Post on 18-Dec-2015
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Historia
Gayatri Chakravorty Spivak
Parte de la crtica ms radical que surge en Occidente durante los aos ochenta fue el
resultado de un deseo interesado por conservar al sujeto de Occidente, o al Occidente como
Sujeto. La teora de los efectos de sujeto pluralizados le cre con frecuencia una cubierta a
este sujeto del conocimiento. A pesar de que la historia de Europa como Sujeto es
narrativizada por la ley, la economa poltica y la ideologa de Occidente, este Sujeto oculto
pretende no tener determinaciones geopolticas. De este modo, la crtica al sujeto soberano,
a la cual se le ha hecho tanta publicidad, en realidad inauguraba un Sujeto. Argumentar a
favor de esta conclusin, al analizar un texto producido por dos grandes practicantes de esa
crtica: Los intelectuales y el poder: una conversacin entre Michel Foucault y Gilles
Deleuze.1 En este caso, as como cierta crtica de las mujeres del Tercer Mundo que
romantiza la lucha unida de las mujeres obreras, estos [intelectuales] radicales hegemnicos
tambin conceden una subjetividad indivisa [no escindida] a las luchas de los obreros. Mi
ejemplo proviene de fuera de estos dos circuitos. Por tanto, le dedicar algn tiempo a estos
radicales hegemnicos.
La versin en ingls de este texto corresponde a un extracto de History, el tercer captulo de Spivak, 1999. A Critique of Postcolonial Reason: Toward a History of the Vanishing Present (Cambridge: Harvard University Press, pp. 198-311), en el cual la autora revisa su famoso ensayo Can the Subaltern Speak? (Puede hablar el subalterno?). La presente versin fue tomada de Nara Arajo y Teresa Delgado (Eds.), 2003. Textos de teoras y crtica literarias (Del formalismo a los estudios postcoloniales) (Mxico, Universidad Autnoma de Mxico/Universidad de la Habana, 2003, pp. 759-792). En virtud de la presente compilacin, el editor ha revisado esta traduccin, e introdujo cambios cuando fue necesario. Agradecemos a Gayatri Chakravorty Spivak por autorizarnos a republicarla. 1 Michel Foucault, Language, Counter-Memory, 205-17 (en adelante citado como FD). He modificado la versin en ingls, a partir de otras traducciones al ingls, en donde la fidelidad al original pareca demandarlo. Es importante hacer notar que la mayor influencia de los intelectuales de Europa Occidental en los profesores y estudiantes estado-unidenses se da por medio de colecciones de ensayos, y no de largos libros traducidos. Adems, es comprensible que en esas colecciones sean las piezas ms tpicas las que se hacen vigentes. (La estructura, el Signo y el Juego es un ejemplo.) Por lo tanto, desde la perspectiva de la reproduccin terica e ideolgica, la conversacin que aqu se trata no ha sido, necesariamente, invalidada. En mi propia escasa produccin, las entrevistas, el gnero menos considerado, ha mostrado ser embarazosamente popular. Ni qu decir que uno no produce un Samuel P. Huntington (The Clash of Civilizations 1996) para calcular esto.
He elegido este intercambio amistoso entre dos filsofos activistas de la historia, ya que
rompe con la oposicin entre la produccin terica autoritativa y la prctica de conversar sin
vigilancia, lo cual hace posible que uno pueda entrever el camino que sigue la ideologa. [...]
Los participantes de esta conversacin enfatizan las contribuciones tericas ms importantes
del postestructuralismo francs: primero, que las redes de poder/deseo/inters son tan
heterogneas que reducirlas a una narrativa coherente es contraproducente; se requiere una
crtica persistente; y, segundo, que los intelectuales deben intentar develar y conocer el
discurso del Otro en la sociedad. No obstante, los dos filsofos ignoran, sistemtica y
asombrosamente, la cuestin de la ideologa y la forma en que ellos mismos estn implicados
en la historia intelectual y econmica.
Aunque uno de los principales presupuestos sea la crtica del sujeto soberano, la
conversacin entre Foucault y Deleuze est enmarcada por dos sujetos-en-revolucin
monolticos y annimos: un maosta2 y la lucha obrera.3 Sin embargo, los intelectuales
son nombre y diferenciados; adems, el maosmo chino no est en ninguna parte operativo.
El maosmo tan slo crea en esta discusin un aura de especificidad narrativa, por lo que
resultara una banalidad retrica inofensiva, si no fuera porque la inocente apropiacin del
nombre maosmo para el extravagante fenmeno del maosmo intelectual francs y, por
tanto, para la Nueva Filosofa, vuelve a Asia, sintomticamente transparente.4
La referencia por parte de Deleuze a la lucha obrera resulta, de igual modo, problemtica; se
trata, evidentemente, de una genuflexin:
Y no se puede tocar un punto cualquiera de aplicacin [del poder] sin encontrarse
enfrentado a este conjunto difuso que desde ese momento se estar forzando a
intentar reventar, a partir de la ms pequea reivindicacin. Toda defensa o ataque
revolucionario parciales se ensamblan as con la lucha obrera.5
2 Foucault, FD, 207 (trad. esp. Los intelectuales y el poder, 83 [e.]). 3 Deleuze, FD, 217 (Los intelectuales y el poder, 93 [e.]). 4 Hay una referencia implcita en la entrevista a la oleada del maosmo posterior a 1968 en Francia. Ver Michel Foucault, On Popular Justice, 134. La explicacin a la referencia enfatiza mi punto, al develar la mecnica de la apropiacin. El estatus de China en esta discusin sirve como ejemplo. Si bien Foucault se lava las manos de manera persistente diciendo No s nada de China, sus interlocutores muestran hacia China lo que Derrida llama el prejuicio chino. 5 FD, 217 (Los intelectuales y el poder, 93 [e.]).
La aparente trivialidad es muestra de una falta de reconocimiento. La declaracin ignora la
divisin internacional del trabajo, un gesto que, con frecuencia, caracteriza a la teora poltica
postestructuralista. (El actual feminismo universalista post-sovitico gnero y desarrollo
al estilo de las Naciones Unidas lo disimula).6
A pesar de su inocencia, invocar a la lucha obrera resulta desafortunado, por cuanto con ello
no se puede contender con el capitalismo global: la produccin-de-sujeto, obrero y
desempleado, dentro de las ideologas del Estado-nacin en su Centro; la disminucin, cada
vez mayor, del acceso a la plusvala por parte de la clase obrera de la periferia, y, por tanto, a
una formacin humanstica dentro del consumismo; y la presencia en gran escala del
trabajo paracapitalista, as como del estatus estructural heterogneo de la agricultura en la
periferia. Ignorar la divisin internacional del trabajo, presentar a Asia (y, a veces, a
frica) como transparente (a menos que el sujeto sea de forma ostensible el Tercer
Mundo), y restablecer al sujeto legtimo del capital socializado, son todos problemas
comunes tanto de la teora postestructuralista como de la teora comn y corriente. (La
invocacin de la mujer es igual de problemtica en la presente coyuntura.) Por qu tales
oclusiones deberan sancionarse precisamente en aquellos intelectuales que han sido
nuestros mejores profetas de la heterogeneidad y el Otro?
