
de Leyes
de
la Universidad de Nueva York, de los
3.433
negros que ingresaron como estudiant
es
de
Derecho y,
por lo
tanto,
tuv
ieron
la
posibilidad de
a cc
eder
a una
de
las prof
esio
nes
más
lucrativas de
los
Estados Un
idos
,
sólo
87
habrían
estado en
condiciones
de ingresar de acuerdo con
los resulta
do
s de sus
exámenes
.
n
menos de un
cuarto
de siglo, la acción
afirmativa
logró
un
rendimiento
comparable al a
lcan
zado por los fundadores
del Estado benefactor: su
propio
éxito
implicó
su desapari
c i ~ n . P ero, si fue así, las cosas no sucedieron del
modo
como
los
visionarios
las
habían imaginado.
Gracias a la discrimina
ción positiva,
una nueva
clase media negTa surgió en los Estados
Ucidos,
a
hor
a
segura
de
sí
mism
a.
Sus
miembros
no
quieren
que
se les recuerde que
llegaron
hasta allí,
no
por su
propia
inteligencia
y
su es
fuerzo,
com
o hacen
o se
s
upone
que ha-
94
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 89/149
cen
-
otros es
tadounidenses,
sino porqu
e
se
los
ay udó cm
:gan-
do los
dados. Co
n t
oda la voz
proclaman
que,
si e llos lle
garon ,
los demás también
pueden
hacerlo; si alguno no lo hizo es por
que no se esforzó lo suficiente. Quienes lo lograron, por lo tan
to, lo
hicieron
gracias
a
que
lo
intentaron
como
debían
.
Para que todo esto res
ult
e
creíb
le, sus
compañeros
de
desti-
no
más pobres deben ser
observado
s con sospech a y desdén;
hace falta, sobre
todo, exigir
la
e
limi
nación
de privilegios'',
de
ese
irrit
a nte recorda torio que señala un triunfo
logrado
con
ayuda.
Quienes
llegaron a la cima
ya no
necesitan las
muletas
del Estado; es más:
están
ansiosos
po
t· desh acer se de ellas. Los
primeros e n ll
ega
r son los primeros en decla rar inútil aq
uella
ayuda
y en
quejarse por
la
sombra
inicu
a y
degradante
quo
proy
e
ct
a
sobre
quien
es la recib
e n .
No es
este, sin
embargo,
el si
gnitlcado que
aque
lla
s
p o l í t i c a : - ~
t an to el Estado benefactor como la acción afirmativa - hn ··
bían
tenido para los creadores. Aquellos precursores soñn rou
con la e li minación de las
privaciones
que h abían hecho necuHa
ría e n principio la
asistencia
a quienes carecían
de m e d i o : - ~
o l
disc
r im inación positi
va para
compensar la desigualdad arTa:;
trada a lo largo
de
gene
racione
s y, de
ese
modo, p
e•·
mil:ir·
,,
....
todos tuvieran las mismas oportunidades. P ero su
cedió
r t l ~ : u
bastante dife·rente: aquellos a quienes la comunidad
coniri
l r
yó
a eleva¡· por e ncima de su posición inferior inicial
no
t;ú lu
dejaron de
n e c e ~ ~ t r
la
ayuda
sino que se
convirtie
r
on,
t.am
bíén, en
su s feroces detractores.
En cierto
modo, la
ac
ción
afil'
mativa
había
creado
s us p ropios sepultureros. -Los o x i i ~ H I I I I I
profesiona
les negTos, q
ue
llegaron a la
clase
media alta dit ' l ' l '
tamente d
es
de la
marginalidad del gueto,
tienen más fnotlvu
para
sentirse moralmente
s
uperiores
a
sus
colegas
n
c o : ~
pant
censurar
al Esta
do ninera
:y al
hacerlo,
parecer s inct'
l'l
lll y
creíbl
es.
Ellos llega
ron
, e llos lo l
og
r
aron,
probar
on qUC l'W
po
dí
a
hacer
y a hora alientan a los demás a
ha
ce r lo mismo.
p,.,.n,
¿pu
eden
hacer lo mi
smo
ahora que ya no
existe
el dqrnulu11
te ajuste de
puntajes
en relación con el color de piel'?
•:
nu
pasado,
en
la Escuela
de
Leyes de Universidad de Tc
xu:1
iatt:•·•·
só
un 5,9%
de
estudiantes negros. E
ste
año,
d e s p u ~ H
el•• hultt•t
se
s
uprimido la
disc1iminación
po
sitiv
a , la
pm¡111r'l'in11
•u•
del 0,7%.
¿Quién se hará cargo, en la próxima gcrwrau·i• •ll,
' ' .1
indignación contra Ward Connerly?
' '
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 90/149
Los casos
de la
acción
aflrmativa el
E:;Lado
benefactor no
:;un, desde
lue
go,
idénticos: la idea de los servicios
sociales a
cargo del Estado estaba dirigida contra cualquie1· for·ma de dis
cr·imi
nacíón
y sin
embargo,
en
su
etapa
final
produjo
una
discri
minación que
fue
cualquier cosa
menos positiva ;
pero su
mecani
smo
psic
osoci
al un éxito que implica desaparición
fun
eiona
del mismo modo
en
ambos casos.
La
mayoría
satisfe
cha
de
Galbraith
es, en
no escasa medida,
produ to del
Estado
benefactor prueba de su éxito.
Los servicios
sociales
a
cargo del Estado
no
llegaron
a
reali
zar el
sueño
de sus fundadores: exterminar,
de
una vez
y
para
sinmpre,
la
pobreza,
la
humillación
y
el
desaliento.
Pero
surgió
una generación educada, con buena salud, confiada,
segura
de
HÍ misma
y
celosa de su
nueva
independencia;
y esta
genera
eión rechazó
la
idea
de
que es deber
de
quienes han triunfado
el ofrecer· su
ayuda a-
quienes
siguen
fracasando. En los oídos
de
es
ta
generación, de estos hombres
y
mujeres que
se
hicie
ron
a sí mismos
gracias
a la asistencia
de un Estado
di
spuesto
a
ayudar, los
argumentos
sobre
el
impacto negativo
de los ser
vicios
sociales
resultan
pa
rticularmente
reveladores.
Aunque
no
es tan
claro, sin
em
bargo,
que esos
argumentos
sobrevivan
a la
ge
neración más
dispuesta
a
aceptarlos como
verdaderos.
H
ay
z·azon
es para suponer,
corno
Martín
Woo
llacott
sostuvo
recientemente,
que
las
medidas planteadas
por
los
responsa
bles de los últimos cambios como
solución
a las contradicciones
reales o s
upuestas del Estado benefactor se
reducen a:
sacar
provecho,
s
implemente,
de
aquello
que
en
términos
históri
cos es sólo un
momento: el momento
e.n
que
el
capital
soc
ial acu
mulado por
el
Estado
benefactor no se
ha
disipado
del todo, los
nuevo
s
costos pr
ovocados
por su caída no
llegat·on tod
avía
a
se
r
enormes.
r-os costos socia
les t an to
los
del
E
stado
benefactor,
como
los
del neoliberal- son
siem
pre
grandes;
pero
Jos de
un Estado de
transición
entre
ambos
pueden
ser considerados
pequeii.os,
quizá
por
ignorancia
o
por
ocu
ltamíento
. Y es
posible
que
lo sean,
pero
sólo por un
tiempo.
18
Notas
l Bienestar publico [ ublic
wel{are]
e
la
exp
1·e,;ión r p u ~
por
Kirk
i\lann
en su
análisis sobre
la distinción
que Richard Titmuss
estab leció en
1955 entre bienestar fisciil,
ocupacional
y social. Luego
de
seitalar que sepa-
96
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rar
el
"bienest&r social" di: o ~
otro::.
resulta
"en
parta engano:;o,
puesto
4ue
los tres son,
obviamente,
sociales", Mann propone
hablar de
bienestar
públi-
co. "Es
público
d ice Mann en
el
:;entido
de
que todos lo
ven y
práctica
mente
todos
lo
identifican con
el
Estz.do
b e n e f a c t o r ~
Véase
K.
.1\-Iann
(1992),
The i\tlaidn[J o an
English.
Und.erclass: The Social Diuisions o Wel(are and
Labow·.
Buckine-ham:
Open
U n i ~ r s i t y Press
,
p.l3.
Uso
nquí
la
expresión
"b
i
enesta
r
público"
en un
sentido algo díferente
del
propuesto por
.1\-lann:
como un a
idea generalizable
a todas
las
form as, m{ls
es
pecíficas, del bienes
tar
individual
garantizado colecti
vamente, sin
importar
qué forma
a
dopte la
prestac1ón ni
qué
institución
la administre.
2. l
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the
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learn to behave
bettcr
again", The
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ocrntoie,
nouvelle classe
planetaire", Le
}rlonde Diploma
tiqu
e , agos to
, pp.
14-15
.
14. S.
Hali
mi ( 1997),
"Alloca
tion, équ.ité,
égalité",
ü Monde Diplomatique,
agosto,
p.
18
.
15
. Esto,
desde
luego, es una ilusión , como reiteradamente lo señalan los
estudiosos
del
consumism·o, pero una ilusión que protege
la
realidad
y
sin
la
cual la realidad
de l
mercado no podría funcionar. De
hecho,
la promesa
y
la
ostentación
de la
elecció
n
(incluso
de una
simple
hamburguesa McDonald's
en
cua lquier
a
de sus
encarnaciones)
apelan
a l
amor
a
la elección,
cu
ltivado
con insistencia
para
atraer
nuevos consumidores
al
mercado donde
la
varie
dad de
la
elecc
ión
ya es tá lijada y limitada en form
a est
ri
cta.
Elijan
lo q ue
elija
n,
l
os consumidores jamás se
apartarán de lo
que se les ofrece,
y
la
ofe¡·.
ta no está determinada por la
elección
de
los
consumidores.
La dictan geren
t.es
que no
fueron
elegidos: los
administradores
de lns
empresas
multinacio
n
ales que se acercan
cada vez m ás
al
gobierno
monopólico
de
los mercados de
97
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http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 92/149
<.ua.,umo. Comu descubúo John Vida) ( Empir of burgen(, 1 h t ~ Guurdion,
20
de
junio
de
1997): En
ocho
sector es, ent.re los que se encuentran
los
auto
móviles,
el espacio aé:·eo,
b eJectronica, el acem,
l
os armamentos
y los
me
dios,
las cinco
m
ayores
corporaciones conl
rolan el del
mercado
mun
dial . Y
concluye:
Este podet·
ha
dejado
de ser sólo financ
ie
ro
;
es tambien
cultural.
Esta
enwezando
a
regir los fundamentos
de la
vida. Diez
corpo
ra-
-ciones
con
tro
lan e n la
actualidad
casi
todos
J
os aspectos d ~
la cadena
mun
dial
de los
a limentos.
Cuatro
controlan el 90
i de
las exportaciones mundia
les de maíz, t1·igo, tabaco, té, pirta, yute y
p(Oductos
forestales·•.
16. R e c o r d ~ m o s que
una de
las
más
eficaces acusaciones en la campafta
que los pa íse5
occidentales
durante
los anos de la
Guerra
Fría- lanzaron
contra los r e b Í m e n ~ s comunistas,
fue la
que
s ubr
ayaba la ausencia
de e lec
ción
en
l
as
tiendas.
No importab
a
si los consumidores sufrían h:lmbt·e
o pri
vación,
o
si se solucionaban
o
no sus necesidades
básicas. Lo que
importaba
mas
que nad a - no era
tanto
la
disponib
i
lidad
o incluso la
ca lidad
de
los
seHicios médicos, como la imp
os
ibilidad de e
.legir
el
médico¡ no
los
costos
o la
disponibilidad
de
escuelas o viviendas , sino, nuevamente , la ~ u s t n c i a de li
bertad para elegirlos. Coincidentemente, conviene seiialar también que, en
los p
aí8es escan
dinavos ue
jamás
pudi.
ero
n ser
acusados de falta de de
mocracia-, las objeciones
a la ausencia
de elección del co
ns
um idor
socava
ron gravemente
el
apoyo
popular a
sus
excelente s servicios
soc
ia l
es
adminis
tt·ados por
el
Estado.
17.
Esta ci
ta
y las siguientes provienen del artículo
God
Bless
(white)
America , de
Mat·tin \Valke1· The Gu.ardian 17
de
mayo
de
1997).
-rs.
M. Woollacott (1997), Behind the myth of the self-roade
man ,
The
Guardian,
17
de
mayo.
98
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 93/149
a ética del trabajo
y
los nuevos
pobres
A comienzos-del siglo XJX quienes iniciaron la
prédica de
la
ética
del
trabajo
sabían muy
bien
de
qué
estaban hablando.
Por
aquellos
años,
el trabajo era la
única
fuente
de
riqueza;
producir más,
y a
umentar la mano de obra en
el proceso
de
pro
ducción,
significaban
prácticamente
lo mismo. Los empresa
ríos
deseosos
de
producir
a
um
entaban
sin
cesar;
crecía,
t a mbién,
el
número
de
miserables que se resistían a trabajar
en las condiciones impuestas por esos empresarios. Y la éti
ca
del tl·
abajo
aparecía, entonces , como la fórmula
para que
am
bos grupos coincidieran. El trabajo era el
camino
que , a l
mi
s
mo tiemyo
,
podía crear
la
riqueza
de
las naciones
y
acabar con
-Ia pob1·eza
de
los individuos.
A fines del siglo xx, la
ética
del trabajo vuelve a ocupar el
primee plano
en
el debate
público,
tanto en el diagnós tico de
los males sociales como
en su
curación. Su
import
ancia
es
deci
siva en los
programas
de as
istenci
a para reinserción en nue
vos trabajos [wel/ are-to-work], inaugu¡·ados en los
Estados
Unidos
y
que
desdé-su iniciación y
a-pesar de
sus dudosos
r esultados) fueron
vistos
con envidia por un
reciente núm
ero
de políticos en otros países ricos,
entre
ellos Gran
Br
etaña. Como
señalan Handler y Pointer a l
referirse
a los WIN [sigla
de
los
~ r m s
de
reinserción laboral estadounidenses que a
su
vez,
como
palabra,
significa
triun r
}
Desde
los
comienzos,
a lo largo de su complicada
historia, la
re
tórica que justificaba los WlN tuvo escasa
relación
con su imp
acto
99
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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real. Ln p e r ~ l i c a in dica que e l Pr •J:Jtrama o
btu
vo truté& r:stmlla
dos
... Las poHt.:ica.&
de
asistenciA
lobo
ro
l subs.ist.t?n en su.a
d i v e e . s
forma
¡. a p
~
a r de una abru
ma
dora comprrtbac1ón: no )OE J"O I'On r e
ducir ~
n
cifr
os
a
precia
bles la can r.idad d&
e : r Q
n . e ~
d
e p e . n d i n
d ~
(Q.il¡
pri'lrrr amos scciale
R,
ni d
evo
lv
er
u
~ ' l f - < l b r
• ~ su
uu t.o:.;ufi
c·
icn
ci
a.
Por
lo
ta
nto,
l.
so
cD
u.sa.CJ
de
su mt.nt.o
nim
üm
to
no
u
d
n
ser
S llJI efec
t..ots benefl cio.so..ot
para los o b r
sino
su
eviden
te u
t.
Ui
dad par
a q\l
ien
f. '>J no lo s ::m.
1
La resiste ncifl , real o aparente , a apoyar los sc::n.rieio,s sociales
tkstin
adO$ a QU C tOG pobrés
se
incorporen a l esfuerzo productivo
no dtltiene en medo al¡;runo al cn:
ci
rru cnto d e
la
productividad .
L a ~
corporacio
nes
ya
no neces:.tan
é ~
tt-a baja
do:re13
para
au-
rnf:'ntar
sus
a n a n c
a ~ .
y,
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U
eg
n
a
n
t>C
P
_
t
tarlos,
los
e
.a
cu
entran
t
flcilmE>
n
te en otra
s
p a r t e ~ y
en
m e j o r ~
s condicion
es que en
su
r1aü; , a
unqu
e eglo contr:-ibuya
a
aum f.>ntar la pobreza
en
los p a i ~
ses
tradiciona lmente considerado.-; ricos. e
acuerdo
con
e.l
últi
mo l l l { o r m ~
sobre esarrollo
um n
o de las Naciones Unidas,
1.;
300
o n
o ~ d e
se1·es
humanot:.
v iv
e.n en
todo
el
rnundo, con
n h : e ~ e d o
r de
un dólar
dimio. Ften
te
;
0
e ~ t a perspectiva, basta
loo 100 mmone:s de pe-r:::onas que eatá n
bajo
la
línea de p o b r - . : ~ z a
nn loo pa3se$
d e o ~
de Occidente, donde n ació la ética del trabajo,
li men mu.
cho que perder
t.oda'.-"la.
En. el mundo de las grandes
corporaci
.o.nes, e l progreso es
anl11lodo reducción de personal , y el ava nce tccnolóeico equi
vn a reemp
lazar seres humanos
por soft.
w¡¡
r e ~ l e c t r ó n 1 c o . La
medida de lo e.n gaf10sa que suena
la
condena a los
beneficin-
J·io::;
oe
l.os n uevos prof,Tamas social
es
- a
quie
,n.
es
se actt :a de
no querer
trabp.jar, de
que bien podd aJl
ga n a rse
la vida
si
aban-
dcmamn sus h ;;\bit.os de dependend
la
d a el
modo
en que ias
o l ~ a s
de
Val
ores, es
os
im'oluntar1o
s
pero
muy
sinceros porta-
voces de
las
co.r.po.r
;J.
ciones, reaccionan ante
cFJ.da
fl
uctuacion
en
las
cifras de 0m pleo . No sólo
no
o1an
it
i es-u:m
ilfgno aluuno
de
-- ansiedad,
menos aú n
de
pánico, cuando ct:eco el
nivel de
des-
empleo;
reaccionan,
sí
, y lo hnce11 con Qntusizmsmo, fr ente a la
noticia de
qu
e
la
proporci
ón
d.e trabajadort:s o c u p ~
t d
o s proba-
blemente no a umeo.tará. La noticia de que t:ntl'e j unio y j u lio
de
1996
d i ~ m i n u y
ó
el
número
de n u evos p u e t : ~ l o s de trabajo
en
Jos
Estado:5
Un
idos
y
se
elevó,
por
lo
tant
o,
et
po1:cent.aje
de
?er:sonas sin empleo,
apareció
bajo el
título
d e
' 'Ernployment
Data
Cheer W
all
Stree
t'
·
[Las
cifras
sobre
emp leo a le
:_,'Tan
a
100
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 95/149
Wull
S t n ~ e t ) t.:tn forma CQincidtmte, las e ~ < . · c i o n < : - : . ; de Dow .Jon
co
·
s ubieron 70
puntos en un
dfa)
'il
En el gir;:antesco consordoA"I'&T
el
valor
de s us acci.ones aument.ó
d e1
90lpe
el día
en
que
s u ~
di
re.
ctivos
a
CJu
nciaron
elrecort.e
de 40.000 ptJ
el:i
Los de
t . r a b a j o .
Y
esta
e x p u r i e ~ c i a
se repite, pnkt
i.camen
t;e a
diario, en todas
la Bolsas de Va lo1'e.:J d t ~ l mundo
.
A rnc dida que la idea
de
"reinserción
laborar'
se t;.)rna n.ebu
~ o s a .
in
¡l:e
n ua
y
fa
lsa, más clarf m
e
nte
se
manifiest-a la profun
da t::'a ns fm·m ación que se \ Í{;no produciendo en
lo
que h a.3h1
ah
ora
8 entie
ndfa por "pr
ospe
ridad", así como por
' 'buenas' o
mal as
tendencias
en
. la vida
éconómica . En
un
s ~ ~ r i o
y profun
do aná lisis
so
bre el estado actual d e
Ja
.a r a n d ~ s corporaciones
europeas
(publicado en ellnternat t:ona flerald Tribune del
17
de nov
.ie
mbr
e de
1997
con
el
tít
.
ulo
de
..
E
uropean
Companies
Gain from
th
e Pain" [Las empresas europeas se b i r
l.
e
fitian con
las di fic
ultades],
y cuyo
ti
i.
ntomático
copete ao :rl)laba Cost.
c.uU.ing
has
led to
p r o
t . ~ ; , if
not jobs
'' [El
recm
'te de
costús
pro
ducl}
ganancias, no
P U I
s t o s de
trabajo ],
Tom Buel·k
le res
tej a
el
de
sar
roHo positivo'' de
la
economía
europea:
La ' n l ¡ > t c t i v a ,
que
ha
mejorado
notablcmentB,
indica
que
Euro-
pa Inc. m
p
e z
~ 11 C'o.sechar
lo-5 fro tos de);\ do lo rr• :> t1
t"'M l:>
Lru .ct.ura
ció[) vivida en lc i i m ~
a.i't
<:m
.
Sigul•lilrlo o ~ ml t.odo.s asn.nl ado.::
por las C b p ~ M I \ . 8 n o r f o a m ~ r i c a
n
~ s en )a
d
écad..a..de
1 980, y
en
;;¡u
a
f..á
n d.e lo
gr
a r
m uyorca ganancias,
nuntercsa:; ft r
l:ttlill:S
europtó). S se
des hietoron, de mano da obra, C.BJ
ra
ron o Uq
H
dtrt1n
n
~ ~ i t
~
Jlo
esllor:::iales y racionalizaron
su : í l t l e r n .
~ r cierto qu
e
laa a n a n c i a ~ crecen
a
pa.'io
s ace
lerados ~ l o
4ue provoca la ~ g a
d u
los accionist.aa
y
m r o ~ e
la ent1..tsi a,st.a
aprobación
de
los e
xpertos
- a
pesHr
ele
lo
s
..
e fE:ctos
se
cu
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a
rios .
,
p r e t e n d i d
a
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n t ~ rnertos
impor
t a
nt
es ,
dt1
nuevo
é:tit.o
econ6
n·üco.
E
poco
pl.'obable
q ue
estlt
vig
orosa y saludable
-
reorgan ización de la s
co
rporaciones reduz.ca
él
de
sempleo
en
un fut1.1ro
pró
xim
o , a
dmit
e Buerk.le. En
efecto
,
sólo e n los
últ j
rnos
se
is
aúos,
la fuer
za
de
l r
abajo ocullada
por la
jndustxia se
redujo en
un
17,9
\o
en
Gra
n
Bretaiia, un
17,6 e.n Al.e
mania y
un
13,4 ~ n Francia. En los
Estados Unidos, dond (-: el "desano
llo positivo" comenzó
aproximadamente un a
déc
ada
a
ntes, la
t
nano
de
obra
industri
a l
se
redujo
en
sólo
un
6, 1%.
P e
r·o
es
o
sólo
pudo
ser así
po1,·qu
e, ya con anterioridad, se h
abian
efec
tuado
reducciones
a
ca
s i lo esenciaL..
101
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 96/149
No es de
extrañar,
por eso, que
en
l a ~
encuesta::> sobre pre
ocupaciones y
temores
de los eu
rop
eÓs contemporáneos figure
en
un
indiscutido primer plano -como
realidad o como
ame
naza
-
la falta
de trabajo.
Según una de esas enc
u
estas
(realiza
da
po ·
MOR ),
el
85%
de
los
finlandeses,
el
78
de
los
franceses
y los
suecos,
el
73%
de los
alemanes
y el 72 de los
españoles
consideran a
la
desocupación como el problema más
importan
te
de
su país. Recordemos que
para ingresar
a la
unión
mone
taria
europea se establecieron criterios que debían
asegurcrr
una "economía saludable"; entre
esos
criterios, sin embargo,
no se encontraba
una
reducción en el nivel de
desemp
leo. En
verdad,
los desesperados intentos por
conseguir
un nivel
de
"salud económica" aceptab
le se
consideran el principal
obstácu
lo
para
elev
ar
los
niveles de empleo
a través
de
la creación de
puestos de trabajo.
En otras épocas,
la apología
del trabajo comg el
más
eleva
do
de los
deberes -condición
ineludible para una
vida hones
ta, garantía de la ley
y e l orden y
solución
al
flagelo de
la
pobreza-
coincidía con
las necesidades
de
la industria,
que
buscaba el aumento de la mano de obra para incrementar su
producción. Pero la indu
stria
de hoy, racionalizada, reducida,
con
mayores capitales
y
un
conocimiento
más profundo de
su
negocio, considera
que
el
aumento
de
la mano de obra limita
la
productividad.
En abierto desafío
a
las
ayer
indiscutibles
teorías del valor -enunciada:> por Adam Srnith, David Ricar
do y Karl Marx-
el
exce
so
de
personal
es visto como una
maldición,
y cualq
uier
intent0-racionatizado1·
(esto
es,
cua
l
quier búsqueda de
mayores ganancias en relación
con e l capi
tal invertido)
se dirige,
en
primer
u g ~ r
hacia
nuevos recortes
en
el
número
de
emplea
d os.
El "crecimiento
económico"
y
el
aumento del
empleo
se encuentran, por lo
tanto,
enfrentados;
la medida cml progreso
tecnológico
es ahora,
el
constante re
emplazo
y
- s i
es
posible-la supresión
lisa y
llana de la
mano
de obra. En estas circunstancias, los mandatos e
incentivos
de
la ética del trabajo suenan cada vez
más
huecos. Ya no reflejan
las "necesidades de
la
industria", y
difícilmente
se
los
pueda
presentar como el camino para l
ograr la "riqueza
de
la nación".
Su supervivencia,
o
mejor
su
reciente
resurrección en
el
discur
so político, sólo
puede explícarse por
a l
gunas
nuevas
funcio
nes que de la ética del trabajo
se esperan en
nuestra sociedad
posindustrial.
102
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 97/149
Como s
ugieren
.F'erge y
1Vlill
er, • la
moderna
propaganda en
favor de
la
ética del
trabajo
s
irv
e para sepa
rar
a los pobres que
merecen
atención
de los que no la merecen, culpando a estos
ú
ltimos y de ese
modo,
justificando la indif
er
encia de la socie-
d
ad
hací
a ellos .
En
consecuencia,
ll
eva
a
a
cep
tar
la pobreza
como un flagelo inevitable ori
ginado
en de fe ctos personales; de
a llí sigue,
in
evitablemente, la in sensibilidad hacia los pobres y
necesitados . o en
ot
r
as
palabras:
aunque
ya
no
pr
ometa redu-
c
ir
la pobreza, la
ética del trabaj
o puede
contrib
u ir to
davía
a
la
reconciliación
de la
sociedad, que a l fin
ace
p ta la eterna prese
n-
cia de los pobres y puede vi vir con r e lativa calma, en paz consigo
misma, ante
el
espec
t
ác
ulo
de
la
mis
e
ria.
El descubrimiento de la clase marginada
El
término clase obrera coxTesponde a la mitología de
un
a
sociedad en
la
cual
l
as ta
r
eas
y
funciones de los
ricos y
los
po
bres se encuentran repart
ida
s: son diferentes pero complemen ·
tari
s
L a ex
presi
ón clase obrera
evoca
la imagen de uua l m ~
de
personas
que
de
s
empeña
un
papel
d
ete
rmin
ado
en
la
soeio
dad,
que h
ace un
a
contribución
útil a l
conjunto
de e
ll
a
y
p
or In
tan to,
espe
r a una retribución .
E l
términ
o
clase
baja , por su parte, reconoce la movilidad
de una sociedad donde la
gente
está en continuo m ovimien to,
donde cad
a
p o ~ c i ó n
es momentánea
y
en principio,
está
sujc•tn
a
camb
ios. H abla r de c
lase baja
es
ev
ocar a pe rsonas a rrnjn
das al n i ~ e l m
ás
bajo de una escala pero que todavía
pu
orlt'll
subir
y, de ese
mod
o,
abandonar
s u transitoria
situación de•
infez·iorida
d .
En
ca
mbio
, la expres ión c
la
se
margi
nad a o s ubclnrw
undercla
ss]
corresponde
ya
a una so
ciedad
que ha deja do de•
ser
integral, que re
nun
c
ió
a
in
cluir a todos
sus
integraull'l'l
y
ahora es más pequeña que
la
s
uma de
sus partes.
La
dmu•
marginada es una categoría de p
erso
n
as
que está
por d c • l u ~ u
de las clases, fuera de toda jer a
rqui
a, sin oportunidad ni Hie¡ui11
ra
necesida
d
de se
r readmitida en la
sociedad organizadn. 1•: .
ge
nte
sin
una
función,
que
ya
no
r
ea
liza
contribuciono:-1
ütilu
par a la vida de los
demás
y, en principio, no
tiene
e ~ p e r u m ~ n
de
reden
ción.
IIJ:t
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http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 98/149
He
a q U l
U l l
inventario de la clase
nwrginal
1
según la des
c:ripción de Herbert
J. Gans:
5
En
función de
su
comportamíento social,
se
denomina
gente
pobre
a quienes waudonan la escuela
y
no trabajan; si son mujeres, a
las que tienen hijos sin el beneficio del
matr
imonio
y
dependen
de
la ns ist.encia social. Dentro de esta clase marginada así definida,
están
tambi
én
los sin techo hom less] los mendigos y pordiose
roR, los pobres adictos al alcohol y las drogas.; y los
cdminales
ca
llejeros.
Como el t
ér
mino es flexible,
se
suele adscribir
tambi
én a
o11ta clase a los pobres que viven en complejos habitac.ionales sub
vencionados por el Estado, a los inmigrantes ilegales y a los miem
bros de pandillas juveniles. La
misma
flexibilidad de la deimición
l ie
pres ta a que el término se use como rótulo para estigmat.iza r a
Indos los pobres, independi
ente
mente
de
su comportamiento con
n·oto en la sociedad.
t
trata , p
or
lo
v;sto,
de un grupo
sumamente heterogéneo y
••xtromadamente diverso. ¿Por qué
re
s
ulta
razonable ponerlos
11 todos
en una
misma
bolsa?
¿Qué tienen
en
común la
madres
¡;olleras
con
l o ~ a lcohólicos, o los inmigrantes
ilegales
con
los
d t · · H r r e s
esco
la r
es?
ll«y un rasgo que todos compnr
ten:
los
demás no encue
n- .
f I U l l 1 37.Ón
para
que exista
n:
posiblemente
imaginen
que·esta-
1 1:111
mej
or
si el
los no
existierEm.
· e
aH
oja a la ge ñte a la
marginalidnd
porque
se·la
considera
definitivamente
inútil,
11l¡ro sin lo cual todos los dem á s viviríamos
sin
problemas. Los
mnrf.,rinales a fe
an
un
paisa
je que , sin ellos,
se
ría
hermoso; son
mala hierba, desagradable y
hambri
e
nt
a, que no agr ega nada
t
la armoniosa
belleza
del jardín pe ro p1·iva a l
as
plantas culti
vadas
del
alimento
que
merecen.
T
odos
nos ben
e fici a
ríamos
si
dosa parecieran.
Y
pue
sto que
so
n todos inútiles, los
peligr
os que
acarrean
dominan la percepción que
de
ellos
se
tiene.
Esos pel
igro
s son
tan variados como e llos. Van desde
la violencia nbierta,
el
ase
Hinato y el robo que acechan
en
cada calle oscura, hasta la mo- .
l'·stia y la
vergüenza
que produce el
panorama
dt- la miseria
humana al
perturbar nuestra
conciencia. Sin olvidar, por su
puesto,
la
car
ga
que
significan
para
los r·ecursos
comunes :
1
Y
allí dond
e
se
sospecha..uo peligTo, no
tarda
en
aparecer
el te
mor: la clase marginada
está
formo.da, esencialmente, por
personas que se destacan, ante todo,
por
ser temid s
.104
\
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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La
inutilidad
,y el peligro pettenecen a
la gran
familia
de
conce
pto
s
qu
e \V B.
Gallie
denomina esencialmente
refutables .
Cuando
se
los toma como
criterios
de clasificación,. permiten
incluir
a
los
de
monios
más
siniestros
que
acosan
a
una
socie
dad ca rcomida por las
dudas,
que pone en tela
de
juicio c
ual
quier utilidad y siente temores dispersos, sin objeto fijo , que
flotan en el ambiente. Un
mundo
basado en es
os
concept
os no
s
proporcion
a un campo infinitamente vas
to
para los
pánicos
morále s ''.
Con
muy poco esfuerzo, la- clasificación puede
ampliarse pa ra incluir en ella nuevas amen
azas
y
permitir
que
algunos te n ores
de
scartados
&e
o
rient
en a ·un nuevo blanco,
que
será t1
·anquilizantlfpor
el
solo hecho de ser concreto.
Esta
es
,
probablemente,
una
utilidad
t
e
mendamente
im
portante- que la inu t ilidad de la
cla
se marginada le ofrece a
esta sociedad,
en la que
ningún
ofic
-ío
o
pr
of
es
ión e
stá
seguro
de su propia u ti lidad a larg<J plazo.
En esta
sociedad c o n v u
nada
por
dem
as
iadas
ansiedades,
e incapaz de saber con algún
grado
de ce eza qué hay que temer, la
peligros
i
dad
de la clase
marginada ayuda a encontrar un camino para apl
ica
r aquellas
ansied
a des .
·
Quizás
esto
no se
a del
todo
accidental
:
el descubrimiento
de
la ciase
marginada
se produjo cuando la Guerra Fría ya se
es
taba estancando,
cuando pe rdía rápida m ente su
capacidad
de
atenorizar. Poco después , el debate
so
bre la marginación pasó
a primer plano y s e ins
taló
en
el
centro d e la a tención pública
cuando el Impe
rio
De
moníaco
se
había
derrumbado. El peli
gro
,
ahm·
a ,-no a me ña za desde
afuera; no
e s, tampoco , .el
afue
ra internalizad
o :
n o
so
n
puntos
de
apoyo
, o cabeceras de
puente,
la
quinta c
olumR
a es table.cida por enemigos extertores. Las
amenazas
de
rev
o
lu
ció
n,
impulsadas
y
preparadas
de
sd
e el ex
t erior, han dejado
de ser
reales y ya no ·.esultan creíbles. Y
nada queda a ia vi.st.a
que
sea
io
bastante pode
ro
so
como
para
reemplazar a la ámena z a de la
conspira
ción sovié tico-comu
nista. Los actos de t errorismo
político
_-ocasionales, dispersos
y a menudo si.n objeto-- pl·ovQcan de cuando en
cuando
algu
nos temores sobre la se
guridad
personal; pero son demasiado
espo:rádicos
e inconexos
como
para convertirse
en una
preocu
pación
seria
sobr
e
la
integridad
del
orden
social.. Al
no
te
ner
otro lugar donde echa:v
rafees,
el peligro se ve-obligado a residir
entro de
la soci.edad, a cr·ece1· en suelo {ocai Cosí nos· ven1os
inclinados a pensar que, si no hubiera una ciase a ~ · g i . n a d a
105
t
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seria n
ecesario inv
entarla . En t' igor,
ha id
o
inventada
en el
momento oportuno.
Desd
e luego: esto.no significa
que
no h aya
mendigos,
drogadic
tos o madr
es
solteras, el tipo
de
gente "
mis
erable" o "repugnante
a la
qu
e
habitualmente se
señala cuando quiet·e d
emostrarse
la
e
xistenci
a de
un
a clase
marginada.
Lo que
sí
q
ui
ere
decir es que
la
pre
sencia de esa gente pai'a nada d
emue
s tra la existencia de \
una auténtica clase marginada. Ponerlos a todos en una
única
categmia eif
una decisión clasificatoria
no
la
consecuencia ne
cesaria de
los
hechos. Fundirlos en una única entidad, acusar
los a
todos
,
en
form
a co
lectiva,
de
ser
absolutamente
inútiles
y
constituir un peligro para la sociedad,
constituye
un ejercicio
de elección l valores y una evaluación no una descdpción so
ciológica. Y
por encima de
todo,
si bi
en
la
idea de
clase mar
ginada se basa e n el supuesto de
qu
e la socie
dad (esto
es,
la
to, ;a]idad
qu
e contiene
en
su interior todo lo que le permite exis
tir, desarrollarse y so
br
evivir)
puede
ser
más
pequeña que la suma
de
sus partes
, la
clase marginada
a
sí definida es
mayor
qu
e la
suma de sus partes: el acto de integrar en
un
a cla
se
a todos
esos
sectores
marginales
le s agrega
una
nu eva
cualidad que
ninguno de
aquellos
sectores posee por sí mismo. Madre solte-
ra
" y
m
ujer
marginada ,
por ejemplo,
no son la misma
cosa.
Es
pr
eciso forza¡· los hechos (o
pensar
muy poco)
para
transfor-
mar a
una
en otra.
a marginación de la ética
del
trabajo
La ex
pr
esión
clase
marginada" [underclassJ fue utilizada
por primera vez por Gunnar Myrdal , en 19
6.3
para
señala¡·
los pe ligros de la desindustria lización que d e acuerdo con
los
temores
de este au to r
llevaría,
probablemente, a
que gran
des sectores de la poblacióJ:l.quedaran
desempleados
y sin posi
bilidad alguna de reubicarse en el mercado de trabajo. Tal cosa
suce
dería
,
no
por deficiencias o d
efe
ctos
morales
de
esos
secto
res,
sino
lisa
y
llanamente
por
la fa
lta
de
oportunidade
s
de
empleo para quienes lo necesitaran y buscara n . no sería la
consecuencia, tampoco, del fracaso de la
ética
del trabajo en su .
inte nto por
estimular
a la población; sería la derrota de la so
ciedad
en
general para
garantizar
a
todos
una
vida
acorde
con
los preceptos de
aquella ética.
Los
in
tegrantes de
la
clase ma¡·-
106
.
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 101/149
ginada,
en
el
sentido que Myrdal le
dio a
la
expresión,
resulta
ban las
víctimas de
la
exclusión.
Su nuevo
estatus no
era, en
modo alguno,
una
automarginación voluntaria;
la exclusión
era
producto de la lógica eco
nómica,
sobre la cual esos condenados
no
podían
eje1·cer
control
alguno .
El concepto de clase marginada llegó al
gran público
mucho
más
tarde - el 29 de agosto de
1977-
a
través de una nota de
tapa
de la revista
Time
Y
apareció con
una significación muy
diferente: un amplio sector de la población, más intratable,
más
marginado
de la
sociedad y
mucho más hostil de
lo
que
e
ualquiera
hubiera
podido
imaginar.
Son
los
intocables:
la nue
va clase marginada esta
dounidense
. A semejante
definición
seguía una
larga
lista :
delincuentes juveniles,
d
eser
tores esco
lares,
drogadictos, madres
dependientes
de
la
asistencia
so
~ a l
ladronzuelos, pirómanos, criminales
violentos,
madres
sblteras, rufianes, traficantes de drogas,
pordioseros;
nombres
que definen todos los explícitos temores de la
gente
decente
y
todas
las
cargas
que se ocultan en el fondo de su conciencia.
Intratables , marginados de la sociedad , hostiles : y, como
resultado
de
todo
esto,
intocables.
Ya
no
tenía
sentido
tenderloH
una maño: esa
mano habría quedado
suspendida en el
vado.
Estas
personas ya
no
tenían cura;
y no
la
tenían
porque
hu
bían
eleg
ido una
vida enferma.
Intocables
significaba,
también, estar fuera del alcance
du
lá ética del
trabajo
. Las
advertencias,
las seducciones, las ape
laciones a la conciencia no podían atravesar e l
muro
de aisla
miento voluntario
con res
pecto
a todo lo
qu
e tenía
valor para la
gente
co
mún. No
se
trataba
sólo
de
un
rechazo
al
trabajo,
o
la
elección de una
vida ociosa
y
parasitaria; era
una
hostilidad
abierta a
todo
lo
que
representaba
la ética del
trabajo.
Cuando, en 1981
y
1982
,
Ken
Auletta emprendió una serh•
de
exploraciones
al mundo
de la
marginalidad
-sobre lns •
que escribió en la r eVista The
ew
Yorker
y
qu
e luego editó un
libro
muy
leído
y de
gran influencia-,
lo
hizo
impulsado,
gún
él mismo admite, por la ansiedad que
percibía en
la
mayo
r1a
de
sus
conciudadanos:
Me pregunté: ¿Quién
es toda
esta gente que está detráH du In
abultadas estadísticas
del crimen,
la
asistencia social y laA di'OV,IIN
y del
evidente
aumento en los
comportamientos
antisociult' • qu••
además
aflige
a
la
mayor parte de las ciudades estadounldcnHI'II'l ...
111 /
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 102/149
Pronto
supe
4ue, e
ntre
quienes estudia11 la pobrel.a, hay amplio.,
consenso sobre la existencia de una clase marginada (tanto negra
como blanca) dis tinguible fácilmente; que
esta
clase, por lo gene-
ral, se sien
te
excluida de la sociedad, ¡·echaza los valores
co
mún-
mente aceptados, y sufre deficiencias de comport m iento además
de
las de
ingresos.
No
es
só
lo
qu
tiendan
a ser pobres;
para
la
maymia de
lo
s norteamel'icanos,
su
conducta
resulta
aberrante.
8
Obsérvese el
vocabulario,
la construcción, la
retút;ca
del
dis
curso
que
origina
y sostiene la
idea de clase marginada. El texto
de Auletta
es quizás
el
mejor
lugar para
estudiar
la idea,
porque
· a diferencia de la mayor parte
de
sus menos escrupulosos
su
cesores-
este
au
tor no
se
dedica a demol
er
a la clase margina
dn ;
por
el contrario, se
aparta
un
poco
para
mantener
la
objet
ividad
y manifestarla, y
se compadece de
los
héroes negati
v
os de su
historia
en la
misma
medida en
que los
condena.
9
Obsérvese que las abultadas estadísticas del
crimen,
la
~ i s t n c i social y las
drogas
aparecen
mencionadas en una
so
la emisión
de voz, colocadas a
un mismo
nivel. En conse
cuencia ,
no hacen falta
argumentos, y
menos aún pruebas,
pa1·a
explicar por
qué fueron encon
tradas en
los
mismos
bardos y
clasiflCadas
como muestras de un
mismo
comportamiento
antisoc
ial
.