El vnculo con la lucha obrera se localiza en el deseo de acabar con el poder en cualquier
punto donde ste se aplique. Se interpreta demasiado como una valoracin simple de
cualquier deseo por destruir cualquier poder. Utilizando citas de Marx, Walter Benjamin
comenta sobre una poltica semejante en Baudelaire:
Marx: contina con su descripcin de los conspirateur de profession, de la siguiente
manera: [] No tienen otro objetivo ms que el inmediato de derrocar al gobierno
existente, y desprecian profundamente la ilustracin ms terica de los trabajadores
en lo que respecta a sus intereses de clase. De ese modo, dirigen su furia no la
proletaria, sino la plebeya a las habits noirs (gabardinas negras), las personas ms o
menos cultas, quienes representan (vertreten) esa parte del movimiento y de quienes
no se pueden independizar por completo, de la misma forma que no lo pueden hacer
de los representantes oficiales (Reprsentanten) del partidoo Las reflexiones polticas
de Baudelaire, en el fondo, no van ms all de las reflexiones de estos conspiradores
profesionales [] l tal vez pudo haber enunciado lo dicho por Flaubert: De toda la
poltica, slo soy capaz de entender una cosa: la revuelta, es decir, la propia.7
Esto tambin es una reescritura de la responsabilidad, comprensible como narcisismo en el
menor de los casos; tal vez no podamos hacerlo de otro modo, pero lo podemos intentar. O si
no, por qu hablar siquiera del don?8
La relacin con la lucha obrera se ubica, simplemente, en el deseo. ste no es el deseo de El
Anti-Edipo, que constituye un mal-nombre deliberado para un flujo general (donde el sujeto
es un residuo), y para el que ningn nombre adecuado puede hallarse: una catacresis
nominalista. Admiro ese valiente esfuerzo, especialmente por las formas en que se vincula
con esa otra catacresis nominalista: el valor. Para contrarrestar al psicologismo, El Anti-Edipo
usa el concepto-metfora de las mquinas:
El deseo no carece de nada, no carece de objeto. Es ms bien el sujeto quien carece
de deseo, o el deseo quien carece de deseo fijo; no hay ms sujeto fijo que por la
represin. El deseo y su objeto forman una unidad: la mquina, en tanto que mquina
de mquina. El deseo es mquina, el objeto del deseo es todava mquina conectada,
de tal modo que el producto es tomado del producir, y que algo se desprende del
producir hacia el producto, que va a dar un resto al sujeto nmada y vagabundo.9
Uno de los momentos ms sagaces de la desconstruccin es su advertencia, desde sus
primeros das hasta los actuales, de que lo relativo a la catacresis est enlazado a lo
emprico.10 A falta de esta precaucin prctica, el filsofo oscila entr la catacresis terica y
6 Esto es parte de un sntoma mucho ms grave, como argumenta Wolf en Europe and the People without History 1982. 7 Benjamin, Charles Baudelaire, 2. Foucault halla en Baudelaire el caso tpico de la modernidad (Foucault, What is Enlightment?, 39-42). 8 Incluso si el don no fuera otra cosa que un simulacro, an uno debe dar una explicacin de la posibilidad de este simulacro. Y tambin una explicacin del deseo de dar una explicacin. Esto no puede hacerse en contra de o sin el principio de razn (principium reddendae rationis), incluso si ste encuentra ah tanto su limite como su fuente (Derrida, Given Time, 31). 9 Deleuze y Guattari, Anti-Oedipus, 40-41 y passim, p. 26 (trad. esp.: El Anti-edipo, 33-34 [e.]). 10 Qu es la escritura? En qu se la reconoce? Qu certeza esencial debe guiar la bsqueda emprica?... Sin aventurarnos hasta la peligrosa necesidad de la pregunta sobre la archi-pregunta
el realismo prctico ingenuo, como en una contradiccin que podra ser inofensiva en un
contexto donde quiz se acepte tcitamente la buena voluntad. Como observamos a diario,
esa contradiccin entre la teora y su juicio es deplorable si se la aplica globalmente.
As, el deseo como catacresis en El Anti-Edipo no altera la especificidad del sujeto deseante (o
del efecto-de-sujeto residual), que se adhiere a instancias especficas del deseo emprico. El
efecto-de-sujeto que surge subrepticiamente, se parece demasiado al generalizado sujeto
ideolgico del terico. ste quiz sea el sujeto legtimo del capital socializado, ni clase obrera
ni dirigente, poseedor de un pasaporte fuerte, que utiliza una moneda fuerte o estable,
con acceso incuestionable al proceso correcto. De nuevo, los lineamientos del aparatchik
feminista al estilo de la ONU son casi idnticos: su lucha contra las medidas patriarcales son
completamente admirables por su localizacin; pero deplorables cuando se aplican
globalmente. En la era del capital globalizante, las catacresis deseo y globo la corteza
global como cuerpo sin rganos estn contaminadas por la paleonoma emprica en varios
sentidos. Es un corte (euro-norteamericano) en un flujo (del Grupo de los Siete).
Deleuze y Guattari consideran las relaciones entre deseo, poder y subjetividad en el nivel
emprico, o constituido de forma ligeramente fuera de sincrona: contra la familia y contra
el colonialismo, Esto los hace incapaces de articular una teora general o global de los
intereses, textualizada en la actual coyuntura. En un contexto as, su indiferencia ante la
ideologa (una teora necesaria para la comprensin de los intereses constituidos dentro de
los sistemas de representacin) es sorprendente, aunque consistente. La obra de Foucault no
puede trabajar en el registro formador-de-sujeto de la ideologa, a causa de su tenaz
compromiso con lo subindividual y, en el otro extremo, con los grandes aparatos colectivos
(dispositifs). Aun as, como muestra este registro conversacional, el sujeto emprico, el sujeto
intencional, inclusive el s-mismo, deben asumirse constantemente en clculos radicales. As,
en su influyente ensayo Ideologa y aparatos ideolgicos de Estado (notas para una
investigacin), Louis Althusser debe colocarse en ese insoslayable terreno medio, y asumir
qu es?, nos protegeremos an en el campo del saber gramatolgico (Jacques Derrida, Of Grammatoloy, 75, en adelante citado como OG) (trad. esp.: Derrida, 2005. De la gramatologa. Buenos Aires: Siglo XXI, p. 98 [e.]). En Desistance, Derrida apunta que lo critico est siempre contaminado por lo dogmtico y hace, as, la distincin de Kant, especulativa. En Glas los filosofemas estn reproducidos tipogrficamente, ms que ex-teriorizados en comportamiento intencional, como en la conversacin que estamos discutiendo.
un sujeto, incluso si emplea un lenguaje ms cientfico, para describir el trabajo abstracto
promedio o la fuerza de trabajo:
La reproduccin de la fuerza de trabajo no slo exige una reproduccin de su
calificacin sino, al mismo tiempo, la reproduccin de su sumisin a las reglas del
orden establecido, es decir una reproduccin de su sumisin a la ideologa dominante
por parte de los agentes de la explotacin y la represin, a fin de que aseguren
tambin por la palabra el predominio de la clase dominante.11
Cuando Foucault considera la heterogeneidad penetrante del poder, no ignora la inmensa
heterogeneidad institucional que Althusser trata de esquematizar aqu. De modo similar, al
hablar de alianzas y sistemas de signos, del Estado y las mquinas de guerra, en Mil mesetas,
Deleuze y Guattari estn poniendo al descubierto precisamente ese mismo campo.12 No
obstante, Foucault no es capaz de admitir que una teora desarrollada de la ideologa pueda
reconocer la produccin material que ella misma genera dentro de lo institucional, as como
en los instrumentos efectivos para la formacin y la acumulacin del conocimiento.13 Ya
que estos filsofos parecen estar obligados a rechazar todos los argumentos que nombren el
concepto de ideologa, al considerarlos nicamente como esquemticos ms que textuales, de
igual manera se ven obligados a establecer una oposicin mecnicamente esquemtica entre
el inters y el deseo, cuando su catacresis inevitablemente de desplaza hacia el terreno
emprico. Por tanto, estos pensadores se alinean sin darse cuenta con los socilogos
burgueses que llenan el lugar de la ideologa con un inconsciente continuista o con una
cultura parasubjetiva (o activistas de Bretton Woods que hablan de la cultura
aisladamente). La relacin mecnica entre deseo y inters es clara en enunciados tales como:
[Es posiblemente que, en trminos de inversiones, tanto econmicas como inconscientes, el
inters no tenga la ltima palabra; existen inversiones de deseo que explican que se tenga la
necesidad de desear], no contra su inters, ya que el inters sigue siempre y se encuentra all
dnde el deseo lo sita, sino de desear de una manera ms profunda y difusa que la su
11 Althusser, Lenin and Philosophy, 132-133; traduccin modificada (trad. esp.: Ideologa y aparatos ideolgicos de Estado, 119 [e.]). 12 Deleuze y Guattari, A Thousand Plateaus, 351-423 (trad. esp.: Tratado de nomadolologa, 351-423 [e.]). 13 Foucault, PK, 102 ( Clase del 14 de enero de 1976, 155). Sobre esto, consltese tambin a Hall, El problema de la ideologa: marxismo sin garantas, 3-16.
inters.14 Un deseo indiferenciado es el vector, y, el poder interviene para producir los
efectos del deseo: el poder [...] produce efectos positivos al nivel del deseo, y tambin al
nivel del saber.15
Esta matriz parasubjetiva, entrecruzada con la heterogeneidad, subrepticiamente introduce
al Sujeto innominado, por lo menos para aquellos trabajadores intelectuales influidos por la
nueva hegemona de la catacresis pura. La carrera por la ltima instancia se libra ahora
entre la economa y el poder. Ya que, a causa de la no reconocida e inevitable contaminacin
emprica de la catacresis, el deseo se define en forma tcita y repetida sobre la base de un
modelo ortodoxo, en su unidad el deseo puede ser opuesto a estar engaado. Althusser ha
puesto en tela de juicio que la ideologa pueda ser vista como una falsa conciencia (estar
engaado). Incluso Reich presentaba, si bien de manera implcita, la idea de una voluntad
colectiva, en vez de una dicotoma entre el engao y el deseo no engaado: Es preciso estar
dispuesto a escuchar a Reich: no, las masas no han sido engaadas, ellas han deseado el
fascismo en un momento determinado.16
Estos filsofos jams aceptarn la idea de una contradiccin constitutiva; y es precisamente
en este punto que se separan de la Izquierda. En nombre del deseo, vuelven a incorporar el
sujeto indivisible al discurso del poder. En el registro de la prctica, Foucault con frecuencia
parece fusionar al individuo con el sujeto;17 y el impacto de ello sobre sus propias
metforas resulta tal vez mayor en sus seguidores. Debido a la fuerza de la palabra poder,
Foucault admite estar utilizando la metfora de un punto que, de manera progresiva,
irradia sus alrededores. Esos desvos son la regla y no la excepcin en manos menos
cuidadosas. Asimismo, el punto que irradia, al dar pie a un discurso efectivamente
14 Foucault, FD, 215 (Los intelectuales y el poder, 91). En vista de la importancia de este prrafo para la discusin de Spivak, he decidido colocar una cita ms extensa, y as permitir una mejor comprensin. La cita en ingls, es decir, su traduccin, es ms tajante que la original, en la cual no se seala But of course, we never desire against our interests (Por supuesto, nunca deseamos en contra de nuestros intereses): Cest peut-tre que, en termes dinvestissements, aussi bien conomiques quinconscients, lintrt nest pas le dernier mot, il y a des investissements de dsir qui expliquent quon puisse au besoin dsirer, non pas contre son intrt, puisque lintrt suit toujours et se trouve l o le dsir le met, mais dsirer dune manire plus profonde et diffuse que son intrt, Foucault, Dits et crits, 1182 [e.]). 15 Foucault, PK, 59 (trad. esp. Poder-Cuerpo, 115 [e.]). Para una interpretacin ms dedicada que intenta sobrepasar este riesgo, aunque nunca, por supuesto, completamente, vase Spivak, More on Power/Knowledge, 149-173. 16 FD, 215 (Los intelectuales y el poder, 91 [e.])