No
haceialta
demostrar,
en
forma
e
xplicita,
que
v
ivir del tráfico de drogas
y depender
de la as
istencia social
¡;on h
echos
igualmente ant isocia le
s,
calamidades de
un mismo
tipo. La sugerencia
implícita en
esa dirección
(que,
s
in duda,
asombraría a más
de
uno si
se
la
explicitara)
se logró
o n ~ u n
si mple estratagema de sintaxis.
Obsérvese,
también, que la clase
marginada
rech z
los va-
lores
establecidos;
sólo se siente
excluida.
Esta
clase es la parte
act
iva
y
ge
n
eradora
de las
acciones,
la
que
tiene
la
iniciativa
en la
conflictiva
relación de dos
bandos
enfrentados , donde la
mayoría
de los
norteamericanos es
el
antagonista.
Y
es
justa-
mente el comportamiento de
estos
marginados
y
sólo
de
el los el que
resulta
sometido a examen clitico y es
declarado
aberrante. Por e l contrario, son la mayol'Ía de los
norteameri
canos
quienes,
con todo derecho, presiden el juicio; pero lo
que
se
juzga son
las
acciones de la
otra
parte. Si no
hubiera
sido
por
sus
actos antisociale
s,
no
se
la
habría
ll
evado
ante
la
ju
sti
cia. Lo
más
importante, s
in
embargo,
es
que
tampoco habría
hecho falta que la
corte
sesionara, puesto que no
se
habría
pre-
108
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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sentado caso
alguno que
examin
a
r
ni
de
lito que caatigar, ni
negligencia.¡tlguna que reparar.
A la r etó
rica
le s iguen las prácticas,
de
las
que
surge la con-
firmación retrospe
ct
iva
y
de donde
se ex
trae
n las
pruebas
que
poddan haber faltado
la
primera
vez
que
la
argumentación se
utilizó. Cuanto más
amplias y difundidas sean
esas prácticas,
más
evidentes resulta1·án las sugerencias que las originaron y
menor
~
posibilidad de que se identifique el subterfugio
retórico; menos aún, que sea
objetado.
La
mayor
parte
del
material anecdótico
de
Aulett
a proviene
del Centro para
la
Capacitación de Aptitudes de Wildcat, una institución funda
da con
la
noble intención de rehabilitar y devolver a la socie-
dad a
los miembros de la clase
marginada.
¿Quiénes
po
dían
ingre
sar
en
el
Centro?
Cuatro
requisito
s
otorgaban iguales
de
rechos para
recibir
la
capacitación
correspondiente. El
cand
i-
dato
debía
ser un recie nte ex convicto, un ex adicto en
tra
tam
iento de recuperación, una mujer
beneficiaria
de los ser
vicios
sociales sin niflos
menores
de
6
años,
o un joven
de entre
17 y
20
años que
hubiera
abandonado sus
estudios.
Sea quien
fuere
el que haya
establecido
esas
reglas,
tiene que h a ber de
terminado de antemano que esos cuatro tipos t a n
clara
mente
di
s
tinguibles
para
un
ojo
no
entrenado--
sufren
la
misma
clase
de problema
o,
mejor
dicho,
present n el mismo proble
ma y
por
lo
tanto
n
ece
sitan la
misma
clase de tratamiento .
Sin
emb
a rgo, lo que
comenzó
como
una
deci
sió
n de quien
estable
ció las reglas de admisión pasó a ser una realidad para los
alum
nos
del Centro de Wildcat: permanecían juntos durante largo
tiempo, estaban sometidos
a
un mismo régimen
y
recibía
n
ins
trucción diaria sobre s u desttno común. Y durante s u
internación, el Centro
les
suministraba
la inserción
social
ne
-
cesaria y por la que
razonablemente podían
trabajar.
Una
vez
más,
la palabra
se
había hecho
carne.
Auletta se
esfl.ierza por recordarles a sus
lectore
s que la
ma rginalidad no
es una
simple cues
tión
de pobr
eza; al
menos,
que no puede ser explicada sólo por
ella.
Señala que de los
25
a
29
millones de estadounidenses
que,
oficialmente, se encuen-
tranpor debajo de la lín
ea
de pobreza, se calcula
que
sól
o
unos
9 millones
no
se asimilan
11
y viven
fuera
de los
límites
co-
múnmente
aceptados
por
la
sociedad ,
apartados
como
están
por su comporLamiento 'descarriado
o
antísocia1 .
12
Queda
implícito
que
la eliminación de
la
pobreza
, sí
de algún
modo
109
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fuerél posible, no
te
rminada con el fenómeno de la marginalidad.
Sí es p
osib
le ser pob1·e
y,
a p
esar de
ello, vivi r
dentro
de los
límites aceptados ,
en to n
ces deben ser otros
l
os factores por
los
que un
a
per
sona te
rmina en la
clase
marginada.
Se pen
só
que
esos
factores podían se
r
fa lenc
ias psicológi
cas
y de com
portamiento,
quizás
int
ensificadas
en
situacione-s de
pobreza
pero no
d
ete
r
mi
nadas por
ella.
De
acuerdo con es
ta idea,
el
des
censo a la cl
ase mm·ginada
es
Lma ele
cción, de
cididamente
intencional o debida a una act
itud
de r·ebeldía
.
Es un
a
ele
cción,
incluso
cu
an
do una
perso
na cae
en
la
marginalidad só
lo porque
no hace,
o
no
pu
ede hacer,
lo nece
sario para escapar de la pobreza. En un paí
s de
gente que
e
lige
libremente
es fácil concluir, s
in
pensarlo
do
s veces,
que a l
no
hacer
lo n
ecesario--
se
es
U\
eli
giendo
o
tra
cosa; en
este
caso,
un
compo
r tamiento
antisocial
.
S
umer
¡,
irse en
la
clase marginada
es ,
también,
un
ejercic
io
de
la
li
bertad. En una
so
cied
ad de
con
s
umidore
s
libres,
no
está
permitido poner
freno
a la pí·opia li
bertad; muchos
dirí
an que ta
mpoc
o es permisible
o
rest
ringir
la libe
r tad
de quienes usan
su libe1-tad
para
limi
tar
la li
berta
d
de
otros
, acosándolos,
molestándolos,
a menazándolos, anuinan
do su diversión,
re
present
a
nd
o una
carga par
a su c6rieiencia
hac
iendo
que su
vida
sea
d
esagrada
ble
de
cualquier
otro
modo
posible.
Separar el problem a de la marginalidad del tema de la
pobr
eza
es matat·
varios
pájaros de un tir o. El ~ f e t o más ob
vio e n una sociedad famosa por su afición a litiga
es
ne
garles a qui en
es
se considera miem
bros
de la clase marginada
el
dere
cho
de
recl
ama
r
por daños y
p
e¡juicio
s '', pr
esentándos
e
como \O:ctimas
del
ma l
fun
cionam ie
nto
de la sociedad. En
cual
quier
litigio
que
se a
bra
p
or
esta
causa,
se
desplazará
el
peso
de la prueba, lisa y llanamente , sobre los mismos marginados:
son ellos quienes deben
da1· el
prim
er
paso probar
s u vol
un
ta d d
ecis
ión de ser buenos. Se haga lo qu e se haga , primero
deberán hacerlo los margin ados
(aun
que
, d
es
de luego, no fal
tarán consejeros profesionales
qu
e, esponb\neamen te, les brin
darán
asesora1niento sobre qué es
exac
tamente lo que deben
hacer ). Si nada oc
urriera
, y el
fantasm
a de la margin
ac
ión
se
n
ega
ra a
desapar
ecer, la
explicación
ser
ía s
impl
e:
tambi
én
que
dat·ía claro
quién
es el culpable. Si el resto de la sociedad tiene
algo
qu
e reprocharse, es sólo el
no
haber
sido
lo bastante
firm
e
co
mo par
a r
est
ringir la torcida
elección
de los marginados.
Más
llO
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policía ,
más
cárceles, cas tigos cada
vez más
seve¡·
os
y
atemorizantes parecen ser
lo :;
medios más concretos para ¡·e
parar el error.
H
ay
otro
efecto que tal vez
tenga consecuencias
más
profun
das: la anormalidad
del
fenómeno de la marginalidad norma
liza
el
problema
de
la
pobreza.
A la
clase margi
na da
se
la
sitúa
fuera de las fronteras acept
adas
de la sociedad; pero esta cla
se,
recordemos,
es
sólo una fi·acción de los oficialmente po
bres .
La
clase marginada
represen
ta
un
problerna tan
grande
y urgente
que,
precisamente p
or
e
ll
o, la
inm
ensa mayol'Ía de la
población que vive en l pobreza no
es
un
problema
que requie
r a
urgente
soluci
ón. Ante
el panorama
a odas
luc
es desagra
dable y repulsivo- de la
marginalidad,
l
os
simplemente
pobres
se
destacan
como
gen
te
decen
te
qu
e
pasa
por
un
perío
do de mala suerte y que, a d ife
rencia
de los marginados, e
legi
rá
lo correcto y
encontra
r á
por
fin el camino a
toma
r
para
volver
dentro de los límites aceptados por la sociedad. Del mismo modo -
que caer en la marginalidad y permanecer én ella es una, e l
ec
ción,
ta
mbién
lo
es
el salir de
la pobreza;
en
este
caso,
claro
está, se
trata
de la elección correcta. La idea de elegir
la
marginalidad sugiere, tácitamente, que otra elección lograda
lo
contrario,
sa
l
vando
a l
os
pobr
es de
su
d
egradac
i
ón
social.
En
la
sociedad de consumo, una
regla
central y muy poco
objetada
p rec
isa
mente
por no estar
escri
ta
es
que la liber
tad de
elección
requiere capacidad:
tanto
habilidad y como de
cisión para
usar
el pode r de elegir. E sta libertad no implica
que
todas
l
as
elecciones
sea
n
correctas;
l
as
hay
bue
nas-y
ma
las, mejo1·es y peores. El tipo de
elección
que se rea lice d
emos
t rará si se cuenta o no con aq
uella
capacidad. La clase
marginad
a
es
la s
uma
de
muchas
el
ecc
i
ones
indiv
idua
l
es
erró
neas: s u existencia demuestra
la
falta de capacidad pa ra ele-
gir de las personas que la integran. _
En s u ensayo qu e tuvo gran
influencia-
sobre los origc
nes de la
pobreza
actual,
13
Lawrence C. Mead señala a esa in
capacidad como
la principa
l
causa
de que la pobreza s
~
s t
en medio de la riqueza, y del rotundo fracaso de las s u
cesivas
políti
cas
estatal
es concebidas para eliminarla. Los pobres
ca
recen,
lisa
y
llanamente,
de
la
ca
pacidad
de
apreciar
l
as
venta
jas de
una vida
de trabajo; se
equivocan
en su escala de valores,
poniendo
al no
trabajo por encima del trabajo. Por esa inca
paci
dad,
dice
Mead , la préd ica de la ética del trabajo
cae
en
111
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oídos sordos,y
no
logra innuencia
alguna
sob1·e
laa elecciones
de los
pobres:
La pregunta
es si
los
necesitados
pueden
ser
r
espo
ns
ables
de
si
mis mos y sobre todo, si tienen
la capacidad
s uficiente para
regir
su
propia vida ..
11
Sea cual fuere la causa externa que se invoque,
queda
un
misterio en el corazón del no trabajo : la pasividad
de
los muy
pobre
s , que dejan
pasar
las oportunidades que se les
pre-
sentan ... Para explicar
el
no trabajo T tengo que recurrir a la psi-
cología o a la cultura : en su
mayoría.
los
adultos
muy pobres pare-
cen
evitar
el trabajo, no
por
su s ituación económica, sino por
sus
creencias
..
16
A falta de barreras
prohibitivas
piúa el
emp
leo, la
cuestión de la personalidad de los pobres surge como la clave para
comprender y superar
la
pobreza. La
psicología
es la
última
fron
tera en la búsqueda de las
causas
que expliquen el escaso esfuerzo
.
par
a
el trabajo
..
¿Por qué
los
pobres
no aprovechan
(las oportuni-
dades ] con la
misma
ft.ecuencia que la cultura supone que
lo
ha-
rán? ¿ uiénes son. exactamen.te?
1
r
En el centro de la cultura de la
pobreza
se encuentra
la incapacidad pa1·a cont1·olar la propia vida:
lo
que
ios psicólogos denominan ineficacia.
17
Las oportunidades
están ahí;
¿no
somos
todos
nosotr
os, acaso,
lét prueba
palpable de que así son las cosas? Pero las oportuni-
dades
deben
ser
reconocidas como lo que son, y a p rovechadas,
y para ello
hace
falta tener
capacidad:
algo
de
inteligencia, a l
guna voluntad y cierto
esfue
rzo
en
el momento oportuno. Ob
viamente, a lcis pobres l
es faltan
lás tr
es
cosas.
Pensándolo
bien,
la incaeacidad d e los pobres
es
una buena noticia: nosotros
somos
responsables
porque les ofrecemos esas oportun
id
ades;
ellos
son irresponsables por
rechazarlas. Así como los médicos
se dan
por
vencidos, contra s u
voluntad,
cuando
sus pacientes
-
sistemáticamente
se rehúsan
a
cooperar
con el tratamiento ,
nosotros,
ante
la
renuencia
a
trabajar
manifestada
po
r
los
po
bres, deberfanros
dejar
de esforzarnos por
seguir
proporc
ionán
doles
oportunidades laborales. Todo tiene tin límite.
Las
enseñanzas
de
la ética
del trabajo
son válidas
para
el que
esté
dispuesto a escucha rl
as;
y hay oportunidades de trabajo a la
espera
de
quien
las quiera aprovechar. Lo
demás queda en
manos de l
os
mismos pobres.- No
tienen
derecho a exigir
más
de nosotros.
Si la pobreza sigue existiendo, y aumenta en medio
de
la
creciente
riqueza,
es porque la
ética
del trabajo l'esultó
inefi-
112 ..
,.
.\
:;
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caz. Pero si pensamos que la ineficacia se debe a
qu
e s us
man
datos no fueron escuchados ni
obedecidos,
esta imposibilidad
para escuchar y
obe
decer
só
lo puede e
xplic
a r se
por
un defecto
mora l o una intenc ión crim inal.
Repitámoslo: en su origen,
la
ética del t r
abajo
fue el medio
más
efectivo
para
lle
nar
lás
fábricas,
ham
br
ie n
tas
de
m
ano de
obra .
Ahora,
cuando esa
mano
de obra
pasó
a ser un
obstáculo
para a
ument
a r
la product
iv
idad
, a quella ética to
davía pu
ede
cumplir
un pa
pel. Esta vez sirve para lavar l
as man
os y
la
conciencia de quien es permanecen dentro de los límites
acep
tados de
la
sociedad: para eximirlos de la culpa
por
h a ber arro
j ado a la desocupación perma nente a
un
g
ran
número de sus
conciudadanos.
Las manos y la conciencia
limpia
se
alcanzan,
al
mi
smo
tiempo, conden
a
ndo
moralmente a los pobres y
ab
solviend
o a los d
emás.
er
pobre es un
delito
El
en sayo de Mead contra os pobres que "eligieron" no
tra
bajar
termina
con un e nf
átic
o llamamiento: Una política so-
cia l debe resistirse a
la
po
br
eza pasiva
con
justicia y con finneza
--en
gran
medida,
tal
como Occid
en
te
contuvo
al
comu
ni
s -
hasta
que la cordura .se impon
ga
y el sistema combatido
se
den·umb
e
por
su propio p eso .
18
La metáfora
elegida
resulta
impecab
le. Uno
de
los primeros servicios que la
clase
margina
da
brinda a la
opulenta
sociedad
actual
es la posibilidad
de
absor ber los temores que ya no apun tan hacia
un
temible ene
migo extern o La clase ma1·ginada es el enemigo en
casa,
que
ocupa el lugar de
la
amenaza externa como el fármaco que res -
tablecerá
la
cor
dura
colectiva;
válvula de seguridad
para
ali-
vi
ar
las
te
n
siones originadas en la in
seg¡.n·idad
industri
al.
La clase margiiútda
es
pa1·t¡cularmente
apta para
cumplir
ese pap
el. M
ea
d n o deja de r epe
tirlo:
lo
que
empuja a los norte
americanos decentes y "norm a les" a integrar un frente unido
contra los d
ese
r tores escola
res
, los
criminale
s y los p
arásitos
de la asi
stenc
ia social, es la h o
rrible
incoherencia que
percib
en
en
todos
ellos: l
os marginados ofenden
los más
preciados
valo-
res de
la
mayoría al
mism o ti
em
po que se aferra n a ellos, y
pretenden disfrutar
los
mi
s
mos
placere
s
de que
gozan
quienes
113
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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se
los ganaron trabajando Dicho
de
otro modo: los estadouni
denses normales
guardan rencor a los marginados,
porque
los
sueños y
el modelo de vida de estos
últimos son
asombrosa
mente parecidos
a los
suyos. Y
sin
embargo, esta semejanza
no puede ser considerada una incoherencia. C::omo Peter
' Townsend apuntó, la lógica de la
sociedad
de consumo es for
mar
a sus
pobres
como
consumidores
frustrados: El
estilo de
vida de
los
consumidores es cada
vez
más inalcanzable para
los sectores de
bajos
ingresos,
históricamente
definidos por una
capacidad fija de compra que les permite asegurar su
subsis
tencia
o cubrir sus necesidades
básicas .
19
Y
sin
elnbargol._la
sociedad de
consumo educa a sus miembros,
precisamente,
para
vivir esa incapacidad de
acceder a los
estilos de
vida
ideales
como
la
más
dolorosa
de sus
privaciones.
.
Cada
tipo
de orden
socia
l produce los fantasmas que lo ame
nazan. Pe1·o cada sociedad
genera
esas
visiones
a su propia
medida: a la medida del
tipo de orden
que lucha por alcanzar.
En conjunto,
esas
visiones
tienden a
ser
fiel reflejo
de la
socie
dad que las
genera;
cuando
son amenazantes,
sobre todo, sue
len ser
autorretratos
de la misma
sociedad pero
precedidos por
uñ signo
negativo.
Dicho en términos
psicoanalíticos:
las ame
nazas
son
proyecciones de
la ambivalencia
interna
de
la
socie
dad con respecto a sus
propios
modos
y
medios, con respecto a
la forma en que la
sociedad
vivey se perpetúa
.Una
sociedad
_ insegura
de su
super-vivencia desarrolla la
mentalidad de una
fortaleza sitiada.
Y los
enemigos dispuestos
a
asaltar sus
mu
ros son
sus
propios
demonios internos :
los
temores reprimi
dos que flotan en el ambiente, que impregnan su vida diaria y
su normalid
ad
y, sin
embargo,
deben ser aplastados y extir
pados
de la vida cotidiana para
ser
transformados
en
un
cuer
po
extraño,
si se quie1·e
que
la
sociedad perdure. Esos
fantasmas
se convierten en enemigos tangibles a los que es preciso -com
batir
una
y
otra vez, a los que
siempre
se
esperará
vencer.
Siguiendo la
línea
de
esta regla universal, el
peligro
que
acechaba l
Estado
moderno, constructor de
un orden y obsesio
nado
por
él,
era
la revolución.
Los enemigos eran
los revolucio
narios o,
mejor,
los reformistas exaltados,
descabellados y
extremistas, las fuerzas
·subversivas
que intentaban sustituir
el
orden existente
-
adminis
trado
por
el
Estado--
para
cam
biarlo por otro,
administrado
por otro
Estado:
establecer un
nuevo orden, un
contra-orden
que
revertiría
todos
y cada
uno
114
·-
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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de los principios según
los cuales
vivía
o
aspiraba
a
vivir el
orden actual.
La
idea
que la sociedad se fo'i·ma de
sí
misma ha cambiado
desde entonces; en
consecuencia, el fantasma amenazante
(el
orden
soc
ial con
·
un sign
o
negativo
)
tomó
una nueva
forma: El
aumento de
la criminalidad registrado
en lo
s últimos años (un
proceso,
observemos
,
producido en forma paralela
a
la dismi
nución de afiliados
a
lo
s partidos comunistas y
otros
grupos
extremos,
promotores
de
un·· orden diferente ) no es resultado
del mal
funcionamiento
o la negligencia
de la sociedad,
sino un
producto
propio de la
sociedad de consumo; es s u resultado ló-
gico y
(s
i bien no
lo es
le
ga lment
e)
también
legitimo.
Más
aún:
se trata de su
producto
necesario
e
ineludible. Porque
cuanto
más
elevada
sea
la
demanda
de
consumo
(e
s
decir,
cuanto
más
eficaz sea la
se
ducción del merca
do
), más segura y próspera
será la socieda..d de
consumo.
Pero
simultáneamente crecerá
y
se ahondará
la
brecha entre quienes
desea
n y pueden satisfa-·
cer
sus deseo
s
(los
que
han sido seducidos y actúan en conse
cuencia), y
quienes
t
ambién han
sido seducidos
pero, sin
embargo,
no
pueden
actuar
del
mismo m odo. La seducción do
mercado
t·esulta así, al mismo tiempo, el gran
igualador
y
el
gran
separador
de
la
sociedad. El
estimulo
al
consumo,
paro
resultar eficaz, debe transmitirse en todas
direcciones
y
diri
girse,
indiscriminadamente, a
todo
e l
que esté dispuesto
a l::lS·
cucharlo.