heliocntrico, llena el lugar vaco del vector con el sol histrico de la teora: el Sujeto
europeo.18
No es sorprendente entonces que, sobre el registro emprico del habla-de-resistencia,
Foucault articule otro corolario para desautorizar el papel de la ideologa, al reproducir las
relaciones sociales de la produccin: una valorizacin incuestionable del oprimido, del ser
objeto, como afirma de manera tan admirable Deleuze, instaurar las condiciones en la que
los prisioneros pudiesen ellos mismos hablar. Foucault aade que las masas saben perfecta
y claramente una vez ms, la temtica de no ser objeto de engao saben mucho mejor
que ellos [los intelectuales]; y lo afirman extremadamente bien.19 La ventriloqua del
subalterno que habla es el artculo de venta del intelectual de izquierda.
Qu pasa con la crtica al sujeto soberano en estos pronunciamientos? Los lmites de este
realismo representacional se alcanzan con Deleuze: La realidad es lo que pasa efectivamente
hoy en una fbrica, en una escuela, en un cuartel, en una prisin, en una comisara.20 Esta
exclusin de la necesidad de la difcil tarea de producir un aparato ideolgico
contrahegemnico no ha sido beneficiosa. Ha contribuido a que el positivismo emprico el
fundamento que justifica al neocolonialismo capitalista avanzado defina su propia arena
como experiencia concreta, lo que pasa efectivamente; (Como en el caso del colonialismo
capitalista, y mutatis mutandis, de la explotacin-como-Desarrollo. Diariamente aparecen
evidencias cuando se evala al sujeto nacional del Sur global mediante esta forma no
problemtica. Y se le crea una coartada a la globalizacin apelando al testimonio de la
mujer.) De hecho, la experiencia concreta, que funciona como garante del atractivo poltico
de los prisioneros, los soldados y los nios de escuela, se revela por medio de la experiencia
17 Para un ejemplo, entre muchos posibles, vase PK, p. 98 (Curso del 14 de enero de 1976, 152 [e.]). 18 No es sorprendente que la obra de Foucault, la temprana y la ms reciente, est apoyada por una idea de represin demasiado simple. En este caso su antagonista es Freud y no Marx. [Tengo] la impresin de que esta nocin [de represin], tan usada actualmente para caracterizar los mecanismos y los efectos del poder, es totalmente insuficiente para su anlisis, PK, 92 (Curso del 7, 146 [e.]). La delicadeza y argucia de la sugerencia de Freud que bajo la represin de la identidad fenomnica de los afectos es indeterminada, porque se puede desear un displacer [unpleasure] como placer, lo cual reinscribe de manera radical la relacin entre deseo e inters se desinfla aqu. Para un anlisis de esta idea de la represin, vase De la Gramatologa, 114, 361-363; y Derrida, Limited Inc., 74-75. De nuevo, el problema es el rechazo a considerar el nivel del sujeto constituido (en nombre de la catacresis no contaminada). 19 FD, 206-207 (Los intelectuales y el poder, 85-86 [e.]) 20 FD, 212 (Los intelectuales y el poder, 89 [e.])
concreta del intelectual, aquel que diagnostica la episteme.21 Ni Deleuze ni FoucauIt parecen
ser conscientes de que el intelectual, dentro del capital socializado, al blandir la espada de la
experiencia concreta, puede contribuir a consolidar la divisin internacional del trabajo,
haciendo de un modelo de experiencia concreta, el modelo. Estamos presenciando esta
dinmica en nuestra disciplina cada da, mientras vemos cmo el migrante postcolonial se
convierte en la norma, y se ocluye una vez ms al nativo.22
La contradiccin no reconocida, en el seno de una postura que valora la experiencia concreta
del oprimido, al mismo tiempo que no es crtica con el papel histrico del intelectual, se
conserva gracias a una falla verbal. As, Deleuze pronuncia este sorprendente enunciado:
una teora es exactamente como una caja de herramientas. Ninguna relacin con el
significante.23 Al considerar que el verbalismo del mundo terico y de su acceso a cualquier
obra definida, en contraposicin, como prctica es irreductible, entonces tal declaracin
slo le es til al intelectual, quien ansa demostrar que el trabajo intelectual no es ms que
trabajo manual.
Cuando se permite que los significantes hagan lo que quieran, es cuando las fallas verbales
tienen lugar. El significante representacin es un buen ejemplo. En el mismo tono
excluyente, que rompe con la relacin entre teora y significante, Deleuze declara: No existe
ya la representacin, no hay ms que accin, accin de teora, accin de prctica en relaciones
de conexin o de redes.24
21 La versin de Althusser sobre esta situacin en particular quiz sea demasiado esquemtica; sin embargo, parece estar programada de manera mucho ms cuidadosa que el argumento que aqu se analiza. El instinto de clase, escribi Althusser, es subjetivo y espontneo. La posicin de clase es objetiva y racional. Para adoptar posiciones de clase proletarias basta educar el instinto de clase de los proletarios; por el contrario, el instinto de clase de los pequeoburgueses y de los intelectuales debe ser revolucionado. Lenin and Philosophy, 13 (trad. esp.: La filosofa como arma de la revolucin, 13 [e.]) El esforzado double bind, la apora ya siempre cruzada, de este cuidadoso programa, es lo que uno podra estar leyendo en la actual insistencia de Derrida sobre la justicia como experiencia de lo imposible, sobre las decisiones que son siempre categricamente insuficientes para sus supuestas premisas. 22 Es til la repeticin aqu?, se pregunta mi annimo lector. Cito uno entre cientos de ejemplos al azar: una conferencia sobre Disciplinary and Interdisciplinary: Negotiating the Margin, en la Universidad de Columbia el 7 de noviembre de 1997. Toda la conferencia despert simpata entre diversas minoras de los Estados Unidos (lase Nueva York), entendida como el fin del feminismo radical, un fin que pareca enteramente saludable frente al viciado conflicto identitario que se libraba por debajo de la superficie. Un sujeto norteamericano multicultural fortalecido, el rostro ms nuevo de lo postcolonial, an' no hace nada por la globalidad y puede causar dao. El argumento, lamentablemente, vale la repeticin. 23 FD, 208 (Los intelectuales y el poder, 85-86 [e.]). 24 FD, 206-207 (Los intelectuales y el poder, 84 [e.]).
No obstante, en lo anterior se est sealando algo importante: que la produccin terica es
tambin una prctica; la oposicin entre teora abstracta pura y prctica
aplicadaconcreta, es demasiado rpida y fcil.25 Pero la manera en que Deleuze articula el
argumento es lo que resulta problemtico. Dos sentidos de representacin se estn
proporcionando de manera paralela: representacin como hablar por [speaking for], como
en poltica, y representacin como una re- presentacin [re-presentation], como en el arte o
la filosofa. En tanto que la teora es tambin accin, el terico no representa a (habla por) un
grupo oprimido. En s, el sujeto no es visto como conciencia representativa (una que re-
presenta la realidad de manera adecuada). Estos dos sentidos de representacin, dentro de la
formacin del Estado y la ley, por un lado, y en la predicacin del sujeto, por el otro, estn
relacionados, pero son irreductiblemente discontinuos. Cubrir dicha discontinuidad con una
analoga, que se presenta como prueba refleja de nuevo, es una forma paradjica de
privilegiar a un sujeto.26 Ya que quien habla y acta [...] es siempre una multiplicidad,
ningn intelectual terico [...] [o] partido o [...] sindicato puede representar a aquellos
que actan y luchan.27 Estn mudos aquellos que actan y luchan, a diferencia de aquellos
que actan y hablan (FD, 206)? Estos problemas inmensos estn sepultados en las diferencias
entre unas mismas palabras: consciousness y conscience (ambas conscience en francs),
representacin y re-presentacin. La crtica a la constitucin del sujeto ideolgico en el seno
de las formaciones del Estado y la economa poltica puede, ahora, borrarse, del mismo
modo que la prctica terica activa de la transformacin de la consciousness. Se evidencia la
banalidad de las listas de subalternos polticamente autoconcientes y astutos que realizan los
intelectuales de izquierda; al representarlos, los intelectuales se representan a s mismos
como transparentes.
25 La explicacin subsecuente de Foucault (PK, 145) de esta declaracin hecha por Deleuze se acerca ms al concepto derridiano de que la teora no puede ser una taxonoma exhaustiva y siempre est constituida por la prctica. 26 Cf. Las nociones totalmente acrticas de representacin expuestas en PK, pp. 141, 188. Lo que expongo al concluir este prrafo, para criticar las representaciones que hacen los intelectuales de los grupos subalternos, debera distinguirse con rigor de una coalicin poltica que toma en cuenta su contextualizacin dentro de un capital socializado y agrupa a la gente no porque est oprimida, sino porque es vctima de la explotacin. Ese modelo funciona mejor dentro de una democracia parlamentara, donde la representacin no slo no se ha expulsado, sino que se orquesta de manera muy elaborada. 27 FD, 206 (Los intelectuales y el poder, 84 [e.]).
Si una crtica y un proyecto as no han de abandonarse por completo, las distinciones
cambiantes entre representacin dentro del Estado y la economa poltica, por una parte, y
dentro de la teora del Sujeto, por otra, no se deben dejar de lado. Hay que considerar el
juego de vertreten (representar, en el primer sentido) y darstellen (re-presentar, en el
segundo sentido) en un famoso pasaje de El dieciocho brumario de Lus Bonaparte, donde Marx
trata a clase como un concepto descriptivo y transformador, y lo hace de una manera hasta
cierto punto ms compleja de lo que le permitira la distincin, por parte de Althusser, entre
instinto de clase y posicin de clase. Esto es importante en el contexto del argumento desde
la clase obrera, tanto de nuestros dos filsofos, como tambin del feminismo poltico del
Tercer Mundo metropolitano.
Lo que expone Marx aqu es que la definicin descriptiva de una clase puede ser una que
establezca diferencias; una que defina aquello que separa y distingue a esa clase de las otras:
En la medida en que millones de familias viven bajo condiciones econmicas de
existencia que las distinguen por su modo de vivir, por sus intereses y por su cultura
de otras clases y las oponen a stas de un modo hostil, aqullos forman una clase.28
Aqu no est en funcin un instinto de clase o algo que se le parezca. De hecho, la
colectividad que constituye la existencia de las familias, y que podra considerarse como el
espacio del instinto, no tiene continuidad con el aislamiento diferencial de las clases,
aunque sea este aislamiento lo que la hace funcionar. As, mucho ms pertinente para la
Francia de los setenta que para la periferia internacional, la formacin de una clase es
artificial y econmica, y la agencia o inters econmica resulta impersonal, ya que es
sistemtica y heterognea. Dicha agencia o inters est vinculada con la crtica hegeliana del
sujeto individual, pues marca el espacio vaco del sujeto en ese proceso sin sujeto que son la
historia y la economa poltica. Aqu, el capitalista est definido como el portador [Trger]
conciente de ese movimiento del capital [del capital renovado sin cesar]. Lo que quiero
sealar es que Marx no busca crear un sujeto indivisible en quien coinciden el deseo y el
inters. La conciencia de clase no opera para alcanzar esa meta. Tanto en el rea econmica
(el capitalista), como en la poltica (el agente histrico a nivel mundial), Marx est obligado a
construir modelos de un sujeto dividido y dislocado, cuyas partes no son continuas o
28 Marx, The Eighteenth Brumaire, 239 (trad. esp.: El Dieciocho Brumario, 177 [e.]).
coherentes entre s. Un muy buen ejemplo es un celebrado pasaje en el cual se describe al
capital como el monstruo fustico.29
El siguiente pasaje, continuando con la cita de El Dieciocho Brumario, tambin trabaja sobre el
principio estructural de un sujeto disperso y dislocado: la (ausente) conciencia (colectiva) de
la clase a la que pertenece un pequeo propietario campesino encuentra su portador en un
representante que parece trabajar en favor de los intereses de otro. Aqu la palabra
representante no deriva de darstellen; esto aumenta el contraste que tanto Foucault como
Deleuze pasan por alto, el contraste, por decido as, entre un apoderado y un retrato. Desde
luego, existe cierta relacin entre ellos, una que ha sido objeto de exacerbacin poltica e
ideolgica en la tradicin occidental, por lo menos desde que el poeta y el sofista, el actor y el
orador, han sido vistos como dainos. Con la apariencia de una descripcin postmarxista de
la escena del poder, nos encontramos con un debate mucho ms antiguo: el de la
representacin o retrica como tropologa y como persuasin. Darstellen pertenece a la
primera categora; vertreten con sugerencias mucho ms fuertes de substitucin, a la
segunda. De nuevo ambas estn relacionadas, pero aparejarlas, en especial para decir que
ms all de ellas es donde los sujetos oprimidos hablan, actan y tienen conocimientos por s
mismos, conduce a una poltica utpica y esencialista que, transferida a al gnero como nico
asunto, ms que a una clase, puede dar apoyo incuestionado a la financiarizacin del globo,
que construye implacablemente una voluntad general en la mujer rural engatusada mediante
crditos, incluso si lo hace con el formato de los Planes de Accin de la ONU para que
ella se desarrolle. Ms all de esta concatenacin, tan transparente como la ha vuelto la
retrica al servicio de la verdad, est el ultra-invocado sujeto oprimido (como Mujer),
hablando, actuando y enterndose de que el desarrollo como gnero es lo mejor para ella. Es
bajo la sombra de esta desafortunada marioneta donde la historia de la desoda subalterna se
debe desplegar.
He aqu el pasaje de Marx que utiliza vertreten donde el ingls usa represent (representar), a
la hora de discutir al sujeto social cuya conciencia est dislocada y es incoherente respecto
de su Vertretung (tanto una sustitucin como una representacin): los pequeos propietarios
campesinos
29 Marx, Capital, vol. I, 254, 302 (trad. esp.: El capital, vol. I, 108-109, 146 [e.])
No pueden representarse, sino que tienen que ser representados. Su representante
tiene que aparecer al mismo tiempo como su seor, como una autoridad por encima
de ellos, como un poder ilimitado de gobierno que los proteja de las dems clases y
les enve desde lo alto la lluvia y el sol. Por consiguiente, la influencia poltica [en
lugar del inters de clase, ya que no existe un sujeto de clase unificado] de los
campesinos parcelarios encuentra su ltima expresin [aqu se implica en gran
medida una cadena de substituciones: Vertretungen] en el hecho de que el poder
ejecutivo [Exekutivgewalt, menos personal en alemn; Derrida traduce Gewalt como
violencia en otro contexto en Force of Law] somete bajo su mando a la sociedad.30
Un modelo as, con falta de direccin social, es decir, con brechas entre la fuente de
influencia (en este caso, los pequeos propietarios campesinos), el representante (Luis
Napolen), y el fenmeno histrico-poltico (el control ejecutivo), no slo implica una crtica
al sujeto como agente individual, sino incluso una crtica a la subjetividad de una agencia
colectiva. La necesariamente dislocada mquina de la historia se mueve porque la identidad
de los intereses de estos pequeos propietarios campesinos no engendra entre ellos
ninguna comunidad, ninguna unin nacional y ninguna organizacin poltica. El hecho de
la representacin como Vertretung (en la categora de retrica como persuasin) se comporta
como una Darstellung (o retrica-como- persuacin), ocupando su lugar en la brecha que
existe entre la formacin de una clase (descriptiva) y la falta de formacin de una clase
(transformadora):
En la medida en que millones de familias viven bajo condiciones econmicas de
existencia que las distinguen por su modo de vivir [] forman una clase. Por cuando
[] la identidad de sus intereses no engendra entre [ellas] ninguna comunidad []
no forman una clase.31
La complicidad de vertreten y darstellen, su identidad-en-la-diferencia como el lugar de la
prctica dado que esa complicidad es precisamente lo que los marxistas estn obligados a
30 Se trata de un pasaje de Marx sumamente irnico, escrito en el contexto de la representacin fraudulenta por parte de Lus Napolen y de la representacin sistemtica de los campesinos revolucionarios en funcin de los intereses burgueses. Marx, The Eighteenth Brumaire, 239 (El Dieciocho Brumario, 177 [e.]). 31 (Marx, The Eighteenth Brumaire, 239 (El Dieciocho Brumario, 177 [e.]). nfasis mo.
exponer; como hace el mismo Marx en El Dieciocho Brumario slo puede apreciarse si no se
las confunde ambos trminos por medio de un juego de palabras.
Sera simplemente tendencioso argumentar que lo anterior toma a Marx demasiado textual,
hacindolo inaccesible para el hombre corriente, quien, vctima del sentido comn, est tan
profundamente ligado a la herencia del positivismo que el nfasis irreducible que Marx pone
en el funcionamiento de lo negativo, en la necesidad de quitarle el carcter de fetiche a lo
concreto, le es arrebatado por el adversario ms fuerte que existe, la tradicin histrica que
se respira.32 He estado inatentando sealar que el hombre poco corriente, el filsofo
contemporneo de la prctica, y la mujer poco corriente, la entusiasta metropolitana de la
resistencia del Tercer Mundo, algunas veces muestran el mismo positivismo.