Pero es
más la gente que
puede escuchar
que a quu
puede
responder
al mensaje seductor. Y a quienes no pueden
-responder se los somete diariamente al deslumbrante espectá
culo de los que
sí
pueden. El consumo
sin
restricciones --'se e ~
dice-:- es signo
de
éxito, es
la
carrete ra que co
nduce
a
la
fama
y
el aplauso de los
demás. También se
aprende que
poseer
y
con
sumir
ciertos objetos,
y
llevar
determinado estilo de
vida, c
condición necesaria
para
la felicidad ; tal vez, hasta
para
la i ~ ·
nidad humana.
Si el
consumo
es la medida de una vida
de
éxi
tos,
de
la
felici
dad
y hasta
de la
dignidad
hum
anas, entonces han
caído l u o ~
barreras que
contenían
los
d
eseos de los hombres.
Probahlu·
mente, ninguna adquisición
nueva
llegu
e a
satisfacernos
cumu
en
otros
tiempos
prometía hacerlo
el mantenernos en un but•n
nivel
:
ya
no
hay
nivel
en
el
que
mantenerse
ahora.
La
lfnma
e•
lleg
ada
se al
eja
a medida que el corredor avanza; los objoLivun,
cuando uno intenta
alcanzarlos,
se sitúan
siempre
un ¡uutn
.
tt
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 110/149
do:; má::; adelante. Continuamente l:aen o ~ t·écords; ya no pa·
recen tener fin los deseos
de
los hombres. Deslumbrada y con
fundida,
la gente ob
se
rva que en las empresas recientemente
privatizadas, y de este
modo
"
liberadas
" -empresas ·
que se
recuerdan
como instituciones públicas austeras, donde siem
pre
faltaba
el dinero-, los actuale.s
directivos cobran sueldos
millonarios,
mientras
que quienes fueron despedidos
de
fun
ciones díxectivas son
indemnizados,
también
con sumas
millo
narias,
por su
t r
abajo chapucero
y descuidado. De todos lados,
por
todos
los medios, llega
recio y claro el mensaje: ya no hay
principios, salvo
el
de quedarse con la
mayor cantidad posible;
ya
no hay
reglas,
salvo el
nuevo
imperativo categórico: "Juega
bien
tus
propias
cart
as".
Pero
no hay
jueg
·o
de cartas donde
todas l
as
manos sean pa
rejas. Si
el
único objet
ivo es ganar, quienes da n
con una
mala
racha
se ven tent
a
dos
a
probar cualquier recurso. Desde
el
punto de vista de los dueñ
os
del casino, algunos recursos l o s
que
ellos
mismos
permiten
o dejan circular- son moneda le
g:ll;
todo
lo que
caiga
fuera
de
su control está prohibido.
Pero
la línea divisoria entre lo
ju
s to y lo que
no
lo es no
se
ve ifrUal
dt sde
la perspectiva de
los
jugadores,
en
especial
de
los
que
intentan jugar. Más
aún,
de los
que
aspiran a hacerlo y no pue
den, o no tienen acceso a los
recursos permitidos.
Pueden recu
rrir, entonces, a
cu lquier recurso, sea legal
o no, o abandona r
ol
juego.
Pero la seducción del
mercado
ha
convertido
en
impo
sible
esta
última opción.
Desarmar, degTadar
y suprimir a los
jugadores fru
st
rados
e::;
en una sociedad de consumidores regida por
el mercado,
parte indispensable de la integración a través de la sedu.cción.
Los jugadores impotentes e
indolentes
deben
ser
excluidos. Son
productos de desecho del juego, que
hay
qu
e
descartar
a
toda
costa y pedir
su
cesación de
pagos.
Pero
hay otra razón por la
que el juego deberá seguir produciendo esos desechos: a quie
nes pennanecen junto
al
verde tapete se l
es
debe
mostrar el
horrendo panorama
de
la alternativa
(la
única posible,
se
les
repetirá), para
que sigan
soportando la
s penurias y tensiones
de
vivir en el juego.
Considerada
In
natw·aleza
del
juego
actual
,
la
miseria de
los
excluidos --que
en otro tiempo fue
considerada una
desgracia
provocada colectivamente y
que, por
lo tanto,
debía ser
solu
cionada por medios
colectivos- sólo
puede ser
redefi lida como
116
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 111/149
un delito individual. Las ''cla::>es pelibr:t·osa:; .son consideradas
c l ~ e s
criminales,
y
las
cárceles pasan a desempeñar l
as
fun
ciones
que
antes
les
cabía a
las
ya casi desaparecidas institu
ciones
del Estado benefactor. Y a medida que se
reducen
las
prestaciones de
asistencia
socia
l ,
lo
más
probable
es
que
las cárceles
tengan
que segu
ir
desempeñando
ese
papel,
cada
vez
con
mayor intensidad.
La
creciente multiplicación de
comportamientos delictivos
no es un obst:..iculo en el camino hacia una sociedad consumista
desarrollada
y
que
no
deja resqu
icios. Por el
contrario:
es
su
prerr
equisito y acompañamiento natural. Y
esto
es así,
ha
y
que a
dmitirlo
,
por
numerosas
razones.
La
principal de
ellas
es,
quizás,
el
hecho
de que quienes
quedan
fuera
del
juego
-
los
consumidores frustrados, cuyos recursos no alcanzan
a satis
facer
sus deseos y
por
lo
tan
to,
tienen
pocas o
ninguna posibi
lid
ad de
ganar si cumplen las reglas ofi
cia les
encarnan los
demonios internos
que
son
específicos de
la sociedad
de
con
sumo.
Su
marginación
(q
ue llega al delito), la severida d
de
sus
sufrimientos y la
crueldad
del destino a
que
se los condena son
- hablando metafóricamente- el modo
de
exo r
cizar
esos de
monios
int
ernos
y
quemar
su
efigie.
Las
fronteras
del delito
cumplen la
función de
las llamad
as
herrarrúentas sanitarias:
cloacas
a l
as
qu e se a
iTOjan los efluvios
inevitables,
pero
tóxi
COS
de la seducción consumista,
para
que la
gente
que perma
nece en
el juego
no
tenga
que
preocuparse
por su
propio
estado
de sa lud. Si
este
es el
estímulo principa
l
que explica
el a.1.1ge
de
-
la
in
du
s t
r ia de la prisión
20
t l
como la denomina
e l
criminólogo
noruego
Nils Christ ie- , entonces la
esperanza
de
que
en
una sociedad desregulada
y privatizada el
proceso
se
haga
más
l
ento
es,
al
menos,
pequeña;
y
es
mucho
menos
pro
bable que
se
lo pueda detener o reve
rtir
.
No hay lugar donde esta relación se haya puesto más de
m ani fi
esto
que
en los Estados Unidos, donde el dominio ilimi
tado del
mercado de
consumo --durante los años del vale todo ,
en
la era Reagan-Bush- llegó más lejos que en cualquier
otro
país. Los
años
de
desregulacióny
desmantelamiento
de
las
pres
taciones
asistenciales fueron, también, los años en que crecie
ron
la
criminalidad,
la
fuerza
po
licial
y la
población ca
r
ce
lari
a .
Fue preciso,
también
p a r a responder a los temores e inquie;.
tudes , los
nervios
y
la inseguridad,
el en ojo y la
furia de
la
may01ia
silenciosa
(o no tan
silenciosa) de
l
os consumidores
117
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 112/149
honorables- ,
reservarles una S.\.lerte cada vez más sangTienta
y cruel a los decla1·ados
criminales.
Cuanta
más fuerza toma
ban
los demon ios
interno
s , más
insaciable era
el de
seo
.de
castigar el
delito,
de tener una justicia
de
mano
du¡·a.
Bill
Clinton,
in
tegrante del ala progresista del Partido Demócrata
(los llamados liberals
en
los
Estados
Unidos)
ganó
la
presi
de
n
cia con la promesa de multiplicar l
as
filas policiales y construí¡·
prisiones nu
evas
y m ás segu r
as. Algunos ob
serva q res (e
ntr
e
ellos,
Peter
Linebangh, de la Universidad de
Toledo
, Ohlo, au
tor de he L ondon anged [El ahorcado de Londres]) piensan
que
Clinton
debió
su
triunfo a la muy
publicitada ejecución
de
un
hombre
retardado, Ricky
Ray
Rector, a quien perm it.ió en
viar
a la s illa el
éc
trica cuando e ra gobernador de
Arkansas.
Dos
años después,
los
adversarios
del
nu
evo
pre
si
dent
e,
perte
necientes a los sectores
de extrema
derecha del Partido Repu
blicano, se
impu s ie r
on en
forma aplastante en e lecc
ion
es
parlamen tarias al convencer a l electorado
de
que
Clinton no
había hecho
lo suficiente par a
combatir la
crimina lida d y
que
ellos h a ría n más. La segunda elección de C
lin
ton se ganó en
una campaña en
que
los candida tos rivalizaron en
pr
om eter,
cada uno más que el otro, una fuerza
poli
cial fuerte y una
polí
t i
ca
implacable
con
l
os
que
ofende
n los
valores
de
la
sociedad
al mismo tiem
po que
se aferran a ellos , y a
pue
s tan a la
vida
consumista sin contribuir a
la reproducción de la
sociedad de con
sumo .
En 1972,
c
uand
o el E stado benefactor atrav
esa
ba su
mejor
m omen to y poco antes de-que comenzara s u caída,
la
Corte
Suprema
de los Estado Unidos
-reflejando el á
nimo
del
públi
co-- dictaminó que la pena
de
muerte era arbitraria y capri
chosa y, como tal,
inadecuada
para servir
la
causa de la justicia.
Después
de muchos fallos,
en 1988, la Corte permitió la ejecu
ción de-jóvenes
de 16
años de edad; en
19
89,
la
de retrasados
mentales y finalmente,
en 1992, en
el
vergonzoso caso
de
H
errera
contra Co llins, dictaminó
que
el
ac
usado podría
ser
ino
cen
te pero
estaba en condiciones de
ser
ejecutado si los
jui
-
cios habían sido
rea
lizados en debida forma y
se aj
ustaban a la
Co
nstitución . La reciente Ley del Crimen,
aprobada
por el
Se
n ado y la
Cámara
de Repr
esentantes, extiende el número
de
d
elitos
pasibles de pena de
muerte
a
57
o,
segú
n
algunas
int
e
r
pretaciones,
70 .
Con
mucha
publi
cidad y gr an a lh a raca,
en
la
penitenciaría fede ra l de
Terre
Haute, Indi
ana,
se
const
ruyó una
11
8
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 113/149
cámara
de ejecución
dotada de los últimos adelantos
técnicos,
con
un
pabellón para condenados a muerte que puede albergar
hasta
120 convictos. A comienzos de
1994,
un total de
2.802
personas esperaban su ejecución
en
las car
ce les es
tadouniden-
ses. De ellas, 1.102 eran afronorteamericanos y 33 habían s ido
condenadas
a
muerte
cuando
eran
todavía menores
de
edad.
La abrumadora mayoría de esos presos que
esperan
ser ejecu-
tados
provienen,
puede suponerse,
del inmenso
y
creciente
rese1·vorio
al
que van a parar los rechaz.
ados
po1·la sociedad de
consumo.
Como sugiere
Linebaugh, el espectáculo
de
la
ejecu-
ción es
utilizado
con cinismo por los políticos
par
a
aterror inu
a la creciente clase marginada . Al reclamar ese terrorismo dt>
la justicia,
la
mayoría silenciosa estadounidense trata do li-
brarse
de
sus
propios
ten·ores
internos.
Según Herbert
Gans, los sentimientos
que
las clases
u í ~
a fortunadas albergan hacia
los
p obres
[son
unaJ
mezcla
r tl
miedo, enojo y condena; pero es probable que el miedo scu
PI
componente
más
importante _2l
Esta mixtura de sentimienl.qM
vale como e
lement
o movilizador del público, utilizable por lm•
políticos, sólo si
el
mi
edo
es intenso y verdaderamente
atmT:a
dor.
La tan publicitada
resistenci
a de
los
pobres·a la
ética
fl•·l
tra
bajo, así como
su rechazo
a
participar
del
trabajo
duro
Lul
como lo hace
la
mayoría
honorable, bastan
para provocnr·
11l
enojo y la condena
del
público.
Pero,
cuando a la idea
dH loH
pobres inactivos se
agregan alarmantes
notjcia
s
sobre crimi
nalidad en a lza y violencia cont1·a vida y propiedad de la pobh·
ción hon
orab
le, la
condeja
deja lugar
al temor:
no
obedecHr In
étic
a
del
trabajo se <:ODvierte en
un
acto que aterroriza u do
máe de ser
moralmente
condenable.
La pobreza,
entonces, deja
de ser tema de
política
r:;ocial pnr·u
convertirse en
asunto
de
justicia penal
y
criminal.
Los
pobn•H
ya no
son
los marginados
de la
soc:1edad de consumo,
derrol.n
·
dos en la
competencia
feroz;
son
l
os
enemigos
decl
a rados dE:l l11
sociedad. Sólo una delgadísima línea, muy fácil de
cruzar,
~ • • -
para
a los beneficiarios de
lo.:;
planes de
asistencia
de
los
tmli ·
cantes
de
drogas,
ladrones y asesinos.
Quiene
s
viven
de lm•
beneficios
sociales son
el campo
de
reclutamiento
de las
bnn
·
das criminales: financiarlos es ampliar las reservas que uli·
mentarán
el
delito.
JIU
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 114/149
Expulsión del universo de las
obligaci ones
morales
Vincular la pobreza con
la criminalidad tiene
otro
efecto :
ayuda
a desterrar a los pobres del
mundo de las obligaciones
moral
es.
La esencia
de
toda
mol'al
es
el impulso a sentirse responsa-
ble por el bienestar de los débiles, infortunados y sufrientes;
la
pobreza
convertida
en
delito tiende
a anular t Se impulso
y
es
el mejor argumento en su
contra.
AJ
convertirse
en criminales
-- 1·eales o posibles- Jos pobres
dejan
de
ser
un problema ético
y nos
liberan de aquella rtlsponsabilidad. Ya
no hay obligació
n
de defenderlos
contra la
crueldad de
su
de
s tino;
nos encontra-
mos,
en
cambio, ante el imperativo
de
defender el derecho y la
vida de las personas decentes contra los
ataques
que se
están
Lramando en callejones,
guetos
y
zonas
marginales.
Lo dijimos más arriba: si en
la sociedad
actual los
pobres
sin
Lraba
jo ya
no son
el
ejército
de
reserva
de mano de
obra ,
des-
d( f punto de uista de la economía no
tiene
sentido
mantener-
lo<'
por
si llega a
surgir la
necesidad de
convocarlos
como
productore
s.
Pero
esto
no significa
que
asegurarles
condicio-
ne:; dig
nas
de existe
ncia
carezca de sentido moral Es posible
< ¡ U
:;u
biene
sta
r
no
re
s
ulte
importante en
la lucha
por la
produc-
t.iviclad y la
rentabilidad, pero
sigue s""iendo
imp
ortante, todavía,
par
a los
sentimientos
de responsabilidad moral
que
de
bemo
s a
Lodos los
seres humanos, así como para
la
autoestim
a de
la
coxúunidad misma. Gans
abre
su libro con
un
a
cita
de Tbomas
Paine:
Cuando en
algún
país del mundo pueda decirse
Mis pobres son
felices y
no
hay
e
ntre
ellos
ignorancia
ni
dolores;
las
cárceles
están
libres de presos y mis calles de mendigos ; los n c i n o ~ no
sufren
necesidad los Impuestos no resulta n
opresivos
... cuando puedan
decirse estas cosas, sólo entonces un país podrá
jactars
e de
su
c
on
s
titución y su gobierno.
En las primel'as etapas de
la
historia moderna,
la
ética del
trabajo tenía
la clara
ventaja
de
unir
los
intereses
económicos
a las preocupaciones
éticas,
como es tas
expresadas por
Thomas
Paine.
Es
posible
que
llevar
a l
os
pobres
a l
as
fábricas
haya
servido
los intereses de industriales
y
comerciantes (incluso
que
estos
inter
eses
hayan
reforzado la
propaganda en favor de
..20
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 115/149
- la
ética
del trabajo);
pero
el
esfuerzo
¡·espondió también a la
sensib ilidad
del
público, preocupado, conmovido y
avergonza
do por la
miseria
de los sin trabajo.
Frente
a la insaciable
sed
de mano de obra que vivía
la
naciente industria
en
expansión,
las inquietudes
morales
encontraro
n
una
sa
lid
a l
egítima
y
rea
lista en
el
evangelio del trabajo.
Era
una
coinc:idencia
histórica
entre los intereses
del
capital y los
sentimientos
morales de la
sociedad.
Pero
la situación ha- cambiado. El mensaje de la éúca
del
trabajo - aunque, en
apar
iencia al menos, continúe vigente
en tró
en una nueva
relación con la· moral
pública.
En
vez de
brindar una
salida a l
os
sentimientos morales,
se
transformó
en un
poderoso instrumento de
la versión que, a fines del siglo
XX, adopta la
adiaforizació
n ,
el
proceso
por el
cual
los
actos
moralmente repugnantes
pueden ser liberados de
condena.
Adiaforizar una acción es declararla moralmente neutra;
o, más bien, someterla a pruebas según
criterios no
morales, al
mismo tiempo que se la exime de toda evaluación moral. En
la
actualidad, el llamado de la ética
del
trabajo
sir
ve para probar
el derecho
a
recibir
la simpatía y la
solidaridad
del
resto de
la
sociedad.
Se
piensa que la
mayoría de
las personas a
quienes
este
ll
amado
se
dirija
no
pasarán
la
prueba;
una
vez
rechaza
das,
se
podrá supone
r sin
remordimiento
que
ellas
mismos se
situaron , por propia elección , al margen de
toda
obligación
moral.
La
sociedad·
puede,
entonces, liberarse de
responsabili
dªdes hacia esa gente sin sentirse cu lpable por faltar a sus
deberes. Lo
cual
no es un logro menor,
si se tiene
en cuenta
la
presencia universal
de los
impulsos morales,
así
como la
es-
-pontánea
sensibilidad ante
la
miseria, el
dolor las hu milla
ciones
del
prójimo.
Pero no es posible reprimir por completo el impulso
moral
;
-en consecuencia,
la
expulsión del mundo de toda
obligación
mora l nunca puede.
ser cornpleta.
-
Aunque
se silencie a las con
ciencias
con
el continuo bombardeo
de
informaciones sobre la
depravación moral y las
inclinaciones
delictivas de los pobres
sin trabajo,
los empecinados
residuos del impulso moral
en
cuentran, de tánto en
tanto,
su
vía
de escape.
Esa
salida la
proporcionan,
por ejemplo, las periódicas ' ferias de caridad ,
reuniones concurridas
pero de
corta
vida
,
donde
se
manifies
tan los sentimientos morales
contenidos,
desencadenadas
en
esas
ocasiones
ante el espectáculo
de
sufrimientos
dolorosos
y
121
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 116/149
miserias
devastadoras.
Pero
- -como
toda feria
y todo
carna
va l
también
esas
reuniones cumplen la
función
de vías de
escape,
eternizando
los horrores de la rutina cotidiana. Esas
ferias
de caridad permiten,
en
definitiva,
que
la
indiferencia
resulte
más
soportable; fortalecen, en última instancia, las con
vicciones que justifican el destieno de los pobres de nuestra -
sociedad.
Como
explicó recientemente Ryszard Kapuscirísk.i, uno de
los más formidables cronistas de la vida contemporánea, ese
efecto se logra
mediante
tres recursos interconectados,
pues
tos en práctica
por
los medios de comunicación que o r g a n i ~ a n
estas ferias de caridad .
22
En
primer
lugar,
paralelamente
a
la
noticia
de
una
hambruna
persistente o
de
otra ola
de refugiados que
pierden
sus
hoga
res, se recuerda a las audiencias que
esas
mismas
tierras
leja
nas a l l í donde
esa gente
que
se ve
por
televisión
está
muriendo de hambre o
de enfermedades-
son el lugar de naci
miento de
nuevos
e
implacables
empresarios que
desde
allí se
lanzaron a
conquistar
el mundo: los tigres asiáticos .
No im
porta que
esos
tigres sean
menos del 1% de la población sólo
de Asia.
El
dato prueba
o
que necesita
ser
probado:
la miseria
de los hambrientos sin
techo es
resultado
de su
propia elec
ción. Claro que
tienen
alternativas; pero po r su falta de vo
luntad y decisión- no las
toman. El
mensaje
subyacente es
que los pobres
son
los culpables
de
su
destino. Podrían
haber_
elegido, como los tigres , una
vida de
trabajo
duro
y de
empeci
nado ahorro.
En
segundo
lugar, se
redacta
y
edita la noticia
de
modo que
el problema de la pobtteza y las privaciones quede reducido a la
falta
de
alimentos.