La gravedad del problema es evidente si se est de acuerdo con que el desarrollo de la
conciencia perteneciente a una clase transformadora, a partir de la postura que tiene una
clase descriptiva, no significa, en Marx, una tarea que involucre el nivel cero de la conciencia.
La conciencia de clase se mantiene con la sensacin de pertenecer a una comunidad que
posee vnculos nacionales y forma parte de organizaciones polticas, y no con esa otra
sensacin de ser parte de una comunidad cuyo modelo estructural es la familia. Aunque no
est identificada con la naturaleza, la familia aqu se encuentra agrupada con lo que Marx
llam el intercambio natural, que resulta, desde un punto de vista filosfico, un sustituto
del valor de uso.33 El intercambio natural se contrasta con la transaccin con la sociedad,
donde la palabra transaccin [Verkehr] es la que Marx comnmente utiliza para
comerci. Dicha transaccin, por lo tanto, ocupa el lugar del intercambio que tiene como
resultado la produccin de la plusvala, y es en el mbito de esta transaccin donde debe
desarrollarse la sensacin de formar parte de una comunidad que produzca una agencia de
clase. La agencia de clase total (si existiera tal cosa) no constituye una transformacin
ideolgica de la conciencia a nivel bsico, una identidad deseante de agentes y los intereses
de stos, o sea, la identidad cuya ausencia preocupa a Foucault y a Deleuze. Es una
sustitucin contestataria, as como una apropiacin (un suplemento) de algo que, para empezar,
32 Vase la excelente, adems de corta, definicin y discusin del sentido comn en Lawrence, Just Plain Common Sense: The Roots of Racism, 48. Las nociones gramscianas de sentido comn y buen sentido estn extensamente discutidas en Landy, Film, Politics and Gramsci, 73-98. 33 El valor de uso en Marx puede mostrar ser una ficcin terica, tanto como un posible oxmoron, al igual que intercambio natural. He intentado desarrollar ms esto en Scattered Speculations on the Question of Value, en In Other Worlds, pp. 154-175.
resulta artificial: las condiciones econmicas de existencia que separan su modo de vida.
Las formulaciones de Marx muestran un respeto cauteloso por la crtica naciente de la
agencia subjetiva individua y colectiva. El proyecto para formar una conciencia de clase y la
transformacin de la conciencia son, para l, procesos discontinuos. El anlogo actual sera la
alfabetizacin trasnacional como opuesto al potencial movilizador del culturalismo no
examinado.34 De manera contraria, las invocaciones contemporneas a la economa
libidinal, as como el deseo en tanto inters determinante, combinadas con la poltica
prctica de los oprimidos (bajo el capital socializado) que hablan por s mismos, restauran
la categora de un sujeto soberano dentro de la misma teora que ms profundamente parece
cuestionarla.
Sin duda, la exclusin de la familia, incluso de una familia perteneciente a una formacin de
clase especfica, es parte del marco masculino al interior del cual nace el marxismo.35 Tanto
histricamente como en la economa poltica global de nuestro tiempo, el rol de la familia en
las relaciones sociales patriarcales resulta tan heterogneo y conflictivo que el mero insertar
de nuevo a la familia en esta problemtica no va a romper el marco. La solucin tampoco
reposa en la inclusin positivista de una colectividad monoltica de mujeres en la lista de
los oprimidos cuya subjetividad no fracturada les permite hablar por s contra un mismo
sistema igualmente monoltico.
En el contexto del desarrollo de una conciencia de segundo nivel, estratgica y artificial,
Marx emplea el concepto de patronmico, y siempre dentro del ms amplio concepto de
representacin como Vertretung: los pequeos propietarios campesinos son incapaces de
hacer valer su inters de clase en su propio nombre [im eigenen Namen], a sea por medio de
un parlamento o por medio de una Convencin. La ausencia de un nombre propio para el
colectivo artificial no-familiar es suplida con el nico nombre propio que la tradicin
histrica puede ofrecer el patronmico mismo, el Nombre del Padre (en espritu similar,
Jean Rhys le ha negado ese nombre a su personaje de ficcin [Rochester]): La tradicin
histrica hizo nacer en el campesino francs la fe milagrosa de que un hombre llamado
34 Desarrollado en Spivak, Teaching for the Times, 177-202; Diasporas Old & New: Women in a Transnational World, en Textual Practice, 10.2 (1996), pp. 245-26; y, con referencia especfica a la India, en Biju Mathews, et. al., Vasudhaiva Kutumbakan: the Hindu in the world, en prensa. 35 En Linguistic Circle of Geneva, 143 y ss., de Derrida, puede proveer un mtodo para determinar el irreducible lugar de la familia en la morfologa de la formacin de clase en Marx.
Napolen le devolvera todo el esplendor. Y se encontr un individuo el intraducible es
fand sich anula toda pregunta sobre la agencia o de conexin entre el agente y su inters
que se hace pasar por tal hombre (esta pretensin es, en contraste, su nica agencia), por
ostentar [trgt, la palabra empleada para indicar la relacin del capitalista con el capital] el
nombre de Napolen gracias a que el Code Napolon ordena que La recherche de la paternit
est interdite [la averiguacin de la paternidad est prohibida]. Si bien Marx parece aqu estar
operando con metforas patriarcales, se debera percibir la sutileza textual del pasaje. Es la
Ley del Padre (el Cdigo Napolenico) la que prohbe, paradjicamente, la bsqueda del
padre natural. As, de acuerdo a una estricta observancia de la histrica Ley del Padre, la an
no bien formada fe de la clase en el padre natural es rebatida.
Me he detenido bastante en este pasaje de Marx porque descifra la dinmica interna de la
Vertretung o representacin en el contexto poltico. La representacin en el contexto
econmico es Darstellung, el concepto filosfico de representacin como escenificacin o,
mejor, significacin, y que se relaciona con el sujeto escindido de manera indirecta. El pasaje
ms obvio resulta bien conocido:
Fijmonos ahora en la relacin de cambio [Austauschverhltnis] de mercancas. Parece
como si el valor de cambio en s fuese algo totalmente independiente de sus valores
de uso. Y en efecto, prescindiendo real y verdaderamente del valor de uso de los
productos del trabajo, obtendremos el valor tal y acabamos de definirlo [bestimmt].
Aquel algo comn que toma cuerpo [sich darstellt] en la relacin de cambio o valor de
cambio de la mercanca, es, por tanto, su valor.36
Segn Marx, en el capitalismo, el valor, producido mediante el trabajo necesario y excedente,
es calculado como representacin/signo del trabajo objetivado (que se distingue
estrictamente de la actividad humana). Por el contrario, en ausencia de una teora de la
explotacin como extraccin (produccin), apropiacin y obtencin del (plus)valor, y
entendida como representacin de la fuerza de trabajo, la explotacin capitalista debe verse como
una variante de dominacin (de la mecnica del poder como tal). La creencia del
marxismo, sugiere Deleuze, era determinar el problema [que el poder es ms difuso que la
36 Marx, Capital, vol. 1, p. 128 (El capital, I, 6 [e.]). Esto es sentido comn. Marx despus sobrepasa esto para mostrar que el valor implica una abstraccin tanto en el uso como en el cambio. Desarrollar esta lectura est fuera de lugar aqu.
estructura de explotacin y la formacin del Estado) en trminos de intereses (el poder es
detentado por una clase dominante que se define por sus intereses).37
No se puede objetar este resumen minimalista del proyecto de Marx, as como tampoco se
puede ignorar que en algunos momentos de El Anti-Edipo, Deleuze y Guattari construyen su
posicin desde un brillante aunque potico entendimiento de la teora sobre la forma
dinero de Marx. Podramos, pues, consolidar nuestra crtica de la siguiente manera: la
relacin entre el capitalismo global (explotacin en economa) y las alianzas entre los
Estados-nacin (dominacin en geopoltica) es tan macrolgica que no puede explicar la
textura microlgica del poder.38 Las micrologas subindividuales no pueden comprenderse
en el terreno emprico. Para proceder a una explicacin de esta ndole, se debe atender a
las teoras de la ideologa, de formaciones de sujeto que microlgica, aunque errticamente,
operan los intereses que cuajan en las macrologas). Teoras como stas no pueden pasar por
alto que esta lnea es errtica y que la categora de la representacin en sus dos sentidos es
crucial. Deben observar cmo la escenificacin del mundo en la representacin su escena de
escritura, su Darstellung disimula la eleccin y la necesidad de hroes, de apoderados
paternales, agentes de poder: Vertretung.