La estrategia tiene dos efectos: se minimi
za la escala real de la pobreza (hay
800
millones de personas
que
sufren
de desnutrición
crónica;
pero
algo así como 4.000
millones,
unos dos tercios de la población mundial,
viven
en la
pobreza). La tarea de ayudar se
limita,
entonces, a
encontrar
alimentos para los que sufren hambre. Pero, señala Kapus
ció.ski,
plantear
así
el
problema
de la pobreza
(como en
una
nota de The Economist
que
analiza el hambre bajo el título
How
to
Feed
the
World
[Cómo
alimentar
al
mundo])
' 'degra
da terriblemente, y casi niega el derecho de vivir en una
hu
manidad plena a quienes, supuestamente, se quiere ayudar .
La ecuación pobreza= hambre oculta otros
numerosos
com-
122
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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plejos aspectos de
la
pobreza: ' 'horribles condiciones de vida y
de vivienda,
enfermedades, analfabetismo, violencia, familinH
disueltas,
debilitamiento
de
los
vínculos
sociales, ausencia dl,
futm·o y de
productividad .
Son dolores
que no
se
pueden
HU·
primir
con leche
en
polvo y galletas de
alto
contenido proteicu.
Kapusciñski recuerda que, en sus recorridos por
los
b a r a i n t o ~
negros y
las
aldeas
de
Africa,
se
c1-uzaba con niños que le w -
digaban no pan,
agua,
chocolate
o juguetes;
sino
bolígrnfol'l,
porque no
tenían
con qué escribir
en
la escuela .
Agreguemos a lgo
más: se tiene mucho cuidado en evitar cunl
quier asociación
entre
las
horrendas imágenes de
hambrunm•
q u e tienen gran éxito en
los
medios - y la tragedia do loH
pobres
acusados de
violar
la
ét.ica
del
trabajo.
Se
muestrn
n In
gente
con su
hambre; pero, por
más qu
e
el
televidente
l IU
''
fuerce, no verá ni una
herramienta de trabajo, ni
un
torJ l IUI
cultivable, ni
una
cabeza de
ganado
en
la
imagen. Como HÍ
nu
hubiera conexión alguna
en tre las promesas huecas
de
ln (lt.h•n
del
trabajo, en un mundo
que
ya
no
necesita más trabuj:uiur'l' •
y los
dolores de estas
personas, mostradas como vía de I'HI'UJ'''
para impulsos morales contenidos. La
ética
del
trnbuju
Hnl••
ile
sa, lista
para
ser
usada
nuevamente
o ~ o
el látigo
qut•
X
pulsará
a
nu
es
tros
pobres
l o s
que
tenemos en
el
barrin l't•r
cano,
aqtú
a la vuelta
de
la
e.'3quina-
del refugio que, vananwuiA•,
buscan
en el
Estado
benefactor.
En tercer lugar, los espectácul
os
de
desastres,
tal
comu
MUII
presentados
por
los
medios, sirven de
fundamento, y
reftwnnu
de un modo
diferente,
el constante
retroceso
moral de ln K••uLt•.
común.
Además
de servir
como descarga a los
seiltimil•nlm•
morales acumulados, el efecto a largo plazo
es
que:
La parte desarrollada del
planeta se rodea
con un
cinturón
HlllliiJt
río
de falta de
compromiso
y
levanta un nueV O
Muro de
llot•lín,
1ln
alcances mundiales;· toda
la información
que
nos
llega de
ull1\ nl\u•
ra son imágenes de guerra, asesinatos, drogas,
saqueos,
unfc•rnu•
dades
contagiosa3,
refugiados y hambre:
algo
que
nos
u m c • t a n ~ a
seriamente ..
Rara vez, a media voz y desvinculada de las escenaR clt•
f ( IH
rras civiles
y masacres, nos
llega información
sobre
l o t ~ 1111
mentos utilizados; es menos frecuente, todavía, quo Hn
re
cuerde lo que sabemos
pero
preferíamos no oír:
e s a . ~ : ~
m·m•u•
•
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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que transforman tien:as ~ j a n a ~ en
campos
de
mu
erte
salienm
de nuestras
fábricas,
celosas de sus libros de pedid
os .
orgullo
sas de su eficacia come1·cial, a lma de nuestra preciada prosperi
dad.
Violentas
imágenes de la
autodest1·ucción
de
esos pueblos
se
instalan
en
nuestra
conciencia:
son
síntesis
de calles
maldi
k'lS y zonas
prohibidas
'',
representación magnificada
de
terri
torios
dominados
po1· pandillas asesinas , un mundo
ajeno,
s
ubhumano, fuera
de
toda
ética y
de
cualquie.r salvación. Los
intentos
por
rescatar
a ese mundo de su p1·opia
brütalidad
sólo
pueden
producir efectos momentáneos; a la larga, terminarán
en
fracaso.
u a ~ q u i e r salvavidas que se
alToje
se
rá
manipulado,
inexorablemente, para ser transfot·mado en nuevas
trampas.
Entonces hace su ingreso la probada
y confiable
helTamienta
de la adiaforización: el cálculo sobrio y ¡·acional de costos y efec
ws. El dinero
que se
invie1·ta
en
ese tipo
de gente
será
siempre
dinero malgastado. Y
hay
un lujo que-no nos podemos dar, como
s
coincidü·án, y es
el de
malgastar nuestro
din
ero.
Ni las
victimas de
la
hambruna como sujetos ét icos, ni
la
posición
qu
e
adoptemos hacia
ellos
¡·epresentan un problema moral.
Lamo
mlidad es sólo para las
ferias
de caridad ,
esos
momentos de pie
cbd
y
compasión,
explosivos e instantáneos
per
o de
corta
vida.
(
:unndo
se
t1
ata
de
nuestra
responsabilidad
colectiva
(la
de
no
:mtros, los
países
ricos)
por la miseria
cró
nica
de los pobres
del
plan c:la ,
aparece
el cálculo económico y
las
reg
la
s del libre mer
cuclo, la eficiencia y
la productividad
reemplazan a los
precep
l.os morales. Donde habla la
economía,
que la é
tica
ca lle.
Salvo
que se trate-,
desde
1uego, de la
ética
del trabajo
la
única varia
nte que
toleran las regla
s económicas.
Esta ética
11 se opone a que la economía
priorice
la r entab ilidad y
la
efi
c
;lcia
come
¡
·c
ial;
po1
·
el
contrario, son
s u
complemento
necesa
rio y s iempre bien recibido.
Para
los paí
ses
ricos del
mundo,
y
:iilhr
e todo
para
los sectore&
acauda lad
os de
las sociedades t i-
ca ::;,
la ética del trabajo tiene una sola cara.
Explica
los deberes
dr : quienes luch
a n
contra la
s
dificultade
s de
la
supervivencia;
nada dice sob t·e los deberes de quienes lograron escapar de
la
mer a
supervivencia
y pasaron a
tener preocupaciones
más
imp
orta ntes y el
eva
das. En especial, niega
qu
e los prime
ros
depe
ndan de
los
segundos
y
libera
a es tos, por lo
tanto,
de
toda
responsabilidad hacia aquellos.
En
la
actualidad, la ética
del
trabajo es
esencial
para des
acreditar
la
id
ea
de d
ependencia .
La dependenci
a se ha
tr
a
ns
-
12,1
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.
formado
en una
mala
palabra.
Se acusa al Estado benefactor
de fomentarla, de e levarla al nivel de un a cultura que se
autoperpetúa:
y este es
el argumento supremo para desmante
lar ese Estado. La responf:labilidad moral es la primera vícti
ma
en
esta guerra
santa
contra
la dependencia, puesto
que
la
d
ependencia del
"Otro" es sólo el refle ode la
responsabilidad
propia,
el
punto de partida
de
cualquier relación moral y
el
supues to en que se basa
toda
acción moral. Al mismo tiempo
que denigra la dependencia de los pobres como un pecado,
la
ética
del trabajo, en su versión
actual,
ofrece un alivio a
los
escrúpulos
mora
l
es
de los ricos.
Notas
l. J.
F
Hand
ler
e
Y Has
enfeld ( 1991), The Moral
Construction
of Pouerty.
Londres:
Sage,
pp. 139 y
196-197.
Seg-Un los autores, en el marco de WIN se
rea liza
ron
en 19
7 1
unos
2,7 millones de evaluaciones, pe
ro
;;ólo
se inscribie
ron 118.000
aspirantes. De eslos, sólo el 20% conservó su empleo durante
tres
meses
por lo menos. El salario promedio fue de
2
dólares la hora (p.14l.).
2.
Internotional
I-Ierald I ribune,
3-
4
de aeosto
de 1996.
3. C. ,Julien (
1996
),
"Vers le choc socia
l'', e Mande Diplomatique,
sep
tiembre.
t.
Z.
Ferge
y
S M
l\Hiler
(comps.),
Dynamics
of
Deprivation.
A.\dershot:
Gower,
pp .
309-310.
·
5. H.
J. Gans (1995), The
IVar
acainst
t
he
. Poor:
The Underclass and
Antipoverty
Policy. Nueva
York: I3
asic
Books, p. 2.
6.
Como seña
la Gans, "los l c o h ó l i c o t ~ que no son pobres pueden beber en
sus
casas; a
veces,
incluso, en su trabajo.
Es
R los pobres a quienes se suele
encontrar
tirados en la
calle.
Además, los a ct
os
moralmente
dud
osos
de
los
ricos resultan, con frecuencia, totalmente legales. También
en
ei lo
se cum
ple la
'regla
de oro': los
dueño
s det oro son qui
enes
ponen las r eglas" (]bid,
pp.
4 .
7.
No
importa
que
los
gastos
federales
y
local
es
en
lai
distintas
formas
de
asistencia social
sumaran
no menos
de
40.000 millones
de
dólares
en
1992,
lo cual es solo e l 15% del pt·esupuesto anual de Defensa
durante
el periodo
po
slet·
io¡· a la
Guen·a
F'l:ía, 10
.000
millones
de dólares
menos que
el costo
anua l de las
deducciones
impos iti vas
por
hipote
cas,
y
sólo una
sexta
parte
de
los subsidios
a
las corporaciones
y la deducción de
impuestos
a los
ricos.
No
imp
ot·t.a, tampoco, que ''los fabrica
nte
s de a
rmas sean
tan dependie
ntes
del
Pentágono como las mujeres
pobres
lo son
de
la asistencia social'' ( bid, pp .
82-84).
8. K.
Aul
e tta (1982),
Th.e Undercia.ss. Nueva
York: Random Hotu;e, p. xiii.
9.
En
los
Estados
Unidos,
el lengua
je
usado
gene ·aJmente
eu
e l
actual
debate sobre el fenómeno de la
marginación
coincide en
gran
medida con la
retor
ica inflexible,
si
n obstsculos, de
Edward Banfield:
"El individuo
de cla-
125
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 120/149
se baJa vive
al
dia ... 1 .:1 i
mpul.
>o gob1erna
su
comportamJt::nto, o porque no
puede
autodisdplinarse
para
sacrificar
la satisfacción presente a la
futura,
o
porque carece
de
se
ntido
de
futuro. Es,
en
consecuencia
, t
ot
alm
e
nte
imprevi
so¡·;
para
él
no
tiene
valor
lo que no
pued
a
consumi
r de inmediato.
Su
gusto
por
la 'acción'
está
por encima de todo" (E. Banfield (1968), The Un hear ;erLly
City:
1 he
Nalure
and
Future
{
our Urban Crisis.
Bo ton:
Little
Br
own
, pp.
3L1-5). Nótese cjüe la diatriba de Banfield con t ra la "clase marginada" suena
como
una descripción
muy acertada
del "consumido¡·
ideal
''
en
una sociedad
de
consumo.
En este análisis, como en
muchos
otros, la "clase
marfri
nada" es
el basural donde se an·oja n ¡os d
emonios
que
acosan al alm a atormentada
del
cons umido ·.
10.
La
inve
s
tigación
de campo
lle
vó a
Au etta
tan cerca
de
los
obj
e tos de
tratamiento
estanda1;zado que
no
pudo
dejar
de
observar
lo
defectuoso
s
que
resul tan , en t érminos
empü-icos,
los rótulos y la s clasificaciones
gener
ali
zadoras.
Hacia
el final del libro
K. Auletta,
op. cit.),
qu
e presenta
u
na
larga
historia de
la
unificación
de la clase m a
rgin
ada a
partir
de la
acción
del
E s tado, el a
utor
a firma: "La g-ran lección que aprendi de mi tt·aba
jo periodistico entre pob
res
y r g i n ~ d o s
es que
las generalizaciones c
asi
calcomanía.a para el
auto
conspi ·an contra toda comprensión. Resulta
peligrosísimo ge
neralizar
acerca de la 'clase baja' .. o de
'víctimas'
. . o
sobre la
'vir
tual elimínación' de la
pobr
eza.
O
d ecir que el
gobiemo
es 'el
problema'. D esde una altura
de nueve
mil
metros, to
do
y
todos
pa ·ecen
hor·
migas" p. 317). Como es de esperar, na die atendió estas advertencias. Pa1·a
el comentario periodístico, así como en la opini ón pública y los s u puestos
ami.lisis
de los o l í Ü ~ o s el e
studio
de
Auletta
sólo sirvió
par·a
reforzar la idea
global
que
ya se tenía
sobre la
clase
marginada
.
11 . K. Auletta, op.
cit
. , p. xvi.
12.
bid, p. 28.
13.
L. M.
Mead
(
1992),
1 he New
Politics
o{ Pouerty: The
Nonworking
Poor
m A merica . f ..'ueva York :
Basic
Books.
14. /bid,
p . X.
15.
bid,
p. 12.
16. bid, p. 133.
17.
/bid,
p.145.
18
lbid,
p
261.
19
.
P.
Townsend (199:3 ), Poue
rly in J:<:ru·ope en Z. e
q ~ e
y S. M
Mill c J"
(comps
.), Dynamics o{ Depriuation. Alder;;;hot: Gowel', p. 73.
20. N .
Christie
(1993), Crime Control as lndustry. Londres: Rou tledge.
21
H. J. Gans, op. cit. , p. 75 .
22. R.
Kapu
scinsk.i (1997), Lapidarium l l l . Varso.,ia: Czyteln.i
k,
pp. 146 ss.
126
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TERCER
P RTE
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erspectivas para
los nuevos pobres
Hay
much
os
modos de ser humano; cada sociedad elige el
que prefiere o tolera. Si llamamos sociedad a un
det
e
rmina-
do conjunto de personas, con lo que queda implícito que
esas
personas
tienen una cierta
re lación entre
sí
y
constituyen
una
t o t a l i d a d ,
lo
hacemos porque damos por sentad
a
la
elec-
ción. (Pe ro esa
elección, sin
embargo,
muy
pocas veces es deli-
berada ,
en el
sentido
de haberse
analizado
diver
sas
posibili-
dades para
escoger
entre ellas
la
más atractiva
pa ra
todos. Sin
embargo, una vez hecha la elección, más por
omisión
que
en
forma intencional, la forma que toma
la
sociedad ya
no
puede
cambiarse
fácilmente
1
. )
Y es
precisamente
aquella elección o
sus
huellas,
que pel·duran insistentemente a través del tiem-
p o l o
que
determina
que una
comunidad de personas difiera
netamente
de
otra:
allí
reside
la
diferencia
a
que
nos
referimos
cuando hablamos
de
sociedades diferentes.
Si
una dete
rmina-
da comunidad
constituye
o no
una sociedad
,
hasta
dónde lle-
gan
sus
fronte
ras, quién f01·ma o no forma
parte
de ella ... son
cuestiones que dependen
de
la fuerza con que ::;e
haya realiza-
do la
elección,
del grado de control que sobre el conjunto ejer-
zan algunos individuos dirigentes y por lo tanto, también de
has
ta
dónde se
obedezca
a esa dirección . La elección se reduce
a
dos imposiciones
(o,
mejor dicho
, a u
na
imposición
y s u
con-
secuencia): un
orden
y
una
norma par a
todos
.
Milan Kunde ra,
uno de los
grandes novelistas
y
filó
so
fos de
nuestro
tiemp
o definió
e n
La alse a u Adieu x [El
vals del adiós]
129
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(
Gullimard, l9 Y ¡
la a
petencia
de
urden
presente en
toda
s
la
s sociedades co n ocidas: '
...Un
deseo
de
tr
ansforma r el mundo
human
o
en un
t.odo orgánico,
donde todo funcione p
er
fectamente
de
acuerdo con lo p1·evisto, su-
bor
din
ado a
un
si
stema
suprapers
on
al.
La
apetencia
de
orden
es,
al mismo tiempo, una
apetencia
de muerte, porque la vida es una
consta
nte interrupción del
orden.
Dicho al revés: la apetencia de
orden es un pretexto virtuoso,
una
excusa para la vio lenta
misan
tropía.
En rigo r, la
apet
encia de orden no surge
nec
esa
ri
a mente de
la
mi
san tropía, (es decir,
de
la resistencia a
aceptar
la vida en
sociedad
con todas sus
impurezas].
Pero no
pu
ede sino provo
carla
,
puesto
que
o
fr
ece una excusa
para
c
ualquier acción que
se originara e n aqu el sen timiento . En
última
iastancia, cual-
quier
or
den
es un
d
esespera
do intento
por
imponer
unifonni-
dad,
regularidad, prioridades predecibles al desord
enado mundo
humano; los humanos.
si
n embargo, tie
nd
en a ser distintos ,
erráticos
e impredecibles: Pu
esto
que los humanos
somos,
como
dice Cornelius Castoriadis, seres
que siemp
re creamos
algo
diferen te,
que
somos
fuente
permanente de
alteridad y,
en con
secuencia,
no
h
acemos
sino
mo
difi
ca
rno
s a n oso
tro
s
mi
smos'?
h ay sólo una pos
ibilid
ad de que el mundo
humano
deje de ser
distinto, en-á tico e impredecible: es su tumba . Ser humano
sig-
nifica elegir siempre y cambiar siempre esa e lección; de tener
cualquier
elección ul tel Í
OI y
tr
ans formar en iiTeve
rsibles
las
elecciones realizadas con a
nterioridad.
Implica , por
tanto,
Ün
esf
uer
zo constante. La a petencia
de orden
sólo
es con
cebible
gracias
a esa
capaci
dad de elegir ,
implícita
en el ser; todo
modelo
de
o1·d
en
implic
a
un
a
elección
en
sí mi
sm o,
pero
una
elecci
ón
que
aspira
a
imp
onerse .sob1·e cualquier opción y
poner
fin a la posibilidad
de
seguir aligi endo.
Ese
fin, s in e
mbargo,
no es seguro: le sigue la misantropía , sea o no intencional y
bienve
nid
a:
[e
l
de
seo de
pon
er
se
a l m a r
gen
de la corri e
nte
im-
pura de
la
vida]. El verdadero objeto de
sos
pecha , rechazo y
odio para esa
mi
san
tr
opía
es
la obstinada,
empedernid
a e
in-
curable
excentricidad
de los seres humano
s,
fuente permanen-
te de d
esorden
.
La otra imposició
n
es
la norma.
La norma es
la
pr
oyección
del orden
sob
r e la
con
ducta
humana.
Nos
dice qué es
po
rt
arse
130
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bien
en una sociedad
ord
e
nada;
t t·aduce al len
guaje
de las elec
c
iones
humanas,
por
así
de
cirlo,
el
concepto
de orden. Si
el o
r-
den es una elección, tamb ién lo es la no¡·ma; pero la elección de
un orden
limita la
posible opción de pautas de
comportamiento.
Se
co ns id
eran
no
rm ales
só
lo
ciertas
activi
dad
es
; t
odas
la
s de
más son consideradas ano rm ales. Anormal equi
vale
a aparta-
do del modelo elegido;
pu
ede llega r a ser una desviación ,
una
form
a
ex
t¡·ema
de anormalidad. La desviación provocará
la in-
tet'Vención terapéutica o pen a l si
la
co
ndu
cta
en
cu
est
i
ón
no sólo
se
apa
r
ta del
modelo
elegido
sino
que
, t
amb
i
én
, ex
cede
el
límit
e
de las opciones tolerables. Nunca se es tablece claramente
la
n·on
tera en
tre
la simple
anormalidad y la siniestra desviación ; por
lo
general, es
ta
últim
a es
condenada
airadamente
y
si n
apela-
c ión
por haber
violado
los
límites de
la
toler
ancia .
La constante
y conscien
te
preocupación por e l o
rden
y la nor-
m a
y el hecho
de
que esta pr
e
ocupación constituy
a
un
itn-
pOI·tante
tema
de debate en la socied d señalan que no todo
funci
o
na
co
mo
d
ebe
r ía, que
las
cosas n o pueden dejarse como
están. L os mis mos conceptos de orden y de
norma
- que per-
miten
es tab lecer qué e Lemen tos vienen
al
caso p
ara el tema-
nacen de
la conc
iencia
de la
imped
ección
del
mundo ,
del im-
pul
so
po
r h
acer
algo
para
cambiarlo.
Ambos conceptos,
por
lo
tanto, so
n ' positivos y
cons
tructivos'': son
moto
res que ac-
tú an para elevar
la
realidad hacia niveles n o a lcanzados;
son
presiones en favor de
un cambio.
El solo
hecho
de h a
blar
de
orden y
de
no
rm
a funciona
como
h
erramie
nta
pa
ra
impon
e r
ese
cambio.
P er o
el
debería qu e ambos conceptos
implican limita
su
esenc
ia ; deja fuera f Ta ndes porciones de la
compl
eja realidad
humana.
Ninguna de las dos ideas tend r
ía
sentido si fueran
totalizadoras,
a
plicables
a t
odas la
s p
erso
nas
y
a t
oda
su
acti-
vidad. Pet·o
se trat
a exactame
nt
e de lo contrario: el orden y la
norma declaran, enfá ticamente , qu e
no
t odo lo que
existe pue-
de
formar parte
de
una adec
u
ada
y
eficaz
un
ida
d,
qu
e
en ella
no hay lu
ga
r para cualqu ier opción. Los conceptos de orden y
de norma son afilados puñal
es
q ue
amenazan
a
la
sociedad tal
c l es indican, an t e
to
do, la in
tención
de separar, amputar,
cortar,
expurgar y excluir. P t·omu even lo correcto
al centrar
su
atención en
lo
in
correcto ;
identifican
,
circunscriben
y
eí 1
-
tigmatizan
esos segmentos de la realidad a los que se les niegn
el derecho de existir,
que quedan
condenados
al aislamiento,
ol
exilio
o
la extin
ción.
t r
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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l n ~ L a l a r
y
promover
el
orden significa poner en marcha la
exclusión,
imponiendo
un
régimen
especial sobre
todo
lo
que
deben ser excluido
, y
excluyéndolo al
subordinarlo
a
ese régi
men.
La
norma,
por su parte -cualquier norma:
la ética
del
trabajo
es
sólo
un ejem
pl
o - actúa en forma indirecta, hacien
do
que
la
exclusión
aparezca
como sirn
pf
e
automarginalización.
En el primer caso, quienes terminan excluidos y desterra
dm
;
son los
que alteran
el orden ;
en
el seg11ndo, los
que no
se
adecuan a la norma . Pero, en ambos casos, se cul pa a los
ex
duidos de su propia exclusión; las perspectivas
del
orden
y
la
11orma
repar
ten culpas de antemano, deciden a priori} y
en
con
l nt de los excluidos, el problema delna<J;(etv
(
sufrir
)
frente al
w E tV (hacer). A
través
de
sus
acciones, señaladas como
motivo
d<
P-xclusión
cciones
incorrectas-
los excluidos eligen
su
propia desgracia; son,
en el proceso,
sus
propios agentes. Que
dar
oxcluido
aparece
como
el
r
esultado de un suicid
io
social;
no
clt
•
una
ejecución
po1· parte
de l
resto de
la sociedad.
Es culpa de
lo:;
excluidos por
no habe1·
hecho nada,
o no lo
suficiente,
para
h11ir
de
la exclusió
n; qui
zás hasta la buscaron
,
sintiendo que
f ' tW exclu
sión ya
estaba escrita. Esa
exclusión no
es simple
nwnt
e
un acto de hmpieza; es un acto
de
ética,
un
acto de jus
l it·ia
mediante el cual a
cada uno
se le da
su
merecido. Quienes
tl«:cidcn
y
ejecu
t
an
la
exclusión
pueden sentirse
los
virtuosos
d f f ( m ~ o r e s de la ley y
el
orden, los
guardianes de
los
valores
permanentes y
los
parámetros de
la
decencia.
l•:fo tas p
erspectivas dejan de
lado la
posibilidad de
que,
lejos
ti <
ca.
·gar con la res
ponsabilidad
por su
destino, los
excluidos
,JHWdan
ser
las
·
víctimas de
fuerzas
a
la
s
que
no
tuvie
1·on
la
o¡Hllt'unidad de resistir, menos
aün de
controlar. Es posible
que
:1lg-unos
excluidos
hayan alterado el
orden ; y esto,
por
lo
que son
o
por
lo
qu
e
se
ha
hecho
de
ellos.
Están
excluidos
por
las
carac
t ~ r í s t i c a s
que
los
definen pero que
no
eligieron;
no
por
lo
que
l1icicron, sino
porque
la
gente como
ellos
no
tiene lugar en
el
m·d
en de
los
demás. Es posib
le
que otros
no
se ajusten
a
la
norm
a , no porque
carezcan de voluntad
-
para hacerlo, sino
porque les faltan
los
recursos necesarios, recursos con los que
otJ·as
personas
cuentan . Como
esos
recursos escasean,
no
es
Lún
al
alca
nce de todos .
Ha quedado demostrado,
en
consecuencia, que
los
excluidos
- o
qu
i
enes
están
a
punto
de
ser lo-
no
están
capacitados para
elegir
s u
destino. Permitirles esa
l ~ Q e r t a d
sería
su
p
er
dición.
l32
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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Cuando
se los deja librados a sí mismos, se producen cosas
h oiTendas. Ellos mismos se buscan todo t ipo de desgracias. Pero,
como la
exclusión jamás
es
un
estado agradable,
la
s
consecuen
cias
de aquella
libertad son
tan
horribles para
ellos
como para
quienes
viven
dentro del orden y la
norma
. Privar a los
exclui
dos
de
su
libertad
(libertad
que,
sin
duda
,
usarán
mal
o
des
preciarán
)
es una necesi
dad imperiosa para proteger la
ley
y el
orden;
hasta
podría afirmarse que es
para
bien de
los exclui._.
dos. La vigilancia
policial, el
control y
la supervisión
de su con
ducta son
actos
de caridad,
verdaderos deberes
éticos
.
Los dos
factores se entrecruzan y se
mezclan
en un
impulso
para
"ha
cer algo" con el
segmento sumergido
de la población. La fuerza
de
ese
impulso
reside
en la preocupación por prese1·var el or
den,
pero
invoca
también
el
re
spaldo
de
los
sentimientos
de
misericordia
y compasión. No obstante,
sea
cual
fuere
la
fue¡·
za que lo anima, ese impulso tiende siempre a "diferenciar"
ante
la ley, a sacarles poder a quienes no saben cómo usarlo; a
someterlos , por las buenas o por las malas, al "sistema
su
prapersonal'' que evaden o desafían.
Desde
s
iempre, ambos
aspectos la defensa del
orden
y
la
compasión- se combin aron y fundieron en
la
figura social de
los pobres, esa gente a la que se alimenta y se mantiene según
1o
que
cada
epoca
y
lugar
define
como
forma
correcta
y
justa.
Pero
los pobres
son,
ante todo,
personas que no
se "ajustan a
la
norma",
esa norma
es
la capacidad de
adec
u
arse
a los
parámetros
que la definen.
Los
pobres ya
sin
función
Hasta
ahora,
toda
sociedad
conoc
ida
ha
tenido
pobres. Y - per
mítase
me repetirlo-- no es cosa de
extraiíarse: la
imposición
de cualquier modelo de
orden
es un acto discriminatorio y
descalifi
cador, que
condena a ciertos fragmentos de la sociedad
a
la
condición de inadaptados o disfuncionales, ya que elevar
un modo
de
ser cualquiera al estatus de norma implica,
al
JlÍS
mo tiempo,
que
otras formas quedan, automáticamente, por
debajo del nivel adecuado y
pasan
a ser "anormales . Los po
bres,
desde siempre,
fueron
y
son el paradigma
y
prototipo
de
todo
lo "inadaptado" y "anormal".
133
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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Cada aoci
edad adoptó y adovta, hacia
sus pobres,
una acti
tud.ambivalente
que
le
es característica: una mezcla incómoda
de
temor y
¡·epulsión, por
un lado; y
misericordia
y
compasión,
por
el
otro.
Tod.
os
estos
ingredientes
resultan
i¡,TUalmente in
dispensables. Los primeros
permiten
tratar a los pobres con la
dureza necesaria
para
garantizar la
defensa del orden; los se
gundos destacan el lamentable
destino
de quienes caen por
debajo del
estánda1· establecido,
y
sirven
para
empalidecer
o
hacer
parece¡·
insignificantes las pénurias padecidas por quie
nes
se esfuerzan
en
cumplü·
con las normas.
De
este modo,
oblicuo e indirecto, se les encontró
siempre
a los pobres, a
pe
sar
de
todo,
una
función
útil
en
la defensa
y
la
reproducción
del
orden social
y
en el
esfuerzo pm· preservar
la
obediencia
de
la
norma.
Sin embargo,
de
acuerdo
con
el
modelo
de
orden y
de
norma
que t;uviera , cada socied?d moldeó a sus pobres a su propia
imagen
, e
xplicó
su presencia en
forma diferente y
les dio una
difen:mte
función, adoptando estrategias distintas
frente
al
problema de la pobreza.
La Europa
premoderna
es
tuvo
más
cerca
que
su
sucesora
en
el intento de hallar
una
función importante para sus pobres.
Estos,
al
igual
que todas las
personas
y las
cosa :' en la
Europa
cristiana
premoderna
, eran hijos
de Dios
y
constituían un
es
labón
indis
pensable
en la divina cadena
del ser ;
corno
parte
de
la
crea
ción
divina y como
el
resto
del
mundo
antes de
su
desacralización por la
moderna
sociedad racionali s ta- esta
ban
saturados de-significado y
propósito
divinos.
Sufdan, es
cierto;
pero
su dolor encarnaba el arrepentimiento colectivo por
el
pecado
r i g i n ~ t l
y
garantizaba
su
redención.
Quedaba
en
ma
nos de los más afortunados la tarea
de
socotTer
y
aliviar
a quienes
sufdan
y,
de este
modo, practicar
la
caridad y obtener
--€
llos
también- su
pa1·te de
salvación. La presencia
de
los pobres
era, por lo tanto,
un
regalo de
Dios para
todos l o ~ demás:
una
oportunidad
para practicar el
sacrificio,
pa ra
vivir
una vida
virtuosa, arrepentirse de los
pecad
os y ganar la bendición ce
lestial. Se podría decir que una sociedad que
buscara
el senti
do
de
la
vida
en
la
vida
después de
la mu
erte
habria
necesit
a
do
,
de no
contar
con los
pobres,
inventar
otro
camino para la
sal
vación personal de los más acomodados.
Así eran las
cosas
en el mundo premoderno, "desencantado ,
donde
nada
de lo existente gozaba
el
dere ho de ser por el
solo
134
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 129/149
hecho de esta1· allí, y donde todo lo que er debia demostrar su
derecho a la existencia con pruebas legítimas
y
razonables. Más
importante resu l ta que, a diferencia de aq uella
Europa
premoderna, el nuevo
mundo
feli z
de
la
modernidad fijó
sus
propias
reglas
y
no dio nada
por
sentado, sometiendo todo lo
existente al análisis
incisivo-de la ¡·azón, s in
rec
onocer
límites
a a u propia autoridad y sobre todo, rechazando el poder de los
muertos
sobre los
vivos , la autoridad de la tradición, de la
sabiduría
tradicional
y
la
s costumbres heredadas. Los proyec-
tos de orden
y
de norma reemplazaron la
visión
de una
cadena
dí
vi
na del
ser. A diferencia de aquella
visión,
el
orden
y la
nor-
ma
fueron
creaciones
humanas,
proyectos
que debían
ser
implementados mediante
la acción
humana: cosas
por hacer,
no
realidades
creadas por Dios que
deben
ser acatadas. Si la
realidad heredada
ya no se
adecuaba a l
orden proyectado por
los nuevos hombres, mucho peor para aquella realidad.
Así fue como la
presencia
de los pobres se
transformó
en un
problema (un problema es alg
o
que causa incomodidad
y
pro-
voca la
ne
cesidad de ser resuelto, remediado o eliminado). Los
pobres
representaron,
d
esde entonces,
una
amenaza
y un
obs-
tácu
lo para
el
orden; además, ctesafiaron
la
norma.
Y fue1·on doblemente peligrosos:
sí
su pobreza
ya
no era una
decisión
de
la Providencia, ya
no
tenían razones
para
aceptar-
la con humildad y gratitud. Por el contrario, encontraron todo
tipo
de
razones
para
queja1: se
y
rebelarse contra
l
os más
afor-
tunados, a los cuales
empezaron
a culpar por sus privaciones.
La
antigua
ética
de la
caridad cristiana
pareció ya una carga
intolerable, una sangría
para
la
riqueza
de
la nación. El dcbm·
de compartir la bueua suerte propia con quienes
no
lograhun
los fa
vares de
la fortuna
había sido,
en
otro tiempo,
una
scuHa
ta inversión para la
vida después
de la muerte.
Pero ya
nu
resistía
el
menor
razonamiento ; sobre
todo,
el razonamilmt.u
de una vi.da de negocios, aquí y ahora, bien sobre la tierra.
Se agTegó, muy pronto, ttna nueva
amenaza:
los pobres qw•
aceptaban mansamente
su desgracia como
decisión
divina y
nn
hacían
esfuerzo alguno por
liberar
se de la miseria eran tambit'ul
inmunes
a
las
t e
ntaciones
del
trabajo en
las
fábricas
y
se
rohu·
sabana vender su mano de obra
una
vez
satisfechas
las
escn:-4111 4
necesidades
que
consideraban, por costumbre milenaria,
nntu
ra les .
La
permanente escasez de fuerza de trabajo fue obscHil'lll
durante las
primeras
décadas de la sociedad industrial. o t ~ pn
t:u.
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 130/149
bre:s,
incomprensiblemente
satisfechos
y
resignados a
su
suertt ,
fueron la pesadiJ a
de
los
nuevos em
pr
esarios
industiiales: in
munes
al incentivo de
un salario regular,
no
encontraban
razón
para seguir sufriendo
l
argas horas
de trabajo una
vez consegui
do
el
pan
necesario
para pasar
el día.
Se
formó
un círculo
vicio
so: los pobres que objetaban su miseria generaban
rebelión
o
revolución; los pobres resignados a su suerte
frenaban
el pro
greso de la
empresa industrial. Forzarlos al trabajo intermina
ble
en los
talleres
parecía una
forma
milagrosa
de romper
el
círculo.
Así, los pobres de la
era
industrial quedaron redefinidos como
el ejérc
ito
de
reserva de
las fábricas.
El em
pleo
regular,
el que
ya
no
dejaba
lugar para la
malicia, pasó
a
ser
la
n
onna;
y
la
pobreza quedó
identificada
con
el
desempleo, fue una
violación
t la
norma,
una
forma
de
vida
al
margen de
la
normalidad. En
dc circunstancias, la re
ce
ta para
curar
la pobreza
y
co1tar
t
le raíz las amenazas a
la
prospe1·idad fue
inducü
· a los pobres
- obligarlos, en
caso
nece
sa
r i o a aceptar su destino
de
obre
ro:;. El
medio
más
obvio para conseguir
lo
fue, desde
luego ,
privarlos
de cualquier otra fuente de sustento:
o aceptaban
las
mndicion
es
ofrecidas
, sin
fijarse en
lo repulsiva
s
que fueran,
o
renunciaba a
toda
ayuda por parte de
los
demás. En esa
situa
ciíin
"sin
altemativa", la prédica del
deber
é tico hab-ría s ido
.-;upcrflua; la
necesidad de
llevar a los pobres a la
fábrica no
rwc
esitaba de
impulsos
morales.
Y
sin embargo, la ética
del
trab
ajo siguió siendo
considerada
casi universalmente como
el
remed io eficaz e indispensable
frente
a la trip le
amenaza
de la
pobreza, la escasez de mano
de
obra
y
la revolución. Se
espera
ha
que
actuara como cobertura para
oc
ultar la falta de sabor
de
la
torla
ofrecida.
La
elevación de
la pesada
rutina
del
traba
jo
a la
noble categoría
de
deber moral ten
dría que endulzar
los
;ínimos de quienes quedaran sometidos a ella, al mismo tiem
po
que
calmar la conciencia moral de quienes
los
sometían. La
opción
por la ética del trabajo se vio notablem
ente
facilitada y
hasta
llegó a resultar n tu r l
por
el hecho de
que
las
clases
medias
de la época
ya se
habían convertido a ella y juzgaban
su
propia
vi da a
la lu
z
de esa
ética.
La
opinión
ilustrada del momento se encontraba dividida
.
Pero, en lo que se refería a
la
ética del trabajo, no había des
ac
uerdo
entre quienes
veían
a los pobres como
bestias salvajes
y
obstinadas
que era
preciso
domar, y
aquellos cuyo
pensamien-
· t36
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 131/149
to se guiaba
por
la étka, la cunt;iencia y la compasión. Por
un
lado,
John
Lot:ke
concibió un
programa integral
para erradicar
la pereza
y
el ' libertinaje
a que Jos
pobres se entregaban,
recluyendo
a
sus
hijos en escuelas para indigentes que los for
maran
en
el
trabajo regular
y a
los
padres
en
asilos
para
po
bres cuya severa disciplina,
un
sustento
mínimo,
el
trabajo
for
zado y los castigos
corporales
fueran la regla. Por el otro, ,Josiah
Child, que ~ m e n t a b a el destino triste, desgraciado,
impoten
te, inútil y
plagado de
enfermedades
de
los pobrE\S,
entendía
-
tanto
como Locke-- que
poner
a
trabajar
a los
pobres era
un deber del hombre hacia Dios y
la
Naturaleza : '
En un sentido
indirecto,
la concepción del trabajo
como
de
ber
del
hombre
hacía
Dios
venía
a
bendecir la perpe tuación
de la
pobreza. La opinión
compartida
era que, puesto que los
pobres
se arreglaban con poco y se rehusaban a
esforzarse para
- conseglJir más, los salarios debían mantenerse
en un
nivel
de
subsistencia mínima; sólo así, cuando tuvieran empleo, los po
bres se verían igualmente obligados a vivir al día y a estar
siemp1·e ocupados para poder
sobrevivir.
Como dice Arthur
Young,
todos, salvo
los idiotas,
saben
que
se
debe mantener
pobres a las
clases bajas;
si no,
jamás
trabajarán .
Los exper
tos
economistas de la época se apresuraron a calcular que, cuan
do los salarios son
bajos,
los
pobres trabajan
más
y realmente
viven mejor que si reciben salarios más altos, puesto que
en
tonces se entregan
al ocio y
los disturbios.
Jeremy Bentham,
el gran
ref01·mad01· que
resumió la
sabi
duría de
los tiempos
modernos mejor
que cualquier otro pensa
dor
de su tiempo (su proyecto fue elogiado en forma casi unáni
me por
la
opinión
ilustrada como
eminentemente
racional y
luminoso ),
avanzó
un
paso más.
Concluyó
que
los
incentivos
económicos
de
cualquier tipo
no
eran
fiables
para obtener los
efectos deseados;
la
coacción
pura,
en cambio,
resultaría
más
efectiva
que cualquiel-apelación a
la
inteligencia po r
cierto
inconstante y
hasta
inexistente- de los pobres. Propuso
la
cons
trucción de 500 hogares, cada
uno
de los cuales
albergaría
a
dos
mil de los pobres que representaran
una
carga
má
pesa
da
para
la sociedad,
manteniéndolos
allí bajo la vigilancia o n s ~
tante y la autoridad absoluta e indiscutida
de
un alcaide:
Se
gún este esquema, los despojos, la
escoria de
la humanidad?'.¡
los adultos y los niños
sin
medios de
sustento,
los
mendigos;
las madres solteras, los aprendices rebeldes y otras
gentes
._de
T8
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 132/149
lU calaña debían
ser
deteoidos
y
llevad
os por la
fuerza
a esus
hogares
de
trabajo
f01·zado a
dministrados en
fo
rm
a
privada,
donde la escoria se transforma r ía
en metal
de buena ley . A
s
us
escasos
crít
icos
liberales,
Benth
a m r
es
po
ndi
ó
airado: Se
objeta
la
violación
de la
libertad; se pide
,
en camb
io, la libertad
de
act
uar
contra
la
sociedad .
Entendía
qu
e l
os pob
res·,-pm· el
solo h
ec
h o de
serlo
,
habían demostrado no tener más capaci-
da d para ej
erce
r s u
lib
e1·tad
que
los
niñ
os
¡·evoltosos. No esta-
ba
n en condiciones de
dirigir su
pmpia
vida;
h a
bí
a
que hacerio
po
¡· e
llos
.
Co
rri
ó mucha agua bajo los
puentes
desde que gente como
Locke, Young o
Bentham,
con
el
ardor
d
esa
fi
ante
de
quienes
exploran tierras
nu
evas
y vírgenes, proclamaran esas
ideas que,
con el tiemp
o,
se afirmarían
como
una op
i
nión
m od
erna uni-
versalmente
acepta
da so
bre
los pobres . Sin e
mb
argo, pocos se
a
trevería
n a
sos ten
er hoy esos pi incipios con a n ogan
cia y fran-
qu
e
za
s
imilares;
s i lo
hi
c
ieran
, sólo
provocarían indignac
i
ón.
Pero buena
parte
de esa
filosofía ha
vue
l to a
se
r,
en gran
m
edi-
da
, la
ba
se de polí ticas oficiales frente a
quiene
s,
por
una u
otra r azón , no son ca
pace
s de ll
egar
a fin de m
es
y de ganarse
la
vida
sin ayuda
pública.