Desde mi punto de vista, la prctica radical debera fijarse en esta doble sesin de
representaciones, en lugar de reintroducir al sujeto individual mediante conceptos
totalizantes de poder y deseo. Tambin desde mi punto de vista, cuando Marx decide
mantener el mbito de la prctica de clase en un segundo nivel de abstraccin, estaba, de
hecho, dejando abierta la crtica hegeliana (y kantiana) del sujeto individual como agente.39
Esta perspectiva no me hace ignorar que, al definir implcitamente la familia y la lengua
materna como el nivel bsico en que la cultura y la convencin parecen la manera propia en
que la naturaleza organiza su propia subversin, Marx mismo practica un antiguo
37 FD, 215 (Los intelectuales y el poder, 90 [e.]). 38 La situacin ha cambiado en el Nuevo Orden Mundial. Permtasenos llamar al Banco Mundial/FM/Organizacin Mundial del Comercio lo econmico, y a las Naciones Unidas, lo poltico. La interrelacin entre estos organismos se est negociando en nombre del gnero (lo cultural), lo que quiz sea la microloga en sentido estricto. 39 Estoy al tanto de que la relacin entre marxismo y neo-kantismo est polticamente recargada. Yo misma no veo cmo pueda establecerse una lnea continua entre los textos del propio Marx y el momento tico kantiano. Me parece, no obstante, que el cuestionamiento de Marx al individuo como agente de la historia debera leerse en el contexto de la ruptura del sujeto individual inaugurada por la crtica de Kant a Descartes.
subterfugio.40 Sin embargo, en el contexto de las demandas del postestructuralismo a las
prcticas crticas, Marx parece ms rescatable que la restauracin clandestina del
esencialismo subjetivo.
La reduccin de Marx a una figura benvola pero anticuada casi siempre resulta til a los
intereses de lanzar una nueva teora de la interpretacin. En la conversacin Foucault-
Deleuze, el tema parece ser que no hay representacin, que no hay significante (habr que
suponer que el significante ya ha sido despachado? No hay, pues, ninguna estructura del
signo que intervenga en la experiencia? De ser as, se debera dejar descansar a la
semitica?); La teora es un relevo de la prctica (y as se abandonan los problemas de
prctica terica), y los oprimidos pueden saber y hablar por s mismos. Esto reintroduce al
sujeto constitutivo en, al menos, dos niveles: el Sujeto del deseo y del poder como una
presuposicin metodolgica irreductible; y el parecido, si no idntico a as mismo, sujeto de
los oprimidos. Es ms, los intelectuales, que no son ninguno de estos dos S/sujetos, se
vuelven transparentes en la carrera de relevos, pues solo se dedican a informan acerca del
sujeto no representado y analizan (sin analizar) los procedimientos del (el Sujeto innombrado
irreductiblemente presupuesto por ellos) poder y el deseo. La transparencia resultante
indica el lugar del inters; ste se mantiene mediante una vehemente denegacin: Ahora,
este papel de rbitro, juez y testigo universal es uno que rehso absolutamente adoptar.41 Una
de las responsabilidades del crtico debera ser el leer y escribir de tal manera que la
imposibilidad de estos rechazos individualistas e interesados de los privilegios
institucionales del poder otorgados al sujeto fueran tomados en serio. El rechazo del sistema
de signos obstruye el camino a una teora desarrollada de la ideologa en lo emprico. Aqu
tambin se escuha el peculiar tono de denegacin. A la sugerencia de Jacques-Alain Miller de
que la institucin resulta, ella misma, discursiva, FoucauIt responde: Si as lo quieres,
pero por lo que respecta a mi empleo del dispositivo no es muy importante decir: esto
pertenece a lo discursivo, esto otro no [dado] que mi problema no es la lingstica.42 Por
qu este empalme de lenguaje y discurso en el maestro del anlisis del discurso?
La crtica de Edward W. Said al poder en FoucauIt como una categora seductora y
mistificadora que le permite cancelar el papel de las clases, el de la economa y el de la
40 Marx, Grundrisse, 162-163. 41 Foucault, The force of flight, 169. 42 PK, 198 (trad. esp.: El Juego de Michel Foucault, 131 [e.]).
insurgencia y la rebelin, es pertinente aqu, aunque la importancia del nombre poder en
lo subindividual no debe ser ignorada.43 Aado, al anlisis de Said, la nocin de sujeto
subrepticio del poder y del deseo, marcado por la transparencia del intelectual.
Este S/sujeto, curiosamente cosido a una transparencia mediante negaciones, pertenece al
lado explotador de la divisin internacional del trabajo. Es imposible para los intelectuales
franceses contemporneos imaginar el tipo de Poder y Deseo que residira en el sujeto
innombrado del Otro de Europa. No se trata slo de que todo lo que leen, crtico o acrtico,
est atrapado dentro del debate de la produccin de ese Otro, apoyando o criticando la
constitucin del Sujeto como Europa. Se trata tambin de que, en la constitucin de ese Otro
de Europa, se tuvo mucho cuidado en cancelar los ingredientes textuales con los que
semejante sujeto pudiera cargar, ocupar (emplear?) su itinerario, no slo mediante la
produccin ideolgica y cientfica, sino tambin mediante la institucin de la ley. Por muy
reduccionista que un anlisis econmico pueda parecer, los intelectuales franceses olvidan, a
riesgo propio, que esta completa empresa sobredeterminada era en beneficio de una
situacin econmica dinmica que requera que los intereses, los motivos (deseos) y el poder
(del saber) fueran cruelmente dislocados. Invocar ahora esta dislocacin como un
descubrimiento radical que nos hara diagnosticar la economa (las condiciones de existencia,
que separan a las clases descriptivamente) como una pieza de maquinaria analtica
anticuada, bien podra significar la continuacin de la obra de esa dislocacin e,
involuntariamente, una forma de ayuda para asegurar Un nuevo balance de las relaciones
hegemnicas.44 Frente a la posibilidad de que el intelectual sea cmplice en la persistente
constitucin del Otro como la propia sombra, una posibilidad de prctica poltica para el
intelectual sera poner lo econmico bajo tachadura, ver el factor econmico como
irreductible en la medida que reinscribe el texto socia, incluso mientras es tachado, si bien
imperfectamente, cuando intenta ser el determinante final del significado trascendental.45
Hasta hace muy poco, el ms claro ejemplo disponible de esta violencia epistmica era el
remotamente orquestado, extenso y heterogneo proyecto de constituir al sujeto colonial
como Otro. Este proyecto es tambin la cancelacin asimtrica de la huella de ese Otro en su
43 Said, The World, the Text, the Critic, 243. 44 Carby, Empire, 34. 45 Este argumento est ms desarrollado en Spivak, Scattered Speculations. Una vez ms, El Anti-Edipo no ignor el texto econmico, aunque su tratamiento fue tal vez demasiado alegrico. A este respecto, el cambio del esquizo-anlisis al rizo-anlisis en Mil mesetas no fue, quiz, saludable.
precaria Su(b)jet-ividad. Resulta bien sabido que Foucault localiza un ejemplo de violencia
epistmica, una completa revisin de la episteme, en la redefinicin de la locura a finales del
siglo dieciocho europeo.46 Pero, qu pasara si esta particular redefinicin fuera slo una
parte de la narrativa de la historia tanto en Europa como en las colonias? Qu tal si los dos
proyectos de redefinicin epistmica funcionaran como partes dislocadas y no reconocidas
de un motor de dos brazos? Tal vez no trate ms que de pedir que el subtexto de la narrativa
palimpsstica del imperialismo sea reconocido como saber sometido, toda una serie de
saberes calificados como incompetentes, o, insuficientemente elaborados: saberes ingenuos,
inferiores jerrquicamente al nivel del conocimiento o de la cientificidad exigida.47
Esto no es describir la forma en que son realmente las cosas o privilegiar la narrativa de la
historia como imperialismo, en tanto la mejor versin de la historia.48 Es, ms bien, rendir
cuenta de cmo una explicacin y una narrativa de la realidad fueron establecidas como la la
explicacin y la narrativa normativaos [...].
Permtasenos ahora considerar los mrgenes (uno podra decir tambin el centro silenciado,
silencioso), del circuito marcado por esta violencia epistmica, hombres y mujeres entre el
campesinado iletrado, los aborgenes, los ms bajos estratos del subproletariado urbano. De
acuerdo con Deleuze y Foucault (en el primer mundo, bajo la estandarizacin y
reglamentacin del capital socializado, aunque no parezcan reconocer esto), y, mutatis
mutandis, la feminista tercermundista metropolitana, slo interesada en la resistencia
dentro de la lgica del capital, los oprimidos, si se les da la oportunidad (el problema de la
representacin no puede aqu evadirse), y en el camino hacia la solidaridad mediante la
poltica de alianzas (una temtica marxista est en funcionamiento aqu), pueden hablar y
conocer sus condiciones. Debemos enfrentar ahora la siguiente pregunta: en el otro lado de la
divisin internacional del trabajo respecto del capital socializado, dentro y fuera del circuito
de la violencia epistmica de la ley y la educacin imperialistas que proporcionan un
temprano texto econmico, puede hablar el subalterno?
46 Vase Foucault, Madness and Civilization, 251, 262, 269. 47 PK, 82 (Curso del 7 de enero, 129 [e.]). 48 Aunque considero el Political Unconscious de Fredric Jameson, como un texto de gran peso crtico, o quiz porque as lo hago, quisiera distinguir aqu mi programa de uno sobre la restauracin de las reliquias de una narrativa privilegiada: Es en detectar las huellas de esa narrativa ininterrumpida, en restaurar en la superficie del texto la realidad reprimida y enterrada de esta historia fundamental, en donde la doctrina de un inconsciente poltico encuentra su funcin y su necesidad (p. 20).
[...]
La primera parte de mi propuesta que el desarrollo por fases del subalterno se complica con
el proyecto imperialista est afrontada por el Grupo de Estudios Subalternos [del Sur de
Asia]. Ellos deben preguntarse: Puede hablar el subalterno? Aqu estamos al interior de la
disciplina de la historia propia de Foucault y con personas que reconocen su influencia. Su
proyecto es repensar la historiografa colonial india desde el punto de vista de la cadena
discontinua de las insurrecciones campesinas durante la ocupacin colonial. ste es, de
hecho, el problema del permiso para narrar discutido por Said.49 Como indica Ranajit
Guha, el editor fundador del colectivo,:
La historiografa del nacionalismo indio ha estado dominada durante mucho tiempo
por el elitismo: tanto por el elitismo colonialista como por el elitismo burgus-
nacionalista [] Ambas variedades de elitismo comparten un prejuicio: que la
construccin de la nacin india y el desarrollo de la conciencia que molde este
proceso -el nacionalismo-, fueron logros exclusiva o predominantemente de lite. En
las historiografas colonialista y neo-colonialista estos logros son atribuidos a
funcionarios y administradores del gobierno colonial britnico, a sus polticas,
instituciones y cultura; en los estudios nacionalistas y neo-nacionalistas, a
personalidades, instituciones, actividades e ideas de la lite india.50
Algunos miembros de la lite india son, por supuesto, informantes nativos para intelectuales
del Primer Mundo interesados en la voz del Otro. Pero, no obstante, uno debe insistir en que
el sujeto subalterno colonizado es irremediablemente heterogneo.
Contra la elite indgena podemos establecer lo que Guha llama la poltica del pueblo, tanto
fuera (esta era una esfera autnoma, dado que no se originaba en la poltica de lite, ni su
existencia dependa de ella) como dentro (continu funcionando vigorosamente, a pesar
de este ltimo [el colonialismo], ajustndose a las condiciones imperantes bajo la soberana
britnica y desarrollando, en muchos sentidos, caractersticas enteramente nuevas, tanto
49 Said, Permission to Narrate, 13-17. 50 Guha, On some Aspects of the Historiography of Colonial India, 1 (traduccin en este mismo libro [e.]).
formales como de contenido) del circuito de la produccin colonial. No puedo respaldar por
completo esta insistencia en el vigor determinado y la total autonoma, pues las exigencias de
la historiografa prctica no permitirn que esos respaldos privilegien la conciencia
subalterna. Contra el posible reclamo de que su aproximacin es esencialista, Guha
construye una definicin del pueblo (el lugar de esa esencia) que slo puede ser la de una
identidad-en-la-diferencia. Propone una red dinmica de estratificacin que describe la
produccin social colonial en gran escala. Inclusive el tercer grupo en la lista, el grupo
bisagra, por as decirlo, entre el pueblo y los grandes grupos dominantes macroestructurales,
es definido como un entre-lugar [in-betweenness]. La clasificacin procede as: grupos
dominantes extranjeros y grupos dominantes indgenas en toda la India, como tambin a
escala regional y local, que representan la lite; y [l]os grupos y elementos sociales
incluidos [en los trminos pueblo y clases subalternas] [que] representan la diferencia
demogrfica entre la poblacin india total y todos aquellos que hemos descrito como lite.51
Es tarea de la investigacin aqu proyectada explorar, identificar y medir la naturaleza
especfica y el grado de desviacin respecto de ideal [de los elementos que constituyen el
tercer grupo], as como situarlos histricamente.. Explorar, identificar y medir lo
especfico: un programa difcilmente podra ser ms esencialista y taxonmico. Incluso un
curioso imperativo metodolgico opera aqu. He sealado que en el dilogo Foucault-
Deleuze, un vocabulario post-representacional esconde una agenda esencialista. En los
estudios sobre la subalternidad, a causa de la violencia en la inscripcin, epistmica, social y
disciplinaria imperialista, un proyecto entendido en trminos esencialitas debe circular en
una radical prctica textual de las diferencias. El objeto de la investigacin del grupo, en este
caso ni siquiera perteneciente al pueblo como tal, sino a la zona intermedia flotante de la elite
regional, es una desviacin de un ideal el pueblo o los subalternos que se define, a su vez,
como una diferencia respecto de la elite. La investigacin se orienta hacia una estructura, un
dilema bastante diferente de la autodiagnosticada transparencia del intelectual radical del
Primer Mundo. Qu taxonoma podra fijar semejante espacio? Lo perciban ellos mismos o
51 Ibid., 4, 8 (traduccin en este mismo libro [e.]). La utilidad de este trmino, estrictamente definido, se haba perdido cuando Selected Subaltern Studies apareci en los Estados Unidos bajo la iniciativa de Spivak (1988). La publicacin de A Subaltern Studies Reader (Guha 1997) constituye ahora una medida correctiva. En el uso hoy generalizado, lo que se pierde es precisamente esta nocin de que el subalterno ocupa un espacio de diferencia, y se puede percibir en declaraciones como stas: El subalterno es forzado a la apropiacin de la cultura del amo (Apter, French Colonial Studies and Postcolonial Theory, 178); o peor an, la curiosa definicin de Jameson sobre la subaltemidad como experiencia de la inferioridad (Marxs Purloined Letter, 95).
no de hecho Guha ve su definicin de el pueblo dentro de la dialctica amo-esclavo, su
texto articula el difcil propsito de reescribir sus propias condiciones de imposibilidad como
las condiciones de su posibilidad.
En los niveles regional y local [los grupos indgenas domiantes], an perteneciendo a
estratos sociales jerrquicamente inferiores, actuaban a partir de los intereses de dichos
grupos y no conforme a los intereses verdaderamente correspondientes a su propio ser social. 52
Cuando estos autores hablan, en su lenguaje esencializante, de un vaco entre inters y
accin en el grupo intermedio, sus conclusiones estn ms cerca de Marx que de la
autoconsciente ingenuidad de los pronunciamientos de Deleuze al respecto. Guha, como
Marx, habla de inters en trminos del ser social ms que del ser libidinal. La imagineria del
Nombre-del-Padre en El Dieciocho Brumario puede ayudar a enfatizar que, en el nivel de la
accin de clase o de grupo, la verdadera correspondencia con el propio ser es tan artificial
o social como el patronmico.
[... ]
Para el (sin determinacin de gnero) verdadero grupo subalterno, cuya identidad es su
diferencia, no hay sujeto subalterno irrepresentable que pueda conocer y hablar por s
mismo; la solucin del intelectual no es abstenerse de la representacin. El problema es que
el itinerario del sujeto no ha sido trazado como para ofrecer un objeto de seduccin al
intelectual representante. En el ligeramente anticuado lenguaje del grupo indio, la pregunta
se convierte en: Cmo podemos llegar a la conciencia del pueblo incluso mientras
investigamos su poltica? Con qu voz-conciencia pueden hablar los subalternos?
[...]
En el itinerario borrado del sujeto subalterno, la ruta de la diferencia sexual est doblemente
tachada.53 No es una cuestin sobre la participacin femenina en la insurreccin, o de las
52 Guha, On some Aspects of the Historiography of Colonial India, 6 (traduccin en este mismo libro [e.]). 53 No creo que la reciente tendencia de romantizar cualquier cosa escrita por los intelectuales aborgenes o descastados (dalit = oprimidos) haya levantado la tachadura.
reglas bsicas de la divisin sexual del trabajo, para las cuales hay evidencias. Es, ms
bien, que tanto como objeto de la historiografa colonialista como sujeto de la insurreccin, la
construccin ideolgica de gnero conserva el dominio masculino. Si, en el contexto de la
produccin colonial, el subalterno no tiene historia y no puede hablar, la subalterna est an
ms profundamente inmersa en la sombra.
[...]
Una joven de diecisis o diecisiete aos, Bhubaneswari Bhaduri, se ahorc en el modesto
departamento de su padre en el norte de Calcuta, en 1926. El suicidio fue un enigma, pues,
dado que Bhubaneswari menstruaba en ese momento, estaba claro que no se trataba de un
caso de embarazo ilcito. Aproximadamente una dcada despus se descubri, por medio de
una carta que le haba dejado a su hermana mayor, que perteneca a uno de los muchos
grupos implicados en la lucha armada por la Independencia de la India. Le haban
encargado un asesinato poltico. Incapaz de enfrentar la tarea aunque consciente de la
necesidad prctica de ofrecer confianza, se mat.