Hoy
re
s u
ena
el eco
de
a
qu
ellos
pen-
sadores
en cada cam
p
aña contra
los
parásitos , los tramp
o
sos
o los
depe
ndientes de s ubsidios de
des
e mpleo , y en ca
da
advertencia
, re petida
una
y
otra vez,
de
que pedir aumentos
sa lariales es
pon
er
en
riesgo la fuente
de
tra
bajo . Donde el
impacto
de
aq
ue
lla
fil oso
fía vuelve
a
se
n til·se con
mayor fuerza
es
en la re
it
erada afirm a
ción
a pesar de las
irrefu
ta bl
es prue-
bas
en
su
contr de
que nega
r
se
a
trabajar
p
ara vivir
es
ho
y
corno lo fue
antes,
la
causa
prin
cipal de la
pobreza
, y que e l
único remedio contra ella
es rein
sertar a los desocupados en
el mercado laboral. En el folclore de
las políticas
oficial
es,
sólo
como
un
a
merca
ncía
podría
la fu
erza de tr
a
bajo
reclama r su
derecho
a
medios
de
s
up
er
vivencia que es tán igualment
e
mercan
ti
lizados. .
Se crea, de este modo,
la sensación de
que
los pobr
es
conser-
van la mi
sma
funció
n
que tuvieron
en l
os
prime_ros t ie
mpos
de
la
e
ra indu
sttia
l:
el
de
reserva
de
mano de
o
bra. Al
reconocer-
les es te
pape
l, se echa un manto de sos
pecha sobre
la h onesti
da d de
quienes
quedan
fuera
del
servicio activo
'', y
.se seüa la
claram
e
nt
e la
forma
de
llamarlos
a l
orde
n y restaurar,
as
í, el
orden de
l
as cosas, roto
por quiene
s el u den el
t r b j ~
Pero, en
138
•
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 133/149
..
1•
i •
nuestros
día::;, la f i l o ~ : ; o f í a que
intentó
capturar y art.icular las
realidades
emergentes
de la era industrial ya dejó
de
f u ~ c i o ·
nar, anulada por las
nuevas realidades
de estos tiempos. Des
pués de
haber
servido
alguna vez
como eficaz
agente
para
instaurar
el orden, aquella filosofía se
convirtió
lenta pero
ine.. Co-
rablemente
en una espesa cortina, que oscurece todo lo nuevo
e imprevisible que
aparece
en los
actuales padecimientos
de
los pobres. La ética
del trabajo,
que los reduce al papel de ejér
cito de reserva
de
mano
de obra,
nació como
una
revelación;
pero vive este último
período
como un verdade1·o
encub1;miento.
En el pasado tenía sentido t an to en lo político
como
en lo
económico-
educar
a los pob1·
es
pa1·a
convertirlos
en
los
obre
ros del mañana. Esa educación para la vida productiva
lubri
caba
los engranajes de una
economía
basada en
la
industria y
cumplía
la
función
de
integrarlos socialmente , es deci1·, de
mantenerlos dentro
del orden y la
norma.
Esto ha
d ~ j d o de
se1·
cierto en nuestra sociedad posmoderna
y,
ante todo, de con-
sumo.
La economía actual no
necesita
una fuerza
laboral
mA
-
siva: aprendió lo suficiente como para aumentar no sólo t ~ u
rentablilidad
sino
también el
volumen
de
su
producción,
redu
ciendo al mismo
tiempo
la mano
de
obra y los costos. Al mi :'nw
tiempo,
la
obediencia a
la
nom1a y
la
disciplina socíal quoda
asegurada por
la seducción de los
bienes
de
consumo
más
qnn
por la coerción del Estado y las
instituciones
panópticas.
Tanto
en
lo económico como
en
lo político, la comunidad de 1os COllHII
midores posmodernos
vive
y prospera sin
que el
grueso
do
Hw
miembros
esté oblig·
ado
a cargar con la cruz
de
pesadas jor11:r·
das
industriales. En la práctica, los pobres dejaron de se ' Hll
ejército
de
reserva,
y
las
invocaciones
a
la ética
del
trabajo
nan cada vez más
huecas
y alejadas de la realidad.
Los
integrantes de
la
sociedad contemporánea son, ante
toclu,
consumidores; sólo en
forma
parcial y secundaria
son tambii'u
productores. Para·
ajustarse
a la
norma
social, para ser un
miembro consumado de la sociedad, es preciso responder
<:ou
velocidad y sabiduría a las
tentaciones
del mercado de
conHII
mo ; es necesario contribuir a la demanda que agotará la
ofc•r···
ta y,
en
épocas
de
crisis
económicas,
ser
parte
de
la
reactivacióu
impulsada
por
el
consumidor . Los pobres que carecen de
ingreso
aceptable
, que
no
tienen tarjetas de crédito ni
la
p e r : ~
pectiva de mejorar
su situación
, quedan al
margen.
En con:w·
cuencia, la nm-ma que violan los
pobres
de hoy, la norma cuyo
m
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 134/149
4uebrantamiento
los
hace
an
1·ma
les
",
es
la
que obliga
a
e:star
capacitado para consum ir
,
no
la
que impone tener un empleo
.
En
la actualidad, los
pob1·es
son
ante todo no cons
umidore
s ,
ya
no
desempleados . Se
los de
fine, en
primer
lugar
, como con
sumidores expulsados del
mercado,
puesto
que el
deber
social
más importante que no cumplen es el
de ser
compradores acti
vos
y eficaces
de
l
os bienes
y
senicios que el
mercado
les ofre
ce.
Indudablemente, en
el
libro de balances de
la
sociedad
de
c
onsumo
,
los
pobres
SOll
parte del pasivo;
en-modo alguno
po
d,·ian
ser
registrados en
la co
lumna
de
los
activos
presentes
o
futuros.
De ahí que, por primera
vez
en
la
historia,
los
pob1·es
resul
tan
,
lisa
y
llanament
e,
una
preocupación
y
una
molestia. Care
cen de
méritos capaces de
a
liviar
-menos
aún,
contrarrestar
Hu
defecto esencial.
No
tienen nada que
ofrecer a cambio del
desembolso realizado por
los
contribuyentes. Son
una mala
in
versión,
que
muy probablemente
jamás
será
devuelta,
ni dará
g
anancias;
un agujero n gro que absorbe
todo
lo que
se
le acer
que
y
no
devuelve
nada
a
cambio
,
salvo, quizás, problemas. Los
miembro
s
nonnales
y
honorables de
la
sociedad
-
los
consumi
dores-
no quieren ni espe
ran
nada
de ellos.
Son totalmente
inútiles. Nadie
nadie
que
realmente importe,
que
pueda ha
l>lar
y hac
e
rse o r los necesita. Para ellos, tolerancia
cero. La
Hociedad estaría
mucho
mejor s i los pobres
de
sapa
recieran de
la
escena. ¡El mundo seda tan
agradable
sin ellos
No necesitamos
a los pobres; por
eso, no
los queremos. Se
los
puede abandonar a
su destino sin
e1 m
enor remordimiento.
in
función
ni
deber
moral
En un mundo
poblaao de
consumidores ao
hay
lugar para
el
Estado
benefactor; aquel legado
venerable de
la socie<:lad
in
dustrial se parece demasiado a
un
Estado niñera , que con
siente a los holgazanes, adula a
los
malvados
encubre
a los
corruptos.
Se afirma que el Estado benefactm: fue una conquista
logra
da
con
esfuerzo
por
los pobres
y d
esamparado
s;
si
efectivamen
te fue
la
lucha de los pobres la
que obligó a
actuar
a
Bismarck,
Lloyd
George o
Beverídg
e, esa lucha sólo pudo lograr su come-
140
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 135/149
tido por4ue los
pobres
contaban con un
gTan poder
de
negocia-
ción :
cumplí
a n
una
función
importante,
poseían
algo
vital
e
indispensable
para
ofrecer
a
una
sociedad basada en
la
pro-
ducción. Además de
muchas otras cosas, el Estado benefactot·
marcó
el
camino
necesario
para
~ t · c n t i l í z r
la fuerza
de
tra-
bajo,
haciéndola ante todo vendible
y
comprable; cuando la
demanda
de
mano
de
obra bajaba temporariamente,
el
Estado
-
se
encargaba
de hacerl
a
repuntar
. Y e l
Estado
asumió
esa
ta-
rea porque los capitalistas
no podían
o
no
querían
cargar con
los
costos necesa
rios, ni individual ni colectivamente.
Si
se con-
sidera la doble
función
(e
co
nómica
y
política) que el
empleo
desempeñó en la pr;mera
época
de
la sociedad
industrial,
el
Estado
benefactor
al
reinsertar
en
el
trab
a
jo
a
los
desocupa-
do s resultó
una inversión sensata y rentable.
Pero ya
no lo
e
s.
Ya no
es posible que
todos
se transformen
en productores;
tampoco
es necesario que así
sea.
Lo que fue una
inversión
razonable se presenta, cada vez más, como una idea empe-
cinada,
un
injustificable detToche
del
dinero de los
c0Tltribu
yentes.
Por
eso no puede sorprender que
.prácticame
nte en
todas
partes, el Estado benefactor
se
encuentre en retirada. Los
es-
caso
s
países
donde las pre
s
taciones sociales permanecen in-
tactas o su desmantelamiento se
realiza
con
lentitud
o mala
g a n a son condenados por
imprudentes anacrónicos, reci-
ben serias advertencias de los nuevos sabios económicos
y
las
instituciones bancarias internacionales como
le
sucede per-
manentemente
a
Noruega
-
contra el peligr
o
del
recalen-
tamiento
de la ec
onomía y otros horrores
de invención recien-
te.
A
los países poscomunistas
de
Europ
a oriental y
central se
les
dice,
en términos muy
preci
sos,
que
deben ter·minar
con
las
protecciones
social
es
heredadas
como condición sine qu non
para recibir ayuda
ext
erior y, desde
lueg
o, para
ingresar
en la
familia
de
las nacíones
libres .
La
única elección que la sa
bi
duría económica actual
ofrece a
los gobiernos
es
la
o
pción
e
n-
tre
un crecimiento veloz del
de
sempleo, como en Eur
o
pa,
y
una
caída
aun más
veloz
en el ingreso de las clases bajas, como en
los Estados Unidos.
Este
país lidera
el
nuevo
mundo libre
..
libre de
beneficios
sociales.
En
los últimos
veinte
años, los ingreso
s
totales del
20%
de las
familias
estadounidenses más
pobres se
redujeron en
un 21%, mientra
s
que los i n g r ~ o s
tot
a
les del20
%
más
rico
de
141
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 136/149
la población
aumentaron
en un 22%.J La redi:;tribución
del
in
greso
desde los
más
pobres
hacia los más ricos
crece con
una
a ~ : e l e r a c i ó n
indetenible.
Los
severos recortes
en
la
asignación
de
beneficios, realizados recientemente
--que
recibieron el apo
yo entusiasta de las tres cuartas partes de los
miembros
elec
tos del Congreso ( el fin del Estado benefactor que conocemos ,
en
palabt·as
de
Bill Clinton)--, aumentarán
de
2 a 5
millones
el número de niños
que
crezcan en la pobreza hasta el
año 2006,
y
multiplicaréin
el número de andanas, enfermos y
discapaci
tadas
que
quedarán desprovistos de
cualquier
forma
de
asis
tencia
social.
En
el
análisis
de
Lo'ic
Wacquant,
la
política
social
estadounidense ya
no
se
propone
hacer retroceder la pobreza
sino
reducir
el número
de pobres,
es decir,
de personas oficial
mente reconocidas como tales y en consecuencia, con derecho
a
recibir
ayuda: El matiz es
significativo:
así corno en otros
tiempos
un
buen indio era
un
indio
muerto, actualmente
un
;buen pobre' es un pobre invisible, una persona
que
se atiende
a sí mismo y
nada
pide.
En pocas palabras, alguien
que
se
com
porta corno
si
no existiera
..
.
6
Puede suponerse
que,
si los
pobres
intentaran defender lo
poco que Tes
queda de aquel escudo
protector forjado
por
las
legislaciones sociales, no tardarían
en
darse
cuenta de
que ca
recen
de
podet·
negociador
para hacerse
e s c u c h ~ r ; mucho me
nos para impresionar a sus adversarios. Pero les sería más
difícil-todavía saca1· de su serena imparcialidad a
los
ciudada
nos comunes , a quienes
el
coro
de
políticos
exhorta
continua
mente
a
votar, no con
su
mente
o su corazón, sino con su bol.:;illo.
Pero es
poco
probable que
esa
reacción
de
los pobres
llegue
a
producirse
alguna
vez. Sus penurias
no parecen
importarles;
y,
si les impot'tan, hay pocas pruebas
concretas
de su
cólera,
o
de
que
estén decididos
a actuar a partir
de
esa cólera.
Sufren,
desde luego, como
sufrieron
en todas las épocas; pero, a dife
rencia
de
sus antepasados, los pobres de hoy
no
pueden o no
intentan
hacer
de su sufrimiento una
cuestión
de interés
pú
blico.
Xavier
Emmanuelli explicó recientemente esta
sorpren
dente
pasividad
de
los pobres:
Por cierto
que
la
pobreza
clásica , heredada
del pasado
trans
mitida de generación
en
generación, se mantuvo a pesar del pode
roso crecimiento económico vivido por los paises industriales .. Pero
42
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 137/149
________________
a
este
fenómeno se agrega otro, can
:t
cteri:>ttco de nuestro t it::mpo y
sin precédent.e
en
cuanto a sus dimensiones.
Se
trata
de
la acumulación
e
co
ntr
a·
n
eda
des,
que
hoy a
rroja
a
individuos y f
amilias
enteras a
la
indigencia y, a menudo, a la ca
lle: pérdida del empleo, desaparición de cualquier ingreso, desgra-
c
ia
s familiares, divorcios, se
paraci
ones,
pérdida
de
la
vivienda.
El
resultado es un exilio soc
ial
: ruptura de la red de interacciones e
intercambios,
desa
parición
de cualquier
puntos
de
apoyo, incapa-
cidad de proyectarse hacia el futuro.
Por
todo ello, esos excluidos
dejan de tene
r exig·encias o proyectos, no valoran sus d
erec
hos, no
ejercen su res ponsabilidad <::omo seres humanos y ciuda
dano
s . .Así
como
dejaron
de existir
para
los
demás,
poco a poco dejan de exis
tir para sí mismos.
En
estos
días, l
os
pobres
no
unen sus s
ufrim
ientos en
una
causa común
. Cada
consumido1· expul
sado del
mercado
lame
su h e1 ida en soledad;..en el mejor de los casos, en
compañía
de su
famili
a, si
es
ta no se ha quebrado
todavía.
Los consumidores
fracasados
están
solos,
y, cuando
se los d
eja so
los mucho
ti
em-
po,
suelen
volverse sol
itari
os; no
vi3lumb1·an
la forma en
t
'
la
socie
da d pu eda
ayu
darlos,
no
esper a n
ayuda
tampoco, ni
creen que sea posible cambiar la suerte m ás que ganando
n
los
pronósticos del
fútbol
o la lotería . .
No desead
os,
innecesarios,
abandonados
... ¿c.uál
es
su
u ~
gar? La resp
ue
sta es: fuera de
nu
es tra
vista.
En
primer
lugar,
fuera
de
las calles y
otros
espacios públicos que usamos nmm
tros, los
felices
h a bita ntes del mundo
del
con sumo. Si son t'll·
cién
llega
do
s-al pa
ís
y
no
tienen sus papel
es
en perfecto
orden,
mejor
a
ún:
pueden
ser
dep
o
rtad
os
y,
de
ese
modo,
quedar
futwn
de nue
stra
_responsabilidad. Si no h ay excusa para su depol'l.u·
ción,
qued a el recurso de e ncerrarlos en prisiones lejanas, ¡.¡j l\14
posib
le en el
desierto
d e Arizona, o en n
aves
ancladas IcjoH de•
las ru tas habituales, o
encarceles
de alta tecnol
ogía
totalrnl'll
te automatizadas;· donde no puedan ve · a n adie y proballlc•
m en
te
n adie, ni siquiera su s guardianes, les vea la ca ra dl\lllll·
s
iad
o seguido.
Para
que
el
aislam
ie
nto
físico
resulte
inf
a
lible,
se
lo
roful rl.ll
con la se
paración
mental,
cuyo re
sultado
es el destierro
dofi11l·
tivo de
lo
s pobres del
univers
o de la empatía y la solidaridrul.
Al
mismo
tiempo
que
se
l
os ex
pulsa de las calles,
tambi6n
'''
los puede desten·a1· de la comunidad de los se res humanoH,
eh,)
mundo
de
los
deberes
é ti<::
os
.
Para esto,
h
ay que
reescrihi1·
n
1 l:f
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 138/149
J
t
t
'
'
'
'
,
•
•
•
•
historia : hay t¡ue poner depravación donde antes se leía priva-
···· ción. Y los
pobres
sen-in los
sospechosos
de
siempre ,
a quienes
se cercará cada vez 4ue aparezca un fallo que altere el
orden
público. Y se
pintará
a los
pobres como
vagos,
pecadores,
carentes .
de
p1incipios
morales
.
Los
medios
colabm
·
a¡·án
alegremente
con
}
la
policía
pa1·a p1·esentar al público
ávido
de
sensaciones
esas ' ·
truculentas imágenes
de
elementos CI'Íminales que se
revuel
can
en el delito
, la
droga y
la promiscuidad
sexual
o se
refugian
en la oscuridad de las calles. Y se confinnará que la pobreza
es,
ante
todo,
y
quizás únicamente,
una cuestión de
ley
y de orden,
y
que
se la debería
comba
ti r del mismo
modo
que se combate
cua
lquie•·
otro
tipo
de de
li to.
Destenados
de
la
comu
nidad
humana
,
destenados
incluso
de nuestro pensamiento. Sabemos qué sigue después. La ten
tación es fuerte: eliminar
de
raíz
un fenómeno
convertido en
auténtica
molestia, ni siquiera mitigada
por
cualquier consi
dc¡·ación
ética hacia
el
Otro, el
que
sufre; borrar una
mancha
cu el paisaje, eliminar
un
punto sucio que afea
la
imagen de un
mundo
ordenado y
una
sociedad normal. Alain
Finkielkraut
l tos recuerda, en un libro reciente, qué puede suceder
cuando
1 w s
ilencian las consideraciones éticas, cuando
se acaba
la
nmpatía
y
se
deniban
las
últimas
barreras
de
la
moral:
J ,a violencia nazi
fue
ejercida no porque gustara,
sino por
r
espe
to
al deber;
no
por sadismo,
sino
por virtud;
no
entregándose
al
pla
cer, sino siguiendo
un método;
no dando Iienda
suelta
a impulsos
:-;a lvajes
y
ab
andonando esc
rúpulos, sino en
nombre de
valores
::;uperiores, con
competencia profesional
y
teniendo
siempre
pre
:-;en
te
la tarea por
cumplir.
8
Corresponde
agregar que esa viol
encia se
c
om
e
tió en medio
ensordecedor silencio de gente que se consideraba decente
y
6Lica..y s
in embargo,
no
veía
por qué
las
víctimas de la violen c
ia
-a quienes se había dejado de contar, desde hacía
tiempo, entre
los
miembros de la familia
hum n
merecian su compasión
Parafraseando a
Gregory
Bateson: una vez que la pérdida de
s
olidaridad
mora l se
combina con una avanzada tecnología
para
eliminar
todo
.lo que pueda considerarse in'itante, su probabili
dad
de supervivencia
será
la
de
una
bola
de
nieve
en
el
infier
no .
9
Cuando
las
soluciones
racionales para
los problemas
irritantes
se su m
an
a
la
indiferen cia moral, se obtien e
una
mez-
144
..
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 139/149
cla
explosiva
.
Po:;
ibleme
nt
e much
os >ere > humanos desaparez-
can
en esa exp
l
osión;
pero
la víctima
pli.ncipal
será
la humani-
dad de los que se salvaron de la muerte.
No
hemos
ll
egado a ese punto
todavía
. Pero no
falta
tanto .
No
neguemos
esta
perspectiva
como
si
se
tratara
de
una
pr
ofe
cía
apocalí
p
tica
m
ás,
olv;dada
antes de se
r
somet
ida a compro-
bación. O
tendremos
qu e
pedir perdón después, demasiado
tarde, por
n o h
abe
rn
os
dado
cuenta cuando todo
era,
todavía
,
apenas lo que
es
hoy: una
amenazado
r a p
ers pectiva para
el
futuro.
Afortunadamente
para
la human idad,
la
hi
stOI; a está
plagada de p1·
of
ecías que jamá
s
se
cumplieron. Pero muchos
erímenes y
qui
zá los más horrendos de la his tor i
se pro-
dujeron porque
no
apar eció a tiempo una adv
er
tencia o por la
complaciente
incredulidad de quienes
no
q
ui
s i
ero
n
esc
u c
har
el
llamado
de
alerta.
Hoy,
como
en
el
pasado, la
elección es
nue
stra .
¿Una
ética para
el trabajo
una ética
para la vida
H ay una opción . Pe
ro
es posible esperar que
rent
e a
rea-
lidad
es
que ocultan
su
orig
en
hu:rp.ano y
se
disfrazan
de
necesi-
dades
evide
ntes
- muchos
descarten cualquier
alternativa a
la opini
ón
genera
li z
ada,
acusándola
de
falta de realismo
y
hasta de
ser co
ntraria
a la n
aturaleza de
l
as
cosas .
Ima
g
inar
la posibilidad de
otra
forma de convivencia no es e l
fuerte en
nues tro mundo de utopías
privatizada
s, conocido por su
incli-
nación
a •·econocer
la
s
pérdidas cuando ya se produjeron
y a
s us t
ituir
la
administración de la crisis por lucubraciones
polí
ticas. E
ste
mundo
nuestro es
menos capaz,
todavía, de reunir
la
voluntad
y
la
decisión
necesarias
para
hac
e r
realidad
cual-
quier alternativa
a
más de
lo
mismo .
a
calificación de falta
de
r
ea
lismo , de
la
·
'que
tanto se abusa
en
los choques
políticos
actuales
para
rechazar de
plano una
propuesta, demuestra,
ante
todo, la ausencia
de
v
oluntad
y
decisión.
Como señaló hac
e poco
Cornelius Cas toriadis,
la c
risis del
m
undo
occidental
reside, precisamente,
en el h
ec
ho de
que
dejó de cuestion rse
sí
mismo .
10
Per
o el cues tionar se a sí
mismo
fue
el
secreto
más
profund
o
en la búsqueda
a
somb
r
osa
y sin precedentes
emprendida
por el mundo occiden
ta
l para
mejorarse
a sí m
ism
o, y que
explic
a
también su
igualmente
145
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
http://slidepdf.com/reader/full/baumantrabajo-consumismo-nuevos-pobrespdf 140/149
asombroso
éxito
para alcanzar el ambicio,so objet.ivo
que
se pro
ponía. Fue pos ible y por cierto, inevitabl cuestionarse a
sí
mismo
a
partir
del
d
esc
ubrimient
o
de que
los
fundamentos
de
todas
nuestras elaboraciones son at·bitrarios
y
lo
seguirán
siendo.
Siendo arbitrarios, bien
pueden se
r
reemplazados
po1·
otros, con tal de
que
pueda argumentarse
convincentemente
en fav
or
del reemplazo. Pero ese autocuestionamiento del mun -
do occidental parece haber
desaparecido.
Nos olvidarnos de
que
tratar a
una
persona como
una
cosa o un sistema puramente
mecánico
no es
menos, sino
más
imaginario
que
afirmar
que
la
vemos como a una lechuza . Y una vez
que
lo olvidamos, deja
mos de
plantearnos
las
preguntas que
hicieron del
mundo
mo
derno
la
más inquieta
e
innovadora
de
las
sociedades
huma
nas. He aquí algunas de ellas: Bien, todo
está
s ubordinado a
la eficacia; pero,
¿eficacia
para quién, en
vista
de qué, con
qué
objeto? Se logt·a el
crecimiento
económico, es ciet·to; pero , ¿cre
cimiento de qué, para quién, a qué costo,
par
a llegar a dónde? .
Si estas
preguntas no se formulan, desapa recen los obstácu
los
para
el
eva
r nuestra propia racionalización
imaginaria,
in
cesante, continua, ilimitada
y
autocomplaciente (
que lleva
a
reempl
aza
r a
una
persona
por
un
co
njun
to
de
rasgos parcia
les se
leccionados arbitrariamente e n funci
ón de
fines también
arbitrados ) al rango de necesidad objetiva,
relegando
todas
-las dudas al
dominio
exclusivo
de personas
que
no son serias,
como poetas y novelistas .
11
Recient
eme
nte, Claus
OITe
12
presentó u planteo contundente
y per
sua.sivo
para encontrar
una solución rl}.dical a
la
crisis de
nu
estro
tiempo. El
núcleo
de
su propuesta
es la idea de
que
el
derecho a un
ingreso individu l
puede ser disoci do de l ca-
p cid d re l de obtener un ingreso . Puede
serlo, sí, aunque
a
condición
de un
tremendo
cambi
o de perspectiva:
desde aque
lla
basada
en ftl trabajo asalariado, como lo determinaba la
ética
del
trabajo, al reconocimiento de un d
erecho esencial
y
una garantía básica,
dictados por la condición intrínseca y la
dignidad
de todo
ser humano:
Se logra esa
disociación
financiando
la seguridad
social
con
im
-
puestos,
e
liminando
la
investigación de
ingre
sos
y
la
evaluación
de la di
spos
ición a l trabajo, y reernpl<J.zando gradualmente elJ?rin-
cipio
de
equivalencia por
el de
necesidad.
Po1·
último,
reconociendo
al
individuo
corno fundamento esencial
para
el
derecho
(a los be-
neficios sociales].
l transformar el
sistema
de seguiidad
soci
al
de
1
46
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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a(;uet·do con estos ¡.¡t·incipio:s,
es
po::;ib le ll
eva
r los valores
de
liber·
tad, igualdad y j
ust
icia social
qu
e
caracte
riz
aron
al Estado bcxw
facto
r·
a la fase de d
esél
rrollo
en que
in:;re
saro
n los
Est
ados
capita
listas, una etapa donde el objetivo de pleno empleo quedó m
áH
nll:t
de
lo
realista
y
deseable.
Hay que espera r,
por
cier to, que a
la
luz
de
lo dicho sobr·•·
nues tra renuncia a cuestionar
el mundo,
la
s propuestas
dn
<
>fli•
parezcan
dema
s ia
do
imprecisas. Y n o podría ser d'e otro modo,
ahora que todos
y cada uno
de los partidos polí
ticos
de iru¡tor·
tancia
parecen
ir
e n dirección
opuesta
y
ven
los síntoma.'4 d .
enfermedad
como
signos
de
recuperaci
ón
y
la
s
causas
de
la ••u
fermedad com o remedios.
No
parece haber fuerza polít.it:u
.¡,,
importancia - a
la izqu
ierda o a la
derecha
del espectro }Jolll.i
co- que,
an
t e
las
ideas
de Offe y otras s imilares, no reo.<.:dorw
recha
zándolas, sea
por oportunismo
políti
co o s implementn
Jllll'll
ga
nar
votos. Y, si se
los
presio
na e n público, l
os
"polítieo."4
1'1'11
po
n
sables
rechazarían probablemente el proyecto
d11
n•rrlu
básica
garan ti
zada basándose en la imposibilidad est di tf.ÍI II
de fin a nciarlo, o por su "falta de realismo político (li'OJH'lrlll
co. Pasarían por a lto, s in emb
ar
go , e l
dudo
so realismo-el•• ,.,,
cur
so
s
de
moda co
mo el
de la
adm
inistración de la1 :1 cri:·d:•.
Y sin
embargo,
como acertadamen te señala Offo,
HllH JI''"
pue
sta
s so
n,
en última
instancia, conservadoras.
No proptllll'll
una r evolución, s
ino
la conservación de valores é ticos y m ~ L J I I I
turas sociales que son básicos para la civilización occiclt•nl.ul,
en circunstanci
as
e n
la
s que
las
inst
ituciones
h eredadn 4 yu 1111
pued
en garantiza r
su
propio
funcionamiento.
Y,
pueRto 11'11'
l1111
p r o p u
e s t ~
t ien
en
un
objet
ivo
tan
conservado
r,
el peso de la prueba cae sobre [sus·) adversarios .. O bien d4••u•llll
poner fin al consenso social ético de la
po
sguerra, o deben d.-mu"
trar
que, en el la
rg
o plazo, se p
ueden
cump
lir
s
us
exigonl'inn Jllll
medios istintos
que
el de un ingreso básico, cosa que ... IIOH """''
'"
sumamen
te
dudosa.
Pa recería que Offe subestimara la
capac
idad de l'CHiHI.c•lll'lll
de
s
us adv
er s
ari
os,
olvidando
la
posibilidad
b s o l u t : · u n c : n l o ~ •
r'e•ul,
o
fr
ecida por la socieda d de consumo, de que deciduu, l ' tml r
todo
lo
esperado,
por
terminar con el
acuerdo
socinl
d1•
In
Jllt
lt
guerra .
Offe formula como
pregunta retórica
lo qntll•ll,l' '
' '
l.at
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lidad, un dilema práctico. Pero, sea
cual
fuere la e leccción que
se haga, la decisión
no
dejará
de
ser
como él
la describe. Las
consecuencias
sociales
y
éticas
de
oponerse
a
considerarlas
se
riamente
negando su presencia
son, lisa y llanamente,
incal
culables.
Por
más radical
que
parezca el planteo de
Offe,
necesita ser
acompañado de otro: el de disociar el trabajo del
mercado
de
trabajo. No hace mucho, .Melissa Benn observó
que
cuando los
hombres
dedicados a la política hablan del trabajo,
se refieren
casi siempre al trabajo
remunerado .l
3
Esto no es del todo cíeJ·-
Lo ya
que
trabajo remunerado
es lo
que
está en
la mente de
los
políticos
-hombres
y
mujeres-
al
hablar
de
trabajo.
La
política
sigue siendo, en gran
medida,
cosa de hombres;
aun
que muchas mujeres
actúen en
ella.
Lo
cierto es que la identi
ficación del trabajo con el
trabajo
remunerado fue una conquista
histórica de los varones que, como señaló Max Weber hace
tiem
po,
montaron
sus negocios lejos
del
hogar,
donde
dejaban a sus
mujeres para que desempeñaran las otras actividades necesa
rias
para
vivir.
Desde entonces, esas actividades dejaron de
:;er
consideradas trabajo
y
en
.consecuencia,
se transformaron
1 11 económicamente invisibles .
l .a idea
de
trabajo ingresó
así en
la política, donde se trans-
fi,rmó en objeto
de lucha en
un terreno
también
monopolizado
por
varones: el campo de
batalla
de
los
derechos sindicales
y
la
~ I J i s l a c i ó n laboral. Así, el trabajo quedó restringido
a las ac-
tividades que figuran en
los
libros de negocios; es decir, al tra
bajo que se vende y que
se compra,
que tiene un valor en el
uu:rcado y, por lo tanto,
puede
exigir una
remuneración
mone
l.nri
u. Quedó
fuera
del
trabajo, prácticament
e,
todo lo pertene
~ Í i m t e al mundo
de las
mujeres;
pero no sólo
eso.
Cada
vez que
su
hablaba de trabajo, se olvidaban
las
tareas domésticas
o
aJa
crianza de los niños, ambos territorios
eminentemente
femeni
Hol::l; y tampoco se hacía
referencia
a la infinidad de habilida
d < s sociales puestas en
práctica
y a las interminables horas
pasadas,
en la administración cotidiana de
lo queA H.
Halsey
y
Michael Young
denominan la
economía de
la mo.r:al". La éti
ca
del
trabajo
coincidió
con
esa
discriminación
concentrada
y
no objetada:
quedarse
fuera del mercado laboral, realizando
tareas invendibles
y
no vendidas,
significó,
en la lengua de la
ética
del
trabajo,
estar
desempleado. Ir
ónicamente,
sólo a los
políticos de alto
rango
se.les permite declarar
públicamente
su
148
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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satisfaccióu cuando, al abandonar un cargo representativo s u
trabajo--,
se
disponen
a .rasar más tiempo
con sus
familias .
Las
consecuencias
de
lo
ante
·
rior
son,
en
muchos
sentidos,
desastrosas. Contribuyen a la disolución, gradual
pero
impla
cable,
de la
comun
ida d y los lazos baiTiales, de la cohesión
social cuyo mantenimiento
requiere
tiempo ,
trabajo
y dediea
ción. Dejan
huellas
profundas y, en genera l, negativas en la
estructura y viabilidad
de
las
familias.
E r
osionan
g r v ~ e n t e
el suelo en
que se
arraigan
las
¡·elaciones humanas y
todo
vín
culo moral
entre
las
personas. En general,
han
hecho y
siguen
haciendo
mueho daño
a
la
calidad
de vida
(que casi
nunca
se
distingue
del estándar de
vida ,
tema
siempre
considerado
aparte
. Ese
daño no puede ser
reparado
ni compensado por
las ofertas
del mercado,
ni por el
crecimiento
en
la capacidad
de consumo, ni por el sesudo asesoramiento del mejor consejero.
La
emancipación
del trabajo
de los cálculos centrados en el
mercado
y
de
l
as
restricciones que esos cálculos imponen
exigiría reemplaz
ar la
ética
del
trabajo, molde
ada
en
favor
del
mercado
de trabajo, por una
ética
del trabajo
bien
realizado
[workmanship]
Como seña
ló
haee tiempo Thorstein
Veblen,
el instinto
de
hacer
bien una
tarea es
(a
diferencia de la
ética
del
trabajo,
que
es
sólo
una
invención
moderna) una predispo
sición
natural
y
permanente
de la especie humana .
Los huma
nos
somos,
por naturaleza, seres Cl·eadores, y
resulta
degra
dante suponer que lo que separa el trabajo
del no
trabajo, el
esfuerzo de la
holgazanería, es
sólo la etiqueta
que señala su
precio. Se
mutila la natuátleza
humana al
sugerir
que, sin un
pago,
preferiríamos permanecer
ociosos y
dejar que
nuestra
capacidad y
nuestra
imaginaciór.rse pudrieran y henumbraran.
La
ética del
trabajo bien realizado
podría
devolver a ese instin
to
eseocial la dignidad la importancia
que
la ética
del traba
jo,
nacida
en la moderna sociedád capita
lista, le
negó.
No será
la priméra vez
en la
historia
que
nos
encontr emos
en
una
encrucijada. Y los
cruces de
caminos exigen decisiones.
La primera, y para nada obvia, es
reconocer
la encrucijada como
tal: aceptar que hay
más de un
camino
para
seguir adelante y
que, a veces, la
marcha
hacia el futuro (hacia cualquier futuro)
supone giros violentos. ··
Nos
sentimos tentados de rechazar la idea de Offe:
disociar
el
derecho
a un ingreso de la capacidad de obtenerlo y apartár
el trabajo
del
mercado de
trabajo. La
propuesta nos suena
como
149
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una
utopía más;
una
más
en
esta larga
historia
de
los
hom
bres, definida
muchas
veces con desdén como e
l
cementerio
de las utopía.s . Porque la
n u e s t ~ es
una época
de utopías in
dividuales , privatizadas;
y
está
de moda reírse de proyectos
que impliquen
poner a prueba l
as
opciones
que
se abren
ante
nosotros.
Cua
lq
uier emdi to serio
y
realista podría concluir hoy
q
ue las
id
eas
propuestas
por f T ~
no
merecen aten
ció
n.
Y
tendría bue
nos
motivos para
ello. Como sostuvo
recientemente
Roger·-Pol
Droit, la
realidad
está
llena
, como
un
huevo. Y
es prácticamen
te
imposible
escapar de
sus límites. Los
creemos eternos,
hasta
que
son
borrados por
la
hi
storia .¡.¡
Y
continúa
señalando que
en
la
recia de Pericles
o
en la
R
oma de
César·
habría
sido
un
dis
parate pensar en un mundo sin esclavos, como habría si
do
im
posible concebir un
mundo
sin r
eyes en
los
tiempos de Bossuet.
Y ahora,
¿por qY é
estamos tan seguros de que
una economía
que
no sea esclava
del
mercado
es
una incongruencia y
que
la des
igualdad creciente
no
puede ser frenada? Droit
concluye: Más
que
detener e l
progreso
de
la
utopía,
quizá nu
estro
tiempo
esté
preparando
el campo para au regreso Cuanto más repitamos
q
ue
la política
no
deja espacio
para
los sueños, más
crecerá el
deseo de un mundo
radicalmente
distinto . Con segur
idad que
Paul Ri
coour estaría
de
acuerdo:
hace más de
diez
años
observó
que
en nuestro tiempo, bloqueado por sistemas en
aparienc
ia
invisibles,
la
utopía
es nuestra am1a
pr·incipal
para
impedir c
ual
quier
cien-e del
debate.
15
Y
hace much
o menos
tiempo,
después
-de
terminar su revis
ión de
la hist.oria latin
oamericana, Fernan
do
Ainsa sugi
rió
que en
lugar
de
hablar
de
u-topía, un lugar
que
no
está
en
ningún
lugar
,
sería más
a
pro
pi
ado
pensar
'€n
p -
topía:
el espacio de todos los lugares.
16
En
rigor,
la propuesta de disociar el derecho
a
un
i
ngreso de
la c a ~ a c i d a d de obtenerlo es cualquier cosa menos
una
idea
conservadora. Por el contrario: de nuestro razonamiento su
r
ge
que hatia falta
un
giro violento para ponerla en práctica.
Ha
bría
que
renunciar a
unos cuantos supuestos hoy sagrados
(más
que
sagrados, por ser
irreflexivos) sobre nuestro modo de vida.
Olvidarse, por
ejemplo,
de
que
la
eficiencia
es buena siempre,
sin importar
para qué sirva
y
cuál pueda ser su
consecuencia
en términos de sufrimiento
humano.
O
que
esto
que
se
ll
ama
crecimiento.económico''
que estadísticamente puede definirse
como
más
hoy que ayer,
mañana más
que hoy - es bueno en
150
.
7/23/2019 Bauman_Trabajo consumismo nuevos pobres.pdf
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sí mi::mw, t
ambién, sin importar
el daño
que pr
od
uzca
a la co
n
dición humana
y a la
naturaleza, esta
co
ndi
ción compartida
por toda la
hum
a nidad .
A quienes digan que la violencia
del
giro constituye, de por
sí, un
poderoso
argu
men
to
para
no
intentarlo, se les
co
nt
e
sta
rá citando una ve-z má
s a
Cornelius Castoriadis
.
Cuando uno
de
sus entrevist
a
dores
le preguntó : "¿Qué
quiere
,
entonces?
¿Cambiar a la hum a
nid
a d?'', Castoriadis
respondió:
"No; algu
mucho más
mod
esto:
quiero que la
humanidad cam
bie,
corno
ya lo h.izo dos o tres veces" .
17
Hay
, al me nos,
alguna
esperanza de que la huma
nidad
cmn
pla
la
hazaña
una
vez
más
.
Después
de todo
,
como
subray<'t
espléndidamente P
atrick Curry
, "
la voluntaria inocencia
d .
todos se está convirtiendo en
la
única alt
e
rnativ
a posible
frou·
te
a
la falt
a de
solidaridad
colectiva".
18
Notas
l No hay nada necesad
o"
o inevitable" en la elección.
En
t é r m i n n ~
tractos, toda elección
es
arbittai;a y contingente: siempre podría habo111c uri••ll•
t:'sdo en
ot
ro
rumbo
(esto
es
,
ju
s tame
nte,
lo que n
os perm ite
ha
blar do "i'il•
••·
ción").
Pero
toda
elec
ci.ón, co
mo
sost
i
en e Cor
neli
us Casto:-iadis, se x p n • t ~ n
••u
el "imaginad o'' que._controla a
la
sociedad,
por
debajo del modo en
qt\11
lo11
miembros
de
esa sociedad se piensan a sí mismos y piensan el mundo qtll ' lu11
rodea.
Dado el canict
er
de
hecho que t iene ese "i
maginari
o" -prt ITf.u:innul,
in
corporado como segu
nda naturaleza - ,
l
o.;;
in te¡,rrantes
de la
socic
dwl 1111
p
er
c
ib
en
la
elecc
ión
como
tal
ni
so
n co
nscie
ntes
tampoco
de
su
i c t . ~ ~ r t UII
Lin eente, cosa que los distingue
de
otras soc
ied
a des. La
fuerza
de
ese
cunt.rul
es re
flejo di
recto de la abrumadora
"o
bviedad
"
de la
elecci
ón y, en conHI t:IIIHI
cia,
r
efleja tam
bié n la dificul
tad
de
pe
nsa r
la pr
o
pia
socie
dad
y to
dn
lun
demás
fuera
de la per p
ectiva
del ''
ima¡rínalio'' pr
opio. N o somos CllfiiU't'"•
por
ejemplo,
"cuando nos referimos a la é poca fe
ud
a l,
de
déji\r
de
lnclu ,,¡
concepto de
ec
onomía,
o
de
de
jar de
co
nsid
e
ra
r
económicos fenómenos
qu•• 1111
lo er
an par
a
la gente
de
esa época
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Ífi i i i Y
Inad
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uí si
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Según Lynn
Karoly,
economist
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de la Rand
C
orp
o
ration, cita
do en
l n t e r n n t i o 1 ~ a l Herald
Tribune,
30
-
31
de
marz
o
de 199
6.
6. L.
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B. 118,
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Comte, A.
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Connerly, W
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P.
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dependencia 124
desempleo 11,
101
Diderot, D.
22
disciplina
12, 18-24, 30,
35
,
39
Droit, R.-P.
150
Duelos, D. 97
ejército
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de
obra
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136,
138
elección
del consumidor 54-57,
59, 62,
66-7, 91-92, 111
Emmanuelli,
X.
70,
142
estética
del trabajo 55-9, 68
estratificación en la sociedad de
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54, 59,
66-67,
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137
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121, 124
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M.
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B.
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