Bhubaneswari saba que su muerte seria diagnosticada como el resultado de una pasin
ilegtima. Esper, entonces, la llegada de la menstruacin. Mientras aguardaba,
Bhubaneswari, la brahmacarin que sin duda esperaba convertirse en una buena esposa, tal vez
reescribi el texto social del suicidio sati de un modo intervencionista. (Una explicacin
tentativa de su inexplicable acto haba sido la de una posible melancola causada por la
muerte de su padre, y por los repetidos sarcasmos de su cuado sobre la incongruencia entre
su edad y su larga soltera). Ella generaliz la razn autorizada del suicidio femenino al
tomarse tan inmenso trabajo para desplazar (no slo denegar), en la inscripcin fisiolgica de
su cuerpo, su encarcelamiento al interior de una pasin legtima por un solo varn. En el
contexto inmediato, su acto result absurdo, un caso de delirio ms quede cordura. El gesto
desplazante esperar la menstruacin es, a primera vista, una revocacin del precepto que
niega el derecho de una viuda al auto-sacrificio si se est en etapa de menstruacin; la viuda
impura debe esperar, pblicamente, hasta el bao purificador del cuarto da, cuando ya no
est menstruando para reclamar su dudoso privilegio.
En esta lectura, el suicidio de Bhubaneswari Badhuri constituye una cauta reescritura
subalterna ad hoc del texto social del suicidio sati, as como el recuento hegemnico de la
llameante y combativa Durga familiar. Las posibilidades de disentir que emergen a partir de
este recuento hegemnico de la madre combativa estn bien documentadas y popularmente
bien recordadas a travs del discurso de los lderes y participantes masculinos en el
movimiento de Independencia. Pero a la subalterna como mujer no se la puede escuchar ni
leer.
Me enter de la vida y muerte de Bhubaneswari a travs de conexiones familiares. Antes de
investigarlas ms ampliamente, le ped a una mujer bengal, una filsofa y especialista en
snscrito, cuya temprana produccin intelectual es casi idntica a la ma, que empezramos
el proceso. Dos fueron las respuestas: (a) Por qu ests interesada en la desventurada
Bhubaneswari, si sus dos hermanas, Saileswari y Raseswri, llevaron vidas tan plenas y
maravillosas,?; (b) le pregunt a sus sobrinas. Les pareca que se haba tratado de un caso de
amor ilcito.
Estaba tan desconcertada por este fracaso de comunicacin, que, en la primera versin de
este texto escrib, con un acento de lamento apasionado: la subalterna no puede hablar! Fue
un comentario poco aconsejable.
En los aos transcurridos entre la publicacin de este texto como ensayo y la presente
revisin, he aprovechado bastante las varias respuestas publicadas que suscit. Me referir a
dos de ellas: Can the Subaltern Vote? y Silencing Syecrax.54
Como he venido diciendo, Bhubaneswan Badhuri no fue una verdadera subalterna. Era
una mujer de la clase media, con acceso, si bien clandestino, al movimiento burgus por la
Independencia. De hecho, el Rani de Sirmr, con sus proclamas sobre la alta cuna, no era una
subalterna en absoluto. No obstante, parte de lo que parece que he argido en ese texto es
que la interceptacin de una mujer en la pretensin de ser subalterno puede exponerse a lo
largo de estrictas lneas de definicin en virtud de su enmudecimiento por circunstancias
heterogneas. Gulari no puede hablamos porque la historia indgena patriarcal slo
conservara registro de su funeral y su historia colonial si la necesitara como instrumento
incidental. Bhubaneswar trat de hablar convirtiendo su cuerpo en el texto de una
54 Medovoi, et. al., Can the Subaltern Vote?, 133-149; y Busia, Silencing Sycorax, 81-104.
mujer/escritura. La inmediata pasin de mi declaracin la subalterna no puede hablar,
surgi de la desesperacin de que, en su propia familia, entre mujeres y en no ms de
cincuenta aos, su intento haba fracasado. No estoy culpando aqu a las autoridades
coloniales del enmudecimiento, como Busia parece pensar: Can the Subaltern Speak?, de
Gayatri Spivak, cuya cuarta seccin es una explicacin apremiante de este rol de
desaparicin en el caso de mujeres indias en la historia jurdica britnica.55
Estoy sealando, por el contrario, su silenciamiento a manos de las ms emancipadas de sus
propias nietas: una nueva corriente maestra. A esta pueden aadirse dos nuevos grupos:
uno, la academia metropolitana multiculturalista liberal, bisnieta de Susan Barton; de la
siguiente forma.
Como he venido diciendo, creo que es importante reconocer nuestra complicidad en el
enmudecimiento, con miras, precisamente, a que seamos ms efectivos a largo plazo.
Nuestro trabajo no puede tener xito si siempre tenemos un chivo expiatorio. La
investigadora migrante postcolonial se ve alcanzada por las formaciones sociales coloniales.
Busia apunta una nota positiva para trabajos futuros cuando seala que, despus de todo, yo
he sido capaz de leer el caso de Bhubaneswari, y que, por lo tanto, ella de cierta manera ha
hablado. Busia tiene razn, desde luego. Toda habla, hasta el aparentemente ms inmediato,
implica un desciframiento a distancia por parte de otro, que constituye, en el mejor caso, una
interceptacin. Eso es lo que se entiende por hablar.
Reconozco este punto terico, y tambin reconozco la importancia prctica, para uno y los
dems, de estar entusiasmado con el trabajo futuro. Aun as, el desciframiento crtico por
parte de otro en una institucin acadmica (ms o menos una fbrica de produccin de
conocimientos) muchos aos despus, no debe identificarse tan pronto con el hablar de la
subalterna. No es una simple tautologa decir que la subalterna colonial o postcolonial es
definida como lo que est del otro lado de la diferencia, o como una fractura epistmica
incluso respecto de otros grupos colonizados. Qu est en juego cuando insistimos en que la
subalterna habla?
55 Busia, Silencing, 102.
En Can the Subaltern Vote?, los tres autores aplican la pregunta a los riesgos del habla
poltico. sta me parece una va muy fructfera de extender mi lectura del discurso
subalterno a una arena colectiva. El acceso a la ciudadana (la sociedad civil), mediante la
conversin en votante (en la nacin), es, de hecho, el circuito simblico de movilizacin de la
subalternidad a la hegemona. Este terreno, siempre negociando entre la liberacin nacional
y la globalizacin, permite el examen de la emisin del voto mismo como una convencin
performativa entendida como discurso constatativo del sujeto subalterno. Parte de mis
actuales preocupaciones es ver cmo se manipula a este sujeto para legitimar la
globalizacin; pero este tema rebasa el alcance de este texto. Mientras, limitmonos al campo
de la prosa acadmica, y planteemos tres sealamientos:
l. No somos subalternos simplemente por ser postcoloniales o miembros de una
minora tnica,. Esa palabra est reservada para la heterogeneidad pura del espacio
descolonizado.
2. Cuando una lnea de comunicacin se establece entre un miembro de grupos
subalternos y los circuitos de la ciudadana o la institucionalidad, el subalterno se
inserta en la larga carrera hacia la hegemona. A menos que queramos ser puristas
romnticos o primitivistas que desean preservar la subalternidad una
contradiccin en los trminos, esto es absolutamente deseable. (Ni qu decir que el
acceso museizado o curricularizado a los orgenes tnicos otra batalla por pelear no
es idntico a una preservacin de la subalternidad.) Recordar esto nos permite
enorgullecemos de nuestro trabajo sin hacer proclamas misioneras.
3. Esta estructura-de-huella (tachadura en la revelacin) surge como las trgicas
emociones de la activista poltica, y emerge no de un utopismo superficial, sino de lo
que Bimal Krishna Matilal ha llamado amor moral. Mahasweta Devi, ella misma
infatigable activista, documenta esta emocin con exquisito cuidado en Pterodactyl,
Puran Sahay, and Pirtha.
Y finalmente, el tercer grupo: la sobrina-bisnieta de Bhubaneswari por parte de su hermana
mayor es una reciente inmigrante estadounidense, que hace poco fue promovida a un puesto
ejecutivo en una transnacional con base en los Estados Unidos. Ser til en el surgimiento del
nuevo mercado sudasitico precisamente porque es una mujer bien colocada de la dispora
del Sur.
Por lo que a Europa se refiere, se puede fijar con bastante exactitud el momento en
que se produjo la sustitucin del viejo capitalismo por el nuevo: fue precisamente a
principios del siglo XX []. [Con el] gran auge de fines del siglo XIX y la crisis de
1900 a 1903 [...] los cartels se convierten en una de las bases de toda la vida econmica.
El capitalismo se ha transformado en imperialismo.56
El actual programa de financiarizacin global contina ese relevo. Bhubaneswari luch por
la liberacin nacional. Su sobrina bisnieta trabaja para l Nuevo Imperio. Esto, tambin, es un
silenciamiento histrico de la subalternidad. Cuando las noticias de la promocin de esta
joven fueron difundidas en la familia, entre el jbilo general, no pude evitar recalcarle a la
ms vieja de las mujeres sobrevivientes: Bhubaneswari su apodo haba sido Talu se
ahorc en vano, pero no lo hice en voz alta. Es acaso una sorpresa que esta joven mujer sea
una fiel multiculturalista, crea en el parto natural y slo vista ropas de algodn?
Traducido por Sebastin Patio y Gabriel Astey
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